Cristo sigue llamando |
Inspectoría
Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24
septiembre de 2004 nº 37
La vida como eterno verano
La vuelta al cole suele ser un poco costosa, no digamos traumática para algunos, especialmente niños y jóvenes de nuestras presencias, que con el comienzo de las clases ven truncadas sus ansias de diversión y tiempo libre. La verdad es que afortunadamente hoy el tiempo libre es una realidad que nos acompaña no sólo durante el verano, sino que podemos disfrutar algo a lo largo de todas las estaciones. Sin embargo, el tiempo de cole, el tiempo de trabajo, es necesario para irnos construyendo como personas, para ir labrando un futuro que no se puede hacer sin esfuerzo, sin lucha, sin implicación personal. Si hubiera que resumir las cosas, diríamos que aprendemos no sólo en el tiempo escolar y de trabajo, sino también en el tiempo libre. Ambos son necesarios en nuestro desarrollo humano. De tener que escoger, yo sería partidario no de un “eterno verano”, sino de una “eterna primavera”. ¡Feliz curso!
ÍNDICE
Retiro ……………………...3-13
Formación……………….14-29
Comunicación.…….......30-33
El anaquel……………....34-64
Conferencia R.M. …….35-46
Artículo…. ………………47-84
Revista fundada en el 2000
Edita y dirige:
Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"
Avda. de Antibióticos, 126
Apdo. 425
24080 LEÓN
Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254
e-mail: formacion@salesianos-leon.com
Maqueta y coordina: José Luis Guzón.
Redacción: Segundo Cousido y Mateo González
Depósito Legal: LE 1436-2002
ISSN 1695-3681
RETIRO
ORAR CON LOS SALMOS
Los salmos, oración de Cristo, oración del cristiano: a la búsqueda de motivaciones
Jesús Arambarri
La opción de la Iglesia a favor de la oración de los Salmos es clara.
Porque así ha sido la tradición de la Iglesia, manifestada sobre todo en la tradición monástica. Acudimos a la vida y a la Regla de San Benito.
Pero acudimos ante todo a la gran tradición de los Padres de la Iglesia del siglo IV.
Un ejemplo lo tomamos del oficio de lectura del sábado de la X semana con un comentario de San Ambrosio (ver el texto de S. Ambrosio).
La última razón que de verdad nos ha de convencer para nuestra oración con los Salmos es que Jesús rezaba con los Salmos, que Jesús expresaba con los Salmos toda su confianza al Padre.
En la actualidad hemos de reconocer que Juan Pablo II está realizando un esfuerzo importante para crear una mentalidad de oración con los Salmos. Esa catequesis semanal sobre los Salmos todos los miércoles desde el principio de la cuaresma del 2001 nos trae a la memoria la serie de homilías de los Santos Padres sobre los Salmos.
Todos estos argumentos no nos eximen de las dificultades:
Son textos muy antiguos
Algunas expresiones no parecen corresponder al talante del NT,
Algunas expresiones poseen una violencia que para los cristianos parecen demasiado duras
Son oraciones poco actuales
Otra serie de dificultades...
Para una oración participada se requiere valorar, apreciar, amar a los Salmos.
Necesitamos argumentos absolutos, que estén enraizados en la fuente misma del cristianismo.
Para que los salmos mismos vayan marcando el ritmo mimo de la vida, no basta con el concepto de obligatoriedad. Se requiere una dimensión muy distinta. Para realizar una acción tan integrada en nuestra misma existencia, que incluso marque el ritmo de nuestra misma vida, necesitamos de sintonía y de identificación. El sentimiento de obligatoriedad puede ayudarnos más a una repulsa que a la identificación
El gran argumento: El cristiano en su oración quiere identificarse con Cristo mismo y con su oración. Del evangelio podemos señalar:
El Padrenuestro: oración que Jesús reza al Padre, oración que Jesús reza junto a nosotros al Padre.
La oración a la madrugada y la oración al atardecer y la oración del Huerto
Aquella oración que nos recomienda hacer sin interrupción
La oración de los Salmos dirigida al Padre
1 Jesus ora al Padre con los sentimientos y con las palabras de su pueblo |
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Jesús se define a sí mismo con las palabras de los salmos:
Ante el sanedrín el Sumo Sacerdote le pregunta: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios bendito? Jesús responde con los textos del Sal 110: Sí, yo soy rey, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra de Dios y venir sobre las nubes del cielo. Se trata de uno de los momentos cristológicos fundamentales del evangelio. Por ejemplo, el evangelio de Marcos hasta este momento siempre repetía la necesidad del secreto mesiánico
En el momento central de su muerte, en la cruz, define sus relaciones con el Padre con las palabras y sentimientos del Sal 22: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Y el salmo 22 se convierte en un momento anticipado de los acontecimientos de la cruz, aunque el texto no se expone en forma de cita, sino que se va deshojando en forma narrativa: despojo y reparto de las ropas, las burlas de los presentes meneando la cabeza, la sed y el vinagre, que le salve Dios...La narración de Cristo en la cruz parece casi una repetición detallada de toas las referencias del salmo
El Evangelio de Lucas (23,46) pone en boca de Jesús sus últimos sentimientos con las palabras del Sal 31 “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Sal 31,6). Todos los sentimientos hacia su Padre en la cruz, toda la entrega de Jesús, toda la profundidad de ese momento supremo, Jesús las expresa con palabras de los salmos. Los salmos han sido la oración que Jesús realizó. De las llamadas siete palabras, las afirmaciones más significativas son citas de estos salmos
Cada vez se cree con mayor fuerza que todos los judíos contemporáneos de Jesús usaban los salmos como substrato espiritual. Aunque la lectura no era una costumbre habitual, sí era el recitar textos aprendidos de memoria desde la primera edad de la vida. María, que transmitió a Jesús la vida corporal, transmitió también a Jesús el conocimiento de las costumbres y vivencias religiosas. Los textos recitados por la Madre, pronto se convirtieron también en textos recitados por el Hijo, en textos asimilados por el Hijo, en textos convertidos en vivencias y en convencimientos de vida, en actitudes religiosas.
Así la verdadera razón de la oración de los salmos en la vida del cristiano es que los salmos fueron la verdadera oración de Cristo.
Los salmos son oraciones que se han ido formando en el tiempo del AT, dentro de un proceso muy largo,
pero los salmos son también texto del NT, porque sin duda alguna fueron orados por Jesús mismo como oración al Padre
porque los salmos fueron empleados principalmente por los evangelistas para anunciar en los escritos del NT para expresar la fe en Cristo resucitado y especialmente la fe en su muerte y resurrección
porque la Iglesia fue descubriendo en los salmos un libro privilegiado, esto es, el libro mismo de Cristo y el libro de la Iglesia.
Con mucha diferencia los salmos son el libro del AT más citado en el NT.
Cuatro formas distintas de acceder a los salmos
Cuando tomamos en nuestras manos un comentario de los salmos o un comentario para el uso de los salmos en la alabanza divina, de ordinario el comentarista o liturgista escoge una línea determinada y siguiendo esa escuela específica va explicando cada uno de los salmos o haciendo una introducción. Citamos las cuatro escuelas fundamentales que hoy en el día existen, haciendo referencia a una quinta escuela que hoy intenta abrirse camino en la exégesis de los salmos
El método de los géneros literarios
Los salmos como composiciónes literarias
Los salmos considerados en su resultado final o en su estructura actual (estructuralismo o semiótica)
Los salmos considerados como composiciones antológicas
El comentador según sus conocimientos u opciones asume una de estas líneas y aplica a cada salmo la teoría correspondiente. Es conveniente saber siempre a qué escuela pertenece el comentario que tenemos entre manos. Diremos una palabra sobre cada uno de estos métodos para explicar los salmos
Los géneros literarios: Ha sido la palabra y el método acuñados por Gunkel, Hermann Gunkel. Fue precisamente en los años de la I Guerra Mundial, cuando Gunkel inició su teoría sobre los géneros literarios y moriría el año 1931, Aunque se suele afirmar que la Iglesia católica estaba entonces muy retrasada en cuanto a estudios bíblicos, sin embargo el año 1943 una encíclica papal asumió expresamente este término como método válido para el acercamiento a la sagrada Escritura. Pío XII reconoce la validez de los géneros literarios. Esto se aplicará principalmente al estudio de los salmos y al estudio del Génesis. Esto dará lugar a trabajos muy serios con frutos abundantes. Gunkel intentará clasificar los salmos teniendo en cuenta el ambiente en el que nacen. Ese ambiente existencial generará formas literarias y estructuras fórmulas fijas. La escuela de Gunkel se universalizará y por mucho tiempo será adoptado como sistema fundamental para acceder tanto al AT como al NT. En algunos casos los logros de la escuela de los géneros literarios serán definitivos; en otros casos, ante la falta de resultados, habrá que acudir a otras metodologías. Entre Gunkel y la escuela de los géneros se hicieron las diversas clasificaciones de los salmos según los géneros a los que pertenece. Las denominaciones serán diversas según las investigaciones de cada autor.
Hay lamentaciones de un individuo acosado, acusado, enfermo o algo semejante
En algunos salmos domina la acción de gracias
En otros la alabanza
Algunos salmos son una reflexión filosófica o sapiencial
Algunos muy importantes se consideran como entronización de un nuevo rey
Algunos salmos cantan a la ciudad de Jerusalén o Sión
Hay salmos que se definen por comenzar con una de las letras del alfabeto o alefato
El estudio de los géneros literarios ha dado muchos frutos, pero no todos los esperados o deseados. Muchos salmos no han sido clasificados adecuadamente. Una respuesta parcial no es suficiente para los estudiosos y tampoco para el cristiano que ora los salmos.
La mayor parte de los comentarios o introducciones existentes siguen este camino de los géneros literarios e intentan aclarar a qué género pertenece el salmo, para dar después las explicaciones correspondientes según el género y la intención del texto.
Los salmos como composiciónes literarias Algunos comentarios modernos prefieren considerar los salmos como composiciones literarias y explicar cada salmo con las reglas de interpretación literaria. Ha sido una metodología impulsada por el jesuita Luis alonso Schökel, bien conocido por todos. Su comentario a los Salmos en dos volúmenes es la obra más importante aparecida en lengua española sobre este tema. Conocedores como somos de los métodos literarios, nos será muy fácil la aplicación de este método que seguramente hemos explicado en nuestras clases de lengua y literatura
Estructuralismo o semiótica. Muy parecido a este método es el llamado estructuralismo o semiótica. No se considera el salmo en sus orígenes y en sus procesos históricos como lo hace el estudio de los géneros. El estructuralismo se fija únicamente en la forma actual del salmo e intenta descubrir estructuras y significados. Serán sobre todo los escrituristas franceses quienes usen estos métodos de explicación de los salmos. Las preocupaciones y métodos se diferencian muy significativamente de los caminos de los métodos históricos críticos o de los géneros literarios.
El método antológico ofrece también un gran interés. Este método tiene la certeza de que los salmos, en principio, son muy tardíos y constituyen una meditación sobre textos anteriores del AT. Cada salmo es la suma de textos anteriores, como mosaicos que van entrelazando pensamientos sobre Dios y sobre los hombres. Este método lo solemos aplicar ordinariamente al canto del Magnificat, y se explica acudiendo al Cántico de Ana al principio del 1º libro de Samuel y a otros textos. Nadie duda de que en el Mgnificat se acumulan diversos textos de la tradición de fe del AT. Según Deissler este sistema es el que se usó en general en la composición de los Salmos. Así los salmos irían recogiendo la flor y nata de todos los textos de la tradición religiosa del AT. Al leer un salmo o incluso un versículo de un salmo nos toca descubrir a qué textos del AT hace referencia concreta. El comentario de Deissler fue traducido al español en las ediciones paulinas de Buenos Aires, pero tuvo poca difusión en el territorio nacional. Este método puede mostrarse como verdadero en muchos salmos, sobre todo en los salmos que han ido sufriendo variadas transformaciones en el transcurso de los tiempos. Así supone que cada verso recuerda otros textos anteriores de la historia de salvación y los salmos van recitando la fe que vivieron los antiguos creyentes de Israel.
No existe, pues, una línea confirmada y aceptada para explicar los salmos, para orar los salmos. Todos los métodos han ido ofreciendo sus frutos y provechos, pero ninguno de ellos puede considerarse como definitivo.
Existe una tendencia cada vez más fuerte a considerar los salmos como unidad de conjunto, como libro de oración y como una única suma de 150 salmos. Más que concentrarse es la particularidad de cada salmo, se asume la totalidad del libro. Los dos salmos primeros y los cinco últimos nos ofrecen las claves del salterio y las intenciones de la comunidad que la compuso para su uso. Los Sal 1-2 son una introducción general. Los Sal 146-150 son la doxología final, el gloria universal a Dios, la glorificación gozosa que intentan ser todos los salmos. Todo el salterio es una unidad literaria que se explica de la forma siguiente. Cada uno de los salmos tiene una personalidad particular y sin duda alguna nació como entidad literaria particular. Pero con el tiempo se constituyeron las pequeñas colecciones de salmos, hasta que el proceso condujo al salterio, esto es, libro de 150 salmos. En este proceso de acercamiento de los diversos salmos, cada uno fue creando relaciones con el salmo anterior y con el salmo posterior. Se fueron creando enlaces e interferencias de sentido y contenido, de forma que cada salmo esta engarzado perfectamente en el sitio de orden que ocupa. El salmo no se explica en su individualidad; sino que adquiere todo su sentido en su relación con anteriores y siguientes. Si consideramos que el salterio estaba concluido como libro hacia el 200 antes de Cristo, muy pronto adquirió gran divulgación en la piedad popular, sin que nunca llegase a ser de uso oficial en le templo o en las sinagogas. Podemos pensar con buen fundamento que en el tiempo de Jesús todos los judíos piadosos, posiblemente para la edad de los ocho años aprendían de memoria todo el salterio. Era una especie de escuela inicial de todos los niños. Así también la recitación continuada de los salmos se convertía en la práctica fundamental de religión y en la oración de todos los judíos piadosos. Jesús tuvo que aprender los salmos de la boca de sus madre, cuando la madre misma recitaba los salmos a media voz como oración personal y cuando tenía la intención de enseñar los salmos a su hijo, Hoy se cree que los salmos eran más objeto de la piedad doméstica y de la piedad personal. Esto no impide que determinados salmos se cantaran en el templo en festividades ya determinadas. Quien pregunte: ¿cómo rezaba Jesús? ¿cómo se dirigía al Padre? Aún deseando una respuesta mucho más precisa y diferenciada, sin embargo no podemos prescindir de los salmos.
Libro de la alabanza divina, libro de la Ley, esto es, de la palabra de Dios: La invitación del Sal 1,2 poner todo el gozo en la ley del Señor y rumiarlo en el corazón día y noche, es seguramente también un testimonio histórico. El último redactor del salterio coloca el Sal 1 como prólogo a todo el libro y hace una invitación a considerar el conjunto del libro como la ley del Señor, como una auténtica enseñanza de Dios. Esta torah o enseñanza de Dios, que nosotros podríamos traducir más significativamente como palabra de Dios. El redactor al prologar el libro del salterio nos lo presenta como palabra de Dios que tenemos que proclamar día y noche. El concepto de orar sin interrupción proviene del Sal 1 y hace referencia a una espiritualidad, pero sobre todo hace referencia a una metodología que consiste en la proclamación a mdia voz de toda la serie de los salmos sin interrupción. El prólogo al salterio en el Sal 1 nos dice: Aquí tenéis los salmos que son una torah, esto es, una colección de palabras o de palabra de Dios. Como tal tenéis que asumirlo con todo el deseo de vuestro corazón y según la costumbre de nuestro pueblo, tenéis que proclmarlo sin interrupción, esto es, hasta terminarlo, de día y de noche.
Aquí hemos de encontrar las formas de hacer de los fieles creyentes, aquí la forma de hacer de María y de Jesús:
Un gran amor al salterio: poner todo el gozo en la ley del Señor, que es el salterio
Proclamar esta ley día y noche, esto es, sin interrupción
Esto requiere la metodología del aprendizaje memorístico, cosa común en la antigüedad
El salterio era como una letanía de 150 escalones. La oración en realidad no termina al final de cada salmo, sino más bien al final de los 150 salmos. De esta forma San Benito en su Regla, al ordenar el rezo de los salmos con un ritmo semanal, señala que los monjes antiguos eran mucho más exigentes, al rezar los 150 salmos una vez cada día.
Jesús, retirándose por la mañana o por la tarde le podemos contemplar en esta oración de los salmos, donde las palabras de relación con el Padre constituían los sentimientos y actitudes centrales de toda su oración.
La propuesta más reciente de los estudiosos es precisamente ésta:
Proclamar los salmos en el orden tradicional según la numeración del 1 al 150
Ejercitarse en el aprendizaje de los salmos de forma que puedan ser recitados de memoria
Acostumbrarse a rumiar los salmos hasta identificarse con su letra y con su espíritu
Se podría añadir una característica de la proclamación de los salmos. Llegar a descubrir en cada salmo la posible relación del Hijo al Padre que Jesús en su oración llegó a descubrir.
En general no corren tiempos muy propicios para proclamar, por decirlo de alguna forma, la sencilla oración vocal. Pero parece ser que la recitación vocal de los salmos era la forma fundamental de oración del judío piadoso y, por lo tanto, también la forma fundamental de oración de la madre de Jesús, de Jesús mismo.
La oración vocal tiene una posibilidad de interiorización sin ningún límite. Lo que se pronuncia con los labios ha de ser asumido con el corazón para llevarlo hasta la transformación en voluntad y en obras.
Cuando Pablo, al final de su primera carta escrita a los fieles de Tesalónica, recomienda a todos rezar sin interrupción, está pensando en formas de oración posibles para todos. Pablo no podía impartir un mandato que no tuviera posibilidades de ejecución. Casi todas las formas de oración que se nos proponen encierran un determinado grado de dificultad, tanto que, útiles para un grupo, son difíciles de ejecutar para muchos. El recitar oralmente es un arte al alcance de todos, sobre todo en un momento en el que el aprendizaje de textos es una evidencia del cada día, cuando la cultura escrita era todavía patrimonio solo de algunos profesionales.
Un texto repetido puede llegar a ser un texto rutinario, pero también puede convertirse en un texto vivenciado. El riesgo de la rutina y de la superficialidad sabemos que siempre está muy cerca de nosotros.
El concepto del salterio como suma de salmos engarzados no ha llegado todavía al sentimiento general de los creyentes. Sin embargo cada vez va adquiriendo mayor fuerza en las publicaciones especializadas. Podemos esperar que pronto inicie a dar sus frutos también en la espiritualidad de los creyentes, con la ventaja de ser un método al alcance de todos. En realidad es la lectio divina más elemental y más universal.
2 Un ejemplo de salmo: salmos de lamentación de una persona particular |
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Son muchos los salmos que tienen el cariz de lamentación. En ellos se describe una situación de grave apuro, situación en la que la vida sufre un riesgo, donde los enemigos y la persecución arrecian con un fuerza insistente y repetitiva. En dificultades verdaderamente extremas el orante siente la necesidad de gritar a su Dios, de encontrar una ayuda, cuando ninguna ayuda parece posible. A veces será la enfermedad, en muchísimas ocasiones parece que se trata de gravísimas injusticias sufridas sin ningún motivo, y el orante se declara como justo, esto es, libre de las acusaciones que se le hacen. No suele tratarse de males enviados por Dios. Al contrario en una situación de tanto apuro se acude a Dios, ante todo como grito y oración, después también como plena confianza y seguridad.
Los salmos de lamentación están llenos de un intenso dramatismo que son reflejos de ese profundo dolor, todo ese sentido de finitud que con frecuencia suele acompañar a la existencia humana. En esa existencia crucial, crucificada podríamos decir, entra de lleno la presencia de Dios en la forma de grito, en la forma de confianza o de seguridad y certeza de que Dios interviene, Dios puede intervenir, Dios va a intervenir. El que se lamenta, el orante, se ve arropado en la completa certeza de que ese peligro de muerte en el que ahora vive, no es el último capítulo de su existencia. Protagonistas llenos de dolor y de pasión son el orante de sufre y que está con un corazón sangrante, los adversarios o enemigos, activos, muy activos. Es todo el dramatismo y la tragedia de la vida. Podemos cambiar las circunstancias y el nombre del dolor, pero en nuestra propia vida fácilmente nos podemos sentirnos como protagonistas en el ritmo de esas lamentaciones.
Pero específico de todas las lamentaciones es la intensa participación de otro protagonista que se convierte en el definitivo, es el protagonismo de Dios. En estos salmos de apuro y de angustia la novedad de relación está en Dios. Las relaciones negativas entre el sujeto de la lamentación y los enemigos ya han sucedido, todo lo negativo ya está ahí y ahora toca sufrirlo en toda su dureza. Ese sufrimiento o incluso peligro de muerte sólo es evitable gracias a la posible intervención de Dios. Dios es el único remedio en toda esa maraña de negatividades. Así pues, la fuerza de la queja llega hasta Dios, como oración de súplica y de petición, como deseo y anhelo, como urgencia y poco a poco como seguridad y certeza, como una esperanza de que Dios va a cambiar la suerte. La evidencia de las cosas lleva a narrar la dureza de las circunstancias, pero la fe y la certeza que Dios es capaz, de que Dios va a actuar, lleva a la confianza y a la esperanza: Dios está ahí y constituye la única garantía en el hoy del sufrimiento y del gravísimo riesgo. La única razón del salmo es la súplica, la certeza de un Dios que responde a la fidelidad. Hay dolor, podría llegar la muerte, y solo existe una garantía, es Dios. Muchos de estos salmos terminan con la gozosa proclamación de la salvación. Repetidamente en muchos salmos se termina con una gozosa expresión de acción de gracias, porque Dios se ha dejado ver con su acción beneficiosa. La salvación ya se ha realizado. Se puede discutir y se discute sobre los procesos rituales o judiciales en los que se insertaban las palabras actuales de esos salmos, pero a nosotros nos ha llegado claramente la fuerza de estas palabras, que en la posteridad se convirtieron en formulaciones de relación con Dios.
Estos salmos que nacieron en circunstancias muy diversas, que somos capaces de definir más o menos, que muchas veces no somos capaces de definir, en el proceso de los tiempos fueron transformándose en su uso e incluso asumiendo elementos literarios nuevos. A este proceso se le llama “espiritualización” de los salmos. Muchos salmos no se usan ya en aquella función social y literaria para la que nacieron. Además muchos salmos sufrieron cambios y añadiduras.
En concreto estos salmos de lamentación fueron transformando también el concepto filosófico y teológico de persona. El sufrimiento, la persecución e incluso el peligro de muerte dejaron de ser considerados como castigos de Dios, para ser considerados como elementos y componentes de la vida en los que Dios con su acción se convierte en la solución.
En el caso de Jesús de Nazaret que ora estos salmos en la presencia del Padre, la meditación llega hasta las últimas consecuencias, esto es, la persecución, el dolor el riesgo hasta la misma muerte son elementos aceptables, son elementos a aceptar, porque por encima de todo riesgo, el Padre resulta garante de la vida de su Hijo, en la vida y en la muerte. Es por eso que uno de los salmos de lamentación, en concreto el Sal 22, se convierte casi versículo a versículo en la narración de Jesús que muere en la cruz. Pero el Sal 22 no termina con la humillación y la muerte, termina en una gozosa proclamación y narración de la grandiosa salvación, más allá de la muerte (Sal 22,32: Contarán su salvación al pueblo por nacer, diciendo: Esto hizo el Señor)
Poco a poco los primeros cristianos llegaron a la certeza de que los salmos de lamentación eran los salmos en los que Jesús contaba al Padre su muerte y la certeza de su resurrección con la fuerza de la esperanza que los salmos van proclamando una y otra vez. Estos salmos no fueron para los cristianos de las primeras generaciones las historias anónimas de algún judío piadoso en el pasado, ni siquiera los sentimientos de dolor y confianza de los propios cristianos de las primeras generaciones, sino fueron entendidos como los sentimientos de Cristo, las palabras de Cristo mismo, las profundas relaciones del Hijo, hecho carne, que se ofrecía a su Padre primero en la oración constante y después incluso en la pasión, en la cruz y en su muerte con la certeza de salvación que el salmo expresa, que para Jesús será la resurrección. Jesús oró los salmos de lamentación en dos o tres claves confluyentes:
En la persona injustamente perseguida y en el dolor de su alma Jesús descubre la historia dolorida de su pueblo. Jesús se une a todo su pueblo en esta oración y llega a encarnar la esperanza de salvación que todo el pueblo pone en Dios
En la persona injustamente perseguida Jesús se identifica con muchos de los hijos de Abraham que, como creyentes, ponen toda su alegría y su esperanza en la acción de Dios, por ejemplo los profetas perseguidos.
Jesús se identifica en estos salmos con la misión de obediencia que el Padre le ha confiado y que descubre de forma más explicita en estas oraciones de la tradición popular que llegan a expresar con toda fuerza la intensidad del momento histórico que se centra en la figura de Jesús. La historia de Jesús está leída, anunciada y a punto de realizarse precisamente en estos salmos de lamentación. En este sentido estamos acostumbrados a considerar más los Cantos del Siervo de Yahvé que proclamamos en los últimos momentos de la cuaresma y en la Semana Santa. En realidad los evangelios hacen un uso más frecuente de los salmos de lamentación que de los Cantos del Siervo para acercarse al misterio de la muerte de Jesús. Según el pensar de los evangelios, y también del evangelio de San Juan, los textos del AT que mejor cantan la pasión son los salmos de lamentación, siendo tres de ellos los privilegiados Sal 22.69.102).
Los primeros cristianos tenían una certeza muy singular: tenían la certeza de celebrar una especie de eucaristía al proclamar los salmos de lamentación. El memorial de Cristo era ante todo el signo de la fracción del pan, pero en segundo lugar este memorial lo realizaban en la alabanza divina, sobre todo en aquellos salmos de dolor y de pasión en los que en el rezo de los salmos Jesús anticipaba aquellos momentos de oración donativa en el Huerto de los Olivos y en el madero de la cruz.
Diríamos que el salmo de lamentación no es sólo una oración al Padre, no es una oración al Hijo. Es la oración de entrega total que el Hijo hace al Padre. Nosotros en el momento de nuestra oración, no somos nostros los protagonistas, prestamos al Hijo nuestros labios, nuestro corazón y toda nuestra disponibilidad para que él realice de una forma mística o de memorial la oración que con clamores elevó a su Padre. La oración del salmo, realizado en el Espíritu, va realizando en nosotros actitudes de entrega y de ofrenda como las actitudes de obediencia de Cristo. Prestamos nuestra persona a Cristo en nuestra oración para que el Espíritu nos preste a nosotros los sentimientos de Cristo.
Si fuéramos capaces de alinearnos con los primeros cristianos en esta oración, nuestro provecho espiritual sería muy notable.
Algunas insinuaciones y posibilidades
Despertar el deseo de acercarnos a los salmos, a algún salmo en concreto, buscar algún tiempo para entretenernos con un salmo en concreto, leyéndolo, intentado descubrir el inicio y en final y las posibles secciones del salmo; en una palabra, intentar familiarizarnos con algún salmo. Nadie nos puede ahorrar ese esfuerzo de acercarnos personalmente.
Hemos de intentar definir y localizar las afirmaciones de diverso tipo que el salmo hace sobre Dios. Luego podemos intentar personalizar alguna de las afirmaciones sobre Dios e intentar comulgar con los sentimientos del salmo y los sentimientos de Jesús hacia el Padre a través de estas palabras. A esto hay que añadir que intentamos aprovechar la estructura que la Iglesia nos ofrece, repitiendo la doxología trinitaria al final de cada salmo o de cada sección. El gloria nos insinúa la orientación en la que celebramos la alabanza. El gloria se suele convertir en uno de los momentos más débiles, ya que la repetición induce a la rutina.
Cuando expliquemos los salmos a los demás, no nos conformaremos con copiar mecánicamente alguno de los pequeños comentarios a nuestro alcance.
Una ayuda no pequeña podría ser intentar celebrar la liturgia de las horas con algún grupo interesado de laicos.
Alguna vez tendríamos que acercarnos a alguno de los grandes comentarios de los Padres de la Iglesia sobre los Salmos: Orígenes, Agustín, Ambrosio, Jerónimo, Basilio.
Para los sacerdotes sería un buen ejercicio predicar alguna vez sobre algún salmo, como era muy frecuente en la Iglesia de los primeros tiempos.
Como lo indican los cinco últimos salmos, la redacción final nos ha querido mostrar todo el salterio y cada uno de los salmos como una doxología, un halleluia a Dios. Aún siendo conscientes de que en su origen muchos salmos no tienen que ver con la doxología, sin embargo el esforzarse siempre en convertir cada salmo en una alabanza, puede traernos ventajas en el momento de nuestra proclamación sálmica.
A modo de ejemplo consideremos cómo el Sal 150 es un imperativo repetitivo a cantar el halleluia o la alabanza divina. A la reiteración e los imperativos se añaden la secuencia de todos los posibles instrumentos. Pero si vamos al Sal 149, la alabanza se nos manifiesta como el escalón más elevado en las relaciones con Dios. En la asamblea de los justos se canta un cántico nuevo (v. 1). El canto, la alegría y la alabanza serán vítores, tendrán la fuerza como si fueran arma de dos filos en las manos. La alabanza divina será el instrumento que realice todas las venganzas, que venza a todos los reyes., esto es, la alabanza divina será más que todas las armas, más que todas las venganzas. Será un honor para todos los fieles (v. 9). Hasta ahí llegará la fuerza de la alabanza.
El canto recitativo de los salmos. De tiempos pasados recordamos el canto recitativo de los salmos con melodías gregorianas. En muchos países se han compuesto música semejantes que se usan en las comunidades. No siendo así entre nosotros, al menos sería de desear el canto recitativo del magnificat y del Benedictus como momentos culminantes de las respectivas horas litúrgicas. A veces se acude a monasterios a admirar las artes de los monjes. Lo que es cierto es que la liturgia de las horas hace relación a la recitación y al canto.
Nada nos perjudicaría en vistas a una oración comunitaria más cuidada el posibilitar la participación de otros cristianos ajenos a la comunidad misma, sobre todo si son colaboradores de algún tipo. La participación de jóvenes sería para el salesiano una exigencia de su vocación.
Sobre todo los días festivos y en los momentos litúrgicos particulares del año la atención a las antífonas que preceden a los salmos será un instrumento muy oportuno para acercarnos a una vivencia de los salmos en su dimensión cristológica.
Si la oración es ante todo una forma de ir robusteciendo nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, el eco de los salmos es siempre una referencia a Dios. Él se hace cercano, se convierte en roca y apoyo y tantas veces nos recuerda la certeza de la salvación. Los cristianos asumieron los salmos en una dimensión profundamente cristológica, hasta identificarse con Cristo mismo en las oraciones de muchos salmos. El misterio eucarístico y el misterio cristológico en los salmos son aspectos imprescindibles de nuestra oración.
El canto del Magnificat, canto de corte claramente sálmico, nos manifiesta que María asumió perfectamente la espiritualidad de los salmos. Su testimonio y su cántico nos estimulan y animan a encontrar en los salmos la profundidad cristológica de las grandes vivencias de la fe y del amor.
FORMACIÓN
Dificultades para orar1
Índice
1. ¿Por qué nos cuesta orar?
1
. Del contexto sociocultural
2.
De nuestro ritmo y estilo de vida
3.
De nuestra imagen de Dios
4.
De una vida cristiana "a mínimos
5.
Falta de métodos para orar
6.
¿La oración de petición?
2. ¿Qué actitudes debemos cultivar para poder orar?
1
. Aceptar la vida
2.
Reconocer la Presencia
3.
Ir tomando decisiones
4.
Hacer "adiciones
5.
Vivir desde la comunidad cristiana
6. Vivir desde una vida
unificada
7.
Orar es mirar y escucha
3. Diversos modos de orar
1.
Ofrecer el día
2.
Mirada a la realidad durante el día
3.
Mirada al cielo
4.
Presencia de símbolos
5.
Oración sobre la vida
6.
Oraciones hechas
7.
Situarse delante de Dios
8.
Lecturas
9.
Música
10.
Escribir
11.
Lectura meditada de los textos de la liturgia
12.
Las celebraciones litúrgicas
13.
Orar antes y después de acontecimientos
Todos experimentamos dificultades para orar. Estas dificultades tienen diversas causas: sociedad secularizada y técnica, nuestra percepción de Dios o simplemente las limitaciones humanas. Orar es a la vez fácil porque es Dios que tiene la iniciativa y se trata simplemente de ponernos en sus manos pero es a la vez difícil porque estamos excesivamente centrados en nosotros mismos y ello nos impide abrirnos a Dios y a los demás.
A veces pensamos que la vida en la ciudad con sus ruidos, sus preocupaciones y prisas no es un lugar apropiado para levantar nuestra mirada al Señor. Sin embargo la ciudad, sus gentes, sus gozos y sus esperanzas nos pueden acercar al corazón de un Dios que vive en ella.
La oración forma parte esencial de nuestra vida cristiana, pero en nuestra vida cotidiana nos cuesta orar. A veces es por falta de tiempo o bien por poca motivación real y el no poder orar nos desanima. En la práctica vivimos nuestra oración como una asignatura pendiente. Vamos a intentar afrontar en estas páginas este problema. En primer lugar veremos de dónde pueden nacer las dificultades, a continuación describiremos aquellas actitudes que hacen posible la vida de oración y finalmente pre~ sentaremos algunas formas prácticas para poder orar en la vida ordinaria. Y todo ello desde el realismo de que vivimos en un mundo acelerado, ruidoso y secular.
Empecemos diciendo que creemos que la oración es lugar y tiempo de encuentro con el Señor. Así lo hemos experimentado y así lo experi mentamos. Desde esta convicción constatamos condicionamientos y dificultades de muchos tipos. Pero, a pesar de todo, seguimos creyendo que la oración es encuentro y relación con el Dios vivo que se acerca amorosamente a nuestra vida, que abre una brecha en nuestro corazón y que lo va trasformando.
La ciudad con sus humos, su tráfico, sus tensiones, su progreso técnico, su masificación y sus gentes es lugar para orar. En ella se vive la relación humana juntamente a la aridez y la lucha, el bullicio y el desierto. Es lugar de encuentro con los demás que los percibimos como amigos y, a veces, como competidores. Desde nuestra fe podemos hablar de hermano o hermana a las personas que nos encontramos en nuestro camino, a nuestros vecinos o compañeros de trabajo. También a las cosas que manejamos en nuestra vida ordinaria podemos llamarlas: hermana agenda, hermano teléfono, hermano autobús, hermana calle, hermano ordenador porque son criaturas al servicio del hombre. La ciudad puede ser un lugar de revelación o por el contrario ser un lugar de opacidad de Dios y de la persona. Todo ello depende de nuestra mirada creyente. Pero creemos que en el entramado de relaciones el Espíritu de Dios está presente en las personas y en los acontecimientos, inspira nuestro camino y nos muestra el rostro vivo de Jesús.
Empezaremos reflexionando sobre cuáles son algunas de las causas que hacen que encontremos dificultades en nuestra oración y en general en nuestra relación con Dios.
1. Del contexto sociocultural
Vivimos en una sociedad secularizada donde Dios no es ni evidente ni relevante. Tampoco se percibe como la causa ni la consecuencia de nada de lo que ocurre, aunque nuestra historia venga de un mundo en donde la referencia a Dios era clara. Hoy, sin embargo, vemos como las realidades humanas y sociales se organizan independientemente de Dios y se valora en gran medida la técnica, la eficacia y el consumo. También observamos nuevas espiritualidades que, a veces, resultan muy desconocidas para nosotros y no sabemos vincularlas a lo que llamamos trascendencia aunque a algunas personas les abren nuevos caminos de relación con Dios.
Y cuando nos relacionarnos con nuestros amigos no creyentes vivimos con dificultad nuestra expresión religiosa. Nos sentimos diferentes, anticuados, y no nos parece prudente decir aquello que llevamos dentro por miedo a no ser comprendidos. Vivimos en nuestra tierra como en tierra extraña, donde nos parece oír de nuestros contemporáneos la pregunta "¿dónde está tu Dios"? Debemos orar en un mundo donde la fe no es plausible. Esta ausencia de Dios, a veces, se nos contagia y vivimos como "si Dios no existiera".
Es el mundo en el que nos ha tocado vivir: lugar de nuevas presencias que aparece ante nosotros como un reto apasionante de búsqueda y de purificación. Desde él debemos y podemos decir que creemos en Jesús resucitado. Orar no es, por lo tanto, colocarse fuera de nuestro mundo real, sino en medio de él. Nuestra aproximación a la realidad, desde los ojos de la fe, nos acerca al mismo Dios que "trabaja en sus criaturas" en el hoy de nuestra vida. No podemos olvidar que el presente es un tiempo de gracia y de contacto con Aquel que nos habla y que quiere entrar en relación con nosotros.
El contexto en el que vivimos, ciudadano y secular, nos recuerda que el cristianismo nació y se desarrolló en un ambiente indiferente y a veces hostil.
Y que muchas comunidades cristianas crecieron en ciudades prósperas económica y culturalmente como Antioquía, Corinto, o Roma.
2. De nuestro ritmo y estilo de vida
Somos hijos de nuestro tiempo: eficaces, rápidos, poco gratuitos y con un pobre sentido de trascendencia. A la vez experimentamos, a menudo, cierta ansiedad, que nace de la sensación de que deberíamos estar en otro lugar y nos perdemos la posibilidad de mirar nuestro presente y lo que tenemos a nuestro alrededor. Cuando uno empieza a orar se acuerda de la cantidad de cosas que tiene que hacer y cuando hace cosas le vienen ganas de orar. Nuestro ritmo apresurado y acelerado aparta, sin darnos cuenta, las referencias a la gratuidad, queremos controlarlo incluso a las personas con las que los relacionamos.
Sin embargo no podemos olvidar que lo que nos acerca al Dios de Jesús no es una vida tranquila y plácida sin más. En efecto S. Ignacio advertía a una comunidad de estudiantes jesuitas que querían dedicar más tiempo a la oración, que el estudio era un modo muy adecuado de agradar a Dios y que había que ir buscando al Señor en todas las cosas. Les recordaba que lo importante era agradarle, hacer su voluntad y ponernos a su disposición. Porque lo que importa es saber que nuestra existencia como creyentes se basa en una relación de amor en la cual la oración es una manera privilegiada de vivirla y de expresarla. No se trata, pues, de hacer una experiencia de balneario espiritual sino de un intercambio de amor y por lo tanto querer agradar a Aquel que nos ama.
Otras dificultades nacen de la circunstancias de tiempo, es decir de cuándo oramos en un día en el que tenemos la agenda llena de actividades en el trabajo y en casa. De lugar, dónde oramos, en un espacio lleno de personas, de objetos y de ruido. 0 las que provienen de la materia, qué oramos, si seguimos un libro, usamos la Biblia, o empleamos plegarias ya hechas en una sociedad repleta de mensajes y de publicidad.
3. De nuestra imagen de Dios
Me parece que aquí está una de las claves principales de nuestras dificultades para orar. Hay algo en nuestro interior que hace que no estemos en paz con Dios y muchas veces con nosotros mismos porque sabemos muchas cosas teóricamente pero no las hemos elaborado interiormente. Decimos, por ejemplo, que Dios es Padre/Madre; pero nuestros sentimientos reales ante Él tienden a alejarlo de nuestra vida como si nuestra filiación no nos diese derecho a poner en Dios nuestra esperanza. Queremos creer en el Padre pero rechazamos, de hecho, su manera de presentarse ante nosotros.
Veamos algunas actitudes que vivimos ante Dios:
a) Experimentamos a veces una cierta culpabilidad. No me siento digno de estar ante Él porque mi vida no da la talla. ¿Cómo me puedo poner a orar si soy incoherente en tantas cosas y tengo la impresión, basada en la realidad, de que llevo una doble vida? En el fondo quiero ponerme excesivamente "guapo,, ante Dios. ¡Y para orar se necesita tan poco! Me olvido de que la oración me sana. Es verdad que no soy digno de que Él entre en mi vida. Sin embargo el centro de la cuestión no es mi dignidad sino su presencia liberadora ya que, precisamente porque no soy digno, me acerco a Dios y esta proximidad me dignifica y me hace persona. No es el fariseo el que sale del templo justificado sino el publicano porque el Padre sana a aquel que reconoce lo que es.
b) Constato la pobreza de mi vida, no únicamente la incoherencia. Noto que puedo ofrecer poco a Dios y vivo esta pobreza como pérdida, me vuelvo agresivo, conservador y me sitúo a la defensiva. Pero Dios que me conoce me pide que sea yo mismo, que me abra a Él y que conozca su don como decía Jesús a la samaritana. El don de Dios no son cosas o regalos sino es Él mismo.
c) Una cierta decepción al experimentar que Dios no me concede aquello que le pido y cuando se lo pido, entonces considero que es inútil pedir y suplicar. No caigo, sin embargo, en la cuenta de que la gran petición es el Espíritu Santo que nunca se me niega. En el fondo no me acabo de creer que Dios actúa en la historia a través del "sí" de tantas personas como Abraham, Samuel, David, María y yo mismo.
d) El pensar que orar quiere decir automáticamente experimentar la presencia y que cuando no la experimento, o creo que no la experimento, lo dejo correr. De este modo no tomo conciencia de que la oración seca, aburrida, sin especiales sentimientos puede aumentar la esperanza y el amor. Vivo, así, del estímulo-respuesta, del placer inmediato, del camino rápido y fácil. La "noche oscura" del alma ha sido y es el pan nuestro de cada día de los grandes orantes.
e) Una percepción de un Dios estático y aburrido que parece que a veces me escucha y a veces no me hace caso, como quien está al otro lado del hilo telefónico y va diciendo: sí, sí... esperando que termine una aburrida retahíla de palabras. Esta manera de percibir a Dios me hace olvidar que Él está a mis pies (Jn 13), o que siempre me espera para darme un abrazo como el Padre que tenía dos hijos (Le. 15). En efecto, el lenguaje de Dios es el de la entrega incondicional y únicamente podré conectar con Él si intento que mi vida y mi oración hablen este lenguaje. Si la persona humana ha sido creada para "adorar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor", como nos dice San Ignacio en el inicio de los Ejercicios Espirituales, es porque el fundamento último de nuestra relación con Él es que nos ama. Dicho de un modo más sencillo: si adoramos a Dios es porque Él nos adora. En el lenguaje corriente decimos: "adoro a mi marido, a mi hijo y siguiendo esta lógica nos atrevemos a decir que adorarnos a Dios porque Él "nos adora". El Padre nos quiere y nos adora en el Hijo y de aquí surge nuestro deseo de adoración.
4. De una vida cristiana "a mínimos"
El seguimiento de Jesús no es fácil ya que pide una respuesta total al partir de una donación total. Por eso una fe vivida a mínimos no llena la vida ni es un testimonio para nadie. A veces me dejo llevar por una vida fácil y cómoda y otras, en cambio, quiero seguir a Jesús cayendo en la trampa de "hacer cosas" sin que mi acción aumente la confianza en Aquel que la inspira. Y así se va trazando un camino de mínimos de ternura, de amor y sobretodo de confianza en los demás y en Dios. Hay preguntas muy sencillas que quizás me tendría que hacer de vez en cuando, por ejemplo: ¿quiero a Jesús, a Dios? ¿me quiero dejar querer por Él? ¿quiero hacer el Bien? ¿me acerco a aquella persona que nadie quiere? ¿me dispongo para ver a Dios en los pobres? ¿creo que el Espíritu Santo trabaja en mí y en los demás?
San Ignacio al final de su vida y, recordando su historia, decía en su autobiografía que Dios le había llevado como un maestro acompaña y enseña a un niño. Esta expresión muestra con sencillez como el Señor entra en la vida y conduce suavemente la historia. En el fondo se trata de la experiencia del pueblo de Israel cuando, mirando atrás, va reconociendo como Yahvé le llevaba y sellaba con él una alianza. Este pacto no es ajeno a nuestra vida pues nosotros como personas y como comunidad estamos en Jesús, el hombre nuevo, inmersos en esta alianza. Vivimos, pues, en un proceso de Historia de salvación que debemos cuidar. Por ello debemos buscar concreciones que expresen esta fidelidad que, a menudo, se traducen en ser fieles a las pequeñas cosas de cada día. en un amor comprometido con el presente, en un cariño renovado por las personas y por las causas que llevamos entre manos. Es decir, supone estar a la escucha de un Dios que habla y va invadiendo nuestra vida, hacer silencio en nuestro interior y saberle escuchar. Esta actitud nos hace relativizar nuestros ídolos, sentirnos más libres porque "solo Dios basta".
Al no cuidar ni¡ vida cristiana, ésta se llena de polvo y se va pareciendo a un mueble que hace tiempo que no se limpia, que va envejeciendo y no deja aparecer el "hombre nuevo---. Entonces Dios se va haciendo pequeño y se va convirtiendo en un objeto más para mi consumo personal.
5. Falta de métodos para orar
Orar no es un método sino que es un estado de apertura a Dios. Pero para orar se necesita método. A veces nos desanimamos porque no adecuamos nuestra manera de orar al momento en que vivimos. Cuando un estudiante está en época de exámenes no es oportuno que su oración sea ponerse a meditar pues su cabeza está llena de fórmulas, definiciones o razonamientos teóricos. Entonces puede ser el momento para apoyarse en una oración hecha, en un canto o en salmo. Por otro lado cuando estamos enfadados o apesadumbrados debemos expresarlo a Dios sin ningún tipo de censura pues siempre está a nuestro lado. Debemos comunicarle con sencillez y claridad aquello que nos preocupa o que nos llena de ilusión, como un amigo habla a un amigo. De los diversos modos de orar ya hablaremos más adelante, pero queda apuntada la necesidad de tener pequeños recursos para aplicarlos según los momentos vitales que se viven. En cualquier caso no hay que ser maximalistas, siempre es mejor orar diez minutos que nada.
6. ¿La oración de petición?
Finalmente quiero dedicar unas líneas a la oración de petición porque es una práctica muy corriente en nuestra vida de relación con Dios. Muchos creyentes la han abandonado porque no le encuentran sentido y para otros es su única manera de orar.
¿Qué pensar de ella?
El presentarnos delante de Dios tal como somos y por lo tanto la necesidad de expresar nuestros deseos es algo tan elemental como verdadero. Una oración en la cual no dijéramos a Dios que nos preocupa tal o cual asunto o persona y no pidiésemos por ella sería simplemente mutilar nuestra relación con Aquel "que nos sondea y nos conoce". La queja, la súplica, la petición y el deseo comunicado son actitudes humanas que expresan nuestra verdad, nuestra humanidad, nuestra debilidad y nuestra impotencia. Estas expresiones son profundamente humanas y no se puede ser creyente si no se es humano. El "clamor" del pueblo que sufre es escuchado siempre por el Dios Liberador.
El problema que se nos plantea es el creer o no en la respuesta automática. No podemos creer en un Dios "máquina que automáticamente responda a nuestros deseos por buenos que sean. Su acción desborda nuestros esquemas y su respuesta no la podemos medir. Pero no podemos negar que hay una respuesta y que se manifiesta, muchas veces, cuando nosotros no lo esperamos.
De todos modos, de nuestra parte, la importancia de la oración de petición viene dada porque nos acerca más al Señor y a la persona o realidad por la que pedimos. Si oramos por tal persona, cuando nos encontramos con ella nuestra relación ha cambiado pues nos sentirnos más cercanos y más hermanos. 0 cuando pedimos por la paz nos hacemos más pacíficos y pacifistas. En cualquier caso nos hace tomar conciencia de los problemas de nuestro mundo y por lo tanto nos sensibiliza respecto al sufrimiento humano que es el sufrimiento de Dios en sus hijos e hijas. Siempre nos abre al Misterio de solidaridad desde los pobres que es más grande que las realidades humanas.
Pero hay algo muy central en la oración de petición: El Padre dará el Espíritu a aquellos que lo pidan (Le 11. 13). No podemos entrar en relación con Dios si no se nos ha dado el Espíritu. El Espíritu de Jesús y el Espíritu del Padre. Pedirlo es pedir la fuerza de Dios, su amor, su misericordia, su bondad y su fraternidad. Es decir, ser algo de Jesús y algo del Padre para los demás. No podemos olvidar que el dinamismo cristiano nos lleva a ser hombres y mujeres para los demás. Y esta es la perspectiva de la vida cristiana y por lo tanto de la oración cristiana.
Cuando san Ignacio propone contemplar" la vida de Jesús en los Ejercicios Espirituales, "como si presente me hallase", nos hace entrar en el "misterio" de Jesús, para que nos transforme, vayamos adquiriendo el talante del Dios-con-nosotros, el tono y el aire de familia de Jesús. Y cuando esta realidad se va viviendo la persona va siendo más tierna, más solidaria, más humilde, más libre y más creyente.
2. ¿QUÉ ACTITUDES DEBEMOS CULTIVAR PARA PODER ORAR?
Las dificultades de fondo para orar no vienen fundamentalmente de la falta de método o de lo ruidosa que puede resultar la ciudad, aunque estas realidades son importantes, sino más bien de no colocarnos con confianza en las manos de¡ Padre, de un cristianismo vivido a "mínimos" por un pobre deseo de seguir a Jesús y al Evangelio.
El estar abiertos al mundo y a sus problemas, el reconocer la presencia de Dios en nuestra vida son a la vez fruto de la oración y actitudes previas que nos deben acompañar cuando queremos orar.
El acto de orar supone el cultivo de unas actitudes evangélicas que son comunes a la oración y a la acción y forman el telón de fondo de la vida orante. Veamos algunas:
1. Aceptar la vida
Para orar conviene aceptar la vida con sus limitaciones y sus posibilidades, con sus luces y sus sombras. Aceptar la vida quiere decir asumir aquello que no podemos cambiar de nosotros mismos: edad, temperamento, estado de vida, salud y un sin fin de limitaciones que nos constituyen haciendo que seamos nosotros mismos. A la vez supone conocer nuestras potencialidades, valores y talentos que en definitiva son un don recibido para ponerlo al servicio de los demás, es decir de Dios.
Se trata, pues, de aceptar nuestra vida para construir el Reino de Dios y ser construidos por él. Vernos tal como somos, sin artificialidad ni apariencias, en definitiva aceptarnos y querernos. En la vida hay etapas en que predominan las grandes decisiones (estado de vida, pareja, tipo de trabajo) otras en las que conviene asumir con fe y humor las decisiones tomadas. Pero hay que vivir desde la perspectiva de yo no soy el centro porque el centro de mi vida es Dios y tomar conciencia de que para Él el centro soy yo y esto es un gran don.
2. Reconocer la Presencia
Cuando reconozco que yo no soy el centro sino que lo soy para Otro empiezo a experimentar una Presencia que me invade en la medida en que me abro a ella. En esta apertura la oración aparece como un estado de receptividad. Orar es, pues, introducirse en una Vida que es relación, acogida, receptividad y amor entre Padre e Hijo e irse poniendo junto a un Hijo que me hace ser hermano de los demás. Así descubrimos un Espíritu nuevo que nos invita a reconocer que Dios es don y yo soy don. Él regala siempre su don es decir se da a sí mismo. Es como un vaso de agua que está inclinado dándose, dándonos de su agua. De este modo, orar es ponerse de cara al Señor y recibir su regalo que es Él mismo. Y casi sin darnos cuenta vamos ganando en libertad y en autonomía. Vamos siendo más personas y nos disponemos a ayudar a otros a ser personas, a ser hijos y a ser hermanos.
3. Ir tomando decisiones
Querer orar supone ir tomando decisiones en nuestra vida y no vivir de rutinas en cualquier ámbito de nuestra existencia, La rutina es enemiga de la vida espiritual porque nos encierra a en nosotros mismos y nos impide vivir de la creatividad que supone la apertura al Otro. La toma de decisiones sobre nuestra vida, en la línea del Reino de Dios, nos acerca a la relación y a la presencia. Es conveniente seguir haciéndose preguntas e irlas respondiendo y así se va configurando nuestra vida cristiana: ¿Cómo puedo mejorar mi relación con los que me rodean? ¿Qué tengo que cambiar o potenciar en mi trabajo apostólico? ¿Qué tendría que hacer para tener más sensibilidad hacia los pobres y los que más sufren? ¿Qué me está queriendo decir el Señor en esta nueva situación? ¿Es suficiente el tiempo o el modo de orar en esta época de mi vida?
4. Hacer "adicíones"
San Ignacio dice que para orar hay que hacer "adiciones", es decir fomentar actos y actitudes que nos predispongan que sumen, que ayuden pedagógicamente a lograr aquello que deseamos. Hay, por lo tanto situaciones, que actúan como adiciones, es decir, que ayudan y que suman, y otras que no ayudan, que restan. Voy a enumerar algunas:
_ Hacer práctica de poner la propia vida en las manos de Dios y no en las nuestras. Esto supone alimentar interiormente el deseo de moverse por pequeñas utopias y practicar la esperanza.
- Ejercitar la misericordia con las personas que hay a nuestro alrededor. Estas u otras prácticas se deben encarnar en pequeños gestos que muestren su veracidad.
En la vida ordinaria hay situaciones que nos pueden ayudar o estorbar para llevar una vida de oración. Así, por ejemplo:
— Alimentar
pensamientos de bondad o entrar en la dinámica del ataque o
defensa.
— Acostumbrarse
a emplear palabras amables o dejarse llevar por la brusquedad.
— Generar gestos solidarios o entrar en la dinámica del individualismo.
— Emplear silencios acogedores o esperar que el otro termine de hablar para soltarle mi "rollo".
—
Acoger agradecidamente el amor de los demás o rechazarlo. 0 Aceptar
mi situación de don o creerme que todo lo puedo a través de mi
esfuerzo.
— Practicar la soledad buscando allí una presencia gratuita o encerrándome en mi mismo sin dejar brechas de gratuidad.
A veces nos preguntamos cómo tal persona que sabemos que hace oración de una forma asidua es incapaz de comprender a los demás, de trabajar en equipo y que va "a la suya-. La respuesta no es sencilla y la conciencia de cada uno es un misterio. Pero en general y sobretodo para aplicárnoslo a nosotros mismos, hay que decir que hay unos prejuicios que invaden la vida y que deben ser examinados a menudo. La oración pide abnegación, relativizar mis sentimientos especialmente sobre aquellas personas o situaciones ante las cuales me siento especialmente crítico.
Por ello no podemos ser ingenuos porque si nos instalamos en la superficialidad, en la rutina, en el activismo y en la competitividad, no podemos orar. Pero sí podremos si somos autocríticos, si sabemos recoger aquello que los demás dicen de nosotros mismos, si nos sentimos animados a trabajar por los demás y a humanizar su vida, aunque experimentemos en nosotros la debilidad, la rutina o la desgana.
5. Vivir desde la comunidad cristiana
Es muy importante el vivir la fe desde y con aquellos hombres y mujeres que creen que en su intento de fraternidad se va prefigurando el Reino. La comunidad de los creyentes es el conjunto de personas desde el cual podemos decir Padre Nuestro, a pesar de sus pequeñeces, de sus limitaciones y de su pecado. Comunidad que sabe que el Reinado de Dios la sobrepasa ampliamente. Pero el Espíritu de Jesús es quien la conduce y la constituye. Siempre es necesaria como una pequeña semilla en medio del mundo.
La Iglesia que ora es nuestra madre. En ella hemos aprendido a orar y desde ella oramos. No soy yo que ora, es la Iglesia la que ora desde mí. En ella damos, recibimos y ponemos los talentos en rendimiento. En ella recibimos la comunidad fraternal, la comunión de bienes, el acompañamiento espiritual y los sacramentos.
6. Vivir desde una vida unificada
No hay actitudes específicas para orar. La oración es una actividad que no tiene un método único pero en sus actitudes de fondo coincide con la acción de cara a los demás. Por lo tanto para actuar y orar es necesario: escuchar al otro, ser humilde, ser pobre, ser generoso, ponerse en las manos de Dios y dejarse llevar porque nuestra vida depende amorosamente de Dios.
Así por ejemplo, para trabajar por los demás hay que ser humilde y para orar también; para ayudar de verdad hay que escuchar al otro. y para orar la escucha es imprescindible; para propagar el Reino hay que ponerse en las manos del Señor, y para dirigirse a Él en el silencio de la oración, también. Pero el hecho de que las actitudes de fondo sean las mismas no excluye que busquemos los medios prácticos adecuados para cualquiera de las dos actividades. Para orar hay que buscar tiempo, lugar y materia y para actuar hay que usar aquellos medios que la misma acción reclame.
En cualquier caso el horizonte último es ir acercando la realidad de la existencia a Dios. Y así, poco a poco, nuestra vida se hace oración y la oración se hace vida.
Para acceder a Dios en cualquier forma de oración es preciso que algo vaya cambiando constantemente en mí. No puedo decir "ya sé orar" si no "Señor, enséñame hoy a orar". La oración no es algo que se conquista sino que se va aprendiendo en la medida que nos abrimos a Él. La tendencia dominadora y controladora que hay en nosotros nos juega malas pasadas porque nos impide mirar con ojos limpios para poder ver la acción del Espíritu en la vida.
Orar es abrir los ojos a las huellas de Dios. Unas huellas que sólo las descubren los sencillos, los sin prejuicios, los buscadores y los peregrinos. Hay en nuestro mundo un rumor de la trascendencia de Dios, pero para oír este rumor hay que callar, hacer callar en nosotros aquellos ruidos que nacen de nuestro "yo" autocentrado, y por lo tanto, cerrado a los demás. Hay huellas que hay que ver y rumores que hay que escuchar.
Siempre se ha dicho que Dios está en todas partes y es verdad: en la naturaleza y en la ciudad, en la montaña y en el mar, en las personas y en la historia. Pero su presencia no es evidente, son precisos ojos para ver y oídos para escuchar. Podemos ver y escuchar las chispas de gloria, bondad y belleza de Dios en la ciudad, porque allí habitan miles y miles de hermanos y hermanas. Allí sufren, ríen y lloran, allí se organizan, luchan, trabajan, nacen y mueren. En la ciudad se manifiestan los prodigios técnicos, las bellezas culturales, los actos solidarios y a la vez las injusticias, los desengaños y el sufrimiento. Allí están el hombre y la mujer como especial reflejo del Dios de la historia en su belleza y en su sufrimiento, en su marginación en los pobres, los ancianos solos, los drogadictos, las prostitutas, los sin techo, los emigrantes. La experiencia de la cruz y de la resurrección del Señor se nos hace presente en una gran cantidad de situaciones que vivimos cada día...
Voy a presentar a continuación diversos modos para hacer oración en la vida de cada día. Son maneras sencillas para que se puedan practicar en medio de las ocupaciones de nuestra vida. Se trata de mantener la conciencia de una Presencia en una historia en la que parece que Dios se esconde. Pero es el Señor quien nos anima a vivir, a amar, a luchar y nos llama a seguirle mientras miramos sus diversos rostros en las personas. La oración siempre debe estar teñida de acción de gracias y de búsqueda de la voluntad de Dios sobre mi vida concreta. En este sentido siempre hay un cierto grado de discernimiento espiritual: ir buscando, encontrando y realizando aquello que el Señor quiere para mi vida.
Hay una opción previa y absolutamente obvia: para hacer oración hay que querer hacerla. Se requiere nuestra voluntad, esfuerzo y decisión que hay que renovar a menudo. Quiero encontrarme con el Señor, para ello hay que salir de sí mismo y ponerse en marcha. Orar es una peregrinación hacia mi interior y hacia el proceso de la historia de ¡os hombres y mujeres de mi mundo.
Es muy posible que el lector reconozca en las sugerencias prácticas que vienen a continuación formas de oración que él ya practica, otras quizás le pueden resultar nuevas. La lista podría ser muy larga pues en el fondo no hay modos de oración sino personas que oran y aprenden unas de otras a través de las mediaciones concretas que nos ayudan a dirigirnos al Padre.
1. Ofrecer el día
Se trata de lo que tradicionalmente se llama "ofrecimiento de obras" o sea ofrecer a Dios todo mi día: mis obras, mis sentimientos, mis ocupaciones, mis relaciones. En el fondo es un ponerse a disposición del Señor durante una unidad de tiempo como puede ser un día nos ayude a pasar por la vida "haciendo el bien".
Es como el ofertorio de una Eucaristía que "celebro" en el mundo durante el día. Un espacio de tiempo que se abre como una gran posibilidad de incorporarme al seguimiento de la persona de Jesús. Caminar haciendo el bien" es conocer y vivir la misma experiencia del Señor entre la gente. Con Él que se parte en trozos para darse a los demás, nos vamos ofreciendo al Padre para ser alimento y vida. Este tipo de oración se puede hacer en un momento de recogimiento, pero también caminando por la calle, en el ascensor o en la ducha, con oraciones dichas de memoria o con expresiones espontáneas.
2. Mirada a la realidad durante el día
Durante el día pasan a nuestro alrededor un sinfín de pequeñas y grandes cosas. Situaciones de alegría, de gozo, de dolor, de injusticia, rostros, relaciones, momentos de amistad y de compañerismo, de marginación o de comunión. Todo ello nos ofrece un "material muy valioso para entrar en comunión con el Señor. Puede ser bueno retener (o quizás anotar) algunas de estas situaciones y, así pedir perdón, dar gracias, ofrecer, cte.
3. Mirada al cielo
El creyente conviene que, de vez en cuando, mire más allá de sí mismo y de la realidad presente y entre en comunión con el Dios que está no sólo en el "más acá" sino también en el "más allá" de la historia. Este "más allá" relativiza nuestro presente y lo lanza a la esperanza, que sabe restar importancia con humor a aquello que se está viviendo y así lo va situando en una historia de salvación y de alianza. Tiene como fundamento al Señor resucitado.
Para ello conviene. de vez en cuando pararse, crear silencio interior, y establecer una cierta complicidad interna con el Señor que nos va acompañando en nuestra vida.
4. Presencia de símbolos
A veces observamos que hay personas que llevan fotografías de la familia en el coche, encima de la mesa de trabajo, o en la cartera. Durante el día las miran, evocan su presencia y ayudan a seguir adelante en la ruta o en el trabajo. No podemos olvidar que somos seres simbólicos y por esta razón nos ayudan aquellos objetos que evoquen y hagan presente una realidad que el mismo objeto nos recuerda. Podemos tener cerca objetos (fotografías, piezas de música, cuadros, etc) que nos hablen de Él o de rostros que nos recuerden su presencia. Estos símbolos nos remiten a muchas realidades que nos recuerdan una presencia que se va realizando en nosotros y en los demás.
5. Oración sobre la vida
Al final del día podemos pararnos y durante un espacio de un cuarto de hora realizar la oración sobre la vida. A continuación propongo un esquema posible:
- 1. Relajarme, tranquilizarme. Reconocer la presencia de Dios en mi vida.
- 2. Dar gracias por todo aquello que recibo, incluso por aquellos fracasos que tanto me enseñan.
- 3. Recorrer brevemente el día. Rememorar las miradas a la realidad y agradecer, pedir perdón, o contemplar lo vivido.
- 4. Renovar mi alianza con el Señor. Recordar que "Él nos amó prirnero".
Esta oración es muy útil y puede hacerse siempre que terminamos una unidad de tiempo: un día, una semana, un acontecimiento. Se trata, en el fondo, de reconocer y acoger la acción de Dios en mí y en la historia. Y de este modo ir unificando mi vida desde el Evangelio de Jesús.
6. Oraciones hechas
Muchas veces despreciamos las oraciones ya hechas (rosario, recitar determinadas plegarias, etc.) porque nos parece que son actos rutinarios, poco espontáneos o poco sinceros. Sin embargo la oración hecha nos abre a una relación con Dios que nos libera de la constante reflexión y nos pone en relación afectiva con el Señor. A veces estamos cansados, nos cuesta reflexionar, preparar un texto o leer. Entonces es un momento excelente para usar una plegaria hecha, un canto, etc. Este tipo de oración hace que nos apoyemos en la letra y descansemos en ella.
Lo importante no es pensar mucho, ni siquiera reflexionar sino tomar conciencia de que Dios está muy cerca. El problema es invocarle con los labios y que nuestra práctica no sea coherente, pero esto va por otros derroteros. La oración hecha nos acerca al pueblo de Dios, es la oración del pobre, del que no le salen palabras y se apoya en la palabra de otros. También ejercitamos el recuerdo, no únicamente como acto mecánico, sino que de la memoria nos trasladamos a la Memoria de todo lo que el Señor está haciendo por nosotros.
7. Situarse delante de Dios
Después de una jornada agotadora, tras un momento de ofuscación y de desconcierto, ante situaciones vividas, o después de un momento gozoso, y sin ganas de coger un libro o pronunciar una oración hecha, nos ponemos delante de Dios diciendo: "Aquí estoy Señor". Dejando que Él me mire y yo mirarlo desde los ojos de la fe. En este sentido es muy importante que sepamos ponernos ante Dios con libertad. Hablándole como un amigo habla a un amigo, tomando conciencia de que no me juzga sino que me quiere y acepta tal como soy. Delante de Él no hay asignaturas pendientes, ni hay que darle cuentas de nada, sino presentarnos tal como somos y dejar que su Espíritu nos inunde y nos llene. En el fondo la oración es siempre un acto de fe, de esperanza y de amor.
8. Lecturas
Una buena lectura nos acerca a los demás y a Dios. Leer es una actividad del espíritu que nos pone en contacto con alguien que quiere transmitir un mensaje, establece con el lector un diálogo y provoca escucha y reflexión. Una lectura adecuada nos puede preparar para un momento de oración.
El contacto directo con lecturas bíblicas es un buen camino de oración. Conviene leer la Escritura como un mensaje dirigido a mí, y en este momento de mi vida. Es bueno leer y escuchar, retener alguna frase, y sobretodo pararse donde encuentro algo que llena mi espíritu. En aquellos pasajes que puedo interpretar desde mi situación existencial establezco vínculos con la realidad, me incorporo a lo que el texto dice "como si presente me hallase". Se pueden seguir las lecturas litúrgicas, un evangelio, una carta de Pablo, algún libro sapiencia] o profético, algún salmo. Estamos poco familiarizados con la literatura bíblica y ésta es una fuente inagotable de alimento de nuestra vida de fe.
Hay muchos momentos de nuestra vida que se parecen a parábolas o a hechos del evangelio. Podemos decir, por ejemplo, que hay situaciones que nos recuerdan al hijo pródigo, al buen samaritano, a la pasión o a la resurrección pues la realidad está teñida de Evangelio. El problema estriba en saberlo descubrir. La lectura nos puede ayudar a vincular una realidad y la otra, la vida y el Evangelio.
9. Música
El escuchar música es otra actividad espiritual. Conviene. Para orar, ir educando nuestra sensibilidad especialmente respecto aquello que no somos nosotros para ir descubriendo la Palabra que trasciende nuestro yo. Por ello la música nos recuerda que la Palabra de Dios en nosotros es, en el fondo, una nota musical que resuena en nuestro oído, a veces, poco acostumbrado a escuchar. Es evidente que leer y escuchar música no son en realidad oración en sentido estricto, pero sí que son dos actividades que nos educan y nos acercan a oír y a escuchar como Dios se hace palabra y nota musical en nuestro interior.
Dios habla en nuestra vida y nos dice constantemente "te quiero y te necesito para cambiar este mundo". La oración nos hace tomar conciencia de este mensaje cariñoso y a la vez exigente. El problema estriba en que, a menudo, no detectamos las mediaciones a través de las cuales el Señor se expresa. Escribir aquello que vivo por dentro, anotar vivencias o experiencias, copiar textos evangélicos, formular deseos e inquietudes nos puede ayudar a descubrir como se concreta este mensaje en medio del bosque de nuestra vida. Leer y releer lo que liemos escrito nos libera de la vivencia de última hora y nos abre a un discernimiento constante de aquello hacia donde tengo que dirigirme.
11. Lectura meditada de los textos de la liturgia
La liturgia de las horas, la celebración de los sacramentos u otras oraciones comunitarias nos proporcionan un material muy valioso para nuestra oración personal. Muchos han experimentado que no es lo mismo participar en la Eucaristía habiendo meditado antes los textos que ir simplemente a Misa. Cuando en la liturgia se proclaman unos textos que ya han sido "digeridos" previamente resuenan distinto.
Es muy provechoso usar oraciones litúrgicas para vivir oracionalmente algunas realidades, por ejemplo: el Señor ten piedad para pedir perdón, un prefacio para dar gracias, el gloria para expresar la grandeza del amor de Dios, el ofertorio para ofrecer el día, la fórmula del compromiso matrimonial para renovar el amor de una pareja, la oración del compromiso de los votos para hacer nueva la vida religiosa, el credo para actualizar nuestra fe, la oración por la paz para pedir la paz en el mundo y en nuestros corazones, la plegaria eucarística para ofrecerme con Cristo al Padre, etc. Es evidente que todas las oraciones litúrgicas no sirven de igual modo para la oración personal por ello hay que seleccionar, adaptar, reformular en cada situación que se vive.
12. Las celebraciones litúrgicas
Durante el año participamos en muchas celebraciones de la fe: eucaristías, bautismos, entierros, bodas, oraciones comunitarias diversas. Es bueno tomar conciencia de que estamos también en contacto con el Dios de mi vida. No son paréntesis, ni actos sociales, son momentos de oración comunitaria que acompañan acontecimientos de la vida de las personas. Debemos aprovechar estos momentos como situaciones privilegiadas de una oración eclesial y ligada a diversas situaciones existenciales.
Tienen una especial importancia la celebración de los sacramentos. A través de ellos Jesús resucitado se nos hace presente en la Comunidad. Se parte en pedazos para hacerse alimento; a través de su muerte y su resurrección nos reconcilia con Él y con los hermanos; como en las bodas de Caná bendice el amor humano; envía su Espíritu para hacernos testigos y servidores de los demás; nos hace miembros de su comunidad...
Todas las oraciones comunitarias tanto las que forman parte de la liturgia, expresión de la universalidad de la Jesús y de su comunidad, como aquellas más espontáneas visibilizan el Cuerpo del Señor a través de sus miembros reunidos y expresan la presencia siempre nueva de Aquel que nos dijo que estaría presente donde dos o tres se reuniesen en su nombre.
13. Orar antes y después de acontecimientos
Nuestra vida está teñida de pequeños y grandes acontecimientos. Unos son pequeños, casi rutinarios, otros, los menos, de más entidad. Siempre es bueno antes de asistir a una reunión, o a ver alguien con el cual tenemos que tratar algo importante, o cualquier otra situación, orarla. De este modo pedimos fuerza al Señor para hacer su voluntad, que en aquello en lo que voy a ser actor o protagonista el Reino se haga presente, que no me deje llevar por mi egoísmo. Y al final, dar gracias, pedir perdón, reconocer la presencia del espíritu o constatar delante de Dios mi impotencia para descubrirle. Este tipo de oración se hace, de hecho muy a menudo, pero se vincula a pedir fuerzas para que las cosas me salgan bien.
COMUNICACIÓN
Una «Santa Cruzada» contra el cine malo2
Nacido en 1895, por obra de los hermanos Augusto y Luis Lumière, el cine pasa de simple espectáculo de curiosidad a forma expresiva original sólo a comienzos del 1900. Se producen los primeros largometrajes; nacen los géneros cinematográficos (documental histórico, western, cómico, dramático, etc.); con la invención del sonoro y del color el cine llega a su madurez expresiva. El clero, tanto diocesano como religioso, se apasiona, y los documentos de la Iglesia sobre el cine no se dejan esperar. De modo particular durante el pontificado de Pío XI se intensifica el interés del magisterio por el cine. De quince documentos que se refieren al cine, once son del papa Pío XI.
Los hermanos Augusto y Luis Lumière ofrecen al público su primer espectáculo cinematográfico el 28 de septiembre de 1895.
En 1896 el turinés Victorio Calcina, agente de los Lumière obtiene el permiso para filmar a León XIII (1978-1903); en 1898 W. K. L. Dickson, agente de Edison, en competencia con los Lumière, invitado por algunos obispos americanos filma a León XIII en los jardines vaticanos. NO tenemos más documentos del cine de esa época de León XIII, sino el del pontífice bendiciendo la máquina filmadora.
A comienzos del 1900 el cine evoluciona. De simple espectáculo de curiosidad pasa a forma expresiva original. Se producen los primeros largometrajes que no sólo proyectan la realidad, sino que inventan historias fantásticas. Nacen géneros variados como son el documental histórico, el western, el cómico, el dramático, etc. Se asiste a las primeras manifestaciones del civismo encarnado en las actrices y actores de cine; la producción cinematográfica en Francia, Italia y estados Unidos se transforma en industria, ofreciendo sus productos a las masas, cada vez más numerosas, y obteniendo relativas ganancias.
Entre los argumentos más frecuentemente afrontados en el cine de estos años, encontramos la reconstrucción histórica; historias trágicas llenas de pasión y violencia, situaciones de trasgresión de las costumbres culturales de la época, episodios y personajes de la Sagrada Escritura y del cristianismo. Las numerosas producciones cinematográficas de contenido religioso despiertan iniciativas originales sobre todo en Europa y América del Norte. Algunos sacerdotes transforman las iglesias en salas de cine y en Semana Santa proyectan películas de fondo religioso. El clero, diocesano y religioso, se apasiona por los espectáculos cinematográficos. El comportamiento del clero origina los primeros textos de la Iglesia sobre el cine.
Durante el pontificado de Pío X (1903-1914) se emiten los primeros documentos vaticanos sobre el tema. El 15 de julio de 1909 con el decreto “Una dele principali”, el cardenal Pedro Gasparri, Vicario de Roma, prohíbe al clero diocesano y religioso frecuentar las salas cinematográficas de la ciudad. “En nombre del Santo Padre y con la autoridad que se nos ha concedido, recordamos al clero la obligación de no frecuentar teatros públicos y prohibimos a los eclesiásticos de uno y otro clero, asistir a los espectáculos que se llevan a cabo en las salas de cine públicas de Roma, sin ninguna excepción”. Los transgresores también están contemplados: “... contra los transgresores procederemos con penas canónicas, incluso con la suspensión a divinis”.
El 10 de diciembre de 1912, con el decreto “Postremis hisce annis” la Sagrada Congregación Consistorial prohíbe las proyecciones cinematográficas en las iglesias. Los responsables del Dicasterio Vaticano, “... considerando que las iglesias consagradas a Dios, donde se celebraban los divinos misterios y los fieles son encaminados a la vida espiritual y sobrenatural no deben ser empleadas para otros usos, y menos para realizar espectáculos, aunque sean honestos y piadosos, han decidido prohibir absolutamente en las iglesias toda clase de proyecciones o espectáculos cinematográficos”.
Pío X asiste al primer espectáculo cinematográfico en el Vaticano, el 20 de junio de 1912; la película es sobre la inauguración del nuevo campanario de Venecia. Pío X, patriarca de Venecia en ese momento, parece divertirse al ver lugares y personas tan conocidas. El 11 de junio de 1913, Pío X asiste a otra proyección. Esta vez se trata de una película sobre el Congreso Eucarístico de Malta. Algunos investigadores sostienen que ya en 1904 el Papa habría asistido a un documental de Francia. que contenía filmaciones en Lourdes. Durante su pontificado comienzan en Italia algunas iniciativas positivas para valorar el cine. Son intentos de producción con contenidos religiosos; son como un servicio de indicaciones morales sobre las películas, otra iniciativa es la apertura de salas de cine católica, contiguas a la iglesia. El P. Orione, al referirse a la iglesia Ognissanti de Roma, escribe en 1912: “Cerca de la iglesia que la Divina Providencia hará surgir... una buena sala de cine y, además, todo lo necesario en nuestros días para hacer el bien y salvar almas”.
Durante los años veinte el cine adquiere un perfil expresivo y puede convertirse en obra artística. Grandes especialistas y maestros del cine elaboran las primeras teorías y crean las primeras obras maestras del cine mundial. La vanguardia francesa y el surrealismo (Canudo, Delluc, Epstein, Survage, Dulac, Artaud, etc.) La escuela soviética (Koulechov, Poudovkin, Bertov, Eisenstein, etc) el expresionismo (Balazs, Kurtz, etc) colocan al cine entre las artes humanas. Rusia soviética demuestra gran interés por el cine. El octavo Congreso del Partido Comunista (1919) indica que el cine es un precioso instrumento para la formación de las masas populares; el 27 de agosto de 1919 nace oficialmente la industria cinematográfica soviética nacionalizada por Lenin; En septiembre de 1919 se abre en Moscú la primera escuela estatal de cinematografía; en 1922 nace en la URSS la primera filmoteca del mundo.
Durante el pontificado de Benedicto XV (1914-1922) el único texto sobre el cine es un decreto del vicariato de Roma (25 de mayo de 1918) que, evocando el decreto de 1909 recuerda y renueva al clero de Roma la prohibición de frecuentar las salas cinematográficas de la ciudad. El hecho de insistir sobre el veto, indica que el clero de Roma, a pesar de las sanciones previstas gustaba de los espectáculos cinematográficos.
Con el invento del sonido (1927) y del color (1936) el cine alcanza su madurez expresiva. En los años treinta el cine se vuelve un fenómeno complejo (técnico, económico, social, antropológico, pedagógico, político, cultural, etc.) que mueve grandes masas de espectadores. Durante el pontificado de Pío XI (1922-1939), el interés del magisterio por el cine se vuelve más atento. De 15 documentos que se refieren al cine, 11 son de Pío XI. En la encíclica “Divini illius Magistri” (31 de diciembre de 1929) se habla de cine, por primera vez, en un documento tan solemne. En la tercera parte de la encíclica, en los nn. 75-78 se habla de cine (y de radio) destacando sus ventajas y riesgos para la fe cristiana.
La vigilancia cristiana debe confrontarse con el aumento de las «ocasiones de naufragio moral y religioso para la juventud inexperta, especialmente con los libros impíos y licenciosos, que son diabólicamente difundidos a bajo precio; con los espectáculos cinematográficos y también con las audiciones radiofónicas, que difunden e incentivan toda clase de lecturas, como el cine toda clase de espectáculos. Estos poderosos medios de divulgación, si son dirigidos por santos principios, pueden ser de gran utilidad para la instrucción y la educación. Pero desafortunadamente, con frecuencia, son subordinados al incentivo de las malas pasiones y de la avidez de ganancias».
Luego la encíclica alaba la parte positiva: «hay que alabar y promover todas las obras de educación,... que con libros apropiados y publicaciones dan a conocer los peligros morales y religiosos más a menudo difundidos en los libros y espectáculos y se usan para difundir las buenas lecturas y promover espectáculos verdaderamente educativos, abriendo, a costa de grandes sacrificios, teatros y salas de cine, en los que la virtud no tiene nada que perder y mucho que ganar».
En la encíclica “Casti Connubii” (30 de diciembre de 1939) se habla del cine como uno de los medios que divulgan muchos errores sobre el matrimonio cristianamente entendido. El 27 de abril de 1934 el card. Eugenio Pacelli, escribe una carta al canónigo Abel Brohhèe, presidente de la OCIC, que será un documento importante para la reflexión católica sobre el cine. Por esa época el cine es un instrumento de presión social. Después de la nacionalización del cine en la URSS, en 1934 el nazismo y el fascismo en Alemania e Italia, hacen que la producción cinematográfica pase a ser del Estado. El Papa destaca en la carta «la urgencia de este apostolado, que debe unir a quienes son honestos y a comprometerlos a coordinar estos esfuerzos, energías y actividades para poner al servicio de la educación moral del pueblo este poderoso instrumento de difusión de ideas».
La estrategia católica respecto al cine está así delineada: «Si por un lado es necesario oponer firme resistencia al mal que lo invade todo, luchando contra el cine que se opone al concepto cristiano del mundo, la vida honesta y las buenas costumbres, por otro lado se impone con más urgencia una acción positiva y concreta para hacer del cine un instrumento de sana educación. El progreso científico es obra de Dios, y de él debemos servirnos para su gloria y la propagación de su Reino». Dado que el cine «se está convirtiendo en el más grande y eficaz medio de influencia más que la prensa», se aconseja a los católicos tomar iniciativas positivas como abrir salas de cine católicas y producir películas de inspiración católica «de alta calidad».
El texto más importante de este período es la encíclica “Vigilanti cura” (29 de junio de 1936), que está totalmente destinada al cine. Es la cumbre de la reflexión del magisterio sobre el cine hasta esa fecha. La encíclica está escrita en relación con las iniciativas adoptadas por los obispos americanos respecto al cine de los Estados Unidos, que está en expansión. En 1930, ante las protestas de movimientos religiosos que invitaban a sabotear la producción de cine americana considerada contrario a la moral, los profesionales del cine, redactan un “código” de comportamiento que contiene principios generales y prescripciones concretas para no ofender la moral pública (código Hays). Pero en la práctica este compromiso no se mantiene. Los obispos americanos (1934) reaccionan fundando la Legión of Decency con dos objetivos: valorar moralmente cada película y boicotear las películas inmorales. La iniciativa es bien acogida también por parte de judíos y protestantes y por un tiempo es una forma eficaz de presión social. La encíclica, al constatar los buenos resultados obtenidos, hace extensiva a toda la Iglesia la estrategia de los obispos americanos.
En la introducción (nn. 1-7) se recuerda la continua vigilancia de la Santa Sede respecto al cine. Luego se describe la iniciativa de los obispos americanos (nn. 8.18), calificada como una “santa cruzada” contra el cine malo. La parte doctrinal describe el cine como «el medio más poderoso que influye en las masas» (nn. 19-33). Dado que las películas «son verdaderas lecciones prácticas que, más eficazmente y más que el razonamiento abstracto, pueden ejercer estímulos tanto para la práctica de la virtud como para el vicio», los católicos deben vigilar atentamente (nn. 34-43).
Las indicaciones prácticas (nn. 44-56) son: producir filmes de carácter religiosos, uniendo fuerzas, empeñando a los católicos con la “promesa” de no asistir a películas inmorales, instituir oficinas permanentes y comisiones diocesanas para valorar moralmente las películas, organizar salas de cine católicas y constante atención respecto al cine, por parte de los obispos. Para llevar a cabo las líneas directivas de la encíclica, se instituyen salas parroquiales y organismos de revisión de las películas. En la encíclica el film está descrito como arte, como industria y diversión. Lo que más preocupa a Pío XI es la influencia que el cine tiene sobre las masas, sobre millones de espectadores.
El encanto de la imagen, unida al ambiente de la sala de proyección disminuye las defensas de la conciencia y se transforma en verdadera “escuela” de valores positivos o negativos. Aunque existe una fuerte invitación a los católicos para que produzcan películas de carácter religioso, prevalece la solicitud por una defensa moral contra las películas malas.
El
ANAQUEL
Una Pastoral para los Jóvenes de Hoy
CONFERENCIA DEL RECTOR MAYOR EN SEVILLA
3 Palabras de introducción |
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Agradezco cordialmente la invitación que se me ha hecho de dirigir una palabra en la Facultad de Teología, en ocasión de mi visita como Rector Mayor de los Salesianos, y la he aceptado con gusto y con gratitud, en primer lugar por lo que significa Sevilla para México, mi país de origen, y en segundo lugar porque sé que ésta es la “alma mater” de nuestros estudiantes de teología.
Como se podría esperar del Superior General de los Salesianos, hablaré de los jóvenes, de su educación, en particular de su educación a la fe en Europa. De hecho he titulado mi conferencia “Una Pastoral para los Jóvenes de Hoy”.
En la Exhortación Postsinodal Ecclesia in Europa Juan Pablo II, hablando de la evangelización de la vida social, escribe: “Animo a la Iglesia en Europa a dedicar una creciente atención a la educación de los jóvenes en la fe. Al poner la mirada en el porvenir no podemos dejar de pensar en ellos: hemos de encontrarnos con la mente, el corazón y el carácter juvenil, para ofrecerles una sólida formación humana y cristiana... Para lograrlo hace falta renovar la pastoral juvenil... Es necesaria dotarla de mayor organicidad y coherencia, escuchando pacientemente las preguntas de los jóvenes para hacerlos protagonistas de la evangelización y edificación de la sociedad... No se ha de tener miedo a ser exigentes con ellos en lo que atañe a su crecimiento espiritual. Se les debe indicar el camino de la santidad, estimulándolos a tomar decisiones comprometidas en el seguimiento de Jesús, fortalecidos por una vida sacramental intensa. De este modo podrán resistir a las seducciones de una cultura que con frecuencia les propone sólo valores efímeros e incluso contrarios al Evangelio, y hacer que ellos mismos sean capaces de manifestar una mentalidad cristiana en todos los ámbitos de la existencia, incluidos el del ocio y la diversión.”3
1.Los jóvenes y la fe en España
He querido comenzar con esta larga y actualizada cita del Papa, en un documento que tiene que ver con el futuro de Europa, porque reconoce explícitamente por un lado que este futuro del Continente no es posible sin los jóvenes, llamados a ser no sólo consumidores sino verdaderos protagonistas, y, por otro, que la Pastoral Juvenil tiene que ser renovada por su capacidad de escucha, de exigencia, de fermentación del tejido cultural y social.
En las últimas encuestas sobre los jóvenes en Europa aparece entre ellos una clara apertura al tema religioso y una creciente búsqueda de espiritualidad y de trascendencia. Es verdad que esto se vive sobre todo desde la subjetividad, según la lógica de la satisfacción de las necesidades individuales; una religiosidad relegada a la esfera de la vida privada, poco compartida e institucional, vivida a través de experiencias múltiples y heterogéneas y de un conjunto sincretista de creencias y prácticas. Parecería que hoy entre los jóvenes esté creciendo más que irrelevancia del sentido de Dios y de la trascendencia un nuevo paganismo en el que cada uno busca y se hace un “dios” a su medida y según sus necesidades.4
En esta situación ciertamente se da una crisis profunda de los lugares (parroquia, oratorios y centros juveniles), instituciones (iglesia, escuela, familia) y momentos (catequesis de confirmación, preparación al matrimonio) que constituían, hasta hace muy poco tiempo, los canales normales de transmisión de la fe a las jóvenes generaciones y de su celebración comunitaria.
Pienso sinceramente, con todo, que el planeta joven ofrece hoy a la pastoral una gran variedad de recursos y de posibilidades, como son su búsqueda apasionada de espiritualidad, su apertura al lenguaje de la vida y del testimonio, su sensibilidad ante los valores humanos, la calidad de vida y la solidaridad, la paz y la justicia, un nuevo entusiasmo para encontrarse y expresar públicamente su fe.
Las comunidades cristianas y sus instituciones, en cambio, están encontrando gran dificultad para renovarse y abrirse a los jóvenes, pues la escasez de educadores y agentes de pastoral en relación con el crecimiento continuo de las urgencias y de los frentes de trabajo les empuja a descuidar los momentos de reflexión personal y comunitaria, cediendo a un activismo que les impide profundizar en la realidad juvenil para comprender sus desafíos más profundos, encontrar nuevos recursos y posibilidades, adaptar las estructuras e iniciativas.
Los jóvenes tienen sed de propuestas exigentes y del acompañamiento de adultos significativos; pero, muchas veces, éstos se encuentran tan absorbidos por las tareas y funciones administrativas y de gestión de las actividades que no encuentran el modo de establecer con ellos una presencia de calidad humana y espiritual, promoviendo relaciones interpersonales gratuitas, dedicando tiempo y energías al acompañamiento personal y de grupo, asegurando propuestas significativas de crecimiento humano y de madurez cristiana.
En algunas partes, sobre todo en los contextos de la sociedad secularizada, como el de España, las comunidades cristianas presentan una imagen de cansancio y de desorientación; los jóvenes sienten que los adultos (la familia, la parroquia, los educadores en general) tienen como una especie de vergüenza a hablar de lo esencial; prefieren darles recetas, indicarles cosas a hacer, más que compartir con ellos una experiencia y un camino de fe; entonces la presencia y la propuesta pastoral tiene poca claridad y fuerza evangélica. No hay que olvidar el peso que juegan hoy los “modelos” en la vida de todas las personas, sobre todo en los jóvenes5.
2.Una pastoral para esa juventud
La Iglesia no es indiferente a esta situación, ni ha permanecido inactiva. El Jubileo del año 2000, con los tres años anteriores de preparación, según el plan propuesto por el Papa Juan Pablo II, ha supuesto un estímulo muy fuerte de renovación de la pastoral en toda la Iglesia y de modo especial de la Pastoral Juvenil. Basta pensar en la experiencia creciente de las Jornadas Mundiales de la Juventud de estos años: París (1997), que sorprendió y sacudió la reticencia de la Iglesia francesa ante los jóvenes; Roma (2000) con el entusiasmo de los casi dos millones de jóvenes de todo el mundo ante las propuestas exigentes del Papa.
De hecho, después del Jubileo las diversas Iglesias han asumido la propuesta pastoral del Papa en su carta NMI, que invita a un renovado empuje de vida cristiana centrada en la persona de Cristo (29), y han elaborado proyectos pastorales concretos siguiendo las indicaciones y prioridades señaladas allí.
Característica básica de esta Pastoral eclesial es el protagonismo de la comunidad cristiana y en ella, en concreto, de los laicos. El encuentro de los movimientos laicales universales convocado por el Papa en el Pentecostés del año 1998 es sólo una prueba: una ingente multitud de movimientos, asociaciones y grupos laicales que, en las diversas partes del mundo, están asumiendo con nuevo dinamismo y renovada creatividad la misión evangelizadora. Asimismo hay que constatar, con satisfacción, que actualmente en la Pastoral Juvenil eclesial son los mismos jóvenes quienes se están convirtiendo con mayor empeño y mejores resultados en actores, al tiempo que beneficiarios, en los protagonistas y los destinatarios, evangelizadores y evangelizados.
Con todo, la Pastoral de la Iglesia y en particular la Pastoral juvenil debe afrontar algunos enormes retos; uno de los más importantes es el de la evangelización de la nueva cultura posmoderna, con fenómenos tan influyentes y universales como la globalización en todos sus aspectos, el desarrollo de la electrónica y de los modernos medios de comunicación social, la emergencia de nuevos valores, concepciones de vida y estilos de conducta, el impacto de la secularización y al mismo tiempo de una nueva sensibilidad religiosa tipo “new age”...6 Como respuesta a este desafío el Papa en estos años ha planteado a toda la Iglesia como tarea pastoral prioritaria la “nueva evangelización” que permita rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana (Cf. Chfl 34).
Centrándome ya, más en concreto, en la Pastoral Juvenil, diría que veo en todas partes una grande vitalidad con multitud de iniciativas y propuestas, un florecimiento de grupos, asociaciones y movimientos, mucha buena voluntad y esfuerzo por parte de una gran cantidad de adultos y animadores jóvenes.
Pero al mismo tiempo me doy cuenta que nuestra pastoral juvenil sigue siendo más una pastoral de actividades que una pastoral de procesos, una pastoral individual y poco coordinada más que una pastoral de comunidad que comparte un proyecto, una pastoral sectorial y fragmentada más que un camino unitario e integral.
2.1. La pastoral juvenil de Juan Pablo II
¿Cómo responder a esta situación? Creo que la relación que se ha establecido entre el Papa Juan Pablo II y los jóvenes durante sus 25 años de Pontificado puede ofrecernos algunas indicaciones importantes.
Ante todo el Papa quiere estar con los jóvenes, les demuestra confianza y afecto, cree en las potencialidades de bien, de verdad y belleza que hay en su corazón y, por eso, les anima y les hace propuestas exigentes y radicales, como la de la cruz, o la de “aprender a nadar contra corriente”. La primera opción pastoral debe ser, por tanto, volvernos compañeros de camino de los jóvenes, abrirse a un diálogo positivo y cordial con ellos, afrontando con decisión y sin concesiones los desafíos culturales y antropológicos que caracterizan nuestra época.
Pero sobre todo el Papa propone a los jóvenes la persona de Jesús, convencido de que sólo el encuentro con una persona es capaz de transformar una vida, no las reglas ni las doctrinas. Por eso la acción pastoral debe conducir a los jóvenes al encuentro con la persona de Jesús; esto es lo que ellos esperan y anhelan, no moralismo o discursos socio-culturales o una acogida genérica. La pastoral, sobre todo en los ambientes de secularización, debe orientarse a facilitar a los jóvenes el conocimiento, el encuentro y la relación personal con Jesucristo de modo que en él descubran el sentido de su existencia y puedan realizar una opción de vida plena y feliz. No basta, pues, hablarles de Cristo. Hay que llevarles a un encuentro con él.
Junto a esta presentación directa de la persona de Jesús es necesario también desarrollar la dimensión educativa de un verdadero proceso de transformación de la mentalidad y de la vida. Hay que fortalecer una verdadera pedagogía de la iniciación cristiana, es decir, proponer a los jóvenes procesos sistemáticos y profundos de personalización, comunicación y socialización de la fe, yendo más allá de experiencias aisladas, muy ligadas a la emotividad y subjetividad. Significa educar a la oración, a la escucha de la Palabra, a descubrir los signos de la presencia y de la acción de Dios en la historia, a traducir en compromiso de vida lo experimentado en la oración, etc.
El Papa, en fin, invita a los jóvenes a ser “luz y sal” entre sus compañeros, en sus ambientes de vida, en la sociedad en general, dando a la propuesta pastoral un claro empuje misionero; a convertirse en “centinelas de la mañana”, atentos a descubrir gérmenes de bondad, de verdad y de belleza en ellos y en esta sociedad para colaborar de allí en la construcción de un mundo siempre más humano. Nuestra pastoral debe superar su complejo de culpa y su timidez para recuperar el coraje apostólico que no puede callar lo que ha vivido y ha experimentado. No contentarse con los que vienen a nuestros grupos, o centros juveniles, o escuelas, sino ir al encuentro de los indiferentes, de los alejados, del gran grupo de jóvenes de la calle. Más aún, ante la tendencia de reducir la fe a lo privado, más aún, a una adhesión a Cristo por libre, sin institución alguna, estamos invitados a hacer presente el evangelio en la vida y la cultura, con una presencia clara, activa y crítica de los cristianos en todos los ámbitos de la sociedad, ofreciendo modelos de pensamiento y de vida alternativos y coherentes con el evangelio7.
2.2Tres pautas de acción pastoral
Muchos caminos de acción pastoral del pasado hoy pueden seguir siendo válidos si se insertan en el nuevo proyecto y asumen el nuevo estilo y metodología pastoral que he anotado en el punto anterior8.
Cuando se analizan los nuevos movimientos que están apareciendo en la Iglesia durante estos años y que atraen a muchos jóvenes, se puede percibir que todos ellos tienen tres características básicas, vividas en formas y grados diversos: una profunda espiritualidad centrada en la oración, la Palabra y los sacramentos; una fuerte experiencia de comunión, hecha de atención a las personas, relaciones interpersonales profundas, comunicación fraterna de vida; y un radical compromiso por los más pobres y los últimos. Me parece que en estas tres características tenemos tres pautas de actuación pastoral que deben caracterizar todos las formas de pastoral juvenil en el futuro: la espiritualidad, la comunidad y el compromiso. Y además, me parece que hoy hay que desarrollarlas en este orden, superando la tentación de caer en un compromiso voluntarista que no nazca de una experiencia personalizada de Jesucristo y de su Evangelio y no sea sostenido por una comunidad cercana y abierta. Desde ahí se debe también afrontar otro gran problema de la Iglesia en España, y de modo especial de la vida religiosa, la escasez de vocaciones. En el último estudio sobre los jóvenes españoles y la vocación aparece que el conjunto de la población juvenil tiene una imagen más bien positiva de las personas consagradas, se valoran sus rasgos más específicamente religiosos y de servicio; pero son pocos los que alguna vez han pensado en la vida religiosa o sacerdotal como posibilidad, y menos aún los que lo han hecho con cierta seriedad. Con todo, aparece que en el desarrollo de esta vocación los jóvenes dan especial importancia a la escuela, la parroquia, los grupos y en un cuarto lugar la familia. Los mismos jóvenes reconocen que, en estos ambientes, los elementos que más influyen en el desarrollo de una posible vocación religiosa es el testimonio de los mismos religiosos y religiosas y una relación personal y profunda con ellos9.
La Pastoral Juvenil debe ayudar a los jóvenes a descubrir la grandeza objetiva de estas vocaciones desde el punto de vista evangélico: son personas que Cristo llama y asume para integrarlas de por vida al servicio directo de la comunidad cristiana; los inmediatos y explícitos colaboradores de su Reino, como los Doce y como Pablo. Hoy debemos repetir el ejemplo de Jesús que, desde el inicio de su ministerio, llamó al seguimiento a algunos de modo especial para estar con Él y participar directamente en el anuncio del Evangelio. Esto exige que en la familia, en el grupo juvenil, en la escuela, en la parroquia se promueva una sistemática y profunda propuesta de vida cristiana, de relación personal con Jesús y una entrega generosa y desinteresada por los más pobres. Las vocaciones apostólicas son el resultado natural de una vida cristiana intensa y fiel. Si ésta existe, aquéllas existirán10.
2.3. Una preocupante realidad
A veces da la sensación de que la crisis no atañe sólo a los destinatarios, sino también a los pastores. Aunque existen, gracias a Dios, muchos educadores y pastores generosos y entregados, hay también un buen grupo que, ante la complejidad de las situaciones y las dificultades encontradas, se sienten desorientados, cuando no desmotivados, se refugian muchas veces en la organización y gestión de las instituciones o en un genérico compromiso educativo y promocional o intentan repetir experiencias pasadas, pensando que siguen siendo válidas para los jóvenes de hoy.
Para poder afrontar la pastoral que exige la nueva evangelización, el educador – pastor debe vivir una fuerte espiritualidad apostólica, una sólida relación personal con Jesucristo, vivida en el cada día, una actitud y práctica del discernimiento pastoral que desarrolle una visión de fe sobre la vida, las personas y los acontecimientos, superar tanto el activismo que superficializa y dispersa, como el espiritualismo que no se traduce en opciones radicales de vida.
Además hoy el educador – pastor de jóvenes debe poseer una sólida estructura personal, humana y cristiana, para poder ser ante todo un testigo significativo y creíble para los jóvenes de hoy, capaz de ofrecerles propuestas estimulantes y válidas y de acompañarlos en su camino de realización. Esto supone poseer un esquema mental sólido y bien estructurado que le permita tener una serena confianza en sí mismo y, al mismo tiempo, estar abierto y disponible al diálogo y comunicación con los que piensan diversamente; cultivar una actitud de formación permanente evitando refugiarse en un ritmo de vida demasiado agitado, superficial y rutinario.
Se requiere, en fin, un educador – pastor disponible y capaz de compartir su vida con los jóvenes, de escucharles cordialmente, de valorarles y acompañarles gratuitamente; un educador – pastor enraizado en la comunidad, compartiendo con ella el proyecto pastoral, trabajando en equipo, con mentalidad proyectual.
Su formación es un proceso delicado que no termina nunca y que exige una actitud continua de reflexión sobre la propia experiencia y la de los demás, para aprender de ella; disponibilidad para compartir con los demás, dejarse acompañar y corregir; confianza en las personas y en sí mismo, sostenida por una profunda vida de fe.
2.4. Un desafío para la Pastoral Juvenil Salesiana
En una cultura individualista y fragmentaria como la nuestra resulta especialmente difícil asumir la dimensión comunitaria de la fe. Esta es, sin duda alguna, una de las de las preocupaciones y de los desafíos más importantes que tiene hoy la pastoral juvenil en general y, en particular, la salesiana.
Con la sensibilidad y metodología preventiva de don Bosco sabemos que los grandes valores educativos se deben sembrar durante la preadolescencia y estimular un primer desarrollo en la adolescencia y primera juventud, pero este camino debe proseguirse con un acompañamiento preciso y sistemático hasta conducir al joven a un proyecto de vida, a una opción vocacional madura, que hoy se retrasa cada vez más.
Para las dos primeras etapas tenemos una rica experiencia y abundantes estructuras educativas, escuelas, oratorios, grupos, etc., pero nos encontramos con pocos recursos y menos experiencia en el acompañamiento de los jóvenes adultos que aún no han madurado su opción vocacional en la vida, jóvenes de 20 a 30 años que ya no frecuentan nuestras obras de educación formal, pero que aún necesitan y buscan plataformas adecuadas a ellos que les permitan completar el camino educativo y de fe iniciado en las etapas anteriores.
En estos últimos años ha aumentado en la Congregación la atención a esta franja de edad con diversas iniciativas: la formación de los animadores del MJS (grupos, asociaciones, Centros Juveniles), todos ellos jóvenes mayores que a través de su servicio de animación continúan su proceso formativo y de educación en la fe; asociaciones y movimientos que, sin descuidar las etapas anteriores, ofrecen una especial atención a estos jóvenes mayores a través de procesos de catecumenado juvenil; el mismo voluntariado salesiano, tanto el social como el misionero, es una plataforma que permite a muchos jóvenes mayores desarrollar sus posibilidades de formación hacia una opción vocacional adulta.
Creo que este es un campo en el que la Pastoral Juvenil Salesiana debe colaborar estrechamente con la Familia Salesiana, sobre todo con aquellos grupos laicales que ofrecen a los jóvenes posibilidades de vida cristiana adulta, como son los Cooperadores y los Exalumnos. Juntos debemos buscar aquellas plataformas y servicios más convenientes para acompañar a estos jóvenes y para facilitar, a los que lo deseen, seguir viviendo su fe cristiana como adultos según el estilo salesiano en las diversas asociaciones de la FS, o en las comunidades cristianas de nuestras parroquias, o en otros movimientos eclesiales, etc.
Todo ello exige adultos significativos cercanos, capaces de acompañar y estimular a estos jóvenes, tanto personalmente como en grupo, experiencias de espiritualidad y de servicio sistemáticas y exigentes, un plan de formación muy personalizado, pero a la vez bien estructurado e integral, una metodología que los inicie a la iluminación cristiana de la vida de cada día en sus ambientes de estudio o de trabajo. En esto creo que los salesianos hemos de dedicar más personas y más esfuerzos, comprometiendo, como decía, a los grupos laicales de la Familia Salesiana.
El lograr que estos grupos o comunidades de jóvenes adultos superen el riesgo de intimismo y de falta de compromiso socio-político debe ser uno de los objetivos de esta etapa del camino de fe para llevar al joven a encarnar su fe y su espiritualidad en el campo de sus responsabilidades familiares, sociales y políticas concretas.
3. Tres tareas, no todas nuevas, para la nueva evangelización
Dada la novedad que presentan el mundo juvenil y la urgencia de una nueva evangelización es comprensible que alguno piense que nuestras estructuras pastorales tradicionales (escuelas, parroquias), nacidas para humanizar y evangelizar, apenas lo hacen ya, y, lo que es más grave, desgastan a muchas personas en su mero mantenimiento. ¿Qué hacer? ¿Habrá que inventar nuevas estructuras? ¿Son aprovechables pastoralmente las que hay?
Creo, sinceramente, que a las estructuras educativas y pastorales tradicionales les pasa lo mismo que a las otras estructuras sociales; nacidas y desarrolladas en una sociedad estable y unitaria, encuentran dificultad para adaptarse a una sociedad compleja y en continuo cambio. Hemos pasado de un modelo fuertemente unitario y monolítico, a otro claramente fragmentado y muchas veces contrastante; los educadores, comenzando por las familias, no saben cómo afrontar su misión educativa y corren el riesgo de renunciar al verdadero diálogo educativo, limitándose a un superficial “dejar hacer”. Aparecen nuevos contextos y realidades educativas, a veces en contraste con las instituciones tradicionales, como el grupo de iguales, la calle, el mundo de la comunicación social y de internet, etc.; tienen una gran capacidad de modelar mentalidades y conductas, pero al mismo tiempo se manifiestan débiles en personalizar valores y sostener opciones de vida radicales11.
Hay que afrontar con decisión esta nueva situación y sus desafíos. Nuestra sociedad necesita más que nunca estructuras educativas y pastorales capaces de establecer un diálogo dinámico y profundo con el mundo juvenil, con su sensibilidad y sus necesidades, pero sin renunciar a la misión educativa de testimoniar y comunicar valores, sentimientos, y criterios de conducta, proponer ideales nobles, y suscitar y sostener proyectos de vida y búsqueda de sentido. Las estructuras tradicionales de educación y de pastoral tienen aún mucho que ofrecer a nuestra sociedad con tal que sepan renovarse en profundidad.
Estas estructuras deben resistir la dinámica burocratizadora y masificadora a la que las empuja la sociedad actual para promover la atención prioritaria a las personas y a las relaciones interpersonales, el diálogo y encuentro intergeneracional, la participación y el trabajo en grupo, etc., de forma que se conviertan en verdaderos ambientes de vida y de cultura juvenil. Don Bosco ya lo había intuido en su tiempo cuando quería que todas sus instituciones fueran verdaderas casas en las que los jóvenes se sintieran a gusto, como en familia.
Deben promover un programa educativo verdaderamente integral, que tenga en cuenta todas las dimensiones de la persona humana y no solo aquellas inmediatamente útiles y rentables para la producción y el consumo; que desarrolle con especial cuidado aquellos aspectos a los que los jóvenes de hoy son más sensibles y abiertos: como la afectividad, el cuerpo, la naturaleza; valores como la paz, la solidaridad, la libertad; la participación, la creatividad, el diálogo; la búsqueda de sentido, la interioridad, la calidad de vida...
Las instituciones educativas y pastorales deben transformarse en verdaderas comunidades educativas en las que todos los participantes a la obra educativa, los mismos jóvenes, los educadores, las familias, se sientan identificados con un cuadro de valores compartido, asuman solidariamente un mismo proyecto educativo y colaboren activamente a su realización, favorezcan una red de relaciones interpersonales positiva y dinámica, promuevan metodologías de trabajo y de acción realmente participativas y corresponsables.
3.1. Los colegios
En concreto, quisiera referirme ahora al colegio como medio de presencia salesiana de evangelización y cultura. La pastoral en un colegio católico no debe ser como un añadido religioso a una cultura, a un ambiente y a una estructura neutra o indiferente al modelo de vida inspirado en el Evangelio. La pastoral es la cualidad que queremos dar a todo el conjunto de la vida escolar, sobre todo a aquellos elementos que le son más propios, como es la cultura, la metodología, la disciplina, etc. Queremos que todos estos elementos estén inspirados y promuevan una visión de la vida y de la realidad abierta a los valores del Evangelio de Jesús, favorezcan una actitud de búsqueda y de profundización de un sentido de la vida integral y trascendente, ofrezcan a los creyentes la oportunidad de un diálogo crítico y positivo entre la cultura y su fe12.
El colegio católico debe resistir con decisión a la presión ambiental que le empuja a centrar su calidad en los éxitos académicos, en la eficacia de su disciplina, en la promoción de los “mejores”. En este sentido el colegio católico debe asumir una actitud verdaderamente contracultural, ofreciendo a todos, con respeto, pero también con decisión y claridad, una cultura de la vida y de la solidaridad, una educación integral y abierta a la dimensión religiosa de la persona, un compromiso decidido por los más pobres y los más débiles.
3.2. Las nuevas pobrezas juveniles
Hace ya seis años mi predecesor, D. Juan E. Vecchi había escrito, en una carta a los Salesianos sobre las nuevas pobrezas, que la educación es el contributo más específico y original que, como salesianos, podemos ofrecer para la prevención y lucha contra las nuevas pobrezas. Cada vez me doy más cuenta de la verdad de esta afirmación.
Hoy las nuevas pobrezas de los jóvenes son consecuencia en una gran medida de ciertas concepciones de la vida que privilegia el provecho individual sobre el bien común, un progreso rápido y fácil más que un desarrollo sostenible y accesible para todos, la prioridad de los intereses económicos por encima de todo, y, muchas veces, contra los valores sociales y culturales. No basta pues la búsqueda de soluciones inmediatas, es necesario un trabajo de educación que promueva nuevos modelos de conducta y de vida que traduzcan al concreto la cultura del otro frente al individualismo posesivo, la cultura de la sobriedad frente al consumo, la globalización de la solidaridad frente a la exclusión de los débiles.
Como Familia Salesiana, extendida por todo el mundo, con multiplicidad de recursos y con un rico patrimonio espiritual, tenemos grandes posibilidades y al mismo tiempo una enorme responsabilidad para promover, en un esfuerzo colectivo, proyectos concretos en los que, además de responder a las necesidades inmediatas de los jóvenes, se promueva un estilo de vida más solidario y generoso.
En algunos países de América Latina, por ejemplo, la acción conjunta de diversos grupos de la Familia Salesiana, en colaboración con otras personas e instituciones, ha creado todo un movimiento social que ha promovido leyes y consejos para la defensa de los derechos de los menores; en otros países de Europa, diversas organizaciones de voluntariado social y misionero van creando todo un amplio movimiento de solidaridad y de colaboración con países y pueblos en vías de desarrollo; el trabajo a favor de los muchachos de la calle, las iniciativas para ayudar a los muchachos y muchachas que están fuera del sistema escolar oficial, están suscitando una nueva sensibilidad y una concreta voluntad de colaboración en muchas inspectorías, grupos y asociaciones.
Posibilidades existen, pero se debe trabajar en red, con proyectos concretos y compartidos, con constancia y sistematicidad, aprovechando todos los recursos y posibilidades que hoy nos ofrecen la enorme variedad de obras y presencias que animan los diversos grupos de la Familia Salesiana en todo el mundo. ¿Por qué en vez de oponer obras y estructuras en una dialéctica estéril y destructiva no nos comprometemos a aportar cada uno la propia originalidad y colaborar entre todos a la promoción integral de los jóvenes, sobre todo los más pobres? ¿Por qué no comprometer a todos los componentes de las comunidades educativas de nuestra escuelas, centros de formación profesional, parroquias, Oratorios, en proyectos concretos de atención a los más pobres?
3.3. La inmigración juvenil
En febrero del año pasado tuvo lugar en Barcelona un encuentro europeo para afrontar concretamente este tema en ámbito salesiano; fue el punto de llegada de muchos esfuerzos, iniciativas y reflexiones que se han ido realizando en estos últimos años en las diversas inspectorías de la Europa salesiana. Al mismo tiempo, en él se pretendían señalar algunas líneas y criterios de acción que orientasen y relanzasen el compromiso salesiano entre los inmigrantes.
Considero que en el documento final se han expresado muy bien los rasgos de una pastoral salesiana ante el fenómeno de las migraciones: una pastoral juvenil que “promueva el aprendizaje intercultural, abierta a la inserción, con un comportamiento ético universal basado en la cultura de la solidaridad, de la autenticidad, del diálogo interreligioso, de la construcción de relaciones de paz y de respeto entre hombre y mujer, a partir de propia identidad”.
Hay que ser conscientes que vivimos en un mundo que si, de una parte, está más globalizado, de otra aparece cada vez más dividido por diversidades culturales, sociales, económicas, políticas, religiosas. Ello presenta nuevos desafíos a la formación, el principal de ellos es la educación a la interculturalidad. Ésta es a mi parecer la clave de solución del difícil problema de llegar a armonizar la unidad de la humanidad en la diversidad de los pueblos que la componen. Implica una pedagogía de la acogida de las diferencias, de la cultura del diálogo y de la reciprocidad, de la solidaridad y de la paz. Esto solo es posible en la medida que descubramos que hay valores transculturales, validos siempre y en todas partes, y que viviéndolos en nuestras comunidades religiosas y educativas llegáramos a ser personas de comunión. Como nos recordaba el Papa en la Exhortación apostólica Vita consacrata (51), las comunidades multiculturales e internacionales se revelan en muchas partes testimonios significativos y ámbitos de adiestramiento al sentido de la comunión entre los pueblos, razas y culturas
En este sentido las líneas de acción del encuentro de Barcelona hablan de educar a los valores de la multiculturalidad, a partir de una base ética compartida, de una educación en la honradez y en la ciudadanía, con una atención especial al diálogo interreligioso, favoreciendo una acogida incondicional de las personas, promoviendo su protagonismo, favoreciendo entre ellos la presencia de mediadores culturales que faciliten el diálogo entre las diversas culturas. Se pide también que la atención a la inmigración se inserte en el proyecto educativo-pastoral de cada inspectoría, de modo que llegue a ser una realidad presente en toda obra trabajando siempre más en red.
Todo esto supone un cambio de mentalidad tanto entre los salesianos como entre los miembros de nuestras comunidades educativas; promover una formación a la interculturalidad y a la diversidad como riqueza, mediante experiencias de trabajo intercultural convenientemente reflexionadas y evaluadas, la inserción en las comunidades educativas de los mismos inmigrantes como colaboradores.
4. Conclusión: La PJS, pastoral de Iglesia, en la Iglesia
Para acercar la Iglesia a los/as jóvenes ante todo debemos amarla profundamente, también la Iglesia oficial o institucional, y este amor hacerlo sentir a los jóvenes, ayudándoles a descubrir los valores y las realidades positivas que hay en ella, los signos de la presencia y de la acción de Dios.
Es lo que hizo don Bosco en su tiempo ante la avalancha de propaganda protestante que desorientaba y turbaba la fe sencilla de la gente y de los jóvenes. Don Bosco, con un lenguaje sencillo, ameno y asequible a todos, da a conocer la historia de la Iglesia, y del Papado, las vidas de santos y de personas buenas, propaga devociones y prácticas piadosas populares y adaptadas a los jóvenes. Con todo ello fortalece su amor a la Iglesia y robustece su fe.
Hoy los jóvenes han demostrado que son muy sensible y abiertos a estos valores de la fe y de la Iglesia. La persona del Papa y sus encuentros multitudinarios con los jóvenes, las Jornadas Mundiales de la Juventud, el florecimiento de movimientos juveniles, son algunos de estos signos que, como educadores, hemos de valorar y aprovechar.
También hemos de acompañar a los jóvenes para que puedan vivir y expresar la fe de la Iglesia, su liturgia y su oración con su lenguaje y estilo joven, sin desnaturalizarla o banalizarla. Es una tarea educativa importante que nos exige ser auténticos maestros de espiritualidad juvenil, que, a través de los signos y de los lenguajes juveniles, somos capaces de vehicular y hacer vivir una verdadera experiencia de fe y de Dios.
En esto deberían jugar un papel importante nuestras comunidades y los grupos de la Familia Salesiana, que deberían ser para los jóvenes imágenes significativas de una Iglesia cercana a ellos, abierta y dialogante, apasionada por Jesús y por su misión de vida plena, comunidades felices, profundas y sensibles al mundo de los jóvenes de modo que fueran verdaderas experiencias de iglesia y escuelas de oración eclesial.
Hoy no basta el compromiso por los demás para acercar la Iglesia a los jóvenes, es necesario que este compromiso sin perder nada en su radicalidad manifieste claramente su fuente y sus motivaciones más profundas, el Dios de Jesús, su amor y su proyecto de salvación que se realiza a través de la comunidad de los creyentes, presidida por sus pastores.
Pascual Chávez V.
Sevilla, 10 mayo del 2004
El fin de semana de los jóvenes:
entre la necesidad, el deseo y el sentido de vida13
Introducción
El fin de semana es un tiempo celebrativo y simbólico. En él afloran los deseos de celebrar la vida y hacer presentes determinadas utopías que no pueden realizarse durante el tiempo de trabajo y producción. En el fin de semana confluyen necesidades, deseos, utopías... sentidos de vida.
La
llegada de cada fin de semana se celebra. Produce, en jóvenes y
adultos, un sentimiento que trasciende el ritmo normal de vida.
Hablar de fin de semana es sumergirse en una constelación de valores
y utopías que aspiran a satisfacer dimensiones muy profundas del ser
humano. A veces la realidad no se corresponde con las expectativas,
pero ello no es óbice para seguir deseando la llegada del próximo
fin de semana. En un fin de semana confluyen aspectos muy variados:
desde la consecución de las más altas utopías, hasta una
incitación permanente al consumo, pasando por la satisfacción de
deseos culturales, la creación de espacios para transgredir lo
establecido...
En
la presente reflexión, incompleta y provisional a todas luces, vamos
a contemplar el fin de semana bajo tres miradas diversas, aunque
complementarias:
Primera parte: El fin de semana, tiempo celebrativo.
Segunda parte: Constelaciones de valores que coexisten en el fin de semana.
Tercera parte: Plataformas de acción para un fin de semana educativo.
1. El fin de semana, tiempo celebrativo
Los recientes hallazgos arqueológicos concluyen que el hecho celebrativo es anterior al Homo Sapiens. Hasta hace pocos años los científicos presentaban restos arqueológicos que relacionaban al Homo Sapiens con antiguos rituales y con las celebraciones más ancestrales. La moderna paleontología aporta evidencias que anticipan la presencia de rituales y celebraciones a épocas y especies anteriores al Homo Sapiens. Dichos descubrimientos se centran en el fuego, los enterramientos, la fecundidad, los sacrificios y el arte... Ellos son los embriones de la dimensión celebrativa de la especie humana.
En los orígenes
Todas
las comunidades humanas han demostrado, a lo largo de la historia,
respeto por los muertos, bien sea mediante la inhumación, bien sea
mediante la incineración y tratamiento ritual de las cenizas. Parece
ser que los rituales funerarios forman parte del horizonte
celebrativo más remoto. Las antiguas civilizaciones mesopotámicas
dan buena muestra de ello. En las «Tumbas de los Reyes de Ur»
reyes, sacerdotes y princesas... comparten espacios funerarios
cuidados y decorados con gran profusión de elementos.
La cultura egipcia generó también un estilo propio de celebrar. En ella los rituales estuvieron apoyados por suntuosas construcciones que han llegado hasta nuestros días. La momificación aparece como soporte técnico aplicado a sustentar creencias religiosas relacionadas con el más allá.
Resulta
imposible dar con una cultura que no haya practicado ritos,
sacrificios y celebraciones para expresar profundos sentimientos que
van más allá de las actividades productivas y de supervivencia. Los
recientes hallazgos paleontológicos no sólo confirman estas ideas
de dominio común, sino que retrotraen la aparición de dichos
rituales a épocas en las que todavía no había aparecido el Homo
Sapiens.
Rituales anteriores al Homo Sapiens
a)
El primer enterramiento. La Sima de los Huesos. 300.000 años de
antigüedad
La Sima de los Huesos (Atapuerca. Burgos) es una
cavidad subterránea a la que se accede por una empinada rampa que
desciende unos 12 metros. En el fondo han sido hallados los restos de
treinta y tres personas: Dientes, cráneos, huesos largos y
vértebras... Estos cadáveres poseen una peculiar característica:
fueron acumulados enteros en este depósito. Los restos no presentan
marcas de descarnación producidas por ningún instrumento, ni están
machacados para obtener el tuétano o sustancia interior de los
huesos. Este dato equivale a decir que no fueron consumidos como
alimento por sus compañeros de horda. Los investigadores trabajan
con la certeza de que fueron depositados en aquel lugar de forma
intencionada, tal vez ritual. Nos hallamos ante el primer
enterramiento conocido.
b)
El primer sacrificio. Mougharet-es-Skuul.
Monte Carmelo. Israel.
120.000 años.
El Monte Carmelo no sólo es famoso por las
hazañas que realizara el profeta Elías. En los alrededores del
Monte Carmelo se ha hallado el enterramiento de un niño colocado de
forma peculiar: Totalmente doblado sobre sí mismo, los talones
tocando las nalgas y las manos debajo de la cabeza. Presenta una
perforación rectangular a la altura del hombro y la clavícula, así
como varias incisiones producidas por objeto punzante en la oreja
derecha. ¿Por qué estaba arrodillado? ¿Fue sacrificado? ¿Por qué
un niño? ¿Qué extraño ritual se practicó con él, hace ahora
120.000 años? Lo cierto es que fue enterrado con un funeral propio,
y su cuerpo fue colocado en posición especial. Nos hallamos ante un
desconocido sacrificio, seguido de ritual funerario perdido en la
noche de los tiempos.
c)
El primer símbolo de fecundidad. La Venus de Berekhat Ram. 250.000
años.
Pero la auténtica revolución se produce en 1996, cuando
la arqueóloga Naama Goren-Imbar descubre, cerca de los Altos del
Golán (Israel) una figurilla de la fecundidad. Se trata de una
pequeña figura de unos 4 cm. de altura, con incisiones realizadas
con un objeto punzante, que separan la cabeza de un abdomen abultado.
Junto a esta Venus de fecundidad han aparecido las herramientas de
piedra que fueron utilizadas para su elaboración. Todo ello está
datado hacia el año 250.000 a.C. Este dato nos lleva a constatar que
el sentido mágico-simbólico de la fecundidad y el parto fue
desarrollado por especies anteriores al Homo Sapiens.
Tiempo sagrado, tiempo profano
Los
siglos fueron transcurriendo. La humanidad prosiguió en su
desarrollo tecnológico, social y trascendente. Y aquellas primeras
intuiciones cristalizaron en elementos simbólicos, sagrados y
religiosos de mayor definición y profundidad. Aparecieron las
celebraciones que discurrían en un tiempo también especial. El ser
humano comienza a «crear celebraciones» cuando otorga sentido
simbólico a una serie de acciones y actividades que van más allá
de la ocupación habitual de supervivencia. Es decir, cuando
crea «espacios» temporales y físicos en los que no se dedica al
trabajo diario para procurarse alimento, sino a lo mistérico y
sagrado. Según expresión de Mircea Eliade, es así como aparece una
doble visión del tiempo: tiempo profano y tiempo sagrado. La
celebración transcurre en el denominado «tiempo sagrado».
El primer «tiempo sagrado»
Para
hallar las raíces del «tiempo sagrado» hay que remontarse a ese
tiempo en el que el ser humano era cazador. En esta época los seres
humanos, formando pequeñas hordas, recorrían una determinada área
geográfica buscando el alimento necesario. Y es en este tiempo
cuando el ser humano toma conciencia del simbolismo que subyace en
una serie elementos tecnológicos habituales. Mediante la capacidad
simbólica humana, estos elementos se cargan de nuevo sentido, y
sumergen a la persona humana en una dimensión que va más allá de
la mera supervivencia: El fuego, la fecundidad, la muerte, los
astros, el agua... El tiempo de caza es aquel en el que el hombre
corre jadeante y temeroso por llanuras y montañas, tras la presa que
le proporcionará el alimento imprescindible para la supervivencia.
Pero simultáneamente nace otro tiempo cargado de nuevas resonancias.
Se trata de un "espacio" temporal en el que se celebra la
pieza cobrada, en el que se repite el gesto realizado y el grito
emitido en el momento de cazar, pero realizados a la luz de la
hoguera en la caverna, separados del hecho real de la caza. De esta
forma nace la danza, se articula y perfecciona el lenguaje, brotan
las primeras expresiones artísticas, se inicia la toma de conciencia
religiosa... Todas estas actividades acontecen en unos "espacios
temporales" distintos, surgidos a la luz de las hogueras y en el
interior de la cueva que da seguridad y abrigo... De esta forma
comienza a diferenciarse el tiempo profano del tiempo sagrado.
Aunque estas ideas parezcan extrañas, siguen vigentes para los creyentes a través del año litúrgico, que consiste en sumergirse en los principales acontecimientos de la fe cristiana para participar de la nueva vida que en ellos se nos ofrece. Para los no-creyentes, los días de fiesta cumplen también esta misión: marcan rupturas con el tiempo de trabajo, permitiendo a la persona humana la recuperación mediante actividades distintas a la producción.
Antropología cultural y dimensión celebrativa
La
Antropología Cultural es la ciencia que describe el quehacer humano
estudiando las culturas que se han dado en distintos tiempos y
lugares. Una parte de esta ciencia se ocupa de los rituales y
celebraciones que la persona ha desarrollado a lo largo de la
historia. Tras analizar algunos estudios antropológicos relativos a
las celebraciones religiosas, aparecen algunas constantes que pueden
sintetizarse en los siguientes puntos:
-
Todos los pueblos poseen, de una u otra forma, celebraciones rituales
encaminadas a fomentar y consolidar elementos esenciales de su vida,
tanto en la esfera individual como en la esfera social.
-
Todos los pueblos y culturas han potenciado valores abiertos a la
trascendencia, para facilitar un estilo de vida no centrado
exclusivamente en aspectos de producción y supervivencia.
-
Desde los albores de la humanidad, los grupos sociales y las personas
individuales han distinguido entre «tiempo profano», (destinado a
las tareas utilitaristas de producción) y «tiempo sagrado»,
(destinado a la celebración religiosa y al encuentro con realidades
que superan lo fáctico).
-
El llamado «tiempo sagrado» se canaliza a través de rituales
complejos en los que no sólo se produce un acercamiento a la
trascendencia, sino que también se fomentan valores tales como la
cohesión social y el recuerdo de creencias y cosmovisiones que
orientan el existir.
-
Las celebraciones y los rituales son actividades participativas
mediante las cuales se refuerzan los lazos de pertenencia y
solidaridad.
-
Las celebraciones y rituales se expresan mediante elementos
materiales ordinarios pero a los que se les ha cargado de un
simbolismo que les convierte en «puertas» que se abren hacia lo
trascendente.
-
La celebración constituye una actividad «excepcional», largamente
esperada, preparada con antelación y celebrada en un tiempo
especial.
Al considerar el fin de semana como «tiempo para celebrar», conviene tener en cuenta el largo camino recorrido por la humanidad en este campo.
De
lo expuesto obtenemos una primera información: Lo celebrativo afecta
a la dimensión más profunda del ser humano. Son realidades
complejas que inciden sobre el sentido de la vida, la relación
social y la orientación existencial. Rompen con el tiempo de
producción y ofrecen la posibilidad de nuevas vivencias. Se
concretan mediante elementos cotidianos a los que se les ha cargado
de sentido nuevo.
2. Fin de semana y simbología juvenil
2.1 Sumergidos en el simbolismo juvenil actual
El
ser humano, desde los albores de la historia, ha generado una serie
de símbolos mediante los cuales ha orientado su existencia de forma
atemática. Las nuevas generaciones han creado también una amplia
gama de simbolismos. Estos nuevos símbolos son expresión de las
necesidades que experimentan los sujetos y de los intentos de
respuesta. Durante un fin de semana funciona una amplia gama de
constelaciones simbólicas.
A
continuación se analizan algunas de las constelaciones simbólicas
actuales, en un intento de detectar las más profundas tendencias
juveniles actuales.
2.2 El fin de semana, recuperación de los lenguajes de modulación
El
lenguaje de modulación es aquel que integra aspectos que van más
allá de lo racional. Se trata de un lenguaje más primario y menos
conciso que el lenguaje racional y alfabético. El símbolo y los
lenguajes de modulación presentan las siguientes características:
a)
Comunicar no consiste tanto en decir como en participar, unidos por
una serie de símbolos que influyen consciente e inconscientemente.
b)
La percepción de la realidad y la expresión de la misma van más
allá de lo meramente racional, interviniendo el cuerpo, el gesto, el
símbolo, la luz, el color, el ritmo...
c)
Lo que une a los comunicantes es más fuerte, vital e importante que
las ideas racionales y los matices que pudieran separarles.
Las generaciones actuales han comenzado a descubrir nuevas constelaciones de símbolos. Más allá del racionalismo, la ilustración y la modernidad, aparece una nueva vivencia en la que lo estético y la modulación se abren paso.
2.3 Constelaciones simbólicas juveniles actuales
Entendemos
por símbolos juveniles a una serie de elementos variados que se
constituyen como paradigmas de parte de la situación juvenil actual.
Gran parte de ellos funcionan inconscientemente y son percibidos de
forma atemática. Sin embargo, una mirada atenta nos llevará a
descubrirlos como núcleos de constelaciones simbólicas, cargadas de
significado y con posibilidad de explicar diversas áreas del
pensamiento y comportamiento juvenil.
Los
elementos simbólicos que van a ser analizados, son algo así como
puntas de icebergs: Conocemos de ellos simplemente lo que aflora al
exterior, su apariencia.
Su fuerza y validez radica en la
capacidad que cada uno de ellos posee para polarizar en sí varias
intuiciones, sentimientos y pensamientos. De esta forma, la sola
visión del símbolo suscita comprensiones globales de la realidad y
posibles de modos de comportamiento.
Los
símbolos que se analizan no agotan la simbología juvenil, pudiendo
ser ampliado este análisis por aquellos animadores y agentes de
pastoral interesados en comprender la realidad de los destinatarios.
2.3.1 La música
La
fuerza de la música, como símbolo juvenil, no radica en los
aspectos técnicos de este arte, sino en un cúmulo de significados
que han ido adhiriéndose a lo musical hasta llegar a otorgarle
categoría de realidad emblemática. La música se constituye en
centro de un universo simbólico que abarca tres áreas
fundamentales: Expresión, socialización y contestación.
a) Expresión
- Desde
tiempos inmemoriales la música ha sido fuente de expresión;
elemento esencial en la danza gracias al ritmo; posibilidad de
comunicación más allá de lo racional, afectando directamente a la
emotividad de quien recibe el mensaje.
-
En una época post-moderna, que contempla la caída de los lenguajes
racionales y alfabéticos, ella se alza con fuerza porque facilita
los lenguajes de modulación, ofreciendo la posibilidad de matizar el
volumen, la rapidez y la densidad, máxime cuando se le acompaña de
gran profusión de luces y efectos que garantizan un placer sensorial
múltiple.
- Ella
es la gran generadora de espacios privilegiados de danza donde, sin
palabras, se participa del calor corporal de los otros, así como del
gesto y del grito común. En el paisaje de la post-modernidad, ella
orienta un tipo de expresión universal, aglutinando grandes
colectivos de sentimientos afines.
b) Socialización
- La
música facilita el goce personal y funciones terapéuticas del
stress, como ocurre con muchos jóvenes que se acercan a la "new
age".
-
Pero también es un elemento socializante. Desde los modos y modelos
que propone, se canalizan muchas aspiraciones y tendencias sociales
de los jóvenes.
-
La música, proyectada en la expresión corporal del baile, significa
para muchos adolescentes un camino para descubrir y sentir la
diferenciación sexual entre chico-chica, así como el primer momento
de futuros encuentros.
c) Contestación y afirmación de la propia identidad
- Las
distintas tendencias musicales que se suceden, a veces con celeridad
asombrosa, suelen poseer un doble movimiento: Identificación con un
colectivo afín y diferenciación de los otros.
-
Pero por encima de las matizaciones existentes entre los seguidores
de distintos estilos musicales, la música ha cobrado una fuerza
diferenciadora prioritaria: la diferenciación generacional. Lo
musical es uno de esos elementos "arrojadizos" con el que
las diversas generaciones marcan sus discrepancias culturales,
éticas, sociales...
2.3.2 La noche
La noche ha sido, desde tiempos ancestrales, espacio festivo por antonomasia. Las culturas primitivas celebraban gran parte de sus rituales a la luz de las hogueras. El mismo cristianismo ha hecho de la noche de Navidad y Pascua elementos celebrativos esenciales.
No
es de extrañar que en nuestra sociedad, donde priman aspectos
vitales en detrimento del racionalismo productivo, aparezca la noche
como espacio privilegiado y cargado de resonancias para jóvenes y
adolescentes.
La noche se ha constituido como uno de los
símbolos juveniles actuales más importantes. Pero su fuerza no
radica tan sólo en que a lo largo de ella se viven momentos de
diversión. La noche condensa en sí una serie de significaciones
que, de forma inconsciente, orientan el pensamiento y afloran en
conductas concretas.
a) La noche, tiempo festivo
- Es tiempo diverso al destinado al trabajo y a las obligaciones cotidianas. La misma luminosidad ambiental hace de clara barrera diferenciadora. A lo largo de la noche se desarrollan hechos y acontecimientos impensables durante el día. Hasta la misma personalidad de muchos jóvenes y adolescentes adquiere nuevos matices.
b) Placer sensorial
- Nuevos artefactos sonoros y luminosos, fruto de la cultura del espectáculo potenciada por la electrónica y la informática aplicada, contribuyen a que la noche sea una recreación para los sentidos, especialmente para la vista y el oído.
-
La música escuchada con un volumen muy fuerte se percibe, no sólo
con el oído, sino también con el cuerpo entero, que recibe una
serie de vibraciones que afectan a la piel, sobre todo los sonidos
graves. Las luces, con la variedad de colores y el ritmo de que son
dotadas, estimulan el sentido de la vista, contribuyendo a crear una
atmósfera desacostumbrada y facilitadora de ensoñaciones.
c) Estética
- Constituida una atmósfera de ensoñación, propiciada por la luminosidad, la noche se convierte en geografía de la apariencia y la estética. Las formas de los vestidos y el maquillaje, -como si se tratara de modernas máscaras-, facilitan no sólo un cambio en la ocupación, sino que llegan a ser símbolo transformaciones en lo personal.
d) Libertad personal
- La
familia ejerce control sobre los adolescentes y jóvenes. Las
encuestas afirman que los jóvenes se sienten a gusto con la
seguridad que les ofrece su familia, pero siempre queda el deseo de
una autonomía personal. Este control, determinado por la falta de
autonomía en lo económico, variará según circunstancias. A lo
largo de las actividades nocturnas, jóvenes y adolescentes se
sienten fuera del control familiar, sumergidos en un área de
emancipación. En el seno de este ambiente afirman, de alguna forma,
su autonomía personal, adquiriendo nuevas cotas de independencia.
- El «supuesto control» que ejerce el teléfono móvil es ficticio. Controla la seguridad física, la petición de auxilio... pero en modo alguno la libertad de pensamiento y acción, la satisfacción de deseos ajenos a la ideología familiar.
e) Trasgresión a lo establecido
- Cuando este deseo de emancipación va más allá de lo familiar y adquiere mayores dimensiones, se llega a la trasgresión social, facilitada en nuestra actual sociedad por el ambiente nocturno. Es así como muchos jóvenes ven en la noche espacios donde transgredir diversas normas sociales, tales como: El gamberrismo que destroza la propiedad privada y colectiva, en el uso del alcohol y las drogas que aliena y evade de la realidad, determinados comportamientos sexuales que van más allá de la ética admitida...
f) Socialización y lenguajes
- La noche es el lugar donde se dan variados y espontáneos intercambios socializantes. Durante la noche acaece el encuentro con el grupo de amigos, libremente elegidos en principio. El tipo de relación que se establece suele ser fuertemente afectivo, permaneciendo alejado del mundo de la productividad.
- La
noche se halla cargada, simbólicamente, del deseo de unas
relaciones más humanas y menos utilitario. Lo que cuenta es
"estar libremente junto a...", aunque no se produzca ningún
intercambio verbal, racional o productivo.
- Se
habla, con frecuencia, de un empobrecimiento del lenguaje juvenil, de
locales nocturnos en los que el volumen de la música impide la
comunicación verbal, de jóvenes que se contemplan, como nuevos
"narcisos", en un "pub" sin mantener
conversación alguna... Lo que ocurre es que la comunicación
alfabética no recibe prioridad. Funcionan otros lenguajes en los que
lo racional y funcional es sustituido por el ritmo, el color y la
imagen, la cercanía corporal; lo ético cede paso a lo estético.
2.3.3 La televisión, paradigma de la iconoesfera
La televisión se ha convertido en un ser omnipresente que preside la práctica totalidad de hogares. Sin ella es difícil la comprensión de la vida actual. Jóvenes y adolescentes han nacido sumergidos en magia de sus colores y en la densidad de sus propuestas simbólicas.
Lo narrativo
La persona actual accede, por medio de la televisión, a un sin fin de narraciones capaces de sumergirle en los mundos más diversos y fantásticos. En bastantes culturas primitivas existe la figura del "hablador", personaje que desempeña el rol social de narrar los principales mitos y leyendas de la tribu. Semejante papel desempeña el televisor porque condensa líneas narrativas que son reflejo del sentir y vivir social.
La fuerza de las narraciones televisivas radica en el tipo de lenguaje utilizado: Pocas veces se proponen mensajes y modos de comportamiento con lenguajes racionales. Los mensajes afloran desde la narración dinámica. Para asimilarlos no hace falta poner en marcha la lógica racional, basta con que los televidentes se identifiquen con los protagonistas, tal como funciona el mecanismo del mundo narrativo.
La cultura juvenil, sumergida en el caldo de cultivo de la post-modernidad, halla en este medio un símbolo de lo que desea: una alternativa a la lógica racional que funcione desde los impulsos afectivos.
b) El placer sensorial.
La televisión simboliza el placer puesto al alcance de la mano. Todo un mundo de brillo, color, música, imágenes... aparece con la misma facilidad con la que se aprieta un botón.
El sentido de la vista y el oído se ven regalados con un cúmulo de sensaciones ambientales que producen bienestar, incluso sin prestarles atención. "Ver" televisión no supone tanto sumergirse en sus contenidos, cuanto en el ambiente y la atmósfera que crea su solo funcionamiento.
c) Zapping: movilidad y provisionalidad.
La televisión es "posibilidad de elecciones rápidas". Es suficiente con apretar un botón para que aparezca un nuevo paisaje televisivo, sumergiéndonos en nuevas y distintas experiencias. En un mundo donde la historia se acelera y los cambios se suceden rápidos, el televisor condensa en sí, de forma práctica, este ideal de la velocidad y el vértigo en el cambio.
El zapping televisivo se convierte en prefiguración del mito del "zapping existencial": Cambiar rápido ante la más leve dificultad. Pero como en la vida real es difícil este tipo de cambio rápido, el televisor funciona como el símbolo que condensa, anticipa y expresa aquello que en lo cotidiano sería de desear.
d) La cultura del espectáculo
En un tiempo en el que los "meta-relatos" han perdido vigencia, siendo desplazados hacia el margen, la información sensacionalista se erige en dominadora absoluta, pretendiendo ofrecer una visión de la realidad ¡n-formada pero no comprometida con sistemas de pensamiento globales que orienten al ser y a sus modos de comportamiento.
Situados ante el televisor la comunicación desaparece, dando lugar a una canalización individual y vertical de la información. Piénsese en la familia situada ante el televisor, silenciosa toda ella, sin comunicación horizontal entre sus miembros, pendientes todos de ser "amamantados-informados" individualmente.
e) La diversión.
Nuestra sociedad ha diversificado, hasta lo neurótico, dos espacios existenciales: el tiempo de trabajo y programación y el tiempo de diversión y des-programación. Durante el tiempo de trabajo, la persona se sumerge en un cúmulo de horarios inflexibles y programados de antemano, por encima del ritmo y las necesidades de la persona.
f) El consumo
La televisión es el emporio del consumo. La gran ventana desde donde se accede al mundo maravilloso que espera a los consumidores, "vía de acceso" a mundo feliz.
La publicidad ya dejo de ser un medio de información para convertirse en un mecanismo subliminal en el que mezclan, siempre de forma simbólica, las aspiraciones más profundas del ser humano con la eficacia de un lava-vajillas, con el sabor de un refresco o con la línea aerodinámica de un automóvil.
Tras los anuncios aparece el "mito del paraíso" en todas sus dimensiones: juventud, corporalidad, armonía familiar, erotismo, descanso, ausencia de problemas...
Máscara, maquillaje y estética
Afirman los estudiosos de la post-modernidad que, derribada la ética del sacrificio, simbolizada por Prometeo, tan sólo queda la estética de Narciso, que vuelve la mirada sobre sí mismo para contemplar el reducido horizonte de su propio paisaje.
Puestas en segundo plano las visiones totalizantes de la existencia humana, asciende a primer plano una "estética generalizada" donde trascendencias y profundidades son sustituidas por superficies decoradas que encandilan y fascinan. La estética se ha convertido en un símbolo. En él se engancha una serie de áreas de la existencia tales como:
a) El cuerpo
El cuerpo ha dejado de ser la cárcel del alma. Cayó la visión platónica y maniquea de la existencia. Desde las nuevas visiones antropológicas, ya no es necesario castigar al cuerpo para que el espíritu pueda liberarse poco a poco. Lo corporal es objeto de cuidados sin límite: Dietas selectas y equilibradas, la línea esbelta propiciada por las imágenes televisivas, como si en lo bello fuera sinónimo, sin más, de lo bueno; chequeos médicos constantes en un intento de equiparar servicios sanitarios con felicidad...
b) Maquillaje y máscara.
Desde tiempos inmemoriales, las diversas culturas han utilizado la máscara: artilugio externo que expresa simbólicamente el deseo de un cambio de personalidad.
Algo similar ocurre con la cultura de la apariencia: La imagen externa y el maquillaje expresan deseos profundos de cambio y renovación. El maquillaje y la marca, expresa una de las aspiraciones más hondas de la humanidad, la renovación y la mejora personal en todos los aspectos.
Ello no deja de ser un grave empobrecimiento de las posibilidades personales, que van mucho más allá de la estética. Incluso, la exclusiva atención a formas externas aparentes, facilitan posturas racistas y xenófobas, desde el mismo momento en que se decide separar y marginar a quien no se halla incluido dentro de determinados cánones estéticos.
d) Consumo
Pero no todo lo que se mueve entorno a la estética son visiones existenciales. La economía y el consumo también se abren camino al paso veloz de las modas efímeras y los vestidos de temporada. Mantener el ritmo cambiante de la estética se ha convertido en símbolo de poder económico y de saber invertir en lo efectivo. Quien domina la estética domina otros sectores sociales y es admirado por ello. En este sentido, lo bello enlaza directamente con lo social: Saber mantener las apariencias equivale a éxito social.
e) Ética
La estética aparece como elemento dador de sentido, en un espacio social carente de escalas de valores consistentes, estables y estructuradas. La ética es sustituida por la estética.
2.3.5 La moto, el coche...
Las prestaciones que ofrece el coche le han constituido en un elemento simbólico omnipresente en nuestra sociedad. A ello ha contribuido poderosamente la publicidad generada entorno a él; un tipo de anuncios que le relacionan, subliminalmente, con multitud de expectativas existenciales y sensaciones vitales.
El coche y la moto polarizan una serie de significados que les hacen atractivos para el mundo juvenil, convirtiéndoles en objetos deseados, no sólo por las prestaciones que ofrecen, sino por los deseos que engloban.
a) Potencia y fuerza.
El conductor, con un leve movimiento del pie o de la mano, experimenta una fuerza muy superior a él, que le desplaza cómodamente y a gran velocidad. Quien conduce un coche o una moto experimenta el mito de la fuerza capaz de superar los límites de lo humano.
b) El zapping geográfico
Al analizar la televisión como símbolo, se habló del zapping televisivo y existencial. Este concepto puede ser aplicado a ese tipo desplazamientos rápidos, facilitados por el coche o la moto, que llevan a adolescentes y jóvenes, de un lugar a otro. Es, de nuevo, el triunfo del cambio rápido que torna a las situaciones efímeras, aumentando la posibilidad de nuevas experiencias y sensaciones.
Tras este aspecto se halla el deseo inconsciente de la multipresencia; poder trascender los límites del momento y espacio presente, ampliándolos en la medida de lo posible.
c) Juvenilismo
El diseño ha cobrado importancia en los modernos vehículos respondiendo, de esta forma, a las tendencias del pensamiento actual. Los vehículos se han convertido en signos externos que pretenden manifestar aspectos de la personalidad.
El coche y la moto son una especie de máscara, preanuncio de las excelencias de la persona que hay tras ellos. Una moto de diseño juvenil se convierte en un emblema que anuncia los deseos juveniles de adultos que, sumergidos en sus cuarenta o cincuenta años, añoran la juventud. Poseyendo tal o cual modelo de moto creen hallarse situados en el mito de la eterna juventud.
d) Sexualidad
El reducido volumen del coche se puede convertir también en espacio íntimo compartido con la pareja. Afectividad y sexualidad, en distintos grados, encuentra en el coche un espacio privilegiado. o Algo similar ocurre cuando la pareja se desplaza en moto, uniendo los cuerpos para garantizar una conducción más segura... y sintiendo la cercanía corporal del compañero o compañera.
e) Socialización
El prestigio social que se desprende del vehículo poseído, le confieren un aura de sociabilidad, llegando a ser considerado como uno de los indicadores del nivel social adquirido. Influencia social, poder, buena posición... son, entre otros, aspectos que el clima social interpreta en el coche considerado como signo social.
Ello convierte al vehículo en un objeto apetecido porque garantiza la apariencia social, más allá de las prestaciones y utilidades que pueda ofrecer en lo relativo a transporte o seguridad.
3. Tres miradas educativas
El fin de semana forma parte del llamado Tiempo Libre. Como tal debe ser contemplado en los procesos educativos de niños y adolescentes. Frente a la vivencia de un Tiempo Libre sin consistencia ni horizonte, existe la posibilidad de crear procesos que lleven a las personas a adquirir pautas y normas orientadoras para la vivencia de un "tiempo libre vivido con sentido". El Tiempo de Ocio, convertido en plataforma para educar en valores, facilita el enriquecimiento personal y colectivo. De esta forma deja de ser "un tiempo negativo" y empobrecido antropológicamente
3.1 Educar en valores en los espacios de Ocio
El Tiempo Libre, vivido como espacio educativo, facilita una serie de valores para el crecimiento de la persona. Entre los más importantes, cabe destacar:
Autonomía personal,
Creatividad y desarrollo de iniciativas,
Vivencia de momentos lúdicos y festivos,
Conciencia crítica,
Gratuidad,
Interiorización,
Descubrimiento de límites y posibilidades,
Apertura a los demás,
Autoestima y seguridad personal...
El Tiempo Libre, desarrollado en el seno de un proceso educativo, ofrece también la posibilidad de un crecimiento en valores sociales. Entre los más destacados, señalamos:
Encuentro con iguales,
Posibilidad de transformar el propio entorno,
Comunicación y diálogo,
Respeto y tolerancia,
Trabajo en grupo,
Voluntariado,
Solidaridad,
Disfrute grupal,
Relaciones personales profundas ,
Fe comprometida con la historia...
Para que se haga realidad esta vivencia de estos valores, arriba citados, es necesario habilitar plataformas capaces de acoger a niños y jóvenes y orientar su acción y actividad. Dos son las instituciones que pueden realizar, de forma sistemática, dichos procesos: La escuela y el centro o asociación juvenil.
3.2 La escuela, plataforma de educación en el Tiempo Libre
En la actualidad todas las escuelas tienen como objetivo la educación integral de niños y adolescentes. Sin embargo la educación para el Tiempo Libre sigue siendo una asignatura pendiente. El algunos sectores educativos, el dedicar espacios a un tipo de actividades que, a la larga, forman en la vivencia del Tiempo Libre, llega a considerarse como algo banal.
Conviene humanizar y dinamizar la escuela para que incluya procesos educativos para el Tiempo Libre desde edades tempranas.
Para ello conviene plantear, al inicio de curso, un objetivo general que englobe acciones y actividades que vayan más allá de los meros programas académicos.
Entre las posibles actuaciones pueden incluirse las siguientes:
Música,
teatro,
campañas solidarias,
celebración de jornadas internacionales,
deporte educativo,
excursiones y convivencias,
grupos de investigación,
celebraciones religiosas y cívicas,
semanas culturales,
libros compartidos...
El acento pedagógico no sólo radicará en el desarrollo de las acciones programadas, sino en el estilo educativo generado para su consecución. Este estilo educativo procurará crear un clima en el que predomine:
El protagonismo juvenil,
la cercanía personal,
la capacidad de desarrollar proyectos,
la capacidad de generar aficiones culturales y lúdicas,
la creación de espacios festivos compartidos,
el acercamiento a temas ecológicos, de conciencia y derechos humanos,
la vivencia de un ambiente de solidaridad...
A conseguir estos objetivos puede ayudar la Asociación de Alumnos y Alumnas, entendida ésta no sólo como espacio organizativo y reivindicativo, sino como plataforma capaz de canalizar las inquietudes juveniles y transformarlas en acciones concretas que rompen con la visión meramente productiva, abriendo la escuela hacia nuevas dimensiones.
Los niños y adolescentes que viven su infancia sin una educación para el Tiempo Libre, difícilmente dispondrán de recursos personales para ocupar educativamente sus espacios de ocio en el futuro. O lo que es peor, se abonarán al ocio promovido por las multinacionales del ocio, para las que nada cuenta el enriquecimiento y la densidad antropológica.
Entre los nuevos planteamientos educativos de la escuela debe incluirse la educación para el Tiempo Libre.
3.3 El Centro o Asociación Juvenil, entidad de educación en el Tiempo Libre
El centro o Asociación juvenil es el espacio idóneo para una educación en el Tiempo Libre. Múltiples son las formas de organización y estructuración de dichas entidades.
Pero todas ellas deben tener una visión similar de la riqueza que supone educar en valores a través del ocio.
En la estructuración de un Centro o Asociación Juvenil confluyen elementos organizativos que facilitan el protagonismo juvenil. Deben cuidarse los siguientes sectores, equipos o áreas:
a) Junta del Centro Juvenil. Formada por un equipo sólido y estable de animadores con capacidad de coordinar y dirigir la vida de la asociación.
b) Equipo de formación local. Este equipo velará por la dimensión educativa de todas las actividades y acciones. También garantizará la sólida formación de los monitores y animadores. En aquellos centros o asociaciones de inspiración cristiana, promoverá grupos de maduración en la fe.
c) Equipo pre-juvenil. Encargado de promover el asociacionismo entre los niños y niñas, con actividades adecuadas a su edad. La ocupación educativa del Tiempo Libre, así como el hábito del asociacionismo, son actitudes que deben educarse desde tempranas edades.
d) Equipos de actividades. La vida de una asociación juvenil está formada, en gran parte, por las actividades que la asociación es capaz de generar y llevar a cabo. Dichas actividades deben ejercer interés y fascinación entre adolescentes y jóvenes. Algunos sectores de actividad son, entre otras: música, coro, conjuntos; teatro; actividades de aire libre, campamentos y excursiones; grupos formativos; comunicación social; deporte; ecología; baile, coreografías, brake dance; actividades culturales...
e) Equipo institucional. Es el encargado de fortalecer los elementos institucionales de la asociación juvenil, su presencia en el barrio y su relación con entidades afines. Así mismo buscará los medios, ayudas y subvenciones para una financiación de las actividades.
f) Equipo de acción social y voluntariado. Imprescindible para que la Asociación adquiera nuevos horizontes y no quede anclada en sí misma. Este equipo promoverá la dimensión social del Centro Juvenil, y orientará a los jóvenes hacia el voluntariado como forma solidaria de vivir el tiempo libre.
3.4. La Noche Alternativa
Entendemos por "Noche Alternativa" la creación de amplio espacio de Tiempo Libre nocturno para jóvenes que deseen vivir su ocio "sin drogas y sin alcohol".
Existen miles de jóvenes que buscan alternativas al "botellón", a la discoteca... y que difícilmente hallan espacios para vivir la noche.
En la siguiente descripción, resumimos las experiencias periódicas realizadas por el Centre Juvenil "Amics" de Valencia.
Una "Noche Alternativa" no se realiza en el aire, requiere de un mínimo de infraestructura y recursos humanos. Puede organizarse si se dispone de tres elementos esenciales:
Espacios amplios capaces de acoger a un gran número de jóvenes.
Equipo de animadores voluntarios con formación y experiencia
Recursos propios o ayudas por parte de la administración pública.
El horario de la "Noche Alternativa" ocupa toda la noche. Por ejemplo desde las 23:00 hs. del sábado, hasta las 06:00 hs. del domingo.
Entre las actividades y talleres se pueden habilitar los siguientes:
Deportes: Fútbol sala, baloncesto, Fútbol 3,
Aerobio,
Discomóvil,
Play Station gigante,
Conjuntos musicales en directo,
Brake Dance y Capoeira,
Juegos de rol,
Juegos de ordenador en red,
Espectáculos de mimo y monólogos,
Exhibición de juegos malabares,
Rokódromo y tirolina,
Talleres de manualidades,
Hinchable gigante,
Conclusión
El fin de semana forma parte del Tiempo Libre. Éste hunde sus raíces celebrativas y festivas en los orígenes de la humanidad. No nos hallamos ante un fenómeno nuevo, sino ante las peculiares manifestaciones de algo tan antiguo como la persona.
El fin de semana puede convertirse en un espacio de ocio positivo y lleno de posibilidades o en un tiempo negativo.
Para conseguir la vivencia de un "fin de semana con sentido" se requiere la confluencia de varios elementos:
El Tiempo Libre, como cualquier actividad humana, es susceptible de ser mejorada mediante procesos educativos.
Estos procesos educativos deberán darse en la familia, la escuela, la asociación juvenil...
El educador/a tendrá en cuenta las nuevas constelaciones simbólicas que actualmente expresan los deseos y utopías de los jóvenes, sabiendo hacer de ellas elementos de crecimiento positivo para niños y jóvenes.
La educación para el Tiempo Libre y el fin de semana no se puede realizar en el aire: requiere de plataformas educativas que respondan a los intereses y necesidades de los jóvenes. La escuela y la asociación juvenil, cada una desde su ámbito propio, deben incluir en sus programas, objetivos y acciones concretas encaminados a educar para una vivencia positiva del fin de semana.
1 Pere Borràs,sj.
2 Silvio Sassi, en «Cooperador Paulino», nº 115 septiembre-octubre 2002.
3 Juan Pablo II, Ecclesia in Europa, 62, Ciudad del Vaticano 2003. Las cursivas son originales.
4 Cf. ROLAND J. CAMPICHE (ed ). Cultures jeunes et religions en Europe. Ed. Cerf, Paris, 1997
ESPRIT n. 233 de Juni 1997. Le temps des religions sans Dieu: recul des confessions, triomphe des religions. Paris 1997
Para España
JAVIER ELZO Y JUAN GONZÁLEZ – ANLEO. Los jóvenes y la religión. En Jóvenes españoles 99. Fundación Santa maría. Madrid 1999. Pag. 263-353
JUAN GONZÁLEZ –ANLEO. La religiosidad de los jóvenes: creencias, ritos y comunidad. En Jóvenes 2000 y religión. Fundación Santa María. Madrid 2004. Pag. 15-117
Una síntesis se encuentra en JUAN GONZÁLEZ – ANLEO. Jóvenes y experiencia religiosa. En Actas de las I Jornadas Nacionales de Pastoral Juvenil: Jóvenes y personalización de la fe. Sevilla, 6-8 diciembre 2002. Pag. 13-42
5 Ver por ejemplo FRANCISCO JOSÉ CARMONA FERNÁNDEZ. Jóvenes y religión: Una revisión histórica de los estudios españoles desde 1935 al 2000. En Jóvenes 2000 y religión. o.c. pág. 305 – 335. Sobre todo pág. 323-331.
6 Cf. las hipótesis de trabajo que guiaron el Informe “Jóvenes 2000 y Religión”: Se ha producido en España una fuerte quiebra de la socialización religiosa, debida a la notable secularización de los padres que apenas transmiten a sus hijos valores, actitudes y creencias religiosas. Esta escasa socialización religiosa recibida en la familia no es contrarrestada o compensada por la socialización recibida en la escuela, incluso en los centros de la Iglesia. Se puede hablar, con notables excepciones en determinados espacios de la geografía española, de silencio religioso global, que es escasamente estimulante y favorece la proliferación de pasotas religiosos, jóvenes y mayores. La oferta eclesial es, al parecer, poco atractiva y sugerente para los jóvenes; es posible que exista una escasa sintonía entre los mensajes enviados por la Iglesia al mundo juvenil y su lenguaje y su cultura. Además esta oferta de la iglesia carece de medios adecuados para que esa penetración se traduzca en fidelidades y en proyectos cristianos y eclesiales y se halla desbordada por la oferta caótica, pero penetrante y en ocasiones fascinante, de las religiones substitutivas.
7 Cf. las palabras del Papa en la Exhortación Apostólica post-sinodal “Iglesia en Europa” (Roma 2003), nn. 61 y 62
8 “La primera tarea y el primordial problema de la Iglesia en España hoy es la transmisión de la fe, para hacer llegar a los hombres el evangelio de Cristo, poder llegar a ser discípulos suyos, conocer a Dios, recibir de Él la salvación y reconocerse a sí mismos”. OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL (Ed). La Iglesia en España. 1950-2000. PPC, Madrid, 1999. pág. 401-404
9 JAVIER ELZO. Los jóvenes españoles y la vocación a la vida consagrada. En “Jóvenes 2000 y religión”. Fundación Santa María. Madrid 2004. Pág. 193-249
10 OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL (ed). La Iglesia en España. 1950-2000. PPC, Madrid, 1999. Pag. 405-410
11 “El más grave problema de España hoy son las instituciones educativas entre la escuela infantil y la universidad. En ellas los individuos despiertan a la vida personal y se les debe ofrecer no sólo saberes para una afirmación profesional sino orientación para existir como personas. Es la hora de educar y no sólo de transmitir técnicas, destrezas o estadísticas. Pero hoy nadie se atreve a educar... La figura del educador no existe, porque ha desaparecido también la figura personal del educando”.
Cf. OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL (ed). La Iglesia en España. 1950 – 2000. PPC, Madrid, 1999.
12 CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Dimensión religiosa de la educación en la escuela católica. Orientaciones para la reflexión y revisión. Roma 1988. Sobre todo la tercera parte: Dimensión religiosa de la vida y del trabajo escolares. Y la quinta parte: Síntesis general: dimensión religiosa del proceso educativo.
13 José Joaquín Gómez Palacios.