Memorias Biográficas de San Juan Bosco vol 17
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((15)) 

CAPITULO I 

PRINCIPIO DE AÑO, VISITAS, CONFERENCIAS.
ENFERMEDAD DEL SANTO


CON ocasión de las fiestas navideñas y principio de año nuevo, los hijos de don Bosco presentaban a su querido padre, de palabra o por 
escrito, sus personales felicitaciones acompañadas de delicadas manifestaciones de afecto. Daba él mucha importancia a tales 
demostraciones filiales, que contribuían enormemente a estrechar los vínculos de familiaridad espiritual; y no dejaba de demostrar a cada 
uno, mas tarde o más temprano, de viva voz o por escrito, según la ocasión o la conveniencia, que recordaba lo que le habían dicho. 

El año 1884 quiso manifestar su agradecimiento de una manera más solemne, enviando a todos una hermosa circular, en la que, después 
de recordar los generales testimonios de afectuosa devoción que había recibido, animaba a todos a esforzarse para alcanzar el fin, que se 
habían propuesto al abrazar la vida salesiana y señalaba la observancia de las Reglas como medio único para alcanzar con seguridad el 
intento. 

W.J.M.J. 
Muy queridos hijos míos: 

Experimento una gran satisfacción cada vez que tengo la suerte de oír palabras obsequiosas y afectuosas de vuestros labios, mis queridos 
hijos. Pero las cariñosas expresiones, que de palabra o por escrito me habéis manifestado ((16)) al felicitarme las fiestas de Navidad y año 
nuevo, me piden con razón que os dé las gracias de un modo especial, como respuesta a los filiales afectos que me habéis exteriorizado. 

Os digo, pues, que estoy muy satisfecho de vosotros, de la diligencia con que acometéis toda suerte de trabajo, aun asumiendo graves 
compromisos para promover la mayor gloria de Dios en nuestras casas y con los muchachos que la divina Providencia nos confía cada día, 
para que los guiemos por el camino de la virtud y del honor, que conduce al cielo. Me habéis agradecido de mil modos y con variadas 
expresiones cuanto he hecho por vosotros; os habéis ofrecido a trabajar con ardor y compartir conmigo las fatigas, el honor y la gloria en la 
tierra para conseguir el gran premio, que a todos nos tiene Dios preparado en el Cielo; me habéis dicho incluso que no deseáis conocer más 
que lo que yo crea bueno y útil para vosotros, y que lo 
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aceptaréis y llevaréis a cabo hasta la última tilde. Agradezco, pues, estas preciosas palabras, a las que respondo sencillamente como padre, 
diciéndoos que las agradezco de corazón y que haréis lo que más quiero en el mundo, si me ayudáis a salvar vuestra alma. 

Sabéis muy bien, amados hijos, que os acepté en la Congregación y dediqué constantemente todos los cuidados posibles a vuestro bien 
para aseguraros la eterna salvación; por tanto, si me ayudáis en esta gran empresa, hacéis cuanto mi corazón de padre puede esperar de 
vosotros. Lo que debéis hacer para triunfar en este gran proyecto, podéis adivinarlo fácilmente. Observad nuestras reglas, esas reglas, que 
la Santa Madre Iglesia se dignó aprobar para nuestra guía y el bien de nuestra alma y para provecho espiritual y material de nuestros 
queridos alumnos. Hemos leído esas reglas, las hemos estudiado y son ya el objeto de nuestras promesas y de los votos, con que nos hemos 
consagrado al Señor. Por tanto, os recomiendo con toda mi alma que ninguno deje escapar palabras de pesar o, peor todavía, de 
arrepentimiento por haberse consagrado al Señor de esta manera. Esto sería un acto de negra ingratitud. Todo lo que tenemos en el orden 
material y espiritual pertenece a Dios; por lo cual, cuando nos consagramos a El con la profesión religiosa, no hacemos más que ofrecer a 
Dios lo que El mismo nos da, por así decirlo, prestado, pero que es de su absoluta propiedad. 

Por consiguiente, si nos apartamos de la observancia de los votos hacemos un hurto al Señor, cuando ante sus ojos tomamos de nuevo, 
pisoteamos y profanamos lo que le hemos ofrecido y puesto en sus santas manos. 

Alguno de vosotros podría decir que la observancia de nuestras reglas cuesta trabajo y sacrificios. La observancia de las reglas es dura 
para quien las observa de mala gana, para quien las descuida. Mas, para los diligentes, para los que aman el bien del alma, esta observancia 
resulta, como dice el Salvador, ((17)) un yugo suave, una carga ligera. Iugum meum suave est et onus meum leve. 

Además, queridos míos, »pretendemos, acaso, ir en coche al Paraíso? No nos hicimos religiosos precisamente para gozar, sino para sufrir 
y ganar méritos para la otra vida; no nos consagramos a Dios para mandar, sino para obedecer; no lo hicimos para apegarnos a las criaturas 
sino para practicar la caridad hacia el prójimo, movidos por amor de Dios; no fue para llevar una vida regalada, sino para ser pobres con 
Jesucristo, padecer con Jesucristo en la tierra y hacernos así dignos de su gloria en el cielo. 

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Animo, pues, queridos hijos míos; pusimos la mano en la mancera del arado, mantengámosla firmemente; que ninguno de nosotros 
vuelva la vista atrás para mirar al mundo falaz y traidor. Marchemos adelante. Nos costará trabajo, nos costará penas, hambre, sed y, tal 
vez, hasta la muerte; nosotros contestaremos siempre así: si nos halaga la magnitud de los premios, no deben en absoluto acobardarnos las 
penalidades que hay que sufrir para merecerlos: Si delectat magnitudo praemiorum, non deterreat certamen laborum. 

Una cosa más creo conveniente manifestar. Me escriben nuestros Hermanos de todas partes y me gustaría mucho dar a cada uno la 
respuesta correspondiente. Pero, como esto no me es posible, cuidaré de enviar cartas circulares más a menudo; circulares que, al paso que 
me ofrecen la oportunidad de abriros mi corazón, podrán servir también de respuesta; es más, de guía a los que, por santos motivos, viven 
en tierras lejanas y no pueden por tanto oír personalmente la voz del padre, que tanto los quiere en Jesucristo. 

La gracia del Señor y la protección de la Santísima Virgen María estén siempre 
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con nosotros, y nos ayuden a perseverar en el divino servicio hasta los últimos instantes de la vida. Así sea. 

Turín, 6 de enero de 1884 

Afectísimo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

Mutatis mutandis, envió también la misma circular a las Hijas de María Auxiliadora. 

Ya no hablaba a los alumnos del Oratorio después del rezo de oraciones de la noche, pero los superiores les hablaban continuamente de 
él; seguía, en cambio, prodigándose en el tribunal de la penitencia, que ya no abandonó después de su regreso de París. En el mes de enero, 
dijo categóricamente al alumno Vivaldi, de Roccaforte, antes de dejarle comenzar la acusación: 

-Procura hacer una buena confesión, porque es la última vez que te confiesas conmigo. 

El muchacho se devanó los sesos pensando en aquellas palabras, ((18)) por si debía morir pronto o si iba a ser expulsado de la casa. Pero 
ninguna de las dos hipótesis respondía a la verdad. El caso es que, a partir de aquel día, el muchacho no pudo confesarse ni siquiera una 
vez más con el Santo, por no encontrarse éste en el confesonario o por hallarse el joven en otras casas. 

Un amigo de muy atrás era monseñor De Gaudenzi, obispo de Vigévano. Cuando era canónigo párroco de la catedral de Vercelli, le 
socorría en sus múltiples necesidades, le trataba habitualmente con la mayor familiaridad y, cuando llegó a Obispo, siguió queriéndole, 
ayudándole de buen grado con el peso de su autoridad y estimándole siempre mucho. Quien trataba con don Bosco, cuanto más 
íntimamente lo conocía, tanto más sentía crecer en él el buen concepto por su persona. Por eso, al contestar ahora a sus felicitaciones de 
año nuevo, le escribía cordialmente Monseñor 1: 

«Le agradezco el buen recuerdo que guarda de este pobrecito. El Señor le guarde para bien de tantas almas, para esplendor de la Iglesia, y 
para demostrar cuánto vale un sacerdote, que posee el espíritu del Señor. No me atrevo a rogarle de nuevo que venga a verme. Sólo digo 
que don Bosco sigue siempre presente en mi mente». Al mismo tiempo le enviaba una limosna para las misiones. 

Bienhechores y bienhechoras no dejaban pasar la fecha del año nuevo sin acordarse de él y enviarle su aguinaldo. Han llegado hasta 

1 Vigévano, 9 de enero de 1884. 
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nosotros algunas cartas de agradecimiento. Una es para la señora Magliano, a la que ya hemos citado varias veces 1: 

Benemérita señora Magliano: 

No sé si su venida a Turín será pronto o no tan pronto. Por esto, me apresuro a asegurarle que, al empezar el año, hemos comenzado las 
oraciones por usted y seguiremos haciéndolas hasta enero del año que viene. Yo, por mi parte, tendré un memento especial en la santa 
misa. 

Pedimos constantemente para usted salud y santidad; y todo ello ((19)) como una pequeña muestra de gratitud por la caridad que nos ha 

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hecho, y sigue haciéndonos todavía en nuestras diversas necesidades. 
Dios la bendiga y María Santísima la proteja. Tenga a bien rezar por toda esta familia nuestra y especialmente por este pobrecillo, que 
siempre será para usted en nuestro Señor Jesucristo. 
Turín, 1 de enero de 1884 
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Hay otra carta dirigida a la condesa Sclopis 2: 

A la señora condesa Sclopis 

Benemérita señora Condesa: 

Encargo a la Santísima Virgen Auxiliadora que la recompense de mi parte. Le agradezco su caridad y rezaré con mis huerfanitos por 

usted, por la caridad que se digna dispensarnos. 

Espero tener el honor de poder volver a verla y darle las gracias personalmente dentro de poco. 

Tenga a bien pedir también por este pobrecito que, muy agradecido, será siempre en J.C. 

Turín, 2 de enero de 1884
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.


La tercera va dirigida a la cooperadora lionesa, señora Quisard, la cual, a la par que solicitaba la apertura de una casa salesiana en su 
ciudad, se desvivía por ayudar al Santo 3. 

Durante los dos primeros meses, honraron el Oratorio visitas ilustres. El cardenal Caverot, arzobispo de Lyon, que se había mostrado 
algo frío con don Bosco el año anterior, ahora, camino de Roma, se 

1 Véase Vol. XV, pág. 544. 

2 Véase Vol. XIII, pág. 706. 

3 Apéndice Doc. núm. 1: A-B.C. 
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detuvo en Turín expresamente para verlo. Llegó, después del mediodía del día primero de enero, mientras los muchachos estaban en el 
santuario cantando vísperas y escuchando la plática. Don Bosco le recibió respetuosa y cordialmente y le invitó a entrar en la iglesia para 
asistir a la función del primer día del año. La ceremonia fue bastante larga por el acompañamiento ((20)) de la música; sin embargo, el 
Cardenal estuvo hasta después de la bendición, admirando el comportamiento de los muchachos, por lo que felicitó al Siervo de Dios. 

-Se dice, observó, que don Bosco hace milagros, pero yo podré referir al Padre Santo que he visto con mis propios ojos uno grande; a 
tantos muchachos asistiendo recogidos y silenciosos a una función muy larga para su edad. 

Hubiera deseado ver los talleres; pero, como no era día de trabajo en el Oratorio, prometió que volvería otra vez para completar la visita. 
Se detuvo después un rato con los muchachos y con los superiores que le habían rodeado enseguida. Cuando hizo ademán de querer 
marchar, se arrodillaron todos y él los bendijo 1. 

En el mes de febrero, llegaron tres Obispos franceses para ver a don Bosco. El día diez por la tarde se presentaron juntos monseñor Fava 
y monseñor Bonnet, obispos de Grenoble y de Viviers, respectivamente. Era domingo y toda la comunidad se encontraba en la iglesia. El 

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Siervo de Dios recibió amablemente a los Prelados, que se entretuvieron largo tiempo con él y manifestaron después el deseo de ver a los 
muchachos. Como faltaban pocos minutos para la bendición, la impartió pontificalmente monseñor Fava, mientras su compañero asistía en 
el presbiterio. A la salida del templo fueron recibidos a los sones de la banda entre grandes aplausos. Habló monseñor Fava. Dio las 
gracias, felicitó a los músicos y siguió diciendo: 

-Hace algunos años, dirigía yo también una banda de música de muchachos ya creciditos; pero el color de su piel no era el vuestro. Eran 
pobres habitantes de Zanzíbar. Mi corazón de misionero se regocija hoy al pensar que muchos de vosotros, siguiendo las huellas de los que 
os han precedido, irán un día a tierras de salvajes o de cristianos abandonados para llevarles la dulce y benéfica luz del Evangelio. Mas, po 
desgracia, »acaso no se han vuelto nuestros países católicos, digámoslo así, tierras de misión? La ignorancia religiosa y el indiferentismo, 
incluso el odio contra la religión alimentado por la ignorancia y fomentado por impías instigaciones, hacen ((21)) progresos cada 

1 El cardenal Caverot es uno de aquéllos cuya semblanza trazó don Bosco en Il piú bel fiore del Collegio Apostolico (Ap. Doc. núm. 2). 
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día mayores. Mil gracias sean dadas al Señor que se dignó suscitar aquí, bajo el manto virginal de su Madre, un nutrido grupo de obreros 
instruidos y celosos, que, seglares unos y otros sacerdotes, acudirán a su hora en ayuda de la Iglesia y mantendrán en las almas el respeto, 
el conocimiento, el amor y la práctica de nuestra santa religión. 

Calurosos aplausos respondieron a sus palabras; después, todos acompañaron hasta la salida a los dos venerandos Pastores. 

El día veinticuatro por la mañana, llegó monseñor Soubiranne, obispo de Belley. Celebró la misa en el altar de María Auxiliadora, subió 
a la habitación de don Bosco, que era la razón de su visita y que, por encontrarse algo indispuesto, hacía unos días que celebraba la misa, 
más tarde de lo acostumbrado, en la capillita contigua a su habitación. Monseñor mantuvo con él una larga conversación. Hubiera deseado 
después visitar los talleres; mas, como era domingo, éstos ofrecían el aspecto de cuerpos sin alma. Pero no renunció a ver la tipografía, en 
la que admiró la amplitud de los locales, las medidas de precaución para evitar desgracias 1, las instalaciones higiénicas y toda la 
maquinaria. Al despedirse, manifestó también sus deseos de volver cuando pudiese para contemplar a los aprendices trabajando 2. 

En el volumen anterior, ya hemos narrado la primera visita del nuevo Arzobispo de Turín al Oratorio, el día quince de enero de aquel 
año. 

En este mismo mes de febrero, tuvo la distinguida bondad de hacer la segunda y pasar todo el día con don Bosco y con los Salesianos. 
Unos días antes, el veinticuatro de enero, había estado en Valsálice, donde se anticipaba la fiesta de san Francisco de Sales. Durante el mes 
de enero solíase, en aquel colegio de nobles, premiar y honrar con una velada al alumno que, al acabar el bachillerato superior, más se 
hubiera distinguido por su aplicación y conducta; ((22)) se le fotografiaba y se exponía su retrato en el aula principal del colegio. Aquel 
año había merecido tal honor el joven Bonifacio Di Donato, hijo de una distinguida familia de Fossano. Entre las personas que 
intervinieron, estuvo con el cardenal Alimonda monseñor Manacorda, obispo del premiado. El mal estado de salud impidió tomar parte a 
don Bosco. El premiado se vio ensalzado en verso, en prosa y con cantos 

1 No existían entonces leyes especiales para la protección de los jóvenes obreros: pero don Bosco quiso que las correas de las poleas para 
la transmisión del movimiento a las maquinas, giraran debajo del piso y que hubiese alambreras defensivas alrededor de las poleas 
superiores, en cada una de las maquinas. 

2 Véase Bull. Salés. enero y febrero de 1884. 
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y, además, con los discursos de los dos Prelados. Este joven ingresó después en la Compañía de Jesús. 

Habíase anticipado la fiesta en Valsálice para no estorbar la del Oratorio, donde también se quería la presencia del Cardenal, el cual se 
mostró tan complaciente que se quedó allí hasta muy avanzada la tarde. Escribe el Boletín de febrero: 

«Don Bosco y algunos de sus primeros alumnos parecieron rejuvenecer. Les parecía que habían vuelto a los felices días, en que tenían la 
gran suerte de verse honrados con la presencia del arzobispo Luis Fransoni, tan amable con los muchachos del Oratorio y con la juventud 
en general, como valiente e intrépido en sus deberes contra los enemigos de Dios y de la Iglesia. Aquel ilustre Prelado, aquel héroe de la 
Iglesia, aquella víctima gloriosa de su oficio pastoral, que tanto nos amaba y que, hasta durante su largo destierro, no dejó nunca de 
ayudarnos y protegernos, ciertamente nos habrá sonreído ese día desde el cielo y se habrá regocijado al ver a un digno Sucesor suyo, y 
además paisano genovés, siguiendo sus antiguas huellas y abriendo su corazón de padre hacia un Instituto, que tuvo su comienzo y su 
primer desarrollo al amparo de las alas de su benevolencia, a la luz de sus consejos y al ardor de sus afectos». 

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Era la primera vez que se celebraba la fiesta de san Francisco de Sales con la asistencia del Arzobispo y por añadidura Cardenal; y no se 
dejó de poner de relieve este detalle en la circular de invitación redactada por don Juan Bonetti y firmada por don Bosco; por lo que, 
aunque fuera un día de trabajo, la asistencia fue muy grande. El Eminentísimo Cardenal pontificó por la mañana y por la tarde. Apareció en 
la iglesia ((23)) por vez primera el cuadro del santo Patrono, pintado por Rollini, que fue colocado en el altar de san Pedro. 

Don Bosco, considerando aquel día como uno de los más felices del Oratorio, invitó a comer a unos cuarenta bienhechores, que hicieron 
digna corona al Arzobispo. Fue prioste de la fiesta el coronel de la reserva Carlos Rocca. A los postres se interpretó un entusiástico himno, 
original de Lemoyne y con música de Dogliani, que expresaba a su Eminencia la vivísima alegría de don Bosco y de sus hijos 1. Brindaron 
varios; al final se levantó don Bosco. Alabó ante el Arzobispo a los sacerdotes y seglares presentes, declarándolos a todos beneméritos de 
las instituciones salesianas, todos encariñados con su Eminencia, todos fidelísimamente adictos al Padre Santo León XIII y dispuestos a 
dar hasta la vida por la religión católica. Dio las gracias al Cardenal 

1 Ap. Doc. núm. 3. 
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por su bondad con los Salesianos y sus muchachos e invitó a todos los comensales a vitorear al Papa y al Cardenal. Después, en tono 
jocoso, invitó a todos a comer en su compañía el mes de junio de 1891, cuando celebrara las bodas de oro sacerdotales. A aquella 
invitación tan anticipada contestó Su Eminencia en nombre de todos que aceptaban la invitación y harían lo posible para estar presentes, 
pero exhortó, al mismo tiempo, a don Bosco a que también él asistiese a la fiesta, pues le tocaba hacer el papel principal. La nota cómica 
de Gastini puso término al alegre convite. Después de contar cómo había sido recogido por don Bosco a los diez años, huérfano y 
abandonado, y encaminado a una vida honrada en el mundo, hizo, a su estilo y entre las risas de los comensales, un pot-pourri de versos 
latinos, italianos y piamonteses en alabanza del Cardenal. 

El provicario, monseñor Gazzelli de Rossana, hubiera debido actuar de arcediano en la bendición, como lo había hecho en la misa 
solemne, pero poco antes de revestirse fue a rogar a don Bosco tuviera a bien substituirlo, porque Su Eminencia deseaba verlo a su lado. 
Don Bosco, aunque le costaba trabajo subir las ((24)) gradas del altar, condescendió al momento. Así todos vieron la unión perfecta entre 
don Bosco y el Prelado de la diócesis. 

Avanzada la tarde, asistió el Arzobispo a la representación teatral. 
Se ponía en escena una comedieta en tres actos, titulada Antonio y original del padre salesiano Bongiovanni, cuyo argumento era el 
arrepentimiento de un hijo holgazán. El tema y el desarrollo del mismo eran como don Bosco quería que fueran semejantes 
representaciones para los alumnos de sus colegios, sin preocuparse de los gustos de los espectadores extraños. 

A la salida, el patio estaba convertido en un mar de luz. A lo largo de la galería del primer piso corría una inscripción con lucecitas, que 
decía: Viva san Francisco de Sales. En la del piso superior brillaba, formando tres líneas, esta otra: Viva Su Eminencia el cardenal 
Cayetano Alimonda, nuestro amadísimo Arzobispo. Al despedirse dijo el Cardenal: 

-Cada uno de los momentos de este día ha sido para mí una alegría y un triunfo. 

Para don Bosco, añadiremos nosotros, fue un inefable consuelo 1. 

La conferencia para los Cooperadores se trasladó al día diecinueve de febrero. La dio don Juan Cagliero en la iglesia de san Juan 
Evangelista. 

1 Véase Bollettino de febrero de 1884. 
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Don Bosco no acudió por su mal estado de salud. Presidió el Cardenal, que iso, además, hablar y pronunció un discurso muy importante, 
en el que justificó públicamente su afecto a la obra salesiana, demostrando que ella poseía el espíritu del Evangelio, es decir, el espíritu de 
Jesucristo 1. 

Estas reuníones de Cooperadores se celebraron en diversos lugares de Italia; pero nos limitaremos a mencionar solamente la de Padua, 
que se debió en gran parte a las diligencias de la condesa Bonmartini 2. Se celebró el día veinte de enero en la iglesia de San Francisco; los 
alumnos cantores del colegio de Este interpretaron bonitos números musicales. Habló don Pedro Pozzan, enviado por el mismo don Bosco. 
El Obispo, monseñor Callegari, que honró con su presencia la piadosa reunión, quiso decir algo muy justo ((25)) y oportuno, calificando a 
don Bosco de hombre de Dios, hombre de la Providencia. Se detuvo sobre todo para hablar de los Cooperadores. 

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-No están solamente, dijo, para ayudar a las obras de don Bosco, sino para bien de la Iglesia universal y, especialmente, de las respectiva 
diócesis, y son ellos otros tantos brazos que quieren ayudar a los obispos y párrocos. 

Después respondió a una objeción, que se iba haciendo acá y allá: 

-Se nos recomiendan mucho las obras de don Bosco, decían algunos, pero, »es que nosotros no tenemos también obras que fundar y 
sostener? »No hemos de atender primero a las nuestras? 

El Obispo contestó que ayudar a las obras de don Bosco era favorecer a toda la Iglesia; porque don Bosco no limitaba su acción 
únicamente a la ciudad de Turín, sino que la extendía a toda la juventud y a la restauración cristiana de la sociedad. Por consiguiente, 
Monseñor invitaba al clero y al pueblo a inscribirse entre los Cooperadores Salesianos, cuya difusión en su diócesis consideraba como una 
bendición del cielo. 

Cuando don Bosco oyó la relación de este discurso, quedó tan contento que, el dieciséis de febrero, conversando acerca de los 
Cooperadores con Lemoyne, le manifestó su satisfacción: 

-He estudiado mucho la manera de fundar los Cooperadores Salesianos. Su verdadera finalidad inmediata no es la de ayudar a los 
Salesianos, sino la de prestar socorro a la Iglesia, a los obispos, a los párrocos, bajo la alta dirección de los Salesianos, en obras de 
beneficencia, como la catequesis, la educación de los niños pobres y otras 

1 Apéndice, Doc. núm. 4. 

2 Véase Vol. XV, pág. 573. 
31 

parecidas. Socorrer a los Salesianos no es más que ayudar a una de las muchas obras que se encuentran en la Iglesia Católica. Verdad es 
que acudiremos a ellos en nuestras situaciones de urgencia, pero ellos son un instrumento en las manos del Obispo. El único que hasta 
ahora ha entendido la cuestión en su cabal sentido es el Obispo de Padua, el cual dijo claramente que no hay que abrigar celos contra los 
Cooperadores Salesianos, porque son algo de la diócesis y que todos los párrocos con sus feligreses deberían ser Cooperadores. Se han 
añadido las Cooperadoras, porque así lo quiso Pío IX. 

El día treinta y uno de enero por la tarde, fue don Bosco a San Benigno ((26)) para celebrar la fiesta de san Francisco de Sales con los 
novicios. Las confesiones y las audiencias le cansaron; juntáronse al cansancio las molestias que lo atormentaban más de lo acostumbrado 
en las últimas semanas, y resultó que, al marcharse, parecía agotado del todo. Don Julio Barberis, dolorosamente impresionado por ello, 
dijo en las «buenas noches» que parecía llegado el momento de ofrendar algo grande y, aun extraordinario, al Señor para obtener la 
prolongación de una vida tan preciosa. Repitióse entonces lo que había sucedido en 1872 cuando la enfermedad de Varazze: algunos 
clérigos se declararon al momento dispuestos a ofrecer la propia vida por don Bosco. Pero llamó la atención de todos Luis Gamerro, un 
clérigo de veinticuatro años, de gran talla, fuerte complexión y tan pletórico de salud que, en dos años, no había sufrido nunca la más 
mínima molestia. Con una energía, que impresionó a cuantos lo oyeron, dijo que pedía a Dios poder morir él en lugar de don Bosco. 

Se apreciaron tan pronto los efectos, que les pareció a todos que su generoso sacrificio había sido grato al Señor. Soñó la noche siguiente 
que iba a morir. Por la mañana, sin mentar los sueños, decía risueño a los compañeros: 

-íMe toca a mí! 

Poco después se señalaban los nuevos puestos en el comedor y dijo, con un tono de voz que excluía toda duda, al superior encargado de 
aquella función: 

-Es inútil que me dé el sitio; pues no lo ocuparé. 

En efecto, al día siguiente se encontró mal. Creció el mal a ojos vistas y tanto que, al tercer día, muy temprano se confesó y recibió el 
Viático. Siguió un momento de mejoría y don Julio Barberis quería halagarlo con la esperanza de la curación para ir a las misiones, según 
sus ansias. Pero Gamerro, después de escucharlo en silencio, dejó que se fuera y dijo al enfermero: 

-íNo, no! Yo moriré esta tarde. 
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Un compañero a quien había contado el sueño comenzó a creer que era cierto. Don Eugenio Bianchi fue a verlo y le dijo: 

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-Puesto que aseguras que vas a morir, encomiéndate a la Virgen, pidiéndole que te saque pronto del purgatorio. 

El respondió: 

-Esta tarde ((27)) estaré con Ella. Me lo ha dicho Ella misma. 

Se mantuvo constantemente sereno y alegre hasta el último instante, que fue hacia las dos de la tarde. En el sueño había sabido también 
que su madre iría a verlo; mas que, por llegar tarde, lo encontraría ya cadáver. Y así sucedió punto por punto. Como le hubiera sido 
imposible salir tan pronto como recibió la noticia de la gravedad, llegó dos horas después del fallecimiento. 

Llegó a Turín la voz de lo sucedido. Un periódico de la ciudad, neciamente humorístico, publicó una caricatura en la que se veía a un 
clérigo ahorcado colgado de un árbol y a don Bosco de rodillas ante él. 
íPobre gente sin fe y sin amor! 

»Y la salud de don Bosco? 

La salud de don Bosco iba de mal en peor. En primer lugar, una extraordinaria postración de fuerzas había sido la causa de que el mismo 
hablar en voz alta le perjudicase al estómago; aquejóle además un principio de bronquitis con tos y esputos sanguinolentos. En la noche de 
diez de febrero, llenó de sangre el pañuelo. La hinchazón de las piernas, que lo atormentaba desde hacía años, le llegó hasta las caderas. El 
día doce fue a visitar al doctor Albertotti que le obligó a guardar cama. Aquella noche una consulta celebrada por los doctores Albertotti y 
Fissore diagnosticaron síntomas de extrema debilidad: el latido del corazón era apenas perceptible. El cardenal Alimonda, lleno de 

ansiedad, enviaba dos veces al día a preguntar por el paciente. 

En tal estado, el siervo de Dios tuvo la noche del día trece un sueño que se aprestó a contar cuando estuvo algo repuesto. 

Le pareció hallarse en una casa donde se encontró con San Pedro y con San Pablo. Vestían unas túnicas que les llegaban hasta las rodilla 
y llevaban en la cabeza unos gorros estilo oriental. Ambos sonreían a don Bosco. Habiéndoles preguntado si tenían alguna misión que 
encomendarle o algo que comunicarle, no respondieron a su pregunta, sino que comenzaron a hablar del Oratorio y de los jóvenes. 
Entretanto, he aquí que llega un amigo de don Bosco, muy conocido entre los Salesianos, pero que el siervo de Dios no recordaba después 
quién era. 

-Mire estas dos personas, dijo al recién llegado. 

((28)) El amigo las miró y dijo: 

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-»Qué veo? »Posible? »San Pedro y San Pablo aquí? 

Don Bosco repitió la pregunta que había hecho poco antes a los dos Apóstoles, que, a pesar de mostrarse amabilísimos continuaron 

hablando de otra cosa. 

De pronto, San Pedro le preguntó: 

-»Y la vida de San Pedro? 

Y el otro: 

-»Y la vida de San Pablo? 

-íEs cierto!, replicó don Bosco en actitud de humilde excusa. 

En efecto, había tenido en proyecto hacer imprimir aquellas dos vidas, pero después se había olvidado por completo de hacerlo. 

-Si no lo haces pronto, después no tendrás tiempo, le advirtió San Pablo. 

Entretanto, habiéndose San Pedro descubierto la cabeza, apareció calvo, con dos mechones de pelo sobre las sienes: tenía todo el aspecto 

de un anciano fuerte y simpático. Y habiéndose apartado un poco, se puso en actitud de orar. 

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-íDéjalo que rece!, añadió San Pablo.
Don Bosco replicó:
-Querría saber delante de qué objeto se ha arrodillado.
Fue, pues, junto a él y vio que estaba delante de una especie de altar, aunque no era tal, y preguntó a San Pablo:
-»Pero no hay candeleros?
-No hacen falta donde está el eterno sol, le replicó el Apóstol.
-Tampoco veo la mesa.
-La víctima no se sacrifica, sino que vive eternamente.
-Pero en suma, »el altar no es el Calvario?
Entonces San Pedro, con voz elevada y armoniosa, pero sin llegar a cantar hizo esta oración:
-Gloria Dios Padre Creador, a Dios Hijo Redentor, gloria a Dios Espíritu Santo Santificador. A Dios solo sea el honor y la gloria por


todos los siglos de los siglos. A ti sea alabanza, oh María. El cielo y la tierra te proclaman su Reina. María... María... María. 
Pronunciaba este nombre haciendo una pausa entre una y otra exclamación y con tal expresión de afecto y con tan creciente emoción, que 
sería imposible describir, de forma que todos lloraban de ternura. ((29)) Cuando se hubo levantado San Pedro, fue a arrodillarse en el 
mismo lugar San Pablo, que con voz clara comenzó a rezar así: 
-íOh profundidad de los arcanos divinos! Gran Dios, tus secretos son inaccesibles a los mortales. Solamente en el cielo podrán penetrar la 

profundidad y la majestad, únicamente al alcance de los bienaventurados. 
34 
íOh Dios uno y trino! A ti el honor, la salud, la acción de gracias desde todos los puntos del universo. Que tu nombre, oh María, sea de 

todos alabado y bendecido. Los cielos canten tu gloria, y que sobre la tierra seas Tú siempre el auxilio, la salvación. Regina Sanctorum 
omnium, alleluia, alleluia. 
Don Bosco al contar el sueño concluyó: 
-Esta oración, por la manera de proferir las palabras, produjo en mí tal emoción, que comencé a llorar y me desperté. Después sentí en m 
alma un consuelo indecible. 

»Fue efecto de la fiebre? La costumbre de celebrar en el altar de San Pedro contribuyó también acaso al desarrollo de esta representación 
de la fantasía. Por lo demás, se trata de un sueño que revela cuáles eran habitualmente los pensamientos y los sentimientos que le llenaban 
el alma. 

Acostumbrado a una vida de incesante actividad, le pesaban las mantas de manera insoportable; pero no estaba su cabeza para serias 
reflexiones, ni para lecturas de ninguna clase. Se apreciaban en su hablar ideas inconexas y las cartas, que escribía durante algunas horas 
que se levantaba cada día, tenían frecuentes omisiones de vocablos. Al recibir la noticia, la tarde del día trece, con la muerte de Gamerro y 
de las circunstancias que la habían precedido, se conmovió, estuvo un rato silencioso y, después, dijo sonriendo: 

-íAhí lo tenéis! íEsto es una injusticia! Después de tantos años de trabajos y penas, me tocaría a mí ir a descansar; en cambio, van los que 
no han comenzado todavía. íMe tocaba a mí y no a él! 

De su correspondencia se trasluce cuánta era su tranquilidad de espíritu. Escribió el día catorce a la señorita Louvet: «Tengo el pecho 
algo cansado». Había escrito al conde Colle: «Desde hace algunos días ((30)) mi salud no va muy bien». Volvió a escribir el veinte al 
mismo: 
«Tengo la salud algo maltrecha y no salgo todavía de mi habitación». Sin embargo, el deseo de descansar en el Señor volvía de vez en 
cuando a sus labios. A veces, cuando se le daban informes sobre ciertos asuntos, exclamaba: 

-A este paso no llegaré seguramente a la fiesta de mis bodas de oro sacerdotales... Estos asuntos los despachará el que me suceda. 

Fin de Página: 35 


VOLUMEN XVII Página: 35 

Sin embargo, parecía superada la crisis. Después del mediodía del día catorce, salió a dar un paseo con don Juan Bautista Lemoyne. 
Fueron hacia el ferrocarril de Milán. Al pasar ante la iglesia de María Auxiliadora, don Bosco se detuvo, levantó los ojos y, mirándola un 
instante, dijo: 

-En otro tiempo había aquí un campo de alubias y patatas; ahora 
35 

están la iglesia y el Oratorio. Exactamente aquí donde está el santuario, vi aparecer en sueños a la Virgen que, parándose y volviendo la 
mirada alrededor, dijo: Hic domus mea; hinc gloria mea. 

El día quince, tuvo un fuerte ataque de fiebre, que le duró desde las once de la mañana hasta las siete de la tarde; pero no se acostó. 

Pasaba sin dormir noches enteras. Desde 1872 los abundantes sudores nocturnos le obligaban cada mañana, después de levantarse, a 
permanecer casi una hora en la habitación para no detener bruscamente la transpiración y cambiarse de camiseta y de camisa. Estaba 
entonces peor que nunca. 

El día diecisiete, confió a don Juan Bautista Lemoyne que la hinchazón de las piernas le había subido hasta la boca del estómago y que 
en lugar de esta cavidad tenía una hinchazón globular tan gruesa como un huevo. El doctor Albertotti avisó que se le vigilara, pues don 
Bosco podría fallecer de improviso; que se le velase también de noche, porque podía suceder fácilmente que, una mala mañana, se le 
encontrase muerto. 

El pensamiento de su próximo fin se apoderó de su mente, tanto que, el día dieciocho, preparó una circular para que su sucesor la enviara 
a los Cooperadores Salesianos, cuando dejase de vivir. Después dijo a Lemoyne: 

-Veo ante mí el progreso que hará nuestra Congregación. ((31)) De América del Sur pasará a la del Norte, después a Austria, a Hungría, a 
Rusia... 1. Después a la India, a Ceylán, a China... Dentro de cien años íqué maravilloso desarrollo de los Salesianos veríamos, si 
estuviésemos todavía en este mundo! Las Ordenes antiguas, los Dominicos, los Franciscanos y otros fueron destinados por la Providencia 
para ser columnas de la Iglesia; nuestra Congregación, en cambio, está instituida para atender las necesidades actuales y se propagará con 
una rapidez increíble por todo el mundo. Sin embargo, bastarían dos o tres Salesianos degenerados para arrastrar a todos los demás fuera 
del camino. íEn cambio, solamente con ser fieles a las virtudes comunes del cristiano, qué esplendido porvenir nos prepara el Señor! 

En la segunda mitad de febrero, hubo en la Roma eclesiástica un cambio, que no podía dejar de interesar a don Bosco. El cardenal 
Mónaco La Valletta había sido nombrado Penitenciario Mayor de la Santa Iglesia y en su lugar, al frente del Vicariato, eligió León XIII al 

1 Tocante a Rusia, en las actas de una sesión del Capítulo superior (28 de febrero) se lee: «Don Miguel Rúa informa que, en los días 
pasados, han llegado dos peticiones de fundación: una de Petrogrado, que pide un sacerdote salesiano y a nuestras hermanas; la otra de 
Odessa para una casa salesiana». 
36 

cardenal Parocchi, que fue muy mal visto por los liberales, siendo obispo de Pavía, y que, nombrado Arzobispo de Bolonia, no pudo 
obtener del Gobierno el regio exequátur en cinco años 1. Era un hombre de selecto ingenio, de rica cultura y muchos méritos y no debía 
permanecer bajo el celemín por la animadversión de los sectarios; el alto cargo que le confiaba el Papa, lo ponía en condiciones de prestar 
señalados servicios a la Iglesia. Don Bosco le escribió enseguida una cartita de felicitación a la que respondió Su Eminencia con una 
sencilla tarjeta de visita y unas palabras de cumplido, pero el día catorce de marzo, después de tomar posesión de su cargo, le envió una 
carta, en la que le decía: 

«Por el aprecio y afecto que le profeso, puede V. S. calcular cuánto me agradó su benévola felicitación. Le doy las gracias por ello y me 
encomiendo a sus fervorosas oraciones y a las de ((32)) toda la Congregación Salesiana. Será para mí una verdadera satisfacción 
proporcionarle todo el bien que yo pueda, dentro de mis atribuciones y mis fuerzas». 

Los días veintiuno, veintidós y veintitrés de febrero salió don Bosco de paseo con Lemoyne aunque con dificultad. Pero su mente no 
descansaba, sino que rumiaba la reanudación de unas gestiones, ya intentadas una y otra vez en circunstancias poco propicias y que 
ofrecían entonces más probabilidad de éxito, a saber, la concesión de los privilegios. Iba, además, madurando la idea de emprender un 
nuevo viaje a Francia para encontrar los medios con que hacer frente a múltiples necesidades. De lo uno y de lo otro hablaremos más 
adelante. 

Fin de Página: 37 


VOLUMEN XVII Página: 37 

Debemos, sin embargo, decir en seguida que esta última decisión alarmó a los Superiores. El mismo tenía también alguna aprensión. 
Pero escribía don Francisco Dalmazzo, desde Roma, que las obras de la iglesia del Sagrado Corazón estaban suspendidas por falta de 
dinero; añadíase a esto que el Oratorio y otras casas se encontraban en graves apuros económicos. Baste decir que el Capítulo Superior 
aguantaba entonces la enorme deuda de un millón ciento veintiséis mil liras. 

Desde Marsella insistían pidiendo su visita anual porque la casa necesitaba mucho dinero y él escribía una carta al párroco Guiol, 
diciéndole que, en verdad, sus ojos y su salud difícilmente le consentirían arrostrar el viaje y, mientras tanto, con su acostumbrada 
jovialidad, le encargaba que pagase él mismo las deudas. El párroco le contestó 

1 Véase Vol. XlV, pág., 95 y sigts. 
37 

que eso sería mucho más fácil estando don Bosco allí y le prometía defenderlo del gentío oprimente de otras veces, teniéndolo escondido 
en el noviciado recién abierto fuera de la ciudad, adonde pocos irían a buscarle 1. Estas presiones contribuyeron también a que tomara la 
determinación de emprender aquel viaje. 

Cuando manifestó definitivamente su arriesgado proyecto, don Juan Cagliero se opuso con respetuosa firmeza, ((33)) diciéndole que su 
vida era más querida por todos que cualquier bien del mundo y preferible a todos los tesoros. El cardenal Alimonda, que pensaba igual, 
quiso intentar impedir la salida, y cuando le comunicaron que antes de emprender el viaje deseaba hacerle una visita, respondió: 

-Sería pecado mortal permitir que don Bosco viniera hasta aquí. Está muy cansado y tiene demasiados asuntos entre manos. Digan al 
querido don Juan que dentro de una hora estaré yo en el Oratorio. 

Don Bosco le explicó entonces los motivos, que le obligaban a hacer aquel viaje; y su Eminencia se conformó con que le prometiese que 
volvería atrás, si, al llegar a Alassio, se encontraba peor. 

Durante esta visita, manifestó el Cardenal a don Bosco que había pedido al Papa un Obispo auxiliar, de acuerdo con la promesa que le 
había hecho el Padre Santo al enviarlo a Turín. 

-»En qué persona pensaría? preguntóle don Bosco. 

-En varios y, primero, en el canónigo Pulciano. 

-íBien! »Y en quién más? 

-También he pensado en el canónigo Richelmy. 

-íBien! Son sacerdotes excelentes. 

-Pero usted, don Bosco, »quién piensa que podría ser un buen obispo auxiliar, capaz de ayudarme: Déme por favor su opinión. 

-Desde luego, no siempre se puede tener en este mundo lo mejor y hay que conformarse con lo bueno. Pero, si se quisiese lo mejor, se 
podría elegir al canónigo Bertagna, vicario general de Asti. 

El Cardenal no añadió una palabra más y cambió de conversación, pero apenas volvió a palacio, telegrafió a Roma, pidiendo al Pontífice 
como obispo auxiliar al canónigo Bertagna. Fue una elección afortunada, como todos saben, además de una tardía, pero justa reparación 2. 

1 Libro de actas, 11 de enero de 1884. 

2 íSingulares coincidencias! Monseñor Bertagna fue preconizado en el Consistorio del veinticuatro de marzo. El veinticinco era el primer 
aniversario de la muerte de monseñor Gastaldi; mas, por coincidir con la fiesta de la Anunciación, se ordenó el toque de difuntos para el 
día veintitrés por la tarde y el funeral solemne para el veinticuatro por la mañana. Además, un ataque de apoplejía acabó con el 
eminentísimo Ferrieri el día veinticinco. 
38 

((34)) Aquella tarde se celebró reunión capitular, y el Santo abrió la sesión, dando gracias a la divina Providencia por la bondad y el amo 
con que el cardenal Arzobispo trataba a don Bosco y a la Congregación. 

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-El Cardenal, dijo, abre para nosotros una nueva era en esta diócesis. 

Se trataron después varios asuntos y, antes de cerrar la sesión, anunció oficialmente que el día primero de marzo saldría para Francia. 

-Durante mi ausencia, siguió diciendo, reúnase el Capítulo por lo menos una vez al mes; doy a don Miguel Rúa plenos poderes para 
presidiros. Los miembros sigan queriéndose unos a otros; para hacer mejor las cosas que han de hacerse, se necesita caridad. Promuévanse 
fervorosas oraciones por mí entre los muchachos, mientras yo esté ausente y esto por dos motivos: 1.° para que mi salud pueda aguantar las 
incomodidades del viaje; 2.° porque necesito mucho dinero. Dígase esto a los mayores y dígaselo también a los pequeños. El pobre don 
Bosco no arrostra semejante viaje por capricho personal, sino para proveer al Oratorio y pagar las deudas. Háblese de ello a los Salesianos 
en las conferencias, exhortándolos a ahorrar gastos lo más posible. Y, una vez más, sea bendito el Señor por la benevolencia que nos 
dispensa el Cardenal. Vaya don Miguel Rúa alguna vez a visitarle. 

Todo esto sucedía el día veintiocho de febrero. El veintinueve por la mañana lo visitó el doctor Albertotti, que no lo encontró en buenas 
condiciones e hizo cuanto pudo para disuadirlo de la determinación tomada. 

-Si llega vivo hasta Niza, le dijo, será un milagro. 

-íSi no vuelvo ya, paciencia!, contestó don Bosco. Esto quiere decir que antes de marchar arreglaremos todo; pero es necesario marchar. 

-Presten mucha atención, recomendó el médico al secretario, apenas salió de la habitación. No me extrañaría que don Bosco dejase de 
vivir, sin que ninguno de ustedes se dé cuenta. No se hagan ilusiones. 

((35)) El Santo hizo lo que había dicho al Doctor. Por la tarde, mandó llamar al notario y a los testigos y dictó su testamento como si 
estuviese a punto de emprender el viaje para la eternidad. Mandó llamar después a don Miguel Rúa y a don Juan Cagliero y, señalando la 
escritura notarial que estaba sobre la mesa, les dijo: 

-Aquí tenéis mi testamento. Os he dejado a los dos herederos universales. Si no vuelvo, como teme el médico, ya sabréis vosotros cómo 
está todo. 
39 

Y como don Bosco no tenía nada más que añadir, don Miguel Rúa salió de la habitación muy emocionado y apenado probablemente, 
aunque exteriormente se dominara como solía. El Santo hizo señas a don Juan Cagliero para que se quedara. El hijo entrañablemente 
querido, después de unos instantes de silencio, le preguntó: 

-Entonces »quiere usted salir de veras en este estado? 

-»Qué quieres que haga?, le contestó. »No ves que nos faltan recursos para seguir adelante? Si no salgo, no sabría cómo arreglármelas 
para proveer de pan a nuestros jóvenes. Sólo puedo esperar socorros de Francia. 

-íEh!, replicó don Juan Cagliero llorando como un niño. Hemos ido adelante hasta ahora a fuerza de milagros. íVeremos... también éste! 
Vaya íy nosotros rezaremos! 

-Así, pues, salgo para Francia. El testamento está hecho y todo está en regla. Te lo entrego en esta caja. Guárdala y que sea para ti mi 
último recuerdo. 

Don Juan Cagliero, convencido de que conocía suficientemente su contenido, la tomó y sin abrirla se la echó al bolso. No la abrió hasta 
seis meses después cuando el Santo, contra las previsiones del médico y contra toda esperanza, regresó. Entonces vio que dentro estaba el 
anillo de oro que había pertenecido al padre del Santo. El guardó durante toda su vida aquel hermoso recuerdo como un precioso y querido 
tesoro. 
40 
((36)) 

CAPITULO II 

POR LIGURIA A FRANCIA Y DE FRANCIA
OTRA VEZ A LIGURIA


ESTA vez la salida de don Bosco para Francia dejó en los corazones un sentimiento de acentuada tristeza, que su habitual jovialidad 

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intentaba atenuar sin conseguirlo. Era, en realidad, una escena conmovedora que infundía compasión, verlo tan achacoso salir del Oratorio 
e ir por el mundo para implorar la caridad. 

Rezar y hacer rezar fue desde aquel momento la palabra de orden en toda la casa. En el último decenio de su vida una corona de 
jovencitos, durante el recreo de la merienda, se reunían en la antesala de su habitación, junto a un altarcito con una estatuita de la Virgen, 
para rezar algunas oraciones por su padre y bienhechor. Cuando se hubo marchado, esta piadosa práctica se prosiguió con mayor fervor. 

Le acompañaron hasta Alassio, don Julio Barberis y don Angel Savio. Los superiores de aquel colegio, que lo esperaban en la estación, 
lo encontraron muy alegre, aunque hasta allí había sufrido un intenso dolor de cabeza y malestar de estómago. En el atrio del Instituto, los 
alumnos le saludaron con un himno expresamente compuesto en su honor por don Carlos M.ª Baratta. Para dar facilidad a todos de besarle 
la mano, empleó un buen cuarto de hora en atravesar la turba juvenil. Se fue inmediatamente a ((37)) descansar, haciendo que le pusieran 
una campanilla junto al lecho y advirtiendo a don Julio Barberis que, si oía llamar, acudiese inmediatamente. 

Durmió bastante bien y tuvo uno de sus sueños acostumbrados que contó a don Francisco Cerruti. 

Le pareció encontrarse en la plazuela existente al comienzo de la calle de San Máximo, bajando hacia el edificio Defilippi. En ella había 

concentrado un grupo de personas que le rodeó diciéndole: 

-Don Bosco, le estábamos esperando. 

-»Y qué queréis de mí? 

-Que venga con nosotros. 

-Vamos; es cosa fácil el contentaros. 

Le condujeron al lugar ocupado entonces por el taller de fundición, 

41 
en la planta baja situada bajo sus habitaciones, y antes parte del prado donde había comenzado la gesta del Oratorio. Don Bosco entró con 

ellos por una puerta, pero en lugar de penetrar en el taller de fundición se encontró en una hermosísima iglesia. 

-Usted ahora, don Bosco, nos debe hacer una plática, le dijeron. 

-Pero yo no estoy preparado. 

-No importa. Díganos lo que se le ocurra. 

-Bien, prediquemos, pues. 

Subió al púlpito donde comenzó a razonar sobre las malas costumbres. Describió el diluvio universal y la destrucción de Sodoma, 

continuando con tal orden en la distribución de los puntos, que al despertarse se acordaba perfectamente de todo: 

Hecho el sermón, la gente se dijo. 

-Ahora debe celebrar la Santa Misa. 

-No tengo dificultad alguna, replicó, ahora mismo. 

Fue, pues, a la sacristía. Pero faltaba todo. Tuvo gran dificultad en encontrar el misal, después no hallaba el cáliz, seguidamente tuvo que 
buscar la patena; por último, no había ni hostias ni vinajeras; registra aquí, busca allá, lo encontró todo, se revistió y salió al altar. Al llegar 
a la comunión, algunas personas se acercaron a comulgar. Apartó el misal, pero no estaba la llave del sagrario. Angustiado, la busca por el 
((38)) altar sin encontrarla. Nadie se movió para ir por ella. Entonces baja él mismo del altar, se quita la casulla y, revestido con el alba, 
comienza a buscar a alguien que le ayudase a encontrar la llave. De la iglesia pasa al edificio contiguo donde entonces vivían las hermanas; 
pero no encuentra alma viviente. Finalmente oye reír. Era la voz de don Antonio Notario. Entra en aquella habitación y se encuentra con el 
mismo hablando y riendo con un jovencito. 

-Sabe, se dice para sí don Bosco, que en la iglesia lo necesitamos y que falta la llave del sagrario y está aquí riendo. 

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Una vez que hubo entrado, pidió la llave del tabernáculo y, obtenida, volvió al altar. 

Don Bosco, al recorrer la Casa de las Hermanas, no encontró ni a una sola. Cuando llegó de nuevo al altar, prosiguió y terminó la misa. 
El sueño duró toda la noche. 

El día siguiente, que era domingo, celebró sin dificultad; pero mas tarde, después de dar audiencia a dos o tres personas, tuvo que 
suspender toda actividad, porque se desvanecía. Hubo que llevarlo a su habitación. Como se había anunciado una conferencia para los 
Cooperadores en la iglesia del colegio, se le aconsejó que no tomase la 
42 

palabra y habló en su lugar el director don Francisco Cerruti, mientras él asistía en el presbiterio. Acudieron también don Nicolás Cibrario, 
de Vallecrosia, y don José Ronchail, de Niza. El Boletín de abril, al dar la noticia, aprovechaba la ocasión para recomendar a las oraciones 
de todos a don Bosco, que desde algún tiempo sentía que se debilitaban sus fuerzas. «No hay nada alarmante por el momento, escribía don 
Juan Bonetti; pero un excelente doctor de Turín, que le visitó antes de emprender el viaje, nos dijo que no debemos hacernos muchas 
ilusiones acerca de su vida; puesto que, añadió, teniendo en cuenta los trabajos que ha llevado a cabo, puede considerarse a don Bosco 
como un viejo de cien años, aunque no tenga más que setenta». 

Don Francisco Cerruti, con la idea de distraerle un poco, lo llevó a bendecir a un joven de más de veinte años, un tal Airoldi, que se 
había vuelto loco. Este, en su locura trató descortésmente a don Bosco. El Director, aunque le veía tranquilo, manifestóle su pesar por las 
palabras ((39)) y modales vulgares de aquel infeliz. 

-íOh, querido mío!, contestó el Santo, esto no es nada. »Quieres saber lo que me sucedió en Turín hace unos años? 

-Sí, cuéntemelo. 

Y le contó don Bosco que, un día, había ido a visitarle una señora y le rogó encarecidamente que fuese a ver a cierto señor próximo a 
morir. Ocupaba éste un altísimo grado en la masonería y había rechazado resueltamente de su lado a todo sacerdote; aunque con dificultad, 
sólo permitía que se invitase a don Bosco. Acudió el Santo al momento; pero, nada más entrar en la habitación y cerrar la puerta, oyó que 
le decía con un esfuerzo desesperado: 

-»Viene como amigo o como sacerdote? íPobre de usted, si me mienta la confesión! 

Y, dicho esto, sacó dos pistolas, que tenía a los dos lados de la cama, se las apuntó al pecho y siguió diciendo: 

-No olvide que, sólo al oír la palabra confesión, un tiro será para usted y el otro para mí. Ya no me quedan más que unos pocos días de 
vida. 

-»Y no se asustó usted?, le preguntó don Francisco Cerruti. 

Le contesté sencillamente que estuviese tranquilo, pues no le hablaría de confesión sin su permiso. Le pregunté después sobre la 
enfermedad y el diagnóstico de los médicos. A continuación, empecé a hablarle de cosas de historia, hasta que, paso a paso, llegué a 
describirle la muerte de Voltaire. Acabé diciendo que, si bien algunos opinaran que Voltaire se condenó, yo no le daba por condenado o, 
por lo 
43 

menos, no me atrevía a afirmar que lo estuviese, puesto que la misericordia de Dios es infinita. 

-»Cómo puede ser esto?, interrumpió el enfermo, que había seguido con interés la narración. »Todavía hay esperanza para Voltaire? 
Tenga entonces la bondad de confesarme. 

-Me entregué a ello: lo preparé y lo confesé. Al darle la absolución rompió a llorar, exclamando que nunca había gozado de tanta paz en 
su vida como en aquel instante. Hizo todas las retractaciones del caso. Al día siguiente, recibió el Viático; pero llamó primero a todos los 
de casa y pidió ((40)) públicamente perdón del escándalo que les había dado. Después del Viático, se recobró y vivió todavía dos o tres 
meses que dedicó a la oración, a volver a pedir perdón y a recibir varias veces con gran edificación a Jesús Sacramentado. Ten en cuenta, 
repitió don Bosco, que aquel señor tenía un alto grado en la masonería. Demos gracias a Dios por todo 1. 

El día tres, a las nueve, salió para Menton en compañía de don Julio Barberis y don José Ronchail. Una bonísima y rica familia polaca, 
que vivía allí, le había prometido una importante limosna si aceptaba su hospitalidad. Cuando se les aseguró por carta que iría a su casa, 
aquellos señores avisaron a cuantos compatriotas de los alrededores pudieron, de suerte que, entre unos veinte que acudieron de Niza, más 

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los de Mónaco y Cannes, se juntaron cuarenta personas. Pero, al informarse de su delicada salud, fueron tan discretos que se pusieron de 
acuerdo para no cansarlo; en consecuencia cada uno preparaba de antemano lo que quería decirle y no le exigía más respuesta que un sí o 
un no. De esta manera, pudieron hablarle todos sin aumentar su cansancio. 

Cuando terminaron las audiencias, rogáronle que visitara a un sacerdote anciano gravemente enfermo y desahuciado por los médicos. Fue 
al instante, y ya lo encontró casi sin conocimiento. Preguntóle cómo se encontraba, mas no dio señales de haber entendido. Entonces el 
Santo le gritó fuertemente al oído: 

-»No me entiende? 

El enfermo balbuceó unas palabras sin sentido y el Siervo de Dios añadió: 

-»Conoce usted a don Bosco? 

-»Don Bosco? Sí, le conozco; »qué pasa? 

-Yo soy don Bosco. »Tiene algo que decirme? 

-»Cómo puede ser esto? »Usted aquí? 

1 Summarium super introductione causae (testigo don Francisco Cerruti), pág. 467. 
44 

Y de golpe se sentó en la cama y dijo que quería levantarse. La hermana pensó que había perdido el juicio. Pero él repetía: 

-Te digo que me quiero levantar. Avisa al párroco que no se moleste; yo no estoy enfermo como para recibir los Santos Oleos. 

((41)) Efectivamente se levantó, hablaba perfectamente y, al día siguiente, fue a oír la misa de don Bosco. Debemos, sin embargo, añadir 
que recayó unos meses después; y entonces no estaba ya don Bosco para hacerle levantar. Es innegable, a pesar de todo, que la primera vez 
las declaraciones de los médicos habían quitado toda esperanza de volver a verlo en pie. Don Bosco pernoctó en Menton con don José 
Ronchail, y don Julio Barberis siguió viaje a Niza con la alegre noticia de que él llegaría allí a la mañana siguiente. Como quiera que se 
supo también fuera de casa la hora de su llegada, se encontró don Bosco, sin pretenderlo, en un brete. El marqués de Avila, español, acudió 
a la estación con su coche para llevarlo a casa; pero también la condesa de San Marzano envió el suyo guiado por el barón Héraud. Los dos 
reclamaban el honor de llevar a don Bosco en su coche y ninguno de ellos estaba dispuesto a ceder. Don Bosco cortó la cuestión entrando 
en el que estaba más cerca, que era el de la Condesa, y asignando el otro coche a don Julio Barberis, que había ido a esperarlo, y a don José 
Ronchail. 

-Son dos hombres de bien, se lo aseguro, dijo al Marqués al ofrecérselos. 

Además de la mayor proximidad del coche había también una razón especial para la preferencia tenida por don Bosco. La Condesa le 
había visitado en el Oratorio pocos días antes de que saliese don Bosco y quiso le diera seguridad de que, a su llegada a Niza, se serviría de 
su coche para ir, desde la estación, al Patronage de San Pedro. Por lo demás, no fue aquella la primera vez que sucedieran en Niza estas 
embarazosas porfías, que ponían a prueba la rapidez de sus agudas ocurrencias. En cierta ocasión, se encontró no con dos, sino con toda 
una fila de coches de nobles señores y, a medida que iba avanzando, el lacayo de cada uno decía señalándole el propio: -Aquí tiene el 
coche del Conde tal; quisiera tener el honor de que usted se sirviera de él... -Aquí tiene el coche del Duque cual, quien le ruega se digne 
servirse de él... -Este es el coche de la Marquesa X, a quien usted prometió aceptarlo para ir al Patronage... ((42)) Y, de esta manera, siete u 
ocho veces más. Don Bosco, que a primera vista había adivinado de qué se trataba, no queriendo ofender a los demás, aceptando la 
invitación de uno, dijo: 

-Escuchen; vamos a arreglarlo así. El coche de la señora Marquesa, 
45 

al que ya me comprometí en Turín, me llevará hasta el Patronage. El señor Conde vaya y esté preparado a la puerta del colegio; en cuanto 
yo llegue allí, subiré a él y me haré conducir de nuevo a la estación. El coche del señor Duque quédese aquí, porque yo no tardaré en volve 
y con él me haré llevar otra vez a casa. Seguiremos así hasta que todos queden satisfechos. 

Aquellos señores, cada uno de los cuales ignoraba la intención de los demás, al darse cuenta del caso, comprendieron su apuro, rieron la 
graciosa salida y no llevaron a mal que hubiese tomado el coche de la Marquesa. 

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En el colegio encontró, con los alumnos, a muchísimos señores, que habían acudido para tomar parte en la recepción. Los Salesianos 
experimentaron una gran pena cuando, después de retirarse los forasteros, le vieron expectorar saliva mezclada con sangre; todos se 
pusieron de acuerdo para impedir que lo molestasen. Don José Ronchail, especialmente duro como las rocas de sus Alpes, era inexorable, 
despidiendo sin prestar oídos a las razones de cuantos pedían ser recibidos. Le proporcionó enseguida una esmerada visita del doctor 
D'Espiney, autor de la conocida biografía. Este rogó a don Bosco que guardara cama y le esperara hasta las siete; examinó después 
diligentemente su estado y formuló un diagnóstico muy diverso del de sus colegas de Turín. La extraordinaria inflamación del vientre era 
efecto de la hinchazón del hígado, que aumentaba con las medicinas que le habían prescrito en Turín. Además de otras cositas, le ordenó 
que tomara cada día dos cucharaditas de quinina disuelta, para combatir la fiebre, que le asaltaba diariamente. 

Enseguida experimentó los benéficos efectos de la nueva medicación. Sin fatigarse, pudo celebrar la misa el día seis por la mañana ante 
más de quinientos forasteros. Para la comida del mediodía aceptó la invitación de los señores de Montigny, que después le entretuvieron en 
conversación ((43)) por lo menos un par de horas. Al salir de allí fue a ver a un señor enfermo. Era un americano de Bahía (Brasil), que 
ofrecía a don Bosco en su ciudad una casa amueblada, con tal de que enviase allí a los Salesianos. La dueña de la casa donde vivía el 
enfermo, quedó tan encantada de la conversación del Santo que fue varias veces a visitarlo, declarándose dispuesta a cederle sin más aquel 
edificio, para que lo destinara a residencia de sacerdotes ancianos, imposibilitados para el trabajo. El Siervo de Dios volvió al colegio 
cansado, cansadísimo; y, sin embargo, celebró todavía reunión capitular para tratar de la admisión de un hermano a los votos y de otros a 
las sagradas órdenes. 
46 

Al saberse en la ciudad su mejoría, acudieron sin parar los coches de los visitantes. Don Bosco, muy amablemente como de costumbre, 
daba audiencias, incluso prolongadas. Uno iba para entregarle una limosna, otra para pedirle consejos espirituales, otro para referirle 
gracias obtenidas por intercesión de María Auxiliadora. Algunos que el año anterior habían recibido su bendición y a quienes les había 
aconsejado hacer ciertas oraciones por su necesidad, declaraban entonces que habían sido escuchados. Otros, que habían escrito a Turín, 
daban ahora las gracias; otros, por fin, se recomendaban al Santo y se marchaban con la confianza en el corazón. Una muchacha de catorce 
años llevó el dinero obtenido con una rifa organizada por ella misma. En 1883 los médicos la daban por desahuciada. En aquel trance don 
Bosco la había bendecido y había recobrado la salud. Agradecida, no hacía más que hablar de don Bosco, postulando para las obras 
salesianas. 

Llegó a Niza el coadjutor Rossi del Oratorio, procedente de París y de Marsella, donde había estado por asuntos de la Congregación; 
llegaron don Pedro Perrot, de La Navarre, y don Nicolás Cibrario, de Vallecrosia. Llegó una carta de Praga escrita por fray Pedro Belgrano 
agustino, el cual, en nombre de la emperatriz María Ana de Austria, agradecía un ejemplar elegantemente encuadernado de los Boletines, 
que don Bosco le había enviado y remitía una limosna de quinientas liras, encomendándose a sus oraciones para obtener una gracia 
especial. 

((44)) El siete de marzo recibió don Bosco a los seminaristas. Eran unos cincuenta. Se reunieron en la biblioteca, que servía de antesala. 
Después de decirles unas breves palabras, los bendijo y ellos desfilaron uno por uno para besarle la mano. También le visitaron varios 
predicadores cuaresmales, pero individualmente. Se hablaba de don Bosco en todas partes. 

El día diez tuvo lugar una escena curiosa en la habitación de don Bosco. 

Presentóse una madre con un chiquillo de unos diez años, que llevaba los ojos vendados. 

-Hace ya algún tiempo, decía la mujer, este hijo mío sufre tanto de los ojos que se queja siempre y grita durante toda la noche. 

Don Bosco lo bendijo, le dio a besar la medalla de María Auxiliadora y después le preguntó: 

-»Qué mal sientes? 

-Ninguno, contestó el muchacho. 

-»Cómo que ninguno?, respondió la madre. íLe duelen mucho los ojos, Padre! 
47 

-»Te duelen todavía los ojos?, volvió a preguntarle el Santo. 

-No, ya no me duelen. 

-Que sí que le duelen, repitió la madre. No puede aguantar la luz y grita continuamente. 

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-»Puedes ver?, le preguntó don Bosco, después de quitarle los emplastos de los ojos. 

-Sí, veo perfectamente, respondió. 

-»Puedes fijar la mirada en la luz? 

-Sí, puedo; dijo el muchacho mirando afuera por la ventana. 

La madre no se podía sosegar, como si temiese pasar por mentirosa. Al oír las respuestas del hijo, perdió los estribos de tal modo que 

hubo un momento en que quería abofetearlo. Don Bosco tuvo que decirle: 

-Pero, »en qué quedamos? »Quiere usted que su hijo esté enfermo? Pues bien, si así lo quiere... 

El hijo, por el contrario, brincaba, reía, miraba acá y allá, sin comprender por qué tenía que prestar más fe a la madre que a él mismo. En 

realidad, estaba perfectamente curado. 

((45)) Aquella tarde quiso don Bosco dar una conferencia a los Cooperadores y amigos en la capilla interna del Patronato. Llegaron cien 
coches que se colocaron en la carretera que pasa por delante de la casa. Como era la época turística, muchos no eran de Niza. El Santo 
habló durante tres cuartos de hora, describiendo las obras salesianas y demostrando cuánta necesidad tenía de que los buenos cristianos le 
ayudaran en sus obras benéficas. Bajó del púlpito y pasó él en persona a hacer la colecta. Recogió mil ochocientos francos, la mitad de la 
última vez; pero hay que tener en cuenta que aquel año se atravesaba un período de crisis económica, por lo que estaban estancados los 
negocios y había disminuido mucho el número de turistas forasteros. La tentativa de una exposición nacional, en lugar de aportar 
ganancias, había producido apuros económicos, causando pérdidas a los especuladores, a los expositores y a la comisión organizadora. 

La salud de don Bosco iba muy bien; por eso repetía muchas veces al día: Bendito sea Dios en todo. Así, el día doce, pudo ir a Cannes en 
compañía de don José Ronchail. Tal vez pertenecen a este viaje unos episodios, de los que nos habla una cooperadora, apoyándose en la fe 
de testigos oculares. 

En Cannes el Santo celebraba con gusto la misa en la iglesia de las religiosas de Santo Tomás de Villanueva, que dirigían un orfanato de 

niñas fundado por los marqueses de Vallombrosa. Apenas se esparcía la voz de que iba allí don Bosco, como por ensalmo acudían de todas 
48 
partes de la ciudad hasta llenar capilla y patio. Una mañana le presentaron para que le bendijera una muchacha con una enfermedad 

intestinal, que le causaba hinchazón del vientre. Preguntóle la madre, después de la bendición, si la niña curaría: 

-Sí, contestó don Bosco; pero el Señor les pedirá a ustedes un gran sacrificio. 

Efectivamente la enferma curó; pero, de allí a poco, la señora perdió a su padre. 

En otra ocasión estaban reunidas alrededor del Santo las huérfanas a las que había bendecido y, de pronto, dirigiéndose a la superiora, le 

dijo: 

-Usted, madre, tiene a una de estas muchachas ((46)) muy enferma. 

Exactamente era así; pero el mal no se veía, puesto que se trataba de una úlcera maligna en la base de la espina dorsal. Había que renovar 

las curas cada día. Don Bosco se acercó a la joven, que tenía unos dieciocho años, y, después de bendecirla, le dijo: 

-Se curará, sí se curará, hija mía. 

Y efectivamente curó. 

Un día, mientras se entretenía familiarmente con las buenas religiosas, les preguntó: 

-»Qué quieren que pida al Señor para ustedes? 

-Que nuestras muchachas sean muy piadosas, le respondieron. 

-»Podría decirnos, preguntó una de las más antiguas, si volveremos al hospital? 

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Antes de la ley de supresión de las órdenes religiosas, llevaban ellas desde hacía mucho tiempo la dirección del hospital de Cannes, que 
cayó después en manos del Gobierno y fue secularizado. Ante aquella pregunta, levantó el Santo los ojos al cielo, y contestó: 

-Sí, pero tiene que pasar todavía algún tiempo. Yo ya habré muerto, usted también habrá muerto, usted también... 

Y fue repitiendo las mismas palabras a todas individualmente, excepto a una sola; a la que saltó. Esta se llamaba sor Valeria, la cual en, 
efecto, murió el año 1932, dos años después de la vuelta de las hermanas a su antiguo hospital. 

Esta hermana no estaba presente cuando don Bosco habló a la joven de la úlcera. Habiendo entrado de improviso después del hecho, le 
dijo: 

-Padre, tenemos una joven muy enferma... 

Y don Bosco la interrumpió diciendo: 

-Lo sé, sor, todo está remediado. 
49 

Después de la partida para Cannes, habíase presentado en Niza una Condesa para rogarle que fuera a bendecir a un nietecito suyo, que 
padecía dolorosísimas convulsiones con las que parecía iba a morir asfixiado; pero, no habiéndolo encontrado, le telegrafió a Cannes. Dos 
días después, llegó momentáneamente don José Ronchail a Niza y le sustituyó don Julio Barberis para atender a don Bosco. Volvió de 
nuevo la Condesa a preguntarle: 

-Usted, que estaba con don Bosco, »sabría decirme con exactitud la hora en que recibió mi telegrama? 

((47)) -Lo recibió a las cuatro y media de la tarde e inmediatamente envió la bendición de María Auxiliadora, rezando por el enfermo. 

-íQué maravilla!, exclamó la señora. A las cuatro y media en punto cesaron las convulsiones y el chiquitín ya está mejor, y casi 
totalmente curado. 

La primera vez había dado una limosna y, la segunda, dio otra mayor. 
Acompañado por don José Ronchail y don Julio Barberis siguió el Santo viaje hacia Fréjus, donde comió con el Obispo, siempre muy 
bondadoso con los Salesianos. No se había dicho nada a nadie de que don Bosco iba a Fréjus; al mismo Obispo habíasele escrito la tarde 
anterior a hora muy avanzada. 

A pesar de todo, inmediatamente después de la comida, había una multitud de personas esperando en palacio para hablarle, y él, siempre 
condescendiente, dio audiencias hasta la hora de salir. Entre otros, se presentó el vizconde de Villeneuve, que vivía cerca de la casa de La 
Navarre, para rogarle que diese allí a su hijo la primera comunión. No tenía el niño los once años cumplidos, y, por entonces, no se admitía 
en Francia a los niños a la mesa eucarística hasta los catorce años cumplidos. Por consiguiente, el párroco se oponía resueltamente a 
aquella peligrosa excepción; el Obispo mismo habría negado el permiso, de no haber intervenido el Santo de la comunión temprana y 
frecuente. 

Lo acompañaron a la estación los dos Vicarios Generales, el predicador de la cuaresma en la catedral y cinco o seis personas más. 
Después de despedirse de don José Ronchail, que volvió a Niza, siguió con don Julio Barberis hasta Tolón, donde le esperaban 
ansiosamente los condes Colle. Pasó la noche con ellos. En el mes de febrero don Bosco había pedido al Conde cien mil francos para 
comprar la casa Belleza 1: mas su carta, no bien entendida, produjo alguna turbación 

1 Véase Vol. XVI, pág. 572. 
50 
en el ánimo de ambos. Oídas las explicaciones en aquella ocasión, intercambiáronse los dos algunas palabras, y concluyó el Conde 
sonriendo: 

((48)) -Pues bien, le daremos cincuenta mil francos, cuando podamos. 

-»Y por qué no cien mil?, replicó la Condesa. 

-Bueno, sean cien mil, añadió el Conde. Aunque, pensándolo mejor... tengo que vender ciertos títulos... Si te parece bien (volviéndose a 

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su esposa), podríamos dar a don Bosco ciento cincuenta mil francos. 

-Sí, sí, aprobó la santa mujer. 

-Helos, pues, aquí: cincuenta mil francos para comprar los terrenos Belleza del Oratorio; cincuenta mil para la iglesia del Sagrado 
Corazón en Roma y cincuenta mil para las misiones de Patagonia. 

La generosidad superó toda esperanza; más tarde dobló la cantidad para la compra dicha. Cuando el Conde y la Condesa tenían la suerte 
de hablar con don Bosco, no se cansaban de preguntarle y escucharle. Aquella noche ya se prolongaba mucho la conversación después de 
cenar, sin que diesen muestra de querer acabar. Hacia las diez, don Bosco se caía de sueño y dio a entender que sentía necesidad de 
descansar. Se levantaron, pero el diálogo siguió en pie. Por fin, tomó el Conde la luz y le acompañó con la Condesa hasta la puerta de la 
habitación preparada para él; pero estaban ya en el umbral y saltaron nuevas preguntas, que requerían nuevas respuestas. Entró, por fin, y 
siguióle el Conde para cerciorarse de si todo estaba en orden. Cuando el Siervo de Dios se acostó, faltaba poco para medianoche. 

Partió a las ocho y media del día quince y, en dos horas, llegó a Marsella. Como de costumbre, el gentío de visitantes se apiñó a su 
alrededor sin parar. Sin embargo, todo procedía con más tranquilidad que el año anterior. Pero se repitieron con más frecuencia los casos 
de señoras, que, queriendo confesarse con él y no sabiendo cómo lograrlo de otro modo, se arrodillaban en el suelo en medio de la 
habitación y empezaban la acusación de sus faltas. Inútilmente insistía don Bosco diciendo que aquél no era lugar para confesar a mujeres 
y que las leyes ((49)) de la Iglesia no lo consentían; no había manera de hacerlas callar. 

-Es que yo no puedo confesarla aquí, replicaba don Bosco. 

-Vamos, pues, a la iglesia. 

-No puedo, no tengo tiempo. 

Era preciso resignarse. Cuando terminaban, les decía: 

-»Y ahora qué hacemos? No me es lícito darle aquí la absolución. 
51 

Pero ellas no se desconcertaban, sino que se consideraban felices por haberle abierto su corazón y recibir de él algún buen consejo. 

Recibió en Marsella una carta muy conmovedora de París. En el año 1883 había bendecido allí a una muchachita de unos diez años, 
dejando en ella tal impresión de bondad, que quedó como santamente sugestionada. Habiéndose enterado de los apuros económicos de don 
Bosco, la niña guardó desde entonces en adelante todo el dinero que recibía como regalo, sin gastar ni un céntimo, como acostumbran los 
niños para chucherías o juguetes; y cuando tuvo reunidos cien francos, se los envió con una cartita suya, acompañada por otra de la madre 

1. 
Cerca de Marsella estaba la casa de la Providencia, abierta en otoño de 1883 para los novicios franceses. Ya hemos hablado del sueño, en 
el que don Bosco había visto claramente tres años antes el lugar del futuro noviciado 2; nos falta ahora completar la narración y hablar de 
la visita que hizo el Santo. 

El año 1883 la señora parisiense Pastré, después de haber oído a don Bosco en la Madeleine, quiso a toda costa abrirse paso entre el 
inmenso gentío para llegar hasta él, hablarle en la sacristía y poner en sus manos una limosna, como veía que hacían muchas otras señoras; 
después, rebosando alegría, se fue. No mucho más tarde cayó enferma la hija y se agravó hasta llegar a las puertas de la muerte. Con 
aquellos días de preocupación coincidió el día ((50)) onomástico de la madre y he aquí que la víspera le llegaba una carta de don Bosco 
con la felicitación y la promesa de que la hija curaría; que empezara, por tanto, una novena a María Auxiliadora, al tiempo que él unía 
desde Turín sus oraciones a las de ella. 

»Cómo había podido enterarse don Bosco de la enferma? »Y cómo podía conocer con tal precisión la calle y número de su casa? 
Impresionada por el doble enigma, empezó con fervor la novena. Al tercer día, la hija, que hacía días no probaba bocado, pedía de comer. 
Volvió a pedirlo por segunda y tercera vez; después se levantó y pudo caminar y, una vez terminada la novena, fue a la iglesia para dar 
gracias a la Virgen. 

Toda la familia, fuera de sí por la alegría, estudiaba cómo demostrar su agradecimiento cuando se supo que don Bosco necesitaba una 
casa cerca de Marsella para instalar a sus novicios, y la señora que, además de algunas fincas por los alrededores de París, poseía otras dos 

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1 Bull. Salés mayo 1884. 

2 Véase Vol. XV, pág. 57. 
52 
próximas a Marsella, ofreció inmediatamente una a don José Bologna y a don Pablo Albera. Fueron éstos a verla y les pareció capaz, bien 
emplazada y bien amueblada, ya que la señora no quería tocar los muebles que en ella había. A tambor batiente, se estipuló un contrato 
legal de arriendo para quince años por mil doscientos francos al año; pero la propietaria se obligaba, con escritura privada, a ceder el uso 
completo y gratuito durante todo aquel período, dejando para otra fecha otras determinaciones; en aquel momento, había razones familiares 
que no le dejaban mano libre para obrar de otro modo 1. 

Don Bosco fue el diecisiete de marzo a ver aquel nuevo vivero de la Congregación. Fue recibido con las acostumbradas aclamaciones y, 
apenas puso el pie en casa, preguntó: 

-»Hay pinos? 

-íSí; los hay! 

-»Pero muchos? 

((51)) -íSí muchísimos! Toda la montañeta está cubierta de pinos. 

-»Hay también alamedas? 

-Sí, muy hermosas. 

-Pero »hay una o más de una? 

-Hay varias. 

-»Hay también un canal de agua, detrás de la casa? 

-Hay un magnífico canal. 

-»Pero atraviesa de parte a parte toda la finca? 

-La atraviesa totalmente. 

-Pues bien, es realmente aquélla. No necesito verla. Más aún, ahora comprendo por qué en el sueño no se me dijo: Aquí tienes una casa, 
que te ha sido regalada o comprada, sino que se me dijo: Esta casa está a tu disposición. 

El último Capítulo General había reconocido la necesidad de un noviciado especial para Francia, y eso antes de que se hiciese el 
ofrecimiento; he aquí, pues, cómo aquella providencia venía no sólo a confirmar la verdad del sueño, sino también a sancionar la 
determinación tomada. 

El buen Padre hubiera deseado pasar un rato después del mediodía con aquellos sus hijos queridos; pero tuvo que conformarse con unos 
pocos minutos, porque iba llegando gente y las señoras de la comisión marsellesa, que habían determinado celebrar una reunión en la 
nueva casa bajo la presidencia de don Bosco, y ya estaban dando vueltas por las alamedas. Don Bosco las recibió con la mayor bondad, 

1 Véase el Libro de actas de la Comisión de Damas, de Marsella, 16 de noviembre de 1883. 
53 

interesándose por las presentes y también por las pocas que no habían podido acudir. Rezáronse las oraciones reglamentarias, oyó la lectura 
del acta de la última sesión, dio las gracias por las laudatorias palabras en ella consignadas sobre su persona y, como algunas se lamentaban 
de que ciertos suscriptores se negaban a seguir dando sus caritativas aportaciones, dijo: 

-En estos casos, no se puede hacer más que estar tranquilos y buscar la manera de substituir a quien se retira. Es verdad que los tiempos 
son críticos; mas, por el bien de las almas, de la sociedad y de nosotros mismos, importa mucho preservar a la juventud en medio de tanta 

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perversidad. La escuela ((52)) del mal no actúa sólo en la sociedad; sino que, a menudo y por desgracia, los jóvenes encuentran maestros 
de perversión hasta en sus casas y entre sus parientes. Es consolador ver los buenos resultados que se obtienen en San León; es muy 
consolador, además, observar cómo los alumnos observan buena conducta y gozan de perfecta salud. Tienen todos buen apetito y es una 
delicia verlos comer, aunque vengan después las cuentas del panadero. 

Alabó, a continuación, el celo de la Comisión, diciendo que él no podía olvidar su benevolencia con el oratorio de San León y 
asegurando que cada mañana tenía por ellas un recuerdo especial en el altar. Supuso al llegar a este punto que le preguntaran si hacía lo 
mismo con todas las Comisiones, y contestó: 

-Les diré que, en otras partes, ya se ha hablado y vuelto a hablar de las comisiones; pero las buenas intenciones no dan pan para sostener 
a nuestros jóvenes, de modo que sólo en Marsella hay una verdadera comisión. 

Algunas socias pusieron de relieve que, si sólo en Marsella había una comisión, era porque sólo en Marsella había un cura párroco como 
el canónigo Guiol. Don Bosco manifestó su satisfacción de que se reconociera esta verdad y de poder manifestar su alegría. Después siguió 
diciendo: 

-Ya que no puedo dar las gracias personalmente a cada una de las señoras de la comisión, lo hago a todas juntas en la persona del 
párroco, organizador de la Comisión y tan benemérito de la obra. Mientras Dios no llame a don Bosco a la eternidad, recordará a todas de 
una manera especial ante el Señor para que les colme de sus bendiciones en este mundo y, a su tiempo, lo más tarde posible, les dé el 
paraíso. 

Por fin habló de San León: 

-El oratorio marcha bien, dijo. En este momento no hay albañiles 
54 

en casa y, por tanto, las salidas casi no superan las entradas. Pero se necesitaría dinero para el Orfanato de Saint-Cyr, donde se preparan 
unas niñas pobres para la agricultura. Hay que hacer reparaciones cuando todavía no se ha pagado el tejado. Don Pablo Albera no quiere 
darme nada y, por eso, yo recomiendo Saint-Cyr a la Comisión. 

Para hacer efectiva esta recomendación, se determinó en la sesión el día veinticuatro de abril que, ((53)) reservando la zona de Marsella 
totalmente para San León, se recogería para Saint-Cyr el óbolo de la caridad en el territorio de Aubagne, en cuya periferia se encontraba la 
casa de Saint-Cyr. Una vez acabada la reunión, invitó a las señoras a ir a la capilla para la bendición, y después las recibió en audiencia una 
a una como deseaban, con lo que estuvo ocupado hasta la noche. Se hubiera deseado que durmiese en la quietud de aquella morada; pero, 
la promesa de celebrar en Marsella al día siguiente le obligó a salir 1. 

Por las relaciones orales y escritas de don Julio Barberis, se sabe que el entusiasmo de Marsella por el Siervo de Dios superó toda 
imaginación. Empleados de toda clase se sentían honrados por atenderle; los notarios y abogados le ofrecían gratuitamente sus servicios, 
considerándose afortunados de que se los pidiese; los médicos le visitaban a él y a sus muchachos, felices por haberle hecho un favor; los 
poetas componían versos para ensalzarlo; y los pintores de valía sacaban su retrato. Los periodistas corresponsales de Francia llamaban la 
atención de los buenos sobre él en otros países. De la vecina España llegaban cartas entusiastas, invitándole a cruzar los Pirineos, y, en la 
lejana Hungría, el Magyar Atlant de Budapest publicaba en apéndice la traducción de la biografía de don Bosco, escrita por D'Espiney. 

Adondequiera que iba recibía nuevas pruebas de la bondad de María Santísima, invocada con el título de Auxilio de los Cristianos. En 
las familias visitadas y en las cartas recibidas se percibía un himno continuo de acción de gracias a la Virgen por los favores obtenidos con 
su mediación durante el transcurso del último año. Iban a referirle curaciones extraordinarias, conversiones ansiadas, asuntos domésticos 
arreglados contra toda esperanza humana, beneficios espirituales y materiales obtenidos después de una novena o tras unas simples 
oraciones. Todo esto conmovía de tal manera al Santo que, al hablar de ello, se le saltaban las lagrimas; consolaba, ((54)) ademas, ver 
cómo se disipaba la errónea opinión de que se debía recurrir a él para alcanzar gracias, cuando, por el contrario, bastaba socorrer las obras 
salesianas 

1 Lleva fecha del diecisiete de marzo una carta de don Bosco, de la que tenemos copia, mas sin designar al destinatario (Ap. Doc. núm. 
5). 
55 

para ser recompensados por la Santísima Virgen, que las consideraba como suyas. 

El veintidós de marzo, fue a comer en casa del señor Broquier. Era un abogado muy conocido en Marsella; Pío IX le había encargado 

Fin de Página: 56 


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algunas causas, que interesaban a la Santa Sede. En otro tiempo, dominado por la manía de figurar, no se daba en la ciudad una fiesta 
importante a la que no acudiese para hacer alarde de su persona. Pero más tarde, meditando en la vanitas vanitatum de la gloria del mundo, 
había cambiado completamente de parecer y de sentimientos y vivía apartado incluso del foro. Tenía en casa capilla privada, donde pasaba 
buena parte del día en oración. Y, cada mañana, revestido con hábito de capuchino, ayudaba a la misa. Su mujer cantaba magníficamente; 
y, si en tiempos pasados, no faltaba nunca la señora Broquier para hacer gala de su voz en veladas públicas y en tertulias de las familias 
señoriales, ahora tampoco salía casi nunca, sino que trabajaba asiduamente agujando y calcetando para el oratorio de San León. Como eran 
muy ricos, los dos esposos gastaban mucho en beneficencia y socorrían a don Bosco con generosidad. 

Después de la comida era esperado el Santo en varios lugares, a los que no pudo negarse a ir; pero lo aguardaban especialmente las 
monjas de la Visitación. Una de ellas hacía verdaderamente desesperar a las superioras, al capellán e incluso al Obispo. Don Bosco no la 
conocía ni sabía una palabra de sus extravagancias. Pues bien, apenas entró arrodilláronse las religiosas a la espera de su bendición, y, 
mientras se encomendaban todas a sus oraciones, él, tomando a aquélla de la mano le dijo: 

-Rezaré especialmente por usted, para que el Señor le conceda esto y aquello, le libre de eso y de lo otro, y pueda usted hacer así y asá. 

Las hermanas, sorprendidas primero y emocionadas después, se miraban unas a otras llorando y diciendo: 

-íEsto es un milagro! 

Sugirióle, después, los medios para corregirse de sus defectos y aseguró a las superioras que, de aquel momento en adelante, ella no 
((55)) sería ya la de antes. Por la fiesta de la Anunciación, fue el capellán a decirle que la monja se pasaba las horas en la iglesia rezando, 
que había pedido perdón a las superioras y que, desde hacía tres días, daba buen ejemplo a la comunidad en todo y por todo. 

El día veinticuatro creció tan desmesuradamente la afluencia de visitantes que don Julio Barberis se colocó a la entrada de la habitación 
obligándoles a pasar en grupos de seis y de ocho y recomendando 
56 

que saludaran, recibieran la bendición y se retiraran, Las dos primeras cosas las observaban, pero la tercera no había manera de lograrla. 
Los grupos se arrodillaban enseguida; pero, una vez recibida la bendición, se agolpaban a su alrededor, poniendo en sus manos rosarios y 
escapularios y entonces cada uno tenía una palabra que decirle, una limosna que entregarle, una bendición que pedirle para el hijo o la hija, 
para el padre o la madre, para el pariente enfermo, para necesidades familiares. Hubo un momento en el que estaban arrodillados ante él 
hasta cinco sacerdotes. Para aquel lunes había invitado a ir a San León a los novicios, ya que no les había podido hablar en la Providencia 
como él hubiera deseado; pero no les fue posible a éstos decirle una palabra. 

Aunque estaba tan asediado, todavía encontró la manera de cumplir dos ceremonias. Por la mañana, bautizó y dio la comunión a un joven 
negro, internado en el oratorio; la capilla lógicamente estaba de bote en bote. Por la tarde, dio la conferencia a los Cooperadores, con 
asistencia del Obispo, que confirmó al negro. Fue breve y sencillo: pidió a los bienhechores que le ayudaran a pagar las facturas de 
panaderos y albañiles, pues los muchachos no podían vivir sin pan y sin techo. Monseñor apoyó y encareció sus recomendaciones y, 
cuando estuvo fuera, dijo de él: 

-Habla como hablan los Santos; tan grande es la eficacia y la unción de sus palabras 1. 

Todos los años los alumnos de la casa hacían una excursión a la finca del señor Olive, el generoso Cooperador, que ya conocemos. En 
esta ocasión el padre y la madre servían ((56)) la mesa de los superiores; y los hijos, las de los alumnos. Habían preparado una rifa, para la 
que cada uno de los superiores y de los muchachos tenía su número, de suerte que a todos les tocaba algún objeto; de este modo 
precisamente regalaron su coche al oratorio de San León. En 1884, se hizo la excursión durante la estancia de don Bosco en Marsella; y 
sucedió un curioso episodio. Mientras se divertían los alumnos por los jardines, una sirvienta acudió apurada a la señora Olive, diciendo: 

-Señora, la olla, donde se cuece la sopa para los muchachos, tiene un escape y no logro en modo alguno poner remedio. Tendrán que 
quedarse sin sopa. 

El ama, que poseía una gran fe en don Bosco, tuvo una idea. Mandó llamar a todos los muchachos y les dijo: 

-Escuchad: si queréis comer la sopa, arrodillaos aquí y rezad un 

1 Bull. Salés. mayo 1884. 
57 

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padrenuestro, avemaría y gloriapatri a don Bosco, para que haga restañar la olla. 
Los muchachos obedecieron. Y, al instante, acabóse el escape de la olla. El hecho es histórico; pero, cuando don Bosco lo oyó contar, 

rióse con todas sus ganas y dijo: 

-En adelante llamarán a don Bosco protector de los stagnín (soldadores o estañadores). 

Los trabajos descritos hasta ahora no induzcan a creer que don Bosco se había rehecho como por ensalmo; su recuperación era tan escasa 
que el inspector, don Pablo Albera, muy preocupado por su situación, se adhirió a la sugerencia de quien le aconsejaba llamar al doctor 
Combal, profesor en la Universidad de Montpellier y verdadera celebridad médica. Acudían a él de todas partes de Europa, hasta de Prusia 
Recibir la invitación y emprender el viaje fue cosa de un instante. Pasó la noche en el tren, y llegó a Marsella el día veinticinco, al rayar el 
día. 

Era un católico ferviente y fue antes a cumplir con sus devociones en el santuario de la Guardia; después se presentó en San León. 
Introducido hasta don Bosco, se arrodilló a sus pies y besó humildemente su mano. Don Bosco, al ver su modesto traje y su humilde 
actitud, lo tomó por un ayudante del médico y, sin más, le pidió noticias de su jefe. 

((57)) -Soy yo Combal, dijo el doctor. Me considero muy afortunado por poderle ser útil de alguna manera y servirle. 

-»Es usted el célebre Combal? »Por qué, por qué, presentarse de esta manera? íNo puedo permitirlo, levántese! íQué dicha para mí poder 

conocerle! 

Levantóse el doctor, examinó atentamente a don Bosco durante más de una hora, lo interrogó y estuvo pensativo un rato sin decir nada. 

-Y bien, »qué le parece?, preguntó don Bosco. 

-Usted, contestó el médico, ha agotado la vida con un trabajo excesivo. Es como un traje gastado, por haberlo llevado días festivos y 

laborables. Para conservar todavía este traje por algún tiempo, el único medio será guardarlo en el armario ropero. Quiero decir que la 
mejor medicina para usted sería el descanso absoluto. 

-Pues éste es el único remedio, al que no puedo someterme, contestó sonriendo el Siervo de Dios. »Cómo es posible descansar, cuando se 
llevan entre manos tantos asuntos ya empezados? 

-Comprendo, replicó el médico, pero »cómo hacer? Dé al menos a sus dependientes todo el trabajo que pueda, y usted descanse lo más 

58 
posible. Yo no sabría qué otro consejo darle. No encuentro desarreglos orgánicos; intentemos, por tanto, remediar su extremada debilidad 
general. 

Rogáronle que extendiese un diagnóstico pormenorizado y prescribiese los remedios más eficaces, y se prestó a ello con gusto. 

He aquí su informe: 

Los informes, que me proporcionó el Rvmo. Padre don Bosco, acerca de los antecedentes y el resultado de las investigaciones, que yo 
mismo hice, nos autorizan a reconocer en él la existencia de un estado morboso general y local en el hígado. 

A. Elementos generales:
1.° Debilidad general con anemia.
2.° Una dirección de flujo hacia la mucosa del aparato respiratorio.
3.° Erectismo nervioso.
4.° Tal vez también un residuo de infección palúdica.
((58)) B. Elementos locales:
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5.° Algo de irritación en la mucosa bronquial, resultante de la repetición de los movimientos del flujo. 

6.° Ligero aumento del volumen del hígado. 

Estos diversos elementos son la base de las indicaciones terapéuticas principales. Se tendrá que poner remedio con el auxilio de los 
medios siguientes: 

1.° Tomar mañana y tarde, inmediatamente antes de cada comida, una cucharada de vino de Vial (fosfato de cal, pulpa de tamarindo y 
quina). 

2.° Beber medio vaso de Vals, fuente Dominique, mezclada con el vino en las comidas. 

3.° Tener libre el vientre tomando a intervalos (una vez a la semana) por la noche a la hora de acostarse una cucharadita de café con 
polvo de Vichy del doctor Soulegoce en un cuarto de vaso de agua. 

4.° Régimen alimenticio mixto: carne con verdura cocida, huevos pasados por agua, lacticinios. 

5.° Alternar cada mes durante diez días, el agua de Vals con la de la Bourbade, a beber en las comidas. 

6.° Dejar por algún tiempo los trabajos habituales y sobre todo las tensiones de espíritu prolongadas. 

Marsella, 25 de marzo de 1884 

Firmado, COMBAL 

Cuando el Santo tuvo en sus manos la hoja, dijo al Doctor: 

-No sé cómo expresarle mi gratitud. Sé que usted es generoso, pero quiero que, al menos, no tenga usted que cargar con los gastos del 
viaje. 

-De ningún modo, contestó con brío el Doctor. He esperado mucho el precioso momento de ver a don Bosco y este momento ha llegado. 
Mi recompensa consiste en poder decir que he visto a don Bosco. No le toca a usted, sino a mí estar agradecido. Le debo a mi 
59 

hija. »No recuerda que el año pasado le escribí recomendándola a sus oraciones? Hacía mucho tiempo que estaba enferma de un mal 
incurable. íImagínese los sufrimientos de mi pobre corazón! Pero después que usted rezó, empezó ella inmediatamente a sentirse mejor y, 
en breve, se restableció perfectamente. Debo, pues, a usted la curación de mi hija y he venido aquí, no sólo como médico, sino también 
como deudor, que quiere pagar su ((59)) deuda a la Santísima Virgen Auxiliadora. Ruégole, pues, se digne aceptar esta pequeña limosna. 

Y, así diciendo, le entregó un sobre con tanta insistencia, que don Bosco tuvo que aceptar. Eran cuatrocientos francos. Al despedirse, 
renovó con las más cordiales expresiones el ruego de que lo considerase siempre como un humilde servidor suyo, dispuesto a acudir a toda 
indicación en cualquier tiempo y en cualquier lugar. 

Desde Marsella volvió don Bosco a Tolón el día veintiséis, con inmensa alegría de los condes Colle, que atrancaron las puertas de la casa 
para que nadie fuera a interrumpir sus conversaciones y ni siquiera le dejaron dar la conferencia para la colecta. 

-Aquí mandamos nosotros, decían, y también queremos disfrutarlo nosotros. 

A pesar de todo, la noticia de su llegada fue sabida por uno o dos, y se difundió poco a poco de tal modo que, por último, fue forzoso 
ceder y dejar entrar; de esta suerte el Siervo de Dios, que esperaba descansar, se cansó y no poco. 

El día veintisiete partió para La Navarre en compañía de los condes. Encontró la finca en plan de transformación. El lugar es encantador 
por sí mismo. Un amplio semicírculo de bellísimas colinas, cubiertas de verdes pinos y alcornoques, lo mismo en verano que en invierno, 
ciñe una llanura, primero pendiente y cubierta de magníficos viñedos, después llana y tapizada de prados y trigales. Exactamente en su 
centro se levanta la blanca silueta de la casa; detrás, se extienden los campos de flores, industria del país y las tierras de huerta; más allá de 
los prados, dan su preciado fruto millares de olivos. No hay a su alrededor servidumbre de gente extraña ni de ninguna otra clase, ni se ven 
caseríos en mucho trecho más allá de su límites. Cuando se tomó posesión del lugar, aquella amenidad era una desolación; entonces iba en 

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aumento el medro de todo: la cosecha del año anterior había producido doce mil francos sólo de vino 1. 

La casa, pues, se levantaba aislada en medio de una deliciosa soledad; pero a la. llegada de don Bosco bullía en ella, ((60)) dentro y 
fuera, 

1 Libro de crónica, 30 de noviembre de 1883. 
60 
un gentío que se había trasladado hasta allí desde las primeras horas de la mañana. Cuatro ómnibus de Tolón, tres de Hyères, uno de La 
Crau, y otros de diversos pueblos habían llevado más de un centenar de personas. Se había organizado una verdadera peregrinación desde 
Marsella. Llegaron coches particulares con nobles señores de las cercanías. Acudieron también diversos párrocos con el Vicario General de 
Fréjus y se presentaron el barón Héraud y el arquitecto Levrot de Niza. 

Los vigías adelantados dieron a las diez y media el grito de que llegaba don Bosco. El gentío salió a su encuentro y lo rodeó. El, siempre 
tranquilo y dispuesto a contentar a todos, no daba muestras de tener ninguna prisa. Todos aquellos forasteros habían acudido para asistir a 
la bendición de la nueva iglesia dedicada a María Auxiliadora y construida con el dinero del conde Colle. El Siervo de Dios descansó un 
rato y, después de tomar un refrigerio, procedió a la ceremonia, asistido por numeroso clero y el Vicario General que cedió muy gustoso a 
don Bosco el honor de presidir el sagrado rito. Estaban presentes el abate Guiol, el inspector don Pablo Albera, y un grupo de párrocos de 
las cercanías. Terminado el acto, no quiso don Bosco que faltase una breve conferencia 1. 

El día veintiocho por la mañana hubo otra función, pero toda ella en la intimidad: la primera comunión del hijo y de la hija de los 
vizcondes de Villeneuve. Se celebraba la fiesta de San José, Patrono de la casa. Don Bosco celebró la misa de comunidad y el Vicario 
General de la diócesis predicó el panegírico en la misa solemne. Fue una jornada de cantos y música y de alegría desbordante. 

El Santo no volvería a ver aquella escuela de agricultura, la primera por él instituida; pero su bendición no quedó sin fruto. La obra 
progresó material y moralmente, hasta superar la expectación de los mismos superiores y de los bienhechores. Y hoy sobrevive después de 
tantos avatares ((61)) y lleva visiblemente grabada la huella de aquella última bendición paterna. 

El domingo día treinta, después de vísperas, salió don Bosco de La Navarre: un desagradable contratiempo dióle ocasión de ejercitar la 
paciencia. Tenía que ir a buscarle el coche de una señora, que había prometido con gran júbilo prestarle aquel servicio; mas por un 
malentendido no fue. Por tanto, hubo que enganchar el caballo de la casa 

1 Recuerda aquella jornada la carta, que una Cooperadora de Auxerre dirige a don Miguel Rúa después de la muerte de don Bosco. Sólo 
tenemos la copia, tal vez algo viada de la verdad en un punto; pero es útil conocerla (Ap. Doc. núm. 6). 
61 

a una primitiva e incómoda tartana. Como el camino era pedregoso, el carruaje iba a brincos, descomponiendo de mala manera el estómago 
a don Bosco. Vióse, por ello, obligado a apearse y hacer a pie con mucho trabajo media hora de camino entre guijarros y polvo, teniendo, 
además, que luchar contra un viento fuerte y frío. Llegaron de este modo a un castillo denominado Castilla, a cuyos señores había 
prometido el día anterior una visita. Ellos, que lo esperaban, al verle en aquel estado, le prepararon rápidamente una providencial taza de 
té. Y, al llegar la hora de la partida, le ofrecieron su coche de dos caballos, en el cual recorrió el resto del camino. 

El hijo de los señores, que el año anterior se encontraba gravemente enfermo y había ido a pedirle la bendición, se presentó para darle las 
gracias, ya que, a partir de aquel momento, había comenzado a mejorar y se encontraba muy bien. Durante la conversación se lamentaban 
todos de la obstinada sequía, que abrasaba el campo. 

-Diga usted una palabra al Señor, le suplicaban, y el Señor nos enviará la lluvia. 

-Sí, sí, respondió él, ruego por la lluvia y mañana celebraré la misa según esta intención. 

-»Cree usted, que lloverá? 

-Sí, lo creo. El Señor ha prometido que donde dos o tres se reúnen para pedir algo al Eterno Padre, en su nombre, El estará en medio de 
ellos. Nosotros estamos reunidos aquí unos cuantos para pedir una cosa al Señor; por consiguiente, Jesús está con nosotros. 

-Pero nosotros somos muy malos y el Señor no nos escucha. 

((62)) -Nosotros somos muy malos y no merecemos que el Señor nos escuche; pero, en medio de nosotros, está Jesús que hace nuestras 

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veces. 

-»Así, dice usted de veras que lloverá? Hace poco menos de un año que no llueve. 

-Sí, sí, lloverá. Hace unos días que el Obispo ha ordenado se diga en todas las misas la oración por la lluvia. El Señor no es sordo a tanta 
oraciones. Preocupémonos solamente de no impedir a Jesús que esté con nosotros. 

Después de estas y otras conversaciones, tras rezar para obtener la lluvia y dar la bendición a todos, partió hacia otro castillo, La Bastide, 
a media hora de coche. Allí tenían que pernoctar los viajeros con la familia Obert. En la cena se habló también sobre la lluvia tan necesaria 
y, de nuevo, volvió don Bosco a prometer que llovería. La señora contestó: 

-Daría cualquier cosa, si lloviese. 
62 

Con este pensamiento fueron a descansar. Estaban en el primer sueño, cuando un gran estruendo despertó a don Julio Barberis y a otros: 
la lluvia caía a cántaros; llovió durante toda la noche y aún siguió toda la mañana. La señora entregó a don Bosco quinientos francos y 
prometió otras limosnas semejantes si el campo marchaba bien. Un sacerdote de Lyon, que estaba allí de paso, exclamó: 

-He ahí lo que significa hospedar a los Santos. 

Distaba poco Antibes, pequeña ciudad de la costa entre Cannes y Niza. Una rica familia de allí ponía a disposición de don Bosco una 
finca de su propiedad, para que abriese en ella una casa. Visitó a aquellos señores el día primero de abril, a su regreso a Niza. Durante las 
pocas horas de parada se le presentaron tres personas distinguidas para saludarle y agracederle el saludable efecto de una bendición que les 
había dado. A este propósito, atestigua su compañero de viaje: «Puedo asegurar con toda certeza que, por lo menos cien personas, unos por 
carta y otros de viva voz, dieron gracias a don Bosco en este mes por el mismo motivo, a saber, por el resultado de bendiciones, que les 
había dado el año anterior». 

Tomó el tren para Niza y, en una estación intermedia, subió ((63)) al mismo departamento una familia entera que, al ver a dos curas 
italianos, comenzó a lamentarse de que, el año anterior en París, no habían tenido tiempo para visitar a don Bosco. A la hora de bajar, 
mientras se disponían a ello, una de las hijas dijo al padre: 

-Me parece que aquel sacerdote debe de ser don Bosco. 

El padre, como disparado por un resorte, le preguntó: 

-Perdone, »es usted don Bosco? 

A la respuesta afirmativa, padre, madre e hijos se arrodillaron pidiendo la bendición. El Santo los bendijo. Aquellos señores no sabían 
resignarse, por no haberlo conocido hasta el mismo momento de tener que separarse. 

En Niza dio una conferencia el día dos y, a las ocho de la tarde del día tres, llegó a Alassio, donde se encontró con don Juan Cagliero y 
don Juan Bautista Lemoyne, que habían predicado los ejercicios espirituales a los muchachos. Con ellos siguió viaje el día cuatro hacia 
Sampierdarena, adonde llegaban contemporáneamente los otros miembros del Capítulo Superior, excepto don Celestino Durando. Los 
había convocado allí para celebrar aquella misma tarde una reunión y tratar diversos asuntos de la Congregación. Pero antes tuvo tiempo 
para acercarse a Pegli y visitar a la condesa Solms, que habitaba allí desde hacía diez años. Era prima del emperador Guillermo y católica; 
educaba en la religión católica a su hija, mientras los hijos 
63 

seguían siendo protestantes. Tenía muchos deseos y necesidad de ver a don Bosco. Entresacamos algunos datos de las actas de la sesión 
capitular. Con motivo de la admisión de un clérigo francés a las sagradas órdenes, manifestó don Bosco este parecer: 

-Cuando uno no está preparado para hacer la profesión religiosa al mismo tiempo que los demás, hay que despedirlo definitivamente. 
Cuando uno no es admitido a las órdenes, hay que resolverse y decir: usted ya no pertenece a la Congregación. Y se le despide 
formalmente. 

Entonces don Juan Cagliero recordó la idea del padre Franco: que es uno de los mayores errores tener en casa a quien no es capaz para 
recibir las órdenes o profesar. 

El Santo comunicó que su viaje a Francia había dado buenos frutos. 

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-Las casas de Francia, dijo, han vuelto a quedar libres de deudas. La Providencia acudió en nuestra ayuda. ((64)) En Francia nos lo han 
prometido y nos entregarán mucho dinero. El conde Colle nos ofrece ciento cincuenta mil francos, que entregará en este mes. El ingeniero 
Levrot regaló a nuestra casa de Niza ochenta mil. En Saint-Cyr los gastos de construcción superaron los ochenta mil, pero hay de por 
medio un bienhechor. Sin embargo, se hicieron obras no adecuadas al fin que se pretende alcanzar y sin haber informado previamente al 
Capítulo. En Niza, en Marsella, en La Navarre marchan muy bien y sin deudas. 

Unicamente lamentó la manía de un Director por hacer obras. Para frenarla en todos, dijo que era preciso poner siempre dos condiciones: 
1.ª, el permiso del Capítulo, y 2.ª, contar con los medios precisos. De no ser así, no. 

Le dolía también que, en Francia, se introdujesen costumbres disconformes con la pobreza; por ejemplo, alfombras en las salas de 
recibir, con la excusa de que lo exigían los bienhechores. 

La generosidad del ingeniero Levrot pide alguna aclaración. Por una gracia singularísima recibida después de la bendición de don Bosco, 
se había puesto totalmente a su disposición. Un día le habló el Santo de la necesidad de ampliar la casa de Niza. 

-Es cosa hecha, respondió el ingeniero. Basta comenzar los trabajos. 

-Se dice pronto; pero »y el dinero? No sé donde encontrarlo. 

-No se preocupe por eso. Empecemos a trabajar. 

-»Y después? 

-Después algo habrá. »Me da usted permiso para empezar? 
64 

-Comience en buena hora, pero piense que don Bosco no tiene dinero. 

Al día siguiente, presentóse Levrot con su maestro de obras; trazó los planos, envió tablones, pies derechos y puentes para los andamios, 
y a continuación materiales y obreros. Se empezaron así las obras y, al cabo de unos meses, el edificio tenía un piso más para dormitorios y 
se levantaba una amplia capilla. Cuando todo estuvo concluido, ((65)) dijo Levrot al Director: 

-»Ve usted cómo se ha hecho la ampliación sin gastos? 

El gasto se había hecho; pero el generoso señor lo había pagado de su bolsillo. 

En Sampierdarena hizo una parada relativamente larga, con gran satisfacción de superiores y alumnos. Los muchachos habían hecho tres 
días enteros de adoración perpetua ante el Santísimo Sacramento por su curación; por eso, como había una mejoría, se celebró una gran 
fiesta el seis de abril, domingo de Ramos. Tomaron parte en la comida algunas señoras francesas. Habían buscado a don Bosco en 
Marsella, en Cannes y en Niza. Mientras ellas bajaban de un tren, don Bosco partía en otro para Italia. Sin acobardarse, fueron tras él hasta 
Alassio, pero tampoco lo alcanzaron. Por fin, pudieron verle y hablar cómodamente con él en Sampierdarena. Desde allí, se le adelantaron 
hasta Roma, donde permanecieron un mes, visitándole casi a diario. 

Conversando don Bosco con sus hijos de Sampierdarena y tratando de los ejercicios espirituales de los muchachos, dijo: 

-En nuestras casas e iglesias, es preferible llamar siempre para predicar los ejercicios de los nuestros a Salesianos, aun cuando sean 
mediocres en el ministerio de la palabra, mejor que a predicadores óptimos que no pertenezcan a nuestra Congregación. Es más, los 
mejores predicadores, si son extraños, ganan la estimación para sí mismos y, si son religiosos, la ganan para su orden y hacen perder a los 
muchachos el aprecio que tienen de nosotros. Además, éstos no tienen nuestro espíritu, por muy santos y doctos que sean. Invítense, pues, 
lo menos posible. Por esta razón, los jesuitas no permiten que prediquen en sus iglesias más que sus hermanos. 

El itinerario de don Bosco comportaba un nuevo viaje a Roma. Desde Francia había mandado escribir dos veces a don Miguel Rúa para 
que le dijese quién creía era conveniente que lo acompañara, si el secretario don Joaquín Berto o algún otro. No sabemos cuál fue el 
parecer de don Miguel Rúa; pero el Santo hizo que don Juan Bautista Lemoyne se quedara en Sampierdanera para este fin. ((66)) Pero su 
65 

delicadeza de padre le movió a dirigir un pensamiento al primero, escribiéndole: 

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Carísimo Berto: 

Me dicen que tu salud no es todavía la que se desea. Lo siento. Guarda durante mi ausencia todos los cuidados que necesites. Yo rezaré 
por ti. Don Juan Bautista Lemoyne me acompaña a Roma; no sé todavía si me harán falta papeles. Te lo comunicaré, si los necesito. Del 
doce al quince de mayo espero estar en Turín. 

Mi salud ha mejorado algo; pero necesito muchas oraciones. 

Dios te bendiga, mi siempre querido Berto; encomiéndame a Dios en la santa misa y créeme en J. C. 

Sampierdarena, 6 de abril de 1884 

Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

El día siete por la tarde visitó en Sestri-Ponente a la viuda Cataldi, celosa cooperadora salesiana, y, el día ocho por la tarde fue a ver a la 
baronesa Podestà, esposa del alcalde de Génova. Estas y otras señoras de Génova y de los alrededores formaban grupo, con la marquesa 
Ghiglini a la cabeza, para ayudar a don Bosco y a sus obras. 

En los ratos libres, el Siervo de Dios descansaba su espíritu con el recuerdo de antiguas vicisitudes. El día ocho escribía Lemoyne a don 
Juan Bonetti: «Nuestro querido Padre no sabe sostener una conversación sin recordar los tiempos heroicos del Oratorio. Por eso, me 
encarga te comunique que don Domingo Belmonte participó 1 en muchos paseos famosos y que recuerda muchas anécdotas graciosas y 
cómicas de aquel tiempo. Sería, por tanto, oportuno que procurases tener una entrevista con él antes de cerrar esta parte de la Historia del 
Oratorio 2 ((67)) cuando tú vengas a Sampierdarena, o vaya don Domingo Belmonte a Turín. La primera solución sería la mejor; son 
palabras de don Bosco». 

Por fin, el día nueve se despidió don Bosco de Sampierdarena y salió para Génova con don Juan Bautista Lemoyne, que substituía a don 
Julio Barberis. Comió en casa de la marquesa Ghiglini, donde se encontró con un numeroso grupo de señoras, que lo esperaban. Después 
se dirigió a Rapallo para visitar al conde Riant, miembro del Instituto de Francia, rico señor parisiense y escritor de merecida 

1 Era director del hospicio de Sampierdarena. 

2 Don Juan Bonetti publicaba por entregas periódicas en el Boletín la Historia del Oratorio, que fue reimpresa más tarde aparte en un 
volumen titulado cinco lustros del Oratorio de san Francisco de Sales. 
66 

fama. Era aquel que, el año anterior, había experimentado los benéficos efectos de una bendición del Santo 1. El Conde y la Condesa, 
felicísimos de tenerle consigo, le invitaron a pernoctar en la espléndida quinta donde vivían y él aceptó. Después de los primeros agasajos 
salieron a pasear por el parque, que se extendía desde la cumbre de una colinita hasta el mar. El paseo duró hora y media. Don Bosco iba 
con los Condes, y don Juan Bautista Lemoyne con los hijos. Al día siguiente, jueves santo, se confesaron éstos con don Bosco y le 
ayudaron a misa en la capilla de casa; todos cumplieron con Pascua. Escribe Lemoyne 2: «Al despedirse, el Conde estrechó a don Bosco la 
mano de un modo que parecía un saludo eficaz, sólido, afectivo y efectivo». Tomaron el tren y llegaron a La Spezia hacia las dos de la 
tarde. Aquel descanso había repuesto visiblemente a don Bosco. 

En la Spezia le esperaban el día nueve para una conferencia a los Cooperadores, pero la parada de Rapallo, más larga de lo previsto, se lo 
impidió. Habló en su lugar el canónigo David Marinozzi, predicador de la cuaresma. Su estancia hizo que la Pascua fuera más alegre que 
nunca para los Salesianos y sus muchachos. Pero, como sentía marcharse sin haber dicho una palabra en público, lo hizo por la tarde de la 
gran solemnidad; y, como se encontraba con más fuerzas que de costumbre, habló con brío y largo rato. Lemoyne envió a Turín ((68)) un 
amplio resumen de su discurso, que nos parece oportuno trasladar aquí tal como se publicó en el Boletín de mayo. 

Me presento ante vosotros, queridos oyentes, verdaderamente conmovido y agradecido por el bien que habéis hecho y seguís haciendo 
todavía a este o Salesiano. íCuántos jovencitos os deberán el haber conservado la fe, haber vivido como buenos cristianos y haber 
alcanzado la eterna felicidad! Con tal fin, llamo de nuevo a vuestra caridad, y os recomiendo una colecta para el sostenimiento de obras que 
no son mías, sino del Sumo Pontífice, y que le interesan mucho. El, el inmortal Pontífice León XIII, es el primero en daros un espléndido 
ejemplo. Si existe en La Spezia este Oratorio, donde tantos jovencitos encuentran el pan de la vida a El debemos darle las gracias. Sí; el 

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Padre Santo es pobre, vive de limosna, porque le arrebataron todo; sin embargo, el pobre Pontífice encuentra la manera de enviar a La 
Spezia unos socorros que le empobrecen todavía más, para ayudar a los jovencitos de vuestras familias, de vuestra ciudad. Imitad, pues, 
este espléndido ejemplo de generosidad. 

Me diréis: -»Y hasta cuándo tendremos que seguir prestándonos a estas obras de beneficencia? »Hasta cuándo?-Queridos míos, hasta 
que haya almas que salvar, hasta que los muchachos pobres no estén libres de asechanzas y de engaños, hasta que lleguen a las puertas de 
la eternidad y hayan entrado en el paraíso, donde podrán encontrarse al seguro de las emboscadas que les prepara el enemigo. 

1 Véase Vol. XVI, pág. 192. 

2 Carta a don Juan Bonetti. La Spezia, 10 de abril de 1884. 
67 

Podría hoy hablaros de las misiones de nuestros Salesianos, esparcidos por las diversas regiones del mundo y especialmente en América, 
hablaros de sus trabajos, de sus necesidades, del bien que hacen; pero me limito, en cambio, a hablaros de la iglesia y del hospicio del 
Sagrado Corazón de Jesús en Roma. Los protestantes han abierto en Roma escuelas y templos para seducir a los cristianos y especialmente 
a la pobre juventud. El Papa León XIII, dolorido por tamaño desastre, mandó decir a don Bosco que era necesario salvar el honor de la 
Religión Católica y poner un dique a la propagación de la herejía y a la perversión de la juventud. »De qué manera? Levantando una iglesia 
al Sagrado Corazón de Jesús y un gran hospicio para recoger a los jovencitos en peligro. 

-Santo Padre, contesté, de buen grado me lanzo a esta obra, pero no tengo dinero. 

-Tampoco yo, replicó el Sumo Pontífice. Dirigíos, pues, a los fieles y decidles que el Padre Santo recomienda a todos la iglesia del 
Sagrado Corazón y que el Señor bendecirá material y espiritualmente a todo el que prestare ayuda a esta obra tan hermosa. 

Este es, queridos cristianos, el motivo por el que he buscado y busco subsidios en todas partes, ésta es la razón de la colecta que ahora se 
hará en esta iglesia. Se trata de honrar al amoroso Corazón de nuestro dulcísimo Salvador. El Sagrado Corazón de Jesús, es la fuente de 
todas las bendiciones, de todas las gracias. Todos las necesitamos. Por tanto, al hacer una limosna en ((69)) honor del Sagrado Corazón, 
pedimos, al mismo tiempo, la gracia que especialmente necesitamos para el alma o para el cuerpo, para los padres o para los hijos, para 
nuestros intereses materiales, para alcanzar un bien intelectual o moral, y estad seguros de que obtendréis lo que vais a pedir, porque Dios 
no se deja vencer en generosidad, siempre y cuando vuestra petición no se oponga a vuestro bien espiritual. 

Otra razón para contribuir es la condición del que pide vuestra limosna en nombre del Sagrado Corazón. Y el que pide vuestra limosna es 
el mismo Sumo Pontífice, nuestro Padre, el Vicario de Jesucristo. El Padre Santo pide que procuréis favorecer dos cosas de manera 
particular; la obra del Oratorio de la Spezia y la del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. »Y qué hace, qué promete, por su parte, el Padre 
Santo? Con las manos levantadas al cielo, ruega por vosotros, os bendice y os recuerda cada día en la santa misa. Su intercesión es 
valiosísima por la autoridad que ostenta y por el amor de predilección que le tiene el Sagrado Corazón de Jesús. Habla El en nombre de la 
sangre del Salvador y »no le vamos a escuchar? Nos invita El en nombre de la salvación de tantas almas inmortales »y vamos a ser reacios? 
Pide El socorro a los hijos en favor de los hermanos »y se lo vamos a negar? íAh, no! Ciertamente no haréis este desacato al Vicario de 
Jesucristo y a vuestro carácter de cristianos católicos. 

Puede que alguien diga: -»Y de dónde tendré yo que sacar el dinero? Mis ingresos son pocos, los tiempos son difíciles, los negocios no 
prosperan. -Dejad que os hable con libertad. Si queremos satisfacer un capricho, tomarnos una diversión, lucirnos en sociedad en ciertas 
circunstancias, entonces, sí que sabemos de dónde y cómo sacar el dinero. »Y no vamos a encontrar un óbolo para entregar a Jesucristo, 
cuando todo lo que poseemos nos viene de El, que puede devolvernos centuplicado, aun en este mundo, nuestro donativo? 

Otros dirán: -íSon muchos a pedir limosna para mil y variadas obras buenas! íEs demasiado! -Esta contestación, queridos míos, no es 
cristiana. Vosotros decís: no puedo sostener todas estas buenas obras y yo os pregunto en confianza: »Sostenéis alguna siquiera? Yo creo 
que los que gritan que hay demasiadas, no contribuyen a 
68 

ninguna. íAh! No olvidéis que es una obligación hacer obras de caridad. Cuando no se tiene dinero, se pueden dar prendas de vestir, se 
pueden entregar comestibles, se puede buscar y animar a otros para que lo den. Si no tenemos absolutamente nada, queda todavía la obra 
de las obras: la oración. Rezad para que el Padre Santo encuentre satisfacción y aliento en su gran misión de gobernar la Iglesia; rezad por 
los operarios evangélicos, para que el Señor les dé salud, fuerzas, virtudes, medios, correspondencia y triunfo en sus misiones; rezad por 
las almas de los descarriados para que se conviertan, de los justos para que perseveren; ésta es una limosna que no todos la dan. 

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((70)) Algún otro, para librarse de dar limosna, dice: -Yo podría dar limosna, pero deseo ahorrar algo para mis necesidades futuras; 
pueden llegar años en los que el campo rinda poco, de estancamiento económico, de quiebra y desgracias parecidas. Es preciso, pues, que 
piense en el porvenir y ponga a buen recaudo algunos fondos. 

-Por desgracia, lo que se llama previsión es efecto de falta de confianza en la divina Providencia; por desgracia, se ahorra hoy, se ahorra 
mañana; a los excedentes de años anteriores se añaden los sobrantes del año siguiente, aumenta en el corazón el amor al dinero y el espíritu 
de avaricia; por desgracia, al aumentar la fortuna se endurece cada vez más el corazón hacia los pobrecitos y, poco a poco, el mismo dinero 
arrastra a un cristiano al infierno. Los cristianos inteligentes no amontonan dinero para un tiempo que pasa veloz como el relámpago, 
dinero que, hablando en plata, puede calificarse como dinero de muerte; los cristianos inteligentes llevan a la eternidad el dinero de la vida 
con sus buenas obras. San Lorenzo era el depositario de los tesoros de la Iglesia Romana. El Presidente pagano, codicioso de estas 
riquezas, llamó ante su Tribunal al santo diácono, y le mandó entregar todo el oro, plata y piedras preciosas que tenía en depósito. San 
Lorenzo prometió que lo haría, si le dejaba unos días para juntarlo todo. Asintió el Presidente, seguro de tener en su poder al poco tiempo 
la presa ansiada; pero Lorenzo, después de repartir a los pobres el dinero obtenido con la venta del tesoro, juntó un crecidísimo grupo de 
ellos en el atrio del Presidente. Entró en el palacio, presentóse a él y le rogó que tuviera a bien salir hasta el atrio para ver allí cumplida la 
promesa. Al contemplar el Presidente aquella turba de miserables, extrañado, preguntó a Lorenzo por qué había llevado toda aquella gente. 

-Estos pobres, contestó el Santo, son los tesoros de la Iglesia y te los presento como había prometido. 

El Presidente, creyendo que se burlaba de él, se enfureció: 

-Te he pedido el oro y la plata; »dónde lo has escondido? 

Y el Santo le contestó: 

-Facultates Ecclesiae, quas requiris, in caelestes thesauros manus pauperum deportaverunt. (Las riquezas de la Iglesia que tu quieres, 
fueron llevadas a los tesoros celestes por manos de los pobres). 

Sí, queridos míos. Las manos de los pobres llevan nuestras limosnas al paraíso. Dar a los pobres nuestro óbolo es ponerlo en manos de 
Jesucristo. El divino Salvador protestó que, en el juicio final, pronunciará su sentencia de acuerdo principalmente con las entrañas de 
misericordia que hayamos tenido o dejado de tener con los pobres, y dirá paladinamente ante todo el mundo: 

-Lo que habéis hecho al más pequeño de éstos, me lo habéis hecho a mí. 

-»Queréis llevar con vosotros vuestro dinero, pero no a la tumba, ni a la perdición, ni a la eternidad del infierno, sino a la eternidad del 
Paraíso? Dad limosna a los pobres, especialmente cuando se trata de ayudar a la salvación de sus almas. El 
69 

Salvador sufrió, sudó, vivió pobre, trabajó, murió por las almas. Mirad vosotros cuantos pobres muchachos hay en el mundo, que caen en 
el vicio y se pierden traicionados, engañados, sin educación religiosa. ((71)) »Podéis vivir impasibles ante un espectáculo tan desgarrador? 
Mirad que Jesucristo dice a los corazones endurecidos: 

-Tú no haces nada para salvar las almas con los medios que yo te he dado; por tanto, vaya contigo tu dinero a la perdición. 

Procuremos, pues, promover nuestros verdaderos intereses. Demos a Jesucristo, y todo lo que demos, se nos devolverá con creces en el 
tiempo y en la eternidad, porque el banco del Señor no quiebra. 

Os he hablado como a hermanos; perdonadme, pues, la libertad y la confianza de mis palabras. Voy a Roma y llevaré la limosna, que 
daréis, para la construcción de la iglesia y el hospicio del Sagrado Corazón. Hablaré de vosotros al Sumo Pontífice, que tanto aprecia a la 
población de La Spezia, como lo demuestra este mismo Oratorio, socorrido por él con más abundancia de lo que sus haberes le permiten. 
Le pediré la bendición para vosotros, para vuestras familias y para vuestros intereses. 

Yo, por mi parte, no dejaré de hacer cada mañana una oración especial por vosotros, y vosotros tened la bondad de rezar por mí. De este 
modo, con el ejercicio de la caridad de las buenas obras y con la oración, tendremos fundada esperanza de encontrarnos todos juntos en el 
Paraíso. 

El auditorio se componía de obreros en su mayor parte, por ser la hora de la comida de los señores; sin embargo, la colecta fue bastante 
considerable. Hasta se encontró en ella un anillo de oro. 

Fin de Página: 70 


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Entre los visitantes estuvo en La Spezia el Inspector escolástico en el que don Bosco reconoció al antiguo catequista del oratorio de Turín 
Carlos Albano Bonino. Hacía treinta años que no lo veía. Felicitó éste a don Bosco por el bien que había hecho en La Spezia y narró una 
graciosa anécdota, de la que había sido testigo en 1850. Un padre de familia saboyano se había hecho protestante en Turín, ganado por el 
dinero con que se pagaban las apostasías, y pretendía que su esposa y su hijo hiciesen lo mismo; pero no lo conseguía porque la mujer se 
mantenía firme y mantenía firme a su hijo. Una noche el muchacho tuvo un sueño. Le parecía que le arrastraban al templo de los 
protestantes y que, mientras forcejeaba para oponerse a aquella violencia, apareció un cura para librarlo y llevarlo consigo. Al día siguiente 
contó el sueño a la madre, que buscaba todos los medios para colocarle al seguro en algún colegio. Una persona ((72)) le aconsejó que lo 
colocara con don Bosco en el Oratorio de Valdocco. Fue ella con el chico un domingo por la mañana y enterada de que era la hora de la 
función litúrgica, entró en la iglesia. Salió don Bosco a celebrar. Albano Bonino, catequista a la sazón, estaba de rodillas al lado del niño. 
Este, nada más ver al celebrante gritó: 

-C'est lui mÛme, C'est lui mÛme! (es él, es él mismo). 

Y como el chiquillo seguía gritando y la madre lloraba, el catequista 
70 

los llevó a la sacristía, donde oyó contar el sueño y todo lo demás. Cuando don Bosco terminó la misa, volvió a la sacristía y se quitó los 
ornamentos, corrió el niño a él y le suplicó con las manos juntas: 

-íPadre mío, sálveme! 

Don Bosco aceptó, sin más, al pequeño saboyano y lo tuvo varios años en el Oratorio. 

íCosa singular! Después de cincuenta años se repite todavía el mismo hecho; adondequiera que uno vaya, se encuentran muy a menudo 
personas que tienen alguna interesante novedad que contar acerca de don Bosco. 

Las felicitaciones del Inspector escolástico por el bien obrado por los Salesianos en La Spezia eran justificadas y merecidas. La casa 
había conseguido realmente el fin pretendido por don Bosco al fundarla, a saber, detener la carrera triunfal de los protestantes en la ciudad. 
Había contribuido a hacerles perder la pública estimación la conducta de su ministro, un subdiácono, que se había casado con una monja. 
Según afirmaba el Inspector, en los años anteriores asistían a las escuelas protestantes unos ochocientos muchachos, y en 1884 apenas si 
había diecisiete; las escuelas salesianas las habían despoblado lindamente. 

El lunes después de Pascua, muy temprano, don Bosco salió para Roma. 
71 
((73)) CAPITULO III 
UN MES EN ROMA. IGLESIA DEL SAGRADO CORAZON 
Y AUDIENCIA PONTIFICIA. SUEÑO SOBRE EL PASADO Ã 
Y EL PRESENTE DEL ORATORIO. 
REGRESO POR FLORENCIA Y BOLONIA 
LA prudencia humana habría aconsejado que, después de los excesivos trabajos y fatigas del viaje por Francia y para no acelerar el 
desgaste de fuerzas, don Bosco se tomase una temporada de descanso; pero la divina caridad, que non quaerit quae sua sunt, no sabe poner 
límites al sacrificio. La necesidad de proporcionarse nuevos recursos pecuniarios que le consintieran llevar adelante las obras de la iglesia y 
del hospicio en Roma y la urgencia de obtener la concesión de los privilegios, para completar la organización de la Pía Sociedad antes de 
dejar este mundo, pudieron en él, como hemos visto, más que ningún otro cualquier miramiento personal; y, por eso, se puso de nuevo en 
camino rumbo a la ciudad eterna. Nada diremos en este capítulo sobre su segunda finalidad, porque nos parece más oportuno tratarla 
aparte; nos ocuparemos solamente de la primera, a más de las diversas circunstancias que acompañaron el viaje, la estancia y el regreso. 
Desde el año 1851 en adelante, una larga experiencia le había demostrado que, para estimular la pequeña y pública beneficencia, las rifas 
eran el medio más compatible con los tiempos y el más apto para alcanzar ((74)) sus fines» 1; por eso, organizó tantas rifas. Desde 1882 
había determinado montar una en favor de la iglesia del Sagrado Corazón; pero vio que en Roma no se la secundaba tanto como él hubiese 
deseado. El 26 de febrero de 1884, se quejó vivamente de ello en el Capítulo Superior. 
-Por la inercia de los encargados en Roma, dijo, esta rifa es mi castigo y mi continuo tormento. 
Esperaba con su presencia que allí se moviesen e ingeniasen, para encaminar las cosas de modo que se pudieran colocar con seguridad 
hasta cien mil boletos para la misma. 
1 Circular del 30 de enero de 1862. 
72 

Volvió sobre el mismo tema en la sesión capitular del veintiocho y dijo: 
-íPienso escribir a nuestro Procurador general en estos términos: 

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inventa cualquier otro plan para sacar dinero, porque nosotros no podemos ya proporcionarlo. Si lo quieres, promueve la rifa. Supera las
dificultades; sírvete del apoyo del diputado Sanguineti; arréglate, pero comienza. La Providencia nos ha trazado el camino y ha puesto en
nuestras manos el resorte de una rifa; »por qué hemos de buscar nosotros otros caminos que no son los de la Providencia?
No había tiempo para perder, puesto que, de allí a poco, iba a empezarse una lotería colosal por valor de algunos millones para la
Exposición en Turín y, por tanto, muy difícilmente permitiría el Gobierno una rifa salesiana.
Por ello, ordenó don Bosco a don Juan Bonetti:
-Escribe una carta a don Francisco Dalmazzo con las ideas que acabo de exponer; dile que yo no puedo tenerme en pie por mis achaques 
y
que, sin embargo, debo ir a Francia para obtener socorros en favor de nuestras obras.
Y con tal de que hubiera una persona segura y apta para clasificar, ordenar y numerar los regalos, mandar imprimir el catálogo con el
nombre de los donantes, presentarlo a las autoridades en el más breve plazo posible y formar los paquetes de los billetes, él tomaba sobre 
s
el despacho de éstos, aunque fueran trescientos mil, que esperaba colocar en pocos días.
((75)) El pensamiento de la rifa se lo llevó consigo a Francia; escribía desde Marsella el diecinueve de marzo a don Francisco Dalmazzo:
Queridísimo Dalmazzo:
Si no puedes, procura que alguien me escriba, pero de manera positiva. »Podré llevar conmigo el próximo abril o siquiera en la primera
quincena de mayo al conde Colle para colocar la piedra angular de nuestro hospicio? El aportaría una limosna de cincuenta mil francos.
»Hay dificultades para la rifa o para buscar otro camino de beneficencia? Son dos cosas de la máxima importancia para nosotros en este
momento.
Don Antonio Sala me escribió una carta y no me dijo nada. Esto no basta para que vengan dineros.
Dios nos bendiga a todos y créeme en J. C.
Marsella, 19 de marzo de 1884 Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro.
73


Es verdad que en Francia había recogido doscientos cincuenta mil francos; pero también lo es que debía hacer frente a gastos enormes: la
iglesia del Sagrado Corazón absorbía gran parte de la beneficencia, obligaba a dejar sin liquidar otras deudas e impedía contraer otras.
Por consiguiente, aquella cantidad no sólo no se detuvo, sino que ni siquiera paró íntegra en sus manos, puesto que, apenas tenía algunos
miles, los enviaba adonde era mayor la urgencia. Por eso, el permiso de la rifa sería providencial.
En torno al asunto, se había tenido en Roma una conferencia de damas nobles en casa de la condesa de la Somaglia, con el fin de estudiar
cuáles eran los caminos para obtener la aprobación gubernativa. A fines de febrero, llegaban ya casi al millar y medio los objetos
recogidos, muchos de los cuales tenían gran valor. Había buenos señores, jefes de negociado en los Ministerios, que prestaban sus servicios
en los preparativos.
Mientras tanto las obras de la iglesia progresaban y lógicamente aumentaban también las deudas. Presbiterio, coro y ábside estaban ya en
condiciones de poderse abrir al culto; en efecto, fueron bendecidos por el nuevo Cardenal Vicario Parocchi ((76)) el veintitrés de marzo,
cuarto domingo de cuaresma. Una crónica del corresponsal en Roma comunicaba a la Unità Cattolica, del veintiséis, que habían acudido
numerosos fieles a la sagrada función y añadía: «En todas partes se rinde tributo de merecidos encomios a ese apóstol de caridad, que es el
venerando don Bosco, el cual, confiando en la Providencia, se ha lanzado valientemente a la atrevida empresa. Esta dará gran lustre 
a
Roma y mucha utilidad espiritual a la nueva barriada, lejos hasta ahora de toda iglesia y privada de comodidad para las prácticas de los
cristianos y perseguida, además, por los protestantes, que con la protección del Gobierno italianísimo han plantado allí sus tiendas»
.
Su Eminencia manifestó en su discurso la alegría de ver que, con la construcción de casas donde antes no había más que campos, había ido
adelante la edificación de una hermosa iglesia para facilitar la oración a los nuevos habitantes y pronunció palabras de elogio para don
Bosco, a quien proclamó hombre de Dios; y para los Salesianos, sus imitadores y seguidores, exhortando a todos a concurrir como
pudieran para lograr acabar el sagrado edificio 1.
Así estaban las cosas el catorce de abril, cuando don Bosco llegó a Roma. Los muchachos del oratorio le tributaron en casa un entusiasta 
y
alegre recibimiento. El les dio las gracias y les prometió una
1 Voce della Verità, núm. 70 del 1884
74


merienda para el día que señalaran los superiores, les exhortó a comulgar por él un domingo precisamente señalado y les aseguró que
rezaría por ellos y por sus familias.
A la vista de aquellos muchachos, voló su pensamiento a los de Valdocco y mandó escribir, augurándoles la continuación de una Pascua
feliz para toda su vida, y diciéndoles que el aleluya fuese de hecho y de palabra el cántico de esta vida mortal; y que todos hicieran de
manera que mereciesen cantarlo eternamente en el Paraíso. íAy del que faltase a la cita! Que ((77)) siguieran, mientras tanto, rezando por
él, recordando a menudo la gran suerte que tenían de ser hijos de la Virgen de una manera tan especial 1. Don Miguel Rúa comunicó estos
augurios y estas recomendaciones en unas «buenas noches»
.
Una semana después, pensaba especialmente en los alumnos de tercero y cuarto curso del bachillerato y escribía a don Esteban Febbraro,
jefe de estudios del Oratorio 2. Deseaba el Santo que cada uno de ellos le escribiese un papelito diciéndole confidencialmente a qué estado
le parecía ser llamado, es decir, si al estado eclesiástico o al seglar; y el que aspirase al eclesiástico le dijese si pensaba prepararse para
ingresar en el seminario o romper definitivamente con el mundo y consagrarse a Dios en la vida retirada, como era precisamente la de los
Salesianos; pero que cada uno partiese del principio de elegir el estado que le pareciera más oportuno para la salvación de su alma 3.
Los muchachos escribían individualmente o por grupos a su querido padre. El veintiséis de abril le anunciaban los miembros del clero


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infantil una corona de comuniones 4, y don Bosco encargó a Lemoyne que les contestase, recomendando a todos y a cada uno que fueran
azucenas del Corazón de Jesús, explicándoles que la azucena es blanca y que, por consiguiente, fueran puros; que la azucena huele bien y,
por tanto, que dieran buen ejemplo; que la azucena hay que guardarla con cuidado, ya que, de lo contrario, se aja enseguida; y que, por
ende, fueran mortificados. Estas eran sus dulces diversiones entre las preocupaciones por los privilegios y por la rifa. Para la buena marcha
de los preparativos de la rifa llamó a Roma al coadjutor José Buzzetti.
Por aquellos días, había ido don Miguel Rúa a Tolón para recibir de
1 Carta de don Juan Bautista Lemoyne a don Miguel Rúa, Roma, 16 de abril de 1884.
2 No poseemos el texto, pero sí conocemos suficientemente su contenido por los apuntes de Lemoyne. Don Bosco había anunciado el
envío de esta carta, al escribir a don Miguel Rúa el día diez de abril desde La Spezia: «Dice don Bosco que es deudor de una respuesta 
a
don Esteban Febbraro, pero que contestara él mismo en persona»
.
3 Notable es por varias razones la respuesta que el pobre don Esteban Febbraro dio a esta carta de don Bosco (Ap. Doc. núm. 7)
.
4 Véase Apénd. Doc. núm. 8.
75


manos del conde Colle los ((78)) ciento cincuenta mil francos prometidos, parte de los cuales llevó Buzzetti a don Bosco, justamente
sesenta y siete mil, cantidad que se gastó en un abrir y cerrar de ojos. Las mejores esperanzas descansaban entonces en la rifa. Los ricos 
y
numerosos premios estaban expuestos en la casa parroquial. Buzzetti compiló el catálogo de los mismos y lo presentó a la Administración
Provincial.
Una ley de 1883 sobre rifas y loterías las autorizaba únicamente a los entes legalmente constituidos y aprobados, y también a alguna obra
no aprobada, a la que un ente aprobado prestase su nombre. En nuestro caso sólo dos cuerpos morales podían conceder útilmente su firma,
el Ayuntamiento y el Patronato de Beneficencia, puesto que el hospicio a erigir pertenecía a éste. Se pidió a la Junta Municipal que prestara
su apoyo. El rey Humberto, rogado por persona amiga de los Salesianos y sin que éstos se enterasen, envió a la Junta una calurosa
recomendación, para que tuviese a bien aceptar favorablemente la petición. Verdad es que en el Ayuntamiento todos eran más o menos
católicos; pero unos, por miedo a ser tildados de clericales y otros, por sistemática oposición al Rey, los miembros de la Junta respondieron
negativamente. Pero el asunto sólo se trató verbalmente, y no se tuvo valor para tomarlo en cuenta en las actas de la sesión. Evidentemente
el público no supo nada de ello, pues en el Consejo no se hizo mención del hecho 1. Pero hay que notar que en la petición no aparecía el
nombre de don Bosco, sino el de don Francisco Dalmazzo.
El otro cuerpo moral estaba presidido por el príncipe Pallavicini, a quien don Bosco dirigió entonces una instancia, que fue rechazada.
«íY son todos católicos!», exclamaba Lemoyne en carta a don Miguel Rúa. Y después proseguía: «De ello puede deducirse que esta casa de
Roma será obra de Dios (...). Acaso esta vez, como las otras, los hijos de las tinieblas nos presten la ayuda que nos niegan los hijos de la
luz» 2. En los viejos ((79)) romanos de Roma prevalecía siempre la aversión contra los buzzurri (brutos) invasores 3.
A pesar de estos fracasos y aun cuando todo hacía prever que las negociaciones irían para largo, don Bosco no se rindió, sino que quiso se
continuase el asunto de la rifa. Sin embargo, las diversas oposiciones,
1 Hubo más tarde alguna noticia en la prensa; en efecto, el Capitale del 28 de abril, en un articulejo digno de barrios bajos ponía en guardia
al Ayuntamiento contra cualquier concesión en favor de la rifa.
2 Carta del 28 de abril de 1884.
3 Buzzurri: era el nombre que se dio en Toscana a los suizos que bajaban en invierno a ejercer el comercio de castañas al por menor (N. de
T.)
.
76


contra las que tenía que luchar, aunque no abatieron su moral, influyeron en su físico y ocasionaron molestias a su salud. Comentaba
Lemoyne 1. «Realmente parece que el demonio quiera cerrarle todos los caminos. Pero él está perfectamente resignado y no guarda cama»
.
Un día de abril o mayo volvían tres Salesianos de Valdocco, de confesar en la Generala 2 y se encontraron en la avenida de Stupinigi con 
e
cardenal Alimonda, quien nada más verlos, preguntó:
-»Y dónde se encuentra nuestro querido don Bosco?
Al enterarse de que estaba en Roma, preguntó cómo andaba su salud. Le contestaron que, según las últimas noticias, iba algo mejor.
-íSí, sí; algo mejor!, siguió diciendo Su Eminencia. No me gusta ese algo mejor; querría que estuviese muy bien. Es anciano, y »por qué
dejarle que trabaje tanto? Cuando los hijos ven al padre avanzado en años y delicado le dicen: -Padre, descanse, deje que trabajemos
nosotros.
-Lo haríamos con mucho gusto, respondieron ellos; pero don Bosco no quiere obedecer.
-Pues bien, entonces mándenselo en mi nombre. »Me obedecera?
-Creemos que lo hará de mala gana. Le obedecería en todo;
pero, tal vez en esto, se arriesgara a desobedecer.
-Ya, es verdad; don Juan no quiere descansar en la tierra, sino en el cielo. Recemos, pues, al Señor para que nos lo conserve muchos años;
pidamos que le ayude y que, entre todos, podamos hacer mucho bien 3.
El día primero del mes brilló un rayo de esperanza para la rifa. ((80)) La condesa de la Somaglia, dama de palacio de la reina Margarita,
prometió rogar ella misma al alcalde Torlonia que permitiera hacer en su nombre la rifa y pidiera la autorización al Gobernador de Roma.
La noble dama era la presidenta de la Comisión de señoras constituida para la construcción del hospicio.
En otras ocasiones, don Bosco visitaba en Roma a muchísimas personas; pero en el 1884, ya fuera por la dificultad de caminar, ya fuera


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por las recientes molestias que lo aquejaban, tuvo que limitar muchísimo sus visitas. El 17 de abril visitó al cardenal Consolini que, muy
benévolo con la Congregación Salesiana, se alegró mucho al verlo y manifestó su buena disposición para ayudarlo; es más, tuvo la
1 Carta, 28 de abril de 1884.
2 La cárcel de menores o reformatorio.
3 Carta de don Domingo Canepa a Lemoyne. Turín, 4 de mayo de 1884.
77


bondad de devolverle la visita unos días después. El dieciocho fue a ver al cardenal Ludovico Jacobini, secretario de Estado, que le
prometió hacer todo lo posible por él. El veinticinco, en compañía de don Francisco Dalmazzo, fue a visitar al cardenal Parocchi, Vicario
de Su Santidad.
Aunque hacía poquísimas visitas, recibía en cambio muchas individuales y colectivas. Fueron a verlo el padre Carrie, de la Congregación
del Espíritu Santo, superior de la misión del Congo con el título de Viceprefecto apostólico; monseñor Gandolfi, que había sido obispo de
Civitavecchia; un representante del Obispo de Santiago de Chile, que pedía Salesianos para aquella república; el obispo Kirby, rector del
Colegio Irlandés, en compañía del arzobispo Domingo Jacobini, secretario de Propaganda, que se quedaron a comer con él 1; monseñor
Rota, ((81)) obispo de Guastalla primero, después de Mantua y entonces arzobispo titular de Cartago 2. Volvió el cardenal Consolini y fue
también el cardenal Nina. El cardenal Bonaparte, al pasar en coche por delante de la casa y no pudiendo apearse por una enfermedad, envió
a don Bosco su tarjeta de visita.
De vez en cuando llenaban la habitación grupos de jóvenes clérigos y era continua la afluencia de personas piadosas. El había esperado que
en Roma iba a disfrutar un poco de la tranquilidad que tanto necesitaba; pero a veces eran muy pocos los momentos de paz que
1 En otras ocasiones había ido a comer en casa de monseñor Kirby. íDon Bosco era muy querido y venerado en el colegio irlandés! Pero
también el colegio inglés lo conocía y apreciaba, tanto que volvió a introducirse en él una hermosa y antigua costumbre. En tiempos de san
Felipe Neri los sacerdotes ingleses ordenados en la ciudad eterna, antes de volver a su patria;
solían pedir al Apóstol de Roma la bendición para su apostolado sacerdotal y misionero en Inglaterra; y el santo, el encontrar a alguno de
ellos por Roma cuando iban a clase, los saludaba con las palabras: Salvete, flores Martyrum. Ahora bien, hacía ya varios años, cuando
corrió la voz en el colegio de que don Bosco era un santo, los noveles levitas se apresuraban a ir con este mismo fin a él en Roma o a su
paso por Turín. Este afecto a don Bosco fue para algunos irlandeses e ingleses el germen de su vocación a la vida salesiana, en vida del
fundador (Ap.
Doc. 9)
.
El reverendo santiago Rowan, estudiante en aquel colegio, había sido despedido por el Rector por falta de salud. Todos creían que sus días
estaban contados. Volvió, pues, a Inglaterra convencido de que tenía que renunciar definitivamente a los estudios y al sacerdocio. Sin
embargo, antes de salir de Roma, escribió a don Bosco, el cual le contestó con una carta muy tranquilizadora. En efecto, cuando llegó a su
patria, ya no tenía tos, ni tuvo en adelante enfermedad alguna. Pudo, pues, volver allí a sus estudios, fue ordenado sacerdote y llegó a ser
párroco celoso en los santos Mártires de Manchester, en el centro de cuya ciudad levantó una magnífica iglesia con escuelas anejas 
y
trabajó incansablemente hasta un año antes de su muerte, rrida en 1935. Así lo declaraba públicamente su Obispo en una asamblea
diocesana y concluía: -Este es uno de los milagros obrados por don Bosco estando en vida. -La misma declaración había hecho en la
Catedral el día de Pascua de 1934, por la tarde.
2 El 10 de noviembre de 1884 volvió a ser restablecida por León XIII la sede arzobispal de Cartago; monseñor Rota fue trasladado
entonces a la sede titular arzobispal de Tebas.
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tenía, desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde. Para que pudiese tener una horita libre después de la comida, era necesario
dar órdenes draconianas al portero, poner a alguno de guardia en la antesala y cerrarlo con llave en su habitación. A pesar de todo en
ciertos casos todas las precauciones eran inútiles, porque llegaban personajes eminentes y bienhechores insignes, que llevaban limosnas.
«Los sacrificios, que don Bosco hace por la Congregación, escribía Lemoyne, no se pueden medir»
.
Un día recibió la visita del joven sacerdote de Catania, el reverendo Nicotra, compañero de estudios del futuro Benedicto XV en el colegio
Capránica. Iba en nombre de su Arzobispo para solicitar el envío de Salesianos a aquella ciudad. Don Bosco justificaba la demora,
aduciendo la falta de personal; mas, ante la insistencia del otro, invitóle al fin con gracia a ayudarle a solventar la cuestión, haciéndose él
salesiano. ((82)) El hijo de Sicilia, que iba por camino muy distinto, sonrió finamente.
-He comprendido, le dijo don Bosco, usted tiene aspiraciones más altas. Pues bien, sepa que recibirá grandes honores, tendrá mucho que
sufrir; pero no llegará a la meta, a la que espera llegar.
Y cuando más tarde se acordó de él su antiguo condiscípulo y lo nombró Nuncio Apostólico en Portugal, los que eran sabedores del hecho,
monseñor Cicognani entre otros, Nuncio entonces en Perú, se apresuraron a decir que aquella vez don Bosco no había acertado, puesto que
monseñor Nicotra estaba ya en el camino, que conducía a la púrpura 1. En cambio aquella Nunciatura fue para el pobre Prelado causa de
graves disgustos, hasta que al fin fue retirado y acabó sus días en la obscuridad.
Hubo enfermos, que iban a que los bendijese o que enviaban pañuelos y rosarios para que los tocara. Muchos de los que pedían ser
recibidos eran romanos; pero eran más los franceses, siempre numerosos en Roma en la época de pascuas. Empezaron a acudir desde los
primeros días. Todas las mañanas llenaban la parte de la iglesia destinada al culto, para asistir a su misa e invadían después la sacristía,
donde querían hablarle todos y le entretenían horas enteras. Cuando se encaminaba a su habitación, encontraba la antesala abarrotada.
En general, le daban pequeñas limosnas, pues estaban de viaje, pero prometían enviarle mucho más cuando estuviesen de vuelta en sus


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hogares.
1 Monseñor dijo esto en Lima, en presencia del salesiano don Luis Pedemonte y otros; lo repitió más tarde, pero con las debidas
rectificaciones, en el Oratorio el 5 de septiembre de 1934.
79


La piedad de los franceses se manifestaba también de maneras singulares. El día veintidós de abril por la mañana, algunos de ellos llevaron
tres amitos, para que don Bosco los empleara en la celebración y los devolviera después, para enviarlos a sacerdotes, que pedían desde
Francia aquel favor. Un día protestaron cinco señoras diciendo que no cumplirían con Pascua, si él no las confesaba, de suerte que las tuvo
que contentar.
((83)) La señora Berk Meda, fue a verlo la víspera de su salida para Francia, le entregó una limosna y le pidió la bendición. Don Bosco al
despedirla, le preguntó:
-»Vendrá todavía mañana a oír la misa?
-No; no podré venir, porque como tengo que salir de Roma mañana por la tarde, tendré que emplear las horas de la mañana para los
preparativos del viaje.
A la mañana siguiente, al repasar sus cuentas, vio que le quedaba todavía una cantidad de dinero superior a la que necesitaba y le dolió no
haberle dado más. Dominada por este pensamiento, aunque había pasado ya la hora de la misa, alquiló rápidamente un coche y corrió a ver
a don Bosco a quien por suerte encontró solo en su habitación.
Nada más verla entrar, le dijo:
-íOh, la señora Meda! Ya sabía yo que algo sucedería.
-Verdaderamente yo no debería haber vuelto, contestó la señora, pero he querido traerle un poco más de dinero antes de marchar.
-No se olvide de esta venida, añadió el Santo, porque se palpa de cerca lo sobrenatural. En este momento, yo debería estar en el extremo
opuesto de Roma donde tenía una cita con un Cardenal para después de la misa, con lo que yo no habría vuelto a verla ni usted me habría
encontrado. Pero, al salir de casa, me detuvo en la puerta un acreedor exigiendo que le pagara una deuda bastante considerable. Le di
cuanto tenía: vea usted mi portamonedas abierto y vacío; no me quedó ni una lira para tomar el coche. Pedí entonces a María Auxiliadora
que mandase alguien en mi ayuda; y, mientras tanto, me puse a trabajar. Está usted viendo que yo la aguardaba y sabía que vendría 1.
Y, como si no bastaran las audiencias y los asuntos, recibía siempre muchas cartas, que exigían contestación 2. Al fin de la ((84)) jornada,
1 Carta de la señora a don Miguel Rúa 1891.
2 Abundaban las súplicas para obtener condecoraciones. A primeros de mayo, escribía Lemoyne a don Miguel Rúa: «Uno que quiere ser
nombrado caballero, comendador, por el Rey o por el Papa; otro que quiere el título de Monseñor o ser nombrado Obispo; éste que tiene un
sobrino a recomendar para que le den un empleo en un Ministerio; aquél que desearía obtener la facultad de un altar en su casa, el otro una
capilla en su finca de veraneo; y todas estas
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su pobre cabeza estaba tan cansada que, a menudo, ya no era capaz de hilvanar las ideas; por eso salía todas las tardes a respirar un poco de
aire y paseaba unos tres cuartos de hora, apoyándose en el brazo de don Juan Bautista Lemoyne. Por entonces se podía andar por aquellos
parajes de Roma con tranquilidad, porque escaseaban los edificios y el tráfico.


Fueron sobre todo los periódicos italianos y franceses los que más concurrieron para poner en movimiento a tanta gente hacia él. La 
Croix, por ejemplo, en su número del veintidós de abril, anunciaba la llegada de dos ilustres obispos y añadía: Et de dom Bosco, le grand 
bienfaiteur des orphelins. No se contentó con tan lacónica noticia el Journal de Rome, sino que, en el número del veinticinco de abril, 
publicó nada menos que la entrevista de uno de sus colaboradores con don Bosco. Es una conversación que merece ser leída siquiera en 
resumen. 

-Hacía mucho tiempo, dijo el interlocutor, deseaba yo saludar al insigne sacerdote, que presta tan luminosos servicios a la causa católica; 
pero mi visita tiene además un motivo de curiosidad, que le ruego tenga a bien satisfacer. Yo siempre me pregunto en virtud de qué milagro 
pudo usted fundar tantas casas en tan diversos países del mundo. 

-Sí, contestó el Santo, he logrado hacer más de lo que esperaba, pero ni yo sé cómo sucedió. Mas, vea de qué modo me lo explico. La 
Iglesia y, sobre todo, las actuales generaciones han sido consagradas de una manera especial a la Santísima Virgen por el Papa. Ahora bien 
la Santísima Virgen, que conoce las necesidades de nuestros tiempos, hace que sus devotos sientan el deber de contribuir con limosnas y 
donativos a crear y sostener la obra más necesaria de nuestros días, la educación de la juventud. Mire: en cierta ocasión, estando yo en 
Turín, me escribieron mis hermanos, ((85)) pidiéndome para nuestra iglesia, que se construye aquí en Roma, veinte mil liras, que 
imperiosamente necesitaban en el plazo de ocho días. En aquel momento, yo no tenía dinero. Se me ocurrió una idea. Coloqué la carta 
junto a la pilita del agua bendita; elevé una fervorosa oración a la Virgen y me acosté, dejando en sus manos el asunto. A la mañana 
siguiente, recibí carta de un desconocido la cual decía en resumen que: había prometido a la Virgen dar veinte mil liras para una obra de 

peticiones van acompañadas de cartas y recomendaciones de personajes poderosos». Una carta de muy otra especie, que le satisfizo mucho 
fue la que recibió de su queridísimo padre Mortara (Ap. Doc. núm. 10). 

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caridad, si le concedía cierta gracia; que había recibido la gracia y ponía a mi disposición aquella cantidad para alguna de mis obras. En 
otra ocasión, me encontraba en Francia, huésped de un amigo, cuando al caer de la tarde recibí la noticia de que una de mis casas corría 
grave riesgo por no disponer al momento de setenta mil francos. Preocupado y no viendo en aquel instante cómo remediarlo, acudí 
nuevamente a la oración. A eso de las diez, estaba a punto de acostarme y, de pronto, oí llamar a mi puerta. Fui a abrir. Entró mi amigo, 
con un grueso legajo en las manos, y me dijo: 

-Querido don Bosco, había dejado en mi testamento una cantidad para sus obras; pero hoy he pensado que, cuando se trata de hacer una 
obra buena es mejor no aguardar hasta la hora de la muerte. Así que le traigo hoy la cantidad. Aquí la tiene: son setenta mil francos. 

-Estos son verdaderos milagros, interrumpió el periodista. Pero, si no es indiscreción, permítame preguntarle si ha hecho otros milagros. 

-»Cómo quiere que pueda contestar semejante pregunta? Yo sólo he pensado en cumplir mi deber, rezando y confiando en la Virgen. 

-»Querría ahora decirme cuál es su sistema educativo? 

-Muy sencillo: dejar a los muchachos en plena libertad para hacer lo que más les gusta. El punto de vista está en descubrir en ellos el 
principio de sus buenas disposiciones y procurar desarrollarlas. Y puesto que cada uno hace con gusto solamente lo que sabe que puede 
hacer, yo me regulo por este principio, y todos mis alumnos trabajan no sólo con actividad, sino con amor. ((86)) En cuarenta años no he 
dado ningún castigo y me atrevo a afirmar que mis alumnos me quieren mucho. 

-Su sistema educativo es ciertamente bonísimo. Otra cosa: »cómo ha podido extender sus obras hasta Patagonia y Tierra del Fuego? 

-Poquito a poco y yendo, o mejor, siendo llamado de un lugar a otro. Puede decirse que mis hijos han descubierto Patagonia y Tierra del 
Fuego. Ya han sido bautizados quince mil salvajes. Encontramos simpatías en todas partes y el gobierno argentino nos protege 
eficazmente. Dentro de poco tendremos en aquellas tierras, tan extensas como Europa, un Vicariato Apostólico. 

-Parece, observó el visitante, que Dios hace recuperar a la Iglesia en países bárbaros el terreno perdido en Europa. íEs un hecho 
consolador! »Pero, qué piensa usted acerca de las condiciones de la Iglesia en Europa y en Italia, y acerca de su porvenir? 
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-Yo no soy profeta... En cambio lo sois algo vosotros los periodistas; por tanto, mejor sería preguntaros a vosotros qué sucederá. Nadie, 
excepto Dios, conoce el porvenir; sin embargo, de tejas abajo, puede creerse que el porvenir será grave. Dice un poeta latino que son 
inútiles los esfuerzos por volver a subir, cuando uno marcha por la pendiente de un despeñadero y va desplomándose inevitablemente hacia 
abajo hasta llegar al fondo. Mis previsiones son muy tristes, pero no temo nada. Dios salvará siempre a su Iglesia y la Santísima Virgen, 
que protege visiblemente al mundo contemporáneo, sabrá muy bien hacer que surjan redentores. 

-íUno de éstos es cabalmente usted, don Bosco!, exclamó concluyendo aquel señor. 

Otro caso gracioso, análogo a los anteriormente narrados, le acaeció también entonces a don Bosco en Roma. Un acreedor, con una letra 
de cambio que vencía, acosaba a don Francisco Dalmazzo para que le pagase una deuda de quinientas liras. Don Francisco Dalmazzo 
repetía sin cesar que no tenía un céntimo en caja; el otro insistía y levantaba la voz, diciéndole que hiciera un préstamo, ((87)) pero que él 
no saldría de allí mientras no tuviera en sus manos aquella cantidad. Rogábale en vano don Francisco Dalmazzo que no chillara tanto, pero 
aun sabiendo que don Bosco no tenía dinero, se había llevado él todo por la mañana, entró en su habitación para pedirle consejo. En aquel 
momento, se encontraba con el Santo la familia Migone, natural de Bordighera. Don Francisco Dalmazzo entró precisamente cuando la 
señora entregaba a don Bosco como limosna un billete de quinientas liras. El Siervo de Dios oyó el caso y no hizo más que pasar sonriendo 
a sus manos aquella cantidad. La buena señora quedó profundamente emocionada al verse convertida de aquel modo en instrumento de la 
Providencia. 

Es también curioso otro incidente. La señora de Fontenay, una prima suya y la hija de ésta eran las más asiduas en ir a ver a don Bosco; 
durante tres semanas fueron todos los días. Una vez la prima perdió el portamonedas en el que llevaba una buena cantidad de monedas de 
oro. Se lo estaba contando a don Bosco y se le ocurrió decirle que él podría hacer que lo encontrara, en cuyo caso aquel dinero sería para 
sus muchachos. Sonrió el Santo y no contestó. Salieron ellas y quisieron volver a tomar el coche de antes para ir a San Pedro; pero el 
cochero rehusaba llevarlas tan lejos, porque el caballo estaba muy cansado. 
Mientras discutían se acercó a galope otro cochero con su carruaje y gritó: 

-Dejen en paz a ese gruñón; yo las llevaré adonde quieran. 
83 

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»Quién lo hubiera imaginado? Apenas se sentaron, la prima de la señora notó bajo su pie un cuerpo duro. Levantó la alfombrita y vio que 
era su portamonedas, que había estado allí veinticuatro horas, sin que nadie lo advirtiera. Fue realmente un caso afortunado; pero escribía 
la nonagenaria señora en abril de 1926: Nous savons ce qu'étaient les hasards de votre père. (Nosotras sabemos algo de las casualidades de 
su padre). 

El veintiséis de abril llegaron unos sacerdotes franceses en coche para llevar a don Bosco a celebrar en la capilla de las Hermanas de la 
Retraite o del Cenáculo, adonde él había prometido ir. Allí encontró reunidas a muchas señoras francesas ((88)) y romanas. Después del 
evangelio, habló y dijo que aquella vez no recomendaba su caridad para sus muchachos de Turín, sino para una obra de Roma, para la 
iglesia del Sagrado Corazón y su hospicio anejo. 

-En Roma, siguió diciendo, hay muchos jovencitos necesitados y abandonados que vagabundean por calles y plazas; hay que ampararlos, 
si no se quiere que pierdan el alma y vayan a aumentar el triste grupo de los que pueblan las cárceles. Muchos son forasteros y no 
encuentran asilo en los hospicios de la ciudad, en los que sólo se admite a los romanos; y, por esto, son enviados a nuestras casas de 
Toscana y Piamonte. Pero todos pueden calcular que eso comporta muchos gastos para llevarlos y después devolverlos a sus pueblos. Y 
tampoco hay sitio para todos. Pero, un hospicio aquí en Roma remediaría una necesidad, que todos sienten. Aquí los muchachos serán 
educados en su lugar de origen, sin verse obligados a cambiar de clima, cambio perjudicial a veces para la salud en esa edad. No tendrán 
que cambiar de costumbres y alimentación y se les dará una educación según las exigencias de la ciudad eterna, su patria, y no según 
costumbres forasteras. 

Exhortó, por fin, a la generosidad con los predilectos de Jesucristo y con una obra eminentemente romana. Se sacaron setecientas 
veinticinco liras. Pasó luego a bendecir a la comunidad; y, por fin, marchó, dice la crónica del vetusto convento, resurgido hoy en la plaza 
de Santa Priscila, laissant la vraie impression que fait le passage d'un saint (dejando la verdadera impresión del paso de un santo). 

Los mismos sacerdotes lo acompañaron en coche a casa de monseñor Jacobini, con quien gestionó un subsidio para sus misiones, 
entregáronle copia de una carta recientemente escrita por don Domingo Milanesio en sus excursiones apostólicas por el valle del Río 
Negro. Por último, fue acompañado hasta casa por aquellos mismos corteses sacerdotes. 
84 

Al anochecer, presentóse un señor polaco, riquísimo y ferviente católico, que dedicaba abundante dinero para costear en su patria los 
estudios de jóvenes aspirantes al estado eclesiástico, rogándole que fuera a visitar a una hermana suya gravemente enferma. Don Bosco, 
aunque estaba cansado, no se atrevió a negarse. Toda la familia ((89)) lo recibió de rodillas con la misma veneración que sólo se tiene a los 
Santos. 

Tantas fatigas, agravadas por penosos disgustos, avivaban más y más sus achaques. Padecía del hígado y tenía un ojo inflamado. El 
veintisiete de abril, lo acometió una fiebre que le duró tres días. Una noche fue tan grande el malestar que se vio forzado a dejar la cama; a 
ciertas horas del día se quedaba agotado y sin fuerzas. Lemoyne escribía en la primera semana de mayo a don Miguel Rúa estas 
angustiadas palabras: «Esta mañana me ha dicho que su cabeza está muy cansada; sin embargo, sigue ocupándose de todo lo de nuestra 
Congregación. A cada instante, se ve cuánto nos quiere y cuántos sacrificios y humillaciones soporta por sus hijos. A veces, cuando me 
cuenta las vicisitudes de su vida pasada, sonríe; pero, al oírle, siente uno oprimírsele el corazón. íCuánto ha sufrido durante cuarenta y 
ocho años! Este debería ser un tema a tratar por todos, grandes y pequeños, puesto que, por desgracia, no pensamos en ello. A veces nos 
quejamos de lo que parece que nos falta, sin reflexionar en lo que le costó a don Bosco lo que tenemos». 

A pesar de todo, se preparaba para dar una conferencia a los Cooperadores romanos. Los convocó, pues, en la iglesia de las nobles 
Oblatas de Tor de'Specchi para el ocho de mayo. La incesante lluvia no impidió que se reuniese en ella un selecto auditorio. Presidía el 
Cardenal Vicario. Cantóse un motete y se leyó un capítulo de la vida de san Francisco de Sales. Y don Bosco, desde la tribuna, pronunció 
estas breves palabras, que fueron recogidas por Lemoyne. 

Empiezo por dar las gracias, de forma viva y cordial al Eminentísimo Cardenal Vicario, que se ha dignado aceptar la presidencia de esta 
pía reunión, y, a pesar del mal tiempo, ha tenido la bondad de venir hasta aquí. Dirijo, después, mi saludo a vosotros, señores cooperadores 
y señoras cooperadoras, y al mismo tiempo os manifiesto mi profunda gratitud por haber aceptado con tanta caridad mi invitación. Si me lo 
permitís, os haré deprisa una breve relación de las obras llevadas a cabo por los Salesianos, pues han pasado ya dos años desde que tuve el 
honor de hablaros. 

Hace dos años se trataba de buscar la manera de aumentar las casas ((90)) donde educar cristianamente a los jóvenes, ya que crecen, cada 
día más, los peligros para sus almas. Gracias al Cielo y a la caridad de los Cooperadores Salesianos, puedo anunciaros con gran 
satisfacción de mi alma que los deseos entonces manifestados alcanzaron un buen resultado, pues casi se han duplicado las casas. Hay en 
ellas más de cien 

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mil jóvenes que aprenden una profesión y reciben el pan de la vida material y espiritual. Tengo que agradecer a Dios y, después, a los 
cooperadores y cooperadoras la ayuda que me proporcionaron para alcanzar tan abundantes frutos. 

Os hablaba también hace dos años de las misiones de Brasil, Uruguay y Patagonia, y de las esperanzas de salvación para aquellas tierras. 
Ahora las misiones gozan de estabilidad y los bautizos de los infieles en los desiertos de Sud América ascienden a quince mil. El 
sapientísimo Pontífice León XIII ha dividido Patagonia en un Vicariato y una Prefectura Apostólica, confiando estas misiones a los 
Salesianos. Al aumentar los operarios evangélicos, crecerá también el número de las conversiones de los infieles. 

Se notaba también hace dos años la necesidad que se sentía aquí en Roma de una iglesia y un hospicio dedicado al Sagrado Corazón de 
Jesús, como monumento de homenaje a Pío IX; iglesia y hospicio que sirvieran de parroquia para la nueva barriada de la ciudad en el 
Castro Pretorio y, al mismo tiempo, de asilo para la educación religiosa y civil de tantos pobres muchachos abandonados, que vagan por 
calles y plazas con peligro para el alma y para el cuerpo. Y ahora me siento feliz al deciros que no sólo se empezó la iglesia, sino que la 
construcción ha llegado al punto de colocar la bóveda; y una parte, el coro y el presbiterio, está ya terminada y se emplea para las funcione 
parroquiales. Y debe satisfacer a todos, especialmente al Cardenal Vicario, saber que es muy numerosa la afluencia del pueblo a las 
sagradas funciones y grande la recepción de los sacramentos por adultos y niños. Anejo a la parroquia, tenemos también el Oratorio festivo 
y los domingos acuden a él unos doscientos niños para oír misa y asistir al catecismo, que se les da expresamente en la capilla destinada a 
ello. Después, se quedan en el patio para divertirse y, en vez de ir vagando por la ciudad, expuestos a los más graves peligros de irreligión e 
inmoralidad, se divierten allí alegremente bajo la mirada y asistencia de los Salesianos. 

Las niñas, que también acuden a recibir regularmente la instrucción religiosa superan las trescientas. Asimismo debemos estar satisfecho 
por la asistencia de los muchachos a nuestras escuelas. Bendito sea el Señor por la manera con que se ha comenzado el ejercicio del mes de 
mayo en honor de María Santísima. Casi un millar de fieles acude a él, todas las tardes, a oír el sermón y hacer las prácticas de piedad 
propias del mes, y otro grupo numeroso acude por la mañana a otra función parecida, que se hace normalmente para los que no podrían 
tomar parte en la de la tarde. 

Sin embargo, no debo dejar de decir que todavía falta mucho para terminar el templo dedicado al Sagrado Corazón ((91)) de Jesús y que 
apenas ha empezado la construcción del hospicio con capacidad para quinientos muchachos por lo menos. Aún hay que proceder a las 
excavaciones para los cimientos de una parte muy notable. Las obras siguen con cierta rapidez pero han estado suspendidas durante algún 
tiempo, porque los medios no corresponden siempre al buen deseo. Para remediar esta necesidad, he pensado hacer una rifa aquí en Roma. 
Ya se han recogido muchos premios, están impresos los boletos; sólo falta la aprobación de la autoridad y se espera obtenerla dentro de 
unos días. Dada la influencia de las personas que se han interesado por ello, espero que no falte la autorización. 

Acudo, pues, de nuevo a reclamar la caridad de los cooperadores y cooperadoras de Roma para que se animen a cumplir una obra que ha 
empezado y que es tan necesaria para una parte de la ciudad como la del Castro Pretorio. Es una obra romana, de los romanos y para los 
romanos. Yo la he comenzado; otro la continuará y llevará a término. 
86 

Termino encomendándome a vuestras oraciones, mientras os aseguro que rezare y haré que mis muchachos recen siempre por vosotros. 

Después de bajar de la tribuna el Santo, subió el Cardenal. El eminentísimo Parocchi poseía la cultura y la facundia del verdadero 
conferenciante y así lo apreciaron hasta los profanos. Su discurso, aun en la resumida forma en que nos ha llegado, parece de tanta 
importancia para nuestra historia que conviene referirlo en el curso de la narración, mejor que relegarlo como apéndice, al final del 
volumen. 

Querría tener plena libertad de palabra, sobre la misión de los salesianos y de su fundador, libertad para expresar mi pensamiento, mi 
sentir respecto a él, a sus obras y a su benemérita Congregación. Pero mi libertad está coartada por la presencia del hombre de Dios, del 
hombre de la Providencia, de la perla del Sacerdocio italiano católico y de algunos de sus socios. Me conviene, pues, callar, porque un 
elogio ofendería su modestia. Mas, si yo callo, hablan bastante sus obras. Hablan de don Bosco y de sus hijos los muchos colegios 
esparcidos por Italia, Francia, España y hasta por las lejanas Américas. Hablan de don Bosco y de sus hijos, celebran sus alabanzas las 
numerosas iglesias levantadas en diversas partes del mundo en el lapso de pocos años; hablan los muchos libros impresos para la 
instrucción religiosa del pueblo; hablan las muchas obras de valer dadas a luz, y los clásicos expurgados para librar a la juventud de lo que 
hay en ellos de peligroso en la literatura italiana; hablan los oratorios festivos, las escuelas diurnas, festivas, ((92)) en las que los jovencitos 
aprenden a amar a Dios y a servirle, y reciben al mismo tiempo una instrucción como conviene a su condición; hablan las numerosas 
misiones que, a la vuelta de pocos años se establecieron en América y prosperaron para gloria de la Iglesia católica y de la civilización. Si 
yo callo, el nombre de este hombre de la Providencia, de don Juan Bosco, resuena en los labios de cien mil jovencitos, que lo reconocen 

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como padre. Si yo callo, predica su nombre su Congregación junto con sus numerosos socios; habla de él la obra verdaderamente romana, 
comenzada y proseguida por él con un coraje romano, habla la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y el hospicio anejo, que vemos 
levantarse entre nosotros. 

Ciertamente no puede haber elogio que iguale la magnitud, el beneficio, el heroísmo, que caracterizan las obras del incomparable don 
Bosco. De la Congregación por él fundada y ampliamente extendida ya se recogen en el suelo tan espléndidos y providenciales frutos que 
sólo el pensar en ellos causa estupor. 

Pero, señores cooperadores y señoras cooperadoras, estas obras, aunque sean admirables, no son algo que sepa a novedad, algo que en los 
pasados siglos no tenga su comparación. Siempre se habló de misiones en los pueblos salvajes y bárbaros; se habló de predicaciones, de 
iglesias, de hospicios, de difusión de buenos libros, de educación de la juventud. Todas estas obras existían antes de los Salesianos, existen 
ahora y existirán en el porvenir, porque son propias de la naturaleza misma de la Iglesia Católica. 

Por consiguiente, no quiero llamar vuestra atención sobre este punto; sino que me dirijo a vosotros, que os honráis con el nombre de 
salesianos, nombre hermoso que recuerda al Santo de la dulzura y la caridad, nombre hermoso también por la significación, que presta a 
vuestras obras sal y luz, y es mi intención hablaros de lo que 
87 

distingue a vuestra Congregación de las otras, lo que forma vuestro carácter, vuestra fisonomía. Lo mismo que en todo hombre, que Dios 
envía al mundo, graba una nota, que lo distingue de todos los demás hombres, así también, como nos lo atestigua la historia y lo vemos con 
nuestros ojos, sella Dios a cada Congregación Religiosa con una nota, con un carácter, con un sello que la distingue de las demás 
Congregaciones. La orden de San Francisco de Asís tiene el carácter procedente de su misión y es la pobreza, con la que debían los 
Franciscanos oponerse a un siglo, totalmente entregado a la ostentación y a los placeres. La Orden de Santo Domingo tuvo y tiene también 
su carácter, la fe, porque debía combatir en un siglo, en el que surgían ferozmente las herejías. Haec est victoria, quae vincit mundum, fides 
nostra. Ignacio y su Compañía de Jesús tuvieron como carácter la ciencia, con la que debían combatir la ignorancia de los que acusaban a 
la Iglesia de ignorante, detener los avances del Protestantismo, disputándoles el terreno palmo a palmo, penetrar en las regiones ya 
ocupadas por él, conquistar las almas no sólo con la santidad, sino con el saber. Y dígase lo mismo de todos los ((93)) demás Institutos 
religiosos, que sería largo reseñar aquí para considerar la nota singular de cada uno. 

Vosotros los Salesianos tenéis, pues, una misión especial que constituye vuestro carácter, y yo, Cardenal de la Santa Madre Iglesia, al 
predicar en este lugar de la verdad, no vengo para adular o para disimular; hablo por tanto con toda franqueza. Al hacer una comparación 
con los fundadores de las grandes Ordenes religiosas, Dominicos, Franciscanos, Ignacianos, don Bosco supo inspirarse en las tres y sacar 
de cada una algún elemento que sirviera al edificio de su obra, la cual, sin embargo, se distingue de éstas. 

Parece que vuestra Congregación responde a la de San Francisco en la vertiente de la pobreza, pero vuestra pobreza no es la de los 
franciscanos. Parece que responde a la de santo Domingo, pero vosotros no debéis defender la fe contra preponderantes herejías porque 
éstas no sólo están envejecidas, sino decrépitas y caducas y también porque vuestro fin principal es la educación de la juventud. Parece que 
responde a la de san Ignacio en la ciencia, por el gran número de obras que publicáis para el pueblo, y don Juan Bosco es hombre de gran 
talento, de profundo saber y docto en varias disciplinas; pero no lo toméis a mal, si digo que no sois vosotros los que habéis inventado la 
piedra filosofal. 

»Qué hay, pues, de especial en la Congregación Salesiana? »Cuál es su carácter, su fisonomía? Si lo he comprendido bien, si he captado 
su concepto, si no me oculta ningún velo la inteligencia, su fin, su carácter especial, su fisonomía, su nota esencial es la Caridad, ejercida 
según las exigencias de nuestro siglo. Nos credidimus caritati, caritas est Deus, y se revela por medio de la caridad. El siglo actual sólo 
puede ser seducido y arrastrado al bien por las obras de caridad. 

Hoy el mundo no quiere conocer, ni conoce, más que las cosas materiales; no sabe nada, no quiere saber nada de las cosas espirituales. 
Ignora las bellezas de la fe, desconoce las grandezas de la religión, repudia las esperanzas de la vida por venir, reniega del mismo Dios. 
»Podrá un ciego opinar sobre los colores? »Podrá un sordo comprender las sublimes armonías de un Beethoven o un Rossini? »Podrá un 
idiota apreciar las bellezas de una obra de arte? Así es el siglo actual: ciego, sordo, obtuso para las cosas de Dios y para la caridad. Este 
siglo sólo comprende el medio de la caridad, pero no el fin ni el principio. Sabe hacer el análisis de esta virtud, pero no sabe componer su 
síntesis. Animalis homo non percipit quae sunt spiritus Dei, como dice san Pablo. Decid a los hombres de este siglo: hay que salvar las 
almas, que se pierden; hay que adoctrinar a los que ignoran los principios de la religión; hay que 
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dar limosna por amor de aquel Dios, que un día premiará cumplidamente a los generosos; y los hombres de este mundo no entienden. 

Es preciso, pues, adaptarse al siglo, que vuela a ras del suelo. Dios se da a conocer a los paganos por medio de la ley natural; se da a 
conocer ((94)) a los hebreos a través de la Biblia; a los griegos cismáticos por medio de las grandes tradiciones de los Padres; a los 

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protestantes a través del Evangelio; al siglo actual se da a conocer por la caridad: Nos credidimus caritati. 

Decid a este siglo: os quito a los muchachos de las calles para que no los atropellen los tranvías, para que no caigan en un pozo; los 
recojo en un hospicio para que no se deteriore su lozana edad en los vicios y en la crápula; los reúno en las escuelas para educarlos, para 
que no se conviertan en azote de la sociedad, no acaben en una cárcel; los llamo para que vengan a mí y los vigilo para que no se arranquen 
los ojos unos a otros; y entonces los hombres de este mundo comprenden y empiezan a creer: et nos cognovimus et credimus caritati, quam 
habet Deus in nobis (y conocimos y creímos en la caridad que Dios nos tiene). 

Y ahora ha venido don Bosco a Roma, ha plantado sus tiendas en la nueva Roma, en la Roma sin bautizar, ha venido a fundar su iglesia y 
su hospicio; ha venido a la Roma de las tabernas, de los cafés, de las amplias calles, de las avenidas bien alineadas, ha venido a dar el 
espectáculo de la caridad cristiana y conforme a las exigencias de este siglo. Ha venido a la nueva Roma sin bautizar, donde no se oye más 
que el silbido de las locomotoras y las campanillas de los protestantes, que, aparte de toda otra consideración, desentonan hasta en el 
aspecto del sonido. 

Allí no había una iglesia y ya se levanta la cúpula del Sagrado Corazón, que se da la mano con la de San Lorenzo, por encima de la 
marquesina de la estación. En la nueva Roma sin bautizar la única cruz elevada sobre una torre es la del Sagrado Corazón. En esta zona no 
hay centros religiosos o están escondidos, como si no se atrevieran a dejarse ver en medio de aquel ambiente profano. 

Don Bosco ha dicho que él ha comenzado la iglesia en el Castro Pretorio y que nos corresponde a nosotros continuarla y terminarla. No, 
querido don Bosco, usted la ha empezado; permita le diga que debe terminarla usted. Digo terminarla, y no acabarla, esto es, adornarla 
hasta el último detalle, dorarla, pintarla. Nosotros pediremos a Dios que nos conserve a don Bosco al menos hasta ver terminada la iglesia, 
terminado el edificio del Instituto con los quinientos muchachos internos, provistos no sólo del histórico y famoso panecillo, que la 
Providencia sabrá darles, sino de algo mas, porque non in solo pane vivit homo (no sólo de pan vive el hombre). 

Es don Bosco quien debe terminar esta obra, él, a quien nada se niega, él que tiene tanto ascendiente sobre los que le escuchan, él que 
goza de veneración mundial. Necesitamos su nombre. Su nombre, con su prestigio, llegará a recoger lo que no podríamos todos nosotros 
juntos. Su nombre ha llenado el mundo y sólo él puede hacer que contribuya a esta obra todo el mundo. Es conveniente, es necesario. 
Roma tiene derecho a que todo el mundo concurra a su obra, pues el beneficio redunda Para ventaja de todo el Orbe católico. 

El pueblo Romano es el pueblo príncipe, el primer pueblo de la tierra, ((95)) y para él redunda en cierto modo la dignidad del Soberano 
Pontífice que vive en medio de él y es su propio Obispo. La Iglesia Romana, primogénita y madre de todas las Iglesias, tiene derecho a que 
se le rinda tributo de reverencia. De ella parte todo bien para todo el mundo, y a ella se debe el agradecimiento de todo el mundo 
ayudándola en sus empresas. 

El pueblo romano estuvo hasta ahora acostumbrado al gobierno de un padre y 
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avezado a recibir, más que a dar. Hoy han cambiado las cosas y día tras día se nos merma lo poco que poseemos con las contribuciones que 
exige el nuevo gobierno. A pesar de ello, se sostienen en Roma las obras de caridad como antes. »Y quién las sostiene? El pueblo romano. 
Estáis viendo con qué magnificencia se adornan nuestras iglesias: »y quién prodiga estos tesoros? El pueblo romano. Los altares de la 
Virgen resplandecen con el fulgor de tantas luces, alegran a los devotos con tantas flores: y »quién ofrece su óbolo para honrar a la Madre 
de Dios? El pueblo romano. Y hay patricios que dan de limosna hasta cien mil liras de una vez. 

Parecería, pues, que tendrían que bastaros las obras buenas que ya hacéis, señores cooperadores y señoras cooperadoras de Roma. 
Imponeros nuevas cargas podría parecer algo inoportuno. Pero yo conozco vuestra generosidad. Los romanos no dejarán, sin duda, a don 
Bosco solo en esta empresa, sino que contribuirán con su fe y caridad, cuya fama corre por el mundo. Sí, socorred también esta obra en la 
medida de vuestros medios y aun con algo más. Vosotros mismos veis la necesidad que hay de una iglesia en el nuevo barrio tan poblado, 
la necesidad de un hospicio para tantos muchachos pobres. Contribuid también a ayudar a los Salesianos en esta empresa, que les confía la 
Providencia de Dios por manos del Sumo Pontífice. No temáis por vosotros ni por vuestros seres queridos, pues, si necesario fuere, Dios 
echará mano también de los portentos para premiar vuestra caridad. Merced a vuestra cooperación, se podrá repetir con más razón que el 
siglo, atraído por el fulgor de las obras de la caridad, ha confesado la verdad de nuestra santísima religión y quedó prendado de ella: et nos 
cognovimus et credidimus caritati. 

Un precioso motete cantado por las nobles Oblatas y la bendición eucarística, impartida por monseñor Kirby, pusieron término a la 
ceremonia. Don Bosco, así que estuvo de vuelta en casa, pensó inmediatamente en los preparativos para la audiencia pontificia. 

Era una audiencia que le tocó esperar mucho. La había pedido por escrito a monseñor Macchi el día veintitrés de abril. El portador de la 

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carta había recibido el encargo de preguntar al maestro de Cámara cuándo podía volver para la contestación, ((96)) pero Monseñor le dijo 
que no tendría que molestarse, pues él mismo enviaría, dentro de uno o dos días, la tarjeta de entrada a don Bosco, al cual, mientras tanto, 
mandaba sus saludos. Pasaron los dos días y no llegó la contestación. Y, sin embargo, el predicador cuaresmal siciliano Di Pietro, que 
había predicado en Turín y a su paso por Roma se hospedó en el Sagrado Corazón, obtuvo enseguida la audiencia el día veinticinco por 
medio de monseñor Macchi. A pesar de todo, don Bosco se animó, al oír de su huésped que en la audiencia, que duró cerca de hora y 
media, el Papa le había pedido noticias de él, de su salud y particularmente de sus ojos, hablando de él con mucha amabilidad 1. 

1 El sacerdote Salvador Di Pietro, de Palermo, escribía en una carta del 9 de febrero de 1888: «La imagen cariñosamente amable de 
nuestro queridísimo don Bosco quedó profundamente grabada en mi corazón, cuando al volver de los sermones de cuaresma de Turín, me 
detuve en 
90 

Al ver que no llegaba nada del Vaticano, envió el día veintinueve un mensajero a monseñor Macchi, para saber si ya le habían señalado 
día y hora para la audiencia; pero la contestación fue negativa y repitió Monseñor que, a su tiempo, escribiría al Sagrado Corazón. El dos 
de mayo visitó el comendador Sterbini, trinchante 1 secreto de Su Santidad a don Bosco, quien se quejó con él de la larga tardanza. Aquél, 
indignado, le sugirió que se presentara, sin más, en el Vaticano al día siguiente por la tarde, porque entonces prestaba servicio en la 
antesala monseñor Marini, amigo del Santo y ciertamente sería introducido; pero don Bosco no consideró prudente proceder de aquella 
manera. 

Quejóse igualmente el Siervo de Dios con monseñor Negrotto, canónigo de San Pedro, observando que a algunas ((97)) señoras 
francesas, llegadas después de él, les había sido concedida inmediatamente la audiencia. 

-Y yo, añadió, tengo que hablar al Papa de asuntos que él mismo me ha confiado. 

El canónigo, muy extrañado, prometió ocuparse de ello. Pero Lemoyne, angustiado, escribía todavía el 5 de mayo a don Miguel Rúa: «En 
cuanto al Vaticano, monseñor Macchi todavía no ha contestado después de semana y media. Es algo amargo, pero hay que aguantar». 

En el capítulo IV, podrán adivinar los lectores por sí mismos las causas que tuvieron que determinar alrededor del Pontífice esta especie 
de obstrucción. 

Llegó por fin hacia el mediodía del seis de mayo la comunicación de que la audiencia estaba fijada para el día nueve, viernes, a las once. 
Lo acompañaron don Juan Bautista Lemoyne y don José Daghero 2. 

Roma, en los padres salesianos de la iglesia del sagrado Corazón, y tuve la fortuna de pasar cinco días a su lado (abril 1884). Había por 
aquellos días un continuo ir y venir a aquel santo templo, todavía sin terminar, de gente de toda nación y lengua, que iba allí para ver de 
cerca, oír y admirar al santo. No se marchaba ninguno sin haber obtenido alguna cosita que hubiese sido tocada, bendecida o usada por don 
Bosco. íOh, si supiese, mi querido Padre, todo lo que entonces vi y cómo se renovó en mí la fe y el amor a nuestro Amor Crucificado! El 
me quería a su lado y pasamos largas horas en santas conversaciones. Vi entonces a señores de la mas alta aristocracia romana, francesa, 
alemana, acudir al templo del sagrado Corazón de Roma, para dejar pañuelos de color y blancos y muchos otros objetos para que el Padre 
los usara al menos una sola vez y guardarlos, al serles devueltos como precioso recuerdo.» 

1 Trinchante: empleado de palacio en lo antiguo, que era gentilhombre de boca, y trinchaba, servía la copa y hacía la salva de la comida, 
según leo en el diccionario (N. del T.). 

2 Según su costumbre, don Bosco apuntó algunas cosas en una cartulina: 

Para el Padre Santo 

Audiencia mayo 1884: 1.° Privilegios-Dimisorias prov. 2.° Iglesia y hospicio del Sagrado Corazón. 3.° Fachada. 4.° Casa de La Spezia. 
5.° Misiones extranjeras. 6.° Condecoraciones. 7.° 
91 

A la una y tres cuartos entró don Bosco en la sala del Papa. La puerta quedó abierta unos instantes. Los camareros de honor, el camarero 
secreto participante y el oficial de los guardias nobles se acercaron a ella para observar cómo lo recibía el Padre Santo. Resonó la voz del 
Pontífice tan claramente que Lemoyne la pudo oír. 

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-íOh, don Bosco, dijo enseguida el Papa, cómo está? Cómo va su salud? »Y los ojos? Oigo decir que no está muy bien. 

Don Bosco, que se había arrodillado, besó su pie: después pidió permiso para permanecer de pie, porque, en aquella posición, no habría 
podido resistir. 

-De pie no, contestó el Papa, sentado. 

Y le señaló una silla, que mandó acercar a monseñor Macchi. Don Bosco dio las gracias a Su Santidad y se sentó. 

En presencia de León XIII, sólo ((98)) el ya difunto cardenal Caterini había tenido el privilegio de estar sentado, porque frisaba los 
noventa años. Monseñor Macchi no se había movido todavía de su sitio. El Papa le dijo: 

-Puede retirarse. 

Al salir éste, los que estaban a la escucha se echaron atrás. Ahora, siguiendo los apuntes de Lemoyne y algunos datos tomados de las 
actas manuscritas del Capítulo Superior, iremos exponiendo detalladamente el desarrollo de la audiencia. 

El preludio del coloquio fue el tema de la salud. León XIII, después de pedirle noticias al respecto, dijo: 

-Es absolutamente necesario que se cuide y no escatime los medios necesarios para sostenerse y recobrar sus fuerzas. Tenga cuidado de s 
mismo sin tantos escrúpulos. Deje de desgastarse en adelante. Haga trabajar a los otros. Hace falta que viva todavía, porque su vida no le 
pertenece a usted sino a la Iglesia y a la Congregación que ha fundado, la cual le necesita para obtener los frutos que la Providencia de 
Dios quiere. Don Bosco, usted es necesario. Su obra ha crecido y se ha extendido. Italia, Francia, España, América, los mismos salvajes 
reclaman su existencia. Usted tiene hijos que seguirán su espíritu, pero ellos estarán siempre en segunda línea detrás de usted. No importa 
que, en este momento, no pueda dedicarse a trabajar mucho. Su vida, su existencia, su consejo son cosas necesarias, que yo y todos sus 
amigos deseamos vivamente, a fin de que pueda llevar a término las obras empezadas. Si yo estuviese enfermo, usted haría, no lo dudo, 

Bendición especial para colaboradores de la iglesia y hospicio del Sagrado Corazón. 8.° A todos los salesianos, alumnos y cooperadores.
9.° Secretario (es decir, presentarlo al Papa)
.
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todo lo posible para conservar mi vida. Pues bien, quiero que usted haga para sí mismo lo que haría por mí. Cuídese, pues, emplee todos
los medios necesarios para conservarse bien, lo quiero yo, »comprende?; se lo mando, el Padre Santo lo quiere así, el Papa se lo manda. La
Iglesia necesita de su vida.


-Padre Santo, contestó don Bosco; es demasiado grande su bondad al compararme con Vos. Es un honor, ((99)) que me confunde. 
Procuraré, sin embargo, hacer todo lo que esté de mi parte para obedecer a vuestra voluntad. 

-Muy bien. »Y ahora, qué tiene que pedirme? Pida en hora buena porque el Padre Santo está dispuesto a concederle cuanto pida. 

Entonces don Bosco presentó el conjunto de los privilegios, que deseaba obtener para la Congregación, y le dijo: 

-Padre Santo, suplico se digne completar la Pía Sociedad Salesiana, que actualmente está a medio camino. Eso sería la concesión de los 
privilegios. Hay Congregaciones, cuyos miembros se cuentan con los cinco dedos de una mano y han obtenido enseguida estos privilegios 
de forma amplísima; y para nosotros, que somos tantos y sentimos su necesidad, hace ya muchos años que los pido y no puedo obtener 
nada. 

El Pontífice dio una mirada a los papeles que don Bosco le presentaba y le repitió: 

-Concederemos todo lo que quiere. Para agilizar las cosas, monseñor Masotti, secretario de la Congregación de Obispos y Regulares, 
podría presentar, sin más, los documentos necesarios y yo los firmaría sin presentarlos a la Congregación entera. Diga a Monseñor que ésta 
es mi intención. Tanto más que ahora, añadió el Papa sonriendo, ya no está el pobre arzobispo Gastaldi. Entonces resultaba difícil poder 
hacer las concesiones de buen acuerdo. Aquél era un verdadero adversario suyo. íCuánto hizo, cuánto dijo para impedir la concesión de los 
privilegios! No tema, pues; yo quiero que esta vez quede satisfecho. No, la Santa Sede no se opone a darle todo lo que le es necesario. 
Creía usted que se hostilizaba a su Congregación. íNo! Eran circunstancias involuntarias las que así lo exigían. Tampoco el Papa, ya lo ve, 
puede hacer muchas veces lo que desea. Yo le quiero, le quiero, le quiero. Estoy por los Salesianos totalmente. Soy el primero entre los 
Cooperadores. Quien sea su enemigo es enemigo de Dios. Yo tendría miedo a actuar en su contra; en efecto, hace obras colosales con 
medios muy mezquinos. Ni siquiera usted mismo conoce la extensión de su ((100)) misión y el bien que debe acarrear a toda la Iglesia. 

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VOLUMEN XVII Página: 93 

Usted tiene la misión de hacer ver al mundo que se puede ser buen católico y, 
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al mismo tiempo, ciudadano bueno y honrado; que puede hacerse un gran bien a la juventud pobre y abandonada en todos los tiempos, sin 
chocar con la corriente de la política, y siendo siempre buenos católicos. El Papa, la Iglesia, el mundo entero piensa en usted, en su 
Congregación y le admira; y el mundo le quiere o le teme. No es usted sino Dios, quien actúa en su Congregación. Su admirable 
crecimiento, el bien que hace no tiene explicación suficiente en las causas humanas; es Dios mismo quien guía, sostiene, lleva a su 
Congregación. Dígalo, escríbalo, predíquelo. Este es el secreto que le ha hecho vencer todo obstáculo y todo enemigo. 

-Padre Santo, dijo don Bosco, no encuentro palabras para agradecer las benévolas expresiones con que se digna considerar a don Bosco y 
a sus hijos. Le aseguro que siempre hemos hecho lo que estaba a nuestro alcance para promover entre nuestros muchachos y entre el 
pueblo el afecto, el respeto, la obediencia a la Santa Sede y al Vicario de Jesucristo. El poco bien que hemos hecho lo atribuimos a la 
bendición y a la protección del Papa. 

-Y el Papa seguirá protegiéndole y bendiciéndole. Y ahora dígame: »está contento con su Arzobispo? Ah, sí, añadió sonriendo, pensé 
también en usted. Ya lo ve: el cardenal Alimonda le quiere, le quiere mucho y esto me satisface; ya lo sabía yo. Me ha escrito, haciendo un 
gran elogio de su Congregación y rogándome le conceda los privilegios. El Papa ha hecho un gran regalo a Turín. Y yo estoy satisfecho de 
que el cardenal Arzobispo le sostenga, le apoye, le proteja, sea todo para usted. 

-Sí, Beatísimo Padre, Turín debe estar y está agradecida a Vos por haberle regalado tan gran pastor. Y tampoco los Salesianos podían 
tener un pastor más afectuoso. 

((101)) Mientras tanto el Papa, que por su temperamento nervioso, necesitaba cambiar de posición y de silla, se levantó y llamó a 
monseñor Macchi. También don Bosco quería levantarse y cambiar de silla. 

-íNo, le dijo, usted no se mueva! íNo se moleste! Ya lo hará monseñor Macchi. 

Y, tan pronto como se retiró Monseñor, volvió el Papa a arrellanarse en su asiento: 

-Padre Santo, siguió diciendo don Bosco, las concesiones anteriormente hechas por Pío IX ya han caducado, y, en este momento, me 
encuentro apurado. Pediría que me concediera de nuevo la facultad de dar las cartas dimisorias a los clérigos ordenandos, hasta que no sean 
concedidas regularmente las concesiones mediante un Breve. 

El Papa accedió por vía provisional. 
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Después empezó a hablar de la iglesia del Sagrado Corazón y preguntó: 

-»Qué obras se están haciendo ahora? 

Don Bosco explicó a qué punto había llegado el edificio en construcción y cuáles eran las obras en curso; habló de las dificultades que se 
habían encontrado, del bien que ya se hacía en el presbiterio terminado, que servía por el momento de parroquia, del mes de mayo, al que 
asistía un millar de personas cada tarde; del oratorio festivo; de las escuelas con doscientos alumnos; de la catequesis dominical, a la que 
acudían trescientas muchachas; del hospicio que se iba a construir y de los locales ya hechos o comprados, que podrían dar cabida a unos 
cincuenta internos. El Papa escuchaba con vivo interés la exposición, cuando de pronto don Bosco se lanzó a decir: 

-Querría pedir a Su Santidad me permitiera expresar una idea mía. 

-Diga, diga, contestó el Padre Santo. 

-Esta iglesia, prosiguió don Bosco, es católica, porque todo el mundo toma parte en su construcción y este hospicio es para los jovencitos 
de todas las naciones de la tierra. Yo quisiera que Su Santidad figurara en esta obra. 

-No debo negarme, dijo el Papa »Y qué propondría? 

-Que Su Santidad asumiera el gasto de la fachada de la iglesia del Sagrado Corazón. íSería muy bonito que en ((102)) el frontispicio se 
leyese grabada esta inscripción: Catholicorum pietas construxit; frontem autem hujus ecclesiae Leo XIII Pont. Max. proprio aere 
aedificavit! 

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VOLUMEN XVII Página: 95 

-»Ya ha preparado la inscripción? 

-Esta u otra mejor; con tal que exprese este pensamiento. 

El Papa se echó a reír. 

-»Y por qué no? Acepto la fachada; la haré. 

-Pero, Santidad, explicó don Bosco, no quiero, sin embargo, que os quedéis sólo en la empresa de edificar esta fachada; quiero ayudaros 

con lo que pueda. »No le trajo el otro día la condesa Fontenay diez mil liras? 

-Sí, es verdad. 

-Pues bien, fue don Bosco quien le aconsejó que hiciera este donativo. Dentro de poco, recibirá su Santidad otras diez mil liras, y sé que 

otra persona de Marsella se dispone a hacer otra generosa ofrenda a Su Santidad para que se continúen las obras de la iglesia. 

-Sí, sí; queda, pues, concluido el negocio de este modo. 

-Padre Santo, le agradezco tanta bondad; pero permítame añadir 

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algo más. Querría que el mundo conociera su generosidad, y, si me lo permite, la publicaría en el Boletín Salesiano. 

-Dé en hora buena a este hecho la publicidad que le agrade y según su prudencia. 

Veía don Bosco en su proposición un medio para fomentar el óbolo de San Pedro, a la sazón muy mermado. 

Recordarán los lectores que el Papa otorgaba una asignación mensual a la casa de La Spezia; era, por tanto, natural que don Bosco le 

diese cuenta de aquella casa, con lo que abría el camino para darle noticias de los otros colegios, del Oratorio y de las dos principales 
asociaciones, a saber la del clero infantil y la del Santísimo Sacramento. 

Díjole entonces el Papa: 

-Diga de mi parte a los jovencitos de la compañía ((103)) del Santísimo Sacramento que los quiero, que son la pupila de mis ojos; 
hágales una caricia paternal de mi parte y déles, también de mi parte, una bendición manu ad manum. Estos queridos jovencitos están 
destinados a explicar al mundo cómo la caridad cristiana logra mejorar a la sociedad mediante la buena educación impartida a los niños 
pobres y desamparados... »Y cuántos novicios tiene? 

-Doscientos ocho, Santidad, repartidos en los diversos noviciados de San Benigno, Francia y América, y otros esparcidos acá y allá por 
las casas, para no llamar demasiado la atención. 

-íDoscientos ocho! íEs maravilloso! íDoscientos ocho novicios! 

A petición de don Bosco, autorizó entonces el Papa a la Congregación Salesiana a tener novicios también en las casas profesas de Turín y 
de Marsella; y siguió diciendo: 

-Ayúdelos a superar todas las asechanzas del demonio y cuide que se mantengan en su puesto; dígales de mi parte que harán mucho bien, 
si son como antorchas encendidas en medio del mundo y si guardan con firmeza la moralidad entre aquellos con quienes les toque hablar o 
actuar. 

Después, la conversación versó sobre los Cooperadores Salesianos, a quienes bendijo ampliamente el Papa a ruegos de don Bosco. 

-Yo mismo, siguió diciendo, quiero ser llamado no sólo cooperador, sino operador, porque los Papas no deben dejar de intervenir en 
estas obras de beneficencia. Si queremos una sociedad buena, no hay otro medio mejor que el de educar bien a esta pobre juventud, que 
anda al presente suelta por la calles; ella formará en breve el género humano; si se la educa bien, tendremos una sociedad sana y de buenas 

costumbres; y si mal, la sociedad estará en mal estado y nuestros 
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hijos tendrán que lamentar en su virilidad la mala educación que les dieron los antepasados, si es que no tuvieren que maldecir eternamente 

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VOLUMEN XVII Página: 97 

su recuerdo. Pero la piedad no desfallecerá nunca en los cristianos. 

Al llegar a este punto, presentó don Bosco la lista de algunos para los que deseaba obtener condecoraciones de la Santa Sede. La súplica 
estaba redactada en estos términos: 

((104)) Beatísimo Padre: 

Me presento humildemente a Vuestra Santidad para indicar a Vuestra augusta clemencia algunas personas muy beneméritas de la Iglesia 
y de la sociedad civil y muy conocidas por favorecer el óbolo de san Pedro. 

1. Entre los personajes insignes bienhechores de la religión y de la sociedad civil hay que señalar, sin duda, al conde Luis Antonio Fleury 
de Tolón. Por su beneficencia ya fue nombrado Conde de la Santa Iglesia Romana por Su Santidad. Ahora acaba de hacer construir una 
iglesia y una casa para huérfanos en nuestra escuela agrícola de La Navarre (Fréjus). Ha entregado más de cien mil liras para el pago de 
diversas deudas, que nos habrían obligado a suspender las obras de la iglesia del Sagrado Corazón en Roma. Sostiene también eficazmente 
las escuelas libres y la prensa católica de su patria. Para él se pide respetuosamente la condecoración de Comendador. 
2. El barón Amado Héraud, fervoroso católico, Camarero de capa y espada, promotor del óbolo de san Pedro en Niza y en las ciudades 
próximas suplica se le haga Comendador. 
3. El señor Alfredo de Montigny, rico y generoso católico de Lille, en Francia, poderoso promotor de las obras católicas, abrió a los 
Salesianos un hospicio para niños pobres. Le interesaría sumamente el título de Conde Romano, para ligar de este modo a su hijo único a 
la Santa Sede. El Obispo de Cambrai ha enviado una carta comendaticia especial directamente a Su Santidad. 
4. El doctor Carlos d'Espiney de Niza, fervoroso católico y médico afamado, se presta gratuitamente para asistir a todos los pobres que 
piden sus servicios y especialmente a los huerfanitos de nuestro hospicio de San Pedro en aquella ciudad. Suplica una condecoración de 
Caballero de San Gregorio Magno. Se adjunta, para este fin, una carta comendaticia del Obispo de Niza. 
5. El Obispo de Fréjus en Francia suplica humildemente a Vuestra Santidad tenga a bien honrar y recompensar el celo del Rvmo. 
sacerdote monseñor Mario Guigou, Camarero Supernumerario, promoviéndolo a la prelatura de grado superior. Le adjunto la honorable 
carta comendaticia de su Ordinario. 
El Papa dio una rápida mirada a la instancia y dijo después a don Bosco que hiciese escribir en hojas separadas cada una de las súplicas 
para presentarlas en la oficina y atenderlas más cómodamente. Llamó mientras tanto a monseñor Macchi e hizo que le entregara la nota, 
para que se ocupara de ella. Dicho esto, reanudó la conversación: 

-»Y ahora tiene algo más que pedir? Pida libremente, que estoy dispuesto a concederle todo. 
97 

((105)) -Santidad, todavía una bendición especial para todos los Cooperadores, para sus familias y amigos. 

El Papa se la concedió benignamente. 

-Y ahora, si me lo permite, añadió don Bosco, llamaré a mi secretario y a don José Daghero, director del seminario de Magliano Sabino 
para que tengan el alto honor de besar el pie a Su Santidad. 

Y así diciendo, se levantaba para ir a la puerta. 

-No, no se moleste, dijo el Papa; yo los haré entrar. 

Sonó la campanilla, entró monseñor Macchi y le ordenó que los introdujera. 

-»Quién de ustedes es el Director de Magliano?, preguntó. 

-Un servidor, Santidad, contestó don José Daghero. 

-He oído decir que hay alguna disensión entre el colegio y ciertas personas. 

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VOLUMEN XVII Página: 98 

-Pero esperamos que todo se arregle, dijo don José Daghero. 

-Sí, sí, se arreglará. 

-Y éste, dijo don Bosco, es don Juan Bautista Lemoyne, mi secretario. Ha sido director de varios colegios y últimamente Director de las 

Hijas de María Auxiliadora, en Nizza Monferrato. 

-íMuy bien! »Así que usted es su secretario? A usted confío la persona de su Superior. Debe usted cuidar su salud y procurar que no se 
canse demasiado. No le permita escribir; tiene los ojos muy cansados y enfermos. Usted debe ser su apoyo y es usted responsable de la 
vida de su Superior »comprende? Y lo quiero yo así, lo quiere el Padre Santo, es el Papa quien lo quiere. Prodíguele todos los cuidados, 
sea su consuelo. íQué honor el suyo! Es un gran honor para ustedes los Salesianos la misión que Dios les confía; es una gran obligación, a 

la que debe corresponder. Dígaselo a todos sus demás hermanos y que sean el consuelo de este pobre anciano. 

-Padre Santo, contestó Lemoyne conmovido; se lo diré a mis hermanos, los cuales quedarán así más confirmados en su vocación. 

((106)) -»Y sus misiones?, preguntó el Papa volviéndose a don Bosco. 

-Van bien, Padre Santo. Ya se ha bautizado a quince mil salvajes. 

-Quince mil salvajes es un buen número y yo les agradezco tantas almas salvadas. Es algo magnífico salvar las almas y el Papa goza con 

ello. Pero, a propósito de almas, »por qué no me contentáis al pobre Obispo de Mantua? Ha venido a verme y me ha pedido que interponga 
mis buenos oficios para que usted le envíe cuatro o cinco sacerdotes salesianos. El está dispuesto a hospedar en su palacio a 
98 
estos salesianos. Me daría un gran gusto si lo contentara. Los necesita mucho este buen Obispo 1. 

-Puesto que le gusta a Su Santidad, veremos si se le puede contentar. Es verdad que el número de nuestros salesianos es muy reducido 

para las muchas casas que debemos proveer de personal, pero intentaremos contentar a Su Santidad. 

-Antes de enviarlos espere a que yo escriba al Obispo. Mientras tanto, Benedictio Dei omnipotentis, etc. 

Se arrodilló don Bosco, mientras el Papa quería impedírselo. Por fin, dijo a don Juan Bautista Lemoyne: 

-Secretario, ayúdele a levantarse, sosténgalo. 

Cuando salieron de la presencia del Sumo Pontífice, eran las tres y media. Don Bosco, pese a su acostumbrada tranquilidad, parecía muy 

contento. Cuando estuvieron en el coche, le preguntó Lemoyne: 

-»Está usted contento, don Bosco? 

-íSí! íQué bueno es el Padre Santo! Lo necesitaba yo muy de veras; ya no podía más. 

Cuando llegó a casa, su alegría llegó al colmo con la noticia de que el Alcalde de Roma había finalmente pedido al Gobernador en 

nombre del Ayuntamiento el permiso para hacer la rifa. Ya no podía dudarse de la concesión. En efecto, ((107)) el veintisiete de mayo, la 
Administración Provincial emitió el decreto, por el cual se autorizaba el despacho de doscientos mil boletos a una lira cada uno. 

Aquel mismo día envió Lemoyne, de parte de don Bosco, una tarjeta a don Miguel Rúa con la orden de comunicar su contenido a todas 
las casas, para que se enteraran de la audiencia, de todo lo obtenido en Roma y del próximo regreso 2. 

Próximo a partir de Roma, don Bosco hizo escribir al Oratorio, en forma de carta, la narración de un sueño de la máxima importancia. Lo 
había tenido una de aquellas noches, en las que se encontraba mal. Lo contó por partes a Lemoyne, indicándole que lo desarrollase, y 
después se lo hizo leer y dictó algunas correcciones. El seis de mayo había mandado escribir a don Miguel Rúa: «Don Bosco está 
preparando una carta que desea enviar a los jóvenes y en la que quiere decir cosas muy bellas a sus amadísimos hijos». 

La carta fue expedida el diez de mayo, pero don Miguel Rúa, no juzgando conveniente leerla en público por entero, rogó que se le 

1 Este obispo pedía algunos salesianos, que estuviesen a su disposición para enviarlos a predicar y confesar donde lo pidiese la 
necesidad. 

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VOLUMEN XVII Página: 99 

2 Apéndice, Doc. núm. 11. 
99 

enviase una copia adaptada a los jóvenes. Lemoyne eliminó la parte que interesaba sólo a los superiores. La lectura, hecha por don Miguel 
Rúa por la noche después de las oraciones, fue acogida por los muchachos con temor, máxime porque el Santo decía en ella que había 
conocido el estado de muchas conciencias. 

A su regreso, hubo una continua peregrinación de jovencitos a su habitación para saber el estado en que los había visto. De todo esto se 
derivaron dos efectos principales: un principio de reforma en la vida del Oratorio y el alejamiento de algunos, que parecían bonísimos. He 
aquí el texto completo del sueño. 

Mis queridos hijos en J. C.: 

Lo mismo cerca que lejos, siempre pienso en vosotros. Uno solo es mi deseo, que seáis felices en el tiempo y en la eternidad. Este 
pensamiento, este deseo me ha impulsado a escribiros esta carta. Siento, queridos míos, el peso de la distancia a que me encuentro de 
vosotros y el no veros y el no oíros me causa una pena como no podéis imaginar. Por eso, habría deseado escribir estas líneas hace ya una 
semana, pero las ((108)) continuas ocupaciones me lo impidieron. Con todo, aunque faltan pocos días para mi regreso, quiero anticiparos 
mi llegada, al menos por medio de una carta, ya que no puedo hacerlo en persona. Son las palabras de quien os ama tiernamente en 
Jesucristo y tiene el deber de hablaros con la libertad de un padre. Y vosotros me permitiréis que así lo haga »no es cierto? Y prestaréis 
atención y pondréis en práctica lo que os voy a decir. 

Os he afirmado una y otra vez que sois el único y continuo pensamiento de mi mente. Ahora bien, en una de las noches pasadas yo me 
había retirado a mi habitación y, mientras me disponía a entregarme al descanso, comencé a rezar las oraciones que me enseñó mi buena 
madre. 

En aquel momento, no sé bien si víctima del sueño o fuera de mí por alguna distracción, me pareció que se presentaban ante mí dos 
antiguos alumnos del Oratorio. 

Uno de ellos se acercó y, saludándome afectuosamente, me dijo: 

-íDon Bosco! »Me conoce? 

-Sí que le conozco, le respondí. 

-»Y se acuerda aún de mí?, añadió. 

-De ti y de los demás. Tú eres Valfré y estabas en el Oratorio antes del 1870. 

-Diga, continuó, »quiere ver a los jóvenes que estaban en el Oratorio en mis tiempos: 

-Sí, házmelos ver, le contesté, eso me proporcionará una gran alegría. 

Entonces Valfré me mostró todos los jovencitos con el mismo semblante y con la misma edad y estatura de aquel tiempo. Me parecía 
estar en el antiguo Oratorio a la hora de recreo. Era una escena llena de vida, de movimiento y alegría. Quién corría, quién saltaba, quién 
hacía saltar a los demás; quién jugaba a la rana, quién a bandera, quién a la pelota. En un sitio había reunido un corrillo de muchachos 
pendientes de los labios de un sacerdote que les contaba una historieta. En otro lado, había un clérigo con otro grupo jugando al «burro 
vuela» o a los «oficios». Se cantaba, se reía por todas partes, había por doquier sacerdotes y clérigos y alrededor de ellos jovencitos 
100 

que alborotaban alegremente. Entre jóvenes y superiores reinaba la mayor cordialidad y confianza. Yo estaba encantado al contemplar 
aquel espectáculo y Valfré me dijo: 

-Vea, la familiaridad engendra afecto y el afecto, confianza. Esto es lo que abre los corazones y los jóvenes manifiestan todo sin temor a 
los maestros, a los asistentes y a los superiores. Son sinceros en la confesión y fuera de ella y se prestan con facilidad a todo lo que les 
quiere mandar aquél que saben los ama. 

En tanto se acercó a mí otro antiguo alumno, que tenía la barba completamente blanca y me dijo: 

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VOLUMEN XVII Página: 101 

-Don Bosco »quiere ver ahora los jóvenes que están actualmente en el Oratorio?
Este era José Buzzetti.
-Sí, respondí; pues hace un mes que no los veo.
((109)) Y me los señaló: vi el Oratorio y a todos vosotros que estabais en reo. Pero no oía ya gritos de alegría y canciones, no


contemplaba aquel movimiento, aquella vida que vi en la primera escena. 
En los ademanes y en el rostro de algunos jóvenes se notaba una tristeza, una desgana, un disgusto, una desconfianza que causaba gran 
pena a mi corazón. Vi, es cierto, a muchos que corrían, que jugaban, que se movían con placentera despreocupación; pero otros, y eran 
bastantes, estaban solos, apoyados en las columnas, presa de pensamientos desalentadores; otros estaban por las escaleras y los corredores 

o en los poyetes, que dan a la pared del jardín, para no tomar parte en el recreo común; otros paseaban lentamente formando grupos y 
hablando en voz baja entre ellos, lanzando a una y otra parte miradas sospechosas y mal intencionadas; algunos sonreían pero con una 
sonrisa acompañada de gestos que hacían no solamente sospechar, sino creer que san Luis habría sentido sonrojo si se hubiese encontrado 
en compañía de los tales; incluso entre los que jugaban había algunos tan desganados, que daban a entender a las claras que no encontraban 
gusto alguno en el recreo. 
-»Ha visto a sus jóvenes?, me dijo aquel antiguo alumno.
-Sí que los veo, le contesté suspirando.
-íQué diferentes son de lo que éramos nosotros!, exclamó.
-íMucho! íQué desgana en este recreo!
-Y de aquí proviene la frialdad de muchos para acercarse a los santos sacramentos, el descuido de las prácticas de piedad en la iglesia 
y


en otros lugares; el estar de mala gana en un lugar donde la Divina Providencia los colma de todo bien corporal, espiritual e intelectual. De 
aquí el no corresponder de muchos a la vocación; de aquí la ingratitud para con los superiores; de aquí los secretitos y las murmuraciones, 
con todas las demás deplorables consecuencias. 

-Comprendo, entiendo, respondí yo. Pero »cómo animar a estos jóvenes para que vuelvan a la antigua vivacidad, alegría y expansión?
-Con la caridad.
-»Con la caridad? Pero »es que mis jóvenes no son bastante amados? Tú sabes cuánto los amo. Tú sabes cuánto he sufrido por ellos 
y


cuánto he tolerado en el transcurso de cuarenta años y cuánto tolero y sufro en la actualidad. Cuántos trabajos, cuántas humillaciones, 
cuántos obstáculos, cuántas persecuciones para proporcionarles pan, albergue, maestros y especialmente para buscar la salvación de sus 
almas. He hecho cuanto he podido y sabido por ellos que son el afecto de toda mi vida. 

-No me refiero a usted. 

-»De quién hablas, pues? »De los que hacen mis veces? »De los directores, de los 
101 
prefectos, de los maestros, de los asistentes? »No ves que son mártires del estudio y del trabajo? »Cómo consumen los años de su juventud 

en favor de ellos, que son como un legado de la Providencia? 
-Lo veo y lo sé; pero eso no basta; falta lo mejor. 
((110)) -»Qué falta, pues? 
-Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den cuenta de que se les ama. 
-Pero »no tienen ojos en la cara? »No tienen la luz de la inteligencia? »No ven que cuanto se hace en su favor se hace por amor? 
-No, lo repito: eso no basta. 

Fin de Página: 102 


VOLUMEN XVII Página: 102 

-»Qué se requiere, pues? 

-Que al ser amados en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones infantiles, aprendan a ver el amor también en aquellas 
cosas que les agradan poco, como son: la disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos; y que aprendan a obrar con generosidad y 
amor. 

-Explícate mejor. 

-Observe a los jóvenes en el recreo. 

Hice lo que me decía y exclamé: 

-»Qué hay de particular? 

-»Tantos años como hace que se dedica a la educación de la juventud y no comprende? Observe mejor. »Dónde están nuestros 
Salesianos? 

Me fijé y vi que eran muy pocos los sacerdotes y clérigos que estaban mezclados entre los jóvenes y muchos menos los que tomaban 
parte en sus juegos. Los Superiores no eran ya el alma de los recreos. La mayor parte de ellos paseaban hablando entre sí, sin preocuparse 
de lo que hacían los alumnos; otros asistían, pero sin pensar para nada en los jóvenes; otros vigilaban desde lejos sin advertir las faltas que 
se cometían; alguno que otro corregía a los infractores, pero con amenazas y esto raramente. Había algún Salesiano que deseaba 
introducirse en algún grupo de jóvenes, pero vi que los muchachos buscaban la manera de alejarse de sus maestros y Superiores. 

Entonces me dijo mi amigo: 

-En los primitivos tiempos del Oratorio »no estaba usted siempre en medio de los jóvenes, especialmente a las horas de recreo? 
»Recuerda aquellos hermosos años? Era una alegría de Paraíso, una época que recordamos siempre con emoción, porque el amor lo 
regulaba todo y nosotros no teníamos secretos para usted. 

-íCierto! Entonces todo era para mí motivo de alegría y los jóvenes iban a porfía por acercarse a mí, por hablarme y existía una verdadera 
ansiedad por escuchar mis consejos y ponerlos en práctica. Ahora, en cambio, las continuas audiencias, mis múltiples ocupaciones y la 
falta de salud me lo impiden. 

-Bien, bien; pero si usted no puede, »por qué sus Salesianos no se convierten en imitadores suyos? »Por qué no insiste, no exige que 
traten a los jóvenes como usted los trataba? 

-Yo les hablo e insisto hasta cansarme, pero muchos no están decididos a tomarse el trabajo de antaño. 

-Y así, descuidando lo menos, pierden lo más, y este más es el fruto ((111)) de sus fatigas. Que amen lo que agrada a los jóvenes y los 
jóvenes amarán lo que es del gusto de los Superiores. De esta manera el trabajo les será muy llevadero. La causa del cambio presente del 
Oratorio es que un buen número de jóvenes no tiene confianza con los Superiores. Antiguamente los corazones todos estaban abiertos a los 
Superiores, 
102 
por lo que los jóvenes amaban y obedecían prontamente. Pero ahora los Superiores son considerados sólo como tales y no como padres, 
hermanos y amigos; por tanto, son más temidos que amados. Por eso, si se quiere hacer un solo corazón y una sola alma, por amor a Jesús, 
se debe romper esa barrera fatal de la desconfianza que ha de ser suplantada por la más cordial confianza. Es decir: que la obediencia ha de 
guiar al alumno como la madre a su hijito; entonces reinarán en el Oratorio la paz y la antigua alegría. 

-»Cómo hacer, pues, para romper esta barrera? 

-Familiaridad con los jóvenes, especialmente en los recreos. Sin la familiaridad no se puede demostrar el afecto y, sin esta demostración, 
no puede haber confianza. El que quiera ser amado es menester que demuestre que ama. Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y 
cargó con nuestras debilidades. íHe aquí el Maestro de la familiaridad! 

El maestro al cual sólo se le ve en la cátedra, es maestro y nada más, pero, si participa del recreo de los muchachos, se convierte también 
en hermano. 

Si a uno se le ve en el púlpito predicando, se dirá que cumple con su 
deber, pero si se le ve diciendo en el recreo una buena palabra, habrá que reconocer que esa palabra proviene de una persona que ama. 

Fin de Página: 103 


VOLUMEN XVII Página: 103 

íCuántas conversiones no fueron efecto de alguna de sus palabras pronunciadas improvisamente al oído de un jovencito mientras se 
divertía! El que sabe que es amado, ama, y el que es amado lo consigue todo, especialmente de los jóvenes. Esta confianza establece como 
una corriente eléctrica entre jóvenes y Superiores. Los corazones se abren y dan a conocer sus necesidades y manifiestan sus defectos. Este 
amor hace que los Superiores puedan soportar las fatigas, los disgustos, las ingratitudes, las faltas de disciplina, las ligerezas, las 
negligencias de los jóvenes. Jesucristo no quebró la caña ya rota, ni apagó la mecha humeante. He aquí vuestro modelo. Entonces no habrá 
quien trabaje por vanagloria, ni quien castigue por vengar su amor propio ofendido; ni quien se retire del campo de la asistencia por celo a 
una temida preponderancia de otros; ni quien murmure de los otros para ser amado y estimado de los jóvenes, con exclusión de todos los 
demás superiores, mientras, en cambio, no cosecha más que desprecio e hipócritas zalamerías; ni quien se deje robar el corazón por una 
criatura y, para agasajar a ésta, descuide a todos los demás jovencitos; ni quienes, por amor a la propia comodidad, menosprecien el deber 
de la asistencia; ni quienes, por falso respeto humano, se abstengan de amonestar a quien necesite ser amonestado. Si existe este amor 
efectivo, no se buscará más que la gloria de Dios y el bien de las almas. Cuando languidece este amor, es que las cosas no marchan bien. 
»Por qué se quiere sustituir la caridad por la frialdad de un reglamento? »Por qué los Superiores dejan a un lado la observancia de ((112)) 
aquellas reglas de educación que don Bosco les dictó? »Por qué, al sistema de prevenir, de vigilar y corregir amorosamente los desórdenes, 
se le quiere reemplazar por aquel otro más fácil y más cómodo para el que manda, de promulgar la ley y hacerla cumplir, mediante los 
castigos que encienden odios y acarrean disgustos; y, si se descuida el hacerlas observar, son causa de desprecio para los Superiores y de 
desórdenes gravísimos? 

Y esto sucede necesariamente, si falta la familiaridad. Si, por tanto, se desea que, en el Oratorio, reine la antigua felicidad, hay que poner 
en vigor el antiguo sistema: el Superior sea todo para todos, siempre dispuesto a escuchar toda duda o lamentación de los muchachos, todo 
ojos para vigilar paternalmente su conducta, todo corazón para buscar el bien espiritual de sus subalternos y el bienestar temporal de 
aquéllos a quienes la Providencia ha confiado a sus cuidados. 
103 

Entonces los corazones no permanecerán cerrados y no se ocultarán ciertas cosas que causan la muerte de las almas. Sólo en caso de 
inmoralidad, sean los Superiores inflexibles. Es mejor correr el peligro de alejar de casa a un inocente que hacer que permanezca en ella un 
escandaloso. Los asistentes consideren como un estrechísimo deber de conciencia el referir a los Superiores todo aquello que crean puede 
constituir ofensa de Dios. 

Entonces yo le pregunté: 

-»Y cuál es el medio principal para que triunfe semejante familiaridad y ese amor y confianza? 

-La observancia exacta del Reglamento de la Casa. 

-»Y nada más? 

-El mejor plato en una comida es la buena cara. 

Mientras mi antiguo alumno terminaba de hablar con estas palabras, yo continué contemplando con verdadero disgusto el recreo y, poco 
a poco, me sentía oprimido por un gran cansancio que iba en aumento. Esta opresión llegó a tal punto, que no pudiendo resistir más, me 
estremecí, y desperté a renglón seguido. 

Me encontré de pie junto a mi lecho. Mis piernas estaban tan hinchadas y me dolían tanto que no podía estar de pie. Era ya muy tarde; 
por tanto, me fui a la cama decidido a escribir estos renglones a mis queridos hijos. 

Yo deseo no tener estos sueños, porque me producen un cansancio enorme. 

Al día siguiente, sentía aún un gran dolor en todos mis huesos y no veía la hora de poder descansar. Pero he aquí que llegada la noche, 
apenas en el lecho, comencé a soñar nuevamente. 

Tenía ante mi vista el patio ocupado por los muchachos que están actualmente en el Oratorio y junto a mí al mismo antiguo alumno. 

Comencé a preguntarle: 

-Lo que me has dicho se lo haré saber a mis Salesianos, pero »qué debo decir a los jóvenes del Oratorio? 

Me respondió: 

Fin de Página: 104 


VOLUMEN XVII Página: 104 

-Que reconozcan los trabajos que se imponen los Superiores, los maestros y los asistentes por amor a ellos, pues si no fuese por su bien 
no se impondrían tantos sacrificios; que recuerden que la humildad es la fuente de toda tranquilidad; que sepan soportar los defectos de los 
demás, pues la perfección no se encuentra en el mundo, sino solamente ((113)) en el Paraíso; que dejen de murmurar, pues la murmuración 
enfría los corazones; y, sobre todo, que procuren vivir en gracia de Dios. Quien no vive en paz con Dios, no puede tener paz consigo 
mismo ni con los demás. 

-»Me estás diciendo, pues, que hay entre mis jóvenes quienes no están en paz con Dios? 

-Esta es, entre otras, la primera causa del malestar reinante, a la que usted debe poner remedio y que no es necesario que yo enumere. En 
efecto, sólo desconfía quien tiene secretos que ocultar, quien teme que estos secretos sean descubiertos, pues sabe que, de ponerse de 
manifiesto, se derivaría de ellos una gran vergüenza y no pocas desgracias. Al mismo tiempo, si el corazón no está en paz con Dios, vive 
angustiado, inquieto, rebelde a toda obediencia, se irrita por nada, le parece que todo marcha mal y, como él no ama, cree que los 
Superiores tampoco aman. 

-Con todo, »no ves, querido mío, la frecuencia de confesiones y comuniones que hay en el Oratorio? 

-Es cierto que la frecuencia de confesiones es grande, pero lo que falta en absoluto, en muchísimos jóvenes que se confiesan, es la 
firmeza en los propósitos. Se confiesan, 
104 

pero siempre de las mismas faltas, de las mismas ocasiones próximas, de las mismas malas costumbres, de las mismas desobediencias, de 
las mismas negligencias en el cumplimiento de los deberes. Van así adelante durante meses y años y algunos llegan hasta el final de los 
estudios. 

Tales confesiones valen poco o nada; por tanto, no proporcionan la paz y, si un jovencito fuese llamado en tal estado ante el tribunal de 
Dios, se vería en un aprieto. 

-»Y hay muchos de éstos en el Oratorio? 

-En relación con el gran número de jóvenes que hay en la casa, afortunadamente son pocos. Mira. 

Y, al decir esto, me los señalaba. 

Yo los observé uno a uno. Pero en esos pocos vi cosas que amargaron grandemente mi corazón. No quiero ponerlas por escrito, pero 
cuando esté de regreso quiero comunicarlas a cada uno de los interesados. Ahora os diré solamente que es tiempo de rezar y de tomar 
firmes resoluciones; de cumplir, no de palabra sino de hecho, y demostrar que los Comollo, los Domingo Savio, los Besucco y los 
Saccardi, viven aún entre nosotros. 

Por último pregunté a aquel amigo: 

-»Tienes algo más que decirme? 

-Predica a todos, mayores y pequeños, que recuerden siempre que son hijos de María Santísima Auxiliadora. Que Ella los ha reunido 
aquí para librarlos de los peligros del mundo, para que se amen como hermanos y para que den gloria a Dios y a Ella con su buena 
conducta; que es la Virgen quien les provee de pan y de cuanto necesitan para estudiar, obrando infinitos portentos y concediendo 
innumerables gracias. Que recuerden que están en vísperas de la fiesta de su Santísima Madre y que, con su auxilio, debe caer la barrera de 
la desconfianza que ((114)) el demonio ha sabido levantar entre los jóvenes y los Superiores y de la cual sabe servirse para ruina de las 
almas. 

-»Y conseguiremos derribar esa barrera? 

-Sí, ciertamente, con tal de que, mayores y pequeños, estén dispuestos a sufrir alguna pequeña mortificación por amor a María y pongan 
en práctica cuanto he dicho. 

Entretanto, yo continuaba observando a los jovencitos y, ante el espectáculo de los que veía encaminarse a su perdición eterna, sentí tal 
angustia que me desperté. 

Querría contaros otras muchas cosas importantísimas que vi en este sueño, pero el tiempo y las circunstancias no me lo permiten. 

Fin de Página: 105 


VOLUMEN XVII Página: 105 

Concluyo: »Sabéis qué es lo que desea de vosotros este pobre anciano que ha consumido toda su vida buscando el bien de sus queridos 
jóvenes? 

Nada más que, observadas las debidas proporciones, florezcan los días felices del antiguo Oratorio. Las jornadas del afecto y de la 
confianza cristiana entre los jóvenes y los Superiores; los días del espíritu de condescendencia y de mutua tolerancia por amor a Jesucristo; 
los días de los corazones abiertos a la sencillez y al candor; los días de la caridad y de la verdadera alegría para todos. Necesito que me 
consoléis haciendo renacer en mí la esperanza y prometiéndome que haréis todo lo que deseo para el bien de vuestras almas. Vosotros no 
sabéis apreciar la suerte que habéis tenido al estar recogidos en el Oratorio. Os aseguro delante de Dios que basta que un joven entre en una 
Casa Salesiana, para que la Santísima Virgen lo tome en seguida bajo su celestial protección. Pongámonos, pues, todos de acuerdo. La 
caridad de los que mandan, la caridad de los que deben obedecer, haga reinar entre nosotros el espíritu de San Francisco de Sales. íOh, mis 
queridos hijos!, se acerca el tiempo en que me tendré que 
105 

separar de vosotros y partir para mi eternidad. (Nota del secretario. Al llegar aquí, don Bosco dejó de dictar; sus ojos estaban llenos de 
lágrimas, no a causa del disgusto, sino por la inefable ternura que se reflejaba en su rostro y en sus palabras; unos instantes después, 
continuó). Por tanto, mi mayor deseo, queridos sacerdotes, clérigos y jóvenes, es dejaros encaminados por la senda que el Señor desea que 
sigáis. 

Con este fin, el Padre Santo, al cual he visto el viernes nueve de mayo, os envía de todo corazón su bendición. El día de María 
Auxiliadora me encontrare en vuestra compañía ante la imagen de nuestra amantísima Madre. Deseo que su fiesta se celebre con toda 
solemnidad y que don José Lazzero y don Segundo Marchisio se preocupen de que la alegría reine también en el comedor. La festividad de 
María Auxiliadora debe ser el preludio de la fiesta eterna que hemos de celebrar todos juntos un día en el Paraíso. 

Roma, 10 de mayo de 1884 

Vuestro afectísimo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

((115)) Esta carta es un verdadero tesoro que, juntamente con el tratadito sobre el Sistema Preventivo y con el Reglamento para las 
Casas, forma la trilogía pedagógica dejada por don Bosco como herencia, a sus hijos. Pedagogía humilde y elevada que, donde sea 
entendida y puesta en práctica, puede convertir a los institutos educativos en remansos de paz, asilos de inocencia, hogar de virtudes, 
palestra de estudio, viveros en suma de óptimos cristianos, de honrados ciudadanos y dignos eclesiásticos. Pero todo ello ha de conseguirse 
con buena voluntad y espíritu de sacrificio. 

Antes de seguir adelante, presentaremos aquí las cinco cartas, que llegaron a nosotros, de las muchas que escribió en Roma. La primera 
está dirigida a don José Lazzero, que seguía dirigiendo el Oratorio con el título de vicedirector. Se habla en ella de la «coraza», que don 
Miguel Rúa debería quitarse del pecho, porque podría cansarlo demasiado. No sería extraño que se tratase del cilicio. Estaba entonces don 
Miguel Rúa delicado; añadíase a otros achaques un ataque de lumbago, que le obligó a guardar cama algunos días. De ahí las nes del Santo 
por su salud, manifestadas al que era su confesor durante la ausencia de don Bosco. 

Querídísimo Lazzero: 

Es ésta quizás la primera carta que escribo después de mi salida de Turín, y quiero que sea para ti, mi siempre querido Lazzero. 

Dirás a nuestros amados hermanos y queridos hijos de la casa que mi salud, especialmente desde hace dos días, ha mejorado 
notablemente y, por eso, deseo que, a mi llegada, hagamos un bonita fiesta en la iglesia para agradecer a la Virgen los innumerables 
beneficios que nos ha concedido y también en el comedor para quitar la melancolía y estar alegres en el Señor. 
106 

Creo que don Juan Bautista Lemoyne ya os da noticias especiales; hay tantísimas como para escribir volúmenes enteros. 

Di a don Miguel Rúa que se quite la coraza del pecho, porque podría cansarle demasiado. 

»Y Suttil y don Pedro Pozzan están bien? »Son buenos? 

No sé cómo estarán mi viña, mis judías, mis calabazas, etc. 1. 

((116)) Hay que agradecer, además, de un modo especial a la señora Nicolini los preciosos racimos que me regaló en Turín y los que 

Fin de Página: 107 


VOLUMEN XVII Página: 107 

envió a Roma; pero que no conviene mande más, porque se echan a perder por el camino. 

Entrega, por favor, la carta adjunta a don Esteban Febbraro. 

Desciendan sobre ti, sobre todo el Capítulo Superior, sobre todos nuestros queridos hermanos y alumnos las gracias del Señor y María 

nos mantenga firmes por el camino del cielo. Amén. 

Dios mediante, espero estar en Turín del doce al quince de mayo. 

Actuará como mayordoma de las fiestas la mariscala de Saint-Arnaud, que estará presente durante toda la novena de María Auxiliadora. 

Roma, 23 de abril de 1884 

Afectísimo amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

La segunda carta es para la condesa Callori, con ocasión de la próxima boda de su hija. La escribió Lemoyne al dictado del Santo, que se 
limitó a firmarla. 

Mi buena Mamá: 

Queda bien entendido que el día veintiocho celebraré la santa misa por usted y por la señora María. Pido a Dios que el nuevo estado sea 
para ella feliz en la tierra y una preparación para la bienaventuranza del cielo. Confío plenamente que seguirá siendo una insigne 
bienhechora de nuestras obras. 

Me encuentro en la iglesia del Sagrado Corazón. Todo marcha bien, pero estamos algo estancados por falta de fondos, que disminuyen 
sensiblemente. 

Dios les bendiga a usted, a toda su familia, a la señora María y le suplico rece también por mí, que, muy agradecido, la encomiendo a 
diario en la santa misa y me profeso en J. C. 

Roma, 24 de abril de 1884 

Muy agradecido hijo, JUAN BOSCO, Pbro. 

La tercera carta está dirigida a una religiosa, la condesa Filomena Medolago-Albani, hija de De Maistre, que ingresó, a la muerte del 
marido, en las Hijas del Sagrado Corazón 2. 

1 Alude al conocido jardincito, en la galería de su vivienda. 

2 Véase Vol. XV, pág. 404. 
107 

((117)) Benemérita Sor María Teresa: 

Su carta me ha satisfecho mucho, porque veo que usted se acuerda todavía de este pobre don Bosco. De todo corazón rezaré por la hija 
de la señora Condesa Passi y confío plenamente en Dios que escuchará nuestras oraciones, si la petición no se opone al bien de su alma. 
María Santísima llevará en mi lugar una bendición especial. 

Por mi parte, recomiendo acendradamente a esta señora la construcción de la iglesia y el hospicio del Sagrado Corazón en Roma. Estas 
obras adelantaron maravillosamente hasta ahora, pero actualmente están casi paradas, porque disminuye el dinero. Usted sabe que el 
Sagrado Corazón es poderosa fuente de gracias y bendiciones. 

El Señor le bendiga, a la familia Passi y a su comunidad religiosa, a la que Dios la llamó para ser otra santa Teresa. 

Fin de Página: 108 


VOLUMEN XVII Página: 108 

La recordaré cada día en la santa misa; ruégole pida también por mí, que siempre seré suyo en J. C. 

Roma, 24 de abril de 1884 

Calle San Lorenzo, núm. 42 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

La cuarta es para la señora Magliano, a quien ya conocen los lectores. En lugar de la circular manuscrita, que solía enviar a los más 
distinguidos Cooperadores para comunicarles la bendición del Papa, quiso enviar a la señora Magliano una cartita autógrafa, porque sabía 
muy bien cuán agradable le sería este rasgo de delicadeza. 

Benemérita señora Magliano: 

Deseo que V. S. B. sea la primera en saber cómo el Padre Santo, a través de mi persona, le envía con fecha de hoy a las doce del 
mediodía, una bendición especial. El me aseguró que rezaría también por su salud y santidad, como yo hago también en mi poquedad cada 
día. 

Que Dios nos bendiga a todos y créame en J. C. 

Roma, 9 de mayo de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((118)) Una de las cinco cartas antes dichas está escrita en francés y va dirigida al conde Villeneuve. Hace mención en ella de su petit 
prieur en la fiesta de María Auxiliadora de 1881 1. Preocupado por las dificultades económicas que atravesaba la casa de Saint-Cyr, le 
ruega se ponga de acuerdo con los curas párrocos de La Cioat y de Aubagne, 

1 Véase Vol. XV, pág. 157. 
108 

a los que también escribe, para estudiar todos juntos la manera de ayudarla 1. 

Como parecía que las negociaciones para obtener los privilegios no estaban próximas a llegar a término, don Bosco salió de Roma el 
catorce de mayo. Fue el primero en aprovechar el billete reducido a la mitad del precio, recientemente concedido a los Salesianos por la 
Compañía de ferrocarriles romanos, cuya dirección residía en Florencia. Tomó el tren para Florencia con don Juan Bautista Lemoyne y don 
Francisco Dalmazzo. Le esperaban en el Borghetto, estación de Magliano Sabino, los clérigos y los alumnos de aquella casa. Como quiera 
que la parada era bastante larga, bajó a la sala de espera, donde el jefe de estación había permitido reunirse a los alumnos; por lo que 
apresuróse don Bosco a visitarle y darle las gracias. Después dio audiencia a los muchachos, que se le presentaban uno a uno. A las once, 
comieron allí mismo, y tuvieron todos gran alegría al ver cómo él comía con buen apetito. 

Pero sucedió un desagradable contratiempo. A las doce y minutos, llegaba el tren rápido, que debía tomar para llegar a Florencia aquella 
misma tarde; y así lo había avisado al director de allí don Faustino Confortóla. Mas, he aquí que mientras esperaban en el andén, llegó un 
tren de mercancías larguísimo, que se paró en la vía más próxima a la estación. Pasaron pocos instantes; y entró el tren rápido por la 
segunda vía. Tenía que parar sólo un minuto. Los otros viajeros, que estaban al tanto, atravesaron por delante de la máquina del tren de 
mercancías y llegaron a tiempo para subir al rápido. Don Bosco, cercado de los muchachos que atestaban el andén, no se dio cuenta de 
aquella maniobra e, imaginando que el tren primeramente llegado sería ((119)) también el primero en salir, no se movió. Pero el silbido 
agudo del otro tren le advirtió de su error. Ya no había remedio: había que esperar hasta las ocho. El Santo se mostró muy contrariado; pero 
pronto se resignó, volvió a la sala y siguió oyendo a seminaristas y colegiales hasta las dos, hora en que emprendieron el camino de vuelta 
para Magliano. Era la víspera de la fiesta del patrono, a la que asistía por vez primera el nuevo cardenal-obispo Martinelli, sucesor del 
recién fallecido Bilio, y ellos tenían que asistir a las primeras vísperas. 

Fin de Página: 109 


VOLUMEN XVII Página: 109 

»Cómo emplear las seis horas restantes? Al quedarse solos, nuestros tres viajeros se retiraron a una fonda próxima, lugar de cita de 
arrieros y carreteros. Hacía un calor sofocante. Don Bosco, que no 

1 Ap. Doc. núm. 12. 
109 

podía aguantar ya su cansancio y sentía mucho dolor de piernas, entró en un cuartucho para estirarlas un poco y descansar. Las tenía tan 
hinchadas que costó un triunfo ayudarle a quitarse las medias elásticas. Quitóse después la sotana, se recostó en la cama, pero no pudo 
dormir. Después de hora y media de tormento, se levantó, se vistió con mucho trabajo y con gran dificultad volvió a ponerse las medias. Se 
encontraba tan agitado y agotado que impresionaba. Tuvo don Francisco Dalmazzo una idea: fue a pedir a aquellos buenos aldeanos una 
taza de café, y se lo dieron exquisito. Aquella bebida caliente y aromática resultó un providencial sedante. El buen Padre se recobró poco a 
poco y se entretuvo agradablemente hasta las siete, hablando del Oratorio y de sus antiguos tiempos. 

Don Francisco Dalmazzo volvió para Roma y don Bosco, saludado por don José Daghero, que había vuelto de Magliano, subió con 
Lemoyne al rápido de Orte. Pero no habían terminado todavía las aventuras de aquella jornada. En Orte había que esperar el rápido de 
Florencia, desde las ocho y media hasta tres cuartos de hora después de medianoche. Y el Señor acudió a aligerarle el malestar. Mientras 
él, recostado en un sofá en la sala de espera de la estación, buscaba en vano el beneficio de dormir un poco, de pronto desaparecieron de 
sus ojos los objetos materiales que lo rodeaban, se le acercó el angélico joven Luis Colle y sostuvo con él un coloquio, que se prorrogó 
((120)) hasta la hora de la salida. Hablaron especialmente de lo que Luis le había mostrado en el sueño de las misiones. Al final, don Bosco 
manifestó el temor de que su mal estado de salud le impidiese llevar adelante las obras comenzadas; pero Luis le dijo: -»Su salud va mal? 
íMañana me dará la respuesta!-Fueron éstas sus últimas palabras. Desaparecida la visión don Bosco se encontraba mejor; tan mejorado 
estaba que Lemoyne veía maravillado que, al subir al tren, parecía casi rejuvenecido. Era el primer día de la novena de María Auxiliadora 

1. 
A eso de las seis llegaron a Florencia, en cuya estación les esperaban el director don Faustino Confortóla y el de Lucca, don Juan Bensi. 
Los muchachos le dieron la bienvenida a su entrada en casa. Fue enseguida a la capilla a celebrar; y después dedicó el resto de la mañana a 
escribir cartas. Por la tarde, los muchachos cantaron un himno y leyeron diversos saludos en su honor; y luego dio audiencia a 
bienhechores y bienhechoras hasta la noche. 

Su estancia en Florencia fue corta: el día dieciséis por la mañana 

1 Véase Vol. XV. pág. 88. 
110 

se ponía en viaje hacia Bolonia, adonde llegó hacia las once. Brindóle jubilosa hospitalidad el arzobispo monseñor Battaglini, el mismo, a 
quien había conocido en 1882 siendo obispo de Rímini 1. Se encontró en el palacio arzobispal con don Juan Bautista Rinaldi, llamado a 
Faenza por el mismo Arzobispo. Desde las dos de la tarde del dieciséis hasta las once del diecisiete recibió numerosas visitas de los más 
distinguidos ciudadanos que quisieron hablarle, y asistieron a su misa en la capilla arzobispal muchas señoras de la nobleza. 

En aquella ocasión profirió don Bosco ciertas palabras, que le gustaba recordar a don Juan Bautista Rinaldi 2. En una conversación 
íntima se habló de Bismarck. El gran Canciller alemán, obligado ya por la fuerza de las circunstancias a suavizar ((121)) el Kulturkampf y, 
más tarde, a entablar negociaciones con la Santa Sede, aumentaba el rigor pretendiendo siempre de Roma lo que él no estaba dispuesto a 
conceder. Sin embargo, la prensa católica no dejaba de resaltar lo que entonces se llamaba «la ida a Canossa»; a su vez y por intereses 
políticos, los órganos oficiales del imperio, a cada acto de condescendencia hacia los católicos, aclamaban al Gobierno. Pues bien, don 
Bosco pronunció estas palabras: -Cierta gente, cuando parece que protege a la Iglesia, hace como aquel que os ofrece asiento y os pone una 
silla rota, de modo que, en lugar de haceros sentar, os hace caer. 

Después de siete horas de viaje, llegó finalmente don Bosco a Turín el día diecisiete por la tarde. Cruzó el umbral del Oratorio y fue 
derecho a la iglesia, donde impartió la bendición eucarística; después, atravesó el patio, empavesado con banderas, entre los aplausos 
frenéticos de los muchachos y los acordes de la banda de música y subió a sus habitaciones. La alegría era inmensa ante la visible mejoría 
de salud, que disipó inmediatamente los temores que se tenían. Al día siguiente, hubo fiesta en la iglesia, en el patio y en el comedor. Entre 
los saludos que le leyeron, le gustó sobre todo la corona de comuniones, que habían hecho por él los muchachos durante su ausencia. 

A don Juan Bautista Lemoyne le tocó cumplir rápidamente dos encargos relacionados con el viaje: enviar las disculpas correspondientes 
al Obispo de Ventimiglia, que se lamentaba de que hubiese pasado don Bosco dos veces por su diócesis sin dejarse ver 3 y al Director de la 
Compañía de los ferrocarriles romanos, a quien no había podido visitar a su paso por Florencia y agradecerle el favor recientemente 
obtenido 4. 

Fin de Página: 111 


VOLUMEN XVII Página: 111 

1 Véase Vol. XV. pág. 470. 

2 Las refiere también monseñor Taroni en su crónica manuscrita de la casa de Faenza. 

3 Apéndice Doc. núm. 13. 

4 Apéndice Doc. núm. 14. 
111 

No podríamos cerrar este capítulo mejor que presentando las reflexiones que le sugirieron a Lemoyne los recuerdos del viaje, acerca de la 
memoria, el talento y la cultura del Santo. 

He aquí lo que dejó escrito el óptimo secretario. 

((122)) Resulta admirable ver cómo don Bosco, pese a su avanzada edad de sesenta y nueve años, toma parte en cualquier cuestión y sabe 
decir su palabra oportuna. Por su memoria, hoy menos feliz que antaño, se puede calcular lo rico que debió ser su saber en la edad florida. 
Si se presenta a él un antiguo alumno, de los miles que estuvieron en el Oratorio (hace poco los reconocía a todos), recuerda todavía su 
nombre o bien, después de preguntárselo, las más de las veces sabe decir su pueblo y recuerda después todo lo que le sucedió en el 
Oratorio, incluso mil pequeñas anécdotas. Este año se encontró con uno que había vivido con él en 1846 y le pidió noticias de un hermano 
suyo, que estaba entonces también en el colegio, recordando su nombre y el de su madre viuda. 

Cuando don Bosco se encuentra con un médico y hablan de enfermedades, él conoce las causas, el curso, la crisis y los principales 
remedios de las mismas. 

Cuando conversa sobre la lengua griega, no le faltan textos de autores para exhibir a los oyentes. 

Si se habla de autores italianos o latinos, don Bosco no deja de recitar trozos de memoria. Especialmente recita de corrida cantos enteros 
de Dante. 

Comía en Roma con el abogado Menghini, doctísimo profesor de hebreo; salió esta lengua a la conversación y vino a colación aquel 
pasaje del Eclesiástico: «Hay tres cosas que no sé y una cuarta, que penitus ignoro: viam viri in adolescentia sua». 

-En lengua hebrea corresponde, decía Menghini, a una frase que indica el milagro de la generación. Por eso, en el texto hebreo, en lugar 
de adolescentia, se lee adolescéntula, alma con la letra a minúscula y no con A mayúscula, que significaría virgen, título que propiamente 
se da sólo a la Virgen: Alma circumdabit virum. 

Y he aquí que don Bosco dijo de improviso el texto íntegro hebreo, que Menghini repitió con la misma pronunciación. 

Se encontraba don Bosco en Sampierdarena, presentóse a los postres Parodi, capitán de corbeta, y salió la conversación en torno a la 
manera de sacar a flote una nave hundida en el fondo del mar. Y don Bosco se puso a explicar cuándo esta operación es posible y cuándo 
no lo es o resulta inútil. Y cuando es posible, explicó los tres sistemas con sus dificultades y maneras, y cuál de las tres era la preferible. 
Semejante erudición naval llenó de asombro a todos, pues era inesperada. 

Lo mismo sucedía si se hablaba de armas antiguas y modernas, de astronomía, etcétera. 

Pero, cuando se trataba de historia, se encontraba en su fuerte. En cualquier punto de ella que se tomase, especialmente si era la 
eclesiástica, él citaba no sólo los detalles, sino hasta los autores que habían escrito sobre aquella materia, y no uno sino muchos. 

En fin, tenía algo más que una noción en muchas ciencias. 

Estos hechos sucedieron en el viaje de ida y vuelta de Roma. 

((123)) Además, don Bosco narraba con admirable erudición la historia de los telégrafos, de la magia, de la arquitectura, de la imprenta, 
de las letras, de los números arábigos y romanos y resultaba agradabilísimo oírlo. 
112 

Fin de Página: 113 


VOLUMEN XVII Página: 113 

El alborozo, que despertó su regreso, redobló en el Oratorio el ardor de los preparativos para la fiesta de María Auxiliadora, al tiempo 
que las voces, que corrían sobre su mal estado de salud, sirvieron para atraer mayor número del acostumbrado de amigos y admiradores del 
Santo para asistir a la gran solemnidad. 
113 
((124)) 

CAPITULO IV 

LA COMUNICACION DE LOS PRIVILEGIOS 

EN la memorable audiencia del nueve de mayo, había dicho don Bosco con sentimiento de humildad y confianza al Papa, poco antes de 
recibir su bendición junto con don Juan Bautista Lemoyne y don José Daghero: 

-Padre Santo, todavía no hemos tenido la satisfacción de conseguir la firma de Su Santidad. Dénos esta alegría. 

La firma que el Santo invocaba con aquellas insinuantes palabras era la firma del decreto para la concesión de los privilegios, que se 
pensaba obtener mediante un Breve. Cuanto más cuenta se daba de la proximidad de su muerte, tanto más le acuciaba el ansia de dar de 
este modo la última mano a su Congregación, poniéndola en plan de igualdad con las otras aprobadas por la Iglesia y suministrándole los 
mismos medios para hacer el bien en el mundo. Esa era la intención que estaba por encima de todos sus pensamientos, cuando decidió ir a 
Roma. 

Pero no había aplazado para entonces la continuación de las negociaciones; hacía tres meses que, a pesar del tormento de las 
enfermedades, había vuelto a ocuparse seriamente de este asunto. Después de tantos años de estudios y de gestiones, poseía ya más que 
suficiente conocimiento de la materia; y, sin embargo, en esta última fase tuvo que comenzar de nuevo el trabajo y perseverar en la obra, 
frente a desconcertantes sorpresas, capaces de descorazonar a quien no tuviese su temple.((125)) Con mucha razón dijo Pío XI al Rector 
Mayor don Pedro Ricaldone, cuando éste le ofreció el precioso relicario con una vértebra del Santo en el mes de abril de 1934: -íAh, sí! 
don Bosco tenía espina dorsal, a diferencia de muchísimos otros que no la tienen. 

Puso mano a la obra desde enero. Redactó un escrito con los motivos por los que pedía aquellos favores y el alcance que tenían, y envió 
copia del mismo al Cardenal Protector y al Cardenal Arzobispo, rogándoles que examinaran el contenido y le dieran su parecer. Los dos 
Purpurados se pronunciaron favorablemente. Entonces envió la 
114 

súplica al Padre Santo, adjuntando el memorial enviado a los dos Cardenales y anteponiendo una breve aclaración en lengua latina 1. Decía 
en la súplica: 

Beatísimo Padre: 

Humildemente postrado a los venerados pies de V. S. imploro una señalada gracia para la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. El 
Sumo Pontífice Pío IX, vuestro glorioso antecesor, comenzó a favorecer a esta Congregación desde sus comienzos. Trazó sus 
Constituciones el año 1858, las alababa el 1864, las aprobaba el 1869 y les concedía específica y definitiva aprobación el 3 de abril de 
1874. 

La enriqueció después con diversos favores espirituales, algunos de los cuales, por ser concedidos ad tempus y otros vivae vocis oraculo, 
tuvieron en la práctica serias dificultades. Estas fueron superadas por otras Congregaciones Eclesiásticas, gracias a la comunicación de los 
Privilegios. 

El mencionado Pontífice Pío IX estaba para conceder este señalado favor, cuando plugo a Dios llamarlo a Sí. 

Permitidme ahora, Beatísimo Padre, hacer una breve exposición sobre la comunicación de los Privilegios y sobre las causas especiales, 
que me mueven a suplicar su obtención. 

En la «exposición acerca de la comunicación de los privilegios» demostraba cómo, hacía ya tres siglos, solían los Sumos Pontífices 
conceder privilegios per communicationem, lo mismo a las Ordenes religiosas de votos solemnes que a las Congregaciones Eclesiásticas de 
votos simples. En efecto, León X concedió la recíproca comunicación de los privilegios a todas las Ordenes mendicantes; Clemente VII 
((126)) comunicó a los Teatinos todos los privilegios y favores espirituales concedidos o por conceder a los Canónigos Regulares; y, más 

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tarde, concedió a los religiosos de la Regular observancia los privilegios y gracias espirituales de cualquiera Orden religiosa. En el mismo 
siglo XVI las Congregaciones de votos simples, aunque habían obtenido por concesión directa algunos privilegios, sin embargo, para que 
entrara en vigor para todos la misma regla, se comenzó a concederles también los privilegios de las Ordenes religiosas, como lo hicieron 
Paulo IV y san Pío V con los Teatinos. En el siglo siguiente, Urbano VIII tuvo igual bondad con los Padres de la Misión; y dígase otro 
tanto de otros Pontífices para con los Jesuitas, los clérigos Regulares de la Madre de Dios, los Píos Operarios, los Ministros de los 
Enfermos, el Oratorio, los Hermanos de la Doctrina Cristiana, los Pasionistas, los Redentoristas y, por último, para con los Oblatos de 
María en 1826 y con el Instituto de la Caridad en 1838. Con este medio, quisieron los Papas 

1 Apéndice, Doc. núm. 15. 

honrar y favorecer a instituciones que, unidas estrechamente a la Santa Sede, ejercían en la Iglesia un amplio y fecundo apostolado 1. 

Don Bosco se expresaba de la manera siguiente respecto «a las causas especiales que le movían a suplicar la obtención» de los 
privilegios: 

Los motivos especiales, por los que se hace esta humilde súplica en favor de la Congregación Salesiana, son: 

1.° Esta Congregación se halla completamente privada de medios materiales, por lo cual necesita mucho apoyo y muchos auxilios 
espirituales, para poder alcanzar su fin. 

2.° Esta Congregación comenzó y fue consolidándose en tiempos borrascosos, en los que todavía nos encontramos; no obstante, pudo 
crecer, abrir hospicios, colegios y seminarios menores en varias diócesis de Italia, Francia, España, Brasil, Uruguay, República Argentina y 
entre los mismos salvajes de las más apartadas regiones de América del Sur. En estos calamitosos tiempos y con la diversidad de países, 
tan distantes unos de otros, especialmente en tierras de salvajes, si los socios Salesianos tuviesen que recurrir a la Santa Sede en las dudas 
y para las facultades, que les son indispensables, sería cosa siempre difícil y no raras veces imposible. 

3.° Los malos tiempos que corren hacen que ciertas autoridades civiles vean con malos ojos el frecuente recurso a la Santa Sede; es más, 
sucedió varias veces ((127)) que exigieron se entregasen Decretos y Breves de concesión, que ya no fue posible recuperar. 

4.° Por lo demás, el humilde exponente desea emplear los pocos años de vida, que pluguiere a Dios concederle todavía, en regular las 
diversas casas y uniformar a todos los que tienen su dirección para servirse de los privilegios con prudencia y parsimonia y sólo en los 
casos en que aparezca clara la voluntad de Dios y el provecho de las almas. 

5.° El número de las casas ya abiertas y muchas otras, que se van abriendo, hacen cada día más difícil el uso de los Privilegios sin una 
regular concesión de los mismos. 

Al final contestaba con la mayor sencillez a cuatro «observaciones», que algunos levantaban con nuevas concesiones de privilegios. 

Algunos quisieron observar en torno a la comunicación de los Privilegios que estas concesiones: 

1.° Pueden ser ocasión de conflictos. 

2.° Pueden turbar la armonía y la paz con los Ordinarios. 

3.° Pueden conceder Comunión de Privilegios a Institutos, a los cuales no les conviene. 

4.° La Congregación Salesiana está aprobada hace poco tiempo. 

1.° En cuanto a los primero: Si estas concesiones fuesen nuevas, podrían ser ocasión de cuestiones; pero parece que los Privilegios se van 
comunicando de unos a otros desde hace más de trescientos años; que fueron constantemente estudiados, interpretados y practicados de 
manera uniforme y según el espíritu de la Santa Sede, 

1 Apéndice, Doc. núm. 16. 

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116 

y parece que deben calificarse más bien de vínculo de unión y de uniformidad y por ende, excluir todo motivo de conflictos. 

2.° En cuanto a lo segundo: Tampoco parece que puedan turbar la paz con los Ordinarios, puesto que, en la práctica, obispos y párrocos 
ya conocen los Privilegios de los Institutos aprobados por la Iglesia, y, en nuestras tierras, causaría extrañeza que un Instituto goce de 
mayores o menores favores que los otros. Además, siendo como son los Privilegios una realidad que honra altamente a la suprema 
autoridad del Pontífice y manifiesta su pleno agrado hacia una institución, haría suponer que una Congregación no estaba definitivamente 
aprobada si no gozaba de los mismos privilegios que los otros. 

Un respetable Ordinario no pudo nunca creer que nuestra Congregación estaba definitivamente aprobada, porque no le constaba que 
gozara de los Privilegios de los Ministros de los Enfermos, de los Padres de la Misión y de los Oblatos de María. Por este motivo, la 
Congregación Salesiana ha tenido que soportar muchas molestias y sufrir muchos daños materiales y morales, que estorbaron gravemente 
el progreso ((128)) de la misma, que habría podido tal vez duplicar el número de casas, religiosos y alumnos. 

3.° En cuanto a lo tercero: Tampoco parece que se pueda decir que con esta Comunicación a los Nuevos Institutos se concedan favores 
no oportunos, ya que, en estas concesiones, se dan siempre por supuestas las cláusulas: Dummodo Institutis eorum conveniant ac Regulari 
Observantiae non sint contraria. Añádase, además, que, como estos favores sólo puede concederlos la Santa Sede, ella puede modificarlos 
y también revocarlos, siempre que viese que esto sirve para mayor provecho de aquéllos a los que se les concedió. 

4.° Y en cuanto a lo cuarto: Es verdad que la definitiva aprobación de las Constituciones de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales 
fue concedida el 3 de abril de 1874, pero su existencia y la práctica de las Constituciones se remontan al 1841. Por otra parte, ha crecido 
mucho en número, puesto que cuenta ya con unos mil cuatrocientos religiosos, ciento sesenta y seis casas, en las que reciben cristiana 
educación más de ciento cincuenta mil, entre niños y adultos. En tiempos pasados, a la aprobación seguía ordinariamente y casi enseguida 
la Comunicación de los Privilegios. Los Oblatos de María obtuvieron esta Comunicación pocos días después de su aprobación. 

Dada esta breve exposición de la Concesión de los Privilegios, renuevo humildemente la petición suplicando a V. S. cumpla este acto de 
suma clemencia y conceda a la Congregación Salesiana la Comunicación de los Privilegios con la Congregación de los Oblatos de María 
de Turín, cuyas constituciones y finalidad son casi idénticas a las salesianas. 

El Rescripto con el que S. S. León XII, de feliz memoria, concedía aquel favor dice así: 

«Ex audientia S.S.mus Congregationis introscriptae Superiorem Generalem, et Oblatos specialibus favoribus et gratiis prosequens, omnia 
et singula indulta, privilegia, indulgentias, exemptiones et facultates Congregationi S.S. mi Redemptoris concessa iisdem Oblatis eorumque 
Ecclesiis, Capellis et domibus benigne communicat, extendit atque in perpetuum elargitur cum omnibus clausulis et decretis necessariis et 
opportunis. 

(«Su Santidad, colmando de especiales favores y gracias al Superior General y a los Oblatos de la infrascrita Congregación, comunica 
benignamente a los mismos Oblatos y a sus iglesias, capillas y casas todos y cada uno de los indultos, privilegios, 
117 

indulgencias, exenciones y facultades concedidas a la Congregación del Santísimo Redentor, y las extiende y concede perpetuamente con 
todas las cláusulas y decretos necesarios y oportunos»). 

I. Cardinalis PACCA
Saerae Congregationis Episcoporum
et Regularium Praefectus»
.
Todos los Salesianos, representados por su Rector, se postran suplicantes e invocan dicho favor, mientras en nombre de todos invoco la 
Bendición Apostólica. 

Turín, 20 de enero de 1884 

Humilde y agradecido suplicante, JUAN BOSCO, Rector 

((129)) El cardenal Alimonda, «con verdadera satisfacción del alma», confirmaba por escrito la verdad de los motivos expuestos por el 

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Santo y alababa la ejemplaridad de la disciplina en su Congregación y el gran bien obrado por ella, añadiendo, por iniciativa personal, un 
nuevo argumento sobre la oportunidad de la implorada concesión; esto es, que, por estar dispersos en la ciudad y diócesis de Turín los 
religiosos de las otras órdenes, importaba mucho que favoreciese y apoyase a una Congregación, que, a la vez que remediaba tantas 
pérdidas, tenía la ventaja de eludir los golpes de las leyes civiles 1. Hizo aparte una recomendación, al mismo tiempo, al Cardenal 
Protector, del que recibió la siguiente respuesta. 

Eminentísimo y Rvmo. Señor: 

He recibido el muy respetable escrito de V. E. del día cuatro de los corrientes, en el que se complace recomendarme la súplica del Rvmo. 
don Bosco referente a los privilegios para su Congregación, y para la cual me había enviado dicho Sacerdote su expreso testimonio. 
Agradezco mucho a V. E. tanta bondad, por haberme proporcionado un válido apoyo para lograr el intento; y el próximo jueves, si mi 
salud lo permite, me propongo conferenciar seriamente con Su Santidad sobre el asunto e inducirlo a superar las dificultades extrínsecas 
que, hasta ahora, desgraciadamente opuso quien menos hubiera debido hacerlo. Y no callaré a Su Santidad que, si se empeñara en 
mantener su recusación, yo me vería obligado a presentar mi dimisión de Protector de la benemérita Congregación, por no parecer que, de 
algún modo, estoy confabulado o soy indiferente ante un rechazo, que no tiene más motivo que la arbitrariedad. 

Ruégole, mientras tanto, no se olvide de mí en sus oraciones, asegurándole mi fiel correspondencia y mi inalterable veneración y aprecio, 
al tiempo que beso humildemente sus manos y me profeso. 

Roma, 7 de marzo de 1884 

Humilde, atento y seguro servidor, L. Card. NINA 

1 Apéndice, Doc. núm. 17. 
118 

Una vez enviados a Roma estos documentos, don Bosco volvió a pensar en su viaje a Francia, confiando que, ((130)) cuando estuviese de 
vuelta, las gestiones habrían dado ya un buen paso hacia adelante; pero las cosas marcharon en sentido muy diverso a sus esperanzas, 
aunque le llegaron dos alegres noticias, la primera, a punto de dejar Francia, y, la otra, al emprender viaje para Roma. 

Llevóle la primera noticia la condesa de San Marzano, cuando él se encontraba de nuevo en Niza para entrar en Italia. La bonísima 
cooperadora salesiana, que había estado en Roma en aquel entretanto, había dicho al Papa en la audiencia que le había concedido: 

-Padre Santo, le pido una bendición especial también para don Bosco. 

-»Cómo? »Conoce usted a don Bosco de Turín? »Dónde se encuentra actualmente: »Dónde está? 

-Lo he dejado en Niza. 

-»Cómo está de los ojos? »Y de sus piernas? Dígale que se cuide y ahorre sus fuerzas... Don Bosco nos ha hecho pedir muchas cosas; 
cosas serias y difíciles de obtener. íPero le concederemos todo! 

Al referir este diálogo, la Condesa no sabía a qué aludían las palabras del Papa, porque el Pontífice no había dado más explicaciones y 
ella no se había atrevido a preguntar. Pero don Bosco comprendió perfectamente que el papa quería hablar de los privilegios y que, al decir 
aquello a la señora, no ignoraba que ésta vería al Santo y le contaría todo; no es, pues inverosímil que quisiera hacerle llegar, por aquel 
trámite, la certificación de su voluntad dispuesta a favorecerle. 

Y así precisamente lo entendió don Bosco, el cual, cuando se encontró a solas con sus hijos, dijo: 

-íBuena señal, buena señal! Esperamos obtener esta vez lo que hace tantos años es objeto de todos mis deseos. Para lograr obtener estos 
privilegios, he perseverado, intentado y vuelto a intentar todos los caminos, he sufrido humillaciones y repulsas; pero nada de este mundo 
debe acobardarnos. Hubiera podido desistir; pero no quise. Era por ellos (esto es, para servicio de los que en Roma tienen las riendas en 
sus manos), ((131)) por la Iglesia y no por mí; era por el bien de las almas; era para dejar consolidada a mi muerte nuestra Congregación, la 
cual después de todo, pertenece a la Iglesia. Cuando parecía perdida toda esperanza de éxito, habría podido decir: -íDejémoslo ya! íAllá 
ellos! Pero no; tenemos que hacer los imposibles para conseguirlo, no dejemos nada por intentar. Para cortar las rosas, ya se sabe, se 

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tropieza con las espinas; pero con las espinas está siempre la rosa. Cuando presenté mi súplica a Pío I X y se trató de los privilegios, el 
119 

Sumo Pontífice se alegró mucho. Monseñor Vitelleschi parecía favorable. Prometía, aseguraba todo su apoyo, de suerte que yo confiaba 
plenamente en él, teniendo como cierto el buen resultado del asunto. Pero, cuando se reunió la Sagrada Congregación, Vitelleschi se 
mantuvo tan resueltamente contrario, que todos los Cardenales, antes favorables a nosotros, votaron negative 1. 

La segunda noticia, que le llevó don Francisco Dalmazzo a Sampierdarena, pareció que debía quitarle todo temor del lado más difícil. Es 
sabido que el más enérgico opositor a la concesión de los privilegios era el cardenal Ferrieri, a quien, por ser Prefecto de la Congregación 
de Obispos y regulares, correspondía de oficio tratar todo el asunto 2. Pues bien, ocurrió que este Eminentísimo Cardenal sufrió el 
veinticinco de marzo un ataque de parálisis, que le dejó sin fuerzas, y, mientras se encontraba en peligro de vida, se mostraba propenso a 
ceder sobre aquellos benditos privilegios, si curaba. En los primeros días, la singular coincidencia de aquel veinticinco de marzo debió 
tenerlo algo preocupado. El hecho es que mandó varias veces avisar al Procurador que presentara rápidamente una lista detallada de los 
privilegios que se deseaban. Don Bosco, más positivo que don Francisco Dalmazzo, observaba: 

-Puede ser que Ferrieri se sienta movido a ceder más por las cartas del cardenal Alimonda que por su enfermedad... ((132)) Desde luego, 
especificar detalladamente los privilegios es un trabajo ímprobo. 

Don Francisco Dalmazzo sólo estuvo allí dos horas y partió para Roma, donde al poco tiempo menguó su optimismo, puesto que el 
ilustre enfermo, por quien don Bosco había ordenado oraciones, apenas desaparecido el peligro, volvió a alegar los consabidos motivos 
para la consabida denegación. Tenía arraigada en el alma la convicción de que la Congregación de don Bosco no podría sobrevivir a su 
Fundador. 

El cardenal Nina, como lo había prometido, defendió con celo la causa de don Bosco ante el Padre Santo, como él mismo lo refirió a don 
Francisco Dalmazzo. 

-Padre Santo, habíale dicho, »por qué no conceder estos privilegios también a don Bosco? »Acaso su instituto es distinto de los demás? 
Ahora bien, si se conceden estos privilegios a los otros, »por qué 

1 Estas y otras noticias del capítulo segundo proceden de unas notas de viaje tomadas por don Julio Barberis, que acompañaba al Santo 
por Francia. 

2 A él aludía el cardenal Nina en la carta que acabamos de presentar. 
120 
no concedérselos a éste? »Para qué constituirme en Protector de esta Congregación, si se tiene en tan poca cuenta mi protección? Si la 
Congregación Salesiana no merece estos privilegios, como todas las demás Congregaciones, dígaseme en qué desmerece y yo intervendré 
para corregirlo; pero, si no es así y, a pesar de ello, no se quieren conceder, yo estoy cansado de pedir y no obtener nunca nada. Los 
Salesianos tendrían motivo para acusarme de que descuido sus asuntos, o para creer que yo no puedo obtener nada de Vuestra Santidad. 
íPor lo tanto, renuncio al título de Protector, pues de nada me sirve! 
Yo no quiero ocuparme más de estos asuntos. 

-No, contestó el Papa, no diga eso. Yo deseo hacer lo que conviene a los Salesianos; deseo favorecerlos. Tenga paciencia. Ya ve cuántos 
asuntos me agobian. 

-Me encomiendo, pues, a Vuestra Santidad; dígnese dar curso a los papeles que le entrego. 

Pero, cuando volvió otro día a hablar del asunto con el Santo Padre y pidió aquellos papeles, no se encontraron en ninguna parte. El 
secretario, o el camarero que fuere, los había quitado y echado a la papelera y, a la llegada del Santo, habían ((133)) desaparecido. Hubo, 
pues, que rehacer el trabajo con notable pérdida de tiempo. Pareció, sin embargo, en un principio que había un nuevo indicio de esperanza, 
puesto que el Cardenal Prefecto, por motivos de salud, estaba entonces dispensado de sus ocupaciones y los asuntos dependían únicamente 
del secretario monseñor Masotti, que iba a la audiencia en lugar de su Superior, y se manifestaba benévolo; sin embargo, no hacía nada sin 
consultar a Ferrieri. Transmitidos, pues, los nuevos papeles, en los que se pedían los privilegios per communicationem a la Sagrada 
Congregación, con orden del Papa de que se examinaran, don Bosco vio llegar, como respuesta, una notificación, en la que se decía que un 
Breve de Pío IX había abolido esta manera de dar los privilegios; era, por tanto, indispensable una petición detallada de cada uno de los 
privilegios, que se creía necesitar. 

Lacerado el cuerpo por sus achaques y agobiada la mente por tantas intrigas, don Bosco hizo de tripas corazón y se sometió otra vez a 
este esfuerzo de búsqueda para presentar después la lista al Padre Santo y suplicarle se dignase cursarla. Como Dios quiso, se llegó al fin; 

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así, por lo menos, pensaba el Santo. Pero, el día primero de mayo por la tarde, recibió una carta oficial muy seca de Su Eminencia Ferrieri, 
pidiendo que se uniera a cada uno de los privilegios solicitados la fecha de los Breves, los nombres de los Pontífices que los habían 
concedido y las indicaciones de las Ordenes religiosas que los 
121 

disfrutaban. íOtro trabajo ímprobo como para quedar uno aniquilado! Llegó, como solía hacer con frecuencia, el abogado Leonori a visitar 
a don Bosco para asegurarle que, a pesar de aquel contratiempo, le serían concedidos los privilegios. 

-Ya no aguanta mi cabeza, exclamó don Bosco, y me veré obligado a renunciar a los privilegios. Pediré sólo uno o dos de los más 
esenciales y, después, me volveré a Turín. Si me los quieren conceder, bien; y, si no, paciencia. Seguiremos como hemos hecho hasta 
ahora. 

-Esté tranquilo, le repetía el abogado, ya verá usted cómo obtendremos ((134)) todo, yo se lo prometo, y si usted no puede aguantar este 
trabajo buscaremos nosotros los Breves y las citas. 

Determinóse, pues, escribir a don Joaquín Berto, pidiéndole que enviase en seguida los elencos de los privilegios concedidos a los 
Oblatos de María, a los Redentoristas y a los Padres de la Misión. Cuando éstos llegaron, don Bosco y don Juan Bautista Lemoyne se 
pusieron a revisar los volúmenes para encontrar los privilegios pedidos, las fechas correspondientes y todo lo demás. Don Bosco se dedicó 
a ello varios días; también don Francisco Dalmazzo dedicó una noche entera; por último, se copiaron los privilegios con sus citas, y se 
presentó todo el conjunto a monseñor Masotti 1. 

En medio de tantas angustias, don Bosco escribió al Cardenal Alimonda una carta, en la que se traslucen su descorazonamiento y su 
resignación 2. 

Eminencia Rvma. y queridísima: 

Nuestros temores se hicieron realidad. El asunto de los privilegios pasó totalmente a manos del cardenal Ferrieri, que contestó ayer por 
escrito, diciendo que no se pueden conceder sin que cada uno lleve adjuntos los documentos auténticos, con que fueron concedidos y a 
quiénes fueron concedidos. Después de esto, se examinará cuáles se han de conceder y cuáles no. Esto significa que, por ahora, tengo que 
resignarme y no hablar más de esta petición. Mientras tanto, ha caducado el tiempo de la facultad de las dimisorias y pediré al Padre Santo 
que, por lo menos, me sea prorrogada ésta. Pero no he podido presentar a ninguno para las ordenaciones de Pascua y quizás tampoco para 
Pentecostés. 

A pesar de mi insistencia, no he podido obtener la audiencia del Santo Padre en los veinte días que estoy en Roma. 

El cardenal Nina está al día de todo. Está enojado. El mismo le escribirá. 

1 Don Bosco lo encabezó con una carta en latín, preparada en Turín, insistiendo especialmente en la necesidad de tener la facultad de dar 
las dimisorias, la cual se le había concedido para diez años por Pío IX y caducaba el tres de abril de aquel año. Junto con dicha carta 
publicamos en el Apéndice (doc. 18) el elenco y los correspondientes accesorios, para que se tenga una idea de aquel rompecabezas. 

2 El original estaba en 1899 en poder de don José Diverio, de Mondovi, antiguo secretario del cardenal Alimonda en Turín. 
122 

Estábamos de acuerdo en que era inútil hacer nuevas instancias a este propósito, mientras estuviese el asunto en manos del C. Ferrieri y 
ahora lo estamos. 

((135)) Mi salud sigue renqueando; espero poder saludarle personalmente cuanto antes y poderme recuperar algún tanto. 

Con suma veneración pido su santa bendición, al tiempo que, con la mayor gratitud, me profeso. 

De V. E. Rvma. 

Roma 3 de mayo de 1884
Porta S. Lorenzo 42


Fin de Página: 123 


VOLUMEN XVII Página: 123 

Su seguro servidor 

JUAN BOSCO, Pbro. 

El buen Cardenal le respondió solícito y cordial: 

Rvmo. y querido don Juan: 

He recibido su carta del tres del corriente mes y me apresuro a manifestarle los sentimientos de mi vivo disgusto. Imagino cuánto debe 
sufrir con ello su corazón. Animo, querido don Juan. Dios nos somete a durísimas pruebas para consolarnos; mas, después del combate, 
vendrá la victoria. 

Aunque yo sé que usted hace mucho bien en Roma, sin embargo le recomiendo que venga pronto a Turín, donde me alegraré de verle y 
abrazarle, como lo hago ahora en espíritu, profesándome con todas mis veras, 

De V. S. Rvma. y carísima 

Turín, 6 de mayo de 1884 

Afectísimo como hermano
CAYETANO, Card. ALIMONDA


El día dos de mayo había expresado don Bosco a sus amigos nuevos temores. 

-Estoy viendo, dijo, el plan de Ferrieri. El ha declarado que don Bosco no obtendría jamás los privilegios; por consiguiente, ahora no 
quiere negarlos, porque el Papa dice que los quiere conceder, pero dará largas al asunto. 

Los impedimentos para la audiencia pontificia parecían justificar estas previsiones; pero, después de la audiencia, las cosas tomaron otro 
cariz. La misma tarde del día nueve el cardenal Nina, deseoso de conocer el resultado, visitó a don Bosco y le contó que el día anterior Su 
Santidad había mandado que le leyera las cartas comendaticias de Alimonda y después la súplica de don Bosco unida a la nota de los 
privilegios. 

-Me gusta el latín de don Bosco, había dicho el Papa. No es ciceroniano, pero es correcto y sencillo. 

Todo esto manifestaba ((136)) las buenas disposiciones del Papa que claramente hizo patentes después en la audiencia, al concederle que 
siguiera dando las dimisorias en espera del decreto formal. 
123 

»Y el famoso Breve de Pío IX contra la concesión de los privilegios per communicationem? Este Breve dio lugar a una divertida 
escenita, que no queremos ocultar a los lectores. En el mes de junio, tuvo que presentarse don Francisco Dalmazzo en la oficina de la 
Congregación de Obispos y Regulares. Estaban allí algunos monseñores, y entre ellos el subsecretario Trombetta, Boccafogli coadjutor del 
auditor De Luca y el secretario Masotti. Salió a colación el Breve, en el que se decía que Pío IX había prohibido los privilegios per 
communicationem. Aquellos oficiales no abrigaban la menor duda sobre la realidad y el contenido del documento. Pero don Francisco 
Dalmazzo dijo: 

-Perdonen; ustedes se equivocan; ese decreto no existe. 

-»Que no existe? »Querrá usted negar un hecho que todos conocen? 

-Pues bien, con su venia, afirmo que no existe. 

-»Lo dice usted? 

-No, lo dice don Bosco, y don Bosco es una autoridad en esta materia, pues la ha estudiado y la posee a fondo. 

-»Encima eso?... No nos parece que don Bosco sea una autoridad. 

Fin de Página: 124 


VOLUMEN XVII Página: 124 

-Sí, señores; y cuando don Bosco habla de estos temas, no yerra, porque conoce a fondo decretos y cuanto a ellos concierne. 

-Puede que sea así; pero, en este caso, don Bosco se equivoca y mucho... Es algo certísimo... No hay problema... Me parece que fue el 
año 1848... No, fue el 1852... Bueno, no lo recuerdo ahora... Pero el decreto existe... Seguro... No puede haber duda. 

Corrían de uno a otro estas afirmaciones; pero don Francisco Dalmazzo no se rendía. 

-Perdonen, replicó; tratándose de cosas tan importantes, hay que ser positivos e indicar dónde está este decreto y citarlo con su fecha 
exacta. »Dónde lo han leído? 

((137)) Mirábanse los interlocutores a la cara. Ninguno lo había leído; habían oído hablar de él, pero sin tomarse la molestia de acudir a la 
fuente. Ya iba don Francisco Dalmazzo a cantar victoria, en nombre de don Bosco, cuando saltó uno diciendo: 

-Esto se averigua pronto. Vamos a tomar la Collectanea, donde sin duda se encuentra el Breve. 

Collectanea in usum Secretariae S. C. Episcoporum et Regularium es el título de una colección de decretos dictados por esta 
Congregación, compilada por Andrés Bizzarri, inmediato antecesor de Ferrieri, que fue secretario y más tarde Cardenal Prefecto de la 
misma. 
124 

Fue uno a tomar el volumen, y busca que te busca, revuelve y hojea, pero no se encontraba ni rastro del Breve. Acudieron a los índices, 
los examinaron y nada de nada. Hubo que concluir que don Bosco tenía razón. El sabía, además, de dónde había nacido la historia. Hacia 
1850 la Sagrada Congregación llegó a conocimiento de que los Redentoristas gozaban de diversos privilegios, obtenidos quizás per 
communicationem, e intentó quitárselos con un decreto: pero los Redentoristas apelaron y el decreto fue anulado. Esta sentencia armó 
mucho ruido en Roma; por lo cual la Congregación determinó para cortar por lo sano, que, en adelante, no permitiría la concesión de los 
privilegios de aquella forma. De esta determinación privada, no sancionada nunca con un documento público, pero que quedó siempre en 
las oficinas, tuvo origen la errónea opinión del Breve de Pío IX. Don Bosco, y se comprende el motivo, si bien no ignoraba la verdad, sin 
embargo no juzgó prudente, en el curso de las negociaciones, impugnar su existencia. 

Lo que hemos narrado sucedió, después de haber salido don Bosco de Roma sin haber podido llegar a la conclusión del asunto. 

Volvamos a León XIII. La promesa que hizo a don Bosco se cumplió sin demora. Cuando monseñor Masotti fue a la audiencia, díjole el 
Papa: 

-Deseo que se concedan a don Bosco los privilegios. 

((138)) -Vuestra Santidad sabe perfectamente que quien se opone es el Cardenal Prefecto. 

-Busque usted la manera de que podamos contentar a don Bosco. 

-Haré por lograr que se cumpla el deseo de Vuestra Santidad. 

Hubo una amenaza de dimisión por parte del Prefecto; pero el Papa le recomendó que reflexionara. El día diez informó monseñor 
Masotti que el Padre Santo había decidido conceder los privilegios a los Salesianos per communicationem con los Oblatos de María; que se 
buscase, por tanto, copia del decreto de concesión y el Procurador de los Oblatos prestara juramento de que, aquellos privilegios, no habían 
caducado ni se habían anulado. Cuando oyó esto don Bosco, dijo: 

-Si conceden esto, conceden mucho más de lo que se pide. Pero puede haber en ello algún subterfugio para complicar la negociación. 
Monseñor Masotti, que es quien lleva actualmente el despacho de los asuntos y el que va regularmente a la audiencia, »por qué no hace 
nada sin pedir consejo a Ferrieri? Podría presentar al Papa un Breve de pocos renglones, que sería firmado en seguida. El Papa mismo ha 
sugerido este medio. Y, además »querrán los Oblatos mostrar sus privilegios? 
125 

Todas las órdenes procuran celosamente no darlos a conocer a otros. »Y si hubiese realmente caducado algún privilegio? 

A pesar de todo don Bosco se lanzó a actuar personalmente y con rapidez. Pasó los días once, doce y trece de mayo consultando con el 
abogado Leonori y con varios monseñores amigos suyos, haciendo siempre hincapié en la explícita voluntad del Papa. Se hicieron 
indagaciones en los archivos de la Congregación de Obispos y Regulares y sólo se encontró un Breve, que comunicaba los privilegios de 
los Redentoristas a los Oblatos; pero él logró hacerse con el elenco de los privilegios de éstos. Ya no quedaban más que las gestiones de 

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oficio y creyó que podía salir de Roma; tanto más cuanto que, en estos asuntos no se suele tener prisa en Roma. 

Pero se ingeniaba en Turín por encontrar la manera de solicitar el efecto de las promesas del Papa, manteniendo relación epistolar con 
monseñor ((139)) Masotti y dando prisas al Procurador. Un mes después de salir de Roma, renovó la súplica al Papa. Repetía en ella las 
partes esenciales de la anterior y añadía la petición explícita de que se comunicaran a los Salesianos los privilegios concedidos por León 
XII a los Oblatos de la Virgen María, los cuales, a su vez, habían obtenido por comunicación los de los Redentoristas 1. 

En la reunión capitular del veintisiete de junio. don Bosco pudo anunciar que se había extendido el decreto de los privilegios por 
comunicación, mas no con los Oblatos, sino con los Redentoristas; que el decreto visto y leído por don Francisco Dalmazzo contenía 
magníficos elogios de la Congregación Salesiana; que estaba incluida la exención de la jurisdicción episcopal; y que no le faltaba al 
decreto más que la firma del cardenal Ferrieri, el cual había dicho que, si así lo quería el Papa, él se lavaba las manos. 

Pero »y por qué ya no era la comunicación con los Oblatos? Había habido unas intrigas dilatorias, que, sin embargo, habían resultado 
ventajosas para don Bosco. En un primer momento, el secretario Masotti, desde luego no por iniciativa personal, había negado en presencia 
de don Bosco la existencia misma de la comunicación a los Oblatos; pero los archivos dieron la respuesta. Entonces, consideradas las 
insistencias del Papa para que se acabase de una vez con las demoras, monseñor Massotti observó al Padre Santo que los Oblatos no tenían 
privilegios particulares, y era verdad, como acabamos de decir. 

-»Y eso qué importa? replicó el Padre Santo. Haga un decreto semejante al que ellos tienen. 

1 Apéndice, Doc. 19. 
126 

-Los Oblatos no tienen más que la comunicación con los Redentoristas. 

-Pues bien, haga un decreto, que comunique a los Salesianos los privilegios de los Redentoristas. 

Ya no era posible llevar más adelante la resistencia. Se pidieron todos los libros de sus privilegios a los Redentoristas; pero costó algún 
tiempo, porque el General estaba ausente. Cuando volvió, como apreciaba muchísimo a don Bosco, dio en seguida una copia de los 
mismos. ((140)) El Secretario puso en seguida manos a la obra y, para que el Prefecto no pudiese poner objeciones, extendió el decreto que 
concedía genéricamente a los Salesianos todos los privilegios de los Redentoristas, sin indicar ninguno de ellos en particular. El decreto, 
así redactado, contenía unos elogios a la Congregación de los que don Bosco había hablado a los capitulares; pero, cuando Ferrieri los leyó 
tomó la pluma y los borró del todo, mandando añadir el período, con el cual se quitaba a la Congregación todas las concesiones y 
privilegios concedidos ad tempus, por escrito o vivae vocis oraculo. Era una cláusula superflua, porque aquellos favores ya habían 
caducado. Así, secamente, se envió el decreto a Turín 1. 

Eran las seis de la tarde del día nueve de julio; estaba el cielo completamente sereno cuando en un brevísimo intervalo cayeron sobre el 
Oratorio cuatro rayos, acompañados de truenos tan estruendosos que el Oratorio entero tembló como si fuera a derribarse. Todos los de la 
casa quedaron aterrorizados. Unos huían para un lado, otros para otro; algunos corrieron a refugiarse junto al altar de María Auxiliadora. 
Un muchacho que llevaba unos libros, asustado por la sacudida y el fragor, se cayó por la escalera que da a las habitaciones de encima de 
la iglesia. El último estruendo fue terrorífico. Don Juan Bonetti, que yacía en cama, llamó varias veces a don Juan Bautista Lemoyne, que 
estaba en la habitación contigua. Este acudió después de unos minutos, porque el catastrófico estruendo le había impedido oír la voz 
enseguida. 

-»Oyes qué estruendo?, dijo Bonetti a Lemoyne, apenas lo vio. No me parece natural. Se ve que el diablo necesita desahogar su rabia. 
Apostaría cualquier cosa a que, en este momento, firma el cardenal Ferrieri el decreto de la comunicación de los privilegios con los 
Redentoristas. 

-íOjalá!, contestó Lemoyne. Hace ya quince ((141)) años que don 

1 Apéndice, Doc. 20 Cuáles eran los privilegios obtenidos de esta manera, pueden verse en la colección titulada Elenchus Privilegiorum 

(S. Benigno Canavese 1888). 
127 
Bosco trabaja y sufre para obtenerlos. Parecía realmente que todo se conjurase en contra. 

-Ya verás como no me equivoco, replicó Bonetti. 

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-íCaramba, sería bonito que fueras profeta! íQué satisfacción para don Bosco! 

Se rieron y no añadieron palabra. Quiso después don Juan Bautista Lemoyne ir a ver a don Joaquín Berto, secretario de don Bosco, para 
manifestarle la idea de don Juan Bonetti. Pero hizo como que no iba sólo para esto; por lo cual tomó una carta con la intención de pedirle 
aclaraciones sobre la respuesta que había de darse. Llamó dos veces a la puerta y helo salir afuera enfadado como aquel a quien se le 

molesta y aparta de una ocupación muy interesante y decirle excitado: 

-»Qué quieres de mí? Tengo mucho que hacer. Este tiempo endiablado no me deja ni leer el decreto. 

Tenía en efecto en la mano un papel al que daba vueltas de un lado para otro, sin mirar la cara al importuno. 

-»Qué decreto?, preguntóle Lemoyne muy sorprendido. 

-El decreto de la comunicación de los privilegios. 

-»De veras? 

-Sí, sí, el decreto firmado por Ferrieri. 

-Esto es asombroso. »Cuándo ha llegado? 

-Hace unos minutos. Ponerlo en manos de don Bosco y estallar el primer rayo fue cosa de un instante. Intentó leerlo don Bosco y no 
pudo. Estaban abiertas las ventanas y los tres primeros rayos casi rozaron el hueco de las mismas. Agarré a don Bosco por un brazo y, 
arrastrándolo a la otra habitación, le dije: -Venga afuera, »no ve que aquí está usted en peligro? Parece que estos rayos le buscan a usted. 
Y, mientras don Bosco se encaminaba, estalló el cuarto; la estela de fuego pareció extenderse hasta el escritorio sobre el que había sido 
colocado el decreto. Don Bosco, muy emocionado, no pudo ponerse a leerlo en seguida; y yo intentaba ahora descifrar la escritura y no lo 
conseguía. 

-Ven, ven, le dijo don Juan Bautista Lemoyne fuera de sí; vamos a don Juan Bonetti. 

((142)) De camino le contó el diálogo, que había tenido con él poco antes. Entraron en su habitación y le refirieron lo sucedido con las 
exclamaciones de maravilla, que es fácil imaginar. Entonces don Juan Bonetti, lleno de entusiasmo, dijo a Lemoyne: 

-»Recuerdas el sueño de los cuatro truenos, la lluvia de espinas, de capullos, flores y rosas? íDon Bosco tuvo aquel sueño hace ahora 
cuatro años! Toma la cartera que tengo en mi sotana y dámela. 

128 

Así que la tuvo, se sentó en el lecho, sacó de ella una cartulina y exclamó leyendo: 

-Aquí está. Don Bosco tuvo el sueño el año 1880, en la noche del 8 al 9 de julio, es decir, la noche pasada, y a la mañana siguiente, el día 

nueve, hace hoy cuatro años, lo contó en Capítulo 1. 

El gozo y la emoción de los tres llegaba al colmo, y se decían uno a otro: 

-»Cómo negar la protección de María Santísima? 

Aquella misma tarde, se encontró Lemoyne con don Antonio Notario, le contó el hecho y exclamó éste: 

-Ahora comprendo, por qué al caer el cuarto rayo toda la sala de la biblioteca, donde yo me encontraba, se llenó de olor a azufre y de un 

calor tan sofocante, que me vi obligado a salir. 

La biblioteca del Oratorio comunicaba por una portezuela interior con la habitación de don Bosco. 

Escribe Lemoyne 2: «Podrá parecer extraña esta coincidencia de rayos con un decreto que nos favorecía, pero está, sin embargo, en 

perfecta armonía. Aquel decreto podía considerarse como un documento arrancado casi a la fuerza. Sin la intervención de León XIII, jamás 
hubiera visto don Bosco cumplido su deseo. 

-íLo quiero! había dicho el Pontífice. íLo quiero! Quiero que don Bosco quede satisfecho. 

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Pero ícuántas humillaciones y cuántas negativas había tenido que aguantar el Venerable durante diez años! Nosotros lo vimos llorar, 
cuando parecía que iban a frustrarse una vez más las esperanzas, que había concebido y le oímos exclamar: 

-íSi hubiese sabido de antemano que costaba tantos dolores, trabajos, ((143)) oposiciones y contradicciones la fundación de una Sociedad 
religiosa, tal vez no habría tenido suficiente ánimo para emprender la obra! 

Don Bosco no hizo mucho caso de la mezquindad de la forma y se dio por satisfecho con el contenido. «He recibido el decreto sobre 
nuestros privilegios, escribió inmediatamente al Procurador. Faltan los ribetes, pero la sustancia está toda; si ves a monseñor Masotti dale 
humildemente las gracias de mi parte y de toda la Congregación.» Podía, por fin, con toda razón, entonar su Nunc dimittis. En efecto, 
cuando el asunto quedó concluido, fueron estas sus palabras 3: 

1 Véase Vol. XIV, pág. 460. 

2 Vita del Venerabile Giovanni Bosco, vol. II, pág. 601. 

3 Summ. sup. virt. Núm. VI 159. De heroica spe (testigo Luis Piscetta). 
129 

-Ya no tengo nada más que desear; pido al Señor que me lleve consigo. 

Desgraciadamente su vida declinaba hacia el ocaso. Todavía vivió tres años y medio, que fueron años de sufrimientos físicos, pero en 
ellos brilló con más luz su santidad. 
130 
((144)) 

CAPITULO V 

DON BOSCO EN EL ORATORIO DESDE 

MARIA AUXILIADORA HASTA 

SAN JUAN. LA GRAN RIFA DE ROMA 

LOS que trataron de cerca a don Bosco, en los últimos años de su vida, lo veían constantemente asistido o acompañado por un clérigo 
joven, alto de estatura, de finos modales, y aspecto abierto y jovial. 

Era el clérigo Carlos María Viglietti, turinés, que parecía nacido para atender con su buen trato el servicio de antesala, que había llegado 
a ser extremadamente delicado por la calidad y cantidad de visitantes y las condiciones físicas del visitado, y para sostener con el vigor de 
su brazo al decrépito anciano. El Santo lo llamó a San Benigno el 20 de mayo de 1884 para que estuviera a su lado; pero se lo había ido 
preparando desde mucho tiempo atrás para el piadoso oficio. Le había visto en el colegio de Lanzo el año 1878, le había dicho que lo 
quería a su lado y, dos años después, volvió a repetírselo. Aquel joven inteligente y sensible, que oyó tales palabras de labios de don Bosco 
no las olvidó y miraba ansioso el porvenir, fantaseando sobre su cumplimiento. 

Le explicó su pensamiento más claramente el año 1882, cuando terminó el bachillerato y aprobó la reválida; invitóle entonces a que fuera 
a los ejercicios espirituales, que se hacían como preparación para ingresar en el noviciado. En aquellas vacaciones, mientras los otros 
novicios fueron enviados a pasar un par de meses en el colegio de Borgo San Martino, don Bosco lo retuvo consigo ((145)) en Turín y le 
encargó algunos trabajos, entre los cuales un mapa geográfico de Patagonia. El joven pasaba varias horas al día junto al Padre querido, el 
cual le contaba un sinfín de cosas y, entre ellas, sus sueños. Eran confianzas que le encantaban. Después, durante el año de noviciado, 
hacía que le escribiese de vez en cuando y le enviaba algún regalito. Fue admitido para la profesión perpetua el año 1883 y no quiso don 
Bosco que fuera con los compañeros a Lanzo en el verano, sino que mandó se quedara de nuevo en el Oratorio, donde lo trató con mucho 
131 

afecto y confianza. El clérigo lo esperaba muy de mañana ante la puerta de su habitación, lo acompañaba a la iglesia, le ayudaba a misa en 
el altar de San Pedro y, durante el día, estaba en la antesala, organizando las audiencias. En todo ello hemos de ver una gradual y necesaria 
preparación para las funciones que Viglietti tenía que desarrollar más adelante al lado de don Bosco, cuando se haría indispensable una 
cariñosa, asidua y pesada asistencia. 

Mientras se acercaba este momento, dio don Bosco a Viglietti un encargo especial para la llegada del cardenal Alimonda. Le confió el 
estudio y trazado de un mapa topográfico de la archidiócesis para ofrecérselo al nuevo pastor, como obsequio de la Congregación. Y él 

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trabajó en ello con ardor en San Benigno, trazó detalladamente caminos, senderos y torrentes y señaló el lugar de casas, capillas, 
parroquias y vicarías. En noviembre pudo volver a Turín y presentar el obsequio, del que quedaron complacidísimos el Cardenal y don 
Bosco; éste en particular se complacía al ver figurar en él su pueblo y señalada su casita natal. Al despedirse Viglietti para volver al 
estudiantado, le dijo: 

-»Quieres venir a Turín para hacerme de secretario? 

Viglietti, fuera de sí por la alegría, le contestó que, aunque no se consideraba digno de tal suerte, se daría por muy dichoso en servirle. 

-Yo iré a Roma, añadió don Bosco, y quiero que a mi vuelta estés aquí; serás el baculus senectutis meae (cayado de mi vejez). 

Cuando volvió de Roma, el diecisiete de mayo, lo llamó tres días después para ayudar a don Joaquín Berto y a don Juan Bautista 
Lemoyne, con la incumbencia ((146)) personal de acompañarle adondequiera que tuviese que ir fuera de su habitación. 

Pero el fiel acompañante tomó sobre sí y por su cuenta una obra supererogatoria, muy meritoria, a saber, escribir una crónica que va 
desde el 20 de mayo de 1884 hasta el 31 de enero de 1888. Generalmente se trata de apuntes sumarios e intermitentes, que constituyen, sin 
embargo, un conjunto de noticias, que sólo él podía recoger y registrar y que nosotros aprovecharemos de aquí en adelante. Para conocer 
los criterios que le guiaban y las circunstancias en que las escribió, es útil presentar su declaración final: 

«He escrito esta Crónica con la mayor verdad de que he sido capaz; en ella me propuse evitar descripciones inútiles, reflexiones, etc. He 
expuesto sencillamente los hechos, a medida que iban sucediendo y como yo mismo los había visto o como los había oído al mismo don 
Bosco o a otros, expresamente citados. Si me he equivocado en algo, no se me culpe demasiado, si se considera, sobre todo, que 
132 

cuando estábamos de viaje, el mucho trabajo impedía generalmente escribir de día, y sólo, llegada la noche, podía tomar algunos apuntes 
(...). Cuanto aquí se narra está escrito por quien no abandonó jamás a don Bosco, ni de día ni de noche, estando al corriente de todos sus 
secretos, por lo cual mejor que muchos otros ha podido contar lo que sucedía en torno a este hombre santo». Así termina la crónica con la 
muerte de don Bosco. 

La mejoría en la salud de don Bosco se consideraba en el Oratorio como una gracia de la Virgen. Nadie tenía conocimiento de la 
aparición de Luis Colle; pero todos sabían cuántas oraciones se habían hecho por él a María Auxiliadora y que había empezado a mejorar 
precisamente el primer día de la novena. Con satisfacción de todos, veíasele caminar bastante expeditamente, y los más íntimos no 
ignoraban que le había disminuido mucho la hinchazón del hígado. Pero, siempre incansable, pensaba que aquella recuperación de fuerzas 
no era una invitación a descansar, sino una llamada a más intenso trabajo. Corrió, pues, en seguida su pensamiento a la próxima 
conferencia. 

Mientras tanto le urgía mucho cumplir un deber sin la ((147)) más pequeña demora, el de visitar al Arzobispo; pero no le dio tiempo. Se 
le adelantó Su Eminencia, nada más oír su llegada, compareciendo de improviso en el Oratorio, donde permaneció casi dos horas con el 
Santo. 

Era siempre don Bosco muy previsor para sus cosas. A mediados de abril en Roma, las modalidades de la conferencia habían ocupado su 
mente, ya asediada y agobiada por tantos cuidados. El 19 de aquel mes mandó escribir a don Miguel Rúa: «Un último aviso en nombre de 
don Bosco. Deja él a tu discreción que decidas cuándo conviene dar la conferencia a los Cooperadores y Cooperadoras Salesianas. Y si hay 
que hacer dos, una para los cooperadores y otra para las cooperadoras. En tal caso, la primera podría darse el veinte de mayo, la segunda el 
día veintitrés. Esta reunión se haría en la iglesia de María Auxiliadora. Podría ser a las cuatro de la tarde. Resuélvelo tú y manda 
imprimirlo en el Boletín». 

La invitación, enviada por don Bosco unos días antes, atrajo al santuario más de dos mil personas, entre las que había muchas llegadas de 
Francia. Su sencillo discurso en cuanto a la sustancia, descendía sobre el atento auditorio como lluvia suave y benéfica sobre los sedientos 
parterres de un jardín 1. 

1 La copia manuscrita, que sirvió para el Boletín (julio 1884), tiene tres pequeñas modificaciones hechas por don Bosco; las indicamos 
con letra cursiva. Nótese la corrección de la primera: el copista había escrito «y ayudaros a celebrar». 
133 

Os hablo con mucho gusto en este día, ya sea por lo que he de deciros, ya sea porque este año os hablo en la iglesia de María 
Auxiliadora. Y es algo verdaderamente agradable hablar a los Cooperadores y a las Cooperadoras en este lugar, que podemos llamar casa 

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de María y casa que Ella misma se ha edificado: aedificavit sibi domum María. Quiero precisamente entretener vuestra piedad, y así 
ayudarnos recíprocamente a celebrar devotamente la fiesta de María Auxiliadora, mostrándoos las gracias obradas por Ella en los 
comienzos en favor de los que contribuyeron a levantar y adornar esta su iglesia. 

Cuando se comenzó la construcción, faltaban los medios materiales. Había que pagar a los obreros y don Bosco no tenía dinero. Y he 
aquí que una señora, por su consejo, se encomienda a María, y María la cura prodigiosamente. La señora agradecida ofrece, en honor 
((148)) de la Virgen, el dinero necesario para pagar la primera quincena a los obreros. Llega este hecho a conocimiento de otros y ellos 
también invocan a María, prometiendo un donativo para su nueva iglesia, y obtienen gracias extraordinarias. Entonces comienza una serie 
ininterrumpida de curaciones de graves enfermedades y llegan de todas partes donativos, por gracias obtenidas o por obtener, y se ve de 
esta manera levantarse esta iglesia, día tras día, como por ensalmo. 

Cuando estuvo edificada, se trataba de adornarla, y María Auxiliadora proporcionó también los recursos para ello. Aquí tenéis, por 
ejemplo, el altar de San Pedro: »cómo se sufragaron sus gastos? Os contesto. Una piadosa dama romana enferma se encomienda a María, 
cura milagrosamente y, al punto, escribe que se levante un altar en su iglesia por su cuenta: el altar se levantó y es el de San Pedro. Un 
poco más allá está el altar dedicado a los santos Mártires de Turín, Solutor, Adventor y Octavio, de la Legión Tebea, y a Santa Ana: »quién 
lo mandó levantar? Fue otra señora de Roma, favorecida también con una gracia extraordinaria, por intercesión de María. Se encontraba 
gravemente enferma, prometió hacer construir este altar y, al momento, recobró la salud. En la otra nave, al fondo, está el altar del Sagrado 
Corazón: también éste nos recuerda una gracia obtenida por una persona de Milán, que, como prueba de agradecimiento, pagó el gasto. La 
construcción, la balaustrada, el cuadro del altar de San José son fruto de abundantes gracias y bendiciones obtenidas de la misma manera. 
El pavimento de la iglesia, el mismo púlpito, desde donde estoy hablando, proceden así mismo de una gracia recibida. Otro regalo de 
beneméritos donantes, en obsequio a María Auxiliadora, es la estatua de bronce que está sobre la cúpula; regalo y trabajo de un modesto 
carpintero es el coro y, si quisiéramos pasar por todos los rincones de esta iglesia y presentar toda su ornamentación como fruto de favores 
recibidos, no acabaríamos nunca, porque puede decirse que las columnas, las bóvedas, el techo, cada piedra, cada ladrillo y cada adorno es 
una gracia de María. 

Hay en la sacristía una cantidad de cuadritos, que son pruebas de otras tantas gracias. Allí véis a una madre, con su hijo liberado de la 
muerte; una persona curada de un fuerte dolor de muelas; otra salvada de una peligrosa caída; y otros prodigios parecidos. Yo mismo debo 
deciros detalles que se refieren a mi persona. Habréis sabido que, hace algún tiempo, mi salud estaba tan quebrantada que no podía 
trabajar. Pues bien, el día quince del corriente mes, primer día de la novena, cé a mejorar; la mejoría creció día tras días y ahora, gracias a 
María, me encuentro tan bien como hace muchos años. 

Y, si fuera conveniente descorrer un velo y manifestar las gracias espirituales recibidas por sus devotos, íqué himno tan precioso 
podríamos cantar en honor de la poderosísima Virgen Auxiliadora! Esposas, cuyos maridos volvieron al buen camino; padres y madres, 
que vieron convertirse en obedientes a sus hijos rebeldes; pecadores 
134 

y ((149)) pecadoras, que lloraron sus culpas, hicieron una buena confesión y empezaron a llevar una vida ejemplar. 

Pero vosotros, beneméritos señores, me diréis: »por qué esta exposición de hechos y de gracias en la víspera de la fiesta de María 
Auxiliadora? Os respondo: para animaros a confiar en su bondad y poder, y para que sepáis cómo obtener más fácilmente las gracias. Esta 
Madre celeste nos las tiene ya preparadas y sólo quiere que se las pidamos y prometamos ayudar y promover las obras, que son para gloria 
de Dios, para su honra y para provecho de las almas, especialmente de la juventud pobre, como lo hacen los Cooperadores y las 
Cooperadoras. Estoy seguro de que todos los que pidan gracias a María las obtendrán, siempre y cuando no se opongan al bien del alma. 

Mañana se rezará aquí mucho por vosotros, que sois nuestros bienhechores y bienhechoras, y no sólo mañana, sino que continuamente se 
reza por vosotros en esta iglesia. Cada día, desde las primeras horas de la mañana, varios centenares de muchachos se reúnen aquí, rezan la 
tercera parte del rosario, oyen misa, y muchos jóvenes y mayores se confiesan y comulgan. A las siete y media, vienen otros centenares de 
muchachos que hacen lo mismo; después, a cada hora uno viene a visitar al Santísimo Sacramento y a María Auxiliadora, otro a hacer la 
meditación y la lectura espiritual, éste a recomendar a las personas, que encargaron oraciones para alcanzar gracias de todo género; por 
consiguiente, desde la mañana temprano hasta que llega la noche, se suceden sin interrupción las prácticas de piedad. Ahora bien, todas 
estas oraciones van encaminadas particularmente a implorar las bendiciones del cielo sobre nuestros bienhechores y sobre nuestras 
bienhechoras de Italia, Francia, España, América y de cualquier otra parte del mundo. Y yo creo que, en atención a tantas oraciones como 
aquí se le hacen, sigue María esparciendo bendiciones más abundantes cada año. 

Debo deciros, además, que María Santísima no sólo concede gracias aquí y a los que vienen a rezar en este lugar, sino que también las 
concede en otras partes. Ya próximo al término de mis días, disfruto inmensamente al ver que, en vez de disminuir los favores de María, 
aumentan cada día y en todas partes. Aumentan en Italia, en Francia, en España, en Portugal, en Bélgica, en Rusia, en Polonia, en Austria, 
en la República Argentina, en Uruguay y en la Patagonia. Todos los días se reciben de aquí y de allá, de lejanos países, largas relaciones de 
gracias extraordinarias obtenidas por intercesión de María Auxiliadora. Y los Cooperadores y Cooperadoras Salesianas son instrumentos, 

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de los que Dios se sirve para propagar más y más su gloria y la de su Madre. Todos vosotros tenéis que alegraros de ello y colocar, por 
tanto, la mayor confianza en el patrocinio de María. 

He querido exponer brevemente todo para no alargarme demasiado y no abusar de vuestra cortesía. Sin embargo, añado todavía ((150)) 
que he estado en Roma y a los pies del Santo Padre León XIII, el cual habló de los Cooperadores Salesianos y dijo que los bendecía de 
corazón y que reza cada día por ellos. Repitió que, no sólo quiere ser Cooperador, sino el primer Operador, porque, dijo, los Papas tienen 
que estar siempre a la cabeza de todas las obras de beneficencia y, muy especialmente, cuando éstas tienen por mira el bien de la juventud 
pobre. Al saber la importancia de las obras ya hechas y las que quedan por hacer para la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma, 
quiso asumir el compromiso de construir a su cargo la fachada de la misma iglesia, que importa una cantidad muy notable. Desea también 
que se levante junto a la iglesia un hospicio, y ya hemos puesto manos a la obra. Pero »por qué, me preguntaréis, un nuevo hospicio en 
Roma, donde ya hay tantos? Os respondo que, las 
135 

más de las veces, los centros existentes en Roma exigen por su finalidad y su fundación que los muchachos cumplan ciertas condiciones, 
por las que muchos no pueden ser admitidos en ellos; por ejemplo, unos exigen que los muchachos sean romanos; otros, que pertenezcan a 
determinadas ciudades y naciones y, después, la mayor parte de ellos se han convertido en insuficientes para la necesidad, en razón de los 
tiempos y las cosas. Actualmente el Papa quiere un instituto verdaderamente católico, es decir, que admita a muchachos pobres en peligro, 
no sólo romanos e italianos, sino franceses, alemanes, españoles y de cualquier nación y condición que sean, con tal de que se encuentren 
en peligro para el alma o para el cuerpo. El Santo Padre desea mucho esta obra, y, por eso, la recomienda encarecidamente y bendice a los 
Cooperadores y Cooperadoras, que concurren a ella con sus limosnas. 

Oyó también hablar, con mucha satisfacción, de la iglesia de San Juan Evangelista en Turín. Al lado de esta iglesia, dedicada al Apóstol 
de la caridad, se necesitaba también un internado para que se pudiese decir: he aquí la caridad en la práctica; he aquí cómo se honra al 
Apóstol de la caridad. Se comenzaron las obras, se trabaja en él, ya se está acabando y espero quede concluido este año y que pronto lo 
tengamos lleno de muchachos. Al oír esto el Sumo Pontífice, concluyó diciendo: 

-Si queremos una sociedad buena, debemos dirigir todos nuestros esfuerzos a la educación cristiana de la juventud, que constituirá los 
hombres del mañana. Si se la educa bien, tendremos una sociedad familiar y civil de buenas costumbres; si se la educa mal, la sociedad irá 
empeorando cada día y los hijos lamentarán, al llegar a la edad madura, la mala educación que les dieron sus padres, si es que no tienen tal 
vez que maldecir su memoria. 

Estos son los sentimientos, que expresó el Vicario de Jesucristo, el cual terminó impartiendo su apostólica bendición para todos. 

Entretanto, para merecer una especial bendición de María Auxiliadora y corresponder al vivo deseo del Santo Padre, procure cada uno 
hacer lo que pueda para el hospicio del Sagrado Corazón de Roma y para el de San Juan Evangelista de esta ciudad. Vuestra caridad 
favorece a la sociedad civil, a las familias cristianas y, digámoslo ((151)) en hora buena, también a las que no lo son, porque, al menos, 
tendremos con vuestra caridad hombres bien educados e instruidos, reinará la paz en las familias y el padre, la madre y los parientes se 
verán mejor correspondidos por los hijos, que, en lugar de ser su azote, llegarán a ser su consuelo y apoyo en la vejez. 

Es más, vuestra caridad os aprovechará a vosotros y a vuestros hijos porque Dios, manteniendo su promesa, os dará el céntuplo en esta 
vida y un premio eterno en la otra. 

Mañana pienso celebrar la santa misa para pedir al Señor que os bendiga a vosotros, vuestros parientes, vuestros intereses espirituales y 
temporales y para obtener la gracia más preciosa e importante de encontrarnos un día todos juntos en el paraíso y alabar y gozar de Dios 
con nuestra dulcísima Madre Auxiliadora. 

Don Bosco había hablado con vigor ya no acostumbrado; más aún, al bajar del púlpito, dijo que se sentía con ánimos para seguir 
predicando mucho más tiempo. Con este bienestar, pudo aguantar el cansancio que le causó la solemnidad. 

El día de la fiesta, se apiñaron en el templo y en sus alrededores nutridos grupos de fieles, llegados hasta de lugares remotos de Italia y 
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del extranjero. El Cardenal Arzobispo y su auxiliar monseñor Bertagna oficiaron las sagradas funciones con gran júbilo del Santo, que 
podía, por fin, dar a las ceremonias el máximo esplendor litúrgico. Como por aquellos días se hablaba mucho de la Exposición, recién 
abierta en Turín, la Unità Cattolica, del día veintisiete, definió la fiesta como una exposición católica, dada la afluencia de fieles, la 
singular piedad, la magnificencia del culto y de la ornamentación, la excelente música interpretada. El artículo terminaba así: «Quisiéramos 
cerrar esta sencilla relación con una alabanza al principal promotor de fiestas tan espléndidas en Turín, tan aptas para mantener encendida 

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la fe y reavivar la piedad cristiana entre nosotros; pero »hay alabanza suficiente para su obra? En lugar de las alabanzas de unos pobres 
periodistas, don Bosco goza del aprecio, la veneración y el afecto de los turineses: goza de la protección de la Virgen Auxiliadora; goza de 
la alabanza, la bendición, el premio de Dios, a cuya gloria ha consagrado la vida». 

((152)) En efecto, sólo Dios podía medir la abundancia de los frutos espirituales, que el celo del Santo producía en las almas, mediante 
celebraciones tan solemnes. Prueba de ello es la escena, que se desarrolló el día veinticuatro por la mañana, ante diversos testigos. a eso de 
las ocho, mientras confesaba como de costumbre a los muchachos del Oratorio en la sacristía, entró un señor, de unos treinta años, se 
plantó junto a la pared de enfrente y allí se quedó contemplando cómo los pequeños penitentes pasaban uno tras otro para confiar sus 
íntimos secretos al padre de sus almas. La actitud de aquel hombre reclamó la atención y también la vigilancia de los sacerdotes destinados 
al servicio del público. El desconocido parecía inquieto, agitado; de vez en cuando daba unos pasos hacia adelante y hacia atrás, para 
volver después a su puesto de observación. Cuando quedó libre el reclinatorio de uno de los lados de don Bosco se acercó a él, pero como 
permanecía de pie y veía el Santo que no se alejaba, preguntóle qué quería. 

-No sé, contestó. 

-»Quiere confesarse? 

-íDe ningún modo! No creo en eso. 

-Si no va a confesarse, retírese y deje que vengan otros. 

Pero aquel hombre daba la impresión de que no podía retirarse, como si una fuerza interior lo tuviera allí clavado. Don Bosco, para no 
perder tiempo, volvióse del otro lado y confesó al último muchacho. Y el hombre seguía sin moverse. Aquello era suficiente para 
comprender que se trataba de una alma acosada por la gracia de Dios. 
137 

Con un gesto dulce y resuelto, hízole el Santo señas para que se arrodillase. Aquél obedeció como un autómata. Sólo Dios sabe qué 
sucedió entre don Bosco y aquel señor. Los circunstantes lo vieron levantarse muy conmovido y con los ojos lacrimosos. Alguno le oyó 
exclamar: -íLa Virgen me ha traído aquí! 

Entró después en la iglesia y estuvo allí en oración largo rato, levantando a menudo la mirada hacia la bendita imagen de la Santísima 
Virgen. 

((153)) Eran muchos los que acudían a implorar favores temporales para sí o para otros. Durante la novena en Montemagno el muchacho 
de trece años, Juan Vaira, recobró el bienestar físico, que todavía disfruta hoy, como sacerdote salesiano en Patagonia, y que fue allí a pedi 
la gracia a María Auxiliadora por mediación de don Bosco. El malestar procedía del pie izquierdo, que le atormentaba intensamente. Los 
médicos le sometieron durante cuatro meses a diversas curas, mas sin provecho alguno. La desnutrición general habíale reducido a un 
esqueleto. Llevóle la madre a Turín, donde le dijeron que urgía amputar la pierna. Madre e hijo se resistieron a ello. Una buena señora, 
compadecida, dijo a la mujer: 

-»Por qué no lleva su hijo a que lo bendiga don Bosco? Todos los días van a él muchos enfermos y curan. 

Atendieron al consejo. Don Bosco preguntó al muchacho si quería a María Auxiliadora. 

-Sí, contestó. 

Entonces el Santo le dio la bendición, le prescribió que hiciera la novena y le prometió que rezaría por él. Aún no había terminado la 
novena, cuando no le quedaba más que el recuerdo del mal. Habíale dicho don Bosco al bendecirlo, que, algún día, sería uno de sus hijos,. 
y ello se verificó unos años después. 

Mientras el pueblo buscaba con tanto fervor a don Bosco y su Virgen, sucedía en una ciudad del sur de Italia uno de esos hechos, que 
puede recordarse como signo de los tiempos. Una inspectora de enseñanza visitaba en Capua un centro de educación, dirigido por 
religiosas, y descubrió que se había adoptado en él como texto la Historia de Italia de don Bosco. Indignada, como ante un grave 
escándalo, denunció el hecho y no descansó hasta saber que el libro sería desterrado de la escuela. «Don Bosco, escribió en aquella ocasión 
un diario del lugar 1, es un sacerdote de Turín que ha fundado hace mucho en aquella ciudad un orfanato con cuantiosos donativos 

1 La Campania libera, 27 de mayo de 1884. 
138 

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de damas bienhechoras. Y por este lado hay que alabarlo. Mas, por la Historia de Italia ((154)) que ha publicado, no habría sanción 
suficiente para él». La justificación de tan draconiana severidad se fundaba en una triple culpa cometida por aquel libro, a saber: la 
apología de los Borbones, la defensa del poder temporal de los Papas y la aversión a todo sentimiento de libertad. Desagradaba 
inmensamente al periodista ver que Nicolás Tommaseo recomendase a las escuelas «la vergüenza» de un libro de aquella calaña y, para 
disculpar al fiero dálmata 1, acudía a la doble hipótesis de que, o bien había tomado una cosa por otra o su «recomendación» era «un mero 
y fraudulento artificio de don Bosco». Educar a la juventud con los principios contenidos en aquel libro era lo mismo que preparar «una 
generación de víboras» para Italia. Por desgracia, ya había bastantes víboras. Menos mal que don Bosco consumía su existencia preparando 
contravenenos. 

Después de las fiestas, don Bosco dedicó su actividad a la rifa de Roma, ya aprobada, como se dijo, el veintisiete de mayo. Envió ante 
todo la siguiente circular. 

La gran bondad, con que varias veces habéis concurrido a la construcción de la iglesia dedicada al Sagrado Corazón de Jesús en Roma, 
en el Castro Pretorio, me hace esperar que os gustará saber algo sobre las obras ya realizadas y las que todavía hay que hacer. 

Ya sabéis que, lo mismo la iglesia que el hospicio en construcción junto a ella, deben recordar las glorias de Pío IX y presentar a los 
católicos un monumento de fe. También sabéis que el Papa León XIII confió la realización de esta obra a los Cooperadores Salesianos. 
Ellos aceptaron el honroso encargo; se compró el terreno suficiente para construir en él una iglesia y un orfanato; con grandes gastos se 
efectuaron las excavaciones y, apresurando los trabajos, en pocos años se llevó a buen punto la construcción y se llevaron a cabo las obras 
del ábside y del presbiterio. 

El Eminentísmo Cardenal Vicario, en atención a la gran dificultad en que se encuentra aquella numerosa población para cumplir los 
deberes religiosos y procurar enseñanza a sus hijos, fue el día veintitrés del mes pasado a bendecir la parte del edificio preparado; así ya 
hay algunos millares de fieles que están en condición de asistir a los divinos oficios y cumplir allí sus prácticas de piedad. 

El día nueve del corriente mes de mayo tuve la gran suerte de postrarme a los pies del Vicario de Jesucristo y el Santo Padre se 
complació en oír los detalles de la piadosa empresa, manifestó su gran satisfacción, ((155)) alabó la caridad de los donantes, pero se quedó 
preocupado, al enterarse de que había habido que aminorar la marcha de las obras por falta de recursos económicos. 

-Seguid adelante, me dijo, no os faltará la piedad de los fieles; buscad la manera de dar a conocer la necesidad de este sagrado edificio; 
poned de relieve la necesidad existente en Roma de un hospicio para muchachos pobres, procedentes de cualquier 

1 Nicolás Tommaseo (1802-1874) natural de Sebenico (Dalmacia), es un escritor y político italiano, que fue ministro de Instrucción 
Pública, sufrió el destierro, por sus ideas liberales y contribuyó poderosamente al resurgimiento de su país (N. del T.). 
139 

parte del mundo que puedan encontrarse abandonados en esta ciudad, y tendréis ayudas. 

En aquel momento, pude señalar la generosa colaboración que hemos tenido de diversas naciones; prometí que, en nombre de Su 
Santidad, llamaría de nuevo a la beneficencia pública y, con tal motivo, pedí una bendición especial para nuestros beneméritos donantes. 

Su Santidad, sensiblemente enternecido, contestó: 

-Con todo mi corazón, imparto la bendición apostólica a todos los Cooperadores, a todos los beneméritos donantes. No dejaré de rogar 
por ellos cada día en la santa misa, rogaré por la paz en sus familias, por la prosperidad de sus intereses temporales y por el feliz resultado 
en la educación cristiana de sus hijos. 

Y añadió: 

-Y como quiera que el Padre Santo no solamente debe cooperar, sino también operar, quiero concurrir también materialmente a esta 
empresa. Por esto, a pesar de los apuros económicos en que me encuentro, me comprometo a sufragar los gastos necesarios para la fachada 
de la iglesia. Las paredes, la ornamentación, los ventanales, las tres puertas correrán a mi cargo. Así sabrá el mundo cómo la Cabeza de la 
Iglesia propaga y sostiene la religión y no rehúsa tomar parte en obras que son para bien de la sociedad civil, especialmente de la porción 
más selecta del género humano, la juventud, por la que los Sumos Pontífices han prodigado siempre los más solícitos cuidados. Confío que 
muchos otros católicos, siguiendo mi ejemplo, acudirán generosos en vuestra ayuda para llevar a cabo ésta y otras obras de beneficencia 
para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. 

Fin de Página: 140 


VOLUMEN XVII Página: 140 

Procuré responder a estas amables palabras del Santo Padre con sincera acción de gracias, asegurándole que todos nosotros elevaremos a 
Dios nuestras oraciones por el bien de la Santa Iglesia y redoblaremos nuestro entusiasmo colaborador para llevar a término y sostener las 
obras, que la inagotable caridad del Papa recomienda y promueve. 

Por mi parte, beneméritos Cooperadores, mientras os profeso la más profunda gratitud, no dejaré de rezar y hacer que recen también por 
vosotros los muchachos que favorecéis, para obteneros una vida feliz en el tiempo y felicísima en la eternidad. 

Turín, 31 de mayo de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((156)) Esta circular, que fue reproducida por los diarios católicos 1, servía de preludio a la invitación, que dirigía a los Cooperadores y 
Cooperadoras para que le ayudasen a colocar los boletos, para cuyo fin envió a cada uno un paquete, rogando que se quedara con él o lo 
distribuyera y se le enviase a él el importe. Además, no dejaba descansar al Procurador. 

1 La publicó también Fede e azione de Malta (5 de julio de 1884). 
140 

Queridísimo Dalmazzo: 

Lee las dos cartas adjuntas y llévalas después o envíalas a su destino. Son cosas de la máxima urgencia. Todo está a punto para el reparto 
de los boletos, pero enviádnoslos. 

Rezamos mucho por todas nuestras promotoras y pedimos sin descanso el céntuplo de su caridad. 

Omnibus confratribus nostris in Domino salutem dicito (Saluda en el Señor a todos nuestros hermanos). 

Turín, 8 de junio de 1884. 

Afmo. amigo, 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Las «cosas de máxima urgencia» eran peticiones de condecoraciones sobre las cuales le escribirá 1: «Para nosotros son importantes las 
letras de cambio para el Sagrado Corazón». Es decir, como más tarde se expresará 2: «Comprendo que tenemos deudas y hemos de 
industriarnos por todos los medios para seguir las obras; pero, al presente, la única fuente de dinero son las condecoraciones arriba 
anotadas». 

Pidió ayuda también a los Directores salesianos: a través de esta cartita al Director del colegio de Este, se ve de qué manera los 
estimulaba a cooperar. 

Queridísimo Tamietti: 

Como colector que eres, tienes que hacerte ayudar por las familias conocidas, especialmente por las Señoras, para que promuevan 
suscripciones, aunque sean de pequeñas cantidades; por los colegios, los alumnos y las alumnas; y hacer de modo que cada uno de los del 
colegio aparezca escrito en la hoja con algún donativo. 

Si no basta la hoja sellada, tómense otras sin el sello. Vale. 

Turín, 24 de junio de 1884 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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VOLUMEN XVII Página: 141 

((157)) La más importante y constante ayuda para la obras de don Bosco procedía siempre de la caridad de personas poco acomodadas y 
hasta pobres. Si fuera posible documentarlo todo, se tocaría con la mano lo mucho que responde a la realidad aquel dicho: íAy de los 
pobres, si no hubiese pobres! 

Una humilde sirvienta, natural de Reggio Emilia, que trabajaba en Novara, oyó tal vez hablar a los amos sobre la rifa y escribió a don 

1 Carta a don Francisco Dalmazzo. Turín, 15 de junio de 1884. 

2 Al mismo, Turín, 10 de julio de 1884. 

Bosco el treinta de julio: «Quiero contribuir con un mes de mi salario para ayudar a otros como yo, acusando recibo de veinte boletos de la 
serie A y enviando a V. S. Rvma. el importe de veinte liras, que incluyo en esta carta certificada». 

Esta sirvienta se llamaba Angela Duri y servía en casa Duelli. 
Recordaba en la carta que había sido educada en su niñez por las Hermanas de la Caridad, gracias a las caritativas limosnas de los 
bienhechores y, por eso, quería ayudar a otros como ella. 

Los donativos expuestos llegaron a cinco mil setecientos, como resulta por el catálogo impreso. Los nombres del Papa y del Rey estaban 
uno junto a otro. León XIII había regalado un rico medallón de oro con once perlas orientales y un camafeo representando su retrato; 
Humberto I, una grandiosa y elegante vasija de cerámica. La reina Margarita envió otro jarrón igual; el Cardenal Vicario, dos elegantes 
cofres chinos de caoba con ornamentos de metal y dos cerraduras de estilo chino; el cardenal Nina, un rico anillo de oro con un camafeo 
representando a Nerón, contorneado de diamantes y un elegantísimo libro de oraciones con preciosas miniaturas; el cardenal Consolini, un 
jarrón de porcelana con flores y adornos dorados y una estatuita de porcelana que representaba la primavera; el cardenal Bonaparte, un 
elegante breviario; el Kedivé 1 de Egipto, un riquísimo brazalete de oro con la letra I en brillantes y turquesas y un gracioso collar de oro 
con un colgante de esmeraldas y brillantes con piedras preciosas; la princesa Blanca de Orleáns, un cuadro al óleo de ((158)) estilo 
bizantino con un bonito marco, representando a Santa Clara y pintado por ella misma. Abundaban anillos, pendientes, brazaletes, collares 
de oro labrados con arte primoroso y piedras preciosas engastadas. Una comisión de damas promotoras, presidida por la condesa Della 
Somaglia, colaboró en la preparación y trabajó también por el feliz resultado de la rifa 2. Estas son las «promotoras» mencionadas por don 
Bosco en la carta a don Francisco Dalmazzo. 

1 Kedivé: título del virrey de Egipto, cuando este país formaba parte del Imperio otomano (N. del T.). 

2 La comisión se componía de las siguientes señoras: 

Condesa Guindalina Doria Della Somaglia, Presidènta. Marquesa Theodoli 

Princesa Francisca Massimo. Marquesa Vitelleschi 
Princesa Lucía de Motta Bagnara. Marquesa Berardi. 
Princesa Emilia Odescalchi. Marquesa Raggi. 
Princesa del Drago. Ilustre Dama Grazia Astor Bristed. 
Condesa Caprara. Ilustre Dama Julia Valdré. 
Condesa Visone. Señora Teresa Cortesi. 
Condesa Catucci 
142 

Al seguir paso a paso a nuestro Santo en el declinar de sus años, no podremos seguir contando mucho tiempo su vida sin detenernos de 
vez en cuando a hablar de su salud. Seguía la mejoría, »pero cuánto tiempo iba a durar? En previsión de una fácil recaída, cedió a la 
insistencia de los médicos y de sus hijos, moderando algo su trabajo y permitiéndose una horita de paseo por la tarde. Le acompañaban don 
Juan Bautista Lemoyne y el clérigo Viglietti. Caminaba despacio, muy despacio. Iban por la avenida de Rívoli, avenida de la Reina 
Margarita, paseo de Valdocco o por la calle Cottolengo, llegando a veces hasta la barrera de Lanzo. Don Bosco se complacía en contempla 
las flores del campo y clasificarlas señalando con su bastoncito las diversas especies de hierbas. Entonces no había tantos edificios por los 
alrededores y todavía se atravesaban prados y campos. Siempre quería ir a pie. Si se le invitaba a tomar un coche, al menos para salir de la 
ciudad y después pasear ((159)) por el campo abierto y libre, contestaba que los pobres no van en coche. Después le regalaron tres, uno el 
comendador Faja y dos el conde Sacchi de Nemours, natural de Casale; pero él vendió dos para pagar el pan de sus muchachos y se resignó 
a valerse del tercero el último año de su vida, dado que el médico le había ordenado el movimiento y que encontraba mucha dificultad para 
tenerse en pie. Muchos le reconocían durante el camino y le saludaban y le detenían, de modo que, a veces, quedaba rodeado por muchas 

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personas, especialmente niños. A menudo la gente se arrodillaba en las calles y le obligaba a bendecirla. 

Doña Serafina Archini Cauvin fue testigo una tarde de estas escenas en la avenida Reina Margarita 1. Se acercaban a él los muchachos en 
grupos y, una vez bendecidos, lo aclamaban con alegría. La persona, que le daba el brazo, le aconsejaba que se acercara también ella para 
ver si su bendición la libraba de la artritis, que hacía años la atormentaba; pero no le era fácil ponerse a su lado a lo largo del camino por 
impedírselo los muchachos, que casi continuamente lo rodeaban. Fue, pues, a aguardarlo a la entrada de la portería. Para llegar hasta allá 
tuvo que sentarse más de veinte veces por la gran dificultad con que caminaba. Cuando el Santo llegó al umbral y vio a la señora 
arrodillada, pidiéndole que la bendijese, se detuvo, volvióse a ella y la bendijo pronunciando las palabras con tanto afecto que ella rompió 
a llorar. Le dio cordialmente las gracias, se levantó, echó a andar y marchaba tan expeditamente que volvió a su casa de un tirón sin sentir 
dolor alguno. 

1 Carta a don Miguel Rúa, Turín, 27 de marzo de 1890. 
143 

El ocho de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, hubo una novedad en el Oratorio. Coincidió aquel domingo con el aniversario de la 
primera misa de don Bosco, y se celebró, por vez primera, el fausto acontecimiento. Hubo música en la iglesia, menú especial en el 
comedor y concierto por la banda en el patio. En el comedor leyeron los jóvenes discursitos en prosa y en verso y también don Juan 
Bautista Lemoyne alegró ((160)) la fiestecita de familia con la lectura de un delicado soneto. 

Entre las pocas cartas de aquellos días llegadas hasta nosotros, hay una muy interesante: es la del padre César Flechia, rosminiano, con su 
correspondiente respuesta. Le había conocido el Santo durante las vacaciones del año 1840; era entonces subdiácono y visitó, en compañía 
del clérigo Giacomelli, el Monasterio de San Miguel 1, y habían seguido siendo siempre buenos amigos. El padre Paoli, que escribía la 
vida de Rosmini, pedía testimonios de sus virtudes a cuantos habían conocido personalmente al gran filósofo de Rovereto; y, por eso, 
solicitaba el mismo favor a don Bosco 2 por medio del padre Flechia. Don Bosco encargó la respuesta a don Juan Bonetti, con una nota al 
margen de la carta del padre Flechia, que decía: «Don Bosco tuvo siempre buenas relaciones con el abate Rosmini y con sus hijos, como 
puede verse en la Historia de Italia. Véase biografía de Rosmini, etc.». Y no se conformó con estas indicaciones; sino que quiso revisar el 
borrador de don Juan Bonetti, lo corrigió con esmero y le dio la forma definitiva. Por eso, la presentamos íntegra. Sin duda, él habría sido 
más explícito, de no haber previsto que, en lo vivo de las polémicas, su escrito sería objeto de comentarios más o menos apasionados por 
ambas partes. 

Reverendísimo Padre Flechia: 

Mi venerado Superior don Juan Bosco ha recibido la carta de V. P. del doce de los corrientes, en la que le pide un testimonio sobre las 
virtudes de su ilustre fundador y padre, el abate Rosmini, por él conocido personalmente. Como no está en condiciones, dada su precaria 
salud, para contestarle de su puño y letra, me cede el honroso encargo de manifestarle en su nombre los pensamientos siguientes: 

Don Bosco tuvo siempre buenas relaciones con el abate Rosmini, admiró sus virtudes y su sapiencia, como se pone de relieve en la 
biografía que don Bosco mismo escribió e incluyó en su Historia de Italia Para la juventud. 

((161)) Y el aprecio que tuvo al Padre, lo sigue teniendo a sus hijos, los Rosminianos, especialmente a V. P., a quien me encarga dé su 
más sentida condolencia por la 

1 Véase LEMOYNE, Mem. Biogr. Vol. I, pág. 396. 

2 Apénd. Doc. núm. 21. 
144 

enfermedad que sufrió; todos nosotros pedimos a Dios que, por la intercesión de la Santísima Virgen Auxiliadora, le devuelva pronto la 
perfecta salud. 

Acepte, buen Padre, los cordiales saludos de don Juan Bosco y don Miguel Rúa, mientras tengo el honor de profesarme con tal aprecio, 

De V. P. Rvma. 

Turín, 17 de junio de 1884 

Fin de Página: 145 


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Su atento y seguro servidor, JUAN BONETTI, Pbro. 

Le agradaba a don Bosco entretenerse algún rato en conversación familiar con sus hijos, a los que contaba cosas que le habían ocurrido 
recientemente, pero a menudo le gustaba más narrar sucesos de tiempos pasados. Así, el dieciséis de junio, refirió un hecho importante 
acaecido el día anterior en su habitación. 

Había ido a visitarle un noble señor francés, gran admirador del Siervo de Dios, a quien había visto últimamente en Marsella. Era un 
excelente abogado, que se había retirado de los negocios por las dificultades de la época, pero que no dejaba de trabajar privadamente por 
la buena causa, sobre todo cuando se trataba de sostener las escuelas libres; por lo cual, el Padre Santo le había concedido el título de 
Comendador. Hablaba él de sus buenas obras con ardor y don Bosco escuchaba sus palabras con interés; pero de pronto, mirándole 
amablemente, le dijo: 

-Señor, está usted defendiendo muy meritoriamente la religión; 
pero, »la practica? 

La inesperada pregunta desconcertó al noble interlocutor, que de pronto se ruborizó y quedó confuso, pero se recobró y preguntó a su 
vez: 

-»Por qué me habla así? 

-Porque, contestó don Bosco, usted me trata con tanta familiaridad y cortesía que yo creería faltar a mi deber, si no le correspondiera con 
estas señales de amistad y confianza. 

Intentó entonces el abogado desviar la conversación, pero don Bosco ((162)) insistía con firmeza, apretando mientras tanto su mano 
derecha entre las suyas. 

-»Por qué me tiene usted tan agarrado?, preguntó. 

-»Y por qué quiere usted soltarse? Responda a mi pregunta: »practica también la religión que tanto defiende? 

-Don Bosco, usted ha leído en mi corazón, »no es verdad? 

En aquel momento sentía don Bosco cómo caían en sus manos las ardientes lágrimas del abogado, que dijo entre sollozos: 
145 

-Se lo confieso, don Bosco; nunca la practiqué; más aún, ni creía en la confesión. 

-Pues bien, dígame que, a partir de hoy, la practicará; y prométame que la primera vez que nos encontremos en Marsella o en cualquier 
otra parte, me podrá dar la mano y decirme: He cumplido mi promesa. 

-Sí, contestó, se lo prometo; es más, añado que tan pronto como llegue a casa, me confesaré y se lo comunicaré a usted; y esto será dentro 
de pocos días. Mi palabra de honor... Don Bosco, si todos los sacerdotes fuesen como usted, todos se someterían fácilmente a la práctica de 
la religión. 

Y don Bosco corrigió: 

-Si todos se acercaran al sacerdote como usted ahora, nunca habría ninguno descontento de nosotros. 

-Aquel señor, concluyó don Bosco su narración, es el abogado Blanchard, noble caballero y de óptimo corazón. Estoy seguro de que 
mantendrá la palabra. 

Siguiendo la conversación, repitió el Santo algo que ya había dicho y redicho infinidad de veces. 

-Vienen a verme personas de lejanos países, llenas de aprecio y entusiasmo por mí, como si hubiese en don Bosco algo extraordinario, 
mientras yo me veo tal vez inferior a ellas en virtud. Con una sola palabra podría desengañarles y aun lo querría, pero esto redundaría en 
deshonra mía y del clero y perjudicaría a mis queridos hijos y a la Congregación Salesiana. Recuerdo siempre lo que está escrito sobre una 
tumba en la iglesia de Crea, cerca de Casale, que pertenece a los ((163)) religiosos de santo Tomás: Fama fumus, homo humus, finis cinis 
(la fama es humo, el hombre es tierra, el fin es ceniza) 1. 

Fin de Página: 146 


VOLUMEN XVII Página: 146 

Pero, el día anterior, había salido un poco de su acostumbrado comedimiento. Entre los muchos que cada día se apiñaban en la sacristía 
para hablarle, hubo algunos que, nada más verlo, se echaron a reír sin poder aguantarse. Se imaginaban tal vez que iban a encontrar a un 
hombre alto y de aspecto imponente y, en cambio, veían allí a un curita flacucho y bajito. También don Bosco se echó a reír, y ellos 
siguieron riendo. 

-Señores, les dijo, »se extrañan de verme así, tal como soy? Convendría que pudieran contemplarme en el colmo de mi gloria, sobre todo 
en dos circunstancias; la primera, a la hora de comer, íy qué bien 

1 Summarium (proc. dioc.), XVI, 106 (testigo J. Bautista Lemoyne). 
146 

como! la segunda, en medio de mis muchachos, haciendo chiquillerías con ellos. 

No sabemos el efecto que produjeron estas palabras; pero don Bosco tenía el don de conquistar hablando. 

La conversación, que ha poco mencionábamos, giró después en torno a los primeros tiempos del Oratorio. íQué escenas sucedían 
aquellos años! Como entonces era cosa lícita y que no escandalizaba lo más mínimo, solía ir por tabernas y cafés en busca de descarriados 
para llevarlos al buen camino. Eran jóvenes tunantes y golfos, encenagados en los vicios. En ciertos casos, los que no conocían a don 
Bosco lo insultaban; pero otros, que sabían quién era y trataban de defenderlo a su manera, sacaban del bolsillo la navaja y la esgrimían 
gritando (palabras textuales repetidas por él y aptas más que cualquier otro argumento para darnos a conocer hoy la ralea de jóvenes que él 
buscaba): Shal\_p del boia, it sastu nen ch'a l'è Dun Bosc cul Ii? Se ti' i't die ancura quaich cosa, i't scanu (Asquerosos cerdos, »no sabéis 
que este cura es don Bosco? Si decís una palabra contra él, os abro en canal). Y don Bosco, metiéndose entre ellos, lograba encontrar las 
palabras adecuadas para amansar a aquellos energúmenos, de suerte que, poquito a poco, insinuaba en sus almas pervertidas sentimientos 
de humanidad, ((164)) haciéndoselos amigos, dispuestos a escucharlo y a desear volver a verlo. 

Volver a ver a don Bosco varias veces al día y poder hablar con él, en el confesonario, en el patio, en el comedor o en su habitación, 
producía la ilusión de que había recobrado la salud de antes. Con esta ilusión, se hacían más alegremente los preparativos para su día 
onomástico. Esta demostración anual de afecto filial no perdió nunca su encanto. Entre los ilustres personajes que intervinieron sobresalían 
el año 1884 los condes Colle y el príncipe Augusto Kzartoryski. 

Gustó mucho en la velada de la víspera el diálogo en verso compuesto por don Juan Bautista Lemoyne y titulado: Augurios y esperanzas 
para el año 1891. Era aquél el año de las bodas de oro sacerdotales de don Bosco; en aquella ocasión el domingo de la Trinidad, día de su 
primera misa, coincidía exactamente con el veinticuatro de mayo; hubiera sido también el cincuentenario del Oratorio, que comenzó el día 
de la Inmaculada Concepción de 1841 1. Don Bosco clausuró el acto, dando las gracias a los muchachos y a las personas que lo rodeaban y 
deseando una feliz fiesta a todos. Refirióse después a las alabanzas que le habían tributado y dijo que, por el bien obrado, 

1 El diálogo fue impreso (S. Benigno, 1884). 
147 

había que rendir alabanzas a Dios, a María Auxiliadora y a todos los que le habían ayudado con su caridad; y que, por lo que a él se refería 
como no poseía las virtudes, que el amor filial le había atribuido, procuraría adquirirlas en adelante, para que, en otra ocasión, no tuviesen 
que decir mentiras poéticas; lo único que admitía como verdad era el gran amor que siempre había tenido a los muchachos, en cuyo 
provecho quería gastar el poco tiempo de vida que todavía le quedase. Mientras tanto, sabedor de que muchos otros deseaban manifestarle 
sus propios sentimientos, el Siervo de Dios prometió, con una amable sonrisa y alegre humor, que, al día siguiente, volvería al mismo lugar 
para oír sus alabanzas. 

El día siguiente fue una jornada verdaderamente alegre. Monseñor ((165)) Bertagna, que celebró la misa de la comunidad y administró a 
muchos el sacramento de la confirmación, estaba todavía con don Bosco, cuando, según costumbre, llegaron, hacia las diez, los 
representantes de los antiguos alumnos con sus regalos, que eran unos ricos paramentos para la iglesia. Monseñor se dignó asistir a la 
recepción, que tenía aquella vez un carácter más solemne por cumplirse los quince años de la fecha, en que los primeros alumnos de don 
Bosco concertaron celebrar la fiesta del Padre común de aquel modo, con regalos y homenajes. El profesor Nicolás Fabre leyó un breve 
saludo, en el que decía entre otras cosas: «Toda la vida de don Bosco es una vida de amor (...). Ni el tiempo, ni las incomodidades, ni los 
disgustos sufridos pudieron dejar en su rostro las huellas de la tristeza. Su cara está siempre serena, surcada, es verdad, por algunas arrugas 
y coronada por cabellos casi encanecidos; pero en sus labios se dibuja siempre la sonrisa bondadosa y sincera del padre, feliz con el cariño 
de sus hijos» 1. 

Fin de Página: 148 


VOLUMEN XVII Página: 148 

Invitaron a hablar a monseñor Bertagna, el cual dijo que invitaba, en nombre del Cardenal, a los antiguos alumnos a dejar por un 
momento de buscar a los santos en el Cielo y se limitaran a contemplarlos vivos en esta tierra; que contemplaran a don Bosco en quien se 
encontraban juntas todas las virtudes de san Juan Bautista. 

Respondióle don Bosco y dijo que, si le fuera lícito a un inferior 

1 El discursito fue publicado (Turín, Tip. Sal. 1884). Un apéndice contiene tres afectuosas inscripciones del profesor don Juan Turchi, la 
segunda de las cuales decía: SOBRE EL HORIZONTE INMENSO -DE TU CARIDAD -NUNCA SE PONE EL SOL -EN NUESTROS 
CORAZONES -NUNCA SE EXTINGUIRA EL CARIÑO POR TI -AMADO DON BOSCO -.Y la tercera: FUIMOS TUYOS 
-ESFORZADO DON BOSCO -EN LOS DIAS DE LA PRUEBA -SOMOS TUYOS EN LOS DIAS DEL TRIUNFO -HAZ -QUE 
ESTEMOS TAMBIEN CONTIGO -CUANDO CON UNA MIRADA -ABARQUES LOS CONFINES -DE LOS DOS HEMISFERIOS 
BENEFICIADOS, POR TI. 
148 

insultar a su superior, lo haría él, asegurando que monseñor Bertagna mentía; pero se conformaba, rogándole que tuviese a bien impartir a 
los presentes su paternal bendición. A lo que repuso el buen Obispo: 

-Su Eminencia me dijo que recibiera la bendición y no que la diera. 

((166)) Y, como al decir esto, se arrodilló con todos los demás, don Bosco tuvo que bendecirlos. 

Durante la comida, la fiesta fue íntimamente familiar. Don Bosco presidió en el comedor grande, todo engalanado, y se sentaba a su 
derecha la condesa Colle y a su izquierda el conde. Una graciosa escenita alegró a los comensales, hacia la mitad del banquete. Don 
Francisco Dalmazzo, que había llegado de Roma pocas horas antes, se levantó y leyó en alta voz un Breve, con el que León XIII honraba a 
Conde con el título de Comendador de la Orden de San Gregorio Magno. La inesperada condecoración conmovió hasta las lágrimas a los 
dos nobles esposos. Don Francisco Dalmazzo besó al Conde y entregó la insignia a don Bosco, el cual la puso en manos de la Condesa. 
Esta la colgó al cuello del marido, entre las aclamaciones entusiastas de los presentes. 

La vida de don Bosco se embelleció con muchos graciosos episodios, que es lástima grande no se pensara a tiempo coleccionarlos; 
tendríamos ahora material para una de las publicaciones más originales de la literatura hagiográfica. Mientras disfrutaban los comensales la 
alegría del banquete, adelantóse hacia don Bosco un joven estudiante del Oratorio con dos preciosos tomates en un plato y los colocó con 
gracia ante él, sobre la mesa. Aquella aparición despertó la curiosidad de los invitados. Don Bosco dijo: 

-Es el único fruto de mi huerto. 

Y sin más, se puso a rebanarlos, condimentarlos y comerlos. »De dónde procedían los dos rojos tomates? En una de las cajas que, a 
manera de arriate, había a lo largo de la pared exterior de su galería, en las que crecían plantas de judías para hacer sombra con su follaje 
en las ventanas, había brotado casi tímidamente como un intruso un tallo de tomatera. Nadie lo había sembrado; pero era natural que la 
tierra, llevada de la huerta, encerrase en su seno simientes de varias clases. Cuando aparecieron en el tallo las florecitas amarillas, el Santo 
se dio cuenta y preguntó al muchacho que actuaba como primer encargado del «jardincito»: 

-»También cultivas tomates? 

-No, señor, repuso él; ha nacido él solo. Pero, si quiere, lo arranco en seguida. 
149 

((167)) -No, déjalo; si da fruto, lo comeré. 

El muchacho se consideró feliz, ayudó al ramo a crecer y robustecerse y he aquí que, para san Juan, colgaban de él dos hermosos tomates 
maduros. Don Bosco ordenó que se los llevaran a la mesa, mientras los numerosos comensales celebrasen con él su día onomástico. A él le 
servía todo para captarse santamente el afecto de sus hijos 1. 

Parece que también sucedió este mismo año otro gracioso episodio, que se refiere a la galería de don Bosco; aprovechamos la ocasión 
para contarlo aquí. Recuerden los lectores aquellas frondosas parras que subían por la pared, desde el patio hasta la galería, y sombreaban 
sus amplios ventanales. Un sábado por la tarde, cuando el Santo confesaba allí a los alumnos de los cursos superiores, hubo un jovencito 
de cuarto curso, Pablo Falla, que, esperando su turno de rodillas ante aquellos frondosos sarmientos, entrevió en el follaje un racimo que 
comenzaba a pintar; lo arrancó y se puso tranquilamente a picar las uvas. Distraído con su tarea y sin pensar en más, no se dio cuenta de 
que el penitente, que lo separaba del confesor, se había retirado ya. Don Bosco, después de absolver al que estaba del lado opuesto, se 

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volvió a él para confesarlo. El muchacho, con el racimo en la mano, se sonrojó y farfulló unas excusas; pero don Bosco suavemente le dijo 

-Tranquilo, tranquilo, acaba el racimo y después te confesarás. 

Dicho esto, se volvió del otro lado y siguió confesando 2. 

Después de la comida, el mal tiempo amenazaba aguar la fiesta de la ((168)) tarde; es más, comenzadas las vísperas, cayó un aguacero, 
que seguía todavía después. Ya no se esperaba que se pudiera celebrar la fiesta en el patio. Algunos iban a la iglesia para pedir a la Virgen 
que acabase el mal tiempo, otros hasta pretendían un milagro de don Bosco. 

A eso de las seis y media, entró en el patio el cardenal Alimonda en un coche tirado por dos briosos caballos. El alegre entusiasmo de los 
Salesianos no tuvo límites. Por la mañana, Su Eminencia había enviado a un sacerdote para felicitar a don Bosco; y entonces acudía 

1 Aquel muchacho se llamaba José Grossoni; hoy es el párroco de Moncucco de Vernate (Milán). Al terminar el bachillerato, pidió 
consejo a don Bosco sobre su porvenir. El Santo le contestó en piamontés: -Tú serás carabinero-. Y, al verle dolorosamente impresionado, 
le explicó sus palabras: -Tranquilo, irás al seminario, serás sacerdote y, así, hecho carabinero del Señor, apresarás al diablo. 

2 El joven Falla entró aquel mismo año en el noviciado de san Benigno. Es sacerdote y vive actualmente en Cavallermagiore (Cúneo). 
Más de una vez se nos preguntó si las parras, que hoy sombrean el apartamiento de don Bosco, son las mismas de entonces. No. Aquéllas 
eran de uva moscatel y se secaron poco después de la muerte del Santo. Las actuales, de uva americana, fueron mandadas plantar por don 
Miguel Rúa. 
150 
personalmente a renovar la felicitación. Estuvo una hora hablando en privado con él, asistió a su cena y, como oyera que iba a comenzar la 
presentación de los regalos y el acto académico en honor de don Bosco como en la tarde anterior, quiso quedarse y participar en la fiesta. 
Pocos minutos después de su entrada en el Oratorio, se habían disipado las nubes. Entonces todos juntos habían hecho prodigios para 
adornar el lugar destinado a la velada, que empezó a las ocho. 

El Cardenal ocupó el puesto de honor con don Bosco a su derecha. El acto se abrió con un saludo a Su Eminencia, redactado a toda prisa 
poco antes, y leído por un joven con hermosísima voz y emotiva expresión. Desarrollóse luego el programa que se alargó hasta eso de las 
diez. Por último, se levantó don Bosco, dio brevemente las gracias al Cardenal por su extraordinaria bondad y anunció que Su Eminencia 
iba a decir unas palabras, que todos escucharían con amor y agradecimiento. 

-Para juntar una con otra, dijo el cardenal Alimonda, la fiesta de san Juan Bautista y la de don Bosco, observó que el Bautista predicaba 
en el desierto y a orillas del Jordán la penitencia, el odio al pecado y la práctica de la virtud: el Bautista preparaba la mente y el corazón de 
las muchedumbres para conocer y amar a Jesucristo; el Bautista enseñaba quién era Jesús y lo mostraba diciendo: He aquí el Cordero de 
Dios, éste es el que quita los pecados del mundo. Y conducía las almas a El. Pues bien, si la sociedad actual puede compararse con aquel 
desierto, ((169)) aquí tenéis cómo, en este desierto y a orillas del Po y del Dora, don Juan Bosco imita el ejemplo de san Juan Bautista y se 
hace precursor. Sí, también don Bosco hace conocer y amar a Jesucristo: lo hace conocer y amar en los oratorios y en los hospicios, lo hace 
conocer con la palabra y los escritos; lo hace conocer y amar en las ciudades y en los pueblos y, por medio de sus Salesianos, lo hace 
conocer y amar hasta en las más remotas tierras del mundo. Acudían las muchedumbres para oír a san Juan Bautista y acuden también aquí 
otras muchedumbres alrededor de don Bosco. Estas muchedumbres bienaventuradas sois vosotros, especialmente, mis queridísimos hijos; 
sí, escuchad siempre a este precursor, haced lo que os dice, y él os conducirá a Jesús, el único que puede haceros felices en el tiempo y en 
la eternidad. 

Dicho esto, impartió su bendición y dejó el Oratorio entre calurosísimas aclamaciones. «Fue una velada hermosa, agradable y 
conmovedora», escribe Carlos Viglietti en su crónica. 

Quiso el Cardenal que don Bosco fuera a comer con él el día seis de julio. Después, a eso de las seis de la tarde lo acompañó a casa en 
151 

su coche. A este propósito, pone de relieve don Carlos Viglietti dos cosas. La primera que, cuando don Bosco ponía los pies en el palacio
arzobispal, comenzaba el portero a ir tras él y, a medida que iba subiendo, todos los que encontraba a su paso, criados, cocheros,
secretarios, familiares, todos lo seguían, de suerte que, cuando llegaba ante el Cardenal, tenía consigo a toda la casa. A su vez, apenas veían
los jóvenes del Oratorio que se abría de par en par el portón del patio y avanzaban los dos caballos negros, que conocían muy bien, acudían
corriendo y vitoreando con énfasis y con todo el corazón al Cardenal.
Se echaba de ver con evidencia el gran amor que allí se tenía al Arzobispo.


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Entre las felicitaciones llegadas a don Bosco, es digna de mención la de la princesa Solms, a la que visitó en Pegli, camino de Roma 1. 
«Ruégole, escribíale ella, se digne ((170)) aceptar para su querido día onomástico nuestros mas sinceros augurios de felicidad. Nunca 
olvidaremos su bondadosa visita, de la que guardamos el mas feliz recuerdo, y esperamos que se repita pronto. Nos encomendamos todos 
muy encarecidamente a sus santas oraciones. Le pedimos especialmente tenga a bien rezar por la salud de todos nosotros; que mi querido 
hermano Alberto tenga pronto curada su pierna todavía tan débil y, asimismo, que Dios se digne conceder, a mi buen hermano Jorge, el 
hijo tan deseado. Ruego a V. S. tenga a bien acoger estas mis peticiones con toda su bondad. Besa su mano y se profesa, con la más alta 
estima, su atenta y segura servidora ISABEL, princesa SOLMS». El mayor de sus dos hijos fue más tarde al Oratorio para ver a don Bosco 
mas, al no encontrarlo en Turín, entregó su tarjeta de visita a don Celestino Durando. Le invitaron a esperar su pronto regreso, pero el 
joven no pudo, porque tenía que ponerse en viaje hacia Prusia. Antes y después de su visita, entró a rezar en la iglesia de María 
Auxiliadora y habló y actuó de tal modo que don Celestino Durando creyó que era católico. 

Sucedíanse las fiestas una tras otra La proximidad del día onomástico de don Bosco no había mermado importancia a la fiesta de san 
Luis, que se celebró el domingo anterior, día veintidós de junio. Hubo la tradicional iluminación, los fuegos artificiales de siempre y la 
acostumbrada procesión. Celebró de pontifical monseñor Chiesa, obispo de Pinerolo y gran amigo de don Bosco. El jueves, día veintiséis, 
festejó don Bosco a su Santo con sus hijos del colegio de Lanzo. 

Las dos reuniones de antiguos alumnos se hicieron en julio. La de 

1 Pegli, 24 de junio. Véase más atrás pág. 63. 
152 

los seglares el día trece y la de los eclesiásticos el diecisiete. Como de costumbre, las manifestaciones más significativas tuvieron lugar en 
la comida. Intérprete de los seglares fue nuevamente el profesor Fabre, que conmovió a todos con la evocación de viejos recuerdos y los 
alentó con sus pronósticos. 

«Recuerdo, dijo, aquellos años, cuando estaba don Bosco en la edad florida de su juventud; cuando nosotros éramos niños y nos 
apretábamos alrededor de él, que tomaba parte en todas ((171)) nuestras alegrías y en todas nuestras penas; que era nuestro consuelo, 
nuestro amor, nuestro padre. Recuerdo cuando hablaba de san Francisco de Asís y de los comienzos de la Orden Franciscana que, en poco 
tiempo, llegó a ser numerosísima y a extenderse por la faz de la tierra. Entonces no lo comprendíamos; pero ahora entendemos 
perfectamente cómo su idea, clavada en la mente, era la fundación y propagación de la Sociedad Salesiana. Recuerdo, repito, los tiempos 
de antaño y pienso en el presente; miro a don Bosco y el corazón se me estremece, embargado de inefable ternura. íCuánto ha cambiado de 
como él era cuando lo conocimos nosotros, niños todavía! Se encorva su cuerpo, encanecen sus cabellos, su paso es lento y vacilante. Que 
el Señor mantenga alejado todavía el día en que deberá recibir el premio por tantos trabajos como aguantó por nosotros. Quiera Dios que 
permanezca entre sus hijos hasta después de celebrar sus bodas de oro sacerdotales. Los años pasan inexorablemente. Pero esperamos que, 
tal vez antes que tú, querido Padre, seremos llamados a la eternidad, y entonces saldremos nosotros a tu encuentro por el camino que tú nos 
trazaste. Si, por el contrario, fueren nuestros días más largos que los tuyos, nos consuela el pensamiento de que aquí habrá quedado la 
mejor parte de ti mismo, ítu espíritu! Elías dejará su manto a Eliseo. Aquí estará siempre nuestra madre, la Congregación Salesiana. A 
menudo oímos en el mundo repetir a personas de escasa visión sobre el porvenir: »qué será del Oratorio después de don Bosco? Y a otros: 
ícuando falte don Bosco, se extinguirán con él todas sus obras! Pero estos tales no saben que tus obras están marcadas por la Providencia 
con un sello indestructible. No saben que están destinadas a vivir siglos y siglos. »No ven cómo, ya ahora, se le puede dar el nombre de 
Héroe de dos mundos 1 ? Así, pues, te agradecemos, querido don Bosco, no sólo habernos educado y mantenido, sino también haber 
fundado la Congregación Salesiana. Cuando tú estés en el Cielo gozando 

1 Este glorioso calificativo solía darse entonces a Garibaldi, porque, además de Italia, había luchado también en América del sur en favor 
de Uruguay. 
153 

el triunfo de tus innumerables buenas obras y vengamos nosotros y nuestros hijos ((172)) aquí al oratorio de San Francisco de Sales, te 
volveremos a encontrar siempre, porque aquí estará siempre tu espíritu y podremos repetir al atravesar estos umbrales: «Estamos en nuestra 
casa, porque siempre es la casa de nuestro padre». 

Los recuerdos ofrecieron también mucha materia a Gastini, el encuadernador y juglar desde niño en las fiestas de familia. Compuso un 
poema, que constaba de prólogo y seis partes y lo leyó deshaciendo un rollo de papel de medio kilómetro de largo. Cantó los tiempos 
pasados, presentes y futuros; cantó a vivos y muertos, a enfermos y sanos, a presentes y ausentes, a Europa y América, a don Bosco y a la 
Congregación Salesiana y acabó dando gracias al Cardenal Arzobispo por su amor a don Bosco y a sus hijos. Hubo risas, lágrimas y 
aplausos 1. 

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Después de hacer la colecta para la misa solemne de difuntos, en sufragio de los antiguos alumnos fallecidos, habló don Bosco y dijo: 

Querría deciros muchas cosas, pero el tiempo apremia y muchos de vosotros deseáis ir a vuestros asuntos o a vuestras casas. Por 
consiguiente, os diré poquitas palabras. Y, en primer lugar, os diré que estoy muy contento de veros reunidos aquí en este lugar; sobre 
todo, porque este año llegué a tal punto de malestar y postración que creí no podría volver a veros. Bendito sea Dios, que me ha permitido 
encontrarme todavía con mis queridos hijos. 

Alguno de vosotros habló de mis bodas de oro sacerdotales, que debería celebrar el año 1891, y yo, desde luego, no rehúso encontrarme 
en aquella época en la gran solemnidad; pero hay que tratar este asunto, hay que contar con uno, que es el dueño de los dueños, Señor de la 
vida y de la muerte. Sin embargo, desde ahora os invito a todos vosotros, para aquella fiesta, tanto más ((173)) que aquel año coincidirá 
con el quincuagésimo aniversario de la fundación del Oratorio. Si Dios nos conserva la vida, queremos cantar un Tedéum muy solemne. 

Pero una cosa por la que debemos dar solemnemente gracias al Señor, y que constituye mi mayor satisfacción, es que, adondequiera que 
voy, siempre oigo buenas noticias de vosotros; en todas partes se habla bien de mis antiguos hijos; todos alaban esta nuestra reunión, 
porque es el verdadero medio para recordar los avisos y consejos que yo os daba cuando erais niños. Sí, lo repito, esto me proporciona una 
gran satisfacción; es la honra y la gloria de mis últimos años. 

1 En cierta ocasión le había dicho don Bosco para darle una prueba de su satisfacción: -Tú, Gastini, serás el juglar de los salesianos hasta 
los setenta años. -Gastini, satisfecho, solía repetir después en sus poesías: -Yo seré el juglar de los Salesianos hasta los setenta años, me lo 
dijo papá Juan. Al acercarse a aquella edad, cayó enfermo. Don Miguel Rúa fue a verlo. Como no había ninguna gravedad, le manifestó la 
esperanza de volver a verlo pronto en el Oratorio, alegrando a todos con sus versos y sus cantos. El contestó: -íAy!, No, don Rúa; no 
volveré al Oratorio: ítal día entraré en mis setenta! Don Bosco me dijo que seré el juglar hasta los setenta años: es hora de que me prepare 
en serio. En efecto, pocos días después de entrar en su septuagésimo año, murió santamente (Summarium super virtutibus, XVII & 7). 
154 

Veo que muchos de vosotros tienen ya la cabeza calva, los cabellos encanecidos y la frente surcada de arrugas. Ya no sois los 
muchachos, que yo quería tanto; pero siento que ahora os quiero más que antaño, porque, con vuestra presencia, me aseguráis que están 
firmemente grabados en vuestro corazón los principios de nuestra santa religión, que yo os enseñé y que son la guía de vuestra vida. Y os 
quiero todavía más, porque me demostráis que vuestro corazón está siempre con don Bosco. Vosotros me decís: 

-Mire, don Bosco, aquí nos tiene para decirle que todos seguimos siendo suyos por el camino de la salvación y que sus pensamientos son 
todavía los nuestros. 

Y yo os respondo que soy todo vuestro en mi actuación y en mi pensamiento, en cada una de mis acciones. 

Habéis aplaudido a nuestro querido Arzobispo, el cardenal Cayetano Alimonda, y vuestro aplauso me ha proporcionado otra gran 
satisfacción. El cardenal Alimonda es una gran fortuna para nosotros. íEs un verdadero protector nuestro, un amigo, un padre! Todo el 
agradecimiento que le manifestamos será siempre inferior a los beneficios y al amor con que nos ha consolado. 

Vuestros vítores al sapientísimo León XIII resonaron también en mi corazón agradecido por todo lo que ha hecho en nuestro favor. Me 
faltan palabras para expresar la bondad que ha tenido con nosotros. Todo lo que podemos hacer es rogar al Dios de bondad, que se digne 
hacer con los tesoros de sus gracias y de sus consuelos lo que no nos es posible a nosotros. 

Habéis hablado también de las Misiones. Don Bosco no puede ir a la Patagonia. Me gustaría mucho poder ir a ver a tantos, a quienes 
debo llamar con el nombre de hijos, que me escriben cartas afectuosas y a quienes nunca he visto; me gustaría mucho volver a ver a los que 
partieron con tanta abnegación de este Oratorio para llevar la civilización cristiana a las tribus salvajes. Pero yo no puedo ir, irá monseñor 
Cagliero. El llevará a aquellas tierras la fama de vuestra bondad y os propondrá como modelos a sus nuevos amigos. Dirá a aquellos 
pueblos: 

-Venid a Turín y allí veréis a mis antiguos compañeros que, por ser buenos cristianos, son felices en sus familias, en la sociedad y en sus 
negocios. 

Cuando estos salvajes estén convertidos y se hayan recogido en nuestros colegios miles de niños, ((174)) entonces y en un siglo que tan 
poco se cuida de todo lo que sabe a religión, ellos harán ver al mundo cómo se puede amar a Dios y estar, al mismo tiempo, honestamente 
alegres y ser a la par buenos cristianos y honrados y laboriosos ciudadanos. 

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Termino. Seguid caminando por el buen camino, que hace tantos años emprendisteis; de suerte que podáis teneros por dichosos de haber 
venido aquí; don Bosco estará también satisfecho y podrá gloriarse de que los jóvenes, ya hombres, saben guardar y practicar las 
enseñanzas que recibieron de sus labios. Erais un pequeño rebaño que ha crecido mucho y se multiplicará todavía más, seréis luz 
resplandeciente en todo el mundo y, con vuestro ejemplo, enseñaréis a los demás cómo se debe hacer el bien y aborrecer y huir del mal. 
Estoy seguro de que seguiréis siendo la satisfacción de don Bosco. Queridos hijos míos, que Dios nos ayude con su gracia, de suerte que 
podamos un día encontrarnos todos juntos en el Paraíso. 

Un detalle digno de mención es que tomaban parte en la reunión tres de aquellos primeros muchachos, que dormitaban el año 1841 ante 
el altar de la iglesia de San Francisco de Asís, y don Bosco los vio 
155 

e invitó al catecismo. En verdad eran auténticos representantes de los veteranos de la primera hora. 

íQué bonito, qué agradable y qué edificante resulta recoger hoy el eco lejano de aquellas periódicas demostraciones filiales! También en 
la comida de los antiguos alumnos eclesiásticos resonó elocuente la voz del corazón. Don Félix Reviglio, párroco de San Agustín, 
pronunció unas emocionantes palabras. 

-Soy feliz, dijo, y estoy orgulloso por encontrarme al lado de don Bosco. Estoy seguro de que todos vosotros me envidiáis por el puesto 
que ocupo. Cada uno de vosotros querría ciertamente estar en mi lugar. Pero es muy justo que se me dé esta preferencia, porque soy uno de 
los primeros muchachos del Oratorio y fui el primero que llegó a ser ordenado sacerdote. Siempre recuerdo que, cuando éramos pequeños, 
le rodeábamos y corría él con nosotros. Hoy me considero más feliz todavía, no sólo por estar a su lado, sino por lo que acabo de oír de sus 
labios. Le he preguntado: 

-Don Bosco, »cómo podríamos recompensarle por todo lo que ha hecho y sufrido por nosotros? 

((175)) Y me ha contestado: 

-Llamadme siempre padre y íseré feliz! 

-íSí, le llamaremos siempre nuestro padre!, fue el grito unánime de los oyentes. 

Don Juan Bautista Francesia regocijó a los convidados con unos versos en piamontés. Habló después otro de los más antiguos, el 
canónigo Ballesio, vicario foráneo de Moncalieri, y dijo: 

-íAh! Ensalcen otros a los grandes escritores, que legaron a la posteridad las grandes empresas; yo ensalzo al que escribió y escribe la ley 
santa del Señor en el corazón de tantos hijos y amigos suyos. 
Ensalcen otros a los artistas, que dieron vida a los lienzos, a los mármoles inmortales; yo ensalzo al que hizo y sigue haciendo más bella y 
más digna la imagen viviente de Dios en tantos hijos y patrocinados suyos. Ensalcen otros a los valientes guerreros, a los sagaces políticos; 
yo ensalzo al que honra a la patria con sus pacíficas e inconmensurables empresas dándole útiles, honrados y dignos ciudadanos. Sí, yo te 
ensalzo a ti, querido don Bosco, ángel de nuestra vida; a ti, a quien yo y muchos amigos míos debemos el pertenecer a la noble carrera 
eclesiástica. Te cantamos a ti, cuyo bendito recuerdo sigue grabado en nuestra mente, esculpido dulce y fuertemente en el corazón. Te 
festejamos a ti, cuyo nombre suavísimo es como el nombre de Dios, que ilumina en las dudas, alienta en los peligros, frena en los enconos, 
estimula a obrar bien. íCuántas veces nos aparece tu imagen, en los 
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turbios y mundanos momentos, como arco iris conciliador de piadosos, castos y nobles pensamientos! íCuántas veces el recuerdo de un 
Padre tan grande detuvo al hijo al borde del abismo de la culpa y de la deshonra! íCuántas veces el ánimo agriado, dolorido, 
profundamente dolorido, sintió nuevas fuerzas al acordarse de ti, y la mente y el corazón se abrieron a pensamientos más serenos, al santo 
gozo de la esperanza cristiana! Eras tú, eres tú, nuevo Felipe, quien sostenías y sostienes de esta suerte a tus hijos. Ojalá que siempre seas 
obedecido e imitado por todos tus hijos. íQue todos nosotros, multiplicados por miles te veamos, en el suspirado cincuentenario. Y aquí tus 
hijos, los del Antiguo y los del Nuevo Mundo puedan entonces también deleitarse con tu amable ((176)) semblante, besar tu sagrada y 
benéfica mano y decirte que te quieren y que por ti aman al buen Dios, del que eres tan bella imagen. 

Y tras el hinchado, pero sincero y eficaz, decir del orador, se oyó la palabra sosegada y paternal de don Bosco que escuchó en religioso 
silencio el bullicioso auditorio, interesado hasta el final. 

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Estoy muy contento de que hayáis venido a pasar esta jornada conmigo y os agradezco todas las muestras de afecto que me habéis dado. 
Decid a los que no pudieron acudir a esta nuestra reunión que también a ellos les doy las gracias, que los invito de nuevo y que vengan otra 
vez. Repito que os llevo a todos, a los sacerdotes y a los seglares, en el corazón; a todos os considero como hijos queridos y os agradezco 
lo que habéis hecho y haréis por mí. 

A vosotros en particular os diré que el Oratorio, como puede verse, es bendecido por el Señor. Nos llaman de todas partes y habría que 
centuplicar el personal para atender a todas las peticiones. Los muchachos, salidos de nuestra casa, son los preferidos cuando concurren 
con otros para ocupar cualquier puesto. Hay incluso algunos, que no parecían tan buenos aquí entre nosotros y ahora, en los pueblos donde 
se encuentran, se portan excelentemente. Los hubo de carácter reacio, indolente, fogoso; y, sin embargo, cambiaron completamente de 
conducta al pensar que eran hijos del Oratorio. Sé de uno, que fue despedido del Oratorio, el cual ha hecho un viaje larguísimo a pie para 
volver a Italia. 

-»Y por qué no te las arreglas por ti mismo para llevar una vida más cómoda?, le decían algunos. 

-No tengo dinero, contestaba. 

-Busca la manera de ganarlo; medios no faltan... 

Y contaba él después: 

-Tuve muchas veces ocasión de poderme quedar impunemente con lo ajeno, pero siempre pensé: no quiero deshonrar al Oratorio. 

Y así recorrió doscientos kilómetros a pie. Esto es solamente un hecho; pero hay muchos otros similares que nos han producido una gran 
satisfacción. Ciertamente el amor propio habrá tenido su parte, mas no por ello es menos feliz el resultado. 

Y ahora hablo para vosotros, párrocos, vicepárrocos, sacerdotes, clérigos, empleados, 
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jefes de taller 1. Bendito sea el Señor que ha permitido nos encontrásemos juntos en esta fiestecita y nos ha dejado vivir para que 
pudiésemos trabajar siempre y prepararnos la eterna salvación de nuestra alma. Esta debe ser la finalidad de todo salesiano y su continuo 
anhelo. Con el nombre de Salesiano entiendo englobar ((177)) a todos los que fueron educados según las normas de este gran Santo. Por 
consiguiente, todos vosotros sois también salesianos. 

Os invito para el próximo año a una reunión como ésta y espero que vengáis todos vosotros y que yo esté también. Este es mi deseo y ésa 
mi intención. Sólo queda por ver si el Dueño de la vida piensa como pensamos nosotros. Digo esto porque tengo varias cosas que deciros 
para el año que viene, pero que se cumplirán durante el año en curso y estoy seguro de que os alegraréis por ello. 

Está, en primer lugar, la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. Es ésta una empresa colosal que me cansó mucho por las graves 
y continuas preocupaciones y me obligó a doblarme bajo el peso de los enormes gastos. Había que encontrar veinticinco mil francos cada 
mes. Pero ahora las obras de la iglesia están ya muy adelantadas, se trabaja con intensidad en el nuevo hospicio y espero poder ilevar a 
cabo todo para el próximo año. Y, puesto que hablo de la iglesia del Sagrado Corazón, ya sabéis que he organizado una gran rifa para hace 
frente a los gastos que aumentan cada día. He contado también con vuestra caridad y, por tanto, os enviaré un pequeño número de boletos. 
Repartidlos entre la gente; quedaos con ellos, si vuestra bolsa os lo permite, y, si no podéis quedaros con ellos, devolvédmelos, pues os lo 
agradeceré igualmente. Lo que os recomiendo, es que me ayudéis de la manera que podáis y sepáis, a llevar a cabo la empresa que me 
confió el Sumo Pontífice León XIII. 

En segundo lugar, os diré que el cólera hace estragos en países no lejos del nuestro y también tememos que tal vez invada nuestras 
provincias. Por esto, os sugiero un fácil antídoto contra este mal. Consiste en una medalla que lleva grabado el Sagrado Corazón de Jesús 
en el anverso y en el reverso la imagen de María Auxiliadora. Llevad esta medalla al cuello, en el bolsillo o en la agenda; basta que la 
tengáis encima. Al mismo tiempo, repetid cada día la jaculatoria María Auxilium Christianorum, ora pro nobis. Si lo hacéis así, estad 
tranquilos y seguros de que la Virgen hará patente su poderoso patrocinio. Me gustaría que observarais atentamente si cae enfermo de este 
contagio uno solo que tenga encima esta medalla. Id también con valor a asistir a los enfermos en las casas, en los hospitales y en los 
lazaretos y no temáis. 

Además, es necesario recibir a menudo la santa Comunión. Pero hablando a sacerdotes, que celebran la santa misa cada día, esta 
exhortación es superflua. Más bien os exhorto a que lo digáis a los demás, porque aquí está la raíz de la devoción. Teniendo limpia el alma 
todos pueden estar seguros de no ser atacados por ninguna enfermedad. 

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Esta práctica de llevar la medalla, rezar la jaculatoria y recibir los sacramentos, no es sólo para que la observéis vosotros, sino para que la 
propaguéis en todo lugar entre vuestros parientes, amigos y conocidos, y sirva a todos de antídoto contra el cólera. 

El Señor quiere sacudir las conciencias con este despertador. Predicad, pues, también esta devoción desde el ((178)) púlpito. Puede que a 
alguno le parezca extraño, atrevido y hasta ridículo; recordad que, ante la muerte, cesan las risas. Os diré que, 

1 Con los eclesiásticos se encontraban también algunos seglares, que no habían podido intervenir con sus colegas. 

hace pocos días, vino a mi habitación un rico señor que se jactaba de estar libre de prejuicios. Había oído decir que yo hablaba de la 
eficacia de la medalla de María Santísima Auxiliadora. Y me preguntó: 

-»Es verdad que usted propaga supersticiones? 

-»A qué supersticiones se refiere usted? 

-A la de llevar encima la medalla de María Auxiliadora para librarse del cólera. 

-»Y qué le importa a usted eso? 

-Me importa, porque mi familia y especialmente mi hijo mayor quieren a toda costa tener la medalla. 

-»Y usted cree en la eficacia de esta medalla? 

-»Yo? De ningún modo. 

-Es usted muy dueño de no creer en tal cosa. Nadie le obliga. Si usted no cree, siga sin medalla; nadie pretende dársela a la fuerza. Pero, 
si usted creyese en ella, fácil le sería hacerse con una. 

-»Y la superstición? »Cómo puedo yo creer que un pedazo de metal tenga tanta eficacia? 

-No se preocupe por ello. Pero usted comprenderá que una práctica, aprobada por la Iglesia, nunca es supersticiosa. 

Después hablamos un buen rato de las noticias de Francia. Aquel señor se quedó pensativo. Al despedirse, dijo con cierta duda. 

-Don Bosco »querría hacerme un favor? 

-Y diez, si hace falta; hable con libertad. 

-»Tendría todavía alguna de esas medallas? 

-íPero usted no cree en ellas! 

-Cuando se trata de salvar la piel... comprenderá... en conclusión... lo he dicho de broma... déme la medalla. Yo creo en ella y quiero que 
me dé una también para mi mujer y para cada uno de mis hijos. 

»Habéis comprendido? El Señor, que nos quiere a todos felices, nos da a conocer con estos azotes lo preciosa que es también nuestra 
vida temporal. Y vosotros, queridos hijos míos, procurad en vuestros sermones hablar a menudo de la muerte. Hoy en día no se hace 
aprecio alguno de la vida. Uno se suicida porque no puede soportar los dolores y las desgracias; otro arriesga la vida en un duelo; éste la 
derrocha en el vicio; ése se la juega en arriesgadas y caprichosas empresas; aquél la echa por la borda, arrostrando peligros para lograr 
venganzas y desahogar pasiones. Predicad, pues, y recordad a todos que no somos nosotros los dueños de la vida. Sólo Dios es el dueño. 
Quien atenta contra su vida, hace un insulto contra Dios; la criatura hace un acto de rebeldía contra su Creador. 

Vosotros, que tenéis talento, encontraréis ideas y razones en abundancia y la manera de exponerlas para inducir a vuestros oyentes a ama 
la vida y respetarla, con el gran pensamiento de que la vida temporal bien empleada es precursora de la vida eterna. 

((179)) Los recuerdos evocados de los primeros tiempos del Oratorio y de algunos sucesos ocurridos en él durante aquellos años podrían 

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hacer pensar que las cosas hubieran cambiado radicalmente y que ya no reinasen en él la primitiva piedad e inocencia entre los muchachos. 
Nada más equivocado. Mientras escribimos, vive en Inglaterra la señorita Gerardina Penrose Fitz Gerald, con residencia en Ensbury 
159 

Park, Bournemouth; tiene ochenta y cuatro años de edad y conserva un imborrable recuerdo de su encuentro con don Bosco, hace 
exactamente cincuenta años. Iba a Roma el año 1884 con una peregrinación, en compañía de Lord Denbigh y su señora. Junto con Mr. 
Jorge Lane Fox visitaron estos nobles señores a don Bosco el cual les enseñó toda la casa. Al cruzar los patios, les encantaba ver cómo los 
muchachos se acercaban a don Bosco, besaban su mano y él ponía la otra sobre su cabeza y les hacía una caricia. Mr. Lane Fox, que había 
oído hablar de un alumno del Oratorio, con indicios de santidad, preguntó si los visitantes podían verlo. Don Bosco lo mandó llamar 
inmediatamente: 

-Jamás vi, dice la señorita Fitz Gerald, un rostro más bello ni más celestial. 

Apenas se fue el muchacho dijo don Bosco: 

-íDios es muy bueno! Me consuela dándome, de vez en cuando, almas bellas como ésta. 

Entonces le preguntó Mr. Lane Fox: 

-»Tiene otros como éste? 

El Santo hizo un pequeño gesto festivo acompañado de una amplia sonrisa y dijo: 

-íOh, sí!; seguramente más de los que usted pueda imaginar. 

Al despedirse, los forasteros se arrodillaron para recibir la bendición, y la señorita Fitz Gerald recuerda que con ella pareció difundirse en 
ellos una insólita y suave sensación de paz 1. 

Como corona de la fiesta onomástica, llegáronle a don Bosco las oportunas felicitaciones del más lejano de sus hijos. Don José Fagnano 
le escribía desde Patagones, con fecha del veintiséis de mayo: «Deseo ((180)) ardientemente verle una vez más, besar su mano después de 
nueve años de destierro voluntario, sí, pero penoso, por estar lejos de usted. Acepte las felicitaciones de los quinientos salvajes bautizados 
este año, de los ciento cincuenta muchachos y muchachas, que vienen a nuestras escuelas, de los ocho salesianos y de las siete hijas de 
María Auxiliadora, que forman la casa de Patagones». 

Se ha visto ya varias veces y se volverá a ver todavía más adelante cómo, hablando de su jubileo sacerdotal, nunca dijo con Bosco que 
llegaría a él. Sin embargo, le gustaba a veces bromear, señalando quién tenía que ayudarle la misa, quién debía proporcionarle el vino, la 
carne, las velas, quién haría esto o aquello; incluso que acudirían 

1 The Univers de Londres, 18 de mayo de 1934, en un artículo titulado: A Memory of 50 years ago in Turin (Un recuerdo de hace 
cincuenta años en Turín). 
160 

cuatrocientos cantores desde Patagonia. De ahí nació que muchos tuviesen cierta persuasión de que se celebraría la gran fiesta; pero era el 
afecto quien prestaba alas a la fantasía. El mismo Lemoyne atestigua que el Santo no dio nunca a conocer a nadie que aceptara ni siquiera 
el auspicio de que venimos hablando. 
161 
((181)) 

CAPITULO VI 

ACERCA DE LA MARCHA DEL ORATORIO 

EL sueño, que don Bosco tuvo en Roma y que casi dictó a Lemoyne, fue leído un día por don Miguel Rúa a toda la casa del Oratorio 
después de las oraciones de la noche y produjo benéficas consecuencias. Algunos jóvenes escucharon la lectura con ansiosa curiosidad, 
otros con temor y temblor. El Santo, a su regreso, despachó los asuntos más apremiantes, y comenzó a dedicar unas horas cada tarde para 
darles audiencia. Como había dado a entender claramente que había visto el estado de las conciencias, los buenos ansiaban saber lo que 
había respecto a ellos y fueron, por consiguiente, los primeros en acudir. Uno de éstos, don Pablo Ubaldi, atestigua que don Bosco le dijo 
de modo maravilloso cómo iban sus cosas. 

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Otros, por el contrario, vacilaban en presentarse y eran los que más necesitaban oír una palabra amonestadora y alentadora. 

Algunos de éstos hacía un año o dos que no habían hablado con él; y los había que llevaban cinco años en el Oratorio y no se habían 
acercado a él ni una sola vez, de suerte que le eran nuevas sus fisonomías. Las más de las veces se lo impedían vicios ocultos. Al 
preguntarles entonces en su habitación por qué no se habían dejado ver nunca, respondían que don Bosco no era accesible, que estaba fuera 
de casa y ellos tenían que estudiar... Y, sin embargo, cuando don Bosco estaba en casa, confesaba casi cada mañana ((182)) en la sacristía, 
adonde fácilmente podía ir a hablarle todo el que quisiese. Ordinariamente contestaba a quien adelantaba semejantes disculpas: 

-Tú te las has arreglado para huir de mí; pero »quieres que te diga por qué? 

El interrogado le miraba aturdido y él seguía diciendo: 

-No hay más que un porqué: tenías miedo a don Bosco. No te atrevías a confiarle algunas cosas que hacías cuando estabas todavía en tu 
casa... y que has seguido haciendo. 

Si el joven balbuceaba más excusas, entonces don Bosco, con calma y paternalmente, le contaba con todos los pormenores y 
circunstancias lo que el pobrecito llevaba celosamente escondido hacía años 
162 

en el corazón. De ordinario, el que veía descubiertos sus secretos caía de rodillas, y con voz ahogada por los sollozos, exclamaba: 

-íBasta, don Bosco, basta ya! 

Y don Bosco añadía: 

-Si esta conversación te disgusta, vamos a dejarla. Pero ya ves que yo tenía razón para decirte que el estar alejado de mí era tu ruina... 
Contaron algunos jóvenes que don Bosco les había hablado de un monstruo parecido a un elefante, visto por él en el patio haciendo 
estragos, aplastando o lanzando al aire y destrozando a todo el que se le plantaba delante. 

Durante aquel período, dijo un día el Santo a don Juan Bautista Lemoyne: 

-íQué bueno es el Señor con nosotros! Nos prepara de mil modos extraordinarios para nuestro bien y el de nuestros jóvenes. Pocos 
tuvieron en este mundo los medios que nosotros. 

No tardó en manifestarse el efecto de estas saludables sacudidas. 
Aumentaron las comuniones frecuentes y las visitas diarias a Jesús Sacramentado; creció la docilidad; se reanimaba la vida del Oratorio. El 
ciclo de fiestas, además, puso remate a la obra. Pero se requerían medidas duraderas: y se dedicó a buscarlas el Capítulo Superior, en cuyas 
reuniones, se fue estudiando cuidadosamente la situación ambiental del Oratorio. Es instructivo conocer, al menos en parte, lo que se 
discutió en ellas bajo la presidencia de don Bosco. 

Nos parece importante para dicho tema la sesión del cinco de junio. Asistieron a ella, junto con los Capitulares, don José ((183)) 
Scappini, director de Lanzo y don José Bertello, director de Borgo San Martino. Después de discutir una propuesta de don Julio Barberis, 
tomó de repente la palabra don Bosco. Agradará leer íntegramente este punto de las actas. 

DON BOSCO.-Se trata de ver y estudiar qué debe hacerse y qué debe evitarse para asegurar la moralidad entre los jóvenes y para 
cultivar las vocaciones. Ya se establecieron diversas normas en el Capítulo General, que fueron impresas. Es doloroso ver cómo muchos 
jóvenes, que marchan bien al principio, han cambiado por completo al llegar al quinto curso. Ya se ha observado que muchos del cuarto y 
quinto curso, en vez de decidirse por el estado eclesiástico, optan, por la universidad o por un empleo. Una parte de ellos ingresó en el 
estado eclesiástico, pero fue al seminario para complacer a los padres, por manejos de los párrocos y por consejo de los Obispos. De cien 
alumnos del cuarto y quinto curso, quizás sólo dos pagan pensión normal. Los demás son mantenidos gratuitamente o, cuando menos, 
reciben de la casa los libros y la ropa. 

Resulta, pues, que damos de caridad lo que recibimos de otros, a quien pretende 
163 

llegar a abogado, profesor, médico o periodista. Que sea ésta la salida de los jóvenes, que se educan en otros colegios nuestros, no tengo 
nada que decir; pero esto no debe tolerarse en nuestra casa de Turín, donde los muchachos viven de la caridad pública. Propongo, pues, que 
se examine cuál es nuestra obligación de conciencia y qué se debe hacer. En años anteriores, había muchos, jóvenes, que querían hablarme 

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de vocación. Pero, este año, en el que se reunió a los aspirantes para darles conferencias especiales (lo cual no se había hecho nunca) las 
cosas van por otros cauces. Pocos, y con dificultad, vinieron a hablarme y unos me dijeron francamente que querían ir al mundo y otros al 
seminario. Al preguntarles por qué iban a las conferencias de los aspirantes, algunos contestaron: -Para oír lo que se dice en las 
conferencias-. Otros, más francamente: -Para ser mejor vistos por los Superiores-. Serán buenos muchachos, pero tienen trazado su plan. 
De suyo no es malo ayudar a éstos tales, pero, en resumidas cuentas, damos nuestro pan a muchos que luego nos vuelven las espaldas y lo 
damos por recomendación de quien a veces, después de quitarnos los jóvenes, nos critica por añadidura, diciendo que nos quedamos con 
las vocaciones. Esto lo he comprobado hoy mismo. 

Pero baste lo dicho sobre esta materia. A mi entender, tendríamos que tomar una medida acerca de la organización de nuestros estudios. 
Deberíamos reducirlos a lo que se hace en las escuelas apostólicas de Francia. Será difícil, mas, sin embargo, habrá que lograrlo. Hecho 
esto, veremos cómo se pueden aleccionar y cómo se deben cuidar los jóvenes. Verdad es que no tendremos ya un número tan 
extraordinario. Puede que no tengamos más que un centenar, cincuenta o cuarenta, y habrá que tomar paciencia; pero no habrá gangrena 
moral. Creo que, para ((184)) alcanzar nuestro fin, no bastan las resoluciones tomadas en los Capítulos Generales. 

DON JOSE LAZZERO propone que se vuelva a suprimir el quinto curso de bachillerato. 

DON BOSCO.-Mi plan es el de encargar a una comisión el estudio de la idea expuesta sobre las escuelas apostólicas. Yo no puedo 
reflexionar, porque no lo resiste mi cabeza. Necesito que se comprenda la necesidad de la cuestión y que se estudien seriamente los medios 
para llevarla a cabo. Creo también oportuno quitar a los jóvenes la libertad de ir a confesarse con quien quieran. Se designarán confesores 
en número suficiente, pero los estudiantes necesitan una dirección particular. Si no se atreven a confesarse con los cinco o seis sacerdotes 
destinados para ellos, que esperen la ocasión de los ejercicios. 

DON MIGUEL RUA afirma que él ha observado que el resultado bueno o malo del quinto curso del bachillerato depende siempre del 
profesor. Desde que don Herminio Borio lleva el curso de retórica en Lanzo, siempre hubo en la Congregación novicios procedentes de 
aquel Colegio. 

DON BOSCO.-Desde hace algún tiempo ha mermado el número de novicios procedentes del Oratorio, ya sea porque los párrocos nos 
envían el rocló (el desecho), avalados con los mejores certificados de buena conducta, ya sea porque, cuando éstos son aceptados, no se 
tiene suficiente energía para devolverlos a sus casas. 

Por consiguiente, hay que tener prudencia al aceptar y ver la manera de purgar la casa. Mientras tanto, hay que ver: 1.°, si conviene 
organizar nuestras escuelas, según el plan de las apostólicas; 2.°, cómo son estas escuelas apostólicas. Según lo que resulte de estas dos 
cuestiones, se verá si se debe mantener o no el quinto curso. 

DON JOSE SCAPPINI propone suprimir en nuestras escuelas el griego y las matemáticas o dar solamente los rudimentos de estas 
asignaturas, como se hace en los Seminarios. Entonces, al llegar al tercer curso del bachillerato, los jóvenes que no quieren 
164 

saber nada del estado eclesiástico, pensarán en resolver de otra manera sus asuntos. Los otros que quieren quedarse con nosotros y tienen 
que prepararse el examen para la reválida del bachillerato, podrán estudiar el griego y las matemáticas en San Benigno. 

DON JUAN BONETTI aprueba lo que se ha dicho, pero sostiene que esto debe ser una consecuencia y no el principio de una reforma. 
Sería como cuidar las hojas de un árbol cuando hay que atender a las raíces. 

DON BOSCO.-Ahora la cuestión que se propone es la aceptación y la manera de echar fuera los huesos rotos. Mientras tanto, un punto a 
estudiar bien son las escuelas apostólicas, tal y como se hace en los seminarios. 

DON JOSE BERTELLO, preguntado por don Bosco, responde que no cree conveniente establecer escuelas apostólicas en el Oratorio. 
Tendríamos en contra a los párrocos, a los Obispos, a los padres y al gobierno. Por consiguiente no aprueba ((185)) la supresión del quinto 
curso del bachillerato. Está firmemente convencido de que, para curar nuestros males, hace falta: 1.°, disciplina, 2.°, severidad en despedir 
a los que no van bien, 3.°, vigilar escaleras, pasillos y patios no destinados a los recreos. 

DON JUAN CAGLIERO advierte, en cuanto a las aceptaciones, que éstas tendrían que depender de uno sólo; de lo contrario, sucederá 
que uno aceptará las ovejas y otro los lobos, que son las personas adultas, aceptadas por caridad y destinadas a los diversos oficios. 

DON BOSCO explica su idea de una catequesis dominical para instruir a los jóvenes según nuestros principios. 

DON JUAN BONETTI vuelve a hablar de la necesidad de cuidar las raíces e interpela a don José Lazzero, quien, en su calidad de 
Director del Oratorio, debe saber las cosas mejor que los otros miembros del Capítulo. Por tanto, que hable él. 

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DON JOSE LAZZERO.-Ante todo, habría que cumplir el reglamento de las casas, lo mismo que en los demás colegios. Por 
consiguiente, debe haber unidad de mando; de lo contrario, el cargo de Director se reduce al de un humilde servidor. En efecto, los 
alumnos expulsados, obtienen, antes de salir, certificados de buena conducta de algún miembro del mismo Capítulo, movido por su 
corazón excesivamente bueno; como esto llega a conocimiento de los jóvenes, menoscaba el orden o la autoridad del Director. El Director 
queda atado, etc. 

DON BOSCO decide que se establezca una Comisión, que estudie las medidas a tomar para promover la moralidad en el Oratorio. Son 
elegidos miembros de esta Comisión: don Miguel Rúa, don Juan Bonetti, don José Lazzero, don Celestino Durando y don Juan Cagliero. 
Se reunirán el lunes a las dos y media de la tarde para comunicarse sus propias reflexiones bien ponderadas. Don Juan Bonetti queda 
encargado de pedir privadamente el parecer a cada uno de los miembros del Capítulo de la casa que se deja llevar por la bondad del 
corazón; y a cada uno de los maestros y dar una relación de ello a la Comisión del lunes. 

DON JOSE BERTELLO propone: 1.°, distinción y división absoluta de los internos en la casa en tres grandes categorías: estudiantes, 
aprendices y personas no pertenecientes a la Congregación; 2.°, vigilancia de escaleras, corredores, etc. 

DON JOSE LAZZERO hace notar que, antaño, los grupos para salir de paseo se componían de sólo veinticinco jóvenes. Ahora, en 
cambio, lo forman todos los alumnos de un curso. Los paseos son un gran peligro, si no se vigila. Lamenta también las vacaciones, etc. 

DON BOSCO concluye insistiendo sobre la urgencia de tutelar la moralidad. Para lograrlo, no hay que ahorrar personal, trabajo, fatigas 
ni gastos. 
165 

DON JOSE LAZZERO se lamenta todavía de que falta la unidad de dirección y de que no se le apoya. 

DON BOSCO pone fin a la reunión repitiendo sobre qué puntos hay que señalar el resultado práctico de la misma: 1.°, regular la 
aceptación de los jóvenes; 2.°, sanear el ambiente la casa; 3.°, dividir, repartir, regular cargos, jóvenes, patios, etc. 

((186)) No era la primera vez, ni tampoco la última, como veremos al año siguiente, que don Bosco hablaba de reducir de esta manera el 
Oratorio a un vivero de vocaciones eclesiásticas y, preferiblemente, salesianas. 

El veintisiete de enero, ya había expuesto a don Juan Bautista Lemoyne el plan que él tenía sobre el particular. 

-Yo querría trasladar, había dicho, el cuarto y quinto curso del bachillerato a San Benigno y sólo para los que quisiesen quedarse en la 
Congregación, haciendo antes firmar a los padres una declaración por la que dejaban en plena libertad a sus hijos. En el Oratorio sólo 
quedarían los cursos primero, segundo y tercero. Si un muchacho, al acabar el tercer curso, no quiere quedarse con nosotros, intervengan 
en el asunto los padres o su párroco. De este modo, se quitaría una cantidad de bocas, que destripan panecillos sin provecho y no se 
mantendría a muchachos que, cuando nos podrían ser útiles, nos los quitan los párrocos con halagos u otros medios. 

Precisó todavía mejor su pensamiento ante los capitulares en la sesión del dieciocho de julio. 

Léase y póngase en práctica lo deliberado por el Capítulo. Nos equivocamos siempre en torno a la conducta de los muchachos, porque la 
calificaciones mensuales de las decurias son siempre buenas. Cuando se conoce a un muchacho como malo, no hay que ilusionarse con 
esperanzas de cambio de conducta. Estas vacaciones procuraré proveer al Oratorio del personal necesario y, especialmente, de un 
catequista. 

Preveo que, querámoslo o no, nuestras escuelas deberán ajustarse al modelo de las llamadas apostólicas. Por cuanto sea posible, 
acéptense sólo aquellos muchachos que quieren ser salesianos o ir a las misiones. Los muchachos, que se aceptasen con esta condición y 
no quisiesen después hacerse salesianos, paguen la pensión entera, si desean continuar. 

Al volver los muchachos de vacaciones, se podrían hacer en seguida los ejercicios espirituales. Después de las vacaciones, no se acepte 
nunca a los jóvenes que vuelven de sus casas sin el certificado de buena conducta firmado por el párroco. Algunos regresan, sin haberse 
presentado nunca al propio párroco, durante los dos o tres meses que estuvieron en su pueblo. Y, aun cuando algunos presentasen este 
certificado, pídanse informes confidenciales al párroco, prometiendo absoluta reserva. 

Se verá también si es del caso reformar los Capítulos de las casas y, especialmente, si los catequistas están a la altura de su cargo. Sepa el 
Consejero escolástico qué se hace en cada una de las clases y ((187)) visítelas con frecuencia. Cumpla cada uno con los deberes de su cargo 

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en la presencia de Dios. 
166 

Una cosa a estudiar es ésta. Cuando hay un muchacho que da esperanzas de llegar a ser un buen salesiano, no se miren gastos, tanto si 
puede pagar la pensión como si no puede. La casa mirará por él. Estoy seguro de que el Señor nos ayudará con medios extraordinarios e 
inesperados, cuando se hagan todos los esfuerzos posibles para tener vocaciones. No nos preocupemos por los gastos. Sirva esto de regla 
también para los demás colegios nuestros. Si un muchacho da esperanzas de éxito y los padres no pueden pagar, si ponen dificultades, si se 
quejan con los superiores de que se encuentran en apuros económicos y que no podrán pagar los gastos necesarios, entonces, atendida la 
buena conducta del muchacho, se le podrá conceder la remisión de un mes o de un trimestre; pero sin que falte nunca la esperanza de una 
probable vocación. Hoy en día van disminuyendo continuamente las vocaciones. 

Impedir con el mismo celo que sigan la carrera eclesiástica los no llamados a ella y los indignos. Hágase esto con la máxima prudencia. 
Nunca se reciban a prueba los que anteriormente dieron mal resultado. 

Para cerrar la puerta a posibles y peligrosos subterfugios, se dieron órdenes para no enviar a los muchachos fuera de casa. Hacía tiempo 
que algunos iban a enseñar catecismo en la parroquia de San Donato y en el Oratorio de San Juan; otros iban a ayudar en las funciones 
religiosas de las Hermanas de San Pedro y las del Buen Pastor. 

Aprovechando la ocasión, había quien escapaba a su casa para ver a sus familiares, pretextando tener permiso, y quien iba a los cafés; y 
además todos perdían horas de estudio, prácticas religiosas y sermones adaptados a ellos. Dijo don Bosco: 

-Hay que avisar a estas instituciones que, dentro de un mes, ya no se podrá enviar muchachos para el servicio del altar y que se busquen 
otros ayudantes en este lapso de tiempo. Si el seminario no se presta a ello, »por qué motivo tenemos que prestarnos nosotros? Dése aviso 
también a la iglesia de San Donato para que organice la catequesis con los obreros católicos, advirtiendo que ya no enviaremos a nuestros 
pequeños catequistas, porque se distraen demasiado. 

A veces se enviaban muchachos enfermos a los hospitales de la ciudad; pero, a propuesta de don Miguel Rúa, se decidió renunciar a esta 
costumbre, en atención a los inconvenientes morales que había por causa de médicos, enfermos y enfermeros. Nada, en fin, ((188)) 
sabemos acerca de las determinaciones tomadas por la comisión nombrada por don Bosco para arbitrar los medios con que dar nuevo vigor 
a la buena disciplina en el Oratorio. 

Cuando se trató de la disciplina, hubo una interpelación al término de la sesión del treinta de junio. La promovió el director don José 
Lazzero, al anunciar que, al domingo siguiente, se haría una pequeña fiesta en honor del Sagrado Corazón de Jesús, según la intención de 
don Bosco para obtener las gracias especialísimas que necesitaba la 
167 

casa. Don Juan Bonetti introdujo entonces el tema de la asistencia a los muchachos y de los dormitorios, abiertos durante el día. Al llegar a 
cierto punto, don Bosco cortó la cuestión con una serie de preguntas: 

-»Quién es actualmente el responsable de la disciplina? »A quién han de acudir los maestros y asistentes para encontrar apoyo? »Y el 
contencioso según las reglas? »Y cuando falta un maestro, quién se cuida de que haya otro en su lugar?... He dicho que no se repare en 
gastos, con tal de que haya todo lo necesario para garantizar el orden... El Director no tiene que actuar él en persona, sino velar para que 
actúe otro. 

Propuso después una sesión sobre el mismo tema para el día cuatro de julio. 

Pero, preocupado por los inconvenientes, que a menudo se sucedían y que ocasionaban gran descontento entre los muchachos, sin 
aguardar a aquella fecha, escribió de su puño y letra siete cosas, que creía necesarias, para que terminase el curso en paz. Las tituló 
«Disposiciones temporales». Y eran las siguientes: 

« 1.ª, Una novena a María Santísima, según la intención de don Bosco. 2.ª, Tomar a los muchachos por las buenas, demostrarles que todo 
se hace por su bien y que se tiene interés por su progreso en los estudios. 3.ª, De cuando en cuando organizar alguna charla, por la tarde, 
dada por alguno de los miembros del Capítulo Superior. 4.ª, Asistencia: Esfuércense los miembros del Capítulo por compartir el recreo con 
los muchachos. 5.ª, El Director, u otro en su lugar, dé una conferencia a todos los que asisten a los jóvenes, para animarlos a proceder de 
tal manera que desaparezcan las murmuraciones. 6.ª, Procurar ((189)) promover la frecuencia de los sacramentos y decir francamente en 
público que algunos no se han confesado ni en los ejercicios ni por la fiesta de María Auxiliadora. 7.ª, Hable alguna vez don Bosco a los 
jóvenes.» Cuando llegó el día cuatro de julio, don Bosco mismo volvió a entablar la cuestión de la reforma del Oratorio, tomando el 
Reglamento como punto de partida. 

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DON BOSCO.-He examinado el reglamento que se seguía antaño y me he convencido de que debe observarse también en nuestros días, 
porque previene y resuelve todas las necesidades. Pero es necesario que el Director gobierne, que conozca bien su reglamento y el de los 
otros y todo lo que deben hacer y que todo parta de un principio único. Ahora ha comenzado un relajamiento en esta unidad. Uno dice: la 
responsabilidad no es mía. El otro la rehúsa. Todos mandan, y de ahí proceden los desconciertos. Uno da una orden y el otro no la cumple. 
Los asistentes quieren tener también su autoridad y, íay! de quien los toque. Establézcase, pues, este principio de autoridad como lo había 
antes: haya un solo responsable. Este no tome sobre sí el 
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más mínimo trabajo; estése en hora buena de brazos cruzados, pero vaya y pregunte continuamente: »Has hecho esto? »No lo has hecho? 
Encargue a uno que lea las cartas, las apostille y reparta a los diversos despachos. No le quedarán más que tres o cuatro, cuyas apostillas 
ver, y entregarlas al secretario para que las conteste. 

DON JOSE LAZZERO, preguntado por don Bosco, responde que eso no es todo, aunque es un inconveniente bastante grave. 

DON JUAN BONETTI pide a don José Lazzero que, puesto que él se halla, como director que es, en contacto inmediato con la realidad, 
especifique francamente las dificultades que encuentra. 

DON JOSE LAZZERO responde que falta esta unidad, debido a que los interesados acuden a diversos miembros del Capítulo Superior 
en busca de dirección y se guían por sus consejos, a veces contrarios a los del Director. 

DON BOSCO.-Si el Director interviniese, vería lo que hay que hacer y, al poco tiempo, sería el dueño de todo y de todos. Haya uno 
solo, el Director de la casa, para hacer contratos; dependa de uno solo la aceptación de los que han de pertenecer a la casa y de él solo las 
expulsiones; determine uno solo las obras que deben hacerse en el Oratorio, y éste sea el Director. Haga sólo él las invitaciones para comer 
o, por lo menos, notifíquensele antes las invitaciones que se han hecho, para que no se encuentre en la mesa con personas desconocidas o 
inesperadas. El Capítulo Superior no tiene más ingerencia en el Oratorio que la que debe tener con las demás casas en particular. El 
Director del Oratorio es el que debe tener aquí toda la libertad de acción, que tienen los demás Directores en sus casas. A él corresponde 
determinar las obras que deben hacerse y solamente compete al Capítulo Superior aprobar o rechazar el proyecto, pero ((190)) contando 
siempre con el parecer del Director. El Capítulo no es el dueño en el Oratorio; quien manda en él es el Director local. Repito que he leído 
atentamente en estos días el reglamento de las casas y no encuentro nada que modificar. Haya, pues, unidad de mando. El personal 
destinado a esta casa está al servicio del Director y no de otros. Cuando llegan forasteros desconocidos, entreténgaselos en la portería y se 
avise al Director; pero no se introduzcan directamente en el comedor, como hace ahora el portero, sin conocer quiénes son tales huéspedes. 
De ellos procede gran molestia en la casa. 

Después pasa don Bosco a preguntar qué disposiciones pueden tomarse para el próximo año, con respecto al cuarto y quinto curso del 
bachillerato, para asegurar la moralidad. 

-He determinado, añadió, que se advierta a los muchachos que, el próximo año, no serán admitidos para los cursos superiores más que 
aquellos que quieren abrazar el estado eclesiástico y que el Oratorio no asegura a los alumnos los exámenes de grado de bachillerato. 

DON CELESTINO DURANDO afirma que esta medida alejará de nosotros a muchachos de talento y sólo quedarán los mediocres. Que 
solamente el estudio y la ayuda para un buen resultado en ellos alientan a los jóvenes a ser buenos. 

DON BOSCO.-No quiero que se me contraríe, sino que se me ayude a llevar a cabo mi plan, que considero el mejor para alcanzar mi 
fin. 

DON CELESTINO DURANDO retira sus observaciones. 

DON BOSCO propone otra reunión para el lunes y concluye: 

-Ayuden todos al que ejerce el mando. Don Miguel Rúa dé una conferencia a todos los empleados de la casa en este sentido, pero atienda 
a que, antes, vayamos de acuerdo nosotros. Aquí se requiere una cabeza. La plática de las «buenas noches» es la llave maestra de la casa. 
Muchísimo, si no todo, depende de ella. 
169 

Don Bosco no dejaba las cosas a medio hacer; hasta que sus ideas no estaban bien comprendidas y puestas en marcha, no se cansaba de 
clavarlas en la mente de quien debía ayudarle a realizarlas. Por eso, la mayor parte del tiempo de la sesión del día siete de julio, se dedicó 
al restablecimiento del orden interior del Oratorio. Primero, resumió sus instrucciones y, después, escuchó a los demás. 

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DON BOSCO.-1.° Unidad de mando: el Director conozca bien las atribuciones de cada uno de sus súbditos. 

2.° Disponga que otro se informe y seleccione la correspondencia; lea sus apostillas; encomiende a persona de confianza que conteste las 
confidenciales, pero no lo haga en presencia de otros. 

((191)) 3.° Acepte o despida al personal de la casa y a los mismos alumnos con las condiciones, que se estimen oportunas para cada caso 
Pero, si surgen dificultades relacionadas con los hermanos, informe de ello al miembro del Capítulo Superior encargado de tratar tales 
asuntos cuando haga falta, pida también el parecer del Rector Mayor. 

4.° Hasta donde sea posible, el Director limítese a observar si las cosas se hacen por otros subalternos; pero él no se entretenga en 
asuntos determinados; proporcione predicadores, confesores, profesores, asistentes en número suficiente, y examine después si cada uno 
conoce las reglas correspondientes, si las practica y las hace practicar a sus dependientes. 

En cuanto a la aceptación: a.-Admítase para estudiantes únicamente a los que tienen voluntad de abrazar el estado eclesiástico y, 
preferiblemente, a los que dan algún indicio de querer hacerse salesianos. 

b.-Aléjese severamente a los que dijeren, insinuasen o hiciesen algo reprensible contra la moralidad. No se tema proceder en esto con 
excesivo rigor. 

c.-Dedíquese a un oficio, pero nunca al estudio, a quien no frecuente la santa comunión y descuide las prácticas de piedad. 

d.-Alterne, el Director de buena gana con los estudiantes fuera de la confesión, llámelos a menudo en particular y pregúnteles por sus 
necesidades, su salud, los estudios, las dificultades, la vocación, etc., etc. 

DON JUAN CAGLIERO y DON JOSE LAZZERO observan que, en esta casa, son excesivas las atribuciones del Director y de los otros 
miembros del Capítulo local del Oratorio. 

DON BOSCO. -Haga cada uno solamente lo que debe hacer. El Catequista dé clase de catecismo, enseñe a ayudar a misa, observe si se 
cumplen las reglas. El Catequista es la llave del Oratorio y de toda la buena marcha del mismo. El Director haga que otros prediquen; si es 
necesario, dé a otro el encargo de confesar. 

Para él cada cosa particular del Oratorio es per accidens (accidental). Su único y verdadero cometido es vigilar continuamente todo y a 
todos. 

DON JOSE LAZZERO observa que, en tal caso, el Director no puede tratar directamente con los jóvenes. 

DON BOSCO le contesta que, si el Director no puede llamar a los jóvenes, haga que los llame el Catequista. 

DON JULIO BARBERIS observa que lo más importante para el Director es dirigir el personal; y el personal del Oratorio casi llega a 
setenta hermanos. 
170 

DON BOSCO.-Repito. Cada uno haga su papel. También los miembros del Capítulo Superior hagan únicamente lo que es propio de sus 
cargos, librándose de otras ocupaciones. Por ejemplo, el Consejero escolástico no lleve la dirección de monjas. Don Miguel Rúa está 
agobiado por el trabajo, por los asuntos materiales, los pagos, los pleitos. El Catequista deje todo otra ocupación ajena y procure conocer a 
todos los ((192)) miembros de la Congregación; por tanto para librarse de mucho trabajo y cumplir las reglas, los acostumbre a dirigirse al 
Inspector de la propia Inspectoría. Y los del Capítulo local del Oratorio pónganse todos de acuerdo, si quieren que las cosas marchen bien. 

DON JOSE LAZZERO dice que los miembros del Capítulo de la Casa tienen buen espíritu, pero que hay que formarlos. 

DON BOSCO.-El Director escúchelos bondadosamente, estimúlelos a hablar, quite las incomprensiones y los malos humores, soporte 
también algún arranque repentino o debilidad humana; sea tolerante y no brusco, sea anillo de unión con la caridad. En cuanto a mí, ya no 
puedo ir adelante en el estado de cansancio físico y mental, en que me encuentro. Necesito que don Miguel Rúa esté a mi lado para 
sustituirme en muchas cosas y me ayude en lo que tengo dificultad para despachar yo solo. Por tanto, que don Miguel Rúa no tenga ya 
ocupación directa alguna en la casa; y, en cuanto atañe a la Sociedad Salesiana, dense a otros muchas de las ocupaciones que él despacha y 
que serían propias de un ecónomo. Estúdiese el modo de poner un procurador, que se ocupe de herencias, créditos, deudas, pleitos, 
contratos y testamentos. Encárguese de despachar estos asuntos un sacerdote o un seglar, un abogado o un procurador de profesión. Sea 

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éste la cabeza en lo contencioso y administrativo. Si don Angel Savio quisiese asumir esta tarea, sería habilísimo para desempeñarla. 

Aún quiero notificaros dos cosas más con respecto al Oratorio. El Director espiritual o Catequista de la Congregación, si acepta a un 
sujeto que quiere pertenecer a ella, y éste debe quedarse en el Oratorio, informe de ello al Director de la Casa. Los jóvenes que se aceptan, 
tengan inclinación al estado eclesiástico. 

Vigílese atentamente para que no se introduzca en los muchachos el veneno de la inmoralidad. Si, por desgracia, entra este veneno, se 
infiltra inobservado, no se deja ver y acaba por causar un daño general, que luego no es posible remediar. Si no se quiere advertir a los 
muchachos, que han de admitirse para el próximo curso, que sólo serán admitidos los que aspiran al estado eclesiástico, búsquese otro 
recurso, otro pretexto; pero obténgase este fin, que yo me propongo. 

DON JUAN CAGLIERO hace la siguiente propuesta con respecto a los del cuarto y quinto curso: -En cuanto vayan los jóvenes a sus 
casas para vacaciones, escríbase a todos los que no se quiere que vuelvan, diciéndoles que no serán aceptados para el curso siguiente, si no 
renuevan la petición de aceptación, a la que se contestará con un sí o un no. 

El Capítulo aprueba la propuesta. 

DON BOSCO ordena que se formule y examine semejante carta, que deberá ser redactada más o menos en estos términos: Si no recibís 
una carta de aceptación dentro de tal tiempo, buscad otro lugar, donde acabar vuestros estudios. Hay que excluir a los que pudiesen servir 
de mal ejemplo para los otros y de daño para sí mismos. A ciertos sujetos no se les debe tener ya en casa. Cuando dan verdaderos indicios 
de no ser llamados al ((193)) santuario y llevan una conducta equívoca, hay que sacarlos del colegio y despedirlos. Hay que estar atentos 
para no pasar estos estudiantes a la sección de aprendices. Si se pone con los aprendices a un estudiante 
171 

que no tiene vocación, hace estragos entre ellos a diestro y siniestro, porque estos tales son individuos de la peor calaña. 

Dominado por todos estos pensamientos, tuvo el Santo un sueño en el mes de julio. Le pareció encontrarse ante un inmenso y suave 
collado espléndidamente iluminado por una luz más pura y más viva que la del sol, totalmente cubierto de verde hierba, esmaltada de flores 
variadísimas, y sombreado por muchos árboles, cuyas ramas se entrelazaban entre sí y se extendían a manera de arcos. Se habría dicho que 
era un verdadero paraíso terrenal. Pero, más que el jardín encantado, llamaron su atención dos hermosas jovencitas, como de doce años, 
sentadas en la orilla de la cuesta, junto al caminito donde él estaba. Una celestial modestia emanaba de sus rostros y de todo su porte. De 
sus ojos, siempre fijos en el cielo, se trasparentaba una ingenua sencillez de paloma y un gozo de sobrehumana felicidad. El garbo de sus 
ademanes daba a las dos un aire de nobleza, que contrastaba con su juventud. Una túnica blanquísima llegaba hasta sus pies. Ceñía su 
cintura una faja de púrpura con bordados de oro, sobre la cual destacaba un adorno a manera de cinta entretejida con azucenas, violetas y 
rosas. Llevaban al cuello un aderezo a manera de collar. Cercaban sus muñecas dos hacecillos de cuentecillas blancas como brazaletes. Su 
calzado era blanco, bordado con una cinta veteada de oro. 
La cabellera larga sujeta con una corona que ceñía su frente, caía flotando, ensortijada sobre las espaldas. Las dos doncellas mantenían 
entre sí un dialogo, hablando, preguntando, exclamando, ora sentadas las dos, ora una sentada y la otra de pie, ora moviéndose arriba y 
abajo a paso lento. Don Bosco, espectador silencioso, escuchaba la conversación, que duró largo rato, sin dar indicios de que advirtieran su 
presencia. Al fin, volvieron las espaldas y subían la cuesta, caminando sobre las flores sin aplastarlas ((194)) y cantando un himno 
angelical, al que respondieron grupos de espíritus celestiales, que les salieron al encuentro. A los primeros se iban añadiendo unos tras 
otros sin interrupción y elevaban juntos un himno inmenso y muy armonioso, acabado el cual, se elevaron poco a poco a las alturas todos 
juntos y desaparecieron con toda la visión. 

En aquel momento se despertó don Bosco. Durante los días siguientes expuso a don Juan Bautista Lemoyne en resumen lo que había 
visto, refiriéndole solamente el sentido muy genérico de las cosas que había oído, que eran alabanzas de la pureza, medios para conservarla 
y premios que le aguardan en este mundo y en el otro; después le dijo que se sirviese de ello como de un esbozo para desarrollarlo 
libremente. El secretario cumplió la orden, pero no pudo leerle 
172 
su larga composición; por lo cual nos limitaremos a exponerla al final de volumen 1. 

El Capítulo no se ocupó ya hasta septiembre de lo relacionado con la disciplina del Oratorio; volveremos a hablar de ello en el capítulo 
decimoséptimo. Antes de reanudar el hilo de nuestra narración, siguiendo la guía de las actas capitulares, daremos espacio aquí a algunos 
detalles, que contribuyen a formar un cuadro menos incompleto del Oratorio y su ambiente de entonces. 

Aquel año murieron en él varios jóvenes, cuyo fin nos da indicios de que la lamentada relajación no había llegado a extinguir la antigua 
piedad. El día treinta de enero, falleció Virgilio Paganini, natural de Vezzano Lígure, alumno del segundo curso, pero ya bastante crecido. 
Don Bosco fue a verle todavía la última tarde. Al verlo, el enfermo se reanimó y le dijo: 

Fin de Página: 173 


VOLUMEN XVII Página: 173 

-Don Bosco, le agradezco que me admitiera en el Oratorio. Si no me hubiese admitido en su casa, »quién sabe cómo estaría yo en este 
momento? Le agradezco todo el bien que ha hecho a mi alma. 

-Yo, le contestó don Bosco, me alegro de que estés tranquilo. »Rezarás por mí? 

((195)) -Sí, rezaré por usted y por nuestra Congregación, para que el Señor la haga crecer y salve muchas almas. 

Estas fueron sus últimas palabras. Don Bosco se separó de su cama y, aún no había llegado a la puerta de la enfermería, cuando Paganini 
expiraba. 

El día diecisiete de febrero, murió el aprendiz Honorato Chiappelli, natural de Pistoya. Mientras deliraba, repetía: -íOh María, Madre 
nuestra, ayudadnos a todos..., pero especialmente a mí... a mí... a mí. 
Le había precedido dos días antes en el viaje a la eternidad, su asistente don Vicente Reggiori, de Sangiano. Decían los aprendices que, si 
hubiese muerto el mismo don Bosco, no lo habrían sentido tanto. La comparación les salía espontánea, pues eran los días de la grave 
enfermedad de don Bosco. 

El día dieciocho de junio dejó de vivir Carlos Godi, de Gozzano, alumno también del segundo curso del bachillerato y algo mayor. Pocos 
días antes de morir dijo a unos amigos: 

-María Auxiliadora me ha concedido la mayor de las gracias. Soy feliz. En estos ejercicios he podido confesarme y comulgar, como si 
fuese la última vez. Soy feliz, feliz. 

Hubo dos sucesos que impresionaron mucho a los aprendices y 

1 Apéndice, Doc. núm. 22. 
173 

que hubieran podido acarrear trágicas consecuencias, mas, por fortuna, todo acabó en nada. Un aprendiz de cajista, ya avanzada la tarde y 
estando ausentes el asistente y el jefe del taller, se puso a jugar con un compañero y fue a esconderse en el hueco del montacargas, que 
subía desde los subterráneos hasta su taller. Creído de que la plataforma de la máquina se hallaba a nivel del pavimento, se lanzó sobre ella 
pero, como la máquina estaba en la planta inferior de la imprenta, cayó cabeza abajo en el hueco desde una altura de siete metros y fue a 
dar con la cabeza contra el hierro de la tapa. Los que acudieron, al oír el ruido, lo encontraron inmóvil, como muerto; subiéronle a la 
enfermería donde recobró los sentidos y no le quedó más que la señal del golpe y un ligero desvanecimiento, que desapareció pronto. 

No fue menos peligroso el caso de un aprendiz de sastre. Mientras daba vueltas con otros tres compañeros al paso volante, el árbol que 
sostenía las cuerdas se rompió ((196)) por su base, cayó sobre él y lo dejó tendido en el suelo con el ímpetu de su peso. El poste más el 
peso de las abrazaderas de hierro, que lo coronaban, hubiera podido matarlo; en cambio, apenas si le hizo daño en una pierna. Los 
aprendices consideraron aquellos dos sucesos como gracias señaladas, que atribuyeron a María Auxiliadora. 

Don Bosco, firme en su propósito de dar al Oratorio una reorganización satisfactoria, volvió al mismo tema, en septiembre, cuando el 
Capítulo Superior tenía sus sesiones para destinar el personal de las casas. Así, el día doce, hizo dos observaciones sobre la manera de 
conservar la moralidad y el orden en la Casa Madre y en las demás. 

-Trátese, dijo, de apartar de nuestros alumnos todo libro prohibido, aun cuando esté prescrito por los programas escolares y mucho 
menos se pongan a la venta tales libros. Cuando yo escribía la Historia de Italia, expuse brevemente la biografía de Alfieri y cité algún 
trozo de autores prohibidos. Pero el célebre profesor Amadeo Peyron, que examinó el manuscrito, me reprendió diciendo: -No cite jamás 
autores prohibidos, porque, al citarlos, pone en los jóvenes las ganas de leerlos; déjelos en el olvido. Así tenemos que hacerlo nosotros; no 
introducir, no citar, no nombrar a los autores prohibidos. Sólo pueden exceptuarse los que tienen que presentarse a exámenes públicos; 
pero, aun en estos caso, empléense ediciones expurgadas. Sin embargo, los autores prohibidos y expurgados no se pongan en manos de los 
muchachos de cursos inferiores. Porque esto despertaría en ellos la fatal curiosidad de averiguar y comparar las correcciones con el 
original. Por tanto, téngase precaución al hablar de ellos; por ejemplo, si se quiere exponer algún trozo de historia literaria, evítese hacerlo, 
si no 
174 

es necesario. Los directores y profesores, que tuviesen que manejar alguno de estos libros, guárdenlo bajo llave. No creía yo que pudiese 
haber tanta manía de leer libros prohibidos como ahora la hay; ni tampoco la de perder el tiempo y arruinar el alma con las novelas. Léanse 
y dense a leer con preferencia las biografías de nuestros ((197)) alumnos y también todos los libros de las Lecturas Católicas y los de la 
Biblioteca de la Juventud. Los hay magníficos. Nosotros apreciamos poco nuestras cosas. Hasta tenemos miedo a ponerlos en la lista de los 

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libros de premio en nuestros mismos colegios. Les parece a algunos una humillación dar libros religiosos a muchachos de cuarto y quinto 
curso del bachillerato. Recomendó, además, otra cosa. Dedíquese toda diligencia y todo esfuerzo para introducir y practicar en nuestras 
casas el sistema preventivo. Los Directores den conferencias sobre este importantísimo punto. Son incalculables las ventajas que ello 
aportará para la salvación de las almas y la gloria de Dios. 

A propósito de las lecturas hacía mucho tiempo que don Bosco rumiaba la idea de hacer llegar a todos una palabra autorizada de su 
propio cuño. En efecto, en 1883 había dicho a Lemoyne: 

-En su día te daré un trabajo. 

Un año después, le preguntó de repente: 

-»Recuerdas lo que te dije sobre un trabajo, que te daría a hacer? 
Pues bien, ya ha llegado la hora. 

Y le trazó el esquema de una circular acerca de las lecturas para enviarla después a las casas, al principio del curso escolar. Don Juan 
Bautista Lemoyne la escribió y don Bosco revisó esta larga carta que fue repartida por los colegios a primeros de noviembre. 

Muy queridos hijos en J. C.: 

Un gravísimo motivo me determina a escribir esta carta a principios del curso escolar. Todos sabéis lo mucho que quiero las almas, que 
nuestro Señor Jesucristo quiso confiarme en su infinita bondad, y no debéis por otra parte olvidar ni minusvalorar la gran responsabilidad 
que pesa sobre los educadores de la juventud y la estrechísima cuenta que éstos deberán dar de su misión ante la Divina Justicia. Pero yo 
debo llevar esta responsabilidad inseparablemente unida con vosotros, mis queridos hijos, y ansío que sea para vosotros y para mí, origen, 
fuente y causa de gloria y vida eterna. Por esto, he pensado llamar vuestra atención sobre un punto importantísimo, del que puede depender 
la salvación de nuestros alumnos. Me refiero a los libros, que se deben apartar de las manos de nuestros jovencitos y de los que deben 
usarse para las lecturas individuales y para las que se hacen en común. 

Las primeras impresiones, que reciben las mentes castas y los corazones tiernos de los jovencitos, duran todo el tiempo de su vida; y los 
libros son hoy día una de las principales causas de éstas. La lectura tiene para ellos ((198)) vivísimo atractivo y excita su impaciente 
curiosidad, de la que depende muchísimas veces la elección definitiva, que hacen del bien o del mal. Los enemigos de las almas conocen el 
poder de esta 
175 

arma y la experiencia os enseña cuán criminalmente saben emplearla para daño de la inocencia. Los títulos llamativos, la buena calidad del 
papel, la limpieza de los caracteres de imprenta, la finura de los grabados, la economía en el precio, la garra del estilo, la variedad de la 
trama, el fuego de las descripciones, todo está estudiado con arte y sagacidad diabólica. Toca a nosotros oponer armas contra armas, 
arrancar de las manos de nuestros jóvenes el veneno, que la inmoralidad y la impiedad les ofrece; oponer libros buenos a libros malos. íAy 
de nosotros, si durmiésemos, mientras el enemigo vela continuamente para sembrar la cizaña! 

Por eso, desde el principio del curso escolar, hay que cumplir lo que prescriben los reglamentos: obsérvese pues, atentamente qué libros 
traen consigo los alumnos al entrar en el Colegio, destinando, si hace falta, una persona para revisar baúles y paquetes. Además, mande el 
Director de cada casa hacer a los muchachos la lista detallada de los libros que traen y entregarla al Superior mismo. Esta medida no será 
superflua, porque así se podrá examinar mejor si se dejó de ver algún libro y porque, si se conservan estas listas, podrán servir en 
determinadas circunstancias para actuar contra quien maliciosamente hubiese ocultado un libro malo. 

Manténgase esta vigilancia durante todo el año, exigiendo a los alumnos que entreguen cualquier libro nuevo que adquieran o reciban de 
parientes, amigos y condiscípulos externos; observando si, por malicia o por ignorancia, se hiciera llegar a sus manos paquetes envueltos 
en diarios malos; y haciendo prudentes inspecciones en el salón de estudio, en los dormitorios y en las aulas. 

Nunca serán excesivas las precauciones, que se tomen con este fin. El profesor, el director de estudios y el asistente observen también lo 
que leen los muchachos en la iglesia, en el patio, en el aula y en el estudio. Además, hay que eliminar los vocabularios no expurgados. Para 
muchos jóvenes son el principio de la malicia y de las asechanzas de los compañeros malos. Un libro malo es una peste, que contamina a 
muchos jóvenes. El Director debe considerarse afortunado, cuando logra arrancar de las manos de cualquier alumno uno de estos libros. 

Desgraciadamente los muchachos que tienen estos libros difícilmente se prestan a la obediencia y acuden a toda suerte de artimañas para 
esconderlos. El Director debe luchar contra la avaricia, la curiosidad, el miedo al castigo, el respeto humano y las pasiones desenfrenadas. 
Por eso, creo que es necesario ganarse el corazón de los jóvenes, convenciéndolos con la dulzura. Varias veces al año, debe tratar el tema 

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VOLUMEN XVII Página: 176 

de los libros malos en el púlpito, en la plática de después de las oraciones de la noche, en las aulas y hacer ver los daños que de ellos se 
siguen; convencer a los jóvenes de que no se pretende más que la salvación de sus almas y de que, después de Dios, lo queremos más que 
cualquier otra cosa. Se proceda con rigor solamente ((199)) cuando un joven sirviese de daño a los demás. Si uno entrega un libro malo ya 
avanzado el curso escolar, disimúlese la desobediencia cometida y acéptese el libro como un precioso regalo. Tanto más cuanto que puede 
ser que el confesor le haya prescrito esta entrega, y sería imprudente hacer más averiguaciones. La noticia de esta benignidad por parte de 
los superiores induciría a los compañeros a denunciar a los que tuviesen escondidos tales libros. 

Pero, una vez descubierto un libro prohibido por la Iglesia o por ser inmoral, échese en seguida a las llamas. Hubo libros, que fueron 
quitados a los jóvenes y, por guardarlos, acarrearon la ruina de sacerdotes y clérigos. 

Procediendo de este modo, espero que no entrarán libros malos en nuestros colegios, y, si entran, serán pronto destruidos. 

Pero, además de los libros malos, hay que vigilar otros que, aun siendo buenos o 
176 

indiferentes por sí mismos, pueden, sin embargo, resultar peligrosos por no ser convenientes a la edad, al lugar, a los estudios, a las 
inclinaciones, a las pasiones nacientes, a la vocación. También deben eliminarse estos libros. En cuanto a los libros honestos y amenos, se 
haría un gran favor a los estudios, si se pudiese prescindir de ellos; los profesores podrán, así, medir los deberes escolares de los alumnos 
en proporción al tiempo de que disponen. Mas, como hoy día es casi incontenible la manía de leer y como también hay muchos libros 
buenos que excitan demasiado las pasiones y la imaginación, he pensado, si el Señor me da vida, organizar e imprimir una colección de 
libros amenos para la juventud. 

Todo esto que digo es con respecto a los libros que se leen privadamente. Tocante a las lecturas comunitarias en comedores, dormitorios 
y salón de estudio, diré, en primer lugar, que no se lean nunca libros, sin ser aprobados previamente por el Director, y exclúyanse las 
novelas de toda clase, que no hayan salido de nuestra tipografía. 

Léanse en el comedor el Boletín, las Lecturas Católicas, a medida que se publican, y, en los intervalos, los libros de historia impresos en 
el Oratorio, la Historia de Italia, la Historia Eclesiástica y de los Papas, las Narraciones de América y otros temas, pero preferentemente 
publicados en la colección de las Lecturas Católicas y los libros de historia y de cuentos de la Biblioteca de la Juventud. Estos últimos 
podrían leerse en el salón de estudio, donde hubiese todavía la costumbre de una lectura durante el último cuarto de hora antes de la 
escuela de canto. 

En la lectura de los dormitorios quiero se destierre en absoluto toda lectura recreativa o amena; deseo se adopten libros, que causen en el 
ánimo del jovencito, que va a descansar, impresiones aptas para hacerlo mejor. Por tanto, será muy útil que se empleen libros agradables, 
pero de tema más bien religioso o ascético. Empezaría por las biografías de nuestros jovencitos Comollo, Savio, Besucco, etc.; seguiría con 
los libritos de las Lecturas Católicas, que tratan de religión; terminaría con las vidas de santos, eligiendo las más atrayentes y oportunas. 
Estas lecturas ((200)) después de la brevísima plática de la noche, hechas por un corazón que desea la salvación de las almas, estoy seguro 
que a veces harán más efecto que una tanda de ejercicios espirituales. 

Para obtener plenamente estos deseados efectos y lograr que nuestros libros sirvan de antídoto contra los libros malos, os ruego y os 
suplico que vosotros mismos améis las publicaciones de nuestros Hermanos, manteniéndoos libres de todo sentimiento de envidia o 
menosprecio. Si encontraseis alguna deficiencia, prestaos, de palabra y también de obra si podéis, a que se puedan hacer las correcciones 
necesarias, notificando vuestras observaciones al autor mismo o a los Superiores, a quienes incumbe la revisión de nuestras publicaciones. 
Si los jovencitos oyen al maestro o al asistente alabar un libro, también ellos lo alabarán, lo apreciarán y lo leerán. Recordad aquellas 
palabras que el Padre Santo Pío IX dirigía un día a los Salesianos: «Imitad el ejemplo de los Padres de la Compañía de Jesús. »Por qué sus 
escritores son tan estimados? Porque los hermanos se cuidan de revisar y corregir, como si fuesen suyas propias, las obras de otro hermano 
después ponderan en público sus méritos a través de los periódicos y revistas, de que pueden disponer, les crean buena fama y, en sus 
conversaciones privadas, no salen de sus labios más que palabras laudatorias. Nunca oiréis a uno solo de esos Padres, que por cierto se 
cuentan por millares, proferir palabras de crítica, que puedan menoscabar la fama de un Hermano». 

Proceded así también vosotros en medio de nuestros queridos jovencitos y estad seguros de que nuestros libros harán un bien inmenso. 
177 

Queridos hijos míos, escuchad, recordad y practicad estos avisos que os doy. Advierto que mis años declinan a su ocaso. También los 
vuestros van pasando velozmente. Trabajemos, pues, con celo, para que sea abundante la mies de las almas salvadas, que podamos 
presentar al buen Padre de familia, que es Dios. El Señor os bendiga y con vosotros, a nuestros jóvenes alumnos, a quienes saludaréis de 
mi parte, encomendando a sus oraciones a este pobre anciano, que tanto los quiere en Jesucristo. 

Fiesta de Todos los Santos. 

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Afectísimo en Jesucristo, JUAN BOSCO, Pbro. 

Para el Oratorio en particular quedaban sobre el tapete dos relevantes propuestas, que después se redujeron a una sola. Se trató de 
cambiar el Director o de poner dos. El Capítulo General de 1883 había deliberado que se nombrase un Consejero profesional para toda la 
Congregación. Ninguno parecía más apto para aquel cargo que don José Lazzero; prevaleciendo, pues, la primera propuesta, se elevaría a 
don José Lazzero a aquel cargo; y se ((201)) confiaría la dirección del Oratorio a don Juan Bautista Francesia. Pero, como alguno dudara de 
que don Juan Bautista Francesia se las tuviese todas consigo para mantener el orden en el Oratorio, don Bosco cortó así el debate, en la 
sesión del cuatro de septiembre, después de dejar que cada uno expresase su parecer: 

-Es difícil encontrar una persona, que congenie con todo el mundo y guste a todos. A uno le parecerá demasiado dulce; a otro, poco 
condescendiente; a un tercero, muy descuidada; a un cuarto, excesivamente rigurosa. Somos hombres y tenemos que hacer las cosas 
humanamente. Pongamos nuestras resoluciones dentro de un plan de posibilidades. Me parece que lo único por lo que se puede criticar a 
don Juan Bautista Francesia es por su excesiva bondad. Pero tiene tanta ciencia y piedad como no es fácil encontrar en otros. Trabajó 
durante mucho tiempo en el Oratorio y lo conoce a fondo. Hace lo que se debe hacer y tiene, además, gran conocimiento del Reglamento. 

Por último, después de escuchar varias observaciones, concluyó diciendo que don Juan Bautista Francesia pasaría al Oratorio y don 
César Cagliero tomaría la dirección del colegio de Valsálice. 

En cuanto a la propuesta de poner en el Oratorio un nuevo Director, se presentaba la de poner dos, uno para los estudiantes y otro para 
los aprendices, pero independientes uno del otro. La razón era la inmensidad del Oratorio, donde un hombre solo no podía atender a la 
responsabilidad de todo el complejo; cada taller, por ejemplo, proporcionaba a la dirección el peso de todo un colegio. Pero, una vez 
constituido este doble régimen dentro del mismo ambiente, »reinaría 
178 

un acuerdo tal como para evitar todo roce? Don Bosco dejó también que se discutiese libremente el pro y el contra sobre este asunto, hasta 
que, en la sesión del día doce, intervino diciendo: 

DON BOSCO.-He meditado sobre el proyecto de dos directores en el Oratorio. Pues bien, necesito que venga aquí don Juan Bautista 
Francesia y que él con don José Lazzero me dirijan esta casa. Un solo Director es imposible que gobierne a tantos en la casa de Valdocco. 
Don José Lazzero me ha pedido varias veces ser exonerado de tanta carga. Hay que dividir, por tanto, las atribuciones entre don Juan 
Bautista Francesia y don José Lazzero. Confiar a don Juan Bautista Francesia los estudiantes y todo lo que les concierne; a don José 
Lazzero, toda la parte de los aprendices y, además, el cargo de Catequista para ((202)) todo lo que refiere a los artesanos de la 
Congregación en las demás casas. A él pertenecerá todo lo concerniente a la moralidad y disciplina de los artesanos en el Oratorio y en 
toda la Congregación. Con respecto a las otras casas, su título será el de Consejero profesional y, en el Oratorio, será llamado Director de 
los aprendices. El nuevo cargo de Director de los aprendices será estable en adelante. Habrá que establecer un modus vivendi entre don 
Juan Bautista Francesia y don José Lazzero que pueda mantenerse ahora que estamos nosotros, después sin nosotros, y más adelante 
después de nosotros. Si se quiere concentrar toda la autoridad del Oratorio entero en una sola persona, se necesitaría de aquí en adelante un 
régimen nuevo y yo no quiero cambiar de sistema. Los aprendices, hasta donde se pueda, formen una sección autónoma con respecto a la 
dirección. También los estudiantes sean una sección autónoma independiente de la de los artesanos. Si no se procede con una organización 
moderada del personal, iremos a parar a una monstruosa mezcolanza y confusión. Don José Lazzero me ha escrito más de una vez en este 
sentido. 

DON JOSE LAZZERO observa la dificultad existente con tantas personas de servicio o mejor, con ciertos asilados y huéspedes o con los 
comúnmente llamados barba 1, que van y vienen según su interés o capricho y pregunta en qué sector clasificarlos. 

DON BOSCO.-Con la experiencia, con la buena voluntad, con el acuerdo entre los dos Directores, modificando, cambiando, se llegará a 
la solución de todo problema. No se trata de fijar desde el primer momento principios invariables, sino de estudiar cómo llevar a la práctica 
mi idea, de suerte que se pueda continuar. Hay que establecer ciertas máximas tradicionales, que sirvieron de norma hasta ahora. Sin 
embargo, son cosas que conviene tratar con tranquilidad. 

DON MIGUEL RUA observa que es necesario determinar bien las atribuciones de los dos Directores, para que no surjan sombras, roces, 
etc. 

DON CELESTINO DURANDO pregunta: -»De quién dependerán la iglesia, la cocina, etc. ? 

DON BOSCO.-Dejemos de lado el nombre de las personas. Es indispensable que haya un Director para los aprendices y sea responsable 

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de la disciplina y moralidad de éstos en la casa de Valdocco. Este director sea también en las otras casas donde hay aprendices y para esta 
única sección, lo que es el consejero escolástico en los colegios de la Congregación y también para proveerlas de personal y para tutelar la 
moralidad. 

1 Barba: Vocablo piamontés, equivalente a tío, con el que parece se clasificaba a ciertos sujetos que vivían en el Oratorio, sin ser 
salesianos, ni empleados de la casa o donados para realizar servicios domésticos (N. del T.). 

»Podrá ir a visitar las casas? Entiéndase con el Inspector de la Inspectoría; pero aquí en el Oratorio necesitamos un jefe para los aprendices 
Quisiera que se estudiasen las varias ideas que he expuesto. Que don Miguel Rúa, don Juan Bautista Francesia, don Juan Cagliero celebren 
una reunión preparatoria: después intervendré yo personalmente para determinar lo que proceda. Olvídense las personas, para que todo 
proceda a la mayor gloria de Dios. Se trata de funciones y no de personas. 

DON JUAN CAGLIERO afirma que, quien tiene a su cuidado el Oratorio, no es posible ((203)) que pueda tratar los asuntos de otras 
casas. El gobierno local ya tiene aparejados muchos problemas. 

DON BOSCO.-Eso es lo que vosotros veréis y deliberaréis. 

DON JUAN CAGLIERO insiste en la necesidad de ampliar el horizonte de las ideas en todas las cuestiones. »Será preciso tener dos 
cocinas, dos despensas separadas? 

DON BOSCO.-Tan pronto como se pueda, se estudiará la manera de que cada sección, la de estudiantes y la de aprendices, tenga todo 
dividido, para conceder a los dos Directores absoluta independencia, también en los locales. 

DON MIGUEL RUA pregunta: -Y ahora »cómo se hará? 

DON JUAN CAGLIERO contesta que los roces hacen ir adelante al tren. 

DON MIGUEL RUA observa que es necesario examinar bien los asuntos del Consejero Escolástico y del Ecónomo del Capítulo 
Superior en relación con el nuevo cargo en la persona de los dos Directores para los estudiantes y para los aprendices en el Oratorio. 

DON JUAN CAGLIERO insiste en que se preste atención al punto principal. En los choques se pensará después, a medida que surjan. 

DON BOSCO.-Don Juan Cagliero lleva razón. Limitaos con toda tranquilidad a la cuestión principal. La decisión tiene que ser 
independiente de cualquier consideración secundaria. Establézcase el principio de los dos Directores. 

DON JULIO BARBERIS pregunta si no podría ser el Inspector el Jefe del Oratorio y si no sería preferible que los dos jefes para los 
aprendices y para los estudiantes fuesen dos vicedirectores. 

DON BOSCO.-Empecemos por salvaguardar la moralidad y la disciplina estableciendo dos Directores. Después vendrán las cuestiones: 
»Deberá el Director de los aprendices tener ingerencias con los Inspectores de las otras casas? »Tendrá que intervenir en la elección de los 
maestros de taller a pedir o enviar a las otras casas? Eso es secundario y se estudiará más adelante. La segunda cosa que deseo es depurar 
las casas de esos elementos heterogéneos que no son de la Congregación, a saber; que no se sienten a la mesa con nosotros, ni intervengan 
en los entretenimientos, conferencias, etc, etc. Estas personas se meten en todas partes, oyen, ven, comunican a los extraños nuestras cosas 
y las saben ellos mejor que nosotros. 

DON JULIO BARBERIS pregunta quién será el Inspector de la provincia para Piamonte. 

DON BOSCO.-Ahora la cuestión no es ésta. 

A las seis se levanta la sesión. 

Esta sesión capitular se tuvo en Valsálice, donde se hacían los ejercicios espirituales. Allí, en presencia de algunos sacerdotes, entre los 
que se encontraba don Antonio Notario, contó un sueño, que tuvo por aquellos días. 

((204)) Le pareció encontrarse a la puerta del Oratorio en actitud de 

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180 

entrar, viéndose rodeado improvisamente de algunos de los suyos que permanecían a poca distancia, pero a los que no podía reconocer 
porque estaban envueltos en una densa niebla. Al acercarse a ellos para intentar identificarlos, pudo comprobar que éstos se esforzaban por 
no ser reconocidos; pero, habiéndolos llamado, consiguió verlos de cerca. Tenían el pecho descubierto y en el lado del corazón llevaban 
una mancha en forma de tumor pestilente sobre el cual se descubrían tres colores: negro, rojo intenso y amarillo. 

Habiéndose despertado por la impresión, hacía todo lo posible para desechar aquellas imágenes, pero todo era inútil, pues aquellas 
desagradables figuras volvían a aparecer delante de él mientras permanecía sentado en el lecho. Pudo notar entonces que la niebla era aún 
más densa en torno a la cabeza, de manera que a duras penas se podían leer ciertas palabras escritas sobre la frente de aquellos infelices, 
pues las letras aparecían, además, al revés. 

Entonces se levantó y escribió los nombres de todos los jóvenes que vio en el sueño. De su manera de expresarse, se podía colegir que se 
dieron ciertas circunstancias en el sueño que no habría sido oportuno ponerlas de manifiesto. 

La estancia en Valsálice no fue para él de larga duración. Una tarde, al volver con el clérigo Viglietti de visitar a cierta familia, que 
veraneaba en las cercanías, manifestó que sentía dolor en la pierna izquierda. Esta se le hinchó mucho por la noche: era erisipela. El día 
catorce fue a verle en Valsálice el doctor Fissore, quien, después de examinarlo, le sugirió, como único remedio, que guardara cama para 
que la pierna descansase. Entonces volvió al Oratorio e hizo lo que el médico había ordenado. El mal se agravaba cada día. Se le presentó 
una fiebre continua con respiración afanosa y una extraordinaria hinchazón junto al corazón; por causa desconocida se le había levantado 
una costilla. Además, residuos miliares le causaban fuerte escozor en todo el cuerpo. A pesar de esto, como el día veintisiete se 
clausuraban los ejercicios en San Benigno, dio esperanzas de ir a tomar parte en la función, si de allí lo suplicasen. 

No guardaba cama todo el día; ordinariamente se levantaba a primeras horas de la tarde y estaba sentado hasta el anochecer, en la 
habitación o en la galería. Un día fue a verle el cardenal Alimonda. Después volvió a celebrar la misa, haciendo patente a veces un 
encendido fervor. Una mañana, ((205)) se la ayudó don Francisco Cerruti y fue testigo de que, tres o cuatro veces, rompió a llorar con 
lágrimas y sollozos incontenibles. 

Son también de este tiempo dos demostraciones de fuerza muy 
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conocidas y narradas por los biógrafos. El hijo del doctor Albertotti, médico también, queriendo probar su energía, le rogó que le apretara 
la mano. Don Bosco se la apretó. 

-Más fuerte..., más fuerte todavía..., le dijo el médico. 

-íMire que le haré sangrar!, repuso el enfermo. 

-No importa, apriete. 

-íAy, caramba, qué fuerza tiene!, gritó entonces el médico. 

Al atardecer, volvió con el dinamómetro para medirle la fuerza. 
Lo apretó él mismo con toda la energía de su mano derecha; y el aparato señaló cuarenta y cinco grados. Lo tomó después don Joaquín 
Berto y alcanzó los cuarenta con la derecha y los cuarenta y cinco con la izquierda. Don Bosco llegó a los sesenta. Era el máximo. Sin 
embargo, dijo que había apretado con moderación por miedo a romper el instrumento. 

Quiso ir a San Benigno como había pensado. El tres de octubre por la mañana, estaban los Superiores celebrando allí sesión capitular 
bajo la presidencia de don Miguel Rúa, cuando a las once y media llegó un telegrama de Turín anunciando que don Bosco, algo mejorado, 
se encaminaba a la estación para ir a San Benigno. Al momento suspendieron la sesión para salir a su encuentro. Escribe Lemoyne en las 
actas: «Llegó a las doce con su alegría, nuestro alborozo y su indescriptible afecto y el nuestro». Caminaba con su bastoncito. Dejó oír 
aquella su voz, que sacudía las almas y las consolaba. Don Juan Bautista Francesia expresó la alegría de todos en doce estrofas de seis 
versos endecasílabos, que empezaban y terminaban así: 

íOh, buen Padre Don Bosco, qué alegría
nos dio el poderle ver en este día!
:
Presente aquí, con su bastón en mano,
cuando temimos verlo tan lejano..
.


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Lejano, enfermo, inmóvil en la cama..
.
íQué gozo ver al Padre que nos ama!


((206)) Después de su salida de Valsálice, el Capítulo Superior, presidido por don Miguel Rúa, reunióse allí otras cinco veces, del día 
dieciocho al veinte de septiembre, y dedicó tres sesiones al tema de los dos Directores, para así darse cuenta de las eventuales dificultades 
y peligros y para acordar un modus vivendi que pudiera ofrecer alguna seguridad de éxito. Todos los Superiores, salvo don Juan Cagliero, 
creador y defensor de la innovación, la aceptaban de mala gana. Don Miguel Rúa, que, desde el principio, había puesto sus objeciones, la 
aceptaba, mas no por una íntima convicción de que fuese aquél el mejor camino, sino únicamente por su innata docilidad al querer de 
182 

don Bosco. En la sesión del día dieciocho, habló de la cuestión en estos términos: 

-Yo estoy dispuesto a obedecer a don Bosco, pero preveo dificultades y desórdenes. Creo que don Bosco se ve empujado por otros a 
tomar semejantes decisiones, pues antes estuvo siempre por la unidad de mando. 

Hízose, pues, como quedó establecido: don Juan Bautista Francesia, director de los estudiantes, don José Lazzero de los aprendices y, 
como anteriormente, don Bosco, Rector. Pero el nuevo sistema apenas si duró dos cursos escolares y después se volvió al antiguo. 

La reunión del día diecinueve acometió un tema doloroso y delicado, pero impuesto por las circunstancias. La enfermedad de don Bosco 
daba que pensar seriamente; era también preciso considerar el caso de una triste eventualidad y prever sus efectos inmediatos: »qué se 
debería hacer para los funerales y qué medidas tomar para la sepultura? Don Miguel Rúa opinaba que, si se verificaba el temido desenlace, 
se pidiese permiso al Gobierno para enterrarlo en la iglesia del Oratorio y presentó algunos hechos, que probaban la posibilidad de obtener 
la concesión. Se había querido, en años anteriores, comprar un lugar en el cementerio y el empresario Carlos Buzzetti había gestionado en 
el Ayuntamiento la posibilidad del contrato; pero ya no se encontraban espacios vendibles. Don Juan Bautista Lemoyne propuso colocar 
provisionalmente los restos mortales en un nicho del cementerio para sacarlos después, cuando estuviese preparado un panteón de nuestra 
propiedad. Una gran tristeza ((207)) pesaba sobre todos. Intervino don Francisco Cerruti y dijo que la cuestión que se discutía era de poca y 
última importancia, y se pasó a otra cosa. 

Nosotros comprendemos perfectamente que don Miguel Rúa, que tenía la oportunidad de hablar confidencialmente con el doctor 
Albertotti, médico de don Bosco, y que conocía, por tanto, mejor que nadie las condiciones reales del querido enfermo, sentía el deber de 
hacerse violencia a sí mismo y pensar en el futuro. Albertotti, por su parte, había escrito que «después del año 1880 aproximadamente, el 
organismo de don Bosco estaba casi reducido a un gabinete patológico ambulante» 1. Y, desde 1884, fuéronse acentuando en él la 
disminución de la vista, la nefritis y la debilitación de la médula espinal. El hijo del médico que, por encargo del célebre especialista 
Reymond, le examinó repetidas veces el fondo del ojo con el oftalmoscopio de 

1 DR. JUAN ALBERTOTTI, Chi era don Bosco. Biografía físico-psico-patológica escrita por su médico. Génova, Hermanos Pala, 1934 
(obra póstuma), pág. 83. 
183 

Liebreich, encontró en él hemorragias retínicas. Su visión disminuyó tanto que el día catorce de octubre obtuvo de la Sagrada Penitenciaría 
el indulto para poder celebrar la Misa votiva de la Bienaventurada Virgen María en los días festivos y en los de rito doble y los demás días 
la Misa de difuntos. Por consejo del mismo Reymond, se le examinaron también los inquietantes desarreglos renales que crecieron al 
extremo de causarle enorme albuminuria en los últimos meses de 1887. Y la debilitación de la médula espinal, comenzada al parecer en 
1871, progresaba sensiblemente en 1884; tanto que le hacía andar encorvado y llevar los brazos al dorso para equilibrarse. Pero, no 
obstante todas estas afecciones orgánicas que le desgastaban la vida, lo veremos todavía ocuparse de todo y de todos, para promover sin 
descanso la gloria de Dios y el bien de las almas. 
184 
((208)) 

CAPITULO VII 

ESTANCIA DE DON BOSCO EN PINEROLO 

SE hubiera dicho que don Bosco, que era todo corazón por los demás cuando caían enfermos, no tenía, en cambio, entrañas para su 
persona: su amor al trabajo era tan grande que prevalecía sobre las atenciones que se debía a sí mismo; pero, en el verano del 1884, sus má 
eficaces colaboradores y sus médicos, preocupados al verlo excesivamente aquejado de dolencias, le obligaron, de común acuerdo, a ir a 
descansar a Pinerolo, para distraerlo así de sus ininterrumpidas ocupaciones. Intervino para determinar el lugar el obispo de la diócesis, 

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monseñor Felipe Chiesa, el cual, lleno de afectuosa veneración hacia el Hombre de Dios, le ofreció gratuita hospitalidad en la finca 
episcopal. Se dejó conducir hasta allí el día diecinueve de julio, en compañía de don Juan Bautista Lemoyne y don Santiago Ruffino, 
sustituido pocos días después por el clérigo Carlos Viglietti. 

Don Bosco tenía un grato recuerdo de Pinerolo desde su juventud. 
Cuando estudiaba el bachillerato y en el seminario, había estado allí dos veces como huésped de la familia de su amigo Aníbal Strambio, 
como les contó en esta ocasión a sus compañeros de viaje 1. Contó también que volvió a pasar por allí, a poco de haber sido ordenado 
sacerdote, cuando tuvo que ir a predicar en Fenestrelle. 

((209)) Salió de Turín a las diez de la mañana para encontrarse en la misma estación de Pinerolo con el Obispo, quien, nada más llegar, le 
hizo subir a un coche de dos caballos. El joven y óptimo Prelado lo rodeó, del principio al fin, de las más delicadas atenciones, felicísimo 
al verle recuperarse día a día. 

El ambiente fresco de la montaña le proporcionó enseguida gran alivio y le libró del sofoco que le causaba el calor de Turín, que llegaba 
al punto de impedirle la respiración a ciertas horas del día. La tranquilidad del lugar contribuía también a la buena digestión, a medida que 
iba recobrando el apetito. El Obispo acudía a todos los recursos para distraerlo. Todo esto permitió a Viglietti escribir, con 

1 Véase LEMOYNE, Mem. Biogr. Vol. I, pág. 287 y ss. 
185 

fecha siete de agosto, a don Miguel Rúa: «Si no fuera por esa molestia en el corazón, que me tiene preocupado, don Bosco disfrutaría de 
perfecta salud. Vamos de paseo juntos, canta, me cuenta un sinfín de cosas interesantes y reza conmigo el rosario. Don Juan Bautista 
Lemoyne, hace tres días que tuvo que dejarnos para ir a predicar en Fenestrelle». 

Viglietti lo asistía todas las mañanas en la santa misa y, al acabar, algunas veces con él solo y otras acompañado de don Juan Bautista 
Lemoyne, daba un primer paseo por las vecinas colinas; y, al caer de la tarde, volvía a hacer otra excursioncita. Pasaba fuera de la casa 
algunas horas. En agosto ya lograba caminar sin bastón; evidentemente andaba a paso lento y, de cuando en cuando, se sentaba en los 
prados. En las horas del mediodía, un magnífico pino secular, que extendía sus largas ramas junto al chalet, le ofrecía agradable sombra. 

Los dos acompañantes, con su temperamento jovial, le alegraban la estancia y él mismo les enseñaba a veces bellas canciones y sobre 
todo los deleitaba con amenas narraciones. El día primero de agosto, en uno de aquellos íntimos coloquios, propuso a don Juan Bautista 
Lemoyne echar al fuego los documentos relacionados con las controversias habidas con el Arzobispo monseñor Gastaldi. Observóle el 
secretario: 

-»Qué dirían los venideros, al ver en los documentos de nuestros archivos una laguna tan grande? »Y la historia de la Congregación? 

((210)) -Cuando haya que decir, contestó, qué hizo don Bosco durante aquellos diez años, en los que sufrió vejaciones, bastará una 
fórmula como ésta: Continuó atendiendo a sus asuntos. 

Lemoyne, que no podía dejar de ver la necesidad de conservar aquellos papeles, cambió graciosamente de conversación y por miedo a 
que don Bosco le mandara hacer lo que él no se sentía con ánimos de cumplir, se apartó un rato y fue a dar vueltas por los setos en busca 
de flores. 

Una prueba de su recuperación es la correspondencia que nos queda fechada en Pinerolo. Omitimos las cartas enviadas a Francia, ya 
conocidas por los lectores en su mayor parte; y daremos cuenta de las otras. 

El pensamiento de la rifa para la iglesia del Sagrado Corazón tampoco lo abandonaba allí. Pedía boletos al coadjutor Rossi, el cual se los 
enviaba por paquetes y él los repartía entre los cooperadores próximos y lejanos. De esta carta se desprende que se había ocupado del 
asunto desde los primeros días del veraneo. 
186 

Mi querido Rossi: 

He recibido los boletos; muy bien. 

Envíame ahora un centenar de los de color rojo, porque me los piden. 

Mándame la lista de los cooperadores de Pinerolo y su contorno. 

Diplomas veinte, etc. 

Saluda a don Juan Bonetti; necesito mucho su salud y su trabajo, Dios nos bendiga a todos y considérame en J. C. 

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Pinerolo, 26 de julio de 1884 

Afmo amigo, 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Veraneaba en Pinerolo la señora Losana, cooperadora turinesa. Véase en qué términos la animaba para el reparto de boletos. 

Benemérita señora Losana: 

Como aquí en Pinerolo no puede usted trabajar mucho en favor de nuestros muchachos, le ruego se dedique un poco a nuestro Padre 
Santo. Procure, pues, ((211)) colocar, en honor del Sagrado Corazón de Jesús, los boletos de la rifa adjuntos y Dios se lo recompensará 

dignamente. 

Que Dios la bendiga a usted y a toda su familia y créame, con toda gratitud 

DeV. S. B. 

Pinerolo, 1 de agosto de 1884. 

Su humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Bien entendido que puede devolver los que no distribuya. 
Agregó a la pía Unión de los Cooperadores la comunidad de religiosas de la Visitación de Pinerolo y, después, se apresuró a pedir su 
ayuda para la rifa. 

Reverenda Madre Superiora: 

Cada día he querido hacer la visita prometida, pero siempre me lo impidió algún obstáculo. Para que sus hijas puedan, al menos, 
comenzar a ganar las santas indulgencias, le envío el diploma de agregación y ya he escrito a Turín para que reciba también en seguida el 
Boletín mensual. 

Le adjunto unos boletos para que los despache en ayuda de nuestro Padre Santo. Puede devolver los que no logre colocar ni tampoco 
guardar para sí. 

Que Dios los bendiga a usted, a su familia religiosa y a las educandas y tenga a bien rezar por mí y por toda mi familia de huerfanitos, al 
tiempo que me profeso en J. C. 

Pinerolo, 5 de agosto de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Escribió a don Tulio De Agostini manifestándole lo providencial de la cantidad que le enviaba desde Padua, en nombre de dos donantes 

1. 
Querido don Tulio:
Con toda regularidad he recibido la cantidad que me envió, a saber:


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Quinientas liras de la señora Antico, a la que el Señor asegura el céntuplo ya en la vida presente. 

((212)) Seiscientas liras de la señora Mainardi en honor del Sagrado Corazón de Jesús. 

Creo que la recompensa será más abundante por la oportunidad, en que se hizo el donativo. Mire usted. Vino aquí a Pinerolo don Miguel 
Rúa para pedirme dinero, que debía enviar urgentemente a don Francisco Dalmazzo, quien se lo pedía desde Roma para continuar las 
obras. Yo no tenía nada, pues estaba fuera de casa. Oportunamente he recibido la suma enviada, que al punto me apresuré a enviar a Roma. 
Así eché un poco de agua en la tierra seca. 

Pido cada día en la santa Misa por la señora Antico, por la condesa Mainardi, por Paquito y por usted, mi siempre querido don Tulio. 

Que Dios nos bendiga y nos mantenga a todos en su santa gracia Amén. 

Pinerolo, 13 de agosto de 1884 

Afmo. amigo, 

JUAN BOSCO, Pbro. 

No perdía de vista las necesidades espirituales de personas con quienes por esto sostenía correspondencia habitual. Se ve por la carta 
dirigida a la muy benemérita señora Magliano que era inspirada precisamente por un pensamiento de caridad en favor de su alma. 

Benemérita Señora: 

Estábamos con ansias por saber noticias de su salud; pero ya veo que, al volver de Susa, partió en seguida hacia Busca. 

Si su amabilidad le permitiese decirme cómo se encuentra al presente de salud y, especialmente, cómo ha aplicado el remedio de no 
preocuparse en absoluto de su vida pasada, me haría un regalo. 

Por razones de salud, he venido a veranear con el Obispo de Pinerolo en su casa de campo, donde me encuentro mucho mejor. Que Dios 
la bendiga, benemérita señora Magliano, y, con usted, bendiga sus asuntos y su familia. Ruegue usted a su vez por este pobrecito y por 
todos nuestros muchachos. María nos ayude para guiarlos a todos a gozar un día con Ella la gloria del Paraíso. 

Siempre suyo en J. C. 

Pinerolo, 25 de julio de 1884 

Atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Nos llegó demasiado tarde esta carta para publicarla con las otras dirigidas a don Tulio y a la familia Bonmartini en el XV volumen 
(páginas 573-583). 

El día veinticinco de julio, fiesta de Santiago, era el día onomástico de don Santiago Ruffino. Don Bosco se acordó de él y le envió una 
estampa de María Auxiliadora, al dorso de la cual escribió en latín unos renglones muy afectuosos. Como el escrito lleva la fecha de la 
fiesta, ((213)) es probable que se la entregase por medio de alguien que fuera a verle aquel día; puesto que, desde el Oratorio, iban a 
visitarle con cierta frecuencia 1. 

Don Juan Cagliero pasó la primera quincena de agosto en Nizza Monferrato predicando los ejercicios espirituales a las señoras y después 
a las Hermanas. Escribía a don Miguel Rúa este informe: «El Capítulo General de las Hermanas marcha viento en popa, porque está 
calcado sobre el de los Salesianos. Hemos repasado la Santa Regla y ahora estamos adaptando nuestras deliberaciones a su Congregación. 
Todo se someterá a don Bosco y su Capítulo. Las actas de las discusiones son mejores que las de Montecitorio 2. A veces asisten a las 

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sesiones don Juan Bonetti, don José Bertello y el Director». En la misma carta decía: «Don Bosco nos ha escrito hasta dos veces, lo cual 
indica que debe estar mejor. Deo gratias 3». Pero de las dos cartas sólo tenemos la que envió durante la primera tanda de ejercicios. 

Mi querido Cagliero: 

Me alegro verdaderamente de que las Señoras ejercitantes sean muchas, como me escribes, a pesar de las voces desalentadoras que se 
hacen correr acerca de que el cólera está amenazando nuestros pueblos. Lo que más me ha satisfecho es la manera ejemplar con que estas 
almas escogidas hacen los ejercicios espirituales. 

((214)) Pero tú ya sabes cómo se quita todo miedo a este mal. El consabido antídoto. La medalla de María Auxiliadora con la jaculatoria: 
María Auxilium Christianorum ora pro nobis. Frecuente Comunión; ahí está todo. 

Y, como la fuente de todas las gracias es el Sagrado Corazón de Jesús, creo que, con el consentimiento de la madre Superiora, harías algo 
muy bueno si promovieras una colecta para la iglesia y el hospicio del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. 

Aunque mi salud ha mejorado mucho, sin embargo, no puedo ir a Nizza como 

1 Esta es la cartita: 

Al querido hijo en Cristo Santiago Ruffino, presbítero. 

Sea María para ti y los tuyos auxilio el la vida, socorro el los peligros, y, acompañándote una gran comitiva de almas, os reciba en las 
eternas mansiones. Amén 

25 de julio de 1884 

JUAN BOSCO, Pbro. 

2 Palacio de Roma, sede de la Cámara de Diputados. 

3 Carta a don Miguel Rúa, Nizza 18 de agosto de 1884. La Madre General Catalina Daghero envió al Santo una relación del Capítulo y 
de los ejercicios el 22 de agosto (Ap. Doc. núm. 23). 
189 

era mi vivo deseo. Pero procuro hacer desde aquí lo que puedo. Desde el día primero de agosto he tenido cada mañana un recuerdo especia 
en la santa misa por las ejercitantes, enviándoles al final la bendición de María Auxiliadora. Seguiré haciéndolo hasta el día de la Asunción 
de María al Cielo. 

Tenemos en estos días la gran dicha de encontrarnos en la preciosa novena de la Asunción y yo querría hablar con cada una de ellas y 
darles un consejo, que les asegurase el camino del Paraíso. Me parece realmente que, en estos momentos, María Santísima está propicia y 
dice así: 

-Hijas mías, no tardéis en acabar de una vez para siempre con el mundo. Es un enemigo que no paga o paga mal y traiciona. Consagraos 
generosamente a mi hijo Jesús por completo, consagradle vuestros haberes, vuestra salud, vuestro corazón; que ahora y siempre sean de 
Jesús a costa de cualquier sacrificio, por grave que sea. Queridísimas Hijas de María, dignaos rezar por mí y comulgad una vez según mi 
intención, que yo seguiré rezando por vosotras. Hasta vernos un día en el Cielo con Jesús y con María. Así sea. 

Don Juan Bautista Lemoyne fue enviado por el Obispo a Fenestrelle para suplirle en una conferencia a los sacerdotes, pero volverá esta 
tarde o mañana por la mañana. 

Monseñor Espinosa ha enviado una graciosa crónica de la excursión hecha con los salesianos a Patagonia. Viglietti la está traduciendo y 
ya la verás antes de que se imprima. 

Monseñor Chiesa me presta toda clase de atenciones. Hoy, aniversario de su episcopado, hemos hablado mucho de ti a la sombra del 
pino y hemos brindado a tu salud. 

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»Qué hace don Angel Savio? »Cómo está? Salúdale cariñosamente de mi parte. 

»Por qué no me das noticias de Gaia y de Vigna? 1. 

Dios nos bendiga a todos y María nos ayude a marchar por el camino del Cielo. 

Pinerolo, 6 de agosto de 1884 

Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Saluda en el Señor a nuestras hermanas. 
((215)) En la función de clausura de aquella tanda de ejercicios para las hermanas, se encontraba, entre las que iban a tomar el hábito, 
Eulalia Bosco, sobrina del Santo, a quien le regaló este precioso escrito. 

Mi buena Eulalia: 

Bendije al Señor cuando tomaste la resolución de hacerte religiosa y ahora le doy gracias de todo corazón por haberte mantenido en tu 
buena voluntad de romper definitivamente con el mundo y consagrarte totalmente al buen Jesús. Haz con gusto este ofrecimiento y piensa 
en la recompensa del céntuplo en la vida presente y en el verdadero premio, el gran premio de la vida futura. 

1 Dos coadjutores, dedicados a la cocina y a los quehaceres domésticos en la casa sucursal de Nizza Monferrato. 
190 

Pero, mi buena Eulalia, esto no sea de broma, sino en serio. Y recuerda las palabras del padre de Juana Francisca Chantal, cuando se 
encontraba en tu caso. Lo que se da al Señor, no se le quita jamás. 

Recuerda que la vida religiosa es vida de continuo sacrificio y que cada sacrificio es recompensado con largueza por Dios. La sola 
obediencia, la sola observancia de las reglas, la sola esperanza del premio celeste son nuestro consuelo en el curso de la vida mortal. 

He recibido todas tus cartas y con agrado. No he contestado por falta de tiempo. 

Dios te bendiga, Eulalia, y sea María tu guía, tu consuelo hasta el cielo. Espero que todavía nos veremos en la vida presente; de lo 
contrario, adiós; nos veremos hablando de Dios en la vida bienaventurada. Así sea. 

Deseo toda clase de bendiciones a la Madre General y a todas las hermanas, novicias, postulantas de María Auxiliadora. Soy deudor de 
una contestación a la Madre y la haré. Reza por mí y por toda nuestra familia y considérame siempre en J. C. 

Pinerolo, 20 de agosto de 1884 

Afmo. tío,
JUAN BOSCO, Pbro.


Un desagradable percance sucedido en San Benigno requirió la autorizada intervención de don Bosco ante la autoridad civil. El alcalde, 
sin decir palabra al Director don Julio Barberis, como hubiera sido su elemental deber, había destinado el patio del antiguo claustro donde 
se reunían los externos, a alojamiento provisional de los soldados. De improviso, un día llegó un escuadrón de caballería. Las puertas 
estaban cerradas y llovía a cántaros. Empezaron a llamar con gran estrépito y, de repente, estalló un altercado. Se dijo que un muchacho 
había lanzado una piedra contra un militar. Pero, abiertas las puertas y ((216)) colocados hombres y caballos, todo quedó arreglado y en 
paz; es más, los oficiales entraban y salían complacidos por el interior, alternando familiarmente con los nuestros. 

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Pero, como depués se supo, había la oculta intención de tender un lazo con el fin de alejar del pueblo a los Salesianos. Los periódicos se 
adueñaron del caso y lo pintaron con negros colores como un acto de rebelión y de ofensa al ejército, fruto de una educación reaccionaria. 
Se amenazaba con una catástrofe. El Santo, enterado de la cuestión, escribió un informe puro y llano y lo envió al Gobernador de Turín, 
acompañado de una carta, escrita en Pinerolo, pero fechada como si estuviese en el Oratorio. 

Ilmo. y Benemérito señor Gobernador: 

Un incidente, que parecía de escasa importancia, en nuestro hospicio de San Benigno, proporciona graves molestias a los pobres 
muchachos allí asilados. 
191 

La exposición, que se hace en el escrito adjunto, puede proporcionar fiel y exacto conocimiento de la cuestión. 

Sólo me permito observar que, en este momento, en el que nos encontramos amenazados por el cólera, plantar una cuadra bajo los 
soportales de un centro escolar, cuyos talleres, comedores y dormitorios quedan apestados con la exhalación de la misma, parece algo 
digno de ser tomado en la más seria consideración, aunque sólo sea bajo el punto de vista de la higiene pública. 

V. S. sabe que yo me he prestado con todos los medios a mi alcance para librar al gobierno de las preocupaciones, ocasionadas por los 
que se encuentran pobres y abandonados. Además, ya he tenido que alejar de aquella casa a varios alumnos y no sabría adónde enviar a los 
que todavía se encuentran en ella. 
Advierta también que los balcones y galerías existentes en aquel edificio constituyen precisamente la parte que hizo se considerase como 
monumento nacional y, como tal, fue cedido para pública utilidad, a la que realmente está ahora destinado y quedaría ciertamente afeado si 
el local siguiera por más tiempo reducido a caballeriza. Ofreciéndome para continuar mi servicio en favor del gobierno, le pido 
encarecidamente acuda en mi ayuda en el caso presente, mientras me profeso con suma gratitud, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 8 de agosto de 1884 

Su seguro Servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((217)) Aclaradas bien las cosas, el asunto no siguió adelante. De los astutos intentos para echar fuera de San Benigno a los Salesianos, 
hablaremos más adelante, en lugar oportuno. 

Dos días después envió el pésame y bendiciones al joven estudiante Pedro Olivieri y a su familia, domiciliada en Calizzano, lugar 
próximo a Finalmarina en Liguria. 

Mi querido amigo: 

Recibo con gozo tu carta, pero siento la triste noticia de la muerte de tu tío Francisco, que yo ignoraba. Rezaré mucho por su alma. Ya 
hablaremos también de él. Comenzaremos cuanto antes nuestros ejercicios espirituales; reza para que podamos hacerlos bien, que cada uno 
practique el precioso dicho: Nostrae divitiae, nosterque thesaurus bona sint animarum, et in arca nostri pectoris recondantur talenta virtutis 
(san Pedro Damián). Felices vacaciones. Que Dios os bendiga a ti, a tu piadosa madre, a todos tus parientes y especialmente a tu abuela, a 
quien el Señor conserve muchos años. Amén 

Pinerolo, 10 de agosto de 1884 

Afmo. amigo, 

JUAN BOSCO, Pbro. 

En las actas del Capítulo (sesión decimotercera del día veinte de agosto), se menciona una carta, en la que don Bosco recomendaba a 
192 
las Hermanas tres cosas, a saber: que, en sus conferencias, se diera más importancia a la práctica que a la reforma de las reglas; que se 

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considerara como camino más seguro y más breve para llegar a la perfección el don de la humildad y de la obediencia; que, en las 
determinaciones, se tuviera por mira dejar el cuerpo en la tierra y fijar el espíritu en el cielo. 

Al aproximarse el día onomástico de personas de cierta consideración, preparaba las felicitaciones convenientes con la calidad de 
aquellos a quienes quería honrar. No tenemos la carta dirigida al cardenal Alimonda para San Cayetano, que caía el siete de agosto; pero no 
debe quedarse en el olvido la respuesta de Su Eminencia. 

Rvmo. y queridísimo don Juan: 

íHa querido molestarse enviándome una preciosa carta de felicitación y afectuoso recuerdo por san Cayetano!... No me desagrada, pues 
tengo mucho interés en ser ayudado por sus ((218)) fervorosas oraciones y en conservar su benevolencia y amistad. Por eso me apresuro a 
manifestarle mi más viva y sincera gratitud por tanta cortesía. 

Me alegro realmente al saber que la salud de V. S. Rvma. y queridísima ha ganado con ese buen clima. No dejo de pedir al Señor, dentro 
de mi pequeñez, que conserve largo tiempo a nuestro querido don Bosco para bien de la Iglesia y de la Congregación Salesiana. Y seré 
escuchado, porque son innumerables las almas santas que hoy día rezan con este mismo fin en los dos hemisferios. 

Quisiera tenerle aquí junto a mí; mas, por su bienestar, deseo que pase en el campo todavía este mes. Supongo que el bonísimo monseñor 
Chiesa le hará compañía a menudo; por lo que le ruego le presente mis respetuosos saludos. 

Y usted acepte los de mi familia, que recuerda agradecida su bondad. 

Le abrazo en el Señor con afecto fraternal. Le bendigo juntamente con su gran familia y sus grandes empresas y me siento feliz al 
declarame, 

De V. S. Rvma. 

Turín, 9 de agosto de 1884 

Afectísimo hermano, » CAYETANO, Card. Arz. 

La fiesta de San Lorenzo era el día onomástico del cardenal Nina, Protector de la Congregación. Aquel año tenía don Bosco un nuevo 
motivo para manifestarle su gratitud. Escribióle, pues: 

Eminencia Reverendísima: 

Siempre, pero especialmente en el día onomástico de Vuestra Eminencia, deben los Salesianos unirse en un solo corazón y una sola alma 
para presentar a su augusta persona los sentimientos de su común gratitud por los muchos favores que en este año se digno concedernos. 

El mayor fue, sin duda, la comunicación de los privilegios de los Redentoristas. 
193 

Esta concesión ha colocado a nuestra humilde Congregación en un estado normal y dio a mi corazón tranquilidad para poder cantar el 
Nunc dimittis. Gracias, pues, sean dadas, junto con nuestras oraciones y acción de gracias, a V. E. y al Padre Santo, que colocó a nuestra 
Congregación, definitivamente aprobada, en condiciones de cumplir sus dilatadas incumbencias y en la posibilidad de sostenerse en las 
diversas diócesis y, más especialmente, todavía en las misiones extranjeras. 

Ruégole acepte un Album, en el que se describen las casas de la Congregación en Europa y América. Se presentará una copia idéntica al 
Padre Santo en su día onomástico. 

((219)) En este día feliz, todos los Salesianos y sus alumnos piden al buen Dios le devuelva la buena salud, le guarde ad multos annos 
para bien de la Iglesia, consuelo de sus pobres hijos que rezan mucho por V. E. a quien aman como a tierno Padre. 

Me encuentro aquí en Pinerolo para cuidar de mi salud. Resido con el Obispo, que me presta todas las atenciones posibles. Por mi medio 
le ruego acepte sus respetuosos saludos. 

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Dígnese, por último, impartir su santa bendición para todos nosotros, mientras, con profunda gratitud, considero mi más alto honor 
poderme declarar en nombre de todos los Salesianos, 

De V. E. Rvma. 

Pinerolo, San Lorenzo 1884 

Muy humilde y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Por último llegó san Joaquín, día onomástico del Papa. El Album arriba mencionado debería poner ante los ojos del Vicario de Jesucristo 
la situación de la Congregación, a la que el mes anterior había concedido los Privilegios: una congregación, que bien merecía tanta gracia, 
pues ya era tan grande en el presente y prometía agradarse más en el porvenir. Don Bosco había encargado la preparación del Album a un 
buen calígrafo salesiano, antes de salir de Valdocco. Se lo envió a don Francisco Dalmazzo, para que lo presentase al Padre Santo con esta 
carta suya, fechada en Turín. 

Beatísimo Padre: 

En este faustísimo día, Beatísimo Padre; dedicado a la gloria del Santo que recuerda vuestro venerable nombre, los Salesianos, 
afectísimos y muy agradecidos hijos vuestros, sienten el grave deber de exteriorizar este año su profunda gratitud e inalterable 
agradecimiento a V. S., su insigne bienhechor. 

Bien sabéis, Beatísimo Padre, cómo nuestra humilde Congregación, carecía de un señalado favor, esto es, de un fuerte vínculo que la 
atase inalterablemente a la Santa Sede y Vos os dignasteis otorgar esta merced, para nosotros tan gloriosa, el día nueve de mayo próximo 
pasado, al concedernos la comunicación de los Privilegios con los Redentoristas. 

Esta concesión fue para nosotros el coronamiento de la obra, la completa satisfacción de nuestras solicitudes y deseos. 
194 

Ya no nos queda, a todos vuestros Salesianos, más que unirnos en ((220)) un solo corazón y en una sola alma para trabajar por el bien de 
la santa Iglesia. Verdad es que, en los difíciles tiempos que atravesamos y con la gran mies que se nos presenta, apenas si podemos 
llamarnos pusillus grex; sin embargo, con todo gusto pondremos nuestros haberes, nuestras fuerzas y nuestra vida en manos de V. S. para 
cuanto juzgue que pueden servir a la mayor gloria de Dios en Europa, en América y, sobre todo, en Patagonia. 

No creo que desagrade a V. S. le adjunte el catálogo de los religiosos, de los hospicios, de las casas y residencias, en las que procuramos 
trabajar en favor de la juventud en peligro y también de los adultos, especialmente en las misiones extranjeras entre los salvajes de Brasil y 
Uruguay, de la República Argentina y en todas las tierras meridionales, donde es enteramente desconocido el santo nombre de Jesucristo. 

A nuestros pequeños trabajos añadiremos cotidianas y particulares oraciones para que Dios conserve todavía muchos años la augusta 
persona de V. S. para el sostenimiento de la santa Iglesia, la gloria de nuestra santa religión y la mayor consolidación de la naciente pía 
Sociedad de San Francisco de Sales. 

Humildemente postrados, pedimos todos su santa apostólica bendición, mientras en nombre de todos me cabe el incomparable honor de 
poderme profesar, 

Turín, 17 de agosto de 1884 

Muy agradecido hijo de la Santa Iglesia, JUAN BOSCO, Pbro. 

El día de la Asunción, fecha en la que se había arraigado la costumbre de celebrar el cumpleaños de don Bosco, trasladáronse todos a la 
ciudad, para asistir a las funciones en la catedral y oír el sermón del Obispo, según quiso el Santo. Antes de bajar de sus habitaciones a la 
iglesia, le presentó Monseñor a diez seminaristas, que debían acompañarle. Don Bosco los miró fijamente sonriendo y les dijo: 

-Prepárense para recibir las órdenes con la adquisición de las virtudes propias de un sacerdote. Un sacerdote no va nunca solo al paraíso o 
al infierno. 

Fin de Página: 195 


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Y explicó en pocas palabras la significación de aquella sentencia. El Obispo, entre burlas y veras, según su característico ademán, añadió 

-íQue les dé por no ser buenos y poco me cuesta echarlos del seminario! Ya saben que el año pasado dos de sus compañeros tuvieron que 
dejar la sotana. 

Para honrar a don Bosco, Monseñor preparó en su palacio un banquete, al que invitó a los canónigos. Al final, cuando ((221)) todos se 
levantaron de la mesa, fue don Bosco a sentarse con Viglietti sobre un poyete del jardín. Mientras estaban conversando tranquilamente, 
acercóse a ellos un empleado para entregarle dos cartas a él dirigidas. Don Bosco abrió una y la leyó; tras su lectura, arrugó un poco el 
ceño. 
195 

Abrio la otra, puso un instante los ojos sobre ella y se echó a llorar. 
Viglietti se asustó y le preguntó qué pasaba. 

-La Virgen, dijo don Bosco, nos quiere mucho. 

Y, por toda explicación, le dio a leer dos cartas. 

La Providencia le pagaba abundantemente la fiesta. En la primera carta se le exigía la pronta restitución de treinta mil liras, que le había 
prestado el que escribía, que era Gazzolo. »Dónde encontrar una cantidad tan alta para liquidar su deuda? De momento le resultó molesto 
aquel pensamiento. En la otra carta, escribía una noble señora desde Bélgica preguntando a don Bosco cómo podría emplear para gloria de 
Dios la cantidad de treinta mil francos. 

-íBendito sea el Señor!, exclamó el Santo mientras Viglietti le devolvía las cartas, embargado él también por la conmoción. 

Por lo demás, eran maravillas a las que la Virgen habíale acostumbrado desde hacía mucho tiempo. El año anterior, las obras para adapta 
en Mathi Torinese el edificio, que servía de vivienda para los Hijos de María, habían costado treinta mil liras. Don Bosco comía con el 
conde Colle en Tolón y estaba interiormente preocupado buscando la manera de satisfacer aquella deuda. Acabada la comida, el Conde, 
que no estaba enterado de nada, le presentó un sobre que contenía treinta mil francos para sus obras. Don Bosco se volvió a él sonriendo y 
le dijo que, durante la comida, su mente había andado en busca de una solución para pagar treinta mil liras y que precisamente el señor 
Conde había sido elegido por Dios como instrumento de su providencia. Al oír estas palabras, el Conde lloró conmovido. El mismo año de 
1883 asistía don Bosco en San Benigno a los ejercicios espirituales de sus hijos. Estaban junto a él don Miguel Rúa y don José Lazzero, 
con quienes estudiaba la manera de pagar ((222)) urgentemente una deuda de veinte mil liras. Los apuros económicos angustiaban a los 
Superiores en aquel momento crítico. Mientras se hacían proyectos y cálculos, abrió don Bosco el sobre que acababa de recibir, sacó la 
carta y leyó. Un señor le escribía que tenía preparadas veinte mil liras para una obra de beneficencia y le preguntaba qué destino debía 
darles. 

-Son cosas de todos los días, concluía el Santo después de haber narrado los dos episodios. Sin embargo, los venideros no querrán 
creerlas y las calificarán de fábulas. 

Aquella tarde hubo también una velada en miniatura. Los muchachos del Oratorio habían enviado dos saludos, uno para don Bosco y 
otro para Monseñor. Don Juan Bautista Lemoyne se los leyó durante la cena en el palacio episcopal. El primero llevaba este 
encabezamiento: «Los afectísimos hijos, aprendices y estudiantes, del Oratorio a su 
196 

amadísimo Padre». Contenía filiales expresiones de afecto, augurios de perfecta curación y promesas de oraciones y buen comportamiento. 
En el otro manifestaban al Obispo, a quien ya habían visto en el Oratorio, su agradecimiento por los amorosos cuidados que prodigaba a su 
buen Padre. 

Casi a la par llegó el Osservatore Cattolico de Milán con un artículo titulado «El cumpleaños de don Bosco», que comenzaba así: 
«Mañana, día de la Asunción de María, entra don Bosco en el septuagésimo año de su vida; de una vida totalmente dedicada a la gloria de 
Dios, al triunfo de la Iglesia, al bien de la humanidad. Los humildísimos principios de su larga carrera, las inmensas dificultades que 
encontró y tuvo que superar, los malos tiempos en que se halló sirvieron para dar más brillo a la chispa de su genio, a la fuerza de su 
carácter y, sobre todo, para manifestar la mano de Dios, que, al bendecir sus obras, las fecundó y multiplicó maravillosamente por el 
Piamonte y la Liguria, por toda Italia, Francia y América». Y lo que hoy oímos proclamar a todos sobre la misión de don Bosco ya se decía 
allí claramente. 

«Ha sido respetado hasta por los grandes y, en los momentos en que la furibunda revolución se paseaba por ((223)) las comarcas del 
Piamonte, echando por tierra todo lo que tenía las huellas de lo sagrado, fueron respetadas las obras de don Bosco. Este hombre fue 

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suscitado por Dios para defensa de la religión y de la Iglesia». Después de recordar que había gozado de la confianza de Pío IX y que 
disfrutaba de la de León XIII, sacaba el escritor esta lógica consecuencia: «Su institución vivirá, porque don Bosco la ha colocado sobre 
una Piedra, que nunca se quiebra». Terminaba anunciando un libro sobre don Bosco y su obra, aparecido aquel mismo año en Francia y 
recién traducido al italiano. 

Ya había hablado de este libro L'Eclair de Lyon en su número del día diecisiete de mayo y, tomando pie del mismo, enaltecía la eficacia 
social de la Obra de don Bosco 1. Su autor era Alberto Du Boys, ex presidente de la Audiencia territorial de Le Puy (Haute Loire). A 
través del Boletín, había conocido a don Bosco y sus instituciones y había quedado admirado. Deseoso de escribir sobre este tema para sus 
compatriotas, fue expresamente a Italia, visitó las principales casas salesianas, preguntó a amigos, condiscípulos y alumnos del Santo y, 
después de recoger abundantes datos, puso mano a la pluma. El libro se divide en tres partes. En la primera enlaza la biografía del 
Fundador 

1 Véase Ap., Doc. núm. 24. 
197 

con la historia de sus fundaciones en Europa, dedica la segunda a las Misiones de América, y da en la tercera una mirada retrospectiva. 
Tiene un Apéndice con la estadística de las fundaciones salesianas en los dos mundos, comprendidas también las Hijas de María 
Auxiliadora; presenta además el texto francés de las Reglas, el Reglamento de los Oratorios festivos, una noticia sobre Buenos Aires y, 
fuera de texto, un amplio mapa geográfico de América del Sur en el que señala la extensión de las misiones 1. Es un trabajo diligente y 
cuidado en la forma; tiene un capítulo original, en el que se presenta a don Bosco ((224)) como un eminente poeta y su obra como un 
grandioso poema 2. 

El autor envió a don Bosco el primer ejemplar, lo cual dio lugar a un notable episodio. Un día, mientras don Joaquín Berto le afeitaba, 
recibió en su habitación al hijo del doctor Albertotti, le invitó a sentarse hasta que acabasen de afeitarle y dijo en piamontés al «barbero»: 

-Escucha, Berto, dale al doctorcito aquel libro. 

Don Joaquín Berto entregó a don Bosco un bonito volumen y éste lo presentó al joven Doctor, preguntándole si lo aceptaba. Aquél echó 
una ojeada a la portada y, al ver de qué trataba, diole las gracias añadiendo que le gustaría más con unas palabras suyas en la cubierta, por 
las que se diese a conocer que el regalo procedía de él mismo. La petición, tan a quemarropa, pareció desconcertar a don Bosco, cuya cara 
cambió dos veces de color. Hizo ademán de querer eludirla y contestó confusamente, siempre en piamontés: 

-Es el primer ejemplar que tengo y es el primero que doy. 

Pero lo bueno de la respuesta vino después. 

-Habla demasiado bien de mí. 

Don Joaquín Berto disuadió al Doctorcito de seguir insistiendo; por lo que éste retiró su petición. Y guarda todavía religiosamente el 
libro en cuyo forro había escrito la fecha de la visita con esta nota: «El regalo y la respuesta tienen para mí un gran valor para conocer el 
carácter de don Bosco» 3. 

Creemos que Albertotti, hijo, veía en el regalo cómo don Bosco no tenía ningún miedo a la publicidad, que se daba a sus obras y a los 
hechos de su vida, y, en la respuesta, su modestia personal. A observadores superficiales podrían parecer inconciliables estas dos cosas; 
pero a tiempos nuevos, propaganda nueva; y don Bosco, aun siendo santo 

1 ALBERT DU BOYS. Dom Bosco et la pieuse Société des Salésiens. París, Gervais 1884.-La traducción italiana, hecha por José 
Novelli, se imprimió en San Benigno Canavese aquel mismo año, sin el texto de nuestras Reglas. 

2 Véase Ap., Doc. núm. 25. 

3 G. ALEERTOTTI, L. c., pág. 25. 
198 

de la más auténtica santidad antigua, era, a la par, hombre de su siglo.Cuadra con este hecho lo que dijo en una conversación con sus 
íntimos el día 16 de octubre de 1884. No se podría desear un lenguaje más franco y razonable. 

Fin de Página: 199 


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((225)) -Por cuanta fama dejamos en esta tierra, otro tanto de gloria se nos quitará en el cielo, si fuésemos hallados dignos de ir allí. Por 
lo demás, yo he hecho todo lo posible para ocultarme. Se hablaba por todas partes de este pobre cura; uno decía una cosa, otro la contraria 
y don Bosco callaba siempre. Pero cuando la Congregación adquirió estabilidad, entonces me vi obligado, no digo a publicar mis cosas, 
pero sí a no oponerme tan enérgicamente, como lo había hecho anteriormente a los que querían acudir a la prensa para dar a conocer 
nuestras obras. La persona de don Bosco queda identificada con nuestra Pía Sociedad, y ésta necesitaba ser conocida 1. 

En aquel mismo otoño habló de igual manera con el señor S. Sestini de Roma que, en el periódico La Rassegna Italiana, escribía sobre la 
Caridad privada en Italia y quería publicar también un estudio suyo sobre don Bosco. Al llegar a Turín para la Exposición entre septiembre 
y octubre, fue a ver al Santo y le expuso el plan que tenía pensado, pidiéndole que le animase a ello. 

-Si es para incensarme, le contestó don Bosco, le digo que no. Mas, si es para dar a conocer y ayudar más y más a la institución, bendigo 
su idea. 

Y, al despedirse, le repitió la misma frase 2. 

Todavía una palabra del día de su cumpleaños. Debió recibir muchas felicitaciones de todas partes, unas de viva voz y otras por escrito; 
pero sólo nos ha llegado una respuesta, con su poquito de sal y pimienta, a la condesa Balbo. 

((226)) Benemérita señora Condesa: 

Mi buena mamá se acordó de éste su hijo, aunque sea malo. Quiero ser bueno en adelante y rezar mucho por usted. Si el señor César 
juzgare oportuno decirme una 

1 Du Boys respondió a una carta de don Bosco, cuyo texto ignoramos, el seis de octubre, desde Tain (Valence): 

«Su Bondadosa carta me ha conmovido y ha recompensado con creces mis trabajos. Es una satisfacción pensar que usted, reverendo 
Padre, y tras usted los miembros de la pía sociedad de los salesianos, rogarán por mi familia, por mis hijos y mis nietos. No diga, reverendo 
Padre, que mis apreciaciones han herido su modestia; peor sería si le dijera que me he quedado por debajo de la verdad, ante el pudor que 
experimentaba al tener que decir tantas cosas buenas de un hombre vivo». 

2 Extractado del periódico La Rassegna Italiana del 15 de enero de 1885. Roma, Befani, 1885. Pág. 27. Es un trabajo bien hecho, de 
treinta y una páginas de gran formato, en caracteres del cuerpo nueve. 
199 

palabra sobre nuestro asunto, me haría un favor y me serviría de norma en otras cosas. 

Que María desde el cielo diga a toda su familia: sois mis hijos y os protejeré a todos. 

Rueguen también por este pobrecito, siempre suyo en J. C. 

Pinerolo, 16 de agosto de 1884 

Humilde y afmo. servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Estaban a punto de empezar los ejercicios para los hermanos en Valsalice y don Bosco quería ir hasta allí para asistir a los mismos y 
confesar. Dejó, pues, la hospitalaria morada el día veintidós de agosto y, ya en Valsálice, encargó el día veinticinco a don Juan Bautista 
Lemoyne que escribiera al Obispo y le diera las más expresivas gracias. 

El día tres de Septiembre, decía Monseñor en su respuesta: «Me considero muy feliz por haber podido hospedar en mi casa de campo al 
veneradísimo don Bosco, pues estoy seguro que habrá atraído sobre ella muchas bendiciones del cielo, parte de las cuales habrán caído 
también sobre su pobre Obispo. Y, si don Bosco se contentó con lo poco que se podía hacer, quiero esperar que lo demostrará volviendo de 
nuevo a alegrarnos con su presencia y a respirar los aires purísimos de San Mauricio, a la sombra del famoso Pino. Verdad es que yo no 
soy capaz de hacer ceremonias o cumplidos, pero su bondad sabrá hacer caso omiso de mi pequeñez y disfrutar un poco de descanso y otro 
poco de aire purísimo. Quede, pues, bien entendido; la casa de campo está siembre abierta en cualquier estación del año para don Bosco y 

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con el buen Víctor a sus órdenes, aunque el Obispo no pudiese estar largo tiempo en San Mauricio». 

El «buen Víctor» era el familiar del obispo. Servía a don Bosco, persuadido de que lo hacía a un santo; y don Bosco, a su vez, lo trataba 
con el amor que san Francisco de Sales tenía a sus dependientes. Un día fue Monseñor ((227)) a Bricherasio para la fiesta del entonces 
Beato Fidel de Sigmaringa. La criada, Luisa Barberis, estaba fuera de casa para el lavado de la ropa, y Víctor había preparado la comida. 
Pues bien, don Bosco quiso a toda costa que Víctor y el jardinero Francisco Badino se sentaran a la mesa con él. Víctor ponía mil humildes 
excusas para eludir tan gran honor, pero don Bosco acabó diciéndole: 

-»No quiere usted venir conmigo? »Es que no tendremos que estar juntos en el Paraíso? 
200 

Ante aquella inesperada salida, no supo Víctor qué replicar. 

íQué bien sabía don Bosco elegir el tiempo oportuno para todo! Lo mismo para hacer un reproche que para dar una demostración de 
afecto, sabía siempre escoger el momento propicio y emplear la forma adecuada. El Obispo se ausentaba de vez en cuando. Invitar 
entonces a su mesa a Víctor, cuando la cocinera estaba en su puesto, no convenía; tampoco invitar también a la mujer. Por eso, en 
semejantes casos, no decía nada. 

Cuando se marchó, dio a Víctor una estampa de María Auxiliadora con estas palabras escritas por él al pie de la misma: «Mi querido 
Víctor, Dios le bendiga, la Santísima Virgen le guíe por el camino seguro, que conduce al cielo. Así sea. JUAN BOSCO, Pbro ». También 
la criada quiso que escribiese unas palabras para ella al dorso de una estampa. El Santo la contentó, pero llamándola «Señora Luisa»: no se 
quedó muy contenta, porque a Víctor le había dado el calificativo de «querido», pero no se atrevió a quejarse. íQué delicadeza, la de don 
Bosco! Tenemos que añadir todavía que el «buen Víctor» era tan bueno que, no contento con rehusar cualquier propina, le obligó a aceptar 
unas monedas de oro, fruto de sus ahorros, para las obras salesianas. 

La generosidad de monseñor Chiesa con don Bosco fue muy meritoria, pues sus condiciones económicas eran más bien escasas. Al año 
siguiente, don Bosco prefirió trasladarse a Mathi, desde donde le hizo llegar una señal patente de su gratitud. Recogía entonces Monseñor 
limosnas para las obras, que se ejecutaban en su catedral. Don Bosco quiso contribuir ((228)) y le envió cien liras por medio de Lemoyne. 
Este acto conmovió al digno Pastor y le proporcionó la oportunidad de renovar la expresión de los sentimientos de profunda veneración, 
que guardaba hacia el Siervo de Dios 1. 

1 Véase Ap. Doc. núm. 26. A su reiterada invitación, don Bosco hizo contestar: «Gracias por el ofrecimiento. Negocios complicados tal 
vez me lo impidan. »Visitará a don Bosco en la Fábrica de papel?». 
201 
((229)) 

CAPITULO VIII 

EL COLERA DE 1884 

CUANDO don Bosco volvió al Oratorio, la ciudad de Turín tenía el cólera a las puertas 1. El día cuatro de junio se manifestó la fatal 
epidemia en Tolón y a mitad de julio en Marsella; amabas ciudades se convirtieron en doble foco. Los Salesianos comprendieron entonces 
el misterioso significado de ciertas palabras, que el Santo escribió por Navidad a don José Ronchail, director de la casa de Niza. «Di a tus 
hijos que el próximo año es muy importante para ellos y serán testigos de grandes acontecimientos; que, por tanto, sean buenos de verdad» 

2. Se habían hecho mil cábalas para adivinar a qué apuntaba el funesto anuncio; pero, cuando comenzó a aparecer la epidemia en Provenza 
ya no hubo dudas. El día dos de julio, estando en el refectorio, en presencia de don Juan Bautista Lemoyne y don Camilo de Barruel, 
preguntó Viglietti a don Bosco si el cólera llegaría también a Italia y don Bosco respondió: 
-Sí, y más virulento de lo que todos piensan. 

Así sucedió. El espanto favoreció la salida de las ciudades atacadas, de suerte que las fronteras y los puertos italianos se cubrieron muy 
pronto de fugitivos. Se manifestó algún caso en Ventimiglia y en Saluzzo. ((230)) El gobierno italiano aplicó rígidamente las leyes 
sanitarias, encaminadas a impedir el contagio; pero, entre julio y agosto, se dieron varios casos en Livorno, en Río Maggiore, junto a La 
Spezia, y en Pancalieri, cerca de Pinerolo. Los atacados eran obreros, que, burlando la vigilancia, habían vuelto a Italia. Estas localidades 
fueron aisladas completamente y se reforzaron los cordones sanitarios para cerrar el paso a la invasión; pero ésta se extendió desde 
Piamonte hasta Sicilia por las provincias donde había más repatriados. Sin embargo, en los primeros momentos, no alcanzaron cifras muy 
elevadas los casos de apestados ni las defunciones. Por el contrario, en septiembre, las provincias afectadas llegaban a veinticuatro y las 

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VOLUMEN XVII Página: 202 

víctimas 

1 Carta al conde Colle, Turín, 23 de agosto de 1884: «He encontrado la ciudad de Turín rodeada por el cólera, pero hasta ahora 
enteramente inmune». 

2 Carta de don J. Ronchail a don Miguel Rúa, Niza, 4 de julio de 1884. 
202 

eran cada vez más numerosas en las dos grandes ciudades de La Spezia y Nápoles. Todas las clases sociales entablaron admirable porfía 
para aportar socorros, aun cuando el azote se recrudecía; y recrudeció de tal modo que, en dos meses, se enterraron en la ciudad de Nápoles 
más de seis mil quinientas víctimas. 

Es increíble lo mucho que don Bosco influyó en la difusión de la calma, como óptimo medio para conjurar el peligro. En privado y en 
público, por cartas y por medio del Boletín, no cesaba de dar como preservativo infalible el empleo de los siguientes medios: 1.° recibir a 
menudo la santa comunión con las debidas condiciones; 2.° repetir frecuentemente la jaculatoria María, Auxilium Christianorum, ora pro 
nobis; 3.° llevar al cuello la medalla bendecida de María Auxiliadora y colaborar en alguna obra de caridad y de religión en su honor. 

Escribía a la marquesa Carmela Gargallo, de Nápoles, con ocasión de su día onomástico el catorce de julio: «Vaya tranquila con este 
antídoto a servir en los lazaretos, porque no sufrirá ningún mal». 

Naturalmente no cesaban las peticiones de medallas. El coadjutor José Rossi escribía a don Bosco el cinco de septiembre: «Creo darle 
una grata noticia, diciéndole que, en menos de cinco días, salieron del almacén sesenta y tres mil medallas». 

Don Bosco estaba informado en Pinerolo sobre la marcha ((231)) de la epidemia 1, y enviaba palabras de aliento a los bienhechores 
italianos y franceses. 

Escribió a la señora Magliano, que veraneaba en Busca: 

Benemérita señora Magliano: 

Alguien, es más, los mismos diarios han publicado que en Busca se dieron algunos casos de cólera. Pero usted, señora Magliano, no 
tenga ningún miedo. Nuestro antídoto es seguro. Sin embargo, si la epidemia se difundiera verdaderamente en esa ciudad, podría usted 
venir a Turín donde, gracias a Dios, estamos hasta ahora totalmente tranquilos y también usted lo estaría. 

No tenga, pues, miedo alguno ni por su alma ni por su cuerpo. 

El pobre don Bosco y todos sus hijos, muchachos, clérigos y sacerdotes, ruegan por usted; María nos escuchará. Estoy aquí con el 
Obispo de Pinerolo hasta el día veintidós de los corrientes; después, en Turín. 

María la proteja y conserve en salud y santidad durante todos los días de nuestra vida y créame en J. C. 

Casa de campo del Obispo, Pinerolo, 16 de agosto de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Carta al conde Colle, 20 de julio de 1884: «Todos los días sigo con la ansiedad de que se extinga el cólera». 
203 

Busca fue precisamente una de las poblaciones más probadas. El ayuntamiento, poco distante de Cúneo, está formado por un sinfín de 
barrios esparcidos en un territorio de unos veintiocho kilómetros. Durante el invierno emigra a Francia casi la mitad de la población, de 
suerte que, en el mes de junio, los obreros, que habían quedado en Tolón y Marsella y que escaparon después a los retenes armados y a las 
cuarentenas, volvían a sus lares, llevando consigo los gérmenes del mal. Cuando don Bosco escribió la carta citada, la epidemia hacía 
estragos. El rey Humberto, que estaba de caza por las cercanías de Valdieri, voló al lugar del desastre, donde prodigó consuelos y socorros. 
Sólo la llegada de quinientas medallas señaló el momento de la disminución y, después, del término de la calamidad. 

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La guadaña de la muerte arrebató los padres a muchos pobres niños. Preocupado por su infeliz suerte, el Santo mandó enviar a todas las 
casas salesianas la siguiente circular. 

((232)) Queridísimo Director: 

Como anuncian los periódicos, son ya varias las ciudades y pueblos de Francia y también de Italia, donde se dan casos de cólera. Ante 
semejante peligro, creo oportuno enviar algunos avisos a todas nuestras casas, recomendando a los prudentes Directores que los den a 
conocer a sus subordinados. Primero, recomiendo que, mientras dure el peligro, se imparta cada día en nuestras iglesias la bendición con el 
Santísimo Sacramento, dando también comodidad a la gente para tomar parte en ella, allí donde la iglesia esté abierta al público. 

En segundo lugar, recomiendo, lo mismo para los Salesianos que para todos los demás de la casa, que se guarden las precauciones que la 
prudencia cristiana aconseja para evitar la fatal enfermedad. Deseo, además, en tercer lugar, que, cuando sea necesario, nos prestemos para 
servir al prójimo, dentro de los posibles de nuestra condición, para asistir a los enfermos, socorrer espiritualmente y también recibir en 
nuestros hospicios a los pobres jovencitos que quedasen huérfanos y desamparados por causa de la epidemia. En este caso, empero, 
convendrá, ante todo, atenerse al juicio de la comisión sanitaria local, para que no haya peligro de contagio de la epidemia para los demás. 

Mientras te comunico estos avisos, imploro para ti y para tu casa toda suerte de bendiciones del cielo y envío los más cordiales saludos 
para ti y para todos esos mis queridos hijos. 

A 26 de agosto de 1884 

Tu afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. El ofrecimiento para recibir en nuestros hospicios a los jovencitos pobres que quedasen huérfanos por causa del cólera, podrá 
hacerse a las Autoridades locales: al Alcalde, al Gobernador y Jefe de distrito. 
204 
Los Salesianos secundaron los deseos de su Padre. Así, en Marsella, el Gobernador de la Provincia recibió agradecido la propuesta, que 
le hizo el Director del Oratorio de San León y envió e hizo enviar varios jovencitos, que habían quedado huérfanos. En La Spezia sucedió 
lo mismo. También las Hijas de María Auxiliadora hicieron su parte; así en Nizza Monferrato, con el pleno consentimiento de don Bosco, 
cedieron al Ayuntamiento la casa de campo, para que sirviera de lugar de cuarentena a los que llegaban de Francia y las Hermanas se 
ofrecieron para la asistencia. El Ayuntamiento aceptó agradecido ((233)) la generosidad, e instaló allí a personas llegadas de pueblos 
infectados, a las que las Hermanas mismas proporcionaron ropa blanca y alimento. Sentimos no poder traer más ejemplos, aun sabiendo 
que, también en otras casas, se prodigó la beneficencia; pero, por falta de crónicas, descuidadas o perdidas, carecemos de documentación 
para ello. 

La Unità Cattolica, del treinta de septiembre, publicaba magníficos elogios de los Salesianos de La Spezia. Después de describir la 
desolación de la ciudad que, cercada por tierra y por mar de milicias armadas, tenía el aspecto de una inmensa cárcel, abierta sólo a la 
muerte; y tras alabar la abnegación del clero de la ciudad, continuaba el corresponsal: «Me es grato presentar para admiración pública a los 
sacerdotes de la casa salesiana que fueron y van todavía a porfía con las personas más caritativas y generosas de la ciudad. Ofrecieron a las 
autoridades civiles su propia casa para albergar a los muchachos que quedasen huérfanos y abandonados, como ya lo hicieron sus 
hermanos en Marsella y en otras partes, y encima pusieron en peligro su propia vida; unos asistiendo día y noche a los enfermos, otros 
aconsejando y animando a los sanos despavoridos y temblorosos; más aún: aunque ellos viven de limosna y caridad, supieron proveer a 
varias familias necesitadas de socorros materiales, con prendas de vestir, ropa blanca y dinero. Y después, su iglesia, en la que se venera 
una imagen milagrosa de la Virgen de las Nieves, está atestada de penitentes que, a toda hora, acuden a los confesonarios». 

En el mismo artículo se lamentaba también de la provocadora obstinación de algunos descreídos; y resultaba oportuno para aplastar la 
desvergüenza de un órgano sectario titulado Il muratore (el albañil). El ayuntamiento había confiado al colegio salesiano un grupo de 
huérfanos, pagando una subvención. Parecióle al periódico masónico una enormidad tan grande confiar aquellos niños «al cuidado de don 
Bosco», que, fingiendo no dar crédito a la voz que corrió por la ciudad, tachaba de infamia aquel caer en «las garras de las arpías 
205 

católicas, ((234)) a las que el decoro y el amor de la patria querría desterrar para siempre del consorcio humano y de las costumbres 
civiles»; que Italia pedía, quería, exigía que se preparen jóvenes magnánimos, «ciudadanos honrados, laboriosos, dispuestos y aptos para 
tomar en las manos un fusil, derribar privilegios y ganar libertad, no hombres cobardes, pusilánimes, atontados con la superstición católica 
aptos únicamente para recitar las bobadas infantiles del catecismo, diccionario del cretinismo»; que las instituciones católicas son 
«muladares, donde no brilla el sol de la libertad y de la verdad», y de donde «no pueden salir más que conciencias blandengues, atiborradas 

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de ascetismo y de ignorancia». Aquí concepto y forma van juntos para descubrirnos un estado de ánimo que, por desgracia, reinó largo 
tiempo en Italia; pero el final es el que descubre el motor de la guerra encarnizada, que el anticlericalismo masónico movía especialmente 
en el terreno escolástico contra las iniciativas de los buenos y, por ende, contra la obra de don Bosco. En aquel momento trágico, el 
gobierno, la reina Margarita y el rey Humberto rendían públicamente honor al heroísmo del clero, y se temía ver asomar debajo de todo 
aquello el espantajo de lo que hoy día se saluda con el nombre de Conciliación. Esto tenía continuamente en sobresalto a la facción 
imperante, cuyo portavoz, con aire de epiléptico, voceaba: «La brutal violencia, con que en estos días levantan la cabeza por doquier para 
imponerse los enemigos de la patria, sólo encuentra una suficiente disculpa en los afectados amoríos, con que se ensucian (bajo los 
auspicios de Depretis y de una rubia cabellera graciosa) 1 el Vaticano y el Quirinal; y si el pueblo no vigila, pronto veremos restablecido el 
Santo Oficio». Es éste un nuevo documento que ayuda a comprender el proceloso mar plagado de escollos, por el que don Bosco tuvo que 
conducir su nave, y qué experto piloto debió ser para guiarla sana y salva al puerto. 

Parecía que una mano invisible mantuviera la peste alejada ((235)) de Turín; sin embargo podía irrumpir cualquier día. Por eso, don 
Bosco, ante la luctuosa eventualidad, ofreció sus servicios al conde de Sambuy, alcalde de la ciudad. 

Ilustrísimo señor Alcalde: 

Según algunas noticias, parece que el cólera ha penetrado ya en algunos pueblos de la provincia, que va acercándose cada día y acosando 
a la ciudad de Turín; por eso, y pese a las laudables y útiles precauciones tomadas por las Autoridades, hay que temer que venga a azotar 
también a nuestros conciudadanos. 

1 Alusión a la reina Margarita. 
206 

Abrigamos confianza de que esto no suceda; pero, si fallaren las comunes esperanzas, creo hacer algo grato a V. S. Ilma. al ofrecerme 
para albergar en el Oratorio de San Francisco de Sales a todos los pobres jovencitos de doce a dieciséis años que, a causa de la epidemia, 
quedaran huérfanos de padres y abandonados, y se encontraran dentro de las condiciones físicas requeridas por el Reglamento del Instituto 

Cuando la invasión del cólera de 1854 y 1855, también se hizo parecido ofrecimiento al alcalde de entonces y, con mucho gusto, lo repito 
de nuevo ahora a V. S., contento de poder contribuir de algún modo al alivio de las miserias humanas. 

La única condición que pongo es que los jóvenes, que hayan de ser albergados, sean primero examinados por el médico, el cual asegure 
que no presentan ningún síntoma de la enfermedad, para no poner en peligro la salud de los compañeros. 

Confiamos que Dios, en su infinita misericordia, tenga alejada de Turín toda desgracia. En todo caso, pido al Cielo que conserve muchos 
años a V. S. como alcalde de esta grande e ilustre ciudad, guarde su persona y la de todos los miembros del Ayuntamiento del temido azote 
y nos conceda fuerza y coraje para hacer el bien a todos. 

Con toda la confianza de que V. S. se digne conservar su preciosa benevolencia para los muchachos de esta casa, tengo el honor de 
profesarme con todo respeto y aprecio, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 24 de septiembre de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

El Alcalde, a vuelta de correo, contestó noblemente: 

Reverendísimo Señor: 

Hace muchos años que V. S. Rvma., inspirándose en sentimientos de evangélica piedad, recoge en su casa a los hijos del pueblo faltos de 
medios de vida y carentes de consejo y de consuelo y con constantes y ((236)) solícitos cuidados, los mantiene en el camino del deber y los 
educa en la escuela del trabajo que ennoblece, es fuente de moralidad y bienestar material, y hace de ellos buenos ciudadanos útiles para sí 
mismos y para el País. 

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A los muchos títulos de alta benemerencia ya adquiridos y tan apreciados por cuantos se interesan por la suerte de la clase obrera, quiso 

V. S. Rvma. añadir otro digno de vivísima admiración, ofreciéndose con toda espontaneidad a admitir gratuitamente en el Oratorio de San 
Francisco de Sales, del que es Fundador y solícito e inteligente Director, a los muchachos de doce a dieciséis años que, en el caso de 
invasión en esta nuestra querida Ciudad del morbo asiático, quedaren huérfanos de padres y abandonados. 
La Administración Municipal, consciente de sus deberes, no ha omitido ni omite nada a fin de garantizar, de la mejor manera posible, la 
inmunidad de la población contra la fatal peste que, desde hace ya bastante tiempo, siembra el luto en muchos municipios italianos; pero, s 
fuese destino inexorable que también aquí deba segar el cólera sus víctimas, no dude que la Autoridad Municipal se valdrá del generoso 
ofrecimiento, que V. S. Rvma. hace. 

Por tanto, y también en nombre de la Junta a la que entregué la carta que se cita 
207 

al margen, le ofrezco, Reverendísimo Señor, palabras de merecida alabanza y sincera gratitud, por su nuevo acto de filantropía y le ruego 
permita que aproveche la ocasión para manifestarle los sentimientos de mi total estima y gratitud. 

Turín, 25 de septiembre de 1884 

El Alcalde, DI SAMBUY 

El mismo Alcalde tuvo que dirigirse a don Bosco para otro asunto. La condesa Sanseverino Vimercati y la princesa Stróngoli habían 
pedido, desde Nápoles, al Alcalde de Turín que se dignase colocar en un colegio de su ciudad a algunos huerfanitos napolitanos, cuyos 
padres habían sido víctimas del cólera, y, habiendo recibido respuesta afirmativa, se apresuraron a enviar a los dos primeros, que fueron 
confiados al Oratorio. Pero, cuando volvió la normalidad a Nápoles, unos parientes de los dos niños reclamaron su regreso a la ciudad; por 
lo que aquellas nobles señoras determinaron no enviar ninguno más a Turín. Comunicaron la cuestión al Alcalde y éste, lamentándose de 
que no se hubiesen investigado antes las intenciones ((237)) de los parientes, se disculpó muy cortésmente con don Bosco 1. 

La caridad de don Bosco hubiera querido abrazar a todo el mundo. Avanzado el otoño, llegaron noticias de la India de que el cólera hacía 
estragos por aquellos países y que, en todas partes, se abandonaba a los míseros huerfanitos. Cuando él lo oyó, su primer impulso fue decir 
a don Juan Bautista Lemoyne: 

-Escribe en seguida a aquellos Obispos, diciéndoles que don Bosco está dispuesto a recibir y mantener a los jovencitos que le envíen. 

La caridad no conoce diversidad de razas, ni distancia de lugares. 

Cuando se volvieron a abrir las escuelas, hubo en el Oratorio una sola novedad. Por lo regular, los alumnos que pedían ingresar para 
comenzar el bachillerato, entraban en agosto y empezaban un curso preparatorio; pero, aquel verano, aconsejaba la prudencia que no 
comenzaran tan pronto. Se prorrogó, pues, su entrada hasta mediados de octubre y, después de una prueba de quince días, hicieron el 
examen correspondiente al cuarto grado elemental, último entonces de la enseñanza primaria, sin excluir a los que presentaban el 
certificado de haberlo aprobado. Los que no salieron airosos fueron devueltos a quienes los habían enviado para que siguiesen en otra parte 
el curso elemental. 

El gran problema a resolver era siempre el de encontrar los recursos 

1 Véase Ap. Doc. núm. 27. 
208 

económicos, y, por aquel entonces, crecía cada vez más la dificultad de la solución. Así comprendemos perfectamente qué quería decir don 
Bosco cuando escribía al conde Colle 1: «El cólera ha hecho estragos en varias comarcas de Francia y ahora está atacando a Italia de 
manera espantosa. Nuestras casas y nuestros muchachos se han librado, hasta ahora, pero la beneficencia ha disminuido de manera 
alarmante; así que nos encontramos en grave dificultad para atender a los gastos que reclaman las construcciones y el mantenimiento de 
nuestras obras». Y, sin embargo, se estaba todavía a primeros de septiembre. Por ((238)) no dejar nada sin intentar, don Bosco acudió a 
todos los sacerdotes que pudo, pidiéndoles que lo ayudaran con la celebración gratuita de misas. Para ello dio una gran difusión a la 
circular siguiente: 

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Muy reverendo y caritativo Sacerdote: 

Las dolorosas vicisitudes que, este año, afectaron a nuestros pueblos, han causado muchas desdichas especialmente en nuestras casas de 
beneficencia. Eran muchos los jovencitos abandonados víctimas del cólera que iban pidiendo albergue. Y ahora, a fin de atender a estos 
huerfanitos y socorrerlos, me he decidido a acudir a la caridad del clero, que ya me ayudó tantas veces y de tantas maneras. 

Para favorecer la beneficencia, ha habido algunas piadosas personas que me han encargado la celebración de un discreto número de misa 
y, por ello, suplico a sacerdotes caritativos que quieran ayudarme celebrando o procurando que otros celebren las que les sugiera la 
posibilidad de su corazón. 

Por tanto, aquellos sacerdotes que puedan contribuir a esta obra caritativa tengan la bondad de comunicarlo al Rvdo. don Luis Deppert, 
prefecto de la sacristía de María Auxiliadora en Turín. 

Ruego, pues, a V. S. tenga a bien indicar a dicho sacerdote el número de misas que piensa celebrar y entregar la limosna para la obra que 
se le propone en el espacio de un año. 

Los muchachos protegidos oirán cada día la santa misa, rezarán oraciones especiales y comulgarán frecuentemente por sus bienhechores. 

Yo me uniré a ellos invocando las bendiciones del cielo sobre estos beneméritos donantes y sus familias. 

Profundamente agradecido se profesa en J. C. 

Turín, 31 de octubre de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Los lectores esperarán noticias sobre los efectos del antídoto de don Bosco. No parece exagerado afirmar que obró verdaderos prodigios. 
El «buen Víctor», de Pinerolo, fue atacado por el mal mientras 

1 Turín, 10 de septiembre de 1884. 
209 

oía misa y, obligado a salir de la iglesia, volvió después con gran dificultad al chalet para pedir a Viglietti una medalla bendecida. El buen 
hombre se la colgó al cuello e, inmediatamente, se sintió perfectamente curado. Las hermanas de San José, ((239)) antes de salir de 
Pinerolo para ir a asistir a los atacados del cólera, quisieron recibir de don Bosco la medalla y la bendición. El les prometió que todas 
volverían incólumes, y así fue. El Obispo atribuía a la ida de don Bosco a su diócesis el que hubiera sido preservada del contagio. 

Relaciones llegadas a don Bosco o al Oratorio de mil lugares testimoniaban hechos individuales y colectivos, que demostraban la 
portentosa eficacia de la medalla. Don Esteban Trione había administrado en Turín la unción de los enfermos a un atacado del cólera, cuya 
familia no quería oír hablar de médicos por los consabidos miedos. 

El pobrecito estaba ya en las últimas. Y, sin embargo, así que se le hizo poner la medalla al cuello, cesaron los vómitos y desapareció en 
breve todo síntoma alarmante. 

Los Salesianos repartieron muchas medallas el veintitrés de agosto a los muchachos internos y externos de La Spezia, y ninguno de los 
que, dóciles a las sugerencias, se pusieron la medalla bendecida, fue atacado. Murieron, es verdad, algunos alumnos externos; pero se 
descubrió que no habían hecho ningún caso de la medalla. 

Un hecho trágico confirmó que la inmunidad no se debía más que a la bondad de María. Una pobre mujer, que se enteró de las maravillas 
de la medalla, corrió a hacerse con ella y se la puso al cuello de una hija de seis años, que luchaba contra las embestidas del mal. Mejoraba 
la pequeñita a ojos vistas, cuando llegó el padre y, al ver aquel objeto religioso, se lo arrancó y lo tiró vomitando blasfemias. Recuperó 
entonces el cólera su violencia y ya no se detuvo. Cuando el enloquecido padre vio que la niña, próxima a morir, juntaba sus manecitas en 
ademán de oración, la obligó a extenderlas para no verla acudiendo a Dios. 

Más sensato se nos mostró el presidente del círculo anticlerical que ostentaba la figura de Satanás en el asta de la bandera. Al ser atacado 
por los calambres, fue trasladado al lazareto y, aunque no quiso confesarse ni se confesó, mandó buscar la medalla, se la puso al cuello y 

Fin de Página: 210 


VOLUMEN XVII Página: 210 

curó. Era tan evidente en la ciudad la incolumidad de todos ((240)) los que llevaban la medalla, que los radicales, para distraer la atención 
del público, se dedicaron a divulgar entre el pueblo que eran los católicos los que esparcían el cólera. 

Es interesante lo que sucedió en Génova. La masonería había organizado grupos de enfermeros en los barrios, para que procurasen 
210 

alejar al sacerdote del lecho de los atacados por el cólera. Un intrépido ciudadano, Franco De Amicis, organizó, con la bendición del 
Arzobispo, grupos de católicos y se presentó al alcalde para notificárselo. Este le preguntó qué señal empleaban los de sus grupos para ser 
reconocidos y respondió: 

-La medalla de María Auxiliadora. 

Los presentes soltaron una carcajada; pero es el hecho que el veintidós de octubre escribía el señor De Amicis a don Bosco, diciendo: 
«Su amabilísima Virgen ha librado de la epidemia a todos los miembros de mis grupos y a mi pobre persona». Y téngase en cuenta que, 
durante unos cincuenta días, se alternaron en el servicio varios cientos de personas entre hombres y monjas 1. 

También en Francia las medallas de María Auxiliadora, bendecidas por don Bosco, fueron portadoras de la salvación. El Inspector, don 
Pablo Albera, escribía a don Bosco desde Marsella 2: «La ciudad está casi despoblada. Más de cien mil habitantes huyeron; muchas calles 
están completamente desiertas. A pesar de esta disminución, mueren cada día por término medio de noventa a cien personas. Pero se dice 
que solamente dos tercios son víctimas del cólera, lo cual no quita que la epidemia sea un gran azote y cause gran mortandad en Marsella, 
donde la media de muertos, cuando están en ella todos sus habitantes, es de treinta y tres a treinta y cinco. Algunos de los atacados por el 
cólera mueren a las pocas horas, otros duran algo más. Se ha logrado salvar a algunos. Pero, en nuestra casa, gracias a la protección de 
María Auxiliadora, que usted nos prometió y gracias también a las precauciones que se tuvieron, no hemos tenido todavía ni un solo caso. 
Mejor; cuatro veces ((241)) vimos en algún pobre muchacho todos los síntomas del cólera, pero tuvimos la satisfacción de verlos 
desaparecer a las pocas horas. íEs un milagro de la Virgen! Tenemos en casa todavía más de ciento cincuenta muchachos que, al parecer, 
no saldrán, ni aun cuando se recrudeciera el cólera, unos porque son de la misma ciudad de Marsella y otros porque los padres no pueden 
retirarlos. Los que marcharon a sus casas disfrutan de magnífica salud, y ninguno de ellos ha sido atacado todavía por la terrible peste. 
Todos llevan al cuello la medalla de María Auxiliadora y hacen lo posible por practicar el remedio que usted ha sugerido. Otra noticia 
consoladora es que ninguno de nuestros bienhechores y amigos ha caído enfermo hasta ahora». 

1 Puede leerse una extensa relación del señor De Amicis, fechada el 13 de noviembre, en LEMOYNE: La Virgen poderosa, o sea, 
algunas gracias, etc. Turín, Tip. Sal., 1885, pág. 128 y ss. 

2 Boll Sal, septiembre 1884. 
211 

Don Pablo Albera alude a la promesa hecha por don Bosco. Es realmente sorprendente el tono de seguridad, con que el Santo prometía la 
preservación también a los franceses. Había escrito el día primero de julio a don José Ronchail, director de la casa de Niza: «Parece que 
Dios quiere hacernos una visita. Procura que nuestros muchachos y amigos lleven consigo el antídoto seguro del cólera: la medalla de 
María Auxiliadora y recen María Auxilium Chirstianorum ora pro nobis». Pues bien, el día dieciocho de agosto podía escribir a la señorita 
Louvet: «Tengo una buena noticia que darle. Todas las casas de Francia, todos los bienhechores de nuestros jovencitos, gracias a María 
Auxiliadora, han sido preservados del azote que aflige a Francia». 

Por el contrario, en el mes de noviembre, dirigió a don Pablo Albera unas palabras de sentido obscuro para el año siguiente. 

Queridísimo Albera: 

He escrito las cartas a las personas señaladas y en el sentido indicado. Espero que produzcan buen efecto. 

Hazme el favor de saludar afectuosamente a nuestros hermanos y, de manera especial, a nuestros muchachos. Di a todos que este año lo 
hemos pasado bien y que debemos dar gracias a Dios de todo corazón. Temo que, el próximo año, nos visite de nuevo el mismo azote; pero 
no me atrevo a prometer que no venga a molestarnos el cólera, salvo que vengáis vosotros en mi auxilio. »Y cómo? Que vengáis ((242)) en 
mi auxilio con la buena conducta, la comunión frecuente y, particularmente, huyendo rigurosamente de todo lo que va contra la modestia. 

Dios nos bendiga a todos y reza por mi siempre precaria salud. 

Turín, 15 de noviembre de 1884 

Fin de Página: 212 


VOLUMEN XVII Página: 212 

Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

Durante el verano de 1885 reapareció el contagio en Marsella. Pero ya el treinta y uno de enero había dicho don Bosco hablando del 
cólera: 

-El año pasado podía asegurar con certeza que las medallas de María Auxiliadora, llevadas con las condiciones prescritas, librarían a las 
personas del cólera. Pero no sé si todavía este año querrá la Virgen mostrarse igualmente compasiva en esta circunstancia. 

Son palabras que dan motivo para pensar que la anterior seguridad del Santo tenía su fundamento en alguna indudable inspiración o 
revelación celeste; sobre todo, al ver que, en la circular de enero de 1885 a los Cooperadores y Cooperadoras, pudo con toda sencillez y 
seguridad formular la siguiente afirmación: 
212 

«No ignoráis que, durante algunos meses, muchas ciudades y pueblos de Italia y Francia se vieron infestados por el terrible morbo 
asiático, el cólera, y que la muerte segó muchos miles de vidas. Pero el Señor quiso, por su bondad, preservar del temido azote a todas las 
casas salesianas y a las personas que las habitaban; es más, me halaga creer que haya tenido la misma misericordia con vosotros y vuestros 
seres queridos». 

No faltaría, sin duda, especialmente entre ciertos periodistas, la mala voluntad de dar un mentís a su afirmación; pero nadie, en ninguna 
parte, levantó el grito para contradecirlo. 
213 
((243)) 

CAPITULO IX 

DON BOSCO Y LA EXPOSICION NACIONAL
DE TURIN


EL día 26 de abril de 1884 Turín estaba de fiesta. Los Soberanos de Italia con la intervención de toda la familia real, del cuerpo 
diplomático y de los ignatarios del Estado, inauguraban solemnemente en esta ciudad la Exposición nacional de la industria, la ciencia y la 
artes. Presidía la comisión de honor el príncipe Amadeo, hermano del Rey, y, la comisión ejecutiva, el diputado Tomás Villa. Los edificios 
de la exposición se levantaban en la orilla izquierda del Po, en el amenísimo parque que rodea el castillo Valentino. 

Don Bosco había pensado presentar únicamente la tipografía salesiana, exponiendo su ya rica producción. Hizo su petición para ello en 
mayo de 1883 y, el día dieciséis de julio, recibió la carta de admisión y se le asignaba un puesto conveniente en la galería (así decíase 
entonces comúnmente, en lugar de pabellón) para la didáctica y la librería, en la que figuraban los productos de las artes gráficas. Allí, 
pues, mandó trasladar mil volúmenes de todo tamaño y calidad: científicos, literarios, históricos, didácticos, religiosos, ediciones 
ilustradas; el Boletín Salesiano en tres lenguas: italiana, francesa y española 1; además, ensayos de dibujo y de todo lo que se refería a 
escuelas elementales, técnicas y de bachillerato clásico. Todo este material fue colocado en estantes de elegante estructura, donde se 
destacaban muy bien variadas y preciosas encuadernaciones. ((244)) Todo este conjunto estaba ya preparado, cuando tuvo lugar la 
inauguración 2. 

Pero, más adelante, el plan primitivo tomó mayores proporciones. El honorable Villa, de viaje por Suiza durante el otoño anterior para 

1 El Boletín en español se imprimía en Buenos Aires. 

2 Il Capitan Fracassa de Roma, en el número del día cinco de mayo, en un artículo titulado La Exposición de la literatura escribía: «Dos 
editores descuellan por encima de todos. El Sonzogno, que, si no por otro motivo, es un especulador en grande y trafica con la literatura 
como los negreros con los esclavos, y don Bosco, editor de la Biblioteca Salesiana, el cual sirve al vaticano mucho mejor que los treinta 
editores, admirándose en ella las vitrinas historiadas y ostentosas en la sección didáctica». 
214 

visitar la exposición de Zurich, fue a ver una de las más renombradas fábricas de la ciudad y le impresionó una valiosa máquina, que estaba 
en construcción para la fabricación de papel. Preguntó para quién se construía y al oír que para el señor Bosco de Italia, replicó el diputado 

-Diga usted mejor para don Bosco, porque no hay quien no conozca a este hombre. 

Fin de Página: 215 


VOLUMEN XVII Página: 215 

Y, en realidad, don Bosco había encargado aquella nueva máquina para su fábrica de papel en Mathi Torinese. A su regreso a Turín, 
Villa instó para que la estupenda máquina luciera en las galerías de la Exposición. Don Bosco, sin titubear un instante, asintió, poniendo 
como única condición que se le asignase una galería entera, donde colocaría y haría funcionar también las máquinas necesarias para la 
producción del libro. Aunque al principio pareció excesiva su exigencia, dejó de serlo cuando explicó detalladamente su grandioso plan; es 
más, la Comisión determinó construir una galería a propósito en un patio a lo largo de la inmensa galería del trabajo. La nueva galería 
medía cincuenta y cinco metros de longitud por veinte de ancho. Sobre la puerta de entrada se leía: 

DON BOSCO 

FABRICA DE PAPEL, TIPOGRAFIA, FUNDICION,
ENCUADERNACION Y LIBRERIA SALESIANA


No se equivocaba el señor Villa al decir que don Bosco era conocido; sin embargo, para aquellos tiempos, parecía un verdadero 
anacronismo un cura expositor en una exposición nacional y en la sección del trabajo. ((245)) Por eso muchos, al pasar por delante y leer 
aquella inscripción, sonreían, imaginando que se iban a encontrar con objetos de sacristía, que no les interesaría lo más mínimo. Pero, 
cuando superando las prevenciones, se decidían a entrar, quedaban al punto impresionados por dos novedades: el trabajo y los obreros. 
Estos, jóvenes de diversas edades, se ganaban la simpatía de los visitantes por la aplicación, compostura y serenidad con que cada uno 
atendía a cumplir bien su papel. El trabajo a su vez cautivaba la atención general desde el primer momento hasta el fin. De suerte que aquel 
departamento constituyó para el público una de las más interesantes atracciones en la gran exposición. 

La intención de don Bosco había sido dar una demostración práctica del múltiple trabajo que requiere la producción material del libro. Y 
allí la curiosidad del público asistía al proceso gradual, por el que 
215 

desde un montón de trapos sucios se llega a ver salir, por ejemplo, un elegante volumen de poesía. No faltaban, como hemos indicado, los 
preliminares más realistas; división y selección de los trapos, su desempolvadura, lixiviación y reducción a pasta 1. Venía después toda una 
compleja acción mecánica; los cilindros refinadores de la pasta, la caldera con los accesorios para introducir la pasta en los engranajes, el 
aparato para producir papel continuo, el cortapapel para dar a las hojas el formato pedido; el laminador, la prensa y todo lo necesario para 
disponer el papel por paquetes y resmas. Ver aquella pasta láctea purificarse paso a paso de toda clase de impurezas, despojarse de los 
últimos restos fibrosos, soltar el agua, tomar la forma de tejido, consolidarse y, una vez seca, alisada, satinada, enrollarse y rayarse, ofrecía 
un espectáculo que casi nadie había tenido ocasión de contemplar. 
Un periódico dijo que ésta era la reina de las máquinas que se encontraban ((246)) en la Exposición 2. Lo dijo un mes antes de que 
estuviese expuesta, pero otros periódicos hicieron suya la calificación, cuando se la vio funcionando el día veintiuno de junio. Don Bosco 
asistió personalmente a la inauguración, acompañado por el teólogo Margotti y por don Celestino Durando y recibió las felicitaciones más 
entusiastas de muchos señores de consideración, que le fueron presentados. 

Junto a la calandria o rodillo para dar lustre al papel, había una prensa de cuatro columnas con un indicador dinámico, original de don 
Carlos Ghivarello. Venían inmediatamente después dos maquinitas para la fundición de caracteres; veíanse salir de ellas bonitas y limpias 
las letras para pasar a las vecinas cajas de los cajistas. Seguía después una gran máquina tipográfica en movimiento (imprimía la novela 
Fabiola y el catecismo breve); a continuación todos los utensilios para encuadernar y, por último, la venta del libro 3. 

Dos siniestros incidentes amenazaron con enlutar la exposición de don Bosco en los primeros días; hubo que dar gracias a María 
Auxiliadora por haberse evitado dos defunciones. 

1 La pasta que se preparaba en la Galería no era suficiente para la producción diaria; por lo cual se adquirió a este propósito un 
carro-cuba, llevar cada día la cantidad necesaria. La máquina producía unos diez tales de papel diarios. 

2 Unità Cattolica, 22 de mayo de 1884. 

3 También se adquirió un carro de cuatro ruedas, como los que se utilizan el servicio a domicilio de las mercancías llegadas por 
ferrocarril y, con él, se llevaba cada mañana el material necesario para las diversas secciones y el abastecimiento del personal, que hacía 
allí mismo la comida del mediodía. Entre adultos y muchachos atendían a los trabajos unas veinte personas. Las noticias de estas dos notas 
nos las da el caballero José Mascarelli, que vive todavía (mayo 1934) y era entonces alumno fundidor. 
216 

Fin de Página: 217 


VOLUMEN XVII Página: 217 

El día treinta de junio hubo un joven de dieciséis años, llamado Marciano Bertotti, natural de Tortona, el cual fue a limpiar el largo y 
ancho foso existente bajo la máquina de papel; cansado de trabajar, descansó un instante, mirando hacia el centro de la galería. Distraído 
como estaba, apoyó la mano derecha sobre un gran cilindro en movimiento. Lo hizo sin darse cuenta y, al advertir el peligro, ya no tuvo 
tiempo para apartar la mano, pues al girar el cilindro se la llevó bajo un segundo cilindro. Entre uno y otro apenas podía pasar una hoja de 
papel. La pobre mano, aplastada entre aquellas dos potentes moles de hierro, quedo destrozada y en un santiamén desollada y machacada; 
((247)) iba el brazo a seguir la misma suerte, cuando la manga de la camisa del brazo izquierdo, con el que el joven había intentado ayudar 
el derecho, era asida y arrastrada por las dos mismas mordazas. El muchacho tuvo tanta serenidad como para no gritar y espantar a la gente 
pero, por el excesivo dolor, lanzó un profundo suspiro. Esto bastó para llamar la atención del maquinista, hombre práctico, que 
providencialmente se encontraba en aquel momento junto al lugar del peligro. Con mucha destreza quitó la correa, que ponía en 
movimiento los dos cilindros, y éstos pararon al instante. Llevaron al muchacho al puesto de socorro urgentemente y, al verlo en graves 
condiciones, condujéronle en un coche al hospital de San Juan, donde le aplicaron rápidamente las curas del caso. Gracias al Cielo, en 
pocos días desaparecieron los síntomas alarmantes, de suerte que volvió al Oratorio, y, al cabo de un mes, estaba perfectamente curado. 

La segunda desgracia le tocó el día tres de julio a Egidio Franzioni, de Milán, que tenía unos quince años. Atendía a la guillotina de 
papel. Aquel día el fieltro no funcionaba bien y no lanzaba al sitio exacto las hojas cortadas. El muchacho alargó el brazo y quiso agarrar 
las hojas, que no bajaban como tenía que ser; pero no acertó a hacerlo en el momento justo y la cuchilla le llevó el índice de la mano 
derecha. El recuerdo de la desgracia, ocurrida tres días antes a su compañero, hizo que tampoco él gritase para desahogar el dolor, sino que 
dio unos golpes con los pies contra el suelo y corrió a la asistencia médica, donde le vendaron la mano y le llevaron al Oratorio. A las 
pocas semanas tampoco él tenía mal alguno, salvo la pérdida del dedo. Era hijo de una actriz y, antes de abrirse la exposición, había 
recibido una señalada gracia. A punto de morir por una fiebre tifoidea, se había confesado y preparado con mucha devoción para recibir la 
Unción de los enfermos, porque, como declaró después, temía mucho morir. En cambio, tras recibir el último sacramento, empezó a 
mejorar de tal manera que, al día siguiente, el médico, sumamente 
217 

maravillado, lo declaró próximo a la convalecencia y, a los pocos días, lo encontró perfectamente sano. 

((248)) Al concurrir de una manera tan grandiosa a la Exposición, don Bosco esperaba sacar dos ventajas de orden religioso y moral, a 
saber: demostrar que el clero apreciaba las artes y su progreso y dar un buen ejemplo con la santificación de los días festivos. Por esta 
obediencia al precepto de la Iglesia, los diarios de la oposición pasaron tragos amargos, aunque, por un acuerdo más o menos tácito, para 
no perjudicar la Exposición, evitaron levantar el grito en contra. El Fischietto, por ejemplo, que, en otros tiempos, no hubiera tenido pelos 
en la lengua, con cierta sutil malicia imaginaba una pregunta y respuesta entre un visitante y uno de la Comisión. Decía el primero: 

-»Cómo se explica que las máquinas de don Bosco están paradas, y todas las demás están en movimiento? »No forma parte de la galería 
del trabajo su exposición: 

-Sin duda, contestaba el otro. Pero, mire usted, hoy es domingo; 
en la galería del trabajo don Bosco representa el descanso festivo. 

-íDichoso quien tiene rentas como para poder hacerlo!, exclamaba el visitante. 

No se crea que a don Bosco le fue fácil que aceptasen esta condición. Pero, por un lado, se mantuvo firme en repetir que no quería 
profanar los días del Señor y, por otro, la Comisión ejecutiva estaba muy interesada en no dejarse escapar la espléndida máquina, y así ésta 
cedió y él se salió con la suya. 

También tropezó don Bosco en la Exposición con los protestantes. 
Repartían éstos a la puerta de entrada unos folletos, con las direcciones de sus correligionarios en Turín, Caserta, Civitavecchia, Florencia, 
Génova, Livorno, Nápoles, Roma, Tívoli y, al mismo tiempo, despachaban opúsculos y libros de propaganda. Nos interesan 
particularmente un opúsculo y un libro. 

El opúsculo se titulaba: Carta respetuosa de G. P. Meille, pastor de la iglesia evangélica valdense, a Su Eminencia Reverendísima el 
Cardenal Alimonda, Arzobispo de Turín. El ((249)) pastor evangélico se aprovechaba de un caso recientemente ocurrido en la ciudad. Un 
falso doctor, Augusto de los Barones de Meyer, oriundo de Ginebra, había abjurado junto con su esposa de los propios errores ante Su 
Eminencia, en presencia de más de cien sacerdotes, en la iglesia del palacio episcopal. Ahora revelaba el señor Meille que se trataba de un 
tal César Augusto Bufacchi, de Roma, que había apostatado ya tres veces y otras tres había abjurado para mofarse de la generosidad de los 
católicos engañándolos. La indigna estafa servía al valdense para demostrar 
218 

cómo los católicos estaban fácilmente dispuestos a tomar lo falso por verdadero también en sus apologías contra los protestantes. Pero 
había algo más; el poco escrupuloso ministro pretendía desacreditar ante el público al Arzobispo, que el día de la llegada de sus Altezas 

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Reales a Turín para la Exposición había sido objeto de insólitos honores por parte de sus Majestades y del Duque de Génova. Por varios 
motivos, desagradó a don Bosco la fea maniobra; por lo cual encargó a don Juan Bonetti que escribiera y publicase una respuesta. Don 
Juan Bonetti que, en este género literario, se encontraba en su elemento, contestó devolviendo la pelota con un opúsculo titulado: Verdades 
y estafas. Pero al leerlo, se advierte en él cierta moderación de ideas y expresiones, que no debió ser espontánea, sino inspirada y querida 
por don Bosco. 

Por el contrario, se dejó sin respuesta un libro de trescientas cuarenta y tres páginas muy apretadas, escrito por otro valdense, esta vez 
anónimo, y que se vendía fuera de la Exposición por una lira. Del principio al fin era una diatriba contra El Joven Instruido de don Bosco 

1. Lo extraño del título «Las bochas de don Bosco o sea el joven provisto de confusión» es explicado en estos términos por el autor en la 
Advertencia, que sirve de prólogo: «Tomé de nuestro dialecto la palabra boccia (bocha) y sus derivados, porque difícilmente se encuentra 
otra en el diccionario italiano que encierre una síntesis más viva y popular del libro de don Bosco; en efecto, así como aquí en Piamonte 
boccia no tiene más significado que una de las nueve bolas de madera, que constituyen el juego de las bochas; así los continuos cambios 
dogmáticos ((250)) de la Iglesia Romana, representada hoy día por el constructor don Bosco, se asemejan a bochas, que ruedan 
continuamente por el suelo, chocan y rebotan unas contra otras en las populares y clamorosas partidas del juego; y, por eso, forman un 
doloroso y muy audaz contraste con las inmutables, serias, consoladoras y nunca contradictorias doctrinas evangélicas. Jamás se edificó 
una casa con bochas u otros materiales redondos». Comenzando por el retrato de san Luis, con que se abre el precioso manual de piedad, e 
discípulo de Valdo va pasando página tras página del libro de don Bosco y señala los errores, contradicciones, locas teorías, sofismas, 
mentiras y doctrinas heréticas, según él. La tesis y, al mismo tiempo, el fin de esta verdadera «albóndiga» (utilizamos el mismo término 
con que desacredita al Joven Instruido), se puede deducir del siguiente 
1 Es el devocionario El Joven Instruido, titulado El Joven Cristiano en las últimas ediciones en español (N. del T.). 
219 

apóstrofe de la página sesenta y seis: «Jóvenes, dejad las silicuas 1 de este doctor tenebroso y contradictorio y recibid lo que la fuente viva, 
la fuente que sube al cielo, el verdadero Maestro os dice». Es decir, abandonad la enseñanza católica y abrazad el Evangelio según Pedro 
Valdo. Un fruto del Evangelio valdense, como este libro, basta por sí solo para dar a conocer la planta que lo ha producido; el mismo 
lenguaje descarado contra don Bosco será muy valdense, pero no es nada evangélico. 

Un sacerdote de la región de Trento que tuvo ocasión de conocer al Santo en la Exposición de Turín, publicó y divulgó un buen 
opusculito sobre Don Bosco y sus obras. Tuvo la idea de hacerlo por lo que leyó en una Guía de la Exposición, en la que se decía, al 
describir la galería del trabajo: «El célebre don Bosco, un sacerdote cuya actividad brindamos a todos los liberales, ha ocupado en la 
Exposición un patio entero a la derecha 2». El autor presentaba al Siervo de Dios de esta manera: «»Quién es este sacerdote, que ha llegado 
a imponerse a los mismos liberales? Si lo vierais, nada hallaríais en él que os revelara un genio sublime; es un simple sacerdote que, si bien 
acaba de cumplir los ((251)) sesenta y nueve años, a primera vista, le daríais más de setenta. Contempladle un instante y leeréis claramente 
en su frente la inspiración del espíritu divino que lo anima y lo ha elegido para realizador de obras tan estupendas; miradle un momento y 
os será imposible no sentiros embargados de veneración y de amor por este encanecido anciano. Recibe con franqueza, mira con 
perspicacia, encanta con su sonrisa, conversa con gracia e irradia de su fisonomía y de toda su persona un no sé qué de bondad que hechiza 
y enamora». Fue a visitarle en Valdocco y refirió que le dijo estas palabras: «En mi casa hay pan, porque nos lo envía cada día la 
Providencia; hay tanto trabajo que cada uno ha de trabajar por tres; y hay Paraíso, porque quien come y trabaja por Dios tiene derecho a un 
rinconcito de Paraíso». Impresas con llamativos caracteres, sus trece páginas se devoran de un tirón y debieron servir en muchas ocasiones 
para tapar la boca a detractores mal informados. 

Ya se sabe que las exposiciones dan ocasión para fiestas y banquetes muy diversos. En la galería del trabajo exponía sus productos un tal 
José Torretta, fabricante de turrones y paisano de don Bosco, a quien se gloriaba de conocer desde la niñez. Organizó la Comisión 

1 Silicuas son, en Botánica, unos frutos simples, secos, abrideros, cuyas semillas se hallan alternativamente adheridas a las dos suturas 

(N. del T.). 
2 Guía de la Exposición italiana de Turín. Tip. Ed. Sonzogno, Milán 1884, pág. 105. 
220 

expositora de aquella sección un gran banquete para los expositores, previa entrega de la cuota de veinticinco liras. Torretta se encargó de 
invitar a don Bosco a suscribirse, por lo que le escribió una carta llena de ruegos y exhortaciones. Pero don Bosco, vistos y considerados el 
pro y el contra, determinó que don Miguel Rúa entregase las veinticinco liras y que, dada la distancia, excusase su ausencia. Por entonces 
pasaba él unos días de descanso en Pinerolo 1. 

Encontrar a don Bosco entre los expositores era una sorpresa o una revelación para quien apenas lo conociese; mientras que, para el que 

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ya tenía noticias de él, era un motivo más de admiración. ((252)) Así, uno que regresaba de Turín manifestó su estupor en un periódico 
popular de Reggio Emilia y, por él, sabemos que la galería de don Bosco era una de las pocas donde se apiñaban los visitantes y se 
advertían en sus caras señales evidentes de satisfacción y maravilla 2. 

Se aproximaba la clausura de la Exposición y había que asignar los premios a los expositores. Cada sección había nombrado su jurado y, 
en la segunda quincena de septiembre, se procedió al correspondiente examen y se constituyó el jurado de revisión, que debía examinar las 
reclamaciones contra los fallos formulados, pero que todavía no eran definitivos. Cuando don Bosco se enteró del fallo que le concernía, le 
pareció que se le adjudicaba un premio muy inferior al merecido. De la máquina de papel no se hacía ninguna mención, por no ser de 
fabricación italiana, y se le concedía por los productos del arte tipográfico en general una simple medalla de plata. En realidad, los manejos 
para minusvalorar la actividad editorial de don Bosco habían comenzado con anterioridad; en efecto, el diario oficial de la Exposición 
había publicado que, en la galería de don Bosco, no se imprimían más que «obras vulgares, mejor dicho, vulgarísimas». Se hizo observar 
en seguida la falsedad de aquel juicio, contra el que clamaba también el hecho de que allí mismo se estaba imprimiendo precisamente 
Fabiola, obra elegante, ilustrada con cien grabados. Pero no se quiso reparar el error y el jurado premió simplemente la Tipografía 
Salesiana con medalla de plata «por su gran difusión de prensa en todo el mundo, por lo módico de los precios y, también, por la grandiosa 
instalación de la galería especial, con la que, del trapo al papel y de éste a la impresión y encuadernación, se obtiene el libro». 

Don Bosco salió en defensa de sus derechos, elevando primero a la Comisión ejecutiva sus observaciones; presentó a continuación 
((253)) 

1 Carta de Viglietti a don Bosco, Pinerolo, 17 de agosto de 1884. 

2 Il Reggionello, 4 de octubre de 1884. 
221 

sus protestas al Jurado de revisión, añadiendo que, si no se cambiaba el fallo en los puntos discutidos, él renunciaría a todo reconocimiento 
oficial, satisfecho con el aplauso, que con abundancia habíale rendido el público. Aquí tiene el lector su carta. 

Honorabilísima Comisión Ejecutiva: 

(Oficina del Jurado de revisión). 

Con fecha del veintitrés de los corrientes, se escribió en mi nombre a esa Honorable Comisión una carta, en la que se hacían algunas 
observaciones acerca del fallo del Jurado y del premio de la Medalla de Plata, que se adjudicaba a las múltiples obras de mis Tipografías, 
expuestas en la Galería de la Didáctica en la Exposición Italiana. 

Volviendo sobre el tema, me permito añadir, para norma del mismo Jurado algunas observaciones, como éstas: la publicación mensual de 
Clásicos Italianos expurgados para uso de la juventud y científicamente anotados que, hace dieciséis años, se está imprimiendo en mi 
Tipografía de Turín, cuyos ejemplares sobrepasan ya los trescientos mil; la publicación mensual de nuestras Lecturas populares en edición 
económica, que alcanzó desde su origen el año trigésimo tercero y cuyos ejemplares superan la cantidad de dos millones; la centésima 
reimpresión del Giovane Provveduto (El Joven Instruido), cuyos ejemplares alcanzaron los seis millones y otras obritas de menos bulto y 
de igual naturaleza, cuya difusión es incalculable; y los Clásicos Latinos y Griegos con sus correspondientes Gramáticas, compuestos por 
Profesores de mis Institutos, apreciados y elogiados por personas competentes y universalmente aceptados, como lo prueban las abundante 
y frecuentes ediciones, que de ellos se hicieron. Además, otras obras de Historia, Pedagogía, Geografía, Aritmética, apreciadas y muy 
difundidas, cuyos módicos precios están al alcance de personas de toda condición y se prestan a gran difusión; un discreto número de 
ediciones de diverso formato y cantidad, con grabados o sin ellos, pero siempre elegantes por el papel y la impresión; y muchas otras 
publicaciones que, por brevedad, dejo de mencionar, me parecen motivos suficientes para interesar al Jurado responsable, e inducirlo a 
adjudicar un premio no inferior a los concedidos a expositores, cuyas publicaciones son inferiores a las mías, en calidad y en cantidad. 

También hago notar al Jurado que los trabajos arriba mencionados se realizan, en todas mis Tipografías, por jóvenes pobres internados en 
mis institutos y preparados de esta manera para ganarse honradamente, más adelante, el pan de la vida; y, eso no obstante, la ejecución de 
los trabajos no es inferior (a juicio de los peritos en el arte) a otras obras expuestas por varios ((254)) editores que obtuvieron un premio, 
no sólo igual, sino, como me fue referido, superior al mío. 

Tampoco he de omitir que mis obras no fueron consideradas y valoradas adecuadamente por el Jurado, por lo cual, me parece que no 
pudo emitirse su juicio con pleno conocimiento de causa sobre su mérito, tal como se expresaron algunos expertos editores en el cotejo de 
nuestros libros con los ajenos, amén de los elegantes grabados ejecutados en la galería de mi máquina de papel y a la vista del público. 

Fin de Página: 222 


VOLUMEN XVII Página: 222 

Por lo que se refiere a mi máquina de papel, si fue bien comprendida, se me ofrecería simplemente un certificado de benemerencia, 
excluyéndome de esta forma del número de los concursantes y de los premiados. Aun suponiendo que no se deba tener en cuenta la 
máquina de papel por ser extranjera, me parece, no obstante, que deba tomarse en consideración el trabajo perfeccionado de la misma y la 
industria del que la adquirió y firma la presente, el cual promueve de este modo, con ingente 
222 

menoscabo de su trabajo, en la actual Exposición Italiana el arte y el trabajo con más amplia producción. 

Además, me causa sorpresa también que el Jurado no haya prestado ninguna atención a mi función tipográfica, a la composición e 
impresión de los libros y a su correspondiente encuadernación, cuya ejecución estuvo plenamente presentada, en plan de funcionamiento 
constante en la galería misma y, mediante la cual, se puso ante los ojos del público el ingenioso proceso, con que se obtiene el libro, 
pasando del trapo al papel, a los tipos, a la impresión y a la encuadernación. 

Por todas estas razones, fue unánime el juicio favorable del público, el cual también tendría que pesar en la balanza utilizada por el 
Jurado al asignar los premios. 

Ruego, por tanto, a la Honorable Comisión que, por medio del Jurado de Revisión, tenga a bien otorgar un fallo más conforme con el 
mérito de las obras arriba mencionadas y no dé ningún motivo al público para pronunciar juicios desfavorables a este propósito. 

Espero se tomen en consideración estas mis observaciones. Y, si así no fuera, renuncio desde ahora a cualquier premio o certificado, 
añadiendo que esa Comisión dé las órdenes oportunas para que no se haga mención alguna en la prensa, del fallo, del premio, ni del mismo 
certificado. 

En este caso, me basta haber podido concurrir con mi obra a la grandiosa Exposición del ingenio y la industria italiana y haber 
demostrado con los hechos el interés que, en el curso de más de cuarenta años, he tenido siempre por promover, junto con el bienestar 
moral y material de la juventud pobre y desamparada, el verdadero progreso también de las ciencias y de las artes. 

Son premio suficiente para mí las apreciaciones del público, que tuvo ocasión de cerciorarse por sus propios ojos de la índole de mi obra 
y de mis colaboradores. 

((255)) Aprovecho esta favorable ocasión para desear a la Honorable Comisión y al respetable Jurado todo bien de Dios y profesarme con 
todo aprecio 

De sus Ilmas. Señorías 

Turín, 25 de octubre de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Pero el Jurado de Revisión no se dignó dar ni siquiera una ojeada a las razones aquí aducidas; únicamente añadió a la medalla de plata 
por la producción tipográfica un irrisorio certificado de benemerencia por la máquina de papel, equivalente a una pura y seca muestra de 
agradecimiento, como la que se entregaba a todos los expositores de la Galería del Trabajo. Contra la monstruosa injusticia se alzó la 
prensa católica 1; pero, con la presencia de tantos masones que intervenían en comisiones, juntas y jurados, necesariamente el insulso 
espíritu anticlerical del siglo diecinueve tenía que imprimir carácter partidista 

1 Amico del popolo de Prato, (31 de octubre, 8 y 15 de noviembre); Eco d'Italia de Génova (9 de noviembre); Diritto Cattolico de 
Módena (11 de noviembre); Corriere de Torino (13 de noviembre); Libertà Cattolica de Nápoles (13 de noviembre). L'Unitá Cattolica se 
calló; pero es muy probable que así lo quisiera don Bosco, amigo de Margotti y enemigo de polémicas. 
223 

a una obra emprendida en la capital de Piamonte bajo los mejores auspicios de común concordia y alegría. «Hombres de sano juicio e 
inteligencia, escribió el Corriere de Torino, afirmaban que don Bosco era digno del Diploma de honor», pero «ahí tienen ustedes la gran 
culpa del venerando sacerdote, explicaba el Eco d'Italia, él contraría e impide poderosamente la propaganda radical y republicana entre la 
juventud y trabaja incansablemente y con espléndido éxito por la solución cristiana (esto es, la única posible) de la tremenda cuestión 
social» 1. 

Fin de Página: 224 


VOLUMEN XVII Página: 224 

1 Un Cooperador de Lyon, muy probablemente sacerdote, visitó a don Bosco, el Oratorio y la Exposición y daba después sus 
impresiones en una hermosa carta publicada en el Boletín francés de diciembre (Ap. Doc. 28). 
224 
((256)) 

CAPITULO X 

TESTAMENTO PATERNO
Y DISPOSICION DEL PAPA


LA disminución de las fuerzas y el aumento de los achaques hacían que don Bosco considerase cercano su fin. En una carta, del día 
diecisiete de octubre a don Joaquín Berto, ponía esta posdata: «No olvidemos nunca que no está muy lejano el tiempo en que tú y yo 
tendremos que dar cuenta al Señor de nuestras acciones». Pensaba entonces en lo que podría suceder después de su muerte y, de vez en 
cuando, confiaba al papel lo que le parecía debían tener en cuenta los suyos, cuando él partiera para la eternidad. 

No tenía sobre este punto un plan prefijado, ni tampoco un orden de ideas que exponer sistemáticamente, pero fue escribiendo, durante e 
mes de septiembre, en un sencillo cuaderno aquello que, de vez en cuando, le dictaba la mente. Y que lo hacía de esta manera a la ventura, 
se ve también por el hecho de que acá y allá intercaló una o más cartas, que su sucesor debería después recoger, transcribir y enviar a 
determinadas personas, cuyo recuerdo se le representaba casualmente. Dejadas por ahora estas cartas, publicaremos con la mayor 
escrupulosa integridad los avisos paternales que, a manera de testamento espiritual, dirigía el buen Padre a sus amados hijos ante la 
eventualidad de tener que dejarlos pronto huérfanos. 

((257)) A mi muerte, el Sucesor, por algún tiempo, dispondrá que: 

1.° Se suspendan las obras en construcción. 

2.° No se abran nuevas casas, no se exageren las deudas; sino que, de común acuerdo, hagan todos las necesarias diligencias para pagar la 
sucesión, extinguir las deudas, completar el personal de las casas existentes. 

3.° Con una carta especial, se notifique mi muerte, se den las gracias a nuestros bienhechores principales y se les ruegue que continúen. 
Asegúreseles que, si por la misericordia de Dios puedo ir al cielo, invocaré sobre todos, y a cada instante, las divinas bendiciones... sobre 
todos. 

4.° Hágase una invitación a todos los socios para mantenerse (serenos) en esa ocasión. Nada de lágrimas, sino ánimo y sacrificio de todo 
género para perseverar en la sociedad y sostener las obras, que la Providencia de Dios nos ha confiado. 

5.° Invítese a los jóvenes a rezar para que Dios me abrevie las penas del Purgatorio, si, como espero, Dios me concede morir en su santa 
gracia. 
225 

6.° Dígase a todos los socios salesianos que espero verlos a todos en la bienaventurada eternidad 1 . 

CAPITULO SUPERIOR 2 

Cuando ocurra mi fallecimiento reúnase el Capítulo, esté normalmente dispuesto para toda eventualidad y no se ausente ninguno como 
no sea por motivos absolutamente necesarios. 

Mi Vicario, de acuerdo con el 3 Prefecto, prepare y lea en Capítulo una carta que será enviada a todos los hermanos, en la que se 
notifique mi muerte, se les recomienden oraciones por mí y por la normal elección de mi sucesor. 

Determine el día para la elección del nuevo Rector Mayor y dé tiempo para que los de América y de otros países lejanos puedan 
intervenir, si no se lo impiden absolutamente 4 graves motivos. 

Advierto aquí dos cosas de la mayor importancia. 

Fin de Página: 226 


VOLUMEN XVII Página: 226 

1.° Guárdese el secreto sobre las deliberaciones capitulares y, si hay algo que comunicar a otros, encárguese a uno expresamente este 
cometido. Pero éste ponga mucha atención para no mencionar miembro alguno del Capítulo, que haya dado voto afirmativo o negativo o 
haya dicho una frase o palabra determinada. 

2.° Manténgase como principio invariable el no conservar propiedad alguna de bienes inmuebles, excepto las casas y las ((258)) 
dependencias, que sean necesarias para la salud de los hermanos y la de los alumnos. La conservación de inmuebles rentables es una 
ofensa, que se hace a la divina Providencia que, de manera maravillosa, y diría prodigiosa, acude siempre en nuestra ayuda. 

Al permitir la construcción o reparación de casas, procédase con todo rigor para impedir el lujo, la magnificencia y la elegancia. Apenas 
empiecen a aparecer las comodidades burguesas en el vestido y alimentación, en las habitaciones o en las casas, principia la decadencia de 
nuestra Congregación. 

A TODOS MIS QUERIDOS HIJOS EN J. C. 

Después de mi entierro mi Vicario de acuerdo con el Prefecto envíe a todos los hermanos estos mis últimos pensamientos de mi vida 
mortal. 

Mis queridos y amados hijos en J. C.: 

Antes de partir para mi eternidad debo cumplir con vosotros algunos deberes y saciar así un vivo deseo de mi corazón. Ante todo, os 
agradezco, con el más ardiente afecto del alma, la obediencia que me habéis prestado y lo que habéis trabajado para sostener y propagar 
nuestra Congregación. 

Os dejo aquí en la tierra, mas sólo por poco tiempo. Espero que la infinita misericordia de Dios haga que nos podamos encontrar todos 
un día en la dichosa eternidad. Allí os espero. 

1 Estas seis recomendaciones no están en el cuaderno de apuntes, sino en una hoja aparte. 

2 Los subtítulos son también de don Bosco. 

3 Las palabras en letra cursiva (salvo las latinas) fueron añadidas después por don Bosco; éstas y otras parecidas, cuando don Miguel Rúa 
actuaba como Vicario. 

4 También este adverbio es una añadidura posterior. 
226 

Os recomiendo que no lloréis por mi muerte. Es ésta una deuda que todos debemos pagar, pero después se nos recompensará con 
largueza todo trabajo realizado por amor de nuestro Maestro el buen Jesús. 

En vez de llorar, haced firmes y eficaces propósitos para perseverar firmes en la vocación hasta la muerte. Vigilad y haced que ni el amor 
del mundo, ni el afecto a los parientes, ni el deseo de una vida más cómoda os muevan al gran disparate de profanar los santos votos y 
traicionar de este modo la profesión religiosa, con la que nos hemos consagrado al Señor. Nadie vuelva a tomar para sí lo que hemos dado 
a Dios. 

Si me habéis amado en el pasado, seguid amándome en el porvenir, con la exacta observancia de las constituciones. 

Vuestro primer Rector ha muerto, pero nuestro verdadero superior, Jesucristo, no morirá. El será siempre nuestro maestro, nuestro guía, 
nuestro modelo; pero recordad que, a su tiempo, él mismo será nuestro Juez y remunerador de nuestra fidelidad a su servicio. 

Vuestro Rector ha muerto, pero será elegido otro que cuidará de vosotros y de vuestra salvación eterna. Escuchadle, amadle y 
obedecedle; rezad por él como lo habéis hecho conmigo. 

Adiós, queridos hijos, adiós. Os espero en el Cielo. Allí hablaremos de Dios, de María, Madre y sostén de nuestra Congregación, allí 
bendeciremos eternamente esta nuestra Congregación, que ((259)) contribuyó poderosa y eficazmente a salvarnos con la observancia de sus 
reglas. Sit nomen Domini benedictum ex hoc nunc et usque in saeculum. In te, Domine, speravi; non confundar in aeternum. 

Fin de Página: 227 


VOLUMEN XVII Página: 227 

ELECCION DEL NUEVO SUPERIOR 

Inhumados mis restos mortales, reunidos y llegados los electores al lugar establecido, se cumplirá lo prescrito para los sufragios del 
Rector difunto, para efectuar la inminente elección y para el reconocimiento del nuevo Superior de la Congregación. 

Bueno será que todo sea comunicado rápidamente al Padre Santo y que se pida una bendición especial para este importantísimo acto. 

Después, dará cada uno su voto al que juzgue más idóneo para promover la mayor gloria de Dios y el provecho de nuestra pía Sociedad, 
sin mirar a afectos humanos o cálculos de ninguna clase. Por consiguiente: 

1.° Que sea conocido por su ejemplaridad en la observancia de nuestras reglas. 

2.° No haya intervenido nunca en asuntos que lo hayan comprometido ante las autoridades civiles o eclesiásticas o lo hayan hecho odioso 

o despreciable a los socios de nuestra misma Sociedad. 
3.° Se haya distinguido por su adhesión a la Santa Sede y para todo lo que de alguna manera se relacione con ella. 

Una vez hecha la elección y sea conocido, es más, proclamado el nuevo Rector Mayor, todos los electores besarán su mano, luego se 
arrodillarán y cantarán el Te Deum. Después darán una señal ostensible de sumisión, renovando los votos, como se hace en los ejercicios 
espirituales. 
227 

EL NUEVO RECTOR MAYOR 

1.° Dirigirá algunas palabras a los electores, les dará las gracias por la confianza que han puesto en él, y les asegurará que quiere ser el 
padre, el amigo, el hermano de todos; pida su cooperación y, cuando haga falta, su consejo. 

2.° Comunicará en seguida al Padre Santo su elección y se pondrá a sí mismo y a la Sociedad Salesiana a las órdenes y a los consejos del 
Supremo Jerarca de la Iglesia. 

3.° Enviará después una carta circular a todos los Hermanos y otra a las Hijas de María Auxiliadora. 

4.° Escribirá otra carta a nuestros bienhechores y a nuestros Cooperadores, agradeciéndoles de mi parte todo lo que han hecho por 
nosotros, mientras yo vivía en esta tierra; rogándoles sigan prestándonos su ayuda para sostén de las obras salesianas. Siempre con la firme 
esperanza de ser recibido en la misericordia del Señor, rogaré desde allí incesantemente por ellos. Pero adviértase, dígase y predíquese 
siempre que María Auxiliadora ((260)) ha obtenido y obtendrá siempre gracias particulares, hasta extraordinarias y milagrosas, a los que 
ayudan a dar educación cristiana a la juventud en peligro mediante las obras, el consejo y el buen ejemplo o, simplemente, mediante la 
oración. 

Una vez cumplidos estos primeros e importantes deberes, el nuevo Rector aplíquese con toda solicitud a conocer bien el estado 
económico de la Congregación. Examine si hay deudas y cuándo hay que pagarlas. 

Conviene que, al menos por algún tiempo, no se abran nuevas casas, no se comiencen nuevas construcciones, ni siquiera trabajos nuevos 
que no sean estrictamente necesarios. 

Particularmente pido que no se dé publicidad a las deudas, que dejó el Rector difunto. Esto se prestaría a suponer una mala 
administración de los administradores y del mismo superior y causaría alguna desconfianza en la opinión pública. 

RECUERDO IMPORTANTE PARA EL CAPITULO SUPERIOR 

Si antes de la elección del nuevo Rector, falleciese algún miembro del Capítulo, el Rector haga uso de su derecho y complete el número 
con consejeros suplentes para el tiempo que debe transcurrir antes del sexenio establecido para la elección general de cada uno de los 
consejeros o miembros del Capítulo. 

Pero el recuerdo importante, y que considero fundamental, es que se haga de modo que ningún miembro tenga ocupaciones ajenas y no 
relacionadas directamente con la administración de nuestra pía Sociedad. Es más, pienso que no exagero al afirmar que nuestra 

Fin de Página: 228 


VOLUMEN XVII Página: 228 

Congregación tendrá siempre un vacío hasta que cada uno de los miembros del Capítulo no esté exclusivamente dedicado a lo determinado 
por el reglamento aprobado en las deliberaciones capitulares. 

Habrá que superar para este fin muchas dificultades, pero háganse sacrificios y concédase este gran beneficio a toda la Congregación. 

UN RECUERDO PARA EL RECTOR MAYOR 

El Rector Mayor lea y practique los avisos que acostumbro dar a todos los Directores de nuevas casas, especialmente en cuanto al tiempo 
necesario para el descanso y la alimentación. 
228 

AL DIRECTOR DE CADA CASA 

El Director de cada casa tenga paciencia y trate de conocer a fondo las personas o, mejor, examine con diligencia cuánto valen los 
Hermanos que trabajan a sus órdenes. Exija lo que pueden hacer y no más. Es indispensable que conozca el reglamento que debe practicar 
cada hermano ((261)) en el cargo que tiene confiado, para lo cual tenga cada uno a su disposición al menos la sección de las reglas que le 
corresponden. 

Aplique su solicitud de una manera particular a las relaciones morales de los maestros y asistentes entre sí y con los alumnos, que les 
están confiados. 

AVISOS ESPECIALES PARA TODOS 

1.° Recomiendo encarecidamente a todos mis hijos que vigilen para no decir ni afirmar nunca, de palabra o por escrito, que don Bosco 
haya obtenido gracias de Dios o haya realizado milagros. Quien esto hiciese cometería un error pernicioso. Aunque la bondad de Dios haya 
sido generosa conmigo, sin embargo, nunca he pretendido conocer o realizar cosas sobrenaturales. Yo no he hecho más que rezar y hacer 
que las almas buenas pidiesen gracias al Señor. Eso sí, siempre he experimentado la eficacia de las oraciones y comuniones de nuestros 
jóvenes. Dios compasivo y su Santísima Madre nos prodigaron ayuda en nuestras necesidades. Esto se cumplió especialmente siempre que 
nos encontrábamos en apuros para proveer de lo necesario a nuestros muchachos pobres y abandonados, y, más aún, cuando éstos se 
encontraban en peligro para sus almas. 

2.° La Santísima Virgen María seguirá ciertamente protegiendo a nuestra Congregación y a las obras Salesianas, si seguimos confiando 
en Ella y promoviendo su culto. Sean siempre encarecidamente inculcadas en público y en privado sus fiestas y más todavía sus 
solemnidades, sus novenas, sus triduos y el mes a Ella dedicado; con hojitas, libros, medallas, estampas y publicando o simplemente 
contando las gracias y las bendiciones que esta nuestra celestial bienhechora concede en cada momento a la doliente humanidad. 

3.° Dos fuentes de gracias para nosotros son: recomendar preventivamente en todas las ocasiones que podamos aprovechar para inculcar 
a nuestros jóvenes alumnos que se acerquen, para honrar a María, a los santos Sacramentos o hagan siquiera alguna obra de piedad. 

Que el oír con devoción la santa misa, visitar a Jesús Sacramentado, recibir con frecuencia la comunión sacramental o, al menos, 
espiritualmente, son cosas que agradan mucho a María y un medio poderoso para alcanzar gracias especiales. 

LAS VOCACIONES ECLESIASTICAS 

Dios suscitó a la pobre Congregación Salesiana para promover las vocaciones eclesiásticas entre la juventud pobre o de inferior 
condición. 

Las familias acomodadas están generalmente demasiado contaminadas por el espíritu del mundo, que desgraciadamente beben muy a 
menudo sus hijos, a los que hacen perder de este modo el germen de vocación, que Dios ((262)) ha sembrado en su corazón. Si este espíritu 
se cultiva y se desarrolla, llega a madurez y da abundantes frutos. De lo contrario, no sólo el germen de vocación, sino a menudo la 
vocación 
229 

misma, ya nacida y crecida con buenos auspicios, queda ahogada o languidece y se pierde. 

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Los periódicos, los libros malos, los compañeros y las conversaciones indiscretas en familia son, a menudo, causa funesta de la pérdida 
de las vocaciones y, no raras veces, por desgracia, el estrago y extravío de los mismos, que han hecho ya la elección de estado. 

Recordemos que nosotros regalamos un gran tesoro a la Iglesia cuando procuramos una buena vocación y hacemos que esta vocación o 
este sacerdote vaya a la Diócesis, a las Misiones o a una casa religiosa; siempre será un gran tesoro que se regala a la Iglesia de Jesucristo. 

Pero no se aconseje a cualquier jovencito, si no está seguro de conservar la virtud angélica en el grado establecido por la sana Teología. 
Transíjase en cuanto a la mediocridad de talento; pero no en cuanto a la falta de la virtud de que hablamos. 

LA OBRA DE MARIA AUXILIADORA 

Cultivad la obra de María Santísima Auxiliadora, de acuerdo con el programa que ya conocéis. Por falta de medios, no dejéis nunca de 
recibir a un joven, que dé buenas esperanzas de vocación. Gastad todo lo que tenéis; si es preciso, id incluso a pedir limosna y, si después 
de esto os encontráis faltos de medios, no os apesadumbréis, pues la Santísima Virgen os auxiliará de alguna manera, aun prodigiosamente 

VOCACION A LA CONGREGACION SALESIANA 

El trabajo, la buena y ejemplar conducta de nuestros hermanos ganan y, por así decir, arrastran a sus alumnos a imitar sus ejemplos. 
Háganse sacrificios económicos y personales, pero practíquese el sistema preventivo y tendremos vocaciones en abundancia. 

Si no se pueden suprimir, procúrese al menos disminuir los días de vacaciones, por cuanto fuere posible. 

La paciencia y la dulzura, las cristianas relaciones de los Maestros con los alumnos, despiertan muchas vocaciones entre ellos. Pero 
también aquí póngase mucha atención para no aceptarlos nunca entre los Socios, y menos todavía para el estado eclesiástico, si no hay 
certeza moral de conservar la virtud angelical. 

Cuando el Director de una de nuestras casas descubra a algún alumno de costumbres sencillas, de buen carácter, procure ganarse su 
amistad. Dígale a menudo alguna palabra, escúchele de buena gana en la confesión, encomiéndese a sus oraciones; asegúrele que reza por 
él en la santa misa; invítele, por ejemplo, a comulgar en honor de la Bienaventurada Virgen o en sufragio de las almas del Purgatorio, por 
sus parientes, por sus estudios y cosas parecidas. 

((263)) Al acercarse el final de sus estudios de bachillerato, convénzale para seguir la vocación, el lugar que él considera más provechoso 
para su alma y que más le consolará en la hora de la muerte. 

Compare la situación de su conciencia y observe si era mejor en su casa, durante las vacaciones o en el colegio, etc. 

Pero trate de impedir la vocación eclesiástica en aquellos que quisiesen abrazarla para ayudar a la propia familia por el motivo de ser 
pobre. En estos casos, aconséjese tomar otro camino, otra profesión, un arte, un oficio, pero jamás el estado eclesiástico. 
230 

ASPIRANTES 

Entendemos aquí por aspirantes a los jovencitos que desean seguir un plan de vida cristiana, que los haga dignos para ingresar en su día 
en la Congregación Salesiana, bien como clérigos, bien como hermanos coadjutores. 

Dedíquese a ellos especial cuidado. Pero admítase únicamente en esta categoría a los que tienen intención de hacerse Salesianos o que, al 
menos, no se opongan a ello cuando sea ésta la voluntad de Dios. 

Déseles una conferencia especial por lo menos dos veces al mes. 

Trátese en estas conferencias de lo que un jovencito debe hacer o evitar para llegar a ser un buen cristiano. El Joven Cristiano 
proporciona los principales temas sobre esta materia. Pero no se les hable de nuestras reglas en particular, ni de los votos, ni de abandonar 
su casa o a sus padres; son cuestiones que se abrirán paso en su corazón, sin convertirlas en tema de razonamiento. Téngase muy presente 
el gran principio: hay que darse a Dios más temprano o más tarde; y Dios llama bienaventurado al que se consagra a Dios en la juventud. 
Beatus homo cum portaverit iugum ab adolescentia sua. Al fin y a la postre, más tarde o más temprano, por amor o por fuerza, con todos 
sus halagos, parientes, amigos y casa hay que dejar el mundo, hay que dejarlo todo y dejarlo para siempre. 

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ACEPTACION DE LOS NOVICIOS 

Los aspirantes, probados y conocidos como se acaba de decir, pueden fácilmente admitirse entre los novicios. No así, cuando se trate de 
los que viven o hacen sus estudios fuera de nuestras casas. Estos deben seguir fielmente las normas establecidas por nuestras constituciones 
para los aspirantes. 

LOS NOVICIOS 

El tiempo de la prueba verdadera o noviciado es para nosotros como una criba para conocer el buen trigo y quedarnos con él si conviene. 
Por el contrario, hay que escardar la mala hierba y, después, echarla con la cizaña fuera de nuestro jardín. 

((264)) Nótese bien que nuestra Congregación no ha sido fundada para los que llevaron una vida mundana y luego quieran venir con 
nosotros para convertirse. Nuestra Congregación no es para ellos. Nosotros necesitamos socios seguros y probados en la virtud. Vengan, 
mas no para perfeccionarse a sí mismos, sino para ejercitarse en la perfección cristiana y librar de los inmensos y graves peligros, en que 
generalmente se encuentran los muchachos pobres y abandonados. Los que ya fueron víctimas de las miserias humanas, que naufragaron en 
la fe o en las costumbre; ésos no se hagan sacerdotes o encaminénse a órdenes claustrales o penitentes. Durante el año de prueba, obsérvese 
cuidadosamente su salud, su moralidad, su ciencia y dése cuenta exacta de ello al Capítulo Superior. Pero el Director del Noviciado 
procure no presentar nunca para la aceptación a aquellos novicios de cuya moralidad no estuviese seguro concienzudamente 1. 

1 Subrayado por don Bosco. 
231 

ACEPTACION 

Para la aceptación, síganse las normas prescritas por la santa Iglesia, por nuestras Constituciones y por las deliberaciones capitulares, ya 
sea para la aceptación al noviciado, ya sea para la aceptación definitiva a la profesión religiosa. Dígase el pro y el contra de cada candidato 
pero la votación sea siempre secreta 1, de modo que un miembro del Capítulo no conozca el voto del otro. 

DESPIDOS 

En los despidos debemos imitar al jardinero, que escarda y echa fuera de su jardín las hierbas malas o simplemente inútiles. Pero téngase 
muy presente que, a menudo, la conciencia meticulosa induce a temer sobre la vocación, hasta cuando no hay motivo alguno para temer. 
Por consiguiente, examínese a fondo el motivo o motivos por los que se pide el despido. Y no se conceda sino cuando lo reclame un 
motivo grave 2; esto es, cuando la permanencia del socio en la Congregación fuese de grave daño espiritual o también temporal para él 
mismo o para la Congregación. 

En estos casos obsérvese si basta un despido ad tempus o si debe ser definitivo. Pero guárdense siempre todas las consideraciones con el 
que va a ser despedido y háganse incluso sacrificios, a fin de que el socio salga en buena armonía y amistad con la Congregación. Pero, de 
ordinario, no se tengan con él más relaciones que las que convienen al buen cristiano. Y no se le ofrezca hospitalidad, sino en los casos de 
verdadera y demostrada necesidad, y siempre momentáneamente. 

((265)) Cuando un socio se marcha, ayúdesele a encontrar una colocación o por lo menos un puesto, donde pueda ganar honestamente el 
sustento. 

VIDA COMUN 

Hágase toda clase de esfuerzos para mantener la vida común. Los Superiores manden y exijan lo que cada uno puede hacer y no más. 
Pero, cuando a un novicio le falta la salud para cumplir los deberes que prescriben nuestras reglas, no se le puede aceptar para la profesión 
religiosa y, si su mal parece crónico, devuélvasele a la casa paterna. Pero si se trata de un profeso, quédese con nosotros y guárdensele los 
debidos miramientos. Pero no se olvide nunca que somos pobres y nadie pretenda atenciones superiores a la condición de una persona, que 
está consagrada a Dios con el voto de pobreza. Sin embargo, guárdense especialísimos miramientos con aquellos que, con sus trabajos o de 
otra manera, hayan aportado notable provecho a la Congregación. Es más, cuando pueda serles útil un cambio de clima, de alimento o ir a 

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respirar el aire de su pueblo natal, hágase esto, mas siempre con el dictamen del médico. 

Pero limítense estos miramientos al tiempo de la enfermedad y de la convalecencia, y cuídese para que no se conviertan en una segunda 
mesa. Esto sería la peste de la vida común. Por consiguiente, cuando un convaleciente puede volver a la mesa de los hermanos, hágase; 
pero guárdesele siempre atención especial en las ocupaciones y no se le confíen trabajos superiores a sus fuerzas. 

1 Subrayado por don Bosco. 

2 Letra cursiva de don Bosco. 

En este importante asunto, procédase con suma caridad, prudencia y energía, pero en todo y siempre con la debida discreción, caridad y 
dulzura. 

LA PRENSA 

En mis sermones, en mis conversaciones y en los libros que escribí, hice siempre cuanto pude para sostener, defender y propagar 
principios católicos. Sin embargo, si se encontrase en ellos alguna frase, alguna palabra, que contuviese una sola duda o no quedase 
suficientemente explicada la verdad, quiero revocar, rectificar todo pensamiento o sentimiento menos exacto. Someto, además, todo dicho, 
escrito o impreso a cualquier determinación, corrección o simple consejo de la santa Madre Iglesia Católica. 

En cuanto a los impresos y reimpresos recomiendo todavía más. 

Algunas de mis obritas fueron publicadas, sin que yo las revisara y otras contra mi voluntad; por lo cual: 

1.° Recomiendo a mi sucesor que haga o mande hacer un catálogo de todas mis obritas, pero de la última edición de cada una. 

2.° Y, si fuese necesario reimprimir alguna, donde hubiera errores de ortografía, cronología, lenguaje o sentido, corríjanse para bien de la 
ciencia y de la religión. 

((266)) 3.° Si hubiese que imprimir alguna de mis cartas en italiano, póngase gran atención al sentido de las palabras y a la doctrina, 
porque la mayor parte de ellas fueron escritas precipitadamente y, por tanto, con peligro de muchas inexactitudes. Tocante a las cartas en 
francés, por cuanto se pueda, quémense; pero, si por acaso alguien quisiera imprimir algunas, recomiendo que sean leídas y corregidas por 
quien conozca la lengua francesa a fin de que las palabras no expresen un sentido no querido y proporcionen la burla o el desprecio de la 
religión, en defensa de la cual se escribieron. 

Y quien supiera noticias o hechos conservados de memoria o recogidos taquigráficamente, sean atentamente examinados y corregidos, de 
modo que no se publique nada que no esté exactamente conforme con los principios de nuestra santa religión católica. 

EL DIRECTOR DE UNA CASA CON SUS HERMANOS 

El Director debe ser modelo de paciencia y de caridad con los hermanos que de él dependen y por tanto: 

1.° Debe asistirlos, ayudarlos, instruirlos acerca de la manera de cumplir sus propios deberes, pero nunca con palabras ásperas u 
ofensivas 1. 

2.° Demuestre que les tiene gran confianza; trate con benevolencia los asuntos que les interesan. No haga nunca un reproche ni dé jamás 
avisos severos en presencia de otros: procure hacerlo in camera caritatis, es decir, suavemente y siempre en privado. 

3.° Cuando los motivos de estos avisos o reproches fuesen públicos, también será necesario avisar públicamente; pero, lo mismo en la 
iglesia que en las conferencias especiales, no se hagan alusiones personales. Los avisos, los reproches, las alusiones hechas en público 
ofenden y no consiguen la enmienda. 

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1 Letra cursiva de don Bosco. 
233 

4.° No se olvide nunca el coloquio mensual por cuanto sea posible; y, en el mismo, todo Director sea el amigo, el hermano, el padre de 
sus subordinados. Dé tiempo y libertad a todos para exponer sus reflexiones, manifestar sus necesidades y sus intenciones. El, por su parte, 
abra a todos su corazón sin manifestar rencor alguno, ni recordar las faltas pasadas, si no es para dar paternales avisos o llamar 
caritativamente al cumplimiento del deber a quien fuese negligente. 

5.° No trate nunca de materias relacionadas con la confesión, a no ser que el hermano se lo pida. En estos casos no tome nunca 
determinaciones que hayan de llevarse a cabo en el fuero externo, sin estar muy de acuerdo con el socio de quien se trata. 

6.° Las más de las veces el Director es el confesor ordinario de los hermanos. Procure con prudencia dar amplia libertad a quien 
necesitase confesarse con otro. Pero quede bien claro que estos confesores particulares ((267)) deben ser siempre conocidos y aprobados 
por el Superior, según nuestras reglas. 

7.° Como quiera que quien va en busca de confesores extraordinarios demuestra tener poca confianza con el Director, debe éste abrir los 
ojos y prestar particular atención sobre la observancia de las otras reglas y no confiar a aquel hermano ciertas incumbencias, que pareciesen 
superiores a sus fuerzas morales o físicas. 

N. B. Lo que digo aquí no tiene que ver nada con los confesores extraordinarios, que el Superior, Director, Inspector, tendrán cuidado de 
proporcionar en tiempo oportuno. 
8.° En general, el Director de una casa trate a menudo y con mucha familiaridad con los hermanos, insistiendo en la necesidad de la 
observancia uniforme de las Constituciones y, por cuanto es posible, recuerde incluso las palabras textuales de las mismas. 

9.° En los casos de enfermedad, obsérvese lo que prescriben las reglas y establecen las deliberaciones capitulares. 

10.° Sea fácil en olvidar los disgustos y las ofensas personales y, con la benevolencia y los miramientos, esfuércese por vencer, o mejor, 
por corregir a los negligentes, desconfiados y sospechosos. Vincere in bono malum. 

A LOS HERMANOS QUE VIVEN EN LA MISMA CASA 

1.° Todos los hermanos Salesianos, que viven en la misma casa, deben formar un solo corazón y una alma sola con su Director. 

2.° Pero tengan grabado en la memoria que la peor peste a evitar es la murmuración. Háganse todos los sacrificios posibles, pero nunca 
se toleren las críticas acerca de los Superiores. 

3.° No censurar las órdenes dadas por los Superiores en familia, ni desaprobar lo oído en los sermones, en las conferencias escritas o 
impresas en los libros de algún hermano. 

4.° Sufra cada uno para la mayor gloria de Dios y en penitencia de sus pecados, mas, para provecho de su alma, huya las críticas en las 
cosas de administración, en el vestido, en la comida y habitación, etc. 

5.° Recordad, hijos míos, que la unión entre el Director y los súbditos y el acuerdo entre los mismos forma en nuestras casas un 
verdadero paraiso terrenal. 

6.° No os recomiendo penitencias o mortificaciones especiales; tendréis gran mérito y seréis la gloria de la Congregación, si sabéis 
soportar recíprocamente los trabajos y disgustos de la vida con cristiana resignación. 
234 

7.° Dad buenos consejos siempre que se os presente la ocasión, especialmente cuando se trata de consolar a un afligido, ayudarle a 
superar alguna dificultad o hacer algún servicio, ya sea cuando uno goce de salud como cuando se encuentre enfermo. 

((268)) 8.° Cuando se llega a saber que se acusa a la casa de algo reprochable, especialmente si pudiera interpretarse contra la santa ley 
de Dios, comuníquese con respeto al Superior. Este sabrá usar la debida prudencia para promover el bien e impedir el mal. 

9.° Con respecto a los alumnos, aténgase cada uno al reglamento de la casa y a las deliberaciones tomadas para mantener la disciplina y 
la moralidad entre los estudiantes y los aprendices. 

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10.° Cuide cada uno con toda la solicitud posible de cumplir los cometidos que le fueron confiados, en lugar de hacer observaciones 
acerca de lo que hacen los demás. 

RECUERDO FUNDAMENTAL OBLIGATORIO
PARA TODOS LOS QUE TRABAJAN EN LA CONGREGACION


Se manda y se recomienda a todos estrictamente, ante Dios y ante los hombres, tener cuidado de la moralidad entre los Salesianos y entre 
aquellos que, de cualquier manera y bajo cualquier título, nos fueren encomendados por la Divina Providencia. 

ANOTO AQUI LO QUE HUBIERA DEBIDO DECIR
EN OTRA PARTE


Se aconseja al Director de la casa y a todos los demás Superiores ordinarios que, durante los ejercicios espirituales, dejen de confesar a 
sus subordinados y, por cuanto fuere posible, se sirvan de los confesores o predicadores extraordinarios. Si éstos no bastan, procúrese que 
los ayuden otros confesores conocidos. Y, si en ciertos casos fuese necesario hacer alguna excepción en esto, queda a juicio del Superior. 

Cuando un hermano choca con la autoridad eclesiástica de una ciudad, lugar o diócesis, proceda el Superior con la necesaria prudencia y 
destínele a otro empleo. 

Asimismo, cuando un hermano tropezase con la rivalidad u oposición de sus hermanos, es conveniente que se le cambie de casa o de 
ocupación. Pero sea siempre amigablemente avisado de sus defectos y dénsele las normas para regularse mejor en adelante y evitar las 
discordias. 

CON LOS EXTERNOS 

Hay que tolerar mucho a los externos e, incluso, resignarse a recibir algún daño antes que llegar a pleitos. 

Súfrase cuanto se pueda honradamente con las autoridades civiles y eclesiásticas, pero no se acuda a pleitos en tribunales laicos. 

Pero, como quiera que, a pesar de los sacrificios y de toda buena voluntad, a veces hay que afrontar pleitos y litigios, aconsejo y 
recomiendo que se ((269)) confíe la contienda a uno o dos árbitros con plenos poderes, sometiendo el fallo a su parecer, cualquiera que éste 
sea. 
235 

De este modo, queda a salvo la conciencia y se pone término a negocios que, de ordinario, son muy largos y costosos y en los que 
difícilmente se mantiene la paz del corazón y la caridad cristiana. 

Por el bien de cada socio y de toda nuestra Congregación, no se mezcle ninguno con dineros, empleos o recomendaciones que tengan 
relación con parientes o amigos. 

Si se presentan graves motivos, por los que alguien deba ocuparse de semejantes asuntos, hable de ello con su Superior y aténgase 
estrictamente a su parecer.Obsérvese sin alteración la norma de no firmar nunca letras de cambio, ni salir fiadores de pagos ajenos. La 
experiencia nos dio a conocer que siempre nos produjo daño y disgusto. 

Si se puede, hágase algún servicio, dése también algún subsidio, pero dentro de los límites que aconseje y permita el Superior respectivo. 

PARA LAS HERMANAS DE MARIA AUXILIADORA 

Los Salesianos deben observar fielmente con las Hijas o Hermanas de María Auxiliadora lo que ha sido establecido en las deliberaciones 
capitulares. 

No hay que parar mientes en trabajos, gastos, ni molestias de ningún género a fin de regular nuestras relaciones con la Iglesia y nuestras 
mismas constituciones lo han establecido. 

Fin de Página: 236 


VOLUMEN XVII Página: 236 

Para tratar asuntos materiales, no estén nunca solos los religiosos y las religiosas, sino que procuren estar siempre asistidos, o estén por 
lo menos a la vista de otros. Numquam solus cum sola loquatur. 

Para ingresar en el Instituto de María Auxiliadora evítese recibir a quien no goce de buena salud y no dé fundada esperanza de verdadera 
obediencia. 

Téngase presente que las virtudes no adquiridas durante el tiempo del noviciado, de ordinario, ya no se adquieren. 

Ninguna Hermana conserve después de la profesión religiosa bienes inmuebles, ni para sí ni para la comunidad religiosa a que 
pertenecen. Se hará excepción de las posesiones necesarias para fundar casas de educación o sanatorios para conservar la salud. 

Ni de veras ni de burlas, ni por otras razones o pretextos se digan palabras, que sirvan para mover a risa o despertar estimación y 
benevolencia de personas del otro sexo. Léanse y compréndase bien estas palabras y dense de ellas repetidas explicaciones. 

La Superiora General, las Directoras de las casas no permitan familiaridad alguna con personas seglares de cualquier género. 

((270)) Cuando haya verdadera necesidad intervenga una asistenta y obsérvense las prescripciones de las reglas respectivas. 

No guarde consigo la Superiora ninguna cantidad de dinero si no es para determinados asuntos y solamente el tiempo necesario para los 
asuntos a resolver. 

Lo que se dice de la Superiora General debe decirse de todas las Directoras de las demás casas. 

En estas y otras cosas semejantes, aténganse todas sin resistencia a los consejos y órdenes del Superior mayor. 

Nunca se hagan construcciones, sin ponerse de acuerdo previamente con el mismo. 

1.° Cuando hay que tratar asuntos de cierta importancia en el Capítulo Superior o 
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en el Capítulo General, así los Salesianos como las Hermanas, procúrese proponer previamente por escrito o de viva voz, lo que se quiere 
tratar. 

2.° Dése a todos amplia libertad para hablar sobre los temas a favor o en contra, según el propio parecer de cada uno ante Dios, mas, para 
las deliberaciones, empléese la votación secreta. 

3.° Pónganse secretamente en una bolsita o recipiente cualquiera, nueces o avellanas o alubias, etc., de distinto color y saque cada uno un 
fruto. El negro será negativo y el blanco afirmativo. 

4.° Pero, una vez establecida la mayoría en una deliberación, ya no se cambie si no es con otra deliberación, en la que tome parte todo el 
Capítulo. 

5.° Téngase mucho cuidado en ejecutar pronto las cosas deliberadas y vigilen todos atentamente para que las deliberaciones no se 
contradigan unas con otras. 

Es un gran error y un trabajo inútil, cuando no se ejecutan las cosas propuestas en Capítulo y aprobadas y después echadas en olvido. 

Procuren todos evitar la novedad de las propuestas en las conferencias o en los capítulos; y hágase de modo que (se) admitan 
normalmente las cosas aprobadas anteriormente por la tradición, las reglas o los capítulos generales y particulares. 

EN LAS DIFICULTADES 
Cuando, en un pueblo o ciudad, se os presente alguna dificultad por parte de una autoridad espiritual o temporal, procurad proceder de 
modo que os podáis presentar para dar razón de lo que habéis hecho. 
La explicación personal de vuestras buenas intenciones disminuye mucho y, a menudo, hace desaparecer las hostiles ideas, que pueden 
formarse en la mente de algunos. 
Si se trata de infracciones legales, pídase disculpa o, por lo menos, dése una respetuosa explicación; pero, si es posible, siempre a solas. 

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VOLUMEN XVII Página: 237 

((271)) Esta manera de proceder es muy conciliadora y, muy a menudo, gana la benevolencia de los mismos adversarios. 

Esto es lo que recomienda Dios: responsio mollis frangit iram. O también la máxima de san Pablo: Cháritas Dei benigna est, patiens est, 
etc. 

Sigan la misma regla los Directores de las Casas con sus inferiores. Hablaos, daos las explicaciones debidas y, fácilmente, os pondréis de 
acuerdo, sin llegar a romper la caridad cristiana contra los intereses de nuestra misma Congregación. 

Y si queréis alcanzar mucho de vuestros alumnos, no os mostréis nunca agraviados ni ofendidos contra alguno. Tolerad sus defectos, 
corregidlos, pero olvidadlos. 

Mostraos siempre afectuosos con ellos y hacedles ver que todos vuestros esfuerzos tienen por mira hacer el bien a sus almas. 

RECOMENDACION FUNDAMENTAL A TODOS LOS SALESIANOS 
Amad la pobreza, si queréis mantener en buen estado las condiciones económicas de la Congregación. 
Haced que ninguno tenga que decir: Este mueble no está conforme con la pobreza; esta mesa, este vestido, esta habitación no es la de un 

pobre. Quien da motivos razonables para estos juicios, ocasiona un verdadero desastre a nuestra Congregación, que debe gloriarse siempre 
del voto de pobreza. 
237 

íAy de nosotros, si aquellos de quienes esperamos caridad, pueden decir que llevamos una vida más acomodada que la suya! 

Se entiende que esto debe practicarse rigurosamente, siempre que nos encontremos normalmente sanos, porque, en caso de enfermedad, 

han de guardarse todos las atenciones, que permiten nuestras reglas. 

No olvidéis que siempre será para vosotros un día feliz, cuando logréis vencer con favores a un enemigo o ganaros la amistad de alguno. 

Que nunca se ponga el sol sobre vuestra ira, ni recordéis jamás las ofensas perdonadas; no volváis a mentar el daño, la ofensa olvidada. 

Digamos siempre de corazón: Dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Pero con un olvido absoluto y 
definitivo de todo lo que en el pasado nos haya ocasionado algún ultraje. Amemos a todos con amor de hermanos. 

Todo esto sea observado ejemplarmente por los que ejercen alguna autoridad sobre los demás. 

RECOMENDACIONES PARA MI MISMO 
Queridos jóvenes, os recomiendo a vosotros, que habéis sido siempre la delicia de mi corazón, la comunión frecuente en sufragio de mi 
alma. 
Mediante la comunión frecuente, seréis estimados por Dios y por ((272)) los hombres y María os concederá la gracia de recibir los santos 
sacramentos en los últimos momentos de vuestra vida. 
Vosotros, sacerdotes y clérigos salesianos; vosotros, parientes y amigos de mi alma, rezad, recibid a Jesús Sacramentado en sufragio de 
mi alma, para que me abrevie el tiempo del purgatorio. 
Así expresados los pensamientos de un padre a sus amados hijos, me vuelvo ahora a mí mismo para invocar la misericordia del Señor 

sobre mí en las últimas horas de mi vida. 

Quiero vivir y morir en la santa católica religión, cuya cabeza es el Romano Pontífice, Vicario de Jesucristo sobre la tierra. 

Creo y profeso todas las verdades de la fe, que Dios ha revelado a la Santa Iglesia. 

Pido humildemente perdón a Dios de todos mis pecados, especialmente de todo escándalo, dado a mi prójimo con mis acciones, con mis 
palabras dichas a destiempo; pido, además, de una manera particular, perdón de los excesivos miramientos tenidos conmigo mismo con el 
especioso pretexto de conservar la salud. 

Fin de Página: 238 


VOLUMEN XVII Página: 238 

Debo, además, pedir perdón si alguno observó que muchas veces fui demasiado breve en la preparación y en la acción de gracias de la 
santa misa. A veces me obligaba a ello, en cierto modo, la multitud de personas, que me rodeaban en la sacristía y me quitaban la 
posibilidad de rezar antes y después de la santa misa. 

Sé que vosotros, amados hijos, me queréis, que vuestro amor, vuestro afecto no se limite a llorar después de mi muerte; rezad por el 
eterno descanso de mi alma. 

Recomiendo que hagáis oraciones, obras de caridad, mortificaciones, santas comuniones, todo para reparar las negligencias cometidas en 
hacer el bien o impedir el mal. 

Elevad vuestras oraciones al cielo con el fin especial de que yo encuentre perdón y misericordia, en el primer momento en que me 
presente ante la tremenda Majestad de mi Creador. 
238 

EL PORVENIR 

Nuestra Congregación tiene ante sí un feliz porvenir preparado por la Divina Providencia, y su gloria será duradera mientras se observen 
fielmente nuestras reglas. 

Cuando empiecen entre nosotros las comodidades y el aburguesamiento, nuestra pía Sociedad habrá llegado al término de su existencia. 

El mundo nos recibirá siempre con agrado, mientras nuestros afanes vayan encaminados a los salvajes, a los niños más pobres, más 
abandonados por la sociedad. Este es nuestro verdadero bienestar, que ninguno vendrá a arrebatarnos. 

No se funden casas, si no se tiene el personal necesario para su dirección. 

((273)) No haya muchas casas próximas. Si una casa está distante de la otra, los peligros son mucho menores. 

Una vez comenzada una misión en el extranjero, hay que continuarla con energía y sacrificio. El esfuerzo tenga siempre por mira crear y 
organizar escuelas y sacar de ellas alguna vocación al estado sacerdotal eclesiástico o alguna Hermana entre las niñas. 

A su debido tiempo, llegarán nuestras misiones a China y precisamente a Pekín. Pero no se olvide que nosotros vamos para atender a los 
niños pobres y abandonados. Allí, entre pueblos desconocidos e ignorantes del verdadero Dios, se verán maravillas hasta ahora 
desconocidas y que nadie creería, pero que Dios poderoso manifestará al mundo. 

No se posean propiedades inmuebles, salvo las habitaciones que necesitamos. 

Cuando en una empresa religiosa vengan a faltarnos los medios necesarios económicos, suspéndanse; pero prosíganse las obras 
comenzadas, tan pronto como nuestras economías y sacrificios lo permitan. 

Cuando suceda que un Salesiano sucumba y deje de vivir trabajando por las almas, entonces diréis que nuestra Congregación ha 
alcanzado un gran triunfo y, sobre ella, descenderán copiosas las bendiciones del cielo. 

Al comienzo de este largo escrito, en una nota posterior autógrafa, dice don Bosco: «Téngase en cuenta que estas páginas fueron escritas 
en septiembre de 1884, antes que el Padre Santo nombrase un Vicario con derecho a sucesión; por consiguiente, modifíquese todo lo que 
sea necesario» 1. 

León XIII, preocupado por el porvenir de la Congregación Salesiana, si por acaso llegaba a faltar el fundador, hizo una propuesta que 
venía a modificar el régimen de la misma y también las normas establecidas para lo sucesivo. 

Entretanto, es curioso comprobar que, mientras el Papa se interesaba de una manera positiva por nuestro Santo, don Bosco, en la noche 
del 9 al 10 de octubre, tuvo un sueño que le ocupó todas las horas del descanso hasta el amanecer. 

Apenas se hubo quedado dormido, le pareció salir del Oratorio, 

1 Estas modificaciones se referían a los párrafos, donde se hablaba del Prefecto que, después de la muerte de don Bosco, ya no sería el 

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árbitro de la situación. El mismo introdujo más tarde las modificaciones, como hemos visto. 
239 

atravesar el patio, recorrer las calles de Turín, encontrándose con muchos ((274)) conocidos y llegando finalmente a la estación central del 
ferrocarril. Subió al tren y se dirigió a Roma, encaminándose inmediatamente al Vaticano. Iba pensando para sí que le sería muy difícil 
poderse entrevistar con el Santo Padre, porque Monseñor Macchi pondría un mundo de dificultades para impedir la audiencia. Con todo, se 
presentó a dicho prelado, que estuvo amabilísimo con él; al pedirle una audiencia con Su Santidad, le contestó que tratándose de asuntos de 
tanta importancia, habría que pasar necesariamente por encima de las formalidades de rigor y, sin más, le hizo entrar a ver al Papa. La 
entrevista duró dos horas. El Pontífice se entretuvo con don Bosco en prolongados y variados coloquios y entre otras cosas le dijo: 

-Tened cuidado de que los que piden formar parte de la Congregación sean: 1.° de carácter dócil; 2.° que estén dotados de espíritu de 
sacrificio, que no estén apegados a la patria, a los parientes, a los amigos y que renuncien incluso al regreso a la patria; 3.° que sean de 
moralidad segura. 

Este fue el argumento principal que ocupó la mayor parte del coloquio de la audiencia. Terminada ésta, don Bosco volvió a la estación, 
tomó el billete para Turín y, cuando estaba a punto de llegar, se despertó. 

Pues bien; en el mismo tren de aquella noche, de Roma a Turín iba una carta escrita por voluntad del Papa y dirigida a don Bosco. Servía 
de intermediario el Cardenal Alimonda. En ella, Monseñor Jacobini, secretario de Propaganda, decía entre otras cosas: «Su Santidad me ha 
ordenado en esta ocasión que le escriba sobre otro punto interesantísimo. El ve que la salud de don Bosco desmejora de día en día y teme 
por el porvenir de su Instituto. Quiere, pues, que Vuestra Eminencia Reverendísima, de la forma que lo sabe hacer, hable a don Bosco 
inculcándole la idea de designar la persona que él creyese idónea para sucederle, o para que desempeñase el cargo de Vicario con derecho a 
sucesión. El Santo Padre se reservaría el proveer de uno u otro modo, según creyese más prudente. Desea, pues, que Su Eminencia haga 
esto que se relaciona tan de cerca con el bien del Instituto». 

((275)) En la posdata rogaba al Cardenal le diese una inmediata respuesta. 

Recibida esta carta, el Cardenal Alimonda, la misma noche del 10 de octubre, acudió a hablar con don Bosco, deteniéndose a cambiar 
impresiones con él por espacio de una hora. El Santo acogió con muestras de vivo agradecimiento la invitación que se le hacía en nombre 
del Papa y prometió que informaría del caso lo más pronto posible 
240 

a los Capitulares y, una vez formulada la respuesta, sería enviada a Roma. Por tanto, en la primera reunión celebrada por el Capítulo 
Superior, el 24 de octubre, al final de la misma, se dio conocimiento de los deseos de Su Santidad y el mismo Siervo de Dios pidió el 
parecer de los presentes sobre la elección de la persona que le había de suceder, con estas palabras: 

-Tengo que exponer aún una cosa de gravísima importancia. El Santo Padre me ha comunicado que es deseo suyo que don Bosco se elija 
un Vicario con derecho a sucesión y administración. Con esto, el Vicario de Cristo demuestra el gran amor e interés que profesa a nuestra 
Congregación, siendo también una prueba de benevolencia al mismo don Bosco, queriendo que dependa de él la elección de su sucesor. Yo 
habría deseado que, después de mi muerte, los Hermanos, según las reglas, usasen de su derecho eligiendo el sucesor; pero, después de la 
carta del Papa, no sabría decir nada que no estuviese de acuerdo con ella. Cuando estuve este año en Roma, Su Santidad me dio a entender 
esta idea suya, diciéndome: «Vuestra salud no es buena; tenéis necesidad de ayuda, de ser asistido; es conveniente que tengáis a vuestro 
lado una persona que recoja vuestras tradiciones, que pueda hacer revivir tantas cosas que no están escritas y que, si lo están, no se 
interpretarían en su justo sentido». 

He meditado mucho sobre esto; por eso, pido al Capítulo me indique qué es lo que debo responder al Santo Padre. El Capítulo contestó 
que don Bosco escogiese a quien le pareciese mejor y todo se daría por bien hecho. 

El preguntó que, si antes de presentar al Papa el nombre de quien sería elegido, convendría consultar el voto de los Hermanos. La 
respuesta fue que no era necesario, que don Bosco nombrase su Vicario administrador con derecho a sucesión ((276)) y enviase el nombre 
del designado al Papa, el cual ciertamente lo aprobaría. Don J. B.ª Lemoyne, que fue testigo presencial de esta reunión, escribe: «Hubo un 
momento de solemne silencio, pues todos comprendían la importancia de esta decisión del Papa. Un sentido de ternura profunda invadió 
todos los corazones, porque parecía que los acontecimientos de cada día nos anunciaban, cada vez con más precisión, que don Bosco se 
aprestaba a abandonarnos». 

Don Bosco se tomó tiempo para deliberar y explicó mejor su pensamiento en la sesión capitular del día veintiocho en la que habló así: 

-Ahora se trata de nombrar un Vicario para don Bosco y que éste lo represente en todo: ante la Iglesia por la institución canónica, ante las 
leyes civiles por poder. Tal vez agradaría al Papa que don 

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241 

Bosco se retirase del todo y descansase; pero si yo me mantengo todavía en mi puesto ante el mundo, si no me equivoco, todavía podré 
hacer algún bien a la Congregación. Si continúo como Rector Mayor, aunque sólo sea de nombre, esto basta ante Francia, España, Polonia, 
etcétera. Solamente mi pobre existencia sirve para atraer la beneficencia. Pero necesito que haya uno a quien yo pueda confiar la 
Congregación y cargarla del todo sobre sus hombros, dejándole a él toda la responsabilidad. En este sentido, he hecho escribir al Sumo 
Pontífice, remitiéndome, empero, plenamente a sus decisiones. Hubiera escrito yo mismo, pero no logré acabar, sino después de varias 
peripecias y, por último, me di cuenta de que había terminado de escribir en otro papel, que estaba debajo de la carta. Mi pobre cabeza ya 
no aguantaba. Ya se ha enviado la carta. En cuanto llegue el rescripto pontificio, es preciso que cuidemos de poner al frente de la 
Congregación a uno que asuma la regencia con su plena responsabilidad. 

Don Juan Cagliero observó que, si el elegido fuese don Miguel Rúa, sería necesario que dejase el cargo de Prefecto y se buscase otro 
para aquel cargo. 

Don Bosco siguió diciendo: 

-Ahora hacemos todos lo que podemos; yo no tengo queja de ninguno; todos tienen buena voluntad, pero, hasta ahora, no había 
responsabilidad individual. ((277)) La única preocupación era juntar todas las fuerzas, para que uno no paralizase al otro. Tan pronto como 
tenga la contestación del Padre Santo, os la comunicaré. 

Al llegar a este punto, pidió a don Miguel Rúa que leyera la carta que el Padre Santo había hecho escribir a monseñor Jacobini con este 
fin. En ella, como hemos visto, se le proponía una de estas dos opciones: designar aquél, a quien don Bosco juzgase idóneo para sucederle, 

o bien, indicar a quien pudiese tomar en seguida el título de Vicario con derecho a sucesión. Don Bosco, pues, siguió diciendo. 
-Yo he propuesto al Padre Santo un Vicario general con derecho a sucesión, pero dejando todo en manos de su Santidad. Yo entregaré 
todos los poderes a este Vicario, pero con la intención de que sea completamente responsable, porque repito que esta responsabilidad no 
existía hasta ahora. Este Vicario tome para sí a otro Prefecto. Yo entonces me retiraré, veré, hablaré con mi Vicario y él hablará y mandará 
a otros hermanos ex officio. 

No sabemos a quién encargó escribir la carta para el Padre Santo; 
ciertamente no fue a don Joaquín Berto, el cual habría conservado el borrador original. Tal vez destruyó este borrador y, no queriendo que 
la noticia saliera todavía fuera del ámbito del Capítulo Superior, encargó 
242 

a don Juan Cagliero, de quien también se ocupaba la carta de monseñor Jacobini. La carta de don Bosco se entregó al cardenal Alimonda, 
quien, por medio del cardenal Nina, la entregó al Papa el día veintisiete de noviembre. En ella presentaba el nombre de don Miguel Rúa; 
pero, en la reunión capitular, no había dicho de ello nada, sin duda porque antes quería esperar el beneplácito del Padre Santo. «El jueves 
pasado, escribía a Monseñor Alimonda el cardenal Nina con fecha treinta de noviembre, día de mi audiencia ordinaria, cumplí el deber de 
presentar al Padre Santo la carta de don Bosco junto con la de Vuestra Eminencia. Su Santidad quedó muy satisfecho y tranquilo, al saber 
que el porvenir del Instituto Salesiano quedaría bastante bien asegurado, confiando su gobierno a don Miguel Rúa, cuando llegare a faltar 
el egregio don Bosco, ((278)) a quien, empero, conserve Dios muchos años; para él me encargó el Padre Santo le enviara una particular 
bendición apostólica». El Arzobispo informó de todo ello a don Bosco; después volvió a escribir al cardenal Nina el día diecinueve de 
diciembre, diciéndole acerca del asunto del Vicario: 

«Y, ante todo, tengo que darle las gracias por su última venerada carta, en la que tenía la bondad de comunicarme cómo el Padre Santo 
había aceptado gustoso el nombramiento del bonísimo don Miguel Rúa para Vicario general del Rvmo. don Bosco, con derecho a 
sucederle en el gobierno de la Congregación Salesiana. Don Bosco y sus religiosos se alegraron mucho con la buena noticia y mucho más 
con la bendición apostólica, por V. E. comunicada, y manifiestan por ello el agradecimiento a su amado Protector». 

Don Bosco no se apresuró a dar publicidad a la cuestión. El Padre Santo no había impuesto ni aconsejado ningún límite de tiempo; por 
otra parte, acostumbraba el Santo dejar que precediera un período de prueba a las decisiones importantes. Y, en este caso particularmente, 
al ampliar la esfera de la actividad de don Miguel Rúa, sin declarar el verdadero motivo de ello, preparaba los ánimos de los hermanos a 
aceptar de buen grado la medida que tomaba. Mientras tanto, don Bosco iba insinuando la idea de la necesidad de que don Miguel Rúa 
debía ocupar su puesto en muchas cosas y lo repetía con creciente frecuencia, presentando como motivo para ello su propia salud y la 
necesidad de ordenarlo todo poco a poco. 

Transcurrió así un año y, entonces, procedió don Bosco a la proclamación oficial; primero, en el Capítulo Superior; después, de viva voz 
a los hermanos del Oratorio y, por último, con una carta circular a todas las casas. 
243 

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El 24 de septiembre de 1885 habló a su Capítulo en estos términos: 

-Lo que debo deciros se reduce a dos cosas. La primera se refiere a don Bosco, que ya está medio acabado y necesita uno que haga sus 
veces. La segunda se refiere al Vicario general, que sustituya a don Bosco en lo que éste hacía y se encargue de todo lo que es necesario 
para la buena marcha de la Congregación; aunque, al tratar los negocios, estoy seguro de que él recibirá ((279)) siempre de buen grado las 
sugerencias de don Bosco y de los hermanos y, al tomar sobre sí esta carga, sólo querrá ayudar a la Pía Sociedad Salesiana, de suerte que, 
cuando yo muera, mi muerte no altere en absoluto la marcha de la Congregación. Por consiguiente, el Vicario debe tomar las providencias 
oportunas para que las tradiciones, que actualmente tenemos, se mantengan intactas. Así lo recomendó encarecidamente el Padre Santo. 
Las tradiciones se diferencian de las reglas, en cuanto que enseñan la manera de explicar y practicar las mismas reglas. Hay que procurar 
que estas tradiciones se mantengan después de mí y las conserven los que vengan después de nosotros. Mi Vicario general en la 
Congregación será don Miguel Rúa. Este es el pensamiento del Padre Santo, que me ha escrito por medio de monseñor Jacobini. Deseaba 
él proporcionar a don Bosco toda la ayuda posible y me preguntó quién me parecía que podría hacer mis veces. Yo respondí que prefería a 
don Miguel Rúa, porque es, además, uno de los primeros en orden al tiempo en la Congregación, porque hace ya muchos años ejerce este 
cargo y porque este nombramiento sería del agrado de todos los Hermanos. Su Santidad contestó, no hace mucho, por medio del 
eminentísimo cardenal Alimonda: Está bien, aprobando de este modo mi decisión. Por tanto, de hoy en adelante, don Miguel Rúa hará mis 
veces en todo y, lo que yo puedo hacer, puede hacerlo él; tiene los plenos poderes del Rector Mayor, a saber: aceptaciones, imposiciones 
de sotana, elección de secretario, delegaciones, etc. Pero, al nombrar Vicario a don Miguel Rúa, es preciso que siga totalmente en mi ayuda 
y ha de renunciar al cargo de Prefecto de la Congregación. Por consiguiente, valiéndome de las facultades que las reglas me otorgan, 
nombro Prefecto de la Congregación a don Celestino Durando, hasta ahora Consejero Escolástico. 

A continuación, don Miguel Rúa, don Celestino Durando y otros miembros del Capítulo, después de haber sido leído allí mismo el & 2.° 
cap. III de la Parte I de las Deliberaciones del segundo Capítulo general, observaron que era necesaria una modificación temporal del 
primer período de dicho párrafo segundo, concebido en estos términos: 
244 

((280)) «El Prefecto de la Sociedad, según nuestras Constituciones, es el que hace las veces del Rector Mayor. Lo suple en el gobierno 
ordinario de la Sociedad en caso de ausencia y en todo lo que le fuere encargado particularmente». Se propuso la siguiente modificación de 
este período: «El Prefecto de la Sociedad es el que hace las veces del Rector Mayor y de su Vicario en el gobierno ordinario etc.». El 
Capítulo aprobó esta añadidura. 

Don Bosco volvió a tomar la palabra: 

-Queda nombrado Consejero escolástico en lugar de don Celestino Durando don Francisco Cerruti, director de la casa de Alassio e 
inspector de la Inspectoría Ligur. Don Luis Rocca tomará la dirección de aquel colegio. Don Francisco Cerruti seguirá en el cargo de 
Inspector de Liguria, por lo mucho que debe tratar con las autoridades escolásticas y civiles de Alassio y de la provincia y porque lleva 
personalmente muchos asuntos aún sin terminar. Tan pronto como pueda, fijará su residencia en el Oratorio. Es de notar que estas 
variaciones sólo durarán hasta la celebración del Capítulo General, el cual nombrará según las reglas los miembros del Capítulo Superior. 

Por último, encargó al secretario don Juan Bautista Lemoyne que redactara la circular para la comunicación oficial del nombramiento del 
nuevo Vicario General. 

A los hermanos del Oratorio les hizo la comunicación en la fiesta de la Inmaculada. Aquella tarde dioles don Bosco la conferencia en el 
coro de la iglesia de María Auxiliadora; pero, antes, leyó don Juan Bautista Francesia la carta circular preparada para todas las casas, habló 
después el Siervo de Dios de otros temas, mas no sabemos que añadiera ningún comentario sobre la circular. 

En esta circular, apareció por vez primera el escudo oficial de la Congregación 1. Había sido impresa con la fecha de «Todos los Santos 
1885»; pero no se envió en seguida, porque don Bosco quiso volver a leerla y retocarla minuciosamente y entonces, puesta en ella la fecha 
definitiva, ((281)) «Fiesta de la Inmaculada Concepción de María Santísima de 1885», la mandó imprimir así: 

Carísimos hijos en Jesucristo: 

Atormentado por diversos achaques y sintiendo que merman cada día más mis fuerzas, experimentaba hace algún tiempo la necesidad de 
tener un alivio y un sostén en el cumplimiento de la misión, que la Divina Providencia me ha confiado. Veía la necesidad de tener uno, que 
me ayudase eficazmente a cumplir mis diversas ocupaciones 

1 Véase más adelante, pág. 316. 

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245 

y, además, estuviese encargado de todo lo que es indispensable para la buena marcha de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. Por 
eso, con este fin, pensé elegirme un Vicario, que me represente y sea otro yo; un Vicario, que tenga esto como cargo especial, a saber, que 
se mantengan intactas las tradiciones que hemos observado hasta ahora y se conserven después de mí por los que nos seguirán. Hablo de 
las tradiciones que son las normas prácticas para entender, explicar y practicar fielmente las reglas, tales y como fueron definitivamente 
aprobadas por la santa Iglesia y que forman el espíritu de nuestra Pía Sociedad. Porque es mi más vivo deseo que, llegada la hora de mi 
tránsito a la vida eterna, no se turben o cambien nuestras cosas lo más mínimo. 

Hace algún tiempo, mientras meditaba este plan, el Sumo Pontífice motu proprio me escribió por medio de S. E. monseñor Domingo 
Jacobini, arzobispo, preguntándome quién de nuestros hermanos me parecía más apto para hacer mis veces en la dirección suprema de la 
Pía Sociedad Salesiana. Yo, agradeciendo la benevolencia al Padre Santo, contesté proponiendo para Vicario mío a don Miguel Rúa, 
porque también, en orden al tiempo, es uno de los primeros de la Sociedad, porque hace ya muchos años que ejerce en gran parte este cargo 
y porque, por último, este nombramiento encontraría el pleno agrado en todos los Hermanos. Y el Padre Santo, hace pocas semanas, por 
medio de nuestro amadísimo Arzobispo, se dignaba declararme que esta propuesta era de su mayor agrado. Por lo cual, queridísimos hijos, 
después de haber rogado por mucho tiempo al Dador de todo bien, después de invocar las luces del Espíritu Santo y la especial protección 
de María Santísima Auxiliadora y de nuestro Patrono san Francisco de Sales, valiéndome de la facultad, que me concedió el Supremo 
Pastor de la Iglesia, nombro Vicario General mío a don Miguel Rúa, actualmente Prefecto de nuestra Pía Sociedad. De aquí en adelante, 
pues, hará mis veces en el pleno y entero gobierno de nuestra Pía Sociedad y, todo lo que yo puedo hacer, puede hacerlo él también con 
plenos poderes en todos los asuntos públicos y privados que se refieren a la misma Sociedad y sobre todo el personal, de que se compone 
la misma. No me cabe la menor duda de que el nuevo Vicario, al tratar de asuntos relevantes, aceptará siempre con gratitud los benévolos 
avisos y consejos que le fueren dados. 

((282)) Y a vosotros, mis queridísimos Hijos, os recomiendo que le prestéis la misma obediencia, que siempre habéis profesado al que 
llamáis Padre y os ama con amor paterno, esa obediencia que ha sido hasta ahora y será siempre, así lo espero, mi consuelo. 

Además y como consecuencia de esta elección, os notifico que, valiéndome de la facultad que me confieren nuestras Reglas, nombro 
Prefecto de la Pía Sociedad Salesiana a don Celestino Durando, exonerándolo del cargo de Consejero Escolástico que ocupaba hasta ahora 
mientras, en su lugar y para el cargo de Consejero Escolástico de nuestra Pía Sociedad, elijo y nombro a don Francisco Cerruti, 
actualmente Inspector de la Inspectoría Ligur y Director del Colegio de Alassio. Este, sin embargo, seguirá conservando todavía el cargo 
de Inspector hasta nuestras nuevas disposiciones. 

Con respecto a nuestras misiones de América del Sur, nombro a monseñor Juan Cagliero mi Provicario con plena autoridad sobre todo el 
personal y sobre todas las casas e inspectorías de aquellas regiones. 

En esta misma ocasión, creo haceros cosa grata, participándoos que mi salud ha mejorado bastante, y lo atribuyo a las caritativas 
oraciones que sé habéis elevado a Dios por mí. Os lo agradezco de corazón y os aseguro que las fuerzas y el tiempo que 
246 

Dios compasivo se digne concederme todavía, quiero que sean totalmente para bien de nuestra humilde Congregación y de nuestras almas. 

El Señor bendiga al nuevo Vicario, a los demás Superiores y a todos nuestros hermanos y haga de manera que todos seamos siempre un 
solo corazón y una sola alma para promover la gloria de nuestro Padre del Cielo y la santificación de nuestras almas. 

Fiesta de la Inmaculada Concepción de María Santísima. 

8 de diciembre de 1885 

Afectísimo en Jesucristo, JUAN BOSCO, Pbro. 1 

Don Miguel Rúa, por su parte, no había tardado tanto en asumir el cargo de Vicario. A mediados de octubre, se estableció junto a don 
Bosco, en la habitación que había ocupado antes don Joaquín Berto. ((283)) Don Bosco se mostraba visiblemente muy contento y aliviado 

2. 
Tenía don Miguel Rúa cuarenta y ocho años cumplidos, cuarenta de los cuales los había pasado con don Bosco. Hacía treinta años que 
gozaba de su intimidad, tenía plena devoción por su persona, estaba capacitado como ningún otro para comprenderlo y resuelto a dedicar 
toda su vida para ayudarlo en su misión. A todos les pareció el más idóneo que podía encontrarse en la Congregación para asumir el 
delicado cargo. Se vio en seguida cómo dejaba el porte severo exterior, pedido hasta entonces en él por los deberes de su cargo de Prefecto 
y cómo se presentaba con la amabilidad de quien tenía la obligación de representar dignamente la persona del Padre. El mismo don Bosco 

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le iba preparando a ello con sus consejos. Un día conversaba el Santo con algunos de los principales Superiores y dijo: 

-Esta noche soñé que me encontraba en la sacristía y quería confesarme. Vi a don Miguel Rúa de rodillas, pero casi no me atrevía a 
acercarme a él, porque le temía por ser demasiado riguroso. 

Todos se volvieron sonriendo a don Miguel Rúa y dijeron: 

-íBravo, bravo! íMete miedo hasta a don Bosco! 

Reía él también, pero en las palabras de don Bosco veía más que 

1 A la carta seguían dos notas: «Nota 1. Los Directores de cada una de las casas leerán esta carta, en la primera conferencia que den a 
nuestros queridos hermanos. Nota 2. Recuerdo lo que ya he recomendado en otras ocasiones, a saber, que en la dirección de las cartas y de 
todos los demás escritos públicos o privados, que no tratan de relaciones con la Autoridad Eclesiástica, no se usen nunca los títulos de la 
Congregación, sino únicamente los títulos civiles como Director, Doctor, Profesor, Maestro, Prefecto, etc. Así los misioneros, cuando 
escriban de América a Europa a un hermano, no usen el título de Padre, sino el de Rvdo. o Señor. 

2 Carta de don José Lazzero a monseñor Cagliero, Turín, 23 de octubre de 1885. 
247 

un sueño o una broma, una advertencia a despojarse de todo residuo de severidad 1. 

Pronto llegaron cartas de felicitación de todos los hermanos más representativos de la Congregación. Expresó muy bien el sentimiento 
general don Carlos Bellamy, que escribió desde París a don Miguel Rúa el día quince de diciembre: 

«Siempre fue un día feliz para nuestra pía Sociedad el de la Inmaculada Concepción y, este año, nuestra buena Madre nos ha regalado 
una noticia, que fue aceptada por todos los Salesianos como el más precioso, el más querido, el más deseado de los regalos, quiero decir su 
nombramiento oficial para el laborioso, pero dulce cargo de ser el Padre de nuestra Sociedad (...). Esta ha sido para nosotros una nueva 
prueba de que el Señor nos ama, un nuevo impulso para trabajar cada día ((284)) más, pues ya no se puede temer por el porvenir, 
sintiéndonos en las manos paternales, fuertes y santas de aquel a quien todos consideraban como otro don Bosco, como la regla salesiana 
viviente, como la forma de todo salesiano bueno y verdadero». 

La aceptación de los primeros meses continuó siendo viva y ardorosa después de la muerte del Santo, como se vio cuando el unánime 
sufragio de los electores llamó a don Miguel Rúa para recoger entera la herencia. En realidad, no había ninguna necesidad de esta elección; 
pero en el último volumen diremos cómo y por qué se hizo. 

1 J. B. FRANCESIA. Don Miguel Rúa, pág. 89. 
248 
((285)) 

CAPITULO XI 

EL PRIMER OBISPO SALESIANO 

EN el volumen anterior, hemos hablado de la erección de un Vicariato Apostólico en la Patagonia septentrional, de una Prefectura 
Apostólica en la Patagonia meridional y Tierra del Fuego, y del nombramiento de los respectivos titulares; seguiremos ahora la narración 
de las vicisitudes que siguieron a aquel hecho tan glorioso para nuestra Congregación, cuando apenas concluía el primer decenio después 
de la aprobación oficial canónica. 

El primer acto importante realizado por el nuevo Provicario Apostólico, don Juan Cagliero y por el nuevo Prefecto Apostólico, don José 
Fagnano, fue una respetuosa protesta contra una disposición llevada a cabo en Italia con perjuicio para las misiones católicas. En enero de 
1884 una sentencia definitiva, dictada por el Tribunal de Casación en Roma, había declarado a la Sagrada Congregación de Propaganda 
sujeta a la ley de conversión o plusvalía de los bienes inmuebles. Era éste un atentado contra la dignidad y libertad de la Santa Sede; pues, 
siendo la Congregación de Propaganda un noble instrumento para la difusión del Evangelio en el mundo, la sentencia hería directamente al 
papado en su misión apostólica y en el uso de los medios que a ésta se referían. 

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Los documentos de la fundación consideran precisamente a la Congregación de Propaganda como una emanación del supremo ministerio 
apostólico y, por tanto, debe ser mirada en la esfera de su actividad como una institución eminentemente cosmopolita y su patrimonio es 
propiedad de la gran ((286)) familia católica. No podía, pues, tolerarse la pretensión de sujetarla a las leyes particulares de un Gobierno 
aislado y al juicio de un tribunal local, declarándola incapaz de poseer jurídicamente y despojándola de sus bienes. Y como las vertientes 
de la cuestión eran dos, una diplomática y otra religiosa, la Secretaría de Estado dirigió para la primera una nota a los Nuncios ante los 
Gobiernos europeos, mientras que, para la segunda, la misma Congregación de Propaganda envió una relación a los Obispos de la 
catolicidad; para remate, el día dos de marzo, aniversario del nacimiento 
249 

y coronación de León XIII, dejó el Papa oír su voz de condena ante el Sacro Colegio de Cardenales, llegados para ofrecerle el homenaje de 
sus felicitaciones. 

Los Obispos de todo el mundo enviaron a la Santa Sede manifestaciones de adhesión, pero protestaron sobre todo los Superiores 
eclesiásticos de las misiones, con los cuales tenían el derecho y el deber de mostrarse solidarios los dos noveles Prelados misioneros 
salesianos. Don Juan Cagliero, una vez preparado el documento, refrendado también con la firma de don José Fagnano, lo envió el día 
primero de junio al Cardenal Simeoni, prefecto de Propaganda, deplorando en el atentado, no sólo el daño para la religión y la civilización, 
sino también la humillación de la patria italiana que, de este modo, iba a sufrir gran menoscabo en su prestigio e influjo en el extranjero 1. 

Don Juan Cagliero tenía que ir a su misión con el título de Provicario, pero no de Obispo; sólo más tarde sería elevado a la dignidad 
episcopal. Don Bosco, en cambio, acariciaba la idea de volver a enviarlo a América condecorado con el carácter episcopal; y los hechos 
inmediatos, como veremos, y otros posteriores demostraron la sabia oportunidad de este consejo. Este plan constituyó tema de 
conversación con el Cardenal Arzobispo, que, en Roma, había sido miembro de la Comisión cardenalicia encargada de estudiar el proyecto 
del Vicariato y de la Prefectura; por lo que, convencido él también de la conveniencia de que don Juan Cagliero fuera consagrado en 
seguida Obispo, ((287)) tenía naturalmente abierto el camino para ocuparse del asunto, pidiendo para ello la gracia del Padre Santo; como 
lo hizo con su carta del veintiséis de septiembre. Suplicaba al Papa aquel favor por tres motivos, a saber: como una satisfacción para don 
Bosco, para honra de la Congregación y para mayor facilidad y eficacia en el ejercicio del sagrado ministerio por parte del elegido 2. 
Después, como lo pedían las normas rituales, el cardenal Alimonda dejó la gestión en manos del Cardenal Protector, constituyéndolo 
árbitro de la oportunidad de dar paso o no a su súplica 3. 

El cardenal Nina juzgó que la cuestión era oportuna y de efecto seguro; por lo que pasó rápidamente la súplica al Prefecto de Propaganda 
para la debida presentación. Se encontró en el camino un momentáneo escollo; el cardenal Ferrieri, prefecto de Obispos y Regulares, se 
opuso a ello a brazo partido, convencido, como siempre, de 

1 Apéndice, Doc. núm. 29. 

2 Ap. Doc. núm. 30. 

3 Ap. Doc. núm. 31. 
250 

que la Pía Sociedad Salesiana tenía una existencia precaria y que, a la muerte de don Bosco, se desharía. Pero el Eminentísimo Nina decía 
y repetía que, de grado o por fuerza, había dos razones para hacer llegar a la conclusión de lo contrario, a saber, el extenderse maravilloso 
de los Salesianos y el bien incontestable que hacían; un poquito más tarde, pudo añadir todavía una tercera razón, es decir, el caso, único 
en la historia de las Ordenes religiosas, de que, viviendo el fundador, hubiese un acuerdo tan completo en la elección del sucesor. 

Vencidos fácilmente los obstáculos, la respuesta de Roma no podía ser más rápida ni más satisfactoria, tal y como se apresuraron a 
comunicar al cardenal Alimonda el cardenal Nina 1 y monseñor Jacobini, secretario de Propaganda. Este último le escribió el día nueve de 
octubre: «En la audiencia del pasado domingo escuchó el Padre Santo la súplica de don Bosco y consintió en dar el carácter episcopal a 
don Juan Cagliero, nuevo Provicario Apostólico en Patagonia. Creo que, después de esto, habrá que quitar al mismo el Pro, mas para ello 
aguardo a hablar del asunto ((288)) con el cardenal prefecto. Mientras tanto, ruégole avise al querido don Bosco, el cual se alegrará 
muchísimo. Le pido, si no es atrevimiento, felicite a don Bosco de mi parte por el nuevo honor que obtiene el Oratorio». 

Después de esta comunicación oficiosa, llegó la oficial de parte del cardenal Simeoni al cardenal Alimonda y a don Juan Cagliero. Decía 
al primero que el Santo Padre se había dignado consentir, en atención a la petición hecha por Su Eminencia y a los méritos de don Bosco; y 
notificaba al segundo que la finalidad de la elevación era para que la mayor potestad y dignidad hiciese su obra más eficaz y provechosa 
para la Misión. Don Juan Cagliero cumplió su deber dando las gracias a monseñor Jacobini, a los cardenales Simeoni y Nina y al Padre 
Santo 2. 

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VOLUMEN XVII Página: 251 

El Papa, con Breve del treinta de octubre, comunicado por el cardenal Prefecto de Propaganda, nombró a don Juan Cagliero Obispo 
titular de Mágida 3, publicando después el nombramiento en el Consistorio del trece de noviembre, en cuyo día anunció don Bosco 
oficialmente al Capítulo Superior la elección recientemente efectuada y los cambios que ella comportaba. La partida de monseñor Cagliero 
para América dejaba vacante el puesto de Catequista de la Congregación; pero don Bosco no quiso exonerarlo del cargo hasta el Capítulo 
General de 1886. Para el despacho de los asuntos fue su deseo, en un 

1 Ap. Doc. núm. 32. 

2 Ap. Doc. núm. 33 A-B-C-D. 

3 Ap. Doc. núm. 34. 
251 

primer momento, llamar a don Juan Bautista Francesia, pero después prefirió que lo supliera don Julio Barberis, maestro de novicios. 
Había motivos para temer, como diremos, que Monseñor tuviese que. volver a Italia por causas políticas, después de una corta residencia 
en Argentina. 

La sede episcopal de Mágida, como comúnmente se dijo y escribió, o de Mágido, como consta en los documentos oficiales, fue 
antiguamente sufragánea de Perge en Panfilia, provincia del Asia Menor. Se erigió en el siglo quinto, tuvo insignes Obispos ((289)) hasta 
el siglo noveno; después, arrastrada por el cisma de Oriente, quedó reducida a un mero título episcopal como muchas otras. El último 
titular había sido monseñor Bernardino Caldaioli, que había renunciado a ella en 1883 al asumir el gobierno de la iglesia de Grosseto. 

Un primer Obispo Salesiano, hijo del Oratorio en toda la extensión de la palabra, casi constituía la solemne consagración de la eficacia 
educativa de don Bosco. Sólo un educador como don Bosco podía sacar de un natural tan exuberante y rebelde a toda sujeción y en un 
ambiente tan falto de comodidades materiales un pastor de la Iglesia tan celoso. Había nacido en Castelnuovo de Asti en enero de 1838, 
quedó huérfano de padre en la infancia y su madre lo puso en manos de don Bosco el año 1851. Aquel año fue nuestro Santo a 
Castelnuovo a predicar el día de Difuntos y se encontró por vez primera con el jovencito revestido de monaguillo, que le acompañó hasta e 
púlpito. Después del sermón, su ojo sagaz advirtió en la sacristía que el muchacho lo miraba silencioso, como si tuviese ganas de hablarle y 
no se atreviese. El mismo le dirigió la palabra y le dijo: 

-Parece que tienes algo que decirme, »verdad? 

-Sí, señor, respondió rápidamente el muchacho. Quiero decirle que deseo ir con usted a Turín para seguir los estudios y hacerme cura. 

-Bueno, vendrás conmigo. El señor Párroco ya me ha hablado de ti. Di a tu madre que te acompañe esta tarde a la casa rectoral y allí nos 
entenderemos. 

La madre lo llevó. Don Bosco, que la conocía, díjole bromeando: 

-Mi buena Teresa, »es verdad que quiere venderme a su hijo? 

-íAh, no!, exclamó la buena mujer. En Castelnuovo se venden los terneros, pero los hijos se regalan. 

-Mejor todavía, si me lo regala, replicó don Bosco. Prepárele unos vestidos y un poco de ropa blanca y mañana me lo llevo conmigo. 
252 

((290)) Don Bosco lo llevó a Valdocco, le hizo cursar el bachillerato y le impuso la sotana, enviándolo más tarde al seminario arzobispal 
para hacer los estudios filosóficos y teológicos. Era un joven lleno de vida y dirigía la sacristía, la música, la gimnasia y la catequesis. 
Todavía clérigo, fue elegido por los socios de la naciente Congregación para formar parte del Capítulo Superior. Se ordenó de sacerdote el 
año 1862, mas no se dejó halagar por ciertas proposiciones de empleos lucrativos, sino que determinó quedarse para siempre con don 
Bosco. Hizo un curso de moral casuística bajo la dirección de su paisano don Juan Bautista Bertagna, se doctoró en Teología por la Regia 
Universidad de Turín y enseñó moral y hermenéutica en el Oratorio, al tiempo que atendía con celo al ministerio de la palabra de Dios y de 
las confesiones y se ocupaba sin descanso de la música, como ejecutante y compositor. En 1875 lo vimos al frente de la primera expedición 
de Salesianos a Argentina, donde en dos años de permanencia fundó cinco casas y preparó el terreno para la Misión patagónica. Recibió la 
orden de volver a Turín, dirigió el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y en calidad de visitador de la Congregación, recorrió toda 
Italia y, en nombre de don Bosco fundó diversas casas; para cuyo fin estuvo también dos veces en Francia, tres en España y una en 
Portugal. Era, pues, lo que ahora se dice, en el buen sentido de la palabra, un hombre experimentado. 

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Ya elegido Obispo, picábale una curiosidad. Unos treinta años antes, en 1855, estaban seis clérigos alrededor de don Bosco sentado a la 
mesa y, bromeando, conversaban con él sobre su porvenir. Don Bosco dijo: 

-Uno de vosotros será Obispo. 

Los clérigos eran Juan Anfossi, Juan Cagliero, Juan B.ta Francesia, Félix Reviglio, Miguel Rúa y Juan Turchi; todos ellos tomaron la 
cosa a broma, pues su humilde condición social y la modesta posición de don Bosco y del Oratorio parecían excluir toda verosimilitud de 
que les pudiese tocar tan alto honor. Además, en aquel tiempo, ninguno pensaba en las Misiones extranjeras. Pero una palabra de don 
Bosco no se olvidaba fácilmente; por eso, Cagliero se desvivía por saber qué se escondía bajo ((291)) aquel lejano vaticinio, que acababa 
de cumplirse en su persona. Preguntó, pues, al Santo por ello, y éste le contestó que se lo diría la víspera de su consagración. Aquella tarde 
le reveló el misterio en su habitación. 

El hecho se remontaba al 1854, cuando el joven Cagliero asistiendo a los atacados por el cólera, había contraído una infección 
tifoidea.Su estado no dejaba ya un hilo de esperanza. Don Bosco fue a verle 
253 

para disponerlo a una buena muerte y se detuvo en el umbral; una improvisa aparición cautivó su mirada. Una fulgurante paloma con un 
ramito de olivo en el pico revoloteaba por la estancia hasta que, dirigiéndose a la camita del enfermo y deteniendo el vuelo sobre la cabeza, 
tocóle los labios con las verdes hojitas, dejó caer el ramito sobre la cabeza y, lanzando destellos de luz deslumbradora, desapareció. Siguió 
después una segunda visión. Desaparecieron las paredes y una multitud de caras de salvajes se apiñaban alrededor de la cama y fijaban los 
ojos sobre el moribundo, casi temerosos por su suerte. Dos hombres especialmente se diferenciaban de los demás, uno de horrendo aspecto 
negruzco y el otro cobrizo muy alto y de aspecto guerrero; también ellos estaban inclinados con ansiedad sobre el muchacho. Todo se 
desarrolló con fulmínea rapidez y ninguno de los presentes se dio cuenta de nada. Comprendió el Santo que todavía no había sonado la 
hora suprema para Juanito. Parecióle poder reconocer en la paloma la plenitud de la gracia sacerdotal, en el ramito de olivo la predicación 
del evangelio de paz y, en aquellos bárbaros semblantes, tribus salvajes por convertir. Y he aquí que entonces se realizaba todo conforme a 
sus presagios. 

Monseñor Cagliero escuchó enternecido la narración; rogó después a don Bosco que tuviese a bien repetirla durante la cena a los 
Superiores del Capítulo. Don Bosco, que no sabía negarse cuando descubría algún bien, condescendió 1. 

((292)) La consagración episcopal quedó fijada para el siete de diciembre, de modo que el novel Obispo pudiera celebrar su primer 
pontifical al día siguiente, festividad de la Inmaculada. Para proveerle de vestiduras, objetos y ornamentos envió don Miguel Rúa una 
circular impresa invocando el caritativo concurso de señoras que conocían al nuevo Prelado 2. Y la Madre General de las Hijas de María 
Auxiliadora, considerando como suya la misma circular, contribuyó a su mayor difusión. Don Bosco envió la siguiente invitación impresa 
a los principales bienhechores: 

1 Lo que aquí decimos en breve, queda narrado con todos los pormenores por Lemoyne en Memorias Biográficas vol. V pág. 86 y ss. El 
concluye la narración diciendo: «Nosotros escribimos estas páginas aquella misma noche al dictado de monseñor Cagliero». Las dos 
figuras características ostentaban las contraseñas de los fueguinos y los patagones. 

2 Ap. Doc. núm. 35. La circular llegó a manos de un masón, el cual se enfureció tanto al leerla que escribió una carta, como sólo podía 
hacerlo un energúmeno. Es también un documento del ciego anticlericalismo del siglo pasado, que de tantas maneras puso trabas a don 
Bosco y a su obra (Ap. Doc. núm. 36). 
254 

Benemérito Señor: 

Conozco la benevolencia que V. S. mostró siempre al Oratorio de San Francisco de Sales y el vivo interés que tuvo, en toda ocasión, por 
cuanto le concierne. 

Por ello, tengo la gran satisfacción de comunicarle que el día siete de los corrientes, domingo, a las siete y media de la mañana se 
celebrará en la iglesia de María Santísima Auxiliadora la Consagración Episcopal de Monseñor Juan Cagliero, alumno del mismo Oratorio 
preconizado por Su Santidad León XIII, en el consistorio del trece de noviembre pasado, Obispo titular de Mágida, en Panfilia y Provicario 
Apostólico de Patagonia Septentrional. 

Será consagrado por Su Eminencia Reverendísima el señor Cardenal Cayetano Alimonda, nuestro veneradísimo Arzobispo, con 
asistencia de sus excelencias Reverendísimas monseñor Juan Bautista Bertagna, Obispo titular de Cafarnaún, y monseñor Emiliano 

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Manacorda, Obispo de Fossano. 

Sería algo muy grato para mí que V. S. pudiera asistir a dicha función; mas si no se lo permitiesen sus ocupaciones, ruégole tenga a bien 
aceptar la cordial invitación que le hago de venir a honrar nuestra comida a las doce y media. 

Por la tarde, a eso de las seis, habrá un breve acto académico en honor del nuevo Obispo. 

Con la esperanza que V. S. tendrá a bien acceder al vivo deseo ((293)) de tenerle con nosotros aquel día memorable, le doy las gracias 
anticipadas, y deseándole de Dios y de la Virgen Inmaculada toda suerte de bienes, me profeso con mucho agradecimiento y aprecio, 

DeV. S. B. 

Turín, 3 de diciembre de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Si V. S. pudiese venir a nuestra casa para la hora de la comida, ruégole tenga la bondad de advertírmelo. 
Un cuarto Obispo asistió a la ceremonia: fue monseñor De Macedo Costa, de Belem del Pará, en Brasil, el cual iba de viaje desde París a 
Roma y se detuvo en Turín para visitar a don Bosco y pedirle la ayuda de los Salesianos. Encorvada por el peso de sus ochenta y ocho años 
asistía anegada en lágrimas al sagrado rito la madre del elegido y, en la penumbra del presbiterio, su gran padre espiritual atraía hacia sí las 
miradas conmovidas de los numerosos amigos y admiradores. Hubiera deseado también la asistencia de un padrino y una madrina, cuyo 
honor había ofrecido a los condes Colle 1; pero el estado de su salud no les permitió emprender el largo viaje. 

Al término de la solemne función, mientras el Cardenal y los cuatro Obispos, precedidos por el clero, entre dos apiñadas hileras de 
pueblo, se encaminaban a través de la iglesia a la primera sacristía, el 

1 Carta, 7 de noviembre de 1884. 
255 

consagrado se separó del cortejo, y se volvió hacia donde sabía que estaba su madre. La amable viejecita, sostenida por uno de sus hijos y 
por un nieto, salió a su encuentro e intentó arrodillarse; pero el hijo se anticipó, apretó contra su pecho la venerable cabeza y, en medio de 
la emoción de los presentes, la volvió delicadamente al asiento. Poco tiempo tenía que sobrevivir a tanto gozo la afortunada mujer, pues el 
día de Navidad cesó de latir su cansado corazón. 

Con dificultad siguió entre el gentío hacia la segunda sacristía y vio entonces a don Bosco que, con la cabeza descubierta, se acercaba y 
se arrodillaba para besarle el anillo. Monseñor, que ocultaba ((294)) la mano entre los pliegues de los ornamentos se lanzó a sus brazos. 
íFue una escena dulcísima, embellecida por las lágrimas! El Santo pudo después estampar su beso en aquel anillo, que el Obispo no había 
permitido besar antes a ninguno. A partir de entonces, don Bosco guardó siembre con monseñor Cagliero los mismos miramientos que 
tenía con los demás Obispos, besándole el anillo y dándole las preferencias debidas al carácter episcopal. 

En el banquete dado aquel día en su honor, tomaron parte muchos. Nos parece digno recordar entre los brindis el del padre barnabita 
Denza, insigne físico y astrónomo, que sacó de su ciencia una imagen genial. 

-Parecíame, dijo, que me encontraba durante el banquete observando el cielo en mi terraza y contemplando una de las más hermosas 
constelaciones, la del Tauro 1, y, cerca de ésta, las Pléyades, y debajo, Argos. Pues bien, veía delante la estrella principal del Tauro en la 
persona del Eminentísimo Arzobispo de Turín; las cuatro estrellas, que le hacen corona, en los cuatro Excelentísimos Obispos aquí 
presentes; la estrella, que apenas se ve a simple vista por la gran distancia, pero que, en realidad, es grandísima, simboliza a don Bosco. 
Las Pléyades me representan los colegios de don Bosco, el número infinito de los alumnos y Cooperadores salesianos; y como acá y allá 
brillan entre las nebulosas algunas fúlgidas estrellas, descubro en ellas a los egregios Directores de los colegios llegados aquí para la fiesta. 
Por último, la constelación de Argos, llamada así por la mítica expedición de los argonautas, está representada por monseñor Cagliero, que 
conquistador como Jasón y, al mismo tiempo, músico como Orfeo, se lanza intrépido con los suyos a una conquista, de la que un vellocino 
de oro no puede ser más que un pálido símbolo de la realidad. 

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1 Alusión a la ciudad de Turín. 
256 

El festejado respondió a los que le habían brindado evocando un episodio, que hemos de recoger para nuestra historia. 

-Hace veinte años, dijo, don Bosco acompañado por unos veinte jóvenes, después de una pesada marcha por la Liguria, llegaba al pueblo 
de Gavi. Allí se encontraron él y los suyos con un magnífico ((295)) banquete, preparado por un piadoso canónigo de Génova, que solía 
pasar en Gavi alguna temporada. Al atardecer, despidióse don Bosco y se alejó del pueblo con su comitiva. El piadoso canónigo deseaba 
verlo un poco más y acompañarle un trecho; pero don Bosco ya se había adelantado tanto por los valles que conducen a Orba, que aquél, 
acompañado por don Juan Cagliero, en vano intentó alcanzarlo. Entonces el piadoso canónigo exclamó que con mucho gusto vería una vez 
más al providencial don Bosco, porque sólo las montañas no se encuentran en este mundo. Pues bien, aquel piadoso canónigo es el 
cardenal Alimonda de hoy, que después de veinte años encuentra otra vez a su lado al sacerdote don Bosco 1. 

Desde el año 1841 solía don Bosco dar una conferencia a sus hijos en el día de la Inmaculada, reuniendo en un primer momento a los 
muchachos, después a los catequistas, más tarde a los clérigos y, por último, a los Salesianos, a medida que el desarrollo de su institución 
iba dando a unos preponderancia sobre los otros. El año 1884 las fiestas del Obispo habían absorbido los pensamientos del Oratorio antes, 
durante y después del día ocho de diciembre; pero él, que no quería renunciar a la buena costumbre, convocó la reunión para el día trece. 
Aquella tarde, a eso de las seis, reunidos todos los hermanos en el locutorio junto a la portería, el Siervo de Dios, después de recordar con 
alegría el gran acontecimiento de la semana anterior, dejóse llevar en alas de los recuerdos hasta los remotos orígenes del Oratorio, para 
venir a parar a los tiempos recientes. Al principio, con su mamá Margarita, él lo era todo: cocinero, maestro, jefe, asistente. Una misma 
sala servía para escuela, taller, refectorio, dormitorio. Después llegaron los primeros ayudantes; don Miguel Rúa, don Juan Cagliero, don 
Juan Bautista Francesia, don Celestino Durando, don José Laz zero. Sacrificios y trabajo continuo en todas las dependencias de la casa y 
en oratorios festivos, y ((296)) estudiar teología para sí mismos y seguir la carrera de letras en la Universidad para enseñar a los demás. 

1 Fue éste el último paseo otoñal y el más largo de los que dio don Bosco con sus muchachos. Pertenece al año 1864. Lemoyne lo 
describe en tres capítulos (LXXIII, LXXIV y LXXV) del volumen VII, haciendo mención también de este episodio. Pero no dice palabra 
de otro pequeño episodio sucedido en Cremolino; véase Ap. Doc. núm. 37. 
257 

Por último, la situación presente de las cosas, las comodidades introducidas, la mayor facilidad para mantener el orden, gracias a la 
oportuna división de los superiores, unos para dirigir a los aprendices, otros para dirigir a los estudiantes. Proclamó como vínculo 
indisoluble para promover y mantener este orden la santa obediencia. 

-Muchos, siguió don Bosco, vienen a hablarme y me dicen: «Padre, yo ahora, descargado de esa o de esotra ocupación, relegado a aquel 
colegio, lejos de su cuidado paternal, necesito un recuerdo». Y yo les doy el que creo más oportuno; pero, creedme, hijos míos, íguardad 
nuestras santas Reglas! Ese es el mayor y más querido recuerdo, que este vuestro pobre y anciano padre puede dejaros. Las Reglas están 
aprobadas por la Santa Madre Iglesia que no se equivoca nunca; por consiguiente, obedeciéndolas, nosotros obedecemos inmediatamente a 
Dios. »Cuántos hay en este mundo que tengan la suerte de poder decir: «Estoy seguro de que, obrando de esta manera, alcanzaré la 
salvación de mi alma?». No me detengo a desarrollar puntos tan bellos y tan importantes, que necesitarían por sí mismos libros enteros. 
Mis escasas fuerzas no aguantarían largos razonamientos; por otra parte, estas verdades ya os fueron explicadas. Concluiré, pues, con un 
pensamiento, que me interesa muchísimo. El Apóstol san Juan, cuando pasaba ya de los cien años y no podía hablar largo rato de las cosas 
de Dios, se hacía llevar a la iglesia y repetía a los discípulos reunidos: Dilígite alterutrum (Amaos unos a otros) y nada más. A veces los 
discípulos le preguntaban: «»Y después de esto, qué más hemos de hacer?» íDilígite alterutrum!, repetía. Pero cansados los cristianos de 
oírle siempre el mismo consejo, le rogaron humildemente que les diera alguna explicación de su insistencia. «Porque, contestó el santo 
Apóstol, quien cumple el precepto de la caridad, ílo ha hecho todo!». Lo mismo os digo yo a vosotros, queridos hijos míos. Amaos los 
unos a los otros, socorreos los unos a los otros con toda caridad; no suceda nunca que uno tenga rencor contra su hermano o lo ((297)) 
desacredite con palabras incorrectas. íAy de quien procede de este modo! Tenemos que perdonar a nuestro hermano, como deseamos que 
Dios nos perdone nuestros pecados. »Y cómo podremos decir: dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris, si 
después alimentamos en el corazón sentimientos de odio? íAh!, no olvidemos las palabras de Jesucristo a los Apóstoles: Os reconocerán 
como discípulos míos, si os amáis unos a otros. 

En la novena de Navidad, salió Monseñor para Roma. Ya se había entendido con monseñor Jacobini para tener audiencia del Padre Santo 
entre el día veinte y el veintidós de diciembre. Fue recibido por 
258 
el Papa el día veintidós y salió de ella muy animado. León XIII, a más de la gran benevolencia que le demostró, volvió a hacer una 
recomendación para don Bosco: 

-Decid a don Bosco que se cuide, porque su salud es preciosa para nuestra Congregación y para toda la Iglesia 1. 

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Monseñor Cagliero regresó a Turín y no perdía tiempo; no paraba de celebrar funciones y dar conferencias. Así, el día treinta y uno de 
diciembre consagró la iglesia de María Auxiliadora en Nizza Monferrato 2; habló a los Cooperadores en la iglesia de San Juan Evangelista 
substituyendo a don Bosco; habló también en Lu, en Casale y en otras partes. 

Cuando se aproximaba el día de su partida y se activaban los preparativos, fue testigo de la calma inalterable de don Bosco en los casos 
adversos e imprevistos. El día 24 de enero de 1885, estaba a la mesa con él, cuando se oyó gritar desde el patio: 

-íFuego, fuego! 

Todos se levantaron de la mesa y corrieron a la galería, menos don Bosco, que no se movió. El fuego había prendido en el taller de 
encuadernación. Parecía que había llegado el fin del mundo a la casa; unos corrían, otros gritaban. Había un barullo espantoso, pidiendo 
agua y yendo por ella; todo era confusión, azoramiento. Mientras tanto el incendio crecía, amenazando invadir los dormitorios. Don Bosco 
recogido en profunda oración, sin sombra de espanto, preguntaba de vez en ((298)) cuando si había peligro para los muchachos, si había 
víctimas, y, al contestársele siempre que no, dijo al fin: 

-Si es así, íhágase la voluntad de Dios! 

Y así quedó, constantemente dueño de sí mismo y por nada mostróse turbado. 

La mayoría de los Superiores, incluido el Obispo, habían bajado y se acercaron al lugar del incendio. Llegaron los bomberos, que 
dominaron en poco tiempo las llamas. Inesperadamente llegó también el conde de Sambuy, Alcalde de Turín. Monseñor le acompañó hasta 
la habitación próxima al comedor, donde encontraron a don Bosco tranquilo como siempre. Dirigiéndose al Alcalde, le dijo: 

-Agradezco su atención, señor Conde. Siempre ha querido a nuestro Oratorio y ahora nos da una prueba más de ello. Me dicen que ya 
han aislado el fuego y que no peligra el resto de la casa. Demos gracias a Dios. En medio del susto de todos, sólo don Bosco permaneció 

1 Sum. sup. virt. núm. XIX, 10 2 Ap. Doc. núm. 38. 
259 

impasible y resignado a la santa voluntad de Dios. El día veintiséis escribía al príncipe Czartoryski: «Se enterará por los periódicos que el 
sábado se incendió una parte notable de nuestra casa. Los daños son muy graves; pero las personas se han salvado. Bendito sea Dios en los 
éxitos y en los fracasos». Un rasgo amoroso de la Providencia vino pronto a premiar su confianza en Dios y a alentar a los pusilánimes. Se 
necesitaban inmediatamente diez mil liras para reparar lo antes posible la encuadernación y llegó inesperadamente una carta de Francia con 
un cheque para cobrar precisamente aquella cantidad. 

Los alumnos del colegio Manfredini, conmovidos al oír la narración de la desgracia que les hizo don Juan Bautista Tamietti, 
improvisaron una colecta con la que recogieron ciento noventa y cinco liras. El Director las envió a don Juan Bautista Lemoyne, para que 
las presentase a don Bosco, el cual quedó vivamente emocionado y encargó al mismo Lemoyne que les diera las gracias, indicándole el 
esbozo de la carta 1. Hasta el Papa, informado de la desgracia, ((299)) envió a don Bosco una bendición especial para consolarle 2 . 

Llegóse, entre tanto, a la víspera de la partida. A lo largo de toda la jornada, seguía don Bosco con la idea puesta en Monseñor y los otros 
que iban a marchar tan lejos, y en la absoluta imposibilidad de acompañarlos, como las veces anteriores, hasta el embarque. Esto y más aún 
la imposibilidad de darles al menos el adiós en la iglesia de María Auxiliadora le causaban sobresaltos de conmoción, que por momentos le 
oprimían y le dejaban abatido. Y he aquí que, en la noche del treinta y uno de enero al primero de febrero, tuvo un sueño semejante al de 
1883 sobre las Misiones. Lo contó a don Juan Bautista Lemoyne, el cual lo escribió inmediatamente. Es el siguiente: 

Me pareció acompañar a los misioneros en su viaje. Hablamos durante unos momentos antes de salir del Oratorio. Todos estaban a mi 
alrededor y me pedían consejo; y me pareció que les decía: 

-No con la ciencia, no con la salud, no con las riquezas, sino con el celo y la piedad, haréis mucho bien, promoviendo la gloria de Dios y 
la salvación de las almas. 

Poco antes estábamos en el Oratorio y después, sin saber qué camino habíamos seguido y de qué medios habíamos usado, nos 
encontramos inmediatamente en América. Al llegar al final del viaje, me vi sólo en medio de una extensísima llanura, colocada entre Chile 
y la República Argentina. Mis queridos misioneros se habían dispersado tanto por aquel espacio sin límites que apenas si los distinguía. Al 
contemplarlos, quedé maravillado, pues me parecían muy pocos. Después de haber mandado tantos Salesianos a América, pensaba que 

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vería un mayor número de misioneros. 

1 Ap. Doc. núm. 39. 

2 Carta de don Francisco Dalmazzo a don Bosco, Roma 3 de febrero de 1885. 
260 

Pero seguidamente, reflexionando, comprendí que el número era pequeño porque se habían distribuido por muchos sitios, como simiente 
que debía ser transportada a otro lugar para ser cultivada y para que se multiplicase. 

Aparecían en aquella llanura muchas y. numerosas calles formadas por casas levantadas a lo largo de las mismas. Aquellas calles no eran 
como las de esta tierra, ni las casas como las de este mundo. Eran objetos misteriosos y diría casi espirituales. Las calles se veían recorridas 
por vehículos o por otros medios de locomoción que, al correr, adoptaban mil aspectos fantásticos y mil formas diversas, aunque todas 
magníficas y estupendas, tanto que no sería capaz de describir ni una sola de ellas. Observé con estupor que los vehículos, al llegar junto a 
los grupos ((300)) de las casas, a los pueblos, a las ciudades, pasaban por encima, de manera que el que en ellos viajaba veía al mirar hacia 
abajo los tejados de las casas, las cuales, aunque eran muy elevadas, estaban muy por debajo de aquellos caminos, que mientras 
atravesaban el desierto estaban adheridos al suelo y, al llegar a los lugares habitados, se convertían en caminos aéreos, como formando un 
mágico puente. Desde allá arriba, se veían los habitantes en las casas, en los patios, en las calles y en los campos, ocupados en labrar sus 
tierras. 

Cada una de aquellas calles conducía a una de nuestras Misiones. Al fondo de un camino larguísimo que se dirigía hacia Chile, vi una 
casa 1 con muchos Salesianos, los cuales se ejercitaban en la ciencia, en la piedad, en los diferentes artes y oficios y en la agricultura. 
Hacia el Mediodía estaba la Patagonia. En la parte opuesta, de una sola ojeada, pude ver todas nuestras casas de la República Argentina. 
Las del Uruguay, Paysandú, Las Piedras, Villa Colón; en Brasil pude ver el Colegio de Niterói y muchos otros institutos esparcidos por las 
provincias de aquel imperio. Hacia Occidente se abría una última y larguísima avenida que, atravesando ríos, mares y lagos, conducía a 
países desconocidos. En esta región, vi pocos Salesianos. Observé con atención y pude descubrir solamente a dos. 

En aquel momento, apareció junto a mí un personaje de noble aspecto, un poco pálido, grueso, de barba rala y de edad madura. Iba 
vestido de blanco, con una especie de capa color rosa bordada con hilos de oro. Resplandecía en toda su persona. Reconocí en él a mi 
intérprete. 

-»Dónde nos encontramos?, le pregunté señalándole aquel último país. 

-Estamos en Mesopotamia, me replicó. 

-»En Mesopotamia?, le repliqué. Pero, si esto es la Patagonia. 

-Te repito, me replicó, que esto es Mesopotamia. 

-Pues a pesar de ello... no logro convencerme. 

-Pues así es: Esto es Me... so... po... ta... mia, concluyó el intérprete silabeando la palabra, para que me quedase bien impresa en la 
memoria. 

-»Y por qué los Salesianos que veo aquí son tan pocos? 

-Lo que no hay ahora, lo habrá con el tiempo, contestó mi intérprete. 

Yo, entretanto, siempre de pie en aquella llanura, recorría con la vista aquellos caminos interminables y contemplaba con toda claridad, 
pero de manera inexplicable, los lugares que están y estarán ocupados por los Salesianos. íCuántas cosas magníficas 

1 Todos los detalles topográficos anteriores y los que siguen, parecen indicar la casa de Fortín Mercedes, a la orilla izquierda del 
Colorado. Es la casa de formación de la Inspectoría de San Francisco Javier, con estudiantado numeroso, escuelas profesionales, escuela de 
agricultura, y santuario, meta de peregrinaciones. 
261 

vi! íVi todos y cada uno de los colegios! Vi como en un solo punto el pasado, el presente y el porvenir de nuestras misiones. De la misma 

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manera que lo contemplé todo en conjunto de una sola mirada, lo vi también particularmente, siéndome imposible dar una idea, aunque 
somera, de aquel espectáculo. Solamente lo que pude contemplar en aquella ((301)) llanura de Chile, de Paraguay, de Brasil, de la 
República Argentina, sería suficiente para llenar un grueso volumen, si quisiese dar una breve noticia de todo ello. Vi también en aquella 
amplia extensión, la gran cantidad de salvajes que están esparcidos por el Pacífico hasta el golfo de Ancud, por el Estrecho de Magallanes, 
Cabo de Hornos, Islas de San Diego, en las islas Malvinas. Toda la mies destinada a los Salesianos. Vi que entonces los Salesianos 
sembraban solamente, pero que nuestros seguidores cosecharían. Hombres y mujeres vendrán a reforzarnos y se convertirán en 
predicadores. Sus mismos hijos, que parece imposible puedan ser ganados para la fe, se convertirán en evangelizadores de sus padres y de 
sus amigos. Los Salesianos lo conseguirán todo con la humildad, con el trabajo, con la templanza. Todas las cosas, que yo contemplaba en 
aquel momento y que vi seguidamente, se referían a los Salesianos, su regular establecimiento en aquellos países, su maravilloso aumento, 
la conversión de tantos indígenas y de tantos europeos allí establecidos. Europa se volcará hacia América del Sur. Desde el momento en 
que en Europa se empezó a despojar a las iglesias de sus bienes, comenzó a disminuir el florecimiento del comercio, el cual fue e irá cada 
vez más de capa caída. Por lo que los obreros y sus familias, impulsados por la miseria, irán a buscar refugio en aquellas nuevas tierras 
hospitalarias. 

Una vez contemplado el campo que el Señor nos tiene destinado y el porvenir glorioso de la Congregación Salesiana, me pareció que me 
ponía en viaje para regresar a Italia. Era llevado a gran velocidad por un camino extraño, altísimo, y de esa manera llegué al Oratorio. Toda 
la ciudad de Turín estaba bajo mis pies y las casas, los palacios, las torres me parecían bajas casucas: tan alto me encontraba. Plazas, calles 
jardines, avenidas, ferrocarriles, los muros que rodean la ciudad, los campos, las colinas circundantes, las ciudades, los pueblos de la 
provincia, la gigantesca cadena de los Alpes cubierta de nieve estaban bajo mis pies y ofrecían a mis ojos un espectáculo maravilloso. Veía 
a los jóvenes allá en el Oratorio, tan pequeños que parecían ratoncitos. Pero su número era extraordinariamente grande; sacerdotes, 
clérigos, estudiantes, maestros de talleres lo llenaban todo; muchos partían en procesión y otros llegaban a ocupar las vacantes dejadas por 
los que se marchaban. Era un ir y venir continuo. 

Todos iban a concentrarse en aquella extensísima llanura entre Chile y la República Argentina, de la cual había vuelto en un abrir y 
cerrar de ojos. Yo lo contemplaba todo. Un joven sacerdote, parecido a nuestro don José Pavía, pero que no lo era, con aire afable, palabra 
cortés y de cándido aspecto y encarnadura de niño, se acercó a mí y me dijo: 

-He aquí las almas y los países destinados a los hijos de San Francisco de Sales. 

Yo estaba maravillado al ver la inmensa multitud que se había concentrado allí en un momento, desapareciendo seguidamente, sin que se 
distinguiese apenas en la lejanía la dirección que había tomado. 

Ahora noto que, al contar mi sueño, lo hago a grandes rasgos, no siéndome posible precisar la sucesión exacta de los magníficos 
espectáculos ((302)) que se me ofrecían a la vista y las varias circunstancias accesorias. El ánimo desfallece, la memoria flaquea, la palabra 
es insuficiente. Además del misterio que envolvía aquellas escenas, éstas se alternaban, se mezclaban, se repetían según diversas 
concentraciones 
262 

y divisiones de los misioneros y el acercarse o alejarse de ellos a aquellos pueblos llamados a la fe y a la conversión. 

Lo repito: veía en un solo punto el presente, el pasado y el futuro de aquellas misiones, con todas sus fases, peligros, éxitos, 
contrariedades y desengaños momentáneos que acompañaban a este apostolado. Entonces lo comprendía claramente todo, pero ahora es 
imposible deshacer esta intriga de hechos, de ideas, de personajes. Sería como quien quisiese condensar en un solo capítulo y reducir a un 
solo hecho y a una unidad el espectáculo del firmamento, describiendo el movimiento, el esplendor, las propiedades de todos los astros con 
sus relaciones y leyes particulares y recíprocas; mientras que un solo astro proporcionaría materia suficiente para ocupar la atención 
estudiosa de la mente mejor dotada. Y he de hacer notar que aquí se trata de cosas que no tienen relación con los objetos materiales. 

Reanudemos, pues, el relato: dije que quedé maravillado al ver desaparecer tan inmensa multitud. Monseñor Cagliero estaba en aquel 
momento a mi lado. Algunos misioneros permanecían a cierta distancia. Otros estaban a mi alrededor, en compañía de un buen número de 
Cooperadores Salesianos, entre los cuales distinguí a Monseñor Espinosa, al Doctor Torrero, al Doctor Carranza y al Vicario General de 
Chile 1. 

Entonces el intérprete de siempre vino hacia mí, mientras yo hablaba con monseñor Cagliero y con muchos otros intentando aclarar si 
aquel hecho encerraba algún significado. De la manera más cortés, el intérprete me dijo: 

-Escucha y verás. 

Y he aquí que, al instante, aquella extensa llanura se convirtió en un gran salón. Yo no sería capaz de describir su magnificencia y 
riqueza. Solamente diré que si alguien intentase dar una idea de ella y lo consiguiese, ningún hombre podría soportar su esplendor ni aun 

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con la imaginación. Su amplitud era tal que no se podía abarcar con la vista, ni se podían ver sus muros laterales. Su altura era 
inconmensurable. Su bóveda terminaba en arcos altísimos, amplios y resplandecientes en sumo grado, sin que se distinguiese el lugar sobre 
el que se apoyaban. No existían pilastras ni columnas. En general, parecía que la cúpula de aquella gran sala fuese de candidísimo lino a 
guisa de tapiz. Lo mismo habría que decir del pavimento. No había luces, ni sol, ni luna, ni estrellas, pero sí un resplandor general que se 
difundía igualmente por todas partes. 

La misma blancura del lino resplandecía y hacía visible y amena cada una de las partes del salón, su ornamentación, las ventanas, la 
entrada, la salida. Se sentía en todo el ambiente una suave fragancia mezclada con los más gratos olores. 

((303)) Un fenómeno se produjo en aquel momento. Una serie de pequeñas mesas formaban una sola de longitud extraordinaria. Las 
había dispuestas en todas las direcciones y todas convergían en un único centro. Estaban cubiertas de elegantísimos manteles y, sobre ellas 
se veían colocados hermosísimos floreros con multiformes y variadas flores. 

La primera cosa que notó monseñor Cagliero fue: 

-Las mesas están aquí, pero »y los manjares? 

En efecto, no había preparada comida alguna, ni bebida de ninguna especie, ni había tampoco platos, ni copas, ni recipientes en los 
cuales se pudiesen colocar los manjares. 

1 Tal vez quería decir monseñor Domingo Cruz, Vicario Capitular de la diócesis de Concepción. 
263 

El intérprete replicó entonces: 

-Los que vienen aquí neque sitient, neque esurient amplius. 

Dicho esto, comenzó a entrar gente, vestida de blanco, con una sencilla cinta a manera de collar, de color rosa, recamada de hilos de oro 
que les ceñía el cuello y las espaldas. Los primeros en entrar formaban un número limitado, sólo un pequeño grupo. Apenas penetraban en 
aquella gran sala se iban sentando en torno a la mesa para ellos preparada, cantando: íViva! íTriunfo! Y entonces comenzó a aparecer una 
variedad de personas, grandes y pequeños, hombres y mujeres, de todo género, de diversos colores, formas y actitudes, resonando los 
cánticos por todas partes. Los que estaban ya colocados en sus puestos cantaban: íViva! Y los que iban entrando: íTriunfo! Cada turba que 
penetraba en aquel local representaba a una nación o sector de nación que sería convertida por los misioneros. 

Di una ojeada a aquellas mesas interminables y comprobé que había sentadas junto a ellas muchas hermanas nuestras y gran número de 
nuestros hermanos. Estos no llevaban distintivo alguno que proclamase su calidad de sacerdotes, clérigos o religiosas, sino que, al igual de 
los demás, tenían la vestidura blanca y el manto de color rosa. 

Pero mi admiración creció de pronto cuando vi a unos hombres de aspecto tosco, con el mismo vestido que los demás, cantando: íViva! 
íTriunfo! 

Entonces nuestro intérprete dijo: 

-Los extranjeros y los salvajes, que bebieron la leche de la palabra divina de sus educadores, se hicieron propagandistas de la palabra de 
Dios. 

Vi, en medio de la multitud, grupos de muchachos con aspecto rudo y extraño, y pregunté: 

-»Y estos niños que tiene una piel tan áspera que parece la de los sapos, pero tan bella y de un color tan resplandeciente? »Quiénes son? 

El intérprete respondió: 

-Son los hijos de Cam que no han renunciado a la herencia de Leví. Estos reforzarán los ejércitos para defender el reino de Dios que ha 
llegado finalmente a nosotros. Su número era reducido, pero los hijos de sus hijos lo han acrecentado. Ahora escuchad y ved, pero no 
podréis entender los misterios que contemplaréis. 

Aquellos jovencitos pertenecían a la Patagonia y al Africa Meridional. 

Fin de Página: 264 


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((304)) Entretanto aumentaron tanto las filas de los que penetraron en aquella sala extraordinaria, que todos los asientos aparecían 
ocupados. Sillas y escaños no tenían una forma determinada, sino que tomaban la que cada uno quería. Cada uno estaba contento del lugar 
que ocupaba y del que ocupaban los demás. 

Y he aquí que, mientras de todas partes salían voces de: íViva! íTriunfo!, llegó finalmente una gran turba que, en actitud festiva, venía al 
encuentro de los que ya habían entrado, cantando: íAleluya, gloria, triunfo! 

Cuando la sala apareció completamente llena y los millares de reunidos eran incontables, se hizo un profundo silencio y, seguidamente, 
aquella multitud comenzó a cantar dividida en coros diversos: 

El primer coro: Appropinquavit in nos regnum Dei, laetentur Coeli et exultet terra, Dominus regnavit super nos, alleluia. 

El segundo coro: Vicerunt et ipse Dominus dabit edere de ligno vitae et non esurient in aeternum, alleluia. 

Y un tercer coro: Laudate Dominum omnes gentes, laudate eum omnes populi. 

Mientras cantaban estas y otras cosas alternando los unos con los otros, de pronto se hizo por segunda vez un profundo silencio. Después 
comenzaron a resonar voces 
264 

que procedían de lo alto y de lejos. El sentido del cántico era éste y la armonía que le acompañaba era difícil de expresar: Soli Deo honor e 
gloria in saecula saeculorum. Otros coros, que resonaban siempre en la altura y desde muy lejos, respondían a estas voces: Semper 
gratiarum actio illi qui erat, est et venlurus est. Illi eucharistia, illi soli honor sempiternus. 

Pero, en aquel momento, los coros bajaron y se acercaron. Entre aquellos músicos celestes estaba Luis Colle. Los que estaban en la sala 
comenzaron entonces a cantar y se unieron, mezclándose las voces de manera que semejaban instrumentos músicos maravillosos, con unos 
sonidos cuya extensión no tenía límites. Aquella música parecía compuesta al mismo tiempo por mil notas y mil grados de elevación que 
se unían formando un solo acorde. Las voces altas subían de una manera imposible de imaginar. Las voces de los que estaban en la sala 
bajaban sonoras y alcanzaban escalas difíciles de expresar. Todos formaban un coro único, una sola armonía, pero tanto los bajos como los 
contraltos eran de tal gusto y belleza y penetraban en los sentidos produciendo tal efecto, que el hombre se olvidaba de su propia existencia 
y yo caí de rodillas a los pies de monseñor Cagliero exclamando: 

-íOh, Cagliero! íEstamos en el Paraíso! 

Monseñor Cagliero me tomó por la mano y me dijo: 

-No es el Paraíso, es una sencilla, una débil figura de lo que en realidad será el Paraíso. 

Entretanto las voces humanas de los dos grandiosos coros proseguían y cantaban con indecible armonía: Soli Deo honor et gloria et 
triumphus, alleluia, in aeternum, in aeternum! 

((305)) Aquí me olvidé de mí mismo y no sé qué fue de mí. 

Por la mañana, a duras penas me podía levantar del lecho; apenas me daba cuenta de lo que hacía cuando me dirigía a celebrar la Santa 
Misa. 

El pensamiento principal, que me quedó grabado después de este sueño, fue el de dar a monseñor Cagliero y a mis queridos misioneros 
un aviso de suma importancia relacionado con la suerte futura de nuestras Misiones: 

-Todas las solicitudes de los Salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora han de encaminarse a promover vocaciones eclesiásticas y 
religiosas. 

Cada vez que al contar este sueño repetía las palabras: íViva! íTriunfo!, la voz de don Bosco, como nos asegura Lemoyne, asumía un 
acento tan vibrante que hacía temblar. Cuando al final nombró a su querido monseñor Cagliero, suspendió por unos instantes la narración, 
un sollozo le truncó la palabra y sus ojos se llenaron de lágrimas. 

Don Santiago Castamagna, al dar las gracias a Lemoyne que le había enviado copia de éste y de otro sueño, le decía: «Diga también a 
don Bosco que no obedeceremos las palabras que nos escribió en su última carta 1: «No creáis lo que expresan mis sueños», pues nosotros, 

Fin de Página: 265 


VOLUMEN XVII Página: 265 

contentos de hacer la profesión de fe de Urbano VIII, creemos en las visiones de nuestro Padre, el cual, nunca lo olvidaré, me dijo un día: 
»-Entre tantas Congregaciones y Ordenes religiosas, tal vez la nuestra fue la que recibió con más frecuencia la palabra de Dios». 

1 Carta sin fecha; mas, por el contexto, se arguye que fue escrita a primeros de mayo. 
265 

El día primero de febrero por la mañana Monseñor ordenó en la iglesia de María Auxiliadora a ocho sacerdotes, dos diáconos, cuatro 
subdiáconos y confirió las órdenes menores a diez clérigos; algunos de estos recién ordenados iban a partir con él. En la ceremonia 
vespertina del adiós, él mismo pronunció el discurso; vino después el Cardenal a bendecir a los que iban a emprender el viaje. Don Bosco 
tuvo que obedecer la prescripción de los médicos de no salir en absoluto de su habitación. Sólo al día siguiente, se comprendió cuál fue el 
motivo del malestar que le inquietaba. 

Monseñor, después de despedir a sus compañeros de viaje en la misma tarde ((306)) del día primero de febrero, se quedó todavía en el 
Oratorio, porque se encontraba demasiado cansado y contaba con alcanzar a los otros en Sampierdarena al día siguiente. Esta breve demora 
le proporcionó la satisfacción de un último afectuoso coloquio con don Bosco. 

Aquella tarde, pues, hacia las siete, fue a verle y sin decir palabra se sentó a su lado. También don Bosco callaba. íCuántos recuerdos 
debieron acudir a la mente de ambos en aquellos momentos solemnes! 

Por fin, preguntó don Bosco: 

-»Han salido tus compañeros? 

-Sí, señor; han salido. 

-Me parecían muy preocupados por mi salud. Tan pronto como los veas, diles que no tengan pena. Yo no estoy malo. Era sólo la 
emoción lo que me hacía aparecer como tal. íPobrecitos! Se veía que les daba pena mi estado. 

-Esté usted seguro, les diré lo que sea necesario para liberarlos de todo siniestro presentimiento. 

-»Y tú cuándo vas a salir? 

-Mañana tengo que estar en Sampierdarena. 

-»En qué tren irás? 

-No hablemos de la hora. Ya lo pensaremos. 

-Si pudieses salir algo tarde y descansar con tranquilidad... 

-Don Bosco, no piense en esto. Me encuentro bien; déjelo de mi cuenta. Esta tarde nos veremos otra vez y combinaremos todo. 

Después empezaron a hablar de las misiones hasta la hora de la cena. Monseñor se retiró, y don Bosco, que no aguantaba más, tuvo que 
acostarse. A las nueve y media, volvió Monseñor a verle y haciéndose violencia para aparentar su acostumbrada desenvoltura, se acerco a 
la cama. 

-»Qué quieres, mi querido Monseñor?, dijo don Bosco algo vacilante. 
266 

-Vengo, contestó Monseñor, a recibir su bendición. 

((307)) -íCómo así! »Esta noche? íVen mañana por la mañana! 

Podremos hablar todavía y con más comodidad. 

-Puede que mañana por la mañana no me dé tiempo. 

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VOLUMEN XVII Página: 267 

-»Pues a qué hora has determinado salir?
-Pronto, muy pronto.
-Quédate todavía hasta las dos de la tarde... Estás cansado... Después de un conveniente descanso, el viaje se te hará menos pesado.
-Si don Bosco no tiene nada en contra, le rogaría me dejase elegir la hora.
-Haz como mejor te parezca.
-Entonces bendígame y bendiga una vez más a mis compañeros.
Monseñor se arrodilló. Don Bosco le tomó por la mano y le dijo:
-Que tengas feliz viaje. Si no volvemos a vernos en esta tierra, hasta vernos en el Paraíso.
-No hablemos de esto. Antes de vernos en el Paraíso, volveremos a vernos en esta tierra. Recuerde que he prometido volver para sus


bodas de oro sacerdotales. 
-Será lo que Dios quiera. El es el amo. En Argentina y en Patagonia, tendréis mucho que hacer, trabajaréis mucho y la Virgen os ayudará 
a sacar mucho fruto de tu misión. Después te llamarán y te darán una diócesis 1. 
Y dicho esto, comenzó la fórmula de la bendición. Su voz era lenta y entrecortada. Monseñor le apuntaba las palabras, añadiendo frases 
para la circuntancia, que don Bosco repetía como un niño, a quien la mamá enseña las oraciones. Recibida la bendición se levantó el 

Obispo y le dijo: 
-Entonces, buenas noches, mi querido don Bosco. 
-Salúdame a tus compañeros de viaje, a los hermanos de América, a los cooperadores que encuentres por todas partes... 
((308)) -Sí, sí, y ahora que descanse, don Bosco. 
-íTengo todavía tantas cosas que decirte! Pero en Marsella encontrarás... Ea, que tengas feliz viaje, Dios os bendiga a ti y a tus 

compañeros. 
Dijo estas últimas palabras, mientras salía Monseñor con el corazón 

1 En 1915 monseñor Cagliero fue llamado a Roma, recibió el Capelo Cardenalicio y cinco años después obtuvo la diócesis Tusculana, 
renunciada por ocho cardenales, que tenían derecho a la opción. Esta predicción que le hizo don Bosco antes de partir, la relató él mismo 
en una carta a don José Vespignani (Roma, 21 de enero de 1921). Los otros detalles están sacados del Bollettino (marzo 1885). 
267 

henchido de emoción. A las seis de la madrugada, dejó el Oratorio. Don Bosco no pudo levantarse de la cama en ocho días; un ataque de 
bronquitis, cuyos primeros síntomas amenazaron un mal desenlace, lo tuvo clavado en ella. 

La expedición debiera haber salido de Europa un mes antes, si el cólera no hubiese cerrado los puertos de Brasil, Montevideo y Buenos 
Aires a los barcos procedentes del Mediterráneo. Verdad es que a fines del año 1884, se admitía a los barcos postales italianos y franceses; 
pero tenían que pasar cuarentena, lo cual suponía, molestias, gastos y hasta algún peligro. Por eso, prefirió Monseñor aguardar hasta que 
hubiera libre circulación 1. 

Después de dar una vuelta por las casas de Liguria y Francia, llegó el día once de febrero a Marsella, donde encontró reunidos a los 
Salesianos y las Hermanas, que tenían que embarcarse con él 2. Quiso don Bosco hacerse presente en esta ciudad, enviando a don Juan 
Bonetti para llevarles su último saludo y entregar al Obispo una carta autógrafa. Es una carta de muchísima importancia. 

Mi querido Cagliero:
Espero en el Señor que tu salud sea buena; te recomiendo que tengas todos los miramientos que tú mismo juzgues posibles con tu actual


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VOLUMEN XVII Página: 268 

condición. 

Recibo una carta del Arzobispo de Buenos Aires. Contiene cosas, de las que ya hemos tratado. Guardo copia, y te servirá de ((309)) 
norma para presentarte al Arzobispo y tratar con plenos poderes como mejor te parezca en el Señor. No se te olvide que Chile tiene puestos 
los ojos en los Salesianos y que, de la misma manera, los Salesianos miramos amistosamente a aquella nación. Pero no abras muchas casas 
próximas unas a otras. 

Don Juan Bonetti te lleva el corazón y los saludos de todos los Salesianos de Europa, que tú harás extensivos a nuestros hermanos de 
América. Cuenta mucho con la prudencia de don Luis Lasagna, de nuestros hermanos ancianos y de los Obispos que nos quieren en Jesús. 
Pero sé muy cauto al tomar deliberaciones relacionadas con las autoridades civiles. 

Todos los Cooperadores de Europa rezan y seguirán rezando por vuestro feliz viaje y por la continuación de vuestros asuntos para mayor 
gloria de Dios y salvación de las almas. Dios está con nosotros. No temáis. 

Recomienda a todos los nuestros que dirijan sus esfuerzos hacia dos puntos cardinales: hacerse amar y no hacerse temer; hacer toda clase 
de sacrificios personales y 

1 Carta de monseñor Cagliero a monseñor Jacobini, Turín, diciembre de 1844. 

2 Eran seis Hermanas y dieciocho Salesianos; seis sacerdotes: Nicolás Badariotti, José Betti, Antonio Ferrero, Evasio Rabagliati, 
Antonio Riccardi, secretario de Monseñor y Angel Savio; diez clérigos: Juan Aceto, Angel Cavatorta, Pedro Cogliolo, Carlos Dállera, Juan 
Fossati, Miguel Grando, Francisco Ramello, Fabricio Soldano, Ambrosio Turriccia, Alejo Stefenelli; y dos coadjutores: Silvio Milanese y 
Marcos Zanchetta. 
268 
todos los gastos necesarios para promover las vocaciones sacerdotales y de monjas 1. 

Recomiendo una vez más que no se haga mucho caso de los sueños, etc. Si ayudan a entender algunas cosas morales o nuestras reglas, 
bien está, aprovéchense. De lo contrario, que no se tengan en cuenta 2. 

Dios te bendiga, mi querido monseñor Cagliero, y contigo bendiga a toda la expedición salesiana, y sea María vuestra guía para ganar 
muchas almas para el cielo. 

La gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros. Amén. 

Rezad cada día por el que siempre será en J. C. vuestro. 

Turín, 10 de febrero de 1885 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


Por aquellos días enviaba el Santo otro precioso escrito a monseñor Cagliero. Estaba redactado en estos términos: «Palabras que sirvan 
de letra para una pieza de música, que compondrá monseñor Cagliero, cuando llegue a orillas del Río Negro en Patagonia, y que, Dios 
mediante, cantaremos en su día en la iglesia de María Auxiliadora en Turín. O María, virgo potens, tu magnum et praeclarum in Ecclesia 
praesidium; tu singulare Auxilium Chistianorum; tu terribilis ut castrorum acies ordinata; tu cunctas haereses sola interemisti in universo 
mundo; tu in angustiis, tu in bello, tu in necessitatibus nos ab ((310)) hoste protege, atque in aeterna gaudia in mortis hora suscipe» 3. Con 
paternal pensamiento, quería el Santo disipar de este modo en el ánimo de los expedicionarios los temores por su salud. Poco antes de subi 
a bordo del Bourgogne, pidiéronle una vez más telegráficamente una bendición. El barco zarpó el sábado día catorce de febrero por la 
tarde. 

Hasta entonces todo había marchado sin contrariedades y había motivos para esperar que la navegación sería feliz; pero »qué iba a 
suceder cuando llegasen a tierras de América? Los compañeros de Monseñor ignoraban algo que éste conocía y le causaba preocupaciones. 

1 En aquel entonces solíase decir en el Oratorio más comúnmente monjas que hermanas. 

Fin de Página: 269 


VOLUMEN XVII Página: 269 

2 A estas palabras aludía don Santiago Costamagna cuando escribía a don Juan Bautista Lemoyne lo que hemos visto más atrás en la pág 

265. 
3 Don Juan Cagliero, siendo ya Cardenal y para el cincuentenario de la basílica de María Auxiliadora el año 1918, mandó a don Juan 
Pagella poner música a esta letra: 

«Oh María, Virgen poderosa, tú que eres nuestro grande y glorioso auxilio; ayuda extraordinaria de los Cristianos, terrible como un 
ejército formado en campo de batalla; tú que sola has aniquilado las herejías en todo el mundo, defiéndenos del enemigo en las 
dificultades, en las luchas, en los aprietos y, en la hora de la muerte, acógenos en los goces eternos». 
269 

A partir del día 3 de septiembre de 1884, habían alterado la paz en la misión de Patagonia graves contratiempos. Era gobernador del 
territorio el general de brigada Winter, que mandaba también las tropas de la frontera a lo largo de los ríos Negro, Neuquén y Limay. 
Mientras fue amigo de los Salesianos, todo marchó a las mil maravillas; pero cuando el Gobierno nacional declaró, por manejos sectarios, 
la guerra religiosa y rompió las relaciones con la Santa Sede, expulsando al Delegado Apostólico, monseñor Matera, so pretesto de no ser 
persona grata, el Gobernador, dominado por falsos principios y, tal vez, inducido también por el Presidente, aprovechó en seguida la 
ocasión que le ofreció una imprudencia cometida por puro celo de don Domingo Milanesio, y comenzó a perseguir sin tregua ni cuartel a 
los pobres misioneros. Durante la lucha, denunció a los Salesianos ante el Ministro de Gracia y Justicia, como personas sin educación y 
escandalosas y como traficantes, aconsejando al Gobierno central que no admitiera a ninguno de ellos en las parroquias del territorio 
argentino. Los calumnió también, por medio de sus dependientes, ante el Arzobispo de Buenos Aires, intentando por todos los medios 
expulsarlos totalmente de Viedma y Patagones, como ya había comenzado a hacer incluso a mano armada. 

((311)) Don cosas salvaron a los Salesianos de la ruina; la energía de don José Fagnano y una feliz previsión del mismo. Mientras hacía 
cuanto podía para calmar al Gobernador, envió a las autoridades eclesiásticas y civiles una fuerte autodefensa, ya que la prensa masónica 
apuntaba principalmente contra su persona. Desgraciadamente los periódicos católicos, que entraron en liza para defender a los Salesianos, 
emplearon un lenguaje agresivo y violento, acometiendo al Gobierno e irritando así más y más los ánimos. Las familias de Patagones y 
Viedma y toda la población de las orillas del río Negro sabían cuán infame era el proceder de los adversarios, pero no se atrevían a levantar 
la voz contra el enemigo por miedo a sus propios intereses, que estaban a merced de las autoridades nacionales. Don José Fagnano no se 
acobardó, antes al contrario organizó las cosas de tal modo que incluso podía oponer una valiente defensa material, si la violencia llegaba 
hasta el extremo. Y esto podía hacerlo en puntos donde residía en terreno propio, pues había comprado tierras y había construido en ellas a 
fin de que nadie tuviese derecho para obligarle a marcharse legalmente de allí. Esta conducta audaz y firme salvó a los Salesianos de un 
asalto improviso, ya planeado en el hervor de la pasión por sus enemigos, y dio tiempo para sopesar acusaciones y defensas en Buenos 
Aires. El Ministro, debido también a la intervención de la Curia, 
270 

no hizo caso de la nota del Gobernador, de suerte que éste juzgó prudente avenirse a un arreglo conciliatorio 1. 

Volvió la bonanza, pero no la seguridad. La cuestión religiosa se agravaba en la capital; además, el general Roca, Presidente de la 
República, cesaba en su cargo en octubre de 1886 y ya se advertían los amagos de encarnizadas campañas políticas para la sucesión. Aquel 
era el mal momento en que llegaba a Buenos Aires el nuevo Vicario Apostólico. Ya en diciembre de 1884 había escrito al Secretario de 
Propaganda: «La actitud del actual gobierno argentino, hostil y tiránico, ((312)) contra la Iglesia y su Representante, »no será un obstáculo 
para nosotros? Esperamos que no sea así; por otra parte, la divina Providencia velará, como en el pasado, por el porvenir de nuestras 
misiones». 

Más tarde, el día treinta y uno de enero, escribía don Luis Lasagna a don Bosco desde Villa Colón, manifestando también sus temores 
para el Uruguay. «Hace algunas semanas que el Gobierno está enfadado con la Curia y amenaza con leyes opresoras para los religiosos. Ya 
salió un decreto que prohíbe la fundación de nuevas casas religiosas, sin previo permiso del Gobierno». El conflicto se ampliaba, pues, más 
allá de las fronteras argentinas. 

La eventualidad de un impedimento para que monseñor Cagliero se estableciera en Argentina, asomaba en el horizonte; tanto que habíase 
tratado de ello en Turín con ocasión de pasar por allí el Vicario General de Concepción (Chile). Este Prelado, cuyo Obispo estaba 
desterrado por desafueros del Gobierno, paró el mes de enero en Turín y concertó con los Superiores la preparación de una casa en su 
ciudad para el Vicario Apostólico, si se le impedía el acceso al lugar donde le había destinado la voluntad del Santo Padre. 

La primera cuestión se había agravado con otra. Había hecho alusión a ello el Arzobispo de Buenos Aires el día dos de enero al 
responder a ciertas comunicaciones que, a este propósito, le había hecho don Bosco; era la carta que el Santo había incluido en la suya del 
día diez de febrero dirigida a monseñor Cagliero 2. «Tendré, decía, sumo gusto en ver un Obispo salesiano y espero que podrá hacer mucho 
bien, ya que es muy numerosa su familia por aquí. Pero me veo obligado a añadir que, en todo tiempo y ahora más que nunca, nuestro 
Gobierno no aprobará jamás que se erija un Vicariato en sus dominios sin su 

Fin de Página: 271 


VOLUMEN XVII Página: 271 

1 Ap. Doc. núm. 40 A-B-C. Son tres documentos, dos cartas de don José Fagnano y una de don Domingo Milanesio, que se completan e 
ilustran la desavenencia. 

2 Veáse más atrás pág. 268. 
271 

beneplácito. Se tienen por más señores que los mismos reyes de España. Es ésta una dificultad que yo no puedo resolver, pues pertenece al 
Sumo Pontífice; pero hoy es muy difícil. Nunca perdonarán que, en este asunto, se haya querido prescindir de ellos. Deseo que V. R. 
procure que el Ilmo Cagliero se presente ((313)) sin este título de Vicario de Patagonia. Por mi parte, yo le doy todas las facultades para 
que pueda ejercer toda potestad episcopal, tanto aquí como en Patagonia, y procuraré que se le rinda el honor y el respeto que le 
corresponde como Obispo; pero hemos llegado a unos tiempos en los que se echa al Nuncio del Papa, se persigue y expulsa en parte a los 
Salesianos de Patagones y, por consiguiente, no puedo convencerme de que se vea con buenos ojos o se tolere un Obispo con un título, que 
contraríe el arrogante liberalismo nacional. V. S., que ha superado tantas dificultades, arregle también este asunto, procurando que, por 
ningún lado, se aproveche un pretexto para hacer la guerra contra la familia Salesiana. V. S. nos honra demasiado, mandando aquí a un 
Obispo, y yo no quisiera que esto fuese causa de disgustos». 

Don Bosco recibió esta carta entre el mes de enero y febrero, y contestó apenas dejar la cama; no tocó, sin embargo, el punto delicado y 
únicamente quiso reforzar las benévolas disposiciones del Arzobispo. 

Excelencia Rvma.: 

No puedo escribir tan extenso como quisiera, pues no me lo permite mi estado de salud. Ahora debo limitarme a darle humilde y 
cordialmente las gracias por la protección dispensada en tantas ocasiones a los Salesianos. 

Nuestro veneradísimo Arzobispo, que me habla a menudo de V. E., me encarga personalmente le envíe sus saludos y le diga que él, 
cardenal Alimonda, abriga en su corazón la esperanza de que, a no tardar, alguna alegre ventura traerá a V. E. aquí hasta nosotros para 
consolar con su presencia a nuestros muchachos, que en gran número se acuerdan de V. E. Monseñor Cagliero y sus compañeros le darán 
detallados informes de nuestras cosas; pero quieren ponerse todos en sus manos paternales y seguir sus consejos y mandatos. 

Yo voy envejeciendo mucho, pero tengo plena confianza de poder volver a verle en esta tierra, antes que la misericordia de Dios me 
llame a la vida eterna. 

Todos los Salesianos, conmigo a la cabeza, pedimos su santa bendición, mientras con la mayor gratitud, tengo la gran satisfacción de 
poderme profesar a V. E. 

Turín, 9 de febrero de 1885 

Afmo. y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((314)) Contemporáneamente la campaña de prensa diaria, sin limitarse a los misioneros de Patagonia, acometía de lleno a todos los 
Salesianos y buscaba la forma de hacerlos odiosos a los argentinos. 
272 

Decía que pertenecían a una raza de vagabundos, que eran gente reclutada a la ventura, hombres ineptos para el progreso de la civilización, 
estafadores, turbulentos, codiciosos, fanáticos, individuos sin vínculos de familia o de nacionalidad, capaces solamente para timar dinero y 
denigrar a Argentina en el extranjero; que su Boletín era un medio para fomentar el espíritu de secta entre los lectores y propalar noticias 
estrafalarias sobre la República; que se debía expulsar a los Salesianos que ya se encontraban en ella y cerrar las puertas a los que iban a 
llegar. 

Preocupado por el sesgo que iban tomando las cosas, el Arzobispo, cuando monseñor Cagliero ya había puesto pie en tierras de 
Montevideo, reclamó la atención del Cardenal Prefecto de Propaganda sobre el peligro, a cuyo encuentro se iba, de peores represalias del 
Gobierno. Por lo cual, Su Eminencia escribió a don Bosco el día 6 de mayo de 1885: «En cuanto al Vicario Apostólico, monseñor 
Cagliero, me escribe el Obispo de Buenos Aires que teme mucho no sea recibido por el Gobierno, por haber sido enviado allí sin su previo 
consentimiento. No puedo negar a V. S. que semejante noticia me tiene en alguna aprensión, mientras otros actos del mismo Gobierno me 
la hacen muy probable. Vea, pues, V. S. la manera de disponer las cosas de modo que se aleje este peligro, y recomiende a sus misioneros 

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la máxima prudencia». 

Cuando don Bosco recibió esta carta, monseñor Cagliero ya se encontraba en Buenos Aires. Había llegado a Montevideo el día doce de 
marzo y, después de visitar las casas de Uruguay, siguió adelante in nomine Domini. Don Santiago Costamagna comunicaba a don Bosco 
el día treinta y uno: «Hasta ahora, el viaje, la llegada y la recepción de Monseñor fueron un verdadero triunfo. Los periódicos católicos no 
hablan de ello porque así lo pide la prudencia; algunos periodicuchos escupen veneno, pero no hay que hacerles caso. El Delegado 
Apostólico no sólo recibió con amabilidad a nuestro Obispo, sino que le hizo ((315)) preciosos regalos contra lo que se esperaba 1. 
Monseñor Aneyros 

1 Monseñor Matera, con quien se encontró en Montevideo. Para los antecedentes, a que aquí se hace alusión, véase Vol. XVI, pág. 317. 
sobre el encuentro escribía Monseñor a don Bosco el día veintitrés de marzo: «Me entretuve con él más de una hora a solas, disipando con 
la luz de la verdad todas las nubes, que podía tener con respecto a nosotros en el horizonte de su cabeza. Me deseó toda suerte de éxitos 
felices en mi dificilísima misión de Patagonia, porque le constaba que el Ministro de Chile había telegrafiado al de Montevideo a fin de 
que preguntase al de Argentina y así conocer la novedad de Vicario apostólico de Patagonia y del Obispo Salesiano y con orden de 
expulsarlo tan pronto como asomara por allí. Yo le contesté que iría allí vestido no de frate (fraile), sino de sacristán; por consiguiente no 
me podría sfratare (expulsar) y que María Auxiliadora no lo permitiría». 
273 

se mostró y sigue mostrándose siempre igual, esto es, como un verdadero y tiernísimo padre de monseñor Cagliero y de los Salesianos». En 
espera de los acontecimientos, Monseñor se aposentó en San Carlos de Almagro e iba haciendo un gran bien por las casas de los Salesianos 
y de las Hermanas. A menudo le invitaban en la ciudad para celebrar funciones y presidir reuniones de asociaciones, cuando faltaba el 
Arzobispo. Pero, sabedor de su excepcional posición y de su estancia provisional en Buenos Aires y atacado por añadidura por los 
periódicos, furiosos contra las misiones salesianas y contra su llegada a la República, procedía con la mayor prudencia y circunspección. 
Callaba y trabajaba. 

En 1875 sólo algunos periódicos arremetieron contra la Iglesia; pero entonces, hasta los mismos Gobiernos se habían lanzado a una 
abierta campaña contra ella. Escribía a don José Lazzero el día cinco de mayo: «Su odio satánico contra la Iglesia es indescriptible, pues 
pisotean todo lo que es razón, derecho, justicia, sentido común y la misma honestidad, con tal de salirse con la suya y lograr que prevalezca 
su loco y furioso orgullo contra la Religión (...). Hay un periódico que ya está incitando al pueblo para asaltar las casas religiosas, 
incendiarlo todo y degollar a todos». 

Pero su anhelo era siempre Patagonia; con tal de poder plantar en ella sus tiendas, se manifestaba dispuesto a ir allí vestido de sacristán, 
que no de Obispo. Parecíale haber dado un gran paso, si conseguía entrevistarse con el presidente Roca. Para obtenerle esta visita, 
trabajaba en mayo don José Fagnano, reconciliado, al menos aparentemente, con su ((316)) Gobernador y que había ido a Buenos Aires 
para tratar asuntos de la misión 1. Las dificultades para recibirlo eran cada día menores por parte del primer Magistrado de la República, 
porque la prensa se calmaba al verlo ir de una a otra parte sin aparatosas formas, sino «como el resto de los mortales» 2. Por fin, se avisó a 
Monseñor que podía presentarse. Se presentó con don Santiago Costamagna y pasaron a la audiencia los dos juntos. El general Roca, 
sentado, preguntó altivamente a Monseñor: 

-»Es usted Obispo? 

-Sí, contestó, soy Obispo titular de Mágida. 

-»No sabe usted que el Papa no puede enviar Obispos a la República, sin previo entendimiento con el Gobierno? 

-Señor Presidente, yo soy Obispo in partibus infidelium y no 

1 Carta de Monseñor a don José Lazzero, 5 de mayo de 1885. 

2 Carta de Monseñor a don José Lazzero, Buenos Aires, 15 de junio y al cardenal Alimonda, Buenos Aires, 25 de junio de 1885. 
274 

tengo diócesis ni jurisdicción. Estuve algunos años aquí en esta República como Misionero Salesiano de don Bosco y ahora regreso para 
dedicarme a la misión de Patagonia. 

Don Santiago Costamagna terció para recordar al Presidente la expedición al desierto en 1879, cuando él se había encontrado tantas 

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veces al lado del General. Este no pudo ocultar cierta complacencia ante aquellos recuerdos. Entonces Monseñor recobró ánimos y siguió: 

-La república Argentina está abierta a todos los que desean trabajar; por eso nosotros venimos junto con muchos otros inmigrantes, no 
sólo para trabajar, sino también para enseñar a trabajar. He traído conmigo treinta misioneros, entre los cuales hay algunos salesianos 
seglares que ejercen toda clase de artes y oficios; iremos así a enseñar, unos agricultura y la cría del ganado y otros a cuidar de las almas en 
aquellas tierras conquistadas a la civilización por Vuestra Excelencia. 

-Pero vosotros formáis una Congregación religiosa. 

-Sí, pero a manera de Sociedad o Asociación privada, cuyos ((317)) miembros conservan todos sus derechos civiles, sin pretender ningún 
privilegio o reconocimiento del Estado. Somos ciudadanos como los demás, unidos en Sociedad para educar a la juventud pobre en asilos, 
hospitales y escuelas profesionales. Don Bosco, nuestro fundador, ha sido aconsejado por los ministros Rattazzi y Cavour para instituir su 
Sociedad de forma que se adaptara a los tiempos modernos. 

El Presidente observó riendo: 

-íDon Bosco ha sido verdaderamente muy listo! 

Se levantó del sillón, estrechó la mano a monseñor Cagliero y le dijo: 

-Seremos amigos. 

Monseñor, cobrando ánimo, le pidió una tarjeta de presentación o de recomendación para el general Winter. El Presidente se la entregó 
con términos de alabanza y benevolencia. 

Don José Vespignani, que sabía perfectamente cómo habían ido las cosas, cuando contaba el hecho, solía concluir: 

-Fue ésta una feliz campaña ganada con el método de don Bosco; con prudencia, sencillez y lealtad. 

La amistad entre los dos personajes se mantuvo sincera hasta el fin. El gran crédito del general Roca ayudó mucho a monseñor Cagliero, 
durante los años de su apostolado en Patagonia, y le proporcionó en seguida dos grandes ventajas. 

Entre las dificultades para el viaje de Monseñor a Patagonia, estaba la no pequeña de los pasajes. Las casas salesianas estaban cargadas 
de deudas y no podían proporcionarle el dinero suficiente; don José 
275 

Fagnano, que se encontraba en Buenos Aires para resolver asuntos con el Vicario Apostólico, obtuvo del gobierno hasta diez pasajes 
gratuitos. Y, en segundo lugar, »de qué le serviría ir a Patagonia y quedar allí reducido a la impotencia por la autoridad local? Pero sus 
buenas relaciones con el General le valieron de salvoconducto para el cuartel del Gobernador militar con quien tenía que contar de todos 
modos, si quería desarrollar en paz su misión. Llegó a Patagones el día nueve de julio y se apresuró para ir a visitarle, vestido con los 
hábitos prelaticios. Aquél, informado ya de sus buenas relaciones con el general Roca, le recibió con todos los honores y, después de 
invitarle a que se sentara, díjole con la franqueza propia de un militar: 

-Tendrá usted ((318)) muy mala opinión de mí, Doctor. Yo soy muy malo. 

-Muy al contrario, replicó rápidamente el Obispo. Hemos leído en los Boletines Geográficos muchas cosas bonitas de Vuestra 
Excelencia, cuando hizo sus exploraciones. En Italia se leen estos Boletines con gusto e interés. Hemos visto en ellos a un hombre 
inteligente y de corazón. También tenemos noticias de lo que V. E. ha hecho en favor de los misioneros salesianos. 

Este exordio amansó al hombre violento. Después presentóle Monseñor las cartas del presidente Roca y del Ministro de la Guerra y 
Marina, que recomendaban con benevolencia al Obispo para todo lo que concerniese a los oficios de su sagrado ministerio. El Gobernador 
prometió ayuda en todo lo que de él dependiese. Convencióse inmediatamente con aquella visita de que los Salesianos no tenían más 
finalidad que el bien de las almas y la predicación del Evangelio sin mezclarse para nada en la política; lo cual no era poco en un país 
donde la política ocupaba un lugar predominante en la vida de los ciudadanos 1. 

Alegrábase de vez en cuando el corazón de don Bosco durante aquellos primeros meses con cartas de unos y de otros que le llevaban 
noticias preponderantemente buenas; pero hubo una que debió consolarle más que ninguna otra. Monseñor, que había visitado desde 
mediados de marzo a primeros de julio todas las casas de los Salesianos y de las Hermanas, excepto la de Niterói en Brasil, le pudo escribir 

2: «Don Bosco puede gloriarse de tener en América un gran número de hijos, que lo representan hasta ahora excelentísimamente, que lo 
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VOLUMEN XVII Página: 276 

aman y hacen amar». 

1 Carta de don Antonio Riccardi a don Bosco, Patagones, 25 de julio de 1885 

2 Patagones, 30 de julio de 1885. 
276 
((319)) 

CAPITULO XII 

PROPUESTAS DE FUNDACIONES EN ITALIA
Y ALGUNOS DETALLES DE CASAS ITALIANAS
DURANTE EL AÑO 1884


LA educación cristiana de la juventud era combatida en Italia por todos los medios. En consecuencia, don Bosco parecía a los ojos de los 
buenos el hombre providencial enviado por Dios para oponer un dique a la invasión del laicismo en las escuelas; y, por eso, volvían a él la 
mirada eclesiásticos y seglares, deseosos de cooperar en asunto tan importante y tan urgente, como era la preservación de la juventud. Las 
continuas peticiones, índice del malestar moral, que afligía a toda la península, hacían que los Salesianos midiesen cada vez mejor la 
grandiosidad de su misión ante la Iglesia y la sociedad civil; pero, al mismo tiempo, se afligía su ánimo ante la imposibilidad de responder 
adecuadamente a la universal confianza, por la insuficiencia de personal y de personal titulado, como lo exigían las leyes del Estado. 

No ha de extrañar, por tanto, que, a pesar de las múltiples solicitudes, no pudiera hacerse o comenzarse en Italia ninguna fundación a lo 
largo del año 1884; pero se mantuvieron en vigor las ya existentes y se dio a algunas notable desarrollo. Lo mismo que en los volúmenes 
anteriores, también en éste hablaremos de algunas propuestas, que quedaron encalladas en su curso, para conocer la parte que tomó don 
Bosco en ellas; narraremos a continuación ((320)) algunos detalles de casas, que ya nos son muy conocidas. 

Empezaremos por las Hijas de María Auxiliadora, puesto que el santo Fundador, con su Capítulo, seguía ocupándose directamente de sus 
obras. 

Cierto día manifestó don Celestino Durando la idea de abrir internados para niños de los cuatro o cinco años hasta los siete bajo la 
dirección de las Hermanas: así se podría ayudar a ciertas familias, en las que, por muerte del padre, de la madre o de ambos, quedaban 
demasiados niños para ser atendidos por el cónyuge superviviente o por los tutores. Pero don Bosco contestó: 
277 

-Esto no pertenece a nuestro fin 1. 

Solamente mencionaremos tres propuestas para las Hermanas, dos de las cuales procedían del norte de Italia y la tercera de Sicilia. 

Escribió a don Bosco desde Sicilia el juez auxiliar de Francavilla, rogándole enviara a aquella población dos Hermanas para atender a la 
escuela y a las niñas; pero todo quedó en una cortés contestación. 
Llegaron discretas propuestas de Castel San Giovanni, en el distrito de Piacenza, pero don Bosco temió enfrentarse con grandes gastos, en 
un momento en el que el Capítulo ya tenía demasiados. De todos modos, una visita de don Juan Cagliero proporcionaría en su día los datos 
necesarios para una contestación definitiva 2. 

El párroco de Moncrivello, en la zona de Vercelli, propuso en nombre de la viuda Persico una institución femenina para confiarla a las 
Hijas de María Auxiliadora. La anciana señora quería dejar en testamento a don Bosco una hermosa casa de su propiedad, más una renta de 
setecientas liras anuales y la de una viña valorada en doce mil liras. La casa pasaría a la Congregación tal como estaba, quedando a cargo 
de la misma las reparaciones y los impuestos, lo cual absorbería gran parte de la renta. Ahora bien, la experiencia de Lu, Chieri y 
Vallecrosia había demostrado que, en semejantes condiciones, las casas de las Hermanas quedaban siempre con un saldo deudor; ((321)) 
por lo que se determinó que era mejor para las Hermanas habérselas con administraciones, que satisficiesen su obligación con una cuota 
fija convenida como en los asilos infantiles. La experiencia había enseñado que suceden a veces casos imprevistos, en los que, sin un 
estipendio fijo, no se podía seguir adelante. Así, aquel mismo año, en Lu hubo una escasa cosecha, y la mitad de las familias retiró a los 
niños y a las niñas, por lo cual, la pobre comunidad vivía con dificultad a falta de las correspondientes cuotas mensuales. La salvó después 
una subscripción promovida por el párroco y por el alcalde. 

-Si es así, advirtió don Bosco, me parece que la propuesta de Moncrivello no conviene. Hay que pedir una retribución suficiente. 

Don Juan Cagliero fue encargado de ir a aquel lugar en noviembre y concertar una renta anual de tres mil liras 3. 

Fin de Página: 278 


VOLUMEN XVII Página: 278 

Los Salesianos sólo recibieron dos propuestas de algún interés en Piamonte. El señor Marengo, hermano del difunto canónigo, habría 
querido que se aceptasen un internado y una iglesia, entonces cerrada, 

1 Actas del Cap. Sup., 28 de febrero de 1884, por la tarde. 

2 Actas del Cap. Sup., 22 de enero de 1884. 

3 Actas del Cap. Sup., 28 de octubre de 1884. 
278 

en Carmagnola, histórica villa en el distrito de Turín. Después de una larga discusión sobre ello, dijo don Bosco: 

-Empiécense las negociaciones a condición de que se aguarde para concertar la fecha y que se nos deje la libertad de poner las 
condiciones que se juzguen más oportunas. 

Se trató, pero no se llegó a ninguna conclusión. 

El ayuntamiento de Carignano, importante centro en los aledaños de Turín, hizo un ofrecimiento materialmente halagüeño. Había 
quedado vacío el convento de los Franciscanos, porque se habían retirado los religiosos sobrevivientes y el Provincial manifestó legalmente 
la satisfacción del General de que entraran en su lugar los Salesianos. La junta municipal, por unanimidad, invitó a don Bosco a abrir en 
seguida en él las escuelas elementales y más tarde, por grados, los cursos del bachillerato; cedería el edificio y daría seis mil liras anuales. 
Una persona prometía diez mil liras para las obras de adaptación. Además, había dos casas próximas, propiedad de dos buenos sacerdotes 
muy amigos de don Bosco, que se las traspasarían a él más adelante ((322)) por testamento. Don Bosco habría dado su consentimiento, si 
se le hubiese concedido comenzar dentro de poco; pero allí no se tuvo paciencia para esperar 1. 

El Obispo de la capital de las Marcas, monseñor Aquiles Manara, ofreció, primero, una casa, que se rechazó por falta de personal, y, 
después, una parroquia de seis mil almas en Borgo Pío. Los feligreses, escribía el Prelado, eran «en su mayoría gente tosca, forasteros, 
empleados ferroviarios, que daban poco quehacer al párroco, pero tenían gran necesidad de ser atendidos espiritualmente». Don Bosco 
escribió en el margen superior de la carta: «Léala don Celestino Durando en Capítulo». Y don Celestino Durando la leyó en la reunión 
capitular del día veinticuatro de octubre; pero, desgraciadamente, hubo que rechazar la invitación por falta de persona apta en el momento. 
Sin embargo, no se dejó perder la idea para Ancona; por eso, como sucedía cuando después de una primera negativa, no se perdía en 
seguida toda esperanza, sino que se volvía de vez en cuando a la carga con otros proyectos, el cardenal Manara, ya anciano decrépito, pudo 
ver surgir en 1901 el actual instituto junto con la nueva iglesia, convertida por él en parroquia y fue testigo de la transformación radical 
realizada por un oratorio festivo en un barrio lamentable. 

En la sesión capitular del día veintiocho de febrero, don Bosco mandó leer cuatro peticiones: tres de las cuales se tratarán en el capítulo 

1 Actas del Cap. Sup., 21 de febrero y 19 de mayo de 1884. 
279 

siguiente, eran para el extranjero, y la última, escrita por el cardenal D'Avanzo, obispo de la diócesis, era para Teano de Campania: ordenó 
contestar cortésmente a ésta que no se podía. En el curso de la discusión, don Bosco tuvo oportunidad para recordar una norma de 
prudencia que le había dado el Papa. 

-Recordad, dijo a los Superiores, un aviso, que nos dio el Pontífice Pío IX. Nunca abráis demasiadas casas en el mismo lugar. Esto causa 
envidia a otras clases de personas y celos a las autoridades civiles. 

No se procedió tan sumariamente para Penne en la extremidad de los Abruzos. El reverendo De Nardis insistía desde 1882 en favor de la 
fundación ((323)) de un centro escolar en su patria chica. Las cartas que escribió a don Bosco y a don Celestino Durando revelan el ardor 
sincero de su celo en favor de la juventud. El rayo de esperanza, que se le dio en un principio, aunque sin determinación de tiempo, le dio 
tanta alegría que, en octubre, fue a Turín, donde encontró que «la realidad de las cosas era superior a la fama», y vio que don Bosco había 
«transfundido en todos su corazón de padre». Así lo declaraba él en un memorial que presentó al ayuntamiento, al que pedía, siguiendo 
instrucciones del mismo don Bosco, la cesión legal de un antiguo convento del Carmen y la ejecución de las obras necesarias para 
transformarlo de acuerdo con la nueva finalidad y la garantía del sustento para seis Salesianos. El ayuntamiento aceptó con aplauso la 
petición, pero sustituyó aquel edificio por el antiguo convento de los Menores Reformados, que era más apto. Se obtuvo la autorización de 
la Santa Sede para este fin y ésta mandó ponerse de acuerdo con el Provincial residente en Aquila. Levantóse entonces una férrea oposición 

Fin de Página: 280 


VOLUMEN XVII Página: 280 

1, mas por fin se venció la resistencia, gracias a la intervención del cardenal Bilio, protector de la Orden. 

El ayuntamiento presentó entonces sus condiciones, que el reverendo De Nardis transmitió a Turín. Impaciente por tener contestación, la 
pidió con apremio a don Bosco, que a la sazón estaba en Roma. Lemoyne escribió por él a don Miguel Rúa: «Adjunto la carta del 
reverendo De Nardis, de Penne. Tratad vosotros el asunto por carta o personalmente. Don Bosco no puede ocuparse de ello porque su 
cabeza no lo resiste. Tenéis plenos poderes y no os falta la prudencia. Haz el favor de ver si don Celestino Durando se interesa por ello». 

De aquí puede deducirse que don Bosco se inclinaba a aceptar; 

1 Ap. Doc. núm. 41. 
280 

más aún, había prometido hacer una visita a Penne si las circunstancias no le hubiesen quitado el tiempo. Las gestiones se prorrogaron 
todavía algunos años, estorbados por una minoría masónica de la Junta Municipal, que anteriormente no se había quitado la careta. ((324)) 
El celo industrioso y desinteresado del buen sacerdote de Penne no pudo lograr su intento. 

No se había recibido ninguna propuesta de Nápoles hasta 1884; llegó entonces una de singular importancia. Don Lorenzo Apicella, 
sacerdote muy apreciado por sus paisanos, había fundado cuatro casas para sordomudos, muchachos y muchachas, que las dirigía por 
medio de seis sacerdotes y veinticinco seglares con hábito talar. Quería agregar esta obra suya a la obra salesiana 1. Tratóse el asunto en 
Capítulo en la sesión de la tarde del día 27 de diciembre. Es interesante leer en las actas la marcha de la discusión. 

Dice DON BOSCO: -Póngase la cuestión en principio. En este caso no parece que haga falta enviar mucho personal. Se podría escribir a 
don Lorenzo Apicella que venga aquí a tratar el asunto y desde aquí enviaremos alguno con él a Nápoles para que vea y se haga cargo de 
ello. Podríamos poco a poco organizar el asunto. 

DON CELESTINO DURANDO observa que, para cuatro casas, se requiere mucho personal. 

DON BOSCO: -Yo no propongo aceptar, sino ver si nos conviene encargarnos de la instrucción de los sordomudos. Venga don Lorenzo 
Apicella a tratarlo personalmente; pero, como ahora hace mucho frío, difiera su venida hasta después de Pascua. 

DON CELESTINO DURANDO: -Antes de que el reverendo Apicella venga a Turín es mejor que nos cercioremos de si sus compañeros 
están de acuerdo con hacer esta fusión. 

DON JUAN CAGLIERO: -Antes de discutirlo, obsérvese si las reglas nos permiten dedicarnos a la educación de los sordomudos. 

DON CELESTINO DURANDO: -Las reglas dicen que nuestra finalidad son los jóvenes pobres y abandonados. »Quién más pobre que 
los sordomudos? 

DON MIGUEL RUA: -San José de Calasanz que, al fundar sus orfanatos, tenía el mismo fin que nosotros, aceptó también a los 
sordomudos. 

DON JULIO BARBERIS: -Hago observar que los Salesianos destinados a los sordomudos tendrían que dedicarse sólo a ellos y ya no se 
les podría destinar a otro servicio, porque se necesita instruirse muy bien para impartir una educación de esta clase. 

DON CELESTINO DURANDO: -Observo que haría falta instituir una inspectoría únicamente para sordomudos. 

DON BOSCO: -Hace tiempo se me hicieron muchas instancias para que aceptara institutos de ciegos, pero nunca quise aceptar. Me 
pareció una propuesta muy útil por su fin, pero no me siento suficientemente ((325)) inclinado para dedicarme a ello. En cambio, los 
sordomudos son un asunto muy distinto. Desearía hacer todo lo que sé y puedo en su favor. Por eso, me dirijo al Capítulo, para que vea si 
es posible dedicarnos al cuidado de esta nueva clase de niños y niñas. 

1 Ap. Doc. núm. 42. 
281 

DON JUAN BONETTI: -No veo la posibilidad de éxito en esta presa. Parece que es más urgente la necesidad de que nos dediquemos 
cada vez más a los niños destinados a vivir en la sociedad para reformar la sociedad misma. 

Fin de Página: 282 


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DON ANTONIO SALA: -Una gran parte del personal sería el que está en aquellas casas y esos coadjutores, vestidos de clérigos, 
podríamos unirlos a nosotros como terciarios. 

DON CELESTINO DURANDO: -Estoy seguro de que una parte de estos coadjutores no querrán agregarse a nosotros y más tarde o más 
temprano se marcharán. Y, si después de enviar a Nápoles algunos de los nuestros, aquellos viejos coadjutores los dejasen plantados, 
»cómo nos las compondríamos para llevar adelante cuatro casas? »Retirarnos con deshonra? »Hacer una de las cuatro? Esto sería cargar 
sobre nosotros una vergonzosa odiosidad. 

DON BOSCO: -Déjense las gestiones para después de Pascua. Mientras tanto, averíguese si los coadjutores del reverendo Apicella 
acceden a la fusión y a vivir con nosotros y quiénes y cuántos son de sentir contrario. 

DON JUAN CAGLIERO: -Hay que pensar bien la cuestión. Son cuatro casas: 
algunos de esos coadjutores ciertamente se irán porque no querrán sujetarse, y otros seguramente serán despedidos por nosotros, según nos 
lo enseña la experiencia. 

DON JUAN BONETTI: -Si se quiere abarcar la nueva institución de los sordomudos, fúndese antes una pequeña casa con dos o tres 
niños y así podremos, con el tiempo, formar un personal docente capaz, experto, ejercitado. Pero no se asuma en seguida, sin más, una 
empresa de tal envergadura. Averígüese, además, por qué Apicella insiste tanto en la fusión. A lo mejor tiene deudas con las que no puede 
seguir adelante y busca que los Salesianos le saquen las castañas del fuego... 

DON CELESTINO DURANDO: -Apicella no tiene deudas, sino que cuenta ya con sesenta y cinco años de edad y teme que, después de 
su muerte, se venga abajo su institución. 

DON JUAN BONETTI: -En este caso, no hay que darle esperanzas de apoyo, porque, de lo contrario, con esta ilusión no buscará otros 
medios para sostener su obra y ésta vendrá a menos por culpa nuestra. Si queremos dedicarnos también a los sordomudos, adaptemos la 
nueva institución a nuestra raíz. 

DON BOSCO: -Propongo se conteste a Apicella en estos términos: al presente, no se podría aceptar el ofrecimiento por falta de personal 
se estudiará a lo largo del año qué procede hacer; mientras tanto, piense también Apicella de qué otra manera puede asegurar la 
supervivencia de su instituto; si es de parecer que debe confiar sus hospicios a la Congregación ((326)) salesiana, ésta no tendría dificultad 
en aceptar lo que dejara después de su muerte. 

DON MIGUEL RUA: -Me parece que conviene ir despacio al hacer estas insinuaciones. El sacerdote que ha fundado aquel Oratorio en 
Belluno, ya ha hecho testamento en nuestro favor. Podría llegarle el fin de su vida de un momento a otro y entonces »cómo quedaríamos 
nosotros, si no pudiésemos aceptar la herencia? 

DON ANTONIO SALA: -El reverendo Rossi ha hecho ya su testamento dejando su magnífico Oratorio de Schio a don Bosco. Por lo 
que se refiere a Apicella, yo creo que quiere unirse a nosotros para tener nuestro apoyo moral, de suerte que sus bienhechores, al ver 
asegurada la existencia de la Obra, se animen a mayores donativos. 

DON BOSCO: -Añádanse al menos a la respuesta las palabras por ahora no podemos aceptar. 

EL CAPITULO aprueba esta respuesta. 
282 

DON CELESTINO DURANDO propone que también se añada a la carta esta promesa: Pasará alguno de nosotros por Nápoles, camino 
de Randazzo, y se detendrá para ver el Instituto. 

EL CAPITULO aprueba. 

De las cuatro casas una estaba en Nápoles, otra en Casoria a poca distancia de Nápoles, y dos en Molfetta. Con el tiempo la benéfica obra 
sufrió modificaciones y traslados, hasta que el cardenal Sanfelice hizo que se constituyera en un ente moral bajo la presidencia del 
Arzobispo pro tempore, concentrando a los niños en un gran edificio situado en el barrio de Tarsia, y a las niñas en Casoria. Después de 
varias vicisitudes, su segundo sucesor, el cardenal Prisco, logró que don Miguel Rúa enviara a los Salesianos, que han proporcionado gran 
prosperidad a la sección masculina, interesándose también por la femenina, dirigida por religiosas. 

En Catania (Sicilia) estaban siempre a la espera. El arzobispo Dusmet pedía en el mes de enero que, en la próxima primavera, se abriese 

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en su ciudad un colegio para aprendices: pero don Bosco mandó contestar que no se podía tan pronto; recomendando que se emplearan 
términos que suavizaran la demora. Más tarde el celoso Pastor pidió que enviara ((327)) en seguida un Salesiano al menos para dirigir un 
oratorio festivo y unas escuelas elementales. Se deliberó buscar el sujeto idóneo. 

-En Catania es necesario tener una casa, decía don Juan Cagliero. Cuando uno de los nuestros llega a aquella ciudad tiene que ir a la 
fonda. Ahora que ya estamos en Sicilia, hemos de pensar en echar allí buenas y hondas raíces. Si no se abre la casa en Catania, estoy 
decidido a mandar regresar a las Hermanas, porque tal como están, carecen de apoyo. El Arzobispo se conforma con que vayamos, aunque 
no sea más que para comenzar. Ya no es posible dar largas, pues él tiene la obligación de darlo a otros, si nosotros no aceptamos. 

Don Bosco, después de oírlo todo y a todos, dijo la última palabra; 
era absolutamente necesario abrir aquella casa; y si faltaba personal, se disminuyese el de otras casas; porque se habían hecho promesas al 
Arzobispo y no se habían cumplido. Y así quedó determinado 1. 

Mientras tanto los sectarios de Catania no dormían y como se olían la llegada de los Salesianos, intentaron desacreditarlos ante la opinión 
pública. Apareció de improviso en su periódico esta tendenciosa noticia 2. «Los periódicos de Génova refieren que el Colegio de 

1 Actas de Cap. Sup., 22 de enero, 4 de julio y 30 de agosto. 

2 Gazzetta di Catania, 3 de febrero de 1884. 
283 

don Bosco en Bosco Marengo, junto a Novi, provincia de Alessandria, fue cerrado por orden de la autoridad, por haberse descubierto en él 
ciertos asuntos feos, a los que parece se han dedicado los curas y frailes educadores, en menoscabo de las buenas costumbres y de la moral 
cayendo dentro del... Código penal». 

Don Juan Bonetti escribió al gerente un mentís, redactado por mandato de don Bosco en términos serenos y corteses. El punto principal 
era éste: «Don Bosco me encarga comunicarle que V. S. ha incurrido en un error, al asegurar lo que de él afirma. El Colegio de la 
población de Bosco Marengo es un Reformatorio para jóvenes díscolos; y ni don Bosco ni ninguno de sus maestros tuvo nunca nada que 
ver ni que decir con ese Instituto». 

El mentís se hubiera debido publicar según la ley en el periódico de Catania, pero éste se limitó a una cínica e hipócrita ((328)) mención 
en un suelto redactado en estos términos 1: «DRAMAS Y COMEDIAS. Hace tiempo hemos copiado de los diarios del continente la 
noticia de la clausura del Colegio de don Bosco en Bosco Marengo, por orden de la autoridad, a causa de ciertos hechos que es mejor 
callar. Ahora un tal don Juan Bonetti, secretario de don Bosco, nos escribe que aquel Colegio es un reformatorio de jóvenes díscolos y que 
ni don Bosco, ni ninguno de sus maestros tuvo nunca nada que ver con aquel Instituto. Como se trata de fruslerías, que especialmente los 
curas suelen hacer, y que habrán hecho, los periódicos de Génova, de Roma, etc. habrán metido en ellas a don Bosco y a los suyos, que no 
entran en ese asunto». 

Don Pedro Guidazio escribía 2: «Aquí haría falta una buena lección. Si yo no fuese sacerdote, me encargaría de dársela por mi cuenta». 
Pero don Bosco era de parecer contrario. Las intrigas de la logia se hicieron más patentes al año siguiente, como veremos más adelante. 

Rehaciendo ahora el camino hacia atrás, visitaremos de Sur a Norte algunas casas, de las que tuvo que ocuparse don Bosco de algún 
modo durante el año 1884. 

Empezaremos por Roma. Aunque estaba todavía lejos de llegar a término la construcción de la iglesia del Sagrado Corazón, no quiso el 
Santo que se tardara más tiempo en emprender las obras del hospicio tantas veces mencionado. De acuerdo con los planos del ingeniero 

1 Gazzetta di Catania núm. 37. Lo publicó el periódico Campana el día veintiuno de febrero. 

2 Carta a don Juan Bonetti, 17 de febrero de 1884. 
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turinés Vigna, el maestro de obras Cucco, de Biella (Don Bosco evitó para su nuevo edificio tener que tratar con Romanos), empezó las 
excavaciones para construir primero la parte que daba hacia la calle Porta San Lorenzo, hoy Marsala. Aquella ala del edificio con dos 
plantas solamente, la tercera se añadió no hace mucho, y sin subterráneos, tenía que unir la casa antigua en la esquina de la calle Marghera 
con el pasadizo al lado de la iglesia. Don Bosco deseaba que fuese el conde Colle para colocar la primera piedra y encargó a don Juan 
Bonetti que tomara con él los acuerdos del caso, al ir a Marsella con el último saludo del Santo para monseñor ((329)) Cagliero y los 

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misioneros; pero, al fin, se celebró la ceremonia en la primavera de 1885 sin don Bosco y sin el Conde 1. 

Cerca de Roma está Magliano. El tiempo y la experiencia tenían que enseñar cuán difícil es continuar en los seminarios, especialmente 
una vez que desaparece el Obispo que llamó. El seminario de Magliano fue el primero en demostrarlo. Comenzaron a asomar las 
contrariedades a principios del año escolar 1883-84 y partieron del colegio anejo al seminario. El canónigo Pagani, miembro de la 
Comisión tridentina, ganaba a su partido y a su persona a los colegiales, apartándolos de don José Daghero; lo mismo hacía con los 
clérigos, asegurando que procedía según instrucciones del cardenal Bilio. 

-El cardenal Bilio, dijo don Bosco cuando supo esto, no es capaz de dar tales órdenes, si no es azuzado por alguien. 

Desgraciadamente el día treinta de enero falleció este Purpurado y le sucedió el cardenal Martinelli, el cual estaba tan a favor de los 
Salesianos que envió una solemne reprimenda al perturbador de la paz y a los seminaristas partidarios suyos. Sin embargo, el cardenal 
Bilio había permitido abrir un colegio para mediopensionistas, que restaba colegiales a los Salesianos y que su sucesor dejaba subsistir. Era 
una especie de hospicio, cuyos alumnos iban gratuitamente como externos a las escuelas salesianas. Con este proceder se invalidaban los 
pactos concertados al abrir y confiar el colegio internado a los nuestros. Un incidente agravó la disensión. Don José Daghero había 
expulsado a un seminarista insubordinado y huidizo y se pretendía su readmisión. En una palabra, no parecía posible vivir en paz con el 
canónigo Pagani. Don Bosco, después de ponderar a fondo el asunto, comenzó en mayo a presentar la notificación para despedirse del 
colegio. Pero el nuevo Obispo se opuso y el Papa le apoyaba; es más, quitó 

1 Véase en el Ap. (Doc. núm. 43) la discusión en la que el Capítulo Superior deliberó el inmediato comienzo de las obras. 
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su protección y apoyo económico al colegio de medio pensionistas abierto con daño del nuestro. 

Entonces el canónigo Rebaudi, que lo dirigía, recomendó con una carta habilísima a la caridad de don Bosco los alumnos recogidos por 
él, ((330)) intentando por este camino salvar su propia institución e influencia en la ciudad. Don Bosco hizo que se le respondiera con toda 
claridad y sencillez: 1.° que los Salesianos estaban dispuestos a dejar no sólo el internado, sino también el seminario, que habían tenido 
hasta la fecha únicamente por voluntad y expreso mandato del Padre Santo y del Cardenal; 2.° que los sacrificios hechos por los Salesianos 
en aquel colegio demostraban su buena voluntad con la población; 3.° que, para la instrucción de los muchachos pobres de la ciudad, ya 
tenían los Salesianos las escuelas de los externos; 4.° que, por lo que se refería a los internos pobres, unos serían socorridos por el Santo 
Padre, otros por el cardenal Martinelli y los restantes por el mismo don Bosco, si tenían buena conducta. 

Esta contestación fue completamente desatendida, con la circunstancia agravante de que las promesas del Obispo se convirtieron en letra 
muerta. En efecto, él permitió igualmente y favoreció al hospicio Rebaudi, obligó a los jóvenes por quienes pagaba él la pensión a salir del 
internado episcopal y entrar en aquel hospicio; y se decía, además, que había entregado a Rebaudi cinco mil liras destinadas por el Papa al 
seminario; por fin, insistía en la readmisión incondicionada del seminarista expulsado. Ante estos hechos, dijo don Bosco: 

-Convendría escribir al Cardenal que, siéndonos imposible continuar en este plan, nosotros nos retiramos del seminario en cuanto 
empiece el año escolar, dejando que otros atiendan a la enseñanza. Evidentemente es ésta una determinación que debe ponderarse con 
madurez. Con el Cardenal es preciso insistir en este punto: nosotros tenemos tantas deudas que ya no nos permiten seguir adelante. Son ya 
veinte mil las liras que debe pagar la casa de Magliano, sin contar los honorarios del personal, que también deberían figurar en la lista. 
íParece imposible que todos busquen la manera de roer poquito a poco a estas pobres Congregaciones religiosas! 

Pero antes de actuar, pareció oportuno adquirir ulteriores informes. 

Y estos llegaron por medio de don Francisco Dalmazzo y don José Daghero. El Cardenal se profesaba amigo de don Bosco y dispuesto a 
((331)) pagar las deudas y deseoso, además, de atenerse al contrato estipulado. Pero, en el punto más importante, a saber, la promesa de 
pagar las deudas, se escondía un equívoco, pues él entendía referirse a 
286 

las deudas que tenía el colegio con la comisión tridentina, no las de don Bosco por muebles, papel, libros, vestidos y otros artículos de esta 
clase. Pero la verdad era que con la comisión no había deudas, sino créditos; el Cardenal hablaba de aquel modo apoyándose en erróneas 
aserciones del canónigo Rebaudi. Y en casa de éste vivía el famoso seminarista preparándose para el presbiterado, que recibiría pronto, aun 
antes que sus compañeros de curso. 

El Cardenal había dado una buena prueba de su aprecio a don Bosco al apoyar su petición de los privilegios; pero entonces, como obispo 
de la diócesis, sufría la influencia de las camarillas del lugar, que jugaban con su buena fe. »Acaso no le habían dado a entender incluso 
que el ayuntamiento era contrario a los Salesianos y favorable al hospicio? En cambio, el ayuntamiento tenía tanto interés por el colegio 

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que habría hecho todo lo posible para evitar su clausura. No porque el alcalde tuviese simpatía por sacerdotes docentes, pues, al contrario, 
se habría deshecho de ellos de buen grado; pero, no sabiendo cómo encontrarlos entre los seglares y tan baratos, se contentaba con los 
Salesianos. 

Pero, mientras tanto y a causa de todos estos manejos, los alumnos habían bajado de noventa a cincuenta y tres y parecía que la intención 
del Cardenal era la de prescindir de los Salesianos tan pronto como fuese posible. Más aun, quería tomar medidas todavía más radicales, no 
sólo cerrando el colegio, sino reduciendo el seminario a unos veinte seminaristas que consideraba suficientes para las necesidades de su 
diócesis. 

Se informó de todo aquel litigio al Cardenal Protector quien, después de examinar los documentos, juzgó que la razón estaba de parte de 
los Salesianos. Don Bosco, sin perderse en el laberinto de la controversia, no se apartaba de su punto de vista, el más concreto y el menos 
engorroso. Dijo así: 

-Demos de lado toda otra afirmación y hagamos hincapié en este punto; ((332)) si no nos pagan las deudas, no podemos continuar. Y esto 
basta; si se quiere que continuemos, fíjennos una subvención. 

Sin embargo, se determinó seguir en buena amistad hasta el término del curso, escribiendo al Cardenal que se aceptaban sus generosas 
propuestas de liquidar las deudas, que se deseaba saber en qué época del año se haría el pago y, en todo caso, que no fuera más tarde del 
mes de mayo. 

Cuando el Cardenal recibió esta comunicación, contestó negando el déficit que se afirmaba existir, rehusando admitir que el hospicio 
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Rebaudi perjudicaba al internado salesiano y concluyendo que era necesario repasar las cuentas del colegio. 

Esta conclusión desagradó a don Bosco, el cual dijo: 

-Nunca permitiré que otros vengan a revisar nuestras cuentas. Ya estudiaré yo lo que conviene contestar. 

Don José Daghero intentó llegar a un acuerdo para un futuro modus vivendi con el canónigo Pagani, «diplomático de astucia poco 
corriente», como lo definió don Miguel Rúa; y, aunque con mucha dificultad, lo consiguió. Pero don Bosco no quedó satisfecho. 

-No podemos tratar, dijo, del futuro, si antes no diligenciamos el presente. 

Y, puesto que el Capítulo intentaba nadar y guardar la ropa, replicó don Bosco: 

-Preveo ya que no se llegará a la determinación de irnos de este colegio, porque nos toca cargar con las consecuencias del deseo que 
siempre tenemos de contentar a todos. Aquí, en resumidas cuentas, el personal del colegio trabajó siempre gratuitamente. Se podría, pues, 
escribir a don José Daghero: tú tienes que pagar veinte mil liras; págalas, porque nosotros no podemos endeudarnos por ti y hacer mayores 
sacrificios. 

Y como se insistía para continuar las negociaciones, con el fin de llegar a un arreglo, don Bosco remachó su concepto: 

-La única forma de arreglar las cosas es que nos paguen las deudas y nos dejen ir en el plazo más corto posible. No aceptamos ni 
rehusamos el tratar; pero tratar con el canónigo Pagani no me parece en absoluto conveniente. 

((333)) Se veía demasiado claramente que Su Eminencia y los de su corte habían perdido la confianza en los Salesianos. También, por 
este motivo, opinaba don Bosco que, al término del curso escolar, se repartiría por uno y otro lado el personal de Magliano. Don Miguel 
Rúa temía una reprobación por parte de la Sagrada Congregación, si no se mantenía lo convenido de dar la notificación de despedida cinco 
años antes. 

-Nadie, replicó don Bosco, puede obligarnos a seguir en Magliano con pérdidas y a prestar servicio gratuitamente. Hay que escribir a don 
José Daghero para que convenza a esos señores de que nos dejen en libertad de irnos lo antes posible. El único medio para que podamos 
seguir todavía por algún tiempo es que nos paguen las deudas. Nosotros no nos comprometimos en el contrato a enseñar en el colegio que 
se levantó frente a nosotros; en efecto, sus alumnos acuden a nuestras escuelas. 
288 

Era realmente extraño que «aquellos señores», después de haber causado el menosprecio del colegio salesiano, pretendieran todavía que 
los Salesianos impartiesen la enseñanza a sus colegiales. 

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La cuestión continuó de la misma manera durante todo el curso escolar 1884-85. En 1885 don Miguel Rúa visitó en Roma al cardenal 
Martinelli para indagar sus intenciones y se convenció de que convenía ajustarse al statu quo. Pero don Bosco pensaba de otro modo. En 
junio dijo: 

-No se puede seguir así. La fuerza mayor es una razón para romper el contrato. No se puede resolver el debate ante las Sagradas 
Congregaciones, puesto que el cardenal Martinelli tiene mucha influencia en todas. Escribámosle, pues, diciendo que estamos dispuestos a 
dar una indemnización de cinco, diez, veinte mil liras. Daremos lo que quieran, con tal de que nos dejen libres. 

Don Miguel Rúa presentó algunas observaciones para justificar su oposición y don Bosco, resignado, exclamó: 

-íHaced como queráis! 

Y luego prosiguió diciendo: 

-Por lo demás, nos resignaremos a cualquier pacto, seguiremos todavía uno o dos años para no dejar metido en líos al Cardenal, pero 
conviene que nos marchemos. Más tarde o más temprano, podría suceder una catástrofe. La razón para irnos es que no se ha cumplido el 
convenio, ((334)) la salud maltrecha de los Salesianos, el pequeño colegio Rebaudi y las deudas, con que nos encontramos. 

Dicho esto, escuchó la serie de nuevas consideraciones, que le hizo don Miguel Rúa sobre un proyecto del canónigo Pagani para un 
ulterior acuerdo. En una palabra, un escrúpulo de justicia hacía titubear a don Miguel Rúa y, según su entender, los Salesianos no debían 
retirarse de Magliano hasta que se cumplieran los cinco años previstos en el contrato; el retirarse antes redundaba en su deshonra; el asunto 
de los Conceptinos, de Albano y de Ariccia ya los había perjudicado en opinión de muchos. Don Bosco rechazó sus observaciones y las de 
otros e insistió en que los Salesianos debían marcharse de Magliano. 

Pero dejó al Capítulo toda la responsabilidad de las consecuencias. 

Se decidió aceptar el plan del Cardenal de aceptar en el seminario a sacerdotes de la ciudad capacitados para dar clase, adiestrarlos en la 
enseñanza y ponerlos en lugar de los Salesianos, de suerte que éstos pudiesen retirarse poco a poco sin molestia ni perjuicio para el 
seminario. 

Nadie podía entonces imaginar cuánta razón darían los hechos a 
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don Bosco un año después de su muerte, cuando los salesianos se vieron obligados a salir de mala manera de Magliano. Pero don Juan 
Bonetti, impresionado por la insistencia de don Bosco en sostener la necesidad de marcharse, había recordado con inquietud el caso de 
Cremona; en efecto, un año antes de los hechos que conocemos, también había dicho y repetido don Bosco, sin motivo aparente, que era 
urgente retirarse. No se hubieran podido dar dos casos más parecidos 1. 

Tampoco respondían a las intenciones de don Bosco las condiciones de la casa de Lucca. Situada en el centro de la ciudad, no permitía 
libertad ni desahogo a los alumnos, que estaban en el patio de recreo a la vista de cuantos se asomaban a las ventanas desde los edificios 
que lo rodeaban. Estaba el Oratorio pero, dada la oposición ((335)) de los párrocos, no iban a él más que unos cuarenta muchachos cuando 
más. Estaba también la iglesia, pero no pertenecía a los Salesianos y necesitaba reparaciones. En cambio, don Bosco hubiera deseado que 
en Lucca se fuera creando una obra parecida al Oratorio de Turín. Por todos estos motivos y estando a la venta la finca del Colegio Real, 
fuera de la ciudad, deliberó vender el inmueble que se ocupaba entonces y comprar aquélla. Se mostró tan resuelto a ello que rápidamente 
se hizo la opción de compra; pero no se pudo formalizar el contrato, por la intervención del Ministerio, que impuso sacar la finca a subasta 
lo cual importaba que había de pagar mucho más de las dieciocho mil liras ya concertadas. En aquellas condiciones, el colegio no pudo 
tener larga vida 2. 

Otra casa, que sostenía una verdadera lucha por la existencia era la de Faenza. Cuando vieron sus enemigos que fracasaban uno tras otro 
sus ataques, cambiaron de táctica y montaron un centro de recreo festivo laico, donde entretener a los niños para que abandonasen el 
oratorio salesiano. Según la costumbre del pueblo romañol, en esta ocasión al menos, se habló claro: el día cuatro de marzo, se hizo la 
propuesta a la Junta municipal y se dijo públicamente cuál era el fin preciso del centro de recreo. Como el ayuntamiento estaba en manos 
de los republicanos y sus partidarios, la propuesta se aprobó por unanimidad. Se destinó al objeto un local, que había pertenecido 
anteriormente a unas monjas, se asignaron quinientas liras y se abrió una suscripción 3. La juventud se dividió, como era lógico, en dos 
partidos. 

1 Actas Cap. Sup. 16 de enero, 19 de mayo, 26 de agosto, 28 de octubre; 5, 9, 18 de diciembre de 1884; y 12 de junio de 1885. 

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2 Actas del Cap. Sup., 19 de mayo de 1884. 

3 Se publicaron también una circular y un estatuto (Ap. Doc. núm. 44). 
290 

Los periódicos atizaban el fuego; pero la indiferencia de la mayoría redujo poco a poco a la nada la ridícula intentona. 

En cambio, don Juan Bautista Rinaldi trabajaba con la esperanza de un éxito mayor para dar a Faenza un internado. Al hacerse con la 
casa y el terreno anejo, cometió la imprudencia de pedir autorización al Real Delegado de Rávena el cual, como era de esperar, la rechazó. 
Cuando don Bosco se encontró con el Director en Bolonia, ((336)) le mostró el disparate y le enseñó la manera de remediarlo. En aquel 
entonces, expresó él mismo su norma de conducta en los siguientes términos: 

-De aquí en adelante, en Italia abriremos casas para aprendices, que servirán de escudo para los estudiantes. Por tanto, por mera cortesía, 
se podrá dar aviso de ello a la autoridad civil, aunque ni eso conviene. Si fuere menester, acudiremos al Ministerio de Gobernación, del que 
dependen las obras de beneficencia. Son Obras que recomienda el Ministerio. 

Sugirió, pues, a don Juan Bautista Rinaldi que explicara en este sentido al Delegado de Enseñanza la carta, que le había enviado para 
pedir una licencia que no era necesaria. Además, como aquí se empezaban los cursos elementales, bastaría que los encargados de la 
enseñanza fuesen maestros titulados. Así, pues, en los comienzos sólo se habló de escuelas profesionales. 

La apertura del colegio suponía el traslado de los Salesianos desde el Borgo a la ciudad. Los sectarios espiaban sus movimientos. Un 
semanario recién aparecido y titulado Lamone, por el río que pasa por Faenza, publicó en su número del día cinco de octubre, fiesta del 
Santo Rosario, un violento artículo de fondo contra ellos. Personas dignas de crédito aseguran que un delincuente comprado tenía orden de 
penetrar durante la noche en el patio del oratorio, poner unas bombas en la cantina subterránea y hacer saltar la casa. Pero la Providencia 
detuvo al facineroso. Hacía unos días que bajaba el río con tanta agua que metía miedo y, además estaba vigilado por guardias. 
Precisamente se desbordó a eso de la medianoche y sus aguas inundaron cada vez más el terreno. Las campanas de la ciudad tocaron a 
rebato; a sus sones contestaban los cuernos desde el campo; toda la población se levantó sobresaltada, de suerte que la confusión general 
impidió la ejecución de la fechoría. Don Juan Bautista Rinaldi, por consejo de personas amigas, pidió y obtuvo que los soldados montasen 
guardia en la casa durante algunos días. 

Creyó también necesario contestar a las insolentes amenazas del periódico y envió al gerente un escrito para que lo publicase en el 
291 

número del domingo siguiente. Pero el periódico, en vez de acatar la respuesta, aumentó la dosis de los insultos. Entonces inundó la ciudad 
con ((337)) un folleto compuesto por él, en el que se aplastaban con decorosa firmeza las acusaciones y calumnias lanzadas contra los hijos 
de don Bosco. La publicación gustó a la gente proba; y sirvió para dar a conocer los Salesianos a gran parte de la gente buena que aún no 
los conocían e ignoraban quiénes eran y qué hacían. 

Preparada por fin la nueva casa, se entró en ella el día diecinueve de noviembre 1. Pero hubo que tomar algunas precauciones. Los 
muebles fueron trasladados de noche en carros. El personal fue allí antes del alba, con los guardias y la policía apostados, dispuestos a la 
defensa si acaecía algún acto hostil. Algún tiempo después, iban casi a diario los representantes del orden para ver si había novedades. 

A primeros de mes, había estado en Valdocco don Pablo Taroni y había contado a don Bosco y a los Superiores las batallas y victorias de 
los Salesianos en Faenza. El Santo, después de oírlo todo, se volvió a los presentes y dijo: 

-íVed lo que son los caminos del Señor! Para entrar en la región de la Romaña parecía que, de acuerdo con los cálculos y la prudencia de 
mundo, teníamos que comenzar de lejos y acercarnos poco a poco, plantando las tiendas primero en las fronteras; y, en cambio, el Señor 
nos ha lanzado de improviso a Faenza, precisamente al centro de la región, a luchar y a vencer. Benditos sean el señor y María Auxiliadora 

Algunas cosas preguntó el director, don Juan Bautista Rinaldi, a los Superiores. Ante todo en qué condiciones debía aceptar los alumnos 
internos. Don Bosco contestó: 

-Envíese el programa del Oratorio. La edad de los muchachos sea de los once a los doce años; la pensión de veinticuatro liras al mes. 
Pero el director tiene facultad para condonarla a quien crea conveniente, y se las arreglará como pueda, como se hace en nuestro Oratorio. 

Preguntó después qué era lo primero que debía ponerse en marcha. Se determinó que se abriesen inmediatamente los dos talleres de 
sastrería y zapatería. En tercer lugar, qué obras había que hacer para adaptar al fin propuesto el grupo irregular de edificios, que se había 
adquirido. ((338)) Don Bosco envió a don Angel Savio para que viera el lugar y trazara un plano de conjunto, pero según esta norma: 

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-Cambios, sí; añadiduras no. 

1 Ap. Doc. núm. 45. 
292 

Deseaba saber por último el Director si la Casa madre acudiría en ayuda de la de Faenza, dado caso que se encontrase en apuros por 
aquellos trabajos. Don Bosco contestó: 

-Nosotros vivimos de la Providencia, por consiguiente nos encontramos siempre en sus brazos, sin recursos fijos y seguros; pero no nos 
negamos a dar a la casa de Faenza parte de lo que la Providencia nos dé y acudir en su ayuda. 

A pesar del cambio de casa, no se suspendió el oratorio festivo ni un solo domingo. 

Mientras tanto seguía el Lamone clamando contra los Salesianos, llegando al extremo de escribir que no era verdad que don Bosco 
hubiera recogido en sus hospicios a muchachos que habían quedado huérfanos por el cólera. Don Juan Bautista Rinaldi recogió y presentó 
nombres y apellidos de los que habían sido atendidos porque quería refutar con pruebas ésta y otras falsedades. Pero don Bosco, que era 
del parecer contrario, observó: 

-Para contestar a estos periódicos no debemos aducir pruebas; basta un simple mentís. Si se presentan pruebas, se da pie a sus artículos y 
materia para nuevos insultos. En lugar de esto, protéstese y dígase que, si quieren saber cómo está la cuestión, que busquen pruebas. Si, 
para ello, tienen que escribir cartas a sus corresponsales, gastar tiempo y dinero en sellos de correo y viajes, a buen seguro que no se lanzan 
a la empresa o se cansan pronto 1. 

Esta prudente conducta fue más eficaz que cualquier polémica. 

Antes de volver a Turín, mencionaremos tres cosas de Liguria y, ante todo, el hospicio de Sampierdarena. Aunque en un principio don 
Bosco casi no parecía propenso a la institución de la parroquia de San Cayetano 2, sin embargo, más tarde modificó su actitud y hasta llegó 
al decreto de erección. Este decreto le causó en seguida una contrariedad. El Capítulo Superior había fijado ((339)) los límites de la nueva 
parroquia y la curia de Génova los había aceptado; pero el canciller arzobispal los redujo después a su arbitrio, como se echaba de ver por 
el texto del documento. Entonces se devolvió el decreto con la exposición de los motivos. A este propósito, hizo don Bosco las 
observaciones siguientes: 

-La Curia de Génova hubiera debido enviarme primeramente el proyecto para poderlo examinar, estudiar, aprobar y firmar. Después era 
necesario escribir a Roma, para que también la Sagrada Congregación hiciese sus observaciones y aprobase. Es esencial que la parroquia 

1 Actas del Cap. Sup.; 1 y 9 de diciembre de 1884. 

2 Véase Vol. XVI, pág. 351. 
293 

sea instituida canónicamente. Si la aprueba solamente el Obispo, puede éste quitárnosla a su beneplácito. Por el contrario, si la aprueba 
Roma, el derecho parroquial es perpetuo. Además, sean cuales fueren las cuestiones a tratar con las Congregaciones Romanas, es necesario 
haber estudiado bien la materia y estar seguros de tener derecho a lo que se pide, pues, de lo contrario, no se puede alcanzar. Los Curiales 
no se cuidan de estar al día de los Breves, Decretos, decisiones, etc. 

Por consiguiente, encargó a don Juan Cagliero que escribiera a monseñor Magnasco para prevenir cualquier posible error. 

Cuando el Vicario General vio cómo se había introducido el cambio, no llevó a mal que se hubiese rechazado el decreto. Procedióse 
después al nombramiento del párroco y el Arzobispo aceptó que éste recayera en don Miguel Angel Braga, catequista en Roma. Sin 
embargo, la Congregación no había recibido todavía la investidura de la parroquia; por consiguiente, don Bosco insistió: 

-Háganse los trámites cuanto antes. Pónganse de acuerdo en primer lugar el Obispo y el Rector Mayor; envíese después a Roma el 
borrador del convenio, para que sea aprobado. Con este procedimiento, entraremos en plena posesión de los derechos que nos 
corresponden. De todos modos, para proceder con seguridad en el desarrollo de las negociaciones, se encarga a don Juan Cagliero de que 
estudie en la obra De collatione parochiarum ad regulares de Bouil lo que procede hacer y que informe de ello al Capítulo. En cuanto al 
placet del Gobierno, habrá el inconveniente de que, a veces, algún párroco regular pueda oponerse a ceder a otro la parroquia o a cambiar 
de casa, si el Superior lo mandase. ((340)) Para evitar este invonveniente, es mejor poner las parroquias a nombre de los Directores, que 

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serían siempre las personas más estables. Si ellos no pueden cumplir los deberes, elíjanse un Vicario 1. 

Los asuntos de Sampierdarena proporcionaron una larga discusión el día nueve de diciembre, bajo la presidencia de don Bosco, que 
intervino con alguna frecuencia. Resultará agradable leer el resumen, que hizo de ella el secretario en las actas. Tomó parte en la sesión 
don Domingo Belmonte, director de la casa. 

II. DON DOMINGO BELMONTE tiene la palabra. Dice que ya casi no existe en Sampierdarena el oratorio festivo para los externos, po 
ser incompatible que los muchachos internos y externos estén mezclados. Era floreciente antes, pero ahora apenas si tiene una docena de 
muchachos. El patio es ya demasiado pequeño para los internos, que llegan a trescientos, entre estudiantes y aprendices; hacen juntos el 
1 Actas del Cap. Sup. 4 de julio y 24 de octubre de 1884. 
294 

recreo y hay accidentes a menudo porque juegan con verdadero frenesí. Si se quiere que florezca el oratorio festivo, no hay más remedio 
que destinar una parte de la huerta para patio o comprar la casa colindante, que da al mar y tiene un terreno espacioso anejo, que era antaño 
propiedad del marqués Ignacio Pallavicini. Como quiera que ese terreno sería para nosotros demasiado amplio, ya hay quien está dispuesto 
a comprar una parte, si la vendemos. La señora Garibaldi ha comprado casi todo el terreno junto a la colina, detrás del Hospicio y edificó 
en él unos veinte chalets para alquilarlos. Esta Señora nos compraría el terreno que nos parezca sobrante. Hay un proyecto, no aprobado 
todavía, pero defendido por los ayuntamientos de Génova y de Sampierdarena para hacer pasar una magnífica calle detrás del Colegio por 
la ladera de la colina, la cual quedará rápidamente abierta al tráfico. Los terrenos colindantes aumentarán de precio tres veces más. Sería, 
pues, muy conveniente para nosotros poder cerrar cuanto antes este contrato. 

DON BOSCO: -El propietario actual es el Marqués Marcelo Durazzo, heredero de Pallavicini, que hasta ahora no quiso nunca vender a 
don Bosco, por miedo a que no se lo pague, y que no venderá de ningún modo, si no obtiene un gran lucro de este contrato. De todos 
modos, autorizo a don Domingo Belmonte para tratar este asunto. 

DON DOMINGO BELMONTE: -Corren voces de que ya hay otros que quieren comprar la finca de Durazzo para poner una fábrica de 
cintas. Mientras tanto hay que lamentar que la masonería ha abierto en Sampierdarena un magnífico parque de recreo festivo, dotado con 
toda clase de diversiones, gimnasia, tiro al blanco, teatro, música, etc. etc. y de esta ((341)) manera tiene en sus manos a toda la juventud 
de la ciudad. Todos llevan al cuello como distintivo un pañuelo rojo, dan paseos con la banda de música a la cabeza, etc. 

DON BOSCO: -Pues bien tú, Belmonte, trata con el marqués Durazzo sobre la compra de ese terreno y no os preocupéis por el precio. 
Acude a alguna persona amiga, que se preste a hacer de intermediario y que explique claramente al Marqués de qué se trata. Junto a él está 
en Pegli don Gaspar Olmi. Hay que lograr que se interese a nuestro favor. 

DON DOMINGO BELMONTE narra que don Miguel Angel Braga propuso redactar una súplica para que la firmen todos los párrocos 
del contorno, don Bosco y también el Arzobispo. Esta súplica se enviaría a don Bosco para que la examine y, después, se hará presentar al 
marqués Durazzo. 

DON BOSCO: -Envíeseme esa súplica de don Miguel Angel Braga; estúdiese a fondo, hable de ella don Domingo Belmonte con el seño 
Dufour y llévese a efecto el proyecto. 

DON MIGUEL RUA añade que, entretanto, se entienda don Domingo Belmonte con la señora Garibaldi. 

III. DON DOMINGO BELMONTE presenta la cuestión del campanario que debe levantarse en Sampierdarena. El toque de las campana 
no se oye a doscientos metros de distancia. Una persona desconocida envió mil liras para levantar esta torre. El párroco de Teglia vino para 
presentar el deseo de la población de nuestra parroquia por esta construcción. El propone formar tres comisiones, presididas por los 
capellanes de los dos oratorios y el rector de la Capilla Rolla, con el fin de recoger limosnas y dar comienzo a las obras. El Caballero 
Borgo ha venido a hablar y le pareció que se puede levantar el campanario donde está el actual, porque las paredes aguantarán el nuevo 
peso, y ya encargó a su yerno que hiciera el plano. 
DON BOSCO dice a don Domingo Belmonte: -Sigue adelante. Tenemos ahora 
295 

entre manos la rifa de Roma, pero es cuestión de unos meses y pronto quedará acabada. Con los premios que sobren, haremos otra rifa en 
Sampierdarena, enviando los boletos a los cooperadores y a las cooperadoras. Ya hemos despachado doscientos mil a una lira. Nadie lo 
sabe o no hace caso. Hasta ahora sólo los hemos enviado a los cooperadores. Todo se hizo con la menor publicidad. El mismo Gobierno 

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Civil de Roma nos advirtió que procediéramos a toda prisa a la exposición de los premios, porque estaba muy cerca la fecha de la rifa. 
Temía que fuera nula la ganancia con este retraso y nos exhortaba a darnos prisa. La respuesta fue que don Bosco daba las gracias y 
apresuraría el despacho de los boletos. Estos señores no saben que ya está todo hecho. 

DON MIGUEL RUA opina que será mejor ordenar las comisiones para el campanario. La rifa podrá servir para otros fines. 

DON BOSCO y el Capítulo aprueban esta observación y añade don Bosco: 
-Aconsejo ir despacio en la construcción ((342)) del campanario, ábranse los cimientos, espérese después algún tiempo antes de reanudar 
las obras y luego sígase adelante poco a poco. 

IV. DON DOMINGO BELMONTE pide que se nombre al que deba hacer de párroco, porque la población no sabe a quién debe dirigirse 
y se queja. 
DON MIGUEL RUA observa que don Francisco Cerruti, inspector de Liguria, ya visitó al Arzobispo para tomar acuerdos sobre este 
punto. 

DON BOSCO viene a decir como de paso: -Mientras no esté hecha la estadística de los feligreses, no existe la parroquia. Hay que visitar 
todas las casas, incluso las de los judíos y de los protestantes. Hay que tratar a éstos cortésmente, decirles la propia condición, añadir que 
no se les visita para hablar de temas religiosos, sino para conocerse, etc. A las familias católicas se les pregunta: »Tenéis hijos? »Van a la 
iglesia en las fiestas? »Están ya preparados para la primera comunión? Es así como se dan los primeros pasos para una parroquia. 

DON MIGUEL RUA pregunta si el párroco sería movible o inamovible. 

DON DOMINGO BELMONTE: -El párroco será movible. El Superior presentará al Obispo el nombre de los que sucesivamente 
destinará a este cargo y, si alguno de ellos no pareciere apto, el Obispo dará conocimiento de ello al Superior para que lo cambie. 

DON BOSCO añade: -No importa qué título pueda tener el que sea destinado a la cura de almas; pero no recibirá la investidura como 
párroco, sino como Ecónomo espiritual. Una vez que se establezca la manera de conceder el cargo a este sacerdote, se presenta al Obispo y 
éste lo reconoce y lo destina como representante suyo en la parroquia; y, después, como representante del Obispo, se hace reconocer por la 
autoridad civil. Don Francisco Dalmazzo me asegura que en Roma los párrocos son nombrados por un año y sólo con el título de párrocos; 
por consiguiente, los párrocos religiosos pueden cambiarse cuantas veces lo estime el Superior. Por lo cual, el Obispo nombrará a uno que 
hará las veces de párroco y se verá qué título se le da, de forma que no comprometa a ninguno y lo señale como Vicario parroquial. 

DON MIGUEL RUA manifiesta que parece que los votos de todos para este cargo son a favor de don Miguel Angel Braga. 

El Capítulo asiente. 

DON ANTONIO SALA pregunta si hay rentas fijas. 

DON DOMINGO BELMONTE contesta que hay un título del Estado por valor de novecientas liras de renta, concedido por la Curia, y 
los derechos de estola. Pero no hay nada por parte del Gobierno y, por tanto, nada se tiene que ver con él. 
296 

DON MIGUEL RUA propone que se haga firmar a la Curia un documento, en el que se declare nuestra libertad para quitar y poner un 
sacerdote u otro para la cura de almas. 

DON DOMINGO BELMONTE afirma que eso es precisamente lo que la Curia de Génova desea hacer, pero ésta querría que el 
destinado a la cura de almas tuviese el título de Párroco, o Vicario, porque quisiera que el Gobierno lo aprobase y fuese reconocida su 
firma para ciertos casos. 

((343)) DON BOSCO concluye: -El elegido será verdadero párroco, pero provisional ante la Curia y Vicario ante el Gobierno. 

V. DON DOMINGO BELMONTE expone que hay que rehacer el tejado de la iglesia y que eso acarrea un gasto enorme. 
DON BOSCO: -Inténtese presentar una súplica al Ayuntamiento, al Gobierno, a la Obra Pía, al Real Economato. 

Como se acaba de ver, la posición del párroco cara a la Congregación fue un tema de repetido examen. En el catálogo del año 1885 
aparece el nombre de don Miguel Angel Braga entre los capitulares de la casa después del consejero escolástico, con el título de «consejero 

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y párroco». 

En Varazze, hacía algún tiempo que algunos elementos anticlericales azuzaban a las autoridades de Génova contra el colegio. El edificio 
pertenecía al ayuntamiento, el cual propuso a don Bosco la compra del mismo, pero pedía ochenta mil liras, cuando un informe pericial lo 
valoraba en veintiocho mil. Las condiciones impuestas eran cuatro: 1.ª, don Bosco tenía que entregar cuarenta mil liras; 2.ª, ceder 
gratuitamente al ayuntamiento el primer piso y el segundo para escuelas municipales; 3.ª, el local tenía que servir siempre para internado; 
4.ª, si don Bosco lo quería cambiar de destino tenía que desembolsar otras cuarenta mil liras. Mientras tanto el ayuntamiento no quería 
hacer más gastos en reparaciones, a pesar de que el tejado, las paredes, y las escaleras se encontraban en pésimo estado. 

Ante aquellas desorbitadas pretensiones, que parecían pensadas para obligar a los Salesianos a marcharse, dijo don Bosco: 

-Principalmente hay que examinar si nos conviene este contrato por el lado material y por el lado moral, esto es con respecto a la 
autoridad civil. Mientras tanto, escríbase al administrador de la Duquesa de Galliera, en Voltri, para saber cómo andan las negociaciones 
para abrir un colegio en aquel pueblo. La respuesta que él nos dé servirá de norma para guiarnos en nuestra conducta con el ayuntamiento 
de Varazze. Si consideramos las reparaciones que necesita el edificio del colegio, vistas las amenazas de la autoridad escolástica de cerrar 
nuestras escuelas elementales y de proveerlas de maestros titulados, y teniendo en cuenta la falta de personal, sería sin duda conveniente 
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retirarnos. Es verdad que había que haber notificado ((344)) nuestra retirada hace dos años; pero, atendida la grave necesidad de 
reparaciones imprescindibles en el edificio, atendido que el Ayuntamiento no las hace y que nosotros no estamos obligados a tales gastos 
ni a quedar aplastados bajo los escombros del tejado, parece que ninguno podría impugnar nuestra falta de notificación. Sin embargo, 
conviene que don Celestino Durando y don Francisco Cerruti vayan a Varazze, examinen la situación y propongan al ayuntamiento que, 
puesto que ellos no quieren hacer las reparaciones necesarias en el colegio, lo vendan al precio del informe pericial o nosotros nos veremos 
obligados a retirarnos. Los delegados sólo se encargarán de informar; el Capítulo decidirá. 

Así quedó determinado. 

El ayuntamiento, que ni se había dignado contestar a las repetidas instancias para las reparaciones, cuando vio llegar la intimación en 
forma legal, acusó el golpe y se preocupó. El alcalde era verdaderamente una buena persona, pero débil y engañado; con todo no quiso 
cargar con la odiosidad de la población, si salían los Salesianos a los que apreciaba mucho. Oído su informe, el cabildo municipal ordenó 
la reparación desde los cimientos hasta el tejado y así se evitaron medidas extremas 1. 

La casa de Vallecrosia tenía muchas deudas después de las recientes construcciones. Don Bosco resolvió acudir a su acostumbrado 
recurso de una rifa benéfica. Reunió un millar de premios, pidió la autorización al jefe del distrito de Ventimiglia, pero fue denegada. 
Envió entonces la petición al Gobernador de Portomaurizio 2; al mismo tiempo, rogó al honorable Biancheri, diputado por aquel colegio 
electoral, que tuviese a bien recomendar su súplica. El diputado lo hizo pero no obtuvo ningún buen resultado, pues la instancia se oponía 
al decreto de 1881, que, como dijimos para Roma, no permitía más rifas que las promovidas y dirigidas por entes legalmente instituidos. 
Como no se pudo encontrar ningún otro medio, no quedó más remedio que poner a la venta los objetos recogidos. 

Y terminaremos en Turín esta nuestra vuelta ((345)) por Italia, de arriba abajo. El hecho más saliente de aquí fue el traslado de los Hijos 
de María desde Mathi al hospicio construido junto a la iglesia de San Juan Evangelista. En Mathi había que rechazar demasiadas peticiones 
por la estrechez del local; y, por tanto, era menester construir o emigrar. 

1 Actas del Cap. Sup. 21 de febrero, 27 de junio, 26 de agosto y 11 de septiembre de 1884. 

2 Véase Ap. Doc. núm. 46. 
298 

Pareció preferible la segunda solución. En el mes de noviembre quedó todo preparado para recibir en el nuevo edificio a sus moradores. A 
lo largo de la avenida del Rey, no se levantaban todavía a la sombra de los plátanos los grandes edificios, que entonces empezaron a formar 
el paseo de Víctor Manuel II; así que resaltaban la iglesia y la casa de San Juan y formaban un conjunto de edificios urbanos de elegante 
aspecto. Pasó un día por delante el rey Humberto 1, camino de la Exposición, admiró la novedad y, volviéndose al alcalde, preguntó: 

-»De quién es esta casa? 

-Es uno de los hospicios de don Bosco, contestó el conde de Sambuy. 

-íDon Bosco!, exclamó el Soberano. Todos hablan de él y yo no he podido verlo nunca. 

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El ambiente parecía demasiado suntuoso para la condición de los huéspedes, a quienes les pareció pasar de una rústica vivienda a un 
palacio. Su presencia se aprovechó para el servicio del culto de la hermosa iglesia, la asistencia de los muchachos y la catequesis del 
oratorio festivo. Don Bosco, por su lado, se alegraba de tener cerca una obra, que tanto le había costado y de la que tanto fruto esperaba; 
por eso, durante el primer año escolar, iba por allí con cierta frecuencia, observaba cómo se arreglaban las cosas y bajaba a veces a visitar 
la cocina; y, cuando tenía que pasar algún lapso de tiempo notable sin poder ir, mandaba llamar al director, don Felipe Rinaldi, para 
informarse de todo y darle normas. 

Una de éstas fue que cada miércoles o jueves diese el Director a los Hijos de María una conferencia familiar, enseñándoles, por ejemplo, 
a dar clase de catecismo y, en general, supliendo todo lo que no podía decir en los sermones; en una palabra, que les hablase de todo lo que 
le pareciere mejor. «Algo que no hay que ((346)) olvidar, pues enseñó la experiencia que es muy útil», anota don Felipe Rinaldi en un 
cuadernito. 

Otra norma anotada en él, se refería a las admisiones. 

-Hay que poner como principio, le dijo el Santo, que la pensión no cuesta nada, si los informes son buenos. Tómese lo que se pueda. 

En octubre de 1885 fue a su casa el joven Zanella y el prefecto le escribió que no volviera si no pagaba su deuda. El escribió entonces a 
don Bosco, el cual le hizo contestar que, en San Juan Evangelista nunca se expulsaba a ninguno por el único motivo de no poder pagar. 
Zanella volvió, llegó a ser clérigo salesiano y, obtenido el permiso para marchar a América, dejó allí óptimo recuerdo de su celo. 
299 

En Valdocco hizo don Bosco una adquisición, anhelada mucho tiempo atrás. Se había advertido muchas veces la conveniencia de 
comprar el terreno que rodeaba la casa de la señora Bellezza, contigua al oratorio festivo 1. Mientras vivió la dueña no fue posible entablar 
negociaciones; muerta ella, los hijos pedían un precio exagerado. Don Bosco ofrecía setenta mil liras, y ellos pedían cien mil más. Después 
comenzaron a bajar hasta las ciento veinticinco mil. A fuerza de presionar, se avinieron a las cien mil redondas, y don Bosco quedó muy 
satisfecho. La casa podía servir para usos diversos; pero el espacio servía, sobre todo, para un nuevo patio que se había hecho necesario 
para el recreo del Oratorio festivo y quedaba todavía un trecho para regular el espacio destinado a los aprendices. En cuanto al dinero para 
el pago, ya hemos visto cómo le sacó del apuro la generosidad del conde Colle 2. Después de esta ampliación, el área del Oratorio que, en 
1848, apenas medía dos mil doscientos diecinueve metros cuadrados, llegó en 1884 a los cincuenta y dos mil treinta y cinco. Nunca se 
llegará a bendecir como lo merece la previsión de don Bosco por enriquecer, como lo hizo, a su Oratorio de terreno edificable. 

1 LEMOYNE, M. B. volumen II, pág. 406 y IV pág. 466 y ss. 

2 Véase LEMOYNE, M. B. volumen XV, pág. 95. 
300 
((347)) 

CAPITULO XIII 

INVITACIONES Y FUNDACIONES
FUERA DE ITALIA EN 1884


DESDE dos extremos opuestos de Europa, llegáronle invitaciones a don Bosco en 1884: desde la solitaria isla de Malta y desde la inmensa 
Rusia. Querían en Malta un colegio, donde fuesen aceptados gratuitamente muchachos para la enseñanza profesional. Un rico señor pedía, 
para este fin, un programa y manifestaba su deseo de entablar negociaciones. Don Bosco le envió la Breve Notizia sobre la fundación del 
Oratorio de Turín 1, dándole a conocer su buena voluntad. Sin duda, se habría arreglado el asunto mucho más deprisa, de no haber tenido 
que entablar gestiones con el Gobierno inglés, celoso por la influencia italiana en aquella su posesión; pero, tras largos y laboriosos 
intercambios de opiniones, se llegó finalmente a un acuerdo en 1903 con el instituto de San Patricio, centro educativo floreciente con 
escuelas primarias y profesionales muy bien organizadas. 

Sobre la posibilidad de penetrar, en Rusia, no se podía ni hablar. La obra salesiana era conocida en las esferas gubernativas, pero se la 
miraba con malos ojos. Había disposiciones policiales que vedaban la entrada del Boletín en el Imperio con la orden de secuestro en las 
fronteras. Don Pedro Pozzan se atrevió a pedir razones de ello al Director general de Correos del Imperio; y así se pudo saber que 
semejante ostracismo dependía de las ideas religiosas de la revista. 
((348)) También estaba prohibido, en todo el territorio ruso, vender y distribuir estampas de María Auxiliadora. Sin embargo, tanto el 
Boletín como las estampas, pasaban de contrabando desde Polonia austríaca a Polonia rusa con tan buen resultado que los rublos enviados 
por los buenos polacos sostuvieron válidamente aquel crítico año las obras salesianas. Un día llegó una carta sin firmar con unos rublos y 

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estas palabras: «Polonia a los pies de María Auxiliadora en Turín. »Cuándo se romperán nuestras cadenas?». Pero más admirables todavía 

1 Véase Vol. XV, pág. 602. 
301 

parecieron otras dos cartas, una de las cuales pedía para San Petersburgo, hoy Leningrado, un sacerdote salesiano y Hermanas de María 
Auxiliadora, y la segunda proponía la fundación de un hospicio salesiano en Odessa 1. Rusia no vería a los primeros salesianos hasta 
después de la primera gran guerra europea 2, cuando tres de ellos formaron parte de la misión pontificia, encargada de dar de comer en 
aquel país a los hambrientos con los medios que proporcionaba la caridad del Papa. 

El primer centro salesiano en Bélgica, dedicado a San Juan Berkmans, se abrió en Lieja en 1891 por don Miguel Rúa; pero su promotor 
hasta alcanzar la meta, desarrolló una acción que no interrumpió durante ocho años. El Obispo de aquella ciudad eminentemente industrial, 
monseñor Víctor José Doutreloux, nombre ilustre en la historia de la Iglesia belga, anhelaba dar vida a una obra semejante al Oratorio de 
Turín con su doble objetivo de asegurar educación cristiana a la juventud menesterosa, mediante unas escuelas profesionales, y atender las 
vocaciones eclesiásticas, con unas escuelas secundarias. A su primera instancia de 1883, se contestó con buenas intenciones y para tiempo 
indefinido; sin embargo, don Bosco, consciente del bien que su obra podría hacer en un ambiente como aquél, quiso alimentar las 
esperanzas del Obispo y le propuso un encuentro en Niza, adonde él pensaba ir a fines de septiembre. Pero Monseñor, ((349)) a pesar de 
sus grandes deseos, no prometió acudir a la cita; se entrevistaron, en cambio, al año siguiente en el Oratorio, durante la novena de María 
Auxiliadora. Monseñor, en viaje a Roma, se detuvo en Turín expresamente para conferenciar con nuestro Santo. 

Recibióle don Bosco con la respetuosa y fascinadora cordialidad que le caracterizaba; y salió Monseñor de su habitación con el corazón 
henchido de consuelo y enardecido de afecto hacia su persona, como se echa de ver por la correspondencia epistolar que mantuvo con él. 
Antes de salir del Oratorio, fue una vez más a rogar fervorosamente a María Auxiliadora que tomara en sus manos el asunto. Después, en 
Roma, habló de don Bosco a León XIII, el cual se alegró recordando que le había visto pocos días antes y dijo al Obispo que le escribiese, 
diciéndole que el Padre Santo, gran conocedor de la ciudad de Lieja, la quería mucho y deseaba vivamente que hubiera en ella un orfanato 
dirigido por los Salesianos. Estas palabras, pronunciadas con energía, impresionaron a monseñor Doutreloux y le convencieron de 

1 Actas del Cap. Sup., 28 de febrero de 1884. 

2 La de 1914 a 1919. 
302 

que, con su súplica a don Bosco, había favorecido los designios de Dios, y, por consiguiente, no faltarían los medios. «íOjalá, añadía el 
Prelado, no sea yo indigno de tan gran favor!». 

Aunque le acuciaba una santa impaciencia por ver cumplidos sus deseos, sin embargo, convencido de que también don Bosco participaba 
de los mismos, pero no tenía todavía el personal necesario, no le molestó con insistencias prematuras. Mas no perdió nunca de vista su 
ideal. Dos años más tarde, durante la novena de María Auxiliadora de 1886, presentóse al Santo en su nombre, el abogado Doreye, 
denodado organizador de las obras católicas en Lieja. Este, que se interesaba igualmente por la anhelada fundación y deseaba formarse un 
concepto cabal de la Obra de don Bosco, visitó detenidamente el Oratorio. 

Mientras tanto, el Obispo no se había quedado mano sobre mano, sino que ya tenía preparado un amplio local destinado a Patronato y 
rodeado de un terreno libre, que permitiría cualquier ampliación. Estaba, además, convencido de que la diócesis daría ((350)) en breve a 
don Bosco más hombres que los que él enviaría a Lieja. A pesar de todo, como era hombre de gran fe, ponía toda su confianza en la 
eficacia de la oración. «íAh!, escribía a don Bosco, dígnese pedir a María Auxiliadora que le ilumine sobre mis instancias, que no dudo 
están de acuerdo con la voluntad de Dios» 1. 

Don Bosco había prometido para 1884 abrir en Oporto (Portugal) una casa de artes y oficios, dedicada a San José 2, y ahora el conde de 
Samodaes le recordaba el asunto uniendo a su carta una recomendación del Nuncio Apostólico, monseñor Vicente Vannutelli 3; pero 
desgraciadamente hubo que aguardar todavía para más tarde, ya que no sabía dónde encontrar las personas a enviar. 

También desde Lisboa, en nombre del cardenal Patriarca Neto, anunciaba el Barón Gomes que había a disposición de don Bosco en 
aquella capital una discreta cantidad de dinero y un edificio ya construido para seminario. No satisfecho con la respuesta, replicó el mismo 
Cardenal el día veintinueve de septiembre: «Tenga a bien hacer un esfuerzo por contestar favorablemente a mi instancia. Quién sabe si el 
Señor, en su misericordia por Portugal, le proporcionará los medios, que le faltaban y que tal vez le faltan todavía. Búsquelos, se lo 
suplico; su caridad, tan bendecida por la Providencia, haga que los descubra para destinarlos a mi país, cuyas necesidades religiosas son 

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VOLUMEN XVII Página: 303 

1 Ap. Doc. núm. 47 A-B-C. 

2 Véase Vol. XIV, pág. 669 y ss. 

3 Actas del Cap. Sup., 28 de febrero de 1884. 
303 

muy grandes. Ruégole ponga al Patriarcado de Lisboa en la lista de los países protegidos por María Auxiliadora, ítenemos mucha 
necesidad de este socorro y de sus oraciones para obtenerlo! íPor favor! Consagre usted mismo a María Auxiliadora esta diócesis, pidiendo 
a Dios la conversión y reforma de su clero». Un llamamiento tan caluroso debió conmover el corazón de don Bosco, que no veía la manera 
de responderle tan pronto en el sentido por él también deseado. 

((351)) En la vecina España habían madurado los acontecimientos para una fundación destinada a un gran porvenir: don Bosco había 
predicho el año 1880 que una rica señora quedaría un día viuda e invitaría a los Salesianos para ir a fundar una gran casa en Barcelona y 
dar así principio a muchas otras fundaciones 1. Pues bien, las dos primeras cosas, esto es, la viudedad y la invitación, se realizaron en 
1882; la tercera, es decir la fundación, tuvo lugar relativamente poco tiempo después. 

Vivía en Barcelona una señora, rica en abundancia de bienes materiales, pero no menos rica en caridad cristiana; doña Dorotea Chopitea 
de Serra. Era hija de un acaudalado español domiciliado en Santiago de Chile. Su padre, después de la guerra de independencia, se vio 
obligado por sus propios intereses a trasladarse con toda la familia a España, y se estableció en Barcelona. El año 1832 se casó Dorotea con 
don Mariano Serra, regresado también de Chile. Después de una larga convivencia, exactamente en el año de sus bodas de oro, murió el 
marido. La viuda, que era una mujer sensible a las necesidades del prójimo, convencida de que, en los tiempos que corrían, urgía sobre 
todo atender a la juventud pobre, e impulsada, además, por la piadosa intención de sufragar el alma de su difunto esposo, determinó 
emplear con liberalidad sus bienes para crear una obra que respondiese a su intención. Tenía pensado para ello adquirir una casa, poner al 
frente un digno sacerdote y buscar buenos obreros, que enseñaran en ella un oficio a los niños del pueblo más necesitados de asistencia. 

Pero no quiso obrar por su cuenta, sino que se aconsejó con un miembro de su familia. Este le hizo ver las dificultades que había para 
organizar de aquella forma la noble empresa y, especialmente, para que fuera duradera; añadió, después, que había leído, pero no recordaba 
en qué periódico, que un sacerdote italiano había fundado con idéntico fin una Congregación religiosa. A doña Dorotea le pareció ((352)) 
que tocaba el cielo con las manos. Rogó encarecidamente a su 

1 Véase Vol. XV, pág. 288. 
304 

pariente que le buscara en seguida aquel periódico. Así supo quién era don Bosco y qué pretendía con su Obra; y se enteró de que uno de 
sus hijos, don Juan Branda, se encontraba hacía dos años en España, en Utrera, llamado allí por el marqués de Ulloa. Escribió 
inmediatamente a Sevilla para informarse. Enterada después de que, en Marsella, había unos talleres salesianos, sin aguardar la respuesta, 
escribió también a esta ciudad, pidiendo noticias sobre la institución de don Bosco. Una vez sabido cuanto deseaba, escribió a don Juan 
Branda, rogándole tuviese a bien indicarle qué condiciones se requerían para fundar una casa salesiana en Barcelona. Parecíale que una 
fuerza misteriosa la apremiaba a darse prisa. 

Don Juan Branda recordó entonces la predicción que le había hecho don Bosco y se la contó, al responder a la señora; pero, en cuanto a 
la fundación, le sugirió que tratara directamente con don Bosco. Fuera de sí por la alegría, al comprender que sus planes coincidían de este 
modo con los designios de la Providencia, doña Dorotea escribió el día 20 de septiembre de 1882 a nuestro Santo, manifestándole su 
intención de contribuir a fundar en los aledaños de Barcelona una escuela profesional y confiársela a los Salesianos. Don Bosco no pudo 
responderle en seguida; por lo que ella, casi impaciente por toda demora, volvió a escribirle el día doce de octubre proponiéndole que 
enviara rápidamente a Barcelona un representante suyo, para tratar la cuestión con ella y con otras personas y particularmente con el 
Obispo; que ella hospedaría al enviado y le reembolsaría los gastos del viaje 1. Don Bosco le hizo contestar que no podía atender en 
seguida la petición por la escasez de personal y el gran número de nuevas fundaciones, pero que esperaba hacerlo en un porvenir no lejano. 

Ante aquella respuesta, la alegría de doña Dorotea se convirtió en ((353)) profunda tristeza; mas no se dio por vencida y recurrió hasta el 
Padre Santo. Don Bosco, rindiéndose a sus deseos, envió a la capital de Cataluña a don Juan Cagliero y a don Pablo Albera con la misión 
de tratar y llegar a una conclusión, a la que se llegó en pocas horas. La espléndida dama compró inmediatamente por veinte mil duros (cien 
mil pesetas) una finca en Sarriá, junto a Barcelona; después mandó realizar en la quinta de los propietarios las obras más indispensables 
para transformar el edificio en colegio. Acudió don Juan Branda desde Utrera para dirigir las obras y se hospedó durante un mes en casa de 
la bienhechora. Todo procedió a la perfección, de modo que el día 15 de febrero de 1884 se abría la casa, con el mismo don Juan Branda 

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1 Ap. Doc. núm. 48. 
305 

como director. Lo mismo que el Oratorio de Turín, los Talleres salesianos de Sarriá aparecieron en sus principios como una miniatura de lo 
que llegaron a ser con el tiempo. Doña Dorotea fue hasta el 1891, año de su santa muerte, la mamá afectuosa y generosa de sus queridos 
Salesianos. 

Cuando don Miguel Rúa comunicó oficialmente al Capítulo Superior que ya estaba abierta la casa de Barcelona, se preguntó a don Bosco 
si no era preferible elegir para España un Inspector propio. El Santo contestó: 

-Por ahora déjense las cosas tal como están. Dentro de unos meses, veremos qué conviene hacer y a quién elegir. Las circunstancias nos 
aconsejarán qué partido tomar. Mientras tanto siga España dependiendo directamente del Capítulo Superior. 

Los meses se convirtieron en años, aunque no muchos; el año 1889 tuvieron las casas de España su primer Inspector en la persona de don 
Felipe Rinaldi. 

Dos fundaciones hubo en Francia el año cuya historia narramos, una en Lille y otra en París; pero hay el recuerdo de varias propuestas, 
que ocasionaron negociaciones sin resultado positivo. En Antibes, ciudad de la costa en el distrito de Grasse, ofrecían un terreno de diez 
mil metros cuadrados sin ninguna carga. Don Bosco hubiera querido aceptar, porque la localidad se prestaba para residencia de los 
muchachos de La Navarre y de Niza ((354)) durante las vacaciones, para los ejercicios espirituales de los Hermanos y para los clérigos 
estudiantes de filosofía; pero cuatro mil metros cuadrados pertenecían a una sociedad inmobiliaria de Cannes, que los cedía gratuitamente, 
mas con ciertas condiciones que obstaculizaban la libertad, por lo que no se hizo nada. En Gevigney, cerca de Besanþon, se habían 
aceptado de una manera general los inmuebles del anciano señor Villemont, para organizar en ellos una escuela agrícola; pero no se logró 
un entendimiento para acabar de una vez con las negociaciones y llegar a firmar la escritura. Volveremos a hablar de ello hacia el fin del 
volumen. Un sacerdote de la diócesis de Angulema, fundador de un orfanato, con un centenar de muchachos, carecía de personal seguro, 
por lo que estaba dispuesto a entregarlo todo incondicionalmente y hacerse él salesiano; pero como se requería inmediatamente numeroso 
personal, don Bosco aconsejó al fundador que continuara su obra y dispusiera después por testamento de lo suyo. La señora Cambulat, 
residente en Lourdes, quería regalar a don Bosco un castillo de su propiedad, próximo 

1 Ap. Doc . núm. 48. 
306 

a Toulouse, para que dispusiera de él a su gusto. Estaba enferma del corazón y tenía prisa por llegar a una conclusión. Don Bosco encargó 
a don Pablo Albera que visitara el edificio, autorizándolo para aceptar sin compromiso de ninguna clase. Al anunciarle la visita de su 
representante, añadía que se aceptaría el castillo para destinarlo a lo que pudiese servir a la mayor gloria de Dios. Pero unos consejeros de 
distinto parecer le hicieron poner la condición de que el inmueble debía transformarse en colegio y, por tanto, ya no se habló más del 
asunto. 

Con mejor suerte se llevaron a cabo las negociaciones para Lille. Unos excelentes cooperadores habían preparado el terreno. El viaje de 
don Bosco a Lille en 1883 ayudó admirablemente para acelerar las gestiones. Se esperaba a los Salesianos en el orfanato de San Gabriel, 
que lo había hospedado. Aquel centro benéfico proyectado en 1871 y abierto en 1874, albergaba muchachos huérfanos de la guerra 
franco-prusiana y lo dirigían las Hermanas de la Caridad. Los asilados, que habían ingresado de pequeñitos, pasaban ya de los quince años 
y no podían seguir al cuidado de aquellas religiosas. Por eso se ((355)) llamaba a los hijos de don Bosco, para convertir el asilo en un 
centro de artes y oficios. 

La aceptación formal se realizó el día 16 de enero de 1884, por el Capítulo Superior; pero se prorrogó la apertura por algún tiempo para 
acabar de regular la propiedad, mediante una sociedad civil compuesta de franceses e italianos, en parte salesianos y en parte ajenos a la 
Congregación 1. El señor de Montigny, celosísimo cooperador salesiano 2, fue quien más contribuyó a la nueva fundación. 

La elección del Director recayó en don José Bologna. Don Bosco lo recomendó al señor Felipe Vaud, riquísimo industrial y cristiano 
ejemplar, que él llama su gran amigo 3; escribió también a monseñor de Quesnay, arzobispo de Cambrai y ordinario a la sazón de Lille, 
para pedirle las debidas autorizaciones. El Director tomó posesión del orfanato el día veintinueve de enero. Las hermanas no podían 
mostrarse más solícitas para darle toda suerte de informes y prestarse a lo necesario para el traspaso de poderes. El Arzobispo trató al hijo 
de don Bosco con la más afectuosa contesía 4. La mayor pena para don José Bologna era ver a los muchachos ir a la ciudad para aprender 
el 

Fin de Página: 307 


VOLUMEN XVII Página: 307 

1 Ap. Doc. núm. 49. 

2 Ap. Doc. núm. 50. 

3 Actas del Cap. Sup. 16 de enero de 1884. (Se trata de introducir la causa de beatificación de los hermanos Vaud). 

4 Sobre el recibimiento del Arzobispo y otras cosas. Véase Ap. Doc. núm. 51. 
307 

oficio, pues no había talleres en casa; se propuso entonces no ahorrar sacrificios hasta que la casa de Lille pudiera estar a la par en todo con 
las de Niza y Marsella. 

No se crea que resultara fácil imponer a aquellos muchachos el nuevo orden de cosas. Se requirieron seis meses de paciencia para 
empezar a ganárselos y acostumbrarlos poco a poco a nuestro reglamento; y no porque se tratase de muchachos traviesos y alocados, sino 
porque daban muestras de desconfianza y frialdad. Algo se amansaron, recordándoles a don Bosco, cuya presencia los había impresionado 
mucho y deseaban volver a verlo. También ayudó a ello ((356)) la música instrumental a la que se dedicaron con gusto y aprovechamiento. 
Ayudaron finalmente las fiestecitas de casa. Había ocho niños que debían hacer la primera comunión para la solemnidad de la Asunción: el 
Director aprovechó la ocasión para que todos hicieran tres días de ejercicios espirituales. A falta de predicadores salesianos, se invitó a dos 
jesuitas. Era una novedad, que dio buenos frutos. Estas y otras industrias sirvieron para afianzar firmemente la casa, que no iba en zaga a la 
de Marsella por la multiplicidad de quehaceres y de estructura; no había más que un sacerdote, tres clérigos y un coadjutor y, además, no se 
gozaba en ella de libertad alguna de movimiento, pues vivían apretados como sardinas en banasta. A pesar de todo, en agosto ya no iba 
ninguno a trabajar fuera de casa. Don José Bologna había montado, lo mejor que pudo, talleres para sastres, zapateros, carpinteros, 
encuadernadores, impresores, litógrafos y cerrajeros. Fue un verdadero esfuerzo salesiano el que hizo en tan estrechos límites de espacio y 
de tiempo 1. 

Se imponía la necesidad de ampliación; no faltaba terreno, pero faltaban los medios. «Los de Lille no son los de Marsella, escribía el 
Director; no se mueven. Dicen que no hay nada que hacer, que las gentes de esta tierra necesitan ver, antes de decidir si deben ayudarnos». 
Y así, cuando vieron que se hacía, ayudaron. Para más estimular todavía la beneficencia pública, organizó en Lille una comisión de 
señoras, como la que había admirado en Marsella, con un reglamento muy sencillo y práctico, que revisó y aprobó don Bosco 2, el cual 
envió a cada una el diploma de cooperadora y el Boletín. La casa creció, ensanchó su esfera de influencia y llegó a ser una de las mejores 
instituciones de la ciudad. 

La buena marcha de la casa de San Gabriel inspiró en el primer 

1 Carta de don José Bologna a don Bosco, Lille, 6 de agosto de 1884. 

2 Ap. Doc. núm. 52. 
308 

año un noble discurso ante un público muy distinguido. En noviembre de 1884, se celebraba en Lille un ((357)) Congreso de los Católicos 
franceses del Norte y del Pas-de-Calais bajo la presidencia de monseñor Langénieux, arzobispo de Reims, ayudado por los Obispos de la 
provincia eclesiástica de Cambrai. En él propuso el señor Houzé de Aulnoit que se diese a conocer ampliamente la superioridad del método 
empleado por don Bosco en sus centros educativos. Narró la historia de la obra salesiana de Lille, expuso el desarrollo de la institución de 
nuestro Santo y destacó su peculiar carácter, invitando por último a los Congresistas a dar nueva vida con su aliento al renovado orfanato 
de San Gabriel. «La ciudad de Lille, concluyó el orador, contaba con la cooperación del gobierno para fundar una escuela de artes y 
oficios. Faltó esta cooperación; pero la Santísima Virgen no abandona las obras puestas bajo su patrocinio. No pierdan nunca de vista los 
Católicos del país que la educación católica de la juventud es la salvación de la sociedad; hagan, pues, que tantos huerfanitos hoy 
desamparados gocen los beneficios de una formación cristiana y preparen para nuestras industrias jefes hábiles y creyentes en Dios, cuya 
sola presencia en nuestras fábricas anuncie la aurora de una próxima renovación social. Por esto, nosotros tenemos el honor de someter a 
los sufragios del Congreso de los Católicos del Norte y del Pas-de-Calais reunidos en Lille el voto de que el orfanato de San Gabriel de 
Lille, dirigido por los sacerdotes salesianos de don Bosco, sea protegido y apoyado con todos los medios posibles». 

El voto fue aprobado por unanimidad. 

Acerquémonos ahora a París. El viaje triunfal de 1883 había despertado esperanzas seguras de una próxima llegada de los Salesianos a la 
capital francesa. Había dicho don Bosco desde el púlpito de San Agustín: 

-»No habrá modo de fundar en París un centro como los de Marsella, Niza y Turín? Yo creo que aquí se necesita una casa de este género 

Fin de Página: 309 


VOLUMEN XVII Página: 309 

y que es preciso abrirla. 

Sus palabras no cayeron en el vacío. El señor de Franqueville se encargó espontáneamente de buscar un local para un hospicio salesiano. 
Y, mientras el cooperador parisiense buscaba por su ciudad, llegaron a Turín ((358)) dos propuestas para los alrededores. Se referían a la 
fundación de una casa entre Saint-Ouen y Saint-Denis, y de otra en ChÔtillon; el ofrecimiento para esta última procedía de la piadosa 
condesa Stacpoole, domiciliada en Roma en la quinta Lante. Como se trataba de donativos, don Bosco declaró que aceptaba las dos. En la 
primera creía que podría colocar a los Hijos de María; pero después se 
309 

vio que el lugar era insalubre. Para la segunda surgieron dificultades por parte de una arrendataria, que tenía allí un internado femenino y 
amenazaba con una catástrofe o poco menos; por lo cual se suspendieron las negociaciones y, por último, se abandonaron. La Providencia 
quería a don Bosco dentro de los muros de la gran metrópoli y en una zona donde la obra salesiana se encontraría en su elemento. 

El nido estaba ya preparado y acabado hasta el último detalle. En el barrio obrero de Ménilmontant, pocos años antes foco de pasiones 
antirreligiosas en tiempos de la Commune 1 existía un Patronato, fundado en 1878 por el abate Pisani, dedicado a San Pedro y en poder de 
una sociedad civil, de la que él era jefe. El oratorio floreció hasta el año 1884, cuando el fundador fue nombrado secretario de monseñor 
D'Hulst, rector del Instituto Católico de París, y corrió riesgo de desaparecer. Como no tenía quién lo sustituyera y sentía en lo más íntimo 
del corazón ver destruido el fruto de tantos sacrificios, se entendió de mil amores con el señor de Franqueville para vender a don Bosco el 
edificio y el terreno. Se hicieron los tratos a toda prisa. Se valoró la casa con todo el mobiliario en ciento setenta y cinco mil francos; hubo 
que aportar cincuenta y cinco mil en el acto mismo del contrato. El representante de don Bosco ya tenía treinta mil, recogidos precisamente 
para comprar en París una casa para darla a los Salesianos. Las otras entregas se harían a plazos, con largo intervalo entre uno y otro y al 
interés del tres por ciento. Las acciones eran nominativas y se encontraban en poder del abate Pisani, que las pondría al portador y las 
entregaría al representante de los Salesianos, a medida que se entregasen las cantidades de suerte que, efectuada la última entrega, todas las 
acciones quedarían en poder de dicho representante. 

((359)) Se exigía primeramente que don Bosco remitiese al abate Pisani un escrito en forma privada, obligándose a adquirir todas las 
acciones; al mismo tiempo el abate remitiría a don Bosco otro escrito, obligándose a entregarle todas las acciones, cederle el local y darle 
posesión antes de que se hiciere la liquidación completa. 

Convenía, por tanto, que un delegado del Capítulo Superior se trasladara a París para entrevistarse con el señor de Franqueville y con el 
abate Pisani y observara el vecindario de la casa y otros detalles. Al tratar este asunto, habló don Bosco en estos términos 2: 

-Vaya don Pablo Albera a París y hable con el señor de Franqueville y con el abate Pisani; examine el lugar, averigüe si hay hipotecas, 

1 La Commune: el poder revolucionario de París en 1871 (N. del T.). 

2 Actas del Cap. Sup. 12 de septiembre de 1884. 
310 

si los alrededores son sanos, si se habla de alguna quiebra, qué fama tiene la institución y otras cosas por el estilo. Para estos informes, 
diríjase también al vicario d'Hulst, que tiene muchísimas relaciones y medios. Cuando yo estuve en París, me ofreció quinientos mil 
francos para fundar un colegio de niñas; pero no creí oportuno aceptarlos. Visite don Pablo Albera al Arzobispo y a su coadjutor Richard, 
que nos es muy adicto y desea que vayamos. El Vicario General es entusiasta de don Bosco. Pero el cardenal Guibert vacila en llamarnos a 
París, porque teme que tengamos que sufrir en el trato con la gente; por eso don Pablo Albera háblele sólo después de que la cosa esté 
hecha. Hay que comprar esta casa en consideración de la benevolencia que la ciudad de París demostró a don Bosco. 

Don Pablo Albera estaba comprometido con los ejercicios espirituales de los hermanos y no pudo ir a París; fueron en su lugar don 
Celestino Durando y don Camilo de Barruel, que cumplieron bien su misión. Encontraron, entre otras cosas, que el párroco del lugar se 
oponía a ello. El Cardenal les recomendó, en la visita que le hicieron, mucha prudencia, les aconsejó que fueran despacio en hacer gastos e 
insistió ((360)) en la necesidad de abrir bien los ojos para aceptar franceses en la Pía Sociedad, porque se corría peligro de encontrar 
estafadores, gente sin buen nombre, fácilmente hipócritas, que se darían a conocer demasiado tarde, cuando sería imposible remediar el ma 
causado por ellos. Algunos buenos seglares, que ya acudían antes para asistir a los muchachos y enseñarles el catecismo, se ofrecían 
entonces para seguir prestándose. La casa no estaba sujeta a la indiscreción de miradas extrañas, pero sí el jardín desde ciertas casitas, que 
se podrían comprar fácilmente. La finca se encontraba en una colina y era un lugar sanísimo. No tenía cargas de ningún género. Todos los 
amigos animaban a la compra y decían que era un contrato bonísimo, pero que había que darse prisa, para que no se presentaran 
concurrentes al divulgarse la noticia. El Capítulo oyó el informe 1, y determinó que se hiciera en seguida la escritura con las modalidades, 
arriba mencionadas. 

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El abate Pisani presionaba para que se enviara el personal antes de la Inmaculada. Don Bosco dijo en la sesión capitular del día cinco de 
diciembre, por la tarde: 

-Me encuentro entre los brazos de una tenaza, que me sujetan con fuerza. Por un lado, la escasez de personal y, por otro, la opción 
favorable que no se debe dejar escapar. Preciso es también tener en 

1 Actas del Cap. Sup. 28 de septiembre de 1884. 
311 

cuenta que muchas de las limosnas, que nos dieron en París en 1883, eran principalmente con miras a la casa que se pedía en aquella 
capital. Hoy el entusiasmo por don Bosco está algo adormecido, pero será fácil volver a despertarlo. El próximo año el personal salesiano 
en Francia quedará duplicado con los novicios de la Providencia 1 y esperamos proporcionar a las casas de Francia nuevos y valiosos 
refuerzos. 

No fue posible contentar al abate Pisani para la Inmaculada; don Bosco no envió hasta fines de diciembre a París a don Pablo Albera para 
firmar el contrato y presentar al director don Carlos Bellamy 2. Los recibimientos fueron en todas partes muy agradables 3. Sin duda que la 
siguiente carta de agradecimiento, en cuyo borrador no hay ningún nombre, debió estar ((361)) dirigida a monseñor d'Hulst, vicario general 
y gran amigo del abate Pisani. 

Ilustrísimo y Rvmo. Monseñor: 

La bondad con que V. S. trató a los Salesianos, especialmente para la fundación de un Patronato en París, merece especialmente todo 
nuestro agradecimiento. Querría demostrarle nuestra común gratitud, pero no sé cómo hacerlo. 

Lo único que puedo y hago de todo corazón es ofrecer a V. S. Rvma. nuestros servicios, y rogarle tenga a bien considerar las casas 
salesianas como totalmente suyas. Cuando venga por Turín, tenga a bien honrarnos con su presencia y morar con nosotros el mayor tiempo 
posible. 

Mientras tanto, ruégole siga prestando su eficaz protección a la casa, que se acaba de abrir en París y ayudándola con los consejos y con 
los medios, que en su iluminada prudencia juzgue oportunos para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. 

Que el Señor le conserve con buena salud a fin de que pueda continuar sus obras de caridad, y recomendándonos todos a sus valiosas y 
santas oraciones tengo la satisfacción de poder profesarme con profunda gratitud, 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Turín, 10 de enero de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO. Pbro. 

En la casa prestaron en seguida una preciosa ayuda algunos estudiantes de escuelas superiores, que iban allí a pasar la tarde con los 
muchachos y colaboraban en las clases y en las catequesis 4. Vivía allí 

1 La Providencia. Se refiere al Noviciado de Santa Margarita de Marsella, Vol XV, pág. 55 (N. del T.). 

2 Véase Vol. XVI, pág. 262 y ss. 

3 Ap. Doc. núm. 53. 

4 Estaba entre ellos el futuro padre Pablo Virion, Inspector salesiano en Bélgica y a la sazón oficial del ejercito. 
312 

el abate Hugot y siguió viviendo y trabajando en la casa durante unos meses, hasta que fue encargado de una parroquia y la dejó. El señor 
de Franqueville se ocupaba de recaudar los medios de subsistencia y los obtenía en medida suficiente. Don Bosco había dicho: 

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-En París no faltará la caridad. Diez personas solas darán en un mes muchísimo. Fueron muchos los señores que prometieron enviar 
ayuda cuando se abra la casa y darán ciertamente con generosidad. 

((362)) Su previsión no quedó completamente fallida, por lo menos en los comienzos; a ello contribuyó la siguiente circular que él envió 
a los cooperadores más destacados. 

Beneméritos señores Cooperadores 

y señoras Cooperadoras de París: 

Corre el segundo año desde que tuve la gran satisfacción de encontrarme entre vosotros, caritativos Cooperadores y Cooperadoras. En 
aquella memorable ocasión, me convencí profundamente de que florece entre vosotros el espíritu de religiosidad, de caridad y de 
generosidad, y di gracias a Dios por ello. Cada uno de vosotros manifestaba aquellos días el vivo deseo de que don Bosco fundase una casa 
en París, para recoger a los niños de calles y plazas, e instruirlos, educarlos y hacer de ellos buenos cristianos y honrados ciudadanos. 

Vuestro deseo fue escuchado y hoy es una realidad. Se acaba de abrir la casa, con el nombre de Patronato de San Pedro, en 
Ménilmontant, calle Boyer, número 28. 

Por ahora nos hemos limitado a un Patronato dominical y a albergar algunos jovencitos de los más pobres y abandonados. Pero, con la 
ayuda del buen Dios y con el apoyo de vuestra caridad, espero que podremos aumentar su número y favorecer en más amplia proporción a 
la querida juventud de esa grandiosa capital. 

Se ha comprado una vivienda bastante capaz, con una devota capilla, un local para escuelas y un patio para recreo; pero todavía está por 
pagar en gran parte. Además de esto, hay que sostener y consolidar la obra. He ahí un campo abierto para vuestra caridad. Vosotros lo 
sabéis; mis riquezas y mi fortuna, o mejor, el principio y la continuación de mis obras en beneficio de la juventud pobre se apoyan en 
vuestra bondad, en la ayuda que me prestáis. No tengo más que la buena voluntad de hacer el bien a los jovencitos pobres, que fueron y 
serán siempre la delicia de mi corazón, y la labor de los sacerdotes, que consagraron su vida al mismo fin. El resto está en vuestras manos. 

No os propongo cuotas anuales; cada uno de vosotros tiene plena libertad para dar lo que la bondad del corazón le inspire cuando pueda 
y como pueda. 

El sacerdote Carlos Bellamy, director del Patronato, está encargado de recibir los donativos que vosotros tendréis la bondad de hacer en 
favor de la obra mencionada. 

Conociendo por experiencia el ardor con que los hijos de Francia acuden en auxilio de las obras buenas, no añado más para animar 
vuestro celo. Digo solamente que, después de Dios, confío a vosotros mi primera casa de París y vivo tranquilo con la seguridad de que mi 
esperanza no quedará frustrada. 

Por mi parte, os aseguro que cada día rezaré y haré rezar ((363)) a mis muchachos ante el altar de María Auxiliadora, para que cubra con 
su manto a todos vosotros y a 
313 

vuestras familias, proteja y bendiga vuestro cuerpo y vuestra alma en esta vida y os obtenga finalmente de su Divino Hijo Jesús ir a recibir 
a su tiempo en el cielo el premio de vuestra caridad. 

Con la más profunda gratitud, tengo el alto honor de profesarme de vosotros, señores Cooperadores y señoras Cooperadoras, 

Turín, 29 de enero de 1885 

Seguro servidor 1, JUAN BOSCO, Pbro. 

Un rasgo notable de la Providencia habíase manifestado poco antes de tener que firmar el contrato. El señor de Franqueville era 
depositario de treinta mil francos; pero se necesitaban y sin dilación cuarenta mil más. Don Miguel Rúa no tenía ni esperaba tener pronto 
nada para enviar; por lo cual escribió al señor de Franqueville exponiéndole el apuro y rogándole indujera al abate Pisani a esperar todavía 
un poco. Apenas terminó de escribir la carta, llególe otra certificada de Roma. La abrió y la leyó: la señora Stacpoole decía que tenía 
preparadas cuarenta mil liras para la casa de París y preguntaba a quién debía entregarlas su agente en París. Don Miguel Rúa conmovido, 
le respondió que las mandara entregar en seguida al señor de Franqueville. 

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VOLUMEN XVII Página: 314 

Aquella residencia interina en París fue providencial para el desarrollo de la Congregación en Francia y en los dominios franceses, pues 
aquella obra, de tan humildes principios, alcanzó un desarrollo gigantesco que, no sólo inspiró confianza en los bienhechores, sino que dio 
una alta idea de la Congregación y de su eficacia social. El Patronato de Ménilmontant, arrollado en la ruina general por efecto de las 
((364)) leyes persecutorias, resurgió y volvió a la vida en otra sede, gracias especialmente a la buena voluntad de los antiguos alumnos. 

El día doce de noviembre conversaba don Bosco con don Juan Bautista Lemoyne y don Juan Bonetti, habló del gran porvenir que 

1 Seguía esta posdata: Para comodidad de los donantes pueden entregar sus donativos al Rvmo. señor Le Rebours, cura párroco de la 
Madeleine; al señor Marqués de Franqueville, ChÔteau de la Muette; al señor Adolfo Josse, librero, calle Sevres número 29-31. Estos 
beneméritos Señores recogen los caritativos donativos a favor del Patronato y los transmiten después al rector del mismo. 

La traducción al francés fue hecha por don Carlos Bellamy y aprobada por don Bosco (Ap. Doc. núm. 54). 

La circular inspiró un artículo del Figaro, que puede leerse en el Apéndice, Doc. núm. 55. 

Tres cartas de don Carlos Bellamy contienen minuciosos informes sobre el primer mes después de la llegada a París (Ap. Doc. núm. 56 
A-B-C). 
314 

esperaba a la Congregación e hizo una observación importante sobre los oratorios festivos. Sus palabras vienen aquí como anillo al dedo 
para cerrar estos dos últimos capítulos. 

-Veo cada vez más claramente, dijo, el glorioso porvenir que espera a nuestra Congregación, destinada a propagarse y hacer mucho bien. 
A pesar de los actuales disgustos, infidelidades y deserciones, está destinada a grandes cosas. Cuando la actual situación entre en un 
período de calma, entonces Uruguay, Argentina, Patagonia serán para nosotros un campo magnífico. Pero téngase por base que nuestro fin 
principal son los oratorios festivos. Mientras nos dediquemos a la juventud pobre y abandonada, nadie nos envidiará. De estos oratorios 
saldrán sacerdotes, que serán modelo de los demás y serán bien vistos hasta por los enemigos del clero y serán bien recibidos en todas 
partes. Serán expeditivos y conocedores del mundo. Quiero que se procure poner en los oratorios festivos Directores, que no tengan 
injerencias en los colegios. íQué gran cosecha de almas se hará! 1. 

1 El padre Semería, que había ido al oratorio festivo de San Luis en Turín desde 1875, escribió: «Uno de aquellos pilluelos era yo. íNo 
comprendía el bien que, con estos Oratorios, se hacía! Pero de entonces arranca mi ferviente simpatía por los Salesianos. Orden 
verdaderamente providencial, llegada cuando entrábamos en el ciclo de la vida civil moderna, y era preciso evangelizar a los pequeños 
burgueses y a los obreros más selectos. El Apóstol de estos dos mundos, que entonces se asomaban a la vida económica, social, política, 
fue don Bosco por medio de sus hijos y sus hijas. Por esto la Orden tuvo el rápido y admirable incremento, que todos conocemos. La Obra 
del Cottolengo siguió siendo turinesa, la de don Bosco se hizo mundial. Arraigó en todas partes; don Bosco siguió, con sus falanges 
espirituales, la avanzada del Piamonte por toda Italia; y, desde Italia, se lanzó a todo el mundo. Fue muy afortunado en el Nuevo Mundo, 
en América, principalmente en América del Sur. Los Salesianos son la única gran Orden religiosa italiana, que haya alcanzado en el siglo 
XIX una expansión mundial». P. Juan Semería, Mis recuerdos del oratorio. Casa Edit. Amatrix, Milán-Roma, págs. 17-18. 
315 
((365)) 

CAPITULO XIV 

ALGUNAS NORMAS PRACTICAS
Y DOS SUEÑOS


LA Congregación no había elegido todavía un escudo oficial, según costumbre de todas las familias religiosas; como sello de la misma se 
imprimía la figura de san Francisco de Sales envuelta en una inscripción latina que designaba la Pía Sociedad Salesiana. Sólo el día 12 de 
septiembre de 1884, don Antonio Sala presentó al Capítulo Superior el boceto del emblema salesiano, urgido a ello por la oportunidad de 
fijarlo en la iglesia del Sagrado Corazón entre los de Pío IX y León XIII. Lo había dibujado el profesor Boidi. Era un escudo, con una gran 
ancla en el medio; a la derecha de ésta, el busto de san Francisco de Sales; a la izquierda, un corazón inflamado; arriba, una estrella 
resplandeciente de seis puntas; debajo, un bosque; y detrás de él, unas altas montañas; desde abajo, dos ramas, una de palmera y la otra de 
laurel, entrelazadas en el tallo, abrazaban el escudo hasta la mitad. De la parte inferior, salía una cinta flotante que llevaba la leyenda: 
Sinite parvulos venire ad me (dejad que los niños vengan a mí). 

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Se observó que esta leyenda ya había sido adoptada por otros. Don Julio Barberis propuso sustituirla por Templanza y Trabajo, que le 
sugería el sueño de don Bosco, en el que este binomio es propuesto cabalmente como lema o distintivo de la Congregación. Don Celestino 
Durando prefería María Auxilium Christianorum, ora pro nobis. Don Bosco solucionó la cuestión diciendo: 

-Desde los comienzos del Oratorio, ya se adoptó un lema ((366)) en tiempos del Convictorio (Residencia sacerdotal), cuando yo iba a las 
cárceles: Da mihi animas caetera tolle. 

El Capítulo aplaudió a don Bosco y aceptó el histórico lema. 

No le gustó al Santo la estrella que dominaba el escudo, porque le parecía que tenía algún sabor masónico y mandó sustituirla por una 
cruz irradiando luz. Después, se introdujo la estrella a la izquierda sobre el corazón. De este modo, quedaron unificados los símbolos de las 
tres virtudes teologales. 
316 

El lema elegido, como depusieron en los procesos los más antiguos alumnos del Oratorio, el canónigo Ballesio y el cardenal Cagliero 
entre ellos, ya se veía desde el principio, cuando ellos eran muy pequeños, escrito con grandes caracteres sobre la puerta del cuartito de don 
Bosco. No se podía expresar mejor lo que había constituido el supremo objetivo del Santo al actuar y al sufrir, al escribir y al hablar; 
objetivo que debería formar el programa esencial de la Sociedad por él fundada. Basta leer su biografía para ver claramente que su mayor 
preocupación fue siempre el bien de las almas; lo mismo se podrá reconocer también en este capítulo, en el que nos proponemos engarzar 
las preciosas palabras, que profirió en reuniones capitulares, en conversaciones familiares o al narrar algunos de sus sueños. 

Oigamos antes algunas de sus normas sobre las vocaciones que hay que cuidar, examinar o sostener. 

En el Oratorio o en los colegios se encontraban muchachos que daban buenas esperanzas, pero faltos de medios económicos, de modo 
que tenían dificultad para pagar la módica pensión y se encontraban en apuros para proveerse de lo necesario. Don Bosco dijo el día 
dieciocho de julio en sesión capitular: 

-Cuando hay un muchacho, que da esperanzas de llegar a ser un buen salesiano, pueda o no pueda pagar la pensión, no se repare en 
gastos. Provea la casa. Estoy seguro de que el Señor vendrá en nuestra ayuda con medios extraordinarios e inesperados, si se hacen todos 
los esfuerzos por tener vocaciones. No reparemos, pues, en gastos. Sirva esto también de norma para los demás colegios nuestros. Si un 
joven da esperanzas de éxito y los padres no pueden ((367)) pagar; si presentan dificultades, si se quejan a los Superiores de que pasan 
apuros y no pueden proveerle de lo necesario, entonces en razón de la buena conducta del muchacho condónesele fácilmente una 
mensualidad, un trimestre; con tal de que haya siempre la esperanza de una probable vocación. Cada día van escaseando más las 
vocaciones. Con el mismo celo impídase que sigan la carrera eclesiástica los que no son llamados a ella y los indignos. Procédase en esto 
con la máxima prudencia. No se acepten nunca a prueba aquellos que no dieron antes buen resultado. 

Más de una vez tomó la palabra, cuando se trataba de aceptar aspirantes para entrar en el noviciado. Un clérigo de veinte años cumplidos 
procedente del seminario de Ivrea, a las pocas semanas de estar en San Benigno, pedía ser admitido entre los novicios. Don Bosco dijo: 

-Como hace sólo un mes que está con nosotros, y no hemos 
317 

podido conocerle todavía, acéptese como aspirante. Si persevera y corresponde como es debido, podrá ser novicio el día de la Inmaculada. 

Otro clérigo del mismo seminario, hijo de familia religiosa y rica, no tenía, como el anterior, la licencia y el certificado del Obispo, sino 
una simple declaración en la que se decía que no podía volver al seminario por razón de estudios. El documento despertó alguna duda, 
sobre todo, porque el postulante no había hecho muy bien los ejercicios espirituales en San Benigno, pues charlaba en la iglesia con el 
compañero. Don Bosco razonó de este manera: 

-Por regla ordinaria, no se debe transigir nunca con la moralidad. Si hay dudas sobre ello, es preferible no aceptar antes que introducir en 
casa a un individuo con dudas de inmoralidad. Se puede transigir en cuanto a la disipación, la escasa educación, la poca aplicación al 
estudio. El punto cardinal es la moralidad. La experiencia nos demuestra que una señal de inmoralidad es la huida de los Superiores. 

Un tercer clérigo, llegado del seminario de Milán, había deseado siempre entrar en una congregación religiosa y afirmaba haber 
encontrado su nido en la Pía Sociedad. ((368)) El Santo aconsejó tratarlo con cierta cautela según el espíritu de san Francisco de Sales, 
hablarle de la excelencia de una congregación en general y del favor que hace el Señor a un sujeto con la vocación. 

Un muchacho del Oratorio había aprobado el examen de reválida del bachillerato, pero no daba indicios seguros de vocación. Don Bosco 

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observó: 

-He hablado con él mismo y está totalmente de acuerdo en no tomar la sotana este año. Me manifestó que estaba dispuesto a ponerse a 
barrer, antes que salir de nuestras casas. Se le podría poner con los aprendices, y también he hablado de esto con él. Por ahora ocúpesele en 
la tipografía, en el Boletín o en alguna otra incumbencia de la casa. Si sigue llevando una vida ejemplar, será admitido; si diese motivo de 
queja, salga en seguida. Si se mantiene bueno y se decide por el estado eclesiástico, entonces se le propondrá entrar en la Congregación. 

Fueron aceptados dos jóvenes que habían terminado el quinto curso de bachillerato en Varazze, y tres que habían acabado el cuarto en 
Borgo San Martino. Don Bosco supo que algunos de ellos encontrarían fuerte oposición por parte de sus familias e hizo estas sugerencias: 

-Hay que preparar a estos jóvenes acerca de las respuestas a dar. 
318 

Digan con mucha serenidad: «He estudiado mucho mi vocación y me he convencido de que, para ser feliz, necesito ingresar en una 
congregación. A mí me gusta la salesiana. Siento que la conciencia me llama a ella y tengo que obedecer a mi conciencia, si no quiero ser 
víctima de remordimientos y tener un mal porvenir». Podrán hablar también de las ventajas espirituales o materiales, según las 
disposiciones de ánimo de los parientes. 

Un alumno de Borgo San Martino, de unos diecisiete años, que sólo había cursado hasta el tercer año del bachillerato, pedía ser admitido 
Don Bosco preguntó a su Director, don Angel Bordone, que estaba presente: 

-»Es inteligente y aplicado? 

-Es flojito. 

((369)) -»Hay esperanza de que pueda estar a la altura de los compañeros que tendrá en el curso de filosofía? 

-Aunque con dificultad, sin embargo, si se aplica, podrá lograrlo. 

-Entonces, digan a este joven, que, si estudia, podrá ir adelante; con estas palabras se le darán ánimos. 

Un joven, hermano de un sacerdote salesiano, pedía también ser admitido en San Benigno como novicio. Pero don Bosco hizo notar que 
su madre era pobre y pedía continuamente ayuda. 

-El hijo sacerdote, añadió, hace el papel de la madre. Nos toca hacer gastos enormes para la formación de los que se encuentran en las 
mismas condiciones y después, cuando llegan a sacerdotes, les parece a los padres que tienen derecho a ser tratados como señores y llegar a 
serlo de hecho. Si se acepta a muchachos en estas condiciones, le toca a la casa proveerlos de todo e incluso comprometerse a formar su 
vocación. La familia exige dinero y que se le costeen los arriendos, quiere boletos de la Obra de San Pablo, la dote para las hermanas y, si 
hay otros hijos, pretende que sean admitidos gratuitamente en nuestros colegios. En cuanto a este joven, he intentado acercarme a él, habría 
deseado cuidarme especialmente de él y ya se lo dije años atrás; pero no le vi casi nunca, porque no se acercaba a mí. Este año lo encontré 
una sola vez, y por casualidad, en las escaleras. Póngasele, pues, a aprender un oficio; cuando lo haya aprendido, podrá mantener a su 
madre. Por otra parte, no dio indicios de vocación al estado eclesiástico 1. 

Una vez volvió don Julio Barberis a proponer la aceptación de un 

1 Actas del Cap. Sup. 30 de agosto de 1884. 
319 

aspirante, que había sido rechazado en la sesión anterior. Don Bosco, que lo conocía y había examinado seriamente el caso, dijo: 

-Me daba buenas esperanzas y, por eso, se le envió a Lanzo. Tenía buen concepto de él, porque se acercaba regularmente a los santos 
sacramentos. Ahora me dicen que es algo raro. Pero me parece muy bueno. »Qué piensa de él su maestro? 

((370)) -Está muy atrasado en clase y no es muy aplicado; es más, por sus modales parece falso. Sin embargo, los hechos no lo 
demuestran. Mientras tanto, ha terminado el cuarto curso del bachillerato. 

-Mírese, pues, si da alguna esperanza. 

Fin de Página: 320 


VOLUMEN XVII Página: 320 

-Por su capacidad, no es inferior a otros que han sido admitidos. 

-Pues bien, propóngasele estudiar durante estas vacaciones, para examinarse a principio del próximo curso, por el profesor que se le 
señale. Anímese a esperar. Si aprueba el examen, será admitido 1. 

Para la admisión de los novicios a la profesión religiosa, hubo tres casos en los que don Bosco manifestó su manera de ver. Un novicio, 
que procedía del colegio de Alassio, había sido rechazado dos veces por el capítulo de la casa de San Benigno, en razón de que no tenía 
carácter para llegar a ser un buen sacerdote. Don Bosco no se conformó con un juicio tan sumario y, en la sesión del día seis de septiembre 

hizo una investigación detallada e instructiva. 

-Vayamos despacio, dijo, y con ponderación para tomar decisiones. Pregunto, pues: »cómo se ha portado este joven? 

-Es muy desobediente, respondió don Julio Barberis. No acepta nunca los avisos y es muy perezoso. 

-Et de vita et de moribus? 

-Siempre tuvo amistades particulares con los más atrasados en los estudios; pero no consta que hubiese en ello nada malo. 

-»Tiene talento? 

-Poco. 

-»Qué cultura posee? 

-Escasa. Pero tiene muy buena letra y, en gramática, sale suficientemente de apuros. 

-»Qué opinión tiene de él el capítulo de San Benigno? 

-Le ha dado calabazas por unanimidad. 

-Sin embargo, a primera vista me parece condescendiente y fácil para escuchar los avisos. 

((371)) -Admito que tiene buenos modales; es más, repite continuamente 

1 Actas del Cap. Sup. 6 de septiembre de 1884. 

320 
que está siempre dispuesto a obedecer y ruega que se le avise; pero, una vez avisado, se disculpa con los compañeros, murmura y no 
reconoce nunca su culpa; es la desesperación de los asistentes. 

-»Y cómo anda de salud? 

-No tiene mucha y padece de hernia. 

Al llegar aquí informó don Celestino Durando de que, ya en Alassio, no lo querían en absoluto y se habían negado a tenerlo aun pocos 

días durante las vacaciones. Don Miguel Rúa declaró que estaba convencido de que, si se le aceptaba, sería una carga para la 
Congregación. Pero don Bosco, sin darse por vencido, preguntó: 

-»No se podría sacar provecho de él como coadjutor? 

-Sabe apañárselas en el mundo, contestó don Julio Barberis, y suele tener éxito en casi todo. 

-»Se le podría colocar en la librería? 

-No me parece conveniente. Podría ser peligroso en medio de los jovencitos. Es muy poco seguro en la virtud y su pasado no da 
seguridad. 

-Y en cuanto a fidelidad, »se puede estar seguro de él? 

Fin de Página: 321 


VOLUMEN XVII Página: 321 

-Su padre, notó don Miguel Rúa, dejó en Alassio una deuda de seiscientas liras. 

Don Julio Barberis insistió en que se tomase una decisión, pues ya se le había negado la profesión dos veces. El Santo concluyó: 

-Bueno; dígasele que don Bosco le ha defendido, pero que se opuso el Capítulo y don Bosco no puede hacer prevalecer su opinión contra 
la del Capítulo. 

La sentencia del Capítulo fue que el joven dejase la sotana y pasase, por entonces, a la tipografía, como coadjutor 1. 

Don Juan Bautista Lemoyne dejó escrito este comentario acerca del acta de esta discusión: «Nótese la minuciosa investigación, ((372)) 
hecha por don Bosco en torno a la conducta de este joven. Y siempre hizo lo mismo para todos los que eran rechazados de la 
Congregación. Quería que cada votación se apoyase en los datos discutidos y comprobados, y no en voces vagas y en la simple opinión, 
aun cuando ésta fuera la de la mayoría. Con sus interrogatorios controlaba los votos, aun los que parecían más justos. Con este proceder, 
enseñaba a sus hijos el método prudente y desapasionado a seguir en estos juicios. Pero él muchas veces se convertía en abogado defensor 
de los jóvenes y, a veces, se le vio recomendarlos a los miembros del Capítulo antes 

1 Actas del Cap. Sup. 6 de septiembre de 1884. 
321 
de la votación, cuando los veía a todos contrarios a su protegido, para que no le dieran voto desfavorable». 

Otra vez 1 se trató de la petición para la profesión, presentada por un coadjutor de veintinueve años, que anteriormente había contraído 
deudas y todavía no las había pagado. Don Miguel Rúa lo calificaba de bonísimo; don Juan Cagliero apelaba al Derecho Canónico, el cual 
prohíbe el ingreso en las congregaciones religiosas a los responsables de alguna deuda. Don Bosco se expresó de esta forma: 

-Este podría ser admitido a los votos en tres casos: 1.° Si los acreedores perdonaran su deuda. 2.° Si él pagase la deuda. 3.° Si la 
Congregación misma la liquidara, mas él no puede, los acreedores no quieren y la casa no está obligada. Ahora bien, considerando que él 
es bueno y no puede pagar, podría el joven pedir a los acreedores la remisión de una parte, la casa pagaría la otra y los acreedores harían el 
recibo del total. Hecho esto, podría ser admitido a los votos. 

El Capítulo deliberó en este sentido. 

Entonces don Bosco hizo la siguiente declaración: 

-Esta es la última admisión hecha bondadosamente, de acuerdo con la licencia temporal concedida por Pío IX. A partir del próximo 
enero, se procederá a las admisiones de acuerdo con las normas santísimas dadas por Pío IX en sus decretos de 1848, formando las 
comisiones indicadas en el mismo decreto. El secretario don Juan Bautista Lemoyne ((373)) queda encargado de recordar al Capítulo la 
voluntad de don Bosco. 

Otro coadjutor 2, de setenta y dos años, había hecho la misma petición, aprobada ya por el Capítulo local de San Benigno. Don Juan 
Cagliero preguntó rápidamente: 

-»Bajo qué título pueden aceptarse viejos de setenta y dos años? 

-Es una excepción, respondió don Bosco. 

-Se hacen excepciones de éstas todos los días, replicó don Juan Cagliero, y esto es sentar el principio de que los jóvenes mantengan a los 
viejos. En estas cosas, hace falta algo más de ponderación. 

-Por lo menos, si fueran sacerdotes, contestó don Bosco, me parece que la edad no debiera ser obstáculo para la aceptación. 

-Aunque sean sacerdotes, exclamó don Juan Cagliero, no nos convienen estos viejos. 

Don Miguel Rúa ayudó a deshacer el nudo, examinando el catálogo, 

1 Actas del Cap. Sup. 3 de octubre de 1884. 

Fin de Página: 322 


VOLUMEN XVII Página: 322 

2 Actas del Cap. Sup. 12 de septiembre de 1884. 
322 

donde encontró que el postulante no había sido todavía novicio regularmente. 

-Dígasele, concluyó don Bosco, que puede gozar de todos los privilegios de los Salesianos, siendo cooperador. 

El día seis de septiembre expuso don Miguel Rúa, con respecto a los coadjutores, una idea, que ya había expresado anteriormente, pero 
en ausencia de don Bosco. Era del parecer de que hubiese dos clases de coadjutores; porque le parecía bochornoso que un abogado, un 
médico, un farmacéutico, un profesor estuviese junto a un «bendito cualquiera». Don Bosco contestó: 

-No puedo admitir dos clases de coadjutores. Póngase atención para no recibir en la Congregación a ciertos individuos, que aun siendo 
buenos, son rudos y hasta de pocos alcances, capaces, si se les ofrece la ocasión, de ir tranquilamente a la taberna sin miramiento alguno. 
Si se recibe en casa a esta gente, no se la designe con el calificativo de coadjutor, sino con el de criado. No se admitan nunca en la 
Congregación, y mucho menos a la profesión de los votos. 

Don Miguel Rúa explicó su idea, preguntando si no se podía instituir para éstos una clase ((374)) semejante a la de los terciarios, como la 
tienen los Franciscanos en sus conventos. 

-Por ahora no hace falta, contestó don Bosco. 

La caridad paternal de don Bosco brilla en un caso de admisión a las órdenes. Es preciso saber que, aquel año por vez primera, desde 
septiembre en adelante, había dejado de confesar a los ejercitantes porque no se sentía ya con fuerzas, y había confiado este ministerio a 
don Miguel Rúa, por cuyo motivo dijo el día doce de aquel mes: 

-En esta tanda de ejercicios me encuentro mucho más libre para tratar sobre las vocaciones, puesto que no he confesado. Así, puedo 
preguntar y valerme de las respuestas para dar las disposiciones que crea útiles a quienes vienen a pedirme consejo. 

Entonces anunció don Juan Cagliero que tres clérigos no habían sido admitidos a las órdenes por los capítulos locales. Oídos sus 
nombres, dijo don Bosco de uno de los tres: 

-El asegura que desea pertenecer al estado eclesiástico y que no tiene ninguna intención de dejar la Congregación. Dice que se siente 
desalentado, al verse considerado como un ser inútil en la casa y que, por eso, descuidando el coloquio personal o rendición de cuentas, ha 
perdido la confianza con el Director, y sólo va a él en los casos de necesidad. Empero, que se ha confesado regularmente cada diez días y 
recibido con frecuencia la comunión; y que no hay nada que merezca 
323 

ser reprochado en su conducta moral. Tiene diploma de maestro para los cursos elementales de tercero y cuarto. 

-El Director, contestó don Juan Cagliero, se queja de su desobediencia y falta de disciplina. Es mejor que los otros dos, pero es que, 
además, fue despedido del seminario. Sin embargo, no desea ser ordenado ahora, sino que se remite, en cuanto a la fecha, al juicio de los 
Superiores, es decir, a cuando juzguen que está preparado. 

-»No se le podría probar en otra casa?, preguntó don Bosco. 

-Ya se le cambió de casa tres veces. 

-Si se encontrara en él, aunque sólo fuera una sombra de inmoralidad, entonces lo despediría sin más de la Congregación. Pero parece 
que en este punto no hay nada que decir. Tiene los diplomas. íCualquier Congregación lo aceptaría! 

-íY nosotros dispuestos a regalarlo!, replicó don Juan Cagliero. 

((375)) Observó después don Miguel Rúa que estaba algo enfermo y dijo don Bosco: 

-Pues bien, no nos carguemos con responsabilidades; veamos si puede cumplir sus obligaciones como profesor. Si su salud no le 
permitiese seguir dando clase, entonces se le podrá decir que busque otra solución. Déjese pasar algún tiempo y, después, veremos. 

Es útil para todos los socios en general saber qué pensaba sobre el coloquio mensual o cuenta de conciencia. Se trató de ello cuando hubo 

Fin de Página: 324 


VOLUMEN XVII Página: 324 

que regular la marcha del Oratorio bajo el régimen de dos directores 1. Dio normas para los hermanos de la casa madre; y hay en ellas algo 
aprovechable para todas las casas. 

-El Capítulo Superior, dijo, junto con el secretario, tendrán el coloquio con don Bosco. Todas las tardes, a partir de las seis, estoy a su 
disposición para oírlos y confesarlos; mas, para las confesiones fijaría especialmente el jueves por la tarde. Me gustaría mucho poder ir 
buenamente, como antes, a la sacristía, pero vendrían muchos otros y me cansaría pronto. Don Juan Bautista Francesia podría tener el 
coloquio con todos los sacerdotes, que no tienen ocupación fija con los estudiantes o con los aprendices y de todo el personal dedicado a 
los estudiantes. Don José Lazzero tendría los de aquellos que se dedican a los aprendices. Don Miguel Rúa encárguese de los hermanos 
más ancianos, a los que otro tendría dificultad para hacer el coloquio. Serán cuatro o cinco. 

Don José Lazzero hizo notar que no serían menos de ochenta los 

1 Actas del Cap. Sup. 24 de octubre de 1884. 
324 

que tendrían que ir a coloquiar con él, y no sabía cómo podría escuchar a todos en el espacio de un mes. Don Bosco le respondió: 

-No hay que tomar literalmente la palabra mensual; procede con la libertad de quien busca el bien y procura obtenerlo. Al principio, los 
coloquios podrán ser largos; pero muchos acaban por ser brevísimos. Para bastantes hermanos hará falta ser exactos, una vez al mes; para 
otros bastará hacerlo cada dos meses, pero no se deje pasar más tiempo; a unos pocos convendrá llamarlos aun antes de que ((376)) acabe 
el mes. Aconsejo que no se tenga este coloquio, paseando por el patio; sino que el encargado llame a su despacho al hermano, para que 
pueda hablar con toda libertad y sin molestias. El coloquio tiene tanta importancia que puede calificarse de llave maestra del edificio de la 
Congregación. El encargado de recibirlo cumpla este cometido con la mayor caridad posible, con diligencia y puntualidad. íCuántos 
contestan a mis preguntas: hace seis meses, un año, dos años (que no tengo el coloquio) que no doy la cuenta! Esta negligencia hace que 
decaiga el espíritu de la Congregación. El Superior no dé señal de impaciencia, cuando se trata de hermanos pesados. No se diga de 
algunos: íes inútil que les hable! Hay que llamarlos sin cansarse y repetir los avisos. Procédase con paciencia, con un corazón guiado por la 
piedad. 

Tienen una importancia singular siete avisos, que escribió de su puño y letra y repartió a los Directores, al terminar las tandas de los 
ejercicios espirituales. «Avisos para los Directores de nuestras casas: 
1.° Promover la asociación y difusión de las Lecturas Católicas y, en general, de nuestros libros. 2.° Economía en el papel ya usado, 
enviando los papeles rotos a la fábrica de papel y, los que pueden servir, a nuestros hospicios o a las tipografías. 3.° Disponer las cosas de 
manera que ninguna persona de otro sexo tenga, por ningún motivo, ocupaciones y habitación en nuestras casas. Vigílese severamente en 
este punto. 4.° Cumplir lo que ya está determinado con respecto a nuestras hermanas. 5.° Apartar de nuestros alumnos todo libro prohibido 
aun cuando fuese prescrito para nuestras escuelas, y no se ponga a la venta. Cuando sea necesario, hágase una excepción, mas sólo para los 
que tuviesen que presentarse a exámenes oficiales. Pero, en estos casos, empléense autores expurgados. 6.° Léanse y dense a leer con 
preferencia las biografías de nuestros alumnos. 7.° Industriarse y esforzarse por introducir y practicar el sistema preventivo». 

íCon qué insistencia recomendaba don Bosco las lecturas salesianas en los colegios! El día once de septiembre dijo también en el 
Capítulo: 
325 

-Promuévase la asociación y difusión de las ((377)) Lecturas Católicas, de la Biblioteca de la Juventud, del Boletín, y en general, de 
todos nuestros libros o de los publicados por nuestras tipografías. En muchos colegios se descuida recomendarlos a nuestros jóvenes. No 
hay que obligarles, pero sí exhortarles a adquirirlos. Ofrecer a su consideración el bien que harían enviándolos a casa, prestándolos o 
regalándolos a los amigos, o recompensar el servicio prestado por alguna persona con ciertos libritos de las Lecturas Católicas, en vez de 
dar una propinita. La suscripción a las Lecturas Católicas, recomiéndese al principio del curso; los alumnos nuevos se entusiasman al saber 
que sólo cuesta la módica cantidad de una lira y media. Y todos los jóvenes traen sus ahorros, cuando vienen al Oratorio. Cuando ellos 
envían a casa estos libritos, este envío no tiene el aire de una lección a los padres y a los amigos, sino que se presenta como un regalo. 
Podrían también escribir a los padres que, después de leerlos, los lleven al párroco, para que los regale a los muchachos de la catequesis o a 
alguna familia pobre y otras industrias por el estilo. 

La recomendación de liberar las casas de las personas de otro sexo seguía también a otras semejantes. La última fue el día once de 
septiembre, cuando dijo tajantemente en Capítulo: 

-Deseo que, cueste lo que cueste, se dispongan las cosas de modo que ninguna persona de otro sexo, por ningún motivo, tenga 
ocupaciones o habitación dentro de nuestras casas. Vigílese severamente en este punto. Una mujer, aunque sea madre, o hermana de un 
Salesiano, siempre es una mujer. No habrá inconvenientes por las que ahora están, todas ellas personas dignas de aprecio, pero sí los habrá 

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VOLUMEN XVII Página: 326 

si se sienta como principio que pueden tenerse en casa, como llegará poco a poco a sentarse, si ahora no se establece una regla fija de 
exclusión. Hay que pensar en la posteridad, para que haya una norma absoluta a que atenerse. Obsérvese también con cuidado lo que está 
escrito en las deliberaciones con relación a nuestras Hermanas y obedézcase estrictamente lo establecido. 

De acuerdo con la voluntad de don Bosco el Capítulo Superior, en la sesión del día treinta de septiembre, determinó no permitir ya, 
((378)) como en tiempos anteriores, a los Directores llevar a residir a sus madres en los respectivos colegios. 

Era sistema de don Bosco proceder de manera que nadie tuviera que quejarse por no haber sido oído, cuando creyese oportuno hacer una 
observación. De dos hechos notables en torno a esto se hace mención en las actas del Capítulo Superior. El coadjutor Graziano, vuelto 
recientemente de América, había dicho a don Bosco que en las 
326 
oficinas de la librería y del Boletín había demasiado personal. No todos eran del mismo parecer, especialmente don Juan Bonetti en cuanto 
al Boletín. 

-Aquí hay un trabajo inmenso, observaba. Escribir, contestar, registrar cooperadores nuevos, rehacer direcciones, añadir otras, vender. 
Ninguno de los presentes puede formarse una idea del trabajo que hay que hacer. 

-Y, sin embargo, siguió diciendo don Bosco, Graziano afirma que él sería capaz de despachar los asuntos de esa oficina con dos personas 
nada más; que hay mucho trabajo únicamente dos o tres días al mes y que, los demás días, no hay mucho que hacer. 

-Temo, dijo don Miguel Rúa, que Graziano no tenga todavía suficiente experiencia para dar semejantes juicios. 

-Don Anacleto Ghione y el coadjutor Branda, replicó don José Lazzero, son del mismo parecer que Graziano. 

-Examínese, ordenó don Bosco, lo que piensan don Ghione, Graziano y Branda. 

Se menciona otro hecho con fecha del día trece de noviembre. Don Juan Cagliero había entregado el acta del Capítulo general, celebrado 
por las hermanas durante los ejercicios y las observaciones hechas a sus Reglas, según las deliberaciones de los Capítulos generales 
salesianos de 1879 y 1883. Proponía él que el Capítulo Superior nombrase una comisión, que examinase las actas y las observaciones, para 
que, según su parecer, el Rector Mayor aprobara, modificara, cambiara a su gusto los artículos, según lo juzgase mejor en el Señor. 
Procedióse después al nombramiento de la comisión y quería don Bosco que fuese también miembro de la misma cierto Director de las 
((379)) Hermanas, el cual había motivado el año anterior una serie de críticas acerca de la estructuración general de sus comunidades. Don 
Juan Cagliero hizo notar que un Director de Hermanas tiene solamente la alta dirección a consiliis (de consejo), pero que no debe 
inmiscuirse en la dirección interna, más que en cuanto es Director espiritual. Parecía, pues, más oportuno que a aquel Director se le diesen 
no oficialmente, sino oficiosamente, las reglas de las Hermanas para que hiciese sus observaciones por escrito y las trasmitiese al Capítulo 
Superior. De una manera o de otra, don Bosco era indiferente, con tal de que también fuera oído aquel Director 1. 

1 La comisión resultó compuesta por don Juan Cagliero, don Juan Bonetti y don Juan Bautista Lemoyne. 
327 

Hemos mencionado las confesiones. Don Bosco ya no estaba en condiciones para llevar el acostumbrado trabajo de confesar en los 
ejercicios espirituales de los Hermanos y en la misa diaria de la comunidad. Por esto, don Miguel Rúa rogóle, en la reunión del día 
veintiocho de octubre, que dijera cómo quería arreglar la cuestión. La respuesta del Santo fue la siguiente: 

-Confío las confesiones de los hermanos a don Miguel Rúa, el cual confesará en mi confesonario en la sacristía. Será muy difícil que yo 
pueda volver a ocuparlo; pero, si ocurriese tal cosa, don Miguel Rúa pasaría a confesar en la iglesia, debajo del púlpito. Yo confesaría en 
mi cuarto, las tardes del jueves, viernes y sábado, al Capítulo, a los sacerdotes que quisiesen venir y a los alumnos del cuarto y quinto 
curso de bachillerato. Confesaría también a estos muchachos las visperas de las fiestas y del ejercicio de la buena muerte. Los confesores 
de las comunidades religiosas deben ser aprobados no sólo por el Obispo, sino también por el Superior. Por consiguiente, los confesores de 
los jóvenes sean de mi confianza. Lo que no recomendaré nunca con bastante insistencia es que nos pongamos y vayamos todos de acuerdo 
sobre ciertos puntos y en que no se tenga deplorable indulgencia con los escandalosos. Hay que procurar con prudencia que las víctimas 
den parte al Director, al Prefecto o a algún asistente de su confianza. Yo desearía que no se los absolviera hasta que hayan hecho la 
denuncia. Así lo quiere la sana teología. 

((380)) Don Juan Cagliero encontraba muy delicada la cuestión, especialmente si el que fue víctima estuviese verdaderamente resuelto a 
evitar el trato con los depravados. 

-Se puede insistir, dijo, haciendo ver que, por el bien del compañero, se desea esta denuncia. »Y cuando se confiese el que dio el 

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VOLUMEN XVII Página: 328 

escándalo? Entonces es necesario que todos procedan de la misma manera. Si el autor es reincidente, niéguesele la absolución, hasta que se 
haya enmendado. Por mucho que vaya de confesonario en confesonario, estén todos de acuerdo en la forma de pensar y actuar. 

Don Bosco no encontró nada más que replicar y concluyó: 

-Insístase a menudo a los alumnos del cuarto y quinto curso para que vayan a confesarse con don Miguel Rúa. Para los otros, además de 
los dos Directores, están destinados don Celestino Durando y don Juan Bautista Lemoyne. En cuanto a los aprendices y su conducta moral, 
hable mucho don José Lazzero con el Catequista. Se dice que éste exagera demasiado; pero esto no es motivo para no tener en cuenta sus 
palabras. No se actúe en seguida, pero puede prestarse fe al demasiado, porque así se encontrará el poco. Dése también a los asistentes 
328 

mucha oportunidad para hablar. Obsérvese si hay aprendices, que van a confesarse rarísimas veces. 

De la misma fuente, de la que hemos sacado hasta ahora abundantes noticias, tomaremos también esta última. El día dos de octubre, 
estando reunido el Capítulo en San Benigno bajo la presidencia de don Miguel Rúa, se discutió sobre la eventualidad de preparar en el 
Oratorio un refectorio para don Bosco y los Capitulares. La discusión tendría escasa importancia para nosotros, si no fuera por algunos 
detalles que salieron en el curso de la misma. Copiamos textualmente de las actas. 

DON JUAN BONETTI propone que se destine una sala aparte para comedor de don Bosco y del Capítulo, separándolo así del de la 
comunidad. De este modo, el Capítulo podría tener libertad para hablar con don Bosco sobre los asuntos de la Congregación. 

DON MIGUEL RUA advierte que, para tener esta utilidad del refectorio proyectado, haría falta que don Bosco siguiese el horario de la 
comida, pues los asuntos le obligan a retrasar siempre su llegada diez o veinte minutos. Este retraso comportaría: 1.° Mucha molestia 
((381)) a quien siempre tiene cosas urgentes que despachar, porque se perdería mucho tiempo. 2.° No se podría hacer recreo con perjuicio 
para la digestión. 3.° Quedarían pocos para entretener a don Bosco después de la comida, ya que frecuentemente algunos miembros del 
Capítulo han de acudir a otra parte inmediatamente después de comer. 4.° A veces, podría ocurrir que don Bosco se quedase solo para 
comer, dado que los miembros del Capítulo se ven obligados, a menudo, a ausentarse de casa. 5.° No se lograría la finalidad, pues habrá a 
menudo sacerdotes, párrocos o amigos seglares, que será conveniente invitarlos a comer y no podremos librarnos de llevarlos a la mesa con 
don Bosco y, por consiguiente, no se podrá en estos muy frecuentes casos hablar de nuestras cosas. 6.° Podría suceder, como es muy 
natural y hasta inevitable, que el menú del Capítulo fuese más delicado, y esto influiría en los otros comedores, en los que, a imitación del 
Capítulo, llegaría a ser más espléndido o daría ocasión a murmuraciones. 7.° Don Bosco acabaría por estar como secuestrado para sus 
hijos, los cuales, en fin de cuentas, lo ven pocas veces al año, con sus viajes a Roma, a Francia, a las casas, a los ejercicios; y sólo lo ven en 
el refectorio y, por añadidura, sin poderle hablar. Sin embargo, dada la maltrecha salud de don Bosco, parece que nos veremos obligados a 
llegar a la necesaria, aunque dolorosa, propuesta de don Juan Bonetti. 

DON CELESTINO DURANDO, propone que, si se divide el actual refectorio, se haga con un tabique de madera movible, que podría 
quitarse en los días de gran solemnidad y, así, se destinaría una parte del mismo sólo para el Capítulo. Establézcase empero el principio de 
que al mediodía en punto, esté o no esté don Bosco, el Capítulo se siente a la mesa. El tiempo es precioso para quien está agobiado por el 
mucho trabajo. 

DON MIGUEL RUA advierte que hace veinticinco años, un día se disgustó don Bosco porque, habiendo tardado, como de costumbre, en 
bajar a comer, se rezaron las oraciones y se empezó a comer sin él. Y, sin embargo, lo estaba aguardando toda la comunidad. 

DON JUAN BAUTISTA LEMOYNE propone y don Miguel Rúa presenta el 
329 

proyecto para que se destine a refectorio del Capítulo la última habitación del primer piso próxima a la iglesia de San Francisco, cuyas 
ventanas dan a la terraza. 

El Capítulo aprueba la propuesta, pero vacila en realizarla, pues sería éste un nuevo paso que alejaría totalmente al padre de sus hijos. La 
vida del Rector Mayor de los Salesianos debe agotarse en medio de sus hijos, y es necesario que todos, hasta donde sea posible, tengan la 
oportunidad de acercarse a él y hablarle. 

Fue preciso hacer caso omiso de todas las dificultades alegadas, cuando don Bosco ya no podía sin gran fatiga subir y bajar las escaleras 
para sentarse a la mesa con la comunidad; lo cual sucedió al poco tiempo. Entonces se convirtió en refectorio del Capítulo ((382)) Superior 
la antesala de la biblioteca, es decir, donde hoy está situado el despacho inspectorial. 

Fin de Página: 330 


VOLUMEN XVII Página: 330 

En una conversación familiar del día quince de diciembre, don Bosco narró dos episodios de carácter opuesto, para sacar de ellos una 
sola e idéntica moraleja. Aquel día le había visitado, entre otras personas, una mujercita, que, a primera vista, parecía ir en busca de 
limosna; tanto es así que, después de presentarse varias veces, nunca había logrado llegar hasta don Bosco. También aquella mañana iba a 
sucederle lo mismo, cuando el Santo, que oyó hablar algo agitadamente en la antesala se asomó a la puerta y vio que el secretario quería 
rechazar a la visitante. Pasó ésta y le pareció entrar en el paraíso, pues quedó como encantada. La invitó don Bosco cortésmente a sentarse, 
pero ella se echó primero atrás, juzgándose indigna de sentarse en la habitación de don Bosco. Después comenzó a decir: 

-Por tres veces he intentado llegar hasta usted, pero siempre inútilmente. Finalmente aquí me tiene, y casi con trampa, porque yo levanté 
la voz adrede. He venido para molestar a don Bosco. Sólo deseo que me prometa rezar por esta y otra intención mía. Tome esta limosna; 
pero no quiero dársela con ninguna obligación. 

Y, al decir esto, le entregó un billete de mil liras. 

Don Bosco quedó admirado y le habló del bien que ella hacía con su caridad; le expuso las necesidades del Oratorio, le explicó el mérito 
que adquiría ante Dios, siguiendo su inspiración de emplear en vida para obras buenas el fruto de sus ahorros. La mujer, colmada de alegría 
y consuelo, exclamó: 

-íOh, si yo tuviese aquí cien mil liras! Se las daría de buena gana. 
íPero no se preocupe; déjelo a mi cargo! Ya lo pensaré. No tengo familia, no tengo herederos y me queda algún ahorro. Si me lo permite, 
volveré otra vez a molestarle. 

Narrado este hecho, contó otro que era el revés de la medalla. Un quídam, ricamente vestido y a quien recibió como a un gran señor, se 
330 

manifestó pronto como un indigente y hambriento y quedó muy contento al recibir de sus manos dos panecillos, que comió ((383)) allí 
mismo con avidez. Besó después su mano, se arregló de nuevo y salió. 

-Estoy seguro, dijo don Bosco, que la gente de la antesala, habrá pensado al verle pasar: »quién sabe la gran limosna que este señor habrá 
dejado a don Bosco? Por el contrario, era uno de ésos que, perdido todo lo que poseía, conservaba sólo las apariencias de gran señor para 
tener acceso en los palacios y obtener un empleo. 

La moraleja era obvia. El Santo la manifestó en estos términos: 

-Mirad cómo engañan las apariencias. Por esto, yo he dicho al que atiende las visitas en la antesala que no haga distinción entre personas 
sino que se dé paso a todo el que venga. íCuántos hubo, que parecían andrajosos y eran generosos bienhechores! 

Ricos en enseñanzas son dos sueños que tuvo el Siervo de Dios en los meses de septiembre y diciembre respectivamente. El primero, en 
la noche del veintinueve al treinta de aquel mes. Es una lección para los sacerdotes. 

Le pareció dirigirse hacia Castelnuovo a través de una llanura; junto a él iba un venerando sacerdote, cuyo nombre dijo que no recordaba 
Comenzaron a hablar sobre los sacerdotes: 

-íTrabajo, trabajo, trabajo! decían, éste debe ser el objetivo y la gloria de los sacerdotes. No cejar jamás en el trabajo. De esta manera 
ícuántas almas se salvarían! íCuántas cosas se harían para gloria de Dios! íOh, si el misionero cumpliese en verdad con su papel de 
misionero, si el párroco cumpliese con su misión de párroco, cuántos prodigios de santidad resplandecerían por todas partes! Pero, 
desgraciadamente, muchos tienen miedo al trabajo y prefieren las propias comodidades. 

Razonando de esta manera entre sí, llegaron a un lugar llamado Filippelli. Entonces, don Bosco comenzó a lamentarse de la falta de 
sacerdotes. 

-Es cierto, asintió el otro, los sacerdotes escasean, pero si todos los sacerdotes cumpliesen con su oficio de sacerdote, habría bastantes. 
íCuántos sacerdotes hay que no hacen nada por el ministerio! Algunos no son más que el sacerdote de la familia; otros, por timidez, 
permanecen ociosos; mientras que si, por el contrario, se dedicasen al ministerio, si se examinasen de confesión, llenarían un gran vacío en 
las filas de la Iglesia... Dios proporciona las vocaciones según las necesidades. Cuando se impuso el servicio militar a los clérigos, todos 
estaban asustados, como si ya nadie pudiese llegar a ser sacerdote; 
331 

pero cuando ((384)) los ánimos se serenaron se comprobó que las vocaciones, en lugar de disminuir, aumentaron. 

Fin de Página: 332 


VOLUMEN XVII Página: 332 

-Y ahora, preguntó don Bosco, »qué es lo que hay que hacer para promover las vocaciones en medio de la juventud? 

-Ninguna otra cosa, respondió el compañero de viaje, más que cultivar celosamente entre ellos la moralidad. La moralidad es el semillero 
de las vocaciones. 

-»Y qué es lo que deben hacer especialmente los sacerdotes para obtener que la propia vocación produzca frutos? 

-Presbyter discat domum suam regere et sanctificare. (El presbítero aprenda a gobernar y santificar su casa). Que cada uno sea ejemplo de 
santidad en la propia familia y en la propia parroquia. Que no se entregue a los desórdenes de la gula, que no se engolfe en las cosas 
temporales... Que sea, ante todo, modelo en su propia casa y después lo será fuera de ella. 

A cierto punto, aquel sacerdote preguntó a don Bosco adónde se dirigía y don Bosco le indicó Castelnuovo. El compañero, entonces, 
dejándole proseguir, se quedó con un grupo de personas que le precedían. Después de dar algunos pasos, el siervo de Dios se despertó. 

En este sueño podemos ver como un recuerdo de los antiguos paseos que solía organizar Don Bosco con sus jóvenes por aquellos 
lugares. 

El segundo sueño se refiere a la Congregación y pone en guardia contra los peligros que podrían amenazar su existencia. En realidad, 
más que un sueño es un argumento que se va desenvolviendo en sueños sucesivos. 

En la noche del día primero de diciembre, el clérigo Viglietti se despertó sobresaltado al oír los gritos desgarradores que partían de la 
habitación de don Bosco. Se arrojó del lecho y se puso a escuchar. 

El Siervo de Dios, con voz sofocada por lo sollozos, gritaba: 

-íAy de mí! íAy de mí! íAuxilio! íAuxilio! 

Viglietti, sin más, entró en la habitación y preguntó: 

-íDon Bosco! »Se siente mal? 

-íOh, Viglietti!, respondió el siervo de Dios despertándose. No, no me siento mal, pero no podía respirar, sabes. Mas ya pasó; vuelve 
tranquilo a la cama y duerme. 

Por la mañana, cuando Viglietti, según lo acostumbrado, le llevó el café después de misa, don Bosco comenzó a decir: 

((385)) -íViglietti, no puedo más, tengo los pulmones deshechos por los gritos de esta noche! Son cuatro noches consecutivas en las 
332 

que sueño cosas que me obligan a gritar y me fatigan demasiado. Hace cuatro noches que veo una larga fila de Salesianos, unos detrás de 
otros, llevando cada uno una lanza en cuya parte superior había un cartel y en el cartel un número estampado. En uno se leía setenta y tres, 
en otro treinta, en un tercero sesenta y dos y así sucesivamente. Después que desfilaron numerosos carteles, apareció la luna en el cielo, en 
la cual, a medida que iban apareciendo los Salesianos, se veía una cifra no superior a doce y detrás numerosos puntos negros. Todos los 
Salesianos que yo veía iban a sentarse, cada uno sobre una tumba preparada. 

He aquí la explicación dada a aquel espectáculo. El número que aparecía sobre los carteles era el tiempo de vida asignado a cada uno; la 
aparición de la luna en distintas formas y fases, representaba el último mes de vida; los puntos negros significaban los días del mes en los 
cuales morirían. A algunos los veía reunidos en grupos: eran los que habían de morir juntos, en un mismo día. Si hubiese querido narrar 
minuciosamente todas las cosas y las circunstancias accesorias, aseguró que habría necesitado emplear al menos diez días completos. 

Hace tres noches, siguió, soñé de nuevo. Te contaré lo que vi en pocas palabras. 

Me pareció estar en una gran sala, donde muchos diablos celebraban un congreso tratando el modo de exterminar a la Congregación 
Salesiana. Parecían leones, tigres, serpientes y otras diversas clases de animales; pero tenían una forma indeterminada, más bien semejante 
a la figura humana. Semejaban sombras, que unas veces crecían y otras menguaban, que se estilizaban o se ensanchaban como sucedería 
con los cuerpos que tuviesen detrás de sí una luz que fuese llevada de una parte a otra, colocada a ras del suelo o levantada. 

Y he aquí que uno de los demonios se adelantó y abrió la sesión. Para destruir a la Sociedad Salesiana propuso un único medio: la gula. 
Hizo ver las consecuencias de este vicio: inercia para el bien, ((386)) corrupción de costumbres, escándalo, falta de espíritu de sacrificio, 

Fin de Página: 333 


VOLUMEN XVII Página: 333 

descuido de los jóvenes... Pero otro diablo replicó: 

-El medio que propones no es general ni eficaz, ni se puede asaltar con él a todos los miembros en conjunto, pues la mesa de los 
religiosos será siempre parca y el vino se servirá en medida discreta; las reglas señalan su comida ordinaria; los Superiores vigilan para que 
no entren desórdenes. Quien se excediese en la comida o en la bebida, en vez de escandalizar causaría desprecio. No es ésta el arma que se 
ha de emplear para combatir a los Salesianos; yo propondía otro medio, 
333 

que será más eficaz y con el que se podrá lograr mejor nuestro intento: el amor a las riquezas. 

En una Congregación religiosa, cuando entra el amor a las riquezas, penetra también en ella el amor a las comodidades, se busca la 
manera de disponer de peculio, se rompe el vínculo de la caridad, no pensando cada uno más que en sí mismo; se echan en olvido los 
pobres para atender únicamente a los que tienen bienes de fortuna, se roba a la Congregación... 

Aquél quiso continuar, pero surgió un tercero que exclamó: 

-Pero, íqué gula, ni qué riquezas! Entre los Salesianos el amor a las riquezas puede subyugar a pocos. Los Salesianos son todos pobres, 
tienen pocas ocasiones de procurarse un peculio. Además, en general, están constituidos de tal forma y son tantas sus necesidades por los 
muchos jóvenes que atienden y las casas que tienen que abastecer, que cualquier cantidad, por gruesa que fuese, sería inmediatamente 
empleada. No es posible que atesoren dinero. Pero yo tengo un medio infalible para ganar a nuestra causa a la Sociedad Salesiana, y éste es 
la libertad. Inducir, pues, a los Salesianos a despreciar las Reglas, a rechazar ciertas ocupaciones por pesadas y poco honoríficas, a produci 
cismas entre los Superiores con opiniones diversas, a ir a visitar a los parientes, so pretexto de invitaciones, y cosas semejantes. 

Mientras los demonios parlamentaban, don Bosco pensaba: 

-Ya, ya me percato de todo cuanto estáis diciendo. Hablad, hablad, pues así podré frustrar vuestras tramas. 

Entretanto se adelantó un cuarto demonio que dijo: 

-Pero qué, esas armas que proponéis son inútiles. Los Superiores sabrán poner freno a esa libertad, despidiendo de casa a los que se 
muestren rebeldes contra las Reglas. ((387)) Alguno será tal vez deslumbrado por el deseo de la libertad, pero la gran mayoría se 
mantendrá en el cumplimiento de su deber. Yo tengo un medio para poder arruinarlo todo desde sus cimientos; un medio tal que a duras 
penas los Salesianos podrán precaverse de él. Escuchadme con atención. Persuadirlos de que la ciencia debe ser su gloria principal. Por 
tanto, inducirlos a estudiar mucho para sí, para adquirir fama, y no para practicar lo que aprenden, no para usufructuar la ciencia en ventaja 
del prójimo. Así, procurar que traten con desprecio a los pobres e ignorantes y que no atiendan en absoluto el sagrado ministerio. Nada de 
oratorios festivos, ni de catecismo a los niños; nada de clases primarias para instruir a los pobres niños abandonados; nada de largas horas 
de confesonario. Atenderán sólo a la predicación, pero raras veces y de una forma medida y estéril, pues en ella buscarán solamente 
334 

un desahogo de la soberbia con el fin de alcanzar las alabanzas de los hombres y no la salvación de las almas. 

Esta propuesta fue recibida con aplausos generales. Entonces don Bosco entrevió el día en el que los Salesianos podrían llegar a creer 
que el bien de la Congregación y su honra tenía que consistir en el saber y se sintió lleno de espanto sólo al pensar que sus hijos llegasen a 
proceder según esta idea, proclamando a voz en cuello que éste debería ser el programa a seguir. 

También en esta ocasión el Siervo de Dios permanecía en un rincón de la sala escuchándolo y observándolo todo; cuando uno de los 
demonios lo descubrió y gritando lo señaló a los demás. Al oír aquel grito, todos se arrojaron contra él vociferando: 

-íAcabemos de una vez! 

Era una danza infernal de espectros que lo empujaban, lo agarraban por los brazos y por la persona, mientras el Siervo de Dios decía a 
gritos: 

-íDejadme! íAuxilio! 

Finalmente se despertó, con los pulmones deshechos de tanto gritar. 

La noche siguiente se dio cuenta de que el demonio había atacado a los Salesianos en la parte más esencial, induciéndoles a las 
trasgresiones de las Reglas. Entre ellos, se le presentaba delante distintamente quién las observaba y quién las quebrantaba. 

Fin de Página: 335 


VOLUMEN XVII Página: 335 

En la noche última el sueño había sido espantoso. 

((388)) Don Bosco vio un gran rebaño de corderos y de ovejas que representaban a otros tantos Salesianos. El Siervo de Dios se acercó 
para acariciar a los corderos, pero se dio cuenta de que su piel, en vez de ser lana de cordero, era solamente una especie de cobertura que 
escondía u ocultaba a otros tantos tigres, leones, perros rabiosos, cerdos, panteras, osos y que cada uno tenía a su lado a un monstruo 
horrible y feroz. En medio del rebaño, había algunos reunidos en consejo. Don Bosco, sin ser visto, se acercó a éstos para oír lo que decían 
estaban concertando la manera de destruir la Congregación Salesiana. Uno decía: 

-íHay que desollar a los Salesianos! 

Y otro guiñando siniestramente, añadía: 

-íHay que estrangularlos! 

Pero, cuando menos se esperaba, uno de ellos vio al Siervo de Dios que estaba allí cerca escuchando. Dio la voz de alarma y todos a una 
comenzaron a gritar que había que comenzar por don Bosco. Dicho esto se dirigieron hacia él como para destrozarlo. 
335 

Entonces fue cuando lanzó el grito que despertó a Viglietti. 

Además de las violencias diabólicas, había otra cosa que oprimía el espíritu del buen Padre: había visto desplegada sobre aquel rebaño 
una gran enseña que llevaba escritas estas palabras: Bestiis comparati sunt. (Fueron comparados a las bestias). Al contar esto, inclinó la 
cabeza y lloró. 

Viglietti le tomó la mano y estrechándosela contra el corazón: 

-íAh!, don Bosco, le dijo, nosotros con el auxilio de Dios le seremos siempre fieles y nos comportaremos como buenos hijos, »no es 
cierto? 

-Querido Viglietti, respondió el siervo de Dios, sé bueno y prepárate a ver grandes acontecimientos. Apenas si te he esbozado estos 
sueños; pues si hubiese tenido que contar todos los detalles tendría aún para mucho tiempo. íCuántas cosas vi! Hay algunos en nuestras 
casas que no llegarán a celebrar la Novena de Navidad 1 íOh!, si pudiese hablar a los jóvenes, si dispusiese de fuerzas suficientes para 
poderme entretener con ellos, si pudiese dar vueltas por las casas como lo hacía en otro tiempo y revelar a algunos el estado de su 
conciencia, como lo vi en sueños, y decir a otros: Rompe el hielo, haz de una vez una buena confesión. Los tales me contestarían: Pero si 
me he confesado bien. ((389)) En cambio yo les podría replicar diciéndoles que han callado y lo que han callado, de forma que no se 
atreverían a negármelo. También algunos Salesianos, si pudiese hacer llegar hasta ellos una palabra mía, verían la necesidad que tienen de 
ajustar las propias cuentas repitiendo sus confesiones. Vi a los que observan las Reglas y a los que no las observan. Vi a muchos jóvenes 
que irán a San Benigno y se harán Salesianos y después desertarán de nuestras filas. También nos abandonarán algunos que al presente son 
Salesianos. Habrá otros que desearán solamente la ciencia que hincha, que les proporciona las alabanzas de los hombres y que les hace 
despreciar los consejos de aquéllos a los que consideran menos que ellos en el saber. 

Con estos desconsoladores pensamientos, se entrelazaban providenciales consuelos que alegraban su corazón. La tarde del día tres de 
diciembre llegaba al Oratorio el Obispo de Pará, es decir del país central en el sueño de las misiones. Al día siguiente decía a Viglietti: 

-íQué grande es la Providencia! Escucha y dime después si no somos protegidos por Dios. Me escribía don Pablo Albera que no 

1 En el Oratorio el día dieciocho de diciembre murió el aprendiz Antonio Garino y, el día veinticinco, el aprendiz Esteban Pisano. 
336 

podía ir adelante porque necesitaba en seguida mil francos; aquel mismo día una señora de Marsella, que anhelaba volver a ver a un 
hermano suyo religioso en París, satisfecha por haber obtenido la gracia de la Virgen, llevó mil francos a don Pablo Albera. Don José 
Ronchail se encuentra en graves estrecheces y necesita absolutamente cuatro mil francos; una señora escribe hoy mismo a don Bosco y 
pone a su disposición cuatro mil francos. Don Francisco Dalmazzo no sabe a qué santo acudir para tener dinero; hoy una señora regala para 
la iglesia del Sagrado Corazón una cantidad muy considerable. 

Y después, el día siete de diciembre, hubo la gran fiesta de la consagración de Monseñor Cagliero. Todos estos acontecimientos eran 
muy alentadores, porque eran visibles señales de la mano de Dios en la Obra de su Siervo. 

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VOLUMEN XVII Página: 337 

337 
((390)) 

CAPITULO XV 

VARIEDAD DE CORRESPONDENCIA DURANTE
EL AÑO 1884


AL ordenar las pocas cartas que quedaban para completar la documentación del año 1884, han aparecido algunos detalles biográficos de 
relativa importancia. La necesidad de ilustrar el contenido de dichas cartas nos ha animado a publicarlas también. 

A BIENHECHORES Y BIENHECHORAS 

El ingeniero turinés Ceriana tenía un hijo gravemente enfermo y lo recomendó a las oraciones de don Bosco, el cual le contestó, el día 
mismo de María Auxiliadora, en estos términos. 

Ilustrísimo señor Ingeniero Ceriana: 

Hoy hemos ofrecido a la Santísima Virgen las oraciones y comuniones de nuestros huerfanitos para obtener de Dios la gracia de la 

curación de su hijo. Mañana continuaremos. Quiera Dios escuchar nuestras plegarias comunitarias. 

Siempre suyo, señor Ingeniero, y de toda su familia, con todo mi aprecio. 

Turín, 24 de mayo de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Pero esta vez no se obtuvo la gracia pedida; el pequeñito murió pocos días después. Entonces el Santo consoló al padre con esta otra 
carta. 

((391)) Ilmo. señor Ingeniero: 

Su carta me ha causado profundo dolor. Hemos rezado y también nuestros huerfanitos han rezado y comulgado para que Dios guardara 
con vida a su hijito. Pero el Señor no lo determinó así; ha querido trasplantar esta florecilla al ameno dín del Paraíso. Desde allí protegerá 
ciertamente a sus padres y a toda su familia y la protegerá hasta que, superadas las miserias de esta vida, vayan a unirse con él en los 
eternos goces del cielo. 

No dejaré de seguir ofreciendo mis pobres oraciones por la prosperidad del resto 
338 

de la familia y de todos sus asuntos. Agradecido a su caridad, queda muy reconocido, y se profesa con todo aprecio de usted y su señora. 

Turín, 31 de mayo de 1884
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.


La marquesa de Fassati, apenas regresó de su casa de campo, envió a don Bosco una limosna para monseñor Cagliero, que iba a recibir a 
poco tiempo la consagración episcopal. El Santo se apresuró a darle las gracias: 

Benemérita señora Marquesa: 

Bendigo al Señor que ha concedido a usted y a toda su familia unas buenas vacaciones en el campo y un feliz regreso a nuestra ciudad. 
Tengo que agradecerle que se haya dignado acordarse en seguida de nuestras cosas con su caritativo donativo. 

Doy, pues, las gracias a usted y a la señora Acelia y pido al Señor que recompense a todos con largueza. 

Fin de Página: 339 


VOLUMEN XVII Página: 339 

No he podido ir a visitarla en la casa de campo, pero espero en breve saludar a todos en su casa, o hacerles una visita especial con don 
Juan Cagliero, que desea darles las gracias personalmente. 
Desciendan abundantemente las bendiciones del cielo sobre usted, la baronesa Acelia, el barón Carlos y dígnense rezar también por este 
pobrecito, siempre suyo en J. C. 
Turín, 27 de octubre de 1884 
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

La Marquesa era más generosa de lo acostumbrado con el Santo, porque había recibido aquel año una gracia señalada. Había estado muy 
enferma y los médicos habían prohibido a cualquier ((392)) extraño acercarse a su lecho para no obligarla a hablar. Pero ella quería a toda 
costa ver a don Bosco. El, que sabía la prohibición, creyó oportuno no acceder a sus primeras invitaciones; pero, después, ante su 
insistencia, fue y le dio la bendición de María Auxiliadora. Entonces la enferma le dijo: 

-Estoy dispuesta a hacer todo lo que María Auxiliadora desee que yo haga para su mayor gloria. 

Quería decir con esto que ayudaría al Oratorio. Desde aquel momento entró, contra toda esperanza, en convalecencia y, recuperada en 
breve su salud, cumplió escrupulosamente su promesa. 

Al acercarse la fiesta de la Inmaculada, titular de la casa de Florencia, 
339 

escribió a la condesa Uguccioni, agradecido a su maternal caridad con los Salesianos. 

Nuestra buena Madre en J. C.: 

Nos hallamos ante la gran solemnidad de la Inmaculada Concepción y deseo que no quede en olvido nuestra Mamá. Todos los sacerdotes 
y los muchachos procuran hacer cada día oraciones especiales según su santa intención. Y esto, para recompensar un poquito la caridad, 

que siempre nos ha dispensado, especialmente a nuestra pobre casa de Florencia. 

Dios la bendiga con toda su grande y pequeña familia y dígnese siempre creer a este su pobre y afmo. hijo, 

Turín, 28 de noviembre de 1884 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Al principio de la novena de Navidad, envió felicitaciones a los bienhechores franceses por medio del Director de la casa de La Navarre. 

Muy querido don Pedro Perrot:
Te constituyo portador o remitente de estas cartas. Una es para el señor conde Colle y la otra para el señor León.
Asegura al señor Reymond que siempre he rezado y sigo rezando por él, por sus asuntos y por toda su familia.
Lo mismo hacemos por la familia del señor Botiny. Llevamos tres días pidiendo a Dios, en la iglesia de María Auxiliadora, la lluvia para


La Navarre y tierras limítrofes y esperamos ser escuchados. Redacta un breve artículo para ((393)) el Mariscal de Breiteville y envíamelo; 
dame la dirección exacta de la señora del Mariscal. 

Que Dios os bendiga a ti y a tus hijos y míos; felicita y saluda a todos nuestros bienhechores, diles que rezamos por ellos y que nos 
encomendamos a las oraciones de todos. 

Don Miguel Rúa ya no tiene dinero; piensa tú en enviarle. Rezad por mí, siempre vuestro en J. C. 

Turín, 17 de diciembre de 1884 

Fin de Página: 340 


VOLUMEN XVII Página: 340 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


P.D. La carta para el señor Colle fue enviada por correo. 
A COOPERADORAS FRANCESAS 

Durante el año 1884 envió dos paquetitos de cartas en francés a tres cooperadoras de Francia. Una ya nos es conocida, la señora Quisard 
de Lyon. Una de las cartas era para su hijo, a quien don Bosco 
340 

animaba y aconsejaba en vísperas de ciertos exámenes. Enviaba a la madre, entre otras cosas, el «antídoto seguro contra el cólera» y le 
prometía oraciones especiales para el casamiento de la hija 1. 

Otras cinco cartas, escritas en la misma lengua, eran para las señoras Lallemand, madre e hija, de Montauban. El año 1891, al morir la 
madre, escribió su hija a don Miguel Rúa, enviándole copia de las mismas y diciéndole que, de no haberle sido rebelde la mano, hubiera 
querido transcribirlas con mejor caligrafía, es decir, de una manera más adecuada para expresar todo su respeto por une si sainte mémoire 
(por un recuerdo tan santo). Alguna laguna, señalada con puntitos, es de la misma copista, que dejó en blanco el importe de las limosnas 
enviadas al Oratorio y noticias de asuntos muy conocidos por don Miguel Rúa. Ya avanzada en años también ella y delicada de salud, 
prorrumpía en este apóstrofe: «Ah, querido don Bosco, vos lo sabéis; ya no tengo piernas, ni brazos, ni nada; sólo me quedan las 
aspiraciones de celo de una alma agradecida, pero imposibilitada para todo lo que no sea rezar». 

((394)) Son dignos de mención los consejos que daba don Bosco a las dos en la primera carta: «En cuanto a las penitencias corporales, no 
son para ustedes. A las personas entradas en años les basta aguantar los achaques de la vejez por amor de Dios; a las personas enfermas les 
basta soportar tranquilamente por amor de Dios las propias incomodidades y conformarse con el parecer del médico o de los parientes, con 
espíritu de obediencia; agrada más a Dios tomar un manjar delicado por obediencia que ayunar contra la obediencia». Y decía en particular 
a la madre: «No veo nada en su conciencia que necesite reforma. Reciba con la mayor frecuencia posible los santos Sacramentos y, cuando 
no pueda, no se inquiete; haga entonces comuniones espirituales más a menudo y confórmese del todo con la santa voluntad de Dios, 
amabilísima en todas las cosas». 

En la segunda carta, las animaba a esperar, contra toda otra idea, el descanso eterno de una alma muy querida por ellas, de la que 
hablaremos más adelante, y les hacía este razonamiento: «Bien ponderadas las cosas ante Dios, que es todo bondad y misericordia, tenemo 
motivo para consolarnos. El que no haya habido expresiones de arrepentimiento para con la señora, no excluye sus buenos deseos 
interiores; hay que creer que, sin duda, los tuvo y que su condición no le permitió manifestarlos a nadie más que al confesor, ya que no 
estaba en condiciones de hacer reparación alguna. Recibió los santos 

1 Ap. Doc. núm. 57 A-B-C. 
341 

Sacramentos; el sacerdote, que se los administró, quedó conmovido por sus buenas disposiciones. Son cosas consoladoras. Mis numerosos 
hijos y yo hemos rezado por él y seguimos haciéndolo cada día. Tengo, además, plena confianza en que toda la caridad, que ustedes han 
hecho y tienen intención de hacer a nuestros huerfanitos, habrá contribuido mucho para abreviar el Purgatorio de aquella alma querida. 
Quizás sea ella deudora de su eterna felicidad a la caridad de ustedes, que le ganó en sus últimos momentos la misericordia de Dios» 1. 

((395)) A COOPERADORES DE VERONA 

La noble señora Laura Bottagisio, de Verona, reflexionaba en su viudez, si debía o no dejar el mundo y retirarse a un convento. Era una 
buena cooperadora y pidió consejo a don Bosco. El Santo le contestó: «No peligra su alma en el mundo y, al mismo tiempo, puede ganar 
muchas almas para el Cielo. Pero no es mi intención hacer cambiar ningún consejo, que le hubiese dado una mente mejor». Además de esta 
nota, hemos encontrado copia de una carta, que le dirigió don Bosco en el mes de junio. 

Fin de Página: 342 


VOLUMEN XVII Página: 342 

Respetable Señora: 

Recibo su carta, en la que me recomienda diversas personas enfermas. Le agradezco la confianza, que se digna depositar en nuestras 
pobres oraciones. Con plena fe en la bondad del Señor, rezaremos y haremos rezar a nuestros huerfanitos ante el glorioso trono de María. 
Haremos oraciones especiales por el señor marqués Fumanelli y estamos seguros de ser escuchados, si nuestra petición no se opone al bien 
eterno de las almas. 

Le recomiendo que tenga usted a bien observar que Dios dijo más de una vez: Dad y se os dará, y que nuestra fe, sin obras de caridad, es 
cosa muerta en sí misma. Por mi parte, la espero en Turín con mucho gusto y pido a la Santísima Virgen que le depare un feliz viaje y le 
prepare gracias especiales para llevarlas consigo a Verona. Que Dios les bendiga a usted, al señor Salomoni, a su hermano y créame en J. 

C. 
Turín, 10 de junio de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

La señora fue a Turín en junio, como se deduce también en una carta del caballero José Salomoni, mencionado en la carta anterior. Este 
otro cooperador veronés había enviado a don Bosco dos mil liras 

1 Ap. Doc. núm. 58 A-B-C-D-E. 
342 

sin recibir respuesta. Aun atribuyéndolo a falta de tiempo, sin embargo, por miedo a un extravío, volvió a escribir y así recibió del Siervo 
de Dios la siguiente contestación. 

((396)) Muy apreciado en el Señor: 

Su bondad ha tenido la caridad de enviar dos mil liras para nuestras misiones de América del Sur, y ahora se ha dignado hacer otra obra 
de caridad, perdonando mi retraso en comunicarle que recibí enseguida el dinero. Mi salud algo deteriorada y el vivo deseo de contestar yo 
mismo a su apreciada carta fueron la causa de mi tardanza. De buen grado le doy las más rendidas gracias por la ofrenda que hizo y le 
agradezco también la manera verdaderamente cristiana con que la hace. Dios le bendiga y recompense con largueza su caridad. 

Usted coopera para salvar almas y asegura ciertamente la suya. El primer salvaje de la Tierra del Fuego que sea bautizado llevará su 
nombre y, mientras él viva en esta tierra, no dejará de rezar cada día de una manera especial por usted, que suministró los medios 
materiales con los que pudo proporcionar su eterna salvación. 

He visto a la señora Bottagisio, algo apresuradamente por mi estado de salud en aquel día. Si vuelvo a verla, espero poder encargarle 
también algo para usted. Don Miguel Rúa, don Juan Cagliero y todos los Salesianos quedaron edificados de su breve estancia entre 
nosotros v esperamos poder tenerle muchas otras veces en esta casa, que quiero sea totalmente suya. 

Dígnese también recomendar al Señor mi alma y creerme siempre suyo en J. C. 

Turín 29 de junio de 1884 

Afmo. y s. s. y amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

Por diciembre envió don Bosco al Caballero quinientos boletos de la rifa de Roma para que los colocase; pero se los quedó para él, 
desembolsando sin demora la cantidad correspondiente y recibiendo, con la misma prontitud, la acción de gracias. 

Muy querido señor Caballero: 

Me atrevía a recomendarle el despacho de quinientos boletos de la rifa, pero usted resolvió todas las dificultades quedándoselos, y me 
envió al momento el importe correspondiente. 

Fin de Página: 343 


VOLUMEN XVII Página: 343 

Lo he recibido con especial gratitud, porque en estos días nos encontramos en verdaderos apuros, especialmente para vestir a muchachos 
y sacerdotes, que, dicha sea la verdad, van todavía muchos de ellos con ropa de verano. 

((397)) Que Dios se lo pague dignamente y le conceda felices Navidades, buen fin y principio de año. Que la salud y la santidad le 
acompañen hasta el último día de su vida. Si tuviere la suerte de encontrar y ver a la señora Laura Bottagisio, le ruego que le presente mil 
felicitaciones de mi parte y le asegure que mantengo mi palabra haciendo un memento especial cada día por ella en la santa misa. 
343 

Querido señor Salomoni, agradezco muy mucho la caridad, que nos hace; tenga a bien asimismo añadir una oración por este pobrecito, 
siempre suyo en J. C. 

Turín, 22 de diciembre de 1884 

Afmo. y agradecido amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

El Caballero había encomendado, por medio de la señora Bottagisio, a las oraciones de don Bosco a la condesa Manuela Cartolari, 
necesitada de una gracia especial. Iba a ser madre y su familia estaba con tal motivo en la mayor aprensión por miedo a una grave 
desgracia; también la Condesa temblaba. El Santo encargó a la señora Bottagisio que comunicara a Salomoni lo siguiente: 

-Diga a la señora Cartolari que deseche todo temor: que se encomiende a María Auxiliadora y tenga fe en Ella, pues todo irá bien hasta el 
último momento. 

Envió juntamente una estampa de María Auxiliadora para la Condesa con unas palabras alusivas al dorso. 

Mientras tanto, sobrevino un caso que podía tener consecuencias fatales; murió improvisamente en Cágliari su padre, el conde Saint-Just 
de Teulada. Contra toda previsión, la Condesa recibió la dolorosa noticia con tan buenas disposiciones y resignación que ella misma 
recomendaba a los suyos que no tuviesen miedo, porque don Bosco le había mandado a decir que todo iría bien. En efecto, el resultado no 
pudo ser más feliz. Dio a luz un niño, al que se impusieron los nombres de Juan y Mario, el primero como recuerdo de don Bosco y el 
segundo en honor de la Virgen. El padre y la madre acudieron después personalmente a cumplir el voto en la fiesta de María Auxiliadora 
del año 1885 1. 

((398)) CONDECORACIONES PARA COOPERADORES 

Esta vez le tocó a don Bosco trabajar mucho para obtener las cinco condecoraciones, que pidió al Pontífice en la audiencia del día nueve 
de mayo. Después de las benévolas expresiones del Padre Santo y la orden dada a monseñor Macchi, parecía que todo estaba resuelto; en 
cambio, pasó un mes y estaba todo por hacer. Para conseguir algo, comenzó por acudir al cardenal Nina. 

1 Carta del caballero Salomoni a don Bosco, Verona, 20 de enero 1885. 
344 

Eminencia Reverendísima: 

Mientras estoy esperando que se otorguen las condecoraciones, que el Padre Santo se dignó conceder a algunos beneméritos católicos, 
con fecha del nueve de mayo pasado, me encomiendo encarecidamente a su benévola mediación, para que sea pronto una realidad. Ya sabe 

V. E. que carecemos de medios para continuar las obras de la iglesia y hospicio del Sagrado Corazón en Roma y que las personas 
presentadas a la clemencia del Padre Santo son precisamente las que nos han ayudado en el pasado y están dispuestas a ayudarnos al 
presente; además, estos caballeros han trabajado y siguen trabajando mucho todavía para el óbolo de San Pedro; por consiguiente, me 
interesa mucho que puedan tener esta señal de alta benevolencia por parte del Jefe supremo de todos los fieles. 
Ruego, por tanto, a V. E. que me ayude ante el Eminentísimo Cardenal Secretario de Estado o ante el Jefe de Congregación a quien 
corresponda nuestra petición. 

Me encomiendo a V. E. como a nuestro benévolo y benemérito Protector y no dejaremos de rezar por la conservación de su preciosa 
salud y la prosperidad de los grandes y complicados asuntos que la divina Providencia confía al Supremo Jerarca de la Iglesia. 

Con esta misma fecha, he escrito a monseñor Masotti para que se acabe con la cuestión de nuestros Privilegios, que necesitamos 

Fin de Página: 345 


VOLUMEN XVII Página: 345 

absolutamente para preparar la próxima expedición a Patagonia, sin los cuales no se podría llevar a efecto. 

Tengo sumo gusto en poder participar a V. E. que mi salud ha mejorado mucho, desde hace unos veinte días, gracias a la eficaz 
bendición que el Padre Santo se dignó impartirme. 

Permita que con la más profunda gratitud pueda profesarme, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 8 de junio de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((399)) Mientras tanto recibió noticias poco satisfactorias del Procurador, que escribía desde Roma el día 13 de junio: «Fui cuatro veces a 
ver al Emmo. Cardenal Jacobini, secretario de estado, y no pude hablarle; después, dos veces a monseñor Mocenni, que trató el asunto con 
el Padre Santo y con el cardenal Jacobini y acabó diciéndome que ni uno ni otro saben nada de lo que V. P. desea, y esto, probablemente, 
por haberse extraviado los papeles presentados para tal asunto. Por lo cual, ahora es necesario que V. P. envíe cuanto antes, pues así lo 
quieren ellos, la exposición detallada de los méritos de cada uno, apellido, filiación y lugar de nacimiento y así se espera que se pueda 
conseguir algún buen resultado». 

Uno de los que debían ser condecorados, el conde Colle, iría próximamente a Turín para la fiesta onomástica de don Bosco; y también 
era esperado don Francisco Dalmazzo para la misma ocasión. Si éste se hubiese presentado con las manos vacías, habría sido un verdadero 
345 

fracaso, pues todos los interesados sabían que la negociación seguía su curso y con éxito seguro. Por lo cual insistió don Bosco 
inmediatamente. 

Queridisímo Dalmazzo: 

Me escribes una bonita carta, pero no me contestas a la que yo dirigí a monseñor Masotti sobre nuestros privilegios v a la que escribí al 
cardenal Nina sobre las condecoraciones. 

Has de advertir que los que van a ser condecorados son personas que han hecho mucho por el Sagrado Corazón y están dispuestas a 
seguir haciéndolo; pero, presentarnos a ellos sin las condecoraciones, que les anuncié en nombre del mismo Padre Santo, no es de buen 
tono. Recuerda, pues, la carta a monseñor Masotti y al cardenal Nina y, después, si hay alguna dificultad. procura tener una entrevista 
confidencial con monseñor Macchi y recuérdale que hacia la mitad de la audiencia, que el día nueve de mayo me concedió el Padre Santo, 
éste lo llamó y le dijo que recibiera la nota con el memorial sobre los cinco candidatos a la condecoración favorecidos por Su Santidad; y 
que estas memorias fueron entregadas en manos del caritativo Pontífice. De entonces acá nadie pudo decirme qué se hizo. 

Imagino que, tal vez, el Padre Santo quisiera evitar ciertas gestiones de oficio, pero conviene que se hagan los sacrificios que fueren 
menester, y que se acuda a monseñor Macchi y se siga. 

Cuando vengas aquí, procura traer algo en concreto sobre nuestros privilegios, como han sido concedidos a los Oblatos y Redentoristas, 
((400)) y sobre las condecoraciones concedidas por el Padre Santo, que son para nosotros importantes letras de cambio para el Sagrado 
Corazón. 

No puedo seguir escribiendo. Dios nos bendiga. Amén. 

Turín, 15 de junio de 1884 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


Don Francisco Dalmazzo únicamente llevó la Encomienda de San Gregorio Magno para el conde Colle, como ya hemos visto. Se fue el 

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Procurador, y no tardó don Bosco en volver a insistirle, para que se diera maña en resolverlo. 

Muy querido Dalmazzo: 

He recibido el diploma del doctor Giraud de Niza y ya pensará don José Ronchail cómo ofrecérselo con una fiesta adecuada. 

He recibido también el decreto sobre nuestros privilegios. Faltan los detalles, pero la sustancia está toda; si ves a monseñor Masotti, dale 
las más humildes gracias de mi parte y de toda nuestra Congregación. 

Para las condecoraciones que ya sabes, bueno será tener presente que todos ellos son personas que han dado mucho dinero y están 
dispuestos a seguir dándolo para el Sagrado Corazón. Por ejemplo, el señor de Montigny tiene todavía preparados diez mil francos para 
entregar en el momento en que reciba el diploma de Conde. 
346 

Bueno es también recordar que el fervoroso católico doctor Carlos D'Espiney está propuesto para caballero por el Obispo de Niza; y que 
monseñor Guigou hizo llegar, por mi medio, al Padre Santo una estupenda carta comendaticia del obispo de Fréjus. 

Todo esto ya se manifestó al Padre Santo quien me autorizó, como lo hice, para dar comunicación de ello a los correspondientes 
aspirantes a la condecoración. Estos detalles aumentan la importancia de los trámites en el sentido de que estos personajes son fervientes 
católicos y promotores del óbolo de San Pedro. 

Puedes comunicar todo esto al benemérito monseñor Mocenni: sírvete de ello con muchísima prudencia, de la manera y ene la medida 
que él te diga. 

Comprendo que tenemos deudas y debemos acudir a todos los medios para seguir las obras, pero actualmente la única fuente de dinero 
son las condecoraciones arriba mencionadas. 

Gratitud, agradecimiento y oraciones para monseñor Mocenni. Dios nos bendiga a todos y créeme 

Turín, 10 de julio de 1884 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


((401)) Al ver que no llegaba nada, y como le urgiera especialmente para el señor de Montigny, el día catorce de agosto encomendó el 
asunto a monseñor Mocenni, Sustituto en la Secretaría de Estado. Aunque la Secretaría de Estado sólo proponga condecoraciones para los 
diplomáticos y no sea lícito a un dicasterio inmiscuirse en los asuntos pertenecientes a otro, sin embargo, monseñor Mocenni, como 
atención personal a don Bosco, se atrevió a referir el asunto al Padre Santo y recibió una negativa, porque el recomendado no era todavía n 
siquiera caballero. Pero el Papa ignoraba que Montigny era noble, condición que suplía a todo lo demás 1. Don Bosco habría debido, por 
tanto, acudir a la Secretaría de los Breves; sin embargo, creyó oportuno consultar antes a monseñor Boccali, tanto más que monseñor 
Mocenni había manifestado la posibilidad de que los correspondientes documentos pudieran encontrarse en su poder. 

Excelencia Reverendísima: 

Un asunto de bastante importancia para mí me obliga a acudir a su reconocida bondad para recabar una solución. Se trata de lo siguiente. 

En la audiencia, que obtuve del Padre Santo el día nueve de mayo de este año, me atreví a pedirle humildemente unas condecoraciones 
en favor de los más insignes bienhechores de nuestras casas y especialmente de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. Su 
Santidad se dignó aceptar las humildes propuestas y las cartas comendaticias de cada uno y respondió favorablemente a todas. Y como la 
negociación se juzgaba cumplida, me autorizó para dar comunicación de ello a cada uno. 

1 Véase Ap. Doc. núm. 59. 
347 

En aquel momento, Su Santidad hizo llamar a monseñor Macchi para que le fueran remitidas las distintas memorias ya preparadas. Pero, 

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desgraciadamente, la enfermedad y la ausencia de V. E. paralizaron estas negociaciones, y hace sólo unas semanas llegué a saber que los 
expedientes habían sido depositados en la oficina de V. E. a la espera de su regreso 1. 

((402)) Durante este tiempo, don Francisco Dalmazzo se encomendó a monseñor Mocenni, quien, con gran bondad, quiso hablar del 
asunto a Su Santidad aun sin cartas comendaticias. Se concedió la Encomienda de San Gregorio Magno al conde Colle de Tolón. Para las 
demás, fue el mismo Padre Santo quien contestó que se acudiera a la Congregación. 

Ahora me encomiendo a la eficaz protección de V. E. para que me ayude en estas diligencias. En general, estos bienhechores han hecho y 
están dispuestos a hacer considerables donativos y yo había asegurado a Su Santidad que estas beneficencias las dedicaría al Obolo de San 
Pedro, pero a cuenta de la construcción de la fachada de la iglesia del Sagrado Corazón, que Su Santidad se comprometió a levantar a sus 
expensas. 

El Padre Santo, que no tenía a su alcance los documentos necesarios, notó al aludido monseñor Mocenni que el señor de Montigny no 
parecia pertenecer a familia noble, mas consta por memorias exactas que las grandes obras de caridad de este generoso señor son 
verdaderamente dignas de un noble. En Francia se ensalza su celo por las obras públicas de caridad y de religión y, particularmente, por el 
Hospicio de San Gabriel en la ciudad de Lille, administrado por él como director y presidente hasta el día en que la obra fue confiada a los 
Salesianos. Tiene ahora preparada la cantidad de doce mil francos para entregarlos a favor de la iglesia del Sagrado Corazón. 

Adjunto copia de su genealogía que, partiendo de él, se enlaza con los antiguos Reyes de Francia. 

Expuesto esto, suplico a V. E. se digne aconsejarme, si le parece del caso seguir la negociación con el Padre Santo o acudir directamente 
a la Secretaría de los Breves, como lo sugirió el mismo Padre Santo. De todos modos, yo me atendré puntualmente a los consejos que V. E 
se digne sugerir a don Francisco Dalmazzo. 

Tenga a bien, por fin, perdonar la gran molestia que le causo; le aseguro, para recompensar de algún modo su gran bondad, que haremos 
cada día especiales oraciones a Dios por su preciosa salud, al tiempo que, con la más profunda gratitud, tengo el alto honor de poderme 
profesar, 

De V. E. Rvma., 

Turín, 28 de agosto de 1884 

Muy humilde y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Monseñor había contestado en estos términos a don Bosco, que le había escrito durante su enfermedad: 

Rvmo. don Bosco: 

Estoy agradecidísimo al interés que tiene por mi persona y agradezco sus oraciones y las que mandó hacer también a otros al Señor por 
mí. Gracias a usted, las condiciones de mi salud han ido mejorando poco a poco. Me hará algo muy grato, si tiene a bien seguir 
dispensándome el favor de sus santas oraciones y, en compensación, yo no dejaré de implorar del cielo para usted 
348 

((403)) En el mes de noviembre recibieron el barón Héraud la Encomienda de San Gregorio Magno y el doctor D'Espiney el grado de 
Caballero de la misma Orden. Para el condado al señor De Montigny se quiso todavía interpelar al Nuncio de París, después de lo cual se 
obtuvo la concesión. La última en llegar fue la promoción de monseñor Guigou 1. 

AL CIRCULO CATOLICO DE PRATO 

En una de sus primeras reuniones del mes de octubre, los socios del Círculo Obrero Católico de Prato aclamaron entusiasmados el 
nombre de don Bosco, en quien reconocían un grande y providencial bienhechor de los obreros, venerado por ellos como un padre. Al 
notificarle el suceso, rogaban les enviara su bendición. Don Bosco contestó al presidente, señor César Natali, en estos términos: 

Honorabilísimo señor Presidente: 

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He recibido la amable carta, que V. S., en nombre propio y en el del Círculo Católico Obrero recién constituido en esa ciudad, me envió 
con fecha del veintidós de los corrientes: 

No puedo exteriorizar de forma incompleta la satisfacción que experimenté al leer la carta mencionada, y no por las benévolas 
expresiones con que me trata, sino por la noticia que me da sobre la fundación del Círculo Católico de Obreros, cuyo bienestar moral y 
material estuvo siempre en la cumbre de mis pensamientos y afectos. 

Agradezco, por tanto, a V. S. y a todos los socios del mismo Círculo por haber querido dedicar uno de sus primeros pensamientos a mi 
pobre persona, y les aseguro que pediré de todo corazón a Dios que los bendiga y ayude. Bajo la protección del Cielo, a la luz de los 
consejos de su óptimo Pastor, con la seguridad de la benevolencia del Supremo Jerarca de la Iglesia, el sabio León XIII, espero que este 
Círculo Católico seguirá ampliándose cada vez más y recogiendo en su centro a muchos otros obreros de buena voluntad, librándolos así de 
las insidias de los enemigos de la religión y de la sociedad civil que, so pretexto de mejorar su suerte, la empeoran por el contrario mucho 
más, quitándoles la paz de la conciencia y la esperanza de los bienes imperecederos de más allá de la tumba. 

la abundancia cada vez mayor de selectísimas gracias en el desempeño del gran oficio del ministerio sacerdotal. 

Aprovecho con gusto también esta ocasión para declararme, una vez más, con los sentimientos de mi distinguido saludo, 

Vaticano, 14 de julio de 1884 

Su atento y seguro servidor, G. BOCCALI 

1 Ap. Doc. núm. 60. 
349 

((404)) En su apreciada carta, me otorga V. S. diversos títulos muy honrosos y entre ellos el de padre; a todos ellos renuncio, salvo a este 
último y, como padre, me daré por muy dichoso, si puedo serles útil de alguna manera como a hijos míos. 

Acepte, por último, mis cordiales saludos, al tiempo que, con mis mejores deseos de todo bien de Dios y de la Santísima Virgen 
Auxiliadora para V. S. y para todos los socios del Círculo, me complazco en profesarme, 

De V. S. Ilma., 

Turín, 31 de octubre de 1884 

Afmo. amigo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

El semanario católico de Prato L'Amico del popolo publicó esta carta en su número del ocho de noviembre. 

A LA CASA MADRE DE LAS HERMANAS 

Para evitar diversos inconvenientes, don Bosco había autorizado a don Luis Bussi, director de la Casa Madre de las Hijas de María 
Auxiliadora, para tratar con el Ayuntamiento sobre la cesión de un espacio de la callejuela, que corría por el lado del Torrente Belbo. 
Además, como se necesitaba hacer un patio de recreo para las niñas de la población que acudían al oratorio festivo, había determinado 
comprar un campo situado ante la primitiva casa del Director, que también pertenecía al Ayuntamiento. Para abrir paso a los trámites, don 
Bosco mismo escribió al alcalde, comunicándole sus intenciones y las correspondientes razones. 

Ilmo. señor Alcalde, 

y honorables Concejaless de la Ciudad de Nizza-Monferrato: 

El que suscribe, Juan Bosco, presbítero, con intención de ampliar el instituto femenino de Nuestra Señora de las Gracias en esa ciudad, y 
precisamente por el lado del Torrente Belbo, en una longitud de casi treinta metros, suplica respetuosamente a sus Señorías Ilmas. tengan a 

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bien cederle un trozo de la callejuela, en una longitud de unos treinta y dos metros aproximadamente, y el camino que va junto al 
Convento, con los correspondientes veintiocho planos todos ellos incluidos. 

El peticionario, por su parte, se obligaría a hacer construir ((405)) a sus expensas el camino señalado en rojo en el anejo Tipo-Bocca, con 
la longitud de cuatro metros, que podría servir de camino y alameda. Dicha ampliación le parece necesaria al peticionario por las siguientes 
razones: 

1.° Para alejar el peligro de rotura de cristales en el Instituto. 

2.° Para evitar molestias casi continuas durante las clases y las funciones religiosas. 
350 

3.° Por el inconveniente de los carros que, por la excesiva proximidad del camino a la pared, rozan con ella y con las persianas de las 
ventanas, causando daños considerables. 

4.° Por el peligro de toda suerte de inmoralidades, a causa de las conversaciones no siempre limpias, que en este camino y precisamente 
bajo las ventanas del Instituto, se tienen con demasiada frecuencia. 

5.° Para proveer a la higiene, ampliando los patios hacia el mediodía, donde el aire es más sano, formando alamedas más amplias y 
nuevos jardines para las alumnas del Instituto. 

6.° En fin, para tener a libre disposición un taller y un patio de recreo, exclusivamente destinados a las niñas más necesitadas de la 
ciudad, puesto que desea el peticionario abrir una escuela profesional de costura, gratuita y diaria, para muchachas de los doce a los quince 
años y también reunirlas a manera de Oratorio en los días festivos y darles instrucción moral, civil y religiosa. 

Sabedor del mucho cuidado e interés que sus Señorías Ilmas. tienen por el bien moral y civil de la población que administran y 
especialmente en favor de la juventud, abriga el peticionario la firme esperanza de que le sea concedido lo humildemente expuesto, 

Turín, 16 de octubre de 1884 

JUAN BOSCO, Pbro. 

AL CONVENTO DE CARMELITAS EN CARTAGO 

Animado por el fervor apostólico de su celo para hacer progresar la misión africana, el cardenal Lavigerie pensaba que sería sobremanera 
útil trasplantar a las tierras de la antigua Cartago, bañadas en otro tiempo por la sangre de los mártires, una comunidad, que se dedicase a la 
oración v a la penitencia. «Sé por experiencia, escribía él, que el hombre es impotente, si no lo sostiene la gracia de Dios y sé también que 
hace falta hacer violencia al Corazón de Nuestro Señor, por medio de la ((406)) penitencia y de la oración, si se quieren obtener de El las 
gracias del apostolado». Así se expresaba el gran Cardenal en una carta a la madre María de los Angeles, superiora del Convento de la 
Avenida de Mesina en París, cuando le instaba encarecidamente en 1884 para que enviara un grupo de sus religiosas a fundar allí un 
monasterio, a fin de que, desde la cumbre del monte, se levantaran las manos al Cielo, mientras él trataba las batallas del Señor en la 
llanura. 

Ahora bien, la madre María de los Angeles era priora del monasterio, donde don Bosco había celebrado la primera misa a su llegada a 
París, y fue la que agregó espiritual y oficialmente a los Salesianos a la Orden 1. Así, pues, en asunto de tanta importancia, aunque tenía 
plena 

1 Véase Vol. XVI, págs. 144 y 409. 
351 

confianza en el Cardenal, sin embargo, la buena Madre experimentaba alguna vacilación; por este motivo, determinó consultar a don 
Bosco, enviándole copia de la carta de Su Eminencia. El Santo mandó redactar la respuesta, la firmó y dictó aparte estas palabras: «Le 
agradezco mucho que me haya comunicado la admirable carta de Su Eminencia el cardenal Lavigerie. Tenga fe; con la fe no le puede faltar 
nada. El Señor le envía esta fundación. El lo hará todo, sin lugar a duda. Pero oremos mucho y actuemos con toda confianza en el auxilio 
de Dios» 1. 

El consejo de don Bosco dado en términos tan tajantes, animó a la Madre que, a partir de aquel momento, no tuvo la menor duda. «Las 

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palabras de su Beato Padre, nos escribe desde el Convento de Cartago la actual Superiora 2, venían del mismo Dios. El Señor quería 
ciertamente aquella fundación. El lo hizo todo y nada nos faltó. Ha velado siempre sobre nosotras de una manera especial y lo hace 
particularmente en estos tiempos tan difíciles». Este año se ha celebrado el cincuentenario de la fundación efectuada en 1885, y se ha dado 
gran publicidad a las palabras dirigidas por nuestro Santo. 

((407)) A UN RENEGADO 

Un salesiano, natural de Lucca, ya desde que cursaba el bachillerato en el Oratorio, no se había distinguido por ser de raza de santos; sin 
embargo, los Superiores lo habían ido tolerando siempre, hasta admitirle a la profesión perpetua y a las sagradas órdenes, porque su 
conducta exterior no tenía nada de escandalosa. Era de carácter más bien cerrado y evitaba expansiones de toda clase. Sucedió, pues, que 
habiendo sido enviado, ya sacerdote, a la casa de Magliano Sabino, un buen día desapareció sin dejar rastro. Después se supo que había ido 
a Florencia, cuyo Arzobispo no quería admitirlo en su clero de ningún modo. 

Al encontrarse en mala situación, envió una carta amenazadora a don Bosco, anunciándole que escribiría a Roma y revelaría cosas 
deshonrosas para la Congregación. Don Bosco le contestó que, si deseaba unas palabras de respuesta, escribiese una carta adecuada. El 
desgraciado, por el contrario, envió a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares una serie de acusaciones deshonrosas contra los 
Salesianos; 

1 Ap. Doc. 61. 

2 Carta, 17 de agosto de 1935. 
352 
pero, al mismo tiempo, no tenía reparo en afirmar, para su propia deshonra, que había fingido el consentimiento para entrar en el 
noviciado, hacer la profesión religiosa y recibir las sagradas órdenes. 

Como Roma no le contestaba, escribió de nuevo a don Bosco, pidiendo la exclaustración y lo hizo por conducto del canónigo Martini, 
que pertenecía a la colegiata de San Lorenzo en Florencia. El Santo contestó que él no podía hacer nada, puesto que el asunto estaba en 
manos de la Sagrada Congregación. Se enteró, entretanto, de que dicha Congregación pedía explicaciones a don Francisco Dalmazzo y él 
recibió también una copia de la denuncia. A mediados de enero, le llegó otra instancia del mismo canónigo para que tuviese a bien 
transmitir al fugitivo la dispensa de los votos y una carta comendaticia. Con esta admirable cartita, don Bosco contestó al intercesor. 

((408)) Carísimo señor Canónigo: 

He recibido su carta y siento que el sacerdote Bianciardi no se encuentre bien de salud. También he recibido la relación hecha a Roma de 
sus cosas. Ha inventado cuanto ha podido para denigrar a la Congregación, que le hizo todo el bien que pudo y le ha dado lo que tiene. 

No me imaginaba que, después de haber demostrado de palabra ilimitada confianza y benevolencia con sus Superiores, hubiese podido 
fingir en la emisión de los votos de la profesión religiosa y en la misma ordenación 
sacerdotal. 

Podría reparar de algún modo la gran calumnia, escribiendo a Roma o a don Bosco una carta pidiendo perdón y prometiendo reparación. 

Tenga usted paciencia, si vuelvo a molestarle y si no puedo añadir, a la dispensa que acompaño, una carta de recomendación como 
desearía. 

Créame en el Señor, 

Turín, 17 de enero de 1884 

Su humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

No podía haber dificultad para conceder la dispensa de votos al perjuro; pero »qué carta de recomendación se le podía entregar? Hizo, 
pues, una relación en la que se le declaraba libre de todo vínculo con su familia salesiana, pero manifestando dos gravísimas 
consideraciones de hechos concretos. 

Fin de Página: 353 


VOLUMEN XVII Página: 353 

El abajo firmante, habiendo considerado su relación en la que afirma que el sacerdote Augusto Bianciardi ha hecho todo por ficción, 
hasta la profesión religiosa y las prácticas de piedad, y reconociendo que es una verdadera calumnia cuanto escribió a la Congregación de 
Obispos y Regulares a Roma, accede a su petición y lo declara totalmente libre de todo vínculo con la Congregación Salesiana. Esto se 
manifiesta 
353 

para exponer la situación de las cosas, pero el abajo firmante se remite a cualquier decisión que emita dicha Congregación de Obispos y 
Regulares. 

Turín, 17 de enero de 1884 

JUAN BOSCO, Pbro.
Rector


((409)) AL PRINCIPE AUGUSTO CZARTORYSKI 

Ya hemos narrado en el volumen anterior su primer encuentro con don Bosco en París; durante los dos años siguientes, maduró su 
vocación, entre luchas interiores y exteriores, de las que hablaremos ahora, después de anteponer una breve noticia en torno a su linaje. 
Hay siete cartas de don Bosco que nos permitirán proceder con la obligada exactitud histórica. 

El origen de la familia Czartoyski se pierde en la obscuridad de los tiempos. Se admite como fundador de la dinastía al príncipe Basilio, 
que vivió a principios del siglo XV. Poco a poco su estirpe llegó a sobresalir, por parentescos y riquezas, entre la más alta aristrocracia 
polaca. Sucedió que su gran esplendor declinó momentáneamente en el siglo XIX, cuando el abuelo de Augusto, príncipe Adán 1, expuso 
la fortuna y la vida por la patria durante la desesperada revolución del 1830. Caída Varsovia, los rusos lo condenaron a muerte y 
confiscaron sus bienes. El generoso héroe logró ponerse a salvo atravesando las fronteras. Después, emigrado a París, rehizo paso a paso el 
patrimonio y llegó a ser un válido apoyo de sus compatriotas, que habían establecido en Francia una segunda patria. Su segundo hijo 
Ladislao, convertido en jefe de la estirpe, se casó con la princesa María Amparo, hija de María Cristina, reina de España. De su unión 
nació Augusto el día 2 de agosto de 1858 en el magnífico palacio Lambert, donde se encontraría en 1883 por ver primera con el futuro 
padre de su alma. 

Después de la entrevista tenida con él en París, deseaba visitarle en Valdocco, durante el verano, y hacerse así una idea de su obra; pero 
no le fue posible. Se le presentó la ocasión en septiembre, camino de Roma, como miembro de una delegación, que llevaba a León XIII los 
homenajes de Polonia en el segundo centenario de la victoria de Juan 

1 Príncipe Adán Jerzy Czartoryski (1770-1861): general polaco, nacido en Varsovia. Sirvió al Zar e hizo causa común con sus 
compatriotas al estallar la revolución de 1830, que le nombró presidente del gobierno provisional. Pero, aplastada ésta y condenado a 
muerte por el Zar, se refugió en París (N. del T.). 
354 

Sobieski contra los Turcos. Hizo a la ida una breve parada en Turín, pero no encontró allí a don Bosco; ((410)) visitó, sin embargo, 
detalladamente el Oratorio, acompañado por don Miguel Rúa, quien le aconsejó volviera en mayo para la fiesta de María Auxiliadora. Y 
así lo hizo. Pasó entonces en el Oratorio todo el día veinticuatro, asistió a las funciones religiosas y se sentó a la mesa con don Bosco. 
Todo lo que veía dentro del Oratorio le conmovía, de modo que determinó retrasar la salida para tener facilidad de hablar a su gusto con el 
Santo. Se hospedó en el Gran Hotel de Europa, desde donde iba todas las mañanas a hacer sus devociones en el santuario de María 
Auxiliadora; después se quedaba a tomar el café con don Bosco, a quien acompañaba a menudo de paseo en las horas de la tarde. Prolongó 
así su estancia hasta san Juan. Desde entonces, siempre consideró aquel mes como uno de los períodos más hermosos de su vida y una de 
las mayores gracias, que le había concedido el Señor. El pensamiento de la vocación embargaba continuamente su espíritu. Oponíasele un 
grave obstáculo en la familia. Era intención del padre establecer el mayorazgo, que correspondía a Augusto como a primogénito; por lo 
cual, quería que el hijo se ejercitase en el manejo de los negocios y se acostumbrase a alternar más asiduamente con la alta sociedad. Este 
pensaba en otra cosa completamente opuesta, pero no se atrevía todavía a hablar de ella. Mientras tanto, habiendo caído enferma su 
segunda madre en otoño, pidió oraciones a don Bosco para su curación, y don Bosco le contestó: 

Muy querido y benemérito Príncipe: 

Tan pronto como recibí su preciosa carta, inmediatamente organicé oraciones especiales, mañana y tarde, ante el altar de María 

Fin de Página: 355 


VOLUMEN XVII Página: 355 

Auxiliadora. Yo tendré cada mañana un memento especial en la santa misa. Confiemos en la divina bondad. Que la Santísima Virgen 
María le proteja, querido Príncipe, conceda la salud y la santidad a la augusta enferma, su madre, y obtenga a su piadoso padre todas las 
gracias necesarias para su eterna salvación. 

Me encomiendo a la caridad de sus oraciones y tengo el alto honor de poderme profesar, con la más profunda gratitud en Jesucristo 

Suyo, señor Príncipe, 

Turín, 5 de octubre de 1884 

Atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((411)) Recobró la Princesa la salud y él, por complacer al padre que quería distraerle de los graves pensamientos, en que le veía sumido, 
emprendió un viaje a Londres; pero, cuando volvió a París, su estado 
355 

de ánimo no daba indicios de haber cambiado. Sentía necesidad de conferenciar con don Bosco; por lo cual, le escribió sobre este asunto, 
pidiéndole también consejo acerca de varias cosas. Don Bosco dictó la respuesta siguiente. 

Querido señor Príncipe: 

Como ando algo mal de la vista, he de servirme de un secretario para darle una respuesta, ya con algún retraso. Ha hecho usted bien en 
diferir todavía la elección de estado. Yo rezaré con usted y por usted y Dios nos guiará ciertamente para conocer su divina voluntad. 

Con respecto al Secretario que se le asignaría, creo yo que puede servirse de él cuando lo necesite, pero sin comprometerse 
definitivamente en seguida. Me gustaría que, al menos, dedicase algún tiempo para conocer el carácter y la religiosidad de la persona. 

He recibido los cien francos y los cien boletos, que le envié en favor de la iglesia y del hospicio del Sagrado Corazón en Roma. Se lo 
agradezco y el Sagrado Corazón de Jesús se lo recompensará con largueza. 

Me alegro mucho de que Mamá esté fuera de peligro. He pedido a María Auxiliadora que le devolviese la salud primera; ahora sigo 
rezando, y conmigo lo hacen todos nuestros muchachos, a fin de que pueda disfrutar de salud para satisfacción de la familia por largos 
años. Si, por acaso, me fuera posible ir este invierno a Niza, será para mí un gran honor presentarle personalmente mis humildes saludos y 
la seguridad de nuestras oraciones. »Y usted, señor Príncipe, no irá también a pasar algunos días con sus padres? 

Todos los de nuestra casa, que tuvieron la suerte de conocerle y saludarle en Turín, se unen a mí para ofrecerle las felicitaciones de unas 
buenas fiestas de Navidad y próspero año nuevo y todos se encomiendan a la caridad de sus santas oraciones. 

Dios nos bendiga a todos y nos ayude a caminar constantemente por la senda del Cielo. 

Siempre suyo, querido señor Príncipe. 

Turín, 17 de octubre de 1884 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Con respecto al Mayorazgo procure secundar a papá hasta donde le sea posible; pero espero que hablaremos de esto en otra ocasión 
((412)) La ansiedad del Príncipe iba en aumento; la necesidad de ver más claro su porvenir lo indujo a pedir ulteriores consejos, máxime 
acerca del asunto, que podía considerar como central en aquel momento, esto es, la aceptación del mayorazgo. Don Bosco le expuso llana y 
claramente su manera de ver 1. 

Fin de Página: 356 


VOLUMEN XVII Página: 356 

1 Esta y las demás cartas están escritas en francés (Ap. Doc. núm. 62 A-B-C-D-E). 
356 
Querido Augusto: 
Su carta pide ciertamente una respuesta rápida, pero no resulta fácil darla en una carta. Sin embargo, he aquí mi parecer. 

Si usted siente en su corazón una fuerte propensión al sacerdocio, ha de renunciar a todos los mayorazgos; pero, si esta voluntad no fuese 
todavía bien firme, haría bien en secundar a su padre, y aceptar el mayorazgo con todas sus consecuencias; para las otras determinaciones, 
es necesario que nos escribamos más cartas o que tengamos al menos una entrevista personal, la cual podría ser en la próxima primavera. 

Entre tanto, rezamos, rece también usted y el Señor nos dará a conocer claramente su santa voluntad.
Sabrá por los periódicos que el sábado se incendió una parte considerable de nuestra casa. El daño es muy notable, pero las personas no


han sufrido ningún daño. Bendito sea Dios en las alegrías y en las desgracias. 
Que la Santísima Virgen nos proteja y nos guíe por el camino del Paraíso. Así sea. 
Turín, 26-1885 

Su seguro servidor y amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

Augusto le dio las gracias y le comunicó que, por consejo del confesor, iría a Turín para hacer los ejercicios espirituales bajo su 
dirección. Don Bosco alabó la idea con esta carta. 

Señor Príncipe: 
Mucho celebraré verle por aquí y apruebo totalmente la idea de hacer un retiro espiritual. Sólo siento no podérselo dirigir; pero espero 
que puedan hacerlo otros en mi lugar, dado que mi salud, todavía delicada, no me lo permite. Venga, pues, venga; le espero con ansias. 
Le agradezco las noticias que me da de sus queridos parientes; es una ((413)) verdadera alegría para mí saber que todos se encuentran 

bien. Dé la enhorabuena al Príncipe Adán por su primera comunión. 
Que el Señor le bendiga, le mantenga siempre en su santa gracia y haga de él un valiente protector y defensor de la religión, un santo. 
Ruégole presente mis humildes saludos a SS. AA. el Príncipe y la Princesa y a toda la familia, sin olvidar al querido principito Vitoldo, 

por quien ruego de todo corazón. Hasta vernos pronto. 
Que el Señor le bendiga y acompañe. Acepte mis saludos y tenga a bien creerme, 
Señor Príncipe, 
Turín, 27 de mayo de 1884 

Su afmo. en el Señor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Augusto fue a Turín en la primera quincena de junio. Se hospedó en el hotel; pero, unos días después, rogó a don Bosco que le diese 
hospitalidad en el Oratorio. 
357 

-»Podrá usted, le preguntó riendo el Santo, adaptarse a nuestra mesa?
-No tema, contestó; lo que sea suficiente a don Bosco también lo será para mí.
-Si así lo desea, venga en hora buena. Don Bosco no niega nunca un puesto en su mesa.


Fin de Página: 358 


VOLUMEN XVII Página: 358 

Así, al lado de don Bosco, pudo con toda comodidad manifestarle sus sentimientos y observar de cerca su santidad y la vida de sus hijos. 
Pasaba la mayor parte del tiempo en la meditación, en la oración y haciendo piadosas lecturas. Pero el padre, preocupado por su porvenir, 
interrumpióle tan suave morada y lo obligó a repatriarse. Recompensadas, pues, generosamente las molestias que creía haber causado al 
Oratorio, volvió a salir para Polonia. Llegado a Sieniáwa 1, donde estaban los bienes de la familia, actuó según le había dicho don Bosco y 
para obedecer la voluntad del padre, se dedicó a la administración de sus bienes, en cuya posesión había entrado, de acuerdo con los 
derechos del mayorazgo. Mas su corazón estaba en otra parte. Tan pronto como se repuso del viaje, dio cuenta ((414)) de sí mismo y de sus 
cosas a don Bosco, que le contestó más bien vagamente; pero no se podía hacer de otro modo por carta. 

Muy querido señor Príncipe: 

Su apreciada y valiosa carta ha satisfecho a todos los Salesianos. Parece que la divina Providencia le guía de algún modo en la Iglesia de 
Dios. Nosotros pedimos de todo corazón que la gracia del Señor y la protección de la Santísima Virgen le acompañen siempre. Las ideas, 
las intenciones de su señor Padre son verdaderamente las de una persona muy prudente y usted puede llevarlas a cabo con tranquilidad, 
cuidando especialmente su fortuna. Su marcha algo precipitada nos impidió resolver algunas cuestiones; pero espero que alguna buena 
ocasión o una carta nos permitirán explicarnos con más claridad. Mi salud es siempre floja y la encomiendo a sus oraciones. 

Le agradecemos la caridad que generosamente nos ha hecho. Nuestros muchachos harán continuas oraciones y comuniones según su 
intención. 

Que Dios le bendiga, mi querido y óptimo amigo, permítame este trato; y que la Santísima Virgen le proteja siempre en el camino del 
Paraíso. 

Turín, 3 de julio de 1885 

Su humilde y agradecido servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Sieniáwa: Población de Polonia, en Galitzia, dist. de Yarosiaw, a orilias del San. Tiene un castillo del príncipe Czartoryski y 3.500 h. 
polacos. (N. del T.). 
358 

El padre gozaba sobremanera al verle tan dedicado al cuidado del patrimonio y alimentaba halagüeñas esperanzas para sus planes; pero, 
si hubiese podido leer en su corazón, habría descubierto el esfuerzo de voluntad que le costaba doblegarse a aquel género de vida tan 
opuesto a sus aspiraciones. La carta de don Bosco no amortiguó sus ansias, sino que las avivó más. Por ello, invocó de nuevo en agosto el 
auxilio de sus consejos y recibió una respuesta todavía más indeterminada que la anterior y escrita, por añadidura, con mucha prisa, como 
lo prueba el texto original. Don Bosco estaba entonces muy atareado con los ejercicios de San Benigno y no se encontraba bien. 

Muy querido y respetable señor Príncipe Augusto: 

Me ha gustado muchísimo su carta, que ha constituido un preciosísimo regalo para todos los Salesianos, y no dejaremos de rezar por 
usted y por toda su familia. 

((415)) En este momento, hacemos los ejercicios. 

Mi salud no es buena, pero todos los sacerdotes tienen cada mañana un memento según su intención. Tendré la satisfacción de escribir lo 
más pronto posible. Los consejos del Señor Príncipe, su Padre, son muy prudentes; no se puede decir nada mejor. Si yo no pudiere, ya le 
dará don Miguel Rúa los detalles, que usted desea en su carta. 

Que la Santísima Virgen le guíe en todas sus decisiones. Me encomiendo a sus caritativas oraciones y que Dios nos guíe por el camino 
del Paraíso. Así sea. 

San Benigno Canavese, 26 de agosto de 1885 

Su humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 359 


VOLUMEN XVII Página: 359 

Para no tenerlo en suspenso por más tiempo, dos días después encargó don Bosco a don Miguel Rúa que le comunicara su pensamiento, 
y éste escribió al Príncipe, el veintiocho de aquel mes: «Nuestro querido don Bosco está mal y, por eso, le escribo yo en su lugar. En 
cuanto a los consejos de su honorable Padre, respecto al queridísimo Príncipe, me dice don Bosco le recuerde que el Señor bendice siempre 
a los hijos que obedecen la voluntad de los padres y reza para que la bendición de Dios descienda también sobre usted. Mientras tanto, don 
Bosco y nuestros muchachos rezan y ofrecen la santa comunión para que la Santísima Virgen Auxiliadora le ilumine y conceda todas las 
gracias necesarias para estas importantísimas cuestiones. Nuestro querido padre don Bosco le asegura que muy gustoso reza por usted y po 
toda su familia». 

La prudencia no permitía decir más. El padre no ignoraba ya cuáles eran las intenciones de Augusto; por eso, mientras le pareció que 
persistía en él la indecisión, multiplicó los asaltos, sobre todo 
359 

poniéndole delante el asunto del casamiento. Más angustiado que nunca, el Príncipe volvió a apelar a don Bosco en diciembre y el Santo le 
contestó: 

Querido señor Príncipe Augusto Czartoryski: 

Estábamos todos deseando sus noticias y ahora estamos la mar de contentos por las buenas nuevas que nos da de sí y de su familia. Me 
parece que el asunto del matrimonio se reduce a encontrar una persona como debe ser y creo que para esto hará muy bien en ((416)) seguir 
los consejos del papá y de la tía, de que me habla. Sin embargo, no dejaré de rezar y hacer que recen y comulguen nuestros muchachos en 
la iglesia y ante el altar de María Auxiliadora. 

Hay muchas cosas que podríamos decirnos personalmente, pero que no pueden explicarse bien por carta; la Santísima Virgen, que nos ha 
guiado hasta aquí, no dejará que nos falte su maternal protección. Confío plenamente en que, durante el próximo año, nos veremos con la 
gran satisfacción de todos los Salesianos, que le quieren como a padre y bienhechor. 

Que Dios le bendiga, mi queridísimo Augusto, y el deseo de su eterna felicidad guíe sus palabras y sus obras. 

Me he quedado medio ciego y, por eso, ejercite un poco la paciencia para leer mi mala letra. 

En su gran caridad tenga a bien rezar por mí y por toda la familia salesiana, con la cual seré siempre en J. C. 

Turín, 15 de diciembre de 1885 

Humilde y agradecido servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

No debe extrañarnos que don Bosco no emplease con el Príncipe un lenguaje más tajante; para hablarle de este modo, esperaba a que se 
formara en el ánimo de Augusto una visión clara y una resolución firme sobre lo que intentaba hacer. Hasta entonces, su espíritu fluctuaba 
entre dos sentimientos; por un lado, la piedad filial, que le frenaba para no tener un conflicto con el padre y, por otro, una inclinación cada 
vez más fuerte, aunque todavía algo vacilante, para abrazar la vida religiosa en la Congregación Salesiana, en lo cual veía perfectamente 
dificultades de diversa naturaleza. Pero la confianza del Santo en que la solución definitiva vendría en el año 1886, iba a tener su pleno 
cumplimiento. 
360 
((417)) 

CAPITULO XVI 

VIAJE DE DON BOSCO A FRANCIA EN 1885 

UN periódico de Milán, que gozaba de mucha fama en el mundo financiero y político, lanzó en el mes de febrero esta sensacional noticia 

1: «En el pasado otoño salía don Bosco de Turín con dirección a América, para visitar los colegios fundados allí por él. De algún tiempo 
acá circula, con insistencia, la voz de que don Bosco haya muerto en América. Se quiere que se mantenga oculta su muerte, para no 
malograr ciertos intereses del partido, cuya alma era don Bosco». La extraña y quizás también tendenciosa noticia conmovió a la prensa, 
pero mucho más a los amigos del Santo. Verdad es que el Corriere di Torino se apresuró a dar un mentís 2; pero la falsedad, por no 
llamarla mentira, llegó muy lejos. Merecen disculpa los periódicos extranjeros, a los que llegó tarde la rectificación 3, pero ciertos 
periódicos italianos, más aún, turineses, sin dignarse buscar informes, siguieron copiando uno de otro, hasta el punto de que un ((418)) 
Fin de Página: 361 


VOLUMEN XVII Página: 361 

semanario de la ciudad, quince días después, aún no había sospechado siquiera la patraña 4. 

Así pudo ocurrir que don Bosco el día trece de marzo por la tarde, al salir de paseo con el clérigo Viglietti, se encontrase en la portería 

1 Corriere della Sera, 28 de febrero de 1885. 

2 En el número de marzo. 

3 L'Echo du Nord publicaba en Lille el día cinco de marzo: «se recuerda la estancia en París, de don Bosco, el famoso predicador que 
fue, durante tres meses, ídolo de las devotas parisienses. Después de haber pasado algún tiempo en Italia, partió para América, donde, 
según los periódicos italianos, debió morir tras una corta enfermedad. Se pretende que se ha guardado el secreto de su muerte, para no 
comprometer los intereses del partido, cuya alma era don Bosco». 

4 La Cronaca dei Tribunali, del día catorce de mayo, escribía intrépidamente en Turín: «Hemos hecho oportunas y diligentes pesquisas y 
nuestras investigaciones concuerdan perfectamente con las del diario lombardo. Pero hemos escrito a un conocido nuestro, que está en 
condiciones de darnos una noticia segura desde Patagonia. Aguardamos la respuesta, y nos apresuraremos a comunicarla a nuestros 
lectores. Nosotros que, hasta ahora, por sentimientos innatos, somos anticlericales sin restricciones, ante el cadáver de un hombre tan 
grande, acallada toda cuestión de partido, nos inclinamos reverentes y nos reservamos, cuando recibamos informe seguro, para hablar del 
difunto con la imparcialidad y el respeto con que los hombres honestos juzgan a los filántropos de la humanidad». 
361 

con varias personas deseosas de averiguar la verdad, pues habían oído por las calles a los vendedores de periódicos anunciando a grito 
pelado la muerte de don Bosco por cinco céntimos. El, contestando graciosamente a los parabienes, dijo: 

-Hace ya unos días me han hecho morir en Buenos Aires; después en Marsella, ayer en Pavía; y hoy, o mejor esta mañana, he muerto 
según ellos en Turín, y íesta tarde voy de paseo! íEh! Mientras oigamos con nuestros propios oídos contar nuestra muerte, no estamos 
todavía en peligro. 

También la gente del pueblo, al verle pasar, se paraba a mirarlo estupefacta y manifestaba después su alegría al convencerse de que era 
verdaderamente él. 

El siguiente párrafo, de una carta del Director del Patronato de París 1, es un testimonio del efecto producido por la noticia de su muerte 
en los hijos lejanos. 

íHace unos días publicaba un diario francés la muerte de nuestro querido Padre don Bosco! No podía tener mayor desgracia nuestra 
querida Congregación. Juzgue usted nuestro dolor, nuestra inquietud, esperando respuesta al telegrama, que en seguida enviamos a 
Marsella para saber la verdad. 

Pero bendito sea Dios y bendita sea la Santísima Virgen Auxiliadora; la noticia no tenía fundamento y esto prueba una vez más la 
ligereza de los periodistas que, sólo por el gusto de anunciar rápidamente noticias sensacionalistas y sin previos informes seguros, no 
tienen escrúpulo para sumir en amargas angustias el corazón de hijos devotísimos, anunciando falsas noticias de su padre tan tiernamente 
amado. 

((419)) puede usted imaginar nuestra alegría, al recibir ayer su carta, por la que hemos sabido que el querido Padre está algo mejor de 
salud y se proponía venir a visitar a sus hijos, a sus casas de Francia y también a la de Ménilmontant. A la verdad esta esperanza se nos 
presenta como una estrella en medio de la borrasca y la saludamos con el más vivo regocijo. Puedo decir también que nuestros muchachos 
sienten en su corazón una alegría tan grande como la nuestra, porque empiezan a reconocer en don Bosco a su afectuoso Padre. 

Le rogamos, por tanto, que cuente a don Bosco esta alegría de sus hijos de París y le diga también que una visita suya me parece siempre 
necesaria para el bien de la nueva casa. Pedimos a María Auxiliadora que conceda esta bendición, esta fortuna a la casa de Ménilmontant. 

El periódico francés, que había esparcido el falso rumor de la muerte de don Bosco, confiesa esta mañana su error; es más, anuncia la 
venida de don Bosco mismo a Francia para fines del mes corriente. 

A Francia, sí; pero no a París. Haciendo caso omiso de las recomendaciones de los médicos y sin rendirse a las amables protestas de los 
hijos, impelido por la necesidad de solicitar la caridad para sostener 

Fin de Página: 362 


VOLUMEN XVII Página: 362 

1 Don Carlos Bellamy a don Miguel Rúa, París 10 de marzo de 1885. 
362 

sus obras de caridad 1, salió el día veinticuatro de marzo por la mañana en compañía de su secretario Viglietti y de don Juan Bonetti. 
Mientras iban del Oratorio a la estación, preguntó de repente al primero: 

-íViglietti, »a dónde Vas? 

-Voy con don Bosco. 

-»Y sabes a dónde va don Bosco? 

Como vacilara Viglietti en responder, continuó el Santo: 

-Ni yo sé a dónde va don Bosco. Está en brazos de la Providencia. 

Durante el viaje de Turín a Sampierdarena en el tren, se mostró jovial en la conversación y, al llegar allí, celebró durante la comida los 
donaires de monseñor Scotton, predicador de la cuaresma. Aquella misma tarde, siguió viaje hasta Alassio. Era el tiempo en que la costa de 
Liguria empieza a ser un jardín esmaltado de flores. Don Bosco, asomado a la ventanilla, se alegraba como un niño al ver por todas partes 
margaritas y melocotoneros en flor. 

((420)) Pernoctó en Alassio y siguió viaje hacia Niza. Don Francisco Cerruti sustituyó a don Juan Bonetti, que se quedó en 
Sampierdarena. En Ventimiglia se encontró con su gran amigo el barón Héraud, que había acudido a su encuentro con don César Fasani, 
prefecto del Patronato. Los hermanos de Vallecrosia apenas si pudieron besar su mano e intercambiar unas palabras. En la estación de Niza 
le esperaban muchos señores y señoras con sus coches. Una rica marquesa tuvo la ansiada suerte de llevarlo en su coche a la casa salesiana 

Una vez allí, terminados los alegres y afectuosos agasajos, subió a la habitación y se detuvo de pronto en el umbral como asustado a la 
vista del lujo señorial, y ordenó que quitaran inmediatamente la alfombra que cubría parte del pavimento. Le había parecido al Director que 
aquello no era un lujo, sino una debida atención para don Bosco y también para las personas de calidad que fueran a visitarlo. Pero don 
Bosco, en cambio, pensaba de manera muy distinta. Sentóse y contó con su tranquila llaneza un episodio del marqués Fassati. Este su 
noble amigo y bienhechor, al ver un día ciertos adornos en el edificio de la portería, le había dicho que ya no se atrevía a darle dinero, 
porque le parecía que tenía de sobra. Y eso que aquel arreglo no tenía nada de extraordinario y estaba además justificado por las 

1 Al finalizar el año 1884, para juntar dineros había mandado a don Juan Bonetti escribir y publicar como Suplemento en el Boletín 
Salesiano una carta, que él firmó y en la que suplicaba a los sacerdotes aplicaran misas según su intención, cediéndole la limosna (Ap. Doc 
núm. 63). 
363 

exigencias urbanas del Ayuntamiento y por la conveniencia de dejar acabado el adorno de la plazoleta de María Auxiliadora. 

-»Quién va a moverse, siguió diciendo el Santo, a darnos limosna, si ve que nos hemos hecho ricos? Podrían creer que nos hacían una 
ofensa o que lastimaban nuestra susceptibilidad. »Y cómo nos atreveríamos a implorar la caridad pública, si se nos pudiese contestar que 
nuestras habitaciones, nuestras casas no necesitan nada y que nosotros vivimos a lo grande en ricas viviendas? 

Después, pasando a otra cosa, recomendó que en los pórticos del patio se escribieran sentencias bíblicas como en el Oratorio de Turín. 

Tras un ratito de conversación, pasó las ((421)) restantes horas del día en reposo absoluto. Parecía que estaba bastante bien, dada su gran 
alegría; sólo le molestaba un dolor en la parte izquierda de las encías; 
más adelante llamó a Viglietti y le mandó que escribiera a don Miguel Rúa en estos términos: «Don Bosco le recomienda que tenga a bien 
encargar a alguno del Oratorio que copie y envíe a Niza las inscripciones que están en los pórticos. Me encarga saludos para usted, para 
don José Lazzero, cuyas noticias le urgen mucho, para don Juan Bautista Lemoyne, al que dice enviará pronto una buena cesta de 
hortalizas 1 y para todos los Superiores de ahí, juntamente con los muchachos del Oratorio, a los cuales recomienda que esperen sólo en 
Dios el feliz resultado de sus exámenes». 

Se refería a los exámenes semestrales, que solían celebrarse antes de Pascua. 

Fin de Página: 364 


VOLUMEN XVII Página: 364 

El día veintiséis por la mañana, lo dedicó a visitas ilustres. Al mediodía asistió don Bosco con don José Ronchail y Carlos Viglietti a una 
comida íntima en casa del Conde de Montigny, que prolongó su acostumbrada temporada invernal en la Costa Azul para esperar al Santo. 
A eso de las cuatro, fueron a la iglesia de Notre-Dame para asistir al sermón, que el jesuita predicador de la cuaresma iba a pronunciar 
sobre la finalidad del viaje de don Bosco a Niza. En su diario escribe Carlos Viglietti: íBendito sea el Señor! De no haberlo visto con mis 
propios ojos, nunca lo hubiera creído. Había oído contar los viajes de don Bosco a Francia; pero estaba muy lejos de imaginar la realidad. 
La gente se para extática por las calles para ver a don Bosco; se aglomera a su paso, quiere tocarlo. Unos lloran de satisfacción por haber 
oído una sola palabra, por haber recibido una mirada suya; otros se contentan con mirarlo de lejos, juzgándose indignos de acercarse 

1 El buen Padre pensaba en la gran afición de don Juan Bautista Lemoyne por esta clase de alimento. 
364 

a él. La iglesia de Notre-Dame estaba repleta de gente. Omito el discurso que pronunció el orador y los elogios que hizo de don Bosco y 
todo lo que acaeció después, porque don José Ronchail hará una amplia reseña de todo ello, que se publicará con el Boletín Salesiano». 

((422)) El predicador, aunque conocía las simpatías de su auditorio por don Bosco, jamás hubiera imaginado un entusiasmo como el que 
estaba presenciando; aquel espectáculo enardeció su elocuencia. Después de demostrar la necesidad de proporcionar educación cristiana a 
los hijos del pueblo, hizo patente el gran vacío que venían a llenar las obras de don Bosco, al que calificó de agente de cambio de la 
Providencia; pues, en efecto, cambiaba los bienes pasajeros por los bienes eternos. Su palabra resultó tan eficaz que la colecta alcanzó la 
bonita cantidad de más de cuatro mil francos. 

Terminada la ceremonia, don Bosco volvió a casa del conde de Montigny, que celebró en su honor una espléndida cena con unos treinta 
convidados, todos ellos bienhechores insignes de las casas de Niza y Lille. A los postres, después de expresar su gran satisfacción por tener 
a don Bosco en su mesa, entre tan selecta corona de amigos, y narrar de qué manera el orfanato de San Gabriel en Lille había pasado a 
manos del Santo, siguió diciendo: 

-Hace catorce meses que aquella casa está en manos de los Salesianos y hoy aquí, a punto de volver a mi ciudad, tengo la dicha de decir a 
don Bosco ante tan distinguidos señores, que nosotros estamos agradecidísimos por el bien que ha hecho a la juventud de Francia y, 
particularmente, a la de Lille. 

Le respondió el Santo y, después de describir su primer encuentro con el conde de Montigny en Niza y referir la magnífica recepción que 
le habían tributado el año anterior en la «Roma del Norte», alabó la caridad de los franceses en favor de sus obras y puso de relieve el 
interés general de la ciudad de Lille por la casa de San Gabriel; se detuvo un instante y, después, siguió diciendo: 

-Su gran caridad invadía mi corazón y no sabía cómo podría atestiguar mi gratitud. Expuse con toda sencillez al Padre Santo en mi 
último viaje a Roma lo que había visto y hecho en aquella ciudad tan cristiana, y el Papa, que conoce muy bien la caridad de los católicos 
de Lille y su cariño a la Santa Sede, quiso dar a aquellos fervientes católicos y, en particular, a los ((423)) bienhechores de nuestras obras 
un testimonio de su paternal benevolencia, concediendo al que fue el primero en llamarnos allí y que sigue siendo siempre nuestro más 
valioso colaborador, al señor Alfredo de Montigny, el título de Conde 
365 

Romano, honor transmisible a sus descendientes, y prueba imperecedera del amor que tiene el Padre Santo a las obras católicas de caridad. 

Dicho esto, le entregó en sus propias manos el Breve pontificio. Los comensales felicitaron cordialmente al nuevo Conde, aclamaron la 
soberana bondad del Sumo Pontífice e hicieron fervientes votos por la recuperación de la salud de don Bosco y la prosperidad de sus 
caritativas empresas. Cuando el Santo regresó a casa, eran más de las once de la noche. Se caía de cansancio. 

Los lectores conocen suficientemente las vicisitudes, que precedieron a la concesión de ésta y otras condecoraciones pontificias. 
Añadiremos aquí únicamente que el Breve para el conde de Montigny estaba en Turín un mes antes y que don Bosco lo había enviado a 
don José Ronchail, para que se lo entregase solemnemente, acompañando el envío con esta carta. 

Muy querido Ronchail: 

Por fin terminó la anhelada negociación para el Conde de Montigny. Aquí tienes el Breve, que ha ido dando vueltas por Roma y que 
costó las tasas establecidas y otras que no lo eran tanto; pero ya ha terminado todo. 

Si este señor está todavía en Niza, hay que prepararle y celebrar una bonita fiesta. Si ya está en Lille, ponte de acuerdo con su hermana. 

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VOLUMEN XVII Página: 366 

Recuerda que todo fue en atención a la iglesia del Sagrado Corazón de Turín en Roma. 

Mi salud va mejor, pero aún no he podido salir de casa; por lo que no es seguro mi viaje a Niza. 

Encomiéndame a todos nuestros cooperadores, diles que rezo mucho por ellos y que trabajo por el Padre Santo, esto es, por el hospicio y 
la iglesia del Sagrado Corazón. 

Cuéntame muchas cosas. Quiéreme en el Señor y que Dios nos bendiga a todos. 

Turín, 24 de febrero de 1885 

Afmo.
,
JUAN BOSCO, Pbro.


((424)) Aquel Director prefirió aplazarlo, aguardando la llegada de don Bosco, para que el acto de la entrega resultase más solemne y 
agradable. 

A la misa del día veintisiete, asistieron muchos señores. Cuando éstos se marcharon, comenzó un continuo ir y venir de coches que 
llevaban a damas y señores de Niza o forasteros residentes en la ciudad. La antecámara no quedaba vacía nunca. Iban a dar gracias por 
favores recibidos o a pedir la obtención de otros y entregaban limosnas. 
366 

Al salir de la habitación de don Bosco, llevaban la alegría pintada en el rostro. 

«He visto a una señora, escribe Viglietti, salir de la audiencia de don Bosco completamente radiante de alegría y, cosa que ciertamente no 
se avenía con su edad, saltaba a brincos recorriendo el patio». 

Le visitaron entre otros la madrastra del Príncipe Czartoryski y el señor Harmel. 

Hacia las cinco de la tarde llegó toda una familia de Cannes, compuesta por siete u ocho personas. Llevaban una niña maltrecha, tullida y 
jorobada y suplicaban una bendición para ella. Cuando don Bosco terminó de pronunciar la fórmula, todos rompieron a llorar y decían 
entre sollozos que la muchacha estaba curada. En efecto, se marchó con sus parientes, sin apoyo de nadie y plenamente enderezada. Don 
Bosco se quejaba de estas curaciones repentinas, y decía que se alegraba cuando la gracia venía después de un triduo o una novena. 

Este año no abundaban las limosnas; veíase, como siempre, el buen corazón y no faltaba la generosidad, pero ésta era relativa, porque 
escaseaba el dinero con motivo de la crisis económica. Así hubo un señor que, después de ayudar la misa a don Bosco el día veintiséis, se 
excusó porque aquella vez, debido a la escasez de la cosecha, tenía que reducir a sólo trescientos francos su contribución anual. Años atrás 
no le llevaba menos de mil, que representaban el diez por ciento de sus entradas, como había prometido unos años antes por una gracia 
recibida: se encontraba don Bosco en La Navarre; aquel señor había llevado allí, con dificultad, a su mujer ya desahuciada por los médicos 
((425)) y quedó instantáneamente curada, al darle don Bosco la bendición. Fiel al voto hecho, hubiera querido también estar siempre en 
condiciones de ayudar con largueza al Hombre de Dios. 

Dicha señora fue al día siguiente con el marido para recomendar a su madre que, por todos los indicios, estaba ya con un pie en la 
sepultura. Don Bosco les dio la bendición llevando el pensamiento también a la enferma; pues bien, antes de anochecer, un telegrama les 
anunciaba la curación, efectuada, como después se averiguó, en el preciso instante en que don Bosco daba la bendición. 

Su oración benefició también a otro ausente. Un señor de Niza padecía de insomnio hacía unos meses y estaba sumido en la más 
desconsoladora desesperación. A petición de sus parientes, don Bosco celebró por él la misa del día treinta. Y, aquel mismo día, el enfermo 
durmió cuatro horas seguidas. 

No podemos pasar por alto algunas gracias espirituales. Fue recomendado al Santo un joven, que se burlaba de él y de los Salesianos y, 
367 

lo que es peor, se mofaba también de la religión. Llevaba haciéndolo varios años con gran disgusto de los familiares. Aún no habían 
transcurrido cuatro días después de la recomendación, cuando volvieron a decirle que, después de su bendición, aquel descarriado había 
sentado la cabeza y había ido espontáneamente a confesarse. 

El domingo día veintiocho, don Bosco celebró la misa en la capillita de las Hijas de María Auxiliadora; se la ayudó un muchacho de 

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once años, hijo del ingeniero Levrot, muy amigo de nuestro Santo. Había asistido a ella un grupo de amigos íntimos y, entre ellos, el padre 
del monaguillo. Todos aguardaron después al celebrante, con quien hicieron tertulia en un saloncito contiguo. Don Bosco, sentado en un 
sillón de brazos, preguntaba, escuchaba y contestaba. De repente volvió la cabeza a uno y otro lado, como si buscase a alguien. Levrot le 
preguntó qué deseaba. El calló. Pero repitió el gesto otras dos veces. A la tercera, interpelado de nuevo por el mismo, preguntó don Bosco: 

-»Y dónde está León? 

León era el nombre de su hijo, que se encontraba en el patio con sus hermanos y otros muchachos. Le llamaron en seguida. ((426)) Algo 
tímido se presentó al Santo, el cual, sin decir nada, lo hizo sentar a su derecha sobre un taburete, poniéndole la mano largo tiempo sobre la 
cabeza y sobre el hombro. Por último, al despedir a los presentes, repartió un recuerdo a cada uno; a Leoncito le dio una crucecita hecha 
con palma diciendo: 

-Esta es para mi monaguillo. 

Pero empleó la frase enfant de choeur, que el niño interpretó como enfant de coeur. Al oír la supuesta afectuosa expresión, éste se 
envaneció un instante, pero después ya no pensó en ella; es más, la olvidó completamente. Pero volvió a recordarla en el invierno de 1892, 
cuando un violento ataque de gripe y una obstinada hemorragia lo extenuaron de tal modo que se le prohibió todo esfuerzo y hasta 
cualquier lectura. Entonces fue cuando, de improviso, viniéronle a la memoria las palabras de don Bosco, interpretadas en su justo sentido 
y acompañadas por una resonancia interior, con la fuerza de una llamada y el valor de una previsión, por lo cual le pareció descubrir en 
ellas trazado su camino con seguridad. Esta fue la vocación del Salesiano don León Levrot y también la eficacia de una palabrita de don 
Bosco. 

Aunque, por estar muy avanzada la estación primaveral, muchos forasteros habían vuelto ya a sus ciudades, seguía la afluencia de 
visitantes distinguidos, pues los había que llegaban de lejos y esperaban 
368 

horas y jornadas enteras, para poder hablarle. Vióse entre otros a la Duquesa de Parma y al Príncipe Czartoryski que acudía diariamente. 
Este hubiera querido oírle decir en términos explícitos que se hiciese Salesiano y, al punto, hubiera volado al Oratorio; pero don Bosco 
evitaba de intento pronunciarse. 

Nada digamos de las cartas, que le seguían por doquiera y que, las más de las veces, contenían petición de oraciones. Hasta de Rusia le 
enviaba una mahometana una carta, escrita en buen francés, suplicando le impetrara la curación a un mahometano 1; él mandó que le 
contestaran en la misma lengua, ((427)) el día veintiocho de marzo, agradeciendo su modesta ofrenda de tres rublos y prometiendo 
oraciones. 

Se acercaban las fiestas de Pascua y el buen Padre, que no sabía apartar el pensamiento de Valdocco, quiso recibir de allí para el gran día 
un presente, que representase de manera sensible la comunión espiritual con la familia lejana. Escribía Viglietti a don Juan Bautista 
Lemoyne 2: «Don Bosco me encarga explícitamente que le haga llegar a Marsella, para el domingo de Pascua, tres o cuatro panecillos del 
Oratorio». 

Antes de trasladarse a Marsella, fue a Tolón, donde le esperaba con los brazos abiertos el conde Colle. Salió de Niza el día primero de 
abril. Faltaba poco para la partida, cuando se le presentaron tres señoras, una de las cuales padecía de vértigos, de suerte que no salía de 
casa hacía tiempo; estaba, además, baldada en todo su cuerpo, y tenía los brazos y las manos doblados y retorcidos como un ovillo. Sólo 
tenía libres las piernas. Quisieron la bendición de don Bosco, el cual, cediendo a sus ruegos, volvióse a la enferma y le dijo: 

-Haga lo mismo que yo. Extienda los brazos hacia adelante, abra las manos y golpee una con otra, gritando: íViva María! 

-Pero, ...yo estoy enferma, contestó la mujer, y no puedo hacerlo. 

-Ea, ea, obedezca, replicó don Bosco. 

-No puedo, me duelen todos los miembros. 

-Usted no tiene fe. Haga lo que le digo. 

Entonces alargó ella los brazos, abrió los dedos y palmoteaba libremente gritando: íViva María! Sus dos compañeras, fuera de, sí por el 
estupor, no paraban de llorar. 

Para animar a don Bosco a emprender el viaje a Tolón, el Conde 

Fin de Página: 369 


VOLUMEN XVII Página: 369 

1 Ap. Doc. núm. 64. 

2 Niza, 31 de marzo de 1885. 
369 

le había prometido una considerable cantidad para la iglesia del Sagrado Corazón y para las Misiones. «Su carta, habíale contestado el 
Santo 1, me obliga a dar un paseo hasta su casa, a pesar de mi delicada salud». Allí se fue, pues, acompañado únicamente por el secretario. 
La estación de Niza estaba abarrotada de damas y señores, ((428)) que habían acudido a despedirle. El conde de Montigny, que había 
retrasado el viaje a Lille, por el gusto de acompañarlo, le entregó unas botellas de sus excelentes vinos, para que le sirvieran de alivio en 
sus peregrinaciones. Subió con él al tren y estuvo a su lado hasta Tolón, donde se separaron con calurosas demostraciones de afecto, ya que 
él seguía viaje hacia el norte. 

Don Bosco y el secretario creían que iban a encontrar al conde Colle en la estación; pero no había nadie. Don Pedro Perrot de La Navarre 
no le había avisado con tiempo. El pobre Viglietti pasó sus apuros. Llevaba bajo el brazo una gran palma del Domingo de Ramos para el 
Conde, un maletón en cada mano, dos gabanes sobre un hombro y apenas si podía andar. También don Bosco caminaba con dificultad; sin 
embargo, estaba de buen humor y reía. Se dirigían de esta manera hacia la casa del Conde, cuando los alcanzó la condesa Elena de 
Sampoulé con su coche; los mandó subir a los dos y los llevó al palacio de los señores Colle. El Conde y la Condesa quedaron atónitos al 
verlos; pero se deshicieron en seguida en cortesías con ternura imposible de describir. Sentáronse junto a él, felicísimos por verle y oírle 
hablar. Aquella misma tarde, le entregaron el dinero prometido. 

El día dos de abril coincidía con el Jueves Santo: don Bosco fue aquella mañana a la catedral con el Conde y con Viglietti para cumplir e 
precepto pascual. A lo largo del camino la gente se paraba para mirarlo. La calle, la subida al presbiterio y las genuflexiones acabaron con 
sus fuerzas. Después de la misa, cuando se encaminaba hacia la puerta para salir, los que estaban más cerca de él se agolparon a su 
alrededor. Se corrió la voz y, en pocos minutos, una muchedumbre lo rodeó al pie de la escalinata, arrodillándose, gritando y llorando, con 
gran molestia para los sacerdotes, que continuaban sus ceremonias. Para librarse y salir, tuvo que impartir su bendición. Viglietti escribe: 
«Por las calles se arremolina la gente; nadie pasa sin detenerse y observar curiosamente a don Bosco. Se preguntan unos a otros si es 
realmente él. Todos quedan como prendados ((429)) de su persona. Conmueve verlo, ya un poco encorvado, ayudarse con su bastoncito. 

1 Turín, 3 de marzo de 1885. 
370 
Tiene, además, una mirada tan penetrante que hay en él algo de extraordinario». 

Desde el silencioso remanso de la casa Colle, su pensamiento iba al Oratorio y volvía a ver a éste o a aquél, a cada uno con sus peculiares 
características. Así hizo que su secretario escribiera a don Juan Bautista Lemoyne, gran consumidor de hortalizas: «Don Bosco ha sabido 
hoy, por medio de don José Lazzero, que usted saborea, mejor devora (son palabras de don José Lazzero), las verduras llegadas desde 
Sampierdarena; y esto le alegra mucho; es más, dijo que esta mañana, al salir se topó con un cesto de magníficos tomates y su pensamiento 
corrió al punto hasta don Juan Bautista Lemoyne». Y le hizo escribir otra al mismo don José Lazzero, el gran tenor del Oratorio y hombre 
de candorosa sencillez: «Don Bosco me encarga que conteste a la graciosa carta de don José Lazzero, cuya lectura cortó más de una vez 
con exclamaciones de admiración. Dice, por ejemplo, que don José Lazzero se ha vuelto ampuloso en su estilo, elegante y hasta enfático. Y 
a cierto punto: ''»Y si desapareciese de la escena de este mundo don José Lazzero?''. Don Bosco se interrumpió y dijo: -»Quién cantaría?». 

Aquel día llegó a Roma la Providencia en su socorro de una manera prodigiosa. Don Francisco Dalmazzo había escrito a Turín que le 
enviasen dinero, porque, el sábado santo, tenía que pagar doce mil liras. El Banco Tiberino, que ya le había entregado ochenta mil sin 
hipoteca, se negaba a darle más. Pues bien, el jueves santo al mediodía, fue llamado a la portería por una señora que le era muy conocida y 
a la que siempre había recurrido inútilmente, la condesa de Stacpoole. Mandó a decirla que le permitiese acabar de comer, pero ella 
contestó que acudiera en seguida. Así que llegó, le dijo que llevaba una cantidad para entregársela urgentemente porque le interesaba 
mucho hacerlo en el día de la institución de la Santísima Eucaristía. Don Francisco Dalmazzo esperaba cuando más un billete de cien liras, 
y, en cambio y con gran sorpresa, recibió un paquete de cincuenta billetes de a mil del Banco Nacional. ((430)) Olvidó la comida, corrió al 
Banco Tiberino y allí empezó a insistir para que le facilitaran dinero dentro de la semana. Pero el tesorero se disculpaba, diciéndole que 
incluso se había telegrafiado oficialmente al Director Caranti, a Turín, y que la respuesta había sido negativa; que era, por tanto, imposible 
obrar de otra manera. 

-Y si yo hiciera un depósito, replicó don Francisco Dalmazzo, »podría venir a retirar una parte del mismo? 

-Y todo también, contestó el empleado. 
371 

Fin de Página: 372 


VOLUMEN XVII Página: 372 

-No lo necesito. 

Y le entregó las cincuenta mil liras. «No puedo expresar, depone él en los procesos, la sorpresa del tesorero señor Angelois en aquel 
instante. Sólo recuerdo que exclamó: 

»-A don Bosco le llueven verdaderamente los dineros del cielo». 

El viernes santo anduvo por Turín el nombre de don Bosco, extrañamente asociado con el de un glorioso difunto. Había muerto en 
Nápoles el lunes por la mañana el padre Ludovico de Casoria, apóstol de la caridad y fundador de los Frailes Grises. La misma prensa 
anticlerical ensalzó sus méritos. Ahora bien, en la Gazzetta di Torino, del tres de abril, hubo un corresponsal que, después de cantar las 
alabanzas del difunto, quizás para no desmerecer del espíritu del periódico, prorrumpía en esta desvergonzada afirmación: 

«La Iglesia, que santifica a los perezosos y sucios Labre, a buen seguro que no se dará por enterada de este santo». El Director habría 
podido muy bien suprimir la insulsa digresión, pero la dejó pasar; sin embargo, se creyó en el deber de añadir un correctivo y creyó 
encontrarlo en un elogio a don Bosco; elogio que, si en realidad no corregía nada, adquiere con todo para nosotros un valor especial, por 
proceder ex inimicis nostris (de nuestros enemigos). Añadía el mezquino período la siguiente nota: «Precisa decir que, en Turín, tenemos 
en una esfera más elevada y más extensa a todo un don Bosco, que ha hecho y hace milagros en favor de la humanidad doliente y de la 
niñez indigente; también él es un simple sacerdote y nunca ha solicitado ni aceptado siquiera honores y grandezas». 

El sábado santo dijo don Bosco la misa en el salón ((431)) del Conde que, ayudado por su señora, lo había convertido en capilla, 
colocando en él el altar. Asistieron a ella muchos señores y señoras y se la ayudaron don Francisco Cerruti, que llegó la tarde anterior, y 
Viglietti. Casi todos recibieron de sus manos la santa comunión. Durante la comida don Bosco ordenó a don Francisco Cerruti que 
compusiera un elegante epígrafe para esculpirlo en una lápida de mármol, que se colocaría en la iglesia del Sagrado Corazón para perpetua 
el recuerdo de los generosos donativos del Conde 1. 

En las primeras horas de la tarde de aquel día, se despidió de los condes Colle y salió para Marsella, adonde llegó a las seis y fue recibido 
entre entusiastas aclamaciones por los muchachos, que hicieron en 

1 Cumplióse la intención del santo más tarde, en 1893, con la inscripción latina, que hemos consignado en el volumen XV, pág. 116, en 
la nota. 
372 

su honor una graciosa veladita 1. Nunca se había celebrado en el oratorio de San León una Pascua tan alegre. 

Aquel día le llegaron a don Bosco dos cartas. Una era de la citada condesa Stacpoole, comunicándole que tenía preparadas las cincuenta 
mil liras. Don Bosco le contestó: 

Benemérita señora Condesa: 

Estoy convencido de que V. S. Benemérita hizo una preciosa obra sin conocer tal vez su valor y magnitud; gracias a ella, existe la casa de 
París; gracias a ella, se levantará una iglesia entre los salvajes, y las almas que en ella se salvarán serán fruto de su caridad. 

Para su comodidad, puede usted entregar la cantidad de cincuenta mil francos en manos de don Francisco Dalmazzo, nuestro Procurador 
General, quien hará lo que precisa para el cumplimiento de esta gestión. 

El Señor esté siempre con usted y la Santísima Virgen la traiga a hacernos una visita en la casa de Turín, donde se reza cada día por usted 
ante el altar de María Auxiliadora. 

Dígnese también rezar por mí, siempre suyo en J. C. 

Marsella, 5 de abril de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((432)) Acababa de enviar esta respuesta, cuando llegó otra carta de don Francisco Dalmazzo, dándole la noticia de las cincuenta mil liras 
ya entregadas. Volvió a tomar la pluma el Santo y escribió de nuevo a la Condesa: 

Fin de Página: 373 


VOLUMEN XVII Página: 373 

A la señora Condesa de Stacpoole-Roma: 

No puede ciertamente imaginar V. S. Ilma. la alegría que ha dado a mi corazón el generoso donativo de cincuenta mil liras que usted 
hace en favor de nuestros misioneros de Patagonia. Se lo agradezco de corazón y le prometo que la iglesia, que ya se está construyendo 
entre aquellos salvajes, se dedicará al Santísimo Sacramento, como usted desea precisamente. 

Además, es mi intención que todas las misas, comuniones y prácticas religiosas que se celebrarán en este sagrado edificio sean ofrecidas 
a Dios de una manera particular, según su piadosa intención; y nunca se olvidarán los Salesianos de usted en las oraciones comunitarias y 
privadas. 

He escrito en este sentido a monseñor Juan Cagliero, Obispo de la vastísima y dificilísima diócesis de Patagones. 

Que Dios la bendiga y María Auxiliadora la proteja y guía en todos los peligros de la vida. 

Créame, con el debido respeto y con la más profunda gratitud, 

Marsella, 5 de abril de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

2 Se leyeron, en nombre de los Salesianos y de los alumnos, dos saludos muy afectuosos (Ap. Doc. núm. 65). 
373 

La cantidad según la intención de la donante estaba destinada, como se ve, a otros fines distintos de las obras de la iglesia del Sagrado 
Corazón; pero su voluntad no comportaba una ejecución inmediata; el empleo de aquel dinero en Roma permitiría más adelante emplear 
otra cantidad equivalente según la intención de la Condesa. Pero se dio en seguida noticia de ello a monseñor Cagliero, el cual escribió en 
seguida a la Condesa dándole las gracias 1. 

Don Bosco había llevado consigo tarjetas de visita, impresas en el Oratorio, en francés, para presentar saludos, ofrecer oraciones e 
invocar bendiciones. El día de Pascua ((433)) envió una a la señora Prat, comunicándole que el segundo día de Pascua celebraría la misa 
según su intención 2. Aquella gran bienhechora que, sin conocer todavía personalmente a don Bosco, se había percatado de su santidad 
mientras él celebraba 3, no podía desear un don más precioso. 

Las fiestas pascuales espaciaron las visitas y proporcionaron a don Bosco algún alivio. Lo necesitaba mucho. «La salud de don Bosco es 
muy mediana, escribía el secretario; tiene algo de tos y dolor de cabeza». Y, más adelante, decía: «La caridad de don Bosco, que no tiene 
límites, por así decir, hace que se encuentre extraordinariamente cansado. Hace unos días que parece más encorvado» 4. 

Una de las primeras visitas fue la de la señora Baroni, que el año anterior le había presentado una hija suya desahuciada por los médicos, 
víctima de tuberculosis incurable y de epilepsia; pero, después de la bendición de don Bosco, había comenzado una progresiva mejoría, 
que no se interrumpió hasta la completa curación. Venía, pues, la madre para darle las gracias. 

En la noche del día seis tuvo un sueño. 

Le pareció estar conversando con un grupo de Salesianos cuando he aquí que se acercó y se introdujo en el corro una hermosísima 
doncella vestida de blanco y de singular modestia. Al verla, Don Bosco se turbó; después, dirigiéndose a ella le hizo comprender que aquél 
no era su sitio y que, por tanto, debía alejarse de allí. Ella, riendo y bromeando se alejó para reaparecer de allí a poco. Entonces don Bosco 

1 Carta de monseñor Cagliero a don José Lazzero, Buenos Aires, 15 de junio de 1885. 

2 «Caritativa Señora Prat. El reverendo Juan Bosco le saluda respetuosamente, ruega y hace rogar a sus huérfanos por usted y según sus 
intenciones, e implora para usted y los suyos las mejores bendiciones del cielo. Se considera feliz, al celebrar la santa misa por usted en la 
iglesia de nuestro orfanato, mañana día 6 de abril de 1885, a las ocho. 

3 Véase Vol. XIII, pág. 454. 

Fin de Página: 374 


VOLUMEN XVII Página: 374 

4 Cartas a don Miguel Rúa, 5, y al padre Febbraro 6 de abril. A este último le enviaba una cartita de don Bosco, diciéndole: «Le envío un 
precioso documento, prenda del gran afecto que le tiene nuestro querido padre. Me encargó que mirase si había alguna falta; pero creo que, 
aun cuando las hubiera, sería sacrílega mi mano, si quisiese tocar estos santos caracteres». 
374 

acercándose ((434)) a ella, le ordenó imperiosamente que se marchase. Y dicho esto se despertó. 

La noche siguiente, apenas se hubo dormido se encontró delante de un campo sin cultivar. Al encaminarse por él volvió a ver a la 
doncella que le entregó una sierra, diciéndole que, para dejar expedito el sendero, había que cortar la hierba que dificultaba el paso. El echó 
mano a la sierra y la empleaba riendo, pero el camino continuaba en igual estado. 

La tercera noche se le presentó la doncella que le dijo: 

-Los Superiores deben estar de acuerdo siempre entre sí y no diferir nunca la corrección cuando la crean necesaria. 

El santo contó inmediatamente a Viglietti este triple sueño, dándole la explicación unos días después. La hierba que ocupaba el sendero 
eran los libros malos, las malas conversaciones y todo aquello que pude servir de obstáculo al servicio de Dios y a la salvación de las 
almas. En esto, dijo, estriba la ciencia del Director y de los demás Superiores: en saber quitar de delante de los jóvenes estas hierbas 
venenosas. Y no es cosa tan fácil prevenir, descubrir y cortar. Es un trabajo de sierra y no de hoz, pues se encuentran con frecuencia 
grandes zarzales y troncos disecados. La unión, pues, entre los Superiores y las correcciones hechas a tiempo, si no consiguen impedir todo 
el mal, evitarán que el campo se llene de abrojos. 

Aceptó algunas veces, aunque a disgusto, invitaciones para banquetes. El día siete fue con Viglietti a casa de la señora 
Broquier.Paseando con ella por el jardín, se paró ante un arriate de flores, cortó una siempreviva y ofreciéndosela a la señora, le dijo: 

-Aquí tiene una flor; es un pensamiento. 

-»Qué pensamiento? 

-El de la eternidad. Es un pensamiento que no hemos de perder nunca de vista. Todo lo que hagamos y digamos debe estar encaminado 
siempre a este fin. Todo pasa en este ((435)) mundo; sólo la eternidad dura y no acabará nunca. Hagamos que nuestra eternidad sea feliz y 
colmada de todo bien. 

Al día siguiente, fueron a casa de los señores Olive. íQué familia más buena era aquélla! Tenían nueve hijos. A pesar de una prole tan 
numerosa, el padre daba abundantes y generosas limosnas. 

En aquel cristiano hogar, todos veneraban a don Bosco como a un santo. Mientras se esperaba en un magnífico salón la hora de la 
comida, el señor Olive atendía a don Bosco y la señora se entretenía por detrás en recoger de sus espaldas los cabellos que le habían caído; 
pero, no satisfecha con ello, fue a buscar un par de tijeras, y rizo tras rizo, diestramente, convencida de que no se daba cuenta de la 
indiscreción, casi le rapó la nuca. Don Bosco, con la cara colorada, fingía estar muy interesado en la conversación con el señor, para no 
abochornar a la señora. 

Después de la comida, los hijos, uno a uno hicieron con don Bosco 
375 

el examen de su propia vocación. Dijo después el Santo que allí se habría podido formar una casa salesiana; los hijos querían ser todos 
Salesianos y las hijas Hermanas de María Auxiliadora. 

Al ir a marcharse, no se encontraba el sombrero de don Bosco. Después de buscarlo por todas partes, se acabó por echar la culpa a don 
Pablo Albera, que se había marchado antes. Apareció después un hermoso sombrero nuevo. 

-Pero éste no es el mío, dijo don Bosco. 

-Sí, sí; es éste, póngaselo, contestó la señora, autora de la treta. 
Cúbrase porque, de otro modo, se enfriará y se pondrá malo. 

-Esto es demasiado, susurró a don Francisco Cerruti con el rostro encendido y casi llorando. 

Fin de Página: 376 


VOLUMEN XVII Página: 376 

-Tenga paciencia, murmuró don Francisco Cerruti. Mientras sea usted don Bosco, es preciso que se resigne también a esto. 

-Tienes razón, concluyó el Santo, ípaciencia! todo sea por amor de Dios. 

Así dejó don Bosco aquella afortunada casa, mas no sin que antes le diera el señor Olive una generosa limosna. ((436)) Don Bosco 
llamaba a la familia Olive la de la olla o del padrenuestro, avemaría y gloria a don Bosco, aludiendo al hecho que ya hemos narrado más 
atrás 1. 

El día nueve fue a comer en casa del conde de Villeneuve. Había muchos invitados y reinó entre ellos la más franca alegría, mantenida 
por los donaires de don Bosco. Hablando de la lotería dijo que a veces iban a él algunos a preguntarle a qué números debían jugar y que él 
reía y les contestaba: 

-íAmigos míos, si yo supiera estos números, sería el primero en jugarlos! 

Contó después que, en una ocasión, para librarse de ciertos importunos, escribió sobre un billete: Fe, Esperanza, Caridad, y se lo entregó 
doblado, recomendándoles que no lo abriesen hasta después de pasar un determinado tiempo, que ellos cumplieron. Cuando fueron a 
buscar en la lista de los números premiados vieron que los correspondientes a las tres virtudes teologales habían sido favorecidos por la 
suerte y tornaron a él para darle una discreta limosna. 

Al volver a San León, se encontró allí con una señora que le presentaba un hermoso niño. Nadie hubiera jamás imaginado que era el 
mismo que el año anterior le había llevado la madre, completamente 

1 Véase más atrás págs. 57-58. 
376 

tullido y que, después de la bendición de María Auxiliadora, había curado instantáneamente. 

Pasó gran parte del día diez en el noviciado de Santa Margarita. 
Aquellos jóvenes, que aún no vestían sotana, le recibieron con inmenso regocijo. Aceptó un breve acto académico que le habían preparado; 
se lo agradeció como un padre sabe hacerlo y les prometió un paseo a Turín para ver la iglesia de María Auxiliadora y el noviciado de San 
Benigno, una vez que hubiesen tomado los hábitos. La emoción le cortó la palabra varias veces, y rodaron por sus mejillas gruesas 
lágrimas. Después de la comida, se llenó la casa de forasteros. Llegó también en coche una hidrópica paralítica que dos personas llevaron 
en vilo dentro de casa. Don Bosco la bendijo y luego le dijo: 

-Ea, intente caminar un poco. 

Y ella, que hacía años no podía moverse, caminó por sí sola de una a otra parte de la habitación; ((437)) salió después por sus propios 
pies, apoyándose todavía en un bastón que le ofrecieron. Los que la habían llevado alababan a Dios y lloraban. Don Bosco dijo a Viglietti: 

-Le habría podido decir: -Ea, arroje ese bastón y vaya a trabajar, pero un hecho semejante habría llamado demasiado la atención. 

Encontramos en la crónica el recuerdo de unas palabras y de un hecho, con fecha del día once. Fue en el comedor de San León y delante 
del célebre abogado Roland, cuando repitió unas palabras, que ya había dicho en otra ocasión 1. 

-El año pasado, dijo, esperando que el cólera hiciese algún bien a las almas, di como antídoto la medalla de María Auxiliadora; pero el 
efecto fue muy distinto del que esperaba. En las ciudades no anduvieron mejor las cosas; al contrario, mucho peor. Por consiguiente, no sé 
si este año podré hacer lo mismo. 

Estas palabras encerraban también un siniestro presagio, que debía cumplirse, a saber, la repetición del contagio. 

Salidos los comensales, se adelantó una señora con su hija. El año 1884 había ido don Bosco a bendecir a la niña, que padecía 
terriblemente de los nervios y tenía las piernas tan arqueadas que no podía dar un paso. Después de recibir la bendición, desaparecieron los 
dolores y luego caminaba derecha y gallardamente con gran sorpresa de los que la conocían. 

Desde el día de su llegada a Marsella, no había podido el Santo saludar personalmente al Obispo. Fue, pues, a visitarle el día doce por la 
mañana. Ante su gran bondad y cortesía, se lamentó Monseñor de 

Fin de Página: 377 


VOLUMEN XVII Página: 377 

1 Véase más atrás págs. 211-212. 
377 

que, a pesar de sus achaques, se le hubiese anticipado ya que él tenía intención de ir a verle en San León. Se ofreció, mientras tanto para 
todo y prometió asistir a la reunión de los Cooperadores y hablar en ella. Dignóse, asimismo, pedir noticias detalladas de la Congregación 
y quiso informarse de algunos Socios en particular, como por ejemplo de don Celestino Durando. 

Al mediodía ocurrióle a don Bosco un caso curioso. Aquella ((438)) semana le había visitado una joven, que, aun cuando parecía de 
familia acomodada a juzgar por el vestido, sin embargo, no sabía cómo ganarse la vida, pues nadie la quería en su casa por estar afectada 
de cierta enfermedad. Don Bosco la bendijo y la despidió. Invitado a comer en casa de la familia Martín, se encontró de pronto en el 
umbral de la puerta con dicha joven la cual, en un ímpetu de agradecimiento, se echó a sus pies. »Qué había sucedido? Después de la 
bendición, se había sentido libre de su mal y, a pocos pasos de la casa de San León, un caballero la había detenido para preguntarle si 
quería ir de criada a su casa. Aquel caballero era precisamente el señor Martín. 

En casa de esta misma familia, se volvió a encontrar con una señorita que actuaba de institutriz, a quien, el año anterior, bendijo y curó 
de una grave enfermedad. 

Está fechada el día doce una afectuosa cartita a don Juan Bautista Francesia, que era, según la reciente reestructuración, Director de los 
estudiantes en el Oratorio. Debía tener sus molestias y, sin duda, se había desahogado con don Bosco, el cual tomó la pluma para serenar 
su espíritu. 

Mi querido Francesia: 

No puedo escribir a otros, pero sí una palabra al menos para Francesia, la niña de mis ojos. 

Ante todo, procura no crearte penas y molestias donde no las hay; y, si las encuentras, tómalas como venidas de la mano del Señor. 

Di a nuestros queridos muchachos y hermanos que trabajo por ellos, que mi último aliento será para ellos y que recen por mí; que sean 
buenos y huyan del pecado, a fin de que todos podamos salvarnos eternamente. íTodos! Que Dieu nous bénisse et que la Sainte Vierge 
nous protège (Que Dios nos bendiga y que la Santísima Virgen nos proteja). 

Marsella, a 2 de abril de 1885 

Afectísimo, JUAN BOSCO, Pbro. 

El día trece ofreció don Bosco una comida... diplomática. Asistieron los condes Colle, el comendador Rostand, presidente de la Sociedad 
378 

Beaujour, el señor Bergasse y otros más. En el ((439)) brindis final, dirigióse don Bosco especialmente al señor Bergasse, manifestándole 
su alegría por la preciosa visita que le hacía, agradeciéndole su inagotable caridad con los Salesianos y presentándole a sus dos mayores 
bienhechores, los condes Colle; recomendó después a su alta protección la obra salesiana e invocó sobre él las bendiciones y los premios 
celestiales. «Es de notar, observaba Viglietti, que don Bosco, cuando habla así sin prepararse, a veces mal y con errores, causa más 
impresión que cuando se ha preparado». 

El conde Colle se excusó de los elogios tributados a su persona y dijo que el poder servir y ayudar a don Bosco era una de las mayores 
suertes que se podían tener. Habló después el señor Bergasse. Poseía una elocuencia natural, sencilla y arrolladora. Declaró con cuánto 
gusto hacía todos los esfuerzos posibles para cooperar al bien realizado por los Salesianos, pero añadió que en esto era ayudado por las 
Sociedades, que estaban bajo su presidencia y daba prueba de ello, ofreciendo a don Bosco seiscientos francos en nombre de la Refinería 
de azúcares. Habló del dolor que experimentaba su corazón, al ver la ruina en que se hundía la sociedad contemporánea, y ensalzó el celo 
de don Bosco, enviado por la Providencia para remediar poderosamente tantos males. Su amor a don Bosco lo arrebató de tal modo que 
arrancó aplausos y lágrimas. 

Pero no había terminado. Pasó después a alabar la educación que daban los Salesianos a la juventud, recogida por plazas y calles, y citó 
periódicos que elogiaban a los alumnos de los Salesianos, porque aquellos muchachos hacían amar a la Iglesia y sus funciones con cantos 
de paraíso y ceremonias ejecutadas a la perfección. 

-Estos muchachos, siguió diciendo, son queridos y admirados por todos. El párroco de San José se hace lenguas de ellos públicamente 

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desde el púlpito, los elogian Marsella y Francia y bien merecen ser queridos. Los muchachos de esta casa aprecian sobremanera el canto 
llano, e incluso lo prefieren a la música. Basta oírles cantar... íqué bien cantan! ((440)) Basta verlos en la iglesia respetuosos, modestos, 
disciplinados, para decir: íEstos son los hijos de don Bosco! íAh!, No es, por tanto, verdad que todo vaya francamente mal. íTenemos a un 
don Bosco! Que Dios nos lo conserve aún por mucho tiempo, nos lo bendiga, nos lo haga prosperar. Francia y el mundo entero lo 
necesitan. 

Don Bosco se alegró mucho al oír que sus jóvenes gozasen de tanto aprecio y que supieran hacer gustar el canto y las funciones sagradas 
En cuanto al señor Bergasse, a quien ya hemos mencionado 
379 

varias veces en otros lugares, añadiremos que era una perla en el mundo católico de Francia. Teníanle como presidente casi todas las 
Sociedades católicas. Estaba siempre tan atareado que daba raras audiencias y raramente escribía; mas, por don Bosco, hubiera hecho 
cualquier sacrificio; le enviaba largas y frecuentes cartas y era feliz cuando podía estar a su lado. 

Mientras tanto, la muchedumbre de visitantes crecía sin medida. Cuando el secretario veía las habitaciones y corredores llenos de gente, 
avisaba a don Bosco, hacía arrodillarse a todos y les decía que iban a recibir su bendición. Entonces salía don Bosco, dirigía una palabras a 
todos juntos, los bendecía y les daba una medalla. Una aglomeración continua le asediaba. «Admiro en don Bosco, notaba Viglietti en su 
diario, una habilidad extraordinaria para ocultar sus propios males. 

»Sufre, a veces, graves dolores y, si sufre al exterior por ello y forzosamente se hace manifiesto su mal, ríe y dice: 

»-No es nada. Es que don Bosco anda falto de dinero. 

»Por otra parte tiene un desapego del dinero que es maravilloso. Una vez que lo adquiere con tantos sudores, con tanto trabajo, lo reparte 
contento siempre a las casas». También el abate Guiol había puesto de relieve el año anterior que, al acabar sus más laboriosas jornadas, se 
limitaba a decir: 

-Estoy cansado 1. 

Parecía olvidarse de sí mismo y preocuparse únicamente por los demás. «Me dice, escribía a don Juan Bautista Lemoyne el mismo 
secretario, que dé muchos saludos a don Juan Bonetti, que agradece a usted los panecillos y le recomienda que se cuide mucho» 2. Eran los 
panecillos del Oratorio para Pascua. 

((441)) Las invitaciones para ir a comer se sucedían una a otra. El día catorce le esperaba la familia Gavotti. Al entrar en el salón y ver 
tanto lujo, dijo a los que le acompañaban: 

-Habría que escribir sobre esta puerta: Aquí no entra la pobreza. 

El conde Colle, que todavía no se había marchado, le prometió que, si volvía a pasar por Tolón, le regalaría otros veinte mil francos, 
además de que también destinaría una buena cantidad a La Navarre para acabar allí las obras. No hay que pasar por alto que la Condesa, 
tan rica como noble, estimulaba continuamente al marido a ser generoso con don Bosco, a quien quería con amor de madre. Efectivamente, 
él mismo se firmaba en sus cartas siempre «su afmo. hijo». 

1 Actas, 20 de febrero de 1885. 

2 Carta, 13 de abril de 1885. 
380 

La víspera de la salida cenó el Conde con la comunidad. Resultó curioso que después de servirle a la mesa cuatro huevos, sólo el quinto 
fuera aceptable. Todos quedaron avergonzadísimos. A la mañana siguiente, mandó el Conde llamar a don Pablo Albera, todavía lleno de 
confusión por su mala cocina, y le dijo: 

-Tenga, estos cien francos son por el primer huevo, estos otros cien por el segundo... 

Y así contó hasta los quinientos. 

También don Bosco bromeó un poco aquella mañana. Una mujer muy apesadumbrada le suplicaba que la bendijera, porque su marido la 
apaleaba. 

Fin de Página: 381 


VOLUMEN XVII Página: 381 

-Pero, si yo la bendigo a usted, le contestó, bendigo también los garrotazos que pesan sobre sus espaldas y, por tanto, se multiplicaran. 

Riéronse los presentes y el Santo la despidió animándola a rezar, tener paciencia y a no contestar cuando su marido se encolerizaba. 

El día quince de abril cenó con don Bosco el óptimo abogado Michel, que regresaba de su tercer viaje alrededor del mundo 1. La 
conversación se desarrolló sobre el naturalismo a lo pagano de naciones, en otro tiempo, muy cristianas; pero se habló especialmente de 
ciertos católicos intelectuales, que hablaban muy bien de la religión, ((442)) e, incluso, observaban sus prácticas exteriores, mas sin 
cuidarse de practicar lo más esencial; católicos, como entonces se decía, teóricos y no practicantes. Don Bosco preguntó al abogado: 

-»Cuál cree usted que es la causa de tamaña aberración? »Cuál el origen de mal tan grande? 

Michel dio explicaciones algo accesorias y el Santo replicó: 

-No, no, mi buen abogado. La causa del mal es una sola: la educación pagana, que suele darse en las escuelas. Apoyada toda ella sobre la 
base de clásicos paganos, empapada de máximas y sentencias paganas, impartida con método pagano; hoy, cuando la escuela lo es todo, 
esta educación no formará nunca verdaderos cristianos. He luchado toda mi vida contra esta perversa educación, que vicia la mente y el 
corazón de la juventud; siempre fue mi ideal reformarla sobre bases netamente cristianas. Por esto, he emprendido la publicación 
expurgada de los clásicos latinos profanos más empleados en las escuelas; por esto, he comenzado la publicación de escritores latinos 

1 Las Lecturas Católicas de 1877 publicaron la obra de E. Michel: La vuelta al mundo en doscientos cuarenta días, en cuatro números 
dobles (I. Canadá y Estados Unidos.-II. Japón.-III. China.-IV. Indostán). 
381 

cristianos. Me he esmerado en ello con muchas advertencias dadas a los Directores, maestros y asistentes salesianos. Y, ahora, ya viejo y 
casi sin tenerme en pie, me muero con la pena de no haber sido suficientemente comprendido. 

Al hablar así, escribe don Francisco Cerruti, que estaba sentado a su lado, su palabra tenía un acento, «lleno de suavidad e intrepidez» 1. 

El día dieciséis asistió don Bosco a la reunión de la Comisión de señoras en casa del párroco Guiol. Fue una simple reunión, no una 
sesión normal, como otras veces; tanto es así que no se levantó acta: en lugar de la acostumbrada relación, se hizo en esta ocasión una 
simple mención con fecha del quince de mayo, cuando don Bosco ya estaba en Turín. Pero es una alusión significativa, que dice así: «Las 
esperanzas de nuestra última reunión por ver a don Bosco entre nosotras se han cumplido y la Comisión ha tenido la gran satisfacción de 
verle presidiendo una sesión, recogiendo de ella las pocas palabras, cuyo número pudo disminuir su escasa salud, pero no mermar su 
preciosa eficacia; ((443)) al contrario, esa brevedad es un motivo más para nuestra piadosa gratitud y profunda veneración. Don Bosco 
llegó a nosotras agotado de fuerzas, como consecuencia de su celo apostólico, más que de la edad o de la enfermedad. Parecía por sus 
palabras que no abrigaba la esperanza de volver a Marsella y así lo hacía temer su estado; pero las previsiones humanas están 
afortunadamente sujetas a ser modificadas por la Providencia de Dios. Tampoco esperaba poder venir esta vez. Su presencia y sus consejos 
son tan necesarios que hemos de esperar de la Providencia divina la continuación de su asistencia, aunque por el momento parezca 
improbable. El señor Cura párroco recomienda que se rece mucho por la salud de don Bosco, a fin de que restableciéndose ésta, se 
prolongue su vida. Es un deber por muchas razones y es un deber muy dulce, pero hay que cumplirlo con fervor. Aunque la idea de rezar 
por un santo parece fuera de propósito y poco aceptable, es preciso pensar que está de por medio el bien de una obra grande y que se trata 
de seguir teniendo en la tierra un padre, cuya corona en el cielo ya está preparada». 

El diario del clérigo Viglietti ha conservado las líneas generales de su breve discurso. Habló de la pobreza, tan deplorada en aquellos 
días; habló del bien, que ellas podían hacer recogiendo limosnas con las cuales mantener a tantos jóvenes que, junto con el pan material, 

1 Ideas de don Bosco sobre la educación y la enseñanza y la misión actual de la escuela. Dos cartas. San Benigno Canavese, 1886. 
382 
recibían el alimento del alma. Habló de las vocaciones al estado eclesiástico que, sofocadas durante tanto tiempo en el pasado, van 
reavivándose en las casas de educación abiertas por él en Francia. Consoló finalmente a todas con la promesa de sus oraciones y las de sus 
numerosos huerfanitos. 

Fue a comer en casa de cierta familia, cuyo nombre dejó el secretario en blanco. Había en ella una enferma de los nervios que pasaba la 
vida tendida en una silla poltrona portátil. Después de la comida, pidió don Bosco que se la presentaran. La hizo levantarse, mas 
desgraciadamente, cuando estaba para echar a andar, los que la querían ayudar la hicieron tropezar, con tan mala suerte que la pobre se 
desmayó y estuvo así una hora. Durante este tiempo, don ((444)) Bosco visitó a otra enferma y volvió después a la desmayada, que ya 

Fin de Página: 383 


VOLUMEN XVII Página: 383 

había recobrado los sentidos. En casos como éste, solía decir: 

-Hay que tener fe; sólo así se obtiene la gracia, siempre que no se oponga al bien del alma. 

No podía dejar Marsella sin reunir a los Cooperadores, ya que, precisamente por aguardarle, habíase diferido la conferencia de San 
Francisco de Sales. Fueron convocados para las cuatro de la tarde del día diecisiete en la capilla del oratorio 1. Tenía que hablar primero 
don Bosco, pero le aquejaba un fuerte dolor de cabeza. Don Carlos Viglietti, a quien se lo dijo, le propuso que se lo pasara a él. 

-Bueno, pues sea así, contestó. 

Y, al instante, le dio una tremenda jaqueca que, no pudiendo aguantarla, le obligó a echarse en cama. Después de la reunión, fue a verle 
el Santo, lo bendijo y desapareció todo dolor 2. 

Presentóse, pues, a hablar y enterneció al auditorio con su voz senilmente fatigada, pero llena de afecto y, a veces, vibrante por la 
emoción. 

-No subo al púlpito, dijo, para haceros un discurso, pues no me lo consiente la salud; el discurso será pronunciado por otra lengua más 
elocuente que la mía. Vengo sólo para agradecer primeramente a Dios y luego a los Cooperadores la caridad con mis huerfanitos, no 
interrumpida tampoco este año, aunque no hay quien no lamente miserias. La gratitud será eterna por mi parte, lo mismo que por la de los 
jóvenes patrocinados. Quién sabe si no será ésta la última vez que puedo encontrarme entre vosotros; pero, si Dios me llama a la eternidad, 

1 Ap. Doc. núm. 66. 

2 El mismo don Carlos Viglietti se lo contó a don Esteban Trione. Don Federico Rivière hace mención del hecho en una pequeñísima 

crónica, que está en nuestros archivos. 
383 
mi primer pensamiento, si Dios quiere recibirme con él en el cielo, será pedir a Jesús y a María y a todos los Santos, que bendigan y 

protejan a los que cooperan al bien de tantas almas. 

Expuestos sumariamente estos conceptos, bajó del púlpito. Tomó entonces la palabra el Obispo, que hizo un espléndido elogio de don 
Bosco, llamándolo santo. En la colecta se obtuvieron setencientos francos; pero, según costumbre, ((445)) hubo muchos donativos 

particulares. Don Bosco mismo pasó el cepo para recoger limosnas, diciendo: 

-Para mis pobres huerfanitos. 

Y respondía a todos: 

-Que Dios se lo pague. 

Era una escena conmovedora. 

Después de la conferencia, se formó un corro de señores alrededor de don Bosco y el conde de Villeneuve contó un prodigio, 

recientemente sucedido en su casa. Un criado suyo, con más de ochenta años, estaba casi a punto de exhalar el último aliento, cuando se le 
puso al cuello una medalla de María Auxiliadora bendecida por el Santo y quedó perfecta e instantáneamente curado. 

Una multitud de señores y señoras rodeó por largo tiempo a don Bosco y le iban presentando quién a un hijo, quién a una hija, quién al 
marido, quién al nieto, y diciendo: 

-Mire, don Bosco »lo conoce? Es el tal o la cual, lo curó o la curó usted el año pasado. 

Y él corregía: 

-No, no, lo curó María Auxiliadora... Don Bosco es un pobre cura cualquiera. 

Con fecha del día dieciocho, menciona el diario de Viglietti cuatro hechos dignos de nota. Un oficial, apenas vio a don Bosco, se echó a 
su pies y, sacando fuera una estampa de María Auxiliadora, le dijo: 

Fin de Página: 384 


VOLUMEN XVII Página: 384 

-íMire, don Bosco, quién me ha salvado de la muerte y de las heridas en la guerra de Túnez! 

Era una estampa, en cuyo dorso, antes de que él partiese para el Africa, había escrito: «Que María sea vuestra salvación en todo peligro». 

La madre del conde de Villeneuve, que se presentó poco después, creíase deudora a él de la vida. En efecto, se la podía calificar de 
milagro viviente; porque, desahuciada por los médicos y estando ya en las últimas, había vuelto de la muerte a la vida, en cuanto le 
pusieron al cuello una medalla de María Auxiliadora, regalada por el Santo. 

Recibió, además, algunas personas distinguidas, que afanosamente 
384 

recomendaban a sus oraciones un hijo del general Colombe. El joven oficial, gravemente herido ((446)) en la guerra de Tonquín, estaba a 
punto de someterse a una difícil operación; pero el padre, que se encontraba en Marsella, no conocía todavía toda la verdad. Ignoramos qué 
sucedió después. 

El día anterior una señora le había conjurado, con los ojos arrasados en lágrimas, a que rezase por su marido, que no quería cumplir el 
precepto pascual ni quería oír hablar de la Iglesia o de los sacerdotes. 
Don Bosco le dio dos medallas, una para ella y otra para su marido; pero ella, conociendo sus sentimientos, decía que no se atrevería a 
presentársela a su consorte: don Bosco insistió en que lo hiciera. La señora obedeció y volvía para decir que su marido, después de tener la 
medalla en sus manos, la contempló un rato, se la acercó a los labios, la besó, lloró, se conmovió y, aquella misma mañana, había ido a 
confesarse y recibir la comunión. 

Divulgóse la noticia de que don Bosco salía de Marsella el día veinte, lunes. La víspera quedó invadida la casa. Los pasillos, la iglesia, el 
patio estaban atestados a ciertas horas. Una circunstancia extraordinaria aumentó el entusiasmo. Mientras don Bosco se revestía para salir 
al altar, le anunciaron que había llegado en coche la señorita De Barbarin, que todo el mundo sabía estaba enferma en cama desde hacía 
cinco años. Don Bosco habíale enviado recado el sábado por la tarde para que fuera a oír su misa el día siguiente.Parecióle a la madre que 
no se debía dar importancia a aquella invitación, y no quería que se moviese. Pero la hija no le hizo caso. Al acercarse la hora, llamó a las 
camareras, se vistió, subió al coche y llegó a San León con estupor de todos. Cuando entró en la iglesia, sus conocidos no podían dar 
crédito a sus propios ojos. Asistió, casi todo el tiempo de rodillas, al santo Sacrificio, desayunó con don Bosco y después, alegre como 
unas pascuas, dio vueltas por el patio sin apoyo de ninguna clase. 

Al llegar aquí y por no repetir lo ya dicho en ocasiones análogas cederemos la palabra a Viglietti. «Me resulta ya imposible, escribe el día 
diecinueve, anotar todas las gracias extraordinarias que se dan... 
Todos los que vienen a casa tienen ((447)) alguna que contar, fruto de bendiciones recibidas los días pasados. Traen a don Bosco lisiados 
ya enderezados, sordos que ahora oyen, enfermos y moribundos que gozan de perfecta salud; pecadores que, arrepentidos, quieren o 
imploran la bendición de don Bosco. Han dejado hasta ahora trece mil liras, únicamente en limosnas menudas, a la casa. 

»En dos o tres días, los visitantes se han llevado todas las plumas, 
385 

que, a cada momento del día, me veía obligado a reponer sobre el escritorio de don Bosco; se me fueron siete docenas por lo menos. El 
bonete se lo han quitado tres o cuatro veces de la cabeza. Las sábanas, las mantas, las almohadas de la cama han sido cortadas a pedazos de 
mil maneras». 

Y, aquel mismo día, escribía el buen secretario a don Juan Bautista Lemoyne: «Me resulta imposible despachar todos los asuntos. A 
veces tengo veinte, treinta cartas, que esperan contestación; hay quince, veinte hechos que registrar; debo preparar esto o aquello para don 
Bosco; tengo que calmar a la gente, que llena la casa y quiere ver a don Bosco; he de despedir a otros, que ya fueron recibidos o no 
conviene que lo sean. »Y cómo arreglármelas para escribir al querido don Juan Bautista Lemoyne? Me es imposible registrar todas las 
gracias obtenidas por mediación de don Bosco y de María Auxiliadora. Todos los que vienen al oratorio no hacen más que contar a don 
Bosco los saludables efectos de sus bendiciones, recibidas durante los días pasados» 1. 

((448)) No hay colegio cristiano, por disciplinado que sea, donde el inimicus homo no intente arrojar su cizaña. 

En Marsella un sueño revelador puso a don Bosco sobre aviso. No encontramos registrada la fecha en que tuvo lugar, mas no por ello 
podemos dudar de su certeza, pues en los procesos existen declaraciones juradas de quien tuvo noticia directa y segura del mismo. 

Era cerca de la medianoche. Don Francisco Cerruti estaba para irse a acostar, cuando oyó un grito. Al principio creyó que se trataba de 
un sacerdote forastero que estaba algo enfermo y hospedado en la casa. Lo volvió a oír aún más fuerte a modo de alarido; poco después, 
todavía más fuerte. Indudablemente partía de la habitación de don Bosco separada de la de don Francisco Cerruti por un débil tabique y 

Fin de Página: 386 


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una puerta de comunicación. Se puso éste la sotana, fue a la puerta y, 

1 Entre los papeles de don Bosco relacionados con sus viajes a Francia, se encuentra esta memoria que parece del año 1885 y que había 
sido enviada del Oratorio de Turín: «La señora Dessernois, de Couches-les-Mines, envía veinte liras para una misa, que quiere sea 
celebrada por don Bosco el día de Pascua o antes. 

»La señora condesa de Cessac-Montesquieu, de París, pide oraciones urgentes por su marido enfermo. 
»La señorita Emilia Isnard pregunta si don Bosco pasará por Lyon. Ella vive a seis leguas de Lyon e iría a verle en esta ciudad para 
entregarle su limosna de dos mil francos. Por tanto, si don Bosco va a Lyon, haga Viglietti el favor de comunicárselo a la señorita Isnard, 
en Saint-Julien, por Brace (Rhône), diciéndole dónde podrá encontrarse con don Bosco. 
»De repente nos encontramos preocupados por falta de dinero, cuando el señor Lorenzo Busca, de Alba, por medio del exprior, caballero 

Rocca, envió la limosna de seis mil liras, encomendándose a las oraciones de don Bosco. Deo gratias et Mariae»
.
386
al abrirse, encontró a don Bosco sentado en el lecho y despierto. Entonces le preguntó con inquietud:


-Don Bosco, »se siente mal?
-No, no, respondió con tranquilidad. Está tranquilo; vete a dormir.
Por la mañana, apenas se hubo levantado, fue a visitarlo. Estaba sentado en el sofá en un estado de grandísima postración.
-Don Bosco, »ha sido usted quien ha gritado esta noche?, le preguntó don Francisco Cerruti.
-Sí, he sido yo, replicó con el rostro aún demudado.
-»Y qué le ha sucedido?
Viendo que dudaba aún, le pidió que, por favor, se lo dijese:
-He visto, le dijo muy serio, al demonio que entraba en esta casa.


Estaba en un dormitorio y pasaba de una cama a otra diciendo de vez en cuando: 
-íEste es mío! 
Yo protestaba. De pronto se precipitó sobre uno de aquellos jóvenes para llevárselo. Yo comencé a gritar y él se arrojó contra mí, como 

para estrangularme. 
Dicho esto, el siervo de Dios, conmovido y derramando lágrimas continuó: 
-Querido Cerruti, ayúdame. He venido a Francia a buscar dinero para nuestros jóvenes y para la iglesia del Sagrado Corazón, pero aquí 

existe ahora una necesidad más grave. Hay que salvar a estos ((449)) pobres jóvenes. Lo dejaré todo y pensaré en ellos. Hagamos un buen 
ejercicio de la buena muerte. 
Aquella noche el Director de la casa anunció el ejercicio de la buena muerte, añadiendo también que don Bosco confesaría a quienes lo 
deseasen. Confesó, en efecto, en su habitación, sentado en el sofá, porque la postración de fuerzas que sufría no le permitían usar la silla. 
Todo procedió tan bien que don Bosco dijo después bromeando: 
-Mira, el demonio me ha hecho perder una noche, pero ha recibido un buen estacazo. 
También don Pablo Albera, al tener noticias por don Francisco Cerruti del sueño de don Bosco, confirmó lo dicho por el Santo, 
añadiendo: 
-Don Bosco tiene razón. Hay algunos jóvenes que me hacen llorar con su mala conducta. 

Fin de Página: 387 


VOLUMEN XVII Página: 387 

Más tarde don Francisco Cerruti quiso saber de labios del Siervo de Dios, si había visto entrar al demonio en otras casas y respondió que 
sí, señalando algunas. 
387 

-Pero »los jóvenes que el demonio se quería llevar consigo, son los que no se confiesan? 

-No, respondió el Santo. Son especialmente los que se confiesan mal, los que cometen sacrilegios en las confesiones. No lo olvides: 
cuando prediques, especialmente a la juventud, insiste mucho sobre la necesidad de hacer buenas confesiones y especialmente sobre la 
contrición. 

La causa principal de los lamentados inconvenientes en el oratorio de San León parece que se puede deducir suficientemente de una 
observación, que hizo don Bosco el día dieciséis del siguiente mes de septiembre ante el Capítulo Superior. Tratábase de la admisión de 
algunos franceses a los votos, y dijo lo siguiente: 

-En Francia, es necesario facilitar la entrada en la Congregación a nuestros jóvenes, imponiéndoles la sotana hasta en el tercer curso de 
bachillerato, cuando son buenos. Necesitamos sustituir y echar de casa a toda esa basura o escoria, que hemos tenido que emplear por 
necesidad en las escuelas. Estos jovencitos harán un gran bien. 

La estancia de casi quince días hacía que don Bosco ((450)) fuese ya considerado como uno de casa, que no tuviera que marcharse; pero 
se impuso la realidad cuando, la tarde del día diecinueve, se vieron los preparativos para la salida. Una indescriptible melancolía pesaba 
sobre hermanos y muchachos. Durante las primeras horas del día veinte, hubo escenas conmovedoras. Unos lloraban, otros daban vueltas 
en torno a su habitación, otros se acercaban a él pidiendo una palabra, un recuerdo, una bendición. Pronto empezó a llegar la gente. Un 
ruido confuso llenaba el oratorio. A eso de las once, bendijo a los Salesianos reunidos en un salón y les dio como recuerdo: íAcordaos de 
que sois hermanos! 

Bendijo a los jóvenes arrodillados en el patio. Don Pablo Albera lloraba como un niño. 

Se despidió de la casa de Marsella y, a la una, estaba en Tolón. Al anochecer, Viglietti, que acababa de despachar la quincuagésima carta 
escribía otra por su cuenta a Lemoyne, comunicándole el deseo de don Bosco de que escribiese una carta en su nombre, para leérsela a los 
jóvenes, porque nadie mejor que él sabía interpretar sus sentimientos hacia ellos. «Escríbala, seguía diciendo el secretario, pero en seguida, 
corta, enjundiosa, expresando que el pensamiento de don Bosco está siempre en el Oratorio y que por las tardes, se divierte con el 
secretario pasando lista de los muchachos, de los superiores y de todos y que reza por ellos». Don Juan Bautista Lemoyne cumplió el 
encargo como él sabía hacerlo, de suerte que nadie sospechó que don 
388 

Bosco hablase por medio del intérprete 1, sino que todos creyeron que don Bosco había dictado la carta a Viglietti 2. 

La parada en Tolón no pasó de las veinticuatro horas. Celebró la misa en casa de los condes Colle y allí recibió los veinte mil francos 
prometidos. Al volver a Niza, se encontró esperándole en la estación de Cuers a los superiores, alumnos y hermanas de La Navarre, que 
habían acudido allí para saludarle. Observaban ansiosamente el paso del tren y agitaban los pañuelos; don Bosco contestaba desde la 
ventanilla ((451)) del mismo modo; apenas pudo bendecirlos y ya el tren se puso en marcha. 

Del día veintiuno al veintiocho de abril estuvo en Niza. El día veintitrés por la tarde se reunieron en la capilla los Cooperadores para oír 
su palabra; pero don Bosco estaba demasiado fatigado. Tuvieron, por consiguiente, que hacer de necesidad virtud y conformarse con la 
conferencia de monseñor Guigou, llegado expresamente de Cannes. Era él un salesiano de corazón. 

Entre los participantes, descollaba la figura marcial del general Périgo, que se había coronado de laureles en las campañas de Africa; 
disfrutaba entonces en Niza un merecido descanso. Después de la conferencia, pidió ver a don Bosco con su familia. Fue introducido y 
encontró la habitación atestada. Don Bosco estaba sentado e intercambiaba con dificultad algunas palabras, ora con uno ora con otro, hasta 
que los presentes, por no cansarlo más, pidiéronle la bendición. Todos se arrodillaron; sólo permaneció en pie el viejo soldado. Don Bosco 
se levantó lenta y dignamente y comenzó a recitar la fórmula. Ante aquellas palabras, dichas con gran dulzura y unción, ante el espectáculo 
de don Bosco en pie en medio de aquella gente arrodillada, el altivo soldado se emocionó, cayó a plomo de rodillas y se portó en todo 
como los demás. Al salir decía: 

-»Quién se podría resistir ante este espectáculo? He endurecido mi corazón en los campos de batalla, pero no lo he acostumbrado a 
resistir semejantes escenas. 

También él había recibido con gozo una estampa de María Auxiliadora y obtenido que don Bosco, como recuerdo de aquel día, escribiese 
al dorso alguna palabra de su puño y letra. 

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VOLUMEN XVII Página: 389 

El desfile de las personalidades más destacadas no le permitía descansar. Llegó de Cannes para verlo y hablarle un riquísimo señor, el 
Duque de Vallombrosa. «Nunca había visto, escribe nuestro cronista, 

1 Véase Ap. Doc. núm. 67. 

2 Carta de Viglietti a don Juan Bautista Lemoyne, Alassio, 29 de abril de 1885. 
389 

un hombre tan alto y tan bien proporcionado como él. Es guapo y no mide menos de dos metros de altura; es un verdadero gigante de los 
tiempos de Homero». 

El día veintisiete quiso darse un solemne banquete en honor de don Bosco en la sede del Círculo Católico. Acudió a él con ((452)) don 
José Ronchail, don Pedro Perrot y Carlos Viglietti. Había más de treinta convidados, de lo más escogido de la nobleza y presidentes de 
otras asociaciones parecidas en Lyon, Marsella, Menton y Cannes. Como la salud y el tiempo no lo permitían aceptar invitaciones 
particulares, le convencieron para contentar de esta manera a todos. Hubo varios brindis muy expansivos 1. 

Después de la comida, se retiró a una quinta cercana para descansar, mas sin resultado; porque, sabido su refugio, en seguida lo tomaron 
como por asalto sin compasión. El secretario, después de aguantar con paciencia un rato, les hizo entender que don Bosco necesitaba 
reposo. Ante su resuelta actitud, todos desalojaron la sala; después los señores de la quinta llevaron a Viglietti a otro apartamento. Y, en 
cuanto éste estuvo lejos, comenzó de nuevo el desfile, hasta que, llegada la hora del acto académico preparado para él por los socios del 
Círculo, se dejó acompañar. Volvió a encontrarse en medio de un gran número de señores y señoras de la más encopetada sociedad. 

Oradores y poetas le saludaron como ángel del siglo y san Vicente de Paúl redivivo. Al fin, servidos los refrescos y hecha una colecta, 
don Bosco, después de bendecir al público reunido, se encaminó lentamente a pie hacia casa. Estaba cansado a más no poder. 

Fue aquélla, en cierto modo, una fiesta de despedida de Francia, puesto que, a primera hora de la tarde del día veintiocho, salió para 
Alassio. Al llegar allí e ir a pie, de la estación al colegio, veía el edificio iluminado y oía los vítores de los muchachos. Allí asistió a la 
distribución de premios a los alumnos que se habían distinguido en los exámenes semestrales, reunió a los Cooperadores y escribió una 
carta al cardenal Alimonda. En Alassio, todo le recordaba al que había sido Obispo de Albenga, el cual, conmovido por el cortés recuerdo, 
le contestó inmediatamente, diciendo que ansiaba volver a verle y abrazarle fraternalmente y que le saludaba, mientras tanto, con 
«veneración y aprecio» 2. 

Comenzaba el mes de María y algunas gracias extraordinarias, 

1 El señor Beaulieu, presidente, recordó con agradecimiento la hospitalidad concedida por don Bosco en su casa al incipiente Círculo 
(Ap. Doc. núm. 68 y volumen XIII, pág. 113). 

2 Ap. Doc. núm. 69. 
390 

((453)) que se comunicaron a los muchachos, enardecieron su piedad hacia María Auxiliadora. El primer día presentaron a don Bosco un 
niño de cinco años, llamado Ernesto María Demaistre, de Diano Marina, víctima de congestión cerebral y con medio cuerpo paralizado; al 
recibir la bendición del Santo, el enfermito curó instantáneamente. Poco después bendijo a un hermano suyo de nueve años, que no podía 
articular palabra, y se desató su lengua. Una tal Airoldi, joven de quince años de Alassio, estaba imposibilitada para caminar desde 
pequeñita; sus padres fueron a pedir una bendición especial para ella y, aquel mismo día, se supo que caminaba y gozaba de perfecta salud 

1. 
El dos de mayo por la mañana, emprendió viaje para Varazze. Afortunadamente don Francisco Cerruti se había adelantado a la estación, 
cuyo jefe, siempre complaciente con don Bosco, al ver que tardaba en llegar, hizo esperar al tren. Causaba gracia verle apresurar el paso 
por el camino, con insólita agilidad. Bromeando decía: 

-Corre, Viglietti, »Qué haces ahí? íEa, corre! Vete a buscarme un coche de alquiler en la plaza de «La Consolata». Allí los hay siempre. 

En la estación, dio las gracias al jefe, tomó asiento y partió el tren. 

En Varazze no paró más que el tiempo necesario para comer con alguna comodidad y, después, siguió viaje a Sampierdarena. Describir 

Fin de Página: 391 


VOLUMEN XVII Página: 391 

cómo fue sitiado en seguida al día siguiente por una multitud de visitantes, sería repetir lo que los lectores pueden fácilmente imaginar. No 
faltó la buena señora Ghiglini. Aguardaban allí a don Bosco muchas cartas, entre las cuales la ya mencionada del cardenal Alimonda, una 
de monseñor Cagliero con las esperadas noticias de los Misioneros y otra de la princesa ((454)) Doria Solms, que, encarecidamente, 
aunque en balde esta vez, le invitaba a acercarse a Pegli 2. Pudo, en cambio, ir a Sestri Ponente con Viglietti a casa de la señora Luisa 
Parodi. Esta caritativa señora, casi ciega, llevaba una vida solitaria en su chalet, donde no recibía nunca a nadie; mas, para don Bosco, a 

1 Don Bosco tomó nota de los tres hechos, como lo vemos por el siguiente autógrafo: «Ernesto María Demaistre, de Diano Marina, 
congestión cerebral y paralítico de una parte. Recibió la bendición de María Auxiliadora y está perfectamente curado, 1 de mayo de 1885. 
De cinco años. 

»José Demaistre, hermano del otro, no podía articular palabra. Como el otro (es decir, fue bendecido). Ahora, perfectamente curado, está 
en Savona, sin dolencias. Nueve años. 

»Airoldi hija, una Americana, no había podido caminar hasta los quince años. Bendecida, etc. Ahora camina perfectamente. Reside en 
Alassio». 

2 Ap. Doc. núm. 70. Prima del Emperador Guillermo II, era católica y su marido era protestante, el cual le había permitido educar en el 
catolicismo sólo a las hijas, mientras los hijos tenían que seguir la religión del padre. Véase más atrás, pág. 152. 
391 

quien profesaba suma veneración, solía decir que siempre estaban abiertas las puertas. 

La noticia de su llegada a Sampierdarena fue divulgada por los dos periódicos católicos genoveses, el Cittadino y el Eco d'Italia; por eso, 
no tenía fin la afluencia al hospicio. Acudió también el capitán Bove, gran admirador del Santo. Hoy día sólo los estudiosos conocen a este 
atrevido explorador, pero entonces se hablaba muchísimo de él. Había nacido en Marenzana, provincia de Alessandria, y, después de 
renunciar a su cargo en la marina real, dirigía en Génova una compañía de navegación. Sus primeros viajes de explorador databan del año 
1878, cuando dio la vuelta a los mares árticos sobre el barco Vega, en compañía del célebre Nordenskiöld. Intentó, a continuación, la 
exploración de las regiones polares antárticas, mas, por falta de medios, fracasó la empresa. En cambio, visitó diligentemente Patagonia y 
Tierra del Fuego; después recorrió aguas arriba el gran río Paraná hasta el interior del territorio de Misiones. Ante aquellas ilimitadas 
extensiones de tierras deshabitadas, concibió también, lo mismo que don Bosco, el plan de establecer en ellas una colonia italiana; pero no 
pudo encontrar en Italia los capitales necesarios. Mientras tanto se había constituido el estado libre del Congo y el Ministerio envió al 
capitán Bove para ver si era posible establecer allí una colonia; mas le pareció demasiado estéril la región del bajo Congo y juzgó 
prematura cualquier tentativa en el alto Congo. Entonces volvió más resueltamente a la idea primera de hacerlo en Argentina. Surgiéronle 
en contra muchas dificultades. Parece que la imposibilidad de vencerlas trastornó su cabeza hasta arrastrarle al suicidio en 1887. Sólo así 
nos explicamos ((455)) esta catástrofe final; porque él, además de ser hombre de coraje inquebrantable, era hombre de fe, la cual entraba 
también en abundante proporción en su devoción a don Bosco. 

Dos hechos estraordinarios sucedieron durante su estancia en San Cayetano. El primero lo recuerda Viglietti en su diario. Dos mujeres 
llevaron a don Bosco una enferma, la cual recibió su bendición y exclamó: 

-Estoy curada; quiero ir a casa por mi propio pie. 

-Te volveremos a llevar nosotras, contestaron aquéllas, que no podían sospechar un cambio tan radical. 

-No, de ningún modo; quiero ir por mí misma. íMaría Auxiliadora me ha curado! 

Varias personas, entre las cuales el señor Bellagamba, amigo de casa, aseguraron después haberla visto caminando sin dificultad, 
llamando la conmovida atención de cuantos la conocían. 
392 

También la señora Ana Chiesa sintióse inspirada para llevar a su hija Sabina, de quince años, que, después de una pulmonía, había 
quedado siempre enfermiza, y no se encontraba remedio alguno para reponerla; antes, al contrario, todo hacía temer que degeneraría en 
tuberculosis. Don Bosco la recibió amablemente y dijo sin más que le recetaría una medicina eficaz. La madre se figuraba quién sabe qué 
medicamento; en cambio, prescribió a la muchacha que rezara cada día, durante todo el mes de mayo, siete Avemarías a la Virgen 
Auxiliadora. El efecto obtenido fue realmente admirable; la enferma se recuperó tan plenamente que, trece años después, atestiguaba la 
madre que su hija, llegada a ser madre también, seguía disfrutando de perfecta salud. 

El diario menciona también a dos señoras, Carlota Odero y Mary Bellagamba, para decir que, aquejadas de una enfermedad en el pasado 

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y habiéndose encomendado a las oraciones de don Bosco, volvían ahora satisfechas a darle las gracias, reconociéndose deudoras a él por la 
salud recobrada. 

El, que había recibido de Dios en tan gran medida gratias curationum, ((456)) el don de curar a los demás, llevaba con resignación a la 
voluntad de Dios la pesada cruz de sus crecientes achaques; sin embargo, dispuso la Providencia que, al término del viaje, se sintiese 
menos agobiado, de suerte que, al partir de Sampierdarena y llegar a Valdocco, pudo producir con su semblante en el ánimo de sus hijos 
una impresión que no fuera de desaliento. 

Así, pues, acompañado del antiguo secretario don Joaquín Berto, que había salido a su encuentro, y del novel secretario Viglietti, se 
encaminó, la tarde del día seis de mayo, hacia Turín. Llegó al Oratorio cuando la comunidad estaba en la iglesia para la bendición y fue él 
mismo a darla. Después, escribe el cronista, «fue recibido por todos los muchachos, que lanzaban jubilosos vítores al padre que volvía a 
ellos, mientras atravesaba el patio, espléndidamente iluminado y adornado con oportunas inscripciones». El afecto hacía que se diese un 
valor particular a circunstancias fortuitas. Así, otra crónica nos informa que, una hora antes de la llegada de don Bosco, mientras se estaba 
adornando el patio, un ruiseñor posado en un árbol llenaba el aire con sus alegres gorjeos, y todos los que lo oyeron, lo aclamaron como 
mensajero e intérprete de la próxima común alegría 1. 

1 El poeta de ocasión dedicó al pájaro canoro estas dos estrofas de su himno «Ha vuelto don Bosco». 

Mas en la noche, con divino encanto, 
un ruiseñor cantaba entre los ramos, 
393 

Monseñor Cagliero, en una carta no llegada todavía a destino, pero escrita el día cinco de mayo y enviada desde Buenos Aires, decía a 
don José Lazzero: «Nuestro querido don Bosco estará ciertamente de regreso de Francia cargado con rico y santo botín, pero herido en su 
salud, rendido de cansancio como los ((457)) grandes compañeros de armas de Jesucristo. íAh!, que el Señor y María Auxiliadora nuestra 
buena Madre nos lo conserven ad multos, sí, ad multos annos. íY, en cuanto a quererlo, ciertamente, no nos dejaremos vencer por vosotros 
el corazón trabaja mucho más que la pluma! Os desafiamos a que le queráis más que nosotros». Esta porfía de afecto filial, a la que, el 
correr de los años y el sobrevenir de los afanes, no quitaba nada de su ingenua vivacidad a los hijos, perduró a la muerte del Padre en 
aquellos que él alimentó con su pan y nutrió con su fe. 

como anunciando el fin de nuestro llanto,
pues los hijos de Adán, al fin, lloramos.
Parecía decir en sus acentos:
«íYa está aquí vuestro Padre, estad contentos!
»


Y, al escuchar su voz tan armoniosa, 
sentimos el placer con maravilla. 
»Qué nos dirá su anunciación preciosa? 
íY el llanto resbalaba en la mejilla! 
Que hemos oído y visto al ruiseñor, 
de plumas tan florido embajador. 
394 
((458)) 

CAPITULO XVII 

EN EL ORATORIO, DESDE EL ORATORIO
Y PARA EL ORATORIO. ESTANCIA EN MATHI


CAUSABA gran lástima en el Oratorio, sobre todo a los más ancianos, ver caminar a don Bosco encorvado de forma tal que, sin un apoyo, 
hubiera caído. La noche del día treinta y uno de diciembre, mientras daba el aguinaldo para 1885 a los muchachos del Oratorio reunidos en 
la iglesia de María Auxiliadora, un extremado cansancio de la mente le impedía a veces acabar la frase; al terminar, después de invitar a los 
presentes a rezar juntos un padrenuestro, avemaría y gloria por aquél de los de casa que moriría primero, no rezó más que una avemaría. 
Era tal la postración de sus fuerzas que necesitaba el auxilio de fuertes brazos para cualquier movimiento. Le pesaba mucho molestar de 
esta manera a sus hijos, cuyo celo, por otra parte, no estaba exento de inconvenientes. Algunos, en su afán de querer ayudarle, le 

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proporcionaban con su inexperiencia más estorbo y molestia que apoyo. Quien, por ejemplo, lo ayudaba a caminar, tenía que levantar su 
propio brazo, de modo que él, agarrándose con sus manos a la suya, pudiese mantener derecho el cuerpo y encontrar en su ayudante 
resistencia para apoyarse en él con plena seguridad. Por consiguiente, sucedía que los menos prácticos, en vez de ayudarle a moverse, lo 
arrastraban y le hacían daño. Precisamente como uno se diera cuenta de que le había hecho sufrir y le pidiera apresuradamente perdón, 
((459)) contestó él: 

-íNo te apures, porque la pieza más gruesa queda siempre pegada! 

Otra vez le salió un molesto divieso en el sobaco derecho y sucedió que, cuando ya comenzaba la curación, un hermano quiso ayudarle a 
bajar las escaleras y puso tan desgarbadamente la mano sobre la llaga que ésta se abrió de nuevo, causándole un gran dolor; después de 
poco tiempo, se repitió el mismo caso en idénticas circunstancias y con los mismos efectos. Ambas veces dijo sonriendo: 

-Tengo yo la culpa por permitir que me saliese el divieso en castigo de mis pecados. 
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En aquel estado, que continuamente le obligaba a necesitar el valimiento ajeno, actuaba como un verdadero hijo de obediencia. Si en la 
mesa se le preguntaba: 

-Don Bosco, »quiere esto, quiere aquello? 

-Dadme lo que queráis, contestaba. Mientras tenga los dientes bastante fuertes, como de todo. 

-Don Bosco, »vamos a tal sitio o a tal otro?, preguntábale el que le acompañaba de paseo. 

-Yo voy adonde me llevéis, era su invariable respuesta. 

-Pero este sitio no es bonito, se le observaba a veces; »no sería mejor ir allí? 

-Vamos allí, decía enseguida y volvía sobre sus pasos. 

Sufría al pensar en el gran trabajo que podía hacer en años anteriores, mientras entonces no le valían las fuerzas ni la vista para hacer la 
vigésima parte. 

Había días, recordaba a veces melancólicamente, que escribía más de cien cartas. 

En efecto, su correspondencia epistolar era algo fenomenal. Un motivo de la misma era que, con ella, lograba los medios para sostener 
sus obras; por eso, no olvidaba el día onomástico u otros aniversarios de sus bienhechores. Sin embargo, entonces suplía la Providencia a 
sus consabidas industrias; baste decir que sólo en veinte días, del siete al veintisiete de mayo, le llegaron por carta ((460)) hasta setenta mil 
liras de limosna que no estaban previstas ni eran previsibles 1. 

No disminuía, sin embargo, su actividad mental, aunque también ésta le cansaba bastante por causa de la edad. «El buen don Bosco 
realmente ha envejecido, leíase en un semanario toscano 2; pero su mente se mantiene siempre serena, y habla con aquella jovialidad tan 
amable y preciosa que recuerda a su ejemplar san Felipe Neri». Pero su jovialidad no se parecía completamente a la del Apóstol de Roma. 
Un día en una conversación familiar llegó a decir que él había sido siempre de índole y carácter muy serio desde niño y que, incluso en 
medio de las cosas ridículas que hacía o decía, nunca se reía a carcajadas 3. 

Obligado a estar solo e inactivo, meditaba sus proyectos. Y no se limitaba a cosas de una próxima actuación, sino que se adelantaba 

1 Diario de C. Viglietti, 27 de mayo de 1885. 

2 El Amigo del pueblo, de Prato, 4 de julio de 1885. 

3 Diario de C. Viglietti, 25 de junio de 1885. Impresiona, a los que lo miran, la seriedad de su rostro en un retrato de cuando era joven 
sacerdote, expuesto hoy en sus habitaciones. 
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también con el pensamiento a posibilidades incluso remotas. Así discurría cómo celebrar el tercer septenario de la consagración de la 
iglesia de María Auxiliadora, de lo que conversó varias veces con Lemoyne, aunque en 1885 faltaran todavía cuatro años para aquella 

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fecha. Quería que se celebrase con la mayor solemnidad y con extraordinario concurso de fieles; es más, estaba ya pensando en pedir, para 
aquella ocasión, billetes de ferrocarril reducidos, a fin de que los devotos se sintieran atraídos a la peregrinación. Ya había hecho el intento 
de obtener una rebaja excepcional sólo para los alumnos de sus colegios con ocasión del primer septenario 1. No se le concedió lo que 
pedía; pero aquella negativa no le acobardaba, y, por eso, acariciaba esta otra instancia de alcance mucho mayor. 

Pero es obvio suponer que más a menudo su actividad mental ((461)) tenía por objeto la marcha y los asuntos de la Congregación. Un 
día, por ejemplo, conversando con Lemoyne y Viglietti 2, decía, a la manera de quien expone ordenadamente el resultado de anteriores 
reflexiones, qué reglas había que seguir para responder a los muchachos del Oratorio, que pidieran consejo en torno a su vocación. 

«Cuando los jóvenes, dijo, piden consejo sobre su vocación, hay que observar en las respuestas las reglas siguientes: -1.° Si se llega a 
saber que faltan a la bella virtud, no se les aconseje nunca que se hagan Salesianos. -2.° Si faltaron a la moralidad con otros y quieren ir al 
Seminario, déseles solamente el certificado de estudios. Si llegados a casa, piden el certificado de buena conducta, no se les conteste. -3.° 
Prudencia en aconsejar a los jóvenes que se hagan Salesianos, por las oposiciones continuas que hacen los Obispos, los párrocos, los 
padres. Ellos dirán en seguida: Es don Bosco quien te lo ha metido en la cabeza. Por tanto, cuando el joven pregunta, hágase de modo que 
él mismo se dé la respuesta. Es el camino más expedito, porque un examen de la vocación trae objeciones, respuestas, preguntas y el joven 
está dispuesto a llevar la contraria, especialmente si los padres lo quieren a su lado. 

»Así pues, pregúntese sencillamente: 

»-Dime, »eres mejor en tu casa o eres mejor aquí? 

»Si el joven contesta que era mejor en su casa, pregúntesele por 

1 El original de la súplica, inédita hasta hoy, no lleva fecha; pero don Joaquín Berto lo transcribe junto con documentos de este género, 
posteriores al 1875 y antes del 1876. Los muchachos ya tenían rebaja del cincuenta por ciento; él pedía entonces el setenta y cinco por 
ciento (Ap. Doc. núm. 71). 

2 Diario de C. Viglietti, 27 de mayo de 1885. 
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qué. Contestará que aquí encontró compañeros, leyó libros, etc. Dígasele entonces: 

»-Si quieres ir al Seminario, vete a casa pero aconséjate con persona prudente. Si contesta, como en general lo hacen, que es mejor aquí, 
replíquesele: 

»-»Crees que podrás mantenerte bueno fuera, como lo eres aquí? Decide tú mismo lo mejor para ti, yo no te digo más. »Dónde has 
encontrado la salud del alma? Así el joven se dará a sí mismo la respuesta y, en casa, podrá decir con razón: don Bosco no me ha sugerido 
hacerme Salesiano; soy yo el que elijo». 

((462)) Alguien, al verle ocupado en mil pensamientos, le dijo: 

-Usted, don Bosco, ítiene mil asuntos en que pensar! »Cómo puede llegar a todo? A la fuerza tendrá que abandonar pronto ciertas 
bagatelas. 

Contestó humildemente: 

-íNo sólo abandono las bagatelas! íTemo olvidar lo más importante de todo, lo único necesario, la salvación de mi alma! 

Fue una doble lección para quien le había hecho la pregunta. 

Tras su regreso de Francia, no había podido bajar a la iglesia de María Auxiliadora a celebrar la misa; pero, el día veinticuatro de mayo 
por la mañana, no la quiso celebrar en el altar que tenía guardado en un armario junto a su habitación. Aquel año coincidía el día 
veinticuatro de mayo con la solemnidad de Pentecostés, por lo que la fiesta de la Virgen había sido trasladada al dos de junio. El Santo, 
pues, apareció como de costumbre en el altar de san Pedro, a cuyo alrededor se colocó muy pronto una multitud de devotos. 

Eran innumerables las personas de Italia y del extranjero que acudían a don Bosco para recibir consuelo en sus penas, consejo en sus 
dudas, auxilio de oraciones en sus enfermedades. Aquel año el superior de una comunidad religiosa de Caen (Francia-Normandía) le envió 
una pobre señorita, atormentada desde hacía varios años por duras pruebas espirituales. «En mis cuarenta años de sacerdote, escribía aquél, 

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nunca encontré una persona tan dolorosamente probada, mas, a pesar de todo, siempre tan resignada a la voluntad de Dios para su gloria y 
para la salvación de su alma. Durante toda su vida, ha sido tan fiel a Dios que nunca ha perdido, según creo, la inocencia bautismal» 1. 
Parecía que el espíritu del mal la atormentaba, especialmente impidiéndole asistir a funciones religiosas o practicar ejercicios devotos; 

1 Para esta misma persona escribió también entonces a don Bosco una carta el párroco de Saint-Gilles (Ap. Doc. núm. 72 A-B). 
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en el curso de estos años, hacíale prorrumpir en blasfemias contra el Señor. Asistió el día cuatro de junio por la mañana a la misa de don 
Bosco, y se sintió desde el introito perfectamente libre y sana. Después de recibir la comunión, se quedó largo rato en oración ante ((463)) 
el altarcito de la Virgen en la habitación contigua a la capilla, mientras otras señoras, que la habían acompañado desde Francia, esperaban 
para poder hablar con don Bosco. Rezaba con mucha devoción y, diríase, con la avidez de quien goza de algo ansiado en vano por largo 
tiempo y no se alteró en absoluto en medio de las molestias. De entonces en adelante, se encontró siempre perfectamente 1. 

Nadie esperaba que don Bosco lograse hacer oír su voz de nuevo en la conferencia a los Cooperadores y a las Cooperadoras; por eso, 
resultó muy agradable la sorpresa general cuando se asomó al púlpito ante el numeroso auditorio. Su circular de invitación decía: «Dos 
motivos especiales tenemos este año para esta reunión y para celebrar mañana con gran fervor y devoción la fiesta de María Auxiliadora, y 
éstos son: la acción de gracias y la gratitud que debemos a la Augusta Reina del Cielo, por habernos liberado el año pasado del cólera, y la 
necesidad de que nos preserve todavía en el año que corre, si por divina disposición reapareciese el terrible mal en nuestras tierras». La 
reunión, que también este año fue única, se tuvo la víspera de la fiesta en la iglesia de María Auxiliadora. El discurso del Santo nos ha sido 
transmitido de la forma siguiente: 

Me presento a vosotros, respetables señores Cooperadores y señoras Cooperadoras, no para haceros un largo razonamiento que no 
resistirían mis débiles fuerzas, sino para exponeros brevemente algunas cosas, que me parece necesario sepáis. Y ante todo, »qué quiere 
decir ser Cooperador Salesiano? Ser Cooperador Salesiano quiere decir concurrir junto con otros al sostenimiento de una obra fundada 
bajo los auspicios de san Francisco de Sales, la cual tiene por fin ayudar a la santa Iglesia en sus más urgentes necesidades. De este modo, 
se concurre a promover una obra sumamente recomendada por el Padre Santo, porque prepara los jovencitos a la virtud, al camino del 
santuario. Tiene ésta como fin principal instruir a la juventud, que, hoy en día, se ha convertido en blanco de los malos, y promover en 
medio del mundo, en los colegios, en los hospicios, en los oratorios festivos, en las familias, el amor a la religión, las buenas costumbres, 
la oración, la frecuencia de los Sacramentos y otras cosas. 

((464)) Preguntaréis muchas cosas. Preguntaréis, por ejemplo, si las obras, en las que tomáis parte con vuestra beneficencia, aumentan o 
disminuyen. Alegrémonos en el Señor, beneméritos Cooperadores, porque nuestras obras toman cada día mayores 

1 Habla de ella también el Boletín francés de julio en su primer artículo. Parece que la agraciada se llamaba Leodegaria. San Léger o 
Legerio es un mártir, que fue obispo de Autun (Saône-et-Loire, Francia). 
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proporciones. Las casas, las iglesias, los muchachos recogidos se multiplican de día en día. De todas partes nos llaman para nuevas 
fundaciones, para albergar muchachos que vagabundean por calles y plazas con peligro de perder la fe y la moralidad, y en camino del 
deshonor y de la cárcel. Por este consolador aumento y progreso de buenas obras, sean dadas ante todo alabanzas al Señor y, después, a 
vosotros, caritativos señores y señoras. Sí, de vosotros depende también la salud del cuerpo y del alma de tantos muchachos y muchachas. 
En vuestras manos está su suerte temporal y eterna. 

Pero nuestra institución toma proporciones gigantescas en Patagonia, adonde acaba de ir monseñor Juan Cagliero. En todas partes hay 
trabajo, hay escuelas, asilos, iglesias; y después de lo que se ha hecho, se ha trabajado, se ha provisto, hay que comenzar de nuevo, porque 
las peticiones y las tareas aumentan cada día. Os baste saber que, si tuviésemos dos mil misioneros a nuestra disposición, los podríamos 
emplear a todos; si tuviésemos dos mil iglesias, podríamos llenarlas todas de fieles y aumentar así el número de los elegidos. Monseñor 
Cagliero, rodeado de tanta mies, escribe desde allí y exclama: íEuropeos, vosotros que estáis en la flor del catolicismo, venid aquí y veréis. 
Veréis una inmensa multitud de personas, que os sigue, que os pide caridad, no la caridad del dinero o del pan, sino la caridad espiritual, 
esto es, instrucción, religión, civilización, la salud del alma. 

Pero »en qué obras se os invita a participar especialmente a fin de ser buenos Cooperadores y buenas Cooperadoras? Os diré que son 
muchas las casas que se deberían abrir y que, a pesar nuestro, no podemos hacerlo por falta de medios. Actualmente absorben gran parte de 
nuestros cuidados la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma y el hospicio, que se levantará a su lado para dar albergue a varios 
centenares de muchachos pobres de la ciudad. Esta obra reclama precisamente vuestra caridad, beneméritos Cooperadores y Cooperadoras, 

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y el Santo Padre León XIII, por mi medio, os la recomienda encarecidamente. Además de ésta, están las muchas casas que tenemos en 
Liguria, en las regiones del Véneto, de la Romaña, en Sicilia y en esta nuestra tierra, están las obras de ampliación que necesita cada una de 
estas casas. »Y qué os diré de las casas de Francia, España y América? Recibo noticias consoladoras de allí y, entre éstas, la de que en 
Brasil se va a abrir una casa en Sao Paulo para recibir en ella a muchos pobres muchachos abandonados. Todas estas obras, próximas y 
lejanas, reclaman para sostenerse el auxilio de vuestra caridad. 

Hay otra obra que también atrae al presente nuestra atención, es la casa de París. En la gran capital de Francia, que casi cuenta ((465)) 
tres millones de habitantes, hay una enorme cantidad de jóvenes, que vagabundean por calles y plazas con peligro de perderse; es, pues, un 
campo inmenso, donde puede ejercerse la caridad. Con la ayuda de Dios, aquella casa salvará a miles de jóvenes de la perdición y enjugará 
las lágrimas de muchos padres, que ya no saben a qué medio recurrir para alejar a sus hijos del camino del vicio y encauzarlos por el de la 
virtud. 

En todas nuestras casas, además, hubo este año un extraordinario aumento de peticiones para ingresar. En una sola de ellas, hecho el 
recuento de todas, »sabéis a cuántas llegan? Hasta cinco mil, hubo que contestar con nuestro gran pesar: Ya no hay plaza. íCuánto mayor 
bien podríamos hacer si fundásemos nuevas casas, si pudiésemos tener los medios con que proporcionar alimento y vestido a tantos 
jóvenes desamparados! íCuántos buenos hijos, cuántos padres cristianos y honrados, cuántos ciudadanos mejores podríamos dar a las 
familias, a la Iglesia, a la sociedad! 

Me doy cuenta de que ya no puedo hablaros más tiempo; por tanto concluyo diciendo: convenceos, la mies es mucha, y vuestra obra, 
vuestra caridad, vuestro 
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óbolo no sólo es útil, sino necesario. Ayudadnos, pues, en la medida de vuestras posibilidades. Además de la recompensa del Cielo, 
tendréis también en esta tierra la satisfacción de cooperar al aumento de la religión, al bienestar de las familias, de la sociedad. Muchos 
muchachos y muchas niñas alabarán y bendecirán a Dios gracias a vosotros y, por el contrario, lo maldecirían en la vida, para odiarlo en la 
eternidad junto con los demonios. En estos tiempos, los malos trabajan para propagar la impiedad y la inmoralidad y quieren corromper 
especialmente a la incauta juventud con organizaciones, con la prensa, con reuniones, cuyo fin es más o menos abiertamente apartarla de la 
religión, de la Iglesia, de la sana moral. Pues bien, esfuércense los Cooperadores Salesianos y las Cooperadoras para oponerse a estos 
atentados. »Cómo? Propaguen buenas doctrinas, libros, grabados, sociedades católicas, catequesis y cosas parecidas. 

Otra cosa más os recomiendo. Rezad los unos por los otros. Por mi parte, cada día os recuerdo en la santa misa y rezan también por 
vosotros nuestros muchachos. Vosotros les dais un poco de pan material para sostener su vida; y ellos os dan el pan espiritual de sus 
oraciones. Tal vez vosotros no podáis rezar mucho. Pues bien, estos muchachos, los Salesianos, las Hermanas de María Auxiliadora 
rezarán por vosotros, y obtendrán del cielo las gracias que necesitáis. Por otra parte, muchos Cooperadores y Cooperadoras son llamados 
cada año a la eternidad, y nosotros unimos nuestras oraciones a las vuestras en sufragio de sus almas. Lo que hacemos ahora por los demás 
tal vez el próximo año necesitaremos que otros lo hagan por nosotros. 

Por último, mis buenos Cooperadores y Cooperadoras, esforcémonos por hacer todo el bien posible para nosotros y para los demás, a fin 
de que María Auxiliadora pueda alegrarse al ver subir por nuestra mediación muchas almas ((466)) al cielo. Cuando estéis en el paraíso, 
con qué entusiasmo exclamaréis cada uno de vosotros: Bendito el día en que ingresé en los Cooperadores y Cooperadoras de San Francisco 
de Sales, porque cada acto de caridad que hice en favor de esta obra, fue como el anillo de una cadena de gracias, por medio de la cual he 
podido subir a este lugar de consuelo y de gozo. 

Cuando volvió don Bosco a la sacristía, después de la conferencia, le aguardaba allí mucha gente para pedirle la bendición. Entre la 
multitud, vio a una mujer con un muchacho, que llevaba los ojos vendados, y, después de mandarle que se acercase, le preguntó qué 
enfermedad tenía el muchacho. Eran madre e hijo y habían ido desde Poirino. 

El muchacho se llamaba Juan Penasio, tenía ocho años y hacía veinte meses que padecía tal inflamación de los ojos que debía estar 
siempre en las obscuridad. Dos especialistas muy renombrados, los doctores Sperino y Peschel, consultados ya varias veces, le habían 
visitado también aquel mismo día y habían dictaminado que el único remedio era extirpar el bulbo del ojo izquierdo para salvar el derecho. 
La buena mujer, consternada, lo llevaba allí para que don Bosco lo bendijera. 

El Santo lo bendijo y aceptó la limosna para una Misa, prometiendo que rezaría por el enfermo. 
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Volvieron a casa, y aquella misma tarde comenzó el hijo a sentirse mejor. A la mañana siguiente abrió los ojos y, al ver la luz del sol, 
llamó, embargado de júbilo, a la madre, gritando que estaba totalmente curado. Acudieron los parientes, corrieron los vecinos y todos 

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comprobaron la curación realizada. Inmediatamente todo el pueblo, donde se conocía perfectamente el estado del muchacho, pudo 
confirmar, con general admiración, la realidad del prodigio. Desde entonces, el muchacho gozó siempre de óptima vista, tanto que fue 
admitido como empleado en la tipografía de los hermanos Canónico en Turín. 

La alegre solemnidad, aunque trasladada y celebrada en un día laborable, superó a los años anteriores por afluencia de fieles. Don Bosco 
había recomendado que se hiciera todo lo posible ((467)) para que la fiesta resultase espléndida 1. La Unità Cattolica del día cuatro de 
junio decía, entre otras cosas, en un largo artículo: «El venerando don Bosco, aunque delicado de salud, quiso bajar de sus habitaciones y 
celebrar la santa misa en el altar de la Virgen. Los buenos Salesianos querían ahorrar a su Padre la grave molestia, pero don Juan, que 
quiere tanto a María Auxiliadora y que lo espera todo de su patrocinio, quiso también festejarla. Y su presencia aumentó la fiesta. Los 
turineses se agolparon en la sacristía y por los pasillos para besar la mano a don Bosco. Era un espectáculo conmovedor». 

Acompañaron a don Bosco en la comida, preparada en la sala magna de la biblioteca, el cardenal Alimonda, los obispos Pampirio de 
Alba y Valfré de Cúneo, algunos nobles señores y señoras de Francia y numerosos sacerdotes del clero turinés. Su Eminencia dirigió al fin 
del banquete unas breves y preciosas palabras al Siervo de Dios. Escribía el citado periódico: «Hubo brindis, se leyeron poesías, en una 
palabra fue un día de fiesta y regocijo para todos, pero especialmente para el venerabilísimo don Bosco, que necesita estos consuelos». 

No era una ligera ocupación presidir las reuniones capitulares, en las que tomaba parte activa, como ya hemos visto y veremos más 
todavía. En la sesión del día cinco de junio, con sorpresa de todos, presentó una memoria escrita por él, con seis normas a seguir en 
adelante para la fiesta de María Auxiliadora y mandó leerla. Su contenido era el siguiente: « 1.° No más alfombras y tapices que los 
pertenecientes a la misma iglesia. -2.° Ver la manera de que el número de músicos externos se reduzca a los estrictamente necesarios; por 
consiguiente, 

1 Carta de don José Lazzero a monseñor Cagliero, Turín, 26 de mayo de 1885. 
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canto sencillo acompañado por el órgano 1. -3.° Tocante a la comida, limitarse concienzudamente a las deliberaciones capitulares. -4.° Los 
objetos de escritorio, despáchense en las oficinas correspondientes, y no en los llamados banchini (tiendecillas) donde suelen lamentarse 
((468)) verdaderos inconvenientes y, a veces, desórdenes 2. -5.° Si la necesidad pide colocar alguna tienda, confíese a alguno de honradez 
y fidelidad conocida; las más de las veces, no son conocidos los hurtos que se cometen en tales días de fiesta. -6.° Máxima vigilancia para 
que los alumnos internos no puedan alternar libremente con los externos». El Capítulo juzgó que el primer punto sobre alfombras y tapices 
era de difícil cumplimiento, pero don Bosco dijo tajantemente: 

-Tocante a esto, véase lo que fuere mejor; pero ésta es mi opinión. 

Los muchachos, que no le veían más que algunas veces y de paso, seguían siendo objeto de sus paternales solicitudes. Un día hizo 
anunciar que conocía sus conciencias y que todos los que quisiesen aprovechar la ocasión podían hablar con él, en el confesionario o fuera; 
dijo especialmente que les hablaría de su porvenir. Los primeros en rodearle impacientes fueron los alumnos de los cursos superiores. 
Muchos de ellos quedaban maravillados y se comunicaban después, en las recíprocas confidencias, lo que habían oído, o, cuando menos, se 
repetían uno a otro cómo les había mostrado con exactitud el estado en que se encontraban. Don Pablo Ubaldi nos hablaba emocionado de 
ello en los últimos días de su vida. Al acabar el coloquio con el Santo le había dicho: 

-Ten cuidado con la serpiente, que intenta envolverte en sus anillos. 

En su ingenuidad, narró casualmente este detalle a otro muchacho, que palideció y exclamó: 

-íAh!, la serpiente soy yo. Tú no te has dado cuenta; pero es así. 

De alguna velada expresión suya, se trasluce que don Bosco le dijo en aquella ocasión y le repitió después que, si se hacía salesiano, 
daría gran lustre a la Congregación 3. 

1 Quiere decir exclusión de instrumentos musicales de metal y violines, que, a la sazón, se acostumbraba admitir en todas partes en las 
grandes solemnidades. 

2 En aquellos tiempos hacíase una gran feria de libros y objetos religiosos y escolares, para comodidad y provecho de los alumnos, que 
compraban con las llamadas marcas o sellos. (Fue fantástica después en España, la feria de María Auxiliadora de Sarriá, con «tiendecillas» 
de mercancías de toda suerte, en las que sólo se compraba con billetes que se adquirían en el Banco de María Auxiliadora. Había música y 

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podía entrar el público de la calle). (N. del T.). 

3 Pero se lo dijo en términos vagos. La segunda vez, siendo don Pablo Ubaldi ya clérigo, don 
403 

Dos alumnos del quinto curso, Maffei y Manelli, ambos lombardos ((469)) e íntimos amigos, se presentaron juntos a don Bosco para 
pedirle consejo sobre su vocación. Maffei habría querido hacer los tres cursos de Liceo y los de Universidad para encaminarse a una 
profesión civil; Manelli, en cambio, deseaba hacerse salesiano o, por lo menos, sacerdote secular. Don Bosco, después de pensarlo un rato, 
contestó al primero: 

-Tú, Maffei, llegarás a ser un buen párroco. 

Y dijo al otro: 

-Tú, Manelli, no serás salesiano ni sacerdote; sino que irás a las escuelas del Estado y esperamos que sigas siendo bueno y te distingas. 

Los dos salieron descontentos y resueltos a seguir su inclinación. 
Maffei fue admitido en el liceo de Alassio; pero, a fines del curso, fue enviado a su casa, tal vez por motivos de salud e ingresó después en 
el seminario donde llegó a ser sacerdote. A Manelli le sucedió al revés: 
ingresó en el Seminario, se cansó pronto y pasó al liceo de su ciudad natal, donde murió siendo estudiante universitario después de una 
vida algo borrascosa. 

He aquí otro caso parecido, que despertó gran sorpresa. El joven Esteban Ghigliotto, de Varazze, primo del salesiano don Francisco y 
alumno externo de aquel colegio, había decidido hacerse salesiano. 
Guiábale cuidadosamente en su vocación el catequista de la casa don José Descalzi. Una vez obtenido el consentimiento de los padres y 
preparado el equipo, su primo le presentó en el colegio al Santo, con estas palabras: 

-Aquí tiene, don Bosco, a este primo mío, que quiere hacerse salesiano. 

Don Bosco, sin hacer al joven ninguna de las consabidas preguntas, respondió a don Francisco: 

-Bien, dale un Giovane provveduto 1. No añadió más y se despidió de él. Aquella respuesta, tan seca, dejó pasmado al presentador, que, 
para sus adentros, sacó en seguida esta consecuencia: 

-Mi primo no llegará a ser salesiano, sino que se quedará seglar. Ese deber ser el significado del ofrecimiento de aquel libro. 

En efecto, Esteban, firme en su propósito hasta casi la víspera de la salida para Turín, de improviso dio marcha atrás y no quiso ir, por 

Bosco cortó bruscamente la conversación y, en tono severo y mirándolo fijamente a la cara, profirió una expresión, que lo dejó 
desconcertado. -»Quién te crees ser, por quién te tienes? le preguntó seriamente. Tal vez quiso ahogar en él cualquier posible principio de 
vanidad. 

1 Título del libro de oraciones, compuesto por don Bosco y usado en todas las casas salesianas, titulado más tarde en la traducción 
española El joven cristiano (N. del T.). 
404 
más que don José Descalzi intentara animarlo. Entró, en cambio, en el Seminario ((470)) diocesano; de donde salió después de dos meses 
y, en su día, contrajo matrimonio. 

Fue también a don Bosco, para pedirle consejo sobre su vocación, el alumno Juan Masera, que era uno de los primeros de su curso y 
acostumbrado a distinguirse en los certámenes públicos. Contestóle el Santo entre bromas y veras: 

-íA ti no te quiero! 

El joven se doctoró en letras, es profesor en las escuelas del Estado y recuerda con afecto y agradecimiento a aquél, que guió sus 
primeros pasos por el camino del saber y del honor 1. 

Sin duda, don Bosco recibía a menudo luces superiores para el discernimiento de las vocaciones. En la tarde del día 31 de octubre de 

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1885, dijo a don Juan Bautista Lemoyne que, a veces, mientras estaba en la iglesia, veía salir del altar una especie de lamparita, que, 
después de dar vueltas y más vueltas, se posaba sobre la cabeza de algún muchacho; y que aquello era para él señal evidente de vocación en 
el designado. 

Se mantenía siempre en el Oratorio más o menos viva la curiosidad por saber qué veía don Bosco en las conciencias; también el clérigo 
Viglietti estaba interesado en ello. Y, como entonces gozaba de familiaridad con el Siervo de Dios, llevaba a veces la conversación a este 
tema. Así, un día, le preguntó sobre el sueño de las horcas, en el que había visto el interior de muchos 2, y el Santo le contó un episodio 
acaecido en aquel tiempo. Se le presentó un joven, que le hizo una especie de exposición de su estado de conciencia, pero callándole las 
cosas más importantes, de las cuales se avergonzaba. 

-Pero »no ves, le dijo don Bosco, que tú me callas esto y aquello? 

-íAh!, exclamó como indignado el joven, usted ha hablado con mi confesor; no puede ser de otro modo. 

-íTe aseguro que no! »No sabes que yo leo en tu conciencia como en un libro? 

-No, no, usted ha sabido estas cosas por mi confesor. 

((471)) -íPobrecito! Se ve que no conoces a don Bosco. 

No hubo manera de desengañarlo. Se marchó confuso y muy malhumorado; pero, al día siguiente, domingo, volvió muy arrepentido y 

1 Como era rápido en escribir, estaba encargado por don Miguel Rúa, con otros, de tomar nota de las charlas públicas de don Bosco. 

2 Véase Vol. XI, pág. 224. 
405 

pesaroso para pedirle perdón, agradeciendo a Dios y a don Bosco la gracia de su sincera conversión 1. 

Todavía se recuerda en Carignano un hecho extraordinario, que sucedió precisamente el día dos de junio, fiesta de María Auxiliadora. El 
clérigo novicio de Carignano, Luis Nicola, había caído gravemente enfermo en San Benigno Canavese, y había vuelto a su casa por 
voluntad de sus padres. Sus condiciones de salud empeoraban continuamente. Don Miguel Angel Chiatellino, el gran amigo de don Bosco, 
fue a Turín con ocasión de la fiesta de María Auxiliadora y, al encontrarse con el Santo, recomendó el enfermo a sus oraciones. Don Bosco 
respondió sonriendo: 

-Tranquiliza a su familia; el clérigo Nicola no necesita de nuestras oraciones; al contrario, ya está rezando por nosotros. A estas horas, 
está en el paraíso. Ha pasado a saludarme en el momento de la elevación en la misa. 

Don Miguel Angel Chiatellino sacó el reloj, miró la hora, hizo el cálculo y, al llegar por la tarde a Carignano, se enteró de que el clérigo 
había muerto durante el tiempo que don Bosco celebraba la misa. 

Nos parece que no debemos pasar por alto el testimonio de otro hecho prodigioso, sucedido por aquellos mismos días y referido por una 
persona que lo vio y lo oyó y a la que don Bosco apreciaba mucho por su piedad y caridad. En las cercanías de La Réole, cabeza de partido 
en el departamento de Gironde (Francia), vivía una religiosa, que sufría cada viernes los dolores de la Pasión de Nuestro Señor. La señorita 
Lallemand y su madre, a pesar de su desconfianza, quisieron ir a verla. Se encontraron allí con eclesiásticos y seglares que colocaban sobre 
el lecho de la extática cartitas pidiendo gracias. Hicieron ellas lo mismo, pidiendo en su escrito por las necesidades espirituales y 
temporales de don Bosco. ((472)) La extática que, después de sufrir los dolores de la Pasión, recibía el consuelo de la Visita de María 
Santísima, se arrodilló, rebuscó entre el gran montón de cartitas y, cuando tocó la que hablaba de don Bosco, se puso a alabar a Dios por su 
celo apostólico y por la multitud de almas que arrancaba a Satanás con el ardor de su caridad. Dijo: «íQué necesario sería que hubiese 
ministros de Jesucristo semejantes a él! El os suplica continuamente, oh María, poder servirlos hasta su último aliento a través de sus 
pruebas y enfermedades». Después, postrándose sobre la cartita, siguió: «En cuanto a mí, este ardiente siervo de María nunca saldrá de mi 
espíritu ni de mi corazón hasta mi último suspiro». Terminado el 

1 Diario de Viglietti, 13 de noviembre de 1885. 
406 

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éxtasis, la Cooperadora se acercó y aquélla le dijo algo que le causó gran consuelo. Hacía poco que había muerto su padre, sin poder recibi 
los sacramentos, por lo que lo mismo ella que su madre, estaban angustiadas con la duda de su eterna salvación. Pues bien, la vidente le 
dijo que el alma de su padre no esperaba más que alguna misa y alguna oración para ir al paraíso; que se había salvado porque ella, su hija, 
había rezado mucho por él y había hecho muchas obras buenas en el momento de su muerte. Poco más o menos, había hablado como antes 
lo había hecho don Bosco 1. 

El día nueve de junio por la tarde, llegó una visita de Francia totalmente inesperada. En la portería del Oratorio había un Purpurado, de 
noble presencia y luengas barbas, acompañado por un sencillo familiar, que preguntaba con ansiedad al portero si estaba don Bosco en 
casa. Al responderle que sí, exclamó: 

-íSoy feliz! Temía no encontrarlo. 

Era el cardenal Lavigerie, arzobispo de Cartago 2. Estuvo cerca de una hora con don Bosco, renovándole el ruego, que le había hecho en 
París, de enviar algunos de los suyos para atender a los italianos residentes en Africa. Después de visitar las escuelas y los talleres, fue a la 
iglesia de San Francisco de Sales, donde habló a los aprendices, animándolos ((473)) a manifestarse siempre cristianos abiertos y generoso 
en todas las circunstancias de su vida. Cuando vio el retrato de monseñor Cagliero, preguntó quién era aquel Obispo. Se le dijo todo y se le 
recordó el 1871, cuando había pasado por el Oratorio y se había cantado en su presencia un himno en honor de Pío IX. 

-íAh! dijo, »es el autor de aquel himno? Lo recuerdo muy bien. 

En efecto, recitó los primeros versos y hasta cantó la melodía de A Roma, fieles... 3. Al dejar el Oratorio, prosiguió hacia Roma adonde 
se dirigía. 

Otro distinguido Prelado visitó, tres días después, a don Bosco; era monseñor Juan Marang\_, arzobispo de Atenas y Delegado Apostólico 
en Grecia para los católicos orientales. También éste tuvo con él un largo coloquio. 

Finalizadas, con sus correspondientes consecuencias, las fiestas en honor de la Madre del Cielo, los corazones se anticipaban presurosos 
con el deseo a las del querido Padre de la tierra; se había introducido la costumbre de que don Miguel Rúa avisase del acontecimiento a los 

1 Véase más atrás, pág. 341. El hecho, que aquí se narra, se encuentra en una relación a la señora E. Lallemand de Montauban, 7 de junio 
de 1885. 

2 Véase vol. XVI, pág. 216. 

3 Carta de don José Lazzero a monseñor Cagliero, Turín, 11 de junio de 1885. 
407 

Cooperadores turineses junto con el anuncio de la fiesta de san Luis. 
La forma poco más o menos solía ser ésta: «Al enviarle esta sacra invitación para la fiesta de san Luis Gonzaga, se permite notificarle el 
que suscribe que, el día veinticuatro de los corrientes, fiesta de san Juan Bautista, es el día onomástico de nuestro amadísimo Rector y 
Padre don Bosco, que será solemnizado por sus hijos con composiciones musicales y literarias. Con el fin de dar mayor realce a la fiesta, 
invita respetuosamente a V. S. para que bondadosamente se digne honrar con su presencia nuestro entretenimiento, que tendrá lugar el día 
veintitrés, a las ocho de la tarde, y el día de la fiesta, hacia las siete y media de la tarde». Es digno de notar el modesto estilo de la 
invitación, con la connotación de «sacra». 

La renovación de esta fiesta ocasiona siempre nuevo regocijo. «Es una fiesta, escribió un semanario ya citado 1, que tiene un no sé qué 
de grandioso y poético. Huelga decir que hay música y música ((474)) escogida; pero lo que allí supera a todo y domina el ambiente es la 
cordialidad. Desde la víspera, los muchachos del Oratorio preparan los regalos para presentar a su buen Padre» 

Hubo uno que agradó muchísimo y fue el retrato al óleo de mamá Margarita, obra de Rollini, que se admira hoy día en las habitaciones 
del Santo. Este, después de examinar detenidamente la pintura, exclamó: 

-íRealmente es ella; sólo le falta hablar! 2. 

Ya hemos recogido, en otras ocasiones, simpáticas expresiones de cartas de muchachos del Oratorio sobre la cordialidad 3; haremos aquí 
un florilegio, entresacado de las cartas escritas para la misma ocasión en 1885, por los hijos de América. Son otros tantos documentos que 
atestiguarán a los venideros, la gran verdad de que don Bosco era un «ladrón de corazones» 4. 

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1 El Amico del Popolo, 4 de julio. 

2 Carta de don José Lazzero a monseñor Cagliero; Turín, 3 de julio de 1885. 

3 Véase Vol. XIV, págs. 434 y sigts. 

4 Con las letras que forman la aclamación Viva don Bosco Giovanni se compusieron las iniciales de dos anagramas, uno en latín y otro 
en italiano. 

Vivi, Ovunque Attollite Dulcissime Gradisci 
In eterno Spandi Nomen Optime Intimi 
Vivi, Caritatemque Nostri Noster. Onomastici 
Augusto Omnibus, Ioannis, Benevolentiam Voti, 
Dolcissimo Gaudio, Vale Ostendis Auguri 
Ottimo Iuvenes, Iterumque Singulis Nostri, 
Nostro Padre. Omniumque Vale Confortando Novello 
Benedizioni Voce Auguste Pater Ognuno. Inviato. 
408 

El Vicario Apostólico no dejaba, por ser Obispo, de considerarse un buen hijo de don Bosco. «íSus hijos, escribía 1, en este día 
onomástico ``guerréggiano e garéggiano''(guerrean y porfían) ((475)) intentando superarse, uno a otro, en santos arrebatos de afecto filial, 
alabanzas, bendiciones, promesas y vítores de años sin fin al que es su Superior, Bienhechor y Padre! íEnvidiable porfía, noble certamen y 
justo alborozo de los hijos, los hermanos y de toda la familia salesiana! íPara su primogénito y para sus hijos de América (íqué lejos está!) 
no queda, en este día de santa y común alegría, más que el dulce recuerdo del pasado, que quisiéramos convertir en dulcísimo presente, 
para demostrarle también nosotros que abrigamos valor en nuestro pecho y tenemos en el corazón los mismos sentimientos que todos los 
demás! Porque, aunque estamos lejos, llevamos grabadas con nosotros, en nosotros y dentro de nosotros las palabras: DON BOSCO 
-ORATORIO -VALDOCCO Y MARIA AUXILIADORA, capaces de excitar los deseos de nuestro corazón más que todos los discursos, 
poesías y músicas! Nuestros hermanos de Europa y los Benjamines de Turín disfruten en hora buena de las hermosas fiestas, gocen y 
alborócense; pero nunca nos ganarán en amor, agradecimiento y sacrificio por aquél que Dios nos dio como guía, maestro, pastor y padre. 
Bendiga a sus hijos de América y a su primogénito». 

En nombre de los hermanos dedicados a las misiones de Patagonia y a las dos casas de Buenos Aires el secretario de Monseñor se unía, a 
todos los otros hijos de don Bosco, para expresar «con júbilo y satisfacción de su corazón» los más ardientes votos para que Dios 
misericordioso conservase todavía mucho tiempo su preciosa vida en paz y felicidad y: «íQuiera el Cielo, exclamaba, queridísimo padre 
don Bosco, que por muchos y muy felices años continúe dirigiendo, gobernando y sosteniendo a sus numerosos hijos!». 

Durante su forzada permanencia en Buenos Aires, el infatigable misionero don Domingo Milanesio, después de ofrecerle sus 
felicitaciones y mencionar sus propias penas, en las que, después de Dios le consolaba más que nada el recuerdo de las peripecias de don 
Bosco 

Traducción: 

Anagrama en latín: Salve/de nuevo/salve/Augusto/dulcísimo/óptimo/Padre nuestro/Benevolencia/muestras/a cada uno/y caridad/a 
todos/Con gozo los jóvenes/y todos/la voz/elevad/al nombre/de nuestro/Juan. 

Anagrama en italiano: Vive/por siempre/vive/Augusto/dulcísimo /óptimo/Padre nuestro/ Bendiciones/por doquier/ esparce/confortando/a 
todos/Agradece/íntimas/fiestas/votos/augurios/nuestros/novel/enviado. 

1 Buenos Aires, 23 de mayo de 1885. Encabezando la carta: Viva San Giovanni. 
409 

para fundar el Oratorio y la Congregación Salesiana, seguía diciendo: 
«Querría ofrecerle algo en esta ocasión; pero no sé qué elegir. Si le agrada, le recordaré los tres mil indios, que ((476)) sus hijos bautizaron 
durante el curso de unos años en Patagonia, de entre los cuales algunos centenares de niños pasaron ya a la gloria del Cielo. Ello será para 

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su buen corazón motivo de satisfacción en su avanzada edad, al ver que el buen Dios comenzó ya a coronar sus sacrificios en las misiones 
de Patagonia». 

Don Evasio Rabagliati, desde el colegio de San Nicolás, decía al veneradísimo y amadísimo Padre: «Aquí no cesamos de rogar por usted 
a fin de que el Señor nos lo guarde muchos años todavía para bien de la Madre Congregación, de las almas y de toda la Iglesia; pero en este 
mes de junio, con ocasión de celebrar su fiesta onomástica, procuraremos aumentar estas oraciones en número y en fervor. íEs tan grato, 
tan dulce rezar por el Padre y por un Padre que tanto nos quiere y al que tanto debemos! Rece también usted por nosotros, amadísimo don 
Bosco, pues lo necesitamos; lejos del Oratorio, faltos de sus consejos, y de su bendición, es fácil perder el fervor salesiano». 

Desde Argentina, se elevaba jubilosa la voz de su inspector, don Santiago Costamagna, con cordiales felicitaciones y una buena noticia: 
«Nos es imposible, queridísimo y veneradísimo Padre, manifestar nuestro júbilo en este momento, cuando todos unidos con Monseñor 
podemos gritar desde lejos, sí, pero con todo el corazón: íViva nuestro Padre amadísimo! íQuiera el Señor conservárnoslo hasta después 
del cincuentenario! Acabamos de imprimir hace poco la vida de Miguel Magone en castellano y todos, especialmente los jóvenes, la leen 
con tal avidez que no hay ejemplares suficientes. íCuánto bien hace esta biografía! íBendita la mano que la escribió! íPadre! Tenga a bien 
recomendarnos al Señor para que todos podamos imitar a Magone en su arrepentimiento y en su invencible constancia hasta la muerte. Que 
san Juan le obtenga una corona de millones y millones de hijos más, a usted, el más querido de los Padres!» A la firma del Inspector 
seguían otras firmas de Salesianos. 

La locura de la persecución religiosa en Uruguay se había ((477)) apoderado de los gobernantes, por lo cual el inspector, don Luis 
Lasagna, luchaba enérgicamente para defender los inmuebles y las personas. Escribía así: «No cabe duda de que no somos blanco de las 
iras sectarias de una manera especial, debido a nuestro rápido desarrollo. Colón, Paysandú y Las Piedras molestan a cierta gente (...). Por 
tanto le enviamos nuestra felicitación para su fiesta onomástica en momentos de gran zozobra, pero siempre muy sincera y fervorosa. íQué 
necesidad 
410 

tendríamos de una palabra de don Bosco en estos días! íPor favor, ruegue por nosotros!». 

Hay tres cartas de hermanos sacerdotes que también proceden de Uruguay. Don Luis Calcagno había esperado poder celebrar la fiesta 
onomástica de don Bosco en el Oratorio de Villa Colón, pero había hecho las cuentas sin contar con la huéspeda. Y declaraba: 

«No pierdo, por esto, el buen humor; pero sentiría mucho que no pudiésemos hablarnos ya en esta tierra». Volvió a ver a don Bosco en 
1887. Las otras dos cartas procedían de Paysandú. Una era del Director don Juan Allavena, y comenzaba con estas palabras: 

«Hace cinco años que sus hijos trabajan en esta ciudad, y pueden por fin presentarse a felicitarle en su día onomástico, pero no sólo esto; 
al enviarle un filial saludo, desde las orillas del Uruguay, un coro de voces infantiles, expresión del más sincero afecto, se une a las 
nuestras para felicitarle en este día y bendecir al Señor rogándole nos lo conserve todavía largos años. Son nueve hijitos recogidos bajo el 
manto de María Santísima Auxiliadora, que reconocen en usted al enviado de la Celestial Señora para enseñarles a amarla y ser buenos». Y 
don Juan Bautista Rossetti recordaba las frecuentes recomendaciones de don Bosco a sus hijos para que le ayudasen a salvar sus almas y 
ponía a los pies de la Virgen, en la faustísima ocasión, el doble voto de corresponder siempre a sus santos deseos y a sus paternos cuidados 
y de ver conservada por Dios largo tiempo su preciosa existencia. 

Seis clérigos le manifestaban, desde diversas partes, su tierno afecto con toda el alma. Cavagliá escribía: «Siempre llevo en el corazón y 
en ((478)) la mente su recuerdo (...). Su recuerdo me impidió, más de una vez, caer en pecado. El pensar en usted en ciertos momentos de 
tentación, de sufrimiento, de tristeza, me animaba a luchar, a trabajar; me devolvía la alegría perdida (... ). Desearía tener algo escrito por 
usted, sólo unas palabras, un pensamiento como recuerdo suyo». 

Giovannini decía: «Yo, carísimo Padre, querría ser literato, poeta, para poder decirle muchísimas cosas; mas soy un pobre clérigo, 
carente de todo lo que quisiera. Pero, en este día tan hermoso, quiero, por lo menos, hacerle un regalo, una santa comunión fervorosa, 
pidiendo al Señor que me conceda escribirle muchísimas veces más en este día, tan hermoso para usted y para sus hijos. Bendiga, carísimo 
Padre, a su hijo para que sea cada vez mejor y fervoroso imitador de sus virtudes». 

Grando se expresaba así: «Tengo ante todo que dar gracias al Señor y a usted por haberme destinado a esta casa. Durante dos años 
seguidos, pedí al Señor poder venir a estas tierras. Verdad es que, por 
411 

mi escasa salud y mi poco talento, no puedo servir para nada; pero no faltan en la Congregación ocupaciones adaptadas a mi condición. 
Hago de buen grado lo posible para cumplir bien mi cargo de asistente general. No olvidaré sus saludables consejos en los momentos en 
que la práctica de la virtud requiera algún esfuerzo. Le aseguro, Padre, que no me falta la buena voluntad con el auxilio del Señor». 

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Milanese, entonces clérigo, más tarde coadjutor y meteorólogo, escribía: «Don Bosco es para mí toda mi riqueza, y yo no querría a nadie 
más que a él: pienso siempre en él, hablo de él continuamente con todos y toda exageración me parece pequeña... Tengo consagrados a 
Dios todos mis trabajos, mis fatigas y tribulaciones; y a pesar de eso la débil naturaleza quiere vencerme en toda ocasión. Pero, si me 
apresuro para volverme a mirar el modelo, que me he propuesto en mi papá don Bosco, el cansancio me parece ligero y toda tribulación me 
parece en estos lugares un premio a mi sacrificio (... ). Tal vez, querido Padre, le parezcan algo exageradas mis palabras; pero no es así. 
Sentía necesidad de un desahogo y me ((479)) permito hacerlo precisamente en un tiempo en el que todos recuerdan sus beneficios y el 
amor que demuestra a sus hijos. Si yo supiera, en este día, que, entre todos sus hijos, hay alguno que le quiere más que yo, sentiría un gran 
disgusto, porque yo le amo a más no poder, pues tengo ante Dios una deuda sagrada de amarle y serle agradecido». 

El irlandés O'Grady decía en su carta: «Me uno de todo corazón a mis hermanos de estas lejanas tierras para expresarle mi afecto y mi 
devoción y desearle con todo el ardor de mi alma una fiesta buena y feliz, seguida de muchas otras más. Sí, querido y amadísimo Padre, los 
más ardientes deseos que un hijo pueda tener para un Padre amado, los tengo yo por usted; se alegrará, querido Padre, cuando sepa que me 
encuentro muy bien aquí, contento con mi vocación y con la esperanza de la perseverancia gracias al Señor. No olvido, no, a quién debo, 
después de Dios, este tan gran favor, esta felicidad tan cumplida. Quisiera, amadísimo Padre, poderle manifestar toda la gratitud que siento 
por usted; pero sinceramente me faltan palabras para hacerlo. Espero, sin embargo, lograrlo de otra manera, esto es, con los hechos, 
procurando serun verdadero salesiano y digno hijo suyo». 

Soldano se manifiesta así: «íFelices días los que pasé en el Oratorio! Han quedado tan profundamente grabados en mi alma que no puedo 
olvidarlos; es tan grande el bien que en ellos se me hizo que jamás lo olvidaré; más aún, al conocerlo cada vez mejor, cada día crecerá mi 
afecto, mi gratitud hacia usted, querido Padre, que tanto se preocupó por mi felicidad! (...). Queridísimo Padre, no puedo manifestarle 
412 

con la pluma la satisfacción que experimento con mi vocación y lo feliz que me siento en mis trabajos». 

Y, por fin, Stefenelli: «El día veinticuatro de junio espero encontrarme ya en mi querida Patagonia. Pues bien, querido Padre, aquel día 
pediré a Dios que le consuele en esta tierra llegando a ver aquellas míseras regiones convertidas, si no del todo, por lo menos en gran parte, 
a la verdadera religión por obra de sus hijos. Por mi parte, le prometo que quiero sacrificar toda mi vida para gloria de Dios; pero los 
peligros son muy grandes y mi debilidad mayor todavía. Obténgame, querido Padre, de María Auxiliadora ((480)) la conservación de la 
bella virtud y una verdadera humildad, y yo cumpliré sus deseos». 

Tres coadjutores comunican también su afecto a don Bosco. Uno es Nicolás Fasciolo, el cocinero: «Pensando que también yo, aunque 
indigno, soy su hijo, le escribo la presente saludándole de todo corazón y como verdadero hijo. Le ruego que, cuando le venga bien, me 
escriba alguna palabrita usted mismo o por medio de su reverendo secretario, con tal de que usted se digne firmarla con su propia 
respetable mano y, al mismo tiempo, me bendiga, pues lo necesito mucho. íReverendísimo Padre, ayúdeme, ayúdeme! Dígnese saludar a su 
gran ayudante de campo don Miguel Rúa y a don Celestino Durando. Dígales que pidan por su antiguo cocinero Nicolás Fasciolo, que 
ahora se encuentra en San Nicolás de los Arroyos. Le saludo de todo corazón y envío un beso con todo mi corazón en su bendita mano 
diestra que me bendice». 

Otro, Jardini, escribía: «Siempre me acuerdo de usted y jamás le olvido. Acepte mi gratitud por todo el bien que recibí de usted desde 
que me encuentro bajo su dirección. Le recomiendo mi alma, y, si me salvo, lo deberé a sus oraciones». 

El tercero Zanchetta: «Fui afortunado porque pude estar a su lado algún tiempo y, más todavía ípor servirle la comida! Espero más 
adelante llegar a conocer cada vez mejor qué afortunado fue aquel tiempo; hasta ahora todavía no me di cuenta de que estoy fuera de Italia, 
de Europa, y esto porque aún no me separé del que lleva el retrato de don Bosco en sí mismo 1; me daré cuenta, repito, cuando en medio de 
los salvajes se necesite mucha fuerza para meterse en el espíritu de don Bosco; pero yo estuve junto a él y esto bastará para ponerme pronto 
el retrato de su espíritu ante los ojos de la mente y llenarme de él con la ayuda de Dios. Concédale el Señor suficiente salud para poder 
venir a encontrar aquí en América, en Patagonia, en su Patagonia, 

1 Alusión a monseñor Cagliero. 
413 

a sus queridos hijos. Yo querría pretender si fuese lícito, pero no sé si lo será, querría decirle que, cuando escriba a Monseñor no se olvide 
de que, ((481)) en un rinconcito, está también el familiar barbudo: no me niegue una palabrita, un rengloncito siquiera, querido padre, si 
está bueno y que pueda escribir alguna cosa para mí, que María Auxiliadora se lo diga y usted me la repita». 

Los hijos más cercanos a él asistían a la fiesta con la alegría pintada en el rostro, pero con un gran dolor en el corazón. Veían que, sin un 
milagro de Dios, el desgaste físico de su Padre, en vez de disminuir o por lo menos detenerse, aumentaba cada día más. En el acto 
académico de la víspera, había podido hablar al público reunido en el patio con cierta fuerza y vigor; en la tarde siguiente, por el contrario, 

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apenas dijo unas palabras, limitándose a dar una bendición en nombre del Padre Santo León XIII 1. 

Entre los que acudieron a la fiesta onomástica de don Bosco estuvo el joven sacerdote bávaro Juan Mehler, que adquiriría mucha fama 
con sus numerosas publicaciones de sociología y educación cristiana popular. Todo lo observó y atesoró para difundir, al volver a su patria 
sentimientos de calurosa simpatía por don Bosco y por su obra en los ambientes de actividad católica. En la XXXIII asamblea anual de los 
católicos alemanes, reunida en Münster, del treinta de agosto al tres de septiembre, habló de las instituciones y métodos del Santo ante 
aquella imponente representación del catolicismo alemán. Lo que más impresionó a los congresistas fue la organización de los oratorios 
festivos por su carácter social. El ardoroso propagandista llevó al Congreso la bendición de don Bosco y escribió: «Los alemanes aprecian 
y apreciarán a don Bosco como se quiere a un padre» 2. Mientras tanto se dedicaba con ardor a hacer cooperadores salesianos, 
especialmente en Baviera 3, y hubiera querido que don Bosco lo autorizara a firmar él los diplomas en su nombre; ((482)) pero don Bosco 
no creyó conveniente conceder esta autorización. Tratóse este asunto en la sesión capitular del día diecisiete de septiembre, y dijo: 

-Los diplomas se imprimirán en alemán y se firmarán en Turín. Al enviar los diplomas a los nuevos Cooperadores, podrá unirse a ellos 
una carta, en la que se ruegue a estos señores, todos ellos personas distinguidas, que tengan a bien buscar ellos mismos otros Cooperadores 

1 Carta de don José Lazzero a monseñor Cagliero, Turín, 3 de julio de 1885. 

2 El Bollettino de noviembre publicó, traducida, una carta suya, sin una palabra siquiera de presentación y sin fecha (Ap. Doc. núm. 73). 

3 Un señor, que se había hecho cooperador por mediación de Mehler, pidió a don Bosco la agregación espiritual de su Patronato de 
Münich a la Sociedad Salesiana (Ap. Doc. núm. 74). 
414 
que nosotros podemos agregar. No tenemos que dejarnos escapar esta circunstancia. Yo deseaba entablar relaciones con Alemania, pero no 
sabía cómo lograrlo. Este hecho es providencial. Intentar introducirnos de otra manera habría sido ridículo. Hay ahora dos biografías de 
don Bosco escritas en alemán que han abierto cada vez más el camino. Ya veréis que se hará mucho bien y nos llegarán socorros. 

Don Bosco, decíamos, había recibido de Dios en sumo grado el don de hacerse querer. Lo puso de relieve encarecidamente el teólogo 
Antonio Berrone en un cordialísimo discurso. Hablando en la gran velada, en nombre de los antiguos alumnos, dijo 1: «También tú, oh don 
Bosco, puedes con razón ufanarte de enseñorearte de los corazones. Permite que te lo diga y lo repita: eres un ladrón y un ladrón 
incorregible, porque siempre has robado y sigues robando los corazones de todos los que te conocen. Pero este hurto, quede bien claro, no 
se comete invito domino, es decir contra la voluntad del dueño, todo lo contrario; es más, todos los que te quieren están orgullosos de 
quererte y de ser queridos por ti». 

Don José Bologna había ido desde Francia a la fiesta y se llevó consigo a un alumno del colegio de Lille, Mauricio Berthe, el cual pasó 
ocho días en el Oratorio. La víspera de partir sentía, más que el deseo, una verdadera necesidad de hablar con don Bosco para consultarle 
sobre su vocación. Una voz interior le llamaba a servir al Señor de cerca; pero era una voz incierta y sin indicación alguna, que le 
permitiera orientarse. ((483)) Sucedióle que, mientras se paseaba lentamente y pensativo por la galería, que conducía a la habitación del 
Santo, esperando una persona caritativa que lo introdujese hasta él, salió inesperadamente de ella don José Bologna, el cual, adivinando su 
intención, lo hizo entrar. Tímido y preocupado por lo que más le interesaba, no puso atención a las primeras palabras de don Bosco al 
recibirlo, hasta que, al poco rato cobrando ánimo, le dijo: 

-Yo quisiera consagrarme al Señor, pero no sé adónde encaminarme. 

Respondióle don Bosco: 

-Dentro de poco, tendrás que ir a filas como soldado. Ve allí y, después, harás lo que te indiquen tus superiores. 

Frustradas sus esperanzas de oír una palabra clara y precisa, que lo librara de toda incertidumbre, aun cuando fuese la sugerencia de 

1 Teol. Antonio Berrone, Don Juan Bosco ladrón de corazones. En el faustísimo día onomástico de este año, sus antiguos alumnos. Turín 
Tip. Sal. 1885. 
415 

abrazar la vida salesiana, salió descontento; pero, más tarde, comprendió que don Bosco había sido profeta. Tenía todavía que pasar el 
sorteo militar, podría tener la suerte favorable que le acarrease la exención del servicio militar; después, por tener todavía un hermano suyo 
en el servicio activo, quedaba legalmente libre; en todo caso, tenía otras dos razones de baja por defecto físico, ser corto de vista y cierta 
deformidad en ambas piernas. Don Bosco debía ignorar todo esto, puesto que ni se había dicho una palabra de quintas. Todo ello, pues, dio 

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pie al interesado para no prestar fe a la contestación recibida. Pero las dos circunstancias se realizaron exactamente. Berthe sacó un número 
bajo; por disposiciones recientes no le valió tener un hermano en el servicio y la junta de reclutamiento no tuvo en cuenta las 
anormalidades mencionadas, de modo que tuvo que ir a prestar el servicio militar; después, acabado éste, una persona autorizada le dijo 
que ingresara en la orden de los Cistercienses; así lo hizo y en ella vive actualmente 1. 

Don Pedro Perrot llevó también al Oratorio, poco después de la fiesta de san Juan, a un joven de Tolón, que deseaba hacerse salesiano 2. 
Pidió a don Bosco licencia para ir y recibió la siguiente respuesta: 

((484)) Queridísimo Perrot: 

Estoy muy contento de que vengas a verme con el hijo del señor Marquand, para quedarse definitivamente con nosotros si ésta es su 
voluntad. Por consiguiente, si se quiere, puede diferirse el viaje; pero, que sea cosa resuelta y que su hijo esté con nosotros para hacer una 
verdadera prueba. Está muy bien lo que dices y lo que haces. Que Dios os bendiga a ti y a nuestros queridos hijos y créeme en J. C. 

Turín, 14 de junio de 1885 

JUAN BOSCO. Pbro. 

P. D. Cordialísimos saludos al Conde y a la condesa Colle, al señor Marquand. 
Los exalumnos, por otra costumbre que casi se convirtió en ley, fueron invitados por Gastini, de acuerdo con don Bosco, para una 
reunión especial, el día veintiséis de julio los seglares, y los sacerdotes el treinta. El día onomástico habían regalado a don Bosco dos 
grandes candeleros dorados, para adorno del altar mayor de la iglesia de María Auxiliadora. 

1 Carta a don Agustín Auffray, Romont (Suiza), noviembre 1934. 

2 Véase carta de don Bosco a los condes Colle, 14 de julio de 1885. 
416 

Pero, antes de que llegasen aquellas dos fechas, don Bosco dejó Turín. Los fuertes calores de la ciudad habrían acabado por agotarlo; por 
eso, los Superiores del Capítulo, y también por consejo del médico, le rogaron que tomara un período de descanso en un clima más 
templado. El quiso contentarlos, trasladándose el día quince de julio a Mathi. Monseñor Alimonda, más como amigo afectísimo que como 
Cardenal Arzobispo, tuvo la bondad de ir en persona a saludarle. En el curso de la conversación, preguntóle Su Eminencia: 

-»Cómo van las cosas de casa? »Hay dificultades económicas? 

-Mírelo, contestó don Bosco. Aquí tengo una letra de cambio urgente. He de devolver en el día de hoy treinta mil liras, y no las tengo. 

-»Y cómo hará, pues? 

-»Cómo? Espero en la Providencia. Hay aquí una carta certificada que acaba de llegar. Algo habrá dentro. 

-íA ver, a ver! exclamó el Cardenal. 

Abrió el sobre y apareció un cheque de treinta mil liras. ((485)) No es para dicho que al Arzobispo, que era hombre de corazón, se le 
saltaron las lágrimas. 

Cuando don Bosco contó este hecho 1 a sus íntimos, añadió otro ocurrido dos días atrás ante los ojos de don José Lazzero. Tenía éste que 
liquidar en el Oratorio una deuda muy grande; pero después de recoger todo el dinero, todavía le faltaban mil liras. La única esperanza 
descansaba en don Bosco. Corrió a Mathi. 

-Mira, le dijo el Santo, todo mi haber está aquí, en esta carta certificada. 

La abrió y contenía justamente un billete de mil liras. Don Bosco intercalaba, en estas ocasiones, acciones de gracias a la Providencia de 

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Dios, animando a todos a agradecérselo y a poner en ella toda confianza. 

Por asociación de ideas, nos parece oportuno referir aquí la conversación que tuvo don Bosco con el conde Pablo Capello de San Franco, 
el cual dejó escrita la relación auténtica 2. El Conde no conocía todavía al Santo el 1885; por esto, aprovechando una breve parada que 
hizo en Turín porque debía entregarle un donativo, pensó valerse de esta circunstancia para acercarse a él. Fue introducido por monseñor 
Cagliero y encontró a don Bosco sentado en un sillón con las piernas tendidas sobre dos sillas. Se arrodilló, besó varias veces sus 

1 Diario de Carlos Viglietti, 16 de agosto de 1885. 

2 Carta de don Juan Bautista Lemoyne, Parma, 9 de febrero de 1888. 
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manos y le entregó cien liras en oro. El Siervo de Dios, después de recibirlas, le enseñó un montón de cartas y sobres acabados de llegar y 
le dijo estas textuales palabras: 

-Ha venido esta mañana a verme don Miguel Rúa y me ha presentado la urgencia que tenía de encontrar una considerable cantidad de 
dinero, porque vencía hoy una letra de gran valor y no contaba ni con un centavo. Le contesté que también yo estaba sin blanca, pero que 
confiaba en la divina Providencia, la cual proveería. Salió don Miguel Rúa de mi aposento visiblemente preocupado. Mientras tanto, me 
llegó el correo con un enorme montón de cartas. Abrí la primera que vino a mi mano y ((486)) me encontré una cantidad bastante 
considerable, que me enviaba un Cooperador y que superaba la pedida por don Miguel Rúa. Tomé otra del montón y era de un anónimo, 
que me ofrecía otra cantidad considerable. Entonces hice llamar a don Miguel Rúa, quien se maravilló de lo sucedido y hubo de palpar con 
la mano la intervención de la divina Providencia. 

El evidente origen providencial de sus medios pecuniarios nos explica el concepto que don Bosco tenía del dinero. Un día preguntóle el 
arcipreste Della Valle sobre el rápido desarrollo de la Congregación, gracias al continuo auxilio que le suministraba la Providencia, y 
contestó: 

-Mientras los Salesianos sepan valorar el dinero, la Congregación florecerá. 

Estas palabras deben interpretarse en sentido espiritual: apreciar el dinero significa para él tenerlo muy en cuenta, porque es Dios quien 
lo envía, a fin de emplearlo según el espíritu y el fin de la Congregación. 

Allí, a la orilla izquierda del río Stura, a una altura intermedia entre Turín y Lanzo y cerca de este ayuntamiento, en una habitación 
tranquila junto a la fábrica de papel, le volvieron las ganas de comer y recobró las fuerzas. El ruido de las máquinas no le molestaba. 
Gozaba paseando por el jardín y se recreaba contando bonitos pasajes de su vida. Aliviábale también la compensación del sueño. 

Este bienestar le permitía ocuparse más intensamente de los asuntos, por lo cual deseaba tener siempre a su lado algún miembro del 
Capítulo Superior; los Capitulares se turnaban en Mathi, y pasaban con él hasta algunos días. «También yo estuve cuatro días enteros, 
escribía don José Lazzero a monseñor Cagliero el día primero de agosto; comprenderás fácilmente lo felices que fueron para mí aquellos 
días». 

Pero la noche del diecisiete de julio, no pudo descansar; desde que 
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cerró los ojos, una representación de la fantasía lo tuvo ocupado hasta el amanecer. 

-No sé, dijo a la mañana siguiente, hablando con algunos Salesianos, si estaba despierto o dormido, pues me parecía estar en contacto 
con la realidad. 

((487)) Le pareció salir del Oratorio, con su madre y con su hermano José, encaminándose hacia la calle Dora Grossa, hoy Garibaldi, 
dirigiéndose después a San Felipe, donde entraron para rezar. A la salida le aguardaba una gran muchedumbre de gente y cada uno de los 
presentes le invitaba a que pasase a su casa; pero él les decía que no podía, porque tenía que hacer algunas visitas. Un buen obrero, que 
descollaba entre todos, le dijo: 

-Pero deténgase un momento a hacer la primera visita en mi casa. 

Don Bosco accedió. 

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Después continuaron el camino en compañía de aquel obrero hacia el Po. Al llegar cerca de la gran plaza de Víctor Manuel, vio en una 
plazuela próxima un grupo de niñas que se divertían y el obrero, señalándole el lugar: 

-He aquí, le dijo, que en estos terrenos usted tiene que fundar un Oratorio. 

-íOh, por caridad!, exclamó don Bosco. No me diga eso. Tenemos ya demasiados Oratorios, tantos que no podemos proveerlos de 
personal. 

-Pues, aquí se necesita un Oratorio para las niñas. Para ellas hay solamente oratorios privados, pero un verdadero oratorio público hasta 
ahora no se ha visto. 

Continuando el camino hacia el Po, junto a los soportales de la plaza, a mano derecha, he aquí que todas aquellas niñas, suspendiendo los 
juegos se agruparon en torno de él gritando: 

-íOh, don Bosco, acójanos en un Oratorio! Nosotras estamos en las manos del demonio que hace de nosotras lo que quiere. íVamos! 
Socórranos; abra también para nosotras una arca de salvación, abra un Oratorio. 

-Pero, hijas mías, mirad, ahora no puedo; me encuentro en una edad en la que no me es posible ocuparme de semejantes cosas... Pero, 
rezad al Señor, sí, rezad y El proveerá. 

-Sí, rezaremos, rezaremos, pero usted debe ayudarnos, cobíjenos bajo el manto de María Auxiliadora. 

-Sí, rezad. Pero decidme, »cómo queréis que yo haga para abrir aquí un Oratorio? 

-Mire, don Bosco, dijo la que parecía más decidida: »ve esta calle 
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que corre a lo largo del Po? Pues, vaya al número 4. Es una casa donde ahora hay militares. Al frente de ellos está un tal señor Burlezza, 
((488)) que está dispuesto a vender dicho local; se lo cederá, pues, de buena gana. 

-Bien, bien, veré de hacer algo; vosotras, entretanto, rezad. 

-Sí, sí, rezaremos, respondieron a coro las niñas; pero usted acuérdese de nosotras y de nuestras necesidades. 

El Siervo de Dios entonces se alejó, quiso observar el local, encontró los militares, pero, al señor Burlezza, no. Después de esto dirigióse 
al Oratorio y, al llegar a él, se despertó. 

Una vez que hubo contado el sueño, ordenó a Viglietti que tomara nota y que comprobase si, en realidad, existía aquel local, pues él no 
había visto nunca el número 4 a lo largo del Po, y si existía el señor Burlezza. Viglietti rogó inmediatamente al Rev. Bonora que se 
dirigiese al sitio indicado e hiciese las consiguientes averiguaciones. El Rev. Bonora encontró las cosas como don Bosco las había soñado, 
pero al parecer, según hace notar Lemoyne, el local en cuestión no estaba en venta. 

El día veintitrés todos los alumnos del colegio de Lanzo fueron a ver a don Bosco, al que rodearon con afecto filial y de cuyos labios 
oyeron paternales recomendaciones. Su ingeniosa jovialidad los entusiasmó. Y, en realidad, el restablecimiento de la salud le devolvía 
también algo del antiguo encanto que ejercía en las masas juveniles. También podía trabajar. Un día estuvo hablando cuatro horas seguidas 
con el doctor Turina, director del hospital de San Mauricio Canavese, que había ido a tratar sobre un legado testamentario de interés 
común. Otro día escribió cinco cartas sin la dificultad de antes; después contó un montón de cosas divertidas y, recordando sus juegos de 
prestidigitación de los años juveniles, dio muestra de ellos con una varita, que, apoyada simplemente sobre el pulgar de la derecha, hizo 
saltar y dar vueltas de todas las maneras. 

Este nuevo vigor lo movió a interrumpir la tranquila y fresca morada de Mathi para bajar a Valdocco el día veintiséis de julio y tomar 
parte en el banquete fraterno de los exalumnos seglares. Aquel día el estro poético de don Juan Bautista Francesia, tomando pie del 
mencionado discurso del teólogo Antonio Berrone, estableció en elegantes versos piamonteses un ingenioso ((489)) paralelo entre 
Napoleón y don Bosco, dando a éste en más de un punto la palma de la victoria sobre el otro 1. Don Bosco puso fin al acto con unas breves 
palabras. 

1 Don B\_sch e Napoleon, canson piemontéisa. J. B. FRANCESIA, Turín, Tip. Sal. 1885. El 
420 

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Mis queridos amigos. Os agradezco la demostración de afecto que me dais, por haber venido aquí a pasar estas cortas horas en mi 
compañía. Bendito sea Dios en vosotros, por vosotros y en medio de vosotros. Dios os conserve siempre con salud y en su santa gracia. Mi 
vida camina a su término; no sé si el Señor me dejará todavía en esta tierra, de modo que podamos encontrarnos una vez más en esta 
querida reunión. Pero, si yo me adelantare en la eternidad, os ruego me recordéis en vuestras oraciones, pues os aseguro que no os olvidaré 
en las mías. Si mi vida en la tierra hubiese de prolongarse todavía algunos años, podéis estar seguros de que seguiré queriéndoos y 
ayudándoos en lo poco que pueda. Mientras tanto, adonde quiera que vayáis y estéis, recordad siempre que sois hijos de don Bosco, hijos 
del Oratorio de San Francisco de Sales. Sed verdaderos católicos con sanos principios y buenas obras. Practicad fielmente la religión, que 
es la única verdadera y servirá para juntarnos a todos un día en la eterna bienaventuranza. Dichosos vosotros, si no olvidáis nunca las 
verdades, que me esforcé por grabar en vuestros corazones cuando erais jovencitos. Rezad por mí, que también rezo por vosotros. 
Concluyo uniéndome a vosotros para enviar un íViva! al sapientísimo pontífice León XIII y otro a nuestro Emmo. Cardenal Arzobispo, 
Cayetano Alimonda, que tanto cariño nos tiene. 

Aquella misma tarde volvió a Mathi, rendido por el calor y el malestar. En Mathi recibió muy pronto la dolorosa noticia de que 
precisamente aquel día había fallecido en Roma el cardenal Nina, protector de la Congregación. Tenía setenta y tres años. Insigne por su 
ciencia y prudencia, prestó a la Santa Sede relevantes servicios en las prelaturas menores y, especialmente, cuando fue Cardenal. Fue 
Secretario de Estado bajo León XIII y más tarde Prefecto de la Congregación del Concilio. Firme en sus principios, tenía toda la 
moderación y longanimidad, que pedían los tiempos para el buen gobierno ((490)) de los asuntos eclesiásticos, y que se ajustaban del todo 
al espíritu de don Bosco. El último intercambio de devotos sentimientos por un lado, y de benévolas disposiciones por el otro, fue con 
ocasión del jubileo sacerdotal de Su Eminencia. Todos los colegios salesianos, hasta los de América, avisados con tiempo por don Bosco, 
se hicieron presentes con saludos y felicitaciones. El Cardenal telegrafió en seguida a don Bosco, el día veintidós de diciembre, dando las 
gracias a todos cordialísimamente; pero, cuando pudo hacerlo con más comodidad, escribió al Santo una preciosa carta, última 
demostración de la benevolencia otorgada por el amabilísimo Purpurado a nuestro querido Padre 1. 
Como obligado tributo de agradecimiento, mandó el Santo celebrar en la iglesia de María Auxiliadora un solemnísimo funeral, al que 

primero en comparar a don Bosco con Napoleón I fue en 1881 monseñor Forcade, arzobispo de Aix (véase vol. XV, pág. 54). Este gran 
cooperador y amigo de nuestro Santo murió en 1885, víctima de su celo por asistir a los apestados del cólera. Don Bosco hizo su 
conmemoración en Valsálice en el Capítulo Superior, el día dieciséis de septiembre. 

1 Ap. Doc. núm. 75. 
421 

asistió pontificalmente el Arzobispo, y dispuso que se aplicaran múltiples sufragios en las casas de la Congregación. 

No se pudo impedir que regresara al Oratorio en la mañana del día treinta de julio para encontrarse con los exalumnos sacerdotes. Nada 
mas aparecer en el patio, salió a su encuentro monseñor Berchialla, arzobispo de Cágliari y miembro de la Congregación de los Oblatos de 
la Virgen María, con quien subió a su habitación y se entretuvo durante casi una hora. Lo más importante para nosotros fue su platica final 
después de la comida, no tan breve como la anterior. He aquí el buen resumen, que ha llegado a nosotros. 

No es mi intención deciros muchas palabras, sólo deseo haceros notar una cosa muy importante, que os recomiendo tengáis siempre 
grabada en la memoria. Es necesario remediar la falta de sacerdotes. No debiera haber un sacerdote que no se industriase por procurar, por 
favorecer, aun a costa de sacrificios, el espíritu de vocación en otros, para dejarlos como herederos sucesores en el ministerio de salvar 
almas. La falta de sacerdotes en muchos lugares es demasiado sensible y causa gran daño a los fieles. Nosotros, con nuestras débiles 
fuerzas, hemos hecho lo que nos fue posible en el pasado, para poner remedio a este inconveniente. Hemos instituído la Obra de los 
jóvenes adultos para encaminarlos a la carrera eclesiástica; recordaréis que Pío IX, en el último año de su Pontificado, bendijo la nueva 
Institución de los hijos de María Auxiliadora, destinada a proporcionar sacerdotes celosos a la Iglesia. 
((491)) Esta obra fue aprobada por los Obispos y aplaudida por todos los que comprendieron la importancia de su finalidad. Algunos de los 
aquí presentes deben a esta institución haber sido elevados a la dignidad sacerdotal. Todos vosotros sabéis cuál es la naturaleza de la obra 
de los hijos de María Auxiliadora. Es una obra en favor de los jóvenes ya crecidos, que, por falta de medios económicos, de tiempo o 
impedidos por el servicio militar para seguir los estudios, no pudieron encaminarse al estado eclesiástico como habrían deseado y al que 
estaban llamados. Muchos de éstos esperan una mano amiga, que los ayude a recorrer el camino de su vocación. Esta mano, que los debe 
guiar, ya apareció, ya se les tendió y fundó su obra según la mente del gran Pontífice Pío IX. Por consiguiente, si os encontráis con un 
joven de buena voluntad, no le desatendáis; buscad los medios oportunos para que pueda llevar a cabo su carrera. Es necesario dotar a la 
Iglesia de misioneros, de párrocos, de coadjutores; es preciso remediar mil necesidades grandes, urgentes, que aumentan de día en día. Más 
de una vez encontraréis en vuestros pueblos, en vuestras parroquias, a jóvenes de quince, dieciséis, veinte años, que todavía no han 
comenzado los estudios y, sin embargo, tienen vivo deseo de estudiar. Estos no serían admitidos en los colegios ordinarios de educación 

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por su edad; ellos mismos tendrían reparo para sentarse en los bancos de la escuela en medio de compañeros menores que ellos; 
encontrarían, por el escaso ejercicio de sus facultades mentales, enorme dificultad para seguir un curso regular de estudios. Estos acudirán 
a vosotros, pidiendo que los ayudéis a llegar al sacerdocio. Es un hecho que se repite cada día. Recibidlos amablemente, animadlos. 
Enviadlos adonde queráis. Si tenéis lugares aptos para este fin, adonde enviarlos y pueden pagar la pensión, bien; asunto concluido. Mas, s 
no sabéis dónde colocarlos, si no tienen medios suficientes, enviadlos a don Bosco, que buscará la manera de ayudarlos. Cuidad 
únicamente de observar si tienen vocación y si su conducta permite 
422 

presagiar un buen resultado. Para éstos siempre estarán abiertas las puertas de nuestras casas. 

Eso es lo que quería deciros. Bendito sea el Señor que, una vez más, ha permitido que nos encontráramos todos juntos. Esmeraos, con el 
consejo que os doy, por acrecentar los méritos de vuestro ministerio sacerdotal. La gloria de la Iglesia es nuestra gloria, la salvación de las 
almas es nuestro interés. Todo el bien, que los otros haran por causa nuestra, acrecentara el esplendor de nuestra gloria en el Paraíso. La 
Virgen Santísima os proteja y esté Dios siempre con vosotros. 

Antes de separarse, aquellos buenos hijos pidieron y obtuvieron que su querido Padre se sentase en medio de ellos para sacar un hermoso 
grupo fotográfico. Al caer de la tarde, estaba de nuevo en su refrigerante morada. 

((492)) También consintió en Mathi posar un rato para un pintor de Brescia, que se lo pidió para retocar un retrato tomado de una 
pequeña fotografía. Cuando hijos y amigos le pedían que les dejase reproducir sus facciones, imitando también en esto la incomparable 
condescendencia del Santo de Sales, no se mostraba reacio en absoluto. Es una realidad indiscutible que aquella efigie hacía un gran bien. 
Y por lo que toca a aquel pintor, le debió parecer un acto de caridad el contentarlo, pues tenía un hijo aprendiz en San Benigno Canavese y 
como escaseaba de medios económicos, intentaba, con plena condescendencia de don Julio Barberis, suplir de este modo a pagar el saldo 
de sus deudas por la escasa cuota mensual. Admitido, pues, a su presencia, le dijo: 

-Esmérese por hacerme guapo; de lo contrario, nadie querrá ser amigo mío. 

Siguió después bromeando durante todo el trabajo. Aquel señor marchó muy contento; pero tuvo que decir que retratar a don Bosco tal 
cual era, resultaba difícil y que la dificultad consistía en reproducir fielmente la expresión angelical que irradiaba de su rostro y de toda su 
persona. 

-No es una fisonomía clásica la suya, añadió; pero tiene un no sé qué de sobrenatural, que cuesta mucho lograr. 

El día cinco de agosto fue a Mathi la señora Dominica Garelli, de Caramagna, con la confianza de que don Bosco le obtendría de María 
Auxiliadora una gracia, por la que prometía tres mil liras. Su gran seguridad se fundaba en un prodigio sucedido anteriormente en su 
familia. Un tío suyo, que el invierno anterior había ido a Turín para someterse a una difícil operación quirúrgica, no había podido inducir a 
los médicos al acto operatorio, porque éstos no creían que el paciente estuviera en condiciones de soportarlo. Fue entonces a don Bosco, 
423 

recibió su bendición y el Santo le aseguró que curaría después de la novena que le indicaba. Y en efecto, hizo la novena y curó. Ahora, 
pues, aquella señora intercedía por una sobrina suya desahuciada por los médicos. Don Bosco le contestó: 

-Jesús dijo: Date et dabitur vobis. Empiece usted, pues, por dar la mitad de la ofrenda; el Señor actuará después. 

Aquélla salió la mar de contenta, prometiendo ((493)) cumplir el consejo. Volvió, en efecto, a la semana siguiente y no con las manos 
vacías. 

Apenas salió la señora, don Bosco contó a Carlos Viglietti y a otros que le acompañaban un episodio muy reciente. Pocos días antes le 
había escrito otra señora y le enviaba dos mil quinientas liras por una gracia que había recibido. Ante una cantidad tan considerable, le dio 
las gracias con una carta especial y con la promesa de ulteriores oraciones suyas y de sus muchachos. La caritativa señora, conmovida por 
tanta dignación, le respondió con un segundo donativo de tres mil liras. Don Bosco volvió a escribir con renovada acción de gracias y 
expresiones de aliento sobre el Paraíso. Pues bien, aquel mismo día, doce de agosto, recibía de la misma, una tercera ofrenda de diez mil 
liras. 

-íAhora, exclamó, me encuentro en un gran aprieto! Temo que, si vuelvo a escribir, me mande una cuarta limosna y no contestar nada 
sería una descortesía. Verdaderamente no sé cómo salir del paso. 

La señora Dominica Garelli presentóse de nuevo en Valsálice el día dieciséis de septiembre y contó a don Bosco que la última vez, 

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después de cumplida una parte de la promesa, la sobrina había curado casi instantáneamente; en efecto, llegada a casa, la había encontrado 
levantada de la cama comiendo con los demás. 

-Pero ayer, añadió, acometida repentinamente por el mal, se quejó conmigo, achacando la recaída a la tardanza en cumplir el resto de la 
promesa. Estoy ahora aquí para cumplir todo lo prometido. 

Pero don Bosco le contestó que no se atrevía ya a repetirle la seguridad que le había dado la primera vez; a pesar de todo, que siguieran 
rezando y que también él rezaría. No hemos tenido más noticias de este asunto. 

Poco a poco sus condiciones de salud volvían a hacerse inquietantes. Atormentábanle continuos dolores de cabeza, una molesta 
disentería y la inflamación de los ojos. «Y sin embargo, leemos en el diario, está siempre risueño y no se queja de nada». No sólo esto; sino 
que sus sufrimientos no le impedían pensar en las necesidades físicas de 

los demás; en efecto, en una cartita del día cinco de agosto a don Joaquín Berto, decíale: «Creo que te sentaría muy bien alguna semana de 
paseo y de respirar los aires de la montaña». 

((494)) El cardenal Alimonda multiplicaba las muestras de su benevolencia con don Bosco. El día siete de agosto obsequiado por el 
arzobispo de Milán monseñor Calabiana, pensó que no podía hacer al ilustre huésped un regalo mejor que llevarle a ver las maravillas del 
Santo, a quien no había vuelto a ver desde 1867. Los dos prelados estuvieron en el Oratorio una hora entera y fueron saludados por la 
banda musical en el momento de la despedida. También don Bosco había enviado sus felicitaciones a Su Eminencia, el cual le contestó con 
esta hermosísima carta: 

Muy reverendo y querido don Juan: 

Los Salesianos me han colmado de atenciones en mi fiesta onomástica; incluso me han regalado unas buenas botellas para pasar 
alegremente la fiesta; pero nada comparable con el querido autógrafo de V. S. Rvma. y carísima. No obstante los achaques y la necesidad 
de descanso, se ha dignado enviarme cumplidísimos augurios con el afecto que distingue su buen corazón. íLástima que su escrito se aleja 
mucho de la verdad y sirven para mi confusión las mismas palabras con que me asegura su amistad! El amor cubre los ojos con un velo. 
Que Dios le perdone. 

Acepte, por tanta bondad y cortesía, mi vivísima acción de gracias que se extiende del Superior a todos los Salesianos sacerdotes, 
cooperadores, alumnos y bienhechores. 

Pido de corazón al Señor que prolongue los preciosos días de V. S. Rvma. y carísima, que bendiga y haga prosperar la Congregación y 
sus santas empresas. 

Los impresos para la fachada de la iglesia del Sagrado Corazón ya están repartidos por todas las diócesis y algunos Obispos me han 
manifestado su compromiso para contribuir a ello con mucho gusto. 

Monseñor Cagliero me ha proporcionado la satisfacción de enviarme una hermosísima y afectuosísima carta, escrita desde Buenos Aires. 
Considero como un deber mío enviársela a V. S. carísima, rogándole me la devuelva, para poder responder a su cortesía en el primer 
momento que tenga libre 1. Si quisiese tener una copia o publicarla completa o en parte en el Boletín, es dueño de hacerlo. 

Le ruego que se cuide mucho y no se preocupe de nada. Me parece que le convendría un clima más fresco. 

((495)) Le abrazo en el Señor; me encomiendo a sus oraciones; le presento los saludos de toda mi familia y, con la pastoral bendición, me 
repito, 

De V. S. Rvma. y carísima 

Turín, 9 de agosto de 1885 

Afmo. servidor en J.C., » CAYETANO, Card. Arzobispo 

1 En su respuesta, el Cardenal hablará de dos cartas que le escribió monseñor Cagliero; pero nosotros hemos encontrado una sola (Ap. 
Doc. núm. 76 y 77). El contenido de la carta al Cardenal se deduce de esta respuesta del mismo y de otra carta a León XIII, que 
reproducimos mas adelante. 

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Con mucha razón consideraba el Cardenal que don Bosco necesitaba todavía aire fresco y descanso; pero él, en cuanto se sentía un poco 
mejor, se entregaba con su habitual energía a sus ocupaciones, con lo que volvía a recaer. Estaba ya determinado que el día de la Asunción 
volvería a Turín para asistir a la distribución de premios y, al mismo tiempo, ser felicitado por su cumpleaños. Pero la antevíspera tuvo que 
someterse a la operación del corte de un divieso que le salió en una axila; operación que, en sus delicadas condiciones de salud, le causó 
fiebre, de suerte que no se movió. Las invitaciones impresas, que hablaban también de su cumpleaños, ya no se enviaron. Es más, rogaba 
Viglietti a don Miguel Rúa que tomara las medidas oportunas para que don Bosco renunciase a la idea de ir, el día diecisiete de agosto, a 
San Benigno Canavese a los ejercicios espirituales de los aspirantes; informábale también de que era su propósito ir a todas las tandas, pero 
que, no se encontraba con las fuerzas necesarias y los médicos lo calificaban de gran disparate. La recomendación surtió efecto. Don Bosco 
no se movió, de suerte que, también el año 1885, estuvo fuera de Turín para la fiesta de su cumpleaños y la distribución de premios. Por 
respeto a don Bosco, que estaba indispuesto, no se quiso armar mucho ruido, y se celebró en familia. Pero la jornada del Oratorio se alegró 
con la imprevista llegada del Obispo de Novara y el teólogo Margotti 1. Una representación de jóvenes estudiantes y aprendices salió del 
Oratorio hacia las alturas de Mathi para llevarle las felicitaciones. 

Ya sabemos cuánto le interesaba no faltar ((496)) a los ejercicios espirituales de las señoras en Nizza Monferrato; pero ya había 
renunciado a ello espontáneamente, haciéndose representar por don Juan Bonetti. 

Muy querido Bonetti: 

Me han sobrevenido nuevas molestias que me privan totalmente de la satisfacción de poder ir a los ejercicios espirituales de Nizza. Te 
encargo que me disculpes y digas a las señoras ejercitantes mi imposibilidad de asistir. 

Pero he rezado por ellas durante todo el curso de los mismos y, el día de la clausura, celebraré la santa misa según la intención de todas 
ellas. 

Que Dios las proteja a todas y sea María su guía en todos los peligros de la vida hasta el cielo y que, algún día, se digne recibirlas a todas 
a su alrededor en el Paraíso. 

Tengan a bien rezar por este pobre y cecuciente sacerdote, que se compromete a tener cada día un memento especial por ellas en la santa 
misa. 

Saluda, además, particularmente a nuestras muy queridas hermanas, y diles que, 

1 Carta de don José Lazzero a monseñor Cagliero. Turín, 13 y 2 i de agosto. 
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si mejora un poco mi salud, les haré una visita durante sus ejercicios, porque les he de comunicar cosas de alguna importancia. 

María nos proteja a todos y créeme en J. C. 

Mathi, 9 de agosto de 1885 

Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

La hábil actuación de don Miguel Rúa ahorró a don Bosco emociones peligrosas a juicio de los médicos, en su cumpleaños y en la salida 
de los jóvenes para vacaciones; pero, en cuanto a prorrogar el veraneo, sólo obtuvo la ganancia de una semana. El veintidós de agosto, 
como veremos, fue a Nizza Monferrato y el día veinticinco a San Benigno, pero sin cansarse con los acostumbrados trabajos que antes se 
tomaba. 

Entre la fiesta de la Asunción y su salida llegaron a Mathi doce personas de la familia Olive, de Marsella. Oyeron la misa de don Bosco, 
recibieron la comunión de sus manos y estuvieron con él durante el desayuno y la comida. En el intervalo tuvo cada uno de ellos su 
coloquio espiritual con él, lo mismo que en Marsella. Otra visita digna de mención fue la del Delegado Provincial de Enseñanza de Niza. 
Quedó admirado de la fábrica de papel y dijo a Viglietti que realmente don Bosco era el hombre del siglo ((497)) y que había sabido 
resolver la cuestión social. Este era precisamente el aspecto, bajo el cual se consideraba con preponderancia en Francia la Obra salesiana. 
El último en visitarlo fue su antiguo compañero e íntimo amigo el canónigo Nasi, que pasó con él una jornada. 

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Desde el día veintidós de agosto hasta el doce de octubre, tuviéronle bajo su techo las tres casas de Nizza Monferrato, san Benigno y 
Valsálice; pero hablaremos de estas estancias en otro lugar. Pasó breves intervalos en el Oratorio, como el cuatro de septiembre, al ir de 
San Benigno a Valsálice. Reclamaba su presencia allí un apremiante motivo. 

Enrique Olive, de nueve años, el más pequeño de la familia, salió de Marsella algo enfermo, empeoró en Turín y tuvo que guardar cama 
en el hotel. El padre manifestó a don Bosco el temor de que el hotelero le avisase en cualquier momento que saliera a fin de que la estancia 
del enfermo no alejara a los clientes. Don Bosco, «con su acostumbrado carácter piadoso y caritativo», como escribe don José Lazzero 1, 
ofreció alojamiento en el Oratorio para el muchacho y para 

1 Carta a monseñor Cagliero, Turín día 1.° de octubre de 1885. 
427 

quien tuviese que asistirle. Los padres lloraron de satisfacción; llenos de fe, tuvieron por cierto que el hijo curaría a la sombra de María 
Auxiliadora. Pero, a primeros de septiembre, parecía próximo a fallecer. Pasó dos días y dos noches en continuo delirio. Los doctores 
Fissore y Albertotti respondían a las preguntas con ciertas muecas, como queriendo decir que no había esperanza. Ya otros tres hijos 
habían padecido también la misma enfermedad del tifus y habían muerto. 

Los padres telegrafiaron a don Bosco, que se encontraba en San Benigno. El les contestó, asegurando oraciones y animándoles a estar 
tranquilos. Efectivamente, poco a poco cesó el delirio y comenzó una sensible mejoría. Don Bosco, como decíamos, lo visitó al ir a 
Valsálice. El enfermo ya se movía en el lecho, pero todavía con dificultad. Después de darle la bendición, el Santo añadió: 

-Déjalo de mi cuenta, Enrique, quiero que ((498)) hagamos juntos una gran fiesta. Cuando estés curado, haremos un banquete y tú 
ocuparás el puesto de honor. 

Llegó aquel día y fue el veintiocho de octubre, víspera de la salida. 
Se dio realmente una comida, en la que el rapaz, perfectamente restablecido, ligero y alegre como el que más, estaba sentado en el centro 
de la mesa. Puede fácilmente imaginarse la satisfacción de todos. Se leyeron poesías, hubo música, se cantó y todos quedaron convencidos 
de que las oraciones de don Bosco habían obtenido un milagro de María Auxiliadora. 

Hacía tiempo que don Bosco maduraba un proyecto de innovación en el Oratorio. Para comprender el porqué, hay que tener en cuenta 
dos cosas: que, en el concepto y en la práctica del Fundador, el Oratorio era esencialmente un lugar de beneficencia para la juventud y que, 
según su ideal, la sección de estudiantes había de ser, ante todo, un vivero de vocaciones eclesiásticas y religiosas. Dado este doble carácte 
de su obra primitiva, consideraba él como un error y un peligro mantener en ella el quinto curso del bachillerato. Poco a poco, pues, había 
madurado en su mente la determinación de suprimirlo. Intuyó, sin duda, las dificultades que se le opondrían; por lo cual no cortó de un 
golpe el nudo, sino que fue preparando anticipadamente los ánimos. Manifestó su plan, por vez primera, en la sesión capitular, tenida en 
San Benigno el día veinticuatro de agosto por la tarde, concluyendo de este modo: 

-Podré tener opositores en este punto, pero yo no cambiaré de opinión. El que quiera cursar el quinto año, vaya a otros colegios y pague 
la pensión normal. No es justo que algunos coman el pan de 
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nuestros sudores para abrirse paso a una carrera, a la que no queremos encaminar a nuestros muchachos. 

La discusión se planteó después en Valsálice, en la sesión capitular de la mañana del día dieciséis de septiembre. Extractamos de las 
actas el interesante debate. 

DON MIGUEL RUA presenta el proyecto propuesto por don Bosco para la abolición del quinto curso de bachillerato en el Oratorio. 

DON BOSCO explica: -Mi intención es que esta abolición concierna a todas nuestras casas de beneficencia y sólo a éstas. 

((499)) DON JUAN BONETTI pide que se expongan razones en favor y en contra, porque el Capítulo debe estar al corriente en una 
cuestión tan importante. 

DON MIGUEL RUA hace una breve relación de sus observaciones. El ha examinado el resultado en los exámenes de los alumnos del 
quinto curso de bachillerato, ya sea respecto a la vocación religiosa, ya sea respecto a los que, después de aprobar el examen de grado, no 
siguieron los estudios eclesiásticos. Ha revisado los registros de las escuelas de ocho cursos consecutivos y encontró que todos aquellos, en 

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los que hubo un buen profesor en quinto curso, resultó bien el examen de grado o reválida y hubo un gran número de vocaciones. Por el 
contrario, los años en los que hubo un profesor poco apto o menos hábil, fallaron las vocaciones y el resultado del examen fue muy escaso. 
El florecimiento de las vocaciones depende, por tanto, del profesor. Cuanto más empeño se pone en hacer estudiar por la gloria mundana, 
tanto menor es el contingente que queda para la Congregación. Si pasamos, después, a hablar de lo que se oye decir contra el quinto curso, 
se repite que los jóvenes no piensan más que en los estudios y en el examen de grado o reválida, cuidándose muy poco de la piedad y la 
vocación; que los profesores, para animar a los alumnos a estudiar, machacan continuamente el tema de salir airosos en el examen de 
reválida y brillar en el mundo con una profesión distinguida. Dice que ha hablado con don Domingo Belmonte, el cual, sin ser preguntado 
sobre el particular, propuso la abolición del quinto curso. También don Albino Carmagnola afirmó que cuatro o cinco de sus alumnos en 
Sampierdarena no quisieron ir al Oratorio, halagados por el examen de grado. 

DON BOSCO: -Hace ya algunos años que pienso y medito en el rompecabezas que son para mí esas manías del examen de reválida. 
Hemos de considerar la cuestión desde un punto de vista importantísimo. Estos jóvenes están gratuita o semigratuitamente en el Oratorio. 
»Dónde va a parar a la postre esta caridad? No para la promoción de vocaciones o para el provecho de la religión, como querrían los 
bienhechores. íNo debemos exponernos a merecer e incurrir en sus reproches! Gastar tanto dinero para mantener a quienes, después, 
aprovechan sus estudios para llegar a ser periodistas de la peor prensa, es algo intolerable. Los que conocen la conducta de estos 
desgraciados dirán: »Quién los ha educado? Y se contestará: íFueron educados por don Bosco! íEs una vergüenza para nosotros! Mas, para 
abolir el quinto curso de bachillerato, tenemos muchas otras razones que conciernen a la moralidad. El espíritu de los muchachos se 
pervierte al pasar del cuarto al quinto curso por las esperanzas de un porvenir más risueño, por la libertad soñada, por las ambiciones que 
se despiertan. Córteseles, pues, este camino para pasar al quinto curso. El que quiera cursar el quinto curso, vaya a los colegios especiales 
como Alassio y Lanzo. »Que no puede pagar la pensión? No nos corresponde a nosotros pensar en esto. Piénsenlo ellos. Mas si alguno, po 
circunstancias de mérito particular, fuese digno de miramiento, podrá 
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hacerse una excepción extraordinaria. ((500)) Recuerdo que Rho, el Delegado Provincial de Enseñanza, nos acusaba de perjudicar a los 
jóvenes, al darles esperanzas con la reválida para poder continuar unos estudios, que después no conseguían llevar a cabo por falta de 
recursos. El no era juez en esta materia, pero se colige de ello cómo razonan otros acerca de nuestro proceder. Así pues, al llegar los 
jóvenes al cuarto curso, darlo por concluido. Este año sólo uno del quinto curso se ha quedado para la Congregación. 

DON MIGUEL RUA hace notar que, si nosotros quitamos del tercero y cuarto curso los mejores para la carrera religiosa y eclesiástica, 
es natural que nos queden los peores para el quinto. 

DON JUAN BAUTISTA FRANCESIA observa que, si el Capítulo toma esta deliberación, los Colegios Episcopales de Bra, Giaveno y 
el del Cottolengo nos harían una competencia fatal y se llevarían los muchachos, porque ellos tienen el quinto curso. El Cottolengo mismo 
envía a sus alumnos al examen de reválida. Si determinamos suprimir el quinto curso, los muchachos vendrán para estar uno o dos años y 
después se irán a otra parte. Los mismos párrocos dirán que no tenemos los cursos completos. También los padres ignorantes repetirán que 
nosotros no tenemos todos los cursos y tendremos falta de alumnos y, en consecuencia, falta de vocaciones. 

DON MIGUEL RUA le contesta que no podría correr esta voz, porque los muchachos tendrían oportunidad para ir a otros colegios 
nuestros, donde completarían los cursos. 

DON JUAN BAUTISTA FRANCESIA replica que, si enviaramos a otros colegios a los que han hecho el cuarto curso en el Oratorio, 
sería para ellos una grata y peligrosa sorpresa, no prevista por ahora. El cambio de dirección es algo que merece reflexión. Muchachos de 
otros colegios, llegados al Oratorio con certificados honoríficos, dieron aquí mal resultado. Propone, por tanto, elaborar un nuevo programa 
únicamente para el Oratorio. Consérvese el quinto curso, pero suprímanse las asignaturas accesorias de historia, ciencias naturales, etc. 
excepto matemáticas; dedíquese el tiempo a las tres literaturas griega, italiana y latina. Para admitir al examen previo a la toma de sotana 
en los seminarios, exigen el certificado de haber hecho el quinto curso. Este año los párrocos hicieron una declaración de haberles hecho 
cursar bajo su dirección el quinto año a todos los del cuarto curso que salieron del Oratorio y querían entrar en el Seminario. Insístase para 
que los profesores enseñen bien las tres literaturas y habrá gran progreso en nuestros estudios, que ahora andan atrasados. Vigílense bien 
las clases. 

DON BOSCO: -Yo mantengo siempre mi opinión. Si no se toma esta medida, nos veremos obligados a instituir las escuelas apostólicas. 

DON JUAN BONETTI apoya la propuesta de don Juan Bautista Francesia. 

DON CELESTINO DURANDO sostiene que, si se suprime el quinto curso, acabarán por quedarse con nosotros solamente los peores 
alumnos. 

DON BOSCO: -íLos que vengan de sus casas con libros malos o principios malos, fuera, fuera al momento del Oratorio! 

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DON JUAN BONETTI observa que se podría hacer un año de prueba, ((501)) siguiendo el programa de don Juan Bautista Francesia. As 
se lograría la finalidad de don Bosco, porque semejante quinto curso no puede servir para los que no quieren hacerse sacerdotes. 

DON MIGUEL RUA hace notar que, si se quitan en gran parte las asignaturas accesorias, se quitará a los profesores la ocasión de hablar 
al explicar las lecciones del 
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examen de reválida y, por tanto, de despertar en los alumnos ansias de gloria en el mundo. 

DON CELESTINO DURANDO hace notar que nosotros necesitamos enviar a clérigos a examinarse de reválida, como preparación para 
los títulos y diplomas universitarios. 

DON JULIO BARBERIS le contesta que los cursos podrán completarse en San Benigno. 

DON BOSCO: -Pues bien, acepto lo que propone don Juan Bautista Francesia por un año, como prueba y como paso para realizar mi 
intención de suprimir el quinto curso. Mientras tanto, pregunto cómo se presentan en las escuelas los escritores latinos cristianos. Los 
sentimientos paganos de los clásicos perjudican a los jóvenes. 

DON JUAN BAUTISTA FRANCESIA contesta que se explican en las clases los escritores cristianos. 

DON MIGUEL RUA pasa a hablar del catecismo en las escuelas. Dice que ha hecho la visita a todas las casas y que es algo vergonzoso 
ver cómo éste se descuida en los cursos del bachillerato. En los cursos elementales los niños lo saben bien, especialmente en aquéllos 
donde los maestros son seglares. Cita ejemplos. Vigilen los inspectores. Inculque don Julio Barberis estos deberes a los clérigos. 

DON BOSCO vuelve a hablar de los autores clásicos paganos y dice entre otras cosas: -Habrá profesores que los expliquen con 
delicadeza, pero hay otros que explican a trochemoche (con pelos y señales) y, cuando encuentran pasajes inconvenientes, tiran adelante y 
los explican por ignorancia o por sorpresa. El latín de los escritores cristianos, como algunos pretenden, no será clásico, pero quien lee a 
san Agustín, a san Bernardo, queda sorprendido por la belleza del lenguaje, aunque no sea ciceroniano. 

EL CAPITULO concluye: -Consérvese el quinto curso del bachillerato, quitando las asignaturas secundarias, pero manteniendo las 
matemáticas. 

DON CELESTINO DURANDO insiste en que se procure que los alumnos adquieran confianza con los Superiores y se asignen buenos 
profesores especialmente en los cursos cuarto y quinto. 

DON BOSCO: -Desearía que se escribiese una breve circular para los profesores y que se enviase este año a todas nuestras casas, acerca 
de la conducta que deben observar los profesores en las clases. En esta circular, se repetirá lo que yo solía decir a los profesores en 
particular y, como de pasada, en las conferencias y lo que está escrito en las reglas. Asimismo, comience la clase el profesor con el 
Avemaría rezada con devoción, lo cual es de muy buen ejemplo para los muchachos, y también sean cautos los docentes en las 
explicaciones de los autores ((502)) profanos y, cuando encuentran algo religioso ajustado a la verdad, no se pase adelante sin hacer notar 
que, aunque paganos, reconocían la divinidad etc., etc. Esto se llama saber sacar el bien de lo que no es totalmente bueno. Asimismo, 
insinuar algún buen consejo en la víspera de alguna fiesta, pero con brevísimas palabras, por ejemplo: Hoy es la fiesta de la Santa Cruz y 
nosotros somos cristianos; no olvidemos que la cruz nos recuerda nuestra redención. Y esto basta; no hay que hacer ningún sermón. Don 
Francisco Cerruti queda encargado de preparar esta circular. 

La prueba, propuesta por don Juan Bautista Francesia y aceptada por don Bosco, se hizo en el curso 1885-1886; pero, a partir del año 
431 

siguiente, desapareció para siempre el quinto curso del bachillerato en el Oratorio. 

No hay que creer que don Bosco, al hablar en estos términos de los clásicos paganos, tuviese la intención de quererlos desterrar de las 
escuelas para substituirlos por escritores cristianos. Sus temores procedían de preocupaciones de orden moral por las «cosas indecentes», 
que en ellos podían encontrar los jóvenes; mas, para eliminar todo peligro de este género, estaban los textos expurgados. Por otra parte, él 
conocía perfectamente también en esta materia la tradición de la Iglesia, recién confirmada en el mes de mayo anterior por León XIII, en 
una carta al cardenal Parocchi acerca del estudio de los clásicos 1. 

En la tipografía del Oratorio seguía imprimiéndose desde 1869, la Biblioteca de los clásicos italianos expurgados para la juventud. La 
colección, dirigida por don Celestino Durando, había llegado al volumen doscientos cuatro. Pareció que había que terminarla, por no 

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responder ya a una verdadera utilidad práctica, pues podía darse por agotada la serie de los autores más necesarios para las escuelas. Se 
determinó, por tanto, su suspensión. Don Bosco dijo entonces: 

-Convendría empezar ahora una publicación de libros amenos. Pero es una empresa, en la que reflexionaremos todavía cómo hacerlo. Ya 
veremos. 

Tenía motivos para oponer lecturas agradables y sanas al aluvión de cuentos y novelas, que respetaban poco o nada ((503)) la religión y 
la moral y corrompían especialmente a la juventud estudiantil. La nueva colección, anunciada por la librería del Oratorio el año 1886, 
comenzó al año siguiente. 

En cambio, tiene su origen en 1885 la Pequeña Colección de Lecturas Dramáticas, para centros de educación y la familia, dirigida, como 
se leía en el programa publicado en la cubierta del primer volumen, «por sacerdotes expertos, bajo la guía y por encargo del Rvdo. Juan 
Bosco». Aparecía un fascículo de unas cien páginas cada dos meses. El primero en ver la luz fue el conocido drama de Lemoyne. Los 
molinos de Roma y la última hora del paganismo. El Santo intentaba formar una pequeña biblioteca dramática de obritas escogidas y 
representables «por jóvenes de un solo sexo, hombres o doncellas, en los colegios y centros de educación cristianos». Tambien en esto fue 
don Bosco un precursor; siguiendo su ejemplo, salieron a luz colecciones del mismo tipo en Milán, Turín y otras partes. 

1 Puesto que estas Memorias Biográficas son principalmente para los Salesianos, es muy conveniente que todos conozcan el importante 
documento Pontificio (Ap. Doc. núm. 78). 
432 

A más del nuevo quinto curso de bachillerato, estaba ya en marcha otra prueba en el Oratorio; nos referimos a la doble dirección. Don 
Bosco, que había seguido muy de cerca su funcionamiento, dio al comenzar el curso unas normas prácticas sobre las relaciones entre los 
dos directores. Habló, en estos términos, en la reunión capitular del día dos de octubre, tenida en San Benigno: 

-En cuanto al gobierno del Oratorio, don Juan Bautista Francesia, director de la sección de estudiantes, llevará también la alta dirección 
de la cocina, cantina e iglesia; en cambio, no tendrá ninguna injerencia en los talleres de los aprendices, que dependen completamente de 
don José Lazzero. Pero los dos directores serán solidarios. Si don José Lazzero entra en la cocina y ve un desorden, ponga remedio en 
seguida, y, viceversa, si don Juan Bautista Francesia, entra en un taller y ve la transgresión de una regla, llame al orden a los transgresores. 
Sean los dos una sola cosa. Don Juan Bautista Francesia, dejará la presidencia del comedor de los Salesianos a don Antonio Notario, nuevo 
consejero escolástico para los estudiantes, e irá a comer todos los días con los miembros del Capítulo Superior. 

«Don Bosco, comenta al llegar aquí el secretario don Juan Bautista Lemoyne, expresa en todo esto su firme voluntad y en términos 
resueltos». 

((504)) No hay que pasar por alto una innovación introducida en el Oratorio, sin conocimiento de don Bosco. Hasta 1885 no se 
acostumbraba que los alumnos formaran filas para ir del patio de recreo al estudio, a la iglesia, a las clases, al comedor, al dormitorio, ni de 
estos lugares al patio. La ordenanza disciplinar de ir en fila debió su origen en aquel tiempo a don Esteban Trione, catequista de los 
estudiantes. Al enterarse don Bosco de la novedad, se disgustó muchísimo y se lo reprochó al Director de los estudiantes, deplorando que 
desapareciese poco a poco del Oratorio el sistema de familia; sin embargo, don Juan Bautista Francesia no volvió al sistema antiguo e 
ignoramos la razón. 

En cambio, acariciaba don Bosco la esperanza de poder actuar otra innovación. Habló de ella en la sesión capitular del día veinte de 
marzo. Veía él la conveniencia de que, al correr del tiempo, estudiantes y aprendices pudiesen tener capilla distinta y separada para sus 
funciones, dejando la iglesia de María Auxiliadora sólo para los fieles; esperaba de ello dos ventajas, una, para la instrucción religiosa de 
los jóvenes y, otra, para la comodidad de los devotos. Sólo las obras de ampliación en curso en la basílica harán posible la actuación de 
este deseo. 

Hacía pocos días que don Bosco había regresado definitivamente 
433 

al Oratorio, cuando tuvo un sueño en el que pudo ver la suerte diversa de dos de la casa. Yacía en la enfermería, y en graves condiciones, e 
clérigo irlandés Francisco O'Dónnellan. La noche del 19 de octubre fue el Santo a visitarlo y lo encontró en las últimas, pero muy 
tranquilo. Aunque oprimido por el mal, el enfermo se sintió grandemente aliviado por la presencia de don Bosco, que le preguntó: 

-Y bien, »no tienes ningún encargo que hacerme para esta tierra?... »Recibirías alguno que yo te hiciese para el Paraíso? 

-Estoy tranquilo, respondió el paciente. Para este mundo no tengo encargo alguno. En cuanto al otro, usted me dirá. 

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-Nosotros rezaremos por ti, a fin de que puedas estar pronto en el Paraíso y allí le dirás a la Virgen que nosotros la queremos mucho. 
((505)) Murió la noche del día siguiente y fue enterrado por la mañana del 22, día en el que se hizo también el ejercicio de la buena 
muerte. 
Pues bien, don Bosco tuvo la noche siguiente un sueño que contó a sus hijos, expresándose en los siguientes términos: 

Fui a acostarme obsesionado con el pensamiento de O'Dónnellan, de su tranquilidad, de la esperanza de que iría al Paraíso, del deseo de 
saber algo de él y, yendo de imaginación en imaginación, mi mente se detuvo a considerar un segundo individuo, de personalidad incierta, 
confusa, desconocida, que se iba perfilando cada vez con mayor claridad. Cuando estuve completamente dormido, comencé a soñar: me 
pareció caminar llevando a mi lado a O'Dónnellan, tan bello que parecía un ángel, su sonrisa era de paraíso y su persona resplandecía toda 
de luz. Yo no me saciaba de contemplarlo. A mi izquierda, caminaba un joven con la cabeza gacha, de forma que no podía distinguir su 
fisonomía: parecía como desesperado. 

Yo entonces le dirigí la palabra:
-»Quién eres?, le pregunté.
Pero él no me contestó.
Volví a insistir y él permaneció en silencio, como quien se obstina en no querer hablar.
Después de caminar largo rato, llegué ante un palacio estupendo, cuyas puertas estaban abiertas de par en par, distinguiéndose en el


interior un pórtico inmenso, recubierto, al parecer, por una cúpula muy alta, de la cual descendían torrentes de luz tan viva que no se podría 
comparar a la del sol, ni a la producida por la electricidad, ni a ninguna otra de este mundo. También los pórticos resplandecían, pero la luz 
de éstos era un reflejo de la que provenía de lo alto. 

Una gran multitud de personas, todas resplandecientes, estaban reunidas en el interior del palacio y, en medio de ellas, había una Señora 
vestida con mucha sencillez; cada punto de su vestido brillaba con multitud de rayos que destacaban de una manera muy notable entre 
todos los demás resplandores. 

Toda aquella asamblea parecía estar a la espera de alguien. Entretanto, me di cuenta de que el joven que me acompañaba buscaba 
siempre la manera de esconderse detrás de mí. 
434 

Yo entonces comencé a repetir mis preguntas:
-Pero dime, »quién eres? »Cuál es tu nombre?
El joven me respondió:
-Muy pronto lo sabrás.
-Pero »qué tienes que estás tan triste?, insistí.
-Lo sabrás.
-Dime al menos tu nombre.
-Muy pronto lo sabrás.
Su voz tenía un tono iracundo.
Entretanto, al acercarse O'Dónnellan a la puerta de aquel gran palacio, la bella Señora que yo había visto le salió al encuentro y, con Ella


toda aquella muchedumbre que la rodeaba. La Señora, vuelta a O'Dónnellan, exclamó con armoniosa voz: 
-Hic est filius meus dilectus, qui fulgebit tanquam sol in perpetuas aeternitates! 

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((506)) Y después, como si hubiese entonado un cántico, toda aquella muchedumbre comenzó a cantar aquellas mismas palabras. No se 
oían voces humanas ni instrumentos musicales, sino una armonía tan suave, tan distinta, tan inenarrable, que no sólo el oído, sino toda la 
persona notaba su influjo. 

O'Dónnellan penetró en el palacio. 

Entonces, de un foso de aquella llanura salieron dos monstruos espantosos. Eran de cuerpo largo y muy abultado y se lanzaron contra el 
joven que estaba escondido detrás de mí. Toda la luz había desaparecido, sólo se veían a mi alrededor los rayos que emanaban del cuerpo 

de la Señora. 

-»Qué es esto?, dije yo; »quiénes son estos monstruos? 

Y detrás de mí la voz oscura y airada: 

-Dentro de poco lo sabrás, dentro de poco lo sabrás. 

Aquella Señora exclamó: 

-Filium enutrivi et educavi, ipse autem factus est tanquam iumentum insipiens. 

Y, detrás de mí, la voz continuaba: 

-Dentro de poco lo sabrás, dentro de poco lo sabrás. 

Inmediatamente aquellos dos monstruos se lanzaron sobre aquel joven, uno le mordió en un hombro y, el otro, en la nuca y el cuello. Los 

huesos crujieron como si hubiesen sido molidos en un mortero. 
Yo miraba a mi alrededor y buscaba gente que viniese en mi auxilio y, no viendo a nadie, me lancé contra aquellos dos monstruos 

diciendo: 

-Ya que no hay nadie, acudiré yo en su socorro. 

Pero los dos monstruos se revolvieron contra mí abriendo sus fauces. Aún veo el blanquear de sus dientes y el rojo fuego de sus encías. 

Mi espanto fue tal que me desperté. 

El secretario, que dormía en la habitación contigua, se despertó al oír los gritos de auxilio y acudió en defensa de don Bosco, al cual 
encontró como quien desea sacudir el sueño para verse libre de una pesadilla. Movía los brazos, hacía esfuerzos para sentarse, tocaba el 
lecho y tiraba de la ropa, como para comprobar si, en realidad, estaba despierto o dormido. 

El sueño entero lo contó el Siervo de Dios a los Capitulares durante 
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de la cena del día veinticinco; y, a los Superiores principales de la casa, les dio a conocer la segunda parte, causando en ellos la más honda 
impresión. El Director, don Juan Bautista Francesia, dio unas «buenas noches» que llenaron de terror a los jóvenes, de forma que los 
pocos, que no se habían confesado en la reciente jornada de las Cuarenta Horas o durante el ejercicio de la buena muerte, lo hicieron en la 
mañana de veinticuatro, siendo también muchos de los que ya se habían confesado, los que repitieron la confesión. 

Entretanto el Director no perdía de vista a uno que no quería saber ((507)) nada de recibir Sacramentos. En la duda de que fuese el 
indicado por don Bosco, lo llamó a su habitación antes de que se fuese a descansar, lo amonestó y se hizo prometer por parte del muchacho 
que, al día siguiente, se iría a confesar. En efecto, así lo hizo, pero como habían sido muchos los que estuvieron delante de él y como, por 
otra parte, ya no tendría tiempo para hacer la comunión, el mismo Director le dijo que aguardase y que volviese a la mañana siguiente. 

íAy si hubiese esperado tanto tiempo! Pero su suerte estaba en buenas manos. Don Esteban Trione, catequista de los estudiantes, que 
todas las noches, después de recorrer los dormitorios, solía ir al comedor del Capítulo para buscar a don Bosco y acompañarlo a su 
habitación, pudo enterarse aquella noche, según él mismo contaba, del nombre del desgraciado al que había visto en el sueño al borde del 
infierno. Se llamaba Arquímedes Accornero, alumno del segundo año, el mismo al que había amonestado don Juan Bautista Francesia. Ya 

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el año anterior su conducta había sido tan poco laudable que los Superiores habían determinado dejarlo en su casa después de las 
vacaciones. Mas lo volvieron a admitir, pero no dio muestras de quererse corregir. El incomparable catequista, pues, lo estuvo observando 
por la mañana y, al darse cuenta de que no se había confesado, lo llamó aparte y le hizo tales razonamientos que lo indujo a no salir de la 
iglesia sin haberlo hecho. 

Fue algo providencial. Por la tarde, el pobre joven jugaba subiendo a unas camas de hierro que estaban bajo los pórticos, cuando el 
montón cedió y lo pilló debajo. Librado inmediatamente de aquel peso, fue llevado a la enfermería, permaneciendo sin sentido durante 
varias horas, quejándose de fuertes dolores. A las cuatro, había perdido el conocimiento por completo, dejando de existir hacia la 
medianoche. Su madre, que había sido llamada con toda urgencia, apenas llegó al Oratorio, preguntó si su hijo se había suicidado. íTan 
convencida estaba ella misma de que el joven iba por mal camino! 
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Este trágico fin señaló la realización de la predicción hecha por nuestro Santo. 

((508)) Don Calógero Gusmano, secretario del Capítulo Superior y a la sazón estudiante en el Oratorio, recordaba que don Bosco, al dar 
el aguinaldo para 1885, había anunciado que durante el próximo año morirían seis de los allí presentes; recordaba perfectamente que, entre 
sus compañeros, se decía en el mes de octubre: 

-Cinco han muerto ya, »quién será el sexto? 

El sexto fue Arquímedes Accornero 1. 

Un gran misionero, monseñor Sogaro, Vicario Apostólico de Africa central, fue huésped del Oratorio del día catorce al quince de 
noviembre. 

Era un admirador de don Bosco y escuchaba con humildad las descripciones que el Santo le hacía de Africa, tal y como él la había visto 
en sueños. El celoso apóstol habría querido hacerse Salesiano y unirse a los hijos de don Bosco para redimir aquellas tierras. Un día 
contestó enérgicamente al cardenal Simeoni, Prefecto de Propaganda, al objetarle que sus misiones pasarían de este modo a otras manos y 
él dejaría de ser el verdadero jefe: 

-»Y eso a mí qué me importa, con tal de que se salven almas?... 

Su queja era que los misioneros, al no estar ligados por el voto de obediencia, iban allí para unos meses y, después, cambiaban de parecer 
y volvían a Europa. 

-Hace falta el vínculo de la obediencia, decía don Bosco. Lo que espanta a los misioneros es el pensamiento de: «Vamos y, después, si 
caemos enfermos o llegamos a viejos o no triunfamos, es preciso quedarse allí o volver a nuestra tierra. Allí, unos infelices; y aquí, »quién 
nos dará de comer?». Los Salesianos, en cambio, encuentran hermanos allí, hermanos aquí y no piensan en su porvenir, que está asegurado 

Aún no había llegado para la Congregación el momento de lanzarse a aquella empresa apostólica 2. 

1 He aquí sus nombres: 1.° don Fernando Demartini, sacerdote salesiano (24 de febrero).-2.° Francisco Siparelli, librero (24 de 
mayo).-3.° Carlos Bai, estudiante (31 de julio).-4.° Francisco Alemanno, fámulo, herrero (6 de septiembre).-5.º Francisco O'Dónnellan, 
clérigo salesiano (20 de octubre).-6.º Arquímedes Accornero (24 de octubre). En los registros falta la fecha del fallecimiento de Alemanno, 
pero lo hemos encontrado en el Necrologio turinés de la Unità Cattolica (8 de septiembre). El día tres de noviembre murió también el 
jovencito José Torretta, del primer curso inferior; pero, en diciembre de 1884, cuando hablaba don Bosco, él no estaba todavía en el 
Oratorio. 

2 Actas del Cap. Sup. 26 de mayo de 1886. 
437 

((509)) Los periódicos franceses anunciaban una visita del Obispo de Orleáns, aun antes de que éste llegase a Turín. El día veintiuno de 
noviembre, en efecto, llegó monseñor Coullié. Al entrar en la habitación del Santo, se echó a sus pies y quería su bendición; pero don 
Bosco hizo lo mismo, inclinándose profundamente sentado como estaba y juntando las manos. La porfía terminó cuando ambos vieron 
cumplido su deseo. El futuro Cardenal, después de un largo coloquio, partió para Roma. 

En la segunda mitad de noviembre, la prensa mundial se ocupaba difusamente de la mediación de León XIII entre Alemania y España 
por la posesión de las Islas Carolinas, pertenecientes a España, pero ocupadas por Alemania. El arbitraje del Papa, aceptado por ambas 

Fin de Página: 438 


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partes, puso fin a un litigio que, sin duda habría degenerado en una guerra. La cuestión romana, que era para Italia una espada de 
Dámocles, también en esta circunstancia dejó ver cuán viva y amenazadora era siempre. Con respecto a ella, los gobernantes italianos 
solían hacer gala de seguridad, considerando que no era posible ni deseable su solución; pero cualquier zurrir de las frondas vaticanas los 
alarmaba. Por eso, el hecho de que Bismark invocase la mediación pontificia y la acatase, de forma que acreditaba de cara al mundo la 
posición internacional de la Santa Sede, pareció un precedente cargado de consecuencias para la unidad italiana teniendo a Roma como 
capital Por consiguiente, los órganos de los partidos se agitaban y ponían el grito en el cielo con sus trasnochados discursos contra el 
Papado. Don Bosco gozó con aquel triunfo de la Iglesia. Y después, partiendo de las repercusiones que el hecho tendría en la Italia 
masónica de entonces, manifestó su pronóstico acerca de la solución de la cuestión romana. El pronóstico se refería a la fatalidad de la 
misma solución y a la manera como podría realizarse. Formuló él dos hipótesis, la segunda de las cuales ni los católicos, razonando de 
tejas abajo, tendrían como probable, mientras fue la que eligió la Providencia. El día veintiuno de noviembre, después de oír lo que se 
decía sobre el tema del día, habló así ((510)) ante algunos de sus íntimos: 

-Sin duda, Alemania y España no dejarán sin recompensa el señalado servicio que el Papado les prestó. Italia tiembla, tiene miedo. Si el 
Papa eligiese ahora a Alemania como mediadora entre él e Italia, pidiendo de algún modo su protección, »qué pasaría? Italia teme y 
considera su mejor partido callarse, pero, tal vez dentro de poco, temiendo a las grandes potencias de Europa, llamará a alguna de ellas 
como intermediaria entre sí misma y el Papa o también apelará al mismo Padre Santo, al que ahora se ve obligada a respetar, para que 
438 

proponga la manera de arreglar con el menor deshonor la abstrusa cuestión. 

Sin embargo, cuando en un nuevo clima político se emprendió el segundo camino más honroso, no actuó como causa determinante el 
temor, sino la sabiamente reconocida importancia del problema y de una buena solución del mismo. 

Hermosa jornada fue para el Oratorio el día ocho de diciembre. Don Bosco alegró a todos, tomando parte en la comida con los 
Hermanos. Muy raras veces daba él la bendición con el Santísimo Sacramento en la iglesia, pero, aquella tarde, la impartió. La gente se 
subía incluso a los bancos para ver al venerando anciano que, encorvado y a paso lento y vacilante, avanzaba hacia el altar. Al atardecer, 
dio a los Salesianos la tradicional conferencia en el coro de María Auxiliadora. Pero este año había algo más, fuera de lo tradicional: había 
que comunicar oficialmente la designación de don Miguel Rúa como Vicario General 1. Después de leer don Juan Bautista Francesia la 
circular concerniente a esta medida, habló el Santo. Dijo que nosotros somos deudores a María Auxiliadora de todo y que todas nuestras 
grandes cosas tuvieron su comienzo y su cumplimiento en el día de la Inmaculada. Describió lo que era el Oratorio cuarenta y cuatro años 
antes y comparó el estado actual con el anterior. Notó que todas las bendiciones, llovidas del cielo por mediación de la Virgen, eran el 
fruto de aquella primera avemaría, rezada con fervor y con recta intención junto con el jovencito Bartolomé Garelli, en la ((511)) iglesia de 
san Francisco de Asís. Concluyó, afirmando que nuestra Congregación estaba llamada a cosas grandísimas y a extenderse por todo el 
mundo, si los Salesianos eran siempre fieles a las Reglas, que les dio María Santísima. Viglietti escribe en el diario que don Bosco habló 
aquella tarde con extraordinaria vehemencia y dijo que se encontraba mucho mejor desde algún tiempo atrás. Parece que este bienestar le 
duró bastante, porque el día trece reunió en la biblioteca a los alumnos del cuarto y quinto curso de bachillerato, les habló de la vocación y 
los despidió contentos, regalándoles muchas avellanas. El día de Navidad volvió a bajar para impartir la bendición eucarística. Mientras los 
fieles salían de la iglesia y estaba la plaza atestada de gente, llegó de improviso el Cardenal en su coche. Iba a agradecer personalmente a 
don Bosco las felicitaciones recibidas por escrito. 

Otro indicio de que la salud de don Bosco iba mejor, se tuvo el día treinta y uno, cuando dio a todos, después de las oraciones de la 

1 Véase más atrás pág. 245. 
439 

noche, el aguinaldo para el nuevo año, desde el púlpito de María Auxiliadora. 

Dos palabras consabidas, queridos hijos, van repitiendo esta noche parientes, compañeros y amigos al desearse: Buen fin y buen 
principio de año. Sin embargo, cuando yo celebraba esta mañana la santa misa, no podía apartar de mi mente el pensamiento de lo que 
había de augurar esta tarde a mis queridos hijos y, mientras lo pensaba, sentía como una inspiración que me decía: 

-Bien está, buen fin y buen principio; esto bastará para la gente, mas no para mis hijos. 

Y parecía que el Señor me decía interiormente: 

-Este augurio no es para ti. »Por qué no les auguras algo tuyo y que dependa de ellos? Porque eso ciertamente no depende de ellos. 

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»Qué podré yo auguraros? íLa oración! Rezad... Yo rezaré al Señor para que os conserve todavía mucho tiempo; para que podáis 
terminar bien el año viejo y comenzar bien el nuevo y pasarlo bien y santamente. íEs algo muy grande la oración! Pero hay que decir algo 
más detallado. Pues bien, os diré que este año está para acabar y no volverá jamás, irá a parar in perpetuae aeternitatis annos, a los años 
eternos. Vendrá el año nuevo; si lo empezamos bien, será todo para la mayor gloria de Dios, para bien de vuestros parientes, amigos, 
bienhechores y superiores. Si no lo pasamos bien, irá mal, será tiempo perdido... 

He aquí lo que os digo muy brevemente. 

((512)) Y si tuviera tiempo y mis fuerzas lo permitieran, os hablaría de lo que sucederá este año. Diría que, como el año pasado, algunos 
que estaban aquí escuchándome ya no están entre los vivos, así el año que viene por estos días no estarán aquí al menos seis de los 
presentes esta noche. Ellos comparecerán ante el Señor para dar cuenta de sus acciones, que esperamos habrán sido buenas. 

Querría hablaros de las grandes calamidades que sufrirá alguno de esta misma casa y de las muchas alegrías para otros de los que están 
presentes. De los desastres públicos, que afligirán a nuestros países... Pero dejemos todo esto oculto en el secreto consejo de Dios y que El 
permitirá para gran gloria de los buenos, para temor y corrección de los malos. El es nuestro buen Padre, nos bendice siempre y no nos 
envía estos castigos más que para movernos a acudir a su misericordia. 

Más bien prefiero deciros dos palabras acerca de lo que practicaréis en el curso de este año. Primera: frecuencia de la santa Comunión, 
pero bien hecha, dígnamente, con la conciencia limpia; vaya cada uno a recibir la Comunión después de una buena confesión. Así, pues: 
frecuencia de la santa Comunión. 

Segunda: hay una virtud, que los Santos y los Directores de espíritu dicen que engendra las demás y las conserva todas: la obediencia. 

Querría yo explicaros qué se quiere entender con la palabra obediencia, pero os lo explicarán otros. Vosotros, haced todo lo posible para 
practicarla de la manera que os la expliquen y sacaréis de ello gran fruto para el alma y para el cuerpo. Pero la verdadera obediencia no se 
llama seguir los propios gustos, no. El que os predique, os explicará en qué consiste esta virtud. 

Puestas así las cosas, yo rezaré cada día por vosotros, y os ruego que recéis por mí. Porque si yo os digo que no estáis seguros de estar 
todavía con vida el próximo año, con mayor razón debe decirse esto del pobre don Bosco. Para él, de mes en mes, de día en día, resulta 
cada vez más claro que es tiempo de que piense en su eternidad. 

En todas vuestras oraciones y comuniones, acordaos, pues, de mí. Y termino. Si 
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pasamos bien el tiempo de nuestra vida mortal, tendremos firme esperanza de juntarnos todos en la otra vida inmortal; tendremos la dicha y 
el consuelo de dejar el tiempo para reunirnos todos juntos en los esplendores del Señor, in sempiternos annos aeternitatis. 

Añadiremos un epílogo a lo que hemos venido exponiendo en este capítulo, que no podía venir más a la medida. Nos lo ofrece un 
periódico liberal de la región de Emilia en un ((513)) artículo del mes de noviembre 1. El corresponsal pone por delante, a manera de 
conjuro o de imprecación, una declaración de principio, es decir, hace sus reservas sobre la diversidad de fe religiosa y política y sobre su 
personal disconformidad respecto a la conveniencia política y social de la orientación dada por don Bosco a sus institutos; pero el 
reconocimiento de la obra en sí misma y de su creador, por parte de uno que militaba en campo contrario, es más, con arreglo a la índole de 
los tiempos, en campo belicosamente hostil, adquiere a nuestros ojos doble valor. 

Después de este exordio, tiene aquí el lector una representación topográfica del Oratorio visto por un profano: «Imaginad una de nuestras 
aldeas de la Emilia, agrupada alrededor de una iglesia majestuosa; agrandad, pintad, embelleced esos edificios que, en nuestras aldeas, 
ofrecen tan pobre imagen; añadid la limpieza, el orden y la actividad febril del taller y de la escuela y tendréis el Instituto de Valdocco. íEs 
un encanto! Viven allí más de mil personas y crecen para el trabajo, para la familia, para sí mismos. Los más son pobres desgraciados, que 
se preparan un porvenir menos triste bajo una disciplina rígida, pero mesurada y caritativa, porque educa y alimenta a los necesitados. Es 
también maravilloso que, en el Instituto de Valdocco, encontráis juntos tantos establecimientos, cada uno de los cuales bastaría para 
acarrear honra y estima a cualquier provecto industrial. 

»Aquí un taller de cerrajeros, allí otro de carpinteros. Más acá una completísima y estupenda tipografía; más allá una fundición de tipos. 
A la derecha una librería riquísima y bien seleccionada; a la izquierda un taller de zapateros, otro de sastres y otro de encuadernadores de 
libros. Reina en todas partes un silencio, diría yo, alegre y confiado; un orden admirable y espontáneo, porque allí puede más el 
sentimiento que la fuerza del deber y de la disciplina. Y, lo que es todo en esta clase de institutos, reina en todas partes y en todos un aire 
sereno de paz, de bienestar, de salud, que satisface y alegra». 

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1 La Stella d'Italia, 13 de noviembre de 1885. 
441 

Aquí brotaba espontánea en los lectores, desconocedores de la institución salesiana, ((514)) el deseo de conocer cómo había podido 
surgir aquella octava maravilla, es decir, cómo había podido un hombre crear, gobernar, alimentar aquel pequeño mundo. 

«Convendréis conmigo, amables lectores, seguía diciendo el corresponsal, que, sin una llama sagrada, no se saca todo esto de la nada; sin 
una inteligencia superior, no se hacen estos milagros. Mas, tampoco basta para ello la osadía, la sublimidad del concepto, la seguridad de la 
ejecución. El jefe de un ejército no vence la batalla, si no cooperan con él sus generales. El Instituto de Valdocco no florecería si, además 
de la mente, que lo ha creado y lo rige y anima, no hubiese allí brazos suficientes que proporcionan el orden, la vida. Y, a la verdad, don 
Bosco debe tener también ojo avizor para conocer a sus hombres, puesto que ha sabido seleccionar a los que fueron para él valerosos 
ministros y supieron llevar adelante y conservar su obra». 

En la reunión de los exalumnos, don Juan Bautista Francesia había presentado, con sus versos en dialecto, una valiente comparación 
entre don Bosco y Napoleón. Pues bien, nuestro periodista, que había tenido, no sabríamos decir cómo, alguna noticia de la atrevida 
comparación, hizo sobre ella sus reflexiones: «Don Bosco ha sido comparado con Napoleón 1. Hizo la laudatoria comparación un general 
de don Bosco y, por eso, no pudo poner de relieve la mayor prenda por la que es posible la comparación, a saber, la de saber seleccionar 
bien a sus generales. Yo no tengo el honor de conocerlos a todos. Pero, si todos tienen la sabiduría y la experiencia, la dulzura y la fuerza 
de espíritu del sacerdote y profesor Francesia, que en aquel Instituto es director de estudios, no me extrañan tan espléndidos resultados. Es 
él un latinista provecto, como quedan ya pocos en Italia; es un comentarista profundo de Dante y otros muchos autores latinos e italianos; 
es un poeta inspirado y elegantísimo, escritor en prosa atildado y doctísimo; es un hombre exquisitamente cortés en sus maneras; es una 
gran autoridad por su vida intachable y su santidad de costumbres, es, en aquel centro, un mentor, un padre, un modelo». 

El artículo terminaba recomendando a sus lectores que, cuando fuesen a Turín, no dejaran de visitar ((515)) el «Instituto de Valdocco». 
Tal vez encrespaba los nervios de los liberales decir sencillamente Oratorio de San Francisco de Sales u Oratorio de don Bosco más que 
Instituto de Valdocco; pero, a la distancia de cincuenta años, podemos afirmar que la prosa de la pluma liberal merecía, como lo fue, ser 
conservada en nuestros archivos. 

Si la vista del Oratorio impresionaba tanto a personas extrañas, su 
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recuerdo quedaba tenazmente arraigado en el ánimo de quien había vivido en él. «No obstante las altas montañas y los inmensos mares, 
que nos separan, escribía un misionero de China, estudiante allí durante tres años, desde 1865, no me canso de correr a menudo con el 
pensamiento al querido Oratorio y me parece ver uno por uno a mis amados compañeros» 1. 

1 Carta del padre Pacífico Fenocchio, franciscano, a don Bosco, Chan-Toung, 22 de septiembre de 1885. Don Bosco mandó que se le 
contestara el día veinticuatro de noviembre. 
443 
((516)) 

CAPITULO XVIII 

EL DUQUE DE NORFOLK 

APENAS regresó don Bosco de su último viaje a Francia y bajó del coche en el patio del Oratorio, se le presentó el capellán del Duque de 
Norfolk, que departió unos minutos con él, hablando en italiano. El Santo le pidió noticias de la Duquesa, que había llegado recientemente 
a Turín, pero que no estaba bien del todo y se sentía cansada del viaje, igual que su hijo. Luego preguntó por el Duque, llegado igualmente 
a Turín, y rogó a su cortés interlocutor que le diese muchos saludos de su parte. El sacerdote llevaba el plan preciso de fijar una audiencia 
para sus Señores; pero don Bosco, tomando al vuelo la propuesta, afirmó que estaba totalmente a su disposición en cualquier momento. Y, 
puestos de acuerdo sobre ello, se despidieron. 

Mientras éste se disponía a marchar, vio don Bosco a dos extranjeros que se acercaban por detrás del sacerdote y les saludó, creyendo 
que perteneciesen al séquito del Duque; pero el capellán, al verlos, le dijo señalando a uno de los dos: 

-Mire, padre, éste es el Duque de Norfolk; habla muy bien el francés. 

Don Bosco quedó maravillado, al contemplar un tan insigne personaje, vestido sencillamente y tocado con un gran sombrero. Realmente 

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el Duque no tenía nada de la aristocrática severidad, propia de la nobleza británica, sino que vestía como un modesto burgués. Parecían 
mejor trajeados sus servidores. 

((517)) Se estrecharon cordialmente la mano e intercambiaron palabras de saludo. El Santo pidió excusas por su equivocación. Y 
conversaron unos minutos con gran satisfacción del gentilhombre, que había ido allí precisamente de incógnito para formarse en seguida 
un concepto de don Bosco. 

Antes de seguir adelante, presentamos aquí algunos datos que complementen los ya dados en el volumen XV 1. Su Alteza el Duque 

1 Véase Vol. XV, pág. 482. 
444 

Enrique Fitzalan-Howard, décimoquinto Duque de Norfolk, Conde de Arundel, Surrey y Norfolk, Conde-mariscal de Inglaterra, Caballero 
de la Orden de la Jarretera, primer duque y conde del reino y, por último, miembro de la Cámara de los Pares, era uno de los personajes 
más influyentes de la comunidad católica en Gran Bretaña. Con dignísimo sentido de responsabilidad había conservado el depósito de la fe 
católica, heredada de sus antepasados desde los tiempos de Enrique VIII. Contaba entonces treinta y ocho años. En 1877 se había casado 
con la señora flora Abney-Hasting, de los Barones de Donnington. Ambos se mostraban fervientes servidores de la Iglesia Romana. 
Poseedores de inmensa fortuna, empleaban gran parte de sus rentas en beneficencia, en el sostenimiento de monasterios y favoreciendo la 
propaganda católica. 

Su matrimonio no fue afortunado respecto a la descendencia, pues no tuvieron más que un hijo, ciego de nacimiento y afectado, además, 
por una enfermedad incurable a juicio de los médicos. Era indecible la desolación de ambos piadosísimos cónyuges, ante aquella 
desgraciada criatura, que frisaba ya en el quinto año de edad. Pero no era su estado físico el único pesar. Si se le hubiese llevado la muerte, 
los bienes de los Duques hubieran pasado, según la ley inglesa, a una rama familiar protestante. Atraídos por la fama de santidad de don 
Bosco, decidieron ir a visitarlo, llevando consigo al niño, con la confiada esperanza de que su bendición lograría darle la vista y la salud. 
Con esta intención había escrito su madre a don Bosco en abril 1. 

((518)) Mi apreciado don Bosco: 

Por fin hemos decidido ir a verle en Turín y aplazar así nuestra peregrinación a Lourdes hasta el próximo otoño. 

Hemos elegido el mes de mayo como tiempo más oportuno, pues el calor aún no habrá comenzado y, por eso, estaremos en Turín el día 
cinco de dicho mes. Tenga la bondad, reverendo don Bosco, de comunicarnos si tendremos la suerte de encontrarle en dicha fecha, ya que, 
si usted estuviera ausente, resultaría inútil nuestro viaje. Tenemos, además, que agradecerle muchísimo la cordialísima carta que se dignó 
escribirnos y la promesa de reservar para nosotros un rinconcito en su corazón. íOh, cuántas calamidades, cuántos dolores se habrán 
depositado ya en su caritativo corazón, al lado del cual, son nada los nuestros! Y ahora, Padre, le voy a decir una cosa con toda confianza y 
es ésta: yo soy de familia protestante (hoy ya convertida), y muchos de mis antepasados se comportaron mal, muy mal. Ahora bien, cuando 
llegué a ser madre y madre de un niño, recé al Señor casi formulando el deseo de que le enviase cualquier enfermedad, incluso la muerte, 
antes de permitirle que cometiera un pecado. Este voto lo hice, cuando estaba ya mal e, incluso, sin hacer sabedor de 

1 De esta carta, escrita acaso en inglés, sólo hemos encontrado la versión italiana. 
445 

ello a mi esposo; y es por lo que, a veces, me encuentro angustiada y atormentada con dudas. De todos modos, como usted ve, no debo 
quejarme si el buen Dios ha querido mandar tamaña desgracia a mi pobre hijo; pero esto no quita que yo no sienta este peso y que, de vez 
en cuando, no encuentre dificultad para resignarme a su divina voluntad. 

Siento tener que escribirle en inglés; de su carta se deduce que usted me confunde con la madre de mi marido, que conoce perfectamente 
el italiano, mientras que yo no sé ni palabra. 

Esperando poder verle pronto en Turín, créame, querido don Bosco, 

Arundel, 15 de abril de 1885 

Su segura servidora,
FLORA, Duquesa de Norfolk


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Don Bosco recibió esta carta el día veinticuatro de abril, cuando estaba en Niza, adonde se la reexpidió don Miguel Rúa; por eso, 
anticipó en algunas fechas su regreso a Turín 1. Al leer expresiones de tanta humildad y tan lisonjeras para él, había quedado sumamente 
confuso 2. 

Pero la Duquesa, no sabiendo a qué atribuir la tardanza ((519)) de la respuesta, que esperaba a vuelta de correo, recurrió a la mediación 
del señor Alberto du Boys, el segundo biógrafo francés de don Bosco. Hizo que la abadesa de las Clarisas de Londres, convento que estaba 
bajo la protección del Duque, escribiera en tal sentido al señor Du Boys. La sugerencia de dirigirse a Du Boys le vino de la maestra de 
novicias que lo conocía, pues, convertida al catolicismo por monseñor Dupanloup, había hecho la abjuración en la capilla del escritor. Este 
por tanto, escribía el 28 de abril a don Bosco: «No se trata de satisfacer los deseos y la ternura de un inglés buen cristiano y de ilustre 
estirpe. Es una causa que usted, reverendísimo Padre, debe patrocinar totis viribus (con todo ahínco) ante María Auxiliadora y que su 
Reverencia ganará, como estoy seguro de creer. Sería realmente, como suele decirse, una conclusion subsidiaire (un pacto alternativo) a 
someter a la Madre Divina, es decir que, de no sobrevenir la curación del hijo primogénito, la Virgen se dignase conceder a la Duquesa de 
Norfolk el nacimiento de un segundo hijo. En cuanto a los intereses católicos, este segundo hijo arreglaría todo; pero la ternura materna, 
por este medio, quedaría escasamente satisfecha». 

Acabamos de ver cómo, por una parte y por otra, se fue puntual a la cita. La visita se fijó para el día siete de mayo a las once de la 

1 Carta al conde Colle, Niza 25 de abril de 1885. 

2 Diario de Viglietti, 24 de abril de 1885. 
446 

mañana. Faltaban pocos minutos, cuando entraban en el Oratorio cuatro coches, llevando al Duque, a la Duquesa y a su hijo, al capellán y a 
camareros y criados: en total, dieciocho personas. El niño ciego fue llevado inmediatamente a la iglesia, a las gradas del altar mayor; 
después subieron a la habitación de don Bosco. Al asomarse los Duques a la galería, la banda entonó el himno inglés: God save the queen 
(Dios salve a la reina). Detuvieron sus pasos un momento en señal de complacencia. El Duque había dicho a don Bosco el día antes: 

-Me quedaré aquí, hasta que haya curado a mi hijo. 

A lo que don Bosco, respondió con toda sencillez: 

-Bien, bien. Esto quiere decir que yo lo voy a nombrar Mayordomo de la fiesta de María Auxiliadora. 

Al oír el niño que estaba al lado de don Bosco, buscó su mano y se la besó, estrechándosela y riendo con vivacidad, ((520)) mientras la 
mamá conmovida exclamaba: 

-No lo he visto así en toda su vida. Ni cuando va en brazos de su papá, da tantas muestras de gozo. 

El día ocho por la mañana asistieron todos a la misa de don Bosco en su capillita; a continuación, los Señores tomaron café con él. 
Contemplaban éstos admirados tanta cantidad de muchachos, pero lo que más les atraía era don Bosco con sus actitudes y palabras. 

Acudían al santuario mañana y tarde, edificando con su piedad a los presentes. El día diez marcharon para Florencia y Roma 1. 

-Venir a Italia y no ir a Roma, decía el Duque, es como para un italiano ir a Roma y no ver al Papa. 

Marcharon para volver de nuevo. Don Bosco hubiera querido que estuvieran en Valdocco el día dos de junio, fiesta trasladada de María 
Auxiliadora; pero, como ellos no podían permanecer hasta aquella fecha en Italia, acudieron de nuevo para hacer sus devociones el día 
veinticuatro de mayo. Ya hemos dicho que, aquella mañana, don Bosco celebró la misa en el altar de San Pedro; pues bien, los Duques 
oyeron su misa, situándose dentro de la balaustrada y comulgaron con gran fervor. Absortos en oración durante la acción de gracias, no 
advirtieron un prodigio que tuvo lugar allí mismo delante de ellos. Todavía vive el monaguillo que ayudaba a misa y que fue testigo ocular 
y prudente; cursaba ya el cuarto curso de bachillerato y se llamaba José Grossani; hoy es párroco de Moncucco di Vernate, en el 

1 Carta del santo al conde Colle, Turín, 10 de mayo de 1885. 
447 

arzobispado de Milán. Tal recuerdo le llena siempre de santa emoción. 

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Como suele hacerse cuando algunas personas han de comulgar infra missam, en un altar donde no hay sagrario, se puso sobre el ara un 
pequeño copón con las formas suficientes para que comulgaran los Duques y su séquito: es decir, no más de unas veinte. El Santo las 
consagró. Al llegar el momento de la comunión, las numerosas personas devotas que se agolpaban fuera de la balaustrada y en los bancos 
más próximos, ((521)) apenas vieron que el celebrante, aquel celebrante, después de dar la comunión a los Señores, la repartía también a 
los de su acompañamiento, que uno tras otro subían y se arrodillaban en la grada del altar, se acercaron ellos también para comulgar. El 
monaguillo y el sacristán hicieron lo posible para convencer a aquellas personas de que no había formas suficientes y convenía reservar a 
los ingleses las que se habían consagrado; pero todo fue inútil, pues nadie estaba dispuesto a ceder. Era una suerte nunca vista, la de poder 
comulgar de manos de don Bosco. Y éste, notando el nerviosismo por disuadir a las personas extrañas, dijo al ayudante: 

-Déjalos, no te preocupes... 

-Pero es que las hostias están contadas... »Quiere usted que diga que las traigan del altar mayor?, preguntó el monago. 

-Deja, deja..., repitió él. 

El monaguillo no se atrevió a insistir, pero contemplaba mientras tanto con creciente estupor un verdadero milagro de multiplicación, 
puesto que don Bosco, sin partir ni siquiera una hostia, iba dando la comunión a decenas de fieles. Asegura don José Grossani que los 
comulgantes superaron la cifra de doscientos. Ni ingleses ni italianos se dieron cuenta de ello y el aludido párroco no sabe explicarse cómo 
nadie haya prestado crédito hasta ahora a su tantas veces repetida narración. Es ésta, en efecto, la primera vez que se publica este 
acontecimiento. 

Los peregrinos británicos abandonaron Turín el veinticinco de mayo. Escribía don Bosco el veintiséis al Conde Colle: «Todos ellos han 
quedado muy contentos de su estancia entre nosotros y de la mejoría experimentada por su hijo enfermo». Ciertamente, ya durante la 
primera visita, don Bosco había logrado en la tarde del día veintitrés, que el niño anduviese unos cuantos pasos, lo cual nunca le había sido 
posible hasta entonces. También don Carlos Viglietti refiere en su diario, el día veintiocho: «Don Bosco me dice que el Duque de Norfolk 
le ha escrito satisfecho porque encuentra mejorado al niño. Pero él declara que deja las cosas en manos de Dios. No se trata de 
448 

curación, sino de crear en él una inteligencia y una visión de las que carece por completo». El mismo don Bosco dijo luego a los Superiore 
que el Duque le había entregado algo con que alegrar a los muchachos en su nombre. El secretario ((522)) anota que entregó diez mil liras 
de limosna antes de partir. 

Algunos periódicos, especialmente la Nazione de Florencia, hablaron de su paso por aquella ciudad y de su posterior viaje a Roma, pero 
ninguno señala la verdadera causa de su venida y permanencia en Turín. Unicamente la señala L'Unità Cattolica del día veintisiete de 
mayo. Espiguemos algunos detalles de su reseña: «Con admiración nuestra y ajena, leemos, que el Duque y la Duquesa, con todo su 
séquito de dieciocho personas, se acercaron varias veces a los santos sacramentos en el santuario de María Auxiliadora y participaron en 
todos los otros cultos del mes de María, que allí tenían lugar por la mañana y por la tarde. El primer día de la novena (veinticuatro de 
mayo), se puede decir que el Duque lo pasó por entero en dicha iglesia y en la casa aneja del Oratorio de San Francisco de Sales, donde 
reside el venerando don Bosco. Hablar de su veneración al hombre de Dios es algo imposible; parecía no poder separarse de su lado; no es 
para dicho el efecto que él y los suyos sintieron por las diversas obras de beneficencia a que ha puesto mano nuestro queridísimo don 
Bosco, El Duque, que es un hombre generoso y práctico, sobre todo, no olvidó ningún detalle cuando visitó el Oratorio: quiso ver de cerca 
los comedores, la cocina, los talleres, la panadería, etc. Agradeció todo lo que don Bosco y sus hijos procuraron hacer para que le resultase 
grata su visita. Conmovióse su corazón de súbdito fiel de Inglaterra, al oír a aquellos jovencitos interpretar con la banda el himno nacional. 
Visiblemente conmovido, aplaudió y agradeció a don Bosco su delicada iniciativa y aseguró que jamás en su vida había escuchado aquel 
himno con mayor satisfacción». 

También el semanario católico de Prato, en su número del día treinta de mayo, escribía entre otras cosas: «Era digna de admiración la 
Duquesa que, realmente di lacrime atteggiata e di dolore 1 (abrumada de llanto y de dolor), parecía querer coaccionar a la Reina de los 
afligidos para que tuviese compasión de su triste situación. Me di cuenta de que su religiosidad no era simple apariencia, sino realidad. Se 
acercaron muchas veces a los santos sacramentos en dicho templo con toda la familia; y, excepción hecha de la rápida excursión ((523)) a 

1 Es un verso del Dante. (N. del T.). 
449 

Roma, en los quince días que permanecieron en Turín, sus pasos se dirigían siempre a la iglesia de María Auxiliadora. íOh, si la Virgen 
escuchase su plegaria, qué sacudida para la herejía en Inglaterra!». 

Fin de Página: 450 


VOLUMEN XVII Página: 450 

Después, hasta 1887, no hay más datos que sepamos sobre las relaciones habidas entre don Bosco y el Duque de Norfolk. El veintitrés de 
mayo de dicho año, el Duque, camino de Roma, hizo una parada en Turín para ver a don Bosco. Lo visitó en el Oratorio, tuvo con él un 
largo coloquio y estuvo comiendo con los Superiores. 

Es del mismo año la noticia de un hecho portentoso, relacionado con la familia del Duque. Lo comunicó el jesuita P. Cirilo Martindale, 
en el año de la canonización, a don Eneas Tozzi, inspector salesiano de Inglaterra. Se sabía que el venerando Padre tenía mucha simpatía a 
don Bosco; por lo mismo, don Eneas Tozzi pensó en él para que compusiera el himno con ocasión de las fiestas en honor del nuevo Santo, 
y efectivamente lo compuso; rogóle después tuviese a bien manifestar de dónde le venía a su familia tanta simpatía por don Bosco. El 
hecho causaba mayor extrañeza por la circunstancia de que Lord Martindale es aún protestante y el Padre Cirilo, su hijo, es un convertido. 
Y éste es el relato que él hizo. 

La Duquesa de Newcastle, pariente lejana de su padre y amiga de los Norfolk, había ido a Lourdes para implorar la tan suspirada 
curación de su niño. Mujer, nada fácil a las emociones ni dotada de calenturienta fantasía, sucedióle allí un fenómeno, por el que temió 
sentirse alucinada. Mientras rezaba en la gruta, le pareció escuchar una voz que le decía: 

-Reza por la madre, no lo hagas por el hijo. 

Volvió la vista alrededor para cerciorarse de que no hubiese personas que hablasen por allí cerca; pero no había ni una alma. De allí a 
pocos instantes, se le repitieron interiormente las mismas palabras, por lo que quedó un tanto impresionada y esta impresión la acompañó 
hasta Turín, a donde fue con la misma intención para visitar a don Bosco. Llegada aquí, obtuvo audiencia con el Santo. Cuando entró en su 
habitación, estaba él escribiendo y siguió haciéndolo, ((524)) sin atender a la visitante, que no sabía explicarse aquella actitud en un 
sacerdote tan estimado por ella. Por fin dejó don Bosco con toda calma la pluma y, volviéndose a la Duquesa, le dijo de repente y en tono 
sosegado: 

-Rece por la madre, no rece por el hijo... 

íIgualísimo que en Lourdes! Hondamente pensativa, la señora rezó en la iglesia de María Auxiliadora como se le había recomendado y, 
así que regresó a Londres, su amiga la duquesa de Norfolk moría a 
450 

los cuatro días. Aquí tuvo su origen, entre los anglicanos Martindale, el afecto por don Bosco y la veneración por su memoria. 

En el mismo año de esta muerte, abrió don Bosco la casa de Battersea, en Londres, como se verá en su lugar, y, en noviembre, envió allí 
dos salesianos ingleses, a quienes proveyó de una carta de presentación y recomendación para el duque de Norfolk. 

Alteza: 

Cuando Vuestra Alteza honró con su presencia nuestro humilde hospicio, la piadosa y llorada señora Condesa, su esposa, contemplaba 
con satisfacción a los muchachos de esta casa cómo practicaban la religión cristiana, y manifestó el gozo que habría podido experimentar 
de haber podido ver instalado un internado semejante al de Turín en Londres, donde también abundan los jovencitos pobres, abandonados 
y en peligro, especialmente en su formación religiosa. Por entonces, no contábamos aquí con personal suficiente; actualmente estaríamos 
dispuestos a intentar dicha fundación y ya ha empezado con una iglesia en Battersea. 

Por ahora comenzaremos enviando al menos cinco Salesianos y seguirán otros más a continuación, si fuere menester. Ciertamente una 
obra de este género exige entusiasmo, especialmente en la gran ciudad de Londres. Pero Dios, que nos ayudó en otras fundaciones, vendrá 
también en nuestra ayuda para ésta, que espera el apoyo de Vuestra Alteza. Dicha iglesia está ya provista de algún mobiliario, merced a 
algunos ciudadanos caritativos; mas, por lo que respecta a la residencia de nuestros sacerdotes maestros, hay muy poco hecho. Y es para 
estas primeras necesidades, para las que imploro a Vuestra Alteza ayuda y asesoramiento. Nuestro sacerdote Carlos Macey y don 
Eduardo-Patricio Mac-Kiernan se permiten la confianza de presentarle personalmente mis saludos y consultarle directamente sus sabias 
sugerencias. 

Aquí recordamos con gozo su venida hasta nosotros y hacemos cada día especiales plegarias, para que Dios derrame sus bendiciones 
sobre usted ((525)) y toda su familia y, especialmente, sobre el precioso vástago que constituye en todo momento el objeto de nuestras 
oraciones y de las comunes solicitudes. 

Con el máximo respeto y veneración, tengo el alto honor de poderme agradecidamente profesar con gratitud, de V. Alteza 

Turín, 13 de noviembre de 1887 

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Humilde Servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Existe copia en nuestros archivos de otra carta, escrita en francés, dos semanas antes de que el Santo pasara a la eternidad. Eran los días 
en que los corazones abrigaban todavía buenas esperanzas, porque su enfermedad no sólo estaba en una pausa, sino que parecía tender a 
una extraordinaria mejoría. El siete de enero, don Carlos Viglietti anotaba que era «casi capaz de levantarse, escribir, trabajar». No es 
verosímil que la escribiera don Bosco de su puño y letra, si bien la frase entre paréntesis se encuentra exclusivamente en sus cartas. Decía, 
pues, al Duque el día 13 de enero de 1888: 
451 

«Aquí me tiene dándole noticias mías. Estoy siempre en cama, mis condiciones de salud son, en todo momento, inseguras y no sé cuándo 
podré levantarme. íHágase la voluntad de Dios! Una cosa me preocupa en este momento: la deuda de la iglesia del Sagrado Corazón de 
Roma. Hace ya diez años que dirigimos a ella nuestros esfuerzos y, sin embargo, restan aún por pagar doscientos cincuenta mil francos y, 
en estos mismos días, me veo apremiado para efectuar el pago. Este es uno de mis mayores disgustos. Si Vuestra Alteza puede acudir en m 
ayuda, en la medida que su caridad y las circunstancias se lo permitan, sería para mí un alivio y V. A. haría un favor grandísimo a nuestra 
pobre Sociedad Salesiana y a toda la Iglesia universal y, por ende, gratísima a Dios y a su Vicario en la tierra, el Santísimo Padre, que nos 
ha confiado directamente esta obra del Sagrado Corazón de Roma. Nuestros pobres huerfanitos (más de doscientos cincuenta mil) rezarán 
siempre conmigo por su felicidad espiritual, temporal y eterna. Dios le bendiga y consuele, señor Duque, y le recompense dignamente por 
todo el bien ((526)) que haga en favor de las Obras Salesianas» 1. 

íHasta los últimos días de la vida, le abrumó el acuciante pensamiento de la iglesia del Sagrado Corazón! 

La carta lleva la dirección de Roma. Allí se encontraba efectivamente el Duque. El año 1888 se inauguró con mundiales demostraciones 
de adhesión a León XIII, que celebraba su jubileo de oro episcopal. Los Soberanos y Jefes de Estado enviaban solemnes embajadas al 
Vaticano para rendir homenaje y presentar ricos y variados donativos al Papa. También la Reina Victoria de Inglaterra destacó una brillante 
misión, compuesta por nobles personajes, a cuya cabeza iba el Duque de Norfolk. Su Alteza, a su paso por Turín, se detuvo en el Oratorio, 
visitó al Santo en su lecho de dolor y estuvo casi media hora arrodillado sobre el pavimento, junto a su cabecera. La carta que acabamos de 
reproducir invitaba al Duque a esta visita. El ilustre enfermo le confió algunos encargos para el Padre Santo y le pidió noticias de la nueva 
casa de Londres. Un deseo le expresó encarecidemente el Duque: que aquella casa se calcase sobre el modelo del Oratorio. Se habló 
lógicamente de la patria del Duque y de la misiones en China. Don Bosco añadió algo respecto de Irlanda. Finalmente, el humilde Señor 
pidió su bendición, pensando, sin duda, que era la última de un Santo casi agonizante. 

El hijito, objeto de tantas preocupaciones, no curó. En 1904, el 

1 Apéndice, Doc. núm. 79. 
452 

padre contrajo segundas nupcias con la Baronesa de Herries que le dio, en 1908, el actual heredero Bernardo de Norfolk. El Duque murió 
serenamente a los setenta años en 1917. En una carta suya dirigida al salesiano don Eugenio Rabagliati, que pasó la mayor parte de su vida 
en Inglaterra, decía el cristianísimo Señor que si don Bosco no le había curado al hijo, le había dicho cosas tan consoladoras que valían 
mucho más aún que la misma curación 1. 

1 Don Juan Boselli, salesiano, que aún vive, vio y leyó con sus propios ojos en Londres esta carta, cuyo fin era agradecer a don Eugenio 
Rabagliati, un ejemplar de la obra Cinque lustri, que le había enviado como regalo. 
453 
((527)) 

CAPITULO XIX 

LAS OBRAS DE LA IGLESIA
Y EL HOSPICIO DEL SAGRADO CORAZON


EMOCIONAN las expresiones de don Bosco en la mencionada carta al Duque de Norfolk implorando su ayuda para la iglesia del Sagrado 
Corazón. Si pensamos que se expresaba de esta manera en su última enfermedad, sólo dieciocho días antes de dejar la tierra, puede 
afirmarse con razón que aquella empresa romana fue su pesadilla desde 1881 hasta su último respiro. Por ella arrostró, en deplorables 

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condiciones de salud, viajes pesadísimos, que contribuyeron no poco a reducirlo a aquel estado de extrema postración. Depone don 
Francisco Cerruti en los procesos 1: «Acompañé varias veces a don Bosco en los viajes por Italia y por el sur de Francia, en busca de 
dinero para la construcción de aquella iglesia y pude contemplar los enormes trabajos y los inmensos sufrimientos físicos y morales, a que 
se sometió para cumplir el deseo del Papa. Es más, estoy íntimamente convencido de que aquellos trabajos y sufrimientos acortaron su 
vida». 

Hay que repetir aquí el consabido estribillo: las obras de la iglesia avanzaban y también los preparativos para el hospicio; pero, con ello, 
aumentaban los gastos, y los donativos recogidos no eran suficientes para pagarlos. Cuando don Bosco propuso a la esplendidez del Santo 
Padre que se dignase asumir los gastos de ((528)) la erección de la fachada, quiso crearse un nuevo expediente, con que estimular más y 
más la generosidad de los fieles. Comenzó por dar la pura y simple noticia de ello a los Cooperadores de Turín, en la conferencia del día 23 
de mayo de 1884, y, después, a todos los Cooperadores con la circular del día treinta y uno del mismo mes. El augusto ejemplo venido de 
tan alto constituía por sí mismo un estímulo para colaborar en la obra. Pero don Bosco no se paró ahí. La Unità Cattolica del día veinte de 
junio exhortaba a los católicos italianos con dos artículos, inspirados por él, a enviar donativos para ayudar al Papa en el compromiso 
asumido. 

1 Summ. sup. virt. Núm. III, $ 67. 
454 

Decía en el primero: «A la par del Soberano Pontífice, también don Bosco es un mendigo y vive de limosna. Invoca la caridad católica, 
mas no para sí. »Sabéis cuánto gasta don Bosco al año? Tres millones y, si los gasta, tiene que buscarlos de algún modo y los encuentra, 
porque el Señor se los envía. Ahora tiene que gastar en Roma dos millones para la iglesia del Sagrado Corazón y el Oratorio anejo; y el 
primero que acude en su auxilio es un pobre augusto, es el Romano Pontífice, el beneficentísimo León XIII, el cual, en la última audiencia 
concedida a don Bosco, tomó a su cargo los gastos de la fachada de la iglesia. Y éstos tal vez pasarán de las cien mil liras, porque en la 
Roma papal se fabrican las iglesias con gran magnificencia, y la del Sagrado Corazón será también digna de Roma. Esta iglesia quedará 
como una reparación a semejanza de la capilla expiatoria de París y como un recuerdo del dinero de San Pedro y de la caridad de los 
católicos en favor del Pontífice despojado». 

En estas últimas palabras estaba delineado un concepto más amplio, madurado ya en la mente de don Bosco, pero todavía no lo bastante 
maduro para su divulgación. Se convirtió en portavoz de don Bosco ante la Santa Sede, ante todo, el cardenal Alimonda, el día 15 de 
octubre de 1884, al proponer que se invitara a los italianos la erección de la fachada como un voto nacional al Sagrado Corazón de Jesús, 
contribuyendo a ello con sus donativos. La invitación fue favorablemente acogida, como lo demuestra esta carta del Secretario de Estado al 
Arzobispo de Turín. 

((529)) Emmo. y Rvmo. Señor mío: 

Con mucho gusto he tenido la atención de participar al Padre Santo el proyecto de que habla Su Eminencia, en carta del quince de los 
corrientes, y celebro poderle comunicar que ha sido plenamente aprobado por Su Santidad, el cual bendice cordialmente a sus autores y 
animadores y también a todos los piadosos fieles italianos que contribuyan con sus donativos al indicado Voto nacional del Sagrado 
Corazón de Jesús. Si, como no hay que dudar, el proyecto tiene éxito, quedará su perenne recuerdo en la fachada, que con estos donativos 
se realizará en la iglesia del Sagrado Corazón en esta capital. Y advirtiéndole que, en la invitación a publicar sobre el particular, puede 
hacerse mención de la aprobación del proyecto y de la bendición del Padre Santo para los que suscriben el Voto nacional, me cabe el honor 
de confirmarle los sentimientos de profundo respeto con que beso humildísimamente sus manos. De V. E. 

Roma, 20 de octubre de 1884 

Su atento y seguro servidor, L. Card. JACOBINI 
455 

Pero antes que la invitación fuera comunicada al público, León XIII hizo el día 1.° de febrero de 1885 una modificación al proyecto de 
Alimonda. Quiso que se estableciese un centro único para recoger los donativos destinados a la construcción de la fachada, en la persona 
del mismo Cardenal, y que todo el dinero de los donantes italianos fuese remitido al Vaticano. Don Bosco captó en seguida los 
inconvenientes que podrían surgir de esta disposición, tanto más cuanto que sus preocupaciones recibieron muy pronto una elocuente 
confirmación. El Superior General de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, cuando fue a Turín el día quince de febrero con las veinte mil 
liras de sus religiosos 1, no las pudo entregar a don Bosco, sino que debió llevarlas a Roma, pues tenían carácter de contribución a los 
gastos de la fachada, y sabía por el Santo cuál era la voluntad del Papa. íPero cuántas vueltas y revueltas debió dar don Francisco 
Dalmazzo para lograr disponer de aquella cantidad! 2. 

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Mientras tanto aumentaban las deudas. Por añadidura, la contabilidad ((530)) marchaba muy mal, porque don Francisco Dalmazzo no 
entendía mucho de obras ni tenía tiempo para ocuparse seriamente de las cuentas, de modo que las salidas quedaban sin registrar. Don 
Miguel Rúa, que había ido a visitar en el mes de mayo a los Salesianos y a las Hermanas de Sicilia, habría querido examinar el estado de 
los gastos hechos, pero necesitaba para ello más días de los que él disponía. Por tanto, propuso en la sesión capitular del día doce de junio 
la suspensión de las obras, hasta llegar a un arreglo total de las cuentas. Don Bosco dijo: 

-Escríbase a don Francisco Dalmazzo en este sentido: suspéndanse los trabajos, y, mientras tanto, averígüense cuánto cuestan las obras y 
compras ya hechas y, después, si hace falta, irá a Roma don Antonio Sala para cerrar personalmente el contrato con el contratista Cucco. 
Hay que pensar seriamente en los medios. El Padre Santo ha entregado las veinte mil liras ofrecidas por los Hermanos de la Doctrina 
Cristiana de Francia. En cuanto al proyecto del Cardenal Alimonda para la invitación a los católicos italianos por medio de los Obispos, el 
Papa lo ha aprobado; pero ahora parece que el Secretario de Estado lo ha limitado a la diócesis de Turín. El cardenal Alimonda piensa 
volver a escribir. Mientras tanto, yo escribiré al cardenal Secretario de Estado, para que nos ayude, ya que son muchas las limosnas que van 
al Papa para la iglesia del Sagrado Corazón. 

1 Véase Vol. XV., pág. 358. 

2 Véase, Ap., doc. núm. 80. 
456 

Dicho esto, leyó las siguientes observaciones, que él había redactado en 1884, cuando estaba en Roma: «1.°, Registrar lo que entra y lo 
que sale. 2.°, Vigilar los precios que se han fijado. 3.°, Vigilar qué materiales podrían ser llevados a otra parte, dado que el maestro de 
obras tiene otras construcciones comenzadas en otros lugares; como carretillas, ladrillos, cal, etc. 4.°, Vigilar para que no se malgaste o 
sobre material, especialmente tablas» 1. 

Pero el proyecto entero de don Bosco, sobre la fachada del Sagrado Corazón, esperaba todavía el momento oportuno para ((531)) hacerlo 
público. Lo había estudiado durante el invierno con el cardenal Alimonda, con monseñor Bertagna y monseñor Cagliero y con el teólogo 
Margotti; obstáculos que luego se presentaron retrasaron su publicación, hasta que llegó el día veinticinco de mayo; aquel día se 
inauguraron los festejos mundiales por el octavo centenario de la muerte de San Gregorio VII y, bajo este título, los diarios católicos de 
Italia abrieron suscripciones de donativos para el Santo Padre León XIII. Precisaba, pues, dejar pasar la agitación de la conmemoración. 
Así transcurrieron otros dos meses y medio, antes de que llegara el momento de actuar. 

Hasta que, por fin, con la intención de dar importancia y solemnidad a la manifestación, apareció el día nueve de agosto la Unità 
Cattolica, sin el marco de luto con que solía verse desde el día 20 de septiembre de 1870, sino engalanada de fiesta y dedicaba al tema toda 
la primera plana y más de la mitad de la segunda. 

El artículo de fondo se titulaba: UNA DEMOSTRACION DE ITALIA CATOLICA PARA LA IGLESIA Y PARA EL PAPA LEON 

XIII. Empezaba de esta manera: «Ya ha llegado el tiempo oportuno para renovar en Italia una de las espléndidas protestas que se hicieron 
varias veces bajo el pontificado de Pío IX y del reinante León XIII. Pero la nueva protesta no debe aparecer solamente en los diarios que 
pasan, sino quedar plasmada en un monumento duradero, que se muestre de pronto al viajero, apenas entra en Roma por la estación 
ferroviaria. Concibió la grandiosa idea un ilustre patricio piamontés, el conde César Balbo, en quien vive la valerosa y noble fe de su 
abuelo y de su padre. Hace la propuesta nuestro Arzobispo, el eminentísimo cardenal Alimonda, que obtuvo la aprobación y bendición del 
Soberano Pontífice». 
1 Se supo, en efecto, que carros de materiales, entrados por una parte en el cerco de la construcción, salían por otra para destinos 
desconocidos. Estos y otros hurtos, perpetrados a mansalva, duraron desgraciadamente mucho tiempo. 
457 

Como se ve, se eclipsaba don Bosco y aparecía en su lugar como inventor el conde Balbo y como presentador de la propuesta el 
Arzobispo. Era su táctica acostumbrada, la de hacer que trabajaran otros para sus fines y quedarse él entre bastidores. 

-Este es, dijo a don Carlos Viglietti, el único medio para ir ((532)) adelante y salir airosos con los enormes gastos que requiere la iglesia 
del Sagrado Corazón. 

El mencionado artículo, después de presentar el ejemplo de Francia con su basílica de Montmartre y recordar los comienzos de la del 
Castro Pretorio, seguía diciendo: «Confiada la construcción de la iglesia al celo inteligente e incansable de nuestro don Bosco, no tardó en 
progresar y ya puede darse por terminada. El Padre Santo León XIII, en junio de 1884, tomaba a su cargo los enormes gastos, que pedía la 
magnífica fachada. Pero aquel mismo año llegó de improviso el cólera, que amenazaba a Roma, y el amoroso y generoso Pontífice, no 

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obstante su pobreza, prodigaba una gran cantidad de dinero para abrir en el mismo Vaticano un hospital, al que él pudiese acceder 
fácilmente. Fue entonces cuando se le ocurrió al conde César Balbo la hermosa idea de proponer a la Italia católica un donativo 
extraordinario para el dinero de San Pedro que sirviera para llevar a término la fachada, y fuese como un voto nacional de los italianos que 
creen, rezan y esperan, y al mismo tiempo un acto de gratitud y amor al Pontífice reinante que, como un monumento, atestiguase que no 
había necesidad de una conciliación de la verdadera Italia con el Papa, puesto que no reina entre ellos la discordia, sino que viven en la má 
hermosa, paternal y filial armonía 1. Comunicado el hermoso pensamiento al Padre Santo éste se dignó aprobarlo y recomendarlo y ahora 
añade nuestro Arzobispo la autoridad de su nombre y de su categoría y propone su ejecución al Episcopado católico de nuestra Italia». 

El artículo iba acompañado de una serie de documentos, entre los cuales había una invitación al pueblo católico de Italia y una carta del 
Cardenal a los Arzobispos de todo el reino. La carta, cuyo fin era la presentación de la invitación, había sido enviada ya hacía ((533)) más 
de tres semanas con ejemplares de los módulos para las suscripciones. La carta al Episcopado decía: 

1 Esta es una ligera puntada política contra los liberales que soñaban con una conciliación en la que para nada tuviese que tomar parte la 
Italia oficial, sino que el Papa renunciase pura y simplemente a sus derechos. En la prensa católica de entonces, hacíase distinción entre 
una Italia real, la de los buenos católicos, y otra legal, la de los gobernantes. 
458 

Excelencia Reverendísima: 

Al enviar a Vuestra Excelencia Reverendísima la adjunta invitación para aligerar al Padre Santo los grandes gastos de la fachada de la 
nueva iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, que se está levantando en Roma a cargo de la Congregación Salesiana, y que, en parte, está ya 
abierta como parroquia, me atrevo a algo, que sobrepasa los límites de mi poder, pues no tengo con V. E. más relaciones que las de mi alta 
admiración, fraterna caridad y humilde servidumbre. A pesar de ello, espero se me perdone, si se piensa que me encuentro muy cerca y 
unido con plena confianza al muy distinguido don Juan Bosco, en esta su primera y principal Casa, y que comparto con él la penosa 
ansiedad por la conservación de tantas grandes obras de caridad y la fundación de otras muchas, entre las que se halla la iglesia del Sagrado 
Corazón en Roma y los edificios anejos para la salvación de los niños pobres y del pueblo romano. 

Por otra parte, »por qué no va a agradar al amabilísimo Corazón de Jesús el concurso unánime de todas las diócesis de Italia, consagradas 
a su nombre, para el embellecimiento de su iglesia como un voto nacional y como confirmación de la consagración ya hecha, ahora que nos 
apremian nuevas necesidades y nuevos peligros? Pero lo que más me alienta a ello es que me presento suplicante y confiado a Vuestra 
Excelencia Reverendísima, en nombre del mismo Padre Santo, el cual, en atención a la especial necesidad de la zona del Castro Pretorio, 
tan desarrollada en construcciones y población e invadida ya por los ministros del error, está impaciente por ver acabado, y lo más pronto 
posible adornado, el templo monumental, que se empezó con una primera llamada de su Cardenal Vicario a las diócesis de Italia y del 
mundo. Por esto la propuesta, para la que invoco el concurso de Vuestra Excelencia Reverendísima obtuvo el favor de sus alientos y 
bendición apostólica. 

No es pequeña la molestia que le va a causar el ruego que le hago de enviar a sus Rvmos. sufragáneos una copia de la presente carta, de 
la invitación y de los módulos adjuntos. Pero confío que la santidad de la obra moverá el celo de sus más distinguidos eclesiásticos y de los 
buenos seglares que, en medio de tantas pruebas, se han mantenido fieles a la Iglesia y al Sumo Pontífice; espero que no pasará mucho 
tiempo sin que yo pueda colocar a sus pies una cantidad que le permita construir una fachada del templo del Sagrado Corazón, no inferior a 
las de las más famosas basílicas, la cual, según los estudios del muy distinguido y llorado arquitecto comendador Vespignani, costará unas 
doscientas mil liras. La invitación al pueblo católico de Italia, que, como es lógico, se une a la presente a V. E. Rvma., será también 
publicada ((534)) en los diarios católicos, cuya colaboración queremos esperar sea útil para el feliz resultado de nuestra empresa. Y ahora 
no me queda más que agradecer muy cordialmente a V. E. Rvma. el caritativo celo que se dignará tener para promover una obra santa y, 
recomendada como tal por el Sumo Pontífice. Y besando con todo respeto sus manos, tengo el honor de suscribirme, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 16 de julio de 1885, 

fiesta de la B. Virgen del Carmen 

Muy atento y seguro servidor, » CAYETANO, Card. Arzobispo 
459 

La invitación, redactada por el mismo Arzobispo, desarrollaba elocuentemente el concepto apenas enunciado en la referida carta, 
insertando este magnífico elogio de don Bosco: «Hay un hombre en Italia, un digno eclesiástico, a quien parecen encomendados múltiples 
preciosos designios de la divina Providencia. En este sacerdote puso los ojos el santísimo Pontífice León XIII y le dijo: 

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»-Os confiamos la construcción del gran templo a dedicar en Roma al culto del divino Corazón. Nosotros concurriremos con nuestro 
patrimonio, reservándonos la construcción de la fachada. 

»Y don Juan Bosco se aprestó resueltamente a la obra». 

Pasaba después a hablar del estado de las obras y seguía diciendo Su Eminencia: 

«La nueva iglesia ya se levanta airosa y tiene a su lado una amplia construcción para vivienda de sacerdotes y albergue de niños pobres, 
que tendrán escuelas diurnas y nocturnas; está situada en el barrio del Castro Pretorio, frente a las capillas y escuelas de los protestantes, 
como Arca Santa frente a Dagón; allí donde comienza la nueva Roma profana, la Roma burguesa, obrera, comerciante e industrial, donde 
no hay todavía templo católico y se sufren las consecuencias de la falta de religión; allí se levanta, como una atalaya, desde donde parece 
que deba mirar al mundo y donde, mientras tanto, por la proximidad de la estación central de ferrocarriles, es incesante la llegada de 
forasteros. El templo que va surgiendo parece de gran porvenir para quien lo mira y promete ser digno hermano de los monumentos 
romanos; pero está esperando que se termine; espera los ornamentos y adornos que lo decoren; el admirable don Bosco, ((535)) a una con 
sus hijos de la Congregación Salesiana, ya ha empleado en él verdaderos tesoros; y se requieren más todavía para dotarlo de lo necesario. 
Sin embargo, aun cuando la industria y el trabajo de los Salesianos lleguen a esto, no todo quedará terminado. El templo aguarda del Papa 
su clásica fachada». 

Y aquí exponía lo que ya se había hecho lo que quedaba por hacer para la ejecución de la propuesta 1. 

Viglietti leyó en Mathi, durante la comida, a don Bosco y a los comensales las dos páginas del periódico, que contenían el largo artículo. 
Mientras se hacía esta lectura, todos advertían la indiferencia y tranquilidad del Santo, al oír su letanía de alabanzas; es más, en el 
momento culminante, como tenía el vaso en la mano, se puso a beber como si tal cosa. Después encargó que se escribiera a Lemoyne para 

1 Ap. Doc. núm. 81. 
460 

que se imprimiese todo en un opúsculo aparte para enviarlo a los Cooperadores 1. 

Las respuestas de los obispos no se hicieron esperar 2. Don Bosco se alegraba de ello con el conde Balbo, atribuyéndole todo a él, pero, 
al mismo tiempo, revelando sin quererlo quién era el verdadero animador, en una frase que lo pinta de cuerpo entero. 

Muy querido señor Conde César: 

Como seguramente ha podido saber, su pensamiento, su proyecto fue aceptado por el Padre Santo y esperamos que tenga feliz resultado, 
como nos lo aseguran las primeras pruebas. Sin armar bulla trabajaremos incansablemente por el Sagrado Corazón de Jesús. Nos está 
asegurada amplia recompensa »no es verdad? 

El sábado haremos oraciones especiales a María Santísima para que bendiga a toda su familia, la proteja, la conserve con salud y 
santidad, y así pueda usted verla toda unida algún día a su alrededor en el Paraíso. 

Humildes saludos para usted, la mamá, la condesa María y todo el grupo de sus angelitos, y dígnese rezar también por mí, que tengo el 
honor de poderme profesar. 

Turín, 12 de agosto de 1885 

Afmo. y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((536)) También se dejó oír la voz del Papa. En la fiesta de san Joaquín, su día onomástico, hablaba con los Cardenales y, después de 
lamentar la destrucción de algunas iglesias en Roma por exigencias de urbanismo, recomendó expresamente las colectas para poder edifica 
la fachada de la iglesia del Sagrado Corazón 3. 

Como el Padre Santo había manifestado su voluntad de que los donativos se dirigieran a manos del Arzobispo y que éste los enviara al 
Vaticano, nada más se había dicho que indicase ningún cambio de opinión. En consecuencia, don Bosco, totalmente de acuerdo con el 
Cardenal, se dispuso a organizar esta cuestión y lo hizo muy cumplidamente. Se instituyó en Turín, bajo la presidencia del Arzobispo una 
majestuosa Comisión encargada de recibir los donativos de las diócesis italianas y remitirlos a Roma. Dicha Comisión, que tenía su sede 

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en el palacio arzobispal, debía dar cuenta de los donativos a medida que se recogiesen cantidades notables para enviar; la Unità Cattolica 
publicaría listas de donativos con los nombres de los donantes. En cuanto a los módulos, las Curias los pedirían al secretario de la 
Comisión 

1 Diario Viglietti, 9 de agosto de 1885. 

2 Carta del Cardenal a don Bosco, Turín, 9 de agosto de 1885. 

3 Unità Cattolica, 21 de agosto de 1885. 
461 

y cada párroco se proveería de ellos en la Curia de su respectiva diócesis 1. 

Parecía que todo marchaba viento en popa, cuando el infierno maquinó un golpe, que pudo tener desastrosas consecuencias. El día 
veintinueve de septiembre, a las siete de la tarde, una mano incendiaria intentó destruir la obra comenzada prendiendo fuego a los 
andamios y al armazón de la iglesia. Las diversas columnas del armazón exterior constaban ((537)) de cuatro vigas cada una, unidas entre 
sí por trozos de viguetas clavadas. Algún maleante echó entre dos vigas un líquido inflamable y aplicó después un cerilla. En pocos 
minutos las llamas invadieron todo el cañizo colocado para seguridad de los transeúntes, hasta la altura del tejado. Si el fuego hubiese 
penetrado en el interior, se habría apoderado de todo el armazón valorado en sesenta mil liras, amén de otros daños. Pero la Providencia no 
permitió tamaña ruina; llegaron a tiempo cinco bombas y, trabajando intensamente, cortaron el incendio. Nunca constó que la policía se 
diese por enterada del grave atentado para descubrir al autor. Aquella fachada tenía que ser un monumento papal; pero, en aquellos tristes 
tiempos, toda demostración papal en Roma atizaba feroces iras sectarias. 

La invitación produjo la cantidad de ciento setenta y dos mil liras; 
y se hubiera recogido mucho más, si no se hubiese creído prudente suspender la colecta en julio de aquel año. 

Don Bosco discurrió todavía otra forma más de colaboración. Había de ser una honra para toda casa salesiana tener una representación en 
la obra monumental. Por tanto, al aproximarse la inauguración del nuevo curso escolar, escribió a los Directores, proponiéndoles los 
medios para que le ayudaran; destinar a este fin los donativos que los alumnos internos y externos solían entregar en la fiesta onomástica 
del Director e invitar a colaborar a las personas amigas de cada colegio. 

1 Lista de los miembros de la Comisión con los títulos de cada uno, al estilo de don Bosco: «Reverendísimo Monseñor Caballero don 
Luis de los barones Nasi, doctor colegiado, canónigo de la Metropolitana. -Reverendísimo monseñor Estanislao Schiapparelli, prelado 
doméstico de su santidad, asistente eclesiástico del Circulo de la Juventud Católica. -Reverendísimo comendador don Augusto Berta, 
doctor colegiado, canónigo de la Congregación de la Santísima Trinidad, asistente eclesiástico de las Uniones obreras católicas. -Muy 
reverendo señor teólogo Mauricio Arpino, cura párroco de la parroquia de los santos Pedro y Pablo de Turín. -Ilustrísimo señor conde 
Francisco Viancino de Viancino, Presidente de la Comisión regional piamontesa de los Congresos católicos. -Ilustrísimo señor barón 
Carlos Ricci des Ferres. -Ilustrísimo señor banquero José Antonio Musso, tesorero. -Canónigo Rafael Forcheri, secretario». Todos ellos 
eran antiguos amigos de don Bosco. 
462 

Muy querido Director: 

Es mi vivo deseo que cada casa de nuestra pía Sociedad esté de alguna manera representada en la iglesia monumental del Sagrado 
Corazón de Jesús, que se está acabando en Roma. 

A tal efecto, te ruego encarecidamente promuevas una suscripción entre los alumnos externos e internos de esa casa en el próximo curso 
escolar, dedicando a este santo fin el donativo en dinero que los alumnos suelen entregar en la fiesta onomástica del Director. 

((538)) Para el mismo fin estudia también cómo invitar a los Cooperadores salesianos, que tienen relación con la familia confiada a tus 
particulares cuidados. Estos donativos serán para mí una satisfactoria colaboración en las fatigas y molestias, que sostengo para esta 
grandiosa construcción y, al mismo tiempo, serán muy útiles para atraer sobre esa tu casa y sobre todos los beneméritos donantes los 
abundantes favores prometidos por el Sagrado Corazón de Jesús. Puesto que él aseguró que derramaría abundantes bendiciones sobre todas 
las empresas de sus devotos y sería su refugio seguro en la vida y, especialmente, en el momento de la muerte. 

El dinero recogido de este modo me lo enviarás aquí a mí, determinando, además, si lo deseas, qué objeto quisieras se proveyera con este 
dinero, para que quedara en aquella iglesia como donativo de esa Casa. 

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Que las bendiciones divinas desciendan abundantemente sobre ti, sobre todos nuestros beneméritos Cooperadores y la piadosa Virgen 
María nos guíe seguros por el camino del cielo. Así sea. 

Turín, septiembre de 1884 

Afmo. en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

Poco tenemos que decir del hospicio en cuanto a las obras. En diciembre estaban terminados los cimientos, de modo que, el día de la 
Inmaculada, monseñor Manacorda, Obispo de Fossano, bendijo solemnemente la piedra angular. Hubieran debido ser el conde y la condesa 
Colle los padrinos de la ceremonia, pero, al no poder ir ellos personalmente, hizo sus veces un amigo de la familia domiciliado en Tolón, e 
general conde de Oncieu de la Bâtie con su esposa y la suegra, la condesa Soardo de la Serraz. En el pergamino de rúbrica, quiso don 
Bosco que constara ante todo la finalidad del edificio que se iba a levantar y que era la de «asilar y así librar de la corrupción y de la 
perdición a la juventud de cualquier país, que, atraída a la metrópoli del mundo católico con la esperanza de encontrar en ella fortuna o, al 
menos, trabajo, quedaba allí expuesta, la mayor parte del tiempo, a los más graves peligros». Pero las tres cuartas partes del documento 
estaban dedicadas a elogiar a los condes Colle. Después de hablar separadamente de sus personas, seguía diciendo: «La caridad que los 
animaba no les podía permitir ignorar el hospicio construido por don Bosco, a quien tenían un aprecio y un afecto indefectibles, 
463 

sobre todo porque apreciaban ((539)) altamente la suerte de haber sido asociados por él a todas sus obras de caridad y de religión. Aunque 
es verdad que Dios misericordioso ha escrito en el libro de la vida todos sus actos de virtud y El sabrá darles una recompensa 
proporcionada al mérito, sin embargo, nosotros hemos querido perpetuar aquí un breve recuerdo para ejemplo de quien abriere un día este 
documento y quede así memoria de nuestra gratitud y de la de todos por los inagotables beneficios del señor conde y de la señora condesa 
Colle. Y, mientras se eleve cada día la oración del agradecimiento, como perfumado incienso, de los labios de los niños hasta el trono de 
Dios por sus bienhechores, nosotros tenemos la firme esperanza de que Dios en su bondad suscitará entre su pueblo otros hombres, que 
imitarán tan hermoso ejemplo y mostrarán los mismos sentimientos de caridad por la juventud pobre y desamparada. Esperamos que este 
ejemplo contribuya a excitar el celo de nuestros Cooperadores y que, mediante su generosidad, podremos terminar pronto la obra 
comenzada con el fin de llevar a Dios a tantos pobres jovencitos expuestos al peligro de quedar para siempre alejados de él» 1. 

La rifa seguía, mientras tanto, su curso. Completaremos aquí la narración comenzada y proseguida en dos de los capítulos anteriores 2. 
Los Cooperadores y las Cooperadoras tuvieron amplio campo para ejercitar su caridad con la venta de boletos. Don Bosco ya había 
encomiado su celo e interés en la circular de enero de 1885. Decía en ella: «Muchísimos, no satisfechos con quedarse y despachar los 
primeros paquetes recibidos, pidieron otros más; no pocos me remitieron el importe y con él los mismos boletos, para que los repartiera a 
otras personas, volviendo así a cobrar su importe. Este desinterés y este impulso de tantas personas al prestarme su mano para obrar el bien 
me produce gran satisfacción y me hace ver la intervención de Dios; pues, dada la escasa cosecha del año, este sentimiento y esta 
sincerísima prueba de caridad no pueden explicarse ((540)) sin acudir con el pensamiento a Dios, que es el dueño de los corazones, pues 
les hace fáciles las obras mismas que de suyo les resultarían arduas y dificilísimas». 

A lo largo del año 1885, se organizó la exposición de los donativos para premios. Era tan interesante esta exposición que atraía a muchos 
visitantes, que generalmente no salían sin adquirir boletos. Todos 

1 Véase Bulletin Salésien, enero de 1886. 

2 Capítulos III y IV. 
464 

declaraban que nunca se había visto en Roma una exposición como aquélla. Hagamos de ella una breve descripción. 

Ocupaba los nuevos locales contiguos a la iglesia, entre los cuales figuraban el paseo que la rodea y las dos sacristías inauguradas el día 
veinte de enero, que formaban los tres primeros y mayores salones. El primero, para cristalería, contenía todos los objetos de cristal 
grandes y pequeños, con el centelleo de mil colores, de suerte que se experimentaba la ilusión de atravesar una sala de Murano 1. En el 
segundo, destinado a la madera, se veían obras de marquetería en caoba y nogal de India, variadas y exquisitas tallas en el arte del calado, 
finísimos trabajos en concha y en marfil. El tercero, el del libro, ofrecía el aspecto de una rica biblioteca; había en él autores de teología, de 
filosofía, de ciencia, de literatura, de ascética; y hasta se encontraban algunos incunables de los siglos quince y dieciséis, que despertaban 
la codicia de los anticuarios. 

Venían, a continuación, otras cinco salas más pequeñas. En una colgaba de las paredes y cubría anchas mesas una magnífica colección de 

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cerámicas y porcelanas; admirábanse en ella colosales y espléndidos jarrones japoneses, servicios de té y de café, mil figurillas de 
animales, desde el elefante al ratoncillo y desde el águila a la mariposa, amén de reptiles y peces; estatuas, estatuitas, estatuillas sobre 
pedestales de mármol o de madera tallada. Otra sala encerraba los objetos preciosos y brillaban en ella, encerrados en escaparates y 
vitrinas, objetos de plata y de oro, algunos de los cuales tachonados de piedras preciosas; además, estuches, cajoncitos, cofres, neceseres 
con adornos de plata y de piedras preciosas; por último relojes y joyas. Los Cooperadores de Italia y de Francia habían ido a porfía en el 
envío de collares, pendientes, broches, brazaletes y anillos de valor. ((541)) Abundaban, además, objetos de menor valor en bronce y otros 
metales. Las últimas tres salas estaban reservadas para las labores de confección casera, enviadas con profusión: bordados en seda, en hilo, 
en lana y una gran variedad de encajes. 

No había una sala destinada exclusivamente a la pintura; pero en todas se veían abundantes cuadros colgados de las paredes y algunos de 
autores célebres; sobresalían, entre éstos, dos flamencos valorados en veinticinco mil liras cada uno. 

El catálogo impreso registraba cinco mil setecientos premios; pero se añadieron después otros dos mil seiscientos. El sorteo fijado para 

1 Murano: famosa ciudad italiana del Véneto, famosa por su cristalería artística (N. del T.). 
465 

fines de abril fue prorrogado, con licencia de la autoridad competente, hasta el día treinta y uno de diciembre. Tres motivos habían 
obligado a don Bosco a pedir esta autorización; la gran cantidad de boletos que quedaban por despachar, la llegada continua de nuevos 
objetos y la necesidad de dinero para las obras de construcción y liquidación de las deudas. 

Durante los últimos meses del año, don Bosco se industriaba a más no poder para recoger los boletos enviados y no vendidos y para 
despacharlos por todas partes, escribiendo, incluso, a personalidades italianas y extranjeras 1. Con este doble fin, difundió por Italia una 
circular. 

Benemérito Señor: 

Pido a V. S. bondadoso perdón, por recurrir especialmente a su experimentada caridad y benevolencia. El día treinta y uno de diciembre 
tendrá lugar el sorteo de la rifa, organizada hace tiempo en favor del hospicio e iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. Todos los 
Cooperadores y Cooperadoras salesianos han querido colaborar con laudable porfía en esta obra de caridad y religiosidad, recibiendo 
boletos, colocándolos entre sus conocidos y amigos y enviando el importe a su destino, a medida que estaban en condiciones para ello. 
Celebro poder contar también a V. S. entre estas beneméritas personas y le doy gracias por ello de todo corazón. 

Pero, acercándose el día fijado para dicho sorteo y teniendo todavía algunos millares de boletos por repartir, me veo obligado a pedir a V 

S. un nuevo favor. Si, por ventura, le fuera posible todavía aceptar algunos o colocarlos ((542)) por esas tierras, tenga la bondad de 
indicármelo para ayudarme en esta obra como lo ha hecho hasta ahora. Y si tuviese aún algunos de los que ya recibió y no quisiera 
quedarse con ellos, me haría igualmente un gran favor si tuviese a bien colocarlos lo antes posible, cobrando el importe y enviándolo a 
Turín. Si, por el contrario, no lograse despacharlos de ningún modo, tenga la bondad de devolvérmelos en seguida, para intentar 
despacharlos en otra parte en tiempo útil. 
Reconozco haber abusado demasiado de su bondad y benevolencia, pero no ignora V. S. que invoqué su caridad en favor de tantos 
pobres jovencitos vagabundos, abandonados y en graves peligros para el alma y el cuerpo; la invoqué para cumplir una obra de caridad y 
de religiosidad, que interesa mucho al Sumo Pontífice León XIII y que será para gloria del Sagrado Corazón de Jesús, honor de la Iglesia 
Católica y utilidad de la sociedad civil. Por estas razones, que en una alma noble valen más que ninguna otra, abrigo la firme esperanza de 
que V. S. no querrá negarme el favor que le pido sino que, por el contrario, será feliz de poder cooperar de este modo al remedio de las 
miserias humanas, con la dulce esperanza en el corazón de recibir como premio el céntuplo prometido por Dios en este mundo y la vida 
eterna en el otro. 

Lleno de profunda gratitud pido a Dios y a la Santísima Virgen Auxiliadora que 

1 Ap. Doc. núm. 82 A-B-C. 
466 

extiendan sobre V. S. y familia el manto de su divina y celestial protección, mientras tengo el honor de profesarme con alta estimación y 

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gran respeto, 

De V.S.B. 

Turín, 10 de noviembre 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 1 

El Boletín llevaba casi en cada número un encarte que servía para mantener despierta la atención. Por fin, anunció el sorteo de los 
boletos; pero el resultado no se pudo publicar en seguida, porque hubo que trabajar mucho para ordenar, registrar y publicar con la debida 
exactitud ((543)) los números de la suerte. La publicación se hizo en un suplemento del Boletín de febrero. 

La venta de numerosos premios no retirados produjo todavía una cantidad considerable. Pero no hemos podido averiguar el resultado 
neto de la rifa; lo cierto es que don Bosco quedó satisfecho, pues, en su circular de enero de 1886 a los Cooperadores, dijo: «El mayor 
recurso de todo el año para la continuación de las obras fue el de los boletos vendidos». 

1 Una instrucción aneja decía: «Quien tuviese que devolver boletos, tenga la bondad de meterlos en un sobre cerrado, con los ángulos 
cortados, con sello de dos céntimos, escribiendo sobre un papel aparte solamente el nombre, apellido, dirección de aquél a quien habían 
sido enviados anteriormente desde Turín. 

»Quien guardase todavía el primer sobre con los billetes dentro, bastaría que los devolviese sin sello y con la sola palabra ''Devueltos''. 
Pero, si se quisiese añadir algún escrito, conviene franquear la carta, de acuerdo con el franqueo del reglamento postal, y el dinero se debe 
enviar por giro postal o por carta certificada. El número de premios supera los ocho mil y su valor oscila desde una lira hasta veinte mil 
cada uno. Se ha impreso ya el primer catalogo y se enviara a quien lo pida». 
467 
((544)) 

CAPITULO XX 

SOBRE ALGUNAS CASAS Y PROPUESTAS
EN ITALIA


VAMOS a mencionar en este capítulo solamente algunas casas y propuestas que ofrecen la ocasión de referir algún pensamiento, algún 
gesto notable de nuestro Santo o bien cosas escritas por otros a favor o en contra de él y de su Obra, a más de lo ya expuesto y narrado en 
páginas anteriores. 

Había algunas casas, esparcidas por territorios distantes que formaban una Inspectoría sui generis, dependiente directamente del Capítulo 
Superior; eran, además de las de España, las casas de Este, Mogliano Véneto, Faenza, Roma, Magliano Sabino y Randazzo. Las gobernaba 
don Miguel Rúa; pero el cúmulo de asuntos que pesaban sobre él y absorbían sus laboriosas jornadas, le indujeron a proponer en 1885 el 
nombramiento de un hombre prudente, a quien confiar aquel cometido. 

Don Bosco, sin embargo, era de otro parecer, mas no creyó llegado todavía el tiempo para tomar aquella medida; sólo la autoridad de don 
Miguel Rúa le daba confianza de que, en aquellas casas, situadas fuera de la órbita de los Superiores inmediatos, se mantenía el espíritu de 
la Congregación. Don Miguel Rúa, conocido el parecer de don Bosco, inclinó dócilmente la cabeza. 

Hablaremos ahora brevemente de algunas casas de Italia, que don Bosco visitó entre fines del verano y comienzos del otoño, y de 
diversas obras a las que tuvo que atender en el curso del año 1885. Durante los meses mencionados, sólo visitó personalmente tres casas: 
((545)) Valsálice, Nizza Monferrato y San Benigno. No consta, por documentos escritos ni por memorias precisas, que fuera a la más 
próxima de todas, a San Juan Evangelista; pero trató de ella con su Capítulo por una cuestión, que se podía considerar de vida o de muerte, 
y que después eligió para morada hospitalaria de un eminente Prelado dimisionario (monseñor Basilio Leto). 
468 

SAN JUAN EVANGELISTA 

La salud de los Hijos de María, que se habían instalado en San Juan Evangelista en otoño de 1884, no era tan buena como en Mathi y en 
Sampierdarena; don Bosco estaba preocupado por ello. En la sesión capitular del día diez de julio llamó la atención de los Capitulares 

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VOLUMEN XVII Página: 469 

sobre el particular, diciendo: 

-Son ya bastantes los Hijos de María que han vuelto a sus pueblos por enfermedad. »Será debido a los aires o a la humedad del local 
nuevo? »Será por estudiar demasiado o por las otras ocupaciones? Conviene que don Miguel Rúa invite a nuestro médico, el doctor 
Albertotti, al médico de aquella casa y al doctor Fissore a que hagan una visita sanitaria y comuniquen después el resultado. También es 
digno de atención que aquella casa ofrece dificultades con respecto a la modestia por causa de las ventanas. 

Sin aguardar el parecer de los médicos, se juzgó que podían contarse, entre las causas del malestar: la mala distribución de las 
ocupaciones, el bajar sudados a los sótanos donde estaban el comedor y la capilla, el ponerse a trabajar demasiado pronto después de la 
comida, el afán por los estudios, el cambio total del género de vida, pues había de resultar duro para jóvenes, acostumbrados en su mayoría 
a las faenas del campo, el vivir encerrados entre cuatro paredes. Los tres médicos, después de examinar las condiciones higiénicas del 
ambiente, sugirieron remedios de fácil aplicación, excluyendo el traslado de la sede; puesto que incluso habíase discutido la idea de 
adquirir en Cirié un edificio capaz para este traslado eventual. ((546)) Efectivamente todo se redujo a modificar el régimen o dieta, y ello 
bastó para que ya no se repitieran los inconvenientes que se lamentaban. 

Esta paternal solicitud arroja nueva luz sobre la gran importancia que don Bosco seguía dando a sus Hijos de María; es más, en aquella 
misma sesión capitular confirmó su manera de ver, observando: 

-La mayoría de los Hijos de María se quedan con nosotros y tenemos muchas ventajas cuidándolos. Ante todo, no chocamos con los 
Obispos, que generalmente no se preocupan de ellos por miedo a su conducta y prefieren a los jovencitos; después, los padres se oponen 
menos a su vocación y ellos mismos tienen pocos proyectos en la cabeza, mientras que, en los jovencitos, la fantasía forja mil esperanzas; 
en fin, las autoridades escolásticas no se entremeten tanto y no recelan de escuelas de este tipo. 

Volvió a hablar de esta su querida Obra en la reunión del día diecisiete de septiembre, desarrollando otro aspecto de su pensamiento: 
469 

-Los Hijos de María, dijo, son para la acción, mientras que los que vienen de niños a nuestras casas, serán para la ciencia. 

Pensaba don Celestino Durando que, con el correr del tiempo, podrían desalentarse los Hijos de María, al darse cuenta de ser inferiores 
en ciencia a los recién llegados, más jóvenes que ellos; pero los hechos dieron la razón a don Julio Barberis, el cual aseguraba que no 
pasaría eso. Formados como los había ido plasmando don Felipe Rinaldi, no ambicionaban figurar por su doctrina, sino que deseaban sobre 
todo dedicarse a las obras de celo sacerdotal. No faltaron, sin embargo, aun entre los Hijos de María, hombres de talento que salieron muy 
bien en los estudios. 

La casa de San Juan Evangelista tuvo por voluntad de don Bosco el honor de ofrecer en 1885 digna morada a un venerando huésped, 
obligado por la perfidia de los hombres a cerrar en silencioso retiro su vida de apostolado. Brilla en este hecho la caridad agradecida de un 
Santo y la humildad edificante de un virtuoso Prelado. Monseñor Basilio Leto, obispo de Biella, había querido, admirado y favorecido 
desde hacía muchos años a don Bosco. Su episcopado chocó desde los comienzos con dos dificultades graves: ((547)) una sucesión difícil 
y la aversión del Cabildo. Suceder a monseñor Losana era una ardua empresa, porque, durante sus casi treinta años de gobierno, se habían 
introducido en la diócesis diversos abusos, de suerte que el recién elegido comprendió al momento que debía sacrificarse a sí mismo para 
facilitar el camino al que fuera después de él. Monseñor Leto tenía un carácter dulcísimo, era afable con todos y muy humilde; lo cual 
disgustaba a cuantos estaban acostumbrados a los aires aristocráticos de monseñor Losana. Decíase que el nuevo Obispo no respetaba su 
dignidad, porque, a veces, dirigía el rosario de la tarde en la Catedral y hasta se le había visto encendiendo las velas del altar y arreglando 
la lámpara del Santísimo Sacramento. Un día fue don Santiago Costamagna a visitar a las Hijas de María Auxiliadora, que atendían al 
seminario, donde se hospedó: cuando bajó a la sacristía a las cinco de la mañana para celebrar la misa, encontró todo preparado. Monseñor 
que acostumbraba levantarse muy temprano, había colocado cada cosa en su sitio. Después, como quiera que don Santiago tenía que salir 
en seguida, se encontró con que la mano paterna del Obispo le había preparado hasta el café. 

Pues bien, presentaron en Roma acusaciones gravísimas y calumniosas contra un hombre tan bueno. Su ama, una vieja gibosa y 
derrengada, de instintos salvajes, había sido colocada por él en la cocina de las Hermanas para que les enseñara a preparar la comida para 
el 
470 

seminario; pero las pobrecitas temblaban ante aquella vieja fea y malvada, que llegaba incluso a blandir rabiosamente el cuchillo 
persiguiéndolas. Por fin, cuando el exequátur permitió a Monseñor dejar el seminario para tomar posesión del Palacio episcopal, cedió a 
los ruegos de don Santiago Costamagna y la quitó de la cocina; pero, en vez de despedirla, movido por su gran caridad, la dejó en el 
palacio como cocinera suya. 

Pero desgraciadamente la caridad no amansa a las fieras. Una noche oyó Monseñor, a eso de la medianoche, un alboroto en la cocina; 

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bajó y se encontró a aquella mujer bebiendo con algunos criados. Indignado, mandó a todos retirarse a sus habitaciones y salió a pasear por 
el patio para calmar su espíritu ((548)) agitado con tan desagradable sorpresa. Pero lo peor vino después. Cuando quiso entrar, la puerta 
estaba atrancada y llamó en vano para que le abrieran. Afortunadamente llevaba en el bolsillo la llave del seminario y así pudo ir a dormir 
allí a su antigua habitación. Y precisamente sobre este hecho fabricaron sus adversarios un disparatado castillo; lo cual les resultó muy 
fácil, puesto que la mansedumbre del Obispo aun después de semejante infamia, no procedió a echar a la maléfica mujer. 

En Roma se examinó la cuestión y, ante la pertinacia de los opositores y la imposibilidad de un acuerdo, por miedo a inconvenientes y 
escándalos, se juzgó prudente invitar a Monseñor a presentar la dimisión, pero, al mismo tiempo, se le ordenó que siguiera ocupando la 
Sede y administrando la diócesis hasta que se nombrara sucesor. Aunque esta solución le devolvía el honor, porque demostraba que se 
consideraban inexistentes las acusaciones, cargó sobre sus hombros una cruz muy pesada, al tener que moverse entre enemigos que 
cantaban victoria. Acometióle inapetencia, un agudo dolor de cabeza traspasaba sus sienes día y noche y el santo varón parecía alelado en 
ciertos momentos. 

Pero la Providencia velaba por él. Nada más firmar la dimisión, exclamó para sus adentros: 

-íOh, si don Bosco me permitiese retirarme a la iglesia de San Juan Evangelista, me parece que recobraría mi tranquilidad y acabaría mis 
días en paz! 

Pero no manifestó a nadie su pensamiento. Mas hete aquí que, al llegar a Turín la noticia de su dimisión, don Bosco que la recibió 
cuando estaba sentado a la mesa, dijo: 

-íPobre Obispo! íEra un gran amigo y bienhechor nuestro! »No sería conveniente, más aún, no deberíamos escribirle que venga a vivir 
con nosotros? 
471 

-»Dónde se le podría alojar?, preguntó don Celestino Durando. Aquí en el Oratorio no sería posible. 

-En San Juan, contestó don Bosco. Allí se le podría preparar un apartamiento de acuerdo con la condición de un Prelado. ((549)) 
Escríbele tú, Durando, en seguida e invítale en mi nombre a que acepte nuestro ofrecimiento. 

Pero hubo quien presentó dos sabias consideraciones. Dos canónigos de la Catedral de Biella habían estado en el Oratorio para pedir a 
don Bosco que apoyara su causa contra el Obispo ante la Sagrada Congregación. Naturalmente don Bosco se había negado. Ahora bien, el 
ofrecimiento de la casa de San Juan a monseñor Leto, »no sería como un bofetón para aquel Cabildo y no parecería que era entremeterse en 
tan espinosa cuestión, excitando temibles adversarios contra los Salesianos? Además, una invitación, aunque fuera gratuita, creaba 
obligaciones, si era aceptada; una persona invitada en la propia casa adquiere el derecho a ser tratada como lo pide su dignidad y, por 
mucho que se haga, nunca se hace demasiado. »No sería, pues, mejor aguardar a que tal vez monseñor Leto pidiera ir a vivir con don 
Bosco? Entonces no habría que temer protestas, como si se hubiese querido condenar la conducta de sus adversarios, y los miramientos que 
con él se tuviesen le resultarían siempre más agradables. 
Oídas estas observaciones, don Bosco reflexionó un rato y después dijo: 

-Bueno, sea; no se escriba la carta; nos guiaremos por los acontecimientos que tengan lugar. 

Mientras tanto la Santa Sede nombró Obispo de Biella a monseñor Cumino, con lo que monseñor Leto tenía que dejar la diócesis. Este 
había determinado a última hora retirarse con el abad Faá de Bruno; pero el Papa encargó al cardenal Alimonda que le buscara una 
residencia en una casa religiosa. El Cardenal pasó aviso a don Bosco, proponiéndole también que lo recibiera en la iglesia de San Juan 
Evangelista. Don Bosco asintió inmediatamente, de suerte que monseñor Leto vio cumplido su primer deseo de modo providencial. 

El buen Obispo llegó a Turín y fue a comer al Oratorio. Parecía profundamente abatido, como quien se siente sometido a un duro castigo 
Habló poco y comió poquísimo. Después de la comida, fue a la habitación de don Bosco y allí, ((550)) de rodillas a sus pies le pidió la 
bendición. Don Bosco no quería; pero tanto se lo pidió que, al fin, lo bendijo. Después le puso la mano sobre la cabeza. En aquel instante 
desapareció el dolor, que hacía meses lo atormentaba, y ya no lo volvió a sentir. 
472 

Fue a San Juan, y tan pronto como se encontró con el Director, don Juan Marenco, le dijo: 

-Vengo para que me cuente entre sus hijos y sea mi padre. 

-Monseñor, contestóle don Juan Marenco, yo y todos los míos seremos sus hijos, usted es aquí el padre y el amo. 

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Todos los superiores y los alumnos le habían recibido de rodillas. 
Monseñor estaba emocionado. Don Juan Marenco le acompañó al mejor aposento de la casa, que don Antonio Sala, por orden de don 
Bosco, había amueblado con buen gusto. Constaba de una amplia sala para visitas 1, y varias habitaciones. Después le presentó un 
sacerdote y un joven elegantemente vestido, para servirle de secretario y de camarero respectivamente 2. 

-Por lo demás, añadió don Juan Marenco, todos los muchachos de la casa están a su servicio. 

En la misa y en todas las funciones se le daba el tratamiento correspondiente a un Obispo. Y como él declarara, desde la primera mañana 
que estaba dispuesto a celebrar privadamente y sin asistencia, contestó el Director: 

-»Qué dice, Excelencia? Hágase cuenta de que está en su Palacio episcopal. Esta es la intención de don Bosco y nosotros somos muy 
felices de compartir con su Excelencia nuestra vivienda. 

Monseñor no tenía palabras para expresar su gratitud. Recobró el apetito, volvió a su jovialidad y se sentía feliz. Don José Lazzero, en 
julio de 1886, escribía sobre él a monseñor Cagliero: «íPobrecito! Se creía que, al retirarse de este modo, iba a ser olvidado por todos y se 
disponía a una vida triste y melancólica; mas, al verse invitado a cada paso para alguna función, se siente aliviado, está contento y expresa 
su alegría con efusión de corazón ((551)) y exclama: 

»-Doy gracias con toda mi alma a don Bosco. No podía encontrar mejor suerte». 

Al leer con cierta frecuencia su nombre en el Boletín y en los periódicos, obispos y párrocos no experimentaban esa especie de 
vacilación, que fácilmente nos tiene alejados de quien se supone caído en desgracia; por lo cual, iban a menudo a visitarlo y, al ver cómo lo 
trataba don Bosco, colmaban de elogios la bondad del Santo. Pero su altura moral brilló especialmente cuando supo que se encontraba en 
Turín para una cura de los ojos su principal adversario, un canónigo 

1 Esta sala ha desaparecido para convertirla en habitaciones. 

2 Era el hijo de María Cardano, que llegó a ser más tarde Inspector de las casas salesianas de Palestina. 
473 

que le había hecho una guerra encarnizada. Monseñor Leto fue en seguida a visitarlo. 

Este rasgo de humilde caridad conquistó a aquel eclesiástico, el cual en presencia de un confidente suyo, que nos contó el hecho, no se 
contuvo y exclamó: 

-íHemos perdido a un Obispo santo! 

VALSALICE 

Don Bosco estuvo en Valsálice veintitrés días seguidos, del cinco al veintiocho de septiembre. Desde el principio, notó una mejoría en la 
salud, que aumentaba gradualmente, al extremo de que, durante una tanda de ejercicios, pudo hablar con los Hermanos y al final celebrar é 
mismo la clausura con una breve exhortación. En ésta contó conmovido la visita del emperador Otón a san Nilo y, después de un oportuno 
comentario, acabó diciendo con lágrimas en los ojos: 

-No os pido a vosotros más que salvéis vuestra alma. 

Allí presidió hasta quince sesiones capitulares. En días señalados trasladábanse los Superiores y tenían una sesión por la mañana y otra 
por la tarde, salvo el día veinticuatro de septiembre, en que se reunieron una sola vez. Don Bosco llamaba también a las sesiones a 
Hermanos no capitulares; así leemos una y más veces en las actas los nombres de don Julio Barberis, don Francisco Dalmazzo, don Pablo 
Albera, don Juan Bautista Francesia, don Francisco Cerruti, don Juan Branda, don Pedro Pozzan; este último ((552)) tenía que dar, como 
veremos, un informe sobre una fundación propuesta por los Cooperadores de Vicenza. El Santo tomaba parte en las discusiones, dejando, 
como siempre, a todos libertad para manifestar y defender su propio parecer, aunque no estuviera de acuerdo con el suyo. 

Subió dos veces a Valsálice en aquellas semanas el cardenal Alimonda, acompañado por el teólogo Margotti y otros destacados 
eclesiásticos turineses, para conferenciar con don Bosco acerca de los asuntos de la iglesia del Sagrado Corazón 1. La segunda vez, Su 
Eminencia y los acompañantes se quedaron a comer. Estaban todos asombrados y gozaban al ver con qué familiaridad trataba al Siervo de 
Dios, el cual paseaba después a su lado bajo los pórticos e iba del brazo con él casi amistosamente. El magnánimo Cardenal sostenía 

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1 Véase el capítulo anterior. 
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entonces su cuerpo desfallecido, con la misma caridad con la que en todo tiempo había sostenido su Obra. 

Por su parte, el denodado Director de la Unità Cattolica manifestaba de palabra y con los hechos el cariño que hacía tantos años le unía a 
Santo. Una de aquellas veces, en el primer encuentro, le besó la mano en presencia de don Francisco Cerruti, que, enternecido ante aquella 
demostración de respeto, se acercó a él, mientras don Bosco iba a sentarse lejos de la ventana, porque la luz le dañaba los ojos, y le dijo: 

-Señor teólogo, personalmente y en nombre de los Salesianos, le agradezco el afecto que demuestra a don Bosco. 

Y aquél respondió: 

-»Es posible conocer a este hombre y no quererle? 

Aquella tarde llegó a Valsálice el pintor Rollini. Con una pequeña fotografía, recibida de América con monseñor Cagliero en medio de 
sus primeros bautizados, dos guapos muchachos patagones auténticos, había logrado una pintura muy interesante y se la llevaba a don 
Bosco. El buen Padre gozaba mirando y enseñando las queridas primicias cosechadas por su gran hijo en la tierra de sus sueños. 

((553)) NIZZA MONFERRATO 

Don Bosco y su Capítulo seguían cuidándose directamente de los intereses materiales de las Hijas de María Auxiliadora. En la sesión del 
día veinte de marzo de presentó una comunicación del médico de Nizza, que ponía de relieve las condiciones antihigiénicas de los 
dormitorios en la casa madre; por lo cual, se autorizó en seguida a las Hermanas para hacer obras y airearlos suficientemente. El día cinco 
de junio, con el beneplácito de don Bosco, se tomó en consideración la propuesta de don Juan Bonetti, su director general después de la 
partida de monseñor Cagliero, según la cual, para dar cabida al creciente número de postulantas y de novicias, era necesario construir 
nuevos locales, y, puesto que el médico protestaba contra el excesivo hacinamiento, el día veintidós de aquel mismo mes el ecónomo, don 
Antonio Sala, presentó los planos para levantar un piso sobre la casa, al que los Capitulares, con el consentimiento de don Bosco, dieron 
voto favorable. 

El año 1885 ha quedado inolvidablemente marcado en los anales del Instituto, porque el santo Fundador hizo en él su última aparición. 
475 

A pesar de las vivas instancias de don Juan Bonetti 1, no había podido ir allí, como solía, para los ejercicios de las señoras. El Director 
general insistió de nuevo el día veinte de agosto, cuando tocaban a su fin los de la toma de hábito y profesión, enviando a Mathi al director 
local don Luis Bussi, con una carta para que se la entregara en mano y que empezaba así: «Permita que un hijo insista repetidamente y, si 
me fuese lícito, mande respetuosamente al Padre. Yo, que me encuentro aquí mismo, veo no sólo útil sino necesario que V. S. venga a 
Nizza. Hay aquí trescientas hermanas llegadas de todas partes para los ejercicios, y más aún, precisamente por la fundada esperanza y por 
la promesa que V. S. hizo. Hace días escribió que tenía cosas importantes que decirles. Venga y hará un gran bien a cada una en particular 
((554)) y a todo el Instituto. Así lo exigen la gloria de Dios, la salvación de las almas y mi tranquilidad también. Me he cargado con la cruz 
y la encuentro muy pesada. Tengo gran necesidad de una ayuda eficaz para no sucumbir y no desalentarme. Después de Dios, espero este 
consuelo de usted. No me lo niegue». 

También la Madre General escribió a la madre Petronila, que se encontraba en Lanzo, para que se presentase a don Bosco y le dijese que 
un crecido número de postulantas y novicias, que todavía no le conocían, ansiaban verle. El recibió paternalmente a la embajadora y, oído 
su mensaje, contestó en tono jovial: 

-íAy sí! íYa no mando yo en don Bosco! Ahora don Bosco obecede a don Miguel Rúa y al médico; y, si ellos me lo permiten, con gusto 
iré a Nizza y me colocaré muy alto para que todas me vean. 

Era todavía muy de mañana cuando la madre Petronila llegaba a Mathi. La acompañaban dos o tres hermanas de la casa de Lanzo. 
Después de oír la embajada y dar la respuesta, don Bosco pensó que podían estar todavía en ayunas y les preguntó: 

-»Habéis desayunado? 

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-Sí, señor, por el camino; contestó la Madre en nombre de todas. 

-»Y qué habéis comido?, añadió don Bosco. 

-Pan con salchichón. 

-»Cómo es eso?, replicó don Bosco poniéndose muy serio. »Así observáis la vigilias? íBuena la habéis hecho! 

-íPobres de nosotras!, exclamaron a una voz asustadas las hermanas; no lo sabíamos, no hemos mirado el almanaque. 

-Pero debíais saber que hoy... es íla vigilia de mañana! 

1 Ap. Doc. núm. 83 y más atrás, págs. 425-427. 
476 

Sonrió don Bosco y las hermanas, recobrándose, rieron con todas sus ganas, dichosas por haberle encontrado de tan buen humor. 

Salió, pues, de Mathi el día veintidós por la mañana con don Luis Bussi y los clérigos Viglietti y Festa y llegó a Nizza hacia el mediodía. 
Al día siguiente, celebró la misa de comunidad, pero sólo dio la comunión a las Madres y a unas pocas más. Después asistió a la ceremonia 
de la toma de hábito y de la profesión. ((555)) Pero parecía agotado. Para subir a la pequeña tribuna, desde donde hablaban los 
predicadores, tuvo que ser llevado casi en volandas por los sacerdotes que le acompañaban. Ante aquella escena, muchas lloraban. El 
también estaba emocionado, tanto que tardó un rato en recobrarse y tomar la palabra. Habló en estos términos: 

Veo que estáis en la flor de la edad y deseo que lleguéis a viejas, mas sin las molestias de la vejez. Siempre creí que se podía llegar a 
viejo, sin tener tantos achaques; pero se comprende demasiado bien que esta edad es inseparable de ellos; pasan los años y vienen los 
achaques de la vejez; tomémoslos como nuestra cruz. 

Esta mañana he tenido la dicha de repartir cruces y habría deseado repartir muchas más; pero algunas ya la tienen y otras la recibirán más 
tarde. Os recomiendo que todas queráis llevarla a gusto, y no queráis llevar la cruz que nosotros queremos, sino la que quiere la santa 
voluntad de Dios; y que la llevéis con alegría, pensando que, así como pasan los años, así pasa también la cruz; digamos por tanto: íOh, 
cruz bendita, ahora pesas un poco, pero este tiempo será breve y esta cruz será la que nos hará ganar una corona de rosas para la eternidad! 
Tened esto bien grabado en la mente y en el corazón y repetid a menudo con san Agustín: «íOh, cruz santa! Haz norabuena que yo sude 
para llevarte en la tierra, con tal que, después del sufrimiento de la cruz, venga la gloria». Sí, hijas mías, llevemos con amor la cruz y no la 
carguemos sobre otros, antes al contrario, ayudémosles a llevar la suya. Decíos a vosotras mismas: Es verdad, seré cruz para los demás 
como ellos lo son a menudo para mí; pero yo quiero llevar mi cruz y no quiero ser cruz de los demás. Y notad bien que, al decir cruz, no 
entiendo hablar únicamente de la crucecita que he repartido esta mañana; sino que entiendo hablar cabalmente de la cruz que manda el 
Señor y que, generalmente, contraría nuestra voluntad y nunca falta en esta vida, especialmente a vosotras, maestras y Directoras, que os 
ocupáis también de la salvación de los otros. Esta tribulación, este trabajo, esta enfermedad, que, aunque ligera es siempre una cruz, quiero 
llevarla alegremente y con gusto porque es precisamente la cruz que Dios me manda. 

A veces se trabaja mucho y se contenta poco a los demás; pero trabajad siempre por la gloria de Dios y llevad siempre bien vuestra cruz, 
porque así agrada al Señor. Es verdad, habrá espinas, pero espinas que se transformarán después en flores, que durarán por toda la 
eternidad. 

Algunas diréis: -íDon Bosco, déjenos un recuerdo! -»Qué recuerdo puedo dejaros? Helo aquí; os dejaré uno que podría ser el último que 
os doy; puede ser que volvamos a vernos todavía; pero, ya lo veis, soy viejo, soy mortal como todos y, ((556)) por consiguiente, no puedo 
durar mucho. Os dejaré, pues, un recuerdo que nunca os arrepentiréis de haberlo practicado. Haced el bien, haced obras buenas; trabajad, 
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trabajad mucho por el Señor y todas con buena voluntad. íOh, no perdáis tiempo, haced el bien, haced mucho bien y nunca os arrepentiréis 
de haberlo hecho! 

»Queréis otro? íLa observancia de la santa regla! íPracticad vuestra Regla! Y os repito que nunca os arrepentiréis. Mirad, queridas hijas, 
nuestras reglas son infalibles y nos proporcionan mucha ganancia, pero la más importante de todas es la segura salvación de nuestra alma. 
No os sorprenda la palabra infalible, porque estando nuestras reglas aprobadas por el Romano Pontífice, que es infalible, cada artículo de 
las reglas aprobado por El, es infalible. Leedlas, meditadlas, procurad entenderlas bien y practicarlas; y haced esto especialmente si sois 
Directoras o Maestras o si tenéis alguna obligación con la gente de la calle. 

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íYo rezaré siempre por vosotras! En la santa misa hago cada día una oración especial por vosotras, porque siento que sois mis queridas 
hijas en el Señor; pero vosotras esforzaos por practicar vuestras reglas. Su observancia os dará tranquilidad en la vida y felicidad en la 
eternidad; consolará a vuestras Superioras y será una gran satisfacción para vuestro pobre don Bosco. Cuando se sabe que se practican las 
reglas en todas las casas, entonces se puede vivir tranquilos y plenamente satisfechos. Don Bosco, como sabéis, no puede estar siempre 
aquí con vosotras; pero, no lo olvidéis, os acompaña continuamente y en todas partes con la oración; y, cuando practicáis vuestras reglas, 
contentáis y seguís la voluntad de Dios y la de don Bosco. 

Estad alegres, queridas hijas mías, sanas y santas y estad constantemente de acuerdo entre vosotras. Y aquí necesitaría volver a empezar 
otra plática, pero estoy cansado y es preciso que os contentéis con este poco. 

Cuando escribáis a vuestros padres, saludadlos a todos de mi parte y decidles que don Bosco reza siempre y, de una manera especial, por 
ellos, para que el Señor los bendiga, dé prosperidad a sus intereses y se salven, a fin de que puedan ver en el cielo a las hijas que han 
regalado a mi Congregación, tan querida por Jesús y por María como la de los Salesianos. 

Todo esto sea para gloria de Dios y sirva también para nuestra eterna salvación. íRezad por vuestro don Bosco, por el Papa y por la 
Iglesia! Ahora recibid mi bendición y la de María Auxiliadora; os la doy para que podáis mantener las promesas que habéis hecho en estos 
días de los santos ejercicios espirituales. 

Después de la función, mientras atravesaba el pasillo que iba de la iglesia al apartamiento de los Salesianos, un grupo de hermanas lo 
rodeó. El, mirándolas con bondad y posando la mirada especialmente en una de ellas, agitada por ciertas ((557)) luchas interiores, dijo con 
acento inspirado: 

-íHagámonos santos, si queremos que el mundo hable de nosotros! 

El sentido era claro; lejos de nosotros las veleidades de la vanagloria, la única gloria verdadera es la que procede de la santidad. 

Antes de seguir su camino y retirarse, condescendió a las instancias de quien le suplicaba dirigiera una palabra especial a las Capitulares; 
así que, con don Juan Bonetti a su lado, entró en el locutorio, donde las Madres aguardaban ansiosas aquella gracia especialísima, y les 
dijo: 
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-»Así que deseáis que os diga algo? Si pudiera hablar, cuántas cosas os diría. Pero soy viejo, viejo decrépito como veis; incluso, con 
dificultad para hablar. Sólo quiero deciros que la Virgen os quiere mucho, muchísimo. Y... »no lo sabéis? íElla en persona se encuentra 
aquí en medio de vosotras! 

Entonces don Juan Bonetti, al verle conmovido, lo interrumpió y empezó a decir sólo para distraerlo: 

-íSí, así..., así...! Don Bosco quiere decir que la Virgen es vuestra Madre y que os mira y os protege. 

-íNo, no, reanudó el Santo sus palabras; quiero decir que la Virgen está realmente aquí, en esta casa; que está contenta de vosotras y que, 
si perseveráis con el espíritu de ahora, que es el que desea la Virgen... 

El buen Padre se enternecía más que antes, y don Juan Bonetti volvió a tomar la palabra: 

-Sí; íasí..., así...! Don Bosco quiere deciros que, si sois siempre buenas, la Virgen estará contenta de vosotras. 

-Que no, que no, se esforzaba don Bosco por explicar, intentando dominar su propia emoción. íQuiero decir que la Virgen está realmente 
aquí, aquí mismo en medio de vosotras! La Virgen se pasea por esta casa y la cubre con su manto. 

Al decir esto, extendía los brazos, levantaba los ojos envueltos en lágrimas a lo alto y parecía querer convencer a las Hermanas de que él 
veía a la Virgen ir de un lado para otro como en su casa y que toda la casa estaba bajo su protección. 

La escena merecería ser reproducida por un buen pincel, a fin de que, igual que quedó indeleblemente grabada en el ánimo de los 
presentes, ((558)) se perpetuase en el futuro la actitud del santo Fundador, cuando con tan solemne afirmación se despedía por última vez 
de sus hijas mayores. 

Dejó por siempre aquella casa bendita el día veinticuatro por la mañana. 

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SAN BENIGNO CANAVESE 

Don Bosco estuvo dos veces en San Benigno en el tiempo cuya historia narramos: del veinticuatro de agosto al cuatro de septiembre y 
del veintiocho de septiembre al doce de octubre, durante las tandas de ejercicios espirituales. Cuando llegó la vez primera, estaba a punto 
de acabar la tanda de los jóvenes aspirantes, a los que empezó a dar 
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audiencia en seguida. El día de la clausura celebró la misa de comunidad, interrumpida de cuando en cuando por fuertes emociones 
interiores. Al Domine, non sum dignus el llanto le impedía seguir; al Ecce Agnus Dei, antes de dar la comunión, las lágrimas regaban su 
rostro. Hacía ya algún tiempo que se notaba en él una gran ternura durante la celebración del santo sacrificio con derramamiento de 
lágrimas; y que, al dar la bendición, siempre lloraba. A veces también en la conversación, si quería evitar el llanto, tenía que evitar ciertos 
temas, que pudiesen excitar los afectos. 

La manutención de la casa de San Benigno comportaba gastos muy elevados y, para hacer frente a ellos, don Julio Barberis, que era su 
director, casi no tenía más recursos que la paterna caridad de don Bosco. Pero también don Bosco, que se encontraba a veces sin dinero, 
tenía que someter a su vez a prueba la generosidad de sus bienhechores. Uno de ellos, hacía mucho tiempo, era el reverendo Benone, 
nonagenario párroco del lugar. Aquí tiene el lector con qué confianza invocaba el Santo su auxilio para remediar las urgentes necesidades 
de don Julio Barberis. 

Muy querido señor Cura: 

Hace ya unos días que don Julio Barberis anda pegado a mi sotana para que le dé dinero con que pagar algunas deudas y hacer 
provisiones de urgencia. No sabemos de dónde sacarlas y necesita cinco mil liras. Si usted, ((559)) querido señor cura, puede ayudarnos, 
aunque sólo sea momentáneamente, haría una gran caridad a la obra, en la que estamos trabajando y de la que esperamos buenos operarios 
para la santa Madre Iglesia. 

Si es preciso, el mismo don Julio Barberis repetirá conmigo: Date et dabitur, especialmente a quien nos da pan. 

María le proteja. 

San Benigno, 27 de agosto de 1885 

Afmo. amigo, 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Después de los ejercicios, quedóse ocho días más en San Benigno, mientras se celebraba otra tanda para los Hermanos. Estaba muy 
cansado. «Pocas veces, escribe Viglietti 1, le he visto sufrir tanto». El mismo Viglietti, teniendo que ir a Turín con don Juan Bautista 
Lemoyne y don José Ronchail, fue a despedirse con ellos y el Santo exclamó sollozando: 

-íTodos me dejáis aquí solo! 

1 Diario, 30 de agosto. 
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Pero, al atardecer, volvieron a verle y le encontraron alegre y contento; acaso también porque, como sospechaba el secretario, se 
esforzaba por parecerlo, como solía hacer habitualmente. Su tranquilidad se reveló en una jovial respuesta a una observación pueril. Un 
muchacho le había dicho: 

-Al explicar el Evangelio, ha dicho el predicador que los pájaros no trabajan, no hacen nada y, sin embargo, Dios les da con qué comer y 
con qué vestirse 1. íQué bonito! 

Y don Bosco añadió al punto: 

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-Pero el Señor, querido amigo, también les deja engordar e ir después a freírse en la sartén para servir de alimento a quien trabaja. 

El día treinta y uno de agosto dijo que, pocos días antes, después de la consagración en la misa le había abrumado una luz fulgurantísima 
que no le dejaba seguir: en efecto, Viglietti recordaba que exactamente aquella mañana, cuando le asistía en el altar, lo había visto turbarse 
y después, casi fuera de sí, suspender la celebración. 

-Después de aquella luz, prosiguió don Bosco, vinieron unas densísimas tinieblas y, cuando éstas se disiparon, continué y terminé ((560)) 
la misa. Yo pensaba después en lo que me había acaecido y decía: 

-»Estas tinieblas, que vinieron de repente después de tanta luz, no serán un aviso de que me he de morir pronto, en seguida? Con este 
pensamiento llamé por la noche a don Julio Barberis a mi cuarto y le mandé escribir unos recuerdos importantes, antes de que me 
encontraran cadáver en la cama al día siguiente. 

En la segunda estancia, recibió el día cuatro de octubre, fiesta del santo Rosario, la profesión religiosa de cuarenta y cinco novicios y, el 
día once, impuso la sotana a sesenta nuevos clérigos. Para los primeros pronunció esta plática: 

Huelga, hijos míos, que os diga la alegría y el gusto que experimento al veros, porque veo en vuestras personas, en vosotros, que habéis 
hecho los votos, un puntal de la Congregación. Los que os precedieron, unos están ya destinados en diferentes casas y otros partirán para 
las misiones. Por consiguiente, necesitamos que vengan otros para ser columnas de la Congregación, a la que todos hemos jurado fidelidad 

Soy feliz, porque habéis jurado fidelidad, pero deseo que este juramento no sea algo vaporoso o apoyado en un frívolo pretexto, sino 
apoyado en la infalibilidad de nuestras reglas, porque las ha aprobado la Iglesia, que es infalible. 

»Hemos hecho acaso los votos para auxiliar a don Bosco o a otros Superiores? No, Hemos hecho los votos porque nuestra vocación fue 
ésta. 

1 Evangelio de la XIV domínica después de Pentecostés, que aquel año caía el treinta de agosto. 
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En otros tiempos, algunos solían hacerme esta pregunta: »Es mejor hacer los votos y observarlos o no hacerlos y observarlos lo mismo 
que si los hubiésemos hecho? 

A esta pregunta hay que dar una respuesta que satisfaga. Una cosa hecha con voto tiene más valor que la que se hace sin voto; la 
diferencia, entre una cosa hecha con voto y otra sin él, es la misma que la que hay entre quien da un fruto de su campo y el que da el fruto y 
el campo a la par. Por consiguiente, el que hace un voto a la Virgen, como vosotros, le da todo lo que tiene. 

Pero así como hay doble mérito, si se observa la ley de Dios con voto, si se la quebranta después de hacer el voto, se peca doblemente. Y 
por consiguiente, no crea alguien que ligarse a Dios con voto sea un juego donde siempre se gana y nunca se pierde, no; si cumplimos las 
promesas hechas, tenemos doble mérito; pero, si no las cumplimos, tenemos doble demérito. 

((561)) Hay, además, otra gran cosa que suelo hacer notar a quien emite los votos perpetuos. Cuando uno hace los votos perpetuos, según 
los mejores teólogos con Santo Tomás de Aquino, recupera la inocencia bautismal. El que pronuncia los votos perpetuos hace lo mismo 
que si fuese un niño llevado a la pila bautismal. 

Y pienso que debo deciros todavía otra cosa; el que hace los votos se encuentra con la obligación de cumplirlos y, por consiguiente, ya 
no es hijo del mundo, sino que es hijo predilecto de Jesús, de María y de san Francisco de Sales. 

Cada uno debe decir para sí mismo: íYa no soy hijo del mundo! Y si nos acometen las tentaciones, contéstese: íNo, soy hijo de María! Y 
por tanto, ni una mirada, ni un pensamiento, ni una palabra contra los votos que hice. 

Alguno me preguntará: »Hay obligación de cumplir con rigor estos votos? Si alguien hiciese los votos con la intención de no cumplirlos, 
mentiría; sería una burla hecha a Dios y traicionaría su propia conciencia. Por eso se hacen los votos, con la firme voluntad de mantener 
esta promesa hasta la muerte, para obtener después en el Paraíso la justa recompensa de lo que hemos hecho en esta vida. 

Me dirá alguno: íEs difícil guardar los votos! »Pues qué? Acaso aquel Señor y aquella madre del Cielo que vinieron a este mundo a 
recogernos y, mientras el mundo vive en la iniquidad vinieron a inspirarnos y nos sostuvieron para hacer estos votos, »no nos ayudarán 

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también a cumplirlos con tal de que nosotros hagamos todo lo posible para el? 

Lo cierto es que, si se hiciese el voto y luego se profanase, el que faltara a su palabra, insultaría a su Creador, causaría grandísimo 
disgusto a María Santísima Auxiliadora, haría un daño incalculable a su propia alma y, en una palabra, cometería un gran sacrilegio. 

Espero que vosotros cumpliréis lo prometido y que no querréis manchar vuestra alma, faltando a la fidelidad que prometisteis con 
juramento. 

Y, si queréis la llave para guardar vuestros votos, os la doy. Todas las virtudes están encerradas en la obediencia. Las demás perecen, si 
no hay exactitud en la virtud de la obediencia, especialmente en las cosas pequeñas, pues éstas guían a las grandes: Si vis magnus esse, a 
minimo incipe. 

Al llegar a este punto, dejo que otros completen, desarrollen y expliquen lo que yo me limité a mencionar. 

Os aseguro, por lo demás, que rezaré por todos, pero especialmente por vosotros, los que habéis hecho hoy los votos, para que no os 
suceda ninguna desgracia. Concluyo diciéndoos que sois hijos de Jesús y de María y que quiero lo seáis siempre. Permaneced, pues, firmes 
en no profanar los votos, que habéis hecho hoy, y estad dispuestos a sufrir mil veces la muerte antes que manchar estos lazos de oro, que os 
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unen a Dios. Rezad también vosotros por mí y por vuestros compañeros, como encarecidamente os lo recomiendo. Adiós, hijos queridos. 

((562)) El día doce de octubre, a punto de salir para Turín, quiso hacer a todos los clérigos una exhortación, diciéndoles lo siguiente, 
según nos refiere la crónica. 

Estamos empezando el curso; y se dice que el que bien empieza tiene andada la mitad del camino; pero se añade al punto: no se empieza 
bien si no es desde el cielo. Vosotros, sin duda, habéis empezado desde el cielo; seguid, pues, adelante. Espero que, si al empezar habéis 
sido bendecidos por el Señor, lo seréis continuamente y así podréis dar gran satisfacción a vuestros superiores y a vuestro amigo don 
Bosco, que cada día tiene un memento especial en la santa misa por vosotros, para que el Señor os conserve con salud y santidad. 

Porque, creedme, aunque estuvieseis sanos y robustos, si no estuviese bien arraigado en vuestro corazón el santo temor de Dios, no 
podríais hacer nada. Por el contrario, tened por cierto que con la ayuda de Dios, lo podréis todo. 

Mientras tanto, aquí se hará todo lo posible y aun más, para que no os falte nada de lo que se necesita para el servicio del Señor y para la 
bucólica 1. 

Sin duda tendré una gran satisfacción cuando pregunte a don Julio Barberis o a algún otro superior cómo estáis de salud, de piedad y de 
estudio y me den buenas noticias. 

Pero, mientras os aseguro que rezaré mucho por vosotros, me encomiendo a vuestras oraciones especialmente en la santa comunión de la 
que espero mucho; y espero que María Santísima tendrá muchísimo cuidado para que no falte nada de lo que necesitamos. 

Una cosa, que deseo tengáis como la primera para vosotros y que la recomendéis también a vuestros parientes, es que todos los que 
acudan en nuestra ayuda espiritual y materialmente, serán visiblemente protegidos por la Santísima Virgen y Ella no dejará de escuchar sus 
oraciones. 

Dicho esto, los bendijo y regresó al Oratorio. También los Superiores se habían reunido varias veces con él en San Benigno para celebrar 
consejo. Fueron siete las sesiones y todas, menos una, bajo su presidencia. 

No podemos seguir todavía a don Bosco fuera de San Benigno; hubo en torno a aquella casa el año 1885 un ruidoso debate entre el 
anticlericalismo patriotero de la época y la caridad cristiana de don Bosco; pero el ruido no partió de don Bosco, sino de sus adversarios y 
de sus defensores. Es una página de historia, que revive el duelo ((563)) de Goliat, armado de los pies a la cabeza, y de David inerme, con 
el mismo éxito final en la contienda. 

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1 Jocosamente emplea la palabra bucólica (del griego bucólos, boyero), género literario que canta la vida campestre, para indicar la 
comida. (Aquí es un juego de palabras: boca en latín es bucca) (N. del T.). 
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Diremos en seguida que el nuevo Goliat no era un luchador individual, sino un ente, entonces temible, que entraba en liza como un solo 
hombre para defender contra don Bosco las pretensiones alegadas por el nuevo alcalde del Ayuntamiento de San Benigno Canavese. Muy 
diferente de su antecesor, el señor Parisi, que había pasado a jefe de la administración municipal, se jactaba de ser un tragacuras y 
proclamaba paladinamente que trataría de tragarse también a don Bosco, porque los Salesianos no habían votado a su favor en las recientes 
elecciones. Quería a toda costa que se le echase de la abadía de Fruttuaria, lo cual no era posible lograrlo, sin rescindir antes el contrato 
legalmente estipulado cinco años antes. Para llegar a esta anulación, él intentó primero los caminos cortos. Se industrió, pues, por ganar a 
su favor al Consejo municipal, pidiéndole que votase contra don Bosco; pero, tanteó el terreno y se dio cuenta de que casi todos los 
concejales se le declararían contrarios. »Qué hizo entonces el prodigioso alcalde? Quiso hacer pasar lo negro por blanco. Levantada la 
sesión en que con escasos votos a su favor había preanunciado su propuesta, supo procurarse la complaciente redacción de una acta en 
sentido diametralmente opuesto al sentir de los más, la firmó y la envió al Gobernador de Turín, insistiendo en la expulsión de don Bosco. 
Pero los Concejales municipales, oliéndose la trampa, se apresuraron a contraponer el informe genuino de la sesión, de suerte que el 
Gobernador negó el visto bueno del acta falseada. 

A pesar de esto, aquella perla de alcalde no se dio por vencido. Alióse con algunos amigos suyos, que gozaban en Turín y en Roma de 
alguna autoridad, y sacando a relucir de nuevo la acusación de la afrenta que los alumnos del instituto habían hecho a los soldados del 
ejército italiano 1, y, aprovechando una ocasión favorable, confió el asunto a los Veteranos de la guerra por la Patria. Creyó que con esto 
había dado ((564)) con el camino real para conseguir su intento. 

Los veteranos, o soldados que habían participado en las guerras por la independencia de la Patria, se habían constituido en Sociedad bajo 
la presidencia del general Crodara Visconti y, a la sazón, querían crear un instituto destinado a recoger a los huérfanos de los militares. El 
señor Parisi propuso sin más al Presidente que se expulsara a los Salesianos de la abadía de Fruttuaria para dedicarla después a este fin. La 
propuesta se recibió con entusiasmo, pero luego no se aireó. 

Don Bosco, que nada sabía de estos manejos, fue informado de ellos por el señor Asti, teniente de los bomberos en Turín, antiguo 

1 Véase más atrás, págs. 190 y ss. 
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alumno y clérigo del Oratorio y secretario entonces de dicha Sociedad. El Santo concertó inmediatamente un plan de acción con el 
venerando párroco de San Benigno para conjurar la amenaza. Este escribió en seguida a Constantino Nigra, embajador del Rey ante la 
corte imperial de Viena. El célebre diplomático, natural de San Benigno y amigo suyo, le prometió apoyo. Don Bosco, por su lado, interesó 
al señor Bartolomé Casalis, gobernador de Turín, el cual le contestó que, en esta cuestión, se lavaría las manos. También se pidió apoyo a 
algunos Diputados. 

Mientras tanto, estalló la bomba fragorosamente. El día veinticinco de octubre se inauguró en Venecia el tercer Congreso de los 
Veteranos, presidido por Benito Cairoli, y, el veintiséis, se sometió a discusión la propuesta sectaria. El señor Asti, sacrificando la 
conciencia a su posición, y el señor Peretti, miembro de la Comisión elegido por el segundo Congreso de Turín, defendieron la necesidad 
de que la histórica abadía, monumento nacional, fuese arrancada de las manos de don Bosco y abierta a los huérfanos de los soldados 
italianos. Tomaron también la palabra sobre el tema el ponente Mussa, empleado en el Ayuntamiento de Turín y el famoso escritor Paulo 
Fambri. Resonaron en la sala palabras fuertes sobre las actitudes antipatrióticas de don Bosco. Un congresista propuso a la presidencia que 
pidiera a la asamblea un voto de alabanza pública para el ((565)) Ayuntamiento de San Benigno, que había demostrado ser uno de los 
ayuntamientos más liberales de Italia. Un telegrama de la gaceta del anticlericalismo masónico de Turín 1 publicaba que «la asamblea 
aplaudió frenéticamente». Y el diario de los católicos italianos comentaba 2: «Hace falta, sin duda, estar frenéticos para atormentar a don 
Bosco, que ya ha perdido la salud, sacrificándose a sí mismo por los jóvenes pobres. Los que lo acusan de antipatriotismo no han hecho ni 
harán jamás por la patria lo que ha hecho nuestro don Bosco a lo largo de cincuenta años». 

En el intervalo, el Director, don Julio Barberis, había ido a toda prisa a Roma para convencer al diputado Ercole a que saliera en defensa 
de don Bosco. Este honorable diputado que, a pesar de ser sacerdote secularizado, favorecía de buen grado a los Salesianos, se entregó a 
ello con fogoso aliento y tanto trabajó ante el Ministerio que le arrancó la seguridad de que la petición de los Veteranos no llegaría al 
Parlamento. El mismo Asti que, como secretario de la Asociación 

1 Gazzetta del Popolo, 27 de octubre de 1885. 

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2 Unità Cattolica, 28 de octubre de 1885. 
485 

se había creído en el deber de hacer el papel contrario en público, convenció a Cairoli de que era un acto injustificable quitar a don Bosco 
el usufructo de la abadía. 

No todos, sin embargo, actuaron borreguilmente en aquel Congreso. No se portó así el abate Bernardi, conocido patriota veneciano y 
liberal moderado, que desterrado en Piamonte durante el dominio austríaco, había sido Vicario General en Pinerolo y se había sentado 
varias veces a la mesa con don Bosco en el Oratorio. En aquella ocasión, desplegó toda su influencia en defensa y favor de don Bosco. 

Por último, un informe pericial, dado por orden del Gobierno Civil de Turín, certificó que, por las obras de mejora realizadas por 
iniciativa de don Bosco en el antiguo edificio, tendría que desembolsar sesenta mil liras el Gobierno, si se posesionaba del mismo. Esto fue 
el golpe de gracia contra el proyecto. Atendió el rey Humberto a los hijos de los militares, ofreciendo a los Veteranos el magnífico edificio 
de Superga para el instituto por ellos anhelado. 

((566)) El nombre de don Bosco fue blanco de la animosidad sectaria con motivo de otras dos casas, la de los Salesianos en Faenza y la 
de las Hermanas en Catania. 

FAENZA 

En Faenza no se había entablado una nueva lucha, sino que se proseguía la campaña iniciada cuatro años antes contra don Bosco y los 
Salesianos. La continuación de las hostilidades coincidió con la llegada del nuevo Obispo, monseñor Joaquín Cantagalli, que, en su 
primera carta pastoral, escrita en latín clásico, había dedicado unos párrafos a los hijos de don Bosco en términos muy elogiosos que 
significaban ilimitada confianza 1. La ira reprimida por algún tiempo se desbordó en forma abiertamente delictiva. El día doce de abril 
apareció en el Lamone un artículo acometedor y azuzador, cuyo efecto no se hizo esperar mucho. El día quince, por la tarde, una tarde 
nublada y melancólica, mientras los Salesianos asistían a los muchachos en el patio de recreo, resonó por los aires un disparo, salido por el 
lado del muro de la cerca. No hicieron mucho caso; pero, de allí a poco, vieron asomar una cabeza por encima de la tapia y oyeron otro 
disparo, lanzado esta vez en su dirección. La bala silbó sobre sus cabezas, rozó una columna próxima y se clavó en tierra. La noticia 

1 Véase Ap. Doc. núm. 84. 
486 
del atentado se esparció rápidamente por toda la ciudad y despertó gran horror. Intervinieron las autoridades, recogieron el grueso 
proyectil, hubieran podido fácilmente saber a quién responsabilizar, pero, ante la presunta imposibilidad de encontrar las pruebas, se 
detuvo la actuación, de suerte que, salvo una mezquina acta de la comisaría de policía, el hecho no tuvo ninguna actuación judicial. 

Pero sí tuvo sus consecuencias en las polémicas que surgieron entre periódicos católicos y liberales de la península; los primeros, 
gritando contra el criminal atentado y, los otros, calificando el acto de muchachada y denunciando a los Salesianos como calumniadores, 
provocadores y perturbadores del orden público. ((567)) La cuestión del orden público alterado por culpa de los Salesianos se convirtió en 
el estribillo de la prensa contraria con el intento manifiesto de mover las autoridades públicas al cierre del oratorio. El Lamone del día tres 
de mayo tuvo la osadía de escribir: 

«Antes de la llegada de los Salesianos, los desafíos a pedradas entre muchachos, como sucedía en otro tiempo bajo los auspicios del triste 
gobierno papal, ya nunca tuvieron lugar, y ahora los hay entre los que van al colegio salesiano y los que no van. Evidentemente la causa es 
el oratorio salesiano, donde los muchachos sorben odio contra sus semejantes y corrompen todos sus generosos sentimientos; ciérrese, 
pues, el oratorio salesiano y habremos quitado sus deplorables y sangrientos efectos». 

En el artículo del día diez, había párrafos menos vulgares y que podemos citar, como los siguientes: 

«Mientras se persigue y se intenta estorbar toda clase de propaganda a los que son considerados como radicales, se deja amplia libertad a 
los jesuitas, camuflados bajo cualquier orden frailuna, para insultar a una región entera, lanzar a luchas fratricidas a muchachos de un 
mismo pueblo y, conscientes de los males que de ello podrán resultar algún día, inocular en cada uno de los arbolitos, que incautas manos 
les confían, sentimientos antipatrióticos, antihumanitarios, cuyas tristes consecuencias recuerda todavía con horror nuestra Faenza». 

Ayudaba al periódico de Faenza en la capital de la provincia su digno compinche, el Ravennate. 

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Continuaba todavía la lucha, cuando llegó a Faenza el día dieciocho de mayo don Miguel Rúa, que volvía de su viaje a Sicilia. Al 
recorrer las calles de la ciudad leía por las paredes el letrero garrapateado a mano o también impreso: Abajo los Salesianos. Fuera los 
Salesianos. El discípulo de don Bosco, que visitaba por vez primera al 
487 

pueblo de la Romaña, en lugar de alterarse, parecía alegrarse por ello y no hacía más que repetir: 

-íOh, cuánto bien se hace en esta ciudad! íCuánto bien!... 

Tampoco don Bosco se asustó al enterarse de estos desmanes. En efecto, en la sesión capitular del día veintinueve de mayo, al presentar 
don Antonio Sala un plano de las obras a realizar ((568)) para convertir en colegio la casa de Faenza y temiendo algunos de los presentes 
que, una vez terminadas las obras, las sectas echarían a los Salesianos, habló don Bosco en estos términos: 

-Los muchachos recogidos serán nuestra defensa. Además, los tiempos están en manos de Dios, lo mismo que los cambios políticos y la 
gente del país. Las amenazas no vienen de las autoridades, las cuales nos defienden. No hemos de temer a la plebe, puede que sea prudente 
acariciarla. Mientras tanto, hágase ver al pueblo que se pone manos a alguna obra y que se comienza la instalación de algún taller de 
aprendizaje; pero poco a poco. 

Haciéndose las cosas lentamente, se daba tiempo a la beneficencia para prestar ayuda. Por consiguiente, por entonces, se determinó hacer 
sólo lo necesario para la conservación de los locales, sin amontonar gastos y más gastos. Planteada, después, la cuestión de si había que 
pedir permiso o no al Gobierno para abrir el hospicio y recordada la denegación de la autorización para abrir escuelas externas, el Santo 
manifestó su pensamiento en estos términos: 

-Mi opinión es que conviene pedir este permiso, pero sin que aparezca la palabra internado. Diríjase el Director al subgobernador y 
dígale que hay muchachos muy pobres y desamparados, que piden ser recogidos; que en otras partes no se acostumbra pedir semejante 
permiso, pero que nosotros lo hacemos por deferencia a la Autoridad; que se acabaría por tener que entregar estos muchachos a la policía 
con lo que, en definitiva, serían mantenidos a expensas del Estado en algún reformatorio... Conclúyase diciendo que nosotros, sin embargo 
nos remitimos al sabio parecer del subgobernador... 

En otra circunstancia, expresó don Bosco su sentir sobre la casa de Faenza. Fue cuando el director don Juan Bautista Rinaldi acudió a 
Turín para la fiesta onomástica del Santo. En aquella ocasión, le dijo para animarle 1: 

-María Auxiliadora os ayudará. Seguid adelante, como si nada hubiese ocurrido. La mayor batalla la tenemos hoy en América y en 

1 Las palabras de don Miguel Rúa, que acabamos de referir, y éstas de don Bosco las registra monseñor Taroni en su crónica. 
488 

Romaña 1. íPero ánimo! ((569)) También yo fui el blanco de disparos.
Estaba yo solo. El Ayuntamiento, el Gobierno, las gentes estaban contra mí. Los buenos me querían llevar al manicomio. Y sin embargo..
.
Aún hace pocos meses, hubo amenazas; me enviaron recado de que me quieren matar y, por tanto, que me vaya fuera de Italia. Pero yo
respondí: -Quiero estar en mi casa. María Auxiliadora me ayudará.


Sin más se comenzaron las obras de la iglesia y el teatrito. Cuando don Antonio Sala fue a inspeccionarlas, se encontró con que, por falta 
de solidez del terreno, se habían echado unos cimientos de metro y sesenta centímetros de anchura. Don Bosco desaprobó en la sesión 
capitular del día dos de noviembre unos cimientos tan enormes y observó: 

-Se hubieran podido construir pilastras y enlazarlas con arcos de gruesas piedras a flor de tierra. Sígase este principio en las 
construcciones. 

Es digna de mención la discusión capitular del día catorce de diciembre, respecto a los asuntos de Faenza. El director, don Juan Bautista 
Rinaldi, proponía una especie de convenio con los jefes de taller externos para evitar que los artesanos de la ciudad, temiendo la 
competencia, se levantasen contra los Salesianos. Los muchachos del taller serían como aprendices del jefe, el cual les pasaría un pequeño 
jornal proporcionado al rendimiento, quedándose él las ganancias y comprometiéndose a buscarles trabajo. 

Cuando don Bosco oyó la lectura de los artículos, tomó la palabra: 

-Con este proyecto se quita autoridad al Director. Sobre las bases que aquí se exponen, ya hice yo todos los ensayos posibles en los 
comienzos de este nuestro Oratorio, pero comprobé que ocasionaban gravísimos inconvenientes, incluso materiales. Primero obligué a los 

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jefes a que proveyesen las herramientas del oficio a los muchachos; esta obligación se limitó después personalmente al jefe y la casa estaba 
obligada a proporcionar las herramientas a los muchachos; a veces se convenía que yo pusiera a disposición de los jefes sólo ciertas 
herramientas determinadas, mientras que ellos traerían consigo de su casa las demás; otras veces el jefe tenía que proporcionar a los 
muchachos parte de los instrumentos del oficio y ((570)) el Oratorio corría con el resto. Pero siempre había gastos al arbitrio de los jefes y, 
unas veces, los muchachos no recibían herramientas; otras, usaban los jefes las de 

1 Región del norte de Italia, al sur del río Po, donde se encuentra Faenza. Hoy forma parte de la región Emilia-Romaña. (N. del T.). 
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los aprendices y ahorraban las suyas... Un día se discutía por las herramientas rotas, otro por las que habían desaparecido o porque se 
habían usado fuera del taller y del tiempo del trabajo. Asimismo surgían disensiones sobre la modalidad de los trabajos, la negligencia en 
enseñar a los muchachos y altercados por las ganancias cuando estaban interesados en una empresa. Ensayé enviar a los muchachos a los 
talleres de la ciudad, después establecí los talleres en casa. Puse también a todos los muchachos con jefes, que ejerciesen en nuestros 
talleres la autoridad de dueños del negocio; pero entonces los muchachos se convertían en verdaderos criados suyos y quedaban fuera de la 
autoridad del Superior. No se podía ejercer una vigilancia directa, los muchachos no escuchaban más que al jefe; a veces corría peligro de 
ser alterado el horario mismo, por la urgencia de un trabajo. En fin, todo eran líos y dificultades. 

Parecíale a don Miguel Rúa que los Salesianos de Faenza se encontraban en circunstancias especiales, que convenía tener en cuenta. Don 
Bosco replicó: 

-»Qué necesidad hay actualmente de talleres en Faenza? Por ahora, limítese don Juan Bautista Rinaldi al oratorio externo y a las escuelas 
nocturnas. Siga los reglamentos que hemos tenido aquí en el Oratorio en los comienzos, y así no habrá choques con las autoridades y con 
la gente. Los primeros internos del Oratorio fueron los estudiantes y después vinieron los aprendices para ayudar a los gastos de los 
estudiantes. Por eso, primero tuvimos los zapateros. El primer encuadernador fue Bedino, apodado Gobierno. Cuando hubo que comenzar 
las construcciones vinieron los carpinteros y los herreros. Cuando fue necesario organizar asociaciones de lecturas católicas, de textos para 
las escuelas, aparecieron los cajistas e impresores. El trabajo para los aprendices lo dan los estudiantes; éste es el principio, que debemos 
seguir, especialmente en las ciudades pequeñas. Los choques, que tuvimos en Turín cuando el Congreso de los Tipógrafos, que querían se 
acabara con la tipografía del Oratorio, nos indica el peligro que hay, si se quiere competir con otros en los trabajos, aun en las grandes 
ciudades. 

((571)) Por todas estas razones, el Capítulo rechazó el plan de don Juan Bautista Rinaldi, que, sin apartarse de las normas trazadas por 
don Bosco, encaminó muy bien su casa. 
490 

CATANIA 

El Mattino, periódico liberalísimo de Turín, publicaba en el número del día diecisiete de abril un artículo titulado Don Bosco y las 
Salesianas, en el que decía: 

«Se sabe que el famoso don Bosco, no satisfecho con ir plantando por todas partes sus centros de educación, que no son más que centros 
de ignorancia y de superstición, ha fundado conventos de monjas, llamadas Salesianas. Tiene conventos de éstos en algunas ciudades y es 
útil saber cómo se tortura a las muchachas para que se hagan monjas. No somos nosotros los que lo contamos: es la Gazzetta di Catania» 

Y copiaba un artículo de este otro periódico, de la misma calaña y mucho más impío. Desde el día siete de marzo, había disparado contra 
don Bosco y sus obras una serie de ataques, que fueron sucediéndose hasta el día veintinueve de mayo. El hecho insignificante, que dio 
lugar a ello, fue un mero pretexto de los anticlericales de Catania para indisponer la opinión pública de los ciudadanos contra los 
Salesianos, cuya llegada a Catania se sabía o se consideraba próxima. 

Una pobre joven del pueblo, admitida por las Hijas de María Auxiliadora como postulanta en Bronte y después en Nizza Monferrato, al 
ver su desequilibrio mental, fue devuelta a su madre, tras una breve estancia en el manicomio de Turín. Las habladurías de semejante 
loquilla encontraron fácil audiencia y crédito en la redacción del periódico que, sobre aquella trama, urdió la tela de una tragedia monjil 
con escenas de todo punto picarescas. Encontrábase entonces en Sicilia don Miguel Rúa, el cual recogió en seguida los datos necesarios 
para un informe, que fue publicado por la prensa 1. Una brizna de buena ((572)) fe hubiera bastado para hacer abrir los ojos; pero la 
Gazzetta, desmentida hasta la evidencia por una larga carta abierta de don Juan Bonetti 2, no se desconcertó ni escribió una palabra de 
retractación. Antes al contrario, en una polémica de partido con el Consejo municipal de Bronte, satirizaba la cuestión de las «Hijas de don 
Bosco» y se desataba contra quien había confiado a «aquellas hienas camufladas de ovejitas» la dirección del colegio femenino de Bronte. 

Pero a la Gazzetta le importaban muy poco las Hermanas y su 

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1 Ap. Doc. núm. 85. Fue publicado por el Amico della Verità, diario católico de Catania, en el número del día veintisiete de abril. 

2 Dirigida a la Gazzetta, y no publicada, apareció en el Amico della Verità del día primero de mayo. 
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presunta víctima; lo que quería era herir a don Bosco. Por lo cual, dejando en paz a las Hijas de María Auxiliadora, recogió y difundió una 
odiosa noticia sobre don Bosco mismo, publicada por el blasfemo periódico romano Capitale. Había muerto en la parroquia del Sagrado 
Corazón de Roma Terencio Mamiani della Róvere, natural de Pésaro, poeta y filósofo, ministro de Pío IX en 1848, ministro de Instrucción 
Pública del reino de Italia en 1860 y por último senador. Pues bien, dicho periódico había acusado a don Bosco de conducta irregular, más 
aún, de impertinente, con respecto a la condesa Mamiani a la muerte del esposo, acompañando la acusación de malvadas insinuaciones de 
otra clase, y la desatinada Gazzetta di Catania en su número del día veintinueve de mayo descubrió a sus lectores anticlericales el sabroso, 
por más que estúpido artículo, pero guardándose muy mucho, según su caballerosa costumbre, de insertar ni una tilde de rectificación, 
cuando llegó a saberse el hecho hasta en sus más nimios detalles. Y en el suceso no aparecía para nada don Bosco, sino uno de sus hijos, el 
párroco don Francisco Dalmazzo, quien a su vez no había cometido en absoluto nada que pudiese tacharse de irregular o impertinente. La 
impertinencia había consistido en una carta, hija del celo pastoral y redactada con respetuosa cortesía. Enterado de que el desenlace se 
aproximaba presurosamente, el acongojado pastor que ya había intentado inútilmente acercarse al lecho del moribundo, se quejaba 
amargamente de no haber sido llamado todavía, como había prometido la señora y como su consorte deseaba 1. ((573)) En aquellos 
tiempos y todavía muchos años después, era más fuerte que todo y que todos la vigilancia masónica junto a la cabecera de los agonizantes. 

Entonces como siempre, en Catania y en todas partes, para evitar la infamia y guardar la buena fama, don Bosco sólo se preocupó de 
hacer el bien, el bien que entendía querer de él la Providencia 2, por lo cual, en la carta de enero de 1885 a los Cooperadores, pudo 
anunciar serenamente: «A instancia de personas muy distinguidas, se aceptó en Catania la dirección de escuelas nocturnas para jóvenes 
mayores, la administración de una iglesia pública y, al mismo tiempo, bajo el título de San Felipe Neri, se abrió un oratorio festivo para 
instruir 

1 Ap. Doc. núm. 86. 

2 Como para reparación de las difamaciones de los sectarios de Catania, se hizo en Randazzo un caluroso recibimiento a don Miguel Rúa 
y desde allí se envió a don Bosco el día dieciocho de abril, el siguiente telegrama: «A don Bosco, óptimo conocedor de los tiempos, que 
extiende beneficios, ciencia y religión a toda clase social. Alcalde y Ayuntamiento, Arcipreste, Rúa, salesianos, colegiales unidos fraternal 
banquete, envían afectuoso saludo». 
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cristianamente y reunir a los niños, apartándolos de este modo de vagar por las calles y plazas de la ciudad». Aludía a la iglesia de San 
Felipe y al oratorio llamado de los Filipenses en la calle del Teatro Greco, oratorio muy floreciente hasta el día de hoy. 

LA SPEZIA 

Parecía correr por la península un santo y seña sectario para contrariar por doquier a don Bosco. Dos periódicos de La Spezia, el 
Muratore y el Lavoro, se lanzaron contra él, tomando como pretexto una deliberación municipal. Don Bosco había recibido del 
Ayuntamiento de La Spezia y colocado en la casa de aquella ciudad a ocho muchachos huérfanos por el cólera; nada, pues, más natural que 
pasar a la casa una pequeña subvención. Se pensó fijar una cuota anual de mil liras; pero, cuando se trató el asunto en Consejo, algunos 
concejales, amigos de los Salesianos, propusieron subir la cantidad a cuatro mil. Irritó esto a liberales y ((574)) demócratas y elevaron 
protestas al estilo del tiempo, por medio de sus correspondientes órganos. El liberal Muratore del treinta y uno de mayo, después de dar la 
noticia del hecho, exclamaba: «»Es posible que nuestra Representación Municipal haya decaído hasta el extremo de conceder una 
subvención a quienes cantan himnos al Poder Temporal, contra las más hermosas tradiciones de La Spezia? Actos de esa índole, más que 
censura, merecen ser calificados como temerariamente inconsiderados y provocan un justificado y enérgico resentimiento por parte de toda 
la población». El mismo día publicaba el demócrata Lavoro un vergonzoso articulejo en el que se escarnecía a don Bosco con lenguaje 
sucio y obsceno e ignominiosas alteraciones de su nombre. 

Pero también aquí don Bosco seguía derecho hacia adelante, sin dar muestras de oír a los que ladraban a sus talones. En el mes de 
septiembre, se presentó al Capítulo Superior el proyecto de permutar un terreno con el Ayuntamiento, a propuesta de la misma corporación 
municipal. El terreno cedido a los Salesianos era mayor que el que iba a recibir a cambio. Con esto se encuadraba nuestra propiedad y el 
Ayuntamiento suprimía una calle, trazada en el plano, que habría atravesado la finca del colegio. Pero esta supresión estaba subordinada a 
la construcción de una iglesia, que don Bosco, junto con el caballero Bruschi, se había comprometido a levantar en aquel sitio 1; 

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1 Véase Vol. XIII, pág. 577. 
493 

una iglesia tan grande como la de San Juan Evangelista y cuya construcción había de comenzarse en fecha todavía no fijada. Pues bien, al 
discutir sobre dicha permuta con referencia también a la iglesia que debía construirse, don Francisco Cerruti puso de relieve que, puesto 
que el sagrado edificio debería servir después de parroquia, habría que inducir al Ayuntamiento a contribuir en los gastos. Don Bosco 
contestó: 

-Pediremos una ayuda al Ayuntamiento de La Spezia cuando se empiecen las obras. Preveo que obtendremos poco o nada. Hay que 
trabajar en favor de los Ayuntamientos, aun cuando ellos no nos proporcionen más que contrariedades; pero actualmente hay que proceder 
así, si se quiere trabajar por las almas. Pasemos al ((575)) proyecto. Se acepta la permuta propuesta por el Municipio de La Spezia pero sin 
condiciones ni compensaciones. No se permita que en la escritura notarial se pongan condiciones respecto a la iglesia ni tampoco que el 
terreno en más, que se nos da, sea con vistas a la construcción de la iglesia. No se acepte esta frase. Quede bien entendido que no se deben 
comenzar las obras hasta que no estén concluidas las iglesias de Roma y de Bordighera. Pero hágase esta promesa al señor Bruschi de viva 
voz y no por escrito. 

La iglesia es hoy el hermoso santuario dedicado a la Reina de La Spezia, la Virgen de las Nieves. Se comenzó diez años después de la 
muerte de don Bosco, el día 17 de enero de 1898, y se consagró el 27 de abril de 1901. 

Deseoso de desarrollar la obra de La Spezia de acuerdo con la amplitud de sus planos y recordando la casi promesa, que le había hecho 
Benito Brin, Ministro de Marina, escribió a Su Excelencia con la esperanza de obtener de él alguna ayuda. 

Excelencia: 

Cuando tuve el alto honor de hablar con V. E. sobre la gran necesidad de organizar escuelas para los obreros empleados en el Arsenal de 
La Spezia, V. E. me alentó a ello con gran bondad y me aseguró que, si fuera necesario, acudiría en mi ayuda. 

Actualmente, como V. E. puede deducir por la adjunta exposición que hace el Director del Hospicio y de las escuelas, nuestros comunes 
deseos están cumplidos, aunque con muchos sacrificios y grandes cuidados del personal y de los gastos a realizar. 

Con este fin, recurro a V. E. suplicándole nos ayude con los medios que considere oportunos para una obra altamente implorada y que 
promete óptimos resultados. 

Con gran estimación, tengo el honor de poderme profesar de V. E. 

Turín, 25 de mayo de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
494 

No sabemos nada de la contestación del Ministro; pero sí conocemos cómo terminó la providencial subvención de la Santa Sede. 
Primeramente León XIII había continuado ((576)) con su donativo mensual de quinientas liras, concedido por su Predecesor; pero, cuando 
en 1885 se presentó para cobrar el donativo de septiembre la persona encargada de retirar las asignaciones, obtuvo por respuesta que la 
administración Vaticana no tenía facultad para pagar nada más que hasta el mes de agosto transcurrido. Con el deseo de obtener la 
continuación de la asignación, don Bosco presentó al Padre Santo, a través del Secretario de Estado, el cardenal Jacobini, la súplica 
siguiente: 

Beatísimo Padre: 

La ciudad de La Spezia, que pasó en poco tiempo de un pequeño número de habitantes hasta los treinta mil, se encontró hace casi dos 
lustros, en grandísima penuria de instrucción religiosa. Su Santidad el Papa Pío IX, de santa memoria, movido especialmente por los 
peligros en que se encontraba la juventud, propuso al abajo firmante que pusiera remedio a ello de algún modo y aconsejó la fundación de 
unas escuelas y un orfanato. Con tal fin, señaló la cantidad de quinientas liras mensuales como subvención. De acuerdo con esta invitación 
y aliento, el que suscribe abrió allí las escuelas llamadas de San Pablo el día 10 de diciembre de 1877 y, con dicha subvención, pudo 

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comenzar a hacer frente a los gastos entonces necesarios. 

Fallecido Pío IX, la inagotable caridad de Vuestra Santidad dignóse, en un rasgo particular de benevolencia, continuar desde los 
comienzos de su Pontificado con el mismo donativo mensual y así no sólo se pudo continuar con las escuelas externas y el Oratorio festivo 
en sus primitivas proporciones, sino que se les dio un desarrollo tan grande que, a los pocos años, al no ser suficientes la capilla y el local 
ocupado por los niños de la escuela, cuyo número crecía de día en día, y ante las necesidades espirituales de la numerosa población fue 
necesario buscar otro lugar más amplio y apto también para el orfanato. 

Fue entonces cuando Vuestra Santidad contribuyó a la construcción del nuevo Instituto con la cantidad de seis mil liras el día 10 de 
septiembre de 1880, a extinguir mediante la entrega de cien liras mensuales sobre la mencionada subvención de quinientas liras, que de 
esta manera nos fue caritativamente entregada hasta el mes de julio del año corriente. 

Añadió a ello todavía Vuestra Santidad la limosna de dos mil liras para otras tantas misas, que fueron solícitamente celebradas. Así se 
pudo construir una capilla más amplia con el hospicio anejo, donde se encuentran asilados unos ciento cincuenta muchachos, algunos de 
los cuales son pobres huerfanitos necesitados de sustento y de educación religiosa y de aprender un oficio para ganarse honradamente el 
pan, y otros son muchachos de distinguida bondad y talento que aspiran a la carrera eclesiástica y no podrían hacer en otra parte sus 
estudios por falta de medios. Así procedían las cosas con frutos ((577)) realmente consoladores en favor de las almas, cuando, a primeros 
de agosto del corriente año, nos participó el Cajero Ecónomo que esta 
495 

subvención, único recurso de aquella paupérrima Casa, quedaba suspendida hasta nuevas disposiciones de Vuestra Santidad 1. 

Agobiado por las dificultades e impotente para proseguir yo solo la obra emprendida, acudo a Vos, Beatísimo Padre, a fin de que os 
dignéis continuar con la caridad y benevolencia, que hasta ahora tuvisteis, enviándonos la mencionada subvención mensual. Mucho me 
dolería ver desaparecer un Instituto, comenzado con tan felices auspicios, encaminado hasta ahora tan felizmente, gracias al auxilio de Dios 
y a la generosa caridad de Vuestra Santidad, y llegado a ser cada día más necesario por la escasez de clero en La Spezia, por la excesiva 
cantidad de niños pobres y abandonados y por las insidias de los vecinos protestantes, cumplidamente provistos, por desgracia, de 
Hospicio, Escuelas y Templos por la secta. Por nuestra parte, Beatísimo Padre, estaremos eternamente agradecidos a la caridad, que 
imploramos de Vuestro paternal corazón, y Salesianos y alumnos, sobre todo los de la casa de La Spezia, elevarán cada día a Dios y a 
María Auxiliadora las más fervientes oraciones por la incolumidad de Vuestra Santidad, nuestro generoso bienhechor. 

Dignaos, Beatísimo Padre, aceptar los sentimientos de la más sincera gratitud y devoción, con la que, implorando sobre mí y sobre toda 
la Congregación Salesiana Vuestra apostólica bendición, me siento feliz al profesarme de Vuestra Santidad, 

Turín, 1 de diciembre de 1885 

Humildísimo y obedientísimo hijo, JUAN BOSCO, Pbro. 

El Cardenal informó sobre la carta al Papa y escribió después a don Bosco el día 24 de febrero de 1886: «Su Santidad siente mucho no 
poder acceder a su ruego más que en parte, pues el gravísimo peso, que la maldad de los ((578)) tiempos le obliga a sostener aquí en Roma 
ponen un límite a su caridad y frenan los ímpetus de su corazón de padre. Mas, para demostrarle lo mucho que aprecia a la Institución que 
usted tan dignamente dirige, me ordenó le remitiera, por una sola vez, la cantidad de cinco mil liras que, obedeciendo a los soberanos 
mandatos, me honro enviarle por giro postal sobre el Banco Nacional». 

1 Aquí se ha incurrido en un error con respecto al mes de la suspensión, como se deduce de esta carta al señor Sigismondi, fechada en el 
Vaticano a 10 de octubre de 1885. 

Excelentísimo señor Alejandro: 

Me apresuro a comunicarle que, habiendo vuelto a monseñor Folchi para la acostumbrada asignación, me ha contestado que la 
administración tenía facultad para pagar la asignación al Instituto de La Spezia hasta el mes de agosto del corriente año, esto es, hasta 
cumplirse la restitución del préstamo. Y, para que dicha asignación pudiera continuar, es necesario pedir directamente al Padre Santo una 
nueva concesión, que debería hacer el Rvmo. don Bosco o quien haga sus veces. Rogándole acepte mis saludos extensibles a su digna 
esposa, me repito 

Su seguro servidor, C. ROSSIGNARI 

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El señor Alejandro exhortaba a don Bosco, en la cartita con que le remitía el comunicado, a pensar en seguida en lo que debía hacerse. 
496 

Pasemos ahora a propuestas, que quedaron sobre el papel. Mencionaremos solamente aquéllas en las que, a lo largo de las negociaciones, 
podemos recoger el eco de palabras dichas por don Bosco o la noticia de alguno de sus gestos. Hablaremos, pues, de Rímini, Vicenza, 
Trento y Cúneo. 

RIMINI 

Monseñor Alejandro Chiaruzzi, obispo de Rímini, quería que don Bosco aceptase una parroquia rural en su diócesis. Ofrecimientos de 
esta índole le llegaban de diversas partes; pero éste podía, además, ofrecer la oportunidad de proporcionar a los Salesianos de Faenza una 
casa de campo para reponer las fuerzas durante las vacaciones. Sin embargo, el Santo dijo en la sesión capitular del día veinte de marzo: 

-En los comienzos de la Congregación, aceptábamos casas sin limar demasiado las condiciones que nos ponían. Pero ahora necesitamos 
ordenarnos, organizarnos, dejar pasar dos años sin abrir casas. América absorbe demasiado personal. Las defecciones y los fallecimientos 
nos han quitado varios miembros. 

El Capítulo votó contra la propuesta. 

VICENZA 

Ya el año 1879, el senador Fidel Lampertico, en su calidad de presidente de la Congregación de Caridad, había hecho suyo el 
pensamiento de algunas dignas personas, de llamar a los hijos de don Bosco a dirigir el orfanato masculino de Vicenza, venido a menos. 
((579)) El Santo encargó a don Celestino Durando, en el mes de diciembre, que visitara el instituto, pero no se llegó a ninguna conclusión. 
Después, a partir del 1880, comenzó una comunicación epistolar entre el señor Juan Sala, presidente de la Sociedad de San Vicente de Paú 
y el mismo don Celestino Durando para la apertura de un hospicio. Don Antonio Sala hizo una visita y juzgó oportuno el local adquirido 
para este fin por los miembros de la Asociación; pero no vio de dónde se podían sacar los medios para llevar adelante la obra. El día 29 de 
enero de 1883, recibió don Bosco una petición firmada por doscientos doce «Cooperadores» de Vicenza; la encabezaba monseñor Farina, 
obispo de la diócesis, y la cerraba monseñor Horacio Lampertico, hijo 
497 

del Senador, calificándose de «secretario de los Cooperadores de Vicenza». El Santo demoró la respuesta, y, después, emprendió el viaje a 
Francia. En Vicenza estaban impacientes. El, por fin, apremiado por nuevas cartas, tan pronto como pudo después del regreso, respondió 
en estos términos: 

Ilmo. señor Presidente: 

He recibido, por medio del reverendo Pedro Pozzán, ferviente defensor de las causas buenas, la carta de V. S. fechada el día cuatro de los 
corrientes junto con la súplica firmada por un buen número de personas distinguidas de todas las clases sociales de la población de 
Vicenza, con S. E. Rvma. el Señor Obispo a la cabeza. 

Todos piden la gracia de una Casa de Salesianos en esta ilustre ciudad para cuidarse de los jovencitos en peligro. Ya conocía la 
benevolencia de los Cooperadores Salesianos y de los miembros de la benemérita Sociedad de San Vicente de Paúl con la humilde 
Sociedad de San Francisco de Sales; y, si hubiese tenido todavía alguna duda, este último acto de confianza me la hubiera disipado del 
todo. 

Con el vivo deseo de corresponder a esta confianza, se hizo tema de atenta discusión su amable petición y todos, de común acuerdo, 
hemos examinado si estábamos en condiciones de satisfacerla; pero, con mi gran sentimiento, debo comunicarle que hemos tenido que 
concluir con la negativa, no por falta de buena voluntad, ni tampoco por las condiciones propuestas, sino por carencia de personal. El 
reclutamiento militar, que nos quita cada año de quince a veinte maestros y jefes de taller, los compromisos ya contraídos para abrir casas 
en diversos lugares, la necesidad de enviar ayuda a los misioneros de Patagonia y de Brasil, nos merman el personal de tal manera que nos 
es imposible comprometernos para nuevas fundaciones. 

((580)) Siento todavía que no hayamos podido entendernos hace años, cuando disponíamos de personal para la dirección del orfanato; 

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VOLUMEN XVII Página: 498 

pero hemos de confiar en la divina Providencia, que entonces parecía querer abrir el camino para la vida de los Salesianos en esa tierra, 
quiera volver a abrírselo en otra ocasión y darnos los medios para cumplir el común deseo. 

Sin embargo, como no podemos saber cuándo podremos estar en condiciones de dar a este propósito una respuesta afirmativa, yo sería 
del parecer de que V. S. Ilma. exhortase a los miembros de la Sociedad de San Vicente para que lograsen lo antes posible su laudable 
finalidad, del bienestar religioso y moral de tanta juventud, con otro medio, que su industriosa caridad les sugiera. 

Mientras tanto, al dar las gracias a V. S. y por su medio a los miembros de la Sociedad de San Vicente y también a todos cuantos firman 
la atenta súplica, pido a Dios que bendiga sus caritativos esfuerzos en favor de la juventud pobre, les haga recoger centuplicado el fruto de 
sus trabajos y prepare a cada uno en el cielo una espléndida y gloriosa corona. 

Encomendándome, al mismo tiempo, junto con mis muchachos, a la caridad de sus oraciones le saludo respetuosamente y celebro 
poderme profesar con mi mayor aprecio, de V. S. Ilma. 

Turín, 20 de junio de 1883 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
498 

Pero los hombres buenos de Vicenza no pudieron resignarse ni sosegarse. Presentaron una tercera petición en 1885 y, a lo largo de aquel 
año, el Capítulo Superior, presidido por don Bosco, se ocupó del asunto hasta seis veces. Repitióse también para Vicenza uno de los 
consabidos cambios de escena. 

En un principio, todo era de color de rosa: cantidades considerables a disposición, varios terrenos para regalar o para comprar baratos, 
locales magníficos para poderlos tener a buen precio, expectación general de los ciudadanos; después, al pasar del dicho al hecho, 
abandonos y desilusiones. Don Juan Tamietti, enviado por don Bosco para ver cómo estaban realmente las cosas, recibió siempre 
espléndidos agasajos; se encontró con que los gastos serían en realidad mayores que los que podía dar un cálculo superficial, pero, 
considerando que algunos señores se mostraban dispuestos a contribuir con generosidad, concluyó que se podía aceptar a condición de que 
se comenzase con el oratorio festivo y se dejase para más adelante la fundación del colegio. Don Bosco oyó el informe de ((581)) su 
enviado y dijo el día veintidós de junio en sesión capitular: 

-Estando las cosas como están, se puede aceptar, porque fácilmente se podrá ir adelante por algún tiempo con un solo sacerdote. 

Pero, el trece de julio, surgió la primera contrariedad. La hija de uno de aquellos señores, el abogado Ruffo, que quería regalar una de sus 
fincas, escribió a don Bosco una carta de protesta, porque, estando ella en mala situación económica y no sabiendo cómo sufragar los 
gastos para la instrucción de sus hijos, no podía tolerar que se mermara de este modo el patrimonio paterno. En realidad, su padre estaba 
encolerizado con ella y no se cuidaba de sus necesidades, porque había contraído matrimonio contra su voluntad con un hombre no 
acomodado; sin embargo, don Bosco mandó escribirle que estuviese tranquila, porque no se había determinado nada y jamás se haría algo 
que pudiere perjudicarla. 

Entre julio y octubre, hubo otras combinaciones sobre el local, otras promesas de donativos de dinero, otra discusión en la sesión 
capitular del veintidós de septiembre por la tarde. Preguntado don Bosco por don Miguel Rúa qué pensaba de todo ello, contestó: 

-Ya hay demasiada carne en el asador. Sin embargo, estoy dispuesto a aprobar lo que el Capítulo decida. 

Don Celestino Durando recordó, en apoyo de este parecer, que san Ignacio comenzó a abrir con excesivo apresuramiento sus casas, y 
después cerró quince de golpe para consolidar su Compañía. Don 
499 

Miguel Rúa pidió que se propusiera la ida para 1889; pero don Bosco replicó: 

-»De qué sirve fijar, aun cuando sea el 1890? Ahora no podemos, pues falta personal. Por consiguiente, hagan ellos, mientras tanto, algún 
donativo, algún legado o cesión y nosotros nos comprometemos a hacer el bien que podamos a la juventud lo antes posible. 

Nuevas dificultades, que surgieron más tarde, convencieron a los mismos amigos de Vicenza de que era preferible aguardar. Y el Santo, 
confirmando lo que ya había dicho, repitió el día veintiséis de octubre: 

-Bien consideradas las cosas, es mejor por ahora que el tiempo nos dé tiempo. No se rehúsa, pero se aplaza. 

Fin de Página: 500 


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El día cinco de noviembre, don Antonio Sala informaba sobre el viaje que acababa de hacer, en el que había visitado también Vicenza, y 
describió ((582)) lo que había visto y oído. Entre otras cosas, las cuatro hermanas Caldonazzi, solteras y bastante ricas, darían en seguida 
veinte mil liras y después más; otrosí, cuando se abriese la casa sería abonado un legado de veinte mil liras, hecho por la condesa Drusila 
Dal Verme, viuda de Loschi. Pero, frente a las insuperables dificultades, que retrasaban mucho la actuación del deseo común, don Bosco 
expuso su pensamiento: 

-»No se podría escribir a las hermanas Caldonazzi que, en vista a la larga duración de estas negociaciones, se les rogaría tuviesen a bien 
dar las veinte mil liras para el Sagrado Corazón de Roma o para las Misiones? Les escribiría yo mismo prometiendo que, al abrir la casa de 
Vicenza, se consideraría como entregada aquella cantidad. 

-Los de Vicenza, contestó don Antonio Sala, no quieren saber nada que no sea su pueblo. 

-De todos modos, insistió el Santo, lo intentaré y escribiré también al heredero del Duque de Parma, que debe pagar el legado Loschi, 
tanto más cuanto que la Duquesa de Parma vino a visitarme, cuando yo estaba en Niza. En cuanto a Vicenza, contéstese que dejen 
descansar el proyecto hasta la primavera. La beneficencia, en estos tiempos, es mucho más incierta que cuando se abrieron las casas de 
Sampierdarena, Alassio y Marsella. En la primavera, lo dejaremos descansar hasta otoño y así sucesivamente. 

Y como lo dijo, lo hizo. Escribió el día dieciséis de noviembre a las hermanas Caldonazzi, invitándolas a destinar la cantidad en favor de 
monseñor Cagliero que, con muchas Hermanas y Misioneros, se encontraba en pleno desierto patagónico, sin medios económicos para 
llevar a cabo muchas obras de beneficencia, allí necesarias; pero ellas 
500 

siguieron firmes en su propósito de destinar aquel dinero a una institución salesiana en su patria chica: sin embargo, le enviaron una 
limosna de mil liras para las misiones 1. 

((583)) La tenacidad de los de Vicenza se manifestó una vez más, en vida de don Bosco. El que coordinaba la acción de los promotores y 
se comunicaba oficialmente con Turín era, desde el principio, el canónigo Cavedan, vicario general de la diócesis. «Todos, buenos y malos 
escribía don Moisés Veronesi a don Bosco en 1886 2, están ansiosos por ver una casa salesiana en Vicenza. Las autoridades civiles y 
eclesiásticas están dispuestas a ayudarnos; más aún, el señor gobernador de la provincia desearía confiar a los Salesianos algunos 
jovencitos huérfanos con una cuota mensual de veinte liras». El canónigo fue al Oratorio en junio de 1887, con el reverendo Gennari, 
párroco de San Esteban, y le invitaron a exponer el estado de la situación ante el Capítulo Superior, presidido por don Miguel Rúa. Todo 
parecía concertado; pero todo fracasó. «Si la obra no resultó, escribió dicho párroco 3, no fue por falta de buena voluntad, sino, como 
lealmente dijo el veneradísimo don Bosco, porque no es según su espíritu». No era del espíritu de la Congregación ocuparse también de los 
niños menores de ocho años, como querían los que lo proponían. Otros intentos tuvieron la misma suerte, de modo que hasta el día de hoy 
no se pudo fundar en Vicenza una obra salesiana. 

TRENTO 

El Alcalde de Trento notificaba a don Bosco en una carta muy bonita que, de acuerdo con las autoridades eclesiásticas y civiles, la 
población pedía a los Salesianos para la dirección de un reformatorio de la juventud; que ya estaba preparada la casa; que ésta dependía de 
la Congregación de la Caridad y del Ayuntamiento; que comunicara su sistema de educación y la distribución que debía darse a los locales 
para no partir de puntos de vista diferentes; que se había de comenzar en el próximo mes de ((584)) noviembre con un grupito de 
muchachos ya asilados allí. Le gustó a don Bosco que, de una forma tan inesperada, se abriesen a la Congregación las puertas del imperio 
austro-húngaro; le gustó también que ello fuera en un lugar fecundo en 

1 Carta del señor Eugenio Panizzoni a don Bosco, Vicenza, 23 de noviembre de 1885. Es probable que recibiera idéntica respuesta sobre 
el legado Loschi. 

2 Mogliano, 23 de septiembre de 1886. 

3 Vicenza, 29 de agosto de 1887. 
501 

vocaciones. Dijo, en la sesión capitular del día trece de julio, que se redactase una respuesta, en la que se preguntase también por la 
retribución destinada a los Salesianos, si era individual o colectiva. Entretanto, confió a algunos de los miembros del Capítulo el encargo 
de estudiar el proyecto y, en otoño, quiso que don Antonio Sala fuera a informarse sobre el terreno. 

Fin de Página: 502 


VOLUMEN XVII Página: 502 

Don Antonio Sala fue recibido muy bien, pero el Alcalde y los señores de la Congregación de la Caridad se mantuvieron 
intencionadamente reservados, de suerte que no le fue posible comprender nada en torno a la marcha del orfanato y no logró saber ni qué 
comida se daba a los asilados. El local era bellísimo, amplio y nuevo. El señor Obispo, Della Bona, deseaba la fundación de los Salesianos 
por una razón suya particular. Entre el Ayuntamiento y la Congregación de la Caridad existía cierto antagonismo perjudicial para el bien 
común; él esperaba que los Salesianos establecerían entre los dos entes un lazo de unión. En la casa había veinticinco huerfanitos y otras 
tantas huerfanitas. Los jefes de los talleres actuaban como amos, ya que las ganancias eran para ellos. Algunos de los muchachos iban a las 
escuelas de la ciudad, sin que ello diese lugar a inconvenientes; alumnos y alumnas asistían juntos a las prácticas religiosas en la misma 
capilla. El Director no parecía un hombre capacitado. Pero todo daba a entender que en Trento los Salesianos serían generalmente mirados 
con buenos ojos. 

El Alcalde hubiera deseado que se redactase en seguida un anteproyecto de convenio; pero don Antonio Sala prudentemente no 
consintió; sólo expuso de viva voz el objeto de algunos artículos, que presentaría después a examen al Capítulo Superior: la cesión gratuita 
a los Salesianos del palacio Crosina y Sartori, ((585)) que así se titulaba el edificio; traslado de las huérfanas a otro local; reparaciones 
exteriores y modificaciones con cargo al Ayuntamiento y a la Congregación de Caridad; inventario de todos los objetos existentes en el 
instituto con obligación de devolverlos en el estado en que se encontraran si los Salesianos tuviesen que retirarse; obligación para los 
Salesianos de aceptar únicamente veinticinco muchachos, pagando el Municipio y la Congregación de Caridad ochenta céntimos diarios, 
por cualquier otro huérfano, que fuese recomendado por ellos; los muchachos a aceptar no debían tener menos de diez años ni más de doce 
y debían estar sanos y robustos; facultad de los Salesianos para aceptar el número de muchachos y con las condiciones que deseasen; 
libertad del Director para dedicar al estudio o a las artes a los muchachos que les confiasen el Ayuntamiento o la Congregación de 
502 

Caridad; establecer exclusivamente talleres y escuelas internas; aviso anticipado de cinco años, si el Ayuntamiento quisiese rescindir el 
contrato: pertenecer sólo al Director la dirección y administración interna; tener libertad para separar a los recién llegados de los huérfanos 
ya asilados o incorporarlos a ellos. 

Cuando don Antonio Sala regresó a Turín dio su informe y leyó los artículos aquí sumariamente expuestos. En la discusión, al hablar de 
las reparaciones del edificio, dijo don Bosco: 

-Para obligar a un Ayuntamiento a hacer estas reparaciones, hay que estudiar bien la cuestión, pues ya nos hemos encontrado en apuros 
en muchos lugares. Los Ayuntamientos prometen y no atienden. Podría formularse un artículo en estos términos: «El Director comunicará 
al Ayuntamiento las reparaciones que se necesitan. El Ayuntamiento lo comprobará y, si no las manda realizar, el Director tendrá derecho a 
hacerlas, remitiendo la nota de gastos al Ayuntamiento». Estúdiese bien la frase para obligar a los interesados. 

Acerca de las cautelas a tener para tratar con Ayuntamientos don Bosco había hecho, en otra circunstancia, la observación siguiente 1: 
((586)) -En los contratos con los Ayuntamientos hay que poner mucha atención, porque siempre hay algunas condiciones que, por no 
parecer onerosas, no se tienen muy en cuenta y, luego, acarrean las peores consecuencias para nosotros. 

Don Bosco nombró una comisión, compuesta por don Antonio Sala, don Celestino Durando y don José Lazzero, para que redactaran un 
esquema de convenio y lo sometieran a examen en una próxima sesión. Esta se celebró el día primero de diciembre. Tras larga discusión, 
se fijaron dieciséis artículos que, después en 1887, sirvieron de base para el convenio definitivo 2. 

CUNEO 

El reverendo Peana deseaba ceder a don Bosco un grandioso hospicio, levantado por él en Cúneo y provisto de todo lo necesario para un 
centenar de asilados. También allí había su pro y su contra. Por un lado, las consabidas razones desaconsejaban aceptar el nuevo 
ofrecimiento; por otro, la importancia del lugar y la necesidad de disminuir el exceso de gente en la casa de San Benigno, reduciendo el 
número 

1 Actas del Cap. Sup., 25 de agosto de 1885. 

2 Ap. Doc. núm. 87. 
503 

de aprendices para ensanchar el espacio destinado a los clérigos, que ya no cabían, eran dos apremiantes motivos para no dejar escapar la 
propuesta. Como estaban divididos los pareceres, don Bosco solucionó la cuestión diciendo: 

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-No podemos seguir adelante por falta de personal. Escríbase al reverendo Peana que nos deje su instituto en testamento y, a su muerte, 
le sucederemos y continuaremos su obra. Hay que lamentar que algunos Salesianos no tienen ni un adarme de espíritu salesiano. Todos los 
años hay defecciones y, después de tanto trabajo para educar a estos sujetos, nos encontramos defraudados. Apenas llegan a sacerdotes, hay 
que repartirlos por las casas y no tienen tiempo para formarse. Algunos sacerdotes fueron ordenados, porque lo requería la necesidad. Será 
preciso ir despacio en las ordenaciones y, antes de recibirlas, obligar a los clérigos a un año de estudiantado. El amor ((587)) a la familia y 
las mismas familias ayudan siempre a arrancarnos los hermanos. Hemos de consolidarnos. 

Las negociaciones para Cúneo no continuaron. Cerraremos el capítulo con dos observaciones sobre las palabras que don Bosco 
pronunció en dicha circunstancia. 

Las deserciones son un hecho en todas las Congregaciones religiosas. Don Bosco tuvo de ello una dura experiencia desde los comienzos 
cuando de los ocho jóvenes preparados por él en dos ocasiones con mil cuidados y sacrificios para el estado clerical, sólo uno quedó por 
fin a su lado, don Miguel Rúa. Más tarde, a medida que la Sociedad Salesiana adquiría forma y estabilidad, el número de estas deserciones 
era relativamente menos considerable; pero las hubo, sin embargo, y muy dolorosas. 
Recuerdan todavía con dolor los más antiguos el caso de los tres hermanos Cuffia, los cuales, dotados de excelente ingenio y objeto 
durante muchos años de las paternas solicitudes de don Bosco, cuando llegaron al sacerdocio dos de ellos y el tercero estaba próximo a 
alcanzarlo, le volvieron fríamente las espaldas los tres. Pero, ante semejantes hechos, ligábanse más estrechamente a él sus fieles, formando 
aquel glorioso estado mayor y aquel magnífico grupo de veteranos, que fueron verdaderas piedras fundamentales del edificio; por otro lado 
con estas eliminaciones espontáneas se quitaron de en medio elementos perturbadores, que hubieran podido resquebrajar su trabazón en el 
período de ajuste. También, por este motivo, se realizó lo que don Miguel Rúa puso magníficamente de relieve ante los jueces del tribunal 
apostólico 1, atestiguando que «jamás se produjeron 

1 Summa de la Pos. Sup. Virt. núm. IX, $ 5. 
504 

en vida de don Bosco escisiones entre sus diferentes casas y tampoco se manifestó a su muerte movimiento alguno colectivo ni individual 
contra sus disposiciones, y la marcha siguió su camino como cuando él las gobernaba». 

Con las palabras dichas más arriba el Santo apunta también a la inmadurez de los sujetos enviados a las casas. Si don Bosco hubiese 
esperado para actuar hasta haber tenido hombres perfectos, habría muerto ((588)) dejando una triste herencia; pero, sobre este punto, es 
claro y decisivo el juicio de monseñor Tasso, obispo de Aosta, exalumno del Oratorio y sacerdote paúl. En su deposición sobre la 
prudencia del Siervo de Dios, se expresó en los términos siguientes 1: Pareció a algunos que traspasaba los límites de la prudencia, al 
emprender obras grandiosas sin los medios adecuados y al enviar para dirigir los primeros colegios e institutos a hombres que no parecían 
suficientemente preparados; pero en esto yo admiro más su gran confianza en Dios y, visto el óptimo resultado de aquellos institutos, 
puedo y debo deducir que poseía luces especiales del cielo». 

1L.c. $94. 
505 
((589)) 

CAPITULO XXI 

EN ESPAÑA Y FRANCIA 

DURANTE la primera fase de las gestiones para una fundación en Dinan, (Côtes-du-Nord) llevada a cabo mucho más tarde, todo iba tan a 
pedir de boca, que don Bosco escribió al abate Martín, gran promotor de la obra: «Ante el bien inmenso que veo por hacer en Bretaña, una 
sola cosa me sorprende, y es la falta de pruebas» 1. Pero el enemigo del bien no dormía; efectivamente las pruebas no se hicieron esperar. 
Si, por lo demás, las pruebas no lograban entorpecer en seguida los preparativos de las empresas, las contrariedades no faltaban 
generalmente en los períodos iniciales y eran tales y tan grandes como para poner en apuro el ánimo de los Hermanos destinados para 
comenzar. Esto es lo que hemos visto hasta ahora y que continuaremos comprobando. Escasez de personal, dificultades económicas, 
hostilidades de diversa índole obligaban a sacrificios que, empero, se convertían de ordinario en elemento fecundador de vida y de 
vitalidad para las instituciones. 

La casa de Utrera topó con las dificultades de siempre. Ciento cincuenta niños de la clase más pobre frecuentaban aquellas escuelas como 
externos; pero el Director se lamentaba de no tener consigo más que al sacerdote don Carlos Pane, que le prestaba una valiosa, pero 
insuficiente colaboración. Además, el marqués de Ulloa no seguía dando, como solía, las doscientas pesetas mensuales, porque su situación 

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económica no le permitía ((590)) proseguir indefinidamente aquel desembolso. Al concluir, en 1885, el cuatrienio del contrato, se estudió 
por parte de los Superiores si todavía se debía permanecer allí o no. Don Celestino Durando proponía para proveer a la subsistencia, que se 
enviaran algunos profesores de valía y así montar unas clases aparte para alumnos de familias acomodadas; estaba persuadido de que así se 
lograría tener el colegio más distinguido de la ciudad. Don Bosco escuchaba y callaba. Pero, después de todos, tomó la palabra monseñor 
Cagliero, que había trabajado tanto para aquella fundación, 

1 Carta a don Miguel Rúa, sin fecha, pero escrita después de la muerte de don Bosco. 
506 

y rechazó enérgicamente la propuesta del Consejero Escolástico, porque, de tal forma, se hubiera atraído a los Salesianos los alumnos de 
otros centros de enseñanza de la ciudad, fomentando envidias y hostilidad contra nosotros. 

-Limitémonos, concluyó, sólo a los pobres. Así el Ayuntamiento nos favorecerá siempre y nos ayudará. Pero no nos enfrentemos con las 
escuelas municipales. La iglesia puede dar lo suficiente para vivir. El Marqués dijo que, en caso de necesidad, no dejaría de ayudarnos. El 
clero nos ve con buenos ojos y nos da limosnas. Por tanto, no hay ningún motivo para abandonar Utrera. Que don Ernesto Oberti tenga un 
poco de paciencia, y ya proveeremos. 

Don Bosco aprobó esta conclusión y todos los presentes aceptaron sin más su parecer 1. 

El Director, una vez que supo la voluntad de don Bosco, recuperó de tal modo su optimismo que, para el 29 de enero, no obstante la 
extrema carencia de personal, pudo, mediante la ayuda de Cooperadores y Cooperadoras, organizar una novena de predicación y celebrar 
con gran solemnidad la fiesta de San Francisco de Sales. Dio esplendor a las ceremonias la presencia de un Cooperador insigne, llegado de 
Sevilla, monseñor Marcelo Spínola, consagrado por aquellos días Obispo de Coria. Llegado el día antes, predicó, confesó, pontificó, 
administró la confirmación y dio la conferencia a los Cooperadores. Por la reseña publicada en el Diario de Sevilla del 4 de febrero, se 
comprueba, con grata sorpresa, la exacta noción que él tenía de la cooperación salesiana ((591)) y cuánto era el afecto que profesaba a don 
Bosco y a sus instituciones. Con él, como escribía el Director 2, los Salesianos de Utrera perdían «al padre, al amigo, al confidente y al 
colaborador para cualquier emergencia». 

Una prueba muy ardua, tanto más ardua por repetida, esperaba también a aquellos Hermanos en el verano: la reaparición del cólera. Se 
denunciaron los primeros casos en Madrid el día ocho de junio. La noticia de la peste produjo una extraordinaria conmoción general. El 
contagio comenzó en seguida a causar estragos en las provincias de Castellón, Valencia y Murcia. El ochenta por ciento de los afectados 
moría. La nación se vio invadida por el terror. Con los calores de julio, el mal se recrudeció hasta el punto de que las tres provincias 
infectadas ofrecían un trágico espectáculo de desolación y de luto. Después 

1 Actas de Cap. Sup., 9 de enero de 1885. 

2 Carta a don Bosco, Utrera, 1 abril 1885. 
507 

se propagó la epidemia de modo que poquísimas provincias resultaron inmunes. Seis largos meses duró la plaga. 

En tan graves circunstancias, el Director del colegio no podía ciertamente dejar su casa para ir a Turín en la época de ejercicios 
espirituales. En previsión precisamente de esta imposibilidad, don Bosco le dirigió esta carta paternal. 

Mi querido Oberti: 

Pensé que podría verte en estas vacaciones con algunos de nuestros hermanos, pero las públicas calamidades nos privaran tal vez de esta 
satisfacción. 

En tanto que nos sometemos a los planes del Señor, no nos desanimamos. Dios está siempre con nosotros, y todos los Salesianos se 
hallan dispuestos a hacer cualquier sacrificio para acudir en tu ayuda. 

Si por acaso te encuentras en apuros para atender a muchachos que queden huérfanos por el cólera, dímelo y buscaremos el modo de 
prestarte socorro. 

Eso mismo intentamos hacer en Francia y en Italia, donde hasta ahora, gracias al cielo, nos vemos ilesos del terrible azote; al menos 

Fin de Página: 508 


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nosotros hasta ahora. 

Espero noticias detalladas de nuestros queridos hijos, y, si puedes, prepara en España alguna vocación al estado eclesiástico; y dame los 
nombres y apellidos de nuestros bienhechores, especialmente de la familia Ulloa. 

Recuerda que un poderoso antídoto contra el cólera es el siguiente y que tú te darás maña para practicar y recomendar: 

((592)) -Llevar todos al cuello una medalla de María Auxiliadora. 

-Comunión frecuente. 

-Rezar cada día la jaculatoria Maria Auxilium Christianorum, ora pro nobis. 

Saluda cordialmente a tus muchachos y a todos nuestros bienhechores y asegúrales que yo rezo cada día por su felicidad espiritual y 
temporal. 

Dios nos bendiga a todos y nos conserve en su santa gracia, y haced que se rece también por mí, que seré siempre en J. C., 

Turín, 10 de agosto de 1885 

Afectísimo amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

La casa de Sarriá se debatía en no menores dificultades, tanto internas como externas; pero la serenidad de su Director hacía que fuese 
adelante sin desalientos. Precisamente a él le escribió nuestro Santo: 

Mi querido Branda: 

Los periódicos vienen publicando cómo el cólera os va amenazando cada día. Es una prueba que Dios nos manda. Tenemos con nosotros 
el antídoto: sepamos servirnos de él. Aprovéchate de él y recomiéndalo: Cada día: Maria Auxilium Christianorum, ora pro nobis, tres 
veces. Frecuente comunión. Llevar su medalla al cuello. Por lo que a ti toca, ofrécete a recibir a muchachos huérfanos a causa del cólera, 
hasta donde lo permita tu casa. Dirás a la familia de los Señores Chopitea que don Bosco 
508 

reza y hace rezar a todos sus muchachos huérfanos, ciento sesenta mil, cada día en la santa misa según sus intenciones y que les agradece 
mucho la caridad que nos están haciendo. 

Si los acontecimientos lo permiten, nos veremos y trataremos de nuestros problemas, que no son pocos. Entre tanto, comienza por enviar 
a don Miguel Rúa una nota de lo que necesitas para el curso próximo y nos daremos maña para proveer lo necesario con que seguir 
trabajando a mayor gloria de Dios. 

Saluda a todos esos mis queridos muchachos, a los que envío una especial y santa bendición. 

Mi salud va mejorando y puedo despachar algunos asuntos importantes. Que María nos asista a todos, nos proteja y nos defienda de todo 
peligro del alma y del cuerpo; pero rezad también por mí, que siempre seré para vosotros en J. C. 

Turín, 10 de agosto de 1885 

Afectísimo amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

((593)) Los primeros Directores salesianos, formados en el Oratorio y salidos del mismo con el corazón rebosante de afecto y veneración 
hacia don Bosco, sabían valerse de estos sentimientos para ganarse a los muchachos e influir fuertemente en ellos. Con este fin, no sólo 
inculcaban en ellos las mismas disposiciones de ánimo hacia el Santo, sino que también las favorecían y dirigían en su nombre e incluso 
les ponían en relación epistolar con él, como ya hemos podido poner de relieve varias veces en los volúmenes precedentes. No era, pues, 
por mero cumplimiento que don Juan Branda escribía al Siervo de Dios en el mes de diciembre: «Aquí se piensa y se habla continuamente 
de nuestro padre don Bosco y se está con el vivo deseo de tenerlo con nosotros algún día no muy lejano. íOh, si fuese posible tal viaje! 

Fin de Página: 509 


VOLUMEN XVII Página: 509 

Don Bosco es deseado con idéntico afán en el otro extremo de España, es decir, en Andalucía». 

Los Cooperadores barceloneses miraban con estupor la nueva forma de caridad, ejercida ante sus ojos, por los hijos de don Bosco y su 
admiración iba en aumento a la vista de los resultados. Dos hermanitos, que quedaron huérfanos a causa del cólera e ingresaron en el 
colegio, no podían sosegarse y rechazaban a los que enviaba la Providencia para suplir a sus padres. Pero el ambiente de la vida salesiana 
obró en ellos un cambio tal que, quien los había contemplado antes, no los reconocía: se habían hecho dóciles, aplicados y piadosos. Otro 
huerfanito del cólera vivía junto a la playa, pidiendo de comer a los marineros y, si se terciaba, robando carbón u otras cosas por el muelle 

o en las barcas y vendiendo después lo que lograba atrapar para acallar el hambre. Un día le encontraron medio muerto en la arena los 
aduaneros y lo llevaron al hospital, donde recobró las fuerzas que había 
509 
perdido por el hambre. Compadecióse de él un Cooperador salesiano y se lo entregó a don Juan Branda, con el ruego de que sacara a aquel 
infeliz del sendero de la mala vida. Don Juan Branda lo admitió y, por lo que le manifestó el muchacho, supo que no tenía a nadie en el 
mundo. Poco a poco, el salvajito aprendió a rezar, leer, escribir y el oficio de sastre. Otro muchacho, todo corazón, oyendo hablar de don 
Bosco en todo ((594)) momento, hubiera deseado escribir una carta aquellos días para agradecerle el grandísimo favor que le hacía 
residiendo en el colegio de Sarriá. El pobrecillo había sido sacado de debajo de dos gruesos tablones, donde, con las manos atadas a la 
espalda y un pañuelo oprimiéndole la boca, hubiera muerto asfixiado. Un sereno o vigilante nocturno, al pasar milagrosamente por allí, oyó 
sus gemidos y le sacó del apuro. La perversidad de cierta persona quería verle muerto para no tener que devolverle unos muebles de sus 
padres difuntos. Fue recomendado secretamente a los Salesianos, donde daba pruebas muy notables de bondad y talento. Ante hechos tan 
elocuentes, un aplauso general saludaba la llegada de los nuevos religiosos, que la caritativa señora Chopitea había logrado que le enviase 
don Bosco para cuidarse de los pobres hijos del pueblo. 

La noticia del bien que hacían los Salesianos en Utrera y en Barcelona, se propagaba por España y despertaba, como era natural, también 
en otras ciudades el deseo de tenerlos. El sacerdote Casimiro Vázquez solicitaba, desde Vigo, la fundación de una escuela profesional para 
la juventud pobre y abandonada de su patria chica. Pero no se pudo hacer más que invitarle a pedir al Señor que se dignase bendecir a la 
Congregación, enviándole personal español; sólo así podría ser menos difícil echar raíces también en Vigo 1. 

En el mes de agosto, algunos Salesianos hacían los Ejercicios Espirituales en la casa de los Jesuitas de Jerez de la Frontera, en Andalucía 
El día seis, don Carlos Pane escribía desde el lugar de su retiro a don Bosco: «Si usted supiese, queridísimo Padre, cuánto le quieren estos 
buenos Cooperadores y cuánto desearían verle en medio de ellos... Pienso que, en pocas ciudades del mundo, es don Bosco más querido y 
deseado. Qué cantidad de pruebas de afecto nos han dado, sólo al saber que somos hijos de don Bosco... Y, ya que no pueden tenerle con 
ellos a usted, desearían al menos ((595)) tener a su disposición una casa de sus hijos, para demostrarles a ellos el afecto que tienen al padre 
Y, al decirles yo que era absolutamente imposible abrir una casa en Jerez, me dijeron ellos: 

1 La respuesta fue dictada por don Bosco en italiano y traducida al español (Apéndice, Doc. 88). Los salesianos fundaron en Vigo en 
1894. 
510 

-Diga al Padre don Bosco que nos envíe al menos un sacerdote y un clérigo, o como mínimo un coadjutor; que podamos contar entre 
nosotros con un hijo de San Francisco de Sales, de don Bosco, para comenzar a hacer un poco de bien a los miles de jovencitos que se van 
a perder. Jerez necesita enormemente obreros católicos». 

Junto a esta carta, llegaba una ferviente invitación, escrita en latín por el padre Manuel Cuelenos, superior de los Jesuitas, para el cual 
encargó don Bosco a don Juan Bautista Lemoyne que redactara una hermosa respuesta, firmada por él, de la que por desgracia no hemos 
hallado constancia. 

Como también se deduce de este último documento, en el ánimo de los buenos españoles se abría camino entonces la persuasión de que, 
si se querían ahorrar días tristes a la católica España, había que tomar muy a pechos, y con amplitud de miras, la abandonadísima 
educación de los hijos del pueblo. Esto, sobre todo al difundirse la llamada mano negra, secta anarquista que asolaba con crímenes atroces 
el país, muchos señores bien intencionados, elevándose por los efectos a la causa, intuían que el origen de tantas calamidades estaba en la 
ignorancia, en el abandono y en la seducción de la juventud; fue por eso que personas nobles y con recursos se reunieron en Madrid en una 
comisión, presidida por el senador Silvela, que había sido Ministro de Estado y luego embajador en París, y, considerando que el Gobierno 
se encontraba en la imposibilidad de poner adecuado remedio, decidieron ofrecer por sí mismos un ejemplo a la nación entera, tomando a 
su cargo el compromiso de construir con sus propios medios en la capital un Reformatorio juvenil. No se desinteresó el Estado enteramente 
de ello, puesto que una ley del día 4 de enero de 1883, autorizaba la fundación de un gran instituto privado con la denominación de Escuela 
de reforma para jóvenes y asilo de corrección paternal y bajo el patrocinio de Santa Rita. 

Antes de poner manos a la obra, se quiso considerar qué sistema de educación debería adoptarse. Para ello ((596)) el diputado, y más 

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tarde senador, Lastres y otro personaje madrileño hicieron un viaje por toda Europa, recurriendo a los diplomáticos de la propia nación, 
que les presentaron a los Gobiernos ante quienes estaban acreditados. Adonde quiera que fueron, no les mostraron más que correccionales 
de toda clase y regresaron a su patria con la idea predominante de un tipo de establecimientos que tenían más de cárcel que de casas de 
educación. De don Bosco no oyeron hablar en absoluto. Por tanto, una vez que tuvieran reunidos a los jóvenes, pensaban dividirlos en 
cuatro categorías: 1.ª, los abandonados; 2.ª, los que estaban en peligro; 
511 

3.ª, los peligrosos, pero aún no incursos contra la ley, por no ser todavía responsables de sus actos; 4.ª, los muchachos díscolos de familias 
acomodadas que precisaban educación especial, a fin de no manchar la buena fama de sus respectivas familias. 

En este punto estaban las cosas, cuando un senador donó a la Comisión, para esta finalidad, un buen espacio de su finca, cerca de 
Madrid, en cuya área se comenzó a construir un grandioso edificio. Estaban ya levantadas dos alas del mismo, cuando llegó a oídos del 
señor Lastres la noticia de la casa salesiana de Barcelona. Mandó suspender inmediatamente las obras y escribió a un banquero de aquella 
ciudad, el cual envió primeramente a Sarriá un secretario suyo y luego fue él en persona. Estos señores no hablaban más que de 
Reformatorio, según el estilo de las conocidas casas de corrección; pero don Juan Branda les respondía que no era aquélla la finalidad de 
los Salesianos y les regaló el libro de D'Espiney, para que se percatasen del sistema de don Bosco. Hubiera preferido darles la obrita de Du 
Boys, pero no tenía ningún ejemplar. 

Refiriendo más tarde a don Bosco este último detalle de los libros, díjole el Santo: 

-En estos casos, es mejor ofrecer el de Du Boys. El del doctor D'Espiney es bueno para las personas piadosas e induce a abrir los 
bolsillos, en tanto que el otro da a concer mejor nuestro sistema y ha acertado a interpretar el espíritu de nuestra Sociedad. Al principio, 
don Bosco sentía aversión a permitir que se publicaran cosas que le afectaban personalmente; pero ahora que la suerte está echada, hay que 
ir adelante. Hay que difundir el libro de Du Boys cuanto ((597)) se pueda, venderlo, regalarlo si es necesario, porque nos da a conocer con 
nuestro auténtico aspecto. 

Volvamos a nuestro relato. Dos meses después de aquellas visitas, don Juan Branda vio llegar a Sarriá al diputado Lastres con otro señor 
y le rogaban poder visitar detenidamente la casa. También estos señores no pensaban más que en Reformatorios. Don Juan Branda, por el 
contrario, no se cansaba de repetir que, si se trataba de casas correccionales, buscasen por otro lado, puesto que no era tal la finalidad de la 
Congregación de don Bosco; que fueran, por ejemplo, a visitar la cercana institución oficial de corrección, dirigida por los Hermanos de 
San Pedro ad Víncula. 

Fueron allí efectivamente, por pura formalidad; pero regresaron de nuevo y estuvieron un día entero en la casa, examinando su 
funcionamiento, sus reglamentos y costumbres, y concluyeron que era preciso escribir a don Bosco. 
512 

Regresaron a Madrid y, un mes después, escribieron a don Juan Branda, invitándole a que fuera a la Capital. Don Juan Branda se excusó 
diciendo que consideraba inútil el viaje y que tenía personas enfermas en casa. Ocho días más tarde, recibía una carta de monseñor 
Rampolla, Nuncio Apostólico, renovándole la invitación. Ya no pudo negarse. Le esperaban en la estación los señores Lastres y Silvela. 

Presentóse en la Nunciatura y el señor Nuncio le exhortó a comenzar los trámites, asegurándole que era expreso deseo del Rey, quien 
prometía su apoyo. 

Al día siguiente se reunió toda la Comisión, compuesta por senadores, diputados y banqueros. Asignóse a don Juan Branda el puesto de 
preferencia. Los criterios de aquellos señores no concordaban con los principios que regulan nuestro sistema educativo, totalmente 
desconocido para ellos; no obstante, con tal de conseguir su intento, manifestaban que querían dejar total libertad de acción. Que la ley 
había sido aprobada por las Cortes, pero que ellos podrían remodelarla o modificarla; que su intención era que la juventud fuese atendida; 
que la obra no iba a ser del Gobierno, sino privada. Que se escribiese a don Bosco, asegurándole que la casa en construcción sería de su 
propiedad. Que se haría la escritura notarial correspondiente y que don Bosco sería muy libre de actuar como más le agradase; que no 
tendría el más mínimo obstáculo en la dirección de la misma. ((598)) Que, si quería que se le ayudase, le ayudarían; pero que, si no 
quisiese, sino que desease obrar por sí mismo, se inhibirían. Así se expresaba, en nombre de los demás, el ministro Silvela. 

Cuando se discutió la propuesta en Capítulo (y esto fue el día 22 de septiembre de 1885), don Bosco, después de oír la relación, exclamó 

-íParís, Madrid, Trento! íQué nuevo e inmenso horizonte tiene la Congregación Salesiana! 

Don Celestino Durando observó que, si se hiciese una pequeña pausa en la fiebre expansiva, se podría cómodamente haber podido abrir 
una casa cada año, sin debilitar a la Congregación. 

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Pero don Bosco, haciendo caso omiso de la intervención, repuso: 

-Ved cómo la Providencia guía a la Congregación Salesiana. 
Pensad que, al abrir casas, no nos dábamos cuenta exacta de lo que íbamos a hacer. Más aún: no debemos considerar sólo el bien que se 
hace en nuestras casas o a los jóvenes, sino el que de rechazo hacen los demás a través de nuestro influjo, sin ningún trabajo por nuestra 
parte... íLa Spezia! Fuimos allí sin ayuda de nadie y fue un golpe mortal para el 
513 

Protestantismo... íFaenza! Fuimos recibidos al grito de íMuerte a los Salesianos!, grito que continuó y continúa todavía. Observad: aquel 
seminario iba de mal en peor y estaba reducido casi a cero. Los hijos del porvenir: ése era el caos en que se sumía la pobre juventud 1. 
Nosotros salimos al paso, puesto que nadie paraba mientes en nosotros. En la diócesis de Faenza casi no había sacerdotes y algunos de 
aquellos pocos eran demócratas. La esperanza del clero se apoyaba en algunos seminaristas desperdigados por la ciudad. Pero, desde que 
hemos ido allí nosotros y gracias a las iniciativas del admirable don Pablo Taroni, el seminario resulta pequeño para dar cabida a todos los 
seminaristas. Y notad bien que el Rector había propuesto al Obispo cerrar el seminario y que don Pablo Taroni, por el contrario, había 
dicho: Haced venir a don Bosco y ya veréis. Antes, el seminario no tenía más de veinte o treinta seminaristas, y ahora tiene ciento veinte 
internos y cincuenta o sesenta externos. Y nosotros precisamente tenemos ya en la ((599)) Congregación algunos clérigos de Faenza y 
espero que, pronto, tendremos en nuestras escuelas una abundante mies de vocaciones también para nosotros. El oratorio continuará 
teniendo cada vez más fuerza y con los internos y externos se hará también mucho bien en la diócesis. 

Tras una breve pausa de don Bosco, intervino don Miguel Rúa, poniendo de relieve lo que él mismo había visto hacía poco con sus 
propios ojos, es decir, que la presencia de los Salesianos había devuelto el entusiasmo al clero, antes totalmente amilanado; en algunos 
pueblos, los párrocos, animados con el ejemplo del oratorio salesiano, habían abierto también oratorios festivos que eran florecientes. 

Don Bosco continuó diciendo: 

-Y todo esto se debe a la pobre Congregación Salesiana... Cuando fui a Faenza, el Obispo estaba inquieto, porque temía que su seminario 
quedase enteramente vacío por culpa de los Salesianos. Le respondí que, cuando don Bosco iba a un sitio cualquiera, lo hacía siempre con 
la bendición del Obispo. Y que, por tanto, estábamos dispuestos a marcharnos en seguida, si Su Excelencia no quería a don Bosco en la 
diócesis. Que quería estar en Faenza de acuerdo con el Padre Santo y si éste le pedía cuentas de ello, estaba obligado a responder con 
sinceridad lo que había visto. El Obispo se calmó al oír esta conclusión; declaró que estaba contento de que don Bosco hubiera fundado en 
Faenza, pero que temía por su seminario. Entonces don Pablo Taroni, lleno de fe, exclamó que, desde el punto y hora en 

1 Alusión al socialismo. 
514 

que don Bosco había entrado en Faenza, él prometía que, dentro de pocos días, el número de seminaristas diocesanos se vería incrementado 
en unos veinte. Y sucedió precisamente así, sin que pudiera explicarse la causa de tan consolador fenómeno. Y ahora, volviendo a la 
propuesta de Madrid, creo que se puede delegar a alguno que estudie el punto de partida para decidir este asunto, examinando la 
posibilidad de su realización y manifestando, acto seguido, a aquellos señores toda nuestra buena voluntad. Convendrá incluso que vaya 
alguien a Madrid para, sobre el terreno, ver, hacerse una completa idea y sacar conclusiones. 

Don Juan Branda, que asistía a la sesión, hizo saber que los ((600)) señores de Madrid estaban dispuestos a recurrir al Padre Santo, si el 
Capítulo Salesiano se oponía a la realización de su proyecto. 

Y don Bosco respondió: 

-Establézcase, pues, una comisión para examinar el proyecto de Madrid y el modo de adaptarlo a nuestro sistema. Queden encargados de 
eso don Celestino Durando, don Francisco Cerruti y don Juan Branda, y presenten luego sus conclusiones al Capítulo. Nosotros 
condescenderemos en todo lo que no afecte a la sustancia de nuestro sistema, y no se repare en los medios; pero manténgase firme nuestra 
costumbre de tener en todos nuestros hospicios las dos secciones de estudiantes y aprendices. 

El Capítulo, tras haber escuchado las conclusiones a que llegaron los tres, decidió responder a la Comisión y al Nuncio, mostrándose 
favorable a entablar negociaciones y poniendo como única condición que todo pudiera llevarse a cabo según las normas directivas de la 
Congregación Salesiana. Se adjuntó, al mismo tiempo, un ejemplar del Reglamento de las casas. El Nuncio, después de una entrevista con 
el senador Silvela, presidente de la Comisión, manifestó a don Bosco que los deseos de la Comisión estaban en perfecta armonía con las 
exigencias de los Salesianos; y, en cuanto a sí mismo, aseguró que estaba dispuesto en todo momento a prestarse, hasta donde pudiese, 
para llegar a un resultado positivo en la fundación propuesta 1. 

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En el mes de noviembre siguiente, celebróse en Roma un Congreso penitenciario internacional, al que asistieron los señores Sivela y 
Lastres, ambos juristas y penalistas de fama, como representantes del Gobierno español. En su viaje a Roma, pasaron por Turín y visitaron 
a don Bosco; pero ignoramos por completo toda clase de pormenores de esta visita. 

1 Carta del Nuncio a don Bosco, Madrid, 11 de octubre de 1885 (Apéndice, Doc. 89). 
515 

Tres meses de trabajo fueron suficientes para terminar el gran edificio; por lo que, el día 5 de marzo de 1886, Silvela renovó sus 
instancias, acompañadas con el envío de un memorial en francés, que contenía la historia de la obra, el texto de la ley del día cuatro de 
enero ((601)) de 1883 y el elenco de los patronos fundadores 1. Don Bosco respondió solícitamente desde Alassio con esta carta, que dictó 
a don Francisco Cerruti. 

Excelentísimo Señor: 

He examinado atentamente el proyecto de la Escuela de Santa Rita, que V. S. tuvo la bondad de enviarme, acompañado de la ley del día 
4 de enero de 1883 que la autoriza, y no puedo dejar de manifestar a V. S., y a los otros dignísimos señores de esa Comisión, mi más 
cordial agradecimiento por su benevolencia en favor de los Salesianos y la más sincera admiración por la exquisita caridad cristiana que les 
anima. Bien sabe Dios que quisiera aceptar la invitación que V. S. me reitera, con su muy atenta carta del día cinco de los corrientes, para 
asumir la dirección. Pero, dejando a un lado la escasez de personal por los compromisos ya contraídos, la calidad de este Instituto y su 
modalidad disciplinaria no me permiten secundar este recíproco deseo. A pesar de toda la voluntad de hacer el bien, nosotros no podemos 
apartarnos en la práctica de cuanto establece nuestro Reglamento, del que he remitido un ejemplar en septiembre pasado. Para nosotros, 
sería factible ahí un Colegio, según el modelo de los Talleres Salesianos de Barcelona-Sarriá; pero no podría ser una escuela-reformatorio 
sobre las bases de ése de Santa Rita. 

Espero que, con la ayuda de Dios, podré acercarme el próximo abril a Barcelona y me será muy grato, si posible fuere, volver a ver en tal 
ocasión a V. S. y al bonísimo señor Francisco Lastres, ya que guardo muy grato recuerdo de ambos, al tiempo que pido de corazón al Seño 
que los conserve en su santa gracia. 

Créame, Exmo. Señor, con la más sentida estima y reconocimiento para con V. E. 

Alassio (Génova), 17 de marzo de 1886 

Humildísimo servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

El Santo estaba entonces de viaje hacia Francia, con intención de proseguir, como lo hizo en efecto, hasta España. Apenas se supo su 
llegada a Barcelona, el señor Lastres se encaminó allí, siendo portador, además, de una carta del Nuncio. El Prelado, para complacer al 
señor Silvela, que le suplicaba les facilitase una vez más el cumplimiento de su proyecto, repetía que era su vivo deseo que don Bosco 
estuviese en grado de establecer a los Salesianos al frente de un Colegio tan benéfico e importante; ((602)) y eso tanto más, cuanto que la 

1 Ap. Doc. núm. 90. 
516 

Comisión estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para disponer las cosas de modo que se respetase el Reglamento de la 
Congregación 1. Don Bosco, al remitir a Turín la carta del Nuncio, escribió al margen del primer pliego: «Vea el Capítulo y haga todo lo 
posible». 

Don Miguel Rúa, que acompañaba a don Bosco en su viaje a España, conferenció largo rato con el señor Lastres el día dieciocho de 
abril. De tal coloquio conocemos los puntos esenciales, por algunas notas que él transcribió inmediatamente al papel. Una vez sentada la 
premisa de que don Bosco y su Capítulo tenían toda la buena voluntad de ir a fundar en Madrid, pero que escaseaba el personal, concretó 
todo en estas cinco condiciones esenciales: 1.ª Libertad de la futura dirección para destinar a los muchachos al oficio que, de acuerdo con 
la inclinación de cada uno, pareciesen más aptos, teniendo en cuenta las necesidades y condicionamientos del establecimiento; libertad, 
además, para destinar a estudiar a los que, por su conducta e inteligencia, se hicieran merecedores de ello. 2.ª Necesidad de alguna medida 
para poder segregar de la masa general a aquellos alumnos que sirviesen de estorbo. 3.ª Conveniencia de asignar una gratificación a cada 
Salesiano o, mejor aún, una cantidad anual determinada para todos los Salesianos que trabajasen en el Colegio. 4.ª Oportunidad de 

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establecer una pensión para cada muchacho. 5.ª Necesidad de pensar seriamente en el modo de procurar trabajo a los talleres. 

Establecidos estos puntos fundamentales, don Miguel Rúa prometió que, en Turín, se presentaría el asunto al Capítulo Superior y que, si 
la propuesta fuese aceptada, se redactaría y remitiría al señor Silvela o al señor Lastres un proyecto de convenio, para que lo examinasen e 
hicieran sus observaciones al respecto. Pero, al mismo tiempo, tuvo buen cuidado en recalcar que no era posible enviar inmediatamente los 
Salesianos a Madrid. 

Llegó la Semana Santa y, como estaban prohibidas en España las visitas en sus últimos días, don Bosco se vio un poco ((603)) más libre 
y pudo responder el Jueves Santo la carta del Nuncio. 

Excelencia Ilustrísima y Reverendísima: 

He recibido con sumo agrado su venerada carta, referente al Colegio de esa Capital, cuya dirección se proyecta confiar a los Salesianos. 
Con muy buena voluntad, nos disponemos a esta empresa, sobre todo después de las reiteradas recomendaciones de V. E. Rvma. Hablando 
con el ilustrísimo señor Lastres, hemos encontrado la forma para superar algunas dificultades que hubieran podido surgir mas adelante. De 
modo que ahora no queda mas que redactar un convenio entre nuestra Pía Sociedad y la 

1 Ap. Doc. núm. 91. 
517 

Comisión promotora de dicha obra, y, apenas regrese a Turín, será ésta una de mis primeras preocupaciones: la de formular un proyecto de 
contrato y remitirlo al egregio señor don Manuel Silvela, para que lo someta al examen de dicha Comisión. 

Actualmente, la dificultad verdaderamente grave que tenemos es la de la escasez de personal, pero esperamos que, con la ayuda de la 
Providencia, también ésta se podrá superar. Vuestra Excelencia Reverendísima, por tanto, puede asegurar al citado señor don Manuel 
Silvela que, por nuestra parte, se hará cuanto se pueda para secundar sus deseos y los de los demás miembros de la Comisión. 

Reciba, Excelencia, mis humildes saludos y dígnese bendecir conmigo a mi numerosa familia. Por nuestra parte, no cesaremos de pedir 
fervorosamente al Señor que le conserve muchos años para bien de la Iglesia. 

Créame, como tengo el honor de profesarme con todo respeto, 

De V. Excelencia Ilustrísima y Reverendísima. 

Barcelona-Sarriá, 22 de abril de 1886
Humildísimo y segurísimo servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.


El Capitulo Superior no se pudo ocupar de este tema hasta el día veinticinco de junio. Presidia don Bosco la sesión. Escuchada la 
relación de don Miguel Rúa, los Capitulares votaron en principio a favor de la aceptación de la casa, con tal de que quedase a salvo ante 
todo la independencia de los Salesianos en la dirección y administración de la entidad. Se pasó luego a examinar el proyecto presentado en 
sus líneas generales. La discusión se centró en el carácter de verdadero Reformatorio que, por parte de la Comisión madrileña, se daría, a 
toda la obra. Al final, se determinó presentar ((604)) las siguientes condiciones preliminares: 1.ª Quitar a la casa el nombre y aspecto de 
correccional, para que los muchachos no se sintiesen menospreciados. 2.ª Limitarse por entonces solamente a jóvenes abandonados o en 
peligro. 3.ª No recibir por el momento jóvenes procedentes de la Comisaría de Policía. 4.ª Que los candidatos no tuviesen más de catorce 
años ni menos de nueve. 5.ª Que pudieran dedicarse a los estudios los muchachos que los Salesianos considerasen aptos. 6.ª Que se 
remitiese a Madrid, con algunas modificaciones, el programa redactado antes para Trento. 

Don Miguel Rúa, cuando sus muchas ocupaciones se lo permitieron, envió el proyecto de contrato, elaborado por don Celestino Durando 
sobre el de Trento 1, uniendo a él una carta muy expresiva para el senador Silvela. No nos parece superfluo o embarazoso traer aquí en su 
integridad esta carta, tanto más que don Bosco la hizo suya, prestando su propia firma. 

1 Ap. Doc. núm. 92. 
518 

Fin de Página: 519 


VOLUMEN XVII Página: 519 

Excelencia: 

Tenga la bondad de perdonarnos, si hemos tardado tanto en enviar el proyecto de convenio entre esa Excelentísima Comisión y el que 
suscribe. Al regresar de mi largo viaje, me he encontrado apremiado por tantas ocupaciones que no me fue posible hasta hoy cumplir con 
mi deseo. Adjuntamos el proyecto que V, E., con la mencionada Comisión, tendrá a bien examinar y hacernos las observaciones que le 
parezcan oportunas. El texto es incompleto; falta, por ejemplo, señalar la fecha en que debería abrirse el Colegio; esto se ha hecho de 
intento, puesto que, cuando estemos de acuerdo en los puntos esenciales, se podrá fácilmente completar, añadiendo lo que ahora se ha 
omitido. 

Encontrarán en el mismo algo que, acaso, hallará dificultad ante la Comisión, por ejemplo, lo que se establece en el artículo segundo de 
no admitir a ninguno que esté pendiente de sentencia de condena. A este propósito, le daré algunas explicaciones: nuestro deseo sería que 
los jóvenes que salgan de este nuevo Colegio, destinado a su educación civil y cristiana, no tengan que soportar ninguna marca infamante. 
Si se dijese que salen de una casa de corrección, de un reformatorio, sería una mancha para toda su vida. Nosotros deseamos que sea 
abolida toda marca que pueda inducir al público a creer que es un correccional. Para lograr este intento, somos ((605)) del parecer que el 
centro se denomine Residencia o Instituto y no Reformatorio o Patronato, etc.; deseamos también que, al menos durante cinco años, no sea 
admitido ninguno que esté sujeto a condena, precisamente para acostumbrar al público a no considerarlo como correccional. Se desea 
también esto para tener mayor comodidad de proporcionar al nuevo Instituto un buen conjunto de jóvenes bien preparados, que sirvan para 
encaminar más fácilmente al trabajo y a la virtud a los que entrarán posteriormente. Tras el primer quinquenio, esperamos poder admitir 
también en corto número cada vez, a muchachos que hayan sufrido condena; pero convendrá que también entonces se haga lo posible para 
que la cosa no trascienda al público. Así se actúa en diversos colegios de otros países, donde, a la chita callando y sin decir nada en 
público, la Dirección de Policía recomienda de vez en cuando jóvenes desgraciados, sin que las instituciones o los interesados tengan nada 
que perder de su buen nombre. Espero que también V. E. y la Comisión sabrán apreciar estas razones. 

En cuanto a la pensión diaria a asignar a los muchachos y a la cantidad anual para el personal dirigente, etc., lo hemos dejado en blanco, 
esperando la propuesta que nos haga la Comisión. Quizás habrá que tener en cuenta la distancia del viaje. 

Nos resta aún un detalle que hacer notar y es que, tratándose de un instituto para muchachos, nos parecería más oportuno darle el título 
de un santo, mejor que el de una santa. Se podría, por ejemplo, ponerlo bajo la protección y el título de San Isidro. 

Otra cosa me queda por decir, con gran pesar por mi parte, y es que, dada la escasez de mi personal, aún no me será posible acceder a su 
deseo y mío hasta dentro de algún tiempo. Habrá que esperar acaso hasta 1888 o 1889, antes de que yo pueda tener personal disponible 
para esa empresa. 

En espera de las consideraciones que V. E. y la Comisión hagan a este proyecto, ruego al Señor juntamente con mis hijos, que colme de 
sus dones a V. E. y a todos los honorables Miembros de la Comisión y, con toda estima, tengo el gusto de profesarme, 

De V. E. Ilma. 

Turín, 8 de julio de 1886 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Después de esta comunicación, pasaban los meses y no había respuesta. Don Bosco, al presentar sus felicitaciones navideñas al Nuncio 
Apostólico, debió aludir a este inexplicable silencio, puesto que Monseñor le escribía el día 5 de enero de 1887 1: «No sé decirle por qué 
motivo no ((606)) se haya dado adecuada respuesta a la comunicación con que usted remitió al senador Silvela el proyecto de contrato que 
se le pidió; creo que, uno de estos días, tendré ocasión de ponerme al habla con algún miembro de la familia del indicado señor, y esté 
usted seguro de que no dejaré escapar la ocasión de confirmar mi personal benevolencia hacia la Congregación Salesiana». No faltarían 
aclaraciones orales o escritas, pero es el hecho que aquí se acaban nuestros datos de archivo. Puesto que fueron llamados para dirigir el 
colegio los Terciarios regulares franciscanos, que mantuvieron íntegramente el estilo de Reformatorio, no es aventurada la hipótesis de que 
la Comisión se negara a acceder a la exigencia fundamental de don Bosco sobre este punto. Los Salesianos llegaron más tarde a Madrid, 
con su talante genuino, once años después de la muerte del Santo. 

Desde España, se propagó el cólera a las regiones del sur de Francia, por donde se difundió rápidamente, aunque con menor violencia 
que el año anterior. Una víctima notable del mismo fue monseñor Forcade, arzobispo de Aix, que cayó enfermo en pleno ejercicio 
ministerial, asistiendo a los apestados. Esta pérdida afectó a los Salesianos, ya que no sólo era un celoso cooperador, sino también un gran 
bienhechor. En 1881 2 había ido expresamente a Marsella para dar a los Cooperadores Salesianos aquella conferencia, en la que comparó a 
don Bosco con Napoleón I, proclamándolo más grande que el Emperador francés por haber llevado sus huestes de combate apostólico 
hasta Patagonia. Don Bosco tuvo un recuerdo de él en una sesión del Capítulo, el día dieciséis de septiembre, y ordenó que se hiciese una 

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oportuna reseña en el Boletín italiano y en el francés. 

Cuando supo las primeras noticias de la epidemia, escribió a don Pablo Albera: 

Queridísimo Pablo: 

Parece ser que tampoco escasean las tribulaciones en nuestras casas de Marsella. Cuando Dios pasa, hace ciertamente justicia; pero 
siempre deja tras de sí su misericordia y su bendición. Primero fue ((607)) la viruela 3; ahora nos viene el cólera. Confiemos 

1 Ap. Doc. núm. 93. 

2 Vol. XV, pág. 53. 

3 La viruela visitó la casa en el mes de julio; hubo en seguida unos treinta casos. Desde allí 
520 

en Dios, que es nuestro padre; implorémosle, pero no nos apartemos del camino recto; buena conducta y frecuente comunión y la Sma. 
Virgen cumplirá su oficio de madre, no tengamos miedo. 

Ignoro si podremos hablar en los ejercicios espirituales; pero, mientras tanto, comienza por enviar a don Miguel Rúa una relación de 
cuanto necesitas y, luego unos con otros, proveeremos a todo. Creo que ya tendrás noticia del problema de La Navarre. Por lo que respecta 
a nosotros, se ha procedido rápidamente. Ahora tú, da curso a lo de Santa Margarita. 

Dime a grandes rasgos si nuestro querido, pero pobrecito don Camilo de Barruel sigue con sus ideas fijas o si da señales de alguna 
remota mejoría, ya que a sus parientes les parece que, en su estado actual, no está en condiciones de poder atender a las confesiones de los 
fieles 1. 

Ofreceos para acoger a los huérfanos del cólera como el año pasado. Dios nos ayudará. 

Mi salud iba empeorando cada día desde hace algún tiempo, pero ahora, mientras te escribo, me parece estar perfectamente. Pienso que 
ello sea efecto del gran gusto con que te escribo. 

Dirás a nuestros amigos y bienhechores que, cada día, hacemos por ellos oraciones en la misa y en las prácticas de piedad que rezamos 
por la mañana y por la tarde ante el altar de María Auxiliadora. Me darás un gran gusto si me comunicas noticias de los de ahí y me 
encomiendas a sus oraciones particulares. 

Dios os bendiga, a ti y a tu comunidad, a los novicios, a las hermanas, y os conserve a todos en su santa gracia. 

Todos te saludan en J. C. Siempre tuyo 

Turín, 9 de agosto de 1885 

Afectísimo amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Muchos de Marsella prometieron venir contigo a los ejercicios espirituales. Pienso que ahora es imposible. Haz como mejor puedas 
en estos casos. Te doy todos los poderes necesarios. 
Esta carta fue de gran satisfacción para don Pablo Albera, ya que tenía mucha necesidad de consuelo. Las enfermedades, las deudas, las 
diversas preocupaciones por las tres casas cercanas de San León, Santa Margarita y la de las Hermanas, si no le hacían perder la paciencia, 
abatían ((608)) ciertamente el ánimo del pobre Inspector que, el 4 de julio, había escrito a don Juan Bonetti: «Te aseguro que no puedo 
mas. No escribo a don Bosco porque le apenaría demasiado. No me siento con ánimos para continuar hasta septiembre de esta manera. 

escribieron a don Bosco en demanda de oraciones y de una bendición especial. Pocos días después, le volvieron a escribir diciendo que, 

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tras las plegarias y la bendición de don Bosco, no se había dado ningún otro caso y que los afectados se encaminaban todos a la 
recuperación (Carta de don José Lazzero a Mons. Cagliero, Turín, 7 de agosto de 1885). 

1 Don Camilo de Barruel no se rehízo ya de aquella especie de enajenación mental. 
521 

Pide al Señor que me mande una enfermedad que me saque de esta situación, y si fuese posible... Pero hágase la voluntad de Dios». 

Sin embargo, forjado en la escuela de don Bosco, nunca perdió su confianza en la divina Providencia. A su invencible constancia se 
debió la gradual organización de los talleres que, año tras año, fueron haciendo notables progresos. En casa, los muchachos le querían 
mucho, incluso lo veneraban como santo; y, fuera, se ganaba las simpatías de cuantos tenían que tratar con él: lo llamaban le petit Dom 
Bosco. También le consolaba el noviciado de Santa Margarita que, en 1885, contaba ya con dieciséis novicios franceses, todos clérigos, 
menos uno. 

Habíase determinado que, en septiembre, fuera don Miguel Rúa a Francia para los ejercicios espirituales de aquellos Hermanos, pero las 
condiciones sanitarias aconsejaron la suspensión del viaje. 

-El cólera se propaga, dijo don Bosco en la sesión capitular del día dieciocho de septiembre. Escríbase, por tanto, a don Pablo Albera que 
no es prudente este viaje a Francia: las noticias de los periódicos aconsejan no cometer imprudencias. Si, por culpa nuestra, se tuviese el 
más mínimo inconveniente, se levantaría en aquellas tierras un rumor peligroso. Que ajuste don Pablo Albera lo que sea menester de cara a 
los ejercicios, según su leal saber y entender. Don Juan Bonetti, que está en Saint-Cyr, puede ir a confesar al menos a una de aquellas 
casas. Una vez amainado el temporal, irá don Miguel Rúa sin falta a Francia y arreglará todo, incluso lo del personal. Notifíquese este 
acuerdo a las cuatro casas de Francia y a don Juan Bonetti. 

No hubo más remedio que renunciar al viaje de don Miguel Rúa. 

En París caminaban poco a poco las cosas, y todo se encauzaba, tras muchas dificultades, hacia su arreglo definitivo. En junio había dado 
a conocer don Bosco su deseo de que la casa de Ménilmontant se titulase Oratorio Salesiano de San Pedro y ((609)) San Pablo; por lo que, 
poco después, se celebró en ella muy solemnemente la fiesta de los dos Apóstoles con la bendición de sus estatuas, costeadas por los 
Condes de Cessac. La adquisición de un solar colindante importó un desembolso de cuarenta mil francos; pero aquella compra aseguraba a 
Oratorio una superficie edificable de mil cien metros cuadrados. El Director tuvo que sudar lo suyo para hacerse con la cantidad necesaria. 

De él se acordó afectuosamente el Siervo de Dios en noviembre, enviándole por San Carlos, su felicitación. Este paternal recuerdo 
provocó en don Carlos Bellamy una larga carta, repleta de noticias. Hablaba también al Santo de sus muchachos: «Nuestros queridos 
jóvenes 
522 

se muestran cada vez más afectuosos con los Salesianos y con su padre el reverendo don Bosco; y dan pruebas evidentes de este cariño en 
toda ocasión, sobre todo, con su asidua asistencia al Oratorio y con la mayor frecuencia de sacramentos. Celebraron mi día onomástico. 
Sería difícil describir la espontaneidad de la fiesta, su entusiasmo y su fervor, los hermosos regalos y otras pruebas de afecto. Pero lo que 
resultó más agradable para mi corazón fue que aprovecharon la ocasión de la fiesta para manifestar su deseo de ver a don Bosco, besar su 
mano, recibir su bendición y oír sus santos consejos. íCuánto disfrutaba yo, al ver cómo quieren a don Bosco estos buenos muchachos, 
aunque no le conocen!». 

Se habían emprendido de repente nuevas obras en favor de los estudiantes. Anteriormente se juntaban en el oratorio los jueves; pero, los 
domingos, no encontraban sitio, porque, en dicho día, acudían numerosos hijos de los obreros. Se remedió esta necesidad, destinando un 
patio aparte para los estudiantes con el personal necesario y con diversiones, fiestas y premios especiales. En el mes de noviembre, 
frecuentaban el oratorio los domingos unos ciento veinte alumnos de las escuelas públicas, con misa, catequesis, predicación y funciones 
para ellos, distintas de las de los demás. Don Carlos Bellamy había ingresado en la Congregación siendo ya sacerdote, pero había estudiado 
a fondo los métodos salesianos, ((610)) e instituyó entre los externos de Ménilmontant las compañías religiosas, como las había visto 
funcionar en Turín. 

Pero la atención de los externos no podía ni debía agotar toda la actividad de los Salesianos y mucho menos en París. En todas partes se 
esperaba también la actividad salesiana con alumnos internos. Llegaban ya a cuatrocientas las peticiones de alojamiento, comida, 
aprendizaje de oficios y de formación cristiana y ciudadana. Por todo ello, confiando en María Auxiliadora, don Carlos Bellamy entabló 
gestiones para recoger cuantos más pudiese. La Providencia, no obstante, lo sometió a una dura tribulación: excepto poquísimos, que eran 
generosos, todos los demás Cooperadores de París se hacían los sordos a sus llamadas. «Por tanto, rece por nosotros, queridísimo Padre, 
decía en la carta antes citada; escriba a nuestros Cooperadores; y nosotros iremos de buena gana a tender nuestra mano en favor de la 
juventud pobre y abandonada y, sin perder la confianza ni el entusiasmo, seguiremos haciendo el bien que la Providencia nos propone 

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realizar». 

Naturalmente trató de interesar a los dos grandes amigos, primeros bienhechores y casi fundadores de la obra, el abate Pisani y monseñor 
523 

D'Hulst; pero, el día veinticuatro de noviembre, recibió una respuesta que nos explica la frialdad encontrada hasta entonces. 
Personalmente, ni el uno ni el otro disponían de medios suficientes para prestar una ayuda que mereciera la pena. Y, en cuanto a hacer ello 
propaganda, objetaban: «El único medio para sacar de apuros la obra de Ménilmontant es reparar el error cometido en sus comienzos. Una 
obra de don Bosco, presentada como tal, habría recogido desde un principio medios relevantes en París. Por el contrario, vuestro venerable 
Padre se persuadió de que la casa de París andaría por sí sola y ha dedicado a otras obras el prestigio de su nombre y de su intervención 
personal. De donde resultó que la obra nació inadvertida y, aun ahora, es algo casi universalmente ignorado. Para sacarla del anonimato 
que la hiere de muerte, es preciso algo más que un llamamiento protagonizado por dos hombres, cuyo crédito está más que agotado en 
beneficio de otras obras. Se impone una convocatoria de don Bosco en persona». 

((611)) Así opinaban aquellos dos hombres insignes; por lo demás, la historia, de las obras de don Bosco nos enseña, vez por vez, que 
éstas no se consolidaban por el mérito y la influencia de los hombres, sino con la próvida ayuda de María Auxiliadora; la obra de París iba 
a dar de ello una nueva prueba, Informado don Bosco en Turín, por don Carlos Bellamy, de los asuntos económicos que atravesaba su casa 
le había dicho con su acostumbrada sencillez y cordialidad: 

-Arranque de Dios milagros y ya verá cómo no le faltan los medios. 

Don Carlos Bellamy tomó al pie de la letra sus palabras. Antes de que terminase el año, hizo con los muchachos de Ménilmontant una 
novena a María Auxiliadora por la curación del hijo de una familia rica, el cual había recibido una gravísima herida, y vino la curación de 
un modo verdaderamente prodigioso 1. Este hecho providencial fue el principio de muchas bendiciones. 

Hemos nombrado hace poco a los condes de Cessac-Montesquiou. Don Bosco había dicho de la Condesa, en carta al director don Carlos 
Bellamy: «Trátela como a una madre; ella será verdaderamente tal para los pobres hijos de don Bosco en Ménilmontant». La señora lo 
entendió exactamente así; tal era la estima en que tenía al Siervo de Dios. Dos o tres veces por semana, se presentaba allí para informarse 
minuciosamente de todo. No hubo rincón de la casa que no recordase después algún rasgo de su esplendidez. Había perdido un hijo de 
veinticinco 

1 Bull. Sal., enero 1886. 
524 

años; y, olvidada después del rango que le correspondía en sociedad, por su nacimiento y sus cualidades personales, se despidió del mundo 
para vivir retirada y entregada a las obras de beneficencia. Como gratitud para con ella, aquel oratorio, llamado primero de San Pedro, pasó 
a denominarse de los Santos Pedro y Pablo, por ser Pablo el nombre del hijo difunto 1. 

1 Ibid, noviembre 1886 
525 
((612)) 

CAPITULO XXII 

EN URUGUAY, BRASIL Y ARGENTINA 

DON Bosco es el primero de todos los Santos canonizados que se interesó por la meteorología. Aunque en la cumbre de sus pensamientos 
estaba la salvación de las almas, sin embargo, al enviar a sus misioneros, no tuvo a menos el favorecer los progresos de una ciencia, que 
estaba todavía en sus comienzos; en efecto, como ya hemos narrado, concertó en 1881 con el gran meteorólogo padre Denza, la manera 
práctica de extender el estudio de los fenómenos atmosféricos en regiones completamente inexploradas en esta clase de investigaciones 1. 
El profesor Cosme Bertacchi que, antes de presentar entonces al Tercer Congreso Geográfico Internacional de Venecia la propuesta de 
pedir su colaboración, había querido examinar sus disposiciones sobre el asunto, se había imaginado que le respondería que sus misioneros 
tenían que emplearse en otras cosas muy distintas; 
pero don Bosco, después de recibirle con una misteriosa sonrisa y oírle paternalmente, le dijo que lo pensaría 2. En realidad, y ésa era la 
razón de su sonrisa, él ya había pensado en ello; puesto que, en el mes de julio, había enviado a don Luis Lasagna para entrevistarse con el 
padre Denza en Moncalieri, con el fin de manifestarle el proyecto de instalar una buena estación meteorológica en el colegio Pío de Villa 

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Colón. Los acuerdos fueron tan fáciles y tan rápidos ((613)) que, el día dieciséis de diciembre siguiente, partían rumbo a Montevideo 3 los 
aparatos y los operarios que los habían de manejar. 

El Observatorio de Villa Colón adquirió en breve extraordinario renombre en América del Sur. Su Boletín mensual, que empezó a 
publicarse casi en seguida, contenía, además de los datos del Observatorio, artículos que le daban el carácter de una verdadera revista de 
meteorología. Y aquel observatorio no quedó aislado y solo; sino que don Bosco quiso muy pronto que se instalaran otros en conexión con 

1 Véase Vol. XV, págs. 40 y ss. y 532. 

2 L'Italia de Milán, 29 de marzo de 1934 (artículo de Bertacchi). 

3 Bolletino mensuale del padre Denza, Serie II, Vol. II, núm. 1, págs. 3-4. 
526 

la Sociedad Meteorológica Italiana, ante todo los de Buenos Aires y Carmen de Patagones. Este último comenzó a funcionar el día 1. ° de 
enero de 1884 bajo la dirección de don José Fagnano, que escribía el día veinticinco al padre Denza: «Hago tres observaciones al día, una a 
las nueve de la mañana, la segunda a las tres de la tarde y la tercera a las nueve de la noche. Las observaciones se toman con exactitud 
escrupulosa y con constancia». 

En el Observatorio de Carmen, se distinguió don Alejandro Stefenelli, que salió con la expedición de monseñor Cagliero en enero de 
1885. Habíale designado para ello el mismo don Bosco; y, por eso, había dispuesto que se adiestrara seriamente en las observaciones bajo 
la disciplina del padre Denza. En consecuencia, don Alejandro Stefenelli acudió asiduamente a la escuela del insigne maestro, desde 
septiembre de 1884 al quince de enero del año siguiente. Cuando llegó a América, instaló el Observatorio de Almagro, al que atendió hasta 
junio, cuando don José Fagnano lo llevó a Carmen. Allí construyó un edificio, no muy grande por cierto, en una localidad como aquélla, 
pero lo suficiente para las más esenciales exigencias científicas. Así, ayudado por los oficiales de Marina y manteniéndose constantemente 
en relación con el padre Denza, que le ayudaba de mil modos, pudo organizar un estudio completo sobre la presión atmosférica, 
termopluviométrica e higrométrica de la región 1. 

Más tarde, surgieron otros observatorios ((614)) salesianos en la Boca (B.A.), en San Nicolás de los Arroyos, en Paysandú, en Punta 
Arenas, hoy capital de la región chilena de Magallanes. 

El ejemplo de don Bosco en este campo fue también fecundo; siguiéronle, en efecto, otros Institutos Eclesiásticos de nuestro país y 
extranjeros, y fue el primero entre todos el padre Ludovico de Casoria a fines de 1882 2. 

Los Observatorios salesianos formaban una red, cuyo centro estaba en Villa Colón. Desde aquí se enviaban las observaciones al padre 
Denza, que se cuidaba de que fuesen publicadas en el Boletín Internacional Polar de Petrogrado y en el de la Sociedad Geográfica Italiana. 
Obtuvieron un puesto sobresaliente en la Exposición Nacional de Turín de 1884. Las redactaba el clérigo Domingo Albanello, a quien 
escribió el padre Denza el día 6 de diciembre de 1883: «He recibido 

1 Véase el artículo del padre Denza La meteorología en América del Sur, en Corriere di Torino , 8 de marzo de 1884. 

2 DON BERNARDO PAOLONI, benedictino. La meteorología y el clero italiano en Vita e Pensiero, noviembre 1934. 
527 

con gran entusiasmo las observaciones regulares que se han hecho en ese Observatorio; están redactadas con gran esmero y suma diligencia 
y confieso que son verdaderamente preciosas. Estoy seguro de que darán óptimos resultados para la ciencia, la fama y el honor de V. S. y 
de su Instituto religioso». 

Al colegio Pío no sólo le proporcionó fama y honor, sino que le aportó la salvación su Observatorio en 1885. Por una ley de supresión de 
las Ordenes religiosas aprobada por el Parlamento, también los Salesianos estuvieron a pique de ser expulsados del Uruguay. Ya las 
Hermanas del Buen Pastor habían experimentado sus efectos; pues ellas y sus chicas habían sido expulsadas del asilo. Pero todo el odio de 
Gobierno sectario apuntaba a los Salesianos. Nada más barruntar el peligro, don Bosco había hecho escribir a don Luis Lasagna y a don 
Santiago Costamagna (pues también en Buenos Aires amenazaba el mismo peligro) cómo habían de proceder para parar el golpe y les 
enviaba a la par útiles documentos 1. Al primero envió, además del resto, el texto del diploma, con el que el jurado ((615)) de la 
Exposición de Turín concedía la medalla de plata a don Domingo Albanello, y copia de una carta, que el padre Denza había pedido al 
ministro Mancini en alabanza del Observatorio. Estos documentos llegaron a conocimiento del público, a través de la prensa, e indujeron a 

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creer que el observatorio era una obra promovida y apoyada por el Gobierno italiano; por consiguiente, los gobernantes del país, temiendo 
una ruptura con Italia, se batieron en retirada y dejaron en paz a los nuestros. Así, pues, el Observatorio de Villa Colón hizo entonces un 
señalado servicio a la Congregación 2. 

Mientras dirigía los ejercicios espirituales de los Hermanos, don Bosco surcaba con el pensamiento el Océano, imaginándose las 
necesidades 

1 Ap. Doc. núm. 94. 

2 En Roma debía verse con simpatía la actividad del Observatorio, a juzgar por el hecho de que los oficiales de la marina militar de 
Italia, cuando arribaban a Montevideo, visitaban el colegio y aceptaban agasajos, que intercambiaban invitando a don Luis Lasagna a 
bordo; lo cual, con los aires que a la sazón soplaban por Italia, no hubiera sido imaginable siquiera, de no haber sabido con certeza que 
aquellos actos de cortesía no desagradaban al Gobierno. Verdad es que, en cierta ocasión, un periodista italiano publicó en Montevideo un 
artículo contra los oficiales que alternaban con los curas; pero mal se las hubo. En efecto, una tarde, al salir del teatro, fue apaleado con 
todas las de la ley por cuatro marineros, que, después de la paliza, le dijeron: 

-Pase usted el recibo a la oficialidad del Vittor Pisani. 

Pero hay mas. Don Domingo Albanello, director del Observatorio, estuvo un mes en una corbeta italiana para arreglar sus aparatos 
meteorológicos, que se habían echado a perder en una tempestad; y, como él había sido declarado prófugo, obtuvo, por este servicio, la 
licencia militar absoluta por mediación del comandante. 
528 

de sus hijos más lejanos; y esto lo movía a escribirles individualmente cartas henchidas de afecto paterno y llenas de santas exhortaciones. 
Dirigió dos desde Valsálice a Uruguay. Una para don Juan Allavena, párroco de Paysandú y director del hospicio y colegio anejos a la 
parroquia. 

Muy querido Allavena: 

Con gran placer y a su tiempo he recibido las cartas que me has escrito. Como ahora no puedo tener la satisfacción de tenerte conmigo en 
los ejercicios espirituales de Valsálice, creo oportuno escribirte al menos una carta, que te recuerde el afecto que éste tu padre te ha tenido 
siempre y sigue teniéndote. 

Cuando nos separamos, antes de tu partida para América, te recomendé encarecidamente la observancia de nuestras ((616)) reglas; las 
reglas con que te consagraste para siempre al servicio del Señor. Yo confío que las habrás practicado fielmente, para tu provecho y 
edificación de tus compañeros. Además de la lectura de las reglas te aprovechará que leas frecuentemente las deliberaciones tomadas en 
nuestros Capítulos Superiores 1, que quiero esperar te hayan sido comunicadas. 

Como cura párroco, trata con toda caridad a tus sacerdotes para que te ayuden con celo en el sagrado ministerio y atiende, especialmente, 
a los niños, a los enfermos y a los ancianos. Y si, en las Misiones o de cualquier otra manera, llegas a descubrir algún jovencito que da 
esperanzas de vocación al sacerdocio, ten entendido que Dios pone en tus manos un tesoro. 

Toda solicitud, todo trabajo, todo gasto para lograr una vocación no es nunca excesivo; hay que considerarlo siempre como un gasto 
oportuno. 

Praebe teipsum exemplum bonorum operum; pero procura que este buen ejemplo resplandezca en la reina de las virtudes, en la castidad. 
Todo cuidado en las palabras, las miradas, las obras encaminadas al cultivo de esta virtud, nunca será excesivo. 

Me limito a recordarte estas cosas; pero tú estás en condiciones de explicarlas donde sea necesario. 

Que Dios te bendiga, mi siempre querido Allavena. Te encomiendo cada día en la santa misa y reza tú también por mí, que he envejecido 
mucho y estoy casi ciego; y hagamos de manera que si no volvemos a vernos en la tierra, nos veamos ciertamente en la eterna 
bienaventuranza. 

Muchos saludos a todos nuestros hermanos, a cuyas oraciones me encomiendo encarecidamente, puesto que todos son gaudium meum et 
corona mea. 

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Turín, desde el Colegio de Valsálice, 24 de septiembre de 1885 

Afmo. en J. C., JUAN BOSCO. Pbro. 

Don Juan Allavena agradecía esta agradable carta a don Bosco el día veinticuatro de noviembre y le felicitaba las Navidades en estos 
términos: «Nos causó gran alegría, y sorpresa a la par, su preciosa y venerada carta del día veinticuatro de septiembre, escrita de su puño 

1 Quiera decir, seguramente, «Generales». 
529 

y letra, y, dicha sea la verdad, nos pareció algo totalmente extraordinario, dadas sus innumerables ocupaciones y el peso de los grandes 
trabajos que gravitan sobre su delicada salud. La leí en la conferencia a nuestros queridos hermanos; todos hemos apreciado su autógrafo, 
con los tres relevantes recuerdos que contiene sobre la fidelidad a las reglas y deliberaciones de los Capítulos Superiores, el cultivo 
exquisito ((617)) de la castidad y el cuidado especialísimo de las vocaciones religiosas, como un verdadero testamento; y, en este sentido, 
lo he comentado e inculcado a mis buenos compañeros, tanto más cuanto que recibíamos, al mismo tiempo, idénticas recomendaciones de 
nuestros amadísimos superiores de aquí, don Luis Lasagna y monseñor Cagliero. Debemos, pues, darle las más sinceras gracias y procurar 
practicar tan santas enseñanzas lo mismo yo que los hermanos puestos bajo mis cuidados». 

La segunda carta fue para el inspector don Luis Lasagna. Recuérdese que, por aquellos días, don Bosco se sentía más agobiado que de 
costumbre; ello ayudará a comprender el tono de testamento, que da a su escrito. 

Mi querido Lasagna: 

Hace varios meses que deseaba escribirte, mas mi vieja y perezosa mano me ha hecho diferir este gusto. Pero ahora me parece que el sol 
declina al ocaso; por tanto, deseo dejarte algunos pensamientos escritos, como testamento de quien siempre te ha querido y sigue 
queriéndote. 

Tú has obedecido la voz del Señor y te has consagrado a las misiones católicas. Has acertado. María será tu guía fiel. No te faltarán las 
dificultades y tampoco la maldad por parte del mundo, pero no te preocupes. María nos protegerá. Nosotros queremos almas y nada más. 
Procuro que esto llegue a los oídos de nuestros Hermanos. Señor, dadnos cruces, espinas y persecuciones de toda clase, con tal de que 
podamos salvar almas y con ellas salvar la nuestra. 

Se acerca la época de nuestros ejercicios en América. Insiste en la caridad y dulzura de san Francisco de Sales, a quien debemos imitar; 
en la exacta observancia de nuestras Reglas, en la lectura constante de las deliberaciones capitulares, meditando atentamente los 
reglamentos especiales de las Casas. Créeme, querido Lasagna, he tenido que tratar con ciertos hermanos, que ignoraban completamente 
estas nuestras deliberaciones, y con otros, que nunca han leído estas partes de las reglas o disciplina, que conciernen a los deberes a ellos 
confiados. 

Otra plaga nos va amenazando y es la del olvido, o mejor, el descuido de las rúbricas del Breviario y del Misal. Estoy convencido de que 
una tanda de ejercicios espirituales produciría óptimos efectos, si llevase al Salesiano al rezo exacto de la Misa y del Breviario. 

Pero lo que he recomendado encarecidamente a aquellos a quienes he podido escribir en estos días, es el cultivo de las vocaciones, tanto 
para los Salesianos cuanto para las Hijas de María Auxiliadora. 
530 

((618)) Discurre, haz proyectos, no repares en gastos, con tal de obtener algún sacerdote para la Iglesia, especialmente para las Misiones. 

Cuando tengas ocasión de hablar con nuestras hermanas o con nuestros hermanos, diles de mi parte que he recibido con satisfacción sus 
cartas, sus saludos, y que me causó gran alegría y resultó un eficaz consuelo para mi corazón el saber que todos han rezado y siguen 
rezando por mí. 

Animémonos todos. María bendice y protege nuestra Congregación; el auxilio del Cielo no faltará; aumentan los operarios, parece que 
crece el fervor, no abundan los medios materiales, pero son suficientes. 

Dios te bendiga, querido Lasagna, y contigo bendiga a todos nuestros hijos e hijas, religiosos y Alumnos, y María asista y proteja a la 

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familia Buxareo y Jackson y a todos nuestros bienhechores; nos guíe a todos con seguridad por el camino del cielo. 

Estoy en Valsálice para los ejercicios espirituales; todos gozan de buena salud y te saludan. 

Mi salud anda renqueando algún tanto, pero tiro adelante. Que Dios nos conserve a todos en su santa gracia. 

Turín, 30 de septiembre de 1885 1. 

Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

Don Luis Lasagna respondió el día treinta de diciembre, al enviar para algunos meses a Italia a don Luis Calcagno y a don Pedro Rota. 
Su carta es tan cariñosa que no podemos dejar de reproducir aquí un fragmento, aunque sea un poco largo. Don Luis Lasagna presentaba a 
don Bosco a sus dos noveles sacerdotes en estos términos: «Aquí tiene usted a dos de sus queridos hijos, que van desde estas lejanas tierras 
para recibir su paternal bendición y ofrecerle los homenajes más tiernos y afectuosos de todos nosotros. Usted se despidió de ellos, cuando 
eran jovencitos todavía y vuelven a sus pies ya sacerdotes, después de haber ejercido con grandes frutos su ministerio apostólico. Para las 
conferencias podrá usted servirse de ellos con toda confianza, pues los dos poseen palabra fácil y clara, espíritu verdaderamente salesiano y 
fervoroso; especialmente don Pedro Rota, que improvisa con éxito sorprendente. Todos nosotros los ((619)) envidiamos y los 
acompañamos de corazón y con toda el alma; mientras usted bendice a estos sus dos afortunados hijos, puede bendecir a todos, porque 
todos estamos postrados ante usted. Postrados, sí, amadísimo Padre, para agradecerle tantos beneficios como nos ha hecho, especialmente 
al habernos aceptado y mantenido en su querida congregación, beneficio tan grande que no le recompensaremos ni dando la vida por 
usted». 

1 En el ejemplar de don Joaquín Berto (nos falta el original) se lee treinta de septiembre, pero, desde el día veintiocho, don Bosco no se 
encontraba en Valsálice, sino en San Benigno. Es, pues, un lapsus cálami del Santo o del copista. 
531 

Venía después el acto de sumisión a don Miguel Rúa y a monseñor Cagliero, nombrados sus vicarios por don Bosco, el primero para toda 
la Congregación y el segundo para América del Sur: «Tenemos también que agradecerle su solicitud, al darnos, en la persona del 
amadísimo don Miguel Rúa, un segundo Padre en Italia y otro en América, en la persona del veneradísimo monseñor Cagliero. Nosotros 
sus hijos de la Inspectoría uruguaya y brasileña los aceptamos y reverenciamos como el don más excelente que haya podido hacernos, les 
obedeceremos en todo y siempre y los querremos tanto que nos proponemos no darles nunca jamás el menor disgusto». 

Venía, por último, la parte personal con alusión a la reciente carta: 
«»Y qué le diré a usted, mi querido y venerando Padre? A medida que el Señor me da a conocer mejor el inmenso tesoro que me había 
concedido con su afecto y su guía, »tendré que resignarme a perderlo? íY sin embargo usted me lo repite en sus cartas y en sus circulares! 
Si al menos hubiera aprovechado mejor sus consejos! íSi supiera portarme de manera que pudiese corresponder a sus queridas esperanzas! 
(...) íPor favor, ayúdeme con sus oraciones! íNo me abandone bajo el peso de las grandes responsabilidades que me agobian!». 

Don Luis Lasagna habla de monseñor Cagliero como Vicario para América. Don Bosco después de tomar la decisión de constituir a don 
Miguel Rúa como su Vicario General, había dicho: 

-Don Miguel Rúa es mi Vicario en Europa y monseñor Cagliero en América. 

Cuando Monseñor supo ésta su intención respecto a él mandó decir a don Bosco que no era el caso de constituirle ((620)) como superior 
a los Inspectores, gozando ya de innata superioridad; pero la carta del Obispo se cruzó por el camino con circulares enviadas desde Turín a 
los Inspectores, en las que se anunciaba que monseñor Cagliero estaba constituido por don Bosco como su inmediato superior 1. Por eso, 
en el Catálogo del 1886, bajo el título AMERICA se lee: «Pro-Vicario General, para todas las casas de América del S. E. Rvma. monseñor 
Juan Cagliero, Obispo de Mágida». 

La jurisdicción inspectorial de don Luis Lasagna se extendía, como ya dijimos, al Brasil; por eso, le tocó llevar adelante las 
negociaciones para abrir una casa en Sao Paulo. Invitado por el celosísimo obispo monseñor Lino, había vuelto allí el día 19 de junio de 
1884 para asistir a la bendición solemne de la nueva iglesia dedicada al 

1 Cartas de don José Lazzero a monseñor Cagliero, Turín, 7 de agosto y 6 de octubre de 1885. 
532 

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Sagrado Corazón de Jesús y entregada a los Salesianos. Los Cooperadores construían junto a la iglesia un gran edificio con capacidad para 
cien internos, por lo menos, y sin contar los externos. El buen Prelado hubiera querido extender en seguida la escritura de entrega de la 
iglesia y del colegio; pero no lo consintió don Luis Lasagna, pues le faltaba todavía la explícita aprobación de don Bosco. Pero, 
íntimamente convencido de la necesidad de apresurar aquella fundación, escribió una cariñosísima carta al amado Padre, suplicándole 
encarecidamente que procediera a ello sin demora. El Obispo cobró tanto aprecio a don Luis Lasagna en las dos visitas que solía decir que 
era él para con don Bosco lo que Francisco Javier había sido para con san Ignacio de Loyola. 

La llegada de monseñor Cagliero a Montevideo había sido celebrada por los Salesianos con doble júbilo, por la dignidad episcopal de 
que estaba investido y por el refuerzo de personal que llevaba a la Inspectoría; era, además, portador de la alegre noticia para la Inspectoría 
de que don Bosco dejaba a la prudencia del propio Monseñor decidir sobre la fundación de la casa de Sao Paulo. Después de maduras 
reflexiones e invocar las luces del Cielo, se estableció ((621)) poner en seguida manos a la obra. La nueva casa debía titularse Liceo del 
Sagrado Corazón; fue propuesto como director don Lorenzo Giordano, vicedirector de Villa Colón. Don Luis Lasagna, que le había 
conocido en el colegio de Lanzo como un jovencito piadoso e inteligente, lo apreciaba mucho y no quedaron frustradas sus fundadas 
esperanzas. 

Don Lorenzo Giordano zarpó de Montevideo con dos compañeros el día quince de mayo. Después de cinco días de navegación llegó a 
Niterói; desde allí, pasó, el día primero de junio, a la capital del Estado de Sao Paulo. Como en otras partes, los principios se presentaron 
humildes y laboriosos. Pasados los primeros entusiasmos con que los habían recibido, faltó el dinero para proseguir la construcción. Los 
mismos Salesianos no encontraron preparadas ni las habitaciones para su vivienda, de modo que don Lorenzo Giordano se hospedó en el 
hospital, repleto de italianos, y los otros dos recibieron caritativa hospitalidad en casa de las Hermanas de Nuestra Señora de la Luz. Pero 
no se quedaron mano sobre mano; además de atender a la iglesia y al hospital, se dedicaban a visitar colonias de emigrantes italianos, 
donde encontraban amplio campo para su celo 1. 

1 Carta de don Lorenzo Giordano a don Bosco y a don Miguel Rúa, Sao Paulo, 14 de agosto y 5 de septiembre de 1885. 
533 

María Auxiliadora parecía asistirlos de una manera tangible. En la colonia de San Cayetano, constituída por unas cincuenta familias, 
había una pobre enferma, que llevaba cuatro días sin comer, beber, ni hablar y era víctima de unas contorsiones nerviosas tan violentas, que 
les costaba mucho trabajo a cuatro hombres frenar su agitación. El médico no podía comprenderlo. Habiendo rogado repetidas veces a don 
Lorenzo Giordano que fuese a visitarla y, no pudiendo de momento ausentarse de casa, aconsejó que comenzaran una novena en honor de 
María Auxiliadora. Por fin, el día veinte de junio fue a la colonia y, al entrar en la habitación de la enferma, la encontró rodeada de unas 
treinta personas. No respondía a las preguntas que se le hacían más que rechinando los dientes y agitándose. Don Lorenzo Giordano hizo 
que los presentes se arrodillaran y rezó con ellos tres avemarías y la invocación María Auxilium Christianorum, ora pro nobis. ((622)) 
Después la bendijo e invitó a todos a salir por ver si era posible disponerla para recibir la absolución, puesto que, antes de encontrarse en 
aquel estado, había expresado el deseo de confesarse. Pues bien, de pronto, mientras volvía él a recomendarla a María Auxiliadora, la oyó 
exclamar: 

-íMe siento mejor! 

La confesó, volvieron a entrar los parientes y amigos y ella se mostraba tranquila y con ganas de hablar. Se apoderó de todos una honda 
emoción y don Lorenzo aprovechó la ocasión para decir dos palabras sobre la intercesión de María Santísima. Despertóse en los corazones 
la fe adormecida y vacilante, y la gracia material vino a ser fuente de copiosas gracias espirituales. 

Mientras tanto, don Lorenzo Giordano y los suyos estaban impacientes por dedicarse a la obra, que constituía el objeto principal de su 
llegada; por lo cual, suplicaban al Inspector que volviese a Sao Paulo y, con su fogosa palabra, despertara la buena voluntad de los 
adinerados. Don Luis Lasagna quiso contentarlos. Volvió, pues, a ver a los antiguos conocidos; tanto hizo y tanto dijo que no mucho 
tiempo después se volvieron a acometer y activar las obras de construcción. 

Don Bosco, durante los ejercicios de los hermanos en San Benigno, pensó también en el nuevo director, don Lorenzo Giordano, a quien 
escribió esta hermosa carta. 

Muy querido Giordano: 

Con mucha alegría y junto a tus compañeros he recibido tus cartas y se las he leído en estos ejercicios espirituales. Nos serán muy gratas 
estas cartas siempre que las envíes. 
534 

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Ciertamente encontrarás muchas dificultades, especialmente al principio de una misión tan extensa como la de Sao Paulo, »no es verdad? 

Tienes, pues, que industriarte para buscar compañeros y formar vocaciones. Me aseguran que éstas son muy raras; por lo cual, si logras 
descubrir alguna, tendrás que hacer cualquier trabajo y cualquier gasto de dinero, que nos sea posible para salir bien en el intento. 

Aquí tenemos muchas y, sin embargo, si pudieses enviarme un centenar más de ellas nos darías un alegrón, y nosotros procuraríamos 
instruir a esos jóvenes y devolvértelos, pero a condición de que puedan ayudarte en las misiones hasta el Mato Grosso. 

En los próximos ejercicios o cuando tengas ocasión para poder hablar a nuestros Hermanos, diles que estoy informado de que la mies es 
mucha y ((623)) escaso el número de los operarios, pero que nosotros rezaremos y la ayuda de Dios no nos faltará para proporcionar 
cuantos sean necesarios. 

Estoy aquí en San Benigno con ciento sesenta novicios que hacen los ejercicios para emitir sus votos. Los predican don Juan Bautista 
Francesia y don Juan Bautista Lemoyne, que han hablado de ti y de tus compañeros varias veces. 

Otros tantos hubo en la tanda anterior, que era para los que empezarán su año regular de noviciado la próxima semana. 

Adiós, mi querido Giordano, cuida tu salud. Que Dios os bendiga a ti y a esos hermanos nuestros, que trabajan contigo y ganan muchas 
almas para el cielo. Saluda a todos de mi parte y diles que pido cada día en la santa misa a Jesús y a María que nos ayuden a ganar muchas 
almas y ser felices en el tiempo y en la eterna bienaventuranza. Amen. 

Todos nuestros Hermanos te saludan y rezan por ti. Vosotros rezad también incesantemente por vuestro, 

San Benigno, 30 de septiembre de 1885 

Afmo. amigo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

Don Lorenzo Giordano, fuera de sí por la alegría, contestó el día veintidós de diciembre: «íUna carta de don Bosco!... íííEscrita de su 
puño y letra!!! Me parecía soñar... Al leerla, me parecía estar delante de usted, í oír aquellas palabras realmente de sus labios! Gracias 
infinitas por este regalo, que guardaré como preciosa reliquia. La leí en conferencia, y usted, que sabe cuánto le quieren y veneran sus hijos 
de América, puede fácilmente imaginar los efectos que ha producido en mí y en todos. Sí, procuraremos practicar sus santos consejos, 
buscar vocaciones y cuidarlas, esforzarnos por amar y hacer amar cada vez más a Jesús y (añadimos) amar y hacer amar al que es su 
representante y su querida imagen, don Bosco». 

El Director dice que había leído la carta de don Bosco en conferencia; efectivamente tenía consigo tres hermanos, pues a los dos primero 
habíaseles añadido el padre Cavatorta. Los otros dos eran el clérigo Cogliolo y el coadjutor Bologna. 
535 

Pedro Cogliolo murió en 1932 encargado de asuntos en la Internunciatura Apostólica de Costa Rica. Era entonces un joven de excelentes 
((624)) esperanzas y, el día cuatro de diciembre, escribía a don Bosco una carta, en la que daba las noticias siguientes: «Como ya sabrá V. 

P. se firmó el contrato, por el que los Salesianos son propietarios absolutos de esta casa e iglesia; por una gracia especial del Señor, 
desaparecieron las dificultades y se admitieron las condiciones propuestas por nosotros. Ahora somos dueños del campo, pero estamos 
faltos de todo: esto nos alienta porque sabemos cómo comenzó ese Oratorio y cómo sigue adelante toda la obra de don Bosco. 
»La catequesis del domingo prospera mucho; los muchachos acuden de muy buena gana, tanto más cuanto que se instalaron el tiovivo, el 
columpio y otros juegos. La iglesia es muy frecuentada, los italianos de la ciudad y de las colonias próximas vienen muy a menudo a 
cumplir aquí con sus devociones. En Sao Paulo, como en todo Brasil, hay mucho mal, producto de la grandísima ignorancia de la religión, 
pero el carácter de los brasileños es muy amable y, en general, se ve mucha fe en esta pobre gente (... ). Haría falta que los Salesianos se 
lanzaran al asalto de Brasil; sin duda, V. P. lo haría en seguida, si los Salesianos fuesen muchos más de los que son ahora». 

La actividad de los Salesianos sacudió y llevó a la exaltación el encono de los protestantes, que los rodeaban por todas partes. Alarmados 
especialmente por el oratorio festivo, se dieron a maniobrar ocultamente, esparciendo la ridícula voz de que se atraía allí a los muchachos 
para enrolarlos en la marina. Pero los Salesianos dejaron que corriera la bola; más aún, aprovecharon esta hostilidad para dar un impulso 
más vigoroso a su actividad en favor de la juventud 1. 

Mientras los hijos de don Bosco se iban consolidando en Brasil, monseñor Cagliero desplegaba todo su ardor en el extremo opuesto del 
continente sudamericano, para cumplir el mandato que le había confiado la Santa Sede. A lo largo de las orillas del Río Colorado y del Río 
Negro, estaban formándose colonias mixtas de europeos y argentinos, que no importaban ((625)) de la vieja Europa más que la indiferencia 

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religiosa, el orgullo y la inmoralidad. Los indios, que bajaban siguiendo el curso de los dos grandes ríos, acababan por caer muchas veces 
en malas manos. Nada más llegar a Patagonia, monseñor Cagliero oyó contar y vio con sus propios ojos cosas dignas de bárbaros contra 
aquellas pobres criaturas, consideradas como pertenecientes a otra humanidad. Para obtener que se les concediera un mínimo de 

1 Carta de don Lorenzo Giordano a don Bosco, Sao Paulo, 22 de diciembre de 1885. 
536 

libertad suficiente para instruirlos y bautizarlos, tuvo que sostener inicialmente luchas encarnizadas. 

Aquellas incipientes poblaciones, compuestas de indios convertidos y de cristianos pervertidos, al oír la noticia de su llegada, ansiaban 
ver al enviado del Papa y conocer a un Obispo; pero no iban más allá de la simple curiosidad. Monseñor se dio cuenta muy pronto de que 
sus esperanzas tenían que fundarse sobre las nuevas generaciones; por lo cual, encaminaba sus esfuerzos a granjearse el afecto de los 
muchachos y las muchachas. Los Salesianos y las Hermanas ya habían obtenido algo con sus dos colegios en Patagones y en Viedma; en 
ellos, encontraba una encantadora confianza y sencillez. Los numerosos alumnos de las mismas unos eran internos y otros externos. El 
oratorio festivo completaba la obra. 

Pero era necesario que el Vicario Apostólico pensara, al propio tiempo, en las misiones propiamente dichas. Envió para ello al intrépido 
don Domingo Milanesio, en compañía de un coadjutor, a hacer una excursión para preparar el terreno de su próxima visita; don José 
Fagnano, por su parte, había despertado gran expectación entre los indios Linares. Antes de lanzarse a la empresa envió una relación oficia 
a Propaganda sobre el estado de su escabrosa misión, y también a la Propagación de la Fe. 

Monseñor Cagliero daba estas y otras noticias a don Miguel Rúa en una carta del día treinta de julio, en la que decía de los Salesianos de 
allí: «Puede gloriarse don Bosco de tener en América un gran número de hijos, que lo representan, hasta ahora, magníficamente, ((626)) 
que le aman y le hacen amar». Esta carta le mereció otra bellísima de don Bosco. 

Mi querido Cagliero: 

Tu carta me ha dado un gran alegrón y, aunque mi vista se ha debilitado mucho, he querido leerla yo mismo de punta a cabo, a pesar de 
esa caligrafía, que dices haber aprendido de mí, pero que ha degenerado de su forma primitiva. A las cuestiones de administración, ya 
contestarán otros por mí. Por mi parte, te diré lo que sigue. 

Cuando escribas a la Propagación de la Fe y a la Obra de la Santa Infancia, procura que entre en el cálculo todo lo que en diversos 
tiempos han hecho los Salesianos. Creo que tienes los módulos que te han de servir para exponer nuestras cosas a estos Presidentes, que 
también reciben de buen grado los escritos en italiano, cuando hubiese dificultades en la lengua francesa. Si no basta una carta, escribe 
también varias en torno a las excursiones de don José Fagnano, don Domingo Milanesio, don José María Beauvoir, etc. Nótese 
particularmente (el número de) bautizados, confirmados, instruidos, albergados en internados en el pasado o en el presente. No olvidar que 
en la exposición para la Propaganda, se diga todo, pero de modo general. Para la Propaganda de la Fe, viajes, comercio y descubrimientos; 
para la Santa Infancia se 
537 

diga detalladamente lo que se refiere a los niños, a las niñas, a las Hermanas y a los Salesianos. 

Si por acaso os faltan módulos para extender estas relaciones, dímelo y te los enviaremos. Hay mucha tendencia a acudir en nuestra 
ayuda, pero conviene que yo sepa lo que escribís, por lo menos en términos generales; repito, lo que escribís desde ahí, porque puede ser 
que me pregunten acerca de ello en cualquier momento. 

En cuanto a los Obispos Auxiliares, necesito tener alguna petición positiva 1 y, en este momento, espero lograr algo. La gestión de una 
Púrpura para el Arzobispo era algo muy bien encaminado por el cardenal Nina; pero ahora, por desgracia, ha pasado a la eternidad. He 
buscado ya otro camino, y a su tiempo te diré algo. 

Preparo una carta para don Santiago Costamagna y para tu norma, yo tocaré en particular el espíritu salesiano, que queremos introducir 
en nuestras casas de América. 

Caridad, paciencia, dulzura, nunca reproches humillantes, nunca castigos, hacer bien a todos los que se pueda y mal a ninguno. Esto 
valga para con los Salesianos entre sí, con los alumnos y con los demás de casa o de fuera. Para las relaciones con nuestras Hermanas, ten 
mucha paciencia, pero rigor en la observancia de sus reglas. 

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En cuanto a nuestros apuros económicos en general, haremos toda suerte de sacrificios para acudir en vuestra ayuda; pero recomienda a 
todos que eviten la construcción o ((627)) la compra de inmuebles, que no sean estrictamente necesarios para nuestro uso. No comprar 
nunca nada para revender: campos, terrenos o casas para lucrarse con ellos. 

Procurad que nos ayudemos en este sentido. Haced cuanto podáis para tener vocaciones, lo mismo para las Hermanas que para los 
Salesianos; pero no os comprometáis, asumiendo demasiados trabajos. Quien mucho abarca poco aprieta y lo estropea todo. 

Cuando tengas ocasión de hablar con el Arzobispo, con monseñor Espinosa o con otros personajes similares, diles que estoy totalmente a 
su servicio, especialmente con respecto a cosas de Roma. 

Di a mi sobrina Rosina 2 que cuide mucho de su salud, que se libre de ir sola al Paraíso. Que vaya, sí; pero acompañada de muchas almas 
salvadas por ella. Que Dios bendiga a todos nuestros hijos Salesianos y a nuestras hermanas Hijas de María Auxiliadora. 

Que conceda a todos salud, santidad y perseverancia en el camino del cielo. Mañana y tarde rezaremos por todos vosotros ante el altar de 
María y reza tú también por este pobre semiciego, que siempre será para ti en J. C. 

Turín, 3 5 de agosto de 1885 

Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Una multitud de amigos pide que te diga sus nombres y te ofrece sus saludos. 
1 Se trataba de hacer que fuesen creados como Obispos Auxiliares para las necesidades de la vastísima archidiócesis algunos buenos 
sacerdotes, amigos de los Salesianos. 

2 Era de las Hijas de María Auxiliadora. 

3 En realidad don Bosco no estaba entonces en Mathi, sino en Turín. Pero la clave debe estar en una cartita del día cinco de agosto a don 
Joaquín Berto, a quien decía: «Haz con esta carta (esto es, aquí incluida) lo mismo que con las otras, y entrégala a don Miguel Rúa». 
Quizás no quería dar a conocer que estaba fuera, para no dar motivo a preocupaciones por su salud. 
538 

La carta para don Santiago Costamagna, mencionada más arriba, es un documento de valor capital. Cualquiera que fuese el motivo, en 
las casas de la Inspectoría Argentina, sobre todo en el Colegio San Carlos de Almagro, prevalecían tendencias a un rigor disciplinar en 
desacuerdo con las buenas tradiciones salesianas y, por esto, fue desaprobado por don José Vespignani y otros. Don Miguel Rúa ya había 
escrito el día treinta de junio a monseñor Cagliero: «Hemos oído hace tiempo que no todos los colegios y casas salesianas de ahí son 
dirigidos con la dulzura y el sistema preventivo, sino que, en algunos sitios, se emplea más el sistema represivo». Cuando don Bosco se 
enteró de que las cosas iban realmente de este modo, se decidió a intervenir directamente ante el Inspector, 

((628)) Mi siempre querido Costamagna: 

Se acerca la época de nuestros ejercicios espirituales y, al verme en la vejez, querría poder tener conmigo a todos mis hijos y a nuestras 
hermanas de América. Pero, como esto no es posible, he pensado escribirte una carta, que pueda serviros de norma a ti y a otros hermanos 
nuestros para llegar a ser verdaderos Salesianos en vuestros ejercicios, que tampoco están muy lejos de los nuestros. 

Ante todo, debemos bendecir y agradecer al Señor que, con su paciencia y poder, nos ha ayudado a superar muchas y graves dificultades, 
que nosotros solos éramos realmente incapaces de resolver, Te Deum, Ave María, etc. 

Después querría dirigir yo mismo a todos un sermón o mejor una conferencia sobre el espíritu salesiano, que debe animar y guiar 
nuestras acciones y todas nuestras palabras. El sistema preventivo debe ser realmente el nuestro. Nunca castigos penosos, ni palabras 
humillantes, ni severas reprimendas en presencia de otros. Antes al contrario, óiganse en las clases palabras de dulzura, caridad y paciencia 
Nunca palabras mordaces, nunca un bofetón, ni fuerte ni ligero. Empléense los castigos negativos y siempre de manera que, los que reciben 
un aviso, sean más amigos nuestros que antes y no se separen de nosotros desanimados. No se murmure contra las disposiciones de los 
superiores; tolérese, por el contrario, lo que no es de nuestro gusto, que es trabajoso o desagradable. Todo Salesiano hágase amigo de 

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todos, no busque nunca la venganza; sea fácil en perdonar y, después, no eche en cara las faltas ya perdonadas. 

No se critiquen nunca las órdenes de los Superiores y procure cada uno dar y promover el buen ejemplo. Incúlquese y recomiéndese 
constantemente a todos la promoción de las vocaciones religiosas para las Hermanas y para los Salesianos. 

La dulzura al hablar, al actuar, al avisar lo consigue todo y gana a todos. Este sería el derrotero a seguir por ti y por los demás que 
tomarán parte en la predicación de los próximos ejercicios. 

Dar a todos mucha libertad y mucha confianza. Quien quisiese escribir a su Superior o recibiese una carta de éste, no la lea nadie en 
absoluto, a no ser que el que la recibe lo deseare. En los puntos mas difíciles aconsejo encarecidamente a los inspectores y directores que 
den conferencias sobre el particular. Es más, recomiendo que don José Vespignani esté muy bien informado de todo esto y lo explique a 
sus novicios o candidatos con la debida prudencia. 
539 

Hasta donde me sea posible deseo dejar la Congregación sin problemas embarazosos. Por lo cual pienso nombrar un Vicario general mío 
que sea un alter ego para Europa y otro para América. Mas, por lo que respecta a esto, recibirás a su tiempo instrucciones oportunas. 

Conviene que algunas veces, a lo largo del año, reúnas a los Directores de tu Inspectoría para sugerir las normas prácticas más arriba 
((629)) indicadas. Leer e inculcar la lectura y el conocimiento de nuestras reglas, especialmente el capítulo que trata de las prácticas de 
piedad, la introducción que hice a nuestras mismas reglas y las deliberaciones tomadas en nuestros Capítulos Generales y particulares. 

Ya ves que mis palabras requerirían mucha explicación, pero ciertamente tú estás en condiciones de comprender y, donde sea necesario, 
insistir en tus comunicaciones a nuestros hermanos. Tan pronto como puedas, preséntate al señor Arzobispo, a monseñor Espinosa, a sus 
Vicarios Generales, al señor Carranza, al doctor Ferrero y a otros amigos y ofrece a todos y cada uno de ellos, mis humildes y afectuosos 
saludos, como si hablara a uno sólo. Que Dios te bendiga, mi querido Costamagna, y contigo bendiga y conserve en buena salud a todos 
nuestros hermanos y hermanas y María Auxiliadora os guíe a todos por el camino del Cielo. Amén. 

Rezad todos por mí. 

Turín, 10 de agosto de 1885 

Vuestro afmo. amigo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

Es preciso haber conocido de cerca el afecto y la docilidad de nuestros antepasados a don Bosco para comprender plenamente la 
importancia que don Santiago Costamagna dio a estas paternales amonestaciones. He aquí en qué términos se las agradecía al amado Padre 
el día once de noviembre: «Le quedo muy agradecido por la preciosísima carta de cuatro páginas que V. P. se dignó escribirme de su puño 
y letra, pese a su delicada salud. íQué satisfecho me ha dejado! Le prometo, en nombre de mis hermanos, que será el tema de muchas 
conferencias y que la consideraremos siempre como una prenda de amor, que quiso enviarnos nuestro querido Padre en su vejez». 

Y no fueron sólo palabras. Don José Vespignani decía que fueron muchos los que copiaron la carta; que algunos quisieron agradecer 
personalmente a don Bosco tan saludables advertencias, prometiéndole practicar escrupulosamente el sistema preventivo; que varios, 
sintiéndose con más defectos o encontrando mayor dificultad para ser caritativos y pacientes, se obligaron a ello con voto, considerado por 
ellos como un cuarto voto salesiano y renovado cada mes al hacer el ejercicio de la buena muerte. El mismo don José Vespignani solía 
repetir que a esta carta de don Bosco ((630)) se atribuía la prosperidad espiritual y material de la Inspectoría Argentina. Estuvo, pues, muy 
inspirado don Santiago Costamagna al dar la máxima publicidad al 
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texto de la carta y a cada una de las partes de su contenido, multiplicando sus copias y haciendo de ella tema de conferencias, circulares y 
sermones a los Hermanos. 

Bueno será añadir aquí a las dos cartas anteriores una tercera dirigida por aquellos mismos días al Director del colegio de San Nicolás de 
los Arroyos, porque, además de llevar aproximadamente la misma fecha, revela también las mismas preocupaciones. 

Mi querido Tomatis: 

Raras veces recibo carta tuya, por lo que pienso que tienes mucho que hacer, y así lo creo; pero me parece que no debes descuidar en 
medio de tus ocupaciones dar noticias tuyas a tu querido don Bosco. »Preguntas qué vas a escribir? Pues mira. Escribe sobre tu salud y la 

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de nuestros hermanos; si se observan fielmente las reglas de la Congregación; si se hace y cómo se hace el ejercicio de la buena muerte. Di 
el número de alumnos y las esperanzas que te ofrecen de éxito. »Haces algo para cultivar las vocaciones, esperas sacar alguna? »Sigue 
siendo monseñor Ceccarelli verdadero amigo de los Salesianos? Recibiré con placer estas respuestas. 

Como mi vida camina a paso acelerado hacia su término, quiero escribirte en esta carta las cosas que te recomendaría en los últimos días 
de mi destierro. Mi testamento para ti. 

-Querido Tomatis, ten grabado en la mente que te has hecho salesiano para salvarte; predica y recomienda a todos nuestros hermanos la 
misma verdad. 

Recuerda que no basta saber las cosas, sino que hay que practicarlas. Dios nos ayude a fin de que no sean para nosotros las palabras del 
Salvador: Dicunt enim et non faciunt. Procura mirar tus asuntos con tus ojos. Cuando uno comete faltas o tiene descuidos, avísale en 
seguida y no aguardes a que se multipliquen los males. 

Con tu ejemplar manera de vivir, con la caridad en el hablar, en mandar, en soportar los defectos ajenos, se ganarán muchos para la 
Congregación. Recomienda constantemente la frecuencia de los Sacramentos de la confesión y comunión. 

Las virtudes, que te harán feliz en el tiempo y en la eternidad, son la humildad y la caridad. 

Sé siempre el amigo, el padre de nuestros hermanos; ayúdales todo lo que puedas en las cosas espirituales y materiales; pero que sepas 
servirte de ellos en todo lo que puede contribuir a la mayor gloria de Dios. 

((631)) Cada uno de los pensamientos que expreso en esta carta necesita alguna explicación; tú puedes hacerla para ti y para los otros. 

Dios te bendiga, mi siempre querido Tomatis; un cordialísimo saludo para todos nuestros hermanos, amigos y bienhechores. Diles que, 
cada mañana, en la santa misa rezo por ellos y que me encomiendo humildemente a las oraciones de todos. 

Haga Dios que después podamos un día alabar el santo nombre de Jesús y de María en la eterna bienaventuranza. Amén. 

Dentro de poco te escribiré o haré que te escriban otras cosas de alguna importancia. 

María nos tenga a todos firmes y nos guíe por el camino del cielo. Amén. 

Mathi, 14 de agosto de 1885 

Vuestro afmo. amigo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

Seguramente no ha pasado inadvertido a los lectores con cuánta insistencia recomienda don Bosco el cuidado de las vocaciones. El día 
cinco de noviembre le hacía observar don Domingo Tomatis sobre este particular: «Desgraciadamente se buscan las vocaciones con 
poquísimo éxito. Es raro que un padre permita que su hijo se haga sacerdote; ésta es la razón por la que, a pesar de los muy florecientes 
colegios de los Jesuitas, Franciscanos, Paúles y otros, los sacerdotes, que trabajan por estas tierras son casi todos extranjeros; algunos de 
los de aquí que eran buenos fueron enviados a Roma a estudiar y han vuelto sacerdotes. Cada año ingresan en el Seminario veinte 
muchachos y se salen dieciocho o diecinueve; si llega alguno a ordenarse es español o italiano. Por este lado, estamos peor que en tierra de 
infieles. Hay que exceptuar algunas provincias, como Córdoba, donde las vocaciones son algo más abundantes. De San Nicolás ya han 
salido hasta la fecha cuatro o cinco Salesianos y están en Buenos Aires como novicios o profesos trienales. Pero al presente abrigamos 
muchas esperanzas». 

Estas esperanzas se realizarán. También Patagonia dará en este campo óptimos frutos contra las previsiones pesimistas de otros 
religiosos, que trabajaban desde hacía muchos años en la República. Como habían fracasado siempre sus experiencias en Buenos Aires, 
meneaban la cabeza cuando oían que los nuestros preparaban aspirantes; pero también aquí el espíritu de don Bosco ((632)) superó todas 
las dificultades. Ya desde entonces, el venerando don Mario Migone era una buena primicia. En 1885 fue a Italia con algunos de sus ricos 
parientes, asistió a la fiesta de don Bosco, después de la cual volvió a Buenos Aires, y don José Lazzero escribía de él 1: «También 
América estaba representada por el clérigo Migone, el cual, en los pocos días que estuvo con nosotros, edificó a todos los que tuvieron la 
suerte de verle y tratarle. Si hay en América vocaciones como ésta ya no es el caso de que las hagamos salir de Europa». 

El buen clérigo Juan Beraldi, hoy celoso sacerdote en la casa de Bahía Blanca, había escrito a don Bosco desde Almagro, quejándosele, 
digámoslo así, porque no le escribía. Ciertas angustias de espíritu, unidas a las dificultades inseparables de todos los comienzos, hacían que 
sintiera la necesidad de recibir una palabra de consejo y de aliento del anciano padre de su alma. El Santo le contestó con una de esas carta 

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que son bálsamo para el corazón durante toda la vida. 

1 Carta a monseñor Cagliero, Borgo san Martino, 3 de julio de 1885. 
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Mi querido Beraldi: 

He recibido tu gratísima cartita de agosto. No pierdas la calma si no te escribo; ya estoy incapacitado para ello por mis achaques. Estoy 
medio ciego. Y casi no puedo caminar, escribir, ni hablar. »Qué quieres? Soy viejo, y hágase la santa voluntad de Dios. Pero rezo cada día 
por ti, y por todos mis hijos, y quiero que todos sirvan con gusto al Señor con santa alegría, aun en medio de las dificultades y molestias 
diabólicas; éstas se ahuyentan con la señal de la Santa Cruz, con el Jesús, María, misericordia; con el Viva Jesús y, sobre todo, con el 
desprecio, con el vigilate et orate y con la fuga del ocio y de toda ocasión próxima. Y en cuanto a los escrúpulos, sólo la obediencia a tu 
Director, a tus Superiores, puede hacerlos desaparecer; no olvides por eso que vir obediens loquetur victoriam. 

Apruebo que promuevas la devoción al Santísimo Sacramento. Haz también por ser y hacer que tus alumnos sean verdaderos hijos 
devotos de María Santísima y amantes de Jesús Sacramentado y, con el tiempo y la paciencia, Deo iuvante, haréis maravillas. 

Animo, pues. Hazlo todo y sopórtalo todo para agradar a Dios, para cumplir su santa voluntad, y te prepararás un tesoro de méritos para 
((633)) la eterna bienaventuranza. No te faltará el apoyo de mis oraciones. Dios te bendiga, bendiga a todos tus alumnos y María Santísima 
Auxiliadora os proteja a todos y os guíe por el camino del cielo. 

Reza también por tu viejo amigo y padre, 

Turín, 5 de octubre de 1885 

Afmo. en J. y M., JUAN BOSCO, Pbro. 

Volvamos ahora a monseñor Cagliero. Hacía escasamente un mes que había desembarcado a orillas del Río Negro, cuando tuvo la 
satisfacción de administrar solemnemente el bautismo a dos muchachos indios de dieciséis a dieciocho años. Uno pertenecía a la tribu de 
Namuncurá y otro a la de Payue. Habían sido arrancados por la fuerza de las armas de los soldados argentinos a sus familias y tribus, 
cruelmente dispersadas, y habían sido colocados, como tantos otros pobres jóvenes de ambos sexos, en casas privadas, donde atendían al 
servicio doméstico. Monseñor, que desde los primeros días de su llegada había establecido contacto con las poblaciones, los conoció, se 
informó de su condición moral y supo que muchos otros indios vivían lo mismo que ellos y estaban sin bautizar. Obtuvo de sus respectivos 
amos que los dos pudieran ser instruidos en las verdades de la fe. Ignoraban el español; pero los preparó don Domingo Milanesio, que 
había aprendido su lenguaje indio en las misiones realizadas a lo largo del curso del Río Negro. 

Facilitó mucho su cometido la óptima voluntad de los dos muchachos. Con toda la solemnidad del ritual, recibieron el sacramento del 
bautismo el día de san Cayetano. Eran las dos primeras flores cultivadas 
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por el Vicario Apostólico en el ilimitado campo de su misión, y pensó hacer con ellos un regalo a dos grandes amigos de don Bosco, 
imponiendo a los neófitos el nombre del cardenal Cayetano Alimonda y de Luis Colle. El domingo siguiente les administró la 
confirmación y la primera comunión; después fueron retratados a un lado y otro de Monseñor, y se enviaron copias de la fotografía a don 
Bosco, a Su Eminencia y al Conde 1. ((634)) Por ésta y otras atenciones, el Cardenal dictó y envió a Monseñor una carta con el sello de 
aquella cordial elocuencia totalmente suya 2. 

La impresión producida por aquella ceremonia animó a muchísimos a pedir el mismo favor; entre otros, se presentó el hijo de veinte años 
de un cacique, un mozo alto y membrudo, al que se añadieron seis indias, ya grandecitas. El día señalado, que fue el dieciséis de agosto, 
festividad del santo del Papa, recibieron todos juntos el bautismo. Al hijo del cacique púsole el Vicario Apostólico el nombre de Joaquín 
como homenaje al Pontífice y a las hijas del desierto los de Margarita Bosco, Teresa Cagliero, Manuela y María Fassati, Gabriela Corsi y 
Carolina Callori. La ceremonia se celebró en Viedma con toda la solemnidad posible; a lo largo de la jornada se repitieron ritos sagrados, 
cantos y piezas de música en honor de León XIII. Fue la primera fiesta del Papa, que se celebró en aquellas remotísimas tierras. El Vicario 
envió una relación de todo ello al Padre Santo 3. 

Los bautizos administrados a semejantes grupos de indios, con la imposición de nombres y apellidos de personas beneméritas de don 
Bosco y de los Salesianos, se repitieron a continuación con breves intervalos, puesto que, después de predisponer de esta manera los 
ánimos, Monseñor encargó a algunos que diesen vueltas por el campo y por los centros de población, rogando en su nombre a los amos que 

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le enviaran los indios dependientes de ellos para instruirlos y acristianarlos. 

Don Bosco había recomendado a los misioneros de Patagonia que atendieran sobre todo a la juventud; las condiciones locales 
confirmaron la oportunidad de esta recomendación. Precisamente por esto el activísimo don José Fagnano, secundado por los hermanos y 
eficazmente ayudado por las Hijas de María Auxiliadora, había llevado unos a Carmen y otros a Viedma, a más de cuatrocientos entre 
muchachos 

1 Don José Lazzero escribía a don Antonio Riccardi (Turín, 29 de septiembre de 1885): «La otra (foto) en la que vi entre ellos (los dos 
bautizados) a monseñor Cagliero la hice rehacer por Rollini, que ha realizado un excelente trabajo». Véase más atrás, pág. 475. 

2 Ap. Doc. núm. 77. 

3 Ap. Doc. núm. 95. 
544 

y muchachas de diversa procedencia y de vario color, los cuales acudían allí a las escuelas y a los oratorios festivos. Monseñor encontró, a 
su llegada a estas dos localidades, ((635)) las cosas tan bien encaminadas que, después de visitar aquellas comunidades juveniles en la 
orilla derecha e izquierda del río, exclamó: 

-íAquí tenemos nuestro Oratorio de Turín en pequeño! 

Siguiendo el ejemplo de don Bosco, Monseñor esperaba que, por los hijos, vendría la salvación de los padres. Desgraciadamente los 
hombres, sin excluir a los italianos, habían perdido hasta la idea de las prácticas religiosas. Estaban, como solía decirse por allí 1, «llenos 
de cumplimientos, pero vacíos de sacramentos». El ansia de lucro y el abandono en que habían vivido, durante tanto tiempo, de todo lo 
espiritual, habían producido sus desastrosas consecuencias. 

Ya en cierta ocasión, había dicho don Bosco: 

-Si yo tuviese dos mil sacerdotes para enviarlos a Patagonia y a las Pampas, sabría en qué emplearlos. 

Hubo entonces quien sonrió al oírle decir esto, como si hubiese exagerado; pero los Salesianos, cuanto más exploraban aquellas tierras, 
más se convencían de que las palabras de don Bosco encerraban un gran fondo de verdad. Al recorrer a caballo tan inmensas extensiones, 
encontraban colonias alejadísimas unas de otras y lejos de todo consorcio propiamente civil, que no eran visitadas nunca por el sacerdote y 
casi reducidas, en cuanto a religión, al estado salvaje; además de esto, el país iba camino de poblarse cada día más. Quedaban por 
añadidura numerosas tribus de indios, que se agolpaban a los pies de la Cordillera y a los que nadie buscaba más que para esclavizarlos. A 
la vista de tantas miserias espirituales, don Angel Piccono, enviado en agosto a Viedma para substituir al párroco don Tadeo Remotti, 
enfermo, escribía el veinticinco de aquel mes a don José Lazzero: «Envíen sacerdotes, envíen clérigos, envíen seglares, envíen incluso 
familias enteras, con tal que sean buenas, porque aquí hay infinita necesidad no sólo de catecismo y sermones, sino también de buenos 
ejemplos; esta tierra tiene pan y companage para todos, con tal que se la quiera explorar y trabajar». 

íPobres indios, cuya existencia incluso se hubiera querido ((636)) negar ante el mundo civilizado! Pero los hechos podían más que las 
reticencias burocráticas. La Nación de Buenos Aires publicaba, en el número del día primero de noviembre, la relación de una discusión 
habida en el Parlamento Argentino, sobre si había indios y cómo se 

1 Carta de don Antonio Riccardi a don Bosco, Carmen de Patagones, 20 de agosto de 1885. 
545 

los trataba. En el barrio de la Boca se había producido un bárbaro y escandaloso espectáculo. Un montón de aquellos infelices, 
desembarcados de una nave, estaban militarmente alineados en dos hileras; de un lado las mujeres con sus hijitos, del otro los hombres. 
Las mujeres estaban deshonestamente vestidas; pero no fue esto lo que causó mayor horror. Llegado el momento de repartir a aquellos 
desgraciados entre los compradores, se arrancaba a los pequeños de sus madres entre el llanto desesperado de unos y otras. Una multitud de 
gente asistía a la vergonzosa escena. Dos diputados tuvieron el valor de alzar la voz en la Cámara, en nombre de la humanidad, contra trato 
tan inhumano, y el Ministro de la Guerra se vio obligado a contestar, prometiendo castigar a los responsables. 

Pero durante la discusión parlamentaria salió a la luz otro hecho. 
Cierto diputado denunció a un comandante, que había fusilado a doscientos cincuenta indios, incluídas las mujeres, acribilladas a balazos 
mientras estrechaban contra el pecho a sus hijos para resguardarlos. Actos repugnantes de semejante jaez se perpetraban en la inmensidad 

Fin de Página: 546 


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del desierto patagónico, sin que se tuviese en la Capital el menor conocimiento de ellos. íCuántas veces, manu militari, se juntaba violenta 
y apresuradamente a caravanas de indios, a los que se obligaba a trabajos de esclavos por cuenta de municipios o de particulares, sin más 
recompensa que el mísero alimento! La Nación del día diez de noviembre narraba este episodio. Ciento cincuenta indios viajaban por 
ferrocarril hacia una localidad, donde necesitaban sus brazos. En una estación más allá de Tucumán bajó para apagar la sed el sargento que 
mandaba los soldados de la escolta. En el figón se le acercó un señor y le ofreció una botella de cerveza a cambio de un indiecito. El milita 
agarró la botella con una mano, abrió con la otra la puerta ((637)) del furgón, donde estaban amontonados los indios, echó mano del primer 
muchacho que alcanzó y, sin hacer ningún caso de sus gritos ni de la desesperación de la madre, se lo dio al que se lo había pedido. El tren 
partió y el pobre chiquillo quedó en poder del que lo había comprado por una botella de cerveza. 

Son cosas que no debíamos callar, para que hoy se comprenda mejor cuáles eran las verdaderas condiciones en las que ejercieron su 
ministerio en la misión de Patagonia los primeros Salesianos. Escribía en torno a ellas, con el corazón desgarrado, don Antonio Riccardi, 
secretario de monseñor Cagliero, en una carta del día doce de noviembre a don Juan Bautista Lemoyne, director del Boletín Salesiano: 
«Tendría que contarle hechos atroces sobre cómo tratan las autoridades militares a los pobres indios que caen en sus manos; pero le envío 
546 

un periódico, donde los podrá ver narrados por los mismos diputados en la Cámara. Unicamente añadiré que lo que se dice como sucedido 
una sola vez y solamente con algunos individuos, se puede afirmar con toda verdad que es cosa de todos los días y, poco más o menos, con 
todos los indios. No son considerados ni como bestias. Estas reciben por lo menos el sustento necesario para vivir cada día y no son 
obligadas a trabajar más de lo que consienten sus fuerzas. íAh, si pudiésemos revelar todos los crímenes atroces, las torpezas, las infamias 
cometidas de algunos años a esa parte! Pero, si Dios lo permite, algún día hablará la historia y dará a conocer al mundo quiénes son los 
verdaderos salvajes de Patagonia». 

El día cuatro de noviembre salió Monseñor para la primera misión por el campo con don Domingo Milanesio, un catequista y dos 
coadjutores. El Gobernador, aunque era duro con los misioneros, prestóle la atención de enviarle un soldado, que le sirviese de guía y 
ordenó a los comandantes de los diversos puestos que atendiesen al Obispo. Monseñor estuvo fuera hasta el día treinta y recorrió 
doscientos kilómetros a lo largo del Río Negro. Visitó con resultado satisfactorio diez estaciones, en las que predicó, catequizó y bautizó a 
buen número de indios. Comprobó ((638)) en seguida que, si se quería hacer algún bien en aquellas colonias y tribus, hacían falta muchos 
medios materiales. El misionero podría poner de su parte molestias, fatigas, hambre, sed y más cosas aún; pero, sin buenos caballos, sin 
guías expertos, sin ornamentos y vasos sagrados, sin nada para repartir a las familias, se obtenía muy poco. Para remediar estas 
necesidades, los misioneros hacían continuos llamamientos a la generosidad de los Cooperadores 1. 

Una atrevida avanzada fue la de don Angel Savio, el cual, con un coadjutor, zarpó de Buenos Aires el día veintidós de noviembre y 
navegando hacia el sur desembarcó felizmente, el día veintinueve, en Puerto Santa Cruz, capital en embrión de la provincia homónima y 
situada en la desembocadura del río de este mismo nombre, que señalaba el límite meridional del Vicariato. El Gobernador había pedido a 
monseñor Cagliero un capellán. Monseñor, que no quería mandar a tanta distancia a un sacerdote solo, determinó enviar a don José María 
Beauvoir como capellán y con él a don Angel Savio; pero, previendo dificultades por parte del Gobierno central para conceder autorización 
a éste último, le obtuvo el permiso bajo el título colorado de agrónomo. Y, en realidad, don Angel Savio entendía en agronomía y 

1 Ap. Doc. núm. 96. 
547 

aprovechó más adelante sus conocimientos. El Gobierno, por su parte, como escribía Monseñor, pensaba más en la persecución que en la 
religión. 

Salió, pues, primero el cura agrónomo. Se encontró con un tabuco de madera para habitación. Celebraba la misa en su propia alcoba, 
donde preparaba cada día el altar sobre una mesita y apartando la cama. La población de Santa Cruz se reducía a diez familias, más los 
empleados de la gobernación, los de la comandancia del puerto y los de la comisaría de la colonia; en total un centenar de personas. 

Los indios vivían apartados, en tierras adentro, por el miedo que tenían; pero, de vez en cuando, se acercaban con pieles de guanaco, 
plumas de aves, capas y mantas hechas por ellos para cambiarlas por aguardiente, mate, tabaco, arroz, azúcar y otros productos. ((639)) 
Llegaban en pequeños grupos y sin armas, porque las tribus no querían exponerse al peligro de encontrarse con los soldados y temían ser 
deportados a Buenos Aires. También allí había malos tratos por parte de los civilizados, que los consideraban como bestias, y creían lícito 
servirse de ellos para su propia ventaja. El misionero, por el contrario, pensaba que, si se los trataba con caridad, pronto llegarían a hacerse 
amigos y cristianos. En una de sus primeras excursiones, don Angel Savio se encontró con uno que hablaba español y lo tomó como 
intérprete para acercarse a sus compañeros y hablarles de religión. Nunca habían oído hablar de cosas semejantes y daban indicios de 
escuchar con gusto. En cuanto a su número y al trato que se les daba, escribía a don Bosco el día 6 de enero de 1885: «Aquí hay muchos 
indios, aunque las (Autoridades) en sus relaciones (oficiales) traten de hacerlos desaparecer (...). Se quiere aniquilar a los indígenas; unos 
de una manera, otros de otra. íQuerido don Bosco! Pocas esperanzas hay de que los Gobiernos presten válido apoyo para civilizar a estos 

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desgraciados; mucho es si dejan la necesaria libertad de acción. Teniendo en cuenta las condiciones en que yo estoy aquí, he de proceder 
con mucha cautela. Tal vez más adelante la Providencia presentará medios, y abrirá caminos que yo ignoro». De un modo general ya había 
escrito al Vicario Apostólico 1: «Querido Monseñor, hay mucho mal por aquí abajo». 

Monseñor, a su vez, hubiera podido responderle: 

-También por aquí arriba hay mucho mal. 

Cincuenta años después, nos preguntamos con espanto qué habría sido de Patagonia en el aspecto religioso, si hubiese llegado al 
desarrollo 

1 Carta, Santa Cruz, 26 de diciembre de 1885. 
548 

actual sin que, en los comienzos de su progreso, no hubiese enviado la Providencia denodados operarios evangélicos capaces de cualquier 
sacrificio para vincularla estrechamente a Cristo y a la Iglesia. 

Sin lugar a duda, la vida misionera es esencialmente vida de sacrificio; pero los pioneros de las misiones patagónicas alcanzaron con sus 
sacrificios las cumbres del heroísmo, puesto que tuvieron que hacer muchos muy duros y por mucho tiempo. ((640)) Sin duda que aquellos 
sacrificios fueron escritos por Dios en el libro de la vida; pero sería de desear que, para común edificación, los pudiéramos registrar 
también en el libro de la historia. Algo se ha hecho, aunque tarde, y se está haciendo todavía para conservar su recuerdo; sin embargo, lo 
más sólo Dios lo conoce. 

El afecto de los misioneros por don Bosco y por la Congregación era en aquellos años de dificultades y sufrimientos una fuente perenne 
de santa energía. Es increíble el poder que ejercía en los ánimos acobardados el pensar en don Bosco y en la eficacia de sus oraciones y, 
además, el deseo de aumentar el honor de la naciente Congregación, a la que se sentían tanto más vinculados cuanto más difícil y alejado 
era el puesto asignado a su celo. Ayudaba mucho a mantener viva esta llama el intercambio de correspondencia epistolar, que no habría 
podido ser más íntima ni más frecuente 1. 

Monseñor Fagnano (así llamaremos en adelante a don José Fagnano, Prefecto Apostólico) no veía el momento de embarcarse para las 
islas Malvinas y Tierra del Fuego; pero se vio obligado a diferir la salida hasta el año siguiente. Don Bosco pensaba también en él y en su 
misión; en efecto, en agosto le envió un verdadero programa de vida para su provecho individual y para el ejercicio del apostolado. Es 
también una carta preciosísima. 

Muy querido Fagnano: 

Antes de que salgas para tu gran empresa de la Prefectura Patagónica, donde Dios te tiene preparada copiosísima mies, también yo deseo 
dirigirte unas palabras, que tal vez sean las últimas, del amigo de tu alma. 

En este tu nuevo sagrado ministerio, serás más libre para actuar por ti mismo, ya que estarás lejos de los Hermanos que pueden velar y 
ayudarte en los peligros especialmente espirituales; por eso, tienes que meditar sin descanso y guardar en la mente y en el corazón el gran 
pensamiento: Dios me ve. Dios te ve. El tiene que juzgarnos a mi, a ti y a todos nuestros hermanos y a todas las almas por las que 
trabajamos. 

((641)) En tus excursiones, lo mismo cortas que largas, no mires nunca a las ventajas materiales, sino únicamente a la gloria de Dios. 
Recuerda que tus esfuerzos estén 

1 Valga para muestra una carta de monseñor Cagliero, Ap. Doc. núm. 97. 
549 

siempre encaminados a remediar las crecientes necesidades de tu Madre. Sed Mater tua est Ecclesia Dei, dice San Jerónimo. 

Adondequiera que vayas, preocúpate por fundar escuelas y seminarios menores con el fin de cultivar o, al menos, buscar alguna vocación 
para las Hermanas y para los Salesianos. Además, procura, en todas estas difíciles empresas, ir muy de acuerdo con monseñor Cagliero. 

Tus lecturas diarias sean: nuestras reglas, especialmente el capítulo sobre la piedad, la introducción que yo mismo puse, las 

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deliberaciones tomadas en los Capítulos tenidos en las diversas épocas. 

Ama mucho y esmérate por sostener a los que trabajan por la fe. 

Para facilitar el desempeño de los asuntos, tengo pensado establecer un Vicario Salesiano en América, como deseo hacerlo para los 
Salesianos de Europa. Pero sobre esto, recibirás cartas e instrucciones, si Dios misericordioso concede todavía algún tiempo a mi decrépita 
edad. 

Te encargo formalmente que saludes de mi parte a las monjas, nuestras hermanas, a mis hijos, los Salesianos, y a sus alumnos y les 
comuniques lo que escribo y pueda concernir a su provecho espiritual o material. 

Una cosa más. Guarda celosamente el secreto de cuanto te confíen los hermanos y las hermanas y dales plena libertad y secreto a sus 
cartas, como prescriben nuestras reglas. 

Dios te bendiga, mi siempre querido Fagnano, y contigo bendiga también a todos los Superiores civiles y a los demás, con quienes tienes 
ocasión de tratar; bendiga tus obras, y rezad todos por mí. Espero veros a todos en la tierra, si Dios quiere; pero, con más seguridad, veros 
con Jesús y María en la eterna bienaventuranza. Así sea. 

Turín, 10 de agosto de 1885 

Afmo. amigo en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 

Durante la espera, dedicaba su tiempo a excursiones apostólicas y a la construcción. Construía la iglesia de Viedma, edificaba capillas de 
madera en los centros de población, hacía casas de estilo algo menos patagónico que las otras y, como es natural, contraía deudas, que 
confiaba pagar con ayuda de la Providencia. 

Fácil es imaginar el estilo patagónico, si se piensa que los materiales de construcción eran barro y palos. Así, por ejemplo, el palacio 
episcopal, que era de la misma arquitectura, constaba de dos habitaciones de cinco metros de longitud por seis de anchura y cuatro de 
altura a ras del suelo; ((642)) una para el Obispo y otra para el secretario. Las ventanas, una en cada habitación, cerraban tan bien que, 
cuando soplaba el viento, y era cosa de cada día y cada noche, entraba la arena y cubría cuando menos muebles y pavimento con una capa 
de un centímetro. 

Hacíamos mención de las deudas. También estaba muy endeudado en Buenos Aires el Inspector don Santiago Costamagna; pero le 
asustaba tan poco que abrió casi en el centro de la ciudad una nueva 
550 

casa, convertida después en el actual colegio de Santa Catalina. Había en ella escuelas nocturnas y oratorio festivo, al que acudían en el 
primer mes ciento treinta muchachos, totalmente en ayunas de toda noción religiosa. Había aneja una iglesia, que resultaba muy cómoda 
para reunir a los niños en el catecismo. Don Bosco había dado permiso para aceptar aquella obra en el mes de junio de 1884; pero 
dificultades imprevistas ocasionaron más de un año de retraso. 

Sólo dos meses después de su apertura, pasó aquella casa por una dolorosa prueba. El día once de noviembre murió su director don Juan 
Paseri. Sólo tenía veintiséis años. Dos años antes le había escrito don Bosco: «Te quiero muchísimo en la tierra y te querré más todavía en 
el cielo». Los muchachos le apreciaban tanto que algunos de ellos ofrecieron a Dios su propia vida para que conservara la suya. Hacía siete 
años que trabajaba en América. Su Inspector escribió de él 1: «Moría consciente de no haber dado ningún disgusto a los Superiores y de 
haberlos ayudado siempre a soportar amargas aflicciones; era enemigo declarado de toda remuneración, modesto como un ángel y celoso 
como un apóstol». Una pulmonía fulminante cortó su existencia. Poco antes de expirar exclamó: 

-íQué feliz me siento por morir salesiano! 

Estas palabras eran el eco de las luchas sostenidas con los parientes para no traicionar su vocación 2. Don José Lazzero escribió 3: «La 
pérdida del bueno de don Juan Paseri fue como una grave herida en el corazón de todos, ((643)) y, especialmente, en el de don Bosco». 

De varias partes de América del Sur escribían a don Bosco pidiéndole Salesianos. 

El Gobierno del Ecuador le hizo petición oficialmente por medio de su representante en París, para confiar a los Salesianos la dirección 
de unas escuelas en Quito. Desde la misma República los pedía el Obispo de Coja para Cariamanga y Loja, donde no faltarían casas, 
iglesias ni medios. El Capítulo Superior contestó a todos, en nombre de don Bosco, que por entonces no se podía aceptar, pues faltaba 

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personal, pero que, tan pronto como fuera posible, se iría. Al tratarse este asunto en una sesión del día dieciséis de septiembre dijo don 
Bosco: 

1 Carta a don Bosco, Buenos Aires, 12 de noviembre de 1885. 

2 Para más noticias sobre don Juan Paseri y la actividad de los Salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora en Buenos Aires, 
remitimos a una carta de don José Vespignani (Ap. Doc. núm. 98). 

3 Carta a monseñor Cagliero, Turín, 27 de diciembre de 1885. 
551 

-Estas peticiones tienen que animarnos y convencernos de que nuestra Congregación es bendecida por Dios y por los hombres. Se nos 
invita y nos proporcionan los medios los que nos llaman; de lo contrario, »cómo podríamos ir a fundar en tan lejanos países? Y ved que 
nos lo ofrecen todo, absolutamente todo a nosotros, que carecemos de todo medio. Tenemos la beneficencia, es verdad, que viene a llamar 
a nuestra puerta; no falta la Providencia para esto; pero sólo podemos contar con ella; recursos humanos no contamos con ninguno. 

La divina Providencia no cesaba de descorrer, de vez en cuando, delante de los ojos de Don Bosco el velo de la suerte futura de la 
Sociedad Salesiana en el campo sin límites de las Misiones. 

También en 1885 un sueño revelador vino a manifestarle cuáles eran los designios de Dios para un porvenir remoto. 

Don Bosco lo contó y comentó en presencia de todo el Capítulo Superior la noche del 2 de julio; Don Juan Bautista Lemoyne se apresuró 
a tomar nota. 

Me pareció, dijo el Siervo de Dios, estar delante de una montaña elevadísima, sobre cuya cumbre estaba un Angel resplandeciente de luz 
que iluminaba las regiones más apartadas. Alrededor de la montaña había un extenso reino de gente desconocida. 

El Angel tenía una espada en su diestra que mantenía levantada, ((644)) espada que brillaba como una llama vivísima y con la izquierda 
señalaba las regiones circundantes. Entonces me dijo: 

-Angelus Arfaxad vocat vos ad proelianda bella Domini et ad congregandos populos in horrea Domini. (El Angel de Arfaxad os llama a 
combatir las batallas del Señor y a reunir a los pueblos en los graneros del Señor). 

Su palabra no tenía como otras veces forma de mandato, sino que parecía una propuesta. 

Una turba maravillosa de ángeles, de los cuales no supe ni pude retener el nombre, lo rodeaba. Entre ellos estaba Luis Colle, al cual hacía 
corona una multitud de jovencitos, a los que enseñaba a cantar alabanzas a Dios y él mismo también las cantaba. 

Alrededor de la montaña, a los pies de la misma y en sus laderas, habitaba multitud de gentes. Todos hablaban entre sí, pero su lenguaje 
era desconocido, ininteligible. Yo sólo comprendía lo que decía el Angel. Me sería imposible describir lo que vi. Veía al mismo tiempo 
objetos separados, simultáneos, los cuales transfiguraban el espectáculo que se ofrecía a mi vista. Por tanto, aquello unas veces me parecía 
la llanura de la Mesopotamia, otras un monte altísimo, y aquella misma montaña sobre la cual estaba el Angel de Arfaxad, a cada momento 
tomaba mil aspectos diferentes, hasta convertirse en una serie de sombras vaporosas, pues tales parecían los habitantes que la poblaban. 

Delante de este monte y durante todo este viaje me parecía estar elevado a una altura grandísima, como si me encontrase sobre las nubes 
circundado de un espacio inmenso. »Quién podrá expresar con palabras aquella altura, aquella anchura, aquella 
552 

luz, aquella claridad, en suma, un espectáculo semejante? Se puede gozar de él, pero no se puede describir. 

En éste y en otros recorridos había muchos que me acompañaban y que me animaban y animaban también a los Salesianos para que no se 
detuviesen en su camino. Entre los que me llevaban de la mano y me obligaban, por así decirlo, a seguir adelante, estaba el querido Luis 
Colle y muchos escuadrones de ángeles, los cuales hacían eco a los cánticos de los jovencitos que estaban alrededor de él. 

Me pareció, pues, estar en el centro del Africa en un extensísimo desierto viendo escrito en el suelo con grandes caracteres: «Negros». En 
medio estaba el Angel de Cam, el cual decía: 

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VOLUMEN XVII Página: 553 

-Cessabit maledictum y la bendición del Creador descenderá sobre sus hijos réprobos y la miel y el bálsamo curarán las mordeduras 
causadas por las serpientes; después serán cubiertas las torpezas de los hijos de Cam. 

Todos aquellos pueblos estaban desnudos. 

Finalmente me pareció estar en Australia. 

Aquí había también un ángel, pero no tenía nombre alguno. El guiaba, caminaba y hacía caminar a la gente hacia el mediodía. Australia 
no era un continente sino un conjunto de numerosas islas cuyos habitantes diferían en carácter y formas externas. Una multitud de niños, 
que vivían allí, intentaban venir hacia nosotros, pero se lo impedían la distancia y las aguas que nos separaban. 

((645)) Tendían las manos hacia don Bosco y hacia los Salesianos, diciendo: 

-íVenid en nuestro auxilio! »Por qué no continuáis la obra que vuestros padres han comenzado? 

Muchos se detuvieron; otros, haciendo mil esfuerzos, pasaron en medio de los animales feroces y vinieron a mezclarse con los 
Salesianos, a los cuales yo no conocía y comenzaron a cantar: 

-Benedictus qui venit in nomine Domini. 

A cierta distancia se veían grupos de innumerables islas, pero yo no podía distinguir sus características. Me pareció que todo aquel 
conjunto indicaba que la Divina Providencia ofrecía una porción del campo evangélico a los Salesianos, mas para un futuro lejano. Sus 
fatigas darán su fruto, porque la mano del Señor estará constante con ellos, si saben agradecer sus favores. 

Si pudiera embalsamar y conservar vivos a unos cincuenta Salesianos de los que ahora están entre nosotros, de aquí a quinientos años 
verían qué destino tan estupendo nos reserva la Providencia, si somos fieles. 

De aquí a ciento cincuenta o doscientos años, los Salesianos serán dueños de todo el mundo. 

Nosotros seremos bien vistos siempre, aun de los malos, porque nuestro campo especial es de tal naturaleza que se atrae las simpatías de 
todos, buenos y malos. Habrá alguna mala cabeza que nos quiera destruir, pero serán intentos aislados que no tendrán el apoyo de los 
demás. 

Todo estriba en que los Salesianos no se dejen llevar del amor a las comodidades y de la desgana en el trabajo. Manteniendo solamente 
nuestras obras ya existentes y evitando el vicio de la gula, la Congregación Salesiana ha asegurado su porvenir. 

La Congregación prosperará, aun materialmente, si procuramos sostener y extender el Boletín y la obra de los Hijos de María 
Auxiliadora. íSon tan buenos muchos de estos hijos! Su institución nos dará Hermanos decididos a mantenerse en su vocación. 
553 

Estas son las tres cosas que don Bosco vio más claramente y que mejor recordó y narró la primera vez; pero como expuso sucesivamente 
a Lemoyne, vio mucho más. Vio todos los países, a los que serían llamados los Salesianos con el tiempo, pero en una visión fugaz, 
haciendo un viaje rapidísimo, en el que saliendo de un punto volvía al mismo. Decía que había sido algo así como un relámpago; con todo, 
al recorrer aquel inmenso espacio había distinguido en un momento las regiones, las ciudades, los habitantes, los mares, los ríos, las islas, 
las costumbres y mil hechos que se entremezclaban y un sinfín de espectáculos simultáneos imposibles de describir. Por eso, de todo aquel 
viaje fantástico conservaba un recuerdo poco preciso, no pudiendo hacer de él una ((646)) descripción detallada. Le había parecido que 
tenía al lado muchos que le animaban a él y a los Salesianos a no detenerse en el camino. Entre los más decididos a estimular a los demás a 
proseguir adelante, estaba el joven Luis Colle del cual escribía al padre el diez de agosto: «Nuestro amigo Luis me ha llevado a dar un 
paseo por el centro del Africa, tierra de Cam, decía él, y por las tierras de Arfaxad, esto es, por la China. Si el Señor nos permite una 
entrevista, tendremos muchas cosas de que hablar». 

Recorrió una zona circular alrededor de la parte meridional de la esfera terrestre. He aquí la descripción del viaje, según asegura 
Lemoyne haberla oído de sus labios. Partió de Santiago de Chile y vio Buenos Aires, Sao Paulo, en el Brasil, Río de Janeiro, Cabo de 
Buena Esperanza, Madagascar, Golfo Pérsico, orillas del Mar Caspio, Sennaar, Monte Ararat, Senegal, Ceilán, Hong-Kong, Macao a la 
entrada de un mar sin límites y ante la alta montaña desde la cual se descubría la China; después, el Celeste Imperio, Australia, las islas 
Diego Ramírez, terminando el recorrido con la vuelta a Santiago de Chile. En aquel rapidísimo viaje don Bosco distinguió islas, tierras y 
naciones esparcidas por todos los grados y otras muchas regiones poco habitadas y desconocidas. De muchas de las localidades que había 
contemplado en el sueño no recordaba los nombres; Macao, por ejemplo, la llamaba Meaco. 

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De las regiones más meridionales de América habló con el capitán Bove; pero éste, no habiendo pasado del cabo de Magallanes por falta 
de medios y al haberse visto obligado a volver atrás por varias circunstancias, no le pudo dar alguna aclaración. 

Hemos de decir algo de aquel enigmático Arfaxad. Antes del sueño, don Bosco desconocía quién era; después de él, hablaba en cambio 
de este personaje con bastante frecuencia. Encargó al clérigo Festa buscar en diccionarios bíblicos, en historias y geografías, en periódicos 
554 

con qué pueblos de la tierra había tenido relación aquel supuesto personaje. 

Al fin, creyóse haber dado con la clave del misterio en el primer ((647)) volumen de Rohrbacher, el cual asegura que de Arfaxad 
descienden los chinos. 

Su nombre aparece en el capítulo décimo del Génesis, donde consta la genealogía de los hijos de Noé, que se repartieron el mundo 
después del diluvio. En el versículo veintidós se lee: Filii Sem Elam et Asur et Arphaxad et Lud et Gueter et Mas. Aquí, como en otras 
partes del gran cuadro etnográfico, los nombres propios designan individuos que fueron padres de pueblos, relacionados también con las 
extensas regiones que ocuparon. Así, por ejemplo, Elam, que significa país alto, indica la región de Elimaida, que con Susiana, fueron 
después provincias de Persia; Asur es el padre de los Asirios. Sobre el tercer nombre los exégetas no están acordes al afirmar el pueblo a 
que se refiere. Algunos, como Vigouroux, señalan a Arfaxad la Mesopotamia. De todas formas, estando considerado como uno de los 
progenitores de pueblos asiáticos, siendo nombrado precisamente después de dos de ellos que poblaron la costa más oriental de la tierra 
descrita en el documento mosaico, se puede asegurar que también Arfaxad indique una población que ha de colocarse seguidamente detrás 
de las precedentes, que se extendió cada vez más hacia el Oriente. No sería, pues, improbable que el Angel de Arfaxad sea el de India o el 
de China. 

Don Bosco se fijó de una manera más particular en China diciendo que, en dicho territorio, trabajarían de allí a poco los Salesianos; y 
otra vez dijo: 

-Si yo tuviese veinte misioneros para enviarlos a China, seguro que serían recibidos triunfalmente a pesar de la persecución. 

Por eso, desde entonces se preocupó grandemente de todo lo relacionado con el Celeste Imperio. 

Pensaba con frecuencia en este sueño, hablaba de él con cierta satisfacción y veía en él como una confirmación de los otros sueños que 
había tenido sobre las misiones. 
555 
((648)) 

CAPITULO XXIII 

ANECDOTAS, NORMAS DIRECTIVAS
Y CARTAS


ULTIMADA la crónica de 1885, quedan algunas cositas dispersas, que trataremos de compendiar y ordenar lo mejor posible en este último 
capítulo. Damos preferencia a un manojo de anécdotas que, directa o indirectamente, pertenecen a don Bosco. 

Las enfermedades de su ancianidad, agravadas por largas indisposiciones, no tienen por qué hacernos creer que don Bosco estuviese 
absolutamente extenuado y casi reducido a la impotencia. La dignidad del porte, la veneranda compostura de su rostro y, sobre todo, la 
penetrante viveza de su mirada no lo abandonaron nunca hasta el final de su vida: en aquel cuerpo gastado y agotado, se veía que albergaba 
siempre una alma presente de por sí y que se sobreponía a toda fragilidad. Un día se encontró con él un pastor o ministro protestante, 
bastante conocido en Turín, especialmente por las relaciones que tenía con la Gazzetta del Popolo y por una casa de salud que había abierto 
para atender a los niños. Pues bien, cuando se cruzaron en la acera de la calle, el Santo le clavó una mirada tan fulminante que aquél se 
sintió turbado como por una conmoción imprevista de todo su ser. Se dice que, después de la muerte del Siervo de Dios, se convirtió 1. 

No menos eficaz de lo acostumbrado era siempre su palabra, de lo que nosotros mismos fuimos testigos. La palabra de don Bosco ((649) 
obraba, por así decirlo, incluso a distancia. Un antiguo alumno, apartado del buen camino, estaba dando gravísimos escándalos. Un día 
viajaba con el Santo el inspector don Francisco Cerruti. Tenía éste que hacer transbordo en cierta estación; mientras se apeaba del tren, 
tomóle don Bosco por la mano y apretándosela de modo que lo conmovió, le dijo: 

1 El doctor Laura nos contó este hecho el 14 de abril de 1891, en la sobremesa de la fiesta de la dedicación de la nueva capilla de 
Valsálice. 

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556 

-Te encontrarás con Fulano. Dile que consuele por fin a don Bosco. 

Don Francisco Cerruti se lo prometió y, cuando se encontró con tal señor, le refirió las palabras de don Bosco. Quedóse aquél como 
aturdido y, llevándose las manos a la cara, exclamó nerviosamente: 

-íLo que estoy haciendo! íCuántos disgustos he dado a don Bosco! 

Y no fue una emoción momentánea, puesto que, como contaba don Francisco Cerruti, aquella misma tarde fue a confesarse; después 
mudó de vida, reparó los malos ejemplos y, a partir de entonces, vivió cristianamente. 

»Y qué decir de ciertos rasgos suyos, cuya incomparable finura nunca le faltó a pesar de cualquier decadencia física? Un joven clérigo 
destinado a asistirle especialmente para la correspondencia epistolar, al manifestarle sus propios defectos, le reveló que alguna vez, vencido 
por una curiosidad indiscreta y abusando de la confianza, había leído ciertas cartas que consideraba podían interesarle; le pedía, pues, 
perdón, prometiendo que no haría semejante cosa nunca más. Don Bosco, por toda respuesta, apretó, sonriendo,. contra su pecho la cabeza 
del clérigo, tomó todas las cartas que estaban encima de la mesa y las puso en sus manos. 

Don Esteban Trione fue catequista de la sección de estudiantes en el Oratorio, y tenía entonces frecuentemente la suerte de poder 
conversar con don Bosco, que apreciaba su candorosa y regocijada bondad. Pues bien, recuerda él algunos sucesos de dicho año, dignos de 
mención. 

El primero se refiere a una de las molestias que más hacían sufrir al Santo. Era la época más calurosa del verano y don Esteban Trione 
paseaba con él en la biblioteca. El Siervo de Dios caminaba lentamente y muy recogido en sí mismo, escuchando más que hablando. A 
cierto punto, se detuvo y, encogiéndose de hombros con un movimiento ((650)) convulsivo, se dejó escapar, como si gimiese en sus 
adentros, estas palabras: 

-Si no le llevan pronto a algún sitio, don Bosco, arde, arde... 

Fue cosa de un instante y en seguida se serenó; pero don Esteban Trione comprendió que era víctima de un agudo sufrimiento. Y debía 
ser así, puesto que el eczema que le inflamaba, desde hacía tiempo, la piel de la espalda, se le irritaba por efecto del calor y le producía una 
insoportable picazón. Marchó, después, como ya hemos narrado, a respirar las refrigerantes auras de Mathi. 

Una tarde, en presencia de don Esteban Trione y de Carlos Viglietti, 
557 

sacó del bolsillo tres cosas que siempre llevaba consigo: el rosario, las Rubricae missalis y una cajita metálica con tapadera atornillada, en 
la que guardaba agua bendita. De las rúbricas dijo: 

-Todavía son las de la primera misa. He renovado varias veces la encuadernación. Cada semana leo algún párrafo y, rara vez, sucede que 
no advierta algo que corregir o perfeccionar en la celebración de la santa misa. 

Era una edición Pomba de 1830, en formato pequeño y de doscientas dos páginas. 

Otro día se encontraba don Esteban Trione en la habitación de don Bosco cuando le llevaron el correo. Por entre el montoncito de cartas 
puestas sobre la mesa, asomaba un sobre grande, que seguramente contenía valores declarados. La mano del Santo, casi de un modo 
instintivo, comenzó en seguida por aquél, aproximando el pulgar y el índice para sacarlo; pero, nada más tocarlo, retiró los dedos y, sin 
interrumpir la conversación, comenzó a tomar las cartas por arriba, quitar el sello y abrirlas una tras otra. Acostumbrado a proceder siempre 
con orden en todo, le pareció a don Esteban Trione que, con aquella especie de rectificación, trató de corregir un movimiento que tenía 
algo de imperfecto. 

En uno de aquellos numerosos coloquios, don Bosco le contó, familiarmente, un caso que le había ocurrido a él en tiempos pasados. Le 
dijo: 

-Vino Festa a pedirme una bendición porque le dolían las muelas. Le impartí la bendición, pero no ((651)) recé pidiendo que el mal me 
pasase a mí. Lo hice una vez y tuve tan atroces dolores que me vi obligado a ir de noche al dentista y hacerme extraer la pieza que dolía. 

El Clérigo Festa completó la narración a don Esteban Trione, que le refería la anécdota, y aseguró que, apenas se puso en la cabeza el 
bonete del Santo, se había sentido mejor. 

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Este episodio del bonete nos trae a la memoria otro hecho similar. En 1885, don Bosco estuvo a punto de perder a su confesor. Aquejado 
de gravísima dolencia, efecto de un aflujo de sangre a la cabeza, ocasionado por un agravio que le hicieron ciertos maleantes, don 
Francisco Giacomelli entró en agonía. Aunque ya había recibido la Unción de los enfermos, su hermana, consternada ante el pensamiento 
de tener que perderlo, iba y venía a don Bosco para encomendarlo a sus oraciones, y una vez le presentó un solideo del hermano para que 
lo bendijese. Don Bosco la atendió caritativamente. Vuelta de nuevo a casa, se lo puso en la cabeza al enfermo sin decirle nada. Desde 
aquel momento, don Francisco Giacomelli comenzó a recuperarse y, finalmente, 
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curó del todo. Hay que hacer constar que el Siervo de Dios había tranquilizado a la afligida señora, diciéndole: 

-No muere todavía; tengo que irme yo primero. 

Es más, unos días antes de que don Francisco Giacomelli se metiese en cama, don Bosco le había invitado a comer y, al verle oprimido 
por una profunda depresión, le había dicho para animarle un poco y en presencia de todos los miembros del Capítulo Superior: 

-íEstáte tranquilo, no temas, buen hombre! Te tocará asistir a don Bosco en punto de muerte. 

Y, tal como lo predijo, así sucedió. 

Otra predicción hecha al salesiano don Augusto Amossi se cumplió al pie de la letra. En otoño del 1885, había sido trasladado de Lanzo 
a Randazzo. Como tenía a su madre anciana y enferma, temía fundadamente no poderla volver a ver, ante la dificultad para acudir desde 
Sicilia a Piamonte, dado el caso de un inminente desenlace. Manifestó su pesadumbre a don Bosco, pero él, después de escucharle con 
bondad, le respondió: 

-Vete tranquilamente a Randazzo. Te aseguro ((652)) que, mientras los Superiores te tengan allí, no pasará nada. 

Y luego, parándose un poquito a pensar, añadió: 

-Ahora vas a Randazzo, pero no estarás allí mucho tiempo. Regresarás a Lanzo. 

El joven sacerdote estuvo en Randazzo tres años; en todo aquel tiempo, su madre no empeoró lo más mínimo; en cambio, tan pronto 
como volvió destinado a Lanzo, ella se puso mal de nuevo y falleció el día cuatro de abril de 1889 1. 

Se atribuye el mérito de otra curación a don Bosco. El último día del año 1884, tras una fiebre reumática y un catarro bronquial, el 
teólogo Leonardo Murialdo era atacado por una pulmonía de carácter maligno y los médicos desesperaban de poderla vencer. Los 
Josefinos, consternados, recordando las antiguas relaciones de su Padre con don Bosco, pensaron recurrir a él, con la confianza de obtener 
un milagro. Así, pues, el día ocho de enero, perdida toda esperanza humana para el enfermo, escribieron a don José Lazzero que suplicase a 
don Bosco una bendición especial; llegó inmediatamente la respuesta de que aquella tarde iba don Bosco en persona a llevar la bendición 
pedida.. 

Fue, efectivamente, con don Juan Bautista Lemoyne; entró en la habitación del enfermo, estuvo una media hora con él y lo bendijo. 

1 Carta de don Augusto Amossi a don Juan Bautista Lemoyne, Lanzo, 8 de abril de 1889. 
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Apenas salió, todos le rodearon ansiosos por saber si su fundador moriría. El padre Reffo se lo preguntó. Y don Bosco respondió: 

-Por esta vez, todavía saldrá bien; por lo menos, así lo pienso. Tiene que seguir cuidando esta planta. 

Quería decir su familia religiosa. Los presentes se arrodillaron para que los bendijera y se levantaron con la seguridad de que el teólogo 
Murialdo curaría. 

En efecto, a partir de aquella tarde, mejoró progresivamente. Tres días después, le visitó el cardenal Alimonda y comprobó su buen 
estado, que fue progresando cada día más hasta recobrar la perfecta salud. 

((653)) Conversando después con los Padres de la Comunidad dijo: 

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-Don Bosco y el teólogo Murialdo son dos perlas de mi diócesis 1. 

A finales de mayo, don Bosco recibió de Tolón una carta del canónigo Rouvière, párroco de San Luis, proponiéndole iniciar las gestiones 
para introducir en Roma la causa del jovencito Luis Colle. Uno de los motivos que impelían a aquel eclesiástico a formular tal iniciativa 
era lo que le habían referido en el monasterio del Buen Pastor de aquella ciudad. La Superiora, sor María de Santa Leocadia, en el día 
aniversario de la muerte de Luis, convencida de que sus padres estuviesen en Tolón, se atrevía a escribirles con el fin de suavizar un poco 
su dolor, cuando una voz interior le dijo clarísimamente: 

-Es inútil que les escribas, pues están ahora en Turín, donde don Bosco les proporciona en abundancia los consuelos que necesitan. 

Estas palabras produjeron en la religiosa una certeza tan absoluta que entró una hermana instantes después en su celda y le afirmó con 
total seguridad: 

-No escribo a los señores Colle porque no están aquí, sino con don Bosco en Turín. 

-»Y quién se lo ha dicho a usted, Madre?, preguntó la monjita. 

-Su ángel, el mismo Luis: estoy segura de ello. 

Y así era en verdad. Más tarde, como escaseara el agua en el convento, recurrió la Superiora confiadamente a Luis y parecióle oír de sus 
labios la promesa de que su petición sería escuchada y que llegaría el agua. Y, en efecto, llegó veinticuatro horas después. En 

1 E. REFFO, Il teol. Leonardo Murialdo, Fondatore dei PP. Giuseppini (1828-1900), 3.ª ed. Turín, Tip. «La Salute», 1931, págs. 
306-308. 
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otros apuros, en los que se encomendó con creciente confianza a Luis, obtuvo lo que deseaba. 

Aparte de este motivo ajeno, el abate Rouvière contaba con otro totalmente personal para apoyar su iniciativa. El hijo del conde Colle no 
había tenido nunca más director espiritual que él, que con conocimiento de causa, lo llamaba hijo de bendición y ponderaba su vida santa y 
su muerte angelical. En Roma no se hizo nada; pero lo dicho hasta aquí garantiza, como no se podría hacerlo mejor, la opinión que don 
Bosco ((654)) tenía del joven y sirve no poco para dar credibilidad a cuanto dijimos en el capítulo tercero del volumen XV. 

La siguiente anécdota es anterior, pero la contó Lady Herbert en 1884 en un autorizado periódico londinense 1, y nosotros no tuvimos 
noticia de ella hasta ahora. La escritora, emparentada con el Marqués S. de Turín, escuchó de este mismo la narración del hecho. 

Un joven de buena familia iba irremediablemente a la ruina, debido a tremendas pérdidas de dinero en el juego. Horrorizado ante la idea 
de tener que declararse en quiebra, recurrió al Marqués en demanda de ayuda. El generoso señor le prestó una crecida cantidad. Y entonces 
desapareció, sin dejar rastro de sí ni esperanza de restitución. 

Pasaron así algunos años, cuando un día el Marqués, camino de la estación de Porta Susa, se encontró impensadamente con su hombre de 
bien. íHombre de bien de verdad! La dura lección de la experiencia había producido su efecto: se había entregado a una vida seria y 
laboriosa, había recuperado un buen patrimonio y volvía expresamente a Turín para cumplir su deber devolviéndole el dinero recibido. 

El Marqués continuó su camino, pero el tren ya había partido. Decidido a tomar el tren siguiente, pensó aprovechar las horas de espera 
haciendo una visita a don Bosco. Nótese que no había hablado nunca de aquel asunto con nadie. Apenas penetró en la habitación de don 
Bosco y, antes de que abriese la boca para preguntarle cómo estaba, oyó que le abordaba con estas palabras: 

-Precisamente le estaba esperando... Quiero que me dé el dinero que tiene en ese bolsillo. 

Y, mientras decía esto, le señalaba el bolsillo y la cantidad exacta.El Marqués, fuera de sí por el estupor, exclamó: 

-»Cómo ha podido usted enterarse de esto? Es dinero que he recibido hace pocos minutos del modo más inesperado... »Conoce usted al 
joven conde B.? 

1 The Month, enero 1884, en un artículo rotulado Don Bosco, págs. 43-59. 
561 

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((655)) -No, respondió don Bosco, pero sé que usted tiene la cantidad exacta que necesito para pagar una deuda. Se la devolveré la 
próxima semana. 

-Si es así, dijo el Marqués, aquí tiene usted el dinero. 

Don Bosco le firmó un recibo y, a la semana siguiente, le hizo puntual devolución 1. 

A pesar de que los carismas sobrenaturales, principalmente en los ocho últimos años, acompañaban a don Bosco por doquiera, sin 
embargo, él no dejaba de temer los juicios de Dios, por lo que incluso entonces seguía encomendándose más que nunca a las oraciones de 
los demás para alcanzar la salvación de su alma. Una vez se encomendaba don Bosco en San Benigno a las oraciones de un señor, el cual 
se creyó en el deber de contestarle: 

-Don Bosco, usted no las necesita. 

Entonces él adoptó un talante serio, apuntaron unas lágrimas a sus ojos y dijo con firme convicción: 

-Las necesito mucho 2. 

De las anécdotas pasamos ahora a exponer o, mejor, referir algunos pensamientos de don Bosco, que, al tiempo que nos revelan algunos 
principios que guiaban su modo de obrar, constituyen ciertamente otras tantas normas directivas para todo el que se encuentre en idénticas 
circunstancias. Sacamos estas afirmaciones suyas de las Actas del Capítulo Superior, procurando únicamente disponerlas con cierto orden 
que haga más agradable su lectura. 

((656)) -La organización interna de la Sociedad Salesiana, dijo en la sesión capitular del 24 de febrero, necesita desarrollarse poco a 
poco, a medida que lo exija la naturaleza misma de las cosas. Esta regla de alta prudencia, que él se impuso desde el principio, al ir 
formando y organizando la Congregación, le había servido de guía al 

1 A Lady Herbert se había dirigido don Bosco para que le enviase jóvenes ingleses que dieran señales de vocación religiosa. «Intentamos 
hacerlo, escribe ella en el artículo citado. Un muchacho que le enviamos, aunque excelente por todo concepto, no estaba dispuesto, como 
inglés castizo y pragmático, a creer nada que se saliera de lo ordinario. No llevaba todavía un año en el Oratorio, cuando escribía así a un 
sacerdote, antiguo director espiritual suyo: "Ya sabe usted lo refractario que yo era a admitir las cosas extraordinarias que me habían dicho 
cuando vine aquí. Pero ver es creer, y los milagros extraordinarios que don Bosco hace casi cada día son tan evidentes que sólo un hombre 
ciego y necio no se da cuenta de que está en presencia de uno que, si no es santo, es favorecido ciertamente por Dios de manera 
extraordinaria. Porque él obtiene todo lo que pide en sus oraciones, ya sean medios materiales para llevar a cabo sus grandes empresas, ya 
sean curaciones de males espirituales y temporales"». El joven, cuyo nombre aquí no se dice, era el futuro primer director de la casa de 
Battersea, en Londres, don Francisco Macey. 

2 Summ. Sup. Virt., núm. 6, $ 161, De heroica spe (testigo, don Luis Piscetta). 
562 

preparar el nuevo tipo de noviciado que respondiese a su ideal. A través de una serie de experimentaciones, de las que hemos hablado en 
otra parte 1, se había llegado a crear una casa a propósito para los novicios, la de San Benigno; pero quedaba todavía por conseguir la plena 
regularidad, en lo que también se fue avanzando por grados. Pareció, pues, llegado el momento de organizar las admisiones, estableciendo 
para Italia e islas adyacentes las correspondientes Comisiones, exigidas en los Decretos Pontificios de 1848. Don Bosco había tardado 
tanto, valiéndose de las facultades concedidas por el Papa, como ya hemos dicho varias veces. 

Las Comisiones para admitir al noviciado eran de dos clases: una general con voto deliberativo y otras más, particulares o provinciales, 
con voto simplemente consultivo. Se decidió que la primera estuviese integrada por los mismos miembros del Capítulo Superior; las otras 
deberían ser tantas como las Inspectorías. Pero, como en Italia, sólo tenía casa de noviciado la Inspectoría Piamontesa (abierta, eso sí, a 
novicios de todas las inspectorías), se juzgó que, de momento, sólo era necesario establecer una comisión. Cuando se trató este tema en la 
sesión capitular del día veintitrés de febrero, don Bosco, una vez leídos los dos decretos de Pío IX, observó: 

-Tratándose de la casa de noviciado, hay que dejar a un lado todo rigor en cuanto al modo de establecerla. Así me lo puntualizaron los 
Sumos Pontífices Pío IX y León XIII. Es más, Pío IX consultó esto personalmente a una Comisión de Prelados convocada al efecto. Para 
fundar una casa de noviciado, bastan dos o tres novicios, reunidos en ella, aunque haya además otros cincuenta novicios diseminados acá y 
allá en otras casas, por pedirlo así la necesidad, ya que ellos ((657)) no están entonces materialmente en la casa de noviciado por razones de 
trabajo urgente y no han sido destinados definitivamente a los lugares donde se encuentran. De este modo, resulta fácil poner casas de 

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noviciado, incluso en otras Inspectorías de Italia. 

Se deliberó, pues, que se pudiera tener en cada Inspectoría de Italia una Comisión inspectorial; no obstante, por entonces, se constituyó 
únicamente la Comisión de la Inspectoría Piamontesa, sede del único noviciado de San Benigno. 

Pero este noviciado, según las Reglas, dependía directamente del Capítulo Superior, donde nacían las cuestiones de a quién correspondía 
hacer las gestiones para obtener documentos e informaciones, quién debía convocar la Comisión para el primer escrutinio y quién 

1 Véase Vol. XI, págs. 234 y ss. 
563 

tenía que ocuparse de la aceptación de sujetos procedentes de otras Inspectorías. Don Bosco y el Capítulo declararon y deliberaron el día 
veinticuatro: 1.°, que el Inspector de la Inspectoría de Turín era igual en autoridad a los demás Inspectores y su inspección no sobrepasaba 
los límites de la Inspectoría piamontesa; 2.°, que el Inspector de la Inspectoría piamontesa no comprendía en su jurisdicción la casa del 
Oratorio de San Francisco de Sales, la cual, mientras fuese sede del Capítulo Superior, dependía de éste; 3.°, que el Inspector de la 
Inspectoría piamontesa no tenía jurisdicción sobre la casa de noviciado, sino que ésta dependía directamente del Capítulo Superior, a través 
del Catequista de la Congregación; 4.°, que se eligiese, mientras tanto, una sola Comisión provincial, que examinase a los novicios de toda 
la Congregación. 

Puestas así las cosas, fueron elegidos para formar parte de dicha Comisión ocho miembros, dos de ellos inspectores 1. 

((658)) A decir verdad, de acuerdo con lo legislado, esta elección se debería haber hecho por votación secreta y no se observó este 
detalle; 
pero don Bosco dijo que, por entonces, se trataba únicamente de poner las bases; apreciación con la que él intentaba expresar que, como de 
costumbre, deseaba hacer preceder un período de prueba y, así, llegar después a la sistematización regular y definitiva. 

Quedaban por resolver dos cuestiones, es decir: quién debía recabar los documentos requeridos para la admisión de los novicios, si el 
Director del noviciado o el Inspector de la Piamontesa, y quién tenía que presidir la Comisión provincial. Respecto a la primera, dijo don 
Bosco y aprobó el Capítulo: 

-Recabará los documentos el Director del noviciado, el cual se servirá de los demás miembros de la Comisión para agenciarlos y al 
mismo se entregarán todos los que al propósito llegaren al Capítulo Superior. A su debido tiempo, reunirá la Comisión, que bastará esté 
compuesta por cuatro miembros; por tanto, podrá ir a Liguria y reunir 

1 He aquí los nombres de todos los componentes: 

1. Don Julio Barberis, Director de la casa de noviciado. 
2. Don Francisco Cerruti, Inspector de la Inspectoría ligurina y Director de la casa de Alassio. 
3. Don Juan Bautista Francesia, Inspector de la Inspectoría piamontesa y Director de la casa del Oratorio, sección estudiantes. 
4. Don José Bertello, Director de la casa de Borgo San Martino. 
5. Don Domingo Belmonte, Director de la casa de Sampierdarena. 
6. Don Juan Marenco, Director de la casa de San Juan, en Turín. 
7. Don Luis Nai, Prefecto de la casa de noviciado. 
8. Don Eugenio Bianchi, Maestro de novicios con don Julio Barberis. 
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allí a cuatro de los miembros de la Comisión provincial que ha de constituirse y que pertenezcan a aquella Inspectoría, para no obligarles a 
desplazarse a Piamonte, con la consiguiente incomodidad, y allí examinar todos los documentos y hacer el primer escrutinio. 

En cuanto a la presidencia, don Bosco resolvió el asunto de este modo: 

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-Debe presidir el Director de la casa de noviciado. No obstante, por ahora, hasta que no esté todo bien organizado, la presidencia la 
ostentará un miembro del Capítulo Superior, a designar; pero éste no formará parte de la Comisión general, según los decretos. 

Sucedía, a veces, que algunos aspirantes aprendices no se sentían dispuestos a inscribirse por la repugnancia que tenían de ir a San 
Benigno. La razón estribaba en que, deseosos de aprender su oficio, advertían que allí faltaban medios y comodidad para ello. Don Bosco, 
oído el reparo, dijo el día veinticuatro de agosto: 

-Tratándose de estudiantes, no haría jamás excepciones; pero, tratándose de aprendices, no tendría dificultad para inscribirlos en ciertos 
casos concretos, dispensándolos de ir a San Benigno. 

No era suficiente aceptar los coadjutores que solicitasen ((659)) ir, sino que también había que buscarlos. 

-Es preciso que encontremos buenos coadjutores, dijo don Bosco el día dieciocho de septiembre. Para ello pongámonos en contacto con 
los párrocos y preguntémosles si hay en sus pueblos algún buen mozo de confianza, de moralidad segura, piadoso y deseoso de retirarse de 
mundo, y roguémosles que tengan a bien dirigirlos a nosotros. 

Don José Lazzero objetó que, más bien, sucedía que los mismos párrocos acudían a los Salesianos para tener a su servicio este tipo de 
personas. 

-Eso no importa, replicó don Bosco, hágase igualmente esta pregunta a los párrocos más conocidos. Don Moisés Veronesi ha hecho así y 
ha logrado tener cierto número de coadjutores verdaderamente buenos y de confianza. 

Ya hemos visto cómo don Bosco sugería, de vez en cuando, normas prácticas para proceder con toda la cautela posible en la admisión al 
noviciado. En la sesión de la tarde del día veinticuatro de agosto, tomó la palabra y dijo así: 

-Cuando se trata de jóvenes que quieren entrar como novicios en la Congregación Salesiana y, especialmente como clérigos, hay que 
hablarles con toda confianza sobre la moralidad. Dígaseles: »Te parece bien que te haga una pregunta? Responderá afirmativamente. 
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Dime, »cómo has estado este año en moralidad, de obras o de pensamientos? »Hace mucho tiempo que te has corregido? O bien: »hace 
mucho que tienes esa costumbre? Si uno hubiese estado manchado hasta los últimos días, es necesario disuadirle de seguir adelante, a 
menos que ofrezca indicios suficientes de vocación y se manifieste en él una voluntad resuelta de acudir a los medios necesarios para 
triunfar. Estad atentos, sin embargo, e id con tiento al interrogar a los tímidos: ayudadles con caridad, pero mirad bien antes con quiénes se 
abren, para no cometer imprudencias. Se puede iniciar así: Si quieres que te dé un buen consejo sobre tu vocación, »me permites que te 
pregunte cómo va tu moralidad? etc. Esta pregunta hay que hacerla siempre en tal examen. 

En la sesión del día siguiente, tocó el tema de la imparcialidad en las admisiones y dijo: 

-Hay que estar muy atentos a la hora de aceptar, ((660)) para no dejarnos sorprender por la benevolencia o la malevolencia; que no sirva 
de norma, para aceptar o rechazar a alguno, la inclinación personal del votante. Digo esto, porque me parece haber notado que algunos han 
sido admitidos por miramientos personales o de amistad. Prefiérase siempre el bien general al particular. No debe pesar en nosotros el 
amor propio y no hay que dejarse llevar por si las personas nos resultan simpáticas o antipáticas. No hay que seguir ideas preconcebidas, 
por si congeniamos o no. Nuestro bien particular no tiene que ver nada con el bien general. 

Respecto a cierta clase de postulantes, los hijos ilegítimos, tenía una palabra de León XIII, que expresó el día trece de julio: 

-Cuando se trata, dijo, de hijos ilegítimos, naturales o bastardos, si son secretos, no hace falta pedir dispensa para ingresar en una Orden 
religiosa; estos defectos quedan anulados con la profesión religiosa. Si hay que pedir esta dispensa, hágase escribir al mismo individuo que 
quiere entrar en Congregación, pero no se exprese en la petición en qué Congregación desea ingresar. Estúdiese, sin embargo, la cuestión, 
desde el punto de vista moral y canónico para saber a qué atenerse. No se olviden nunca las palabras que León XIII dijo a don Bosco a 
propósito de los bastardos: «No permitáis que éstos entren en vuestras casas, pues no sacaréis de ellos más que escándalos y disgustos. 
Guardaos también de admitir a los hijos naturales. Pero, si la Iglesia concede ahora licencia para las ordenaciones de los hijos naturales, la 
da con mucha dificultad y rara vez a los bastardos». 

De todo esto había hecho una especial recomendación a don Celestino Durando el cardenal Guibert, arzobispo de París. Cuando fue 
566 

aquél a la capital francesa, el año anterior, el Purpurado le había dicho que convenía estar muy atentos, especialmente en Francia, ante los 

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que solicitaban entrar en Congregación; es más, antes de aceptarlos, debían informarse seriamente sobre la conducta del padre y de la 
madre y, más aún, estudiar los antecedentes de su familia. Sobre este punto, Su Eminencia había discurrido ampliamente y con énfasis. 

((661)) El día veintiséis de octubre, don Miguel Rúa, en nombre de don Pablo Albera, proponía la admisión de un sacerdote y de un 
clérigo, ambos franceses; parecía que hubiese buenas referencias sobre su conducta. Don Bosco quiso que se averiguase ante todo, dada su 
condición de eclesiásticos, si se habían cumplido los trámites prescritos ante las respectivas autoridades diocesanas. Y, luego, prosiguió 
diciendo: 

-Escríbaseles que se les acepta con sumo agrado por los buenos antecedentes que tienen; pero que, como somos una Congregación 
religiosa, es preciso que antes se cumplan los requisitos mandados por las Reglas. 

Recordemos, sin embargo, que en Francia no tienen vigor los decretos de Pío IX Super statu regularium. 

También don José Bologna proponía a algunos de su casa de Lille como novicios y a otros como aspirantes. El Capítulo los admitió, pero 
surgió después la dificultad de que formaban parte del personal que necesitaba la casa de Lille. »Había que enviarlos necesariamente a 
Santa Margarita o sería válido el noviciado hecho en una casa no destinada a tal finalidad? En otros términos, las casas donde hubiere 
novicios por necesidad de funcionamiento, »podían considerarse como agregadas a las de noviciado? Don Bosco habló así: 

-Cuando aprobó Roma las Reglas, se quería que los novicios transcurriesen un año entero, ocupados en estudiar las Reglas y 
ejercitándose únicamente en las prácticas de piedad. La Sagrada Congregación no quería ceder en este punto. Don Bosco pasó la cuestión 
al Padre Santo. 

-»Y qué, me dijo Pío IX un día, apenas me vio; ha terminado vuestra batalla o acaba de comenzar? 

-Padre Santo, le respondí, depende de Vos disparar el último cañonazo o canon. 

-Id adelante, dijo. El demonio tiene más miedo a una casa donde se trabaja que a otra donde sólo se ora. En éstas reina muchas veces el 
ocio. Hay otras Ordenes que admiten, tras la primera prueba, y envían a sus sujetos a casas donde son destinados al trabajo. »Por qué se le 
ponen tantas dificultades al pobre don Bosco? 
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Después de narrar esto, continuó diciendo el Santo: 

-Por lo demás, seamos ((662)) fáciles para aceptar a un aspirante, salvo el caso en que se trate de un comprobado bribón. Mas, para 
admitir a un novicio, obsérvense todas las formalidades prescritas por la Iglesia. Sin embargo, para nosotros son suficientes los decretos. 
Obsérvese también si, en el aspecto material y moral, pueden éstos resultar de utilidad para toda la Congregación. Si esto no queda claro 
por un lado o por otro, espérese, prolónguese la prueba, no se tenga miedo en ir más despacio. 

El día veintinueve de noviembre, dio cuatro normas especiales para la admisión a los votos. Fueron las siguientes: 1.ª El servicio militar 
inminente, a un año vista por ejemplo, no debe ser obstáculo para la profesión religiosa. Para muchos, es un freno en el ambiente del 
cuartel. Quien pierde la vocación puede ser dispensado y algunos se desligan por sí mismos, no regresando ya a la Congregación. 2.ª. En 
cuanto a los votos trienales, que don Juan Bonetti propone imponer a todos antes de los votos perpetuos, respondo que todo el que no 
estuviese dispuesto a hacer los votos perpetuos, después del año de noviciado, remittatur. Estos podrán esforzarse momentáneamente, pero 
luego estamos como al principio. Se puede hacer excepción cuando se prevé que un individuo será muy útil a la Pía Sociedad y siempre 
que, al mismo tiempo, sea de intachable moralidad. 3.ª. Respecto de la moralidad, téngase mucho más rigor con quien va a recibir las 
órdenes sagradas que con quien desearía hacer los votos. Pero, en ambos casos, siempre rigor. Si se trata sólo de pensamientos y lecturas, 
se podrá ver, esperar, suspender el juicio. Si se trata de acciones consigo mismo y costumbres, entonces mayor severidad; si se trata sólo de 
casos esporádicos, raros, déjese pasar el tiempo y ya se verá. Si se trata de faltas habidas con otros, resulta dificilísimo que uno cambie. La 
recaídas se repiten también cuando el interesado se ha consagrado a Dios. 4.ª. Recuérdese siempre que hoy no se ponen dificultades a los 
que son simplemente ilegítimos; pero, tanto la Iglesia, como el Papa y los Obispos, recomiendan tajantemente que los bastardos sean 
excluidos de las órdenes y de los votos. 

Pasemos ahora a normas más específicas para los ordenandos. Dos recomendaciones hizo don Bosco el día nueve de septiembre, ambas 
((663)) referidas al momento de la petición. En la sesión de la mañana, insistió en la necesidad de que un superior, antes de despedir a un 
clérigo que desea recibir órdenes mayores, lo llamase a un coloquio confidencial para poderle dar un consejo oportuno y no proceder a 
ciegas. 
568 

-Podrá hacerle, dijo, las siguientes preguntas: »Te parece estar bien preparado ante Dios? »Cómo te regulas en cuanto a moralidad? »Has 

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tenido caídas voluntarias? Si contesta afirmativamente, averígüese si fue fruto del hábito o consecuencia de circunstancias extraordinarias. 
Otra pregunta: »Cómo te has conducido con tu confesor? Y, si es el caso de aplazar la decisión, decirle: Mira, esto nos obliga a ti y a mí; 
repárate mejor, etc. 

En la sesión de la tarde, hizo don Bosco esta advertencia para cuando los clérigos tienen que hacer por escrito la petición de órdenes. 

-No hay que pretender que los clérigos, llegado el tiempo, pidan por sí mismos las sagradas órdenes. Es función del Catequista de la 
Congregación el preparar esto y avisárselo a los interesados. 

El día diez de septiembre tocó un tema delicado. Puede siempre acaecer (puesto que somos hombres) que, en vísperas de la recepción de 
órdenes, un clérigo tenga un choque con su superior inmediato. He aquí el pensamiento de don Bosco para estos casos: 

-Cuando se hubieran producido roces entre el ordenando y su superior inmediato, antes de proceder a las ordenaciones, si se trata de 
cosas no esenciales, désele al interesado una nueva oportunidad, enviándolo a otra casa. No es conveniente que, bajo los ojos del superior, 
ofendido con razón o sin ella, se conceda al súbdito esta señal de estimación, admitiéndolo a las órdenes sagradas: parecería como una 
condena infligida a la conducta del superior interesado. 

Una vez que se ha aplazado la recepción de órdenes, »qué norma debe seguir el Capítulo, al enviar a otra casa al sujeto? La fijó don 
Bosco durante la misma reunión, expresándose así: 

-Cuando a un clérigo, con vocación cierta o dudosa, con defectos no graves, pero notables, convenga diferirle las órdenes, dése aviso de 
ello al Director de la ((664)) casa a donde se le envía, para que lo tenga en observación sobre una u otra cosa. Pero, antes de mandar al 
individuo al puesto de destino, dígasele francamente: -Vete, y ten en cuenta que tus defectillos exteriores han sido notificados a tu nuevo 
Director; si él te avisa de algo, no te inquietes, porque somos nosotros quienes le hemos encargado de ello. Sigamos esta norma, cuando se 
trata de uno, cuya vocación es incierta, pero que tiene ingenio suficiente y no hay nada que objetar sobre moralidad. Conviene vigilarlo, 
avisarlo, formarlo y, luego, hacer que vaya adelante. Es, por tanto, necesario hacerle saber que el Capítulo, al informar sobre su conducta a 
Director, actuó por propio deber y por su bien. 

Naturalmente, no era opinión de don Bosco que los antes aludidos exámenes se hicieran la víspera del presbiterado: 
569 

-Recomiendo, sobre todo, dijo el día dieciocho de septiembre, que, cuando un clérigo ha de recibir las sagradas órdenes, se le observe 
bien y se le examine antes de recibir el subdiaconado y se tomen las decisiones en conciencia. Pregúntesele: »Has estudiado? »Cómo ha 
ido tu conducta? »No has perdido inútilmente ningún curso? Hay que exigir moralidad y teología a la vez: que las calificaciones de los 
tratados, de los que se examinó, sean aceptables: que nadie se duerma en los estudios, etc. 

Algunas de sus normas se refieren a los deberes en general o en particular. Podía afectar a todos los hermanos en general esta sabia 
advertencia, hecha el día veinticinco de agosto: 

-Téngase en cuenta que, a veces, uno que parece inepto para un cargo, auxiliado por la gracia de Dios, tiene después éxito, si los 
superiores de una casa le ayudan. 

Menos genérica, mas sí de amplia comprensión, fue esta otra advertencia del día dieciocho de septiembre: 

-Antes que cualquier otra cosa, en la marcha del funcionamiento de los cargos y de los intereses, mírese por la salvación espiritual de los 
clérigos. 

Tenemos, además, instrucciones pormenorizadas para algunos cargos. El día trece de julio, habló con insistencia sobre la necesidad de 
cambiar, cada seis años, a los Directores de las casas. No se le escapaban los inconvenientes que acarreaba semejante determinación, pero 
deseaba que ((665)) esto quedase como un principio práctico, no obstante las excepciones que oportunamente debieran hacerse. El día diez 
de septiembre recordó encarecidamente a los Directores el deber del coloquio espiritual mensual. 

-Hay que insistir, dijo, a los Directores para que no dejen de estimular a que se tenga el coloquio espiritual y, para que sea provechoso, 
preparen anticipadamente lo que deben decir. Es una obligación que algunos olvidan. Ciertos Directores, cuando son reprendidos por este 
descuido, responden: No sé qué decir. »Acaso el preguntar si se hace la meditación, si se estudia, si se asiste a los alumnos, si se tienen 
dificultades en el cumplimiento del propio cargo, no da ocasión y proporciona tema suficiente y fecundo para dialogar? Los Directores 
sensatos bendicen mil veces el momento en que fue instituido el coloquio espiritual. Y, sin embargo, a duras penas se obtiene de algún 
superior que lo haga y a veces no se hace. Es la clave de la buena marcha de la casa y de la Congregación. 

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El día dos de octubre recomendó a los Inspectores y al Catequista hacer frecuentes visitas a las casas; pero que dichas visitas no fueran 
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de simple cumplimiento, sino que se ejecutaran como las reglas disponen. 

El día veinticuatro de septiembre trató de regular algunas atribuciones del Ecónomo General, precisándolas de este modo: 

-El Ecónomo deberá poner por obra lo que la Regla le encomienda y ajustarse a la misma. No tiene por qué vigilar los trabajos, sino a los 
que los llevan entre manos. Entiéndase con las casas para las obras que hay que realizar, pero no mande personalmente ejecutarlas. No 
permita que se haga ninguna obra de albañilería o modificación, si no ha sido aprobada previamente por el Capítulo, y todo ello siguiendo 
un plano preestablecido y claro, que haya sido aprobado por el Capítulo mismo; y procure que los trabajos se ejecuten fielmente según el 
plano presentado. 

El día dieciséis de noviembre se puso a discusión una función del Consejero Escolástico, cargo conferido a don Francisco Cerruti desde 
el día siete de noviembre, en sustitución de don Celestino Durando, que había sido nombrado Prefecto. Entonces los diversos destinos de 
los hermanos, en todas las casas, ((666)) se asignaban a través de cartas firmadas por este miembro del Capítulo; parecía, por el contrario, 
de suma importancia que las obediencias emanasen de la suprema autoridad, cuando se trataba de traslados; mientras que la distribución de 
cargos era mejor reservársela a los Directores de las casas. Don Bosco dijo: 

-Hasta ahora hemos ido adelante con un sistema paternalista; 
pero, de ahora en adelante, convendrá proceder con estilo reglamentario, si se quiere mantener el orden en la Congregación. 

Sin embargo, se suspendió toda propuesta de innovación hasta el inmediato Capítulo General. 

Sobre las nuevas atribuciones de don Miguel Rúa, en su calidad de Vicario, no es preciso añadir nada a lo ya expuesto. Antes incluso de 
que el nombramiento se hiciese efectivo, había declarado don Bosco en Capítulo, el día veintidós de junio: 

-Es necesario que don Miguel Rúa se libere de todo quehacer y esté únicamente a las órdenes de don Bosco; permanezca siempre a su 
lado, ya que don Bosco, tal como está, no puede seguir adelante. Si don Bosco puede delegar todo en don Miguel Rúa, liberado de toda 
incumbencia directa, podrá asesorar con su experiencia y caminar todavía un poco más. Es preciso que alguien se ocupe de la beneficencia, 
con cartas, visitas, no sólo en Turín sino en Génova, Milán, Roma. Hasta ahora lo ha hecho don Bosco, pero ya no es capaz de más y se 
requiere otro que lo haga en su nombre. 
571 

Estas palabras eran como el pregón de la toma de posesión, acaecida cinco meses y medio después. 

Los que quieren casas salesianas en sus pueblos, para animar a la aceptación, frecuentemente insinúan perspectivas de herencias de 
personas ricas sin herederos forzosos. Don Bosco ponía sobre aviso a los Superiores, el día diez de septiembre, advirtiendo: 

-No debemos apoyarnos en ciertas vagas esperanzas de herencias. Las voluntades cambian fácilmente de parecer. Si luego hay que 
abandonar una fundación, estas herencias producirán muchos quebraderos de cabeza. Se convierten en malevolencias y pleitos y pérdidas 
de diverso género. El que quiera testar a favor nuestro, guarde bien lo que es suyo y, al morir, deje en orden sus cosas. Porque, si se ponen 
de por medio los municipios, las leyes los favorecen. 

((667)) En la sesión de tarde de la misma fecha, don Antonio Sala presentó un plano para la construcción de un panteón salesiano en el 
cementerio de Turín y el Capítulo le concedió plenos poderes. Tomando pie de este tema, don Bosco tuvo un oportuno recuerdo de los 
hermanos que ya habían pasado a la eternidad y dijo: 

-Hay que tomar en consideración la tarea de recopilar las biografías de los salesianos difuntos, revisando las reseñas que aún pueden 
completarse y entregándoselas a alguien que las complete. Imprímanse, después, y léanse durante los ejercicios espirituales. Véase quién 
puede dedicarse a este trabajo, para que lo haga más o menos literariamente, pero con responsabilidad; luego distribúyanse ejemplares, por 
Italia y América. Envíense también a Francia, por ahora en italiano; pero, con el tiempo, tradúzcanse a idiomas extranjeros, al español, al 
francés, al inglés, etc. Hay que encargar este trabajo a uno que tenga tiempo y se preste a ello. He tenido en mis manos y hojeado alguno de 
estos folletos con las breves biografías de nuestros hermanos jóvenes y he leído algunas de ellas, donde se exponen sus virtudes, 
saboreando cosas verdaderamente edificantes. No trato de afirmar que estos escritos sean perfectos, pero me conformo con un trabajo 
modesto, al menos por ahora. Para llevarlo a cabo, se podrán encargar personas que, aun sin ser grandes doctores, recojan los datos que 
puedan y escriban como sepan hacerlo. Más adelante se mejorará la tarea. Por ahora, nómbrense estos recopiladores y se comience el 
trabajo. 

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El día dieciséis de septiembre, leyó don Miguel Rúa una circular de un tal Casimiro Mazzo, que publicaba un Annuario d'Italia, en el que 
enumeraba todas las instituciones de beneficencia italianas, ciudad por ciudad, y que habría deseado incluir, en el mismo, breves 
572 

reseñas sobre cada una de las casas salesianas, exigiendo veinte liras por cada colegio. 

-Es una artimaña para hacerse con dinero, observó alguno. 

-Las órdenes religiosas no hacen esa clase de publicidad, añadió otro. 

Don Miguel Rúa estaba a favor de semejantes publicaciones. Don Bosco dejó hablar y, luego, se expresó así: 

-Propongo que se responda que estamos ((668)) siempre dispuestos a tomar parte en todo lo que concierne al bien común, pero que no 
podemos hacer lo que quisiéramos, pues vivimos de beneficencia. 

Sin duda, será indispensable que cada una de nuestras casas adquiera un ejemplar de esta obra. Dígase, pues, que por ahora, nos 
limitaremos a estas dos cosas: 1.ª, adquiriremos algunos ejemplares; y 2.ª, colaboraremos a través de nuestra librería a difundir el libro, con 
tal de que no contenga nada contra la Iglesia Católica. Demos por asentado que nos conviene participar en estos catálogos, siempre que no 
sean contrarios a nuestras instituciones; pero hay que estar muy sobre aviso, pues, a veces en tales libros, hay alguna página contraria al 
espíritu católico. íSaben intercalar tan bien su veneno! Estemos atentos a no cooperar nunca en eso. 

Es interesante para nosotros conocer una manifestación del pensamiento de don Bosco sobre el Boletín Salesiano. Se la hizo a los 
Capitulares en la tarde del día diecisiete de septiembre. Escuchemos, por última vez, su palabra. 

-El Boletín no debe ser una revista particular para cada nación, como Francia, España, Italia, etc... sino el órgano general de todas las 
naciones, es decir, de toda la Obra Salesiana, no en particular, sino en general. Recójanse las noticias de modo que tengan interés para 
todas las naciones y que todas las ediciones en las diversas lenguas sean idénticas. Para ello, imprímase el Boletín en sus diversas lenguas 
en la casa madre, porque así se dará a todos la misma dirección. Es una arma poderosísima que no debe escapar de las manos del Rector 
Mayor. 

Estas palabras de don Bosco, defendiendo la libertad, a la que él no ponía límite para expresar el propio parecer, despertó oposición de la 
que se hizo intérprete don Miguel Rúa, objetando que el Boletín tenía la finalidad de pedir limosnas y que, para estimular a que las dieran 
los que vivían fuera de Italia, convenía aludir a temas locales;que él había escrito a Francia y a América sobre este punto y le habían 
respondido aquellos salesianos que se atendrían a la idea de don Bosco haciendo todo lo posible para obtener este fin, pero que 
573 

ciertos relatos, oportunos ((669)) para el Boletín italiano, serían comprometedores en el español; que, además, para publicar ciertas 
relaciones o festejos suyos, habría que enviarlos a Europa e imprimirlos en Turín y, desde aquí, volver a enviarlos a América; con lo que 
los Cooperadores americanos leerían sus acontecimientos cuatro meses después de sucedidos. Además, ciertos avisos, dirigidos a los 
Cooperadores de aquellas regiones, no sería posible que llegaran a tiempo y tendrían que haber previsto ciertas cosas con cuatro meses de 
anticipación. 

Hubo quien propuso reducir el Boletín a unas páginas menos y añadir suplementos para las exigencias locales; si no siempre, al menos, 
alguna vez. Don Miguel Rúa propuso, sin embargo, que el Boletín constase siempre de dos partes, una de interés general para la Obra 
Salesiana y otra, de interés local, según los países, imitando a los periódicos que tienen la sección de Noticias varias. 

Don Bosco rechazó estas propuestas e insistió diciendo: 

-Sostengo la necesidad de un Boletín único. Mis razones para no dejar de las manos, en toda su extensión, este poderosísimo medio para 
mis fines y la seguridad de que el Boletín puede, a veces, estar expuesto a desviarse del fin que me he propuesto alcanzar con él, me 
confirman en mi opinión. »Qué es lo que agrada a los Cooperadores en el Boletín? La historia del Oratorio y las cartas de los misioneros. 
Redáctense, pues, con este material las otras noticias de conferencias o fiestas en otros países, e incluso en Italia, publíquese un breve 
noticiario compendiado. Si hay algo extraordinario, al publicarlo se agradará a todos, incluso a los extranjeros. Y si hay que hacer alguna 
convocatoria urgente, preocúpense los Salesianos de ponerse en relación con los periodistas católicos y publiquen en sus diarios las 
citaciones y demás reseñas de urgencia. Y, si ni esto resuelve su asunto, recurran a la carta circular. Tal es mi pensamiento. No se olvide 
que el Boletín es el órgano principal de la Obra Salesiana y de todo lo que se relaciona con nosotros, tanto vocaciones como colegios. 

El Santo consideró siempre el Boletín como el mejor vehículo ((670)) de propaganda salesiana; había intuido que una buena publicación 
sería con el tiempo el púlpito más eficaz. No sabemos a ciencia cierta si fue en el 1884 o en el 1885, cuando aquel santo varón, que fue el 

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abogado Bartolomé Longo, fundador de la Obra de Pompeya, fue a ver a don Bosco y, con aquel estilo propio de los napolitanos, le espetó 

-Don Bosco, dígame en seguida su secreto; »cómo ha hecho usted para conquistar el mundo? 
574 

-Querido señor abogado, le respondió, helo aquí: envío el Boletín Salesiano a quien lo quiere y a quien no lo quiere. 

Don Bartolomé cazó al vuelo la idea. El publicaba una revista bimestral titulada El Rosario y la Virgen de Pompeya, pero no había 
imaginado todavía el concepto del poder ya alcanzado por la prensa. De regreso a Valle di Pompei, mejoró la tipografía, aumentó la 
maquinaria y multiplicó los ejemplares de la revista: de cuatro mil en 1884, pasó a setenta y dos mil en los dos lustros siguientes. Por eso, 
don Bosco es considerado allí como el que «marcó el paso a la segunda etapa de la revista y de la tipografía de Pompeya» 1. 

Tenemos quince cartas, guardadas hasta ahora en el archivo por carecer de conexión con los temas precedentes o, en todo caso, 
inoportunas si se intercalaban en otro lugar, que vamos a reproducir aquí finalmente, entrelazadas con un abanico de noticias biográficas 
que traemos para ilustración de aquéllas. 

MISIONES Y GOBIERNOS 

Hemos visto, en el undécimo y vigésimo segundo capítulos, cómo los Gobiernos de Argentina y Uruguay legislaban contra la Iglesia, y 
asestaban sus tiros principalmente contra las corporaciones religiosas. 
Don Bosco, apenas oyó de lejos el tronar de la tormenta, corrió al abrigo, dando instrucciones los dos Inspectores sobre la conducta a 
seguir; entre otras cosas, al acercarse ((671)) el momento del peligro, deberían recurrir a los representantes diplomáticos de Italia en ambas 
capitales. Pero entonces, dadas las relaciones existentes entre el Estado y la Iglesia en Italia, no era tan fácil para los eclesiásticos encontrar 
apoyo ante hombres a menudo sectarios y, generalmente, liberales más o menos ardorosos. Por eso, el Santo se industrió para conseguir de 
Gobierno italiano alguna útil declaración. So pretexto, pues, de implorar una subvención, extendió un memorial sobre las escuelas 
fundadas por él en América y lo remitió al Ministro de Asuntos Exteriores. Ya sabemos lo bien dispuesto que estaba siempre para 
favorecer al Siervo de Dios el israelita piamontés, Santiago Malvano, secretario general de dicho ministerio. A él, pues, dirigió don Bosco 
su escrito, rogándole lo transmitiera a su Ministro, que era el honorable Mancini. 

1 El Rosario y la Virgen de Pompeya, año LI, núm. 5 (sep.-oct. 1934) pág. 280. 
575 

Ilustrísimo señor Comendador: 

Ya sé que Su Señoría ilustrísima aprecia y protege nuestras escuelas de América del Sur y que estará muy al tanto del notable desarrollo 
que van tomando. 

Me limito a recomendarle todo a su reconocida bondad y rogarle muy de corazón al Señor del cielo y de la tierra que le conserve en 
buena salud por el bien de la sociedad civil y, en especial, de tantos compatriotas nuestros que residen en aquellas lejanas y extranjeras 
tierras. 

Con los sentimientos de la más profunda gratitud, tengo el alto honor de poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 9 de febrero de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

El señor Malvano le respondió, con fecha del diez de febrero, acusando recibo y asegurando que no dejaría de presentar dicho asunto 
ante Su Excelencia. En efecto, con gran solicitud, el Ministro escribió a don Bosco la siguiente carta. 

Reverendo Señor: 

Sería muy grato poder atender, según mi deseo, la instancia, que su Señoría Reverendísima ha dirigido a este Ministerio para obtener una 

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subvención en favor de las escuelas que ha instituido en el extranjero; realmente la tarea ((672)) tan positivamente cívica de la instrucción 
en nuestras colonias de emigrantes nunca podrá ser suficientemente alabada. Es lástima que los gastos que, para ese mismo fin, sostiene el 
Ministerio, son tales que absorben casi enteramente los fondos que anualmente vota el Parlamento; y el escaso resto de que dispone, 
después de sufragar todos los subsidios fijos, queda absorbido por los gastos extraordinarios que siempre se presentan con destino a 
remodelación de edificios, suministro de material escolar, etc. 

De todas formas, con el gran deseo de ofrecer a su Señoría Reverendísíma una pequeña muestra del interés que este Ministerio tiene por 
la buena marcha de las diversas escuelas que V. S. ha establecido, sobre cada una de las cuales le agradecería unos breves y concisos datos 
no dudo en poner a su disposición la cantidad de quinientas liras, que su V. S. Rvma. puede retirar de esta caja, a cambio del 
correspondiente recibo y mediante la exhibición de la presente. Reciba las expresiones de mi más cordial consideración. 

MANCINI 

La carta ministerial era cuanto don Bosco pretendía y la cuantía de la suma contaba poco; ésta, sin embargo, acreditaba la carta al 
demostrar cómo el Gobierno de la patria tomaba en consideración la labor que realizaban los Salesianos en América. Y el divulgar esta 
noticia en los países donde amagaban amenazas, no podía dejar 
576 

de producir cierto consuelo a los interesados, como efectivamente sucedió 1. 

HIJAS DE MARIA AUXILIADORA 

Como ya saben los lectores 2, don Bosco no tenía prisa por solicitar de Roma la aprobación de las Reglas del Instituto de las Hijas de 
María Auxiliadora. Tal aprobación tendría como efecto el sustraerlas a la jurisdicción del Santo, en tanto que él consideraba necesario 
seguir teniéndolas todavía bajo su tutela hasta la consolidación de la obra. Añadiremos que don Bosco habría preferido mantener siempre 
o, al menos, el mayor tiempo posible, a las Hermanas bajo la dependencia del Rector Mayor de los Salesianos. Existía entonces un 
significativo ejemplo de semejante dependencia en la Iglesia y era la vigente ((673)) en las Hijas de la Caridad, mantenida constantemente 
bajo la jurisdicción ordinaria del Superior de los Paúles. De este tema trataba un opúsculo del padre paúl Stella, asistente de Italia ante el 
Superior General de París. Esperando, pues, poder recabar de tal publicación algo de luz para su propósito, se la pidió al autor. 

Reverendísimo Señor: 

Tenía la esperanza de verme honrado con una visita de su Señoría Rvma. a nuestro hospicio; pero, como me parece que ello va a ser un 
poco difícil, le hago por escrito mi humilde petición. 

Tenemos en nuestra Congregación la sección de las hermanas, denominadas Hijas de María Auxiliadora, y desearía que tuviese poco más 

o menos, respecto del Superior de los Salesianos, la misma dependencia que tienen las Hijas de la Caridad del Superior de los Paúles. Su 
Señoría podría proporcionarme un importante servicio, prestándome un ejemplar del Opúsculo que, según me dicen, ha hecho imprimir 3. 
Compadezca la escritura de este anciano semiciego; Dios haga florecer la Congregación, que tan dignamente dirige, y, con su gran 
bondad, dígnese también rezar por este pobrecito que será siempre para usted en J. C. 

Turín, 13 de junio de 1885 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Véase más arriba, pág. ((529)). 

2 Véase Vol. XV, pág. 527. 

3 A pesar de las muchas pesquisas realizadas, no hemos logrado hallar un ejemplar de este opúsculo. 
577 

Precisamente, aquel mes de junio, se hacía la segunda edición de las Reglas redactadas por don Bosco en 1876 para las Hijas de María 
Auxiliadora; esto explica su interés por la cuestión de la dependencia. 

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La nueva edición tenía modificaciones notables, pero siempre partiendo de la base de la anterior. La había preparado don Juan Bonetti en 
colaboración con monseñor Cagliero y con el consejo del Capítulo Superior. Antes de llevar el original a la imprenta, fue examinado por el 
cardenal Alimonda, que lo retuvo largo tiempo, pero lo devolvió sin añadir ni quitar una sílaba. Luego don Bosco, diciendo que, al 
formularlas, no había podido hacer sobre ellas ((674)) un atento estudio (lo cual debía servir, sobre todo, para no mostrar desconfianza con 
el trabajo de don Juan Bonetti), quiso que se las leyeran de punta a cabo e introdujo algunas enmiendas. Finalmente, para que no faltase 
nada a la seriedad del trabajo, ordenó que se leyeran al Capítulo en pleno para oír las observaciones de todos. Y así, por distintos caminos, 
se insertaron en ellas diversas modificaciones aptas para mejor conseguir el fin del Instituto, que es la santificación de las Hermanas y la 
salvación de las almas. Ultimada la impresión, se rogó todavía a monseñor Cagliero y a don Santiago Costamagna que las examinasen 
atentamente y anotaran y comunicaran cuanto creyesen oportuno para la tercera edición. Durante los ejercicios espirituales, se retiró el 
texto antiguo y se distribuyó el nuevo 1. 

EL CONDE EUGENIO DE MAISTRE 

Tenemos tres cartas que don Bosco le escribió en 1885. Tenía el Conde varios enfermos en la familia, entre ellos su madre, Carlota du 
Plan de Sieyès. La veneranda señora debía dejar este mundo pocos meses después. En la primera carta, el Santo le consuela y agradece un 
generoso donativo. 

Muy querido señor Conde E. de Maistre: 

El señor Vergan, su representante en Borgo, me ha traído noticias de su familia, que hace mucho tiempo deseaba, pero no tan buenas 
como hubiera sido mi gusto. 

Hemos redoblado las oraciones que diariamente se hacen ante el altar de María Auxiliadora. Y tales plegarias serán muy especiales por 
aquellas personas de su familia a quienes Dios mandó cruces. 

Su aludido agente me entregó un generoso donativo con la caritativa cantidad de 

1 Cartas de don José Lazzero a monseñor Cagliero, Turín, 10 de abril y 9 y 27 de junio de 1885. 
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dos mil francos. Tales regalos son para nosotros verdaderamente excepcionales; por lo cual, corresponderemos con plegarias excepcionales 
al Señor, del que esperamos también bendiciones especiales, ya que fue El quien dijo: Date et dabitur vobis. 

Sí, querido Conde Eugenio, la Santísima Virgen María, que, de tantos modos y tantas veces, bendijo y protegió a toda su familia, querrá 
((675)) seguir mostrándose poderoso y piadoso auxilio de los Cristianos con usted y con toda su familia. 

Hágame la gran caridad de rezar también por mí y por toda nuestra familia, mientras, con la mayor gratitud, tengo el honor y la 
satisfacción de poderme profesar de usted, queridísimo señor Eugenio, 

Turín, día 1.° de marzo de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Llega en este momento la señora marquesa Fassati con la baronesa Ricci, que disfrutan de óptima salud, y me dan las últimas 
noticias de la familia de V. S., al tiempo que me facilitan la dirección exacta para esta carta. 
Mi salud, como tal vez ya sepa, no fue muy buena este año; ahora va un poco mejor y ya he podido salir de paseo un par de veces. Le 
envío unas medallitas de María Auxiliadora, que he bendecido y han estado depositadas sobre el altar de esta piadosa Madre, mientras 
celebraba la misma, especialmente aplicada por sus enfermos. 

El encuentro aquí mencionado sucedió una tarde cuando don Bosco regresaba al Oratorio después de su acostumbrado paseíto. Vio a la 
puerta un lujoso carruaje, del cual descendieron la marquesa Fassati y la baronesa Ricci. Las dos nobles damas hablaron largo rato con él, 
dejándole, al irse, una considerable limosna, para las casas de noviciado. 

En 1884, la marquesa de Fassati se encontraba a punto de muerte. Los médicos, convencidos de que iba a morir de un momento a otro, 

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habían prohibido que entrasen a visitarla personas ajenas a la familia.Sin embargo, la enferma mandó, con gran insistencia, llamar a don 
Bosco. Tras insistentes llamadas, a las cuales conociendo él la prohibición de los médicos, creyó oportuno no acudir, finalmente fue y le 
dio la bendición de María Auxiliadora. La Marquesa le dijo entonces: 

-Estoy dispuesta a hacer lo que María Auxiliadora quiera que yo haga para su mayor gloria. 

Con estas palabras quería decir que ayudaría al Oratorio. Pues bien, desde aquel momento y contra toda esperanza, entró en 
convalecencia, recobró en breve la salud y, después, cumplió escrupulosamente su promesa. A ella dirigió don Bosco una graciosa cartita 
con la que ((676)) le ofrecía un cestito de fruta recogida, según parece, en el huerto del Oratorio. 
579 

Benemérita Marquesa: 

Fruta crecida bajo la sombra y protección de María Auxiliadora. Crezca así su salud y la de su familia. Así sea. 

Sea María nuestra guía hasta el cielo. 

Rece por este pobrecito, que será siempre en J. C. 

Turín, 24 de noviembre de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

El Conde, a su regreso de Francia, donde pasaba algún tiempo durante el verano, antes de dirigirse a Borgo Cornalese, había hecho una 
visita al Oratorio con la esperanza de volver a ver a don Bosco; pero el Santo se encontraba hacía cerca de un mes en Mathi. Cuando éste lo 
supo, escribió con la mayor cortesía al Conde. 

Muy querido señor conde Eugenio: 

Recibo con gran satisfacción la noticia de que, al llegar a Turín, nos obsequió con su deseadísima visita. Espero poder de algún modo 
acercarme a su castillo de Borgo para saludarle; pero, entre tanto, quiero muy de veras hacer en estos días oraciones especiales por usted y 
por toda su familia. 

Que la Santísima Virgen tenga a todos bajo su particular protección y les ayude a seguir en la tierra los virtuosos ejemplos de María hasta 
ir un día todos a hacerle gloriosa corona en el Paraíso. 

Tengo alguna dificultad para escribir, léame, pues, con paciencia. Dígnese rogar por mí y por toda la creciente familia Salesiana, junto 
con la cual tengo el gran honor de poderme profesar en N. S. J. C. 

Mathi, 12 de agosto de 1885 

Humilde y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Para bien de las familias establecidas en Borgo Cornalese, pequeño arrabal de Villastellone, los condes De Maistre mantenían a sus 
expensas un maestro sacerdote, que hacía, al propio tiempo, de capellán del castillo durante la estancia de los Señores. Primeramente había 
estado don Miguel Angel Chiatellino, enviado allí expresamente ((677)) por don Bosco 1; al retirarse éste, hacía falta buscar otro. El 
Conde se lo pidió de nuevo al Siervo de Dios, quien le respondió en estos términos: 

1 Véase LEMOYNE M. B. Vol. IX. pág. 446. 
580 

Queridísimo señor conde Eugenio: 

Con muchísimo gusto me preocupo de buscar un maestro para Borgo. No resulta muy fácil encontrarlo, pero haré cuanto pueda, de 
acuerdo con otros sacerdotes nuestros, y luego le comunicaré el resultado. 

Fin de Página: 581 


VOLUMEN XVII Página: 581 

Le escribo todo esto por si tardáramos en lograr algo. Muy querido Eugenio, rezo cada día por usted y por su familia. Dios les bendiga a 
todos y les conceda salud y santidad, pero siempre por el camino del Paraíso. Amén. 
Turín, 22 de octubre de 1885 
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Los señores Ceriana, de Turín, bienhechores del Oratorio y mencionados muchas veces anteriormente en otros volúmenes, lloraban la 
pérdida de otro hijo suyo 1. Don Bosco les envió su palabra de cristiano consuelo. 

Muy apreciados señores José y Teresa Ceriana-Racca:
Siento con toda mi alma la dolorosa pérdida de su hijo Marcelino, a quien Dios llamó a Sí en los primeros albores de su vida. Adoremos


sus divinos decretos.Pido al buen Dios que les compense con otros consuelos, otros herederos de sus virtudes en la vida futura. 

Que María Auxiliadora les conserve en buena salud, les proteja y obtenga de su divino Hijo días felices. 

Con gran estima, tengo el honor de poderme profesar, 

Turín, 10 de mayo de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((678)) El profesor Miguel Messina, de Nápoles, buen cooperador salesiano, tenía sus cruces. En 1883 había confiado sus cositas a don 
Bosco, de quien recibió una estampita de María Auxiliadora con esta dedicatoria al dorso: 

Muy querido en el Señor: 

Que Dios le bendiga y María le consuele en las penas de la vida. Ayúdele a superar los peligros de este mísero destierro y les lleve a 

usted y a su hermana a gozar un día los verdaderos bienes que el mundo no podrá negarnos ni arrebatar jamás. Así sea. 

Rece por este pobrecito, 

Turín, 17 de noviembre de 1883 

JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Véase anteriormente pág. 338. 
581 

Las cruces seguían afligiéndole dos años después, cuando envió a don Bosco un recordatorio de Tierra Santa. Era una de esas estampas 
adornadas con flores tomadas en los lugares de la Pasión, desecadas y pegadas a cartoncitos de modo que representen diversos temas. El 
Siervo de Dios aprovechó aquel motivo para consolar al donante. 

Muy querido en el Señor: 

Recibo muy agradecido la preciosa corona del Getsemaní, que se digna enviarme y que guardaré como grato recuerdo de usted. íSea ésta 
presagio de la corona que la misericordia del Señor nos dará un día como esperamos en el Paraíso! 

Me entero por su carta de que no le faltan cruces. Haga así. Véngase conmigo. Viviremos como hermanos: pan y trabajo no nos faltarán; 
el consuelo nos lo dará el Señor. »Le parece bien? Que Dios nos bendiga y ayude a sufrir con El por el camino del cielo. Siempre suyo de 
corazón en J. C. 

Fin de Página: 582 


VOLUMEN XVII Página: 582 

Turín, 24 de febrero de 1885 

Afectísimo amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

ORACIONES 

Lo mismo que se recurría a don Bosco personalmente para implorar su bendición, así también de todas partes, incluso de países 
lejanísimos, recibía cada semana centenares ((679)) de cartas, que imploraban la caridad de sus oraciones y de las de sus muchachos. El, 
según los casos y las circunstancias, respondía personalmente o por medio de otros. Las tres contestaciones que aquí presentamos son un 
pobre testimonio de dicha correspondencia, que resultaría riquísima, si fuera posible seguir los rastros; sin embargo, también éstas, unidas 
a las ya publicadas, tienen el valor de preciosas reliquias, salvadas de la dispersión. 

En el mes de febrero, la señora Rosita Ferrerati, de Turín, había pedido un triduo de oraciones para la curación de un hijo suyo, que 
estaba en una situación muy grave y ofrecía muy pocas esperanzas. Ya se le habían administrado los últimos sacramentos y, cuando se 
esperaba con temblor la hora fatal, si no inminente y segura, llegó dirigida al enfermo una estampa de María Auxiliadora con estas líneas 
de puño y letra, firmadas por don Bosco: «Dios le bendiga y la Santísima Virgen le lleve por sí misma una bendición especial. Le 
encomendaré fervorosamente en la santa misa». 

Cuál fue el efecto de todo esto nos lo describe el mismo joven 1: 

1 Relato del abogado Mario Ferrerati, Turín, 21 de enero de 1886. 
582 

«Encontrándome siempre en tan doloroso estado, se reunieron en consulta varios médicos, y mientras les preguntaba mi madre sobre mi 
enfermedad, me llegó la estampa de la Virgen Auxiliadora que amablemente se dignó enviarme don Bosco. Cuando abrí el sobre y leí las 
bonitas frases que me escribió, sentí como una sacudida interior y un gozo que me hacía olvidar mis dolores. Mientras tanto, los médicos 
decían a mi madre que ellos no podían dar un fallo definitivo, pues era imposible hacerme un examen concienzudo (algo que resultaba 
inadmisible, dado mi estado), sin que yo estuviera levantado y sentado en la cama. 

»-»Cómo he de levantarme?, exclamé yo entonces. »Así? 

»Y de repente, me senté en la cama sin ayuda de nadie. Los médicos se miraron unos a otros y quedaron atónitos, exclamando a una voz 
que aquello era un auténtico milagro y que, ((680)) ellos no acertaban a explicarse cómo había podido hacer tal cosa, y recuerdo muy bien 
que ni yo mismo sabía dar razón del hecho». 

La curación, sin embargo, no fue inmediata; pero siguió la mejoría hasta recobrar por completo la salud. La madre voló en seguida a 
contarle la gracia a don Bosco, añadiendo que también sus vecinos habían obtenido favores prodigiosos de María Auxiliadora. Pocos 
minutos después, como atestiguaba el reverendo Festa a don Juan Bautista Lemoyne, hablando el Santo de esto con quien estaba a su lado 
en aquel momento se conmovió y dijo: 

-Verdaderamente se ve que la Virgen es siempre nuestra buena Madre. Son cosas que vemos con nuestros propios ojos, cosas de todos 
los días y de varias veces al día. 

Otra señora, Carolina Gori, cooperadora salesiana de Massa Carrara, le había pedido que celebrara una misa para obtener una gracia 
temporal en favor de una familia de Roma, donde residía entonces la interesada. El Santo le respondió: 

Muy apreciada señora Carolina Gori: 

Con mucho gusto, rezo por el feliz resultado de esa piadosa intención. Haga Dios que todo salga bien y para provecho de la familia que 
usted me recomienda. Celebraré gustosamente la Santa Misa y nuestros huerfanitos harán conmigo oraciones y comuniones con este fin. 

Que Dios nos bendiga y conceda lo que mejor sea para nuestra alma. 

Me encomiendo a la caridad de sus oraciones y me profeso. 

Fin de Página: 583 


VOLUMEN XVII Página: 583 

Turín, 5 de agosto de 1885 

Humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
583 

No se obtuvo la gracia, pero, como escribía la señora al Boletín Salesiano el día 2 de abril de 1891, nació entonces en dicha familia una 
confianza extraordinaria en las oraciones de don Bosco, tanto que, después de su muerte, encontrándose en excepcionales apuros, recurrió 
a María Auxiliadora, poniendo por intercesor al Siervo de Dios y puede decirse que fue casi milagrosamente librada ((681)) de las 
aflicciones que la atormentaban. Todo esto se ve también confirmado por una relación del reverendo Cagn\_li, párroco del Sagrado 
Corazón. 

La señora Maggi Fannio, de Padua, pretendía, ni más ni menos de don Bosco, que mandase a María Auxiliadora que le concediera 
inmediatamente una gracia deseadísima y recibió la siguiente respuesta: 

Respetabilísima Señora: 

Querría mandar a la Santísima Virgen y decirle que le conceda inmediatamente la gracia que desea. Pero no puedo hacer más que 
pedírselo humildemente. 

En este sentido, junto con mis huerfanitos, suplicaré que esta Celestial Madre oiga su súplica, y usted será ciertamente escuchada en 

todas las peticiones que no sean contrarias al bien eterno de su alma, 

Estoy semiciego y escribo con dificultad; compadezca, por tanto, mi mala letra. 

Dios la bendiga, benemérita Señora; acuda en mi ayuda con su caridad y Dios se lo recompensará abundantemente. 

Dígnese, además, rezar por este pobrecito, que será siempre en J. C., su 

Turín, 15 de septiembre de 1885 

Humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

La misma señora, poco después, le envió a Turín una discreta limosna, insistiendo en que le obtuviese la suspirada gracia. Se acusó 
recibo en nombre de don Bosco ausente; pero, cuando él se informó de ello, quiso escribirle de su puño y letra. 

Respetabilísima Señora: 

Me encuentro fuera de Turín, pero creo que se le ha hecho el oportuno acuse de recibo de su generoso donativo de quinientos francos. 

Le renuevo mi más vivo agradecimiento, asegurándole que seguiremos haciendo nuestras humildes plegarias comunitarias y privadas y, 

por mi parte, cada mañana en la santa misa, no dejaré de hacer un memento según su piadosa intención. 

Tengo plena confianza en que obtendrá la gracia que pedimos al Señor, pero siempre con la condición de que nuestra petición no sea 
contraria al bien de nuestras almas. »Le parece bien así? 

Con mucho gusto, pues, celebraré la santa misa según las intenciones que usted manifiesta. 

584 

((682)) Dios la bendiga, benemérita Señora, y, con usted, bendiga a todos sus parientes y amigos, y María guíe a todos hacia el cielo. 

Acepte nuestra sincera gratitud y nuestras oraciones diarias según sus intenciones; Pero tenga la bondad de rezar por este pobre y 

achacoso sacerdote, siempre suyo en N. S. J, C., 
Oratorio de San Benigno Canavese, 2 de octubre de 1885 
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 585 


VOLUMEN XVII Página: 585 

Había llegado desgraciadamente el momento, en que las fuerzas no le bastaban para responder vez por vez de su puño y letra a la petición 
de oraciones; por lo que, en 1885, acudió al expediente de formular ciertas respuestas para diversos casos, litografió un buen número de 
ejemplares y los enviaba a los interesados. Los destinatarios, comprendiendo que aquella letra era ciertamente la suya, tanto si se daban 
cuenta o no de la reproducción litográfica, conservaban aquellas cuartillas como si fueran auténticos autógrafos. Una de dichas circulares 
era de este tenor: 

Muy apreciado Señor: 

Respondiendo a su respetable carta, tengo la satisfacción de asegurarle que rezo con sumo gusto, juntamente con mis queridos 
huerfanitos, por usted y que, según todas sus intenciones, comenzaremos una novena de oraciones y comuniones el día... Dígnese unirse a 
nuestras piadosas plegarias: 1.°, recitando diariamente tres padrenuestros, avemarías, glorias y salves, con las jaculatorias: Corazón 
Sacratísimo de Jesús, ten piedad de nosotros y María Auxiliadora de los Cristianos, ruega por nosotros; 2.°, recibiendo la sagrada 
comunión, fuente de todas las gracias; 3.°, haciendo alguna obra de caridad. 

Encomiendo nuestros pobres muchachos a su generosa caridad y ruego, al Señor que dijo: Dad y se os dará, que recompense 
abundantemente todo cuanto usted haga por ellos, que tanto lo necesitan. 

Tengamos, entre tanto, plena confianza en que nuestras oraciones serán escuchadas del modo más conveniente para el verdadero bien del 
alma. 

Dios le bendiga y la Santísima Virgen nos consuele a todos con su maternal protección. Con particular estima y respeto, quedo de usted 

Día...... 1885 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((683)) AGRADECIMIENTO 

Las cartas de agradecimiento llegadas hasta nosotros forman una serie muy numerosa en el epistolario de don Bosco. He aquí todavía 
algunas. 
585 

A una cooperadora de Villastellone, Clara Giuganino, que le había enviado una limosna, le daba las gracias con esta cumplidísima 
cartita. 

Muy apreciada señora Clara: 

Que Dios bendiga y recompense su caridad. Al acudir en nuestro socorro, ayuda usted a salvar a muchos chicos pobres y abandonados. 
Tenga buen animo y continúe sirviendo al Señor. Yo encomendaré cada día al Señor todos sus asuntos, sus familiares y su alma. 

Pida también por mí, que soy en J. C., 

Turín, 18 de mayo de 1885 

Humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Al acercarse el día veintiséis de julio, escribía a la buena cooperadora Ana Fava, para felicitarle su día onomástico y agradecerle su 
constante generosidad. 

Santa Ana, rogad por nosotros. 

Muy apreciada señora Fava: 

Fin de Página: 586 


VOLUMEN XVII Página: 586 

Dios la bendiga hoy y siempre, y la Santísima Virgen le recompense abundantemente por la caridad que nos ha hecho y hace en favor de 
nuestros huerfanitos. Que santa Ana, además, le obtenga de Jesús la paz del corazón, la tranquilidad de conciencia y la perseverancia en el 
camino del paraíso, juntamente con su doncella, María. 

Espero poder volver a verla en breve personalmente. 

Tenga la bondad de rezar por mí, que el próximo domingo celebraré la misa por usted, de quien me profeso en J. C. 

Fábrica de papel San Francisco, Mathi, 22 de julio de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((684)) El señor Julio Felisi, de San Pedro de Lavagno, en la comarca de Verona, enviaba, de vez en cuando, pequeñas limosnas, 
encomendando, al mismo tiempo, sus intenciones particulares. Su familia conserva dos cartitas de agradecimiento escritas por el Santo en 
el año 1885. En la primera decía don Bosco: «He recibido la limosna que usted nos hace para nuestros misioneros. Dios recompense 
abundantemente su caridad. Rezaremos todos según su piadosa intención». Y en la Segunda: «Con gran agradecimiento, he recibido la 
cantidad que, en su bondad, nos ha hecho llegar, como importe de los boletos de la rifa, organizada en favor de las obras del Sagrado 
Corazón de Jesús en Roma. Dios se lo premie cumplidamente, mientras que yo 
586 

no dejaré de rogar cada día por la buena marcha de su salud y la de todas las personas y asuntos que le afectan». 

Dos cartas, rebosantes de gratitud, dirigió al benemérito ingeniero Levrot, de Niza. El día diecinueve de julio, al dorso de una estampita 
de María Auxiliadora, escribió para él estas líneas: «Oh, María, llevad Vos misma una bendición especial a vuestro hijo, Vicente Levrot, y 
a toda su familia, y sed para todos ellos guía segura hasta el Cielo». En la primera cartita, agradece a él y a otro señor enfermo los 
donativos que ambos le habían hecho. 

Muy querido señor Caballero: 

Creo que, a estas horas, don Miguel Rúa ya habrá dado de mi parte las debidas gracias a usted, querido señor Levrot, y al generoso señor 
Montbrun. 

Mi vista y las demás energías vitales han mermado mucho y apenas si puedo valerme de ellas; sin embargo, la bondad de dicho 
benemérito Señor merece especiales expresiones de gratitud y, también, plegarias especiales a Dios por su salud 1. 

Con este fin, he dispuesto que, hasta Navidad, se celebre diariamente una misa en el altar de María Auxiliadora con las correspondientes 
oraciones y comuniones por parte de nuestros jóvenes. 

Tantas plegarias no resultarán ciertamente infructuosas ante el trono de María y espero abundantes bienes espirituales y temporales para 
nuestro querido enfermo. 

Por lo demás, a usted, señor Caballero, le doy mis humildes gracias por la especial ((685)) protección que nos presta en favor de nuestros 
huerfanitos; y rogando a Dios que conserve a usted y a su familia en buena salud y en su santa gracia, tengo el sumo placer de poderme 
profesar en J. C. 

Turín, 21 de septiembre de 1885 

Afmo. amigo, 

JUAN BOSCO, Pbro. 

La segunda carta anticipa la felicitación de Navidad y año nuevo. Manifiesta también su amistad con el ingeniero por el esfuerzo que ha 
de hacer para escribir con motivo de su salud. 

Muy ilustre y querido señor Caballero: 

Fin de Página: 587 


VOLUMEN XVII Página: 587 

No quedaría satisfecho si no escribiera al menos unas palabras a V. S. carísima. Rezamos cada día por V. S. y su familia; pero, durante 
esta novena, en este final y comienzo de año, deseo que se intensifiquen dichas oraciones y comuniones, a fin de que el Señor les conserve 
a todos en buena salud y en el camino del Paraíso, para que allí se vea ampliamente recompensada la gran caridad que ha hecho y sigue 
haciendo a los pobres Salesianos. 

Quieran ustedes también rezar por mí y considerarme en J. C. 

Turín, 13 de octubre de 1885 

Afmo. y seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.


1 De otra carta de don Bosco a Levrot, se deduce que este bienhechor murió el día primero de agosto de 1886. 
587 

EN FRANCES 

De algunas cartas francesas únicamente poseemos las copias, casi todas ellas, a no dudarlo, con retoques; pero la dicción y el estilo son 
seguramente de don Bosco 1. Tres van dirigidas a la ya conocida cooperadora de Lyon, la señora Quisard. La primera es para felicitarle el 
año nuevo e invitarla a que vaya a Turín para la fiesta de san Francisco de Sales; la segunda abunda en sentimientos piadosos en torno a la 
concesión de conservar el Santísimo Sacramento en su oratorio privado, obtenida por mediación de don Bosco; en la tercera, pide noticias 
de «su salesiano», es decir de su hijo Antonio, que la madre entregaría enormemente contenta. Vemos cómo estas tres cartas ((686)) 
tienden a ser cada vez más cortas, a medida que el declive de fuerzas se hace más ostensible. 

También se han mencionado en estos últimos volúmenes los nombres de las señoras Lallemand, madre e hija, las dos muy devotas de 
don Bosco; a comienzos del año 1885, les enviaba expresiones de su profunda gratitud. Unas dos semanas antes, había confiado 
graciosamente un encargo a su gran amigo, el conde Boulanger de Villeneuve, estimulándole a aceptarlo con un argumento muy original. 
Don Antonio Varaia, director de la casa de Saint-Cyr, necesitaba dinero para pagar a los albañiles. Don Bosco encargaba de ello al Conde y 
le daba todas las facultades necesarias al caso para sufragar todas las deudas que los Salesianos tenían en Saint-Cyr. 

«-»Acepta, señor Conde, le preguntaba, este honroso encargo? Quedo a la espera para conocer su valor y su entusiasmo, no militar, sino 
pecuniario». 

Una sexta carta, a un destinatario que desconocemos, agradece un donativo e invita al donante a ir a Turín. 

Tampoco podemos dejar de aludir a una carta, que don Bosco no escribió, pero que, tal vez, inspiró directamente y firmó. El abate 
Fociéré-Mace, rector de Léhon, en la provincia de Côtes-du-Nord, le había regalado un manual del Via Crucis, compuesto por él, 
encomendándose a sus oraciones para poder llevar a término la construcción de una iglesia. Al agradecerle el obsequio, le anuncia que, en 
el Oratorio, se comenzará una novena a María Auxiliadora según su intención el día catorce de enero. 

Toda la correspondencia de don Bosco transpira confianza en el 

1 Apéndice, doc. núm. 99, A, B, C, D, E, F y G. 
588 

valor de la oración: indicio también éste de la estima y del uso frecuente que habitualmente hacía él de ella. 

El día 30 de agosto de 1885, durante la comida, recayó la conversación sobre la Historia de Italia, escrita por el Santo y sobre el éxito que 
la misma tuvo, a pesar de los comentarios que corrían cuando se ((687)) publicó, cuando hombres, sectas y partidos, en desacuerdo con 
otros temas, se daban la mano para una sola cosa: para atacar a la Iglesia y a sus instituciones. A un cierto punto, don Bosco se explayó 
manifestando cuál había sido su gran secreto para realizar el bien que había hecho y salir ileso en medio de tantas fuerzas adversas: 

-Nunca me he dejado arrastrar por las corrientes del día. Me tracé un plan de acción que tuvo aceptación desde el comienzo de mi 
apostolado; lo seguí en los tiempos vertiginosos y lo continué incluso cuando todo amenazaba inestabilidad. No cambié nunca de método y 
esto ha dado y da todavía los buenos frutos que, con la protección de la Virgen, estamos viendo. 

Fin de Página: 589 


VOLUMEN XVII Página: 589 

Esta conducta no impidió que él tuviera molestias y persecuciones; pero le libró de verse arrollado. Valiente adalid de Jesucristo, militó 
con Dios durante todo el curso de su vida, sin entremeterse en asuntos mundanos y, por haber luchado legítimamente de este modo, 
mereció alcanzar la corona de los vencedores, no sólo en la otra vida, sino también en ésta 1. 

1 Véase 2 Tm 2, 3-5. 

589 
No Existe 
590 

No Existe 

591 
No Existe 
592 
((691)) 

1 (El original en francés)
Don Bosco a la señora Quisard


A 
Caritativa Señora: 
Don Camilo de Barruel está ausente y lleva entre manos nuestros asuntos; por eso, no puedo enviarle los objetos que usted pide. 
Lo que sí puedo es asegurarle mi gran agradecimiento por todas las bondades que usted, señora Quisard, nos prodiga tan a menudo. 
Que Dios la bendiga y, con usted, a toda su familia; y que la Santísima Virgen sea siempre la guía y protectora de mi querido amiguito 

Antonio. 
Los más respetuosos saludos para todos los que le hablan de mí y rece por este pobre sacerdote, siempre suyo en J. C. 
Turín, 8-1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

B 
Señora Quisard: 
Comprendo muy bien, señora, sus sentimientos, que son también los míos. Una casa salesiana para los pobres huérfanos de la ciudad de 

Lyon. Pero hay que rezar todavía un poco. Por mi parte, haré todo lo posible. Mas, con toda prudencia, hay que preparar a la autoridad 
eclesiástica. Mi salud va algo mejor, pero sigo siempre encerrado en mi habitación. 
No dejaré, señora, de rezar cada mañana en la santa misa según sus intenciones. 
((692)) Que Dios la bendiga con su señor y caritativo marido, su familia y todos sus intereses, para su felicidad. 
Que Dios nos conserve en su gracia. Así sea. 
Turín, 16-2-1884 
Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 593 


VOLUMEN XVII Página: 593 

C 

Caritativa señora Quisard: 

Su atenta carta y su generoso donativo nos obliga a aumentar nuestras oraciones y nuestros actos de piedad según su intención. 
593 

Le doy las gracias de todo corazón y seguiremos rezando sin descanso a la Santísima Virgen a fin de que le bendiga, proteja y guíe con 
su familia, y muy especialmente con su marido, en buena salud, y siempre por el camino del Paraíso. 

Mi salud en este momento va algo mejor y los médicos me han dicho que el sábado podré salir para Niza, como pienso hacer. Pero usted 
puede dirigir las cartas siempre aquí, a Turín. 

Con la mayor gratitud y la seguridad de que continuaremos nuestras pobres oraciones, se profesa siempre en J. C. 

Turín, 28 de febrero del 1884 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

2 

Cardenal Ludovico Caverot 

El cardenal Ludovico-María-José-Eusebio Caverot, sucesor de san Potino y de san Ireneo en la iglesia metropolitana y primada de Lyon, 
nació en Joinville, pequeña ciudad de la diócesis de Langres, el 28 de mayo de 1806. Cursó sus estudios en los colegios de Troyes y Dôle y 
los terminó en Saint-Acheux, diócesis de Amiens. Estuvo en París, donde se doctoró en derecho y se empleó por algún tiempo en el 
Ministerio de la Guerra. En 1831 se ordenó sacerdote y fue a Besancon con el cardenal Luis de Rohan Chabot; en 1832 fue vicario de la 
iglesia arzobispal y, tres años después, cura arcipreste de la misma. Desde que entró al servicio de la Iglesia, consagró toda su vida a la 
gloria de Dios y a la salvación de las almas. El ministerio eclesiástico, el estudio, la oración, la predicación, las obras de caridad fueron sus 
ocupaciones sacerdotales y siguieron siéndolo como Obispo y Cardenal. El eminentísimo cardenal Mathieu, una de las glorias de la Iglesia 
en Francia, no tardó ((693)) en reconocer en el bate Caverot la gran virtud que se escondía bajo las más humildes apariencias y lo promovió 
a canónigo en 1841 y en 1846 lo nombró su Vicario General. Su conducta en el ejercicio de este cargo abrióle el camino al episcopado. 

El 20 de abril de 1849, Su Santidad Pío IX, en el consistorio celebrado en Gaeta, después de pronunciar la alocución Quibus quantisque 
procellis malorum contra la República romana, preconizaba a algunos Obispos y, entre ellos, al canónigo Caverot, confiándole la iglesia de 
Saint-Didié. El nuevo Pastor fue a tomar posesión de su diócesis, en la que permaneció veintisiete años. La diligencia y el interés por todo 
cuanto se refería a la Iglesia, la devoción a la Santa Sede, que ya había distinguido entre los eclesiásticos de Francia a Caverot, brillaron 
todavía con más luz; la dulzura y la bondad, con que gobernaba paternalmente la diócesis, le ganaron todos los corazones. Creían en 
Saint-Didié que lo iban a tener por siempre; pero Dios disponía las cosas de otro modo y, cuando fue trasladado a Lyon, la separación de 
tan buen Padre fue sobre manera dolorosa. 

Monseñor Caverot se preocupó en Saint-Didié por los institutos de educación eclesiástica: Autrey y ChÔtel fueron objeto de sus 
atenciones. Promovió las conferencias eclesiásticas y estableció la liturgia romana obligatoria, fundó una caja de socorros para los 
sacerdotes ancianos, promovió la romería al santuario del beato Fourier, apóstol de Lorena, y convocó el sínodo diocesano. 
594 

Fue a Roma, con ocasión de la fiesta para la canonización de los mártires japoneses, y firmó el célebre mensaje que los Obispos allí 
reunidos presentaron al Padre Santo, rindiendo espléndido homenaje a su infalible magisterio, y volvió con ocasión del Concilio Vaticano, 
en el que despertó admiración por su devoción a la autoridad del Papa. 

Al quedar vacante la diócesis de Lyon, por muerte de monseñor Guenouilhac, el gobierno francés, a quien correspondía proponer el 
nombramiento del sucesor, presentó a la Santa Sede al Obispo de Saint-Didié. Pío IX aceptó la elección que habían hecho y, en el 
consistorio del 26 de junio de 1876, monseñor Caverot fue promovido Arzobispo de Lyon y Vienne. Era un nombramiento merecido y fue 
recibido con aplauso universal. No tardó en trasladarse a su archidiócesis y cooperó eficazmente a la inauguración de la nueva Universidad 
católica de Lyon, cuyos comienzos habían sido bien asegurados por monseñor Thibaudier, hoy obispo de Soissons, y que había sido por 
algún tiempo obispo auxiliar y vicario capitular encargado del gobierno diocesano durante la enfermedad y después de la muerte de 
monseñor Guenouilhac. 

Fin de Página: 595 


VOLUMEN XVII Página: 595 

Su Santidad Pío IX creó a monseñor Caverot cardenal presbítero de la Santa Iglesia Romana el 12 de marzo de 1877 con el título de San 
Silvestre in Cápite, y lo llamó para formar parte de la Congregación del Concilio, de Propaganda, del Indice y de las Indulgencias y 
Sagradas reliquias. Fue designado para llevarle ((694)) la birreta cardenalicia monseñor José Fráncica-Nava, camarero secreto de Su 
Santidad; y el Mariscal Mac-Mahón, valiéndose de la facultad concedida por la Santa Sede a algunos jefes de Estado, se la impuso, 
rindiendo con bellas frases el merecido homenaje a las virtudes del novel Purpurado. 

DON BOSCO Il pi¨ bel fiore del collegio apostolico, pág. 230. 

Himno al cardenal Alimonda 

DON BOSCO Y SUS HIJOS APLAUDEN AL UNISONO A SU VENERADISIMO ARZOBISPO, SU EMINENCIA EL CARDENAL 
CAYETANO ALIMONDA, FELICES DE RECIBIR EN EL ORATORIO, EL DIA DE LA FIESTA DE SU PATRONO, AL QUE ES 
VIVO EJEMPLO DE LA SABIDURIA, LA MANSEDUMBRE Y LA CARIDAD OPERANTE DE SAN FRANCISCO DE SALES. 

Esta dicha que miras grabada
En la frente de tantos muchachos
Te dirá que esta hora es la ansiada,
Como un salto o suspiro de amor.


Nuestro anhelo de verte era tanto
Y tan viva y tan larga la espera
Que hoy prorrumpe de amor nuestro canto
Aclamando al ilustre Pastor.


»Quién al verte su pecho no siente
Palpitar de alegría y de afecto?
Tu presencia es cual arco esplendente,
Signo fiel del mejor porvenir.


Si hablas tú, es el amor el que vibra
Con su dardo en tus labios sagrados,
Y el amor mueve el alma y su fibra
Que a Dios alza su afán y sentir.


íAmor eres! Tu pecho enriquece
De ternura la Virgen María,
Y en tus ojos la luz resplandece
Del que arcanos purísimos ve.


Los arcanos de dulce hermosura
Que destella la faz de María;
Tú, testigo de tanta dulzura,
Que Ella da al que la mira con fe.


((695)) íAmor eres! Y el dulce semblante
De Francisco de Sales reflejas.
íCuál será Dios de bueno y de amante
Si tan bueno y amante eres tú!


Eres alba de paz, bella aurora,
Y al errante que vive en tinieblas
Eres cirio de luz redentora


Fin de Página: 596 


VOLUMEN XVII Página: 596 

Que lo guía al redil de Jesús. 

íAmor eres! Y al Padre de Roma
Nos descubre tu idílico canto:
El poder en que el Cielo se asoma,
La alegría que ciñe su sien.


Gloria e imperio que en cielos y tierra
El promueve con brazo divino:
Prisionero, dispersa la guerra
Y somete al potente a sus pies.


íAmor eres! Y el mismo León Trece
Te arrancó con dolor de su lado,
Y cual prenda de amor te ha donado
A este pueblo que está junto al Po.


Aquí el Santo Sudario, memoria;
Aquí la Hostia radiante de gloria
Y la Virgen, Consuelo y Victoria
Contra el mal a sus hijos legó.


Gracias a este santísimo Aarón
Que en ti parte del alma nos dona,
Y al venir de la nueva Sión
Es señal de piedad y de paz.


íVen aquí, entre tus hijos, llamados
Salesianos, porción de María!
La pequeña semilla de un día
Hoy es árbol frondoso y en flor.


No fue cosa de humano destino
Fecundado por nubes terrenas;
Fue de Dios el deseo divino
El que este árbol gigante plantó.


((696)) íAmor eres! Extiende tus alas
De ángel sobre este pueblo divinas,
Buen pastor que delante caminas,
Nube, llama, estandarte, blasón.


Caminando contigo, a la meta
Nuestros ojos en ti, irán seguros
Por los arduos senderos oscuros,
Mas siguiendo tus huellas de amor 1.


Discurso del cardenal Alimonda
a los cooperadores de Turín


Muy queridos Cooperadores Salesianos y Cooperadoras, en Roma me ocupaba también de los asuntos de los Salesianos y, cuando 
nuestro querido don Juan Bosco celebraba sus conferencias anuales, en la iglesia de las Nobles Oblatas de santa Francisca Romana en Tor 

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de'Specchi, también yo tomaba parte, decía alguna palabra y hacía alguna exhortación a las personas asistentes. Allí me entretenía en 
conversar con vivo interés en torno a la Obra Salesiana y a su fundador; »quién habría dicho entonces que la divina Providencia me 
enviaría de Arzobispo a Turín, donde esta obra ha nacido y crecido y desde donde se ha difundido por diversas partes para bien de la 
sociedad y de la religión? »Quién habría dicho que yo tendría la suerte de asistir en Turín a las conferencias salesianas a las que asistía en 
Roma y en las que hablaba a título de amistad y religión e intervenir en ellas, no ya como un hermano y amigo 

1 El poeta cantó especialmente el amor, inspirándose en la primera homilía pronunciada por el Cardenal en la Metropolitana el día de su 
entrada, y que fue impresa en la Tipografía Salesiana con el título «Las dulzuras del amor en Roma y en Turín». 
597 

más, sino como pastor y padre? íAh, sí!. Con mucho gusto, acepté la presidencia de esta selecta reunión, porque yo aprecio la obra de los 
Salesianos y, más ahora, que puedo llamarla también obra mía, y espero que don Bosco me permita usar esta palabra. 

»Y de dónde me viene a mí este afecto por la obra de los Salesianos? De que yo debo amar y favorecer todas las obras, que se ajustan al 
espíritu evangélico de Nuestro Señor Jesucristo. Por lo cual, si os demuestro que, en la obra de don Bosco, en la obra de los Salesianos, 
está el espíritu del Evangelio, el espíritu de Jesucristo, quedará demostrado también que debo amarla y favorecerla con todas mis fuerzas. 

1.° La obra amada con predilección por Nuestro Señor Jesucristo, fue la de evangelizar e instruir a los pobres; pobres no sólo de bienes 
materiales, sino de virtudes, con el fin de enriquecerlos con su gracia y hacerlos partícipes de las riquezas celestiales. Por esto, decía el 
Maestro divino que había sido enviado precisamente ((697)) para aleccionar y curar a esta clase de personas: Evangelizare pauperibus misi 
me, sanare contritos corde. 

Ahora bien, ved ahí la gran empresa, que los Salesianos han asumido. Don Bosco, al fundar su obra, se preocupó particularmente de 
socorrer a los pobres en bienes de fortuna, a los pobres de mente y corazón, a los pobres de instrucción religiosa y a los heridos en el alma. 
Desde el principio, sintió en su corazón un gran afecto hacia estos infelices, fue a buscarlos por calles y plazas y ejerció precisamente su 
ministerio para alivio espiritual y material de estos pobrecitos, los cuales, por estar abandonados a sí mismos, por dedicarse a oficios 
vulgares, por vivir oprimidos con la miseria, no se cuidaban de Dios ni de su alma y corrían abocados a la perdición. A este fin, tiende la 
institución de los Salesianos y la caridad de sus Cooperadores y Cooperadoras. Como véis, ésta es verdaderamente una obra según el 
Evangelio; por consiguiente, como Pastor, como Arzobispo, debo amarla y protegerla; y la amo y la protejo. 

2.° Mantengámonos en el espíritu del Señor. El tenía también un amor entrañable a los niños, y éstos se lo tenían a él. Cuando Jesús 
recorría Palestina predicando, corrían a rodearle y lo festejaban. Los apóstoles, temiendo que molestaran al Maestro divino, los apartaban; 
pero esto no le gustaba a Jesús y mandaba que les dejasen acercarse, diciendo: Sínite parvulos venire ad me (Dejad que los niños vengan a 
mí) y que yo los acaricie. 

Don Bosco, a su vez sintió arder en su corazón el amor a los niños, y puso aquí en Turín el campo de su apostólica misión dedicado a 
ellos. Acudieron a él los jovencitos, lo siguieron e hicieron de él la imagen de Jesucristo. Don Bosco y los Salesianos abren colegios para 
niños, escuelas, hospicios y oratorios festivos y se convierten en sus amigos, sus hermanos, sus padres. Es ésta una obra plenamente 
evangélica; y yo debo amarla, porque, además, me interesa muy de cerca. 

Ahora vienen los muchachos con toda libertad a rodear al Pastor, al representante de Jesucristo en la diócesis; no hay apóstoles, que los 
aparten de nuestro lado; pero con todo puede haber un obstáculo que nos impida acariciarlos y bendecirlos. Este obstáculo sería su mala 
conducta, serían las malas pasiones, la envidia, la soberbia, la pereza, la inmoralidad. Mi carácter episcopal me impide abrazar a 
muchachos manchados con el pecado y jovencitos dañados por el vicio. Pues bien, »qué hacen don Bosco, los Salesianos y sus 
Cooperadores? íAh, benditos sean! Ellos se afanan por mantener en la inocencia a estos hijos queridos; ellos los ayudan a combatir y 
vencer sus pecaminosas tendencias; a desalojar los vicios de su mente y de su corazón, si ya han penetrado en ellas; ellos me los hacen 
virtuosos, humildes, afectuosos, obedientes y puros, a fin de que yo pueda, como el Señor estrecharlos contra mi corazón. íOh, 
598 

vengan, vengan a mí estos muchachos santificados de esta manera; vengan, porque quiero estampar en su frente un beso de padre. Pero, 
mientras tanto, es justo que yo ame y proteja la obra salesiana, que me proporciona esta felicísima suerte. 

((698)) 3.° Jesucristo recomienda en el Evangelio la oración y nos asegura que donde están reunidas en su nombre algunas personas se 
encuentra El en medio de ellas: Ubi sunt duo vel tres congregati in nomine meo, ibi sum in medio eorum. Las iglesias de una manera 
particular, los oratorios, las casas de educación, donde se juntan almas piadosas, donde se elevan fervorosas oraciones, donde resuenan 
cánticos sagrados, donde se piensa, donde se habla, donde se trabaja por la gloria de Dios, son las casas del Señor, son los lugares, a los 
que El tiene vueltas sus amorosas miradas, es más, son los lugares, donde El habita y se entretiene como padre en medio de sus hijos e 
hijas: Ubi sunt duo vel tres congregati in nomine meo, ibi sum in medio eorum. 

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-Ahora bien, »qué ha hecho don Bosco con sus Salesianos, con sus cooperadores y con sus cooperadoras? Ha levantado casas, oratorios, 
capillas, iglesias tan hermosas como ésta adonde acuden miles de personas para rezar y cantar himnos al Señor; ha multiplicado los lugares 
donde habita personalmente Jesucristo en el sagrario, lugares donde El reside con su espíritu de bondad y de misericordia, donde concede 
perdón al pecador, perseverancia al justo, alivio al enfermo, ánimo al débil, consuelo al afligido. De esta manera, la obra de don Bosco, la 
obra de los Salesianos ha promovido y promueve eficazmente la práctica de la oración. Ella es, pues, una obra conforme al espíritu del 
Evangelio y, por tanto, yo debo amarla y fomentarla; amarla y fomentarla tanto más cuanto que muchos de estos lugares de oración se 
levantan en esta mi archidiócesis y en favor de las almas confiadas a mi pastoral cuidado. 

4.° El santo Evangelio quiere que todos los hombres formen una sola familia, un solo rebaño bajo un solo pastor y padre; manda, por 
consiguiente, la unidad de fe y condena la discordia en religión, detesta las herejías. El divino Maestro pedía que sus discípulos estuviesen 
por gracia tan unidos de mente y corazón como para formar una cosa sola entre sí, como El y el divino Padre son una sola cosa por 
naturaleza: Ut sint unum sicut et nos. Para obtener esta unidad, El estableció jefes visibles de su religión a san Pedro y a sus sucesores, los 
Pontífices Romanos, y mandó a todo fiel obedecer a su Iglesia, bajo pena de ser considerado como un pagano y un excomulgado: Si 
ecclesiam non audierit, sit tibi sicut ethnicus et publicanus. La unidad de fe y de religión es, pues, según el espíritu del Evangelio; más aún 
es querida y mandada por Jesucristo; por consiguiente, todo el que se industria por conservar esta unidad misma hace algo eminentemente 
evangélico y según la voluntad de Dios. 

Y esto precisamente hace nuestro querido don Bosco. El trabaja con su institución por obtener esta unidad de fe de diversas maneras, 
pero especialmente oponiéndose de cerca a la herejía del protestantismo. Por eso, en Roma, en Florencia, en La Spezia, en Ventimiglia, 
junto a las escuelas e iglesias de los protestantes, se levantan escuelas e iglesias católicas para impedir que estos herejes siembren sus 
errores y perviertan la mente y el corazón de los católicos. ((699)) Aquí en Turín vemos lo mismo; también aquí don Bosco y los 
Salesianos promueven la unidad de fe y combaten la herejía. Recorriendo esta magnífica avenida, encontramos en cierto punto, que una 
capilla, un templo protestante, y nuestro corazón queda dolorido; pero, a los pocos pasos, nos encontramos con alegría esta hermosa iglesia 
de San Juan Evangelista que, por obra de don Bosco y gracias a las aportaciones de sus cooperadores y cooperadoras, está aquí como 
centinela para impedir que avance el error llevando la división y la confusión a las almas de los turineses. Así, pues, la obra de los 
Salesianos 
599 

promueve la unidad de fe y yo debo amarla. »Y qué obispo podrá no amar, es más, no amar con predilección una obra como ésta? 

5.° »Y dejaré yo de hablar de la gran obra de las misiones? Nuestro Señor esucristo envió sus apóstoles a predicar el Evangelio a todo el 
mundo: Euntes in mundum universum, praedicate evangelium omni creaturae. 

Y don Bosco envía también a sus Salesianos a diversas partes de Italia, a Francia, a España, a América y acabamos de oír ahora mismo lo 
que el relator ha contado acerca de lo mucho que están haciendo los Salesianos en la lejana Patagonia. También don Bosco dice a sus hijos 
Euntes docete omnes gentes; y, por su obra, resuena ya la voz del Evangelio y de la fe cristiana en aquellas remotas regiones, y las tribus y 
los pueblos ingresan en el seno de la Iglesia: In omnem terram exivit sonus eorum et in fines orbis terrae verba eorum. 

Y no se diga que don Bosco, al enviar sacerdotes a las misiones extranjeras, los quita a nuestras tierras; puesto que el ejemplo y el 
sacrificio de estos apóstoles influye por un lado beneficiosa y eficazmente en los que quedan, enardece más y más su celo, multiplica su 
acción y, por otro lado, despierta mayor número de vocaciones consagradas a Dios, y nos proporciona más sacerdotes, que vienen a ocupar 
el vacío dejado por los héroes. Procuremos excitar el espíritu de fe y de piedad en las poblaciones católicas, y entonces éstas, como en otro 
tiempo, proporcionarán operarios evangélicos para nosotros y para enviar a los pueblos más apartados, todavía en las sombras de la muerte 
Esto es lo que intenta obtener también la obra de los Salesianos en sus escuelas, y don Bosco envía también sus misioneros a las diversas 
partes del mundo para que, junto con los otros bienes, lleven y hagan nacer y desarrollarse la semilla de las vocaciones eclesiásticas entre 
las otras gentes, proporcionando así a la Iglesia Católica mayor número de goneros del santo Evangelio. Dejemos, pues, que partan de entre 
nosotros los nuevos apóstoles, porque Dios nos recompensará con creces. 

Me parece haberos demostrado suficientemente que la Obra de los Salesianos es una obra según el espíritu del Evangelio, según el 
espíritu de Jesucristo, y así queda también demostrado que yo debo amarla y favorecerla. Es más, todos deben amarla y favorecerla, 
cooperando a su bienestar, haciendo de modo que se desarrolle más y se dilate. No haya quien diga: 

-La obra marcha por sí misma, ya está extendida y no necesita de mi cooperación. 

-No, porque ésta sería una fea palabra; ((700)) palabra que suele asomar a los labios de los que nunca quieren molestarse por la gloria de 
Dios. Precisamente porque la obra marcha, precisamente porque está ya extendida, precisamente porque vemos que Dios la bendice y la 
protege, nosotros tenemos que hacer lo posible por cooperar a su desarrollo, sabiendo que hacemos una cosa que es grata a Dios y útil para 
el prójimo. No cabe duda de que hay que hacer algún sacrificio con la limosna. »Y qué con esto? Se hacen muchos sacrificios parecidos 

Fin de Página: 600 


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por el lujo, por vanas diversiones y, tal vez, también para pecar, y »se querrá rehusar un sacrificio en favor de una obra tan bella? En todo 
tiempo, y hoy más que nunca, para oponerse al mal, para promover el bien hay que molestarse, hay que aguantar sufrimientos e 
incomodidades. Sin ello, no hay mérito ni hay gloria, sin ello la avalancha de los males derribará todo dique y nos ahogará. 

Es oportuno recordar aquí, queridos hijos míos, lo que la Sagrada Escritura nos cuenta del profeta Elías. Este gran hombre había 
trabajado mucho en tiempos dificilísimos por la gloria de Dios y la salvación del pueblo de Israel, pero con escaso éxito; 
600 

por lo que, desalentado, resolvió vivir tranquilo y fue a encerrarse en una cueva. Estaba allí escondido, cuando oyó la voz del Señor que le 
decía: -Quid hic agis, Elia? (»Qué haces aquí, Elías?). Tú estás aquí inactivo, mientras triunfan mis enemigos están abandonados mis hijos 
y es pisoteada mi ley; tú podrías luchar e impedir que mi enemigo arrastre a mi pueblo hasta su ruina total; podrías levantar a los caídos, 
alentar a los cobardes y prepararlos para una espléndida victoria y, en cambio, te encierras. Egrédere, sal de aquí. 

Elías, al oír estas palabras, se avergonzó de sí mismo, salió de la cueva, regresó a su pueblo, volvió a defender con el acostumbrado ardor 
la causa de la religión, sometiéndose a las más duras pruebas. 

También, en nuestros días, hay personas que, al ver en el mundo tantos desórdenes religiosos y sociales, se amedrentan, se desaniman y 
se encierran en sus casas, que no son ciertamente la cueva de Elías, y allí se contentan con lamentar los males de la sociedad; sin 
molestarse, sin poner manos a la obra, sin hacer sacrificio alguno para impedirlos o al menos aminorarlos. Pues yo ahora digo a éstos lo 
mismo que Dios a Elías: 

-Salid, salid de vuestra inercia y, si no sabéis o no podéis bajar al campo de batalla y enfrentaros con los enemigos de Dios, ayudad 
siquiera con vuestras limosnas, con vuestra caridad a aquellos, que se encuentran en el campo y sostienen el peso de la batalla. Favoreced 
las buenas instituciones y, entre éstas, favoreced la obra de los Salesianos, obra según el Evangelio, según el espíritu de Jesucristo. Que os 
anime a esto el pensamiento de que si, con vuestra generosidad, crece el número de las almas salvadas, crecerá al mismo tiempo para 
vosotros el derecho a su agradecimiento, el derecho a mayores gracias para vuestra santificación, el derecho a una más espléndida corona, 
el derecho a la alabanza de Dios y también a la de los hombres. Y esta alabanza vosotros la habéis merecido hasta ahora, puesto que muy 
eficazmente habéis ayudado a los Salesianos y habéis obrado con ellos mucho bien. Seguid así, y yo os bendigo. 

((701)) 5 (El original en francés) 

Carta de don Bosco a un señor francés 

Señor: 

Tengo la satisfacción de recibir su cristiana carta, querido señor, y no dejaré de rezar y hacer que recen nuestros muchachos según su 
intención. Cada mañana en la santa misa tendré muy gustoso un recuerdo por usted, por sus parientes sanos y enfermos y, en general, por 
toda su familia. 

Encomiendo a su caridad a todos mis huerfanitos (ciento cincuenta mil) y tenga a bien ayudarnos con sus oraciones. 

Rece cada día tres padrenuestros, avemarías y glorias al Santísimo Sacramento hasta San Pedro; y le ruego reciba a menudo la santa 
comunión con toda su familia. 

Me pide mi dirección y aquí la tiene: reverendo Juan Bosco, en Marsella hasta el veintinueve de este mes, y después en Turín. 

Que Dios le bendiga, querido señor, y recompense generosamente su caridad y 
601 

que la Santísima Virgen le conceda salud y santidad para toda su familia y dígnese también rezar por mí, que siempre seré en J. C. 

Marsella, 17 de marzo de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

6 (El original en francés) 

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VOLUMEN XVII Página: 602 

Carta a don Miguel Rúa después
de la muerte de don Bosco


Reverendo Padre: 

La triste noticia llegó aquí, íay de mí!, a través de los diarios, la víspera de la Purificación y yo la supe el dos de febrero, jueves. Esta 
tarde, día tres, me llega su dolorosa carta y me confirma la mil veces triste realidad. 

El dieciocho de enero, escribía yo al R. P. Director del oratorio de San León, de Marsella, preocupada por la lectura de unos renglones 
alarmantes publicados sobre el estado de salud del venerado y tan llorado don Bosco. 

No se dijo más y yo esperaba que las noticias podrían haber sido falsas o al menos exageradas. 

Desgraciadamente, después de unos días de esperanza, llegó el último boletín de los tres médicos tan afectos al venerado enfermo que 
comprobaban, después del tres de enero, una mejoría notable y progresiva hacia el restablecimiento (Esta expresión me había llenado de 
esperanza). 

((702)) Las fervorosas oraciones no han retardado, íay de mí!, más que unos cuantos días esa muerte tan hermosa y edificante, después de 
una vida enteramente consagrada al bien y al ejercicio de las más altas virtudes de la caridad. 

Esos trabajos incesantes, ese espíritu siempre dedicado a las grandes obras realizadas o por realizar, han acortado los preciosos días del 
santo y venerado siervo de Dios y de su santa Madre. 

Lo repito ante usted, Padre mío: Dios es esencialmente justo y bueno en sus inescrutables designios y no hay más que inclinar la cabeza 
bajo su mano, que nos hiere para probar nuestra sumisión y nuestra fe. A pesar del vacío inmenso y el profundo dolor causado a todos sus 
hijos, a tantos muchachos, a patronatos y oratorios, a todos los que le han conocido personalmente o por sus admirables obras, no pueden 
ellos, sin embargo, dejar de gozar con el pensamiento de que posee la gloria y la felicidad perfecta y que la corona de los elegidos ciñó su 
cabeza en el instante mismo en que salió de esta tierra. Porque, »quién podrá poner en duda la inmediata entrada en el cielo de esta alma 
grande y selecta, de este siervo del buen Dios e instrumento constante de sus inspiraciones divinas? 

Sin embargo, Padre mío, y de acuerdo con las reflexiones que le inspira el querido difunto, será para todos nosotros una dulce ocupación 
un santo pensamiento presentar a menudo ante el Señor este querido recuerdo. 

Desde el cielo será, y lo es ya, este venerado Padre, el guía, la fuerza y el inspirador vigilante de todas las obras, que él confía aquí abajo 
a todos sus celosos colaboradores. íNo, sus obras no vendrán a menos jamás! Están fundadas (como lo acaba de 
602 
decir su santo protector) en la bondad de Dios, en la poderosa intercesión de María Santísima Auxiliadora y en la contribución de todos los 
cooperadores que nunca les faltarán. 

En realidad sólo hace cuatro años, durante el invierno 1883-84 pasado en el Mediodía, que conocimos jubilosos a este santo, cuyo 
nombre llenaba una parte considerable del mundo por sus obras benéficas. 

El buen Padre nos recibió en la casa de La Navarre, cerca de Hyères, durante largo rato; su bondad, sus oraciones y su bendición, dos 
veces en aquella visita que jamás olvidaremos, nos han llenado de valor y de fuerza en nuestros sufrimientos. Nos habló de sus obras 
colosales, de una rifa que empezaba a organizarse e hizo de nosotras cuatro cooperadoras; y se dignó, después de algún tiempo, recibir mis 
muchas peticiones de oraciones y siempre tuvo a bien contestar a mis indiscretas súplicas. 

Este venerado Padre se dignó enviarnos palabras de consuelo, cuyo secreto poseía abundantemente, cuando el buen Dios quiso que le 
devolviésemos nuestro queridísimo hijo hace tres años. 

Me son muy queridos estos recuerdos, y todos los muchos renglones, que el llorado y venerado don Bosco se dignó escribirme, están 
coleccionados, clasificados como una verdadera reliquia piadosamente guardada. 

La Semaine Religieuse de la diócesis me trae la triste noticia, tomada del diario (Le Monde); habla de un ataque de parálisis ((703)) 
ocurrido el domingo por la mañana, y que le quitó, en las últimas horas de esta preciosa existencia, el conocimiento y la sensación de su 
fin. 

Fin de Página: 603 


VOLUMEN XVII Página: 603 

Cuando hayan pasado unos días más, Padre mío, me será muy grato recibir algunos detalles de su hermosa muerte. 

La llegada de monseñor Cagliero al lado del venerado don Bosco ha sido providencial; he leído con lágrimas la relación del Bulletin 
sobre esta entrevista emocionante de su amadísimo Obispo, arrodillado a los pies de su padre venerado y El, inclinando la cabeza sobre sus 
hombros, besando sin parar su anillo pastoral. 

En medio de este profundo dolor íqué dichoso debe considerarse Monseñor por haberse encontrado en medio de todos y haber cerrado 
los ojos a este Padre queridísimo! 

Animo, padre mío, su misión es hermosa; usted está destinado a continuar la obra de aquél, a quien desde hacía tanto tiempo ayudaba en 
todos sus trabajos. Desde lo alto del cielo, el santo y venerado fundador contempla a sus hijos, a todos los cuales ha confiado esta 
magnífica tarea para realizar aquí abajo; su recuerdo no morirá jamás; él animará sin tregua los alientos, espoleando a seguir sus ejemplos, 
sus eficaces consejos, y será para los cooperadores un modelo admirable para proteger la caridad en la medida de sus medios... 

3 de febrero, a las nueve de la noche 

Auxerre (Yonne), Rue Neuve, 15 

L. REMACLE 
7 

Carta de don Esteban Febbraro a don Bosco 

Amadísimo Padre: 

Su carta me ha hecho conocer más su buen corazón de padre, y la obligación que tengo de ser un buen hijo suyo. Al considerar la 
solicitud amorosa y tranquila con que piensa en nosotros y en los jóvenes, que nos ha confiado, me avergüenzo de ser tan distinto de usted 
y de dejarme desconcertar tan a menudo por mis pequeñas dificultades, mientras usted sabe mantenerse tan sereno y tranquilo en medio de 
las graves ocupaciones y de los trabajos que le agobian. 

Quiero pedir a Jesús y a María que me conserven siempre el ejemplo de tan buen padre y me concedan la gracia de poderle imitar. Y, si 
yo no puedo imitarle, procuraré al menos dar a conocer a los demás el corazón de nuestros padre y me esforzaré por infundir en los 
hermanos y en los muchachos el amor a don Bosco, para que aprendan de él a amar a Dios. 

He cumplido su recado para los alumnos del cuarto y quinto curso de bachillerato, los cuales quedaron conmovidos con esta prueba de 
afecto, que les ha dado y parecen ((704)) dispuestos a arreglar el asunto de su vocación con seriedad y sinceramente. Tan pronto como yo 
tenga todas sus cartas, se las entregaré a don José Lazzero para que se las dé a usted a su vuelta. 

He transmitido sus saludos a todos los estudiantes y me encargaron le diera las gracias, especialmente por la oraciones que hace por ellos 
y por la bendición que pedirá al Padre Santo. Todos le deseamos buena salud y que la bendición de Jesús y de María descienda sobre usted 
y sobre sus obras, para que, con el padre, sean bendecidos también sus hijos. 

No me atrevo a escribir más, en atención a su salud y a sus ocupaciones. Comunicaré a don Juan Bautista Lemoyne noticias más 
detalladas respecto a la conducta de los muchachos. Todos sentimos la necesidad de tener con nosotros a don Bosco y pedimos a Dios cada 
día que nos lo devuelva pronto. 

Tendrá usted disgustos con nosotros, pero pude estar seguro de que le queremos; como nosotros tenemos la seguridad de encontrar 
siempre en usted un padre afectuoso, que perdona todo y quiere a todos. Rece por nosotros para que seamos mejores cada día y 
especialmente para que yo sea bueno. 

Oratorio, 26 de abril de 1884 

Su afmo. hijo, ESTEBAN FEBBRARO 1 

1 Acerca de esta carta escribía don Juan Bautista Lemoyne a don Miguel Rúa el 28 de abril siguiente: «Dirás a don Esteban Febbraro que 

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don Bosco ha recibido su carta y quedó contento y conmovido. íQué corazón tiene don Bosco!». 
604 

8 

Corona de comuniones por don Bosco,
de los del clero infantil del Oratorio


Reverendo Padre: 

Creerá que nos hemos olvidado de usted por no haber dado señal de vida, durante los días que estuvo lejos de nosotros; pero la culpa del 
silencio la tuvieron los exámenes; si callamos con los escritos, no callamos con las oraciones a Jesús y a María. Durante su dolorosa 
enfermedad, cuando se encontraba en el Oratorio, hicimos una corona de comuniones y de visitas a fin de que la Virgen le concediese la 
tan deseada salud. Y estas nuestras oraciones tampoco faltaron durante su viaje y, especialmente en el mes de nuestra querida Madre, 
quisimos redoblarlas, por su siempre delicada salud y para que el Señor se dignase asistirle en el viaje y en sus santos deseos por la 
propagación del bien. 

Seguiremos haciendo dulce violencia a los Santísimos Corazones de Jesús y de María para que nos lo devuelvan pronto y sano para 
muchos años. Siga usted por su parte ((705)) queriéndonos y acordándose de nosotros en sus oraciones; sobre todo no deje de obtenernos 
una bendición del Padre Santo para que podamos dar gusto a usted, a nuestros queridos superiores y al Señor. 

Diga al Padre Santo que rezamos de todo corazón por El, para que pueda recibir consuelo en las aflicciones que le causan los ingratos, y 
pueda vivir todavía muchos años felices para bien de la Iglesia y de nuestra sociedad. 

Acepte, queridísimo Padre, estos sencillos deseos con su acostumbrada bondad, bendíganos, quiéranos y créanos siempre sus 

Afectísimos y agradecidos hijos, LOS DEL CLERO INFANTIL 

Corona de comuniones 

AntonioAmerio......................... 4 
BernardoChicco......................... 4 
BartoloméMoretti........................ 4 
AmílcarBerlenda......................... 4 
BartoloméGaido.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 5 
JuanGraffione.......................... 7 
JuanSfondrini.......................... 4 
CayetanoSolita.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 6 
JorgeTomatis. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .6 
EnriqueVerghetti .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .6 
PedroBrassea.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .10 
PedroBuratti.......................... 10 
BartoloméCravero.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .. 10 
AntonioDones . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 9 
DomingoGiacoma.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 9 
EnriqueMarelli .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 9MiguelMartina. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .8 
605 

AtilioMazzuchelli . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .9 
Luis Santi .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 1 
JuanSola.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .9 
CamiloBarassi. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 9 
EduardoBaroni .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .9 
DomingoDaira. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .7 
JoséGrossoni. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .7 
Ernesto Nicolai ..................... 5 

Fin de Página: 606 


VOLUMEN XVII Página: 606 

MiguelQuaranta..................... 6 
PedroAppiano...................... 8 
DomingoBatuello.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. .10 
HermenegildoBianco.. . .. . .. . .. . .. . .. . .10 
Miguel Cerruti .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .9 
EugenioChiaravalle.. . .. . .. . .. . .. . .. . ..9 
((706))AlfeoDedionigi . . .. . .. . .. . .. . .. . .9 
FranciscoDellacroce.. . .. . .. . .. . .. . .. . .9 
SalvadorFumagalli .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 5 
Saúl Galbiati .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ..8 
Carlos Livio. .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .8 
DomingoOlivero.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 10 
AlejandroPerni .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. ..10 
JuanPiatti . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ..10 
JoséPignocco.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . ..10 
FélixRoncati...................... 9 
EnriqueScaltriti . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .10 
JuanFantardini .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. ..10 
ErnestoValz-Blin.................... 9 
MarcelinoBertolotto.................. .9 
JuanGrogno...................... .8 
CarlosRanzani ......................9 

9
San Juan Bosco y los nuevos sacerdotes ingleses


Monseñor Kolbe, antiguo alumno del Colegio Venerable Beda en Roma, escribió esta carta al padre salesiano Walsh: 

Mi querido padre Walsh: 

Le envio el párrafo que usted me pidió, y me siento feliz por poder contribuir, aunque sea tan poco, a la Vida de su Santo. 

En tiempos de san Felipe Neri, es un recuerdo, los estudiantes del Colegio Inglés (el Venerable), que solían ser saludados por el Santo 
con el Salvete flores Martyrum, tenían la costumbre de ir a pedir su bendición antes de partir para la misión. Sólo un estudiante no fue y no 
quiso ir. Aquel estudiante abandonó la fe en el cadalso. Yo estuve en el Colegio Inglés y lo dejé en 1882. El año inmediato (tal vez, al año 
siguiente), uno de mis compañeros de estudios (el Rvdo. I.S.Chapman) me escribió: 
606 

«Hemos descubierto a un Santo y hemos decidido reanudar la antigua costumbre de ir a pedir una bendición». El Santo era don Bosco, y 
siempre lamenté que no le hayamos descubierto un año o dos antes. 

Si el Obispo Leeds (D. Cowgill) se ha recuperado de su actual enfermedad, tal vez confirmará esta declaración. El estuvo un año después 
de mí. 

The Monastery, Sea Point, 11-2-35 

Muy sinceramente suyo, F. C. KOLBE 

((707)) 10 

Carta del padre Pío Mortara a don Bosco 

Rvmo. Padre: 

Fin de Página: 607 


VOLUMEN XVII Página: 607 

No quiero salir de Utrera sin entregar a su queridísimo hijo, el padre Ernesto Oberti, Superior de los RR.PP. Salesianos de Nuestra 
Señora del Carmen, una cartita para V. S. Rvma. 

El Señor ha permitido en su infinita bondad que, después de predicar en otras ciudades de la Católica España, viniera también a Utrera 
para conocer y trabar fraternas relaciones con los queridísimos hijos de V. S. Rvma., a quienes he visitado a menudo, quedando 
profundamente edificado de su caritativa bondad y simpatía y de su espíritu eminentemente religioso, celoso, generoso y magnánimo. En 
hijos como éstos se reconoce al Padre bueno e incomparable que es digno de ellos como éstos lo son de él. Laus Deo perennis et 
indeficiens, qui dedit potestatem talem hominibus. 

Estoy, pues, en España (en Chiclana, Prov. y Dioc. de Cádiz), desde 1882, y, después de haber aprendido con sumo trabajo la lengua, 
ahora voy adonde el Señor me llama trabajando y sufriendo, puesto que un residuo de mi última gravísima enfermedad me hace pasar días 
de verdadero martirio. N. S. J. C. no habría salvado al mundo, si no hubiese sufrido y non est discipulus supra Magistrum. 

Cuando usted me honró con su visita en Marsella, en casa de las señoras Maccorelles, en mi mencionada enfermedad, usted me dijo que 
el Señor podía suspender el decreto de muerte ya dictado para mí 1. 

Fue suspendido el decreto; usted hizo que fuera retirado y ahora, íay de mí! si no empleo toda la vida que me queda en edificar, defender 
y extender el místico reino de Dios, como me escribió el Santo e Inmortal Pontífice Pío IX, de feliz memoria. Me encomiendo para ello po 
cuanto sé y puedo, a sus eficaces oraciones. Quiero ser un gran santo y por el camino de una profunda humildad y grandes sufrimientos. 
Este es el único medio que tengo para hacer algún bien con la gracia de Dios y para convertir a mi pobre familia. Con esta intención, 
imploro de V. P. Rvma. una bendición especial. 

El excelente padre Ernesto me ha inscrito en la lista de los Cooperadores de su querida Congregación. Desde este momento, procuraré 
por todos los medios, especialmente con la predicación, sostenerla, y hacerla conocer y amar. En Chiclana 

1 Véase Vol. XV, pág. 46. 
607 

somos seis sacerdotes, tenemos novicios españoles y escuelas externas, pero nadie nos ayuda, excepto la Providencia. ((708)) Sus hijos son 
más afortunados aquí en Utrera. 

Sin más, de todo corazón y con el más profundo respeto, me profeso, 

De V. Rvma. 

Utrera, Santiago-Mayor, 9 de abril de 1884 

Su humilde y seguro servidor en J. C., PIO MARIA MORTARA, Pbro. 

11 

Carta de don Juan Bautista Lemoyne
a don Miguel Rúa


Carísimo Rúa: 

íViva María SS. Auxiliadora! 

O dies felix memoranda fastis 

Gestiens Clerus, puerique puri 

Corde Reginae celebrare coeli 

Munera certent. 

Hoy a las doce y cuarto, entraba don Bosco a la audiencia con el Padre Santo-Agasajos afectuosos, indescriptibles-Todo concedido, Deo 

Fin de Página: 608 


VOLUMEN XVII Página: 608 

gratias. -Narración detallada para otro momento. -También hoy llega la comunicación oficial de que el Alcalde de Roma ha hecho, en 
nombre del Ayuntamiento, petición formal al Gobernador para el permiso de la rifa.-Don Bosco está mucho mejor y, desde que salió de 
Sampierdarena hasta este instante, ha ganado mucho especialmente en los últimos tres días. 

El día ocho se celebró la Conferencia en Torre de'Specchi, pero con un tiempo endiablado, que retuvo en su casa a la mayoría de los 
Cooperadores. El miércoles, catorce, nos pondremos en viaje hacia Turín. Os notificaremos el día y hora de la llegada, si don Bosco me lo 
permite. 

Don Bosco os saluda y os bendice, anunciándoos que el Sumo Pontífice envía una bendición especial para todos los Salesianos. 

Ruega por mí, que estoy impacientísimo por volver a mi celda. 

Roma, 9 de mayo de 1884 

Tuyo afmo.
LEMOYNE, Pbro.


12 (El original en francés) 

Carta de don Bosco al conde de Villeneuve 
Mi querido señor conde de Villeneuve: 
Estoy en Roma, pero no les olvido, señor Conde, a usted y a toda su familia. Ya sabe que todas las mañanas les recuerdo en la santa misa 

y seguiré haciéndolo. 
((709)) Mañana tendré la audiencia con el Padre Santo 1 y no dejaré de pedir una bendición muy especial por sus intenciones. 
Espero que la señora Condesa, mi pequeño prioste y toda la familia, sigan bien y que la Santa Virgen los proteja siempre. 
Recibo carta de Saint-Cyr, diciéndome que las deudas obstaculizan seriamente la construcción de aquel orfanato. He escrito al señor 

Cura párroco de Laciotat y de Aubagne para que nos ayuden, diciéndoles que usted tratará con ellos para buscar el medio a seguir en estas 
necesidades. 
Anímese, señor Conde. La gracia de Dios nos nos faltará. Nos veremos en Turín para la fiesta de María Auxiliadora, »verdad? 
Que Dios nos bendiga y la Santísima Virgen nos ampare y ayude a caminar con seguridad por el camino del Paraíso. Así se. 
Roma, 1.° de mayo de 1884 

Su atento, seguro servidor y amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

Carta del obispo de Ventimiglia a don Bosco 

Muy Rvdo. Señor:
íQué malo es don Bosco, que pasó dos veces por Ventimiglia y no se dejó ver por el obispo! En penitencia por esta falta, mando a V. S.


M. R. a mi arcediano; no va a Turín únicamente para solemnizar la fiesta de María Auxiliadora, sino también para pedir su auxilio aquí y 
hacer a V. S. una propuesta, que yo recomiendo encarecidamente. No se requiere mucho personal, ni tampoco personas de mucho valer. 
Necesitamos quien se cuide un poco de los muchachos abandonados y traviesos. Confío en su caridad y uniéndome para alabar a María 
Auxiliadora, me profeso, 
Fin de Página: 609 


De V.S.M.R. 

VOLUMEN XVII Página: 609 

Su seguro servidor, » TOMAS, Obispo 

Don Bosco escribió al margen: Responda Lemoyne y diga que soy realmente malo; que prometo hacerme bueno y reparar de alguna 
manera el pasado, etc. 

1 Así lo esperaba, pero no la tuvo hasta una semana después. 
609 

Se trataba de un oratorio festivo en Ventimiglia y don Bosco envió un sacerdote de la casa de Alassio todos los domingos. 

((710)) 14 

Carta de don Juan Bautista Lemoyne
al director de los ferrocarriles romanos


Ilmo. Señor: 

El día dieciséis de los corrientes pasó don Bosco por Florencia. Habría deseado vivamente visitar a V. S. Ilma. para agradecerle la 
exquisita bondad tenida con él, concediéndole la reducción de la tarifa sobre los billetes de los ferrocarriles romanos. Pero se lo impidió su 
delicada salud y una obstinada inflamación de los ojos. Por ello, me encarga le sustituya en el cumplimiento de su deber ante V. S. Ilma. 
con esta carta, asegurándole que nunca menguará su gratitud por tan insigne favor y que él y sus muchachos asilados recordarán siempre a 
su bienhechor en las oraciones comunitarias. Al mismo tiempo, me encarga también le notifique que se ofrece para recibir en sus casas a 
los hijos de los empleados, que la dirección de ferrocarriles juzgase tener que internar en ciertos casos. 

Renovándole de parte de don Bosco la expresión de sus más atentos saludos, me declaro, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 21 de mayo de 1884 

Su seguro servidor,
JUAN BAUTISTA LEMOYNE, Pbro.


15 (El original en latín) 

Súplica de don Bosco a León XIII para los Privilegios 

Beatísimo Padre: 

Juan Bosco, presbítero, humildemente postrado a los pies de Vuestra Santidad, en favor de la Congregación Salesiana, expone: 

Que el día 3 de abril de 1874, consiguió esta Pía Sociedad la aprobación absoluta de las Constituciones por clemencia de la Santa Sede; 
después, se le concedieron algunos privilegios. Sin embargo, como quiera que estos privilegios fueron concedidos unos temporalmente, 
condicionados otros y algunos de viva voz, surgieron muchas y graves dificultades para su aplicación. Por ejemplo: la facultad de entregar 
las cartas dimisorias, concedida para un decenio el año 1874 el día 3 de abril, termina este mismo año y día. ((711)) Sin esta facultad, »qué 
podrá hacer el Superior de una Congregación, que tenga comunión de casas? 

Las demás Congregaciones, en general, no pudieron allanar estas dificultades sino mediante la Comunicación de Privilegios. Esta 
proporciona una eficacia reconocida 
610 

Fin de Página: 611 


VOLUMEN XVII Página: 611 

como segura y ha sido firmada por piadosos y doctos autores, llevada a la práctica durante siglos y admitida por los Ordinarios de los 
diversos lugares. 

Pues bien, para que la Sociedad Salesiana pueda conseguir su fin, en medio de las dificilísimas circunstancias de tiempos y de personas, 
el Superior de esta Congregación pide la Comunicación de Privilegios como la concedió el Sumo Pontífice León XII a la Congregación 
turinesa de los Oblatos de la Bienaventurada Virgen María. 

Esta Congregación obtuvo el día 22 de agosto de 1826 la absoluta y específica aprobación de León XII de feliz memoria. Ahora bien, el 
día primero de septiembre con cartas apostólicas y, después, el día doce del mismo mes y año, se dignaba conceder la Comunicación 
pedida con estas palabras: 

«Su Santidad, colmando de especiales favores y gracias al Superior General y a los Oblatos de la infrascrita Congregación, comunica 
benignamente a los mismos Oblatos y a sus iglesias, capillas y casas todos y cada uno de los indultos, privilegios, indulgencias, exenciones 
y facultades concedidas a la Congregación del Santísimo Redentor, y las extiende y concede perpetuamente con todas las cláusulas y 
decretos necesarios y oportunos». 

Se añaden aparte algunas particulares aclaraciones. 

Turín, 20 de enero de 1884 

16 

Comunicación de los Privilegios desde el siglo XVI 

Desde hace mucho tiempo la comunicación de los Privilegios suele concederse por los Sumos Pontífices a las Congregaciones 
eclesiásticas de votos simples. 

León X concedió la recíproca comunicación de los Privilegios a todas las Ordenes mendicantes. 

Clemente VII en el Breve de erección de los Teatinos, que comienza diciendo Exponi Nobis (24 de junio de 1524), les concede todos los 
privilegios y favores espirituales concedidos y por conceder a los Canónigos Regulares. El mismo Pontífice (1525), con la Bula Dum 
fructus uberes, concedió a los Religiosos de la Regular Observancia la Comunicación de los Privilegios y Gracias Espirituales con 
cualquier Orden quibusvis Congregationibus et aliis ordinibus quibuscumque etiam non mendicantibus quomodolibet concessis aut 
concedendis, etc. 

En el mismo siglo, las Congregaciones de votos simples, aunque hubiesen ((712)) obtenido por concesión directa algunos privilegios, sin 
embargo, para que todas tuviesen una regla fija, estudiada, practica y uniforme, un camino ya conocido y trazado, se empezó a conceder 
también a las mismas los privilegios de las órdenes religiosas. 

Así lo hizo Paulo IV (7 de octubre de 1555) a los Teatinos con estas palabras: Ut omnibus, et singulis privilegiis, indulgentiis, 
praerogativis, exemptionibus, immunitatibus, gratiis et indultis Societati Iesu Almae Urbis tam in Spiritualibus, quam temporalibus in 
specie, vel in genere per quoscumque Romanos Pontifices predecessores suos, et dictam sedem quomodolibet concessis et concedendis, et 
quibus societas huiusmodi tam in vita quam in mortis articulo etiam circa peccatorum remissiones, et junctarum poenitentiarum 
relaxationes et alias quomodolibet utebatur, poliebatur et gaudebat ac uti, potiri et gaudere poterat, similiter nostra Congregatio et Clerici 

Nostrae Congregationis uti, potiri, et gaudere libere et licite possent et valerent ac illorum omnium participes esse deberent. 

San Pío V, a su vez, con el Breve Ad immarcessibilem (7 de febrero de 1587) concedió a los mismos Teatinos la Comunicación de los 
Privilegios con todas las Ordenes y Congregaciones Religiosas. 

Urbano VIII en la Bula de erección de la Congregación de los Presbíteros de la misión Salvatoris Nostri (12 de enero de 1632), 
estableció que esta Congregación pudiese gozar de todos los Privilegios, Exenciones e Indultos, que disfrutan aliae quaecumque similes ve 
dissimiles Congregationes. Igual concesión hicieron otros Pontífices en favor de la Compañía de Jesús, de la Congregación de la Madre de 
Dios, de los Píos Operarios, de los ministros de los Enfermos, del Oratorio, de la Doctrina Cristiana, de los Pasionistas y de los 
Redentoristas. Las últimas Congregaciones, a las que yo sepa les fueron concedidos los favores por Comunicación, son: la de los Oblatos 
de María, a la que León XII (12 de septiembre de 1826) se los concedió con los Redentoristas, y el Instituto de la Caridad, aprobado por 

Fin de Página: 612 


VOLUMEN XVII Página: 612 

Gregorio XVI en 1838. 

La razón de estas comunicaciones de los Privilegios fue dada por Clemente VIII en su Bula (20 de diciembre de 1595). Ratio Pastoralis 
efflagitat ut quorum religionem ac virtutem sedi Apostolicae, totique Ecclesiae non modo illustrem et praeclaram, sed utilem etiam ac 
necessariam esse animadvertimus, eosdem nostris et eius sedis Apostolicae honoribus ac beneficiis libenter prosequamur. Un acreditado 
cronista, como paráfrasis de las palabras de Clemente VIII, dice lo que sigue: Regulares qui, licet diversorum ordinum, unum in Deo et 
professione existant, equum etiam est, ut in iisdem indultis et privilegiis uniantur et sic uniti arctiori vinculo Sedi Apostolicae, et inter se 
ad nomen Dei in terris propagandum animarumque salutem procurandam copulentur; ut, quos coniungunt par labor et paria merita, paria 
etiam conjungant Privilegia. Ita ab Aragonia, Elucidatio Privilegiorum. Tract. 5, cap. 8. 

((713)) 17 

Comendaticia del cardenal Alimonda
para la concesión de los Privilegios


CAYETANO ALIMONDA, 
CARDENAL DEL ORDEN DE LOS PRESBITEROS, 
DEL TITULO DE SANTA MARIA IN TRASPONTINA 
POR GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTOLICA ARZOBISPO DE TURIN, 
DOCTOR Y GRAN CANCILLER DEL COLEGIO 
DE LOS TEOLOGOS 

Vista la súplica del Rvdo. don Juan Bosco, fundador y Superior General de la Congregación Salesiana, con la que implora del Padre 
Santo, para la misma Congregación, la Comunicación de los Privilegios de que gozan los Oblatos de María irgen de esta ciudad. 

Con verdadera satisfacción de nuestra alma, confirmamos la verdad de los motivos respetuosamente expuestos a Su Santidad para 
alcanzar la gracia. 

Damos nuestras merecidas alabanzas a la Congregación Salesiana por la ejemplaridad en la disciplina, que mantienen los miembros de la 
misma, por el gran bien que 
612 
hacen, tanto en esta ciudad, donde tuvo y sigue teniendo su cuna la casa madre, cuanto en las numerosas residencias fundadas, en breve 
tiempo, en otros lugares. Consideramos muy oportuna la pedida concesión de los Privilegios por cuanto en nuestra ciudad y diócesis hay 
una desoladora dispersión de los religiosos de otras órdenes, de suerte que importa mucho que la benevolencia de la Santa Sede aumente la 
prosperidad y firmeza a una Congregación que, providencialmente, repara tantas pérdidas y tiene la ventaja de sustraerse a los golpes de las 
leyes civiles. 

Por consiguiente unimos nuestras súplicas a las de dicho Superior General para impetrar de la bondad del Padre Santo la implorada 
Comunicación de los Privilegios de los Oblatos de M. V. 

Turín, desde el Palacio Arzobispal, 29 de febrero de 1884. 

» CAYETANO, Card. Arzobispo 
(hay un sello) RAFAEL FORCHERI, Can. Secr. Arzobispal 

((714)) 18 

Nueva petición y lista de privilegios 

Beatísimo Padre: 

Ya han pasado once años desde que la 
humilde Sociedad, llamada de San Francisco 
de Sales, obtuvo la definitiva y específica 

Fin de Página: 613 


VOLUMEN XVII Página: 613 

aprobación de las Constituciones. Le fueron 
concedidos entonces algunos privilegios, 
que le eran de todo punto necesarios, 
por parte del Supremo Pontífice 
de la Iglesia. A lo largo de este 
tiempo, los socios Salesianos se preocuparon 
de llevar a la práctica sus Constituciones, 
perfeccionar el noviciado y los 
estudios y observar sus ejercicios de piedad 
y los de sus alumnos para conseguir 
de este modo el fin de la Sociedad, que 
fue siempre la gloria de Dios y la salvación 
de las almas. Tras la definitiva aprobación, 
con la ayuda de Dios, es un hecho 
que esta humilde Sociedad, en 
realidad un pequeño rebaño, se ha expandido 
de forma milagrosa y rapidísima 
por las diversas regiones de Italia, 
Francia, España y hasta los indios y patagones 
de América del Sur. 
613 

Cuando esta Congregación consiguió 
su aprobación, contaba únicamente con 
dieciséis casas, en las que recibían educación 
cristiana siete mil alumnos aproximadamente; 
y tenía trescientos socios. 

Pero ahora las Casas o Colegios son 
ciento cincuenta; los alumnos, más de 
cien mil; y los religiosos, más de mil cuatrocientos. 
En medio de tantos alumnos y religiosos 
y en medio de tantas casas, unas tan 
distantes de otras, ha surgido una gran 
dificultad por la carencia de los privilegios, 
que los demás Institutos Eclesiásticos 
suelen disfrutar. Pero, al no acostumbrarse 
más que la comunicación de privilegios, 
pido ahora confiadamente se 
concedan a nuestra humilde Sociedad algunos 
de los principales y más indispensables, 
concedidos a otras Congregaciones, 
según la relación del pliego 
adjunto. 

Para esta concesión, Beatísimo Padre, 
la Pía Sociedad Salesiana tiene un camino 
seguro y conocido a seguir, dando fácilmente 
a conocer a los Ordinarios de 
los lugares los privilegios de que disfruta 
principalmente en las Misiones que ha 
de emprender y en las casas que ha de 
fundar en regiones extranjeras. 

Por tan inmenso favor, todos los Salesianos, 
con sumo agrado, bendecirán 
cada día a Dios y a ti; y cada uno, con 
todas sus fuerzas, se entregará a desarrollar 
su tarea en la viña del Señor. 

Fin de Página: 614 


VOLUMEN XVII Página: 614 

Al contemplar consolidada esta obra, 
que la Santa Iglesia de Dios me encomendó, 
cantaré gozoso: Ahora, Señor, 
puedes dejar a tu siervo irse en paz. 

Turín, 1 de abril de 1884 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Algunos Privilegios y gracias espirituales, 
concedidos por la Santa Sede a los 
Pasionistas, Redentoristas y Sacerdotes 
de la Misión y que, para la Congregación 
Salesiana, se solicitan humildemente. 
614 

Nota.-Advertimos al lector que las cuatro paginas siguientes (715-716-717-718 del original), todas ellas en latín, se repiten a 
continuación (715 bis-716 bis-717 bis y 718 bis) traducidas al castellano. 

((715)) 1.º Superior Generalis gaudet Urbanus III; Bulla erctionis Cong. 
omnibus Privilegiis facultatibus et missionis; -Pius VI, Bulla Inter 
praerogativis, quibus gaudent caeteri multiplices, 14 decembris 1792, 
Superiores generales cuiuscumque pro Piis Operariis, in Bull. Rom. Ecclesiasticae Congregationis contin, t. IX p., 261. n. 3. 
2.º Superior Generalis et alii Concessum Congregationi Missionis 
Superioris potestae quasi Episcopali in Bulla erectionis, et Brevi 
gaudent in subditos etiam novitios. Alexandri VII Ex commissa nobis Saltem quoad disciplinam et septembris 1655, pro Eadem 
Cong.in 
directionem. Bulla. Cong. Vilnae p. 15. 

3.º Ecclesiae ac Religiosi nostrae Urbanus VIII Bulla Salvatoris Congregationis exempti sunt a Nostri, pro erect.Cong. missionis. 
iurisdictione, visitatione et Alexander VII Brevi Ex commissa 
correctione Ordinariorum, et gaudent nobis, 22 septembris 1655, et 
iisdem privilegiis et exemptionibus altero Brevi Pastoralis officci, 
quibus gaudent Caeteri Regulares. 7 octobris 1662, pro eadem 
Clemes XIV R. 21 septembris 1771. Congregatione. Item pro Passionistis Clemens XIV, 

Rescripto S. C. EE. die 21 septembris 1771 et Oblatis B.M.V.
Brevi Pii VI Sacrosanctum
apostolatus.


4.º Nostrae domus, Ecclesiae, Concessum Cong. Missionis ex 
Oratoria legitime erecta, auctoritate Communicatione privilegiorum 
Apostolica erecta censetur. Clericorum Regularium Minorum, citado in Comp. Privil, Piorum 

Operariorum, 1850 p. 116. 
-
Insuper Brevi Licet debitum, 18
octobris 1549 Pauli III pro Soc. Iesu, in Bull. Rom. Taurini. t.
VI, p. 398, n.23.


5.º Litteras dimmissioriales ad Concessum Cong. Missionis recipiendos Ordines subditis suis Benedicto XIII in forma Brevis 
Superiores concedere possunt. Haec anno 1725 sub die XXVII septembris facultas iam Salesianis concessa ad instantiam D. Ioan. 
Bonnet Sup. 
fuerat, sed tantum ad decennium, quod Gen. 
elapsum est die 3 aprilis anni 
currentis 1884. 

Fin de Página: 615 


VOLUMEN XVII Página: 615 

6.ºClerici Salesiani dummodo Huiusmodi privilegium Clemens VIII 
necessariis praediti sint requisitis, die 23 novembris 1596 iam 
Suorum Superiorum Litteris concesserat pro Congregatione S. 
dimissorialibus Sacros Ordines extra Ioannis Evangelistae in tempora a sacris Canonibus instituta Portugallio. Postea multi alii a 
quocumque Catholico religiosi hoc idem sunt consecuti. 

Quo 

((715 bis))1.° El Superior General goza Urbano III: Bula de erección de
de todos los privilegios, facultades y la Congregación de la Misión; -prerrogativas, que tienen los demás Pío VI: bula Inter
multiplices,
Superiores Generales de cada una de 14 diciembre 1792, en favor de
las demás Congregaciones eclesiásticas. los Píos Operarios, tal y como se contiene en el Bul. Rom.
,
tomo IX, pág. 261, núm. 3.


2. ° El Superior General y los demás Fue concedido a la Congregación 
Superiores gozan de jurisdicción de la Misión en la Bula de cuasi-episcopal respecto de sus erección y por el Breve de 
súbditos, incluidos los novicios. Alejandro VII Ex commissa nobis 
Al menos, en lo que atañe del 22 de septiembre 1655; y en 
a disciplina y dirección. favor de la misma Congregación en el Bullarium Cong. Vilnae, 
pág. 15. 
3. ° Las iglesias y los religiosos de Urbano VIII, Bula Salvatoris 
nuestra Congregación están exentos de nostri, en favor de la erección la jurisdicción, visita y corrección de la Cong. de la Misión. 
jurisdicción, visita y corrección de Alejandro VII, Breve Ex commissa 
los Ordinarios del lugar y gozan de nobis del 22 septiembre 1655, y 
los mismos privilegios y exenciones un segundo Breve Pastoralis 
que tienen los demás Religiosos. officii del 7 de octubre de 
Clemente XIV, Rescripto del día 21 1662, en favor de dicha de septiembre de 1771. Congregación. Item en favor de 
los Pasionistas, Clemente XIV,
Rescripto de la S. C. de Obispos
del 21 de septiembre de 1771,
y de los Oblatos de María, Breve de Pío VI Sacrosanctum
apostolatus.


4. ° Nuestras Casas,iglesias y Concesión a la Congr. de la 
oratorios se consideran legítimamente Misión por la Comunicación de 
erigidas por la Autoridad los privilegios de los Clérigos 
Apostólica. Regulares Menores, especificada 
en el Compendio de los Privilegios de los Píos 
Operarios, 1850, pág. 116. -
Hay, además, el Breve Licet debitum del 18 de octubre de 
1549 de Paulo III en favor de la 
Compañía de Jesús, en el Bulario 
Romano de Turín, tomo VI, pág. 
398, núm. 23. 

5. ° Los Superiores pueden conceder las Concesión a la Congregación de 
dimisorias a sus súbditos para recibir la Misión por Benedicto XIII en las Ordenes. Esta facultad ya fue forma de Breve, de fecha 27 
de 
concedida a los Salesianos, mas sólo septiembre de 1725, a instancias 
por diez años, plazo que ha vencido el del Rvmo. Juan Bonnet, Sup. Gen. 
día 3 de abril del año en curso, 1884. 
6. ° Los clérigos Salesianos, mientras Ya había concedido este estén provistos de los requisitos privilegio Clemente VIII el 23 
necesarios, pueden recibir lícitamente de noviembre de 1596, en favor 
servatis servandis, las Sagradas de la Congregación de San Juan 
Fin de Página: 616 


VOLUMEN XVII Página: 616 

Ordenes, contando con las dimisorias Evangelista en Portugal. Se hizo 
de sus Superiores. fuera de los tiempos extensivo el mismo a muchos 
establecidos por los sagrados Cánones, otros religiosos. Finalmente actuando cualquier Obispo, dicho 
616 

((716)) Episcopo gratiam et communionem demum privilegio Pius IX 
habente cum Apostolica Sede suscipere adnotatis verbis ditare 
ac licite, servatis servandis, possint dignabatur Congregationem 
et valeant. Missionis, Brevi Religiosas familias 13 maii 1859. 

7.º Clerici Congregationis dimissi Consessum Congregationi 
titulo Congregationis, sacros ordines Missionis a Pio IX Brevi 
extra tempora suscipere possunt. Religiosas familias 13 maii 1859. 

8.º Deputati a Rectore alicuius domus Consessum Cong. Piorum ad confessiones nostrorum audiendas Operariorum Brevi 24 maii 
1751 a 
non indigent adprobatione Ordinarii ut Benedicto XIV, item Clemens XIV 
valide absolvant eos qui de familia Brevi Supremi Apostolatus 16 
sunt et alumnos. novembris 1769 pro Passionistis. 

Idem etiam ampliori gratia 
statuitur pro Congregatione Doctrinae Christianae, in Brevi 
Illius cuius 28 septembris 1725, 
cui expresse et directe 
communicat Congregatio Missionis 
vi specialis decreti 23 novembris 1729 relati in libro 

Privil, eiusdem 1815. p. 8. n. 17. 

9.º Qui in alia Dioecesi iam sunt Clemens X, Brevi Apostolici adprobati ad audiendas fidelium muneris, io iulii 1671,pro Cong. 
confessiones, alumnos et socios Missionis in Bull. Cong. 
itineris valide absolvere possunt. Missionis Vilnae p. 38, n.4. 

10.º Petitur facultas ut in Oratoriis S. Pius V, Bulla Ad 
privatis etiam alumni Paschali immarcescibilem,7 februarii 1571 
praecepto satisfacere possint. pro Theatinis,in Bull.Cherub: V. 

II, p.232, n.17; -Clemens XIV,
Brevi Supremi apostolatus, iam
citato pro Passionistis, in Bull.Rom.contin. V. IV, p. 68,


n.4, et per Communicationem concessum Cong. Missionis. Vide Summarium 
Privileg. Missionis pag.39, n.67. 

11.º In omnibus Congregationis Concessum ut supra Cong. Missionis 
Ecclesiis iuribus Parochialibus Vide Summarium Privileg. Missionis 
gaudere possumus, quapropter oleum p.39, n. 67. Et Oblatis B.M. infirmorum conservare atque Virginis a P.Leone XII 12 
septembris 
Sacramentum Extremae Unctionis 1826. 
omnibus de Congregatione et familia 
nec non alumnis administrare. 
617 

((716 bis)) que éste esté en gracia privilegio, Pío IX se dignó extender 

y comunión con la Sede Apostólica. en precisos términos a la Congregación de la Misión, Breve 
Religiosas familias del 13 de mayo 
de 1859. 

7.° Los Clérigos de la Congregación, Concedido a la Congregación de la 

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provistos del título de la Misión por Pío IX, Breve Religiosas Congregación, pueden recibir las familias del 13 de mayo de 1859.
sagradas Ordenes fuera de los
tiempos señalados.


8.° Los autorizados por el Rector Concedido a la Cong. de los Píos
de una casa para oír las Operarios con el Breve de Benedicto confesiones de los nuestros no XIV del 24 de mayo 1751;
Clemente
necesitan permiso del Ordinario XIV,con el Breve Supremi apostolatus
para absolver válidamente a los del 16 de noviembre 1769 en favor de
que pertenecen a la comunidad y a los Pasionistas. Asimismo se amplió
los alumnos. la concesión en favor de la Congregación de la Doctrina


Cristiana, mediante el Breve Illius cujus del 28 de septiembre 1725, a 
la que se lo comunica expresa y directamente la Congregación de la Misión, en virtud de 
un decreto especial del 23 de noviembre 1729, según consta en el libro de 
Privilegios de la misma, 1815, pág. 8, nº 17. 

9.° Los que han sido autorizados ya Clemente X, con el Breve Apostolici 
en otra diócesis para oír las muneris del 10 de julio de 1671, en 
confesiones de los fieles, pueden favor de la Congregación de la absolver válidamente en los viajes Misión, en el Bulario de la Cong 
de 
a los alumnos y a los socios. la Misión, Vilna, pág. 38, n ° 4. 

10.° Se solicita la facultad de que San Pío V, Bula Ad immarcescibilem 
puedan cumplir el precepto pascual del 7 de febrero 1571 en favor de en los oratorios privados. los Teatinos, en el Bulario 
Cherub, 

V, 11, pág. 232, n.° 17. -Clemente 
XIV, Breve Supremi apostolatus, 
antes citado en favor de los 
Pasionistas, en el Bulario Romano 
IV, pág. 68, n.° 4, y concedido por Comunicación de la Congregación de 
la Misión. Véase el Summarium 
Privilegiorum Missionis, pág. 39, 
n.° 67. 

11.° Podemos disfrutar de los Concedido ut supra a la Congregación
derechos parroquiales en todas las de la Misión. Véase el Summarium iglesias de la Congregación; y, por Privilegiorum Missionis, pág
39, n
º
tanto, conservar y administrar el 67. También a los Oblatos de María
óleo de los enfermos y el sacramento Inmaculada por el Papa León XII, el
de la Extrema Unción a todos los 12 de septiembre de 1826. miembros de la Congregación 
y
también a los alumnos.
618


((717)) 12.º In itinere et in Pius VI, 8 octobris 1784 pro Cong.
missionibus possumus missam celebrare Missionis; idem Pontifex, 27 maii in Oratoriis privatis, sine 1789,pro Passionistis, ex
Rescripto
praeiudicio privilegii indultarii et relato in Elencho facultatum Cong.
absque eiusdem ac alterius personae SS. Redempt. p. 155; id. 20 iunii
prasentia. 1820 pro Cong. SS. Redempt. Vid.


Elenchum praedictum. p. 128, n.4. 

13.º Facultas benedicendi primarium Coelestinus V. Bulla Etsi cunctos 
lapidem ipsamque Ecclesiam Superiori 17 septembris 1294 pro Cong. Generali concessa est; Ecclesiae monach. Coelestinorum Ordinis 

S.
vero reconciliatio omnibus Benedicti, in Bull. Rom. Taurini V.
superioribus permittitur. IV, p. 120, n. 17, et per
comunicationem eorumdem Cong. 

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Missionis. Vide Sommarium Privilegiorum p.26, n.35, sub 
titulo Benedictio primi lapidis 
ecclesiae Superiori Generali concessa. 

14.º Similiter benedictio vestium Benedictus XIII, Brevi Illius cuius et vasorum, ubi non requiritur 28 septembris 1725 pro Cong. 
Doctr. 
unctio, Superioribus permittitur. Christianae, ex eius Bullario p.93 

et concessum per Communic. Cong. 
Missionis Capite V, n. 38 de 
facultatibus circa benedictiones 
sacras, eorumdem privilegiorum. 

15.º Superior Generalis mittere Pius VI, 8 octobris 1784, pro Cong. 
potest unum ex suis qui penes Missionis; idem Pontifex 27 maii insigniores benefactores missam 1789 pro Passionistis, ex 
Rescripto 
celebret, communicet in altari ad relato in Elencho facultatum Cong. 

hoc parato, certiorato Ordinario de SS. Redemptor.p. 155; -id. 20 iunii 
habita facultate, eiusdemque 1820, pro Cong. SS. Redempt. Vid. 
licentia requisita quoad honestatem Elenchum praedictum p. 128, n. 4. 
loci et altaris. 

16.º Superiores cum delegatione Societati Iesu Leo XII, Brevi Plura Superioris Generalis licentiam inter et per communicationem 
legendi libros prohibitos subditis Passionistis. Vide Summarium titulo possunt concedere, servatis 28 Libri prohibiti n. 241. 
servandis. 

17.º Superior Generalis potest Pro Passionistis Clemens XIV, Brevi 
horas canonicas in alias preces vel Supremi Apostolatus; Leo XII, Brevi 
pium opus suis subditis commutare Plura inter, II iulii 1826: pro Soc. quum propter infirmitatem aut nimiam Iesu, in Bull, Rom. contin. 

V. XVI,
defationem, p. 450, n.3.
619
((717 bis))12.° En los viajes y Pío VI,8 de octubre 1784,en favor de 
en las misiones podemos celebrar la Congr. de la Misión; el mismo misa en oratorios privados, sin Pontífice, 27 mayo 1789 en favor 
de 
necesidad de acudir al privilegio los Pasionistas, según el Rescripto 
de indulto y sin la presencia de referido en el Elenco de facultades de 
ninguna otra persona. la Cong. del Smo. Redentor, pág. 155; 

idem, 20 junio 1820, en favor de la 
Congr. del Smo. Redentor. Véase el 
citado Elenco, pág. 128, n.° 4. 

13. ° La facultad de bendecir una Celestino V, Bula Etsi cunctos del 17 
primera piedra está concedida de septiembre 1294, en favor de los precisamente al Superior General; monjes Celestinos de la Orden 
de San 
la reconciliación de un templo, Benito, en el Bulario Romano, Turín, 
en cambio, está permitida a todos IV, pág. 120, n. ° 17, y por 
los superiores. comunicación de los mismos a la 
Congregación de la Misión. Véase el
Summarium Privilegiorum, pág. 26, n.
°
35, bajo el título Bendición de la
primera piedra de la iglesia, concedida al Superior General.


14.° Del mismo modo, la bendición Benedicto XIII, Breve Illius cuius del 
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de ornamentos y vasos, cuando no 28 de septiembre 1725, en favor de la 

se requiere unción, está permitida Congregación de la Doctrina Cristiana, 

a los Superiores. según su Bulario, pág. 93, y que se hizo extensivo por Comunicación a la 
Cong. de la Misión, cap. V, n. ° 38, 
acerca de las facultades sobre 
bendiciones sagradas, de dichos 
privilegios. 

15. ° El Superior General puede Pío VI, 8 octubre 1784, en favor de la
enviar a uno de sus súbditos para Congregación de la Misión; el mismo
celebrar misa en casas de Papa, 27 de mayo de 1789, en favor de
eminentes bienhechores y dar la los Pasionistas, según el Rescripto comunión en el altar preparado especificado en el Elenco de
para el acto, y habiéndosele hecho facultades de la Congr. del Smo.
sabedor al Ordinario y contando Redentor, pág. 155; -id. 20 junio
con su permiso en lo que se 1820, en favor de la Cong. del SSmo.
refiere a la licitud del lugar y Redentor. Véase el Elenco antes
del altar. citado, pág. 128, n. ° 4.
16. ° Los Superiores, con permiso En favor de la Compañía de Jesús,
del Superior General, pueden Breve Plura inter de León XII, y, por autorizar a sus súbditos para comunicación, a los Pasionistas.
Véase
leer libros prohibidos, teniendo Summarium, título 28. Libros en cuenta las circunstancias de prohibidos, nº 241.
cada caso.
17. º El Superior General puede Clemente XIV, Breve Supremi
conmutar las horas canónicas por apostolatus, en favor de los
otras preces o todo el oficio Pasionistas; León XII, Breve Plura
sagrado a sus súbditos, por causa inter, 11 julio 1826; en favor de la de enfermedad o exceso de Compañía de Jesús, en el Bulario
cansancio, Romano, XVI, pág. 450, nº 
3
620
((718)) absque gravi incommodo, Clemens VII, Bulla Dudum pro parte, 7 

socii eas persolvere nequeunt. martii 1535 pro Theatinis, in Bull. 
Rom. Taurini V. VI. p. 161, n.2 et pro 
Communic. Cong. Missionis. 

18.º Facultates in folio Sacrae Concessum Cong. Missionis ad Emmanuele 

Penitentiariae adnotatas, quibus S. R. E. Cardinale Gregorio 

Superior Generalis iam gaudet ad Maiori Poenitentiario Anno 1856 et 

vitam, communicare potest renovato post decennium. 

quotiescumque bonum in Domino 

iudicaverit. 

19.º Superior Generalis potest Concessum Cong. Cassinensium 13 

dispensare cum iis omnibus qui sub Iunii 1571 a S. Pio V Bulla Dum ad 

obedientia in Congregatione degunt, Congregationem cum Clausula, non 

etiam cum Novitiis perseverantibus obstantibus quibusvis apostolicis, ac 

tamen in Congregatione et quousque provincialibus, et Synodalibus perseveraverint, in omni conciliis, V.2 Bull. Rom, Cherub. 

inhabilitate et irregularitate tum Gregor. XIV pro PP. Ministrantibus 

ad effectum suscipiendi ordine, tum infirmis, in super. cit. Bulla Illius 

ad gerenda quaecumque munia cuius et aliis et per communicationen 

Ecclesiastica, sive ante sive post Oblatis B. M. V. in cap. 

ingressum in religionem ex Dispensationis n. I. 

quacumque causa irregularitas 

contracta fuerit. 

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VOLUMEN XVII 
Página: 621 

20.º Superiores iocales in foro Concessum Minimis a Iulio II Bulla 
conscientiae possunt dispensare cum Virtute conspicuos et fr. suis subditis in iis in quibus Praedicatoribus Pius V, Bulla Romani 
possunt Episcopi iure communi Pontifices et per communicationem 
circa Clericos et laicos sibi Passionistis N. 161. Privilegiorum. 
subiectos. 

21.º Superiores nostrarum domorum Passionistis concessum a Pio VI 17 
possunt stationes Viae Crucis maii et Cong. nostrae, sed tantum 
erigere in pagis et civitatibus, occasione excercitiorum spiritualium. 
in quibus non commorantur nec 
facile Patres Franciscani haberi 
possunt. 

22.º Petitur ut Missionibus 
addictis concedantur omnia 
privilegia gratiae et indulgentiae 
quibus Missionarii Apostolici 
gaudent. 

23.º Ut omnibus superioribus Pius VI Brevi Sacrosanctum locorum et sacerdotibus facultas Apostolatus 21 aug. 1789 pro 
Cong. 
detur benedicendi coronas, SS. Redempt. in Bull. Rom. contin. 
numismata, cruces et scapulares V.VIII p. 345, n.3 et 5, et per 

B.M. Virginis. 
Communicationem. Cong.Missionis. Vide 
Summ. Priv. n. 133, p. 79. 
24.º Petitur ut quicumque utriusque A Benedicto XIV Rescrip. 18 novemb.
sexus confessus et sacra synaxi 1753.
refectus diebus festis, aliquam
nostrae Congregationis ecclesiam vel
oratiorum visitaverit, indulgentiam
plenariam consequi possit.
621


((718 bis)) cuando, sin grave Clemente VII, Bula Dudum pro parte
incomodidad los socios no pueden del 7 de marzo de 1535, en favor de
recitarlas. los Teatinos, según consta en el Bulario Romano, Turín VI, pág. 161,
n.° 2, y en concepto de comunicación a la Congr. de la Misión.


18.° Las Facultades, anotadas en el Concedido a la Congr. de la Misión
folio de la Sagrada Penitenciaría por S. E. R. el Cardenal Gregorio que tiene de modo vitalicio el Emanuele, Penitenciario Mayor, 
e
año
Superior General, las puede 1856, y renovado por otro decenio.
transmitir siempre que lo juzgare
oportuno en el Señor.


19. ° El Superior General puede Concedido a la Cong. de los dispensar, en favor de todos los Cassinenses el 13 de junio de 1571 
que viven bajo obediencia en la por San Pío V, Bula Dum ad 
Congregación, incluidos los Congregationem, con la cláusula, non 
novicios, que perseveren hasta el obstantibus quibusvis apostolisis ac 
fin en la Congregación y hasta el provincialibus el Synodalibus 
momento en que perseveren, de toda conciliis, V. 2, Bull. Rom. Cherub. 
deficiencia e irregularidad, tanto Gregorio XIV en favor de los PP. 
a efectos de recibir órdenes como Ministros de los Enfermos, en la 
para desempeñar cualesquiera anteriormente citada Bula Illius 
cargos eclesiásticos, ya sea antes cuius y en otras, y por comunicación 
Fin de Página: 622 


VOLUMEN XVII Página: 622 

o después del ingreso en religión y a los Oblatos de la Bienaventurada
por cualquier motivo de Virgen María, en el cap. de la
irregularidad que hubieran Dispensa, n. ° 1.
contraído.
20. ° Los Superiores locales, en Concedido a los Mínimos por Julio II
el fuero de la conciencia, pueden Bula Virtute conspicuos, y a los dispensar a sus súbditos en todo Dominicos, por Pío V, Bula
Romani
aquello que tienen potestad los Pontifices; y por comunicación a los
Obispos, por derecho común, respecto Pasionistas, n.° 161 de los
de los clérigos y laicos sujetos a Privilegios.
ellos.
21.° Los Superiores de nuestras Concedido a los Pasionistas por Pío 
casas pueden erigir las estaciones VI el 17 de mayo, y a nuestra del Viacrucis en pueblos y ciudades Congregación, pero únicamente 
con 
donde no residen los Padres ocasión de los ejercicios 
Franciscanos ni sea fácil contar espirituales. 
con ellos. 

22.° Pide se concedan a los enviados 
a las Misiones todos los privilegios 
de gracia y perdón que tienen los 
Misioneros Apostólicos. 

23.° Que se dé a todos los Pío VI, en el Breve Sacrosanctum 
superiores locales y a los Apostolatus del 21 de agosto 1789, 
sacerdotes la facultad de bendecir, en favor de la Cong. del SSmo. 
rosarios, medallas, crucifijos y Redentor, en el Bull. Romanum, cont. 
escapularios de la Virgen. V. VIII, pág, 345, núms. 3 y 5. y, 

por comunicación, a la Congr. de la
Misión. Véase Summ. Priv, n.º 133,
pág. 79.


24.º Se pide que cualquier persona Por Benedicto XIV, rescripto del 
de ambos sexos, habiendo confesado 18 de noviembre de 1753. 
y comulgado en días festivos y que 
visitase alguna iglesia u Oratorio 
de nuestra Congregación, pueda 
lucrar indulgencia plenaria. 622 

((719)) 

19 (el original en latín) 

Ultima súplica de don Bosco para los Privilegios 

Beatísimo Padre: 

Ya estamos en el décimo año, desde que la humilde sociedad llamada de San Francisco de Sales, obtuvo la definitiva y específica 
aprobación de las Constituciones. Algunos privilegios, totalmente indispensables, le fueron concedidos entonces por el Supremo Pontífice 
de la Iglesia. A lo largo de este tiempo, los socios Salesianos se preocuparon de llevar a la práctica sus Constituciones, perfeccionar el 
noviciado y los estudios y observar sus ejercicios de piedad y los de sus alumnos, para conseguir de este modo el fin de la Sociedad, que 
fue siempre la gloria de Dios y la salvación de las almas. Tras la definitiva aprobación, con la ayuda de Dios, es un hecho que esta humilde 
Sociedad, en realidad un pequeño rebaño, se ha expandido de forma milagrosa y rapidísima por las diversas regiones de Italia, Francia, 

Fin de Página: 623 


VOLUMEN XVII Página: 623 

España y hasta los indios y patagones de América del Sur. Cuando esta Congregación consiguió su aprobación, contaba únicamente con 
dieciséis casas, en las que recibían educación cristiana aproximadamente siete mil alumnos; y tenía trescientos socios. Pero ahora las casas 

o colegios son ciento sesenta y seis; los alumnos externos e internos son aproximadamente ciento cincuenta mil; y los religiosos, más de 
mil cuatrocientos. 
En medio de tantos alumnos y religiosos y en medio de tantas casas, unas tan distantes de las otras, ha surgido una gran dificultad por la 
carencia de los privilegios que los demás institutos eclesiásticos suelen disfrutar. 

Pues como nuestros privilegios fueron concedidos unos temporalmente, otros condicionados y otros de simple viva voz, originaron 
graves dificultades para su puesta en practica. Por ejemplo: la facultad de poder expedir las dimisorias fue concedida el 3 de abril de 1874, 
((720)) y, en esta misma fecha y año, ha quedado sin efecto. »Qué puede hacer sin esta facultad el Superior de una Congregación que tiene 
intercomunicación de casas? 

Por consiguiente, tras madura reflexión sobre ello y contando con el consejo de un varón prudente e investido de autoridad, se impetró la 
Comunicación de los privilegios como necesarísima. En pliego aparte, se exponen la necesidad y las motivaciones de todo esto. 

No se solicita la Comunicación de privilegios en general, sino de modo especial con los Oblatos de la Bienaventurada Virgen María, 
cuya Congregación obtuvo su aprobación definitiva y la Comunicación de los Privilegios de los Redentoristas por León XII, de feliz 
memoria, el día 12 de septiembre de 1826, en estos términos: 

«Recompensando al Superior General y a los Oblatos por especiales favores, se comunican benignamente a los mismos Oblatos, a sus 
iglesias, capillas y casas, y se les extienden e imparten perpetuamente, con toda clase de cláusulas y decretos necesarios y oportunos, todos 
y cada uno de los indultos, privilegios, indulgencias, exenciones y facultades, que le fueron concedidos a la Congregación del Santísimo 
Redentor». 

Pero, como ahora nuestra humilde Sociedad, tanto en cuanto a sus Constituciones y finalidad, como en su cultivo de la mies en el campo 
evangélico, puede asimilarse a las anteriormente alabadas Congregaciones, se solicitan simplemente idénticos privilegios. 

Precisado brevemente todo esto, todos los Salesianos postrados a tus pies, Beatísimo 
623 

Padre, encarecidamente suplicamos que concedas a nuestra Congregación, a modo de comunicación o extensión, los privilegios, facultades 
y gracias espirituales, que tienen en general otras Congregaciones y, concretamente, la Congregación de los Oblatos de la Bienaventurada 
Virgen María. 

Mediante tal comunicación, Beatísimo Padre, la Sociedad Salesiana tendría un camino seguro y conocido a seguir; sería facilísimo que 
los Ordinarios de lugar reconociesen tales privilegios, los cuales utilizaría principalmente en las Misiones que han de emprenderse y en las 
casas que han de fundarse en regiones extranjeras. 

Por tal y tan gran favor, todos los Salesianos, con sumo agrado, darán gracias diariamente a Dios y a ti; y cada uno se entregará con todas 
sus fuerzas a cultivar la viña del Señor. 

Y el que suscribe, contemplando ya consolidada la obra que la Santa Iglesia de Dios me confió, cantaré con gozo: «Ahora Señor, puedes 
dejar a tu siervo irse en paz... » 

Turín, 16 de junio de 1884 

JUAN BOSCO, Pbro.
Rector Mayor


((721)) 

20 (el original en latín) 

Decreto para la comunicación de los Privilegios
con los Redentoristas


Fin de Página: 624 


VOLUMEN XVII Página: 624 

Su Santidad el Papa, León XIII, en audiencia tenida con el infrascrito Secretario de la Congregación de Obispos y Regulares el 13 de 
junio de 1884, recompensando al sacerdote Juan Bosco, fundador y Superior General de la Pía Sociedad de Sacerdotes, denominada de San 
Francisco de Sales, y a sus socios, por favores especiales y gracias, se ha dignado extender y proveer perpetuamente todos y cada uno de 
los Indultos, Privilegios, Exenciones y Facultades, concedidos a la Congregación del Santísimo Redentor y a sus mismos Socios, Iglesias, 
Capillas y Casas, con todas las cláusulas y decretos necesarios y oportunos. Además Su Santidad ordenó, y por el texto del presente 
decreto se declara, que los Privilegios, Facultades y Gracias Espirituales, concedidos tanto temporal como verbalmente, queden totalmente 
abolidos y en suspenso. Sin que haya nada que obste en contrario. Dado en Roma, por parte de la Secretaría de la Sagrada Congregación de 
Obispos y Regulares, el día 28 de junio de 1884. 

(Hay un sello) 

I. Card. FERRIERI, Pref. 
I. MASOTTI, Secretario 
21 

Carta del padre rosminiano César Flechia a don Bosco 

Muy reverendo y querido amigo don Bosco: 

Como sé que V. S. está agobiado con muchas cartas y un sinfín de molestias y asuntos, aunque pienso a menudo en vuestra muy 
apreciada y venerada Señoría y deseo verle, sin embargo me abstengo y no me atrevo a aumentar sus molestias y hace mucho tiempo que n 
siquiera le escribo. Pero ahora, deseando obtener un favor de V. S., me levanto de la cama, que me tiene atado por culpa de una pierna 
enferma, y le escribo. 

No sé si V. S. está a favor o en contra de las doctrinas del padre Rosmini, pero como quiera que sea, esto aparte, cada uno es dueño de 
opinar como mejor crea; empero sé que V. S. conoció personalmente a Rosmini; ahora bien, como el padre Paoli, después de escribir su 
vida en compendio, está dedicado actualmente a escribir sus virtudes, desea y pide a las personas que lo conocieron (aunque ya algo tarde, 
pues la mayoría ha muerto), un testimonio de sus virtudes, según piensa cada uno ante Dios que las poseyó y distinguió con la gracia divina 
para gloria de Dios mismo. Lauda post mortem, y ya recibió más de trescientos por escrito; por eso, por mi medio, ((722)) le pide 
humildemente, y yo también le pido, que nos dé el suyo y el de aquéllos de su santo Instituto que lo conocieron. Digan y atestigüen todo lo 
bueno que sepan y puedan en conciencia atestiguar, sobre la virtud y santidad del padre Antonio Rosmini, con su firma. 

Este es el precioso favor por el que le escribo y molesto y por el que, en consecuencia, le doy gracias anticipadas, suplicándole se digne 
honrar todavía una vez más el santuario de la Sacra con su presencia. 

Beso con reverencia sus manos, imploro su santa bendición y encomiendo a sus santas oraciones, y a las del carísimo don Miguel Rúa y 
de todos los suyos, a este pobre anciano decrépito, que los quiere y se honra con ser 

De V. S. Rvma. 

12 de junio de 1884 

Su humilde y seguro servidor, CESAR FLECHIA, Pbro. 

La pureza y medios para conservarla 

Le pareció a don Bosco tener ante sí un inmenso y encantador collado, cubierto de verdor, en suave pendiente y completamente llano. En 
las faldas del mismo, se formaba un escalón, más bien bajo, desde el cual se subía a la vereda donde estaba don Bosco. Aquello parecía el 
Paraíso terrenal iluminado por una luz más pura y más viva que la del sol. Estaba todo cubierto de verde hierba, esmaltada de multitud de 
bellas y variadas flores y sombreado por un ingente número de árboles que, entrelazando las ramas entre sí, las extendían a guisa de 
amplios festones. 

Fin de Página: 625 


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En medio del vergel y hasta el límite del mismo, se extendía una alfombra de 

625 
mágico candor, tan luciente que deslumbraba la vista. Tenía una longitud de muchas millas. Ofrecía toda la magnificencia de un regio 
estrado. Como ornato, sobre la franja que corría a lo largo de su borde, se veían varias inscripciones en caracteres dorados. 

Por un lado se leía: Beati immaculati qui ambulant in lege Domini. 

Bienaventurados los puros que andan por los caminos de la ley del Señor. 

Y en el otro: Non privabit bonis eos qui ambulant in innocentia. No dejará sin bienes a los que viven en la inocencia. 

En el tercer lado: Non confundentur in tempore malo; in diebus famis saturabuntur. No se sentirán confundidos en el tiempo de la 

adversidad y, en los días de hambre, serán saciados. 
En el cuarto: Novit Dominus dies immaculatorum et haereditas eorum in aeternum erit. Conoció el Señor los días de los inocentes y la 

herencia de ellos será eterna. 

En las cuatro esquinas del estrado, en torno de un magnífico rosetón, se veían estas cuatro inscripciones: 

Cum simplicibus sermocinatio ejus: Su conversación será con los sencillos. 

Proteget gradientes simpliciter: Protege a los que suben con humildad. 

Qui ambulant simpliciter, ambulant confidenter: Los que caminan con sencillez, proceden confiadamente. 

Voluntas eius in iis qui simpliciter ambulant: Su voluntad se manifiesta a los que viven sencillamente. 

En mitad del estrado, había esta última inscripción: Qui ambulat simpliciter salvus erit: El que procede con sencillez será salvo. 

((723)) En el centro de la pradera, sobre el borde superior de aquella blanca alfombra, se levantaba un estandarte blanquísimo, sobre el 
cual se leía también escrito con caracteres de oro: Fili mi, tu semper mecum es et omnia mea tua sunt: Hijo mío, tú siempre has estado 
conmigo y todo lo mío te pertenece. 

Si don Bosco se sentía maravillado a la vista del jardín, más le llamaron la atención dos hermosas jovencitas, como de doce años, que 
estaban sentadas al borde de la alfombra donde el terreno formaba el escalón. Una celestial modestia se reflejaba en todo su gracioso 
continente. De sus ojos constantemente fijos en la altura, fluía no solamente una ingenua sencillez de paloma, sino que también brillaba en 
ellos la luz de un amor purísimo y de un gozo verdaderamente celestial. Sus frentes despejadas y serenas parecían el asiento del candor y 
de la sinceridad; sobre sus labios florecía una alegre y encantadora sonrisa. Los rasgos de sus rostros denotaban un corazón tierno y 
fervoroso. Los graciosos movimientos de la persona les comunicaba un aire tal de sobrehumana grandeza y de nobleza que contrastaba con 
su juventud. 

Una vestidura blanca les bajaba hasta los pies, sobre la cual no se distinguía ni mancha, ni arruga y ni siquiera un granito de polvo. 
Tenían ceñidos los costados con una faja bordada de lirios, de violetas y de rosas. Un adorno semejante, en forma de collar, rodeaba su 
cuello compuesto de las mismas flores, pero de forma diversa. Como brazaletes llevaban en las muñecas un hacecillo de margaritas 
blancas. 

Todos estos adornos y flores tenían formas y colores de una belleza imposible de describir. Todas las piedras más preciosas del mundo, 
engarzadas con la más exquisita de las artes, parecerían un poco de fango en su comparación. 

Sus blanquísimas sandalias estaban adornadas con una cinta blanca de bordes dorados con una graciosa lazada en el centro. Blanco 
también, con pequeños hilos de oro, era el cordoncillo con que estaban atadas. 

Su larga cabellera estaba sujeta con una corona que les ceñía la frente y era tan 
626 
abundante que, al salir de la corona, formaba exuberantes bucles, cayendo después por la espalda a guisa de abundantes rizos. 

Ambas habían comenzado un diálogo: unas veces alternaban en el hablar; otras, se hacían preguntas o bien prorrumpían en 

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exclamaciones. A veces, las dos permanecían sentadas; otras, una estaba sentada y la otra de pie o bien paseaban. Pero nunca salían de la 
superficie de aquella blanca alfombra y jamás tocaban las hierbas ni las flores. Don Bosco, en su sueño, permanecía a manera de 
espectador. Ni él dirigió palabra alguna a las jovencitas ni las jovencitas a él, pues ni se dieron cuenta de su presencia; la una decía a la otra 
con suavísimo acento: 

-»Qué es la inocencia? El estado afortunado de la gracia santificante, conservado merced a la constante y exacta observacia de la ley 
divina. 

Y la otra doncella, con voz no menos dulce: 

-La conservación de la pureza, de la inocencia, es fuente y origen de toda ciencia y de toda virtud. 

Y la primera: 

-íQué brillo, qué gloria, qué esplendor de virtud, vivir bien entre los malos y, entre los malignos y malvados, conservar el candor de la 
inocencia y la pureza de las costumbres! 

La segunda se puso de pie y, deteniéndose junto a la compañera: 

((724)) -Bienaventurado el jovencito que no va detrás de los consejos de los impíos y no sigue el camino de los pecadores, sino que su 
complacencia es la ley del Señor, la cual medita día y noche. Y será como el árbol plantado a lo largo de las corrientes de las aguas de la 
gracia del Señor, el cual dará a su tiempo fruto copioso de buenas obras: aunque sople el viento, no caerán de él las hojas de las santas 
intenciones y del mérito y todo cuanto haga tendrá un próspero efecto y cada circunstancia de su vida cooperará a acrecentar su premio. 

Y, así diciendo, señalaba los árboles del jardín, cargados de frutos bellísimos, que esparcían por el aire un perfume delicioso, mientras 
unos arroyuelos de aguas limpísimas que, unas veces, discurrían por dos orillas floridas, otras, caían formando pequeñas cascadas o 
formaban pequeños lagos y bañaban sus pies, con un murmullo que parecía el sonido misterioso de una música lejana. 

La primera doncella replicó: 

-Es como un lirio entre las espinas que Dios acoge en su jardín y, después, lo toma para ornamento de su corazón; y puede decir a su 
Señor: Mi Amado para mí y yo para mi Amado, pues se apacienta en medio de lirios. 

Y, al decir esto, indicaba un gran número de lirios hermosísimos que alzaban su blanca corola entre las hierbas y las demás flores, 
mientras señalaba en la lejanía un altísimo valladar verde que rodeaba todo el jardín. Este valladar estaba todo cuajado de espinas y, detrás 
de él, vagaban unos mostruos asquerosos que intentaban penetrar en el jardín, pero se lo impedían las espinas del seto. 

-íEs cierto! íCuánta verdad encierran tus palabras!, añadió la segunda, íBienaventurado el jovencito que sea hallado sin culpa! »Pero 
quién será el tal y qué alabanzas diremos en su honor? Pues ha obrado cosas admirables en su vida. Fue encontrado perfecto y tendrá la 
gloria eterna; pudo haber pecado y no pecó; hacer el mal y no lo hizo. Por esto, sus bienes han sido establecidos por el Señor y sus obras 
buenas serán celebradas por todas las congregaciones de los Santos. 

-Y, en la tierra, íqué gloria les está reservada! Los llamará, les señalará un lugar en su santuario, los hará ministros de sus misterios y les 
dará un nombre sempiterno que jamás perecerá, concluyó la primera. 
627 

La segunda se puso de pie y exclamó: 

-»Quién puede describir la belleza de un inocente? Su alma está espléndidamente vestida, como una de nosotras, adornada con la blanca 
estola del santo Bautismo. En su cuello, en sus brazos resplandecen gemas divinas, lleva en su dedo el anillo de la alianza con Dios. 
Camina velozmente en su viaje hacia la eternidad. Se abre delante de sus ojos un sendero sembrado de estrellas... Es tabernáculo viviente 
del Espíritu Santo. Con la sangre de Jesús que corre por sus venas y tiñe sus mejillas y sus labios, con la Santísima Trinidad en el corazón 
inmaculado, despide a su alrededor torrentes de luz que le revisten de un esplendor mayor que el del sol. Desde lo alto, llueven pétalos de 
flores celestes que llenan el aire. Todo el ambiente se puebla de las suaves armonías de los ángeles que hacen eco a sus plegarias. María 
Santísima está a su lado pronta a defenderla. El cielo está abierto para ella. ((725)) Se ha convertido en espectáculo para las inmensas 
legiones de los Santos y de los Espíritus bienaventurados que le invitan agitando sus palmas. Dios, entre los inaccesibles fulgores de su 
trono de gloria, le señala con la diestra el lugar que le tiene destinado, mientras que, con la izquierda, sostiene la espléndida corona con que 
le ha de coronar para siempre. El inocente es el deseo, la alegría, el aplauso del Paraíso. Y, sobre su rostro, está esculpida una alegría 
inefable. Es hijo de Dios. Dios es su Padre. El Paraíso es su herencia. Está continuamente con Dios. Lo ve, lo ama, lo sirve, lo posee, lo 

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goza, posee un rayo de las delicias celestiales; está en posesión de todos los tesoros, de todas las gracias, de todos los secretos, de todos los 
dones, de todas sus perfecciones y de Dios mismo. 

-Por esto, se presenta tan gloriosa la inocencia en los Santos del Antiguo Testamento y en los del Nuevo, y especialmente en los 
Mártires. íOh, Inocencia, cuán bella eres! Tentada, creces en perfección, humillada, te levantas más sublime; combatida, sales triunfante; 
sacrificada, vuelas a recibir la corona. Tú eres libre en la esclavitud, tranquila y segura en los peligros, alegre entre las cadenas. Los 
poderosos se inclinan ante ti, los príncipes te acogen, los grandes te buscan. Los buenos te obedecen, los malos te envidian, los rivales te 
emulan, los adversarios sucumben ante ti. Y tú saldrás siempre victoriosa, incluso cuando los hombres te condenen injustamente. 

Las dos doncellas hicieron una pequeña pausa, como para tomar un poco de aliento después de haber desahogado tan encendidos 
anhelos, y luego se tomaron de la mano y se miraron una a otra. 

-íOh, si los jóvenes conociesen el precioso tesoro de la inocencia, cómo cuidarían, desde el principio de su vida, la estola del santo 
bautismo! Mas, por el contrario, no reflexionan, no piensan lo que quiere 
decir mancillarla. La inocencia es un licor preciosísimo. 

-Pero está encerrado en un frágil vaso de barro y, si no se le lleva con cautela, se rompe con la mayor facilidad.
-La inocencia es una piedra preciosa.
-Pero no se conoce su valor, se pierde y fácilmente se la cambia por un objeto vil.
-La inocencia es un espejo de oro, que refleja la imagen de Dios.
-Pero basta un poco de aire húmedo para empañarlo y hay que conservarlo envuelto en un velo.
-La inocencia es un lirio.
-Pero el solo contacto de una mano poco delicada puede marchitarlo.
-La inocencia es una blanca vestidura. Omni tempore sint vestimenta tua candida.


628 
-Pero basta una sola mancha para hacerla perder su valor; por eso, es necesario caminar con mucha precaución. 
-La inocencia queda violada, si es afeada por una sola mancha, y pierde el tesoro de su gracia. 
((726)) -Basta un solo pecado mortal. 
-Y, una vez perdida, queda perdida para siempre. 
-íQué desgracia la de tantas inocencias que se pierden cada día! Cuando un jovencito cae en el pecado, el Paraíso se le cierra; la Virgen 

Santísima y el Angel de la guarda desaparecen, cesan las músicas y se eclipsa la luz. Dios no está ya en su corazón, desaparece el camino 
de estrellas que antes recorría; cae y queda al momento solo como una isla en medio del mar, de un mar de fuego que se extiende hasta el 
extremo horizonte de la eternidad, abismándose hasta la profundidad del caos... Sobre su cabeza brillan en el cielo, amenazantes, los rayos 
de la divina justicia. Satanás se ha convertido en su compañero, lo ha cargado de cadenas, le ha puesto un pie en el cuello y, con el bidente 
levantado en alto, ha exclamado: 

-íHe vencido! Tu hijo es mi esclavo. Ya no te pertenece, para él se ha terminado la alegría.
Si la justicia de Dios le priva en aquel momento del único punto de apoyo con que cuenta, está perdido para siempre,
-íY puede levantarse! La misericordia de Dios es infinita. Una buena confesión le puede devolver la gracia y el título de hijo de Dios.
-Pero la inocencia, jamás. íY qué consecuencias se originarán del primer pecado! Conoce el mal que antes no conocía; sentirá


terriblemente el influjo de las malas inclinaciones; con la deuda enorme que ha contraído con la divina justicia, se sentirá más débil en los 
combates espirituales. Sentirá lo que antes no sentía, los efectos de la vergüenza, de la tristeza, del remordimiento. 
-Y pensar que antes se había dicho de él: Dejad que los niños se acerquen a Mí. Ellos serán como los ángeles de Dios en el cielo, Hijo 

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mío, dame tu corazón. 

-íAh, qué delito tan espantoso cometen aquellos desgraciados que son culpables de que un niño pierda la inocencia! Jesús ha dicho: El 
que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en Mí, mejor le fuera que le atasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen a 
lo más profundo del mar. íAy del mundo a causa de los escándalos! No es posible impedir los escándalos, pero íay de aquellos que 
escandalizan! Guardaos de despreciar a uno de estos pequeños que creen en Mí, porque os aseguro que sus ángeles en el cielo ven 
perpetuamente el rostro de mi Padre e está en los cielos y piden venganza. 

-íDesgraciados! Pero no menos infelices son los que se dejan robar la inocencia. 

Y aquí las dos jovencitas comenzaron a pasear; el tema de su conversación era sobre cuál es el medio para conservar la inocencia. 

Una decía: 

-Es un gran error el de los jóvenes, al creer que la penitencia la debe practicar solamente quien ha pecado. La penitencia es también 
necesaria para conservar la inocencia. Si San Luis no hubiese hecho penitencia, habría caído sin duda en pecado mortal. Esto se debería 
predicar, inculcar, enseñar continuamente a los jóvenes. íCuántos más numerosos serían los que conservarían la inocencia, mientras que 
ahora son tan pocos! 

((727)) -Lo dice el Apóstol: Hemos de llevar siempre, por todas partes, en nuestro cuerpo, la mortificación de Jesucristo, a fin de que la 
vida de Jesús se manifieste en nosotros. 
629 

-Y Jesús, santo, inmaculado e inocente, pasó una vida de privaciones y dolores. 

-Así también María y todos los Santos. 

-Y fue para dar ejemplo a todos los jóvenes. Dice San Pablo: «Si vivís según la carne, moriréis; si, con el espíritu dais muerte a las 
acciones de la carne, viviréis». 

-Por tanto, sin la penitencia no se puede conservar la inocencia. 

-Y, con todo, muchos querrían conservar la inocencia, viviendo libremente. 

-íNecios! »Acaso no está escrito: Fue arrebatado para que la malicia no alterase su espíritu y la seducción no indujese su alma a error? 
Mas la ofuscación de la vanidad oscurece el bien y el vértigo de la concupiscencia pervierte al alma inocente. Por tanto, dos enemigos 
tienen los inocentes: las máximas perversas y las malas conversaciones de los malvados y la concupiscencia. »No dice el Señor que la 
muerte en plena juventud es un premio que evita al inocente los combates? «Porque agradó al Señor, fue por El amado y, porque vivía 
entre los pecadores, fue llevado a otro lugar. Habiendo muerto en edad temprana, recorrió un largo camino. Porque Dios amaba su alma, lo 
sacó de en medio de la iniquidad. Fue arrebatado para que la malicia no alterase su espíritu y la seducción no indujese su alma a error». 

-Afortunados los niños que abrazan la cruz de la penitencia y con firme propósito dicen con Job: Donec deficiam, non recedam ab 
innocentia mea. Hasta que muera no me apartaré del camino de la inocencia. 

-Por tanto, mortificación para superar el fastidio que sienten en la oración. 

-Está escrito: Psallam et intelligam in via immaculata. Quando venies ad me? Petite et accipietis. Pater noster! 

-Mortificación de la inteligencia mediante la humildad, obedecer a los Superiores y a los reglamentos, 

-También está escrito: Si mei non fuerint dominati, tunc immaculatus ero et emundabor a delicto maximo. Y esto es la soberbia. Dios 
resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. El que se humilla será exaltado y el que se exalta será humillado. Obedeced a vuestros 
Superiores. 

-Mortificación en decir siempre la verdad, en manifestar los propios defectos y los peligros en los cuales puede uno encontrarse. 
Entonces recibirá siempre consejo, especialmente del confesor. 

-Pro anima tua, ne confundaris dicere verum. Por amor de tu alma no tengas vergüenza de decir la verdad. Porque hay una vergüenza que 
trae consigo el pecado y hay otra vergüenza que trae consigo la gloria y la gracia. 

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((728)) -Mortificación del corazón, frenando sus movimientos desordenados, amando a todos por amor de Dios y apartándonos 
resueltamente de aquellos que pretenden mancillar nuestra inocencia. 

-Lo ha dicho Jesús: Si tu mano o tu pie te sirven de escándalo, córtalos y arrójalos lejos de ti; es mejor para ti llegar a la vida, con una 
mano o con un pie de menos, que, con ambas manos o con ambos pies, ser precipitado al fuego eterno. Y si tu ojo te sirve de escándalo, 
sácatelo y arrójalo lejos de ti; es mejor entrar en la vida eterna, con un solo ojo, que con los dos ser arrojado al fuego del infierno. 

-Mortificación en soportar valientemente y con franqueza las burlas del respeto humano. Exacuerunt, ut gladium, linguas suas: 
intenderunt arcum, rem amaram, ut saggitent in occulis immaculatum. 

-Y vencerán estas mofas malignas, temiendo ser descubiertos por los Superiores, pensando en las terribles palabras de Jesús: El que se 
avergonzare de Mí y de mis palabras, se avergonzará de él el Hijo del hombre, cuando venga con toda su majestad y con la del Padre y de 
los santos Angeles. 
630 

-Mortificación de los ojos, al mirar, al leer, apartándose de toda lectura mala e inoportuna. 

-Un punto esencial. He hecho pacto con mis ojos de no pensar ni siquiera en una virgen. Y en los salmos: Guarda tus ojos para que no 
vean la vanidad, 

-Mortificación del oído y no escuchar malas conversaciones, palabras hirientes o impías. 

-Se lee en el Eclesiástico: Saepi aures tuas spinis, linguam nequam noli audire. Rodea con un seto de espinas tus oídos y no escuches la 
mala lengua. 

-Mortificación en el hablar: no dejarse vencer por la curiosidad. 

-También está escrito: Coloca una puerta y un candado a tu boca. Ten cuidado de no pecar con la lengua, para que no seas derribado a 
vista de los enemigos que te insidian y tu caída llegue a ser incurable y mortal. 

-Mortificación del gusto: no comer, no beber demasiado. 

-El demasiado comer y el demasiado beber fue causa del diluvio universal y del fuego sobre Sodoma y Gomorra y de los mil castigos que 
cayeron sobre el pueblo hebreo. 

-Mortificarse, en suma, sufriendo cuanto nos sucede a lo largo del día, el frío, el calor y no buscar nuestras satisfacciones. Mortificad 
vuestros miembros terrenos, dice San Pablo. 

-Recordad el dicho de Jesús: Si quis vult post me venire, abneget semetipsum et tollat crucem suam quotidie et sequatur me. 

((729)) -Dios mismo, con su próvida mano, rodea de espinas y de cruces a sus inocentes, como hizo con Job, con José, con Tobías y con 
otros Santos. Quia acceptus eras Deo, necesse fuit ut tentatio probaret te. 

-El camino del inocente tiene sus pruebas, sus sacrificios, pero recibe fuerza en la Comunión, porque quien comulga frecuentemente 
tiene la vida eterna, está en Jesús y Jesús en él. Vive la misma vida de Jesús y El lo resucitará en el último día. Es éste el trigo de los 
elegidos y el vino que engendra vírgenes. Parasti in conspectu meo mensam adversus eos, qui tribulant me. Cadent a latere tuo mille et 
decem millia a dextris tuis, ad te autem non appropinquabunt. 

-La Virgen Santísima a quien tanto ama es su Madre. Ego mater pulchrae dilectionis et timoris et agnitionis et sanctae spei. In me gratia 
omnis (para conocer) viae et veritatis; in me omnis spes vitae et virtutis. Ego diligentes me diligo. Qui elucidant me, vitam aeternam 
habebunt. Terribilis ut castrorum acies ordinata. 

Las dos doncellas se volvieron entonces y comenzaron a subir lentamente la pendiente. 

Y la una exclamó: 

-La salud de los justos viene del Señor. El es su protector en el tiempo de la tribulación. El Señor los ayudará y los librará. El los librará 
de las manos de los pecadores y los salvará porque esperaron en El. 

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Y la otra prosiguió: 

-Dios me dotó de fortaleza y el camino que recorro es inmaculado. 

Al llegar ambas doncellas al centro de aquella alfombra, se volvieron. 

-Sí, gritó una de ellas, la inocencia coronada por la penitencia es la reina de todas las virtudes. 

Y la otra exclamó también: 

-íCuán gloriosa y bella es la generación de los castos! Su memoria es inmortal y admirable a los ojos de Dios y de los hombres. La gente 
la imita cuando está presente y la desea, cuando ha partido para el cielo, y, coronada, triunfa en la eternidad, 
631 

después de vencer los combates de la castidad. íY qué triunfo! íQué gozo! Qué gloria al presentar a Dios, inmaculada, la estola del santo 
Bautismo, después de tantos combates entre los aplausos, los cánticos, el fulgor de los ejércitos celestiales. 

Mientras hablaban de esta manera del premio reservado a la inocencia conservada mediante la penitencia, don Bosco vio aparecer 
legiones de ángeles que, bajando del cielo, se asentaban sobre el blanco tapiz. Y se unían a aquellas dos doncellas, conservando ellas el 
puesto del centro. Formaban una gran multitud que cantaba: Benedictus Deus et Pater Domini Nostri Jesus Christi, qui benedixit nos in 
omni benedictione spirituali in coelestibus in Christo; qui elegit nos in ipso ante mundi constitutionem, ut essemus sancti et immaculati in 
conspectu eius in charitate et praedestinavit nos in adoptionem per Jesum Christum. 

Las dos niñas se pusieron entonces a cantar un himno maravilloso, pero con tales palabras y tales notas, que sólo los ángeles que estaban 
más próximos al centro podían modular. Los otros también cantaban, ((730)) pero don Bosco no podía oír sus voces, observando sólo los 
gestos y el movimiento de los labios al adaptar la boca al canto. 

Las dos niñas cantaban: Me propter innocentiam suscepisti et confirmasti me in conspectu tuo in aeternum. Benedictus Dominus Deus a 
saeculo et usque in saeculum; fiat, fiat! 

Entretanto, a las primeras escuadras de ángeles se añadieron otras y otras. Su vestido era de varios colores y adornos, diversos los unos 
de los otros y especialmente diferente del de las doncellas. Pero la riqueza y magnificencia de los mismos era divina. La belleza de cada 
uno era tal que la mente humana no la podría concebir en manera alguna, ni formarse la más remota idea de ellos. El espectáculo que 
ofrecía esta escena era indescriptible; pero sólo a fuerza de añadir palabras a palabras, se podría explicar en cierta manera el concepto. 

Terminado el canto de las dos niñas, entonaron todos juntos un himno inmenso y tan armonioso que jamás se oyó cosa igual ni se oirá 
sobre la tierra. 

He aquí lo que cantaban: Ei, qui potens est vos conservare sine peccato et constituere ante conspectum gloriae suae immaculatos in 
exultatione, in adventu Domini nostri Jesu Christi: Soli Deo Salvatori nostro, per Jesum Christum Dominum nostrum, gloria et 
magnificentia, imperium et potestas ante omne saeculum, et nunc et in omnia saecula saeculorum. Amen. 

Mientras cantaban, iban llegando nuevas escuadras de ángeles y, cuando el canto hubo terminado, poco a poco, todos se elevaron en el 
aire y desaparecieron al mismo tiempo que aquella visión. 

Y don Bosco se despertó. 

Informe de la madre Daghero a don Bosco 

Reverendo Padre: 

Gracias a la Divina Providencia, que siempre nos asiste de modo admirable, esta mañana se clausuró nuestro primer Capítulo General, 
presidido en nombre de nuestro reverendo padre Rector Mayor, por don Juan Cagliero, y en el que tomaron parte algunas veces el 
reverendo señor don Juan Bonetti, nuestro Director, y el teólogo 

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632 
Bertello. Las conferencias de este Capítulo fueron quince: en las primeras se leyeron nuestras santas Reglas, en las que, sin reformar nada, 
se coordinaron algunos puntos; se aclamaron otros según nos lo sugirió la práctica y, por fin, se introdujeron algunos puntos tomados de 
las reglas de nuestros hermanos los Salesianos. En las últimas conferencias, hemos procurado adoptar para nosotras las preciosas e 
importantísimas deliberaciones de los Capítulos Generales de los Salesianos, nuestros hermanos y dignísimos hijos suyos, de la 
observancia ((731)) de cuyas deliberaciones espero un óptimo resultado para la buena marcha de la querida Congregación. 

Aquí tiene, Rvmo. Padre, lo que me interesaba comunicarle, en nombre también de este Capítulo y de las Directoras; las actas que se 
levantaron y las deliberaciones tomadas, serán enviadas cuanto antes, junto con la santa regla, a V. R. P., para que haga de ellas lo que in 
Domino estime oportuno y ponga el visto bueno si lo cree útil para sus hijas en Jesús. 

Nuestros santos ejercicios tocan ya a su fin y, para su consuelo, apoyándome en lo que me dicen estos reverendos Superiores, puedo 
decirle que resultaron provechosísimos, gracias a la ayuda de sus oraciones, Venerado Padre, y al celo de estos buenos Predicadores. Deo 
gratias! 

El próximo domingo, después de la Comunión general, que aplicaremos por la salud de nuestro querido Padre, tomarán el hábito unas 
veinte, unas treinta harán los votos temporales y, seis, los perpetuos. Tomaron parte en estos santos ejercicios unas doscientas cincuenta 
hermanas y unas sesenta postulantes. Me parece que el estado moral y físico de la Congregación es bastante bueno gracias a Dios. 
Asístanos usted con su fervorosa oración y con sus preciosos consejos, y así espero que seguiremos dándole buenas noticias. Acepte los 
respetuosos saludos de la Comunidad y especialmente de las futuras profesas y novicias; rece mucho por mí y por todas, para que ninguna, 
Dios no lo permita, se haga indigna de la divina misericordia. 

Con todo el respeto y veneración de hija, me profeso ahora y siempre suya en Jesús. 

Nizza Monferrato, 22-8-1884 

Su humilde hija,
SOR CATALINA DAGHERO


24 (el original en francés) 

Don Bosco 

Diversos motivos nos han obligado, en estos últimos tiempos, a descender hasta los bajos fondos de la sociedad. Hemos palpado la 
miseria al vivo. Hemos penetrado con nuestra mirada asombrada en los abismos tan poco conocidos del vicio y de la ignorancia, hijo el 
uno de la otra, y nos ha sobrecogido el vértigo. No puede uno hacerse idea, en nuestro mundo, de la increíble profundidad del abismo del 
mal y de la ignorancia, en el corazón mismo de nuestra pretendida civilización. La miseria vergonzosa corroe nuestra pobre sociedad hasta 
el corazón; lo hemos visto, lo hemos palpado; pongámonos en guardia. 

En el mismo momento en que considerábamos, pasmados, el horror de la llaga que nos devora, cayó en nuestras manos la vida de don 
Bosco, escrita por el señor du 
633 

Boys. ((732)) Hemos leído, con el más vivo interés, el relato sencillo y admirable de las obras inmensas de este santo sacerdote. 

La vista del mal nos había espantado y la esperanza del remedio aportado por don Bosco ha reanimado nuestro espíritu. 

Lo que este hombre ha hecho, lo que todavía está haciendo, tiene caracteres prodigiosos. Los comienzos de su obra, como casi todos los 
principios de las cosas grandes, han sido pequeños, casi imperceptibles. Durante mucho tiempo, don Bosco tuvo que limitar su campo de 
acción a los niños, que catequizaba en un prado a campo abierto. Llegó un día en que se le negó este último asidero. Pero confiaba en Dios 
el desaliento no se apoderó de su alma. Continuó sus proyectos. Fue entonces cuando sus enemigos y hasta algunos sacerdotes lo tildaron 
de loco. El tiempo justificó a don Bosco. 

Hoy se extiende su obra por los dos mundos. Cuenta con ciento cincuenta casas, donde se desconoce el castigo y todo funciona por la 
dulzura. 

De estas casas salen cada año centenares y centenares de obreros cristianos, obreros cualificados, sacerdotes, hombres instruidos, que 

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difunden, a su vez, la luz en el mundo y están a la cabeza de todas las buenas obras. 

Es así como don Bosco saca de las calles a niños sin padre ni madre, arranca del presidio a millares de individuos y, de ellos, que habrían 
sido condenados a trabajos forzados, hace hombres sensatos, inteligentes y creyentes. Incluso se dice que, de todos los jóvenes que don 
Bosco recogió en sus casas, ni uno, entendedlo bien, ni uno solo ha visto ya la cárcel; y bien sabe Dios que algunos la conocieron antes que 
a él. 

Al presenciar esta regeneración de la sociedad por el catolicismo, pueden renacer todavía nuestras esperanzas. De tejas abajo, me atrevo a 
decirlo íestamos perdidos! Pero Dios está ahí y, si el mal es inmenso, espantoso, don Bosco nos demuestra que no está todo perdido. 

Gracias a Dios, hay muchos cristianos excelentes que lo comprenden bien, saben que ni la espada, ni un hombre puede sacarnos del 
atascadero; son conscientes de que una revolución política no serviría más que para distraer un momento a los atolondrados; comprenden 
que es necesaria una revolución social y que ésta no se puede hacer más que por el catolicismo. Por eso, protegen todas las obras buenas. 
Sí, pero no son todavía bastante numerosos. El mal es inmenso; es preciso que la caridad que prodiga la enseñanza, el bienestar y la fe sean 
inmensas. 

Una vez más, un cambio de gobierno no haría nada; lo que hace falta es una revolución completa de ideas. Hay que instruir al pueblo, 
hay que guardar a la juventud, hay que destruir los prejuicios. 

Hay que haber penetrado en los cuchitriles, que nosotros hemos visto para ((733)) hacerse una idea de la desconsoladora ignorancia en 
que se mueve gran parte del pueblo. Hay en plena Francia, en nuestras grandes ciudades, en Lyon, tabucos, donde la idea moral está 
muerta, donde el odio contra los curas ha llegado al colmo, porque no se los conoce en absoluto. Pues bien, sólo mediante obras análogas a 
las de don Bosco, es decir, mediante locuras de caridad y mansedumbre, se puede regenerar la nación; y no es posible conseguirlo de otro 
modo. 

Entiéndase esto bien; toda reforma, sin el catolicismo por base, es necesariamente efímera e irrisoria. 

Multiplíquense, pues, las obras en esta antigua tierra lionesa regada por la sangre de los mártires. La iniquidad amenaza devorar a 
Francia, levantemos diques en todas partes. Estos diques son las escuelas católicas, son los patronatos, las sociedades de San Vicente de 
Paúl, etc. 
634 

En nombre de la patria, no nos cansemos. Marchemos sobre las huellas de don Bosco, trabajemos y demos dinero. 

»Dinero? Sí, hace falta más todavía y mucho. Conozco una escuela de hermanos, conozco una escuela de hermanas, conozco un 
patronato, que carecen, todos ellos, de dinero y se ven en la necesidad de rechazar a niños; y notad que yo no conozco más que esta escuela 
de hermanos, esta escuela de hermanas, este patronato. »Qué tendremos que pensar, por tanto, de la caridad lionesa, si esto mismo se repite 
en todas partes? 

íAh!, que no se detenga esa antigua caridad. Leía yo ayer en un artículo de Maximo de Camp, sobre las obras de beneficencia de París, 
que, sólo en la capital, las obras absorbían como mínimo de sesenta a ochenta millones por año. Lioneses, si París os ha dado tan buen 
ejemplo en las últimas elecciones municipales, no toleréis que os gane también en la caridad, a vosotros, cuya ciudad es conocida como la 
ciudad de las buenas obras. 

Leed, pues, para animaros, esa obra tan bien escrita por el señor du Boys sobre don Bosco y, no satisfechos con la teoría, llevadla a la 
práctica te. Así pues, una vez mas, dad para nuestras escuelas, dad para nuestros patronatos, dad para todas nuestras obras. 

(Eclair, 17 de mayo de 1884) 

AGUSTIN REMY 

25 (el original en francés) 

El poema de don Bosco 

Cada uno de los grandes poetas de la humanidad, Homero, Virgilio, Dante, Milton, etc. concibió el vasto plan de una epopeya, y lo 
realizó en cantos pletóricos de vida y de luz. Por extensión, se han considerado como poemas las obras maestras de las artes plásticas; y así 

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VOLUMEN XVII Página: 635 

se ha dado este nombre a la gran composición de Rafael ((734)) cuando desarrolla el tema teológico de la Disputa (discusión del Misterio 
de la Iglesia). Se han llamado igualmente poemas, y con mas razón todavía, esas inmensas catedrales, levantadas a Dios por la fe de 
nuestros padres; son poemas en piedra, así se ha dicho, en los que el genio encuentra, para expresar sus conceptos, otro lenguaje distinto de 
la palabra y de los versos, pero en los que no los expresa con menos esplendor y grandeza. 

Hay otra clase de poetas, verdaderamente épicos; son los que construyen un edificio moral con materiales vivos; tales son los hombres 
que fundan imperios o que instauran pueblos. En otro orden de cosas y por encima de estas cumbres misteriosas, que dominan desde tan 
altos vértices la naturaleza humana, aun la más grande, han aparecido en otro tiempo los fundadores de nuestras mas fecundas familias 
religiosas, san Benito, san Francisco de Asís, santo Domingo, san Ignacio. Estos grandes santos, divinamente inspirados, han hecho obras 
magníficas que, en un principio, se han adaptado a las necesidades de sus contemporaneos y, después, tuvieron una acción duradera en el 
mundo. 

Don Bosco ha sido un poeta al estilo de esos hombres de Dios; vio que los estragos de nuestros días reclamaban fundaciones nuevas, mas 
bien que restauraciones, y 
635 

concibió de golpe, con una única visión de conjunto, un vasto plan, ordenando y combinando en su cabeza materiales destinados a su 
ejecución, para remediar grandes necesidades religiosas y sociales. 

Tenía la previsión de transformar estos materiales, pequeñísimos y de ningún valor por sí mismos, en piedras preciosas dignas de adornar 
el templo del Señor. Arquitecto místico y grandioso, al tiempo que no poseía nada y no tenía más que dos o tres niños que siguieran sus 
lecciones, se veía organizando talleres, que llenaba con miles de niños y de alumnos; se veía preparando numerosas vocaciones 
sacerdotales, levantando cúpulas de iglesias en las ciudades más populosas y en los más apartados desiertos. 

Su poema se iba elaborando en su pensamiento y acabó por encontrar su expresión visible y ponerla de manifiesto a los ojos de todos. 

Dante hizo un esfuerzo sublime para situar el mundo del más allá ante los ojos del mundo presente; pero »llegó a algo más que a colorear 
con su mágico pincel unos reflejos de ultratumba, ya revelados por nuestros libros santos? 

Don Bosco, verdadero vidente, ha dado vida a su idea poética; aquellas intuiciones que parecían de un espíritu enfermo, eran todas ellas 
una creación en germen. El capullo se abrió. Don Bosco ha podido dar a su pensamiento un cuerpo y una espléndida realidad. 

Una vez más, »difiere mucho esta maravillosa creación, como concepción intelectual, de la que hubo de dibujarse, de algún modo, en los 
ojos de Homero, cuando estructuró y elaboró en su cerebro los ciento cincuenta cantos de su inmensa epopeya? 

((735)) Don Bosco compuso su poema con hombres, en lugar de hacerlo con versos o estrofas. »Acaso es más fácil de manejar esta 
materia poética? 

Se percibe muy a menudo la efusión del Espíritu Santo en labios de don Bosco. Es un orador-poeta 1; pero si él no supiera hablar 
hablarían por él sus obras. 

Quiera Dios conservar muchos años a este Homero del apostolado católico. Por lo demás, su creación, suceda lo que suceda, continuará; 
no morirá con él; Elías dejará su manto a Eliseo, y Eliseo lo dejará a su vez a un nuevo elegido, suscitado por Dios entre los Salesianos. 

(DU BOYS, Dom Bosco etc.
págs. 317-320)


Carta del obispo de Pinerolo a don Juan Bautista Lemoyne 

Muy reverendo Señor: 

No puedo expresar a V. R. la emoción que experimenté al recibir su apreciadísima carta del día once de los corrientes en la que me 
anunciaba que el venerado don Bosco se dignaba tomar parte activa en la restauración de esta mi catedral. Le quedo 

Fin de Página: 636 


VOLUMEN XVII Página: 636 

1 Era preciso haber oído hablar a don Bosco su lengua natal, el italiano, para comprender los poderosos efectos que debió de producir en 
el púlpito, durante su juventud y con toda la pujanza de su fuerza. 
636 

muy agradecido, no sólo por el generoso donativo de cien liras, que hizo llegar a mis manos, sino más aún por las oraciones que me 
promete por parte de los hijos de esa Congregación. Un donativo de cien liras del venerado don Bosco vale más de diez mil liras de otros, 
pues es bien sabido que también él se encuentra en grandes apuros por parecido motivo, esto es, por la iglesia de Roma. No puedo hacer 
más que desear al generoso donante una centuplicada recompensa de su donativo a través de personas acaudaladas, comprometiéndome yo 
también a hacer algo por ese Oratorio, cuando me vea libre de estos grandes gastos, en que me he metido para la Catedral y el colegio 
Episcopal. 

Dígnese V. S. aceptar la expresión de mi vivísima gratitud y presentarla también al venerando don Bosco, implorando una bendición 
especial suya para las obras de esta restauración. 

Y puesto que V. S. Rvma. quiso recordar lo poco que he podido hacer por el Venerando don Bosco el año pasado, ruégole recuerde al 
mismo que mañana precisamente se cumple un año desde que vino a honrar mi casa de campo. Hágame el favor de decirle que, de nuevo, 
la pongo a su disposición, añadiendo a ello los más sinceros deseos de que ((736)) pueda venir a ella para lograr la mejoría de salud que 
alcanzó el año pasado. Dígale que iría yo mismo a invitarle, pero que, no pudiendo ausentarme por graves ocupaciones, le ruego lo acepte 
por carta. Queda V. S. encargado de obligarle a venir, pues tiene el deber de conservar muchos años al Padre de la Congregación, tanto má 
que están ya tomados todos los acuerdos para el cincuentenario de la primera misa. 

Haga el favor de comunicarme el día en que vendrá don Bosco a comenzar su veraneo en San Mauricio para tomar las medidas oportunas 
y, si me fuera posible, ir a buscarle a Turín. 

Renovándole, mientras tanto, mi agradecimiento, me profeso con gratitud. 

D. V. S. muy Rvda. 
Pinerolo, a 18 de julio de 1885 

Su atento y seguro servidor, » FELIPE, Obispo 

27 

El Alcalde de Turín a don Bosco 

Ciudad de Turín. Despacho del Alcalde número 9261 

La condesa Sanseverino Vimercati y la princesa Stróngoli, que me hicieron vivísimas y reiteradas instancias para que colocara en algunos 
colegios de esta ciudad un determinado número de huérfanos, de padres muertos por el cólera en Nápoles, me remiten un telegrama, que 
acabo de recibir ahora mismo y tengo el honor de transcribir al margen de la presente, participando que ya no enviarán aquí ningún 
huérfano 1. 

1 Telegrama: Alcalde Turín. A pesar vivas instancias, imposible convencer parientes huérfanos enviarlos ahí, aduciendo demasiada 
distancia. Agradecemos igualmente noble generoso ofrecimiento suyo 
637 

Sintiendo muchísimo que dichas señoras no repararan en la conveniencia de sondear las intenciones de los parientes de los huérfanos de 
que se trata, antes de entablar negociaciones para la colocación de los mismos y que, por consiguiente, yo haya debido causar serias e 
inútiles molestias a V. S. Ilma. y Rvma., me creo en el deber de presentarle mi mayor agradecimiento por haber aceptado con tanta cortesía 
mis instancias y, asegurándole que recordaré con la mayor complacencia la atención tenida y los sentimientos altamente humanitarios que 
la caracterizan y de los que dio nueva y espléndida prueba, ruégole acepte de nuevo el testimonio de todo mi aprecio. 

El Alcalde, DI SAMBUY 

Fin de Página: 638 


VOLUMEN XVII Página: 638 

((737)) 

28 (el original en francés) 

De un lionés que visitó a don Bosco,
el Oratorio y su exposición


Mi querido amigo: 

Le debo algunas explicaciones sobre mi viaje. Yo le había oído tan a menudo hablar de la gran obra de don Bosco que quería dar a mis 
ojos la satisfacción de contemplar y admirar lo que Dios ha hecho por su medio. 

Llegué de noche a Turín, pero se me había anunciado un cicerone en la estación, cena en el Oratorio, aseo y buena celda, delicadas 
atenciones, cuidados y cortesía tan cristana como exquisita; nada de todo esto falta en la casa de don Bosco. Aun cuando no hubiese sido 
tan tarde, no habría necesitado ningún guía, pues, usted lo sabe, en Turín, todo forastero que pregunte a cualquiera el camino para llegar a 
la obra de don Bosco, oye en seguida las indicaciones más exactas: «Si usted va a casa de don Bosco, le dicen, siga usted tal calle y tal 
otra». Y no me extraña, pues esta obra es un honor para la ciudad de Turín, donde don Bosco es muy popular e incluso en los viajes por 
ferrocarril, he oído varias veces hablar de él. 

El Oratorio de San Francisco de Sales me ha parecido un verdadero pueblo y, por cierto, no está mucho menos poblado, íunos 
ochocientos muchachos! Y, además, los jefes de taller, los empleados, los sacerdotes y clérigos salesianos, puestos al frente de la dirección 
del Oratorio y de la pía sociedad; es una pequeña ciudad dentro de otra grande. En este vasto establecimiento reina un orden perfecto; el 
reloj y la campana son obedecidos siempre puntualmente. 

Mi primera visita fue a la iglesia del Oratorio, iglesia dedicada a María Auxiliadora. Este monumento espacioso imita a San Pedro de 
Roma, hasta en su hermosa cúpula. Es perfecto arquitectónicamente, bien decorado y embellecido, sobre todo por un cuadro magistral, el 
grande y magnífico cuadro de María Auxiliadora. No es demasiado llamar a esta iglesia la Fourvière de Turín, atendida la frecuencia con 
que la visitan cada día los buenos cristianos e incluso los curiosos. Supe que la gracia había tocado a veces en ella el corazón de algunos de 
estos últimos, que, habiendo ido como simples turistas, habían regresado a sus casas debidamente convertidos. 

Me cupo la suerte de ver a don Bosco. Este santo sacerdote tiene siempre una deliciosa afabilidad y una bondad que hace pensar en la del 
divino Maestro. Le hablé, entre otras cosas, de sus sufrimientos, de su reciente enfermedad y de las oraciones 
638 

que consiguieron su recuperación: «Sí, me dijo, mis hijos son todavía muy pequeños; me necesitan todavía, pero si Dios pide mi renuncia, 
ya se encargará El de hacerlos crecer». Este buen padre se ve obligado a aceptar ((738)) los más atentos y minuciosos cuidados, así lo ha 
querido y ordenado expresamente Su Santidad León XIII. 

Durante la jornada visité los talleres. El hermoso salón de imprenta con sus grandes máquinas podría despertar envidia en nuestros 
impresores de Francia. Junto a la modélica imprenta me entretuve con fruición en ver fundir los caracteres tipográficos que salían, limpios 
y perfectos, del taller en las manos de los jóvenes aprendices. Estos talleres, junto con los de encuadernación y dorado, alimentan y 
abastecen una rica librería en la que se exponen los más hermosos libros litúrgicos, las obras clásicas y las más útiles publicaciones 
italianas y francesas. Los talleres de sastrería, zapatería, carpintería tienen cuanto puede desearse; pero debo un elogio especial a los 
forjadores y cerrajeros, que realizan importantes trabajos y poseen los conocimientos de la mecánica. 

No digo nada de los numerosos estudiantes que, al igual que los aprendices, están entregados en alma y cuerpo al trabajo, y sus caras 
sonrientes manifiestan la suave alegría y la tranquila felicidad producidas por la modestia y una sólida piedad. Produce grata impresión al 
atardecer oír un millar de voces que rezan y cantan juntas en la bendición con el Santísimo Sacramento; este espectáculo y esos acordes 
refrescan el alma y llenan el corazón. 

Este amplio establecimiento se quedó demasiado estrecho para don Bosco; su colegio de Valsálice, en la orilla derecha del Po, no era 
para su obra más que una insuficiente sucursal. Ha construido en el mismo corazón de Turín una grande, magnífica y elegante iglesia 
dedicada a San Juan Evangelista. Junto a esta iglesia, pronto se abrirá un nuevo Oratorio para trescientos o cuatrocientos jóvenes. Ahora 
comprendo cómo en Turín el nombre de don Bosco anda en labios de todos. 

Tal vez habría salido de Turín para volver a Francia, sin cuidarme de visitar la Exposición, esta exposición tan perjudicada por el cólera, 
si no se me hubiese dicho (permítaseme esta expresión) que también allí estaba don Bosco. No dejé, pues, de ir allí. 

Fin de Página: 639 


VOLUMEN XVII Página: 639 

Como en todas las exposiciones, se reserva mucho espacio para inventos y perfeccionamientos de escasa importancia y utilidad. Sin 
embargo, hay mucho bueno y muy bonito en las galerías para coches de ferrocarril y máquinas. En un amplio salón de esta última galería, 
se presenta y funciona ante el público una síntesis industrial completa, tan curiosa como instructiva, expuesta por don Bosco. Allí reunidas 
ante vuestros ojos, tocáis y abrazáis con una mirada todas las ramas de la industria relacionadas con él, desde la fabricación del papel hasta 
llegar a la librería, pasando por la fundición de caracteres, la impresión y la encuadernación; no falta nada en aquel conjunto y todo se 
desarrolla con su orden lógico. 

A mano derecha, en un gran depósito, se ve la pasta destinada a ser convertida en papel con una máquina modelo, de muy reciente 
construcción ((739)) según los últimos progresos de la ciencia; a la izquierda se encuentra la librería, donde podéis encargar la confección 
de un libro con esa misma pasta que aguarda el momento para circular en la máquina y convertirse en papel. 

Dad un paseíto; seguid esta pasta, que cae primero en una ancha cuba de ladrillo, donde se revuelve para mezclarse íntimamente con agua 
limpísima; seguidla, hecha líquida y blanquecina, por los diversos tamices que la separan del agua, sostenida después por telas sin fin; 
vedla pasar por debajo de grandes cilindros que la comprimen, la secan y la transforman en un papel fino y resistente que cortan ante 
vuestros 
639 

ojos, para entregarlo seguidamente en pliegos inmaculados a los jóvenes impresores. Estos han compuesto ya la plancha de impresión con 
caracteres hechos, cerquita de ellos, por sus compañeros de la fundición tipográfica; someten el pliego a la acción de la prensa y lo pasan a 
encuadernador, que lo dobla, lo cose y, en conclusión, forma un libro cubierto con tafilete y lo pasa al dorador; éste entrega, por último, al 
librero un magnífico volumen con los cortes dorados y artísticamente decorado con los más graciosos filetes de oro. 

Se imprimía entonces una magnífica edición de Fabiola, con numerosos y finísimos grabados, cuya ejecución no dejaba nada que desear. 
Yo estaba estupefacto; aquel encantador conjunto, aquella embelesadora síntesis del trabajo y la confección rápida y económica que 
permite obtener, sin mermar la perfección del producto, es, sin duda alguna, lo más interesante que yo he visto y lo más útil en la 
exposición de Turín; éste será mi mejor e incluso, tal vez, mi único recuerdo. 

Don Bosco ha demostrado al mundo que la Iglesia y el sacerdocio no son los enemigos, sino al contrario los mejores amigos de la sana 
civilización y del verdadero progreso. 

Compendio mi viaje y mis impresiones en este único pensamiento que expresaba al principio de la carta. He visto lo que Dios ha hecho 
por medio de don Bosco: Dios ha otorgado sus bendiciones y su gracia: don Bosco, la cooperación de su abnegación caritativa e 
inteligente. Don Bosco no tenía más capital que a su pobre madre, a quien debía los generosos ardores de su noble corazón, un viejo reloj, 
regalo de la caridad de un amigo, unos céntimos y su celo. 

Reciba, querido amigo, mis palabras de gratitud por su buena recomendación ante don Bosco y la expresión de mis más afectuosos 
sentimientos en J. C. Nuestro Señor. 

Su amigo, que se honra al ser ahora 

Un Cooperador Salesiano 

(Bull. Sal., dic.1884) 

((740)) 

Protesta de don Juan Cagliero y de don José Fagnano
por la conversión de los bienes de Propaganda.


Eminentísimo Príncipe: 

Clama, ne cesses et quasi tuba exalta vocem tuam (Isaías 58, 1), dijo el Señor a su siervo: «Llama a voz en grito, levanta tu voz como 
cuerno», reclama sin descanso los derechos del cielo sobre la tierra, de la justicia sobre la iniquidad, de la razón sobre la fuerza. «El 
hombre de Dios», el Vicario de Jesucristo, el gran Profeta, el Romano Pontífice, vengador de los derechos divinos y humanos de la Iglesia 
de Jesucristo, ha levantado repetidas veces el grito de protesta contra sus inicuos expoliadores, contra los opresores de su libertad, los 

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VOLUMEN XVII Página: 640 

dilapidadores del patrimonio eclesiástico. Esta voz resonó últimamente más fuerte que nunca, suscitando mil y mil veces más enérgica en
todo el mundo la protesta contra la sacrílega sentencia con la que el tribunal de casación, haciéndose como árbitro del universo, en Roma,
centro del mundo católico,
640


descargó el golpe de muerte contra la más cosmopolita de las instituciones, la institución más benéfica, la más humanitaria y civilizadora
de los pueblos de la tierra, queremos decir la Congregación de Propaganda.


Todavía le quedaba a la revolución un delito por cometer y lo cometió el pasado mes de enero, sometiendo a convertirse en renta 
nacional italiana y, por tanto, a la eventualidad, al arbitrio y dependencia del Gobierno italiano, los fondos cosmopolitas de Propaganda, 
destinados a ser patrimonio sagrado universal e inviolable de la fe católica y medio para difundir el Santo Evangelio y, con él, la 
civilización a las naciones bárbaras e infieles. 

Eminentísimo Príncipe, el eco de semejante atentado, consumado contra la libertad del Evangelio y de su propagación, y la protesta del 
mundo entero resonaron a orillas del Río Negro y han despertado en nosotros, misioneros italianos, sentimientos de dolor, indignación y 
humillación. íY los mismos salvajes de nuestra remota Patagonia e incluso los más apartados isleños de la Tierra del Fuego tienen motivo 
para asombrarse ante semejante acto despótico y tiránico, perpetrado en detrimento de la fe divina que acaban de abrazar! »Y cómo podrán 
ellos comprender semejante conducta en un Gobierno que, siendo italiano, se hace perseguidor de un Papa italiano, en el mismo momento 
en que éste envía misioneros italianos a civilizarlos en sus tierras, las más australes del continente americano? 

Y he aquí, entre tanto, la Propaganda protestante, que desgraciadamente se nos ha adelantado, promovida, ayudada y protegida por el 
Gobierno ((741)) inglés, aplaudir, sonriéndose en son de mofa al Gobierno italiano perseguidor de la Propaganda Católica. En cuanto a las 
razones que aduce el Ministro de Asuntos Exteriores en defensa de esta sentencia, antes que jurídicas, son, en el decir de eminentes 
jurisconsultos, ridículas; de suerte que, para desacreditarlas y refutarlas, basta cualquier protesta por parte de algún Estado, para que dicha 
cuestión de orden puramente interior y nacional, venga a ser de orden exterior e internacional. En efecto, una simple observación del 
Ministerio de los Estados Unidos, con respecto a su colegio existente en Roma, bastó para echar por tierra toda la jurisprudencia italiana en 
sesión conjunta, y no digamos su irrevocable veredicto. 

Por lo cual, no teniendo en nuestras manos más medios para defender los sagrados derechos cosmopolitas de Propaganda, protestamos 
ante Dios y los hombres contra este acto lesivo de la libertad de la Iglesia, dañoso para la religión y la civilización y humillante para 
nuestra patria. Y decimos humillante para nuestra patria, porque si la lengua italiana resuena dulce y suave a orillas del Río Negro, en el 
Chubut, y Magallanes y más allá en la Tierra del Fuego; si sus glorias, sus artes y ciencias son aquí objeto de encantadora maravilla, es por 
obra e impulso y con los medios de esta Congregación de Propaganda Fide, pisoteada y atropellada por el Gobierno italiano. 

Ea, pues; si no es por amor a la justicia y al derecho, siquiera por amor a la Patria y por el honor del nombre italiano, renuncie el 
Gobierno italiano en sus hostilidades contra la Iglesia y déjele la libertad y el derecho para instruir, civilizar, salvar a todo el mundo, que le 
corresponde por mandato de su Divino Fundador. Euntes in universum mundum, praedicate Evangelium omni creaturae (Mc. 16, 15). Así 
no tendrán que ruborizarse los misioneros italianos de su patria y de su gobierno ante los salvajes de Patagonia; y si nuestros clamores 
unidos a los de la Iglesia del Sumo Pontífice y de los Pastores de todo el mundo no obtuvieren adecuado efecto ante las Potencias de la 
tierra, lo obtendrán muy cabal de la Potencia del cielo. Jesucristo, Rey de reyes, Dominador de los dominantes, nos lo aseguró con las 
plabras: Nolite timere, ego vici 
641 

mundum. Nuestras protestas y nuestros clamores seguirán mientras la fuerza del derecho esté oprimida por el derecho de la fuerza. 

Bendecid, Eminentísimo Príncipe, a nuestros neófitos patagones y a nuestro vasto campo evangélico y a los misioneros Salesianos que 
trabajan a orillas del Río Negro. 

1.° de junio de 1884 

JUAN CAGLIERO, Provicario apostólico JOSE FAGNANO, Prefecto apostólico 
((742)) 
30 

Súplica del cardenal Alimonda a León XIII 
para que don Juan Cagliero fuese hecho Obispo 

Fin de Página: 642 


VOLUMEN XVII Página: 642 

Beatísimo Padre: 

Puesto que, hace dos años, dignábase Vuestra Santidad confiarme el honroso encargo de estudiar con otros Emmos. colegas míos el 
proyecto de la fundación de un Provicariato y de una Prefectura Apostólica en la remota Patagonia para confiarlos a los cuidados de la 
Congregación Salesiana, que ya posee allí misiones y un número relevante de sacerdotes y de cooperadores, no pude dejar de alegrarme 
muchísimo al ser aceptado el proyecto por parte de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide y ante los nombramientos que Vuestra 
Santidad se dignó hacer en las personas de los dignos sacerdotes salesianos don Juan Cagliero, para Provicario Apostólico en la Patagonia 
Septentrional y central, y don José Fagnano, para Prefecto Apostólico en la Patagonia Meridional y Tierra del Fuego. 

Como ya se acerca la partida del sacerdote Cagliero y de otros veinte entre sacerdotes y clérigos para aquella lejana misión, me atrevo a 
presentar a Vuestra Santidad el deseo de que el nuevo Provicario Apostólico salga de Europa investido con la Consagración Episcopal. 

Esto sería de gran satisfacción para el corazón del incansable y benemérito fundador de la Congregación Salesiana, don Juan Bosco, y 
sería un honor que la misma Congregación no podría jamás apreciar bastante; y el nuevo elegido, fortalecido por la gracia del Espíritu 
Santo, condecorado con la nueva dignidad, tendría mayor ascendiente sobre los misioneros y sobre las autoridades del país y lograría 
superar con más facilidad los obstáculos que prevé tendrán que oponerse al ejercicio de su ministerio. 

Después de los felices resultados de las misiones salesianas en las vastísimas regiones susodichas, no pasará mucho tiempo sin que sea 
necesaria la presencia de un Obispo para la administración de las mismas. 

Ahora bien, el tener que recibir la consagración episcopal en América sería de gran molestia, por la distancia de trescientas leguas desde 
la residencia del Provicario Apostólico hasta Buenos Aires. 

Expuesto en estos términos mi humilde ruego, remito toda resolución a la alta sabiduría de Vuestra Santidad, segurísimo de que cuanto 
se digne disponer será del mayor agrado y de la mayor gloria de Dios y contribuirá mejor a la salvación de las almas. 
642 

Postrado para besar el sagrado pie, imploro con la mayor reverencia la bendición apostólica. 

De Vuestra Santidad, 

Turín, 26 septiembre de 1884 

(firma) 

((743)) 31 

Carta del cardenal Alimonda al cardenal Nina 

Emmo. y Rvmo. Señor: 

El pobre don Bosco, agobiado por los trabajos, muy maltrecho en su salud, aspira, sin embargo, a una satisfacción para lustre de su 
Congregación y bien de las almas, que se van ganando para Dios en las lejanas misiones salesianas de Patagonia. 

El prevé muy bien que su don Juan Cagliero, elegido por el Padre Santo provicario Apostólico de Patagonia Septentrional y Central, será 
de un día a otro condecorado con la Consagración Episcopal. Pero, siendo ya próxima la salida del mismo don Juan Cagliero y 
encontrándose su futura residencia bastante lejos de las tierras civilizadas, desearía que el Padre Santo lo hiciese Obispo, antes de dejar 
Europa. Con este fin, me ha pedido que, puesto que yo intervine algo en el asunto del Provicariato y de la Prefectura Apostólica, elevara 
una humilde instancia al Padre Santo. 

Esta instancia ha de pasar por las venerables manos de V. E. Rvma. por ser protector y bienhechor insigne de los Salesianos y porque 
necesitamos de su consejo. Si cree que ello no disgustará al Padre Santo, me adelanto a pedir a V. E. la haga pasar al E. Prefecto de 
Propaganda para la presentación. Si, en cambio, no considera oportuna nuestra petición, no dé ningún paso, pues, tanto don Bosco como 
yo, le quedaremos tan agradecidos por su sabio aviso, como por el servicio. 

Beso las manos etc. 

Turín, 26 de septiembre de 1884 

Fin de Página: 643 


VOLUMEN XVII Página: 643 

Carta del cardenal Nina al cardenal Alimonda 

Emmo. y Rvmo. Señor: 

El día veintinueve del mes pasado, recibí la muy agradable carta de V. E., junto con la instancia que tenía por objeto la promoción del 
Salesiano a Obispo titular. Ante todo, no acabaré nunca de darle las gracias más vivas por el interés que, en toda ocasión, se toma por esta 
benemérita Congregación. Después he de notificarle que, como tal asunto es de exclusiva competencia de la S. C. de Propaganda, lo 
presenté, sin demora alguna el día treinta a media mañana, al E. Prefecto y hablé primero con éste del asunto con todo interés, después con 
el Secretario y me pareció que, tanto el uno como el otro, ((744)) están muy dispuestos a apoyar la instancia ante S. S. Mientras 
643 

tanto, no perderé en modo alguno de vista la gestión hasta que llegue a buen término. Confiemos que el Señor ilumine al Padre Santo y, de 
este modo, el buen don Bosco recibirá una satisfacción en medio de tantas tribulaciones. 

Con respecto a él, recibí esta mañana una carta de don Juan Bonetti, el cual me comunica una notable mejoría de la salud del mismo. 
Esperemos que el Señor le conceda todavía más años de vida para que pueda consolidar cada vez más una obra gigantesca, que me parece 
destinada a prestar muchos servicios a la Iglesia en estos calamitosos tiempos. 

No me olvide en sus oraciones. Asegurándole mi fiel correspondencia y besándole humildemente las manos, téngame siempre con la más 
alta estimación, etc. 

Roma, 4 de octubre de 1884 

33 

Cartas de agradecimiento escritas por don Juan Cagliero
por su elección para Obispo


A 

A MONSEÑOR DOMINGO JACOBINI 

Excelencia Rvma.: 

En las últimas disposiciones de la Santa Sede en Roma, con respecto a mi persona, veo cada vez mejor lo mucho que Vuestra Excelencia 
quiere a nuestra humilde Congregación y el afecto que le une a nuestro venerado Superior don Bosco. 

Huelga le manifieste mi confusión por tan alta dignidad y cómo lo espero todo del auxilio divino para corresponder menos indignamente. 
Soy hijo de obediencia y debo obedecer. 

Pero no cabe duda que nuestras misiones obtendrán con ello una considerable ayuda y que los Salesianos tendrán, con este bondadoso 
rasgo del Padre Santo, un motivo más para continuar siendo sus hijos afectísimos y trabajar con más ahínco en el campo evangélico de 
Patagonia. 

En lo tocante a mí, siento cada vez más el deber de mostrarme agradecido a las pruebas de afecto, que V. E. demuestra por mí y por 
nuestras misiones y la necesidad de someterme totalmente ahora y siempre a sus mandatos y sabios consejos. 

Llega un despacho de Buenos Aires con noticias poco agradables ((745)) de aquel Gobierno, el cual, según se ve, ha decretado la 
expulsión del Delegado Apostólico. La víbora masónica siente aplastada su cola por la encíclica Humanum genus. Pero est Deus in Israel. 

Nuestro querido y venerado don Bosco, muy restablecido, y todos los Salesianos experimentan el deber de agradecer a V. E. y 

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VOLUMEN XVII Página: 644 

atestiguarle su inalterable afecto por el bien que hace a nuestra Congregación. 

Permita bese el sagrado anillo y me declare 

De V. E. Rvma. 

Turín, 15 de octubre de 1884 

Su seguro servidor 

JUAN CAGLIERO, Pbro. 

B
AL CARDENAL NINA


Eminencia Reverendísima: 

Siento la necesidad y, al mismo tiempo, el deber de manifestar a V. E. Rvma. los sentimientos de mi pobre corazón, que son de profunda 
veneración y sincero agradecimiento por todo lo que ha hecho y hace en favor de nuestra Congregación y, especialmente, por su valiosa 
protección y cooperación en la reciente disposición del Padre Santo respecto a mi persona. 

Como hijo de obediencia, no podía ni debía oponerme a los deseos de nuestro venerado Padre don Bosco. Y el Señor lo ha dispuesto así 

para que, como premio a sus muchas tribulaciones pasadas, pudiese ver en su vejez a uno de sus hijos, elevado a la dignidad Episcopal. 

Sirva, pues, de confusión para mí, y de satisfacción para aquél a quien hace ya treinta y cuatro años llamo Padre. 

Como ya escribí al Padre Santo y al Cardenal Prefecto de Propaganda, aparte mi indignidad, no me queda sino mirar el bien de nuestra 

Congregación y la mayor ganancia de nuestra misión de Patagonia, resignándome a los honrosos cargos y a las cargas de esta dignación 
Pontificia. 

La Congregación Salesiana tiene en Vuestra Eminencia más que un protector, un padre que nos quiere como a amorosos hijos. íOjalá 
pudiéramos corresponder dignamente a sus santas solicitudes!. íY, si Dios nos ayuda, corresponderemos! 

Eminentísimo Príncipe, en la lejana Patagonia hay corazones que sienten la gratitud y quieren y rezan también, como sus hermanos de 
Europa, para que Dios conserve ad multos annos a Vuestra Eminencia Rvma. para bien y provecho de nuestra Congregación. 

((746)) Que Dios nos escuche. 

Nuestro venerado Padre don Bosco, ya muy mejorado, me encarga le ofrezca sus saludos y su agradecimiento y encomiende, a sus 
fervientes oraciones, a toda la familia salesiana. 

Postrado a los pies de V. E., beso la sagrada púrpura y deposito el testimonio de mi filial sumisión, declarándome 

De V. E. Rvma. 

Turín, 16 de octubre de 1884 

Humilde y seguro servidor, JUAN CAGLIERO, Pbro. 

AL CARDENAL SIMEONI 

Eminentísimo Príncipe: 

Fin de Página: 645 


VOLUMEN XVII Página: 645 

Con el ánimo lleno de inmensa gratitud y, al mismo tiempo, de profunda confusión, presento a Vuestra Eminencia Reverendísima los 
sentimientos y afectos de mi pobre corazón. 
645 

La Congregación Salesiana debe a la solicitud y bondad de Vuestra Eminencia el nuevo esplendor que la adorna, y nuestro Veneradísimo 
Superior don Bosco, esta gran satisfacción que le compensa de sus pasadas tribulaciones. 

Por mi parte, he de decir que mi corazón experimenta un sentimiento de confusión por la alta dignidad episcopal, que el Padre Santo, a 
propuesta de V. E., ha querido concederme a mí, el más pequeño de los Salesianos. Sólo me alienta el pensamiento de que Dios se sirve a 
menudo de instrumentos débiles y flacos en las más arduas empresas, para que resplandezca con mayor brillo su gloria y el poder de su 
divino brazo. 

Por eso, confiando en el auxilio divino y en las oraciones de V. E., cobro ánimo y me lleno de esperanza, al tomar sobre mí la grave 
responsabilidad de Provicario Apostólico de Patagonia. 

Me tomo la libertad de rogar a V. E. que sea remitido al Santo Padre el pliego adjunto, como testimonio de mi profundo agradecimiento 
y absoluta dependencia de su santa voluntad. 

Bendecid, E. Príncipe, a nuestra humilde Congregación y a nuestro Veneradísimo Superior don Bosco, junto con nuestras misiones, y 
permitid que, al besar la sagrada púrpura, me profese, 

De V. E. Rvma. 

Turín, 16 de octubre de 1884 

Humildísimo y seguro servidor JUAN CAGLIERO, Pbro. 

((747)) D 

AL SANTO PADRE LEON XIII 

Beatísimo Padre: 

La sublime dignidad episcopal, a la que Vuestra Santidad se digna llamarme, si por un lado glorifica a la humilde Congregación 
Salesiana, cuyo hijo soy, y sirve de consuelo a su venerado fundador, por el otro, me humilla en lo más hondo del alma, porque me sé 
indigno de tanto honor y porque me considero incapaz para tanta responsabilidad. 

Pero, como qui, in altis habitat, humilia respicit, me recobro de mi confusión y, apoyado en la ayuda divina, alentado por Vuestra 
Apostólica Bendición, me someto, Beatísimo Padre, a vuestra disposición, como a disposición de la divina Providencia; y, considerando 
como ley todo deseo vuestro, como mandato todo vuestro querer, me reafirmo en el deber de una entera e ilimitada obediencia a Vuestra 
Santidad como a Vicario de Jesucristo. 

Sin duda que, de este modo, resultará más fácil para mis hermanos Salesianos y para mí la difícil empresa de las misiones de Patagonia 
septentrional y central, de la que Vuestra Santidad se dignó nombrarme Provicario Apostólico. 

Turín, 16 de octubre de 1884 

Humilde y agradecido hijo, JUAN CAGLIERO, Pbro. 
646 

34 (el original en latín) 

Breve de preconización de don Juan Cagliero 

Fin de Página: 647 


VOLUMEN XVII Página: 647 

P. P. 
LEON XIII 

Querido hijo, salud y bendición apostólica. El oficio apostólico que, a pesar de nuestros exiguos méritos, nos ha sido confiado de lo Alto 
y, con el cual, por la divina Providencia, intentamos ejercer útilmente el gobierno de toda la Iglesia, nos impele a estar vigilantes y solícitos 
de corazón, para que, cuando se trata de encomendar las rectorías de dicha Iglesia, nos afanemos en designar tales pastores, que sepan 
llevar al pueblo a ellos encomendado, no sólo la doctrina de la palabra, sino también el ejemplo del bien obrar, y para que, la Iglesia a ellos 
confiada, la quieran y puedan, en un ambiente pacífico y tranquilo, regir saludablemente y gobernar felizmente, siempre bajo la autoridad 
del Señor. Hace poco tiempo, ciertamente, la provisión de diócesis vacantes actualmente en la Iglesia y las que posteriormente hayan de 
vacar, la hemos reservado a nuestra autoridad y disposición ((748)) estimando que, por tanto, sería contra toda norma y carente de razón 
cuanto se quisiera intentar en este sentido, a sabiendas o con ignorancia, por parte de cualquiera otra autoridad. Ahora bien, como la 
denominada Iglesia de Mágida, sufragánea de la archidiócesis de Perge de Panfilia, hubiera quedado sin pastor, ya que fue servida 
últimamente por el Venerable Hermano, Bernardino Caldaioli, y que fue exonerado de la misma para trasladarse a la Iglesia Catedral de 
Grosseto, Nos, para proveer a dicha Iglesia, en lo que nadie, fuera de Nos, puede o podrá inmiscuirse, si no es incurriendo contra la 
premonición y el decreto que, sobre este asunto, hemos decidido con paterna y solícita reflexión, juntamente con nuestros Venerables 
Hermanos Cardenales de la S. R. I., designados para propagar la fe cristiana, y te hemos considerado apto a ti que, nacido de matrimonio 
legítimo y disfrutando actualmente de edad también legal, te has de encargar del celo de la Casa de Dios y de la solicitud por la salvación 
eterna de las almas, y te hacemos depositario de la predilección de nuestro espíritu. Así pues, queriendo que continúes con esa peculiar 
benevolencia tuya y que, si estuvieres incurso por acaso en pena de excomunión y entredicho, o en penas y censuras de alguna índole, 
originadas por cualquier motivo, de todo ello te absolvemos y, considerando que quedas absuelto, disponemos de tu persona para la antes 
citada Iglesia de Mágida, apoyándonos en la calidad de tus méritos, y te designamos como obispo y pastor de la misma, confiándote 
plenamente su cuidado, gobierno y administración, tanto en lo espiritual como en lo temporal, en virtud de nuestra autoridad apostólica y 
del debido consejo de nuestros aludidos Hermanos, confiando en que Aquel, que da la gracia y colma de dones, te proporcionará cuanto 
necesites para gloria de Dios y propagación del nombre cristiano. Es más, te prevenimos que, mientras la mencionada Iglesia se cuente 
entre las meramente titulares, no te dirijas a ella ni residas allí. Por lo demás, considerando benignamente cuanto puede redundar para 
facilitar tu acción, te concedemos plena y libre facultad para que, de cualquier obispo católico que esté en comunión con esta Sede 
Apostólica, con asistencia de otros dos obispos y, si éstos no pudieran asistir fácilmente, por dos presbíteros constituidos en dignidad 
eclesiástica y también en gracia y comunión con la Santa Sede, puedas recibir la Consagración, y a dicho Obispo prevenimos que, 
recibidos previamente la profesión de fe, según los artículos propuestos por la Sede Apostólica, y el acostumbrado juramento de fidelidad a 
Nos y a la Santa Iglesia, pueda serte conferido lícitamente el antes citado ministerio en 
647 

nombre de nuestra Autoridad. Queremos también y decretamos con nuestra autoridad apostólica que, si no tuviesen lugar los antes citados 
profesión de fe y juramento de fidelidad, a través de dicho Obispo, y éste te confiriese tal ministerio y tú presumieses recibirlo, dicho 
Obispo y tú quedaríais por lo mismo suspensos, tanto en el ejercicio del ministerio pontifical como en el gobierno y administración de 
vuestras iglesias. ((749)) Y, si fuera el caso, no obstan a cuanto antecede otras Constituciones y Ordenaciones Apostólicas de nuestro 
Predecesor, Benedicto XIV, de feliz memoria, ni tampoco otros usos y costumbres o cualesquiera otras causas en contra, incluso las que se 
apoyen o cuenten con juramento o confirmación apostólica de dicha Iglesia. Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el Anillo del 
Pescador, el día 30 de octubre de 1884, séptimo año de nuestro Pontíficado. 

A nuestro querido hijo JUAN CAGLIERO 
Sacerdote de la Congregación Salesiana, 
Provicario Apostólico de Patagonia Septentrional 
en América del Sur. 

F. Card. CHISIUS 
Circular de don Miguel Rúa para una colecta en favor de monseñor Cagliero 

Ilustrísimo Señor: 

A estas horas, ya sabrá V. S. que el Padre Santo León XIII ha tenido la bondad de elevar a la dignidad episcopal al teólogo don Juan 

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Cagliero, que pronto recibirá la Consagración Episcopal. 

Para tan solemne ocasión, hay que proporcionar al elegido las vestiduras moradas y todos los objetos y ornamentos que reclaman la 
nueva dignidad y las sagradas funciones que deberá ejercer. Estos objetos son, entre otros, la cruz pectoral, las diversas mitras, el báculo 
pastoral, etc. 

Ahora bien, sabiendo que V. S. tuvo y mantiene todavía relación personal con el nuevo Prelado, creo satisfacerle haciéndole saber que se 
está promoviendo una suscripción con el fin de proveer al mismo de los objetos mencionados, mediante algún donativo. 

Un Album, expresamente preparado para el caso, recogerá el nombre de los donantes y será luego presentado al nuevo Obispo, que, no 
me cabe duda, además de considerar este acto como una nueva prueba de benevolencia que le dan personas por él muy apreciadas, se 
sentirá dulcemente estimulado a recordarlas ante el Señor en el curso del sagrado ministerio y, especialmente, en la primera Misa que 
celebre, investido con el Orden Episcopal. 

Si V. S., en su bondad, piensa tomar parte en esta afectuosa demostración, puede enviar su donativo ((750)) directamente a don Bosco o, 
bien, al que suscribe, a Turín, calle Cottolengo, núm. 32, y, a ser posible, antes del día veinticinco de los corrientes. 
648 

Confiando en su colaboración, le doy anticipadamente las gracias y le deseo todo bien de Dios, a la vez que tengo el gusto de profesarme 

De V. S. Ilma. 

Turín, 4 de noviembre de 1884 

Su seguro servidor, MIGUEL RUA, Pbro. 

36 

Carta de un masón a don Miguel Rúa 

Señor don Miguel Rúa: 

Tengo ante mis ojos su, naturalmente, rastrera circular dirigida a todos sus hipócritas socios para cooperar a la adquisición de objetos 
sagrados para el teólogo Cagliero, nombrado Obispo por Su poca Santidad León XIII. 

A todos nosotros, que estamos por la verdad de las cosas, nos parece que este acto no sirve más que para sonsacar el dinero a los pobres 
imbéciles creyentes, porque en ocasiones semejantes los curas pueden jactarse de poseer la exclusiva para traficar con la ley de Cristo, 
nuestro Redentor. 

Por suerte, nuestra Sociedad se esforzará por dar a conocer a nuestro prójimo la grama que se esconde bajo esa negra sotana y estamos 
seguros de que los clericales tendrán que deshacerse, como la nieve al sol, con alegría de todo el mundo, cuando conozcan a fondo cuál es 
la ley que guía su religión, que no tiene de ello más que el nombre, mas, por desgracia, es sólo un mercado inmoral. 

»No os da vergüenza a vosotros, alpargateros de sandalias papales para el Vaticano, admirar la luz que os da la vida, cuando pensáis que, 
so pretexto de insinuar la virtud, prodigáis el más abyecto vivir? 

Vosotros, que no conocéis el amor de la familia, que huís de la sociedad como de un demonio; que, en una palabra, no conocéis en el 
mundo más que a vuestras Perpetuas 1, »vosotros queréis, mediante vuestra inmoralísima confesión, convertiros en maestros de la 
civilización? íMalditos seáis! 

Pobre Italia, que, en parte, te encuentras entre las garras venenosas de los curas, haz que surja un nuevo Redentor y ten la seguridad de 
que lo primero a destruir serán esas serpientes que te envenenan; serán los prelados de la iglesia. 

Su Santidad (así lo llaman) vive encarcelado (eso dicen) entre doradas paredes de palacios reales y entre la pompa que corresponde a un 
ministro de Dios (pero no creado por Dios, sino por un demonio y nombrado por sus iguales), porque él vivió y murió humilde y pobre. 

Fin de Página: 649 


VOLUMEN XVII Página: 649 

((751)) Pensad, poco amigos nuestros, que no está lejos nuestro tiempo propicio y ya anticipamos el gusto de veros subyugados no por la 
fuerza, sino por la verdad que lucha contra vosotros. 

Sería demasiado largo describiros vuestros vicios ocultos que, de todos modos, vosotros mismos conocéis mejor que nosotros. íAtención 
cuervos belicosos, la catástrofe 

1 Amas o criadas. En la novela Los Novios de Manzoni, se llama Perpetua la criada de don Abundio el cura (N. del T.). 
649 

es inminente y el Papa podrá erigirse otro Vaticano junto a su majestad el diablo, porque allí (si el infierno existe) encontrará a todos sus 
súbditos, amén de sus iguales ya fallecidos. 

Acepte de buen grado, poco Reverendo, las sinceras afirmaciones de un grupo de anticlericales deseosos de la libertad y no de la 
ignorancia que vosotros prodigáis para poder dominar siempre 

21, 11, 1884 

Por todos, el más anticlerical, (FIRMA ILEGIBLE) 

No considere la presente como personal, sino extendida a la masa negra de la que usted forma parte. 

37 

En Cremolino, con ocasión del paseo otoñal del año 1864 

El salesiano don José Rossi escribía a don Pedro Ricaldone el día 27 de junio de 1934: 

«Don Bosco llegó cansado, sudoroso, a una alquería próxima a este pueblo, donde se encontraba el marqués de Pallavicini 1, su 
bienhechor, que lo esperaba. Al llegar a esta casa, se paró y pidió como refresco un vaso de agua para él y para sus muchachos. El amo de 
la casa, hombre de buen corazón, ofreció al punto el lugar sombreado de su patio y, después, un buen vaso de vino para toda aquella 
numerosa comitiva. Don Bosco aceptó la rápida y generosa invitación; pero insistió en que sólo les diese agua. Después, sentado sobre un 
tosco banco, asistió al reparto de agua en un cazo para todos los suyos. 

Aquella familia comprendió que había algo singular en aquel cura y, conquistada por sus bondadosos modales y su dulzura, al dar las 
gracias y por la breve conversación sostenida después, guardó religiosamente el banco en que se había sentado don Bosco y el cazo en que 
bebió. 

Siendo yo un muchacho, estuve con mi padre en aquella alquería y oí contar este hecho al cabeza de familia, que era un muchachito en 
aquella ocasión y fue testigo de la encantadora escena». 

((752)) 38 (El original en latín) 

Acta de consagración de la iglesia de Nizza Monferrato 

Para perpetuo recuerdo del acto. El día treinta de diciembre, del año 1884 del nacimiento de Cristo, rigiendo la Iglesia de Dios, en la 
Cátedra de Pedro en Roma, el Sumo Pontífice León XIII; siendo Obispo de la insigne diócesis de Acqui el Excelentísimo 

1 El marqués de Pallavicini fue visitado en Pegli; en Cremolino, era el marqués Serra. 
650 

y Reverendísimo monseñor José María Sciandra, príncipe y conde del Sacro Imperio Romano; y gobernando, como Rector de la 

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Congregación de los Salesianos, el Reverendísimo Sacerdote Juan Bosco, Padre y Fundador de la misma y también de la Sociedad de las 
religiosas que se llaman Hijas de María Auxiliadora. 

El Excelentísimo y Reverendísimo monseñor Juan Cagliero, Obispo de Mágida y Provicario Apostólico de la región de Patagonia 
Septentrional, primero entre los socios salesianos promovido a la dignidad episcopal, consagró oficial y solemnemente este templo en la 
ciudad de Nizza para el culto de Dios, bajo el título de Nuestra Señora de la Gracia. Fueron ayudantes del Obispo consagrante: el Rvmo. 
Don Francisco Berta, Canónigo enviado para este acto por el Excmo. Obispo de la diócesis de Acqui; el Rvmo. don Antonio Sala, 
sacerdote salesiano y Ecónomo General de la misma Congregación; y el Reverendísimo don Luis Bussi, sacerdote salesiano, director 
espiritual y rector de la Casa madre de las Hijas de María Auxiliadora en esta ciudad de Nizza. 

El solar, en que están asentados la Casa madre de las Hijas de María Auxiliadora y el templo, es propiedad de don Juan Bosco, quien lo 
adquirió por sus propios medios el año 1877. El mismo quiso, al año siguiente, tras haber edificado la residencia-colegio, que este templo, 
después de haber sido endecido litúrgicamente, sirviera preferentemente para el culto de Dios y la celebración de la eucaristía. 

» JUAN. Obispo de Mágida ANTONIO RICCARDI, Pbro., secr. 

Luis Bisio, párroco de San Juan y vicario Foráneo, testigo.
Carlos Denicolai, encargado de San Hipólito.
Eugenio Ricci, arcipreste de San Siro.


((753)) 39


Carta a los alumnos del colegio de Este,
escrita en nombre de don Bosco


Queridísimo Tamietti: 

He presentado a don Bosco tu carta y se conmovió ante la delicada caridad de tus muchachos. Te agradece el filial interés que tienes por 
su estado de salud y, por mi medio, envía estas palabras para tus alumnos: 

Queridos hijos míos: 

Me es imposible deciros la gran satisfacción que me ha proporcionado vuestra generosa actuación. He exclamado y repetido de corazón: 
íBendiga el Señor a estos hijitos! Necesitaba un gran alivio y lo tuve con vuestra caridad. Ciertamente no pude quedar insensible ante el 
daño ocasionado por el incendio y lo que significaba para proporcionar el pan a muchachos, que no tuvieron como vosotros la suerte de 
tener padres acomodados. La partida de los misioneros había dejado también profunda impresión en mi alma y, ahora, hace una semana 
que guardo cama y no quiere el médico que me levante por mis continuas enfermedades. Pero, lo repito, vuestra prueba de afecto me ha 
traído mucho alivio, al pensar que en el Colegio de Este hay 
651 

muchos jovencitos buenos, con un corazón tan bien dispuesto que saben corresponder a los muchos cuidados que tienen con ellos el 
Director y los demás Superiores. 

Nunca os olvidaré y rezaré, como siempre, al Señor para que se digne haceros crecer en piedad y en ciencia, para que continuéis siendo 
buenos y llenos de salud y os lleve un día al paraíso, donde también yo espero tomar parte en aquella fiesta eterna. 

Rogad por mí a fin de que el Señor me ayude a trabajar todavía por su gloria los pocos años que me quedan de vida. Dándoos las gracias 
de todo corazón os bendigo y deseo un año feliz con la gracia de Dios. Sed obedientes, recibid a menudo la Santa Comunión, tened mucha 
devoción a nuestra Madre María Santísima y seréis dichosos en el tiempo y en la eternidad. 

Aquí tienes, querido Tamietti, las palabras que don Bosco me ha dicho te escribiera. Está enfermo y necesita oraciones. Es la tercera vez 
que guarda cama en el breve espacio de un año. 

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Don Bosco te saluda y contigo a todos los Salesianos. Espera levantarse pronto, pero este frío no deja de ser una de las causas de su 
malestar. Muchos saludos. 

JUAN BAUTISTA LEMOYNE, Pbro. 

((754)) 40 

Dificultades en Patagonia 

A 

CARTA DE DON JOSE FAGNANO A DON BOSCO 

Queridísimo don Bosco: 

Deo gratias. El Señor nos ha visitado con tribulaciones; ahora parece que se van calmando y que vuelven las cosas a su cauce normal. Le 
contaré brevemente la historia. 

El territorio de Patagonia y las orillas del Río Negro están bajo la jurisdicción del Gobernador de Patagonia, general de Brigada Lorenzo 
Winter, que tiene, además, el mando del ejército de la frontera acantonado a orillas de los ríos Negro, Neuquén y Limay. Todo marchaba 
bien y el Gobernador era amigo nuestro. Pero »qué quiere usted? Se planteó la cuestión religiosa en Buenos Aires, capital de la República, 
por parte del Gobierno nacional, y el Gobernador, imbuido en falsos principios y quizá también obligado por el Presidente de la República, 
a causa de una imprudencia de don Domingo Milanesio, rompió con todos nosotros e hizo realmente cuanto pudo para echar a los 
Salesianos de Viedma, capital de Patagonia y también de Patagones, que pertenece a la provincia de Buenos Aires, donde tenemos la casa 
principal: llegó al extremo de hacer que se nos calumniase ante el Arzobispo por medio de personas dependientes de él. 

Hice cuanto pude para calmar al Gobernador y, al mismo tiempo, envié al Arzobispo mi defensa, pues las acusaciones e injurias en los 
dos periódicos del país iban dirigidas contra mí. 

Redoblamos las plegarias por las personas que nos perseguían y actuamos con prudencia en todo, pero en vano; porque los diarios 
católicos, enterados del hecho 
652 
salieron en nuestra defensa, arremetieron contra el General y contra los periódicos del país, irritando más con eso los ánimos. 

Las familias de Viedma y Patagones y toda la población de las orillas del Río Negro conocieron el infame proceder de nuestros 
perseguidores, pero no se atrevían a levantar la frente ante el enemigo, temiendo por sus intereses, que dependen de las Autoridades 
nacionales. 

Por suerte, el año pasado, hicimos levantar casas en terreno nuestro, de manera que no pudieron echarnos de ningún modo como habían 
determinado en la fiebre de la pasión. Confieso que incluso me había preparado para la defensa material de nuestras personas y de los 
muchachos y muchachas, que habíamos recogido. La actitud y el proceder enérgico nos salvaron y no se hizo caso alguno de lo que el 
Gobernador había escrito al Ministro de Culto. Nos acusaba en una nota de que éramos personas sin educación y escandalosas y 
aconsejaba al Gobierno nacional ((755)) que no aceptara a ningún salesiano en las parroquias del territorio argentino. 

A pesar de todo, ahora ha aceptado el nombramiento de don Tadeo Remotti en Viedma y de don Raimundo Daniele en Pringles, que 
tomarán posesión de estas parroquias la semana próxima. Estos hechos han sucedido del 3 de septiembre de 1884 al día 1.° de febrero de 
1885. 

No sé cómo pasaremos este año. Me parece que la cuestión religiosa se está poniendo seria y, ahora, se añade la cuestión política para el 
candidato a la Presidencia de la República, dado que el actual Presidente termina su período el día 12 de octubre de 1886. Que el Señor 
preserve a este país de tantas discordias, en las que amenaza caer, y lo guíe al verdadero progreso moral, que es la santificación de todas las 
familias. 

Los hermanos gozan de buena salud y le puedo asegurar que todos observan exactamente las santas reglas, lo mismo que las hermanas, 
las cuales nos dan a nosotros muy buen ejemplo de obediencia, pobreza, recogimiento y trabajo. 

En cuanto a las necesidades de esta casa, nos convendría: 1.° Personal para recorrer el territorio de misiones. 2.° Mil liras al mes, por lo 

Fin de Página: 653 


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menos, para hacer frente a los gastos. 3.° Cuarenta mil liras, para preparar un local a monseñor Cagliero y a los nuevos misioneros. 

Cuando llegamos aquí, teníamos dos casas y dos terrenos donde edificar. En cinco años, hemos vendido una casa por veinte mil liras y un 
terreno por tres mil cuatrocientas, cuyo importe se empleó para comprar dos terrenos en Patagones, edificar un colegio para chicos y otro 
para chicas en Viedma, gastando en ello todos nuestros recursos y contrayendo una deuda de treinta mil francos con el Banco, que se ha 
instalado aquí en Patagones en mayo del año pasado... 

Patagones, 5 de febrero de 1885 

JOSE FAGNANO, Pbro. 
653 

B 

CARTA DE DON DOMINGO MILANESIO A DON BOSCO 

Amadísimo Padre: 

En América, estamos a menudo afligidos por el estado de su salud. Bien es verdad que las últimas noticias fueron buenas, pero la misma 
lejanía contribuye a aumentar nuestros temores. Aquí rezamos por usted y por la salud de los otros Superiores para que el Señor nos los 
conserve siempre sanos y santos. 

Creo que le gustará saber detalles de la misión que di últimamente en Patagonia. Se extrañará, sin duda, de mi tardanza. Ello se debe a la 
vacilación del espíritu, que me dominó algunos meses, sobre si debía escribirle o no. 

((756)) Pero una carta, que me escribió el muy reverendo don Miguel Rúa, me decidió a tomar la pluma y escribir la presente para darle 
noticias de Patagonia. 

En la relación enviada me abstuve de exponer la causa que originó los trastornos que narraba en ella. Es, a mi entender, la Divina 
Providencia, que nos quiere y permite un poco de guerra contra nuestra Misión, para corregir algunas imperfecciones o imprudencias 
nuestras. La causa, en resumen, fue que Viedma ve con malos ojos el estar sujeta a Patagones y, aunque en realidad no sea así, cualquier 
sombra les parece una realidad. 

Ahora resultaba un indicio de malos augurios el continuo ir y venir de Viedma a Patagones y viceversa y, a menudo, por cosas 
insignificantes como serían las bagatelas de cocina y de lencería. Añádase a esto el habérseme impuesto renunciar a la parroquia, lo cual, si 
era laudable por una parte, ya que me dejaba libre para ir a misionar por el campo, pecaba de imprudencia por la otra, pues no se presentó a 
la Curia Eclesiástica mi renuncia para el nombramiento de otro párroco. Por lo cual desde el mes de abril de 1883 en adelante no hubo 
párroco en Viedma, sino un sacerdote de la Congregación que hacía las veces. Sucedió la desgracia de que se incendiara la iglesia en la 
noche del Jueves Santo del año pasado. Don José Beauvoir se retiró a Buenos Aires y don José Fagnano asumió la dirección completa de la 
parroquia. Esto encendió todavía más los ánimos ya excitados y dio el golpe de gracia. Cada vez que yo volvía de la misión, iba por orden 
del Superior a visitar al Gobernador, en calidad de capellán de la gobernación. En sus conversaciones siempre me manifestaba el disgusto 
que experimentaba, por salirme de los límites del territorio sin su permiso. Una vez me prometió poner a mi disposición soldados, caballos 
y también un vaporcito para trasladarme a diversos puntos para dar la misión, a condición de que estuviese a sus órdenes. Refería yo todo 
esto al superior y me contestaba que no debía hacer caso de ello, sino obedecerle a él. Desde entonces, comprendí que yo no iba a salir 
libre de aquella encrucijada. En efecto, al ver el Gobernador que era inútil todo intento, comenzó a tenerme entre ojos y declararse enemigo 
mío. 

Al morir el general Conrado Villega, fue elegido el señor Lorenzo Winter por el Gobierno como encargado general de las fuerzas 
acantonadas en la frontera de Patagonia y el territorio nacional, con lo cual tenía en sus manos nuevos medios para vengarse de los 
Salesianos y someter por la fuerza a los que no había podido doblegar con la palabra. 

El año pasado, estaba yo con monseñor Espinosa en Norquín, a doscientas diez leguas de Patagones, cuando él recibió una carta del 
Señor Arzobispo en la que le 
654 

participaba que el Gobernador de Patagonia pedía consejo al Ministro de Gobernación, doctor don Bernardo Irigoyen, sobre cómo debía 
portarse con los Salesianos. Lo cual, decía el Arzobispo, hace suponer que dicho Gobernador está enojado con los Salesianos, ((757)) y le 
recomendaba que tratase de encontrar un arreglo. Emprendía yo solo otra expedición a fines de agosto, pues había vuelto de aquella 

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misión, a mediados de junio; y esto fue el motivo y origen de cuanto allí está escrito. 

El padre Fagnano, por desgracia, tiene un defecto, que produce y es fuente de gravísimos disgustos para él mismo y para los suyos. 
Quiero decir que el vender y el comprar son la ocasión de verdaderos calvarios para él y para los demás. Para probarlo, basta citar los 
hechos siguientes. En 1880 vendió una isla llamada de las Almas (que una persona caritativa había dejado en testamento a la Iglesia) con 
objeto de invertir el importe en una pequeña construcción para agrandar el local de la escuela y esto lo hizo con permiso de la Curia; pero 
el pueblo no se dio por enterado y murmuraba. En 1883, vendió un terreno de la misión y esto dio que hablar a los de Viedma. Vendió tres 
ornamentos sacerdotales para la misa y una capa pluvial propiedad del colegio de las Hermanas de Patagones y pertenecientes a la misión 
de San Francisco Solano y que pasó después a nuestro poder. En 1884, cometió el error de vender la iglesia de Patagones sin consultar a la 
Curia. Lo hizo con la buena intención de invertir el dinero en la construcción de una nave de la nueva iglesia; pero se murmuró de ello, se 
escribieron cosas increíbles en los periódicos, exagerando los hechos y, por fin, se llegó a la determinación de compilar un conjunto de 
acusaciones y presentarlo al Ministro de Instrucción Pública para solicitar la sentencia de que debía alejar de Patagonia a todos los 
Salesianos. Los cargos principales de la acusación eran que habían guardado una conducta inmoral, que traficaban, que habían vendido 
ornamentos de iglesia, que eran responsables de la venta de la capilla de Patagones y, por último, aducían, como prueba de que los 
Salesianos son unos traficantes, el taller de zapateros instalado en una sala del Colegio y abierto al público. 

La primera y la última de estas acusaciones no tienen fundamento y son verdaderas calumnias. Monseñor Espinosa nos ha hecho un gran 
servicio, escribiendo a don José Fagnano que se defendiese, aconsejándole que dijese cómo había vendido la iglesia con licencia de la 
Curia eclesiástica. Con esta franquicia, el Padre se defendió, presentando un número bastante grande de firmas a su favor. 

El Arzobispo envió en enero un representante suyo, don Luis Duprá, acompañado por el diácono Roca Carranza, los cuales lograron 
apaciguar al Gobernador y lo dispusieron a reconciliarse con don José Fagnano y aceptar a don Tadeo Remotti y a don Raimundo Daniele, 
para párroco de Viedma, el primero, y, el segundo, de Coronel Pringles. Deo gratias. En adelante, para estar a bien con las Autoridades, a 
mi entender, en las negociaciones coram praesidibus (ante los gobernantes), ha de tenerse más escondido el carácter religioso en los 
Salesianos de Patagonia. 

Buenos Aires, 20-2-85 

Su hijo en Jesús y María, DOMINGO MILANESIO, Pbro. 

((758)) C 

CARTA DE DON JOSE FAGNANO A DON BOSCO 

Muy querido don Bosco: 

Deo gratias. El Señor nos ha visitado, permitiendo una persecución muy seria contra nosotros y la Congregación y, sólo en estos días, 
parece que nos quiere consolar calmándola. Digo parece, porque, tal vez, podrá hacerse más cruda, siendo nosotros el blanco de las iras del 
Gobierno. Don Domingo Milanesio ya le ha escrito; pero no será inútil que yo le cuente, en compendio, lo sucedido. 

Tenemos dos parroquias que administrar y cuatro colegios que dirigir. Una parroquia y dos colegios en Carmen de Patagones, población 
situada en la orilla izquierda del Río Negro, perteneciente a la provincia de Buenos Aires, de la que fui nombrado párroco en 1880. Uno de 
los locales destinados a colegio está actualmente alquilado. 

La otra parroquia y los otros dos colegios están en Viedma, capital del territorio de Patagonia, que se halla en la orilla derecha del Río 
Negro; depende directamente del Gobierno de la República, representado por el Gobernador, que hoy es el general Winter. El padre Rizzo, 
primero, y, después, don Domingo Milanesio fueron nombrados párrocos de esta parroquia por el Arzobispo, monseñor Federico Aneyros, 
y eran, al mismo tiempo, Capellanes del Gobernador. Yo había obtenido del general Winter la licencia para mandar a misionar a don 
Domingo Milanesio, dejando en la población un sacerdote, que hiciera sus veces; tanto más cuanto que me había dicho el general que 
deseaba entenderse conmigo en cuanto al servicio. 

Así estaban las cosas cuando, el día 12 de abril de 1884, se incendió la iglesia de Viedma. Me dijo el general, disgustado, que la 
negligencia de los Padres había ocasionado el incendio. Para aplacar un poco su indignación, alejé a don José María Beauvoir, quien, por 
otra parte, me había pedido ir a Buenos Aires. El general fue a Buenos Aires en julio y volvió en septiembre y, en su ausencia, se agitó la 
cuestión religiosa. Imbuído en falsos principios y empujado por los periódicos del Gobierno, buscaba motivos para entablar pleito con 
nosotros. El día siete de septiembre, don Domingo Milanesio se opuso a las pretensiones de la señora del Gobernador y, aquella misma 

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tarde, era licenciado del cargo de capellán del gobierno. El día nueve se apoderó el Gobernador de la iglesia parroquial de Viedma y 
secuestró los ornamentos y vasos sagrados, mandando que salieran de ella los misioneros. Aquel mismo día, tuve una entrevista con el 
Gobernador, el cual olvidado de su dignidad y de la amistad que varias veces me había demostrado, se enfureció, profirió palabras 
violentas y groseras contra don Domingo Milanesio y don José María Beauvoir. No pudiendo calmarlo, me retiré y obligué a don Domingo 
Milanesio a retirarse a la casa de Patagones, donde el Gobernador no puede ejercer ninguna autoridad. Entretanto, don Raimundo Daniele y 
don Andrés Pestarino seguían celebrando las funciones ((759)) parroquiales en la capilla de las hermanas de Viedma, donde habían 
comenzado a hacerlo el día doce de abril. 

Al cabo de unos veinte días, don Domingo Milanesio partió para una misión y, como era frontera militar, debía pedir licencia al general. 
Lo hizo en parte, porque sólo la pidió para Pringles, a ochenta kilómetros de Patagones, pero siguió más adelante sus excursiones 
apostólicas. Tan pronto como lo supo el Gobernador, que es también jefe de la frontera militar, dio orden terminante de que se le hiciese 
volver atrás y se le prohibiese ejercer el sagrado ministerio. Cuando don Domingo Milanesio 
656 

estuvo de vuelta, lo envié a Buenos Aires. Porque aunque tenemos nosotros la razón y la Curia Eclesiástica así lo ve, no sirven razones 
contra la fuerza. Y ahora hay que sufrir las consecuencias de una indignación injusta. 

Mientras sucedía esto en Viedma, una revista semanal que aparece cada domingo en Carmen, la emprendió contra el Alcalde y contra mí 
y era el general Winter quien atizaba el fuego en este periódico, por medio de algunos oficiales del ejército, haciendo que me insultasen y 
me acusaran después ante la Curia Eclesiástica. Me defendí en el periódico La Voz de la Iglesia y pedí que se enviase a Patagones algún 
encargado de la Curia para que se aclarasen las acusaciones. Al mismo tiempo, pedí licencia para demandar judicialmente, por 
calumniador, a quien me había injuriado, pero don Santiago Costamagna no me permitió dar este último paso y dejó que se enviaran 
personas para poner en claro la verdad de los hechos. Vinieron éstas, encontraron que, por nuestra parte, todo estaba en regla y así quedó 
reivindicado nuestro honor. 

La población, que siempre estuvo de nuestra parte, quedó satisfecha con esta sentencia. 

Mientras tanto, la casa ha perdido algunas ayudas, que los agentes del Gobierno nos prestaban bondadosamente y, tanto nosotros como 
nuestros huérfanos, pasamos grandes apuros para vivir. 

Hemos comenzado a construir la nueva iglesia en Patagones o, mejor, a continuar las obras que empezamos el primer año de nuestra 
misión, pero van muy despacio por falta de medios. La población es muy pobre y el Gobierno no nos ha dado ninguna subvención hasta 
ahora. 

Necesitamos preparar una morada, lo menos incómoda posible, para cuando venga monseñor Cagliero, ya que nosotros mismos no 
disponemos de vivienda suficiente y nos faltan medios para ampliarla. íSi Monseñor nos trajera alguna ayuda de Europa! 

Recibí de don Miguel Rúa la noticia de que mi madre está recogida en el Oratorio. Le agradezco de corazón esta caridad y recompense el 
Señor a usted y a la Congregación cuanto han hecho por mi familia. Esto me consuela y me tranquiliza. 

De todo corazón, le saludo y deseo felicidad, al mismo tiempo que haré todo lo posible para corresponder a cuanto me pide la 
Congregación. ((760)) Enviaré los retratos de los hermanos y de las hermanas, junto con los correspondientes a los colegios.Yo no estoy en 
ellos, porque, el día en que se hizo la fotografía, había ido a asistir a un enfermo a doscientos kilómetros de distancia. 

Reciba los saludos de nuestros hermanos, de las hermanas y de nuestros huerfanitos y huerfanitas. 

Patagones, 4 de marzo de 1885 

Su afmo. hijo en J. y M., JOSE FAGNANO, Pbro. 
657 
41 

El provincial de los Menores Reformados en los Abruzos 
a don Bosco 
Muy Rvdo. Señor: 
Fin de Página: 658 


VOLUMEN XVII Página: 658 

Mi fe ha experimentado un verdadero dulce y poderoso aliento siempre que tuve ocasión de leer relaciones y artículos que trataban, para 
edificación del prójimo, de las varias obras de exquisita caridad evangélica, que con incansable celo usted realiza. 

Pero, si he de decir la verdad, la buena impresión anteriormente experimentada, ha quedado deteriorada notablemente, al saber que usted 
junto con los Padres Salesianos, asumió el encargo de organizar en Penne, ciudad del territorio de Téramo, un centro de educación para 
hijos del pueblo, y quiere implantarlo precisamente en el convento de Santa María Cobromano, que desde hace más de tres siglos poseen 
los Menores Reformados de la Provincia monástica de San Bernardino de los Abruzos, y en el que yo ejerzo hoy día jurisdicción ordinaria. 

Muy reverendo, si lo que cuenta la fama es verdad, opino que usted, víctima de un engaño, no ponderó bien la cuestión del lugar que iba 
a ocupar dicha institución, al mismo tiempo que no me atrevería a pensar siquiera que usted ignora que una obra, para poder ser calificada 
de acuerdo con la caridad, no debe ofrecer defecto de ningún género. 

En efecto, no cabe duda alguna que la ocupación de un convento, poseído por otros canónica y legalmente, para instalar en él un centro 
humanitario, obra en apariencia caritativa, resultaría en realidad defectuosa y, por ende, no grata a Dios; porque, fundándose en la 
injusticia, nunca sería un verdadero bien, que sólo es tal ex integra causa. 

Después de esto, confiando plenamente que usted como fervorosísimo sacerdote católico que es, no hará que se alce la voz contra el 
escándalo cuando acaeciese que yo hubiese de verle a usted, por dicho hecho, de todo punto despreocupado de los solemnes y terribles 
anatemas lanzados por el Vaticano contra los atrevidos usurpadores ((761)) de los bienes de la Iglesia, también por no verme obligado por 
el deber a formular pública y solemne protesta contra la inicua acción que se intentaría cometer, espero su respuesta inspirada en lo justo y 
lo honesto. 

Acepte mientras tanto la expresión de mi aprecio. 

Aquila (Abruzos), desde el convento de San Julián. 

5 de septiembre de 1883 

Seguro servidor en J. C.
Fray TITO de Scanno
Ministro provincial de los Menores Reformados.


42 

Carta de don Lorenzo Apicella a don Bosco 

Rvdo. Padre en Jesús: 

Ante todo, deseo de corazón a vuestra Reverencia, a los RR. Superiores, a los colaboradores y a todos los amparados en sus casas las más 
exquisitas gracias de N. S. J. C. ad multos annos y pido a Dios misericordioso se digne hacer que no se pierda ninguno de los muchachos 
internados que aprendió o aprenderá las saludables doctrinas en todas sus casas, presentes y futuras. Yo, indignísimo pecador, pido a Dios 
bendito que las multiplique por todo el mundo, injertando, si fuera para honra y gloria de Dios, en su fértil viña, este pequeño racimo de 
uvas de nuestras casas para pobres sordomudos. Messis multa, operarii pauci. Sí, mi buen Padre en Jesús, nuestra buena Madre María 
Santísima le hace desde aquí la súplica. En Nápoles no faltan buenos muchachos ni medios providenciales. Por mi parte, seré feliz y estaré 
contento ocupando el último lugar. 

Las casas de caridad son cuatro; una en Nápoles, otra en Casoria y dos en Molfetta, con unos ciento cuarenta sordomudos de ambos 
sexos; seis sacerdotes y, veinticinco hermanos cooperadores, que visten hábito talar. Las casas son de nuestra propiedad, con la debida 
obediencia a los Ordinarios. 

Para ulteriores aclaraciones, podrá escribirme o iré yo personalmente a ésa. Ecce me, dispuesto a la Santa obediencia. Beso la mano a V. 
Reverencia y a todos sus superiores y, arrodillado a sus pies, pido la bendición para la obra y para su, 

Nápoles, 26, 12, 1884 

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Atento y seguro servidor e hijo en J. C., LORENZO APICELLA, Pbro. 

Dios esté siempre con nosotros 

((762)) 43 

El hospicio del Sagrado Corazón 

(ACTAS DEL CAPITULO SUPERIOR, 12 DE SEPTIEMBRE DE 1884) 

Preside don Bosco. Están presentes don Miguel Rúa, don Juan Cagliero, don Celestino Durando, don José Lazzero, don Antonio Sala, 
don Juan Bautista Francesia, don Julio Barberis. Después de las oraciones de costumbre, se abre la sesión a las once de la mañana. 

1. DON ANTONIO SALA presenta los planos para la construcción del Hospicio del Sagrado Corazón en Roma. Son los de Vespignani, 
Cucco y Vigna. Declara que urge proceder a algunas deliberaciones. En primer lugar, expone que los lados del área que están a lo largo de 
la calle Marghera y calle Magenta están todavía cercados con una valla de tablas por la que se paga al Ayuntamiento un impuesto anual de 
quinientas cincuenta liras y ocasiona enojosas multas, que nos «regala» nuestro vecino el diputado Bonghi, que no puede tolerar el tener 
ante sus ojos aquellas tablas. 
659 
Propone, pues, quitar la valla y mandar hacer una tapia de ladrillo. Con el impuesto de un año, se paga el gasto. El Capítulo aprueba. 

2. DON ANTONIO SALA propone la construcción del brazo del Hospicio del lado de la calle San Lorenzo que uniría la casa del ángulo 
con el ambulacro de la iglesia. Por este lado, el Hospicio tendría sólo dos plantas. La planta baja doble serviría para clases, talleres o 
pórticos; la planta superior abarcaría dos grandes salas. Para regularizar el patio interior v formar un patio perfectamente cuadrado, el plano 
del empresario Cucco pide que el lado de la construcción de la calle Puerta de San Lorenzo tenga la forma de un trapecio prolongado, de 
modo que los pórticos sean regulares, pero las habitaciones de atrás tengan el lado, que da a la calle, divergente y no paralelo a su opuesto. 
Por consiguiente, las dependencias irían progresivamente aumentando en anchura, pero, como es lógico, de forma irregular. Se sacrificaría 
la regularidad de las dependencias a la regularidad del patio. 
El plano del ingeniero Vigna, por el contrario, descuida el patio, y busca la regularidad de las dependencias que, separadas por 
mamparas, servirían para su propio uso v quitando las mamparas se tendría la hermosa forma regular de salones. Además, en el reducido 
patio para recreo de los muchachos, se ganarían algunos metros cuadrados. Se economizaría casi la mitad. 

DON MIGUEL RUA, se inclina por el plano de Cucco; y DON ANTONIO SALA por el de Vigna. DON BOSCO acepta el plano de 
Vigna. 

EL CAPITULO aprueba la construcción inmediata del brazo que da a la calle San Lorenzo, de acuerdo con el plano de Vigna. En 
principio, se adopta también el plano de Vigna para todas las dependencias del Hospicio, que tiene en cada piso dos secciones de cinco 
metros de anchura, separadas en toda su longitud por un pasillo de dos metros de ancho. Se opina que cinco metros es el mínimo de 
anchura que pueden tener los dormitorios de los colegios. 

((763)) 3. DON ANTONIO SALA presenta dos planos para la fachada del brazo que da a la calle San Lorenzo, uno sencillo de Cucco; el 
otro más rico, de Vespignani. 

Como este brazo forma fachada con la iglesia, DON JUAN CAGLIERO afirma que es conveniente enriquecer aquel lado. 

DON MIGUEL RUA lo apoya afirmando que lo pide el decoro de la casa de Dios. 

EL CAPITULO apueba y adopta el plano de Cucco, adoptando el de Vespignani para las dos puertas de entrada situadas en las dos 
extremidades. 

4. DON ANTONIO SALA propone que debajo del brazo que da a la calle de San Lorenzo no se construyan sótanos. Se ahorrarían así 
muchos gastos. a) No habría que trasladar tierras; b) no habría que profundizar los muros, como se tendrá que hacer de otro modo hasta los 
catorce metros por debajo del nivel del suelo, sino únicamente sobre pilares. También habría que tener en cuenta que la calle Puerta de San 
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Lorenzo es muy frecuentada y, por tanto, estos sótanos serían causa de que un ruido continuo molestaría el interior del Hospicio. 

DON MIGUEL RUA añade que como las alcantarillas están situadas en la calle de San Lorenzo tendríamos que encauzar hacia aquella 
parte los sumideros de nuestras aguas, y habría que cruzar el sótano con tubos de hierro para estos desagües. Esto ocasionaría gastos, 
molestias y, tal vez, inutilizaría en parte los sótanos, a lo menos para ciertos almacenes. Por otra parte, la iglesia y los otros dos brazos del 
edificio tendrán sótanos amplísimos. 

EL CAPITULO decide no hacer los sótanos debajo de la construcción del lado de la calle Puerta San Lorenzo. 
660 

5. DON ANTONIO SALA presenta la cuestión, suspendida en la última sesión, sobre si la construcción del Hospicio tenía que confiarse 
a Cucco por contrata o por administración. Vuelve a recordar la gran cantidad de materiales que hay en el patio. Don Antonio Sala querría 
que se terminase primero la iglesia y se siguiera después con el hospicio; así no se enredarían dos obras. Si Cucco llevase la iglesia por 
administración y el hospicio por contrata, haría falta una valla, para separar los materiales de la iglesia de los del hospicio, harían falta dos 
fosos de cal, etc. Se necesitarían albañiles distintos para cada una de las dos partes; de lo contrario »cómo impedir que los albañiles de una 
parte fuesen llamados por el maestro de obras a trabajar en la otra, que los carreteros no descargaran en un patio el material destinado para 
el otro?, etcétera. La cuestión es muy grave para la economía. 
EL CAPITULO delibera que el empresario Cucco edifique por administración la iglesia y el brazo que da a la calle de San Lorenzo. Al 
final, se hará el inventario exacto de todo el material que quede en el patio. Después, para la construcción del resto del edificio, se 
convendrá ((764)) hacerlo por contrata con Cucco y se le cederá el material existente valorando la cantidad que deberá sustraerse de la 
deuda total que se pactará con él para el pago de las obras. 

6. DON BOSCO expone que el conde Colle de Tolón piensa ayudar todavía al gasto de la iglesia y el hospicio, pero que desea poner él 
mismo la piedra angular de dicho hospicio. Sería preciso fijar esta ceremonia para el mes de abril. 
EL CAPITULO delibera que la piedra angular del hospicio se pondrá en el mes de abril sobre los cimientos del brazo de la calle de San 
Lorenzo. 

7. DON BOSCO pregunta si el ingeniero Vespignani sabe que el ingeniero Vigna y el empresario Cucco han hecho los planos del 
hospicio que él deseaba construir. 
DON ANTONIO SALA dice que Vespignani mismo cuando vino a ver el hospicio de San Juan, afirmó que no está enterado de nuestras 
necesidades. Por consiguiente, esto equivalía a dejarnos en plena libertad. 

DON BOSCO advierte que hay que obrar con prudencia, porque, a estas gentes nunca les faltan pretextos. Hemos quedado bastante 
atados a él con la iglesia. Sin embargo, no hemos convenido nada para el hospicio con Vespignani, y él no puede inmiscuirse en ello. 
Hemos de buscar todos los medios para emanciparnos. 

DON ANTONIO SALA observa que el ingeniero Grazioli, que va siempre a visitar las obras del Sagrado Corazón, cuando vea comenzar 
las excavaciones, podrá hacer alguna observación. 

DON BOSCO dice que se cargue toda la responsabilidad sobre sus hombros; don Bosco lo ha ordenado. Terminada la iglesia, es preciso 
que todo quede en nuestras manos. En esto no tiene por qué inmiscuirse Vespignani. 

DON ANTONIO SALA añade que, en un principio, Vespignani esperaba hacerlo todo; pero que, con las palabras que le dijo, parece 
haber renunciado a toda pretensión. Esta palabra nos pone a cubierto. 

Con las oraciones acostumbradas, se levanta la sesión a las doce y veinte minutos. 

Sala del Capítulo, Valsálice 12 de septiembre de 1884 

JUAN BAUTISTA LEMOYNE, Pbro. Secretario. 
661 

44 

Para un centro de recreo festivo en Faenza 

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Ilustrísimo Señor: 

La Junta Municipal ha deliberado con diligente consejo organizar, de acuerdo con las normas adjuntas, un centro de recreo festivo, 
donde, libres de los peligros del ocio y de las funestas consecuencias del abandono, ((765)) puedan los niños del pueblo crecer robustos de 
espíritu y de cuerpo con el sentimiento del honor, la conciencia de la propia dignidad, y los saludables afectos de la familia y de la patria. 

Mas, como para lograr tan elevado fin, no bastan la buena voluntad ni las generosas aportaciones del Ayuntamiento, es necesario que se 
unan a él en benéfica unión con los Institutos y todas las Asociaciones del País, todos los ciudadanos, por lo cual recurriremos cuanto antes 
directamente a V. S. demandando una válida ayuda para la más educadora de las Instituciones civiles. 

Mientras tanto, le saluda y se suscribe atentamente 

Faenza, a 2 de abril de 1884 

La Comisión Municipal 

Conde AQUILES LADERCHI, Presidente Abogado ANDRES POLETTI, 
Profesor JOSE CESAR ABBA 
POMPEYO BABINI 

Estatuto 

PARA UN CENTRO DE RECREO FESTIVO 

APROBADO POR EL CONSEJO MUNICIPAL DE FAENZA 

EN LA SESION DEL 4 DE MARZO DE 1884 

1.° El Ayuntamiento de Faenza se hace promotor de un consorcio instructivo benéfico, con el fin de apartar a los hijos del pueblo, con 
agradables y útiles ejercicios durante los días festivos, de los peligros del ocio y del abandono y funda, siguiendo el ejemplo de otras 
ciudades de Italia, un centro de recreo expresamente para este fin. 

2.° Se admitirá en el centro de recreo indistintamente a todos los niños varones de la ciudad, y de los arrabales, que hayan cumplido los 
siete años y no pasen de los catorce. 

3.° El centro de recreo estará abierto todos los días festivos a las horas señaladas por un reglamento destinado al efecto. 

4.° Los niños encontrarán, en el centro de recreo, bajo la dirección de los encargados, instrucción y diversión; se procurará que la 
instrucción se dé en forma fácil y agradable; la diversión consistirá en los juegos que más favorezcan la salud física y moral de los 
muchachos. 

5.° El centro procurará, especialmente, formar el carácter de los muchachos, infundir en su espíritu el sentimiento del honor y de la 
propia dignidad y educarlos en el amor a la Familia y a la Patria. 
662 

6.° Para facilitar la labor del Centro de Recreo, el Ayuntamiento proporcionará un local adecuado, y fijará, cada año, en el presupuesto 
una cantidad para ayudar a su mantenimiento. 

((766)) 7.° Para este mismo fin, se abrirá una suscripción pública por Acciones de unión municipal, de tres liras cada una al año, y el 
subscriptor quedará obligado a ella por tres años. 

8.° Para la suscripción, indicada en el artículo anterior, se hará un llamamiento a los ciudadanos, a los centros benéficos y a los de crédito 
que tienen, además, un fin filantrópico. 

9.° El Ayuntamiento hará también válidas gestiones para que no falte la contribución del Gobierno ni la de la Provincia para la benéfica 
Institución. 

10.° La Administración del Consorcio y la Dirección interna del Centro de recreo se confiarán a una Comisión presidida por el Alcalde 
del Ayuntamiento y compuesta de cuatro ciudadanos, que se nombrarán como se indica a continuación. 

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11.° Dos miembros de la Comisión serán nombrados por el Consejo Municipal, aun fuera de su seno; los otros dos serán elegidos entre 
los accionistas en una asamblea general. 

12.° Los cuatro ciudadanos componentes de la Comisión Directiva y Administradora permanecerán en el cargo tres años y podrán ser 
reelegidos. 

13.° El Reglamento interno del Centro de Recreo será compilado por la comisión elegida de la manera arriba indicada. 

14.° El nombramiento del personal remunerado, necesario para el Centro de Recreo, corresponde a la Comisión que lo dirige y 
administra. 

45 

Carta de don Juan Bautista Rinaldi a don Miguel Rúa 

Amadísimo Padre: 

Hace ocho días, le escribí con toda urgencia una carta, anunciándole la estipulación definitiva del contrato y nuestra pacífica entrada en la 
ciudad y toma de posesión de la nueva casa, en la que finalmente nos encontramos bastante bien para los admirables fines queridos por la 
divina Providencia. 

Insistía en ella en la extrema necesidad de que usted u otro Superior entendido viniera para dar pronto a este caos de edificios un plan 
especial, una forma conveniente para su fin. 

Hay que adaptar un lugar para capilla, que ahora la tenemos en dos habitaciones que se comunican por una puerta intermedia. Habría 
también que alquilar, por ahora, una parte de la casa y una huerta grandísima. Sería necesario preparar una sala para teatro, que nos resulta 
indispensable en estas tierras, como lo es el tambor para un titiritero. 

Es preciso hacer algo en seguida para tapar la boca de los mal intencionados. Toda la ciudad está a la espera. Es más: amén de las 
múltiples peticiones ((767)) que me hacen para aceptar niños en casa, el Subgobernador mismo pide plaza para cinco y el Ayuntamiento, 
para uno o dos. Esto les daría motivo para justificar la protección 
663 

que nos prestan y sería para nosotros la mayor aprobación frente al Gobierno y al país, pues estos niños son verdaderamente abandonados y 
casi casi perdidos.. 

Faenza, 27 de noviembre de 1884 

Afmo. hijo en J. y M., JUAN BAUTISTA RINALDI, Pbro. 

46 

Súplica de don Bosco al Gonernador de Portomauricio
para la rifa de Vallecrosia


Excelencia: 

El que suscribe, conmovido ante el mísero estado intelectual y moral en que yacía gran parte de la juventud de los llanos de Vallecrosia, 
cerca de Ventimiglia, abrió allí, y precisamente en la zona del Torrione, el año 1876, unas escuelas gratuitas elementales para niños de 
ambos sexos, donde, junto con la instrucción, pudiesen recibir la necesaria educación moral y cívica. Esta obra, iniciada con muchos 
sacrificios, encontró gran aceptación; acudieron a ella, especialmente los niños más distantes de las escuelas de la cabecera del 
ayuntamiento, con general satisfacción de los habitantes que veían de esta manera salvados de la ignorancia y del vicio a sus hijos. Pero las 
necesidades iban en aumento y, además del pan de la ciencia, muchos niños huérfanos y abandonados necesitaban también del pan materia 

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para la vida. Para resolverlo, el abajo firmante emprendió también la construcción de un asilo con locales separados, donde educar y 
albergar gratuitamente a los muchachos más necesitados de uno y otro sexo. Se terminó el asilo y ya se albergan algunos en él. Pero quedan 
muchas deudas por pagar y hay que completar el proyecto. Con este motivo, algunas beneméritas personas ofrecieron diversos objetos, que 
ya llegan al millar, para organizar una rifa benéfica en favor de aquel asilo. Confiando, pues, en la benévola solicitud, con que el real 
Gobierno suele acudir en ayuda moral y material de la juventud pobre y abandonada, me dirijo a V. E. para que se digne conceder la 
necesaria autorización de esta rifa. 

Estoy convencido de que V. E. tendrá a bien acceder a los deseos del que suscribe, que son los mismos de la población de los llanos de 
Vallecrosia, y ofrecer con ella la manera de preservar a tanta juventud del vicio, de la miseria y de la holgazanería en que caería, si no 
((768)) fuese convenientemente educada y albergada. Con esta grata convicción anticipo a V. E. las más cordiales gracias y le aseguro la 
más profunda gratitud en mi nombre y en el de tantos pobres muchachos, que serán de esta manera beneficiados. Profesándome 
agradecido, etc. 

47 (el original en francés) 

Tres cartas del Obispo de Lieja a don Bosco 

A 

Reverendísimo Padre General: 

Agradeciéndole la respuesta que tuvo la bondad de enviarme y la caridad con que suaviza la pena que la dilación anunciada iba a 
causarme, tengo el honor de notificarle que no me será posible estar en Niza el día quince de septiembre. La próxima primavera iré a Roma 
y espero tener la dicha de visitarle en tal ocasión. 

Mientras tanto rogaré al Señor para que le envíe numerosos operarios y le inspire reservar algunos para mis queridos huérfanos y para 
tantas vocaciones eclesiásticas como se pierden en mi diócesis. íOjalá escuche la Virgen Inmaculada este ardiente deseo de mi corazón! 

Dígnese aceptar, reverendísimo Padre General, el homenaje de mi más profundo respeto y de toda mi devoción en N. S. J. C. 

» VICTOR DOUTRELOUX Obispo de Lieja (Bélgica) 

B 

Muy reverendo Superior General: 

Al salir de la audiencia del Padre Santo, siento el agradable deber de comunicarle que he cumplido puntualmente el encargo que me 
había confiado. El Padre Santo concede a usted y a toda su casa de Turín su paternal bendición. Me recordó que le había visto pocos días 
antes y no se sorprendió en absoluto, al oír de mis labios lo que son usted, sus religiosos y sus muchachos para el Padre Santo. 

Le hablé de mis gestiones con usted y, al implorar su apoyo, me encargó le dijera «que conoce la ciudad de Lieja, que tiene mucho 
interés por ella, que la quiere mucho y desea vivamente verla dotada de un orfanato dirigido por sus religiosos». 

((769)) Estas palabras, dichas con una firmeza e insistencia que me impresionaron, me confirman en la confianza de que, al dirigirle mi 
ardiente súplica, he cumplido la voluntad de Dios y que, por consiguiente, no le faltarán los medios para realizar lo que me ha dicho que 
era un ardiente deseo de su corazón. íOjalá no sea yo digno de tal favor! He puesto el asunto en manos de María Santísima Auxiliadora, al 
visitarla antes de salir de su casa; esta buena Madre escuchará las oraciones que le hice por mis pobres hijos que son muchos más todavía 
que los suyos; después de mi oración, me considero como un instrumento en sus manos para servirla en la empresa que Ella ha tomado 
como suya tras mi humilde petición. 

Reciba, muy reverendo Padre, mi renovado agradecimiento por la benévola acogida que recibí de su Paternidad y de todos los suyos, de 
la que guardaré el más edificante y agradable recuerdo. 

En Roma pido por todas partes que se cumpla la petición que le hice; se lo he pedido sobre todo a san Felipe Neri, a san Luis Gonzaga y 
a mi santo paisano el beato Juan Berchmans. Encomiendo continuamente mi petición a los Santos Angeles y a 

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los Santos Patronos de mi diócesis. Me permito contar también con sus oraciones. No sé si le dije que he encargado que llevara al cielo 
este mismo recado uno de mis santos sacerdotes, que me pedía la bendición antes de morir, hace unos dos meses. Perdone que le escriba 
con tanta naturalidad; su bondad me ha aficionado de tal manera a su persona, en el amor de N. S. J. C., que mi corazón no teme abrírsele 
con la más sencilla naturalidad. 

Tenga a bien aceptar, muy reverendo Padre, el homenaje de mi profunda y devotísima veneración. 

Roma, 31 de mayo de 1884 

» VICTOR, Obispo de Lieja 

C 

Muy Rvdo. Superior General: 

Recordando con tanta satisfacción como gratitud el recibimiento que tuvo la bondad de hacerme con tanta atención hace dos años, me 
tomo la libertad de pedirle audiencia por unos instantes para el portador de la presente. Se trata del señor abogado Doreye, organizador y 
sostén de muchas obras católicas en mi ciudad episcopal y en mi diócesis. Quiere recibir su bendición y repetirle una vez más mi vivo 
deseo de ver establecida una casa de su orden en esta industrial ciudad de Lieja. ((770)) Tuvo usted la delicadeza de prometérmelo para 
cuando tuviese personal; el Padre Santo, a quien hablé del asunto, me permitió le dijera que él conoce muy bien la ciudad de Lieja y que 
deseaba vivamente que aceptara mi súplica. Tengo un terreno y un amplio local que sirve para patronato y puede ser ampliado fácilmente; 
hay en él una capilla. Sería muy fácil instalar un establecimiento semejante al de Turín. Estoy convencido de que la diócesis le 
proporcionaría en poco tiempo más sujetos que los que usted me conceda. 

Fue, durante la novena de María Santísima Auxiliadora, cuando le presenté mi súplica, y se la confié a esta buena Madre; a partir de esta 
tarde, me voy a preparar para su fiesta con un octavario de oraciones y espero que Ella le dirá a usted que la voluntad de su Divino Hijo es 
que venga en ayuda de mis pobres huérfanos, arrinconados todos ellos en los centros del Gobierno; otras muchas almas vendrán también a 
buscar la salvación junto a sus buenos religiosos. íAh!, se lo suplico, dígnese pedir a María Auxiliadora que le ilumine sobre mis instancias 
que, no lo puedo dudar, son según la voluntad de Dios. 

El señor Doreye desea informarse de sus obras en Turín; le quedará muy agradecido si tiene a bien ofrecerle uno de sus buenos religiosos 
que se las enseñe. 

Acepte, se lo ruego, muy reverendo Superior General, mis más devotos y respetuosos saludos. 

Lieja, a 17 de mayo de 1886 

» VICTOR, Obispo de Lieja 
666 

48 (en castellano en el original) 

Carta de doña Dorotea a don Bosco 

Venerado Padre: 

Además de haber escrito a usted pidiendo informes sobre las obras de la Congregación Salesiana, escribí al Padre Branda, superior de la 
casa de Utrera, el cual me ha dado muchas noticias sobre este asunto. Recordará usted que en la carta que le dirigí el día veinte de 
septiembre último, le decía que mi propósito era contribuir a fundar, en los alrededores de Barcelona, un establecimiento en que se enseñen 
artes y oficios bajo la dirección de la Congregación Salesiana. 

Creo que lo mejor, para adelantar en este asunto, es que, en caso de que no pueda usted venir a Barcelona, se sirva disponer que venga 
pronto otro Padre Salesiano, entendido en materia de fundaciones, con el cual trataríamos de este asunto, de acuerdo de otras personas de 

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esta ciudad y especialmente del Ilustrísimo señor Obispo, con cuya paternal benevolencia podemos contar indudablemente. 
((771)) El Padre Salesiano, que venga a Barcelona, podrá habitar en mi propia casa y yo abonaré los gastos de su viaje. 
Se recomienda a las oraciones de usted su afectísima S. S., 

Barcelona, 12 de octubre de 1882 

Calle de Cortes, 276 

A.B.S.M.
DOROTEA CHOPITEA DE SERRA
49 

Esquema de la convención entre don Bosco y la Sociedad
Civil de Lille (19-12-1883 y 14-1-1884) 1.


1. Cesión de un edificio, clases, capilla y terreno de cuatro mil quinientos setenta y cinco metros cuadrados, por una parte, y 
2. Don Bosco, por otra, toma posesión del mismo el día 1 de febrero de 1884. La continuación de la susodicha Sociedad. 
3. La duración de la cesión a don Bosco es para quince años. 
4. Durante este tiempo se hará otra por quince años. 
5. Don Bosco asume el cuidado de los niños, de su aceptación, con facultad para no admitirlos mayores de dieciséis años ni menores de 
ocho años. 
6. Don Bosco deberá aceptar hasta catorce niños, presentados por los fundadores. Don Bosco recibirá, mientras dure la permanencia, 
trescientos francos de renta del capital Destombes. La Sociedad retirará, en cambio, tres mil seiscientos francos anuales. 
7. En compensación, se cederá a don Bosco una duodécima parte, la cual volverá 
1 Resulta una redacción extraña y poco clara, quizás por la traducción italiana de su original francés (N. del T.). 
667 

al primer propietario si don Bosco no hubiera tenido la administración de la casa por lo menos tres años. 

8. Se crearán doce partes que pertenecerán a don Bosco o a sus sacerdotes, sin tener que hacer entregas de dinero. Si se retirase don 
Bosco de la dirección, estas doce partes serán también anuladas por todo lo que exceda una cantidad igual al tercio del número de años 
transcurridos desde la toma de posesión. Las partes anuladas irán a favor de las actualmente existentes. 
9. Don Bosco se propone construir un edificio y adquirir bienes muebles por valor de quince mil francos, que constituirán el activo de la 
sociedad civil, porque representan las doce partes. 
10. La sociedad civil ha establecido a favor del señor Vandebenque la renta de mil trescientos francos del capital de veinte mil al cuatro y 
medio por ciento. 
De estos títulos remitidos a don Bosco, éste vendrá a ser dueño. Si don Bosco cesara, tendrá que avisar antes y dar una suficiente 
garantía. 

11. El Orfanato tiene una cartilla de ahorro con mil doscientos francos.
((772)) 12. En caso de liquidación servirán a don Bosco para el pago las partes adicionales que se le confiaron.
Fin de Página: 668 


VOLUMEN XVII Página: 668 

13. La presente acta no podrá cambiarse, a no ser con mayoría de los dos tercios de la asamblea general. 
50 (el original en francés)
Carta del señor Montigny a don Bosco


Muy querido y venerado don Bosco: 

Le expreso mi vivo agradecimiento por la benévola y afectuosa carta que se ha dignado enviarme por medio del padre Bologna, nuevo 
director de nuestro orfanato de San Gabriel. 

Como muy bien dice, hemos de dar gracias a Dios por haber permitido que se cumpliera el proyecto presentado hace casi un año y, a 

cuya realización, yo atribuía un gran valor. 

Todo, pues, se ha llevado felizmente a término y, hoy mismo, ha quedado instalado don José Bologna en nuestra casa. 

Este digno sacerdote se dignó pasar unos días en mi casa, antes de entrar en funciones, y puedo decir que he quedado edificado de su 

profunda piedad, su entrega a los niños y su deseo de hacer el bien. Triunfará, estoy seguro de ello, y le felicito a usted por su elección para 
continuar y desarrollar nuestra obra. 

Así, pues, se ha realizado la entrada de don José Bologna en San Gabriel sin ruido y sin aparato, como él deseaba, y la Hermanas de la 
Caridad han sido muy buenas y serviciales en la trasmisión de sus poderes. 

Ellas han proporcionado al nuevo Director los informes que necesitaba, y, como la Superiora continúa en Lille, podrá, más adelante, ser 
todavía útil para nuestra misión con las indicaciones que está muy dispuesta a dar. 

Mi señora ha quedado emocionada con su paternal recuerdo. 

Lo mismo que yo, está profundamente ligada al director de los Salesianos, y los dos le agradecemos de corazón la bendición especial que 
se digna conceder a nuestro queridísimo hijo. 
668 

Le ruego, reverendo Padre, acepte de nuevo los saludos de mi profundo y respetuoso afecto. 

Lille, 29 de enero de 1884 

A. DE MONTIGNY 
P.D. El sábado, veintiséis de enero, he presentado a don José Bologna al Arzobispo de Cambrai, que tributó el más afectuoso 
recibimiento al representante de don Bosco. 
((773)) 51 (el original en francés) 
Carta de don José Bologna a don Bosco 

Muy querido don Bosco: 

Estoy en Lille desde el lunes de esta semana. La familia de Montigny es muy buena conmigo. Visité a las familias de la ciudad que me 
parecía conveniente. Hasta el martes no iré a residir en el orfanato. Espero que se enviará alguno para aquel día. 

Fin de Página: 669 


VOLUMEN XVII Página: 669 

No he visto a los muchachos y no pienso hablarles hasta no estar instalado del todo. Voy todos los días a pasar una hora con la Superiora 
del orfanato para que me informe. Las hermanas se portan muy bien para ello. 

Todas las personas con quienes he hablado parecen recibir con agrado la noticia de nuestra instalación en San Gabriel. Los miembros del 
clero también parecen muy favorables... Me han dicho que el Arzobispo de Cambrai está en París hasta fin de mes. Pensé que convenía 
dirigirle allí las cartas que tenía para él y lo he hecho. Anteayer le he enviado su carta, la de monseñor Robert 1, etc. y otra que yo había 
pedido al abate Guiol (para darle gusto). El señor de Montigny ha añadido una palabra a la petición que dirigía a Monseñor, para que me 
concediese las facultades necesarias. 

La suerte ha querido que Monseñor viniera a Lille ayer por la tarde. Y he ido esta mañana a verle con el señor de Montigny. Me ha 
recibido como un padre. Acababa de recibir todas mis cartas. Me abrazó y recordó que me había visto en el oratorio de San León cuando 
fue allí hace cinco años. Luego me dijo que tenía todas las facultades para confesar, etc. en el orfanato y en toda la diócesis. Mañana irá a 
comer en casa del señor Montigny y volveré a verle. Es un buen padre que nos desea todo lo mejor. 

He ido a visitar al señor Vrau, pero no lo encontré; vino él dos veces a verme y tampoco me encontró. Aquí tiene usted la tarjeta que 
inmediatamente me envió 2. 

1 Obispo de Marsella. 

2 «F. Vrau saluda al Reverendo don José Bologna y le manifiesta expresamente su pesar por no haberle encontrado ayer en las visitas que 
le hizo en casa del señor de Montigny. Espera se presente pronto una ocasión más favorable para poder hablarle de la realización de los 
deseados proyectos de don Bosco para bien de nuestra población. Se encomienda a las oraciones de don José Bologna y le ruega acepte sus 
afectuosos saludos». 
669 

((774)) No sé qué se podrá hacer con los muchachos que todavía quedan en el orfanato. Se les ha mejorado un poco la comida. Toman 
café con leche por la mañana, cerveza y dos platos en la comida principal, etc. 

Lo que más nos ayudará en los comienzos, ya que no tenemos facultad para dar clase, será un sacerdote que pueda enseñar canto y 
música. Si don Miguel Rúa nos enviara uno, sería bien recibido. 

El pequeño Alfredo de Montigny sigue a las mil maravillas. 

Perdone mi larga carta y envíeme su bendición. 

Su seguro servidor, BOLOGNE, Pbro. 

52 

Reglamento del Ropero del Orfanato de San Gabriel 

1.° El Ropero del Orfanato de San Gabriel tiene por fin atender a la manutención de los muchachos, confeccionar las prendas de vestir 
indispensables para una decorosa presentación y, en general, proporcionar cuanto pide la provisión de lencería. 

2.° El Ropero está bajo al dirección de una Junta, compuesta por cuatro señoras: presidenta, vicepresidenta, tesorera y secretaria. 

3.° Se sufragarán los gastos por medio de donativos voluntarios (en dinero o en prendas de vestir) y con suscripciones anuales. 

4.° La cantidad para la suscripción es indeterminada, a partir de doce francos como mínimo. 

5.° Las señoras hacen el trabajo en su domicilio. 

6.° Las asociadas se dividen en activas y honorarias. 

7.° Las señoras activas se reúnen una vez al mes en el orfanato para conocer las necesidades de los huérfanos y repartirse el trabajo. En 

Fin de Página: 670 


VOLUMEN XVII Página: 670 

esta reunión el sacerdote encargado de la dirección espiritual de la Obra, dirigirá a las señoras asociadas unas palabras edificantes. 

8.° Las señoras honorarias no tienen más obligación que entregar una cantidad anual de doce francos, por lo menos. 

9.° Cada año se celebrará una misa en el orfanato para invocar las bendiciones del cielo en favor de todas las asociadas, sus familias y 
por las señoras difuntas. Los huérfanos harán una colecta a beneficio de la obra. 

((775)) 10.° Los niños del orfanato asistirán a la santa misa todos los días en la capilla, rezarán el rosario y una oración especial por los 
bienhechores. 

Las adhesiones pueden dirigirse a: 

Señora de Aimé Houzé De L'Aulnoit, rue Royale, 61, Presidenta. 

Señora de Charles Huet, 34 rue des Arts, Tesorera. 

Señora de Ernest Loyer, place Tourcoing, Secretaria. 

Y al Director del Orfanato. 
670 

53 

Carta de don Pablo Albera a don Bosco 

Muy querido Padre en J. C.: 

Ya está fundada la casa de París. Deo gratias! Hoy sábado, hace ocho días, fuimos recibidos por el M. R. d'Hulst, rector de la 
Universidad, el cual nos invitó a comer con el conde de Franqueville y el abate Pisani. Nos trató con la más exquisita bondad y nos 
presentó al Cardenal, que tuvo a su vez palabras muy halagadoras para don Bosco y los Salesianos. 

Después de comer, fuimos a casa del señor Olivier, abogado, que nos volvió a leer los diversos borradores preparados, que usted y don 
Miguel Rúa ya conocen. Se hicieron algunas observaciones y pequeñas variaciones, se dieron las aclaraciones necesarias y quedamos de 
acuerdo en que, el próximo martes, se firmarán las escrituras. 

La Sociedad Anónima, que se constituirá dentro de unos días, no presenta ningún inconveniente pues está formada por don Bosco y sus 
amigos y no queda obligada a pagar intereses, como la de Marsella, que ya estaba constituida cuando don Bosco entró en ella. 

La cesión del abate Pisani no podía estar mejor concertada para ahorrar gastos. El abogado Olivier y el conde de Franqueville están muy 
capacitados y animados de la mejor voluntad en favor de don Bosco. 

El abate Pisani había puesto demasiada carne en el asador, por lo que será muy difícil poder continuar en la misma línea. Sin embargo, he 
recomendado a don Carlos Bellamy que no introduzca ningún cambio en los comienzos y aproveche la colaboración de los jóvenes que 
frecuentan el Patronato. El abate Hugot, que se encuentra allí, seguirá en su puesto; pero nosotros siempre tenemos plena libertad para 
despedirle. 

Don Carlos Bellamy quedó francamente disgustado con la conducta del clérigo Berk y no quiso en absoluto que se quedara con él. He 
puesto la sotana a Bessière, el mejor de nuestros novicios, y se lo di por compañero. Hará mucho bien, aunque sólo sea con su ejemplo. 

Para vivir por ahora se valdrán del dinero, ((776)) que tiene el conde de Franqueville y, mientras tanto, haciendo visitas, se podrá 
conseguir lo que haga falta. Si usted cree oportuno escribir a alguna persona para notificarle la instalación de la casa y sus necesidades, nos 
será muy favorable. 

Ruégole también que escriba una cartita a monseñor D'Hulst para agradecerle el recibimiento que nos ha hecho y mantener siempre su 
amistad. Todo lo puede en París, ante las autoridades eclesiásticas, y puede sernos muy útil ante los seglares. Presenté al Cardenal los 
saludos de don Bosco, en cuyo nombre fui. 

La casa de Saint Ouen sigue todavía en proyecto; es más, el cura párroco de la Madeleine propone abandonar el proyecto de esa casa y 
comprar otra en M ontmorency, algo más lejos de París. La señora Meissonnier compraría un castillo, en lugar de construir. El Cura 
párroco se inclina por este nuevo proyecto. Haría falta pensar en ello y escribirle. El se funda en el principio de que ya se ha puesto un pie 
en tierra en París. Le ruego lo piense y manifieste a tiempo sus ideas al Cura párroco de la Madeleine. 

Fin de Página: 671 


VOLUMEN XVII Página: 671 

Perdone esta larga carta, acepte nuestros buenos augurios y nos bendiga a todos 

Su humilde hijo, P. ALBERA 
671 

54 (la traducción española de este original francés
ya está en la pág. 313)


Circular de don Bosco a los Cooperadores de París 

A NOS CHERS COOPERATEURS ET COOPERATRICES DE PARIS 

Il y a déjà deux ans que j'ai eu la grande consolation de me trouver au ieu de vous; et j'ai pu alors constater votre esprit de foi, de charité 
et de générosité, et en rendre grÔces à Dieu! 

A cette époque, plusieurs d'entre vous m'exprimaient le désir de voir fonder à Paris une oeuvre qui offrirait aux enfants abandonnés un 
asile oú l'on pourrait leur donner l'instruction et l'éducation, afin de faire d'eux de bons chrétiens et d'honnÛtes citoyens. 

Votre désir a été réalisé et, aujourd'hui, c'est un fait accompli. La maison de Patronage, dite de Saint Pierre et qui prend désormais le nom 
d'Oratoire Salésien Saint Pierre, a été ouverte à Ménilmontant, rue Boyer, n.° 28. 

Quant à présent nous nous bornons au patronage des apprentis et jeunes ouvriers, qui fréquentent l'oeuvre le dimanche, et des écoliers, 
auxquels la maison est ouverte le jeudi. Nous recueillerons aussi quelques enfants pauvres et délaissés. Mais, avec l'aide de Dieu et le 
secours de votre charité, j'espère que nous pourrons augmenter le ((777)) nombre des patronnés et nous rendre utiles dans une plus grande 
mesure à la jeunesse de votre vaste Capitale. 

Nous avons trouvé une maison modeste, une chapelle, une grande cour de récréation, des salles de classes; mais nous avons encore une 
notable partie du prix à payer. De plus il faut soutenir et développer l'oeuvre, voilà donc un champ ouvert à votre charité. 

Vous le savez, ma richese et ma fortune, c'est votre charité. Si j'ai fondé, si je continue à diriger tant d'oeuvres en faveur des jeunes gens, 
c'est que je suis soutenu par vos aum\_nes; quant à moi, je n'ai que le désir de faire le bien aux pauvres enfants, pour lesquels mon coeur a 
et aura toujours un vif attrait. Voilà toutes mes ressources avec le dévouement des prètres qui se sont voués à la mème oeuvre que moi; le 
reste est entre vos mains. Je ne viens pas vous demander de souscriptions annuelles, chacun de vous est libre de donner selon l'inspiration 
de son bon coeur et dans la limite de ses moyens. 

Dom Bellamy, Directeur de l'ouvre, est chargé de recevoir les offrandes que vous aurez la bonté de faire à notre maison nouvelle. Sachan 
avec quelle ardeur les enfants de la France s'empressent de coopérer à toutes les bonnes oeuvres, je crois inutile de rien ajouter. Je vous dis 
seulement que notre maison de Paris vous est confiée et je me plais à penser que ma confiance ne sera pas déþue. 

De mon c\_té, je vous assure que chaque jour je prierai et ferai prier nos enfants devant l'autel de Notre-Dame Auxiliatrice, afin qu'elle 
vous reþoive tous, vous et vos familles, sous le manteau de sa maternelle protection; qu'elle vous et vos familles, sous le manteau de sa 
maternelle protectión; qu'elle vous obtienne du divin Jésus les bénédictions temporelles et spirituelles en cette vie et, à son temps, la gloire 
éternelle du ciel en récompense de votre charité. 

C'est avec la plus vive gratitude que je me dis du plus profond du coeur 

Votre très-obligé et très-reconnaissant serviteur. 
672 
Cada copia de la circular llevaba la firma de don Bosco y terminaba así: 

Los donativos pueden dirigirse: 

Al reverendo señor Le Rebours, párroco de la Madeleine. 

Al reverendo señor Pisani, del Institut Catholique, 74, rue de Vaugigard.

Al señor conde de Franqueville, ChÔteau de la Muette-Passy. 

Al señor A. Josse, librería, 29 et 31, rue de Sèvres. 

Fin de Página: 673 


VOLUMEN XVII Página: 673 

Los cuales se prestan a recoger los donativos y transmitirlos al Director. 

((778)) 55 (el original en francés) 

Un artículo del Figaro sobre la casa de París 1 

Ayer dejamos que los anarquistas se reunieran en la alameda Magenta, los proscritos de 1851 en la casa consistorial del Louvre, los 
socialistas en Montparnasse etc. Nuestros lectores conocen ahora las diversas facciones del partido republicano. Será suficiente lograr que 
asistan, dentro de diez días, al banquete del día dieciocho de marzo, al que sólo faltará Luisa Michel. Hoy tenemos algo bueno que contar. 
Estamos en condiciones de mostrar el remedio. 

»Quién no conoce a don Bosco, ese venerable cura italiano que, para contener el movimiento socialista, tuvo la idea de crear talleres y 
círculos, donde se enseñase a los obreros «a contentarse con su suerte y resignarse al trabajo»? Estableció en Turín un primer taller, que 
puso bajo el patrocinio de San Francisco de Sales, de donde le viene el nombre de casa Salesiana. 

Este taller tuvo tanto éxito que, hoy día, hay más de ciento veinte en Italia, en España y en el sur de Francia. El de Turín tiene más de dos 
mil obreros. 

Hace unos años vino don Bosco a París. Muchos sacerdotes y bienhechores le suplicaron que fundara en esta ciudad una casa salesiana. 
Don Bosco buscó un lugar en el barrio más populoso, más activo. Lo encontró en la colina que fue el último y más temible baluarte de la 
«Comuna de París». 

Ya el abate Pisani, sólo seminarista entonces, había comenzado a instalar una casa religiosa en la calle Boyer, 28, cerquita del cementerio 
Père-La-Chaise. Al nombrarle secretario de monseñor d'Hulst, se vería obligado a abandonar su obra. Don Bosco fundó una sociedad 
anónima, que compró el inmueble, donde se había creado esta institución. Lo compró pero no lo pagó. Para este último detalle, los 
bienhechores suelen contar con la Providencia. 

El emplazamiento es amplio. Abarca más de cuatro mil metros de superficie. 

Acabamos de visitarlo. Hemos encontrado allí unos ciento cincuenta obreros, el más joven de los cuales tiene doce años y el mayor 
veintitrés. 

La finalidad de don Bosco es doble. En las grandes casas Salesianas se comienza por formar obreros. Se procura después ((779)) que no 
se marchen, poniendo al lado del taller una especie de círculo, donde puedan divertirse mejor y más honestamente 

1 Escribía don Carlos Bellamy acerca de este artículo (carta a don Miguel Rúa, 10 de marzo de 1885); «Un redactor del Figaro, periódico 
de gran difusión (ochenta mil ejemplares), vino a visitarnos el domingo pasado, nos hizo muchas preguntas, se interesó vivamente por 
nuestras respuestas y, después, escribió un largo artículo plagado de errores, pero rebosando entusiasmo por la obra de don Bosco». 
673 

que en el café. Desgraciadamente falta dinero en París. Don Bosco no ha podido hasta ahora realizar más que la segunda parte de su 
programa. Ha encontrado en Ménilmontant dos amplias salas y dos patios. Una de las salas la ha dedicado a teatro. Ha dividido la otra en 
varias aulas. El patio más pequeño sirve de gimnasio. En el otro triscan los jóvenes a sus anchas. 

Allí están todos los días, de las ocho a las diez de la tarde, el sacerdote Bellamy, nombrado director de la casa, otros dos sacerdotes que 
le ayudan, más un arquitecto, un médico y dos estudiantes de derecho que dan clases de lengua francesa, de matemáticas, de canto, de 
dibujo, de higiene, de derecho común, etc. 

El jueves y el domingo la casa está abierta desde el mediodía hasta medianoche. Allí hacen lo que les apetece. Mientras unos practican la 
gimnasia, otros juegan a la barra o al dominó. En fin, todos están en su casa, en una gran casa donde no hay una puerta interior cerrada. 

Con todos los objetos que se pueden recoger o comprar se organiza una tómbola, cuyos boletos se pagan con puntos. Los premios 
consisten en prendas de vestir, herramientas, libros buenos. 

Algunos jóvenes ensayan una comedia en una de las clases; en otra se prepara el vestuario y el attrezzo. 

Fin de Página: 674 


VOLUMEN XVII Página: 674 

El teatro está abierto cada domingo para los padres; son precisamente ellos quienes han pagado hasta el presente los mayores gastos de la 
casa. Los padres pagan veinticinco céntimos por asiento o setenta y cinco por familia. No se representan más que piezas cómicas, antiguas 
obras de las que se han podido eliminar los papeles de mujer. El teatro ha llegado a dar cabida hasta a cuatrocientas personas. 

Con una innovación que honra muchísimo a don Bosco, los tres sacerdotes que viven en la casa están allí más bien a título de 
conservadores que de directores. Los chicos lo hacen todo, ellos administran, ellos mandan y así aprenden a ser hombres. Hacen por turno 
de porteros, revisores, cajeros, administradores, etc. 

En Ménilmontant no hay escuela comunitaria. Hay que hacer hincapié en este punto. Son los mismos jóvenes de las escuelas seculares 
los que componen el personal de la escuela salesiana. Doce de ellos pertenecen a los grupos escolares. El abate Bellamy no ejerce ninguna 
presión. Recibe al que se presenta. Incluso prefiere que le lleven muchachos difíciles. Pretende llegar pronto, con este sistema de libertad y 
camaradería, a transformarlos completamente. 

Una vez, en Turín, don Bosco pidió permiso para dejar salir, desde por la mañana hasta la tarde, a los trescientos cincuenta jóvenes 
detenidos en el correccional. 

-Quiero, dijo, llevarlos de paseo a la casa de campo real de Stupinigi. 

Se le creyó loco. Fue a ver a Rattazzi, entonces Ministro de Gobernación, y pidióle con ardor el permiso. Por fin aquél consintió. 

((780)) -Pondré, le dijo, cincuenta policías en cabeza, otros tantos a derecha e izquierda. Y cincuenta mas cerrarán la marcha. 

-No quiero ni un soldado, contestó don Bosco; respondo yo de ellos. 

Tanto dijo que le concedió el permiso. 

Imposible calcular la alegría de los trescientos cincuenta detenidos, cuando vieron abrirse las puertas de la cárcel. Pero don Bosco les 
había hablado. Le siguieron por la ciudad, como un rebaño de corderos sigue al pastor. Aunque los corderos tienen un perro que los lleva a 
raya, a don Bosco no le ayudaba ni un policía. Al caer de la tarde regresaron los jóvenes y no faltaba ni uno a la lista. Es así como este 
venerable sacerdote entiende la educación. Tiene ahora setenta años. Ha superado, pues, la edad de la experiencia. Considera a los niños 
como hombres. El hecho que hemos 
674 

expuesto, famoso en Italia, da una idea de lo que podría hacer don Bosco en París. 

Desgraciadamente su obra es pobre. Se necesitaría dinero para levantar dos pisos sobre la casa. En uno se pondrían los dormitorios, en 
otro un comedor. Con el dinero sobrante se abriría el establecimiento a los huérfanos, a los hijos de padres pobres, a los indisciplinados. 

Los donativos destinados a sostener esta hermosa obra se entregan al conde de Franqueville, en el castillo de la Muette (Passy-París), o a 
abate Bellamy, rue Boyer, 28. Señalamos estas dos direcciones a las numerosas personas que creen llegado el tiempo de luchar contra la 
degradación social. 

París es una forja demasiado poderosa para el mal. Se puede encontrar al abate Bellamy todos los días, excepto miércoles y viernes, en la 
casa Salesiana. Los que quieran ayudarle a desarrollar este hogar para el bien, tómense la molestia de ir a Ménilmontant. Volverán a sus 
casas satisfechos de haber participado en una obra buena y con el orgullo de haber luchado de la mejor manera, mediante el socialismo 
religioso, contra el de los revolucionarios. 

Figaro, 9 de marzo de 1885 

CHARLES 

Tres cartas de don Carlos Bellamy sobre la casa de París 

A 

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VOLUMEN XVII Página: 675 

Muy respetado y querido señor Prefecto (don Miguel Rúa): 

Verdaderamente puede o, mejor, debe estar muy descontento por mi largo silencio; pero me parece que, teniendo en cuenta el trabajo que 
aquí hay, no he podido hacer otra cosa, y le ruego me perdone. 

((781)) Después de estas obligadas disculpas, he aquí las aclaraciones que me pide. 

He recibido la lista de los Cooperadores de París, por lo que le quedo muy agradecido. 

He recibido también los boletos para enviar a estos mismos Cooperadores, mas no puedo decir que se lo agradezco, porque se dice por 
aquí que se abrió la casa de París, sobre todo para sacar dinero; y este envío, desde París, en el preciso momento de la apertura de la nueva 
casa, causa mal efecto entre nuestros bienhechores. Como prueba de lo que digo, he recibido esta mañana una carta, que adjunto a la 
presente, y que tal vez no sea la última de este género. íPero paciencia! 

También he recibido la hermosa carta, que nuestro venerado padre don Bosco dirige a los Cooperadores. Con la presente recibirá su 
traducción al francés. Mucho desearía que esta circular pudiese ser impresa y que me la enviara pronto, para que nuestros Cooperadores no 
reciban demasiado tarde la noticia de una fundación de la que hablan los periódicos. 

En efecto, el conde de Franqueville ya ha escrito y enviado a los principales periódicos: La Semaine Réligieuse de París, L'Univers, Le 
Monde, La Défense, Le Gaulois, Le Franþais... la nota cuya copia le incluyo. 

Esta nota ha producido gran efecto y recibo de todas partes visitas y cartas, presentando jóvenes necesitados para que los admita en 
nuestra casa. Y se ve que no se 
675 

podrá aguardar mucho para abrir el internado, que será el medio más eficaz para recibir limosnas y, sobre todo, para hacer el bien. 

Dentro de poco, los asuntos de la Sociedad Civil, constituida para nuestra casa, llegarán a su término y, después, el conde de Franqueville 
se propone escribir a usted bien detallado cuanto se determinó para bien de nuestra casa. 

Casi todos los señores, a quienes se propuso formar parte de la Junta de Patronato de nuestra casa, han dado su nombre, después de 
alguna vacilación, y, últimamente, el senador Chesnelong. Deo gratias! 

Ahora se trata de organizar una Junta de señoras para recoger limosnas: pensamos poner como presidenta a la señora Marquesa de Rende 

Hablando de ella, es la ocasión para decir que esta bonísima señora, madre del Nuncio Apostólico, me ha manifestado su vivo deseo de 
que los Salesianos acepten el encargo de una obra en favor de los italianos residentes en París. Es una obra que ya la empezaron los RR. 
PP. Barnabitas, pero, como consecuencia de su expulsión, corre el riesgo de desaparecer y se trataría, por el momento, de encargarse de 
uno de los centros de misión, establecido en la Villette, lugar próximo a Ménilmontant, adonde habría que ir los días festivos para predicar 
confesar y celebrar la misa... ((782)) con residencia habitual en Ménilmontant. Y este Salesiano tendría que actuar de acuerdo con el padre 
Barnabita, que quedaría encargado de la marcha general de todos los centros de apostolado, establecidos en los alrededores de París. 

En cuanto a vivir allí, no se podría hacer nada de momento. 

Por lo demás, he hablado ampliamente y al detalle con el inspector don Pablo Albera sobre esta propuesta, por la que se interesa mucho 
el Nuncio. Supongo que le habrá escrito a usted sobre este punto y espero una contestación, puesto que el Nuncio me preguntará pronto 
qué decide don Bosco respecto a esta cuestión, es decir, si don Bosco puede asumir este apostolado, en favor de los italianos residentes en 
París. 

Aquí quisiéramos tener una primera reunión de los Cooperadores de París a fines de abril, en honor de María Auxiliadora. Sería como la 
sesión inaugural de la obra salesiana. Se espera que venga el señor obispo coadjutor Richard, para presidir, y monseñor d'Hulst (siempre 
tan bueno con nosotros) ha aceptado hablar en ella. 

Muchos desean que haya en nuestra capilla una imagen de María Auxiliadora, pues dicen que sería una corriente poderosa de devoción y 
también de bendiciones espirituales, y hasta materiales, para nuestra casa. Por consiguiente, se piensa comprar una estatua semejante a la 
de Marsella y bendecirla en la sesión de inauguración. 

Pero otra cosa muy deseada por todos y ardientemente esperada es la venida de nuestro queridísimo don Bosco en persona, y el señor de 
Franqueville en particular considera la cosa como segura y va a escribirle a usted sobre este punto dentro de unos días. íNuestro corazón 

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VOLUMEN XVII Página: 676 

late... pensando en esta esperanza! 

Nuestra querida casa nos ha presentado en sus albores algunas dificultades, desde el punto de vista material y moral, que siempre he 
sometido a nuestro buen Inspector. En particular, los gastos son mucho mayores de lo que se creía y las limosnas escasean... En la parte 
moral, parece que las cosas se encaminan mejor; es más, nuestros jóvenes han hecho todo lo posible en la fiesta de san Francisco para 
demostrarnos su gratitud y su buen espíritu. A los mayores les entregué la vida de don Bosco de D'Espiney, que es ahora la delicia de todos 
ellos, pues empiezan así a conocer y, por consiguiente, a amar a nuestro buen Padre. Deo gratias. El cleriguito Beissière sigue siendo muy 
bueno y el señor Víctor Rapetti también se porta bien. 

El último sábado hemos hecho el ejercicio de la buena muerte y, aunque modestamente, fue muy consolador. Las cosas se van 
encaminando poquito a poco. 

Rece por nosotros, carísimo señor Prefecto, Nosotros lo hacemos por usted, a quien queremos y veneramos mucho. 

París, 6 de febrero de 1885 

Suyo afmo. en Jesús y María, C. BELLAMY 

((783)) B 

Muy querido y buen Padre don Bosco: 

íUna carta de puño y letra del mismo don Bosco!... Qué suerte, qué delicadeza de la divina Providencia para hacernos olvidar la distancia 
que nos separa de nuestro Padre y las angustias que aquí encontramos para el cumplimiento de nuestro deber. 

Estos deberes nos reclaman mucho tiempo y, por eso, no hemos podido agradecerle antes su amabilísima y preciosa carta. íSi, nos ha 
parecido bien sacrificar al deber de nuestro cargo el más dulce de nuestros gustos! Quiero decir el escribir a nuestro buen Padre. 

Adjunto la versión al francés de la hermosa circular que tiene la bondad de dirigir a los Cooperadores de París. No podía decirse nada 
más oportuno y nuestras poquísimas correcciones sólo afectan a la forma, que nos ha parecido más oportuna para nuestros parisienses. 
Alégrese, queridísimo Padre, porque, aunque haya algunas dificultades para llevar adelante nuestra casa, sin embargo ya se cosechan 
muchos frutos, que dan motivo para confiar en el feliz porvenir de esta fundación. 

Además, para vencer el mal, encuentro poderoso apoyo en la veneración singular que muchos le tienen aquí y basta presentarse como 
hijo de don Bosco para ver desvanecerse los obstáculos. 

He informado detalladamente a nuestro inspector don Pablo Albera, del gran deseo que tiene el Nuncio Apostólico, monseñor de Rende, 
de que don Bosco participe en el apostolado en favor de los italianos residentes en París. 

En su nombre, le he asegurado que esta obra simpatizaba con su corazón y que haría usted todo lo posible para satisfacer los anhelos del 
representante de la Santa Sede Apostólica. Dígame, veneradísimo Padre, si he de dar una respuesta afirmativa a las propuestas que, dentro 
de poco, me volverán a hacer. 

Además, piensan aquí hacer la primera reunión de los Cooperadores de París, hacia el mes de abril o mayo. Será como la inauguración de 
la casa y, en ella, se bendecirá una estatua de María Auxiliadora; pero todos esperan una especialísima gracia del Señor, esto es, su venida 
hasta nosotros para bendecir y dar a la casa que empieza una prenda de futura prosperidad. 

Pero dejo a otros el cuidado de alcanzar este favor. 

Le diré para su satisfacción que nuestros muchachos nos proporcionan gran alegría con su buen espíritu y su confianza cada vez mayor 
con los Salesianos. 

La fiesta de san Francisco, aunque modestísima en esplendor, fue muy consoladora por el fervor, y nuestros muchachos nos demostraron 
evidentemente sus buenos sentimientos para con nuestro buen Padre don Bosco, ((784)) a quien van conociendo cada día más y, por 
consiguiente, queriéndole más entrañablemente. 

Fin de Página: 677 


VOLUMEN XVII Página: 677 

Confío en que podrá usted firmar las cartas que enviaremos a los Cooperadores: permítame le recomiende que se haga una buena 
impresión, porque nuestros parisienses 
677 

son muy delicados en estas cositas... Después, puede devolvérmelas y ya me encargaré yo de enviarlas a nuestros bienhechores lo antes 
posible. Haría falta guardar una buena cantidad de ejemplares de la misma. Son muchos los periódicos que han anunciado la apertura de 
nuestra casa, y ya llegaron muchas peticiones en demanda de plaza en nuestra casa para muchachos pobres. Se comprende que no se podrá 
retrasar mucho la fecha de abrir el internado. 

Termino esta ya demasiado larga carta. Se reirá seguramente de mi italiano, pero usted necesita reír alguna vez para olvidar lo que a 
veces podría hacerle llorar; por tanto me alegro de ello y perdone mi buena voluntad. 

Los tres que estamos aquí pedimos que nos bendiga y crea en nuestro ardiente amor. Bendiga también a nuestros bienhechores y a los 
jóvenes. 

Suyo afmo. y humildísimo hijo en María Auxiliadora. 

París, 8 de febrero de 1885. 

C. BELLAMY 
C 

Muy reverendo y querido señor Prefecto don Miguel Rúa: 

Deseo tanto, digo más, necesito tanto ver la preciosa carta de nuestro buen padre don Bosco en manos de nuestros Cooperadores, que 
acabo de recibirla y la devuelvo a toda prisa con las pequeñas correcciones que me parecen convenientes. Permítame le recomiende una 
buena calidad de papel. 

En cuanto al señor Josse, cuyo nombre se encuentra al pie de la carta, entre los de los principales bienhechores, no sé si será conveniente 

o no. Quizá fuera mejor reservarlo para otra circular que envíe la Junta de París. Temo que muchos se extrañen al ver este nombre; temo, 
además, que este señor emplee excesivamente para su negocio todo lo que hace don Bosco a su favor. Decidan ustedes como mejor les 
parezca 1. 
((785)) Confío que nuestro queridísimo don Bosco estampará su firma al pie de la circular, porque así será mucho mejor recibida. 

Tenga la bondad de enviarme muchos ejemplares para poder enviarlos adonde parezca útil, aunque no sean Cooperadores los 
destinatarios. 

En cuanto a la rifa, ya sabe usted el mal efecto que ha causado aquí. Muchos, y entre ellos también el señor conde de Franqueville, el 
barón Reille, etc. me han devuelto los boletos que les había enviado, de manera que tengo muchísimos y no sé qué hacer con ellos. Más 
aún: esto ha ocasionado descontento en muchas personas. Pero, paciencia, y esperemos que la divina Providencia venga en nuestra ayuda. 
Escríbame qué debo hacer con los boletos. 

1 Don Carlos Bellamy explica mejor su pensamiento en una carta del diez de marzo a don Miguel Rúa: «En cuanto al señor Josse era mi 
parecer que su nombre podía parecer casi una ofensa, puesto al lado de los de personajes tan distinguidos como los Rebours, los De 
Franqueville y, en efecto, ésta es la impresión que experimentan algunas personas, a quienes di a leer el texto de su carta. Además, este 
hombre, que es realmente una buena persona, parece que mezcla mucho lo sagrado con lo profano, quiero decir, el celo por el dinero con e 
celo por las obras buenas, y parece que se aprovecha del nombre de don Bosco: y yo temía abusos. Pero su opinión me parece muy justa; 
por tanto está bien no quitar el nombre de Josse de la lista de depositarios de los donativos». 
678 

El señor conde de Franqueville me ha encargado le avise que el dinero en su poder apenas si llega para pagar los primeros gastos de 
compra de la casa y está muy lejos de proveer a los gastos necesarios. Por otra parte, las limosnas son muy escasas y son muchos los que 
aguardan la llegada de don Bosco a París para entregarnos sus donativos. Por eso, creemos que la visita de don Bosco no sólo es utilísima, 

Fin de Página: 679 


VOLUMEN XVII Página: 679 

sino necesaria; de lo contrario no sabemos qué hacer para volver a despertar las simpatías que nos aportaría lo necesario para pagar la casa 
y sostenerla. 

El momento más favorable para don Bosco sería a finales de abril, o a primeros de mayo, cuando se celebre la reunión de nuestros 
Cooperadores para la inauguración de la casa bajo la presidencia de S. E. Mons. Richard o del Nuncio Apostólico. En esta ocasión se 
bendecirá una estatua de María Auxiliadora. 

Piense en este proyecto y tenga la bondad de darme una respuesta satisfactoria. Se dice que don Bosco recibió mucho dinero en su prime 
viaje y que recibiría mucho más todavía ahora que tiene una casa en París... 

En cuanto a la obra de los italianos residentes en París, volví a visitar a la condesa de Rende y le transmití la respuesta que recibí de don 
Pablo Albera, que es precisamente la misma que usted me manda hoy. 

Sin embargo, como parecía que la condesa estaba algo descontenta de nuestra imposibilidad para hacer algo positivo enseguida, he creído 
conveniente asegurarla que nos esforzaremos por empezar la obra, en pequeña escala al principio, cuando esté todo preparado en la Villette 

1. 
((786)) El Nuncio Apostólico se ha puesto al frente del Patronato de esta obra y la aprecia mucho. Dentro de poco, tengo que ser 
presentado a él, que es muy bueno con nosotros y le hablaré de ella lo mejor que pueda, ateniéndome siempre a la respuesta de usted. 

De todas maneras, el trabajo abunda y aumenta cada día más. Ya tenemos en nuestra casa un pobre muchacho desamparado, que parece 
tener vocación eclesiástica y, probablemente, salesiana y cuya vocación estaba en peligro. Quizás no hice bien, pero no pude contemplar 
tanta miseria, tanto peligro y no socorrer a un pobre abandonado. Estoy muy satisfecho de nuestros jóvenes, gracias a Dios. 

El día quince celebraremos en nuestra casa la fiesta de San José, con la primera comunión de diez muchachos ya mayores y necesitados. 
El cura párroco de Ménilmontant vendrá a nuestra casa y le haremos un buen recibimiento. Rece por nosotros. Para Pascua tengo que 
predicar tres tandas de ejercicios espirituales. Rece por su pobre, 

París, 28 de febrero de 1885 

CARLOS BELLAMY 

1 En la carta citada escribía: «Querría tener la colección completa del Boletín en italiano y en francés, para que lo leyeran nuestros 
jóvenes, los cuales llegarían así a conocer la historia del Oratorio y aprenderían a admirar y amar la Obra Salesiana. Asimismo, me gustaría 
enormemente tener todas las Lecturas Católicas, con las que se podría comenzar una biblioteca para uso de los muchachos italianos, que 
vienen a nuestro Oratorio. En este momento, enseño el catecismo y preparo para la Comunión a cuatro chiquitos italianos». 
679 

57 (el original en francés) 

Cartas de don Bosco a la señora Quisard y a su hijo 

A 

Mi querido amigo: 

He recibido tu agradable carta y te doy las gracias. No dejaré de rezar según tu intención. Estarás seguro de la victoria, si te dedicas 
seriamente a tus deberes escolares y obedeces a Papá y Mamá. 

Recibe la santa comunión cuantas veces puedas. 

Que Dios te bendiga y mantenga siempre en el camino del paraíso. 

Te suplico que reces por mí, siempre tuyo en J. C. 

Turín, 24 de mayo de 1884 

Fin de Página: 680 


VOLUMEN XVII Página: 680 

Tu buen amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


((787)) B 

Señora Quisard: 

Sus cartas me resultan siempre muy agradables por las noticias que nos da de su familia y por los caritativos donativos en favor de 
nuestros huérfanos. Le diré, pues, que he recibido doscientos francos en su carta del día tres de este mes, y no dejaré de exhortar a nuestros 
muchachos para que recen y reciban con frecuencia la santa comunión según su intención. 

Usted trabaja haciendo camisas para los muchachos de la futura casa de Lyon, y yo trabajo para vencer las dificultades, que 
continuamente se nos presentan. Dios nos ayudará a hacer todo lo que sea mejor para su gloria y para bien de nuestras almas. 

Lamento mucho que su salud o, mejor, la de su señor marido no sea como usted desea. Paciencia. No olvide que el buen Dios le reserva 
consuelos que muy pronto le proporcionará; y ustedes mismos verán un progreso muy considerable en sus asuntos. 

No dejaré de hacer oraciones muy especiales por su hija, a fin de que su casamiento la haga feliz en el tiempo y, más feliz todavía, en la 
eternidad que nos espera. 

Aquí tiene el antídoto seguro contra el cólera: 

1. Llevar una medalla de N. S. A. 
2. Rezar cada día la jaculatoria: María, auxilio de los Cristianos, ruega por nosotros. 
3. Recibir a menudo la santa comunión.
Dios nos bendiga y nos guarde en su gracia y con buena salud. Así sea.
Turín, 9 de julio de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

C 
Señora Quisard: 
Su bondadosa carta y su caritativo donativo han llegado aquí, a Pinerolo, donde paso unos días recuperando mi salud en casa del obispo 

de esta diócesis. 
Gracias por su bondad; lo siento mucho, pero será difícil que mi salud me permita ir a Lyon para la fecha que usted dice; espero celebrar 
misa para invocar las bendiciones del buen Dios sobre los dos novios en la fecha fijada. Pero no dejo nunca ((788)) de tener cada mañana 

un recuerdo particularísimo en la santa misa por usted, señora, por su señor marido, sus negocios y su familia. 
Que Dios la bendiga y la santísima Virgen la proteja y guíe por el camino del paraíso. 
Pinerolo, 21 de agosto de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Perdone mi letra, realmente mala. 
Fin de Página: 681 


VOLUMEN XVII Página: 681 

58 (el original en francés) 

Cartas de don Bosco a las señoras Lallemand 

A 

Señora y señorita Lallemand: 

He oído leer con atención sus relaciones y doy gracias a N. S. que les ha librado en muchos peligros de la vida y del mundo y pido sin 
cesar por ustedes a la Santísima Virgen, a fin de que les obtenga con su intercesión una completa victoria contra todos los obstáculos que 
se oponen a su tranquilidad y a su bienestar espiritual y temporal. 

En cuanto a las penitencias corporales, no son para ustedes. A las personas entradas en años les basta aguantar los achaques de la vejez 
por amor de Dios; a las personas enfermas les basta soportar tranquilamente por amor de Dios las propias incomodidades y conformarse 
con el parecer del médico o de los parientes, con espíritu de obediencia; agrada más a Dios tomar un manjar delicado por obediencia que 
ayunar contra la obediencia. 

No veo nada en su conciencia que necesite reforma. Reciban con la mayor frecuencia posible los santos Sacramentos y, cuando no 
puedan, no se inquieten; hagan entonces comuniones espirituales más a menudo y confórmense del todo con la santa voluntad de Dios, 
amabilísima en todas las cosas. 

Que María Santísima Auxiliadora les ampare en todas sus molestias y apuros por el camino derecho del Paraíso. Así sea. 

Antes de cerrar la presente, he recibido su última apreciada carta y añado que el abate de Laminette es realmente un amigo nuestro muy 
apreciado que procurará proporcionar al señor Wilz todo el bien espiritual que le sea posible; mientras tanto, nosotros, pequeños y grandes 
hemos rezado por él y seguiremos rezando todos los días por la salvación de su alma. 
681 

Se dará orden para que las envíen normalmente el Bulletin Salésien; sentimos mucho que no lo hayan recibido todavía; ((789)) perdonen 
todo error u omisión en esto. 

Pensaba yo indicarles alguno de nuestros buenos cooperadores de París para que les sirviera de representante; pero, puesto que ya no es 
necesario, asunto concluido. Apruebo del todo el consejo que el señor abogado les ha dado. 

Que Dios las bendiga y consuele por medio de su Santa Madre, a usted y a su excelente mamá, a la que también presento mis respetuosos 
saludos con los que me declaro en Jesucristo, 

5 de febrero de 1884 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

B 

Señora y señorita Lallemand: 

He recibido a su tiempo su última y apreciada carta con la del abate Laminette. Bien ponderadas las cosas ante Dios, que es todo bondad 
y misericordia, tenemos motivo para consolarnos. El que no haya habido expresiones de arrepentimiento para con la señora, no excluye sus 
buenos deseos interiores; hay que creer que, sin duda, los tuvo y que su condición no le permitió manifestarlos a nadie más que al confesor 
ya que no estaba en condiciones de hacer reparación alguna. Recibió los santos Sacramentos; el sacerdote que se los administró quedó 
conmovido por sus buenas disposiciones. Son cosas consoladoras. Mis numerosos hijos y yo hemos rezado por él y seguimos haciéndolo 
cada día. Tengo, además, plena confianza en que toda la caridad que ustedes han hecho y tienen intención de hacer a nuestros huerfanitos, 
habrá contribuido mucho para abreviar el Purgatorio de aquella alma querida. Quizás sea ella deudora de su eterna felicidad a la caridad de 
ustedes, que le ganó en sus últimos momentos la misericordia de Dios. Bendito sea Dios. 

Fin de Página: 682 


VOLUMEN XVII Página: 682 

Anímense, pues, y vivan tranquilas, sin inquietarse por su suerte, haciendo cada día una oracioncita por él y dedicándole todas sus buena 
obras. El dinero, que ustedes quieran enviar, será siempre recibido con agradecimiento de acuerdo con lo convenido, a lo que añadiremos 
oraciones especiales por el alma del señor Wilz. 

Que las bendiciones y las gracias del Señor desciendan abundantemente sobre ustedes, por quienes siempre pido en la santa misa. Tengan 
la bondad de rezar también por mí y acepten mis respetuosos saludos. 

En Jesucristo, 

24 de febrero de 1884 

Atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
682 
((790)) C 

Señorita Lallemand: 

Acuso recibo de su atenta carta del día veinticuatro y le aseguro que sigo con mis oraciones y las de nuestros huerfanitos de Turín, más 
las de las casas salesianas que estoy visitando en estos días, en las que también se reza por usted, por su querida madre, por todos sus 
difuntos y según todas sus buenas intenciones. Recibiré con mucha gratitud el envío que usted acaba de... 

El primero será para San Juan Evangelista; perfectamente de acuerdo. Estaré ausente de Turín algunos días, pero le ruego envíe sus cartas 
a la calle Cottolengo, 32 (y no 33, como pone por equivocación). Permítame le advierta también que no basta un solo sello de lacre sobre 
las cartas certificadas para asegurarlas; es prudente poner cinco. Con estas precauciones las cartas certificadas están seguras. Le digo esto 
porque nos ocurre a menudo recibir cartas certificadas con un solo sello de lacre, lo cual no asegura suficientemente la abertura y podría 
intentarse la violación. 

Pido para usted y para su excelente madre las mejores bendiciones del Cielo con todas las dichas, que no se opongan a la dicha eterna y 
le ruego me crea siempre en J. C. 

28 de marzo de 1884 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

D 

Señora Lallemand: 

Llego de Roma y me apresuro a comunicarle que he visto al Soberano Pontífice León XIII, que envía una bendición especial a todos 
nuestros bienhechores y cooperadores salesianos y a sus familias y, por consiguiente, a las señoras Lallemand, madre e hija, y a sus 
parientes y familias. No sabría describirles ahora la afectuosa acogida que se dignó hacerme Su Santidad el Papa el día nueve de este mes y 
su indecible bondad con los pobres Salesianos. 

Bendita y alabada sea la Santísima Virgen Auxiliadora, a quien doy gracias juntamente con el buen Dios, autor de todo bien. 

Deo gratias et Mariae. 

Si a usted le parece bien enviarnos... de que habla en su carta, lo aceptamos muy agradecidos, con la condición de devolvérselo si es 
menester, a su petición, ocho días después. En cuanto a las dificultades que teme hallar para el envío, puede vencerlas enviándonoslo por 
medio de una de nuestras casas en Francia, Niza, Marsella o Lille. Pero esperamos que ((791)) no haya obstáculos. Lamento mucho no 
haber tenido tiempo para encontrar en Roma las medallas. 

Si desea leer la encantadora vida del Venerable padre Cottolengo, podré hacérsela enviar dentro de poco tiempo, apenas me lo diga. Si 
cambia de domicilio antes de San Juan, tenga la bondad de darnos con tiempo la nueva dirección exacta para los envíos que se le hayan de 
hacer. 
683 

Fin de Página: 684 


VOLUMEN XVII Página: 684 

Termino ofreciéndole, con las mejores bendiciones del Señor y de María Santísima Auxiliadora, mis más respetuosos y agradecidos 
saludos. 

Tenga a bien, señora, rogar por mí, siempre suyo en J. C. N. S. 

18 de mayo de 1884 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Mi secretario me asegura en este momento que las medallas (Madre abandonada) no existen en Roma; me dice que le ha enviado un 
paquete de medallas de la Dolorosa, que él mismo presentó al Padre Santo León XIII. Están, por tanto, bendecidas por el Sumo Pontífice 
con todas las indulgencias posibles. 
E 

Señora Lallemand: 

De acuerdo con el consejo que le di en mi carta del día diecisiete, tengo el honor de adjuntarle... 

No me queda más que confirmarle mi carta anterior y, renovándole mis mejores augurios para el año que viene y mil bendiciones del 

Niño Jesús, me encomiendo siempre a sus valiosas oraciones. 

Mil respetuosos saludos para usted y para la señorita. Que la Santísima Virgen les consuele con su maternal protección. 

Su atento y humilde servidor 

27 de diciembre de 1884 

JUAN BOSCO, Pbro. 

59
Carta de monseñor Mocenni a don Bosco


SECRETARIA DE ESTADO 
DE SU SANTIDAD 

Rvmo. padre don Bosco: 

Tuve el honor de recibir su carísima carta del día catorce de los corrientes. Hablé con don Francisco Dalmazzo sobre el destinatario de 
las condecoraciones, pero no quiero privarme del gusto de escribirle a usted. 

((792)) Le digo, ante todo, que, en atención a usted, me atreví a referir al Padre Santo la súplica en favor del conde de Montigny, y el 
Padre Santo no la quiso conceder. He dicho que me atreví, porque está absolutamente prohibido que un dicasterio se entremeta en los 
asuntos pertenecientes a otro. La secretaría de Estado no puede proponer condecoraciones más que para los diplomáticos. 

Ahora bien, si monseñor Macchi o Boccali guardan los documentos del caso, como usted me indica, podría preguntar a los dos dichos 
Prelados por qué no siguen las negociaciones y se los guardan. 

Fin de Página: 685 


VOLUMEN XVII Página: 685 

El dicasterio propio y encargado de las condecoraciones y títulos nobiliarios es la Secretaría de los Breves, de la cual recibe el Padre 
Santo las súplicas ex officio. Y nada impide que dicha Secretaría de los Breves implore del Padre Santo la exención del pago de impuestos 
Le agradezco las oraciones que se digna hacer por mí, y me encomiendo mucho a usted, porque necesito inmensamente las oraciones de los 
buenos. 

Con toda admiración me profeso, 

Atto. y s. s.
,
» MARIO, Arzobispo de HELIOPOLIS


Carta de don Francisco Dalmazzo a don Bosco 

Veneradísimo Padre: 

Ya se ha alcanzado la victoria sobre Ferrero, porque el cardenal Ferrieri que había propuesto una transacción, tuvo que guardar cama por 
un fuerte ataque de gota 1. 

Sin embargo envío, una súplica del mismo (Ferrero), que vino a Roma expresamente para intrigar con objeto de que la causa fuese 
suspendida; pero los Cardenales no fueron del parecer de darle curso y fallaron. Todos, sin excepción alguna, votaron a nuestro favor. Pero 
no hubo el amplius, por lo que podría apelar. A propósito de Ferrieri; está muy enfadado ((793)) con don Bosco, porque ha hecho un 
Obispo sin su consentimiento y sin comunicárselo. A su tiempo se lo diré todo. 

El barón Héraud ya recibió la encomienda de San Gregorio. Se hizo de manera que el Papa procediera como por iniciativa propia y así, 
sin trámite alguno, entregó el Breve por su propia mano sin gasto alguno. También ha sido concedido el Condado al De Montigny, pero 
quisieron escribir al Nuncio y sólo cuando recibieron las comendaticias de allí se rindieron a la concesión. El Padre Santo dijo que se 
pagaran por ello ocho mil liras. 

He renovado petición pro gratia o, por lo menos, para la reducción y, el lunes, tendré contestación. 

También he presentado los papeles para monseñor Guigou que no hay duda se obtendrá. 

1 Este Ferrero, que después se descubrió era masón, estuvo tres años en el Oratorio. Fue despedido y entabló pleito contra don Bosco 
ante la Congregación de Obispos y Regulares, pretendiendo reparación de daños por no haber concurrido los Salesianos a la subasta de su 
casa en Saluzzo, como lo habían prometido, y por el servicio prestado por él. Habiendo subido la subasta a más de treinta mil liras, valor 
de la casa, los Salesianos, que se habían presentado la primera vez, no se presentaron la segunda. En cuanto a la retribución, no se le debía 
nada, pues, al entrar en la casa, había firmado la consabida declaración de servir gratuitamente. Además, se pudo demostrar que había 
causado daño y no ventaja por haberse hecho grandes gastos inútiles para complacerle en pretendidas búsquedas farmacéuticas, que no 
dieron resultado. Con anterioridad al tribunal eclesiástico, había desestimado su demanda el tribunal civil. 
685 

He recibido la invitación para la gran fiesta de la Consagración, pero »cómo arreglármelas, en la fiesta de la Inmaculada, con tanto 
confesonario, tantos enfermos como causa la viruela negra? Bien sabe usted cuánto deseo volver a verle, besar su mano, recibir su 
bendición y participar en tanta alegría, pero... Ya veremos, haré todo lo posible. El día de la Inmaculada, viene monseñor Sallua a predicar 
y el cardenal Gori a dar la bendición. Es más, monseñor Sallua viene también a la comida y »convendrá que yo falte? Aguardo sus órdenes 
Por lo demás, tengo muchas cosas que contarle. Pero esperemos. 

Reciba los saludos de todos mis queridos hermanos. Bendíganos a todos y nos tenga siempre suyos en J. C. 

Roma, 29 de noviembre de 1884 

Afmo. hijo,
FRANCISCO DALMAZZO, Pbro.


Fin de Página: 686 


VOLUMEN XVII Página: 686 

61 (el original en francés) 

Don Bosco a una Superiora de las Carmelitas en París 

TURIN, calle COTTOLENGO, n.° 32 

Oratorio de San Francisco de Sales 

Rvda. Superiora sor María de los Angeles 

y sor María Inmaculada de Jesús. 

Me cabe el honor de responder a su apreciada carta para asegurarles que rezo de todo corazón por ustedes. Mis pobres muchachos y yo 
empezaremos una novena según sus intenciones el día dos de agosto, fiesta de santa María de los Angeles y del Buen Socorro. 

Tengan ustedes a bien unirse a nosotros rezando cada día tres padrenuestros, avemarías y glorias al Sagrado Corazón de Jesús y tres 
salves a nuestra Señora Auxiliadora con la invocación: Cor Jesu Sacratissimum, miserere nobis; María A uxilium Christianorum, ora pro 
nobis. Encomiendo a mis pobres ((794)) huérfanos a su generosa caridad. Dios nos ha dicho: «Dad y se os dará». Yo le pido que les haga 
comprobar, mediante una feliz experiencia, la verdad de esta divina palabra, recompensándoles generosamente todo lo que ustedes pueden 
hacer por estos muchachos. 

Tengamos plena confianza en la bondad del Sagrado Corazón de Jesús y en el afecto maternal de Nuestra Señora Auxiliadora, y nuestras 
oraciones serán escuchadas de la manera más conveniente para la gloria de Dios y el verdadero provecho de nuestras almas. 

Harán bien, si pueden, en acercarse también a la Sagrada Mesa. 

Allí es donde está la fuente viva de todas las gracias. 

Dios les bendiga a ustedes y también a todos sus seres queridos y la Santísima Virgen les cubra a todas con su maternal protección. 

En J. C. 

17 de julio de 1884 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Le agradezco mucho que me haya comunicado la admirable carta de Su Eminencia el Cardenal Lavigerie. 
Tenga fe; con la fe no les puede faltar nada. El Señor les envía esta fundación. El lo hará todo, sin lugar a duda. Pero oremos mucho y 
actuemos con toda confianza en el auxilio de Dios. 

62 (Estas cinco cartas ya están traducidas al español
en el texto, págs. 356 y siguientes)


Cartas de don Bosco al principe Augusto Czartoryski 

A 

Mon cher Auguste, 

Votre lettre demande sans doute une prompte réponse mais ce n'est pas beaucoup facile la donner avec une lettre. Toutefois voilà mon 
avis. 

Fin de Página: 687 


VOLUMEN XVII Página: 687 

Si dans votre coeur vous vous sentez une forte propension à la prÛtrise, vous renoncerez à tous les majorats; mais, dans le cas que cette 
volonté soit pas encore fixé, vous ferez bien de seconder papa et d'accepter le Majorat avec les conséquences du mÛme: pour les autres 
déterminations est necessaire de nous écrire des autres lettres, ou au moins d'avoir un entretien personnel que nous pouvons tenir au 
printemps prochain. 

En attendant nous prions, vous priez et le bon Dieu nous fera conna¯ tre, clairement sa Ste. Volonté. 

Vous apprendrez par les journaux que un incendie samedi a br¹lé une remarcable quantité de notre maison. Le dommage est bien ((795)) 
considérable mais les personnes ont été toutes sauves. Que Dieu soit béni, soit dans les bonheurs, soit dans les malheurs. 

La Sainte Vierge nous protège et nous guide dans le chemin du Paradis. Ainsi soit-il. 

Turin, 26-1885 

Humble serviteur ami, Abbé J. BOSCO. 

B 

Monsieur le Prince, 

Je serai très heureux de vous voir ici et j'approuve entièrement la pensée que vous avez de faire una retraite. Je regrette seulement ne 
pouvoir pas moi-mÛme la diriger; mais j'espère bien que d'autres pourront le faire à ma place, car ma santé, bien précaire encore, ne me le 
permet pas. Venez donc, venez: je vous attends avec empressement. 

Je vous remercie des nouvelles que vous me donnez de vos chers parents; c'est un vrai bonheur pour moi que de les savoir tous bien 
portants. Faites mes félicitations au Prince Adam pour sa première communion. 
687 

Oh! Que le Seigneur le bénisse, le garde toujours dans sa sainte grÔce et en fasse un vaillant protecteur et défenseur de la religion, un 
saint. 

Presentez mes humbles respects, je vous en prie, à LL. AA. le Prince et la Princesse et à toute la famille, sans oublier le cher petit prince 
Witold, pour qui je prie de tout mon coeur. Au revoir donc bien tôt. 

Que le bon Dieu vous bénisse et vous accompagne. Agréez mes hommages et veuillez me croire 

Monsieur le Prince 

Le 27 Mai 1885 

Votre tout dévoué en N. S., Abbé J. BOSCO. 

Mon très cher M.r le Prince, 

Votre bonne précieuse lettre a porté la consolation á tous les salésiens. Il semble que la divine providence vous guide quelque chose dans 
l'église de Dieu. Nous prions avec tout notre coeur que la grÔce du bon Dieu et la protection de la Ste. Vierge vous guide à jamais. Les 
avis, les intentions de M.r votre père sont vraiment d'une personne très sage et vous les pouvez pratiquer tranquillement, ((796)) surtout ensoignant votre fortune. Votre départ un peu précipité de chez nous, nous a empÛché conclure quelques affaires, mais j'èspère que quelque 
bonne occasion ou une lettre nous permettront de nous expliquer plus clairement. Ma santé est toujours beaucoup faible, et je la 
recommande à vos bonnes prières. 

Nous vous faisons bien des actions de grÔces pour la charité que vous généreusement vous nous avez faite. Nos orphelins feront sans 
cesse des prières et des communions à votre intention. 

Fin de Página: 688 


VOLUMEN XVII Página: 688 

Que Dieu vous bénisse, ô mon très cher et bon ami, vous me permettrez cette parole, et que la Ste. Vierge vous protège à jamais dans le 
chemin du Paradis. 

Turin, 3 juillet 1885 

Humble obligé serviteur, Abbé JEAN BOSCO. 

D 
Mon très cher et très respectable Mr le Pr. Auguste, 
Très agréable a été pour moi votre lettre qui pour tous les Salésiens a été un très précieux cadeau pour nous, et nous ne manquerons pas 

de prier pour vous et pour toute votre famille. 
Dans ce moment nous faisons la retraite. 
Ma santé n'est pas bonne, mais tous les prÛtres font tous les matins un souvenir à votre intention. J'aurai la consolation de pouvoir écrire 

au plutôt. Les avis de Mr. le 

688 
prince votre Père sont très sages; on peut pas dire mieux. Dans le cas que je puisse pas moi-mÛme, Don Rua vous dira tous les details 
desirés par votre lettre. 

Que la sainte Vierge soit votre guide dans toutes vos resolutions. Je me recommande à vos charitables prières et que Dieu nous guide 
dans le chemin du Paradis, Ainsi soit-il. 
De notre maison S. Benigne Canavese, 26 ao¹t 1885 

Votre humble Serviteur, Abbé J. BOSCO. 

E 
Mon cher M.r le prince Auguste Czartoryski, 
Tous nous étions très désireux de vos nouvelles et maintenant nous sommes tous bien contents des bonnes notices, que vous donnez de 

vous et de votre famille. Me semble que l'affaire d'un mariage soit reduit à travers une personne comme il faut et pour cela je crois que 
vous ferez très bien de vous remettre aux avis de papà et de la tante dont vous me parlez. Toutefois je ne manquerai pas de prier et faire des 
((797)) priéres et des communions par nos orphelins dans l'Eglise et à l'autel de Notre D. A. 

Il y a bien des choses que nous pourrions nous dire personnellement, mais que on peut pas expliquer convenablement par une lettre, mais 
la Ste. Vierge qui nous a guidés jusque ici, nous manquera pas sa maternelle protection. J'ai pleine confiance que dans le courant de cette 
année prochaine nous vous verrons avec la plus grande consolation de tous les Salésiens qui vous aiment comme père et bienfaiteur. 

Que Dieu vous bénisse, ô mon très cher Auguste, et le desire de votre bonheur eternel soit le guide de vos paroles et de vos actions.
Je suis devenu demi aveugle et, pour cela, exercez un peu de patience à lire ma mauvaise écriture.
Dans votre grande charité veuillez aussi prier pour moi et pour toute la famille Salésienne avec laquelle je serai à jamais avec gratitude en


J. C. 
Turin, 13 décembre 1885
Humble obligé serviteur, Abbé J. BOSCO.


Fin de Página: 689 


VOLUMEN XVII Página: 689 

Suplemento al Boletín Salesiano de diciembre de 1884 

Muy reverendo y caritativo Señor: 

Las dolorosas vicisitudes, que afligieron este año nuestros pueblos han ocasionado muchas situaciones difíciles, especialmente en 
nuestras casas de beneficencia. Muchos, jovencitos, que quedaron abandonados a causa del azote general, iban pidiendo albergue y 
nosotros los hemos acogido. 

Para proveer ahora a estos huérfanos y atenderlos, he resuelto recurrir a la caridad del Clero que, tantas veces y de tantas maneras, me ha 
ayudado. 
689 

Algunas piadosas personas me han encargado la celebración de un buen número de misas para cooperar a la beneficencia. Por eso, 
suplico a los caritativos sacerdotes que acudan en mi ayuda, celebrando o procurando que otros celebren el número de misas que les 
sugiera la bondad de su corazón. 

Por tanto, se ruega a los eclesiásticos, que pueden concurrir a esta obra caritativa, que me lo notifiquen, indicándome el número de misas 
que piensan celebrar en el espacio de un año, cediendo la limosna para la obra que se les propone. 

Estos jovencitos favorecidos oirán cada mañana la santa misa y rezarán cada día oraciones especiales y recibirán frecuentemente la 
comunión por sus bienhechores. 

((798)) Yo me uniré a ellos para invocar las bendiciones del cielo sobre estos beneméritos donantes y sus familiares. 

Profundamente agradecido, me profeso suyo en Jesucristo. 

Turín, fecha del timbre postal. 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Nota. Suplico a usted me conceda el insigne favor de dar a conocer la presente a los sacerdotes que conozca y estén en condiciones de 
prestarme esta caridad. 

64 (el original en francés)
Carta de una mahometana a don Bosco


RUSIA-GOBIERNO DE VILNA LUKISZK CASA LIANCZEVSKI 
Barrio de los Mahometanos / Jeszku Bogdanowicz 

Muy reverendo Padre: 

Me dirijo a usted con la más firme convicción de que tendrá a bien extender su caridad sin límites hasta mí y todos los que me son 
queridos y apoyarnos en sus oraciones. 

Imploro su socorro para un enfermo que me es muy querido y tengo la fe más profunda de que Dios querrá escucharnos por su 
intercesión, aun cuando el enfermo y yo también somos de religión mahometana. 

Fin de Página: 690 


VOLUMEN XVII Página: 690 

El enfermo es un joven de veintiséis años, llamado Zacarías, enfermo desde hace dos años. Comenzó a toser, a enflaquecer y a perder sus 
fuerzas, como consecuencia de un resfriado. Pero sobre todo desde el mes de mayo del año pasado, su enfermedad se ha agravado mucho; 
en septiembre se enronqueció su voz y al presente empeora cada día más. Hace cuatro semanas que padece de la garganta y devuelve 
después de cada comida. Hace ya un año que se arrastra, pero el mal empeora y los médicos no dan ninguna esperanza. Actualmente está 
en las últimas. 

Desgraciadamente nada hemos sabido de usted hasta hoy y nos encontramos en la más horrible desesperación. No le enviamos más que 
tres rublos, porque el enfermo no tiene más medio de vida que su propio trabajo. Si Dios le devuelve la salud, nunca olvidará este 
beneficio. 
690 

Tenga compasión de nosotros, no nos rehúse el favor de sus oraciones que nos concederán nuestra mayor dicha y la salud de nuestro 
querido enfermo. 

Su humildísima servidora, ROSALIA BOGDANOWICZ 

((799)) 65 (el original en francés) 

Los Salesianos y los alumnos de Marsella a don Bosco 

A 

Reverendo y muy querido don Bosco: 

Habríamos considerado este año como muy desgraciado para nosotros, si no hubiésemos tenido la suerte de verle llegar hasta aquí. Pero, 
loado sea Dios, que hoy nos colma con la más dulce alegría. íQué satisfacción la nuestra, amadísimo padre, saber que ha mejorado su salud 
y verle entre nosotros! Nos parece que todas las bendiciones del cielo descienden sobre nuestra casa en el momento en que llega nuestro 
amadísimo padre. Ciertamente no fue mayor el júbilo del Gobernador de Egipto cuando abrazó, en tierra extranjera y después de largos 
años, a su padre, el santo patriarca Jacob. Bendito, sí; mil veces bendito sea el Señor, y corone por fin nuestros deseos, devolviéndole una 
salud perfecta y conservándole todavía largo tiempo a nuestro cariño. 

Encargado de presentarle los sentimientos de veneración y afecto filial de todos mis queridos hermanos, sólo encuentro estas palabras 
para decirle: Muy querido Padre, ya sabe usted que le queremos; no sabríamos repetirlo muy a menudo; pero buscamos la manera de 
amarle como se ama al padre más tierno y más querido. Nosotros sabemos tres nombres: Dios, María Auxiliadora y don Bosco. 

Su nombre, queridísimo don Bosco, su recuerdo, nos anima en los momentos difíciles; porque aquí es abundante la mies y, en cambio, 
los operarios son pocos; muy querido Padre, permítame asegurarle, y se lo digo lleno de alegría; sus hijos los Salesianos de Marsella, desde 
su venerado superior hasta el más humilde novicio, han heredado en abundancia el fuego que devora su corazón, el del celo por la gloria de 
Dios: trabajan, luchan y rezan por el bien que no pueden realizar. Si Dios lleva cuenta de los trabajos y de los santos deseos que los santos 
ángeles de esta casa le presentan a lo largo del día, cada uno de sus hijos de Marsella podrá decir un día con san Pablo: Reposita est mihi 
corona iustitiae. 

Una vez más, queridísimo padre; que sea usted feliz, que viva largos años, que viva siempre para dicha de sus hijos y pida por nosotros; 
bendíganos, a fin de que seamos siempre y cada vez más dignos hijos de don Bosco. 

En nombre de todos los Salesianos de Francia, de Italia, de España y de América: 

íViva, viva siempre don Bosco! 
691 

((800)) B 

Muy amado Padre: 

Para expresar nuestra dicha al verle entre nosotros, sería menester que cada una de nuestras palabras no fueran sonidos emitidos por 
medio de los órganos vocales, sino que fuera cada una de ellas un corazón. Imagínese ver realmente los corazones de todos sus hijos de 
Marsella, divinamente reunidos para formar el nombre de don Bosco y no tendrá más que una débil imagen de nuestro amor. 

Fin de Página: 692 


VOLUMEN XVII Página: 692 

Hoy es nuestro más hermoso día, querido don Bosco; reciba, pues, todos los deseos que unos hijos queridos pueden hacer por el más 
tierno de los padres. 

Deje que nos alegremos y repitamos mil veces que le queremos; se lo hemos dicho a menudo, pero se lo diremos siempre, porque es 
verdad; le queremos, Padre. 

Reciba, pues, los corazones de todos sus hijos que le piden su bendición, sígales prodigando su caridad y hágales unos buenos cristianos. 
Le prometemos que nuestra mayor dicha será decir: Soy un hijo de don Bosco; y, en este título, encontraremos nuestros deberes de 
hombres y de cristianos; encontraremos el recuerdo de todas las virtudes que su nombre nos recordará y cuyas huellas queremos seguir 
hasta nuestro último suspiro. 

Amadísimo Padre, éste es el deseo de todos nosotros; tome los corazones de sus hijos de Marsella y lléveselos. 

Prolongue el Señor sus días, padre tierno; que El le consuele en todas sus aflicciones; nosotros rezaremos mucho a María Auxiliadora, 
sobre todo mientras esté con nosotros; pero pida también usted por nosotros y bendiga a nuestros Superiores, bendiga a nuestros padres. 

No nos rehúse este favor, buen Padre; los patriarcas bendecían a sus hijos y Dios los bendecía a ellos al mismo tiempo. Que esta 
bendición sea para todos los alumnos de esta casa, presentes y futuros; y recaiga también sobre usted mismo, amadísimo padre, durante 
todo el tiempo de su peregrinación aquí abajo, y pueda un día ver a todos sus hijos convertidos en su corona de rosas, por toda eternidad. 

En nombre de todos los alumnos del Oratorio 

Aprendices y estudiantes. 

í Viva siempre don Bosco! 

((801)) 66 (el original en francés) 

Circular para los Cooperadores de Marsella 

Señor: 

Los tiempos que corren son muy difíciles para las obras que no tienen más recursos que la caridad pública. Tal es la obra, a la que he 
consagrado toda mi vida, obra sostenida por la generosidad de los Cooperadores Salesianos. Sobre todo el Oratorio de San León y el 
Orfanato de Saint-Cyr, en el departamento de Var, se encuentran en apremiantes necesidades. Por eso, a pesar de mi quebrantada salud, he 
decidido venir a Marsella para hacer un llamamiento a vuestra caridad, que nunca me ha faltado. 

El viernes, día diecisiete de abril, a las cuatro de la tarde, tendrá lugar en nuestra 
692 
capilla una reunión de Cooperadores. El señor Obispo, nuestro insigne bienhechor, ha tenido la bondad de prometernos su asistencia y os 
dirigirá la palabra. 

Me interesa recordar a nuestros queridos Cooperadores que el Padre Santo concede indulgencia plenaria a todos los que asistan a dicha 
conferencia. 

Por mi parte le aseguro señor... que nuestros muchachos tendrán un recuerdo especial a los pies de María Santísima Auxiliadora por 
usted y por su familia. 

Dígnese, señor, aceptar la seguridad de mi respetuoso saludo y de mi viva gratitud en Nuestro Señor. 

Marsella, a 14 de abril de 1885 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 693 


VOLUMEN XVII Página: 693 

Carta para los muchachos del Oratorio, escrita por
don Juan Bautista Lemoyne por orden y en nombre
de don Bosco


Mis queridos hijitos: 

He ido a Francia, pero no podéis adivinar por qué. Vosotros consumís panecillos y, si yo no fuera en busca de cumquibus, el panadero 
gritaría que no hay harina y no tiene nada para meter en el horno. Rossi, el cocinero, se llevaría las manos a la cabeza y gritaría que no sabe 
qué echar en la perola. Como el cocinero y el panadero tienen razón, y vosotros todavía más que ellos, por eso he tenido que ir en busca de 
fortuna para que no falte nada de lo necesario a mis queridos hijos. Es verdad que me cuesta mucho trabajo ((802)) ir de acá para allá, 
recibir audiencias de la mañana a la noche y hacer visitas a los bienhechores; hubo días en los que me encontraba muy mal por el cansancio 
y los achaques; pero, pensando en vosotros, me resultaba llevadera mi fatiga. Yo pienso siempre en el Oratorio y, especialmente, por la 
noche cuando puedo disfrutar de algún reposo, paso revista, uno a uno, a Superiores y muchachos; hablo de éstos con quien está a mi lado 
y rezo por ellos continuamente. Y vosotros: »pensáis también en mí, rezáis por mí? Sí, ciertamente; lo sé porque me lo ha escrito vuestro 
Director, cuyas cartas, con noticias de la casa, me han alegrado mucho. 

Ahora tengo que haceros una recomendación. Pronto comenzará el mes de mayo, y quisiera que lo dedicaseis de una manera especial a 
María Santísima Auxiliadora. íSi supierais cuántas gracias ha concedido Ella en estos días a sus buenos hijos del Oratorio! Realmente, la 
Virgen merece que le deis una prueba de vuestra gratitud. íSi tuviese tiempo, cuántas cosas preciosas podría contaros! 

Por consiguiente, os propongo que hagáis una florecilla en honor de María durante todo el mes y deseo que la practiquéis fielmente. 

La florecilla es ésta: Esfuércese cada uno, en honor de María, por alejar de su alma el pecado mortal, mediante la fuga de las ocasiones y 
la frecuencia de los sacramentos. 

El año pasado tuvimos el cólera en Italia, pero habrá algo peor en el porvenir. Por tanto, necesitamos que la Virgen extienda su manto 
sobre nosotros. Estemos preparados. 

Espero estar pronto de vuelta con vosotros y recomiendo al Director que, aquel 
693 

día, nos haga estar de fiesta en el comedor. Porque os gusta la alegría, »verdad? A mí también y deseo y pido al Señor que, algún día, nos 
conceda, a todos vosotros y a mí, la alegría eterna, que tiene preparada para los que le aman. 

El Señor os bendiga y creedme siempre 

Turín, 20 de abril de 1885 

Vuestro afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

68 (el original en francés) 

El Presidente del Círculo Católico de Niza
da las gracias a don Bosco


Reverendo Padre, 

Señores, 

Hoy es una gran fiesta para nosotros, brilla la alegría en todos vuestros rostros, se lee en todas las miradas; los hijos reciben a su bueno y 
venerado Padre. 

((803)) Sí, somos muy felices, y estoy muy contento por el honor que se me concede de decírselo, mi reverendo Padre. Nunca 

Fin de Página: 694 


VOLUMEN XVII Página: 694 

olvidaremos que, cuando Dios inspiró a unos hombres de corazón, de quienes no hablaré, por estar aquí presente algunos de ellos, el 
pensamiento de fundar nuestra obra, cuando nosotros éramos pobres y pequeños, usted quiso precisamente por eso, adoptarnos como hijos 
suyos, ayudarnos con sus consejos, animarnos y bendecirnos. 

Precisamente este recuerdo es lo que nos inspira gratitud, lo que constituye nuestra alegría. 

El niño recién nacido que usted tomó en brazos, abiertos por el amor paternal, ha crecido un poco, tiene ya ocho años, pero todavía es 
muy pequeño y muy pobre; es como decirle que el niño es siempre de los que reivindican, casi como un derecho de su pequeñez, la dulce y 
bondadosa paternidad de usted. 

Os pido, señores, que brindéis conmigo por la salud de nuestro venerado Padre, que es Padre de los pobres, amigo de los obreros, 
misionero y siervo de Dios, a quien pediremos nos lo conserve todavía largos años para nuestra alegría y para su gloria. 

69
Carta del cardenal Alimonda a don Bosco


Muy reverendo y querido don Juan: 

íQué agradable y preciosa me resulta una carta de su puño y letra, tras el fatigoso viaje realizado para bien de la Congregación! Lo 
mismo que no he dejado de rezar para que V. R. y carísima paternidad pudiese aguantar, sin perjuicio de su salud, estas fatigas, así me 
alegro y doy gracias al Señor por haberle conducido, de nuevo, a nuestro lado sano y salvo y hasta quiero esperar que en mejor estado de 
salud. 
694 

Nos veremos, nos abrazaremos pronto como hermanos y hablaremos de la querida fiesta de María Auxiliadora para diferirla, pues 
Pentecostés con toda razón ocupa su lugar. 

Mi familia le da las gracias, le ofrece sus saludos y felicísimos augurios. 

Yo le abrazo en el Señor y le bendigo desde lo íntimo del corazón, con todos los Salesianos y sus santas obras y con veneración y estima 
me profeso, 

De V. S. Rvma. y carísima, 

Turín, 30 de abril de 1885 

Afmo. hermano,
» CAYETANO, Card. Arzobispo


((804)) 70 (el original en francés) 
Carta de la princesa Doria Solms a don Bosco 

Muy reverendo don Bosco:
Sólo dos palabras para manifestarle mi vivo deseo de volver a verle y rogarle nos proporcione esta gran satisfacción.
Nos encomendamos a sus santas oraciones, porque todos padecemos de algo.
Estamos llenos de viva gratitud y muy impresionados por el piadoso recuerdo que suplicamos tenga a bien guardarnos.
Rogando su santa bendición y besando humildemente su mano, me cabe el honor de profesarme con los más devotos sentimientos.


Fin de Página: 695 


VOLUMEN XVII Página: 695 

Pegli, Villa Doria, 3 de mayo 

Su segura servidora, 

E. Princesa SOLMS BRAUNFELS 
Instancia a la Dirección de ferrocarriles 

El que suscribe solicitaba, el pasado mes de abril, que se concediera, los días veinte, veintiuno, veintidós y veintitrés del corriente mayo, 
con ocasión de la feria y solemnidad de María Auxiliadora, una rebaja especial de la tarifa para el transporte de nuestros alumnos desde las 
estaciones de Alassio, Varazze y Borgo San Martino. 

El día dieciocho del mismo mes se nos contestaba que los reglamentos, actualmente en vigor, se oponían a la concesión de rebajas de 
viaje, fuera de las contempladas por los estatutos de la Sociedad. 

Se ruega, sin embargo, al señor Director General considere el número de muchachos que, entre ida y vuelta, ocupan unos ochocientos 
puestos, y que estos viajes originarían también un considerable movimiento de otros viajeros, parientes y amigos de los alumnos. 

Por esto, suplico tenga a bien conceder, para este caso excepcional, la reducción 
695 

de una cuarta parte de la tarifa, como ya en otra ocasión lo concedió indistintamente esa benemérita administración a todos los alumnos de 
las casas mencionadas 1. 

Este es el favor que se implora, teniendo también en cuenta la condición de los alumnos, muchos de los cuales son hijos de empleados en 
los ferrocarriles del Norte de Italia. 

Atendidas las limitaciones del tiempo, añade el ruego respetuoso de una respuesta, dentro de los límites consentidos por la brevedad. Con 
profunda gratitud, etc. 

((805)) 72 (el original en francés) 
Cartas a don Bosco desde Caen 
A 

Mi venerado Padre: 

Esta cartita se la enviará una persona dolorosamente probada desde hace dos años por lo menos. 

Las pruebas, de las que he sido confidente a menudo, me han revelado una alma muy recta, generosa y resignada a la voluntad de Dios. 

Si ella busca en usted un alivio para sus sufrimientos, es por obediencia, muy resuelta, pase lo que pase, a bendecir a Dios en todas las 
cosas. 

Pronto hará cuarenta años que soy sacerdote y no he encontrado una alma tan dolorosamente probada y siempre sometida a la voluntad 
de Dios para su gloria y la salvación de las almas. 

Durante toda su vida, ha sido fiel a Dios y ha conservado, así lo creo, la gracia bautismal. 

Dígnese, mi venerado Padre, bendecir a quien le dirige estas líneas y acepte el obsequio de mi religioso respeto. 

Fin de Página: 696 


VOLUMEN XVII Página: 696 

St. Marie C., 26 de mayo de 1885 

R. VAUQUELIN
Sac. misionero, Superior de la Institución libre de Santa María en Caen
B 

Mi reverendo Padre: 

Le recomiendo muy encarecidamente a mi feligresa, que sale hoy para Turín con el único fin de ser oída, tranquilizada, consolada y 
curada por usted. 

Su situación moral, como usted verá, es de lo más penoso, pero no cabe duda de su rectitud y buena fe. 

Me atrevo a esperar, mi venerado Padre, que usted tendrá a bien hacerle el bien posible. 

1 Hasta junio de 1867 se disfrutó la reducción del setenta y cinco por ciento. 
696 

Acepte, se lo ruego, los saludos del profundo sentimiento de respeto y gratitud con que tengo el honor de profesarme 

Caen, 1 de junio de 1885 

Su atento y seguro servidor, A. RECOY 
Párroco de San Gilles. 

((806)) 73 

Carta del abate Mehler a don Bosco 

Muy querido Padre: 

El que suscribe es un sacerdote alemán, que tuvo la dicha de ser hospedado en el Oratorio de Turín y presenciar la hermosa fiesta del 24 
de junio de 1885. 

Con ocasión del Congreso general de los Católicos Alemanes en Münster (Westfalia), que se celebró del 30 de agosto al 3 de septiembre 
de 1885, tomé dos veces la palabra para hablar de su obra. 

Estaban presentes cinco mil ilustres personajes, llegados de todas partes de Alemania, Austria, Países Bajos y Holanda. Después de 
presentar a la imponente asamblea los saludos de don Bosco, conté lo que había hecho este hombre del Señor en Turín, en Italia, en 
Francia, en España y en América del Sur por la salvación de la juventud. Los Congresistas, llenos de admiración por obras tan estupendas, 
prorrumpieron en aplausos y dieron gracias a la divina Providencia. Después de dar a conocer la obra social de los Oratorios y los grandes 
resultados que de ellos se pueden esperar, la asamblea decidió fundar asociaciones para salvar a la juventud pobre y abandonada. 

Don Bosco, que ama también a la juventud alemana, rezara por nosotros. El ha bendecido nuestra asamblea y los alemanes aman y 
amarán a don Bosco como se ama a un padre. 

Este fue el voto de la asamblea. Se empieza, por consiguiente, a fundar asociaciones de muchachos en Mönchen-Gladbach, en Munich y 
en Aix-la-Chapelle. Don Bosco, dígnese bendecir esta obra social. En esta ocasión, hice inscribir entre sus Cooperadores a ciento diez 
personas distinguidísimas. Preparo, mientras tanto, la traducción al alemán del diploma de Cooperador y hará falta también publicar un 
boletín en esta lengua. 

Fin de Página: 697 


VOLUMEN XVII Página: 697 

Yo había llevado al gran Congreso la fotografía de don Bosco, la biografía de Espiney y de Alberto du Bois, la fotografía de la 
Inmaculada y de san Antonio, cuadros del maestro Rollini, alumno del Oratorio de Turín y la imagen de María Santísima Auxiliadora. 
Todos estos objetos fueron colocados en la exposición de las artes cristianas. 

Los alemanes tenemos dos biografías de don Bosco en alemán: la de Espiney, traducida y publicada en Munich en 1883, y la de Alberto 
du Bois, traducida en Maguncia por la librería Kirhleim. Dentro de poco, recibiremos del seminario de misioneros alemanes de Stegl, en 
Holanda, un opúsculo sobre don Bosco. 

Yo trabajo para dar a conocer su obra en la prensa y en los sermones. El Obispo de Ratisbona y el Arzobispo de Munich, en Baviera, me 
ayudan. Alemania necesita 
697 

unos cuantos don Bosco, ((807)) y tiene gran simpatía por la institución Salesiana. Actualmente vivo en Mönchen-Gladbach en Alemania 
septentrional, cerca de Aix-la-Chapelle, en casa del abate doctor Hitze, diputado en el Reichstag en Berlín y secretario general de asuntos 
sociales y de los obreros para toda Alemania. Para trabajar según la idea de don Bosco, es necesario conocer las necesidades de Alemania y 
estudiar las condiciones sociales de este país. En Mönchen-Gladbach encontré en el secretariado todas las teorías y prácticas de las diversas 
asociaciones que existen en esta ciudad, compuesta en su mayor parte de fábricas. Tenemos aquí un círculo con trescientos jóvenes 
obreros, otro con quinientas muchachas obreras y residencia y, un tercero, para obreros adultos. Pienso, a lo largo del año, estudiar la 
cuestión, aprender lo necesario y, después, empezar tal vez en Munich un primer oratorio Salesiano. 

En Aix-la-Chapelle, ciudad de católicos fervientes, con muchas fábricas, hay algunos jefes de fábrica que desearían organizar 
asociaciones o círculos de jóvenes de los catorce a los dieciocho años. Un célebre fabricante, que se llama Beisl, me ha encargado le rogara 
que tenga la bondad de escribirle unas palabras de aliento y enviarle su bendición, porque así le parecerá fácil comenzar la obra. Todo es 
posible, si usted dice una sola palabra, porque, en Aix-la-Chapelle, ya hay muchos que le quieren. Por eso, le insto vivamente a que se 
digne enviar una cartita con esta breve frase: «Don Bosco se considera feliz al saber que se abre un círculo de jovencitos obreros en 
Aix-la-Chapelle y envía su bendición». 

Su servidor, 

I. MEHLER
sacerdote y cooperador salesiano
en Ratisbona
(Bol. Sales., nov. 1885) 

74 (el original en latín) 

Carta del sacerdote bávaro, Werner, a don Bosco 

Reverendo Padre: 

Te doy mil gracias por haberte dignado inscribirme en los Cooperadores de San Francisco de Sales. No te he enviado aún el donativo por 
la admisión, porque espero que otros varios compañeros míos han de hacerlo también, de modo que formemos una o más decurias y, en tal 
caso deseo enviar todas las cuotas juntas. 

Para una mayor propagación de nuestra obra, ruego a tu Reverencia me envíes algunos ejemplares de Breve Notizia y Regolamento en 
francés. 

Contando con tu permiso y animado por el Rvdo. señor Mehler, ((808)) mi querido hermano, me he puesto a traducir al alemán el 
Regolamento y la Breve Notizia y, muy en breve, lo entregaré a la imprenta. 

En el magnífico congreso católico de Alemania, que estos últimos días se celebraba en Münster (en el que me ha sido muy grato 
intervenir), se aprobó con unánime y gran aplauso la resolución, que recomienda la fundación de internados para muchachos pobres y que 
éstos sean dirigidos según el espíritu del Reverendo don Bosco. Con este motivo vi que muchos sacerdotes y seglares están preocupados 
por la salvación 
698 

Fin de Página: 699 


VOLUMEN XVII Página: 699 

de la juventud periclitante y que sólo la obra salesiana podría ser el remedio acertado para las regiones de Alemania. 

Por lo que a mí respecta, indignísimo servidor, he sido nombrado, aquí en Munich, presidente de una asociación, denominada 
Lehrlingsschutz, es decir, Patronato de los aprendices. La intención de esta sociedad es fundar internados para jóvenes obreros y atenderlos 
y entretenerlos en su tiempo libre. Temo que las leyes de este reino no permiten la dependencia material de nuestra obra de la casa madre 
de Turín. Ruego, pues, que se nos puedan conceder los favores espirituales de la Asociación Salesiana a nuestros miembros, incluso en el 
caso de que permanezcan en comunión espiritual con la Pía Sociedad Salesiana y que dediquen los donativos que reciban para los 
muchachos aquí recogidos y alimentados. 

Nuestra Asociación Lehrlingsschutz y su director obtuvieron ya la aprobación de nuestro Reverendísimo Arzobispo; asimismo, pensamos 
haber cumplido cuanto se ordena en la regla V, número 2 del diploma de inscripción, la cual se expresa así: La Asociación se acoge 
humildemente a la benevolencia y protección del Sumo Pontífice, de los Obispos, de los Párrocos, etc. 

Implora humildemente tu bendición y se encomienda a las plegarias de la Congregación Salesiana. 

Munich (Baviera), 19 sept. 1885 

Tu obedientísimo Cooperador,
Sac. JUAN NEPOMUCENO WERNER
Coop. del Espíritu Santo, Munich, Baviera


75 

Ultima carta del cardenal Nina a don Bosco 

Rvmo. don Bosco: 

Han sido múltiples y muy cordiales las felicitaciones, que me llegaron de su parte y de las demás casas de los Rvdos. Salesianos, con 
ocasión de mi jubileo sacerdotal, junto con las oraciones ((809)) hechas por mí al Altísimo, las cuales, a la par que han llevado al colmo la 
alegría espiritual que experimenté aquel día, me han demostrado una vez más el afecto y benevolencia del Instituto, que ya me profesaron 
en otras ocasiones. Las excesivas ocupaciones no me han permitido dar a cada uno las gracias por carta; mas, no pudiendo ni debiendo 
pasar por alto un hecho tan solemne sin corresponder con una sincera demostración de mi alma, he resuelto dirigirme a usted con la 
presente, como a cabeza respetable de la Congregación Salesiana, y rogarle acepte el encargo de convertirse ante todos en fiel intérprete de 
mis sentimientos, ofreciendo a todos mi más viva acción de gracias y la seguridad de que, en mi misa, recordé y recomendé al Corazón de 
Jesús con toda la efusión de mi alma, al Instituto, a su cabeza y a todos sus miembros. 

Uniendo a esto los augurios para el año nuevo, considéreme siempre con particular estima y veneración, 

De usted, Rvmo. señor 

Roma, a 7 de enero de 1885 

Atento y seguro servidor, L. Card. NINA Protector 
699 

76 

Carta de monseñor Cagliero al cardenal Alimonda 

Eminencia Reverendísima: 

Fin de Página: 700 


VOLUMEN XVII Página: 700 

Era mi deseo y también mi deber haber escrito antes a Vuestra Eminencia desde esta Capital argentina. Pero no lo hice, apoyándome en 
el perdón de su generoso corazón y para poder darle mejores noticias sobre nuestras misiones. 

Como ya sabe Vuestra Eminencia, nuestro viaje fue felicísimo y fue muy celebrada nuestra llegada por los hermanos Salesianos y 
nuestros numerosos amigos italianos y argentinos. 

El señor Arzobispo y sus Vicarios Generales, el Clero secular y regular no sólo me dieron pruebas de cortesía, sino de verdadero afecto 
por el aprecio y veneración que conservan a Vuestra Eminencia y a nuestro Rvmo. padre don Bosco y porque tienen un corazón 
verdaderamente católico, que ama el bien y a los que desean hacerlo. 

No así la prensa diaria impía, que domina en estas desdichadas repúblicas. Aún no habíamos desembarcado y ya se ponían en guardia 
porque sabían que iba a llegar un Capitán de la Falange Salesiana ((810)) y un General del ejército de Jesucristo, y azuzaron con algunos 
artículos al Gobierno y al pueblo contra nosotros y contra nuestras Misiones. En consecuencia, la prudencia me aconsejó irme a toda prisa 
al campo y darles a entender que las cosas marchaban muy diversamente de como ellos pensaban. 

Por eso, primero fui a visitar a nuestros colegios, seminarios y las muchas casas que tenemos en estas dos Repúblicas; después me 
dediqué a predicar y administrar la confirmación con gran satisfacción de monseñor Aneyros, que verdaderamente necesita que Roma le 
asigne al menos un Auxiliar en la persona de uno de sus buenos Vicarios Generales. 

Por fin, asistí a funciones públicas y aún oficiales, pero siempre como Prelado Salesiano simplemente y Obispo de Mágida. 

De este modo, se calmaron y disiparon las nubes que amenazaban tempestad, al tiempo que se dejaba lugar a la divina Providencia para 
disponer bien las cosas de la Misión. 

Y, en efecto, los tres meses que pasé en esta ciudad me fueron necesarios para poder conocer a los gobernadores y a otras autoridades 
militares de Patagonia y Tierra del Fuego, trabar relación con ellos y arrastrarlos a favorecer nuestros planes civilizadores de aquellos 
desiertos. También los aproveché para buscar ayuda económica entre los buenos católicos argentinos. 

Nuestra buena Madre María Auxiliadora nos ha protegido y ha conducido las cosas de tal modo que dos gobernadores, el de Santa Cruz y 
el del Neuquén, ya aceptaron a nuestros Misioneros, y el padre Fagnano, nuestro Prefecto Apostólico, partirá pronto para el sur, las 
Malvinas y Tierra del Fuego. 

Hemos obtenido de uno de los Ministros pasajes gratuitos para once salesianos, de los que ya han partido cinco; yo he podido obtener de 
Ministro de la Provincia una recomendación especial para las autoridades militares que están bajo su jurisdicción y mañana, Dios 
mediante, dejo Buenos Aires y salgo con una pequeña escolta hacia mi destino. Desde las orillas del Río Negro, le diré después cómo 
soplan los vientos pamperos y los céfiros del desierto. 

Esta carta le llegará cuando yo esté en Patagonia y se oirán en Turín los vivas a 
700 

san Cayetano y al afortunado que tan dignamente lleva su nombre y copia su saber, sus virtudes, su inocencia, su caridad social, etc. 

Así, pues, ese día de justa alegría para mis amigos los turineses, de santo gozo para Vuestra Eminencia, será también un día de suave 
recuerdo para los Salesianos de América y de viva alegría para los Patagones, que cantarán himnos a San Cayetano, a Vuestra Eminencia 
gritando: Ad multos annos, ad multos annos, nos lo guarde el cielo para nuestra veneración, para nuestro amor y para bien de nuestra 
Congregación; y guarde ((811)) también a mi queridísimo monseñor Bertagna. 

Reciba, Eminencia Rvma., el testimonio de mi gratitud y todos los afectos de mi corazón, con los más sinceros y cordiales saludos para 
el queridísimo canónigo Forcheri, para don Antonio, don Maggia, para mi buen Remigio y para toda esa santa familia. 

Permita que me encomiende a sus siempre fervorosas oraciones, junto con nuestras misiones, y que me profese 

De V. E. Rvma. 

Colegio Pío en San Carlos en Almagro Buenos Aires
30 de junio de 1885


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Obediente y agradecido hijo de consagración, » JUAN, Obispo de Mágida y Provicario 
Apostólico de Patagonia. 

Carta del cardenal Alimonda a monseñor Cagliero 

Excelencia Rvma. y carísima: 

A la muy apreciada carta de augurios que, para inmenso júbilo de mi corazón, me llegó por san Cayetano, ha querido V. E. Rvma. y 
carísima añadir otra todavía más consoladora. No sabía cómo contestar a la primera en la que me anunciaba la inminente salida para su 
querida Patagonia. Ahora que ya le sé establecido con sus queridos hijos y con los salvajes para ganarlos a Cristo, le manifiesto mi 
agradecimiento por los testimonios de amor que en ambas cartas ha querido darme y por las noticias, buenas unas, y prometedoras otras, 
con que ha querido obsequiarme. 

Sigo con muchísimo interés los pasos evangélicos de V. E. y elevo cada día al cielo mis pobres oraciones para que sean abundantemente 
recompensados los sudores, los gloriosos trabajos, que lleva a cabo para ensanchar el reino de J. C. y de la Iglesia. Pido también para que 
no desfallezcan las fuerzas de V. E. y de sus dignos compañeros de misión, para que se sumen los cooperadores a enriquecer con 
abundante mies el inmenso campo que les asignó el Vicario de Jesucristo. íOjalá llegue a ser Patagonia tierra de santos y jardín de todas las 
virtudes! 

Entre los testimonios de afecto que ha querido darme, ninguno ciertamente es más grato a mi corazón que el de haber confiado a mi 
pobre protección y haber bautizado con mi nombre la primera flor recogida en ese campo. Tendrá un puesto de honor en mi casa el 
afortunado joven ((812)) Cayetano Santiago Nicolás Alimonda y lo tendrá su compañero Joaquín; a los dos impartirá usted la bendición en 
mi 
701 

nombre, les augurará perseverancia y toda clase de bienes, les dará el abrazo de la amistad y de la paz. 

Veo alguna vez al venerando Superior don Bosco; no hace mucho he pasado casi todo el día con él. Su ánimo, siempre alegre y lleno de 
confianza, da motivo para esperar que, a pesar de las molestias, podrá todavía estar largo tiempo al frente de las empresas, de las que ha 
merecido ser prodigioso iniciador. Las de Patagonia y de la iglesia y hospicio de Roma son el tema más frecuente de nuestras 
conversaciones y el objeto del más vivo interés para nosotros y para todos los amigos admiradores de don Bosco. 

Espero que V. E. Rvma. siga teniéndome presente en sus oraciones y me proporcione, de vez en cuando, alguna buena noticia. 
Permítame ahora ofrecerle los saludos de mi secretario, del teólogo Videmari y de toda esta mi familia. Por mi cuenta, le abrazo con 
fraterno afecto y veneración. Beso su mano, mientras celebro profesarme 

De V. E. Rvma. y carísima 

Turín, 9 de octubre de 1885 

Afmo. hermano,
» CAYETANO, Card. Arzobispo


Carta de León XIII al cardenal Parocchi
sobre el estudio de los clásicos


A nuestro amado hijo Lúcido María Parocchi, cardenal del orden de Presbíteros en la Santa Iglesia Romana con el título de San Sixto y 
nuestro Vicario en Roma. 

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LEON PAPA XIII 

A nuestro amado hijo salud y bendición apostólica. Tú comprendes perfectamente lo que a menudo hemos venido diciendo, con todo 
esfuerzo y perseverancia, que los clérigos aumenten día a día el patrimonio de su doctrina. Y que ha crecido hoy su necesidad lo demuestra 
claramente la naturaleza de los tiempos que vivimos, puesto que, en un ambiente en el que brillan tan preclaros talentos y arde tan intenso 
afán de aprender, no podría, sin duda, el clero realizar su cometido con la dignidad y utilidad necesaria, si no diera importancia y 
descuidara la cultura que tan afanosamente codician y piden los demás. Por eso, hemos dedicado ((813)) nuestra atención a organizar los 
estudios, especialmente de los clérigos, y, partiendo de la ciencia que trata de cosas más graves, nos hemos esforzado por hacer volver al 
estudio de la filosofía y teología por los caminos que abrieron los antiguos y el sistema de santo Tomás de Aquino; el buen efecto obtenido 
con este plan demuestra su oportunidad. Pero, como gran parte de doctrina agradable y muy apta para ennoblecer las costumbres humanas 
se encierra en las buenas letras, hemos determinado establecer algunas cosas para su incremento. 

Ante todo, es menester que el Clero guarde también en éstas el puesto que le 
702 
corresponde, puesto que la gracia de las letras es nobilísima, hasta el punto de que los que la alcanzaron creen poseer algo grande y los que 
no la poseen casi carecen ante los hombres de la prenda principal. De ahí puede deducirse la astucia y criminalidad del decreto del 
emperador Juliano que vedaba a los cristianos dedicarse a los estudios liberales. Pues preveía con acierto que serían fácilmente 
despreciados si ignoraban las letras y no podría florecer por mucho tiempo el nombre cristiano, cuando el vulgo lo creyese ajeno a las artes 
nobles. 

Además, como nuestra naturaleza es tal que, por las cosas que percibimos con los sentidos, nos elevamos a las que superan los mismos 
sentidos, no hay nada que ayude tanto a la inteligencia como la fuerza y elegancia del escribir. En efecto, la elegancia de la lengua del país 
donde hemos nacido atrae admirablemente a los hombres a escuchar y a leer; y, de ahí, se sigue que la verdad de las palabras y de las 
sentencias, como si irradiara nueva luz, penetra más fácilmente y se asienta en los ánimos, lo cual tiene cierta semejanza con el culto 
externo que se presta a la divinidad, del que precisamente procede la gran utilidad, que la mente y el pensamiento humano se elevan por el 
esplendor de las cosas corpóreas a considerar la majestad de la luz suprema. 

San Basilio y san Agustín ponderan y alaban uno por uno estos hermosos frutos de erudición; y, con mucha sabiduría, nuestro predecesor 
Pablo III prescribía que los escritores católicos tuviesen la elegancia del estilo para triunfar sobre los herejes, que pretenden ser los únicos 
que poseen doctrina y pericia en las letras. Y, cuando decimos que el clero debe cuidar con esmero el estudio de las letras, queremos hablar 
no sólo de las nuestras, sino también de las griegas y latinas; es más, entre nosotros debe tenerse mayor cuidado del estudio de las letras de 
los antiguos romanos, ya sea porque la lengua latina es compañera y vehículo de la religión católica para todo el Occidente, ya sea porque 
muchos la cultivan menos profundamente, de suerte que el mérito de escribir en latín con la debida dignidad y elegancia parece ir 
mermando paulatinamente. También deben estudiarse cuidadosamente los escritores griegos, porque las lumbreras griegas resplandecen 
con tanta preeminencia en cualquier género que no es posible pensar en nada mejor y más perfecto. 

A esto debe atribuirse la costumbre ((814)) en vigor entre los Orientales, en virtud de la cual las letras griegas viven y se encarnan en los 
monumentos de la Iglesia y en las costumbres de cada día, y no se debe olvidar que los eruditos en las letras griegas asimilan más 
fácilmente la virtud latina por lo que saben de griego. 

Considerando la utilidad de estas cosas, la Iglesia Católica que siempre acostumbró cuidar en la medida de su necesidad todas las cosas 
hermosas, nobles y dignas de encomio, se preocupó de las bellas letras y siempre dedicó gran parte de sus cuidados a favorecer su estudio y 
su incremento. En efecto, todos los santos Padres fueron expertos en las letras en la medida que lo consentían los tiempos en que vivieron, 
y algunos de ellos llevaron tan adelante su ingenio y su estudio que llegaron a cumbres tan altas como los antiguos literatos de Roma y de 
Grecia. 

Además, la Iglesia ha hecho el gran beneficio de conservar gran parte de las obras antiguas latinas y griegas, obras de poetas, oradores e 
historiadores. En los tiempos en que las buenas letras yacían olvidadas por indiferencia o por descuido o también cuando estaban 
silenciosas por el estrépito de las armas en toda Europa, todos saben que, en medio de tantos trastornos y tanta barbarie de costumbres, las 
letras no encontraron más refugio que en las comunidades de monjes y sacerdotes. 

Tampoco debe echarse en olvido que muchos romanos Pontífices, nuestros predecesores, deben ser colocados entre los que son llamados 
eruditos por el conocimiento 
703 

de estas nobles artes. Bajo este nombre, permanecerá, sin duda, imperecedera la memoria de Dámaso, de León y Gregorio Magno, de 
Zacarías, de Silvestre II, de Gregorio IX, de Eugenio IV, de Nicolás V, de León X. Y, en la larga serie de Pontífices que ostenta la Iglesia, 

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VOLUMEN XVII Página: 704 

a duras penas se encontrará uno solo de quien no sean muy deudoras las letras. En efecto, por su impulso y liberalidad se abrieron, de 
uando en cuando, escuelas y colegios para la juventud ávida de literatura, se instalaron bibliotecas para alimento de los ingenios; se mandó 
a los Obispos que fundaran en sus diócesis academias literarias; se concedieron favores a los hombres eruditos y se los alentó a mayores 
cosas con las promesas de grandísimos premios. Y esto es tan verdadero y evidente que los mismos calumniadores de la Sede Apostólica 
hubieron de reconocer muchas veces que los Romanos Pontífices fueron muy beneméritos de los estudios clásicos. 

Por lo cual, convencidos de la utilidad y guiados por el ejemplo de 
nuestros predecesores, hemos establecido aplicar nuestros cuidados y tomar medidas oportunas con todo esmero, para que estos estudios 
florezcan entre los clérigos y den esperanzas de volver a su antigua gloria. Confiando mucho en tu sabiduría y en tu colaboración, amado 
hijo, nos aplicaremos a llevar a la práctica el programa que hemos establecido en nuestro sagrado Seminario de Roma; y, por esto, 
queremos que se abran en él algunas determinadas escuelas para los jóvenes de más talento y aplicación, los cuales, después de terminar el 
curso normal de las letras italianas, latinas y griegas, puedan bajo ((815)) la guía de hábiles maestros, alcanzar, en ese triple genero de 
lenguas, toda la perfección y profundidad posible. 

Y, para que esto se realice tal y como nos deseamos, te ordenamos que elijas hombres capacitados para ello, y así lograr con la ayuda de 
su consejo lo que nos hemos propuesto. 

Mientras tanto, como señal de nuestra benevolencia y auspicio de los divinos favores, te impartimos, amado hijo, la bendición apostólica 

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 20 de mayo del año 1885, octavo de nuestro Pontificado 

LEON PP. XIII 

79 (el original en francés) 

Carta de don Bosco al duque de Norfolk 

Alteza: 

Heme aquí para darle mis noticias. Sigo siempre en cama, pues el estado de mi salud es variable, y no sé cuándo podré dejarla. íHágase la 
voluntad de Dios! Pero lo que me intranquiliza mucho en este momento son las deudas de la iglesia y la casa del Sagrado Corazón de 
Roma. Hace unos diez años que nuestros esfuerzos se dirigen preferentemente a esa obra y quedan todavía doscientos cincuenta mil 
francos por pagar y, en estos mismos días, se me apremia para el pago. Esta es una de mis mayores penas. 

Si V. A. puede ayudarme en la medida que su gran caridad y las circunstancias puedan sugerirle, experimentaría un gran consuelo y haría 

V. E. una obra enormemente útil para nuestra pobre sociedad salesiana y para toda la Iglesia Universal y, 
704 
por consiguiente, muy agradable a Dios y a su Vicario en la tierra el Santísimo Padre, que nos ha confiado en persona esta Obra del 
Sagrado Corazón en Roma. 

Nuestros pobres huérfanos (más de doscientos cincuenta mil) rezarán siempre conmigo por su felicidad espiritual, temporal y eterna. 

Que Dios le bendiga y consuele, señor Duque, y recompense dignamente todo el bien que quiera hacer a las obras Salesianas, al paso que 
yo seré siempre en N. S. 

DeV. A. 

Turín, 13, 1888 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((816)) 80 

Carta de don Francisco Dalmazzo a don Bosco 

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Veneradísimo Padre: 

Ruégole no achaque mi silencio a negligencia. El trabajo de este tiempo pascual ha sido extraordinario y verdaderamente consolador. En 
nuestra iglesia, parecía que siempre era una día de fiesta. Eramos siete confesores y, aunque cuatro de nosotros estábamos en el 
confesonario hasta diez y doce horas cada día, siempre hubo trabajo. Bendito sea Dios. A esto se añadieron cinco tandas de ejercicios 
espirituales para la preparación de niños y niñas a la primera comunión y, después, una serie de enfermos tan grande que, la semana 
pasada, hemos dado la Santa Unción a veinticuatro. De seguir así algún tiempo más, adelgazaremos hasta quedar transparentes. 

Estábamos esperando continuamente su presencia para nuestro consuelo. Lo desean también muchos, que han venido de Polonia, de 
Francia y de España y Portugal. Recuerdo entre éstos a los portugueses de Rasto, a los franceses de la Fontaine. También me retenía de 
escribir el pensamiento de que, un día u otro, vendría usted por aquí. 

El Jueves Santo recibí las cincuenta mil liras de la Condesa de Stacpoole y, media hora después, estaban depositadas en el Banco 
Tiberino, esperando cubrir el saldo; pero quedaron todavía diez mil de deuda, hasta ayer que subieron a veinte mil. Pero, después de 
muchas vueltas y revueltas, obtuve las veinte mil del Papa. Lo intenté varias veces a través del Cardenal Vicario, pero fue en vano. Acudí 
al cardenal Nina y me rogó le dejase en paz. A decir verdad, está mal desde hace varios días. Monseñor Boccali hizo la prueba, después de 
recibir una larga carta mía, pero no lo logró. Vínome entonces el pensamiento de acudir al Cardenal Secretario de Estado, quien me pidió 
un memorándum. Lo hice y lo acompañé con una carta que, a mi petición, escribió el encargado de la fachada, que anteriormente me había 
enviado una nota de cuarenta mil liras, ya abonada en sus dos tercios, amenazando con las suspensión de las obras, si no se pagaban diez 
mil liras por lo menos dentro de una semana. El memorándum estaba humildísimamente redactado y no inspiraba más que dolor y pesar 
por encontrarnos en tantas angustias y deudas. Se alcanzó al punto el éxito, pues, aquella misma tarde, obtuvo el Cardenal Vicario las 
veinte mil liras y me las habría entregado al día siguiente, domingo, si yo hubiese podido ir a retirarlas. 
705 

Hoy las recibí y cerré la cuenta con el Banco Tiberino, donde convendría depositar alguna cantidad para cualquier caso imprevisto. 

»Y las cincuenta mil liras del conde Colle? Aquí se puede poner la piedra angular cuando se quiera. Usted verá cómo hace venir al conde 
Colle. Si no lo lograse, se lo encargamos al príncipe Pablo Borghese o al padre Marcantonio 1. 

((817)) Tenga la bondad de rogar a don José Ronchail que envíe lo antes posible los boletos de nuestra rifa, que se prorrogó hasta 
diciembre, con autorización para un mayor despacho de boletos. 

Esperamos que llegue pronto don Miguel Rúa de Sicilia; pero le esperamos más a usted, Rvmo. Padre, a quien presentamos nuestros 
devotos saludos y besamos todos su mano implorando su paternal bendición. 

Roma, 27 de abril de 1885 

Su atto. y apreciado hijo en J. C., F. DALMAZZO, Pbro. 

81 

Llamamiento al pueblo católico de Italia 

Es fruto de una celestial amabilidad y de una suprema disposición de la Providencia el aumento de fe y de piedad, que despierta en 
nuestros tiempos el culto del sacratísimo Corazón de Jesús. Parece que Dios quiera que, mientras el presente siglo, con su gran 
sensualidad, su orgullo y su nuevo descreimiento, aparta cada vez más del pensamiento de la vida eterna el corazón del hombre, hacia el 
bendito y divino Corazón de Jesús, tan fervorosamente amado y venerado por la Iglesia Católica, le esté al mismo tiempo reservado influir 
saludablemente en las miserias de este mismo siglo para conducir de nuevo al hombre al amor de las cosas espirituales y celestes. El 
episcopado católico quedó convencido de esto, principalmente en los últimos años cuando se realizaba sucesivamente la consagración de 
las diócesis al Corazón de Jesús; sintió que, con este acto devoto, proporcionaba para sí mismo y para los fieles un asilo seguro en los 
peligros, la fuerza en los combates y el oportuno consuelo en la desolación. 

Para reconfirmarle en el suave pensamiento, añadióse la propuesta, destinada a cumplirse pronto, de dos monumentales iglesias a 
levantar, una en París y otra en Roma, en honor del Sacratísimo Corazón de Jesús. Se consideró esta idea como una inspiración del cielo, 
como una disposición admirable, puesto que París, la patria de Voltaire, calificada por muchos como metrópoli de la impiedad, parecía que 

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debía dar al divino Corazón aquella reparación religiosa y nacional; por otra parte, Roma la histórica sede de San Pedro, metrópoli del 
catolicismo, consideraba muy conveniente tener que levantar ella, junto con el nuevo templo, su voz poderosa para el gran llamamiento a la 
fe y al amor, transmitiéndolo a todos los pueblos. 

Celebramos que, para reparar de alguna manera los daños y para lavar, si es posible, las manchas de la incredulidad, se vaya levantando 
en la cima de Montmartre, verdaderamente bello y suntuoso, el templo parisiense; nosotros, los miembros del Episcopado italiano, 
sentimos el deber de aplicarnos más solícitamente, ((818)) y no 

1 Es decir, el padre del príncipe Pablo. 
706 

sólo con el tributo de la admiración, sino con el eficaz concurso de nuestra generosidad, a considerar el levantamiento del nuevo templo en 
la ciudad Eterna. Hay un hombre en Italia, un digno eclesiástico, a quien parecen estar confiados muchos preciosos designios de la divina 
Providencia. En este sacerdote puso los ojos el santísimo Pontífice León XIII y le dijo: 

-Os confiamos la erección del gran templo para ser consagrado en Roma al culto del Corazón divino. Nos contribuiremos, reservándonos 
la construcción de la fachada. 

Y don Juan Bosco puso resueltamente manos a la obra. Ya se levanta airosa la nueva iglesia con un amplio edificio a su lado para 
vivienda de sacerdotes y albergue de niños pobres, que tendrán en él escuelas diurnas y nocturnas; allí, en la zona del Castro Pretorio, 
frente a las capillas y escuelas de los protestantes, como nueva Arca Santa contra Dagón; allí donde se abre la nueva Roma profana, la 
Roma burguesa, obrera, comercial e industrial , donde no hay todavía un templo católico y se siente muchísimo la falta de religión; allí, 
desde la altura donde se levanta, parece que debe mirar al mundo y donde por la proximidad de la estación ferroviaria central, es continua 
la llegada de forasteros. El templo que se está levantando es prometedor para quien lo contempla, quiere ser digno hermano de los 
monumentos romanos, pero aguarda su acabamiento, aguarda los adornos y frisos que lo decoren; el admirable don Bosco, prodigándose, a 
una con sus hijos de la Congregación Salesiana, ya ha gastado en él muchísimo dinero; pero se requiere más todavía para dejarlo 
completamente acabado. A pesar de todo, aun cuando la laboriosidad de los Salesianos llegue a esto, no todo quedará cumplido. El templo 
aguarda del Papa su clásica fachada. 

Las aguas del Po y del Dora, que vieron llegar a sus orillas al joven Bosco y que lo tienen ahora consigo, desde hace cincuenta años, 
convertido en educador del pueblo, se afanan por ser la cuna de no pocas magnánimas familias patricias. Ahora bien, a un ilustre vástago 
de estas familias, vínole un pensamiento digno del apostolado de don Bosco y adecuado a las tradiciones de su religiosa patria 1. Pensó y 
dijo: 

-La iglesia, que Roma ve levantarse para gloria del divino Corazón, debe contener la especial significación de la fe y de la piedad de 
nuestra Italia; conviene, pues, que los italianos concurran poderosamente a ayudar a su construcción. Y nuestro Santo Padre que se alzó 
como caudillo de todos, al aconsejar el glorioso templo, y prometió pagar la fachada, El, que se ve apremiado por gravísimas necesidades y 
vive de la limosna de los católicos, »no espera tal vez que nosotros hagamos algo? Además de esto, »no es conveniente que los italianos, 
atacados no ha mucho por el cólera y duramente amenazados siempre por todas partes, para obtener de Dios ser preservados del azote, se 
industrien en su honor y sean generosos hasta donde les sea posible? »No es esto conveniente, teniendo ante los ojos los ejemplos del 
Pontífice, el cual ((819)) dio la cantidad de un millón para el nuevo hospital de Santa Marta contiguo al Vaticano, mientras, combatido 
como es por el mundo, lo espera todo y pone toda su confianza en la divina Providencia, atento y absorto en el culto del divino Corazón? 
Pues bien, hágase un voto nacional; y resuélvanse todos los hijos de la creyente Italia, el pobre con su pequeño óbolo, el rico con su 
generoso donativo, a proporcionar el dinero necesario al Padre Santo, para que con la aportación de todos pueda construir la fachada del 
templo italiano de Roma. 

Esta idea del patricio turinés agradó, corrió de boca en boca y encontró promotores. Alcanzó el honor de penetrar en las aulas del 
Vaticano, y el Pontífice reinante la 

1 El Conde César Balbo, nieto del célebre historiador del mismo nombre. 
707 

encontró buena y laudable, la recomendó con carta del E. Cardenal Secretario de Estado, enviada a Turín el día veinte del pasado octubre, 
tuvo la alta dignación de anunciar la bendición apostólica a todo el que colaborase en la noble y santa propuesta, que calificó de VOTO 
NACIONAL DE LOS ITALIANOS AL SAGRADO CORAZON DE JESUS. 

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VOLUMEN XVII Página: 708 

Y ahora, cuando interesa cumplir la propuesta, convertida en sumamente autorizada y se nos presenta más simpática y atrayente, nos 
queda todavía algo por desear, y es que el Episcopado, para promover eficazmente el Voto del pueblo italiano, dé el primer paso. Por eso, 
con la esperanza de un bien grandísimo, se nos perdonará si nos atrevemos a contar con los excelentísimos y venerandos Arzobispos y 
Obispos de la Península, pidiéndoles que se nos unan como compañeros y protectores. La humilde súplica que les dirigimos es ésta: 

-Procuremos, enardecidos todos por el mismo espíritu, recomendar a los fieles el ofrecimiento de su limosna y encargar a los reverendos 
párrocos que los animen y guíen al cumplimiento del voto; procuremos también con ayuda de las Comisiones, de los Congresos católicos, 
donde éstos se hallan constituidos y de las demás sociedades piadosas entre las que nos es grato recordar las de la Juventud Católica y las 
de los Obreros, que se fomente la obra y se abra, de la forma que se considere más oportuna, la suscripción nacional. Nos parece que 
prestarse a este acto solemne de fe y de amor divino equivale a renovar la consagración de nuestras diócesis al divino Corazón de Jesús. 

Sobre el frontis del nuevo templo de Roma, en bellísima lápida de mármol, quedará grabada la actuación de las diócesis italianas 
concurrentes; figurará en el campo de la gloriosa lápida el augusto nombre y el escudo soberano de León XIII. Esa lápida, destinada a ser 
histórica y memorable para todos, hablará de nosotros y de nuestra fe hasta nuestros últimos descendientes. Italia es eminentemente 
católica y quiere ser y permanecer católica; quiere hacer de ello declaración nacional en Roma. íHermosa idea, concepto evangélico! El 
Papa que, sobre la piedra del divino Corazón, abraza, como a hermanos, a los Obispos de Italia; y los Obispos de Italia que abrazan, a su 
vez, en sus propias diócesis y llevan a los pies del Papa a todos los hijos de Italia. El Corazón de Jesús, donde nosotros, padres e hijos, 
pastores ((820)) y , nos encontraremos unidos, será el centro de la vida común. La bendición, que el Vicario de Jesucristo anticipadamente 
nos comparte, es prenda segura para Italia de la bendición de Dios. 

Turín, 16 de julio de 1885, 

fiesta de la Bienaventurada Virgen del Carmen 

Atento y seguro servidor, » CAYETANO, Cardenal Arzobispo 
708 
82 

Cartas relacionadas con la rifa de Roma 
A 

Muy apreciado y venerado don Bosco: 

He tardado mucho tiempo en enviarle el dinero, que hallará incluido en la presente, a cambio de los boletos de la rifa que me envió. La 
verdad es que, en los tiempos que corren, no resulta fácil encontrar gente que pueda contribuir, a no ser con pequeñas cantidades, para 
obras católicas, escuelas, etc. 

Todos somos pobres porque la clase inferior, los obreros, no tienen trabajo; la clase media, los comerciantes, no encuentran quien 
compre y resulta que nosotros, los hacendados, no cobramos nuestras rentas. Todo marcha mal. 

Pero, poquito a poco, he logrado recoger doscientas cincuenta liras, que le envío para el fin propuesto de la nueva casa que se va a abrir 
en Roma y le pido para mí y para todos los que han contribuido un recuerdo en sus cotidianas oraciones. Nuestra pobre patria atraviesa por 

una situación muy crítica, amenazada con una revolución interior en Irlanda y guerras exteriores en Egipto y en la India. 

Pido siempre que se cumpla la santísima voluntad de Dios y que todo resulte para su mayor gloria. 

Mi esposa y mis hijos se encomiendan conmigo a sus buenas oraciones y me profeso siempre, 

Londres, 2 Cromvell Home, 12 de marzo de 1885 

Atento y seguro servidor y amigo, DANBIGH 

B 

Fin de Página: 709 


VOLUMEN XVII Página: 709 

Señora Princesa: 

Reciba, señora Princesa, los diez boletos de la rifa que su caridad me pide. Usted ganará, sin duda, el premio del Paraíso. Pido que le 
quede asegurado. 

((821)) Felices Pascuas, buen principio de año; y que la Santísima Virgen sea para usted y para toda su familia la guía segura en el 
camino del Paraíso. 

Turín, 18 de diciembre de 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

C 

Reverendo Señor: 

S.A.R. el Príncipe de Saboya ha recibido su carta del veintiocho de enero último. Se ha quedado con los doscientos boletos de la rifa, 
cuyo importe hice le fuera entregado anteayer. 
709 
Cumplo ahora el honroso encargo, que Su A. R. me confió, de expresar a V. S. su gratitud por los sentimientos de devoción que le ha 
manifestado y su aplauso por la actividad verdaderamente maravillosa de V. S. para hermanar de mil formas la religión y la caridad 
cristiana con la civilización y el progreso. 

Ruégole acepte mi saludo de admiración y mis devotos sentimientos. 

Turín, 1 de febrero de 1885 

por el Intendente, SALATI 

83 

Carta de don Juan Bonetti a don Bosco 

Muy querido y Rvmo. Padre en J. C.: 

Han comenzado los ejercicios y, al parecer, marchan bien y prometen dar su fruto. Asisten noventa y seis entre señoras, maestras y otras 
venidas ad experimentum y a estudiar su vocación. 

Ahora aquí me tiene para pedirle un favor y se lo pido hoy, fiesta de la Virgen de las Nieves, seguro de que, si puede, lo hará como 
obsequio a María y para provecho de sus hijas. Las ejercitantes, lo mismo que las hermanas, quisieran ver a don Bosco en estos días. 
Muchas de ellas han venido con la esperanza de tener esta suerte y al volver a sus casas, además de su recuerdo, muchas se llevarían el 
deseo de volver también el próximo año, con un gran bien para sí mismas y para el Instituto. Le advierto que algunas, que vinieron el año 
pasado, y no le vieron como esperaban, no han vuelto, por miedo a que les sucediera lo mismo esta vez. ((822)) En efecto, el año pasado 
eran, según me dicen, ciento veinte; y, este año, sólo un centenar y aún es mucho. 

Así, pues, si acaso su salud le permitiese hacer este viaje, le ruego, en nombre de todas, que venga. Si sale de Turín a las ocho y cuarenta 
de la mañana llegará aquí al mediodía. Y, si prefiere salir por la tarde, a las siete, llegará cuando ya refresca, a las diez, y nosotros le 
aguardaremos con el coche en la estación, lo mismo a una hora que a otra. 

»Y cuándo podría venir? Sería preciso buscar la forma de matar dos pájaros de un tiro. Dado que usted tendría que encontrarse en Turín 
el día quince, podría venir aquí el día doce, último día de los ejercicios de las señoras, o también el día trece por la mañana, día de la 
clausura. En ese día por la tarde y el catorce por la mañana ya se encuentran aquí muchas hermanas de otras casas, invitadas para sus 
Ejercicios, y llamadas precisamente con la esperanza de que usted se encuentre en ellos para que, al menos, tengan la fortuna de verle y 
conocerle, puesto que algunas no lo vieron nunca y se sienten en cierto modo apesadumbradas. 

Fin de Página: 710 


VOLUMEN XVII Página: 710 

Después a las seis de la tarde, cuando ya refresca, podrá usted volver a Turín y estar allí para su día onomástico. 

»Qué responde don Bosco a esta propuesta? »Podría ser? »Puede aceptarla? Estas buenas hijas y hermanas han rezado mucho por su 
salud y esperan con fundamento ser oídas. 

No digo más y sólo le ruego tenga a bien encargar a alguno de sus secretarios que 
710 

me conteste en su nombre. Si hace falta, iría a ésa don Luis Bussi para acompañarle; pero aguardo una indicación suya para saber a qué 
atenerme. 

Dios le bendiga, ruegue por mí, que estoy bien hasta la fecha. Le saludan también los reverendos Olmi, Bussi, Campi y Bergese. Muchos 
saludos a la guardia de honor con todo afecto y profunda estima. 

Nizza Monferrato, 5 de agosto de 1885. 

Su atto. y s. s., JUAN BONETTI, Pbro. 

84 (el original en latín) 

Elogio del Obispo de Faenza a los Salesianos 

Y no puedo por menos de hacer mención especial de vosotros que, bajo la guía del Santo de Sales, trabajáis con toda el alma por el bien 
de la juventud y, al mismo tiempo, participaros cuánta alegría me embargó tan pronto como corrió la voz de que habíais fijado domicilio 
estable en la misma ciudad de mi futura Sede. Hombres muy beneméritos de la juventud, seguid haciendo lo que hacéis, me alegro de que 
os dediquéis por completo al cuidado y educación de los niños que más necesitan de vuestro auxilio, a ejemplo de aquel dulcísimo Santo 
bajo cuyas banderas os habéis alistado; el cual recorría toda suerte de subidas y bajadas y angosturas de los montes y allí, con la 
incomparable dulzura de su palabra, instruía a los niños que, en tropel, acudían a él, los apartaba de la peste de Calvino ((823)) y, de 
manera admirable, los ganaba para Cristo. Sed, pues, esforzados y tened por seguro que siempre me tendréis a vuestro lado y cualquier 
cuidado y ayuda, que con el favor de Dios prestéis a la juventud de esta Diócesis, consideraré haberlo hecho a mí mismo. 

25 de marzo de 1885 

85 

Relación de don Miguel Rúa sobre el caso de Catania 

Mientras me encuentro aquí en Sicilia, leo en los diarios algunas noticias sobre las hermanas salesianas de María Auxiliadora y la joven 
Agueda Span\_. 

Como Procurador General de la Sociedad Salesiana, me encuentro en condiciones de dar una explicación clara de los hechos que fueron 
el tema de tales noticias. 

Para evitar cualquier falsa interpretación que hayan podido dejar, considero un deber dar una explicación pública. 

La joven Agueda Span\_, de Catania, hizo apremiantes instancias durante el año 1881 para ser admitida entre las Hermanas Salesianas de 
María Auxiliadora. Después de repetidas peticiones, fue admitida. 

Las condiciones de aceptación exigieron un equipo suficiente, una pensión de treinta liras mensuales durante el tiempo de prueba y, 
después, una dote no inferior a las mil liras. 
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Pero, en razón de la situación económica de la joven Span\_, se tuvo con ella la especial atención de aceptarla con un pobre equipo del 
todo insuficiente y con la escasa cantidad de trescientas dos liras, que servirían para pagar el viaje hasta la Casa Madre de Nizza 
Monferrato (Piamonte) y para la pensión, si sobraba algo. Sin detenerse en el Asilo Carcaci de Catania, la joven Span\_ fue el día 15 de 
marzo de 1882 a la casa de las hermanas, en Bronte, donde entregó doscientas noventa y dos liras con veinticinco céntimos, por haber 
tenido que gastar el resto en el viaje. 

Fin de Página: 712 


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Estuvo más de cuatro meses en Bronte. La mayor parte de este tiempo lo empleó en seguir bordando un pañuelo de linón, que había 
llevado consigo sin acabar y afirmaba ofrecer a la Virgen. 

Como postulante, no podía continuar más tiempo en Bronte, sino que debía trasladarse a la Casa Madre de Nizza Monferrato. 

Al anunciárselo unos días antes, la joven rompió a llorar. 

Preguntáronle el porqué y respondió que no era verdad que la quisieran llevar a Nizza, sino a Catania para devolverla después a su 
familia. 

((824)) Aseguráronle repetidas veces que, en verdad, se la iba a llevar a la Casa Madre, pero nadie logró convencerla. No se serenó hasta 
dejar Catania a sus espaldas y tener la seguridad de que no sería expulsada de la Congregación. 

Al llegar a la Casa Madre de Nizza, la buenas hermanas la trataron con toda la caridad y atenciones, que se suelen prodigar a las 
postulantas, pero, desgraciadamente, no tardó muchos meses en manifestar claros indicios de enajenación mental. 

La llevaron a Turín, donde permaneció algunos días en casa de las Hermanas, con la esperanza de que el cambio de aire y el saber de los 
médicos pudieran ser útiles para su salud. Pero, al ponerse furiosa, fue menester poner a su lado una mujer fuerte y robusta para impedir 
que causase ningún daño a sí misma o a los demás; y se acudió al mismo tiempo a la Dirección del R. Manicomio para que le pusieran la 
camisa de fuerza. Mientras tanto, con muchas molestias y sacrificios, se hicieron los trámites necesarios con la Dirección de Seguridad para 
internarla en el manicomio, donde, asistida con los más solícitos cuidados, pudo recobrar después de dos años el uso de la razón perdido y 
ser llevada a su patria chica. 

Los malos tratos y las torturas, de las que fueron acusadas las Hermanas, no fueron más que la violencia que hubo que hacer y la 
mencionada camisa de fuerza, empleada para bien propio y de los demás. Por otra parte, al salir del manicomio, renovó las más encarecidas 
súplicas para ser admitida de nuevo en la Congregación, lo cual, ciertamente no habría hecho, si en ella hubiese recibido los malos tratos y 
las torturas dichas. 

En cuanto al dinero que llevó consigo, fácil es comprender en qué se gastó, y si tiene derecho a reclamar nada. 

Por otra parte, la cuestión económica ya se examinó por la autoridad civil competente, la cual hubo de reconocer la gran caridad y 
discreción con que fue tratada Agueda Span\_ por las Hermanas Salesianas de María Auxiliadora. 

No estará fuera de propósito recordar que la Span\_, antes de pedir la admisión en el Instituto de las Hermanas Salesianas de María 
Auxiliadora, ya había sido despedida de otro instituto de Catania por su mala conducta y por indicios de locura, de lo cual no se enteraron 
las Hermanas de María Auxiliadora hasta mucho después de su aceptación, a saber, cuando ya se encontraba en el manicomio. Esta 
circunstancia explica lo poco o nada que se extrañó su madre, cuando se le notificó que la hija había sido llevada al manicomio. 

Dadas estas aclaraciones, desistimos de toda otra publicación sobre el particular, 
712 
dispuestos a presentar los documentos a las autoridades competentes si fuera necesario. 

MIGUEL RUA, Pbro.
Procurador General
de la Sociedad Salesiana.


((825)) 86 

Carta de don Francisco Dalmazzo a la condesa Mamiani 

Ilustrísima Señora Condesa: 

V. S. Ilma. me había dado su noble palabra de que, al agravarse la enfermedad de su Ilmo. señor marido, me llamaría inmediatamente 
para que pudiera recibir los últimos sacramentos. Para mi dolorosa sorpresa hube de convencerme de que, no sólo no sería llamado en los 
supremos instantes del ilustre enfermo, sino que, aun cuando yo hubiera ido espontáneamente, no habría sido admitido. En efecto, volví, 
pero, después de reiterados intentos, me fue negado el favor que imploraba; y eso, a pesar de que el boletín sanitario indicaba lenta agonía. 
Fin de Página: 713 


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Lo mucho que me apesadumbró este hecho y la gran responsabilidad que asume V. S. ante Dios y ante los hombres lo dejo a su 
consideración; y también el escándalo que puede seguirse, dado que ningún gran hombre de Estado, muerto de un decenio acá, quiso verse 
privado de los últimos auxilios religiosos. Y el hecho me parece más grave por cuanto me consta, de fuente segura, que el señor Conde 
exclamó en los instantes de mayor desconsuelo: Si los médicos son incapaces de curarme, no me queda más que llamar a mi Cura párroco. 

Perdone la franqueza que me imponen mi ministerio sacerdotal y el aprecio en que tengo al ilustrísimo profesor, y porque estoy 
íntimamente convencido de hacerme intérprete de sus propios sentimientos. Quiera el Señor que mi palabra encuentre eco en el corazón de 

V. S. Ilma. y que todavía lleguemos a tiempo para proporcionarle los consuelos que sólo la religión santísima puede dar. 
Con mis mayores saludos, tengo el honor de profesarme 

De V. S. Ilma., 

Roma, 20 de mayo de 1885 

Su seguro servidor, FRANCISCO DALMAZZO, Pbro. 

87 

Proyecto de convenio aprobado por don Bosco para el Orfanato
de Crosina-Sartori, en Trento


1. El Ayuntamiento de Trento, de acuerdo con la Congregación de Caridad, cede gratuitamente al sacerdote Juan Bosco el uso del palacio 
Crosina y Sartori, con sus anejos y todos los muebles y enseres interiores. 
((826)) 2. Para las huerfanitas, que actualmente ocupan la parte sur del palacio, el 
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Ayuntamiento proporcionará otra casa donde queden albergadas antes de la apertura del Hospicio. 

3. Todas las reparaciones que, según el código civil, corresponden al propietario y las modificaciones y adaptaciones del edificio correrán 
a cargo del Ayuntamiento, quedando a cuenta del sacerdote Juan Bosco las pequeñas reparaciones y el encalado de las paredes interiores. 
Quedan también a cargo del Ayuntamiento todos los impuestos o contribuciones de cualquier género que sean. 
4. Será deber del Director del Hospicio, cuantas veces advierta la necesidad de alguna de las reparaciones a cargo del Ayuntamiento, 
avisar prontamente al Señor Alcalde, el cual estará obligado a hacerlas ejecutar en el más breve plazo posible. 
5. Se hará un inventario exacto de todos los muebles, utensilios, enseres y lencería existentes al presente en el Instituto, que el sacerdote 
Bosco deberá devolver al Ayuntamiento, si quod Deus avertat (Dios no lo quiera), tuviese que dejar el Hospicio; pero en el estado en que 
entonces se encuentren, sin obligación de sustituir por otros los que se hubieren gastado con el uso. 
6. La Dirección y Administración interior del Instituto, la disciplina y el horario de las diversas ocupaciones quedarán confiados 
totalmente al sacerdote Juan Bosco y al director nombrado por éste. 
7. Seguirán viviendo en el Instituto los huérfanos, que actualmente se encuentran, y estarán facultados el Ayuntamiento y la 
Congregación de Caridad para enviar otros en cualquier época del año, previo acuerdo con el Director del Instituto. El Ayuntamiento o la 
Congregación de Caridad entregarán una lira diaria por cada asilado 
8. Para que un muchacho sea aceptado en el Hospicio, tendrá que ser sano, robusto y bien acondicionado en su constitución física; no 
deberá pasar de los catorce años, ni tener menos de diez, y deberá presentar los certificados de nacimiento, bautismo, vacunación y de 
conducta anteriormente tenida, otorgada por el párroco. Se exceptúan los asilados actualmente, los cuales serán incorporados a los que, de 
ahora en adelante, se acepten o formarán grupo aparte, como mejor parezca al Director del Instituto. 
9. Si alguno de los asilados, a cargo del Ayuntamiento o de la Congregación de Caridad, sufriera enfermedad contagiosa o crónica, 
tuviera conducta inmoral o, por cualquier otro motivo, resultara perjudicial para los compañeros, el Director informará al Alcalde y al 
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VOLUMEN XVII Página: 714 

señor Presidente de la Congregación de la necesidad de que salga del Hospicio y ellos le enviarán a otra parte en el más breve tiempo 
posible. 

10. El sacerdote Bosco estará facultado para admitir en el mismo Instituto, además de los asilados a cargo del Ayuntamiento y de la 
Congregación ((827)) de Caridad, a otros muchachos que le fuesen recomendados por los padres o bienhechores y con las condiciones que 
estimase más convenientes. 
11. El Director del Instituto tendrá plena facultad para dedicar a un arte u oficio o a los estudios a cualquiera de los muchachos asilados. 
12. Todos los talleres y clases estarán dentro del Instituto y, por consiguiente, no se permitirá a ningún asilado seguir los estudios o el 
aprendizaje fuera del Instituto. 
13. Los muchachos del Instituto vestirán, para salir, el uniforme actual, si así lo desean el Ayuntamiento o la Congregación de Caridad. 
14. El régimen de comidas y el horario de clases y talleres será, poco más o menos, igual al de los alumnos internos del Oratorio de San 
Francisco de Sales en Turín. 
15. Este convenio entrará en vigor el mismo día de la apertura del Instituto y 
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durará cinco años. Si, a los tres años, no hubiera intimación por ninguna de las partes, se considerará renovado el convenio por otro 
quinquenio. 

16. Si el Ayuntamiento quisiese revocar para sí el uso del colegio, tendrá que dar aviso formal de ello a don Juan Bosco cuatro años antes 
y compensarle por los gastos que tuviese que hacer para el viaje del personal y transporte de los muebles de su pertenencia. 
88 (el original en castellano y, tal y como se presenta) 

Respuesta dictada por don Bosco
a una petición para abrir una casa en Vigo


Señor D. Casimiro: 

Recibimos su carta fechada el 19 del mes pasado, en que solicita los Salesianos para que pongamos allí un establecimiento de niños 
aprendiendo artes y oficios. 

Ojalá pudieramos satisfacer sus deseos de V. y llenar las necesidades de tanta pobre juventud desamparada y menesterosa de cristiana 
educación. 
Mas las muchas casas que tenemos en Italia, Francia y América y las recién establecidas en Utrera y Barcelona nos han agotado todo el 
personal disponible y no nos es posible atender por ahora a la solicitud de V., aunque deseamos extender el reino de Dios en las almas de 
muchos niños. 

Ruegue, pues, para que Dios bendiga nuestra Congregación y nos mande personal en las casas de España, y entonces no será dificil el 
que pongamos raices en Vigo tambien. 

((828)) Aprovecho la ocasión para agradecerle a V. los obsequios a nuestro Padre Superior D. Juan Bosco y para encomendar en sus 
fervientes oraciones a su A. S. y Capellán. 

Turín, 7 de enero de 1885. 

ANTONIO RICARDI Pbro., Secretario. 

Carta del Nuncio en España, Rampolla, a don Bosco 

Fin de Página: 715 


VOLUMEN XVII Página: 715 

Rvmo. Señor: 

Me anima a favorecer la instalación de un Instituto Salesiano en esta Capital, para la corrección de la juventud pobre y abandonada, el 
sincero aprecio y particular benevolencia que profeso a la Congregación que usted tan dignamente preside. Me es, por tanto, grato renovar 
la manifestación de estos sentimientos de mi alma, al contestar a su apreciadísima carta del día cinco de los corrientes. Y como, por la 
comunicación hecha al señor Silvela, advierto con gusto el armónico acuerdo de los deseos de esta Comisión de Patronato con las sabias 
normas directivas a las que se ajusta la benemérita Congregación Salesiana, abrigo la confianza de que ésta pueda en breve extender el 
campo de sus obras a Madrid. Por mi parte, le repito gustoso lo 
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que tuve ocasión de manifestar al padre Branda, es decir, que siempre me encontrarán dispuesto a prestarme, hasta donde pueda, al buen 
resultado de la fundación propuesta. 

Me encomiendo con confianza a las oraciones de V. S. y suplico al Señor bendiga a toda la Congregación Salesiana y colme de gracias y 
favores a su dignísimo Superior, mientras tengo el gusto de profesarme con los sentimientos de mi distinguido aprecio 

Madrid, 11 de octubre de 1885 

Su seguro servidor,
» M. Arzobispo de Heraclea.
Nuncio Apostólico


90 (el original en castellano, tal y como se presenta) 

Carta del ministro Silvela a don Bosco 

Muy Sr. mío y respetable Amigo: 

Recordará la visita que tuvimos el honor de hacerle el señor Lastres y yo cuando nos dirijiamos a Roma para representar al Gobierno de 
España en el Congreso penitenciario, reunido en Noviembre último. ((829)) Entonces, reiterando el ruego que habíamos hecho al Padre 
Branda, Director de los Talleres de Barcelona, suplicamos a Ud. encarecidamente nos prestara el auxilio de la Congregación Salesiana para 
nuestra Escuela Santa Rita, consagrada a la educación correccional de la juventud y para que pudiese juzgar por completo nuestro 
pensamiento les entregamos ejemplares del folleto impreso en francés, donde constan los antecedentes, la ley que autoriza nuestra Escuela 
de Santa Rita y nombre de los patronos fundadores. 

Como le dijimos, tenemos terminados dos edificios de los que han de componer la Escuela y en los cuales hay capacidad suficiente para 
albergar por ahora 2 5 niños enviados por la Administración y 4 sometidos a corrección por acuerdo del padre o Jefe de la familia. La 
opinión pública y la Junta que tengo el honor de presidir apremia para que la Escuela se abra y sólo esperamos la contestación de Ud., 
asegurándole nos sería por todo extremo satisfactorio se resolviese a concedernos su auxilio y alguno de los hermanos Salesianos y, de 
acuerdo con el Padre Branda, convendríamos los detalles para poder inaugurar inmediatamente nuestra Escuela. 

Por lo dicho comprenderá lo urgente de su contestación, que le suplico a la mayor brevedad para dar cuenta a la Junta, en nombre de la 
cual, del Señor Lastres y en el mío le envío un respetuoso saludo a la vez que tributo de admiración, y sabe que puede ordenar cuanto guste 
a su atento S. S. 

Madrid, 5 marzo de 1886. 

Su casa. Calle de Almagro 28. 

q.b.s.m. 
MANUEL SILVELA. 
716 

91 

Fin de Página: 717 


VOLUMEN XVII Página: 717 

Otra carta de monseñor Rampolla a don Bosco 

Reverendísimo Señor: 

Mucho me alegro de saber que ha venido usted a España, pues no dudo que, conociendo más de cerca la piedad y religiosidad de las 
poblaciones españolas, se animará cada vez más con el deseo de procurarles el grandísimo bien que ciertamente recibirían con la extensión 
y multiplicidad de casas salesianas. El egregio señor don Manuel Silvela no ha perdido la esperanza de lograr que usted acepte, para la 
Congregación que dignamente preside, la dirección del Instituto de beneficencia que se desea fundar en los aledaños de esta Capital y del 
que usted ya está informado; no obstante, habiendo venido ayer a la Nunciatura, me renovó el ruego de que facilitara la satisfacción de su 
((830)) deseo; y yo, por adherirme a tan respetable instancia, no puedo dejar de repetirle que hago votos para que se encuentre en 
condiciones de poner a su benemérita Congregación a la cabeza de un Instituto tan benéfico e importante. Dicho señor me ha confirmado 
que la Comisión iniciadora del conocido proyecto está dispuesta a hacer cuanto sea necesario para llevarla a cabo, de acuerdo con las 
normas y constituciones del Instituto Salesiano. En vista de esta afirmación, me es grato esperar que no esté lejos el día en que los 
beneméritos salesianos puedan extender sus cuidados en favor de la juventud pobre y abandonada de esta Capital y con esta esperanza le 
renuevo los sentimientos de la distinguida estimación con que me profeso. 

Madrid, 17 de abril de 1885 

Su atento y seguro servidor, » M. Arzobispo de Heraclea 
Nuncio Apostólico 

92 

Convenio entre la Excelentísima Comisión de Madrid
y el sacerdote Juan Bosco para la fundación
de un hospicio para muchachos pobres y abandonados


Con el caritativo fin de socorrer a la juventud pobre y abandonada de la ciudad de Madrid, se conviene entre la Exma. Comisión 
gubernativa y el sacerdote Juan Bosco, Fundador y Rector de la Pía Sociedad de San FRANCISCO DE SALES, cuanto sigue: 

1.° La Comisión cede gratuitamente al sacerdote JUAN BOSCO el uso del edificio para el fin propuesto con sus dependencias y todos 
los muebles y enseres necesarios. 

2.° Se abrirá el Instituto internado para muchachos huérfanos o abandonados por sus padres, pero que no hayan sido condenados por 
faltas cometidas. 

3.° Todas las reparaciones que, según el código civil, corresponden al propietario, las modificaciones y adaptaciones del edificio correrán 
a cargo de la Comisión, quedando a cargo del sacerdote Juan Bosco las pequeñas reparaciones. Estarán también a 
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cuenta de la Comisión todos los impuestos y contribuciones de cualquier género que sean. 

4.° Cuidará el Director del Centro, siempre que advierta la necesidad de muebles, enseres o de alguna de las reparaciones a cargo de la 
Comisión, de avisar enseguida al señor Presidente, el cual tendrá el deber de realizarlas en el más breve plazo posible. 

((831)) 5.° Se hará un inventario exacto de todos los muebles, enseres y objetos existentes en el Instituto, que el sacerdote Bosco deberá 
devolver, cuando tuviese que abandonar el Hospicio; pero en el estado y condición en que entonces se encuentren, sin obligación de 
sustituir por otros los que hubiesen quedado inservibles con el uso. 

6.° La Dirección y Administración interior del Instituto, la disciplina y el horario de las diversas ocupaciones estarán totalmente 
confiados al sacerdote Juan Bosco y al Director por él nombrado. 

7.° La Comisión abonará ... céntimos diarios por cada uno de sus recomendados y entregará anualmente la cantidad de ... liras para el 
director, maestros, asistentes y personas de servicio etc. 

8.° Para que un muchacho sea aceptado en el Hospicio deberá ser sano, robusto y de constitución física bien acondicionada, con no más 

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de catorce años y no menos de nueve. Tendrá que presentar los certificados de nacimiento y bautismo, de vacunación y de la conducta 
tenida anteriormente, otorgada por el párroco, 

9.° El sacerdote Juan Bosco estará facultado para admitir en el mismo Instituto, además de los asilados a cargo de la E. Comisión a otros 
muchachos que le fueran recomendados por los padres o bienhechores y con las condiciones que juzgare más convenientes. 

10.° El Director del Instituto tendrá facultad para dedicar a un arte u oficio o a los estudios a cualquiera de los muchachos asilados. 

11.° Todos los talleres y clases estarán dentro del Instituto y, por consiguiente, no se permitirá a ningún asilado seguir los estudios o el 
aprendizaje fuera del Instituto. 

12.° La Comisión ayudará, con todos los medios que le fuere posible al Director, para que no falte a los asilados el trabajo en que 
ocuparse y aprender de este modo un oficio para ganarse honradamente el sustento. 

13.° El régimen de comidas, el reglamento y el horario de clases y talleres serán poco más o menos igual al de los alumnos internos del 
Oratorio de San FRANCISCO DE SALES en TURIN, a salvo los cuidados pedidos por la diversidad de clima y costumbres. 

14.° Este convenio entrará en vigor el mismo día de la apertura del Instituto y durará cinco años. Si, a los tres años, no hubiera 
intimación por ninguna de las partes, se considerará renovado el Convenio por otro quinquenio. 

15.° Si, más adelante, quisiese la Comisión revocar para sí el uso del edificio, tendrá que dar aviso formal de ello al sacerdote don Juan 
Bosco cuatro años antes y compensarle por los gastos que tuviese que hacer para el viaje del personal y transporte de los muebles de su 
pertenencia. 
718 

((832)) 93 

Tercera carta de monseñor Rampolla a don Bosco 

Muy apreciado Señor: 

Le doy cordiales gracias por la atenta felicitación que tuvo a bien dirigirme también este año con ocasión de las santas fiestas de Navidad 
y, correspondiendo a la misma, le deseo de Dios toda suerte de gracias y satisfacciones. Extiendo también mis augurios a toda la 
Congregación que usted preside, pidiendo al Señor que multiplique sus miembros y bendiga su trabajo en favor de la juventud, tan 
necesitada en nuestros días de una buena educación. El interés que tengo por España y la experiencia del gran bien que en ella realizan los 
Salesianos, tanto en Barcelona como en Utrera, me hace desear de una manera especial que su Congregación pueda extenderse hasta esta 
capital; no sé decirle por qué motivo no se haya dado adecuada respuesta a la comunicación con que usted remitió al senador Silvela el 
proyecto de contrato que se le pidió; creo que, uno de estos días, tendré ocasión de ponerme al habla con algún miembro de la familia del 
dicho indicado señor, y esté usted seguro de que no dejaré escapar la ocasión de confirmar mi personal benevolencia hacia la Congregación 
Salesiana. 

Encomendándome, mientras tanto, a sus oraciones y a las de sus numerosos y dignos hijos, le renuevo el testimonio de afectuoso aprecio 
con que tengo la satisfacción de repetirme 

Madrid, 5 de enero de 1887 

Afmo. servidor,
» M. Arzobispo de Heraclea Nuncio Apostólico


Carta de don José Lazzero a Monseñor Cagliero 

Muy apreciado Monseñor: 

Nuestro amado Padre don Bosco, con el fin de tomar las medidas para tutelar la situación de sus hijos, me encarga te notifique que, en el 
caso de algún vejamen por parte de las Autoridades del Estado contra las Congregaciones religiosas, entre las que estuviésemos nosotros 

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incluidos, exhortes al Superior local de ahí a presentarse a las Autoridades competentes, al Cónsul italiano, etc., para exponer y hacer valer 
las siguientes razones. 

1.° Se pone de relieve en nuestras mismas constituciones, que nosotros no debemos ser considerados como una Congregación religiosa, 
sino como una sociedad civil; ((833)) en efecto, somos propietarios individualmente, etc. y reconocidos como tales en Italia, Francia y 
España. 

2.° Vivimos en nuestra casa; por consiguiente, gozamos de todos los derechos concedidos a los demás ciudadanos libres, aunque sean 
forasteros. 

3.° Además, hemos ido a América con el encargo particular de instruir y educar a 

los italianos, según se concertó con el ministerio del Reino de Italia, del que formaban parte Crispi, Lanza y Depretis. 

A ésta pueden añadirse todas las demás razones que puedan tener fuerza local. 

Te adjunto copia de la carta dirigida a don Bosco por el mismo Mancini, cuyo original guardamos en nuestro archivo. Observa que en 

ella no hay límite y habla de América del Sur, de modo que dichas observaciones valen para Argentina, Uruguay, Brasil, etc. 

Se envió directamente a don Luis Lasagna una copia de la presente, unida a la de Mancini. 

Por ahora, nada más de particular. Esperamos recibir dentro de pocos días noticias de vuestra feliz llegada, sanos y salvos. 

Todos los que me encuentran, me piden noticias de monseñor Cagliero y me encargan enviarte sus saludos y yo acepto muy gustoso el 

honroso en cargo. 

Pido tu pastoral y episcopal bendición para Papá, para mí y para toda esta casa. Beso espiritualmente tu sagrado anillo y me profeso 

Turín, 10 de marzo de 1885 

Afmo. en J. y M., JOSE LAZZERO, Pbro. 

95 

Carta de monseñor Cagliero a León XIII en su día onomástico 

Beatísimo Padre: 

El día dieciséis de agosto, dedicado al glorioso patriarca San Joaquín y día onomástico de V. S., fue una fecha de santos recuerdos y de 
júbilo extraordinario para nosotros los misioneros salesianos de Patagonia. Unidos con la mente y el corazón a todos vuestros hijos del 
orbe Católico, hemos celebrado también nosotros este día solemne a orillas del Río Negro. Nuestros buenos neófitos han rogado con 
nosotros al gran Padre que está en los Cielos, para que bendiga y guarde ad multos annos al gran Padre y pastor que nos ha dado aquí abajo 
en la tierra. 

Y le hemos pedido mucho que consuele y aliente a V. S. en las presentes tribulaciones y apremiantes necesidades de la Iglesia. 

((834)) A primeros del pasado julio, después de superar no pequeñas dificultades, llegaba hasta mis salesianos en este inmenso campo 
evangélico. 

Uno de mis primeros cuidados fue buscar, en este vastísimo desierto, una hermosa flor para ofrecérsela como prenda de nuestro 
inmutable afecto y profunda gratitud, a Vuestra Santidad. Y la divina Providencia me presentaba esta flor precisamente en su día 
onomástico, en el cual tuve la satisfacción de dar la vida de la gracia, con las aguas del Santo Bautismo al hijo de Likuful, príncipe de los 
Caciques de Angol. 

Tiene veinte años de edad, y Jesús añadió a sus buenas prendas naturales las inefables bellezas de la gracia. 

Fin de Página: 720 


VOLUMEN XVII Página: 720 

Y vestido así, de gracia y de inocencia, lo ofrecía a V. S., Beatísimo Padre, con el glorioso nombre de Joaquín Francisco Likuful. 

Recibid, pues, Beatísimo Padre, esta primera azucena recogida en el vastísimo 
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Vicariato, que V. S. se ha dignado confiarme y bendecid a este hijo del desierto, convertido en hijo de la gracia y de V. Santidad. 

Dignaos, Beatísimo Padre, bendecir a nuestra misión, a nuestros neófitos y a mis hermanos salesianos, sacerdotes, clérigos y catequistas 
y a las Hermanas de María Auxiliadora, que han ofrecido a María Inmaculada un hermoso y nutrido grupo de jovencitas. 
Bendecid, por fin, a Patagonia y a su primer Vicario Apostólico, que, postrado ante Vos, besa el sagrado pie y se profesa 
DeV. S. 
Carmen de Patagones, 27 de agosto de 1885 
Afmo. y sumiso hijo, » JUAN, Obispo de Mágida 
Vicario Apostólico 

96
Carta de monseñor Cagliero a don Bosco


Reverendísimo y amadísimo Padre en J. C.: 

Acabo de llegar de mi primera excursión apostólica por las orillas derecha e izquierda del Río Negro. Hemos visitado diez estaciones, 
llegando hasta Conesa y pasando a la vuelta por Pringles. 

Mi ejército se componía de un ayudante de campo, don Domingo Milanesio, de Zanchetta, un coadjutor de la casa, un soldado de escolta 
y doce caballos. 

Mi uniforme era: botas hasta la rodilla, pantalones, sotana, cruz pectoral, faja y el famoso poncho, o capote negro, que me defendía del 
polvos, del viento y de la lluvia. 

Comíamos lo que encontrábamos, cuando lo encontrábamos, y donde no podíamos encontrar nada, estábamos a merced de la 
Providencia. Y me vinieron de perlas ((835)) los recuerdos de las excursiones que V. P. nos acostumbró a hacer desde I Becchi a la ventura 
por las colinas del Monferrato. 

Y la Providencia, como entonces, se portó también ahora como verdadera madre. No nos faltó nada: el agua del Río Negro, que corre 
abundantísima, es dulce, suave y refrigerantes máxime cuando uno está cansado, agotado y con la garganta llena de polvo. 

Pienso poder escribir a don Julio Barberis las dificultades, bellezas y curiosidades de esta primera visita pastoral para temas de estudio, 
puntos de meditación y normas de sus novicios, los futuros apóstoles. 

El viaje duró un mes sobre una extensión de cuarenta leguas, o sea doscientos kilómetros, como de Turín a Génova. Eso, sin contar el ir y 
venir de un rancho a otro, cabañas o colonias. A la vuelta devorábamos, a caballo de fuertes corceles, hasta sesenta kilómetros de un tirón. 
Y don Domingo Milanesio aguantó cien a continuo galope. 

Me hospedé en casa de muchas familias de indios; hemos bautizado a sesenta y catequizado y confirmado a muchos más. íHe logrado 
repartir doscientas comuniones! Cosa rara hasta ahora, pero que será más frecuente en el porvenir. En el pasado, sólo se hacían estas 
excursiones para bautizar y confirmar. Y vi la necesidad de 
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alimentar a estos bautizados y confirmados, si se quiere salvar sus almas. íHubo muchas primeras comuniones de niños y niñas de 
cincuenta, sesenta y setenta años! Eran almas inocentes recién bautizadas y confirmadas. El sacramento del Matrimonio echaba las bases 
de una familia cristiana más y una choza menos de salvajes. 

Fin de Página: 722 


VOLUMEN XVII Página: 722 

Todas estas satisfacciones compensan con creces nuestros sudores, fatigas, cansancios, incertidumbres e incomodidades sin cuento. He 
apresurado la vuelta para bendecir la iglesia de Viedma reconstruida y restaurada con primor. Verdad es que nos cuesta un ojo de la cara y 
hemos contraído una deuda con el Banco; pero era indispensable para el bien y el honor de la misión y de la Congregación. 

Después de Navidad, iré a Buenos Aires y a Montevideo para los santos ejercicios. Tengo buenas noticias de Colón, no tanto de Brasil, y 
menos de Buenos Aires. Pero el Señor y María Auxiliadora nos ayudarán. Don Antonio Paseri desde el cielo defenderá nuestra causa ante 
la Divina Misericordia. El personal que tengo conmigo es bueno y también bueno para p...o...c...o. En la próxima excursión, que hará don 
José Fagnano a la Tierra del Fuego, le daré a don Evasio Rabagliati por compañero. 

Don Angel Savio partió para Río Santa Cruz y don José María Beauvoir no pudo acompañarlo porque el gobierno piensa en la 
persecución y no en la religión. Note que don Angel Savio fue aceptado como agrónomo. Así que estoy sobre ascuas y aprovecharé el 
primer barco que salga para aquella región. 

Nos acercamos a una época crítica íla de la elección del nuevo Presidente! íMuchos pierden el dinero, otros la razón y muchos han 
perdido ya la vida! íMe parece que habrá otra vez una lucha ((836)) cruenta! íííY están en el poder el arbitrio, el despotismo, el latrocinio, 
la impiedad y el asesinato!!! 

íY eso en Chile, en Perú, en Buenos Aires y en Montevideo! íLos tiranos de Siracusa tienen aquí a sus condignos hermanos! 

Aquí, en Carmen de Patagones, estamos en manos de la Providencia y con temor. En una visita, que hice al Gobernador, me habló claro 
de sus propósitos, que son apoderarse por la fuerza del territorio de la Provincia y hacer de Patagones y Viedma una sola Capital. 

La prensa diaria nos insulta y él deja que se nos insulte. La política lo ciega, puesto que él pertenece al partido adverso a la religión. íMe 
recibe bien y dice que sí a todas mis propuestas; pero, después, no sé si, en fin de cuentas, saldré ganancioso! íQue Dios nos dé suerte! 

El espíritu de las dos poblaciones va despertando poco a poco y adelantando en el bien, y ése es el motivo de la rabia de Satanás y de sus 
secuaces. 

Ruegue por nosotros y por nuestras misiones y para que Dios me dé las luces oportunas y las necesarias virtudes para mi nuevo estado y 
situación. Don Remotti, Piccono, Pestarino y el clérigo Dallera del Sud; don Fagnano, Riccardi, Fassio, Daniele y el clérigo Stefenelli; don 
Milanesio y Panaro y Zanchetta y coadjutores y hermanas y niños y niñas le piden conmigo la Santa Bendición. 

Patagones, 12 de diciembre de 1885 

Afmo. hijo en J. C.
,
» JUAN, Obispo de Mágida


97 

Carta de monseñor Cagliero a don José Lazzero 

Mi querido Lazzero: 

Si llego a Papa, te haré Cardenal, aunque no sea más que por la puntualidad, rapidez, sinceridad y generosidad con que me pones al 
corriente de las cosas del Oratorio y de la Congregación. Tus cartas son tema de las Conferencias que tenemos todos los jueves. 

Don Riccardi escribe por mí una carta a nuestro querido padre y yo le escribo otra por cuenta de monseñor Cagliero; y son nuestras cosas 
de familia. Por unas y por otras te enterarás de todo lo que hay que saber. 

Da las gracias a Dogliani por su bonita carta y dile que la misa de Santa Cecilia, entregada a Buzzetti en propiedad, se ejecute, si es 
posible, como la de Haydn con acompañamiento de algunos instrumentos de cuerda y dedicada, ((837)) si os parece bien, a Su E. Rvma. el 
Cardenal. El autor no tiene que llevar más título que éste: J. Cagliero; y tú quedas nombrado ejecutor testamentario. 

Dentro de poco, enviaré otra bonita misa fúnebre ferial para los muchachos de nuestros colegios, con bajo y tenor ad libitum. Y está 
compuesta según el género actualmente pedido por la Sagrada Congregación de Ritos. 

Y sólo para que conste que el antiguo valor musical todavía no ha muerto y también para proporcionar a este mi Vicariato su repertorio. 

Fin de Página: 723 


VOLUMEN XVII Página: 723 

Tan pronto como veas al nuevo personajillo (don Francisco Cerruti), llegado de Alassio para ocupar el sitial capitular de Turín, salúdale 
muy afectuosamente de mi parte y dile me perdone si, por falta de tiempo y de lugar, no he podido asistir a su recibimiento. 

Salúdame al nuevo Prefecto de Turín, esto es, de la Congregación, don Celestino Durando y dile que me encomiendo a él por caridad; si 
hubiese heredado la caja de caudales, dile que soy pariente de Crispín 1. Saluda y da las gracias a don Antonio Sala por su hermosa carta y 
su magnífico proyecto, maternal. 

A don Juan Bonetti, don Juan Bautista Lemoyne y don Juan Bautista Francesia y al Vicario I preséntales mis saludos y diles que yo soy 
el Vicario I de Patagonia y el segundo de la Congregación. 

Saluda a los alumnos que han comulgado por mí y a Suttil, a Pelazza, a Grasso y a Buzzetti. 

Salúdame a las magnas 2 y a las hermanas y que recen por mí. 

Patagones, 12 de diciembre de 1885 

Afmo.
,
» JUAN, Obispo


1 Esto es, que estoy sin blanca, como el Crispín del divertido melodrama Crispino e la Comare (Crispín y la Comadre) de los hermanos 
Ricci, napolitanos. 

2 Lo mismo que en el Oratorio se llamaba barbas a los fámulos, así en las Hermanas se llamaba magnas (tías) a algunas señoras que 
convivían con ellas, no como sirvientas, sino como personas de la casa. 
723 

98 

Carta de don José Vespignani a don Bosco acerca
de las casas de Buenos Aires en 1885


Muy reverendo y venerando Padre: 

íQué gusto poder empezar el año, escribiendo a nuestro carísimo Padre! Verdad es que las felicitaciones no llegan a tiempo, pero llegarán 
nuestras noticias para hacer más espléndida a su corazón de padre ((838)) la fiesta de san Francisco de Sales. Hemos llegado, gracias a 
Dios, al fin del curso escolar, que fue muy satisfactorio por la piedad y por la conducta de los muchachos. Su número aumentó mucho este 
año, lo mismo en este colegio que en los otros colegios y oratorios de la ciudad. El número de nuestros alumnos llegó a ciento noventa 
internos, entre aprendices y estudiantes, y setenta externos, la mayoría de los cuales está con nosotros desde la mañana hasta el anochecer. 
íCuántas primeras Comuniones ha habido sólo aquí! Leo en el registro, expresamente destinado a ello, que se prepararon: para la fiesta de 
san José (la primera del curso aquí entre nosotros), trece primeras comuniones; para Pascua, veinticinco; para Pentecostés, catorce. En la 
fiesta de María Auxilidora, en la iglesia a Ella dedicada y por mano de monseñor Cagliero como conclusión de los ejercicios espirituales, 
treinta y dos; en la fiesta de la Asunción de María y cumpleaños de nuestro venerado padre don Bosco, treinta y cinco primeras 
comuniones; para san Carlos, titular de la Parroquia y con ocasión del tercer Centenario de la vocación de san Luis (dos de noviembre), 
veinticuatro. En la conclusión del mes de María, fiesta de la Inmaculada Concepción, veintinueve comuniones. En la noche de Navidad, 
ocho. Total de primeras comuniones entre estudiantes, aprendices y externos: ciento ochenta, además de otras, que, por motivos especiales 
se hicieron aisladamente. El Señor nos ha hecho conocer este año la importancia de la primera comunión hecha en el colegio y, por eso, 
nos hemos esmerado todo lo posible para que no pase por el Colegio ningún muchacho sin recibir este divino Sacramento. Atribuimos a 
este feliz éxito de nuestra misión catequística el hecho excepcional de este curso, a saber, el no haber tenido que expulsar del colegio a 
ninguno, por faltas graves de irreligiosidad e inmoralidad, mientras que, otros cursos, nos vimos obligados a castigar con la expulsión hasta 
catorce en un solo mes, cuya conducta inmoral podía ser contagiosa e incorregible. Bendito sea por ello el Señor, que nos dio, este curso, 
una lección de pedagogía tan hermosa y elocuente. 

Resultados parecidos se han obtenido en la Boca, donde acuden al Oratorio festivo unos doscientos muchachos; casi otros tantos van al 
de Santa Catalina, aún en sus comienzos, y más todavía a la Capilla Italiana, donde por cierto hay mayor número de primeras comuniones 
no sólo en las fiestas principales, sino casi todos los domingos. Podemos, pues, decir que, durante este curso, tuvimos constantemente un 

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millar de jovencitos bajo nuestra dirección espiritual, que se educan según los principios de la santa Religión, santifican la fiestas y reciben 
con regularidad los santos sacramentos. Pero casi me atrevo a decir que los esfuerzos de los Salesianos son superados aquí, por la actividad 
con que trabajan las Hijas de María Auxiliadora, que son también dignas hijas espirituales de don Bosco. 

Fui enviado por nuestro Superior a las casas de las Hermanas, para asistir a los exámenes, y quedé admirado al ver cómo el sexo débil 
nos gana en valor y alcanza 
724 

contra el demonio ((839)) triunfos mayores que los nuestros. Pienso que nuestro reverendo señor Inspector me envió adrede a sus casas 
para que refiriese a los hermanos el bien que vi hacer en ellas y así nos animáramos a hacer otro tanto con nuestros muchachos. Vi un 
grupo de muchachitas que saben el catecismo a la perfección, se glorían de llevar públicamente la medalla de hijas de María, ciento veinte 
en Morón, más de ciento en San Isidro, doscientas veinticinco en la Boca, y más de ciento en Almagro, sin contar nada más que las que 
frecuentan normalmente las escuelas. Para saber las que acuden al Oratorio festivo, hay que duplicar el número; en efecto, en la Boca se 
han visto algunos domingos hasta cuatrocientas y en Almagro, trescientas. Tenemos, pues, dos mil almas de ambos sexos (en Buenos Aires 
y alrededores), que son atendidas por los hijos e hijas de don Bosco. Los medios para fomentar la piedad son siempre los mismos que 
hemos aprendido de su paternidad, esto es, las Compañías de San Luis, Santísimo Sacramento, San José, Inmaculada Concepción y Angel 
Custodio para los pequeñitos; con la actuación ordinaria de estas asociaciones se ve florecer la frecuencia de los santos sacramentos, se 
logra una instrucción religiosa más cuidadosa por medio de conferencias y se consigue formar muchos celadores, custodios de la moralidad 
entre los mismos muchachos. 

Entre las alumnas internas y externas de las Hermanas, se ve también un fervor admirable, promovido por la Asociación de las Hijas de 
María, que ofrecen un verdadero espectáculo en la Boca, en Almagro, en San Isidro, en Morón, y en otras casas de Hermanas Argentinas 
dirigidas por nosotros. 

Alégrese, pues, don Bosco, ya que el Señor bendice a los Salesianos también aquí en estas lejanas regiones y nuestros pobres trabajos se 
ven coronados por un éxito que supera nuestras esperanzas. íQué gusto se experimenta al trabajar por el Señor con una pobre juventud que 
corresponde tan bien y según el espíritu salesiano, que ofrece medios tan seguros y tan variados para hacer el bien a las almas! Me ha 
cabido en suerte la inmensa gracia de asistir hasta el último instante a nuestro llorado Paseri y soy testigo de una gran verdad, esto es, que 
una muerte dulcísima corona la vida de un buen Salesiano, que se sacrifica en favor de los niños pobres y abandonados. Esperamos que el 
ejemplo de este verdadero misionero será imitado por muchos de nosotros y que, por lo tanto, veremos florecer muchos y abundantes 
frutos en el campo salesiano. 

No quiero dejar de relatar un acontecimiento que ha venido a coronar el curso escolar y que le agradará. Es el bautismo solemne de tres 
jóvenes ya creciditos, que nos envió la divina Providencia en estos dos últimos meses del curso y que van acompañados de circunstancias 
consoladoras y extraordinarias. El primero era de Santa Catalina, y lo llamamos todavía «el niño del padre Paseri», porque nos lo trajo él. 
Aquel buen salesiano se dio cuenta, apenas llegó a Santa Catalina, de que uno de sus alumnos llamado Aníbal Porcel, por negligencia de 
((840)) su padres (o, más bien, impiedad del padre) no estaba todavía bautizado, a pesar de tener ya doce años y tener extraordinaria 
inteligencia y buenas cualidades morales. Se informó de la condición de la familia y sacó en conclusión que no se podía educar 
cristianamente a aquel jovencito, si no se le admitía como interno gratuito aquí en San Carlos. Fue admitido por nuestro Superior y la 
madre del jovencito colaboró al éxito de esta iniciativa. Don Antonio Paseri ya lo había instruido, aquí en el Colegio reformó más sus 
costumbres y moderó algo su desenfrenada vivacidad, para que comprendiera lo que se tenía que realizar en él; puede decirse que, hasta la 
hora de su agonía, el buen padre Paseri le fue preparando y se fijó la ceremonia del Bautismo para el día de san Martín. Se invitó para las 
tres de la tarde a los padrinos, que fueron los esposos Paglieri, padres 
725 

de uno de nuestro clérigos. »Quién hubiera pronosticado que, a la misma hora de las tres y media, cuando este jovencito Martín Aníbal 
nacía a la gracia del Bautismo, su catequista Paseri nacía, como esperamos, para la gloria, expirando a la misma hora? Nadie podía 
imaginar semejante coincidencia; por eso, fue para todos una admirable y dulce sorpresa al ver cumplirse aquello del Animam salvasti, 
animam tuam praedestinasti. Martin se hizo bueno, diligente y piadoso; se confesó e hizo la primera Comunión con gran transporte de 
devoción en la Nochebuena; sólo con tres meses de estudio, ganó dos premios en los exámenes y esperamos que, al comenzar el curso 
escolar, su padre lo dejará volver, pues también él parece reconocer el saludable efecto de los santos sacramentos en su hijo. 

María Santísima nos preparaba otra admirable coincidencia para el quinto día de su mes, como para distraernos de la aflicción que nos 
causó la inesperada muerte del padre Paseri; porque, en el momento en que él expiraba, se presentó un joven que se decía protestante, 
acompañado por su padre, que quería aprender el oficio de encuadernador y conocer la religión católica. La sencillez del joven y la 
franqueza con que nos aseguró que sentía estímulos interiores, que lo movían hacia nuestra santa religión, nos hicieron pasar por alto sus 
dieciocho años de edad y otras pequeñas condiciones del programa del Colegio. Al principio se notaba en él mucha frialdad para decidirse, 
aunque se veía que hablaba sinceramente y deseaba instruirse; no faltaba nunca a los sermones del mes de María; durante el recreo de 
después de la comida, paseaba con un clérigo y se hacía explicar la religión; incluso, mientras trabajaba en el taller, pedía a los más 

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pequeños explicación de alguna verdad o ceremonia religiosa. Mientras tanto, llegamos a descubrir algún enredo o estafa por parte de los 
presuntos protestantes. Supimos que el joven y toda su familia, de catorce personas, eran judíos de pura cepa; que el padre, que había 
educado al joven, era al mismo tiempo Rabino en su casa y con los judíos, y protestante (por lo menos en apariencia) en el templo público 
de los protestantes suizo-alemanes, que éstos ((841)) tienen en Buenos Aires. Este singular Ministro lee el Evangelio públicamente, sabe 
latín y hebreo y explica en alemán su hipócrita elocuencia, para embaucar a los pobres papanatas judíos y protestantes. Y no es eso todo, 
pues al examinar las creencias de su primer discípulo, el hijo, hemos encontrado que le enseñaba a dudar de todo, a negar la vida futura, la 
divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y así sucesivamente, de modo que los supuestos protestantes y judíos eran en realidad verdaderos 
ateos y materialistas, reconocidos, a pesar de todo, como maestros de la sinagoga y de la reforma. Nos contó el joven la bonita manera de 
bautizar que tienen. Se prepara lujosamente la cuna del niño y se juntan todos los parientes; después, el más respetable de éstos levanta tres 
veces en sus brazos al niño, llamándolo con el nombre que quiere ponerle y repitiéndolo todos los asistentes; después de esto, esparce 
algunas nueces o avellanas por la habitación y la función queda concluida. Nuestro Adolfo aseguraba que había visto bautizar (así llama él 
esta insulsa ceremonia) de esta manera a sus trece hermanos (dos de los cuales han muerto) y que, de esta misma manera, le habían dicho, 
había sido bautizado él mismo. 

Habíamos fijado al catecúmeno dos meses para que se decidiera; pero, al término del primero, ya casi se sentía resuelto a ser católico; al 
principio de la Novena de Navidad, se presentó al Superior y le dijo que deseaba recibir el Bautismo en la noche de Navidad y, si era 
posible, deseaba hacer en aquella misma solemnidad la primera comunión. Fue examinado y se le encontró suficientemente instruido para 
este segundo Sacramento; se pidió al Exmo. señor Arzobispo la facultad para recibir la abjuración (dudándose todavía que fuese 
protestante no bien bautizado) y 

Navidad, antes de la santa misa, ante una innumerable muchedumbre, nació a la gracia esta segunda flor plantada por María en nuestra casa 
durante su mes. 

íQué cambio se efectuó entonces en el corazón de aquel judío-protestante! Decíame algunos días después del santo bautismo: 

-Se extrañaban de que durante las primeras semanas fuese muy frío y titubeante, para el catolicismo: ísi hubiesen visto cómo se 
encontraba entonces mi espíritu! Estaba oprimido por la más profunda tristeza y melancolía y cuando entraba en la iglesia me parecía ir a la 
muerte. Me encontraba entonces como en plena noche, encerrado en un cuarto obscuro; pero todo cambió, como cuando se enciende una 
luz o sale el sol; vino la alegría y la paz. Ahora sé que Jesús está en la iglesia, sé que lo recibo en la santa comunión; estoy en gracia de 
Dios y espero el Paraíso. No deseo más que hacer con mis pobres hermanos y con mi madre lo que los sacerdotes de este Colegio han 
hecho conmigo. Creo que si un sacerdote fuese alguna vez a mi casa y tratase de la religión, seguramente, al escucharlo mis hermanos y 
hermanas, alguno al menos se haría católico, ((842)) porque todos tienen gran deseo de saber cómo es la religión católica. 

Efectivamente no hay sermón en San Carlos, al que no asista el padre de nuestro neófito, que dice de él: 

-Se advierte la inquietud de su corazón, porque tiene gran deseo de oír hablar a algún sacerdote. Lo que más me impresionó es que, si hay 
un solo Dios, debe haber una sola verdad y una sola religión que nos haga buenos y felices eternamente. 

No acabaría nunca , si quisiese referirle los buenos sentimientos de nuestro convertido; ya ha traído aquí alguna vez a un hermano suyo 
de doce años y espera convencerlo, lo mismo que a los otros doce miembros de su familia. Nosotros lo ayudaremos en esta saludable 
empresa con todo nuestro celo. 

Me siento feliz al poder decirle, queridísimo y venerando Padre, que esta flor de María nos pareció tan hermosa que la quisimos ofrecer 
también a nuestro querido padre don Bosco y, por eso, el reverendo padre inspector, don Santiago Costamagna, puso al catecúmeno en el 
santo bautismo el nombre de Juan en recuerdo de usted. Este nombre será un indicio o señal de predilección de María Santísima 
Auxiliadora y una prenda de perseverancia y eterna salvación. Se nos llena el alma de satisfacción, al ver cómo el nombre de nuestro Padre 
común se reproduce en los varios países del mundo y suena ya a orillas del Plata y en las desiertas orillas del Río Negro. Acuérdese usted 
también de su tocayo (como dicen por aquí), impetrándole de Dios unas bendición que lo ayude a llevar dignamente su nombre. Mientras 
tanto, pienso que, con la presente, recibirá usted una carta suya por la que conocerá sus sentimientos 1. 

1 El joven Bach escribió una carta a don Bosco desde el colegio Pío IX en Almagro. La transcribimos textualmente: 

Al Recerendísimo padre don Juan Bosco. 

Distinguido Padre mío: 

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Aunque no tenga el gusto de conocer a V. R., sin embargo le declaro la máxima satisfacción que tengo, por haber recibido aquí el santo 
bautismo y encontrarme en el colegio Pío IX, donde sigo recibiendo la educación que me confirme siempre más en la religión. Otro motivo 
tengo de gloriarme, porque he recibido el bautismo con el nombre de un Padre tan distinguido como es Vuestra Reverencia. 
727 

La tercera florecilla nacía también aquella noche de Navidad en la ((843)) iglesia de María Auxiliadora, donde se celebraban las sagradas 
funciones para nuestras Hermanas. Era una jovencita de trece a catorce años, no bautizada por perversidad de los padres y sustraída a su 
despiadada tutela por una Cooperadora salesiana, que la entregó a las Hijas de María Auxiliadora para que la educaran cristianamente. 

Le diré de paso que no es ésta la primera Cooperadora salesiana que sabe arrancar de las garras de Satanás y de padres desnaturalizados e 
impíos a una tierna jovencita; ya han recibido otras las Hermanas de María Auxiliadora; y nosotros hemos admitido también a varios. Hace 
poco más de dos años, la señora Isabel Elerdondo, nobilísima matrona y madrina de la iglesia de María Auxiliadora, nos trajo un jovencito 
que ella misma había liberado de los sufrimientos del cuerpo y de las miserias del espíritu, que le ocasionaba su inhumano padre. Este 
jovencito ya está bautizado y educado, es subjefe en nuestro taller de encuadernación y se porta muy bien; sabe perfectamente que debe la 
vida del alma y del cuerpo a esta Cooperadora, que fue verdaderamente su Angel Custodio y, todas las vacaciones suele dirigirse a su 
bienhechora, a quien respeta y quiere como a madre, pues no conoce otra en la tierra. 

Volviendo, pues, a la afortunada niña, que simbolizó el nacimiento espiritual de Jesús entre nuestras hermanas, le notifico que se le 
impuso el nombre de María en recuerdo de sor María Mazzarello, que fue Superiora General de las Hermanas. El reverendo Inspector 
administró, pues, dos veces en ambas iglesias el sacramento del bautismo y los dos neófitos recibieron la santa comunión en la misma 
noche; se confesaron también para asegurar mejor las disposiciones necesarias para el bautismo y para recibir los consejos necesarios con 
que evitar el pecado. 

Este es el ramillete de las tres hermosas flores, que hizo María Santísima que se abrieran en su mes, para depositarlas en la cuna del Niño 
Jesús recién nacido, Así fueron coronados los trabajos del curso escolar, y esperamos que sigan los frutos de bendición durante el nuevo 
curso recién comenzado. 

Aquí tiene, pues, reverendo don Bosco, el aguinaldo que le ofrecemos para el nuevo año. Usted nos envió una hermosísima circular en la 
que nos nombraba a dos de sus lugartenientes, un Vicario en Turín y un Provicario en América, y, en esa circular, veíamos por vez primera 
el escudo de nuestra Pía Sociedad, ceñido con el epígrafe expresivo y característico que siempre leíamos sobre el dintel de la puerta de su 
cuarto: Da mihi animas, caetera tolle. No podemos, pues, dar a V. P. un gusto mayor que el de narrarle cómo la Divina Bondad nos ofreció 
los medios para salvar almas, especialmente de la juventud, a la que usted tanto quiere. Bendíganos, pues, y alcáncenos del Sagrado 
Corazón de Jesús y de María Auxiliadora la perseverancia en nuestra vocación y el celo necesario para cooperar con Ella a la salvación de 
las almas. ((844)) Le presento los saludos de mis Superiores y Hermanos, junto con las respetuosas y tiernas felicitaciones de nuestros 
novicios, estudiantes y aprendices, sobre los cuales invocamos una de esas patriarcales bendiciones, que los haga crecer 

Ruegue usted por mí, para que corresponda a las gracias que Dios me ha hecho y lleve dignamente el nombre que me ha sido impuesto. 
No olvide tampoco a mis infelices Padres y a mis once hermanos que aún andan en la sombra del error. Bendiga, en fin, a su nuevo hijo 
que le ama tiernamente, y permita que, besándole la mano, me declare 

D. S. P. Rvma. Obmo. hijo 
Buenos Aires, 6 de enero de 1884 (sic) 

ADOLFO JUAN BACH. 
728 

en número, piedad y bondad de todas maneras. Por último, beso su mano y tengo la dicha de profesarme de todo corazón, 

De S. M. Rvda. Paternidad, 

Día primero de 1886 

Afmo. hijo en Jesús y María, JOSE VESPIGNANI, Salesiano 

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P. D. He advertido un singular incidente, que le agradará mucho saber, en la conversión del joven, Adolfo Juan Bosco Bach. Le pregunté 
un día de dónde había sacado su primera idea del catolicismo y su primer estímulo para abrazar nuestra santa Religión; me contestó que 
había oído muchas discusiones en su casa, promovidas por su padre con algunos católicos y que, a veces, había estado hasta la una de la 
madrugada oyendo hablar a un católico. Le pregunté entonces: 
-»Pero, no ha visto nunca ningún libro de religión? 

Y él, como recordando algo muy interesante, añadió: 

-El único libro de religión que se ha visto en mi casa (además de la biblia hebrea y protestante de papá) es el Joven Cristiano, que un 
amigo mío, que había estado en este colegio de San Carlos, dejó olvidado. 

-»Pero ha leído usted ese libro? 

-Sí, lo leí de cabo a rabo (dejando el latín, que no entendía, y las oraciones). En lo que más me fijé fue en las razones con que se 
demuestra que los judíos, mahometanos y protestantes no tienen la verdadera religión. 

Y me recitó algunos trozos, que, a la par que demuestran la feliz memoria que posee este joven, atestiguan también el empeño con que 
leía y la ayuda de la gracia, que se servía de este libro, casualmente olvidado, para preparar la conversión de aquella alma. Después añadió: 

-Recuerdo también los consejos que en él se dan a los jóvenes para evitar las malas lecturas, en particular el de echar al fuego los libros y 
hojas malas, porque más vale que arda ahora el libro que no el que vayan al infierno nuestras almas. 

Me recitó otros puntos, que omito por brevedad. 

Don Bosco, cuando nuestro reverendo padre Inspector pensó imponer el nombre de Juan Bosco a Adolfo Bach, él no sabía todavía este 
episodio; por eso, al enterarme de esta circunstancia, he alabado a Dios que providencialmente dispuso se pusiese al recién convertido el 
nombre de aquél, que, ípor medio de un libro, el Joven Cristiano, llega a convertir judíos hasta en América! 

Todos nuestros jóvenes se han convencido, al oír este hecho, de la preciosidad de este libro de oro y aprecian el Joven Cristiano ((845)) 
mucho más que antes. Quiera Dios que todos, jóvenes y adultos, católicos. y herejes, conozcan el tesoro, que se esconde en ese librito. 

Antes de terminar mi posdata, deseo darle a conocer quién era el amigo de nuestro Adolfo Bach, que, desgraciadamente (para él) olvidó 
el Joven Cristiano. Era un tal Víctor Braun (hijo también de alemanes y de padre judío, aunque hay quien piensa que es judaizante, por 
haberse hecho cristiano para casarse con una católica, que fue la madre de Víctor, también católico). Este Víctor, después de estar en una 
Academia militar (estudiando para artillero), se colocó al servicio de un naturalista protestante. Un día, tras una riña del amo, el joven 
irreflexivo y soberbio decidió suicidarse, diluyendo en un vaso de agua muchas cajitas de fósforos; lo bebió y, al momento, se sintió 
atacado de tales dolores, vómitos y espasmos que le parecía iba a reventar. Fue 
729 

llevado al hospital de San Luis, donde están las Hermanas del Huerto, a las que confesamos nosotros. Cuando fui allí para este ministerio, 
la Superiora me habló de dicho joven; me lo presentó, hablé con él, se confesó repetidas veces y dio un cambio tal en religión que todos 
quedaron admirados. El padre estaba lejos, la madre había fallecido; fue entonces cuando la Presidenta de las Damas de la Caridad, que es 
cooperadora salesiana, me encargó que hablara a nuestro Superior para que fuese admitido en el colegio Pío IX. Vino al Colegio, recibió 
aquí la primera comunión; tenía gran inteligencia y una alegría desenfrenada y volcánica. Le autorizamos para que, cuando se enfadaba con 
los asistentes o con los compañeros, corriera a la iglesia o al Superior; así lo hacía y nunca pasó nada; más aún, durante los dos años que 
estuvo aquí, nos dio muchos consuelos. Mientras tanto, llegó el padre judío de la provincia de San Juan; el hijo intentó convertirlo y no le 
fue posible; por fin, tanto hicieron los amigos del padre que lo sacaron del Colegio. 

De amigo nuestro pasó a ser desagradecido y enemigo; y se dio a escribir en un periódico contra este Colegio que lo había salvado. Fue 
entonces cuando algunos alumnos nuestros y compañeros suyos tomaron nuestra defensa en otros periódicos y lo hicieron callar. Nosotros 
deplorábamos aquella desgracia, pero ahora vemos la trama de los designios de la Providencia. Braun, sin quererlo, ayudó a la conversión 
de Bach; y Bach, a su vez, parece dispuesto a hacer volver a Braun al buen camino, pues ya está arrepentido de haber cometido una 
ingratitud tan mostruosa por instigación de malos compañeros. 

Bendiga, querido don Bosco, a esta pobre juventud y bendíganos también a nosotros para que, con celo puro y constante, podamos 
dedicarnos totalmente a su salvación. 

Fin de Página: 730 


VOLUMEN XVII Página: 730 

((846)) 99 
Cartas de don Bosco en francés 
A 

Señora Quisard: 

Usted me llena de confusión; sus augurios, su donativo, la benevolencia de toda su familia, son para mí de gran satisfacción y aliento 
para las obras de mis huérfanos. 

Mi salud ha mejorado mucho, pero no lo suficiente todavía para aventurarme a ponerme en viaje. Dado caso que no sea demasiado para 
usted darse un paseo hasta Turín para la fiesta de san Francisco, sería, sin duda, una gran fiesta, para todos nosotros. Ya me cuidaré de 
comunicarle el día fijado para esta solemnidad. 

Le ruego, señora, presente mis mas respetuosos saludos a su señor marido y a toda su familia. No dejo de recordarla muy particularmente 

todas las mañanas en la santa misa, a fin de que el Señor le prepare un venturoso porvenir que no creo lejano. Animo, paciencia, oración. 

Le ruego, señora, tenga la bondad de entregar a mi amigo Antonio la cartita incluida en la presente. 

Que Dios la bendiga a usted y a todos los suyos y que la Virgen sea su guía en el camino del paraíso. 

730 

Toda la familia salesiana le ofrece los mejores augurios de año nuevo y se encomienda a sus santas oraciones. 

Siempre suyo en J. C. 

Turín, 1, 1885 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

B 
Caritativa señora Quisard: 
Nuestros deseos se han cumplido. Si Dios está con nosotros, »quién contra nosotros? Espero que, estando en guardia, es decir; teniendo 

al buen Dios que realmente habita en su casa, usted llegará a ser, sin duda, su propietaria y, con una confianza sin límites, alcanzará de él 
todas las gracias y bendiciones que sean provechosas para usted y para toda su familia. Ese día, el diez del próximo mes, celebraré la santa 
misa según su intención, y nuestros muchachos rezarán también y comulgarán por todos los que tomen parte en esa fiesta. 

((847)) También don Miguel Rúa rezará y queda encargado de cumplir sus recados. 

Que Dios le bendiga a usted, a sus parientes, a sus amigos y todos sus asuntos. Tenga la bondad de pedir por mí y por toda mi familia, 
con la que siempre seré suyo en N. S. J. C. 

Turín, 27 de junio de 1885 

Su humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Señora Quisard: 

Mi poca salud me permite escribir muy poco. He recibido su amable y caritativa carta. Las buenas noticias de su familia me son muy 
agradables. Durante esta novena, haremos todos los días muchas oraciones por usted, por su señor marido y por toda su familia. 

Fin de Página: 731 


VOLUMEN XVII Página: 731 

Gracias por su donativo para nuestros huérfanos.
»Y mi salesiano?
Dios la bendiga y la Santísima Virgen sea su guía al paraíso. Tenga a bien rezar por mí.
Turín, 27 de noviembre de 1885


Su humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
731 
D 

Mi querido señor Conde de Villeneuve: 

Con gran satisfacción, he recibido noticias de su familia. Bendito sea Dios. Le agradezco con todo mi corazón las oraciones que hace por 
mí y por nuestros huérfanos. Ellos harán muchas oraciones y comuniones según su intención por todos los suyos. Ahora le ruego me saque 
de un apuro que me tiene molesto y que usted, como vecino, puede resolver. 

Don Antonio Varaia pide dinero para pagar a los albañiles y yo le encargo a usted y le doy todas las facultades para pagar las deudas que 

tenemos en Saint-Cyr. »Acepta usted, señor Conde, este honroso encargo? 

Espero conocer su valor y bizarría no militar, sino pecuniaria. 

He escrito una carta a la señora Condesa y no sé si podrá entender mi mala letra. Tenga la bondad de ayudarla. 

Que la Santísima Virgen Auxiliadora bendiga a usted, a toda su familia y le ((848)) ampare en los peligros espirituales y le guíe siempre 

por el camino del Paraíso. 

Tenga a bien rezar por este pobre, pero muy afectuoso amigo con todo el agradecimiento en J. C. 

Turín, 4-85 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

E 

Señorita Lallemand: 

Le agradezco su donativo y este caritativo envío tendrá su recompensa aquí mismo en la tierra, con favores espirituales y también 
temporales, porque el Señor lo ha prometido. Rezamos y hacemos rezar por todas sus intenciones y, en especial, para que el Señor conceda 
larga, muy larga vida a su señora madre y, a su tiempo, una santa muerte. 

Nos alegra mucho saber que está usted rodeada de buenas personas; eso es una gran bendición, y damos por ello gracias al buen Dios. 
Acabamos de enviar a Poitiers el diploma a la Señorita Lemane; a su tiempo recibirá también el Boletín Salesiano. 

Que el Señor le conceda sus mejores bendiciones, le haga feliz en la tierra hasta donde sea posible y le abra el cielo para una eternidad 
feliz. Presente mis saludos a su señora madre y acepte la expresión de mi profundo respeto, con el que tengo el honor de profesarme, su 
afectísimo servidor, 

Turín, 16 de enero de 1885 

JUAN BOSCO, Pbro. 
F 

Fin de Página: 733 


VOLUMEN XVII Página: 733 

Caritativo señor (?)
:
He recibido su donativo para nuestros huérfanos. Ellos rezarán y ofrecerán comuniones por usted y por toda su familia.
El Señor no dejará de recompensar generosamente todas sus buenas obras en esta vida con el verdadero y gran premio en la vida eterna.
Espero que la suerte le guíe hasta aquí, para honrar con su visita la obra que ha favorecido con tanta largueza.
Tenga a bien rezar también por mí, que siempre seré suyo en J. C.
Turín, agosto 85.


Su humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((849)) G 

ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES 
TURIN 

Señor abate (Fociéré-Mace): 

Déjeme ante todo agradecerle vivamente el haberme creído digno de enviarme su libro Le Chemin de Croix des Ômes du Purgatoire. 

Mis ocupaciones y una indisposición persistente no me han permitido hacerme cargo completo de él; pero, después de haber sabido lo 
que dicen de él tan distinguidos y venerados Obispos y personajes, no puedo dejar de desear sino verle difundirse rápidamente y por 
doquiera, para el mayor bien de las almas. Pido, pues, al Señor que le facilite todos los caminos para este fin. Pido también a Nuestra 
Señora Auxiliadora que le envíe poderosos bienhechores para su iglesia y, con este pensamiento, voy a comenzar con todos mis muchachos 
una novena a María el día catorce del corriente, a la que le ruego se una con sus mejores feligreses. Para ello rezamos tres padrenuestros, 
tres avemarías y tres gloria Patri al Sagrado Corazón de Jesús y tres salves a María Auxiliadora con las invocaciones Cor Jesu 
Sacratissimum, miserere nobis y Maria Auxilium Christianorum, ora pro nobis. 

Durante la novena, nuestros huérfanos harán muchas comuniones según su santa intención. 

Ruegue también por mí y acepte la expresión de mis más respetuosos sentimientos, llenos de agradecimiento, con los que tengo el honor 
de ser. 

Señor Abate 

a 3 de febrero de 1885 

733 
Su afectísimo y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
((850)) DOCUMENTOS Y HECHOS ANTERIORES 
I 
Peticiones de ayuda a la Real Obra 
de la Mendicidad Instruida 

Dos cosas llaman nuestra atención en estas peticiones, ignoradas por todos los biógrafos y que se conservan en el archivo de la Real 
Obra: que no se haga, en la del año 1850, ninguna mención de las escuelas nocturnas entre los títulos de benemerencia aducidos para 
obtener ayuda, y el testimonio que da de ellas en la primera del año 1852, según la cual las escuelas nocturnas habían comenzado tres años 
antes. Aquel silencio y esta afirmación han proporcionado un doble argumento a la tesis de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de que 
sus escuelas nocturnas se habían anticipado en varios años a las de don Bosco 1. 

Fin de Página: 734 


VOLUMEN XVII Página: 734 

Hay que llamar la atención, ante todo, a cuatro cosas. 1.ª En la primera carta de 1852 hay una frase que hace tambalear la seguridad de la 
conclusión de los Hermanos; en efecto, don Bosco, como si en la súplica de 1850 hubiese mencionado también algo distinto de sus tres 
oratorios festivos, dice de sí mismo que «recordaba y agradecía el subsidio que los beneméritos señores» le habían concedido, tres años 
antes, «en favor de los tres oratorios organizados en esta ciudad para recoger o instruir, en las ciencias elementales y en la religión, a la 
juventud abandonada y en peligro». 2.ª Las «Memorias del Oratorio», escritas por don Bosco en 1874 y conservadas en nuestros archivos, 
contienen una nota añadida posteriormente por él mismo que dice así: « Téngase presente que las primeras escuelas nocturnas que hubo en 
Turín fueron las que se abrieron en noviembre de 1842 en casa Moretta. No se pudieron recibir más que doscientos alumnos en tres 
habitaciones o clases. El buen resultado obtenido nos movió a volver a abrirlas el año siguiente, tan pronto como se pudo tener estancia 
permanente en Valdocco». 3.ª En las mismas «Memorias», don Bosco habla de escuelas dominicales y nocturnas, también en San 
Francisco de Asís (1841-4) y en el Refugio (1844-5). 4.ª Son anteriores en tres años al 1850 dos ensayos o exámenes públicos dados por 
los jóvenes. ((851)) de las escuelas dominicales y nocturnas, uno ante el abate Aporti y el otro ante una Comisión enviada por el 
Ayuntamiento 2. 

Por tanto, en cuanto a prioridad, no puede haber duda en favor de don Bosco. Los Hermanos, como resulta por documentos guardados en 
el archivo de la Obra antes dicha e ignorados también por todos los biógrafos de nuestro Santo, entablaron el día 2 de mayo de 1845 las 
negociaciones para la instalación de escuelas nocturnas, anunciaron su inauguración en diciembre del mismo año y las abrieron con el año 
nuevo 3. 

»Cómo se explica, pues, la frase citada de don Bosco? Don Bosco concibió primero, y mantuvo después varios años, sus escuelas 
dominicales y nocturnas como un medio para facilitar a los jóvenes el estudio y conocimiento de la doctrina cristiana. 

En efecto, escribe en las «Memorias»: « Ya cuando estaba en la iglesia de San Francisco de Asís, advertí la necesidad de una escuela, 
pues hay jóvenes bastante avanzados en edad que ignoran totalmente las verdades de la fe. Para éstos, la enseñanza 

1 Véase: Rivista Lasalliana, septiembre 1934. 

2 LEMOYNE, Mem. Biogr. Vol. III, pág. 33 y ss. 

3 Véase Caviglia, Nota preliminar en la edición crítica de la Historia Eclesiástica de don Bosco. 
734 

verbal resulta larga y, de ordinario, pesada. Se hizo la prueba de darles algo de clase, pero no se prosperó por falta de local y de maestros 
que nos quisieran ayudar». 

El método de esta enseñanza confirma la finalidad que se proponía don Bosco. El mismo añade: «En el Refugio, y más tarde en la casa 
de Moretta, comenzamos una escuela dominical estable e, incluso, una escuela nocturna regular cuando se llegó a Valdocco. Para obtener 
un buen resultado, se acometía una sola materia de enseñanza por vez. Por ejemplo, un domingo o dos se empleaba en dar o repasar el 
alfabeto o las sílabas, a continuación se echaba mano del Catecismo elemental y, en él, se les hacía silabear y leer hasta que fuesen capaces 
de entender una o dos de las primeras preguntas del catecismo; ésta era la lección para la semana siguiente. Y cuando llegaba el domingo, 
se hacía repetir la misma materia, añadiendo nuevas preguntas y respuestas. De esta forma, pude conseguir que algunos llegaran en ocho 
días festivos a leer y a aprender por sí mismos páginas enteras del catecismo. Con esto ganamos tiempo, ya que los mayorcitos hubieran 
necesitado, de no haber aprendido a leer, bastante tiempo antes de alcanzar la suficiente instrucción para poder confesarse». 

La misma intención se echa de ver en la selección y uso de los libros; Catecismo elemental e Historia sagrada. Sigue don Bosco: «La 
falta de libros constituía una gran dificultad porque, aprendido el catecismo elemental, ya no disponíamos de texto alguno. Examiné todos 
los compendios de Historia Sagrada, que se usaban en las escuelas, pero no encontré ninguno que resolviese satisfactoriamente mi 
problema (...). A fin de subsanar esta deficiencia en la educación de aquel entonces me entregué en cuerpo y alma a la redacción de una 
Historia Sagrada, que, ((852)) a más de poseer facilidad de dicción y sencillez de estilo, estuviese libre de los mencionados defectos». La 
publicó en 1846. En un principio, las escuelas nocturnas de don Bosco no fueron lo que después se quiso significar con esta denominación. 
Le faltaban entonces los maestros idóneos para ello y, por eso, improvisaba «maestritos» suficientes para su fin. En efecto, narra: «Para 
resolver el problema, me puse a preparar a cierto número de jóvenes. Les enseñaba yo a ellos el italiano, latín, francés y aritmética sin 
cobrarles nada, pero tenían la obligación de venir a ayudarme a enseñar el catecismo y dar la clase dominical y nocturna». Trae después el 
nombre de tres que lo ayudaron de este modo en la Residencia Sacerdotal y de siete que hicieron otro tanto en el Refugio. 

Comprobados los buenos resultados y consideradas las exigencias de los tiempos, don Bosco amplió su programa. «Animados por los 
progresos conseguidos, escribe, en las clases dominicales y nocturnas, se añadieron clases de aritmética y dibujo a la de lectura y 
escritura». Para el estudio de la aritmética, publicó en 1849 su Sistema métrico decimal. 

Fin de Página: 735 


VOLUMEN XVII Página: 735 

Entonces ya tenía mejores maestros. Así hemos llegado al momento en que sus escuelas nocturnas alcanzaron una organización completa 
y llegaron a ser verdaderas escuelas independientes. Esto le fue posible gracias a un nuevo local, porque, en 1849, alquiló la casa Pinardi, 
que, como se echa de ver en la escritura de compra, estipulada en 1851, ponía a su disposición ocho dependencias de la planta baja y cinco 
de la superior. Es, pues, evidente que él partía de este punto, cuando en 1852 escribía: «Las escuelas dominicales y nocturnas, que llevan 
tres años funcionando... ». 

Concluyendo, diremos que, si se habla de escuelas nocturnas en sentido estricto, los Hermanos se adelantaron a don Bosco en algunos 
años; en efecto, ellos, que disponían de personal técnico, las comenzaron en enero de 1846 totalmente en regla. Por el contrario, si se habla 
de escuelas nocturnas sic et simpliciter, esto es, de escuelas que fueran escuelas y que funcionasen por la noche, para obreros que habían 
pasado la jornada en los talle 

a don Bosco la prioridad, por lo menos en dos meses (noviembre de 1845). 

Sin embargo, los biógrafos han insinuado dos cosas que no pueden sostenerse. Decir que los Hermanos sacaron del ejemplo de don 
Bosco la idea de las escuelas nocturnas es una afirmación gratuita. En el contacto con el pueblo a través de sus florecientes escuelas 
elementales, los Hermanos tuvieron que sentir por sí mismos la necesidad de resolver las exigencias, que ya se mascaban en el ambiente, 
de una instrucción popular más amplia también bajo esta forma. Peor todavía fue afirmar que los Hermanos sacaron de don Bosco el 
método; están muy firmes y uniformes los discípulos de La Salle en sus propios métodos, maduros tras una experiencia plurisecular, para 
inclinarse a mendigar metodología en otra parte. De todos modos, faltan en absoluto las pruebas de una y otra afirmación. 

Volviendo a las súplicas, diremos que, a la primera Obra, se le concedió una subvención de mil liras y, a la segunda, de seiscientas liras; 
pero siempre con la cláusula de que tales concesiones no sentaban precedentes. Las tres ((853)) súplicas sucesivas fueron «sepultadas», 
como está escrito por mano del secretario de la Pía Obra sobre los correspondientes folios. Admiramos también aquí la gran caridad de don 
Bosco, que no se ruborizaba de tender la mano humildemente adondequiera esperase obtener una ayuda para apoyo de sus obras de celo 1. 

A 

Ilustrísimos Señores: 

El sacerdote Juan Bosco, deseoso de proporcionar a los jóvenes más abandonados todos los beneficios civiles, religiosos y morales que le 
fuese posible, empezó a juntar durante el curso del año 1841 cierto número de ellos en un lugar contiguo a la iglesia de San Francisco de 
Asís. Por las circunstancias del lugar, se limitó el número de setenta a ochenta. 

El año 1844, habiéndose trasladado el que esto expone, por razón de empleo a la pía obra del Refugio, siguió recogiendo a estos jóvenes 
a los que se unieron otros, hasta trescientos. Por carecer de lugar oportuno, hacíase la reunión, ora en un lugar ora en otro de esta ciudad, 
siempre con la venia de las autoridades civiles y eclesiásticas. 

El año 1846, se pudo arrendar el lugar donde se abrió el Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco. Aquí aumentó la afluencia de 
jóvenes; a veces se reunían de seiscientos a setecientos muchachos, entre los doce y los veinte años, la mayor parte de los cuales procedía 
de las cárceles o corría el riesgo de ir a parar a ellas. 

1 En Roma existían estas escuelas, bajo el nombre de Escuelas nocturnas desde 1819; compendia su historia monseñor S. DE ANGELIS 
en Los verdaderos amigos del pueblo, biografía de varios sacerdotes del clero romano (Roma, Tip. Leonina, 1927, pág. 127-8). Una 
memoria de 1841 nos hace ver «al caer de la noche varios centenares de jóvenes aprendices, de diversa edad y diverso oficio, dejaban el 
trabajo, se lavaban las manos y, después de ponerse su chaqueta, acudían de buena gana a estas Escuelas para instruirse» (Pío Instituto de 
las Escuelas Nocturnas de Religión para jóvenes aprendices en Roma, Tip. del Hospicio Apostólico, junto a Marco Aurelio, 1841). Se 
enseñaba en ellas a leer, escribir, hacer cuentas y el catecismo. La institución se conectaba con los Oratorios de la juventud, florecientes 
acá y allá en los domingos y fiestas. Pío IX, el día 9 de marzo de 1847, acompañado solamente por el Camarero asistente, monseñor 
Piccolómini, visitó la escuela nocturna de la calle dell'Agnello ai Monti, y asistió al reparto de premios de los jovencitos fijado para aquella 
tarde. 

Como el Señor bendijera la Obra y llegara a ser demasiado reducido dicho Oratorio, a fines de 1847 se abrió otro en Puerta Nueva, bajo 
el título de San Luis. 

Fin de Página: 737 


VOLUMEN XVII Página: 737 

Como las necesidades de los tiempos demostraran cada vez más la necesidad de educar y atender a los muchachos abandonados, en 
octubre de 1849 se volvió a abrir en Vanchiglia el del Angel Custodio, ((854)) cerrado un año antes por el celosísimo sacerdote don Juan 
Cocchis, vicepárroco de N.ª Sra. de la Anunciación. Entre los tres oratorios se llega a menudo al millar de muchachos. 

Por medio del recreo agradable, con la atracción de algunas diversiones, con clases de catecismo, instrucciones y canto, algunos 
adquirieron buenas costumbres y se dieron al trabajo y a la religión. Hay clases de canto todas las tardes y escuelas dominicales para los 
que pueden asistir y ya se dieron algunos ensayos y exámenes públicos, que dejaron plenamente satisfechas a las personas que 
intervinieron. 

Hay también una residencia para albergar de veinte a treinta muchachos para casos particulares de extrema necesidad, en la que, a 
menudo, se encuentran algunos. 

Hasta ahora se hizo todo con ayuda de algunas caritativas personas eclesiásticas y seglares. Los sacerdotes dedicados a esto de un modo 
particular son los teólogos Borel, Carpano, Vola, los reverendos Ponte, Grassino, Murialdo y Giacomelli y el profesor Marengo. 

El que suscribe, teniendo a su cargo la dirección de estos tres oratorios, cuyos gastos, por el alquiler de los tres locales sube a dos mil 
cuatrocientos francos al año, atendida también la manutención de las tres correspondientes capillas, donde se hacen todas las funciones en 
los días festivos y los gastos, que la grave necesidad por la que atraviesan algunos muchachos se hacen necesarios, teme no poder 
continuar, por la excesiva frecuencia con que ha de recurrir a las personas, que hasta ahora socorrieron estas obras. 

Y por eso, el que suscribe, considerando que el origen y las finalidades de dichos Oratorios son los mismos que los de la obra de la 
Mendicidad Instruida, humildemente invita a los Ilmos. señores de la Administración a que se dignen tomar en benigna consideración lo 
que arriba se expone y, considerando estos Oratorios como un apéndice de la Mendicidad Instruida, les suplica concedan la caritativa 
subvención que, según el saber y la bondad de Sus Señorías, parezca bien para continuar una obra que ya ha proporcionado, y se espera 
siga proporcionando cada vez más, el bienestar espiritual y aun temporal a muchos seres abandonados por la sociedad humana. 

Esperando el favor, etc. 

Turín, 20 de febrero de 1850. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

B 

Ilustrísimos señores: 

Recordando todavía y agradecido a la subvención, que los beneméritos señores de la Pía Obra de la Mendicidad Instruida me asignaron 
hace ahora tres años en favor de los tres Oratorios fundados en esta ciudad, ((855)) para recoger e instruir en los conocimientos elementales 
y en la religiosidad a la juventud abandonada y en peligro, me encuentro en la necesidad de tener que recurrir de nuevo a Sus Señorías 
Ilmas. en esta necesidad. 
737 

El considerable aumento de muchachos que acuden (sólo en el Oratorio de San Francisco de Sales pasan a menudo de dos mil) a las 
escuelas dominicales y nocturnas que funcionan desde hace tres años, el alquiler de los locales, la manutención de las respectivas capillas, 
el gasto extraordinario de este año por la construcción de una iglesia, ya casi terminada, en el Oratorio de San Francisco de Sales en 
Valdocco, me han reducido a una situación económica muy apurada. 

Por ello, poniendo mi confianza en su comprobada bondad, acudo de nuevo a Sus Señorías Ilmas. rogando tomen en benévola 
consideración esta necesidad especial y me concedan la subvención que parezca bien a su caridad para promover y hacer que pueda 
continuar estas obras de beneficencia que sólo miran al bien moral y religioso de la juventud abandonada y en peligro. 

Con la expresión de la más sincera y profunda gratitud, agradezco de corazón cuanto han hecho y espero quieran hacer en mi favor y 
deseándoles abundantes bendiciones del cielo, me cabe el gran honor de poderme profesar, 

De Sus Señorías Ilmas., 

Turín, 18 de noviembre de 1852. 

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VOLUMEN XVII Página: 738 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Excelencia 1: 

La bondad con que S. E. atiende las obras que miran al bien común, me hace esperar se digne tomar en benigna consideración la 
memoria que le acompaño; me anima a ello el favor que me prestó hace tres años cuando defendió la subvención que caritativamente fue 
concedida por la R. Obra de la Mendicidad Instruida. 

Entre las muchas obras favorecidas y sostenidas por la generosidad de S. E., dígnese integrar también a los Oratorios festivos erigidos en 
esta ciudad y, así, podrá alegrarse de haber librado de los peligros de plazas y calles a muchos jóvenes abandonados, a los que yo me uno y 
no pudiendo hacer otra cosa, pediré de corazón al Señor se digne conceder a S. E. muchos y prósperos días y hacer descender ((856)) 
abundantes bendiciones del cielo sobre su respetabilísima familia. 

Con la máxima veneración me considero honrado con el más alto honor al profesarme de V. E. 

Desde el Oratorio Masculino de Valdocco, 22, de noviembre de 1852 

Seguro servidor, JUAN BOSCO Pbro. 

1 Marqués César Alfieri de Sostegno, Presidente del Senado. 
738 

D 

Ilmos. Señores 1: 

Algunos años atrás recurrí a V. S. Ilmas. pidiendo una subvención en favor de los tres oratorios organizados en esta ciudad, cuyo objeto 
es reunir y educar a los muchachos más pobres y abandonados; y, atendida la similitud de la R. Obra de la Mendicidad con estos Oratorios, 
mi petición fue acogida favorablemente y recibí una generosa subvención. Como quiera que ahora me encuentro en una situación crítica, 
me atrevo a exponer de nuevo mis graves necesidades, convencido de ser escuchado con bondad. Ellas son: 1.° El alquiler de dos de estos 
Oratorios, que son espacios cercados, lo bastante espaciosos para que quepa en ellos un considerable número de muchachos que se reúnen 
allí para jugar, después de asistir a las sagradas funciones de iglesia. El alquiler de estos locales asciende a mil doscientas cincuenta liras. 
2.° Proveer a la manutención de las tres iglesias existentes en los tres cercados de los oratorios; sufragar los gastos de la escuela nocturna, 
organizada precisamente en el Oratorio de Valdocco, donde se enseña catecismo, escritura, lectura, elementos de aritmética y lengua 
italiana, 3.° Alojar y mantener algunos de los más pobres y abandonados, cuyo número se aumentó este año hasta noventa, por los muchos 
chicos que quedaron huérfanos y abandonados con la funesta invasión del cólera. 

Apremiado por estas necesidades, acudo con respeto y confianza a V. S. Ilma., suplicándole se digne considerar bondadosamente el 
estado de total abandono en que se encuentran estos pobres muchachos y conceder en su favor la subvención que, en el caso excepcional de 
mi actual necesidad, les parezca conveniente. 

Lleno de confianza en su conocida y probada bondad, con los sentimientos de la más sincera gratitud, es para mí un gran honor poderme 
declarar, 

De V. S. Ilmas. 

Turín, 13 de noviembre de 1854 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página: 739 


VOLUMEN XVII Página: 739 

((857)) E 

Ilmo. Señor: 

Entre las muchas obras de caridad, a las que continuamente atiende V. S. Ilma., solicito se digne también incluir a los muchachos 
asilados en el Oratorio de Valdocco. 

Se anuncia una escasa cosecha especialmente de trigo. 

Dígnese, pues, recomendar y amparar la adjunta memoria ante la Administración de la Obra pía de la Mendicidad Instruida, tan 
dignamente presidida por V. S.; yo haré que los muchachos favorecidos recen, y me uno a ellos para pedir a Dios que colme de bendicione 
a V. S. junto con toda su respetable familia. 

1 El original no es autógrafo y tampoco lo es la firma. La forma de ésta: «JUAN BOSCO» indica que es copia del original de Bosco, 
como lo confirma también el estilo. 
739 

Con profunda estima y sincera gratitud, me profeso lleno de confianza, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 21 de noviembre de 1855 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

F1 

Ilmo. señor Presidente: 

Con los sentimientos de la más viva gratitud a V. S. Ilma. y a los señores de la Administración de la Mendicidad Instruida, por las 
subvenciones concedidas otras veces en favor de los muchachos pobres asilados en el Oratorio de Valdocco y de los que asisten a las 
escuelas nocturnas o a las instrucciones morales en los Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, de San Luis en Puerta Nueva y 
del Santo Angel Custodio en Vanchiglia, me encuentro este año en la triste situación de tener que recurrir de nuevo a la misma fuente de 
beneficencia. 

La subida de precio de los comestibles y el paro obrero pusieron en gravísimo apuro a algunos muchachos abandonados y en peligro que, 
probablemente, acabarían muy mal, si no se los ayuda con medios materiales y morales. Algunos de ellos, como unos ciento, quedados, en 
gran parte, huérfanos con la fatal invasión del cólera del año pasado, están actualmente internados en Valdocco; a otros se les ayuda lo 
mejor que se puede, y éstos pasan de los mil quinientos entre los tres Oratorios. 

En favor de estos pobres y abandonados muchachos, recurro a la conocida y probada bondad de V. S. Ilma., suplicándole 
encarecidamente ((858)) tenga a bien tomar en benigna consideración su calamitosa situación y concederme en su favor la caritativa 
subvención que, según la gravedad del caso, le parezca bien. 

Con verdadera gratitud y reconocimiento, en nombre de los muchachos agraciados, deseo a V. S., y a todos los señores de la 
Administración, abundantes bendiciones del cielo, mientras me cabe el alto honor de poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 21 de noviembre de 1855 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Esta es la memoria mencionada en la carta anterior. La letra es de otra mano; sólo la firma pertenece a don Bosco. 

Fin de Página: 740 


VOLUMEN XVII Página: 740 

Dos cartas de don Bosco al Ayuntamiento de Turín 

A 

En la segunda mitad del año 1851, las obras para la construcción de la iglesia de San Francisco de Sales adelantaban con gran celeridad; 
pero, en agosto, se agotaron los fondos de don Bosco, de tal modo que tuvo que hacer un ardiente llamamiento a la beneficencia pública. 
Entre otras cosas, tenía que pagar todavía al Ayuntamiento los derechos de construcción; por lo que pidió ser dispensado de los mismos. 

Muy ilustre y distinguido Señor: 

Agradezco de todo corazón a V. S. Ilma. los numerosos favores hechos a nuestros oratorios y le suplico tenga a bien concedernos un 
nuevo favor, eximiéndonos del pago de la contribución debida por la concesión del permiso de construcción de la iglesia y ampliación de 
los locales anejos. 

Lleno de los sentimientos de la más viva gratitud a V. S. y a todo el Ayuntamiento de la ciudad, me considero altamente honrado al 
profesarme con el mayor respeto 

Turín, 22 de octubre de 1851 

Su atento y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. La nueva iglesia llega ya a la altura del techado. Señor Alcalde, siga favoreciéndonos y podremos acabarla. 
El Alcalde G. Bellone dio atenta contestación, enviándole el permiso correspondiente (LEMOYNE, Vol. IV, 252). 

((859)) B 

El cólera de 1854 produjo mucha miseria; mermó notablemente la beneficencia y aumentaron las peticiones de los pobres hijos del 
pueblo para obtener plaza en el Oratorio. Constítuye un elocuente documento de ello esta carta. 

Ilmo. señor Alcalde: 

Teniendo en cuenta los grandes gastos que el Ayuntamiento tuvo que hacer, como consecuencia de la fatal aparición del cólera, estaba yo 
decidido a no presentar este año ninguna petición de subvención; pero me obligan a ello los presentes apuros. A más de los muchos gastos 
que he debido hacer para poner el local en las condiciones higiénicas que piden los tiempos, me encuentro con unos noventa y cinco 
muchachos que mantener, vestir y alojar. Quería reducir el número; pero los huérfanos 

que nos ha dejado el cólera me obligaron a aumentarlo, de modo que, entre los que me envió la comisión de beneficencia pública como 
víctimas del cólera y los que yo mismo recogí por plazas y calles, he recibido unos cuarenta de estos desdichados. 

No pido subvención para pagar el alquiler, para las escuelas ni para las obras hechas en ellas; sólo pido una subvención para poder dar 
pan a estos mis pobres muchachos hasta pasar el invierno; después, espero en el Señor que encontraré algún remedio y los podré colocar, a 
menos en parte, en otro lugar. 

Con este fin, me encomiendo a la conocida bondad de V. S. Ilma. y le ruego tenga a bien ayudarme en este apuro excepcional, 
convencido de que no le faltarán a V. S. medios y voluntad para socorrer a estos pobres y abandonados hijos del pueblo. 

Fin de Página: 742 


VOLUMEN XVII Página: 742 

Con los sentimientos de la más sincera gratitud, me profeso, De V. S. Ilma. 

Turín, 23 de enero de 1855 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Ignoramos el resultado de esta súplica. 

Los originales de las dos cartas se encuentran en la Biblioteca Municipal de Turín. 

Carta de don Bosco al conde Solaro della Margherita 

El conde Solaro della Margherita, patricio de Mondovi, fue Ministro de Asuntos Exteriores de Carlos Alberto desde 1835 hasta 1847. 
Católico austero, capitaneaba el grupo de nobles piamonteses que se esforzaban por oponerse a la ((860)) corriente del liberalismo 
anticlerical y, generalmente, dirigidos espiritualmente por el beato José Cafasso. 

El conde Lovera de Castiglione encontró el original de esta carta entre los papeles del destinatario y publicó una copia de la misma en un 
número único de Cúneo 1. 

La carta había sido publicada por Lemoyne 2; pero éste, como sólo tenía a la vista una copia y no el original, no pudo advertir algunos 
detalles que nosotros vemos; ésta es la razón que nos mueve a publicarla otra vez. Y uno de estos detalles es que Solaro había escrito en el 
folio: a conservar. Debió, pues, intuir ya entonces algo nada común en el humilde peticionario. 

Lovera encabezó la reproducción con una introducción de dos páginas, de las que tomamos estas consideraciones muy dignas de notar: 
«El sacerdote de Valdocco escribe a un hombre célebre y muy conocido; pero íqué dignidad en su forma de pedir! Ni una palabra de vana 
adulación, tan común en este género epistolar (...). Escribe al severo patricio como pobre, pero como sacerdote (...). El sacerdote de 
Castelnuovo, después de todo, no es un ingenio, pero corre la pluma en su mano; no hay un descuido en la breve exposición, ni 
preocupaciones espirituales (ese «que padecen necesidad y pudieran ser peligrosos» vale un potosí) o materiales; se siente al hombre que 
confia en la Providencia, pero que recuerda cómo la Providencia no ayuda a los 

1 Sacre Cuneesi a don Bosco, pág. 24 Tip. Gros Monti, 1935. El conde Lovera se equivocó en la lectura de la fecha. La cifra del día en la 
escritura de don Bosco es cinco y no tres. 

2 M. B. Vol. V, pág. 16. 
742 
perezosos. El que ha nacido propagandista no pierde tiempo; aprovecha la ocasión para intentar que se le recomiende a otro; no a 
cualquiera, es perder tiempo recurrir a quien no puede comprender; quiere ser recomendado a personas propensas a esta obra de caridad. La 
conclusión es digna y sobria sin desmayadas ternuras inútiles y superfluas. La carta está terminada; se ve que la escribió de un tirón, a toda 
prisa. La vuelve a leer. Se le ocurre una nueva idea: debajo del membrete impreso inserta una cálida recomendación para las nacientes 
Lecturas Católicas 1 (...). Estaba para cerrar el sobre y despertar en las memorias del antiguo hombre de Estado algún recuerdo sobre el 
cura de Valdocco... y entonces allí va la primera posdata; y así, al desgaire, despunta, como flor inesperada, el nombre de don José 
Cafasso. Pero, después, le acomete una duda más y aparece la segunda posdata... él es pobre; no tiene nada que ofrecer a cambio del 
esperado favor... mejor dicho, no; hay algo, lo tiene y lo ofrece... una localidad para el drama que se representará mañana a la una y media 
(...). Esta vez la carta podrá salir enriquecida con todos los carismas». 

((861)) Excelencia: 

Aunque nunca recurrí a Su Excelencia en demanda de ayuda, sin embargo, dado el interés que demuestra por las obras de caridad y la 
necesidad en que me encuentro, espero se digne leer cuanto le expongo. 

La carestía de víveres, el aumento de muchachos necesitados y abandonados, la disminución de muchos donativos de personas que ya no 
pueden ayudarme, me han puesto en tal aprieto que no sé cómo salir de él: prescindiendo de muchos otros gastos, sólo la cuenta del 
panadero, correspondiente al presente trimestres, sobrepasa las 1.600 liras, y aún no sé de dónde sacar ni un céntimo: y, sin embargo, hay 

Fin de Página: 743 


VOLUMEN XVII Página: 743 

que comer, y, si no doy un pedazo de pan a estos pobres chicos, que padecen necesidad y pudieran ser peligrosos, los expongo a un grave 
riesgo de alma y cuerpo. 

En tan excepcionales circunstancias, me ha parecido oportuno encomendarme a su Excelencia en demanda de la ayuda que pueda 
prestarme y, al mismo tiempo, para que me recomiende a personas bondadosas que, en su prudencia, estime encariñadas con estas obras de 
caridad. No se trata en esta ocasión de ayudar a una persona determinada, sino de proporcionar un pedazo de pan a jóvenes, a los que el 
hambre pone en peligro de perder la honradez y la religión. 

Persuadido de que considerará bondadosamente mis tristes circunstancias, le aseguro mi eterna gratitud y pido al Señor para usted y toda 
su familia las mejores bendiciones del Cielo, mientras tengo el gran honor de profesarme, 

De su Excelencia. 

Turín, 5 de enero de 1854 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. 1) Si su caridad creyese conveniente enviar alguna ayuda para el caso, puede hacerlo, si le parece bien, al dignísimo don José 
Cafasso. 
2) Queda invitado, al mismo tiempo, a la representación de un drama religioso mañana, a la una y media, en el Oratorio de San Francisco 
de Sales. 

1 El folio lleva este membrete: DIRECCION GENERAL DE LAS LECTURAS CATOLICAS. Don Bosco escribió debajo de él: 
«encarecidamente recomendadas a los señores conde y condesa de la Margherita». 
743 

El conde Lovera concluye su comentario en estos términos: «Desde entonces han transcurrido ochenta y un años; el mundo ha cambiado 
radicalmente; el grano de mostaza, echado en los surcos de Valdocco, ha llegado a ser la soberbia planta salesiana, que expande sus auras 
de paz por todos los continentes. El curita, a quien venían como anillo al dedo mil seiscientas liras, ha subido a la gloria de los Santos; todo 
ha cambiado, ninguno de aquel tiempo vive ya. Pero el espíritu de don Bosco, tan vivo en la breve carta, se descubre en la brillante llama 
del primitivo ardor en la eterna primavera de los Santos». 

IV 

((862)) Recuerdos del Oratorio festivo de Valdocco 

A 

Nací en Magnano en 1862. A los nueve años, por la cuaresma fui a Turín, como entonces se acostumbraba, para trabajar con los 
albañiles. En la primera fiesta, tal como había recomendado el Párroco a todos los muchachos que salían, fui con otros compañeros, que ya 
habían estado allí el año anterior, al Oratorio de don Bosco. Me gustó, y cada año, cuando volvía a Turín, desde principios de la Cuaresma 
hasta los Santos, para trabajar, seguí yendo al Oratorio hasta ir al servicio militar. 

El Oratorio festivo, por aquellos años, tenía la entrada por la calle Cottolengo a la izquierda de la basílica de María Auxiliadora y, 
exactamente, en el ángulo de la actual tipografía. Estaba todo cercado. La entrada era un rústico portón de tablas, parecido a los que hacen 
los albañiles para las vallas. A mano izquierda del que entraba, había una caseta, de madera, donde estaba el portero asomado a una 
ventanilla, que sellaba nuestro carnet, apoyándolo en el alféizar. En aquel patio largo, que llegaba hasta detrás de la iglesia de San 
Francisco de Sales, hacíamos nuestros juegos. Estaban con nosotros tres o cuatro sacerdotes y algunos clérigos. Don Bosco venía 
ordinariamente con nosotros, por la mañana, para la misa y, por la tarde, para el catecismo. 

Cuando volví a Turín por segunda vez, el Superior advirtió para hacer la primera Comunión. Como yo estaba ocupado en el trabajo desde 
las cinco y media hasta las diecinueve treinta, iba al catecismo sólo los días festivos. Llegó el día fijado. Todos tenían un traje limpio; el 
que no lo podía tener de su familia lo recibía de don Bosco y en el brazo llevaban la cinta blanca. 

Fin de Página: 744 


VOLUMEN XVII Página: 744 

Ocupábamos en la iglesia los primeros bancos. Don Bosco en persona celebró la santa misa en nuestra capilla de San Francisco de Sales 
y nosotros nos acercábamos a la barandilla para recibir la Comunión. Con los niños estaban presentes también sus madres. Las oraciones se 
rezaban junto con el catequista, que nos dirigía. 

Después, al salir de la iglesia, estaba preparada en el patio una mesa para nosotros. Y, en ella, nuestro desayuno: pan, queso y salchichón 
y después, pasaban dos jóvenes con un canasto y daban más a quien no había comido todavía lo suficiente. Luego pasaba don Bosco a dar 
un cubilete de vino que servía a cada uno en el vaso, mientras un joven llevaba el cántaro. Repartió también bizcochos y una bebida. 

En aquel tiempo, se comía mucho y cosas sólidas; no se estaba acostumbrado al café con leche. 

Cada fiesta don Bosco daba el desayuno a los que comulgaban. Salían por la puerta de la sacristía y él estaba allí, sentado en un ((863)) 
taburete con un cesto de panecillos cortados y con salchichón dentro o también una loncha de jamón. Por la 
744 

tarde, especialmente durante el verano, había un encargado que daba a beber una bebida, una limonada, que estaba en un cubo cubierto con 
una tapadera de madera. 

A fines de octubre, se recogían los carnets, se contaban los sellos y, de acuerdo con ellos, se daban los premios: relojes, trajes y otros 
objetos y, a los mejores músicos, también el instrumento. 

Cuando un muchacho tenía la chaqueta, los pantalones o los zapatos rotos, él daba traje o zapatos, a veces remendados, pero buenos. 

Muchos iban al Oratorio atraídos por el tíovivo, que en las plazas costaba diez céntimos por cabeza, por los pasavolantes y por los 
regalos que allí se recibían. Los pasavolantes estaban constituidos por cuerdas atadas a un anillo de hierro en el extremo de un palo vertical 
clavado en el suelo y terminaban con un nudo; después, los muchachos se agarraban al nudo e hincando los pies en el suelo se lanzaban al 
aire. 

La música de la banda era otra buena atracción y no sólo para los muchachos, sino también para la gente que pasaba junto a la cerca del 
Oratorio y se paraba a escuchar. 

En aquellos tiempos, don Bosco no tenía muchos chicos en el Oratorio y esto como consecuencia de ciertos choques tenidos con el clero 
y, especialmente con el párroco del «Ballôn», o sea el de San Simón y San Judas. A lo sumo, podían llegar a setenta. Nos recomendaban a 
menudo que lleváramos a otros compañeros. Casi todos eran peones de albañil, mecánicos, hojalateros. 

Estos recuerdos han sido fielmente escritos por don Leonardo Beinat y están de acuerdo con cuanto yo guardo en mi memoria. 

Turín, 2-VIII-1935, Oratorio D. M. Rúa. 

ANGEL ENRIQUE BENA de Magnano Biellese 

B 

Nací en Turín el día 19 de julio de 1866. En 1871 comencé a asistir al Oratorio. Don Bosco estaba siempre sereno y sonriente. Tenía 
unos ojos, que taladraban y penetraban en el alma. Cuando aparecía entre nosotros, era una alegría para todos. Don Miguel Rúa y don José 
Lazzero iban a su lado como si tuviesen en medio de ellos al Señor. Don Julio Barberis y todos los muchachos corrían a su encuentro y lo 
rodeaban caminando unos a sus lados, otros de espaldas para mantener la cara vuelta hacia él. Era una fortuna, un privilegio muy ansiado 
poder estar cerca y hablar con él. 
El paseaba despacio, hablando y mirando a todos con aquellos ojos que giraban a todas partes, electrizando de alegría los corazones. 

Bajaba a veces de su cuarto y se ponía debajo del pórtico a mano izquierda del que baja la escalera. Esto ocurría hacia 1875. Don Miguel 
Rúa ((864)) y don José Lazzero estaban siempre a su lado. Los muchachos externos e internos se acercaban a él. Un día, mientras estaba en 
aquel lugar, me ofreció un polvo de rapé. Tenía yo unos nueve años. La mar de contento, metí mis dedos en su cajita o tabaquera negra y, 
mientras yo tomaba una pizca, cerró él la tapadera y me agarró los dedos en medio. 
Eran bromas que nos alegraban. 

Una vez apareció solito a la puerta de entrada cerca del santuario. Entonces un 
745 

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grupo de muchachos echó a correr hacia él. Pero él agarró el paraguas, que tenía un mango grueso como el de los campesinos, lo levantó y, 
esgrimiéndolo como una espada lo manejaba con destreza y rapidez para rechazar el asalto. Tocaba a uno con la punta, a otro en el costado 
y, entre tanto, se acercaban los demás por el otro lado, y todos nosotros desbordábamos de alegría. Parecía un párroco de aldea de ésos que 
te tratan familiarmente y sin cumplidos. Caminaba despacio como si quisiese decir con su paraguas: 

-íDejadme en paz! íDejadme seguir mi camino! 

Turín, 8 de noviembre de 1935 

PEDRO PONS 
C (el original en francés) 
Era en el antiguo santuario franciscano de Nuestra Señora de los Angeles, que domina con su humilde cúpula el amplio valle de Stura, 
cerca de Coni, en Piamonte. Presentóse en la sacristía, un vejete muy aseado, con la cabeza y el porte de un artista para ayudar a misa, 

servicio que prestó por otra parte, con profunda y sencilla piedad. 

Al volver del altar a la sacristía espetó a quemarropa al celebrante que él sabía que era salesiano 1. 

-Yo también he sido educado por don Bosco. 

-»Por el mismo don Bosco? 

-Sí, de 1870 a 1876, en el Oratorio de Turín. 

-Entonces usted lo ha conocido muy bien, porque, en aquellas fechas, estaba todavía en pleno vigor. 

-íVaya si lo he conocido! 

-»Y qué recuerdos le quedan de él? 

El vejete se recogió un instante, un largo instante, hurgando minuciosamente en su memoria, para sacar de ella recuerdos claros y 

exactos, y respondió: 

-He guardado de él dos recuerdos, sobre todo: que siempre estaba de buen humor y que nunca nos castigaba. 

-íEso es imposible, porque usted haría alguna «gorda» de vez en cuando! 

-Evidentemente, no éramos unos santos, ni mucho menos; pero tenía su manera peculiar de corregirnos. 

((865)) -»Cuál? 

-íMuy sencilla, pero muy eficaz! Nos llamaba y, ser llamados por don Bosco cuando uno tenía algo de qué reprocharse, ya era un castigo 

Después nos recibía con una sonrisa, nos miraba fijamente a los ojos y nos decía: 

-Está bien claro que tú no quieres a don Bosco. 

-»Por qué dice usted eso, Padre? 

-Está muy claro, es así. 

-No. 

-Sí. 

-No. 

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VOLUMEN XVII Página: 746 

1 Narra el hecho don Agustín Auffray, director del Boletín francés.


-Tú no quieres a don Bosco, porque si le quisieras no habrías cometido esa falta.
Y esto bastaba, uno quedaba corregido, enmendado, contrito, cambiado.
íAh, don Bosco, querido don Bosco!
Y los ojos del vejete se arrasaron de lágrimas con el recuerdo de aquellos tiempos inefables.
Alegría y bondad, es cierto, si no son todo el arte de educar, son por lo menos una buena parte de él. La alegría que se abre, anima a la


expansión, mantiene la atmósfera de la juventud; y la bondad, que conquista para transformar por dentro, desde que toma posesión del 
alma de un adolescente. 
(Bull. Salésien, nov. 1935) 

V
Dos cartas de don Bosco al conde Hugo Grimaldi de Bellino, patricio de Asti
A


Muy querido en el Señor:
La gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros.
He recibido a su tiempo las dos cartas que tuvo la bondad de dirigirme, y no contesté por no estar seguro del lugar de su estancia.
Le adjunto el boleto rojo o, mejor, dos para que gane dos premios 1. Los boletos que le había enviado no eran para despacharlos a otros,


sino para que se los quedase usted y así ayudar al pobre don Bosco a dar pan a sus pobres muchachos. 
En contestación a su primera carta, le diré que admiro mucho el arranque de su corazón por querer seguir ciegamente los consejos de un 
pobre sacerdote como yo 2. La cosa es difícil para ambos; pero intentémoslo. 
((866)) »Qué tengo que hacer, decía usted, para emprender una vida que desprenda mi corazón del mundo y lo una con el Señor, de 
suerte que ame constantemente la virtud? 
R.-La buena voluntad ayudada por la gracia de Dios producirá este maravilloso efecto. Mas, para lograrlo, debe industriarse por conocer 
y gustar la belleza de la virtud y la alegría que experimenta el corazón de quien tiende a Dios. 
Considere, además, la nulidad de las cosas del mundo. Ellas no pueden darnos la más pequeña satisfacción. Junte todos sus viajes, todo 
lo que ha visto, gozado, leído y observado. Compárelo todo con el gozo que siente un hombre, después de acercarse a los santos 

sacramentos; y se dará cuenta de que todo ello es nada y de que, con lo segundo, lo tiene todo. 
Así sentadas las bases, vamos a la práctica. Usted: 
1.° Cada mañana, misa y meditación. 2.° Por la tarde, un poco de lectura espiritual. 3.° Cada domingo, sermón y bendición. 4.°... 

Despacio, dice usted, poquito a poco. Lleva usted razón; comience por practicar lo que le escribo como de paso y, si 

1 El día 30 de enero de 1862, don Bosco había anunciado una rifa a favor de los Oratorios.
2 Solían encontrarse en los ejercicios espirituales en el santuario de San Ignacio.


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747 
usted se siente con ánimo para seguir mis pasos, espero que, con la ayuda del Señor, podré llevarle al tercer cielo 1. 
Cuando usted venga a Turín, hablaremos de mayores proyectos. Mientras tanto no deje de rogar al Señor por mí, que muy cordialmente 

le deseo todo bien del Señor y me profeso, 
DeV. S. 
Turín, 24 de septiembre de 1862 

Afmo. servidor y amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

B 
Muy apreciado Señor: 
Tenga paciencia si no contesto, como quisiera, a sus cartas; me falta realmente tiempo. 
Usted está en Maretto 2 y está con un santo varón, siga en hora buena sus ejemplos y consejos y hará la voluntad del Señor. 
He leído y mandado leer las famosas profecías, pero no me parece que su publicación sirva para dar gloria a Dios. No trato de juzgar su 

mérito, mas no veo en ellas el espíritu del Señor, que es todo caridad y paciencia. Las transmitiré adonde usted me indique. 
»Quiere que hagamos una prueba con el joven Vaianeo? La mitad cada uno. Yo reduzco la pensión ordinaria de treinta liras a quince, y 
usted piense en el resto. Si da buenas esperanzas, le haremos seguir adelante; por lo demás, se hará lo que el Señor nos dé a conocer que es 
para su mayor gloria. 
((867)) Nosotros rezaremos por usted, Caballero. Ruegue usted también por nosotros; salude afectuosamente de mi parte al querido don 
Ciattino, su jefe. La Santísima Virgen de la Merced nos bendiga a todos en la tierra y nos haga dignos de la eterna merced en el cielo. 
Amén. 
Turín, 24 de septiembre de 1863 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Nos dice la hija del Conde que le gustaba a su padre conversar de buen grado con don Bosco sobre lo de llegar al tercer cielo. 
2 Ayuntamiento del distrito de Asti. 
748 
VI 
Cartas de don Bosco a monseñor Moreno, obispo de Ivrea 1 
A 
Al acabar en junio de 1852 las obras de la iglesia de San Francisco de Sales, don Bosco deseaba encontrar un Prelado para la bendición 
solemne. Se dirigió, pues, a monseñor Luis Moreno, obispo de Ivrea, con el que ya había tratado su plan para una asociación de lecturas 
populares. Le escribió la siguiente carta. 

Ilmo. y Rvmo. Señor:
Los favores, que en diversas circunstancias ha hecho V. S. Ilma. y Rvma. a nuestro Oratorio, me animan a recurrir a su probada bondad


Fin de Página: 749 


VOLUMEN XVII Página: 749 

en demanda de un nuevo favor. 

La iglesia, que varias veces recomendé a su bondad, se encamina a su término, el domingo, veinte del mes de junio corriente, podremos 
entrar en ella para bendecirla y celebrar las funciones sagradas. »Vendría, Monseñor, a celebrar esta santa función? Esta es mi petición. Su 
bondad, su simpatía por semejantes obras de caridad me hacen confiar que sí y, por esto, me dirijo a V. S. El doctor Vallauri, prior de este 
año, y todos los miembros de la comisión lo desean; haga, pues, por contentar a todos. 

He recibido del Rvdo. Gallenghe 2 el programa para nuestra biblioteca con las modificaciones que sabiamente ha hecho V. S.; cuando 
venga a Turín, hablaremos de lo que se necesite hacer más adelante. A principios de la próxima semana, le enviaré el manuscrito Avisos a 
los Católicos 3. 

Mientras tanto, persuadido de que veré satisfecha mi esperanza, le agradezco de todo corazón todo cuanto ha hecho por mí ((868)) y por 
este Oratorio y, al desearle que el Señor le conceda toda bendición del Cielo, beso su veneranda mano y me profeso, con la más distinguida 
estima y la más alta consideración, 

Turín, día del Corpus Christi 1852 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 
capitán de los pilluelos 

Monseñor no pudo ir a Turín. Su respuesta se lee en LEMOYNE, Mem. Biogr. Vol. IV, pág. 332. 

1 Todos estos autógrafos se conservan en el archivo episcopal de Ivrea. 

2 Secretario del Obispo. 

3 Sobre este opúsculo de don Bosco escribe Lemoyne en Mem. Biogr. Vol. IV, pág. 178. 
749 

B 

Una cuestión matrimonial, a la que daban largas, es el tema de esta carta. Para las noticias sobre la marcha de las Lecturas Católicas, 
puede verse 1. c. Vol. V, en varios lugares. 

Ilmo. y Rvmo. Señor: 

Tras una multitud de dificultades, todavía no se pudo celebrar el matrimonio del abogado Giudici con la señora Grida. Como está en 
manos de la Curia, aparecían siempre dificultades y no se podía razonar con este bendito Vicario para poder resolverlas. Parecía que todo 
estaba resuelto, y, en el instante en que me enviaban los papeles, surgió la dificultad de que, según la dispensa pontificia, se debían hacer 
las amonestaciones. Dije al Vicario que V. S. las dispensaría; pero él comenzó a repetir no puede, no puedo, no puede, no puedo, y tuve 
que irme con los papeles. Dejo el asunto en sus manos: si V. S. estimase, en este caso excepcional, celebrar personalmente este 
matrimonio, imagino que los contrayentes no tendrían ninguna dificultad en ir ahí. Quería haber tratado este asunto cuando fuera a ésa, 
pero no he podido. De todos modos, dígame qué debo hacer. 

Nos hemos cruzado por el camino; diferí dos días mi salida para tener el gusto de verle y no he podido. Si desde aquí se pudiese tratar lo 
referente a las Lecturas Católicas, haré lo que me diga. Los mejores presupuestos son: el de Tortone, que hace la rebaja del catorce por 
ciento, y el de Paravía, el quince por ciento sobre los precios establecidos con Deagostini. 

Alguna elección ya se hizo; otras se van haciendo. Antes de que termine esta semana, volveré a escribirle. 

Créame, con la máxima veneración en el Señor, 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Turín, 16 de diciembre de 1855 

Fin de Página: 750 


VOLUMEN XVII Página: 750 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((869)) C 

Monseñor Moreno había enviado al Oratorio al joven Thomas Louis Jarach. El día 29 de diciembre de 1860, el alumno escribió al 
Obispo para darle las gracias y enviarle sus felicitaciones. La carta está en francés. La acción de gracias la daba de la manera siguiente: 
«»Quién ha sido favorecido más que yo por V. S. que, con amor de padre, me ha proporcionado mi felicidad espiritual y temporal, que me 
ha puesto en estado de gracia, en medio de los hijos de María y me ha hecho capaz de ganar el Paraíso? Nunca olvidaré los beneficios que 
su magnánimo corazón se dignó hacer por mí y por toda nuestra familia». 

Don Bosco añadió de su puño y letra: 

P. D. Esta carta fue pensada y escrita por Jarach; es el primero del primer curso de retórica, que es una clase muy numerosa. Es un 
verdadero modelo en conducta. 
750 
Permítame unir mis felicitaciones a las del buen Jarach, que le ofrezco de todo corazón y con la más profunda gratitud en el Señor, 
mientras me profeso, 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

30 de diciembre de 1860 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

D 

El mismo Jarach volvió a escribir al Obispo, en italiano, el día 25 de octubre de 1861, para que lo ayudara, porque pensaba abrazar el 
estado eclesiástico. «Don Bosco, escribe él, mi amado Padre, me ha tenido hasta ahora gratuitamente en su casa y está dispuesto a hacer 
cuanto pueda por mí; pero, teniéndose que hacer gastos mayores para abrazar el estado eclesiástico y encontrándose la casa en grandes 
estrecheces, acudo a usted». Y recordando el pasado, hace alusión a la caridad que le dispensó el Obispo asistiéndole en su «renacimiento a 
la gracia de Cristo». 

Otra vez añadió don Bosco unos renglones a la carta. 

P.D. Esta carta fue pensada y escrita sin sugerencia de nadie. Se la envío a V. S. para que conozca los sentimientos de gratitud que 
alimenta en su corazón, 
De V. S. Ilma. y Rvma. 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Monseñor contestó al joven: «Mi buen Tomasito: Con gusto me he enterado de su deterninación de abrazar el estado eclesiástico y le 
concedo que vista el hábito clerical; al vestirlo, le convendrá repetir: Dominus pars haereditatis meae. De buen grado ((870)) seguiré 
contribuyendo a los gastos necesarios y ya me puse de acuerdo con don Bosco al respecto; esperamos que la divina Providencia seguirá 
ayudándonos. 30 de octubre de 1861». 

Fin de Página: 751 


VOLUMEN XVII Página: 751 

Carta a la condesa Passi 

Esta carta iba dirigida a la condesa Isabel Passi Zineroni, de Bérgamo, que había implorado oraciones en favor de la nuera, la condesa 
Julia Passi Valier, gravemente enferma. El autógrafo obra en poder del conde Enrique Mateo Passi, presidente de la Sociedad Católica de 
Seguros de Verona. 

Ilustrísima Señora: 
He recibido su carta y no dejo de rezar y también hacer rezar a mis pobres muchachos por la persona que me recomienda; es más, he 
procurado ya que se hagan algunas comuniones en favor de la joven enferma por la que me escribe. 

751 
Dios es infinitamente bueno y todopoderoso: fe. 
La Santísima Virgen Auxiliadora les bendiga a usted y a su familia; ruegue usted también por mí, suyo en J. C. 
Turín, 9 de julio de 1867 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

VIII 

Don Bosco en Verzuolo 

Don Bosco fue a Verzuolo, distrito de Saluzzo, el día 9 de septiembre de 1866. Por qué fue allí lo dicen estas dos cartas. Una es del 
futuro cardenal Cagliero al caballero José de Rovasenda y la otra de la condesa Adela de Rovasenda al reverendo Botta, párroco del 
pueblo. Fueron publicadas en 1929 en un número único, con motivo del primer Centenario de la erección de la parroquia del Santísimo 
Nombre de María en Verzuolo. (Tip. Operaia, Saluzzo 1929). 

A 
Ilmo. Señor: 
He comunicado a don Bosco el programa de la fiesta del Santísimo Nombre de María en Verzuolo, que le gustó y aceptó. Por tanto, si no 

se viene abajo el mundo, esperamos celebrar una bonita fiesta. El aceptó, además, predicar el panegírico, etc. 
((871)) También le he entregado el generoso donativo de V. S. y me dijo que puede quedar tranquilo, pues la Virgen (con la confianza 
que le tiene) le defendería y libraría del cólera con toda su familia. 
Más aún, añadió que, si otras personas allegadas dan algún donativo para la iglesia de María Auxiliadora, les asegura la liberación del 

inminente peligro. 
-Aviso al lector. 
Supongo que también está ahí la señora Condesa y ruego le presente mis saludos y los de don Bosco, extensibles a su diminuta familia. 
Nosotros dos por nuestra parte intercambiaremos los saludos por un fuerte apretón de manos que no dañará a ninguno. Ruegue por mí, 
De V. S. Ilma. 
Turín, 28 de agosto de 1866 

Fin de Página: 752 


VOLUMEN XVII Página: 752 

Afmo. s. s., 
JUAN CAGLIERO, Pbro. 
752 
B 

Muy reverendo Señor: 

Acabo de recibir en este momento su apreciadísima carta y con mucho gusto me impongo el deber y la atención de responder en seguida, 
entrando en materia sin más preámbulos. 

En 1865 se llamó a Verzuolo una famosa banda musical de un pueblo vecino: ra muy buena y la misa solemne no dejó nada que desear y 
gustó a todos. Pero quizás la abundante bebida de la comida nubló los sentidos y la voz de los virtuosos, y la música de la tarde, en las 
íVísperas y la Bendición resultó francamente espantosa! 

Mi suegra, la condesa Josefina de Rovasenda, dijo al salir de la Bendición a la Baronesa Mongiardi, abuela del futuro Arzobispo de 
Génova, monseñor Eduardo Pulciano (que iba de muchacho todos los años a veranear en Verzuolo a casa de su santa abuela): «íEs preciso 
que no se repitan semejantes escándalos en Verzuolo! Rogaremos a don Bosco que otro año venga con sus músicos a celebrar la fiesta del 
Santo Nombre de María. Yo hospedaré a don Bosco y a algunos de sus músicos. Tú hospedarás a algunos más, en las diversas casas 
hospedaremos a todos, y la fiesta resultará ciertamente hermosa y don Bosco nos predicará el panegírico». La Baronesa asintió muy 
gustosa y todos los veraneantes se ofrecieron a contribuir para dar hospedaje y atender en todo a los músicos. La noticia corrió de boca en 
boca por toda la población, con mucho agrado de todos. 

Al año siguiente, 1865, estábamos, como de costumbre, veraneando en Verzuolo, pero antes de lo acostumbrado, creo que a fines de 
junio. Me parece que el cólera estalló en la primera mitad de agosto y, un día, el señor Emilio Boarelli, padre de la llorada señora 
Quagliotti, ((872)) que me parece era alcalde del pueblo, hombre bonísimo y que no se oponía a las fiestas de Iglesia, vino a ver a mi 
suegra y le dijo que había en el pueblo quien murmuraba contra la ida de don Bosco, como de algo imprudentísimo, porque se llenaría la 
iglesia de gente con gran peligro de que aumentara el contagio. Este, en efecto, poco tiempo después aumentó hasta presentarse nueve 
casos en un día, dando así mayor razón a los murmuradores. 

Mi suegra, que había conocido de pequeñito al señor Boarelli, le aconsejó que no se dejara acobardar por las habladurías, puesto que la 
ida de don Bosco más que ocasionar un aumento del mal, sería capaz de librarnos de él. 

Llegó, pues, don Bosco. Música maravillosa y enorme gentío en la iglesia. Por la tarde, el venerable Siervo de Dios predicó el 
panegírico. Después de hablar de la Virgen batalladora y del origen de la fiesta del Santo Nombre de María, añadió: «Pero la Virgen 
Santísima no sólo ha sido invocada en las guerras, sino también en las pestes. Vosotros estáis afligidos con el cólera; si he de deciros mi 
pensamiento o inspiración, todo el que rece la jaculatoria: «Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores», no será atacado po 
el cólera. 

He procurado decir las palabras que me parece son las del Venerable don Bosco; pero lo que me siento capaz de poder jurar es el sentido 
de las palabras, la segunda parte del Avemaría, que nos dio como jaculatoria sin la conclusión «ahora y en la hora de nuestra muerte» y 
haber oído decir que ya no hubo ningún caso más de cólera. Este es mi recuerdo exacto, que estoy dispuesta a jurar con la mano sobre el 
Evangelio. 

Haga Dios que yo viva hasta verle en los altares... 

De V. S. M. Rvda. 

Génova, 20 de diciembre de 1917 

Segura servidora, 

Condesa ADELA DE ROVASENDA 
753 

El beneficio, aun sólo material, de la ida de San Juan Bosco a Verzuolo no se puede comparar en modo alguno con los gastos registrados 
en el libro de contabilidad de la sacristía, en el que se encuentra anotado para las fiestas de septiembre de 1866: A don Bosco, para el 
sermón del Santísimo Nombre de María, diez liras. En efecto, consultando el Registro de defunciones se encuentran en aquellos días 
quince defunciones en la Parroquia de Santa María, disminuyendo después en seguida hasta llegar a la normalidad. Beneficio espiritual se 

Fin de Página: 754 


VOLUMEN XVII Página: 754 

realizó en un aumento general de confianza en la protección de María Santísima, de suerte que algunos años después, queriéndose instituir 
en la parroquia la Compañía de las Hijas de María, las Celadoras se presentaron a don Bosco en Turín y obtuvieron de él orientación y 
aclaraciones para hacerse con un cuadro de Rollini y establecer la Pía Asociación que sigue celebrando la fiesta de María Auxiliadora, 
como su Patrona especial, en el segundo domingo de octubre. 

((873)) IX 

Nueve cartas de don Bosco a la marquesa María del Carmen
de Labrugnière nei Gondi (Florencia)


La primera de estas cartas es una de las breves circulares que don Bosco enviaba a los más insignes bienhechores cuando volvía de 
Roma. En las tres siguientes, intenta consolar a la Marquesa, que acababa de perder a su joven marido (1842-1869), con quien se había 
casado en 1865. 

En la sexta se tiene, tal vez, una prueba de que la correspondencia de don Bosco era vigilada. Para que la carta no parezca que es suya, 
don Bosco hizo escribir la dirección por otra mano. 

En la octava carta se habla de la suntuosa alfombra, ofrecida por las Cooperadoras florentinas en 1875 (Vol. XI, pág. 211). Las donantes, 
temiendo una incautación de los bienes de la Iglesia, habían propuesto que la alfombra figurase como de su propiedad. En casa Gondi se 
guarda la escritura de entrega en depósito. 

Estas y otras noticias, que se encontraban al pie de algunas páginas, nos fueron facilitadas, junto con las cartas, por la marquesa 
Magdalena Patrizi Montoro, hija de la destinataria. A la misma debemos también el grupo de cartas que siguen. 

A 

Su Santidad el Papa Pío IX, queriendo conceder beneficios espirituales a las familias que, de algún modo, han ayudado a la institución de 
los niños pobres del establecimiento llamado Oratorio de San Francisco de Sales, concedía nominalmente a la familia de la Marquesa 
María Gondi y, por su medio, a todos los parientes afines y consanguíneos hasta el cuarto grado: 

1. Bendición apostólica. 
2. Indulgencia plenaria todas las veces que comulguen. 
3. Indulgencia plenaria en el momento de la muerte. 
4. Indulgencia aplicable a las Almas del Purgatorio. 
Roma, 8 de febrero de 1870 

JUAN BOSCO, Pbro. 

B 

Ilma. Señora: 

He recibido su respetable carta, que me ha producido verdadera satisfacción. Por ella descubro que su corazón está lleno de amargura por 
la pérdida de su llorado marido, pero que se ha sosegado algún tanto para dar paso a la resignación ((874)) a la voluntad de Dios, a la que, 
quiérase o no, hay que someterse. 

No tema que disminuya el afecto de su marido en la otra vida; por el contrario, será mucho más perfecto. Tenga fe; lo verá en una 
condición mucho mejor que cuando estaba con nosotros. Lo más agradable que puede hacer por él es ofrecer a Dios todo afán por el 

Fin de Página: 755 


VOLUMEN XVII Página: 755 

descanso de su alma. 

Permita que le hable con un poco de libertad. Es verdad de fe que, en el cielo, se goza de una vida infinitamente mejor que la terrestre. 
»Por qué, pues, entristecerse, si su marido fue a la posesión de ella? 

Es de fe que la muerte para los cristianos no es separación, sino dilación de la posibilidad de verse. Paciencia, pues, cuando alguno se no 
adelanta; no hace más que ir a prepararnos el lugar. 

También es de fe que, en todo momento, usted puede con las obras de piedad y caridad hacer un gran bien al alma del difunto; »no tiene, 
por tanto, que disfrutar su corazón por haberle Dios concedido sobrevivir? 
Además, la asistencia de sus hijitos 1, el consuelo al suegro, la práctica de la religión, la difusión de los buenos libros, el dar buen consejo 

a quien lo necesita, »no son cosas que deben hacernos bendecir al Señor a cada momento por los años de vida que nos concede? 

Y hay otros motivos más, que no creo, por ahora, conveniente manifestar. 

En conclusión, adoremos a Dios en todo, en los consuelos y en las aflicciones, y tengamos la seguridad de que es un buen Padre y no 

permite pruebas superiores a nuestras fuerzas; que es todopoderoso y puede, por consiguiente, aliviarnos cuando quiere. 

Mientras tanto, he recomendado siempre a usted y a su familia al Señor en la santa misa y seguiré haciéndolo en particular en las 
oraciones comunitarias ante el altar de María. 

Me han comunicado que la señora Mariana del Turco 2 se encuentra mejor. Bendito sea Dios, sigamos pidiendo por ella con nuestras 

oraciones. 

Le ruego participe mis saludos a toda su familia y también a la familia Uguccioni 3, si tiene ocasión de verla. 

((875)) Que Dios bendiga a usted y sus trabajos; ruegue por mí, que me profeso, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 28 de marzo de 1870 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Magdalena, nacida en 1866 y casada con el marqués Felipe Patrizi en 1885; Carlos, nacido en 1868 y casado con Luisa Guicciardini en 
1891. La marquesa Magdalena Patrizi nos ha facilitado las copias de estas cartas y las del número X. 
2 Mariana Gondi, casada en 1862 con Pedro Francisco Rosselli del Turco, hermana del llorado consorte y madre de Antonio, Pío, 
Esteban, Juan, María Teresa y Felipe. 
3 La familia Uguccioni se componía entonces de la señora Jerónima Uguccioni Gherardi 
755 
C 
Benemérita Señora: 
He tardado algo en responder a su respetable carta hasta tener la tranquilidad, que me faltó precisamente los días pasados. 

Me alegro mucho de que la calma y la resignación empiecen a abrirse paso en su corazón. Nosotros solos no podemos nada, pero, con el 
auxilio de Dios, lo podemos todo. Siga dedicándose a hacer obras de caridad y alternando con personas piadosas y amigas; ello le ayudará 
moralmente. 

Celebro que el R. P. Messi 1 le haya concedido comulgar varias veces por semana. Sea una por el marido difunto, otra por sus niños y la 
tercera a María Dolorosa, para alcanzar resignación a la voluntad de Dios. 

Me insta para que le manifieste algunas razones providenciales con respecto a usted. Tendría muchas; empiezo por las que, a mi 
entender, no superan las fuerzas actuales. Heme aquí, pues, para hablarle con la voz del Señor. 

Fin de Página: 756 


VOLUMEN XVII Página: 756 

1. Tu marido fue llamado a mí, porque yo le tenía preparado un puesto mucho mejor del que él tenía en la tierra, donde le aguardaban 
muchos peligros espirituales y temporales. 
2. Tú misma lo necesitabas; si tú hubieses tenido que morir antes que él, la separación habría sido demasiado amarga y cruel; por el 
contrario, cuando llegue el último día, tendrás un gran consuelo con el pensamiento de que el objeto más querido te espera en el seno del 
Creador. 
3. El pan, que hace casi un año mezclas con tus lágrimas y tu dolor, aunque la falta de resignación disminuye algo el mérito, sin embargo 
fue un gran tesoro para aliviar a tu marido, hacerte conocer la nada de las cosas de la tierra y también para darte ocasión de hacer un poco 
de penitencia por la vida pasada y, mucho más, para evitar una larga serie de peligros espirituales que te habrían amenazado. 
4. Para dar en el mundo ejemplo de la madre que, en la flor de los años, renuncia a toda idea terrena para dedicarse a sus hijos. 
Contrariamente a lo que hacen tantas madres desnaturalizadas que, al pasar a segundas nupcias, abandonan sus criaturas en manos de 
personas ((876)) asalariadas que, con servil educación, les dan a beber el vicio antes de que lo puedan conocer, etc. 
No sé si la molestará todo esto, que habría querido manifestarle antes. Le escribiré muchas otras cosas a medida que su corazón la tenga 
preparada. Le advierto que hablo con usted con la más franca confianza. Estas cosas demuestran la bondad del Señor con respecto a usted. 

Mil saludos para la señora Jerónima, para su señora cuñada y suegro 2. Que Dios los bendiga a todos; ruegue también por mí, que de 
todo corazón la bendigo. 

Turín, 17-7-70 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

(1812-1899) y de la hija Mariana, casada con José Rosselli del Turco (1837-1905) y madre de Juan Bautista, Gertrudis, María Isabel, 
Diana, Tomás. 

1 Filipense, su confesor y más tarde Obispo de Livorno. 

2 Señor José Gondi (1808-1882). 
756 

B 

Benemérita señora Condesa: 

Aunque no pueda encontrarme con los que, el viernes, rezan sobre la tumba de su llorado esposo, sin embargo no dejaré de hacer desde 
aquí cuanto sé que le interesa. Así, pues, esa mañana en la iglesia de María Auxiliadora, celebraré la santa misa; mis muchachos, que pasan 
de ochocientos, rezarán el Rosario y comulgarán, en sufragio de su alma, que, hablando en plata, creo está en el Paraíso hace mucho 
tiempo. 

Mientras tanto consolémonos, como dice san Pablo, con la esperanza de que pronto veremos a nuestros seres queridos, pues la muerte no 
es para los cristianos una separación, sino una simple dilación de la posibilidad de verse, y usted tenga fe en ello; verá, es más, veremos en 
mejores condiciones a todos los que fueron instrumentos de afecto con nosotros y cuya felicidad nosotros podemos aumentar en la vida 
presente. 

Ahora paso también a mis preocupaciones. El reclutamiento militar que se está efectuando alcanza a algunos de mis mejores clérigos, 
que, como no sea por una extraordinaria ayuda de la divina Providencia, tienen que cambiar el breviario por el fusil. He pensado más de 
una vez para mis adentros: »quién sabe si la señora condesa Gondi podrá echarme una mano en esta mi empresa? No hago más que 
exponer la cosa. Cada clérigo puede librarse con tres mil doscientas liras. Si usted, en sufragio del alma de su marido y de los demás 
parientes, pudiese hacer esta caridad, además del mérito que tendría ante Dios, este sacerdote se obligaría a tener cada día un recuerdo 
especial en la santa misa por usted y por toda su familia. La libertad con que escribo, dará a usted mayor libertad para contestar. Como 
quiera que proceda, no dejaré de invocar constantemente la bendición del cielo sobre usted, sobre sus hijos, sobre su señor ((877)) suegro, 
para que Dios colme a todos de sus dones y los haga felices en el tiempo y en la eternidad. 

Fin de Página: 757 


VOLUMEN XVII Página: 757 

Me encomiendo con mis muchachos a sus santas oraciones y créame de V. S. B. agradecido
Turín, 19 de octubre de 1870
Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.


E 

Benemérita señora Condesa: 

Agradezco su buena voluntad y la esperanza que me da de acudir en mi ayuda para rescatar algún buen sacerdote que regalar a la Iglesia 
hoy tan atormentada. Rogaré a Dios que la bendiga y que prosperen sus negocios temporales, de modo que los recursos se hagan 
abundantes para satisfacer la bondad de su corazón y también las necesidades que, por desgracia, nos apremian continuamente. 

Además, para favorecer su petición y conociendo su devoción a la gran Madre de Dios, haremos el próximo martes, octavo día de la 
novena, un servicio religioso. Reunidos ante el altar de María Auxiliadora, nuestros muchachos harán oraciones especiales, la santa 
comunión, el rezo del rosario; yo celebraré la santa misa a las siete de la mañana. Todo esto, según su piadosa intención, esto es, a fin de 
que Dios conceda 
757 

el Paraíso, si todavía no estuviese en él, a su llorado marido; salud, valor, temor de Dios para sus hijos y, para todos, el precioso don de la 
perseverancia en el bien. 

Que Dios la bendiga, señora Condesa, y le haga verdadera madre misericordiosa de los pobres en esta tierra, con el premio de los justos 
en el paraíso. Amén. 

Ruegue por mi pobre alma y creáme en J. C., 

DeV. S. B. 

Turín, 3-12-70
Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.


F 

Benemérita señora Condesa: 

Voy a escribir la presente, la tercera que escribo desde aquí. No sé realmente explicarme. Escribo cartas y más cartas y muchas no llegan 
a su destino. En cambio, las suyas me llegan regularmente. 

Si llega ésta, le llevará la noticia de que, probablemente, el día dieciocho de marzo de este mes pasaré por Florencia, donde me detendré 
casi una jornada y este tiempo sería para usted; así, ya que no podemos hablar por escrito, lo haremos personalmente. 

Vuelvo a decirle que he recibido las doscientas liras que envió para ((878)) nuestras necesidades y hemos celebrado una misa, con el 

rosario y comunión de nuestros muchachos, según su piadosa intención. 

Que Dios les bendiga a usted, a su familia, a su señor suegro, y créame agradecido 

Turín, 8-6-71 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

G 

Fin de Página: 758 


VOLUMEN XVII Página: 758 

Benemérita señora Condesa: 
Se recibió la famosa alfombra y, como ya habrá sabido por los periódicos, fue el más hermoso obsequio de nuestra fiesta. Doy a usted y a 
todas las demás señoras las más expresivas gracias y pido a María se digne recompensar a todas dignamente, ayudándolas en vida, 
asistiéndolas en la muerte y recibiéndolas, en su día, en la eterna bienaventuranza, todas alrededor de Ella y conmigo en un rinconcito 
abajo muy abajo. 
Tenga la bondad de decirme si, para enviar una carta a las personas cooperadoras nombradas en la suya, basta aquella sencilla dirección. 
Por mi parte, pensaré en cumplir mi deber. 

Dios la bendiga, señora Condesa, y bendiga con usted a toda su familia. Rezaremos 
758 
cada día por usted y ayúdeme con la caridad de sus santas oraciones mientras, con profunda gratitud, me es grato poderme profesar, 

DeV. S.
Turín, 27-5-75
Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.
H


Benemérita señora Condesa: 

La señora condesa de Bricherasio me ha comunicado la escritura de entrega en depósito de la alfombra, caritativamente ofrecida a la 
iglesia de María Auxiliadora por las señoras florentinas. He examinado el escrito y, si la cosa quedase sólo entre nosotros, se calcularía, 
como usted se dignó escribir, que es una simple formalidad. Pero, cuando llegue a manos de los que vengan después de nosotros, parece 
algo humillante para el Rector de la iglesia y causa de disgustos para nuestros herederos; 
cosa muy lejana de nuestro común deseo. 

Sin embargo, deseando condescender con sus santos deseos, suscribo con gusto la obligación mencionada, rogando solamente que se 
quiten dos palabras a la segunda condición y, por consiguiente, también la tercera, que es consecuencia de ésta; ruego, además, de manera 
particular, a V. S. Ilma. se digne perdonarme si miro el diente del caballo regalado, ((879)) como reprueba el refrán. Entre nosotros, es 
acaso la primera vez que se hacen escritos similares, especialmente para una iglesia, que pertenece a una congregación de personas, en las 
que la posesión se perpetúa con la más exacta garantía. 

Como quiera que sea, no dejaré de hacer cada día un memento especial en la santa misa por usted, benemérita señora María, por toda su 
familia y por todas las caritativas señoras que pusieron su mano generosa en esta obra. 

Me encomiendo a la caridad de sus oraciones y créame sumamente agradecido, 

DeV. S. 

Turín, 28, 6, 75 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Benemérita señora Condesa:
Me alegro de que V. S. y su familia disfruten de buena salud y pido a Dios se digne conceder a usted y a su niña largos años de vida.
No dejaré de hacer oraciones especiales por el viaje que va a emprender. No lo dude, será feliz.


Fin de Página: 759 


VOLUMEN XVII Página: 759 

En otoño estoy siempre aquí o muy cerca de Turín; por consiguiente, si antes de su regreso, puede cómodamente avisarme qué día pasará 
por esta nuestra ciudad, yo 
759 

podré fácilmente encontrarme en casa y sentiría mucho que llegara usted aquí en mi ausencia. 

Que Dios les bendiga a usted, a su niña y a su suegro y recen por mí que soy 

Turín, 8-9-72 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Al llegar a Turín, basta que diga a cualquier cochero de punto: lléveme a don Bosco. Eso basta. 
X 

Seis cartas de don Bosco al marqués Juan Patrizi Montoro 

A 

En las conferencias anejas, de que se habla aquí, véase lo que Lemoyne escribe de ellas en el volumen V, pág. 338. Don Bosco había 
tratado de ellas en casa del marqués Patrizi (1. c. pág. 619), que presidía en Roma las Conferencias de San Vicente. 

((880)) Muy apreciado en el Señor: 

Antes de salir de Roma, tenía vivo deseo de hablar una vez más con usted, para agradecerle las grandes atenciones que había tenido 
conmigo y para recomendarle las conferencias anejas aunque estoy firmemente convencido de que hará lo que pueda sin más 
recomendaciones. Hablé de usted y tendré que hacerlo a menudo, porque me ha dado materia para ello, y sea esto para mayor gloria de 
Dios. 

El teólogo Murialdo, mi colega, me ha participado que asistió a la Conferencia de Nuestra Señora de la Encina y que le pareció bien 
encaminada. Deo gratias: ánimo. Recomiende siempre la cosa al abate Biondi y al abate Cattini. Tan pronto como se encuentre con los 
jovencitos de la conferencia aneja, salúdemelos cariñosamente en el Señor y dígales que mis muchachos les tienen mucho afecto y, al 
tiempo que rezan por ellos, les recomienden firmeza y perseverancia. 

Yo sigo recomendándole las Lecturas Católicas y necesitaría que alguien me tuviese al día de cuanto se hace a este propósito para saber 
si las expediciones llegan puntualmente, si se detienen, si hay que aumentar o disminuir el número de ejemplares de los asociados. 

Sin duda que las graves y diarias ocupaciones a que atiende, le dejan poco tiempo libre, pero su caridad sabrá encontrar algún ratito para 
dedicarlo a las Lecturas Católicas. 

Le ruego salude y dé las gracias a todos los buenos señores que propagan estos libritos. Dios se lo tendrá en cuenta. Si usted viniese por 
estas tierras, no deje de acercarse a ver a nuestros muchachos y nuestras conferencias; usted mismo me dio alguna esperanza de ello. 
760 

Dios le guarde y la Virgen Inmaculada bendiga a usted y a toda su familia. Créame en el Señor. 

Turín, 22 de mayo de 1858 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P. D. Si tiene ocasión, salúdeme al señor duque Salviati. 
Fin de Página: 761 


VOLUMEN XVII Página: 761 

B 

Por esta carta se ve que el Marqués tenía pensado emprender en Roma una publicación periódica, como la de las Lecturas Católicas. 

Ilmo. señor Marqués: 

Se acerca el otoño y yo voy hablando de V. S. como si ya estuviese entre nosotros. Pero quisiera que su visita no fuese de improviso; por 
esto, haría muy bien y me gustaría mucho que, antes, me enviase unas letras para estar yo seguro de que se encuentren en Turín otros 
amigos que, de lo contrario, ((881)) tal vez estarían ausentes. Quisiera también que pudiera estar siquiera un día festivo y así vería nuestras 
asambleas generales. He tenido también un gran olvido en el que debo detenerme: es rogarle se digne aceptar una habitación en nuestra 
pobre casa y considere como suyo cuanto en ella tenemos. La invitación es un poco atrevida; ahora veré si mis esperanzas no quedan 
frustradas. 

Recibirá los fascículos de las Lecturas Católicas, de acuerdo con el número de los asociados de Roma. Los gastos, que usted tenga que 
hacer, descuéntelos de las cuotas de asociación. Me alegro mucho de que S. S. haya tomado en consideración las Lecturas y más aún el 
incremento que ahí van tomando. Pero mi parecer sería que, mientras no se puedan imprimir en Roma, se envíen desde aquí los fascículos 
a todos los que los piden, y eso para tener viva la idea, que parece haber entrado santamente en la mente de muchos; de lo contrario, pasa lo 
que al hierro, que se enfría a medida que se aleja del fuego. Debo, en todo caso, prevenirle que, al ser muchos los ejemplares que se 
imprimen, se ponga mucho cuidado para que los temas sean adaptados al pueblo con vocabulario, estilo y pensamiento sencillos, de lo 
contrario, las iniciativas mueren lo mismo que nacen. Los colaboradores que me indicaba no valen para estos trabajos; están 
acostumbrados a hablar a gente culta y sería una verdadera excepción si lograsen abajarse y hacerse entender por el pueblo. Podrían, al 
menos por algún tiempo, seleccionar los que parecen convenir más de entre los fascículos publicados hasta ahora y reproducirlos. Todo 
esto in nomine Domini. 

He leído con verdadera satisfacción el progreso de la conferencia aneja de Roma; nuestros jóvenes, al oír la relación, rompieron a 
aplaudir y van diciendo y repitiendo a cada paso: demos gracias a Dios que multiplica sus bendiciones sobre la afortunada juventud de 
Roma. Hablaremos de esto cuando esté usted entre nosotros. 

Le ruego eche al buzón de correos las cartas que le acompaño. Animo, señor Marqués, tiene usted una gran mies entre manos, pero no 
olvidemos que trabajamos por un amo, que paga con una medida colmada todo nuestro trabajo, aun el más 
761 

pequeño. Ruegue por mí y por mi familia y dígnese contarme entre los que, muy agradecidos, se profesan de V. S. Ilma. 

Turín, 8 de agosto de 1858 

Atto. y seguro servidor y amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

C 

Mi querido don Juan en el Señor: 

El reverendo Honorio Taramelli va a Roma para arreglar sus asuntos relacionados con su ministerio sacerdotal. Si usted puede facilitarle 
un momento de audiencia con S. E. el Cardenal Vicario, me haría un favor. ((882)) Tuvo la desgracia de caer en la herejía protestante; 
ahora la ha abandonado y quiere vivir y morir como un buen sacerdote. Lo recomiendo a la atención de sus buenos oficios. 

Va con él también a Roma el doctor en derecho, José Barlani-Dini, para arreglar algunos asuntos de contabilidad que tiene con su 
Secretario de usted. Es persona de sanos principios y católico de pura cepa. 

Nuestras conferencias anejas siguen alegremente a pesar de las dificultades. Los frutos son muy satisfactorios. »Sigue todavía la 
conferencia de Roma? 

Los Oratorios florecen por su número y sus buenos resultados. En esta casa pasan de los seiscientos. Siempre que hablamos de usted, 
pido que la divina Providencia haga que un día u otro tengamos la suerte de tenerle con nosotros para edificarnos con sus palabras y con 

Fin de Página: 762 


VOLUMEN XVII Página: 762 

sus rasgos de caridad. 

El conde Cays, el conde Collegno, el masrqués Fassati y el conde Giriodi, presidente de la conferencia de Turín, le envían sus saludos. 

Me sumo a todos ellos para impetrarle del cielo salud, gracia y ánimo y encomendarnos todos a sus devotas oraciones, al tiempo que, con 

verdadera gratitud, considero como mi mayor dicha poderme profesar, 

De V. S. en el Señor 

Turín, 1862, 18 de agosto 

Afmo. seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Le agradezco lo que hace por nuestra rifa y se la recomiendo. 
D 

Mi querido don Juan: 

Le envío un recibo de la cantidad que me envió, de la forma y con las palabras que en su bondad se dignó indicarme. Celebro mi poca 
exactitud porque así he tenido el gusto de recibir directamente sus noticias, ya que, aparte las que me trajo la benemérita duquesa Melzi, 
son muy raras las que podemos tener. 

Queridísimo don Juan, el Señor quiere que pasemos por grandes pruebas; íes la 
762 

primera vez que, en esta nuestra ciudad, se ve a un propagandista protestante predicando en las plazas! Imagínese el escándalo y el daño 
que hacen; los libros, las hojas sueltas, catecismos, sermones, promesas de empleos, limosnas, donativos son los medios que suelen 
emplear los protestantes. El clero trabaja sin descanso y con firmeza, pero, preciso es decirlo, la juventud corre gran peligro. 

((883)) A pesar de esto, los oratorios se llenan hasta ahora en los días festivos y, ordinariamente, pasan de tres mil muchachos. En esta 
casa hay setecientos internos, que son los más desamparados y los que están en mayor peligro. Tenemos también dos muchachos que son 
de Roma. 

Nuestra casa, gracias a Dios, marcha bien; muchos sacerdotes y clérigos, el caballero Oreglia, el conde Cays, el marqués Fassati se 
suman a mí para ofrecerle sus cordiales saludos y todos se encomiendan a sus fervorosas oraciones. Mientras me encomiendo, con mis 
muchachos, a la caridad de sus fervorosas oraciones, considero felicísimo el momento en que puedo profesarme suyo en el Señor. 

Turín, 20 de junio de 1863 

Afmo. y seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Si la Divina Providencia le pusiera en condiciones de ofrecer un donativo, haría una gran obra de caridad para bien de las almas. 
P. D. Esta carta fue detenida en Correos, fue abierta y devuelta a quien la escribe. Vuelvo a enviarla certificada.
Veremos si vuelve a ser interceptada.
Turín, 24 de octubre de 1863
JUAN BOSCO, Pbro. 

E 

Fin de Página: 763 


VOLUMEN XVII Página: 763 

Queridísimo señor Marqués: 

Recibida su carta con la nota de las cargas y derechos señalados para el capellán de Montoro, di al punto comunicación a dos sacerdotes 
con los que había hablado antes. Tanto uno como otro encontraron la propuesta digna de consideración por todo concepto; mas, a la hora 
de decidirse, observaron que su situación económica quedaría menoscabada, puesto que, sólo con la escuela elemental, uno percibe mil 
doscientas liras y el otro mil. Su personal queda en libertad para ocuparse en cualquier cosa a su favor. 

Le diré el motivo. La escasez de sacerdotes, en general, se nota también entre nosotros, pero los sacerdotes de la clase que usted desea y 
los únicos que yo quiero proponer, son muy solicitados por los Obispos y bien retribuidos por la importancia de los asuntos que se les 
pueden confiar. Si a lo largo del año, llego a encontrar alguno libre de todo compromiso que nos convenga, se lo notificaré, para saber si 
todavía hay necesidad de él. 

((884)) Ayúdeme a llevar adelante la iglesia de María Auxiliadora y yo le pediré que le prepare una preciosa corona en el Cielo. 

Dios le bendiga; ruegue por mí que, agradecido, tengo el gusto de profesarme su 

Turín, 12 de noviembre de 1863 

Afmo. servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.


F 

Queridísimo señor Marqués: 

He recibido con verdadera satisfacción su apreciada carta y me alegro en el Señor que le dé salud y voluntad para seguir con sus buenas 
obras. 

Respecto al sacerdote de que le hablé, parece que hay esperanza de encontrar uno de buen espíritu, pero ya está empleado; queda por ver 
si su posición no sufre ningún quebranto con el cambio que se proyecta. Haga, pues, el favor de decirme: 

1) Si se busca un sacerdote diplomado para dar clase y cuáles son las cargas precisas de su oficio. 

2) Qué emolumentos percibirá y si la celebración de la misa lleva consigo la aplicación del santo sacrificio o si queda libre. Pregunto 
esto, porque el sacerdote de que se trata tiene una obligación que lo ata a la aplicación de algunas misas, pero sin obligación de residencia. 
En cuanto tenga estas aclaraciones, trataré pronto el asunto. 

Estuve en Lonigo y he hablado mucho de usted en casa Sorango, donde usted había estado poco antes. íQué buena y santa familia! 
También he pasado por Milán, donde paré unas horas para ver al señor duque Scotti y a la señora duquesa Melzi, pero ambos habían salido 
para Roma. Me haría un gran favor, cuando tenga ocasión de verlos, si se digna presentarles mis respetuosos saludos. Dios bendiga sus 
trabajos, querido señor Marqués; ruegue por mí y por esta mi familia y considéreme, con el más sincero aprecio y gratitud, 

De V. S. Carísima. 

Turín, 23 de octubre de 1865 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

Carta de don Bosco al reverendo Oggero 

Era párroco de Rivarolo Lígure. No nos consta que don Bosco fuera en otoño de 1870 a Génova, como manifestaba aquí que deseaba 
hacer. 

Fin de Página: 764 


VOLUMEN XVII Página: 764 

Muy apreciado en el Señor: 

Bendito sea Dios en todo. Sólo El puede consolarnos en las terribles angustias, que al presente oprimen la situación moral de la 
humanidad. Recemos y yo dispondré que se haga también alguna oración, ((885)) en honor y ante el altar de María Auxiliadora, para el fin 
que me indica. 

Mientras tanto, como tengo que darme un paseo hasta Génova durante el próximo otoño, no dejaré de seguir su amable invitación y 

detenerme en la Cartuja de Rivarolo de la que es usted digno párroco. 

Dios le bendiga y ayude a llevar a cabo sus proyectos; ruegue por mí y por mis pobres muchachos y créame en J. C. 

Turín... 1870 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.
XII
Carta de don Bosco a don Pedro Guidazio


Don Pedro Guidazio, fundador del colegio de Randazzo en Sicilia, estaba en 1870 en Lanzo, como clérigo y consejero de aquel capítulo. 
Entró en el Oratorio a la edad de veinticinco años, después de haber rodado mucho por el mundo; dotado como estaba de viva imaginación 
sentía el peso de la nueva vida y, a veces, se dejaba vencer por el desaliento. Se deduce de esta carta que estaba tentado de volver atrás. 

Muy querido Guidazio: 

Siempre estarás inquieto y no serás feliz hasta que no lleves a la práctica la obediencia prometida y te pongas totalmente bajo la dirección 
de tus superiores. Hasta ahora te ha atormentado cruelmente el demonio, arrastrándote a hacer lo contrario. 

Por tu carta y las conversaciones habidas entre nosotros, no se trasluce ningún motivo para dispensa de votos. Si éstos existieran, tendría 
que escribir a la Santa Sede, a la que están reservados. Pero coram Domino, yo te aconsejaría la consideración del abneget semetipsum, y 
asegurarte que vir oboediens loquetur victorias. 

Cree a mi experiencia; el demonio quisiera engañarnos a ti y a mí; en parte, lo logró contigo; conmigo, por lo que a ti se refiere, ha 
fracasado completamente. Ten plena confianza en mí como yo la tuve siempre en ti, no de palabra, sino de hechos, de voluntad eficaz, de 

obediencia humilde, pronta, ilimitada. Esto es lo que causará tu felicidad espiritual y temporal y me reportará a mí verdadera satisfacción. 

Dios te bendiga y te conceda el precioso don de la perseverancia en el bien; ruega por mí, que te aprecio con paternal afecto, 

Turín, 13-9-70 

Afmo. en J. C., JUAN BOSCO, Pbro. 
((886)) XIII 
Cartas de don Bosco a la condesa Carolina Gambaro 
La condesa Carolina Gambaro, hija del barón Cataldi, era mujer del catolicísimo conde Francisco, genovés. Entre estas cartas, hay una 
dirigida al barón Julián Cataldi, padre de Carolina, renombrado banquero de Génova, en otro tiempo alcalde de la ciudad. Los autógrafos 
se conservan en el archivo del hijo, conde Julián Gambaro. 

A 
Mi buena señora Carolina: 
La gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros. Gracias a la bondad del Señor, me encuentro en un estado de salud como para poder 

Fin de Página: 765 


VOLUMEN XVII Página: 765 

volver a Turín y reanudar, al 
765 

menos, mis más apremiantes ocupaciones. Agradezco a usted, a Mamá, y a toda la familia el interés que tienen por mi curación; tengan a 
bien rezar para que pueda emplear toda mi salud para la mayor gloria de Dios. 

Mientras tanto, le aseguro que, en cuanto llegue a Turín, no dejaré de celebrar las misas que me encarga en el altar de María. Asegure a 
Mamá que, en Turín, se hacen mañana y tarde oraciones especiales por ella; el domingo celebraré yo la misa y nuestros muchachos harán la 
santa comunión con el fin de arrancar de Dios que conceda a Mamá santa resignación con alguna sensible mejoría de su vista. Ella, por su 
parte, únase con su piadosa intención. No es posible que tantas oraciones no vayan a ser escuchadas. 

Dios bendiga a su buena Mamá, a su santo papá y a toda la familia y conceda a todos buena salud y el santo don de la perseverancia en el 
bien. 

Mi salud no me permite pasar por Génova o, mejor, pararme como desean. 
Espero hacerlo dentro de no mucho tiempo. Diga a Mamá que agradezco sus santas disposiciones para Sampierdarena. 

Ruegue por mi pobre alma, yo rezaré por usted y créame con los sentimientos de mi profunda gratitud de V. S. 

Varazze, 13-2-72 

Don Cuffia le envía sus más respetuosos saludos y no dejará de darme noticias cuando vaya a Génova. 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((887)) B 

Ilmo. señor Barón: 

El proyecto de una casa en Sampierdarena parece próximo a realizarse. Me escribe el Arzobispo que se ha fijado el día veinte de este mes 

para extender la escritura de la iglesia y casa aneja de San Cayetano. Ahora se trata de recoger dinero (unas treinta y siete mil liras). 

Si en este caso excepcional puede ayudarme, se llevaría a efecto un proyecto ideado el año pasado en su casa de campo de Sestri. 
Mañana voy a Varazze; el viernes por la tarde, espero estar en Génova y uno de mis primeros pasos será para ir a su casa, a fin de que usted 
me ayude con su consejo y su acción. 

Que Dios les conceda sus bienes, a usted y a toda su familia y, pidiéndole abundante voluntad para usted, me encomiendo a sus oraciones 

y me profeso, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 11-6-72 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

P.D. Ruégole remita la cartita adjunta a la Señora Carolina. 
766 
C 
Muy apreciada señora Carolina: 
Mañana voy a Varazze y el viernes por la tarde estaré en Génova, si Dios quiere, y nos veremos en su casa. Diga a su señora Mamá que 
se ha comprado el local para Sampierdarena y que no nos falta más que el dinero para hacer la escritura; pero de esto espero poder hablar 

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VOLUMEN XVII Página: 767 

con usted misma. 
Ruégole ofrezca mis saludos a su señora Mamá y a toda la familia y créame con profunda gratitud, 
De V. S. muy apreciada, 
Turín, 11-6-72 

Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

D
Mi buena señora Carolina Cataldi:
No dejaré de encomendarla en la santa misa. Pida usted también por mí y esta mi familia, que crece cada día más, ((888)) y, por otra


parte, al crecer el número y las peticiones, aumenta también la necesidad. 
Dios la bendiga y con usted a toda su familia. 
Turín, 16-6-77 

JUAN BOSCO, Pbro. 

E 

Benemérita señora Carolina: 
La señora Josefina Podestà, su hermana, me trajo su donativo de doscientas cincuenta liras y otras ciento, de parte de una persona 
piadosa. 
No pude ver, como era mi deseo, a su hermana y, por eso, creo cumplir con mi deber, asegurándole que me llegó el dinero y que ya lo he 
gastado; pero me queda la obligación de agradecérselo de corazón y rezar mucho por usted y por toda la familia para que Dios les conserve 
en buena salud y en su santa gracia. 
Ruégole presente mis humildes saludos al señor Francisco, su marido, y le asegure que me acuerdo de rezar en la santa misa cada 
mañana. Cuando tenga ocasión, ruégole salude a Mamá de mi parte y rece también por mí, que seré siempre en J. C. 
Turín, 4-82 
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

F 
Benemérita señora Carolina: 
Recibo su donativo de cien liras para nuestros muchachos, que se encuentran en verdadera necesidad, y, por eso, tenemos mayor motivo 

para agradecérselo y rezar por usted, por su marido y por toda su familia. 
Que Dios la bendiga, benemérita señora Carolina y la Santísima Virgen Auxiliadora le obtenga perfecta salud. 
Las mismas bendiciones desciendan abundantemente sobre el señor Gambaro y su creciente familia. Tenga a bien rezar también por mí y 

por mis huerfanitos (cien mil) y créame en N. S. J. C. 
San Pier d'arena, 2-4-82 

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VOLUMEN XVII Página: 768 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((889)) XIV 

A los esposos Clara 

Carta dirigida a los señores César y Paulina Clara, turineses. El original se conserva en el colegio de los Salesianos de Cúneo. La 
apremiante recomendación de rezar viene de la necesidad de superar las últimas dificultades que se oponen a la aprobación de las Reglas. 

Estampa
de María Inmaculada


Llevad vuestra bendición
a los esposos Clara.


Muy apreciada señora Paulina: 

Mañana comienza la novena de san José y deseo que renovemos nuestra confianza en este Santo. Yo rezaré, es más, tendré cada mañana 
un memento especial en la santa misa por el querido César que, según me escriben, no goza de buena salud. Pediremos salud y santidad 
para los dos; pero ayúdenme usted y el caballero César rezando con esa fe que traslada los valles a las montañas y las montañas a los 
valles. 

Creo que su hermana, la señorita Polliotti, ya le habrá comunicado la bendición del Padre Santo; ahora he querido pedir otra especial 
para la señora Campana y su marido y, otra, para la señora Jano con objeto de alcanzar para las tres la salud y la fuerza de Sansón. 

Yo seguiré todavía dos semanas en Roma; si necesita algo, dígamelo y cumpliré con mucho gusto sus encargos. 

Tendría muchas cosas que decirle, pero no quiero confiarlas al papel y me las reservo para contarlas en Turín, a condición de que sea a la 
hora de la comida y después de un vasito de «barolo», »no es verdad? 
768 

Una de las razones que me mueven a escribirle es una necesidad especial de oraciones durante estas dos semanas. Tenga la caridad de 
rezar mucho y hacer rezar también a las almas buenas que conoce, por estos mis asuntos; que yo, además de la gratitud, procuraré 
recompensarla abundantemente con otras oraciones en otro momento. 

Mientras tanto, le ruego salude a la señora Campana de mi parte, y espero encontrarla mejorada. Salude también a la señora Vacchetta, 
señora Jano, y señorita Polliotti. Saludos especiales para el caballero César, a quien deseo de corazón abundante salud y la alegría de una 
vida feliz. 

Dios los bendiga a todos y créame en J. C. 

Roma, 9-3-74 

Calle Sistina, 104 Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

((890)) XV 

Carta de don Bosco al clérigo Enrique Morganti 

El destinatario, maestro entonces en el Oratorio, era hermano de monseñor Pascual, arzobispo de Rávena y de don Maximino, salesiano 
también como él. 

Mi querido Morganti: 

Habla con don Miguel Rúa y él te dirá cuándo podrás ir a tu pueblo para el momento necesario del reclutamiento. Espero que te dejen 

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VOLUMEN XVII Página: 769 

definitivamente libre y, en este sentido, pido al Señor que te favorezca. Confiemos en María Auxiliadora, que hará lo que no podemos 
hacer nosotros. 
Piensa en tu tercer curso de bachillerato para el próximo año. 
Dios te bendiga y reza por mí, que siempre seré tuyo en J. C. 
Turín, 29-9-76 
Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

Carta de don Bosco a don Juan Grosso 

Es el mismo don Juan Grosso, que encontramos en Marsella como maestro de capilla. Era entonces clérigo en Lanzo, desde donde pasó, 
en otoño, al Patronato de San León, de Marsella. 

Mi querido Grosso: 
Nada se ha decidido hasta ahora; antes te hablaré de ello. Para el reclutamiento haremos todo lo posible para que quedes libre. Pero esto 
lo trataremos a su tiempo de palabra. 
769 
Tú, procura únicamente ser un salesiano modelo. La obediencia es la base y el apoyo de toda virtud. Espero de ti un milagro que me 
consuele con una multitud de aspirantes salesianos. 

Faxit Deus,
Salúdalos de mi parte. Dios os bendiga a todos y créeme siempre en J. C.
Turín, 17-7-78


Afmo. amigo, JUAN BOSCO, Pbro. 

((891)) XVII 
A un alumno de Varazze 
El original de esta carta y de la siguiente están en poder del párroco de Albissola Superiore (Savona), don Luis Savina. El joven Simón 
Caviglia llegó a ser sacerdote y murió siendo párroco del mismo pueblo. 

Mi querido Caviglia:
Tú, con una mano, y yo, con dos.
Por tanto, si estás de acuerdo, te cuento desde ahora entre mis queridos hijos de San Francisco.
Termina el curso escolástico y, después, haremos lo que sea menester.
Mientras tanto, tendremos ocasión de hablarnos de nuestras confidencias cuando vaya a Varazze; y, cuando sea necesario, escríbeme con


toda libertad. 
Dios os bendiga a ti y a todos los de tu casa y créeme siempre en J. C. 
Turín, 16-4-75 

Fin de Página: 770 


VOLUMEN XVII Página: 770 

Afmo. amigo, 

JUAN BOSCO, Pbro. 

XVIII
Al arcipreste de Stella san Martino
Es ésta una parroquia colindante con Albissola en los Apeninos. Era arcipreste don José Tobía, muerto en 1902.


Muy querido señor Arcipreste: 

Don José Monateri, director del Colegio de Varazze, me trajo doscientas liras de parte de V. S. Rvma. para ayuda de nuestras crecientes 
necesidades. 

Le doy gracias de todo corazón y, muy particularmente en este momento, en que tenemos que proveer de pan a nuestros huerfanitos y de 
ropa a nuestros clérigos, que carecen de ella para la inminente estación invernal. 

Para agradecérselo, como hacen los buenos cristianos y usted desea, el día veintiuno 
770 
de este mes, Presentación de la Santísima Virgen en el templo, celebraré por usted la santa misa, y nuestros muchachos rezarán y recibirán 

la santa comunión según su piadosa intención. 

Cuando vaya a Varazze, espero que podré saludarle personalmente y darle las gracias. 

((892)) Dios nos bendiga a todos y dígnese rogar por mí, que siempre seré suyo en J. C. con gratitud y sincera veneración, 

De V. S. Rvma. 

Turín, 11 de noviembre de 1882 

Seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 

XIX
Carta de don Bosco a don José Fagnano


Es una de las muchas cartas enviadas por don Bosco a los Salesianos de América por medio de los hermanos que partieron de Turín a 
fines de enero de 1881. 

De ésta nos llegó tarde el original. Véase Mem. Biogr. Vol. XV, pág. 32. 

Queridísimo Fagnano: 

Recibirás algún socorro de personal para tu inmensa necesidad. Espero que no pasará mucho tiempo hasta que podamos enviar otra 
expedición. 

Aquí en Europa se nos llama con tal insistencia y, estoy por decir, con tal violencia, que no podemos ni respirar; esto es, no nos dan 

tiempo para formar el personal. 

El pobre Rizzo ha llegado y fue a casa de su madre. No sé lo que será de él. Hago lo que puedo para impedir su desmoronamiento. 

He recibido tu última. No me han llegado todavía los envíos. Deseo tenerlos. El preparar una estola con las palabras Viva León XIII y 

cosas parecidas es una maravillosa iniciativa que nos honrará mucho. 

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VOLUMEN XVII Página: 771 

En cuanto a lo demás, queda tranquilo. La más grande empresa de nuestra Congregación es la Patagonia. Todo lo sabrás a su tiempo. 

Pero no puedo ocultarte que pesa sobre ti una gran responsabilidad. La ayuda de Dios no te faltará. Rogaremos a Dios por ti y te 

ayudaremos con todos los medios a nuestro alcance. 

He recibido ya dos cartas tuyas y espero recibir cuantas me escribas. 

Don Antonio Debella te llevará cosas, noticias y ayuda para tu trabajo. 

Dios te bendiga siempre, mi querido Fagnano, Dios te mantenga siempre en su santa gracia. 

Observa y haz observar las reglas por cuanto te sea posible. 

Reza por mí, siempre tuyo en J. C. 

Turín, 31 de enero de 1881 

Afmo. amigo,
JUAN BOSCO, Pbro.


((893)) P.D. Saluda a las hermanas, a los niños y a las niñas y di a todos que los bendigo y rezo por ellos de una manera especial. 

P.D. El Capítulo Superior ha elegido a don Santiago Costamagna, inspector de América. Pero no está lejos el tiempo en que la provincia 
de Patagonia será convertida en Vicariato Apostólico, según la voluntad del Padre Santo, o Inspectoría Salesiana. 
XX (el original en francés) 

A una señora francesa 

Una prima de don Bosco, religiosa benedictina en la Abadía de Pradines (Loira) escribía en estos términos el día 20 de enero de 1930 a 
su prima, la madre Eulalia Bosco, de las Hijas de María Auxiliadora: «Un sacerdote posee una carta autógrafa del Beato; ha tenido la 
bondad de dejármela durante dos días; es tan bonita que yo le envío la copia». De esta parienta del Santo se hará mención en el volumen 

XVIII. 
Señora: 
Espinas y flores forman la vida humana. Pero las espinas se cambiarán un día en flores con las que los ángeles entretejerán nuestra 
corona para la eternidad. 

Sin embargo, no dejaré de rezar y hacer rezar a nuestros niños por su curación o, por lo menos, por una sensible mejoría. 

Me pregunta qué debe hacer para lograr que la divina Providencia acuda en su ayuda. El mismo Dios nos lo dice: -Dad y se os dará, y la 

fe, sin obras buenas, es cosa muerta en sí misma. 
Por esto, creo muy bueno para usted que haga un donativo en favor de la iglesia y del orfanato del Sagrado Corazón de Jesús, cuya 

propaganda le envié. 

Mis muchachos (cien mil) y yo rezaremos por su curación o, al menos, por una notable mejoría. 

Que Dios la bendiga. 

Tenga a bien rezar por mí. 

Roma, 5 de mayo de 1882 

Porta San Lorenzo, 22
Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro.


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((994)) XXI 

Fragmento de una circular para los salesianos sobre
la unidad de espíritu y de administración


Este fragmento de circular no lleva fecha; la extractamos fielmente de un borrador de don Bosco. 

A mis queridos hijos y hermanos de la Sociedad de San Francisco de Sales. 

El mes de mayo, que solemos dedicar a María, va a comenzar y quiero aprovechar 
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esta ocasión para hablar a mis queridos hijos y hermanos y exponerles algunas cosas que no pude decir en la conferencia de San Francisco 
de Sales. 

Estoy convencido de que todos tenéis la firme voluntad de perseverar en la Sociedad y, por consiguiente, de trabajar con todas vuestras 
fuerzas para ganar almas a Dios y salvar, en primer término, la vuestra. Para triunfar en esta santa empresa, hemos de procurar poner como 
base el máximo empeño en practicar las reglas de la Sociedad. Pues de nada servirían nuestras instituciones, si fuesen letra muerta olvidada 
en el escritorio y nada más. Si queremos que nuestra Sociedad siga adelante con la bendición del Señor, es indispensable que cada artículo 
de las constituciones sea norma de nuestra actuación. Sin embargo, hay algunas cosas prácticas y muy eficaces para alcanzar el fin 
propuesto y, entre ellas, os indico la unidad de espíritu y la unidad de administración. 

Por unidad de espíritu, entiendo una determinación firme, constante en querer o no querer las cosas que el Superior juzga que sirven para 
la mayor gloria de Dios. Esta determinación no disminuye nunca, por grandes que sean los obstáculos que se oponen al bien espiritual y 
eterno, según la doctrina de san Pablo: Caritas omnia suffert, omnia sustinet (1 Cor 13,73). Esta determinación induce al Hermano a la 
puntualidad en sus deberes, no sólo por el mandato que se le impone, sino por la gloria de Dios que quiere promover. De ahí procede la 
prontitud para hacer, a la hora establecida, la meditación, la oración, la visita al Santísimo Sacramento, el examen de conciencia, la lectura 
espiritual. 

Verdad es que todo esto está prescrito por las reglas; pero, si no se procura observarlo por un motivo sobrenatural, nuestras reglas quedan 
en el olvido. 

Lo que poderosamente contribuye a mantener esta unidad de espíritu es la frecuencia de los santos sacramentos. Los sacerdotes hagan 
((895)) todo lo posible para celebrar con regularidad y devoción la santa misa; los que no lo son procuren recibir la comunión con la mayor 
frecuencia posible. Pero el punto fundamental está en la confesión frecuente. Procure cada uno observar lo que prescriben las reglas 
respecto a esto. Es absolutamente necesaria una confianza especial con el Superior de la casa a que se pertenece. El gran defecto consiste 
en que muchos interpretan torcidamente ciertas disposiciones de los superiores o las consideran de escasa importancia y van aflojando en la 
observancia de las reglas con daño para sí mismos, disgusto de los superiores y omisión o, por lo menos, descuido de las cosas que habrían 
contribuido poderosamente al bien de las almas. Renuncie, por tanto, cada uno a su propia voluntad y al pensamiento del bienestar privado 
asegúrese únicamente de que lo que debe hacer sirve para la mayor gloria de Dios y después vaya adelante. 

Aquí, sin embargo, surge una dificultad: en la práctica, hay casos en los que parece mejor actuar diversamente a como había sido 
mandado. No es verdad. Lo mejor es hacer siempre la obediencia, sin cambiar nunca el espíritu de las reglas, interpretado por el respectivo 
Superior. Por lo cual esfuércese siempre cada uno en interpretar, practicar, recomendar la observancia de las reglas entre sus hermanos y 
hacer con el prójimo todo lo que el Superior juzgue que sirve para mayor gloria de Dios y provecho de las almas. Considero esta 
conclusión como la base fundamental de una sociedad religiosa. 

La unidad de espíritu tiene que ir acompañada por la unidad de administración. Un religioso se propone cumplir el dicho del Salvador, es 
decir, renunciar a cuanto tiene o puede tener en el mundo por la esperanza de una recompensa mejor en el cielo. Todo: padre, madre, 
hermanos, hermanas, casa, bienes de cualquier género, todo lo ofrece al amor de Dios. Pero como todavía tiene el alma unida al cuerpo, 
773 

sigue necesitando siempre los bienes materiales para alimentarse, vestirse y trabajar. 

Fin de Página: 774 


VOLUMEN XVII Página: 774 

Por eso, al tiempo que renuncia a todo lo que tenía, se industria por agregarse a una sociedad en la que pueda proveer a las necesidades 
de la vida, sin tener en modo alguno el peso de la administración temporal. »Cómo debe, por tanto, conducirse en sociedad en cuanto a lo 
temporal? Las reglas de la sociedad proveen todo, de manera que, practicando las reglas, queda satisfecha toda necesidad. Un vestido, un 
trozo de pan deben ser suficiente para un religioso. Cuando necesitase más, avise a los superiores y se lo proporcionarán. Pero aquí debe 
concentrarse el esfuerzo de cada uno. Quien aporta un beneficio a la Sociedad, hágalo; pero no se constituya en centro independiente; 
esfuércese por actuar de modo que haya una sola caja como debe haber una sola voluntad. Quien procurase vender, comprar, cambiar o 
guardar dinero para su propia utilidad; quien hiciera eso, sería semejante a un labrador que, al paso que los trilladores amontonan el trigo, 
él lo desparrama y lo tira. En cuanto a esto, debo ((896)) recomendar que no se guarde dinero ni con el aparente pretexto de sacar utilidad 
para la Sociedad. Lo más útil para la Sociedad es la observancia de las reglas. 

El vestido, la habitación, los muebles y los enseres de la misma no tengan nada que sepa a lujo. El religioso debe estar preparado en todo 
momento para partir de su celda y presentarse ante su Creador sin que sienta abandonar nada... 

XXII 

El canónigo Belloni a don Bosco 

El Osservatore Romano del 21 de agosto de 1935, en un artículo anónimo titulado Una era de caridad en Palestina, Abuna Antún Belloni 
al hacer una relación de la Obra del canónigo Belloni, escribía: 

»Cómo perpetuar su obra? Creando la pequeña Congregación de la Sagrada Familia. Pero, queriendo asegurar mejor sus santas empresas 
se trasladó en 1878 a Turín para ver a don Bosco, a quien ofreció su misma persona y su obra. Don Bosco lo recibió con gran bondad y 
muestras particulares y públicas de benevolencia, pero no pudo condescender con sus santos deseos. Ahora no puedo aceptar, decía, por 
falta de personal; irán mis hijos más tarde. Y don Bosco fue profeta. En efecto, en 1891, el primer Sucesor de don Bosco, el Siervo de Dios 
don Miguel Rúa, condescendía a las repetidas instancias de Abuna Antún Belloni y enviaba a Belén algunos Salesianos e Hijas de María 
Auxiliadora y así quedaba asegurada la continuación y el desarrollo de aquellas obras. 

XXIII (el original en francés) 

La duquesa de Aremberg 

En el volumen XVI, pág. 129, escribíamos que la duquesa de Aremberg, el 23 de mayo de 1883, solicitaba una audiencia de don Bosco. 
Ella había visitado ya al Santo en Lille, en el convento de las Clarisas, el día veinte de aquel mes. En los archivos del 
774 

monasterio hay una relación de la visita de don Bosco al monasterio, en la que se lee este detalle. 

La señora duquesa de Aremberg había venido de Bruselas para ver y hablar con el Santo religioso. Antes de la misa, entregó un sobre a 
las hermanas rogando se lo pasaran a don Bosco. Este, después de dar gracias, la mandó llamar para agradecerle ((897)) el generoso 
donativo que acababa de hacerle. Su Alteza le pidió algunos consejos respecto a la educación de los jóvenes duques, sus hijos (pues había 
perdido a su marido al que no se cansaba de llorar). Se despidió de don Bosco, fortalecida y reanimada, y quedó muy agradecida a la 
Comunidad por haberle gestionado esta entrevista. 

La crónica de las religiosas del Sagrado Corazón, visitadas también por don Bosco, anota otra breve visita anterior de la Duquesa al 
Santo en su casa, el día nueve de mayo. Allí se hace mención del Duque; pero debe ser un error o quizá se trata del Duquesito. 

XXIV (el original en francés) 

Un consejo y una profecía de don Bosco 

En el volumen XVI. págs. 165-66 presentamos una noticia que debemos al testimonio de la condesa Grocheslska, mas sin poder nombrar 
la persona, a la que se refería la noticia. A hora, gracias a las diligencias de nuestro inspector polaco, el padre Kopa, estamos en condición 

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de exponer con precisión las cosas, presentando la siguiente declaración de la señora que recibió el consejo y la profecía. 

Propiedad de St-Sauveur 

Roquebrune-Var 

22 de diciembre de 1935 

Durante el invierno de 1883 al 84, tuve la suerte de ver en Cannes a don Bosco. Le hablé de mi deseo de entrar en el Carmelo. El me 
miró y me dijo: 

-No, no, no. Usted se casará dentro de dos años, irá a un país muy lejano, entrará en una familia numerosa y piadosa; usted tendrá 
también numerosa prole, será muy feliz y llegará a edad muy avanzada. 

Esto es lo que me dijo don Bosco. Todo se ha cumplido. Aquel mismo invierno, conocí al conde Andrés Zamoyski, con quien me casé el 
19 de noviembre de 188 5. Aquel mismo día salí para Polonia, entré a formar parte de una familia numerosa y muy piadosa, que me ha 
tratado con mucho cariño. 

He vivido con mi marido cuarenta y dos años muy, muy feliz, rodeada de mis hijos, nietos y biznietos a todos los cuales recomiendo a la 
protección de san Juan Bosco. 

CAROLINA DE BORBON Princesa de las Dos Sicilias 
Condesa ANDRES ZAMOYSKI 
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((898)) XXV 

A propósito de los «grandes funerales en la corte» 

En noviembre de 1854, cuando se preparaba la ley sobre los bienes eclesiásticos y la supresión de los conventos, tuvo don Bosco dos 
sueños, en los que se profetizaban grandes funerales en la corte, si el Rey sancionaba aquella ley. Lemoyne, que los cuenta en el quinto 
volumen, págs. 136-138, dice también cómo llegó a conocimiento del Soberano la amenaza. Ahora, un documento publicado por vez 
primera por Antonio Monti en la Nueva Antología (1.° de enero de 1936, pág. 65), nos permite hacer una interesante relación. La Reina 
Madre María Teresa, viuda de Carlos Alberto, inspirada por su piedad, se había adelantado cuatro años a don Bosco en parecido orden de 
ideas. En efecto, cuando en 1850 estaba a punto de ser aprobada la ley Siccardi sobre la abolición del fuero eclesiástico, la santa Dama, 
queriendo apartar a su hijo Víctor Manuel de que diera la sanción real, antes de entenderse con el Papa, le escribió desde Moncalieri, el día 
nueve de abril, una carta ternísima, en la que le decía entre otras cosas: «Dios te premiará por esto y te bendecirá; por el contrario, quién 
sabe cuántos castigos, cuántos azotes de Dios nos atraerá a ti, a la familia y al País, si la sancionas. Piensa en el dolor que experimentarías, 
si el Señor hiciese que enfermara gravemente o se llevase consigo a tu querida Adelaida, a quien con santa razón tú quieres tanto, o a tu 
Quiquina (Clotilde) o a tu Betto (Humberto); si pudieses ver en mi corazón cuán dolorida, angustiada y espantada estoy por miedo a que 
sanciones en seguida esta ley por las muchas desgracias que estoy segura nos traerá, si se hace sin el consentimiento del Padre Santo, tal 
vez tu corazón, que es verdaderamente bueno y sensible y que siempre ha amado mucho a su pobre Mamaíta, se dejaría enternecer». Cómo 
se han cumplido los funestos presagios puede verse en el volumen citado, pág. 142 (muerte de María Teresa), en la pág. 142 (muerte de la 
reina María Adelaida), en la pág. 149 (muerte del príncipe Fernando, Duque de Génova, hermano del Rey) y en la pág. 178 (muerte del 
último hijo del rey Víctor Manuel). 

Don Bosco en las memorias inéditas
del general Juan Bautista Rolla


Juan Bautista Rolla, genovés, Mariscal, Comisario de Marina, ya octogenario, escribió sus propias Memorias, que se conservan inéditas 
en los archivos de sus nietos. Hombre muy culto y perfecto cristiano, conservó ((899)) hasta última hora la más envidiable lucidez de 
mente. En su escrito dedicó un breve capítulo a don Bosco, refiriendo, junto con sus impresiones personales, algunos detalles útiles a la 

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biografía del Santo. 

No fue más que una aparición, cuando vi por primera vez a don Bosco en 1880, pero la aparición de un Santo no se puede pasar por alto 
porque deja siempre una buena impresión en el alma. 

Cuando en 1879 me trasladé de Roma a La Spezia, por haber sido nombrado relator en el Consejo de Administración del Hospital 
Marítimo, encontré que los 
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Salesianos tenían una escuela elemental en la calle de los Naranjos, fundada por don Bosco por voluntad del Padre Santo y subvencionada 
por éste. La escuela y la vivienda estaban en la primera planta y, en la planta baja, bastante amplia, cerca del pequeño pórtico de entrada, 
habían colocado la capilla con dos altares. Vivía yo a pensión en una casa cercana y acostrumbraba ir por la mañana a oír misa en aquella 
capilla y, a menudo también, a la bendición con el Santísimo por la tarde, pues la oficiaban muy bien aquellos religiosos a los que el 
pueblo había apodado los curitas, ya fuera porque algunos eran bajitos de talla, o porque eran muy jóvenes. En efecto, el mismo director 
don Angel Rocca era muy joven. 

Con él, a quien veía a menudo, entré pronto en relación. 

Cierta mañana, inesperadamente, me anunció que me había inscrito entre los Cooperadores Salesianos y me dio el librito de inscripción 
con la firma autógrafa de don Bosco, por lo que le quedé muy agradecido. Otro día se me acercó, después de la misa y me dijo que, si 
podía esperar un poco, vería a don Bosco de quien tanto había oído hablar y cuya breve biografía, escrita por Du Boys, había leído, pero 
nunca había tenido la suerte de ver. 

El estuvo en Roma una vez, durante los años que habité allí, pero no tuve la suerte de serle presentado, a pesar de que entre mis amigos 
había quien lo conocía personalmente y de haber ido a visitarlo en el monasterio de Torre de'Specchi, donde se hospedaba. Uno de ellos, 
que lo había ayudado económicamente para la fundación de Sampierdarena y estaba entonces de paso por Roma, después de ver a don 
Bosco, me refirió que le dijo que había informado al Padre Santo en torno a las voces siniestras que corrían en Roma sobre la conducta 
(quiero creer de tiempos pasados) del cardenal Antonelli y que el Papa había contestado que, por desgracia, estaba enterado. 

Recuerdo que, en aquellos días, la Voce della verità, pretendiendo ser más católica que el Papa, hizo alusión, con palabras ambiguas y 
amenazadoras, a la presencia en Roma de un cura piamontés, que se suponía encargado de tratar de la conciliación. íLos celadores querían 
imponerse, si les salía bien la jugada, a un cura Santo y a un Pontífice Santo! 

Pero corto la charla que corre riesgo de hacerse amarga. 

((900)) Al entrar don Bosco en la casa de la calle de los Naranjos, don Angel Rocca me presentó como un Cooperador recién 
conquistado; yo me acerqué, besé su mano y tuve por contestación una benévola sonrisa. Sonrieron de la misma manera los dos que le 
acompañaban, esto es, un sacerdote que ciertamente era don Miguel Rúa, porque me quedó grabada su fisonomía, y el caballero José 
Bruschi, Director de Correos, que, a los pocos años, ingresó en los Salesianos y más tarde murió sacerdote en La Spezia. Después, todos 
juntos con don Bosco subieron las escaleras. 

No fue más que una aparición; pero el haber conocido a un hombre, que ya era muy enaltecido y ahora está ciertamente entre los 
bienaventurados en el cielo, me pareció una gran fortuna, y, por habérmela proporcionado, así como por haberme inscrito entre los 
Cooperadores salesianos, doy mis más rendidas gracias a don Angel Rocca donde quiera que se encuentre. 

Y como no es mi intención en estas charlas quedar vinculado, como declaré al principio, al orden de los tiempos, diré que, unos años 
después, volví a ver y saludar a don Bosco. 

Entonces los Salesianos habían dejado el barrio y la calle de los Naranjos y se habían trasladado a una casa levantada por ellos en la 
avenida Garibaldi, con una iglesia aneja. Allí no tenían solamente escuelas para externos, sino un internado, algún taller y el oratorio 
festivo. La población acudía a las funciones que se celebraban 
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en la iglesia, especialmente porque guardaba la prodigiosa imagen de la Virgen de las Nieves, muy venerada en La Spezia, la cual había 
sido trasladada allí solemnemente desde la iglesia abacial de Santa María con una procesión, en la que tomó parte el mismo obispo de la 
diócesis, monseñor Rosati. 

Don Bosco vino, pues, no recuerdo exactamente qué año, tal vez en el ochenta y dos o en los primeros meses del ochenta y tres, a visitar 

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aquella obra salesiana que había hecho grandes progresos desde sus humildes principios y tenía que hacer más aún en el porvenir. 

Recuerdo que lo saludé el día de su llegada y volví a besarle la mano, lo cual repetí probablemente el día de su salida, mas sin poder, si 
mal no recuerdo, intercambiar una palabra con él. Oí la conferencia, que él pronunció desde el púlpito de aquella iglesia ante un auditorio, 
por desgracia escaso, tal vez por ser día laborable y a una hora poco favorable. Pero aquel Santo varón me pareció cansado y algo enfermo 
de las piernas. 

En el verano de 1884, tenía verdadera esperanza de tener una entrevista con él, pero también esta vez quedé decepcionado. Se había 
inaugurado en Turín una grandiosa exposición artística e industrial y fui con mi padre a visitarla. No dejamos de visitar la otra gran 
exposición de miserias humanas que es la pequeña Casa de la Providencia -El Cottolengo-, milagro perenne de caridad, prueba palpable de 
la divinidad de nuestra religión. Fuimos al vecino Oratorio Salesiano, con la firme intención de hablar con don Bosco, y pedimos este 
favor. 

((901)) Se nos contestó: 

-Ahora está confesando a los muchachos; cuando termine, podrán hablar con él. 

Y nos enseñaron, cuando nosotros estábamos en el patio, cómo estaba sentado cerca de la puerta abierta de la sacristía en la iglesia de 
María Auxiliadora, cercado de un gran grupo de muchachos, cuya confesión oía. Pero el tiempo pasaba y los pequeños penitentes se 
renovaban continuamente a su alrededor, de modo que renunciamos a la esperanza de verlo y nos retiramos. 

Aquella fue, por desgracia, la última vez que vía a aquel santo; pero la visión, que de él queda en mi mente, es la del Apóstol de la 
juventud en el ejercicio del sagrado ministerio, por el que ha salvado a tantas almas y lanzó a tantos jóvenes a hacerse sus imitadores por el 
camino de la perfección. 
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