3. Llevar el evangelio de la vida a la sociedad |
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EL AYUNO QUE DIOS QUIERE
El ayuno que Dios quiere es éste:
que sueltes las cadenas injustas,
que desates las correas del yugo,
que dejes libres a los oprimidos,
que acabes con todas las opresiones,
que compartas tu pan con el hambriento,
que hospedes a los pobres sin techo,
que proporciones ropas al desnudo
y que no te desentiendas de tus semejantes.
Entonces brillará tu luz como la aurora
y tus heridas sanarán en seguida,
tu recto proceder caminará ante ti
y te seguirá la gloria del Señor.
Entonces invocarás al Señor
y él te responderá;
pedirás auxilio
y te dirá: “Aquí estoy”
Retiro ………………….………............ 3 - 9
Formación…………….………........ 10 - 17
Comunicación.….…................ 18 - 22
El anaquel……….……................23 - 62
Revista
fundada en el año 2000
Segunda
época
Dirige:
José Luis Guzón
C\\
Las Infantas, 3
09001
Burgos
Tfno.
947275017 Fax: 947 275036
e-mail:
jlguzon@salesianos-leon.com
Coordinan:
José Luis Guzón y Eusebio Martínez
Redacción:
Raimundo Gonçalves
Maquetación:
Xabi Camino
Asesoramiento:
Segundo Cousido y Mateo González
Depósito
Legal: LE 1436-2002
ISSN:
1695-3681
AMAR Y PROMOVER LA VIDA CON PASIÓN
Retiro espiritual para comunidades salesianas
Eugenio Alburquerque
Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia
(Jn 10, 10)
Quizás estamos más acostumbrados a reflexionar sobre la vida humana desde la perspectiva moral que a contemplarla desde una perspectiva espiritual. La intención de esta charla es situarnos ante la vida humana espiritual y pastoralmente.
El Rector Mayor comienza el comentario espiritual al Aguinaldo con el texto bíblico Sab 11, 24-12,2, en el que Dios se manifiesta biófilo, amigo y amante de la vida. Ama a todos los seres. No puede odiar nada de lo que amorosamente ha creado. Si la vida humana brota del mismo espíritu de Dios, si es soplo divino, si somos creados a su imagen y semejanza, necesariamente sobre nuestra existencia se cierne el amor divino. Ciertamente, Dios da la vida por amor, la mantiene en el amor y la destina a amar. Y es el amor del Dios amante de la vida, el que nos insta a amarla con pasión, a promoverla como un servicio responsable, a defenderla con esperanza, a anunciar su valor y su sentido especialmente a los jóvenes más débiles e indefensos, a cuantos navegan a la deriva entre el vacío y la zozobra. Seguidores de Jesús, estamos llamados a dar vida en abundancia.
1. Dios ama la vida
En el centro del mensaje cristiano está el amor; y esto significa precisamente que en el centro del cristianismo está la vida. Porque el amor es, ante todo, vida; es la expresión más honda y determinante de la vida humana. Si hay algo claro en el relato bíblico de la creación es que todo lo que es vida en la tierra, proviene de Dios, del amor de Dios, y que esa vida tiene su punto culminante en la creación del ser humano.Dios es amigo y amante de la vida, por ser su “principio y fundamento”. Ama la vida porque la da sin merecerla previamente; la ama porque la sostiene, la cuida, la protege, incluso la de aquellos que no lo merecen. Amar es oficio divino, su más natural ocupación. En eso consiste Dios: “… el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor” (1 Jn 4, 7-8).
Desde las primeras páginas del libro del Génesis manifiesta la Sagrada Escritura, la fe y la convicción profunda de Israel de que la vida proviene de Dios y hay que vivirla ante Dios, que la tutela y protege. Es una bendición de Dios que hace brillar en ese regalo su misterio y su generosidad. Es el mayor de los bienes que Dios puede conceder. Continuamente resalta la Biblia la relación directa de la vida con Dios. La vida del hombre viene de Dios; es, como destaca Juan Pablo II, “un don con el que Dios comparte algo de sí mismo con la criatura” (EV 34). Dios es el único señor de la vida, el hombre no puede disponer de ella. Vida y muerte están en las manos de Dios. Toda vida viene de Dios y Dios la protege. No crea al hombre para dejarlo morir, sino para que viva (Sb 1,3; 2,23). Porque Dios ejerce su poder con cuidado y solicitud amorosa hacia sus criaturas.
Para Jesús la vida es un don precioso, “más que el alimento” (Mt 6,25). Salvar una vida prevalece incluso sobre el sábado (Mc 3,4). Especialmente en el evangelio de san Juan, la vida es un valor central. Se refiere sobre todo el evangelista a una vida “eterna” y definitiva, es decir, a una vida que trasciende esta vida, a la vida que Dios comunica a sus hijos y que tendrá su consumación última más allá de este mundo. Pero conviene precisar el sentido de esta “vida eterna”. Con frecuencia la teología y la espiritualidad católica han hablado de la vida eterna como de otra vida que no es esta vida. Y cuando hablaban de esta vida, se referían a la “vida divina”, a la “vida de gracia”, a la “vida sobrenatural”, a la “vida consagrada”, a la “vida espiritual”, etc. Es decir, formas de hablar que indican en realidad que cuando se habla de la vida no se la entiende como el común de los mortales la entiende, sino con cualificaciones que remiten a otras cosas. Para comprender el significado de esa “vida eterna”, a la que se refiere San Juan, lo primero que conviene tener presente es que se trata de esta vida, la vida ordinaria, la vida de cada día, la vida concreta de las personas en este mundo, con todo lo que esto supone y exige de respeto, de dignidad, de derechos inalienables, en cada sociedad y en cada cultura. Es decir, la vida eterna que Dios promete tiene como presupuesto la vida humana en plenitud. Realmente, lo primero que Jesús quiere es que los seres humanos vivan. Sólo a partir de ahí se puede entender y vivir la vida de hijos de Dios, que tendrá su consumación en la vida eterna.
Entonces los cristianos me parece que tenemos que tener claro, afirmar y vivir sencillamente en esta clave:
- No hagamos una contraposición entre la otra vida y esta vida;
- No antepongamos la otra vida a esta vida;
- No pensemos y actuemos de tal manera que, en la práctica, vayamos por la vida desentendiéndonos de lo que esta vida significa y exige, o peor, atentando, maltratando o atropellando esta vida.
2. Don y responsabilidad
La vida la experimentamos siempre como recibida de otros; no nos la hemos dado o procurado nosotros. La fe ahonda más este misterio y nos ayuda a comprenderla como don y regalo recibido gratuitamente del Creador. En Él está “la fuente de la vida” (Sal 36, 19). Ningún ser humano llega a la vida por azar, por casualidad o capricho. Es Dios mismo el que nos llama a la vida y hace posible el milagro de nuestro vivir. Por ser don y regalo gratuito, no hay de nuestra parte ningún tipo de merecimiento para recibirla.
Hay un malentendido que quizá merezca la pena disipar. Aunque no sea de forma explícita, con frecuencia se piensa que el regalo es algo que sólo se da a algunos, no a todos. Un regalo universal parecería algo contradictorio. Sin embargo, no es así; de otra manera, no podríamos considerar la vida, que es lo más universal que existe, como el regalo por antonomasia. La vida es el regalo de los regalos; totalmente inmerecido. No es justa esa expresión que a veces se oye decir de algunas personas: “no merece seguir viviendo”. No lo es, porque en realidad, ninguno lo merecemos, ni podemos hacer nada para merecerlo. La vida es el don más universal; sólo carece de ella, quien no vive.
La vida es un don del amor de Dios, y alcanza su sentido más pleno cuando es donada. Este don es confiado al hombre como tarea y responsabilidad: debe defender y promover, respetar, cuidar y amar la vida confiada. El amor, cuanto más incondicional y desinteresado es, exige una respuesta; y ésta puede provenir solamente de lo más profundo de la persona, ya que se trata de una respuesta de amor. El don (Gabe en alemán) se vuelve tarea (Aufgabe); es el sentido más profundo de la vida como vocación. No somos títeres de Dios, ni actores que tienen que reproducir un guión ya elaborado de antemano. Pero tampoco estamos en el mundo sin ningún rumbo fijo ni orientación. La vida se convierte en un maravilloso diálogo entre la iniciativa del Dios de la vida y la respuesta libre del hombre agraciado.
El primer mandato que recibimos de Dios es vivir; no está escrito en tablas de piedra, sino grabado en lo más hondo de nuestro corazón. Y nuestra primera expresión de obediencia a Dios es amar la vida, acogerla, cuidarla y desplegar todas las posibilidades que en ella se encierran. La primera actitud espiritual ante la vida se cifra en la acogida gozosa que lleva al amor y a la responsabilidad. De una manera muy breve y sintética resumo este quehacer espiritual ante el don de la vida en diez verbos (decálogo de la vida): amar, admirar, agradecer, respetar, proteger, cuidar, curar, entregar, educar y celebrar.
1. Amar: El primer mandamiento es el amor: amar la vida que se nos ha dado por amor y en el amor. Amarla cada día con pasión; amar la propia vida y la vida del hermano; la vida de los débiles y de los pobres; la vida naciente y la vida ya gastada. Como el precepto bíblico, encierra en sí todo el decálogo. Todos los demás preceptos, normas, orientaciones morales y espirituales, como diría San Pablo, no son más que expresión de este “amarás la vida con pasión”. Sólo un verdadero amor sabe custodiar y defender la vida.
2. Admirar: El amor, antes que a cumplir, nos invita a admirar; a dejarnos envolver y sorprender por la vida, a contemplarla en su misterio y a sentir las ganas y el gozo de vivir; y a gritar muy fuerte, pero muy dentro del corazón: ¡vivir, qué maravilla y qué enigma!
3. Agradecer: El amor desencadena el agradecimiento. ¿Cómo no va a ser un quehacer espiritual el agradecer? Agradecer el gran regalo recibido, el don insustituible e irrepetible. Porque nadie verá jamás el mundo con mis ojos, ni acariciará con mis manos, ni rezará con mis labios, ni amará con mi corazón. La vida del creyente es siempre acción de gracias.
4. Respetar: El amor implica respeto, un respeto sagrado, porque la vida humana es sagrada. Los humanos no somos dioses, pero hemos sido creados por Dios a su imagen. Respetar la vida humana es respetar a su Creador. Respetar es contemplar también la vida del otro en todo su valor insustituible, en su dignidad, aceptarla, querer que esa vida crezca y se desarrolle como vida humana. Sin respeto a la vida no hay paz, ni pacífica convivencia.
5. Proteger: Porque la vida humana está rodeada de peligros, porque es realmente muy vulnerable, porque los hombres somos seres capaces de ser heridos y de herir. Violencia, destrucción y muerte la amenazan. Proteger y defender especialmente la vida de los débiles y de los más pobres, porque preciosa y digna de respeto y protección es toda vida humana.
6. Cuidar de todo y de todos. Toda la creación es obra del amor de Dios, todo es bueno, animales, plantas, firmamento, estrellas, mares… todo tiene valor en sí mismo. Reconocer, pues, la dignidad de la tierra, respetar la naturaleza y aceptar la riqueza de todas las criaturas. Cuidar de todos y desarrollar todas las posibilidades, conducirlas a su auténtica calidad humana; cuidar la salud y la vida; y luchar contra todo lo que la disminuye, estorba o debilita.
7. Curar las heridas, la enfermedad y el sufrimiento, y ser capaces de acompañar a los heridos, a cuantos sufren, malviven y malmueren. Ser capaces de ofrecer razones para luchar, sufrir, vivir y esperar.
8. Entregar: Dar la vida, partirla, compartirla y repartirla cada día entre los hermanos, como la entregó y la entrega Jesús. Es el signo del más grande amor, de la solidaridad sin límites: “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los que ama”. El cumplimiento y la plena revelación del evangelio de la vida lo descubrimos en el misterio de la entrega de Cristo. La vida encuentra su centro, su sentido y su plenitud, cuando se entrega.
9. Educar en el valor de la vida: Transmitir no sólo su valor, sino proponer también el evangelio de la vida, construir junto con todos los hombres de buena voluntad la verdadera cultura de la vida. Las nuevas generaciones tienen necesidad de encontrar en sus padres, educadores y catequistas, verdaderos “maestros de vida”, que les muestren un camino acertado y les indiquen la dirección buena. Educar en el valor de la vida es ser capaces de suscitar el sentido y la alegría de vivir, el aprecio por los valores humanos, el respeto por la dignidad de toda vida.
10. Celebrar: La vida es siempre culto. Es en sí misma, manifestación de alabanza, porque cada vida humana es un prodigio de amor. Celebrar la vida es, en definitiva, amar, admirar y celebrar al Dios de la vida, que nos ha tejido en el seno materno; es bendecirle y agradecérselo. Y es también cultivar una mirada contemplativa ante la naturaleza, ante la creación y, en definitiva, ante el Señor que “pasó derramando tanta belleza”. La creación manifiesta la gloria de Dios; y la contemplación de su gloria conduce al agradecimiento por su don. El servicio a la vida es el verdadero culto espiritual agradable a Dios.
El amor de Dios por la vida nos estimula no sólo a una actitud espiritual íntima; nos impulsa también espiritualmente al compromiso: a dejarnos guiar por el amor de Dios a la vida, a testimoniar y proclamar el valor de la vida humana. Juan Pablo II ha escrito: “Es necesario hacer llegar el evangelio de la vida al corazón de cada hombre y mujer e introducirlo en lo más recóndito de toda la sociedad”. Introducir el evangelio de la vida en la sociedad, éste es el reto espiritual.
El proyecto de Jesús a favor de la vida y en defensa de la vida humana está en relación directa con lo que constituye el centro de su mensaje: la predicación de la llegada del Reino de Dios. La exégesis y la teología actual reafirman que el centro del mensaje de Jesús fue y es el Reino de Dios. Y está fuera de dudas que el Reino de Dios no es sólo un mensaje para la otra vida, sino que implica, ante todo, un proyecto para esta vida, que se consumará en la otra. Jesús establece una relación directa entre esta vida y el Reino de Dios: es en la vida de cada día, en la vida de todas las horas donde cada persona se relaciona con el Reino de Dios. De manera que cuando el Nuevo Testamento habla de la vida, se trata siempre de la vida en relación al proyecto fundamental de Dios: su reino. El anuncio del Reino implica, pues, el compromiso por la vida, es decir, implica introducir el evangelio de la vida en la sociedad actual. Anunciar y predicar el Reino de Dios es promover la vida, dar vida, trabajar, luchar para que, en este mundo nuestro, la vida sea más humana y más digna para todos; es sencillamente, trabajar para que la gente sufra menos y se sienta más segura y más respetada.
Este planteamiento nos hace ver que nuestra fe se juega en el asunto de la vida; y que la relación entre el Reino y la vida nos obliga a tomar postura y a optar decididamente por la vida ante tantos problemas y situaciones como se nos presentan en la vida cotidiana. En especial, si queremos llevar el evangelio de la vida a la sociedad actual, me parece que es necesario manifestar la opción por la vida en el campo económico, ecológico, legal, cultural.
3.1. Vida y organización económica
Ahora mismo lo que decide la vida o la muerte de muchos miles de personas, cada día, es la organización y funcionamiento de la economía mundial. Sabemos que en estos momentos, está montada sobre las bases del neoliberalismo. Entre otras cosas, esto lleva consigo que la riqueza mundial se concentra año tras año en menos personas. La distancia (el abismo es la palabra que empleó Juan Pablo II) entre unos y otros es cada día más asombrosa. Y la consecuencia inevitable de este proceso es, no simplemente la marginación de los marginados de siempre, sino, sobre todo, la exclusión y el exterminio de millones de seres humanos. Si tomar en serio la fe es tomar en serio la vida, esto significa que en los momentos que estamos viviendo, no es posible objetivamente tomar en serio la fe cristiana sin tomar partido contra el neoliberalismo económico. Porque es ése modelo económico el que está causando la muerte de muchos miles de personas cada día. Maltrata, envilece, degrada la vida de millones de seres humanos.
La comunidad cristiana no puede adaptarse a un modelo social global que produce muerte, exclusión y rechazo. Si queremos anunciar el evangelio de la vida, es necesario enfrentarse a la discriminación social, a las migraciones provocadas, al consumismo desenfrenado, al individualismo, a las tremendas desigualdades e injusticias. El reto fundamental es entonces la solidaridad.
3.2. El problema ecológico
La vida está de tal manera interrelacionada entre los seres vivos, que no se puede optar por ella si no se toma en su conjunto y con todas sus consecuencias. Hoy no se puede tomar postura a favor de la vida sin tomarla también a favor de la ecología: “lo que hiere a la tierra, hiere a los hijos de la tierra”, proclamó el Gran jefe Seattle en su discurso ante el Gran jefe de Washington. Pero ciertamente es necesario entender correctamente la ecología. Es importante salvar la vida de las ballenas, pero es mucho más importante salvar la vida de millones de seres humanos que mueren de hambre, de SIDA, de malaria… No es posible respecto a la ecología ningún tipo de reduccionismos o simplificaciones. La ecología es el grito de la tierra, pero antes que eso es el grito de los pobres.
La ecología sitúa en el centro a la vida, defiende y promueve toda vida; y desde la defensa integral de la vida hemos de llegar a un respeto sagrado, a la preocupación por la mejora global de las condiciones de vida, a una mayor atención a la calidad de la vida. La responsabilidad por todo lo que vive tiene que expresarse en el compromiso por la justicia social. Si queremos afirmar la vida de todos, tenemos que promover los derechos de todos, especialmente de los excluidos del banquete de la vida, de los pobres de hoy y de las generaciones futuras. Este es el camino de la justicia. Si no existe la justicia, la dignidad de la persona y de la naturaleza es mera palabrería.
3.3. Vida y leyes anti-vida
Tomar en serio la defensa de la vida es, por supuesto, declararse contra el aborto. Pero no sólo eso; es necesario pronunciarse también contra la pena de muerte, contra la guerra, contra la fabricación y el comercio de armamentos y en contra de los gobiernos que fabrican y venden armas de guerra a países del Tercer Mundo. Hay un problema legal muy serio en relación a la defensa de la vida, porque las leyes de los llamados países democráticos no la tutelan en absoluto. Y por eso tantos cristianos que quieren vivir coherentemente la fe se ven tantas veces abocados a llegar a la desobediencia civil y hasta la insumisión. Si el derecho a la vida es primario y fundamental y sobre él se asientan los demás derechos, ha de ser especialmente protegido por la ley. Si las leyes toleran o incluso regulan las violaciones del derecho a la vida, no son leyes justas. Ante ellas no cabe cristianamente la resignación, sino la desobediencia. Hay que denunciarlas y procurar por todos los medios democráticos, que sean abolidas o modificadas.
2.4. Ante una cultura de muerte
Tomar en serio la vida es tomar en serio la cultura en la que se desenvuelve. En el fondo de los problemas que acechan a la vida humana hay siempre un problema cultural. Juan Pablo II habló precisamente de una cultura de muerte que se cierne sobre nuestra sociedad. No se trata simplemente del problema de las graves amenazas que acechan a la vida humana, sino de las actitudes de fondo que anidan en los corazones, en los planteamientos vigentes, en los valores o pseudovalores que circulan. La cultura es el alma de la sociedad; y si el alma está dañada, toda la sociedad lo está. Cuando la cultura de la muerte entra a formar parte de la mentalidad de un pueblo, los individuos se hacen incapaces de distinguir el bien del mal.
Promovamos, pues, una verdadera cultura de la vida, defendiendo, cuidando, amando la vida y, especialmente, promoviendo en nuestra sociedad una auténtica educación en el valor de la vida. El servicio al evangelio de la vida urge educar en el valor de la vida: “Para ser verdaderamente un pueblo al servicio de la vida debemos, con constancia y valentía, proponer estos contenidos desde el primer anuncio del evangelio y, posteriormente, en la catequesis y en las diversas formas de predicación, en el diálogo personal y en cada actividad educativa” (EV 82). Toda la acción pastoral de la Iglesia, en las distintas formas de comunicación y anuncio, está comprometida en esta tarea; y todas ellas tienen una profunda dimensión educativa. Se trata de transmitir no sólo el valor, sino también un conjunto de actitudes interiores constitutivas de la personalidad del creyente.
POBREZA EVANGÉLICA DE LA TEORÍA A LA REALIDAD1
Fidel Aizpurúa Donazar, ofm cap
Presentación
Este taller estuvo compuesto por unas cuarenta personas. La mayoría eran religiosas. Este dato influyó a la hora de contar experiencias, ya que todas provenían del lado femenino de la VR (no se sabe si la vida masculina está más carente de este tipo de experiencias, o es menos significativa numéricamente hablando). La edad media era en torno a 60 años, aunque se notó la presencia de varias jóvenes religiosas e incluso de alguna contemplativa, lo que, sin duda, enriqueció la participación. Se veía que gran parte de los participantes trabajaban en temas de enseñanza, lo que marcó bastante el ulterior debate.
Se percibió una gran voluntad y deseo de trabajar. Creyendo que el colectivo estaría “cansado” de tratar el tema de la pobreza, se percibió desde el principio el deseo de entrar en el asunto y cuando se propuso hacerlo desde un lado nuevo, desde la pobreza entendida como situación social más que como virtud religiosa, la aceptación fue general. Se lee este dato como un signo de vigor de la actual VR que no desiste de sus temas clave a pesar de que pueda haber experiencias negativas en los grupos religiosos.
Es
preciso decir que en las casi ocho horas íntegras que duró el
seminario, además de la participación activa, la asistencia
fue unánime manteniéndose hasta el final en un domingo por la tarde
que podría invitar al descanso. Este dato denota las ganas que el
colectivo tenía por afrontar el tema.
1.
Fundamentación del tema
Tal
como proponía el iter que nos sugirió la CONFER, la primera
hora
la dedicamos a una fundamentación del tema en la que hubo
participación y diálogo. Se hizo esta fundamentación desde la
siguiente perspectiva:
Siempre
ha sido un reto de la VR cómo pasar de la pobreza pensada a la
pobreza vivida. En realidad, en nuestra actual VR la pobreza es un
tema “oculto” que, casi, ni siquiera se piensa (libros como El
futuro de la Vida Religiosa de
J.M. Castillo son excepción), de no ser en maneras teológicas,
ideológicas. Se vive indudablemente en modos loables en algún caso,
pero el resultado global del hecho de la VR no da como resultado el
poder decir, con atisbos de verdad, que nuestra vida esté enmarcada
en la pobreza. ¿Ni se piensa ni se vive? ¿Puede este grupo, de
entrada, apoyar un aserto así, más allá de matizaciones? ¿O es
que hemos de situarnos en las matizaciones como refugio de verdad?
Es
preciso caminar en otra dirección, un pensamiento distinto y una
praxis igualmente distinta. Estamos en la necesidad de reinventar los
votos para que éstos realmente sean significativos. Vamos a proponer
diez “tesis” (escuetas, a discutir) para intentar otros caminos:
1. Tal vez haya llegado la hora de sacar a la espiritualidad de la pobreza del ámbito privado y religioso para situarla en el estructural y sociológico. En ese caso, y antes que nada, la pobreza se traduce por una lucha contra el sistema que la produce.
2.
La VR habría de ser camino para una creciente confluencia vital con
el mundo de las pobrezas. El sentido de la VR viene determinado por
esta clase de confluencias.
3. Abandonando el lirismo estéril en que, a veces, se ha visto envuelta, la vida en pobreza demanda una apuesta y un situarse crecientemente en el lado de quienes están en el reverso de la historia, de quienes menos cuentan. Queda cuestionada una VR desde el lado de los vencedores y de las vencedoras.
4. En ese sentido, habrá que reformular el voto de pobreza, tanto personal como comunitariamente. Éste consistirá no tanto en amar la pobreza cuanto en sintonizar con las pobrezas y quienes las soportan. Es cuestión de situación sociológica tanto como de mística evangélica.
5. Por mucho que nuestros estilos de vida estén alejados de la vida de los pobres, es posible caminar en la dirección de la confluencia con las pobrezas. Trabajar la perspectiva es decisiva en esta clase de cuestiones.
6. Hay que alegrarse de que las pobrezas hayan pasado de vergonzantes a reivindicativas. Es obvio que la VR habría de hacer piña con quienes reivindican los derechos de los empobrecidos.
7. Desde este lado, los pueblos del Sur, particularmente los de Africa, interpelan a la pobreza de la VR no tanto por el cauce de la ayuda sino por el de la justicia y el desarrollo.
8. Posiblemente no podamos sustraernos al trabajo asistencial, pero hemos de apuntar al de promoción, aspirando incluso al cambio de estructuras sociales cercanas.
9. El religioso y la religiosa no han de ceder al determinismo interesado del poder que afirma que nada se puede cambiar. Decidirse a hacer es lo que ha de caracterizar al religioso y a la religiosa en estos temas. Los signos tendrán aquí un lugar importante de sugerencia y de posibilidad distinta.
10. Es un ideal de comunidad religiosa que va entendiendo el quid de la pobreza el poder vivir como un buen vecino en ámbitos populares. Será posible en la medida en que nos vayamos liberando de la cantidad de prejuicios sociales que acumulamos sobre las personas y del vigor para sacudirnos perezas estructurales.
Este
“decálogo” fue acompañado de amplios comentarios, tanto por
parte del animador del seminario, como por parte de los componentes
del mismo. Se terminó captando lo que se quería: una perspectiva
más social del voto de pobreza como instancia primera para trabajar
hoy si se quiere dar un sesgo nuevo a esta espiritualidad. No.
obstante, también hubo miembros que explícitamente hablaron de la
dimensión personal de la pobreza, aceptándose sus observaciones
aunque argumentado por parte del moderador que la elección “social”
era la manera de abordar en este caso el tema.
2. Presentación de realizaciones y compartir experiencias
Quizá fuera este uno de los momentos mejor acogidos del trabajo del seminario. En un espacio largo de tiempo se fueron desgranando experiencia de VR que aportan algo en cuanto a cambios de dirección en la estructura económica de los grupos religiosos, confluencia con el mundo de las pobrezas, experiencias proféticas de vida vivible con los pobres o pobrezas olvidadas.
No es posible detallar aquí todas las experiencias narradas, pero, modo de resumen, consignamos las variables más comunes:
Son experiencias mayoritariamente de grupos femeninos: Da la impresión de que la VR femenina está más cerca de las pobrezas, en general, que la masculina.
Son experiencias que llevan muchos años funcionando, por lo que hablar de experiencias no parece propio. Son, más bien, caminos de vida.
Se hacen con medios muy modestos, fuera de los circuitos de subvenciones estatales u otras, y en ambientes mezclados con las situaciones en las que se trabaja. En ese sentido, son trabajos de auténtica inserción.
Se ven los resultados positivos, aunque sean modestos, y se percibe que se puede influir en la vida de los pobres para mejorarla.
Se enriquece la persona con experiencias muy cercanas a la vida, lejos del tinglado estructural de la VR.
Se
observa una flexibilidad mayor entre todos los miembros de las
comunidades, vivan o no este tipo de experiencias. En esto
se
ha mejorado.
Se comienza a trabajar en el mundo de lo intercongregacional e incluso se comienza a vivir. Se percibe que el propio carisma no mengua sino que se fortalece en el contacto con otras congregaciones.
3. Diálogo, intercambio, creatividad y búsqueda
En
el mismo local donde se realizaba el seminario se hicieron 6 pequeños
grupos para trabajar una cuestión y poder, a partir de ahí,
aproximarnos a unas conclusiones. Estos grupos tuvieron por temas los
siguientes:
a)
Caminos concretos de pobreza estructural.
b) Subvenciones y relación con el sistema.
c)
El gozo de una Navidad distinta desde la pobreza.
d)
Los pobres no hacen parte del encuentro de VR.
e)
Taller bíblico sobre Mt 22,15-22.
f)
Los valores de los acercamientos individuales.
Tras
una hora de diálogo, los grupos fueron haciendo una pequeña
relación en orden a construir una propuesta en los parámetros que
nos marcaba la dirección del encuentro: de no más de diez líneas y
con propuestas concretas.
4. Elaboración de una propuesta
El
moderador del seminario, con las aportaciones de los grupos, elaboró
una propuesta que, durante mucho rato, se limó y perfiló hasta dar
con la que se entregó a la dirección del Encuentro. La propuesta
tiene detrás los siguientes elementos:
•
La llamada a la pobreza ha de ir pareja a la llamada al seguimiento;
no son realidades distintas, aunque aquella tenga un indudable
componente social.
• Se
llama a situar la pobreza en ámbitos sociales como lugares de mayor
verdad y propiedad para pasar de una pobreza pensada a otra vivida.
• Se opta por los modos de inserción en las pobrezas como
lenguaje de futuro.
Concretamente se proponen tres acciones:
a)
Que nuestras estructuras empresariales (colegios sobre todo) se
ajusten más a su intención evangelizadora y relativicen más sus
aspectos estructurales.
b)
Que para que la CONFER adquiera más independencia económica ya que
recibe una parte del dinero que el Estado da a la Iglesia (y además
lo recibe a través de la CEE) renuncie a esas subvenciones de los
presupuestos generales del Estado.
c)
Que las familias religiosas renuncien al IBI de los pisos de
comunidad que no tienen función social sino mero uso de vivienda.
•
Se cree que este tipo de actuaciones puede ser mejor entendida por
los jóvenes y puede ir dando más sentido a una vivencia social de
la pobreza evangélica.
5. “Ecos” de la jornada
Una
miembro de este taller hizo al día siguiente un eco del trabajo
realizado en manera muy personal y acertada sin poner el acento en
las conclusiones ya que éstas fueron presentadas y leídas
oficialmente en la asamblea.
6.
Evaluación
Aunque
no se hizo de manera exhaustiva, el grupo realizó a su
manera
una evaluación del Encuentro Nacional de VR que sistematizamos en
estos puntos:
•
“Ya está brotando lo nuevo, ¿no lo notáis?” (Is 43,19). Esta
frase de los profetas del destierro que ha servido para muchos guisos
se ha vuelto a oír repetidamente en el Encuentro Nacional de VR
tenido en Madrid hace pocos días. No me parece que sea un simple
recurso retórico. Yo creo que, realmente, algo nuevo está naciendo
en el panorama nada fácil, desde hace años, de la VR española. Si
así fuera, hay que alargar las orejas, las de dentro, para escuchar
este tenue murmullo de la novedad.
•
¿Puede hablarse de lo nuevo en tiempos de reducción y de un cierto
desinfle? Pues claro que sí. Porque la novedad no depende únicamente
del número, de la fuerza, del número de obras. Depende del ánimo,
de la búsqueda, del interés por dar con sendas nuevas. Y eso va
dentro, depende de factores anímicos, espirituales, ideológicos,
sociales. No es hacer de la necesidad virtud; es también la
evidencia de que hay una posibilidad real de hablar de lo nuevo.
•
Cuando se asiste a un encuentro de esta índole, globalmente se tiene
la impresión de situarse en el “más de lo mismo” de siempre. Y
quizá sea así. Pero sobre esa melodía general, tal vez empiezan a
sonar cosas algo distintas, pequeños cambios de tonalidad que es
necesario percibir para poder quedar cautivado por la riqueza del
concierto.
•
Hace falta avivar ciertas actitudes personales y comunitarias que aún
humean bajo las cenizas: la ilusión, el anhelo, la imaginación, la
pregunta. Son dinamismos que, a veces, se hallan bloqueados y que es
necesario desbloquear. Cuando esto se da, las posibilidades de
percibir lo nuevo se acrecientan. Quizá la VR española esté
atisbando el final del túnel en el que se halla sumida desde hace
unos años. Ese final no se mide por el aumento del número de
vocaciones sino porque está subiendo el nivel de esperanza y
aumenta, a nuestro modo de ver, la sensación de mirar hacia fuera,
de entrever las posibilidades que nos quedan, de querer seguir
conectados al hoy social. Quizá sea esto una modesta realidad, no
solamente el deseo que tenemos de ello (cosa que, por otra parte,
tampoco sería despreciable).
Quisiéramos
poner sobre la mesa de la reflexión algunas sendas modestas de
novedad que, a nuestro parecer, están ahí y pueden abrirnos los
ojos y el corazón a la esperanza:
a) Resplandores en el horizonte
No
está cerrado el horizonte. Tenemos una espiritualidad, tanto
eclesial como carismática, de mejor calidad que nunca la hemos
tenido. Textos como VC o el emanado del Congreso Internacional de VR
y otros muchos son una aportacion a la espiritualidad eclesial como
nunca lo habla tenido la VR No son solo papeles Terminan influyendo
creando un marco propicio.
Tenemos
unos religiosos y unas religiosas mejor formados que nunca en todos
los sentidos, técnicos y espirituales. Cierto que falta mucho y
siempre será algo a trabajar. Pero los esfuerzos de formación
permanente están dando sus frutos. Sin ella, la VR se habría
descalabrado hace tiempo.
Hay
un respeto generacional que nunca habíamos conocido. Los pocos
jóvenes que hay son respetados; las diversas generaciones que
aglutina la VR son respetadas. Nunca se había tenido tanto cuidado
con los mayores; quizá nunca se había sido tan paciente con las
generaciones de mayores que nos resistimos a dar pasos nuevos. Aunque
falte todavía mucho por andar, el respeto a las personas y
comunidades es un logro como nunca lo había sido.
Es
un camino nuevo la percepción cada día más evidente de muchos
hermanos y hermanas de que no pueden .echarse a la cuneta meramente
por razones de edad, sino que hay que seguir ahí. A esa percepción
acompaña la evidencia de que uno o una se pone en actitud de servir,
hay muchos campos que se nos ofrecen donde podemos aportar un grano
de arena bien a la evangelización, bien a la sociedad, bien a la
comunidad.
b) Una lectura nueva del hecho social
Nunca
la VR había estado tan presente como ahora en el hecho social.
Cierto que aún la lejanía es mucha, pero, globalmente hablando,
hemos llegado a vernos todos concernidos por “las realidades
temporales”. En eso, estamos dando pasos más allá de la misma
documentación oficial de la Iglesia que aún mantiene la clásica
división (laicos/realidades temporales, religiosos/realidades
espirituales). Hemos entendido que los valores del Reino han de ser
vividos en el hoy de la sociedad.
Hemos
aguzado nuestra lectura de los acontecimientos sociales y la
respuesta ha sido un gran volumen de respuestas solidarias. Con
muchos menos efectivos, pero no me parece que la presencia de la VR
en las trincheras sociales sea menor que la de hace veinticinco años.
En lugares donde se cuestiona la vida allí sigue estando presente la
VR. No mengua la profecía.
Por
otra parte, estamos aprendiendo que hay que salir del gran ámbito
del asistencialismo para echar más carne en la promoción, e incluso
en el cambio de marcos sociales. Nos empiezan a interrogar más las
causas que los efectos de las pobrezas. Lentamente pero estamos
situándonos en los terrenos de la justicia y la paz.
Quizá
nos falta aún dar un paso en los terrenos de la ciudadanía, de la
política. Pero empiezan a aclararse las posiciones y llegará el día
en que eso pueda ser asumido desde lados diversos a la visceralidad y
a las posturas a piñón fijo.
c) ¿Nuevas relaciones?
Este
es el lado más “sensible” de la VR. Y así ha de ser porque
también lo es de todo proyecto humano. Construir la relación es la
tarea siempre pendiente de la VR. Por eso, uno tiene la impresión de
que es en estas distancias cortas donde se juego mucho del porvenir
de la VR.
Es
cierto que aún hay mucho que trabajar, mucho que aclarar, que limar,
que respetar, que acoger. Es cierto que aún nos marca una profunda
soledad, individualismo, disgusto por lo común, indiferencia hacia
los planes generales. Pero tal vez empezamos a ver que si no pasamos
todos a la orilla de la comunidad, no habrá nada que hacer. Como
dijo el otro, después de ir demasiado tiempo en “auto” empezamos
a ver que el viaje en bus no está tan mal. Lo colectivo no aparece
hoy con la virulencia del “enemigo” que ha tenido en épocas
recientes.
Han cumplido su efecto positivo los proyectos comunitarios, las programaciones provinciales, los proyectos pastorales. Hemos dejado casi de lado la certeza de que lo que triunfan son las obras individuales.
Aún
falta cordialidad, calidez, amparo y abrazo, de los que estamos tan
necesitados. Pero, por lo que sea, cada vez nos volvemos más al
nombre del hermano, cada vez estamos más dispuestos a hacer pequeños
caminos juntos, cada vez entendemos mejor que sin el otro, lo nuestro
termina en callejones sin salida.
d) Novedades
Las
hay, aunque no sean llamativas: Todo el tema de lo “inter” que
empieza a dar ya pequeños frutos prometedores; la solidaridad
efectiva y organizada, aunque quizá sea aún algo individualista; la
preocupación por la evangelización en medios sencillos, aunque tal
vez aún sea la cosa muy tímida; la reorganización de la economía
desde una mayor transparencia y solidaridad en ámbitos sociales de
abundancia; la evolución en la pastoral juvenil y vocacional que se
ha llenado de espera, de respeto, de oferta, de acompañamiento; el
acotamiento de mesianismos vocacionales, ya no se importan tantas
vocaciones y quizá vienen en otro plan.
Habrá
a quien todo esto le parezca minucias, ganas de ver la botella medio
llena, pero en realidad hay en todo ello una posibilidad que apunta
hacia algo. Quizá hayamos de descender todavía el escalón de leer
nuestra realidad en clave más espiritual, más inserta en el
misterio de la cruz histórica de Jesús y del cristiano. Pero esa
mística de recreación desde la asunción de la propia debilidad irá
viniendo.
e) Caminos inciertos
Quedan,
cómo no, muchos caminos por andar que hoy nos resultan todavía
inciertos y nos paramos dubitativos ante la niebla que hay que
cruzar:
—
¿Seremos capaces de replantear el tema del honor poniéndonos
realmente del lado de los desposeídos?
—
¿Podremos irnos desligando de un sistema social que genera
diferencias, exclusiones y grandes pobrezas?
—
¿Podremos recuperar la profecía inherente a la VR sin miedo a que
se nos tache de gentes que incordian o rompen la comunión?
—
¿Creeremos que el lenguaje de la inserción es lenguaje de futuro
para una VR en los parámetros del Reino?
—
¿Seremos capaces de ir eliminando la esquizofrenia de creernos
lenguajes espirituales que no tienen detrás un contenido real?
— ¿Podremos utilizar y meter en nuestra vida un poco más de sociología y un poco menos de ideología?
— ¿Seremos capaces de gestar una nueva espiritualidad de los votos y, con ello, de los estilos reales de VR?
Estos y otros muchos interrogantes quedan pendientes. Pero si se afirma que brota lo nuevo no quiere decir que todo lo nuevo esté ahí ya. Queda una enorme tarea por hacer. Pero tal vez no estamos en el peor momento para ello.
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