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PASCUA:

o el Sacramento de la Alegría











  1. Retiro ………………….……….......................3 - 11

  2. Formación…………….……….....................12 - 22

  3. Comunicación……………………………………….23 - 26

  4. Vocaciones…...….…............................27 - 33

  5. La solana………………………………………………34 - 39

  6. El anaquel……….……...........................40 - 68







Revista fundada en el año 2000

Segunda época


Dirige: José Luis Guzón

C\\ Paseo de las Fuentecillas, 27

09001 Burgos

Tfno. 947 460826 Fax: 947 462002

e-mail: jlguzon@salesianos-leon.com


Coordina: José Luis Guzón

Redacción: Urbano Sáinz

Maquetación: Amadeo Alonso

Asesoramiento: Segundo Cousido, Mateo González e Isidro Revilla


Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN: 1695-3681








Comunidad: don del Espíritu1


"Dios me ha dado hermanos". Antes que construir la comuni­dad es necesario reconocerla como don, como un regalo: los otros son mis hermanos no por una decisión propia sino porque, igual que yo, han sido gratuitamente acogidos por el Padre, en Je­sús, como sus hijos/as. La fraternidad no consiste en primer lugar en "optar" porque los otros sean mis hermanos, sino en recono­cer que de hecho son mis hermanos y, por lo tanto, actuar en consecuencia. La clave de la fraternidad no está en la exigencia, sino en la acogida gratuita de los otros como hijos de Dios y her­manos míos.


Te proponemos recuperar lo que en tu vida la comunidad tiene de don, de regalo, de gratuidad, de gracia.

* Lee atentamente el texto de Bonhoeffer sobre la comunidad como don.

El hecho de que, en el tiempo comprendido entre la muerte de Jesucristo y el último día, los cristianos puedan vivir con otros cristianos en una comunidad visible ya sobre la tierra no es sino u na anticipación misericordiosa del reino que ha de venir. Es Dios, en su gracia, quien permite la existencia en el mundo de semejante comunidad, reunida alre­dedor de la palabra y el sacramento. Pero esta gracia no es accesible a todos los creyentes. Los prisioneros, los enfermos, los aislados en la dispersión, los misioneros, están solos. Ellos saben que la existencia de la comunidad visible es una gracia. Por eso su plegaria es la del salmista: "Recuerdo con emoción cuando marchaba al frente de la multitud hacia la casa de Dios entre gritos de alegría y alabanza de un pueblo en fiesta" (Sal 42). Sin embargo, permanecen solos como la semilla que Dios ha querido esparcir. No obstante, captan inten­samente por la fe cuanto les es negado como experiencia sensible. Así es como el apóstol Juan, desterrado en la soledad de la isla de Patmos, celebra el culto celestial "en espíritu, el día del Señor" (Ap. 1, 10), con todas las iglesias. Los siete candelabros que ve son las iglesias, las siete estrellas, sus ángeles; en el centro, dominándolo todo, Jesucristo, el Hijo del Hombre, en la gloria de su re­surrección, Juan es fortalecido y consolado por su palabra. Esta es la comuni­dad celestial que, en el día del Señor, puebla la soledad del apóstol desterrado.

Pese a todo, la presencia sensible de los hermanos es para el cristiano fuente incomparable de alegría y consuelo. Prisionero y al final de sus días, el apóstol Pablo no puede por menos de llamar a Timoteo, "su amado Hno. en la fe", para volver a verlo y tenerlo a su lado. No ha olvidado las lágrimas de Timo­teo en la última despedida (2 Tm. 1, 4). En otra ocasión, pensando en la iglesia de Tesalónia, Pablo ora a Dios "noche y día con gran ansia para volver a veros" (1 Tes. 3, 10); Y el apóstol Juan, ya anciano, sabe que su gozo no será comple­to hasta que no se esté junto a los suyos y pueda hablarlos de viva voz, en vez de con papel y tinta (2 Jn. 12).

* Trae a tu memoria los años que llevas compartiendo vida con tu comuni­dad.

¿Qué cosas que has vivido en tu comunidad te han ayudado a crecer como persona y como crstiana/o? (el cariño, un lugar de comunicación profun­da, compartir y aclarar dudas, celebrar la vida, comprender y vivir con mayor claridad la propuesta de Jesús, etc.)

¿Qué hechos o situaciones o encuentros comunitarios te han ayudado a descubrirte querido por el Padre como Hijo/a?


¿Qué momentos has vivido con mayor gozo y felicidad en tu experiencia de comunidad?


¿Por qué cosas tendrías que decirle a Dios "GRACIAS" cuando piensas en tu experiencia de comunidad?


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* Piensa en tus hermanos comunitarios, uno a uno.

  • ¿Qué te regala Dios en cada uno de tus hermanos?

  • ¿Acoges gratuita e incondicionalmente a tus hermanos, tal y como el Pa­dre te acoge a tí?

  • ¿Valoras lo positivo que hay en tus hermanos? ¿se lo agradeces? ¿se lo dices? ¿a qué personas te gustaría especialmente agradecerle su fraternidad?

  • ¿Qué actitudes personales te dificultan vivir la fraternidad como un regalo?

  • * Escribe una oración de acción de gracias al Padre por los hermanos que te ha dado. Expresa en ella tus sentimientos positivos más profundos.

COMUNIDAD: DON DEL ESPÍRITU ... TEXTOS BÍBLICOS

Rm 8,28-30

Sabemos también que, con los que aman a Dios, con los que él ha llamado siguiendo su propósito, él coopera en todo para su bien. Porque Dios los eligió primero, destinándolos desde entonces a que reprodujeran los rasgos de su Hijo, de modo que éste fuera el mayor de una multitud de hermanos; y a esos que había destinado los llamó; a esos que llamó los rehabilitó; y a esos que re­habilitó les comunicó su gloria.

Ef 1,3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesús Mesías, que, por medio del Mesías, nos ha bendecido desde el cielo con toda bendición del Espíritu!

Porque nos eligió con él antes de crear el mundo, para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos, por el amor; destinándonos ya entonces a ser adoptados por hijos suyos por medio de Jesús Mesías -conforme a su que­rer y a su designio-, a ser un himno a su gloriosa generosidad.


1Cor 1,1-2.9

Pablo, apóstol del Mesías Jesús por designio y llamamiento de Dios, y Sóste­nes, nuestro hermano, a la Iglesia que está en Corinto, a los que han sido consagra­dos por el Mesías Jesús, llamados y consagrados con todos los que en cualquier lu­gar invocan el nombre de nuestro Señor Jesús Mesías, Señor de ellos y nuestro.


(...) Fiel es Dios, y él os llamó a ser solidarios de su Hijo, Jesús el Mesías, Señor nuestro.


Comunidad: Don del Espíritu….Textos bíblicos


Rm 8,15-16


Mirad, no recibisteis un espíritu que os haga esclavos y os vuelva al temor; recibisteis un espíritu que os hace hijos y que nos permite gritar: ¡Abbá! ¡Padre! Ese mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.



1 J n 3,1.10-11


Mirad qué magnifico regalo nos ha hecho el Padre: que nos llamemos hijos de Dios; y además lo somos.


(...) Con esto queda claro quiénes son los hijos de Dios y quiénes los hijos del diablo. Quien no práctica la justicia, o sea, quien no ama a su hermano, no es de Dios; porque el mensaje que oísteis desde el principio fue éste: que nos amemos unos a otros.



1 J n 4,19-21.5,1-3


Podemos amar nosotros porque él nos amó primero. El que diga "yo amo a Dios", mientras odia a su hermano, es un embustero, porque quien no ama a su hermano, a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo. Y éste es precisamente el mandamiento que recibimos de él; quien ama a Dios, ame también a su hermano.


Quien cree que Jesús es el Mesías ha nacido de Dios, y quien ama al que le dio el ser, ama también a todo el que ha nacido de él. Sabemos que amamos a los hermanos cuando amamos a Dios cumpliendo sus mandamientos, porque amar a Dios significa cumplir sus mandamientos.


Es verdad, como dato de fe, que todos somos hermanos en Jesús al ser adoptados por el Padre como sus hijos. Sin embargo, como dice San Juan, "hi­jos de Dios lo somos ya, aunque todavía no se ha manifestado lo que seremos" (1 Jn.3,2). Si desde la perspectiva del don ya somos hermanos, desde la pers­pectiva de la tarea todavía no se ha manifestado en nuestra realidad, como per­sonas y comunidades, lo que estamos llamados a ser. Somos hombres y muje­res pequeños y limitados, muchas veces egoístas e incapaces de amar como Dios nos ama; los conflictos comunitarios muchas veces nos agobian y nos de­sencantan, y la manera de ser, nuestra y de los demás, hace que la fraternidad no sea, muchas veces, precisamente un camino de rosas.

Por eso, la fraternidad también es algo que se construye poco a poco, en el día a día. La vida cristiana es el reto cotidiano de encarnar en nuestra historia el

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dato fundamental de nuestra fe ¡somos hermanos en Jesús! Y esto implica es­fuerzo, paciencia, fidelidad, capacidad de perdón, de diálogo, de espera.


* Retoma tu experiencia comunitaria y, teniendo en cuenta las característi­cas más sobresalientes de tu comunidad, pregúntate:


¿Cuáles son los dos o tres problemas que más típicamente puede padecer tu comunidad? (divisiones, relaciones superfluas, no aceptación de unos y otros, falta de líderes, exceso de líderes, incapacidad para la comunicación pro­funda, desacuerdo en cosas fundamentales, etc., etc.)


¿De qué manera soléis resolver vuestros conflictos? ¿Cómo ponéis en jue­go el espíritu del Evangelio a la hora de afrontar estos conflictos? (Cf r. comuni­dades paulinas).


¿Qué actitudes asumes tú a la hora de enfrentar los problemas? (pasivo, mediador, dialogante, inflexible, constructos, exigente, etc. etc.)


* Piensa ahora en tus hermanos de comunidad.


¿Qué actitudes te cuesta asumir de cada uno?

- ¿A quién tendrías que pedirle perdón? ¿Por qué?

- ¿Qué podrías hacer para mejorar algunas de tus relaciones fraternas? Piensa en cosas concretas para hermanos concretos. Proponte cuándo y cómo hacerlo.

* Lee la lista de actitudes cristianas de las diversas cartas de Pablo.

Subraya aquéllas actitudes cristianas que a tí te surgen con facilidad por tu manera de ser. Pregúntate cómo pones esos dones al servicio de la construc­ción de tu comunidad.

Encierra en un círculo las actitudes cristianas que más lejos están de tí o te cuesta trabajo vivir por tu manera de ser. ¿Qué podrías hacer para incorporar algunas de esas actitudes en tu vida?

Comunidad:…Y tarea nuestra. Textos bíblicos


Ef 4,29-5,2


Malas palabras no salgan de vuestra boca; lo que digáis sea bueno, cons­tructivo y oportuno; así hará bien a los que lo oyen.


No irritéis es Santo Espíritu de Dios que os selló para el día de la liberación; nada de brusquedad, coraje, cólera, voces ni insultos; desterrad eso y toda in­quina. Unos con otros sed agradables y de buen corazón, perdonándoos mu­tuamente como Dios os perdonó en Cristo.


En una palabra: como hijos queridos de Dios, procurad pareceros a él y vi­vid en mutuo amor, igual que el Mesías os amó y se entregó por vosotros...



1Jn 3,16-18


Hemos comprendido lo que es el amor porque aquél se desprendió de su vida por nosotros; ahora también nosotros debemos desprendernos de la vida por nuestros hermanos. Si uno posee bienes de este mundo y, viendo que su herma­no pasa necesidad le cierra las entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos, no amemos con palabras y de boquilla, sino con obras y de verdad.



Rm 12,1-2.9-18


Por ese cariño de Dios os exhorto, hermanos, a que ofrezcáis vuestra propia existencia como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios, como vuestro culto auténtico; y nos os amoldéis al mundo éste, sino idos transformando con la nueva mentalidad para ser vosotros capaces de distinguir lo que es voluntad de Dios, lo bueno, conveniente y acabado.

El amor, sin ficciones: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como bue­nos hermanos, sed cariñosos unos con otros, rivalizando en la estima mutua. En la actividad, no os echéis atrás; en el espíritu manteneos fervientes, siempre al servicio del Señor. Que la esperanza os tenga algres, sed enteros en las difi­cultades y asiduos a la oración; haceos solidarios de las necesidades de los consagrados; esmeraos en la hospitalidad.

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que están alegres, alegraos; con los que lloran, llorad. Andad de acuerdo unos con otros; no penséis en grandezas, que os tire lo humilde; no mostréis suficiencia.

No devolváis a nadie mal por mal. Procurad la buena reputación entre la gente, en cuanto sea posible, y por lo que a vosotros toca, estad en paz con todo el mundo.



1 Cor 1-8


Ya puedo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, que si no ten­go amor no paso de ser una campana ruidosa o unos platillos estridentes.


Ya puedo hablar inspirado y penetrar todo secreto y todo el saber; ya puedo tener toda la fe, hasta mover montañas, que si no tengo amor no soy nada.

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Ya puedo dar en limosna todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo, que si no tengo amor de nada me sirve.


El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre. El amor no falla nunca.



3. Comunidad: don del Espíritu y tarea nuestra. El compromiso también es «tarea». La vida cristiana como «diaconía»


Vivir, compartir y celebrar el compromiso es una parte fundamental de la vi­vencia comunitaria. "Una comunidad que no sirve, no sirve para nada". En algu­nas ocasiones parece que nos olvidamos de que el motivo fundamental para el que existe una comunidad (cualquier comunidad cristiana) es para ser signo y semilla del Reino de Dios en medio de nuestro mundo. Una comunidad centra­da en sí misma, preocupada sólo por sus relaciones internas, que gasta la ma­yoría de sus energías en cuidarse a sí misma, no es una comunidad que viva con el espíritu de Jesús. Por eso os invitamos a retomar vuestra vida comunita­ria desde la perspectiva del servicio, tanto dentro de la Iglesia, como con respecto al mundo.


  • Retorna tu vida, tal como es en la vivencia cotidiana y pregúntate:


¿Vivo mi vida como "servicio"? ¿Me vivo fundamentalmente como "ser para los demás" o vivo más bien centrado en mí mismo y en mis propios intereses?


¿Qué actitudes tendría que cambiar para vivir mi vida en mayor coherencia con el seguimiento de Jesús-servidor?

¿En qué cosas concretas, en los distintos ámbitos de mi vida, necesito cui­dar la dimensión del servicio?

¿De qué manera estoy comprometido con el mundo? ¿Cómo puedo seguir lu­chando para que el proyecto de Dios se vaya haciendo carne en nuestra historia?

  • Ahora recupera tu experiencia comunitaria respecto del servicio:


¿De qué maneras sirve mi comunidad, tanto hacia dentro de la Iglesia como hacia el mundo? ¿Es tu comunidad una comunidad "servidora"?


¿Cómo me ha ayudado la comunidad ha descubrir, discernir y vivir mi vida como servicio?


¿Cómo puedo ayudar a mi comunidad a que siga creciendo en la dimen­sión del servicio, y especialmente en el compromiso con los más necesitados?



Mc 10,42-45


Jesús los reunió y les dijo:


Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen, pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera subir, sea servidor vuestro, y el que quiera ser el primero sea escla­vo de todos, porque tampoco este Hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.



1 Cor 12,4-7.27-31


Los dones son variados, pero el Espíritu es el mismo; las funciones son va­riadas, aunque el Señor es el mismo; las actividades son variadas, pero es el mismo Dios quien lo activa todo en todos. La manifestación particular del Espíri­tu se le da a cada uno para el bien común.

Pues bien, vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno por su parte es miem­bro. En la comunidad, Dios ha establecido a algunos, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como maestros; luego hay milagros, luego dones de curar, asistencias, funciones directivas, dife­rentes lenguas. ¿Son todos apóstoles?, ¿son todos profetas?, ¿son todos maestros?, ¿hacen todos milagros?, ¿tienen todos dones de curar? ¿hablan to­dos en lenguas?, ¿pueden todos traducirlas?







St 1,22-27


Llevad a la práctica el mensaje y nos os inventéis razones para escuchar y nada más, pues quien escucha el mensaje y no lo pone en práctica se parece a aquél que se miraba en el espejo la cara que Dios le dio y, apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de cómo era. En cambio, el que se concentra en la ley perfecta, la de los hombres libres, y es constante, no en oírla y olvidar­se, sino en ponerla por obra, ése encontrará su felicidad en practicarla.


Quien se tenga por religioso porque no escatima palabras, pero engañándo­se él mismo, la religión de ése está vacía. Religión pura y sin tacha ante Dios Padre es ésta: mirar por los huérfanos y las viudas en sus apuros y no dejarse contaminar por el mundo.



St 2,14-17


Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Es que la fe podrá salvarlo? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen q

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ué ponerse y andan faltos de alimento diario, y que uno de vosotros le dice: "Andad con Dios, calentaos y buen provecho", pero sin darle lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve eso? Pues lo mismo la fe: si no tiene obras, ella misma es un cadáver.



Mt 25,31-46


Cuando este Hombre venga con su esplendor acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono real y se reunirán ante él a todas las naciones. El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras, y pondrá a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:


Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui extranjero y me recogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y fuisteis a verme.

Entonces los justos le replicarán:

Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer, o con sed y te dimos de beber?, ¿cuándo llegaste como extranjero y te recogimos o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo estuviste enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?

Y el rey les contestará:

Os lo aseguró: cada vez que lo hicisteis con un hermano mío de esos más humildes, lo hicisteis conmigo.

Después dirá a los de su izquierda:

Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer, tuve sed y no me dis­teis de beber, fui extranjero y no me recogisteis, estuve desnudo y no me vestis­teis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.

Entonces también estos replicarán:

Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o extranjero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asistimos?

Y él les contestará:

Os lo aseguro: Cada vez que dejasteis de hacerlo con uno de esos más humildes, dejasteis de hacerlo conmigo.

Estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.











Moral católica y juventud actual. Valores morales para la resaca dominical2

José Manuel Caamaño López


Introducción


El objeto del presente ensayo es tratar las dificultades de transmisión de la moral católica a la juventud actual, sobre todo de aquellos valores vincu­lados a la vivencia de la sexualidad. No pretende hacer un estudio riguro­so sobre tan compleja cuestión; ni siquiera es nuestra pretensión elaborar un artículo científico y bien fundamentado acerca de las posibles solucio­nes a un problema de no fácil tratamiento. Tal vez se deba a ello la escasa bibliografía sobre este tema, mucha de la cual se centra o bien en la trans­misión de la fe (algo, por otro lado, de incalculable valor e importancia), o bien en puntos tan abstractos que realmente tanto se podría referir a jóvenes como a cualquier otra franja de edad, cosa que ya es todo un sín­toma de algo, al menos sí de cierta ceguera ante la más cruda realidad. Por eso intentaremos, simplemente, elaborar un análisis descriptivo de una situación cada vez más seria, y por lo mismo más urgente, después de un tiempo en contacto con ambientes que muestran la pluralidad de percep­ciones, vivencias y experiencias, muchas de las cuales parece que chocan de manera frontal con los valores y principios de la moral que nuestra Iglesia pretende transmitir. No va a ser, por tanto, nada original ni extravagante, sino tan sólo una visión que cualquiera «con ojos para ver» podría ofrecer sin grandes dificultades.

Sentido de la ética

Antes de entrar en materia y como preámbulo que al final retomaremos, conviene hacer una matización de tipo conceptual, sobre todo para no caminar sobre arenas movedizas. Consiste en situar de forma más o menos precisa lo fundamental de aquello que vamos a tratar. Y, a mi modo de ver, no trataremos de otra cosa sino de la «ética». Por tanto, cabe pre­guntarse, ¿qué es eso de la ética? Es una pregunta esencial, sobre todo porque es frecuente la afirmación de que los jóvenes de hoy viven sin moral, ya no tienen valores éticos o que no tienen ética alguna. Nos basta­rá para ello –que aunque por demasiado conocido no menos importante–recurrir a lo que Aranguren, el autor de la ya clásica Ética, denominaba principio etimológico. Pues bien, lo primero que hay que decir es que el concepto de «ética» pro­viene del griego ethos. Este es ya un primer problema, pues, como bien saben, se trata de un vocablo con una doble significación según comience por épsilon o por eta, es decir, según sea éthos o ethos, siendo la primera una «1» y la segunda una «E». El mismo Aranguren hace notar que el sentido más antiguo era el de «residencia», «morada» o «lugar donde se habita», aplicándose primero en referencia al hábitat de los animales y luego al propio ser humano, significación que Heidegger interpretaría como «morada del hombre en el ser», como el «desde» del hombre, que diría alguno de sus discípulos.

Pero tal vez haya sido la segunda significación la que más vigencia histórica ha tenido. En ella, ethos quiere decir «modo de ser» o «carácter» en cuanto una forma de vida que se va adquiriendo e incorporando a lo largo de la existencia. Ahora bien, no se trata de algo recibido espontáneamente de forma natural, no es páthos simplemente, sino que este carácter se va apropiando a través del hábito, que a su vez nace de la repetición de actos iguales. La ética viene a ser así no tanto la raíz de la cual brotan nuestros actos, sino más bien un punto de llegada; es lo que somos como consecuencia de aquello que en nuestro curso vital vamos haciendo. Obviamente, se trata de una cierta relación circular entre ética, hábito y acto, algo que va con­formando lo que somos y a su vez, como es lógico, condiciona nues­tro modo de actuar en el mundo: «practicando la justicia nos hacemos justos; practicando la moderación, moderados...», escribía Aristóteles explicándolo incluso de forma gráfica: «una golondrina no hace verano».

En latín no hay un concepto para cada significación, y por ello ambos sen­tidos han sido traducidos por el mismo vocablo, mos, moral. Más allá de lo que históricamente ha prevalecido (es decir, en cuanto costumbre o algo intermedio entre éthos y ethos), no sería un error el entender ética y moral de la misma manera, es decir, como una «segunda naturaleza» del ser humano, una conversión incluso, en cuanto que tanto la ética como la moral constituyen el resultado de lo que uno hace con su vida, de las opciones que toma y de los actos que realiza y que de alguna manera le hacen ser quien es. La ética es, diría Zubiri, la «forma de vida», aquello que hacemos de nosotros mismos, desde lo más elemental espontánea­mente recibido hasta lo que a través de nuestra experiencia vamos prefi­riendo e incorporando a nuestra existencia.

La cuestión ahora es, por tanto, ¿qué forma de vida debemos tener, cuál debe ser nuestra actitud ante la vida? O mejor, ¿qué actos debemos repetir para tener una ética más o menos buena? La solución no es nada sencilla, porque conlleva ya una determinada idea de lo bueno o del bien y, con ello, también un preciso concepto de la verdad y de la ver­dadera ética. Es un tema fundamental porque, precisamente, de lo que se trata es de cómo transmitir esa idea a un auditorio cuya ética se sitúa, de una manera bastante compleja, en la decisiva fase de su inte­riorización moral.


Las vivencias de la juventud actual

Permítanme una osadía o, lo que es lo mismo, una mínima dosis del más objetivo realismo. Sabido es que una de las armas más poderosas de la juventud actual es la destreza en el manejo de las nuevas tecnologías de información y comunicación, las famosas TIC. La repercusión moral, evidentemente, no nace del uso en sí, sino de la orientación práctica que se le puede estar dando en numerosos casos, principio básico en cual­quier tema de teología moral. Sin duda alguna, la más habitual entre dichas tecnologías es la referente a los teléfonos móviles, reflejo además de la adquisición de destrezas juveniles cuando el objeto es suficiente­mente atractivo para sus deseos. Pues bien, no hace demasiado tiempo tuve la ocasión de observar una grabación visual en el móvil de un joven que en ese momento se lo estaba enseñando a sus amigos, una de las múltiples posibilidades que esos aparatos modernos ofrecen para el con­sumo. ¿Quién no ha recibido incluso alguna que otra vez un sms de un número extraño diciéndonos que a «x le gustaría conocerte»? Pues bien, en esa grabación —y espero me disculpen la curiosidad de mi reojo— se podía ver a dos adolescentes, imagino que a altas horas de la madrugada, dando rienda suelta a unos deseos ya nada contenidos. La pareja estaba medio desnuda y realizaba distintas prácticas y posturas sexuales. Digo medio desnuda porque ella conservaba una falda muy corta levantada, la blusa por encima de los pechos, y él, tal vez para no levantar sospechas, mantenía el pantalón a la altura de las rodillas. Eso sí, tanto zapatos como botas permanecían en su lugar de origen. Llamaba aún más la aten­ción que el lugar elegido para la ocasión fuese un cajero automático, de esos de puerta acristalada, y en un cruce callejero bastante concurrido de la monumental Compostela. A continuación, los jóvenes observadores compartieron impresiones sobre casos conocidos por ellos entre los que destacan los de aquellas parejas que un día echaron de una discoteca por tener relaciones sexuales en una esquina del local, otros en el baño, algu­nos casos conocidos que lo hacían en el portal de su edificio, en el insti­tuto, en el coche de un amigo (algo muy concurrido, por cierto), en el salón de casa mientras los padres duermen, en su dormitorio cuando no están..., y un sinfín de experiencias que suponen toda una obra de inge­niería logística. Quizá las conversaciones domingueras, mezcladas de realismo, deseo y falta de sueño, contribuirían a una tarea de semejante calibre. Pero al mismo tiempo no podemos engañarnos ante lo que sim­plemente es una cuestión de hecho. Al menos, y dejando a un lado por ahora la importancia que podría tener una moral del espectador, del mor­bo, o simplemente del voyeur que osa utilizar su móvil para tales graba­ciones –al igual que las de las peleas en el colegio, las muestras de racismo, la violencia sexual, etc., que luego se pasan entre los colegas a base de bluetooth o las cuelgan en páginas web–, el caso es que toda esta compleja trama de vivencias están ocurriendo y que, por tanto, son un hecho que hay que explicitar, pensar y tratar con delicadeza porque es un reflejo entre tantos otros, de la distancia abismal entre los valores juveni­les, si así se pueden llamar, y aquellos valores que desde distintas esferas intentamos transmitir.

Es probable que las generalizaciones nunca fueran del todo buenas, pero lo cierto es que, dejando a un lado los casos excepcionales (que también los hay), esa es la tónica general que constituye, por tanto, una gran par­te del auditorio al que nos tenemos que dirigir. Se trata de factores que definen parte de las vivencias e intereses de la juventud –en este caso referidos a la vivencia de la sexualidad–, pero que se pueden observar en otros muchos casos de su vida cotidiana. No hace mucho que el Ministerio de Sanidad alertaba de que el 64% de los jóvenes entre 14 y 18 años creen que beber es normal, sobre todo los fines de semana, y que la media de edad en la cual se empieza a hacerlo es a los 13 años. Con ligeras variaciones se coincide con la edad en la cual se empieza a tener algún tipo de relación sexual, siendo además muy frecuente tenerlas de forma esporádica, lo que en lenguaje vulgar se conoce con el nombre ya casi técnico de «polvos de una noche», prácticas realizadas además, en gran parte de ocasiones, bajo la influencia del alcohol o de otras sustan­cias especialmente desinhibidoras e incluso con frecuencia, y en edades tempranas, bajo el mito de que «la primera vez no pasa nada» o confian­do en la utopía masculina del «yo controlo». Tal vez por ello bastantes establecimientos decidieron colocar al lado de las máquinas de preserva­tivos las expendedoras del «anillo vibrador». Con estos antecedentes no resulta extraña la asiduidad en el uso de la píldora del día siguiente o incluso el recurso a prácticas abortivas ocultas por el temor a que deter­minados padres se enteren.

La situación, por tanto, es bastante preocupante y tiene que ver no sólo con las experiencias juveniles aisladamente consideradas, sino también con los valores y educación que desde los que deben ser sus ámbitos de referencia se les están transmitiendo. Dicho de forma esquemática: «¡los jóvenes no tienen la culpa de todo!», sino que, sobre todo en las tempra­nas fases de edad, no pasan de ser unos simples aprendices, cuando no repetidores, de aquello que ven a su alrededor. Sin ir más lejos sólo hace falta escuchar los problemas que muchos profesores de colegio tienen con algunos padres en cuanto a lo que autoridad se refiere, cosa que influye notoriamente en la posterior actitud juvenil con respecto a determinadas normas o, simplemente, sencillas pautas de educación que tardíamente se pretenden renormalizar bajo la mano dura del recurso a la súper nanny.

Es probable que la situación creada venga de lejos. Obviamente, los valo­res relacionados con la revolución sexual causaron tanto influjo que se han vuelto demoníacos contra sí mismos. Basados en la normalidad, en la naturalidad («las relaciones sexuales son algo natural», se dijo), en la per­misividad («los padres deben ser colegas de los hijos», dijeron otros)..., hemos eliminado del sexo su elemento de misterio, aquello por lo cual se hace verdaderamente especial y simbólico. Sencillamente hemos destro­zado lo que Paul Ricoeur llamaría «el enigma de la sexualidad» a través de una falsa destabuización, para convertirla en un objeto más del consu­mo humano, en un elemento nuevo del carpe diem: «¡consume, gasta y goza!, que eso es lo que llevarás».


Pero es que además el caso anecdótico de las nuevas vivencias sexuales no es más que un leve reflejo de hecho mucho más global, y es el cambio general con respecto a la visión juvenil de la sociedad, de su mundo e incluso de su propia existencia. Es cierta la afirmación de los expertos de que la cultura del «vivir el momento» ha hecho desaparecer los grandes relatos, las utopías e incluso, podríamos decir sin demasiado temor a equi­vocarnos, los mínimos proyectos de realización humana o de vida. El «compromiso» está en crisis, la visión liberal de la autonomía se ha mani­festado entre la juventud bajo la forma de rechazo a todo lo impuesto para poder ser realmente libres, para crearnos nuestras propias normas y pautas de conducta. Es la indiferencia ante determinados criterios normativos, ante la sociedad misma, la política, o ante cualquier tipo de institución. Es más, las instituciones pasan a crear sensación de rechazo, y más aún cuan­do esa institución se refiere a la Iglesia Católica, que ha pasado a ser de las menos valoradas entre las muchas existentes. Con frecuencia oímos decir, incluso a aquellos que se siguen confesando creyentes, que «creo en Dios, pero no en la Iglesia ni en los curas», algo que le sucede al clero, pero también a otro tipo de profesiones como puede ser la del médico, que de algún modo siente perder su autoridad con el consiguiente trastorno de su autoestima, que en no pocas ocasiones lleva a comportamientos verte­brados por la resignación y el cabreo; «los jóvenes han perdido la noción del pecado», dicen muchos bienintencionados pastores.

Pasa con lo religioso —favoreciendo el auge de un tipo de pseudorreligio­sidad a la medida (cuyas distintas expresiones ya no nos resultan extra­ñas)—, y pasa con la vida moral en particular. Los jóvenes prefieren un tipo de cultura basada en sensaciones, en probar lo que esté al alcance, lo que al mismo tiempo es muestra de una gran insatisfacción ante lo que les rodea, quizá también porque sienten que se les ha defraudado. «Lo bueno es lo nuevo», aquello que puedo contar a mis amigos y fanfarronearme con ello, experiencias primeras, lo que pocos realizan, desde lo misterioso del sexo tántrico hasta la curiosidad del sexo anal, lo que en cierto sentido llama la atención por extrañeza, por morbo o por reto a conseguir. Si pasa­mos por un kiosco es probable que al lado de un libro sobre los secretos del ocultismo se nos vaya la mirada al de técnicas orientales para un sexo mejor, las películas porno o un best-seller sobre cómo practicar sexo oral con tu pareja. A nadie se le escapa ya que el lema de muchos jóvenes antes de salir con los amigos para disfrutar del sábado noche es el «hoy triunfo».

No sé hasta qué punto pueda estar siendo exagerado, pero lo que es indu­dable es la distancia que se produce entre aquello que la juventud actual vive y desea sentir, y los valores que nosotros deseamos que realicen. La dificultad estriba no sólo en transmitirlos en circunstancias adversas, sino en que además se puedan asumir y se conviertan en orientadores de la vivencia juvenil. ¿Siguen siendo válidos nuestros valores? ¿Tenemos capacidad para darlos a conocer? ¿Sabemos transmitirlos? ¿Cómo valorar su comportamiento? Son cuestiones que deberemos tener muy en cuenta para no perdernos en la infinitud de nuestras abstracciones especulativas.


La búsqueda del bien

Decíamos anteriormente que la ética es, al menos en su forma más esen­cial, un punto de llegada, lo que debemos ser, nuestro carácter. En cierto sentido tiene, por tanto, un componente de anticipación, de proyección y hasta de hermenéutica, en cuanto que día tras día, en nuestros avatares cotidianos, vamos eligiendo, prefiriendo y actuando, nos vamos haciendo a nosotros mismos y configurando nuestra forma de vida. Ahora bien, no toda ética está justificada, no es lo mismo ser de una que de otra forma y, por lo tanto, no todo lo que puede hacerse es moralmente aceptable. Se trata, por tanto, de precisar cuál es el objeto de la ética, cuál debe ser el objetivo a perseguir. Y supongo que prácticamente todo el mundo coinci­dirá, al igual que el mencionado Aranguren, en que ese objeto formal de la ética no puede ser sino el «bien» o aquello que otros califican con el con­cepto de «verdad». Es probable que alguien objete que esto es una menti­ra dado que, incluso para los grandes autores de la historia del pensamiento, el objeto de la ética es la «felicidad». Esto es del todo cier­to, pero siempre y cuando se considere esta felicidad como el supremo bien que reside, en su caso, en la autoperfección –término, por otro lado, tal dificil de precisar como el de bondad–, con lo cual son conceptos ineludiblemente inseparables si no se quiere reducir la felicidad a una mera satisfacción de los múltiples deseos humanos. Se puede ser feliz y al mis­mo tiempo moralmente detestable.

Hay que tener en cuenta, por tanto, que hablar del bien como «objeto for­mal» no es algo superfluo, sino que expresa muy bien la dificultad de su comprensión y, por ello mismo, la diferencia incluso cultural a la hora de establecer los valores materiales que lleven a su realización. Lo que sí está claro es que la ética debe ser la realización del bien. Romano Guardini, en sus Lecciones en la Universidad de Múnich, decía que «la vigencia del bien obliga siempre», que la «exigencia de los demás valores puede ser particu­lar, pero la del bien es universal», «nos hallamos sometidos al bien».

Pero pronto surge la dificultad: ¿qué es, por tanto, el bien? El propio Guardini contestaba que «el bien es el bien», lo mismo que le pasaba a Moore con lo bueno, un fenómeno originario que no puede deducirse de ningún otro fenómeno. La modernidad ha supuesto una quiebra en el con­cepto de verdad y, con ello, también ha puesto límites infranqueables al aplicar el conocimiento en la compresión de la realidad y de la vida moral. Kant se preguntaba: ¿qué es «santidad»? La respuesta, perfecta­mente aplicable aquí, es la siguiente: no hay nadie que pueda ser santo, simplemente porque todo lo que hacemos de algún modo nos constriñe, a lo mejor no nos gusta. Y santa sólo puede ser una voluntad pura, el bien puro, es decir, Dios. El bien es, por tanto, Dios mismo, el «Santo», la «Verdad», Aquel que –en palabras de von Balthasar– «en su infinita liber­tad se posee y se determina a sí mismo (...) de manera que mantiene siempre su cohesión y no se funde en lo ilimitado de un mar sin contor­nos». Ahora bien, de algún modo el ser humano participa del ser divino en cuanto que tiene el reflejo de su voz en lo más profundo de su propio ser, la «inhabitación del espíritu» que dicen algunos, algo que él mismo puede llegar a descubrir porque es «imagen de Dios». Otros hablarían de lo mis­mo bajo el concepto de «participación». Es más, desde un punto de vista cristiano podemos permitirnos el decir que en Jesús encontramos la ver­dad acerca de Dios y la verdad acerca del ser humano. Él es el criterio de nuestro ser, la anticipación de nuestra bondad, simplemente porque es en él donde «hallamos a Dios y a nuestra miseria» (Pascal).

El joven rico se acercó a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué cosa buena tengo que hacer para conseguir la vida eterna?» (Mt 19, 16). Dicho de for­ma profana: ¿qué he de hacer para ser éticamente bueno y, en consecuen­cia, verdaderamente feliz? Como ya anticipamos, la respuesta a la hora de establecer los criterios que nos lleven a «ser buenos» podrían diversificar­se porque las concepciones de lo que es el «bien» son igualmente diver­sas, sobre todo desde la aparición de teorías y autores que subrayan como una de sus características esenciales su inobjetividad y, con ello, la inca­pacidad de la mente humana para comprenderlo de manera clara e inape­lable, cosa que no parece suceder desde el punto de vista de la moral católica tal como aparece en los diferentes textos magisteriales como pue­de ser el de Veritatis splendor, más allá de las divergencias y objeciones que tanto filósofos como teólogos también católicos han puesto a sus pre­supuestos de base.

El Magisterio no tiene problema en afirmar la objetividad del bien/verdad y, además, en sostener que el ser humano tiene la capacidad para conocer­lo. Obviamente, si en Jesús encontramos la anticipación de nuestro mismo destino, él se constituye también en criterio de nuestras acciones dándonos a conocer lo que Dios quiere que sea nuestra vida. Dejando a un lado la importancia de elaborar una reactualización de la ética de los mandamien­tos –algo muy necesario sin duda–, según el Magisterio Católico el ser humano participa del mismo ser divino porque Él ha dejado de una vez por siempre su impronta en la Creación. Esto se manifestaría como ley natural, que viene a ser esa luz infundida por Dios que nos permite conocer qué hay que hacer y qué no debemos hacer. De ella se derivan determinadas normas que el propio Magisterio ha ido elaborando al interpretar de una forma concreta la voluntad de Dios sobre el mundo y que no es necesario repetir ahora. La conclusión que se desprende es que hay actos que son buenos y otros que vendrían a ser «intrínsecamente malos» más allá de los elementos que puedan intervenir en la ejecución del acto mismo.

La simpleza de la anterior exposición de la postura magisterial no puede permitirnos no reconocer la inmensidad de críticas a las que tal postura ha sido sometida, no siendo nuestro interés ahora el valorar lo acertado o no de las distintas formas de entender el acto moral y, con ello, la propia ética de la vida humana. Lo que sí hay que tener en cuenta es que la insistencia en la dimensión objetiva de nuestro quehacer no es tampoco algo a pasar por alto con ligereza. Lo que se pretende, aunque sea a costa de reducir la importancia de las fuentes tradicionales para la valoración de los actos (intención, circunstancias y finalidad) es mantener una distancia con res­pecto a las diversas concepciones situacionistas de la moral –que, con cier­ta frecuencia, podrían desembocar en el relativismo en cuanto que el propio ser humano se convertiría en creador de aquellas normas que más se ajustan a sus deseos–, a las teleologistas –tanto las proporcionalistas como las utilitaristas–, e incluso a las que bajo el refugio de la «opción fundamental» no tienen en cuenta la especie misma del acto moral, su objeto, posibilitando, en este caso, juzgar determinados comportamientos como buenos cuando en realidad –justificándose en la buena intención también– buscan su propio beneficio con el peligro de un irreparable daño social. Con todo, dudar de las intenciones es, también en cierto sentido, ser consciente de nuestras limitaciones, reconocer que podemos equivocarnos y que la opción que tomemos puede no tener ya solución. Por eso el mis­mo Magisterio afirma que las diversas fuentes ya señaladas –cuando están orientadas por la búsqueda de la verdad y el bien– pueden disminuir la gra­vedad de las acciones erróneas (el mal menor) al igual que ocurre con la conciencia. Pero dado que todo aquello que hacemos no tiene simplemen­te una dimensión individual sino también social, hay determinados precep­tos o prohibiciones que en sí mismos hay que cumplir o evitar, porque cuando nos arrepintamos a lo mejor puede ser ya demasiado tarde.



El acto moral y la bondad


¿Hasta qué punto, por tanto, los actos aislados e individuales son esenciales en el transcurrir de nuestra vida y en la construcción de nuestro ser, sobre todo después de decir que la ética es un punto de llegada y que engloba toda nuestra vida? Ciertamente la ética es lo que hacemos de nosotros y eso se hace a lo largo de un dificil camino y bajo una determi­nada idea del bien. No se puede decir que un niño, si pega a otro niño, es un ser malvado y que merece ser condenado. Lo más a lo que llegamos es a darle un tirón de orejas o simplemente una pequeña riña, pero no con­cluimos que su ser ya está perdido.

Ya hemos mencionado la importancia de la relación entre ética, hábito y actos, refiriéndonos con estos últimos a los que se producen de una forma libre y deliberada, es decir, a aquellos de los que uno mismo es conscien­te. Y dijimos además que se trata de elementos inseparables, la habitud dirige nuestros actos pero también con los actos vamos adquiriendo deter­minados hábitos y conformando nuestra ética o nuestra forma de ser. ¿Cuál es entonces la importancia del acto, hasta qué punto influye en nuestra ética y con qué criterio valorarlo? La respuesta a la última de las cuestiones es, en principio al menos, sencilla: el criterio es la búsqueda y ajustamiento al bien moral, siempre y cuando este sea aceptable, algo dado por supuesto en la ética cristiana.

Lo más complicado, sin duda, es responder a las otras dos, simplemente porque los actos, aisladamente considerados, pueden resultar engañosos. Yo no soy bueno porque un día dé una limosna a quien lo necesita. Pero, ¿soy moralmente detestable porque un día deje de darla? Para bien o para mal —repitámoslo— «una golondrina no hace verano». Lo que sí es prácti­camente seguro es que haciendo una u otra cosa de forma repetida adqui­rimos determinados hábitos que nos harán volver a realizar las mismas acciones, con lo cual nos vamos apropiando de ciertos valores, virtudes o vicios que nos hacen ser de tal o cual manera. Los actos, por tanto, son algo esencial de la vida humana, pero no son elementos aislados del pro­pio ser, simplemente porque la vida es una totalidad unitaria y la ética humana sólo queda totalmente definida en el momento de la muerte, cuando ya no hay marcha atrás ni posibilidad de arrepentimiento. Los actos, es cierto, van definiendo en gran parte nuestro ser. Si alguien es infiel una vez puede dejar de serlo para siempre o puede llegar a conver­tirse en un mentiroso compulsivo. Hablar de opción fundamental es otra forma de decir que tenemos determinados hábitos porque siempre hemos actuado de una u otra manera y, con el tiempo, actuaremos según como somos o según como nos hemos hecho a nosotros mismos. Ahora bien, no todos los actos revisten la misma importancia en la conformación de nuestro ser. Hay algunos que cuando se realizan parece que algo vibra en el interior de cada persona, que se conmueven las entrañas; y, sin duda alguna, los actos que más nos definen son aquellos en los que está en cuestión la vida de los demás. No es posible ser moralmente bueno siendo ciego ante la injusticia y el dolor ajenos. Decía Aranguren: «el sentido de la vida y lo que a través de la existencia hemos hecho y estamos haciendo de nosotros mismos, y no sólo cada uno en sí, sino también con los otros, porque somos corresponsables del ser moral y el destino de los demás, he aquí el tema verdadero, unitario y total de la ética».

Conclusión

De lo dicho hasta aquí podrían extraerse determinadas conclusiones para la valoración de algunos actos que, como vimos en su momento, están muy extendidos entre la juventud actual, aunque probablemente no sea yo el más indicado para hacerlo. Ello nos da alguna pista, además, acerca de las complejas posibilidades de transmisión de una determinada idea de lo bueno y del camino que nos acerca a su conocimiento, su comprensión y su asimilación para la vida moral de la juventud. La tarea no es sencilla porque ni la libertad, ni la conciencia ni, en general, las propias personas, son objetos que se puedan descifrar en un tubo de ensayo e inculcarles aquellos valores que parecen ser los mejores.

Una solución sencilla es decir que los valores que intentamos predicar están totalmente desfasados, que se han vuelto inoperantes, y que es pre­ciso renovarse para poder situarse a la altura de los tiempos y no seguir siendo unas simples mentes trasnochadas. Después de la descripción general de las vivencias juveniles realizada en su momento, esta parece la vía que debe orientar nuestra reflexión. Sin embargo, podemos preguntar­nos, ¿es el criterio de normalidad o simplemente la estadística de la fre­cuencia lo que da lugar a calificar como buenas determinadas conductas? Es cierto que históricamente hablando se han ido descubriendo muchos valores antes indefinidos y que hoy consideramos como buenos; así, aho­ra hablamos de igualdad, hablamos de derechos humanos y hablamos de muchas otras cosas tiempo atrás inconcebibles. Por ello no cabe descartar la posibilidad de que, ciertamente, algunos valores hayan cambiado sin que por ello sean negativos, del mismo modo que tampoco se puedan cali­ficar tan fácilmente como positivos. Ahora bien, ¿se ajustan todos ellos del mismo modo al bien y a la felicidad humana sin perjuicio social algu­no? Es otra compleja cuestión y que, a mi modo de ver, nos podría llevar a un callejón sin salida. Es más, existe una gran probabilidad de que el cambio de valores, aceptando aquellos socialmente más extendidos y que más placer provocan, no conlleve —con toda modestia— un aumento de nuestra felicidad.

En varias ocasiones nos hemos referido a que la ética es el fin, aquello que el ser humano llega a ser en un largo y pedregoso camino. Y por lo mismo decíamos que a nadie se le ocurre decirle a un niño que está perdi­do porque un día en la escuela se haya peleado con su compañero de pupi­tre. En este caso le preguntaremos qué ha pasado, por qué se ha peleado, le pediremos que haga las paces y que no vuelva a pelearse, es decir, que, de algún modo, estamos ya educando y configurando una peculiar forma de ser. Otros podrían decirle que se vengara generando probablemente una ética distinta. Lo que sí parece que se vuelve en contra es un mero bofetón sin razones ni esperanzas.

Por tanto, si hablamos de la juventud, nos estamos refiriendo a una época de la vida caracterizada por la adquisición, el enfrascamiento e incluso por la atracción de lo nuevo y prohibido, algo de lo cual debemos ser conscientes. Los actos no tienen la misma valoración que en una persona madura en cuanto que, probablemente, no definen de la misma manera al sujeto que los ejecuta y ni siquiera tienen por qué ser reflejo de su propio ser. Un joven de 18 años puede ser infiel, emborracharse tres días segui­dos y ser expulsado por exhibicionista de un determinado local nocturno. ¿Podemos juzgarlo de la misma manera que si lo hiciera una persona de 45 años? Yo creo que no, creo que lo que ha hecho no está bien, que se ha equivocado, pero que a pesar de todo aún no está perdido y que puede lle­gar a ser una muy buena persona.

Yo no soy experto en educación, ni pastoralista, ni menos aún un ejemplo de virtudes morales. Pero sí me parece que la escucha, por eso mismo, es el primer paso para poder transmitir algo, porque en ella el joven se sien­te acompañado, apreciado e incluso comprendido. Escuchar es, por tanto, el punto de partida para la transmisión de valores y que debe ir unida a un proceso de acompañamiento vertebrado por un verdadero testimonio de vida. Un padre puede pegarle a un hijo que se ha peleado, pero si ese niño ve cómo cada día sus padres se pelean, difícilmente podrá ser una futura buena persona, simplemente porque aprende lo que es la mentira, la mal­dad y el egoísmo, pero no el sentido preciso de la bondad. Se la han con­tado a sus oídos, pero no ha penetrado en su corazón.

En definitiva, la sociedad tiene una tarea fundamental que es la de saber orientar la vida de gente, inocente hacia la búsqueda de la bondad y, por tanto, de la felicidad. Ese es el reto de tantos pastores, educadores y padres, que más allá de buscar culpables y camuflar sus limitaciones en la aureola de la pecaminosidad juvenil, se sientan verdaderamente capaces de escuchar y de ser responsables con quienes les necesitan en el camino de su vida y en la conformación de su propio destino.










Los MCS al servicio de los valores3


Víctor Cortizo


Mucho se habla o escri­be sobre la importan­cia e influencia que los medios de comu­nicación tienen en la educación y transmisión de valo­res a los más pequeños de nues­tra sociedad, aunque sea dirigida a todos aquellos que tienen algún tipo de responsabilidad educativa. Es necesario realizar una reflexión previa sobre la actitud inicial de cara a un enfoque adecuado, y es que con demasiada frecuencia en nuestras comunidades nos encon­tramos con una actitud desconfia­da que impide realizar un análisis justo y adecuado que nos lleve a conclusiones que tienen que partir de la importancia y confianza en los omnipresentes medios.


Desde esta mínima reflexión añado que los medios de comu­nicación pueden convertirse para muchos en la excusa, es decir, en unos entes a los que podemos fácilmente reprochar y culpabilizar de muchos problemas relaciona­dos con la educación, aunque esto en realidad es consecuencia de la tentación de echar la culpa de todo lo que podemos a los demás y no ser capaces de hacer auto­crítica a nuestra responsabilidad educativa, principalmente en la familia, pero también en la comu­nidad cristiana o educativa.


El desconocimiento que muchos educadores (utilizo esta expresión en el sentido más amplio posible) tienen del mundo de los medios dificulta una adecuada utilización de los mismos y por lo tanto nos deja a la intemperie, ante un mun­do donde la influencia de los me­dios es importante. Sin embargo esta influencia no nos debe llevar a pensar en un poder absoluto, más bien al contrario, la presunta influencia que los medios hacen en nuestros niños no tiene compara­ción alguna con la influencia de la escuela o la familia, puesto que los medios primarios (la familia) han ganado influencia frente a las mediaciones como son los medios de comunicación o las instituciones que han reducido su influencia a la hora de marcar valores.


Por lo tanto, el papel de los me­dios en la formación de los niños es un espacio aún sin definir, que requiere algunas ideas nuevas, pero que me atrevo a indicar que está todavía en una fase muy ini­cial, sin orientaciones claras, sin proyectos específicos y sobre todo sin público orientado.


Las principales claves y apor­taciones positivas de cara a la formación de los menores están en su inmediatez, su rapidez y su claridad, lo cual sin duda tie­ne una gran importancia en un ámbito educativo que si bien es más reflexivo puede ganar valor con estas características; pero no debemos olvidar que también tienen unas limitaciones como la dificultad para la profundización y la transmisión de mensajes no verbales y valores.


Además no tenemos en nuestro entorno un conjunto de medios dedicados en exclusiva a los ni­ños o la educación e incluso salvo algunas excepciones, muy pocos espacios destinados a la educación, excepto los nuevos formatos televisivos que tienen demasiado «reality show» donde se utilizan casos de niños y familias con deficiencias educativas para ilustrarnos cómo proceder a una educación seria y eficaz. Por ejemplo el formato de Supernanny, con una audiencia de un millón y medio de personas, acerca cuestiones educativas con realismo a los hogares de muchos padres que esperan encontrar algunas claves para mejorar o resolver algunas situaciones educativas del día a día.



¿Qué podemos esperar de los medios?


En primer lugar información, aunque en muchos casos la frontera entre formación e información no está demasiado clara, pero sí parece claro que se trata de un conocimiento de los niños, sus situaciones y sus circunstancias, pero también es necesario cubrir y difundir todas aquellas iniciativas o actividades que en clave educativa surgen en nuestra sociedad.

Pero de los medios podemos esperar algo mucho más importante: actitudes de fondo. Son esos valores propios de la responsabilidad comunicativa, que están o deberían estar por encima de cualquier otro tipo de interés. Tal vez por las dificultades de definirlos o de aclarar su significado es preferible pensar en organizarlos a partir de un libro de estilo que con­sensúen todos los medios y que establezcan criterios uniformes en el tratamiento de cualquier aspec­to relacionado con el mundo de los menores. En este libro de estilo deberían fijarse el tratamiento de asuntos donde estén implicados menores, la necesidad de conteni­dos específicos; el uso de términos y expresiones, los horarios o la si­tuación de la información o progra­mación infantil, los mecanismos de reclamación o comunicación con los medios, etc.


Esto sin duda no será suficiente para todos y algunos podrán acor­dar un paquete mayor de compro­misos dentro de este acuerdo.


Sin duda los medios deben ser conscientes (unos más que otros) del despertar del niño, para no­sotros principalmente religioso, que coincide con otros desperta­res del niño y por lo tanto aceptar que lo importante de esas etapas es principalmente el ambiente, el testimonio familiar o el entorno es­colar, muy por encima de cualquier contenido que se pueda recibir ex­ternamente el cual sin duda puede no ayudar, pero tampoco tiene tan fácil el camino de dificultar este crecimiento interior del menor. Tal vez debamos aspirar a que todos los medios estén en la medida de sus posibilidades del lado del niño y de su familia, favoreciendo este desarrollo y crecimiento del menor. Es cierto que desde los medios podemos iniciar unas líneas de ac­tuación para trabajar en positivo, pero eso es difícil de desarrollar si no queda clara una demanda de la audiencia y una rentabilidad del medio que permita el desarrollo del mismo.


Creo en la necesidad del desa­rrollo de medios de comunicación dedicados en exclusiva al mundo de la educación, con contenidos dirigidos a niños y a familias. Es­tos contenidos educativos deben serlo en un sentido más o menos estricto, pero con un ideario fuerte que oriente toda la programación desde criterios claros, evitando la neutralidad y la viabilidad econó­mica como único criterio, aunque también pienso que esta opción está siendo demandada por un im­portante colectivo de la población que acoge de forma interesada to­dos estos contenidos y por lo tanto con la convicción de no estar ante una opción ruinosa que solamente puede interesar a fundaciones o entidades sin ánimo de lucro.


Naturalmente existen posibi­lidades para el mundo de la te­levisión, de la radio, de la pren­sa o de Internet, aunque tal vez sea necesaria una labor conjunta, acercando y coordinando la acción de varios medios a la vez, es decir la multicanalidad. Resulta impres­cindible para poder «colocarse» de forma eficaz y notoria en el mundo de los medios de comuni­cación desde la opción educativa una mirada conjunta que aprove­che contenidos difundiéndolos por diferentes medios, de diferentes formas, con criterios y objetivos comunes. De esta forma el im­pacto de los contenidos es mayor y es mejor, puesto que se crea una base importante sobre la que posteriormente deberemos volver. La mayor dificultad que encierra esta multicanalidad es la de con­seguir una cierta notoriedad dado el crecimiento y la multiplicidad de medios que surgen por doquier y ante los cuales se corre el riesgo de la saturación.


Lo que está claro es que para los padres, valores como la to­lerancia, la responsabilidad, los buenos modales y la honestidad son los más importantes en la educación de los hijos y, por lo tanto, todo lo que indirecta o di­rectamente les hable o sitúe en este entorno es de gran interés, y ello a pesar de que todavía en muchas familias hay que pasar del interés a la implicación.


Los padres quieren recibir in­formación sobre cuestiones edu­cativas y de hecho demandan este tipo de contenido y además de libros o escuelas de padres quie­ren que sea a través de medios de comunicación como Internet, televisión, revista o radio y esta tendencia es creciente. Esta de­manda nos sitúa frente a un reto de una extraordinaria actualidad, un reto que debemos afrontar con urgencia: el conseguir desa­rrollar una plataforma mediática que nazca desde una clara opción educativa.



¿Qué se necesita para afrontar con éxito el reto?


Propongo cuatro sencillas ideas o necesidades.


Experiencia: Tenemos a nues­tro alrededor un caudal inagotable de experiencia/experiencias edu­cativas que tenemos que valorar y llevar a la presencia en medios. Conocemos a muchas personas e instituciones que deben participar de diferentes formas en el enfo­que. Estas personas saben cómo comunicar a los hijos e implicar a los padres. Estos profesionales llevan a sus espaldas infinidad de experiencias y tiempos con sus correspondientes respuestas que nos darán claves de comunica­ción, pedagogía y transmisión de contenidos.


Innovación y creatividad: esta­mos ante un nuevo reto y desde el mundo educativo se tiene que reconocer que no se ha trabaja­do en este ámbito y por lo tanto hay que perder el miedo a nuevas situaciones, apostando por pro­yectos diferentes en el mundo de los medios de comunicación, que deben ser sometidos a prueba, a evaluación y en su caso a modifi­cación y mejora.


Capacidad de respuesta: Los medios de comunicación social son rápidos y por lo tanto la pre­ocupación educativa responde a estos mismos criterios y no tiene sentido introducir lo educativo en los medios si no somos capaces a la vez de responder al ritmo que ellos nos indican y que tiene una gran influencia en la actualidad.


Equipo de comunicadores y educadores: es un reto conjunto donde la combinación de ambos puede reportar grandes frutos, puesto que no puede ni debe ser afrontado desde una visión exclu­sivamente pedagógica, ni desde una visión exclusivamente me­diática.


La demanda social es evidente y se da a conocer constantemen­te, pero todavía son pocas las ini­ciativas que intentan responder a esta búsqueda (por ejemplo me atrevo a citar un portal de Internet iniciado entre otros por mí, www.aunalia.es y los proyectos humildes que han salido en el ámbito de la producción audiovisual o editorial procedentes del trabajo de ese portal) aunque sea claro el creci­miento y la aparición de un público interesado por estos contenidos.


A pesar de mis postulados entiendo que el debate se puede producir en el sentido de ¿medios educativos o lo educativo en los medios? La respuesta es que am­bas cosas pueden convivir y son expresiones del protagonismo que los niños, la educación y los me­dios pueden hacer en la sociedad si trabajan de forma coordinada y adecuada. Yo creo que existe una importante demanda, y que aque­llos que con un cierto arrojo ofrez­can contenidos de calidad para ni­ños, para padres y que en general respondan a la transmisión de va­lores positivos acabarán por triun­far y realizar un magnífico servicio a la sociedad.








La comunidad como espacio vocacional4


Iván delos Mozos Hernando


Para mí la comunidad cristiana, ya esté constituida por laicos, religiosos o mixta, es un espacio vocacional por varios motivos.

En primer lugar porque a ella se llega llamado. En mi caso, el Padre se va­lió de múltiples mediaciones a lo largo de los años para suscitar en mi interior un deseo: vivir mi fe compartida con otros y dejarme corregir por ellos.

En segundo lugar porque una vez dentro de ella surgen llamadas nuevas.

Desde mi experiencia compruebo que existen unas vocaciones "generales": vocación al matrimonio, a la vida religiosa, a la vida comunitaria, a tal o cual trabajo, al compromiso con uno u otro colectivo marginal, etc. Pero existen también unas vocaciones "particulares" que me parecen aún más importantes, pues concretan esas vocaciones "generales". Y esas vocaciones "particulares" son el nombre, el rostro y la vida de cada una de las personas a las que estoy llamado. Así en comunidad he descubierto a lo largo de estos años este matiz: que más que mi vocación sea la comunidad, mi vocación es cada uno de los hermanos que en cada momento hacen realidad esa comunidad, sus nombres, sus historias y sus vidas. Es a ellos a quienes me siento llamado por el Padre y es a través de ellos por quienes el Padre me llama. De este modo la comunidad me ha supuesto un lugar donde he humanizado mi vocación, pasando de una vocación "general" teórica a una "particular" concreta y real. Porque cuando reflexiono sobre este tema siempre me pregunto: ¿de qué serviría saber que estoy llamado a vivir en comunidad, si no me hallo llamado a cada uno de mis herma¬nos, pues ellos son mi verdadera vocación?


En tercer lugar porque la comunidad es un espacio compartido. La vocación siempre es relacional; implica al menos dos personas: una que llama y otra que escucha. Y que la comunidad se convierta en un espacio vocacional compartido es un gozo. Posibilita no sólo mi propio proceso vocacional, sino algo mucho más hermoso: ser testigo y participar del itinerario vocacional del resto de hermanos, y del itinerario vocacional de la propia comunidad, y de otras comunidades ya que la vocación es apertura y compartir con otras realidades. Es uno de los privilegios que he tenido en mi vida: ser testigo del proceso de mis hermanos.


En cuarto lugar porque la comunidad es un lugar donde se puede vivir la vocación de manera plena e integral. Es en comunidad cristiana donde yo he podido discernir mi proyecto personal en conjunto, elaborarlo, vivirlo, compartirlo, contrastarlo y revisarlo. La comunidad ha sostenido mis opciones vocacionales en momentos de crisis, y gracias a la comunidad he descubierto nuevas llamadas: a trabajar por la justicia y la paz, a comprometerme con los empobrecidos, a opciones en mi trabajo y en mi familia, a participar activamente en la política, etc. Esto ha sido posible gracias a una fraternidad previa que ha sido capaz de propiciar el ambiente adecuado. Y además he descubierto la comunidad también como lugar para acoger el dolor por el fracaso vocacional.


En quinto lugar porque la comunidad también es un medio para discernir y desarrollar la vocación. Aparte de vocación en sí misma y de espacio, la comunidad es uno de los instrumentos que necesito para hacer realidad mis llamadas, pues el acompañamiento comunitario que me ofrece mediante la revisión más o menos sistemática de mi vida se convierte en mi caso en herramienta fundamental pues yo soy muy dado a autojustificarme.


En sexto lugar una de las claves es que la comunidad ha sido para mí espa¬cio vocacional tanto en cuanto se han reservado espacios de escucha don¬de el Padre habla, llama y manifiesta su voluntad. Así, la Palabra, la oración, la celebración, la formación, la revisión de vida, la misión y el carisma (en mi caso María) han sido elementos fundamentales para presentarme al Padre: ¿qué quieres de mí?

En séptimo lugar en mi experiencia he vivido la comunidad fundamentalmente como espacio vocacional educativo. La comunidad me ha enseñado a cuidar mi vocación. Me ha educado porque ha sacado lo mejor de mí mismo.

Y todo esto en proceso, un proceso que nunca termina pues cada día hay nuevas llamadas del Padre en la comunidad. De mí depende que sepa intuirlas, descubrirlas, o de tener la confianza de contestar a la propuesta del Padre "Hágase en mí según tu Palabra".

Y siempre en comunidad. Siempre con hermanos, ya sean frágiles o fuertes, pero con hermanos.

Que no me falten hermanos, Padre... Ni yo les falte a ellos. Amén.


Reflexión personal (con dos de las frases, por ejes); ¿qué te sugiere la frase?:


  • Reunirnos en el nombre de Aquel que nos Amó primero (convocación)

  • Sabernos elegidos en el Amor entre aquellos que el Padre eligió para no‑

sotros (convocación)

  • Celebrar el gozo de ser hermanos (fraternidad)

  • Compartir la Vida en el Amor (fraternidad)

  • Poner nuestra vida en manos del Padre (discernimiento)

  • Preparar el corazón para un SI (discernimiento)

  • Ser "sal y luz" para el mundo (Reino)

  • Construir juntos "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Reino)

  • Soñar juntos que somos el sueño de Dios (sueños/ trascendencia)

  • Aprender a mirar con los ojos del Padre (sueños/ trascendencia)

Trabajo en grupos:

  • Compartir las reflexiones sobre las frases.

  • ¿Crees que es necesario vivir esto para ser comunidad? ¿por qué?

  • Resumir en una palabra el sentido de las frases.

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Puesta en común

Comunidad es:

  • Reunirnos en el nombre de Aquel que nos Amó primero. Es decir respon­der a un Amor que nos ha enamorado y tener siempre presente que es este Amor el que nos convoca en comunidad. Buscar en todo momento la presencia de Jesús en medio de nosotros para que sea verdaderamente en su nombre nuestra unidad, nuestro proyecto y nuestro trabajo. (convo­cación).

  • Sabernos elegidos en el Amor entre aquellos que el Padre eligió para no­sotros. Tomar conciencia de que al igual que Dios nos elige a nosotros personalmente, también elige a los hermanos concretos que forman co­munidad conmigo. Llamados a "ser con", a descubrirnos y a descubrirle en el caminar juntos. Ser conscientes de que sin duda los hermanos que tenemos en comunidad son los mejores hermanos que podemos tener ya que son los que Dios ha elegido para que yo recorra el camino hasta El. (convocación).

  • Celebrar el gozo de ser hermanos. Testimoniar con nuestra vida la ale­gría de haber sido llamados a compartir el proyecto del Reino y ofrecer al mundo un signo gozoso de la Vida en el Amor (Mirad como se Aman). Poner en práctica la razón de ser de la comunidad como algo que en sí mismo es valioso. Reconocer en nuestra fraternidad nuestra filiación. (fraternidad).

  • Compartir la Vida en el Amor. Hacer nuestros los sueños y las dificultades de cada hermano (reír con le que ríe, llorar con el que llora), darle a la fra­ternidad una vía de expresión concreta en esta "escuela de caridad", aprender en ella a discernir que es el Amor y como Vivirlo. (fraternidad)

  • Poner nuestra vida en manos del Padre. Aprender a Vivir en la libertad de los hijos de Dios. Ponernos a la escucha de la llamada del Padre y estar abiertos al riesgo de la fe (¿qué quieres de mí?). Escuchar la Palabra de Vida que Dios ha pronunciado para mí desde toda la eternidad. (discerni­miento).

  • Preparar el corazón para un SI. Hacernos disponibles para acoger en nuestro seno el Amor de Dios y dejarle nacer desde lo mejor de nosotros mismos. Ayudar a dar la respuesta que me llevará a la "Vida en abundan­cia". Llenarme de valentía para apostar la vida por el Amor. (discerni­miento).

  • Ser "sal y luz" para el mundo. Ofrecer un testimonio de entrega y compro­miso para el mundo. Dejarse "deshacer" como la sal para que todo tenga sabor a Reino y al Amor de Dios. Ser luz que ilumina el camino de todos a quellos que permanecen en la tiniebla del egoísmo y mostrar con la vida la Vida. Arriesgarse a permanecer "en lo alto" para iluminar. (Reino).

  • Construir juntos "un cielo nuevo y una tierra nueva". Comprometer la vida y el proyecto común en la transformación de la sociedad. Confiar en el don que Dios nos regala y vivir en esperanza contra toda esperanza apos­tando la vida entre aquellos que más necesitan la justicia, la paz y la liber­tad. (Reino).

  • Soñar juntos que somos el sueño de Dios. Saber llegar al querer del Pa­dre en todo momento, ser conscientes de su mano sobre nosotros y de su designio de Amor sobre el mundo. Recordar constantemente que no de­bemos abandonarnos en otras manos que no sean las de Aquel que nos sueña. Creer en el proyecto de Dios para con nosotros. (sueños/ trascen­dencia).

  • Aprender a mirar con los ojos del Padre. Saber descubrir en el otro la pre­sencia de Jesús. Cambiar la forma de ver al otro y en vez de mirar las apariencias mirar "el corazón". Ser conscientes de que en la medida que descubro que el Padre sueña conmigo veo lo mejor de mi y soy capaz de mirar como Dios mira, más allá de las apariencias y de la propia miseria hasta llegar al Dios escondido que cada uno lleva dentro. (sueños/ tras­cendencia).


"Comunidad son un grupo de creyentes convocados por el Padre a Vivir como hermanos según el evangelio. Que desde la fraternidad que viven son ca­paces de comprometerse de forma radical en la construcción del Reino. Que afianzados en el dialogo y la escucha de Dios son capaces de celebrar el Amor del Padre y de transmitirlo y testimoniarlo con sus vidas y que están insertos en la Iglesia como parte de un proyecto universal de Dios".



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"Se hace camino al andar"

Me atrevo desde mi propia experiencia a ofrecer algunas pistas para ir abriendo caminos en este itinerario hacia comunidad que a mi modo de ver de­berían ser los Grupos Cristianos Calasancios.


Redescubrir la propia vocación y a partir de ahí plantear el paso a co­munidad como respuesta a la llamada que Dios hace a cada uno. Una comunidad es la suma de los proyectos personales de la gente que la forma y aunque tiene una dinámica propia no puede obviar nunca el ser respuesta a la vocación personal de cada uno de sus miembros. La op­ción por la comunidad siempre es personal.


Crecer en fraternidad como primer paso. Lo primero que tenemos que hacer para poder caminar hacia la comunidad es cultivar y cuidar la fra­ternidad, hacer de las relaciones personales el eje prioritario de nuestras reuniones. "Llorar y reir" con la vida de cada uno de mis hermanos, ha­cerla mía para poder "ser uno" en el Amor de Jesús que nos une. Cuidar cada encuentro, los detalles, los momentos significativos en la vida de cada uno...La primera piedra de este edificio esta siempre hecha de pre­sencias de cariño, ternura, acogida y disponibilidad.

Celebrar la Vida compartida. Aprender a gozar del estar juntos y a compartir gozosamente la fe que nos une. Hacer de cada aconteci­miento una ocasión para dar gracias por los dones recibidos y para po­ner las dificultades y los compromisos en manos del Padre y de los hermanos.

Mirar en la misma dirección. Llegará un momento en que será nece­sario explicitar en un proyecto cuales son los ideales que nos mueven y cómo queremos ir recorriendo este camino hacia el Padre. Aunque este suele ser un momento de crisis (algunos no se ubican dentro del proyecto comunitario que va surgiendo) es imprescindible si se quiere crecer como comunidad. El proyecto une las voluntades y los corazo­nes y nos pone en situación de escucha y discernimiento a la voluntad de Dios sobre nosotros. Es la mejor herramienta para autoevaluarnos y ver si damos pasos hacia la construcción de I Reino o estamos estan­cados.

Construir Reino. Tarde o temprano la comunidad debe salir de sí misma y superar esa primera etapa de formación donde lo prioritario (y en algu­nos casos lo exclusivo) ha sido crear lazos fraternos. Una comunidad nunca existe para sí misma sino en función de los demás, ha de ser "sal y luz", testimonio y profecía en medio de la realidad concreta donde esté ubicada. Esto supone ir descubriendo cual es la misión específica de la comunidad y cual es el compromiso concreto de cada uno de sus miem­bros. Esto irá definiendo cada vez más la dinámica propia de la comuni­dad y centrando poco a poco su crecimiento y su manera de funcionar. Se decidirán a partir de aquí el contenido de las reuniones, la formación, los compromisos personales y comunitarios que se asumen...

Insertarse eclesialmente. Buscar el lugar propio donde la comunidad se siente y se expresa como "pueblo de Dios". Nunca podemos definirnos a nosotros mismos sino que es la Iglesia (comunión de comunidades) la que nos acoge en su seno y nos da el reconocimiento y la legitimidad. En nuestro caso la mayoría de las comunidades que nazcan están llama­das a insertarse eclesialmente a través de las Escuelas Pías. Este paso supone una profundización sería en el carisma calasancio y una opción concreta por un marco comunitario que cada vez esta más definido (lai­cado escolapio, fraternidades escolapias, estatuto del escolapio laico, re­gla de vida...). Este avanzar en el descubrimiento y la inserción carismá­tica supone sin duda alguna concreciones en muchos puntos de la vida comunitaria (por ejemplo en la misión que necesariamente ha de estar orientada a la educación integral de niños y jóvenes como medio de transformar la sociedad y construir el Reino).

Vivir en discernimiento. Esta dimensión es continua y cotidiana para el cristiano y está presente en todos los pasos anteriores. En el fondo la pregunta que siempre debe estar presente en cada dinámica comu­nitaria es: ¿cuál es la voluntad de Dios para nosotros en este momen­to?. Este ponerse cotidianamente en manos del Padre es lo que nos permitirá avanzar en cada uno de los pasos a recorrer (vocación, fra­ternidad, vivencia gozosa del evangelio, proyecto comunitario, misión, inserción eclesial). La última referencia siempre ha de ser lo que Dios nos propone como camino y esto habrá que tenerlo muy en cuenta tan­to en los momentos de crisis como en los de euforia. Tendemos nor­malmente a acomodarnos y a hacernos un Dios a la medida de nues­tras posibilidades y el Dios de Jesús siempre nos esta llamando a "salir de nuestra tierra" para caminar hacia la tierra prometida del Reino. Esta dinámica de continuo descentramiento de nosotros mismos nos desinstala y nos genera tensiones y conflictos que podríamos evitar fá­cilmente si nos aburguesamos, pero es en este caminar donde hace­mos posible el Reino y donde encontramos la "Vida en abundancia" que se nos promete.

"Hermano, si te sometes a una regla común, solamente lo puedes hacer a causa de Cristo y del Evangelio. Tu alabanza y tu servicio están de ahora en adelante, integrados en una co­munidad fraterna que se halla, a su vez, incorporada a la Iglesia. En tu búsque­da interior, tan necesaria para tu vida cristiana, estás estimulado por la convi­vencia fraterna. Ya no estás solo. Debes contar para todo con tus hermanos".


Hermano Roger de Taizé (del preámbulo a la Regla comunitaria)













Ser anciano, una tarea saludable


La ancianidad no es una condena5



Francisco Alvarez




«Senectus ipsa est morbus»


«¡Qué pena llegar a viejo!», dice un texto egipcio del 2500 años antes de Cristo; y añade: «El viejo se debilita día a día, sus oídos se vuelven sordos, su vista se baja, su fuerza declina, el corazón no descansa. La boca se queda muda y ya no habla. Sus facultades mentales merman: no consigue recordar hoy lo que hizo ayer. ( ... ) La vejez es la peor de las calamidades que puedan afligir a un hombre» 1.


«Es una enfermedad», aseguró Terencio con esa lacónica frase latina, hacia el 160 a.C. Otros remacharon el clavo añadiendo que es incurable: una situación de emergencia a la que sólo la muerte salva del último e insoportable apuro. Se acabó la «pelea» de un... derrotado.

Los «diagnósticos» actuales no son más favorables. También hoy, desde la medicina, desde la sociología y desde el análisis del mundo experiencial del anciano, se subrayan, ora el «proceso de decadencia estructural y funcional del organismo»2; ora el hecho de la jubilación («muerte social») y el receso progresivo en la participación social; ora, en fin, alternativamente, la decadencia y desintegración, el crecimiento y la plenitud.


Todas estas miradas giran en torno al denominador común de la salud: criterio determinante, desde el punto de vista teórico y operativo, para el «diagnóstico» y el «tratamiento» de la vejez. En estas líneas me propongo mostrar cómo también la ancianidad es un tiempo propicio para una cierta experiencia de la salud, seguramente de sus dimensiones más ocultas. No es, pues, una «condena», sino una tarea.



¿De qué salud hablamos?


Normalmente la salud es identificada con el vigor y la exuberancia física, con la aptitud para el desarrollo de una actividad laboral o productiva y con el dictamen favorable del diagnóstico médico. A caballo de esta triple concepción y subyacente a la misma, cabalga (a menudo al galope) toda una «filosofía de la vida», hecha cultura, que privilegia la juventud, la belleza, el culto del cuerpo, el bienestar físico y material, la competitividad y la agresividad, el rol y la imagen, el saber médico y la técnica del curar...


Dentro de estas coordenadas, la ancianidad queda, evidentemente, malparada. Siempre es vista, no sólo como una situación de deterioro, temida. Peor todavía, es alienada o expropiada. El ideal de la vejez se coloca fuera de ella. El anciano «sano» es el que vive, siente y trabaja como el joven o, por lo menos, como el adulto. Solución imposible.


Afortunadamente, hoy en día está adquiriendo carta de ciudadanía una visión más comprensiva e integradora de la salud. Realidad «interesante», que remite a lo «esencial de la vida»3 Y a la concepción que se tiene del hombre4, la salud sólo tiene sentido desde una perspectiva olística5. De hecho, incluso terminológicamente, significa «integridad», «plenitud», «realización plena»6. Como se evidencia hoy desde la antropología de la salud, ésta no puede ser vista como algo «vacío» («santé vide»), como ausencia, silencio del cuerpo o de los órganos, «no sentir»7. Es más bien una experiencia, ciertamente compleja, que abarca todas dimensiones o coordenadas de la persona; supera, por tanto, el dato puramente biológico y se convierte siempre en un acontecimiento biográfico 8.


Desde esta perspectiva, cada vez más común, no resulta difícil descubrir otros rostros. El «acontecimiento salud» es, al mismo tiempo, experiencia de precariedad y fragilidad, y «lugar» privilegiado donde se vive el «hambre de totalidad»9 , el ansia de plenitud. A la salud humana, como dice J. Sarano, siempre se le puede pedir más 10: no es sólo salud «impuesta» por la naturaleza o por la cronología. Es también una salud «decidida», es decir, incorporada a un proyecto de perfección, objeto de decisiones, tributaria del sentido o de la ausencia de sentido, instancia para la libertad.


Por esta y otras razones, la salud fue objeto de la atención preferente de Cristo. Habiendo venido para dar la vida en abundancia y salvar lo que estaba perdido (Cf.. Jn 10, 10 y Lc 19, 10), Jesús se coloca en el punto de emergencia radical (innato, diría) de la condición humana.


Acoge la tensión del hombre hacia la plenitud, sobre todo donde ésta se encuentra más amenazada (en la enfermedad y en el pecado) y la eleva, la conduce hacia nuevas metas. Sus signos terapéuticos en favor de los enfermos no sólo realizan la salud física o psicológica, sino que sanan al enfermo desde la raíz, y lo introducen en un nuevo proyecto de salud: Ver (con mayúscula), vivir su corporeidad de un modo nuevo, reinsertarse en la comunidad, establecer nuevas relaciones, comenzar de nuevo, adherirse al Reino, reconciliarse con Dios (no pecar más) (Cfr. Jn 5, 14), ponerse a servir, acoger la salvación.


Se trata, obviamente, de un proyecto exigente. La verdadera salud comienza, no termina, en la recuperación física o funcional. A partir de ahí transcurre por unos derroteros, marcados por el cambio, la vida nueva, el servicio hasta las últimas consecuencias, la aceptación de la cruz, la libre y oblativa disposición de sí mismo, la entrega confiada en manos del Padre. El final es la «salud crucificada» 11. Es, por tanto, una salud para este mundo, para todas las edades (compatible con el sufrimiento y con el límite: sus compañeros inseparables, quiérase o no), porque es también salud para el seguimiento y para la misión.




Entre el «krónos»y el «kairós»


CRONOS/KAIROS: En la sociedad de las prisas, uno de los riesgos mayores del anciano (por supuesto, también del religioso) es el de ser «devorado» por el tiempo. «¡Qué largos son los días, y qué rápidos pasan los años!», decía un anciano. Y es que el tiempo tiene por lo menos dos dimensiones. El «kronos»: ligado a las agujas del reloj y a las hojas del calendario. Es sucesión, es rutina, pasar, deterioro, decadencia. Desde ahí, la vejez ofrece muy pocas perspectivas. Pero también es «kairós»: un modo de vivirse a si mismo en el tiempo, en la adversidad y en la dicha. Es posesión y apropiación, intensidad y disfrute del momento, espera paciente, sufrida y activa.


La salud proyectada más arriba se sitúa en esta onda. La ancianidad, como las demás edades de la vida, es también un tiempo específico, una oportunidad graciosa, que ha de ser vivida en sí misma. Su «bondad» no está fuera de ella, ni más atrás, ni siquiera delante; tampoco sus oportunidades. Lo patológico no es ser anciano, sino estarlo antes de tiempo 12.


Para no expropiar a nadie ese kairós, es preciso «repensar nuestras nociones acerca de la actividad y de la pasividad, del esfuerzo y de la aceptación, del vigor y de la debilidad, de la humildad y de la dignidad, de la energía y de la quietud, y, por supuesto, del trabajo y del juego» 13. A partir de ahí, también la ancianidad puede ser vivida como una experiencia saludable de tensión.



Mantener la tensión


Es condición primordial. La vejez no es necesariamente un tiempo para el estancamiento. Es, más bien, tiempo de crisis, como todas las transiciones de la vida. Aunque navega en el límite, cercana a la última frontera; aunque dependa más de los vientos que de los remos (como dijo Tagore), no se deja ir a la deriva 14. Mantener la tensión significa, en la medida de lo posible, tomar el timón, asumir el protagonismo de la propia existencia, sobre todo cuando ésta es más urgida; no alimentar la nostalgia o instalarse en la autoconmiseración, ni huir al futuro «quitándose de en medio» 15. Mantener la tensión quiere decir «solucionar la crisis ontológica entre la aspiración al crecimiento (plenitud) y la experiencia de un irreversible declive»16.


No es fácil. Todos nos sentimos tentados de instalarnos en los sueños o en la nostalgia, en los sucedáneos de la salud y de la felicidad, en la finitud o en los ídolos, truncando la tensión. Así a los ancianos se les «entierra» antes del tiempo («muerte sociológica»), cuando nuestras comunidades son "entumecederos", lugares para el letargo "canonizado"; cuando les vamos desposeyendo de sus roles y de su significado. También se dificulta la tensión cuando no alimentamos sus «pequeñas esperanzas» (esos hilos que les mantienen «enganchados» a la vida, en tensión): la visita, la compañía, la pequeña actividad gratificante, la rehabilitación de mantenimiento, la integración en una conversación, el acompañamiento a la consulta del médico...


Vivir es aprender a decir, no una sino mil veces, «adiós». Pero, para despedirse, a su debido momento, es preciso poder decir con el poeta: «Confieso que he vivido». Este testimonio podría ponerse sobre la tumba de una gran muchedumbre de religiosos. Tuvieron la inmensa fortuna de que la muerte los encontrara todavía vivos: viajeros entre el límite y el infinito, destinados a morir pero sedientos de inmortalidad. Murieron «sanamente», porque mantuvieron la tensión hasta el final.



Ser plenamente viejos


La única manera de vivir sanamente la vejez es aceptarla. Lo que no nazca de ahí no viene de Dios. Parafraseando de nuevo, ahora a los santos Padres, podríamos añadir: Sólo lo asumido es sanado. Ahí radica una gran sabiduría: ser lo que se es. 17


Aceptar significa integrar. Es la gran labor del anciano 18, aunque no exclusiva del mismo. Consiste, entre otras cosas, en reunir lo disperso, unificar lo divido, apropiarse de lo alienado, reconciliarse con lo «diferente» o extraño. Es un proceso difícil para el que se ha acuñado incluso un neologismo: la geragogía: aprender el arte de envejecer, si es posible bastante antes de que llegue el atardecer de la vida.


La labor de la integración vierte ante todo sobre la propia identidad del anciano: éste se reconoce a sí mismo, en línea de continuidad y sin violentarse, a lo largo de los diferentes avatares de su devenir histórico.


Asume, pues, el pasado: incluidas las páginas borrosas del calendario, sin que su recuerdo se encasquille siempre en las mismas «diapositivas»: una herida, un conflicto, una decepción, un acontecimiento que pesa y condiciona como si fuera un segundo pecado original. El pasado es suyo, no un «fleco» suelto. Por eso se esfuerza por sanar su memoria, evangelizar una y otra vez su recuerdo. Recordar equivale a agradecer y recapitular, ir entregando al Señor lo que es suyo.


Asume también el presente, sin necesidad de mirar furtivamente al espejo para «perdonarse» una arruga de más, sin sentirse obligado a pedir perdón porque ha olvidado el nombre de su interlocutor o ha repetido por enésima vez la misma «batalla»; llevando con garbo y dignidad (es una nueva relación con su cuerpo) la inseguridad que le impide prescindir del pasamanos. También en estas cosas se es creativamente ancianos. Basta reconocerlas como propias. Sólo así se les saca partida. Después de todo, la dignidad no consiste en no inmutarse cuando, por torpeza, vierte la leche en la camisa del vecino.Asume también el futuro. A un capellán que preguntó a una anciana qué sentía estando muy próxima a morir, ésta le respondió: «Una gran curiosidad». Curiosidad muy sana, por cierto. La muerte no es el futuro del anciano, sino de todos. Lo que caracteriza a éste es una expectativa diferente frente a la misma; coloreada evidentemente por la inminencia, pero sobre todo por una actitud más contrastada y personalizada. Por eso el lenguaje del anciano sobre la muerte sabe a menudo a entrega confiada (no a salida por la puerta de servicio), a aceptación a la vez activa y pasiva, a consumación desde dentro y no sólo pasión sufrida desde fuera. A veces es como un eco de aquellas hermosas palabras escritas por P. Claudel en su libro «La Anunciación a María»: «Vivo en el quicio de la muerte, y una alegría inexplicable me embarga»19.


El ideal del anciano está en serlo, y, si es posible, a tope. De esa intensidad nacen la sabiduría20, «la serenidad, la íntima seguridad, la aceptación optimista de las leyes de la vida21. Esto, además de contribuir a proteger y mantener las fuerzas físicas, es, no lo dudemos, fruto del Espíritu: traducción concreta de la salvación que toma cuerpo en el cuerpo. Es, sencillamente, sano.



Un tiempo para la gratuidad


Uno de los signos más elocuentes de un sano «enganche» del anciano a la vida es la vivencia de la gratuidad. Esta posee, obviamente, muchas expresiones. Fijémonos, como muestra, en una de ellas: la participación del anciano, en este caso del religioso, en la vida y actividades de la comunidad.


Precisamente porque su opción religiosa fue sin condiciones ni plazos, son todavía muchos los que, no obstante la edad, siguen sin conocer las mieles y las hieles de la siempre ambigua «jubilación». Me refiero, pues, a los jubilados. Su presencia dentro de la comunidad es hoy una verdadera gracia (aunque no siempre aparezca y se aprecie como tal): porque tiene el inmenso valor de recordarnos la fuerza persuasiva de lo esencial. ¿Dónde está lo esencial?


Más que en el trabajo, que hoy abunda más que nunca, en la vivencia creativa y oblativa del propio tiempo. Más que en la fuerza de los «carros y caballos» de nuestras grandes obras y programas, en nuestra capacidad de remitir, testimonial y significativamente, a la fuente de donde manan la fuerza, la gracia y el sentido último de nuestras actividades. Más que en «funcionar» mucho, en amar.


¿Memoria «barata», de observador descomprometido? No. Precisamente porque la vida religiosa actual necesita mucho de esa conversión, ha de favorecer también en el anciano actitudes de compromiso. Así, el que ya no pueda «hacer cosas», podrá actuar, más con su humanidad que con sus brazos y sus pies: es decir con sus ojos y su semblante. Si no puede realizar actividades «productivas», quizás pueda prestar servicios gratuitos. Si no puede compartir programas, será bueno estimular su sintonía con los mismos. Estando físicamente ausente, puede, no obstante, con su oración, ayudar a que no se cansen los brazos de los apóstoles de turno... Es el tiempo de la gratuidad porque el anciano descubre que su participación y su sentido de pertenencia no dependen del rol que desempeña en la comunidad.


Recuerda así que la vida religiosa no se define por categorías laborales o utilitaristas. Es el tiempo de la gratuidad porque, desde la vivencia de la soledad, inevitablemente pareja al retiro, establece con los demás una relación menos «funcional», más esencial y, a menudo, purificada.


La gratuidad es «lo que queda» desaparecidas ya las «buenas razones» o más allá de ellas. Ese rescoldo, capaz de mantener durante toda una vida el fuego de la consagración, alimenta también la última sana certeza, al jubilarse para siempre: «Cuando no podamos realizar nada más, el bien y lo bello que hicimos continuarán sin nosotros su movimiento»22. Es la saludable vibración o estela que dejaron tras de sí aquellos religiosos que mantuvieron la tensión hasta el final.



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1 Citado por DE BEAUVOIR, S., La vejez, Edhasa, Barcelona 1983.

2 LAFOREST, J., introducción a la gerontología, Herder, Barcelona 1991, p. 36.

3 Cfr. SARANO, J., Les trois dimensións de la santé, en Présences, 77, 1961, págs. 7-17.

4 Cfr. PIANA, G., Corporeita e salute secondo alcune ideologie e concezioni del mondo, en Uomo e salute, Ed. del Rezzara, Vicenza 1979.

5 Cfr. STENDLER, F., Sociologie médicale, A. Colin, Pañs 1972, pág. 11.

6 Cfr. por ejemplo: GRESHAIKE, G., Liberta donata. Breve trattato sulla grazia, Queriniana, Brescia 1984, pág. 14; HAERING, B., La fe, fuente de salud, Paulinas, Madrid 1984, págs. 19-20.

7 Cfr. por ejemplo: LAN ENTRALGO, P., Antropología médica, Salvat, Barcelona 1984.

8 Cfr. GRACIA GUILLEN, D., Modelos actuales de salud Aproximación al concepto de salud, en Labor Hospitalaria, 219, 1, 1991, págs. 11-14.

9 Cfr. HAERING, B., o.c., págs. 12-13, 38.

10 Cfr., o.c., pág. 12.

11 Cfr. Diócesis de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, Al servicio de una vida más humana, Idatz, San Sebastián 1992, pág. 17.

12 PAVESE, C., los expresó así: «Lo más triste no es llegar a ser viejos, sino

permanecer niños» (II mestiere di vivere, Einaudi, Torino 1952, pág. 68).

13 OOPPENHEIMER, H., Reflexiones sobre la experiencia del envejecer, en

Concilium, 235, mayo 1991, pág. 402.

14 Cfr. SICINER, B. F.; VAUGHAN, M. E., Vivere ben la terza eta, Sterling & Kupfer, Milán 1984, pág. 152.

15 Cfr. SKINER, B. F.; VAUGHAN, M. E., o.c., pág. 104.

16 LAFOREST, J., o.c., pág. 51.

17 Cfr. RAHM, H. J.; LAMEGO, M. J. R., Vivir la tercera edad en la alegría del Espíritu, Sal Terrae, Santander 1986, pág. 22.

18 Cfr. ERIKSON, E., Childood and Society, Norton 1950; LAFOREST, J., o.c., págs. 53-78.

19 Citado por LECLERCQ, J., La alegría de envejecer, Sígueme, Salamanca

1986, pág. 21.

20 «La mayor sabiduría del anciano es la que se refiere a su propia vejez»

(SKINER, B. F.; VAUGHAN, M. E., o.c., pág. 156).

21 RAHM, H. J.; LAMEGO, M. J. R., o.c., pág. 19.

22 LECLERCQ, J., o.c., pág. 39.








EL X CONGRESO CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA


CRISTO, LA ESPERANZA FIABLE

21, 22, 23 Noviembre 2008


Félix Domínguez




I.- INTRODUCCIÓN


1. El Congreso es más que un Congreso, es ya un clima

2. Cuál es el objetivo de estos Congresos


II.- EL GRANO DE MOSTAZA


1. La semilla: un grano de mostaza

2. Los frutos de aquella semilla de la ACdeP

2.1. Educación y formación

2.2. Medios de Comunicación Social

2.3. Acción social

2.4. Acción política

3. Nacen los Congresos de Católicos y Vida Pública


III.- EL X CONGRESO DE CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA

1. La inauguración

2. Las cinco Ponencias

2.1. En qué consiste la esperanza. Juan Antonio Martínez Camino

2.2. Un mundo entre el nihilismo y la esperanza. Jude P. Dougherty

2.3. Quien tiene esperanza, vive de otra manera. Vittorio Sozzi

2.4. La gran esperanza: yo soy definitivmente amado. Juan Manuel de Prada

2.5. La esperanza debe llegar a todos. Alfredo Dagnino Guerra


3. La Mesas Redondas

3.1. La razón de nuestra esperanza

3.1.1. José María Alsina Roca

3.1.2. Leonardo Rodríguez Duplá

3.1.3. Armando Segura Naya

3.2. Una política para la esperanza

3.2.1. Mercedes Aroz Ibáñez

3.2.2. Liliana Negre de Alonso

3.2.3. Lorenzo Sánchez Alonso

3.3. Educación y cultura para la esperanza

3.3.1. Habib Chamoun-Nicolás

3.3.2. José Javier Esparza

3.3.3. Andrés Gamba Gutiérrez

3.3.4. Krzysztof Zanussi

3.4. Comunicación de la esperanza

3.4.1. Julio Ariza Irigoyen

3.4.2. Juan Manuel de Prada

3.4.3. Alfonso Coronel de Palma




I.- INTRODUCCIÓN


1.- El Congreso es más que un Congreso: es ya un clima


Estos Congresos se han convertido en un referente para el catolicismo español y un lugar de encuentro y comunión de los católicos. Ha dejado de ser una novedad, aquella de 1999, con unos 600 asistentes, para convertirse en un acontecimiento, en toda una gran celebración. Basta pensar que de aquellos 600 congresistas de 1999, se ha pasado, en 1997 (IX Congreso) a 1.756, y en 2008, aún sin cifras oficiales, se ha sobrepasado con creces, al tener que incrementar los espacios para nuevos congresistas. Unos Congresos con la presencia de ponentes de primera categoría, pensadores, políticos, empresarios, líderes mundiales, como Lech Walesa, Rocco Butiglione, Kiko Argüello, Andrea Riccardi, comunidad de San Egidio, expresidentes del Gobierno español y de otros países…por citar sólo unos cuantos.



2.- Cuál es el objetivo de estos Congresos


a/ Examinar, a la luz del Evangelio, los grandes retos de la sociedad actual.


b/ Constituir un lugar de encuentro de los católicos que se sientan urgidos a revitalizar su presencia en todos los ámbitos del orden social, como el Katholikentag de los alemanes, Jornadas Católica de Alemania, que han celebrado las 97º Jornadas en 2008.


c/ Estimular a los jóvenes para que se sientan protagonistas de la sociedad, despertando en ellos la vocación hacia la política, a la vida pública, entendiendo ésta no como algo estatal, sino que abarca las diversas areas de la vida social de un pueblo.


En resumen, los Congresos de CyVP, pretenden estimular la presencia activa de los seglares en la vida pública que es el compormiso y carisma esencial del Organismo que promueve todo este movimiento: La Acción Católica (Nacional) de Propagandistas: la ACdeP. Detrás de todo ello está presente una respuesta al documento del CV II Christifideles Laici.



II.- EL GRANO DE MOSTAZA


1.- La semilla: un grano de mostaza


¿Cómo se llegaron a poner en marcha estos Congresos de CyVP? La referencia es la parábola del grano de mostaza, la más pequeña entre todas las semillas, pero que cuando crece, se hace un gran arbusto y vienen las aves del cielo a hacer allí sus nidos.


El sembrador fue un hombre con visión de futuro, el P. Ángel Ayala, sj (1867-1960) Su intuición fue echar el ojo a los mejores y preparar líderes, algo que ha distinguido el estilo de la Compañía de Jesús. Basta pensar en los Luises, los Kostkas, etc.


El día 3.XII.1909, el P. Ayala reunió a un grupo de jóvenes que los vio aptos para echar a andar un proyecto. Él era Director del ICAI (Instituto Católico de Artes Industriales) desde 1908, que este año 1998 cumplió cien años. Desde 1978 pertenece a la Universidad de Comillas, junto con el ICADE (Instituto Católico de Derecho). De ahí han salido excelentes profesionales con la formación religiosa que da la Compañía. Su plan era hacer de ellos perfectos profesionales y a la vez ‘propagadores’ (propagandistas) de los valores cristianos en la vida social.


Esto coincidió en la convulsa e inestable época del reinado de Alfonso XIII cuando, entre 1901 y 1931, hubo 39 primeros ministros de varios gobiernos; época en la que desemboca la 2ª República de 1931 y que abrirá las puertas a los acontecimientos de 1934 y luego de 1936 al 1939, período en el que se puso a prueba la debilidad de un catolicismo invertebrado ajeno a la Doctrina Social de la Iglesia (RN1891, León XIII y QA1931, Pío XI) En este contexto, intuyendo el futuro, es cuando el P. Ayala funda la AC(N) de P, ya conocida sólo por los ‘propagandistas’ como a los alumnos de El Pilar, de los Marianistas, los ‘pilaristas’, de donde también han salido numerosas personalidades de la vida pública.


En este grupo había un joven llamado Ángel Herrera Oria (1886-1968) Fue el primer presidente de la ACdeP. Guiado por el P. Ayala y haciéndose ayudar por aquel grupo selecto, fue el genial ejecutor del proyecto del P. Ayala.


La ACdeP es una agrupación de seglares católicos, con personalidad jurídica eclesiástica (CEE 1992) y civil (Registro de Entidades Religiosas del Mº de Justicia), al servicio de la Iglesia y cuyo carisma se orienta a la “propagación de la fe católica y al apostolado, formando e instando a sus miembros a tomar parte activa en la vida pública y servir de nexo de unión entre los católicos. Anteponen su compromiso cristiano y su afán de testimonio evangélico a cualquiera de otras consideraciones e intereses, adoptando actitudes inequívocas a favor de la verdad, la justicia y el ser humano”.



2.- Los frutos de aquella primera semilla de la ACP


Aquella semilla, a punto de cumplir cienen años, en diciembre del 2009, es ahora un árbol recio y frondoso, rico en frutos importantes, es decir, arbusto donde han ido a anidar las aves de muchas realizaciones. Sin el ánimo de agotarlas pueden citarse éstas, agrupadas en cuatro áreas:



2.1. Educación y formación: el área más amplia y cuidada


Universidad CEU S. Pablo. Madrid 1933. Desde 1972: CEU.

En 1951: anexo Colegio Universitario San Pablo.

Universidad Card. Herrera Oria: Valencia

Universidad Abat Oliva: Barcelona

Escuela de Negocios CEU de Madrid, Valencia y Barcelona

Colegios CEU San Pablo en diversas ciudades españolas.

Son unos 3.000 docentes, 18.500 universitarios y posgrados, 7.180 alumnos de EI, EP,

ESO, Bachillerato. Todo este gran complejo asume el título de CEU

Instituto Superior de Estudios Profesionales

ICAI e ICADE

Escuela Universitaria CEU de Magisterio

Instituto de Humanidades CEU ‘Ángel Ayala’

Universitas Senioribus

Fundación San Pablo de Ayuda al Estudiante.



2.2. Medios de Comunicación Social


El Debate (1911), con una impronta fuerte social. Nace con 800 ejemplares; en 1934: 200.000.


Editorial Católica. Edica., que generó los siguientes periódicos: YA, El Ideal, de Granada; La Verdad, de Murcia; Hoy, de Extremadura; El Idel Gallego, de La Coruña.

Agencia de Noticias.

Escuela Española de Periodismo, 1926, la primera de España.

Biblioteca de Autores Cristiana (BAC) 1943.



2.3. Acción Social


Facultad de Sociología con la Fundación San Pablo; preocupación por dar a conocer la DSI

Cáritas

Instituto Social Obrero

Confederación Nacional Católica Agraria

Confederación Nacional de Estudios Católicos.



2.4. Acción Política


Acción Popular.

CEDA: Confederación Española de Derechas Autónomas. Gil Robles. Socios de ACdeP; ministros con Franco y contra Franco.

Grupo ‘Tácito’ en el período de la transición hacia la democracia; su sede en la Univ. San Pablo de Madrid. Sus miembos fueron integrantes del Partido de UCD: Unión Centro Democrático.


Aparte promueve el Programa Esperanza y desde 2006 ha puesto en marcha las Jornadas de CyVP que duran dos días, como la última de Santiago en diciembre 2008, y que son una copia en pequeño de los Congresos.



3.- Nacen los Congresos de Católicos y Vida Pública


El primer Congreso no brotó como un hongo; fue la última rama, y seguro que habrá más, del arbusto nacido de aquel grano de mostaza sembrado en 1909. Es evidente que la intuición de los fundadores de la ACdeP y de los que les siguieron, era penetrar en el tejido de la vida social sembrando el evangelio de Jesús y la presencia de los católicos en las diversas zonas de la vida pública. ¿No habría forma de aglutinar tantas fuerzas acogidas en esas cuatro áreas de actividades antes citadas?


Hace diez años, al entonces Presidente de la ACdeP y de la Fundación Universitaria San Pablo, Alfonso Coronel de Palma, hoy Consejero-Delegado de la COPE, se le iluminó la conciencia de la responsabilidad de ser artífice de la presencia pública del catolicismo social en España y convocó a unos cuantos sorprendidos a la primera edición del Congreso de Católicos y Vida Pública. Fue en noviembre de 1999. Asistieron unos 600. El tema escogido fue el que dio luego nombre a estos Congresos: “Los Católicos y la Vida Pública”. En el IX Congreso, el de 2007 fueron, como queda dicho, 1756 y en el último de 2008, al celebrarse los diez primeros Congresos, el número ha sido muy superior, habida cuenta que hubo que habilitar tres espacios más de los ya disponibles, conectados por TV en los momentos de la exposición de las ponencias, pues las Mesas Redondas se tenían en tres espacios distintos, cada una con un tema diverso, como se puede ver en la nota adjunta.


Durante estos diez años han han paado 450 ponentes, 1.200 comunicantes y en el 2007, 6.631 visitas por internet, pues se trasmite en directo a muchas partes del mundo.


De la estructura del Congreso hay una presentación que hice en la revista Forum-com, nº 31 de diciembre de 2003, con motivo del V Congreso: “Qué cultura”, a la que remito.


Hoy el Congreso es una marca consolidada y un referente del catolicismo social de España y al que presta su apoyo y presencia la Conferencia Episcopal Española, los ponentes nacionales e internacionales de lo más granado de católicos comprometidos con la Vida Pública y que, como políticos que han tenido o tienen puestos relevantes, prestigian la voz del Evangelio y de la fe católica. De hecho así lo ha reconocido Mons. Fernando Sebastián, una de las figuras con más peso específico en la Iglesia Española, poniendo a estos Congresos como modelo y referente de lo que los católicos laicos tienen que hacer en estos momentos en los que su presencia activa es imprescindible para que el mensaje de Jesús y la voz de la Iglesia no sean amordazadas.



III.- EL X CONGRESO DE CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA.


1.- LA INAUGURACIÓN


El tema: Cristo, la Esperanza fiable


La reflexión de este Congreso se centró en torno a un eje: la Esperanza, teniendo delante la Encíclica de Benedicto XVI: Spe salvi. En la inauguración se tiene presente este punto de mira.


Como otros años, abrió el Congreso el Nuncio de S.S. Mons. Manuel Monteiro de Castro, y centró el tema del Congreso: Cristo es la razón de nustra Esperanza; ésta es un estado de ánimo y la actitud normal de un creyente; el objeto de la misma es un bien futuro e implica una confianza en algo o en alguno; es un fruto de la fe en Dios; la certeza de ese bien futuro es la salvación. Con la Esperanza, el hecho futuro de la muerte no es insoportable. Frente a la esperanza que se ha venido poniendo en el progreso, el cristiano la pone en Cristo, “esa niñita de nada”, como dice Charles Peguy: “la fe es una esposa fiel, el amor es una madre; la Esperanza es una niñita de nada que vino al mundo el día de Navidad” La modernidad ha puesto su esperanza en el progreso, luego en la ciencia en general y ahora en la política, y siempre en los bienes materiales. Nada de esto ha colmado las hondas aspiraciones del hombre y sólo ha dejado vacío el corazón. Nuestra Esperanza es y se llama Cristo, una Esperanza que es del todo fiable.


El Presidente de ACdeP y de la FundaciónSan Pablo CEU, Alfredo Dagnino Guerra, subrayó que la Esperanza es el mejor antídoto contra el agnosticismo, el nihilismo y el relativismo, todo ello fruto del vacío producido al poner nuestra esperanza en el progreso, la ciencia, la política y el bienestar material, sucedaneos que arruinan al hombre



2.- LAS CINCO PONENCIAS


Los congresistas asisten al desarrollo de las cinco Ponencias; sin embargo, sólo es posible después asistir a una de las doce Mesas Redondas, es decir, a cuatro, porque el último día no hay; uno opta según su propio interés, y lo mismo a un breve resumen de las Comunicaciones que tienen lugar después de las Mesas Redondas.



2.1.- ¿En qué consiste esta Esperanza.


Mons. Juan Antonio Martínez Camino, Obispo Auxiliar de Madrid y Secretario de la CEE.

Presentación: Lydia Jiménez González. Dtra. Gral. Del Inst. Secular Cruzadas de Santa María.


Comienza afirmando, como S. Pablo, que nuestra esperanza es el Dios de la Esperanza.

Divide su ponencia en dos partes:



1ª.- Un mundo sin Dios y sin esperanza.


Este panorama se presenta hoy con unos elementos que configuran una manera de vivir: la de vivir sin esperanza. Hay abundancia, progreso, menos nacimientos y más envejecimiento. La primera causa de muertes no es la muerte natural: es el suicidio entre los jóvenes: no quieren seguir viviendo, se mata a los no nacidos, se elige la programación de los ancianos para morir; los narcóticos se convierten en suplencias de vida. Aparece en el horizonte “la debilidad existencial”. Hay mucho sufrimiento por falta de espeanza y la vida se va sin tener un sentido de la misma; prevalece la cultura de la muerte y eso del ‘futuro’ es un concepto devaluado. El diagnóstico es que Europa ha sustituido al Dios de la Esperanza por el progreso, un concepto sin sentido vital

Hay razones que explican esta situación. A partir del s. XVI, con el descubriento de América aparece una euforia general. Bacon dirá que el arte y el ingenio triunfan sobre la naturaleza. Domina la ideología del ‘progreso’ pero no aquel que inicia la Iglesia con el saber de las Universidades. Para el nuevo pensamiento, la idea del progreso es el camino de la salvación, el retorno al paraiso perdido. Se espera todo del progreso (palabra que usa mucho algún Partido que habla de construir una España de progreso en diversas áreas de la vida humana: como la vida, la muerte, el matrimonio, la educación, las creencias), término que representa la utopía de los tiempos modernos. En concreto, el marxismo fue y es una variante de esa utopía. En este contexto nace la filosofía inmanentista, según la cual no hace falta nada exterior al hombre: éste es su propia esperanza, con su poder científico y progresista. Se pregunta Benedicto XVI. “La razón del poder, ¿es toda la razón?”. La razón razonable, sí: porque ella misma está abierta al Otro, a Dios. La ciencia, la política y la economía, no pueden solucionar todo.



2ª.- Perfil esencial propio de la esperanza cristiana.


1. Jesucristo es nuestra esperanza; por Él nos llega la noticia de que somos amados, de que existe el Amor creador; es un Dios que tiene un rostro humano: Jesucristo, que nos ha amado hasta el fin.


2. No es cierto que al principio era la materia; al principio era el ‘logos’, la palabra del amor. Jesucristo rompe los esquemas del mundo; Dios se hace hombre y padece por él; nuestro Dios tiene un corazón humano.


3. Nuestra esperanza es ya en si redención y salvación. No es algo subjetivo, no es sólo deseo, convicción, ni un proceso ideológico; es una presencia ya actuante ante el futuro.


4. Nuestra esperanza tiene como objeto final la resurrección y la vida eterna. No hay vida eterna sin Dios: Dios es la vida eterna. El amor quiere eternidad: eso lo deseamos y esperamos que al final venza la justicia. “Volveré a vosotros y os daré la alegría y nadie os quitará vuestra alegría”.


5. Es una esperanza que renueva la vida. Si se hace a fondo una crítica del cristianismo actual, de nuestra fe, aparece siempre una crisis de esperanza. Es preciso descontaminar la esperanza cristiana en la que también ha ido calando la ideología del progresismo. Un cristianismo meramente humanista acaba fallando en lo que persigue: la salvación del hombre. ¿Qué se hace del hombre que no ha alcanzado el futuro de esa utopía? Esa es una de las objeciones más profundas que se ha hecho al marxismo que busca la redención del hombre: ¿qué se ha hecho de toda la humnidad no salvada por la dictadura del proletariado que tampoco ha salvado a los contemporáneos? El hombre necesita ser salvado y además verlo y palparlo.


¿Cuáles son las virtualidades de la Esperanza cristiana? Como conclusión:


1. La Esperanza cristiana renueva el ejercicio de la vida pública a través de la oración. Los signos cristianos, la señal de la cruz, son signos de renovación de la vida pública, signos de libertad.

2. La Esperanza cristiana configura la personalidad. Quien se aferra a si mismo, a sus bienes, incluso morales, no tendrá motivo para vivir si carece de esas ‘pertenencias’. Es una esperanza que incluso nos libera de nuestra propia vida. Los santos, en especial los mártires, son los modelos de la Esperanza: despojados de todo, de la vida, pero llenos del Dios de la Esperanza. Sin esto no existe una disposición para el bien y la libertad.


3. La Esperanza renueva la vida pública abriéndola hacia el exterior. Un mundo sin esperanza que se tiene que hacer a si mismo justicia, es un mundo sin justicia. De estas premisas se han derivado las grandes injusticias personales y sociales.


4. Dios se ha hecho una imagen de si mismo en Cristo. Él es el mismo que nos da esperanza, para el mundo y para todos y cada uno en particular. No es aún el cumplimiento, pero es el camino que nos lleva a la meta; es claro que esto exige esfuerzo, pero todo lo que vale se consigue así.


Concluye con una frase de San Pablo: “El Dios de la Esperanza os colme de alegría y de paz”.


Como en las demás Ponencias, se abre un turno de preguntas. Hoy nadie piensa; se necesitan slogan. Sí´: que vean nuestra esperanza. Tener hijos y no ceder ante el aborto, ante la cultura de la muerte, es un buen slogan vital, sin pancarta.



2.2. Un mundo entre el nihilismo y la esperanza


Jude P. Dougherty. Decano Emérito de la Fac.de Filosofía de la Universidad Católica de Washington

Presentación: José Miguel Oriol y López Mntenegro, de Comunión y Liberación. Pte. de Ediciones Encuentro.


1. El estilo de su intervención es poco magistral; usa más el modo pragmático de su cultura americana. Casi toda su intervención fue respuestas a preguntas. Comienza afirmando que la única divinidad que permanece en la tierra es la Esperanza. Si desaparece, ¿puede haber una esperanza o desesperanza colectiva? La Esperanza juega un papel muy importante dentro de una Comunidad: la Esperanza aparece cuando hay crisis y la mayor le parece que es el nihilismo. La Esperanza es la virtud que sale al encuentro cuando algo o todo falla. Cita a Jorge de Santayana quien hablando del derrumbe de Europa dijo: “Un gran volcán ha cubierto de lava a Europa”.


En su disertación tiene presente la relación educativa que tuvo con su hijo adolescente que en ese período turbulento de su desarrollo, no se aceptaba a si mismo. No es posible aceptarse uno a si mismo si no se acepta la esperanza; si se busca la felicidad se precisa cumplir con todas las obligaciones; una de ellas es buscar, atrapar y aferrase a la esperanza. Le costó hacerle ver que su desesperación, el no lograr aceptarse, ser feliz, supone que hay que estar y vivir unos con otros y usar la fe y hacer crecer, con esfuerzo, nuestro valores y cultivarlos en común.


Es en tiempo de crisis cuando aparece la esperanza como una cuerda que se lanza al náufrago. El don de la fe nos permite valorar lo que tenemos; esta posibilidad no la tienen aquellos que rechazan a Cristo. Estamos viviendo ahora peor que los paganos; ellos no rechazaron a Cristo pues no lo conocían. Pero los cristianos hemos rechazado a Cristo. Nosotros (en USA) tenemos una gran tradición católica, una gran riqueza; pero es la esperanza lo que nos acompaña. Nosotros tenemos a Cristo y podemos valorar todo con la fe. Mi casa está en todas las partes donde cuenta la fe. La fe da esperanza y capacidad de comprensión.


2. ¿Qué definición se puede dar de la esperanza en estos tiempos tan difíciles? Afirma que Europa ha sufrido unas superposiciones de ideologías, desde la Ilustración, que han llegado a obscurecer su identidad original. Por eso dice que conservar el legado nacional y poder echar mano del mismo es una gran respuesta en los momentos de crisis, es un modo de entender la esperanza: algo que está ahí a disposición de quien padece esa situación. Esto le lleva afirmar que el Socialismo es algo no natural; forzosamente sólo puede ser imperfecto, y por tanto, como se reveló en el primer socialismo y en el marxismo, no ha sido capaz de dar una respuesta al hombre.


3.- Al ser humano, aunque no crea, le puede salvar la transcendencia, en la cual está contenida la Esperanza, una virtud que hay que situarla en el contexto transcendente de la Revelación. Pone como ejemplo la recuperación del sistema educativo, tan complicado en nuestros días, si uno lo afronta desde un concepto de esperanza natural.


4.- Reconoce que hoy los cristianos europeos, y los afines a la cultura europea, están faltos de esperanza; ignoran su propia historia o no la valoran. Hoy aceptamos lo que nos dicen los ateos; estamos, como decía Martínez Camino, contaminados de la ideología del progresismo que margina o ignora la esperanza. La historia de nuestra cultura europea se está escribieno de otra manera; no se dice lo que fue, que es innegable, sino que se trata de reinterpretarla en claves ajenas a la fe cristiana. Hacen falta Universidades católicas que se “metan” con esa nueva historia de la cultura europea que niega las raíces cristianas de la misma. Es tal la contaminación, que aflora por doquier la obligación de estar pidiendo continuamente perdón. El mismo caso Galileo fue abordado por Juan Pablo II quien convocó a sabios de todas las tendencias; concluyeron que fue algo que no exigía pedir perdón. De ahí la exigencia de Universidades católicas en las que sea patente un pensamiento católico en la formación de nuestros líderes. Pone como ejemplo la escena de Emaús, algo muy parecido a lo que nos sucede. Formados en la fe, como aquellos dos dicípulos, estamos capacitados para ser modelos de Esperanza; aquellos discípulos vieron reforzada su fe y acabaron llenos de esperanza que contagiaron a sus compañeros.



2.3.- Quien tiene Esperanza, vive de otra manera


Vittorio Sozzi: Responsable del Servicio Nacional para el Proyeco Cultural. Secretario (laico) de la Conf. Ep. Italiana.

Presentación de Ángel Bartol Gajate. Co-Representante de los Focolares, España.


  1. El ponente parte de su experiencia italiana: el cambio del catolicismo italiano en estos últimos años que se ha basado en proponer la fe desde el testimonio del propio rol social, lo que se llama “Proyecto Cultural”: es la cultura, la que se pone en el centro de la persona: lo que se refiere a la persona humana que al final hace referencia a Cristo: la Persona por excelencia. Esto no supone individualismo sino que se refiere a la relación con los demás; en este sentido el concepto de cultura es más amplio. Así, cultura es la búsqueda de un modo cristiano de estar en el mundo. Los cristianos están invitados a crear modos de vivir la fe en cada momento de la vida, en clave de encarnación. Para algunos la vida es la capacidad de disponer de ella como un objeto más; la vida así se cosifica, cuando en realidad para el cristiano es es una expresión profunda de humanidad. Pero se está dando esa mentalidad; ejemplo, la filosofía del género.


2. En esta clave hace algunas referencias concretas. No hay que perder nuestras raíces; hoy es urgente tener una referencia cristológica; esto es central para ponerse en contacto con el mundo y dialogar con él. Necesitamos crecer en darnos cuenta del modo y del mundo en que vivimos; esto supone ser discípulos de nuestro tiempo pero siendo testigos de Cristo. El episodio de Emaús es clave: no podemos estarnos quietos; vamos de camino, atravesando la vida en contacto con Cristo, pero en el momento en que viven: desesperados, en una cultura que cultiva la desesperación. Un ‘forastero’ se hace el encontradizo; escuchan a Cristo, cambian y a la vez ellos actúan de Cristo con sus compañeros, desandando el camino. El cristiano no tiene miedo en escuchar a Cristo y luego hablar de Él.


3. El forastero escucha lo que le cuentan; él ya lo sabe pero su postura de escucha es fundamental. La escucha ofrece la ocasión para el diálogo; Cristo escucha lo que le dicen, lo que viven, desilusionados, desesperados. Él les responde, los acoge y ellos, abiertos, lo descubren y gozosos lo comunican. Reconocen al forastero en la fracción del pan. Encuentro, escucha, propuesta y partir para el anuncio. El modelo del forastero es el modelo de Iglesia que el Proyecto Cultura sigue


4. En un encuentro del Juan Pablo II con los Obispos les dijo que la Iglesia no debe mezclarse en políticas concretas. Somos una diáspora cristiana, somos cristianos en el lugar que nos encontramos. Estar en la misión es ya estar en la sociedad. El hecho religioso debe manifestarse en el espacio público: esto es libertad religiosa: creer y practicar. Y esto hay que hacerlo en el contexto del laicismo, de la cultura que propone la ‘muerte dulce’, el derrumbe del matrimonio y de la familia que es donde se prepara el camino de la fe, la educación. Sí: educar ‘para’ la libertad, pero esto no es un fin supremo. Lo importnte es educar ‘la’ libertad, cómo hacerla real y vivirla: educar la libertad ‘para’ la esperanza. No habría que extrañarse de que Europa esté en crisis, pues no tiene una referencia con el futuro, porque sólo un pueblo, la persona, puede vivir de otra manera, si tiene esperanza.


La ponencia dio lugar a un coloquio interesante. Hoy se puede hacer todo porque es legal y produce dinero: demanda de órganos de abortos para tratamientos en Canadá. Vino espantado de China: tienen de todo, sin embargo no hay esperanza ni libertad y vuelven los ojos a la oferta cristiana que fue la que implantó la libertad, la dignidad y el valor de .la personas. El Cristianismo tiene la capacidad de recrear lo perenne, las nuevas formas del anuncio. Fueron muchas las intervenciones provocadas por su ponencia.







2.4.- La gran esperanza: yo soy definitivamente amado



Juan Manuel de Prada, escritor

Presentación: Juan Antonio Barrio González. Empresario. Miembro del Consejo de Militantes de la Obra de la Iglesia.


1. El ponente se confiesa un creyente de a pie que pone de manifiesto sus creencias cristianas como una aportación más del mensaje de Jesús, como lo más natural del mundo aunque a veces esto le cause algún disgusto y rechazo, cosa que entiende fácilmente. En su charla se inspira en dos escritores que admira: Chesterton (el mejor escritor del s. XX) y Leonardo Castellani (ver sus recientes colaboraciones en ABC); de éste destaca “La desesperación pagana”; el mismo Prada se ha empeñado en que su obra sea conocida en ’Libros libres’. Reconoce, como otros ponentes, que la desesperación nos está contaminando. No cree que nos falten razones para vivir, pero admite que los signos de nuestro tiempo no confirman su afirmación. Abundan los signos de desesperanza.


2. Cristo no anunció el triunfo en esta vida; predijo la gran apostasía. Los signos de la derrota son constantes. Vencimos pero, en un tiempo, venció el Islam y ahora lo intenta de nuevo. Cita el Apocalipsis en donde al mal se le da el poder de guerrear contra los santos y vencerlos. Y desde la Reforma él piensa que ha vencido siempre. Jesús lo dijo: “Los hijos de las tinieblas…” Reconocen que disponen de mejores herramientas. Sí, el demonio hace una gran olla pero se olvida de poner la tapadera; al final vence la Resurrección. Se pregunta si en el fondo admitimos esto. Si esto no se admite o se olvida, desaparece la Esperanza y se cae en el derrotismo.


3. Apela de nuevo al Apocalipsis: “Porque no eres ni frío (la desesperación pagana) ni caliente (sin una esperanza sentida por la fe)…” La tibieza: se enfriará la caridad de muchos y aparecerá una claudicación silenciosa; tal vez aparece una fe de boato pero sin substancia, una creencia en un Dios bueno, tiernecito, meloso. Si se lee a fondo la predicación de Jesús no aparece un Dios tibio; si así fuera no hubiera permitido que bebiéramos el caliz del dolor. Sin embargo el Dios de Jesús permite eso: Él mismo lo aceptó en Getsemaní. Jesús se enfada y recuerda al Rey airado por aquel que se presenta a la bodas de cualquier manera. Hay quienes piensan que Dios premiará a todos por igual y de ahí nace la tibieza de muchos. Benedicto XVI en la Spe Salvi deja bien claro que la bondad de Dios no está reñida con su gran justicia; no habrá café para todos


4. Cita a S. Pablo: “No os aflijáis como hombres sin esperanza”. Benedicto XVI invoca esta cita: tenemos un futuro, pero si nuestra sal no se vuelve sosa; cuando se vuelve sosa no hay que extrañarse que vivamos animados de una nueva idolatría, como hombres sin transcendencia aferrados a los ídolos del progreso; desaparece “la fe que es fundamento de las cosas que se esperan y un convencimiento de las cosas que no se ven”. A Dios nadie lo ha visto; los ídolos son de manufactura humana.


5. Para Prada, lo he leído y le he escuchado varias veces, hay un dogma que lo tenemos olvidado y del se habla poco por parte de los eclesiásicos y él cree medular: después de su primera venida, hay una segunmda y definitiva venida. Postula que se piense más en esto…que es futuro y, como tal, objeto de la esperanza. Esa venida será precedida por una gran apostasía y que acabará por la acción directa del Creador. Esto le recuerda lo que dijeron los ángeles a los apóstoles que miran al cielo en la Ascención de Jesús: “Varones de Galilea…..volverá”. Esta realidad interpela la fe de los cristianos. Los sacerdotes no hablan de la resurrección de la carne, de la venida final, ni cuando preparan para la 1ª comunión y la confirmación. Basta repasar los libros de catequesis. Hay una casi nula conciencia de esta segunda venida. Hoy silenciamos los aspectos dolorosos que Jesús anuncia y nos sumimos en la deseperación. No: seremos juzgados y no todos caerán del lado de la Vida. Esta postura es la que defiende Benedicto XVI en contra de Adorno, en la Spe Salvi.


Tiene en cuenta que mañana es el domingo de la Fiesta de Cristo Rey, con cuyo grito recibieron muchos el martirio, por ser hijos de Dios y porque Él salvó a todos con su sangre. Es Rey de un Reinado sin fin, al menos mientras dure el mundo; los premios serán para siempre; en ese acto Dios actuará con misericordia, pero no borrará todo, porque es justo. Si fuera pura justicia seríamos hijos del temor. Pero su justicia es inseparable de la gracia y eso se hará realidad en la segunda venida. Él es nuestro abogado y rey. Pero su amor es exigente y nos obliga a corresponder arriesgando la propia vida. No somos atacados con plomo pero sí condenados a una muerte civil; pero tanto de esta muerte como de la cruenta brotará una nueva vida. Estamos llamados a caminar hacia el sol de la inmortalidad. No sólo debemos creer en la Parusía sino predicarla: también eso es motivo de nuestra esperanza. Eso nos ayudará a ser sal de la tierra hasta el momento en que nos sentiremos definitivamente amados.


El coloquio fue generoso en preguntas y atinadas respuestas. Explicó su camino hacia Dios. Muy sencillo: de familia cristiana, de abuelos a padres y a hijos. Recuerda cuando le llevaba su abuela a la Novena de María Auxiliadora en la Universidad Laboral de Zamora. Considera vital la transmisión cultural en la que se incluye la fe. Pero ese legado recibido lo hemos heredado como algo muerto. Recuerda a Chesterton que fue admitido en los círculos antiglesia; eso le llevó a defenderla. Valora como muy positivo estos Congresos: la cizaña y el trigo crecen juntos y aquí se decanta cada cosa. Pide libertad para lo discutible y unidad en lo esencial, que es mucho.


Respondió a quien se sentía desanimado al tener que vivir en el País Vasco, la tierra en que nació. ¿Qué decir a esta gente? se preguntó. El caso es un paradigma de fe traicionada por una ideología, un virus, una pura corrupción, una sustitución de la mística por la política, una propuesta de crear un paraíso en la tierra. De tierra fértil en la fe y en las vocaciones, se ha llegado a la gran apostasía; a los católicos les ha tocado vivir en la gran tribulación. Dijo: “Sois los que necesitáis nuestro aliento; perseverad en esa misión dolorosa; nosotros os daremos nuestro apoyo; no sois sólo vosotros: sucede en Occidente que está también sumido en la gran tribulación”



2.5.- La esperanza debe llegar a todos.


Alfredo Dagnino Guerra. Pte de la ACdeP y de la Fundación Univ. San Pablo CEU. Letrado del Consejo de Estado.

Presenta: Jose´Francisco Serrano Oceja, Director del Congreso.

En la Mesa: Los cardenales de Madrid y Barcelona.


1. El Ponente sitúa la ACdeP: 100 años en 1909 y 10 de los Congresos. El lema es “Servir a la Iglesia como la Iglesia debe ser servida” y “Recomponer y articular el catolicismo en la vida pública, promoviendo la unidad”. Tiene presente el “dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”, teniendo en cuenta que el César también es de Dios. Reconoce que los Congresos se revelan como un milagro, por el número de participantes y porque algo se está moviendo y poco a poco las cosas van cambiando. Tiene muy presente que una sociedad que prescinde de Dios o lo relega, lleva a socavar la dignidad del hombre. Este 10º Congreso ha ido a lo esencial: ver a Cristo como la esperanza fiable, indefectible.


2. El hombre se está haciendo cada vez más esclavo que nunca; sin Dios se queda desamparado. Se permite todo, menos lo principal: Dios, con lo cual el que pierde es el hombre. El problema principal de hoy es la negación de Dios (‘probablemente Dios no existe’). Benedicto XVI es el paladín del hombre, con lo cual se convierte en paladín de Dios. Callad al hombre, imagen de Dios, y ocultaréis a Dios. El mal y la muerte no tienen la última palabra; la tiene Cristo que es ‘la’ esperanza fiable’. Hoy nos preguntamos qué es el hombre, y el Estado es el que nos lo define.


3. Nos han cambiado el agua: 1. Se nos ofrece una ideología progresista con una visión inmanentista de la vida. 2. Se establece la separación radical ente la Fe y la Razón. 3. El espíritu de Dios debe desaparecer y así hemos llegado a la Sociedad más desacralizada de la historia. 4. Se da preferencia a la calidad de vida como algo superior a los valores humanos. 5. La ciencia y la ideología meramente humana pretenden en convertirse como el ‘ser’ del hombre. 6. La libertad se presenta como el valor absoluto. 7. Se presenta como inseparable la democracia con el relativismo moral, el cual se presenta como garantía de aquella. 8. Por tanto, la fe religiosa, su manifestación externa es lo que provoca la intolerancia y arruina la democracia.


4. O por error o intencionadamente se interpreta la laicidad como laicismo, cuando aquél responde a la autonomía de las realidades materiales y espirituales. No es ya el viejo anticlericalismo sino la voluntad de prescindir de Dios. Es un planteamiento que implica que la presencia de Dios desvirtúa todo, cuando en realidad el rechazo de Dios es el abuso del hombre. Benedicto XVI manifiesta claro su rechazo a la dicotomía entre Fe y Razón. Esta actitud lleva a lo que ya es voz común, que Europa de avergüenza de su historia, de si misma; con razón Juan Pablo II gritaba: “Europa, sé tú misma”. Nosotros defendemos el concepto positivo de la laicidad, que enriquece a la sociedad civil y a la religiosa, o lo que es lo mismo, las dos facetas del ser humano. Si no se entiende así es fácil concluir con la degradación del poder. Nosotros afirmamos que la fe en la vida pública no es algo irrelevante; en esta línea es incomprensible un Estado ateo, por cuanto el Estado laico debe abrir cauces a todas las creencias sin privilegiar a unas en detrimento de las otras, teniendo en cuenta la ley de la proporcionalidad. En una situación así, tal como se presenta hoy en Europa, no funcionaría la democracia pues no funcionaría la conciencia. Por eso es imprescindible distinguir entre laicidad y laicismo, tarea ésta que el poder constituído trata de obscurecer. De ahí el que los católicos nos sentimos injustamente tratados; hay temas sangrantes, como el no permitir que los mpadres escojan para sus hijos el tipo de educación que quieren; esto nos retrotrae al maoismo, nazismo y marximo. El papá Estado es el dueño de los cuerpos y de las almas.


5. Antes este panorama es urgente un catolicismo social en España, sólido y consciente de deber y dignidad, enraizada en Cristo. Debemos preguntarnos qué quiere Dios y la Iglesia de nosotros. Frente el desacato o ataque a la Iglesia, debemos oponer unidad y comunión; por eso el fin de la ACdeP es “restaurar todas las cosas en Cristo”. De ahí la obligación de preparar minorías íntegras, en la que esté bien presente la oración, la espiritualidad, que es el alma de todo apostolado; trabajar por la gloria de Dios, con rigor y exigencia personal. Benedicto XVI, en su visita reciente a París recuerda la vocación europea de la búsqueda de Dios, de la orientación escatológica de la vida. La búsqueda de Dios, de su escucha, es la base de nuestra cultura; en el fondo es llevar la Esperanza a todos y a todas las instituciones humanas: la familia, escuela de hombres; la educación; la comunicación; el orden social más justo; el orden político; el Bien Común; la presencia de nuestra fe en la Vida Pública. En resumidas cuentas: es comportarse y vivir sin tener miedo a Jesucristo y a la Iglesia.


Finalizada la ponencia, la anterior Directora del Congreso, Carla Díaz de Rivera, dio lectura al manifiesto de este Congreso y se repartió a los asistentes. Seguidamente el Card. Rouco Varela dirigió la palabra a los asistentes resaltando los temas de mayor relieve del Congreso, y destacó la importancia de que en estos momentos mantengamos despierta la esperanza en Cristo, el que no nos puede fallar. Finalmente el Presidente del la ACdeP y del la Fundación San Pablo CEU, Alfredo Dagnino Guerra, da las gracias a los asistentes pues ellos son los auténticos protagonistas de estos Congreso. Se clausura así el Congreso.



3.- LA MESAS REDONDAS


Es tal vez la parte más atractiva del Congreso, debido a la variedad de enfoques que se presentan en torno al tema principal del mismo y también a las variadas voces que dan epecial relieve a aspectos colatares de lo tratado en las ponencias. A uno le gustaría asistir a todas pero sólo es posible asistir a cuatro, de las doce que se celebran En estas Mesas Redondas se presentan aspectos que a veces justifican la presencia en un Congreso; basta repasar los títulos que figuran en el programa. Informo sobre las que asistí, en total cuatro. En estas hay un presentador y moderador y tres o cuatro que exponen su aportación. Al final se abre un coloquio que suele ser muy enriquecedor.


3.1.- La razón de nuestra esperanza


3.1.1- José María Alsina Roca: Rector de la Universidad Abat Oliba CEU.


En realidad la única razón de nuestra esperanza radica en Dios, manifestado en Jesucristo. Si radica en Dios, de Él podemos esperar siempre algo y podemos orar por uno mismo y por los demás. Nuestro mundo se ha apartado de Dios y le ha dado la espalda. Y al mismo tiempo que se le da la espalda, el hombre es humillado, manipulado y objeto de abuso. Este desprecio del hombre lleva al desprecio de Dios. La tentación de ser como Dios se ha radicalizado, se ha traducido en una rebelión contra Dios.


Nuestra esperanza está en la Providencia de Dios. Hay siempre motivos de esperanza; basta recorrer la historia. En el s. XI el Islam nos invade; son numerosos los mártires de Córdoba. Aquellos mártires hicieron posible que la fe se manifestara en público y diera paso a una motivación para la Reconquista, que no fue sólo de territorios, sino de recuperar la manifestación pública de nuestra fe. Y el s. XX, conocido como el siglo de los mártires, puso a España como modelo de esta afirmación. Aquellos mártires fueron mártires, testigos, de nuestra esperanza. Morían gritando ¡viva Cristo Rey!, anunciando que reinaría en España. El ejemplo de nuestros mártires y su intercesión son una esperanza para nosotros.



3.1.2.- Leonardo Rodríguez Duplá. Catedrático de filosofía. Universidad de Salamanca.


Cita a S. Pedro cuando nos invita que debemos saber dar razón de nuestra esperanza, en un contexto de persecución. Hace referencia al sentido ambivalente del progreso, aquel que utiliza los medios técnicos par curar, mejorar las condiciones humanas, etc. y aquel que se utiliza contra el hombre, genéticamente, destrucciones masivas, armas nucleares…Este progreso ha traído muchas ventajas materiales pero también horrores inhumanos. Y en este sentido afirma que la esperanza en el progreso hace innecesaria la esperanza cristiana; mientras que la esperanza religiosa, cristiana, tiene como objeto la vida verdadera. No puede decirse siempre que la esperanza se dirige a algo concreto; a veces es algo indefinido, un anhelo; esto se puede aplicar, por ejemplo, al sentido de la esperanza en momentos de sufrimiento.



3.1.3- Armando Segura Naya. Catedrático de filosofía. Universidad de Ganada.


El ‘homo sapiens’ está hecho para pensar y dar una respuesta razonada a la información, a lo que percibe y a lo que tiene que enfrentarse. ¿Cómo enfrentarse a este reto? Dos son los modelos: el natural y el hebreo. El primero, cuyo ejemplo es Grecia, trata de dar respuesta al por qué de las cosas.; el segundo no se fija tanto en la naturaleza sino más bien contempla la historia: la del pueblo de Israel. Lo que era natural lo hizo historia. Un tema clave es la creación: es el paradigma de la libertad absoluta de Dios, contemplado como un trabajador. En el pueblo de Israel, la naturaleza está al servicio del hombre y no al revés. El animal no tiene conciencia del pasado, del presente ni del futuro; por el contrario, el hombre debe enfrentarse con ‘lo que no hay’. Esto explica la fe del pueblo de Israel, que es considerada como condición de la posibilidad humana de la razón. El hombre está hecho para enfrentarse con el futuro, desde el pasado y desde el presente. De ahí la consideración de la civilización desde la naturaleza y desde la historia, que se traduce en planteamientos concretos, como el trato que se ha de dar a la mujer, a los niños, a los ancianos, etc. La religión se convierte así en aliado perfecto de la razón.


En el coloquio posterior con los tres ponentes de la mesa alguien se quejaba del silencio de los intelectuales ante temas que afectan al sentido de la vida y a los grandes problemas de hoy. Se respondió que no es que no hablen o no quieran hablar; es que se los silencia y margina desde el poder que controla los grandes medios de comunicación a quienes se les ata con las generosas ayudas económicas.



3.2.- Una política para la esperanza


Esta Mesa fue presidida por Eugenio Nasarre Goicochea, fijo en estos Congresos y Diputado por el PP en el Congreso. Sus intervenciones son siempre esperadas por lo claras y comprometidas como creyente. Manifestó que la esperanza no es individualista. La propuesta de la esperanza para el hombre de hoy es una lucha a favor de la libertad. Hoy hay liberticidas: hay quienes hacen imposible el diálogo; matan al mensajero pero en el caso de Cristo o del mártir, el mensaje no muere.


Los tres ponentes de la Mesa fueron una de las grandes sorpresas del Congreso, sorpresas que levantan el ánimo y aparecen como testigos de la esperanza cristiana.


3.2.1.- Mercedes Aroz Ibáñez. Ex Senadora y Ex. Diputada. Doctora en Economía


La ponente, procedente de la Liga Comunista, después de la instauración de la democracia puso todo su empeño en relanzar el PSOE, llegando a formar parte, durante 16 años, del Comité Federal, trabajando, durante varias legislaturas como diputada y senadora de su Partido. Pero Dios le esperó en su camino de Damasco. Tiene dos hijos que los había educado en la izquierda y en el marxismo. Hace unos años, su hijo el menor, en otro tiempo estudiante que vivía en una comuna, conoció a los Hermanitos del Cordero, tuvo interés en conocer qué era aquello e inició un proceso de conversión. Lo que siguió después fue, como dijo ella, un proceso de misericordia de Dios. En el año 2000, su hijo fue a la Jornada Mundial de la Juventud que se celebraba en Roma, y de la mano de Juan Pablo II se convirtió. En ese tiempo ella leyó un artículo de una periodista en la que reconocía que la izquierda no tenía ese poder de convocatoria que tenía el Papa. Eso le hizo reflexionar sobre su propia vida y sobre lo que estaba pasando en Roma. Reconocía, nos dijo, que ella, que instruyó a sus hijos en el marxismo, al final fue su hijo (y aquí se le quebró la voz y arrancó a los congresistas un largo aplauso) de quien se valió el Señor para convertirse. A finales de ese mismo año recibe la llamada de Dios: “¡Mercedes, ya está bien!”, se dijo, e inició su proceso personal de conversión. No recordaba en ese momento ni en Padrenuestro y empezó a preocuparse por su formación; conoció al cardenal Ratzinger como autor y se forma con él.


Es en el año 2005 se reforma la legislación sobre el matrimonio equiparándolo con las uniones homsexuales; en ese momento se preguntó: “¿Y ahora qué hago?”. Además de votar en contra, pensó en la necesidad de ayudar a las personas a tomar conciencia de la necesidad de cambiar la ley. Se produjo su divorcio con el PSOE y tampoco votó la ley de manipulacón genética ni la de la memoria histórica, por la ideología discriminatoria de su Preámbulo; ve que en ese Partido hay una profunda desorientación sobre lo que es la laicidad en una sociedad pluralista. Posteriormente se ha alineado con la doctrina de la Iglesia en solicitar la abolición del aborto.


Hoy está comprometida en presentar la laicidad como vehículo de la convivencia y denunciar el laicismo como una perversión de la democracia. Afirmó que el Estado no debe ser confesional, sino tener una neutralidad ideológica y ser sensible a la conformación de la sociedad, pues el poder no debe imponer ninguna ideología, sino que ha de respetar que la sociedad sea una sociedad libre. De no ser así se atenta directamente contra la democracia. Hizo una propuesta esperanzadora que consistía en que, entre todos, se construyera una ética compartida que llevase a una convivencia integradora. Es imprescindible una relación entre cristianismo y esta sociedad pluralista. Todos pueden asumir la vinculación entre los valores cristianos y los derechos humanos. Consecuencia de esta vinculación sería la construcción de una plataforma mayoritaria favorable a la abolición del aborto. Esto sí que es un objetivo progresista, un verdadero avance de la civilización. Basta con apoyarse en la ciencia para concluir que el aborto se opone a los derechos humanos.


Pidió una reflexión sobre la tarea de los cristianos de hoy, con la prioridad de dar a conocer a Cristo, porque cuando se le conoce, la vida tiene sentido, no acaba en el vacío. Y en relación con la temática del Congreso se preguntaba cómo llevar la esperanza a quienes no la tienen, concluyendo que es muy importante llevar hoy la luz de Cristo a la sociedad, porque nuestra sociedad necesita a los cristianos. En la transición creyó creyó que era posible el movimiento de “Cristianos por el socialismo”; ahora le cuesta ser socialista. Decía: “¿Cristianos por el socialismo? no; Cristianos por el Evangelio”.


El soporte moral de su conversión era lo que hacía que sus palabras y sus propuestas tuvieran un peso muy especial, lo que hizo que los congresistas, puestos en pie, la aplaudiéramos largamente.


3.2.2- Liliana Negre de Alonso. Senadora de la Nación Argentina. Acción Mundial de Parlamentarios y Gobernantes por la Vida.


El tono moderado de Mercedes Aroz contrastó con el vehemente y apasionado de Liliana Negre, ambas firmes defensoras del pensamiento cristiano y eclesial. Liliana, como madre y abuela, como abogada, visitando colegios, como senadora y, desde el año 2007, como Presidenta de Acción Mundial de Parlamentarios y Gobernantes por la Vida, ha luchado siempre por la defensa de la vida y de la familia. Esto le ha valido duros ataques de algunos colegas y medios, por más que ella haya sido respetuosa con las diferencias de los demás.


La conocen como señora Familia, a raíz de un proyecto de protección integral (vivienda, fiscal, laboral, sanitaria…) de la familia. En efecto, los poderes defensores de la vida y de la familia hacen algo más que oponerse a ciertos avances; sus propuestas benefician a toda la sociedad, pues creen que la única forma de producir capital humano es proteger a la familia y dignificar a las pesonas.


Este movimiento se preocupa de reaccionar frente a la cultura de la muerte. Reconoce que desde el advenimiento de la democracia en Argentina, nunca hubo un ataque tan claro al derecho a la vida como con el Presidente Kirchner (educación sexual obligatoria al margen de laas familias, ley de vasectomía y ligadura de trompas que obligaba a todos los centros a practicarlas, intentos de despenalizar el aborto, etc.) Ahora que gobierna su mujer hay un cierto parón, quizá porque hay que atender a muchos frentes abiertos, aunque no se ha derogado ninguna de las otras leyes ni se ha apoyado la vida y la familia.


Como le sucede a otros países, Argentina recibe presiones de países más ricos y de agencias internacionales. Una de las precupaciones de Liliana es la ratificación del Protocolo de la Convención contra la Discriminación de la Mujer y la vulneración de la soberanía que supone que los miembros de su Comité lideren la defensa de la cultura de la muerte, presionando a los países para que acepten el aborto como un derecho. Está por medio también el apoyo de las grandes multinacionales a los activistas pro-aborto que actúan dentro del país. Subrayó fuertemente que la cultura de la muerte se ha ido extendiendo como un veneno de forma silenciosa; por fortuna la sociedad ha empezado a reaccionar.


Para hacer frente a un ataque desde tantos frente, Liliana puso en marcha, con 80 firmante de 16 países de distitos partidos, Acción Mundial de Parlamentarios y Gobernantes por la Vida. En los últimos meses ha conseguido grandes adhesiones de políticos nacionales y regionales, y también éxitos como el de Chile, donde el 66% de los diputados, miembros de su movimiento, lograron impedir que la Presidenta Bachelet impusiera la píldora del día después (que el Presidente de la Xunta de Galicia, Touriño, promete gratis al igual que los preservativos). Tiene muy claro que no se trata sólo de pronunciar un discurso y votar, sino también de disuadir a los compañeros para que esas ideas no avancen, de proponer otras leyes, denunciar las presiones exteriores y apoyar a los que defienden la vida, como hizo el Presidente de Uruguay al vetar la legalización del aborto, que en España se pretende liberalizar como expresión del máximo progreso.


En su país, la senadora Liliana Negre intenta implicar a la población en política y concienciar a sus compatriotas, en su mayoría católicos, de la importancia de estos temas a la hora de votar y de pedir cuenta a los políticos, incluyéndose ella, que reconoce que tiene que comportarse conforme a sus convicciones, y decir lo que piensa en campaña para volver con la frente alta; y que si se tiene que volver para casa, hacerlo con la misión cumplida, sabiendo que Dios la puso ahí para ser su instrumento.


Hacia el final, en un tono vibrante, manifestó que tenía muy clara cuál debe ser la actitud de los católicos a la hora de enfrentarse con un dilema en las urnas, y subiendo la voz se preguntó: “¿A quién estamos votando’. Debemos exigir a los políticos que votamos que digan qué es para ellos la vida, si comienza desde la concepción o sólo desde los tres meses de gestación, y si defienden el derecho a la muerte natural. ¿Quiere Vd. mi voto? Pues pronúnciese. Dictan estas leyes porque no los controlamos y no los castigamos con nuestro voto. Debemos poner carteles a la puerta de la casa de nuestros políticos e increparlos por la calle. Debemos mandar e-mail, hacer manifestaciones, colocar pancartas, unirnos a los movimientos provida, tomar los medios de comunicación, llamar a las radios, contrarrestar la propaganda del Gobierno. Los sacerdotes deben hablar en las homilías en defensa de la vida y negar la comunión a quienes voten las leyes proaborto”. Y remató su intervención casi con un grito: “Hay miles de medios, metámonos en los partidos. No hay que renunciar a nada. ¡Ganemos la calle!”


Ni que decir tiene que esta apasionada y vehemente manifestación de su fe y la manera de defenderla, cautivo a los congresistas que, como en el caso de Mercedes Aroz, rubricaron sus palabras con un largo aplauso.




3.2.3.- Lorenzo Sánchez Alonso. Alcalde-Presidente del Ayuntamiento de Rota, Cádiz.


Muy interesante también fue la intervención de este Alcalde, perteneciente al Movimiento de los Focolares, y políticamente afecto al Grupo Independiente de Roteiros Unidos. Sus palabras, como las aguas de un arroyo en la pradera, pusieron de manifiesto un fino sentido común y una fe de creyente con mucho calado. Nos dijo, en escasos quince minutos, cuál era el principio que guiaba su actuación: “Los ciudadanos esperan de mi y de los concejales, soluciones” El objetivo que tenía siempre pesente en su tarea de gobierno y que la inculcaba a los compañeros, era la consecución del Bien Común, ante el cual deben ceder intereses particulares y poner a un lado el Partido al que cada uno pertenece. Manifestó que él en el Ayuntamiento y ante los ciudadanos no estaba para convencer a nadie con palabras, sino con ‘silencios concretos’, que son los que el pueblo quiere. Tenía claro que el pueblo, sin decirlo explícitamente, lo que desea es ver, traducidos en hechos, los valores que Cristo propone. La norma cristiana que iluminaba su quehacer diario era aquello que decía San Pablo: “Me he hecho todo para todos”. Creía que un político podía santificarse, desde su tarea concreta, si pone en práctica este principio paulino, porque, también según San Pablo “Todos somos uno en Cristo”. Si el ciudadano busca una vida humana digna en una sociedad justa y el gobernante trata de dar una respuesta a esta demanda, lo que hace es poner en práctica el ‘amor social’, haciendo referencia a la Encíclica “Dios es amor’ de Benedicto XVI.


Rota, decía, es conocida más por ser la sede una significada base americana; pero fuera de eso, es una pequeña ciudad de 30.000 habitantes. El pedía al equipo de gobierno, a todos los concejales, que al entrar en el Ayuntamiento, dejaran en la puerta sus intereses políticos y se centraran en buscar soluciones para las necesidades de sus ciudadanos, porque, decía, “no son las ideas lo que nos separan, sino los intereses”, y el interés particular o del Partido deben ceder ante el Bien Común de los ciudadanos, pues lo que se debe buscar en política es construir una fraternidad humana, en el lugar concreto donde uno vive. Manifestó que sus planteamientos no han encontrado oposición por parte de nadie, incluso de los partidos de tendencias extremas, también en parte por la coherencia entre su vida y los principios que defiende.


Sin duda alguna, los tres ponentes, políticos todos ellos, dejaron un grato sabor de boca y fueron como una bocanada de oxígeno y esperanza, y un modelo de actuación de ‘católicos en la vida pública’. Fue una auténtica sorpresa.



3.3.- Educación y cultura para la esperanza


Esta Mesa fue presidida por Isabel Bazo Sánchez, Presidenta de la CECE. Tiene presente la parábola del sembrador y reconoce que los educadores, sembradores, necesitan esperanza, sobre todo en unos tiempos en que la educación sufre serios embates. Sin embargo apela al clásico “no tengáis miedo”.


3.3.1.- Habib Chamoun-Nicolás. Profesor honorario de la Universidad Católica de Santiago, Guayaquil. Profesor visitante de Negociación del IDE Business School, Ecuador.


El ponente libanés, radicado en Mexico, pide ayuda al Espíritu Santo para hacerse entender. Como ‘clientes’ tiene alumnos de diversas religiones. No puede olvidar que él es descendiente de los fenicios quienes conquistaron el Mediterraneo sin guerras, solamente utilizando la negociación; por eso a los alumnos les llama ‘clientes’. Los fenicios ponían la persona por encima de todo y él, como fenicio cristiano de un país con minoría cristiana, trata los más diversos temas a base de negociación. Nos sorprendió al afirmar que Jesús pensó en los fenicios como personas abiertas y nos recuerda la figura de la sirofenicia de los evangelios. Como profesor, sus cursos no versan sobre materia religiosa, pero tiene en cuenta que el 75% de los americanos lee la Biblia, frente al 20% de España y Francia. Ese conocimiento bíblico de sus alumnos le ayuda a dar su testimonio de católico en la vida pública, y concretamente en el mundo de la docencia. Pone como ejemplo al hablar con los jóvenes sobre temas económicos, el dilema del ser y tener. Como fenicio que es, pone a la persona por delante de todo, como antes había dicho; el fenicio, en esa clave, introduce el ‘ser’ en el ‘tener’, y hace ver a sus alumnos, estudiantes de economía, que tener mucho no por ello implica que uno se tenga a si mismo. Y por ese camino les hace ver que el mejor negocio que pueden hacer es conseguir algo durardero: conseguir la vida eterna. El éxito personal no es el éxito inmediato, sino el que perdura, el de largo alcance, en el que merece poner todo el empeño y acompañarse de la esperanza. Su intervención fue de trece minutos bien aprovechados.



3.3.2.- José Javier Esparza. Escritor y periodista.


Se pregunta el ponente: Esperanza, ¿en qué? Induce su reflexión partiendo del principio de que lo que vivimos tiene un sentido. Hoy vivimos en este mundo moderno que está inmerso en el fenómeno de la globalización. La consideración de la religión en ese mundo moderno viene apareciendo como una isla en el océano de la secularización que caracteriza a ese mundo moderno. Esta situación tiende a inclinarnos a una negación de la esperanza, porque, con los actuales medios técnicos, consideramos que todo lo tenemos aquí sin necesidad de esperar nada más. Y sin embargo hace observar que nunca se ha matado tanto como en el siglo XX, y ahora mismo en momentos en que decimos que el hombre lo puede todo, nos aferramos a una esperanza secular que no es capaz de dar respuesta a estas situaciones de muerte que estamos viviendo. Esto produce zozobra en el hombre de hoy, que se hunde y, sin otros horizontes, cae en el nihilsmo, pues si Dios no existe, todo está permitido, lo cual, a su vez, nos precipita en la desesperanza. Es curioso que en nuestro tiempo no se nos permite dar un ‘cachete’ a los niños, pero sí matar al nasciturus. En el mundo de la educación y de la cultura es donde empezó a perderse la noción y esencia de la esperanza. Pero a los cristianos lo que nos dsitingue es precisamente la esperanza, esa virtud que asoma en los tiempos de crisis. Precisamente lo que se persigue con estos Congreso de Católicos y Vida pública es comunicar esperanza.



3.3.3.- Andrés Gambra Gutiérrez. Secretario General de la Universidad Rey Juan Carlos.


Es fácil, dice, constatar que nuestra sociedad es ajena al marco de la transcendencia y que existe una voluntad de situar el cristianismo en un lugar marginal, con un cordón sanitario. Recuerda a Comte y Francis Bacon, y los estadios históricos hasta llegar al reino del hombre, sobrepasando el reino de la religión. Cita a Benedicto XVI que pone en solfa la corriente que afirma que el hombre no puede conocer la verdad y el mismo ser; este planteamiento es propio de la ciencia que de antemano renuncia al conocimiento del ser y se ciñe sólo al dato de lo que ve y comprueba, como en el caso de la matemática. El clásico ‘verum, bonum et pulchrum’ es sólo aquello que marcan los nuevos poderes, lo que es objeto de la industria. Ante tal panorama se impone la fuerza de educar, frente a tantos ‘ismos’ de ahora que ahogan lo esencial o, sin más, lo marginan.



3.3.4.- Krzysztof Zanussi. Profesor de la Universidad de Silesia-Polonia. Productor y Director de Cine, Teatro y Ópera


La presencia de Zanussi, polaco, en este Congreso, fue ella sola el testimonio de un creyente en el que se acumulan numerosas actividades muy significativas. Es un físico y filósofo vinculado al mundo de los medios de comunicación, especialmente del cine y el teatro, un hombre comprometido que durante su larga carrera se ha planteado transcendentales cuestiones que se han expresado a través de un cine reflexivo y personal, y que ha acumulado numerosos premios internacionales. Siempre ha estado preocupado por transmitir unos valores a contracorriente mediante su obra, enfrentada a los principios que rigen la cultura oficial. Su clara defensa de los valores del catolicismo ha sido otra de las señas de su identidad. Durante el régimen comunista fundó el movimiento “El cine de la inquietud moral”. Reconoció que su vinculación a la Iglesia Católica le ha dificultado su trabajo, aunque nunca ha querido hablar de una persecución a su obra. Durante estos últimos años, a su dedicación al cine ha sumado su labor como profesor de la Universidad de Silesia, articulista en un semanal polaco y miembro de la Comisión Pontificia de la Cultura. Por eso su presencia fue acogida como uno de los iconos de Católicos en la Vida Pública, a través, sobre todo, del mundo del cine.


Reconoció que era difícil hablar de esperanza en este mundo posmoderno, en el que no existe el pasado ni el futuro, y que se vive en un carnaval permanente. Constató que la cultura católica, en estos momentos de ahogo mediático y de marginación desde el poder, es minoritaria. Se preguntó qué se puede hacer. Ha observado que los católicos no ven o no pueden ver películas que muestren y defiendan valores cristianos, al igual que pasa con las producciones literarias; este fenómeno de laicización acelerada no se observa aún en Polonia. Sin embargo, esta situación generalizada de Occidente que él reconoció como una calamidad, cree que ésta es hoy necesaria; su pensamiento se une a algo que se oyó bastante en este Congreso; la calamidad, como expresión de una grave crisis, es el mejor marco para que aflore la esperanza, virtud y potencia que encuentra su lugar de vida precisamente en la calamidad.


En el coloquio se le preguntó sobre la actual cultura del feismo en diversas áreas de la vida; manifestó que el mundo en sí es hermoso, algo bien ordenado que conduce a la belleza; esta belleza molesta y así se explica que se trate de ocultar, recordando la afirmación de Dostoievski, “la belleza salvará al mundo”; prima eso de ‘lo bello es feo’ o “la arruga es bella” aún reconociendo que no hay que confundir lo feo con el mal. A otra pregunta respondió que compromiso y esperanza caminan juntos. Hoy nadie quiere comprometerse; nosotros no tenemos que esconder nada; debemos decir lo que somos para que lo sepan con el fin de que el diálogo sea claro. No es compatible ser católico y hacerse el loco acatando leyes antinaturales; es de obligado cumplimiento asumir el compromiso de decir ‘no’ si queremos que la esperanza haga su papel. Otras preguntas del quehacer diario encontraron en él una rspuesta aguda y luminosa, acorde con su vocación de buen comunicador.


3.4.- Comunicación de la esperanza


Esta cuarta mesa redonda fue presentada por Miguel Angel Velasco Puente, Director del semanario católico Alfa y Omega, que distribuye ABC. Presentó a los Medios de Comunicación como portadores de la verdad, haciendo de esa manera real la palabra de Jesús: “Yo soy la verdad”. Ésta no se basa en la mayoría ni en la minoría ni en el consenso. Si no hay verdad, si se la oculta o no se manifiesta con valentía, no hay esperanza. Aún así recordó que los Medios de Comunicación Social son sólo eso: medios, no fines, y como tal deben ser camino que lleven al encuentro de la verdad.


3.4.1.- Julio Ariza Irigoyen. Presidente del Grupo Intereconomía.


La Cadena SER habla del ‘milagro Ariza’. Las Firmas que financian este Grupo arriesgan mucho; tiene el coraje cívico de hacerlo, de ser el soporte público de un medio que no vive del pesebre del poder ni se somete a lo políticamnte correcto. Los MCS no nadan en la abundancia, incluso los afines al Gobierno. Los que quieren ser independientes tienen que acudir al poder político para obtener la licencia, pues dependen de él. Intereconomía no se adhiere a las grandes líneas de información; tienen otra forma de entender la vida, de poner luz en medio de tanta tiniebla y ser semilla de esperanza. Este Grupo tuvo buen cuidado de airear la postura del Presidente de Uruguay, Tavaré, que no firmó la ley proaborto no por razones morales, pues él es un laico agnóstico, sino porque centíficamente hay vida diversa a de la madre desde el momento de la concepción y porque hay sobradas razones avaladas por científicos y legislaciones que están en contra de unas leyes abortistas. Ariza manifestó que esta noticia de gran transcendencia en el debate sobre el aborto, en España mereció cuatro líneas en algunos medios. Este Grupo recordó que algo similar hizo en su tiempo el rey Balduino de Bélgica.


Los Medios católicos tienen que usar lupa para encontrar en los otros Medios las noticias buenas acordes con la verdad y la justicia y no dudan en controlar severamente al poder político. En general en España los Medios no se han puesto al servicio de la justicia; les interesa más la seguridad que da el poder político. Intereconomía evita el Poder y se fija en aquello que se ajusta a la verdad y la justicia; trata de tener éxito para ser más independiente y trabajar con libertad.


3.4.2- Juan Manuel de Prada. Escritor


Su presencia, que venía precedida de la ponencia pronunciada ese mismo día por la tarde, representaba a ABC. Lleva doce años trabajando en dicho periódico, ha conocido a varios directores y no recuerda a nadie que le haya limitado su libertad pues solo se ha ceñido a seguir la línea de dicho periódico. Él escribe y no trata de engañar a nadie; es fiel a su línea de pensamiento católico que le ha merecido estar vinculado a los medios informativos del Vaticano por su honradez profesional. Reconoció que la prensa es el medio más grande de propagación de la mentira. Pone como ejemplo la actual crisis económica; detrás de ella hay otra crisis de más calado y los Medios no hablan de ella, que ya es un modo de mentir. Ha llegado a la conclusión que la llamada libertad de prensa sirve para que los chillidos de los ineptos hagan callar al sabio.


La libertad de prensa debe procurar hacer libres a los ciudadanos, ir a la raíz de los problemas y no ejercer de cortinas de humo. Puso como ejemplo cómo trató la prensa el caso reciente de Santa Maravillas de Jesús, un asunto menor que lo magnificó con la única idea de marginar de la vida pública cualquier asomo religioso, olvidando que lo que se pedía era algo tan insignificante como indicar que en un edificio público había nacido ella. De Prada se alegraba de que no hayan puesto la placa que se quiso poner; lo justificó con fino humor; dijo: “Es facultad de los santos ahuyentar a los demonios”. La prensa tenía que hablar del ‘odium fidei’; eso era lo que estaba detrás del rechazo, algo más grave que la simple ubicación de la placa. La prensa al magnificar el hecho del rechazo como algo normal, lo que hacía era demostrar que es el medio más grande de propagación de la mentira, en tanto en cuanto ocultaba la razón profunda de tal medida.


Otro ejemplo de su planteamiento fue la ley de plazos en el aborto. Desde algunos Medios se dijo que en el fondo era una forma de distracción, una maniobra de despiste; en realidad, más que el aborto estaba en juego la defensa o no de la vida en general, es decir, era una maniobra de destrucción. Es ahí donde la prensa debía intervenir con valentía; por el contrario, en esos casos es cuando la prensa celebra la ceremonia de las cortinas de humo.



3.4.3.- Alfonso Coronel de Palma. Presidente y Consejero delegado del Grupo COPE


Coronel de Palma, anterior Presidente de ACdeP y de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, comenzó su intervención enumerando una serie de noticias buenas que él podía citar desde que salió de casa hasta el Congreso; son muchas pero se ocultan. Detrás de la maniplación y sometimiento de los Medios está la tentación de la utopía totalitaria. Ante esa tentación no hay que pensar que la solución sólo es la esperanza; ésta es activa y no es contraria a un juicio crítico de lo que se mueve en torno a los medios, atados por grandes tentaciones de poder y dinero.


Se pregunta qué esperamos de los Medios y apunta un decálogo. 1. Que el dinero no sea lo que los mueva. 2. Que el éxito, la fama y el poder no se antepongan al servicio. 3. Que la competencia no es lo primero, sino el servicio a la verdad. 4. Que no ha de haber lugar al chalaneo; do ut des. 5. Que no debe primar el ‘qué hay de lo mío’, sino qué hay de lo que quieren nuestros lectores. 6. Que ha de suponerse siempre la verdad y que ella nos presida. 7. Que pongan de manifiesto la realidad de las cosas. 8. Que se tenga en cuenta la dignidad de la persona. 9. Que hay que ser libres y no venderse y que es mejor cerrar antes que prostituirse. 10. Que lo que debe presidir es la búsqueda y defensa del Bien Común. Se pide que la Sociedad dé libertad, que los políticos no los ahoguen y que los empresarios católicos les ayuden.


El ponente manifiesta que nuestra esperanza es Cristo y es lo que hay que comunicar y mostrar; y es un Cristo crucificado y resucitado y a quien hay que seguir. Como fundador de los Congresos les desea un décimo cumpleaños feliz y tiene presentes a los protagonistas de los Congresos: los miles que durante estos años han asistido y los que los han seguido de lejos por internet.


En el coloquio se resaltó que en estos momentos está abierta la veda contra los católicos y que, por lo mismo, hace falta una oposición clara y la necesidad de resaltar noticias positivas. Ejemplo de esto fue la muerte del chico golpeado a las puertas de una discoteca; la prensa fue a lo accidental, quién era culpable, si la Comunidad de Madrid, si el Alcalde, si…; pero ocultó la respuesta ‘escandalosa’ de los chicos del Colegio; corrieron una cortina sobre lo sucedido y fueron al fondo del tema: en un acto público colegial perdonarone a los asesinos y oraron por el asesinado; de esto, de lo noble, la prensa no dijo nada.


En otra intervención que afectaba a temas de la Iglesia, De Prada dijo que cuanto menos se renueve la Liturgia, mejor. La Liturgia es tradición y signo de identificación; es un referente externo de nuestra fe a través del tiempo y un modo de saber dónde está uno. No resulta grato y decoloca asistir a celebraciones en que cada uno hace su Liturgia. Apela al magisterio de Benedicto XVI y al respeto y solidez teológica con que este Papa considera y enaltece la Liturgia. No es en esto en lo que la Iglesia debe renovarse, y también algunos periodistas, sino en lo que escribe y cómo lo escribe.


Uno siente no poder asistir al resto de las demás Mesas Redondas que tienen lugar al mismo tiempo en otros salones, sobre todo al escuchar a los congresistas lo satisfechos que han quedado después de oir y participar en dichas Mesas. Por fortuna existe la posibilidad de leerlas en las Actas, que se entregan al final del Congreso siguiente, a todos los que estuvieron inscritos. En dichas Actas, dos gruesos volúmenes, se incluye el texto de todas las Ponencias, de todas las Mesas Redondas y de las numerosas Comunicaciones que, en tiempo y forma, se han hecho llegar a los responsables del Congreso.


Félix Domínguez Rodríguez






Manifiesto del X Congreso Católicos y Vida Pública: Con esperanza

Universidad San Pablo CEU - 24/11/2008


La Fundación Universitaria San Pablo CEU, obra de la Asociación Católica de Propagandistas, organizadora de los Congresos “Católicos y Vida Pública”, al concluir el décimo de éstos, en el que han participado más de mil cuatrocientas personas, siente la necesidad ineludible de manifestar las razones de su esperanza en una sociedad, como la nuestra, aturdida en su prepotente y falaz autosuficiencia.


En la raíz misma de tantas preocupantes crisis, desde la cultura, a la economía, desde la política, a la violencia terrorista, desde la familia, a la escuela y a la Universidad, desde la injusticia, a la falta de respeto a la vida y a la dignidad humana, hay otra crisis mucho más angustiosa: la quiebra moral profunda de los valores cristianos que han generado y vertebrado, durante siglos, nuestra propia identidad como pueblo. De nada sirven proclamaciones retóricas. Es la hora de la actuación personal concreta y coherente. Sólo podrá cambiar esta sociedad, si cambiamos todos y cada uno de nosotros, cada día.


Este décimo Congreso “Católicos y Vida Pública” ha querido elegir como lema “Cristo, la esperanza fiable”. No “una”, sino “la”; la única esperanza fiable, la única creíble, la única verdadera y auténtica, la única que no engaña ni defrauda. Desde el exigente realismo de esta esperanza nos sentimos urgidos a ofrecerla a los hombres y mujeres de nuestro tiempo como lo que es: una dura interpelación, no una promesa cómoda y fácil; un compromiso políticamente incorrecto, un consciente y convencido ir contracorriente, sin complejo alguno. Estamos convencidos, con Benedicto XVI, de la necesidad apremiante de decirle a esta sociedad que “el mal y la muerte no tienen la última palabra, sino que, al final, Cristo vence. ¡Siempre!”


Desde la convicción de que nuestra principal obligación de caridad es decir la verdad, no podemos dejar de denunciar que en la España actual no se respeta el sacrosanto derecho a la vida, ni en las inicuas leyes del aborto y de la eutanasia, ni en los no menos inicuos proyectos del suicidio asistido y de la manipulación abyecta de las fuentes de la vida humana. En la España actual no se respeta como es debido a la familia y a sus valores, ni el único matrimonio verdadero; no se respeta el inalienable derecho que los padres tienen a educar a sus hijos según sus propias convicciones religiosas y morales. Desearíamos que en la España actual se hiciera todo lo posible por derrotar y acabar de una vez y para siempre con el terrorismo, y proporcionar así una convivencia segura y honrada.


Es éste un difícil momento de la historia, agravado por la crisis económica, que evidencia las contradicciones de un sistema que no pone al hombre en el centro de toda su actividad. Aún más, nos sentimos interpelados e impulsados a renovar nuestro esfuerzo y compromiso por el bien común.


Los católicos españoles queremos seguir contribuyendo decisivamente a una libertad en democracia basada en el respeto a la Verdad, a una paz, que es imposible sin justicia y sin perdón, a una definitiva reconciliación entre españoles. Queremos y ofrecemos una mayor atención a los más desfavorecidos. Queremos trabajar constante y eficazmente con cuantos busquen en la vida menos relativismo y más coherencia, menos consumismo y más solidaridad, menos cesión en los medios de comunicación a lo que degenera y rebaja la dignidad en cualquier ser humano. Queremos que nuestros hijos y nuestros nietos no tengan que avergonzarse de nosotros y que sin sectarismos intolerables ni manipulaciones mediáticas se respeten la memoria y el legado de todos nuestros mayores, así como la fe católica y los símbolos religiosos.


Permítasenos dirigir esta interpelación, como fruto de este X Congreso “Católicos y Vida Pública”, a todos nuestros conciudadanos verdaderamente dispuestos a unir esfuerzos por una España mejor, a nuestros obispos y sacerdotes, a los padres y madres de familia, a los abuelos, a maestros y profesores, a todos los intelectuales y profesionales honrados, así como a cuantos tienen la responsabilidad de legislar, gobernar y juzgar. De manera especialmente confiada, dirigimos esta llamada a los jóvenes, en cuyas manos está el futuro.


Desde la verdad de nuestra inequívoca identidad católica, manifestamos esperanzadamente nuestra plena disposición a un dialogo abierto a la fe y a la razón en el que podamos participar, desde el mutuo respeto, en un clima de sana laicidad, desde las más diversas posiciones, cuantos tenemos un seguro punto de encuentro en la afirmación de la dignidad de la persona en todas las fases del desarrollo natural de su existencia, en la defensa de los derechos fundamentales radicados en esa dignidad y en los valores propios de una sociedad democrática.


Hoy y siempre nuestra específica y más valiosa aportación a ese diálogo será el anuncio de Cristo mismo como única esperanza fiable, que nos deja en el Evangelio la brújula segura e inequívoca de nuestra propia fundada esperanza, tan alejada de utopías ilusas como de engañosos sucedáneos de la verdad. Así lo hacemos hoy, con gozo y esperanza, desde el más profundo afecto y respeto a todos, al concluir este décimo Congreso Católicos y Vida Pública.


Madrid, 23 de noviembre de 2008.






























PROGRAMA


X CONGRESO DE CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA – 2008


CRISTO, LA ESPERANZA FIABLE


1ª Ponencia: ¿En qué consiste la esperanza?

Presidente: Lydia Jiménez González: Direct.Gral. Cruzadas de Santa María

Ponente: Juan Antonio Martínez Camino. Obispo Aux. de Madrid. Secret. CEE


Mesas Redondas:


La razón de nuestra esperanza (16 Comunicaciones)

José Mª Alsina Roca, Leonardo Rodríguez Duplá, Armando Segura Naya


2ª Mártires de la esperanza (8 Comunicaciones)

Manuel Castellvi Villaescusa, Silvia Mónica Correale, Mª E. Glez. Rdrguez.


3ª Dimensiones y lugares de la esperanza (7 Comunicaciones)

Begoña de Burgos López, Rafael del Río Sendino, Jean-Arsène Yao



2ª Ponencia: Un mundo entre el nihilismo y la esperanza


Presidente: José Miguel Oriol y Lopez Montenegro. Comunión y Liberación

Ponente: Jude P. Dougherty. Decano Filosofía Univ. Católica de Washington


Mesas redondas:


Una política para la esperanza (18 Comunicaciones)

Mercedes Aroz Ibáñez, Liliana Negre de Alonso, Lorenzo Sánchez Alonso

2ª Una ley para la esperanza del mundo (11 Comunicaciones)

Rafael Domingo Oslé, Enrique López, José Recuero, Jesús I.Santos Alonso

3ª Esperanza para un mundo globalizado (7 Comunicaciones)

Grzegorz Gorny, Kishore Jayabalan, Hervé Pasqua, Luis Eldio Pérez Bonilla



3ª Ponencia: Quien tiene esperanza, vive de otra manera


Presidente: Ángel Bártol Gajate. Representante Focolares en España

Ponente: Vittorio Sozzi. Responsable Nac. ‘Proyecto Cultural” Conf. Ep. Italiana Mesas Redondas:1ª


Educación y cultura para la esperanza (25 Comunicaciones)

Habib Chamoun-Nicolás, José J.Esparza, Andrés Gambra, Krzysztof Zanussi


2ª Una economía de la esperanza (8 Comunicaciones)

Ricardo N. Benedí y Royo, Fernando Jiménez Barriocanal, José M. Martín

3ª La migración de la esperanza (6 Comunicaciones)

Noemí Gª Sanjuan, Gotzone Mora Temprano. María Ester Muñiz Espada



4ª Ponencia: La gran esperanza: Yo soy definitivamente amado


Presidente: Juan Aº Barrio González. Consejo de Militantes de la Obra de la Iglesia

Ponente: Juan Manuel de Prada. Escritor.


Mesas Redondas:1ª Comunicación de la esperanza (14 Comunicaciones)

Julio Ariza, Alfonso Coronel de Palma, Juan Manuel de Prada

2ª Familia, esperanza del mundo (10 Comunicaciones)

Manuel Blasco y Lucrecia Baselga, Jean-Didier Lecaillon, Jügen Liminski

3ª Confianza y defensa de la vida: (10 Comunicaciones)

Carlos Centeno Cortés, Jesús Poveda de Agustín, Yolanda Vilches Aguirre



5ª ponencia: La esperanza debe llegar a todos


Presidente: Card. Antonio Mª Rouco Varela, Arzobispo de Madrid

Ponente: Alfredo Dagnino Guerra: Pte. ACdeP y de la Fundación Universitaria San

Pablo CEU

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TEMÁTICA


DE LOS DIEZ CONGRESOS DE CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA

A partir del primero celebrado en el año 1999


I.- CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA (600 asistentes)


II.- EDUCAR PARA UNA NUEVA SOCIEDAD (673)


III.- RETOS DE LA NUEVA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN (724)


IV.- DESAFÍOS GLOBALES: LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA HOY (762)


V.- ¿QUÉ CULTURA? (968) (107)


VI.- EUROPA, SÉ TÚ MISMA (1.091) (138)


VII.- LAMADOS A LA LIBERTAD (1.286) (124)


VIII.- EL DESAFÍO DE SER HOMBRE (1.525) (162)


IX.- DIOS EN LA VIDA PÚBLICA. LA PROPUESTA CRISTIANA (1.756) (174)


X.- CRISTO, LA ESPERANZA FIABLE


(Total asistencia)

(Congreso Infantil)



OTRAS ACTIVIDADES


JORNADAS DE CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA

A partir de 2006: Como complemento de los Congresos, se celebran estas Jornadas que, con carácter itinerante, se celebran en distintas diócesis españolas. La primera en Córdoba y las dos últimas en Alicante y Santiago, ésta en la tarde del 28 y el día entero del 29 de noviembre 2008, en torno a temas candentes sobre la educación: “educar en y para la libertad”


NOCHE JOVEN

Un viernes o sábado del Congreso. En el IX Congreso se reunieron unos 300 jóvenes: A las 22,00 h.Hora Santa. A las 23,00 h.debate sobre el tema del Congreso y temas afines a sus preocupaciones sociales. A las 24,00 espacio de encuentro en la cafetería. Entrada libre.





X CONGRESO

CATÓLICOS Y VIDA PÚBLICA




CRISTO, LA ESPERANZA FIABLE”





21, 22, 23 DE NOVIEMBRE DE 2008


1 «Todos uno» 173 (2008)

2 «Sinite» 147 (2008) 141-155.

3 «Cooperador Paulino» 139 (2007) 18-21.

4 «Todos uno» 173 (2008) 32-34 y 48-53.

5 VR 74 /4 (1993).


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Forum.com nº 78