Retiro de Noviembre (Tema: la pobreza) |
Inspectoría
Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24 de
octubre de 2005 nº 47
LA BONDAD, EL OTRO NOMBRE DE LA SANTIDAD
IN MEMORIAM DEL HERMANO ROGER
¿Qué es lo que vengo buscando en Taizé? Diría que una clase de experimentación con lo que más profundamente creo. Es decir, aquello que generalmente se llama religión tiene que ver con la bondad... Está un poco olvidado, de modo particular en varias tradiciones del cristianismo. Quiero decir que hay un cierto tipo de estrechez, de encierro sobre la culpabilidad y el mal. No es que subestime ese problema, el cual me ha tenido ocupado mucho durante varias décadas. Pero lo que necesito verificar, de algún modo, es que por muy radical que sea el mal, éste nunca será tan profundo como la bondad. Y si la religión, las religiones, tienen un sentido, es el de liberar el fondo de bondad de los seres humanos, ir en su búsqueda allí donde se encuentra completamente enterrado. Ahora bien, aquí en Taizé, veo irrupciones de bondad en la fraternidad entre los hermanos, en su hospitalidad tranquila, discreta, y en la oración, donde veo miles de jóvenes que no tienen la articulación conceptual del bien y del mal, de Dios, de la gracia, de Jesucristo, pero que tienen un tropismo fundamental hacia la bondad (Paul Ricoeur).
ÍNDICE
Retiro ………………………...3-13
Formación………………….14-22
Comunicación.……..........23-26
El anaquel…………….......27-34
Revista fundada en el 2000
Edita y dirige:
Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"
Avda. de Antibióticos, 126
Apdo. 425
24080 LEÓN
Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254
e-mail: formacion@salesianos-leon.com
Maqueta y coordina: José Luis Guzón.
Redacción: Segundo Cousido y Mateo González
Depósito Legal: LE 1436-2002
ISSN 1695-3681
RETIRO
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Ecónomo Inspectorial |
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León, 25 de octubre de 2005
A la atención de los Srs. Directores y
hermanos en sus comunidades
Queridos hermanos:
Un año más, aprovechamos las fechas del retiro mensual de noviembre para reflexionar sobre el modo de vivir nuestra pobreza comunitaria y personal.
Se sugiere para este año centrar nuestra reflexión sobre LA POBREZA, PIEDRA DE TOQUE DE LA VIDA RELIGIOSA (Síntesis de la pobreza bíblica y su concreción en la pobreza religiosa).
Respondiendo a las urgentes preguntas que suscita el tema de la pobreza evangélica, la Hermana Aquinata Bóckmann, misionera benedictina y profesora de estudios monásticos en la facultad de San Anselmo de Roma llega a la provocadora conclusión de que es precisamente en la pobreza donde se decide el futuro de la vida religiosa.
“Muy diversas pueden y deben ser las formas de pobreza en la vida religiosa, según el acento y el carisma particular de cada Instituto. Pero siempre deberá ser al modo de Jesús y en respuesta, aquí y ahora, a los pobres. Manteniendo vivas estas referencias, todas las dificultades que presenta la práctica concreta de la pobreza (y que son analizadas en este libro) pueden ser resueltas. La voluntad y la inteligencia para hacerlo llevarán a la vida religiosa a una progresiva apertura a Dios; a la fraternidad; a la preferencia por los pobres, signo evidente de que una fuerza mayor ha irrumpido en los propios gustos y tendencias; a marchar con Cristo por el camino de salvación que él recorrió... De este modo, la vida religiosa podrá pervivir y dar pruebas de su autenticidad”.
Que este retiro nos sirva para la reflexión tanto personal como comunitaria. Las reflexiones son útiles, nos ayudan a avanzar poco a poco, pero en definitiva sabemos que el vivir auténticamente la pobreza evangélica, es cuestión de amor a Cristo, que nos sale al encuentro no solo en la oración, sino también en las personas, especialmente en los más pobres.
Un abrazo.
José Manuel González Díez
1 Pues no faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra |
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Deuteronomio 15, 11-1
1.1 CANTO INICIAL |
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SOMOS UN PUEBLO
Somos un pueblo que camina,
y juntos caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas, ciudad de eternidad.
1.- Somos un pueblo que camina,
que marcha por el mundo buscando otra ciudad.
Somos errantes peregrinos en busca de un destino,
destino de unidad. Siempre seremos caminantes,
pues sólo caminando podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba,
sin penas ni tristezas: ciudad de eternidad.
2.- Sufren los hombres, mis hermanos,
buscando entre las piedras la parte de su pan.
Sufren los hombres oprimidos,
los hombres que no tienen ni paz ni libertad.
Sufren los hombres, mis hermanos,
mas tú vienes con ellos y en ti alcanzarán
otra ciudad...
3.- Danos valor para la lucha,
valor en las tristezas, valor en nuestro afán.
Danos la luz de tu palabra,
que guíe nuestros pasos en este caminar.
Marcha, Señor, junto a nosotros,
pues sólo en tu presencia podremos alcanzar
otra ciudad...
4.- Dura se hace nuestra marcha,
andando entre las sombras de tanta oscuridad.
Todos los cuerpos, desgastados,
ya sienten el cansancio de tanto caminar.
Pero tenemos la esperanza
de que nuestras fatigas al fin alcanzarán
otra ciudad...
1.2 L ECTURA |
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LA
POBREZA, PIEDRA DE TOQUE DE LA VIDA RELIGIOSA
AQUINATA
BÖCKMANN (Editorial Sal Terrae)
Síntesis de la pobreza bíblica y su concreción en la pobreza religiosa
1.
En primer lugar, la pobreza, en la Biblia, es un estado social o
material. Existe una auténtica carencia; por eso el pobre espera
ayuda, depende de lo que quieran regalarle; pero la pobreza en sí
no es un ideal.
La pobreza es un vacío que hay que llenar: es como un recipiente que ha de llenarse de algo positivo.
2.
La pobreza material —y no nos referirnos aquí a la pobreza
infrahumana— encierra en sí una oportunidad, porque más bien
remite al hombre a la verdad de su ser, a su pobreza existencial. El
hombre, por su misma esencia, no puede prescindir de la ayuda, del
amor del prójimo, de realizarse, de ser salvado y redimido, sobre
todo en la muerte. Y así, en la pobreza exterior puede verse una
imagen de la pobreza existencial: de que se es mendigo ante Dios y
ante los hombres. Hay que hacer más honda esa pobreza material,
aceptando la dependencia de unos respecto de otros y la dependencia
que todos tenemos de Dios, en quien hemos de confiar. La riqueza,
por el contrario, fácilmente le seduce a uno y le mueve a sentirse
seguro de sí mismo, dueño de sí mismo, a cerrarse y no desear
recibir nada de regalo, a huir de la verdad de lo que es el hombre.
3.
El Reino de Dios llega preferentemente a los pobres, a los
insignificantes, a los necesitados, a los marginados. En Jesucristo,
el Reino de Dios se manifiesta en pobreza, debilidad y locura. La
pobreza de Cristo abarca la pobreza existencial del hombre hasta la
muerte y, como concretización (y según las circunstancias),
diferentes formas de pobreza exterior. Por la llegada del Reino en
Cristo se produce una inversión de valores: los valores primeros se
hacen los últimos; lo infecundo se hace fecundo; la sabiduría del
mundo es locura ante Dios; la abundancia se transmite mediante el
desprendimiento; la riqueza, mediante la pobreza, y reinar significa
ponerse al servicio...
4.
A partir de Jesucristo está claro el sentido de la pobreza
voluntaria. Esta no se halla primariamente al servicio de un ideal
de perfección de la persona, sino que es un medio para el amor,
está al servicio de la misión. Es una ayuda para integrarse en
todo el misterio redentor de Cristo y para acompañarle en su camino
de salvación. Debe estar siempre asociada a la pobreza de los
pobres.
5.
En el círculo de los discípulos vemos claramente que la pobreza
voluntaria conduce a la comunión. Significa dependencia unos de
otros, aceptar recibir las cosas de regalo, transmitir los regalos a
otros, tener comunión de bienes. Significa aceptar la escala divina
de valores y optar preferentemente por los pobres.
6.
Por consiguiente, el contenido de la pobreza voluntaria por amor a
Cristo, tal como aparece claramente en la Sagrada Escritura, es el
siguiente:
—
Escasez y carencia, originadas por la renuncia voluntaria a los
bienes y a la adquisición de los mismos y que determinan el que se
dependa voluntariamente de otros.
— Profundización constante en la «pobreza en espíritu ’>.
— Comunión de bienes (compartir los bienes materiales, humanos y espirituales) y disponibilidad.
— Opción preferente por los pobres. Todo ello como participación en la pobreza de Cristo (y, por tanto, también en su locura).
7.
Significación de la pobreza evangélica:
— Es signo de la grandeza del Reino de Dios, del amor inconcebible de Cristo, de la gratuidad de la salvación.
— Es condición para la verdadera fraternidad en Cristo.
— Nos hace libres para nuestra misión; crea disponibilidad para el servicio; es signo de la autenticidad de que pertenecemos realmente a Cristo.
8.
En el Nuevo Testamento hay muchas formas distintas de pobreza. No se
encuentra una «ley» rígida sobre la pobreza, sino una gran
libertad con respecto a las posibles «traducciones» de la pobreza
de Cristo. La pobreza está siempre subordinada a otros valores: a
la unidad con Cristo, al amor, a la ayuda, al servicio y a la
fraternidad.
1.3 SALMO 85 |
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L
Tanto en los instantes felices como en las adversidades, el Señor no cesa de implorar a su Padre con crecida insistencia. Pobre, desamparado, siervo rigurosamente fiel, amigo de su Padre al que devuelve amor por amor, nadie tiene mejor título que Él para ser escuchado. Más que cualquier otro, Jesús reza con confianza porque conoce su bondad y su amor: Inclina tu oído, Señor, Padre mío, y escúchame.
Y este amor de Jesús a su Padre fue un amor sacerdotal, esto es, un amor que glorifica y un amor que se inmola; un amor que redime y salva; un amor que tuvo su coronamiento en el Calvario y que se perpetúa en el Santo Sacrificio del Altar.
ORACIÓN DEL POBRE ANTE LOS PROBLEMAS
Inclina
tu oído, Señor, escúchame,
que soy un pobre
desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva
a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad
de mí, Señor,
que a tí te estoy llamando todo el día;
alegra
el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia tí;
porque
tú, Señor, eres bueno y
clemente,
rico
en misericordia
con los que te invocan.
Señor, escucha
mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el
día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes
igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos
los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia,
Señor;
bendecirán tu nombre:
"Grande eres tú, y
haces maravillas;
tú eres el único Dios".
Enséñame,
Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi
corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré
de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por
siempre,
por tu gran piedad para conmigo,
porque me
salvaste
del abismo profundo.
Dios
mío, unos soberbios
se levantan contra mí,
una banda de
insolentes
atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a
ti.
Pero tú, Señor,
Dios clemente y
misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y
leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu
siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal
propicia,
que la vean mis adversarios
y se
avergüencen,
porque tú, Señor,
me ayudas y consuelas.
1.4 RITO PENITENCIAL |
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Tú que dijiste: “Bienaventurados los pobres”, Señor, ten piedad.
Tú que, siendo rico, te hiciste pobre por nosotros a fin de enriquecernos con tu pobreza, Cristo, ten piedad.
Tú que diste de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos, Señor, ten piedad.
ORACIÓN
Te bendecimos, Padre, Señor de los hombres,
porque has ocultado tu presencia a los listos, sabios y ricos
y la has revelado a los pobres y humildes.
Te damos gracias porque de Ti proceden todas las cosas.
No nos des pobreza ni riqueza.
Haznos justos, amables, serviciales.
Que nunca olvidemos los sufrimientos ajenos.
Y que siempre comprobemos que hay “mas dicha en dar que en recibir”
Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.
1.5 M ONICIÓN AL EVANGELIO |
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El diálogo de Jesús con el joven rico, relatado por san Mateo en el capítulo 19 de su evangelio, puede constituir un elemento útil para volver a escuchar de modo vivo y penetrante su enseñanza moral.
1.6 LECTURA DEL EVANGELIO |
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«Se le acercó uno y le dijo: "Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?". Él le dijo: "¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". "¿Cuáles?" le dice él. Y Jesús dijo: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". Dícele el joven: "Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?". Jesús le dijo: "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme"»
(Mt 19, 16-21)
1.7 CANTO |
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CUANDO UN NIÑO
1.-Cuando un niño, con hambre, pide pan,
cuando llora, pues nunca se lo dan,
¡Oh!... tiemblo por Ti, Jesús.
Sufres, lloras, mueres...
Con los niños, de hambre mueres Tú.
2.-Mueres Tú cuando un hombre esclavo está,
cuando grita pidiendo libertad.
¡Oh!... tiemblo por Ti, Jesús.
Sufres, lloras, mueres...
Con los hombres esclavos mueres Tú.
3.-Cuando siento que el mundo en guerra está,
que el hermano al hermano matará.
¡Oh!... tiemblo por Ti, Jesús.
Sufres, lloras, mueres...
Con los hombres que mueren mueres Tú.
4.-Cuando pasas enfermo junto a mi.
Cuando olvido tu hambre y tu sufrir.
¡Oh!... tiemblo por Ti, Jesús.
Sufres, lloras, mueres...
Por mi absurdo egoísmo mueres Tú.
1.8 COMENTARIO AL EVANGELIO |
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Texto. -El comienzo refleja una cierta urgencia por parte de la persona que se aproxima a Jesús: lo hace corriendo. Que fuera un joven, no se deduce en absoluto del texto de Marcos. La identidad personal del interlocutor no es significativa para el autor; lo significativo son las situaciones moral y social del interlocutor: una persona cumplidora del decálogo y muy rica.
La pregunta formulada revela, además, una persona con inquietudes religiosas: ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? El gesto de arrodillarse y la interpelación (Maestro bueno) que acompaña su pregunta revelan veneración y reconocimiento hacia Jesús.
Las primeras palabras de Jesús revelan magistralmente cómo era él, cual era su papel e, incluso, cómo se experimentaba a sí mismo. Nadie es bueno sino solamente Dios. Jesús fue una señal apuntando siempre en dirección a Dios. Jesús remitía siempre a Dios.
A continuación Jesús recuerda a su interlocutor cosas que, sin duda, conocía este por los libros del Éxodo y del Deuteronomio. Seis mandatos, cinco de ellos en formulación negativa y uno en formulación positiva. Los seis son de naturaleza social, en el sentido de que velan por los demás, por los que no son uno mismo.
Por último, Jesús propone a su interlocutor algo que a éste le falta, una única cosa: la renuncia a su dinero. La propuesta es prioritariamente individual, le afecta a él y a su bolsillo.
Comentario. -La guerra es sólo la expresión última y más llamativa de la falta de paz; antes ha habido infinidad de expresiones intermedias más rutinarias de falta de paz. En el final están los políticos, los economistas y los militares; en el largo y preparatorio camino estamos nosotros, los de a pie, los de andar por casa, es decir, casi todos los habitantes del planeta.
En el largo y preparatorio camino están las pequeñas y grandes cosas que hacemos mal en nuestras relaciones con los demás. Las seis apuntadas por Jesús abarcan bastante bien todo el campo de posibilidades de mala relación con los demás. Cuando estalle la guerra (escribo este comentario cuando los medios de comunicación hablan de ambiente prebélico), pensemos que durante mucho tiempo antes cada uno de nosotros estuvo preparando eso que sólo al final se llama guerra. No nos engañemos: el final, es decir, la guerra es ciertamente cosa de altas esferas político-económico-militares; pero la falta de paz es cosa de todos y cada uno de nosotros. Tenemos el mal hábito de cargar a las altas esferas en exclusividad la responsabilidad de la guerra, cuando la guerra es, en realidad, la suma final de nuestras malas acciones contra los demás en el día a día de nuestro vivir.
De nuestras malas acciones contra los demás y de nuestro amor al dinero. Tampoco en este punto es conveniente engañarse. El dinero puede, amordaza, rompe. Parece bastante cierto que el dinero es móvil primordial de las guerras. Pero ¿acaso no lo es de nuestras vidas? ¿Con qué derecho, pues, podemos pensar que no somos responsables de las guerras? Vende todo lo que posees. La propuesta es dura y contundente. Como duro y contundente es nuestro apego al dinero. ¿Propuesta inviable? Jesús no es maximalista ni habla tampoco de un voto de pobreza. Sencillamente nos pone en guardia a todos contra el dinero. El dinero, en efecto, puede, amordaza y mata. Donde el dinero sea el móvil, nunca jamás podrá haber paz. Tomémoslo en serio. El dinero es hoy demasiado dueño nuestro. Así nunca habrá paz.
1.9 EXAMEN DE CONCIENCIA |
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¿Qué es lo más significativo para ti de las lecturas de la Sagrada Escritura o de la reflexión?
Cuando escuchas el término: "los pobres", ¿qué sientes? ¿Qué provoca esos sentimientos?
Es muy común el hecho de tener estereotipos para los pobres. ¿Qué estereotipos tienes tú o las personas que conoces, acerca de los pobres? ¿De qué forma intentas romper con estos estereotipos?
¿Quiénes son los "extranjeros, las viudas y los huérfanos" de tu comunidad?
1.10 MOMENTO DE REFLEXIÓN Y TIEMPO DE CONFESIONES |
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(
(Quien anime el retiro puede proyectar las imágenes del Power Point Katrina, si le parece oportuno, lo envío en un archivo adjunto)
Texto:
Un Padre económicamente muy bien acomodado, queriendo que su hijo supiera lo que es ser pobre, lo llevó para que pasara un par de días en el monte con una familia campesina. Pasaron tres días y dos noches en su vivienda del campo.
En el carro, retornando a la ciudad, el padre preguntó a su hijo
¿Qué te pareció la experiencia?...
"¡Buena!", contestó el hijo con la mirada puesta a la distancia.
Y...
¿qué
aprendiste?, insistió el padre...El hijo contestó:
Nosotros tenemos un perro y ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina con agua estancada que llega a la mitad del jardín... y ellos tienen un río sin fin, de agua cristalina, donde hay pececitos, barro y otras bellezas.
Que nosotros importamos linternas del Oriente para alumbrar nuestro jardín... mientras que ellos se alumbran con las estrellas y la luna. Nuestro patio llega hasta la cerca... y el de ellos llega al horizonte. Que nosotros compramos nuestra comida; ellos, siembran y cosechan la de ellos. Nosotros oímos CD's... Ellos escuchan una perpetua sinfonía de ruiseñores, jilgueros, pericos, ranas, mirlas y otros animalitos... todo esto a veces dominado por la sonora canción de un vecino que trabaja su monte. Nosotros cocinamos en estufa eléctrica... Ellos, todo lo que comen tiene ese glorioso sabor del fogón de leña.
Para protegernos nosotros vivimos rodeados por un muro, con alarmas... Ellos viven con sus puertas abiertas, protegidos por la amistad de sus vecinos. Nosotros vivimos "conectados" al celular, al computador, al televisor... Ellos, en cambio, están "conectados" a la vida, al cielo, al sol, al agua, al verde del monte, a los animales, a sus siembras, a su familia. El padre quedó impactado por la profundidad de su hijo... y entonces el hijo terminó: "¡Gracias papá, por haberme enseñado lo pobres que somos!".
Cada día estamos más pobres del espíritu y de la apreciación por la naturaleza que son las grandes obras de nuestro Creador.
Nos preocupamos por TENER, TENER, TENER, TENER MÁS y no nos preocuparnos por HACER MÁS POR LOS DEMÁS!
¡HAY
MILES DE PERSONAS ESPERANDO QUE TE LEVANTES PARA SERLES
DE
BENDICION!
No
te limites por lo que tienes... ¡APROVÉCHALO!
Poema:
La Pobre
Soy
tan pobre tan pobre,
que no tengo ni madre.
Soy tan pobre
tan pobre,
que no tengo ni nadie.
Que no tengo ni
abrigo
que llevarme a los hombros.
No tengo ni belleza
que
llevarme a los hombres.
Soy tan pobre tan pobre,
que no
tengo ni labios
que llevarme a la boca.
¿Tenéis una
mirada de ternura?
¿Os sobra algo de vino en la copa?
¡Un
poquito de pez,
que tengo hambre..!
Aunque
sólo sea una mirada,
soy tan pobre, tan pobre,
que no
tengo una sábana blanca...
pero si no la tengo no te vayas.
No
tengo un hombro donde llorar a gusto.
No tengo un hombre donde
zurcir palabras.
Unas manos, por caridad,
para las mías
largas,
que tengo a mi corazón enfermo
y no tengo que
darle una cucharada
Gloria Fuertes
1.11 ORACION DE LOS FIELES: |
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C - Dirijamos nuestra oración al Padre para que nos haga dóciles a la voz de su Espíritu y podamos seguir a Cristo por la senda de una auténtica pobreza.
L - Oh Padre, tú nos has llamado al seguimiento de Cristo por el camino de la pobreza.
T - Concédenos vivir nuestra elección en alegría, poner nuestra confianza en tu providencia y entregarnos totalmente al servicio del Evangelio.
L - Tú nos has enseñado que la pobreza debe ser siempre un acto de amor hacia ti y un verdadero abandono filial en tu paternidad.
T - Oriéntanos para no reducirla a una pura observancia jurídica.
L - Por medio de Aquel que es tu Palabra, has llamado bienaventurados a los pobres.
T - Haz que, cuando la pobreza real nos cause incomodidades y sufrimientos, nos alegremos de participar con los pobres en la bienaventuranza que tú has prometido.
L - Tú nos invitas a no acaparar egoístamente lo que nos has dado con generosidad.
T - Haznos capaces de condividir todo, y que nuestra pobreza sea un signo de nuestro amor a nuestros hermanos y a los jóvenes.
L - Tú nos permites, Señor, vivir en nuestro tiempo con el trabajo de nuestras manos.
T - Concédenos ocupar siempre nuestro tiempo, en un trabajo asiduo y sacrificado, para testimoniar a los hombres de hoy el sentido humano y cristiano del trabajo.
1.12 ORACIÓN CONCLUSIVA |
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Padre, Dios de bondad, nos das la tierra que nos proporciona alimentos. Escucha las oraciones de tu pueblo y dales a todos aquellos que trabajan la tierra una plena medida de dignidad humana y justicia. Que traigamos el espíritu de Cristo en todos nuestros esfuerzos, y que estos esfuerzos traigan una cosecha rica en justicia, paz, y amor.
Te pedimos esto por Jesucristo nuestro Señor.
Amen.
1.13 CANTO FINAL |
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Quédate
junto a nosotros
que la tarde está cayendo,
pues sin ti a
nuestro lado
nada hay justo, nada hay bueno.
1.
Caminamos solos por nuestro camino,
cuando vemos a la vera un
peregrino;
nuestros ojos, ciegos de tanto penar,
se nos
llenan de vida, se nos llenan de paz,
Quédate
junto a nosotros
que la tarde está cayendo,
pues sin ti a
nuestro lado
nada hay justo, nada hay bueno.
2.
Buen amigo, quédate a nuestro lado,
pues el día ya sin luces
se ha quedado;
con nosotros quédate para cenar
y
comparte mi mesa y comparte mi pan.
Quédate
junto a nosotros
que la tarde está cayendo,
pues sin ti a
nuestro lado
nada hay justo, nada hay bueno.
3.
Tus palabras fueron la luz de mi espera,
y nos diste una fe más
verdadera;
al sentarnos junto a ti para cenar,
conocimos
quién eras al partirnos el pan
FORMACIÓN
Los siete signos de la vida fraterna1
P. Giordano Cabra
Las
comunidades fraternas, que se constituyen para cumplir el mandamiento
supremo del Señor, el mandamiento de la caridad, no sólo
contribuyen a humanizar las relaciones interpersonales, sino que
tienen también un importante cometido misionero.
Baste
pensar que la realización de comunidades fraternas es parte
integrante de la misión de la vida religiosa. Misión que, como
sabemos, no se agota sólo en una actividad, aunque se despliegue con
gran generosidad y a tiempo completo, sino que incluye la realización
de comunidades fraternas, que son por sí mismas un anuncio o un
signo de realidades cristianas fundamentales.
Por
lo demás, toda comunidad cristiana, del tipo que sea, está llamada
a «decir» al mundo algunas realidades importantes que, si se
«dicen» o «anuncian» con palabras, pueden suscitar formas más o
menos veladas de escepticismo, pero que, si se hacen realidad
palpable, cobran una gran fuerza misionera, una poderosa fuerza de
signo, una capacidad de expresar realidades que las palabras han
deteriorado demasiadas veces y que, por eso, ya no se atreven a
expresar.
La fuerza misionera de la vida fraterna puede ser presentada a través de algunos «signos», que ella expresa con el mero hecho de «existir». Podemos indicar siete signos.
Signo de la novedad cristiana
Ya
desde los orígenes, los cristianos se ganaron el apelativo de
«hombres de la fraternidad». En la dura sociedad romana, esclavista
y jerarquizada, los cristianos aportaron el aire nuevo de un mensaje
fraterno sorprendente y de algunas realizaciones fraternas aún más
maravillosas que suscitaban el estupor de sus contemporáneos: «Mirad
cómo se aman!».
Los
historiadores están convencidos de que una de las razones
verificables del rápido desarrollo de la nueva religión se ha de
buscar en la predicación y en la praxis de la fraternidad.
Este
ideal ha sido retomado regularmente, cada vez que se quería alcanzar
la frescura de los orígenes, cuando se quería dar autenticidad al
mensaje cristiano y representarlo en toda su pureza.
La
sorpresa de los paganos, de ayer y de hoy, ante los grupos que viven
fraternalmente se debe a la dificultad que experimentamos los humanos
en vivir como hermanos y hermanas. Una dificultad tan grande y
persistente que lleva a poner en duda la misma posibilidad de luchar
por ello.
Si,
por una parte, se siente la nostalgia de un mundo fraterno, aunque
trasladado al pasado, de un mundo bucólico, aldeano, sencillo y
campesino, considerado ya irremediablemente superado, por otra parte
se considera extremadamente arduo intentar realizarlo en la sociedad
postmoderna, individualista y egoísta.
En esta situación, las comunidades fraternas pueden aparecer como «signos de la posibilidad de vivir la fraternidad cristiana, como también del precio que es necesario pagar para la construcción de cualquier forma de vida fraterna» (VF 56).
No
sólo eso; aparecen también como signos de la fuerza
transformadora de
la Buena Nueva: «Las comunidades religiosas, que anuncian con su
vida el gozo y el valor humano y sobrenatural de la fraternidad
cristiana, manifiestan a nuestra sociedad con la elocuencia de los
hechos la fuerza transformadora de la Buena Nueva» (VF 56).
Donde
llega el Evangelio, las relaciones humanas mejoran, se humanizan; se
afina la calidad de las relaciones humanas; la sociedad se ennoblece,
adquiere el sentido de la pietas
y,
por encima de todo, se instalan el amor y el respeto por el hermano.
«Además,
en medio de las distintas sociedades de nuestro planeta, agitadas por
pasiones e intereses opuestos que las dividen, deseosas de unidad,
pero desorientadas sobre el camino que han de seguir, la presencia de
comunidades donde se encuentran como hermanos y hermanas personas de
diferentes edades, lenguas y culturas y que —no obstante los
inevitables conflictos y dificultades que una vida en común
conlieva— se mantienen unidas, es ya un signo que atestigua algo
más elevado, que obliga a mirar más arriba» (VF 56).
Aparece
en este texto todo el problema de la creciente multiculturalidad y de
la mezcla de las razas, al que corresponde el aumento de comunidades
religiosas multiétnicas. Estas comunidades están llamadas a ser un
laboratorio de experimentación de la convivencia fraterna,
considerada en tantos otros ámbitos difícil, cuando no imposible.
Tanto en el Sur como en el Norte del planeta, estas fraternidades son
un signo de la novedad cristiana, de la llegada del Reino de Dios,
que hace posible lo que en otros ámbitos parece imposible.
Podemos
entrever en esto las dos modalidades posibles de entender las
relaciones humanas, los dos modelos de referencia o, como diría San
Agustín, las dos ciudades: la del hombre, construida sobre el amor a
uno mismo hasta el desprecio de Dios y de los demás, y la ciudad de
Dios, construida sobre el amor a Dios y a los hermanos hasta el
desprecio de uno mismo.
La
fraternidad aparece entonces como algo que forma parte de la ciudad
de Dios, ya presente y activa en esta tierra, aunque de forma siempre
incompleta y perfectible.
La
«novedad cristiana» no es sólo algo que se anuncia, sino también
algo que se realiza en los grupos en que se vive la vida fraterna.
Si
el paso del hombre viejo al hombre nuevo es más difícil de percibir
en los individuos, indudablemente es más fácil de advertir en las
nuevas relaciones que se establecen entre los creyentes renovados por
el «mandamiento nuevo». El empeño en practicar el «mandamiento
nuevo» entre los creyentes lleva a hacer evidente la «novedad
cristiana» en todos los contextos. Una novedad que fascina, provoca,
atrae y conquista.
Signo
de que somos discípulos del
Señor Jesús
«En
esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a
otros» (Jn 13,35).
En
la vida fraterna se cumple realmente su enseñanza y su estilo de
vida, dando así testimonio de Jesús como maestro, modelo, Señor:
«Por su gran amor, el Padre envió a su Hijo para que, como nuevo Adán, reconstruyera y llevara toda la creación a la unidad perfecta. Viniendo a nosotros, constituyó el comienzo del nuevo pueblo de Dios, llamando en torno a sí a los apóstoles y discípulos, hombres y mujeres, como parábola viviente de la familia humana congregada en la unidad. Les anunció la fraternidad universal en el Padre, el cual nos ha hecho familiares suyos, sus hijos y hermanos entre nosotros. Cambió totalmente las relaciones de poder y de dominio, dando El mismo ejemplo de cómo hay que servir y ponerse en el último lugar. Durante la última cena, les dio el mandamiento del amor recíproco: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, amaos también los unos a los otros” (Jn 13,34); instituyó la Eucaristía, que alimenta el amor mutuo. Después se dirigió al Padre pidiendo, como síntesis de sus deseos, la unidad de todos conforme al modelo de la unidad trinitaria.
»Entregándose
luego a la voluntad del Padre, en el misterio pascual, realizó
aquella misma unidad que había enseñado a vivir a sus discípulos y
que había pedido al Padre. Con su muerte en la cruz destruyó el
muro de separación entre los pueblos, reconciliando a todos en la
unidad, enseñándonos de este modo que la comunión y la unidad es
el fruto de la participación en su misterio de muerte» (VF 9).
Los
seguidores de Cristo se reconocen por su capacidad de ser hermanos:
es el signo más evidente y de mayor garantía de nuestra pertenencia
a El, el «primogénito entre muchos hermanos». Jesús se hace
presente y es honrado en sumo grado por las personas que viven como
hermanos y hermanas, porque demuestran haber comprendido el núcleo
de su mensaje: un solo Dios en el cielo, Padre de todos los hombres,
y una sola familia en la tierra, la familia de los hijos de ese mismo
y único Padre.
Allí
donde la vida fraterna se busca como ideal, existe la fidelidad a las
enseñanzas del Maestro y se realiza en alto grado el discipulado.
Pero
vale también lo contrario: no es posible llamarse discípulos, ni
presentarse como tales, cuando se persigue con tibieza o se deja
totalmente de lado el ideal de la vida fraterna. O cuando se
contradice dicho ideal con una práctica sistemáticamente
litigadora, arrogante, despreciativa, intolerante, intransigente y
tendente a la autoafirmación más que a la búsqueda de consenso.
La
falta de este signo infunde sospechas y arroja sombras sobre
cualquier realización que pretenda ser cristiana, porque al Señor
Jesús se le reconoce presente en medio de lo suyos, es decir, de
aquellos que se toman en serio su deseo de que los suyos vivan como
hermanos y hermanas.
Signo
de que Jesús fue enviado por el Padre y de que el cristianismo tiene
origen divino (cf. Jn 17,21)
«El
signo
de la fraternidad es, por lo mismo, sumamente importante, porque es
el signo que demuestra el origen divino del mensaje cristiano y posee
la fuerza para abrir los corazones a la fe. Es una “confessio
Filii”, es una atestación de la singularidad y unicidad de Jesús,
el Señor. Por eso “toda la fecundidad de la vida religiosa depende
de la calidad de su vida fraterna en común”» (VF 54).
Son
afirmaciones comprometedoras y hasta sorprendentes que, a primera
vista, pueden parecer demasiado cercanas a una exageración piadosa,
fruto del deseo de una promoción, quizás algo altisonante y hasta
retórica, de la vida fraterna.
Pero
existen al menos dos textos del Nuevo Testamento que las fundamentan
y les dan una fuerza de provocación y de verdad única y segura.
Ante
todo, es el mismo Señor Jesús el que hace depender la fe del
«mundo» del signo de la fraternidad: «que todos sean uno, para que
el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21). La vida fraterna
convence al mundo de que Jesús fue enviado por el Padre, viene del
Padre; que no es alguien que se ha autoproclamado «profeta», sino
que es el enviado de Dios, y que, por tanto, su mensaje no es de
origen humano, sino de origen divino. Un mensaje al que, por
consiguiente, hay que prestar «la obediencia de la fe».
El
«milagro» que convencerá al mundo será, pues, el «milagro de la
fraternidad», la cual tiene en sí misma una poderosísima fuerza
probatoria de la verdad cristiana, una fuerza demostrativa que le
atribuyó el mismo Señor Jesús.
Y,
al contrario, las divisiones, las luchas y las discordias atestiguan
en contra del origen divino de la misión de Jesús; dondequiera que
haya hombres que proceden según una sabiduría humana, allí hay
división. Pero donde hay unidad, allí está actuando una sabiduría
superior, la sabiduría divina que proviene del Hijo de Dios y que,
por tanto, es divina.
El
segundo texto, aparentemente de otro tono, pero de idéntico
significado, se encuentra en los Hechos de los Apóstoles (4,33):
«Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor
Jesús con mucha eficacia». Es una constatación que se hace en el
contexto de uno de los «sumarios» en los que se describe la vida
fraterna de las primeras comunidades. Inmediatamente antes se dice:
«En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo»
(v. 32); e inmediatamente después sigue así: «entre ellos ninguno
pasaba necesidad, ya que los que poseían tierras o casas las
vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los
apóstoles» (v. 34).
La
intención de Lucas es demostrar, por una parte, la gran fuerza de
«convencimiento» que tenían los apóstoles y, por otra, dejar
claro que esa fuerza provenía de la vida fraterna.
Había
y hay una especial bendición apostólica para quien lleva una vida
fraterna. Había y hay una capacidad de testimoniar la resurrección
del Señor Jesús, tanto ayer como hoy, en un mundo en el que hablar
de resurrección puede hacer que aflore a los labios una piadosa
sonrisa de compasión.
Pero,
parece decir Lucas, había y hay un pacto entre el Señor y su
comunidad (cf. Dt 15,4-6):
en
la comunidad que se esfuerza en vivir como hermanos y en la lucha
apostólica, el Señor derramará una especial fuerza o eficacia
apostólica. Sobre la comunidad en que se cumple el precepto del
Señor, el mandamiento del amor, recaerá la bendición de Israel:
«dominarás sobre muchos pueblos y no serás dominado» (Dt 15,4-6).
Lo que equivale a decir: «convenceréis de que Jesús es el Señor,
porque es el Resucitado». Es un nuevo pacto de alianza para la
conquista pacífica de los corazones: que los creyentes se hacen
hermanos y su actividad apostólica será incisiva, porque el pueblo
creerá en el poder del Resucitado, es decir, creerán que Cristo
viene de Dios.
Son
dos textos que convergen en la misma realidad: de la vida fraterna
brota una fuerza apostólica «divina», capaz de tocar los corazones
y de convertirlos al Hijo Resucitado.
Signo de la realidad profunda de la Iglesia
La
Iglesia
se ve obligada con frecuencia a
tratar cuestiones institucionales y organizativas. Es una necesidad
que emana de su encarnación en la historia, en la que es necesario
sumergirse a través de la exigente aceptación de sus leyes. Pero
este hecho, absorbente y comprometedor, puede hacer que la Iglesia
corra el riesgo de ofrecer una imagen reductora de su realidad
profunda, que es la fraternidad. La Iglesia es eminentemente una
comunión, que es expresión en la historia de su participación en
la comunión trinitaria. Dicho más simplemente: es la familia de los
hijos de Dios, llamados a vivir como hermanos.
Cuando
el Concilio Vaticano u quiere expresar la íntima esencia de la
Iglesia, la presenta como el signo y el instrumento (o sacramento) de
la unión del ser humano con Dios y de los seres humanos entre sí.
La Iglesia será tanto más ella misma y dará una imagen tanto más
verdadera de su realidad cuanto más capaz sea de presentarse como
una fraternidad en construcción.
Conocemos
las dificultades recurrentes y persistentes para alcanzar esa mcta.
Conocemos con cuánto entusiasmo son acogidos semejantes enunciados y
con cuánta reticencia y fatiga son aplicados después.
Un
estímulo para la realización de la fraternidad dentro de la
Iglesia, incluso una primera realización que habla de la perennidad
de este ideal fraterno, lo aportan aquellas comunidades en las que
las personas no están unidas sólo por las metas a alcanzar, sino
que las vidas se dedican a la misión de la Iglesia, con el
compromiso de vivir la fraternidad.
La
radicalidad de su compromiso apostólico y fraterno hace de estas
comunidades tanto un signum
in ecclesia como
un signum
ecclesiae. Es
decir, se convierten en un estímulo dentro de la Iglesia para
realizar la fraternidad y llegan a ser para los demás una
representación viviente de lo que es la Iglesia en la intención de
su Maestro y Señor.
Efectivamente,
la Iglesia es una fraternidad, y tiende a serlo en la práctica,
procurando ser una casa acogedora para todos, buenos y malos,
sensible y atenta a todos los sufrimientos, a las grandezas y
miserias del hombre y la mujer de nuestro tiempo, a sus angustias y
esperanzas.
En
los años ochenta la iglesia italiana reflexionó sobre la Iglesia
comunión y produjo excelentes documentos que han contribuido
indudablemente a una toma de conciencia de esta realidad profunda,
pero relativamente nueva, al menos en este milenio.
También
se percibió que la misión mantiene una secreta vinculación con la
comunión y la comunidad: ¿acaso el objetivo de la actividad
misionera de la Iglesia no es reunir en una familia a los «hijos
dispersos»?; ¿no es crear comunidades fraternas que testimonien el
amor de Dios al mundo, un amor que transforma ya desde ahora las
relaciones humanas?
Pero
hay más. Quienes se entregan a amar a los hermanos y hermanas con
quienes comparten la existencia, encuentran más fácil la misión,
puesto que quien actúa es el mismo Espíritu de entrega y donación:
«Este amor, que une, es el mismo que impulsa a comunicar también a
los otros la experiencia de comunión con Dios y con los hermanos; es
decir, crea apóstoles» (VF 56).
Esta
vida fraterna ayuda a la perseverancia, y por eso sostiene a los
operarios en la misión. Dar vida a una comunidad fraterna significa,
pues, generar una gran esperanza que envuelve toda la realidad
cristiana, porque es un germen de fraternidad destinado a dar frutos
en un terreno fértil que sólo espera estas semillas.
Signo
de
la
familia
humana de Jesús
La
familia humana de Jesús, la familia de Nazaret, es el espacio en el
que se cuidó con la máxima simplicidad el crecimiento de Jesús, es
decir, el crecimiento de Dios en el mundo.
También
hoy, una vida fraterna sencilla, que vive de la palabra de Dios, que
se deja conducir por Su voluntad, que cultiva la fraternidad, es el
lugar del crecimiento de Dios en el mundo: «donde hay caridad y
amor, allí está Dios»; donde crece la caridad, allí aumenta el
espacio reservado al crecimiento de Dios.
La
familia de Nazaret es el lugar donde se viven las paradojas de la
vida cristiana. En ella, el Hijo de Dios no ocupa el primer puesto,
sino que obedece a José y a María. En ella se hace realidad la
paradoja evangélica: «el más grande sea entre vosotros como el más
pequeño». En la vida fraterna, no pocas veces sucede lo mismo:
quien preside no es necesariamente el más santo o el más sabio.
Pero al menos sí debería distinguirse como persona «prudente».
El
crecimiento de la fraternidad depende de la aceptación de las
funciones de cada uno, importantes o secundarias; de la conciencia de
que lo importante es hacer la voluntad de Dios; de que esta voluntad
consiste en amar a Dios y a los hermanos, independientemente de la
relevancia social del papel que se desempeña; de que el crecimiento
del amor es posible en cualquier cometido, puesto, papel, actividad,
profesión, edad, condiciones de salud y grado de aceptación del
ambiente. Cuando vivimos con esta convicción grabada en la mente y
en el corazón, nos aproximamos a Nazaret y al clima de la familia de
Jesús.
El
Concilio llamó a la comunidad fraterna «familia reunida en el
nombre del Señor», justamente como lo era la familia de Jesús,
aunque, obviamente, de forma eminente e inalcanzable.
La
afirmación de Jesús —«donde están dos o tres reunidos en mi
nombre, allí, en medio de ellos, estoy yo»— hace a la fraternidad
cristiana muy semejante a la Sagrada Familia.
Reunidos
por el amor de Cristo, representamos algo de la realidad de la
familia de Jesús. Y lo hacemos en la medida en que vivimos
conscientemente la paradoja cristiana: que el más grande sea el más
pequeño; en la medida en que cultivamos el amor mutuo dándole
prioridad con respecto a los demás valores y actitudes. Dios crece,
pues, en la humildad y en la aparente ausencia; la visión de fe
transforma el valor de todas las cosas, de las experiencias, de las
interpretaciones de la propia historia. Es decir, esa paradoja
transforma la vida personal y la comunitaria: el amor manifiesta en
ella toda su fuerza creadora y su poder de renovación.
Signo de la Trinidad
Ya hicimos notar la afirmación comprometedora de que la vida fraterna es también «una huella de la Trinidad en la historia», confessio Trinitatis (confesión de la Trinidad).
El
redescubrimiento —si lo podemos llamar así— de la vida fraterna
va al mismo paso que el «redes- cubrimiento» de la Trinidad: como
Dios es una comunión de personas, la forma de vida que mejor expresa
esa realidad no puede ser otra que la vida de comunión fraterna. A
un Dios-comunión corresponde una Iglesia-comunión; y esto exige la
formación de comunidades fraternas, tanto religiosas como
familiares, en las que la realidad de comunión se manifieste de
forma legible.
Una
Iglesia sin fraternidades realizadas puede generar la sospecha de la
escasa relevancia de la Trinidad: ¿de qué vale creer en
Dios-comunión y confesarle como tal, si aquí, en la tierra, cada
cual piensa en sus propias cosas e intereses, si dejamos que la
dimensión fraterna quede por debajo de la dimensión individualista,
si desdeñamos la fraternidad como un ideal abstracto, si convertimos
la eficacia inmediata en nuestra principal preocupación, marginando
cualquier otra intención, empezando por la misma fraternidad?
Si
la Trinidad es la Realidad fundante, si Dios es comunión, entonces
toda la realidad humana está marcada por esa realidad, al menos
mientras Dios sea Dios-Trinidad.
Hubo
un tiempo en que la Trinidad era adorada en los cielos y en la
intimidad de los corazones, que eran su habitáculo. La inhabitación
de la Trinidad fue una verdad entrañable y muy consoladora, que
sostuvo una elevada y admirable espiritualidad.
Pero
ha llegado el momento de pasar de la dimensión «intrapersonal» a
la dimensión «interpersonal», de lo íntimo a lo comunitario, del
yo al nosotros, para mostrar la fuerza de com-unión y de com-unidad
del Misterio supremo y soberano.
Ante
la pregunta «por qué se aman tanto los cristianos?» debe surgir
espontánea la respuesta: «porque su Dios es un Dios de personas que
se aman».
Signo de la comunidad escatológica
Cierto:
en el estado definitivo no viviremos aislados, sino en festiva y
gratificante comunión. Una comunión extraordinaria y singular, ante
todo con el Padre, el Hijo y el Espíritu, y después con la multitud
de los santos y santas, con la comunidad de los salvados, con la
gratificante compañía de la humanidad de todos los tiempos.
Es
fácil que el «grado de complacencia» y «gratificación» en esa
gozosa comunión dependa del grado de «propensión fraterna» que
hayamos cultivado y promovido aquí, en esta tierra.
La
comunidad escatológica, con sus promesas de felicidad, sostiene el
empeño por la realización, aquí abajo, de la vida fraterna, con
sus fatigas y desilusiones.
Por
su parte, una fraternidad que crece en la cotidiana oscuridad, se
convierte en rayo de luz que preanuncia la luz solar de la
fraternidad definitiva, gozosa y fuente de felicidad.
Con
su constancia en la fatiga de la construcción preanuncia la grandeza
del premio y la fuerza de atracción de la meta. Con su
característico «qué bello es que los hermanos vivan unidos!»
preanuncia la bienaventurada y beatificante fraternidad definitiva.
Con su gozo habitual, con su «habitat» que permite a las personas
florecer, crecer, expandirse y dar fruto, con su clima sereno y
fraternal, está indicando la línea de llegada final, donde
viviremos todo eso en plenitud y sin sombra alguna.
Da
la impresión de que a nuestras comunidades se les ha confiado el
cometido de los invernaderos, en los que se cultivan y preparan los
hermanos y hermanas llamados a vivir la feliz fraternidad en el libre
e iluminado espacio del «tiempo» definitivo, en la fruición plena
y comunional del «Amor que mueve el sol y las demás estrellas».
Una conclusión esencial
«Quien
no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.
Este es, precisamente, el mandamiento que recibimos de él: quien ama
a Dios, que ame también a su hermano» (1 Jn 4,20-21).
COMUNICACIÓN
La música como lenguaje juvenil2
De los medios de comunicación se ha escrito abundantemente estudiando sus mecanismos, sus efectos, sus técnicas y sus prota- gonistas. Se focaliza la atención fundamentalmente sobre la radio, la televisión, la prensa escrita, las revistas, el cine, Internet e incluso la publicidad. Pero difícilmente se encuentra literatura especializada que hable de la música como medio de comunicación.
Maite López
Los medios de comunicación social pueden definir- se, en esencia y vocación, como aquellos instrumentos que hacen posible el entendimiento entre personas y pueblos. La música, sin duda, es muchas cosas a la vez: un arte (ante todo), una experiencia, una técnica... Pero también es un medio de comunicación en sí mismo, independientemente del formato que lo contenga o de la modalidad en la que se disfrute.
La
música no es el instrumento ni el intérprete; la música no es la
inspiración ni el autor; la música no es la radio, ni la
televisión, ni el disco compacto, ni el soporte que la transmite; la
música no es la orquesta ni el director. En palabras de un artista
internacionalmente conocido y popular como es Bono (solista del grupo
irlandés U2), «la buena música es como encontrarte con alguien».
Y es que la música es
comunicación inmediata
de emociones, provocadora de experiencias, generadora de recuerdos,
portadora de conocimientos, creadora de vínculos...
Modalidades juveniles
de participación musical
Pero
si hay un grupo social que se ha apropiado de manera significativa de
la música es el mundo juvenil. En los jóvenes, algunas de las
características más intrínsecas a la experiencia musical cobran
fuerza y se ponen de manifiesto de manera privilegiada en su
particular manera de entender la música.
Las
modalidades juveniles de participación musical son muchas y muy
variadas. Tanto que, después de sólo citar las más comunes nos
será difícil sostener la afirmación —convertida en prejuicio
generalizado— de que la música convierte a los jóvenes en una
masa de seres pasivos.
Señalamos
algunas con su descripción y características peculiares.
• Escucha en ámbito doméstico. En la radio, los discos que acaba de comprar, los préstamos de los amigos o lo último que se han bajado de Internet. Esta modalidad puede ser compartida (pequeño grupo de amigos íntimos) o individual. En este último caso se realiza distraídamente mientras se hace otra cosa: acompaña como fondo el quehacer doméstico e incluso el estudio. El ámbito más amado es, sin duda, la habitación —mejor aún si no es compartida con otros hermanos— ya que el estilo o el volumen de la música es una cuestión de libre elección. Es uno de los mejores momentos para saborear, recordar, recrearse en detalles musicales, letras, cantantes o grupos que otras modalidades colectivas y/o masivas no permiten. A menudo es una manera de autoafirmación frente al padre, la madre o al resto de la familia.
• Escucha individual en ámbito público. Mientras van de un sitio a otro por la calle, en metro, en autobuses, parques, plazas o esquinas. Normalmente es individual y a través de auriculares (walkman, minidisk o discman). A veces vemos parejas compartiendo los auriculares. También hay grupos que escuchan —e incluso bailan— la música a través de un «loro» o reproductor portátil. Estas prácticas ayudan a reafirmarse a sí mismos marcando diferencia entre ellos —como individuos o como grupos— y el resto de la sociedad, lo cual no significa automáticamente un aislamiento o evasión de la misma. Si se dan estas actitudes es por otro tipo de motivos —personales, afectivos, psicológicos, familiares, sociales, etc.— que la música evidencia como síntoma y/o potencia, pero difícilmente provoca o causa directamente.
• Visión
de videos musicales. Como
todos sabemos el vídeoclip
es
una breve película con imágenes sugerentes que acompañan la
ejecución musical de una canción de música ligera. Desde que en
los ‘80 se popularizara el videoclip
musical
es una de las formas más atractivas de disfrutar de la música. No
olvidemos que nacieron como medio para la promoción de artistas y
como platos fuertes en las campañas comerciales. Están hechos para
atraer. Y lo consiguen.
Entre ellos encontramos desde
verdaderas joyas hasta auténtica «telebasura», tanto en calidad
técnica como estética y musical. Aunque su venta era
considerablemente menor a la de los discos, la grabación durante la
emisión de las cadenas de televisión especializadas y el fácil
acceso a ellos a través de Internet hacen que su visión sea una
práctica muy común. Los últimos datos de la SGAE hablan de un
crecimiento espectacular del mercado del video-clip en detrimento del
compact disc. Esta modalidad ayuda a visualizar la música, a
vincularla a un estilo determinado de imagen y a potenciar su función
«mítica» (narrativa).
•
Manipulación en formato digital. Esta
práctica se refiere a
las
actividades relacionadas con la descarga de música (sobre todo en
formato MP3) a través de Internet y con la grabación, mezcla y/o
modificación de los componentes acústicos de la música gracias a
los programas informáticos especializados. La digitalización
distingue, sin duda, a las nuevas generacíones y ha cambiado de
manera radical la relación de los jóvenes con la música.
Esta
posibilidad ha roto las barreras del mercado discográfico haciendo
posible, como nunca antes, el intercambio de música de una manera
rápida, fácil, económica y sin moverse de casa. Internet potencia
la personalización (la música «a la carta»), la actualización
(lo último que sale al mercado), la inmediatez (en cuestión de
pocos minutos) y la abundancia (pueden bajarse cuanto quieran y de
cualquier estilo).
Ello
permite una gran autonomía en cuanto a la elección de temas y
grupos. También hace posible crearse sus propios CD, seleccionando
sus propias recopilaciones, que después disfrutan y comparten con
sus amigos. Requiere, sin duda, destreza y competencia musical en el
campo informático.
• Pinchar música Consiste en elegir y poner música para que otros bailen. Esta práctica, que se popularizó y se puso de moda a partir de la difusión del formato radiofónico de los top40 y de la figura del discjockey (el DJ o presentador del programa), sigue siendo muy practicada entre los jóvenes de hoy.
Los
avances de la técnica han puesto al alcance de muchos aficionados,
elementos para convertirse en auténticos virtuosos
semiprofesionales. Concretamente la electrónica aplicada a esta
actividad musical, ha dado origen a la llamada música electrónica.
Pinchar permite al joven mostrar en público sus habilidades y le da
la capacidad de influir en los gustos de los demás a través de sus
propias preferencias.
•
Consumo y shopping. Comprar
música es una forma de participación musical no exenta de
significado. El presupuesto juvenil —lo que disponen para sus
gastos— ha de repartirse en varios frentes: ropa, consumiciones,
entrada en discotecas o conciertos, videojuegos... y también discos.
La elección no es fácil, ya que el mercado es amplísimo. Han de
refinarse mucho los criterios. Pone de manifiesto las verdaderas
prioridades de estilo. A menudo grupos de amigos se reparten qué
comprar para luego compartir las versiones originales no pirateadas,
auténticos objetos preciosos. Los «Top manta» (o fenómeno del
pirateo) han facilitado mucho esta práctica, ya que por el precio de
un CD original (20 euros) puedes comprar hasta 8 piratas.
• Creación y reinterpretación.
Que
puede ser a su vez pública o privada. Quienes saben tocar un
instrumento musical pueden disfrutar de esta modalidad «extra».
Consiste en tocar mientras escucha el CD de sus cantantes o grupos
favoritos. También en re-interpretar las canciones por su cuenta y/o
con sus amigos. Y, por supuesto, componer e interpretar las propias
canciones. También es frecuente encontrar adolescentes entonando a
coro sin pudor canciones de sus grupos favoritos durante el botellón
o en parques y plazas. Todo ello supone un grado mayor de
participación y producir los mismos sonidos, acordes o ritmos de su
música favorita, así como expresar ideas y sentimientos a través
de la música. Se añade también una mayor satisfacción personal.
•
Bailar. En
discotecas, bares, y pubs. El baile es la práctica más primaria
vinculada a la música ya que normalmente brota de modo natural y
espontáneo ante el estímulo sonoro. Seguramente por ello, la más
estudiada por antropólogos, etnólogos y sociólogos. El impulso al
baile —así como la habilidad y destreza para hacerlo bien—
depende mucho de la sensibilidad musical de quien escucha y, sobre
todo, del sentido del ritmo, que es el elemento fundamental que
provoca el baile.
También
depende mucho del contexto social. Los jóvenes tienen lugares,
espacios y momentos especialmente creados para bailar. De entre
ellos, la discoteca (sobre todo a edades tempranas de la juventud) es
el más apreciado. Bailar no sólo es divertido en sí mismo, sino
que hace posible la interacción con otros jóvenes y canaliza muchas
de las energías y potencialidades que esconden.
•
Concierto. De
entre todas las modalidades de participación musical, los
especialistas coinciden en señalar el concierto como la más
importante y significativa por su función lúdica y de cohesión
social. Hay muchos tipos de conciertos y no todos tienen la misma
resonancia: desde los conciertos en pequeñas salas (con un público
reducido pero con un ambiente más familiar y cálido) hasta los
llamados macro-conciertos (con multitudes concentradas en plazas de
toros o estadios deportivos y con una carga emotiva casi mágica).
Los festivales son, además, encuentros generalmente de dos o tres
días (una especie de «mini-campamentos» diríamos nosotros)
dedicados a escuchar y bailar música en directo de varios solistas o
grupos musicales.
Los
conciertos son parte de las giras que las compañías discográficas
organizan para cada grupo o artista, mientras que en los festivales
se diferencia entre organizadores, patrocinadores y colaboradores,
siendo todos ellos grupos (en su mayoría comerciales) de muy
distinta índole (desde marcas de bebidas o vaqueros, radios y
revistas especializadas en música, pasando por organismos oficiales
o asociaciones culturales). Sólo en España, entre mayo y octubre de
2003 se realizaron 24 festivales a nivel nacional.
Si
decimos que la música es un lenguaje, que es uno de los códigos
preferidos de los jóvenes para expresarse, lo importante es saber
qué nos están diciendo. A través de estas modalidades de disfrute
de la música, y sobre todo en cada momento concreto, nos están
comunicando
cosas,
nos están lanzando mensajes que hemos de aprender a descifrar, ¿Qué
tipo de mensajes?: «soy distinto que tú», «atiéndeme», «estoy
aquí», «necesito autonomía», «no me entiendes», «no te
entiendo», «mis amigos son importantes», «me siento solo», «me
siento mal», «tengo rabia», «tengo miedo», «tengo ganas de
vivir...».
¿Sabemos
leer sus mensajes y estados de ánimo a través de estas prácticas?
A través del fenómeno musical, y sobre todo de las manifestaciones
más características entre los jóvenes, podemos descubrir la
riqueza de significados que llega a adquirir la música en sus formas
más actuales y novedosas. Quizás nos sea útil (yo diría
necesario) aprender a comunicarnos con ellos interpretando (al menos)
y hablando (en el mejor de los casos) sus mismos lenguajes. Lo que a
simple vista puede parecernos una barrera cultural infranqueable
puede convertirse en una inmejorable ocasión para el diálogo. Por
eso nunca está de más profundizar en este apasionante, multiforme,
y a menudo desconocido, campo de la música contemporánea como medio
de comunicación universal.
El
ANAQUEL
PARABOLA CUARTA
PARÁBOLA DE NOÉ, EL JUSTO
EL PARTENÓN DE DIOS PADRE
En el Cielo era día de fiesta. Se conmemoraba la victoria en la gran batalla de Harmagedón. El Verbo de Dios, coronado y esplendente, venció al dragón para siempre.
La asamblea donde Dios Padre cuenta sus parábolas de ayer , hoy y siempre, se reunía en un espacio infinito, diseñado a encargo de la Sabiduría, arquitecto divino, por Ictinio y Calicrates, bajo la supervisión de Fidias. Dios Padre era amigo de Atenea y esta le recomendó a estos arquitectos ; no había otros que supieran más que los citados : eran los que habían edificado su templo.
Llenaba el gran anfiteatro una inmensa muchedumbre de signados que nadie podía contar: era gente de toda raza, lengua y nación.
Presidía Dios Padre desde el gradus, el palco de autoridades: allí eran de ver el Padre, el Hijo y el Espíritu; al lado, la Madre; la rodeaban tantos ángeles que estorbaban ; en más de una ocasión Pedro tuvo que reñirles porque se mezclaban con los asistentes que subían por las scalarias radiales, o interceptaban a la muchedumbre que llegaba cada día y llenaban los ambulatorios. En sitial especial destacaban los doce apóstoles. Había doce puertas , todo perla y brocado; eran los vomitorios por los que entraban a la Asamblea todos los elegidos.
LA GLORIA DE DIOS ETERNO
Empezó la sesión con un canto inefable, inmenso, infinito, eterno. Una voz de trueno clamó : ¡ Aleluya! Porque se ha establecido el Reinado de nuestro Dios ¡ ¡Bienaventurados los invitados a la boda del Cordero; su Esposa está dispuesta!
Y una sinfonía indescriptible resonó en todo el universo; sinfonía que se trasmitían las estrellas unas a otras. Se produjo una armonía cósmica que complació a Dios Padre.
Los Ángeles batieron sus alas, y María, la Madre, resplandeció de luz de más de doce estrellas; cada generación, con el consentimiento del Padre, le regalaba una .
Y la tierra, hirviente de sangre y de fuego, también se alegró porque asumió el torrente pútrido del mal que el dragón infernal había vomitado contra la mujer.
EMPIEZA LA SESIÓN
Esta sesión se esperaba muy interesante. Así que, con la llamada de las trompetas angélicas, se reunió la gran asamblea de comunión.
El escenario según hemos descrito , era esplendoroso.
El Padre Dios empezó presentando a Noé. Tenía interés en esclarecer las etapas de la Creación, y Noé representaba un momento crucial de la misma.
La Creación – decía el Padre - se está realizando siempre. En la tierra hablabais de glaciaciones, meteoritos, volcanes, inundaciones, deshielos, torrenteras, seismos, taludes… es la creación que continúa. El cosmos está en dolores de parto, y no acabará el proceso hasta que recapitule todas las cosas en mi Cristo.
LAS COMISIONES CELESTES
Estaba Dios Padre hablando y allá en la platea se agrupaba un corro de monjes . En el recinto todos los hábitos eran blancos; así que el Padre envió a Gabriel para conocer quiénes eran y qué hacían.
Supo que eran un grupo de monjes españoles que escuchaban a Rodrigo de Vivar, que les hablaba de Atapuerca.
Contaba a los oyentes los descubrimientos de la Gran Dolina, donde se habían encontrado fósiles, cráneos, fíbulas y otros instrumentos paleolíticos pertenecientes al “ Homo Antecessor”.
Los frailes leídos comentaban también los hallazgos de mamuts, huellas de dinosaurios, minotauros, unicornios, trasgos, gárgolas y dragones….. Los habían esculpido en los capiteles de los templos.
Fidias comentó con sorna que mientras el arte clásico esculpía atletas y cariátides hermosas – mujeres como columnas talladas que dice el Libro, - los monjes aterrorizaban a los creyentes medievales con diablillos, canecillos y dragones; lo que a veces, les permitía esculpir escenas prohibidas en el convento…
Todo era, comentó Bernardo, para catequizar al pueblo ignorante y dado a los mitos.
NOÉ CUENTA SU AVENTURA
El viejo Patriarca, que sabía más del Paleolítico que nadie, estaba impaciente escuchando a los monjes de Burgos que hablaban como novicios del Hombre de Atapuerca.
Así que, San Pedro mandó que los ángeles sonaran las trompetas para que empezara Noé a contar lo que sucedió en una época remota de glaciaciones terrestres.
El hombre seguía comiendo del árbol del bien y del mal a partes iguales. Abel y Caín no eran dos nombres, eran dos vidas, dos iconos para siempre. Abel era hijo de Dios, Caín, del hombre.
Los hijos de Dios, explicaba Noé , quisieron comerciar con las hijas de los hombres a su voluntad; así nació un comercio antiguo e inacabado.
EL HOMBRE QUIERE SER GIGANTE
De esa unión impetuosa nacieron los héroes , titanes y gigantes. En la historia del pueblo de Israel hubo gigantes filisteos y titanes hebreos. Pasados muchos siglos aún había en la tierra prometida hijos de Enac, gigantes de gran talla, que aterrorizaban a los exploradores de la tierra de leche y miel..
Y el último titán de Israel fue Sansón. También de la estéril nacían gigantes ; bastaba ser nazaríes de Dios, fuertes y robustos. Pero Sansón tenía afición a las hijas de los hombres; acudía al comercio filisteo y , contra la voluntad de su padre, tomó por esposa a Dalila. Esta mujer le hizo perder su vigor, robustez y fortaleza.
El héroe Sansón mató filisteos como hormigas, levantó las puertas de las ciudades y derribó en su muerte el templo de Dagón que aplastó al titán y a todos los filisteos.
EL LIBRO CONOCE A PROMETEO
Sabía el Libro de los mitos de los pueblos dominadores; en esos pueblos había gigantes, titanes, hipogrifos, minotauros, centauros, unicornios..
Era la era cuaternaria; se conocía el ladrillo, se labraba la piedra, se fundía el hierro y el bronce..
En el período común de aquella Humanidad sin letras, el bien, el espíritu divino, convivía con el mal, la ignorancia, el miedo; de todo ello nació el mito.( Algunos dicen que la religión..)
Adivinaban tiempos en que la luz, el fuego, el firmamento desvelaría sus secretos. Quisieron adelantarse y robárselos a Dios al que temían por sus truenos y relámpagos.
Intervino aquí Sófocles, gran conocedor de mitos y tragedias, diciendo: el hombre – gigante, titán atrevido – quiso robar la luz, el fuego, el trueno y relámpago al mismo dios empíreo.
Hércules, hijo de Júpiter tonante, llegó a separar Europa de Africa y colocar dos columnas de señal.
Titán era Prometeo que robó el fuego a los dioses y se lo entregó a los hombres.
Sísifo , hijo del viento Eolo, quiso engañar al mismo Zeus ; le condenaron a subir una roca a la cumbre de un monte; y la roca rodaba de nuevo hasta el valle; y así por siempre..
Más tarde Eneas el piadoso, hijo de Anquises, llevó sobre sus hombros a su padre en la huida posterior a la destrucción de Troya; despreció a Dido, fue amado por Venus y fundó el Imperio.
Era la nostalgia del Paraíso Perdido, intervino Moisés; el hombre siempre deseó saber el más allá, lo profundo y lo alto – Olimpo o Sinaí - donde intuía estaba el poder de Dios
DIOS PADRE INVENTA EL ARCO IRIS
Y Dios – siguió Noé - que seguía creando el universo mundo, enojado con los hijos de Dios, con gigantes, y titanes, agrandó el curso de los ríos, desheló los polos helados, y los glaciares ..; inundó las tierras .. Y llovió , llovió durante cuarenta épocas paleolíticas.
Y hombres y animales perecieron casi hasta extinguirse. Pero Dios Yavé reservó el tocón animal y vegetal – hombre, fauna y flora – guardando todo lo más escogido en el Arca de su predilección.
Y como símbolo, el Primogénito de toda criatura, enarboló el arco iris de la paz.
Entonces, el cuervo y la paloma se hicieron domésticos –en la paloma , negro el mal en el cuervo – La paloma casera, ciudadana, cercana, con el ramo de olivo ; el cuervo, que no volvió a casa entretenido en la carroña de la riada, esquivo, rapaz y carroñero.
LO MEJOR , LA VID COMO PRUEBA DE PIEDAD
Hasta entonces el hombre no necesitaba el racimo. Tenía recuperada la fauna y la flora. Pero Noé descubrió que el vino alegraba el corazón de dioses y hombres.
Este detalle lo refería, por respeto al Patriarca, Moisés.
Era el héroe del pueblo escogido; bebió hasta saciarse y dormir desnudo. Cam, el hijo del mal, se rió de su desnudez - no fue pío como Eneas - y Noé maldijo a Cam y a todos los cananitas impíos.
NACIÓ LA MALDICIÓN DE LOS ÚNICOS
Los descendientes del Patriarca, los hijos de Dios, siguieron aspirando a las alturas divinas. Construyeron una ciudad grandiosa, una Babilonia inicial, y en ella, una torre que alcanzaba a tocar el cielo, a superar el firmamento. Una torre, una lengua, una nación..
Ya estaba implantada la raza de sangre única, excluyente, de gigantes; una lengua, un territorio.. Había nacido el racismo, la xenofobia, el fundamentalismo, el nacionalismo..
Y observó Dios la maldad egolátrica de aquellos individualistas malvados, fundadores de guerras terroríficas.. Y Dios Padre los dividió en lenguas, los dispersó entre las naciones para que no les reconocieran en su habla; era como una tribu apestada que odiaba a sus hermanos, un pueblo balbuciente como un niño.
Y algunos de los descendientes de aquellos aún siguen excluyentes, construyendo torres de Babel…; de una sola lengua, de una torre desafiante.
Aquí intervino el Unigénito, y formó un arco con todos los colores de todas las razas y hablas . Y Noe creó la bandera blanca, la paloma con el olivo de la paz..
Porque Dios amó tanto al mundo que le entregó su paz en el ramo de olivo; y como era harto difícil conseguirla, plantó un monte que llamó de los Olivos para que el mundo supiera que hacía con ellos para siempre la paz.
Tomó al palabra Noé que terminó diciendo : y como el cosmos sigue en dolores de parto, aún se ven inundaciones, glaciaciones, volcanes, terremotos..; pero Dios Padre siempre deja un arca donde se guarden los mejores, los que conocen el signo del arco iris de su Hijo .
Ricos
epulones y pobres lázaros
2005-02-04
Leonardo Boff
El
Foro Económico Mundial de Davos y el Foro Social Mundial de Porto
Alegre actualizan, en cierta forma, la parábola evangélica del rico
epulón y del pobre lázaro. En Davos predomina lo económico, los
bienes materiales y el dinero. Hasta fecha reciente allí se reunían
los epulones del mundo para discutir monedas, intereses, mercados,
inflación y principalmente ganancias. Eran ciegos y sordos al clamor
que subía de la Tierra por causa del destino trágico de los pobres
y de la devastación de la naturaleza.
En
Porto Alegre predomina lo social, los bienes no-materiales y la
apuesta de que otro mundo es posible. Ahí se reúnen los
representantes de los pobres lázaros del mundo entero. En su agenda
están bienes espirituales y humanitarios como la solidaridad, el
respeto a la diversidad, la compasión, el cuidado con la naturaleza,
el rechazo a todo tipo de violencia y a la guerra, el empeño en la
paz duradera, el ecumenismo entre las religiones, la democracia
social sin fin.
Davos
y Porto Alegre muestran una humanidad bajo amenaza de bifurcación:
por un lado, ese tercio que tiene acceso a todos los medios de vida,
soñando vivir hasta 130 años, que es la edad de las células, y por
el otro, esos dos tercios de la humanidad que sobreviven como pueden,
con los parcos recursos que les sobran, alcanzando quizá los sesenta
años.
¿Cómo
mantener la humanidad unida, como especie y como familia, morando en
la misma Casa Común, ya que no tenemos otra para habitar? Es un
desafío ético y humanístico para todo poder político, para las
religiones y las Iglesias, para los intelectuales, para los
militantes por un mundo mejor y para todos los humanos que se han
concienciado de esta tragedia que puede abatirse sobre la humanidad.
La razón principal del Presidente Luta al participar de los
dos Foros reside en este significado transcendente: establecer
puentes, crear las condiciones para un diálogo necesario sobre el
futuro de la Tierra y de la Humanidad, partiendo de las demandas del
Foro Social Mundial, para impedir así la bifurcación. Él introdujo
en Davos el escándalo del hambre y de la exclusión. La puerta de
entrada no puede ser la economía capitalista, orientada por la
acumulación sin límites dentro de la lógica de la competición. En
ésta lógica sólo gana el más fuerte al precio de una altísima
iniquidad social y ambiental. Si entramos por ahí legitimamos a los
ricos epulones, sensibles únicamente a las cifras y al brillo del
vil metal. Debemos entrar por la puerta de lo social porque ahí
encontramos de inmediato los millones de otros con sus rostros
marcados y la naturaleza depredada. Y ante el otro surge la pregunta
ética: ¿cómo tratar a los humanos humanamente y cómo tratar a la
naturaleza con cuidado? Al responder estas preguntas que nos queman
por dentro, nos urge jerarquizar las instancias: la economía debe
servir a la política que, a su vez, debe someterse a la ética que,
por su parte, debe inspirarse en una comprensión integradora y
espiritual del ser humano. Es decir, los medios de vida económicos
sirven para garantizar una buena convivencia social y política
regida por valores éticos de justicia, equidad, participación y
respeto a los derechos, en el contexto de un aura espiritual que
proporciona las motivaciones importantes que dan sentido a la vida.
Davos
y Porto Alegre se exigen mutuamente. ¿Llegará el día en que se
abracen? Basta con que seamos razonables. Entonces no habrá ya ricos
epulones y pobres lázaros, sino ciudadanos que habrán descubierto
la alegría de convivir fraternalmente y en paz también con la
naturaleza.
Islam, cristianismo, judaísmo, budismo
Paulo Coehlo
El Semanal (13 de febrero) p. 85.
El precio de la sal (tradición islámica)
Nuxivan
había reunido a sus amigos para comer, y estaba cocinando un
suculento pedazo de carne. De repente, se dio cuenta de que se le
había terminado la sal. Nuxivan llamó a su hijo:
—Ve
a la aldea y compra sal. Pero paga un precio justo: ni más caro ni
más barato.
—Comprendo que no deba pagar de más. Pero si pudiera regatear un poco, ¿por qué no ahorrar algo de dinero?
—En
una ciudad grande, esto último es lo aconsejable. Pero en una ciudad
pequeña como la nuestra, la aldea entera perecería. Quien vende la
sal por debajo de su precio es porque necesita desesperadamente el
dinero. Quien se
aprovecha de esta situación muestra una falta
de respeto por el sudor y la lucha de un hombre que ha trabajado para
producir algo.
—Pero
eso es muy poca cosa para destruir una aldea entera.
—También,
al principio de la historia, la justicia era pequeña. Pero el
siguiente que vino cometió una un poquito mayor, pensando que no
tenía ninguna importancia, y mira a dónde hemos llegado.
Las cosas de este mundo (tradición judaica)
Rab Huna riñó a su hijo, Rabbah:
—¿Por
qué no vas a la conferencia de Ray Chisda?
—¿Y
por qué tendría que ir? —respondió el hijo—. Cada vez que me
dejo caer por allí, Ray Chisda no habla más que de cosas de este
mundo: las funciones del cuerpo, de los órganos, de la digestión y
de otras cosas relacionadas sólo con lo físico.
—Ray Chisda habla de las cosas creadas por Dios, ¿y tú dices que habla de las cosas de este mundo? ¡Ve a escucharlo!
La virtud que ofende (tradición cristiana)
El
abad Pastor paseaba con un monje de Sceta, cuando fueron invitados a
comer. El dueño de la casa, honrado por la presencia de los padres,
ordenó servir lo mejor que tenía. Pero resultó que el monje estaba
en periodo de ayuno. Cuando llegó la comida, cogió un guisante y lo
masticó lentamente. No comió nada más. A la salida, el abad Pastor
habló con él:
—Hermano,
cuando visites a alguien, no dejes que tu santidad se convierta en
una ofensa. La próxima vez que estés en ayuno no aceptes
invitaciones para comer.
El
monje entendió lo que el abad Pastor le decía. A partir de
entonces, siempre que estaba con otras personas se comportaba como
ellas.
Hacer
una petición (tradición budista)
Cierta mujer invocaba el nombre de Buda cientos de veces al día, sin entender jamás la esencia de sus enseñanzas. Después de diez años lo único que consiguió fue aumentar su amargura y su desespero, pues pensaba que sus súplicas no eran oídas.
Un
monje budista se dio cuenta de lo que sucedía, y una tarde fue a su
casa:
—Señora Cheng, ¡abra la puerta!
La
mujer se irritó e hizo sonar una campana en señal de que estaba
rezando y no quería que la molestaran. Pero el monje insistió
varias veces:
—Señora
Cheng, ¡tenemos que hablar! Ella, furiosa, abrió la puerta con
violencia:
—
¿Qué clase de monje es usted, que no se da cuenta de que estoy
rezando?
—Sólo
he llamado cuatro veces, y mire cómo se enfada. Imagine cómo se
sentirá Buda, después de que lo haya estado llamando durante diez
años. «Si llamamos con la boca, pero no sentimos con el corazón,
no ocurrirá nada. Cambie su modo de invocar a Buda; entienda lo que
él dice, y él entenderá lo que, dice usted.»
1 P. GIORDANO CABRA, Para una vida fraterna, ST, Santander 1999.
2 Cooperador Paulino 129 (mayo-agosto 2005).