Lettera_sul_tirocinio


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SOCIETA’ DI SAN FRANCESCO DI
SALES
SEDE CENTRALE SALESIANA
Via Marsala 42 - 00185 Roma
Consigliere generale per la formazione
formazione@sdb.org
Sacro Cuore, Roma, 15 octubre 2019
Prot. 19/0430
Objeto: Experiencia educativo-pastoral del tirocinio
Queridos Inspectores y miembros del consejo Inspectorial,
Delegados inspectoriales y miembros de las comisiones inspectoriales para la formación,
Directores y hermanos de las comunidades con salesianos en tirocinio,
Hermanos que viven la experiencia del tirocinio,
Saludos desde la Basílica del Sacro Cuore en Roma.
Estoy escribiendo esta carta a pocos pasos de la habitación donde Don Bosco escribió la carta
del 10 de mayo de 1884, desde donde nos comunicó su corazón y su pensamiento sobre la
pedagogía y la espiritualidad que nos ha transmitido como preciosa herencia, y nos dice que tipo
de Salesiano quiere que nosotros lleguemos hacer para los jóvenes de toda época.
Lo que pretendo comunicarles en esta carta se refiere a LA EXPERIENCIA FORMATIVA EN EL
TIROCINIO y el modo de acompañar a los hermanos que viven este periodo de su vida, que
nuestra Ratio dice que es “desde el punto de vista salesiano, la fase más característica de la
formación inicial” (FSDB 428).
Quisiera reflexionar con ustedes sobre lo que las Constituciones, los Reglamentos y la Ratio
dicen sobre el tirocinio, teniendo en cuenta también todo lo que ha surgido de la investigación
sobre el Acompañamiento Personal Salesiano -en el que 554 tirocinantes han enviado su aporte
/78% del total)-, y del compartir sobre la experiencia del tirocinio de muchos jóvenes hermanos
que he encontrado en los últimos cinco años (en particular los del primer año de formación
específica, ya sean coadjutores o candidatos al sacerdocio).
1. Constituciones art. 115 sobre el tirocinio
C 115. El tirocinio
Durante toda la formación inicial se da importancia, juntamente con el estudio, a las
actividades pastorales de nuestra misión.
El tirocinio es una etapa de intensa confrontación vital con la acción salesiana en
una experiencia educativo-pastoral. En él, el salesiano joven se ejercita en la práctica
del sistema preventivo y, sobre todo, en la asistencia salesiana.
Acompañado por el director y la comunidad, realiza la síntesis personal entre su
actividad y los valores de la vocación. (R 86.96)
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Un primer punto que hay que hacer notar es que C 115 no se concentra sobre la acción
educativa y pastoral en cuanto tal, sino sobre la EXPERIENCIA VITAL PROFUNDA que el
hermano hace de dicha acción. Es la calidad de la EXPERIENCIA VIVIDA la que hace que el
tirocinio llegue a ser “la fase más característica de la formación inicial” (FSDB 428).
La integración de las actividades y de los valores fundamentales de nuestra vocación que aquí
se mencionan es, de hecho, un eco del aprendizaje a través de la experiencia de los valores de la
vocación salesiana en C 98. Y tanto C 98 como C 115 son retomados en una nueva síntesis en C
119, que es el artículo final de la tercera sección de las Constituciones sobre la formación, en el
que se recoge en síntesis la esencia de la formación de los salesianos de Don Bosco:
Al vivir en medio de los jóvenes y en relación constante con los ambientes populares, el salesiano
se esfuerza por discernir en los acontecimientos la voz del Espíritu, adquiriendo así la
capacidad de aprender de la vida. Atribuye eficacia formativa a sus actividades ordinarias y
aprovecha también los medios de formación que se le brinden… (C 119).
C 119, como C 98, no habla del tirocinio en cuanto tal, sino de la “formación permanente”, que
describe como “una actitud permanente”. Tal actitud o disposición del corazón es la capacidad de
aprender de la experiencia que al mismo tiempo es discernimiento de la voz del Espíritu. Con
mayor razón podemos decir que el tirocinio no se trata de trabajar, trabajar y trabajar siempre
más, sino aprender la actitud y el arte de aquella formación que dura para toda la vida. Esta fase
tan característica de nuestra formación, nuestra primera full immersion como religiosos en la
actividad educativa y pastoral salesiana es, por lo tanto, para dedicarla toda al aprendizaje de la
experiencia y al discernimiento de la voz del Espíritu en el contacto vivo y constante con los
jóvenes.
La ASISTENCIA SALESIANA es el signo distintivo del tirocinio. La “asistencia salesiana” es
nuestra presencia educativa cotidiana entre los jóvenes como la describe maravillosamente C 39,
con un comentario muy significativo en el Proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco (pág.
407-412), Y que invito a todos a leer comenzando por nuestros jóvenes hermanos tirocinantes.
La asistencia es el sistema preventivo puesto en práctica. Requiere “la simpatía y la voluntad
de entrar en contacto con los jóvenes” (C 39). Es una presencia fraterna más que institucional o
autoritaria. Es una presencia activa y proactiva. Es también una presencia animadora que sabe
que los jóvenes no son objetos sino sujetos activos y responsables de nuestra pastoral. Es una
presencia de testigos creíbles que saben escuchar, apreciar y dialogar.
¡Todo esto significa que hay altas expectativas puestas en los hermanos jóvenes! Ellos deben
estar siempre físicamente presentes y al mismo tiempo muy creativos. Deben comprender a los
jóvenes y el “nuevo mundo” al que pertenecen, pero también hacer que se comporten como sus
mayores quieren que lo hagan.
Por otra parte, nuestros jóvenes en tirocinio son precisamente eso: “tirocinantes” que,
obviamente todavía no son expertos, sino nuevos en su trabajo. Si ellos se han encontrado con
salesianos que estaban siempre presentes entre los jóvenes, y si han vivido en comunidad “al
punto de comunicar vitalmente el ideal Salesiano” (C 104), serán afortunados y tendrán ya una
idea de qué hacer y cómo moverse. En cambio, si sus experiencias precedentes han sido negativas,
como algunas veces sucede, llegan al tirocinio con graves lagunas. Será para ellos una verdadera
bendición si encuentran comunidades acogedoras “capaces de comunicar vitalmente” el valor y
el significado del sistema preventivo y de la asistencia salesiana.
La capacidad de aprender de la vida se da también gracias al hecho de que el hermano en
tirocinio es “ACOMPAÑADO POR EL DIRECTOR Y POR LA COMUNIDAD”. Si dicho apoyo y
acompañamiento ha sido importante siempre en cada momento de nuestra historia personal, lo
será todavía más durante la primera full immersion de un hermano en la vida salesiana de una
comunidad en plena actividad educativo-pastoral.
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Una comunidad con tirocinante es, efectivamente, una “casa de formación”, que tendrá
siempre un fuerte impacto en la vida del hermano joven que ha sido enviado como miembro de
esa comunidad. El director de esa casa será, antes que nada, un formador no sólo de los más
jóvenes que se le han encomendado a su cuidado, sino también de los otros salesianos para que
juntos puedan vivir con “eficacia formativa” sus “actividades ordinarias” (C 119), guiando a los
más jóvenes ante todo con su ejemplo.
El acompañamiento de los hermanos durante el tirocinio es la clave para asegurar que la
experiencia sea verdaderamente formativa. Esto es lo que Cafasso hizo con Juan Bosco, cuando, a
los 26 años de edad, acababa de llegar a Turín. Gracias al acompañamiento de don Cafasso, lo que
Juan vio en las cárceles de menores y en los barrios miserables de las periferias de Turín llegó a
ser una experiencia transformadora de cuya fecundidad seguimos siendo testigos hoy.
Muy pronto estarán disponibles las Orientaciones y líneas guía para los jóvenes salesianos y
su acompañamiento, fruto de un estudio que ha implicado a la Congregación entera en los últimos
años. Este estudio ha confirmado abundantemente lo que ya sabíamos: que la fase de formación
inicial que requieren más atención y acompañamiento es precisamente el tirocinio.
Cuando hay un buen acompañamiento y cuando el hermano joven se siente comprendido y
animado, él crece y se beneficia de la experiencia que está haciendo incluso cuando es difícil y
exigente. El acompañamiento de la experiencia ayuda a clarificar y reforzar las propias
motivaciones y aquella “recta intención” que es la energía de base de todo el camino vocacional
salesiano, abriéndole al hermano nuevas oportunidades de crecimiento para hacer florecer sus
propios dones y el potencial que se lleva dentro.
Desafortunadamente, para un gran número de hermanos en tirocinio la situación en la que se
encuentran no es o no ha sido esa. Los datos de la investigación y el compartir con jóvenes
salesianos de numerosas inspectorías ponen en evidencia la grave falta de acompañamiento, en
el que el principal y casi único centro de atención es el trabajo que hay que hacer, con una gran
cantidad de tareas y actividades montadas sobre los hombros del que llega nuevo, sin la suficiente
introducción ni orientación para poder implicarse bien en el nuevo contexto y sin tener en cuenta
cómo se siente o si es capaz de manejar la situación.
Lo peor es cuando hay un marcado sectorialismo y los ámbitos de trabajo están tan
delimitados; cada “encargado” (responsable, coordinador…) espera que el hermano en tirocinio
esté a su disposición, incluyendo en esta lista al mismo Director. Imagínense lo que pasa no sólo
cuando el trabajo está sectorizado, sino cuando hay rivalidades entre tales sectores. El tirocinante
puede encontrarse en medio de un “campo de batalla”, con algunos mayores que podrían hacerle
sentir amenazas más o menos veladas, con posibles consecuencias negativas en el momento de
las admisiones.
Por tanto, ¿cómo posicionarse ante el acompañamiento de los hermanos en tirocinio?
La toma de posición más importante está a nivel de gobierno inspectorial, como las
Orientaciones y líneas guía antes mencionadas afirman: la elección de comunidades idóneas para
la experiencia formativa del tirocinio, la disponibilidad de buenos acompañantes, etc.
Con respecto al director de una comunidad con tirocinantes, su primera responsabilidad es
hacia los hermanos, empezando por los más jóvenes: él tiene “responsabilidad directa también
hacia cada hermano: lo ayuda a realizar su vocación personal y lo sostiene en el trabajo que se le
ha confiado” (C 55). Es el guardián del carisma y el guía espiritual de la comunidad. Se encuentra
“frecuentemente” con sus hermanos para el coloquio (C 70, R 49). Las Orientaciones y líneas guía
le piden al director distinguir con claridad el coloquio y el acompañamiento espiritual personal
(“dirección espiritual”), y respetar la libertad de cada uno para escoger su guía espiritual. Hará
todo lo posible por crear un clima de familia y una atmósfera de confianza recíproca y familiaridad,
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dando mensualmente a los tirocinantes el tiempo y la oportunidad de encontrarlo. Además, si es
bendecido por la presencia de más de un tirocinante, podría ser útil tener con ellos también un
encuentro mensual en conjunto, con el fin de compartir y aprender juntos de la experiencia.
2. Reglamentos art. 86 y 96
R 86. Háganse las prácticas pastorales en actividades propias de nuestra misión; sea su
objetivo desarrollar el espíritu apostólico y la capacidad educativo-pastoral del
salesiano en formación. Estén diferenciadas y graduadas, teniendo en cuenta la
maduración personal y religiosa del hermano y la etapa formativa en que se encuentra.
R 96. El tirocinio dura, ordinariamente, dos años, y se hace antes de la profesión perpetua
en una comunidad que reúna las condiciones necesarias para la validez de tal
experiencia.
El artículo 86 de los Reglamentos nos recuerda que el objetivo de las experiencias pastorales
durante la formación inicial no es el trabajo a desempeñar, sino sobre todo el ESPÍRITU
APOSTÓLICO que hay que desarrollar a través de “las actividades propias de nuestra misión”. He
aquí una vez más la invitación a un adecuado acompañamiento en el que el joven hermano es
ayudado a aprender de la experiencia.
Esto significa que no podemos asignar cualquier ocupación a los jóvenes hermanos en
tirocinio. Ser generosos y disponibles es sin duda parte de nuestro espíritu, pero las energías de
los jóvenes deben ser invertidas en tal manera que la experiencia lleve al “desarrollo del espíritu
apostólico y de las capacidades educativas pastorales del salesiano en formación”. Tal objetivo
requiere un discernimiento de calidad en el momento de la programación comunitaria, así como
también en el momento de las evaluaciones, y no sólo del tirocinante y del trabajo que se le ha
confiado sino también de la comunidad en su conjunto y en su modo de acompañarlo. Cuando lo
que se le pide al joven hermano y el acompañamiento que se le brinda no está en línea con estos
objetivos, el director tiene el deber moral de intervenir y reorientar la comunidad y a los
hermanos.
R 86 establece que las experiencias que se proponen “SEAN DIFERENCIADAS Y GRADUADAS,
teniendo en cuenta la maduración personal y religiosa del hermano y de la fase formativa en que
se encuentra” (ver también CG27 71,4). La referencia principal aquí es el conjunto de experiencias
apostólicas vividas en el entero arco de la formación inicial, pero obviamente esto incluye
también la fase del tirocinio. El criterio principal no es tanto la diversidad y la gradualidad sino el
desarrollo personal, religioso y pastoral del joven hermano. Don Bosco era un artista en la
capacidad de encontrar para cada uno de sus jóvenes salesianos aquello que era más adecuado
según su personalidad y sus dones. Nosotros tendremos también nuestros Migueles Rua y
nuestros Caglieros; dejémonos inspirar y guiar por nuestro fundador y por las Constituciones que
ocupan su lugar.
R 96 da indicaciones específicas sobre las comunidades a las cuales los hermanos son
enviados para el tirocinio: “UNA COMUNIDAD QUE REUNA LAS CONDICIONES NECESARIAS
para la validez de esta experiencia”. Aquí el gobierno a nivel Inspectorial tiene un rol fundamental.
El inspector, obviamente, no actúa por sí solo: tiene un Consejo, sus delegados para la formación
y para la pastoral juvenil; tiene la posibilidad de animar y de dar indicaciones durante las
reuniones de los directores y en otros encuentros con otros hermanos o colaboradores. Todo esto
contribuye a la animación y al gobierno de la inspectoría también en lo que se refiere a este
delicado acto de discernimiento: enviar jóvenes hermanos a comunidades que reúnan las
condiciones necesarias para la validez de esta experiencia”. Seamos bastante claros en este punto:
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el único criterio a seguir es la formación, no hay otro. Los tirocinantes no son mano de obra barata,
no están ahí para llenar hoyos, ni pueden ser enviados simplemente para satisfacer las exigencias
de los hermanos que saben cómo hacer sentir su voz. Cada inspectoría tiene necesidad de una
sólida formación y R 96 nos recuerda un elemento importante e indispensable en esa formación
que tiene lugar en el tirocinio.
Donde sea posible, es útil, como dice nuestra Ratio (FSDB 441), asignar más de un tirocinante
a la misma comunidad. Una vez más, la idea no es tanto la de satisfacer las “necesidades” de una
comunidad y su trabajo, sino de garantizar la calidad de la experiencia formativa.
¿Y qué decir de las comunidades que tienen verdadera necesidad de ayuda pero no pueden
brindar lo necesario para la validez de la experiencia formativa del tirocinio? En este punto los
inspectores deben ser firmes. Nunca pueden sacrificar o poner en riesgo el crecimiento
vocacional de un hermano bajo la presión de las emergencias.
Respecto a las comunidades que reciben tirocinantes pero que no satisfacen los requisitos
formativos, de la misma manera les corresponde a los inspectores tomar decisiones claras:
ningún tirocinante para esas comunidades.
3. FSDB 428 y 429
FSDB 428. “Durante toda la formación inicial se da importancia, juntamente con el estudio,
a las actividades pastorales de nuestra misión. El tirocinio es una etapa de intensa
confrontación vital con la acción salesiana en una experiencia educativo-pastoral. En él, el
salesiano joven se ejercita en la práctica del sistema preventivo y, sobre todo, en la asistencia
salesiana. Acompañado por el Director y la comunidad, realiza la síntesis personal entre su
actividad y los valores de la vocación” (C 115). Es ésta, desde el punto de vista salesiano, la
fase más característica de la formación inicial; el modelo al cual hace referencia es la
experiencia que Don Bosco vivió con los jóvenes del primer Oratorio.
429. La intención y la perspectiva formativa son prioritarias en el tirocinio, que tiene como
primera finalidad la formación del hermano. Dos son los objetivos del tirocinio:
- la maduración en la vocación salesiana: el hermano, ejercitándose en la misión y
en el espíritu del Sistema Preventivo, desarrolla sus actitudes y su
responsabilidad y tiende a realizar una “síntesis personal entre su actividad y los
valores de la vocación” (C 115);
- la evaluación de la idoneidad vocacional a través de la experiencia personal y
comunitaria de la misión salesiana, con miras a la profesión perpetua.
FSDB 428 y 429 retoman y desarrollan ulteriormente temas que ya hemos encontrado en las
Constituciones y Reglamentos:
- Desde el inicio hemos prestado atención a aquella afirmación de gran peso:
salesianamente hablando el tirocinio es la fase más característica de la formación inicial;
- Repetidas veces se ha insistido en el hecho de que el fin principal del tirocinio es la
formación del hermano;
- Hemos hablado de la asistencia como signo distintivo del tirocinio: el hermano se ejercita
en el espíritu y en la misión del sistema preventivo;
- Hemos visto que la síntesis personal entre su actividad de los valores de la vocación (C
115) encuentra eco en C 98 y es retomada por C 119 en el discernimiento como dimensión
clave de la formación permanente para el salesiano.
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Dos elementos nuevos que la Ratio evidencia son la referencia al primer Oratorio como
modelo y los dos objetivos del tirocinio.
La referencia A LA EXPERIENCIA DE DON BOSCO EN EL PRIMER ORATORIO es mucho más
que un recuerdo histórico. Es una manera de dar énfasis a la naturaleza carismática salesiana de
esta fase de formación en la que nuestra misión, que “da a toda nuestra existencia su tonalidad
concreta” (C 3), puede ser vivida tan intensamente que llegue a modelar el corazón, la mente, las
energías de un hijo de Don Bosco. La experiencia es enriquecida por la sólida reflexión y por las
referencias a las fuentes Salesianas. La fase de formación práctica requiere una formación
intelectual no inferior a las demás fases, aunque obviamente el porcentaje de tiempo dedicado al
estudio será diverso. Con la ayuda del director y de otros guías, en constante contacto con los
jóvenes y junto a los laicos que comparten nuestra misión, el joven hermano puede ser ayudado
a integrar vida y reflexión. Mucho depende, una vez más, de la calidad del acompañamiento
ofrecido en esta fase.
Los dos objetivos aquí indicados son (1) la maduración en la vocación salesiana y (2) la
evaluación de la idoneidad vocacional en vistas a la profesión perpetua.
La “MADURACIÓN EN LA VOCACIÓN SALESIANA” incluye ejercitarse en el espíritu y en la
misión del sistema preventivo, desarrollando las correspondientes actitudes y sentido de
responsabilidad, y la integración entre actividad y valores fundamentales de nuestra vocación, a
través de un proceso de atento discernimiento sobre la experiencia, para aprender de ella.
La “EVALUACIÓN DE LA IDONEIDAD VOCACIONAL” sucede de manera formal e informal:
los modos formales son las evaluaciones periódicas (escrutinios) y las admisiones a la renovación
de los votos y a la profesión perpetua. La investigación del 2017 muestra que hay dificultades
presentes en todas las regiones sobre el modo en el que estas evaluaciones son realizadas y
comunicadas. Lo que debería ser una ayuda para el crecimiento personal a menudo no alcanza
este objetivo. Nuestro nuevo documento jóvenes salesianos y acompañamiento: orientaciones y
directrices (2019) tiene algo que decir al respecto:
Los equipos de formación están invitados a reflexionar atentamente sobre la finalidad y sobre las
modalidades de la evaluación periódica, a fin de garantizar un proceso sano que de veras
favorezca la formación y el crecimiento de los jóvenes en sus comunidades. Es importante
subrayar que la evaluación no es de por sí un proceso de discernimiento ligado a la admisión de
un candidato a la fase sucesiva. Las admisiones son actos jurídicos que implican toda la
inspectoría y no sólo el Consejo de la casa, mientras el objetivo principal de las evaluaciones
periódicas consiste en favorecer el crecimiento vocacional de quien las recibe, a través de los
aportes cualificados ofrecidos por los miembros del Consejo local. El escrutinio formativo es una
evaluación del camino del formando. Utilizado en la formación inicial para personalizar el camino
formativo, es un medio que debe valorar tanto el director como el guía espiritual para el
acompañamiento personal del formando. Ya que cada fase formativa tiene sus propias metas
específicas que incluyen la dimensión humana, espiritual, intelectual y pastoral, los formadores –
y más precisamente el director con el consejo de la comunidad – evalúan el progreso del
formando según tales objetivos. El escrutinio considera el progreso hecho a partir de las
evaluaciones precedentes.
Una sugerencia de la Ratio puede ser útil: implicar activamente al joven en formación en su
proceso de evaluación. “En el período de la formación inicial, para evaluar y estimular el proceso
formativo personal realícense los escrutinios cada tres meses. Confróntense los objetivos de la
fase con el camino del hermano, verificando la maduración vocacional en continuidad con las
evaluaciones precedentes. El hermano sea involucrado en los escrutinios con diversas
modalidades” (FSDB 296).
De cualquier forma, lo que permanece como principio fundamental es que las evaluaciones deben
hacer constante referencia al “camino evangélico trazado en las constituciones Salesianas” (C 24).
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Son parte de hecho en aquella asistencia de nuestros hermanos salesianos que invocamos en la
fórmula de profesión, como ayuda para ser fieles cada día. Nuestros hermanos en formación
inicial deben ser ayudados a recordar que tal asistencia en vivir nuestro estilo de vida evangélico
es parte esencial de nuestro crecimiento y fidelidad. (Giovani salesiani e accompagnamento:
orientamenti e direttive 169-170)
Mirando más específicamente a la fase del tirocinio, hay una interesante sugerencia de la Ratio
sobre las evaluaciones en el tirocinio que no es todavía suficientemente conocida ni practicada:
Es oportuno que al final del tirocinio haya una evaluación global de toda la experiencia y del
camino vocacional hecho, tanto por parte del Inspector y de la comunidad como por parte del
interesado (FSDB 439).
Vale la pena tomar en serio esta invitación.
El escrutinio es una evaluación del crecimiento en la vocación salesiana; implica un esfuerzo
de integración; implica no sólo a la inspectoría y a la comunidad local -tanto religiosa como
educativo pastoral- sino también al hermano mismo. Si se realizan regularmente, los escrutinios
pueden suministrar datos preciosos sobre la calidad del tirocinio en la inspectoría y llegar a ser
una ayuda importante para el discernimiento sobre la comunidad al grado de ofrecer buenas
experiencias formativas (ver arriba el comentario a R 96).
4. La carta del 2010 de don Cereda
He procurado reflexionar sobre lo que dicen nuestras Constituciones, los Reglamentos y la
Ratio sobre la fase formativa del tirocinio. Nuestros documentos tienen cosas importantes que
decir no sólo a los tirocinantes, sino también a los inspectores y sus consejos, a los delegados para
la formación y sus comisiones, a los directores y a la comunidad que tienen tirocinantes. La
investigación sobre el acompañamiento personal Salesiano evidencia tanto las oportunidades
como los desafíos en el modo en el que esta fase es vivida hoy.
Antes de concluir permítanme citar un punto fundamental bien ilustrado en una carta del
2010 de don Francesco Cereda, entonces consejero para la Formación, dirigida principalmente a
los hermanos en tirocinio: que cada hermano en tirocinio es el primer formador de sí mismo,
desde el momento en que “toda formación… es en última instancia autoformación” y “nadie puede
sustituirse en la libertad responsable que tenemos como personas individuales” (PDV 69). Las
situaciones en la vida real se presentan siempre como una mezcla de dones y de desafíos. El ápice
de nuestra capacidad formativa está cuando se aprende a “vivir con compromiso formativo
cualquier situación, considerándola un tiempo favorable para el crecimiento de su vocación” (C
119).
Que María sea nuestra Madre y Maestra mientras llegamos a ser, y ayudamos a nuestros
hermanos a llegar a ser, educadores y pastores de los jóvenes en la forma laical o sacerdotal de la
única vocación salesiana que han abrazado (C 98).
Afectuosamente en Don Bosco,
Ivo Coelho, SDB
Consejero para la Formación
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APÉNDICE
DIREZIONE GENERALE OPERE DON
BOSCO
Via della Pisana 1111 - 00163 Roma
El Consejero general para la formación
A los Hermanos en el Tirocinio
de la Congregación
en sus residencias
Roma, 17 de febrero de 2010
Comienzo de la Cuaresma
Objeto: Experiencia formativa del tirocinio
Querido hermano en tirocinio:
Eres el rostro entusiasta y dinámico de nuestra Congregación salesiana
en medio de los jóvenes y la esperanza de su presente y de su futuro en la sociedad y en la Iglesia.
Te envío esta carta justamente por el afecto que te tengo, porque a ti te toca asumir
principalmente la responsabilidad de hacer que sea formativa le experiencia del tirocinio que
estás haciendo y puedas, por tanto, recorrer un verdadero camino de crecimiento vocacional.
Son muchos los motivos que me mueven a escribirte. Ante todo en el año centenario de la muerte
de Don Rua deseo recordar contigo la opción que hizo la Congregación durante su rectorado de
poner el tirocinio como momento de enriquecer la calidad del camino formativo. Además, con
esta carta deseo ayudarte a ti, a tu comunidad y a la Inspectoría a prestar mayor atención al
tirocinio, que es una fase a veces descuidada y no adecuadamente comprendida. Por último, al
dirigirme a ti personalmente, deseo animarte a vivir “tu” tirocinio de forma gozosa y exigente.
Recordando a Don Rua
Durante el rectorado de Don Rua el Capítulo General IX de 1901 instituyó en toda la Congregación
el tirocinio, como fase formativa que debía realizarse en las comunidades y obras salesianas
después del postnoviciado. Antes de esa decisión capitular la asistencia y la práctica del sistema
preventivo se realizaban al mismo tiempo que los estudios de teología, permaneciendo en las
casas. Esto respondía a la exigencia de ser fieles a la visión original de Don Bosco que quería que
sus salesianos se formasen entre los jóvenes. Esta opción formativa de Don Bosco, que al principio
de la Congregación la dictaba también la escasez de personal salesiano, no resultaba, no obstante,
satisfactoria y con frecuencia perjudicaba el estudio de la teología.
Por esto Don Rua, atento a la buena preparación intelectual de los jóvenes salesianos solicitó al
Capítulo general que decidiese que a la etapa del estudio de la filosofía después del noviciado
siguiese un trienio práctico en una comunidad apostólica y después se erigiesen comunidades
formadoras en toda la Congregación en las que se atendiese seriamente al estudio de la teología.
Al comunicar la decisión del Capítulo General en su circular del 19 de marzo de 1902 y al referirse
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al tirocinio, Don Rua escribió que es en este tiempo especialmente en el que los salesianos se
forman en la “verdadera vida práctica salesiana” y pidió a los Directores de las comunidades que
hiciesen de padres y cuidasen de modo especial a sus hermanos en prácticas pedagógicas.
Tiempo de rica experiencia vocacional
Muchos salesianos recuerdan con alegría los días pasados entre los jóvenes en el tirocinio. Es
verdad que la dedicación a los jóvenes les exigía trabajo y sacrificio, pero ofrecía una experiencia
viva y grata del carisma salesiano. Pienso que esa es también tu experiencia. Eres cercano a las
nuevas generaciones, sientes “la simpatía y el deseo de contacto con los jóvenes” (Const. 39), eres
sensible a sus intereses y a su mentalidad. Eres abierto y flexible, experimentas la frescura
creativa de tu edad, estás lleno de energía y entusiasmo, sabes llevar la alegría a los jóvenes y a
la comunidad, sientes la satisfacción de entregarte. En estos últimos años vemos pruebas de esta
generosidad en el número considerable de hermanos en prácticas que cada año parten para las
misiones y se adaptan a diversos climas, culturas y lenguas.
Estás haciendo una experiencia valiente de la vocación salesiana y viviendo un tiempo importante
de formación en las diversas dimensiones: maduración humana, vida espiritual, crecimiento
cultural y sobre todo servicio educativo pastoral. Es una oportunidad y un gran reto de esta fase
formativa aprender a vivir la “gracia de unidad”, dando lugar a todas las dimensiones; en caso
contrario te encuentras fragmentado, disperso, vacío. Esta gracia es don, pero requiere también
tesón.
Con los jóvenes estás haciendo tu primer verdadero ejercicio de asistencia y enseñanza,
educación y evangelización, animación y prestigio. Estás evaluando tu idoneidad para la vida
consagrada salesiana, estás preparándote para la profesión perpetua y estás también reforzando
tu identidad en la vocación salesiana presbiteral o laical. Te estás confrontando contigo mismo,
haciéndote más consciente de tus valores y tus límites y viviendo la espiritualidad apostólica
salesiana.
La vida y la relación con los hermanos te ofrece la experiencia viva de una comunidad salesiana
apostólica, en la que participas como miembro responsable, compartiendo la oración y el trabajo,
prestando servicios y comunicando ideas, alegrando las conversaciones y recibiendo consejos. En
la comunidad experimentas el acompañamiento. Por medio de la comunidad te estás abriendo
cada día más a la realidad de la Inspectoría y de la Congregación. Mediante tus contactos con los
laicos y los diferentes grupos comprometidos con nosotros, estás aprendiendo qué quiere decir
formar parte de la Familia salesiana y del amplio Movimiento salesiano y estás apreciando la
grandeza del corazón de Don Bosco y la riqueza de su carisma.
Como ves, el tirocinio es un tiempo fuerte de crecimiento vocacional, no tanto mediante la teoría
como por medio de la experiencia vivida. Te estás enfrentando vitalmente con la realidad
salesiana. Estás descubriendo la alegría de ser salesiano. En el tirocinio aprendes a aprender de
la experiencia. Este tiempo es una gran gracia de Dios. Pregúntate cuál es realmente la experiencia
que estás viviendo y si estás valorando toda la posibilidad que te ofrece para tu crecimiento.
No carente de dificultades
Al decir esto, no pretendo pasar por alto las dificultades que puedes encontrar en el tirocinio.
Puedes encontrarte tal vez en una comunidad con pocos hermanos y con mucho trabajo y
responsabilidades, sin mucho tiempo para las relaciones fraternas. Tu vida en comunidad podría
resultar difícil por las diferencias de edad, carácter, mentalidad o formación, así como también
por desatenciones, malentendidos o poca comunicación; podrías sentirte alguna vez solo o sin el
apoyo que habrías esperado.
Tratar con los jóvenes no es siempre fácil. Ellos buscan plenitud de vida, espacios de libertad y
autenticidad de amor, pero con frecuencia esos valores están amenazados y comprometidos. El
sistema preventivo ayer se confrontaba con el sistema represivo; hoy su reto está en la
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confrontación con el sistema permisivo, que conduce progresivamente al relativismo y al
nihilismo. En esta cultura es arduo ayudar a los jóvenes a plantearse interrogantes, a encontrar
respuestas sobre el sentido de su vida, a ser responsables de sí mismos.
Y además, en tu vida personal podrías encontrarte cayendo en el activismo, que sacrifica tu vida
espiritual con trabajo excesivo. El activismo es nuestra herejía actual, un nuevo pelagianismo que
descuida la palabra de Jesús “Sin mí no podéis hacer nada” y que olvida la palabra del Salmo “Si
el constructor no construye la casa, os fatigáis en vano”. El activismo amenaza con esterilizar tu
corazón y quema también tus mejores energías y recursos, sin regenerarlos.
Puedes también experimentar las dependencias de la cultura de la comunicación social,
especialmente en el uso de los medios personales. Tal vez estás prolongando el tirocinio para
concluir los estudios universitarios y en esa situación puedes correr el riesgo de no dejarte
implicar en la vida comunitaria y en las tareas apostólicas y sentirte, por tanto, extraño en la
comunidad. Puede haber también otras dificultades, que interesa identificar para superarlas; la
confrontación con otros colegas te ayudará también a analizarlas y a buscar juntos el modo de
afrontarlas.
Acompañado por la comunidad y por la Inspectoría
La Ratio ofrece orientaciones muy valiosas, a veces poco conocidas, sobre el tirocinio. Además de
importar a la Inspectoría y la comunidad, lo es también para ti leer y ahondar en esas indicaciones,
para hacer tu proyecto personal de vida anual como salesiano en prácticas y analizar tu
crecimiento. En estos dos últimos años todas las comisiones regionales de formación se han
detenido a reflexionar sobre el tema del tirocinio con el fin de convertirlo en una experiencia
verdaderamente formativa. Cada Inspectoría está invitada a tener el propio proyecto formativo
para el tirocinio, que debería indicar algunas líneas de acción en tres niveles: inspectorial,
comunitario y personal.
La Inspectoría podría exigirse crear una mayor sensibilidad sobre las finalidades formativas del
tirocinio; establecer el envío de hermano en prácticas sólo a las comunidades que tengan las
condiciones formativas necesarias y señalar esas comunidades; enviar al menos dos a cada
comunidad de los hermanos en ese estadio de su vida salesiana; encontrar y formar a los
directores que tienen esos hermanos; tener al menos un encuentro anual con ellos…
El proyecto sobre el tirocinio podría pedir a la comunidad que favorezca la acogida de estos
hermanos jóvenes con simpatía y comprensión; poner interés en su formación; asegurar el
trabajo del director en el acompañamiento mediante reuniones regulares para el coloquio y la
dirección espiritual; hacer regularmente los escrutinios como ayuda al hermano en prácticas;
garantizar el acompañamiento educativo pastoral; estar cerca de los que prolongan esta fase con
los estudios universitarios…
Al hermano en prácticas se le debería orientar para que asumiese la responsabilidad de la propia
formación; la fidelidad a la vida de oración; la práctica mensual del coloquio y de la dirección
espiritual; la participación activa en la vida comunitaria; la preparación anual del proprio
proyecto personal de vida; la autodisciplina y la vigilancia en el uso del tiempo y de los medios de
comunicación social…
Puedes advertir en todo esto la solicitud y el cuidado de la comunidad, de la Inspectoría y de la
Congregación por ti; pero lo importante es el proceso de maduración personal de las
convicciones, de refuerzo de las motivaciones, de transformación de la mentalidad y del corazón,
de construcción de lazos y afectos duraderos y sólidos. También en esto pregúntate si estás
tomando parte activa en tu proceso formativo y si estás construyendo en profundidad tu
identidad.
Para una verdadera experiencia formativa
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Estás plenamente metido en el mundo de los jóvenes; el tirocinio es, de hecho, “una fase de
confrontación vital e intensa con la acción salesiana en una experiencia educativa pastoral” (FSDB
428). Estás implicado en muchas actividades e iniciativas; estás aprendiendo de tus experiencias,
las positivas y las menos logradas. Lo que da sentido a tu vida es la plenitud del amor; un amor
ardiente y apasionado te podrá ayudar a reforzar tu vocación, a pasar de la fragilidad a la fidelidad
vocacional.
Amor al Señor Jesús
En medio del afán de las muchas actividades de cada día es necesario vivir la “gracia de unidad”,
que te haga evitar la dispersión, que dé un sentido a todos tus esfuerzos, que te inspire fuerza y
valentía en los momentos difíciles, de modo que llegues al final de la jornada cansado, pero
también lleno de alegría. Lo que unifica tu vida es el Señor Jesús y el amor a Él. Eres un
consagrado; esto significa que Jesús es el centro de tu vida. Tú lo amas con todo el corazón y tratas
de imitarlo para ser discípulo suyo auténtico y apóstol apasionado. Él te envía a los jóvenes y te
acompaña. Es suya la misión de educar y evangelizar; ésta libera a los jóvenes del mal, de la
pobreza, de la ignorancia, de las malas costumbres, de la falta de sentido de la vida. Él es el que
encuentras en los jóvenes a los que eres enviado y a cuyo encuentro caminas. ¿Recuerdas del
ejemplo del Beato Artémides Zatti? Cuando se le presentó un muchacho pobre en la puerta, le
preguntó a la Hermana: “Hermana, ¿tienes un vestido para un Cristo pobre?”.
No basta con trabajar mucho. Hay que tener una fuerte motivación por la que se trabaja tanto.
Entonces el trabajo, aunque sea duro, te llena de gozo. Sin un gran amor y una fuerte motivación,
te puede suceder que te desanimes, especialmente frente a las dificultades, las ingratitudes, la
indiferencia. El amor al Señor Jesús viene del encuentro con Él en la “lectio divina” cotidiana, en
la Eucaristía, en la Confesión frecuente, en la oración personal. Para poder reconocer al Señor
Jesús en los jóvenes, es necesario haberlo conocido antes; entonces ellos te pedirán verlo y
encontrarlo.
Con Jesús está su Madre y Madre nuestra: María. Ella es la Maestra prometida a Juanito Bosco en
el sueño de los 9 años. Ella nos lleva a Jesús, como hizo en la boda de Caná cuando dijo a los
sirvientes: “Haced todo lo que Él os diga”. María te ayuda a dar el primer lugar en tu vida a su Hijo,
como Ella misma hizo al declararse “sierva del Señor”. Como Inmaculada, te inspira el amor
preventivo que te lleva hacia los jóvenes; como Auxiliadora, es tu apoyo en la realización de tu
trabajo entre ellos. Por eso no abandones el Rosario, que es oración de contemplación y de
intercesión.
Amor a Don Bosco y a los jóvenes
Al mismo tiempo para nosotros los salesianos el camino concreto para seguir a Jesús es Don
Bosco. Con la intervención materna de María, fue suscitado por Dios para trabajar entre los
jóvenes. Piensa por un momento en la gran necesidad e importancia de su misión, ahora tuya
también, entre los jóvenes; ellos no son nunca un problema; son un recurso de la sociedad y de la
Iglesia, no sólo para el futuro, sino también para el presente. “Verdaderamente no hay nada más
hermoso que encontrar y comunicar a Cristo” a los jóvenes (Benedicto XVI, Sacramentum
caritatis, n. 84).
Ten, por tanto, confianza en tu vocación y ámala: a ti te ha amado el Señor Jesús y ahora te llama
Jesús para hacer que los jóvenes sientan que Él los ama y respondan a su amor siendo hijos de
Dios y viviendo como hijos suyos. Esta es la obra de educación y evangelización que se te confía
por medio de la práctica del sistema preventivo.
Manteniendo viva en ti la predilección por los jóvenes, siéntete contento de estar con ellos y de
crear un ambiente de espontaneidad, alegría y amistad, sabiendo ser exigente en la propuesta y
bueno y paciente ante su respuesta. Con tu edad joven y tu mentalidad y, sobre todo, con tu
generosidad y entusiasmo por el Señor, estás en una posición privilegiada para dar testimonio de
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tu vocación de consagrado y atraer a algún joven a seguir la vida salesiana. Para ti, que estás cerca
de los jóvenes, es importante aprender desde ahora a hacerles la propuesta vocacional.
Para amar a los jóvenes y saber trabajar con ellos, mira a Don Bosco. Tu tarea no es sólo la de ser
amigo de los jóvenes, sino también la de ser su educador y pastor. Don Bosco te enseñará cómo
hacerlo. Sé devoto de Don Bosco: ¡estúdialo, imítalo, rézale y, sobre todo, ámalo!
Amor a la comunidad
El lugar en el que encontrarás a Jesús, a Don Bosco y a los jóvenes es tu comunidad. Dice de ello
el artículo 52 de las Constituciones: “El hermano se entrega a construir la comunidad en que vive
y la ama, aunque sea imperfecta; sabe que en ella encuentra la presencia de Cristo”. Dios te ha
puesto en la comunidad, “dándote hermanos a quienes amar” (Const. 50). Recíbelos, pues, de las
manos de Dios y trata de cultivar buenas relaciones.
Viviendo con ellos, descubrirás no sólo sus cualidades y rica experiencia, sino también sus
defectos, debidos a la diferencia de edad, cultura y formación. Es posible que experimentes la
dificultad de vivir juntos. No busques la comunidad perfecta; ¡no la encontrarás! Podemos desear,
en cambio, una comunidad que está en continua conversión, renovación, formación. Participa en
la vida de la comunidad, colaborando con todos, llevando tu tributo de entusiasmo y alegría,
acostumbrándote a reflexionar, proyectar, organizar, valorar. Sé abierto en pedir consejos y
aprender de los demás.
Entre las personas representativas que se te han puesto al lado en tu comunidad buscarás al
confesor; está, además, el director cerca de ti para acompañarte. Ábreles tu corazón y dejan que
te guíen. Es una presunción pensar que eres capaz de discernir tu vida sin la guía de alguien. Ellos
son los “mediadores de la acción del Señor” (Const. 104). Con su acompañamiento madurarás en
tu vida como consagrado salesiano, asumiendo los cometidos de la misión con responsabilidad,
viviendo una vida sencilla sin buscare comodidades, manteniendo relaciones serenas con todos y
usando los medios de comunicación social con prudencia y ascesis. El coloquio mensual y la
dirección espiritual vividos con sencillez y humildad son una bendición de Dios. Es importante
tener el proyecto personal de vida, preparado con la ayuda del director, con el que revisas cada
mes el progreso que estás haciendo: es un modo de asumir la responsabilidad para tu formación.
Conclusión
Todo esto es lo que tenía en el corazón para decirte a fin de que puedas vivir una experiencia de
la vida salesiana en alegría y plenitud. “El amor lo es todo, nada hay más grande que el amor”. La
centralidad de Jesús en tu vida, el amor a Don Bosco y a los jóvenes, la vida vivida con apertura a
tus hermanos y especialmente al director y al confesor asegurarán tu fidelidad vocacional. Te toca
a ti asumir el cometido de hacer formativa esta experiencia y de dar con las condiciones y medios
de hacerla tal.
Te confío a la intercesión del Beato Miguel Rua y te aseguro mi cercanía y oración.
Afmo. en Don Bosco
Don Francesco Cereda
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