Cristo sigue llamando


Cristo sigue llamando




Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24 de noviembre de 2005 nº 48










NO LA DEBEMOS DORMIR, LA NOCHE SANTA

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No la debemos dormir
la noche santa,
no la debemos dormir.

La Virgen a solas piensa
qué hará
cuando al Rey de luz inmensa
parirá,
si de su divina esencia
temblará,
o qué le podrá decir.

No la debemos dormir
la noche santa,
no la debemos dormir. Amén.






























ÍNDICE



  1. Retiro ………………………...3-11

  2. Formación………………….12-22

  3. Comunicación.……..........23-27

  4. El anaquel…………….......28-56




Revista fundada en el 2000


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Maqueta y coordina: José Luis Guzón.

Redacción: Segundo Cousido y Mateo González

Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN 1695-3681


RETIRO






MAMÁ MARGARITA, madre de la familia educativa creada por D. Bosco en Valdocco



Marcos Mellado



El 150 aniversario de la muerte de mamá Margarita ha sugerido el aguinaldo del Rector Mayor para el año 2006. Mamá Margarita, madre de la familia educativa creada por D. Bosco en Valdocco, nos anima a prestar especial atención a la familia, cuna de la vida y del amor, lugar privilegiado de humanización.


Se puede abordar la figura de mamá Margarita desde muchos frentes: como mujer, como madre, como madre de D. Bosco y de sus muchachos. Dejemos a los historiadores que hagan su particular trabajo. Este año nos conviene contemplarla como mujer que se hace madre de la familia creada por D. Bosco.




MAMÁ MARGARITA, MUJER


1. La mujer de hoy


Basta sentarse un rato delante del televisor con un poco de sentido observador para percatarse del amplio repertorio de modelos femeninos con los que nos encontramos. Consideraciones estéticas, valoraciones morales de actos y actitudes, circunstancias laborales, modelos de relaciones con las personas, vivencia de la sexualidad, pretensiones de ocupar lugares en la sociedad, manipulación del cuerpo femenino como reclamo publicitario...


Pero, para conocer a la auténtica mujer de hoy, conviene dialogar con las mujeres, más o menos jóvenes, de nuestras obras; podemos percibir la multitud de circunstancias que les toca vivir y de problemas que afrontan.


Quizás conviene separarnos un poco de la ‘realidad virtual’ que nos imponen los medios y fijarnos más en las mujeres reales de carne y hueso: las que enseñan a rezar a sus hijos, las que estudian con ellos para estimularles en sus tareas, las que velan por sus sueños y sus enfermedades, las que asisten a las reuniones de padres en la parroquia o en el colegio, las que sufren con sus hijos los fracasos de la vida, las que enseñan a sus hijos compartir tiempo y dinero con los más necesitados, las que superan sus dudas de fe en un voluntariado social o parroquial, las que acompañan a sus maridos donde no les apetece con tal de fortalecer el amor de pareja, las que comprenden y perdonan las debilidades de los miembros de su amada familia,...


Esta es la mujer de hoy; esa mujer es más cercana a la imagen de mujer que experimentó D. Bosco y que percibieron los jóvenes del Oratorio con la persona de Mamá Margarita.



2. Mujer o rostro femenino-materno de Dios


La mujer, como persona humana, integra cuerpo y alma, proyectos y valores, ideales y vivencias. No es sólo cuerpo o alma, inteligencia o voluntad, .... Es unidad de persona que, en lo más íntimo de su ser, se puede denominar “espíritu”. Esto es lo que la hace más imagen de Dios; no su cuerpo ni su inteligencia, no su psicología o su voluntad.


Por su espíritu, la mujer se siente abierta a Dios, se siente morada de Dios, se experimenta protegida de Dios y llamada a plenitud de vida. Y de ahí se puede intuir la sintonía con Dios. El Espíritu, tercera persona de la Trinidad, la ‘ruaj’ de Dios, es el rostro femenino de Dios.


Sin este principio femenino de Dios, reflejado en el espíritu de la mujer, no es posible comprender el surgir de la historia de la salvación. La mujer ayuda a entender este rasgo de Dios, en el cual se muestra su fecundidad, su amabilidad, sus proyectos de familia,...


Esto tan característico de la mujer, reflejo de la vida de Dios, también tomó forma en mamá Margarita y pudieron tocarlo los muchachos de D. Bosco. Quizás la formulación teórica y teológica la hayamos inventado más tarde, pero ellos se adelantaron a vivirla y experimentarla. En el encuentro con la madre del Oratorio, los muchachos pudieron experimentar la amabilidad de Dios, su providencia, la fuente de vida, los sueños de un futuro mejor para todos, la fortaleza por conseguir nuevas metas en la construcción de una sociedad más acorde con los criterios de Jesús.



3. Mamá Margarita que se realiza compartiendo la misión del hijo


El punto de partida de la vida de Mamá Margarita no fue el nacimiento de Juan Bosco, su hijo santo, sino la marcha desde el pueblo a la ciudad de Turín, acompañando a su hijo embarcada en una aventura cuyo fin era impredecible.


Juan Bosco llevaba años dedicando todas sus energías al Oratorio, hasta caer extenuado en una enfermedad “que difícilmente se cura” (en expresión de la marquesa de Barolo). Juan Bosco se recupera durante una temporada en la casa materna y vuelve a Turín acompañado de su madre. Cuando se acercaban a la ciudad encuentran a un sacerdote amigo de Juan, que le apoya donándoles su reloj de bolsillo para hacer frente a las primeras necesidades; ese es el panorama con el que Margarita se encuentra. Panorama descorazonador para cualquier mujer sin fe en Dios y en su hijo.


Otro motivo para quedarse con su hijo lo proporcionaba el ambiente en que tenía que vivir: barrio conflictivo, junto a una casa “dove si commettevano dei nefandi”. D. Bosco sabía que necesitaba una madre para su obra; y Margarita comprendió también la necesidad por ello la opción arriesgada y valiente de consagrarse también ella a la obra de su hijo.


La figura de mamá Margarita es fácil imaginarse, a pesar de que no existan muchas fotografías suyas. Mujer campesina de su tiempo. Recia, fuerte, capaz de desempeñar labores de un campesino, pues se las arregló, siendo viuda, para sacar adelante una familia de tres hijos y una abuela. Con intuición femenina comprendía el estado de ánimo de los miembros de la familia y adivinaba el posible futuro de su hijo: sacerdote.


El “hazte robusto” del sueño no estaría lejos de la fortaleza que veía en su madre; sin necesidad de preocuparse de ‘guardar la línea’, sin controles de peso, sin masajes ni gimnasios, sin terapias ni preocupaciones de fitness... Margarita comprendía que la salud es don de Dios, que cuidar la salud es un deber moral, que lo que daña al cuerpo no es bueno para el espíritu, que la naturaleza es sabia y creada por Dios por lo cual merece respeto.


Mamá Margarita enseñará a su hijo a contemplar el cielo y la naturaleza, como don de Dios y ámbito en el que desarrollar la vida. Don Bosco lo transmitió también a sus chavales, aunque sin la organización ecologista que posteriormente se ha desarrollado.


Como mujer, también Margarita se preocuparía de la estética; pero no con el afán que prima en nuestros tiempos (forma externa, figura,...) sino con la inquietud de armonía con la naturaleza. Estética que la ayuda a comprender la auténtica belleza del cuerpo del Crucificado. Es una escena sobradamente conocida cuando, cansada por los destrozos que producen los biricchini, decide volverse al pueblo; D. Bosco la señala el crucifijo. Margarita comprende que el cuerpo tiene un mensaje de salvación, en cuanto que es cuerpo entregado-donado.


La enfermedad, así como la muerte de su marido, también la ayudan a comprender que es necesario cuidar el cuerpo. Es cierto que no tratará ‘delicadamente’ su cuerpo, pero sí con las elementales reglas de prudencia en el contexto rural de su época, que la permitan desarrollar con salud las tareas de su condición. Así, en armonía con la naturaleza, mamá Margarita afrontará las dificultades que la vida va poniendo en el camino.








MADRE DE DON BOSCO Y DE SU PRIMERA COMUNIDAD


1. Madre del sacerdocio de D. Bosco


Cuando D. Bosco empezó su apostolado con su primer Oratorio para niños y ancianos de su pueblo, Margarita fue ya su consejera y animadora. Desgraciadamente Juanito Bosco no contó con la ayuda del párroco del pueblo.


La ternura de la madre sabía compaginarse con la exigencia ante las situaciones (pensemos en la necesidad de enviar a Juan con los Moglia ante las dificultades con el hermanastro Antonio). Y se vio obligada a cumplir con los hijos los dos papeles, el de padre y el de madre. Nunca se quejó D. Bosco de haber crecido en una familia monoparental; mamá Margarita tuvo la fortaleza de ánimo suficiente para que sus hijos no echaran en falta la figura del padre.


Cuando D. Bosco fue al seminario, su madre le dio consejos que quedaron grabados en el corazón del hijo. La consagración que hizo de él en su nacimiento, los consejos sobre la vida sacrificada del sacerdote, las indicaciones sobre la elección de los amigos... calaron de tal manera en el alma de D. Bosco que le quedaron firmes para siempre.


Mamá Margarita fue dura e inflexible: “prefiero tener un hijo campesino que tener un sacerdote descuidado de sus deberes sacerdotales”, “nunca te visitaré si te haces rico”. Así fue configurándose la imagen de sacerdote que aprendió D. Bosco y que después vivió en su compañía, al tenerla presente como madre de familia en la nueva comunidad de Valdocco.



2. Mamá Margarita, madre de la primera comunidad de D. Bosco


Cuando Margarita moría, llamó a su hijo y le indicó los jóvenes en los que podría confiar para fundar su congregación. Efectivamente Rua, Cagliero...eran los indicados por el sexto sentido de la madre que conoce a los jóvenes.


Esa intuición materna se manifestaba al comprender las andanzas de su hijo, sus proyectos y avatares, sus cansancios y sus alegrías. Ciertamente Margarita entendía la espiritualidad de D. Bosco. No en vano se la había enseñado ella. La formulación de dicha espiritualidad se la dejaba al hijo.


Y esto no es una ‘boutade’: D. Bosco le daba a corregir sus escritos a su madre, para que diera sus sugerencias acerca de la forma y del contenido. No quería escribir nada que su madre no entendiese o no practicase. Si su madre no lo vivía, ¿cómo iba a entenderlo y vivirlo el pueblo sencillo. Así, la santidad de Margarita se iba sugiriendo como un modelo peculiar de santidad.


A Juan Bosco le tocaba escribirlo, pero quien modelaba la santidad popular en el alma de Margarita era el Espíritu; Juan Bosco lo formulaba, pero la madre lo vivía y lo irradiaba. Y la comunidad de D. Bosco se enriquecía con esa santidad de un miembro tan integrado.

Como María es madre e hija de la iglesia, así también Mamá Margarita es la madre y la principal discípula de la comunidad de D. Bosco. No podía existir la comunidad de D. Bosco sin su madre; y cuando murió Margarita fue la madre de Rua quien ocupó su lugar.


Y siempre, pero de modo especial al morir mamá Margarita, Don Bosco suplicó a María que fuera Ella la madre de sus hijos. D. Bosco había comprendido el lugar insustituible de una madre en la educación de los muchachos.


La inventora de las ‘buenas noches’ había sido su madre; y el modelo de mujer y de madre que veían los muchachos era Margarita. Y a falta de otra mujer y madre, sólo la mujer-madre de Jesús podía suplirla, la Virgen María.


El aspecto femenino y materno de Dios, el Espíritu, se hacía presente en el Oratorio con la persona de mamá Margarita. Eran aspectos insustituibles en la vida de sus jóvenes y de la comunidad iniciada por D. Bosco.



MAMÁ MARGARITA EN EL AGUINALDO PARA EL 2006


Con esta figura de fondo y en este escenario analizamos el aguinaldo del Rector Mayor. El texto se formula así: “Prestar especial atención a la familia, cuna de la vida y del amor, y lugar primordial de animación”. Y la misma formulación es sugestiva en algunos de sus términos.


1. Ante todo la palabra “cuna”. Es una palabra que sugiere adormecer o entretener a los pequeños. Ya los místicos la usaban. “Acunar al Espíritu en el corazón” quiere decir darle lugar de descanso y de paz dentro de nosotros; es una invitación al amor y al sosiego dentro de uno mismo.


También señala la acción propia de la madre y mujer, que reconciliándose consigo misma es capaz de acunar al hijo que pasa de sus entrañas al nuevo ámbito familiar y a la cuna de sus desvelos.


Acunar al hijo o acunar al Espíritu son tares parecidas para la mujer que es madre o para la persona humana que siente dentro de sí que un hijo o el Espíritu se han despertado. Sin acunamiento no hay madre, y sin acunar no hay Espíritu.

Por tanto, acunar supone una vida que nace y renace cada mañana, y supone un amor que se hace servicio, entrega sacrificada.



2. Vida y amor


Ambas palabras forman parte de la definición de matrimonio dada por el Concilio Vaticano II: “comunidad de vida y amor”.


La vida es el don más grande que podemos tener antes de poseerla; y es un don que nos abre a otros muchos dones. Y también un don para ofrecer, como signo de amor: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.

Es clara esta ley de vida (aunque muchos elementos de nuestra sociedad traten de ocultarlo): la vida tiene sentido en la medida en que se ofrece. Y la familia sabe que su vida es de calidad si está construida sobre la donación y el amor.


Son muchos los testimonios que nos ayudan a comprender esta gran realidad, en la que la vida familiar sólo nos satisface realmente si se respira amor en ella. Una familia sin vida y sin amor, no puede ser lugar en el que pueda construirse una persona; una familia que no prodiga amor no es una familia humana. Recuerdo siempre aquel niño que me decía que quería irse a vivir con sus abuelos porque en su familia no se sentía querido. Un hogar sin amor es un lugar de tortura y de martirio. El amor y la vida humanizan al hombre y a la mujer.



3. La familia “lugar primordial de humanización”


La experiencia de auténtico amor contribuye a que las personas se realicen de verdad, cobren el carácter humano propio de nuestro ser personas. Esta experiencia se aprende y se consolida en la familia.


La persona de Jesús también fue configurándose en este ámbito familiar marcado por el amor. Consideramos a Jesús como “el hombre perfecto”, ideal al que tiende toda intervención educativa. Por ello habremos de asegurar las raíces que alimentaron su auténtica realidad humana, la experiencia de amor en la familia.


Efectivamente, Jesús vivió en una familia, como los demás. Él santificó durante treinta años el hogar de José y de María, y se humanizó en ese hogar de Nazaret.


No fue tarea sencilla en aquel tiempo, como no lo es en esta época del siglo XXI; sin embargo es paso obligado para que el amor y la vida construyan la identidad de cada uno de los jóvenes de nuestras obras. La familia es ámbito imprescindible, espacio estratégico, ‘lugar primordial de humanización’ de nuestros adolescentes y jóvenes. Tengámoslo presente en nuestros proyectos educativo-pastorales.



4. “Prestar especial atención a la familia”


Así empieza el aguinaldo del Rector Mayor. Realmente, sin familia no puede haber vida, ni amor, ni humanización. Muchas cosas y valores van cambiando con el paso del tiempo; la familia permanece con elemento imprescindible.


Quizás puede dar la impresión de que hay atentados que ponen en entredicho a la institución familiar; no obstante, la familia sigue siendo un valor en alza. Para muchos jóvenes sigue siendo punto de referencia y, a veces, de residencia.


Es cierto que hay muchas situaciones adversas: divorcios, separaciones, trabajo fuera de casa, estrechez del espacio físico en el hogar, libertad sexual, tiempo escaso dedicado a la familia, dificultades económicas para mantener la familia, diferencias generacionales para la convivencia..., sin embargo se tiende a mantener la familia como punto de referencia.


Se dice con frecuencia: “si educas a un hombre has educado a una persona, si educas a una mujer estás educando a una familia”. Esta expresión de sabiduría nos señala el lugar primordial de la mujer en la familia, su mismo corazón. Y “prestar atención a la familia” sugiere cuidar con especial esmero a la mujer que la anima.


Es necesario detenerse un poco para apreciar el papel de la madre-mujer en el seno de la familia y en la personalidad de sus miembros. Influencia de orden psicológico y moral, incidencia también en la educación religiosa.


Basta pensar en las madres cristianas que han enseñado a rezar en familia, que han hecho surgir los primeros sentimientos religiosos en los hijos. Se suele decir que actualmente estamos ante una generación de chavales a los que sus mamás no enseñaron a rezar. Por paradojas del destino, otras madres-mujeres son las que están cumpliendo esa función; las abuelas. Ellas enseñan a orar a sus nietos; y, ¡claro está! las mamás no pueden impedírselo porque la ayuda que aportan a las familias es impagable.



CONCLUSIÓN


Don Bosco fundó una gran Familia, que hoy se denomina Familia Salesiana. Esta familia, con buen número de sus miembros camino de los altares, tuvo su primer hogar en la casa de Valdocco. Pero su origen venía de más atrás; hay que remontarse al Juanito del oratorio iniciado en I Becchi, donde se compaginaba el rosario con los juegos y la repetición del sermón dominical del párroco.


Esta actividad de la Familia Salesiana en ciernes tenía a mamá Margarita como aliento materno; a medida que fue ampliándose la vida de la Familia Salesiana también fue haciéndose presente el elemento femenino en la persona de Margarita, para que no faltara la vida y el amor.


Esta experiencia de comunidad-familia en el Oratorio de Valdocco, con la presencia decisiva de mamá Margarita, se prolongará en múltiples obras salesianas. Es cierto que cobrarán formas distintas en cada circunstancia, pero siempre tendrán algo en común: se llamarán “casa”, habrán de vivir el “espíritu de familia”, tendrán un corazón común calificado de “oratoriano”. Don Bosco siempre deseó para sus obras un rasgo imprescindible: familiaridad; porque es el rasgo con el que se fraguaron las relaciones de quienes vivieron en el Oratorio, gracias a la extraordinaria aportación de Mamá Margarita. Así lo declaran algunos testigos en los procesos de canonización: “yo... que gocé de la familiaridad de D. Bosco durante años...”


En el vocabulario domboscano había amistad, familiaridad, casa, corazón, padres e hijos, hermanos mayores, desorden aparente, reglamentos hechos a tenor de las circunstancias, germen de una comunidad religiosa, pequeñas asociaciones intermedias, contratos de trabajo, cooperadores, teatro, música... todo lo necesario para que una comunidad juvenil pudiera desarrollarse educativamente.


Y no podía faltar en la comunidad de Valdocco una señora un poco mayor, a la que era preciso respetar en su dignidad de madre de D. Bosco y madre de la primera comunidad, porque sin ella no hubiera habido fecundidad en los esfuerzos de D. Bosco.


La aportación de Margarita a la comunidad de Valdocco se hace presente también en la entrega, en el amor, en la ternura, en el cariño... es el reflejo de lo que expresa la voz hebrea y bíblica: “hesed” (amor a fuerza de las entrañas, no a la fuerza). “No a fuerza de brazos” decía santa Teresa, sino con el impulso del corazón. La Familia Salesiana, la que cada uno de los seguidores de D. Bosco ha de seguir fundando, debe estar llena de corazón.


Un último detalle de amor auténtico. La madre sabe intuir los movimientos del corazón de los hijos y las maravillas que el Espíritu va obrando en ellos. Ella educó responsablemente a sus hijos, muy distintos unos de otros; Antonio no parecía tan fácil de abordar, pero también a él le miro con amor de madre hasta el final de sus días. Corazón de madre necesita todo educador para percibir en el corazón de los más difíciles los deseos inmensos de vida nueva y de familia en la que crecer armónicamente.


Mamá Margarita nos queda como modelo de mujer y madre, que supo animar la familia educativa impulsada por D. Bosco. A ella miramos este año, para aprender los rasgos que imprimió en la obra que continúa siendo criterio permanente de renovación: el Oratorio.


D. Pascual Chávez sugiere muchos datos y propuestas pastorales que sugiere el tema del aguinaldo: para la Familia Salesiana, para la educación de jóvenes y animadores o educadores, para la intervención en las familias de los jóvenes, para... También tiene para el clima que hemos de crear en las relaciones dentro de la comunidad y de la comunidad educativo-pastoral: el espíritu de familia. Dice así una de sus propuestas, que nos interpela directamente: “Promover y cualificar el estilo de familia salesiano en la propia familia, en la comunidad salesiana, en la comunidad educativo-pastoral. Este espíritu de familia constituye una característica de nuestra espiritualidad (Cfr. CG24, 91-93) y se expresa:

  • en la escucha incondicional del otro,

  • en la acogida gratuita de las personas,

  • en la presencia animadora del educador entre los jóvenes,

  • en el diálogo y en la comunicación interpersonal e institucional,

  • en la corresponsabilidad en relación con un proyecto educativo compartido”.






1. El Papa Juan XXIII dijo que “la promoción femenina es un signo de los tiempos”. Esto tiene sus exigencias y sus aportaciones. ¿De qué modo está presente este principio femenino en nuestra comunidad?


2. ¿Cómo vamos viviendo estas exigencias de familia apuntadas por el Rector Mayor para nuestra comunidad y obra?


3. María Auxiliadora es otra figura de madre imprescindible en la obra de D. Bosco, ¿también en nuestra espiritualidad y en nuestra obra?


4. Repasando algunos rasgos de la personalidad de Mamá Margarita, podemos tomarla como intercesora para:


    • para que nos ayude a comprender mejor a su hijo Juan Bosco,

    • para que asista a los chavales más difíciles de nuestra obra,

    • para que avive el sentido auténtico de madre en las madres de nuestros jóvenes,

    • para que guíe a las familias en sus dificultades actuales

    • para que inspire a las madres en la entrega de sus hijos al servicio del Reino,

    • para que sostenga a las educadoras de nuestras obras,

    • para que a todos nos ayude a mirar a Jesús que entrega su vida hasta el final,

    • para que ...









FORMACIÓN





ANTROPOLOGÍA
DE LA VOCACIÓN CRISTIANA



1 1. INTRODUCCIÓN1

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La persona crece y se desarrolla en todas sus dimensiones. Hemos de comprender cómo funciona psíquicamente. A lo largo de su historia evolutiva el ser humano va configurando el funcionamiento de su estructura psíquica. Conocer cuáles son los parámetros de ésta es clave para ayudarle a responder con verdadera libertad humana a lo que Dios le está llamando.


El misterio más hondo del hombre no se reduce a satisfacer sus instintos o a realizar sus potencialidades humanas. Ciertamente estas realidades forman parte de él y entran en su dinamismo psíquico, pero lo que el hombre está llamado a ser es mucho más profundo. El fin del hombre es la comunión con Dios, es el seguimiento de Cristo hasta llegar a transformarse en Él, hasta el punto de amar como ha amado Él al Padre y a toda persona humana.


Frente a visiones antropológicas que acentúan ya sea la negatividad de un hombre anclado inexorablemente en sus instintos, ya sea la positividad absoluta de todas sus potencialidades, la visión cristiana del hombre proclama que «la persona, en principio, no es imperfecta ni perfecta, sino perfectible. La persona es libre pero también frágil; está abierta al absoluto pero continuamente tentada por lo relativo»2.


La antropología cristiana descubre esta ambigüedad del ser humano, pero sobre todo proclama que el hombre es un ser trascendente. También la antropología filosófica, especialmente cuando analiza el dinamismo del conocer y del amor humano3, apoya esta característica bíblica de un hombre que va mucho más allá de sí mismo (sus deseos y sus posibilidades). «Ser humano significa orientarse hacia valores, hacia algo que está más allá del mismo ser humano y a través de lo cual encuentra el sentido de su propia existencia. La persona madura es la que logra salir de sí y realizarse en los valores escogidos y vividos. En la medida en que la persona sale de sí, renuncia a sus propias necesidades y sigue un valor que llena de sentido su vida»4. El hombre puede ser atraído por valores que están fuera de sí justamente porque no es sólo ni principalmente sus instintos o sus potencialidades, sino dinamismo de trascendencia que se cumple fuera de él mismo.


El objetivo de la antropología de la vocación cristiana, que conjuga presupuestos teológicos, filosóficos y psicológicos, será el de ayudar al ser humano, en sus dinamismos y fuerzas psíquicas ya sea conscientes como subconscientes, a responder con libertad al valor supremo que lo atrae, al fin para el que ha sido creado y llamado por Dios: «El hombre existe porque Dios le ha dirigido la palabra, lo ha llamado a la existencia llamándolo a ser su interlocutor. La vocación es la palabra que Dios dirige al hombre y que lo hace existir imprimiendo en él la marca dialogal (...) El hombre puede comprender su vida como el tiempo que le ha sido dado para este dialogo con Dios. Si el hombre ha sido creado por la conversación con Dios y es así que él ha sido llamado a hablar, a expresarse, a comunicarse, a responder, el tiempo que tiene a disposición puede ser comprendido como el tiempo para realizar su vocación»5. El ser humano responde a esta vocación desde su base humana psíquica, con sus estructuras psíquicas. Es de lo que ahora hemos de hablar.



2 2. LOS TRES NIVELES DE LA VIDA PSÍQUICA

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El ser humano es un ser activo. En sí mismo descubre tendencias inherentes a la acción que le motivan y le sostienen en su obrar. Podemos hablar de tres niveles del desear como tendencias a la acción, es decir, «el hombre puede vivir la relación con las cosas, consigo mismo, con los demás y con Dios, según tres diversos niveles de vida: psico-fisiológico, psico-social y racional - espiritual»6.


En el primer nivel (psico-fisiológico) existen tendencias a la acción que son activadas por necesidades fisiológicas. Comprende las actividades ligadas a la satisfacción de necesidades fundamentales del organismo como el hambre, la sed, el sueño, la salud, superar el dolor físico, etc. La motivación, por tanto, es la satisfacción de estas necesidades. El objeto que satisface la tensión y sacia el deseo es concreto, específico y externo al sujeto. La realidad es percibida en función de las propias necesidades fisiológicas que se han de satisfacer. «Algunos ejemplos de este primer nivel son: la búsqueda del agua para calmar la sed, la preocupación por la salud y la enfermedad, la atención al dolor que nos bloquea en el trabajo, excitaciones y reacciones instintivas de nuestra sexualidad, etc.»7.


En el segundo nivel (psico-social) estamos ante tendencias a la acción que son activadas por las necesidades de relaciones sociales. Comprende actividades como estar con otros, crear amistades, dar y recibir ayuda, formar parte de un grupo. La motivación no es ya satisfacer necesidades fisiológicas, sino la experiencia de la propia limitación que hace percibir la necesidad de los demás. El objeto que satisface la tensión no es tan específico como en el nivel anterior; es siempre algo exterior que no podrá llegar a ser interno (ya que no es una cosa sino una persona). La percepción de la realidad está marcada por las personas vistas en función de una relación positiva y abre el horizonte hacia la relación interpersonal, la convivencia, la preocupación por los demás.


En el tercer nivel (racional – espiritual) tenemos las tendencias a la acción activadas por la necesidad de conocer la verdad, formular conceptos abstractos, etc. La motivación «no está en un déficit biológico ni en la conciencia de la propia limitación, sino en un deseo-necesidad de saber, de resolver problemas fundamentales como el conocimiento de sí, del sentido de la vida»8. En este nivel la satisfacción nunca es plena. El objeto que satisface no es concreto. Aquí las preguntas continúan, la búsqueda de verdad y de sentido no se agota nunca. Estamos delante del empuje trascendente que existe dentro del ser humano y que lo conduce hacia actividades espirituales y hacia actividades de donación altruista.


«Estos niveles, ordinariamente, están interconectados estrechamente entre sí y son reconocibles en el acto humano concreto, en el cual normalmente uno prevalece sobre los otros. El nivel especifica el ámbito de nuestros conocimientos y de nuestros intereses, el grado de altura desde donde nos observamos a nosotros mismos y al mundo. Cambiando el nivel cambia la perspectiva, como cuando se suben los diversos pisos de una casa: en el tercer piso, el panorama contemplado en el primero se ensancha en un contexto más amplio, se agregan nuevos elementos y otros disminuyen de dimensión porque están encuadrados en un horizonte más grande. Por ejemplo, al solo nivel psicofisiológico el hombre se descubre con una necesidad sexual, al nivel psicosocial se ve también deseoso de comunión con los demás y al nivel racional finaliza todo esto para perseguir objetivos y metas»9.


3 3. EL INCONSCIENTE

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La persona humana puede reconocer en su obrar los motivos que le empujan. Puede también llegar a reconocer en qué nivel de la vida psíquica se está situando, pero puede también tener la experiencia de que no termina de comprender la fuente de su motivación, el por qué de lo que le pasa y de sus actuaciones. Esto nos hace concluir que «si queremos afrontar un estudio completo de la motivación humana, además de las motivaciones conscientes, es necesario tener en cuenta las fuerzas inconscientes que influyen en el comportamiento»10.


Empezamos dando algunas definiciones. «El nivel consciente expresa el normal campo de conciencia, es decir, la conciencia (awareness) inmanente a los actos de ver, oír, imaginar, tener “comprensiones” (insights) etc. El subconsciente por el contrario comprende todo el campo de la experiencia psíquica que no está presente a la conciencia actual del individuo; a su vez, está formado por el preconsciente, que comprende aquellas memorias que pueden ser traídas a la conciencia mediante una evocación voluntaria (como el esfuerzo reflexivo, el examen de conciencia, la introspección, la meditación, etc.) y por el inconsciente, que comprende los contenidos psíquicos que pueden hacerse aflorar a la conciencia sólo por medio de instrumentos profesionales, y no por una evocación voluntaria»11.


En nuestras motivaciones a actuar y, por tanto, a responder a la llamada de Dios, está presente la influencia del inconsciente. Los estudios de L. Rulla han puesto de manifiesto que no podemos hablar sólo de que la persona es totalmente libre y consciente de sus motivaciones importantes o de que es un sujeto con ciertas patologías y, por tanto, dominado por el inconsciente, sino que hemos de dejar paso a la existencia en nosotros de motivos conscientes e inconscientes mezclados. Hemos de hablar, por tanto, de personas normales con motivaciones inconscientes. «Si aceptamos que en el conjunto de la personalidad existe una dialéctica entre motivaciones conscientes e inconscientes, debemos considerar de modo nuevo la libertad y la responsabilidad de una persona, reconociendo que las fuerzas inconscientes pueden tener un influjo sobre decisiones importantes de la vida. Un concepto de hombre racional totalmente desinteresado y objetivo no es ya sostenible. El inconsciente es determinante para que la objetividad y la libertad humana sufran ciertas limitaciones»12.


Dos aspectos nos interesa destacar ahora: la influencia del inconsciente en la internalización de valores y la memoria afectiva13. El inconsciente no sólo influye en las motivaciones, sino que puede influir, y de hecho influye, en la capacidad de internalizar los valores evangélicos que una formación cristiana y vocacional específica ha de ir presentando.


En el ser humano no existen, ya sea en el consciente como en el inconsciente, sólo conceptos e ideas, sino imágenes y símbolos ligados a emociones vividas y que van a constituir lo que se llama memoria afectiva. Emociones vividas en el pasado terminan almacenándose en la memoria afectiva y ésta hará que en situaciones parecidas se reviva el dolor, la alegría, el placer, la simpatía, la antipatía sentidas anteriormente: «así, por ejemplo, un niño que ha recibido un castigo físico de su padre o de su madre, puede desarrollar una actitud emotiva de desconfianza o de miedo o de rabia hacia las figuras de autoridad masculinas o femeninas»14. Por ello es necesario no sólo conocer los hechos vividos por una persona, sino sobre todo conocer las emociones ligadas a la vivencia de tales hechos15.


La presencia del inconsciente en la vida psíquica humana (en las motivaciones, en la memoria afectiva, en la internalización de valores, etc.) no significa eliminar la libertad del ser humano en su actuar, en su responder a Dios; pero sí trae consigo aceptar esa zona desconocida «que nos hace distorsionar la realidad pero que, al mismo tiempo, podría representar una gran fuerza de crecimiento y de aumento de libertad si la hiciéramos más consciente»16.


4 4. LOS PROCESOS DE LA DECISIÓN

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Categorías de motivación


Junto a los tres niveles de la vida psíquica y a la influencia del inconsciente, en el sistema motivacional humano podemos encontrar dos categorías de motivación: lo que es importante para mí y para mi persona y aquello que es importante en sí mismo. «Una felicitación recibida puede ser un ejemplo de la primera clase de importancia; un acto generoso de caridad del que hemos sido testigos como, por ejemplo, el perdón de una ofensa grave, puede ejemplificar el segundo tipo. Estas dos categorías son esencialmente diferentes. En el primer caso, de lo importante subjetivamente, la cosa es importante en cuanto es agradable, me satisface a mí, si no lo fuese, dejaría de importarme y sería algo neutral o indiferente. En el segundo caso, de lo intrínsecamente importante, la cosa es importante independientemente del efecto que pueda producir en mí, prescindiendo de mí, es decir, es intrínsecamente un bien el hecho que aquella persona haya perdonado; el perdonar es algo que debería ser hecho»17.


En la segunda categoría se apunta la posibilidad de ir más allá de sí mismo y, por tanto, de trascenderse. En la primera, al contrario, se puede dar ambigüedad pues lo que me es agradable puede ser un valor verdadero pero puede no serlo.


Valoración emotiva y valoración racional


Las fuerzas que hacen posible la expresión de las dos categorías de importancia son las emociones. Ellas son la energía que pone en funcionamiento el obrar humano. Hablando del desarrollo evolutivo definimos la emoción. Lo recordamos: es la tendencia sentida hacia cualquier cosa valorada como buena, y el alejamiento de cualquier cosa valorada como mala.


Ante un “impacto” en la conciencia humana surge, en primer lugar, una valoración emotiva. El proceso automático y rapidísimo que se produce en nuestra psique es: percepción del objeto – memoria afectiva – imaginaciones referentes al futuro – evaluación intuitiva (me agrada o no me agrada) – emoción – acción impulsiva. Es un proceso sobre el que no tenemos ningún control, es espontáneo, directo, intuitivo e inmediato. Se dirige a lo que es importante para mí mismo. Aquí son operativos los niveles psico-fisiológico y psico-social. «La emoción que acompaña a esta valoración intuitiva dejará un residuo que poco a poco irá cuajando en una disposición habitual»18 que se irá conservando en la memoria afectiva.


Pero el hombre es emoción y razón. Posee, junto a esta valoración emotiva que comparte con el mundo animal, una valoración reflexiva típicamente humana: el hombre es capaz de un nivel más alto de respuesta. El proceso que se desarrolla en nuestra psique es: juicio reflexivo que juzga el precedente proceso del deseo emotivo (me ayuda o no me ayuda) – emoción típicamente humana – acción deliberada. Este proceso se dirige hacia lo que es importante en sí mismo. Aquí es operativo el nivel racional – espiritual. Estamos ante una valoración que va más allá del interés inmediato pues se inspira en los valores que dan sentido a la persona. Al igual que en la valoración emotiva, la emoción típicamente humana dejará también un residuo que puede ir cuajando como disposición habitual.


Podemos concluir que «el hombre no vive sólo de deseos instintivos y espontáneos, reflexiona sobre ellos, los verifica, para determinar si son correctos o no, si conviene acogerlos o no. Uno puede tener ganas de comerse toda una tarta y por la valoración racional que hace decide renunciar a ella por el bien de la propia salud, por repartirlo entre los invitados»19. Con todo lo dicho se puede ver que las dos categorías de motivación son diferentes entre sí. Cada una se sostiene por una valoración diferente (lo importante para mí por la valoración emotiva y lo importante en sí por la valoración reflexiva). «Estas fuerzas dinámicas están presentes, juntas y simultáneamente en nuestra motivación, aunque una puede prevalecer sobre la otra»20.



5 5. LOS CONTENIDOS DEL YO

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Hasta aquí hemos visto los dinamismos que hacen posible el obrar humano, que movilizan su sistema motivacional, pero podemos preguntarnos: ¿qué atrae a la persona en su obrar? Los valores y las necesidades (que se traducirán en actitudes). «Los valores son las tendencias innatas a responder a los objetos en cuanto son importantes en sí mismos; las necesidades, por el contrario, son las tendencias innatas que se refieren a los objetos en cuanto son importantes para la persona»21. Luego los valores están relacionados con la valoración reflexiva y las necesidades con la valoración emotiva.


Los valores (V)


«Los valores son ideales duraderos y abstractos de una persona»22 que la atraen a actuar. Analizando el desarrollo moral de la persona humana decíamos que podemos definir valor como toda realidad que se presenta a la conciencia de la persona como bella, verdadera y buena para lograr su construcción humana y, por tanto, su felicidad. El valor es una realidad exterior al sujeto, lo atrae con fuerza y concentra sus energía psíquicas con el fin de conseguirlo.

Podemos clasificar los valores en naturales y autotrascendentes:



VALORES

NATURALES

No específicamente humanos

El hombre los comparte con los animales.

Sensibilidad, vida biológica, placer, dolor, salud, enfermedad, etc.

Inframorales

Son humanos porque son propios del hombre, pero son inframorales porque quedan fuera del ejercicio de la libertad y de la responsabilidad del propio yo.

Valores económicos y eudemónicos (prosperidad o miseria, éxito o fracaso).

Valores espirituales: noéticos, estéticos, sociales, los referidos a la voluntad como don natural

VALORES

AUTOTRAS-CENDENTES

Morales

Afecta al sujeto en lo que es más suyo, en su ser y actuar en libertad.

Son valores estimables y deseables por sí mismos y no sólo como medio. Su exigencia tiene carácter absoluto.

Religiosos

Se refieren a la relación de la persona con el principio supremo de su ser: Dios.

Los valores finales: la unión con Dios y el seguimiento de Cristo.

Los valores instrumentales: pobreza, castidad y obediencia.




Las necesidades (N)


Las necesidades son tendencias innatas a la acción que derivan de un déficit del organismo o de potencialidades naturales inherentes al hombre y que buscan realizarse. «Pueden ser viscerógenas (inherentes al nivel fisiológico) o psicógenas (inherentes al nivel psicosocial)»23. Por ser tendencias innatas a la acción contienen energía psíquica que impulsa al hombre a actuar. «La necesidad es sólo una tendencia, o sea que no basta por sí sola para provocar la acción (...) No contiene una “dirección de recorrido”, sino solamente una “orientación preferencial” (...) La necesidad tiene por esto, una enorme maleabilidad: puesto que no tiene una dirección de recorrido, se puede expresar en formas infinitamente diferentes, se deja plasmar por las situaciones y por el aprendizaje (...) En otras palabras, el hombre no está necesaria y automáticamente predeterminado en su actuar por sus necesidades: entre éstas y la acción hay un intervalo ocupado por la decisión de actuar»24.


En cada uno de los niveles de la vida psíquica podemos definir necesidades. Las distintas clasificaciones de necesidades se concentran en el nivel racional – espiritual. L. Rulla ha asumido la clasificación de H.A. Murray, autor que parece tener en cuenta toda la gama de las necesidades en los diversos niveles de vida psíquica. En esta clasificación Rulla clasifica las necesidades en disonantes para la vocación cristiana o neutras25:



N. DISONANTES

N. NEUTRAS

N. INDIFERENTES

Agresividad

Dependencia afectiva

Exhibicionismo

Evitar el Peligro

Evitar la Inferioridad

Gratificación Sexual

Humillación

Afiliación

Ayuda a los demás

Conocimiento

Dominación

Orden

Reacción

Éxito

Aceptación social

Adquisición

Autonomía

Cambio

Excitación

Juego

Sumisión (deferencia)


Las disonantes con la vocación cristiana son tales porque van en la dirección contraria a los valores presentados por el evangelio26. En la propia historia de la persona se han ido haciendo centrales, inconscientemente, algunas necesidades disonantes más que otras, de modo que mueven, también inconscientemente, a la persona en forma central. De hecho cuanto más centrales sean y más intensamente influyan a la persona, más inconscientes son.

Las necesidades neutras no presentan dificultad alguna para los valores evangélicos, pero pueden emparejarse con necesidades disonantes y encubrirlas, de modo que una necesidad neutra puede estar escondiendo (o defendiendo) una necesidad disonante.

Las actitudes (A)


Hemos visto cómo los valores y las necesidades son relativamente pocos, en cambio las actitudes son numerosísimas en la persona.


«Una actitud es un estado mental y nervioso de predisposición a responder, organizado a través de la experiencia, que ejercita un influjo directivo y/o dinámico sobre el comportamiento»27.

En las actitudes cabe distinguir tres componentes: cognoscitivo, afectivo y conativo. « El componente cognoscitivo se refiere al modo como es percibido el objeto de una actitud. En este sentido la actitud es una opinión: lo que pienso de una realidad sin sentirme necesariamente atraído o no por ella (...) En cambio, el componente afectivo, indica el sentimiento de atracción o de repulsión que la persona siente hacia el objeto (...) es el centro de la actitud, a veces se sitúa por encima del cognoscitivo: aunque sepa que el tabaco hace mal, me agrada seguir fumando. El componente conativo indica la tendencia al comportamiento en relación al objeto, es el impulso a la acción»28.

Los valores y las necesidades, que son los contenidos que atraen el obrar del hombre, se expresan en actitudes. Las actitudes cumplirán, por tanto, cuatro funciones29:


  1. Función de expresión de los valores: llegan a ser un medio para vivir mejor y expresar progresivamente los valores en los que la persona cree y que constituyen los ideales de su existencia.

  2. Función de conocimiento: la actitud se asume para satisfacer la necesidad de conocer la realidad.

  3. Función de defensa del yo: proteger de las amenazas que vienen del propio mundo interior. La persona se defiende de reconocer la verdad sobre sí misma.

  4. Función utilitaria: se asume una actitud en vista de obtener una recompensa o de evitar un castigo.


6 6. LAS ESTRUCTURAS DEL YO

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Todo lo que hemos visto hasta aquí nos hace reconocer en el ser humano dos direcciones en su obrar: una marcada por lo importante para mí y por la valoración emotiva y dirigida por las necesidades; otra marcada por lo importante en sí y por la valoración reflexiva y dirigida por los valores. Si la segunda es la tendencia del ser humano a trascenderse, la primera representa las resistencias de éste a tal trascendencia. «Por un lado hay una parte del sujeto que de hecho crece en la autotrascendencia o resiste a crecer, consciente o inconscientemente, mientras que por otro hay una parte del sujeto que “querría” crecer siempre más»30.


Esta tensión hace que gradualmente se formen en el hombre dos estructuras en su yo: una primera estructura (una organización de sus fuerzas motivacionales) que crece o que se resiste a crecer, consciente o inconscientemente, es el yo actual. Y una segunda estructura u organización motivacional que querría crecer siempre: el yo ideal.


El Yo actual «representa lo que la persona es realmente, lo sepa o no, con sus necesidades y con su manera habitual de actuar (actitudes)»31. El Yo actual está formado por tres elementos:


  1. Yo manifiesto: lo que la persona conoce de sí misma.

  2. Yo latente: lo que la persona es pero no lo conoce: todo lo que no es consciente (emociones, necesidades, motivaciones, etc.) pero que influye en su conducta.

  3. Yo social: lo que la persona es para los demás.


El Yo ideal «representa lo que la persona desea ser o llegar a ser. Es el mundo de las aspiraciones, deseos y proyectos. Está compuesto por los ideales personales y los ideales institucionales»32:


  1. Ideales personales: los valores e ideales que la persona escoge para sí misma, lo que querría llegar a ser.

  2. Ideales institucionales: los valores e ideales que la institución propone a la persona. En nuestro caso los valores de la vocación cristiana y de cada vocación específica.


Ahora vemos todavía más claro que dentro del “yo” unitario del hombre se da una tensión, una relación entre términos opuestos, una oposición de fuerzas motivacionales conscientes e inconscientes. Es lo que llamamos la dialéctica de base:


YO IDEAL<-------------------------------------->YO ACTUAL


+ Valores + Necesidades

+ Importancia en sí + Importancia para mí

+ Valoración reflexiva + Valoración emotiva


La experiencia humana ya descubría esta dialéctica: «En cada corazón habitan ángeles y demonios; la pasión volcánica se ramifica a lo largo de todo el tejido humano; instintos de vida y de muerte desgarran el interior de cada persona; impulsos de elevación, de comunión con el Diferente y de donación coexisten con pulsiones de egoísmo, rechazo y mezquindad»33.


Y la antropología cristiana lo confirma: en el interior del ser humano luchan las fuerzas de la carne y del espíritu, el hombre viejo y el hombre nuevo, la ley del pecado y la ley de la Gracia. Como afirmábamos al inicio de este capítulo el ser humano está abierto a lo absoluto, a lo ilimitado, a la trascendencia sin dejar de ser atraído por lo relativo, lo limitado, lo precario34.


«Entre las dialécticas que parecen ser fundamentales para una antropología psico-social de la vocación, existen las que se definen como consistencias o inconsistencias (...) éstas se constituyen o por el acuerdo (consistencia) o por la oposición (inconsistencia) entre el yo-ideal y el yo-actual»35. De ello pasamos a hablar ahora.


7 7. CONSISTENCIAS E INCONSISTENCIAS

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Muchas actitudes que tenemos nacen de los valores. Pero puede suceder también que actitudes aparentemente positivas pueden estar motivadas, fundamentalmente, por necesidades disonantes con los valores del evangelio que proclamamos. Por ejemplo la actitud de ayuda a los demás puede tener su origen en el valor evangélico de la caridad, pero también puede ser expresión de la necesidad de dependencia afectiva (recibir afecto). En este ejemplo podemos ver cómo el yo-ideal de una persona tiene como valor el dar, la caridad, y esto está en contradicción con su yo-actual que le mueve buscando recibir afecto. La persona se halla en una situación de desarmonía. La persona puede ser consciente o no de tal desarmonía en su yo: no que no sienta la desarmonía, sino que no sabe qué la produce. Vemos por tanto que entre el yo-ideal y el yo-actual puede haber armonía o desarmonía, y que esta última puede ser consciente o inconsciente.


Consistencias e inconsistencias


Consistencia: hay consistencia cuando un individuo está motivado por necesidades acordes con los valores vocacionales, o el yo-ideal va de acuerdo con el yo-actual, manifiesto o latente. Tipos de consistencias:


  1. Consistencia Social: Una N+ (consciente o inconsciente) es compatible con los V+ y también con las A+ del individuo. Personalidad “integrada”. El individuo se halla socialmente bien adaptado.

  2. Consistencia Psicológica: Una N+ (consciente o inconsciente) es compatible con los V+ pero no con las A- del individuo. Personalidad “peregrina”. El individuo no está socialmente bien adaptado, pero es consistente psicológicamente.


Inconsistencia: hay inconsistencia cuando un individuo es motivado por necesidades que están en disonancia con los valores vocacionales o cuando el yo-ideal está en contradicción con el yo-actual latente.



Tipos de inconsistencias:



  1. Inconsistencia Psicológica: Una N- inconsciente está en desacuerdo con los V+ y con las A+ del individuo. Personalidad “conformista”. El individuo parece externamente adaptado, pero es inconsistente psicológicamente.


  1. Inconsistencia Social: Una N- inconsciente está en desacuerdo con los V+, pero de acuerdo con las A- del individuo. Personalidad “rebelde”. El individuo no está adaptado social y psicológicamente.



Centralidad de las consistencias e inconsistencias



Que las consistencias o las inconsistencias sean centrales indica que son importantes para la motivación y la dinámica global del individuo.


La inconsistencia inconsciente central es una fuerza motivacional decisiva en la configuración de la persona: una necesidad disonante, sin que de ello sea consciente el sujeto, motiva fuertemente a la persona. Por su carácter central e inconsciente ésta buscará (inconscientemente) gratificarla. Como consecuencia de ello el sujeto podrá actuar por medio de actitudes positivas que aparentemente revelan la fuerza motivacional de un valor evangélico, pero en la raíz se halla la inconsistencia inconsciente central. Cuando no se produzca la gratificación de la necesidad disonante se dejará de tener esa actitud y de vivir el valor. De igual modo la inconsistencia inconsciente central explica algunos comportamientos vividos con mucha intensidad y que contradicen los valores evangélicos: «el esperar que la vida o la misma vida de consagrados deba gratificar ciertas necesidades de éxito, exhibicionismo, grandeza, dependencia afectiva, con la consiguiente depresión cuando no sucede todo esto; el estar exageradamente apegados a roles o personas; ciertas relaciones defensivas o agresivas con el prójimo de las que no sabemos liberarnos pese a los esfuerzos; la tendencia a dar para recibir o a seguir nuestro camino sin tener en cuenta a los demás; el confundir paciencia o prudencia en el decidir o actuar con el miedo a equivocarse o ser criticados, o a ser menos populares»36.


Consistencias defensivas


Las consistencias que hemos visto anteriormente son consistencias no defensivas ya que están libres de la influencia del inconsciente y expresan la armonía entre el yo-ideal y el yo-actual.


Pero existen también las llamadas consistencias defensivas que están muy influenciadas por el inconsciente. «Estas consistencias son “defensivas” precisamente porque son una defensa que el sistema motivacional de la persona se crea para reducir el influjo de una inconsistencia inconsciente. Por ejemplo, una persona empujada por una inconsistencia inconsciente que la hace sentir inferior (...) tiende a superar la inferioridad creándose una consistencia defensiva de “éxito” que la lanza a actuar para sobresalir»37.

Como se puede observar, en la consistencia defensiva, una necesidad disonante que es central se camufla bajo la apariencia de otra necesidad neutral (o disonante).


Los cuatro niveles de operaciones


La presencia de las inconsistencias y de las consistencias defensivas influyen en las operaciones conscientes que el ser humano realiza para conocer y actuar. B. Lonergan habla de cuatro niveles de operaciones38, los tres primeros se refieren al conocer y el cuarto a la decisión y al obrar:


  1. Experiencia: es la aportación sensible; está formada por las sensaciones, imaginaciones, tendencias emotivas (atrayentes o repelentes).

  2. Inteligencia: comprensión de lo que se debe hacer.

  3. Juicio: se examina lo que se debe hacer con sus motivos y consecuencias, como también las posibles alternativas. Se concluye con un juicio de valor.

  4. Decisión: expresa la aceptación o el rechazo a actuar según el juicio de valor.


8 8. LAS TRES DIMENSIONES

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La dialéctica de base que existe en el “yo” personal, caracterizada por consistencias e inconsistencias, se puede expresar en tres modos diferentes según sea el horizonte de valores en que se sitúe la persona, la influencia del inconsciente y la mayor o menor limitación de la libertad humana. Son lo que llamamos las tres dimensiones39. Presentamos sus características en el siguiente cuadro:




Horizonte de Valores

Dialécticas

Estructuras

Libertad

Madur./Inm.

I DIMEN-SIÓN

V. autotras-cendentes

Consistencias.

Yo Ideal

acuerdo

Yo actual

(manifiesto y latente).

Función expresiva de valores.

Consistencias no defensivas.

Conscientes

Existe libertad

(influjo mínimo)

Virtud


Pecado

II DIMEN-SIÓN

V. autotras-cendentes y naturales combinados

Inconsistencias.

Yo ideal acuerdo

Yo actual Manifiesto

y oposición

Yo actual Latente

Inconsistencias

inconscientes.

Consistencias defensivas.

Conscientes e inconscientes

Efecto sobre la libertad, que está limitada por la influencia del inconsciente que es vocacionalmente inconsistente (influjo relativo)

Bien real


Bien aparente

III DIMEN-SIÓN

V. naturales

Conflictos

Inconscientes

Poca libertad efectiva (influjo máximo)

Normalidad


Patología


Las tres dimensiones son distintas pero no están separadas. El hombre funciona siempre en las tres dimensiones si bien una de ellas es prevalente.


Las tres dimensiones influyen sobre el ejercicio de la libertad hacia la trascendencia del ser humano. Si consideramos la libertad en lo que se refiere sólo a los valores autotrascendentes, se puede decir que ésta tiende a disminuir cuando se pasa de la primera a la segunda y a la tercera dimensión.



9 9. LA INTERNALIZACIÓN DE LOS VALORES AUTOTRASCENDENTES

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La presentación de las tres dimensiones ha puesto de relieve nuevamente la importancia de los valores autotrascendentes que atraen a la persona. Cuando un ser humano ha experimentado la llamada de Dios a la vida cristiana y a una vocación particular, responde con libertad haciendo propios los valores: «la transformación en Cristo comporta en definitiva, el proceso de asimilar, de internalizar los valores autotrascendentes vividos por Cristo de manera que podamos afirmar: “Y no vivo yo, sino es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20)»40. Esta apropiación de los valores autotrascendentes, que supone dejarse cambiar por ellos, se denomina internalización. Este proceso no es fácil. Como ya indicamos más arriba el inconsciente influye en esta tarea. La mayor o menor madurez en cada una de las dimensiones será también un factor decisivo en la apropiación de los valores autotrascendentes.

La persona internaliza los valores autotrascendentes objetivos porque los considera importantes por sí mismos en cuanto que son de Cristo a quien ama y sigue. Pero puede ocurrir que, por influencia de las propias inconsistencias centrales, se acepte un valor «sin querer, más aún, rechazando conscientemente (o inconscientemente) ser cambiado por él»41. Es lo que llamamos complacencia. En este proceso la persona vive el valor, sin internalizarlo, movido por obtener una ventaja o evitar un castigo. Estamos delante de una aceptación puramente externa del valor.


Un proceso más maduro es la identificación. Aquí la persona se apropia del valor no ya por la recompensa o el castigo de los otros, sino porque satisface su imagen, su estima, o lo protege de las amenazas provenientes de su propio interior. Existe una identificación internalizante y otra no internalizante.


«El proceso de internalización de los valores objetivos autotrascendentes se ve favorecido por la madurez en la primera y en la segunda dimensión, también en el caso en que ésta tenga lugar mediante un proceso de identificación interiorizadora. Un ejemplo puede ser la estima a un religioso, estima que puede llevar a decidirme por entrar en la vida religiosa, aunque después, con el tiempo, la relación con aquella persona ya no es necesaria para mi perseverancia, ni para mi crecimiento vocacional, ya que se dio una progresiva y genuina internalización de los valores de Cristo, es decir, ha habido un paso desde lo que es importante para mí, a lo importante en sí que me trasciende teocéntricamente. Al contrario, una escasa madurez en la primera y segunda dimensión bloquean el proceso de identificación internalizante; mi vocación cristiana está más o menos sostenida por una búsqueda de lo que es importante para mí, del éxito, del apoyo social, humano, natural, más que por el abandono incondicional a Dios, por amor a su Reino en mí y en los otros»42.


Hasta aquí hemos visto cómo funciona la persona en sus estructuras psíquicas. Especialmente dónde reside la fuente de la mayor libertad para responder a la llamada que Dios le hace. Ahora hemos de prestar atención a cómo vive en familia y en grupo y qué influencias recibe de estas dos realidades tan fundamentales.










COMUNICACIÓN




Comunicación para todos43.

Eduardo T. Gil de Muro


A partir del concilio Vaticano II, año tras año, el espíritu de preocupación por esta tarea de la comunicación ene l mundo moderno ha sido cultivado de manera insistente. «Los medios de comunicación social al servicio del entendimiento entre los pueblos». Es el lema que Juan Pablo II propuso para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de este año.


Me parece interesante que el último documento de Juan Pablo II —el más mediático de los Pontífices hasta ahora habido en la Iglesia— haya recordado el Decreto «Inter mirifica». No para valorarlo, sino para algo tan sencillo como el de certificar que aquella fue la primera vez en que la comunicación alcanzaba en el Vaticano la categoría de un problema al que la Iglesia estaba obligada a aplicar no solamente una atención, sino también un compromiso. Aludía a esto Monseñor John Patrick Foley en la presentación de ese postrer documento del Papa Juan Pablo II.


Y lo hacía a la vez que contaba una anécdota personal. Mons. Foley, en el año en que aparecía el Decreto «Inter mirifica». Era apenas un joven sacerdote dedicado al mundo de la comunicación
—joven periodista que acompañaba al arzobispo de Filadelfia en el aula conciliar—. Y fue invitado por un grupo de periodistas cristianos para elevar al Concilio una protesta contra los contenidos suaves y tímidos del Decreto. A Foley no le pareció tan blandito aquel documento. Al revés: le pareció que era un Decreto prometedor. El primer Decreto del Vaticano sobre el universo mediático. Era importante que el tema hubiera llegado al aula. Era importante que los Padres conciliares hubieran hablado sobre la materia. Era esperanzador que esta preocupación conciliar se hubiera reflejado en un documento al que habría que volver. Y, sobre todo, que fuera el Concilio quien se atrevía a decir por primera vez que «la nueva cultura nacida de los nuevos medios de comunicación nace no tanto de los contenidos culturales e históricos que en ellos se nos transmiten cuanto del hecho mismo de que esos medios existen y dan origen a nuevos modos de expresión y nuevas técnicas mediáticas y nuevos lenguajes de unión en las distancias de los pueblos».


Todavía no se había consagrado la mítica palabra «interactividad», pero era evidente que en la mente de algunos expertos conciliares estaba previsto este no tan lejano futuro. Por una razón más que nada: porque lo que se ha llamado «el rápido desarrollo de los medios» era una profecía que no necesitaba mucho tiempo para conseguir su máxima temperatura. Y eso que, según algunos especialistas, estamos aún en los comienzos de lo que algún día será este fantasmal mundo de las comunicaciones.



Afuera miedos


¿Deberían asustar a alguien esos vertiginosos desarrollos de las tecnologías de la comunicación? Parecería que no, pero lo cierto es que siempre ha habido en el entorno de estos universos socio-científicos gentes timoratas a las que la comunicación se les ha aparecido como una rara presencia del mal en medio de los hombres. Mal iban a pasarlo los pueblos si este lanzamiento de la comunicación se hubiera detenido. Pero, gracias a Dios y a unos hombres echados adelante, estos medios están alcanzando en estos momentos los rincones más perdidos del mundo. Y lo están consiguiendo en raciones de tiempo absolutamente paritario. Se entera el mundo en el tiempo mismo en que las cosas suceden. Y todo mensaje adquiere de hecho y gracias a estos medios no solamente una singular trascendencia temática, sino también un contagio comunitario para el que vale la pena estimar esta condición sembradora de la comunicación. Ningún miedo, pues, —cIama el Papa— a estas nuevas tecnologías. Fue el Decreto del Vaticano el que ya habló entonces de que entre todas las maravillas que Dios ha puesto a nuestra disposición para que descubramos el mundo en sus más recónditas _realidades, y para que usemos la imagen y el sonido y la luz para que este descubrimiento de la vida sea más lúdico y expresivo, y para que este descubrimiento de la verdad de las cosas y aun de Dios pudiera llegar a todos los hombres y aun a todas las cosas. pues también las cosas necesitan redención de la mancha de pecado y limitación y perturbación con que las hemos cubierto, están los medios de comunicación social.


Esto es importante: advertir que estos medios de comunicación no están agenciados para que con ellos trabaje y se divierta un solo pueblo o solamente los pueblos que pueden paga rse semejante divertimento. Los medios de comunicación tienen una miSión universal. Y el derecho a ser lo que son no depende exclusivamente de ellos y de quienes los manipulan, sino que pertenecen sobre todo a los derechos inevitables que todo hombre tiene a ser informado, formado y divertido. Juan Pablo II —constituído ahora mismo en icono de una sociedad a la que ha entregado lo mejor de sí mismo— ha dicho que los medios constituyen un bien destinado a la humanidad entera. Y la primera obligación de los enriquecidos poseedores de esos medios tiene que ser la de encontrar formas siempre actualizadas para garantizar el pluralismo y para hacer posible una verdadera participación de todos en su gestión incluso mediante oportunas medidas legislativas.


Y esta manera de señalar las obligaciones primarias de los detentadores de la comunicación — que ya se sabe que es cara— nos lleva a la consideración de que resulta posible que el miedo a los medios no sea solamente el miedo a sus consecuencias y a sus tremendas influencias en el comportamiento de las gentes.


A este miedo se refería, sin duda, el Secretario del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Mons. Renato Boccardo que, posiblemente, hasta estaba asustado de sus propias conclusiones y trataba de disimularlas discretamente. Decía Mons. Boccardo: «Sin querer parecer apocalíptico y sin querer ceder a ingenuas visiones excesivamente optimistas, no puedo ocultar que la representación del sentido de la vida que los medios de comunicación de hoy arrojan a la arena del debate público está fuera de toda comprensión cristiana de la vida misma».


Y el hombre se liaba después con la televisión porque es casi seguro que a Mons. Boccardo le
parece la televisión el más incisivo de los medios, porque es el que tiene más clara entrada en el interior de las viviendas de los hombres. Y es que esa televisión «se convierte muy a menudo en instrumento poderoso de agresiones personales, en ocasión de denigración social y de personas y en ágora de batallas a menudo vulgares y sin gusto».


Esta miserable condición de las programaciones televisivas —tan ciertas como fácilmente condenables— no puede conducir a una prevención desmesurada. A la televisión se le ha podido colgar siempre una noticia cierta y digna de lo que pasa en el mundo. Pensemos, por ejemplo, en lo sucedido recientemente con la muerte de un Papa y la elección de otro nuevo. Quiero recordar ahora —sin ir más lejos— cómo le debemos a la televisión la conexión con los países del mundo menos dotados de vías de comunicación. Con la televisión se ha ido a las selvas. Con la televisión hemos estado presentes en momentos tan inmediatos y trágicos como las grandes calamidades padecidas en lejanas tierras oceánicas o asiáticas. Digo que con un programa de la televisión española que se llama muy intencionadamente «Pueblo de Dios», se va uno cada semana a los más lejanos horizontes y cada semana trae el programa un conocimiento de cómo es la vida —y la muerte a plazos— de muchas comunidades a las que les sobra hambre y (es falta compañía o cultura.
Mil veces me he preguntado qué haríamos los que, gracias a esta noticia que de sí nos da el programa, estuviéramos sin ese conocimiento. Nuestra plegaria no sería tan ancha como ahora es. Y nuestra noticia de esos mundos sería una noticia turbia, opaca y excesivamente generalizadora. Lo mismo se podría decir del conocimiento de pequeñas comunidades cercanas, ignoradas, batidas por el olvido de cada día. Esas gentes, a veces, se asoman a una pantalla de televisión para contarnos sus fiestas o sus plegarias o sus tragedias menudas.


Pero hay un temor más profundo todavía: el temor a la constitución misma de las instrumentaciones que los Medíos necesitan para hacerse presentes en el mundo. La prueba de estas prevenciones la tenemos en lo mucho que cuesta a los individuos meterse de lleno en las terribles curvaturas de la comunicación. ¿Cómo arrancar con un periódico diario de papel y letra? ¿Cómo montar de la noche a la mañana una emisora de radio o unos estudios de televisión? ¿Cómo conseguir de repente unas ondas libres por las que pueda navegar nuestra producción radiofónica o televisiva? ¿Cómo constituir una productora de cine? ¿O una productora de televisión si no se tiene comprometida de antemano una salida a los productos que en ella se puedan ir elaborando? Antes de ponerse a levantar uno de esos pequeños emporios de la comunicación hay que tener previstas las consecuencias inmediatas sobre unos dineros que no siempre —más bien casi nunca— se tienen a mano.


De ahí que nadie puede permitirse el lujo de prometerse a sí mismo una presencia en la comunicación si no se tienen al lado a algunos idealistas que, como él mismo, están dispuestos a jugarse el pellejo en la contienda. Porque hay una verdadera contienda entre los medios. La hubo cuando los medios iban apareciendo en el universo mediático y la hay ahora que se diría que casi todo está establecido ya, pero que ambiciona espacios nuevos para poder extender su actividad y su influencia. Porque, en el fondo, todo medio persigue una manera propicia para hacerse ver ante los demás y pone en marcha una batería de ideas e intereses con los que alguien ha de conformar sus maneras de ver y juzgar las cosas de la vida.



La encrucijada


Y, sin embargo, desde una perspectiva cristiana, los medios de comunicación tienen que ser para el creyente algo más que una simple profesión, con ser eso mucha cosa, ya que no es corriente encontrar profesionales mediáticos que hayan llegado a entender en todo su valor estas autopistas mediáticas. Juan Pablo II habló de una «conversión» que ha de producirse en el creyente a la hora de acercarse a este fenómeno de la comunicación. Que no debe realizarse solamente por quienes se juzgan «entendidos» en la materia, sino que tiene que urgir como conversión a todos aquellos que entiendan que una de las principales condiciones de toda fe viva es la de intentar comunicar calor y luz de fe a creyentes y no creyentes.


Desde esta postura y condición y como punta de salida, no se puede refugiar uno en alguna de esas dificultades mediáticas que quedan apuntadas anteriormente: las de los miedos. Siempre es posible hacer algo. Siempre es posible meterse individual o colectivamente en el universo de Internet. Ahora mismo están de moda y modo los teléfonos móviles. Con un teléfono móvil se pueden hacer mil cosas. Como por ejemplo: mandar un mensaje de Pascua, O de Navidad, O decir a alguien que estamos a su lado en un momento de dolor o en un momento de particular gozo. Parecerá una tontería, pero no lo es: alguien, a la distancia, está esperando quizás una palabra de esperanza. Alguien, a lomo de cualquiera de nuestros caminos, ha podido ser asaltado por el drama o la confusión. Tomas tu móvil, llamas al suyo si lo conoces. Y le dices una palabra cristiana llena de humanidad. Antes se escribía una carta, que siempre es cosa que da mucha pereza. Ahora basta con que abras tu móvil y le pongas cuatro letras o le dictes cuatro palabras de ánimo y acompañamiento.


Va a tener que recordar uno lo que sucedió hace poco más de un año en este país nuestro que es España. Al margen de lo que pueda parecernos políticamente, el famoso ejercicio del «Pásalo» nos vino a descubrir qué cosas se pueden hacer con esa especie de convocatoria electoral y mediática que se encendía de aparato en aparato. Pero ni siquiera hay que ir tan lejos. Ahora mismo, cuando ha muerto el papa Juan Pablo II en la noche del 2 de abril, los móviles de cientos de jóvenes españoles recibieron un mismo mensaje: «Si muere el Papa, todos a la Plaza Colón a las doce de la noche. Llevad vuestras guitarras». Y la cita se cumplió de manera multitudinaria. Y los chicos estuvieron allí. Y las guitarras sonaron en la noche. Y la vigilia pública por el Papa fue una vigilia convocada a golpe de «telefonino», que diría el mismo Papa.


Y nada digamos de esa eficacia de la comunicación si, en lugar de utilizar el móvil que uno lleva en el bolsillo, recurrimos a la complicidad del Internet. El Internet nos permite colgar en la pantalla páginas suficientemente hermosas y pastorales como para enviar no solo una confesión de fe, sino también una comunicación espiritual que ha de unirnos por encima de los aires y al amparo de toda gracia que nos cae del cielo. Todo un universo de noticias y de pequeños ensayos y de convocatorias espirituales admite nuestro ordenador. Basta con que tengamos una cierta curiosidad pastoral, basta con que nos conmueva la necesidad que tenemos de que alguien se acuerde de nosotros y nos remita experiencias y llamadas que a la fe del comunicante han podido conmoverle.


Es casi seguro que a este ancho camino del Internet le estén reservadas para el más inmediato futuro las más fecundas formas de comunicación entre creyentes. Ahora mismo podemos abrir cada mañana nuestro ordenador para encontrarnos inmediatamente con un aluvión de noticias y de comunicaciones que enriquecen nuestra fe, que amplían nuestra cultura y que pueden brindarnos mil puertas de entrada a un mundo del conocimiento y de la estética. Con el Internet bien instalado y con unos elementales conocimientos de su funciona miento, todos podemos tener al alcance de la mano verdaderos tesoros espirituales. Ya sabemos que también puede servir el Internet para un tipo de comunicación que tiene poco que ver con lo que estamos diciendo, pero hay una cosa que se llama libertad y que nadie puede violar esa intimidad de la propia persona. Ya no se puede decir que nos invade la imagen o que no hay manera de escapar a la seducción de que se hace culpable a la televisión o al cine de la esquina. A nuestro Internet entramos exclusivamente nosotros. Y a nuestra comunicación entra quien de antemano haya sentido la necesidad o la conveniencia de ser con nosotros una misma fe y una misma experiencia cristiana y humana.


No entiendo muy bien cómo a esos medios de comunicación se les puede colgar la acusación de que sirven lo mismo para la proclamación del Evangelio a todos los pueblos que para establecer el silencio del Evangelio en todos los pueblos. No es verdad. La comunicación se establece de manera absolutamente fecunda y positiva y es recibida libremente por quien la desea y cuando la desea. La comunicación cristiana sabe lo de ir por todos los pueblos de la tierra a decir la palabra del Evangelio. Lo único que deben respetar estos medios evangelizadores es la libertad misma con que los destinatarios de la comunicación se acercan a la fuente y les abre las compuertas para que inunde el terreno y lo vaya humedeciendo hasta que las raíces despierten en los otros las mejores esencias de su propia condición humana. Eso sí: ahí es, precisamente, donde el comunicador cristiano debe tener en cuenta la peculiar condición de cada uno de esos pueblos a los que se pretende convertir en destinatarios de esa comunicación del Evangelio.


He pensado más de una vez en la enorme importancia que tendría para la liturgia y el misterio de nuestros iconos tener en cuenta las distintas estéticas de lo que los ritos hacen culto en otros pueblos. Alguna vez, en mis trabajos en televisión, tuve la oportunidad de montar celebraciones en las que la parte más emblemática y expresiva la llevaban representantes de otras iglesias o de otras parcelas de la Iglesia en otras latitudes. Recuerdo, por ejemplo, aquellas danzas orientales que bailaban ante el Sacramento unas hermosas muchachas de la India. Llevaban flores muy suaves en las manos. Movían su figura con una indescriptible delicadeza. Y había en sus rostros —sumamente compuestos— una actitud de adoración que revelaba la honda emoción con que estaban realizando aquellas danzas. Felizmente, nunca me llamaron la atención por haber permitido esta expresión distinta de la adoración sacramental. Pero supe que, en las reuniones del Consejo de Liturgia, se había tratado de medir que, en adelante y en circunstancias parecidas a las que se dieron cita en las fechas a que aludo —jornada de Manos Unidas— se tuviera mucho cuidado en no alterar para nada las rúbricas litúrgicas marcadas en las celebraciones occidentales.


Si se quiere aprovechar estos medios de comunicación para dilatar los confines del Evangelio y para hacer una catequesis y formación de las conciencias cristianas ampliando sus horizontes y conocimientos, creo que a estos mismos medios habrá que darles cuerda. Habrá que dejarlos que caminen por sí mismos y sus propios respetos dentro de los horizontes que les marca a su espíritu singular el reino de la gracia.


A esos pueblos hay que guardarles la consideración y la respetuosa cercanía de que hablaba el mismo Juan Pablo II cuando decía que hay que decirles la palabra —la Palabra— sin imposiciones, sin compromisos previos, sin engaño alguno, sin ninguna manipulación. La comunicación es un acto moral y no solamente estético, intelectual o político. Cosa a la que ya se refería también François Truffaut cuando decía que un simple movimiento de cámara —cuando se hace cine— es ya un acto de moral y se merece todos los respetos.




El ANAQUEL





PARÁBOLA QUINTA



Luis Lozano


PARABOLA DE LA IRA DE ELÍAS PROFETA



En el cielo era día de vacación. Aunque siempre era domingo, Dios Padre dejaba algunos espacios libres para que los ángeles y arcángeles bajaran a la tierra a echar una mano a sus protegidos. ¡Había en la tierra tanto desaguisado: incendios, inundaciones, torbellinos, violencias…!


A los santos patronos les dejaba también inmensos espacios siderales para que bajaran a visitar ciudades y gremios, ermitas y santuarios donde pasaban temporadas de celebraciones y descanso…


María, la Madre, aprovechó para aparecerse a un saltimbanqui que hacía piruetas en una plaza porque no sabía rezar de otro modo…No daba abasto para ir de aquí para allá, porque todas las gentes celebraban su nombre y privilegios.


En el cielo, por las doce puertas brillantes, seguía entrando multitud de nuevos signados. La mayoría eran mártires, procedentes de todas las regiones de la tierra. También entraban pobres ahogados en las inundaciones, muertos de hambre, enfermos del sida,.., la famélica legión …


Era la mayoría de la clase media inferior; pocos se veían de los opulentos: como las puertas eran un tanto estrechas, no podían atravesar el dintel muchos de ellos.


Tampoco se veían gente con turbantes y velos; ellos tenían otro cielo porque tenían otro dios y otros profetas…


Caleb que tenía vocación de explorador curioso y exageraba todo lo bueno que encontraba, contó a la vuelta que había estado observando a la gente que entraba en los viejos cielos procedentes de las viejas tierras.


Lo de las huríes de los hijos de Agar decía que era un cuento: el espejismo de eunucos del desierto; su cielo estaba en la luna que siempre estaba media…


Los moradores estaban todavía armados con alfanjes, dispuestos a la guerra lunar. En sus ojos no había amor, solo venganza: nunca lo hubo; siempre la ejercieron.


Dante ya les dijo: vosotros que entráis en esta luna, dejad toda esperanza.


Descubrió también el nirvana budista, frío, sin amor. Era el limbo eterno que de vez en cuando visitaba el sol divino. Convivían en el planeta Saturno, frío , sin vida. Sus muchos anillos recibían a las gentes que no creyeron en el amor de Dios vivo.


También vio al ángel caído, Caronte, que llevaba las almas de los buenos agnósticos a través de la laguna Estigia. Su destino eran los campos elíseos de la inconsciencia y olvido. También alguna vez lucía el sol tibio de alguna esperanza.


Caleb el explorador contaba con picardía que también presenció la llegada de mucha gente a los cielos nuevos. Llegó un cardenal, a quien tuvo que decir el portero: espere, Eminencia; hay muchos antes que usted. Y vio pasar delante a Rahab con muchas cortesanas y a Mateo con algunos publicanos. Ambos volvían de su excursión terrena.



LA EXTRAÑEZA DE MUCHOS


De entre los que seguían en el cielo las actividades en la Asamblea de Comunión, estaba Ignacio Antioqueno, cuya harina molida por los dientes del martirio resplandecía sobremanera. Su grano triturado había producido una espiga inmensa.


Comentaba con Sócrates cómo era posible que hubiera tantas asamblea, congresos, organizaciones, reuniones para todo, conferencias sobre todo.., y el cielo se llenaba de pobres, confesores y de mártires.


Veo menos vírgenes que antes - decía -, pocos doctores, pocos apóstoles. Se preguntaba Ignacio si se había extinguido el fuego que vino a encender el Hijo del Padre. Sócrates añadía que esta generación cree que lo sabe todo, lo domina todo. Quien cree que lo sabe todo, que lo tiene todo, no necesita ni dioses ni hermanos.


Su dios es el vientre, intervino Pablo, que había vuelto de visitar su camino del que habían desaparecido las cristiandades que él evangelizara en Asia Menor, el Ponto y Grecia.



LA IRA DE DIOS


Aprovechando la relativa tranquilidad asamblearia, estaba reunida la comisión que discutía sobre la ira de Dios.


Formaban la comisión un grupo que no tenía por el momento encomiendas en la tierra. Además representaban unos profetas cuya misión en sus días era fuertemente contestada hoy.

Allí estaban Josué, Elías Tesbita y todos los llamados en el Libro Jueces. Samuel era el moderador, acompañado por Sócrates, Pedro y varios apóstoles. No estaban los hermanos Zebedeo. Santiago se pasaba el día recorriendo su camino en un caballo blanco que le regaron en España; y Juan seguía descifrando para sus colegiales el número 666 de la bestia. Tan platónico era que se pasaba el tiempo conversando con Platón sobre el amor y no se apercibía de los problemas reales del mundo.


Como tenía además a la Madre en su casa, se ocupaba de programar apariciones, fiestas y protecciones, socorros, auxilios y milagros de la Madre.



JOSUÉ SE EXCUSA


Duras críticas tuvo que escuchar Josué. Fue Samuel quien le dijo que había sido belicoso y superoptimista. Para convencer a los Israelitas de que había que conquistar la tierra prometida, les engañó diciendo que era tierra que manaba leche y miel. Hizo de la promesa un mito divino. Y convenció al pueblo de que había que exterminar en anatema y talión a todos los reyes y pueblos que se les opusieran.


Invasor iluminado, conquistador de lo ajeno, saqueó Jericó, mató a reyes , destruyo a los jeteos, fereceos, jebuseos…cananeos, amorreos y a todos los reyes de Canaán por la ley de la anatema divina. Herencia de los pueblos oprimidos, transformó la necesidad de defenderse y el derecho de asilo en ley divina de exterminio del enemigo. La ley del talión surgida de la ira del hombre la transformó en ira de Dios.. .


Josué destruyó Jericó a bocinazos, pasó por el fuego y la espada a los habitantes, conquistó a sangre y fuego ciudades, mató a reyes, por creerse con mandato divino. Encerrados los cinco reyes del Mediodía en Gabaón, mandó a sus soldados que pisaran su cerviz, y los degolló después.


¿ Cómo dijiste que lo hacías por mandato del Señor? Le preguntó Samuel. ¿ Por qué quitaste, Samuel, el derecho real a Saúl? ¿ No fue por no haber destruido todo lo dado a la anatema? Respondió Josué. Era la ley de conquista de todos los pueblos, añadió.


Esta no es palabra de Dios, intervino Isaías que tampoco había bajado a la tierra. Todo era muy confuso en el pueblo que se llamaba “ escogido”. Confuso y vacío. Atribuir a Dios la venganza del hombre y llenar el altar sagrado de víctimas para acallar las injusticias, era una religión tan confusa y vacía como el primitivo caos terrestre.


Ignacio aclaró que por eso era necesario que el Espíritu se posara sobre el vientre de la Mujer de la que nació la Claridad y la Hermosura de la Palabra Nueva y Eterna. Fue la nueva creación.



ELÍAS TESBITA SE ARREPIENTE



Salió también en los comentarios de los viejos profetas la conducta de Elías. Eran tiempos de ira divina los tiempos del Profeta ; el Padre estaba muy disgustado con la idolatría del pueblo, por las conductas de los jefes.


Pedro, que como jefe responsable de lo viejo y lo nuevo estaba muy preocupado, dijo en defensa de Elías que lo vio en la nube cuando el Señor se transfiguró, que su espíritu revelaba el del Mesías.


Elías se levantó, añadió, como un fuego, su palabra era ardiente como antorcha. Pedía que no lloviera y no llovía, suplicaba que cayera agua en el Carmelo y una nube aparecía sobre el mar.


Era todo un símbolo del poder del Unigénito, intervino el Padre Dios que llegaba de recibir audiencias de los que volvían de la tierra. Le dije que simbolizara en la nube el rocío que tú Isaías prometiste en mi nombre.


Era un símbolo de mi Hijo que me encantó, porque explicaba la manera de fecundar la tierra árida de la mujer , y convertirla en fértil jardín celeste.


Siguió explicando Dios Padre este delicado asunto. Por la dureza del corazón sucedían aquellas cosas que no pude evitar. Ya le tiré de las orejas a mi amigo Elías cuando decapitó a los trescientos profetillas de Baal. Yo le permití hacer el prodigio de asombro, pero sus seguidores, hijos de los profetas airados y menospreciados por Jezabel, corrieron a espadazos a los pobres diablos lacerados y crédulos.


No tenían la mentalidad de la Ecumene; eran los tiempos difíciles de la idolatría. La pobreza del alma humana llevaba a cada pueblo a dominar a Dios; cada pueblo su dios, cada colina su templo. Es algo que no he conseguido aún eliminar.


Las guerras de religión fueron y aún son en algunos lugares, mi calvario, el cilicio de Dios. La religión mató a mi Hijo, sacrificó a millares de mártires. Es triste afirmar, siguió Dios Padre, que bajo la capa de servir a Dios, se oculta el interés humano del prestigio, del dinero, del dominio político. Se apropian de la divinidad como si fuera un campo de petróleo.


Elías, que volvía de poner una nube en el Carmelo, hizo ademán de golpearse el pecho. Dios Padre le preguntó qué hacía hoy en el Monte Horeb . Elías contó que le gustaba volver de vez en cuando y quedarse embelesado al descubrir a Dios cuando pasaba como un susurro por entre las rocas. Fue una revelación , su conversión. Elías creía que Dios era el dios tronante del Sinaí, o el dios torbellino del desierto de Farán, o el dios eólico en cuyo nombre descuajaba las encinas y derrumbaba cedros.



LA SANGRE DERRAMADA


No por casualidad, siguió hablando Ignacio el Antioqueno, orgulloso de que le llamaran cristiano de tanto nombrarlo en el areópago de Antioquia, Como una mala interpretación del dominio de Dios sobre toda sangre, el hombre practicó el sacrificio cruento del hermano, señaló.


Dirigiéndose a Isaías lamentó que no se cumpliera su predicción de que las lanzas se fundirían para hacer podaderas, y las espadas para hacer arados. En el mundo en el que vivió el Ungido, siguen los áspides mordiendo la mano de los niños de pecho y el león no come el heno con el buey, mientras el basilisco devora vidas.


Era el cáliz de la sangre de la Alianza, es verdad; pero esa vida que representaba no era un tributo a Dios sino un dolor del hombre. Yo me identifiqué con esa sangre porque amo la vida; en mis designios eternos preví que sin derramamiento de sangre no podría haber redención. Era nada menos que la sangre de mi Hijo; tanto dolor me costó la sangre humana derramada.


Porque desde Caín hasta el violento martirio del inocente de ahora mismo, un río de sangre sube hasta mi trono clamando justicia. Y cada día recibo una multitud de hijos sacrificada al poder, al dinero, la vicio, a la ambición, a la confusa religión menor…


Es que muchos de los crímenes de la humanidad fueron ensayados en los tiempos duros del inicio religioso del Dios Único.

Ya habéis hablado de Josué, mi escogido; recordaréis a mi hijo David, dueño de todas las ovejas de Judá, y que mandó asesinar a Urías para robarle su mujer Betsabé, su única cordera.


Horror me causó la muerte de Nabot a manos de Acab deseoso de su viña. Siempre hay una mujer que se cruza en el camino.



EL HOMBRE NO ACEPTA EL LÍMITE


Mientras en el cielo se oía el regreso alborozado de los santos que volvían de la tierra, el Padre seguía hablando del tema, tratando de dar alguna explicación a estas páginas tan confusas de su historia.


Tuvo que interrumpir porque la Madre le comunicaba que había estado en un santuario auxiliando a la gentecilla que venía con antorchas y rosas desde todo el mundo. Se había entretenido porque no la dejaban marchar.


Los santos, volvían tan contentos que querían decirle a Dios Padre los prodigios que habían hecho en su excursión festiva a la tierra: los diablos modernos huían a su mando, los enfermos se curaban, los ciegos veían claro..; le querían decir que el camino del Reino aún estaba expedito para mucha buena gente, y que en algunos lugares donde antes habían sido venerados, ya no los conocían.


Tomó, pues, la palabra Dios Padre para comentar una visión genérica del asunto de la ira de Dios.


Yo di a los hombres un apetito sobre todo lo que existe, capacidad para disfrutar de todos los seres vivientes ; pero les puse el límite del mal. Ya sabéis que mi primer hijo Adán quiso saber qué había detrás del mal; suponía que ahí estaba mi poder. Conociendo el mal y el bien, sería dueño del cielo, de la tierra y aún del mismo Dios.


A partir de entonces, perdió la noción del límite: todo era exigible, todo era conquistable. Por eso, mis siervos a veces quisieron imponer el límite ante el mal a sangre y fuego. Era en tiempos primitivos: mi pueblo balbuciente era de dura cerviz, de corazón de piedra.


Se instauró el delito, se consagró la venganza, la ley del talión , la antema, la guerra santa; algunos actuaban en nombre de la ira de Dios.


Yo , a través de los siglos, he mandado mensajes de paz y concordia: profetas que prometían cambiar los corazones de piedra en corazones de carne y espíritu; puse una ciudad de la paz – Salem – como referencia de la adoración en espíritu. Mandé a pacíficos mensajero, a profetas grandes y menores ; mandé a mi Unigénito, Príncipe de la Paz. Y durante todo el existir humano, he mandado buena gente : Asís el Mínimo, Claras y Teresas, Juanes y Bernardos…


La cuestión es que el hombre se enamoraba de todo lo que no tenía; o tal vez de todo lo que tenía su hermano. David de la esposa de Urías; Acab de la viña de Nabot..; el hombre, del misterio de Dios. Y como no lo conseguía, decidió quitárselo por la fuerza.


No había todavía inventado la espada y ya Caín mataba con sus propios huesos a su hermano. Jacob envidiaba la herencia de Esaú. David, dueño de todo un rebaño de esposas y concubinas, robó a Urías la única cordera.


Y yo nunca pedí venganza; tanto que a la mujer de Urías escogí para línea de sangre de mi Unigénito.


Por consejo de una mujer malvada, Acab robó la viña de Nabot; viña que solo le produjo agraces. Era una tierra que no producía aceite de unción real sino manzanas de tentación y envidia. Fue tan insensato que su sangre terminó mezclándose con las aguas del pilón pecador donde lavaban sus miserias las prostitutas de Israel.

* * *

Terminó el Padre de hablar cuando el cielo empíreo ya se había llenado de millones de vivientes que cantaban la alegría de volver a la Casa del Padre. Volvían de consolar lágrimas, de proponer la paz, de consolar huérfanos y viudas. Volvían ellos para quienes no había ya lágrimas, ni llanto , ni dolor; volvían a la tierra nueva, porque, para ellos, la tierra antigua ya había pasado.




¿Dónde está Dios?

Joseba Aguirre

El País, miércoles 31 de agosto de 2005



Si un extraterrestre visitara España y tuviera acceso a los medios de comunicación y a los temas tratados por éstos en el último año, llegaría probablemente a la conclusión de que la religión y todo lo relacionado con ella es una de las cuestiones que más importan a los españoles: la financiación de la Iglesia, la revisión de los acuerdos Iglesia-Estado, la religión en la escuela, la enfermedad de Juan Pablo II, su muerte y sus funerales, la elección del nuevo Papa, su entronización, el relevo en la Conferencia Episcopal española, su posicionamiento ante la reforma legal que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo, la participación de algunos obispos en la manifestación contra dicha ley, la Iglesia católica, las cuestiones religiosas, los representantes eclesiásticos han estado más presentes que nunca en la vida social española, en sus medios de comunicación.


En ese contexto se han podido escuchar y leer todo tipo de opiniones. Muchos no creyentes han defendido al Estado —y a la sociedad— frente a pretensiones eclesiales. Muchos han recomendado a la Iglesia, a los obispos, a los creyentes cómo se tienen que reformar, en qué consiste la verdadera fe, cómo deben encontrar el camino de la reconciliación con la ciencia. Y ha habido también muchos creyentes que han hecho oír su voz, bien comulgando plenamente con la jerarquía, bien criticándola, exigiendo más libertad, más diálogo, más tolerancia, más democracia, más respeto a la ciencia. Y lo han hecho individualmente o como pertenecientes a algún colectivo dentro de la Iglesia, como teólogos progresistas, como teólogos laicos, como cristianos, de base, como miembros del movimiento
otra iglesia.


Quien suscribe estas lineas es teólogo por formación, doctor en Teología, fue clérigo y no se atreve a afirmar que sea cristiano, aunque sí puede afirmar que la cuestión religiosa —o la cuestión de la fe, que no es necesariamente lo mismo- es de la cuestiones más importantes en su vida. Y el espectáculo descrito al inicio y vivido muy de cerca no ha hecho más que acrecentar la pregunta que más le preocupa: ¿dónde está Dios? Es una forma de preguntar distinta a la tradicional de si Dios existe, pero creo que más adecuada a la propia cultura moderna, que si bien se ha basado en la diferencia entre el ámbito público en el que la pregunta acerca de Dios es irrelevante, y el ámbito privado, en el que puede obtener diversas y libres respuestas, no se basa tanto en la negación de Dios como en su ausencia.


Como no tengo respuesta clara a la pregunta planteada, sólo puedo aportar algunos elementos de reflexión, y argumentar la pregunta misma. El conjunto de la ciencia moderna se ha construido sobre la base del
etsi Deus non daretur de Laplace: la ciencia funciona como si Dios no existiera, la ciencia no necesita recurrir a la hipótesis de un Dios creador para continuar su búsqueda de la verdad, o su búsqueda de instaurar el imperio humano sobre el mundo, como diría Francis Bacon.


El Estado moderno, el Estado de derecho, se ha desarrollado sobre la idea de la libertad de conciencia, matriz de todas las libertades, y a partir de esa libertad de conciencia sobre, el principio de la aconfesionalidad del Estado, sobre el principio de la separación de Estado e Iglesia o iglesias: la cuestión religiosa es algo a dilucidar en el ámbito privado, el Estado no puede imponer ninguna creencia religiosa porque el espacio público de la democracia es el espacio de las verdades penúltimas. Por eso no puede imponer ni siquiera la no creencia, el ateísmo como doctrina oficial.


La propia cultura moderna en su conjunto, según la idea hegeliana de que la filosofía es su propio tiempo elevado a pensamiento, se ha construido sobre el Viernes Santo metafísico analizado por Hegel, la recuperación en el ámbito conceptual del suceso histórico de la muerte de Jesús en [a cruz: la muerte de Dios es la mar- ca interpretativa de la situación! cultural de las sociedades modernas, una marca que afirma exclusivamente la ausencia de Dios.


No dice nada nuevo, pues, Nietzsche al proclamar la muerte de Dios en la cultura moderna, anuncio que va de la mano de -la - proclamación de una buena nueva, de la superación de la vieja moral que humilla al ser humano. Nietzsche anuncia la gaia ciencia, la nueva moral, la voluntad de poder, el eterno retomo, la afirmación sin reservas de la tierra y del hombre, sin que estén sujetos a límites impuestos externamente a ellos mismos Es la historia de la muerte de la metafísica en la cultura moderna.


La cuestión radica en saber si la metafísica simplemente muere, sin más, si Dios se ausenta sin más del ámbito humano y terrenal, o si la muerte de la metafísica y la ausencia de Dios producen un vacío que tiende a ser llenado inmediatamente. Con esta pregunta no se trata de reconstruir de una nueva forma las argumentaciones escolásticas para probar la existencia de Dios: tienen razón pensadores como H. Blumenberg y K. Lowith que no admiten la interpretación de la cultura moderna de forma derivada, como si fueran desviaciones de otra forma de cultura cuyos principios fundamentales transforman en algo distinto.


Pero la soberanía que impera no sólo en la articulación política moderna, sino también en la economía y en las ciencias, la voluntad presente en la cultura moderna para sustituir por medio de las ciencias naturales, la técnica y la industria al Dios creador, y por medio de las revoluciones al Dios salvador, y la deconstrucción a la que se ha visto obligado el pensamiento tardomoderno, deconstrucción de todas las grandes narraciones que han venido después de la muerte de Dios y de la supuesta muerte de la metafísica son indicativos, cada uno a su manera, de que la gestión de los asuntos humanos y terrestres en condiciones de inmanencia y contingencia no es una cuestión sencilla.


Cuando la teodicea se transforma en la obligación de asumir en responsabilidad propia todo lo que acontece y se pierden todas las inocencias, cuando se descubre que democracia consiste en vivir en el tiempo y en el espacio de las verdades penúltimas, pero nunca en el de las verdades definitivas, la responsabilidad humana crece enormemente. Cuando el pensamiento llega al punto de negarse a sí mismo la posibilidad de construir narraciones integrales, cuando la necesidad humana de definirse y construirse límites no depende de ningún principio exterior a sí mismo, sino de su propia voluntad y capacidad, entonces se necesita un superhombre. Para hacer frente a todos esos retos- se - precisa realmente una gran voluntad de poder para ser no sólo el pastor del ser, sino el lugar en el que el ser se revela sin caer en la nada.


La presencia de Dios que supuestamente se manifiesta en todos los fenómenos citados al inicio- de estas reflexiones, es una falsa presencia, o La presencia de un Dios falso. Es una presencia acorde a las leyes de la sociedad del espectáculo. Una presencia que olvida que a las manifestaciones espectáculo de la divinidad un Viernes Santo puso punto final. Es una presencia que no quiere asumir la responsabilidad de los pasos dados por eL ser humano en la conquista de su propia libertad, ni los positivos de autonomía, democracia, verdad, legitimidad del poder; ni los negativos de los totalitarismos modernos, cuyo significado no puede ser devaluado a simple demostración de la existencia de Dios.


Creo que está dicho en los mismos evangelios, y puede que sea de las poquísimas
ipsissima verba Jesu —de las palabras realmente pronunciadas por Jesús— que el único camino al Padre, a Dios, es a través del hijo, es decir, a través de la cruz, de la muerte de Dios en cruz, momento en el que se hizo una tremenda oscuridad sobre Jerusalén_, sobre la tierra. La Iglesia sigue queriendo llegar al Padre sin pasar por el Hijo, quiere seguir teniendo hilo directo, al igual que cree tener conocimiento directo de la verdad de la naturaleza, de una naturaleza sin seres humanos, sin la ambigüedad de éstos, sin lo que supone que ella exista sólo en las palabras humanas, que aparezca en ellas al tiempo que en ellas está velada.


Alguien ha escrito que la manera de estar presente cíe Dios en la cultura moderna es el modo de la ausencia. Una ausencia que se inició hace unos dos mil años, pero que llegó a encarnarse de verdad en la cultura mucho más tarde, abriendo las puertas a la responsabilidad de los humanos, una responsabilidad que ha creído, a veces, poder constituirse en absoluta traduciendo la ausencia de Dios corno su negación, una negación que obliga a sustituirlo. Pero como dice Paul Celan: “No separes el sí del no, dale a cada palabra su sombra”.







1 El presente texto es una síntesis del segundo capítulo de la memoria final del Master de Discernimiento Vocacional y Acompañamiento espiritual de la Escuela de Formadores de Salamanca, realizado por Pedro López García. La adaptación a este encuentro de formadores de la Inspectoría Salesiana San Juan Bosco de Madrid del día 5 de Junio de 2004 ha sido realizada por Francisco Santos, de cara a una exposición sintética de la antropología de base de la Escuela de Formadores. Para profundizar en el tema, cf. L.M. RULLA, Antropología de la vocación cristiana. 1. Bases interdisciplinares, Atenas, Madrid, 1990; A. CENCINI – A. MANENTI, Psicología y formación. Estructuras y dinamismos, Paulinas, México, 1994; A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana: claves antropológicas del acompañamiento, Frontera – Hegian, Vitoria, 1998; Ib., Teorías de la personalidad y antropología cristiana en el marco de los Ejercicios, en: AA.VV., Psicología y Ejercicios, Mensajero – Sal Terrea, Bilbao, 1991, 231-252. Estas obras son la base para la elaboración de este capítulo.

2 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 8.

3 Cf. A. BISSI, Madurez, 155-166.

4 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 8. La crítica que se puede hacer a la teoría freudiana y rogeriana desde la antropología cristiana, no es sólo que el hombre es visto enteramente negativo o enteramente positivo, sino que, si el hombre es sólo sus instintos o sus posibilidades humanas desaparece de su horizonte su misterio más grande: su trascendencia. La antropología filosófica y la fe cristiana manifiestan que el ser humano está llamado a salir de sí y a abrirse a una novedad grande. La fe sabe que esta novedad es Cristo y en ella encuentra la persona humana su pleno cumplimiento y madurez. El hombre no es sólo sus instintos, no es sólo sus posibilidades, es sobre todo su apertura trascendente llena de novedad hacia el valor Cristo.

5 M. I. RUPNIK, Il discernimento. Prima parte: verso il gusto di Dio, Lipa, Roma, 2000, 21.

6 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 13.

7 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 13-14.

8 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 14-15.

9 A. CENCINI – A. MANENTI, Psicología y formación, 3.

10 A. LÓPEZ GALINDO, Teorías, 242-243.

11 L. RULLA, Antropología, 442.

12 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 22.

13 En este trabajo no vamos a abordar los contenidos del inconsciente, sus leyes y cómo se forma. Para ello Cf. A. CENCINI – A. MANENTI, Psicología y formación, 35-43.

14 L. RULLA, Antropología, 125.; Cf. Ib, 77-79.

15 Cf. A. CENCINI, I sentimenti del Figlio. Il cammino formativo nella vita consacrata, EDB, Bologna, 1998, 91-92.

16 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 25.

17 L. RULLA, Antropología, 113.

18 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 47.

19 ib.

20 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 48.

21 L. RULLA, Antropología, 122.

22 ib., 451.

23 L. RULLA, Antropología, 451

24 A. CENCINI – A. MANENTI, Psicología y formación, 64-65. «Un enfermo de anorexia nerviosa tiene, a nivel fisiológico, la necesidad de comer; pero, al mismo tiempo, no quiere ingerir alimento alguno y de hecho no come. O bien una persona deprimida tiene, a nivel psicosocial, la necesidad de establecer relaciones con los demás; pero no lo desea y se cierra en sí misma. Evidentemente, para que la necesidad se concretice en acción se requiere, al menos, la presencia del deseo emotivo o racional» (ib., 65).

25 Cf. L. RULLA, Antropología, 289. 431-433.

26 Cf. A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 53-54.

27 A. CENCINI – A. MANENTI, Psicología y formación, 77.

28 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 69. Cf. A. CENCINI – A. MANENTI, Psicología y formación, 78-80. Ej: Los judíos son antipáticos, siento desprecio por los judíos, estoy movido a actuar contra los judíos.

29 Cf. A. CENCINI – A. MANENTI, Psicología y formación, 82-87; L. RULLA, Antropología, 440.

30 L. RULLA, Antropología, 154.

31 A. LÓPEZ GALINDO, La condición humana, 73.

32 ib.

33 L. Boff, Francisco de Asís. Ternura y vigor, Sal Terrae, Santander, 1982, 186.

34 Lo expresa muy bien San Pablo cuando afirma: «Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rom 7,18-19).

35 L. RULLA, Antropología, 291.

36 A. CENCINI, Vida Consagrada. Itinerario formativo, San Pablo, Madrid, 1994, 34-35.

37 L. RULLA, Antropología, 296.

38 Cf. ib., 130-132.

39 Cf. ib., 158-181.

40 ib., 314.

41 ib., 323.

42 ib., 325.

43 Cooperador Paulino 129 (2005).

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