Estás plenamente metido en el mundo de los jóvenes; el tirocinio es, de hecho, “una fase de
confrontación vital e intensa con la acción salesiana en una experiencia educativa pastoral” (FSDB
428). Estás implicado en muchas actividades e iniciativas; estás aprendiendo de tus experiencias,
las positivas y las menos logradas. Lo que da sentido a tu vida es la plenitud del amor; un amor
ardiente y apasionado te podrá ayudar a reforzar tu vocación, a pasar de la fragilidad a la fidelidad
vocacional.
Amor al Señor Jesús
En medio del afán de las muchas actividades de cada día es necesario vivir la “gracia de unidad”,
que te haga evitar la dispersión, que dé un sentido a todos tus esfuerzos, que te inspire fuerza y
valentía en los momentos difíciles, de modo que llegues al final de la jornada cansado, pero
también lleno de alegría. Lo que unifica tu vida es el Señor Jesús y el amor a Él. Eres un
consagrado; esto significa que Jesús es el centro de tu vida. Tú lo amas con todo el corazón y tratas
de imitarlo para ser discípulo suyo auténtico y apóstol apasionado. Él te envía a los jóvenes y te
acompaña. Es suya la misión de educar y evangelizar; ésta libera a los jóvenes del mal, de la
pobreza, de la ignorancia, de las malas costumbres, de la falta de sentido de la vida. Él es el que
encuentras en los jóvenes a los que eres enviado y a cuyo encuentro caminas. ¿Recuerdas del
ejemplo del Beato Artémides Zatti? Cuando se le presentó un muchacho pobre en la puerta, le
preguntó a la Hermana: “Hermana, ¿tienes un vestido para un Cristo pobre?”.
No basta con trabajar mucho. Hay que tener una fuerte motivación por la que se trabaja tanto.
Entonces el trabajo, aunque sea duro, te llena de gozo. Sin un gran amor y una fuerte motivación,
te puede suceder que te desanimes, especialmente frente a las dificultades, las ingratitudes, la
indiferencia. El amor al Señor Jesús viene del encuentro con Él en la “lectio divina” cotidiana, en
la Eucaristía, en la Confesión frecuente, en la oración personal. Para poder reconocer al Señor
Jesús en los jóvenes, es necesario haberlo conocido antes; entonces ellos te pedirán verlo y
encontrarlo.
Con Jesús está su Madre y Madre nuestra: María. Ella es la Maestra prometida a Juanito Bosco en
el sueño de los 9 años. Ella nos lleva a Jesús, como hizo en la boda de Caná cuando dijo a los
sirvientes: “Haced todo lo que Él os diga”. María te ayuda a dar el primer lugar en tu vida a su Hijo,
como Ella misma hizo al declararse “sierva del Señor”. Como Inmaculada, te inspira el amor
preventivo que te lleva hacia los jóvenes; como Auxiliadora, es tu apoyo en la realización de tu
trabajo entre ellos. Por eso no abandones el Rosario, que es oración de contemplación y de
intercesión.
Amor a Don Bosco y a los jóvenes
Al mismo tiempo para nosotros los salesianos el camino concreto para seguir a Jesús es Don
Bosco. Con la intervención materna de María, fue suscitado por Dios para trabajar entre los
jóvenes. Piensa por un momento en la gran necesidad e importancia de su misión, ahora tuya
también, entre los jóvenes; ellos no son nunca un problema; son un recurso de la sociedad y de la
Iglesia, no sólo para el futuro, sino también para el presente. “Verdaderamente no hay nada más
hermoso que encontrar y comunicar a Cristo” a los jóvenes (Benedicto XVI, Sacramentum
caritatis, n. 84).
Ten, por tanto, confianza en tu vocación y ámala: a ti te ha amado el Señor Jesús y ahora te llama
Jesús para hacer que los jóvenes sientan que Él los ama y respondan a su amor siendo hijos de
Dios y viviendo como hijos suyos. Esta es la obra de educación y evangelización que se te confía
por medio de la práctica del sistema preventivo.
Manteniendo viva en ti la predilección por los jóvenes, siéntete contento de estar con ellos y de
crear un ambiente de espontaneidad, alegría y amistad, sabiendo ser exigente en la propuesta y
bueno y paciente ante su respuesta. Con tu edad joven y tu mentalidad y, sobre todo, con tu
generosidad y entusiasmo por el Señor, estás en una posición privilegiada para dar testimonio de
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