VOLUMEN XI Página: 18 ((11) ) CAPITULO I AÑO NUEVO EL «Catálogo general de la Sociedad de San Francisco de Sales» del año 1875 registra los nombres de sesenta y cuatro profesos perpetuos, ciento siete profesos trienales, ochenta y cuatro novicios y treinta y dos aspirantes. En total, doscientos ochenta y siete, de los que cincuenta son sacerdotes. Este personal aparece distribuido en ocho casas: el Oratorio y el Colegio de Valsálice, en Turín; los Colegios de Borgo San Martino, Lanzo, Varazze y Alassio; el Hospicio de San Pier d'Arena y la Casa de María Auxiliadora y Escuelas municipales en Mornese. Entre los aspirantes llama nuestra atención el siervo de Dios don Luis Guanella. El número de novicios ha alcanzado una cifra muy notable: es el vigoroso florecimiento de un árbol, cuya vitalidad se presenta cada vez más cargada de alegres promesas. Puesto que hemos citado a don Luis Guanella, cuyo nombre volverá más veces a los puntos de nuestra pluma a lo largo de tres años, conviene hagamos su debida presentación a nuestros lectores. Le tocó repetir sus instancias al Obispo de Como, para conseguir la licencia de entrar en la Pía Sociedad; finalmente, pudo enviar a don Bosco su petición formal. Don Bosco le respondió: ((12)) Queridísimo don Luis: Su puesto está preparado. Puede venir cuando quiera. Cuando llegue a Turín, determinaremos el lugar y la casa que más le convenga. Le escribo en este sentido de acuerdo con sus palabras: «Si no voy y no soy recibido en su instituto, estoy decidido a ir a otro». Procure únicamente dejar todo bien arreglado, para no tener que volver al pueblo. Adiós, querido don Luis, feliz viaje y Dios nos bendiga a todos. Créame en Jesucristo Niza (Francia), 12-12-1874. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-EI jueves estaré en Turín. 18 Fin de Página 18 VOLUMEN XI Página: 19 Llegó don Luis al Oratorio en el momento en que los Superiores salían de una reunión, en la que se había decidido aceptar las Misiones de América. Don Bosco, que se encontró con él a la puerta de la habitación, le dijo: -»Vamos a América? -También me gustaría a mí, repuso don Luis Guanella, establecer en la diócesis una comunidad de muchachas (quería decir religiosas) y aún otra de varones, como ya hemos acordado otro compañero y yo. -Aquí tenemos todo esto, añadió don Bosco. Tenemos sacerdotes, tenemos también hermanas, y usted se quedará para siempre con nosotros. «Yo callé, escribe Guanella en sus memorias; y durante los tres años que permanecí en la sociedad, hubo en mí una lucha interior. Pero, al fin, el deseo de una fundación propia venció en mi corazón. »Cuando me encontraba con don Bosco me parecía estar en el paraíso. Con el auxilio divino y gracias a las oraciones de don Bosco, me corregí de defectos que, de otro modo, seguramente me habrían acompañado hasta la tumba. Me parece que adelanté especialmente en el espíritu de mortificación, ateniéndome a la regla lo mejor que podía.» El Catálogo de aquel año presenta la novedad de que contiene los rasgos biográficos de los Salesianos fallecidos durante el año anterior. ((13)) Eran los sacerdotes Francisco Provera, José Cagliero, Domingo Pestarino y el clérigo Luis Ghione. Una carta de don Bosco precedía y presentaba las cuatro necrologías, al mismo tiempo que transmitía a sus hijos la palabra del padre, con motivo del Año Nuevo 1. A los Hermanos Salesianos: El año 1874, amadísimos hijos, ha sido para nosotros un año memorable por demás. Su Santidad el Papa Pío IX, después de habernos concedido muchos privilegios, dignóse aprobar definitivamente nuestra humilde Congregación, con fecha 3 de abril. Pero mientras este glorioso acontecimiento nos colmaba a todos de verdadera alegría, nos sentimos rápidamente amargados con una serie de sucesos. En efecto, el día 13 del mismo mes Dios se llevaba consigo al sacerdote Francisco Provera, después 1 No tenemos ninguna razón para creer que las biografías las escribiera el mismo don Bosco; y además, por el estilo parecen de don Celestino Durando. En su elocuente sencillez resultan edificantísimas. El conocimiento personal que todos tenían de los difuntos, hubiera desaconsejado a cualquiera toda retórica laudatoria. Se pueden unir a otros documentos que comprueban la solidez de la piedad religiosa que informaba a los primeros hijos de don Bosco. El Beato acostumbraba revisar los escritos de los suyos, cuando se relacionaban con las cosas del Oratorio o de la Congregación. 19 Fin de Página 19 VOLUMEN XI Página: 20 a don Domingo Pestarino y a continuación al clérigo Ghione y a don José Cagliero; todo en el espacio de cuatro meses. Con estos cuatro queridos hermanos hemos perdido cuatro operarios evangélicos, profesos perpetuos los cuatro, amantísimos de la Congregación Salesiana, observantes fieles de nuestras Constituciones, y llenos de celo para trabajar a la mayor gloria de Dios. No es, pues, de extrañar que estas pérdidas hayan sido amargamente sentidas en nuestra sociedad. Pero Dios, que es bondad infinita y conoce todo lo que puede reportarnos algún bien, los encontró ya dignos de Sí. Puede decirse de ellos que vivieron poco, pero que trabajaron mucho, como si hubieran vivido largos años: Brevi vivens tempore, explevit tempora multa. Y tenemos fundados motivos para creer que estos Hermanos nuestros, que dejaron de trabajar con nosotros en la tierra, se han convertido en nuestros protectores ante Dios en el cielo. Se considera, por tanto, oportuno comunicaros algunos rasgos biográficos de cada uno de ellos, a fin de que se conserve su recuerdo entre nosotros. Lo que hoy hacemos por ellos, esperamos, con el auxilio del Señor, hacerlo también con los que fueron llamados a la eternidad en tiempos pasados y con los que pluguiere a Dios llamar en lo porvenir. Y esto lo haremos por tres razones particulares: 1.ª Porque así suelen hacerlo las otras Congregaciones eclesiásticas y Ordenes religiosas. ((14)) 2.ª Para que los que vivieron con nosotros y practicaron ejemplarmente las mismas Reglas, nos estimulen a seguirles en la prosecución del bien y en la huida del mal. 3.ª Para que, al recordar sus nombres y sus hechos principales, nos acordemos más fácilmente de elevar a Dios nuestras plegarias para que conceda el descanso eterno a sus almas, si aún no hubieran sido recibidas en el seno de la misericordia divina. Evidentemente, no hemos de servir al Señor para que se conserve el recuerdo de nuestros actos entre los hombres, sino a fin de que nuestros nombres, como dice el Salvador, sean escritos en el libro de la vida. No obstante, esto nos tiene que servir de aviso para que, así como nuestras malas acciones pueden resultar de escándalo a los demás, aún después de nuestra muerte, las buenas podrán servir de edificación. Por tanto, mientras leemos la breve selección de noticias de estos hermanos nuestros, no dejemos de elevar a Dios constantes plegarias por ellos y por todos los Hermanos que desde principios de la Congregación pasaron a la otra vida. En el decurso del año 1875 debemos demostrar nuestra imperecedera gratitud, elevando incesantes súplicas a la Divina Majestad por las necesidades de la Iglesia y especialmente por la conservación de los preciosos días del Sumo Pontífice, nuestro insigne Bienhechor, que tantas veces nos colmó con singulares beneficios espirituales y temporales. El se dignó conceder la aprobación definitiva a nuestras Constituciones, para que nosotros las cumplamos con exactitud; nos otorgó muchos favores; procuremos mostrarnos dignos de todo ello empleándolo para la mayor gloria de Dios y el bien de las almas. Que Dios os bendiga a todos, mis queridos hijos, y rogad por mí, que siempre seré vuestro Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. Fin de Página 20 VOLUMEN XI Página: 21 Otras palabras paternales de don Bosco dirigidas, con ocasión del año nuevo, a sus hijos de Lanzo, han llegado hasta nosotros, gracias a la pasión conservadora de don Juan Bautista Lemoyne, director de aquel Colegio. Responde a las felicitaciones navideñas; y lo hace con una larga carta, en la que palpitan juntas su bondad de padre y su celo sacerdotal, tendentes al verdadero bien de los queridos alumnos. A mis queridos hijitos, el Director, maestros, asistentes, prefecto, catequista, alumnos y todos los demás del colegio de Lanzo. La gracia de Nuestro Señor Jesucrito esté siempre con nosotros. Amén. No he podido hasta ahora, mis queridos hijos, satisfacer el vivo deseo de mi corazón de haceros una visita. Una serie ((15)) ininterrumpida de complicadas ocupaciones, y algún ligero desarreglo de salud me lo han impedido. Pero quiero deciros algo que os costará creer: pienso en vosotros varias veces al día, y todas las mañanas en la santa Misa os encomiendo al Señor de un modo particular. Dadme también por parte vuestra indudables pruebas de que os acordáis de mí. Con cuánto gusto he leído vuestra carta de felicitación navideña; con qué satisfacción he leído el nombre y apellido de cada alumno, de cada clase, del primero al último del Colegio. Me parecía hallarme entre vosotros y he repetido en mi corazón muchas veces: íVivan mis hijos de Lanzo! Comienzo, pues, por agradeceros a todos, y de todo corazón, los cristianos y filiales augurios que me hacéis y pido a Dios que los centuplique sobre vosotros y sobre vuestros padres y amigos. íSí; que Dios os guarde a todos por muchos años de vida feliz! Y descendiendo a algo en particular, os deseo que el Cielo os conceda salud, aplicación y buena conducta. Salud. Es un precioso don del Cielo. Tened cuidado de ella. Estad atentos a toda exageración, a no sudar demasiado, a no cansaros en demasía, al paso repentino del calor al frío. Son, de ordinario, el principio de las enfermedades. Aplicación. Estáis en el colegio para adquirir los conocimientos necesarios para poder, a su tiempo, ganaros el pan en la vida. Cualquiera que sea vuestra condición, vocación o estado futuro, debéis hacer de manera que, si os llegaran a faltar los bienes familiares o paternos, seáis capaces por vosotros mismos de ganaros vuestro sustento; que nunca se diga de nosotros que vivimos a costa del sudor ajeno. Buena conducta. El lazo que une la salud y la aplicación, el fundamento que las sostiene es la buena conducta. Creedme, queridos hijos míos, os digo una gran verdad: si observáis buena conducta, adelantaréis en los estudios y conservaréis vuestra salud; os querrán vuestros superiores, vuestros compañeros, vuestros padres, los amigos, los paisanos y, si queréis que os lo diga, seréis queridos y respetados hasta por los mismos malos. Todos irán a porfía por teneros a su lado, por alabaros y favoreceros. Presentadme, en cambio, a uno de ésos que no tienen buena conducta. íQué desastre! Serán unos perezosos y no merecerán más nombre que el de borricos; hablarán mal y serán señalados como escandalosos de los que se debe huir. Si se conocen en el Colegio, son aborrecidos por todos y se entona un Te Deum el día afortunado en que se marchan a su casa. »Y allí, en su casa? Un desprecio general. La familia y el pueblo los detestan. Nadie le presta ayuda, todos rehúyen su compañía. »Y para su alma? Si 21 Fin de Página 21 VOLUMEN XI Página: 22 viven, son unos desgraciados; y en caso de muerte, como no han sembrado más que el mal, no podrán cosechar más que frutos funestos. Animo, pues, queridos hijos míos: preocupaos por buscar, estudiar, conservar y promover los tres grandes tesoros de la salud, la aplicación y la buena conducta. ((16)) Todavía una cosa más. Oigo una voz que viene de lejos y grita: íHijos míos, alumnos de Lanzo, venid a salvarnos! Es la voz de muchas almas que esperan una mano bienhechora que vaya a sacarlas del borde del abismo y las ponga en el camino de la salvación. Os digo esto porque algunos de vosotros están llamados a la carrera sacerdotal, a la salvación de las almas. Sed valientes: son muchos los que os esperan. Recordad las palabras de san Agustín: Animam salvasti, animam tuam praedestinasti (Salvaste una alma, predestinaste la tuya). Por último, hijos míos, os recomiendo a vuestro Director. Se que no goza de mucha salud; rezad por él, consoladle con vuestra buena conducta; queredle bien, tened con él una confianza ilimitada. Esto será de gran satisfacción para él y de gran provecho para vosotros. Mientras os aseguro que a diario os recomiendo en la santa misa, me encomiendo también a vuestras oraciones, para que no tenga la desgracia de predicar para salvar a los demás y después pierda mi pobre alma. Ne cum aliis praedicaverim ego reprobus efficiar. Que Dios os bendiga a todos. Creedme en Jesucristo. Turín, vigilia de la Epifanía 1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. P. D. -Ruego al señor Director explique aquello que a lo mejor no pueda ser bien entendido. Son también muy paternales dos cartitas personales, que se pueden agrupar aquí, dirigidas, por aquellos días, a dos salesianos y que se han salvado afortunadamente de la dispersión general de quién sabe cuántas más del mismo estilo. El respondía cuando y como podía, pero tenía la costumbre de responder siempre. Sólo para leer toda la correspondencia, y él la leía toda, se requería mucho tiempo en semejantes ocasiones. Basta pensar en las doscientas cuatro cartas que en el año nuevo de 1875 se apilaron sobre su mesa. La primera de dichas cartas, dirigida a don José Ronchail, prefecto del Colegio de Alassio, sugiere una confianza que nace en el corazón y va derecha al corazón. Queridísimo Ronchail: Celebro que, después de emitir los votos perpetuos, disfrutes de mayor paz en el corazón. Es señal de que Dios te bendice y que, al hacerlos, ((17)) se cumple el divino querer de Dios. Con que, si Deus pro nobis, quis contra nos? (si Dios está con nosotros, 22 Fin de Página 22 VOLUMEN XI Página: 23 »quién en contra nuestra?). Dirás al clérigo Vallega que recibí su carta, que se la agradezco, que haré cuanto me pide, y que le hablaré de viva voz. Agradezco al Director lo escrito y los regalos enviados; los dividí y repartí entre muchos, lo que es para nosotros de gran provecho. Dale ánimos; pero tened ambos gran cuidado de vuestra salud; si encontráis dificultades, escribidme, que yo estudiaré el modo de resolverlas. Recibid las cuatrocientas liras de los Padres Capuchinos, en el sentido que me dices. Si puedes, ve a saludar al profesor Agnesi y a su señora hermana; pídeles noticias y házmelas saber después. Que Dios te bendiga y no dejes de rezar por tu siempre Turín, 15-75. Afmo. amigo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. En la segunda cartita, para el clérigo Herminio Borio, maestro en el colegio de Borgo San Martino, escribe el buen Padre unos consejos saludables, sazonados de suavidad y gracia. Mi muy querido Borio: Tu carta me ha gustado mucho. Con ella me demuestras que tu corazón está siempre abierto para don Bosco. Sigue así y siempre serás gaudium meum et corona mea (mi gozo y mi corona). Pides algún consejo y aquí los tienes: 1.° Cuando hagas correcciones particulares, nunca lo hagas en presencia de los otros. 2.° Cuando des un consejo o un aviso, procura siempre que el avisado quede satisfecho y amigo tuyo. 3.° Cuando alguien te dé un aviso, agradéceselo siempre y recibe de buen grado las correcciones que te hagan. 4.° Luceat lux tua coram hominibus, ut videant opera tua bona et gloríficent Patrem nostrum, qui in coelis est (brille tu luz ante los hombres, para que vean tus buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos). Quiéreme en el Señor: reza por mí; que Dios te bendiga y te haga santo.. Turín, 28-75. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. Con esta otra carta agradece a la señora Anita Fava, bienhechora de Turín, la felicitación que le envió para el año nuevo. Fin de Página 23 VOLUMEN XI Página: 24 ((18)) Apreciadísima Señora: Aunque un poco tarde, debo cumplir con mi obligación de presentarle mi agradecimiento más sincero por su bondad. He recibido su hermosa y cristiana carta con las quinientas liras que enseguida se emplearon en favor de estos mis muchachos, la mayoría de los cuales va todavía con ropa de verano. Esto es un motivo más para agradecer e invocar siempre las bendiciones del cielo sobre usted y su respetable marido. Las palabras textuales del abogado Menghini, al comunicarme las bendiciones del Padre Santo, fueron éstas: «En la audiencia que pude obtener el 12 de octubre de 1874, he pedido la bendición especial que me había encomendado para una enferma. El Padre Santo contestó: »-Con mucho gusto envío mi bendición a la señora Ana Fava, enferma en Turín, y os ruego le comuniquéis de mi parte que también rogaré por ella». Por lo demás seguiremos pidiendo al Señor en nuestras oraciones comunitarias y particulares, le conceda a usted y a su bonísimo esposo salud perfecta y largos años de vida feliz, mientras que con la más profunda gratitud me cabe el honor de poderme profesar, De V.S.B. Turín, 9-1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. El Beato don Bosco, que sentía profunda gratitud a todos los que le hubieren hecho algún bien, no olvidaba a ninguno en la ocasión de Navidades y Año Nuevo. Como sabemos, por testigos oculares, escribía un sinfín de cartas de felicitación, conforme a la condición de las personas. Respondían a dichas cartas con solicitud premurosa, en los primeros días de enero de 1875, los cardenales Patrizi y Antonelli y monseñor Vitelleschi. El cardenal Patrizi, Vicario de Su Santidad en Roma, respondía cordialmente a las felicitaciones, expresaba su complacencia por los progresos de la Sociedad Salesiana, con el general agrado de los Obispos y añadía: «No hay que extrañarse de que alguno de ellos no mire con buenos ojos a la Sociedad y se oponga al ejercicio del santo ministerio de algún socio; puede decirse que ello es señal de que la obra ((19)) es agradable al Señor, que permite surjan dificultades, para mostrar, al superarlas, que es El quien dispone todo para el mayor bien de la Sociedad. Alégrese, pues, en la tribulación y saque de ella mayor entusiasmo». El cardenal Antonelli, secretario de Estado, le da las gracias en términos no menos corteses, y declara «que está emocionado por las muchas atenciones tenidas con él». 24 Fin de Página 24 VOLUMEN XI Página: 25 Aún más explícito que el cardenal Patrizi se muestra monseñor Vitelleschi, Arzobispo de Seleucia y Secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, al enjuiciar la reiterada oposición al Siervo de Dios por el Ordinario de la Diócesis. Escribe a este propósito el Prelado: «Advierto por sus cartas lo mucho que se combate a la Congregación Salesiana ahí donde está la Casa Madre; pero allí donde se hace el bien, permite Dios en sus inescrutables designios que aparezca el signo de la contradicción; ya sabe usted enseñarme que no debe uno desanimarse; sepa, entre tanto, con reserva, que la Congregación ha preparado una carta a dicho señor Arzobispo respondiendo a las preguntas que él había formulado respecto a la Congregación Salesiana, de la que se enviará a usted copia confidencial para su norma. Cuando él venga a Roma, según me comunica, yo, y otros conmigo, le hablaremos para que desista de una oposición, que tiene visos de sistemática». Sobre la cuestión de las preguntas se volverá a hablar más adelante. Entre estos autorizados sentimientos de aprecio no podían faltar los del cardenal Berardi, que profesaba un intenso afecto a don Bosco. Su carta del 9 de enero, a la que volveremos a referirnos de nuevo, empezaba así: «Complacido por sus cordiales felicitaciones con ocasión de las fiestas navideñas, le doy las más sentidas gracias, y correspondiendo, le aseguro que también yo pido al Señor le colme a usted y a su benemérita Congregación del cúmulo de las más selectas bendiciones. Y, cumplido este mi estricto deber, le manifiesto que me ha disgustado mucho que el consabido Prelado no deje todavía de atormentarle». ((20)) El Cardenal no se limitó solamente a las palabras, sino que actuó eficazmente del modo que pronto veremos. El Beato don Bosco no se desconcertaba ante las dificultades, que se perfilaban desde el principio del año nuevo, sino que continuaba su camino en paz, confiando plenamente en Dios y ateniéndose a los recursos que su gran prudencia le aconsejaba. 25 Fin de Página 25 VOLUMEN XI Página: 26 ((21) ) CAPITULO II LAS CONFERENCIAS ANUALES DE SAN FRANCISCO AL fin de enero de 1875 el Padre común llamó en torno a sí a sus hijos más ilustres. Un artículo del reglamento, abolido más tarde porque se hizo imposible su cumplimiento, quería que todos los Directores celebraran una reunión especial en el Oratorio durante el triduo precedente a la fiesta de san Francisco de Sales. Cada uno refería la marcha de su propia Casa; se trataban asuntos, se resolvían dudas, se comunicaban unos con otros, todo con la máxima sencillez y confianza recíproca y con toda comodidad para conversar con el Padre, de forma que cada vez se afianzaba más aquel espíritu de familia que tanto se preocupaba el Fundador por mantener vivo entre los suyos. En aquella ocasión se celebraban varias conferencias, que eran de dos clases: unas privadas, a las que sólo asistían los miembros del Capítulo Superior con todos los Directores y el Maestro de novicios; y otras públicas, a las que asistían todos los socios. Hubo ocasiones en las que don Bosco hizo que asistieran a éstas los alumnos de las clases superiores, bien para que así se sintieran más encariñados con la vida de la casa, bien para que conociesen los progresos de la Congregación en el aprecio general y en su desarrollo. El ser admitidos de este modo a la intimidad de la vida salesiana, ayudó sin duda a que se iniciara o se desarrollara en muchos el germen de la vocación religiosa. ((22)) Durante aquel año hubo seis conferencias, tres privadas y tres públicas. Por fortuna han llegado a nosotros las actas de las sesiones, de las que entresacamos lo que puede interesar para estas Memorias. Eran miembros del Capítulo Superior: don Miguel Rúa, don Juan Cagliero, don Angel Savio, don Celestino Durando, don Carlos Ghivarello y don José Lazzero; Directores: don Juan Bonetti, don Juan Bautista Lemoyne, don Juan Bautista Francesia, don Francisco Cerruti, 26 Fin de Página 26 VOLUMEN XI Página: 27 don Pablo Albera, don Francisco Dalmazzo y don Santiago Costamagna. Maestro de novicios era don Julio Barberis. Don Miguel Rúa presidió las tres sesiones privadas y el Beato don Bosco las otras. Las tres primeras sesiones, desarrolladas privadamente bajo la presidencia de don Miguel Rúa, trataron de cosas referentes a la administración, hoy de ninguna importancia, y sobre las que por otra parte tendremos ocasión de hablar más adelante. La cuarta fue pública y presidida por don Bosco. El secretario encabezó sencillamente el acta así: «El día 27 de enero de 1875, antevíspera de la fiesta de san Francisco de Sales, será siempre memorable en los fastos de nuestra Congregación por las muchas cosas favorables que ocurrieron y se comunicaron en esta conferencia. Benditos sean el Señor y san Francisco.» Para dar a estas palabras su justo alcance, no hay que perder de vista que en aquellos principios, a menos de un año de la aprobación de las Reglas, estaba todavía por formarse en los socios la conciencia o el pleno conocimiento del propio ser; por consiguiente, cualquier hecho o suceso que redundara en honor de la Congregación, por poco que fuera, fácilmente les llenaba de alegría y entusiasmo. Don Bosco, por su parte, profundo conocedor del corazón humano, sabía sacar partido de todo, si con ello suscitaba en los suyos un razonable espíritu corporativo, que lograra consolidar cada día más la unión, merced a una amistad mayor de los miembros. Al abrirse la sesión apareció por vez primera la ((23)) cuestión de los privilegios, que en tantos aprietos pondría después al Siervo de Dios. Mas, para mejor comprender el lenguaje de don Bosco, es menester hacer otra observación. Don Bosco, y quien esto escribe lo oyó a testigos autorizados, decía las cosas en estas reuniones muy a la buena, como en una charla, con un candor y naturalidad que parecía ingenuidad; y, sin embargo, sus palabras eran escuchadas con el más religioso respeto y producían en los ánimos la más profunda impresión. Leemos, pues, en el acta: «Se comenzó a hablar de la comunicación de los privilegios, que se deseaban pedir a Roma para nuestra Congregación. Comenzó don Bosco por hacernos notar que los regulares gozan de muchos privilegios y que algunos tienen un verdadero volumen de ellos. Pero que son celosísimos guardándolos y, aunque él los había pedido por varios sitios, no encontró en mucho tiempo quién le dejara ver una copia; y que ahora tenía los de los Oblatos y algún otro. Sobre ellos se basaría para obtenerlos también para nuestra Congregación; pero que ahora se iba muy despacio para concederlos. Y más aún, estaba establecido no concederlos más per communicationem, que es conceder en conjunto a una Congregación los privilegios 27 Fin de Página 27 VOLUMEN XI Página: 28 que ya goza otra; pero que, no obstante, estudiaría mucho esta cuestión y esperaba conseguirlos». Don Bosco leyó después una cartita del cardenal Antonelli, recibida aquella misma mañana, con un cheque de mil liras que Su Santidad mandaba para la construcción del Hospicio de San Pier d'Arena. Dice el acta: «Se hizo notar que el donativo era generoso y singular; porque cuando se trata de este tipo de obras y quiere contribuir el Papa, manda quinientas liras a lo sumo. Sin embargo, don Bosco rios hizo saber que este socorro había sido pedido al Padre Santo; y que él ya había notificado a quien correspondía, que dicha cantidad volvería a la fuente del óbolo de San Pedro; pero que, no obstante, no dejaba de ser un gran signo de la distinción y del aprecio en que nos tenía el Padre Santo». ((24)) Los que participaron debieron quedar conmovidos ante esta comunicación; tanto es así que se hicieron dos propuestas: una, encuadrar aquella carta, y otra publicar el texto en la Unidad Católica. Don Bosco dio su consentimiento, pero prohibió que se le nombrara a él para evitar que el «diablo» metiera sus «cuernos» en la mala prensa. En efecto, algunos periódicos se desahogaban de vez en cuando hablando en su contra. Volveremos a ocuparnos de esto. Dio también don Bosco a la asamblea otras dos interesantes noticias de aquel mismo día: que habían llegado las cartas oficiales aceptando sus propuestas respecto a Buenos Aires, y la orden del suspirado decreto real para la expropiación legal de la parcela de terreno donde se iba a levantar la iglesia de San Juan Evangelista. También hablaremos de esto más adelante. El laconismo de la redacción del acta dejaría insatisfechos a los lectores sobre dos asuntos, espinoso el uno y el otro no; será necesario volver sobre este asunto con más detenimiento. También podemos pasar por alto ahora una cuestioncilla de derecho canónico. A la quinta conferencia asistieron también los novicios y aspirantes. Y como su número era casi de ciento cincuenta, fue preciso celebrar la reunión en la iglesia de San Francisco de Sales. Según costumbre, cada director relató ante todos el estado de su colegio, tanto en lo económico como en lo higiénico, urbanístico, intelectual, moral y religioso. Informó el primero don Juan Bonetti, director de Borgo San Martino. Tenía el colegio a rebosar, al extremo de que no se podría encontrar ni siquiera un puesto para un alumno más que se quisiera admitir. Doce hermanas de María Auxiliadora se habían instalado en una casa contigua, construida expresamente, se cuidaban de la ropería, y atendían 28 Fin de Página 28 VOLUMEN XI Página: 29 al cosido y remiendo de la ropa blanca, a satisfacción de todos. Se temía que dedicaran los terrenos adyacentes al cultivo del arroz; pero la insalubridad de los arrozales, comienza sólo cuando se les quita el agua en la época de la siega, lo que sucede en los meses de agosto y septiembre, precisamente cuando los muchachos estarían en ((25)) sus casas de vacaciones. Que todos disfrutaban de perfecta salud, que el ambiente religioso y moral parecía satisfactorio, a juzgar por la gran frecuencia de los sacramentos. Mucha alegría en los alumnos. El atribuía el notable mejoramiento del año en curso a la bondad del personal. Terminó encomendándose vivamente a las oraciones de todos. A continuación tomó la palabra don Juan Bautista Lemoyne, director de Lanzo. El número de internos superaba al de los años anteriores y aún se esperaban más; opinaba que pasarían de los doscientos. Digno de particular encomio era el clero infantil, compuesto en su mayoría por los mayorcitos. Reinaba tal salud que maravillaba a todos; ninguna indisposición, ni resfriado. Ello se debía en buena parte a los cuidados del prefecto, el padre Scappini. Resultaba muy beneficiosa la separación de los muchachos de las clases superiores de los de las inferiores. Reconocía que el progreso notado se debía al personal más abundante y bien preparado que había enviado don Bosco. Don Juan Bautista Francesia, director de Varazze, se lamentó de que, por la estrechez del local, se habían rechazado más de ochenta solicitudes. Que los muchachos mostraban mucho amor al colegio y a los superiores. Que los recreos eran tan movidos y animados, que no se podían describir; nunca se veía a nadie parado y solo; nunca se formaba un grupo sin que hubiera un clérigo en medio. Del personal se mostró muy satisfecho. Don Francisco Cerruti, director de Alassio, hizo notar que el liceo tenía unos cincuenta alumnos y que reinaba una conducta óptima; muchos aspiraban al estado eclesiástico. En el colegio no cabían más y fue preciso limitar los ingresos; que se construía un pabellón que daría mucha mayor capacidad; al mismo tiempo se estaba planeando otra construcción, ya fuera para atender a todas las peticiones, ya fuera para alojar con ((26)) mucha utilidad, como esperaba, a las Hijas de María Auxiliadora. Don Pablo Albera, director de San Pier d'Arena, mostró su satisfacción de que estuviese ya casi concluido un pabellón, que le permitiría doblar el número de alumnos. Comunicó que, para aquella construcción, el Padre Santo había enviado ya otras dos mil liras. Tenía casi sesenta alumnos, entre aprendices y estudiantes, todos con una conducta tan buena que realmente no se podía desear más; era muy grande 29 Fin de Página 29 VOLUMEN XI Página: 30 la frecuencia de los sacramentos. Los Hermanos atendían también a los muchos externos que iban a clase y a los muchísimos que asistían al oratorio festivo con verdadera satisfacción de todos. El instituto era muy bien visto por la población. Don Francisco Dalmazzo, director del colegio de Valsálice para muchachos de familias acomodadas, dio muy buenas noticias. Dijo en primer lugar que se había duplicado el número de alumnos con relación al año anterior. El buen resultado de los exámenes y la convicción de que allí se estudiaba de verdad, el viaje a Roma con los mejores, durante las vacaciones, y especialmente la bendición del Padre Santo habían contribuido mucho a tal incremento. Sólo preocupaba a los padres el temor de que los salesianos hicieran curas a sus hijos. íGran disgusto éste entre las familias ricas! Lo que, por otra parte, redundaba en gran honor para los Salesianos, pues quería decir que estaban convencidos de que allí se impartía una educación verdaderamente cristiana. La salud era óptima. Los estudios iban viento en popa, dado que contaba con cuatro profesores universitarios que enseñaban en el liceo: Allievo, Lanfranchi, Bacchialoni y Roda para las matemáticas. En cuanto a disciplina, religiosidad y moralidad se notaba un progreso cada vez mayor, desde que el colegio había pasado a nuestras manos. Don Santiago Costamagna se refirió a las Hijas de María Auxiliadora, de las que era director en Mornese. Alabó sobre todo el espíritu fervoroso y perfecto de las Hermanas; las educandas tenían grandes deseos de hacerse religiosas y estaban tan aficionadas a su colegio que ni una siquiera hubiera querido salir de él. ((27)) Pero se lamentaba de su escaso número, por ser muy poco conocido el Instituto, y también por la dificultad de las comunicaciones, pues se trataba de un pueblo a trasmano, sin ferrocarril y hasta sin ómnibus para llevar a los viajeros regularmente. Por el contrario, el número de Hermanas y postulantes aumentaba cada día y llegaba ya a las ochenta. Don Bosco maduraba un proyecto que atraería a un mayor número de alumnas. Todas gozaban de buena salud. Don Miguel Rúa informó sobre el Oratorio. Puso de relieve la mucha piedad y buena voluntad de los estudiantes, la edificante laboriosidad de los aprendices y su buena voluntad para rezar bien las oraciones. También se hacía mucho bien entre los externos, en cuya sección se había introducido aquel año la innovación de las escuelas nocturnas que atraían a muchos jóvenes, ya crecidos, no sólo durante la semana, sino también los domingos. En cuanto a los socios, dijo que, al haber convertido en obligatoria 30 Fin de Página 30 VOLUMEN XI Página: 31 para todos la meditación diaria, era admirable la gran puntualidad y diligencia, pese a los esfuerzos necesarios para no faltar. Que la meditación la hacían, por separado, profesos y novicios. Que se había adelantado media hora el momento de levantarse, para facilitar la asistencia de todos a la meditación, ya que no era posible hacerlo en otro momento a lo largo del día. Además, que los novicios tenían el estudio aparte y las clases y conferencias solamente para ellos. Habló finalmente del clero infantil, muy floreciente; de las distintas compañías, no menos florecientes, integradas por alumnos de las clases más adelantadas que se distinguían por su buena conducta. Terminó diciendo: «Demos gracias al Señor. Oremus ad invicem». Las últimas observaciones de don Miguel Rúa sobre los socios y los novicios no deben llamar la atención, como si hasta entonces se hubiera ido adelante sin meditación y sin regularidad. Antes de que se aprobaran las Reglas, era don Bosco quien dirigía, puede decirse que individualmente, a sus hijos; y no había más ejercicios en común que los que se juzgaban necesarios y oportunos. Pero, una vez conseguida la aprobación, precisaba entrar en la legalidad, procediéndose también en esto por grados, ya que ((28)) no pocos, enamorados de don Bosco personalmente y dispuestos a arrojarse al fuego por él, aún no tenían una idea exacta de la vida religiosa: hacer pasar a éstos bruscamente de cierta libertad a una observancia total no hubiera conseguido más que alejarlos, induciéndolos a resoluciones imprevistas. Don Bosco no abandonó nunca del todo su antigua táctica, que había experimentado con éxito durante el período preparatorio, cuando había que inculcar los principios de la vida religiosa casi sin ser advertido para no suscitar desconfianzas o sospechas, fuera y dentro del Oratorio, en aquellos tiempos hóstiles sobre todo para los religiosos y las Congregaciones religiosas; y la táctica era la de encariñarlos con la Casa y aficionarlos a la Obra de modo que se sintieran en familia: lo demás vendría por sí mismo. Lo avanzado de la hora impidió a don Bosco tomar la palabra para hablar sobre el estado de la Congregación y clausurar la asamblea; lo hizo el día siguiente ante el mismo auditorio. Las actas resumen así su discurso: Los señores directores dijeron ayer tantas cosas de sus Colegios que hemos quedado maravillados. También yo quería hablar de la Congregación para que se viera en qué punto nos hallamos. Y como no pude hacerlo ayer por la tarde, lo haré hoy. Ante todo he de comunicaros un favor especial que Su Santidad quiso otorgarnos. Sabéis que en San Pier d'Arena se está construyendo para agrandar el hospicio que allí tenemos. Pues bien, conociendo esto el Padre Santo y sabiendo que no tenemos capital 31 Fin de Página 31 VOLUMEN XI Página: 32 para ello, sino que se iba adelante con limosnas, se dignó mandarnos dos mil liras para continuar la construcción de dicho edificio. Hemos de estarle agradecidos considerando lo mucho que tan paternalmente piensa en nosotros; hemos de procurar ser cada día más dignos de tal Padre y proclamar mientras podamos sus grandezas y sus prerrogativas. He visitado nuestros colegios y he de deciros que estoy de veras contento al ver cómo va todo. Lo primero es que los he encontrado repletos de muchachos, llenos de salud y buenos, como os han dicho los respectivos directores. Pero lo que más me impresionó fue lo mucho que trabajan los miembros de la Congregación. El trabajo es inmenso y se trabaja de corazón, tanto que un mismo individuo da clase y asiste a los alumnos en el estudio, en el comedor, en el dormitorio, en el paseo y no tiene una hora a su disposición. A tal extremo que ((29)) tuve yo necesidad de sacar unas copias de algunas páginas y no se pudo encontrar a ninguno libre que pudiera hacerlo. Pero más que el trabajo, me agradó el espíritu con que se trabaja. He de decir que no se podía desear más. Me parece ver realizado el ideal que yo me había formado de la Congregación. Porque, además del trabajo que se ejecuta, está el espíritu de obediencia y de indiferencia que acompaña a todos los actos. No teme un profesor ni un sacerdote, llegado el caso, echar mano en la cocina o ponerse a barrer. Sea alabado el Señor; procuremos conservar este espíritu y esforcémonos siempre para ver si hay modo de aumentarlo. Ahora que se está organizando la Congregación, es cada vez más necesario que tengamos ánimos para soportar aquello que nos puede desagradar, como la insuficiencia del local o las cosas que no encontramos adaptadas. Creo que no está lejano el día en que cada profesor, y cada sacerdote, pueda tener su cómoda habitación, mejor adaptada que las que ahora tenemos; y también locales separados para los novicios. Podremos tener hermosos dormitorios, aireados y sanos. Mientras tanto, soportemos ahora con mucha paciencia las incomodidades presentes. Otra cosa que deseo es introducir en nuestras escuelas los clásicos cristianos, en vez de los autores paganos. No podremos hacerlo todo de golpe, pero deseo que, por cuanto se pueda, se empiece a practicar. Me daría por satisfecho si mis clérigos y mis sacerdotes llegaran a escribir el latín como lo escribían Jerónimo, Agustín, Ambrosio, León o Sulpicio Severo. Porque »quién hay entre los escolares que pueda señalar dónde está realmente la belleza de Cicerón o de Tito Livio? Y además, empleando los primeros no se introducirían en la mente de los jóvenes tantas ideas extrañas, inútiles y peligrosas, como las que hay diseminadas en las páginas de los Clásicos paganos. Con este fin se han comenzado a imprimir páginas selectas de las Obras de San Jerónimo y espero que cuanto antes se publicarán también las de Sulpicio Severo y después las de los demás. Quizá podremos así remediar un mal muy grande de nuestros tiempos. Por fin don Bosco puso a la consideración de los presentes las Misiones de América. Prosiguen las actas: En estos días nos han llegado cartas de América, rogándonos que vayamos a aquellos lejanos países para evangelizar a los pueblos. Pusimos ciertas condiciones y han sido aceptadas. Ahora haremos los trámites del caso para determinar lo que hay 32 Fin de Página 32 VOLUMEN XI Página: 33 que hacer. Mientras tanto nos están esperando en dos lugares. En la ciudad de Buenos Aires y en la de San Nicolás de los Arroyos, a una jornada de viaje de la capital. Ya se había hablado en otras ocasiones de Misiones, lo mismo para América que para Asia, Africa y ((30)) Oceanía. Pero tengo la impresión de que ésta de Buenos Aires es la que más nos conviene, ya sea por las condiciones especiales, ya sea por la lengua española, más fácil para nosotros que el inglés, idioma que domina en casi todos los demás lugares. Al llegar aquí, las actas nos dejan en suspenso con un par de «etc. etc.» Es fácil imaginar la curiosa atención con que los oyentes de los inicios de la Congregación siguieron esta última noticia, sobre todo porque era la primera vez que don Bosco aludía a este tema en público. íDesde Valdocco a Buenos Aires! íEra para pasmarse! Fin de Página 33 VOLUMEN XI Página: 34 ((31)) CAPITULO III LA OBRA DE MARIA AUXILIADORA EN el año 1875 principió el Beato una nueva obra, impulsado por su celo sacerdotal y por divinas ilustraciones. Los tiempos, como es sabido, eran muy contrarios a las vocaciones eclesiásticas. Los errores políticos, las escuelas laicas, la mala prensa, el vilipendio de la Iglesia y de sus ministros, el malestar económico del clero eran las causas que más habían contribuido y seguían contribuyendo a mermar las filas de los aspirantes al santuario. Para oponer reparo a tan funesta desventura, el Siervo de Dios no reparaba en sacrificios. Más aun, a la vista del sesgo que tomaban las cosas, no se cansaba de repetir que en aquellas circunstancias había que buscar a los sagrados levitas con mayor intensidad entre los que «manejaban el martillo y el azadón» 1. Pero tampoco esto era bastante, porque los jóvenes son siempre jóvenes y, a pesar de las solicitudes más cuidadosas, ícuántos de ellos, orientados al sacerdocio se pierden por el camino! Don Bosco había comprobado que sólo una minoría alcanzaba la meta. »Qué hacer en consecuencia? La necesidad urgía: de seguir a aquel paso, la escasez de sacerdotes llevaría muy pronto a la desolación de la viña del Señor. Cuando don Bosco era un simple estudiante de latín, se había prestado a ayudar amablemente a un buen hombre que, pese a sus años, quería hacerse sacerdote y que, gracias a esta caridad, logró ingresar en el seminario, ((32)) realizar sus estudios y recibir las órdenes sagradas 2. Siguió don Bosco después interesándose por otras vocaciones tardías, especialmente en el Oratorio, donde admitió, para que asistieran a las clases ordinarias, a varios sujetos ya maduros, deseosos de abrazar la carrera eclesiástica. Así fue como pudo comprobar que tales individuos tenían seria aplicación, fervorosa piedad y, además, buena disposición para ayudar a los compañeros más jóvenes 3. Por eso, mientras pedía al Señor que le iluminase para encontrar la manera 1 Véase: Volumen V, págs. 281 y siguientes. 2 Véase: Vol. I, pág. 245. 3 Proceso Informativo, pág. 324, núm. 409. 34 Fin de Página 34 VOLUMEN XI Página: 35 de dar muchos sacerdotes a la Iglesia, brilló en su mente el pensamiento de reunir jóvenes mayores, bien dispuestos, y establecer un régimen especial para prepararlos adecuadamente a subir al altar. Rumiaba estos santos proyectos, cuando, a primeros de 1875, le ocurrió algo que le estimuló a la acción. El mismo lo contó a los miembros del Capítulo Superior y alguno de ellos tomó nota por escrito inmediatamente. No hacemos más que transcribirlo al pie de la letra. Dijo don Bosco: Un sábado por la tarde me encontraba confesando en la sacristía cuando me distraje. Pensaba en la escasez de sacerdotes y de vocaciones y en la manera de poder aumentar su número. Veía ante mí muchos chicos que venían a confesarse, buenos e inocentes muchachos, y me decía: -Quién sabe cuántos de ellos llegarán y el tiempo que se requiere aún para llegar a los que perseveren. Y en tanto, la necesidad de la Iglesia es apremiante. Estaba muy distraído con este pensamiento y, sin embargo, continuaba confesando. De pronto me pareció que estaba en mi despacho sentado a mi mesa de trabajo y que tenía ante mí el registro de todos los que estaban en casa. Y me decía para mis adentros: -»Cómo se explica esto? Estoy confesando en la sacristía y estoy al mismo iempo en mi despacho ante la mesa... »Estoy soñando? No; éste es precisamente el registro de los alumnos; ésta es mi mesa de trabajo. Oí entre tanto una voz detrás de mí que me dijo: -»Quieres saber cómo aumentar rápidamente el número de buenos sacerdotes? Observa el registro y por él entenderás lo que debes hacer. Observé y luego dije: -Estos son los registros de los alumnos de este año y de los años pasados, y no veo otra cosa. Estaba muy preocupado; leía nombres, pensaba, miraba arriba y abajo por ver si encontraba algo, pero... nada. ((33)) Entonces dije para mí: -»Estoy soñando o estoy despierto? Efectivamente estoy sentado a mi mesa y la voz que he escuchado es verdadera. Y de pronto quise levantarme para ver quién era la 1 que me había hablado y, en efecto, me levanté. Los muchachos que estaban a mi alrededor para confesarse, al ver que me levantaba tan de prisa y asustado creyeron que me había puesto enfermo y se acercaron a sostenerme; pero yo, asegurándoles que no me pasaba nada, seguí confesando. Una vez terminadas las confesiones, y de vuelta a mi habitación, miré y efectivamente vi sobre la mesa el registro con los nombres de todos los que hay en casa, pero no vi nada más. Examiné el registro, pero no entendí cómo podía hallar con él la manera de tener sacerdotes, muchos sacerdotes y pronto. Miré otros registros que 1 Advierto que en un principio don Bosco no dijo si la voz era de hombre o de mujer; pero al final dijo precisamente: -Y quise levantarme para ver quién era la que me había hablado. Alude manifiestamente a la Virgen (Es nota del Secretario). Fin de Página 35 VOLUMEN XI Página: 36 tenía en la habitación para ver si podía deducir por ellos alguna cosa; pero de momento no pude sacar nada en limpio. Pedí otros registros a don Carlos Ghivarello; pero fue inútil. Siempre pensando en ello, hice que me pasaran los registros antiguos para obedecer al mandato de aquella voz misteriosa y observé que, de los muchos jóvenes que comienzan sus estudios en nuestros colegios para seguir después la carrera eclesiástica, apenas si perseveraba un quince por ciento; es decir, ni siquiera dos de cada diez llegaban a recibir el hábito eclesiástico; se alejaban del Santuario por asuntos familiares, por los exámenes en el Liceo, por haber cambiado de voluntad, lo que suele ocurrir en el curso de Retórica. Y, por el contrario, los que vienen ya mayores, casi todos, a saber ocho de cada diez, visten la sotana y llegan a ello en menos tiempo y con menos trabajo. Me dije entonces: -De éstos estoy más seguro y pueden llegar en menos tiempo; esto era lo que buscaba. Tendré que ocuparme especialmente de ellos, abrir colegios expresamente para ellos y buscar el modo de atenderlos de una manera especial. Por el resultado se verá después, si lo que sucedió fue un sueño o una realidad. Desde aquel momento, la idea de abrir colegios, en los que muchachos ya mozos, llamados al estado eclesiástico, se encontraran con un programa de estudios acelerados a propósito para ellos, fue tomando cuerpo y se convirtió en firme propósito. Un sueño aclarador tenido en Roma el 15 de marzo, parecía destinado a disipar las sombras que le habían acompañado durante el camino. Lo contó allí mismo en casa de Sigismondi, sentado a la mesa y presente su secretario don Joaquín Berto, que es quien nos ha transmitido la relación. El Siervo de Dios dijo así: ((34)) La pasada noche dormí poco. Tuve un sueño que me cansó mucho y fue éste: Me pareció hallarme en un jardín junto a un árbol con frutas tan gruesas que admiraban. Estaba el árbol cargadísimo de fruta de tres clases: había higos, melocotones y peras. De pronto se levantó un viento impetuoso y empezó a caer sobre mí una granizada mezclada con piedras. Busqué entonces donde refugiarme; pero apareció uno que me dijo: -Deprisa, recoge la fruta. Busqué un canasto, pero era muy pequeño, por lo que el otro me dijo a gritos: -Busca otro más grande. Y lo cambié: pero, apenas había tomado dos o tres frutas de aquéllas, el canasto quedó lleno. De nuevo me gritó el otro, diciéndome que buscara un canasto mayor. Lo encontré, y el otro añadió: -Date prisa, porque el granizo lo destroza todo. Y me puse a recoger. Pero cuál no fue mi sorpresa cuando, al tomar unos higos extraordinariamente grandes, advertí que estaban dañados por un lado. El desconocido se puso entonces a gritar: -Deprisa, escógelos. Me puse entonces a elegir los buenos y los fui colocando en tres grupos en un canasto. A un lado puse los higos, al otro los melocotones y en medio las peras; pero Fin de Página 36 VOLUMEN XI Página: 37 aquella fruta, higos, melocotones y peras eran del tamaño de dos puños juntos de un hombre y tan hermosas que yo no me cansaba de contemplarlas. Entonces el desconocido me dijo: -Los higos son para el Obispo; las peras para ti y los melocotones para América. Y dicho esto, empezó a dar palmadas y a gritar: -íAnimo, bravo, bravo. muy, bien. bravo! Y desapareció. Entonces me desperté, pero me ha quedado tan impreso este sueño que no puedo apartarlo de mi mente. No nos consta que don Bosco haya relacionado enseguida este sueño con la obra que tanto acariciaba por aquel entonces; pero, en el curso de los acontecimientos, cada vez apareció más claro que guardaban relación. Se necesitaba una buena selección, sobre todo al principio, para que los sujetos tarados no echaran a perder todo. El canasto grande, en donde cupieran todas las frutas, significaba la amplitud del lugar destinado a aquel fin; los higos para el Obispo eran los jóvenes destinados al seminario; los melocotones para América, los misioneros salesianos; las peras del medio, los salesianos destinados a la sede central de la Congregación. »Y la granizada de piedras que caía sobre sus hombros? Significaba los graves contratiempos que le llovieron de lo alto, especialmente por parte de dos Ordinarios, cuyas cartas, enviadas a Roma para impedir la aprobación de la Obra, se conservan. ((35)) Se la llamó Obra, y no colegio o instituto de María Auxiliadora, porque, previéndose que el mayor contingente se reclutaría entre familias pobres, había que asegurar la institución apoyándola en una asociación, cuyos miembros se comprometieran a ayudar con limosnas u otros medios al mantenimiento de los jóvenes y a sufragar los gastos necesarios para sus estudios. Cuando el Beato fue a Roma, como más adelante veremos, expuso a Pío IX sus intenciones sobre esta Obra; «nos entretuvimos mucho con este tema», dirá él mismo el 14 de abril, en una reunión de superiores mayores y directores, al presentarles el Reglamento impreso pocos días antes en la tipografía del Oratorio. Le agradó tanto al Sumo Pontífice aquella cuestión, que le manifestó el deseo de recomendarla solemnemente; sólo le sugirió que antes la diera a conocer a algunos obispos para obtener su conformidad, a fin de que, en el Breve pontificio de aprobación, se pudiera tomar de ella punto de partida. Quiso saber el Padre Santo cómo le había venido la idea y don Bosco le contó todo, también el sueño referido arriba; después de lo cual le mandó el Papa que se lo narrara a los superiores de la Congregación. 37 Fin de Página 37 VOLUMEN XI Página: 38 Y don Bosco obedeció en la circunstancia a que acabamos de referirnos. Antes de leer el reglamento en dicha asamblea, ya lo había mandado a unos diez obispos con las aclaraciones del caso. En la cubierta se leía: Obra de María Auxiliadora para las vocaciones al estado eclesiástico. Y continuaban las palabras del Evangelio sobre la abundancia de la mies y la escasez de obreros (Luc. X, 2). El contenido, tras un preámbulo modesto y eficaz, explicando el porqué de la Obra, se dividía en cuatro partes: Aceptación, (desde los dieciséis a los treinta años), Medios (la piedad de los fieles), Observaciones (razón de la denominación y sin perjuicio para otras obras ya existentes), Ventajas espirituales 1. ((36)) Aquel reglamento no estaba destinado al público; no requería por tanto la previa censura de la Curia turinesa. Por otra parte, don Bosco, fuera para explorar el terreno, fuera para evitar probables dificultades, envió un ejemplar solamente a los Obispos subalpinos benévolos, esto es, a todos menos a dos. El reglamento salió, además, a primeros de agosto en el segundo número del Bibliófilo, periodiquito que precedió de lejos al Boletín Salesiano que, para soslayar la rémora de la previa censura eclesiástica de Turín, se imprimía fuera de la diócesis 2. Entre el 12 y el 18 de abril tuvo don Bosco la satisfacción de recibir siete cartas comendaticias: las de Albenga, Vigévano, Acqui, Alessandria, Tortona, Casale y Génova; cuatro de ellas le fueron enviadas a él y tres directamente a Roma. Sin pérdida de tiempo las expidió al cardenal Berardi, con la siguiente carta: Eminencia Rvma.: No pude en la fiesta de san José manifestar a V. E. mi gratitud, como yo hubiera deseado, en correspondencia a los muchos beneficios que nos dispensa. Mañana es el Patrocinio del Santo y yo le ruego que acepte la función religiosa que haremos según su piadosa intención. Celebraremos la misa en el altar de María Auxiliadora y nuestros muchachos recibirán la sagrada comunión y rogarán especialmente por V. E. Poco es lo que nosotros podemos hacer, mas espero que el Señor supla con la abundancia de sus gracias y de sus bendiciones. Tendremos un recuerdo particular por la señora Madre de S. E. Adjuntas le envío las cartas comendaticias de los Obispos de Casale, Alessandria, Vigévano y Albenga; el de Acqui la ha enviado, según me escribe, directamente a V. E. 1 Véase: Apéndice, Documento 1.°. 2 Carta de monseñor Moreno, del 7 de agosto del 1875, y apostilla de don Bosco en una carta del canónigo Chiuso, del 9 de agosto. Hasta ahora, por más que se ha buscado, no ha sido posible encontrar ni un solo ejemplar de los primeros números. 38 Fin de Página 38 VOLUMEN XI Página: 39 Recibirá otras dentro de unos días. Ha habido algún atraso, porque he debido imprimirlas para que se pudieran leer más fácilmente. Como quiera que los dos proyectos son distintos, ruego a V. E. suplique que las bendiciones e indulgencias del Padre Santo ((37)) acompañen a cada proyecto, para poderlas comunicar oportunamente. Dentro de la semana espero poder escribirle de nuevo y proporcionarle así una nueva ocasión para ejercitar su caridad. Que la bondad del Señor le conceda muchos años de vida feliz y, pidiéndole respetuosamente su santa bendición, tengo el honor de poderme profesar, besando su sagrada púrpura, De V. S. Rvma. Turín, 18 de abril de 1875. Su seguro y atto. servidor JUAN BOSCO, Pbro. Mientras daba tiempo a que le llegaran las cartas comendaticias de los obispos, y con el fin de conseguir enseguida mayor crédito para la Obra y darle un impulso mayor, don Bosco, valiéndose del cardenal Berardi y de monseñor Vitelleschi, imploró para ella una bendición especial del Padre Santo 1, bendición que le concedió el Papa con gran complacencia y de todo corazón, y que le fue comunicada por los dos prelados con verdadera cordialidad 2. El Arzobispo de Seleucia particularmente se expresaba así: «Fuimos los dos a implorar la bendición especial del Padre Santo que usted deseaba: el cardenal Berardi y yo; pero yo fui el primero, y, por tanto, la primera bendición la obtuvo por mi medio y con todo el corazón se la transmito, con los más fervientes y sinceros deseos de que Dios bendiga todas las obras de su Congregacion.» Los dos insignes comunicantes estuvieron acordes al hacerle una recomendación. El primero decía: «Ponga, pues, usted, manos a la obra para la consiguiente realización, pero hágalo con toda prudencia y circunspección para evitar cualquier causa de amargura por parte del consabido Prelado». Y, recalcando y sin ambages, sugería el segundo: «Además, en nombre mío particular y por el verdadero interés que me tomo por su Instituto, acepte una insinuación mía, que es la de considerar atentamente si no sería mejor implantar la Obra por las vocaciones eclesiásticas ((38)) fuera de la diócesis de Turín; todos los precedentes habidos hasta ahora, podrían crearle dificultades embarazosas, 1 No hemos podido encontrar los originales ni las copias de estas dos cartas, cuyo asunto se deduce fácilmente por las respuestas correspondientes. 2 Cartas del 2 y del 11 de junio de 1875. 39 Fin de Página 39 VOLUMEN XI Página: 40 obstáculos y oposiciones; ya me entiende usted bien. Reflexione, pues, coram Domino quid magis expediat (ante el Señor qué es lo que más conviene). Considere estas mis palabras como una reflexión privada por mi parte y no bajo ningún otro aspecto». Los hechos no tardaron en justificar esas prevenciones. En cuanto don Bosco obtuvo la bendición del Papa y las cartas comendaticias de doce obispos, se creyó con derecho para dar publicidad a su proyecto por medio de la prensa. Con tal fin dio un retoque al programa que ya conocemos, lo amplió, lo precisó mejor y comunicó la otorgada bendición pontificia, señalando las indulgencias que se podrían lucrar en lo sucesivo 1; después se dirigió al censor eclesiástico en demanda del non obstat, con el ruego de comunicárselo también al Ordinario. Ocho días tardó en llegar la respuesta; íy vaya respuesta! Decía en ella que, en asunto de tanta importancia debía él dirigirse personalmente a Monseñor; que suspendiese entre tanto toda publicación sobre el asunto, ya que S. E. preveía la necesidad de interrogar a los Obispos de las dos provincias eclesiásticas de Turín y de Vercelli y quizá también al de Génova 2. Habiéndole resultado infructuoso su intento de conseguir una audiencia, don Bosco insistió desde el principio por carta, explicando que la Obra de María Auxiliadora no constituía ninguna novedad, sino que era un simple desarrollo y sistematización de algo ya existente en el Oratorio de forma rudimentaria y que no se oponía a la condición creada con la aprobación de las Reglas, y que únicamente solicitaba el permiso de imprenta. En la carta de respuesta llegada de la Curia, se remachaba el clavo y se agregaba cuanto se deduce de la siguiente carta: Carísimo teólogo Chiuso: Te suplico digas a S. E. Rvma. nuestro Arzobispo, que aún no tengo decreto ni rescripto alguno con las indulgencias, en favor de la proyectada Obra de María Auxiliadora. El Padre Santo las ha concedido ya, ((39)) pero desea que no se n hasta que no haya comenzado la Obra, y que se comuniquen solamente a los que hayan tomado parte en ella. Tal dijo en persona y además por medio de monseñor Vitelleschi: pero, antes de imprimir nada, consideraré como un estricto deber presentarlo a S. E. Rvma., para que haga las observaciones o modificaciones que considere oportuno. 1 Véase: Apéndice, documento núm. 2. 2 Carta del secretario teólogo Chiuso, del 29 de julio de 1875. 40 Fin de Página 40 VOLUMEN XI Página: 41 Me darás un verdadero gusto si presentas mis humildes saludos a S. E., mientras te lo agradezco y te saludo en el Señor, profesándome Turín, 29-7-75. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. Mientras duraba este carteo, el Ordinario había redactado y enviado una circular a todos los Obispos de las provincias eclesiásticas de Turín, Vercelli y Génova induciéndolos a suscribir una protesta para enviarla al Padre Santo contra la Obra de María Auxiliadora. Decía en ella que había para temer que perjudicara a los Seminarios menores y aun al Clero de cada diócesis ya que, al invitar a los fieles a concurrir con limosnas y otras ofertas, las sustraería a los seminarios diocesanos, y resultaría natural que los mejores jóvenes, de cada diócesis, fueran después encaminados hacia la Congregación de don Bosco. Que él no se oponía a la aprobación del proyecto, siempre que don Bosco prometiese que no recibiría jóvenes menores de dieciocho años y que no los educaría más que según el plan acordado con el mismo Ordinario y a condición de que éste, con los dos obispos más antiguos de la provincia, tuviera pleno derecho para visitar e inspeccionar el nuevo colegio, y ver si se perseguía la finalidad propuesta sin perjuicio para los seminarios. Llevaba razón el Obispo de Susa al responderle que este temor por los seminarios ya estaba excluido con el artículo quinto del programa, en el que se dejaba en libertad a los alumnos para volver a entrar en sus respectivas diócesis, una vez terminados los estudios. Además, en cuanto a lo de someter el Instituto a la jurisdicción ordinaria «perdone Excelencia, continuaba el Obispo, si me atrevo a manifestarle mis dudas de si, dadas las condiciones excepcionales en que se encuentra don Bosco, nos conviene a nosotros los ((40)) Obispos ir en contra de los privilegios de exención que la Santa Sede le ha concedido. Aun cuando él mismo se haya mostrado dispuesto a aceptar las modificaciones que S. E. le proponga, dudo mucho que se avenga a aceptar alguna que viniera a menoscabar su legitima exención y disminuir su independencia. En tal caso él se encontraría forzado a la alternativa de seguir adelante, no obstante la oposición de S. E.; y entonces sería V. E. el que perdería, sin que se saliera al encuentro de los peligros que S. E. teme; o bien don Bosco renunciaría por completo a su proyecto, en cuyo caso sería la Iglesia la que saldría perjudicada, ya que quedaría privada de las ventajas que de ningún otro modo 41 Fin de Página 41 VOLUMEN XI Página: 42 obtendría. Y en los momentos presentes lo que más nos debe preocupar es precisamente el conseguirle estas ventajas 1». Pero el Ordinario no se había limitado a escribir su circular; había escrito además al cardenal Bizzarri, Prefecto de la Congregación de Obispos y Regulares, una larga epístola, que interesa a la obra presentar íntegramente: Eminencia Rvma.: El reverendo don Juan Bosco, fundador y Superior de la Congregación de San Francisco de Sales en Turín, envió ayer a la previa censura eclesiástica un impreso, con el proyecto de un colegio que se abrirá en su Congregación para todos los jóvenes que sienten inclinación al estado eclesiástico, con el fin de prepararlos para los estudios de filosofía y teología, y después colocarlos en las congregaciones religiosas, enviarlos a las misiones extranjeras o bien devolverlos a sus respectivas diócesis para formar parte del Clero diocesano. A más de la invitación que se proyecta hacer en general la los jóvenes de cualquier diócesis, se haría también un llamamiento a los fieles de las mismas para que acudan en ayuda del nuevo colegio con una pequeña limosna para cada uno. El Colegio se llamaría Obra de María Auxiliadora, y se afirma que ha sido recomendado y bendecido por el Padre Santo. Ahora bien, este colegio arruinaría total o parcialmente los seminarios menores diocesanos, porque los Obispos verían afluir al Colegio de don Bosco gran parte de las limosnas de sus diocesanos y contemplarían ((41)) a gran número de muchachos de sus diócesis, que, animados por las ventajas económicas que allí encontrarían, dejarían el seminario menor de su propia diócesis para acudir al seminario de dicha Congregación. Además, don Bosco buscaría la manera de atraer para sí a los mejores sujetos, y los menos idóneos serían los que volverían a la diócesis. Por tanto, estoy muy seguro de que, apenas se informen de este proyecto los Obispos de las provincias de Turín, Vercelli y Génova, levantarán sus quejas como ante un gran atentado a los más vitales intereses de sus respectivas diócesis. Y, en cuanto a mi diócesis, declaro que este proyecto sería una ruina para el seminario menor que, con grandes gastos, estoy para abrir dentro de dos meses en Giaveno, ciudad de mi jurisdicción, y, por tanto, me encuentro en la dura necesidad de reclamar y prepararme, con todos los medios a mi alcance, para impedir esta especie de colegio cosmopolita que don Bosco quisiera abrir en Turín. Es muy cierto que preparar jóvenes para la carrera eclesiástica y las misiones extranjeras es una obra santísima y necesaria, y que, bajo este aspecto, ha sido bendecida y recomendada por el Padre Santo; pero aquí, en el Piamonte, todos los Obispos, de algunos años a esta parte, han puesto su mano en el asunto de una manera sabia y eficaz, abriendo cada uno su Seminario menor, en donde se hace tan visible la bendición de Dios, que dentro de pocos años, si un nuevo huracán no viene a devastarlos, se recogerán muchos frutos. Por otra parte existe ya en Turín el colegio de las Escuelas Apostólicas, fundado y dirigido hace algunos años por el canónigo Ortalda, Director de la Obra de Propaganda Fide, el cual, con grandes gastos, trabajó y trabaja para mantenerlo; y cuenta con un centenar de jóvenes. 1 Carta del 2 de agosto de 1875. 42 Fin de Página 42 VOLUMEN XI Página: 43 Hay, además, un Colegio dentro del célebre Instituto del canónigo José Cottolengo, donde se mantiene gratuitamente a más de sesenta jóvenes de distintas diócesis y reciben tal educación religiosa, moral y literaria, que son la admiración de cuantos los conocen y llegan a ser óptimos y ejemplarísimos eclesiásticos. Por consiguiente, el proyectado Colegio de don Bosco en Piamonte sería inútil por una parte y por otra perjudicial. En consecuencia no puedo dar mi aprobación de tal Colegio: y como no me consta, hasta el momento, que el Padre Santo haya librado las Instituciones de don Bosco de la jurisdicción episcopal, juzgo que poseo la autoridad suficiente para impedir esa fundación. A pesar de todo, muy interesado en evitar conflictos y en no proporcionar a los periódicos malos ocasión para que denigren al Clero, ruego encarecidamente a V. E., y por su medio a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, ordenen inmediatamente a don Bosco que desista del proyectado Colegio, hasta que los Obispos de las provincias eclesiásticas de Turín, Vercelli y Génova, hayan examinado la cuestión y emitan su juicio. ((42)) Se trata de algo muy grave, que, de no remediarlo inmediatamente, podría acarrear deplorables consecuencias; ruego, por tanto a S. E., ya sea por el interés de mi diócesis, como por el de las de mis sufragáneos, ordene a don Bosco que suspenda la ejecución de su proyecto. Besa su sagrada púrpura y se declara con el máximo respeto De V. E. Rvma. Turín, 25 de julio de 1875. Su humilde y reverente servidor » LORENZO, Arzobispo de Turín. El 7 de agosto le tocaba la vez al Ordinario de Ivrea, cuya larga requisitoria, dirigida al mismo Cardenal, desarrollaba animosamente esta tesis catastrófica: «El establecer en Turín una Obra de María Auxiliadora para las vocaciones al estado eclesiástico (sic), procedentes de cualquier lugar de Italia, sería en mengua de la jurisdicción de otros Ordinarios, de grandísimo perjuicio para los Seminarios Mayores y Menores y para la obra de liberación del servicio militar de los clérigos 1. Y ayudaría a preparar la supresión de muchas diócesis» 2. La carta concluía así: «Ruego con vivísima instancia a V. E. Rvma., que se digne tomar en consideración la sincera narración de los males y daños que lamentamos, presentidos también por el actual Arzobispo de Turín, y que, en su consecuencia, disponga no se lleve 1 Por cuanto habrían disminuido las limosnas que se recogían para tal fin. 2 Dada la posibilidad de un Instituto interdiocesano para la preparación de los clérigos pertenecientes a varias diócesis, desaparecía uno de los motivos aducidos para conjurar la amenaza de supresión de seminarios diocesanos, los cuales se decía eran necesarios para la formación del clero local. 43 Fin de Página 43 VOLUMEN XI Página: 44 a efecto esa Obra de María Auxiliadora (que ni siquiera titula de Santísima), y que ponga remedio a las desavenencias urdidas, que causan estupor entre ciertos eclesiásticos más prudentes y también entre personajes que llegan a conocerlas». Entre tanto, la inminencia del nuevo curso exigía que se imprimiera sin dilación el programa, para difundirlo con tiempo; por eso el Beato mandaba y volvía a mandar al ((43)) jefe de imprenta a la Curia para retirar el suspirado permiso. La insistencia no sólo no conseguía nada, sino que atraía fuertemente la atención sobre don Bosco, motivada por cierta ansiedad de conocer si él había «recibido de la Santa Sede, o de alguno de sus órganos, la orden o la recomendación de ponerse de acuerdo con el Arzobispo de Turín 1». El Siervo de Dios respondió a vuelta de correo: Carísimo teólogo Chiuso: Te ruego comuniques a S. E. Rvma. el señor Arzobispo que no he recibido ninguna orden o exhortación de la Santa Sede, ni de ninguno de sus órganos, para ponerme de acuerdo con el Arzobispo de Turín respecto a la Obra de María Auxiliadora. Si se me hubiere manifestado un solo deseo a este respecto, lo habría ejecutado fielmente, como he procurado hacer siempre. La razón es simplemente ésta. Como la Obra de que se trata va dirigida al bien general de la Iglesia, parece que no puedo ligarme con un Ordinario, al cual podría referirse alguna vez por algún alumno, o tal vez por ninguno. Si lo crees conveniente, puedes decir a S. E. que, para no crear molestias a quien vivamente deseo librarle de ellas, he deliberado hacer el experimento del conocido proyecto en otra diócesis. Con la mayor estima, tengo el honor de profesarme Turín, 8 de agosto de 1875. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. El mismo día expidió una carta a un lugar mucho más alto. De las misteriosas palabras que acabamos de referir, »cómo no intuir lo que sucedía entre bastidores y que, en parte, nosotros ya conocemos? Escribió, pues, al cardenal Antonelli, Secretario de Estado: Eminencia Reverendísima: De buena gana hubiera dejado de hablar con V. E. Rvma., sobre un asunto que ciertamente aumenta sus ya demasiado grandes ocupaciones; pero, habiéndome asegurado 1 Carta del teólogo Chiuso, secretario, del 5 de agosto de 1875. Fin de Página 44 VOLUMEN XI Página: 45 que ya ha sido referido al mismo Padre Santo, considero oportuno exponer brevemente la realidad de las cosas, como esclarecimiento de esta bendita cuestión. ((44)) Recordará V. E., al menos en conjunto, el proyecto en cuestión descrito en folio aparte, cuyo fin fundamental es mitigar, por cuanto sea posible, las tristes consecuencias del servicio militar entre los clérigos. Hablé del asunto con el Padre Santo y me aconsejó se lo explicara todo por escrito, como lo hice; y la Santa Sede encargó al Emmo. cardenal Berardi de presentar una relación, que resultó del agrado del Padre Santo. Bendiciendo la finalidad, la recomendó, animándome y haciéndome llegar más tarde nuevos alientos para realizarla cuanto antes. Cuando llegué a Turín hice ver el proyecto a doce Obispos, y todos lo aprobaron y lo apoyaron. Antes de imprimirlo, se presentó al Censor eclesiástico, rogando diera noticia de ello a nuestro Arzobispo. Este tardó ocho días en contestar y respondió que, en asunto de tanta importancia, quería consultar antes a los Obispos de la provincia de Turín, Génova y Vercelli. En vista de que no conseguía ser recibido en audiencia, rogué al secretario que le hiciera presente que no era esto nada nuevo, sino una simple ampliación y normalización de lo que ya se viene haciendo hace muchos años en esta nuestra casa: que no interesaba a ninguna diócesis en particular, sino al bien de la Iglesia universal; y que, siendo cosa recomendada y bendecida por todos los obispos que se habían informado y por el mismo Padre Santo, me parecía que la petición debía reducirse a un simple permiso de impresión. Todo en vano. Se me comunicó la misma respuesta. En las circulares dirigidas a los Obispos de dichas provincias se ponían de relieve varias razones para mover a aquellos Ordinarios a suscribir una protesta al Padre Santo contra este proyecto. Las razones aducidas no son las mismas en todas las comunicaciones; las principales son: don Bosco fija una pensión mensual de veinticuatro liras, pero recibirá a los alumnos por una mensualidad menor y quizá gratuitamente; don Bosco dice que recibirá sólo jóvenes de dieciséis a treinta años, pero después los recibirá de menor edad, con perjuicio para los Seminarios. Añade por último que, debiendo sostenerse este proyecto con la caridad de los fieles, resultaría perjudicial para los Seminarios diocesanos. Me parece que no hacen falta comentarios. Este proyecto tiende a favorecer a todas las diócesis y, si se admiten los jóvenes gratuitamente, esto redunda en beneficio de la misma diócesis. Sé que algunos obispos han respondido que, cuando una cosa ha sido recomendada por el Padre Santo, no es el caso de oponerse sino de aprobarla, apoyarla y promoverla; otros respondieron que cada obispo es libre de actuar en su diócesis, en lo referente a su ministerio; y debe seguir las normas de la Santa Sede, sin protestar en contra. Añade que si él debiese admitir esta obra, quería que dependiese totalmente de él. A lo que le respondió un Obispo: el querer poner condiciones a los Obipos de otras diócesis, es invadir su jurisdicción. Las cosas se hallan en este estado: y tengo dispuesto el papel, los hombres y la impresión, y la autoridad eclesiática ha parado todo. No fija tiempo para la solución; no responde a mis cartas, no me admite en audiencia. ((45)) Toda tardanza es dañosa; y además resultan infructuosos los gastos y el trabajo. Así las cosas, yo me habría decidido a cortar todas las dificultades y comenzar la obra en la diócesis de alguno de los muchos obispos, que la han recomendado y solicitado, ofreciendo apoyo moral y material. Cierto es que todo esto me reportaría un gran trastorno de personal y gastos, pero tendría mayor tranquilidad. Mas, antes de modificar un proyecto bendecido por el Padre Santo, suplico humildemente 45 Fin de Página 45 VOLUMEN XI Página: 46 a V. E. Rvma., que considere un momento el estado de la situación y, si le place, lo hable con el Padre Santo y después haga que me escriban unas letras para mi norma. Me aseguran que V. E. Rvma., no disfruta de buena salud y lo siento mucho;nosotros continuaremos nuestras plegarias comunitarias y especiales por la conservación de su preciosa salud, para bien general de la Iglesia y particularmente de la Congregación Salesiana, que siempre ha tenido en V. E. un padre benévolo y un insigne bienhechor. Con la más profunda gratitud considero un honor besar su sagrada púrpura y profesarme. De V. E. Rvma. Turín, 8 de agosto de 1875. Su atto. y s.s. JUAN BOSCO. Pbro. La respuesta del Ordinario a su carta del día 8, aumentaba la dosis. Todas las diligencias de don Bosco en la Curia parecían lograr el efecto de echar más leña al fuego; así que, en un cierto punto de la respuesta, don Bosco apostilló al margen: «íAy, si damos un paso más!» 1. Y este «íay!» quiere decir «íPobres de nosotros!». Es lo que don Bosco temía para sí; y el «paso» es un nuevo intento para arrancar el beneplácito arzobispal. Cuando vio que por aquel lado el asunto de la aprobación eclesiástica había entrado en un callejón sin salida, don Bosco se puso de acuerdo para la impresión con monseñor Manacorda, Obispo de Fossano 2. Pero una prohibición formal le impidó la divulgación de cualquier invitación, llamada o programa en la diócesis de Turín, hasta que no se tuviera «un documento auténtico ((46)) en el que el Sumo Pontífice, con la plenitud de su autoridad y derogando cualquier disposición del Derecho Canónico en contrario, concediese a don Bosco, respecto a dicha obra, autoridad absoluta e independiente de la de los Obispos» 3. Contemporáneamente se ordenaba al director de la Unidad Católica que no imprimiera nada relacionado con la Obra. En cuanto al primer experimento, don Bosco habría deseado realizarlo en unos locales a propósito, a la parte izquierda de la iglesia; mas, para truncar de una vez dilaciones y litigios, se puso de acuerdo con el Obispo de Génova y decidió comenzar su Obra en San Pier d'Arena, donde ya funcionaba el Hospicio de San Vicente de Paúl. 1 Carta del teólogo Chiuso, 9 de agosto de 1875. 2 Carta a monseñor Vitelleschi, 10 de agosto de 1875. Se imprimió en la tipografía Saccone. 3 Carta del teólogo Chiuso del 11 de agosto de 1875. 46 Fin de Página 46 VOLUMEN XI Página: 47 Allí se debían dirigir las solicitudes, según el programa. Por eso, escribiendo a monseñor Vitelleschi, exclamaba: «Si hubiera seguido su consejo de empezar la Obra de María Auxiliadora en otra diócesis íhabría ganado un premio en la lotería! 1». La calma soberana del Siervo de Dios durante esta fastidiosa contienda, jamás se vio vencida; lo que resulta más admirable, si se considera que no era sólo esta cuestión, sino que se entrelazaba con otras más graves, y todo en medio de una multitud de asuntos y ocupaciones capaces de absorber la actividad de un hombre de los más emprendedores. Nos sigue dando pruebas de esta calma inalterable su correspondencia epistolar. He aquí la respuesta de don Bosco a una carta apremiante del 11 de agosto, citada poco antes por nosotros mismos. Mi siempre querido señor Teólogo: Como ya te dije en mi carta del 8 del corriente mes, en mi grandísimo deseo de no proporcionar sino, por cuanto yo pueda, disminuir los disgustos de mi superior eclesiástico, he pensado transferir a otro lugar, si llega el caso, la instalación del proyecto de preparar los jóvenes mayores para la carrera eclesiástica. Tal ha sido también el consejo que me ha dado una persona de las altas esferas, que ama mucho a nuestro Arzobispo y demuestra mucha benevolencia con nuestra pobre Congregación. ((47)) Tú haces alusión a dos condiciones 2 que, aunque de por sí sean laudables, destruirían enteramente la autonomía de la Obra que dejaría de ser general, para convertirse en diocesana. Por otra parte, yo debería enviar de nuevo el proyecto al Papa que, como ya hizo la otra vez, se lo confiaría a una comisión para que lo examinase y, según su relación, otorgaría las indulgencias prometidas. La cuestión se prolongaría mucho, tanto más cuanto que ya he recibido carta de un Obispo que me prohíbe introduzca tal Obra en su diócesis, si la dirección y administración es de otro ordinario diocesano. Mucho lo siento; pero mi proyecto no ha sido bien entendido; si no me viera obligado a hablar y escribir siempre por medio de un intermediario, la cuestión hubiera sido seguramente mejor entendida. Si alguno pretendiera fundar una obra diocesana, el Ordinario es libre para admitirla o modificarla según le pareciere, pero aquí se trata de una Obra general, que tiene por finalidad recoger cierto número de jóvenes. Habrá dos o tres de una diócesis y de otra ninguno. Puede suceder que pasen varios años sin que aparezca ninguno de nuestra Diócesis. Es una obra que tiende a ayudar a las Ordenes Religiosas, a las Misiones, y que también prepararía alguno para presentar a los Ordinarios, sin haber causado a los mismos la más mínima molestia material ni moral. 1 Carta citada. 2 «S. E. me encarga decirle, que él dará su consentimiento a la obra y además contará con el de sus sufragáneos, indistintamente, si explícitamente se agregan estas dos condiciones: 1.ª, que los jóvenes que se admitan en dicho Colegio hayan cumplido los veinte años; 2.ª, que el Colegio esté siempre bajo la alta vigilancia del Arzobispo y de los dos Obispos más antiguos del lugar en que se erija». (Carta del 11 de agosto). 47 Fin de Página 47 VOLUMEN XI Página: 48 Me escribes que no se me permitirá imprimir y difundir el Proyecto o Programa, ni implorar la beneficencia. Hasta ahora no se ha hecho esto en nuestro país. Siempre he estado convencido de que estos documentos se podían imprimir con la sola revisión eclesiástica y que tales cuestaciones se podían efectuar, ya que no pertenecen de ningún modo a los temas de la jurisdicción eclesiástica. Así lo he hecho desde hace treinta y cinco años hasta ahora. Con todo, no publicaré nada en la diócesis y, si llega el caso, pediré el permiso impuesto y, si me fuere negado, iré a limosnear a otra parte. Me disgusta mucho que, entre todas las cosas que se están diciendo de mí, no se haga ni mención de los esfuerzos realizados en el pasado y en el presente para preparar jóvenes para el seminario de Turín 1; ((48)) de lo mucho que hacen los salesianos en la predicación, en la catequesis y en cuanto pueden, sin que el Ordinario haya debido soportar ningún gravamen. Y ahora que, como retribución, se esperaría una especial benevolencia y apoyo, se encuentra con un serio obstáculo. Obstáculo que, ni siquiera uno de los muchos obispos que han conocido el proyecto, ha tenido la ocurrencia de plantearse. Ten paciencia, lee como puedas esta carta y ten por seguro que yo no tengo más finalidad que la de hacer un poco de bien con esta Obra, de la que nuestro señor Arzobispo dijo y escribió muchas veces: que lleva consigo el dedo de Dios, y es una de esas obras que todo el que pueda debe ayudar. Tenme siempre, con toda estima, por tu Turín. 14-8-75. Afmo. y s.s. JUAN BOSCO, Pbro. En la misma calma y resignación se inspira una memoria dirigida el 24 de agosto a monseñor Vitelleschi. El Secretario de la Congregación de Obispos y Regulares le notificaba que había comunicado al Padre Santo las reclamaciones del Arzobispo de Turín y del Obispo 1 En el año 1875 el Rvdo. Soldati, canónigo honorario y prodirector del Seminario, daba una conferencia un domingo por la mañana a todos los seminaristas. Explicaba un capítulo de la Imitación de Cristo, y aprovechó la ocasión para hablar del respeto debido al señor Arzobispo y de la educación que se daba en ciertos institutos, en los que se disuadía a los alumnos de la obediencia al superior eclesiástico y de incardinarse a la diócesis, con escándalo y perjuicio del clero. No nombró a don Bosco, pero el auditorio entendió muy bien a dónde iba a parar, por lo que recibieron muy desagradable impresión. En efecto, durante el recreo del mediodía en el salón de los mayores, recayó la conversación sobre el asunto, y el asistente Rvdo. Berrone, que se había educado en el Oratorio, invitó a los seminaristas a dividirse en dos grupos: los que habían sido alumnos de don Bosco a su alrededor y los demás aparte. De los treinta y ocho allí presentes, treinta y cinco rodearon al asistente. Pidióles que permanecieran así un momento, fue a llamar al Superior, diciéndole que urgía su presencia en el salón de los mayores. Y allí le hizo ver de manera fehaciente cuántos había dado don Bosco a la Diócesis. El canónigo pareció que se quedaba confuso, y les aseguró que no había tenido intención de ofenderles. Dijo unas palabras más de disculpa y se retiró. Fue testigo del hecho don Augusto Amossi, que se hizo después salesiano, y murió en el Oratorio en 1926. 48 Fin de Página 48 VOLUMEN XI Página: 49 de Ivrea, contra el proyecto del nuevo Colegio, y terminaba con esta observación: «Algo tendrá que responder la Sagrada Congregación» 1. Palabras que equivalían a una petición de explicaciones. Don Bosco se las mandó desde Mornese. Excelencia Rvma.: Me disgusta, y no poco, que se quiera dar a la Obra de María Auxiliadora un sentido y una importancia en la que nadie había pensado. He aquí un breve resumen histórico. Un día comentaba con el Padre Santo la dura posición en que se iba a encontrar el Clero frente al futuro ((49)) servicio militar: y recayó la conversación sobre la ventaja experimentada en el cuidado de la vocación de los mayores, con los que ya se había hecho algún experimento. El Padre Santo tuvo la bondad de animarme y yo le hablé del proyecto, que después se presentó y se dignó bendecir. No se trataba de abrir un nuevo colegio, sino únicamente de reunir en alguna de nuestras casas aquella clase de alumnos. Esto ya se hacía, aunque en pequeña escala. Lo que ahora se deseaba era hacerlo en mayores proporciones. A fin de evitar quejas del Arzobispo, se presentó el programa a la revisión eclesiástica. El Arzobispo no respondió, pero mantuvo pendiente la respuesta durante ocho días sin dar razón alguna. Y durante ese tiempo escribió a Roma y envió una circular a los Obispos de las provincias eclesiásticas de Génova, Vercelli y Turín invitándolos a suscribir una protesta contra el proyecto, ante la Santa Sede. Los obispos, según he podido saber, contestaron poco más o menos en este sentido: «Cuando algo ha sido bendecido por el Padre Santo, ya no se trata de aprobar o desaprobar, sino de ingeniarse para que sus santos deseos surtan efecto». Además escribió otra circular, y una tercera después, en las que ponía las siguientes condiciones: «Los alumnos deberían tener de los veinte a los treinta años y debían estar bajo la dependencia del Arzobispo de Turín. Desagradó esta última, y varios Obispos me escribieron manifestando seriamente que no aceptaban tal condición porque de este modo el Ordinario mandaría en la diócesis ajena. He intentado escribir, pero no me respondió más que su secretario con palabras que no solventaban nada; intenté hablar personalmente con el Arzobispo, y, después de horas y horas de espera, se notificó que comunicase mis pensamientos a su secretario, porque él no podía concederme audiencia. Encargué entonces a éste que comunicara a su Superior que yo no intentaba hacer nada nuevo, sino dar más amplitud a lo que ya se hacía; que no era una obra de carácter diocesano, sino general; y podría darse el caso de que uno de su diócesis viniese a formar parte de los nuevos alumnos; que tampoco era mi deseo hacerlos sacerdotes, sino unos buenos seglares, instruirlos en las ciencias literarias y cuando quisieran deliberar sobre su vocación, dejarlos en libertad de volver a su diócesis, entrar en religión o ir a las misiones extranjeras. Y por último le manifesté por escrito: «que deseando ahorrar molestias a mi Superior Eclesiástico, comenzaría la Obra proyectada en otra diócesis en la que me la habían pedido; y que así creía desaparecía todo temor y acababan todas las controversias». Replicó el Secretario que el Arzobispo me prohibiría imprimir el proyecto en su 1 Carta del 15 de agosto de 1875. 49 Fin de Página 49 VOLUMEN XI Página: 50 diócesis, difundir el correspondiente programa, hacer cualquier cuestación, etc., etc... Le respondí que me sujetaría totalmente a sus órdenes. Y entonces decidí hacer el experimento de la Obra de María Auxiliadora ((50)) en la casa de San Pier d'Arena, diócesis de Génova, donde gozo del consentimiento pleno del Arzobispo. Otros Obispos me piden también que se vaya a abrir en sus diócesis algo semejante y espero que en años sucesivos podré contentarlos. Me parece que de este modo el Arzobispo de Turín no tiene de qué lamentarse y, si así lo desea, ponga él mismo manos a la obra y llegue a un acuerdo con el Obispo de Ivrea, puesto que yo veré con gusto que hagan ellos en sus diócesis lo que no consideran oportuno que haga otro. Y así, multiplicados los brazos y el esfuerzo, mayor será el éxito de la empresa. Si V. E. tiene algún consejo que darme, lo recibiré como un verdadero acto de caridad; ya que esta obra, aun siendo como es según la voluntad de Dios, requiere ser ejecutada con suma prudencia, como lo serían las sugerencias de V. E. Escribo esta carta desde la casa de María Auxiliadora, donde he dado una tanda de ejercicios espirituales para ciento cincuenta señoras, dirigidas por las religiosas en lo tocante a la disciplina y a los cuidados materiales. Se trata de las Hijas de María, de las que ya hemos hablado alguna vez y que aumentan mucho; tienen ya las escuelas de un pueblo, un internado y dos casas en otras diócesis. Mornese pertenece a la diócesis de Acqui, y el obispo diocesano, monseñor Sciandra, nos hace verdaderamente de padre y nos dirige en todo. Dígnese compadecer benignamente las continuas molestias que le ocasiono y permítame que con el mayor agradecimiento me profese, De su Excelencia Reverendísima 24 de agosto de 1875 Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-Para evitar cualquier choque, no se imprime en nuestra tipografía el proyecto y el programa de la Obra de María Auxiliadora, aunque ya se había empezado; se imprime en Fossano, con el visto bueno y la aprobación del Obispo, que es el benévolo monseñor Manacorda. Pero el Ordinario no tenía paz ni sosiego. El 25 de agosto, en una comunicación al cardenal Bizzarri, después del asunto oficial acometió el tema que le inquietaba, explayándose en reconstruir la historia de la Obra según su punto de vista. Mas, mientras esperaba que le llegara de Roma alguna respuesta, don Bosco recibió esta consoladora cartita del cardenal Antonelli: ((51)) Ilmo. señor don Bosco: Se ha prestado la debida atención a cuanto V. S. Ilma., me exponía en su carta del 8 de agosto ppdo., referente a las dificultades para realizar en esa ciudad su proyecto de la Obra de María Auxiliadora para las vocaciones al estado eclesiástico. Ante tales Fin de Página 50 VOLUMEN XI Página: 51 dificultades ha parecido prudente el partido que V. S. ha decidido tomar, esto es, comenzar la Obra en otra diócesis, donde no le falte el consentimiento y el apoyo del Ordinario. Al dar esta respuesta a su dicha carta, hago votos por el feliz éxito de su empresa y con los sentimientos de mi alta estima me reitero, De V. S. Ilma. Roma 4 de septiembre de 1875. Su seguro servidor G. C. ANTONELLI El Siervo de Dios, amigo de la paz, actuaba a la luz del sol; por eso, sin sombra de resentimiento y aunque no estaba obligado a ello, quiso comunicar al Ordinario su decisión de establecer en otra parte a los Hijos de María y lo hizo, como puede verse por la siguiente carta 1: Excelencia Rvma. : Para no ocasionar más disgustos ni molestias a V. E. Rvma., he comenzado en otra diócesis la Obra de María Auxiliadora. Desearía difundir algunos programas también en la archidiócesis de Turín; pero no lo haré, hasta que haya obtenido el debido permiso para ello. Ruego, por tanto, a V. E. me conceda tal favor, si no lo considera contrario a la mayor gloria de Dios. Con la máxima veneración tengo el alto honor de poderme profesar, De V. E. Rvma. Turín, 29-9-1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. ((52)) Cuando don Bosco escribía o hablaba de este enojoso asunto, guardaba una calma llena de prudencia y caridad. El 14 de agosto refirió al Capítulo Superior el estado de la cuestión y no profirió una palabra más de lo necesario y siempre con aquel tono de afabilidad indulgente que le era habitual. A fines de enero del año 1876 dijo a don Julio Barberis: «Ya hemos puesto en marcha la obra de María Auxiliadora. Parece que este primer año hay algunas dificultades, que no van las cosas 1 Una colección de veintisiete cartas, en poder del teólogo Giuganino, cuando se dispersó la biblioteca del difunto canónigo Chiuso, y que pasaron después a nuestro archivo, nos permiten llenar parte de las lagunas que todavía existen en la correspondencia de don Bosco con el Ordinario y con la Curia. Fin de Página 51 VOLUMEN XI Página: 52 como desearía; el número, en efecto, es algo reducido. Pero verás lo bien que va a resultar y, con el tiempo, será la única solución para los Obispos y para las Misiones. »Ahora muy fácilmente se dice: son malos tiempos, pero pronto cambiarán; vendrán tiempos mejores y aumentará el número de vocaciones. Podemos desear estos tiempos mejores; pero, no esperarlos. Si es cierto que los efectos son proporcionados a las causas, y que, puestas las causas, han de venir las consecuencias, las cosas que ahora estamos presenciando tienen tan hondas y funestas raíces, que los efectos han de resultar muy amargos y prolongados; no hay quien pueda calcular su término. Hace sólo treinta o cuarenta años había varios Estados católicos: uno podía esperar el amparo del otro; pero, ahora ya no es posible. Sin embargo, cobremos ánimos. La mies es grande; también nosotros hemos de aportar nuestra piedrecita para el majestuoso monumento de la victoria» 1. Los Obispos más iluminados intuían la santidad y utilidad de la Obra. El Obispo de Albenga la proclamaba muy digna de todo encomio, por lo que animaba al que la había ideado a poner en práctica la ejecución de su designio 2. El Obispo de Vigévano veía calcado en la Obra el espíritu de don Bosco, en quien siempre había admirado al Hombre de Dios 3. Según el Obispo de Acqui aquella Obra venía a remediar una necesidad muy sentida, lo que confirmaba así con un hecho: ((53)) «Ayer mismo se me presentó un párroco diciéndome que hay en su parroquia un joven de veinticuatro años, libre del servicio militar, muy piadoso y de ingenio despejado, que desea ardientemente abrazar la carrera eclesiástica; pero, como no conoce la lengua latina, no se siente con ánimos, por su avanzada edad, para seguir en el Seminario los cursos ordinarios de latín; y además, que carece de los medios suficientes para ello. Ciertamente, a este joven y a muchos otros que se encuentran en las mismas circunstancias, les resultaría muy oportuna la Obra que don Bosco se propone» 4. El Obispo de Alessandria recomendaba «de muy buen grado» el proyecto, pidiendo a Dios que con su gracia lo ayudase a realizarlo 5. Al Obispo de Tortona, aun considerando oportuno y muy útil el ingreso de los muchachos adolescentes en el asilo seguro del Seminario, 1 De una crónica manuscrita, de don Julio Barberis (23-1-1876). 2 Carta al Padre Santo, 12-4-1875. 3 Carta al cardenal Berardi, 12-4-1875. 4 Carta al cardenal Berardi, 15-4-1875. 5 Carta del 16-4-1875. 52 Fin de Página 52 VOLUMEN XI Página: 53 para prepararlos con mayor seguridad y éxito al ministerio sacerdotal, le parecía innegable que, mediante la Obra de María Auxiliadora, se conseguiría enrolar un contingente considerable y, sobre todo necesario en nuestros tiempos, de jóvenes adultos con mayor aptitud para llegar a ser buenos sacerdotes» 1. Y en el decir del Obispo de Casale, «aquel Hombre de Dios que era el presbítero Juan Bosco» había trazado un programa de la Obra «muy bien concebido, y tal, que se pueden esperar de él preciosísimos frutos» 2. El Arzobispo de Génova esperaba que «fuera de gran utilidad para la Iglesia», ya que escaseaba tanto el clero 3. La cuestión de los Hijos de María, como entonces se llamaban los jóvenes de vocación tardía, era un tema que don Bosco trataba siempre con visible complacencia. El 6 de febrero del 1876 conversaba con varios salesianos; después de haberse lamentado de la tiránica ley del servicio militar, que ocasionaba la pérdida de tantas vocaciones, ((54)) y de haber dicho que él buscaba un remedio, juntando a jóvenes que ya hubieran cumplido el servicio militar o que estuvieran exentos, prosiguió: «También en esto nos imitarán muchos Obispos; pues, al ver el buen resultado de la prueba que nosotros hacemos con estos adultos, seguirán nuestro ejemplo y abrirán casas con este fin 4. »Deo gratias. Nosotros tomamos la iniciativa y nos consideramos muy felices de que el bien se propague, sean cuales fueren los medios y los modos con los que se logra. Yo tengo puesta una esperanza extraordinaria en los Hijos de María. Me parece que es el único recurso de la Iglesia en estos tiempos. »-Es de admirar, exclamó uno de los presentes, cómo van las cosas. Don Bosco comienza y nunca da marcha atrás. »-Por eso, siguió diciendo don Bosco, no damos nunca marcha atrás, porque vamos hacia adelante sobre seguro. Antes de emprender algo nos cercioramos de que es según la voluntad de Dios. Siempre empezamos las cosas con la certeza de que es Dios quien las quiere. Y con esta certidumbre, vamos adelante. Parecerá que miles de obstáculos entorpecen el camino, pero no importa; Dios lo quiere y nosotros seguimos intrépidos contra cualquier obstáculo. »-Ahí está precisamente lo difícil, dijo don César Chiala; estar seguros de que Dios quiera tal cosa. 1 Carta a don Bosco, 16-4-1875. 2 Carta al Padre Santo, 18-4-1875. 3 Carta al Padre Santo, 18-4-1875. 4 Así ha ocurrido. Después de la guerra europea, por ejemplo, en Francia, en Alemania y en otras partes aparecieron institutos de este género, gracias a Obispos llenos de celo. 53 Fin de Página 53 VOLUMEN XI Página: 54 »-Sin una verdadera revelación, »quién puede estar seguro de ello? repetían los demás. »-Nosotros, sin embargo, continuó don Bosco, sin atender a aquellas reflexiones, confiando ilimitadamente en el Señor y en su divina Providencia, seguimos adelante a ciegas. Antes de emprender un trabajo, examinamos muy bien los medios; no los medios reales, que no se tienen, porque íentonces!... sino aquéllos con los que prudentemente se puede contar. Después, acabada una parte del trabajo, me dijo: »-íEa, descansemos un momento! »Podemos ((55)) continuar? »Hay esperanzas? »Pueden ofrecernos esperanzas las cosas con que contamos? Y se va adelante despacito. Además, cuando hemos comenzado una cosa no estamos allí mano sobre mano; sino que tira por aquí, tira por allá; escribe cartas, tarjetitas, invitaciones; haz rifas, busca suscripciones... y se pone en movimiento a medio mundo. Y todo esto lo tengo previsto al comenzar una obra; de otra manera »cómo ir adelante? Yo confío ilimitadamente en la divina Providencia; pero es que la Providencia también quiere ser ayudada con inmensos esfuerzos por nuestra parte» 1. La Obra de María Auxiliadora, aunque acosada en sus inicios, hay que colocarla en el número de las que daban a don Bosco no unas vagas probabilidades de éxito, sino «esperanzas extraordinarias». El mismo lo proclamó el 26 de septiembre de 1875, presidiendo unas conferencias otoñales a los primeros salesianos; y luego añadió: «Estos jóvenes, ya maduros y con criterio, darán mucho fruto apenas sean sacerdotes; y más aún, lo dan antes de ser sacerdotes; porque asisten, vigilan, dan clases elementales. Ya hay también muchas peticiones de soldados y hemos aceptado hasta la de un sargento mayor. Todos los días recibo cartas de Obispos que recomiendan la Obra y de jóvenes y párrocos que presentan solicitudes de aceptación» 2. Al comienzo del nuevo curso escolar, aunque el grupo principal, digamos oficial, de esta suerte de jóvenes, estaba en el Hospicio de San Pier d'Arena, había también un grupo bastante numeroso que permanecía en el Oratorio. Pero unos y otros asistían a clase juntamente con los muchachos. Los recién llegados encontraron en el Oratorio un buen número de compañeros que tenía las mismas aspiraciones y que estaban allí hacía tiempo. Aquí introdujo don Bosco una novedad en el mes de marzo de 1876. Eligió a los mayores del segundo y del 1 Crónica citada, febrero de 1876. 2 Crónica citada, septiembre de 1875. 54 Fin de Página 54 VOLUMEN XI Página: 55 tercer curso y formó con ellos una clase aparte, con programa especial, ((56)) a base de latín y de italiano, con la intención de acelerarles el fin del curso y prepararles para imponerles la sotana en el próximo mes de noviembre. Esta clase extraordinaria se denominó escuela de fuego, dado el ardor y entusiasmo que en ella reinaba. Ya había anunciado el funcionamiento de esta clase en las consabidas «buenas noches» del 8 de febrero. Quiero hablaros esta noche de una cosa de la que ya he hablado con algunos en particular; pero que todavía no es pública y que, como espero, ha de producir mucho bien. Por eso hoy quiero decírosla a todos. Mirad: yo quisiera hacer una gran redada de peces: echar mis redes, tirar después de ellas y arrastrar hacia mí a todos los que quieran dejarse pescar. Fijaos: me piden insistentemente desde América que mande misioneros; hay allí inmensas regiones faltas de misioneros. Gimen todavía aquellas gentes en las sombras de la muerte, en las tinieblas de la idolatría, y perdura tanta desventura porque no ha habido aún ningún misionero que haya ido hasta allá para predicarles la verdadera religión. También aquí en nuestras tierras empieza a sentirse una gran escasez de sacerdotes. Todos se lamentan: »cómo es que no hay nadie que se haga sacerdote? Esta escasez de sacerdotes en nuestra tierra y la necesidad que se siente de misioneros, me han inducido a organizar un curso especial de estudios para los que quisieran hacer más rápidamente los cursos de latín y de filosofía. Empezaré con una escuela de fuego en la que no se estudien más que las asignaturas necesarias, sin el enredo de materias accesorias, y así podrán concluir los estudios más deprisa. Podrán asistir a esta escuela aquellos que lo deseen del cuarto y del tercer curso y quizá también alguno del segundo, que ya esté entrado en años, es decir, con más de dieciséis. Si fuera todavía tan joven que tuviera, por ejemplo, sólo ocho años, no necesita precipitar los estudios; ese tiene comodidad para hacerlos todos regularmente. Con ese curso, hecho como os decía, con gran fuego, a base de buenos profesores, y contando con vuestra buena voluntad, espero que podremos conseguir imponeros la sotana para la fiesta de Todos los Santos. La primera condición que se requiere es una gran voluntad, porque si ya es débil, ahora que los estudios son lentos, cuando se aceleren tanto, no podríais seguirlos. Por tanto, es menester que vuestro profesor pueda dar testimonio de vuestra gran voluntad de estudiar. No os maravilléis preguntando: -»Cómo podremos ir tan deprisa? Yo veo que, con las condiciones que ahora os diré, con buenos profesores, buena voluntad y, además, contando con vuestro gran ingenio y talento, la cosa resultará. (Murmullos, sonrisas generales y complacencia de muchos al escuchar aquel elogio). ((57)) Oíd ahora las otras condiciones, a más de la edad y de la buena voluntad que os he dicho. Es necesario que cada cual se decida por permanecer aquí o por ir a las Misiones. Digo permanecer aquí, en el Oratorio, o por lo menos que no pertenezca a la diócesis de Turín, porque para entrar en el seminario de esta diócesis exigen el certificado de haber aprobado el quinto curso gimnasial; pues, aunque uno estuviera adelantado en los estudios, como le sucedió a Gilio, el curso pasado, y hubiera quedado entre los primeros en los exámenes, para poder vestir la sotana, solamente por no 55 Fin de Página 55 VOLUMEN XI Página: 56 haber hecho el quinto curso, no pudo vestir el habito clerical y tuvo que ir a Giaveno para formalizar el quinto curso. Creo que en otras diócesis no exigen este requisito y, si uno esta aprobado por nosotros, le admiten sin mas para tomar la sotana clerical. No puedo, sin embargo, dar ninguna seguridad ni garantía de ello. Aquí en Turín hay que examinarse, ademas, de todo el catecismo mayor, lo que no se podría preparar aquí entre nosotros, yendo con prisas. Es preciso renunciar a todo examen público, o al menos pensarlo bien antes de presentarse, porque en estos examenes hay que ir preparado para todas las materias exigidas por los programas; y nosotros, para adelantar en las materias principales, como son el latín y el italiano, dejaremos otras materias accesorias, las cuales, aun sin saberlas bien, no impiden hacer los progresos suficientes. Por eso, el que quisiera conseguir el título de bachiller, no puede tomar parte en esta escuela especial que proyectamos. Hace falta que tenga paciencia y renuncie a las vacaciones normales. Se podran conceder algunos días de esparcimiento; se harán los ejercicios en Lanzo, durante los cuales dejaremos a un lado los libros para entregarnos a las practicas de piedad; pero nada mas, porque es muy necesario ir deprisa. Comenzando en los primeros días de marzo, como me he prefijado, hay todavía ocho meses hasta noviembre, y en ocho meses, estudiando con empeño, se pueden hacer muchas cosas. Es bueno, además, que advirtáis esto. Si se tratara de que hubiérais de ir a otro sitio, por ejemplo, al seminario, ordinariamente no hay clase de literatura. Pero aquí, entre nosotros, se da clase normal de literatura italiana y latina en los dos cursos de filosofía; por tanto, aunque ahora se vaya un poco mas aprisa, hay tiempo y comodidad para rehacerse después, durante la filosofía. Tenemos el ejemplo de algunos del año pasado que, si bien estaban flojos en italiano y en latín, sin embargo, si se aplican este año y el que viene, esperamos que podran aprovechar y hacerse útiles tanto para sí como para los demás. Como veis, queridos míos, nos vemos obligados a ello; nos llaman por todas partes, nos esperan en muchos lugares; América con mas ansiedad que otras tierras, espera nuestra ayuda, espera muchos operarios semejantes a Javier, intrépidos conquistadores como él. Nos vemos obligados, es cierto; pero haremos de la necesidad virtud. ((58)) Animaos, queridos hijos míos, decidamonos a consagrarnos todos al Señor; haga cada uno de vosotros lo posible, según sus cualidades, para promover su gloria y estad seguros de que el Señor no dejara de bendeciros. Buenas noches. Un corto episodio de los primeros días pide que no se le deje en el silencio. Don Bosco había ordenado al director de las escuelas, como entonces se llamaba al que hoy llamamos consejero escolástico, que hiciera traducir a Cornelio Nepote en la escuela de fuego, pero el buen hombre, viendo que los que procedían del tercer curso, ya habían traducido a aquel autor, lo sustituyó por César y lo hizo sin decir nada a don Bosco. Ocurrió lo previsible: los otros, que procedían del segundo curso, se encontraron en un atolladero al meterse tan de improviso a luchar con los Comentarios, por lo que algunos pidieron volver a las clases regulares. 56 Fin de Página 56 VOLUMEN XI Página: 57 Cuando don Bosco se enteró de lo ocurrido reprendió al Director de estudios, en presencia de otros sacerdotes y con cierta energía, diciéndole: -Si se hubiese cumplido la obediencia, no habría sobrevenido este contratiempo; y si se hubiesen preparado los ánimos de los jóvenes para la comprensión de este texto, de la forma que yo había dispuesto, todo hubiera salido mejor. Su sugerencia había sido la de que, al principio, para no desanimar a los más atrasados, se les presentara el paso a Cornelio Nepote en estos términos: -Hasta ahora habéis traducido el Epítome gramatical y habéis estudiado muchos capítulos; ahora hay que dar un paso hacia adelante y meterse con Cornelio, como se hace en el gimnasio. Además, junto a vosotros, estarán los del curso superior, pero iréis adelante todos con el mismo autor. El Director de estudios intentó dar una explicación, observando que algunos ya habían traducido a Cornelio. Pero don Bosco cortó resueltamente: -No es esta la cuestión: la cuestión es que habíamos quedado en eso; íla obediencia pedía que así se hiciera! Ante el apuro que ocasionó el incidente, uno de los presentes quiso cambiar de conversación; pero hubo quien intervino ((59)) diciendo que los tres que habían dejado la escuela de fuego para volverse a su clase eran muchachos muy buenos. -Yo no cuento ya con esos tres jóvenes, interrumpió don Bosco. No me atrevo a darles ningún consejo, ni dirección. Se han vuelto atrás de un compromiso adquirido... Pero la mirada de don Bosco iba más allá del alcance de sus palabras, como si quisiera significar que la responsabilidad de lo ocurrido caía en buena parte, si no del todo, sobre el Director de estudios 1. Es una lección que lleva nuestro pensamiento al santo Patrono de los Salesianos. Un acto que, en materia de obediencia no constituía ni culpa venial, sino que se reducía a una simple imperfección, le costó a santa Francisca de Chantal una reprensión tan severa y tan solemne por parte de su santo Director, que todavía se recuerda el lugar donde éste se la impuso, y aún hoy se señala y respeta con temor reverencial. El indulgente san Francisco de Sales medía las exigencias de su dirección espiritual según las condiciones individuales de las almas que él guiaba por el camino de la perfección; y, por eso, con las almas llamadas 1 Crónica citada, 27 de marzo de 1876. 57 Fin de Página 57 VOLUMEN XI Página: 58 a la más alta perfección, tomaba por norma el principio del Evangelio: Cui multum datum est, multum quaeretur ab eo (a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho) 1. Así el lenguaje de don Bosco, que de momento pareció «gravísimo», en realidad no contrastaba mucho con la idea de la santidad. A los más antiguos, obligados a mayor virtud, él les exigía mayor fidelidad en ajustarse a sus intenciones. Pero es preciso añadir que en el mismo Oratorio no todos pensaban como don Bosco respecto a los Hijos de María; algunos tenían poca confianza en el buen resultado de individuos de dura mollera y que, por añadidura, habían sido, hasta días antes, rudos obreros o campesinos. Es sabido que las novedades engendran dificultad; además, no solía don Bosco manifestar su pensamiento a todos, ni todo de una vez, sino de acuerdo ((60)) con las conveniencias y en cuanto esperaba ser comprendido. En consecuencia, el que se había habituado a ponerse dócilmente en sus manos, procuraba hacer lo que él decía, seguro de que era lo mejor; sin embargo, el que no había renunciado a buscar el pelo al huevo, o que sólo miraba la superficie de las cosas, siempre encontraba algo que decir. »Quién habría imaginado, en nuestro caso, cuántos hijos de Abrahán y quiénes serían los sacados de las piedras, por obra de don Bosco? Pudo verse después, singularmente en las Misiones, el temple de hombres apostólicos que produjo la escuela de fuego. Pero don Bosco, según su costumbre, obraba y dejaba hablar. No se le escapaba una ocasión en la que pudiera poner de relieve aquella escuela a fin de que se la tuviera en consideración y se ganara las simpatías y la ayuda de la casa. Con la intención de que la Obra entera formara un cuerpo uniforme, distinto del resto y bien dirigido, puso al frente al santo de don Luis Guanella, quien aceptó de buen grado el delicado encargo. Al poco tiempo, preparando un viaje para Roma y con el deseo de presentar al Padre Santo una carta de cada una de las secciones del Oratorio, quiso que también figurara la de los Hijos de María, y encargó al director que la escribiese. Don Luis Guanella redactó este precioso documento, que los lectores nos agradecerán se lo hayamos ofrecido: Beatísimo Padre: La Providencia, en cuyas manos está la suerte de los hombres, me llamó para ser religioso en esta Congregación Salesiana, mientras actuaba como párroco de Savogno, en la diócesis de Como. 1 Luc. XII, 48. 58 Fin de Página 58 VOLUMEN XI Página: 59 Aquí estoy ahora, con el alma llena de la más grande satisfacción, por lo que doy gracias a Dios. El tiempo pasa veloz en las ocupaciones que la bondad de los superiores me confía. Los días festivos dirijo el Oratorio de San Luis, frecuentado por cerca de setecientos buenos muchachos de la ciudad. Pero mi mayor alegría y la n más seria, durante la semana, es la dirección y la escuela de los Hijos de María Auxiliadora, que Vuestra misma Beatitud se dignó bendecir y favorecer con tanta bondad. Estos Hijos de María son más de ciento, y cuarenta de ellos al menos vestirán la sotana en noviembre próximo; ((61)) son jóvenes de una bondad ejemplar y de admirable aplicación. En esto, aun los más discretos son invencibles 1. Muchos pueden comprometerse a hacer los cinco cursos de latín en doce meses; y los otros en dos años. Están entusiasmados con la persona de nuestro queridísimo don Bosco, son admiradores del Pontífice de la Inmaculada y están impacientes por ejercer el ministerio de las almas. Bendígalos a todos, Beatísimo Padre, para que, como se espera, se multipliquen en los años venideros y lleguen todos a ser obreros eficaces en la viña del Señor. Bendígame a mí el Vicario de Jesucristo. Estoy terminando de escribir la obra: Guía del pueblo católico o Doctrina Católica en cuarenta capítulos con abundantes parábolas y ejemplos. Bendígame en todo esto y sobre todo en lo que el Señor disponga de mí cada día, hasta el término de mi vida. Bendiga a la diócesis de Como, para que pronto tenga un colegio de la Congregación Salesiana. Me resta suplicar a Vuestra Santidad me otorgue a mí, a mi querida madre, a mis hermanos y parientes indulgencia Plenaria in artículo mortis, cuando el Señor llame a Sí a mi persona y a la de los arriba dichos, hasta el tercer grado. Mientras tanto, nosotros suplicaremos al Señor que haga aparecer pronto días de paz y de alegría para la Augusta Persona de Vuestra Santidad. Pediremos para que todos los hombres reconozcan en el gran Pontífice de la Inmaculada y del Concilio Vaticano al Angel Tutelar de las naciones. Postrado a los pies de Vuestra Beatitud ahora y siempre ofrece sus respetos y se profesa 1.° de abril de 1876. Su hijo amantísimo LUIS GUANELLA, Pbro. El Siervo de Dios presentó personalmente este escrito al Papa, el cual se dignó leerlo, comentarlo y firmarlo con fecha 16 aprilis 1876 y con la siguiente bendición: Benedicat vos Deus et dirigat vos in viis suis. Nuestro buen Padre salió tan contento, que, pese a sus muchas obligaciones, no pudo retardar el dar noticias a don Luis Guanella: 1 Quiere decir que aun los más mediocres de ingenio no se dejan vencer por las dificultades. 59 Fin de Página 59 VOLUMEN XI Página: 60 ((62)) Muy querido don Luis: En la última audiencia de ayer, 15, dignóse el Padre Santo leer con gran ndad hasta la última línea de la carta que le habían dirigido los Hijos de María. Después preguntó cuántos eran, qué estudiaban, qué esperanzas se podían concebir sobre ellos, cómo andaban de salud y si manifestaban inclinación por las misiones extranjeras, etc. Procuré informarle lo mejor posible y él dijo: -Doy gracias a Dios de que haya dispuesto se iniciase esta Obra. Decid a estos buenos jóvenes lo mucho que los amo en el Señor, que cuento con ellos para ganar almas para Dios. El estudio, la moralidad, el desprecio del mundo, deben constituir su programa. Los bendigo de corazón. Y dicho esto, tomó la pluma y escribió unas preciosas palabras al pie de la carta que le habían enviado los Hijos de María. Después les concedió muchas indulgencias que les comunicaré de palabra. Entre tanto, mi querido don Luis, trabaje de buen grado: la gracia de Dios no nos faltará. Calma, paciencia y ánimo. Y muchas cosas que le diré... Salúdeme cariñosamente a todos los Hijos de María y comunique también a don Pablo Albera la bendición especial que el Padre Santo envía para los Hijos de María que están en aquella casa. Quiérame en Jesucristo y créame Roma, Pascua 1876. Su afmo. amigo JUAN BOSCO. Pbro. P. D.-Le pido una oración y una comunión, según mi intención; diga lo mismo a don Julio Barberis para los novicios. Al mismo tiempo, para animar a las personas caritativas que, de acuerdo con el programa, cooperaban con él a la empresa, don Bosco presentó al Papa una súplica impetrando indulgencias especiales para ellos 1. Desde Roma le llegó un amplísimo Breve, que debería haber acabado para siempre con toda oposición. Mas no fue así. Un artículo aparecido en la Unità Cattolica del 17 de septiembre, despertó de pronto la cuestión canónica. Después de dar una sencilla noticia sobre la finalidad y naturaleza de la Obra de María Auxiliadora, publicó en ella esta relación: «La primera experiencia, efectuada este año, ha resultado muy satisfactoria. Se eligió como lugar a propósito para estas escuelas, el Hospicio de San Vicente de Paúl en San Pier d'Arena. Sin embargo, allí sólo se pudo ((63)) admitir un número limitado, puesto que aún no se ha concluido el edificio que se construye para este fin. 1 Apéndice, documento n.° 3. 60 Fin de Página 60 VOLUMEN XI Página: 61 »Por este motivo, algunos de ellos hicieron sus estudios en otras Casas de la Congregación Salesiana. El resultado de este año es el siguiente: Total de alumnos ..... .. ... .. ... .. ... .. .. ... .. 100 Cursanel latín.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 35 Aspiran al estado religioso .............................. 8 Aspiran a las misiones extranjeras........................ 6 Se alistan en el clero diocesano ........................ 21» . Comunicaba a continuación la satisfacción manifestada por el Papa y los tesoros espirituales por él mismo concedidos y presentaba la traducción italiana del Breve. El artículo, enviado por el Oratorio al periódico, se envió también al Cittadino de Génova, con algunas variantes y con el programa de la Obra, y quizá también a otras publicaciones católicas. «Necesito, decía don Bosco hablando de esta divulgación, que también nuestros sacerdotes y nuestros Directores conozcan la importancia de esta Obra, porque hasta ahora no la han comprendido lo suficiente. Yo estoy persuadido de que en adelante será la mayor reserva que podrán tener los Obispos para formarse sacerdotes y que no les sean arrebatados por el servicio militar. Necesito, además, que se conozca la importancia de los Cooperadores Salesianos. Hasta ahora parece algo de escasa importancia; pero yo espero que, con este medio, una buena parte de la población italiana se haga salesiana y nos abra camino para poder efectuar así muchas cosas 1». Las limosnas en favor de la Obra de María Auxiliadora eran precisamente una de las muchas formas de cooperación salesiana, que irían apareciendo con el tiempo. Es muy digno de nota que don Bosco, departiendo tan familiarmente con don Julio Barberis sobre dichas publicaciones a la prensa, no hiciera la más mínima alusión a la tempestad que, precisamente entonces, se estaba desencadenando a causa de las mismas. ((64)) Dos días después de la publicación del artículo en la Unità Cattolica, escribía don Bosco desde Lanzo, donde presidía los ejercicios espirituales de los salesianos, un segundo artículo, y comunicaba tranquilamente al teólogo Margotti, director del periódico a la sazón: 1 Crónica de don Julio Barberis, 1.° de octubre de 1876. 61 Fin de Página 61 VOLUMEN XI Página: 62 Muy querido señor Teólogo: Le envío otro artículo sobre la Obra de María Auxiliadora, revisado ya por don Celestino Durando. Le encargo la carta de monseñor Cagliero, para poderla reproducir en las Lecturas Católicas. El Padre Santo quiere que nos encarguemos de las escuelas de Albano y además nos recomienda otras. íAy, si yo tuviese mil maestros! Dios le guarde y créame, con todo agradecimiento, De V.S. Lanzo, 19-9-1876. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. A esa cartita respondió Margotti con la siguiente: Muy respetable y querido don Bosco: En este momento recibo su carta y el segundo artículo; pero ayer he recibido la reprensión que le adjunto. Nunca habría imaginado que don Bosco me hiciera imprimir algo que no se deba publicar. La culpa es suya. Hasta ahora no he respondido al Canónigo y quizá no le responda. Devuélvame la carta y dígame in Domino su parecer, pero no hable de ella a nadie. Debemos hacer cualquier sacrificio de nuestro amor propio en atención a los que Spiritus Sanctus posuit regere ecclesiam Dei (el Espíritu Santo puso para regir la Iglesia de Dios). Tengo mucha prisa, pero le saludo cariñosamente y con la más sincera amistad. Mirabello, 20 de septiembre de 1876. Su atto. y s. s. MARGOTTI, Teólogo Permita que le prohíba sacar copia de la carta. íCuánta prudencia y caridad por ambas partes! La de don Bosco con los suyos y la del periodista con don Bosco. Ese ((65)) «nunca habría imaginado» y «la culpa es suya» no suenan a censura, pero recuerdan la fina ironía que el gran periodista poseía en abundancia. íQué bien se entendían los dos! 1. 1 Efectivamente en el número del 23 de agosto había publicado este comentario a un artículo sobre las Misiones Salesianas de la Patagonia: «La Unidad Católica siente gran afecto y veneración por don Bosco, y sabe que todos sus actos tienen por fin la gloria de Dios, el amor a la Iglesia y al Papa y el deseo de conquistar muchas almas para Jesucristo. Nosotros nos consideraremos dichosos cada vez que podamos favorecer con nuestro periódico sus magníficos trabajos apostólicos». Fin de Página 62 VOLUMEN XI Página: 63 Defraudaríamos a los lectores y quedaría mutilada la historia si no reprodujéramos la vehemente «reprensión». Ilmo. y Rvmo. Señor: El señor Arzobispo me encarga que haga presente a Vuestra Señoría el disgusto que ha experimentado al leer en la Unidad Católica del 18 del mes corriente, n.° 216, un artículo sobre la Obra de María Auxiliadora, escrito sin él saber nada de ello. En el referido artículo se publica un breve Pontificio del que no ha recibido todavía el Arzobispo de Turín copia auténtica, como es obligación. Se habla de una asociación de fieles canónicamente establecida, de cuya institución canónica no tiene noticia alguna el Arzobispo de Turín. Se publican indulgencias que ignora por completo dicho Arzobispo, faltando a lo prescrito por el Concilio de Trento; en total, que se desconoce el orden jerárquico de la Iglesia, se lesionan las prerrogativas y las incumbencias que la autoridad arzobispal tiene por derecho divino y eclesiástico. Después, desde este mismo despacho, ya se protestó de ello al reverendo don Bosco por haber hecho dichas publicaciones en su tipografía sin el Visto Bueno de la Autoridad Arzobispal y por tal motivo se había recomendado a V. S. que no repitiera tales publicaciones en su periódico; pero de nada sirvieron protestas y recomendaciones. No es ésta la primera vez, sino la tercera y aun la cuarta que la Unidad Católica se vale de la libertad que se le ha dado y de la confianza que en ella ha depositado el actual Arzobispo, para hacer publicaciones tan poco conformes a la reverencia debida por todos a la autoridad arzobispal de la diócesis y especialmente por los periodistas, que se precian en verdad de ser católicos. No basta hacer el bien; hay que hacerlo bien. Bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu. Espera el señor Arzobispo que la Unidad Católica no volverá a darle motivos de queja en lo porvenir; y por tanto que no publicará el programa que promete dar a conocer al final de su artículo, hasta tanto que el propio señor Arzobispo le notifique que, como continuación a las informaciones que don Bosco tiene obligación de presentar sobre esta materia, queda todo arreglado. ((66)) Me encarga Monseñor le presente sus saludos y le felicite por el artículo La Cruz de espinas que aparece en el número citado. Con toda mi consideración, me declaro De V. S. Ilma. Turín, 17-9-1876. Su seguro servidor T. Can. CHIUSO, Secretario Todas las aprensiones, exigencias y quejas del Ordinario, respecto a las cosas de don Bosco, provenían en gran parte de no haber reconocido aún el legítimo privilegio de la exención, al que reverentemente hacía alusión el Obispo de Susa, como ya hemos referido. Es cierto que la Obra existía en Turín, sólo de hecho, mientras que en el breve se daba ya por canónicamente instituida, según la fórmula habitual, 63 Fin de Página 63 VOLUMEN XI Página: 64 como nos ha sido expuesto. Pero, ante todo, el Ordinario de Turín no se quejó nunca de la Obra, sino del «Colegio» y colegio «Cosmopolita» 1; por otra parte, en las gestiones tenidas directamente entre don Bosco y Roma es muy probable que sirviera, como título de reconocimiento, el positivo beneplácito del Arzobispo de Génova para la erección de la Obra de San Pier d'Arena; el Director, don Pablo Albera, por encargo de don Bosco recurrió allí a monseñor Magnasco, que aprobó la Obra y otorgó el imprimatur para la publicación del Programa, impreso en la tipografía del Hospicio 2. Por tanto, la concesión de los favores espirituales no caían en el vacío, por considerarlos subrepticios. El descontento del Arzobispo se exacerbaba aún más por su persuasión de que, con la Obra de María Auxiliadora, don Bosco llevaba el agua sólo a su molino. En efecto, aquel año, predicando en la iglesia del Espíritu Santo de Turín, después de recomendar la Obra en favor de los clérigos pobres, había añadido: «Es cierto que en un rincón de esta ciudad se forman muchos clérigos, pero son enviados a países muy lejanos, y por tanto no reportan ((67)) ninguna ayuda». La alusión era clara, tanto que todo el auditorio comprendió muy bien por dónde iban los tiros; ya que en Turín sólo salían misioneros para el exterior desde Valdocco. En la Unidad Católica apareció la carta de monseñor Cagliero, mandada desde América, como don Bosco había solicitado. Pero no se volvió a hablar más de la Obra de María Auxiliadora. A don Bosco no le hubiera correspondido dar ningún paso ante la Curia, puesto que, aparte de la comunicación confidencial del teólogo Margotti, no recibió ninguna otra notificación. Sin embargo, dirigió al Ordinario esta correctísima carta. Excelencia Reverendísima: Me comunica el teólogo Margotti que no publicará el programa de la Obra de María Auxiliadora, si antes no doy a su Excelencia Reverendísima las debidas informaciones. Y yo le doy esta aclaración con mucho gusto. Esta obra, como recordará V. E., se hubiera comenzado en Turín; mas, para evitar ciertas dificultades, se llevó a otra diócesis y precisamente a San Pier d'Arena, diócesis de Génova. Aquel Arzobispo aprobó y recomendó en distintas ocasiones el proyecto, bendecido y recomendado por el Padre Santo. El bendijo la primera piedra del nuevo edificio, que ya está casi terminado. Informado de todo ello el Padre Santo, hizo que una comisión examinara el proyecto y, de acuerdo con las cartas comendaticias de varios Obispos, publicó el 1 Carta al cardenal Bizzarri, 25-8-1876. 2 Procesículo o Positio super dubio, etc., 1921, pág. 126. 64 Fin de Página 64 VOLUMEN XI Página: 65 Breve con el que concedía las indulgencias de los Terciarios Franciscanos a quienes favorecieran esta Obra. Así que, cuando yo envié al teólogo Margotti las referidas comunicaciones, entendía referirme a una institución general y no local, cuya sede estaba en Génova, y se anunciaba en la Unidad Católica por ser el periódico oficioso de las cosas eclesiásticas. En cuanto a la censura eclesiástica, yo me atenía para todo a la praxis que sigue su Dirección con los demás artículos del periódico. En cuanto a mí, ni el año pasado ni éste he impreso o publicado nada, ni lo haré hasta que V. E. no dé su visto bueno al folio que le presenté el año pasado y autorice su impresión. La copia del Breve Pontificio ya la habrá visto en dicho diario. Pero, si desease una copia auténtica, yo procuraré que llegue enseguida a sus manos. Le ruego, pues, humildemente permita que se publique el segundo artículo en la Unidad Católica, dispuesto a cumplir todas las órdenes que V. E. quiera darme. ((68)) Con la mayor y más respetuosa veneración, tengo el honor de profesarme, De V. E. Rvma. Lanzo, 5-10-1876. Su humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. Las nuevas contrariedades le afectaron tan poco, que el 13 de octubre escribía a don Juan Cagliero y le decía: «Hemos comprado en Niza un estupendo edificio donde podremos tener cien aprendices y otros tantos Hijos de María». Un incidente casero, como si no fuera bastante la guerrilla de fuera, vino a añadir amargura sobre amargura en el ánimo de don Bosco, mientras acompañaba a Roma a los Misioneros de la segunda expedición. Lo intercalamos aquí, aunque sucediera a fines del año 1876, para no tener que volver sobre este tema. Ya sabemos el interés que don Bosco tenía por la escuela de fuego. Su deseo de fomentar las vocaciones y los estudios de los jóvenes y también la buena marcha de la casa, hacían que la amara. Separados de los muchachos, aquellos hombres, ya maduros, podían ser mejor atendidos en su vocación; además, como no interrumpían sus estudios durante los meses de verano, quedaban libres de los peligros de las vacaciones, al tiempo que, a título de descanso, don Bosco se los llevaba a Lanzo para hacer los ejercicios espirituales con los salesianos; así tenían ocasión de poder escuchar mejor la voz de Dios. En cuanto a los estudios, constituía ya una gran ventaja el poder seguir con ellos un programa adaptado a su condición sin exponerlos a inevitables desalientos en las clases regulares, donde se pondría muy de manifiesto la propia inferioridad, al lado de los muchachos; además, se daba 65 Fin de Página 65 VOLUMEN XI Página: 66 ocasión de contentar el deseo de los más avanzados en años, que, impacientes por tener que detenerse en detalles, pedían acelerar los cursos. En casa, además, se necesitaban personas para emplearlas en ocupaciones que no suponían mucho trabajo, pero que requerían personas de fiar; para lo que servían a maravilla aquellos sujetos ya maduros, bien intencionados y no sujetos a un horario inflexible como los muchachos. Estas eran algunas de las ((69)) razones por las que don Bosco quería tanto aquella escuela por la que no ahorraba nada, con tal de verla florecer. Pero también sabemos que no todos la veían con buenos ojos. El mismo maestro se lamentaba de que los alumnos, distraídos con ocupaciones muy distintas, no estudiaban bastante y no eran puntuales y asiduos a las clases. Ya no estaba tampoco al frente don Luis Guanella, para dedicarle su cariñoso interés, porque le habían destinado a dirigir la nueva casa de la Trinidad en Mondoví; por otra parte, el Hospicio de San Pier d'Arena aparecía cada vez más adaptado para ser la sede típica de los Hijos de María. Al planificar el curso escolar 1876-77, durante la ausencia de don Bosco, se intentó un golpe de mano, que resultó más factible por la sumisa bondad de don José Lazzero, entonces vicerrector, quien pro bono pacis dejó que corriera el asunto: la escuela de fuego se deshizo, algunos de sus alumnos fueron enviados a San Pier d'Arena y otros distribuidos entre los cursos normales. Don Bosco, que barruntó algo de ello en Roma, no esperó hasta su vuelta para expresar su disgusto. Era él quien había establecido aquella escuela; él mismo se había puesto de acuerdo con don Celestino Durando para perfeccionarla; en diversas ocasiones y de mil maneras había dado a entender cuánto le costaba que anduviera bien. La contrariedad debió causarle, sin lugar a dudas, mucha pena. «Cierto que ya funciona en San Pier d'Arena, escribía desde Roma; pero siga funcionando, al menos una clase, en Turín, por muchos motivos» 1. A más de lo dicho parece que uno de los motivos de don Bosco era que, de aquellos jóvenes ya maduros, pensaba sacar excelentes misioneros, que él mismo iría plasmando con sus propias manos. Ya lo había conseguido con algunos pocos de vez en cuando. Pero ahora se prometía mejores resultados, trabajando a mayor escala. Son cosas que ahora se deducen de cuanto sucedió, pero que don Bosco no podía manifestar en público. 1 Carta a don Julio Barberis, 10-11-1876. 66 Fin de Página 66 VOLUMEN XI Página: 67 El caso es que, al año siguiente, se restableció la escuela de fuego en el Oratorio. ((70)) Habría sido un grave error no favorecerla. Había por aquellos tiempos en el Oratorio algunos hombres que, en el decir de don Bosco, podían considerarse como verdaderos santos y que estaban muy instruidos en las cuestiones religiosas. Estos individuos acababan por desear hacerse sacerdotes, y se lo pedían insistentemente a don Bosco. En tres o cuatro años se les podría convertir en perfectos misioneros, dijo él una noche en una conversación íntima 1. Precisamente, al acabar aquella conversación y dirigirse a su habitación para ir a acostarse, se encontró con dos de aquellos buenos seglares. -He aquí, dijo dirigiéndose a uno que se llamaba Lago, un excelente misionero; con esta barba se impondría al mismísimo Sha de Persia. »Quieres que te mandemos a Oceanía? -Estoy en sus manos; por mí, esta misma noche, respondió Lago. -Bueno, ya veremos. Pero »vestido así? Tendremos que hacerte sacerdote. íAnimo! Dejemos que actúe el Señor. Después dirigió al otro palabras similares; tanto que los dos, mientras se iban a acostar, estaban fuera de sí por la alegría. Lago, que era farmacéutico, había entregado todo su patrimonio para las Obras Salesianas. Fue realmente sacerdote. Trabajó mucho en el ministerio de la confesión y fue el incomparable e infatigable secretario de don Miguel Rúa, hasta la muerte. Toda una pléyade de celosos apóstoles, cuya fama gloriosa se perpetuará en la historia de las Misiones, salió y continúa saliendo de las filas de los Hijos de María. «Los Hijos de María, escribe el insigne historiador P. Grisar 2, son para las Misiones Salesianas valiosos obreros, porque ordinariamente son jóvenes robustos, endurecidos en el trabajo, la mayoría de los cuales ha debido soportar grandes sacrificios para seguir su vocación». 1 Crónica de don Julio Barberis, 6-12-1875. 2 El P. Grisar, S. I., publicó el año 1915 en Die Katholischen Missionen de Friburgo varios artículos sobre las Misiones Salesianas de don Bosco, que, recogidos en un volumen, forman una completa monografía. Véase: Boletín Salesiano, en italiano, octubre de 1915, pág. 305. 67 Fin de Página 67 VOLUMEN XI Página: 68 ((71)) CAPITULO IV LOS COOPERADORES SALESIANOS LA figura definitiva del Cooperador Salesiano no salió toda de golpe de la mente de don Bosco. Desde el esbozo inicial del año 1841, cuando sintió la necesidad de ser ayudado en sus oratorios festivos con la colaboración y beneficencia de seglares y eclesiásticos, se llega a los retoques de última hora con la triple redacción del programa durante los años 1874, 1875 y 1876. Entonces quedó definida para siempre la fisonomía del Cooperador Salesiano. No será inoportuno hacer un examen comparativo de los tres documentos que se completan y explican mutuamente 1. Ante todo el título. Lo que inicialmente empezó llamándose Unión Cristiana y después Asociación de obras buenas, terminó cediendo el paso a Cooperadores Salesianos. Una cosa es unión y otra asociación. La primera idea se ve que fue la de unir en un solo haz las fuerzas del bien para oponerlas victoriosamente a la invasión del mal. Pero al principio pareció que bastaba una agrupación de personas, que se entendieran entre sí para conseguir un fin dejándose llevar por su buena voluntad; después, se vio una agrupación más compacta como de miembros que formaban un cuerpo orgánico. En efecto, entre la primera y la segunda etapa se advierte un elemento nuevo: un vínculo estable de unión, constituido por la Congregación Salesiana, la cual, una vez alcanzada su plena existencia jurídica en la Iglesia, estrechaba más los vínculos de unión entre sus colaboradores y ella misma. ((72)) Esto permitió seguir más adelante y llamarlos sin más Cooperadores Salesianos, cual si se tratara de una verdadera y propia organización, comparada efectivamente a una tercera orden, y bajo este aspecto fueron considerados por la Iglesia cuando recibieron la aprobación canónica. Y del puro y simple título pasamos a su finalidad. Está sobreentendida 1 Para el primer programa, véase el Volumen X; para los otros dos, el Apéndice, documentos n.° 4 y n.° 5. 68 Fin de Página 68 VOLUMEN XI Página: 69 en el título de la primera redacción y vagamente determinada con el de Asociación de obras buenas, de la segunda; queda limitada pero no especificada con la tercera. El título de Cooperadores Salesianos de ésta se enlaza por medio de un «o sea», con la aclaración: «un modo práctico para ayudar a los jóvenes a mantener las buenas costumbres y la sociedad civil». Por aquel entonces no eran nunca demasiadas las cautelas, en punto a asociaciones y sobre todo de asociaciones religiosas; podían, en efecto, suscitarse malos entendidos por una y otra parte. He aquí la verdadera razón de aquellos títulos algo anodinos, que debían eliminar, desde el principio, toda suspicacia que pudiera alarmar a los dos campos. En qué consistía aquel «modo práctico», lo decían entre líneas los tres mas, pero con la variante de que, si en el primero se asignaba a los Cooperadores como fin principal una actividad especial «en favor de la juventud en peligro», en los otros dos, con más amplia comprensión, se les asignaba «el ejercicio de la caridad con el prójimo y especialmente con la juventud en peligro». Bien entendido que, como la caridad bien ordenada empieza por uno mismo, se les señalaba a los asociados como primer objetivo su propio aprovechamiento espiritual. A continuación se indicaban los medios para conseguir el fin propuesto, que sustancialmente se reducían a cuatro en los tres programas: cultivar la mies de la Congregación Salesiana, promoviendo la piedad del pueblo, favoreciendo las vocaciones eclesiásticas, oponiendo la buena prensa a la mala e interesándose de todas maneras por los muchachos en peligro. Para todo lo que en estas actividades se relacionara con la religión, constituía ley la absoluta dependencia del Sumo Pontífice, y de los obispos y párrocos. ((73)) Salesianos y Cooperadores debían considerarse como hermanos entre sí, solicitando los unos de los otros ayuda recíproca, siempre que ello fuera posible, para promover la mayor gloria de Dios y el bien de las almas. La obligación del primer programa, de entregar una lira al año, no apareció en los siguientes, y eso porque, a decir verdad, la colaboración económica entra por sí misma en los medios anteriormente indicados, en cuanto que ésa sirve para actuarlos y por tanto no son necesarias prescripciones taxativas sobre el particular. Pasamos por alto las disposiciones concernientes al régimen interior, que siguen siendo casi las mismas desde entonces hasta hoy. Es una organización por parroquias y diócesis, que recuerda la posteriormente dispuesta para la acción católica. No se menciona ningún órgano oficial para los Cooperadores en 69 Fin de Página 69 VOLUMEN XI Página: 70 el primer reglamento; y, aunque se promete repetidas veces en los siguientes, no se empezó a publicar hasta el mes de agosto de 1877. No se mienta en estos programas a las señoras. »Quizá no pensaba don Bosco en ellas? »O creía que podría prescindir de la cooperación femenina? Nada de eso. Un día, en que estaba hablando familiarmente con don Julio Barberis, después de decirle que ya estaban en marcha las clases para los Hijos de María y que pensaba en «otro asunto muy importante, esto es, en la Asociación Salesiana», prosiguió diciendo: «Ya hace casi dos años que estoy trabajando en ello. Ahora redactaré las normas y, antes de que termine el año, se publicarán. Harán falta dos años para consolidar la Obra. Mientras tanto, ya tengo pensado otro proyecto que iré madurando en estos dos años y, una vez asegurada la existencia de la Obra de los Cooperadores Salesianos, lo daremos a conocer: habría que formar, diría yo, como una tercera Orden para las señoras, que no estarían agregadas a nosotros, sino a las Hijas de María Auxiliadora 1 ». Pero, cuando poco después fue a Roma y presentó a Pío IX su proyecto de los Cooperadores Salesianos, el Papa, al ver que ((74)) en él no se hablaba de las Cooperadoras, desaprobó expressis verbis tal exclusión. -Las mujeres, dijo, siempre tuvieron parte muy importante en las buenas obras, en la misma Iglesia, y en la conversión de los pueblos. Ellas son caritativas y emprendedoras, cuando se trata de sostener las obras buenas, hasta por inclinación natural, más que los hombres. Al excluirlas os priváis de la mejor ayuda. Y el Siervo de Dios, para quien un deseo del Papa era un mandato, dejó de lado su modo de ver y, apenas aseguró la existencia de los Cooperadores, agregó las Cooperadoras. Antes de continuar la narración, queremos traer aquí dos aclaraciones de don Bosco, que, si bien las hizo bastante más tarde, resultan muy útiles para comprender la letra y el espíritu de su Obra. En una conferencia pública, dada por él en Borgo San Martino el 1.° de julio de 1880, repitiendo y completando un concepto que se lee en el proemio de los tres programas, dijo así: «En algún tiempo podía ser suficiente unirse en la oración; pero hoy, cuando existen tantos medios de perversión sobre todo para la juventud de ambos sexos, es menester unirse en el campo de la acción y poner manos a la obra» 2. 1 Crónica de don Julio Barberis, 19 de febrero de 1876. 2 Boletín Salesiano, agosto 1880, pág. 9. 70 Fin de Página 70 VOLUMEN XI Página: 71 Seis años más tarde, hablando a antiguos alumnos sacerdotes, reunidos en el Oratorio para celebrar su día onomástico, les dijo: «La Obra de los Cooperadores Salesianos... se extenderá por todos los países, se difundirá por toda la cristiandad; vendrá un tiempo en el que cooperador querrá decir cristiano verdadero... Los Cooperadores serán los que ayudarán a promover el espíritu católico... Cuanto más perseguida se encuentre la Santa Sede, más la elogiarán los cooperadores; mientras la incredulidad vaya creciendo por todas partes, más alto levantarán la antorcha encendida de su fe operativa los Cooperadores» 1. El Papa Pío IX había dicho a una persona de su confianza un año antes de morir: «Los Cooperadores Salesianos están destinados a hacer mucho bien en la Iglesia y en la sociedad civil. Su obra será tan apreciada con el tiempo, ((75)) que ya me parece estar viendo no sólo familias, sino ciudades y países enteros que se hacen Cooperadores Salesianos» 2. La acción católica, definida por Pío XI como cooperación de los seglares en la jerarquía eclesiástica, »acaso no encarna la idea dominante que guiaba a don Bosco al redactar las normas de la cooperación salesiana? Don Bosco no perdía nunca de vista en sus empresas el supremo objetivo de enriquecer a las almas con los tesoros de la gracia divina. Hasta que sus bienhechores no alcanzaron a formar un gran número, él se imponía el deber de manifestar a cada uno el reconocimiento a que se habían hecho acreedores, especialmente ofreciéndoles sus oraciones y las de los suyos, e implorando del Sumo Pontífice sus bendiciones e indulgencias particulares. Pero, al aumentar éstos con el multiplicarse de sus obras, se le hacía imposible; por eso, una vez constituida la Asociación, procuró que se les otorgaran abundantes favores espirituales que proporcionaran a los socios una preciosa recompensa a sus sacrificios y obras de celo. El Papa Pío IX alabó por vez primera y aprobó vivae vocis oraculo (con su palabra) La Asociación Salesiana el 22 de febrero de 1875. Y don Bosco, animado por la benignidad del Pontífice, envió a los Obispos el Reglamento de la Asociación, junto con el de la Obra de María Auxiliadora, implorando las correspondientes cartas comendaticias. El Obispo de Tortona, entre otros, contestaba así a don Bosco: «La Asociación Salesiana, que muy bien puede considerarse como una 1 Boletín Salesiano, agosto 1886, pág. 4. 2 Boletín Salesiano, marzo 1878, pág. 3. 71 Fin de Página 71 VOLUMEN XI Página: 72 tercera Orden de su benemérita Congregación, ya aprobada definitivamente por la Santa Iglesia, me parece que es muy oportuna y diría providencial en las actuales condiciones de la sociedad, lo mismo por la finalidad que persigue, que por la organización y modo de funcionar que se ha trazado, muy a propósito, a mi entender, para llevar a la práctica las afectuosas recomendaciones tan repetidamente hechas por el Padre Santo a este propósito 1». Con la carta anteriormente ((76)) referida 2, don Bosco se valió de los buenos oficios del cardenal Berardi para hacer llegar a la Santa Sede sus súplicas, avaladas con las cartas comendaticias episcopales. El no podía todavía pedir la aprobación definitiva, que no se acostumbra conceder sino después de un decreto de alabanza. Por tanto presentó una humilde instancia al Padre Santo para que se dignase conceder las siguientes facultades: 1.° que el Superior General pudiera hacer partícipes a los bienhechores externos de las gracias e indulgencias otorgadas a los religiosos internos; 2.° que el Superior General pudiera delegar a los directores de las casas particulares para comunicar los mencionados favores. En el Breve de concesión, con fecha del 30 de julio de 1875 3, don Bosco tuvo la alegría de leer que los bienhechores de su Sociedad eran considerados como si fuesen Terciarios. Se había dado un gran paso. Pero don Bosco no se detuvo a mitad de camino; quería conseguir la aprobación formal de la Santa Sede. Por eso, el 4 de mayo de 1876 presentó al Padre Santo una humilde súplica, concebida en estos términos: Beatísimo Padre: Desde el día en que V. S. se dignó aprobar definitivamente la humilde CONGREGACION DE SAN FRANCISCO DE SALES ha crecido notablemente el número de sus socios y se ensancha mucho el campo del apostolado a ella confiado. Y en vista de la creciente necesidad, aumentó también el número de fervorosos seglares y eclesiásticos, que ofrecieron con solicitud su cooperación y unánimemente pidieron una especie de reglamento que sirviese para conservar uniformidad en sus actividades y asegurar la estabilidad de los sanos principios que sólo se encuentran firmes en nuestra Santa Religión Católica. Este Reglamento, Beatísimo Padre, se redactó con el título de COOPERADORES SALESIANOS, y por medio de él se pretende invitar a los que viven en el mundo, que vengan a ayudar a cultivar la mies que forma la finalidad de la PIA SOCIEDAD SALESIANA. Vuestra Santidad ya se dignó hacer examinar, bendecir y recomendar este proyecto. Muchos Obispos se mostraron solícitos para acogerlo ((77)) en sus respectivas diócesis: 1 Carta del 16-4-1875. 2 Pag. 24. 3 Véase: Apéndice, documento n.° 6. 72 Fin de Página 72 VOLUMEN XI Página: 73 y ahora, con sus cartas comendaticias, se presenta este humilde exponente suplicando a V. S. que, con un acto de especial clemencia, se digne abrir los tesoros de las Santas Indulgencias. De este modo todos podrán estar seguros de que la Obra de los Oratorios está bendecida y recomendada por V. S. y tendrán el aliento de esa Religión, a la que con tanto gusto consagran sus esfuerzos los Cooperadores. Todos, por tanto, suplican a V. S. se digne conceder a los RELIGIOSOS SALESIANOS y a sus COOPERADORES: 1.° Indulgencia plenaria in artículo mortis, siempre que hagan el sacrificio de su vida a Dios, aceptando el género de muerte que le plazca enviarles; 2.° Las indulgencias y favores espirituales de los Terciarios de San Francisco de Asís; 3.° Que las indulgencias, que se refieren a las iglesias y fiestas de san Francisco de Asís, puedan lucrarse en las fiestas de san Francisco de Sales y en las iglesias de la Congregación Salesiana. Confiando plenamente en que V. S. querrá dignarse conceder los implorados favores, humildemente pido una bendición apostólica especial sobre todos los Cooperadores y sobre todos los bienhechores de la Congregación, mientras con la máxima veneración y con filial amor, me profeso De V.S. Turín, 4-3-1876. Humilde y agradecido hijo JUAN BOSCO, Pbro. La respuesta fue un Breve del 9 de mayo 1 en el cual Su Santidad Pío IX, «para que esa Sociedad adquiriese cada día mayor incremento», concedía las indulgencias solicitadas y no por el trámite del Superior General, sino directamente a la misma «Sociedad o Unión de Cooperadores Salesianos». Con este acto Su Santidad reconocía de forma inequívoca la Asociación. Ahora precisaba dar a conocer a la Sociedad la bendición pontificia y los favores espirituales. A tal fin el Beato preparó un opusculito, del que informó al Ordinario, enviándole el primer ejemplar, aunque incompleto por la razón que ahora se verá. ((78)) Excelencia Rvma.: Esta mañana ha quedado terminada la impresión y compaginación del librito Cooperadores Salesianos. Es una especie de terciario, con el cual el Padre Santo concede algunos favores espirituales a nuestros bienhechores. Después de la bendición del Padre Santo, ruego humildemente a V. E. Rvma., se digne impartir también su bendición, como Arzobispo de la Casa principal, y, si no le disgusta, me permita hacer figurar después del nombre del Padre Santo el de V. E. en el catálogo de sus promotores. Le hago estas dos propuestas, cumpliendo un deber, y si S. E. accede, las consideraré 1 Véase: Apéndice, doc. n.° 7. Fin de Página 73 VOLUMEN XI Página: 74 como dos señalados favores. Pero en todo caso le ruego acoja este escrito como señal de mi alta estima y profunda admiración hacia S. E. Permítame profesarme con viva gratitud, De V. S. Rvma. Turín, 11 de julio de 1876. Muy agradecido servidor JUAN BOSCO, Pbro. Pero vuelve a asomarse la cuestión a la que ligeramente hemos aludido en el capítulo anterior. Esta vez es el mismo Ordinario quien la presenta. En una primera comunicación hace saber al Siervo de Dios que Monseñor está contrariado de que se haya publicado poco antes el libro Cooperadores Salesianos, sin haberlo sometido a la censura eclesiástica; además, de que se hayan publicado en el mismo indulgencias y se hayan dado noticias sobre una Pía Sociedad, de cuya institución canónica no se haya informado a la Autoridad Eclesiástica de Turín. Quiere, por tanto, el Arzobispo saber cómo se ha producido esta transgresión a lo prescrito por las leyes diocesanas y por el mismo Concilio de Trento. Se le hacía, además, una severa reprensión por el empleo de la banda de música en la iglesia, en contra de las prescripciones sinodales y canónicas 1. Don Bosco, que se encontraba entonces visitando las casas de Liguria y no estuvo de vuelta hasta el 29 del mes, sólo pudo responder el 1.° de agosto. Ilmo. señor Canónigo Chiuso: Al volver de la visita hecha a las casas de Liguria, me encuentro con tu carta del 16 del pasado julio, a la que, con tardanza me apresuro a responder. La Obra de los Cooperadores Salesianos no se ha publicado. Se envió el primer ((79)) ejemplar a S. E. Rvma. el señor Arzobispo, sin estar todavía acabado del todo; así, si te fijas en la página treinta y ocho, la verás en blanco y yo quería poner en ella la bendición de nuestro Arzobispo, si hubiese juzgado oportuno concerla. Lo hice así por consejo de un alto personaje, el cual consideraba una atención especial, el que, tras el nombre del Padre Santo, apareciera el del Arzobispo de Turín. La Obra de los Cooperadores no es diocesana, sino universal; y en todo lo que se refiere a religión depende de los Obispos y de los párrocos, que son árbitros absolutos en ello. No es posible tratar de tal institución con todos los Ordinarios; yo lo habría (sic) tratado de buen grado con nuestro Arzobispo, si no me viera obligado a relacionarme a través de persona intermedia, con lo que difícilmente pueden entenderse las cosas en su verdadero sentido. La Obra de María Auxiliadora es un ejemplo. Hace 1 Carta del teólogo Chiuso, secretario, del 16 de julio de 1876. 74 Fin de Página 74 VOLUMEN XI Página: 75 un año que su programa está en la censura eclesiástica; hace un año que la imprenta tiene los moldes hechos y compaginados, pero, hasta ahora, no se ha recibido una respuesta definitiva. Mientras me fue posible abrir mi corazón a S. E. yo nunca moví un dedo sin acudir a su docto, prudente y oportuno parecer. Pero, con mucha amargura, he debido cortar al perder la libertad de hablar, o bien no se me creía. En cuanto a la música instrumental, no he visto ninguna prohibición en el Sínodo; las reglas de la Iglesia no me parece que se opongan, ya que en Roma suelen hacerse las más solemnes funciones con música instrumental, al menos las que yo he presenciado. Con todo, en atención a los deseos manifestados por el señor Arzobispo, después de la fiesta de María Auxiliadora del 1875 la música instrumental no ha tomado parte en ninguna de las funciones de la iglesia de María Auxiliadora. Ultimamente acompañó la procesión de san Luis, pero sólo fuera de la iglesia y nada más. Si se hubieran entendido las cosas en su verdadero sentido, cuántas molestias se hubieran evitado y cuántos disgustos menos se habrían tenido, pues no ha habido nunca mala voluntad. Tú, en tanto, ten siempre presente en Jesucristo a este, Turín, 1 de agosto de 1876. Pobre escribiente y servidor JUAN BOSCO, Pbro. El Secretario de S. E. acusó recibo de su carta y prometió informar a Monseñor del contenido de la misma, apenas volviera de una corta ausencia; expresaba además que Monseñor comprendería el comportamiento seguido y quedaría satisfecho de ello 1. Por lo demás, mientras estaba el Beato por Liguria, en vista de que no llegaba la aprobación y valiéndose de su incontestable derecho, hizo imprimir el programa y las Reglas en ((80)) Albenga, con licencia de aquella Curia, otorgada el 26 de julio y con la firma del canónigo Folcheri, Vicario General. Enseguida la hizo traducir al francés. La cuestión del manual de los Cooperadores Salesianos parecía relegada al olvido; pero cuando, de allí a dos meses, pidió don Bosco permiso para publicar el último Breve, se reavivó más ardiente que nunca la cuestión principal. Prueba de ello es la siguiente carta. Rvmo. señor don Juan Bosco, Superior de los Salesianos: El señor Arzobispo me encarga responda a la carta de V. S. del 5 del corriente octubre, diciéndole que no puede permitir la publicación a la que alude en ella, sin faltar a su deber de custodio de las leyes canónicas. En primer lugar, antes de publicar un Rescripto Pontificio con indulgencias, debe ser presentado al Ordinario del lugar, para que éste examine la autenticidad y se 1 Carta del 2 de agosto de 1876. 75 Fin de Página 75 VOLUMEN XI Página: 76 aplique el visado. Por tanto, el Breve Pontificio al que alude V. S. debería ser presentado a la Curia arzobispal en su original. En segundo lugar, el Breve Pontificio es en favor de una Asociación de Cooperadores Salesianos, la cual ha sido ya canónicamente instituida. Cum, dice el Romano Pontífice, sicut relatum est Nobis, pia quaedam sodalitas canonice instituta sit. Ahora bien, una tal sociedad no puede haberse constituido canónicamente sino por el Sumo Pontífice o por un Obispo para su diócesis, o por algún otro que, sin ser obispo, tenga especial autorización del Sumo Pontífice. En el primer caso se deberá presentar a la Curia Arzobispal de Turín el Rescripto Pontificio de la referida erección canónica; en el segundo caso, muéstrese a la misma Curia el certificado de erección canónica, extendido por el Obispo que haya instituido esa sociedad, o de la facultad concedida por el Sumo Pontífice a aquel Obispo para erigir la sociedad también en otra diócesis; en el tercer caso, por fin, muéstrese en la Curia el certificado con la facultad concedida por el Sumo Pontífice a la persona que no es Obispo, para instituir dicha sociedad, y el documento con el que este personaje, de acuerdo con dicha facultad, instituyó la sociedad. Hasta que no se cumplan estas cosas, no le es lícito al señor Arzobispo otorgar lo que pide V. S. a quien él augura toda clase de bendiciones. Con toda la consideración, me declaro, De V. S. Rvma. Turín, 11 de octubre de 1876. Su seguro y humilde servidor Canónigo CHIUSO, Secretario ((81)) Don Bosco llevaba por aquellos días todo un mundo en la cabeza. Una nueva expedición de veinticuatro misioneros estaba a punto de partir. Esta cartita nos pinta a lo vivo las preocupaciones que aquellos días se ponían por encima de las ordinarias. Muy querido Señor: Recibo noticias por medio de varias cartas, que fijan la partida de nuestros Misioneros para comienzos de noviembre próximo. Es una cuestión que me preocupa mucho; así que, sin poder saludarlo, debo salir mañana muy temprano para pensar, preparar y proveer. Pero antes de que salgan, ciertamente nos veremos y recibirán sus órdenes. Dios les conceda toda suerte de bienes a usted y a su familia. Ruegue por quien se profesa en Jesucristo Chieri, 9-10-1876 Su atto. y s. s. JUAN BOSCO, Pbro. Al distinguido señor Cab. Marcos Gonella. -Chieri. Fin de Página 76 VOLUMEN XI Página: 77 Y no sólo esto, sino que tuvo que acompañar a los misioneros, como se verá más adelante, hasta Roma, donde le aguardaban asuntos de mucha importancia. Desde la Ciudad Eterna escribió al Oratorio unas líneas que se aclaran con la luz de los hechos ya narrados y que a su vez los explican; líneas preciosas porque constituyen el único documento que hasta ahora se ha encontrado referente al desarrollo de la controversia sobre los Cooperadores, durante su fase resolutiva. El autógrafo no tiene dirección, fecha, ni firma. Atribúyase esto a la prudencia o a las prisas; lo cierto es que la hoja debió formar parte de una carta. Su contenido es de tal naturaleza, que no podía enviarse de aquella forma más que al alter ego de don Bosco, es decir, a don Miguel Rúa; esta misma página contiene, además, informaciones muy confidenciales y de carácter delicado, expresadas en latín, sobre personas y cosas del Oratorio. Que procede de Roma, es evidente por el contexto; que se refiere al asunto ya conocido y a este momento de la controversia, parece también fuera de duda, si se pondera el contenido y se relaciona con las circunstancias. ((82)) La grafía no admite dudas. Sólo quedan por sacar las conclusiones. He aquí el documento: «Dejemos que madure la contestación de la (en la) Curia Arzobispal de Turín; envía a alguien que pida el Breve, para que no se pierda; cuando yo llegue a Turín, si hay algo que hacer, lo haremos; pero se insista para conseguir el Breve. Lo de los Cooperadores Salesianos, no se imprimirá en Turín y, por tanto, no se necesitan cuestiones; pero que nos entreguen el Breve. Si después preguntan con insistencia dónde y quién instituyó los Salesianos Cooperadores, dirás que aquí en Roma una persona de mucha autoridad me dijo: -Cuando una Congregación romana publica un Breve o un decreto, no acostumbra dar más razones que las expresadas en ellos; y que las autoridades locales sólo deben examinar la autenticidad del acta, pero no las razones que la motivaron». Por tanto, el Breve del 9 de mayo «se comunicó a la Curia Arzobispal en su original», tal como se exigía y como es obvio que haría don Bosco sin vacilar. Sin embargo, habría que «madurar» la respuesta, esto es, no negarla, sino sólo diferirla para tiempo más oportuno. La frase «lo de los Cooperadores Salesianos» parecería distinguir entre el Breve de los Cooperadores y algún otro mencionado en el período anterior; pero no es así, porque el estribillo final «pero que nos entreguen el Breve», que nos traslada al primer período, hace una sola cosa con «lo de los Cooperadores». Se hace una distinción, pero hay un término que está en la mente de don Bosco y alude a documentos pontificios que se pueden publicar donde quiera. Viene a decir así en sustancia: 77 Fin de Página 77 VOLUMEN XI Página: 78 -No se alarmen esos señores; entréguennos, sin embargo, el Breve de los Cooperadores. Nosotros imprimiremos en Turín los otros documentos pontificios, pero el de los Cooperadores no. Podríase hablar más claro, no cabe duda; pero con las prisas se le pasan a don Bosco imperfecciones formales en los documentos privados. »Quién será, además, esa «persona de mucha autoridad»? »El cardenal Berardi? »El cardenal Antonelli? »Monseñor Vitelleschi? Poco importa saber el nombre. Al fin ((83)) la respuesta a dar en la hipótesis de insistencias, habría sido de momento una evasiva que diera tiempo a don Bosco para volver a Turín y hacer lo que fuera conveniente. No se le escape al avisado lector la inversión de términos totalmente insólita y que enseguida se echa de ver: «dónde y quién instituyó los Salesianos Cooperadores». Es una variación espontánea pero no fortuita y mucho menos por un consciente o inconsciente motivo estilístico; en aquel instante estaba en la mente de don Bosco la respuesta dejada a madurar y, como a menudo sucede, influyó en la dicción sin que él se apercibiera. La respuesta a madurar nos induce a pensar así. Conservamos la minuta autógrafa de esta respuesta, en siete páginas de papel de carta, cuajadas de correcciones. Don Bosco quiere demostrar allí que el canonice instituta del Breve tiene un fundamento real, y que, por consiguiente, el sicut relatum est Nobis no oculta nada subrepticio. Lo más fácil hubiera sido sin duda ponerse de acuerdo desde el principio con la Curia; pero »con qué esperanza de éxito? Recuérdese el «íAy si todavía se da un paso!». Don Bosco, pues, saltó la barrera y entró en relación directa con Roma. El bien que se debía hacer no le permitía entretenerse en cuestiones bizantinas. Para comprender cada vez mejor la incansable actividad de don Bosco y su táctica en el obrar, nos parece llegado el momento de referir aquí una conversación tenida con don Julio Barberis el 31 de mayo de aquel año y que éste registró en la ya varias veces citada croniquilla. Hablábale él del espíritu que debía informar a la nueva Congregación. Tres notas características dijo que tenía la índole de dicha congregación: gran actividad, no chocar nunca de frente con los adversarios y, si no se puede trabajar en un lugar, irse a otro. Después prosiguió: «Nosotros no paramos nunca; siempre hay una cosa que empuja a otra. Parecería necesario consolidarnos más y no extendernos tanto; y, sin embargo, veo que si nos detuviéramos, la Congregación empezaría a debilitarse. íNi un día de descanso! No se ha terminado ((84)) un proyecto de envergadura y ya nos empuja otro. Aún no se había 78 Fin de Página 78 VOLUMEN XI Página: 79 embarcado el grupo destinado a América y corría yo a Niza para abrir aquella nueva casa. Estábamos todavía con gestiones en Niza y se nos urgía para la fundación de Bordighera. Aún no se había realizado ésta, cuando precisaba apresurarse y pensar en abrir en Turín la casa para las Hijas de María Auxiliadora. En esto se presentó la necesidad de ir a Roma, donde siempre hay una cosa que empuja a otra. No se ha terminado el proyecto de las Hijas de María Auxiliadora, y ya se presenta al Padre Santo el de los Cooperadores Salesianos. No ha habido tiempo para concluir esto, cuando precipitadamente llega el pensamiento de la Patagonia. La Patagonia misma se ve empujada por el magnífico proyecto que ofrecen el cardenal Franchi y el Padre Santo para un Vicariato en la India... y después de una cosa, otra... y otra. La pobre cabeza de don Bosco ya no puede con tantas cosas y sufre terriblemente. Sin embargo, íhay que ir adelante, siempre adelante! La consolidación de la Pía Sociedad debe hacerse... y veo que se hace... pero sin paradas». Volvemos a ocuparnos del Documento. Se presenta ante nuestros ojos con tal importancia que no lo dejamos para el apéndice, aunque sea más bien largo. Nos parece bien insertarlo ahora en nuestra narración, para leerlo por entero. Es don Bosco quien escribe con su estilo sencillo y claro. COOPERADORES SALESIANOS La historia de los Cooperadores Salesianos se remonta al 1841, cuando se empezó a reunir a los muchachos pobres y abandonados en la ciudad de Turín. Se reunían en lugares e iglesias a propósito, se entretenían en agradables y honestos pasatiempos, y se les enseñaba y preparaba para recibir dignamente los santos sacramentos de la confirmación, la confesión y la comunión. Para el desempeño de las muchas y variadas funciones, uniéronse varios señores, que con su prestación personal y su beneficencia, sostenían la llamada obra de los Oratorios Festivos. Estos señores eran conocidos por el nombre de los oficios que desempeñaban, pero, en general, se les llamaba bienhechores, promotores y también cooperadores de la Congregación de San Francisco de Sales. Era el Superior de estos Oratorios el sacerdote Juan Bosco, el cual, actuando en todo bajo la inmediata dirección y autoridad del Arzobispo, ((85)) ejercía su ministerio recibiendo las oportunas facultades oralmente y por escrito. Siempre que se presentaba una dificultad, el Ordinario la allanaba por medio del sacerdote Juan Bosco. Las primeras concesiones del señor arzobispo Fransoni fueron las de administrar los santos sacramentos de la confesión y comunión, la del cumplimiento del Precepto Pascual, la de admitir a los niños para la primera comunión, predicar, celebrar triduos, novenas, dirigir ejercicios espirituales, dar la bendición con el Santísimo Sacramento y cantar la misa. Los llamados promotores y cooperadores salesianos, que constituían como una verdadera congregación bajo el título de San Francisco de Sales, empezaron a obtener 79 Fin de Página 79 VOLUMEN XI Página: 80 también de la Santa Sede algunos favores espirituales con Rescripto del 18 de abril de 1845, firmado por el señor cardenal A. del Drago, L. Averardi, substituto. En este Rescripto se concedían algunas facultades al Superior y, entre otras, la de comunicar la Bendición Apostólica y la indulgencia plenaria a cincuenta promotores a elegir al arbitrio del Director. Con fecha 11 de abril de 1847, monseñor Fransoni aprobaba la Compañía de San Luis, fundada en la Congregación Salesiana, con indulgencias concedidas por él y por la Santa Sede. En el 1850 el sacerdote Juan Bosco exponía a la Santa Sede que había sido legítimamente erigida en aquella Ciudad una Congregación, bajo el título y protección de San Francisco de Sales, y se solicitaban más amplios favores para los agregados y otros no agregados. Tales favores fueron concedidos con Rescripto del 28 de septiembre de 1850, firmado por Dominicus Fioramonti, encargado por SS.mo.D.no N. ab epistol. Latinis. Estando así establecida de hecho la Congregación de los Promotores Salesianos ante las autoridades eclesiásticas locales y también ante la Santa Sede, en vista de la multitud de pobres muchachos que acudía, fue necesario abrir otras escuelas y otros Oratorios Festivos en diversas partes de la ciudad. Y para que se conservara la unidad de espíritu, de disciplina y de mando, y se estableciera definitivamente la Obra de los Oratorios, el Superior eclesiástico, con decreto o patente del 31 de marzo de 1852, nombraba al sacerdote Juan Bosco director y jefe con todas las facultades que fueran necesarias o simplemente oportunas para tal fin. Después de esta declaración la Congregación de Promotores Salesianos siempre se consideró como canónicamente erigida y las relaciones con la Santa Sede fueron siempre practicadas por el Superior de aquélla. De 1852 a 1858 le fueron otorgados varios favores y gracias espirituales; pero aquel año la Congregación se dividió en dos categorías o más bien en dos familias. Los que eran dueños de sí mismos y sentían vocación se reunieron en vida común, con domicilio en el edificio que siempre fue considerado como Casa Madre y centro de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, como todavía se denomina. Los demás, es decir, los externos ((86)) siguieron viviendo en medio del mundo en el seno de sus propias familias; pero continuaron promoviendo la Obra de los Oratorios, conservando siempre el nombre de Unión o Congregación de San Francisco de Sales, de promotores o cooperadores; pero siempre dependiendo de los socios y unidos a ellos para trabajar por la juventud pobre. En el 1864 la Santa Sede encomiaba la Pía Sociedad Salesiana y le nombraba un superior. En la aprobación de ésta, figura la parte que se refiere a los externos, que siempre recibieron el nombre de promotores o bienhechores, y últimamente Cooperadores Salesianos. En el 1874 se aprobaron definitivamente las Constituciones, siempre bajo el nombre de PIA SOCIEDAD. Pero, considerando siempre a los miembros de la antigua Congregación Salesiana como promotores y cooperadores de las obras que los socios emprendían y a los cuales ellos prestaban su ayuda en las escuelas, en las funciones de iglesia, en los juegos dominicales y en todo lo que solía hacerse en medio del siglo; el 30 de julio del 1875 la Sagrada Congregación de los Breves concedía al Superior de la Sociedad Salesiana que pudiera otorgar Indulgentias et gratias spirituales societatis ipsi a S. Sede concessas, a sus antiguos cooperadores, insignibus benefactoribus communicandi perinde ac si tertiarii essent, iis exceptis quae ad vitam communem pertinent. 80 Fin de Página 80 VOLUMEN XI Página: 81 Estos bienhechores son los que siempre se llamaron promotores o cooperadores y que en las constituciones salesianas antiguas tienen un capítulo aparte donde se les llama externos. Por tanto, cuando por benigna concesión de la Santa Sede se concedían nuevos y más amplios favores a los cooperadores salesianos, y se refería a la pia Christifidelium Sodalitas, canonice instituta, cuius sodales praesertim pauperum ac derelictorum puerorum curam suscipere sibi proponunt, se refería: 1.° A los antiguos promotores, de hecho aprobados y reconocidos por diez años como verdaderos cooperadores de la Obra de los Oratorios, formalmente constituida con el diploma de 1852 y que continuaron siendo agregados, viviendo en el mundo, cuando algunos de ellos comenzaron a hacer vida común con reglas propias en el 1858. 2.° Estos asociados o la Pía Sociedad Salesiana fue siempre la directora de aquellos bienhechores, que, según las reglas propuestas para ellos, se prestaban con celo y caridad a ayudar moral y materialmente a los congregados. Tras la atenta lectura de este memorial, resultará más fácil dar su verdadero alcance a ciertos términos de la súplica, con la que don Bosco pedía indulgencias para los Cooperadores Salesianos y que dio por resultado el rechazado primer período del Breve. Nótese bien cómo don Bosco no presenta allí al ((87)) Padre Santo la Asociación como si fuera una novedad, sino que hace la advertencia de que, aprobada la Congregación y ensanchado el campo de su actividad, creció también el número de los que generosamente ofrecieron su colaboración. Para crecer es preciso existir primero. Se objetará que con la presentación del Reglamento parecería que se supone una cosa creada ex novo. De ninguna manera: don Bosco nos hace ver la génesis del Reglamento, diciendo que fueron los mismos Cooperadores, quienes, así crecidos, pedían unánimes una especie de Reglamento, que sirviera para conservar la uniformidad... y asegurarse la estabilidad. Otra objección pudiera surgir de la palabra proyecto que se encuentra en el segundo párrafo; pero allí el proyecto es el borrador del Reglamento sometido a examen para su aprobación y no el plan de una nueva sociedad. Y he aquí que, unas líneas más abajo, aparece como sujeto de las indulgencias pedidas un ente que existe mucho antes, la Obra de los Oratorios, la antigua Obra aprobada por monseñor Fransoni, bendecida una y otra vez por Roma y cuya existencia perdura hasta el presente. No hay, por tanto, solución de continuidad entre la súplica romana y la respuesta turinesa, como si ésta fuese un ingenioso hallazgo póstumo con que defenderse; pero entre una y otra hay la misma relación que entre un texto y su comentario. Si después ha continuado la cuestión, no podemos afirmarlo ni 81 Fin de Página 81 VOLUMEN XI Página: 82 negarlo, pues nos faltan pruebas. El hecho es que la Asociación continuó tranquilamente su labor por todas las naciones del mundo, visiblemente bendecida por Dios y universalmente aceptada por los hombres. Hoy se sabe bastante bien qué son y qué buscan los Cooperadores Salesianos; sin embargo, muchos siguen en el error de creer que ellos forman un cuerpo auxiliar que, a los flancos de la Congregación Salesiana, unen a ella estrecha y exclusivamente su colaboración. No era ése el pensamiento de don Bosco. Un día del año 1876 se encontró en San Pier d'Arena con don Angel Rigoli, párroco de Somma Lombardo, y entre broma y serio, ((88)) definióle de este modo a los Cooperadores Salesianos: «Serán la masonería católica para su propia santificación y la propaganda de toda suerte de bien en la familia y en la sociedad». Sin duda alguna, don Bosco apuntó muy alto y muy lejos. Le encaja maravillosamente el elogio que hace la Sagrada Escritura del sumo sacerdote Simón: En su vida reparó la Casa (de Dios); y en sus días fortificó el santuario 1. En la mente de don Bosco había germinado el concepto de la actual Acción Católica. 1 Si.L,1. 82 Fin de Página 82 VOLUMEN XI Página: 83 ((89) ) CAPITULO V MEDIACION DEL ARZOBISPO DE VERCELLI A veces el historiador se encuentra frente a deberes muy espinosos. En efecto, hay ocasiones en las que, decir toda la verdad, no parece conciliable con el religioso respeto que se profesa a la autoridad de carácter superior; y por el contrario, sacrificar algún detalle sería hacer una injusticia a quien tuvo parte importante en las cosas narradas y ha adquirido derecho al indiscutible aprecio de la posteridad. Colocado entre la espada y la pared, debe proceder el que escribe con mucha cautela, y regularse de modo que la realidad de los hechos, por él examinada sine ira et studio, resulte reconstituida por la pluma, tal y como se efectuó en su gradual desenvolvimiento, manteniéndose él constantemente en la más serena y atenta imparcialidad. No es preciso recordar que las cuestiones con la Curia de Turín en vez de aclararse o desvanecerse, amenazaban ponerse cada día peor. Para adentrarnos con más seguridad por los recovecos del asunto, que vamos a tratar en este capítulo, es conveniente conocer la naturaleza de las cuestiones, a las que entendía referirse monseñor Vitelleschi en la carta que hemos citado. El 23 de septiembre del 1874 el Ordinario de Turín había presentado ante la Santa Sede las cinco cuestiones siguientes: 1.° Las Constituciones de la Congregación fundada por don Bosco: »están definitivamente aprobadas por la Santa Sede? 2.° Esta Congregación: »está catalogada como una Orden Religiosa? Por consiguiente: »está sujeta inmediatamente a la Santa Sede y exenta de la jurisdicción de los Obispos? 3.° »Se le ha quitado al Obispo la facultad de visitar las iglesias y las casas de esa Congregación? ((90)) 4.° »Puede el Rector aceptar, imponer el hábito y recibir la profesión o también aceptar simplemente como maestros, asistentes, etc., a seminaristas de la diócesis, sin el previo beneplácito, y aun contra el parecer del Obispo? 5.° »Puede recibir en la Congregación a seminaristas, a quienes el 83 Fin de Página 83 VOLUMEN XI Página: 84 Obispo ha obligado a deponer la sotana, porque los ha juzgado inhábiles para el sagrado ministerio, y esto sin el consentimiento y hasta en contra del parecer del Obispo? La Sagrada Congregación de Obispos y Regulares no tardó mucho en redactar la respuesta; pero, cuando ya estaba preparada, hubo que suspender su envío «por los escrúpulos» del Cardenal Prefecto; la frase corresponde al cardenal Berardi 1. Era aquel digno Prelado tan extraordinariamente delicado de conciencia para el desempeño de su alto cargo, que don Bosco, para retratarlo al vivo, empleó a veces una palabra respetuosamente burlona. El Siervo de Dios, hombre de oración, demostraba tener, respecto al valor de ésta, un concepto semejante al de su fe, que era grandísima; en efecto, entendía rendir el mejor de los pagos a las personas más beneméritas prometiéndoles que rezaría por ellas. Pues bien, aludiendo a la escrupulosidad del cardenal Bizzarri, decía que con él había que usar cautela hasta al ofrecerle oraciones, por temor a que reconociera en ello una intención simoníaca. La respuesta, pues, hubiera quedado entre las actas de oficio quién sabe hasta cuándo, si el cardenal Berardi, a quien se señala en dicha anotación como gran amigo de la casa, no hubiera redoblado sus premuras ante aquéllos a los que ya había acudido 2, para que finalmente se expidiera la carta al Ordinario de Turín. Efectivamente fue enviada el 13 de enero. En su contenido esencial decía: Con el decreto conseguido en la audiencia de Su Santidad, el 13 de abril de 1874, quedaron definitivamente aprobadas las Constituciones del Instituto Salesiano, lo que S. E. no debe ignorar, porque tengo motivos para ((91)) asegurar que el Superior General del mismo le dio entonces comunicación de ello a S. E. Puede S. E. quedar facilmente informado por el contenido del citado decreto, cuya copia adjunto, y por el otro que también conoce S. E., publicado con motivo de la aprobación del mismo Instituto, cual es la condición que se le ha concedido, ya que en uno y en otro se dicen expresamente estas palabras: Salva Ordinariorum iurisdictione adpraescriptum Sacrorum Canonum et Apostolicarum Constitutionum (Salva la jurisdicción de los Ordinarios en cuanto a lo prescrito por los Sagrados Canones y las Constituciones Apostólicas). Esta condición concierne a todos los institutos de votos simples, y, por consiguiente, también al Salesiano, que, salvo el caso en que se les concediera algún privilegio por la Santa Sede, estos Institutos estan exentos, o sea, no sujetos a la jurisdicción de los Ordinarios, excepto en todo lo que esta contenido en las Constituciones aprobadas por la Santa Sede. En cuanto a lo del libre ingreso de los clérigos seculares en los institutos de votos simples, para que no sean impedidas las vocaciones a un estado de mayor perfección, 1 Carta del cardenal Berardi a don Bosco, 9 de enero de 1875. 2 Carta citada. 84 Fin de Página 84 VOLUMEN XI Página: 85 con grave quebranto de la disciplina eclesiástica, esta Sagrada Congregación ha declarado que se extiende a ellos la Constitución del Sumo Pontífice Benedicto XIV, ex quo dilectus, en la que ya está, además, bien previsto cualquier caso urgente y extraordinario, que reclamase una disposición contraria. Se desprende, pues, como legítima consecuencia de esta citada Constitución Benedictina, lo que se prescribe en el decreto de la Sagrada Congregación Super statu Regularium-Romani Pontifices del 25 de enero de 1848, en el número II, esto es: que no corresponde nunca a los Ordinarios el negar las Letras Testimoniales para el ingreso de los Postulantes en cualquier Orden, aun de votos simples. No dudando que S. E. querrá atenerse a todas y cada una de estas disposiciones, pido a Dios que le colme de felicidad. Tres días más tarde, y manteniendo una promesa que le había hecho, envió el cardenal Berardi a don Bosco, naturalmente «dentro de la más absoluta reserva y sólo para su norma», una copia de este documento, con la esperanza de que por fin se encontraría el medio de «librarlo de la cruz que le atormenta» 1. Pero, antes de seguir adelante, debemos decir que desgraciadamente la respuesta de Roma dejó literalmente las cosas como estaban. En efecto, del principio al fin del año las cosas no cambiaron ni un ápice. Y lo mismo que en enero negaba el Ordinario la facultad de predicar a dos sacerdotes salesianos, uno de ellos era don Domingo Milanesio, futuro misionero de Patagonia, director de las escuelas gratuitas para los externos y del Oratorio festivo de Valdocco, y el otro don Pedro Guidazio, futuro director del primer colegio de ((92)) don Bosco en Randazzo (Sicilia), profesor titulado de la cuarta gimnasial en el Oratorio, en diciembre se la negaba también a don Juan Branda y a don Angel Bordone, prefecto el primero y profesor diplomado el segundo en el Colegio de Valsálice. Los motivos para tales negativas han permanecido siempre en el misterio, ya que nunca se recibió la menor explicación. Además, siempre las mismas negativas a los clérigos del Oratorio para las órdenes sagradas; siempre las mismas repulsas de cartas testimoniales a cuantos solicitaban entrar en la Congregación Salesiana; siempre sin aceptar las invitaciones para ir a presidir las funciones en las Casas Salesianas. No se podía esperar otra cosa de un Ordinario que en su réplica del 24 de enero, se creía en el deber de hacer notar que los Cardenales no habían comprendido sus requerimientos, con los que buscaba hacer ver cómo don Bosco recibía en sus propias casas a sacerdotes de su diócesis, para dar clase, confesar y permanecer en la Congregación, sin pedirle licencia para ello. 1 Carta del card. Berardi a don Bosco, del 16 de enero de 1875. 85 Fin de Página 85 VOLUMEN XI Página: 86 Cualquier historiador con un adarme de escrúpulo, antes de seguir adelante, experimenta, al llegar aquí, el deber de precaver a sus lectores de juicios imprudentes. Quien presumiere juzgar sumariamente al Arzobispo de Turín, a través de las relaciones habidas entre monseñor Gastaldi y el Beato don Bosco, andaría muy lejos de la verdad. Monseñor Gastaldi no estaba todo él aquí. En efecto, él dejó tras sí una fama, viva todavía, de celo enérgico y emprendedor en el gobierno de la archidiócesis de Turín. Aún hoy se leen con gusto y utilidad algunas de sus pastorales, impregnadas de buena doctrina y escritas con estilo vigoroso. Tuvo entusiastas admiradores y vehementes adversarios en las mismas filas del clero; lo cual no extrañará a quien posee experiencia de la vida: sólo yerra el que algo hace, y, además, »dónde está el que haya logrado contentar a todos en este mundo? En el caso de don Bosco hay que notar que había personas que convivían con Monseñor, las cuales contribuían al daño del Oratorio con una labor de denigración cotidiana. Mas, por encima de toda consideración, está el hecho de que el Arzobispo, sin más razones que las de ((93)) la propia grey, no llegó nunca a convencerse de que fuese útil y justo favorecer a un instituto que, aun mirando a lejanas y amplias expansiones, daba la impresión de estar quitando a la Archidiócesis muchos medios para hacer el bien, y que hubiera parecido mucho más razonable emplearlos en aquel momento. Como quiera que fuere, la divina Providencia permitió que aquellos ayes presentaran al Beato don Bosco innumerables ocasiones para mostrar el heroísmo de sus virtudes. Por lo demás, es sabido que todos los grandes fundadores, quién más, quién menos, sufrieron la adversidad por malos entendidos similares. Por la naturaleza de los requerimientos y por los buenos oficios del cardenal Berardi, comprendió Pío IX la oportunidad de una intervención para intentar un arreglo e impedir que las cosas fueran de mal en peor. Encargó, pues, a dicho purpurado para que convenciera a monseñor Fissore, Arzobispo de Vercelli, de que interviniera para que cesara de una vez la lamentable divergencia surgida entre don Bosco y su Ordinario «en asuntos referentes a la Congregación Salesiana». El buen purpurado obedeció «inmediatamente al mandato pontificio y empezó por dirigir» al Arzobispo de Vercelli una carta, cuya copia envió «reservadamente» a don Bosco. «Después de esto, escribía él, estaré a la espera del resultado, y, cuando lo conozca, veré lo que hay que hacer» 1. Los términos de la mencionada comunicación a monseñor Fissore 1 Carta del cardenal Berardi a don Bosco, 9 de enero de 1875. 86 Fin de Página 86 VOLUMEN XI Página: 87 eran honrosos para ambas partes. Alguna divergencia, quizá no ignorada por el Arzobispo de Vercelli, había surgido desgraciadamente entre el Arzobispo de Turín y don Juan Bosco, por asuntos concernientes a la Congregación Salesiana; sinsabores de esta índole siempre resultaban enojosos y las más de las veces producían graves y deplorables consecuencias. Para remediarlas Su Eminencia habia hablado con el Padre Santo; y éste se había dignado indicar, como el mejor partido, la intervención del Arzobispo de Vercelli «entre uno y otro de los dos respetables Eclesiásticos»; se esperaba, pues, de su ((94)) cordura y prudencia el cese de aquel lamentable estado de cosas 1. Monseñor Fissore, para empezar, se dirigió a don Bosco (y debe haber hecho contemporáneamente lo mismo con el Ordinario), rogándole que le indicara cuáles eran los puntos de divergencia entre él y el señor Arzobispo, respecto a su Congregación; pero que de momento no hiciera referencia a esta demanda, y procurara en tanto informarle con cierta exactitud y minuciosidad 2. Don Bosco no tuvo nada que observar sobre la mediación, ni sobre la persona del mediador; más aún, en la cuarta conferencia de las de enero, después de informar aparte y prudentemente sobre la cuestión a los principales de la Congregación, manifestó su alegría de que interviniera monseñor Fissore, porque, decía, «es íntimo de nuestro Arzobispo y se podrá por fin saber el motivo de la oposición que nos muestra». Don Bosco contestó a vuelta de correo al Arzobispo de Vercelli con esta carta: Excelencia Rvma.: V. E. Rvma., me pide le diga cuáles son los motivos de divergencia entre la pobre Congregación Salesiana y S. E. Rvma. nuestro Arzobispo, y es precisamente lo que yo he querido averiguar, intentando hablar con él mismo. Le diré cabalmente lo que sé. Motivos, ninguno que yo conozca. Alega el Arzobispo: que don Bosco recibe en su Congregación a los seminaristas expulsados del Seminario. Hasta ahora (12 de enero del 1875) no hay ninguno de tales seminaristas que forme parte de nuestras familias. Que don Bosco hace imprimir cartas del Arzobispo sin decirle nada. Nunca me ha pasado por las mientes. Que don Bosco organiza ejercicios espirituales sin su permiso. Hace treinta años que se vienen haciendo estos ejercicios con permiso de todos los obispos anteriores, confirmado por el mismo monseñor Gastaldi. Apenas se opuso a ello, o mejor, apenas escribió Monseñor diciendo que desaprobaba aquellos ejercicios para maestros y profesores de escuelas, se abandonó por completo la idea 1 Carta del mismo a monseñor Fissore, con idéntica fecha. 2 Carta de monseñor Fissore a don Bosco, 14 de enero de 1875. 87 Fin de Página 87 VOLUMEN XI Página: 88 y no se dieron más. Monseñor repite undequaque estas quejas y no más. El punto difícil está en que no cree nada de cuanto diga o escriba don Bosco y, aunque repetidas veces se le ha asegurado cuanto arriba digo, no nos da crédito y continúa repitiendo lo mismo. ((95)) Pero se lamentó a Roma de otras cosas. Los escándalos que dan los Salesianos, dice él, son tales, que temo hayan incurrido en censuras eclesiásticas. Pero no da razones, ni aduce ejemplos. En otra carta reprocha la Organización de nuestra Congregación diciendo: El gran número de los que salen de esta Institución es motivo de censura de varios Obispos y de esta su diócesis. Y pone el ejemplo del reverendo Pignolo, un sacerdote de Saluzzo, de siete que fueron al colegio de sordomudos, que tuvieron una conducta escandalosa. Tuve varias veces ocasión de decirle y escribirle que aquellos sujetos no pertenecieron jamás a nuestra Congregación. Y, sin embargo, él está convencido de lo contrario y lo repite por doquier de palabra y por escrito. Le he suplicado varias veces, por carta y de viva voz, que me dijera qué es lo que quiere de mí, pues yo deseo satisfacerle en todo lo que me sea posible. Dijo que quería examinar a nuestros clérigos de Teología antes de admitirlos a las órdenes. Fue complacido. Quiso que cuarenta días antes de las ordenaciones se presentaran a él para examinarlos sobre el lugar de sus estudios, el lugar de nacimiento, la vocación y por qué habían entrado en la Congregación. Se le contentó, aunque ello me haya ocasionado graves molestias. Quiso que yo le asegurara por escrito que no aceptaría nunca a ningún seminarista expulsado de su Seminario. Se le complació enseguida. Sin embargo, hace ya tres años que no ha querido admitir a ningún clérigo nuestro a las Ordenes, a excepción de uno, que, tras haber superado muchas dificultades, fue admitido a la tonsura y a las órdenes menores el pasado septiembre de 1874. Se negó a dar las cartas testimoniales a algunos clérigos que pidieron venirse con nosotros. No admitió al examen de confesión a un sacerdote nuestro, que, además del quinquenio teológico, había cursado el trienio de moral en la Residencia Sacerdotal, sin aducir más razones que la de que no había emitido los votos perpetuos. Pero ísi las Reglas de todas las Ordenes religiosas obligan actualmente a hacer los votos trienales antes de emitir los perpetuos! Un sacerdote, párroco de Como, fue aceptado en nuestra Congregación; en cuanto lo supo, escribió una carta a su Ordinario, en la que se decía: prevéngase a don Luis Guanella (es el nombre del sacerdote) que, al venir a esta Archidiócesis, no obtendrá nunca el maneat ni la facultad de predicar. La vigilia de Navidad tomó una grave deliberación que, si no es la primera en la Iglesia, lo es ciertamente por cuanto yo sé, en la diócesis de Turín. La vigilia de Navidad, con un decreto recibido aquel mismo día, quedaban abolidas todas las facultades, favores y privilegios concedidos por sus antecesores y por él mismo a esta Congregación y a sus iglesias. Exceptuaba solamente la facultad de preparar a nuestros alumnos para la primera comunión y la confirmación. Y, por tanto, la bendición con el Santísimo Sacramento, las Cuarenta Horas, los triduos y novenas, dar el viático y la extrema unción, enterramientos y funerales en el interior de las casas, quedaron abolidos después de treinta años que se venían ejerciendo. Como se gozaba de jurisdicción especial de la Santa Sede, hasta ahora no se ha modificado nada, evitándose así murmuraciones y escándalos. ((96)) Estos hechos suponen graves motivos, que nadie hasta ahora ha podido saber. Si, por fin, pudiera S. E. averiguarlos, sería para mí un día de gran satisfacción poderlos eliminar inmediatamente, por cuanto lo permitieran mis fuerzas y nuestras Constituciones. Si debiera decir lo que yo pienso, es que el demonio, que previó el mucho bien 88 Fin de Página 88 VOLUMEN XI Página: 89 que monseñor Gastaldi podía haber continuado haciendo a nuestra Congregación, sembró cizaña ocultamente y después la hizo crecer. Inmensas molestias, críticas por todas partes de sacerdotes y de confesores entre nosotros, disgustos graves para el mismo Monseñor, que durante treinta años fue mi mejor confidente. Todo lo que he expuesto está literalmente garantizado por cartas auténticas que puedo presentarle, si lo desea. Perdone lo extenso de esta carta y léala como pueda, ya que no puedo servirme de otros, en razón de la materia expuesta. Me conceda su bendición y mande como quiera a su pobre, pero Turín, 16-1875. Atto. y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Tenemos motivos para creer que, unida a esta carta, iba la siguiente memoria, sin firma y sin fecha, que el cardenal Richelmy expidió a la Sagrada Congregación de Ritos, con otros autógrafos del Siervo de Dios, el 10 de septiembre del 1903: MEMORIA Me parece bien adjuntar esta memoria sobre la ocasión de los disgustos con el señor Arzobispo. A mi parecer son las noticias infundadas que alguien hace llegar al mismo. Anotaré solamente algunos hechos. 1.° Se quiere persuadir a Monseñor de que los reverendos Chiapale y Pignolo hayan pertenecido a esta Congregación. Ni uno ni otro pertenecieron jamás. 2.° Algunos fueron como asistentes o maestros al colegio de sordomudos y se hicieron poco favor a sí mismos y hasta se deshonraron. No quiero enjuiciar a nadie, pero lo cierto es que ninguno de ellos fue nunca salesiano. 3.° Muchos, salidos de esta Congregación, ocasionaron graves disturbios en las diócesis adonde fueron. Puedo asegurar que hasta 1874 ninguno de nuestra Congregación ha salido de ella. Sólo un profeso, el caballero Oreglia, hoy padre Federico Oreglia, S. J., el que era hermano coadjutor, creyó que debía salir para ingresar en los Jesuitas y hacer allí sus estudios. 4.° Se quiso hacer creer a Monseñor que yo estaba imprimiendo o había impreso cartas particulares del mismo Monseñor, que le obligaban a escribir otras más. Esto no ha pasado jamás por mi imaginación. 5.° He repartido una simple invitación para los ejercicios espirituales de costumbre ((97)) y se quiere hacer ver a Monseñor que era una circular dirigida a todos los párrocos. Ni yo, ni ninguno a mis órdenes ha mandado tales invitaciones a ningún párroco. 6.° Escribí a Monseñor intentando persuadirle de que estos ejercicios, que se debían hacer del 7 al 13 de septiembre ppdo., ya no se celebraban; mas, he aquí que enseguida le han contado al mismo que don Bosco, a despecho de su Superior eclesiástico, había iniciado los simulados ejercicios y se hacían en Lanzo. 7.° El Vicario de Lanzo le asegura que allí no hay más ejercitantes que los pertenecientes a nuestra Congregación; pero, enseguida, hay quien se las arregla para hacer Fin de Página 89 VOLUMEN XI Página: 90 creer lo contrario al Arzobispo; y en consecuencia, gravísimas molestias para quien dirigía los ejercicios, y disgustos por ambas partes. Podría continuar con una larga serie de casos semejantes. Ahora bien, el que quiera sacar consecuencias de estos hechos, »a qué conclusión podría llegar? Me duele en el alma tener que luchar con otras graves dificultades y aguantar los efectos de estas relaciones. Si ha de comunicarme algo, ruégole lo difiera (sic) hasta la próxima semana, porque hoy salgo en busca de dinero, pues no tengo un cuarto. Estaré fuera ocho días. Nadie hubiera pretendido que no se dejara entrever nada en casa, estando tan tirantes las relaciones; tanto más que don Bosco debía, en fuerza de los hechos, dar alguna información a los miembros del Capítulo Superior y a los Directores en la reunión de san Francisco, aunque no fuera más que para que supieran las relaciones jurídicas en que se encontraba la Congregación ante las autoridades eclesiásticas locales. Estos superiores, a su vez, no se consideraban obligados, como se dice, por el secreto del santo oficio. Así se explica cómo, a veces, aun delante de don Bosco, recayera la conversación sobre el espinoso asunto. Un día precisamente, hablando de los obstáculos, que por aquella parte entorpecían el progreso de la Congregación, don Bosco, con su gran habilidad, siempre dispuesto para orientar a un buen fin la conversación, dijo con su calma habitual: -Suerte la nuestra, que siempre vamos seguros hacia adelante in nomine Domini. Estamos seguros de que Dios lo quiere así. Por eso todas las dificultades que encontramos proceden de que no se explicaron bien las cosas o no se entendieron bien, y hay alguna confusión 1. ((98)) El 4 de febrero fue a Turín monseñor Fissore. Se entrevistó primero con don Bosco y con el Ordinario por separado, y asistió más tarde a un intercambio de ideas entre ambos en el palacio episcopal. Después partió para Vercelli, esperando haber conseguido algún éxito. Había transcurrido, entre tanto, un mes, desde que don Bosco había recibido las cartas del cardenal Berardi, y aún no le había contestado; una vez tenidas las entrevistas dichas, pensó que ya era tiempo de romper el silencio. Puso, pues, por escrito las cosas, un tanto a la buena, y envió al benévolo Purpurado la siguiente relación, admirable por su sencillez y serenidad, sin que por eso le falte una razonable firmeza. Puso una especie de título en la cabecera de la carta, como para indicar su fin principal y, para prevenir cualquier sospecha de 1 Crónica de don Julio Barberis. 90 Fin de Página 90 VOLUMEN XI Página: 91 que él quisiese defender su causa, fijaba sin más la atención sobre el punto que, durante el debate, había sido el caballo de batalla del Ordinario. DECLARACION DE NO RECIBIR EN ADELANTE NINGUN SEMINARISTA DEL SEMINARIO Eminencia Rvma.: Para no molestar inútilmente a V. E. Rvma., me he abstenido hasta el presente de darle cuenta de nuestro asunto; hoy, después de presentarle mis más vivos sentimientos de agradecimiento por la gran caridad que nos dispensa, le daré cuenta de lo ocurrido. El Arzobispo de Vercelli me escribió enseguida, pidiéndome le hiciese una relación de las divergencias entre nuestra Congregación y nuestro Arzobispo. Así lo hice. Poco después, vino él en persona y quiso que le diera explicación detallada de todo; fue, luego, a nuestro Arzobispo, a quien le expuso todo, insistiéndole para que le dijera los motivos que le movían para abrumar de modo tan violento a nuestra pobre e incipiente Congregación. Después me refirió lo siguiente: -Le hice hablar mucho, le pregunté sobre cada uno de los puntos; él aseguró continuamente que no tenía nada contra vos, y de lo único que se quejaba era de que don Bosco recibe a sus seminaristas de Turín sin pedirle ningún permiso. Manifestó el deseo de hablarme y fui el jueves. Después de hora y media de antesala fui recibido; hablamos cortésmente de vaguedades; pero al llegar al tema no pudimos hablar; yo me retiraba re infecta (como de cuestión envenenada), cuando llegó el Arzobispo de Vercelli, que me detuvo y me invitó a continuar la ((99)) conversación en su presencia diciendo: -Cada uno puede hablar aquí libremente. Don Bosco. -No deseo saber más que lo que disgusta a nuestro señor Arzobispo, para procurar evitarlo. Monseñor Gastaldi.. -Yo no tengo nada contra esta Congregación; pero hay un escándalo, que no puedo tolerar, y es: por qué se recibe en ella a mis seminaristas, con lo que todo se desordena. Don Bosco. -Hasta ahora no he tenido ni un clérigo del Seminario de Turín que forme parte de nuestra Congregación. Monseñor Gastaldi. -Sí que los hay; y quien lo niegue, niega los hechos. Don Bosco. -Ruégole, Monseñor, que me crea. Hasta hoy (4 de febrero de 1875) no hay un seminarista de los suyos formando parte de los Salesianos. Monseñor Gastaldi. -(Al llegar aquí montó en cólera; dijo después que yo quería hacer sus veces de obispo y añadió): Si no los aceptó en la Congregación, los recibió en su casa y esto me molesta. Don Bosco. -Repliqué que en las casas de su diócesis no había ninguno de sus seminaristas como Salesiano, ni como asistente. Sucedió que se acogió a uno en Alassio, diócesis de Albenga, donde fue recibido para impedir las amenazas e insultos preparados contra el Arzobispo por los padres de aquel seminarista; pero fue recibido como asistente, si bien él aspiraba a ingresar en la Congregación. Monseñor Gastaldi. -Esto no lo puedo permitir, no puedo. Don Bosco. -Como ya tuve el honor de escribirle, parece que las disposiciones de Fin de Página 91 VOLUMEN XI Página: 92 la Iglesia, dirigida a tutelar la libertad de las vocaciones religiosas, autoriza a los seminaristas para ingresar en las órdenes religiosas... Monseñor Gastaldi. -Sí... sí... pero... éstos no tienen vocación religiosa; observaron mala conducta. Don Bosco. -Por tanto no le debe disgustar tanto que esos individuos abandonen el Seminario. Los superiores suyos sabrán después a qué destinar a tales asistentes, etc. Monseñor Gastaldi. -No puedo transigir. Yo pido una promesa explícita y formal de que ni en su Congregación, ni en las casas que de ella dependen, recibirá a ninguno de mis seminaristas, expulsado de mi seminario y no sólo en mi diócesis, sino en cualquiera de sus casas, donde quiera que estén. Don Bosco. -Hasta ahora nunca ha sucedido eso; por tanto no parece que sea el caso de formular aquí una promesa que va a tocar nuestras casas, que pertenecen a la jurisdicción de otros. Pero, si esto es suficiente para contentar a V. E., yo le doy promesa formal de que, como he hecho hasta el presente, no recibiré sin su permiso a ningún clérigo expulsado de su seminario; pero entiendo que esto sea dentro de los límites prescritos por los sagrados cánones en favor del estado de mayor perfección, como es precisamente la vida religiosa. ((100)) Todo le satisfizo, mas no la última excepción que, según él, deja hacer lo que uno quiere. Le rogué me explicara lo de las cartas escritas contra nosotros. Negó que hubiera tales cartas y el sentido de las mismas, cuando yo tenía algunas en mi cartera. Le pregunté, además, por qué no había admitido a examen de confesión a uno de nuestros sacerdotes. Monseñor Gastaldi. -Porque sólo tiene lo votos trienales. Don Bosco. -íPero la Congregación ha sido aprobada en este sentido! Monseñor Gastaldi. -Eso está mal, no me agrada; y además su Congregación no ha sido aprobada aún definitivamente. Con todo, que venga este sacerdote y se le admitirá. Don Bosco. -»Por qué no permite que los sacerdotes de otras diócesis vengan a nuestra Congregación? Monseñor Gastaldi. -Porque antes de que venga un sacerdote a mi diócesis, quiero saber quién es. Don Bosco. -Pero viene a una congregación religiosa. Monseñor Gastaldi. -La cual está en mi diócesis. Don Bosco. -Entonces »qué quiere? Monseñor Gastaldi. -Que pida licencia para celebrar. Don Bosco. -Sé que los Cánones no mandan tal cosa; sé que las otras Congregaciones no lo hacen; con todo, y para complacer a V. E., cuando vengan a nuestra casa sacerdotes de otras diócesis, pediré a S. E., la facultad de poder celebrar en esta diócesis. Aquí se dijeron otras cosas que no conviene confiar al papel, y cuya última conclusión fue: 1.° Sólo por complacer al Arzobispo, si se aceptara a un seminarista de esta diócesis en nuestra Congregación, lo aceptaré vestido de seglar, pero no con hábito eclesiástico. Para recibir sacerdotes de otras diócesis, se pedirá permiso de celebración. Hasta ahora, sin embargo, no se presentó ninguno. 2.° El Arzobispo promete que admitirá a examen lo mismo para las órdenes que para confesar a los fieles. Fin de Página 92 VOLUMEN XI Página: 93 Nos despedimos amigablemente; pero los tres estábamos molestos por cuanto fue preciso manifestar. Espero poder contarle de palabra el resto, antes de que acabe el mes, ahí en Roma. También tenía que ir ahí nuestro arzobispo, pero me dicen ahora que ha renunciado a este viaje. Monseñor Fissore ya le enviará su informe. Le aseguro que no se pudo hacer mejor elección para este asunto. Es uno de los más íntimos amigos de nuestro Arzobispo, está de acuerdo en todo con él y es, quizá el único, que se negó el año pasado a darnos la carta comendaticia para la Santa Sede. Pero es de conciencia muy delicada y estoy seguro de que no variará en nada la situación de lo sucedido entre nosotros. ((101)) Estoy en Turín hasta el dieciséis y después salgo para Roma. Todos los Salesianos le están reconocidísimos y ruegan al Señor le recompense con largueza, mientras con el corazón, lleno del más profundo agradecimiento, tengo el honor de profesarme De V. E. Rvma. Turín, 7 de febrero de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Poco después de la relación privada de don Bosco, recibió el Cardenal la oficial del pacificador. Es un escrito más que, en realidad, no proyecta nueva luz ni sobre el hecho ni sobre sus antecedentes. Más aún, don Bosco mismo, después de haberlo leído en Roma, declaraba el 15 de abril, durante una serie de conversaciones con su personal dirigente, que a él le recordó aquello de «pan, y pan con ello, y pan para comerlo»; y todavía más, hizo notar que distaba mucho de cuanto monseñor Fissore le había dicho antes de vapulearlo; que no contenía nada en concreto y sí mucho en abstracto; y que lo abstracto iba más en su contra, aunque se descubriese el esfuerzo por tener el pie en dos zapatos. Don Bosco manifestó, además, en aquella circunstancia que, sin embargo, la relación no llegó a manos del Papa sino después de apostillada. El fue a Roma el 18 de febrero. Allí el cardenal Berardi, antes de presentarla al Papa, debió, como en otros casos semejantes, hacérsela ver 1, para obtener explicaciones; y, aclaradas las cosas, debieron poner, de común acuerdo, las apostillas marginales que en ella se encuentran. Se advierte en ellas el estilo genuino de don Bosco. Pero tampoco éstas contienen nada nuevo para nosotros; por lo que podemos ahorrarnos la publicación de este documento; de todos modos, el que tuviere empeño en leerlo, lo encontrará al final del volumen 2. 1 Véase carta de don Bosco al cardenal Berardi, 28 de febrero de 1875. 2 Apéndice; documento n.° 8. 93 Fin de Página 93 VOLUMEN XI Página: 94 Monseñor Fissore hizo un resumen de su relación y se lo envió cortésmente a don Bosco, el cual lo recibió en Roma y quedó conmovido al ver el alcance que también se daba allí ((102)) a ciertas exigencias del Ordinario de Turín; por lo cual comunicó enseguida sus impresiones al cardenal Berardi. Eminencia Rvma.: A juzgar por la carta escrita a V. E., y que me envía a mí, se ve que el Arzobispo de Turín no quiere que ninguno de sus seminaristas entre en una congregación religiosa sin su previo examen sobre la vocación y sin su permiso. Esto me parece totalmente contrario a las disposiciones de la Santa Sede y a la carta escrita a él mismo por la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. Y, además, pretender que tales seminaristas no puedan tampoco encontrar asilo en otras diócesis, me parece que va en contra, no sólo de los sagrados Cánones, sino de la misma caridad. Me hago partícipe del dolor por la grave situación de su suegra 1, y ya he escrito a Turín para que hagan súplicas especiales ante el altar de María Auxiliadora por V. E., para que lo conserve muchos años para bien de la Iglesia y de nuestra pobre Congregación. Dígnese otorgarme su bendición y créame, con profunda gratitud, de V. E. Rvma. Roma 28-2-1875. Su atto. y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Monseñor Fissore empezó a perder muy pronto el optimismo del primer momento. A primeros de marzo, no sabemos por qué, tuvo la impresión clara de que las malhadadas diferencias, lejos de haber desaparecido, comenzaban a reanimarse en torno a una cuestión, nacida en Turín, pero que enseguida se olvidó: la cuestión de sacerdotes de otras diócesis que, llegados para hacerse salesianos, no pedían a la Curia la facultad para celebrar. Aunque no había obligación de ninguna clase, don Bosco prometió pro bono pacis que, de entonces en adelante, pediría siempre dicha facultad; pero, en esto como en otras cosas, no quiso obligarse por escrito, pues no quería quedaran sin efecto los derechos de exención. El Arzobispo de Vercelli, quizá por indicios de que su obra pacificadora estuviese en peligro, quiso mantenerla y propuso el experimento de un acuerdo general, a través de una conven ción por escrito. Pero, conociendo la decidida oposición de 1 Su suegra. El cardenal Berardi, primeramente casado, fue un gran jurista y cardenal de la Santa Iglesia. Ya viudo, fue ordenado sacerdote y obispo. Ocupó altos cargos, antes de llegar a Secretario de Estado. (Véase: Historia de la Iglesia, de Fliche-Martín, Tomo XX, vol. I, n.° 219, pág. 435.) (N. del T.) 94 Fin de Página 94 VOLUMEN XI Página: 95 don Bosco a hacer declaraciones por escrito, que comprometieran a su Congregación, ((103)) le invitó por carta, cuando todavía se encontraba él en Roma, a que reflexionara y proveyera 1. No nos consta que don Bosco haya modificado en este punto su postura. Como tampoco cambió su línea de conducta sobre otro punto: el de presentar casos precisos, en vez de hacer acusaciones generales. Insiste en ello, en una nota que llevaba consigo a una audiencia pontificia y que, después, se unió a una carta del Arzobispo en el expediente (Positio). El tituló esta nota «pro memoria, seguro» expresión nacida de la seguridad del hecho. Y dice el documento: «El Arzobispo de Turín fue repetidas veces interpelado, de palabra y por escrito, para que citara una persona o un hecho de los socios Salesianos, a quienes aplicar aquellas lamentaciones; pero nunca se obtuvo respuesta alguna. En otra carta aduce hechos y cita personas a cargo de los Salesianos; pero estas personas, clérigos, sacerdotes o seglares no pertenecieron nunca a la Congregación Salesiana; 12 de marzo de 1875». Las «lamentaciones» eran aquellas vagas quejas, contenidas en la carta, a la que iba destinada esta nota, cuyo contenido ignoramos, lo mismo que tampoco conocemos el de «la otra» a la que se hace referencia. Se ve, pues, y don Bosco tuvo confirmación autorizada de ello desde Roma y en Roma, que el Ordinario escribía cartas y más cartas a Roma en contra de don Bosco y de su Congregación. Es obvio creer que en Roma exigieran datos positivos. Parece que, en efecto, tal exigencia motivara la invitación dirigida por el Ordinario al canónigo Marengo, para que atestiguara con declaración escrita, si decía él la verdad o no, asegurando: 1.° que le había encargado a él para que recomendara a don Bosco que no le causara el grave disgusto de recibir a clérigos despedidos de su seminario; 2.° de haber cumplido el encargo; 3.° de haber recibido como respuesta que él no podía satisfacer su deseo, porque los sagrados Cánones le daban el derecho de recibir a semejantes clérigos. ((104)) El teólogo Marengo declaró y firmó, pero poniendo bonitamente las cosas en su punto en lo referente al tercero, al atestiguar respecto al mismo «que el Rvdo. don Bosco respondió que haría todo lo posible por complacer los deseos de S. E. Rvma., pero que no podía dar palabra y obligarse a no aceptar a ningún clérigo despedido de su Seminario arzobispal, porque, añadió, esto iría contra un derecho concedido, del que goza mi Instituto, y al que no podría renunciar sin mengua de éste, y yo no tengo autoridad para hacerlo; pero, dado el caso, no tendré a ese tal individuo en la 1 Carta de monseñor Fissore a don Bosco, 7 de marzo de 1875. 95 Fin de Página 95 VOLUMEN XI Página: 96 casa de aquí en Turín». Finalmente, para no caer en equivocación, reparemos bien en las fechas. La invitación para dar este testimonio es del 29 de marzo de 1875; pero el hecho de que debía dar este testimonio retrocede al mes de abril o mayo de 1873, como dice el mismo Ordinario en su carta al Canónigo. »Qué más se querría para considerar fallida la misión del Arzobispo de Vercelli? Pero no acaba todo aquí. El 18 de abril se presentó una nueva imposición: se le exigía enviara a la Curia «la lista de todos los sacerdotes que moraban en las casas salesianas de la diócesis de Turín», indicando sobre cada uno «si es profeso de votos perpetuos o sólo de votos trienales; o bien, si realmente está inscrito en el catálogo de los novicios o simplemente es aspirante, residente o domiciliado y, en el caso de que sea aspirante o sólo residente, y sea extradiocesano, si tiene el Exeat y el Maneat con fecha no caducada». Para la revalidación de las licencias de confesión dígase de cada uno... si es profeso con votos perpetuos y en donde... recibió la facultad para confesar por vez primera y, por tanto, dónde se examinó» 1. Aunque esto fuera una injerencia en los asuntos internos de la Congregación y no le faltaran a don Bosco luces para saber el camino a seguir, con todo, y para abundar en prudencia, pidió consejo al cardenal Berardi y al Secretario de la Congregación ((105)) de Obispos y Regulares. El primero, que andaba enfermucho, le respondió por medio de un tercero: «Mucho me duele el nuevo incidente que me comunica en su atentísima carta, pero hay que tener paciencia también en esto. Estrictamente hablando, este Arzobispo no tendría derecho a exigir la nota individual que le pide; pero, pro bono pacis, sería prudente condescender con ese deseo, especialmente en lo referente a los confesores, ya que en esto sí tiene derecho». El arzobispo Vitelleschi era del mismo parecer y sugería que contestara a las indicaciones pedidas, posiblemente sin poner ninguna firma y declarando que aquellas indicaciones podían variar de un momento a otro, ya que de hoy a mañana podían ser trasladados los individuos, de acuerdo con el derecho de don Bosco, como Superior General. Don Bosco condescendió prontamente a todo lo que le pedía el Ordinario 2. Tampoco se atuvo a lo prometido respecto a las Ordenaciones. El 1 Carta del procanciller, canónigo Caviani, del 18 de abril de 1875. 2 Cartas del 26 y 27 de abril de 1875. 96 Fin de Página 96 VOLUMEN XI Página: 97 Ordinario había prometido admitir a los clérigos salesianos; pero en la práctica no quiso darse por enterado. La justificación de su proceder no pudo ser distinta para él de la aducida en su réplica del 24 de mayo a la Sagrada Congregación, sobre el asunto de las preguntas 1 que él no había recibido nunca noticia de que la Congregación Salesiana hubiera sido definitivamente aprobada por la Santa Sede, ni que el Rector Mayor tuviera la facultad de dar las dimisorias por un decenio. Ante tan categóricas afirmaciones, nos inclinamos a suponer en el Ordinario un doble olvido; porque el decreto auténtico se lo presentó personalmente don Bosco y, también, se lo comunicó directamente la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. En la misma comunicación se pasaba, además, a las consabidas lamentaciones de que la Congregación Salesiana recibía a seglares y eclesiásticos que buscaban la manera de sustraerse a la autoridad del Arzobispo. Esta era una suposición gratuita; ((106)) dejar en medio de la calle a nadie no se concebía con la caridad de don Bosco; ni tampoco podía negarse a quien hubiera demostrado buenas disposiciones, el permiso de ligarse, si no con los votos perpetuos, al menos con los trienales, según las Constituciones aprobadas por la Santa Sede. Pero, »cómo poderse entender? Aquel año se celebró con alguna solemnidad el séptimo aniversario de la consagración de la iglesia de María Auxiliadora. Don Bosco invitó a Monseñor para que asistiera y al mismo tiempo administrara la confirmación a los internos del Oratorio, sacramento que no confería desde hacía ya tres años; instóle a ello con más insistencia que nunca, por cuanto había entre los alumnos algunos jovencitos que, ingresados hacía poco tiempo en el seno de la Iglesia Católica, debían dejar el Oratorio para volver a Inglaterra, con peligro de no poderse ya confirmar. La respuesta fue negativa en toda la línea, hasta para la autorización de invitar a otro Obispo a hacer sus veces. Resulta fácil imaginar que la triple negativa no pudo pasar desapercibida dentro del Oratorio ni tampoco fuera. Una vez charlaba don Bosco con don Juan Bautista Lemoyne en Trofarello y le dijo que jamás hubiera creído posible una ruptura entre él y monseñor Gastaldi, ni aunque una persona prudentísima se lo hubiera jurado; tan estrechos lazos de amistad les unían. A más de estos motivos personales, él tenía como propio el honor del Arzobispo. Conocedor como era de su natural impetuoso, intentó en varias ocasiones frenarlo, avisándole y rogándole. 1 Apéndice, documento n.° 9. 97 Fin de Página 97 VOLUMEN XI Página: 98 Un día, cuando aún estaban en buena armonía, don Bosco entró en su despacho, mientras él estaba escribiendo. -íOh, don Bosco!, le dijo; aquí me tiene con un asunto muy serio entre manos. -Todo lo que hace el Arzobispo, siempre es cosa seria, replicó don Bosco. -Pero ahora se trata de un caso excepcional. Estoy a punto de firmar un documento que corresponde a un canónigo. ((107)) -Será para ascenderlo. -»Ascenderlo? íPara suspenderlo a divinis! (Cesación canónica en los oficios divinos) . -Le ruego que antes pondere bien la cosa; si efectivamente es como le han referido. -La cosa es grave y las informaciones que me han dado son exactas. -Y »se podría saber quién es este canónigo? -El canónigo Calosso. -»El de Chieri? -Precisamente el de Chieri. -Excelencia, piense que este Canónigo es famoso por su conducta integérrima. En Chieri todos le conocen y le quieren mucho. Sería un escándalo, con menoscabo para la autoridad eclesiástica. -Y a pesar de eso hay que obrar así, respondió resueltamente el Arzobispo. Y así lo hizo. Se trataba de cuestiones sobre una capilla. El Canónigo era viejo y testarudo. Y le llegó la suspensión. El pobre hombre. que no esperaba semejante golpe, corrió enseguida a don Bosco, de quien había sido director espiritual en el seminario de Chieri, y le rogó que lo admitiera en alguna de sus casas para librarlo de la confusión a que se veía reducido ante aquella grave medida. Don Bosco lo mandó a Alassio. Inde irae (De ahí todas las iras). Es lícito, sin embargo, pensar que no hubieran llegado tan lejos las cosas, si personas de su alrededor no se hubieran encargado de soplar y atizar el fuego, excitando la impetuosidad del Ordinario, presentándole las cosas bajo aspectos falseados o pintándole con fantásticos colores las imprudencias cometidas por individuos del Oratorio o, en general, algunos hechos o dichos de los Salesianos 1. Era humanamente imposible que todo anduviera en el Oratorio como en un reloj; además, ojos acostumbrados a mirar los otros institutos de educación a los que acudía la juventud escogida o como fuere 1 Proceso Apostólico: Sup. Virt., Summarium, pág. 738, & 27. 98 Fin de Página 98 VOLUMEN XI Página: 99 tratados a baqueta, »cuántos reparos no tendrían que poner ((108)) al método seguido en el Oratorio? Para comprender la vida del Oratorio era menester haberla vivido; lo cierto es que los primeros Salesianos, y sin la menor chochez, volvían con el pensamiento al Oratorio de entonces, como al paraíso de sus años mozos. Pero la historia del conflicto sigue; poco a poco se irán amontonando los elementos para formar un ponderado juicio. Mientras tanto, el que haya seguido la narración habrá advertido la humilde calma que don Bosco mostraba al tomar una decisión. Don Miguel Rúa, que vivía más cerca de él que ningún otro, nunca le oyó una palabra que manifestara falta de respeto o de sumisión; más todavía, nunca le oyó hablar de esos asuntos sino con quien fuera absolutamente necesario, ocultándoselos a los demás, con el fin de que no concibieran sentimientos menos caritativos o menos reverentes hacia la Suprema Autoridad de la Archidiócesis. Y aun hablando de ello, solía presentarlo como una prueba a la que el Señor había querido sujetarlo 1. «En ocasiones sabía tomar una actitud amablemente jocosa. Así un día, al oír a un salesiano lanzar fogosas exclamaciones contra el Ordinario y echar en cara a don Bosco que no se mostrare enérgico rechazando inculpaciones, él le interrumpió y, acompañando con gestos las palabras, le dijo: »-»Y qué querrías tú hacer? »Qué? Yo he hecho cuanto he podido. Pero, bueno, ahora haremos así. Iremos los dos al palacio episcopal con un palo bajo el manteo, le rogaremos que se aguante, le mediremos las costillas y, después, tranquilamente nos volveremos a casa. »Había muchos presentes que seguían con interés el diálogo y rieron la ocurrencia. De este modo lograba el Siervo de Dios que se disipara el resentimiento de los ánimos» 2. 1 Proceso Apostólico anteriormente citado, pág. 731, & 10, pág. 736, & 20. Véase además en el Apéndice, documento n.° 10, la noble deposición de la condesa Lorencina Mazè de la Roche, sobrina de monseñor Gastaldi. 2 En la edición, que traducimos, del volumen XI de las Memorias Biográficas, se suprimieron algunos pasajes del original, como por ejemplo, el que «entrecomillado» acabas de leer. Las delicadas relaciones sostenidas entre don Bosco y el Arzobispo de Turín parecían exigir todavía un prudente y delicado silencio en el momento de la primera edición. Pasados ya más de cincuenta años, y después de publicada una edición crítica de la biografía de monseñor Gastaldi, no parece exista ningún inconveniente en que aparezcan graciosos parrafitos como el anterior, que manifiestan el amable ingenio de los Santos en momentos difíciles. (N. del T.) 99 Fin de Página 99 VOLUMEN XI Página: 100 ((109) ) CAPITULO VI VIAJES A ROMA INTERESES espirituales de distinta especie reclamaban a don Bosco en Roma, a mediados de febrero de 1875: sus proyectos sobre las Obras de María Auxiliadora y de los Cooperadores Salesianos, las Misiones de América, ya aceptadas por él, y otras que la Santa Sede le ofrecía; la comunicación de privilegios para la Congregación y la facultad de extender las dimisorias para los ordenandos. De las dos primeras Obras ya hemos hablado bastante; de las dos restantes, se hablará en los capítulos siguientes. De momento, sólo seguiremos a don Bosco en su andadura, su permanencia y su retorno. Dos son las fuentes principales a las que acudiremos en busca de noticias sobre este viaje: una es el diario de su compañero, que más parece escrito para aumentar la sed que para saciarla, por la profusión de datos, nombres y alusiones; la otra, consistente en dos charlas de don Bosco, resumidas en tres actas de conferencias, alivia la sed por un instante, pero no la apaga del todo. Nos aprovecharemos también de otras pequeñas ayudas procedentes de distintas fuentes indirectas. »Por qué un secretario tan minucioso al describir la sala de la audiencia papal y la misma persona del Papa, tan dispuesto a rebañar noticias en torno de don Bosco, prosigue su información con tan desolada pobreza de datos, sobre asuntos de mayor relieve? Creemos que la causa sea la circunspección, con la que solía proceder don Bosco en los asuntos de importancia. No solía hablar de ellos sino por necesidad y, a veces, ((110)) tocando sólo ciertos detalles, que servían para dejar en la sombra su persona. Salió de Turín hacia San Pier d'Arena el 14 de febrero, primer domingo de Cuaresma. Desde el principio de enero, en previsión de los muchos viajes que debería realizar durante el año para cumplir los designios de la Providencia, había obtenido un talonario de billetes para viajar gratuitamente por determinadas líneas de los ferrocarriles del Norte, que eran las que más frecuentaba, y había obtenido, además, permiso para conseguir, vez por vez, un billete gratuito por otras líneas. La Dirección General de Ferrocarriles le había otorgado también la 100 Fin de Página 100 VOLUMEN XI Página: 101 exención del impuesto gubernativo de cuarenta liras trimestrales, con las que estaban gravadas normalmente aquellas concesiones. El año anterior le había importado tal impuesto una cantidad mayor que la que hubiera pagado comprando el billete a su precio 1. Por el camino advirtió que, a causa de sus mil preocupaciones, se había olvidado en Turín de algunas cosas. Por eso, apenas llegó a Génova, escribió a su secretario particular y compañero de viaje, don Joaquín Berto, que debía unirse a él llevando hasta el Hospicio de San Pier d'Arena al joven Mantelli 2. Carísimo Berto: He sufrido algunos olvidos, que tú remediarás. 1.° Tráeme la Guía-Horario del Ferrocarril y los opúsculos franceses que tratan de las escuelas apostólicas. 2.° Pasa el martes a hablar con el teólogo Chiuso y con el teólogo Audagnotto y diles: que don Bosco está en Génova y desde allí, para ahorrarse viajes, partirá para Roma. Que si, por acaso, S. E., el señor Arzobispo tuviese algún encargo que yo pudiere hacer, tú me traerías cualquier carta o paquete. Además, si fuere oportuno, harás alusión a los motivos que me llevan a Roma: la misión en la República Argentina y otra más en Australia, de la que debo tratar con Propaganda Fide. Otra razón ((111)) es la de dos cartas y un telegrama de una persona benemérita gravemente enferma. También será bueno que traigas esas dos cartas y la propuesta de Buenos Aires y de San Nicolás. Vale in Domino et valedic. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-Dí también a don Miguel Rúa que me comunique, vez por vez, el nombre de los favorecidos por la suerte para la comida escolar, etc. Escuelas Apostólicas se llamaban en Francia las recientemente instituidas por el padre De Foresta, para fomentar las vocaciones eclesiásticas entre la clase humilde. La persona enferma y benemérita podía ser la Madre Galeffi, Presidenta de Tor de' Specchi. Es de advertir el ingenioso y respetuoso expediente inventado por don Bosco para impedir que de ningún modo se pudiera considerar como clandestino su viaje a Roma y luego se fantaseara sobre otros motivos ocultos. Nótese también cómo don Bosco, aunque ausente y preocupado por asuntos del máximo interés, no perdía de vista las cosas lejanas y de escasa 1 Apéndice, documento n.° 11. 2 La carta no lleva fecha, mas su contenido no permite emplazarla en otro lugar. 101 Fin de Página 101 VOLUMEN XI Página: 102 importancia. Quería que su representante le enviara, vez por vez, los nombres de los muchachos del Oratorio que, por haberse distinguido durante la semana con su buena conducta y aplicación, obtuvieran el ansiado premio de sentarse el domingo a la mesa del Padre. Don Joaquín Berto, el secretario, unióse a don Bosco dos días más tarde en San Pier d'Arena, desde donde partieron juntos camino de Roma, hacia la media noche del 17. Llegaron a las tres de la tarde del 18. Allí les esperaba en la estación, con el coche, un empleado de Tor de'Specchi, que condujo a los viajeros a la vía Sistina, número ciento cuatro, donde vivía el agente de expediciones apostólicas, Alejandro Sigismondi, en cuya casa, como en año anterior, tomaron alojamiento. Allí había comodidad para celebrar la misa. Sigismondi conservó con veneración los ornamentos y el cáliz empleados por don Bosco, hasta que, muerto el piadoso señor, su familia los entregó a los Salesianos de Roma. ((112)) La lluvia no permitió a don Bosco salir aquella tarde; así que, como llevaba tantas cosas que despachar, preparó cómodamente su plan. Nos ahorraremos repetir cosas que ya conocen nuestros lectores por los volúmenes anteriores; sólo queremos referirnos a algunas personas y familias de Roma que, desde hacía tiempo, mantenían relaciones cordiales con don Bosco, el cómo y el por qué. La mañana del 19 envió a su secretario a presentar sus saludos a monseñor Vitelleschi, con quien tenía muchos asuntos que tratar. Este le dijo que también su cuñada, dama de eximia piedad, tenía deseos de ver al Siervo de Dios. Y entretuvo un rato a don Joaquín preguntándole por la Congregación y dándole la noticia de que aquel mismo día había enviado una carta el Ordinario de Turín en la que, dejando de lado la cuestión de los seminaristas, se lamentaba de que don Bosco recibía en su casa a sus sacerdotes sin pedirle licencia. Don Joaquín Berto pudo asegurar al Prelado que no había ningún sacerdote ni clérigo del Arzobispo que se encontrara en las casas de don Bosco. Concertaron una visita de don Bosco a casa Vitelleschi para las tres o las cuatro de la tarde. Don Bosco fue puntual. La noble familia le colmó de atenciones y le invitó para comer el domingo 21. No se pudo en aquellos momentos hablar de asuntos serios, porque Monseñor se disponía a salir para ir al Vaticano; pero lo citó para el día siguiente. De allí se dirigió don Bosco al Foro Trajano para consolar al abogado Bertorelli, inmensamente afligido con la pérdida de su hijo único. Y, cumplida esta obra de caridad, anota cuidadosamente el secretario que pasaron por una barbería, antes de ir a visitar al cardenal 102 Fin de Página 102 VOLUMEN XI Página: 103 Berardi, con quien sostuvo don Bosco una conversación de casi dos horas. El Cardenal fue tan exquisitamente cortés que le acompañó hasta la escalera. Por el camino dijo don Bosco a don Joaquín Berto: -Me ha contado el cardenal Berardi que un día le dirigió el Padre Santo estas mismas palabras: -«»Sabéis, Eminencia, quién es el que nos ha regalado al Arzobispo ((113)) de Turín? »-No, Santidad. »-Es don Bosco, »sabéis?; y íahora lo está pagando bien!». No fue ésta la única vez que don Bosco, como para su propia confusión, recordó el encumbramiento de monseñor Gastaldi desde la sede episcopal de Saluzzo a la metropolitana de Turín. Efectivamente, fue él quien impulsó vivamente esta promoción, esperando tener un válido auxilio para sus obras, dada la antigua amistad que los unía; pero, con toda humildad confesaba que no había agradado a Dios aquella confianza en el hombre. Por el mismo Cardenal llegó a saber otra cosa. El Ordinario de Turín había escrito otras dos cartas a cuenta de los Salesianos, una a él y otra de dieciséis grandes páginas al Papa. Apenas leyó el Padre Santo la suya, se la pasó al cardenal Berardi, ordenándole que se la diera a conocer a don Bosco. En las conferencias de abril, a que antes aludimos, dio don Bosco a leer ambas cartas a los Superiores del Capítulo; y el secretario dejó esta impresión en el acta: «Se advertía en este escrito el ánimo excitado de su autor y, lo que más nos duele, es que, además, se presentaban falsedades contra nosotros». Dedicaron los días 20 y 21 a visitas. Por la tarde del 21 don Bosco cumplió la invitación de los Vitelleschi. Su primer pensamiento, al llegar a Roma, había sido pedir una audiencia privada al Padre Santo. Hizo llegar la petición a monseñor Ricci, Maestro de Cámara, y la mañana del 19 recibió rápida respuesta concediéndosela para el día 22 a las once. Don Bosco se presentó, como de costumbre, con la papeleta donde anotaba lo que había de decir, expresado con fórmulas nemotécnicas. Doce anotaciones llevaba; las más inteligibles, hoy, eran la primera: «Saludo de todos los salesianos y sus alumnos»; y la última: «Bendiciones e indulgencias», para los salesianos, sus alumnos y sus respectivas familias». Al presentar al Papa los sentimientos de todos los suyos, quería conseguir para todos la manera de poder aumentar en ellos el amor filial al Vicario de Jesucristo. La audiencia duró una hora y cuarto. Mientras bajaban la escalinata, dijo don Bosco a don Joaquín Berto: -El Papa nos ha concedido ((114)) dos cosas importantes: una, todos 103 Fin de Página 103 VOLUMEN XI Página: 104 los privilegios de una Congregación, a elegir; y la otra, las dimisorias ad quemcumque Episcopum. La primera se refiere a la comunicación de los privilegios y la segunda a la concesión de las cartas dimisorias por el Rector Mayor a los ordenandos salesianos para cualquier Obispo. La gran alegría de don Bosco no podía por el momento proceder más que de la buena acogida del Papa al número once de su papeleta: «Asunto de dimisorias y facultades». El sabía muy bien toda la serie de trámites por los que había que pasar para llegar a los Decretos; pero seguramente no imaginaba qué distante estaba todavía el día en que llegaría la concesión. En la misma audiencia preguntó al Papa si debía, como las demás Congregaciones religiosas, solicitar un Cardenal protector. El Papa le contestó textualmente: -Mientras viva, yo seré siempre vuestro protector y el de vuestra Congregación. De vuelta del Vaticano a su residencia en la vía Sistina, recibió una visita muy agradable. El día anterior un subteniente del ejército, que prestaba su servicio en Roma, en el Cuerpo de la Guardia del Rey, se encontró con él en una calle de la capital, se le acercó y le besó la mano con viva demostración de alegría y respeto. Y don Bosco le dijo: -Mi querido Bienvenido, »todavía eres amigo de don Bosco? -íFigúrese! Nunca he olvidado, ni olvidaré jamás a mi bienhechor. -Pero tú sabes que los amigos no pueden vivir lejos el uno del otro, sino que siempre están juntos... íY tú estás tan lejos de mí! íVen, pues, a verme! El apuesto oficial se llamaba Bienvenido Graziano, era de Biella y había estudiado en el Oratorio. Muy impresionado por las palabras de don Bosco no pudo dormir en toda la noche; e iba ahora a decirle que, si lo aceptaba, estaba dispuesto a vivir con él y después ir a donde lo mandase. Don Bosco le escuchó con benevolencia y le dijo que, cuando quisiera y pudiera, fuese al Oratorio y que allí ((115)) se pondrían de acuerdo. Pero que se presentara con su flamante uniforme porque a todos les gustaría ver a un valiente soldado del Señor entre sus filas. Graziano mantuvo su palabra leal. Nos encontraremos de nuevo con él en el próximo volumen 1. 1 J. VESPIGNANI.-Un año en la escuela de don Bosco, pág. 105, San Benigno Canavese 1930. 104 Fin de Página 104 VOLUMEN XI Página: 105 Pero no fueron solamente los asuntos que llevaba pendientes los que ocuparon sus días en Roma: se le añadieron imprevistos negocios. El Papa le confió una misión secreta para el Ministro de Justicia, señor Vigliani. Y fue al Ministerio de Gracia y Justicia el 28 por la mañana, pero no pudo ser recibido enseguida; tuvo que volver al día siguiente, No hemos podido ni siquiera calcular de qué trataron. Fue luego a la Secretaría de Estado y envió después al Ministro unas cartas por medio de don Joaquín Berto. Por la noche del 28 sólo dijo estas palabras: -Mañana, a la una, tengo una cita con el ministro Vigliani; debo darle un recado que me encargó el Papa. Es probable que, como ya lo había hecho otra vez, tratara también entonces de la provisión de diócesis en Italia; en efecto, inmediatamente después de su partida, hubo nombramiento de obispos seguido de otros más, en el transcurso de aquel año y del año siguiente 1. Y ya sólo nos queda por hablar de la segunda audiencia. La tuvo el 12 de marzo, a las once y media. Se presentó al Papa con su consabido papelito de notas entre los dedos. En él leemos entre otras cosas: «Siga haciéndonos de padre, como hasta ahora, en las comunicaciones y concesión de dimisorias» y entre paréntesis un «sí», que da a entender de nuevo las favorables disposiciones del Pontífice con el doble asunto que entonces dominaba por completo el pensamiento de don Bosco. Duraba la audiencia ya casi tres cuartos de hora, cuando, en el momento de despedirse, don Bosco experimentó un instante de íntima satisfacción. ((116)) -Padre Santo, le dijo; al partir ahora de Roma y volver entre mis hijos, quisiera me dijera una palabra para comunicársela a ellos, que sirva para todos y que sea la que más necesiten. Tengo todavía una palabra que decir a Vuestra Santidad de su parte; pero antes deseo oír lo que Su Santidad tenga la bondad de comunicarnos. Y el Padre Santo respondió amablemente: -Sí, tengo una palabra, un recuerdo que puede hacer bien a todos y quisiera que Vos inculcarais en el corazón de los vuestros, salesianos y alumnos: -«Recomendadles que prometan fidelidad y amor a Cristo y a su Vicario en esta tierra». Entonces don Bosco presentó al Padre Santo el papelito de sus notas, la última de las cuales era esta: «Prometemos fidelidad y obediencia a Su Santidad, como Vicario de Jesucristo». 1 Crónica de las Cosas Romanas en la Civiltà Cattolica. 105 Fin de Página 105 VOLUMEN XI Página: 106 Y, gratamente sorprendido por tan gran coincidencia de sentimientos y palabras, el Papa exclamó: -Hemos de reconocer una verdadera inspiración del Señor, en Vos al escribir o en mí al hablar de este modo. Es señal de que estas palabras hay que tenerlas en mucho aprecio. -Ciertamente, Santidad, ha sido el Señor quien os inspiró al darnos un recuerdo tan saludable; porque yo escribí en el papel estas dos palabras muy aprisa, casi sin pensar en su importancia. Estad seguro, Padre Santo, que en cuanto llegue a Turín no sólo comunicaré esto a mis hijos, sino que procuraré que estos sentimientos sean inculcados, ampliados y explicados con pláticas y advertencias oportunas. Y como lo prometió, así lo hizo. Recomendó a todos los Directores, en las conferencias de abril, que, al volver a sus colegios, narraran el hecho y después, en toda ocasión, volvieran sobre él y lo convirtiesen en tema de sus pláticas: por ejemplo, una sobre la felicidad del que vive unido a Jesucristo, felicidad durante la vida y felicidad en el momento de la muerte. Después, desdicha del que no está unido a Cristo, esto es, que no tiene la fe católica o vive en pecado mortal; ((117)) después, cómo no se puede vivir unido a Cristo sin estarlo al mismo tiempo con su Vicario, explicando bien que el Papa es el Vicario de Jesucristo. Terminada la audiencia, también el Secretario tuvo el honor de ser introducido. Y, aprovechando la amabilidad del angélico Pío IX, le pidió varios favores personales que le fueron concedidos. Don Bosco permaneció en Roma veinticinco días enteros. En medio de las visitas a Prelados de toda categoría, encontró la manera de pasar por varias casas religiosas masculinas y femeninas, como los Redentoristas, las Religiosas de Boca de la Verdad y sobre todo las Nobles Damas de Tor d'Specchi, en donde estuvo ocho veces, por lo menos. Recibió invitaciones para comer en casa de familias y personajes distinguidos, en las que se encontró con ilustres comensales. No podía faltar la invitación de su entrañable amigo monseñor Fratejacci, que, según se entrevé, intervino mucho en su favor. Este verdadero tipo de romano, franco y jovial, que en su correspondencia epistolar dice su sentir contra quien se oponía a su don Bosco, tampoco tenía pelillos en la lengua cuando hablaba. Un domingo, hacia las cuatro de la tarde, volviendo de la iglesia de San Eustaquio, de la que era canónigo, se encontró con don Bosco en la plaza de la Minerva y, tomándolo aparte, le dijo: -Venga aquí. Y se lo llevó a tomar una tacita de café en el cercano bar de la 106 Fin de Página 106 VOLUMEN XI Página: 107 Minerva. Allí desembuchó y contó los manejos de sus adversarios en Roma, para que estuviera al corriente de cuanto se hacía y decía en su contra. Hablaba él sin parar y don Bosco escuchaba sin decir esta boca es mía. Finalmente, el Siervo de Dios rompió el monólogo diciendo: -Mire, Monseñor; don Bosco se encuentra en la misma situación del célebre capitán de aventuras Juan de las Bandas Negras. Debe mirar primero a derecha e izquierda para saber a qué carta quedarse y qué hacer, y después debe decir a los suyos lo que aquel capitán decía a sus propios soldados: «No deis un paso adelante, sino venid tras de mí». Nunca le abandonaba su habitual serenidad. El secretario, que observaba en su ((118)) incesante viacrucis romano tanta constancia y tanta paciencia yendo y viniendo inútilmente a ver a ciertas personas, en busca de un favor para el bien ajeno o de la Iglesia, y subiendo escaleras hasta un cuarto piso, para conseguir una limosnita, no podía contenerse y le decía: -íAy, pobre don Bosco, si vieran y supieran en el Oratorio los esfuerzos y sudores que a usted le cuesta obtener una ayuda o llevar a término algún asunto en favor de sus hijos...! Y él respondía: -Todo para salvar mi pobre alma... Para salvar nuestra pobre alma hay que estar dispuestos a todo... Mira, yo no siento más inclinación que la de dedicarme durante los pocos años que me quedan de vida a organizar los asuntos de nuestra Congregación. Fuera de esto, lo demás no tiene para mí ningún atractivo. La víspera de su partida, 15 de marzo, le parecía a don Bosco que su viaje a Roma no había sido inútil. Los asuntos de mayor importancia, que habían motivado su viaje, quedaban bien orientados, como ya se ha visto respecto de algunos y como se verá, respecto de otros, más adelante; el llevarlos a buen puerto, era sólo cuestión de tiempo y de saber arreglárselas. Pero él no se iba con las manos vacías. A más de los favores individuales para personas beneméritas, llevaba consigo dos Breves y tres Decretos y dejaba dos Decretos más en trámite de redacción. Con el primer Breve se concedía a todos los fieles que visitaran la iglesia de María Auxiliadora, indulgencia plenaria, en un día del año a elegir y cumplidas las condiciones acostumbradas. Esta indulgencia era muy oportuna para los numerosísimos devotos que, desde muy lejos, peregrinaban al santuario. El segundo Breve, además de incluir dos de dichas indulgencias, concedía otros siete favores: 1.° altar privilegiado 107 Fin de Página 107 VOLUMEN XI Página: 108 en todas las iglesias de la Congregación; 2.° indulgencia plenaria en favor de todos los salesianos difuntos, en cualquier altar de nuestras iglesias en el que se aplicare la santa misa por su alma; 3.° indulgencia ((119)) plenaria, tres veces a la semana, para cualquier difunto y en cualquier altar que un salesiano aplicare el Santo Sacrificio; 4.° facultad para bendecir con un crucifijo, concediendo indulgencia plenaria en las misiones o en los ejercicios espirituales; 5.° doscientos días de indulgencias cada vez que un fiel intervenga en la predicación; 6 ° facultad para bendecir medallas, rosarios y crucifijos, otorgada a los confesores y predicadores; 7 ° facultad para erigir el Vía crucis, allí donde no hubiere Casas de Franciscanos. Había conseguido, además, para todos los sacerdotes de la Congregación, permiso para celebrar, en tiempo de ejercicios o de misión, una hora antes de la aurora; autorización para cantar en nuestras iglesias dos misas de Requiem por semana, aunque no fuera el aniversario, con tal de no coincidir con dobles de primera y segunda clase, ni con vigilias o ferias privilegiadas; para los directores, obtuvo la facultad de bendecir ornamentos sagrados destinados a la propia casa Y, muy poco tiempo después, recibiría también para ellos dos licencias: una, la de conmutar a los propios subalternos el rezo del Breviario por otra oración u obra buena, cuando un motivo razonable lo pidiere; y la otra, para enviar a cualquiera de sus sacerdotes a celebrar en casas privadas, con tal de que hubiese un altar con las condiciones requeridas y reconocidas por el Obispo; lo cual equivalía a conceder el privilegio de oratorio privado a los altares en los que los Salesianos celebrasen misa Estas concesiones, consideradas en sí mismas, no parecen hoy de mucha importancia; pero tenían entonces un relativo valor, porque contribuían a afianzar en la Congregación el sentimiento de la propia personalidad moral y un espíritu solidario corporativo. Y, dada su fe viva y su piedad, gozaba llevando a los suyos tan precioso regalo de parte del Papa, con aquellos tres tesoros de indulgencias, a saber, trescientos días cada vez que, debiendo efectuar cualquier obra, de estudio o de predicación, de dar clase diurna o nocturna, literaria o musical, se santiguaran antes y después; trescientos días cada vez que dieran clase o atendieran a la asistencia; ((120)) y de tres años, cada vez que tomaran parte, corde saltem contrito, en las prácticas de piedad acostumbradas de la mañana, aun cuando no recibieran la comunión. Pero, sobre todo, don Bosco partió de Roma con el consuelo de poder asegurar que su Congregación gozaba de grandísimo favor. Así lo declaró en las conferencias de abril: «No sólo nos quiere y nos 108 Fin de Página 108 VOLUMEN XI Página: 109 favorece el Padre Santo, sino que todos en general miran bien a nuestra Congregación. Es bien vista por los buenos y por los malos, por las autoridades eclesiásticas y las civiles; y, con poquísimas excepciones, todos nos favorecen. Decía de intento que hasta los malos nos miran con buenos ojos, porque estamos viendo que los mismos que gritan contra las Ordenes Religiosas y quisieran suprimirlas por completo, nos alaban a nosotros». Antes de que don Bosco emprenda su viaje de vuelta a Turín, consideramos oportuno ofrecer aquí a nuestros lectores el remate de su epistolario romano, que hemos podido encontrar: 1. A don Félix Reviglio Se trata de una cartita dirigida al teólogo don Félix Reviglio, el primer alumno de don Bosco ordenado sacerdote y que, por aquellos días, debía tomar posesión de la parroquia de San Agustín en Turín. Su nombre aparece repetidamente en los cinco primeros volúmenes de Lemoyne. Para don Félix Reviglio. No me es posible estar en Turín para el cuarto domingo de cuaresma. Pero haz tu entrada, yo te acompañaré con mis oraciones. Puedes comunicar a tus nuevos feligreses que el Padre Santo, vivae vocis oraculo et expressis verbis, concede una bendición apostólica especial para ti, para el clero y para todos los fieles que la divina Providencia ha confiado a tus cuidados. Ruega por este pobre, pero en Jesucristo Roma, 28-2-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 2. A la Condesa Callori ((121)) La condesa Callori de Vignale socorrió siempre generosamente a don Bosco. Más aún, fue para él como una madre; tanto que el Siervo de Dios acostumbraba a pedirle consejo en muchas ocasiones y le escribía con una confianza filial. El «señorito Manuel» era el hijo segundo de la Condesa; de vez en cuando había buscado don Bosco, animándolo con afectuosas cartitas, la forma de que estudiara y creciera en la virtud; tenía ya veintidós años. 109 Fin de Página 109 VOLUMEN XI Página: 110 Mi buena Mamá: Acabo de hablar con el Padre Santo y esta vez he tenido comodidad para hablarle un poco de usted y de su familia; y el Padre Santo se complació en recordarla a usted, al señor Conde de casa Medolago, su marido, y me encargó les comunicara a todos su bendición apostólica. Me pareció oportuno pedir una bendición especial para el señorito Manuel y encomendarlo a sus oraciones. Palparemos sus buenos resultados. El Tíber se ha dado esta mañana un paseo fuera de su cauce ordinario y se extiende por varios puntos de la ciudad; veremos hasta dónde llegará. Espero estar en Turín para Semana Santa, y contarle algo de palabra. El Padre Santo goza ahora de muy buena salud y se manifiesta jovial y laborioso, como si todo marchara bien. Es una maravilla sin precedente. Mi salud marcha bastante bien. Dios le conceda santidad y salud en abundancia. Ruegue por mí que siempre seré con gratitud en Jesucristo Roma 2-3-1875. Su humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-Don Joaquín Berto le presenta sus saludos. Guardo un objeto del Padre Santo en mi poder y se lo entregaré en Turín. 3. A la señora Eurosia Monti Quedo viuda a poco y fue cooperadora eximia del Oratorio. El Coronel era precisamente su marido. También ella había perdido recientemente al «último hermano superviviente», ((122)) el teólogo Golzio, que había sido cooperador del teólogo Guala y del beato Cafasso en la Residencia Sacerdotal, y confesor de don Bosco, tras la muerte de éste último. Había sucedido al canónigo Galletti, nombrado Obispo de Alba, en la direccion de la Residencia Sacerdotal. Muy distinguida señora Eurosia: Durante mi estancia en Roma he pensado muchas veces en usted y en la soledad en que se encuentra. A más de pedir todos los días en la santa misa, que la conserve Dios muchos años de vida feliz, me ha parecido bien pedirle al Padre Santo una bendición especial para usted. Escuchó con agrado cuando le hablé de usted y se condolió de la inesperada muerte del señor Coronel, y recordando aún al último hermano superviviente, concluyó: -Decidle de mi parte que nos espera una patria mejor y que allí tendremos el consuelo de encontrar a nuestros seres queridos. Comunicadle mi bendición apostólica, con una indulgencia plenaria, para lucrarla a su voluntad; que ruegue mucho por las necesidades presentes de la Santa Iglesia. He querido escribirle esto porque estoy convencido de que le gustará. He hablado mucho de usted con monseñor Fratejacci, que también ha estado enfermo. Sintió mucho la dolorosa pérdida del llorado Coronel. Fin de Página 110 VOLUMEN XI Página: 111 Antes de la Semana Santa espero estar en Turín y poder saludarla personalmente. Mientras pido a Dios que la colme de sus celestiales bendiciones, me encomiendo a la caridad de sus fervorosas oraciones y me profeso con filial gratitud, De vuestra muy distinguida Señoría Roma, 2 de marzo de 1875. Atto. y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 4. A don Miguel Rúa Don Miguel Rúa no movía un dedo en el gobierno del Oratorio sin haber consultado antes a don Bosco. Este, a su vez, desde la Ciudad eterna no sólo no encontraba poco importante el Oratorio, sino aun lo más nimio del Oratorio mismo. Por ejemplo, la «tapia de detrás de la casa», esto es, la pared que debía sustituir el seto vivo que rodeaba el huerto y que se extendía hasta donde hoy están los últimos edificios que cierran el patio grande de los aprendices, más allá de la capilla Pinardi, la casa de don Bosco por excelencia, que era entonces el actual cuerpo central del Oratorio; ((123)) y además el «motor del agua» que probablemente no llegó a colocarse; la «construcción junto a la plaza», es decir, las eternas gestiones para levantar un edificio que debía haberse construido entre la calle Cottolengo y lo que hoy es sede de la Sociedad Editora Internacional, delante de la vieja casa Moretta; pero que, no sabemos por qué, nunca se construyó 1; una «tasación de la casa Catellino», sobre el terreno colindante con la misma casa Moretta, que fue patio del primer Oratorio de las Hijas de María Auxiliadora. Por fin, se interesaba paternalmente y nominatim por sus coadjutores y sacerdotes. Muy querido Rúa: La nieve caída probablemente habrá llevado mucho frío a Turín; pero eso diferimos nuestra partida de Roma hasta el lunes; a más de que todavía tenemos algunos asuntos pendientes. Si hay cartas o asuntos que se deban despachar con urgencia, mándalas aquí a la dirección de siempre. Respecto a la tapia alrededor de la casa, convendrá que hablemos; pero conviene recomendar al caballero Spezia que, con su acostumbrada caridad, dé curso a los trabajos del motor del agua y de la construcción junto a la plaza. »Y la tasación de la casa Catellino? »Nos enviaron el dinero ad hoc? Saluda a todos en el Señor, especialmente a Audisio y Cottini. Da las gracias al primero por la carta que me escribió. 1 Véase, GIRAUDI, L'Oratorio di don bosco, pág. 266. 111 Fin de Página 111 VOLUMEN XI Página: 112 Quiéreme en el Señor. Continuad rogando por mí, que siempre seré Roma, 8-3-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. P. D. -»Cómo está don César Chiala? »Don José Bologna ha crecido ya algo? Dile a don Luis Guanella que le llevaré alguna cosa. 5. A don Francisco Dalmazzo En la primera mitad de octubre del año anterior, don Francisco Dalmazzo, director del Colegio de Valsálice había llevado a Roma por orden de don Bosco un grupo de alumnos internados en aquel Colegio. Monseñor Vitelleschi había escrito al Beato, durante su estancia en la Ciudad eterna: «Vi y tuve el gusto de conocer ((124)) al Director de Valsálice y a alguno de los muchachos que le acompañaban. Fue una idea muy feliz la de concederles como premio un viaje a Roma y traerlos a los pies del Sumo Pontífice». El Beato, como se ve en la primera parte de esta carta, continuaba aprovechando su idea feliz para bien de los muchachos. Muy querido Dalmazzo: El tiempo no se detiene y por eso, mientras se escapa, te regalo un instante. He entregado al Padre Santo en sus propias manos la carta con la limosna que contenía. La leyó de cabo a rabo con gran satisfacción, recordó la visita que le hicisteis el pasado otoño, y habló de ella minuciosamente. Dijo entre otras cosas: -Se portaron muy correctamente aquellos muchachos, tanto en el Vaticano, como por la ciudad de Roma. Algunos me hablaron de ellos y todos estaban de acuerdo en que aquellos muchachos tenían una educación castiza, pero cristiana. Leyó los nombres de los que habían firmado. Cuando llegó a De Vecchi, dijo bromeando: -Este es de los míos. Puso luego a un lado la carta, y agregó: -Ya les daré una contestación a propósito; pero empezad por agradecérsela de mi parte; comunicadles que les doy mi bendición apostólica, con una indulgencia plenaria especial para lucrarla el día que ellos elijan para hacer su comunión. Le supliqué entonces que extendiera la indulgencia a los padres de los muchachos y respondió: -Sí, a sus familiares y a sus padres hasta la tercera generación inclusive. Esta es la parte que le toca a Valsálice 1. Por mi parte, agradezco mucho tus felicitaciones y las de nuestros queridos alumnos 1 Es decir, que os toca a vosotros el cumplimiento de esto. En lo de arriba: «Este es de los míos», aludiendo a De Vecchi, hacía referencia en broma a su avanzada edad. Fin de Página 112 VOLUMEN XI Página: 113 de Valsálice; os agradezco a todos las oraciones que aseguráis hacer por mí. Yo os garantizo que ruego por vosotros todos los días en la santa misa, pidiendo para cada uno las tres consabidas eses, que nuestros inteligentes alumnos saben enseguida interpretar: Salud, Sabiduría y Santidad. Saldré pronto de Roma, pero tengo que hacer muchos encargos por el camino;así que no estaré con vosotros hasta Semana Santa. Procuraré hacer lo que me escribes del caballero Bacchialoni. Respecto al teólogo Roda 1, como no puede presentar el título legal para las matemáticas, apenas se pueda prescindir de él, acéptese su propuesta o, mejor, amenaza y déjesele libre. ((125)) De lo referente a nuestra Congregación hablaremos en Turín. Todo procede a la mayor satisfacción. Mi querido Dalmazzo: messis multa, messis multa! Di a tus alumnos que todos sean valientes y se hagan santos misioneros, tales, que uno valga por ciento, y entonces será cuando empezaremos a satisfacer algunas de las innumerables necesidades que nos rodean. La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre contigo, con tu madre y con todos los nuestros de Valsálice y, de un modo particular, conmigo, que me encomiendo a las oraciones de todos. Me profeso en Jesucristo, Roma, 8-3-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 6. A don Miguel Rúa Daba don Bosco tanta importancia a las calificaciones semanales de conducta que, aun ausente de Turín, quería estar informado de ellas; y su interés hacía que los alumnos las tomaran muy en serio. Las calificaciones Optime, fere óptime, bene, medie equivalían a diez, nueve, ocho y siete 2. Muy querido don Rúa: El lunes por la mañana, Dios mediante, saldremos de Roma. Nos detendremos un día en Orvieto y de allí iremos a Florencia, adonde puedes enviar tus cartas hasta nuevo aviso. Espero poder celebrar con vosotros la santa Pascua y la ceremonia del mandato, el jueves. Di a los estudiantes y a los demás, a quienes corresponda, que me gustó mucho el regalo que me hicieron con un óptime general de conducta. Hoy a las once tengo audiencia con el Padre Santo y, entre otras cosas, quiero darle esta noticia y pedirle una bendición especial que, empezando por el Jefe, el valiente clérigo Cinzano, llegue hasta el último. Mi satisfacción se doblará si se renueva este regalo la próxima semana. 1 Los profesores universitarios Bacchialoni y el teólogo Roda daban clase en el liceo de Valsálice, de griego y de matemáticas, respectivamente. 2 LEMOYNE, Memorias Biográficas, vol. VI, pág. 301. Fin de Página 113 VOLUMEN XI Página: 114 Saluda a don César Chiala y dile que he recibido su carta y seguiré sus consejos. Siento no tener tiempo para escribir una carta a don Julio Barberis y a sus carísimos alumnos, a los que yo también quiero; si no puedo antes, procuraré hacerlo (sic) al menos desde Turín. Le dirás a Mazzetti que he recibido su carta y la de sus alumnos. Agradéceselo y comunícales también la bendición y la indulgencia plenaria que les concede el Padre Santo. ((126)) El domingo es santa Matilde y sería muy oportuno un telegrama en este sentido: «Matilde Sigismondi.-Sistina, 104, Roma. Feliz onomástico. Pedimos al Señor conceda salud duradera, vida feliz. RUA». Haced lo mismo para el cardenal Berardi, el día de san José; bien entendido que mutatis mutandis. Continuad rezando por mí. Que el Señor nos bendiga a todos y créeme en Jesucristo. Roma, 12-3-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 7. A don Juan Bautista Francesia Don Juan Bautista Francesia dirigía entonces el Colegio de Varazze. Su recuerdo vive, entre otra cosas, en aquellos «Dos meses con don Bosco en Roma» 1, donde cuenta todo un mundo de cosas interesantes sobre el viaje de don Bosco a la Ciudad Eterna, en 1867, en compañía del autor. La persona a la que tanto agradecimiento manifiesta don Bosco en su carta, era la señora Susana Saettone, una de las más insignes bienhechoras. Muy querido Francesia: Antes de salir de Roma quiero contarte lo que he hecho por ti y por tus queridos hijos y míos. Lo hecho por ti en particular te lo comunicaré de palabra y también con certificados auténticamente sellados. Para nuestros alumnos, la complacencia del Padre Santo al oír hablar de ellos; fue una bendición apostólica particular, con indulgencia plenaria para lucrarla el día a elegir, cuando hagan su santa comunión. Esta indulgencia y bendición apostólica la extiende el Padre Santo a todos los alumnos y personas (y por tanto a V. Reverencia) del Colegio, a los alumnos externos, al señor Cura y su familia y a todas las respectivas familias de cada uno. Tales fueron las palabras textuales del Papa. Procura, pues, notificar esto a tus alumnos para que se lo comuniquen a sus respectivos padres. Monseñor Fratejacci te saluda, e igualmente otros que no recuerdo. Si puedes ver a la señora Susana, dile que he hablado mucho de ella al Padre Santo y le manda una 1 Turín, Tip. Salesiana, 1905. Fin de Página 114 VOLUMEN XI Página: 115 bendición especial. Las cosas particulares se ((127)) las comunicaré personalmente en Varazze o en Albissola. Salúdala de mi parte y dile que rezo por ella y que me encomiendo a sus oraciones. Me gustaría que el día de san José escribieras un telegrama poco más o menos así: «Eminentísimo Cardenal José Berardi. -Roma. »Superiores, alumnos Colegio Varazze piden Señor le conceda salud y vida feliz». Tu vero in omnibus, Francesia, labora, opus fac Evangelistae, Sanctifica et Salvifica te et tuos et dic ut omnes ad Deum preces fundant pro me. Amen. Roma, 12-3-1875. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-Para don Tomatis: que parece que los Carlistas van adelantando. P. D.-EI lunes, Dios mediante, saldremos con la esperanza de celebrar la Pascua en el Oratorio. La primera posdata requiere un comentario. Desde 1872 a 1876 anduvo España envuelta en la guerra civil entre carlistas y alfonsinos. Don Carlos se presentaba como paladín del catolicismo íntegro y contra don Alfonso, de ideas liberales; de ahí nació que en todas partes tenía entusiastas simpatizantes, que seguían apasionadamente sus visisitudes. También en el Oratorio había algunos defensores entusiastas de su causa, lo que originaba discusiones apasionadas, y las noticias de sus derrotas causaban verdadera consternación. Don Pedro Guidazio, alma generosa, cuando llegó la noticia de la derrota, lleno todavía de esperanzas, pasó la noche entera en la iglesia. Se sabía que tiempo atrás, estando don Carlos en Roma, había ido varias veces a ver a don Bosco, y que, de paso por Turín, para comenzar la guerra, había ido al Oratorio para hablar con él. Precisamente en los días en que don Bosco se encontraba en Roma debía partir para Madrid el Nuncio de Su Santidad monseñor Simeoni, cuando todavía duraba la contienda en el norte de España. Los partidarios de don Carlos veían en el envío del Nuncio un golpe mortal para los carlistas. Don Bosco, que habló en varias ocasiones con monseñor Simeoni sobre estos asuntos, le preguntó ((128)) qué pensaba hacer en Madrid y el Prelado le respondió que llevaría consigo dos credenciales del Padre Santo; una dirigida a don Alfonso y otra en blanco, para poder poner en ella otros nombres y otras cosas, si no se encontrase don Alfonso en el Trono y prevaleciesen los carlistas o los republicanos. El 2 de junio de 1875, don Bosco dijo a don Francisco Dalmazzo y a algunos más que hablaban con él después de la cena: 115 Fin de Página 115 VOLUMEN XI Página: 116 -Yo hablaba siempre abiertamente en favor de don Carlos; pero ví que en Roma se hablaba de modo distinto a como yo pensaba y tuve que proceder con mayor discreción. 8. A don Juan Bonetti Don Juan Bonetti era Director del Colegio de Borgo San Martino. El joven salesiano Para fungía de portero y, al mismo tiempo, estudiaba latín para prepararse al sacerdocio. Muy querido Bonetti: Antes de salir de Roma, creo darte un gusto si te escribo al menos una vez. He recibido tus cartas, especialmente aquélla en la que me anunciabas la grave pérdida de nuestro querido hermano Para. Era un joven bueno: yo contaba con él para la salvación de las almas, pero Dios lo dispuso de otro modo. Ya no nos queda más que pedir por él y obligar a tus alumnos y queridísimos hijos míos, a que lleguen a ser otros tantos Para en la humildad, en la piedad y especialmente en la virtud de la obediencia. Dirás, además, a los tuyos que el viernes pasado tuve ocasión de hablar al Padre Santo sobre nuestro Colegio de San Martino. Quiso él hacerme muchas preguntas, y entre ellas la de si alguno de esos muchachos se podía comparar con Domingo Savio. Le respondí que hay algunos que parece pueden compararse con Domingo Savio, pero que muchos de ellos están en camino de alcanzarlo y aventajarlo. Rióse y añadió: -Que Dios bendiga a los Directores, a los demás Superiores y a todos los alumnos; y notifíqueles una indulgencia especial para lucrarla el día en que se acerquen a los santos sacramentos. Al despedirse me dijo: -Vaya con Dios, querido Bosco, pero no sea nunca un «bosque» a quemar. -Procuraré que no suceda. ((129)) Saluda a todos de mi parte y diles que Dios mediante iré a verles después de Pascua. Tengo, además, alguna cosilla especial para ti que ya te la comunicaré después en Turín. Mañana salgo con dirección a Turín, pero en varias etapas. Rogad de un modo especial por mí y consideradme siempre en Jesucristo, Roma, 15-3-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 9. A don Juan Bautista Lemoyne Quiso también don Bosco dar al Director del Colegio de Lanzo y a sus salesianos y alumnos una muestra de cariño, en la víspera de su partida de Roma: Fin de Página 116 VOLUMEN XI Página: 117 Muy querido Lemoyne: Puedo escribir poco, pero al menos unas líneas antes de partir de Roma. Dirás, pues, a los sacerdotes, maestros y clérigos que hay favores especiales y que los comunicaré personalmente. Además, para todos, comprendidos los alumnos y todos los demás que habitan en Lanzo, una bendición especial del Padre Santo, con indulgencia plenaria para cada uno y para comunicarla a las propias familias, que se lucrará el día en que se acerquen a los sacramentos de la confesión y comunión. Lo demás lo comunicaré personalmente después de Pascua. Mañana salgo para Turín, mas por etapas cortas. Un cordialísimo saludo para todos mis queridos Salesianos y alumnos del Colegio. Orad por mí que soy en Jesucristo vuestro Roma, 15-3-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 10. Al abogado Nicolás Galvagno La carta está dirigida a Marene, distrito de Saluzzo, pueblo del destinatario. El abogado Galvagno, que murió ((130)) el 13 de noviembre de 1889, mantuvo durante muchos años afectuosas relaciones con don Bosco. Pasaba a visitarle cada vez que iba a Turín y le socorría generosamente. Muy querido señor Abogado: En una audiencia particular con Su Santidad tuve tiempo para murmurar un poquito de V. S. a quien frecuentemente acudo cuando mis finanzas están a punto de quebrar. El Padre Santo escuchó todo con agrado y después me dijo: -»Y qué le podríamos regalar a este buen señor? Yo le respondí: -Creo que sería de su agrado y de su familia, si le mandara una bendición especial para él, para su esposa y para toda su familia, especialmente para sus hijitos a fin de que todos crezcan con salud y en el santo temor de Dios. -Sí señor, se lo concedo de todo corazón. -»Le pido todavía un favor extraordinario? -»Cuál? -Que la familia Galvagno y sus parientes, hasta la tercera generación inclusive, puedan lucrar indulgencia plenaria, siempre que, con las debidas disposiciones, se acerquen a los sacramentos de la confesión y comunión rogando por Vuestra Santidad. -Rem difficilem postulasti. Mas ya que está dentro de mis facultades, concedo el favor con la condición de que se sirvan de él frecuentemente. Comunicadle lo uno y lo otro de mi parte. Se lo agradecí y ahora cumplo el gustoso encargo, rogándole comunique esta gracia espiritual a aquellos parientes que considere la van a recibir con la debida estima. Fin de Página 117 VOLUMEN XI Página: 118 Con la esperanza de poder saludarle en Turín, donde estaré para Pascua, me encomiendo a la caridad de sus oraciones y me profeso con agradecimiento, de V.S. Roma, 15-3-1875 Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Don Bosco salió de Roma el 16 de marzo por la mañana y pernoctó en Orvieto, como huésped de monseñor Briganti. Durante el trayecto, hubo un momento en el que pareció fuera de sí por la alegría; daba a entender que tenía algo muy agradable que comunicar. Don Joaquín Berto le rogó que le explicara la razón de tanta alegría. Y él respondió: ((131)) -Es que esta noche he soñado que me encontraba en medio de un amplio campo, que amarilleaba con la mies madura. Había un trigo magnífico; las espigas tenían un tamaño enorme. Dentro del campo vi muchas ovejitas que pacían... -»Y no me quiere decir más? -Ahora, al mirar estos campos, me parece ver aquellas espigas maduras. Desde el 17 por la tarde hasta el 20 por la mañana estuvo en Florencia. Queda un recuerdo de este su paso: fue a visitar a la familia Parlatore y encontró al padre gravemente enfermo. Supo el Beato infundir con sus palabras la paz y la esperanza en los ánimos, y prometió, al despedirse, que rezaría por el enfermo. El 10 de diciembre le escribió la señora pidiendo perdón por la tardanza, y contándole cómo sus oraciones habían obtenido la perfecta curación del esposo, que se encontraba mejor de como estaba antes de caer enfermo. De Florencia partió hacia Bolonia, donde fue recibido amigablemente en casa de los Lanzarini. El señor Lanzarini, salchichero de profesión, había sido llevado por don Luis Guanella al Oratorio, donde se sintió enfermo. Don Bosco le dijo: -Le mandaré a mi médico. Y efectivamente acudió el médico de la comunidad. El señor Lanzarini, que recordaba con agrado este gesto del Beato, después ayudó mucho al Oratorio. Don Luis Guanella que lo narra, añade: «El santo varón, sabía ganarse a las personas y valerse de las circunstancias según sus deseos». También visitó allí a la marquesa Zambeccari. El 21 fue a Módena, y se alojó en casa del conde Tarabini. El 22 pasó a Milán, a casa de 118 Fin de Página 118 VOLUMEN XI Página: 119 su gran amigo y admirador el abogado Comaschi 1. Hubo todo un vaivén de visitas. También él visitó a algunas personas, como, por ejemplo, a la familia del duque de Scotti, que le envió su propio coche para recogerlo. ((132)) El 24, miércoles santo, llegó al Oratorio en medio del júbilo universal. Lo que más trabajo le había dado en Roma había sido la cuestión de los privilegios, de los que volveremos a hablar más ampliamente. Para atender con mayor eficacia a los trámites hubiera debido prolongar su estancia en Roma. Ya hubo quien se lo propuso; pero él se disculpó con una razón que no admitía réplica: le reclamaba «el pan» de sus muchachos. Entonces le dijeron que, si no podía ser de otra manera, dejara al menos a alguno que lo representara y llevara adelante el asunto. Por de pronto se ofrecieron para ocuparse de ello el cardenal Berardi y monseñor Fratejacci; y él dio la seguridad de que, a una llamada, volaría a Roma, si no para ultimar el asunto, al menos para presentar aclaraciones. La necesidad quedó remediada con el viaje de don Juan Bautista Lemoyne y de don Juan Bonetti en la primera quincena de mayo. Don Bosco quería que, de tanto en tanto, fueran algunos de los suyos a Roma; y ello por varios motivos: como premio insigne al sacrificio de los más merecedores; para ensanchar las ideas y afianzar más en la fe y la piedad a los de mayor influencia; para infundir y difundir en la Congregación el espíritu de romanidad, producto de la adhesión al Papa y a la Iglesia. Además, la presencia en Roma de sujetos sobresalientes surtía el efecto de desmentir las malas voces de quienes pretendían presentar el Oratorio como el paraíso de los tontos, por lo que era ésta una circunstancia ventajosa que don Bosco no dejaba de tener en cuenta. Lo cierto es, en nuestro caso, que don Juan Bautista Lemoyne y don Juan Bonetti eran hombres que, por sus dotes personales, por su ingenio y don de gentes no dejaban en mal lugar a quien los mandaba, ni a la Sociedad a la que pertenecían. El objeto principal de su viaje fue presentar el homenaje de don Bosco y de la Sociedad Salesiana a Pío IX con ocasión de su 83.° cumpleaños, el día 13 de mayo. La ((133)) guerra sin cuartel declarada al Papa en Italia 2 y en otras partes conmovió profundamente a los católicos italianos y motivó que corriera entre ellos la voz de tributar 1 LEMOYNE, Memorias Biográficas, vol. VIII, pág. 264. 2 Para que los lectores más jóvenes se hagan una idea de la fobia antipapal que entonces dominaba a los dirigentes de la opinión pública, reproduciremos aquí la carta escrita por José Garibaldi a Carlos Blind, escritor y agitador político alemán, en abril de 1875. 119 Fin de Página 119 VOLUMEN XI Página: 120 un homenaje filial al Vicario de Jesucristo en aquella fecha memoranda. El entusiasmo de los buenos llegó al colmo. También don Bosco quiso estar presente en Roma a través de dos hijos suyos muy distinguidos. Nos informa de ello la siguiente carta: Muy querido don Bonetti: »Te sientes con ánimos para ir a Roma con don Juan Bautista Lemoyne y representar a nuestra Congregación el 13 de este mes? Dímelo cuanto antes; y si no tienes inconveniente, yo prepararé vuestra salida, el viaje y la estancia. Que Dios nos bendiga a todos; créeme en Jesucristo Turín, 1-5-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. Los dos representantes eran portadores de sus muchas cartas autógrafas sobre diversos asuntos o de pura cortesía para cardenales y monseñores y para el Papa. También había hecho encuadernar lujosamente un buen número de obras escritas por ambos, para que las presentaran al Padre Santo, a los cardenales y a algunos amigos. Dioles ademas un abundante viatico. ((134)) Los dos peregrinos debían asomarse a un mundo enteramente nuevo para ellos y muy distinto del que hasta entonces habían vivido. La Roma papal, quiérase o no, sugestiona las primeras veces, aun a personajes del clero que ya han navegado bastante de una a otra parte; tanto mas por consiguiente a unos buenos sacerdotes, que habían vivido siempre en ambientes modestos, como don Juan Bonetti, o que, nacidos de familia aristocrática habían vivido apartados del gran mundo, como don Juan Bautista Lemoyne. Por esto don Bosco les entregó unas normas detalladísimas, escritas de su puño y letra, para que supieran comportarse con prudencia en las visitas y en las relaciones con diversas clases de personas, empezando por el Papa y bajando «Mi querido amigo: »No creo haya en el mundo una nación menos católica que Italia. El gobierno y la clase alta hacen alarde de una devoción al catolicismo que no existe. La masa popular no cree para nada en el catolicismo y no ve en las iglesias papales más que viejas beatas. Por ahora sería muy difícil obtener del gobierno y de la mayoría de la cámara un decreto que nos liberara del Papado. Sin embargo, ten la completa seguridad de que la mayoría de la nación italiana simpatiza con Alemania en su guerra enérgica a ultranza contra el jesuitismo en todas sus formas». Véase: Unità Cattolica, 13 abril de 1875. 120 Fin de Página 120 VOLUMEN XI Página: 121 por categorías hasta llegar a los señores Sigismondi, en cuya casa deberían hospedarse. Pasado ya más de medio siglo, no parece indiscreción presentar para la historia este puñado de documentos originalísimos, que dan a entender el gran conocimiento que don Bosco tenía de los hombres, el acierto y la táctica para manejarlos y el espíritu de fe que le guiaba aun en los deberes de simple cortesía. Nuestro cometido al reproducirlos, se reduce naturalmente a esclarecer los puntos que lo necesitan. Lo haremos acompañando el texto con algunas anotaciones al pie de pagina El Papa 1.° Ofrenda de libros. 2.° Humildes respetos, inmutable adhesión de los Salesianos, de sus cooperadores, bienhechores, eclesiásticos y seglares, y de sus casi siete mil seiscientos alumnos 1. 3.° Agradecerle los beneficios otorgados a nuestra Congregación, suplicándole que siga haciéndonos de padre. Todos nosotros dispuestos a trabajar por él, a rezar por él, a morir por la religión de la que él es Cabeza y Jefe supremo. 4.° Bendición para todos, especialmente para nuestros Colegios, con una indulgencia plenaria para los alumnos y sus padres en el día en que ellos cumplan sus devociones. ((135)) Cardenal Antonelli 1.° Saludos para don Agustín, su secretario. 2.° Ofrecimiento de libros. 3.° Agradecimiento, gratitud y saludo; ruego para que continúe su protección especialmente en lo que se refiere a N. N.2 4.° Asegurarle que pediríamos por él en privado y en común. Cardenal Berardi Su casa en Via del Ges ¨ Es un gran amigo de la casa. Hablarle mucho de lo que hacemos, de los jóvenes, de don Bosco, de las oraciones especiales que hacemos por él 3. 1.° Ofrecerle libros. 2.° Preguntarle por su madre y por su suegra por quien tanto se ha rezado. 3.° Darle noticias sobre la Asociación Salesiana y la Obra de María Auxiliadora. 4.° Pedirle permiso para volver a despedirse, antes de la partida, y dar tres liras de propina a los criados. 1 A los internos del Oratorio y de los otros colegios, sumaba también los muchachos que acudían a los distintos oratorios festivos. 2 Quiere decir los asuntos de Turín. Era probable que hablase de ellos ya que eran asuntos concernientes a su cargo. Fin de Página 121 VOLUMEN XI Página: 121 3 Aquí don Bosco daba a entender que con el cardenal Berardi podían hablar libremente de todo. Fin de Página 121 VOLUMEN XI Página: 122 Monseñor Vitelleschi Arzobispo de Seleucia, Secretario de la Congregación de Obispos y Regulares, en cuyas manos están todos nuestros asuntos. Calle San Nicolás de los Cesarinos, plazoleta id., casa propia. 1.° Ofrecimiento de libros. 2.° Agradecimiento, etc. 3.° Pedirle noticias, en mi nombre, de sus hermanos: el marqués Angel, el marqués Julio, la marquesa Clotilde, su cuñado y familia. 4.° Contarle cosas de nuestra Congregación; si hay dificultades; si aconseja algo que deba hacerse. Si siguen su curso las facultades especiales que quedaron en sus manos 1 y si hay incumbencias que realizar. 5.° Si se entabla conversación, háblese de N. N.2. 6.° Idem sobre la Asociación Salesiana y la Obra de María Auxiliadora. ((136)) Cardenal Patrizi, Vicario, etc. (Junto a San Luis de los Franceses) Es uno de los de la Congregación 3, del año pasado y del presente, para todo lo nuestro; muy piadoso y muy benévolo; pero tiene mucho que hacer. 1.° Ofrecimiento 4. 2.° Agradecimiento. 3.° Seguridad de oraciones particulares en todas nuestras casas. 4.° Don Bosco nos encargó le pidiéramos noticias de sus sobrinos y de la marquesa Genoveva. 5.° Recomendar todo lo nuestro a su protección paternal tantas veces experimentada. Cardenal Bizzarri (Plazoleta de la Iglesia nueva) Prefecto de la Congregación de Obispos y Regulares, miembro de la Comisión para lo nuestro. Muy piadoso y sumamente escrupuloso 5, no acepta regalos... 1.° No ofrecerle libros, pero preguntarle por su salud; le estamos muy agradecidos, recomendarle nuestra Congregación. 2.° Si habla, escucharlo con gusto, pero si demuestra impaciencia despedirse y partir. Cardenal Antonio de Luca Plaza Barberini, palacio del Príncipe, p. 1.°. Pertenece a la Comisión. Benévolo, pío, generoso, docto, sagaz; se puede hablar con él. 1 Las dos gestiones que dependían de él para conseguir los privilegios y pata la facultad de las dimisorias absolutas. Fin de Página 122 VOLUMEN XI Página: 122 2 Alude como arriba al Ordinario de Turín. 3 Quiere decir de la Comisión Cardenalicia, nombrada por Pío IX para examinar las reglas y la petición de privilegios. Se volverá a hablar de él. 4 Entiéndase, libros. 5 Recuérdese lo que de él se dijo unas páginas más arriba (pág. 84). Fin de Página 122 VOLUMEN XI Página: 123 1.° Ofrecimiento, agradecimientos, encomendarnos. 2.° Gratitud y oraciones. Cardenal Martinelli Pertenece a la Comisión. Agustino, muy piadoso, benévolo, etc. Ofrecimiento, asegurarle oraciones, agradecimiento, encomendarse, etc. Monseñor Ricci Maestro de Cámara de Su Santidad. Es el que admite a las audiencias; piadoso, estuvo varios días en el Oratorio. Obsequiarlo, ofrecerle, rogarle que vuelva a visitar nuestras tierras. Obsequiar de modo particular a su secretario Rosati Baldini. ((137)) Cardenal Consolini Humilde sin apocamiento 1. Bienhechor de la casa. Ofrecimiento, obsequio, recomendarse a sus oraciones. Monseñor Fratejacci Auditor del Cardenal Vicario, Canónigo Vicario Foráneo, etc. Vive frente a la gran fuente del «Ponte Sisto». Representa a don Bosco en las gestiones que se llevan a cabo, muy amigo, habla muchísimo. Ofrecerle, invitarle a pasar un mes con nosotros, etc. Abogado Profesor Menghini Es «sumista» 2 de Obispos y Regulares; tiene todo en sus manos; estuvo aquí el año pasado; se muestra muy benévolo con nuestra Congregación. Invitarlo, etc., pero, al marcharse, dar un escudo de propina. Si invitase a comer, aceptad; pero procurad encargar en una pastelería que lleven un «gattó» 3. Alejandro y Matilde Señores Sigismondi Iréis a hospedaros en su propia casa, Vía Sistina n.° 104. Los dos son muy piadosos; siempre nos han prodigado atenciones y nunca aceptaron un céntimo. Están persuadidos de que todos los salesianos son unos santos. Tenedlo en cuenta. La señora Matilde habla mucho, tiene sus pretensiones de teólogo, hace muchas 1 Es decir, que no impone sujeción. 2 Así se llama a los copistas de las Congregaciones Cardenalicias, que preparan los primeros borradores de cartas, breves y actas de la Fin de Página 123 VOLUMEN XI Página: 123 cancillería. 3 Es el gÔteau francés, italianizado por muchos sin necesidad en gat\_: «Dulce, pastel helado, hojaldre, etc...», según los casos. El 18 de mayo el abogado Menghini escribía a don Bosco: «Continúo la carta después de la comida, en la que he tenido el honor de que me acompañaran los estupendos rectores Juan Bautista Lemoyne y Juan Bonetti. Antes de los mariscos apareció la sorpresa de una exquisita sopa inglesa que fue una lejana previsión y gratísimo pensamiento de usted: -íViva don Bosco!, gritamos todos, que en medio de tan graves preocupaciones no olvida ni los más pequeños detalles. Fin de Página 123 VOLUMEN XI Página: 124 preguntas, y es de comunión diaria. Tienen Oratorio privado, donde podéis celebrar a vuestro gusto. Habladles del Oratorio y siempre os escucharán con agrado. Pedid noticias del sobrinito Luis y de la hermana Adelaida Fantoni. ((138)) En general En las visitas a los altos personajes, responded con agrado a las preguntas. Alabad siempre a los Romanos y las cosas de Roma, especialmente al alto Clero; pero no con monseñor Fratejacci 1. En cuanto a lo que debéis de hacer y la etiqueta a seguir estad a lo que os diga el comendador Fontanella. Praebete vos ipsos exemplum bonorum operum. Procurad no sudar. Si tenéis prisa para algún desplazamiento, tomad un coche. Cuando os encontréis con personas relacionadas con nosotros, saludadlas en mi nombre y decid a todos que rezamos por ellos. Id también a visitar a la madre Galeffi, presidente de Torre de'Specchi, a la que daréis noticias, etc. El señor Alejandro es su cajero o mayordomo. Encima del sobre que guardaba estos avisos había un escrito: «Monseñor Fratejacci y el abogado Menghini sean invitados efusivamente a venir a pasar algún tiempo en nuestra tierra. Id también a visitar al señor Esteban Colonna, calle Santa Clara n.° 49-3» 2. No respondía lo apretado del tiempo para tantas atenciones. Doce días eran los que quedaban hasta la fiesta de María Auxiliadora, y apenas sí llegaban para satisfacer las propias devociones, ver Roma y visitar a tantos personajes. Pero les ayudó su costumbre de no estar con las manos cruzadas y el encontrar una simpatía general que les daba fácil acceso, lo cual ordinariamente no suele suceder en Roma. Quedaron, pues, verdaderamente encantados a la vista de la cordial solicitud con que los más altos Prelados pedían noticias de don Bosco y de su Congregación. Poco nos han dado a conocer los dos peregrinos de lo mucho que debieron contar a don Bosco. Nos han dejado, sin embargo, algunas cosas interesantes de la visita al Cardenal Vicario y de las audiencias pontificias. ((139)) El cardenal Patrizi los trató con toda confianza. Les habló hasta de las dificultades turinesas y concluyó: -Don Bosco lo quiso y ahí lo tiene, como ha dicho Pío IX. Por lo demás, estoy contento de lo que ocurre. Las tribulaciones de vuestra 1 Probablemente, porque era algo fácil a enhebrar chismes. 2 Agente apostólico, como el señor Sigismondi. Son los oficiales que atienden los envíos de los breves, rescriptos y bulas de la cancillería, dataría y penitenciaría apostólica y de la prefectura de los breves. Fin de Página 124 VOLUMEN XI Página: 125 Congregación indican que es obra de Dios. Me disgustaría que las cosas fueran de otro modo. íPero todo pasará! Y decía todo esto con afectuoso desahogo. El 14, cuando Pío IX cumplía sus ochenta y tres años, ellos tenían su tarjeta para asistir a la audiencia pública, que por cierto les resultó muy poco diferente de una audiencia privada. Entraron con el corazón sobresaltado, como quien siente acercarse uno de los momentos más solemnes de su vida. La aparición de Pío IX los electrizó. «Pío IX, escribe Lemoyne, vestido de blanco, con aspecto majestuoso y afable, era la verdadera imagen de la bondad de Jesús». En el momento oportuno, monseñor Ricci, Maestro de Cámara, se los presentó diciendo: -Padre Santo, dos sacerdotes de don Bosco. «El Papa, sigue escribiendo Lemoyne, nos envolvió con una mirada que no puedo describir y vino derecho hacia nosotros. Alzó los ojos al cielo, levantó la cabeza cuanto pudo, como en un acto de inspiración, extendió los brazos y con voz sonora, que en medio del silencio todos pudieron oír, exclamó: -íLa familia milagrosa! »Crece? »Crece? »Cuántos sois? »-Beatísimo Padre, respondí yo con voz entrecortada, ya somos cuatrocientos y ocho mil nuestros alumnos. »El Vicario de Jesucristo apretó sus manos sobre nuestras cabezas y nos las presentó para que las besáramos. Todos los presentes observaron que él tenía siempre la mirada fija en lo alto. Después siguió su marcha, sin detenerse ante nadie, y ya no se oyó más su voz». Monseñor Ricci les obtuvo, además, una audiencia privada, aunque ellos dijeron que no tenían nada especial que decir al Sumo Pontífice. Entraron y el Papa, que permanecía de pie junto al escritorio, exclamó al verlos: -íHijos míos! »Cómo está don Bosco? »Está bien? ((140)) Se arrodillaron los dos. Don Juan Bautista Lemoyne le presentó una carta de don Bosco y además dos sobres cerrados. -»Este es el óbolo de San Pedro de vuestros muchachos? »Vos sois don Juan Bonetti, director de Borgo San Martino, y vos don Juan Bautista Lemoyne, director del Colegio de Lanzo? -Sí, Beatísimo Padre; y le presentamos nuestro más humilde homenaje y las demostraciones más sinceras de nuestra veneración y obediencia, en nombre de don Bosco, de la Congregación Salesiana y de los alumnos de todos nuestros colegios. Al mismo tiempo, le pedimos su bendición apostólica. -Sí, con mucho gusto bendigo a directores y a dirigidos. 125 Fin de Página 125 VOLUMEN XI Página: 126 -Comprendidos también nuestros alumnos, se atrevió a decir don Juan Bonetti. -»Es que vuestros alumnos no forman parte de vuestros dirigidos?, observó sonriendo amablemente el Pontífice. -Es cierto; pero es para decirles que fueron nombrados expresamente. -Sí, sí, los bendigo particularmente y de corazón. -Y ahora nos atreveríamos a pedir una gracia especial a Vuestra Santidad, animados por el mismo don Bosco, añadió don Juan Bautista Lemoyne. -»Y cuál? -Una indulgencia plenaria para todos los que están en nuestras casas. -»Y no estamos en el año del jubileo? -Sí, Beatísimo Padre; pero es para tener un recuerdo de vuestra bondad y de nuestra visita al Vicario de Jesucristo. -Pues bien, os la concedo: mas por una sola vez, »entendido? íPor una sola vez! Y mientras decía esto levantaba el pulgar de la mano derecha. Habían ofrecido también al Pontífice las primicias de su producción literaria, que él agradeció con palabras de aliento. Y así terminó la audiencia. Fueron preferidos a centenares de personas, ((141)) que pedían ser presentadas al Pontífice; de haber tenido que esperar su turno, hubieran necesitado quince días más. Así se dieron cuenta de lo mucho que contaba en Roma el nombre de don Bosco 1. El día 24, solemnidad de María Auxiliadora, don Juan Bautista Lemoyne cantaba la misa en el santuario de Valdocco. 1 Carta de don luan Bautista Lemoyne; Apéndice, documento n.° 12. 126 Fin de Página 126 VOLUMEN XI Página: 127 ((142)) CAPITULO VII DEFINITIVA ACEPTACION DE LAS MISIONES DE AMERICA PIO IX, que en los inicios de su sagrado ministerio había visitado Argentina 1 en 1823 y conocía muy bien la abundante mies que allí le esperaba, escuchó con gusto los propósitos de don Bosco acerca de las Misiones por aquellas tierras, y se entretuvo largo tiempo hablando de ello. Don Bosco, que había ido a Roma para obtener, como siempre, luz, consejo y aprobación del Vicario de Jesucristo, apenas contó con la aprobación y recibió la bendición del Sumo Pontífice, se entregó con toda su alma a la empresa, cuyos primeros pasos había dado. Tras los preliminares, ya expuestos en el volumen X, se habían entablado gestiones más concretas. La antevíspera de san Francisco de Sales llegaron las respuestas de América, aceptando todas las condiciones puestas por don Bosco y, al mismo tiempo, solicitando la partida de los Salesianos. Las cartas, dirigidas al cónsul argentino Gazzolo, debían ser comunicadas por él oficialmente. Don Bosco quiso que esta comunicación se hiciera con la máxima solemnidad. Por eso dispuso en el día de la fiesta, por la tarde, se reunieran en el salón de estudio todos los alumnos del ((143)) Oratorio y todos los Superiores; frente a ellos se montó una gran plataforma. Subieron a ella en derredor de don Bosco, que presidía, miembros del Capítulo Superior y los Directores de las casas, reunidos aquellos días para las conferencias generales. Muy pocos sabían el motivo de aquella novedad, así que la expectación era extraordinaria. A una señal de don Bosco, el cónsul Gazzolo, vestido con traje de uniforme de gala avanzó en medio de un religioso silencio y leyó en voz alta las cartas argentinas. A continuación, don Bosco se puso en pie, tomó la palabra y dijo que, por cuanto de él dependía, se aceptaban las propuestas, y que no 1 Siendo joven sacerdote fue a Chile como auditor del delegado pontificio monseñor Muzzi. Desembarcaron en Buenos Aires, atravesaron las Pampas y la Cordillera y llegaron a Santiago, tras fatigas sin cuento. 127 Fin de Página 127 VOLUMEN XI Página: 128 tenía que formular más que una sola reserva, a saber, que el Padre Santo diera su pleno consentimiento; que él iría a Roma para oír de sus mismos labios si era todo de su agrado, y, sólo en el caso de una negativa del Sumo Pontífice, respondería negativamente a la petición argentina. No es posible describir el efecto que produjo aquella escena imponente. Los jóvenes y los salesianos quedaron pasmados. Algunos superiores, ante tamaña solemnidad, se habían retraído de subir a la plataforma por miedo de que, a la hora de la verdad, por falta de personal o por insuficiencia de medios, fracasara la expedición; pero, por fin, el entusiasmo enardeció de tal forma los ánimos, que hasta los más retraídos se sintieron arrastrados. Fue como una corriente eléctrica que se propagó en un instante dentro y fuera del Oratorio. Enseguida llegaron a las casas las instrucciones de don Bosco, de modo que todos se persuadieron de que no se había querido escenificar una estéril demostración. Envió esta circular. A los Socios Salesianos: De entre las muchas propuestas que nos llegaron para abrir una misión en el extranjero, parece que se ha de aceptar con preferencia la de la República Argentina. Hay allí, a mas de la región ya civilizada, extensiones de superficie interminable habitadas por pueblos salvajes, con los cuales pueden los Salesianos ejercer su apostolado con la gracia del Señor. ((144)) Por ahora empezaremos abriendo un hospicio en Buenos Aires, capital de la vasta República, y un colegio con iglesia pública en San Nicolas de los Arroyos, no muy distante de la capital. Ahora bien, tratándose de preparar el personal a enviar para hacer esta primera experiencia, deseo que la elección de los socios que hayan de ir no sea por obediencia sino por su propia opción completamente libre. Por tanto, los que se sientan inclinados a ir a las misiones extranjeras, deberán: 1.° Presentar petición por escrito, en la que manifiesten su buena voluntad de ir a aquellas tierras como socios de nuestra Congregación. 2.° Después se reunirá el Capítulo Superior y, una vez invocadas las luces del Espíritu Santo, examinara la salud, la ciencia y las fuerzas físicas y morales de cada uno. Y se elegirá solamente a aquellos que fundadamente se considere que la expedición ha de resultar ventajosa para su propia alma y que, al mismo tiempo, servirá para la mayor gloria de Dios. 3.° Una vez hecha la elección, se reunirán todos, el tiempo que sea necesario, para instruirse en la lengua y costumbres de los países a los que se desea llevar la palabra de vida eterna. 4.° Salvo una grave razón, que obligara a cambiar de parecer, se establece la partida para el próximo mes de octubre. Demos gracias con todo nuestro corazón a la bondad de Dios que, con tanta largueza, concede cada día nuevos favores a nuestra humilde Congregación y procuremos hacernos dignos de ellos con la exacta observancia de nuestras constituciones, especialmente en lo referente a los votos con los que nos hemos consagrado al Señor. 128 Fin de Página 128 VOLUMEN XI Página: 129 Pero no cesemos de elevar frecuentes plegarias al trono del Señor para que podamos practicar las virtudes de la paciencia y de la mansedumbre. Así sea. Creedme siempre en Jesucristo, Turín, 5 de febrero de 1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-EI señor Director lea y explique esta carta a los salesianos que pertenezcan a esa casa. El parroco de San Nicolas de los Arroyos, don Pedro Ceccarelli, había contado a don Bosco todo un mundo de cosas buenas sobre un venerando anciano de su parroquia, que se llamaba José Francisco Benítez, impaciente por ver a los Salesianos en su patria 1. Tres días antes de enviar la circular a las Casas, don Bosco le había escrito esta bonita carta: ((145)) Excelencia: La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros. Son muchas las personas de la República Argentina, especialmente el señor comendador don Juan Bautista Gazzolo, las que me han hablado de la gran caridad y la sincera adhesión a la Santa Sede de V. E. y de su mucho celo por todas las cosas de la religión. Bendito sea Dios por todo y que El conceda a V. E. largos años de vida feliz para bien de nuestra santa Madre Iglesia. El doctor Ceccarelli, mi antiguo amigo, me ha ponderado la protección especial que se digna conceder a los salesianos que irán destinados a esa nueva casa de San Nicolás. íQué dulce rasgo de la Providencia! Su Excelencia lleva por nombre Francisco y toma bajo su paternal protección a la Congregación de San Francisco de Sales. Yo se lo agradezco de corazón y desde este momento pongo una especial intención por la que V. E. pueda participar de todas las misas y de todas las oraciones que los religiosos Salesianos han de hacer en común o en privado. Además, tendré en la santa misa un memento particular por la conservación de los días de V. E. Y como nuestra Congregación está principiando y tiene en proyecto la fundación de muchas casas y colegios, humildemente nos encomendamos todos a su caridad por el amor de Nuestro Señor Jesucristo. Dios nos bendiga a todos y nos conceda la gracia de poder caminar por los senderos del bien hasta encontrarnos reunidos un día junto al Padre Celestial en la Patria de los bienaventurados. Así sea. 1 CHIALA, De Turín a la República Argentina, págs. 20-8 Tipografía salesiana, Turín, 1876. 129 Fin de Página 129 VOLUMEN XI Página: 130 Me encomiendo a la caridad de sus santas oraciones y me profeso De V.E. Turín, 2-2-1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. No ignoraba don Bosco los sentimientos del Papa, que andaban muy lejos de ser contrarios a un apostolado como el que ahora le proponía; pero su cordura le aconsejaba no presentarse en Roma con meras buenas intenciones, sino con algo más sólido, que inspirara confianza en el éxito final. Por esto no invocó la bendición del Papa sino cuando ya tenía un poco preparado el terreno, en la lejana América, y bien predispuesto el ambiente de la Congregación. Así que currentem incitavit (buscó inmediatamente) el beneplácito pontificio. En Roma y desde Roma hizo enseguida dos cosas. Se entrevistó ante todo con el cardenal Franchi, y con monseñor Simeoni, prefecto el uno y ((146)) secretario el otro de Propaganda Fide, y en un periquete se los ganó para su causa. En efecto, cuando se disponía a dejar la Ciudad Eterna, ya se estaban redactando allí los dos decretos en uso: uno para el Ordinario del lugar de la misión, con el fin de comunicarle oficialmente que los Salesianos se incorporaban a su diócesis con licencia de la Santa Sede y que iban investidos de todos los privilegios y facultades que suelen concederse en casos semejantes, y el otro para el Superior General en el que se le concedían las autorizaciones necesarias para aquellas circuntancias. «Los privilegios son muchos, dijo don Bosco en las conferencias de abril; para las misiones no se detienen en menudencias». Desde Roma escribió también a América pidiendo más informaciones para que los salesianos pudieran gozar allí de plena libertad de acción y para que no surgieran dificultades, cuando hubiera que presentar clérigos a las órdenes sagradas. Las respuestas fueron favorables. Entonces dió su consentimiento final, notificando, además, que había obtenido el beneplácito del Papa, y podía darse por terminado el asunto. Pero en aquellos días estallaron graves movimientos anticlericales que turbaron la paz de la capital argentina. En marzo de 1875 se celebró un mitin en el Teatro Variedades; a continaución, una patrulla de exaltados se echó a la calle y, al grito de Abajo los Jesuitas, incendió su Colegio del Salvador, colegio de primer orden. Se temía que la furia sectaria no parara allí; por eso don Bosco volvió a escribir, para saber si aquellos acontecimientos podrían 130 Fin de Página 130 VOLUMEN XI Página: 131 impedir o retardar la partida de los misioneros. Pero este contratiempo no se verificó. Así estaban las cosas cuando el 12 de mayo subió don Bosco a la tribuna de las buenas noches, bajo el pórtico, y comenzó a decir: -«Esta noche, queridos amigos, dejaremos de lado todos los temas. Quiero hablaros de una cosa de la que hace mucho tiempo esperáis que os diga algo. Quiero hablaros de Buenos Aires y de San Nicolas». -íPor fin!, se oyó gritar por todas partes. Un profundo silencio apagó las voces, y una viva expectación avivó los oídos. Don Bosco prosiguió: ((147)) «Muchos me preguntan si ya no se pensaba ir a América y yo les hago saber que hoy ha llegado la respuesta definitiva. El que quiera ir que se prepare. a carta, llegada hace poco, me dice que el Alcalde de San Nicolas, cuando recibió mi carta de aceptación, se puso de rodillas en tierra y, alzando los ojos al cielo, dio gracias al Señor como por uno de los mas grandes favores por El concedidos a aquella ciudad, y después fue a comunicar personalmente la noticia a las otras autoridades del pueblo. »Enseguida me respondió que estaba conforme con todas las condiciones señaladas y que, desde aquel momento, ponía a nuestra disposición el colegio, mas un terreno capaz para pastorear ocho mil ovejas, y huerta, campos de deportes, etc. Veis, pues, que en aquel país habrá trabajo para toda clase de personas. Se necesitan predicadores, porque hay iglesias públicas que administrar; hacen falta profesores para las escuelas; se requieren músicos y cantores porque allí les gusta mucho la música; y se precisa quien conduzca las ovejas a los pastos, las esquile, las ordeñe y haga el queso, y, por fin, hacen falta personas para todos los quehaceres de la casa. Y lo que es mas importante de todo, queridos jóvenes, no muy lejos de San Nicolas comienzan las tierras donde habitan las tribus salvajes que son, sin embargo, de muy buena índole y muchos de ellos se sienten dispuestos a abrazar el cristianismo, con tal de que vaya alguno a enseñárselo. Mas, por ahora, no encuentran este misionero y por eso viven en la idolatría. Llenémonos, pues, de valor y busquemos todas las formas para prepararnos a ir a hacer el bien por aquellas tierras. »Mientras tanto, en estos días se elegirá a los que han de ir, los cuales se dedicaran a aprender la lengua española, que es la que se habla en la República Argentina. No hay que temer la distancia de aquellas tierras porque, hoy en día, las grandes distancias se acortan con las maquinas a vapor y los telégrafos». Estas palabras evidencian que el ideal de don Bosco era la evangelización de los infieles: sólo que él abrigaba la idea de seguir un camino distinto del que hasta entonces se había seguido. Otros misioneros, por haber querido penetrar directamente en las tribus salvajes, habían encontrado allí la muerte a mano de los indígenas. El, pues, consideraba más acertado establecer colegios y hospicios en zonas limítrofes y recibir en ellos a los hijos de la floresta para conocer la lengua, usos y costumbres de los indios y así establecer poquito a poco relaciones 131 Fin de Página 131 VOLUMEN XI Página: 132 sociales y religiosas con ellos. Buenos Aires sería el centro de comunicaciones y, por de pronto, San Nicolás constituiría un puesto avanzado. ((148)) Pero también le interesaba mucho la situación en que se encontraban los italianos, que en número exorbitante y en constante aumento vivían dispersos por aquella vastísima república. Llegaban allá desde Europa en busca de fortuna, y, faltos de escuelas para los niños, lejos de toda práctica religiosa, un poco por su culpa y otro poco por carencia de sacerdotes que pudieran cuidarse de ellos, corrían grave peligro de formar una gran masa de población sin fe y sin ley. Y, mientras tanto, las palabras y los hechos de don Bosco sobre las misiones habían puesto saludable levadura entre los alumnos y los salesianos. Se vio cómo aumentaban las vocaciones al estado eclesiástico, cómo crecía sensiblemente la solicitud de inscripción en la Congregación Salesiana y cómo prendía un nuevo ardor de apostolado en muchos de los que ya estaban inscritos. Dos cartas a don Pedro Ceccarelli nos dicen, de modo más elocuento que el que podamos nosotros ponderar, la paternal solicitud de don Bosco para preparar todo de manera que, al poner los pies sus hijos en aquellas tierras, no se encontraran extranjeros en medio de extranjeros, sino que llegasen como amigos entre amigos. En la primera hace, por así decir, su presentación, y con delicadeza exquisita alude al coste del pasaje. Esta última alusión no quedó sin efecto porque el municipio de San Nicolás pagó el viaje de cinco misioneros. Muy reverendo y apreciado en el Señor: La gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea siempre con nosotros. Recibidas leídas las cartas de V. R. S. y los preciosos documentos que la excelentísima Comisión fundadora tuvo a bien dirigirme, he determinado que mis hijos se preparen con toda solicitud para zarpar hacia la República Argentina, apenas esté preparado todo lo necesario. Ruégole ahora tenga la bondad de comunicar a los señores de dicha respetable Comisión que: 1.° Les agradezco de todo corazón las expresiones de benevolencia que manifiestan en su carta, y que los Salesianos sabrán corresponder con su buena voluntad a su legítima expectación, lo mismo en lo referente a la dirección del Colegio de San Nicolás, que en lo tocante a las escuelas nocturnas, que tanto éxito han tenido entre nosorros. ((149)) 2.° Para conformarme a la Constituciones de nuestra Congregación, modifico un tanto el personal que me habían indicado. Lo compondrán cinco sacerdotes, todos maestros titulados y provistos del diploma otorgado por nuestra nación. Irá con ellos un maestro de música para tocar y enseñar canto, piano, órgano y otros instrumentos en las iglesias, si fuere menester, y en el colegio y escuelas nocturnas. 132 Fin de Página 132 VOLUMEN XI Página: 133 De los dos coadjutores salesianos, uno se encargará de atender la iglesia y el otro el colegio. Yo desearía que el personal de servicio fuera todo de la Congregación Salesiana para estar completamente seguros de su actuación; pero cuando las cosas se vayan estabilizando, usted me lo comunicará y trataremos de proveer cuanto sea necesario. 3.° El Rvdo. doctor Juan Cagliero, Inspector y Vice Rector de la Congregación, guiará a los Salesianos, con plenos poderes para tratar y resolver todos los asuntos que fuere necesario con las autoridades civiles y eclesiásticas. Una vez instalados los Salesianos en sus respectivas ocupaciones, dejará como director al profesor don Juan Bonetti, que desde hace muchos años es Director de un colegio con más de cien alumnos y conocido por algunas obras publicadas; entonces don Juan Cagliero volverá a Europa para estar en condiciones de resolver y proveer cuanto sea menester para la buena marcha del colegio y de las demás casas que la divina Providencia quiera confiarnos. 4.° Y como éste es el primer viaje que los Salesianos hacen a través de los mares, deseo vivamente que sean acompañados por el comendador Juan Gazzolo, cónsul argentino en Savona. Es persona que goza de nuestra plena confianza, práctico en los viajes y relacionado con muchas personas entre las que deberán establecerse los nuestros. Los viajeros, por tanto, son diez; y yo encomiendo al cuidado de ese respetable municipio otros tantos pasajes, tres de los cuales deberían ser de segunda clase. Mas, si esto ocasionare alguna dificultad, yo me haría cargo de los pasajes que no se pagaren ahí. Estoy dispuesto a éste y otros sacrificios, porque deseo vivamente que las cosas procedan bien, especialmente en lo referente a la moralidad y a que no falte nada de cuanto pueda contribuir a poner un sólido principio a la obra de San Nicolás. 5.° Los Salesianos saldrían de aquí a mediados del próximo noviembre; ya notificaré el día preciso, apenas se pueda determinar. 6.° En cuanto a los nombres de los religiosos, para anotarlos en los resguardos de los pasajes, podría hacerse un solo pasaje colectivo a nombre del doctor Juan Cagliero o bien del comendador Juan Gazzolo, con el importe del número de pasajeros que se crea oportuno. Así se soslayaría la dificultad que pudiera presentarse, si alguno no pudiera ponerse en viaje en la fecha establecida. ((150)) 7.° Comunique a S. E. el señor Arzobispo las cosas anotadas aquí, de la forma que V. S. juzgue conveniente. Y por último, mi muy querido y respetable sacerdote del Señor, le presento mi humilde y cordial agradecimiento por la caridad que nos dedica en esta piadosa empresa. Si ella redunda en algo, como espero, a la gloria de Dios y provecho de los jóvenes de San Nicolás, el mérito principal corresponderá a V. S. Estoy seguro de que encontrará en los Salesianos unos hermanos verdaderos que, siguiendo sus atinados consejos, responderán a la expectación de las autoridades civiles y religiosas, conforme hemos hecho hasta ahora en medio de la difícil situación por la que atraviesa el orden público en nuestras tierras. Cualquier cosa que se le ocurra, escríbamela con libertad y enseguida. Por mi parte le escribiré otra carta, cuanto antes, para contarle detalladamente lo que estamos preparando para la proyectada partida. Finalmente me encomiendo a la caridad de sus fervorosas oraciones, juntamente con mis salesianos y todos nuestros alumnos, mientras tengo el honor de poderme profesar con gratitud y estima de V. S. Rvma. Turín, 28-7-1875. Su seguro servidor y amigo JUAN BOSCO, Pbro. Fin de Página 133 VOLUMEN XI Página: 134 En la segunda carta desciende a los más nimios detalles de cuanto pueda sucederles a sus hijos, cuando se encuentren aislados en tan remotos países, deseando saber todos los pormenores, punto por punto, hasta si habrá papel de música. Quiere, en una palabra, ponerlos en condiciones de que puedan hacer honor a la Congregación naciente. Y así mientras se ocupa de las cosas de la vida ordinaria, deja escapar, por los puntos de su pluma una perla pedagógica, cuando, al anunciar el envío de los reglamentos de algunos colegios salesianos, dice: «Pero el verdadero reglamento está en la actitud de quien enseña». Muy querido doctor Ceccarelli: Apenas recibida su carta y de acuerdo con el señor comendador Gazzolo, respondemos a V. S. y al municipio de San Nicolás. Nuestra salida no será más tarde del 15 de noviembre próximo; pero esperamos que pueda ser antes. Mientras preparamos nuestros equipajes, tengo muchos detalles que preguntarle: 1.° »Contaremos ahí con los ornamentos, vasos sagrados y demás objetos para la iglesia o los deberemos proveer nosotros y llevarlos desde aquí? 2.° Dígase lo mismo de lo referente al ajuar de casa, cocina y habitaciones, ropa blanca, sábanas, manteles, toallas, etc. 3.° Y en cuanto a libros, por ejemplo, misales, antifonarios, cartones para la ((151)) bendición, para la misa de difuntos, breviarios, catecismos, libros de clase, como son gramáticas, diccionarios y otros semejantes. 4.° »Dónde se alojarán los nuestros al llegar a San Nicolás: en el colegio o en la casa parroquial? Si hemos de pensar en las personas de servicio, o si ya hay algo establecido a este respecto. 5.° Si con las clases del colegio se entienden también las de la ciudad; si éstas están separadas de aquéllas o si están encomendadas a otros o no. 6.° Si es necesario que nos proveamos de un piano o si ya lo hay en el colegio. Si hay papel de música, métodos para la enseñanza del órgano, del piano y del canto gregoriano. 7.° Le envío los reglamentos o, mejor dicho, los horarios de nuestras escuelas de Varazze y de Turín. Aunque el verdadero reglamento está en la actitud de quien enseña. 8.° Si nuestros sacerdotes han de tomar parte en la predicación, en la catequesis y en las confesiones de los fieles, como hacemos en nuestras iglesias. 9.° Si es necesario que yo escriba preventivamente al Arzobispo de Buenos Aires y en qué sentido. 10.° Como estoy imprimiendo un libro de piedad para la juventud de lengua española, según ya le escribí, y deseando uniformarme por cuanto sea posible a las costumbres de esa Archidiócesis, necesitaría que me enviase lo antes posible un catecismo breve para niños, para poder copiar las oraciones cotidianas, esto es: Os adoro, Padrenuestro, Avemaría, Credo, Salve, Angel de Dios, el Decálogo, los Actos de fe y semejantes. Así nuestros colegios se unificarán enseguida con cuanto ya se a n la diócesis. Durante este tiempo es necesario que V. S. se arme de paciencia, me enseñe y me ayude. Fin de Página 134 VOLUMEN XI Página: 135 Yo deseo que V. S. haga buen papel y que nadie pueda decir: es una mezquindad. Porque como está empeñado el honor de una Congregación naciente, es mi intención no ahorrar personal ni gastos, que puedan contribuir al éxito de nuestra empresa. Ruégole, por fin, me dé todos los consejos que considere del caso y que presente de mi parte mis humildes y respetuosos saludos a los señores de la Comisión fundadora, que tan bondadosamente se dignaron escribirme. Que Dios le colme de sus bendiciones; ruegue por mí, que con verdadera gratitud tengo el honor de profesarme. De V. S. carísima Turín, 12-8-1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Cuando don Bosco ponía mano a una empresa, que él estimaba como querida por Dios, se comportaba como dice el proverbio: «Ayúdate ((152)) que Dios te ayudará». O mejor aún, se regulaba por la máxima de san Ignacio: En el curso de tu obra actúa como si todo dependiera de ti, y, terminada ésta, dale gloria a Dios como si tú no hubieras entrado en ella para nada. Por ello se aplicaba a la consecución de medios llamando a todas las puertas. Así, para preparar la expedición no olvidó al Cardenal Prefecto de Propaganda, sino que se encomendó a él de veras para obtener abundancia de favores espirituales y ayudas de orden material. Eminencia Reverendísima: Humildemente recurro a V. E. para que se digne hacerme de padre y protector en el asunto que, con todo respeto, tengo el honor de exponerle. Con la bendición del Padre Santo, previas las gestiones necesarias con el Arzobispo de Buenos Aires y con el municipio de San Nicolás de los Arroyos, la Congregación Salesiana acordó abrir un hospicio en aquella capital y un colegio en San Nicolás, en favor de las Misiones, y hacerse cargo de unas escuelas públicas con iglesia en favor de aquellos ciudadanos. Y se ha fijado una primera expedición de diez salesianos, para últimos del próximo octubre, y, a no tardar mucho, deberá partir otra expedición igual. Y, siendo ésta la primera vez que abrimos casas en las misiones extranjeras, me dirijo a V. E. Rvma. suplicándole: 1.° Se digne conceder a la Congregación Salesiana, definitivamente aprobada el 3 de abril de 1874, todos los favores, gracias espirituales y privilegios que la Santa Sede acostumbra otorgar a los religiosos que van a las misiones extranjeras, ya considerados como individuos, ya como casas religiosas que son las salesianas. 2.° Esta Congregación, aunque provista actualmente del personal necesario dado que se encuentra todavía en sus principios, se halla privada en absoluto de bienes materiales; por tanto, encontrándose en grave necesidad, suplica a V. E. se digne proporcionarnos algunos subsidios en dinero, libros, especialmente en español, para 135 Fin de Página 135 VOLUMEN XI Página: 136 usarlos en la iglesia o en la escuela; en vasos sagrados, ornamentos y cosas semejantes, tal y como su conocida caridad crea oportuno. El municipio de San Nicolás proporciona los locales para colegio e iglesia y costea el viaje de cinco misioneros. Los otros gastos preparatorios para el estudio de la lengua, el equipo personal, lo concerniente al viaje, ajuar y primera instalación, corren íntegramente a cargo de los Salesianos. La benevolencia y exquisita caridad que tuvo conmigo en otras ocasiones, ((153)) me hacen abrigar la esperanza de que también al presente se dignará ser nuestro padre y protector. Los salesianos, por su parte, procurarán corresponder con vivo celo a los beneficios recibidos y recordarán con imborrable gratitud al que les proporcionó los medios eficaces para poder trasladarse a ejercer el ministerio evangélico en la República Argentina, desde donde, con el favor divino, esperan poder extenderse a otras naciones de América. Todos piden, además, de corazón al Señor que le colme con sus celestiales favores y le conceda largos años de vida feliz para bien de la Iglesia y de la sociedad civil, mientras, en nombre de todos, beso su sagrada púrpura y me profeso con la máxima veneración de V. E. Rvma. Muy agradecido y humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. La carta es del 31 de agosto, según se deduce por la respuesta del 14 de septiembre. Decíale en ella que se dirigiera al Cardenal Secretario de Estado, ya que la República Argentina dependía de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos extraordinarios. A juzgar por la colección de documentos, no nos consta que don Bosco se dirigiera a él. Probablemente no lo hizo. Nuestra conjetura se funda en la circunstancia de que, precisamente por aquellos días, atravesaba una fase delicadísima el asunto de los privilegios y de las dimisorias, como veremos, y él no creería oportuno el momento para adelantar la petición. Las angustias que le causaron las cosas de Roma, tenían relación con las dificultades de Turín: unas y otras le producían tribulaciones a la par. Y con todo, con inconmovible serenidad de espíritu, procedía impávido hacia la finalidad prefijada de comenzar las misiones en América. Ni siquiera perdía su buen humor, como lo da a entender esta carta a su gran amigo y bienhechor don Miguel Angel Chiatellino. Muy querido amigo: Como es tiempo de vacaciones no tendrá mucho que hacer y quizá le haga bien el viajar; confíole, pues, en nombre de María Auxiliadora, la empresa de nuestros 136 Fin de Página 136 VOLUMEN XI Página: 137 misioneros que, a fines de octubre, guiados por don Juan Cagliero, partirán para el otro mundo, o mejor al nuevo mundo. ((154)) Le acompaño la nota del equipo personal imprescindible; necesitan que los buenos cristianos ofrezcan su bolsa, ya que ellos van a ofrecer su vida en medio de las tribus salvajes de la Patagonia. Haga pues, así: dése una vuelta, y tantos cuantos sean los objetos que envía, otros tantos sean los proveedores que los paguen. Si hace esto, recomendaré al Papa que le haga monseñor o algo más. Ya veremos; Charitas omnia vincit. Advierta que urge el que yo provea todo esto y aún no cuento con un hilo ni con un céntimo para ello. Entre otros, me parece que usted puede invitar con éxito a don Chiatellino de Villa Stellone, a monseñor Appendino, al teólogo Fascio, párroco, a su hermano el vicepárroco, al señor Assom antiguo agente del señor Villa, al farmacéutico señor Garabello, al señor Alloatti, al señor Marcellino y otros. En Carignano: a madame Calosso, al teólogo Langero, a madame Aghemo viuda, al párroco Febbraro y su coadjutor del Borgo, a don Miguel Angel Chiatellino, al Rvdo. Robatto, párroco de Santena y otros que Dios pondrá en su cabeza como personas de caridad y buena voluntad. Si llegara la señora Duquesa, creo que también ella puede hacer algo. Que Dios nos bendiga. Sufra y hágalo todo por amor de Dios, Mientras, le soy en Jesucristo Turín, 25-9-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. El equipo personal para diez individuos y todo lo necesario para el sagrado ministerio, el estudio y la escuela, importaba gastos enormes, a los cuales ciertamente no podía hacer frente el Oratorio. Se necesitaban zapatos, medias, calcetines, camisas, sotanas, capas, abrigos, ropa de cama, ornamentos de iglesia, vasos sagrados, misales, antifonarios, libros de lengua española y francesa, textos de teología, obras predicables, manuales de ascética, etc... Don Bosco, siempre muy práctico, compiló una lista pormenorizada, detallando la cantidad y el importe 1. Hizo de ella abundantes copias y las envió a muchas partes. Hubo en Turín una admirable porfía de caridad. El Instituto de las Hijas de Militares, el Instituto del Refugio, el de las Magdalenas, el de las Huérfanas, de Santa Ana, de San José, de San Pedro, ((155)) el de las Fieles Compañeras de Jesús, del Buen Pastor, de la «Cascina», muchas familias privadas, trabajaban día y noche para preparar el ajuar necesario. Al mismo tiempo llegaban al Oratorio paquetes de 1 Véase: Apéndice, documento n.° 13. Fin de Página 137 VOLUMEN XI Página: 138 calcetines, camisas, estolas, dalmáticas, capas pluviales, manteles, toallas. Los talleres de la casa no paraban preparando zapatos, trajes, cajas, herramientas... No habríamos dicho todo si calláramos un detalle. En medio de tantos preparativos, había todavía algunos que no se decidían a persuadirse de que la expedición se efectuaría en realidad. Miraban las cosas de tejas abajo, y veían la dificultad para sustituir a don Juan Cagliero que había de conducir la expedición, y era profesor de teología moral, maestro de música en el Oratorio y director espiritual de las Hijas de María Auxiliadora y también para sustituir a los otros, prefecto de un colegio el uno, profesor el otro, encargado de los asuntos de importancia un tercero... El coadjutor Belmonte, por ejemplo, encargado de atender a los huéspedes que en el Oratorio se presentaban todos los días, estaba ejerciendo su cargo todavía media hora antes de la partida, de tal manera, que si no le hubieran recordado que dejara las llaves, se las habría metido en el bolsillo y se las hubiera llevado a América. íAy, si don Bosco hubiera sido de tan cortas miras! Una vez trazado su plan ante Dios, andaba muy lejos de creer que llegaría a término sin dificultades; pero, al presentarse un obstáculo, en vez de amedrentarse, buscaba enseguida la manera de superarlo, teniendo como norma suya las palabras de santa Teresa: Nada te turbe. 138 Fin de Página 138 VOLUMEN XI Página: 139 ((156)) CAPITULO VIII LAS CONFERENCIAS DE ABRIL DEL AÑO 1875 EN la tarea de llevar adelante su Congregación, don Bosco iba haciendo como el místico viñador de Isaías, según se lee en el texto de la Vulgata 1. Dice el profeta que rodeó de una valla su viña, que la descantó... y edificó en medio de ella una torre. Don Bosco transformó poco a poco el prado de Valdocco en una viña excelente, bien guardada tras el vallado de un sabio reglamento, y dentro fue eligiendo a los muchachos que él consideraba más capaces para la realización de sus proyectos. Los trabajó, por así decir, y los formó a su modo, según el ideal que tenía en la mente; los unió entre sí, con sólidos vínculos de intereses espirituales comunes, trabó con ellos una amistad con la fuerza del amor más firme, hasta que, sin que lo advirtieran, formó con ellos un cuerpo compacto, bien organizado, capaz de vivir y de desarrollarse hasta alcanzar proporciones gigantescas. La Historia Eclesiástica no presenta ejemplos de fundadores semejantes, que hayan reunidos per vicos et plateas (por calles y plazas) una partida de pilluelos y, con asiduos cuidados, hayan formado con ellos las piedras basilares para sus grandes edificios religiosos. Eran hombres ya hechos los que se presentaban y se sometían a la disciplina de los santos fundadores y sin titubear colaboraban con ellos para echar los fundamentos de providenciales instituciones. Hay que recordar además que, en los tiempos de don Bosco, corrían años muy difíciles para las Ordenes y Congregaciones religiosas, ((157)) tan difíciles que ni siquiera se las podía mencionar impunemente. íImaginémonos, pues, lo que suponía atraverse a fundar otras nuevas! Verdaderamente don Bosco debió andar con pies de plomo. Por otra parte, »quién iba a sospechar de aquellos grupos de muchachos, que comían gracias a don Bosco el cual les proporcionaba el pan? 1 Sepivit eam el lapides elegit ex illa... et aedificavit turrim in medio eius, (Is. V. 2). 139 Fin de Página 139 VOLUMEN XI Página: 140 Y todavía agregaremos más: don Bosco se vió obligado a ponerse en guardia frente a los mismos, que él designaba como abanderados de su Obra, ya que eran muchos los prejuicios que universalmente invadían los espíritus. Si les hubiera hecho mención, antes del tiempo oportuno, de vida religiosa y de votos, seguramente se hubiera quedado solo. El mismo cardenal Cagliero, con la vivacidad que le caracterizó hasta los últimos días de su vida, nos repetía que, si a él mismo le hubieran hablado prematuramente de profesión religiosa o de Congregación, habría dicho: -íEstar con don Bosco y ayudar a don Bosco, sí; pero hacerme fraile, no! Fue conduciendo, pues, a los suyos a donde quiso, con indulgente tolerancia y graduada preparación, llevándolos a alta mar, antes de que advirtieran que estaban embarcados. Esta es la razón principal, por la que hombres eminentes del clero protestaban escandalizados, e invocaban y aplicaban disposiciones, cuya importancia e importunidad medimos hoy; miraban ellos las cosas del Oratorio desde fuera y las juzgaban con criterios antiguos. Los excelentes directores de colegios, que vamos a ver ahora en derredor de don Bosco, son precisamente aquellos chicos, más o menos granujillas, que, unos lustros antes, ponían a dura prueba la paciencia con sus inquietudes; pero que, tratados día a día con bondad, instruidos, libres de los malos ejemplos, penetrados de una piedad espontánea y alegre, amaron a su buen Padre con un amor tan tierno, fuerte y perseverante que llegaron a ser suyos de por vida hasta la muerte. Uno de los medios que don Bosco empleó para transfundir en sus escogidos los propios sentimientos y consolidar la Congregación recientemente aprobada, fue el de llamarlos con frecuencia a conversar todos juntos. En aquellas reuniones, él, sin aparato de ningún género, tratándolos más como padre que como superior, se mezclaba con ellos ((158)) en íntima comunicación de ideas y propósitos, aficionándolos cada vez más a sus obras y valiéndose de ellos para dotar de mayor consistencia la trabazón de todo aquel cuerpo. Porque, además de lo que podía llamarse el orden del día y que constituía el objeto principal de las reuniones, él aprovechaba la ocasión para oírlos uno a uno en privado y así conocer de cerca las disposiciones de cada cual para animarlos y aconsejarlos, y ellos, en consecuencia, con ánimo redoblado, se entregaban con nuevo ardor al trabajo cotidiano. La ocasión elegida por don Bosco para reunir en torno a sí en el Oratorio a los más respetables de la Sociedad fue su vuelta de Roma. 140 Fin de Página 140 VOLUMEN XI Página: 141 No se le ocultaba el buen efecto que iba a producir en sus ánimos el hacerles partícipes de los intereses vitales de la Congregación y referirles personalmente las palabras del Papa. Durante los días 14, 15 y 16 de abril se celebraron seis conferencias; cinco fueron privadas y una, pública. Intervinieron en ellas don Miguel Rúa, don Juan Cagliero, don Celestino Durando, don José Lazzero, don Carlos Ghivarello, don Juan Bonetti, don Juan Bautista Lemoyne, don Juan Bautista Francesia, don Francisco Cerruti, don Pablo Albera, don Francisco Dalmazzo y don Julio Barberis, que aparece el último en el acta, pues actuaba de secretario. Faltaban don Angel Savio y don Santiago Costamagna, comprometidos anteriormente en el sagrado ministerio. En la primera sesión, comunicó don Bosco con gran reverencia, la bendición especial del Padre Santo para los Superiores de la Sociedad y, después de manifestar a los presentes los motivos de su viaje a Roma, les expuso la situación actual de las cosas, como quien esbozaba un cuadro que iba ilustrando con sus luces y sus sombras. Había encontrado en Roma vivas simpatías en las altas esferas, aun en las más encumbradas, pese a los desfavorables informes que llovían en abundancia desde Turín. A este propósito hizo sacar del archivo y leer algunos documentos reservados, para que se viera con claridad en qué aguas se navegaba y con cuánta prudencia había que proceder en el gobierno de las casas. Ya hemos sacado datos del acta de esta sesión para las ((159)) narraciones precedentes, y tomaremos algunas más para el capítulo noveno; así que ahora seguimos adelante. Don Miguel Rúa presidió la segunda sesión. La lectura del acta de la conferencia, tenida en enero, puso sobre el tapete una cuestión que hoy hace sonreír, con la sonrisa de benevolencia, con que se miran las cosas de la infancia. Sería el caso de repetir más de una vez la misma observación en las narraciones subsiguientes. Es necesario mirar las cosas por su verdadero lado. Don Bosco no fue un hombre que presentara proyectos ya estudiados y acabados, para ejecutarlos sin más; por el contrario, echaba la humilde simiente en el terreno propicio y vigilaba cautelosamente cómo enraizaba bajo tierra, cómo brotaba al exterior y cómo crecía el tallo y se ramificaba. Su mayor obra, la Congregación, nació de un granito como el de mostaza del Evangelio y no creció prodigiosamente a saltos, sino poquito a poco, con unos pobres principios y por grados. En los tiempos de la historia que narramos se robustecía todavía su tierno tallo y empezaba a tender tímidamente sus primeras ramas, con la ayuda del 141 Fin de Página 141 VOLUMEN XI Página: 142 experto cultivador. »Quién no contempla con placer y no quiere conocer el momento en que su planta se desarrolla? Se comprendió entonces que hacía falta un secretario del Capítulo, que tomase nota de todo, para evitar que se olvidaran las decisiones tomadas y para transmitir a los sucesores cosas importantes que, de otra manera, no hubiera dejado ni vestigios. En verdad, ya se había nombrado una especie de secretario hacía tiempo, en la persona de don Carlos Ghivarello; pero era como si no existiera, porque debía éste atender a tantas cosas que no se ocupaba de ello, y ningún otro lo hacía. Pero ahora se planteó la cuestión de si convenía que don Carlos Ghivarello se desentendiese de otras ocupaciones para atender expresamente a la de secretario o si era más conveniente elegir a otro socio, con menos ocupaciones, que pudiera atender a la secretaría. Don Carlos Ghivarello se oponía a la primera solución y, ante la imposibilidad de aligerar su trabajo y su falta de memoria, se propuso la idea de poner en aquel cargo a un determinado salesiano. Pero no se decidieron a nombrarlo porque, como se dijo, era don Bosco quien había elegido ((160)) a don Carlos y por tanto debía seguir. Se determinó, pues, dejar el asunto en manos de don Bosco. Después de este preámbulo, se dio cuenta de los favores espirituales que ya conocemos. A continuación se pasó al orden del día, preparado por el mismo don Bosco. Contenía tres partes: 1.ª no cambiar al personal; 2.ª que el teatro no perturbara el horario de la casa; 3.ª no hacer gastos accesorios. Hubo tal disparidad de criterios sobre los dos primeros puntos que no se llegaba a ningún acuerdo; por lo que surgió la duda de si todos los allí presentes conocían bien el alcance de los artículos. Por ello, después de una larga discusión, acordaron consultar a don Bosco. Quedaba la tercera cuestión. »Pero en qué sentido había que tomar lo de «gastos accesorios»? No se trataba de nuevas edificaciones, puesto que ya estaba dispuesto que ningún director podía empezar una edificación sin permiso del Capítulo Superior. Entonces, se refería a modificaciones accidentales de lo ya edificado. Pues bien, todos los directores dijeron estar dispuestos por su parte a abstenerse de tales obras, como generalmente ya se venía haciendo. La reunión se entretuvo en la conveniencia de autorizar un gasto en la compra de ropa para el verano. En el Piamonte, durante los meses de calor, los sacerdotes usaban una esclavina muy económica. »Era el caso de seguir una nueva corriente, permitiendo a los sacerdotes vestir una dulleta ligera? Así lo hacían ya religiosos, sacerdotes seculares y obispos. Además, esta dulleta permitiría seguir usando las sotanas 142 Fin de Página 142 VOLUMEN XI Página: 143 algo deterioradas y descoloridas que «generalmente llevamos» se lee en el acta. No se atrevieron a decicir y se prefirió, por tercera vez, esperar la decisión de don Bosco. En la tercera conferencia encontramos de nuevo a don Bosco. La primera parte de ella se dedicó a la intervención del Arzobispo de Vercelli, que ya hemos referido, y varios decretos de facultades e indulgencias, que también conocemos; el resto se empleó para dilucidar los dos puntos dejados en suspenso en la sesión anterior. ((161)) Interrogaron primero a don Bosco sobre lo de no cambiar al personal: si se refería a que no se cambiara arbitrariamente de una casa a otra, no había constancia de que esto hubiera sucedido nunca; si quería decir que no se cambiase de ocupación a los hermanos de los distintos colegios, sin licencia del Capítulo Superior, parecía que era una medida que causaría muchos inconvenientes, ya que se presentaban casos en los que eran necesario que un individuo pasara inmediatamente de una a otra asistencia o que cambiara de materia a enseñar. Don Bosco respondió así: «Se trata aquí de una medida más preventiva que represiva. Por regla general conviene que las cosas se mantengan como están. Mirad: me he aconsejado sobre este particular con el padre Franco, el cual me ha dicho que entre ellos, los Jesuitas, no se hacen cambios, sin previo consentimiento de los superiores mayores. Y en realidad es una cosa que acarrea dos grandes bienes: quita cualquier odiosidad que pudiera nacer contra el superior local y hace que el súbdito se muestre más conforme y quede más contento. Creedme: yo quisiera introducir esta costumbre en todas las casas. Sí, veo alguna dificultad; pero si un director, antes de ordenar algo importante, escribiese a los superiores y la orden llegara de Turín, esto contribuiría muchísimo a la buena marcha de las casas en particular. »Y dígase lo mismo sobre las prohibiciones. Si, en vez de negar un permiso, se dijera: »-Bien, mira; escribiré al Capítulo Superior para que determine lo que se debe hacer y ya te lo comunicaré, se ahorraria al hermano el disgusto que fácilmente nace de una negativa, cuando se puede suponer que el dírector dice que no, por un capricho. En los cambios esto se ve más claro. Queréis, por ejemplo, enviar un sujeto de vuestra casa a otra; si hacéis vosotros el cambio, infundís en su ánimo la odiosa sospecha de que queréis desentenderos de él, porque no conviene que siga donde está. Si, por el contrario, escribís al Capítulo Superior y éste llama a aquel individuo para colocarlo en otro sitio, ((162)) se evitan 143 Fin de Página 143 VOLUMEN XI Página: 144 muchos inconvenientes. Obrando de este modo se conseguirá mayor sumisión y menos malos humores». De una palabra a otra se pasó a los desórdenes que ocurrían con la correspondencia. Don Bosco hizo una recomendación y expuso dos normas. Recomendó que se dejase plena y absoluta libertad para escribir al Superior General; recordó a este propósito que en algunas Ordenes religiosas se conmina hasta con excomunión al superior local que impidiera escribir o se arrogase el derecho de leer tales cartas o su respuesta y, más aún, expresó su deseo de que se les animase a escribir con frecuencia. Las normas se referían al resto de la correspondencia epistolar: que todos los socios entregasen abiertas las cartas al director y que éste pusiera abiertas en manos de los socios las que recibieran; pero que no las entregara por mano de un tercero, sino personalmente, y añadió: «Pero esto no debe, sin embargo, entenderse de modo tan absoluto y universal que creyera el director que le incumbe una obligación en cada caso. Quede sólo bien sabido y entendido que el director tiene facultad para hacerlo y que es conveniente lo haga de ordinario. Una vez puesto fuera de duda tal principio, se evitan disgustos, cuando el director usare de este derecho». Don Francisco Dalmazzo, que había presentado la cuestión de las cartas, quiso también tratar el inconveniente de las salidas de casa. -Se me presentan, observó, y me dicen: necesito salir. Pero las más de las veces callan el motivo y se van a donde quieren, a hacer lo que les place. La cuestión fue que se saliera y se dejara salir lo menos posible, porque siempre hay peligro; que saliesen acompañados, como dicen las reglas, pero sin poner siempre al mismo acompañante. Pero alguién objetó: -»Cómo encontrar un compañero para salir, en la mayor parte de los casos, siendo tanta la escasez de personal? -«Mejor todavía, intervino don Bosco. Puesto que es tan difícil encontrar ((163)) un compañero, no se permitirá salir más que en los casos de verdadera necesidad. El no encontrar a nadie para darle un compañero autorizará para responder sin más: -Por el momento no puedes salir». Alguno observó que había visto en Roma al padre Perrone y al padre Curci ir por la ciudad acompañados de hermanos coadjutores que se presentaban muy descuidadamente. Y así evidentemente no resultaba difícil encontrar acompañante. Con todo, en cuanto al tema de la correspondencia y a lo de salir acompañados, pareció más prudente 144 Fin de Página 144 VOLUMEN XI Página: 145 no determinar nada al respecto, para evitar que achacaran arbitrariedades al director. -«Dentro de poco, dijo don Bosco, yo escribiré una circular a todas las casas reclamando la atención de los directores sobre este punto del reglamento. Así, la cuestión llegará a conocimiento de todos, y los directores locales no estarán expuestos a críticas, como si obraran por propia iniciativa. Habría muchas otras cosas que reformar y poner al día; pero esto se irá haciendo con el aumento de personal. Ahí está, por ejemplo, la contabilidad. Por fortuna vosotros (y lo dijo sonriendo) sois todos unos hombres de bien, y en vez de llevaros, traéis a la Congregación lo que tenéis. Pero »quién sabe la de millares de liras que podríais llevaron sin ser descubiertos, estando como estáis, sin fiscalización alguna? Con el tiempo, se hace necesario que se lleve la contabilidad con precisión, si se quieren prevenir inconvenientes para el futuro». Quedaba la cuestión del teatro. »Qué pretendía don Bosco, al recomendar que el teatro no perturbara el horario de la casa? »Que no se debía atrasar la hora de levantarse el día siguiente al de la representación? En cuanto a lo demás, »cómo hacer para no modificar el horario? Sin duda que se adelantaba la hora de la cena y se retrasaba la hora de ir a descansar. «Yo, en cambio, dijo don Bosco, sería del parecer de que no se adelantara la hora de la cena, sino que se cenara después del teatro; así se ahorraría el gravísimo inconveniente de que, después de la representación, haya una segunda cena para los actores». Se observó que en algún tiempo ya se hizo así, pero ((164)) que se modificó por los muchos inconvenientes que había; por otra parte, todos los directores afirmaron unánimemente que se originarían desórdenes mayores, cenando después de la función. En efecto, con el sistema vigente, se recitaban las oraciones en el mismo salón del teatro y, desde allí, íbanse a dormir y todo quedaba terminado. Si, por el contrario, hubiera que cenar después del teatro, sería necesario tener luego un recreo, lo que causaría mayores inconvenientes. Además, no parecía muy oportuno tener ocupados durante la representación del teatro a los cocineros y encargados de comedores. -«Con todo, replicó don Bosco, conviene se evite a toda costa la cena aparte para los cómicos. Siempre suceden desórdenes; bastaría que se conociese alguno sucedido en la última representación, para que todos estuvierais conformes en no permitirlo. Es preferible hacer el teatro los jueves o en pleno día». Pero, ni aun así parecía que estuvieran eliminados los inconvenientes. 145 Fin de Página 145 VOLUMEN XI Página: 146 Porque los aprendices, por ejemplo, deberían suspender su trabajo para asistir a la representación; »y después? En segundo lugar, donde acostumbraban a asistir a las representaciones los personajes más respetables del lugar, no era ése el momento más oportuno para invitarlos. -«Entonces, sugirió don Bosco, no encuentro más que una solución: los días de teatro se coma a la francesa. Hágase el almuerzo hacia las once y la cena hacia las cinco, en la que tomarían parte también los cómicos. Después de la cena, haya una hora de recreo y a las seis y media el teatro. Bastan dos horas y media para la función, y a las nueve todo está terminado, sin necesidad de la cena para los cómicos. Así, se rezan las oraciones después del teatro y se va a dormir. Y como el teatro suele hacerse en los días de fiesta más solemnes, también habría posibilidad para celebrar las funciones de iglesia antes de las cinco». De todos modos, quiso que se dejase la cuestión en estudio. Acostumbrado a tomar normas basándose en la experiencia, antes de fijar una regla, recomendó que se comenzara a hacer la prueba en algún colegio y así se experimentaría si había o no algún inconveniente. Y si daba buen resultado, se establecería aquel plan en todas partes. ((165)) Don Miguel Rúa presidió la cuarta conferencia. Continuaba viva todavía por un año la concesión de presentarse a exámenes extraordinarios para conseguir la habilitación de enseñar en las escuelas medias y técnicas. Urgía que en cada colegio se animara a presentarse a examen a cuantos se sintieran preparados para ello. Preparados a conciencia, recomendó don Celestino Durando, para no hacer mal papel y menoscabar el buen nombre de las casas. Por tanto, que los directores buscaran la forma de dejar libres un par de meses antes a los candidatos, a fin de que se reunieran en el Oratorio donde podrían recibir clases especiales. Para los exámenes del bachillerato superior y elemental, no convenía presentarse en Turín, pues los miembros de la comisión examinadora estaban prevenidos en contra: ver un sacerdote y suspenderlo, era lo mismo para ellos. Que, por consiguiente, se fuera a Venecia, a Bolonia o a otra parte. Cuando se conociera el número de los examinandos, se pensaría en la elección del tribunal. Que se enviaran las peticiones al mismo don Celestino Durando, el cual las dirigiría a donde fuera más conveniente. Con el mes de mayo terminaba el tiempo hábil para presentar las solicitudes. En cuanto a los exámenes para obtener el diploma de maestro elemental, existía una de esas dificultades, que frecuentemente se presentaron ya otras veces, aunque de diversas formas. Una circular del 146 Fin de Página 146 VOLUMEN XI Página: 147 Ministro exigía la inscripción de todos en una escuela normal, pero se concedía la facultad de presentarse a examen sin tal inscripción a los que pudieran acreditar haber realizado las prácticas de enseñanza durante un año. Por el contrario, otra circular del mismo Ministerio no concedía validez a esas prácticas, si no habían sido precedidas por los debidos exámenes. En conclusión, que no había que tener en cuenta las prácticas. Verdaderamente don Miguel Rúa se inclinaba a que no se presentara ninguno. Don Francisco Cerruti no era del mismo parecer; esto aconsejaba que se consiguieran diplomas, pero poquito a poco y sin armar bulla, como en años anteriores. El que se sintiera capaz, que se preparase. Y así se acordó. Antes se celebraban estos exámenes en Novara; pero ya no se podía ir allí porque aquella escuela sólo estaba equiparada, y las últimas disposiciones ministeriales ((166)) exigían que los estudiantes libres sólo pudieran presentarse en las Normales regias. Se designó, pues, para presentarse la escuela normal de Pinerolo. Terminado este tema, pidieron algunos directores que se pusiera remedio a una irregularidad. Los hermanos que estaban de paso en una casa, salían y entraban y hasta comían fuera, sin decir nada al director local. Pero no era necesario determinar nada nuevo sobre ello; bastaba cumplir una decisión anterior por la que todo socio que se encontraba en una casa, distinta a la de su residencia ordinaria, se pusiera enseguida bajo la obediencia del director de aquella casa y no saliera ni hiciera nada contra las Reglas sin pedir el correspondiente permiso. Pero el amor a la regularidad aconsejó que se tomara un nuevo acuerdo respecto a los viajes no autorizados. Al multiplicarse los socios eran más frecuentes los viajes y, por tanto, también la necesidad de pasar por las distintas casas. »Se debería tener siempre el debido permiso para aquellas permanencias? »No prolongaría alguno con «engaño su permanencia? »Y qué podría decir el director local, sin saber el verdadero motivo del viaje, su duración y el itinerario que debía seguir? Por consiguiente, todo director, cuando uno de sus súbditos necesitara pasar por otra casa, debía entregarle una carta de presentación en la que se indicara la razón del viaje y todo lo demás que al director extraño conviniera conocer. Que esa carta estuviera cerrada, pero que llevara en el sobre el sello del colegio de procedencia; de esta forma los porteros podían impedir la entrada a los simuladores disfrazados con el nombre de salesianos. Y que los directores rompieran enseguida el sobre, para evitar que otros pudieran por ventura aprovecharlo indebidamente. 147 Fin de Página 147 VOLUMEN XI Página: 148 Siempre, dentro del mismo amor a la regularidad, se estudió el caso de aquel que, viajando o estando en casa de sus padres, se permitiera diversiones o excursiones que no fueran concertadas antes. »Acaso no se había permitido uno, durante las últimas vacaciones llegarse hasta el Gran San Bernardo? No se determinó nada en concreto; sólo pareció oportuno que se avisara a los hermanos en cada colegio para que eso no sucediera; ((167)) sino que, el que saliera para un lugar determinado, fuese a aquel lugar, no a otro; y el que se encontrara en casa de sus padres, antes de emprender un viaje o algo de importancia, escribiese a los Superiores. La quinta conferencia fue pública. Todos los socios del Oratorio, profesos, novicios y aspirantes, en número de ciento cincuenta, se reunieron en la iglesia de San Francisco para escuchar a don Bosco. Todo lo que él dijo se recogió y consta en las actas. Comenzó naturalmente con la bendición del Papa, narró después la coincidencia de la recomendación del Papa Pío IX y el apunte que él llevaba escrito sobre la fidelidad y obediencia al Vicario de Jesucristo, y luego anunció las indulgencias generales traídas de Roma. Todo ha sido ya narrado en el capítulo sexto. Finalmente prosiguió así: Advierto de modo especial que no sólo el Padre Santo nos quiere y favorece, sino que, en general, todos ven bien a nuestra Congregación. Los buenos y los malos, las autoridades civiles y las eclesiásticas y, salvo rarísimas excepciones, todos nos favorecen. De intento decía que hasta los malos nos miran con buenos ojos, porque vemos que los mismos que gritan contra las órdenes religiosas y quisieran verlas suprimidas de raíz, nos colman de alabanzas a nosotros. Y os voy a contar un episodio sucedido hoy mismo. Un señor alto y corpulento, que llevaba en la mano dos periodicuchos pésimos, me saludó. Yo no le reconocí; pero él se presentó: era uno de los antiguos alumnos de la casa, que me dijo guardaba el mejor de los recuerdos de mí y del Oratorio. Le pregunté por qué llevaba en las manos aquellos periodicuchos y supe que él escribía en ellos y que tenía opiniones totalmente opuestas a las que había aprendido aquí. Seguimos hablando, le pregunté si ya había cumplido con Pascua y supe que no frecuentaba la iglesia hacía años. Le pregunté entonces cómo era posible que, con la vida que llevaba y los escritos que publicaba, pudiera conservar buenos recuerdos de nosotros. Y me respondió que, si escribía tanto contra curas, frailes y prelados, era porque veía muchos desórdenes y cosas que daban asco; que nos conocía muy bien a nosotros y que también sus compañeros de trabajo (de la misma laya) nos miraban con buenos ojos, porque hacíamos el bien, trabajábamos y no nos metíamos en política. Yo le dije: -»Cómo es posible que habléis bien de nosotros? Porque, sino me equivoco, no hace muchos días apareció en vuestro periódico un artículo infamante contra un sacerdote. Y él me respondió: 148 Fin de Página 148 VOLUMEN XI Página: 149 ((168)) -Por el fruto se conoce el árbol, don Bosco; escribí aquello porque así sucedió; pero, viendo lo que usted y los suyos hacen, sólo podemos hablar bien de ustedes. Y se puso a hacer nuestro panegírico. Volví yo entonces a hablarle de la Pascua y de que mirara sus propios defectos sin juzgar a aquéllos de los que no es juez. Y nos despedimos con buenas esperanzas. Os he dicho esto para que veáis que también los malos saben apreciar cuándo se trabaja sin interés y cuándo se trabaja de veras; y consideran que nosotros lo hacemos así. Animémonos, pues, mutuamente. Pasando ahora a hablar directamente del estado de nuestra Congregación, es necesario que antes os haga algunas observaciones. Cuando se quiere fundar una Congregación religiosa hay que pasar por tres períodos. Primeramente el Sumo Pontífice nombra un superior. Con esto queda aprobada previamente la Congregación y se otorga a este superior constituido la facultad de reclutar socios que pueden empezar a emitir votos. Este es el primer período, la primera fase, que tiene su raíz para nosotros en el año 1841, que fue precisamente el año en que don Bosco empezó a abrir Oratorios y a buscar compañeros que le ayudasen, aupado por el Arzobispo de Turín, sin que tuviera por el momento una finalidad precisa. Pero este primer período no tuvo su natural vigor hasta 1858, cuando don Bosco fue por primera vez a Roma y habló con el Padre Santo sobre la fundación de una Congregación. El pleno desarrollo de este primer período, el más difícil, lo tuvo en 1864, cuando el Padre Santo elogió el Instituto y permitió que se hicieran ya los votos perpetuos y regulares. El segundo período empieza cuando el Padre Santo y las Congregaciones de Roma aprueban definitivamente la Congregación en sí, como buena y destinada a hacer el bien; pero aún no están aprobadas las Reglas una por una, y pueden los superiores modificarlas para adaptarlas cada vez más al espíritu que la Congregación va adquiriendo. Esta aprobación la tuvimos nosotros con el Decreto Pontificio del 19 de febrero de 1869, en cuya ocasión se nos concedió el privilegio, ad decennrum, de las cartas dimisorias a nuestros ordenandos, ad quemcumque episcopum (para cualquier obispo). Por último, pasado este período, se examinan y discuten en las Congregaciones de Cardenales las Reglas y, por fin, se aprueban estas Reglas o Constituciones como aptas, si se cumplen, para producir la prosperidad y felicidad del Instituto. A partir de ese momento no se puede cambiar nada de las Reglas así aprobadas, sin la intervención y aprobación del Capítulo General y de la Santa Sede. Esta es la última y definitiva aprobación que se da a una Congregación. Este acto, de verdadera solemnidad, se cumplió para nosotros el año pasado, el 3 de abril de 1874. Después de todo esto, y una vez aprobadas definitivamente la Congregación y las Constituciones, nos faltan todavía a nosotros los privilegios necesarios para que una congregación eclesiástica pueda subsistir ((169)) próspera y producir gran bien al prójimo. Para esto fui a Roma expresamente este año. Ya se nos concedieron muchos privilegios, como anteriormente os conté; muchos otros han pasado al Padre Santo; y, aunque todavía no tengamos los rescriptos, es cierto que pronto llegarán. Otros siguen su marcha. Están también muy adelantadas las gestiones para obtener todo un cuerpo de privilegios, como las otras congregaciones. Pasando ahora a hablaros del aspecto interior de la Congregación, debo notificaros, con gran satisfacción por mi parte, que marcha muy bien, ya sea porque aumenta constantemente el número de socios y se nos hacen cada día nuevas peticiones, ya sea también por lo bien que se va formando el espíritu de sus socios. 149 Fin de Página 149 VOLUMEN XI Página: 150 Animémonos, pues, todos, y especialmente por dos cosas. Esforcémonos, primero, por trabajar mucho para hacer mucho bien. Digan después los demás lo que quieran. Creedme, no se puede contentar a todos; es materialmente imposible. Os puedo asegurar que siempre me cuidé de no disgustar a nadie; pero cada día que pasa estoy más persuadido de que me es imposible contentar a todos. Trabajemos, pues, con diligencia; hagamos lo que podemos, hagámoslo todo y dejemos después que digan; no nos importe lo que puedan decir de nosotros. Nosotros hablemos siempre bien de todos. Lo segundo que quisiera inculcaros a todos es que nos empeñemos en cortar las murmuraciones también entre nosotros. Si alguien tiene algo que decir, hable de ello con los superiores y se procurará, por todos los medios, hacer desaparecer los motivos del mal humor; pero que nadie tenga que lamentarse de nada. Sostengámonos siempre los unos a los otros, ya sean internos o externos. Esto contribuirá muchísimo al incremento y al bien de la Congregación. Ahora os recomiendo encarecidamente a todos que atendáis a vuestra propia salud. Estoy de acuerdo en que, al que no se encuentra bien, se le tengan los cuidados posibles y se le administre todo lo que pueda favorecerle. Así se lo recomiendo especialmente a los directores; que no permitan falte nada a los enfermos; más aún, cuiden de que no se cansen demasiado. Prefiero se deje algo por hacer, antes que causar demasiada fatiga a nadie. Hay que tener ánimo; el que puede hacer mucho, hágalo a gusto; el que no puede hacer tanto, sea considerado como los demás y téngase en cuenta su condición o delicada salud. Por lo demás, »qué queréis que os diga? (Al llegar aquí casi se apagó su voz. Ya desde el principio era muy débil y parecia que no pudiese hablar por el cansancio; pero ahora empezó como a sollozar y a conmoverse cada vez más) No me queda más que rogaros tengáis la bondad de aguantarme, como lo habéis hecho hasta ahora y de encomendarme al Señor. Soportémonos mutuamente los unos a los otros y sea éste un recuerdo que valga para toda nuestra vida. ((170)) Una cosa más y termino. Pongámonos de acuerdo para cumplir siempre bien las prácticas de piedad de nuestra Congregación y especialmente el ejercicio de la Buena Muerte, el último día de cada mes. Por cuanto sea posible, déjense todas las demás ocupaciones ese día y aplíquese cada uno a la consideración de lo que propiamente atañe a la salvación eterna de su alma. Yo confío mucho en este ejercicio bien hecho, porque, si cada uno emplea un día al mes para arreglar sus cosas, ya puede venirle la muerte cuando quiera y de la forma que quiera, que no le pilla desprevenido. En ese día no sólo se ha de hacer una confesión más diligente y una comunión más fervorosa, sino que, además, hay que arreglar todo lo referente a los estudios y especialmente a las cosas materiales de modo que, si nos sorprendiera la muerte, pudiéramos decir: -No tengo nada en que pensar más que en morir en el abrazo del Señor. Que Dios os bendiga, queridos hijos míos. Como por última vez se reunieron todos los invitados con don Bosco en su propia habitación. Se invocó al Espíritu Santo, según costumbre, y don Miguel Rúa, haciéndose intérprete del deseo de todos los allí presentes, preguntó cómo iban las gestiones de América. 150 Fin de Página 150 VOLUMEN XI Página: 151 Don Bosco refirió de buen grado lo acordado en Roma y con los de Argentina, según ya se ha dicho en el capítulo séptimo. De América pasó a Italia. Aquí había peticiones para colegios de muy distintos lugares; una desde Bassano, pero eran muchos los gastos que se requerían para la adaptación del edificio que ofrecían y para amueblarlo; otra desde Cremona, cuyo Obispo era el que invitaba y no había mucho que gastar. Estaba también Crema, pero parecía preferible Como, que presentaba más ventajas. En Milán no faltaría nada, salvo que monseñor Calabiana preveía el peligro de que, si fundaban allí los salesianos, se llamaría mucho la atención y temía que los colegios ya existentes sufrieran algún perjuicio. Lo mismo ocurría en Rho, donde parecía que todo estaba concluido, y se suscitó la misma preocupación. Por otra parte, don Bosco tenía siempre su punto de vista en lo referente a estos asuntos. Las autoridades escolásticas de toda Lombardía eran enemigas de los curas y se oponían a ellos, y como él no quería comprometer ((171)) el porvenir, procuraba mantener buenas relaciones con las autoridades. Si, por consiguiente, la Delegación provincial de estudios se mostraba contraria, renunciaría por el momento a Lombardía. -«Ahora, añadió, no tenemos gran necesidad de extendernos, sino más bien de consolidarnos; por tanto, de no presentarse especiales razones de conveniencia, dirijámonos a otro sitio». Por desgracia en aquellos años se habían nombrado unos «pésimos piamonteses» para la Delegación de Enseñanza en Lombardía, como aseguró don Celestino Durando; los cuales, a lo sumo, no molestarían mucho a los salesianos, pero tampoco les ayudarían en nada. -Pues bien, intervino don Bosco, «si esos señores no están dispuestos a tratarnos con toda la liberalidad que permiten las leyes, yo no aceptaré». Don Miguel Rúa hizo entonces la observación de que, existiendo ya suficientes colegios en los Estados Sardos, parecía convenientes abrir otros fuera de allí. Don Bosco respondió enseguida que el cardenal Berardi tenía muchos deseos de que se abriera uno en Ceccano; pero que, hasta aquel momento, no se había concretado nada. Por eso pensaba abandonar la idea; sobre todo porque importaba mucho organizar bien la Obra de María Auxiliadora y especialmente porque era necesario conservar personal para América. Y del exterior al interior. Varios socios estaban en las condiciones requeridas para recibir las órdenes sagradas, pero sólo habían profesado con votos trienales. Y, dado que contaban con la posibilidad de 151 Fin de Página 151 VOLUMEN XI Página: 152 procurarse el patrimonio eclesiástico, »convenía hacerlos ordenar con este título antes que esperar a que hicieran los votos perpetuos para ordenarse titulo mensae comunis? O bien, »sería lícito admitirlos a la profesión perpetua, antes de que expirara el tiempo de los votos trienales, hechos la primera vez? Abrióse la discusión y se llegó a la conclusión siguiente. En cuanto a lo primero: que, si se podía conseguir el patrimonio, se procurara adquirirlo, porque eso suponía una entrada para la casa, que andaba con angustia, y también porque el ordenando tendría mayor gusto en disponer ante cualquier eventualidad de una renta ((172)) fija; a más que los padres, si cuentan con medios, hacen con gusto por sus hijos este acto de benevolencia. Esto se decía refiriéndose a los profesos de votos perpetuos. Respecto a los profesos trienales, no debían ser admitidos tan fácilmente a las órdenes con el patrimonio propio; pues era una gran tentación para un sacerdote joven poderse marchar a voluntad, puesto que disponía de la misa y de sus rentas; bastaría, al efecto, cualquier choque con los superiores. Finalmente, que no se dejara ni entrever la posibilidad de cantar misa sólo con los votos trienales, aun dotados del patrimonio, puesto que ello redundaría en grave daño para la Congregación, ya que sería posible que algunos entraran en ella únicamente para conseguir ser ordenados de sacerdote y salirse después. Estos constituirían un verdadero flagelo, pues serían sujetos sin vocación y, de ordinario, rechazados ya por sus obispos. En cuanto a lo segundo, es decir, la admisión a los votos perpetuos antes de haber hecho o terminado los trienales, dijo don Bosco: -«Hay motivos para admitir a los votos perpetuos apenas terminado el noviciado. La concesión de hacer los votos trienales antes de los perpetuos es un doble privilegio: privilegio en favor del socio, que puede esperar más tiempo para conocer mejor la Congregación y examinar la propia vocación, y privilegio en favor de la Congregación, a fin de que pueda conocer mejor al individuo antes de recibirlo definitivamente en su seno. Y, siendo estos privilegios en favor de ambos, si los dos se ponen de acuerdo y quieren renunciar a ellos, pueden hacerlo. »Por tanto es lícito admitir a los votos perpetuos y pueden hacerlos también aquellos que no hayan hecho o cumplido los votos trienales». En verdad don Bosco hubiera podido valerse sin más cuestiones de la facultad que le había concedido Pío IX vivae vocis oraculo. El benévolo Pontífice se las había dado amplísimas, para que en todo momento pudiera obrar expeditamente. Por el mismo estilo se portó 152 Fin de Página 152 VOLUMEN XI Página: 153 más tarde con él León XIII, hasta que, llegados por fin los suspirados privilegios, ya resultaban superfluas y fueron expresamente revocadas en el Breve. Pero la prudencia ((173)) exigía que se hablara lo menos posible de tan extraordinarias concesiones. Recordamos algunos detalles del momento. La última palabra de don Bosco fue que los directores saludaran de su parte a todos los socios; que les comunicaran las muchas atenciones recibidas del Papa, los importantes asuntos resueltos en Roma, la bendición pontificia para cada uno; recomendando mucho que se comunicaran estas buenas noticias sobre la Congregación en casa y fuera de ella, porque, como él observó, especialmente en los colegios muy distantes se deseaba mucho saber cómo andaban los asuntos de la Congregación en Turín. Por último, puso fin a la reunión con estas palabras: -«Saludad de mi parte a los sacerdotes y a todos los demás socios: hacedles ver la buena opinión que de ellos tengo: porque, creedme, esto causa muy buen efecto: también a los sacerdotes les gusta saber si se los tiene en consideración y se los recuerda. Procurad también vosotros mismos que vean que los tenéis en consideración y que pensáis mucho en ellos. Esto contribuirá en gran manera a estrechar los lazos de la caridad fraterna, de modo que sea una realidad cada vez más sensible que formamos un solo corazón y una sola alma». 153 Fin de Página 153 VOLUMEN XI Página: 154 ((174)) CAPITULO IX 1 PRIVILEGIOS Y DIMISORIAS PRIMERA FASE DE LAS NEGOCIACIONES LA primera alusión que se oyó en público sobre los privilegios fue durante las conferencias de enero, cuando don Bosco notificó su propósito de solicitarlos a Roma, manifestando a la par las dificultades que habría para conseguirlos 2. En las conferencias de abril explicó sumariamente su alcance y lo que se había hecho para ello en dicho tiempo. Daremos aquí una breve noticia sobre el origen y naturaleza de los privilegios y sobre los primeros pasos para su consecución, valiéndonos de las actas de la primera sesión 3. Ya desde antiguo, desde que se propagó el monacato en Occidente, después de san Benito, los Papas concedieron privilegios y gracias a las familias monásticas para que pudieran prosperar interiormente y, al mismo tiempo, hacer el bien a los demás. Con el andar del tiempo, al aparecer una nueva Orden Religiosa se le concedían de ordinario, ad instar, o por asimilación, como después se dice, los mismos privilegios ya concedidos a los primeros, ampliados con otros, que parecían requeridos por las necesidades de los tiempos o por las circunstancias nuevas. De este modo, poco a poco, el número de privilegios creció desmesuradamente y los Decretos ((175)) de los Pontífices o de la Curia Romana, quedaban reducidos a letra muerta, puesto que los religiosos tenían siempre, en todas las cuestiones, sus propios privilegios para eximirse. A fines del siglo XV dejaron de instituirse Ordenes regulares; se quiso, en cambio, religiosos que no sólo tuvieran por fin principal la alabanza de Dios y la propia perfección dentro del claustro, con clausura 1 En este capítulo, además de los documentos que al paso iremos citando y de los que aparecerán en el Apéndice, nos valdremos también de quince cartas del sumista Menghini, y de otras seis de monseñor Fratejacci, todas inéditas, escritas entre los meses de abril y diciembre del año 1875. 2 Véase capítulo II, pág. 27. 3 Véase capítulo VIII, pág. 141. 154 Fin de Página 154 VOLUMEN XI Página: 155 y oficio coral, sino que, además, pudieran salir al exterior y tomar parte activa en los ministerios eclesiásticos y, por consiguiente, estuvieran libres de la clausura y sin obligación de dedicar la mayor parte del día al coro. Comenzaron entonces las Congregaciones eclesiásticas. Fue la primera la de los Teatinos y vinieron después Jesuitas, Somascos, Escolapios y muchas otras familias religiosas que se diferenciaban de las Ordenes regulares por lo que se ha dicho y, además, por tener solamente votos simples. Entre los votos solemnes y los simples hay estas dos diferencias: que los solemnes se hacen a la Iglesia y los simples a los superiores de la Congregación; y que los solemnes no los puede dispensar más que la Iglesia, y se dispensan muy raras veces, mientras que los simples pueden ser dispensados por los superiores de la Congregación y sin tantas formalidades. Como llegaron las cosas al punto de que los privilegios de las Ordenes regulares habían aumentado de forma excesiva, Roma decidió no concedérselos a las Congregaciones eclesiásticas. Sin embargo, poco a poco, vio la Iglesia que los nuevos religiosos encontraban a cada paso en su apostolado trabas que les impedían desenvolverse expeditamente para promover la mayor gloria de Dios. Empezó, por tanto, a conceder unos privilegios, después algunos más, y otros más todavía, de modo que, al ser manifiesto que las nuevas Congregaciones eclesiásticas realizaban en la Iglesia tanto bien como las antiguas Ordenes regulares y que, desenvolviendo su actividad principalmente fuera de sus propias casas, se requerían privilegios mayores aún, se terminó por conceder a las Congregaciones eclesiásticas, los mismos privilegios, ni más ni menos, que se habían concedido a las ((176)) Ordenes regulares; más todavía, una vez iniciada esa corriente, se acumularon privilegios sobre privilegios sin fin. A este ritmo se siguió hasta principios del pontificado de Pío IX, comunicándose dichos privilegios a las Congregaciones que iban naciendo; fue la última la Rosminiana. Pío IX renovó la disposición de que ya no se concedieran los privilegios en conjunto; y se estableció que, al surgir una nueva Congregación, solicitara el fundador los privilegios que creyera necesitar. Por eso fue don Bosco a Roma en febrero de 1875, para iniciar las gestiones con que conseguir la comunicación de los privilegios, como se acostumbraba en otros tiempos, y, al mismo tiempo, la facultad de las dimisorias ad quemcumque Episcopum. Y éste fue el asunto que trató ampliamente con monseñor Vitelleschi, secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, apenas llegó a Roma. Ninguno mejor que él podía darle las oportunas 155 Fin de Página 155 VOLUMEN XI Página: 156 instrucciones sobre el modo de regularse en estas cuestiones. El Arzobispo de Seleucia le preguntó qué privilegios necesitaba. -Muchos, le respondió; unos para la buena marcha de la Congregación y otros para las buenas relaciones con las autoridades eclesiásticas locales. Y le presentó una lista con cerca de ochenta. Sondeó, pues, el terreno para ver si había posibilidad de obtener per assim ilationem los privilegios de otras Congregaciones. El Prelado le respondió: -El Padre Santo goza de plena autoridad, él puede derogar una ley que él mismo ha dado. Háblele de ello. -Monseñor, díjole entonces don Bosco mostrándole todo un librote; presentaré al Padre Santo este libro que contiene los privilegios de los Redentoristas y le suplicaré que nos dé otro semejante a éste. -Por favor, replicó Monseñor, no se lo enseñe al Padre Santo; se espantaría ante tantas concesiones y no sólo no se las concedería a usted, sino que se las quitaría a los demás. ((177)) Don Bosco comprendió que se requería mucho tacto. Cuando estuvo con el Padre Santo y llegó la ocasión de hablar sobre el asunto, hízole ver la imperiosa necesidad que tenía de obtener los privilegios que correspondían a otras Ordenes. Y el Papa le respondió: -Pues bien, haced la solicitud. -Santidad, hay una dificultad: hace casi treinta años que se determinó no concederlos más en conjunto por vía de asimilación. -Haced como han hecho las otras Congregaciones aprobadas por Nos. -Ahí está la dificultad, Padre Santo, que el pobre don Bosco es el primero que se encuentra en este apuro. La última vez que se concedieron estos privilegios por asimilación fue al Instituto de la Caridad; y se los concedió vuestro predecesor Gregorio XVI, el 30 de diciembre de 1838. -»Y entonces? -Su Santidad tiene todos los poderes. »Si quisiera hacer todavía una excepción? -Pues la haré. Presentad la petición a las Congregaciones de Cardenales, ellos la examinarán, la discutirán y me informarán, y veremos lo que se puede hacer. Por mi parte estoy dispuesto a hacer todavía esta excepción. Don Bosco agradeció cortésmente al Papa tan insigne acto de benevolencia. Pero era un asunto serio para él: tenía que volver a empezar desde el principio. En pocos días debía realizar un trabajo que normalmente 156 Fin de Página 156 VOLUMEN XI Página: 157 había requerido largos meses. Hasta le faltaba un diccionario latino para consultar algunas palabras. Pero puso manos a la obra. Estudió la historia de los privilegios; coleccionó citas de bulas, nombres de Papas y sentencias de canonistas; formó todo un conjunto de privilegios, a los que añadió quién los había concedido, cuándo y cómo; compulsó minuciosamente el derecho canónico, trabajando, como él dijo más tarde «a tontas y a locas». ((178)) El resultado de tan febriles indagaciones fueron dos solicitudes en latín dirigidas al Papa y una memoria, a la que también dio forma de solicitud, a los Cardenales que diremos. Una de las dos súplicas se refería a las cartas dimisorias ad quemcumque Episcopum y la otra a la Concesión de los privilegios ya otorgados a otras Congregaciones eclesiásticas. A la primera iba unida una instancia de monseñor Vitelleschi, en el mismo sentido. De propósito presentó aparte la petición de las dimisorias, pues este indulto no puede ser comprendido en la comunicación de privilegios, máxime tratándose de Congregaciones con votos simples, sino que siempre se concede específica y directamente antes que en virtud de privilegios comunicados. Publicamos los tres documentos al final del volumen 1. Las dos solicitudes al Papa obtuvieron resultado inmediato con el nombramiento de una Comisión Extraordinaria de Cardenales pro voto. Don Bosco recibió comunicación oficial, firmada por el Secretario de la Congregación de Obispos y Regulares, en los términos siguientes: Ex audientia SS. die 26 februarii 1875 SS. porrectas preces examini demittere dignatus est Em.mi Patrizi, De Luca, Bizzarri, Martinelli pro voto emittendo. Segr. Archiepiscopus Seleuciensis, Vitelleschi. (En audiencia con Su Santidad del día 26 de febrero de 1875, dignóse enviar las súplicas presentadas a examen de los Eminentísimos Patrizi, De Luca, Bizzarri y Martinelli para emitir su voto. El secretario, Arzobispo de Seleucia, Vitelleschi). Eran, pues, los mismos Cardenales elegidos al año anterior para el examen de las Constituciones; y a ellos dirigió don Bosco la memoria antes dicha. Nos ocuparemos de ella aquí brevemente, porque contiene las motivaciones con más amplitud que las solicitudes al Papa, donde necesariamente no podían referirse las cosas más que sumariamente. 1 Véase: Apéndice: documentos n.° 14, n.° 15 y n.° 16. 157 Fin de Página 157 VOLUMEN XI Página: 158 Se divide esta memoria en dos partes: la primera trata de los privilegios y la segunda únicamente de las dimisorias. Dejando de lado las disquisiciones canónicas, nos limitamos a entresacar lo que directamente se refiere a don Bosco, respecto a su pensamiento y a sus instituciones. ((179)) El preámbulo general exalta noblemente la dignación del Papa a conceder a las Congregaciones tan señalados favores. «Los privilegios y gracias espirituales concedidas a las Ordenes religiosas y a las Congregaciones eclesiásticas pueden considerarse como otros tantos lazos, con los que tales Instituciones quedan ligadas a la Santa Sede, puesto que, siendo ella la única que los puede conceder, restringir y hasta revocar según su parecer, conforme a las necesidades y conveniencias, nace, como consecuencia de ello, un vivo y permanente pensamiento de gratitud por parte de los beneficiarios hacia su insigne bienhechor». Llegado el punto de solicitar la correspondencia con otra Congregación, manifiesta su preferencia y explica los motivos. «Se rogaría fuera elegida preferentemente la de los Redentoristas, o la de los Paúles, cuyas Constituciones y finalidad puede decirse que son idénticas (sic) a las Salesianas. En los Breves de concesión que se adjuntan, aparecen las razones que indujeron a los Pontífices a conceder a los Redentoristas tales comunicaciones. Los motivos especiales por los que se solicitan también para la Congregación Salesiana, son: « 1.° Como esta Congregación se halla desprovista por completo de medios materiales, necesita mucha indulgencia y muchos auxilios espirituales para poder lograr su finalidad. »2.° Esta Congregación tuvo sus inicios y se fue consolidando en los borrascosos tiempos en que todavía nos encontramos y en los que se querrían ver suprimidas y aniquiladas todas las instituciones eclesiásticas; y, a pesar de todo, pudo crecer, abrir casas en varias diócesis y hasta en las misiones extranjeras. En medio de esta calamidad de los tiempos y diversidad de países, a gran distancia unos de otros, los socios salesianos necesitan contar con un gobierno eficaz que goce de Privilegios ya conocidos y en general practicados por otras Pías Congregaciones. »3.° Sucede en estos tiempos tristes que las autoridades civiles ven con malos ojos el frecuente recurso a la Santa Sede. Y cuando llegó a oídos de la Autoridad gubernativa noticia de que la Santa Sede había concedido algunos privilegios, pretendió y exigió, contra todo derecho, ((180)) con amenazas que se le presentasen los Decretos y Rescriptos para someterlos al llamado Exequatur Regio. No hubo más remedio 158 Fin de Página 158 VOLUMEN XI Página: 159 que condescender; y, entre tanto, no fue posible obtener el Exequátur ni recuperar los originales 1. »4.° El humilde exponente desea además este favor para emplear el poco tiempo de vida, que todavía plazca al Señor concederle, en organizar sus diferentes casas y uniformar a todos los que llevan la dirección para que se sirvan de los privilegios con la máxima parsimonia y prudencia, y sólo en los casos en que aparezca claramente que es para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas». Tres eran las dificultades que entonces ponían algunos canonistas en lo referente a la comunicación de privilegios. Decían que podía: 1) suscitar controversias; 2) turbar la armonía y la paz con los Ordinarios y 3) conceder a ciertos institutos privilegios que no les convienen. Y don Bosco responde punto por punto. «Al 1.° Si estas concesiones fueran nuevas, podrían dar origen a controversias; pero estos privilegios se vienen comunicando de unos a otros desde hace más de trescientos años; fueron estudiados constantemente, interpretados y practicados de modo uniforme y según el espíritu de la Santa Sede. Podrían más bien considerarse como vínculo de unión y de uniformidad, lo que excluye, por tanto, todo motivo de cuestión. »Al 2.° Tampoco parece que turben la paz con los Ordinarios ya que los obispos y párrocos conocen los privilegios de los institutos aprobados por la Iglesia y extrañaría en nuestros pueblos ver que un instituto goza de más o menos privilegios que los otros. Más aún, dado que los privilegios son concesiones que honran grandemente a la Suprema autoridad del Pontífice y ponen de manifiesto su agradecimiento hacia una institución, daría ocasión para suponer que una congregación no ha sido definitivamente aprobada, mientras que ((181)) la Santa Sede no le haya concedido los mismos privilegios de que gozan las demás. »Un docto y respetable Ordinario no ha podido convencerse hasta ahora de que nuestra Congregación haya sido definitivamente aprobada, porque no le consta que goce de los privilegios de los Ministros de los enfermos (Camilos), de los Padres de la misión (Paúles), o de los Oblatos de María. »Al 3.° Tampoco parece se pueda decir que con tal comunicación se concedan favores no oportunos a los nuevos institutos. Ya que en tales concesiones siempre existe la cláusula: Dummodo Institutis eorum 1 Es una clara explicación del sentido de las palabras de la segunda solicitud al Papa (documento n.° 15) en donde se dice que hoy es prudente multa facere sed non patefacere (hacer muchas cosas, pero no revelarlas). 159 Fin de Página 159 VOLUMEN XI Página: 160 conveniant ac regulari observantiae non sint contraria. Añádase, además, que como tales favores se conceden exclusivamente por la Santa Sede, también puede ella libremente modificarlos e incluso revocarlos, siempre que lo considerara de mayor bien para aquéllos a los que se habían concedido». La motivación para las dimisorias absolutas es bastante más expeditiva, pues se reduce a poner de relieve el hecho de «la variedad de diócesis en las que hay casas de la Congregación Salesiana, los internados y Colegios para Misioneros en la República Argentina y otros (sic) que se intenta abrir en Australia y Hong-Kong (China), circunstancia que a menudo requiere que algunos clérigos sean presentados con premura y extra tempus a las sagradas órdenes». A lo que se añade la necesidad urgente de «remediar el grave inconveniente de un Ordinario, en cuya diócesis existen varios Colegios e internados de la Congregación, y que hace tres años se niega a conferir órdenes a los clérigos salesianos». Don Bosco termina con una súplica y una aclaración. «Todo lo que hasta aquí he expuesto sobre la comunicación de los privilegios y la facultad de las dimisorias, ha sido para dar alguna explicación a la súplica presentada a los eminentísimos Cardenales; pero, dejo a parte todo razonamiento y ruego únicamente a sus Eminencias que ponderen con su alta prudencia e iluminada sabiduría, qué es lo que redundará a la mayor gloria de Dios y ((182)) provecho de una Congregación que se puede decir está naciendo y necesita de toda ayuda material y moral, de consejo y de dirección. »Yo, por tanto, me declaro de antemano satisfecho de cualquiera de sus deliberaciones y todos los salesianos procurarán demostrar su gratitud invocando cada día las bendiciones del Cielo sobre sus eminentísimas personas, a fin de que Dios les conserve largos años de vida, para gloria de la Iglesia y bien de la Congregación Salesiana, que les considerará siempre como padres benévolos e insignes bienhechores». Antes de salir de Roma, fue don Bosco a visitar a los Cardenales de la Comisión. Todos le parecieron benévolos con la Congregación Salesiana y le aseguraron que, de acuerdo con los deseos del Papa, no habría ningún impedimento. En efecto, con la simple aceptación de las instancias el Padre Santo había manifestado su voluntad de conceder la gracia. Don Bosco dejó como representante suyo en Roma al abogado don Carlos Menghini, conocido ya como sumista de la Congregación de Obispos y Regulares, asistido además por el bonísimo monseñor 160 Fin de Página 160 VOLUMEN XI Página: 161 Fratejacci, que era muy apreciado y podía influir de manera útil en el ánimo de algún Cardenal de la Comisión. Hacía pocos días que había regresado a Turín, cuando recibió una nota de la Comisión Cardenalicia, en la cual le preguntaban, a título de aclaración, dos cosas: 1.° Si la Pía Sociedad había hecho algún progreso después de la definitiva aprobación de sus Constituciones, el 3 de abril de 1874; 2.° Qué dificultades se habían encontrado para hacer la petición específicamente, esto es, en la medida de las necesidades y no globalmente, de los privilegios solicitados. Don Bosco respondió el 12 de abril con dos sucintas aclaraciones, en la primera de las cuales enumeraba los progresos realizados desde el 3 de abril de 1874 al 3 de abril de 1875, y en la segunda exponía las dificultades experimentadas al pedir eventualmente cada uno de los privilegios. ((183)) 1.ª Aclaración Puede decirse que este año se ha dedicado a consolidar el cumplimiento de las Constituciones y especialmente a practicar las modificaciones introducidas en la aprobación definitiva de las mismas. Se organizó y uniformó literalmente el Noviciado, de acuerdo con lo aconsejado y prescrito por los beneméritos eminentísimos Cardenales de aquella autorizada Congregación. Los religiosos, a su vez, crecieron notablemente: sólo los novicios pasan del centenar y dan buenas esperanzas de feliz resultado. En las varias casas existentes creció la primitiva mies y hubo que aumentar el personal de las mismas. Las obras nuevas confiadas a los Salesianos, a más de las ya anotadas en el resumen del año pasado, son las siguientes: 1. La dirección de las escuelas públicas de Mornese, municipio perteneciente a la diócesis de Acqui. 2. La dirección de las escuelas públicas de Borgo San Martino junto a Casale Monferrato. 3. Una nueva Casa de las Hijas de María Auxiliadora, las cuales, de acuerdo con el Ordinario Diocesano, se hicieron cargo del lavado, planchado y ropería del seminario menor erigido en el ya citado Borgo San Martino. 4. Hospicio con iglesia pública en Buenos Aires (República Argentina). 5. Un colegio con iglesia pública para las Misiones en San Nicolás, ciudad bastante populosa no muy distante de las tribus salvajes, que aún existen al sur de aquellas vastas regiones. Son veinte los salesianos que se están preparando, con el estudio de la lengua y las costumbres de aquellas tierras, para marchar allá el próximo mes de octubre. 6. La construcción de una iglesia dedicada a san Juan Evangelista, un internado para niños pobres, con locales para escuelas públicas y patios de recreo. Está en Turín, cerca de un templo protestante, en un barrio con más de treinta mil habitantes, en el que no hay ningún templo para el culto católico. En todas las casas de la Congregación aumentan los alumnos y los internos; y en todas partes se amplían los locales o se construyen otros nuevos para poder admitir a más muchachos, que a cada momento piden ingresar. 161 Fin de Página 161 VOLUMEN XI Página: 162 Estamos en óptima relación con los párrocos y los obispos, de tal modo que podemos considerarlos a todos como protectores y bienhechores en cuanto es compatible con su autoridad. Sólo hay que exceptuar a un Ordinario, con quien también se espera poder recuperar la buena armonía apenas se resuelva a manifestar qué motivos le han inducido a mostrarse contrario. Alguno, asimismo, ha preguntado si hay salesianos que abandonen la Congregación y ocasionen ((184)) disturbios en sus diócesis. Puedo responder que hasta ahora han sido poquísimos los que salieron durante el tiempo de prueba, pero no hay constancia de que ningún salesiano profeso perpetuo haya salido después; por consiguiente, no puede afirmarse que alguno haya ocasionado disturbio en ninguna diócesis. Ha sucedido alguna vez que jóvenes, no pertenecientes a la Congregación, sino que simplemente fueron internos o alumnos de nuestras casas, no hayan correspondido a quien intentó incribirlos en su clero; pero nosotros no podemos hacernos responsables de la vocación ni del buen resultado de los alumnos, una vez que salieron de nuestros internados o colegios y vuelven a sus respectivas familias o pasan a otros colegios o a un seminario diocesano. Para lo demás, me remito a cuanto se expuso el año pasado en la situación para la definitiva aprobación de nuestras Constituciones. 2.ª Aclaración Desde que el año pasado se dignó Su Santidad aprobar nuestras Constituciones, se me ha aconsejado que solicite específicamente, no la comunicación, sino los Privilegios, facultades y gracias espirituales necesarias para que una Congregación Eclesiástica pueda conservar su autonomía y conseguir su fin, que es promover la mayor gloria de Dios. En la práctica he encontrado muchas dificultades. 1.° Al no saberse preventivamente lo que puede ocurrir, hay que esperar a que se presente la necesidad, y por tanto algún inconveniente antes de conocerla y, una vez conocida, referirla al Superior para que solicite la oportuna facultad. Y esto si se puede hacer para una casa determinada, resulta bastante difícil en una Congregación que cuenta ya dieciocho casas e iglesias abiertas en distintas diócesis. 2.° Dado que no se conocen las Congregaciones a las que hay que dirigir la petición, por lo general transcurre un tiempo notable antes de recibir la adecuada contestación. El año pasado presenté algunas peticiones de cosas que me parecían necesarias; mas, después de un carteo que duró un año, debí trasladarme a Roma para asesorarme con una persona práctica que me indicara las oficinas a las que debía dirigirme. 3.° Se consigue con dificultad lo que se pide; pedí a la Sagrada Penitenciaría facultades, que generalmente tienen todas las Congregaciones, y se me negaron. En otras Congregaciones se nos concedieron unas facultades útiles, pero rehusaron otras que se consideraban de verdadera necesidad, como, por ejemplo, la facultad de conservar y leer libros prohibidos y la de dar la bendición papal in artículo mortis a los propios socios. En otras Congregaciones se modificaron las súplicas de tal modo que el favor concedido ya no cumplía su fin. Por ejemplo, se solicitó la facultad de poder celebrar ((185)) la santa misa una hora antes de la aurora y una hora después del mediodía. Fue concedida, pero tan sólo para el tiempo de Misiones, cuando la necesidad puede presentarse cada día. 4.° A más de las dificultades mencionadas también está la del gasto que suponen 162 Fin de Página 162 VOLUMEN XI Página: 163 el franqueo y las tasas a pagar, tanto en las oficinas como en las agencias. Por ejemplo, un solo Breve costaba más de mil liras; es cierto, sin embargo, que la gran caridad del Emmo. Cardenal Prefecto de esa Sagrada Congregación, que nos ha favorecido muchas veces, redujo el importe a ciento veinte liras; poca cosa, en verdad, pero que resulta importante para una Congregación que, falta en absoluto de medios materiales, sólo se sostiene de la Providencia cotidiana y tiene a su cargo más de siete mil muchachos y cuatrocientos socios, mantiene abiertas al culto divino dieciocho iglesias y provee de cuanto se necesita para este fin. En vista de esto, renuevo mi humilde solicitud de Comunicación de los favores y privilegios que gozan las demás Congregaciones Eclesiásticas, con los cuales se proveerá a cuanto ocurra en las diversas casas e iglesias ya abiertas y en las que pronto se abrirán. Turín, 12 de abril de 1875. JUAN BOSCO, Pbro. Todo presagiaba que las cosas se alargarían, y, en efecto, se alargaron mucho más de los que don Bosco habría podido imaginar. Sucedía que de los cuatro Cardenales que debían reunirse para deliberar, cuando no faltaba uno, faltaba otro; así, por ejemplo, el cardenal Bizzarri estuvo ausente de Roma casi todo el mes de mayo y parte de junio; el cardenal De Luca, cerca de tres semanas de julio; a veces había asuntos en las Congregaciones de las que eran miembros, y entretenían a alguno; llegó después el tiempo del verano, momento en el que, como escribía el abogado Menghini, «proponer ciertas cuestiones como cosa extraordinaria incomoda a los Eminentísimos jueces». Por tanto, una semana tras otra se llegó a muy avanzado septiembre. A don Bosco le urgía presentar once profesos perpetuos para recibir las sagradas órdenes y hubiera sido una locura esperar a que se ordenasen en Turín. Así que el 16 de julio se dirigió a la inagotable caridad y clemencia del Padre Santo, suplicando se dignase conceder a aquellos socios salesianos la facultad de «recibir a quocumque catholico Episcopo extra ((186)) tempus las órdenes menores y mayores» e imploraba también la dispensa de edad para cuatro de ellos 1. 1 Eran los siguientes, muy conocidos todos ellos en la Congregación: 1. Esteban Albano, de Verolengo (Ivrea); 2. Herminio Borio, de Canelli (Acqui); 3. Agustín Mazzarello, de Mornese (Acqui); 4. Valentín Cassinis, de Varengo (Casale); 5. Carlos Farina, de Valle Lomellina (Vigévano); 6. Antonio Riccardi, de Porto Maurizio (Ventimiglia); 7. José Campi, de Mornese (Acqui); 8. José Beauvoir, de Turín; 9. José Leveratto, de Génova; 10. Luis Pesce, de Fontanile (Acqui); 11. José Villanis, de Turín. Publicaban dispensa de edad: Esteban Albano, por dieciséis meses; Herminio Borio, por dieciocho meses; Antonio Riccardi, por dieciséis meses y Carlos Farina, por doce meses. 163 Fin de Página 163 VOLUMEN XI Página: 164 En apoyo de su humilde petición presentaba respetuosamente a la consideración del Pontífice tres motivos: «Con esta señalada concesión Su Santidad hará un gran beneficio a la Congregación Salesiana que, debiendo abrir en el próximo otoño un colegio y una misión en la República Argentina, necesita enviar un número considerable de profesos, que deben ser sacerdotes en su mayor parte. Se tendría además más sacerdotes para ejercer el sagrado ministerio en iglesias públicas y en iglesias privadas, de acuerdo con la necesidad. Se proporcionaría un poderoso auxilio a la Congregación Salesiana que ve crecer por momentos la mies y se encuentra, por tanto, en mayor necesidad de operarios evangélicos». El Papa pasó el asunto a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, cuyo secretario, en carta del 2 de agosto, comunicó a don Bosco que el Papa había concedido «en parte» el favor solicitado y que por tanto encomendase al agente Sigismondi que retirara el rescripto en el que vería «la intención y las condiciones de las concesiones». Don Bosco, reconocidísimo, se apresuró a dar las gracias a Su Excelencia 1. «He recibido su carta y le agradezco de todo corazón la bondad con que me trata; le guardaremos eterna gratitud. Procuraré ajustarme a las condiciones impuestas en el favor concedido; tan sólo deseo que no se me ponga bajo los auspicios de nuestro Arzobispo». ((187)) Pero la lectura del rescripto le causó una amarga sorpresa. La súplica había sido atendida pero muy restringida. Determinaba el documento que valiéndose de las facultades, que ya se le habían concedido para un decenio, de otorgar las dimisorias a los suyos, podía, por una sola vez, presentar a sus respectivos obispos de origen solamente a cinco de los once suplicantes. Y más, en el indulto no se hacía mención alguna del extra tempora. Y todavía más: le llegó una carta de monseñor Vitelleschi, como continuación de la primera, advirtiéndole que con ello no se había entendido conceder dispensa de edad 2. íSe encontraba don Bosco en un verdadero atolladero! Pensó remediarlo devolviendo el rescripto a monseñor Vitelleschi con la firme confianza de que se quisiera volver a considerarlo para reformarlo. íFue inútil! El Secretario de la Congregación replicó que aquel indulto era todo lo que, con no poca fatiga, había podido obtener y se le devolvía tal y como estaba, porque quizá don Bosco no había comprendido su alcance. Y a continuación le decía 3: 1 Carta del 10 de agosto de 1875. 2 Carta del 10 de agosto de 1875. 3 Carta del 15 de agosto de 1875. 164 Fin de Página 164 VOLUMEN XI Página: 165 «Mejor que concederle (sic) esta facultad, quería el Padre Santo que se escribiese al Arzobispo de Turín, para que aceptase sus dimisorias. Yo me permití observarle que no lograría su propósito con ello. Y fue entonces cuando Su Santidad consintió en que solamente se concediese a cinco de los propuestos, a su elección, para que fueran ordenados por sus respectivos obispos de origen, habiéndose considerado por la exposición hecha, que todos, menos dos, eran de otras diócesis y no de Turín. Si no he conseguido el extra tempora ha sido porque no lo hizo figurar en las súplicas; y si no ha conseguido la dispensa de edad, ha sido porque el Padre Santo no ha concedido la gracia a los once, sino sólo a cinco; y pudiera darse que usted eligiera de entre los once a cinco que no tuvieran necesidad. »Conserve, pues, el rescripto que le (sic) devuelvo, porque de lo contrario no podrá hacer uso de él. ((188)) »Si usted me indica que los cinco que elegirá para ser ordenados necesitan dispensa de edad, adviértamelo; yo presentaré esta petición, que le (sic) podré obtener con la del extra tempora... Y para los demás envíe usted las dimisiones al Arzobispo de Turín». Precisamente por aquellos días habían llegado al Padre Santo las reclamaciones de los Ordinarios de Turín y de Ivrea contra la obra de María Auxiliadora. En Roma, como se verá por el resto de este capítulo, se temía agriar la discordia y comprometer a la autoridad episcopal. »Qué podía hacer don Bosco? Armarse de paciencia y contentarse con lo poco obtenido. Y así lo hizo. Se apresuró, pues, a enviar dos instancias, una invocando la dispensa apostólica de edad canónica para tres 1, y otra, pidiendo el indulto apostólico del extra tempora para los cinco elegidos 2. Sanctitas Sua benigne annuit una y otra gracia el 27 de agosto. Aquel mismo mes celebraron los miembros de la Comisión cardenalicia una Congregación preparatoria, en la que se leyó la relación a modo de instancia, presentada por don Bosco. La historia de la concesión de privilegios per communicationem esbozada brillantemente en ella despertó una impresión maravillosa. Leía monseñor Bianchi, poco favorable a las cosas de los Salesianos, mas, por otra parte, hombre recto y ajeno a todo partidismo. Los Cardenales, persuadidos de que aquel escrito era obra del abogado Menghini, interrumpían de vez en cuando la lectura con signos y palabras de encomio. Monseñor Bianchi 1 Riccardi, Borio y Farina. 2 A más de los tres anteriores, Cassinis y Leveratto. 165 Fin de Página 165 VOLUMEN XI Página: 166 seguía imperturbable la lectura. Y, cuando hubo terminado, al oír todo un coro de alabanzas, preguntó: -»Les parece bonito a sus Eminencias este trabajo? -íMagnífico!, respondieron. -»Y quién creen que es el autor? -El abogado Menghini. Se ve en él su ingenio. -Pues bien, lo ha hecho don Bosco. Quedaron sorprendidos ante su gran conocimiento del derecho canónico. ((189)) Imaginaban que el trabajo había sido preparado por Menghini y redactado por Bianchi. Y ante la afirmación de éste último, enmudecieron algo mortificados por los excesivos elogios prodigados y que les contrariaba haber manifestado, como si con ello quedara juzgada la causa. El relator de la discusión, que no acababa de efectuarse, debía ser monseñor Vitelleschi. Este había confiado desde un principio al «sumista» Menghini el encargo de prepararle la «consulta». Con este nombre de consulta suelen designarse los exámenes de cuestiones, sobre las que deben dar su voto consultivo las congregaciones romanas. Las redactan determinados oficiales, conforme a las instrucciones que reciben de los interesados. El buen abogado cumplió su encargo, no como un simple expositor de oficio, sino que, adhiriéndose con verdadero entusiasmo ala causa de don Bosco, por quien sentía afectuosa veneración, la estudió a fondo, reunió abundante material y la cumplimentó con el máximo cuidado. Y resultó a gusto de don Bosco 1. Vamos a darle una rápida ojeada para que, con lo ya dicho y lo que queda por decir, se formen los lectores un concepto exacto y claro de tan importante cuestión. La «consulta» empieza muy oportunamente destacando la realidad: «Es verdaderamente prodigioso que la Santa Sede, agitada por tan luctuosa tempestad, mientras sufre por un lado la supresión de respetables órdenes religiosas, se dedique por el otro con ánimo invicto a construir pías sociedades y congregaciones que, en forma de milicias de refuerzo, suplan la misión benéfica allí donde las otras no pueden llegar». Continúa con un breve historial de la Pía Sociedad Salesiana en el que, con verdadera maestría, pone de relieve las dificultades presentadas por el Ordinario turinés, especialmente para el reconocimiento de la exención canónica y para la admisión a las órdenes sagradas. Así preparado el camino, llega el relator al punto en torno 1 Carta de Menghini a don Bosco, 8 de septiembre de 1875. 166 Fin de Página 166 VOLUMEN XI Página: 167 al cual se hace la consulta ((190)) enunciándola con estos términos: «El Fundador, en consideración de tales colisiones y también para que su Instituto goce de los privilegios que ya se concedieron a muchas congregaciones, a las que no es inferior por los prodigiosos resultados conseguidos para bien de la Religión y de la sociedad civil, en el transcurso de treinta y cuatro años, presentó dos instancias a primeros de este año». Son las dos súplicas que hizo al Padre Santo para obtener las dimisorias absolutas y la comunicación de privilegios. Y después de exponer el contenido, entra la «consulta» en lo esencial del tema. La investigación procede con erudición y claridad. En la primera parte, que trata de las dimisorias, después de recordar las teorías que encuadran la historia de este privilegio, se pregunta: si «será del caso acceder a la petición hecha por el sacerdote don Bosco, Fundador de un benemérito Instituto». Parecería que no se debiera conceder tan fácilmente por tres motivos: 1.°, porque es una gracia raramente concedida; 2.°, porque, estando privadas de ella las Ordenes Regulares, como el relator ha demostrado, Ordenes que poseen honorables tradiciones de siglos, parecería precoz concederla a una Congregación de tan reciente fundación, que ya está en posesión, aunque para un decenio, del rescripto sobre las dimisorias ad Episcopum Diocesanum; 3.°, porque la Sagrada Congregación acostumbra mostrarse más bien rigurosa en concederla. Pero a esto se opone: «Que, pese a no concederse fácilmente estos privilegios, podría tener un sólido fundamento en el extraordinario desarrollo y prodigioso incremento que la Sociedad Salesiana, nacida en tiempos tan calamitosos, ha adquirido y va aumentando cada día en beneficio de la Religión y de la humanidad... El favorecer con extraordinarios privilegios y gracias singulares los méritos y las obras insignes es propio del Sumo Pontífice en fuerza de sus soberanos y regios derechos». Y la «consulta» se orienta a demostrar cómo esto se ha practicado muchas más veces en otros tiempos. Más aún, y aquí es de aplaudir la habilidad ((191)) del redactor, cita a Tomassini, el cual «presenta la concesión de algunas excepciones particulares procedentes de exigencias impositivas, caprichos y cosas peores... que fueron las causas impulsivas». Y después prosigue: «Por tanto, no parece se deba rechazar la razón aducida por el sacerdote Bosco del rigor desmedido del Arzobispo de Turín para ordenar a los Salesianos». En la segunda parte sobre la comunicación de los privilegios, después de señalar la doble manera de concederla, una absoluta, plena et perfecta y la otra imperfecta et relativa observa: «Al abrigo de cualquier interpretación que, en la duda hiciera prevalecer la jurisdicción ordinaria 167 Fin de Página 167 VOLUMEN XI Página: 168 del Obispo diocesano, don Bosco pide ardientemente en general la participación de los privilegios ya concedidos a otras Congregaciones y nominalmente a la del Santísimo Redentor». Aducidos después varios ejemplos de comunicaciones semejantes y de fecha no tan antigua, continúa: «Animado don Bosco por estos ejemplos no tan lejanos aduce varias reflexiones en sus memorias manuscritas». Y al exponer los cuatro motivos que ya conocemos, dice elocuentemente el Redactor: «Si una barquilla necesita pocos remos, no puede decirse lo mismo de una gran embarcación que necesita una tripulación numerosa, una gran fuerza motriz y otros valiosos apoyos para seguir.expeditamente su camino como serían precisamente los privilegios, con relación a una Sociedad definitivamente aprobada». Y a continuación expone el contra. Tres obstáculos parecen oponerse a la concesión invocada: 1.° Hace ya mucho tiempo que no se ha concedido la comunicación de privilegios; por tanto, si había que someter al Padre Santo un voto consultivo referente a tal asunto, parecería que éste debería atenerse a la costumbre, tratándose de materias disciplinares. 2.° Entre las Reglas de la Cancillería apostólica, aprobadas por Pío VI, había dos en las que se veía que la mente era que dichos privilegios debían concederse specifice et nominatim y esto mucho más tratándose de Congregaciones de votos simples, que no tienen el privilegio ((192)) de pertenecer a las órdenes regulares. Tanto tienen, cuanto taxativamente se les concede. Solamente gozan los regulares de una más amplia exención de la jurisdicción episcopal, aunque también ellos están sujetos a la jurisdicción ordinaria o delegada de los obispos en siete artículos de la Constitución Inscrutabili de Gregorio XV. 3.° Eran muchísimos los privilegios concedidos a las órdenes y a las posteriores congregaciones y toda esta multitud de privilegios estaba comprendida globalmente en la comunicación; ahora bien, el buen sentido parecía sugerir que siempre podían surgir las dudas de si tal o cual indulto, si esta o aquella gracia podía convenir al Instituto de don Bosco que, aunque solemnemente aprobado y alabado, se presentaba con todo el carácter de una Sociedad sui generis, y, al presentarse dudas, prevalecía la jurisdicción ordinaria del obispo. Podría, pues, parecer más prudente librarse de futuros contrastes, previniendo el mal antes que naciera. Y el relator, dispuesto a responder, dejó de lado los principios generales y consideró como el mejor partido examinar si concurrían en el caso las causas para mover al Sumo Pontífice a que accediera a la petición remitida al juicio de la Comisión Cardenalicia especial. El era el supremo e independiente dispensador de tales gracias y privilegios, 168 Fin de Página 168 VOLUMEN XI Página: 169 y a sus Eminencias correspondía considerar si era expeditivo hacer tal concesión en vista de las circunstancias, lugares, tiempos y personas, teniendo especialmente en cuenta la fundación de fecha tan reciente de un Instituto cualquiera que en tan breve período de existencia haya podido obrar lo que otros no han logrado en muchísimos años. Y aquí venían de perlas las dos aclaraciones de abril. La «consulta» se aprovecha en interés del suplicante. No vamos a repetirnos; pero, puesto que respecto al progreso de la Pía Sociedad el relator estaba en posesión de nuevos elementos que mostraban el gradual desarrollo y los añadió allí, no se los ocultaremos a nuestros lectores. ((193)) 1.° Muchos salesianos se distinguieron por sus obras literarias, históricas y sus libros de texto que se imprimieron y han sido adoptados en los centros públicos. Entre las obras históricas son muy alabadas las recientes: El evangelista de Witemberg y la Reforma protestante en Alemania, del sacerdote Juan Bautista Lemoyne, director del Colegio de Lanzo, y la Vida de Cristóbal Colón (del mismo)1. Cerca de veinte socios han muerto con fama de singular virtud y se ha escrito la biografía de cada uno de ellos. 2.° Para utilidad de la religión se han compuesto, poligrafíado o impreso muchas obras musicales, para facilitar el estudio del órgano y del canto gregoriano. 3.° Existe en la Sociedad una librería y tipografía con cuatro máquinas movidas a motor, donde trabajan ciento treinta individuos continuamente. Por ello ha sido sorprendente la venta de las Lecturas Católicas, que ya cuentan veintitrés años de existencia, bendecidas por el Padre Santo, que se dignó recomendarlas con una circular especial, escrita por el Eminentísimo Cardenal Vicario; y, por tanto, no es de extrañar que en pocos años se haya vendido más de un millón de ejemplares del libro titulado El Joven Instruido (El joven cristiano). 4.° Se destacan varias obras en construcción: a) Una notable ampliación del edificio de Alassio para poder aumentar los doscientos alumnos actuales hasta los cuatrocientos. b) En San Pier d'Arena se está agrandando la actual construcción, para triplicar el número de internos. e) En el próximo mes de octubre se abrirán tres casas para las religiosas Hijas de María Auxiliadora, en Alassio, en Lanzo y en Valdocco, en un lugar donde hace treinta años existía una casa de inmoralidad y que con grandes gastos se adquirió para establecer allí a las Hijas de María Auxiliadora, que cuanto antes atenderán a las niñas pobres de aquellos contornos donde no existe ningún centro para su educación moral y religiosa. d) Finalmente la Obra de María Auxiliadora, cuyo fin es reunir jóvenes de los dieciséis a los treinta años, de reconocida bondad, para hacer los estudios y orientarlos al estado eclesiástico, y que el año próximo sobrepasarán el centenar. El docto y prudente trabajo termina así: «Estos datos sobresalientes, unidos a cuanto ya se expuso en la pasada consulta para la aprobación 1 Atribuida erróneamente por el Relator a don Juan Bonetti. 169 Fin de Página 169 VOLUMEN XI Página: 170 de las constituciones, suministran los elementos para que sus Eminencias Reverendísimas, con la reconocida madurez de criterio y la mucha prudencia de que están dotados, se dignen responder a las siguientes: ((194)) DUDAS «I-Si conviene conceder, las dimisorias ad quemcumque Catholicum Episcopum y el extra tempora en favor de la Sociedad Salesiana. »II-Si conviene conceder, y cómo, y con qué privilegios la comunicación en favor de la misma Sociedad». Era el vivo deseo de don Bosco que el asunto de los privilegios se terminara al menos antes de las vacaciones otoñales, porque se acercaba el tiempo de la salida de los misioneros para América 1. Pero la prórroga de la dilación no fue inútil, porque así el abogado Menghini y monseñor Fratejacci, «muy interesado» también en el asunto, pudieron de consuno elaborar mejor la consulta, y también porque don Bosco pudo conocer mejor el ánimo de los jueces merced al carteo con aquellos sus dos expertos y solícitos amigos. El cardenal Patrizzi, Vicario, que presidía con gusto aquella Congregación especial, siempre dispuesto a favorecer a don Bosco, se mostraba muy animado; pero, con todo, dijo que se remitiría a la votación de sus colegas. El cardenal De Luca, hombre resuelto, no padecía ciertamente de escrúpulos como algún otro del eminentísimo Consejo; su presencia se consideraba muy favorable a la causa de don Bosco. El cardenal Martinelli escribía una carta cordialísima el 9 de julio agradeciendo a don Bosco la visita que en su nombre le habían hecho don Juan Bautista Lemoyne y don Juan Bonetti y la ofrenda de «algunos de sus opúsculos». Y decía personalmente a don Bosco: «A propósito de esto, recuerdo la obligación, que hace tiempo tengo, de agradecer a V. S. la preciosa obrita titulada María Auxiliadora, que tan amablemente me envió. Por el modo prodigioso con que se levantó esta iglesia, puede colegirse que verdaderamente María aedificavit sibi domum». ((195)) Estos tres Cardenales no eran, sin embargo, los más influyentes; la influencia mayor la ejercía el cardenal Bizzarri, sobre el cual, a su vez, influía monseñor Vitelleschi. El Prefecto de Obispos y Regulares, al tratar sobre la comunicación de privilegios en sus escritos sobre derecho canónico, insistía mucho en el in praesens difficillime conceditur; 1 Carta de don Bosco a monseñor Vitelleschi, 10 de agosto de 1875. 170 Fin de Página 170 VOLUMEN XI Página: 171 no podía decir nullimode, porque la gracia dependía de la voluntad soberana del Pontífice, pero allí se transparentaba evidentemente su tendencia. Al redactor Menghini, a quien necesariamente consultaba, le presentaba dificultades que el inteligente abogado, como se ve por la consulta, moderó con observaciones llenas de delicadeza y atención. Este llegó a decir que había hecho un trabajo «bajo la presión del Cardenal Prefecto, el cual había pretendido lo que él no podía llevar a cabo en conciencia ni en justicia». Nos imaginamos fácilmente la buena voluntad de Menghini al tenérselas que ver con los famosos escrúpulos del Cardenal. Añadiremos todavía que, en agosto, el Prefecto y el Secretario dieron a entender claramente que consideraban imposible la concesión de la comunicación global; más tarde, el mismo Cardenal se inclinaba a conceder un número determinado de privilegios, pero todos no; y, en cambio, respecto a las dimisorias absolutas, se declaraba resueltamente contrario. Bajo la impresión de un coloquio con monseñor Vitelleschi el abogado Menghini proponía a don Bosco en aquel mismo mes de agosto, pero «como un hijo a su Padre» que, de manera secundaria, se solicitaran «al menos algunos puntos principales, como las dimisorias etiam ad Episcopum originis, la exención de la visita y otros privilegios especiales y gracias espirituales», que le pareciere bien indicar; pero que se remitía en todo a su sabiduría y prudencia. Aquí sería útil conocer qué respondió don Bosco; pero, a falta de otros documentos, podemos reconstruir substancialmente su respuesta por la réplica de Menghini: «También yo estoy persuadido de que es necesario llegar a una situación firme, estable y no precaria, mendigando como unos pobrecitos pequeñas concesiones que favorecen bastante a los actuantes y muy poco a los peticionarios... Las grandes ((196)) operaciones no se deben reducir a la mitad, que es muy cierto el dicho de: Benefacta male collata, maleficia existima... (los beneficios mal concedidos tenlos como maleficios). Usted escriba y tome las medidas del caso, como un experto y prevenido general de la armada. Tenga por cierto que, por desgracia, hay oposición». Consideraba don Bosco que monseñor Vitelleschi no se oponía; pero ignoraba todavía que, al confiar a Menghini la redacción de la consulta, el Secretario de Obispos y Regulares le había dicho: «La petición de don Bosco es una extravagancia; rellene una cuartilla para cumplir el expediente». Esto es, haga una simple relación, sólo para dar curso a la petición. Se aproximaba el día de la discusión. Don Bosco, preocupado por 171 Fin de Página 171 VOLUMEN XI Página: 172 el sesgo que parecía tomar el asunto, siguió un consejo que Menghini le había dado: intervino directamente ante la Comisión para recomendar la propia causa. Escribió, pues, a cada uno de los Cardenales y a monseñor Vitelleschi una carta por este estilo: Eminencia Reverendísima: Si por suerte me encontrara en Roma en estos días, pondría todo mi empeño en cumplir un grave deber yendo personalmente a saludar a V. E. Rvma., para recomendar a su bondad la Congregación Salesiana, respecto a la cual ha sido invitado S. E., a proferir un juicio de tan gran importancia como es la comunicación de los Privilegios que generalmente gozan ya los demás institutos religiosos aprobados por la Iglesia. Permita que me sirva de este humilde escrito. S. E. se me mostró padre benévolo y bienhechor insigne en el momento de la aprobación; dígnese ahora continuar otorgándome su benevolencia para que esta humilde Congregación pueda conseguir el insigne favor de la Comunicación de los privilegios. Dos grandes ventajas se derivarían de esta concesión: 1.ª La Congregación Salesiana se pondría al mismo nivel de las otras ante las autoridades eclesiásticas. 2.ª Debiéndose trasladar los Salesianos el próximo octubre a la República Argentina para abrir un Colegio en favor de las Misiones, y habiéndose convenido, a petición de aquel Ordinario, hacerse cargo de unas escuelas públicas y de una iglesia en San Nicolás de los Arroyos, sería muy útil que nuestros religiosos gozasen de los mismos privilegios y gracias espirituales que las demás órdenes religiosas ((197)) y Congregaciones Eclesiásticas existentes en aquel vastísimo país. Con este medio desaparecería igualmente el motivo de la oposición del Ordinario de esta Archidiócesis de Turín, el cual no se persuade de que la Sociedad Salesiana esté definitivamente aprobada porque no le consta que goce de los privilegios de las otras Congregaciones. Con todo, me remito a la alta e iluminada sabiduría de V. E. asegurándole que, tanto por la caridad ya tenida, como por la que esperamos todavía, nos tendrá a los Salesianos eternamente agradecidos, y elevando cada día especiales oraciones por la preciosa conservación de sus días, llenos de bendiciones celestiales. Mientras se hacen en todas las Casas Salesianas oraciones y ayunos para que Dios le inspire lo que sea para su mayor gloria, tengo el alto honor de inclinarme y besar la sagrada púrpura con la máxima veneración, De S. E. Rvma. Turín, 11 de septiembre de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. La discusión, fijada para el 9 de septiembre tuvo que ser aplazada hasta el 16 por un impedimento imprevisto. Difícilmente puede ser objeto de historia lo que se hace o se dice en tales reuniones, puesto que están rodeadas de obligado silencio. Se pueden cometer indiscreciones, 172 Fin de Página 172 VOLUMEN XI Página: 173 y se cometen; pero siempre queda más o menos en duda el valor que se les deba atribuir. De todas maneras no es decoroso para el historiador dar noticias de origen menos limpio. Precisamente aquel 16 de septiembre concluía monseñor Vitelleschi sus funciones de Secretario de Obispos y Regulares, por haber sido elevado a los honores de la Sagrada Púrpura, y las concluía precisamente con la relación del asunto de don Bosco. Verdaderamente ya hacía dos días que había pasado oficialmente sus funciones al sustituto; pero quiso reservarse sólo la cuestión de don Bosco; por esto participó en el Congreso de la Comisión Cardenalicia. La sesión se abrió a las nueve y se clausuró al mediodía. »Qué se había decidido? Oficialmente no se podía saber nada; el juicio consultivo de la Comisión debía ser comunicado en una próxima audiencia al Papa, a quien correspondía ((198)) pronunciar la última palabra. Pero, como al día siguiente se celebraba el Consistorio para conceder la palabra a los nuevos Cardenales, se preveía que sería imposible dicha audiencia; por tanto, la sentencia definitiva se debía trasladar a la semana siguiente, y entonces ya no podía presentar la relación el cardenal Vitelleschi, sino el nuevo Secretario por elegir o el sustituto. «íSi estuviera aquí el cardenal Berardi!», exclamaba en una carta monseñor Fratejacci, que con toda razón esperaba de él una actuación eficaz ante el Pontífice... Pero el Cardenal se encontraba fuera de Roma. «Y con todo, añadía el buen Monseñor, están siempre con nosotros el Señor y nuestra buena Madre María Auxiliadora que, como en otras necesidades y circunstancias, también ahora sugerirá al Padre Santo lo que debe hacerse, para mayor gloria de Dios e incremento de su nuevo Instituto, aceptado y querido por todos». Y después, ofreciendo sus servicios, proseguía: «Cualquier cosa que yo pueda hacer por usted, ya lo sabe, estoy siempre dispuesto y siempre de su parte. Usted ordene, y todo se hará de corazón, y con el más vivo placer». Pero ocurrió lo imprevisto e imprevisible. El nuevo purpurado, que después del Consistorio ya no tenía por qué ocuparse del asunto, asumió el encargo de llevar él mismo aquella tarde del 16 el resultado de la Comisión al Padre Santo, «por vía extraordinaria», apunta monseñor Fratejacci, esto es, como él mismo explica, «sin esperar el turno acostumbrado de las audiencias» 1. A la mañana siguiente, le respondió al abogado Menghini que le Léase la extensa carta en el Apéndice; documento n.° 17. 173 Fin de Página 173 VOLUMEN XI Página: 174 preguntaba por el resultado de la Congregación: «Ciertamente, cuando lo sepa don Bosco, no va a quedar muy contento». Y veamos por fin el resultado. A la primera duda sobre las cartas dimisorias se respondió: Negative et ad mentem. La intención era que se presentara al señor Arzobispo de Turín la petición presentada por el Rector General de la Sociedad Salesiana para poder conceder las cartas dimisorias ad quemcumque Episcopum y al extra tempora, y la negativa de la ((199)) Congregación a tales privilegios, tanto más que ya gozaba de este indulto para diez años concedido el 3 de agosto de 1874, para el ejercicio del cual se exhortaba, sin embargo, al señor Arzobispo a que se atuviera a la concesión hecha y así no fuera necesario que la Sagrada Congregación proveyera de otro modo, para que él pudiera gozar de aquel privilegio. La respuesta a la segunda duda acerca de la comunicación de los privilegios fue: Comunicationem, prout petitur, non expedire. Se establecía, sin embargo, que se suplicase al Sumo Pontífice, declarara que las casas de la Pía Sociedad Salesiana, en las que vivieran regularmente por lo menos seis socios, estaban exentas de la jurisdicción y de la visita de los Ordinarios en todo lo concerniente a la disciplina interior y a la administración, salva siempre la jurisdicción de los Ordinarios en cuanto a las iglesias, la administración de los sacramentos y lo referente al sagrado ministerio. Cuando el buen Menghini leyó que el rescripto debía enviarse contemporáneamente al Ordinario de Turín, no creía a sus propios ojos. Sin embargo, escribía a don Bosco y observaba: «No quiero suscitar cuestiones. En su reconocida prudencia, usted sabe quid agendum». No ignoraba él que lo que más confortaba a don Bosco en estas contingencias era que no había disminuido la benevolencia del Papa. Por esto, habiendo obtenido del Padre Santo una audiencia para agradecerle su elección para canónigo de la insigne Colegiata de San Eustaquio, intencionadamente le habló de don Bosco y advirtió que el Papa escuchaba con satisfacción cuanto le estaba refiriendo. Y se apresuró a dar noticias de ello al mismo don Bosco. A decir verdad, don Bosco, según su costumbre, sufrió la amarga negativa con admirable resignación y tranquilidad de espíritu 1. Pero resignarse no quiere decir darse por vencido. Al llegar aquí, el historiador, deseoso de descubrir la causa del hecho, no tiene más que un camino para indagarlo. Suponer que hombres tan eminentes obrasen en asunto de tanto relieve por pasión 1 Carta de Menghini a don Bosco, 26 de septiembre de 1875. 174 Fin de Página 174 VOLUMEN XI Página: 175 ((200)) o por motivos inconfesables, sería infringirles una injuria gratuita. Cargando, pues, la parte correspondiente a la mentalidad de los curiales, apegados por oficio a la costumbre y habituados a no mirar con buenos ojos cualquiera novedad en materias graves, el espectro de un rompimiento entre el Ordinario de Turín y la Santa Sede debió dominar el ánimo de los jueces y de rebote inquietar el ánimo del Pontífice 1. La oposición hostil y constante de Turín hacía temer razonablemente que la colisión con don Bosco degenerase en un serio conflicto con Roma, precisamente en unos momentos en que tanto se sentía la necesidad de la más sólida unión de todo el Episcopado con la Cabeza de la Iglesia. Aquí está el nudo de la cuestión. Había pasado escasamente un mes desde el epílogo de estos hechos y de su promoción a la Púrpura, cuando el cardenal Vitelleschi dejó de existir. Una violenta fiebre tifoidea acabó con él en el término de pocos días. «íQué coincidencia, qué meditación!», exclamaba fuera de sí monseñor Fratejacci. En su encendida imaginación vio en ello el dedo de Dios 2. En abril de 1876 encontró todavía el Beato llena de consternación a la noble familia del Cardenal, por una muerte tan repentina y, como ellos decían, tan misteriosa. El 11 de abril del mismo año dijo el cardenal Martinelli que las dificultades habían venido de monseñor Vitelleschi; pero se puede dar por seguro que él no obró de aquel modo por hostilidad contra don Bosco. La causa del fracaso hay que buscarla lejos de Roma. 1 Apéndice, documento n.° 17. Véase también el documento n.° 18 y la carta de Menghini a don Bosco del 26 de septiembre de 1875. 2 Apéndice, documento n.° 19. 175 Fin de Página 175 VOLUMEN XI Página: 176 ((201) ) CAPITULO X VIDA DEL ORATORIO EN EL 1875 LA vida del Oratorio durante el año 1875 nos suministrará materia para entretener a nuestros lectores con dos extensos capítulos. Procuraremos evitar el dar vueltas siempre a lo mismo. Sin pretender llevar agua al mar, nos limitaremos solamente a recoger las novedades más salientes de este periodo dentro de la marcha ordinaria de las cosas, y no tan sólo las palabras y actos nuevos de don Bosco relacionados con nuestro tema. Para llevar cierto orden en la exposición, partiendo de la idea de que el Oratorio era una gran familia, hablaremos primero del Padre, luego de la Casa, después de los hijos y por último de algunas situaciones y relatos dignos de mención. Las fuentes ordinarias serán las crónicas privadas, las actas, las relaciones y cartas que se guardan en nuestros archivos. 1. El padre de familia El Oratorio, residencia habitual de don Bosco y Casa Madre de la recién nacida Congregación, debía presentar no sólo un ambiente que hiciese honor al Padre en la apreciación del mundo, sino que, además, debía ofrecer por sí mismo una forma de vida salesiana, que sirviera de modelo seguro para las otras Casas. Por eso quería don Bosco que su marcha dependiese de su mando y consejo. Y no porque en la práctica atara las manos de los superiores subalternos, sobre cuyas espaldas cargaba el pondus diei et aestus, y a los que dejaba mucha libertad ((202)) de acción, sino porque siempre se movía en el ámbito de las reglas puestas por él y en el sentido de las directrices por él trazadas. Esta su directa injerencia en el ancho mar del Oratorio era hija de la realidad, puesto que los sacerdotes de la casa eran todos jóvenes. De tal modo que la vida de la familia de don Bosco se fundamentaba en su propia persona. Esto era una realidad y no una fantasía: hay abundantes pruebas de ello en el año, objeto de nuestro estudio. Lo demuestra, ante todo, la constitución del Capítulo local y su modo normal de actuar. Don Bosco es el director, pero no está solo; 176 Fin de Página 176 VOLUMEN XI Página: 177 le ayuda como vicerrector don Miguel Rúa. Mas no se crea que don Bosco fuese un director honorífico y que su ayudante tuviese el nombre de vicerrector, pero que actuara, de hecho, como director. Las actas de las distintas sesiones, tan transparentes en su laconismo, nos presentan un don Miguel Rúa que preside, propone y toma acuerdos con los demás miembros; pero se ve muy bien que, por encima de sus ideas, está la preocupación de interpretar debidamente el pensamiento de don Bosco: en efecto, cada vez que se presenta algo nuevo, la deliberación queda siempre pendiente de lo que diga don Bosco. Se ve que un Capítulo así no se apartaba ni un ápice de la línea de conducta, que don Bosco hizo norma de su vida y que se formula con una sola palabra: prevenir. Así, por ejemplo, se someten a minucioso examen con anterioridad y se estudian, hasta con un mes de anticipación, las cosas de mayor relieve, para poder prevenir con tiempo las posibles eventualidades y preparar las adecuadas providencias. Y a este fin se solía volver a leer las deliberaciones de los años precedentes, con las correspondientes anotaciones posteriores; porque don Bosco enseñaba a recoger y poner por escrito los datos de la experiencia, para atesorarlos y valerse de ellos en circunstancias análogas. Hay un episodio de este tiempo muy aleccionador 1. ((203)) Hacia 1875 se había comenzado a permitir que en la fiesta de María Auxiliadora permaneciera la gente en la iglesia hasta hora muy avanzada de la noche y que circulara por los alrededores de la misma. Esto dio origen a ciertos inconvenientes: algunos de casa, por ejemplo, burlando la vigilancia de los superiores, se escondieron una vez en los sótanos para hacer una cuchipanda. Esto ocasionó que algunos capitulares mantuvieran su parecer de que debía abolirse aquella vigilia, que, por otra parte, favorecía la piedad de los devotos, especialmente los forasteros. Cuando la oposición llegó a oídos de don Bosco, dejó que hablaran y después observó: -Ha sucedido esto, sí; »pero quién tiene la culpa? Vosotros, que no habéis vigilado lo suficiente. Por tanto, no se deje de hacer el bien para evitar el mal; es mucho mejor que otro año se tomen a tiempo todas las precauciones para que los inconvenientes que hoy se lamentan no se repitan más. Don Bosco trataba de propósito personalmente los asuntos y casos de cada día después de la cena: Como remate de sus laboriosas jornadas, acabado su frugal refrigerio de la noche con la comunidad, aprovechaba 1 Lo referimos tal como lo atestigua don José Vespignani, que lo bebió en buenas fuentes. 177 Fin de Página 177 VOLUMEN XI Página: 178 la media hora que había entre la cena y las oraciones de la noche, para oír a unos, llamar a otros y dar órdenes. Hay una croniquilla que nos lo pinta al vivo en el momento de cumplir tal ocupación. Era la noche del 8 de julio. Cuando quedó libre el refectorio, hizo señas a don César Chiala, catequista de los aprendices, para que le aguardara, y habló con él sobre la impresión de unos fascículos de las Lecturas Católicas. Detrás de él se presentó don José Lazzero, prefecto de la casa, para hablarle de unas medidas a tomar para la buena marcha de la disciplina de los aprendices. Aún no había terminado, cuando don Julio Barberis, maestro de novicios, se le acercó para decirle que el Capítulo de la casa había propuesto por unanimidad que se proporcionaran unas vacaciones alegres a los clérigos, para que no les viniese el capricho de ir a pasarlas con sus familias, y para ello venía a presentar planes sobre el lugar, el tiempo, la duración, la modalidad, hasta que: -Todo está bien, concluyó don Bosco; pero esa casa apenas es capaz para albergar a quince personas. Por lo demás es adaptada. Que se hagan los arreglos ((204)) necesarios. Y he aquí que llega don Celestino Durando, consejero escolástico general, y dice: -El profesor Rocchia querría imprimir en nuestra imprenta, dejándonos la propiedad, un libro suyo, sobre el cual me parece que usted le escribió su parecer. -»Es un libro escolar? -Es un repertorio de frases latinas. Parece que no está mal. -Pero tendrá poca venta. -Los Escolapios lo usarían también en sus escuelas y ayudarían a su difusión. -Habla con Barale (el director de la librería) y entendeos. Mi parecer, sin embargo, es que se imprima por cuenta del autor. Después se presenta don Luis Guanella para exponerle su idea de un libro sobre la propagación de la fe para publicarlo en las Lecturas Católicas, y le traza su esquema. A continuación se acerca don Domingo Milanesio, director del oratorio festivo y de las escuelas externas, se pone al lado de don Bosco, que ya se disponía a salir, le acompaña mientras sube las escaleras, le pide que apruebe una nueva clase nocturna para los externos, y le explica cómo se podría hacer, según él. Con directivas tan continuas, concretas y seguras, se iban formando los hombres del provenir y conseguía que las actividades del Oratorio se desarrollasen sin complicaciones. 178 Fin de Página 178 VOLUMEN XI Página: 179 Y lo que sucedía en su presencia, y de viva voz, sucedía también por correspondencia, cuando estaba ausente. Tres cartas de don Bosco escritas con breves intervalos en el mes de noviembre desde Sampierdarena, Alassio y Niza, atestiguan la constante atención, que tenía sobre el Oratorio. Más que cartas, se diría que son una sarta de órdenes, instrucciones e informaciones a su vicerrector el «queridísimo don Miguel Rúa». Toca en ellas más de treinta asuntos muy diferentes. Traslados de algunos del Oratorio a otros colegios salesianos, cambio de un estudiante a zapatero, certificado para entregar a uno que sale, imposición de sotanas, despacho de ((205)) asuntos referentes a bienes inmuebles, operaciones normales de banca, contratos de compraventa, admisiones al noviciado; don Miguel Rúa quisiera conseguir una colocación para muchachos de las escuelas externas pero él la considera un poco alejada, y concluye bromeando: «sin embargo si le parece bien a Vuestra Reverencia, hágase así». Recados para los socios o para asuntos personales, expresados de forma que sólo los interesados entienden, y también para cosas a realizar en su esfera de actividades; las «escuelas de fuego», sagradas órdenes y correspondientes dispensas; préstamos ya contraídos o por contraer. Desaprueba que se levante un tabique dentro de un largo dormitorio. Y le advierte: «prepara las quinientas liras para el abogado Comaschi, haz por tenerlas. Si no pudieras, escríbele, diciendo si no le molestaría esperar unas semanas. De todos modos escríbeme y buscaremos la manera de proveer». Está preocupado con el silencio de don Miguel Rúa, de quien espera una respuesta urgente sobre «si el Arzobispo ha accedido a las ordenaciones de Albano y Perrot». Finalmente le dice que prepare todo y esté dispuesto para ir a Mornese el domingo siguiente a la Concepción, para hacer allí lo que hay que hacer. En efecto, en una croniquilla de don José Lazzero se lee precisamente que el día 11 de diciembre predicó don Miguel Rúa en Mornese. Los comentarios se dejan a la inteligencia de los lectores. A nosotros nos interesaba solamente demostrar palpablemente cómo todo el ajetreo del Oratorio partía de don Bosco y terminaba en don Bosco, lo mismo para las cosas ordinarias que para las de mayor trascendencia. Sólo responderemos a una posible duda. Don Bosco se ausentó varias veces durante el 1875; »no se cumpliría entonces el proverbio de: cuando está ausente el gato, bailan los ratones? En la crónica de don Julio Barberis, del día 7 de junio, se lee la respuesta, como preparada para nosotros, durante una ausencia de 179 Fin de Página 179 VOLUMEN XI Página: 180 don Bosco. Dice allí así: «Está el Oratorio tan bien organizado que casi nadie se da cuenta de su ausencia de Turín». Ya se ha escrito que don Bosco dejó tras sí más que una doctrina, un espíritu que debía soplar en medio ((206)) de sus hijos y hacerles vivir 1. Precisamente tenía siempre en su pensamiento que se mantuviera vivo ese espíritu en el Oratorio; y en previsión de impedir la entrada a infiltraciones extrañas que alterasen la esencia genuina, concentraba todo en sí mismo, no para hacerlo todo por sí, mas sin permitir que se hiciera algo prescindiendo de él. Régimen firme, régimen necesario, pero siempre paternal, cuyos efectos los describe así monseñor De Gaudenzi, Obispo de Vigévano 2. «Los que visitan el Oratorio de San Francisco de Sales en Turín o algunos de los colegios fundados o dirigidos por don Bosco, coadyuvado por sus sacerdotes, perciben enseguida en ellos un no sé qué de piadoso, que no es tan fácil encontrar en otros institutos; parece que en los de don Bosco se respira precisamente el buen olor de Jesucristo». 2. La casa y la economía doméstica En los colegios se hacían bien las construcciones. Don Bosco sugería los planos, los examinaba minuciosamente y, hasta no estar aprobados definitivamente por él, ninguno empezaba a realizarlos. Y esto mucho más, cuando se trataba del Oratorio. Ya hemos visto cómo se interesaba desde Roma por un trozo de tapia. Nos parece bien anticipar aquí un relato. El año 1876, en una ausencia de don Bosco, autorizó don Miguel Rúa la reapertura de una ventana tabicada hacía tiempo, junto al campanario de la iglesia de San Francisco. Cuando volvió don Bosco y advirtió la innovación, dijo con cierta firmeza al Vicerrector: -Sí, sí, ahora que manda don Bosco, haced como queráis; pero un día, cuando seáis vosotros los que mandéis, también los otros harán como ellos quieran. El pobre don Miguel Rúa, sobre quien recaía la responsabilidad del gobierno, quedóse anonadado y con ((207)) la máxima humildad 1 Vie spirituelle, julio-agosto 1929. Hemos leído en Gerarchia (julio 1929, pág. 574) un artículo titulado «La Pedagogía de un Santo italiano», que termina así: «La familia salesiana tiene ante sí un vasto campo con pocas leyes escritas; pero, en cambio, con un espíritu y un ejemplo». 2 Carta a Pío IX, del 9 de abril de 1875. 180 Fin de Página 180 VOLUMEN XI Página: 181 pidió perdón, manifestando su veneración; pero don Bosco no abrió la boca 1. Es otro ejemplo de la importancia que daban los santos a la negación de la propia voluntad. En el 1875 no hubo arreglos de albañilería notables en la casa del Oratorio. Se redondearon los límites territoriales con la compra del terreno y casa enclavado en el Oratorio, propiedad del señor Antonio Catellino, que lo había comprado en parte al sacerdote Moretta y en parte al Seminario. Quien deseare orientarse no tiene más que recordar la tantas veces mencionada casa Moretta, en los volúmenes de Lemoyne. Los trabajos de albañilería y las modificaciones llevadas a cabo durante este año se realizaron casi todos por los alrededores de la portería. Sólo se emprendió una construcción nueva: la del edificio que va desde la portería a lo largo de la vía Cottolengo. Este pabellón cerró el primer patio interno del Oratorio, que era el de los aprendices, y se destinó durante muchos años a encuadernación, en la planta superior, y a librería y almacén de suministros, en la planta baja. Las modificaciones fueron de poca monta. La apertura del zaguán que da paso a los vehículos y entrada a los sótanos de María Auxiliadora; el portón de entrada en el lugar de la puerta provisional, más allá de la entrada de mercancías; un buzón, a la izquierda de quien mira hacia la portería, con una inscripción sobre placa de mármol que todavía recuerda, en latín e italiano, a cuantos pasan el umbral, la recomendación evangélica de dar a los pobres lo que sobre; finalmente la pequeña espadaña con la campanilla, cuyo argentino son dejó oír durante más de medio siglo las señales horarias de cada día a todos los moradores del Oratorio 2. Ya lejos de la portería es digno de mención un solo trabajo; el pórtico que corre alrededor del ábside de María Auxiliadora y ((208)) que, doblando en ángulo recto, llega hasta la casa, y forma un paso cubierto desde la misma hasta la iglesia. Las columnas cilíndricas que aguantan el pórtico son piedras de granito, de una sola pieza, firme para la eternidad contra todas las injurias de los muchachos. Corría por cuenta de don Bosco el cuidado de la gestión económica de aquella gran casa. No había entradas fijas. Las pensiones de los alumnos, en conjunto, venían a resultar de unos veinte céntimos al día por cabeza. Los gastos personales, de una cuarta parte de los 1 Estaba presente don José Vespignani, que es quien lo contó al que esto escribe. 2 F. GIRAUDI, L'Oratorio di don Bosco, pág. 197-8. Torino SEI, 1929. 181 Fin de Página 181 VOLUMEN XI Página: 182 muchachos, cargaban también sobre el balance de la casa. Y no eran sólo los muchachos los que vivían en el Oratorio; estaban, ademas del personal directivo y docente, los Hijos de María, generalmente pobres, y los clérigos, que pagaban poco o nada. Dos talleres producían: la tipografía y la carpintería. Pero sus ganancias no llegaban a cubrir las pérdidas de los otros. El beneficio de la librería era muy escaso, porque don Bosco, en su afán de buscar el bien, quería absolutamente que los precios fueran los mínimos. Es cierto que los colegios enviaban a don Bosco sus ahorros; pero éstos no llegaban a cantidades elevadas, ya que las pensiones eran muy modestas. En efecto, en una de las tres cartas de don Bosco citadas hace poco, escribe desde Alassio a don Miguel Rúa, que esperaba un poco de «mana» para final del primer trimestre: «las finanzas de Alassio, Varazze y Sampierdarena están a cero». Había tres momentos críticos: los sábados, el final de las quincenas y el término de cada semestre. Cada sábado había que pagar a los trabajadores externos de los talleres; y como, las mas de las veces no había dinero suficiente en caja, don Bosco, siempre huésped bien recibido, iba a comer a casa de un bienhechor y volvía con el dinero necesario. Crecía el apuro cuando había albañiles en casa (y los había con frecuencia); entonces, se presentaba el maestro de obras para cobrar la quincena terminada; y él salía inmediatamente a pordiosear, e iba llamando de puerta en puerta hasta que lograba reunir lo necesario. Para estas necesidades no solía encargar a nadie. ((209)) Al terminar el semestre, como se debían pagar las facturas de los proveedores, crecían las preocupaciones, pero nunca se turbaba. La experiencia de tantos años le había acostumbrado a tomarselo con paciencia, siempre seguro de que en el momento oportuno no faltaría el socorro providencial. Verse falto de medios y confiar mas en Dios era para él la misma cosa. Cuando el buen Padre se ausentaba, quien le sustituía en la dirección del Oratorio, se daba cuenta de los muchos apuros por los que se pasaba. Mientras estaba en casa, acudían los bienhechores en su busca, y si no lo hacían, salía él tras ellos, y a don Miguel Rúa le tocaba componérselas cuando el buen Padre se ausentaba. Hemos aludido a las comidas en casa de los bienhechores, y vamos a dar una explicación antes de pasar adelante, ya que se presenta la ocasión. Iba, pues, en busca de limosna, pero junto con esta finalidad, escondía celosamente otra intención que nunca perdía de vista: hacer el bien a todas aquellas personas y a sus familias. Sin la menor apariencia de realizar una misión, lo lograba con su porte edificante, su sobriedad 182 Fin de Página 182 VOLUMEN XI Página: 183 y modestia, con las buenas palabras y santas conversaciones que él sabía introducir graciosamente, sin despertar sospechas en nadie y elevando los espíritus. Persuadido de que la avaricia es como una gangrena que roe el alma de los ricos y que no hay sermón capaz de extirparla, los convencía para dar limosna, y acostumbraba a decirnos, que era para hacerles una gran bien sin que se dieran cuenta de ello. Por otra parte, siempre que tenía ocasión y hallaba lugar a propósito, proclamaba con toda franqueza la obligación de dar a los pobres lo superfluo. También buscaba la limosna por carta. He aquí dos de estas simpáticas cartas dirigidas a la buena condesa Callori, una de petición y otra de agradecimiento: Mi buena Mamá: El próximo martes por la tarde espero llegar a Vignale para pasar ahí todo el miércoles en santa paz hasta el jueves. Pero »qué quiere? Este su hijo está a la cuarta pregunta y no tiene ni un céntimo; y hablo solamente de ((210)) céntimos, para decirle que también me contento con poquito. Conozco su buen corazón y cuando no puede, rehúyo pedir. Que Dios la haga feliz en el tiempo y en la eternidad. Amén. Ruegue por este pobre y 3-10-1875. Seguro servidor en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. Mi buena Mamá: Cumplo con mi deber agradeciéndole mucho, muchísimo, la hospitalidad, las atenciones y la caridad otorgada a este pobre mendigo. La condesa Bricherasio, émula de la virtud de V. S. me dio la quinta y así ha quedado terminada la obra de las columnas de granito 1. Pero no ha terminado mi agradecimiento, ni terminarán las bendiciones del cielo, que todos los días invocaremos sobre V. S. y su familia. La condesa Corsi, los condes y condesa Balbo agradecieron mucho sus saludos y me encargaron le enviara los suyos a V. S., para el señor conde Casimiro, la condesa Victoria y el conde Federico. »Continúa todavía la señorita María con su dolor de muelas? Porque, si Dios me ha escuchado, ya debería estar curada; he rezado mucho por ella. Mañana salgo para Cunico. El lunes (17) espero estar en Turín, para dedicarme exclusivamente a los misioneros de Argentina. 1 Alude a las columnas de granito de los pórticos, de la zona posterior del ábside de María Auxiliadora, al que nos referíamos hace un instante. 183 Fin de Página 183 VOLUMEN XI Página: 184 Que Dios la bendiga, señora Condesa, y le dé resignación a sus santos designios en la tierra, pero que le tenga asegurado un puesto en el cielo. Ruegue por este pobre, que siempre será Nizza Monferrato, 11-10-1875. Su atto. y s. s. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. El año 1875 envió, como siempre, instancias a las entidades públicas en demanda de subsidios o ayuda de diversa clase. Las cartas, por él escritas con este fin, resultan a veces preciosas joyas, por el primor y sencillez de la forma, y también por los sentimientos que las adornan. Esta, por ejemplo, dirigida al Alcalde de Turín, está llena de donaire y simpatía. Ilustrísimo Señor: Hace ya bastantes años que el que suscribe mantiene abiertas varias clases elementales para la instrucción de muchachos pobres de la ciudad de Turín. Son escuelas diurnas, nocturnas y de vacaciones. ((211)) El número total de los que asisten a ellas casi llega al millar y va en aumento cada día. Con esta situación, nos encontramos en la necesidad de mesas escolares, para substituir las que ya están inservibles por su mucho uso, al mismo tiempo que podrán servir a los nuevos alumnos, cuyo número no deja de crecer. Y encontrándose en la máxima penuria, recurre respetuosamente a la conocida bondad de V. S., para que se digne concederle algunas de las mesas ya gastadas de las escuelas municipales y que se encuentren a disposición del honorabilísimo Municipio de esta Ciudad. Con la confianza de ser atendido, le da anticipadamente las más vivas gracias y ruega al cielo le conceda todo bien, mientras tiene el honor de profesarse con el más distinguido aprecio, De V. S. Ilustrísima Turín, 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. También es digna de añadir la siguiente carta dirigida al Presidente de la Diputación Provincial: Ilmo. señor Presidente: Dados los graves apuros económicos en que se encuentran los muchachos internados en esta Casa, llamada Oratorio Salesiano, me animo a recurrir también a V. S. Ilma., para obtener algún caritativo subsidio. Los internados en esta casa sobrepasan los ochocientos cincuenta, y casi cuatrocientos Fin de Página 184 VOLUMEN XI Página: 185 pertenecen a la provincia de Turín. De no estar internados aquí, estos muchachos se encontrarían expuestos a acabar mal, con gran disgusto para las autoridades públicas y para los ciudadanos. Es sabido, además, que muchos de estos muchachos fueron enviados a esta casa por las autoridades municipales o gubernativas. Poniendo toda mi confianza en la reconocida bondad de V. S. y suplicándole su eficaz intervención ante la Corporación Provincial, tengo el honor de profesarme con profunda gratitud, De V. S. Ilma. Turín, 8 de enero de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Hasta las imperfecciones de lenguaje y estilo producen una impresión de sincera confianza que agrada y estimula. ((212)) Omitimos otras cartas semejantes dirigidas a la Dirección de Ferrocarriles, al gran Maestre de la Orden de Malta o a los Ministerios; mas no podemos dejar a un lado tres percances que desequilibraron de algún modo la economía, ocasionándole al mismo tiempo serias y largas molestias. El abogado Luis Succi, dueño de una fábrica de fideos, hombre muy conocido por sus virtudes cristianas y su generosidad, pidió a don Bosco que le avalase con su firma una operación bancaria para retirar cuarenta mil liras. Don Bosco cedió a ello, pues sabía que era rico y le había favorecido en ocasiones. Pero, tres días después, murió Succi, venció la letra y don Bosco avisó a los herederos. «Estábamos cenando, depone el cardenal Cagliero en los procesos, cuando entró don Miguel Rúa y comunicó a don Bosco que los herederos no sabían ni querían saber nada de la letra. Yo estaba sentado junto a don Bosco. Tomaba él la sopa, y observé que, entre una y otra cucharada (es de advertir que era en el mes de enero y no había calefacción en el comedor), caían gotas de sudor de su frente al plato, pero sin inquietarse y sin interrumpir su modesta cena». No hubo forma entonces de hacer valer razones, y fue preciso pagar. Sólo después de unos diez años recuperó, casi entera, la cantidad avalada con su firma. Otra obra de caridad también le costó cara, no en dineros, pero sí en molestias perjudiciales. Un tal José Rúa, turinés, había ideado un aparato para elevar la custodia desde la mesa del altar hasta el manifestador y bajarla después hasta la misma, a la vez que descendía o subía la cruz, evitando así los inconvenientes y peligros de la escalerita de 185 Fin de Página 185 VOLUMEN XI Página: 186 costumbre. Aquello pareció una manera practica y segura para la exposición del Santísimo. Parrocos y obispos lo habían acogido bien. Don Bosco lo empleaba en sus iglesias. La aprobación de Roma habría proporcionado al inventor una fuente de ingresos. Para hacerle ese favor, don Bosco envió los planos a la Sagrada Congregación de Ritos, recomendando el asunto. Pero la ((213)) Congregación no aprobó el pequeño invento, y tampoco quiso devolver los planos, porque ésa era la costumbre. Finalmente se hizo una excepción con don Bosco para librarle de graves molestias. Pero el tal Rúa, al ver la ruina de su industria que, de no haber hecho aquel recurso, le hubiera seguido produciendo ganancias, inculpó de ello a don Bosco y le puso pleito: pretendía que los tribunales obligaran al Siervo de Dios a indemnizarle con una elevada cantidad. Por fortuna, el magistrado fue de parecer muy distinto. La tercera molestia tuvo también su origen en un acto de caridad. Recuerden los lectores la rifa o cuestación sui generis que don Bosco ideó en el invierno de 1872 a 1873. Fue aquel un invierno memorable a causa de las restricciones públicas. Para conseguir medios de subsistencia don Bosco invitó, con una circular enviada en sobre cerrado, a un número extraordinariamente grande de bienhechores a adquirir boletos por valor de diez liras cada uno, a título de limosna, poniendo como premio la rifa de un hermoso cuadro, reproducción bien lograda de la «Madonna de Foligno» al estilo de Rafael. La autoridad pública creyó ver en ello una violación de la ordenanza legislativa que prohibía rifas públicas, por lo que fue citado a juicio. No le valió que manifestara en el interrogatorio que con aquella rifa «no se había suscitado el deseo de especulación o de ganancia, sino que se había hecho una llamada a la caridad pública, prometiendo un pequeño recuerdo como demostración de agradecimiento». La causa se prolongó durante mucho tiempo y no terminó hasta 1875, con una sentencia de la Corte Suprema, por la que se condenaba «al caballero reverendo Juan Bosco» a una fuerte multa, por contravenir la ley sobre rifas públicas 1. 1 El Tribunal de Turín, por sentencia del 4 de octubre de 1873, le condenó a a multa de tres mil quinientas liras «con la pena de cárcel, si no pagaba la multa y las costas». La Corte Suprema, por sentencia del 16 de febrero de 1875, redujo la multa a mil quinientas liras, más la cantidad del valor del cuadro del premio, confirmando el secuestro y revocando su confiscación. Fue condenado también a las mayores costas. Don Bosco compareció a la llamada representado por el procurador Jacinto Pipino. El relator de la causa fue el juez abogado Dedominici. Don Bosco siempre fue citado con el título de Caballero, porque realmente en 1852 se le confirió la Cruz de Caballero de la Orden de San Mauricio y San Lázaro (LEMOYNE, Memorias Biográficas Volumen IV, pág. 376). 186 Fin de Página 186 VOLUMEN XI Página: 187 ((214)) Sin embargo, se leen en los considerandos de la sentencia, que tan duramente le castigaban, estas proposiciones: «que era indudable que el fin que se proponía el caballero don Juan Bosco era loable por demás...; que el mismo fin que perseguía la rifa era digno de encomio...; que la buena fe no servía para eximirlo de la pena, pues bastaba el hecho material para incurrir en la falta». Nos parece inexplicable lo que sigue: «pero, como pudo sobrepasarse el fin que él pretendió...». »Entonces la motivación de la sentencia se fundaba en una mera posibilidad? Declinamos en los juristas las decisiones del derecho. El magistrado parecía indicar abiertamente que él, obligado a infligir un castigo ante lo inexorable de la ley, encontraba en la intimidad de su conciencia que la pena era contraria a la intrínseca alabanza del hecho imputado. Esta consideración animó a don Bosco a dar un último paso: recurrió al rey Víctor Manuel II, implorando la condonación en virtud de los muchos a los cuales tenía la obligación de atender y sobre los cuales hubieran recaído las dolorosas consecuencias del castigo. Hizo el recurso a través del abogado Vicente Demaría. El Soberano accedió benignamente, y otorgó la gracia. El decreto de condonación llególe a don Bosco en un momento verdaderamente oportuno, a saber, el día preciso de la partida de sus primeros misioneros hacia América. Si elevamos el pensamiento y miramos las cosas desde lo alto, diremos que en el reino de la caridad se cumple portentosamente el proverbio de que «encuentra el bien quien bien obra». A los hombres caritativos, que nada poseen y se prodigan a sí mismos para el bien ajeno, se les concede todo crédito; cuando se trata con ellos, su palabra y su fe son la mayor garantía. Es la historia de don Bosco. El empresario Carlos Buzzetti edificaba por entonces la iglesia de la Inmaculada en Turín. La Comisión que recogía los fondos necesarios para la construcción, compuesta por señores de la nobleza, debíale la cantidad de treinta mil liras y, para pagárselas, aguardaban a reunir el ((215)) total del importe. Pero el contratista se negó a seguir los trabajos, si no le pagaban o le ofrecían una garantía. Ellos, para animarlo a continuar, le hicieron observar que cuando trabajaba para don Bosco, íanticipaba él cualquier suma! -Para don Bosco sí, respondió; su nombre vale más que cualquier garantía; y estoy absolutamente seguro de que la Providencia le enviará los medios para pagar: después de los años que llevo trabajando con él no me cabe la menor duda. Pero no estoy tan seguro de los demás. Es así precisamente; íen la construcción de la iglesia de María Auxiliadora se me abonó hasta el último céntimo! 187 Fin de Página 187 VOLUMEN XI Página: 188 3. Los hijos En el dialecto piamontés se empleaba el vocablo hijo para decir joven. Don Bosco tenía de setecientos a ochocientos hijos de esta suerte. No gozaban de muchas comodidades, pero él los tenía. Formaban dos secciones, una la de los aprendices y otra la de los estudiantes. Los Hijos de María, repartidos en tres clases, formaban grupo aparte; y no tenemos nada que añadir aquí respecto a ellos. Puede parecer extraño que hasta 1875 no hubiera un programa impreso con las condiciones para la admisión de los muchachos; y sin embargo era así. Se vivía de una forma patriarcal. Unas pruebas de imprenta que han llegado hasta nosotros, están enriquecidas con dos líneas autógrafas de don Bosco 1. Entre los certificados requeridos para el ingreso de los estudiantes, ya fuera por olvido o por otro motivo, faltaba el de buena conducta extendido por el párroco. Don Bosco añade al artículo 5.° en las pruebas de imprenta «de clase y de buena conducta por el párroco. Este último certificado es absolutamente necesario». El 1875 marca un buen paso en la marcha de los talleres que se preparaban cada día más para convertirse en verdaderas escuelas profesionales. Las clases de cultura general para los aprendices, que terminaban con el curso escolar de los estudiantes, se continuaron también después. Estas clases, limitadas anteriormente a las últimas horas de la tarde, se empezaron a dar también por la mañana, a continuación de ((216)) la misa, a la que asistían los aprendices solos, como siguen haciéndolo hoy inmediatamente después de levantarse. Junto con los progresos didácticos, se mejoró también la disciplina. Se consiguió, por ejemplo, aislarlos por completo de los externos, no permitiendo que tuvieran entrada en casa los muchachos que habían sido expulsados recientemente; y como algunos de ellos eran músicos y en ocasiones se los llamaba para tocar, se ordenó al maestro de la banda que no los volviera a invitar. Hasta entonces se había permitido a los aprendices tener baúles en el dormitorio y, como esto podía ocultar peligros, los baúles fueron sustituídos por cajas abiertas. Desaparecieron alrededor de su patio todos los posibles escondites por encima o debajo de las escaleras, tanto en la parte de la iglesia como en la nueva construcción de la calle Cottolengo. Se nombró por fin un catequista, para ocuparse exclusivamente de los aprendices, con el título de director de los aprendices. 1 Véase, Apéndice, documento 20. 188 Fin de Página 188 VOLUMEN XI Página: 189 Es digno de nota que don Bosco no veía bien que los aprendices cambiaran de oficio y sostenía que ello les perjudicaba. Por eso el 30 de mayo avisó al que tenía la responsabilidad que no se permitieran tales cambios. «Es necesario, dijo, que el que entra para aprender un oficio determinado se dedique a él y no piense en otro. Se han hecho ya muchos cambios, y casi todos resultaron mal». En cuanto a los estudiantes, para no amontonar cosas, nos limitamos a anotar los pocos detalles del 1875, que se refieren a las clases y a los estudios del Oratorio, intercalando algunas ideas pedagógicas de don Bosco. El hecho particular más digno de ser recordado es un apéndice provisional y atrevido que hizo don Bosco en las clases internas, inspirado por su celo incansable por el bien de la juventud. Cierto día, y a pocos pasos de María Auxiliadora, abrieron los protestantes una escuela elemental gratuita para los muchachos de la barriada. El dinero repartido a porrillo engañaba a la pobre gente. Era un desafío y don Bosco lo aceptó. Poco tenía él para dar: algún regalito a los que acudían el domingo al ((217)) oratorio festivo, y nada más. Pero los internos rezaban y hacían muchas comuniones para que él pudiera arrancar de las manos engañosas las almas de los niños. Abrió entonces una escuela semejante para muchachos externos, y confió la dirección a don Domingo Milanesio. Este se entregó totalmente a ellos y dedicó a su obra el espíritu misionero, de que más tarde daría brillantes pruebas en la Patagonia. El resultado fue que, poco a poco, se fueron despoblando las escuelas protestantes, hasta que, entre abril y mayo de 1875, quedaron totalmente vacías, y todos aquellos chiquillos, liberados de los engaños protestantes, llenaron las clases de don Bosco, y los emisarios de la herejía tuvieron que cerrar y volverse con la música al lugar de donde habían venido con tanto descaro. Cuando cesó el peligro, don Bosco no abandonó a los nuevos hijos sino que aún hizo más. Para el curso 1875-1876 traspasó las escuelas a un lugar más cómodo, a la casa Catellino recientemente adquirida, y que, si no pudo ser habitada por los Hijos de María a los cuales la había destinado don Bosco, rindió este otro servicio no menos providencial. Y tampoco cerraba las puertas a los externos para ingresar en el bachillerato de los internos. El aumento de población en el naciente barrio de Valdocco, echaba de menos cada día la necesidad de escuelas secundarias, a poca distancia. 189 Fin de Página 189 VOLUMEN XI Página: 190 Don Bosco toleró durante algunos años aquella mezcla para remediar la necesidad. Pero, como no se contentaba con que únicamente se les impartiese la enseñanza, ordenó en el mes de enero que también ellos tomaran parte con sus condiscípulos en las funciones religiosas en la iglesia de María Auxiliadora y quiso que «no se hiciese excepción alguna por ningún motivo». Don Bosco vigilaba sus escuelas y abría los oídos a cuanto decían los alumnos respecto a sus maestros. Precisamente por cosas oídas y comprobadas como ciertas, dijo un día paternalmente a algunos de los suyos esto, que sacamos de los apuntes de don Julio Barberis: ((218)) «Generalmente los profesores tienden a complacerse con los alumnos que descuellan por su aplicación y talento y no atienden más que a ellos en sus explicaciones. Cuando los primeros de la clase han comprendido la explicación, quedan satisfechos, y así prosiguen hasta el fin del curso. Por el contrario, se irritan contra los que tienen poco talento o están retrasados en los estudios y acaban por dejarlos de lado sin cuidarse más de ellos. »Yo, en cambio, soy de parecer diametralmente opuesto. Creo que todo profesor debe vigilar a los más atrasados de la clase, preguntarles más a menudo que a los demás, para dedicarles más explicaciones, repetir y repetir hasta que hayan comprendido, y adaptar las lecciones y las tareas a su capacidad. Si el maestro sigue un método contrario a éste, no da clase a sus alumnos sino a algunos de ellos. »Para ocupar convenientemente a los alumnos de ingenio más despierto hay que darles tareas y lecciones de repaso, premiándoles con puntos de diligencia. Antes que abandonar a los retrasados hay que dispensarlos de las materias accesorias, y adaptar a ellos las principales. »Quisiera, además, que las explicaciones se sujetaran al texto, explicando bien las palabras. Andarse por niveles superiores, me parece que es lo mismo que azotar al aire. »Soy también del parecer de que se pregunte frecuentemente y, si es posible, no se deje pasar un día sin preguntar a todos. Con ello se obtendrán incalculables ventajas. Por el contrario, he oído que algún profesor entra en clase y, después de preguntar a uno o dos, empieza sin más su explicación. Este método no lo querría ni siquiera para la Universidad. Hay que preguntar y preguntar muchísimo; cuanto más se hace hablar a los alumnos más provecho se obtiene. »Y no se critiquen los textos. Se requiere muy poco para desacreditarlos ante los muchachos; pero, una vez que ellos han perdido su 190 Fin de Página 190 VOLUMEN XI Página: 191 aprecio, ya no los estudian. Se puede añadir lo que les falte, dictándolo; mas sin criticarlos jamás». »Se estudiaba, pues, o no se estudiaba en el Oratorio? ((219)) La antigua fama decía que sí. Pero en agosto de 1875 el Ordinario de Turín escribía a Roma estas líneas, después de unos exámenes tenidos en el seminario para la imposición de la sotana: «Se presentaron nueve jóvenes procedentes de las escuelas de don Bosco: se rechazó a cuatro por falta de buena conducta; se admitió a los otros cinco, aunque están muy flojos en los estudios, pero ninguno con la mayoría de votos» 1. Esto significa que con los puntos suficientes en todas las materias. Parece que Monseñor no estaba bien informado. Observaremos, ante todo, que aquellos jóvenes oscilaban entre los 16 y los 21 años, según resulta de los registros. Pero, además, los registros del Seminario nos hacen saber que aquel agosto se presentaron, procedentes del Oratorio de don Bosco no nueve, sino siete candidatos, tres de los cuales fueron admitidos, dos quedaron pendientes para 1876 y otros dos fueron rechazados. Dos de los admitidos habían aprobado el quinto curso de bachillerato (o gimnasio) y uno llevaba ya el diploma del grado de bachiller. Los otros cinco eran del cuarto curso. A la verdad, hay que añadir que los registros del Oratorio señalan uno más, del cuarto curso, que también se presentó a examen en el seminario; pero aparece como alumno de quinto curso, en los registros de la academia privada del profesor Ferrero, donde él había querido completar privadamente el grado durante las vacaciones. Fue admitido. Aún hay algo que añadir con relación a este último. Su familia era de Chieri, pero él había nacido en Turín; era muy piadoso, estaba dotado de gran talento y aspiraba al sacerdocio. Su madre, que a toda costa quería librarlo de los peligros de las escuelas públicas, obtuvo que ingresara en el Oratorio como alumno externo. Don Bosco lo apreciaba. Después de los cuatro primeros cursos, vistió la sotana en otoño de 1875, y sólo permaneció en el seminario un año, porque se sintió llamado a vida más perfecta. ((220)) Fue el padre José Chiaudano, predecesor del padre Rosa en la dirección de la Civiltà Cattolica. Si hubo impedimentos de conducta, está claro que se referían solamente a los dos rechazados. Pero no es probable que existieran, porque en los mismos registros consta que los dos tenían sus certificados en regla; basta, por otra parte, dar una ojeada a las calificaciones del 1 Este período está tomado de una carta del abogado Menghini a don Bosco, 26 de agosto de 1875. 191 Fin de Página 191 VOLUMEN XI Página: 192 examen para clérigos y a las ordinarias del Oratorio, para que enseguida se eche de ver su deficiencia intelectual, que fue lo que motivó la exclusión y no la conducta. En cuanto a los demás se comprende fácilmente que a los alumnos del cuarto curso no se les podía exigir una media elevada en un examen de grado. Pero tenemos pruebas de lo mucho que se estudiaba en el Oratorio: lo revelan, por ejemplo, los registro de examen del gimnasio Real «Monviso», hoy «Máximo d'Azeglio». Según ellos resulta que: en el año 1875 se presentaron en él quince candidatos para el examen de grado procedentes del Oratorio y catorce de ellos lo obtuvieron. No nos corresponde continuar nuestra información hasta formular un juicio comparativo general, pero nada nos impide hacer una comparación, al menos con los candidatos privados. Se presentaron ochenta y siete, y sólo cincuenta y nueve recibieron el título. En la lista, por orden de mérito, de estos últimos quedaron distribuidos así los alumnos del Oratorio: 2.°, 3.° (dos), 4.°, 5.° (tres), 7.° (dos), 9.° (dos), 11.°, 14.°, 17.°. El primero de los estudiantes privados obtuvo calificaciones superiores a las de todos los estudiantes oficiales; se llamaba Antonio Ronco y procedía del Colegio Salesiano de Alassio 1. Hemos visto, además, los dos años siguientes. El año 1876 se presentaron diecisiete y aprobaron dieciséis; en 1877 se presentaron treinta y dos y aprobaron treinta, dos de ellos con mención honorífica especial. ((221)) 4. Disciplina y Piedad Dos cosas había en la casa de don Bosco que se daban la mano amigablemente. El anciano y buen coadjutor Enría, hacia el año 1875 vio y oyó decir a unos señores, maravillados ante el espectáculo de tantos muchachos en el salón de estudio, silenciosos y absortos en sus tareas, y que visitaban la casa acompañados por don Bosco: -Para mantener esta disciplina se necesitará un buen número de asistentes... -Véanlo, respondió don Bosco; no hay más que uno. -íEntonces hay que saber los castigos que se emplean! 1 Se presentaron en el Gimnasio Real «Monviso» candidatos de otros colegios de don Bosco. Estos fueron los resultados: Procedentes del Colegio de Lanzo: 11 candidatos, aprobaron 9. Procedentes del Colegio de Varazze: 7 candidatos, aprobaron 6. Procedentes del Colegio de Alassio: 6 candidatos, aprobaron 5. Procedentes del Colegio de Borgo San Martino: 5 candidatos, aprobaron 5. Procedentes del Colegio de Valsálice: 4 candidatos, aprobaron 4. 192 Fin de Página 192 VOLUMEN XI Página: 193 -Ah, no; no empleamos castigos. -»Pues qué método emplean? -Miren; no es el miedo a los castigos lo que hace que estos muchachos sean buenos y aplicados, sino el temor de Dios y la frecuencia de los sacramentos. Eso logra que se hagan milagros con la juventud. Era muy natural su admiración. Parecía inexplicable a muchos el hecho de que no sucedieran en el Oratorio ciertos desórdenes que se contaban de otros colegios, donde con frecuencia no lograban poner freno a los muchachos. Pero los ajenos al mismo no conocían los secretos del Oratorio. Un día, a primeros de junio de 1875, don Bosco enumeró siete. Helos aquí: 1.° Los muchachos eran pobres y eran mantenidos gratuitamente o a pensión muy reducida. Persuadidos como estaban de que se mandaba fuera a los malos y de que, una vez expulsados, no sabían donde meter cabeza, se cuidaban mucho de hacer de las gordas. 2.° Reinaba la frecuencia de los sacramentos; gracias a ellos aprendían a obrar por razones de conciencia y no por miedo al castigo. 3.° Todo el personal de la casa, (superiores, maestros, asistentes, cocineros, etc.), pertenecían a la Congregación, sin mezcla, por tanto, de «seres heterogéneos». ((222)) 4.° Se les daban muchas charlas especiales, a las que asistían de buena gana los muchachos mejores, que, sin verse obligados, encontraban en ellas una doctrina adaptada para ellos. 5.° Los superiores les daban mucha confianza y convivían con los muchachos; pero siempre procurando evitar la excesiva familiaridad. 6.° Un medio poderoso para enderezar a los jóvenes hacia el bien era el de dirigirles unas palabras confidenciales cada noche después de las oraciones. Con ellas se cortaba la raíz de los desórdenes antes de que éstos nacieran. 7.° Alegría, canto, música y mucha libertad para divertirse. Pero el optimismo no cegaba a don Bosco, ni le hacía tomar una cosa por otra: no escapaba a sus ojos observadores la realidad que le rodeaba. Se daba cuenta en general de lo difícil que resultaba conducir bien una casa tan compleja, que de un momento a otro hubiera podido convertirse en una babel, veía y palpaba las cosas y no disimulaba las faltas que de vez en cuanto se cometían. Pero, aunque en casos extraordinarios no dejaba de acudir a remedios extremos, poseía en alto grado el arte de prevenir. He aquí, por ejemplo, un remedio preventivo, sencillo y eficaz, que salta a la vista de quien hojea los registros de pensiones. Son muy 193 Fin de Página 193 VOLUMEN XI Página: 194 raros los alumnos nuevos que lleven la nota: «totalmente gratis». Pero al pie de cuotas, que van desde un mínimo de cinco liras mensuales, hasta el máximo de veinticuatro, leemos casi siempre: «durante el primer trimestre; después...». Este «después», durante el segundo trimestre, está en proporción directa con la posibilidad de los padres o bienhechores; y en consecuencia resulta «totalmente gratis» para algunos, o «sólo los gastos de ropa» para otros, o una reducción más o menos notable. Pues bien, este sistema producía efectos maravillosos. Los recién llegados, con la esperanza del beneficio, procuraban cumplir su deber; sus padres o protectores, que frecuentemente se quitaban el pan de la boca para reunir la cuota mensual, apremiaban al muchacho, para que ((223)) su comportamiento mereciera la gracia. Mientras tanto, durante aquellos tres meses de esfuerzos y de regularidad, los nuevos se acostumbraban al orden, al estudio y a la piedad, que constituía en lo sucesivo su propia salvación. La bondad de don Bosco resultaba además de una gran protección para los muchachos. En cualquier parte de la casa donde se encontrase, su cariño de padre siempre le dictaba una palabra afectuosa, que producía tranquilidad en el ambiente y deseo de tenerlo contento. Veamos algunos ejemplos de estos encuentros, señalados en las memorias correspondientes a este año. Un día, al salir de casa, se volvió al portero y le dijo: -He leído tu carta y la tendré muy en cuenta. Ten la seguridad de que don Bosco piensa mucho en ti y, cuando sabe qué es lo que mejor te va, lo hace con gusto por ti. Otro día, volviendo de la calle, pasó junto al joven Deppert, que en aquel momento llegaba a la portería, y le dijo, poniéndole la mano sobre la cabeza: -Quiero que dejes pronto esta ropa y vistas la sotana. Tú has puesto confianza en don Bosco y don Bosco no te dejará nunca en el camino. El piensa mucho en ti y busca la manera de hacerte feliz en este mundo y en el otro. Deppert llegó, en efecto, a ser un digno sacerdote salesiano. El clérigo Trivero había presentado su solicitud para ir a las misiones; y un día le dijo en tono festivo: -íHe aquí a nuestro campeón! Quiero hacer de él un pequeño san Francisco Javier. Te tengo muy en cuenta y cuento mucho contigo. Siempre seremos amigos, »verdad? Déjame hacer. Con tal de que tú me ayudes... y después... después... ya verás. El clérigo murió santamente en San Benigno el 1879. Atravesaba don Bosco el patio. Un grupo de muchachos, que mordiscaban 194 Fin de Página 194 VOLUMEN XI Página: 195 el pan del desayuno, se le acercó para besarle la mano y él les dijo: -Comed, comed; no lo dejéis nunca. Jugad, corred, divertíos, así me gusta. Procurad no haceros daños y ser buenos. Cuando visitaba a los muchachos enfermos, se detenía un rato en ((224)) la enfermería, junto a la cama de cada uno, y se sentaba a hablar con ellos sobre la clase, la casa, sus parientes, el párroco, etc. Don Bernardo Vacchina, hoy misionero en América y alumno entonces del Oratorio, escribe que, estando él enfermo en 1875, don Bosco se entretuvo haciéndole compañía, como si no tuviera nada más que hacer; le fue contando que quería poner allí un altar para que todas las mañanas se celebrara la misa y comentaba con él cuál sería el lugar más a propósito. El mismo Vacchina salió a poco de la enfermería; andaba débil y pálido. Se lo encontró don Bosco por el patio, preguntóle por la casa, cómo se encontraba, y le dijo: -Muévete, pasea; pero aquí no, sino fuera, al aire libre. Pasaba en aquel momento por allí el clérigo Giordano, futuro director de la casa de Loreto, y don Bosco le dijo: -Avisa al Prefecto y, durante dos semanas, lleva a este muchacho a dar un paseo de más de una hora por las afueras de Turín. La aureola de bondad que resplandecía en su frente, ejercía un encanto irresistible sobre los jóvenes. Bastaba que él apareciera en el patio para que, apenas verlo, corrieran a besarle la mano y estar junto a él, que les hablaba, bromeaba, reía, volvía su mirada bondadosa de acá para allá y acercaba el oído a quien deseaba confiarle algún secreto. En una palabra, los muchachos le querían y gozaban demostrándole su cariño. -Don Bosco era todo para nosotros, dice don Luis Nai. Acertó, y mucho, el obispo argentino monseñor Alberti, al demostrar en un discurso, con motivo de las fiestas de su beatificación, que don Bosco educador tuvo sólo lo puramente necesario de un pedagogo, nada de lo de un municipal, y enteramente todo lo de un padre. Su medio sobrenatural preventivo era, en fin de cuentas, la piedad. Ninguna presión moral para la frecuencia de los sacramentos: más aún, se había dicho que los superiores ni se fijaban en ello. En la crónica de 1875 se lee: «Unos cincuenta comulgan casi diariamente; cerca de doscientos cada domingo y una vez a la semana; más de trescientos todas las semanas; ((225)) son muy pocos los que sólo comulgan una vez al mes. Estos, si continúan así, son los que paran poco 195 Fin de Página 195 VOLUMEN XI Página: 196 en el Oratorio; se van ellos o se les manda fuera». En aquel tiempo esto no se estilaba y era algo nuevo en las casas de educación. El año 1875 se destaca por el florecimiento de las Compañías, verdaderos hornos de piedad y coeficientes del buen orden. Había seis. La más numerosa, la de San Luis, estaba formada por casi la mitad de los alumnos, y celebraba sus conferencias una vez al mes. La Compañía del Santísimo Sacramento, muy fervorosa, la componían cien muchachos, elegidos entre los mejores, y pertenecientes en su mayoría al quinto curso. La compañía del Clero la formaban los sobresalientes en todo de la compañía anterior; sumaban unos setenta y solían reunirse especialmente en las fiestas más solemnes. A la Compañía de la Inmaculada Concepción pertenecían los más escogidos de entre los escogidos: eran pocos, pero ya maduros. Ellos no comunicaban a nadie lo que se trataba en sus conferencias. Además de una conducta ejemplar y de honrar fervorosamente a María Santísima, se proponían como fin específico tomar bajo su protección a los muchachos más díscolos del Oratorio. A cada socio se le asignaba el cuidado de uno, para que fuese con él, le hiciera jugar y le animara al bien. Después, todos los jueves, en la conferencia reglamentaria, cada uno daba cuenta de su propio cliente; y a continuación el moderador de la Compañía daba las instrucciones generales para la buena marcha de la Casa. La quinta compañía era la Conferencia de San Vicente de Paúl: estaba reservada a los mayores, que desempeñaban las ocupaciones domésticas, y tenía por finalidad enseñar el catecismo a los chicos del oratorio festivo; eran unos treinta y se reunían los domingos por la noche. Los aprendices tenían también una compañía, la de San José, organizada especialmente para ellos. Unas palabras todavía sobre el Clero y ciertos efectos peculiares de estas compañías. Los monaguillos de María Auxiliadora sabían muy bien las ceremonias y las cumplían con edificante exactitud y devoción, ((226)) de acuerdo con el ideal de don Bosco, que pretendía con este medio honrar a Dios, infundir en todos un alto concepto del culto divino y despertar en los jóvenes el desarrollo de la vocación eclesiástica. Don Miguel Rúa interpreta muy bien el ideal de don Bosco en las actas autógrafas ya citadas, anotando como apéndice en la relación de la sesión del 21 de marzo, estas hermosas palabras: «La caridad y el buen gusto para preparar todo lo necesario para el servicio religioso, la seriedad, la compostura y una devoción sincera durante las sagradas funciones serán como incienso oloroso en la presencia de Dios y fomentarán la edificación de los fieles». 196 Fin de Página 196 VOLUMEN XI Página: 197 De toda esta organización de las compañías se derivaban dos bienes de suma importancia, sin que se dieran cuenta de ello los mismos inscritos. Uno era el establecer una íntima relación con los superiores. Y como además se mantenía la costumbre de que, con la edad, se pasaba de una Compañía inferior a otra de grado más elevado, sin dejar de pertenecer a la anterior, se obtenía así un segundo efecto: el progreso de muchos en la virtud. Por este camino condujo don Bosco hasta los umbrales de la Congregación a los alumnos que ofrecían mejores esperanzas, los cuales, al entrar en el noviciado, no caían de golpe en un mundo nuevo, sino que llegaban predispuestos y preparados con el aprendizaje de las Compañías, que en su constitución reflejaban las reglas y el espíritu de la Pía Sociedad, de forma que no les causaba sorpresa que les propusieran escalar a una perfección mayor. 5. La fiesta del Padre El día onomástico de don Bosco era un suceso de capital importancia en la vida del Oratorio: una fiesta preparada desde lejos, ansiosamente esperada, portadora de alegría y de preciosos frutos. Triunfaba en ella la demostración del amor filial. A partir del 7 de junio estuvo don Bosco visitando los colegios de Sampierdarena, Varazze y Alassio. El 21 por la noche anunció don Miguel Rúa ((227)) que volvía al día siguiente y recordó el simbólico ramo de flores, que era costumbre ofrecerle la víspera, para aprovechar la ocasión de recordar a todos, que una comunión general en la mañana de la fiesta sería el mejor ramillete que se podría ofrecer al homenajeado. Llegó el buen Padre precisamente cuando los muchachos iban en fila hacia el comedor. Verlo aparecer por la portería y echarse a todo correr hacía él, gritando: «íViva don Bosco!» fue una misma cosa. Después de las oraciones subió a la tribuna de las «buenas noches» y habló así: Aquí me tenéis de nuevo con vosotros, mis queridos hijos. Me fui sin pediros permiso ni despedirme. Pero otra vez no me iré sin decíroslo. Durante estos días he visitado los colegios de Alassio, Varazze, Sampierdarena y Borgo San Martino. Todo lo he encontrado bien; una enorme cantidad de muchachos, más o menos de vuestra misma edad, tienen vuestras mismas costumbres y son buenos como vosotros. Todos querían saber noticias vuestras y yo se las daba, siempre muy buenas. En esto, según mi costumbre, no sólo decía las cosas como realmente son, sino que además decía cómo me gustaría a mí que fuesen. Ellos se quedaron contentos y se esfuerzan por imiraros. Pero en este momento me preocupa un pensamiento. He de deciros que, si bien 197 Fin de Página 197 VOLUMEN XI Página: 198 es cierto que estaba muy contento de la mayor parte de vosotros, no lo puedo estar de todos. Hubo un grupito que se portó verdaderamente mal. Ya había empezado una carta dirigida a don Miguel Rúa, diciéndole que tomara severas medidas con ellos. Pero no tuve tiempo de acabarla y no se la mandé. Ahora aguardaré un poco para ver si estos tales se portan bien, porque, en caso contrario, me veré obligado a hacer con ellos lo que, a mi pesar, ya tuve que hacer con otros, esto es, alejarlos de casa. Pasemos a otra cosa. Celebremos todos bien y de acuerdo estas fiestas de san Juan, san Luis y san Pedro y estaremos contentos... Desde la víspera reinaba la alegría en el Oratorio. La lluvia obligó a abandonar el patio, donde se había preparado todo para la velada de la fiesta. En su lugar se adornó el gran salón de estudio. En la plataforma de la cátedra se puso un asiento para don Bosco, flanqueado por numerosas sillas para los invitados y los superiores. A la derecha se colocaron los cantores en un palco ((228)) improvisado, a la izquierda los estudiantes, y en frente los aprendices. Don Bosco, después de haber confesado varias horas, hizo su entrada hacia las diez, en medio de una salva de aplausos y al son de un himno, con letra original de don Juan Bautista Lemoyne y música de don Juan Cagliero. También el año anterior había leído Lemoyne su poesía, que le ganó una observación de cierto lector. Lo hace constar don Miguel Rúa en sus actas autógrafas de los Capítulos del Oratorio, con fecha del 21 de junio de 1874, con la siguiente apostilla: «Este la hizo muy bien, pero el señor Arzobispo la tildó de un poco exagerada». Si el diente de la crítica se detuvo en aquellos versos, razón tuvo el poeta para regodearse. Después del himno se declamaron poesías y discursos y, por fin, se hizo la presentación de los regalos. Eran objetos de iglesia: habíanse adquirido con los ahorrillos de los muchachos que, en su pobreza, mostraban su buen corazón, reuniendo doscientas liras, ciento trece los aprendices y ochenta y siete los estudiantes. La velada duró escasamente una hora. Don Bosco cerró el acto con unas palabras. Manifestó la gran satisfacción que experimentaba, dio las gracias a todos, y prosiguió diciendo: La mayor parte se ha expresado en poesía y a los poetas les es lícito exagerar. Lo que dijeron no me correspondía; demuestran, sin embargo, vuestro buen corazón y, en este sentido, acepto vuestras loas. La mayor parte de los lectores terminaba diciendo: -Ya que no tengo otra cosa que ofrecerle, le ofrezco el corazón y prometo contentar en adelante a don Bosco con mi buena conducta. -Es todo lo que yo deseo. No os pido más: dejadme ser el dueño de vuestro 198 Fin de Página 198 VOLUMEN XI Página: 199 corazón, para poder adornarlo de virtudes y presentarlo así a san Juan que lo ofrecerá al Señor. Os lo he dicho ya otras veces, he consagrado toda mi vida a vosotros; y lo que digo de mí, lo digo también de todos vuestros superiores, que me ayudan a salvar vuestras almas; queda también entendido que lo que decís de mí (que yo hago, que yo trabajo, que yo me sacrifico) entendéis decirlo no de mí en particular, sino de todos los que conmigo se afanan por vuestro bien. Y, entre tanto, os aseguro que siempre he hecho por vosotros cuanto he podido; no puedo prometeros hacer más todavía; pero sí os prometo que seguiré trabajando por la juventud mientras quiera el Señor conservarme la vida. ((229)) El 24 amaneció sereno. Hubo comunión general; los muchachos salían de la iglesia llenos de alegría. Don Bosco, que había estado confesando toda la mañana, celebró la misa hacia las diez. Cuando se dirigía al refectorio para tomar un tentempié y volvía la comunidad a entrar en la iglesia para la misa solemne, llegó la banda musical de los externos, seguida de muchos hombres, con los cuales venían también los antiguos alumnos, trayendo sus regalos. La banda se componía de antiguos alumnos. El mismo don Bosco les había animado a que se agruparan y formaran un conjunto musical para dar a Turín una banda cristiana. También había compilado un reglamento para ellos: no admitir en la sociedad más que a los antiguos alumnos del Oratorio, pero manteniendo alejados a los expulsados; frecuentar los sacramentos; no ir a tocar a teatros; prestarse gustosos para las funciones sagradas; ayudarse mutuamente. La idea de don Bosco se convirtió en pocos meses en un hecho real: treinta mozos de los mejor dotados, salidos del Oratorio, formaron una sociedad musical. La llamada para hacer esta filial demostración había salido naturalmente de Gastini. Con la modesta participación de todos, se adquirió y ofreció en su nombre una custodia con aureola de rayos, de casi un metro de altura. Hubo poesías y discursos y no faltaron las bromas de Gastini. Don Bosco, después de darles cordialmente las gracias, los invitó a comer. Llegáronle también otros regalos; pero lo que más le satisfizo fueron las cartas rebosando ternura, agradecimiento y generosos sentimientos. Las funciones sagradas resultaron solemnes y devotas. Al atardecer, dio don Bosco la bendición con el Santísimo Sacramento; aquel acto llenó a todos de alegría, puesto que solamente la daba dos veces al año; lo mismo que nunca cantaba la misa, salvo la de Nochebuena. Las vísperas solemnes no las presidió desde 1850 en adelante. A la puesta del sol el cielo cubierto de nubes se deshizo en lluvia. 199 Fin de Página 199 VOLUMEN XI Página: 200 Ello obligó a volver al salón de estudio para la segunda velada. La primera solía ser de carácter familiar; ((230)) pero a la del mismo día de la fiesta asistían numerosos invitados. Los alumnos internos de Valsálice entregaron a don Bosco, después del himno, un magnífico candelabro de varios brazos. Asistieron también cerca de doscientos muchachos del oratorio festivo, que leyeron un discursito y le ofrecieron un ramo de flores. Don Bosco dio sus más sentidas gracias a los presentes y después expresó los motivos de la alegría que en aquel momento embargaba su corazón. Me habéis dicho cosas muy bonitas ayer y esta tarde. íOjalá pudiera extender a muchos otros millares de muchachos abandonados los beneficios y las atenciones que a vosotros se os conceden! El pensamiento de que hay muchos jóvenes abandonados, sin padre, sin amigos, ni nadie que les aconseje, faltos de lo necesario para la vida material y moral, sin ninguno que piense en ellos, me parece que también debe hacer brotar en vosotros pensamientos de agradecimiento a la divina Providencia y la voluntad de que sirvan para vuestro bien los favores que os concede. Por amor de Dios, sabed corresponder. Si supieseis cuántos peligros corren los que están en el mundo y cuántos se dejan seducir por sus apariencias. Y, sin embargo, mirad: lo único necesario es salvar el alma. íQué importante es este pensamiento! Muchos de vosotros me auguráis largos años de vida. íAy, no, queridos amigos! Es una equivocación desear vivir tanto. Estamos en manos de la divina Providencia. Lo importante es que, vívase mucho o vívase poco, podamos emplear bien la vida que el Señor nos conceda; pero hay que emplearla toda para su honor y su gloria. Lo demás, poco o mucho, dejémoslo en manos de Dios y que él disponga de nosotros como mejor le plazca. Al llegar a este punto, concluyó silabeando cada palabra: «Con el recogimiento, la mortificación y el celo por la gloria de Dios, san Juan Bautista llegó a ser el santo más grande del Paraíso». Al día siguiente hubo una especie de remate de fiesta. Por la tarde del día 25 llegaron ciento cincuenta muchachos del oratorio de San Luis, guiados por su maestro, el coadjutor Macagno y el reverendo Abrate, el cual tenía allí una academia privada, y había unido a los oratorianos algunos de sus alumnos que se preparaban para dar el examen de la imposición de sotana. Iban a presentar sus felicitaciones. Don Bosco los recibió en la biblioteca. Hizo la presentación don Luis Guanella, director de aquel oratorio festivo. El buen Padre les escuchó con mucho cariño y les dijo después: ((231)) Os agradezco los ramos de flores que me habéis traído y lo que me habéis dicho con vuestras poesías y vuestras cartas. Estoy contento, muy contento, de lo que 200 Fin de Página 200 VOLUMEN XI Página: 201 habéis hecho. Pero todo esto es hijo de la bondad de quienes os guían, y a ellos, que no a mí, debéis dirigir los sentimientos de reconocimiento y gratitud que habéis manifestado. Son ellos los que se ocupan de vosotros; yo no hago nada. Dad las gracias a don Luis Guanella, al reverendo Abrate, al señor maestro Macagno. Lo que yo os puedo recomendar es esto. Id todos los domingos de buen grado al oratorio, por la mañana y por la tarde. Llevad también a otros compañeros vuestros. Ciertamente, el local que ahora sirve de oratorio es más un cuchitril que una capilla, pero confío que muy pronto tendréis un local más a propósito, más grande, más cómodo y mejores y más abundantes diversiones. Me alegro de que os divirtáis, juguéis, y estéis contentos; ésta es la manera para haceros santos como san Luis, con tal de que procuréis no cometer pecados. Si, por otra parte, necesitáis algo, dirigíos a don Luis. El me lo dirá y yo ciertamente aceptaré, aquí en casa, con más gusto a los que frecuentan los oratorios y tienen buena conducta que a ningún otro. Ahora decidme: »cuándo, a qué edad hay que empezar a ser buenos? -Desde pequeñitos, dijo uno. Y otro: -Desde la más tierna edad. -Bien, amigos míos, continuó don Bosco; desde la más tierna edad. »Qué hubiera sido de san Luis si hubiese esperado a hacerse bueno en la edad avanzada? No hubiera tenido tiempo. Si se le hubiere ocurrido decir: -«Cuando tenga veinticinco años me pondré en el buen camino»-se hubiera muerto sin poder cumplir su propósito. Empezad, pues, enseguida a haceros buenos. San Luis tenía sólo cuatro años y puede decirse que ya se había consagrado por entero al Señor. Todos vosotros tenéis más de cuatro años. Animo, pues; estad siempre alegres, sed obedientes y el Señor os bendecirá. Os recomiendo, entre otras cosas, que propaguéis la compañía de San Luis en el Oratorio: que sean muchos los que se inscriban en ella y practiquen el reglamento. Espero veros más veces; venid aquí a visitarme y yo me alegraré siempre de veros; o iré yo a visitaros alguna vez. Pero hay que elegir alguna fiesta en la que todos confeséis y comulguéis, los que ya habéis sido admitidos a la comunión; yo me encargaré de que aquel día no falte un buen panecillo con una buena rodaja de salchichón para desayunar. Estad, pues, siempre alegres, acordaos también de rezar por mí y sed siempre agradecidos a vuestros bienhechores. Rogáronle que les diera la bendición y condescendió; después, alegres y satisfechos, se marcharon los muchachos a sus casas acompañados por sus maestros. ((232)) Seiscientas cartas de sus muchachos llegaron, durante aquellos días, a su despacho. No se conformaban sus comunicantes con felicitarle solamente; le pedían consejo sobre su vocación, le manifestaban deseos que querían cumplir, dudas que aclarar, planes de vida; las tuvo que leer, debió además mostrar, poquito a poco, que efectivamente las había leído, respondiendo a unos y a otros, según los casos. 201 Fin de Página 201 VOLUMEN XI Página: 202 6. Las «buenas noches» Las «buenas noches» de don Bosco nos iluminan la vida del Oratorio, así como lo hicieron cuando las iba pronunciando. A través de las poquísimas que han llegado hasta nosotros, por escrito, descubrimos hoy algunos aspectos de la vida cotidiana de entonces, que ninguna crónica hubiera logrado comunicar; y con respecto a las fiestas de casa nos enseñan un conjunto de detalles, que no sabríamos en qué otro sitio tratar de ellas en nuestra historia. Las referiremos cronológicamente, ilustrando su contenido con breves observaciones, cuando sea el caso. 18 de abril. Patrocinio de San José; modo de honrar a los santos Hoy, queridos míos, hemos celebrado el Patrocinio de San José y lo digo con verdadera satisfacción: íestoy contento! Contento de todos vosotros y contento, sobre todo, porque veo que muchísimos de vosotros ponéis gran diligencia en el cumplimiento de los deberes; en la iglesia y fuera de ella, en el comedor, el dormitorio, el estudio y la clase. A todos os presento mi satisfacción, porque todo esto me produce una verdadera alegría. Mas, por otra parte, tras mis palabras de alabanza a los buenos, también es verdad que tengo otras de reproche para los que no son malos, pero, como suele decirse, no son fríos ni calientes (los cuales, así lo espero, con la proximidad del verano aumentarán su fervor); todos éstos son los que saben que es bueno ir a la iglesia, rezar, cumplir bien los propios deberes; lo saben y lo dicen, mas para ellos una cosa es saber y otra hacer, porque les parece que se encuentran frente a un enorme obstáculo que les impide actuar; y éste es precisamente el motivo de su indiferencia. A este propósito me ocurrió el otro día un episodio de risa. Uno de éstos, vino en compañía de otros a la sacristía con ánimo de confesarse. Pero ícosa extraña! Había ido para confesarse y ((233)) a cada momento se retiraba un poco para ir dando paso a los que verdaderamente habían ido a abrir su corazón y limpiarlo de pecados. Llególe por fin su turno y, como ya quedaban pocos para confesarse, tenía que adelantarse. Vosotros pensaréis que finalmente se acercó y se confesó. Es una broma vuestra: mi penitente invitó al compañero de al lado a que pasara delante. El amigo le respondió: -Vete tú. -Vete tú, dijo el otro por lo bajo. -No, vete tú, repitió el amigo. -Toma tú la vez, replicó aquél precipitadamente. Y así diciendo se retiraba para dar paso a los otros. Un momento después se oyó el ruido del cesto del pan al dejarlo en tierra y, ípies para qué os quiero! se escapó fuera como un gamo. íYa veis qué voluntad tenía de confesarse! Todo esto, sea dicho como entre paréntesis, lo considero una chiquillada; pero quería deciros con ello, volviendo al hilo de m i charla, que éstos saben que está bien el ser buenos, pero no quieren ponerse de u na vez a ello. »Y sabéis por qué? Pues bien, os lo diré: creen algunos que para ser buenos, basta conocer las cosas: así, por ejemplo, para ser devotos de san José piensan que basta conocer su vida o algunos rasgos de la misma. íYa veis qué equivocación! Queridos míos, no es así; se requiere algo más. Para ser buenos hay que conocer y Fin de Página 202 VOLUMEN XI Página: 203 practicar las cosas buenas. Así, por ejemplo, es muy bonito saber lo bueno que es ir a la iglesia y rezar; pero es mejor ponerse a rezar y rezar bien; es muy bonito saber que es cosa buena ir a confesar y confesarse de verdad; pero confesarse con buenos propósitos, para bien del alma. Tampoco basta una devoción de afectos y oraciones momentáneas, sino que se requieren resoluciones firmes y de enmienda. Así se honra a los santos. Creedlo: lo contrario es un error y un error grande. Termino. »Queréis ser verdaderos devotos de san José? Procurad ser verdaderos imitadores de sus virtudes y al fin de vuestra vida os encontraréis satisfechos. Buenas noches. Las dos charlas siguientes se refieren a los ejercicios espirituales de los estudiantes. Don Santiago Costamagna predicó las instrucciones y don Francisco Dalmazzo las meditaciones. Dice don Bosco que los dos son «de la casa», aunque uno dirigía a las monjas en Mornese y el otro el colegio de Valsálice; los salesianos, aunque residieran fuera, se consideraban siempre unidos estrechamente a la familia que rodeaba a don Bosco en el Oratorio, de donde él los había sacado. ((234)) 23 de abril. Manera de hacer bien los ejercicios espirituales: pensar en la vocación. Esta noche, queridos hijos, voy a dialogar con vosotros. -»Queréis ser amigos de don Bosco? Todos: -íSí, sí! -»Y si os dijera que hagáis bien estos ejercicios espirituales, los haríais bien? Todos: -íSí, sí! Así todo va bien. Con esta vuestra buena voluntad espero que hagamos grandes cosas. Los ejercicios, queridos míos, son algo muy importante y de inmensa utilidad. Es cierto que ya sois todos virtuosos y santos; mas no os ilusionéis por eso pensando que los ejercicios no sean utilísimos también para los buenos; porque siempre son una nueva ayuda, un auxilio nuevo que reanima el espíritu ya debilitado. Todos necesitan una revisión de su conciencia, un alivio para el cansancio. Os dice expresamente el Apóstol: Qui sanctus est, sanctificetur adhutc: qui iustuts est, iustificetttr, el que es bueno y virtuoso aumente más su bondad y su virtud; el que es santo, desee mayor santidad y hágase más santo. Además de esto, yo acostumbro recomendar mucho en estas circunstancias a todos los jóvenes que piensen en la vocación, sobre todo a los que se encuentran a punto de acabar los cursos de bachillerato. Esto es algo que os debe interesar mucho; porque, de haber pensado o no en el estado al que Dios nos ha destinado, puede depender muchas veces que nuestra vida sea feliz aquí en la tierra (sea cualquiera la forma de esa felicidad) y en la eternidad. Para esto, queridos amigos, es muy importante hacer una confesión general de toda la vida, si nunca se ha hecho, o del tiempo transcurrido desde la última confesión general hasta el presente. Quien quiera confesarse con los predicadores, tendrá comodidad para ello; pero os aconsejo, mis queridos hijos, lo mismo que aconsejan los santos: que debiendo tratar una cosa de tanta importancia, como es la de conocer la llamada del Señor, se trate de ello con el confesor ordinario. 203 Fin de Página 203 VOLUMEN XI Página: 204 Este, por conocer la conducta que hemos observado en el pasado, y además por estar iluminado con las luces que el Señor suele enviar en tales circunstancias, podrá elegir, con mayor facilidad y acierto que otros, el camino que Dios le tiene trazado. Y al deciros esto, no entiendo deciros que alguien se confiese con su confesor ordinario y luego, vencido por el miedo o la vergüenza, se calle algún pecado. No, queridos míos; porque entonces, variando de dictamen, le diría a éste que cambie de confesor cada vez, antes de que una sola tenga miedo y se calle un pecado grave. ((235)) Por tanto, queridos jóvenes, pensad seriamente en vuestra vocación, en esta ocasión tan propicia de los ejercicios espirituales, sobre todo los que ya os encontráis adelantados en los estudios. Este es el tiempo propicio en el que Dios suele mandar sus inspiraciones y sus gracias. íQueridos míos! Os digo esto con mucho gusto; porque, aunque se avise que todos piensen en el paso a dar para el futuro, siempre hay algún despreocupado que no da importancia a los ejercicios y deja pasar el tiempo; y, una vez llegado el momento de deliberar, se encuentra embrollado, sin saber decidirse y presentándose al confesor para consultarle sobre su vocación. -Pero »cómo es eso? »No tomaste ya tu decisión en los ejercicios espirituales? -Me olvidé, responde. »Y qué consejo puede dar el confesor a estas cabezas huecas? Entonces es cuando comienzan las incertidumbres y los embrollos. El joven se decidirá, naturalmente, por cualquier partido; pero siempre con la duda de ese su nuevo estado. Por tanto, queridos hijos míos, si verdaderamente queréis ser amigos de don Bosco, proponeos realizar en estos santos ejercicios cuanto os he dicho, seguros de obtener un gran provecho para vuestra alma. Buenas noches. 25 de abril. Alabanzas a los buenos, que hacen bien los ejercicios espirituales; advertencias a los que no son buenos para que en estos ejercicios busquen el medio de no ser alejados de la casa. Estoy muy contento al ver desde un principio que sois tan exactos en practicar el silencio, que ciertamente es uno de los medios más eficaces para hacer bien y con fruto los ejercicios espirituales, y que, al mismo tiempo, demuestra vuestra buena voluntad de haceros virtuosos. Ya lo sois, y en verdad, pensándolo un poco, me parecen inútiles por completo estos ejercicios, si no para todos, al menos para muchos de vosotros. Porque debo decirlo con gran satisfacción: la mayoría de vosotros me satisface y me alegra, porque sois diligentes en todo, cuando se trata de estudiar, de rezar o de cumplir otros deberes. Digo la mayoría de vosotros, porque, si por un lado me anima y alegra la buena conducta de unos, otros, por el contrario, me tienen amargado, pues no quieren preocuparse de estudiar, ni de rezar, ni de cumplir el reglamento. Y no son tan pocos, ya que se podría contar uno sobre cada treinta. Se ha hablado de ellos en serio y casi se había determinado mandarlos a sus propias casas; pero la ocasión de estos ejercicios espirituales ha hecho que se suspenda esta decisión tan desagradable, dando esperanza a alguno de los superiores de que en estos días se determinarán a cambiar el plan de vida y practicar en adelante con todo empeño la virtud. Por tanto, los que pueden ser contados en este número, vean claramente la alternativa en que se encuentran: o cambian de comportamiento o se disponen a preparar las maletas. Les recomiendo, ((236)) por tanto, que saquen buen partido de los ejercicios de estos días y se enmienden. Fin de Página 204 VOLUMEN XI Página: 205 Y a los que son buenos no me queda más que animarlos cada vez más a perseverar y caminar a grandes pasos hacia la perfección. Nada les faltará a unos y otros para que puedan conseguir su intento. Tenemos dos predicadores de la casa, los cuales crecieron también aquí entre nosotros, conocen el Oratorio y las necesidades de los jóvenes a los que van a tratar y predicar. Dos predicadores que os aprecian mucho y no buscan más que vuestro bien. En este aspecto, por tanto, no nos queda nada que desear. A vosotros sólo se os pide que saquéis de sus pláticas el fruto que ellos, en unión de todos vuestros superiores, desean daros abundantemente. Redoblad vuestra buena voluntad y el Señor no dejará de premiarla con todas sus bendiciones. Buenas noches. Lo mismo que don José Cafasso era confesor ordinario en la Residencia Sacerdotal, también lo era don Bosco en el Oratorio. Y, al igual que don Bosco en el Oratorio, así también los directores en sus respectivos colegios. Tal estado de cosas duró hasta 1900. Ahora bien: una de las noches de aquellos ejercicios espirituales, como don Santiago Costamagna le hablara sobre el particular, don Bosco, manifestó así su pensamiento sobre la mayor o menor oportunidad de que un director confesase a los alumnos, aun durante los ejercicios espirituales: «Dejad que don Bosco haga una excepción y atienda a las confesiones de los jóvenes, aun durante los ejercicios espirituales; pero ordinariamente no es bueno que los directores confiesen entonces. Digo esto por vía ordinaria; porque puede darse el caso de que un joven, sincero con su director, quiera confesarse con él, porque conociéndolo bien, con pocas palabras termina; mientras que con otro tendría que dar mil explicaciones. Mi opinión sería ésta: avisar que los predicadores confiesan, que se vaya libremente a ellos, ya que en tiempo de ejercicios se puede, y, más aún, es conveniente cambiar de confesor. Pero, si alguno quisiera confesarse con el Director, llámelo éste y vaya a confesarlo en su habitación, o sea, a un lugar algo incómodo o de respeto para los jóvenes, a fin de que no vayan sino aquéllos que tengan verdadera intención de confesarse y no lo hagan por otros fines». Los muchachos se confesaban tan a gusto con don Bosco, ((237)) que la última tarde de los ejercicios se levantó muy tarde del confesonario y, tan cansado, que ya no podía más. Tal era su cansancio que, contra su costumbre, rogó a los que aún quedaban que volvieran a la mañana siguiente. Durante la cena contó a los comensales la graciosa historia de una robi\_la (quesito dulce y tierno de Lombardía), que presentaron en la mesa. 205 Fin de Página 205 VOLUMEN XI Página: 206 Hacía pocos días que había vuelto al Oratorio un alumno del tercer curso, que había estado en su casa por enfermedad. Subió a saludar a don Bosco y le dijo que sus padres no podían pagar de ningún modo lo que debían ni la pensión corriente. -Lo único que han podido hacer, añadió, para compensar de algún modo la deuda, ha sido mandarle estas seis robiolas. Según afirmaba don Bosco, que sabía que el muchacho era el primero de su clase y muy bueno, lo dijo con mucha gracia y desenvoltura. -»Entonces, repuso don Bosco, tus padres no podrían hacer otra cosa? -Nada, nada; lo que yo podría darle ahora mismo, sería hacer mi confesión general con usted. Riose don Bosco, creyendo que el muchacho bromeaba. Pero, efectivamente, al día siguiente fue a hacer su confesión general. Don Bosco hizo notar por último que una rebanadita de aquel queso lombardo valía cincuenta céntimos. A continuación habló de la paciencia de muchos jóvenes que aguantaban dos y tres horas de rodillas, sin moverse y sin apoyarse, esperando su turno y que, a veces, después de tanto esperar, dejaban pasar antes a otros. -Para hacer esto se requiere gran virtud, concluyó don Bosco. Siguen dos «buenas noches», dadas en la primera mitad del mes de María, una tras otra, y se completan entre sí. En la segunda don Bosco se sirvió del diálogo, al que acudía cuando quería fijar bien una idea. Crecía cada día el número de aspirantes ((238)) al estado eclesiástico, que procedían de familias muy pobres; si no se ponía atención, ello daba ocasión a que muchos quisieran hacerse sacerdotes por fines humanos y no por un verdadero deseo de salvar almas. Pero don Bosco naturalmente opinaba que es mejor para la Iglesia tener un sacerdote menos que un escándalo más. Además, era necesario llamar la atención sobre la Pía Sociedad. En una palabra, el asunto era delicado. Esa es la razón de la segunda charla en forma de diálogo, que no era improvisado, sino preparado antes con mucho cuidado. 10 de mayo. Desinterés por la vocación sacerdotal; seguridad de los débiles en las Congregaciones religiosas. Estamos en el hermoso mes de María y, además, en la novena del Espíritu Santo. Me gustaría que todos pusierais gran empeño para hacer bien este mes y esta novena y que dedicarais a ello una intención especial. Rezad para que el Espíritu Santo os ilumine en estos días y os haga conocer qué es lo que el Señor quiere de vosotros. Pensad todos en vuestra vocación y piensen en ello sobre todo los que ya están 206 Fin de Página 206 VOLUMEN XI Página: 207 adelantados en los estudios. Tened en cuenta la enorme importancia de esto para vuestra vida. Desearía que en esta novena y en la que haremos inmediatamente en honor de María Auxiliadora, se decidiera definitivamente el que deba resolverse. Pero que ninguno pretenda el estado eclesiástico, si no es llamado a él por Dios, y que ninguno se encapriche con otro estado, si la voz del Señor le llamara al servicio de su Iglesia. Pero quiero manifestaros aquí un error que quizá ya lo habéis oído repetir a personas de autoridad. -Hazte cura, dicen, y así podrás adquirir una buena posición en la sociedad y ayudar a tus padres. -íAmadísimos jóvenes! No suceda nunca que alguno de vosotros abrace el estado eclesiástico para ayudar a sus padres. Elegid para ello otra carrera y ganaréis todo el dinero que queráis. El que se hace sacerdote, solamente debe buscar almas para Dios. Pero quiero resolveros ahora una objeción que a este respecto me han hecho ya algunos párrocos y otras personas distinguidas. Dicen éstos: -»Cómo se explica que don Bosco sugiera a algunos de sus muchachos que se hagan sacerdotes, con tal de que tengan intención de retirarse a una Congregación religiosa, y, en cambio, si estos muchachos muestran deseo de quedarse en medio del mundo, les aconseja que no abracen el estado eclesiástico? -La razón, queridos míos, es ésta: hay muchos que, estando retirados, practican la virtud y cumplen con diligencia sus deberes religiosos; y si, por el contrario, se encuentran, ((239)) aunque sea por breve tiempo, en el mundo, no son capaces de contenerse en medio de tantos peligros como en él se hallan y no dan buen resultado. Por eso, cuando veo que un joven, mientras está viviendo en el Oratorio o en otro colegio, lleva una vida ejemplar y cuando va de vacaciones a casa cae en muchos pecados y vuelve a la misma vida que llevaba antes de venir al Oratorio, y que de vuelta de las vacaciones veo que de nuevo emprende con seriedad el cumplimiento de sus deberes y que es asiduo a las prácticas de piedad, pero que, si torna a casa de nuevo, se ha de lamentar de las mismas graves caídas, ah, entonces, si aquel muchacho me consulta sobre su vocación, yo le respondo resueltamente: -Si es tu intención hacerte sacerdote en medio del mundo, como párroco o coadjutor, de ningún modo entres por el camino del santuario, que sería el de tu ruina y de muchas otras almas. Pero, si te sientes inclinado con recta intención a hacerte sacerdote, y te decides a llevar una vida retirada en una Congregación religiosa y regular, de buena gana te aconsejo y permito que te hagas sacerdote. Y esto, creedlo, ya me ha proporcionado muchos disgustos; porque algunos me dicen: -Don Bosco aconsejó a fulano que vistiese la sotana y después tuvieron que expulsarlo del seminario; aconsejó a mengano que se hiciera sacerdote y ahora el pobre lleva una vida poco ejemplar. Pero los que critican no saben que yo aseguré a estos tales que hubieran podido ser unos buenos clérigos y unos buenos sacerdotes, pero sólo a condición de llevar una vida retirada. Ellos preguntaban en qué sentido y yo respondía en aquel sentido. Yo creo, queridos hijos míos, que si vosotros no olvidáis estos consejos, no tendréis ninguna intención humana en la elección de la vocación; el que fuere llamado al estado eclesiástico lo abrazará, y quien no fuere llamado se quedará detrás. Así caminaréis seguros por el camino que elijáis y estaréis seguros de vuestra misma salvación. Encomendaos, pues, al Espíritu Santo y a la Santísima Virgen para que os iluminen y ayuden. 207 Fin de Página 207 VOLUMEN XI Página: 208 11 de mayo. De nuevo sobre el desinterés en la vocación eclesiástica. Se resuelven tres objeciones. Don Julio Barberis (después de haber dicho don Bosco algunas palabras de introducción). -Yo pediría la palabra. Don Bosco. -Oigamos qué quieres decir. Barberis. -Todo esfuerzo debe tener su recompensa; por tanto, es justo que el sacerdote que trabaja obtenga su ganancia. Don Bosco.-Es verdad lo que dices, y opino que el que trabaja en el ministerio, no ha de quedarse ayunando todo el día. El que trabaja también debe comer y tener lo necesario para vivir. San Pablo lo dice expresamente: Qui altari servit, ((240)) de, altari vivat (el que sirve al altar, debe vivir del altar). Mas, aparte del sustento, las ganancias del sacerdote han de ser las almas y nada más. Siempre se ha visto que, el que se afana por los intereses materiales, difícilmente convierte muchas almas o piensa en las almas que le han sido confiadas. Por el contrario, mostradme un sacerdote totalmente desinteresado, que no piense en amontonar dineros o en atender a sus familiares y veréis cuánto bien hace y cuántas conversiones logra. Por eso san Pablo, y notadlo bien, no quiere que el sacerdote se meta en negocios temporales, non implicat se negotiis saecularibus. Y tampoco debe dedicarse a compras y ventas ni a acumular capitales en los bancos; nada de eso. Barberis. -Permítame, don Bosco, que diga una palabra más. Es cierto que el sacerdote debe pensar principalmente en la salvación de las almas. Sin embargo, los mandamientos de la Ley de Dios ordenan: Honra a tu padre, y a tu madre. La palabra honrar significa también socorrer. Por consiguiente, si todos deben ir a porfía para socorrer a sus padres, con mayor razón los sacerdotes. Don Bosco.-Estoy de acuerdo con que se honre y, por tanto, se socorra al padre y a la madre, cuando lo necesitan. Pero, si tú tienes esta finalidad al hacerte sacerdote, deja la carrera eclesiástica y date a cualquier arte u oficio; dedícate al comercio o a la industria que más te cuadre; pero, no te hagas sacerdote. Desde el momento en que te haces sacerdote, tus parientes son todos los que tienen una alma que salvar y tú debes pensar en ellos y no en otra cosa. El Divino Salvador nos quiso dar este ejemplo de manera verdaderamente espléndida. Estaba dedicado a hacer el bien a las gentes. Llegó uno y le dijo: -Tu madre está ahí afuera y te busca. Y El respondió: -»Quién es mi madre? íEn verdad te digo que todos los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica, son mi padre, mi madre y mis hermanos! Y el buen Jesús llegó aún más lejos, pues dijo: -El que no odia a su padre, a su madre, a sus hermanos y a sus hermanas, no puede ser mi discípulo. De modo que tenlo bien presente; la santidad del estado eclesiástico comporta el absoluto distanciamiento de las cosas del mundo. Los teólogos, a su vez, están todos de acuerdo en afirmar: Bona clericorum sunt patrimonia pautperum; los bienes de los clérigos, y aquí la palabra clérigo quiere decir sacerdote, son el patrimonio de los pobres. Barberis.-Me parece que no hay más que añadir. Yo opinaba igual que usted;he dicho eso porque deseaba tener una respuesta precisa y categórica para responder a los que me preguntasen. Permítame que le haga todavía una observación, que hoy mismo me han presentado. Hay personas muy respetables, de muchos estudios, y Fin de Página 208 VOLUMEN XI Página: 209 también eclesiásticas, que no hilan tan delgado en este punto. Como que me dijeron: -Hazte sacerdote y podrás hacer lo uno y lo otro: ganar, comprar, formar un capital. Don Bosco. -Ya sé que hay quienes piensan así y no pocos, por desgracia; y otros, no sólo lo dicen sino que además lo hacen. Yo no voy a investigar ((241)) sus obras. Lo harán de buena fe o les habrá sido revelado un Evangelio distinto del que yo conozco. El hecho es que el Señor habló como antes te dije; y lo mismo san Pablo y los santos Padres que comentaron las santas escrituras. (Siguió con algunas reflexiones más, y terminó augurando a todos las buenas noches. N. del Cronista). Tenemos otras dos charlas dadas después de las oraciones de la noche, durante la novena de María Auxiliadora. En la primera hace alusión al sueño, que se leerá en el párrafo siguiente. La alusión jocosa a «los dineros» anuncia la orden categórica, que más jocosamente todavía dará dos noches después. En las fiestas se permitía a los muchachos que gastaran sus dineritos particulares, pero sólo en la medida señalada por el prefecto y únicamente en las cosas puestas a la venta en el Oratorio, y no con moneda contante y sonante, sino con vales o bonos ad hoc. En tales fiestas se preparaban puestos de refrescos y de feria, en los que especialmente se vendían libros a precios muy reducidos. 18 de mayo. Pedir a la Virgen salud y castidad. Por fin hemos llegado a la novena de María Auxiliadora y está ya algo adelantada. Es menester, pues, que preparéis «dineros» para la fiesta y el corazón para recibir muchas gracias de la Virgen María. Entre las gracias que cada uno de vosotros ha de pedir a la Virgen Santísima en esta novena, os diré que todos le pidáis especialmente estas dos gracias. La primera, que María Auxiliadora os conceda la salud necesaria para continuar vuestros estudios, a fin de que podáis prepararos bien a los exámenes; porque, lo queráis o no lo queráis, ya se acercan y para los que han de examinarse fuera, apenas si les quedan dos meses. Es, pues, la hora de pensar en ellos. Pero la gracia principal que me gustaría pidierais todos, y que es como la fuente de las demás, es ésta. Pedidle todos, todos, poder conservar la hermosa virtud de la modestia. Es la virtud que más agrada al corazón de la Virgen María. Si la tenéis, lo tenéis todo. Si os falta, no tenéis nada. Podemos decir verdaderamente que esta virtud es la fuente de todas las demás: venerunt omnia bona pariter cum illa (todos los bienes vinieron junto con ella). Baste deciros que el que la posee vuela a ponerse bajo el manto de María: el que cayó herido, esto es, quien la perdió, pero después la recuperó y pone todos los medios para conservarla, ése corre; quien no la guarda bastante, apenas si camina y quien no la posee, va arrastrado. Pedidle esta gracia y esforzaos mucho por obtenerla. Los que no perdieron la hermosa virtud de la modestia, siguen ((242)) tras el Cordero a donde quiera que vaya y cantan un cántico que ningún otro puede aprender. Mas, por ser una virtud muy frágil, hay que pedírsela a la Bienaventurada Virgen María con vivas y reduplicadas instancias y huir de las ocasiones que puedan hacérnosla perder, como serían ciertos compañeros menos buenos, ciertas palabras que no son buenas, dichas o buscadas en el diccionario. Por caridad, huid de todas las ocasiones. Y poned en práctica todos 209 Fin de Página 209 VOLUMEN XI Página: 210 los medios que puedan ayudar a conservar este inestimable tesoro, como la comunión frecuente bien hecha, la ferviente devoción a la Virgen María, las visitas a la iglesia y cosas semejantes. Espero que hagáis todo esto y quedaréis muy contentos; que todo cuanto ahora podamos decir de la felicidad que nos aguarda, es nada. 20 de mayo. Explicación de las palabras evangélicas: «Quien no odia a su padre y a su madre, no es digno de mi». -Se ha determinado, mis queridos jóvenes, como se hacía en los años pasados, que la moneda corriente para estas fiestas de María Auxiliadora sea la moneda acuñada en la banca nacional del Oratorio de San Francisco de Sales. No tendrán curso las monedas de otros países. Esta disposición, como ya os habéis dado cuenta muchas veces, es para evitar los grandes desórdenes que se tendrían en caso contrario. Don Julio Barberis, (después de pedir y obtener la palabra). -Yo, quisiera, si don Bosco me lo permite, hacer una pregunta sobre las cosas que ya nos dijo otra vez sobre la vocación. Don Bosco. -Dila, dila. Barberis. -Me parece que la otra vez nos expuso y no nos explicó aquellas palabras del Evangelio: «Si alguno no odia al padre o a la madre, no es digno de mí». Me han hecho muchas preguntas a este respecto y yo respondí que estas palabras no hay que tomarlas en sentido general, sino que se refieren al caso en que la voluntad de los padres se opusiera directamente a la voluntad de Dios, ya manifestada sin lugar a dudas; como, por ejemplo, el caso de un pagano que se quisiera hacer cristiano, o un protestante, católico, y los padres se opusieran; o si tuviese vocación declarada para el estado eclesiástico y los padres no se lo permitieran: entonces, antes que ir contra la voluntad de Dios, se debe, en cierto modo, odiar a los padres, esto es, no obedecerlos y seguir la llamada del Señor. Don Bosco. -Eso está bien, es verdad; pero yo añado más; no sólo en semejantes casos se debe superar el amor de la carne y de la sangre, sino siempre que así lo pida la mayor gloria de Dios. Y nótese bien que no es don Bosco quien lo dice, como alguno de vosotros desaprensivamente ha asegurado. Y también lo han corrido algunos padres: -íDon Bosco ha dicho esto! »Para qué dice esto a los muchachos? -Escuchadme, no soy yo quien lo dice, es nuestro Divino Salvador. Y la razón de estas mis palabras es porque las considero de mucha importancia y de mucha necesidad. Y es por lo que ((243)) deseo explicar las palabras de Jesucristo. Ténganse en cuenta las circunstancias en que las pronunció. Se encontraba predicando en medio de las turbas. En esto llegó su madre, María, con algunos de sus primos y parientes, que en hebreo se llamaban hermanos. Quieren hablar con él. Los más próximos al Divino Redentor le avisan: -Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y te buscan. Y Jesús responde: -»Quién es mi madre? »Quiénes son mis hermanos? Mi madre y mi hermano son los que escuchan la palabra de Dios, (san Lucas 14, 26). Y en otra parte: -Quien viene a mí y no odia a su padre y a su madre, no es digno de mí, (san Mateo 10, 35). Yo he venido a separar al padre del hijo y a la madre de la hija... Enemigos del hombre son sus propios domésticos. Fin de Página 210 VOLUMEN XI Página: 211 »No resulta de todo esto, que lo que redunda a mayor gloria de Dios, exige una renuncia semejante? Luego no es don Bosco, sino Dios quien lo dice. Por lo demás no perdáis de vista los sacrificios, que Dios sabe premiar con largueza y que se hacen para obedecer su santa voluntad. En fin de cuentas, y para nuestro caso, considerad que el que abraza el estado religioso parece que no se preocupe para nada de sus padres; pero, sin embargo, siempre podrá dar un buen consejo, que vale más que todo el oro; puede rezar por ellos con más comodidad y la oración atrae toda clase de bienes, aun temporales. Cuántas veces les llegan a los padres fortunas, cuyo origen se ignora, y son las oraciones de los hijos las que las consiguen. íCuántos negocios prósperos, pleitos ganados y discordias apaciguadas gracias a las oraciones que trajeron tanto bien! Y todo esto »no son ayudas que se pueden dar a los padres, ayudas más eficaces que el poco dinero que se les pudiera suministrar? Además, creedlo: el Señor que premia un vaso de agua dado en su nombre, »no va a premiar el sacrificio que ellos hacen y que tanto cuesta a su corazón? (La charla queda rota así en el original). Hasta después de la fiesta de María Auxiliadora, no tenemos más charlas. Aquel día se distribuyeron muchísimas comuniones a los fieles. Fue extraordinario también el número de fieles que pedía a don bosco la bendición de María Auxiliadora. A la hora de la misa solemne, fue tal la aglomeración de gente, que don Bosco despidió a la multitud con una bendición general. Cuando subió a sus habitaciones, se encontró en la antecámara con un grupo de respetables señoras, llegadas expresamente desde Milán para asistir a la fiesta. Con toda sencillez sacó de la faltriquera ante ellas, más de cincuenta limosnas en billetes ((244)) de banco o joyas de valor, que le habían entregado aquella mañana por gracias obtenidas. Contó, además, un hecho que tenía algo de extraordinario. Cuatro días antes estaba muriéndose el conde Vialardi; fue a visitarlo y se dio cuenta de que era el caso de administrarle el viático. Entonces lo exhortó a confiar en María Auxiliadora, asegurándole que todavía seguiría con vida; y que acudiera a recibir la santa comunión en la iglesia de María Auxiliadora. Ninguno de la familia quiso dar crédito a la posibilidad del hecho. Pero aquella mañana el conde se presentó y recibió la sagrada comunión. Don Bosco mostraba la limosna que le había entregado en honor de María Auxiliadora. En el presbiterio del altar lucía una gran alfombra, confeccionada y regalada por unas damas de la nobleza de Florencia, que habían tejido en la parte superior de la orla esta inscripción: Mariae Auxiliatrici in suam suorumque tutelam Matronae Florentinae anno MDCCCLXXV. Redunda en honor de las donantes la carta, rebosando agradecimiento, que don Bosco les escribió como testimonio. No 211 Fin de Página 211 VOLUMEN XI Página: 212 sabemos el por qué de la forma de este escrito, ni la causa de la tardanza en enviarlo 1. Para la mayor gloria de Dios y honor de la Inmaculada Virgen María, poderoso auxilio de los cristianos, y como perpetuo recuerdo del espíritu religioso de las Damas Florentinas, hago la siguiente declaración: Un grupo selecto de nobles señoras florentinas, movidas por el espíritu de caridad y devoción a la augusta Reina del Cielo, después de haber cooperado con generosas limosnas a la construcción del templo dedicado a María Auxiliadora en Turín, queriendo añadir un testimonio público y duradero de su sincera veneración a esta Celestial Bienhechora, confeccionaron una elegante alfombra, con las características más arriba descritas. Concluida su labor el 15 de mayo de 1875 la enviaron a su destino, a Turín. Yo, por tanto, recibo con el mayor agradecimiento ((245)) el precioso donativo con la promesa formal de que se reservará para las donantes su propiedad perpetua; yo me satisfago con su utilización para decoro del templo del Señor y en honor de Aquella a la que la Iglesia proclama poderoso Auxilio de los Cristianos. Además de mi eterna gratitud, he procurado que los nombres de las damas que, con sus ofrendas y el trabajo de sus manos, colaboraron para llevar a cabo este rasgo del celo y caridad, queden inscritos entre las insignes bienhechoras, que todos los días tendrán un recuerdo especial en las oraciones comunes y privadas, que mañana y tarde se alzan ante el altar dedicado a María Auxiliadora en este sagrado templo, invocando las celestiales bendiciones sobre ellas y sobre sus familias. Declaro por fin que estas mis obligaciones perdurarán para siempre con mis herederos. Mientras tanto y con profundo agradecimiento, me suscribo, Turín, 1.° de octubre de 1875. Su reconocido y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Fueron muchísimas las cartas que le llegaron durante la novena, acreditando hechos prodigiosos. Y hubo para la solemnidad peregrinaciones de Génova, Savona, Ovada, Ghioggia, Bolonia, Florencia y Roma. Los fieles ocupaban rincones, altares, escaleras y confesonarios, durante los sermones. Los patios, la plaza, las calles adyacentes rebosaban de gente. No hubo noticia de ningún desorden. Las continuas audiencias llegaron a debilitar a don Bosco. Hubo personas que no se marcharon de Turín hasta haber conseguido una entrevista con él. Sus hijos lo veían siempre tranquilo y afectuoso, como en tiempos normales. 1 La magnifica alfombra, gastada ya por el tiempo y el uso, mostraba todavía su valor cuando se adornaba con ella el presbiterio dos veces al año, una en la fiesta de la Inmaculada y otra en Navidad. La habilidad de las Hijas de María Auxiliadora la ha dejado limpia y restaurada este año, volviendo a reaparecer de este modo la extraordinaria belleza del trabajo. 212 Fin de Página 212 VOLUMEN XI Página: 213 27 de mayo. Palabras de don Bosco en la fiesta del «Corpus Christi». -Hoy es una de las más grandes solemnidades que celebra la Iglesia. íEl Corpus Christi! Quisiera que cada uno de vosotros hiciese una promesa al Señor como testimonio de agradecimiento por el gran don que nos hizo, entregándose a sí mismo como alimento de nuestra alma. Y que le prometierais dos cosas: 1.° Hacer frecuentes y buenas comuniones. 2.° Procurar adornar vuestro corazón con hermosas virtudes, alejando todo vicio, para que Jesús pueda llegar hasta vosotros y encontrarse a gusto en vuestro corazón. Y continuó explicando con mucha unción estos dos puntos. ((246)) 28 de mayo. Hacer bien los seis domingos de san Luis; pedirle al Santo la virtud de la modestia; invitación especial a los pilluelos. Pasado mañana, mis queridos amigos, empiezan los seis domingos en honor de san Luis. Ya sabéis que podéis ganar una indulgencia plenaria cada vez, todos los que, confesados y comulgados, hagáis una oración según la intención del Sumo Pontífice. Para la exacta observancia de esta devoción en honor de san Luis, se seguirá el mismo plan del año pasado, esto es, se hará la lectura públicamente, y en la iglesia tal y como se encuentra en el Joven Cristiano. Advierto sin embargo, que no es imprecindible hacer las oraciones y ejercicios tal y como allí aparecen impresos. El que crea que es más cómodo o conveniente hacer otros ejercicios puede hacerlos, como por ejemplo: recitar los gozos de la Santísima Virgen, el oficio parvo, o los salmos penitenciales; éstos pueden lucrar igualmente la indulgencia plenaria. Las oraciones que hay en el libro no son más que directivas para que haya uniformidad cuando se hacen en público. Si no hay una causa para cambiar lo establecido, la fiesta se celebrará el domingo 27 de junio. Animémonos a celebrar verdaderamente bien estos domingos. Y como san Luis es el especial protector de la virtud de la modestia, consagremos a él esta virtud y pongamos en juego todos los medios para guardarla sin mancha. Hemos celebrado hace poco la fiesta de María Auxiliadora y se han tomado en esta ocasión muchas buenas resoluciones; mantengamos, pues, nuestro entusiasmo para ofrecer intacta al Señor nuestra azucena. Pero, mientras la mayor parte de vosotros estáis tan animados a hacer el bien, deseo que desaparezca esa otra pequeña porción que desgraciadamente hace daño, porque permanece indiferente y continúa con sus malas conversaciones. Algunos están a punto de inclinar la balanza; se les va aguantando para que puedan terminar el curso y no pasen el bochorno de despedirlos y ponerlos de patitas en la calle. Pero sabed que en estos casos mi conciencia no puede pasar más allá de un límite. Si se llega a saber que se sostienen malas conversaciones o se cometen acciones contra la virtud de la modestia, no habrá tolerancia; me veré obligado a alejarlos del Oratorio, para que no contagien a los demás. Imiten estos pocos los ejemplos de la mayoría y comiencen de una vez a portarse bien de verdad. Dad esta satisfacción al pobre corazón de don Bosco, para que no se vea obligado a despedir, muy a pesar suyo, a ninguno de vosotros. Proporcionad también esta alegría a san Luis y, así, vosotros estaréis también más contentos. Más contentos durante la vida y más contentos en punto de muerte, porque seréis llamados a tomar parte de la bienaventuranza que goza san Luis como premio a sus virtudes. 213 Fin de Página 213 VOLUMEN XI Página: 214 En la tarde del 30 de mayo comenzaron los ejercicios espirituales para los aprendices. Don Bosco fue a hablarles a ellos solos, después de las oraciones. ((247)) 30 de mayo. Anima a los aprendices a hacer bien los ejercic ios espirituales, les aconseja sobre las salidas sin permiso. Lo que se ha de pensar durante los ejercicios: cuentas a arreglar. Estoy muy contento cuando puedo hablaros alguna que otra vez por separado, y además de esto, por varios motivos más. Primero, porque siempre disfruto viendo a mis queridos hijos. Después, por veros a vosotros, los aprendices, de un modo especial, y más aún, al veros en esta ocasión, cuando comenzáis los ejercicios espirituales. Sé que estáis contentos y que la mayor parte de vosotros tiene verdadera voluntad de hacerlos bien; esto me proporciona un auténtico placer. Se presenta una oportunidad para haceros santos: no la dejéis escapar. Pero me veo obligado a decir que esto sólo se refiere a la mayor parte de vosotros, porque efectivamente hay algunos que no quisieran ni oír hablar de ellos y, si pudieran, ni los harían. íPobrecitos! No saben lo bueno que es hacer los ejercicios espirituales. Pero estos tales deben estar atentos porque quizá sea preciso que pongamos a alguno de patitas en la calle, antes de que terminen los ejercicios. De algunos se espera que cambien radicalmente, porque de otro modo también será preciso despedirlos poco después. Hay quienes verdaderamente quieren sembrar cizaña y no hay medio alguno para que abandonen las malas conversaciones y las obras diabólicas. Me entristece mucho que hasta esta misma tarde haya habido que lamentar faltas y que alguno haya salido de casa sin permiso. Quizá en otro sitio, a estos tales, ni siquiera se les permitiría pasar la noche en casa, lo que, por otra parte, merecerían. Pero no quiero tratar de este asunto por el momento. íPiensen ellos que han cometido una acción muy mala! Mientras tanto, aquí tenéis tres puntos a considerar durante los ejercicios espirituales. Son: el pasado, el presente y el futuro. Por lo que toca al pasado, todavía habrá alguien que necesite revisar y ajustar su conciencia; que no deje pasar la ocasión, hágalo ahora. Para el presente hay firmes resoluciones que tomar y procurar sinceramente ponerse en gracia de Dios. Para el porvenir hay que pensar en la vida que se deberá elegir y poner los medios necesarios para llegar a donde nos hemos prefijado. Decía que debemos pensar mucho en las cosas pasadas. Hay que revisar un poco las confesiones; porque creedme: 1.° Lo más frecuente es que se olviden cosas, que después se dejan pasar y ya no se vuelve a pensar más en ellas. 2.° Hay cosas en las que todavía no se pensó, creyendo que no encerraban ningún gran mal, y que, sin embargo, son verdaderas ofensas al Señor. Y hay que recordarlas, arrepentirse de ellas y confesarlas. Por ejemplo: hay quienes no daban importancia a muchas cosas que hacían desde pequeños contra la modestia. Otros robaron, poco cada vez, y dicen: -Esto no es pecado mortal. Se roba, por ejemplo, un paquete de café, se rompe un vidrio, o se estropea alguna cosa y se dice: -Nadie me ha visto. Y no se devuelve. íPero os ha visto Dios! Ha sido un daño que habéis causado. Otro estropea unos trabajos, o los hace a ocultas para sí mismo. Y se continúa obrando Fin de Página 214 VOLUMEN XI Página: 215 por este estilo: ((248)) si se puede robar algo en la cocina o en el huerto, se hace y se dice: -Son cosas sin importancia. Pero, aunque es verdad que, si se echa una gota de agua en un vaso, casi no se la ve, si se sigue echando una gota tras otra, el vaso se llena; y, haciendo el daño de esta manera, siempre al mismo individuo, el pecado llega a ser grave y es necesario arrepentirse y confesarlo. Otra cosa, que ordinariamente no se confiesa, es el escándalo dado. Téngase en cuenta que quien ha dado escándalo a otro con una mala acción no se confiesa bien diciendo únicamente: «He cometido tal acción»; sino que necesita añadir que dio escándalo. Por desgracia, hay cosas que se callaron de propio intento en las confesiones pasadas. No hay aquí término medio; es necesario hacer un lavado general para limpiar todo y dejarlo a punto. Durante los ejercicios habrá oportunidad para pensar en esto. Arréglese todo bien, y cada uno de nosotros se encontrará muy contento, ya que es seguro que para algunos éstos serán los últimos ejercicios. Y no hace falta dárselas de profeta para asegurarlo. Todos los años sucede así. Siempre muere alguien en el transcurso del año y ése no los podrá hacer de nuevo. Que todos se animen, por consiguiente, a hacerlos bien; estoy seguro de que no es posible describir la alegría que a todos les producirá en punto de muerte haberlos hecho bien. Por otro lado, aun a los que sigan viviendo, yo les aseguro que no se arrepentirán de haberlos hecho bien. La conciencia tranquila es lo que causa en la vida mayor consuelo. Quien tiene paz en su conciencia lo tiene todo. Por el contrario, el que no la posea »qué suerte de felicidad podrá disfrutar jamás en esta tierra? Aprovechad, amigos míos, esta gran ocasión para hacer el bien a vuestras almas. El que ya es bueno piense en hacerse mejor; el que ya practica alguna virtud, procure con el mayor empeño adornar su corazón con más virtudes. Quien, por otra parte, necesite cambiar de vida, anímese, ponga manos a la obra y haga un propósito firme; persevere en el bien, para que en punto de muerte se encuentre muy contento. Mientras don Bosco descubría los líos de algunos, don Julio Barberis, que se encontraba en medio de los muchachos, oyó decir a dos de los mayores: -íNo creíamos que don Bosco supiese ya que habíamos salido! »Cómo se habrá enterado? íBuena nos espera! No era raro que los culpables tuvieran tan desagradables sorpresas. Creían que ni el aire se había enterado; pero don Bosco lo sabía todo. El último día de los ejercicios, don Bosco estuvo confesando hasta muy tarde, por lo que llegó a la cena con bastante retraso. Uno de los predicadores, ((249)) don Francisco Dalmazzo, que también había confesado a muchos, exclamó: -íVaya jornada completa! Don Bosco le replicó: -Me gusta que, particularmente durante los ejercicios, haya muchos Fin de Página 215 VOLUMEN XI Página: 216 jóvenes que pongan su confianza en los predicadores y se presenten a ellos de buena gana. Sí, está bien que sean muchos los que se confiesen. Yo he confesado a cuantos he podido. Desde ayer, que no han parado de acudir mañana y tarde, hasta esta noche. Muchos se retiraron para no estar esperando turno durante tanto tiempo. No se podía desear más. Parece que estos ejercicios han producido gran fruto. El 4 de junio coincidió con el primer viernes después de la octava del Corpus Christi. Don Bosco anunció la noche anterior la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. 3 de junio. En qué consiste el culto al Sagrado Corazón de Jesús. Mañana, mis queridos hijos, celebra la Iglesia la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Es preciso que también nosotros procuremos honrarlo con gran diligencia. Es verdad que trasladaremos al domingo próximo la solemnidad exterior; pero mañana empezaremos a celebrar la fiesta en nuestro corazón, a rezar de un modo especial, a comulgar fervorosamente. El domingo habrá música y se celebrarán las ceremonias del culto que hacen tan hermosas y solemnes las fiestas cristianas. Algunos de vosotros querrán saber el significado de esta fiesta y por qué se honra de una manera especial al Sagrado Corazón de Jesús. Os diré que esta fiesta pretende celebrar con un recuerdo especial el amor que Jesús manifestó a los hombres. Fue extraordinariamente grande el amor que Jesús nos tuvo en su encarnación y en su nacimiento, durante su vida y predicación, y particularmente en su pasión y muerte. Y como la sede del amor es el corazón, por eso se venera el Sagrado Corazón, como el término que sirvió de horno de este inconmensurable amor. Este culto al Sacratísimo Corazón de Jesús, esto es, al amor que Jesús nos demostró, existió en todos los tiempos y siempre; pero no siempre hubo una fiesta establecida a propósito, para venerarlo. En la plática del domingo por la tarde escucharéis cómo Jesús se apareció a la beata Margarita de Alacoque y le manifestó los muchos bienes que recibirían los hombres, honrando con un culto especial a su amabilísimo Corazón, y cómo se estableció la fiesta. Animémonos ya y haga cada cual todo lo posible para corresponder al gran amor que Jesús nos ha tenido. El 16 del mismo mes concurrían dos fechas de suma importancia: el centenario de la revelación hecha por el ((250)) Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita de Alacoque y el vigésimo quinto aniversario del Pontificado de Pío IX. Por ello se eligió aquel día para hacer el ejercicio de la buena muerte, aunque todavía había pasado poco tiempo desde los ejercicios espirituales. Los jóvenes se acercaron a la sagrada mesa; hubo después algo más de recreo, que aumentó la alegría. Por la tarde todo el Oratorio se unió a la Iglesia universal con el acto de consagración al Sagrado Corazón de Jesús. Primero explicó don Miguel Rúa desde el púlpito el significado y el valor de aquel homenaje; después leyó la fórmula, que los jóvenes fueron repitiendo en alta 216 Fin de Página 216 VOLUMEN XI Página: 217 voz. La bendición fue precedida por un solemne Te Deum en acción de gracias a Dios por haber deparado a la Iglesia un Pontífice de tanta valía. Pero faltaban dos grupitos de cantores que habían ido a celebrar la misma solemnidad a San Benigno Canavese y a San Francisco de Asís en Turín. En esta última iglesia los cantores del Oratorio también habían tomado parte en el triduo, que allí celebró el Círculo de la Juventud Católica de Turín, que siempre iba a la cabeza de cualquier demostración pública en honor del Papa. 6 de junio. Exhortación al amor fraterno. Hoy hemos celebrado el segundo domingo en honor de san Luis. Me gustaría mucho que todos nos animásemos a honrar mucho a este santo y a dedicarle de modo especial el mes de junio, y, sobre todo, que se le imitase en la devoción con que oraba, hacía visitas a Jesús Sacramentado y se acercaba a la Comunión. Querría también que se le imitase en otra virtud: que todos se esforzaran en practicar, por cuanto esté de su parte, la caridad fraterna; que, en su honor, no se oyera más ninguna maldición contra los compañeros y desaparecieran las discordias. Hay veces en las que un compañero nos pisa el pie al pasar o tropieza con nosotros sin hacerlo adrede y, sin embargo, ese tal se gana enseguida una palabra picante y, a veces, recibe un puntapié o un puñetazo. íNo! Téngase en cuenta lo que repetidas veces no dijo el Divino Redentor: Mandatum novum do vobis, ut diligatis invicem sicut dilexi vos... In hoc cognoscent, quod discipuli mei estis, si diligatis invicen (Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros, como yo os he amado... En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis mutuamente). Es un mandamiento grande, un mandamiento nuevo que nos dio el Señor, y no porque antes se enseñase diversamente en la Sagrada Escritura, sino porque se hacía diversamente y los Hebreos habían introducido, como si fuera auténtica doctrina, la máxima de hacer el bien sólo a los que nos tratan bien; y tratar libremente mal a los que nos hacen el mal, aunque con la restricción de ((251)) que el mal hecho al prójimo no fuera mayor que el recibido de él. Nosotros hemos de procurar no portarnos tan neciamente: aceptemos este mandamiento nuevo y querámonos siempre bien. Si uno puede hacer un bien a otro, hágalo y, si no lo puede hacer, paciencia; pero el otro muéstrese contento por igual. »Calculáis cuánto bien se conseguirá, si se hace esto en honor de san Luis? Que todos podamos llamarnos devotos de san Luis e imitadores suyos durante nuestra vida; tendremos la garantía de estar protegidos por él en punto de muerte y, después de una santa muerte, el Señor nos hará partícipes de la gran dicha que él goza en el paraíso. 7 de julio. Se recoge lo que se ha sembrado. -Mañana, jueves, cuando salgáis de paseo, veréis que están segando el trigo. Los campesínos van haciendo gavillas, las atan formando haces y las amontonan en morenas. Esto me hace recordar lo que tantas veces leemos en la Sagrada Escritura: Quae seminaverit homo, haec et metet, a saber, el hombre segará lo que ha sembrado. Decidme: si esos labradores que ahora siegan contentos el trigo y se alegran y gozan, no hubíeran trabajado para sembrar y cultivar bien el campo y regarlo a su tiempo, »podrían alegrarse de la cosecha? No, ciertamente; porque para recoger hay que sembrar. Lo mismo os pasará a vosotros, mis queridos jóvenes; si ahora sembráis 217 Fin de Página 217 VOLUMEN XI Página: 218 tendréis luego la alegría de recoger una buena cosecha a su debido tiempo. Pero quien quiera ahorrarse la fatiga de la siembra, cuando llegue el tiempo de la recolección, se morirá de hambre. Y reparad bien en el texto del Espíritu Santo: Quae seminaverit homo, haec et metet. La cosecha es de la misma naturaleza que la siembra. Si se siembra trigo, se recoge trigo; si maíz, maíz; si se siembra centeno, se recoge centeno; si avena, avena; si comino o cizaña, se recoge comino o cizaña. Si queréis que la cosecha sea buena y provechosa, sembrad cosas buenas y provechosas; pero recordad que, si bien cuesta trabajo sembrar, eso no es nada en comparación de la alegría que se experimenta con la cosecha. El agricultor es en esto un ejemplo admirable para nosotros. Todavía una cosa. Para que la simiente crezca y dé fruto, hay que sembrarla a su tiempo; el trigo en otoño y el maíz en primavera y así lo demás. Si no se siembra a su tiempo, se malogra la cosecha. Ahora bien, »cuál es la estación en la que se debe sembrar para el hombre? Que lo diga fulano. (Y llamó por su nombre a un muchacho que era el más díscolo de la casa). -La primavera de la vida, esto es, la juventud. -»Y el que no siembra durante la juventud? -No recogerá en la vejez. -»Y qué es lo que hay que sembrar? -Buenas obras. ((252)) -»Y el que siembre cizaña? -Recogerá espinas en la vejez. -Bien, muy bien; ten presente lo que has dicho y ténganlo todos bien presente, porque lo necesitas tú y lo necesitan todos. La Sagrada Escritura, siempre sobre este mismo versículo, dice aún más. El que siembra vientos, recogerá tempestades. El viento es símbolo de las pasiones; quien se deja dominar desde niño por las pequeñas pasiones, éstas son como simiente, que de no extirparse se hace grande, y se convierte, os lo aseguro, en verdadera tempestad en vuestro corazón. No dejéis, por amor de Dios, que ninguna pasión eche raíces en vuestro corazón; porque en la vejez estaréis en continua borrasca. Tenedlo presente: las pasiones que dominan a los hombres y les hacen cometer acciones depravadas y vergonzosas, no siempre fueron tan grandes y violentas. Hubo un tiempo en que eran pequeñas; pero crecieron poco a poco. Cuando un muchacho tiene sus pasioncillas y no procura vencerlas de algún modo sino que dice: -íBah, son cosas de poca importancia!-, yo tiemblo y me digo: -Es verdad, ahora no son grandes todavía; son como una hierba que apenas apunta; pero dejadla en su sitio y crecerá: el leoncillo inofensivo se convierte en furioso león, el osezno, que casi diríamos es gracioso, se convierte en oso terrible y el pequeño tigre que casi nos da ganas de acariciarlo, se convierte en el más feroz de los animales. Lo que os he dicho se aplica a todas las pasiones; pero lo que más recomiendo es desarraigar del corazón todo lo que va contra la bella virtud de la modestia. Aunque fuere una nonada, nunca es demasiado el cuidado que se tiene para custodiar esta hermosa virtud; y el vicio contrario es una simiente tan perniciosa que íay si se la deja brotar! Sea siempre san Luis vuestro ejemplo y vuestro modelo. No dejéis nunca que un pensamiento malo se apodere de vosotros; en fin, discreción en las miradas, en el trato, en las palabras, en todo. Recomiendo sobre todo que se examinen bien los que deben decidirse sobre su vocación. Es el momento más importante de la vida. Nadie se decida inconsideradamente; Fin de Página 218 VOLUMEN XI Página: 219 cada uno debe consultar con quien verdaderamente puede darle un buen consejo. Todos los años hay algunos que dan este gran paso de manera inconsiderada y después se lamentan y se arrepienten; pero muchas veces ya no están a tiempo. Vosotros pensadlo bien y que el ejemplo de otros os sirva de lección. Buenas noches. 9 de julio, Exhorta a guardar el silencio, segtún los reglamentos. En la visita que recientemente hice a nuestros colegios, encontré que hay una regla observada exactamente en todos, respecto a la cual aquí se dieron ya mil avisos y veo que sigue sin cumplirse. Estaré más atento ahora; daré el aviso por milésima ((253)) vez, y veremos si ésta bastará para obtenerlo. Deseo que se haga silencio de veras, cuando se va de la iglesia al estudio o del estudio a la iglesia. También después de las oraciones de la noche; y que este silencio no se interrumpa hasta después de la misa del día siguiente. Al ver que esta norma se cumple en los demás colegios y aquí en el Oratorio no, me preguntaba si los muchachos de otros colegios serían mejores que los de aquí, y yo mismo me respondía que allí habría muchos chicos buenos, pero que muchos jóvenes del Oratorio aventajan y dejan muy atrás por buena conducta a los mejores de otros sitios. Y, sin embargo, la otra vez que di este aviso, el efecto deseado no duró más que unos días y vi de nuevo que se rompían las filas al ir y al salir de la iglesia, que uno saltaba por aquí, otro por allá, y además, alguna vez, una batahola, después de las oraciones, que superaba un tropel de verduleras. Ahora me quedaré observando. No lo quiero imponer con amenazas o castigos, sino que dejo a la conciencia de cada uno el cumplir con diligencia este aviso. Sabed que, con este orden, dais un verdadero gusto a don Bosco. Pero no lo hagáis sólo por este motivo; hacedlo para agradar al Señor y a la Santísima Virgen. íCuántas pequeñas ocasiones se nos presentan para ganar méritos! Si supiéramos comportarnos como personas juiciosas, íqué cúmulo de premios alcanzaríamos! Convenceos de que, si se insiste en la observancia de ciertas reglas, que parecen sin importancia, se hace solamente para vuestro mayor bien. Sin que os deis cuenta de ello, cumpliendo estos avisos, que al fin cuestan muy poco, os encontraréis muy adelantados en la virtud y muy ricos en méritos. 28 de julio. Bienaventurado el hombre que obedece a Dios desde su adolescencia. Visitaba un día una clase y prometí un premio al alumno que supiera decirme, por escrito, qué es lo que hace al hombre más feliz en esta vida. Uno dijo que las riquezas, otro que el talento, un tercero que la virtud. Entonces yo les puse esta comparación. »Qué es lo que hace feliz a un potro? El que le domen y le enseñen a hacer bien lo que deberá hacer durante su vida. Pues ahora aplicad la comparación al hombre. Entonces uno de los estudiantes se acordó de haber leído en el libro de oraciones esta sentencia: Beatus homo, cum portaverit jugum ab adolescentia sua, que quiere decir: Bienaventurado el hombre que desde su adolescencia se ha acostumbrado a observar los mandamientos de Dios. Aquel joven escribió esta sentencia en un papelito y me lo entregó. Yo se lo leí a todos los alumnos, y después dije: -Procurad, pues, ahora que sois jóvenes, cumplir los mandamientos de la Ley de Dios y seréis felices en esta vida y en la otra. Lo mismo os digo a vosotros; haced esto y veréis qué fácil es servir al Señor. Buenas noches. 219 Fin de Página 219 VOLUMEN XI Página: 220 ((254)) La charla del 1.° de agosto se refiere especialmente a los alumnos del quinto curso, catorce de los cuales habían terminado o estaban a punto de acabar los exámenes de bachiller en el Gimnasio Real «Monviso». Algunas «buenas noches» se han tomado de las notas de quienes las resumieron. 1 de agosto. La vocación. Recogimrento y frecutencia de los sacramentos durante las vacaciones. Los alumnos de este bachillerato que ya se están examinando o que se examinarán muy pronto, gozan de plena libertad para empezar la carrera que más les agrade. Muchos elegirán el estado eclesiástico; y de éstos, unos se inclinan a ir al seminario y otros a quedarse aquí. Pero sería bueno y aun necesario, que cada cual, antes de salir para las vacaciones, comunicara a los Superiores qué piensa hacer para el año próximo. Así, los que quieran seguir aquí, podrán ser admitidos enseguida, sin necesidad de más requisitos, después de haber estado en Lanzo para hacer los ejercicios espirituales. Y para los que quisieran ir al seminario, si lo sé yo, podré escribir al propio Obispo, y así, cuando lleguen allí, habrán sido precedidos de buenas recomendaciones y podrán ser aceptados inmediatamente, por proceder de donde proceden y sin un largo examen sobre su vocación. »Y qué se debe hacer durante las vacaciones para que no sufra quebranto la vocación y la buena marcha de un joven? Mirad: cuando yo era seminarista en Chieri, vino el teólogo Borel a predicar los ejercicios espirituales y, al ver su gran bondad y afabilidad, me atreví a preguntarle esto mismo. Y él, sin pensarlo un instante, me respondió: -Vive recogido, frecuenta los santos sacramentos y especialmente la comunión. El mismo consejo os doy a vosotros. Si queréis conservaros buenos y no ahogar la vocación, guardad recogimiento y recibid frecuentemente los santos sacramentos. Buenas noches. 3 de agosto. Anuncia a los muchachos la fiesta de santo Domingo. Mañana es la fiesta de santo Domingo. María Santísima enseñó a este Santo la manera de rezar el santo rosario y fue él quien primero lo rezó. Después añadió a la salve las palabras: dignare me laudare Te, Virgo sacrata; da mihi virtutem contra hostes tuos (acepta mi alabanza, Virgen Sagrada; dame valor contra tus enemigos). No voy a detenerme contándoos la vida de este santo, ni las gracias que la Virgen le concedió; me limitaré a inculcaros que recéis el rosario con devoción y que no dejéis pasar ningún día sin hacerlo, especialmente cuando se recita en común, ya sea para honrar a la Virgen y a santo Domingo, ya sea para ganar las indulgencias que han sido concedidas a esta oración, ya sea también para conseguir de María Santísima las gracias que necesitamos. ((255)) Las tres «buenas noches» que vienen a continuación hacen presente el pensamiento de la muerte. Los muchachos que terminaban el bachiller iban a sus casas después de los exámenes y volvían al Oratorio para el reparto de premios en la fiesta de la Natividad de la Virgen. Su partida y la época del año en que se efectuaba, naturalmente 220 Fin de Página 220 VOLUMEN XI Página: 221 influían un poco en la disminución del fervor de algunos y en la relajación de la disciplina de otros. Esto explica, quizá, la reiterada alusion a los novísimos. 8 de agosto. Modo de hacer bien la novena de la Asunción de la Virgen. Estamos en la novena de la Asunción de María al cielo. En casa no se celebra ningún ejercicio público especial de devoción en esta ocasión, pero exhortamos a todos a hacer algún acto de piedad en privado, especialmente la frecuencia de la santa comunión. Además se pueden mortificar los ojos, la lengua y también la gula. Celebramos esta fiesta de la Asunción para pedirle a María Santísima que nos obtenga un tránsito feliz, semejante al que Ella tuvo, que, mejor que muerte, se podría llamar plácido sueño. Yo os auguro a todos una muerte semejante. 9 de agosto. Constancia en el bien obrar para estar tranquilos a la hora de la muerte. Una señora se encomienda a las oraciones de los de la casa. Se hará un triduo según su intención y se desea que también el próximo domingo se ofrezcan por ella las oraciones y las comuniones de los buenos muchachos del Oratorio. Fui hoy a visitar a una señora muy rica, que se encuentra gravemente enferma. Criados, parientes y amigos andaban todos trajinando. No se hablaba más que de médicos, medicinas y consultas de especialistas. Entre tanto, la pobre enferma estaba próxima a presentarse ante el tribunal de Dios. Se confesó, pero, aun después de haberlo hecho, estaba inquieta y no podía conformarse ante el pensamiento de la muerte y tener que abandonar las riquezas. íVanidad de las cosas mundanas! Yo pensaba para mis adentros: mis muchachos son más felices que los ricos y poderosos de este mundo; afrontan la muerte alegres, y hasta deseosos de librarse del cuerpo para ir a gozar del Señor, como lo hemos visto en los que murieron en casa; mientras los ricos, aun sin ser malos, no pueden dejar de temer a la muerte cercana. Y los que hoy hacen sus devociones y mañana se emborrachan, ayunan el sábado y comen carne al viernes siguiente, viviendo por este estilo, y dándose un poco al Señor y otro poco al demonio, no pueden ser bendecidos por Dios y tiemblan cuando se acerca la última hora. Vivamos nosotros en el santo temor de Dios y, al fin de nuestra vida, afrontaremos intrépidos las agonías de la muerte. ((256)) 10 de agosto. Remordimientos de los pecadores en punto de muerte y varios propósitos Un miembro de nuestros colegios fue llamado a casa porque su padre estaba enfermo; pero cuando llegó se lo encontró muerto. Nosotros, que siempre rezamos por quien se encomienda a nuestras oraciones, debemos hacerlo con mayor razón por este difunto, padre de un sacerdote de nuestra Congregación, que trabaja mucho por el bien de las almas. Y ahora quiero seguir el tema de ayer noche. Es un tema de máxima importancia, dado que se trata de la muerte. Si con ella nos equivocamos, lo perdemos todo, puesto que se muere una sola vez. Es un gran tormento para el moribundo el pensamiento de haber gozado de la vida y considerar la salud que Dios le concedió y lo mal que la empleó. Pensar que Dios le dio las manos y él las empleó para robar y hacer otros pecados. Dios le dio 221 Fin de Página 221 VOLUMEN XI Página: 222 la lengua, y »para qué le sirvió? Para murmurar, quizás para blasfemar contra Dios o para hablar mal. Dios le dio unos ojos y él se sirvió de ellos para leer libros malos, para mirar cosas indecentes. Supongamos que Dios le concedió riquezas; »y para qué las empleó? Para fomentar la soberbia de su vida, para entregarse libremente a la satisfacción de sus caprichos con una vida licenciosa, para oprimir a los débiles y ser duro con los pobres. íQué tormento sería este recuerdo! Pero no quiero explayarme en estas consideraciones, que imagino no las necesitamos. Ved, pues, cómo el que ha gozado en la vida será atormentado no sólo en punto de muerte, sino también en las enfermedades graves, con peligro de muerte. Y entonces se lamentará diciendo: -íAh, si hubiese hecho esto, o si hubiese hecho aquello otro! Pero, si llegan a curar, vuelven a la misma vida de antes y olvidan los propósitos hechos. íDesgraciados! En punto de muerte hay que haber hecho, no querer hacer. No esperemos, pues, a entregarnos al Señor en los últimos momentos de la vida, sino hagámoslo ahora: que el domingo, día de la Asunción de María Santísima, cada uno de nosotros pueda decir desde lo más íntimo de su corazón: -Si tuviera que morir en este instante, moriría contento y con la firme esperanza de ir al cielo. 6. Un sueño El año 1876 se aventuró don José Vespignani, nuevo entonces en el Oratorio, a interrogar a don Bosco sobre sus sueños, preguntándole con filial confianza qué había que pensar de ellos. Don Bosco le dio una respuesta genérica, pero suficiente, díciéndole que en sus condiciones, sin medios, sin personal, le habría sido imposible trabajar en favor ((257)) de la juventud, si María Auxiliadora no hubiese acudido en su ayuda con luces especiales y abundantes auxilios no sólo en el orden material, sino también en el espiritual 1. Por tanto hay que considerar los sueños de don Bosco como luces y especiales auxilios de la Virgen. Ellos ejercieron en la vida del Oratorio una influencia que no puede pasar desapercibida para el historiador; bien se los podría denominar una institución doméstica. Perduraba el recuerdo y la impresión de los del pasado y siempre se esperaban otros nuevos. El anuncio de un sueño ponía en expectación a chicos y grandes, se esperaba el relato con avidez, y los buenos efectos no se hacían esperar largo tiempo. En las buenas noches del 30 de abril, exhortaba don Bosco a hacer bien el mes de mayo. Después de haber recomendado el fiel cumplimiento de los propios deberes y la elección de alguna práctica devota en honor de María, añadió que tenía un sueño que contar; pero que no teniendo tiempo entonces por ser demasiado tarde, lo haría el domingo siguiente, 2 de mayo. 1 VESPIGNANI, 1. cit., pág. 34. 222 Fin de Página 222 VOLUMEN XI Página: 223 Los jóvenes estaban impacientes y contribuyó a aumentar la expectación el haber tenido que prorrogar el relato del sueño hasta el día 4, por no estar el siervo de Dios en condiciones de hacerlo. Finalmente en la noche de dicha fecha, don Bosco pudo satisfacer los deseos generales. Después de las oraciones, y desde la cátedra de siempre, se expresó así: Aquí me tenéis dispuesto a cumplir mi palabra. Sabéis que los sueños se nen durmiendo. Acercándose, pues, el tiempo de los ejercicios espirituales, pensaba en la forma que debía emplear para que mis jóvenes los hiciesen bien, y qué había de aconsejarles para que sacasen el fruto consiguiente. Y así me fui a descansar con este pensamiento la noche del domingo 25 de abril, víspera de los ejercicios. Apenas me acosté comencé a soñar... Me pareció encontrarme completamente solo en un valle extensísimo: por una y otra parte se veían altas colinas. Al fondo del valle, por una parte, el terreno se elevaba y resplandecía una luz vivísima y en la otra parte el horizonte se presentaba algo oscuro. Mientras contemplaba esta llanura, vi venir hacia mí a Buzzetti con Gastini, los cuales me dijeron: -Don Bosco, monte a caballo, ípronto! ((258)) Yo les contesté: -»Os queréis burlar de mí? Sabéis que hace mucho tiempo que no monto a caballo. Los dos jóvenes insistían; pero yo me resistía diciendo: -No quiero montar a caballo; una vez lo hice y me caí. Buzzetti y Gastini continuaban presionando cada vez con más tesón y repetían: -Pronto, a caballo, que no tenemos tiempo que perder. -Pero, en resumidas cuentas, cuando monte a caballo, »a dónde queréis conducirme? -Ya lo verá, dése prisa y monte. -Pero »dónde está el caballo? Yo no veo aquí ninguno. -íAllí está!, exclamó Gastini, señalando hacia una parte del valle. Miré hacia el lugar indicado y, en efecto, vi un brioso y hermosísimo caballo. Tenía las patas gruesas y largas, la crin espesa y el pelo brillantísimo. -Y bien, continué, puesto que queréis que monte a caballo, lo haré; pero si me caigo... -Esté tranquilo, me respondieron; estamos nosotros aquí para ayudarle en cualquier circunstancia. -Si me rompo el cuello, dije a Buzzetti, tú tendrás que ponérmelo en su sitio. Buzzetti se echó a reír. -No es hora de reír, barbotó Gastini. Nos acercamos al animal. Monté a la grupa con mucho trabajo, ayudado por ellos, y al fin heme caballero en mi caballo. íQué alto me pareció entonces aquel animal! Creía estar sobre un elevado pedestal, desde el cual divisaba todo el valle hasta sus más lejanos confines. Cuando he aquí que mi caballo se puso en movimiento despertando en mí nueva Fin de Página 223 VOLUMEN XI Página: 224 admiración: parecióme entonces encontrarme en mi propia habitación, por lo que me pregunté a mí mismo: -»Dónde estamos? Y veía venir en mi busca, a sacerdotes, clérigos y otras muchas personas, todos asustados y anhelantes. Después de recorrer un buen trecho, el caballo se detuvo. Entonces vi venir hacia mí a todos los sacerdotes del Oratorio en compañía de numerosos clérigos, los cuales rodearon al animal. Vi entre ellos a don Miguel Rúa, a don Juan Cagliero, a don José Bologna. Al llegar se pusieron firmes contemplando a aquel enorme animal que yo montaba, pero ninguno decía palabra. Yo los veía a todos con aspecto melancólico, y reflejaban una turbación que jamás había contemplado en ellos. Llamé junto a mí a don José Bologna y le dije: -Bologna, tú que estás en la portería, »sabes decirme si hay alguna novedad en casa? »Cuál es la causa de la turbación que veo en todos los rostros? Y él me contestó: -Yo no sé dónde estoy, ni lo que hago... Estoy aturdido... Vinieron algunos, hablaron, se marcharon; la portería es un continuo ir y venir que yo no comprendo. -íOh! »Es posible, me decía yo a mí mismo, que hoy haya de suceder algo extraordinario? ((259)) Entonces uno me entregó una trompeta, diciéndome que me quedara con ella por que la necesitaría. Yo le pregunté: -»Dónde estamos? -Toque la trompeta, me dijo. Soplé y se oyeron estas palabras: -Estamos en el pais de la prueba... Después se vio descender de lo alto de la colina tal cantidad de jóvenes, que creo pasasen de los cien mil. Ninguno de ellos hablaba. Todos, armados de una horca, avanzaban a toda marcha hacia el valle. Vi entre ellos a todos los alumnos del Oratorio y de otros colegios nuestros y a muchísimos que yo no conocía. Entretanto, por una parte del valle comenzó a oscurecerse el cielo de tal manera que parecía de noche y apareció un número inmenso de animales que parecían tigres y leones. Aquellos monstruos feroces, de cuerpo descomunal, con patas robustas y cuello largo, tenían la cabeza más bien pequeña. Su hocico producía espanto; con los ojos enrojecidos y casi fuera de las órbitas se lanzaron contra los jóvenes, los cuales, al verse asaltados por aquellos animales, se aprestaron para la defensa. Los muchachos tenían en la mano una horca de dos puntas con la que hacían frente a aquellas alimañas, levantándola o bajándola según la dirección del ataque de las mismas. Los monstruos, no pudiendo vencer a sus víctimas al primer asalto, mordían las puntas de la herramienta, se rompían los dientes y desaparecían. Había algunos, cuya horca sólo tenía una punta, y eran heridos por las fieras atacantes; otros la tenían con el mango roto; otros carcomido por la polilla; otros eran tan presuntuosos, que se arrojaban contra los animales sin arma alguna siendo víctimas de su temeridad, y no pocos encontraron la muerte en la lucha. Muchos conservaban la horca con el mango nuevo y con dos puntas. Entretanto mi caballo fue rodeado desde un principio por una cantidad extraordinaria de serpientes. Pero saltaba y coceaba a diestro y siniestro, y las aplastaba o las alejaba, elevándose cada vez a mayor altura y ganando en corpulencia. Pregunté entonces a alguno qué significaban aquellas horcas de dos puntas. Me trajeron una y vi escrito sobre una de sus puntas: Confesión. Y en la otra: Comunión. Fin de Página 224 VOLUMEN XI Página: 225 -»Qué significan esas dos puntas?, pregunté. -Toca la trompeta, me respondieron. Soplé y salió esta voz de la trompeta: Confesión y Comunión bien hechas. Soplé de nuevo y se oyó lo siguiente: Mango roto: Confesiones y Comuniones mal hechas. Mango carcomido: Confesiones defectuosas. Terminado este primer asalto, di con el caballo una vuelta por el campo de batalla y vi muchos heridos y muchos muertos. Observé que algunos yacían por el suelo estrangulados, con el cuello horriblemente inflamado y deforme; otros con el rostro desfigurado de una manera horrible, y otros muertos de hambre, a pesar de que tenían junto a sí un plato de riquísimos confites. Los estrangulados son los que habiendo tenido la desgracia de haber ((260)) cometido algún pecado de pequeños, no se confesaron nunca de él; los de la cara deforme, eran los golosos; los muertos de hambre, los que se confiesan, pero después no ponen en práctica los avisos y amonestaciones del confesor. Junto a cada uno de los que tenían el mango carcomido, había una palabra escrita. Uno tenía escrito: Soberbia; otro, Pereza; otro, Inmodestia, etc. Hay que hacer notar que los jóvenes, al caminar, pisaban sobre una alfombra de rosas y se sentían contentos de tal circunstancia; pero apenas habían avanzado unos pasos, después de lanzar un grito, caían muertos o quedaban heridos, pues bajo las rosas había abundantes espinas. Otros, en cambio, pisando aquellas rosas valerosamente, caminaban sobre ellas y se animaban recíprocamente saliendo victoriosos. Pero de nuevo se oscureció el cielo y en un momento aparecieron más animales y monstruos que la primera vez, todo lo cual sucedió en menos de tres o cuatro segundos, y hasta mi caballo se vio asediado por aquellas alimañas. Los monstruos siguieron creciendo sin medida, de forma que también yo comencé a sentir miedo, y me parecía que sus zarpas arañaban mi cuerpo. Suerte la mía que en aquel momento también me proporcionaron a mí una horca; entonces comencé a combatir y los monstruos se dieron a la fuga. Todos desaparecieron, vencidos en la primera acometida, porque se daban a la fuga. Entonces soplé la trompeta y resonó por todo el valle esta voz: -íVictoria, victoria! -Pero »cómo, dije yo hemos conseguido la victoria? íY a pesar de ello hay tantos muertos y tantos heridos! Entonces toqué nuevamente la trompeta y se oyó esta voz: Tregua a los vencidos. Después el cielo se serenó y apareció un arco iris tan bello, de tantos colores, que es imposible describirlo. Era de tal magnitud, como si se apoyara en Superga y, describiendo una curva, llegase a caer sobre el Moncenisio. He de hacer notar que los vencedores tenían sobre sus cabezas coronas tan brillantes, de tantos y tales colores, que causaba maravilla contemplarlas; además, sus rostros resplandecían con una belleza incomparable. Hacia el fondo, en una zona del valle y en medio del arco iris, se veía una especie de tribuna ocupada por gente llena de júbilo y de una hermosura imposible de imaginar. Una nobilísima Señora regiamente vestida se acercó a la orilla de aquel balcón diciendo: -Hijos míos, venid, cobijaos bajo mi manto. Y al mismo tiempo extendió un anchísimo manto y todos los jóvenes corrieron a colocarse bajo él; noté que algunos en vez de correr volaban y llevaban escrito en su frente: Inocencia; otros caminaban a pie y otros se arrastraban; también yo comencé a correr y en el instante que duró mi carrera, dije para mí: Fin de Página 225 VOLUMEN XI Página: 226 -O esto termina o, si continúa un poco más, moriremos todos. Y al decir esto, mientras continuaba corriendo, me desperté. ((261)) Por el motivo que más adelante dirá, volvió sobre el tema el 6 de mayo, fiesta de la Ascensión. Dispuso que se reuniesen estudiantes y aprendices para rezar las oraciones de la noche, y les habló de esta manera: La otra noche no os lo pude decir todo porque estaba presente un forastero. Estas cosas deben quedar entre nosotros, y no se deben escribir ni a los padres ni a los amigos. Yo os lo digo todo a vosotros, incluso mis pecados: aquel valle, aquel país de prueba, es el mundo. La semioscuridad es el lugar de perdición; las colinas, los mandamientos de la ley de Dios y de la Santa Iglesia; las serpientes, los demonios; los monstruos, las malas tentaciones. Aquel caballo creo que representaba al caballo que hirió a Heliodoro y es la confianza en Dios; los que pisaban sobre las rosas y caían muertos, son los que se entregan a los placeres de este mundo que ocasionan la muerte al alma. Los que pisoteaban las rosas son los que desprecian los placeres del mundo y salen vencedores. Los que volaban a colocarse bajo el manto de la Señora, son los inocentes. Ahora, los que deseen saber qué arma tenían, si fueron vencedores o vencidos, muertos o heridos, que vengan a mí que se lo comunicaré poco a poco. Si bien no conocía a todos aquellos jóvenes, pude identificar a los que se encuentran aún en el Oratorio. Y otros que tal vez vendrán con el tiempo, si los llegase a ver, me acordaría perfectamente de su fisonomía. El secretario don Joaquín Berto, que escribió este relato, añade que hay muchas cosas que don Bosco explicó de una manera prolija, pero que él no recuerda. En la mañana del 7 le preguntó en su habitación: -»Cómo hace usted para acordarse de todos los jóvenes que vio en el sueño y para decir a cada uno el estado en que se encontraba, especificando de una manera tan precisa sus defectos? -íAh! Con el Otis Botis Pia Tutis. Era una de las respuestas que solía dar cuando quería eludir una pregunta embarazosa. También don Julio Barberis, al hablarle de esto mismo, oyó esta respuesta de labios de don Bosco, cuyo semblante se había tornado muy serio. -íSe trata de algo más que de un sueño! Y cortó la conversación, pasando a hablar de otra cosa. Don Joaquín Berto termina su relato con estas palabras: «También yo, que estoy escribiendo esta reseña, quise preguntarle lo que me interesaba, obteniendo una respuesta tan precisa, que hube de decir 226 Fin de Página 226 VOLUMEN XI Página: 227 emocionado hasta ((262)) las lágrimas: -«Si hubiese venido un ángel del cielo no me habría hablado con tanta precisión». Por segunda vez sirvió el sueño de tema para las «buenas noches». Y fue el 4 de junio. He aquí el diálogo que se entabló entre don Julio Barberis y don Bosco en presencia de los jóvenes del Oratorio: -Si me permite, don Bosco, esta noche desearía hacerle algunas preguntas. En las noches pasadas, como había entre nosotros algunos forasteros, no me atreví a hacerlo. Desearía nos diese alguna explicación sobre el último sueño. -Habla, habla, contestó don Bosco. Cierto que ya ha pasado mucho tiempo desde que hice la narración del mismo, pero no importa. -Hacia el final del sueño, continuó don Julio Barberis, dijo que algunos volaron a colocarse bajo el manto de María, que muchos corrían y otros iban despacio, que algunos caminaban sobre el barro y quedaban atollados y que, por tanto, no llegaban a colocarse bajo su amparo. Nos dijo que los que volaban eran los inocentes; es fácil de comprender quiénes eran los que iban de prisa, pero »quiénes eran los que quedaron empantanados? -Estos últimos, replicó don Bosco, que por lo general no llegaban a colocarse bajo el manto de María, son aquellos que están apegados a los bienes de la tierra. El egoísmo no les deja pensar más que en sí mismos; ellos mismos se llenan de fango y no son capaces de hacer un esfuerzo para conseguir las cosas del cielo. Ven que la Virgen María les llama, querrían ir, dan algunos pasos, pero el fango les atrae. Y así sucede una y otra vez. Lo dice El Señor: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. Los que no se elevan a los tesoros de la gracia, ponen su corazón en las cosas de la tierra y no piensan más que en los goces terrenales, en enriquecerse, en prosperar en los negocios y adquirir fama. Y para el Paraíso, nada. -Hay otra cosa, prosiguió don Julio Barberis, que usted, don Bosco, no ha contado al narrarnos el sueño, pero que la ha dicho a alguno en particular y desearía diese de ella una explicación, y es lo siguiente: Alguno le preguntó sobre su estado, a saber, si corría o si iba despacio, si se había puesto bajo el manto de la Virgen, si tenía el arma rota o carcomida. Y usted contestó que no lo pudo ver bien porque se interponía una nube entre usted y el joven. -Tú eres teólogo y lo debes saber, contestó don Bosco. Mira. Había varios jóvenes, por cierto no muy numerosos, a los cuales no pude ver bien. Yo observaba, los reconocía, pero no podía ver nada más. Y los tales, queridos míos, son aquellos que permanecen cerrados para con los superiores, los que no les abren su corazón, los que no son sinceros. Si ven un superior por una parte, en vez de hacerse encontradizos con él, evitan el encuentro. Algunos de éstos vinieron a preguntarme el estado ((263)) en que los vi, pero »qué queréis que les respondiese? Podía decirles: Tú no tienes confianza con los superiores, tú no les abres el corazón. Por eso no olvidéis lo que os voy a decir: una de las cosas que mayor bien os puede hacer es ésta: manifestaos a vuestros superiores, tened mucha confianza con ellos, sed abiertamente sinceros. -Aún desearía preguntarle una cosa, prosiguió don Julio Barberis, pero me temo que me tache de demasiado curioso. -»Quién no sabe que eres curioso?, contestóle don Bosco. (Risas generales). Pero afortunadamente tu curiosidad es buena. Cuando un jovencito pregunta siempre esto o aquello a quien lo puede saber, para instruirse, hace bien. En cambio hay algunos 227 Fin de Página 227 VOLUMEN XI Página: 228 que están siempre como los mochuelos 1. Jamás preguntan nada. Esto no es buena señal. -íAh! Entonces no quiero ser de estos, dijo don Julio Barberis. La pregunta que hace mucho tiempo quería hacerle, es la siguiente. En aquel célebre sueño, »vio solamente el pasado de los jóvenes, o también el porvenir, lo que cada uno hará y lo que llegará a conseguir? -Sí, sí, respondió don Bosco. No solamente vi el pasado, sino también el porvenir que se presenta ante los jóvenes. Cada joven tenía ante sí varios caminos, unos estrechos y espinosos y otros cubiertos de clavos de puntas afiladas. Pero todas estas sendas estaban cubiertas también de gracias del Señor, e iban a parar a un jardín amenísimo, en el que se disfrutaba de toda suerte de delicias. -»Con esto nos quiere decir, prosiguió don Julio Barberis, que sabría indicarnos a cada uno el camino que debemos seguir, esto es, cuál es nuestra propia vocación, adónde iremos a parar y qué derroteros seguiremos? -Respecto al camino que cada cual ha de seguir, dijo el Siervo de Dios, y cómo acabará, no es el caso hablar ahora de ello. Decirle a un joven: -Tú seguirás por el camino de la impiedad, no es cosa que haga bien; sólo lograría llenarle el corazón de pavor. Lo que sí puedo decir es esto: que si ése emprende tal camino, puede tener la seguridad de que sigue la senda del cielo, que es para la que es llamado; y que quien no sigue este camino, no va por un sendero derecho. Algunos caminos son estrechos, llenos de guijarros y recubiertos de espinas, pero tened buen ánimo, mis queridos hijos; junto a las espinas también está la gracia de Dios; y, por otra parte, es tan grande el bien que nos aguarda al final del camino, que pronto se olvidarán las heridas. Lo que deseo que no olvidéis es que todo esto fue un sueño que nadie está obligado a creer. He comprobado que todos los que me piden explicaciones, toman bien mis avisos; con todo, haced lo que recomendaba san Pablo: Omnia autem probate, quod bonum est tenete. Otra cosa que desearía que no olvidaseis es que recordéis al pobre don Bosco en vuestras oraciones, a fin de que no me suceda lo que dice san Pablo: Cum aliis ((264)) predicaverim, ego reprobus efficiar, que mientras os predico a vosotros no suceda que yo me condene. Yo procuro avisaros, pienso en vosotros, os aconsejo, pero temo hacer como la clueca, que va buscando insectos, gusanillos, semillas y toda clase de alimentos, pero todo para sus pollitos, y si no tiene otra comida abundante preparada para ella, se muere de hambre. Rezad, pues, por mí al Señor, para que no me suceda esto, sino que yo también consiga adornar mi corazón con muchas virtudes, de forma que pueda agradar a Dios y podamos todos juntos ir a gozar de El y a glorificarlo en el Paraíso. Buenas noches. 1 Don Bosco empleó el término piamontés: «Farfu». 228 Fin de Página 228 VOLUMEN XI Página: 229 ((265) ) CAPITULO XI MAS NOTICIAS SOBRE LA VIDA DEL ORATORIO EN EL 1875 ESTUDIANTES y aprendices no constituían toda la familia del Oratorio. Vivían en él, además, bajo el régimen paternal de don Bosco, novicios y profesos en buen número. Ver cómo don Bosco lograba amalgamar elementos tan dispares será el objeto de este capítulo sobre la vida del Oratorio. Pero quedaría incompleto, si antes no habláramos de los aspirantes, procedentes en su mayoría del Oratorio. 1. Los aspirantes A juicio del Ordinario de Turín, don Bosco se gloriaba de dotar a la diócesis de jóvenes preparados para el estado clerical, cuando en realidad lo que hacía era atraer gran cantidad de jóvenes de todas las diócesis y, después de cernerlos «con el cedazo» 1, elegía y se quedaba los mejores, para enviar los menos idóneos a las diócesis de origen 2. Cómo compaginar esto con el chismorreo sobre la ineptitud de los elementos salesianos, averigüelo Vargas 3. El caso era que en el Oratorio se le presentaban a don Bosco ocasiones providenciales para magníficas conquistas y él no las dejaba escapar. La víspera de la Inmaculada, en aquella media hora después de cenar, que solía dedicar a intimidades con algunos de los suyos, manifestó su propio convencimiento, el cual explica, a quien dé una mirada retrospectiva ((266)) sobre los antiguos salesianos, cómo el Oratorio haya dado tantos miembros a la Pía Sociedad. 1 Cedazo: en el texto original dice «espumadera». Nos pareció más fácil y corriente «cedazo», y así lo pusimos. (N. del T). 2 Del párrafo de una carta del citado Ordinario, que el abogado Menghini refería a don Bosco en una suya del 8 de septiembre de 1875. 3 Traducción libre de «indovinala grillo», para cuando una cosa es difícil de averiguar. Tuvo origen de don Francisco de Vargas, alcalde de corte, por ser esta frase la fórmula de que Isabel la Católica se valía en sus decretos cuando le mandaba informar sobre algún hecho, queja o pretensión. (N. del T.) 229 Fin de Página 229 VOLUMEN XI Página: 230 Dijo así: «De los quinientos alumnos estudiantes que se encuentran en el Oratorio, más de cuatrocientos, quizá hasta cuatrocientos cincuenta, están dispuestos actualmente a vestir la sotana, y observan una conducta tal, que se les podría aconsejar que la vistieran. Verdad es que una parte de ellos se perderá con el progreso de los estudios y especialmente durante el tiempo de las vacaciones; pero, aun así, su número siempre sera grande y, ademas, se les agregarán otros. Después, cuando todos ven que aquí en el Oratorio hay un campo tan vasto para hacer el bien, y como les agrada nuestra vida, muchos de estos jóvenes sienten propensión a quedarse en casa». Y, dado que el espíritu del Oratorio, gracias a los directores plasmados en él por don Bosco, se propagaba a las nuevas casas, pudo añadir: «Al visitar recientemente los otros colegios he visto en ellos una pujante inclinación a la vida eclesiástica y religiosa; muchos me hablaron de ello ex profeso, aunque los mas tenían todavía metidos en sus huesos el recuerdo de sus casas, de las vacaciones, y aun cuando yo no les hablaba de ello por no ser ahora el momento oportuno». El tiempo a propósito era, en cambio, cuando se hacían los ejercicios espirituales, por los meses de abril y mayo; desde entonces hasta el fin del curso escolar, decía él que había que aconsejar, dirigir, empujar y ayudar. En este período los muchachos tomaban sus decisiones y se presentaban por sí mismos a pedir consejo, sin necesidad de estimularlos. Bajo este punto de vista ícómo habían cambiado las cosas en el Oratorio! Cuando la Congregación contaba sólo unas decenas de miembros, cuando estaba el espíritu en mantillas y se hacían las cosas mas bien en secreto, don Bosco hablaba de vocación, por así decir, en voz baja, por miedo a asustar. Al invitar a alguno, se guardaba muy bien de decir que se trataba de una Orden religiosa. Si él hubiese hablado claro, «todos hubiéramos escapado», dijo aquella noche uno de sus hijos mas adictos, don Julio Barberis. Incitaba a ser aspirantes valiéndose de expresiones como ésta: «-»Tú quieres a don Bosco?... ((267)) »Quiéres ser clérigo en el Oratorio?... »Te gustaría ayudar a don Bosco con el tiempo, y trabajar con él:... íHay tanto que hacer! Aunque fueran muchos los sacerdotes y los clérigos que se quedaran en casa, habría trabajo para todos». Generalmente los más antiguos quedaron conquistados de este modo espontaneo y afectuoso; don Bosco había recibido del Señor la gracia de cultivar en ellos con gran amabilidad este sentimiento, sin la mas remota sombra de lo que hoy se llamaría violencia moral. 230 Fin de Página 230 VOLUMEN XI Página: 231 Cuenta don Julio Barberis que cuando llegó su día, se presentó a don Bosco y le dijo con toda candidez: -Mis padres andan buscándome plaza en el seminario. »Qué tengo que escribirles? -Escríbeles que, como estás agradecido a don Bosco, desearías quedarte con él, para ver si puedes ayudarle, como clérigo, en los muchos trabajos que hay en casa, para asistir, dar clase y demás. «Yo la verdad, escribe Barberis aquel año, entonces no entendía, no sabía, ni deseaba más que aquello». Pero en 1875 ya se entendía y mucho. Todavía podía existir el peligro de asustar, mas sólo raras veces y a pocos individuos. Don Bosco se ausentaba de casa lo menos posible desde julio a septiembre, porque los alumnos del quinto curso estaban próximos a partir para sus últimas vacaciones. Generalmente esperaban a este último mes para decidirse en su vocación; de encontrarse o no don Bosco en Turín, dependía el estado a elegir por algunos para toda su vida. Los lectores estarán deseosos de ver actuando a don Bosco. Pues bien, la historia de uno es la historia de cientos. Don Bernardo Vacchina, de quien hemos hablado poco antes, cursaba en 1875 el quinto curso de bachiller. En uno de los últimos ejercicios de la buena muerte daba vueltas en su cabeza a la idea de su porvenir y no sabía qué camino tomar. Ya don Bosco le había dicho otras veces: -Estudia, reza y después decidiremos. Pero los días pasaban y aquel «después» no llegaba nunca. Así que, aquella mañana, entre los muchos ((268)) que se agolpaban en torno al confesonario de don Bosco, estaba Vacchina el primero y se había preparado bien. Pero don Bosco le hizo esperar hasta el último. Cuando todos se habían ido, lo bendijo, hízole cambiar, de la parte izquierda donde se arrodilló a la derecha, y le oyó en confesión. Cuando el muchacho acabó la acusación, rompió el hielo y le preguntó por aquella bendita decisión. Y obtuvo por respuesta que se hiciera sacerdote, pero no en el mundo. -Entonces, si no hay dificultad, le dijo, yo me quedaría con usted aquí en casa. -Y yo, le respondió don Bosco, me alegro mucho de ello. Mira, siempre te he querido mucho, siempre he sido tu amigo, aunque nunca te lo haya demostrado. Estudia, reza, da buen ejemplo... «Me dijo aún otra cosa, escribe Vacchina, con tan gran caridad, que rompí a llorar; comulgué yo solo a las nueve y me olvidé del pan y el suspirado salchichón». 231 Fin de Página 231 VOLUMEN XI Página: 232 Ya es muy sabido que don Bosco piensa en el alma, pero no se olvida del cuerpo en los días del ejercicio de la buena muerte; en los días de gracia el hombre entero debía estar satisfecho. Pero aunque don Bosco necesitaba aumentar el número de los socios, no abría las puertas de par en par a los aspirantes, para dejar pasar a cualquiera. En la sesión del Capítulo Superior del 7 de noviembre, se examinaron nueve solicitudes de aspirantes y sólo se aceptaron ocho. No se aceptó la del noveno, aunque era de un estudiante de filosofía en el Oratorio; se deliberó que había que someterlo a pruebas un poco serias, para conocer el espíritu que le animaba; se propuso que le quitaran, como entonces se decía, de la filosofía por algún tiempo, mas sin que él supiera que era temporalmente, y se le emplease en trabajos de la casa. Don Bosco juntaba la bondad con la prudencia: no admitía a ninguno en la Congregación, si no lo conocía bien personalmente. En 1875 se vio que para admitir aspirantes al noviciado procedía siempre muy despacio, especialmente cuando los aspirantes deseaban vestir la sotana. «Estos, dijo él en una conferencia a los capitulares de ((269)) las distintas casas durante los ejercicios de otoño, no deben ser admitidos si no han demostrado una moralidad a toda prueba o si no se dejaron conocer bien y no tuvieron gran confianza con los superiores. En este segundo punto se puede ser algo más condescendiente con los laicos, pero no con los clérigos. En cuanto al primer punto es de notar que no bastan la buena voluntad ni los propósitos del momento; eso basta para recibir la absolución, mas no para garantizar que no caerán de nuevo. Por tanto, si no dieron señales extraordinarias de perseverancia durante un tiempo largo, no hay que fiarse; ordinariamente recaen». Los primeros superiores, que secundaban hábilmente los esfuerzos de don Bosco para encarrilar las cosas hacia una regularidad cada vez más perfecta, tuvieron la duda en 1875, de si había obligación de pedir a los Ordinarios las cartas testimoniales, antes de admitir al noviciado a los aspirantes como clérigos, de acuerdo con el decreto emanado de la Santa Sede en 1848. Hasta entonces no se había pensado en ello por dos motivos. Ante todo, porque los jóvenes aspirantes estaban desde niños en las casas salesianas, por lo que los obispos, totalmente desconocedores de su conducta y condición, no hubieran podido informarse sino acudiendo a los mismos Salesianos que los habían tenido bajo su vigilancia desde hacía seis, ocho o diez años. Por otra parte, ya cuando don Bosco presentó el caso a Pío IX, obtuvo de él una respuesta favorable vivae vocis oraculo. Y nada aconsejaba la prisa por abandonar esta línea de conducta, puesto que no sólo Turín, sino 232 Fin de Página 232 VOLUMEN XI Página: 233 también Ivrea era un hueso duro, y precisamente buen número de aspirantes pertenecía a esas dos diócesis. Hacía pensar en la conveniencia de atenerse a la ley el terror de que, en eventuales contingencias, la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares no habría hecho caso alguno de alegar facultades concedidas oralmente por el Papa. »No sería mejor solicitar por lo menos un rescripto de la Santa Sede y, mientras tanto, dirigirse a los obispos pidiendo las testimoniales, cada vez que se presentara un sujeto ((270)) que no hubiere sido educado en las Casas salesianas? Don Bosco optó por el quieta non movere (no turbar la paz): él iría muy pronto a Roma y allí lo arreglaría todo; y, mientras tanto, se continuara aprovechando el privilegio de la exención, como hasta entonces. Por el contrario, no admitía dilación la disposición de designar los examinadores generales y provinciales, que dicho decreto pedía para la admisión al noviciado. También en esto se hizo como se pudo. Pío IX, que estaba enterado de las dificultades con que se enfrentaba la Congregación en aquellos inicios, »no había dado carta blanca a don Bosco para ciertas cosas? Se dispuso, pues, así: los miembros del Capítulo Superior actuarían como examinadores generales y los Capítulos locales de cada casa actuarían como examinadores provinciales. En el Oratorio, en cambio, serían examinadores provinciales solamente los miembros del Capítulo local que no pertenecieran al Capítulo Superior, esto es, siete de los diez. Estas funciones se ejercieron por vez primera en Lanzo, durante los ejercicios espirituales, que allí se hicieron del 9 al 16 de septiembre, cuando fueron convocados por don Bosco todos los componentes de los distintos Capítulos de las casas para proceder al examen de las solicitudes de los postulantes, que aspiraban al noviciado o a la profesión. Fueron admitidos dieciocho a los votos perpetuos; «era la pimera vez, dice la crónica, que se admitían tantos en la Congregación en una sola sesión». En el mes de noviembre recibieron la sotana cuarenta y ocho novicios, cifra no alcanzada nunca anteriormente. Don Bosco esperaba que aún serían más al año siguiente, puesto que muchos alumnos del cuarto y del quinto curso ya lo habían pedido o demostraban vivos deseos. Pero lo que más consolaba a don Bosco era el ver cómo los clérigos se iban consolidando en el espíritu. En años pasados hubo necesidad de hacer dejar la sotana a algunos; otros, después de permanecer algún tiempo en el Oratorio por conveniencia, terminaban por marcharse al Seminario. Pero le parecía que, entre los últimamente admitidos ((271)) no había ninguno o casi ninguno con semejantes intenciones. 233 Fin de Página 233 VOLUMEN XI Página: 234 No es para decir la alegría que experimentaba el maestro de novicios. No hay nada mas oportuno para hacerse una idea de los sentimientos de entonces que reproducir textualmente las expresiones de entusiasmo de aquella alma cándida. El 7 de diciembre, hablando con don Bosco sobre los nuevos clérigos, en presencia de otros, empezó a exclamar: -«Hace cuatro años estábamos maravillados y decíamos: »-íEste año tenemos dieciocho clérigos nuevos! íDieciocho es un bonito número! Nunca hubo tantos en el Oratorio. Al año siguiente aumentó el número, y hace dos años aún mas; el pasado se creyó que era todo un portento que los clérigos nuevos llegaran a treinta, y todos gritaban: -íNunca se vieron tantos en el Oratorio! Ahora son cuarenta y ocho y esperamos que sean mas el año que viene». Uno de los presentes, que debía ser amigo de las matemáticas y ciencias afines, insistió: -Las cosas marchan en progresión geométrica, o mejor, en razón del cuadrado de la distancia. Todos hicieron coro a uno que prorrumpió con el canto bíblico: A Domino factum est istud et est mirabile in oculis nostris (El Señor lo hizo y resulta admirable a nuestros ojos). 2. Los novicios Aquel año adelantó mucho el noviciado en los caminos de la normalidad. Al leer este exordio, el lector que no esté al corriente de las circunstancias, abrirá los ojos con asombro. Y con todo, si hoy la Congregación es lo que es, se debe al hecho de que entonces se conformó con ser lo que podía ser. íDon Bosco necesitó mucha paciencia para crearse el ambiente propicio! Hubo un tiempo en el que la palabra novicio habría crispado los nervios de los grandes y aterrorizado a los pequeños. Hasta 1874 no se arriesgó don Bosco a emplearla, y en el 1875 ya era corriente oírla de labios de los mismos novicios que, sin miedo, se llamaban entre sí por ese nombre. ((272)) Es mas importante de lo que parece presentar bien este período de nuestra historia: pero resulta una tarea muy fácil porque podemos resumirla con las mismas palabras de don Bosco. Oigamos cómo describe y comenta él los borrascosos sucesos de los años anteriores. -íCuántos desórdenes exteriores sucedían por aquella época! Una especie de competiciones literarias o teológicas entre los clérigos totalmente fuera de tiempo y de lugar; continuos desórdenes a veces graves, en el estudio, cuando no estaban los muchachos. Muchos se quedaban 234 Fin de Página 234 VOLUMEN XI Página: 235 por la mañana en la cama; algunos dejaban de ir a clase sin decir nada a los superiores; no se hacía lectura espiritual, ni meditación, no había más ejercicios de piedad que los que se hacían con los alumnos. Ahora, en cambio, ícuántas cosas han ido cambiando poco a poco y se fueron estableciendo y normalizando! -Con todo, yo veía aquellos desórdenes y dejaba que se siguiera adelante tal y como se podía. Si hubiere pretendido cortar todos los desórdenes de un golpe, tendría que haber cerrado el Oratorio y mandar a paseo a todos los muchachos, porque los clérigos no se habrían amoldado a un reglamento serio y se habrían marchado todos. Yo veía que aquellos clérigos, aunque muchos tenían la cabeza a pájaros, trabajaban con gusto, tenían buen corazón y una moralidad a toda prueba, y que, una vez pasado aquel ardor juvenil, me ayudarían mucho. Y debo decir que algunos sacerdotes de la Congregación, que eran de aquel número, figuran hoy entre los que más trabajan y tienen mejor espíritu eclesiástico, mientras entonces ciertamente se hubieran marchado de la Casa antes que someterse a ciertas reglas restrictivas. -Hay que observar, sin embargo, que aquellos eran tiempos diferentes. No se hubiera podido fundar entonces la Congregación, según las normas acostumbradas. Estaba yo sólo; me tocaba dar clase de día y de noche, debía escribir libros, predicar, asistir, dirigir, ir en busca de dineros, y si, para que todo marchara a la perfección, me hubiera encerrado en un pequeño círculo, no habría concluido nada y el Oratorio sería hoy una especie de colegio con cincuenta o cien alumnos a lo más. ((273)) En el trabajo de normalización, la piedad representaba la piedra fundamental del edificio religioso, y dentro de la piedad hay dos prácticas que son de capital importancia: los ejercicios espirituales anuales y la meditación diaria. Desde 1875 los novicios hicieron sus ejercicios durante las vacaciones de otoño, separados de los profesos, de forma que los sermones y todo lo demás respondían a sus propias necesidades. Hacían también la meditación todas las mañanas, durante la primera media hora después de levantarse, ellos solos, con libros oportunamente elegidos. Hacían también aparte la lectura espiritual, por la tarde. Se infunde a los novicios el espíritu de piedad con mayor eficacia, cuanto mayor sea su separación de los demás con quienes conviven; por esto se les separó también en el dormitorio y en el patio: se les asignó para los recreos un espacio al oeste de la iglesia de María Auxiliadora. Asistían a la santa misa y a las demás funciones desde el ábside, sin mezclarse con los demás. 235 Fin de Página 235 VOLUMEN XI Página: 236 Los novicios no abandonaban sus estudios. Según la manera de decir de entonces, entraban en la filosofía, esto es, comenzaban a desarrollar el programa del liceo o bachillerato superior, dando mayor preponderancia a la filosofía. El 1875 dejaron de asistir a la clase los alumnos externos. El crecido número de alumnos hacía que se notara más la disparidad de disposición; entonces se propuso la idea, que poco después se realizó, de formar dos secciones, una con el verdadero liceo para preparar a los futuros profesores y otra con la filosofía y las asignaturas estrictamente necesarias, como se acostumbraba en el seminario. Con todo esto el maestro de novicios daba a entender la conveniencia de disminuir en el noviciado la dedicación a los estudios literarios y científicos, a fin de tener más oportunidad para aplicar la mente a las cosas del espíritu. También en esto actuaba don Bosco de acuerdo con las excepcionales facultades que Pío IX le había concedido; más aún, en virtud de las mismas se creía autorizado para emplear a los novicios también en la asistencia y en la enseñanza. Don Julio Barberis, embebido en el espíritu del Fundador, los atendía con celo vigilante, conferenciando muy frecuentemente con don Bosco, quien siempre le escuchaba con bondad y generosamente le hacía partícipe de sus luces. ((274)) »Qué criterios seguía don Bosco para admitir a los novicios a la profesión? Estaban, ciertamente, las Reglas por delante; pero no deja de ser oportuno ver con qué espíritu las aplicaba en cada caso. Atesoramos las pocas noticias de aquel año que han llegado hasta nosotros. Por la noche del 10 de diciembre reunió don Bosco en su habitación a los miembros del Capítulo Superior, e invitó además al maestro de novicios, para tratar de la admisión a los votos perpetuos y trienales. Hace notar expresamente la crónica que se rechazó a quienes habían dado pruebas de ser unos borrachines, y que don Bosco declaró que en este punto se debía proceder con gran rigor. -No se diga, añadió, que se les corrigió y reconocieron haber hecho mal y que prometieron con resolución no dejarse vencer nunca más por la bebida; este dolor basta ciertamente para poder dar la absolución sacramental, pero no sirve para darnos una mínima garantía para el porvenir. Con el nunca más de su promesa, hay que sobreentender: hasta que no se presente la ocasión. Y confirmó su afirmación con un ejemplo. Un compañero suyo de estudios tenía el desgraciado vicio de la bebida y prometía el oro y el moro cuando le avisaban. Una vez dijo a don Bosco: 236 Fin de Página 236 VOLUMEN XI Página: 237 -Se lo aseguro, don Bosco; no volveré a empinar el codo. Estoy decidido, totalmente decidido, aunque tuviera que morirme. Más aún, en este mismo instante hago el propósito de no beber vino en toda mi vida. Pero íque si quieres! A la mañana siguiente oía don Bosco su misa desde el coro y, al llegar a la ablución del cáliz, oyó que decía al monaguillo: -íEcha, echa! Que esto no es tuyo, bal\_s (granuja). Don Bosco, creyendo que el pobrecito tenía buena voluntad, le hizo ver la falta de decoro de aquel acto. El volvió a prometer; pero, de allí a pocos días, vio don Bosco cómo le llevaban a su casa en un coche, borracho como una cuba. A continuación propuso don Bosco una cuestión que él mismo resolvió: -Cuando uno es así, »qué se puede esperar de su moralidad? Quisiera ((275)) que se hiciera una prueba: dar hoy a todos los muchachos del Oratorio solamente un buen vaso de vino, hacer mañana una examen serio de conciencia, y se verá lo sucedido. Los muchachos no se imaginan la causa; no saben por qué ni cómo; pero muchos malos pensamientos, muchas tentaciones y, creo poderlo decir con seguridad, muchas caídas en pecado fueron su consecuencia. Al llegar a este punto don Miguel Rúa hizo presente que, a lo largo del año escolar, algunos profesores, por otra parte buenos de verdad, tenían su botella en la habitación. Don Bosco respondió: -Esto no debería suceder. íPero...! Se les puede perdonar por ahora, puesto que desconocen el peligro, y dado que no se creyere oportuno dar un corte radical. Pero es algo que se debe pensar para el porvenir. Demos un salto atrás. En la primera semana de julio acompañó don Julio Barberis a don Bosco fuera de casa, y aprovechó la ocasión para hablarle de algunos que, según parecía, no servían para salesianos. Uno de ellos decía a sus compañeros que estaba resuelto a volverse a su casa. -Procura que se vaya cuanto antes, dijo enseguida don Bosco. Dile de mi parte que, el día en que quiera marcharse, tiene libertad para hacerlo; sin embargo, mientras permanezca con nosotros, que se ponga un candado en la boca y no comente esto con los compañeros, porque, en caso contrario, me veré obligado a tomar severas medidas. Cuando los Jesuitas saben que uno ya no quiere formar parte de su Orden, no le permiten permanecer en casa un día más y ni siquiera puede hablar con ninguno de la Compañía bajo ningún pretexto. Y 237 Fin de Página 237 VOLUMEN XI Página: 238 tienen razón. Porque si empieza a decir que quiere irse, es natural que los otros le pregunten el porqué. Y el verdadero porqué de la poca voluntad de perseverar en el bien, de la poca mortificación, de la falta de virtud no se dice nunca; se cuentan pretextos: porque esto no me gusta, porque aquél está indispuesto conmigo, y cosas semejantes. Al contar estas quejas de uno ((276)) a otro, se suscita un gran mal, cunde el desaliento y se propaga el disgusto y la murmuración. Pero había algo que observar. En casa de aquel novicio había escándalos muy graves, por los que su conciencia no le habría permitido convivir con sus padres. -Lo sé, continuó don Bosco, y lo siento mucho; pero »qué podemos hacer nosotros? No conviene que esté entre los demás sembrando el descontento. Además de que el otro día me escribió, diciendo que él permanecería en la Congregación, pero querría que se le concediera esto y se le permitiera aquello; en una palabra, casi querría poner condiciones para quedarse con nosotros. Y yo, por el contrario, cuando uno pone por delante condiciones, creo que conviene terminar inmediatamente. Tales sujetos acaban por considerarse personas necesarias y, cuando se les concede una condición pedida por ellos, ponen enseguida otra. A los que quieren poner condiciones, hay que decirles con claridad: -Mira, si quieres quedarte con nosotros de la forma que están los demás, muy bien; de otro modo, el día que te plazca vete a probar en otra parte o a casa de tus padres; hazlo tranquilamente que nosotros te dejamos en libertad. Entonces él se da cuenta de que no tenemos ningún interés en retenerlo y que todo lo hacemos puramente por Dios; y así se decide más deprisa a poner en paz su corazón y abandona cualquier pretensión. Aún se daba otra circunstancia. Aquel novicio no tenía deseos de quedarse como salesiano, pero hubiese estado dispuesto a permanecer hasta acabar los estudios, ofreciéndose entre tanto a dar clase y asistir a los jóvenes. -No conviene, no conviene, insistió don Bosco. Estar con los demás, aparentar que pertenece a la familia y no formar parte de ella, no me parece conveniente. Hay, además, algo peor. En la carta de que te he hablado, se insolenta contra don Miguel Rúa, lo que da a entender que no es obediente y no se guía más que por sus propios intereses: no ((277)) parece que tenga espíritu de subordinación. Procura, pues, que se dé prisa para buscar un sitio, porque me temo que aquí no nos esté haciendo ningún bien. El clérigo hubiera ido de buena gana al seminario. Don Julio Barberis creía poder animarle a ello, entregándole las cartas de recomendación, 238 Fin de Página 238 VOLUMEN XI Página: 239 tanto más que don Bosco le había aconsejado que vistiera la sotana. Pero, aclaró don Bosco: -Yo le sugerí que tomara la sotana, porque el año pasado manifestó que estaba dispuesto a entrar en la Congregación. Viviendo con nosotros, lejos de los peligros del mundo, con reglas acomodadas a él y rodeado de muchos buenos ejemplos, hubiera podido hacer el bien para sí mismo y para los demás; pero yo no le aconsejaría nunca que se haga sacerdote secular. Más aún: ya que me ha hablado él de esto y le dije que de ningún modo debía hacerse sacerdote secular; no tiene virtudes suficientes para ello. Entre nosotros, con una virtud mediocre, se habría afianzado fácilmente, llegando a ser un buen sacerdote; afuera, en medio de tantos escándalos, en vez de afianzarse en la virtud, la iría perdiendo día a día. Acabado este caso, se trató de otro novicio que deseaba permanecer en la Congregación, pero que no parecía conveniente tenerlo por más tiempo. Exteriormente parecía bueno, y probablemente lo era en realidad; pero se mostraba cerrado, huía de los superiores y no tenía mucha confianza con ellos. Por estos motivos don Bosco juzgó que no era idóneo para la Congregación. Un tercer novicio se presentó en aquel tiempo directamente a don Bosco y le dijo: -Yo he ingresado en el noviciado de la Congregación sin conocer su espíritu. Ignoraba que fuese una Congregación religiosa. Ahora que comprendo su finalidad, a través de las conferencias, no tengo intención de seguir adelante; tanto más que, habiendo muerto un pariente mío, no hay nadie que piense en mi hermano. Yo me iré a casa y después ingresaré en el seminario. ((278)) -Mi querido amigo, le respondió don Bosco; eres muy libre de hacer lo que te parezca; desde este instante estás en libertad para tomar la decisión que quieras. Pero, ten en cuenta que, decir que ingresaste en el noviciado sin valorar el paso que dabas, no está bien; sería llamarte necio a ti mismo. Durante los ejercicios de Lanzo oíste leer las reglas, oíste, además, las conferencias que las explicaban y »no comprendiste nada? Encima sería llamar necio a don Bosco, como si él aceptara a un joven para el noviciado a ojos cerrados, contra todos los cánones, sin haberle hecho conocer antes las cosas como son. El clérigo no supo qué responder. Sin embargo, estaba resuelto a irse y se fue a los pocos días. En otra ocasión dióle el Beato al maestro de novicios dos normas prácticas para la buena formación de los suyos. Había uno que no se portaba muy bien; pero parecía devoto, comulgaba regularmente y 239 Fin de Página 239 VOLUMEN XI Página: 240 hasta con más frecuencia de lo que pedía la Regla. Díjole el Beato al padre Barberis: -La frecuencia de los sacramentos por sí sola no es señal de bondad. Hay quienes, aunque no hacen sacrilegios, van a recibir la comunión con mucha frialdad; más aún, su propia indolencia no les deja darse cuenta de la importancia del sacramento que reciben. El que no va a comulgar con el corazón libre de afectos mundanos y no se echa generosamente en los brazos de Jesús, no percibe los frutos que sabemos por la teología que puede producir la santa comunión. Otro novicio, algo cansado y puntilloso, quería que lo dispensaran de ciertos estudios literarios. Don Julio Barberis se lo había negado categóricamente; pero él insistía tercamente para salirse con la suya. Al contárselo a don Bosco dijo el maestro que era un muchacho de inteligencia poco común y de carácter firme, y capaz de mucha virtud, siempre y cuando dominara el ímpetu de su índole y se pusiera a hacer el bien; preguntaba, en consecuencia, si sería oportuno cerrar un ojo, sin dar a entender que se cedía, ((279)) dejándole hacer y buscando la forma de tapar y arreglar las cosas de la mejor manera. -No, respondió el Beato; procede con bondad, no le hables enfadado, mas dale a entender que no haces mucho caso de su pertinacia y que lo atribuyes a ligereza juvenil; pero, mantente firme en tu querer de que haga cuanto le has dicho. No transijas en esto; de lo contrario, cuando sean profesos habrá que tratarlos con guantes y dejarlos libres para sus caprichos o mandarlos fuera. Se conserva una conversación del Beato acerca de cómo enjuiciar y tratar a los novicios, que se leerá con gusto por entero. La sostuvo el 17 de febrero de 1876 con don Julio Barberis, el cual, no contento con guardarla como un tesoro, sólo para sí, quiso transmitírnosla en su humilde crónica. Don Bosco le habló así: -Hay algunos novicios de los que se dan buenas noticias, pero se nota que son poco constantes en su voluntad. Van adelante durante algunos meses, pero después van cambiando, revuelven Roma con Santiago para conseguir algo, y el que no los conoce a fondo, se forja a su cuenta grandes esperanzas. Pero de pronto empiezan a decaer, pasa el fervor y se ve que todo era efímero: en efecto, cambian de propósito y salen de la Congregación. Otros, por el contrario, van despacio antes de inscribirse en la Sociedad, van progresando en el bien de manera imperceptible, pero se observa que no dejan de progresar y que nunca dan un paso atrás. El que apenas los conoce los considera poco fervorosos en el bien o mediocres por lo menos. Pero el que los conoce bien y de tiempo, pone en ellos las más grandes 240 Fin de Página 240 VOLUMEN XI Página: 241 esperanzas. Estos se lo piensan antes de dar un paso; pero, una vez que lo dan, ya no retroceden. Toman una resolución después de pensarlo mucho, y una vez tomada, nadie es capaz de cambiarlos: y es seguro que continuamente se les verá progresar por el camino de la virtud. Téngase, pues, muy en cuenta al joven que es constante en el bien, aunque no parezca muy lleno de ardoroso fervor. Don Julio Barberis le hizo notar que había algunos novicios que ahora marchaban bien, mientras que en años anteriores, no daban muestras de fervor, como simples ((280)) alumnos, por lo que se les habían puesto muchas dificultades para ingresar en el noviciado. Don Bosco le respondió: -Hay que tener en cuenta una cosa sobre ellos. Generalmente son pobres del todo, de suerte que, fuera de la Congregación, no tendrían ni siquiera lo necesario. Aquí no les falta nada, y para ellos nuestra mesa es muy buena. Además, el no encontrar aquí ninguna contrariedad, el verse bien tratados y no contar fuera de aquí con un sitio donde meter la cabeza, hace que se queden muy contentos en nuestra Congregación. Poco a poco se van fortaleciendo en la virtud y abrazan por último nuestra vida, con verdadero espíritu religioso. También es bueno que nos sirvamos de este medio. íCuántos hay ahora que trabajan muy bien en casa y en un principio sólo entraron porque no hubieran sabido adónde ir para vivir honradamente! Es muy importante que estos tales sean bien tratados, esto es, que no les falte nada de lo necesario, porque en esta su edad de inconstancia basta verse contrariados en algo para tomar la resolución de marcharse. Les pesará después de haber dado aquel paso; pero ya estarán fuera y todo se habrá acabado. Si tuvieran más edad, diría: -Si por una nonada se van, váyanse en buena hora; no son individuos que, a la larga, puedan acarrear utilidad a la Congregación. Pero tratándose de jovencitos, no se puede decir otro tanto. Hay jóvenes bonísimos que, engañados por una pasioncilla, por los padres, amigos, intereses o su imaginación exaltada toman deliberaciones prematuras. Si éstos se quedan en la Congregación, después de algún tiempo y desaparecidos esos caprichos, harán muchísimo bien a sí mismos y a los demás. Refirióle don Julio Barberis que el prefecto había escrito a los padres de algunos novicios pidiéndoles que pagaran los atrasos, no de la pensión, porque eran gratuitos, sino de los gastos personales, amenazándoles con que, si no los pagaban, mandaría a su casa al clérigo. Que había venido algún pariente sacerdote, protestando que no quería pagar nada, si el clérigo permanecía en la Congregación y que quería 241 Fin de Página 241 VOLUMEN XI Página: 242 llevárselo ((281)) para ingresarlo en el seminario. El Beato le ordenó que dijera al prefecto que no escribiera nunca tan terminantemente a los padres de los novicios, porque algunos no pagaban de intento para recuperar a sus hijos. Y cuando oyó que aquel clérigo había mostrado su resolución de vivir y morir en la Congregación, hizo que le dijeran de su parte que estuviese tranquilo, puesto que nunca se había enviado a nadie a su casa por falta de medios económicos. Le preocupaba la salud de los novicios. Un mes después de esta conversación, hablóle don Julio Barberis de algunos que andaban endebles de salud, y el Beato respondió: -Está bien, todos los jueves después de Pascua, habrá que llevar de mañanita a los novicios hasta la Villa Monti, en la colina de Superga, como a un tercio de la subida. Está en medio del bosque y su propietaria la deja a nuestra disposición. Podrían pasar allí todo el día y volver al atardecer al Oratorio. Esto favorecerá su salud y acarreará otras ventajas: les gustará, les librará de otros pensamientos y les encariñará cada día más con la Congregación. De allí a pocos días preguntóle el mismo don Julio Barberis si debería dejar ir a su casa a un novicio, cuyo abuelo estaba gravemente enfermo. El Siervo de Dios expresó así su pensamiento: -Me parece bien que lo mandes. Cuando la enfermedad de los padres es muy grave y éstos llaman a sus hijos, ordinariamente se les debe conceder permiso. Si llegasen a morir y nosotros no hubiésemos dejado ir al hijo, al nieto, o al hermano, parecería una crueldad de nuestra parte. Y los jóvenes conservarían en su corazón para toda la vida el disgusto de no haber visto a sus seres queridos antes de morir. El padre Barberis dirigióle entonces otra pregunta. Tenía un novicio poco fervoroso, perezoso y desobediente: »qué debía hacer con él? -Tómalo aparte, le sugirió el Beato, háblale claro; dile que salga de esa pereza ((282)) y que cumpla las reglas en todo y por todo, si de veras quiere pertenecer a la Congregación. De lo contrario, que se decida a volver a casa con sus padres por propia voluntad; porque, si continúa esa conducta, corre el riesgo de ser expulsado ignominiosamente del Oratorio. A don Bosco no le gustaba alejar de sí a jóvenes que mostraban deseos de permanecer en la Congregación; pero no se ilusionaba. Si veía que uno ofrecía pocas esperanzas de buen resultado o daba pruebas de poca moralidad, era inexorable. Hacía este cálculo sobre los novicios: por cada ochenta se pierden diez durante el año de prueba; otros diez durante los votos trienales y quedan sesenta buenos de verdad. Antes de 1876, las defecciones 242 Fin de Página 242 VOLUMEN XI Página: 243 habían sido mayores, pero disminuyó el número con la mayor regularidad. Apenas si faltaban dos meses para acabar el año de noviciado, cuando el 8 de septiembre voló al cielo un novicio angelical, que se llamaba Defendente Barberis. Se lo había recomendado a don Bosco el párroco de Cassinelle, de la diócesis de Acqui, con estas palabras: «Seguramente que no hay en el pueblo ninguno de su edad y condición que le supere en virtud». En el Oratorio fue aplicado y piadoso, deseaba ardorosamente ser sacerdote para dedicarse enseguida a la salvación de las almas. Siendo aspirante, le encargaron de la portería en el oratorio externo. Cualquier ocupación que le encomendaban la cumplía con celo y prudencia. Siendo ya novicio, enseñaba el catecismo con admirable eficacia a los niños del oratorio festivo y comulgaba casi a diario, con tal fervor que edificaba a sus compañeros. Era puntual en la obediencia, exacto en el cumplimiento de sus deberes, mortificado y parco en la comida y la bebida, escuchaba con avidez la narración de la vida primitiva del Oratorio y las fatigas que don Bosco había soportado para fundarlo. Le atraía el pensamiento de un porvenir laborioso en favor del prójimo en la Congregación Salesiana. Mas, por desgracia, sus días estaban contados. Se le prodigó toda suerte de cuidados. Era admirable su paciencia y sentía ocasionar molestias al Oratorio. Aconsejóle el médico que fuera a respirar el aire de su tierra natal y fue ((283)) a casa de sus padres, que también deseaban tenerlo cerca. Pasó a la eternidad edificando a todos con su resignación a la voluntad de Dios. Tenía veinte años de edad. El recuerdo de su ejemplo enfervorizó para el bien a sus compañeros de noviciado. 3. Los profesos Los profesos eran coadjutores, clérigos estudiantes de filosofía y teología, y sacerdotes. En el Oratorio había veintitrés coadjutores profesos, al principio del curso, y llegaron a ser veintisiete después de las vacaciones. Nos gustaría saber cómo se las pasaban con don Bosco, pero el año 1875 presenta escasas noticias sobre este punto. Haremos, pues, como en tiempo de escasez: nos agarraremos a las parcas informaciones que nos han llegado, procurando sacarles el mayor jugo. Hace cincuenta y cinco años que el maestro Dogliani acababa de hacer su profesión trienal. Don Bosco, que al tratar con los suyos, no distinguía entre clérigos y coadjutores, se lo llevó un día como compañero hasta Caselle. 243 Fin de Página 243 VOLUMEN XI Página: 244 Al darse cuenta de que faltaba poco tiempo para la partida del tren le dijo: -Corre, Dogliani; adelántate a la estación y saca los billetes. -»De primera o de segunda clase? -De tercera, siempre de tercera. Cuando llegó don Bosco, subieron juntos a un vagón de tercera clase. Los empleados de la estación, que reconocieron a don Bosco, le obligaron a pasar a primera junto con su compañero. Se acomodaron, y dijo don Bosco sonriendo a Dogliani: -»Lo ves? Si hubiéramos sacado un billete de segunda clase, nos habrían dejado en segunda. Lo tomamos de tercera y nos han pasado a primera. Dogliani viajó otra vez con don Bosco y ícómo recuerda todavía el mal rato que pasó al darse cuenta de que le había perdido la maleta! Al verle don Bosco tan preocupado ((284)) y saber el porqué, le dijo: -No te apures. Sólo lo siento por ciertos papeles... No había terminado la frase, cuando llegó un hombre jadeante, que dijo: -Aquí tiene su maleta. Dogliani respiró. íPobre maestro Dogliani! Experimentó la bondad paternal de don Bosco con los coadjutores en circunstancias un poco diferentes. Una noche terminó el buen Padre de confesar después de que la comunidad había cenado hacía un buen rato. Sentóse a la mesa, y Dogliani, que simultaneaba el estudio de la música con el servicio al comedor, pidió la cena para él. El cocinero envió un plato de arroz ya pasado y frío. El joven coadjutor se indignó y dijo: -íPero si es para don Bosco! Y su colega respondió desde la cocina: -íDon Bosco es como todos los demás! Un día entero en la cocina y una cocina como aquélla explican, si no justifican, aquel lenguaje. Por otra parte, el famoso Gaia era un buen hombre, pese a su duro carácter. Dogliani, mortificado, presentó a don Bosco aquel condumio y se retiró a un lado. Pero el clérigo Cassinis, el futuro misionero, no se contuvo y le repitió las insolentes palabras. El Beato no frunció las cejas, no pestañeó, ni tampoco calló con indignación, sino que dijo con tranquilidad y tono sereno: -Gaia tiene razón; es verdad 1. Esta otra aventura, sin embargo, fue por culpa del refitolero, distraído 1 El pobre Gaia se trastornó y fue internado en el manicomio a finales de marzo de 1876. Fin de Página 244 VOLUMEN XI Página: 245 quizá con la música. Había un día varios convidados, y don Bosco se dio cuenta de que el mantel estaba sucio. Un poco enfadado, reprendió por ello a Dogliani. Era una falta de respeto a los convidados. Dogliani se sintió afligido. Por la noche escribió a don Bosco una carta, diciéndole, entre otras cosas, que era la primera vez que había visto a don Bosco algo airado. Don Bosco se humilló leyendo la carta al Capítulo, y después, para consolar al buen coadjutor, se hizo el encontradizo con él, le detuvo, agarró su mano y le dijo, repitiendo la famosa frase: -»No sabes que don Bosco es un hombre como los demás? ((285)) Así acostumbraba don Bosco comportarse en toda ocasión con sus coadjutores. En este modo de tratarlos radica su gran secreto para formar en una vida religiosa sólida a hombres, cuyo exterior y cuyas ocupaciones no se diferenciaban de los seglares de su misma condición y edad. Don José Vespignani, que no los había visto nunca, quedó muy impresionado en 1875 en Alassio, al contemplar su sincera piedad en la iglesia, donde asistían a las prácticas devotas de la comunidad y cantaban los divinos oficios con los colegiales. El director, don Francisco Cerruti, le dijo: -Ya lo ve, esto coadjutores nos dejan confundidos a veces con su virtuosa vida, al extremo de que nosotros los sacerdotes nos avergonzamos ante los edificantes ejemplos que nos dan 1. Con la confianza que don Bosco les demostraba, lograba moldearlos poco a poco y tenerlos dispuestos a todo. Pero es necesario saberse ganar la confianza. El año 1877 pidió y obtuvo marchar a América el coadjutor Bernardo Musso, que fue allí maestro de zapatería durante cincuenta años. Pues bien, él guardaba, como preciosa reliquia, una cartita de don Bosco que vale un Perú. Se la había escrito el Siervo de Dios el año 1874 desde Roma, cuando él era un simple aprendiz. Se ve que en aquel muchacho había descubierto don Bosco el buen paño de un coadjutor. Mi querido Bernardo Musso: Necesito ahora mucho ser ayudado con tus oraciones y las de tus compañeros. Búscame entre tus amigos quiénes son los que desean ayudarme y acompáñalos cada día al altar de Jesús Sacramentado para encomendarle mis necesidades. Cuando vuelva a Turín, ya me presentarás a los que te hayan acompañado en estas visitas y yo les daré a todos un bonito recuerdo. Tu afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 1 VESPIGNANI, lugar citado, pág. 225. 245 Fin de Página 245 VOLUMEN XI Página: 246 El año 1875 pasaron a la eternidad dos salesianos, Antonio Lanteri y Santiago Para, coadjutor el uno y el otro sencillamente ((286)) profeso, dignos los dos de ser recordados aquí, puesto que representan a nuestros ojos la formación religiosa que en aquellos tiempos se recibía a la sombra del Oratorio. Lanteri murió en agosto, en Realdo de Briga Marítima. Era pastor. Le gustaba la iglesia, los sacramentos, la Virgen y las lecturas piadosas. Un día, corriendo tras una oveja descarriada, sintió de pronto que le fallaba la tierra y cayó en un barranco. Apenas si tuvo tiempo para exclamar: -íAyudadme, Jesús y María! Parecióle en el instante que un relámpago brillaba ante sus ojos: se halló en el fondo sin el menor rasguño. Se puso en pie, midió con los ojos la espantosa altura de donde había caído, levantó las manos al cielo y dijo: -Jesús, María, desde hoy consagro a vuestro servicio la vida que me habéis conservado. Durante el invierno tenía que abandonar su amada soledad y acudir a centros donde sentía verdadero asco por las conversaciones que oía contra la religión y las buenas costumbres; se determinó por tanto a retirarse a una Congregación religiosa. Llegó al Oratorio en el mes de septiembre de 1871. Le hubiera gustado estudiar, pero no gozaba de buena salud. Fue dedicado a los trabajos domésticos y obedeció. Dos meses más tarde, puesto que había dado una buena prueba, fue enviado a la casa de Marassi, que después se trasladó a Sampierdarena. Aquí se cuidó de la iglesia. La piedad, la paz del corazón que se transparentaban en sus ojos, la diligencia en limpiar y adornar la casa de Dios, la caridad y buenos modales para tratar con las personas, le ganaron la admiración de todos. Así cumplió el noviciado e hizo los votos trienales. El tiempo destinado a la oración nunca le parecía suficiente. Pasado un año, se le presentaron graves síntomas de debilidad que despertaron temores por su vida. Creyóse que el aire del Piamonte le sería más confortable. Volvió al Oratorio y trabajó como sacristán en el santuario de María Auxiliadora. Pero el mal latente se despertó al llegar el invierno. Los médicos aconsejaron que fuera a tomar los aires nativos; pero él no pensaba más que en obtener una buena muerte. En su casa observó con gran fidelidad las Reglas de la ((287)) Congregación que determinan las prácticas de piedad. Conservó su calma y serenidad hasta el último momento. Había nacido el año 1841. Santiago Para era más joven, pues había nacido en Sampeire el 246 Fin de Página 246 VOLUMEN XI Página: 247 año 1850. En su pueblo, siendo alumno de la escuela municipal, reaccionó contra la mala costumbre de ir cantando por las calles y por los campos canciones licenciosas; para ello, obtuvo permiso del maestro y enseñó algunas canciones religiosas a un grupo de compañeros. Trabajaba en el campo, le gustaba rezar y comulgaba a menudo. La pobreza de su casa no le permitía estudiar y hacerse sacerdote. A los veinte años perdió a su madre (hacía tiempo que era húerfano de padre), y habiendo oído hablar del Oratorio, pidió, a través del párroco, ser aceptado. Don Bosco, a quien le pareció muy bueno, le puso en la sección de estudiantes. El 1873 le admitió como novicio, y, caso excepcional, le concedió que hiciera la profesión religiosa, aun cuando todavía no había terminado los cursos de latín (el bachillerato). Al reanudarse las clases, y necesitando en Borgo San Martino un buen portero, envió allí a Para. Mucho sintió éste separarse de don Bosco, pero obedeció. Allí estudió el cuarto curso con un maestro especial. Resentido en la salud y acostumbrado como estaba a los sufrimientos, calló y siguió levantándose a las cinco de la mañana en lo más duro del invierno. El 22 de febrero fue, según su costumbre, a recoger la correspondencia, y dijo al oficial de correos: -De aquí a dos días vendrán otros a buscar la correspondencia. -»Por qué? -Porque yo me habré muerto. Aquella tarde se metió en cama. Las cosas se precipitaron. Por la mañana del 25, después de contar al salesiano asistente un bonito sueño, aseguró que muy pronto dejaría el mundo. Confesó, comulgó, y rogó al director que, al comunicar a don Bosco su muerte, le agradeciese el favor que le había hecho, prefiriéndole a tantos de sus compañeros y admitiéndole pocos meses antes a la profesión religiosa. Después añadió: -Yo creo que don Bosco sabía que yo debía morir; de otro modo no me hubiera hecho un favor ((288)) tan grande. Dos horas más tarde moría besando con amor el crucifijo. Pasando ahora a hablar de los clérigos, diremos el interés que el Beato se tomaba para que fuera completa su formación religiosa, intelectual y eclesiástica. La regularidad de la vida religiosa de los clérigos estudiantes corría pareja con la de los novicios. En las conferencias de abril don Pablo Albera, haciéndose intérprete del deseo común, propuso que se entregase pronto a cada uno el texto de las reglas en italiano. Don Bosco no hubiera tardado tanto en hacer algo tan obvio como eso, pero tenía que ir robando a sus ocupaciones todos los instantes que podía, para 247 Fin de Página 247 VOLUMEN XI Página: 248 preparar las preciosas páginas de la Introducción, cuya finalidad es la de poner bien en claro el espíritu que informa las reglas, páginas que estuvieron listas para la imprenta el 15 de agosto de 1875. Y, en tanto, él se industriaba para hacer penetrar este espíritu en el corazón de los jóvenes clérigos, valiéndose de todos los medios que le sugería su paternal solicitud. No se les escapaban a los superiores, que por su cargo estaban más en contacto con él, las industrias que empleaba para enderezar a los clérigos que se mostrasen más reacios e incumplidores de la regla. Iba cercando al joven con tanta prudencia, escribe don Julio Barberis, que el individuo, aun sintiéndose conquistado, no se daba cuenta de porqué don Bosco lo trataba con tanta benevolencia. La necesidad le obligaba a veces a separarse de aquellos hijos amados para enviarlos a ayudar en las casas; pero continuaba siguiéndoles con vigilante caridad. Tenemos una prueba elocuente de ello con la cariñosa cartita al clérigo Nai, recientemente enviado a Borgo San Martino. Pero antes hay que conocer los precedentes. Cursaba Nai el cuarto de bachillerato cuando un día le preguntó don Bosco de sopetón: -»Quieres hacer un contrato con don Bosco? -»Cuál? -La semana que viene te lo diré. ((289)) Cuando llegó el día de su confesión semanal, el muchacho preguntó a don Bosco, mientras le confesaba: -»Qué contrato quiere usted que haga: -»Te gustaría quedarte para siempre con don Bosco? -íMucho! -Pues bien, haz esto: preséntate a don Miguel Rúa, y dile que te manda don Bosco. Don Miguel Rúa le dijo amablemente por toda respuesta que el jueves siguiente, a tal hora, fuese a la iglesia de San Francisco. Nai acudió puntualmente. Allí se encontró con un grupo de muchachos elegidos, con los cuales escuchó lo que don Miguel Rúa dijo sobre el quedarse con don Bosco. Al poco tiempo, díjole don Bosco en otra confesión: -En este momento tengo presente todo tu porvenir. Y le descorrió el velo. Hoy, a los setenta y cinco años de edad, asegura don Luis Nai, y estaría dispuesto a confirmarlo con juramento, que aquella predicción se verificó exactamente. Era ya cleriguito, se aproximaba la fecha de hacer los votos cuando empezó a tener dudas, que no había tenido antes ni por asomo. Declaróselas al Padre de su alma y éste le respondió: 248 Fin de Página 248 VOLUMEN XI Página: 249 Muy querido Nai: Se le antojan a uno antojos de esta tierra y por encima de ella, pero los votos que tú vas a proferir vuelan hasta el trono de Dios; por eso los primeros no pueden por ningún motivo turbar a los segundos. Por tanto, no temas y sigue adelante. Si se te ocurre alguna observación, hablaremos dentro de poco. Dios te bendiga, age viriliter, ut coroneris feliciter (actúa virilmente, para ser coronado felizmente). Pide por tu Turín, solemnidad de María Auxiliadora, 1875. Afmo. amigo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. Es un placer sorprender al Siervo de Diso en su vida en el Oratorio con los clérigos. Una relación, escrita inmediatamente después del suceso, nos lo representa como una fotografía instantánea tomada por un clérigo. ((290)) Formóse después de la cena un corrillo de clérigos, que hablaban tranquilamente entre sí. En esto que se acercó don Bosco en compañía de algunos más. Se abrieron los del corro y cercáronle besando su mano. Don Bosco se paró, dirigió unas palabras afectuosas y joviales a cada uno, y después les dijo a todos: -íVosotros, los clérigos, sois mi corona! -Con tal de que, dijo uno, no sea de espinas. Y él sonriendo, al par que señalaba a don Julio Barberis que estaba a su lado, replicó: -Si fuera así, heme aquí al lado del gloria patris filius sapiens! (ígloria del padre, el hijo sabio!) Después empezó a soltar amables agudezas, hasta que, por fin, dijo: -Anoche tuve un sueño. Me parecía, más aún, estaba seguro de que se llevaba el Viático a un enfermo. Ansioso de saber quién era, se lo pregunté al que estaba a mi lado; pero él, siempre en silencio, hizo una mueca. íPues con todo, dije para mí, quiero saberlo! Y dicho y hecho: me puse en camino tras del Viático. Al llegar a la casa, entraron los sacerdotes y yo detrás; llegamos a la puerta de la habitación, hice por pasar y no podía. Me esforcé varias veces para llegar hasta el moribundo e íimposible! íEsto es un sueño!, dije entonces. Y al momento me desperté y repetí: íVerdaderamente es un sueño! Cambiando de conversación, manifestó don Bosco su satisfacción de que no hubiera ningún enfermo en el Oratorio. Entonces uno de los clérigos salió con la pregunta de si era cierto que la longevidad dependía de la buena conservación de la dentadura. El respondió que, 249 Fin de Página 249 VOLUMEN XI Página: 250 generalmente hablando, podía ser verdad; pero lo importante era que la muerte de un individuo no estuviera señalada en los libros eternos para una fecha dada, porque en tal caso nada podría evitarla. Pero que contribuye en sumo grado a la longevidad la moralidad, la cual nos da las reglas para bien vivir y nos enseña a amar la virtud, la templanza y muchas otras cosas utilísimas para conservar el cuerpo. -A este propósito, continuó, ((291)) he sabido que hace pocos días murió un joven robustísimo y que daba de sí muy buenas esperanzas, y, en cambio, vive, aunque siempre enfermizo, un hermano suyo, que casi parece tísico. Ved, pues, que no sirven para nada la salud y la robustez, si está decidido en los libros eternos que éste o aquél debe morir. La conversación quedó interrumpida con la llegada del sacerdote don Luis Rocca, y el toque de la campana. «Nosotros le besamos la mano y nos fuimos», escribe el relator. Era éste el clérigo que dio ocasión a las reflexiones finales relativas a la muerte. Se llamaba César Peloso, y resulta sintomático que fuera precisamente él, que murió poco después, quien tuviera el pensamiento de tomar apuntes sobre esta interesante conversación. Para la buena formación intelectual, el Siervo de Dios daba mucha importancia al estudio de la filosofía. Estaba al corriente de lo que en esta clase se hacía. -Tengan paciencia los profesores; procuren rebajarse mucho para ponerse a la altura de los alumnos; no pretendan hacer continuas y sublimes disertaciones; lo que importa es explicar el texto, no el discursear sobre la materia. El maestro principal de filosofía no debía estar muy satisfecho de sus discípulos. Hombre serio, más bien severo, de mucha inteligencia y temple vigoroso, quizá no los encontraba totalmente de su gusto. Es probable que un día expusiera por escrito a don Bosco sus quejas y que fuera ésta la respuesta del santo educador: Muy querido Bertello: Procuraré hacer cuanto pueda para despertar amor al estudio en tus alumnos, pero haz tú también lo que puedas para cooperar a ello. 1.° Considéralos como hermanos tuyos; cariño, benignidad y respeto son la llave del corazón. 2.° Hacerles estudiar sólo lo que puedan y nada más. Hacerles leer y entender el libro de texto sin digresiones. 3.° Preguntarles con mucha frecuencia, invitarles a exponer sus ideas y a leer, leer y exponer. 250 Fin de Página 250 VOLUMEN XI Página: 251 ((292)) 4.° Animarles siempre y nunca humillarles; alabar dentro de lo posible y no despreciar, a menos que se den señales de disgusto como castigo. Haz la prueba de poner esto en práctica, y dime después el resultado. Yo rogaré por ti y por los tuyos. Créeme en Jesucristo Turín, 9-4-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. El Beato debía pensar con anticipación en prepararse profesores titulados; por eso solía presentar a los clérigos a examen para obtener el diploma de bachillerato y de liceo. Un día señaló el criterio a seguir en este delicado asunto, con estas palabras 1: -Es necesario veamos qué clérigos se han de presentar o no a estos exámenes, para utilidad de la Congregación. No hay que mirar si el individuo tiene muchos o pocos deseos; más aún, ni siquiera se ha de considerar si estos exámenes serán útiles o no al clérigo: solamente se ha de tener en cuenta si serán provechosos o perjudiciales para la Congregación. Yo no quiero que lancemos tan adelante este principio, como se hace en otras partes; pero tengamos como regla general, al tomar nuestras decisiones, el bien de la Congregación y no el del individuo. No hay que perder de vista una cosa y es que sólo se elija a los que tengan capacidad y den esperanzas de hacer carrera en los estudios, y además, que sean jóvenes. Los menos dotados o de edad avanzada, cursen los estudios con mayor rapidez librándoles de materias, secundarias, para que puedan ejercitar pronto el sagrado ministerio. Necesitamos también muchos que se ocupen de la asistencia, de la administración y de otras cosas en las Casas. Para formar bien a sus clérigos en el espíritu eclesiástico, encomendaba la clase de teología a competentes sacerdotes de Turín, tales como el prestigioso canónigo Marengo, los cuales se prestaban de muy buen grado a hacerle tan señalado servicio. La ((293)) ejemplaridad de su vida sacerdotal y sus enseñanzas prácticas en el ejercicio del sagrado ministerio hacían lo demás. Don José Vespignani fue testigo de esta escena. Un día, después del almuerzo, a la puerta del refectorio, en donde actualmente se ha vuelto a poner, mejor que lo era, la famosa capilla Pinardi, hablaba él familiarmente con don Bosco, a tiempo de que se acercó don Julio Barberis y entregó al Siervo de Dios una lista de los que iban a ser 1 Crónica de don Julio Barberis, 2 de marzo 1876. 251 Fin de Página 251 VOLUMEN XI Página: 252 ordenados. Don Bosco la miró e hizo un gesto de sorpresa. Faltaban los nombres de algunos que hacían los últimos cursos de teología y que, además, observaban una conducta intachable. Don Julio Barberis observó con mucho respeto: -Es cierto, están preparados, pero ésos dan clases y, si reciben ahora el subdiaconado, el rezo del Breviario les haría perder mucho tiempo, cuando deben... El Beato no le dejó terminar la frase, y empezó a decirle con vehemencia: -»Pero, qué dices? »Que el rezo del Breviario hace perder tiempo? Al contrario, lo hace ganar. Los clérigos, cuando lo recitan, cumplen el encargo divino de rezar con toda la Iglesia; el Breviario les instruye con la palabra inspirada de la Sagrada Escritura, con las lecturas de los Santos Padres, con las vidas y ejemplos de los Santos; además, rezan con los salmos y los cánticos del pueblo de Dios y con los himnos litúrgicos. El Breviario proporcionará a estos clérigos más conocimientos que muchos maestros y libros; y les inspirará para enseñar a sus alumnos la ciencia de Dios y de las almas. Por consiguiente, hagamos que comprendan bien nuestros clérigos la importancia del orden del subdiaconado y el gran medio que tendrán con el Breviario para su instrucción religiosa y su santificación. Ya verás el provecho que sacarán bajo todos los aspectos. Después volvióse a don José Vespignani, que escuchaba edificado y admirado un elogio tan espontáneo y fervoroso del Breviario, y concluyó con estas palabras a modo de interrogación: -»No es cierto que éste es el mejor tesoro para un clérigo ordenado in sacris? Sobre los clérigos pendía amenazador el servicio militar, con el peligro de que se disiparan las mejores esperanzas. Los obispos de Italia se lamentaban. Don Bosco tenía cada año ((294)) su buena decena de clérigos expuestos a este peligro. Buscaba todos los medios para librarlos de los riesgos del cuartel: sugería expedientes, visitaba personas influyentes, recogía limosnas para el rescate. Esta cartita para la señora Teresa Vallauri, turinesa, bienhechora del Oratorio, tiene todos los visos de referirse a uno de estos casos. Benemérita señora Teresa: Le devuelvo la sombrilla, muy agradecido. El médico de cabecera de un clérigo es el capitán Chiaves, buen cristiano que vive en la calle de Santo Domingo, n.° 3. Le agradezco mucho, muchísimo, la caridad que tiene conmigo y con esta incipiente 252 Fin de Página 252 VOLUMEN XI Página: 253 Congregación que, precisamente por estar en sus principios, necesita de todo y de todos. Dios la bendiga y rece por mí, que soy, en Cristo, su Casa 3-7-1875. seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Las cosas se empeoraban cada vez más; la Cámara de Diputados aprobaba una ley el 18 de abril aboliendo toda inmunidad en favor de los clérigos. El artículo segundo decía así: «A partir del mes de julio de 1876 queda abolida la facultad de pasar de la primera a la segunda categoría, mediante el pago de una cuota». Los senadores la aprobaron y el Rey la sancionó el 7 de junio. Mientras tanto, gracias a don Bosco, no hubo un sólo clérigo del Oratorio, hasta 1875, que tuviera que ir al cuartel. El mes de julio trajo una agradable novedad al mundo de los clérigos: las vacaciones fuera del Oratorio. La caritativa señora Eurosia Monti poseía en la colina de Superga una bonita quinta que puso a disposición de don Bosco para este fin. Pero, como el edificio sólo tenía capacidad para quince personas, don Bosco dispuso que los clérigos pudieran ir a pasar en ella dos semanas, en grupos de catorce. Dio también las oportunas instrucciones, muy precisas y escasas, pero don Julio Barberis, ((295)) encargado de cumplirlas, las puso fielmente por escrito. Son las siguientes: 1.° Procurar tener contentos a los caseros, preguntándoles de qué cosas podemos servirnos y de cuáles no; consultándoles a qué sitios podemos ir y a cuáles no. Hacerles saber, desde un principio, que, si algo se deteriora o se gasta más de lo convenido, lleven cuenta y nos lo digan, porque nosotros queremos pagar los desperfectos. Y don Bosco hacía esta reflexión: -Si los caseros empiezan a disgustarse, darán luego a la dueña malos informes sobre nosotros, y aunque ésta no repare en minucias, sin embargo, ciertos informes podrían perjudicarnos. 2.° Ir a visitar al Párroco y saludarle de parte de don Bosco. Ponernos en buenas relaciones con el caballero Arnaldi y el reverendo Tomatis, que tienen sus casas de campo junto a la de la señora Monti; decirles que don Bosco les saluda y les tiene siempre presentes en sus oraciones. 3.° Preparar una carta de agradecimiento para la señora Monti, que ahora está en Biella, diciéndole que se está disfrutando a su costa; que, no pudiendo pagárselo de otro modo, dirigiremos al Señor nuestras oraciones y comuniones; repetirle que, para completar la alegría de sus huéspedes, no falta más que la presencia de Mamá Eurosia; asegurarle que se reza especialmente por el eterno descanso del Coronel, su marido, que falleció hace dos meses. 253 Fin de Página 253 VOLUMEN XI Página: 254 4.° No dejar de buscarse alguna ocupación: -Yo desearía, decía don Bosco, se dieran algunas clases, con las que los más atrasados en latín pudieran progresar: pero lecciones sencillas, fáciles, sin largas explicaciones y solamente de repaso gramatical. Ejercitarlos en que lean bien. Parece mentira lo difícil que resulta leer en público con sentido y entonación; para algunos es muy dificultoso pronunciar las letras dobles, para otros la zeta. La o se pronuncia como si fuese una u. Hay también otra cosa que parece no tener ninguna importancia, la tiene y mucha, y es enseñar a escribir una carta bien redactada. Los hay que tienen talento, que progresan en los estudios, que ya son sacerdotes, médicos o abogados, y, si tienen que escribir una carta de cortesía, se encuentran apurados: se les escapan faltas de ortografía, de gramática, equivocan los títulos, no saben dónde se colocan la fecha y la firma. Para enseñar esto me parece m uy oportuno el tiempo de vacaciones, porque son estudios que requieren poco esfuerzo, y resultan enormemente útiles. También se podría dar alguna clase de francés a los que han adelantado mucho en los estudios a lo largo del año. -En cuanto a los que se encuentran flojos en latín, se requiere paciencia. Generalmente son los que querrían menos clases, o bien se creen que saben lo mismo que los otros y tienen a menos fijarse en ((296)) aquellas reglas que ellos llaman pequeñeces; buscan cosas más elevadas, y acaban por no aprender lo uno ni lo otro. -El curso pasado ocurrió que se puso un maestro expresamente para éstos; de vez en cuando no podía dar sus clases, porque, ora por una excusa, ora por otra, se ausentaban, y el motivo principal era la poca voluntad. Sin embargo, me parece bien que se haga así, a fin de que, por nuestra parte, se procure proporcionar mayor instrucción a los que más la necesitan. 5.° Fijar un horario. Prácticas de piedad: a las seis, misa y meditación. A las diez, una hora de clase y después lectura espiritual. De las tres y media de la tarde hasta las cinco, estudio libre. A las cinco, visita al Santísimo Sacramento, pidiendo permiso para hacerla en Villa Arnaldi, donde tienen capilla con reservado. El resto del día quédese para recreo y haya todas las tardes paseo hasta las siete y media; apenas llegados a casa, cena. A las nueve, oraciones y descanso. No satisfecho todavía con estas providencias, quiso hablar sobre las vacaciones a todos los clérigos reunidos. Así que el 6 de julio por la tarde, puesto que habían terminado los exámenes finales, los reunió para una conferencia. El tema de las vacaciones le prestó ocasión para decir cosas que ayudasen a reavivar en los clérigos su amor a la Congregación y a prevenirlos contra los peligros del ocio estival. Se han terminado satisfactoriamente los exámenes de teología y filosofía. Comienzan las vacaciones. Sé que muchos de vosotros estáis cansados y necesitáis unas vacaciones, que he procurado se puedan pasar a satisfacción de todos. Hay algunos que tienen todavía trabajo y no pueden empezarlas enseguida, pero lo harán más tarde: otros, las comenzarán mañana. Lo que os encomiendo es que las vacacaciones sean de descanso; pero, al mismo tiempo, que estéis ocupados, no sea que, recrearais el cuerpo y perdierais el espíritu. Para ello se ha combinado un horario, lo mismo para los que se quedan aquí que para los que van a la Villa Monti, a fin de que haya mucho recreo y no falte ocupación. 254 Fin de Página 254 VOLUMEN XI Página: 255 Conviene también que pensemos en el personal de América. Es cosa ya aceptada y hay que comenzar las clases de español y empezar a hacer la selección del personal; porque, de acuerdo con lo establecido, la partida sería en octubre o, a más tardar, en la primera quincena de noviembre. Hemos recibido cartas de allí, en las que nos expresan el ardentísimo deseo con que nos esperan, y la necesidad que tienen de nosotros. Y está construido el colegio y lo ponen inmediatamente a nuestra disposición. ((297)) Hay también una iglesia pública donde atender al culto, y las escuelas de la ciudad estarán en nuestras manos. Es necesario también dar clases de italiano, francés e inglés. Los habitantes son buenos por naturaleza y muy religiosos: pero carecen de instrucción y de sacerdotes que les instruyan. San Nicolás, que es la ciudad a donde iremos, tiene cerca de cincuenta mil habitantes, todos católicos, y no tiene más que tres sacerdotes. »Qué son tres sacerdotes para una ciudad como Alessandria, para administrar los sacramentos, enterrar, llevar el Viático, celebrar la misa, confesar, predicar y enseñar el catecismo? Tenéis que saber también que no muy lejos de San Nicolás empiezan las regiones habitadas por los salvajes indígenas, que son muchos en aquel lugar. Estos ya admiten la religión cristiana y piden ser instruidos; pero no hay nadie que pueda atenderlos y los dejan vivir y morir fuera de la religión católica sin que lleguen a saber quién es Dios. Estas necesidades perentorias son las que nos hicieron aceptar, por de pronto el colegio, y espero que más adelante podremos ocuparnos también de los salvajes, instruirlos, educarlos y hacerlos cristianos. Durante los pasados días hemos sido visitados por el cardenal Berardi, a quien ahora conocéis bastante. Es una demostración de su gran bondad, mis queridos hijos, la que su Eminencia nos dio. Vino expresamente desde Génova a Turín para visitar el Oratorio; y después, al ver la benevolencia que nos demostró, la satisfacción que experimentaba al contemplar a nuestros muchachos, la manera entusiasta al hablar de ellos, era algo para emocionarse. También me impresionó ver el efecto que el Padre Santo nos tiene; porque, entre otras cosas, decía también el Cardenal: -El Padre Santo me encargó expresamente que os saludara y os comunicara a vos y a vuestros jóvenes su bendición; además me encargó deciros esto y aquello. Parece que nosotros debamos ser yo no sé qué, ante las solicitudes de un Papa tan grande. Ahora, volviendo de nuevo a nuestras vacaciones, es necesario os avise de un gran peligro que hay en ellas. Porque, ícuántas vocaciones he visto perderse durante las vacaciones! Y ésta es la pérdida más grande, la ruina mayor que os puede suceder. Y, sin embargo sucede, especialmente cuando se va a casa de los propios padres. Se empieza por hablar de las necesidades, de los intereses; llegan los parientes y no se habla más que de compras, ventas, mercados y ferias. El pobre clérigo »qué podrá sacar de bueno estando siempre entre esas conversaciones? Y eso, por no hacer mención de otra clase de conversaciones, muchas veces inmorales, y que no se pueden impedir: riñas entre hermanos, en las que, casi a la fuerza, hay que tomar parte; después el padre, ya anciano, que no sabe hablar más que de las miserias de la familia, con el deseo de que alguno le ayude, que ya tendrá tiempo de hacerse sacerdote y otras cosas por el estilo. San Bernardo se vio obligado a no volver nunca a casa de sus padres. Lo dice él mismo: -Una sola vez fui; pero, al volver al convento, no hice más que ((298)) llorar y durante varios meses sentía en mi corazón las lágrimas y las necesidades de mi padre, y cómo yo le había podido ayudar, hasta que el Señor, en su bondad, me libró de aquella tentación. Si esto le ocurrió a san Bernardo, cuántas vocaciones arruinó este pensamiento de ayudar a los padres. 255 Fin de Página 255 VOLUMEN XI Página: 256 Hay además una cosa que creo esté bien clara en este momento, respecto a la vocación, y es lo que se refiere a la vocación dudosa. Dejo aparte el hablar de las señales de la vocación, de cuándo uno la tiene y no la tiene; sólo querría responder a quien dijese: -Yo me haría religioso de buena gana, pero »quién sabe si tendré la llamada? Me quedo aquí; pero »quién sabe si el Señor quiere que permanezca aquí o me llama más bien a otra parte? 1.° Desde el momento en que habéis tenido el deseo, la voluntad de entrar en la Congregación, ya habéis tenido una señal de que el Señor, al poner en vosotros este deseo, esta voluntad, quiere que la sigáis. 2.° Desde el momento en que este deseo que tenéis os viene de parte del Señor, no debéis rechazarlo sin una manifestación expresa de la voluntad de Dios en sentido contrario, la cual debe ser reconocida por el Director espiritual. Alguno dirá: -»Quién sabe si el Señor me llamará a una vida más austera que ésta? -En la mayor parte de los casos, o casi en todos, esto es un engaño. Si el Señor te inspiró entrar en una Congregación, en la que tú veías que podías hacer el bien, el desear otra cosa es alejarte del lugar en donde el Señor te puso. El demonio busca cómo hacerte salir de aquí para una vida más austera; y cuando ya estés allí te hará esta insinuación: -»Quién sabe si podré resistir? -O bien: -Veo que voy perdiendo la salud; »quién sabe si el Señor me pide esto? -El demonio es el príncipe de la discordia y de la agitación y siempre nos perseguirá, doquiera que vayamos nos pondrá sus tentaciones. Y después, después... Tú sal de aquí para llevar una vida más austera; ahora sal; mas »quién te asegura que en realidad abrazarás una vida de más austeridad? Salió uno de la Congregación, diciendo que nuestra vida es un poco floja, que él quería llevar una vida más dura, y por tanto más perfecta. Salió, y unos días más tarde decidió no entrar en ninguna religión, a cambio de llevar una vida austera en el mundo: de allí a poco se relajó, y después abandonó las prácticas de piedad. Me lo encontré hace pocos días, le pregunté por su vida y empecé enseguida a hablarle de las cosas del alma. Me respondió: -Don Bosco, no me hable de esto. -»Y por qué? -Porque ya no pienso en ello; he abierto los ojos... -»Cómo así? -íPues, mire!, durante bastante tiempo me enredé con ideas ridículas que no tienen nombre. -Pero, amigo mío, »no vas a confesarte? -»Confesarme? ((299)) -»Pero y la salvación de tu alma, que te preocupaba al extremo de que no te bastaban los rigores de nuestra Congregación y buscabas otros mayores? Si te portas así, pierdes el paraíso y se te prepararía el infierno. -Basta, no me hable más de eso; ya no creo en esas bagatelas. Queridos míos, por más que le dije, no hubo forma de hacer llegar una palabra a su corazón. Si el Señor no muda su manera de pensar, con un verdadero milagro de la gracia, está irremisiblemente perdido. Otros dicen a su vez: -Nosotros nos quedaríamos de buena gana, pero... -Pero »qué: -Pero no me quiere el superior... no parece satisfecho de mí... yo no me presto a que la Congregación se aproveche de mí. No tengo bastante virtud. Los superiores me odian. Fin de Página 256 VOLUMEN XI Página: 257 -»Qué estáis pensando? Los que han sacrificado su vida por vuestro bien; aquellos que el Señor ha puesto para dirigiros; los que estarían dispuestos a dar su sangre para salvaros, si se presentara la necesidad, »ésos van a odiaros? Creedlo, es imposible que esto suceda entre nosotros. Además, »entrasteis en la Congregación para hacer vuestro capricho, para recibir halagos? Hay que saber soportar a su tiempo hasta el desprecio, por amor del Señor. »Acaso no puede un superior aparentar exteriormente poco aprecio para corregir tu exagerado sentimentalismo o para probar tu fortaleza? Creedme, es un antiguo lazo el demonio, que presenta las apariencias de algo que casi nunca existe. »No está contento de ti? Mira a ver si es por culpa tuya, porque no haces lo que podías y deberías hacer, o bien, si haces lo que es posible. En el primer caso debes enmendarte porque la culpa es tuya; »cómo quieres que el Superior esté contento de ti, si no lo mereces? En el segundo caso piensa que no trabajas para agradar a los hombres, sino a Dios. Además, creédmelo, aquí la mayor parte también es hija de la imaginación. Cuando el superior no da muestras especiales de agradecimiento o no está para halagar, se dice muy pronto que no está contento. Con los niños se hace así; pero con los hombres hechos y derechos, no hace falta nada de esto; y los sensatos deben contentarse con las señales ordinarias de aprobación. -Yo no soy bueno para que la Congregación se aproveche de mí; no sé ganarme el pan: no valgo para la asistencia; para dar clase, mucho menos; y no tengo fuerzas para el trabajo. Voy a resultar un peso para la Congregación. -»Sabéis quién sirve de peso a la Congregación? El que tiene habilidad pero no es obediente. Necesita que el superior busque las palabras más dulces para mandarle; de lo contrario ya sabe que no le obedecerá o lo hará de mala gana. El que no ama la pobreza y se lamenta de la comida, de la bebida o de la habitación. El que no guarda escrupulosamente la virtud de la castidad, sin la cual uno sólo puede ser culpable de la ruina de toda la Congregación. ((300)) Si poseéis la virtud y os esforzáis por hacer el bien, nunca seréis carga para la Congregación. Y más aún, si los superiores ven vuestra poca habilidad, no os reciben. Desde el momento en que os aceptaron es que os consideraron hábiles, y este juicio les corresponde a ellos, no a vosotros. -El superior me creía con mayor virtud, cuando yo no poseo las virtudes necesarias para el estado religioso. -Si no tienes virtud suficiente para vivir en el estado religioso, donde los peligros quedan lejos, donde tienes tantos auxilios, donde puedes dedicarte a la oración y, por tanto, tener la gracia de Dios en abundancia, »podrás vivir bien y ganarte el cielo, donde hay tantos peligros de lugares y compañeros, donde no podrás dedicarte casi nunca a la oración, por tu preocupación para buscar la comida? Además, la cuestión de la virtud está toda en manos de tu Director espiritual. Esfuérzate por hacer lo que puedas y no tengas miedo. Si tu virtud no es suficiente, te avisarán, y una de dos: o no te admitirán a la profesión o te rechazarán. Si los superiores no te dicen nada, puedes seguir adelante sin miedo. -Pero, puede decir alguno, parece que salir de la Congregación y condenarse sea lo mismo, y, por el contrario, me parece a mí que también en el mundo se puede vivir como buen cristiano, y hay algunos que salieron y llevan una vida mejor y más ordenada que cuando estaban en la Congregación. -Respondo: es verdad que, absolutamente hablando, fuera de la Congregación se puede vivir como buen cristiano, y también puede salvarse; pero, si me queréis creer, os diré con claridad que esto es más verdad teóricamente hablando que en la vida práctica. En realidad soy del parecer de que muy pocos de los que salen de una Congregación, a la que estaban afiliados, puedan salvarse. Primeramente porque, si 257 Fin de Página 257 VOLUMEN XI Página: 258 entraron en una Congregación, siempre puede decirse que tuvieron vocación; y, habiéndola perdido por su culpa, difícilmente podrán colocarse en el buen camino. Además, el que deja un puesto que sabe que es bueno y ve que le conviene quedarse, da señales de que no es el puro amor de Dios lo que lo mueve, sino su propio interés. Pero vamos a llegar a una conclusión práctica: si yo tuviera que dar un consejo a los que sienten dudas en su vocación, sería éste. No se tomen decisiones sin estar bien aconsejados. Cualquier otra decisión sería arriesgada. »Y a quién pedir consejo? Creo que nadie puede aconsejar mejor que el Director de la propia conciencia. Nótese sólo esto: no hay que hacer como hacen muchos, los cuales piden consejo y, si el consejo es a su gusto y según la deliberación que ya habían tomado, bene quidem; pero si no es así, no les agrada y no lo siguen. El Señor, que es quien establece a superiores y directores, les concede luces y autoridad. Y decía a su vez a los súbditos: Subiacete eis, quasi rationem reddituri pro animabus vestris. (Sedles sumisos como si debieran dar cuenta de lo que se refiere a vuestras almas). La palabra del Director se debe escuchar como voz de Dios; y el que la resiste, debe temer que está resistiendo a Dios mismo. Escuchad todos, además, el otro consejo, que es de san Pablo: Manete in vocatione ((301)) qua vocati estis (permaneced en la vocación a que habéis sido llamados); porque aquel que, a semejanza de una veleta, hoy desea una cosa y mañana otra, ahora le parece que está bien aquí y después que estaría mejor allá, este tal no sabrá amoldarse en ningún sitio y hará mal por doquier. Tomad, pues, estas palabras como dichas a vosotros, respecto a vuestros superiores: Qui vos audit, me audit, (El que os oye a vosotros, me oye a mí). No hagáis nada sin el consejo o contra el parecer del superior. Si obráis así estaréis siempre contentos, seguros de que vais por buen camino y no tendréis que dar cuenta a Dios de la vocación no secundada. En aquellos clérigos tenía puestas don Bosco sus esperanzas; pero, al mirarlos a distancia, turbaban sus sueños. El último día del año, se recibió en el Oratorio un documento que cayó como un bólido. Contenía una enorme cantidad de observaciones, en las que, a más de la dureza del contenido, no se habían ahorrado, como es costumbre en semejantes documentos, la dureza de la forma. Esa Congregación tiene derecho a recibir en su seno a los que lo pidan, pero no puede recibirlos sin que hayan presentado las cartas testimoniales de su Ordinario (Constit. X). Si el Ordinario niega estas testimoniales y la Congregación piensa que la negativa no es justa, recurra a la Congregación Romana, pero no se constituya juez en propia causa. Dicha Congregación no tiene derecho a tener un colegio de jóvenes vistiendo la sotana, sin permiso del Obispo, en cuyo distrito diocesano está abierto el colegio. Tampoco tiene derecho en ese colegio a conceder el hábito clerical a un joven cualquiera, de modo que éste pueda llevarlo fuera del colegio sin permiso del Obispo, a cuya diócesis pertenece. Por tanto, el haber puesto la sotana hace muy poco tiempo a un joven de Vinovo, sin permiso del Arzobispo de Turín, fue un hecho anormal por sí mismo, y, en sus circunstancias, fue algo gravemente contrario a la dependencia que se debe al Obispo diocesano. 258 Fin de Página 258 VOLUMEN XI Página: 259 El desacuerdo existente entre la autoridad Eclesiástica de Turín y la Congregación sigue abierto y se mantiene por cuanto comenzó y continúa recibiendo, vestidos de clérigos en sus casas, a individuos despachados del Seminario Metropolitano, no sólo sin ningún permiso, sino hasta contra la negativa explícita de la autoridad Eclesiástica. Lo cual es subvertir el orden jerárquico y la buena disciplina del Seminario y, como consecuencia necesaria, herir en una de las partes más sensibles el corazón del Arzobispo. ((302)) Se mantuvo este desacuerdo y sigue manteniéndose todavía, faltando lo mismo en las cartas que en las conversaciones a la reverencia debida al carácter y a la autoridad arzobispal, como sucedió la otra noche (29 de diciembre de 1875); y se conforma después, para reparar tal falta, comenzando con un condicional y dubitativo «si...», que una vez dicho, ciertamente puede pedir perdón de cualquier pecado, aun aquel que no tiene ningún defecto. Manténgase la Congregación dentro de los estrictos límites de las leyes canónicas, practique sus constituciones a la perfección, no se olvide de la reverencia que debe al Arzobispo, ni haga, ni pretenda hacer nada contra su jurisdicción, como desgraciadamente ha sucedido más de una vez; ni falte a los deberes de justicia con él y con la diócesis; y en esto y en cualquier otra cosa y en toda ocasión, dé ejemplo de humildad, que constituye la primera virtud de las Congregaciones religiosas; y las cosas tomarán el aspecto que les corresponde según las buenas reglas de la justicia cristiana. Don Bosco dictó sin titubear la respuesta, pero formulándola en la persona de don Miguel Rúa. Ella tiene, tanto en el concepto como en la redacción, la delicadeza de la caridad; que patiens est, benigna est, non aemulatur, non agit perperam 1. Excelencia Reverendísima: Siento el deber de presentar el más cordial agradecimiento por las observaciones enviadas el 31 de diciembre último, las cuales confirman la idea que todos tenemos, a saber, que la verdadera causa del descontento de V. E. con la Congregación Salesiana es sólo la falta de explicaciones. Tengo fundado motivo para creer que, dado el verdadero significado a las cosas y puesta de manifiesto nuestra buena voluntad, se deben desvanecer las dificultades inexistentes, o no queridas. Por mi cargo de prefecto de la Congregación, siempre he estado al día en todo y, por tanto, si me lo permite, expondré mi modo de ver, sometiéndolo a su iluminada sabiduría. «La Congregación Salesiana, dice S. E., no puede recibir a nadie sin que antes presente las cartas testimoniales de su Ordinario». Esto no ofrece ninguna dificultad para nosotros, ya que así está determinado por nuestras Reglas (Cap. XI) y cada primero de año leemos en presencia de todos los salesianos el decreto Romani Pontifices del 25 de enero de 1848, publicado por la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, en el que aparecen las normas que han de seguirse en esta materia; más aún, siempre tenemos a la vista las muchas respuestas dadas aclarando las dudas surgidas y los hechos demandados. 1 1 Cor. XIII, 4. 259 Fin de Página 259 VOLUMEN XI Página: 260 ((303)) «La Congregación Salesiana no tiene derecho a tener un colegio con jóvenes vistiendo la sotana, sin permiso del Obispo». Creo que nunca hemos negado este derecho y ni en ésta ni en ninguna otra diócesis existe ningún colegio nuestro donde los alumnos vayan vestidos con habito clerical. «El haber puesto la sotana hace poco tiempo a un joven de Vinovo, sin permiso del Arzobispo de Turín, fue algo gravemente contrario a la dependencia que se debe al Obispo diocesano». Si con ello se faltó en algo, la culpa es mía: pero no me sera imputada por el Señor, ya que se cometió por pura inadvertencia. Ese joven lo recibí yo como seglar y con recomendación de un pío y celoso sacerdote. Si se le impuso la sotana, fue por su petición de pertenecer a nuestra Congregación y valiéndome de las facultades que se me han concedido para admitir para la imposición de la sotana a él y a algún otro mas. S. E. misma tuvo la bondad de decirnos, ya varias veces, que no tiene ninguna dificultad en que admitamos jóvenes seglares y que después los inscribamos en nuestra Congregación. Con todo es oportuno le haga notar que, con el decreto de la aprobación definitiva de la Congregación Salesiana (1 de marzo de 1869) se nos concedió la facultad de otorgar las dimisorias a los jóvenes que, habiendo ingresado en nuestras casas antes de los catorce años, pidieran a su tiempo ingresar en la misma Congregación. Posteriormente, cuando (3 de abril de 1874) fueron aprobadas nuestras Constituciones, esta facultad se extendió también a los de mayor edad. Si preventivamente se concedió la facultad de las dimisorias a los internados en nuestra casa, no se necesita ningún otro permiso para ser aceptados en la Congregación. Así respondió repetidas veces monseñor Vitelleschi, de feliz memoria, después de haber hablado con quien era menester. «La Congregación Salesiana recibe a individuos despachados del Seminario Diocesano sin permiso del Ordinario». S. E. conoce mejor que yo que un Ordinario Diocesano no puede impedir que sus sacerdotes o clérigos vayan a inscribirse en una Congregación Eclesiastica y que hace poco tiempo (13 de enero de 1875) la sagrada Congregación de Obispos y Regulares declaró esto mismo, como es de creer le habra sido comunicado también a S. E. Pero, en los calamitosos tiempos en que vivimos, no se ha mirado tanto al derecho sino únicamente al bien de las almas. Apenas S. E. mostró su desaprobación por tal cosa, ya no se aceptó a ninguno mas. En conversación tenida en cierta ocasión con S. E., nombró a los dos clérigos Mundina y Macono, admitidos momentaneamente en una casa nuestra lejana. Y en el espacio de pocas semanas se les alejó a los dos. «En cartas y en conversaciones se falta a la debida reverencia al Arzobispo, etc.». Excelencia: no sólo yo, sino todos los Salesianos desean saber ((304)) qué cartas, qué frases hayamos usado que sean irreverentes para el Arzobispo; desean saberlo para desdecirse, enmendarse y repararlas del modo mas formal. Tenemos frecuentes relaciones con mas de cuarenta Obispos y todos nos hacen de insignes bienhechores y padres; y, permita que lo diga, con ningún otro procuramos medir tanto las palabras y los escritos para evitar lo mas mínimo que pueda ocasionar disgusto. Estoy con ansias de saber detalles de tales afirmaciones para poderlas evitar en lo porvenir. «Manténgase la Congregación dentro de los estrictos límites de las leyes canónicas, etc.». Ruégole de nuevo, Monseñor, me permita una súplica. Nuestra Congregación esta 260 Fin de Página 260 VOLUMEN XI Página: 261 naciendo y nace precisamente en unos tiempos procelosos; necesita, por consiguiente, de todo y de todos, dentro de la maxima indulgencia que sea compatible con la autoridad de los Ordinarios; por tanto, no pedimos el rigor de las leyes canónicas, sino suma clemencia y caridad en la aplicación de las mismas. En este sentido los religiosos Salesianos han trabajado siempre y siguen trabajando en la diócesis de Turín, en número de doscientos, no por miedo a las leyes que les obliguen o por interés material, sino únicamente movidos por la necesidad en que la Iglesia se encuentra de obreros que trabajen en el campo evangélico. Y no obstante esto, estoy autorizado por todos mis hermanos Salesianos para asegurarle que cualquier cosa que S. E. nos advirtiera, en pro o en contra de las leyes canónicas, pondremos la mayor diligencia, procurando evitarla para cumplir cuanto fuere del caso. Ruégole todavía me permita le haga saber algunas cosas que han consternado y humillado grandemente a los pobres salesianos. Primero fue el decreto con fecha 17 de noviembre de 1874, con el que S. E. tuvo a bien quitar los privilegios y favores que sus antecesores, y S. E. misma, habían concedido a nuestra institución en el transcurso de treinta y cinco años. Caso que tendra pocos semejantes en la historia: conceder las licencias en forma limitada y quitar la facultad de absolver de las culpas reservadas a nuestro Superior que, sin haberlas solicitado, le fueron benévolamente concedidas. La respuesta negativa dada a nuestra súplica de que viniera a honrar con alguna ceremonia el septenario de la fiesta de la consagración de la iglesia de María Auxiliadora, y confirmar a nuestros muchachos; a las dos cosas respondió negativamente y no permitió tampoco que pudiéramos invitar a otro Obispo para que asistiera. A primeros de este año se negó la facultad de predicar a dos de nuestros sacerdotes, uno de los cuales es el director de las escuelas para externos y del Oratorio festivo de San Francisco de Sales. Todas estas graves medidas suponen ciertamente graves motivos, que nunca hemos podido conocer. ((305)) A pesar de todo ello, a nuestro Superior, sobre quien recaen estas medidas, nunca se le ha oído decir, escribir, ni manifestar de ninguna otra forma algo menos decoroso para nuestro Superior eclesiastico. Por el contrario, puedo asegurar a S. E. que, habiendo sido invitado a firmar cosas contra S. E., que fueron después enviadas a Roma, se negó con indignación. Pudo enterarse de que un colaborador de cierto periódico muy malo tenía preparada y pagada una serie de artículos contra S. E. y él se resolvió a admitir gratis a un hijo de ese desgraciado y entregarle una cantidad de dinero, a condición de que se le dieran aquellos escritos infames, y que nunca se publicaran. Se consiguió el intento. Solamente en el pasado octubre (1875), algunos, llevados por las voces de que don Bosco era contrario al Arzobispo, le presentaron una biografía indigna de S. E., ofreciéndole una vistosa cantidad de dinero para que la imprimiera. Don Bosco logró que le dejaran el manuscrito para examinarlo; pasaba de mil paginas y, cuando se enteró del contenido, redujo aquellos folios a pedacitos que arrojó al fuego. Este gesto tuvo graves consecuencias, cuyo peso todavía carga sobre don Bosco; pero él esta siempre contento cuando, aun a costa de cualquier sacrificio, puede conseguir la tutela del honor de su Arzobispo, a quien siempre ha amado y respetado. Me doy cuenta de que me he extendido demasiado. Perdone V. E. este desahogo de mi corazón con el que he querido asegurar que los Salesianos jamás han o nada en menoscabo de la estima y veneración de V. E.; ni cuando era sólo canónigo 261 Fin de Página 261 VOLUMEN XI Página: 262 en esta ciudad, ni cuando era Obispo en Saluzzo, ni cuando la divina Providencia dispuso que llegara a ser nuestro Arzobispo. Siempre será un honor para mí el poderme profesar, con la mayor gratitud, De V. E. Rvma. Su seguro servidor MIGUEL RUA, Pbro. Entre los manuscritos de Pío IX en Roma existe el original de las Observaciones expuestas con cinco apostillas de mano del Beato. 1.ª Al final del primer párrafo: «Dijo varias veces que le corresponde el examen sobre la vocación, cuando alguno quisiere entrar en la Congregación». 2.ª A final del segundo: «No tenemos ninguno de esos colegios». 3.ª Al final del primer período del tercer párrafo: «No concedemos la sotana sino a los que quieren formar parte de nuestra Congregación». 4.ª Al final del cuarto párrafo: «La Sagrada Congregación de Obispos y Regulares ha respondido ((306)) a esto asegurando que no puede impedir, etc. Sin embargo, no hemos tenido en nuestra Congregación, ni actualmente tenemos, ninguno expulsado del Seminario diocesano. 5.ª Después de «conversaciones», en el primer período del quinto párrafo: «Es extraño que nunca haya citado escritos ni palabras de esta índole». Por último: «N. B. Las apostillas fueron escritas por el sacerdote Juan Bosco, el 16 de enero de 1876». La conversación del 29 de diciembre es la que referimos en el capítulo XXII, y la reparación consistiría en la carta de don Miguel Rúa que allí se menciona. Nos falta hablar de los profesos sacerdotes. Mirando el catálogo se ve que los sacerdotes del Oratorio eran escasos. Si se piensa en el excesivo quehacer que allí había, queda uno admirado de que lo realizaran tan pocos. Nos explicamos así las quejas de don Juan Cagliero ante la gran escasez de personal. Asistimos a un ataque y defensa entre la vivacidad del futuro Cardenal y la calma inalterable del Hombre de Dios. El diálogo tuvo lugar, como de costumbre, después de la cena, el 4 de julio. Empezó Cagliero quejándose de que escaseaban los sacerdotes para realizar tanto trabajo. Don Bosco le respondió: -Consuélate. Si todo marcha bien, haremos ordenar once nuevos sacerdotes en menos de tres meses. -Bien, bien; me parecen demasiados, para ordenar a todos de una vez. Pero yo no soy nuevo en la Congregación. Todos los años se ordenan sacerdotes y cada año nos encontramos con más escasez. Se ordena un sacerdote y se aumenta el trabajo para todos. Se ordenan 262 Fin de Página 262 VOLUMEN XI Página: 263 dos en el Oratorio y usted manda a tres a otros colegios. Ahora, es verdad, se ordenarán once; pero, entre tanto, se abre una casa en América y un hospicio para comenzar la Obra de María Auxiliadora. Y después, de esos once, quién por un motivo, quién por otro, resulta que cuatro, seis y quizá ocho retardarán su ordenación, y buenas noches: nos quedamos tan a oscuras y más que antes. -No, no. Salvo que en Roma no nos concedan las extra tempus que he pedido; pero no hay que suponerlo, porque hasta ahora se nos ha concedido todo lo ((307)) pedido. Apenas lleguen las extra tempus, el primer domingo se ordenarán de menores, el segundo de subdiáconos, el tercero de diáconos y el cuarto de misa. -Y éstos ocuparán el puesto de otros; pero se necesitarán otros para ocupar los puestos de éstos. -íAh! Me temo que mientras exista el Oratorio siempre será lo mismo; un trabajo empuja a otro y el segundo es empujado por un tercero; y cuando uno no lleva dos trabajos entre manos, llevará tres, y así estaremos siempre alegres. -íBueno, bueno! Ahora el que tiene que pensar en ello, que lo piense; yo me voy a América y veremos si allá cambian las cosas un poco. Estaban presentes tres sacerdotes, que no se escandalizaban, ni mucho menos, por la franqueza de Cagliero, hija de su gran familiaridad con don Bosco. El irá a América, sí, pero no como un fugitivo. Los once ordenandos ya nos son conocidos. Pese a todas las contrariedades, el catálogo de 1876 nos da noticias de ocho sacerdotes, dos diáconos y un subdiácono. Mientras Dios nos conceda vida para llevar adelante estas Memorias Biográficas, procuraremos que no se nos pierda ninguna de las sabias directrices dadas por don Bosco a sus sacerdotes para el ejercicio del sagrado ministerio. íQué tesoro tan abundante tendríamos ante nosotros, de no habérsenos mostrado tan avaro el tiempo! Pero recojamos, mientras tanto, las migajas. Entre los poquísimos profesos entrados en la Congregación, ordenados ya sacerdotes, sobresalía singularmente don Luis Guanella. Siendo director del Oratorio de San Luis diole un día don Bosco estas normas prácticas para la predicación: -Si quieres agradar y hacer el bien cuando predicas a los muchachos, es preciso que pongas ejemplos, parábolas y comparaciones, pero lo más importante es que las expongas y desarrolles con todos sus detalles, hasta en las más nimias circunstancias. Entonces los muchachos se interesan y esperan con ansias el final del relato. 263 Fin de Página 263 VOLUMEN XI Página: 264 Otra norma para la predicación a los muchachos se la dio a don Santiago Costamagna el año 1875. Leámosla tal y como él mismo la expone siendo ya ((308)) Obispo 1: «Tenía yo que predicar los ejercicios espirituales en nuestros colegios de Turín, Varazze y algún otro sitio más. Me llamó don Bosco y me dijo: »-Insiste mucho en que eviten las conversaciones malas y en el daño que causan. Cuenta, si quieres, que don Bosco ha leído muchos libros, ha oído muchas pláticas y recuerda muy poco de todo ello; pero que no se ha olvidado jamás de una palabra mala que un mal compañero le dijo a la edad de siete años; el demonio se toma el feo encargo de hacérsela resonar en los oídos frecuentemente. Y eso que ya tiene sesenta años». Aquel mismo año, cuando estuvo en Sampierdarena para despedir a los misioneros, habló con don Pablo Albera sobre la dirección espiritual de los muchachos. Volvían juntos en coche, después de haber comido en Staglieno, en casa del señor Angel Borgo. Al encontrarse el Beato a solas con aquel director, después de un rato de silencio, exclamó: -íCuánto cuesta hacer el bien a las almas! Ahora que tengo sesenta años me doy cuenta de lo difícil que es confesar a los chicos. Y eso a pesar de las luces que creo ha recibido don Bosco. El Beato don Bosco, que lanzaba al desempeño de las ocupaciones a un personal dotado de muy buena voluntad, pero no tanto de buena preparación, persuadido de que el desempeño de las incumbencias despertaría y desarrollaría las aptitudes, cuando se trataba de lo referente al sagrado ministerio iba con pies de plomo y se mostraba mucho más exigente de cuanto nadie imaginaba. Un joven sacerdote, ordenado en agosto de 1875 y destinado al colegio de Valsálice, estaba dotado de excelentes dotes oratorias y predicaba mucho. Un día le preguntó a don Francisco Dalmazzo, su director: -Me dicen que fulano predica mucho. -Sí, don Bosco, respondió don Francisco Dalmazzo. -»Y predica bien? -Hace furores. ((309)) -»Y su predicación produce frutos de salvación? -No sabría decir; pero tiene muchísimos oyentes y todos quedan entusiasmados. -Yo pregunto si su predicación produce conversiones... 1 Carta a don Juan Bautista Lemoyne, desde Santiago de Chile, del 20 de diciembre de 1898. 264 Fin de Página 264 VOLUMEN XI Página: 265 -Eso no lo sé. Tiene mucha retórica, imaginación, bonita voz; quizá es un poco rebuscado... -Está bien; prohíbele que predique por algunos años. Tenía, además, con los sacerdotes oportunamente ciertos rasgos que robaban los corazones. Así un día de aquel mismo año le dijo a don Juan Bautista Lemoyne, director del colegio de Lanzo, abriendo el cajón del escritorio: -Toma, toma dinero. -No lo necesito. -Es para que no tengas que depender del prefecto, cuando lo necesites y para que seas libre en ciertos casos y sin control de nadie. Lemoyne besó su mano conmovido. -Don Julio Barberis le acompañó una noche a su cuarto. De camino le dijo paternalmente: -Tú serás siempre el gran amigo de don Bosco. -Así lo espero. -Serás el baculus senectutis meae (el báculo de mi vejez). -Si puedo ayudarle en algo, lo haré de mil amores. -Vosotros completaréis la obra que yo he comenzado; yo hago el croquis y vosotros le pondréis colores. -í Si no estropeamos lo que hace don Bosco! -íEso no! Mira: yo hago ahora el borrador de la Congregación y dejaré a los que vengan detrás de mí que lo pongan en limpio. Ahora tenemos el germen. Tú mismo te das cuenta de lo mucho que han mejorado las cosas desde que viniste al Oratorio, no sólo en lo material, sino en el orden y en la regularidad... ((310)) -»Qué representa en el mundo este nuestro Oratorio de Valdocco?, le dijo en otra ocasión y con estas palabras suyas cerraremos estos dos capítulos, que ya están resultando largos. »Qué es el Oratorio? Un átomo. Y, sin embargo, nos da tanto que hacer, y desde este rincón pensamos mandar gente a una y otra parte. íPoder de la mente humana! íBondad de Dios! íQué gran santidad la del hombre de Dios!, exclamaremos nosotros a nuestra vez. Don Carlos Ghivarello, Consejero del Capítulo Superior en aquel momento, hombre de pocas palabras, estudiosísimo de la mecánica y frío verificador no sólo de sus máquinas muertas, sino también de los hombres vivos -otro de los tipos singulares formados por don Bosco-, quiso a toda costa observar con minuciosidad al Beato Padre, para ver si conseguía sorprender en sus actos comunes y ordinarios, en sus palabras, en sus conferencias, algo menos conveniente. Y por 265 Fin de Página 265 VOLUMEN XI Página: 266 espacio de un mes entero estuvo espiando sus movimientos; pero, según declaró a don Luis Nai, después de la muerte del Siervo de Dios, no pudo encontrar nada, absolutamente nada que se pudiese llamar defecto. De tan gran virtud sacaba la pequeñez del Oratorio aquella fuerza y vigor, que impulsaba obras magnanimas, sostenía la constancia en el bien, y ensanchaba los corazones haciéndoles aspirar a la consecución de grandes y nobles empresas. Fin de Página 266 VOLUMEN XI Página: 267 ((311)) CAPITULO XII AUDIENCIAS, HOSPITALIDAD, VISITANTES SEGUIMOS el tema de la vida en el Oratorio, aun cuando no lo diga explícitamente en el título. Los que acudían en busca de audiencia, los huéspedes y los visitantes daban al Oratorio una nota pasajera de variedad dentro del ritmo ordinario de la regularidad cotidiana de la casa; ya que, aunque fuese don Bosco el centro de atracción, con todo, aquel ir y venir continuo de personas no dejaba de sentirse en la periferia, unas veces más y otras menos. Vamos a ver lo que hubo de nuevo, también en este aspecto, durante el año 1875. Quien lo desee, siempre puede leer en el tercer capítulo del séptimo volumen de estas Memorias Biográficas el heroísmo de virtud que don Bosco alcanzó, singularmente en sus últimos treinta años, con el ímprobo trabajo de las audiencias. La crónica del 26 de mayo de 1875 nos transmite el eco lejano de una conversación en la que se tocó también este tema. Estaba don Bosco sentado a la mesa, rodeado de invitados; pero no se encontraba bien. El cansancio, que le había producido la fiesta de María Auxiliadora, debilitaba todavía sus fuerzas; es posible que le faltase su acostumbrada soltura y quisiera dar una explicación de ello a los comensales. Se expresó así: «Lo que más me fatiga son las continuas audiencias. Todos quieren hablarme y hablarme largo tiempo; y el pobre don Bosco no puede más. Viene uno y me pide que le conceda media hora por lo menos para conversar conmigo. Llega otro y dice: »-Me quedaré en Turín hasta que logre hablarle con tranquilidad. »Yo le respondo: »-Ahora no puedo, vea cuánta gente espera. »Y el otro agrega: »-No ((312)) importa; me quedaré, esperaré y ya vendrá el momento. »En fin, por más que se diga o se haga, uno es sólo un hombre y no puede multiplicarse». Se le buscaba con afán por todas partes, con la esperanza de poder 267 Fin de Página 267 VOLUMEN XI Página: 268 acercarse a él. Esa especie de indiscreción, de la que nadie tiene escrúpulos en casos semejantes, causó un incidente la noche del 1.° de junio. Don Bosco había terminado tarde de confesar a los aprendices y tarde fue a cenar. Daban vueltas por el patio dos santas señoras de Bolonia, directoras de un hospital, que habían ido a Turín para la fiesta de María Auxiliadora y para hablar con don Bosco. Al oír que a aquella hora estaba en el refectorio, hacia allá que se fueron a encontrarlo las dos señoras. -»Ustedes aquí a esta hora?, exclamó don Bosco, apenas las vio aparecer. -Nos hemos animado a entrar con la intención de hablarle un momento. -»Pero no saben que a estas horas esto ya es clausura? -En realidad no lo sabíamos; y , si a usted no le gusta, nos retiramos, observó una de ellas. -Pero es que ha sido don Miguel Rúa quien nos ha acompañado, dijo la otra. -Bueno; no las echo fuera, pero piensen ustedes en la pena incurrenda (en que incurrirán) por violar la clausura. Había unas diez personas presentes, así que las dos señoras quedaron aún más mortificadas. No creemos que don Bosco pensara seriamente en amenazar con penas canónicas, pese a que el cronista hace este comentario: «No había brusquedad en sus palabras, pero no las acompañaba su sonrisa habitual». Hasta aquella noche nunca había puesto allí los pies una mujer durante la cena ni después de ella. Los que conocen la extremosa delicadeza de don Bosco, comprenden muy bien que aquello no podía acabar de otro modo. No nos apartamos del mes de junio. Los que vinieron aquel mes al Oratorio, vieron cómo la casa de don Bosco seguía siendo ((313)) siempre la casa de la hospitalidad. Don Bosco no sabía cerrar la puerta a nadie. Las dos señoras de Bolonia habían hecho el viaje acompañadas por el señor Lanzarini, que había hospedado en su casa de Bolonia a don Bosco, cuando volvía de Roma, y que entonces, a su vez, fue huésped del Oratorio durante más de un mes. Contemporáneamente se hospedaban en el Oratorio personas de distintas nacionalidades y religiones; un judío recién convertido al cristianismo, un católico inglés de unos veinticinco años, deseoso de aprender latín para ordenarse de sacerdote; un clérigo de la isla de Malta; un protestante sueco, joven todavía, que se preparaba para recibir el bautismo; un francés que había abandonado los deberes religiosos durante muchos años, y que, 268 Fin de Página 268 VOLUMEN XI Página: 269 habiéndose encontrado con don Bosco y habiéndose confesado con él, quería quedarse para siempre en el Oratorio. Allí estuvieron unos cuantos días tres sacerdotes forasteros: uno era siciliano; otro, canónigo en Alassio, que había ido a visitar a un muchacho enfermo, pariente suyo; y el tercero, un párroco que se quedó una temporadita. Pernoctaron allí diez sacerdotes, que iban en peregrinación a Paray-le-Monial. Se hospedó veinte días un sacerdote de Módena, que quería doctorarse en Teología. Y nadie se extrañaba de que hubiera tantos forasteros, porque el Oratorio ya había empezado a convertirse en un puerto de mar. Con el sacerdote de Módena tuvo don Bosco una conversación durante la comida. Esta conversación alcanzó fama entre escritores y publicistas. Se hablaba de la masonería, y dijo él: «Cavour, que fue uno de los jefes de la masonería en el Piamonte, consideraba a don Bosco como uno de sus amigos. Un día me dijo francamente, y sucedió lo mismo varias veces más, que no quería concederme más audiencias, si no iba a comer con él a su casa; y que, siempre que necesitara un favor, en su mesa hallaría un puesto para mí, y allí podríamos hablar con más comodidad. Una vez, que me presenté en su despacho para un asunto urgente, no me recibió en aquel momento, sino que me hizo esperar para que almorzase con él. Entonces me concedía cuanto le pedía». Añadió también que el año anterior el ministro Vigliani ((314)) parecía que fuera compañero suyo, dada la confianza que le dispensaba; y que así le trataba también Rattazzi. Alguna vez le acarreó alguna molestia su benignidad y facilidad para recibir huéspedes. Un sacerdote de la diócesis de Casale, don Teodoro Boverio, se hospedó en el Oratorio durante no sabemos cuánto tiempo. No había faltado a su deber de pedir a la autoridad diocesana licencia para celebrar allí la santa misa. Y habiéndose terminado el tiempo de la concesión, volvió a pedir el celebret a la Curia, para que le renovaran las licencias, de acuerdo con las ordenanzas sinodales; pero, debiendo ausentarse de Turín, no se preocupó de retirar el permiso. Y he aquí que don Bosco recibió una enérgica intimación del Ordinario, con una admonición por lo pasado y una amenaza para el porvenir, si lo mismo don Bosco que el sacerdote extradiocesano no se ponían en regla en el plazo de tres días. Don Bosco se las compuso como pudo para dar con el interesado; y concluyó enviando esta respetuosa carta: 269 Fin de Página 269 VOLUMEN XI Página: 270 Excelencia Rvma.: Después de haber conseguido las noticias pertinentes sobre el sacerdote Teodoro Boverio, cumplo con el deber de comunicarle cuanto sigue: Dicho sacerdote, Teodoro Boverio, vino a pasar una temporadita en esta casa, durante la cual celebró la santa misa en la iglesia de María Auxiliadora. Con motivo de su delicada salud marchó a Génova, para ponerse en cura, y allí se encuentra todavía en un hospital de San Pier d'Arena. Lo que comunico para norma de V. E., mientras, con la máxima veneración, me cabe el alto honor de profesarme, De V. E. Rvma. Turín, 13 de agosto de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Llegaban además al Oratorio ilustres personajes deseosos de conocer a don Bosco y observar su Obra de cerca. Hay memoria de visitas hechas aquel año por misioneros y obispos. En el mes de mayo visitó el Oratorio un misionero del Asia, cuyo nombre no lo ha conservado la crónica; ((315)) pero, en cambio, da la noticia de que entusiasmó a muchos para ir a las misiones, cuando contó que en una provincia, con ocho millones de habitantes, no había más que el Obispo y ocho sacerdotes, uno por cada millón de almas. En octubre estuvo el Arzobispo de Calcuta, el cual habló mucho rato con don Bosco e impartió la bendición con el Santísimo Sacramento. En noviembre llegó el Obispo de Acerenza, que quiso visitar clases y talleres, y manifestó al partir su admiración, por cuanto había contemplado. En julio, además del Obispo de Susa, siempre tan afectuoso con don Bosco, había estado en el Oratorio monseñor Parocchi, obispo de Pavía, que agradeció también el hospedaje recibido. Pero hemos de hablar un poco sobre esta última visita, que tuvo después su repercusión durante el proceso apostólico. El antiguo abogado fiscal de la Curia Arzobispal turinesa, el canónigo Colomiatti, el mismo que, a fuerza de amontonar cosas, enredó la marcha por la causa de don Bosco, depuso que en 1900 el Cardenal Vicario, Parocchi, le había dicho estas palabras: «Me acuerdo de que, siendo todavía Obispo de Pavía, fui a visitarlo y él (don Bosco) me preguntó si iba a aconsejarme con él. Esto me chocó, porque, si bien yo era másjoven que él, sin embargo era Obispo y tenía por tanto la plenitud del sacerdocio, y además me tocaba a mí decirlo y no él a mí». 270 Fin de Página 270 VOLUMEN XI Página: 271 Todo el que sepa cuán grande era la humildad de don Bosco y su elegancia en el hablar y tratar, no puede menos de sonreír el atribuirle un disparate tan garrafal. Una de dos: o el canónigo ha falseado las palabras del cardenal o el Obispo tomó una cosa por otra. Que el paladín de la antigua Curia, cuando juzgaba a don Bosco, viera todo del color de sus anteojos y también que procurase engañar, ha sido demostrado en demasía por el reverendo Cossu 1 y otros. Nosotros no condenamos las intenciones, pero lo dicho, dicho está, dirían muchos. Por lo demás, son cosas ((316)) que suelen ocurrir, cuando se quiere defender algo a ultranza; ya lo decía el poeta romano, poniendo sobre aviso a ciertos abogados: Causa patrocinio non bona peior erit 2. Si además no fuere así, lo sentimos por el obispo, pero debemos decir que su impresión le hizo entender al revés las palabras de don Bosco. El era respetuoso con personas de elevada posición que le daban confianza, sí, pero tomaba un aire bonachón y sencillo, que revelaba un espíritu sincero y opuesto a todo engaño. Si recibía la visita de un prelado, al que consideraba como amigo íntimo, lejos de engreírse, empleaba, según su costumbre, frases graciosas y confiadas, que ciertamente habría evitado, si con su habitual perspicacia hubiera descubierto en el interlocutor un sentimiento de su dignidad tan fácil a molestarse como para no tolerar que nadie bromeara en su presencia. Suponer que don Bosco fuera capaz de atreverse a aconsejar a un obispo es no conocer el abecé de su psicología. El 5 de julio fue una jornada para señalar con piedra blanca en la crónica de las visitas: fue una fecha memorable hasta por la forma dramática con que don Bosco quiso que se desarrollase el suceso. Durante la comida se presentó uno de los superiores en el refectorio de los muchachos. Hizo una señal al lector para que suspendiera la lectura. Y, con aire de misterio, les dijo: que cuando oyeran la señal de la campana, subieran al dormitorio, se pusieran el mejor traje, se lavaran bien, se peinaran, dieran lustre a los zapatos... porque... llegaba a visitarles un gran personaje. Que mostraran educación, tuvieran el sombrero en la mano y guardaran silencio a su debido tiempo. Que los músicos fueran, a las dos, para ensayar un himno de ocasión. Es de imaginar la curiosidad que el aviso despertó. Apenas salieron del comedor todos rodearon a sacerdotes y clérigos, acosándoles a 1 Positio super dubio: An adducta contra Ven. Servum Dei obstent, quominus in Causa procedi passit ad ulteriora (Situación sobre la duda: Que lo presentado contra el Ven. Siervo de Dios no obsta, para que se pueda seguir más adelante en la causa). 2 Ov., Trist., I, 1, 261: Una causa mala se hace peor, si se la defiende. 271 Fin de Página 271 VOLUMEN XI Página: 272 preguntas; pero unos y otros sabían tanto como ellos. Y entonces empezaron los tiros para adivinar. -Es el príncipe Amadeo... ((317)) -Será el príncipe Humberto... -No, debe ser don Carlos, que va a ver al Papa y pasa por aquí... -»Será el general Lizárraga 1, el que envió don Carlos a Roma y que pasa ahora por aquí de vuelta a España? Un clérigo oyó a los superiores del Capítulo murmurar la palabra «cardenal». -Ya está, dijo riendo: es un monseñor que trae a don Bosco el capelo cardenalicio... Entre tanto ensayaban los músicos un himno conocido y leyeron escrito en los papeles «viva José», en vez de «viva don Bosco». Era un dato más para orientarse. Poco después llegaba un tercer dato: el visitante venía de Roma. Empezaron entonces a repasar nombres de cardenales, para buscar uno que se llamase José. El misterioso señor tenía que llegar a las cuatro, y las cuatro ya estaban cerca. El programa de recepción era el siguiente: todos los alumnos en sus respectivas clases o talleres; la banda junto al portón de entrada; don Bosco en los pórticos del refectorio; visita a los talleres; mientras tanto bajarían los estudiantes, y se colocarían en círculo bajo los pórticos, donde se cantaría el himno, y la banda interpretaría diversas piezas escogidas. Sobre la marcha don Bosco modificaría algunos numeros. El secreto seguía siendo impenetrable. La única novedad era que se trataba de un insigne bienhechor. Y por fin, a las cuatro menos cuarto, se asomaron desde la portería, uno tras otro, cuatro señores. Uno de ellos era alto, entrado en años, fuerte y robusto. Parecía el gran esperado: vestía oscuro de color café y llevaba sombrero de copa. Los músicos aún no estaban en su puesto; pero don Antonio Sala, que se encontraba en la portería, conocía al visitante. Volaron a avisar a don Bosco y acompañaron a aquel señor con su séquito hasta su habitación. Pocos minutos después, don Bosco, pasando por la biblioteca, condujo 1 Antonio LIZARRAGA Y ESQUIROZ (1817-1877). General español que se sumó al bando carlista. Al iniciarse la segunda guerra carlista fue comandante general de Guipúzcoa y de Aragón y Cataluña; defendió Seo de Urgel contra Martínez Campos, que le hizo prisionero tras un cerco tenaz (1875). Un año después acompañó a don Carlos al exilio y murió en Roma (1877). (N. del T.) 272 Fin de Página 272 VOLUMEN XI Página: 273 a los señores a visitar un dormitorio y el salón de estudio; dieron una mirada al jardín de detrás de la casa y descendieron a los pórticos, donde los músicos empezaron a tocar sus instrumentos. Después de oír una pieza visitaron todos los talleres. ((318)) Don Bosco, antes de que llegara el forastero, había prevenido a todos los que habían estado en Roma, y le conocían, para que estuvieran callados, no dijeran nada, ni dieran muestras especiales de respeto; pero el incógnico corrió peligro de ser descubierto, porque, en la librería, don Joaquín Berto ofreció al desconocido la partitura de una misa dedicada por don Juan Cagliero al cardenal José Berardi, y uno del séquito parece que le dijo: -Oh, está dedicada a usted. Dos aprendices de la librería lo oyeron y divulgaron la sospecha. Y dos muchachos de la imprenta, que eran romanos, apenas le vieron exclamaron con admiración: -íSi es el Cardenal Berardi! Cuando reaparecieron bajo los pórticos ya estaban colocados los estudiantes en doble fila y, entre una salva de aplausos, entonaron el himno. Sentóse el visitante con los otros tres. Sonaron los cantos y las piezas de música durante una media hora. En los intervalos don Bosco dirigía unas palabras a su huésped, dando explicaciones sobre los jóvenes y concertando el modo de visitar deprisa la ciudad. Al terminar la recepción, levantóse el visitante, quitóse el sombrero, hizo un amable saludo a los muchachos y se dirigió a la portería. El respeto y la veneración que mostraba a don Bosco llenó a todos de admiración y de complacencia. Quiso que fuera a su derecha; y, ante su intento de colocarse a la izquierda, le dijo: -En esto mando yo; siga a mi derecha. A la salida, subió él primero al carruaje y, al advertir que don Bosco daba la vuelta hacia atrás para subir por la otra portezuela y ponerse a su izquierda, le hizo volver de nuevo y entrar por la misma que había subido él y sentarse a su derecha. Don Bosco hubiera preferido permanecer descubierto; pero tuvo que cubrirse. Todos los muchachos rodeaban la carroza y aplaudían. Allí sorprendieron a don Juan Cagliero y a don Joaquín Berto que le besaban la mano, mientras él les bendecía. Entonces casi se confirmó la sospecha de muchos. Nosotros prescindimos del «casi». Se puso en marcha la carroza y, a poca velocidad, hizo un largo recorrido por la ciudad, según el itinerario trazado por don Bosco, que mostró y explicó a Su Eminencia los monumentos más importantes. ((319)) La meta fue Valsálice. 273 Fin de Página 273 VOLUMEN XI Página: 274 Agradó extraordinariamente al Cardenal aquel lugar, el edificio y la recepción de los alumnos. Y dijo a don Bosco: -Se nota que es un colegio señorial, bien organizado, y de acuerdo con la condición de los alumnos. En Valdocco se veía limpieza, orden, pero no riqueza, ni elegancia; también allí estaba todo de acuerdo con la condición de los alumnos. Si el ambiente de aquí fuera menos señorial, difícilmente se decidirían las familias a confiaros sus hijos; y si allá hubiera más, no se vería una casa de beneficencia. Todo, todo está muy adecuado. Bajó de Valsálice, entró en Turín por el puente de hierro sobre el Po y don Bosco le indicó el lugar donde se levantaría la iglesia de San Juan Evangelista y le narró la serie de peripecias que originó la adquisición del terreno. Hacia las ocho se apeó el Cardenal en el Hotel d'Europe y siguió don Bosco hasta el Oratorio, donde algunos sacerdotes le esperaban, ansiosos por saber cómo había pasado la tarde. Don Bosco les contentó durante la cena. El Cardenal se encontraba en Turín desde el día anterior, pero nadie lo sabía. Don Bosco, que fue a visitarle, le había acompañado a ver el Cementerio. Al describir a sus sacerdotes aquella visita, les dijo: -Después de ver muchos monumentos, admirar los mármoles, los trabajos, la limpieza, los paseos de cipreses, le conté para distraerlo la historia de la señora Griffa, que vosotros ya sabéis. -No, no la sabemos, exclamaron los sacerdotes. -Aún no hace muchos años la señora Griffa estaba gravemente enferma. Su marido, médico famoso de la corte, la exhortaba a resignarse al gran paso. Pero ella no podía quitarse la pena de tener que morir. Preguntáronle qué era lo que más le inquietaba y respondió al marido: «No es el morir lo que más me aflige, bien lo sabe Dios; no, no es el morir. Lo que me angustia es pensar que me quedaré en el cementerio, a la intemperie, sin que nadie me pueda defender del sol, de la lluvia y de la nieve. íSi al menos me pusieran un paraguas sobre la tumba!... Pero ni siquiera esto ((320)) se me concederá». -Si no es más que eso, le prometió el marido, yo haré poner sobre tu tumba un gran paraguas de hierro, que te defienda de la intemperie. -«Si es así, muero contenta», dijo la mujer. Murió y el marido cumplió su promesa. Y yo acompañé a Su Eminencia a ver el famoso paraguas, que todavía está en su sitio. Y mientras don Bosco entretenía de esta forma a los sacerdotes, don Miguel Rúa decía a los muchachos después de las oraciones: -Todos vosotros, queridos jóvenes, deseáis saber quién es el personaje que hoy nos ha visitado. Uno pregunta si es el Papa, otros si es 274 Fin de Página 274 VOLUMEN XI Página: 275 el cardenal Berardi, y algunos si es don Carlos. Voy a deciros en pocas palabras quién es. Es un personaje que quiere mucho a don Bosco y al Oratorio; pero desea conservar el incógnito, esto es, no quiere que se sepa quién es. Ya vendrá el tiempo en que lo sabréis. Estas palabras hicieron que se formaran nuevas cábalas; pero los más estaban persuadidos de que era el cardenal Berardi. Su Eminencia pasó aún otro día en Turín. Había ido solamente para hablar con don Bosco, mantuvo el más riguroso incógnito, rehusando recibir o hacer visitas; ni siquiera vio al Arzobispo. Por lo demás, intercambió muy pocas palabras con el denodado periodista católico, el teólogo Margotti, director de la Unità Cattolica. Los tres días celebró la misa en la catedral. Su imponente aspecto y la gravedad del porte con que pidió celebrar, cortó la palabra a quien intentaba cumplir las formalidades ordinarias, y, sin más, le entregó una sotana. Dos de los que acompañaban al Cardenal eran sus sobrinos, y el más joven y también más desenvuelto, era precisamente el que había sanado prodigiosamente en el 1869 después de recibir la bendición de don Bosco. El Beato acompañó al Cardenal toda la mañana. Le condujo a la armería real, al jardín botánico, a los jardines reales con la casa de fieras. Llevóle a la capilla de la Sábana Santa, junto al palacio real, y a la biblioteca de la Universidad, en donde el célebre orientalista profesor Gorresio, ((321)) que tenía mucha amistad con don Bosco, enseñó al eminente visitante lo mejor que allí había en miniaturas y códices. Don Bosco volvió a casa para la comida, y, por la tarde, fue de nuevo para saludarle y despedirse. El Cardenal manifestó su alegría y satisfacción por haber visitado Turín y le dijo a él en particular: -Ahora escribiré a Su Santidad y, en llegando a Roma, ya sabré yo hablar respecto a usted. En las «buenas noches» habló así don Bosco a todos los muchachos: El personaje, que ayer tuvo la bondad de visitarnos, se ha ido y no es el caso de que yo mantenga el secreto. Algunos de vosotros ya saben que era Su Eminencia el Cardenal Berardi, persona muy benemérita del Oratorio y que trabajó muchísimo en Roma por nosotros. Me ha encargado que os saludara en su nombre y os dijera que ha quedado muy satisfecho de todos. Hubiera querido hablaros antes de marchar, pero se habría visto en la precisión de decir quién era y, como esto no lo quería de ninguna manera, me dejó a mí el encargo de saludaros. Me dijo que cuando llegue a Roma quiere hablar mucho de vosotros con el Padre Santo. Por de pronto escribirá una carta a Pío IX, contándole la gran recepción que le habéis tributado, ya que no 275 Fin de Página 275 VOLUMEN XI Página: 276 va directamente a Roma; pero cuando vaya, será nuestro buen embajador ante el Padre Santo. Y todavía añadió, que cuando necesitáramos algo de él, acudiéramos con toda confianza, lo mismo para cosas relacionadas con cualquier alumno en particular, que para las cosas generales de la Congregación; que él procuraría atendernos. íYa veis cuánta cortesía en un personaje tan eminente! íVenir a Turín precisamente para ver a don Bosco y el Oratorio, del que ya había oído hablar tanto, y no querer darse a conocer a nadie más, ni admitir más compañía que la de don Bosco! Al partir agradeció también las oraciones que habéis hecho por él y me encargó que os animara a seguir rezando, no sólo por él, sino también por todas las necesidades de la Iglesia, especialmente en estos días. El, a su vez, no dejará de acordarse de nosotros y de recomendarnos al Señor, para que un día podamos celebrar de nuevo todos juntos una fiesta en el paraíso. Buenas noches. Dos días después, al dar las «buenas noches» sólo para los aprendices, volvió a hablar de la visita del Cardenal, en apariencia para decirles ((322)) algo que se refería a ellos más directamente, pero en realidad con la idea de tomar pie para imprimir en sus mentes un pensamiento santo y saludable. Ya no es el caso de que os diga quién era el personaje que nos visitó anteayer. Sabéis que es Su Eminencia el Cardenal Berardi. El quedó muy satisfecho de haber oído vuestros cantos y las piezas de la banda, y de haber visitado los talleres; me encargó os lo agradeciera en su nombre. Ya veis cuánta bondad la suya. Ha venido expresamente de Génova a Turín, sólo para ver a don Bosco y el Oratorio. Le acompañé a visitar lo más notable de la ciudad, de lo que se mostró muy complacido. Entre otros sitios visitamos el Cementerio y admiró el orden, los trabajos, los monumentos, los mármoles... íPero cuántos recuerdos suscita en un cristiano el Campo Santo! íAllí juntos pobres y ricos, jóvenes y viejos, sabios e ignorantes! Es la ciudad de todos. íLa muerte es inexorable! Todos nos hemos de someter a la guadaña de esa feísima. »No pensáis en ello, queridos jóvenes? Que este recuerdo nos sea familiar; pensemos mucho en el terrible momento de la muerte, y tened bien presente que el que quiera pasar bien aquel último instante en este mundo, ha de decidirse a vivir bien. Hay un proverbio latino, que vosotros entendéis perfectamente y que dice: Qualis vita, finis ita, como es la vida, así es la muerte. íSi la muerte nos avisara antes de presentarse! Pero no; generalmente llega de improviso y de repente; y, si no estamos preparados para morir bien, »qué será de nosotros? íCuántos yacen ahora en el camposanto, que deseaban convertirse, que pensaban ser buenos más adelante y, entre tanto, llegó la muerte y ya no les dio tiempo! »Sabéis qué es lo que más estimula a la muerte a lanzarse furiosa contra nosotros? Nos lo dice la Sagrada Escritura. Observad un caballo cuando va por el camino. Si va despacito y el jinete tiene prisa, »qué hace éste? Espolea al caballo y arranca veloz como el viento. La espuela que pica a la muerte para que salte con furia sobre nosotros es el pecado: Stimulus autem mortis peccatum est. »Queréis que os venga pronto la muerte? Entre unas y otras «buenas noches» don Bosco habló también sobre la importancia de tal visita en la conferencia que dio a los 276 Fin de Página 276 VOLUMEN XI Página: 277 clérigos, sobre las vacaciones, como ya hemos visto. Todo, pues, nos autoriza para opinar que este encuentro fue buscado por serios motivos, aunque hasta ahora no tenemos documentos seguros que nos precisen su alcance. Una visita, que bien podemos calificar de histórica, es la que recibió el Siervo de Dios el día de la Asunción. Durante la ((323)) novena, predicaban los ejercicios espiritiales al clero de Casale Monferrato, monseñor Andrés Scotton y el canónigo José Sarto. El obispo de la diócesis, monseñor Ferré, animó a los dos predicadores a que pasaran por Turín y visitaran a don Bosco. Se presentaron en el Oratorio por la mañana, y don Bosco los invitó a comer. Se celebraba aquel día una pequeña fiesta para conmemorar el cumpleaños del Beato. Era aquella la primera vez que se celebraba, ya que hasta entonces siempre había creído él que había nacido el 15 de agosto. El error común quedó corregido, después de su muerte, con la partida de nacimiento. Cuando terminó la parca comida salieron del refectorio; el canónigo se despidió bonitamente del Siervo de Dios y, para decirlo llanamente, arrastró tras de sí al compañero a refocilarse en una fonda de la ciudad. Siendo ya Papa, recordaba con admiración lo mortificada que le había parecido la mesa de don Bosco. Recordaba también Pío X un ejemplo de la docilidad con que los muchachos del Oratorio respondían a una palabra de don Bosco, y cumplían sus órdenes. -»Quiere ver cómo obedecen estos muchachos?, le dijo el Beato. Y llamó a uno, le dio una botella y le dijo: -Ahora, abre la mano. El muchacho la abrió instantáneamente y la botella cayó al suelo. Rióse el canónigo y rieron los que presenciaban el hecho; pero el muchacho miraba tranquilamente a don Bosco esperando una orden suya. 277 Fin de Página 277 VOLUMEN XI Página: 278 ((324)) CAPITULO XIII DE ACA PARA ALLA, POR LOS COLEGIOS TAMBIEN nosotros vamos a ir de acá para allá, de uno a otro colegio, acompañando a don Bosco y aun sin él. En ellos acopiaremos noticias con las que enriquecer su biografía, por poco que sea. Don Bosco mantenía continua correspondencia epistolar con ellos, estaba informado de todos los pormenores y lo dirigía todo de forma que se mantuviera la unidad de espíritu. Los visitaba dos veces al año por lo menos. Le esperaban en ellos con verdaderas ansias. Allí confesaba a los muchachos que acudían con fervor a manifestarle el interior de sus almas; escuchaba uno a uno y separadamente, a todos los salesianos; daba todos los días las «buenas noches» a la comunidad; celebraba conferencias especiales con los salesianos reunidos. Y cuando se marchaba, dejaba tras sí una aureola de gran serenidad y paz. El 1875 iba a ser un año de guerra contra los colegios salesianos de Liguria. El director, don Juan Bautista Francesia, había sido prevenido por el honorable Boselli, que le escribió: «La tempestad se cierne ahora sobre Varazze, pero también se desencadenará sobre Alassio». Parece que al fin no se quisiera perdonar ni a Sampierdarena. Pero el hombre propone y Dios dispone. La primera escaramuza partió del Gobierno Civil de Génova. El gobernador Colucci no aprobó las escuelas técnicas tal y como estaban organizadas en el colegio de Varazze; tampoco aceptó para la docencia a los maestros que la autoridad escolástica reconocía como idóneos desde hacía cinco años. El director ((325)) informó enseguida de ello al diputado Boselli, el cual le respondió prometiendo apoyarle. A más de la actuación del diputado, desde lejos, fue muy útil la próxima intervención de otro hábil señor. El gobernador Colucci, resuelto a no volverse atrás, contaba entre sus confidentes con el abogado Maurizio, gloria del foro genovés, amigo de Garibaldi y muy amigo de don Bosco. El gobernador le necesitaba mucho, especialmente al principio de su administración: no hubiera podido encontrar en Génova un consejero más experto que él, y además, la amistad con un liberal, tan bienquisto 278 Fin de Página 278 VOLUMEN XI Página: 279 por el Gobierno y de tanto mérito personal, le conciliaba crédito. Pero cuando éste conoció sus intenciones, le dijo de modo terminante: -Señor Gobernador, hágase amigo de don Bosco si quiere triunfar; de lo contrario, don Bosco le hundirá. Faltóle tiempo al marqués de Invrea para comunicar estas palabras al propio don Juan Bautista Francesia. Pero el gobernador no hizo caso de aquel aviso. Contra la costumbre de sus predecesores, iba a visitar e inspeccionar personalmente los municipios, embolsándose las treinta liras diarias de las dietas. Un día se recibió en Varazze el aviso oficial de su llegada para la inspección del municipio y del colegio. Era precisamente el día de la Natividad de san Juan Bautista, por lo que tocó a don Juan Bautista Francesia quedarse a la espera del gobernador, no pudiendo asistir a la fiesta de don Bosco en Turín. Llegó a las cuatro de la tarde, presentóse al alcalde, dio una ojeada a los libros de la Administración municipal y, al ver algunas cantidades destinadas al pago de misas, fiestas religiosas e iluminación en honor de los Santos Patronos, dijo al alcalde, al estilo del tiempo, y con su punta de sarcasmo: -Hay otros Santos en el paraíso, por los que se debe gastar el dinero. El Alcalde, que era un rico señor, respondióle fríamente: -Nuestras fiestas las pagamos con nuestro dinero. Aquella tarde regresó Colucci a Génova, tan decidido a volver dos días más tarde a Varazze para visitar el colegio y las escuelas, que dejó para entonces la firma del alcalde ((326)) para la entrega de su dieta. Pero Varazze no volvió a verle. Al llegar a su despacho se encontró con la horma de su zapato, pues allí le esperaba una orden ministerial, con su inmediato traslado a Catania. Más tarde fue relevado de su cargo y nombrado senador; pero sufrió una desgracia mayor: el Senado no aprobó el nombramiento y lo expulsó de su seno. Quizá fue aquél el primer caso de una expulsión semejante. Es forzoso, sin embargo, decir, en honor de la verdad, que en Catania echó mucha agua en su vino anticlerical, pues es innegable que favoreció de todos modos la apertura del primer colegio de don Bosco en Sicilia, en la ciudad de Randazzo. Pero, aun después de su partida, se apreciaba en el Gobierno Civil de Génova cierta velada hostilidad contra las instituciones de don Bosco, la cual desapareció con la intervención de Garibaldi. Cuando éste llegó a Génova y se dio cuenta de aquella animadversión, quiso saber el motivo, y después exclamó: 279 Fin de Página 279 VOLUMEN XI Página: 280 -Dejad tranquilo a don Bosco; es un cura que hace el bien. Extrañó a las gentes del Gobierno que don Bosco tuviera tal defensor. Comunicó la noticia del hecho una persona, que en aquel momento no dejaba a sol ni a sombra al General. Y pues nos encontramos en la Liguria, añadiremos que el mismo Garibaldi, veraneando en Villa Gótica, en las playas de Alassio, habló bondadosamente con un alumno de aquel Colegio, que le presentó doña Francisca 1. Esta había sido nodriza, aya, o algo así, de aquel muchacho; le vio pasar con un grupo, le reconoció y le hizo llamar a su casa. Garibaldi le recibió bien y le dijo: -Entonces, »tú estás en el colegio de don Bosco? -Sí, señor. -»Y te quieres hacer sacerdote? -Aún no sé qué voy a ser. -»Se habla mal de mí en el colegio? -Yo no he oído nunca a nadie hablar mal de usted. ((327)) -Vete, pues, con tus compañeros, estudia y sé obediente a tus superiores. La simpatía de Garibaldi por don Bosco no parece que fuera algo pasajero. Cuando fue recibido triunfalmente en Milán el año 1880, alguien le preguntó por qué no iba a Turín. Y él le respondió llanamente: -A Turín no iré. -»Y por qué? -Porque allí está don Bosco. En otra ocasión dijo: -Este sí que es un cura valiente, un verdadero sacerdote de Dios, amante de la humanidad. Hace el bien a la juventud, y es el único en Italia. íEra demasiado! Aquellas palabras herían a muchísimos estupendos sacerdotes, que se sacrificaban en Italia en favor del prójimo. De todos modos es digno de tomarse en cuenta que, una vez al menos, el implacable enemigo de los sacerdotes, supiera hablar bien de uno que era sacerdote de verdad en todo el sentido de la palabra. En una de las primeras visitas que don Bosco hizo al Colegio de Varazze, a principios del mes de junio, cazó una vocación. Hay un 1 Así se llamaba sencillamente a la señora Francisca Armónico, la última mujer que convivió con José Garibaldi. Fin de Página 280 VOLUMEN XI Página: 281 documento que refiere al episodio con todos sus pormenores, y que ciertamente agradará a los lectores conocer en pocas palabras. Era Francisco Ghigliotto, alumno externo del quinto curso de bachillerato. Había leído en 1869 unas vidas de santos y pidió al Señor que le concediera encontrarse con algún santo para poderlo seguir. Y, seis años después, oía el Señor su petición. Llegó don Bosco a Varazze. El padre Tomatis, profesor del quinto curso, avisó a sus alumnos que, si alguno quería hablar con él y pedirle un consejo, se presentase. Salieron varios de la clase y, entre ellos, Ghigliotto. Pero éste no se atrevía a presentarse porque todavía no lo conocía. Un compañero, al verlo titubear, lo empujó hacia dentro y cerró la puerta tras él. Ghigliotto, medio atontolinado, se encontró ante don Bosco, sin atreverse a abrir la boca. -Bien, y »qué quieres?, preguntóle don Bosco. ((328)) -Pues... soy del quinto curso. He venido para pedirle un consejo. -íBueno! Tú te entregas a mí y yo te entrego al Señor. Ghigliotto se desconcertó con aquellas palabras. Entonces don Bosco invitóle a sentarse en el sofá junto a él y, tomando una libretita, le preguntó: -»Cómo te llamas? Ghigliotto se asustó todavía más y palideció. »Qué misterio se escondía allí? Don Bosco, sonriendo, le dijo: -No tengas miedo, dime cómo te llamas. Se lo dijo. Don Bosco lo apuntó en la libretita y añadió: -Mira, de aquí a dos meses escríbeme una carta a Turín y ven a pasar ocho días conmigo en el Oratorio. Si te gusta quedarte, te quedas, y si no, te vuelves a tu casa. De todas formas, haz como quieras; si no quieres escribirme, no me escribas, y aquí no ha pasado nada. Durante los dos meses que faltaban para adquirir el grado de bachiller, Ghigliotto tenía siempre presente la carta que debía escribir a don Bosco. En efecto, la escribió y después pidió a sus padres que le dejaran ir a pasar ocho días en Turín. Fue y no volvió. Transcurrió un par de meses y el padre, harto ya de insistir por carta, le amenazó con acudir al gobernador de la provincia y hacerlo volver conducido por los guardias. El muchacho vestía ya sotana y el padre aún no sabía nada. Pero sí la madre, a quien el muchacho había comunicado todo antes de su partida. La piadosa señora, después de llorar un poco, le había dicho: 281 Fin de Página 281 VOLUMEN XI Página: 282 -Ya sabes cómo es tu padre. No le inquietes. No digas nada a nadie. Piensa sólo en hacer la voluntad de Dios. Cuando Ghigliotto recibió la amenazadora carta se la presentó a don Bosco en el refectorio, le manifestó sus temores y pidió le indicara qué debía hacer o responder. Y don Bosco le dijo: -Mira, respóndeles así: «Queridísimos padres, quien está bien no se mueve. Yo estoy bien aquí, los superiores me quieren y puedo estudiar; dejadme, pues, seguir». Y añade después todo lo que quieras. Así lo hizo; durante seis meses no recibió respuesta y siguió tranquilo. ((329)) Al final del curso le llamaron de casa por la muerte del abuelo. Renacieron sus temores. Don Bosco le dijo: -Mira, está tranquilo. Oiles que don Bosco no quiere perjudicar a ninguna familia; al contrario, quiere hacerles todo el bien que pueda; y que, si la familia te necesita, él está dispuesto a mandarte a casa. El clérigo fue a su pueblo, oyó las dificultades; les hizo ver cómo por el momento no tenían necesidad de él y que dejaran actuar al Señor para el porvenir. Informó a los padres de los deseos de don Bosco y se resignaron. Y dijo al párroco de Varazze, que había intentado persuadirlo para que entrara en el Seminario: -Antes que hacerme sacerdote secular, prefiero ser comerciante. No siento ninguna inclinación para eso. La buena madre exclamaba, a punto de morir: -Haced lo que os parezca para mis funerales y misas; yo estoy contenta de tener un hijo sacerdote, que pedirá por mí. Don Francisco Ghigliotto no pudo nunca apartar de su mente la idea de que don Bosco estuvo iluminado por el Cielo en el asunto de su vocacion. De nuevo fue don Bosco al colegio de Varazze. Dio una escapada por allí inmediatamente después del embarque de los misioneros. Tenemos tres cartas escritas desde allí en el mismo día. Son cartas que responden a tres aspectos de su multiforme espíritu, ya que en ellas se descubre al hombre de negocios, al hombre de la cortesía y al hombre del agradecimiento. De la primera podemos muy bien decir que cada renglón es un asunto. En resumidas cuentas, el movimiento en marcha. Los «Marianos» son los Hijos de María, que quedaban en el Oratorio. «Nuestras auxiliadoras» son las Hijas de María Auxiliadora, y ya se verá cuáles eran los trabajos que más adelante debían realizar. 282 Fin de Página 282 VOLUMEN XI Página: 283 Muy querido Rúa: Aún no he recibido ninguna carta de casa, desde mi partida. Necesitaría tenerlas, especialmente si proceden de Roma. Para tu norma, mañana 19 voy a Albenga, y pasaré la noche en Alassio. El 20 por la mañana saldré para Niza, adonde ((330)) puedes enviarme las cartas durante seis días. Después, o mejor, para el día 26, a Ventimiglia. Del 27 al 30 estaré de nuevo en Alassio, luego en Sampierdarena o donde te diga. Te adjunto una lista (de clérigos) que parece se han de preparar para las ordenaciones. Hay que pensar en los Marianos, y estudiar la manera, aun a costa de algún sacrificio, de eximirlos del trabajo y dedicarlos totalmente al estudio. Promueve los trabajos para nuestras auxiliadoras. »Hay dificultad para las Ordenaciones con el Arzobispo de Turín? »Se ha efectuado el préstamo de Chieri? Pregunta a don Nicolás Cibrario si iría con gusto solamente para abrir la casa de Bordighera donde es menester un sacerdote sic. La admisión de los Hijos de María se ha fijado para el día 9 del próximo diciembre en Sampierdarena. »Será conveniente enviar allí a los que no tienen ninguna incumbencia en la casa de Turín? Que Dios nos bendiga a todos et valedic (y adiós). Varazze, 18-11-1875 Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. La segunda carta está dirigida al conde Eugenio de Maistre, en Borgo Cornalese. En breve hablaremos de los misioneros, de Niza y de Bordighera. Muy querido señor conde Eugenio: No he podido estar presente este año para la fiesta de san Eugenio, pero de ningún modo me olvidé de rezar en ese día por usted y por toda su familia, como lo hacemos a diario en las oraciones comunitarias de nuestras casas. Los preparativos para nuestros misioneros me han ocupado por todas partes.Además de lo que ya sabrá por los periódicos, le comunico que los he acompañado hasta el barco «Savoia», en donde los dejé bien instalados para dormir y comer. Tenían un altar a su disposición y hasta un magnífico piano. Don Juan Cagliero se puso a tocarlo y sus compañeros entonaron la canción «Load a María». Esto despertó la curiosidad y todo el mundo empezó a repetir y responder con otras estrofas. Había casi setecientos viajeros; todos acudieron llenos de curiosidad, pero con silencio y respeto. Entonces don Juan Cagliero dirigió la palabra a la multitud y explicó que habían consagrado a la Virgen su viaje y su misión en América. Y, sabedor de que entre los muchos sudamericanos había algunos franceses, después de ((331)) Fin de Página 283 VOLUMEN XI Página: 284 haber hablado en español, contó un ejemplo en francés. Cuando acabó de hablar, algunos preguntaron si podían confesarse y enseguida se organizó lo necesario para ello. Querido señor Eugenio, he palpado con los hechos que nuestra sacrosanta Religión, predicada con claridad y franqueza, es respetada y bien recibida hasta por los que no son creyentes. Nuestros misioneros zarparon el domingo, a las dos de la tarde. El lunes escribieron desde Marsella, contando su buen viaje, y que ninguno había sufrido nada. Ayer salieron de Barcelona y, Dios mediante, celebrarán en Buenos Aires la fiesta de la Inmaculada. Yo sigo mi viaje por la costa hacia Niza, con tres sacerdotes de los nuestros para abrir una casa en aquella ciudad y otra en Bordighera, entre los protestantes, que están haciendo allí mucho daño. Preparamos otra expedición de once misioneros, que en la próxima primavera irán a ayudar a los primeros. Para octubre del 1876 saldrán también 30 religiosas de las nuestras, pedidas por el gobierno argentino. Hubiera deseado escribir a la señora Duquesa, mas, por no cansarla con mi difícil letra, ruego a usted le comunique nuestras noticias y también, por favor, al reverendo Chiatellino. Mis humildes saludos para todos. Que Dios les guarde en su santa gracia. Créame en Jesucristo. Varazze, 18-11-1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. La tercera, dirigida al reverendo Chiatellino, maestro en Borgo Cornalese, hay que relacionarla con otra del mes de junio en la que don Bosco le animaba con graciosas palabras a buscarle limosnas para los misioneros. Será bueno que la insertemos aquí. Muy apreciado don Chiatellino: He estado visitando las casas de Liguria y no sé nada de Borgo. Tenga, pues, la bondad de decirme si la señora Duquesa está todavía en Borgo, o si ya salió para los baños, como acostumbraba en años pasados. Desearía hacer una escapada hasta ahí. Y además, querido don Chiatellino, »por qué nos ha abandonado de este modo? Usted responderá: -Para hacer un buen fajo de billetes y llevárselos a don Bosco. -Muy bien. Venga, pues, que llegan muy oportunamente. Que Dios nos bendiga a todos. Ruegue por este pobrecillo, que siempre será en Jesucristo Turín, 30-6-1875. Su afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. Fin de Página 284 VOLUMEN XI Página: 285 ((332)) El buen sacerdote no recibió con indiferencia la invitación: he aquí cómo don Bosco le daba las gracias desde Varazze. Muy querido don Chiatellino: A su debido tiempo recibí la limosna que me envió para nuestros misioneros: Encargué al conde Eugenio comunicara mis noticias a usted y a la señora Duquesa. Todo marcha bien y las noticias recibidas hasta el presente son buenas. Dé las gracias a todos los que han contribuido y asegúreles que los misioneros y todas nuestras casas no dejarán de invocar cada día las bendiciones del cielo sobre ellos y sobre sus familias. Amén Varazze, 18-11-1875. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. El asilo de Sampierdarena, en Liguria, se desenvolvía en medio de dificultades económicas, que no podían salvarse más que acudiendo a la caridad. Don Bosco, que tomaba muy a pecho que aquella obra de beneficencia ampliara cuanto fuera posible la esfera de sus actividades, lanzó ardorosas llamadas a cuantos esperaba que podrían ayudarle. Así escribió al Director General de Ferrocarriles esta súplica, que se aparta del formalismo acostumbrado en este género, pues está escrita a la buena y diríase que con el corazón en la mano. Ilmo. Señor Director General: Con el fin de atender a tantos muchachos pobres como piden cada día ser admitidos en el hospicio de San Vicente, que hace tres años se abrió en Sampierdarena, bajo la dirección del sacerdote Pablo Albera, se han empezado unas obras de ampliación para que pueda atender a unos doscientos cincuenta alumnos. Los trabajos adelantan y ahora se necesita transportar cerca de setenta toneladas de piedra labrada, desde la estación de Gozzano a la de Sampierdarena. Para este transporte acudo a V. S. Ilustrísima rogándole se digne conceder el transporte gratuito o al menos con la mayor reducción que en su caridad juzgue oportuno, por tratarse de una empresa que se realiza gracias a la beneficencia privada. No pretendo vanagloriarme de ningún mérito ante esa benemérita dirección; quiero solamente manifestar que la iglesia aneja a este instituto resulta ((333)) de gran comodidad para el personal y las familias de los empleados de la estación, que se encuentra muy cercana. De mayor provecho aún resulta para sus hijos, que van allí a la escuela, algunos de los cuales han sido internados y son mantenidos en dicho hospicio. Quizá pueda facilitar la concesión del favor, el recordar que los vagones de retorno desde aquella estación a Génova ordinariamente no llevan carga de ningún género. Estos muchachos, juntamente con el que firma la presente, no dejarán de invocar todos los días las bendiciones del Cielo sobre usted, benemérito señor Director, y Fin de Página 285 VOLUMEN XI Página: 286 sobre todos los que forman parte de la administración y dirección de los ferrocarriles del norte de Italia. Con gratitud me profeso, De V. S. Ilma. Turín, 22 de abril de 1875. Su atento y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. No hemos encontrado documentos para informarnos del resultado. Tenemos, en cambio, pruebas de que no se mostró sordo el Papa. Entre los papeles de don Bosco existe en primer lugar este trozo de borrador. Beatísimo Padre: Hace ya tres años que se compró en Sampierdarena, ciudad de la diócesis de Génova, de acuerdo con el Arzobispo, una iglesia con el edificio anejo, para impedir que se dedicaran a usos profanos. Se abrió allí un hospicio para niños pobres y abandonados y, al mismo tiempo, un número suficiente de sacerdotes salesianos se hizo cargo de la administración de la iglesia para atender al público. En muy breve tiempo ocuparon el hospicio ochenta muchachos, mientras muchísimos más piden en vano ser admitidos, por falta de espacio. A fin de atender a tan gran necesidad he adquirido un terreno al lado, en donde se ha comenzado a construir un nuevo edificio con capacidad para más de doscientos muchachos. Toda esta empresa se apoya únicamente en la divina Providencia; y con este pensamiento me he animado a acudir también a S. S. suplicándole: 1.° Se digne impartir la bendición apostólica a todos los fieles que contribuyan con sus limosnas a terminar esta obra, totalmente dirigida al bienestar espiritual y material de la clase más en peligro de la sociedad. 2.° Al mismo tiempo se digne concurrir con la limosna que le permita la caridad de su paternal corazón. Ya sé que S. S. se encuentra en semejantes apuros, pero le ruego considere por un momento que estos pobres muchachos... ((334)) Su Santidad el Papa, por medio del cardenal Antonelli, alabó «mucho» la hermosa y santa empresa, y, «pidiendo al Señor que la bendiga», quiso, además, concurrir por su parte con una limosna de dos mil liras. El ejemplo del Papa, dado a conocer por la Unità Cattolica, movió a otros a hacer lo mismo. Así el duque Tomás Scotti, envió también su óbolo desde Milán. El hospicio, dedicado al santo de la caridad, debió su existencia a la caridad y continúa ejerciendo sus gloriosas tradiciones en favor de la juventud, gracias a la caridad. El 14 de febrero de 1875, se puso la primera piedra de este edificio. Fin de Página 286 VOLUMEN XI Página: 287 La bendijo solemnemente, en presencia de numeroso público, monseñor Magnasco, gran amigo y bienhechor de don Bosco y de sus hijos. En el acta, leída públicamente y encerrada en la piedra angular, hizo escribir el Beato estas memorables palabras: «Tenemos motivos para esperar que esta obra será bendecida por Dios y llevada a feliz término, después de haber sido bendecida por su Vicario en la tierra». En efecto, antes de pasar dos años, el edificio estaba terminado y abría sus puertas a doscientos muchachos pobres, que fueron distribuidos entre los talleres, ya existentes, de carpintería, sastrería y zapatería y los nuevos de tipografía, encuadernación y cerrajería. No se detuvo el crecimiento, sino que, en los años sucesivos, se procuró ampliar y perfeccionar las obras, siempre gracias a la caridad de los bienhechores. Desde las casas de Liguria acerquémonos de nuevo a la Casa Madre. Hay pocos hechos que llamen nuestra atención en los colegios del Piamonte; todo se reduce a un incidente en Valsálice y alguna cosilla en Lanzo. En Valsálice se festejó con la solemnidad de costumbre al santo Patrono de la juventud. Había entre los internos algunos muchachos sin confirmar. Y era una hermosa ocasión la fiesta de san Luis para administrar un sacramento tan importante. Los superiores rogaron al Ordinario que los honrase con su presencia, al menos para administrar el Sacramento; pero, en vista de que él no podía intervenir, ((335)) porque además se encontraba fuera de Turín, le hicieron reiteradas instancias para que se dignase delegar en otro obispo las facultades necesarias para la administración de este Sacramento, proponiéndole para el caso al Obispo de Susa. Al fin se consiguió lo que se deseaba: asistió el Obispo de Susa, pontificó, confirmó, contentó a todos y se despidió satisfechísimo; pero nadie supo en Valsálice que el diablo había metido los cuernos, proporcionando a don Bosco una amargura más. Era obvio que los superiores del Colegio, antes de proponer al Ordinario la designación del Obispo de Susa, se entrevistaran con el mismo Obispo para saber si condescendería a su deseo, y que, hablarían con el Arzobispo después de obtener una respuesta favorable. Pero el Arzobispo, a lo que parece, no lo entendió así. En efecto, aun cuando hubieran bastado unos pocos y sencillos renglones, se tomó la molestia de escribir al Obispo de Susa una larga carta, en la que, después de dedicar dos largos y estudiados períodos para decir lo que era el objeto de la comunicación oficial, agregaba este párrafo para don Bosco: «No puedo, sin embargo, pasar por alto la falta de prudencia y atención de que son culpables estos superiores, al recurrir a V. E. 287 Fin de Página 287 VOLUMEN XI Página: 288 para que vaya a celebrar una ceremonia en su colegio, sin cerciorarse antes de mi consentimiento, como lo prescriben los Cánones de la Iglesia y lo requiere expresamente mi Sínodo del 1873. Desgraciadamente, Monseñor, he de deplorar el poco respeto que se me tiene en esta reciente Congregación, empezando por su fundador y cabeza rectora; y si V. S. al ir allá, puede con sus oraciones al Señor, a María Santísima y a los Santos, y también con alguna palabra suya, conseguir que la dignidad del Arzobispo de Turín obtenga en la Congregación de don Bosco todo el respeto que le es debido, S. E. hará un gran servicio a esta Archidiócesis» 1. Es una gran verdad, que un ánimo mal informado complica automáticamente hasta las cosas más simples, engendrando ((336)) sospechas que llevan al hombre a mil leguas más allá de la realidad. Don Bosco amaba a sus colegios; pero parecía que nutría una predilección especial por el de Lanzo. Se lo oiremos pronto a él mismo. Pero antes hay que advertir cuánto cuidado se ponía en aquellos comienzos para consolidar la regularidad y uniformidad de vida dentro y fuera del Oratorio. Una visita oficial, hecha por don Miguel Rúa a Lanzo, en su condición de prefecto general, ha dado origen a este documento, que deseamos reproducir. Había examinado allí de teología a los clérigos. La escuela nocturna, de la que se habla en el número 6.°, era sólo un repaso vespertino como el que se hacía en el Oratorio. Habrá ocasión de hablar de ello en el volumen siguiente. Querido Director: Os comunico las impresiones que he recibido en mi visita a vuestro colegio. Os aseguro que he quedado muy satisfecho, tanto de los exámenes como del aspecto de los clérigos y el comportamiento de los alumnos. Quiera el Señor continuar bendiciéndoos y haciendo que vayáis de bien en mejor. Con todo, he observado algunas cosas que necesitan ser modificadas. 1.° He encontrado los manteles de algún altar poco limpios. 2.° Supe que no hay misa los días de entre semana para los muchachos externos, y sería conveniente que la hubiera como la hay aquí, en Varazze, en Alassio, etc. 3.° No se da casi nunca clase de ceremonias a los clérigos, ni al clero infantil, ni a los demás muchachos. Convendrá insistir a quien corresponda para que la dé regularmente; y, si el encargado no puede con todo, póngasele un ayudante. 4.° Tampoco se enseña bastante el Catecismo en los cursos de bachillerato; y es, sin embargo, el ramo más importante de la ciencia. 5.° No se enseña el canto gregoriano, tan inculcado y deseado por nuestro buen padre don Bosco. 6.° La escuela nocturna no es como la desea don Bosco, el cual quiere que todos 1 Carta, escrita en Pianezza y fechada el 20 de junio de 1875. 288 Fin de Página 288 VOLUMEN XI Página: 289 tomen parte en ella. Si se quiere tenerla antes de la cena, como se acordó en las conferencias de otoño, conviene retardar la cena media hora o tres cuartos de hora, trasladándola a las ocho o a las ocho y cuarto. Esta escuela nocturna, dada a todos, ofrecería comodidad para enseñar las oraciones a los que no las saben, para enseñar a ayudar a misa, de lo que no son todos capaces ahí, para preparar a la primera comunión, etc. ((337)) 7.° Vi la necesidad de organizar bien y con graduación las diversas Compañías de San Luis, del Santísimo Sacramento, del clero, etc. 8.º Se debería reunir a los Coadjutores frecuentemente después de las oraciones, para que vean que también a ellos se les dirige directamente la palabra. 8.° Bis. También es conveniente se dé a los clérigos, con más frecuencia, clase de filosofía, si es posible. 9.° Quizá será muy útil que se reúnan los clérigos, por lo menos una vez al día, como hemos acordado en la Conferencia, unos para la meditación y otros para la lectura espiritual, bajo la dirección de un sacerdote. 10.° Será necesario reducir las celdas de los clérigos a la medida de sólo sesenta centímetros más de la cama, mediante unas barras para las cortinas en forma de tabiques, tal y como ya están. 11.° La lectura durante la comida está muy descuidada; conviene que enseñemos la manera de aprovechar el tiempo, utilizando también el que se emplea para alimentarnos. 12.° Encontré que en las clases faltan las pruebas mensuales y en algunas faltaban hasta las decurias. Todos los meses deben leerse las calificaciones parciales de cada clase en una reunión general, presidida por el Director o el Prefecto. 13.° Sería deseable que los alumnos pusieran más interés por su progreso escolar. 14.° Faltan algunos registros, que procuraré proporcionar. Querido Director: muchas de estas cosas dependen de tus subordinados; pero es conveniente que tú estés al corriente de todo y marques a todos la pauta a seguir. Tú eres la cabeza y el Prefecto es tu brazo: los dos sois ojos y orejas para verlo y oírlo todo. Que el Señor os bendiga abundantemente y también a 10-3-1875. Vuestro afmo. MIGUEL RUA, Prefecto de la Congregación de San Francisco de Sales. Oigamos ahora a don Bosco cómo hablaba de los alumnos del colegio de Lanzo. Lo hizo en las «buenas noches» que dio el 22 de diciembre a los muchachos del Oratorio. Acabo, mis queridos muchachos, de visitar el querido colegio de Lanzo. Hay allí también muchos muchachos, que, junto con su director, don Juan Bautista Lemoyne y demás superiores, me encargaron os felicitara las Pascuas de Navidad, llenas de bendiciones y gracias; yo, a mi vez, les presenté públicamente vuestros saludos y felicitaciones, en correspondencia a los suyos. Y acordamos que, cuando esté acabado el ferrocarril de Ciriè a Lanzo, que ((338)) Fin de Página 289 VOLUMEN XI Página: 290 será muy pronto, vengan a haceros una visita de todo el día en un tren especial. Nosotros les devolveremos también nuestra visita; iremos tempranito a la estación, pasaremos todo el día en Lanzo y, ya de noche, volveremos a nuestra querida morada del Oratorio. Allí en Lanzo no hace tanto frío como algunos piensan. Verdad es que hay días en los que éste se hace el amo, pero existe la ventaja de que, si el día está sereno, se disfruta del sol durante todo el día; mientras que aquí no se digna dejarse ver, y siempre se pasea sobre la niebla. Estuve en Lanzo dos días hablando con los muchachos, que son buenos, y vedme aquí ahora a vuestra disposición para hacer lo que me mandéis respecto a vuestras necesidades espirituales en estos dos últimos días de la novena, para luego poder hacer una santa comunión general en la noche augusta del Nacimiento del Niño Dios. Creo que ya os habrán comunicado que hemos recibido cartas de nuestros misioneros, que escribieron desde Cabo Verde. Como son demasiado largas para leerlas en público y no se pueden hacer pasar a cada uno de vosotros, ya que sería difícil descifrarlas, se ha pensado imprimirlas para que cada cual pueda leerlas con comodidad y mandarlas a su casa, si así le agrada. Y termino encargándoos que preparéis bien vuestra alma para la venida del Señor; que descubráis sus más secretos escondrijos y los limpiéis con el lavado santo de la confesión en el tribunal de la Penitencia. Ahora pensad solamente en esto para hacer después una buena y santa Comunión. Buenas noches. Si en todos los colegios se hubiera tenido la preocupación de llevar la crónica de la casa, como se hace en otras Congregaciones religiosas, cuántas cosas útiles y hermosas, que se borraron de la memoria, leeríamos con gusto en este capítulo, que ha resultado demasiado breve para nuestra legítima curiosidad y que, además, resulta un poco inconexo por culpa de las lagunas de las fuentes. 290 Fin de Página 290 VOLUMEN XI Página: 291 ((339)) CAPITULO XIV CONFERENCIAS OTOÑALES SON de gran interés para nosotros los primeros pasos de la Congregación canónicamente instituida, con sus Reglas aprobadas y su jerarquía establecida de modo definitivo, porque señalan el principio de la tradición salesiana. Lo que entonces se hacía bajo la mirada del Beato don Bosco con su aprobación expresa o tácita, constituye para sus sucesores de hoy un punto excepcional de referencia para juzgar el espíritu con que la letra de las Constituciones se aplica a la vida práctica. Esta es la razón principal que nos espolea a no dejar nada por decir de cuanto sabemos de aquellos remotos tiempos. Ya hemos tenido ocasión de ver cómo, en las reuniones generales, nuestro Beato se quedaba a veces entre bastidores, y delegaba la presidencia en don Miguel Rúa, dejando que tratasen libremente los asuntos de la Congregación, aunque reservándose la aprobación, según los casos, de las resoluciones tomadas. Era un óptimo método para adiestrar en el gobierno: veremos cómo lo siguió también en las conferencias otoñales, a las que queremos dedicar el presente capítulo. Es ya la tercera convocatoria de este género en el transcurso de un año; esperamos les guste a los lectores asistir otra vez a ellas. Nos valdremos sobre todo de una especie de actas escritas por el cronista. Las sesiones se celebraron en Lanzo entre el 18 y el 26 de septiembre, ((340)) durante la segunda tanda de ejercicios espirituales 1. Los directores y los miembros del Capítulo Superior recibieron un aviso para acudir allí tres días antes de los ejercicios, y así tener tiempo para tratar los asuntos que más les pudieran distraer. Ya sabemos los nombres de los que asistieron, por tanto no es del caso repetirlos. Había dos sesiones diarias, una por la mañana y otra por la tarde. Estas no se interrumpieron ni siquiera durante los ejercicios, que comenzaron el 20 por la tarde, solamente se abreviaron; duraban de las 1 En la tanda anterior don Bosco había dado algunas conferencias, tres de las cuales hemos encontrado más o menos resumidas en los cuadernos de don Julio Barberis. Las publicamos en el Apéndice (Doc. 21). 291 Fin de Página 291 VOLUMEN XI Página: 292 once a las doce, por la mañana, y de las cuatro y media a las cinco y media, por la tarde. El cronista quiso dejar consignada esta confidencia: «Con las cuatro pláticas, las demás funciones de iglesia y las conferencias, llegábamos a la noche muy cansados, pero satisfechos de haber trabajado in nomine Domini». Los trabajos se desarrollaron, en buena parte, bajo la presidencia de don Miguel Rúa. Se comenzó haciendo una serie de nombramientos para varios cargos importantes. Había que designar un director para América. Don Juan Bonetti parecía el más indicado; pero es sabido lo mucho que don Bosco respetaba los sentimientos de la familia; y como los padres de don Juan Bonetti eran ya ancianos, hubieran sufrido mucho con su partida. Se barajaron entonces los nombres de don José Fagnano y don José Ronchail, y decidieron proponer este último a don Bosco. El ecónomo general, don Angel Savio, cuya presencia en Alassio para la dirección de las obras duraría todavía largo tiempo, no podía ya seguir desempeñando su cargo; en consecuencia, pareció bien sustituirlo. Eran tres los hermanos que parecían más idóneos, a saber: don César Chiala, don Francisco Bodrato y don José Fagnano, y se decidió proponer a don Bosco el segundo. Don Miguel Rúa actuaba a la vez como prefecto general y como vicerrector del Oratorio; eran dos cargos que se entorpecían mutuamente, ((341)) y se sentía cada día más la necesidad de que quedase libre para atender al bien general de toda la Congregación. Por ello, puestos a escoger, entre don César Chiala y don José Lazzero, pareció éste el más indicado para tomar las riendas del Oratorio, si le parecía bien a don Bosco. Don Juan Cagliero que, como veremos, debía acompañar a los misioneros a América, era el catequista de la Congregación. »Quién podía sucederle en el cargo? A juicio de los presentes nadie mejor que don Juan Bonetti; pero se llegó a la conclusión de que era más oportuno dejar que don Bosco hiciera lo que mejor quisiese. Por fin se discutió una propuesta algo nueva. -Los colegios se multiplican, debieron decir aquellos enamorados hijos de don Bosco, pero conviene que tengan todos por doquiera un sello único e idéntico. Los cambios de orientación se introducen fácilmente con los programas de estudios, que lógicamente deben conformarse con los programas gubernamentales, pero sin que se derive ningún daño para el desarrollo de las vocaciones eclesiásticas. De ahí nació la idea de crear un «delegado de enseñanza» con la misión de cuidar la marcha de la misma en todos los colegios, visitándolos 292 Fin de Página 292 VOLUMEN XI Página: 293 algunas veces durante el año. Aunque, por entonces, don Bosco lo era todo, la idea de que los superiores del Capítulo visitaran los colegios no estalló como una bomba. »No hemos visto ya al prefecto general visitando el colegio de Lanzo? En este paso apreciamos nosotros la santa madurez de los hijos, que se disponen a condividir con el Padre los cuidados del gobierno. Como quiera que ello sea, la propuesta llegaba a los presentes; y estaba además en el Oratorio don Pedro Guidazio, muy capaz de sustituir a don Celestino Durando en la dirección de los estudios, en el caso de que éste tuviera que asumir la nueva responsabilidad. La discusión presagiaba las atribuciones específicas que más tarde se asignaron al consejero del Capítulo que, al frente de los estudios de toda la Congregación, llevaría en el lenguaje corriente el título de Consejero escolástico general. Este tema dio ((342)) pie a un intervalo que fue el de la revisión de algunos títulos que comúnmente se usaban entonces: que en cada casa tuviera el título de director únicamente el jefe de la misma; y, por tanto, no se dijera director espiritual, sino catequista; no más director de las escuelas, sino inspector de las mismas. Pero todo sometido a la última decisión de don Bosco. Cuando se agotó la parte del programa referente a los altos cargos, tocóle el turno a los prefectos y al personal docente que se debía poner en los colegios. Se empezó por el Oratorio y los cursos de teología filosofía y bachillerato. El profesorado de los cursos de teología, durante el año escolástico 1875-76 1, lo formaron los teólogos externos Molinari y Ascanio Savio, y don Julio Barberis, don José Bertello y don Francisco Paglia, de casa; los cursos de filosofía corrían a cargo de don José Monateri, don Cipriano, don Julio Barberis, don Francisco Paglia y don Luis Guanella. No parece que hubiera penuria de profesores. Establecido el personal para el Oratorio, se facilitó el necesario para Borgo San Martino, Lanzo, Alassio y Varazze. El Beato Padre no se dejó ver hasta el día 20, al final de la segunda sesión, que duró de las dos y media de la tarde hasta las seis. Diósele cuenta de lo tratado y se mostró muy complacido; en cuanto a los nombramientos, aprobó la elección de don José Lazzero para vicedirector del Oratorio y la de don Francisco Bodrato para ecónomo general. Es de advertir, respecto a este último, que la elección correspondía en pleno derecho al Rector Mayor, y que, por tanto, ésta era puramente supletoria, hasta que llegara el tiempo de la elección oficial. 1 Actas de las deliberaciones capitulares del Oratorio, 31 de octubre de 1875. 293 Fin de Página 293 VOLUMEN XI Página: 294 Don Miguel Rúa, siempre intérprete fiel y a menudo humilde portavoz del Beato, empleó toda la sesión de la mañana del día 23 para hablar de propuestas, recomendaciones y observaciones que, en substancia, tienen hoy todavía el sabor de la oportunidad. Su charla se dividió en dos partes: en la primera tocó dos puntos sobre los cuales había expresado ya su parecer respectivas veces el Beato, y en la segunda señaló cinco observaciones exigidas por la regularidad de la vida religiosa. ((343)) En primer lugar había recomendado insistentemente el Beato, en las conferencias del año y al final de los ejercicios precedentes, que se hiciera el ejercicio de la buena muerte, que se hiciera todos los meses y se hiciera conforme a las Reglas. La observancia de esta obligación dejaba algo que desear, y había que remediarlo. »No hubiera sido útil establecer una forma fija para todos? Surgieron dos cuestiones, una sobre el día y otra sobre la abstención de todo cuidado temporal. Era imposible fijar para todos el último día del mes e imposible, para la mayor parte, abstenerse totalmente de las ocupaciones. Y los reunidos convinieron en intentar la experiencia sugerida por don Miguel Rúa, que consistía en que cada salesiano de una casa eligiera ad libitum un día del mes y lo notificase al superior, el cual nombraría un monitor a quien entregaría la lista de los distintos días, con el encargo de recordárselo, a cada uno, la víspera. Aquel día el salesiano se abstendría, en lo posible, de toda ocupación material. Si uno, por ejemplo, tenía que dar clase, solamente debía dar la clase, sin preocuparse de toda cosa, ni corregir temas, y dedicar el tiempo libre a las prácticas de piedad prescritas por las Reglas. Los novicios, en cambio, deberían hacer más, dedicando el primer día del mes casi por entero a prácticas piadosas. En segundo lugar, el Beato Padre había mostrado su disgusto por los gastos extraordinarios, hechos en ciertos colegios sin su consentimiento. Uno de los presentes apuntó un caso que podía darse, a saber: que don Bosco diera su consentimiento, pero fundado en un mal entendido, es decir, que él interpretara la propuesta en un sentido, el que la proponía lo entendiera de otro modo, y así resultaba que ponía manos a la obra, persuadido de hacer la voluntad de don Bosco. En verdad no se requería mucho para prevenir este inconveniente: bastaba que se pidiera por escrito autorización al Capítulo Superior antes de iniciar obras de alguna importancia. Y así, si nacían desaprobaciones, después de concluir una obra, había un documento acreditativo de que no se había hecho nada más que lo autorizado. ((344)) Pero entonces »qué gastos se debían considerar como extraordinarios? Los que no son estrictamente necesarios para la comida, el 294 Fin de Página 294 VOLUMEN XI Página: 295 vestido y las clases, especialmente los destinados a trabajos de albañilería, como abrir o cerrar puertas, tirar o levantar tabiques sin permiso de don Bosco. Que, a partir de aquel momento, se escribiese a don Miguel Rúa, el cual procuraría responder enseguida. Y una vez obtenido un permiso general, el director debía resolver las dificultades del momento, consultando a su Capítulo. Así, por ejemplo, si don Bosco permitía la apertura de nuevas clases, la provisión de mesas, pupitres, pizarras y demás elementos se debía decidir con el propio capítulo. Terminada la primera parte, don Miguel Rúa entró en otro campo, formulando y explicando cinco recomendaciones, que se pueden resumir de este modo: 1.° Era de desear más obediencia a las Reglas y a las órdenes de los superiores, procurando los socios ser modelos de los demás. En una congregación, había dicho el padre Bruno, filipense, que predicaba los ejercicios, todos los desórdenes empiezan por los más antiguos y nunca por los principiantes. 2.° Los socios debían dar ejemplo a los demás, cortando cualquier ocupación al toque de la campana, para que los subordinados les imitaran en aquel detalle de precisión. 3.° Por la mañana, a la hora de levantarse, ser prontos para dejar la cama, de manera que no pudiera decirse de nadie que se levantaba más tarde por negligencia. 4.° Por la noche, después de las oraciones, no hacer ruido, no quedarse hablando por un lado o por otro, sino retirarse enseguida a la propia celda. Hágalo así cada socio y procure que también lo cumplan los demás, clérigos y sacerdotes. 5.° Por último, recordar lo más importante, que era obedecer a don Bosco en los mandatos personales, sin quejas ni mal humor. Sucedía de cuando en cuando que, pese a la delicadeza y a la prudencia que don Bosco empleaba para decir algo a los socios, había alguno que no ((345)) se sometía a sus deseos. «A causa de esto, afirmó don Miguel Rúa, ya ha tenido graves disgustos». «No digo, prosiguió, que no se puedan hacer observaciones y presentar dificultades; esto se puede hacer, pero, si después no son tenidas por válidas, no mostrarse tercos, sino someterse con docilidad, prontamente, demostrando que se hace no sólo como él quiere, sino también como dice nuestra Regla laeto vultu (con rostro alegre), dando señales de agrado al obedecerle». En la sesión de la tarde se trató de la admisión a los votos. Presidía el Beato don Bosco, que se mostró muy liberal en la admisión a los votos perpetuos, según su norma ya expresada en distintas ocasiones. 295 Fin de Página 295 VOLUMEN XI Página: 296 -Yo, solía decir, casi no encuentro diferencia entre votos perpetuos y trienales, y puedo dispensar también los perpetuos, cuando el individuo no sirve para seguir en la Congregación. Uno de los presentes observó que, aunque aquello fuera cierto, le parecía que no se debía dar a conocer tan abiertamente esta facultad del superior, para evitar abusos en las profesiones perpetuas. -Me parece, replicó el Beato, que por el momento no se puedan derivar abusos por esta manifestación; más aún, me parece conveniente que se haga conocer esta noticia, para que nadie se deje acobardar ante el pensamiento de la perpetuidad de los votos, por miedo a que sobrevengan dificultades invencibles, y se acabe por perder la paz. Por otra parte, para dispensar a uno de los votos se requiere una causa grave; si solamente se tratase de un capricho, no se llegaría jamás a este extremo. Pero si hay una causa, me parece que no debe hacer ningún mal el saber que puede concederse la dispensa. Estas palabras nos dan ocasión para resolver una dificultad, que a primera vista nos presentan otras palabras del Beato. Al coadjutor Graziano, que era aquel oficial antiguo alumno que encontramos en Roma, al acercársele el día de la profesión, le asaltaron tales dudas y temores para el porvenir, ((346)) que le tenían perplejo e indeciso. Don Bosco, que conocía su pasado y su presente, cortó su indecisión diciéndole que los votos no eran una cadena de hierro. Así lo atestigua don José Vespignani. Dieciséis fueron los admitidos a los votos perpetuos y diecinueve a los trienales. Y, acabado esto, don Bosco habló sobre el coloquio (o cuenta de conciencia) con el superior y de la obligación que los directores tenían de llamar a sus hermanos. Insistió mucho en ello y dijo: -Esta es la llave principal para la buena marcha de las casas. Generalmente los hermanos abren su corazón en estos coloquios, dicen todo lo que les apena y, si hay algún desorden, lo manifiestan. Es, además, un medio eficacísimo para hacer correcciones, aun severas, cuando fuere el caso, sin causar ofensa. Por lo general, la corrección hecha en el momento de cometer la falta es algo peligroso. El individuo se siente excitado por aquel pensamiento, no acepta de buen grado la corrección y hasta le parece que se la hacemos con algo de pasión. Por el contrario, cuando se hace con calma y con el sentido amoroso que se emplea en los coloquios, los culpables ven claramente el mal que han cometido; se dan cuenta de que el superior cumple con su deber poniendo ante sus ojos los fallos tenidos para que se enmienden y aprovechen la corrección. A continuación de la relación de esta conferencia, registra el acta 296 Fin de Página 296 VOLUMEN XI Página: 297 un pequeño incidente. El clérigo Agustín Anzini, admitido a los votos, no los quería hacer; pero, después, volvió a pedir con insistencia la gracia al Beato, el cual lo mandó a don Miguel Rúa. Este le dijo que se presentara a cada uno de los miembros del Capítulo Superior, que ya no podían reunirse, y al maestro de novicios, para reiterar sus súplicas. En vista de la buena voluntad que demostraba fue admitido a la profesión trienal. Pero, el pobrecito, atormentado por la hemoptisis fue enviado el año 1879 a su casa, en busca de los aires nativos, en el Cantón Ticino. Llegó a ser un óptimo sacerdote y celoso párroco, aunque siempre con una salud endeble. Quiso indemnizar a don Bosco, a costa de no pequeños sacrificios, por los gastos hechos en su favor durante casi siete años. ((347)) Había conseguido cuatrocientas cincuenta suscripciones a las Lecturas Católicas. Murió en 1921. También presidió el Beato don Bosco las dos sesiones del 24 de septiembre. He aquí, reducidos a trece puntos, los temas tratados en la conferencia de la mañana: 1.° En la biblioteca del Oratorio faltaban libros, que se habían prestado a los colegios y que no habían sido restituidos. Quien tuviere alguno, que lo devolviera: los libros prestados se devolvieran a su puesto después de usarlos; no se llevará ninguno fuera, sin permiso de don Bosco y antes de avisar al bibliotecario. A este propósito recordaremos que, desde los principios, don Bosco había ido formando una biblioteca, precisamente junto a su habitación, y la había enriquecido continuamente con nuevos libros, regalados, heredados o comprados. A pesar de la penuria de locales, no tuvo dificultad en destinar una sala bastante amplia. En ella había colocado como bibliotecario a un sacerdote, responsable del orden, la limpieza y la buena conservación; pero la vigilaba también personalmente porque tenía mucho interés en que no hubiera manos profanas que la desordenaran o se llevaran alguna obra. 2.° Que se mandaran a cada casa dos ejemplares de los libros impresos en el Oratorio; uno para la biblioteca y otro para uso de los socios, cargando en cuenta el importe correspondiente. 3.° Que, si un salesiano permaneciese varios días o semanas en un colegio que no fuese el suyo, por razones de salud o por cualquier otro motivo, el director de aquel colegio, al partir de allí dicho socio, debe escribir a don Miguel Rúa o al director local del hermano, según las circunstancias, dando noticias de la conducta observada, especialmente si hubiere ocurrido algo notable. 4.° Que los directores locales no tienen facultad para dejar ir de 297 Fin de Página 297 VOLUMEN XI Página: 298 vacaciones a sus súbditos, sino que debía pedirse licencia al Capítulo Superior. Esta norma libraba de todo compromiso a los directores, que difícilmente hubieran podido dar negativas sin suscitar descontentos o celos. Si, en cambio, la negativa llegaba ((348)) del Capítulo Superior, como no se sabía a quién atribuirla, el hermano se tranquilizaría más fácilmente. 5.° No era conveniente que los misacantanos fueran a celebrar una de sus primeras misas en su pueblo, para evitar las muchísimas distracciones que, en semejantes circunstancias, pueden quitar al sacerdote novel la devoción en la celebración de aquellas misas, que deben ser las más devotas. Si es conveniente, se puede ir más tarde. 6.° No se acepten invitaciones para celebrar misa o para prestar otros servicios en las funciones sagradas fuera del Colegio, si los sacerdotes o clérigos disponibles no reúnen las condiciones necesarias para hacer buen papel y honrar al colegio y por tanto a la Congregación. 7.° Todo director observe directamente, o se valga del catequista para saber cómo celebran la misa sus sacerdotes; si cumplen fielmente las ceremonias, y evitan la demasiada lentitud o la excesiva brevedad. 8.° Es muy práctico para este fin imitar lo que hacen otras Ordenes religiosas, esto es, que un sacerdote ayude alguna vez a otro en la celebración, sobre todo con ocasión de los ejercicios espirituales, en cuyo tiempo se recomienda a todos los sacerdotes repasar las rúbricas. 9.° En todos los colegios se dé regularmente todas las semanas una lección de ceremonias sagradas. 10.° Que los directores se preocupen de la clase de teología y no la omitan nunca. Que procuren que sus súbditos vuelvan a su puesto, apenas terminados los ejercicios, advirtiéndoles aprovechen entonces el tiempo disponible para preparar el examen que deben hacer para Todos los Santos. 11.° Uniformidad en los estudios teológicos. En todas las casas se estudiarán los mismos tratados cada año y no se cambiará el orden fijado por el Capítulo. Así, al mudar a un clérigo de casa, no se encontrará desorientado. Sucedía entonces que frecuentemente se ordenaba de sacerdote a alguno que no había terminado los estudios de teología. El director debía tener en cuenta que tal sacerdote no estaba dispensado ((349)) de los restantes exámenes; por consiguiente, darle tiempo para estudiar y para presentarse a examen cuando estuviera preparado de algún tratado. En la mayor parte de los casos convenía que normalmente 298 Fin de Página 298 VOLUMEN XI Página: 299 asistieran a clase de teología, y se examinaran juntamente con los otros estudiantes de teología. 13.° Habiéndose notado la gran conveniencia de que todos celebraran la misa en el colegio, durante los ejercicios, se ordenó la construcción de dos altares nuevos de madera para aquella ocasión. Por la tarde, se reanudó la sesión bajo la presidencia del Beato don Bosco. Don Miguel Rúa leyó los acuerdos tomados sobre el personal. El cronista nos ha dejado esta observación: «Era admirable la perspicacia de don Bosco, que inmediatamente observaba lo que podría producir desórdenes, y su humildad, que aceptaba las modificaciones que los demás consideraban necesarias». Contra el parecer del Capítulo, quiso que don José Fagnano fuera el director de la nueva casa de América y no don José Ronchail, a quien destinaba a otra cosa. Se tomaron después tres disposiciones de orden didáctico, una para el Oratorio y dos para Valsálice. La del Oratorio era para los estudiantes a los que se les adelantaba un curso por su avanzada edad: se acordó que en la clase de filosofía se comenzase por traducir el texto latino al italiano, añadiendo las observaciones indispensables para la comprensión de la terminología. Para el colegio de Valsálice, se estableció: 1.° que no se tomaran profesores externos, en razón de los grandes gastos que ello suponía y además por su desinterés en el aprovechamiento de los alumnos, y los peligros morales ocasionados por la divergencia de ideas, de espíritu y de intereses; 2.° que se simplificasen los dos cursos de liceo (bachillerato superior) uniéndolos en uno, y así se necesitarían menos profesores; en el primer año, por ejemplo, todos estudiarían historia medieval y lógica y en el segundo historia moderna y ética. Finalmente el Beato manifestó su voluntad de que no sólo en el Oratorio, sino en todos los colegios, tuvieran los clérigos un director (o encargado) propio, pues se sentía gran necesidad de ello, y que ((350)) tal incumbencia pertenecía al Catequista de cada casa, cuyo director debía comunicar a sus clérigos esta determinación. La mañana del día 25 se pasó con la ceremonia de la profesión religiosa, que se desarrolló muy solemnemente. La conferencia de la tarde, presidida por el Beato, se dedicó a la admisión de los novicios. Merecen atención especial algunos de los criterios que él manifestó o que se aplicaron. Para que un aspirante pudiera ser admitido en la Congregación, dijo que se precisaba que el superior conociera muy bien al candidato y que éste hubiera demostrado tener mucha confianza con el superior; y, además, que era necesario fuese de una moralidad intachable. A algunos indecisos, cuya resolución dependía de la voluntad 299 Fin de Página 299 VOLUMEN XI Página: 300 de sus padres, aconsejóles el Siervo de Dios que no entraran en la Congregación, aunque fueran buenos y dieran esperanzas de éxito. A otros, a los que consideraba ligeros y que temía no se adaptaran mucho a la Congregación, especialmente si eran pobres, les puso por condición que pagaran el importe que se acostumbraba exigir al que entra en cualquier noviciado, aun cuando no se pedía nada a la mayor parte de los adscritos en esta ocasión. Dijo: -Acéptese después lo que puedan dar; el que no pueda dar nada, como generalmente sucede, no dé nada y no se le insista. Mas, por el interés que ellos pongan para obtener de sus padres esta cantidad, muchas veces se pueden conocer muy bien sus intenciones. Y llegamos al último día. En la reunión de la mañana don Miguel Rúa leyó, por orden de don Bosco, una carta del abogado Michel, que invitaba a los Salesianos a fundar en Niza una casa como la de Turín. Después de la partida de los Misioneros, el Siervo de Dios pasaría por allí para concretar algo sobre el terreno. Habló después de los Oratorios festivos e insistió en que era de la máxima importancia que en todos nuestros colegios se abrieran oratorios festivos. Hasta aquel momento sólo lo había en Turín y en Sampierdarena. -Falta personal, objetó uno. -Falta, ((351)) además, local, agregó otro. Y don Bosco, remachando el clavo, replicó: -Sólo de este modo se puede hacer un bien eficaz a los habitantes de una población. Si no se puede atender a los muchachos para que se diviertan, al menos oblíguese a los externos a que vayan a misa al colegio los domingos y días festivos. Procúrese, además, que reciban los santos sacramentos de la confesión y comunión una vez al mes. El conde Gazelli de Rossana ofrecía una capilla de su propiedad, dedicada a san Francisco de Sales, en las proximidades de Valsálice, para establecer en ella un Oratorio festivo; quiso el Beato que se informase de si el Arzobispo lo aprobaba y si los salesianos tendrían que continuar el oratorio en el caso de que se vieran obligados a salir de Valsálice. Pero no se concluyó nada. Se cerró la sesión manifestando el deseo de que pronto pudieran todos los miembros del Capítulo Superior librarse de la dirección especial del Oratorio y que, a su vez, los directores de las casas pudieran encargar a sus subalternos la gestión directa de las cosas de menor importancia, reservándose solamente la alta dirección de la casa y la atención espiritual de los socios. -Cada día, dijo, aumentan las incumbencias, y si no estamos alerta, quedaremos oprimidos por el peso de tantas cosas. Todos asintieron a cuanto había propuesto. 300 Fin de Página 300 VOLUMEN XI Página: 301 Por la tarde presentó el Beato una amplia exposición de ideas. Imaginémonos estar oyéndole. Más o menos habló en estos términos: 1.° Hay que imprimir esas cartas, que en las Ordenes religiosas suelen llamarse cartas de obediencia. Los hermanos deben presentarlas al director de la casa a la que son enviados por el superior. Antes de hacer tal entrega, un socio no se comunique con los otros. Apenas entre en aquella casa, póngase bajo la obediencia de aquel director de quien depende enteramente. 2.° Una vez terminadas las conferencias generales de otoño, se imprimirán los nombres y los cargos principales de los miembros destinados a ((352)) cada casa. Quizá no sea posible todavía en el presente año; pero quede establecido para el año próximo. Imprímase también una especie de carta para entregar a cada uno, en la que se especifique su destino. 3.° En todos los colegios hay que cuidarse del papel usado. Los folios escritos sólo por una cara pueden servir para hacer las primeras pruebas en nuestras imprentas; las cuartillas totalmente en blanco se cosen formando cuadernillos y sirven para tomar notas, o también hacer recibos; los papeles de embalaje guárdense para nuevos envíos, y el papel ya usado véndase a las fábricas de papel. Resulta interesante para la economía obrar de este modo; se ahorrarían miles de liras. 4.° Téngase en todos los colegios una consideración especial con los profesos perpetuos, sean clérigos o coadjutores. Déseles gran confianza y confíenseles las cosas más delicadas y confidenciales de nuestra Sociedad, aunque no sean tan hábiles como otras personas ajenas a nuestra comunidad. Hay que decirles o hacerles entender que se les dan aquellos encargos antes que a otros, por ser profesos perpetuos, esto es, hermanos del todo esencial e inseparablemente. 5.° Todas las casas han de procurar prepararse el personal que necesitan. Ciertamente que en la actualidad y durante algunos años no será posible enviar un personal totalmente preparado para los cargos a que van destinados; pero deben cuidarse con todo esmero los directores de irlos formando, estando atentos para ver en qué cosas no aciertan y dándoles las normas y avisos oportunos, aun cuando haya que dedicar mucho tiempo a esta imprescindible ocupación. Así lograremos tener los apoyos que se desean. 6.° Dígase lo mismo de los coadjutores y de las personas de servicio, que se envían desde Turín. Estén todos persuadidos de que siempre enviamos del Oratorio lo mejor que se tiene disponible. Pero muchas veces no existe el hombre del caso y, por tanto, hay que mirar de 301 Fin de Página 301 VOLUMEN XI Página: 302 adiestrarlos en el trabajo que se les confía. Este ha de ser uno de los cuidados especiales de los prefectos, que deben reunirlos de ((353)) cuando en cuando para darles las normas oportunas y cuidarse de que no abandonen los sacramentos y así, poquito a poco, los prepararemos para lo que deseamos, y para rendir preciosos servicios. 7.° Procúrese, además, no despedir a nadie por faltas de escasa importancia. Si de ninguna manera sirven para la finalidad que se les envió, devuélvanse a Turín, entregándoles una carta de acompañamiento. Si las faltas fueron verdaderamente graves, envíeseles directamente a sus casas, porque devolverlos a Turín sería pasarnos a nosotros el disgusto y tener que sufrir todavía el colegio que los despide. Pero también en estos casos se comunique al Oratorio la causa de la expulsión, a fin de que, si el individuo se presentara para ser aceptado de nuevo, esté el superior al corriente de todo. 8.° Sostengámonos todos mutuamente. Que se vea en las Casas íntima armonía entre los superiores. Sería una pena que los subalternos pudieran decir: -Los superiores no se entienden entre sí; uno rechaza lo que el otro quiere; uno organiza una cosa y otro la desbarata. Defendámonos unos a otros ante los subalternos. Empléense también evasivas para dar a entender que todos queremos lo mismo, aun cuando ya se haya dado cuenta el subalterno de nuestra distinta opinión. Mantengámonos, además, alabándonos mutuamente, demostrando el gran aprecio que nos profesamos. Todo colegio sostenga siempre normalmente a las otras casas; háblese de los otros colegios elogiándolos como los mejores y más ordenados. Cada colegio defienda a capa y espada la reputación de la Casa Madre, ante las personas extrañas y ante los que viven dentro de nuestros muros, prestando y haciendo prestar respeto a las deliberaciones y ordenanzas que de ella vinieran. 9.° Es lo más importante para nuestras casas buscar por todos los medios la obtención, promoción, propaganda y seguridad de la moralidad. Mientras todos, sin ((354)) excepción, gocen públicamente de esta buena fama, afluirán sin cesar los jóvenes, seremos considerados como excelentes educadores y nuestros colegios florecerán de todas maneras. Si esto fallare, todo se derrumbará. No hay que procurar el florecimiento de la moralidad únicamente para ganar la confianza de las familias: es más importante obtener nuestra finalidad; pero también necesitamos esta confianza y benevolencia, por eso procuramos ganarla. Las normas para obtenerla y que se propague especialmente respecto a los socios de la Congregación, son las siguientes. 302 Fin de Página 302 VOLUMEN XI Página: 303 10.° Dense las acostumbradas conferencias dos veces al mes: en una de ellas se lean y expliquen las Reglas y en la otra se trate algún punto moral. No se omitan jamás estas conferencias. Si, por cualquier motivo, el director no pudiera darla alguna vez, súplase al menos con una lectura espiritual; pero no falte nunca ésta. 11.° Se observen bien las Reglas de la Congregación. Su observancia nos conducirá ciertamente a alcanzar este fin. 12.° Lo que yo entiendo como la guarda del orden y de la moralidad, el medio con que el director puede tener en sus manos la llave de todo, es el coloquio o cuenta de conciencia, puntualmente recibido todos los meses. No debe descuidarse nunca por ningún motivo y debe celebrarse con calma y esmero. Todo Director debe preguntar siempre estas dos cosas: primera, »encuentras en el desempeño de tu cargo algo que no te va y pone en peligro tu perseverancia en la vocación?; segunda, »te consta que deba hacerse o impedirse algo para evitar un desorden o un escándalo en casa? Por lo general los hermanos hablan y descubren cosas, en las que nunca hubiéramos pensado y que muchas veces ellos creían que ya las sabíamos o que les dábamos poca importancia. Esta misma mañana, por las poquísimas palabras que me dijo un hermano a quien pregunté, se me abrieron los ojos sobre una ((355)) cosa importantísima, que en cuanto se quite, quedará cerrada una fuente de desórdenes y escándalos, que a veces suceden en casa, y que no se puede comprender dónde se originen. Cuando a través del coloquio se sabe algún mal o fuente de desorden en alguno de los hermanos, tómese nota de ello y, cuando le llegue a aquél su turno, hágansele preguntas alusivas o se le pregunte directamente sobre esto o aquello, según los casos. Así se remedian inconvenientes, aun gravísimos, sin que nadie se ofenda; y se corrige de ciertos defectos a individuos, que a veces, sin ellos darse cuenta, son causa de desórdenes, perjuicios o escándalos. Pero hay que procurar atentamente en los coloquios no inmiscuirse en las cosas de confesión. Son cosas que deben estar enteramente separadas: estos coloquios deben versar únicamente sobre cosas externas, puesto que nosotros necesitamos servirnos de cosas tratadas en el coloquio y, si se entra en cosas de confesión, nos encontraremos después en un lío confundiendo confesión y coloquio o cuenta de conciencia. 13.° A más de estos coloquios y otros medios, ayudará muchísimo a mantener la moralidad el impedir de todos modos las merendolas entre muchachos y clérigos, o bien de clérigos, muchachos y maestros 303 Fin de Página 303 VOLUMEN XI Página: 304 juntos. Esto hay que prohibirlo e impedirlo a toda costa, porque abre a los jóvenes el apetito de robar, los pone en verdaderas tentaciones y les entran ganas de escribir a casa pidiendo golosinas; los invita, además, a esconderse y buscar lugares retirados, y también da ocasión, a clérigos y maestros, para llevar a los muchachos a su habitación; cosas todas ellas de gran peligro. 14.° No haya ningún sacerdote o profesor que se sirva de los alumnos para llevarles agua, limpiarles los zapatos o cosas semejantes; sino que lo haga cada uno por sí mismo; porque me doy cuenta de que en casa se está introduciendo la comodidad y, a poco que se descuide este recato, se llegará enseguida a situaciones deplorables y ordinariamente a la pérdida del espíritu de la Congregación. 15.° Ayudará también mucho a mantener la moralidad el tener siempre cerradas las habitaciones privadas. No se vaya a ellas más que por la noche ((356)) para descansar y, si es necesario, un momento brevísimo durante la hora del desayuno. 16.° Principalmente ayudará, además, el evitar las amistades particulares. Póngase en práctica el consejo de san Jerónimo: Aut nullos aut omnes pariter dilige (ama a todos igualmente o a ninguno). Vigilen sobre esto los directores. 17.° Evitar a todo trance ponerse las manos encima y no ir nunca de bracete. De ordinario esto resulta peligroso, aunque muchas veces no parezca en sí malo; pero hoy el clérigo, mañana el joven, otro día ambos o el que está observando, pueden tener cuando menos malos pensamientos, fantasías e imaginaciones. 18.° Y pasando a otras cosas, creo oportuno que en las casas no haya nadie, salvo el director, suscrito a ningún género de periódico. Pero los directores no se suscriban más que a los buenos; y aun estas suscripciones no se hagan a nombre del director, de la dirección o del colegio, de modo que parezca una suscripción oficial del colegio; sino a nombre de cualquiera del mismo colegio, que puede ser el portero, cocinero u otro. Por cuanto se pueda, no se entablen nunca conversaciones de política, ni se lean periódicos en presencia de los alumnos. 19.° Es de notar que hasta ahora la obediencia ha sido más bien personal que religiosa. Evitemos este gran inconveniente. No hay que obedecer nunca porque es fulano quien manda, sino por razones de orden superior, porque es Dios quien manda, aunque se valga de quien quiera. Comencemos a practicar esta virtud religiosa y después vayamos inculcándola poco a poco en todos. Hasta que no lleguemos a este punto, habremos conseguido muy poco. No se hagan las cosas porque 304 Fin de Página 304 VOLUMEN XI Página: 305 nos gusta hacerlas, porque nos gusta la persona que manda o el modo de mandárnoslas. Este principio debe repetirse en conferencias, pláticas, confesiones y siempre que hubiere ocasión. 20.° Una cosa a tener en cuenta este año, y ((357)) desde hoy en adelante, es la de unificar la dirección en la Congregación y, por tanto, liberar al Capítulo Superior del cuidado del Oratorio. Hasta ahora estoy yo y todo podría seguir así mientras yo esté. Os conozco plenamente y confío del todo en vosotros. Pero ya debemos establecer las cosas sobre bases normales, como si yo no existiera, y establecer normas para los que vayan viniendo después de vosotros. Se procure, pues, que el Capítulo Superior esté informado de todo y no se introduzca el más ligero cambio en la contabilidad o en otro aspecto, sin hablar antes sobre ello con Turín. Cerremos estas conferencias bendiciendo de todo corazón la bondad del Señor y de María Auxiliadora por cuanto vemos que sucede en la Congregación. Los hombres no pueden comprender esto; otras Congregaciones caen y la nuestra crece fabulosamente; otros colegios no tienen alumnos y nosotros no tenemos sitio suficiente para admitirlos a todos. Un salesiano no puede todavía resolver una cosa y ya tiene que estar dispuesto para hacer dos: se busca un puesto para él y resulta que es inmutable. Me parece ver a los recién llegados a la Congregación que, llenos de vigor y buena voluntad, empujan hacia arriba a los demás y éstos a su vez empujan a otros; a los que están en los grados superiores se les presentan siempre cosas nuevas y nuevos cuidados, y están impacientes por tener uno que les sustituya para dejarle el puesto que ocupan y lanzarse a empresas de mayor relieve. Sí, demos gracias al Señor pues vemos cómo crece la Congregación y, lo que más importa, crece en hermanos que se hacen cada día mejores y adquieren más espíritu religioso y mayor capacidad, tanto clérigos como coadjutores. Es una prueba de que el Señor nos guía. Se hicieron enormes sacrificios, es cierto; pero a la vista está cómo crece la simiente arrojada al surco y cómo han sido recompensados los sacrificios. Además ahora la Obra de María Auxiliadora me ((358)) ofrece esperanzas extraordinarias. Estos jóvenes mayores y de tan buen criterio, en cuanto sean sacerdotes, producirán mucho fruto; más aún, lo producen antes de serlo, porque ya sirven para desempeñar cargos delicados de la casa, asistiendo, vigilando y dando clases elementales. Ya hay muchas peticiones hasta de soldados; y ha sido aceptado hasta un 305 Fin de Página 305 VOLUMEN XI Página: 306 sargento. Todos los días recibo cartas de Obispos que alaban la Obra y de jóvenes y párrocos que envían solicitudes de admisión. Bendigamos, pues, sin cesar al Señor y procuremos, nosotros que estamos al frente de todo, que la Congregación no llegue a sufrir detrimento por nuestra causa. Fin de Página 306 VOLUMEN XI Página: 307 ((359)) CAPITULO XV LAS HIJAS DE MARIA AUXILIADORA LA modesta casa de Mornese, vivero del incipiente Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, acogía entre sus muros una pléyade de almas selectas, cuya vida era pobreza, piedad y trabajo. La Madre Mazzarello enfervorizaba, con la eficacia de su ejemplo, a postulantes, novicias y profesas en la práctica de todas las virtudes religiosas, aceptando como ley inconcusa cualquier indicación de parte del Beato Fundador. La dirección espiritual estaba en muy buenas manos. Un cronicón documentado, que tenemos a la vista, perteneciente al archivo central del Instituto, retrata así al director: «Don Santiago Costamagna no descuida nada. Activo, lleno de vida y con necesidad de alcanzar amplios horizontes, y cambiado de un colegio para niños a la dirección de religiosas llenas de la mejor buena voluntad, pero sin experiencia en muchas cosas, atiende a todo: ejercicios de piedad, clases, higiene y urbanidad». Reinaba la pobreza en todo y con las formas más austeras. Es edificante y conmovedor leer los sacrificios a que se sometían aquellas buenas religiosas, no por resignación sino por amor a esta virtud. El Beato creía, sin embargo, que se debía moderar aquel ardimiento, y, en consecuencia, escribió a la Madre que hiciera por mejorar algo la comida, en atención a la salud de las hermanas, comenzando por el escaso y seco desayuno que acabaría por debilitar mucho los estómagos. La Madre, con ganas de secundar siempre los deseos del ((360)) Beato, pero temiendo al mismo tiempo abrir la puerta a exigencias perjudiciales, por las que pudiera entrar la flaqueza del espíritu, recurrió a una pequeña estratagema. Escribió al Beato una carta en la que, protestando obediencia, exponía sus temores; después se dirigió a cada una de las hermanas y les hizo esta pregunta: -»Estás contenta con el desayuno? »Te parece suficiente? »No crees que vendría bien tomar algo más, por ejemplo, un poco de leche? De la primera a la última, con la sinceridad habitual en aquella vida de familia, las hermanas optaron por el statu quo, respecto al 307 Fin de Página 307 VOLUMEN XI Página: 308 desayuno de la mañana, y refrendaron su propio sentimiento estampando su firma en un pliego que la Madre les presentaba, una vez obtenida la respuesta. Envió al Beato la carta y el pliego. Y el Siervo de Dios respondió que le complacía mucho el buen deseo de las hermanas, pero que él se inclinaba a dar café y leche en el desayuno. «Si don Bosco lo quisiera, exclamó en su sencillez la Madre, estaríamos dispuestas a comernos un pollo». En las prácticas de piedad no se modifica nada sin el consentimiento del Beato. Bastaba una palabra suya para dejar o emprender cualquier devoto ejercicio. Por ejemplo, las hermanas daban mucha importancia a la conmemoración de los dolores y gozos de la Santísima Virgen a ciertas horas del día, porque don Bosco, al asignarles esta práctica en determinados momentos había tenido la intención de que coincidiera con las horas canónicas, de modo que las Hijas de María Auxiliadora pudieran unir sus oraciones a la plegaria de la Iglesia. La veneración en que tenían al Beato Fundador les hacía mirar a sus hijos como a hermanos. En el año 1875 fue admitida una hermana de don Juan Tamietti y el cronicón hace este comentario: «íQué bonito ver llegar a Mornese las parientes de los hijos de don Bosco! »No es esto una señal todavía más manifiesta de que la Virgen considera como una sola cosa a los dos institutos y que las dos ramas son igualmente queridas por el cielo?». Aquel año se determinó definitivamente la forma del hábito. ((361)) La buena Madre había hecho pasar a las hermanas por distintas experiencias. Primero llevaron una gruesa toca negra a la cabeza. Su director general, don Juan Cagliero, cuando las vio con aquel tocado, se sonrió, como queriendo decir: -íVeremos cuánto dura! Después se cambió por una toca blanca, pero cubierta con un velo negro. -íEsto está algo mejor!, exclamó entonces Cagliero. Además, el hábito era de color café. íY era de ver en qué se convertía aquella pobre vestimenta con la acción del sol y el efecto de los trabajos manuales! Parecía un andrajo descolorido; tanto que el mismo Cagliero, dejándose llevar por su buen humor, dijo una vez al Beato: -íAy, don Bosco, si las hermanas llegaran a ser tan feas por dentro como lo son por fuera, pobres de nosotros! La mayor parte de las religiosas de Turín van vestidas de negro. -Se podría probar, indicó don Bosco. Y, en efecto, se probó en la siguiente toma de hábito: las doce postulantes, después de aparecer vestidas de blanco, reaparecieron de 308 Fin de Página 308 VOLUMEN XI Página: 309 nuevo vestidas de negro. Aquel cambio de escena suscitó un murmullo de sorpresa y aprobación. Sin embargo la Madre no se hubiera atrevido a introducir la innovación sin hablar de ella con el Fundador. Se lo refirió y obtuvo esta respuesta: -Espero ir para los ejercicios y entonces decidiremos. Mientras tanto irá don Miguel Rúa, que es prefecto general y casi no conoce todavía a las Hermanas. Así también él lo verá. Fue don Miguel Rúa y le recibieron con el mayor respeto. Como prefecto general se interesó por la marcha material, observó con minuciosa atención los registros, página por página, y se hizo cargo de toda la gestión económica. Después de examinarlo todo con su ojo de lince, sugirió normas muy oportunas. Y, habiéndole rogado que confesara y predicara, se prestó a ello de muy buen grado. Durante su permanencia, llegó a Mornese el director de Sampierdarena, don Pablo Albera, en compañía de don Luis Guanella, el cual había enviado allí desde Sondrio un buen grupo de ((362)) postulantes. Era el mes de junio y los dos piadosos sacerdotes, según se expresa la crónica, se alternaban predicando meditaciones sobre el Corazón de Jesús, dando la bendición y la platiquita de la noche después de las oraciones. Llegaron finalmente los ejercicios espirituales. Comenzaron el 21 de agosto. Los predicaron don Juan Cagliero y un padre Carmelita. Aquellos ejercicios marcaron en la historia del Instituto un notable progreso en la perfecta regularidad de la vida religiosa, como ahora veremos. El Beato estuvo presente durante los últimos días. Confesó, platicó y después comunicó una gran noticia: -La Regla manuscrita, dijo, aún no habla de ello, pero es intención de la Iglesia que las hermanas, después de un trienio o dos de una buena prueba, se unan a Dios con votos para siempre; y como ya ha transcurrido un trienio desde que hicieron sus votos las primeras profesas, al terminar estos ejercicios con la ceremonia de la toma de hábito y de la profesión, harán los votos perpetuos las que así lo deseen y las superioras estimen que se les pueden conceder; las demás podrán renovar los votos, si bien alguna... La reticencia era muy elocuente. Estaba él al corriente de cuanto pasaba en casa; no faltaba alguna cabecita ligera en medio de las demás: ocurre en todas partes. Las religiosas trienales fueron a pedirle que las admitieran a los votos perpetuos. Pero él, después de exponer su parecer, concluía invariablemente: 309 Fin de Página 309 VOLUMEN XI Página: 310 -Es preciso que oigáis a vuestra Madre Superiora. Don Bosco no suplantaba desde su alta dirección a las superioras ordinarias en el régimen interno del Instituto. El 28 de agosto se celebró la solemne toma de hábito de quince postulantes. El Beato presidió, asistido por el padre Carmelita, don Juan Cagliero y don Santiago Costamagna. También esta vez era negro el hábito. Una de las que vistieron el hábito fue Magdalena Martini, a quien ya conocía el Beato. El buen Padre le había escrito una preciosa carta, que ella conservó siempre como una reliquia: ((363)) Amada hija en Jesucristo: Vuestra ida a Mornese ha dado tal bofetón al mundo que éste envió al enemigo de nuestras almas para desasosegaros. Pero vos escuchad la voz de Dios, que os llama para salvaros por un camino fácil y llano, y despreciad cualquier otra sugerencia en contra. Es más, celebrad las inquietudes y molestias que experimentáis, porque el camino de la cruz es el que os conduce a Dios. Si, por el contrario, hubieseis estado inmediatamente satisfecha y alegre, hubiera sido el caso de temer algún engaño del maligno enemigo. Por tanto, recordad que: 1.° No se llega a la gloria, si no es con grandes fatigas. 2.° No estamos solos, sino que Jesús está con nosotros, y dice san Pablo que con la ayuda de Dios somos omnipotentes. 3.° Quien deja a su patria, a sus padres y amigos y sigue al divino Maestro, ha asegurado un tesoro en el cielo, que nadie le podrá arrebatar. 4.° El gran premio que tenemos preparado en el cielo, debe animarnos a aguantar cualquier pena en la tierra. Animaos, pues, porque Jesús está con vos. Cuando tengáis espinas, juntadlas a las de la corona de Jesús. Os encomiendo a Dios en la santa misa; rogad por mí, siempre vuestro en Jesucristo, humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. A continuación de la toma de hábito, catorce hermanas hicieron la profesión trienal y ocho la perpetua. Nuestras Memorias cronológicas dicen: «La Madre Mazzarello se siente feliz. Hace ya muchos años que se entregó a Dios con votos perpetuos; pero el proclamarlo así a la comunidad, parece que estreche más los lazos, que haga más sagrado el vínculo y más perfecta la entrega total de sí misma». Terminada la ansiada ceremonia, cerró el Beato la función y los ejercicios con sus palabras. Habló del gran don de la paz, llegando a la conclusión de que para estar en paz con Dios y con el prójimo antes era necesario estar en paz consigo mismo. 310 Fin de Página 310 VOLUMEN XI Página: 311 Y para conseguirlo aconsejó no aguardar a un día fijo o un momento determinado de más agitación o mayor necesidad para pedir un consejo, dar un aviso, manifestar una pena, sino que, superioras y hermanas se dijeran entre sí las cosas de vez en vez, con respeto, calma y serenidad. ((364)) Habían asistido también a los ejercicios las hermanas de Borgo San Martino. Una de ellas tenía algo muy bonito que contar de don Bosco: era que el Beato había estado en aquel colegio para la fiesta de san Luis y fue un día a celebrar la misa para las hermanas. Antes de retirarse pasó a saludarlas. La pobre hermana tenía verdadera necesidad de hablarle, pero no lo logró. Don Bosco, al verla ante sí, leyó en sus ojos su pena interior y, sin decirle una palabra, sólo con su mirada paternal, la curó. -La mirada de don Bosco, declaraba la hermana, disipó las nubes y volvió la calma a mi corazón. Antes de salir de Mornese, quiso el Beato que toda la comunidad se reuniera, y les dijo que parecía haber llegado el momento de recomendar la exacta observancia de la clausura. -Hasta ahora hemos ido a la buena en lo tocante a la clausura, porque erais una familia, más que una comunidad en toda forma, y había que pensar en albañiles, etc., etc. Ya es hora de que nos pongamos en regla también en esto. Además, con tantas jóvenes como tenéis en casa y más que tendréis en adelante, es preciso que la puerta de la calle esté cerrada siempre y que haya una hermana encargada de las llaves y de recibir a las personas que vengan de visita. -En los monasterios de clausura no entra nadie sin un extraordinario permiso o necesidad. Cuando va el confesor para atender a una hermana, le precede una religiosa tocando la campanilla y, mientras la confiesa, aquélla suena de vez en cuando la campanilla para advertir que está presente. No se trata de hacer lo mismo entre vosotras, porque no estáis obligadas a la clausura monacal, debéis estar siempre en contacto con la juventud y con frecuencia también con los externos. Pero es bueno que, como dicen vuestras Constituciones, no entren personas extrañas en las dependencias reservadas a las hermanas, sin verdadera necesidad y sin que una hermana las acompañe. -Que no salga sola una hermana por ningún motivo y no ((365)) se quede fuera de casa de noche, y, después del toque del Avemaría de la tarde, no se recibe ya a nadie en casa. -Las que han estado en Borgo San Martino han visto que para pasar lo necesario de la cocina al refectorio de los superiores y de los alumnos, y también de la ropería a los encargados de la distribución, 311 Fin de Página 311 VOLUMEN XI Página: 312 se emplea el torno o caja giratoria, de manera que la hermana puede entregar todo sin necesidad de ver ni ser vista. -En Mornese no existe todavía el torno para servir a los sacerdotes; pero también habrá que ponerlo aquí con el tiempo; y, mientras tanto, será necesario estar atentas para guardar en esto la clausura, que precisamente significa cierre, separación. -Dicen, además, vuestras Reglas que las hermanas no vayan con frecuencia a casa de los señores párrocos o de otros sacerdotes, ni les presten servicio alguno. Todavía no estáis en este caso; pero si llegase... hagamos, hagamos como está escrito en las Reglas: la regla es la voz de Dios. No desaprobó el hábito nuevo de color negro, mas, como no era posible dárselo a todas enseguida por razones de economía, dijo: -Sí, hacedlos de color negro, a medida que podáis, sin causar molestias con los gastos. Las hermanas que no están siempre en contacto con el público, pueden gastar su hábito de color café. Es cierto que debemos querer la igualdad en el hábito; pero, en este momento, se trata de ajustar cuentas con la señora Pobreza. Después, poquito a poco, todas del mismo color, »no os parece? El Beato se fue, acompañado por don Juan Cagliero y don Santiago Costamagna, hacia Ovada. Se reunían allí para las fiestas centenarias de san Pablo de la Cruz nueve obispos, con todos los cuales tuvo ocasión de hablar sobre las necesidades de sus Obras. Ese debió ser el único motivo que le aconsejó hacer aquel viaje. En efecto, en una de las cartas que, durante sus ausencias, acostumbraba escribir a don Miguel Rúa con una lista de encargos, informaciones e instrucciones, decía: «Voy a Ovada para hablar con los Obispos, con los que tengo asuntos que tratar». La ((366)) carta no lleva fecha, pero ciertamente está escrita en Mornese y en esta ocasión. Llevóse también consigo al director de Mornese para que le ayudase a revisar las Reglas del Instituto, que debía presentar a la aprobación del Obispo de Acqui. Se hospedaron en casa de don Tito Borgatta del 29 al 31 de agosto. Cuando terminaban las funciones de iglesia, el buen Padre, se retiraba a la casa, donde don Santiago Costamagna le iba leyendo las Reglas, artículo por artículo, y él corregía, ampliaba y añadía. Después se las hacía releer, las retocaba, hasta ver bien expresado su concepto. De allí salieron casi totalmente transformadas. Gracias a aquel trabajo del fundador, las Constituciones merecieron la aprobación episcopal, concedida en el mes de enero de 1876. Al comentar el decreto recordaba don Santiago Costamagna a las hermanas unas palabras que había dicho el Beato: 312 Fin de Página 312 VOLUMEN XI Página: 313 -Puedo aseguraros que el Instituto tendrá un gran porvenir, si vosotras seguís siendo sencillas, pobres y mortificadas. La inesperada partida de don Juan Cagliero para América consternó a las buenas hermanas, sobre todo, porque la noticia llegó a Mornese cuando el director general ya había zarpado de Génova: la falta de tiempo no le había permitido ni despedirse. Y dice la crónica: «La Madre es la que más pena siente, ya que es ella quien más ha experimentado la eficacia de su apoyo moral y es ella sobre quien pesan las dificultades del momento». Pero el Beato había tomado las medidas. En efecto, el 10 de noviembre fue a visitarlas don Miguel Rúa, que oyó a las hermanas y se informó de todo. Enseguida comprendieron que él suplía al director general lejano. Llegaba don Miguel Rúa en el momento oportuno. El Fundador había enviado a Mornese una, por decirlo con nuestro documento, «veneranda señorita de sesenta y tres años». El buen Padre no se opuso a que hiciera una prueba, en atención a su hermano, profesor de la Universidad y amigo suyo. Pero a aquella edad ya no ((367)) podía sujetarse a la obediencia. Y, lo que era peor, arrastraba a algunas de cabeza ligera. Las superioras aguantaron lo indecible. Finalmente, la Madre, preocupada, fue a consultar a don Bosco, de donde volvió con su palabra, que sonaba así: -Las que yo mando a Mornese, van para obedecer y no para mandar. Y parece que aquélla no se resignaba a obedecer; por lo que don Miguel Rúa la envió de nuevo a Turín. Antes de abandonar el querido hogar de Mornese, queremos reproducir un trozo de una carta, escrita por monseñor Costamagna, que aparece ante nuestros ojos en medio de otras cartas. Dice así el Obispo salesiano: «Estaba yo en Mornese dirigiendo la Casa de la Fundación, cuando llegó don Bosco para visitar a las hermanas. Al ver que todas le rodeaban para besarle la mano, comenzó a mascullar palabras y mover la cabeza dando a entender que no estaba del todo conforme; y, al final, volviéndose a mí, que estaba presente, me dijo alzando la voz, de modo que todos le oyeran: »-Ahora besan la mano a don Bosco; y más tarde querrán hacer lo mismo con todos los demás y pueden suscitarse desagradables inconvenientes». Iremos viendo cómo los estrechos horizontes de Mornese se ampliarán año tras año, hasta perderse de vista; pero, doquiera vayan, 313 Fin de Página 313 VOLUMEN XI Página: 314 bajo no importa qué cielo se encuentren, las Hijas de María Auxiliadora serán siempre portadoras del espíritu que, inspirado por don Bosco y gracias a las heroicas virtudes de Madre Mazzarello, aleteó en la cuna del Instituto. Don Bosco preparaba un puesto en el Oratorio para las Hijas de María Auxiliadora. Batalló de enero a julio para la adquisición del lugar. Se trataba, en efecto, de desbancar al demonio. El grito de alarma aparece en esta circular que mandó a los Cooperadores. Hace veinticinco años que hemos de tolerar enfrente del Oratorio una casa de inmoralidad, con todos los peligros imaginables para los muchachos internos y externos. Esto sirvió de obstáculo hasta ahora para comenzar los trabajos ante la iglesia de María Auxiliadora. ((368)) La divina Providencia dispuso finalmente que, el dueño del tal edificio, se viera obligado a ponerlo en venta ante el fracaso de su negocio. Para evitar que nadie lo compre con el mismo perverso destino, se buscó un intermediario que estipulase un acuerdo para poder comprarlo mediante escritura por la cantidad de cincuenta y cinco mil liras. Dado que la edificación no sirve y que está mal emplazada, hay que demolerla desde los cimientos. En cambio el terreno que ocupa va muy bien para regularizar el plano de la plaza de María Auxiliadora. Los materiales se aprovecharían para la construcción de los edificios que se deben comenzar cuanto antes, alrededor de dicha plaza. Por lo pronto se trata de reunir la suma antes citada: por tal necesidad se acude a los que con su dinero pueden concurrir para impedir la ofensa de Dios y salvar almas. Turín, 20 de enero de 1875 JUAN BOSCO, Pbro. Con la misma fecha tenemos una muestra de las cartas con que acompañaba su declaración de guerra al infierno, cuando las enviaba a personas influyentes y adineradas. Escribía a la noble señora turinesa Angelina Dupraz: Benemérita Señora: Acostumbro acudir a su caridad en los casos graves y nunca me ha faltado. Se trata hoy de una empresa arriesgada: destruir desde sus cimientos una casa de Satanás, como verá por el folleto que le adjunto. Aún no tengo ni un céntimo. Espero que su participación sea la primera. Si puede, ciertamente será recompensada por el Señor, que le dirá cuando se presente a El: Salvaste almas, has salvado la tuya. Sea cual fuere su participación, no dejaré de rogar cada día por usted y por el bonísimo Comendador, su esposo, a fin de que Dios les guarde durante largos años 314 Fin de Página 314 VOLUMEN XI Página: 315 de vida feliz. Mientras tanto me encomiendo a sus fervorosas oraciones y me profeso con profunda gratitud. El local destinado para iglesia está a unos cien metros de distancia de la iglesia dedicada a María Auxiliadora. Desde Casa, 20-1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Hasta el 21 de julio no pudo cantar victoria. Enseguida se lo notificó a la condesa Callori, con acentos que suenan a canto de victoria. ((369)) Mi buena Mamá: El padre Milanesio me ha dado muy buenas noticias de usted, que anuncian la mejora de su preciosa salud. Lo pedimos hace tiempo ante el altar de María Auxiliadora y seguiremos pidiéndolo hasta que usted me diga: -He recuperado felizmente la salud. Fiat, fiat. Por fin hoy se ha firmado el contrato de la famosa casa. El demonio ha hecho todos sus esfuerzos. Ya le contaré los horrendos, pero curiosos episodios habidos para esta adquisición. Ahora sólo le digo que, con paciencia, obstáculos y sacrificios, todo se acabó y rompimos los cuernos al demonio. Mi buena Mamá, que Dios la bendiga y conserve para ver el fruto de su caridad. Mientras le profeso la más sentida gratitud por cuanto hace por mí, ruego con toda mi alma a María Santísima que le tenga preparada una digna recompensa ahora y en la eterna bienaventuranza. Amén. Suyo en Jesucristo Turín, santa María M., 21 de julio, 1875. Humildísimo hijo y s. s. JUAN BOSCO, Pbro. Pero acabar con la infame casa constituía solamente la primera parte de la empresa; había que abrir allí mismo otra que fuera casa de bendición. Se apresuró, pues, a solicitar de la Autoridad diocesana los necesarios poderes. Excelencia Rvma.: El sacerdote Juan Bosco expone respetuosamente a su E. R. que las muchachas pobres de la barriada de Valdocco no tienen escuelas a donde acudir, ni donde participar en las funciones religiosas, por lo que su moralidad corre grave peligro. Para resolver, dentro de los posibles, esta urgente necesidad estoy preparando un local, que parece a propósito para un Oratorio femenino, donde puedan reunise las muchachas Fin de Página 315 VOLUMEN XI Página: 316 para la escuela durante la semana y para las funciones sagradas, y especialmente la catequesis en los días festivos. El local destinado para iglesia está a unos cien metros de distancia de la iglesia dedicada a María Auxiliadora; es una planta baja, con entrada para el público y unido al edificio destinado a vivienda de algunas religiosas que de buen grado vendrían para hacerse cargo de esas muchachas en peligro. ((370)) Suplico en consecuencia a V. E. Rvma. tenga a bien delegar en quien mejor creyere, para que venga a visitar dicho Oratorio y, si lo encuentra de acuerdo con las prescripciones de la Santa Iglesia, lo bendiga para poder celebrar en él los divinos misterios. Gracia que espera obtener de V. E. Rvma., el que suscribe JUAN BOSCO, Pbro. La respuesta se hizo esperar hasta el 31 de octubre. La copia que poseemos de la instancia expuesta no tiene fecha; pero ocho días después de recibirla, el 7 de noviembre, al comunicárselo al Capítulo Superior dijo el Beato que «ya hacía algún tiempo» que lo había pedido. Como quiera que ello sea, durante la espera, había vuelto a la carga mandando, junto con la carta, las Reglas de Mornese. De nuevo nos hemos de contentar con una copia sin fecha. El sacerdote Juan Bosco, deseando vivamente atender a la necesidad que tan gravemente se hace sentir, por el abandono en que se encuentran las muchachas pobres de Valdocco, ha proyectado establecer una escuela de beneficencia y confiar su dirección a las religiosas Hijas de María Auxiliadora, cuya casa principal esta en Mornese, diócesis de Acqui. A este fin pide el beneplácito de V. E. Rvma., y le envía un ejemplar de sus reglas y de los documentos del caso, con la súplica de que se digne nombrar al sacerdote Miguel Rúa como confesor ordinario o al sacerdote Juan Bodrato para cuando aquél estuviere ausente o no pudiera cumplir este cargo por cualquier otra razón. Gracia que suplica el que suscribe JUAN BOSCO, Pbro. En la respuesta, ya referida, incluyó el Ordinario una carta, con seis condiciones que el Beato debía firmar 1 y esta advertencia: «Si lo cree conveniente firme la presente indicando la fecha, y mándela al Arzobispado». Una de las condiciones era molesta. Dado que las hermanas vivían cerca de la iglesia de María Auxiliadora, y no podrían ((371)) tener capilla en casa, deberían ir a dicha iglesia para confesarse y para las 1 Véase: Apéndice, doc. 22. 316 Fin de Página 316 VOLUMEN XI Página: 317 demás prácticas religiosas. Pero era una iglesia pública muy frecuentada y estaba al servicio de los muchachos, »cómo podrían las hermanas cumplir en ella con comodidad sus prácticas religiosas? Don Bosco replicó, poniendo de manifiesto el inconveniente. El Ordinario respondió diciendo que no tenía dificultad en concederles la capilla, con tal de que las hermanas abrieran un Oratorio festivo para las niñas. Y, como era esto lo que precisamente deseaba el Siervo de Dios, se encontraron perfectamente de acuerdo 1. En cuanto don Bosco obtuvo el suspirado permiso, enseguida ordenó que se adaptara el local adquirido para las hermanas. Allí al lado estaban las clases de los externos y de los Hijos de María, como ya se ha dicho anteriormente, pero se podían independizar. Era un local feísimo, confesó el mismo don Bosco a los Superiores del Capítulo, pero, añadió, «con mucha capacidad», y aún se consoló diciendo: «Ya proveerá el Señor cosas mejores». Que fue así como el Señor lo dispuso, está hoy a la vista de todo el mundo. Si don Bosco necesitó tiempo para adquirir la propiedad del local, no precisó menos don Miguel Rúa para poner en orden la casa. Volveremos a hablar, Dios mediante, de esta fundación y de otras más. 1 Carta de don Bosco al teólogo Chiuso, 7 de noviembre de 1875. En la segunda carta al Ordinario, al decir «envía un ejemplar», se comprende que no lo hacía junto con la carta, sino que es como si dijera, enviaré. En efecto, en la citada carta del 7 de noviembre leemos: «Referente a las Hermanas, puesto que se puede establecer un oratorio para las niñas pobres, yo empiezo a prepararlo, enviando al mismo señor Arzobispo un ejemplar de las reglas, apenas me llegue el primero». 317 Fin de Página 317 VOLUMEN XI Página: 318 ((372) ) CAPITULO XVI PARTIDA DE LOS MISIONEROS ERA el mes de marzo. Cierto día, después de haber permanecido un rato pensativo y silencioso, dijo don Bosco a don Juan Cagliero, que estaba a su lado: -Quisiera mandar a uno de los sacerdotes más antiguos para acompañar a nuestros misioneros a América y que se quedara allí unos tres meses con ellos, hasta que estén bien instalados. Dejarlos ahora solos, sin un apoyo, sin un consejero en quien confiarse, me parece algo duro. No tengo ánimos ni para pensarlo. Don Juan Cagliero respondió: -Si don Bosco no encuentra ninguno a quien confiar este encargo y me considera capaz de ello, estoy a su disposición. -Muy bien, contestó el Siervo de Dios. Pasaban los meses y el Beato no hacía la menor alusión a este su proyecto. Pero, acercándose el día de la partida, dijo de improviso a Cagliero: -En cuanto a lo de ir a América: »sigues pensando igual? »O fue una broma eso de que estarías dispuesto a ir? -íBien sabe usted que nunca hablo en broma con don Bosco!, respondió don Juan Cagliero. -Pues bien, íprepárate! Ha llegado el momento. En aquel mismo instante corrió Cagliero a dar órdenes para los preparativos; tanto que, a los pocos días, trabajando sin parar, tenía todo a punto. Fue entonces cuando en la mente ((373)) del Beato se acercaba el cumplimiento de su persuasión de que Cagliero sería elevado a la dignidad episcopal. Don Juan Cagliero, que había obtenido con sobresaliente el doctorado de teología en la Universidad Real, era profesor de moral en el Oratorio, dirigía varios institutos religiosos de la ciudad, era maestro de música de los muchachos e intervenía en los asuntos más delicados de la casa; nadie hubiera imaginado que podía ausentarse, ni siquiera por poco tiempo. De haber ido don Juan Bonetti, no hubiera sido necesario que otro acompañara la expedición; pero entre los elegidos 318 Fin de Página 318 VOLUMEN XI Página: 319 faltaba el hombre capaz para encaminar las cosas y liberar al Beato de toda duda y temor. Además de don Juan Cagliero iba don José Fagnano, destinado a dirigir el Colegio de San Nicolás de los Arroyos. Había nacido éste en Rocchetta Tanaro el año 1844, estaba en la flor de la edad, poseía un corazón grande e intrépido, era profesor de literatura en el bachillerato superior y había sido prefecto en Lanzo y en Varazze. Un simple deseo del Beato le bastó para dar el adiós a todo, superando graves dificultades. Don Valentín Cassini, natural de Varengo (Monferrato), era maestro elemental; tanto dijo, que logró convencer a su madre y hacer que se resignara. Dejaba tras sí un recuerdo imborrable entre los aprendices, a quienes atendía. El pensamiento de que tenía que dejar el Oratorio, donde había vivido trece años, no podía retener sus lágrimas; sin embargo, repetía a don Bosco que marchaba contento, porque estaba seguro de cumplir la voluntad de Dios, manifestada en la del superior. Había otros tres sacerdotes: don Domingo Tomatis, profesor de letras en el bachillerato, natural de Trinità (Mondovi), don Juan Bautista Baccino, de Giusvalla, en el distrito de Savona, que era maestro elemental, y don Santiago Allavena, natural de Ventimiglia, maestro elemental también. Completaban el grupo cuatro coadjutores, que vemos denominados catequistas, en el sentido que esta palabra tiene en el lenguaje misionero. Eran: ((374)) Bartolomé Scavini, maestro carpintero; Vicente Gioia, cocinero y maestro zapatero; Bartolomé Molinari, maestro de música vocal e instrumental; y Esteban Belmonte, músico y encargado de los quehaceres domésticos. Durante las vacaciones de verano reunió don Bosco a estos sus queridos hijos en el colegio de Varazze, para que se dedicaran, bajo la dirección del comendador Gazzolo, al estudio del español. Obligáronse a hablar siempre en la nueva lengua, y llegaron en poco tiempo a expresarse bastante bien y fácilmente. Pero uno, don Valentín Cassini, aún no había recibido el presbiterado en el mes de septiembre, e intentar que le ordenaran en Turín era tarea inútil. Así que el Siervo de Dios se dirigió a monseñor De Gaudenzi, obispo de Vigévano, con quien mantenía antigua amistad, rogándole ordenara pronto a Cassini y a otros cuatro diáconos: Herminio Borio, José Leveratto, Carlos Farina y Antonio Riccardi. Monseñor condescendió, pero puso una condición: que el Beato asistiera en persona a la sagrada ceremonia, en donde él la confiriera. El Siervo de Dios respondió que sí. 319 Fin de Página 319 VOLUMEN XI Página: 320 Los ordenandos fueron invitados a reunirse en una finca del seminario de Vigévano, cerca de Cava Manara, para hacer allí sus ejercicios espirituales. La sagrada ordenación debía celebrarse en la parroquia de Sannazzaro de los Burgundos 1 y en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. El Obispo había anunciado su visita pastoral para aquella fecha. Reinaba en la parroquia cierto malhumor contra el párroco y ésa era la causa por la que el Obispo deseaba la presencia de don Bosco. Allí se trasladó monseñor De Gaudenzi, desde Vigévano, acompañado de tres canónigos. Aquella misma tarde llegaron los ordenandos. En el tren de las ocho se presentó también don Bosco, procedente de Turín, y fue recibido en la estación por sus hijos y algunos sacerdotes del clero local. Herminio Borio recuerda que la gente, que no conocía a don Bosco, miraba con visible admiración con cuánto afecto y reverencia era recibido por los suyos. ((375)) Lo acompañaron durante el relativo largo trayecto hasta la casa parroquial. El primero en aparecer a la puerta fue el padre del párroco, que le dio la bienvenida y se ofreció generosamente para cuanto necesitara. El Beato, sonriendo, le dijo: -Muy bien, muy bien; pero no me dais lo que me hace falta. -Pues sí, don Bosco, no tiene más que decirlo y será servido. -No, no; lo que yo necesito no me lo dais. Yo necesito... ídinero! El buen hombre, casi mortificado, se quedó sin palabra. Cuando el Obispo supo que don Bosco había llegado, salió de la iglesia donde estaba confesando. Se encontró con él en el patio de la casa parroquial, le abrazó cordialmente y le dijo en tono de broma: -Ahora, si quiere ganarse la cena, venga a ayudarme a confesar. -Con mucho gusto, respondió el Beato. Le acompañaron hasta el único confesonario que quedaba libre, en el lugar más incómodo de la iglesia. Confesó largo rato, hasta que le llamaron para acompañarle a cenar en la casa rectoral. Al día siguiente volvió al confesonario, donde estuvo aún durante la ordenación, salvo el momento solemne en que también él acudió para la imposición de manos. Más tarde, mientras el Obispo administraba la confirmación, él bendecía a los enfermos en la casa parroquial y, como se lo pidieran, fue también a bendecir a otros enfermos en sus casas. Por la tarde, después de la procesión, habló a un público numerosísimo; el obispo y los canónigos, para oírle mejor, hicieron 1 Burgundos. Eran los burgundos o burgundios una poderosa tribu germana, que penetró en las Galias a comienzos del siglo V y se afincó en el valle del Ródano. Fundaron allí un reino que, hacia el año 534, fue dominado por los francos e incorporado a su reino (N. del T.) 320 Fin de Página 320 VOLUMEN XI Página: 321 sacar los asientos fuera del presbiterio y se colocaron precisamente frente al púlpito. El sermón duró una hora y tres cuartos. Y con todo, cosa increíble, pero verdadera, afirman algunos del pueblo que, cuando terminó, la gente decía que había sido muy corto. Al principio, sin embargo, debió esforzarse mucho para dominar con su argentina voz el murmullo de la multitud en el amplio templo. ((376)) Por la mañana del lunes visitó, en el pueblo cercano de Mezzana Bigli, a la piadosa familia del señor Villa, agente de la Casa Confalonieri. El año 1906 fue a predicar la cuaresma en Sannazzaro el salesiano don Abundio Anzini y todavía recordaban al Siervo de Dios. Volvieron los nuevos sacerdotes a Turín y se pusieron a ultimar los preparativos para la partida de los misioneros. Aunque el tiempo apremiaba, quiso don Bosco darles la satisfacción de recibir la bendición del Vicario de Jesucristo. Fueron a Roma el 29 de octubre, acompañados también por el comendador Gazzolo. El 31 fueron recibidos por el cardenal Antonelli, que les demostró una bondad exquisita y les dirigió palabras de suma benevolencia. El día de la fiesta de Todos los Santos, tuvieron el honor de ser recibidos por el Padre Santo en audiencia especial. Su Santidad tuvo la deferencia de recibir antes al comendador Gazzolo y a don Juan Cagliero, el cual manifestó el vivo agradecimiento de los Salesianos por los muchos beneficios concedidos por el Papa a la naciente Congregación y le aseguró que todos los hijos de don Bosco nutrían una gran veneración y afecto a su augusta persona. El Papa le escuchó muy complacido y, después de concederle los favores y gracias que había pedido, apresuró el paso hacia la sala, donde le esperaba el grupo de salesianos, mostrando cierta impaciencia por verlos. Apenas entró les dijo con inefable amabilidad: -Aquí tenéis a este pobre viejo, »dónde están mis pequeños misioneros?... Vosotros sois los hijos de don Bosco que vais a predicar el evangelio a tierras lejanas, muy bien. »Y a dónde vais? -A la República Argentina. -Allí tendréis vasto campo para hacer mucho bien. Abrigo la confianza de que seréis muy bien recibidos porque las Autoridades son buenas. Vosotros seréis la buena simiente, o mejor, ya lo sois, pues os han elegido los superiores para esta misión. Esparciréis, pues, en medio de aquellos pueblos vuestras virtudes y haréis mucho bien. Deseo que os multipliquéis, porque es mucha la necesidad y es abundantísima la mies en medio de las tribus salvajes. 321 Fin de Página 321 VOLUMEN XI Página: 322 ((377)) Después dirigió a cada uno en particular unas amables palabras. Y acercándose a los coadjutores, que se diferenciaban de los demás por su traje de seglar, preguntó a cada uno por su oficio, dio a besar su mano a todos y por fin los bendijo afectuosamente. Aquellos buenos hermanos salieron conmovidos de la audiencia, dispuestos a llegar hasta el fin del mundo y dar su vida por la fe. Antes de que salieran, el cardenal Antonelli entregó a don Juan Cagliero una carta autógrafa en la que recomendaba a monseñor Federico Aneyros, arzobispo de Buenos Aires, la nueva expedición misionera. Se concedió a cada uno de los sacerdotes privilegios y favores, como el de poder confesar y celebrar la misa en cualquier lugar, hasta en el mismo barco. El bondadoso cardenal Franchi, prefecto de Propaganda Fide, declaró con un breve pontificio misioneros apostólicos a todos los sacerdotes de la expedición 1. Y el mismo Padre Santo, para demostrar su gran agradecimiento, dirigió a don Bosco el Breve, que presentamos aquí traducido 2. Ambos documentos llegaron a manos de don Bosco en la segunda mitad de noviembre, pero los incluimos aquí, porque su preparación corresponde a este tiempo. PIO PAPA IX Al amado hijo, salud y bendición apostólica. En los últimos días del mes de octubre hemos recibido con satisfacción tus cartas y hemos abrazado con paternal benevolencia a los misioneros que nos recomendaste y que nos fueron presentados con el amado hijo Juan Bautista Gazzolo. Su presencia y su palabra aumentaron en Nos la confianza que ya teníamos, de que su trabajo en aquellos lejanos países a donde son enviados será fructífero y beneficioso para los fieles. Alabamos, por tanto, su celo y, augurándoles la divina asistencia, los hemos bendecido. Nos produjeron satisfacción las noticias que Nos comunicaste sobre el progreso y desarrollo de la Obra de María Auxiliadora, que con el tiempo y la ayuda de Dios, esperamos que se recogerán óptimos frutos de salvación. Entre tanto te aseguramos de nuevo Nuestros sentimientos de paternal benevolencia, ((378)) y en prenda de la gracia celestial, impartimos de corazón nuestra bendición Apostólica para ti y para toda la Congregación que presides. Dado en Roma, junto a San Pedro, a 17 de noviembre de 1875 y trigésimo de nuestro pontificado PIOP. P. IX Al amado hijo Juan Bosco, sacerdote-Turín. 1 Véase: Apéndice, doc. 23. 2 Véase el texto latino en el Apéndice, doc. 23. 322 Fin de Página 322 VOLUMEN XI Página: 323 Los misioneros estuvieron de vuelta el 4 de noviembre, ya entrada la noche. Antes de que partieran para Roma a ver al Papa, el Beato no había olvidado a su Arzobispo. A él se dirigió, en efecto, invitándole a que les diera la bendición solemne en la ceremonia de despedida. El Arzobispo mandó escribirle en la vigilia de Todos los Santos 1: «En cuanto a sus religiosos, que V. S. se dispone a mandar a la República Argentina, S. E. Rvma. tendrá mucho gusto en bendecirlos, de forma solemnísima y pública, si mañana, solemnidad de Todos los Santos, se presentan en la Basílica Metropolitana después de la misa pontifical, una vez dada la bendición papal. Esta es la forma que se emplea para bendecir a los alumnos de las escuelas apostólicas del canónigo Ortalda, cuando alguno de ellos es enviado a las misiones extranjeras». El Beato respondió que los misioneros no podían presentarse en la Catedral porque habían ido a Roma a visitar al Sumo Pontífice. El Ordinario mandó escribirle de nuevo 2: «Su E. Rvma. me encarga le escriba diciéndole que, si los jóvenes que parten para la República Argentina desean recibir la bendición de su Arzobispo, además de la del Sumo Pontífice, vengan al palacio arzobispal el día 7 u 8 del corriente mes hacia las 9 de la mañana, ya que en los días sucesivos S. E. estará ausente de Turín». El Beato se vio obligado a replicar 3: «Te ruego que, de mi parte y de la de nuestros misioneros, agradezcas a S. E. la bondad que se digna tener con ellos. ((379)) Lamento que algunos están todavía ausentes, preparando sus papeles y no estarán reunidos aquí hasta el miércoles 4. Con todo, los siete que se encuentran en el Oratorio irán con gusto, mañana por la mañana, a besar la mano del señor Arzobispo y recibir su santa bendición antes de la partida». Y cierra esta carta el Beato augurando al teólogo que el Señor «le bendiga» y le invita a rezar por «su pobre don Bosco». Deseaba que la ceremonia de la despedida revistiera la mayor solemnidad posible porque, siendo algo nuevo en Turín y, habiéndose invitado a los fieles por la prensa, se esperaba que acudiría un número extraordinario de gente. -Hubiera deseado, comunicó a su Capítulo del 7 de noviembre, invitar a algún prelado, pero esto enfurecería quizá a nuestro Arzobispo. Invitaremos en su lugar al párroco, que es persona a quien oficialmente le corresponde, y además es amigo personal nuestro y especialmente de don Juan Cagliero, que debe partir. 1 Carta del teólogo Chiuso a don Bosco, 31 de octubre de 1875. 2 Carta del canónigo Chiuso a don Bosco, 5 de noviembre de 1875. 3 Carta de don Bosco al teólogo Chiuso, 7 de noviembre de 1875. 4 Que era el 10 de noviembre. 323 Fin de Página 323 VOLUMEN XI Página: 324 Al llegar a este punto pueden nacer algunas dudas en la mente del atento lector. Primera: ese «enfurecería quizá», resulta grave, referido al Arzobispo, y más grave aún en labios de don Bosco. »Tal vez no se recogieron sus palabras con fidelidad? Las transmitió don Julio Barberis, el cual, por su carácter afable y su profunda reverencia a don Bosco, se inclinaba más a suavizar asperezas que a cargar las tintas. »Qué secreto motivo psicológico le hizo, pues, prorrumpir en tan enérgica expresión? Segundo: la carta, en la que el secretario del Arzobispo dice «tendrá mucho gusto» en bendecir a los misioneros en la Catedral, no hace referencia a alguna carta escrita por don Bosco anteriormente sobre el particular; más aún, esa comunicación está dicha como de paso en la carta referente a las hermanas, que ya hemos citado. Hubo, pues, anteriormente comunicación ((380)) oral; y entonces, »por qué no se dio también oralmente la respuesta? Tercero: cuando don Bosco quería invitar al Ordinario a una función, no lo hacía por escrito, sino que encargaba a un superior del Capítulo que fuera en persona a rogárselo. Ahora bien, es imposible que un acontecimiento de tanta resonancia, como el de la solemne despedida de los Misioneros, no se lo participara don Bosco al Arzobispo de manera adecuada a la importancia del suceso. »Y entonces? Reflexionando sobre este capítulo, que ya habíamos escrito hace algún tiempo, también nosotros vacilábamos con las mismas incertidumbres, cuando vino a nuestras manos un grave documento autógrafo que, a nuestro parecer, es decisivo. Excelencia Rvma.: Ayer V. E. Rvma. creyó conveniente decirme cuanto le pareció oportuno sin permitirme pronunciar una sola palabra de disculpa o de rectificación sobre cuanto me imputaba. Lo sentí por V. E. más que por mí. Deseaba comunicarle cosas que hubieran ayudado eficazmente a disminuir, y quizá librarle por completo, de serios disgustos. Con todo el respeto debido a la dignidad arzobispal de que V. E. está investido, creo poderle decir que, si fue Obispo de Saluzzo y después Arzobispo de Turín, y si se vencieron las serias dificultades que lo impedían, fue debido, y esto lo sabe V. E., a la solicitud y buenos servicios del pobre don Bosco, a quien ahora no se le permite ni siquiera hablar y es despedido de la forma que V. E. sabe. Yo creía que podía, más aún, que tenía obligación de hablar; pero ahora me considero libre de todo compromiso. Perdone los disgustos ocasionados y créame siempre con la máxima veneración que he tenido y continuaré teniendo, De V. E. Rvma. Turín 28 de octubre de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Fin de Página 324 VOLUMEN XI Página: 325 Repárese en la fecha: 28 de octubre, víspera del viaje de los misioneros a Roma. Por consiguiente, la antevíspera visitó el Beato al Arzobispo. Sería absurdo suponer que en la intención de la visita no figurara y, digámoslo con seguridad, como principal objeto ((381)) el deseo de informarle sobre el grandioso acontecimiento que se preparaba y que se iniciaba con aquel viaje a Roma; pero fue tratado de mala manera. Cuando don Bosco dice «enfurecerse» tenía sin duda presente en el pensamiento la desagradable escena, que a nadie comunicó, y sobre la cual pasa discretamente hasta con el Arzobispo. »Acaso no calla también en la «Exposición» que en 1881 se vio obligado a presentar a la sagrada Congregación del Concilio? Pero allí declara expresamente que pasará en silencio «muchos hechos y dichos que atañen sólo a su persona». Está claro, por otra parte, que el Arzobispo, reflexionando sobre lo ocurrido, debió sentir pesar e intentó en conciencia repararlo; por esto no le pareció mal aprovechar la respuesta que ya debía dar respecto al asunto de las Hermanas. Encargó, pues, que le escribieran sobre este asunto y, a la par, sobre la bendición de los misioneros, si bien en términos fríos. El Beato tenía, además, cosas importantes que comunicar al Ordinario. »Cuáles? Léase de nuevo en la carta del 31 de diciembre, ya transcrita en la página doscientos sesenta y uno, el párrafo que empieza: «Solamente en el pasado octubre»; allí nos parece que está la respuesta a esta pregunta. »Podía el Beato don Bosco, ante la inminencia de la nueva fiesta, dejar de pensar en sus muchachos y no aprovecharla para proporcionar a sus almas algún provecho espiritual? La función estaba fijada para el jueves 11 de noviembre. En la noche del 9 comunicó el horario para el día siguiente, con motivo de la despedida de los misioneros, y anunció que se tendría el ejercicio de la buena muerte con una de aquellas observaciones que él sabía hacer cuando tocaba el tema de la salvación del alma. Amaneció por fin el 11 de noviembre, consagrado al popular san Martín de Tours. Estamos hoy acostumbrados en el Oratorio a ver partidas y llegadas de toda especie, sin que casi prestemos atención a ello; pero en 1875 se estaba todavía en los albores de la gran historia; una expedición de misioneros hasta los últimos confines de América, hace cincuenta y cinco años, tenía algo de épico ((382)) a los ojos de quienes vivían en un remoto rincón de Turín, llamado Valdocco. Se miraba a los que partían como a generosos atletas, que marchaban atrevidos a lo desconocido. Al verles ir de acá para allá, vestidos de aquella manera exótica, todos se empeñaban en acercarse a ellos para 325 Fin de Página 325 VOLUMEN XI Página: 326 intercambiar una palabra tan siquiera. Sobre todo don Juan Cagliero, apreciado por los muchachos más que un padre, era el más buscado para las demostraciones de afecto. El ejercicio de la buena muerte llevó a la comunidad entera a una comunión general de inusitado fervor. A las diez, el repique alegre de las campanas convocó a misioneros, alumnos e invitados a una encantadora función: el bautismo de un muchacho de dieciocho años, de la secta valdense, llamado Giovanelli, que había entrado en el Oratorio hacía poco tiempo y que aquel día abjuraba de los errores de Pedro Valdo para entrar en el seno de la Iglesia Católica. Don Juan Cagliero recibió su abjuración y le administró el bautismo sub conditione. Comenzaba así, a los pies de María Auxiliadora, la misión que continuaría más allá del Atlántico. Hacia las cuatro de la tarde era tal la afluencia de fieles a la iglesia que hacía prever un llenazo sin precedentes. Se cantaron las vísperas en simple gregoriano, acoplándose a las notas del órgano cientos de voces juveniles que, bajo las majestuosas bóvedas del templo, resonaban vibrantes, armoniosas y devotas. Anteriormente se había dejado oír otra música en el Oratorio. Al dar las cuatro el reloj, y resonar las primeras notas el concierto de campanas, sacudió la casa un rumor impetuoso con un violento golpear de puertas y ventanas. Se había levantado un viento tan fuerte que parecía iba a derribar el Oratorio. Será casualidad; pero el hecho es que un viento igual sopló el día en que se puso la primera piedra de la iglesia de María Auxiliadora; un viento semejante se repitió cuando la consagración del Santuario; y de nuevo se presentó el día que volvía don Bosco de Varazze después de su enfermedad. Una furiosa ventolera se desencadenó de repente sobre el Oratorio diez días antes de esta expedición, mientras don Juan Cagliero pronunciaba su plática ((383)) de despedida; y hubo otra casi diez años después, precisamente en el momento en que le llegaba a don Bosco el decreto de los privilegios. Y cuentan otros que el fenómeno se repitió en más ocasiones, precisamente en momentos que revestían alguna importancia. No nos ha sido posible averiguarlo, pero nos parece que basta lo dicho para recelar que había en el fenómeno algo más que puras causas naturales. Cuando las vísperas llegaron al Magníficat, subieron los Misioneros de dos en dos al presbiterio y se colocaron en medio, en lugares ya preparados para ellos: los sacerdotes, con manteo español y el sombrero de teja en la mano; los coadjutores vestidos de negro y con el sombrero hongo en la mano. Los acompañaban, revestidos de roquete, todos los sacerdotes del Oratorio y todos los Directores. 326 Fin de Página 326 VOLUMEN XI Página: 327 Por no dejar nada por decir, añadiremos que la deliberación tomada de llamar a Turín a los Directores hubo de discutirse, en razón de los gastos que ello suponía. Pero prevaleció la idea de que, siendo el primer grupo que salía para las misiones, no sólo de Turín sino de todo el Piamonte, convenía hacer las cosas con la mayor solemnidad posible; tanto más que así los Directores tendrían ocasión para contar la ceremonia con todos sus detalles a los alumnos de sus colegios y se podría despertar alguna buena vocación. Terminadas las Vísperas, subió al púlpito nuestro Beato Padre. Al aparecer en él se hizo el más profundo silencio en aquel mar de gente; la emoción se adueñó del auditorio, que escuchaba embelesado sus palabras. Cada vez que se dirigía directamente a los Misioneros, parecía que su voz se velaba y se negaba a salir de sus labios. Frenaba él, con esfuerzo viril, las lágrimas; pero el auditorio lloraba. Un joven muy inteligente tomó nota de las líneas esenciales del sermón, cuyos conceptos aquí condensados, desarrolló el orador: Cuando estaba nuestro Divino Salvador en esta tierra, reunió a sus apóstoles antes de irse al Padre celestial y les dijo: Ite in mundum universum... docete omnes gentes... praedicate evangelium omni creaturae. Id por todo el mundo... enseñad a todos... predicad el Evangelio a todas las criaturas. ((384)) Con estas palabras daba el Salvador a sus apóstoles no solamente un consejo, sino un mandato, para que fueran a llevar la luz del Evangelio por todas las partes de la tierra. Este mandato o misión dio el nombre de misioneros a los que van a promulgar o predicar las verdades de la fe por nuestras tierras o en el extranjero. Ite, id. Y, cuando nuestro Salvador se fue al Cielo, los Apóstoles cumplieron fielmente el precepto del Maestro. San Pedro y san Pablo se trasladaron a muchos países, ciudades y reinos del mundo. San Andrés se dirigió a Persia, san Bartolomé a la India, Santiago a España y todos, unos por acá y otros por allá, predicaron el Evangelio de Jesucristo, de manera que ya san Pablo pudo escribir a los Romanos: Fides vestra annunciatur in universo mundo (vuestra fe se anuncia por todo el mundo). »Pero no hubiera sido mejor que los apóstoles se hubieran quedado primero en Jerusalén para evangelizar a sus habitantes y a los de toda Palestina, especialmente con la comodidad que allí habían tenido para reunirse y discutir los puntos fundamentales de la Religión Católica y el modo de propagarla hasta que no quedara ninguno en aquellas regiones sin creer en Jesucristo? No, no hicieron así. El divino Salvador les había dicho: Ite in mundum universum, id por todo el mundo. Por esto, no pudiendo los apóstoles correr por sí mismos todas las regiones del globo, asociaron a otros, y más tarde a otros operarios evangélicos, y los mandaron acá y allá a propagar la palabra de Dios. San Pedro envió a san Apolinar a Rávena, a san Bernabé a Milán, a san Lino y a otros a Francia, y lo mismo hicieron los demás apóstoles en el gobierno de la Iglesia. Los Papas, sucesores de san Pedro, hicieron otro tanto, y todos los que fueron a misiones, partieron con el consentimiento del Padre Santo. 327 Fin de Página 327 VOLUMEN XI Página: 328 Y todo esto según las disposiciones del Divino Salvador que estableció, como era necesario, un centro seguro, infalible, al que todos debían remitirse, del que todos dependieran y con el que debían conformarse todos los que predicaran la santa palabra. Ahora bien, queriendo nosotros, en nuestra pequeñez, cumplir según nuestras fuerzas el mandato de Jesucristo, se presentaban ante nosotros distintas misiones, en China, India, Australia y en la misma América; mas, por varios motivos, especialmente por estar nuestra Congregación en sus comienzos, se prefirió una misión en América del Sur, en la República Argentina. Para seguir la forma establecida, o mejor, el precepto de Jesucristo, apenas se comenzó a tratar de esta misión, se consultó enseguida al que es Cabeza de la Iglesia y todo se fue efectuando en plena inteligencia con su Santidad; nuestros misioneros fueron a visitar al Vicario de Jesucristo, antes de partir a su misión, para recibir su bendición apostólica y luego ir como enviados por el mismo Divino Salvador. ((385)) Así damos principio a una obra, sin pretensiones, ni pensando convertir al mundo entero en pocos días, no; pero »quién sabe si esta partida, si este poco, no será como la semilla que se convertirá en una gran planta? »Quién sabe si no será como un grano de mijo o de mostaza que, poco a poco, se irá extendiendo y producirá un gran bien? »Quién sabe si esta partida no habrá despertado en el corazón de muchos el deseo de consagrarse a Dios para las Misiones, agregándose a nosotros y reforzando nuestras filas? Yo lo espero así. Ya he visto cuantísimos se ofrecieron para ser elegidos. Para que os forméis un concepto exacto de la gran necesidad de sacerdotes que hay en la República Argentina, os cito solamente unos párrafos de una carta recientemente recibida de una persona amiga que se encuentra en aquel país. Dice así: «Si en estos países se pudiera tener la comodidad que se tiene, no digo en la iglesia de María Auxiliadora, sino en el más olvidado pueblo de Italia o Francia, íah, qué afortunados se considerarían estos pueblos y qué dóciles y agradecidos serían a la voz del que trabajara por ellos! Pero aquí, a menudo, ni siquiera en punto de muerte se pueden conseguir los auxilios de nuestra Santa Religión. No son pocos los pueblos que están absolutamente privados de la santa Misa». Y me cuenta de un pariente suyo que, deseando oír la misa un domingo, partió el jueves y, para llegar a tiempo, debió darse mucha prisa, sirviéndose de un caballo, de un coche y de todos los medios a su alcance, y apenas pudo llegar al pueblo el domingo por la mañana a la hora de la misa. Los pocos sacerdotes que hay no son suficientes para administrar los sacramentos a los moribundos, unas veces por la numerosa población que abarca su jurisdicción y otras, por la distancia de los pueblos en que habitan. Os recomiendo, además, con insistencia particular (dijo dirigiéndose a los misioneros) la dolorosa situación de muchas familias italianas, que viven diseminadas por aquellas ciudades y pueblos y hasta en medio de los campos. Están lejos de las escuelas y de las iglesias, y ni los padres ni los hijos, poco conocedores de la lengua y las costumbres de aquellas tierras, van a participar en las prácticas religiosas, y, cuando van, salen sin entender nada. Por eso me escriben que encontraréis un gran número de muchachos y de adultos que viven en la más deplorable ignorancia de la lectura, la escritura y de todo principio religioso. Id, buscad a estos hermanos nuestros, a los que la miseria o la aventura llevó a tierras lejanas, e industrias para hacerles conocer cuán grande es la misericordia de Dios, que os manda para bien de sus almas, para ayudarles a conocer y seguir el camino seguro de su eterna salvación. 328 Fin de Página 328 VOLUMEN XI Página: 329 Además, en las regiones que rodean la parte civilizada viven grandes hordas de salvajes, hasta los cuales no ha llegado todavía la religión de Jesucristo, ni la civilización, ni el comercio, y donde los pies de los europeos no pudieron hasta ahora dejar sus huellas. ((386)) Estos países son las Pampas, la Patagonia y algunas islas cercanas, que forman quizá un continente superior a toda Europa. Todas estas vastísimas extensiones ignoran el Cristianismo, no conocen en absoluto ningún principio de civilización, de comercio, de religión. íAh! Pidamos al dueño de la viña que mande obreros a su mies, que mande muchos, pero que los mande formados según su corazón, a fin de que se propague el reino de Jesucristo en la tierra. Al llegar a este punto debería pedir a todos los que me escucháis que recéis por nuestros misioneros; espero que lo haréis. Nosotros no dejaremos pasar un día sin pedir a María Auxiliadora por ellos y me parece que María, que hoy bendice su partida, no dejara de bendecir el progreso de la misión. Debería también dirigir unas palabras de agradecimiento a nuestros bienhechores, que tanto han trabajado para el éxito de esta misión. Pero »qué diré? Nos dirigiremos a Jesús Sacramentado, que se va a exponer para la bendición, y le pediremos que recompense todo lo que hicieron en favor de esta nuestra casa, de la Congregación y de esta misión. Debería hablar de un ilustre personaje que inició, prosiguió y condujo a término la piadosa empresa; pero no debo hablar de él por encontrarse aquí presente; me reservo otra ocasión para hacerlo. Ahora os dirigiré unas palabras a vosotros, hijos míos, los que estáis a punto de partir. Os recomiendo, lo primero, que en vuestras oraciones privadas y comunitarias no olvidéis jamas a nuestros bienhechores de Europa, que ofrezcáis al Padre celeste las primeras almas que ganéis para Cristo en homenaje y como prenda de gratitud a los beneméritos cooperadores de esta misión. A cada uno en particular ya le he dicho de viva voz lo que me dictaba el corazón y yo creía mas útil; a todos os entregaré escritos unos recuerdos especiales que deseo sean como mi testamento para los que van a aquellos lejanos países y que quizá no tendré el consuelo de volver a ver en esta tierra. Pero me falta la voz y las lagrimas sofocan mi palabra. Solamente os digo que, si mi alma esta conmovida en estos momentos por vuestra partida, mi corazón esta henchido de inmensa satisfacción, al ver consolidada nuestra Congregación, al ver que en nuestra poquedad, también nosotros ponemos nuestra piedrecita en el gran edificio de la Iglesia. Sí, marchad, con entusiasmo; pero recordad que hay una sola Iglesia que se extiende por Europa, por América y por todo el mundo y recibe en su seno a los habitantes de todas las naciones que acuden a refugiarse en su seno maternal. Cristo es Salvador de las almas que están aquí y de las que están allá. Uno es el Evangelio que se predica en un lugar y el que ((387)) se predica en otro; de forma que, aunque separados en el cuerpo, tenemos en todas partes unidad de espíritu, y trabajamos todos para la mayor gloria de Dios y del Salvador, Nuestro Señor Jesucristo. Pero doquiera os encontréis, amados hijos, debéis tener siempre presente que sois sacerdotes católicos y que sois salesianos. Como católicos, habéis ido a Roma a reicbir la bendición y, mas aún, la misión del Sumo Pontífice. Y con este hecho pronunciáis una fórmula, una profesión de fe y dais a conocer públicamente que sois enviados por el Vicario de Cristo a cumplir la misma misión de los apóstoles, como enviados por el mismo Jesucristo. Por tanto, los sacramentos, y el mismo Evangelio predicado por el Salvador y por los apóstoles y por los sucesores de san Pedro, hasta nuestros días; esta misma Religión 329 Fin de Página 329 VOLUMEN XI Página: 330 y estos mismos sacramentos debéis amarlos, profesarlos y predicarlos celosamente, lo mismo que os toque vivir entre salvajes, que en pueblos civilizados. Dios os libre de decir una sola palabra o hacer la más mínima acción que sea o pueda interpretarse como contraria a lo que infaliblemente enseña la Suprema Sede de Pedro, que es la Sede de Jesucristo, a quien todo debe referirse y de quien todo debe depender. Como Salesianos, sea cualquiera la parte del globo donde os encontréis, por muy remota que sea, no os olvidéis de que aquí, en Italia, tenéis un Padre que os ama en el Señor, una Congregación que piensa en vosotros, y en cualquier eventualidad os proveerá de todo, y siempre os recibirá como hermanos. Id, pues; deberéis soportar todo género de fatigas, de dificultades, de peligros, pero no temáis, Dios está con vosotros; El os dará tanta gracia, que podréis decir con san Pablo: -Yo solo nada puedo, pero con el auxilio divino soy omnipotente; omnia possum in eo qui me confortat. Os vais, pero no os vais solos, os acompañamos todos; vuestros compañeros seguirán vuestro ejemplo e irán con vosotros al campo de la gloria y de las tribulaciones. Y los que no puedan ir con vosotros, para acompañaros en el campo evangélico, que la divina Providencia os ha señalado, os acompañarán con el pensamiento y la oración y condividirán con vosotros los consuelos, las aflicciones, las flores y las espinas, a fin de que, con el favor divino, podáis alcanzar muchos méritos con todo lo que tengáis que soportar para la salvación de las almas redimidas por Cristo. Id, pues; el Vicario de Jesucristo y nuestro veneradísimo señor Arzobispo os han bendecido; yo también, con todo el afecto de mi corazón, invoco copiosas bendiciones divinas sobre vosotros, vuestro viaje, todas vuestras empresas y fatigas. íAdiós! Quizá no nos podamos volver a ver todos en esta tierra. Por un poco de tiempo estaremos separados corporalmente, pero un día nos reuniremos para siempre. Al final, trabajando por el Señor, oiremos que nos dirán: Euge, serve bone et fidelis, intra in gaudium Domini tui (bravo, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor). ((388)) Bajo el Beato del púlpito y el párroco de Borgodora impartió la bendición solemne con el Santísimo Sacramento. Escribe un testigo ocular 1: «El altar magníficamente adornado, los centenares de luces resplandecientes, la imagen de María Auxiliadora presidiendo desde el gran cuadro del altar añadían un suave e imponente aspecto a la función». Después del canto del motete Sit nomen Domini benedictum, compuesto por don Juan Cagliero, un coro de voces argentinas interpretó un precioso Tantum ergo. Después de la bendición, entonaron los cantores el Veni Creator. A continuación subió don Bosco al altar y rezó las bellísimas oraciones que la Iglesia pone en boca de sus ministros, al empezar un viaje, y especialmente en peregrinaciones apostólicas. El Beato clausuró las preces con su paternal bendición a los nuevos misioneros, que se recibió en medio de un silencio universal. Vino entonces la parte más patética de la ceremonia, que suscitó 1 CHIALA, l.c., cap. V. 330 Fin de Página 330 VOLUMEN XI Página: 331 llantos y sollozos por todas partes y puso a prueba la serenidad de los jóvenes apóstoles. Mientras un coro de niños entonaba desde el coro el motete Sit nomen Domini benedictum ex hoc nunc et usque in saeculum, en el presbiterio, en medio de la conmoción de todos, el amado Padre y los sacerdotes asistentes daban el abrazo de despedida a los que partían. La conmoción llegó al colmo cuando los diez misioneros, saliendo de la balaustrada, atravesaron la iglesia pasando entre los muchachos y conocidos. Se agolpaban en su derredor para besarles la mano y la sotana. El Beato llegó el último al umbral de la puerta, desde donde contempló un grandioso espectáculo: la plaza repleta de gente y una larga fila de coches esperaba a los misioneros, al tenue resplandor de las luces que iluminaban la noche, con el torrente de luz que salía por la puerta de la basílica, abierta de par en par, bajo un cielo límpido y estrellado y una suave brisa que acariciaba a los espectadores. Don Juan Bautista Lemoyne no ((389)) pudo contener los afectos que henchían su alma y exclamó: -íAh! don Bosco, »empieza a cumplirse ahora lo de Inde exibit gloria mea? (de aquí saldrá mi gloria?). -Es verdad, respondió don Bosco profundamente conmovido. Cuando Dios quiso, los misioneros, acompañados por don Bosco y el cónsul argentino, subieron a los coches que, despacio primero y al trote después, se dirigieron a la estación del ferrocarril. Pero fueron más rápidos los alumnos de Valsálice, que les habían precedido a escape y aguardaban en la sala de espera. Y partieron casi inmediatamente hacia Génova. El Beato Padre había prometido en su plática entregar a los misioneros unos recuerdos especiales, como testamento del padre a sus hijos, que quizás no volvería a ver. Los había escrito a lápiz, durante uno de sus últimos viajes, en su cuadernito de apuntes; mandó sacar copias y los entregó a cada uno en propia mano, mientras se alejaban del altar de María Auxiliadora. Sirvan los veinte avisos como sello de este capítulo: 1. Buscad almas, no dinero, ni honores, ni dignidades. 2. Sed caritativos y muy corteses con todos, pero evitad la conversación y familiaridad con personas de diferente sexo o de conducta sospechosa. 3. No hagáis visitas, si no es por motivos de caridad y de necesidad. 4. No aceptéis nunca, a no ser por gravísimas razones, invitaciones para comer fuera de casa. Cuando tengáis que aceptarlas, procurad ir con otro. 5. Preocupaos especialmente de los enfermos, de los niños, de los ancianos y de los pobres, y os granjearéis las bendiciones de Dios y la benevolencia de los hombres. 331 Fin de Página 331 VOLUMEN XI Página: 332 6. Sed obsequiosos con todas las autoridades civiles, religiosas, municipales y gubernativas. 7. Saludad respetuosamente a las personas investidas de autoridad que encontréis a vuestro paso por la calle. 8. Conducíos de igual manera con los eclesiásticos y con los religiosos. 9. Evitad el ocio y las disputas. Sed sobrios en el comer, en el beber y en el descanso. 10. Amad, venerad y respetad a las demás órdenes religiosas y hablad siempre bien de ellas. Este es el medio de ganarse la estima de todos y promover el bien de la Congregación. ((390)) 11. Cuidad la salud. Trabajad, mas sólo lo que os permitan vuestras fuerzas. 12. Procurad que el mundo conozca que sois pobres en el vestir, en el comer y en la casa; seréis ricos ante Dios y os adueñaréis de los corazones de los hombres. 13. Amaos los unos a los otros, aconsejaos, corregíos recíprocamente, no seáis envidiosos, ni os guardéis rencor; antes, el bien de uno sea el bien de todos, las penas y los sufrimientos de uno téngase como penas y sufrimientos de todos y esmérese cada uno por alejarlas o al menos por mitigarlas. 14. Observad vuestras reglas. No olvidéis nunca el ejercicio mensual de la buena muerte. 15. Cada mañana encomendad a Dios las ocupaciones del día, y en particular las confesiones, las clases, los catecismos y los sermones. 16. Propagad constantemente la devoción a María Santísima Auxiliadora y a Jesús Sacramentado. 17. Recomendad a los jóvenes la confesión y comunión frecuentes. 18. Para cultivar las vocaciones eclesiásticas inculcad: I. Amor a la castidad. II. Horror al vicio opuesto. III. Apartamiento de los díscolos. IV. Comunión frecuente. V. Caridad con muestras de amabilidad y especial benevolencia. 19. Antes de dar juicio en asuntos contenciosos, oíd a las dos partes. 20. No olvidemos, en las fatigas y en los sufrimientos, que nos espera un gran premio en el cielo. Amén. 332 Fin de Página 332 VOLUMEN XI Página: 333 ((391)) CAPITULO XVII ANTES Y DESPUES DEL EMBARCO EL cansancio de una jornada tan ajetreada y tan llena de emociones creó un ambiente propicio para que, en la penumbra del departamento del vagón, los misioneros dieran rienda suelta a sus sentimientos de afecto al amado Padre, a cuyo lado podían estrecharse ahora mucho tiempo y quizá por última vez. Llegaron hacia media noche a Sampierdarena, donde les esperaba don Pablo Albera, director del Hospicio de San Vicente. Se requirieron dos días para llevar a bordo el equipaje y ultimar los interminables trámites de los pasaportes. Durante ellos, todos contemplaron el amor que los jóvenes apóstoles profesaban a su Superior y Padre. No daba un paso sin que ellos no lo siguieran, como atraídos por una fuerza misteriosa que no les permitiera separarse de su persona: le hacían mil preguntas, le pedían continuamente nuevos consejos, le repetían una y otra vez sus necesidades espirituales. Pero, al mismo tiempo, se ponía de manifiesto la ternura paternal con que trataba a cada uno de aquellos sus hijos, que él había alimentado, instruido y formado en el Oratorio: con calma inalterable se industriaba para contentarlos, comunicándoles los tesoros de su experiencia y de sus luces celestiales. El día 14, domingo, celebraron la santa misa, rezaron las devociones de costumbre y se encaminaron al puerto. Apenas se dispuso don Bosco a saltar de la barca a la escalerilla que subía a cubierta, bajó el capitán Guidard a darle una mano, y después le acompañó a visitar los camarotes destinados a los misioneros y todas las dependencias del buque. Pertenecía aquel barco ((392)) a la Compañía francesa de transportes marítimos de Marsella y se llamaba Savoie. Cuando volvieron a entrar en la sala de primera clase, el coadjutor Molinari sentóse al piano, entonó el cántico Load a María y los demás siguieron cantando. Había ya en la sala muchos pasajeros y el canto atrajo a otros. Y entonces don Juan Cagliero, aprovechando la ocasión, dio comienzo a su predicación apostólica con un sermoncito, en el cual 333 Fin de Página 333 VOLUMEN XI Página: 334 recordó que aquel día se celebraba en Génova la fiesta del Patrocinio de María Santísima, y dijo que le parecía oportuno que, a punto como estaban de emprender un viaje tan largo, se invocara la protección de la que es estrella del mar y guía seguro al puerto. Añadió que, durante la travesía del Atlántico, todos tendrían comodidad para oír la santa misa, confesarse y comulgar... Sus palabras fueron recibidas con respeto y produjeron efecto inmediatamente porque algunos preguntaron enseguida dónde podrían confesarse, por lo que fue necesario improvisar un confesonario con una cortina. Hasta entonces los misioneros habían mantenido el buen humor; la presencia del Padre querido prestaba vigor a sus almas. Pero se acercaba el momento crítico de la separación. A las once se oyó la señal de que bajaran del buque todas las personas que no eran viajeros. El Beato había conversado largo rato con el Capitán, recomendándole a sus queridos hijos. Y él, persona muy atenta, le prometió que tendría con ellos toda suerte de miramientos y que serían siempre respetados por la tripulación. El siervo de Dios los agrupó finalmente junto a sí, les dio las últimas recomendaciones paternales y los bendijo. El coadjutor Enría, que se encontraba hacía unos meses en Sampierdarena y estuvo presente a la escena de la separación, la describe así: «Los misioneros no acertaban a separarse a su don Bosco. El, aunque visiblemente emocionado, los animaba recordándoles la finalidad de aquel viaje: la gloria de Dios, las muchas almas a salvar y los muchos infieles por convertir... »-íDichosos vosotros, que vais a lanzar la simiente evangélica ((393)) por aquellas tierras! íCuántos frutos reportaréis a la Iglesia y a nuestra Sociedad Salesiana! Trabajaréis con empeño y vuestro trabajo contribuirá al triunfo de nuestra sacrosanta Religión y de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana y recibirá una inmensa recompensa de Dios. El Señor os asegura por mi medio una mies incalculable; estad seguros. No os preocupen los trabajos, las privaciones, los desprecios del mundo. »Los misioneros y los que estaban en la sala se arrodillaron. Don Bosco los bendijo con voz serena y los fue abrazando uno a uno, empezando por Cagliero. Descendió después del buque. Estaban con él don Pablo Albera, don Juan Bautista Lemoyne, el hermano de Cagliero y otros. Cuando estuvimos en la lancha, los ojos de don Bosco y los nuestros seguían fijos en el barco para ver una vez más a los misioneros que estaban en cubierta y nos daban el último adiós. Don Bosco tenía la cara colorada por el esfuerzo que había hecho para contener su emoción». 334 Fin de Página 334 VOLUMEN XI Página: 335 Estaban ya los viajeros sentados a la mesa y comiendo, cuando con gran sorpresa se anunció a los misioneros una visita: eran los alumnos del hospicio de Sampierdarena que iban a saludarlos una vez más. Los había mandado don Bosco en un gesto de suma delicadeza. Apenas si tuvieron tiempo para intercambiar unas palabras y marchar, dejando nuevamente solos a los misioneros. A las dos de la tarde, se puso en movimiento la embarcación. El día quince descendieron en Marsella, y visitaron la ciudad durante seis horas. El 17 anclaron frente a Barcelona y el 18 entraron en el puerto de Gibraltar. Allí don José Fagnano y el señor Gazzolo, que sería el mentor de los misioneros en América, hicieron provisiones de hostias y velas, y visitaron todos al Obispo, que mostró vivísimos deseos de ser ayudado por los hijos de don Bosco en la educación de la juventud. Y ahora dejemos que entren en pleno Océano, acompañados por las fervorosas oraciones de todos los muchachos del Oratorio. Hemos oído comentar a los contemporáneos lo mucho que se reavivó en el Oratorio el espíritu de oración, con esta primera expedición de misioneros. ((394)) Los alumnos de cada curso se pusieron de acuerdo para formar coronas de comuniones diarias, hasta saber que los misioneros habían llegado sanos y salvos a su destino. Hubo un jovencito que se comprometió a ayunar tres días por semana, hasta conseguir de Dios la gracia de ir él también a las misiones, una vez terminados sus estudios; pero, al enterarse los superiores de aquella penitencia, se la prohibieron. Queremos todavía añadir que don Juan Cagliero llevaba consigo una prenda personal de la paternal solicitud de don Bosco, en una serie de recomendaciones y encargos, escritos de puño y letra por el Beato, y que se la había entregado la víspera del embarco. El documento decía lo siguiente: A don Juan Cagliero 1º Ten cuidado de la salud y la probidad de todos y haz de modo que cada uno descanse lo necesario. 2º Di al doctor Ceccarelli que he recibido sus doscientos francos, y que le recuerdo lo del catecismo argentino, esto es, un ejemplar que se necesita para imprimir el Joven Instruido (El Joven cristiano) en lengua española. 3º Traduzca Tomatis al español mi aritmética y me la envie para imprimirla aquí en Turín. Averiguad si hay un buen texto de Historia Sagrada; de lo contrario, prepararemos uno aquí. 4º No dejéis de entregar al doctor Espinosa El Católico u otro libro. 335 Fin de Página 335 VOLUMEN XI Página: 336 5º Cuando Allavena y compañeros estén en el barco, en Marsella, enviadme un telegrama diciendo: Todos llegados bien y sanos; de no ser así, se omita todos. 6º Siempre que tengáis ocasión durante el viaje, escribid lo que podáis, pero tú, incluye una esquela confidencial para decirme lo que fuere del caso. 7º Emplead toda clase de atenciones con el señor Francisco Benítez, haciéndole presente que también él es Franciscano, pues lleva el nombre de nuestro Patrono. 8º No pregone ninguno lo que sabe o lo que hace; llegado el momento, haga cada cual lo que pueda sin ostentación. 9º Si llegara el momento de poder mandar algún dinero, enviadlo a don Miguel Rúa, de la forma que os indique el comendador Gazzolo. 10º En vuestras cartas haced siempre referencia a vuestras oraciones y agradecimiento a cuantos os han ayudado y ayudan al Oratorio. No temáis exagerar en este punto. 11º Durante la travesía, o al término del viaje, escribe alguna cartita a los principales bienhechores, como el marqués y la marquesa Fassati, ((395)) mamá Corsi y familia, condesa Callori, condesa Teresa Bricherasio, Vía La Grange, 20, etc., etc. 12º Cuando haga falta más personal, escribe enseguida, tanto si se trata de las monjas como de los Salesianos; pero di también tu parecer sobre a quien conviene mandar. Haced lo que podáis; Dios hará lo que nosotros no podemos hacer. Confiad a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora todo lo vuestro y veréis qué son los milagros. Yo os acompaño con las oraciones y todas las mañanas os recordaré en la santa misa. Que Dios os bendiga donde quiera que vayáis. Rogad por mí y por vuestra Madre la Congregación. Amén. Sampierdarena, 13-XI-1875. JUAN BOSCO, Pbro. El Beato entregó, además, a don Juan Cagliero una carta de presentación y recomendación para el Arzobispo de Buenos Aires. Estaba escrita en latín, e iba acompañada de una nota en la que se especificaban el nombre, la condición y oficio de cada uno. Le entregó también otra nota con los gastos efectuados, para presentarla a la Comisión de San Nicolás de los Arroyos 1, con esta declaración: «No se pide nada a la Comisión para cubrir estos gastos, simplemente se les invita a ayudarnos; ello será un medio eficaz para que el Superior de la Congregación Salesiana pueda satisfacer los gastos realizados en esta ocasión y para preparar otros Salesianos, que más adelante tendrán que ir a ayudar en el trabajo a sus compañeros». La mente de don Bosco jamás quedaba tan absorbida por un asunto, como para no poder simultáneamente atender otros quehaceres en marcha. En efecto, al día siguiente del embarco de los misioneros, se 1 Véase: Apéndice, doc. 25 y 26. Fin de Página 336 VOLUMEN XI Página: 337 ocupaba de una nueva fundación de la que trataremos enseguida. Escribió a don Miguel Rúa: Carísimo Rúa: Conviene escribas a Lanzo, al clérigo Perret, y le digas que prepare sus cosas para venir a acompañarme hasta Niza, donde nos esperan el día 20. Todo está preparado. Puede ir directamente a Alassio y allí nos encontraremos. ((396)) Hasta ahora nada me ha dicho don Juan Bonetti sobre san Carlos 1; por tanto sigo viaje hacia la Riviera. Escribe o reexpide las cartas a Alassio hasta el día 20; después a Niza. Ayer acompañé hasta el barco a nuestros Argentinos. El alojamiento, la comida, todo principesco. Todos estaban alegres y zarparon a las dos de la tarde hacia Marsella, desde donde escribirán. Recemos. Dios hará lo que nosotros no podemos. Amén. 15-XI-1875. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. De allí a poco recibió, desde Marsella, las primeras noticias de los misioneros, y las remitió a toda prisa a Turín. Carísimo Rúa: Buenas noticias de nuestros misioneros. Don Juan Cagliero escribe desde Marsella: «Estamos todos, y todos estamos bien. Viaje amenísimo». Con las palabras «estamos todos» alude a Gioia y a Allavena 2, que fueron a reunirse con sus compañeros en aquella ciudad. Comunícaselo a los otros hermanos. Demos gracias al Señor y sigamos rezando. Mañana salgo para Varazze. Suspendo el viaje a Borgo San Martino porque la fiesta de san Carlos se trasladó, del jueves próximo al lunes pasado, esto es, ayer. Y yo no sabía nada. Vale in Domino y Valedic. Afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 1 Había sido trasladada la fiesta del Patrono del colegio de Borgo San Martino. El 13, sábado, había escrito el Beato a don Juan Bonetti: «Si por fin se celebra la fiesta de san Carlos el próximo jueves, 18, buscaré la manera de encontrarme ahí. En caso afirmativo, telegrafiame para que yo no me comprometa con otra cosa. 2 El clérigo Allavena y el coadjutor Gioia hicieron el viaje por tierra hasta Marsella, ya que no podían obtener el pasaporte a causa de su edad... La carta está sin fecha; pero es del 16, que precisamente era martes. Fin de Página 337 VOLUMEN XI Página: 338 El 17 salió para Varazze, desde donde escribió esta interesante carta a la condesa Callori. Mi buena y queridísima Mamá: He acompañado a nuestros misioneros hasta Génova y los he dejado a bordo del buque que los llevará a América. Estaban alegres, conmovidos y totalmente dispuestos a entregarse al Señor en donde la divina Providencia los llamaba. ((397)) Un momento antes de separarme de ellos tomó la palabra don Juan Cagliero y me dijo, en nombre de sus compañeros: «Le encomendamos agradezca en nuestro nombre a la señora Condesa Callori la caridad que ha tenido con nosotros. Adonde quiera vayamos, rezaremos siempre por ella y su familia; y las almas que esperamos salvar, le abrirán ciertamente un día el paraíso. Esperemos que seguirá ayudándonos, mientras don Bosco nos enviará nuevos obreros evangélicos». Hubo después unas lágrimas y, a las dos de la tarde, zarpaban de Génova rumbo a otro continente. Desde Marsella me ha escrito don Juan Cagliero, diciendo: «Hemos llegado todos bien. Viaje amenísimo». Cuando reciba más noticias se las enviaré a donde se encuentre. Envíole pues las comunes manifestaciones de agradecimiento y oraciones por este pobrecillo que le será siempre en Jesucristo Varazze, 17-11-1875. Humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro En Varazze le esperaba una sorpresa desagradable: una erupción de fiebre miliar, enfermedad que había sufrido tres años antes, precisamente en el mismo colegio y por la misma época. En realidad, desde el primer ataque, nunca le había desaparecido por completo. Cada dos meses, y aun con más frecuencia, cuando estaba muy cansado o le sorprendía el mal tiempo, volvían a aparecer unos granitos, acompañados de accesos febriles, fuerte dolor de cabeza, insomnio y bostezos muy molestos. Y siempre que le atacaba el mal, le hacía mudar la piel de casi toda la persona. Pero eran muy pocos los que se daban cuenta de ello, ya que aguantaba el importuno mal siguiendo su trabajo, y no estaba en cama más de lo acostumbrado; sin embargo, aquellas erupciones se presentaban a veces en forma violenta. Se leyó su carta a los muchachos, los cuales, al enterarse de los sufrimientos de su Padre, se angustiaron y empezaron a rezar fervorosamente con miedo de que el mal fuese más grave de lo que era y que, por consiguiente, retardara la vuelta largo tiempo. ((398)) Pero el 20 fue a Niza, como veremos, y de allí paso a Ventimiglia. A primeros de diciembre volvió a presentarse en Varazze, desde 338 Fin de Página 338 VOLUMEN XI Página: 339 donde envió tres cartas que se han conservado. Una, dirigida al padre Reffo, el de los «Artesanitos», que era personaje importante en la redacción de la Unità Cattolica. Le enviaba el Breve del Padre Santo para que lo publicara en el periódico. Muy querido Reffo: Te mando una carta del Padre Santo, para que veas si te parece conveniente insertarla en la Unità Cattolica. La ha traducido don Juan Francesia; las palabras de presentación son mías y pueden modificarse como parezca conveniente. Te repito aquí mis vivos sentimientos de agradecimiento por el magnífico artículo escrito con ocasión de la despedida y partida de los misioneros Salesianos 1. He recibido cartas muy laudatorias, de personas autorizadas, de Roma, Florencia, Venecia y muchos otros sitios; decían algunos que se les habían saltado las lágrimas al leerlo. Un distinguido personaje, y nada sospechoso, decía: -Yo creo que éste es el non plus ultra de los artículos de la Unità Cattolica. Te felicito por ello, y bendito sea siempre el nombre del Señor. Te dirijo a ti esta carta porque no sé si el teólogo Margotti está ya en Turín. Si ha vuelto, preséntale mis saludos más cordiales. Que Dios te colme de sus bendiciones. Ruega por este pobrecito, que siempre será tuyo en Jesucristo Varazze, 2-12-1875. Afmo. JUAN BOSCO, Pbro. El texto latino del Breve y su traducción italiana, que hemos reproducido en otro capítulo, aparecieron en el número docientos ochenta y cinco (7 de diciembre) con esta presentación de don Bosco: Los misioneros Salesianos, antes de partir para la República Argentina, como ya comunicamos en nuestro periódico, fueron a Roma para rendir homenaje al que es la suprema Cabeza de la Iglesia, recibir su bendición y hacer patente que su misión se apoyaba sobre la piedra ((399)) fundamental que es Cristo Salvador, centro de toda verdad y de todo bien. El reverendo don Bosco, su Superior, les entregó cartas de recomendación en las que, además, le comunicaba los nuevos felices resultados de la Obra de María Auxiliadora, destinada a atender a jóvenes adelantados en años, para el estado eclesiástico, obra que anteriormente había sido bendecida y recomendada por el mismo Padre Santo. Ahora, mientras los valerosos hijos de la Santa Madre Iglesia hacen la travesía del Atlántico, el Padre Santo ha tenido la alta dignación de responder al reverendo don Bosco con un Breve, que ciertamente será un precioso documento para la iniciada misión y para la incipiente Obra de María Auxiliadora. 1 Alude a un artículo en el que describía la función de despedida, aparecido en el número doscientos sesenta y seis (14 de noviembre). Véase: Apéndice, doc. 27. 339 Fin de Página 339 VOLUMEN XI Página: 340 Envió una segunda carta, desde Varazze, al Director del Colegio de Borgo San Martino, que comienza festivamente con afectada solemnidad. Muy querido Bonetti: Pensaba darme un paseo hasta Borgo San Martino, antes de ir a Turín, pero resulta que ahora un asunto urgente me reclama para mañana. Probablemente iré dentro de la octava de Navidad, pero lo avisaré. Dios os conceda toda clase de bienes a ti, a tus hijos y a nuestros hermanos. Salúdalos a todos en el Señor y pide por mí, que soy en Jesucristo tu Sampierdarena, 5-12-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. La tercera carta, que presentamos en último lugar, dada su mayor importancia, fue escrita un día antes que la anterior. Como se ve en ella, el Beato no paraba. Mi muy querido Cagliero: Me dirijo a ti, pero tú darás mis noticias a todos nuestros otros salesianos. Hemos recibido vuestras noticias hasta Gibraltar y bendecimos a Dios porque vuestro viaje ha sido tan bueno. En todas nuestras casas se reza para que continúe bien el viaje, hasta que lleguéis al campo de batalla. Inmediatamente después de vuestra partida, el 29 de noviembre, me llegaron las cartas de Roma. Una carta para el Arzobispo de Buenos Aires, vuestro decreto, una carta del Papa, y otra del cardenal Antonelli. Las demás cartas se te remitirán todas juntas. ((400)) Lo nuestro ha progresado mucho en poco tiempo. El día 21 del pasado mes se abrió en Niza una escuela de párvulos con internado para muchachos pobres. Don José Ronchail es el Director, Perret el maestro, Rabagliati el pianista, y el cocinero, Cappellano. Los Argelinos han ido allí. A mi vuelta he comenzado la labor contra los protestantes de Bordighera. La Casa que debe atender a los muchachos y al culto religioso ha sido confiada a don Nicolás Cibrario, con algunos otros seglares. Las Hijas de María Auxiliadora atenderán a la cocina y a las niñas. Por el momento estamos en alquiler, pero ya se ha comprado un terreno, precisamente al lado del templo, las escuelas, el asilo y el hospicio de los protestantes, y la próxima primavera comenzaremos, si Dios quiere, la construcción de una iglesia con el edificio necesario adjunto. El 9 de este mes se inaugurará el local de Sampierdarena, adonde irán los Hijos de María dispersos hasta ahora por varias casas. El 12 del corriente irá don Miguel Rúa a Mornese con el señor Mina, para la imposición de hábitos y recibir algunas profesiones. Su número va en aumento. A primeros de enero próximo irá un grupo a Alassio para hacerse cargo de la nueva casa. Fin de Página 340 VOLUMEN XI Página: 341 Cuando escribáis, tú o cualquier otro, contad los más pequeños detalles de cuanto se refiere a vosotros, pues todos ansían saber vuestras más insignificantes noticias. Todas nuestras casas están llenas; todos quieren enviar sus saludos a los misioneros, y hasta ir a verlos. Vosotros agradeceréis los pensamientos, y aplazaremos para su debido tiempo la realización de sus proyectos. Recomienda a todos que cuiden su salud y, cuando me escribas, ya me contarás si alguno se puso malo en el viaje y si ya se encuentra bien. Al dar noticias nuestras a los demás queridos misioneros, procura que lean todos juntos, si es posible, los recuerdos que os di antes de vuestra salida. Que Dios os bendiga a todos. Rogad al Señor por mí, que siempre seré en Jesucristo 4-12-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. P.D. Quede bien entendido que siempre que se os escriba, se mandan especiales saludos para transmitirlos al doctor Ceccarelli y a los señores Benítez, Espinosa, etc. Antes de hacer uso de los privilegios de misioneros, procurad que los vea vuestro Arzobispo. Ya se estaba preparando para dejar la Liguria, cuando le llegó una carta de Lyon, que no estaba de acuerdo con lo que él esperaba. ((401)) Había dirigido una súplica a la Obra de Propagación de la Fe para obtener de ella alguna ayuda. Pero el Consejo Central no le pudo atender, porque los estatutos de la Obra no permitían otorgar subsidios más que para las Misiones existentes fuera de los estados católicos y sólo a través de los jefes inmediatos de la misma Misión; así que, en el caso de don Bosco, para que le pudieran conceder subsidios destinados a la Patagonia, hubiera sido necesario que los dos territorios estuvieran ya canónicamente convertidos en Misiones con su correspondiente Superior eclesiástico, Vicario o Prefecto apostólico, y que por tanto no estuvieran unidos a la Archidiócesis, de la que formaban parte 1. Pero partía de allí con un consuelo y volvía a Turín con una esperanza: el consuelo de haber podido ordenar las finanzas de los dos colegios cargados con los gastos de las nuevas construcciones y la esperanza de poder hacer lo mismo con el Oratorio. En efecto, comunicaba a don Miguel Rúa 2: 1 Apéndice, doc. 28. 2 Carta a don Miguel Rúa desde Sestri Ponente, 4 de diciembre de 1875. 341 Fin de Página 341 VOLUMEN XI Página: 342 «He podido ordenar las finanzas de Alassio y de San Pier d'Arena del mejor modo posible; cuando llegue a Turín arreglaremos las nuestras». Evidentemente le había ayudado la Providencia. Detúvose todavía un poco en Sampierdarena y en Génova. Y el 6 de diciembre, hacia las cuatro de la tarde, llegaba finalmente al Oratorio, de donde había estado ausente veinticinco días. Todos le esperaban con impaciencia, alumnos, clérigos y superiores. Cuenta la crónica: «Siempre nos gustó tener a don Bosco con nosotros, pero cuando está ausente más de quince días, su vuelta nos entusiasma». Se estaban terminando las clases, cuando corrió la noticia de su llegada y que ya estaba en su habitación. Prosigue la crónica: «Al saber los muchachos que la enfermedad había sido ligera, se apoderó tal alegría de ellos que en algunos parecía locura». Llegada la hora de la cena, don Bosco entró en el refectorio a tiempo de que se leía. Don Miguel Rúa autorizó enseguida que se rompiera el silencio y ((402)) todos prorrumpieron en un cariñoso aplauso. La crónica describe así su entrada: «El, sonriente, entró despacito en el comedor, dando a uno una mirada cariñosa, haciendo a otro una caricia, dirigiendo la palabra a un tercero. Respondía en aquel instante a las muchas cartas en las que se le había pedido un consejo. Daba la impresión de que había tenido siempre presente lo que le habían escrito, y al mismo tiempo que le había escrito, llenando a todos de satisfacción». Así, por ejemplo, al pasar al lado de don Julio Barberis se detuvo un instante y, dirigiéndole una de aquellas sus indescriptibles miradas, le dijo: -He tenido muy en cuenta tu proyecto y busco la manera de realizarlo. Eso bastó para colmarle de tal alegría que se olvió de los tristes pensamientos que hacía días le atormentaban. Después de la cena escuchó, como de costumbre, todo lo que fueron a decirle y manifestó su opinión sobre los asuntos que había dejado pendientes. Advirtió a la comunidad que aquella noche tenía que contar muchas cosas interesantes de su viaje. Y a las nueve ya estaban esperando todos reunidos, estudiantes, aprendices, novicios y coadjutores. Apenas apareció, estallaron tales vivas a don Bosco y tan fragorosos aplausos que debieron oírse desde quién sabe dónde. Y no se restableció el silencio hasta que el Beato subió a la tribuna e hizo la señal de que iba a hablar. Dijo así: 342 Fin de Página 342 VOLUMEN XI Página: 343 Hace ya bastante tiempo, mis queridos amigos, que no nos hemos visto. Salí de Turín el 11 del mes pasado para acompañar a nuestros misioneros hasta Génova. Desde allí fui a Niza para arreglar varias cosas, de las que precisamente quiero hablaros. Esta noche os contaré algunos detalles de la partida de nuestros misioneros. El jueves, 11 de noviembre, salimos en el tren a las siete y media de la tarde y llegamos a media noche a Sampierdarena. El viaje fue bueno, hablamos un rato de varias cosas; se hizo silencio y algunos durmieron; de vez en cuando se oían los sollozos mal reprimidos de alguno que lloraba. En Sampierdarena nos esperaba don Pablo Albera y nos alojamos en su hospicio de San Vicente. Los dos días siguientes se dedicaron a ultimar los preparativos para el viaje: unos debían cumplir todavía ciertas formalidades para los pasaportes, otros comprarse algunas cosas necesarias. Además, había que escribir cartas y dar disposiciones y ((403)) despedirse de la gente de este mundo antes de partir para el otro (sonrisas generales). En Sampierdarena se pudo apreciar el afecto que tenían a don Bosco. No pude separarme de ellos ni por un momento. Si iba a la iglesia, me acompañaban a la iglesia a rezar; si iba a desayunar, venían conmigo al refectorio; si iba a mi cuarto, a mi cuarto que subían conmigo; no daba un paso sin que me acompañaran. Por mi parte os diré que tampoco yo podía estar sin ellos; de modo que, si no hubieran ido tras de mí, hubiera ido yo tras ellos. Tenía muchas cosas que decirles; pero eran más las que ellos querían escuchar, preguntar y decirme. Parecía que fuera imposible la separación. Yo había escrito ya muchas cosas para ellos, como normas y recuerdos de un padre para cuando estuvieran lejos de mí; pero a cada momento se me ocurrían muchas otras que parecían oportunas y que, para haberlas escrito, se hubieran requerido varios días. Pero les di todos los consejos, hijos de una larga experiencia. Así pasaron los días de espera, el 12 y el 13. Amaneció finalmente el domingo, día 14, en que debían partir. Nos fuimos en coche hasta el puerto. El buque estaba anclado fuera del puerto. Era un barco de la sociedad francesa de transportes marítimos de Marsella. Tomamos una lancha que nos condujo hasta allí. Tardamos media hora en atravesar el puerto y llegar al barco. Una vez al costado del navío, subimos a cubierta por una escalerilla; porque habéis de saber que el buque sobresale mucho por encima de la superficie del agua y hay que subir muchos escalones para llegar a bordo. El capitán señor Guidard, se apresuró a salir a nuestro encuentro, descendió para darme la mano y no se separó de mí, para que no me resbalara y cayera por las escaleras. Imaginaos ahora el buque, que es uno de los mayores. Yo ya había visto muchos barcos, pero ninguno como éste. Era de largo como cuatro veces esta sala. Sí, sí; más que menos ciento cinco metros de largo por once de ancho. De modo que, sobre la cubierta del barco, sin contar el espacio ocupado por las máquinas de vapor, pueden estar y pasearse cómodamente mil personas. El capitán tuvo la atención de acompañarnos a visitarlo todo. He de deciros que viajan varias clases de personas y que los viajeros están divididos en el buque en tres clases, según lo que pagan. Pero yo demostré al capitán que eran cinco las clases. Escuchad. Primera clase es la de los señores: éstos tienen toda suerte de comodidades en la mesa y en el adorno de las habitaciones, como lo tendrían en un hotel de lujo. La segunda ((404)) es para personas menos acomodadas, pero que pagan todavía bastante y también reciben un trato muy esmerado. La tercera clase, la más numerosa, es la de los que pueden pagar poco. Para éstos no abunda tanto la comida; las maderas 343 Fin de Página 343 VOLUMEN XI Página: 344 de la nave les sirven de silla y tienen para dormir, todos juntos, un amplio dormitorio con cientos de literas alrededor, como las estanterías de una biblioteca. -Estas son las tres clases de viajeros, me dijo el capitán; y no hay más. -A estas tres, repliqué yo, hay que añadir otras dos. -Explíquese, contestó el capitán. -Venga, señor capitán, le dije; »no ve ahí debajo cuántos pollos, gallos, gallinas, conejos, palomas, vacas, bueyes y hasta aquellos dos cerdos? »No son también pasajeros que hay que contar en el número de los que tienen boca y comen, lo mismo que los demás? Estos, según mis cálculos, son los de cuarta clase. -Vaya, vaya -dijo riendo el capitán-he aprendido algo nuevo; es verdad, no se me había ocurrido, pero no me figuro dónde pueda estar la quinta clase. -Pues mire, yo se la hago ver fácilmente; basta hacer un pequeño ejercicio gramatical como el que hacen los maestros del segundo o tercer grado elemental; es decir, no hay más que cambiar el verbo de la voz activa a la pasiva, y me explico: »no ve, señor capitán, cuántos manjares, asados, fritos, cocidos, verduras, salsas y ensaladas? »No viaja también todo esto? Es más, »podrían viajar los otros sin ellos? íNo! Por tanto hay que contarlo; esto forma la quinta clase; y, si no fuera por discreción, aún contaría la sexta clase con las maletas, equipajes y bultos más pesados que transporta el buque. Riéronse los que me escuchaban y entre tanto nos condujo el capitán a ver los camarotes correspondientes a nuestros misioneros. Se descendía al interior de la nave por una escalera comodísima, cubierta con una alfombra de felpa roja. Por miedo a ensuciarla, miraba si llevaba barro en los zapatos; pero el capitán me hizo una señal como diciendo: no importa que se ensucie, la limpiarán los empleados. Llegamos a una sala grande, y no creo exagerar si digo que era como la mitad de este locutorio. Allí había sillas de terciopelo, sofás, alfombras, armarios, espejos y cuantas comodidades pueda uno imaginarse. Y alrededor de esta sala están los espacios destinados para dormir, esto es, muchos cuartitos que se llaman camarotes. En ellos están las literas colocadas una sobre otra, de modo que uno se acuesta en la de abajo, otro sube a la de encima y el tercero más arriba aún. Hay camarotes que tienen cuatro literas, otros tres o dos; en algunos como, por ejemplo, el de don Juan Cagliero hay una sola cama para su mayor comodidad. ((405)) Estaba aquella sala llena de viajeros y de marineros que transportaban los equipajes. Al ver que había allí un piano, Molinari comenzó a tocar una bonita marcha, a continuación entonó el Load a María y sus compañeros le siguieron hasta el fin. El cántico atrajo a muchas otras personas. Entonces don Juan Cagliero se abrió paso entre la gente y, aprovechando la ocasión, empezó allí mismo la misión con un sermoncito. Comenzó diciendo: -Puesto que hoy se celebra aquí en Génova la fiesta del Patrocinio de María Santísima, es muy justo que, a punto de emprender un viaje tan largo, se invoque, cantándole alabanzas, la protección de la que es estrella del mar y guía seguro al puerto, según las palabras de san Bernardo... Y terminó con una oportunísima exhortación, diciendo que durante el viaje todos tendrían comodidad para oír misa, confesarse y comulgar. íFue algo maravilloso! De entre tantas personas (eran cerca de setecientas) como hubo en aquella plática y en las siguientes, según me escribió don Juan Cagliero, ninguno protestó ni profirió palabras de desprecio. Al contrario, algunos preguntaron enseguida donde podrían confesarse; y, como no había confesonarios, hubo que improvisar uno con sillas, un velo y una cortina. Fin de Página 344 VOLUMEN XI Página: 345 Pero, mientras mirábamos acá y allá, se aproximaba el momento de partir y yo tenía que separarme de mis hijos. No me habían dejado ni un momento, me habían rodeado continuamente, y de pronto uno empezó a sollozar, otro se echó a llorar: y yo, os lo diré, aunque quise hacer de Rodomonte 1 y mantenerme sereno, no pude evitar que descendieran muchas lágrimas de mis ojos. Pero debo manifestar el valor de todos ellos. Cierto que lloraban, mas era un llanto que abiertamente decía: no podemos retener las lágrimas, pero partimos contentos porque vamos en nombre del Señor a salvar muchas almas allí donde tanto se siente la falta de operarios evangélicos. Entre tanto se oía la señal de que bajaran del barco los simples visitantes. Fue una verdadera escena. En aquel momento se arrodillaron todos a mi alrededor pidiendo la bendición. Hasta el capitán y algunos señores allí presentes se arrodillaron. Los bendije a todos y bajé a la lancha que me esperaba para conducirme a tierra, llevándome el corazón de mis hijos y acompañado de sus miradas y de sus saludos, hasta que desaparecieron de mi vista. Por la tarde del domingo, 14 de noviembre, cerca de las dos, zarparon de Génova. He recibido ya algunas cartas desde Marsella, desde Barcelona y desde Gibraltar en donde se para el buque varias horas para recibir nuevos viajeros y cargar provisiones. Los de Varazze y de Alassio, que sabían la hora en que pasarían ante su vista, estaban observando con sus anteojos, esperando poder distinguir el barco que llevaba a nuestros valientes atletas, que habían dejado la patria, la familia y todo para ir a dar a conocer y hacer amar la Religión de Jesucristo en aquellos remotos países. Oíd ahora cómo les fue el viaje desde Génova a Gibraltar, última ciudad de Europa que tocan los buques antes de entrar en el Atlántico y de donde nos han llegado sus últimas noticias. Ninguno tuvo que sufrir males de importancia, a excepción de las incomodidades que todos experimentan los primeros días de un viaje por mar. Por lo demás, todo va magníficamente bien. Comen, como se suele decir, a la francesa. Por la mañana les sirven café o té. Hacia las once tienen el almuerzo en el cual, además de los entremeses con salchichón, mantequilla, mortadela y verduras, les sirven la sopa y cuatro platos; después queso, fruta y dulces a discreción. Ya veis que con este almuerzo no es para pasar hambre antes de que llegue la hora de la cena, hacia las cinco y media de la tarde, con entremeses, ocho platos y toda clase de fruta y dulces. Sin embargo, don José Fagnano se lamenta de que los tratan muy bien, que los platos son buenos, pero a pesar de todo eso, no logra saciar su apetito, con lo que nos da a entender que no es el mareo lo que más le atormenta. Además, han empezado ya su misión en el buque. Todos los días celebran misa, a la que asisten muchos pasajeros. Los domingos predican en italiano para la mayoría y en español para los otros, y tres veces a la semana dan catecismo a los muchachos y a las muchachas. En Marsella fueron a visitar el famoso santuario de nuestra señora de la Guardia y los que aún no habían celebrado misa en el barco, tuvieron comodidad para decirla allí. Por la mañana del 19 dieron vista a Gibraltar, última ciudad de Europa donde se detiene el barco, y desde donde hemos recibido las últimas noticias de nuestros amigos. 1 Personaje valentón y fanfarrón de Orlando el Furioso, de Ariosto, popularizado por Lope de Vega y Zorrilla (N. del T.) 345 Fin de Página 345 VOLUMEN XI Página: 346 Tocarán después San Vicente, una de las islas de Cabo Verde, para proveerse de carbón. En el momento en que os hablo ya han pasado el ecuador y han entrado en el hemisferio sur; creo que ya hayan desembarcado o lo harán muy pronto en Río de Janeiro, que ya es una ciudad de América, la capital del Brasil. Desde allí no queda más que una parada, en Montevideo, antes de llegar al puerto suspirado de Buenos Aires. Desde Río de Janeiro hasta allí dura el viaje una semana; de modo que espero lleguen a Montevideo el 7 por la noche y que pasen la fiesta de la Inmaculada Concepción en esta ciudad. Imagino que mañana o pasado recibiremos cartas desde las islas de Cabo Verde y, quizá poco después, un telegrama, anunciando el feliz término de su viaje. ((407)) Esto es, queridos jóvenes, lo que os quería decir esta noche respecto al viaje de nuestros misioneros. Otra noche os contaré lo que yo hice durante mi ausencia de Turín. Entre tanto, animémonos todos a celebrar verdaderamente bien la fiesta de la Inmaculada, continuemos pidiendo en nuestras oraciones por los misioneros y supliquemos al Señor que envíe muchos obreros evangélicos para trabajar en su viña y hacer el bien. Naturalmente muchos de vosotros sienten en este momento grandes deseos de partir y ser misioneros; pues bien, os puedo decir que, si todos fuerais de este parecer, habría sitio para todos y yo sabría muy bien a dónde mandaros, en vista de tantas necesidades como hay y las muchas peticiones que nos llegan de todas partes rogando, suplicando y diciéndonos cómo se han tenido que abandonar algunas misiones ya comenzadas por falta de misioneros. Mas, por ahora, comenzad a prepararos con la oración, portándoos bien y haciendo de misioneros los unos con los otros, dándoos buen ejemplo; porque también estudiando con empeño, cumpliendo vuestros deberes escolares, con el auxilio del Señor podréis conseguir vuestro intento, siendo amados por Dios y por los hombres. Buenas noches. La crónica hace notar que estas últimas palabras despertaron un verdadero ardor en el corazón de los muchachos, al extremo de que la mayoría ansiaba partir enseguida para dedicarse a las misiones en tierras lejanas. Y aquel entusiasmo por los misioneros no solamente prendió en los corazones juveniles del Oratorio. «Yo mismo, declara don Ascanio Savio, aunque no pertenecía a su Congregación, deseaba ser del número de los misioneros en aquella primera expedición y, si no partí, fue porque se opuso el Arzobispo monseñor Gastaldi». El Beato comprendía muy bien las dificultades especiales que encontraban los sacerdotes para ingresar en la Congregación y hacerse misioneros. -Los pobres Obispos -decía-están acobardados: necesitan sacerdotes en cantidad, algunos no saben cómo arreglárselas para conseguir un número suficiente de coadjutores. Cuando un sacerdote les pide autorización para ir a las misiones extranjeras es imposible que respondan con un sí de satisfacción, como antaño, alabando su buen deseo, confirmándoselo, animándole y empujándole a llevarlo a cabo. 346 Fin de Página 346 VOLUMEN XI Página: 347 ((408)) Las más de las veces responden que hacen falta misioneros en la propia diócesis. Pero el aumento de peticiones de sacerdotes para ingresar en la Congregación era precisamente uno de los efectos producidos por la expedición de misioneros. Primeramente la Congregación se desarrollaba lentamente en la oscuridad: se la conocía muy poco o nada fuera del Piamonte. Ahora, en cambio, los periódicos italianos y extranjeros hablaban de la Congregación Salesiana y de don Bosco, antes, durante y después de la expedición, de tal forma que la noticia de la Pía Sociedad corrió por todas partes, llamando la atención de muchos y atrayendo cada vez a más sujetos que solicitaban pertenecer a ella. Así sucedió que hasta desde países lejanos se considerara al Oratorio como un vivero de vocaciones misioneras. Llegáronle al Beato invitaciones para ir a California, Nigricia o Sudán, Hong-Kong, India; las más insistentes procedían de Sidney. El Obispo de la capital australiana, monseñor Quin, fue dos veces al Oratorio para tratar con él; pero el Siervo de Dios, sin desconfiar de la divina Providencia, procedía en todo con la máxima prudencia y madura ponderación; y no creyó que hubiera sonado la hora para tal empresa. Le faltaban las personas y además Sidney exigía preparativos mucho mayores que los de Buenos Aires, dado que también eran mayores las dificultades. Dificultad de idioma: aprender inglés para predicar y dar clase requería mucho más tiempo que el español. Dificultades religiosas: tendrían que vérselas con los protestantes, cuyos ministros, enemigos acérrimos de los católicos, harían toda clase de esfuerzos para oponerse, y era menester estar pertrechados ante ellos con sólidos estudios teológicos. Dificultades por parte de los indígenas, cuya índole no era tan apacible como la de los indios de América, sino que eran ferocísimos. Dificultades del clima, menos tolerable que el de la Plata. El preveía además que, si la reciente expedición había despertado tanto interés, con el tiempo, el enviar uno a América sería como enviarlo a cualquier casa de Europa; en cambio, una expedición a Sidney habría despertado miedo por algún tiempo. Pensaba, pues, dejar pasar ((409)) tres años antes de comenzar las misiones australianas. Pero Australia no contó con los Salesianos hasta 1923. Ciertamente, de haberse dejado llevar por su celo, habría abarcado con su caridad al mundo entero; pero era necesario, además, consolidar la Congregación. También es verdad que para nuestro Beato, consolidar no significaba suspender toda actividad. No se conocería bien su pensamiento sobre este tema, si olvidáramos presentar a la consideración de los lectores ciertas palabras que él dijo al Capítulo Superior 347 Fin de Página 347 VOLUMEN XI Página: 348 la noche del 10 de diciembre. Expresó así su idea: «Respecto a nuestra Congregación, me doy cuenta de que, si bien repite que es necesario que nos consolidemos, si se trabaja mucho, las cosas van mejor; la consolidación se puede hacer lentamente, pero también será más duradera. Y lo vemos aun con los ojos cerrados: mientras hay este gran movimiento, este gran trabajo, se va adelante a velas desplegadas y existe en los miembros de la Congregación un gran deseo de trabajar». Por eso, a veces, cuando oía propuestas importantes y de difícil actuación, respondía: -íSí!... Pero falta una cosa. -»Y cuál? -íEl tiempo! La vida es demasiado corta. Hay que hacer deprisa lo poco que se pueda, antes de que nos sorprenda la muerte. Esta es la explicación de por qué, a pesar de la penuria del personal, siempre estaba planeando nuevas empresas apostólicas y a gran escala. Don Joaquín Berto le vio contemplando fijamente unos mapas y estudiando las tierras que quería conquistar para el Evangelio. Y le oyó exclamar: -íQué día más precioso será aquél en que los misioneros Salesianos, Congo arriba, de estación en estación, se encuentren con sus hermanos, que habrán subido por el Nilo, y se estrechen la mano alabando al Señor! Don Francisco Dalmazzo declaró que él mismo le oyó exclamar varias veces: -Cuando nuestros misioneros vayan a evangelizar las distintas regiones de América, de Australia, ((410)) de la India, de Egipto y de muchos otros sitios, íqué día tan hermoso será aquél! Yo los veo avanzar por Africa, por Asia y entrar en China. Precisamente en Pekín tendrán una casa. Siempre con el deseo de propagar la fe, hubiera querido sugerir al Papa que en las Letanías de los Santos agregara la petición: Ut bonos et dignos operarios in messem tuam mittere digneris. Te rogamus, audi nos. (Para que envíes buenos y dignos operarios a tu mies, Te rogamos, óyenos). Pero no se atrevió a hacer la propuesta. Hoy, aunque con otras palabras, es una realidad. 348 Fin de Página 348 VOLUMEN XI Página: 349 ((411)) CAPITULO XVIII A UNO Y OTRO LADO DE LA FRONTERA CON FRANCIA DURANTE el año 1875 sucedíanse las peticiones de fundaciones. A más de las ya enumeradas, recibió el Siervo de Dios invitaciones para fundar en Cogoleto (Savona), en Druent (provincia de Turín), en Trinità de Mondový, en el colegio Usuelli de Milán, en Susa, Lucca, Milán, Marsella. Llególe también el primer ofrecimiento del canónigo Belloni de su Obra en Tierra Santa. Mas, aún tomando en consideración estas invitaciones, decidió limitarse a cumplir los deseos del Obispo de Ventimiglia en Vallecrosia, y los del abogado Michel en Niza (Francia). En las «buenas noches» de la fiesta de la Inmaculada, habló por extenso de ambas fundaciones, al cumplir la promesa de narrar la segunda parte de su viaje. Os conté la otra noche la primera parte de mi viaje, del que había vuelto aquel mismo día. Hoy quiero contaros la otra mitad. Cuando los misioneros zarparon de Génova yo me fui a Niza; no a Niza, la de aquí en el Piamonte, llamada Nizza Monferrato o Nizza de la Paglia, que está en la provincia de Alessandria, sino a Niza, la ciudad del mar que antes formó parte de Italia y hoy pertenece a los franceses. Se me esperaba en esta ciudad, donde se trataba de abrir una casa, una especie de oratorio o colegio; mas, por ahora, sólo una cosa en pequeño. Ya estuve en esta ciudad el año pasado, y, cuando vi que efectivamente eran muchos los que lo deseaban, sobre todo el Obispo y otros varios señores muy buenos, me decidí a abrir allí una Casa y ahora he ido para completar las negociaciones y comenzar la ejecución del proyecto. ((412)) Vino conmigo don José Ronchail, que el año pasado era prefecto en Alassio y ahora hace de director; vinieron también un cocinero, algunos clérigos y además los ocho africanos o argelinos que estaban aquí. La finalidad de Niza sería esta: empezar abriendo un oratorio festivo para los muchachos; el Obispo pone a nuestra disposición parte de su jardín, como lugar de recreo para estos muchachos; después se abrirán algunas clases elementales diurnas o quizá nocturnas. Y, mientras tanto, ya se verá qué dispone la Providencia. Lo que se ha comenzado no es nada del otro mundo, pero espero que muy pronto crecerá y se podrá hacer mucho bien. El domingo 28 se hizo la solemne inauguración, y digo solemne porque se hizo todo lo que se podía hacer; baste decir que intervinieron muchos señores y señoras de la aristocracia de Niza, y el señor Obispo. Todos ven con buenos ojos esta fundación. Hice una visita al alcalde, el cual, aunque protestante, notad bien lo que digo, aunque protestante, vio con agrado esta 349 Fin de Página 349 VOLUMEN XI Página: 350 Institución, se maravilló y entusiasmó al oír hablar de su finalidad y de lo que ya se hacía en varias partes de Italia. No cesaba de exclamar: C'est une chose qui manque à la France. (Es algo que falta en Francia). Y en efecto, escribió inmediatamente, yo vi la carta, a París, al Presidente de la República Francesa, un informe encomiástico de la Casa, señalando la importancia de abrir también en aquella gran capital algunos de estos Institutos. Y puedo deciros que no sería muy difícil, pues ya se nos han hecho proposiciones en este sentido. A continuación hablaron varios periódicos franceses de esta pequeña Casa de Niza, y he aquí que, estando yo todavía en aquella ciudad, me llegó un oportuno ofrecimiento de Marsella, proponiéndome abrir allí otra nueva casa. Respondí que la oferta andaba de acuerdo con mis deseos; que se madurasen las cosas y, como era muy posible que antes de acabarse el invierno yo volviera a Francia, aprovecharía la ocasión para ir hasta allí donde vería y empezaría las gestiones. Cuando dejé Niza me dirigí a Ventimiglia, donde me esperaban con impaciencia. El Obispo y las autoridades me hicieron un recibimiento inimaginable. Os estaréis preguntando a qué fue don Bosco a Ventimiglia, y os lo diré: a combinar la apertura de otra Casa. Ya se había tratado de ello el año pasado; pero hasta ahora no se habían podido acabar los trámites. Entre Ventimiglia y un pueblo cercano, que se llama Bordighera, hay un llano que tendrá más de tres millas de largo. Hace treinta años no había en aquel lugar una sola casa, pero se empezó a edificar, se pobló, creció el número de sus habitantes, y ahora aquella llanura está completamente ocupada, pero no hay una iglesia ni una escuela. Los protestantes, que abundan por aquellos lugares, al verse dueños del campo, construyeron su iglesia, abrieron una especie de internado con escuelas gratuitas y hasta pagaban a los padres para que les mandaran ((413)) sus hijos. Dado que no había otras escuelas, la mayor parte de los padres, antes de dejar a sus hijos sin instrucción, los enviaron a las escuelas de los protestantes abiertas para niños y niñas. Ante un panorama tan negro el Obispo, falto de sacerdotes y de dinero para levantar una iglesia y fundar una parroquia, se dirigió a don Bosco. Yo hablé mucho con él el año pasado sobre este asunto, pero no había ido todavía a visitar el local ni se había tomado ninguna decisión. Ahora me acompañó el Obispo a verlo todo; se tomó en arriendo una casa, por persona interpósita, que servirá mientras se dan los pasos para adquirir un terreno a propósito para construir una iglesia con casa adjunta. Y lo que resulta maravilloso es que se puede conseguir para este fin un espacio colindante precisamente con el templo y las escuelas de los protestantes. Y como aquí se deberá dar clase también a las muchachas, se abrirá una casa para las monjas. Se hará así: a un lado de la iglesia estará el director con los maestros y clérigos, que se enviarán desde aquí, para los muchachos; y al otro lado se establecerán las Hermanas y la escuela para las niñas. Espero que esta Casa se pueda abrir durante la novena de Navidad o en su octava, de modo que, al comenzar el año 1876, empiecen también las clases. De momento no se admitirán alumnos internos; será una casa sólo para externos, o a lo más para medio pensionistas a fin de dar comodidad a los que viven lejos y ahorrarles el ir y venir dos veces al día. Después, cuando tengamos la iglesia y la casa que os he dicho, también se podrá admitir internos. »Sabéis ahora por qué os cuento esto con tantos detalles? Por dos motivos. Primero: habéis visto cómo durante el año, y especialmente el pasado, os he encargado de tanto en tanto que rezarais, y rezarais mucho, porque necesitábamos muchas gracias. Cuando os hago este encargo generalmente no os puedo decir el motivo, porque son cosas que están sujetas a mil circunstancias; pero entonces quería aludir a cosas que ahora 350 Fin de Página 350 VOLUMEN XI Página: 351 estamos viendo realizarse y a muchas obras que todavía no os puedo decir. Rezad, pues, de corazón porque siempre se trata de cosas muy importantes. El segundo motivo es éste. Me gusta que sepáis lo que se está haciendo y lo que se proyecta; no quiero teneros en la ignorancia de las grandes necesidades de la Iglesia, del inmenso campo preparado para el que quiere hacer el bien, si de veras trabaja para la mayor gloria de Dios. íAh, sí!, puedo deciros con toda verdad que el campo a cultivar requiere muchos y muchos obreros, que la mies es extraordinariamente abundante y que hace falta nos multipliquemos en gran escala para poder realizarlo todo. íSí, sí! íEn este momento me siento empujado, a la vista de las grandes necesidades de la Iglesia, a incitaros, a daros ánimo para que todos trabajéis en el crecimiento de la virtud y la santidad! íAh, si os viese en este instante a todos hechos ya sacerdotes, tendría un puesto para asignar a cada uno de vosotros y darle tanto trabajo que ((414)) no pudiese soportar tanta fatiga. íSí! íNecesitaría precisamente contar con tantos directores de casas como sois vosotros; veríais cuánto bien se podría hacer! Verdad es que vosotros ya sois pequeños directores, pues sabéis portaros bien en vuestros oficios y en el cumplimiento de vuestros deberes. Pues bien, continuad así: quien por casualidad no lo fuera, ármese de buenos propósitos y, con la ayuda del Señor, espero que podréis hacer mucho bien. Nosotros, invirtiendo el orden seguido por el Beato, vamos a hablar primero de Bordighera y después de Niza. Se dice Bordighera impropiamente; en adelante emplearemos la denominación de Vallecrosia 1. Porque la Obra Salesiana se levanta en el ayuntamiento de este pueblo. Valle Crosia se llamaba la amplia explanada que se extendía entre Bordighera y Ventimiglia. La amenidad del lugar, la benignidad de su clima y la facilidad de comunicaciones, después de la instalación del ferrocarril, atrajeron a italianos y extranjeros, que construyeron quintas y palacetes sin cesar, hasta convertir aquello, en breve espacio de tiempo, en una verdadera población. Pero una población en la que nadie pensó en construir iglesia ni escuela. Se ieron cuenta de ello enseguida los protestantes. Un desventurado ex sacerdote llamó allí a los Valdenses y éstos, sin hacerse esperar, se establecieron en el centro, donde levantaron, con enormes gastos pagados con dinero de la Sociedad Bíblica Londinense, un edificio magnífico con un templo. Abrieron un templo, abrieron un asilo infantil, abrieron unas escuelas para niños y niñas, abrieron también 1 Iglesia y escuelas de María Auxiliadora en los Llanos de Vallecrosia. Sampierdarena, 1880 (opúsculo anónimo, con unos pocos datos sobre el origen).-Boletín Salesiano, en italiano, de abril, 1901 (un artículo sobre el 25.° aniversario).-Doc. de Archivo, entre los cuales véase: Apéndice, doc. 29. 351 Fin de Página 351 VOLUMEN XI Página: 352 un asilo para niños y niñas abandonados y, a la chita callando, se convirtieron en amos del lugar. El buen Obispo, monseñor Lorenzo Biale, no dormía. Desde que el vigilante Pastor se dio cuenta de la invasión protestante no descansaba; tanto mas que los herejes empezaron a ejercer desde allí su influencia en los pueblos de alrededor. Buscó maestros católicos, imploró socorro, apeló a Roma. El Sumo Pontífice publicó un Breve congratulándose con él porque, a pesar de ((415)) la pobreza de su diócesis, hubiese establecido escuelas católicas en los llanos de Vallecrosia frente a las de los protestantes, que intentaban desviar a los muchachos; y fue el primero en dar ejemplo, enviando un socorro al eximio prelado 1. Pero »cómo podía un pobre obispo italiano aguantar la competencia del oro extranjero? Invitó, pues, a don Francisco Cerruti, director de Alassio, para que fuera a Ventimiglia, y le dijo llorando: -Mi querido padre Cerruti, diga a don Bosco que no me abandone. Soy viejo, paso ya de los noventa años, el clero con que cuento es escaso; apenas si tengo diez seminaristas y aquí, a la puerta de casa, ante mis ojos, los valdenses destruyen la fe de mi pueblo. Me he sometido a sacrificios para impedir la irrupción del enemigo, pero no basta. Necesito que don Bosco venga en mi ayuda y pronto. Conmovido hasta las lágrimas, partió don Francisco Cerruti hacia Turín en busca de don Bosco, pero le dijeron que don Bosco estaba en Cúneo. Corrió a Cúneo, pero don Bosco se hallaba en Beinette, huésped del piadoso bienhechor, el reverendo Vallauri. Voló a Beinette donde le encontró rezando el rosario con la familia. La imprevista aparición de Cerruti alarmó al Siervo de Dios, que se temió alguna grave desgracia. Una vez tranquilizado y oída la embajada, se recogió un instante y respondió: -Vuelve a Ventimiglia y di al señor Obispo que, desde este momento, estamos a su disposición. Don Francisco Cerruti salió a la mañana siguiente para llevar al Obispo la consoladora noticia. El venerando Pastor alzó sus manos al cielo y exclamó entre lágrimas: -Gracias, Señor; ahora muero tranquilo. Efectivamente a poco murió; pero tuvo tiempo para ver encaminadas las cosas. Cuando el Beato fue a Ventimiglia, no hubo necesidad de nada para ponerse de acuerdo con el venerando anciano. Conocía a los valdenses hacía mucho tiempo, y Monseñor había puesto en don Bosco 1 Acta Pii IX, vol. 5, pág. 67. 352 Fin de Página 352 VOLUMEN XI Página: 353 una confianza ciega, porque veía en él al hombre ((416)) de la Providencia, al único que podía presentar una tabla de salvación en aquella amenazadora invasión de la herejía. En cuanto a los medios materiales, aunque estaba persuadido de que el Beato no disponía de capital, tampoco ignoraba lo espléndida que era la Providencia para abrirle su caja de caudales. Estos fueron los puntos principales del convenio: los Salesianos se ocuparían de los niños y de las niñas, su Excelencia entregaría setecientas liras anuales para los maestros y las maestras, obligándose a dejarlas en testamento para siempre; pagaría el arriendo de una casa provisional y pensaría en todo el ajuar de la misma, excepto el equipo personal. El buen Obispo preguntó a don Bosco si quería que los muebles fueran todos nuevos. Y el Beato respondió: -Con tal de que las sillas sostengan al que se siente en ellas sin peligro de caer, se mantengan sobre sus patas las mesas, y los pupitres sirvan para escribir, yo no pido más. El señor Obispo quedó más que satisfecho de su discreción. Regaló además un terreno en el que pudieran los Salesianos levantar a sus expensas una iglesia y una casa; pero prometió escribir una carta pastoral recomendando a toda la diócesis que les ayudaran con sus limosnas; y aseguró, además, que también, después de su muerte, prestaría una ayuda generosa a través de una persona de su confianza. Estaba presente a estos trámites el canónigo Emilio Viale, su Vicario General y albacea, gran protector de los Salesianos, el cual dijo sonriendo al Beato: -Conozco muy bien las intenciones de Monseñor. La pastoral se publicó el 8 de diciembre 1, y fue leída en todas las iglesias de la diócesis. Más tarde se hizo una segunda edición, a modo de circular, firmada por el Obispo, para que fuera enviada particularmente a personas privadas y publicada en los periódicos 2, pero sin modificar nada el original. Monseñor quiso, además, que se enviaran unos ejemplares a Roma para dar a conocer en las altas esferas de la Iglesia ((417)) la nueva obra de don Bosco 3. El Beato mandó el borrador, pero el Vicario General lo encontró demasiado breve y lo amplió. «Conservé, le escribió al Siervo de Dios, su pensamiento, y hasta puedo decir que sus palabras, pero lo amplié un poquito. Aquí en general no desagradó. Si encontrara algún error, 1 Véase: Apéndice, doc. 30. 2 La Unidad Católica la publicó en el n.° 25 ( 1.° de febrero. 1876). 3 Carta del Obispo a don Bosco, 24 de enero de 1876. 353 Fin de Página 353 VOLUMEN XI Página: 354 perdóneme, acepte la buena voluntad y tenga presente que estoy a mil leguas de poseer el espíritu de don Bosco» 1. Aconsejaban a don Bosco que hiciera pagar una módica cuota a los muchachos que acudieran a las escuelas, si sus padres podían pagar algo; pero él respondió que su intención era que fueran totalmente gratuitas. También le aconsejaron que abriera un comedor para no obligar a los que vivían lejos a ir y venir dos veces al día al colegio; y él declaró que no veía ninguna dificultad en ello, pero que ya se resolvería la cuestión sobre la marcha. Se empezó, pues, por arrendar una casa, a la espera de algo mejor donde poder principiar la obra. Un almacén de la planta baja, arreglado y limpio, se convertiría en capilla. En las dependencias de la parte derecha y en la primera planta se organizarían dos clases para los niños, y en las de la izquierda harían otro tanto las hermanas para las niñas. Los trabajos de adaptación se efectuaron bajo las instrucciones que don Angel Savio mandaba desde Alassio, el cual hizo una visita a su debido tiempo para dar las disposiciones definitivas. En la octava de Navidad todo estaba a punto. Había que pensar en el personal. El Beato tenía la intención de empezar mandando unas hermanas desde Mornese, para lo cual ya se había puesto de acuerdo con la Superiora, y un sacerdote con un par de clérigos. Las hermanas y los salesianos empezarían por las clases elementales, las nocturnas y el oratorio festivo. El sacerdote quedaría libre de clases para poder atender a la dirección de todo, predicar a las monjas y en el oratorio de los muchachos ((418)) y confesar a los jóvenes y a todos. Pero aquellos vecinos requerían un sacerdote que manejara bien la teología y fuera ponderado y prudente. El Beato puso sus ojos en don Nicolás Cibrario, director, como entonces se decía, de la iglesia de María Auxiliadora y confesor muy apreciado por su doctrina. Se había acabado el año, tocaba a su fin el primer mes de 1876 y don Bosco no había determinado todavía qué personas irían, ni la fecha del comienzo, cuando el Obispo le apremiaba y proponía la apertura de la capilla para el día de la Purificación. Don Bosco abrevió las cosas, fijó la partida para el 10 de febrero, dio a don Nicolás Cibrario las órdenes oportunas y le asignó por compañero un clérigo, llamado César Cerruti, que era simple novicio, para atender a las clases. Por aquellos tiempos se repetían, aunque de otra forma, las 1 Carta a don Bosco desde Ventimiglia, 11 de enero de 1875 (sic). 354 Fin de Página 354 VOLUMEN XI Página: 355 escenas de las Florecillas de san Francisco. Narramos las cosas con la misma sencillez con que se desarrollaron. Era el miércoles 26 de enero. Después de la comida dirigióse don Bosco a don Miguel Rúa, don Nicolás Cibrario y don Julio Barberis y les dijo: -Hay que darse prisa. El Obispo de Ventimiglia escribe que ya es tiempo de empezar. Que se preparen las hermanas y don Nicolás Cibrario. La partida será el 10 de febrero. Tú, Cibrario, llevarás contigo al clérigo Cerruti. Este clérigo era alto y grueso, tenía ya sus años y deseaba muchísimo contar con tiempo para estudiar y llegar cuanto antes al sacerdocio. Pero era también muy obediente. Don Bosco dijo al maestro de novicios, don Julio Barberis: -Llama aparte a Cerruti y dile: «Has pedido a don Bosco que, en razón de tu edad, te abrevie los estudios para ayudar lo antes posible a la Congregación, en la que deseas trabajar mucho. Don Bosco ya ha pensado cómo conseguirlo; por otra parte, como conoce tus buenas espaldas y tu capacidad para las cosas grandes, quiere comenzar a ponerte en el trabajo». Y cuando le hayas dicho esto, le envías a don Nicolás para que le diga y explique las cosas. Quizás vaya yo mismo a la inauguración de la casa. Así que, don Nicolás, »partiremos? ((419)) -Yo no sé ni siquiera qué debo hacer. -Mira, tampoco lo sé yo todavía. Pero no tengas miedo; trabajo no te faltará. Por el momento, durante la semana tendrás poco que hacer: las monjitas llevarán la escuela de las niñas y Cerruti la de los niños; tú deberás dirigirlo todo. Tu mayor ocupación la tendrás el sábado y el domingo. El sábado confesarás a las hermanas, a los niños y a las niñas; el domingo te prestarás para confesar a cuantos te lo pidan y, después de la misa, harás una breve explicación del Evangelio. Por la tarde, catecismo para los adultos, una plática, si te encuentras con fuerzas, y la bendición con el Santísimo Sacramento. Las vísperas se pueden dejar por ahora, puesto que no suelen cantarlas en Liguria; pero tú procurarás introducirlas poquito a poco, porque es cosa buena. El Obispo quería erigir ya una nueva parroquia; pero he pensado que ello complicaría ahora nuestra labor y, de momento, se ha creído mejor aplazarlo. Sería necesario pensar enseguida en los registros de nacimientos, de defunciones y otros líos. Cuando esté hecha la iglesia grande, cuya construcción habrá que comenzar enseguida, entonces se podrá convertir en parroquia. Así quedará completa la red de colegios en la «riviera» de la costa de poniente. Observó don Julio Barberis que allí estaba San Remo, ciudad mayor 355 Fin de Página 355 VOLUMEN XI Página: 356 que Ventimiglia, en la que, por desgracia, crecían el libertinaje y el protestantismo; que era aquél un puesto estratégico para hacer el bien, porque allí acudían muchos forasteros protestantes a pasar el invierno. Don Bosco respondió: -Entonces habrá que hacer lo de Aníbal, que llevó la guerra a Italia para salvar a Cartago; y como Escipión, que voló sobre Cartago para salvar a Roma. Es necesario acercarse a San Remo poco a poco, dar a entender que se tiene la mira puesta en Bordighera, pero tenerla en realidad sobre San Remo. Bordighera servirá de valla al protestantismo para que no pase de allí. En San Remo habrá que establecer más tarde, con la ayuda de Dios, un centro nuestro y empeñarse de todas veras por hacer el ((420)) bien. Respecto a los libros que te pueden servir, dijo dirigiéndose de nuevo a Cibrario, creo que los más útiles contra los protestantes son El Protestantismo y la regla de fe y también Los Valdenses, ambos de Perrone. La partida tuvo lugar el día 9 de febrero, a la una y media de la tarde; los dos viajeros se convirtieron en tres, porque se les añadió un seglar. Al despedirlos, dijo don Bosco a don Nicolás Cibrario: -Te prometo que no te dejaré para siempre en Bordighera. Ahora vas, fundas la casa. Entre tanto se construirá la iglesia, tu serás el párroco y pondrás en marcha la parroquia. Después maiora te expectant (cosas mayores te aguardan). El clérigo Cerruti nos ha sido presentado como dotado de «virtud a toda prueba, de paciencia admirable y de mucho criterio práctico». Por aquellos días había escrito al Siervo de Dios: «Ya tengo mis años y me disgusta no servir más que para calentar los bancos de la escuela. Todavía no soy capaz de ayudarle en nada, y sólo le sirvo de carga. Espero que llegará el tiempo en que pueda demostrarle de algún modo mi reconocimiento, trabajando con usted para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas». El otro, de apellido Martino, era un buen hombre, con poco más de veinte años. Cuando le preguntaron si iba contento a Bordighera, respondió: -No sé qué es estar contento o descontento: si me mandan estoy contento de ir; si no me mandan, estoy contento de quedarme. Los recién llegados no perdieron tiempo para orientarse, como suele decirse, en el campo de su misión. El domingo siguiente a su llegada se bendijo la capilla y empezaron la catequesis. Por la tarde acudieron veintinueve muchachos y cuarenta y cinco muchachas. Aquel Oratorio festivo fue la ruina de los protestantes, porque atraía 356 Fin de Página 356 VOLUMEN XI Página: 357 a pequeños y grandes. También empezaron a acudir a las escuelas. Los valdenses las describieron así en un opúsculo: «lmagínese el lector una choza a varios centímetros bajo el nivel de la calle, húmeda, sin aire, casi sin luz, y tendrá idea del local que sirve para la escuela fundada por don Bosco en los ((421)) Llanos de Vallecrosia» 1. Pensaban que con ello hacían un mal servicio a los Salesianos. Y fue todo lo contrario: proporcionaron una razón más para estimular a la beneficencia pública para que contribuyera con más generosidad a la construcción de unas escuelas mejores. El caso es que se invitó a los habitantes a recibir los sacramentos por Pascua, y respondieron en gran número, de modo que al poco tiempo quedaron desiertas las escuelas y la iglesia protestantes. Y aquel lugar, considerado como futuro centro de la herejía en Liguria, se salvó. La bendición que Pío VII había dado a aquel lugar el 11 de febrero de 1814, al volver del destierro de Fontainebleau a Savona, tenía que producir sus efectos. Un tal Juan Bautista Apronio, a quien conoció don Francisco Cerruti, aseguraba, por haberlo visto con sus propios ojos, que el augusto Pontífice fue recibido festivamente por la población de Vallecrosia y que, al preguntar y saber dónde se encontraba, bendijo el lugar precisamente allí en donde hoy se levanta la casa salesiana dedicada a María Auxiliadora. El año 1875, para decirlo como se le dijo a don Miguel Rúa veinticinco años después, fue el año en que don Bosco fue entregado por Dios a Francia. Otro venerando anciano, pastor de almas, al otro lado de la frontera occidental, monseñor Pedro Solá, Obispo de Niza, fue recorriendo calles y plazas de la ciudad en busca de un asilo donde recoger a la juventud abandonada. Había en Niza muchas instituciones piadosas, pero faltaban las dedicadas a atender a los muchachos abandonados; en ciertos casos urgentes no se sabía dónde encontrar un sitio para apartar de la calle o sacar del abandono a un pobre chico. Los socios de la Conferencia de San Vicente de Paúl, hombres celosos y activos, concibieron el plan de rellenar aquel vacío. Dos de ellos, el abogado Michel, presidente, y el barón Héraud, después de proponérselo a sus compañeros y de haber obtenido su aprobación, se dirigieron al Beato don Bosco, visitaron el Oratorio y no hallaron dificultad para entenderse en la cuestión principal. 1 El asilo evangélico de Vallecrosia y las escuelas de don Bosco. Respuesta a los artículos del Boletín Salesiano. 357 Fin de Página 357 VOLUMEN XI Página: 358 ((422)) Monseñor Solá, que los había precedido, bendijo su iniciativa, los asistió eficazmente y los ayudó con todos los medios que le fueron posibles. Hubo también un judío rico, apellidado Lates, que en cuanto conoció al Siervo de Dios, quedó fascinado por sus palabras y su trato y frecuentemente echó mano a la cartera para socorrerlo. El abogado Michel, a quien encontraremos varias veces en el camino de don Bosco por tierras de Francia, merece que hagamos de él una mención especial. Era un hombre muy inteligente y cristiano, chapado a la antigua; fue verdadero amigo de don Bosco y uno de los primeros y más insignes cooperadores franceses; había estudiado en la Universidad de Turín, donde tuvo ocasión de conocer y apreciar la Obra de don Bosco. Dos cartas suyas, dirigidas a don Bosco con fecha 9 de octubre y 12 de noviembre de 1875, testimonian cómo no ahorró medios hasta lograr los beneficios de la Institución salesiana para la ciudad de Niza. A su caridad y cuidados se debe especialmente que don Bosco tuviera la alegría de inaugurar el 21 de noviembre la primera casa en Francia. Lo primero que se necesitó fue hallar el lugar donde emplazar la Casa. Hubo que renunciar enseguida a la compra de un edificio. Una junta de señores tomó en arriendo los locales de una hilandería y proveyó de los enseres más indispensables. El Obispo puso a su disposición un espacio de trescientos metros cuadrados de su jardín, para los juegos de los muchachos. El 9 de noviembre llegaban allí sine báculo et sine pera (sin bastón y sin alforjas), dos sacerdotes, un clérigo y un coadjutor. Nunca se abrió una casa más modestamente. Don Miguel Rúa se complacía en recordar aquellos inicios tan pobres, contando dos circunstancias particulares. Durante una visita fue necesario emplear las camas para que todos pudieran sentarse; y como uno tuvo que salir de la habitación para buscar un objeto, dejó a oscuras a los reunidos porque no había allí más que una luz. Don Miguel Rúa concluía: -Estas casas son después las más bendecidas por el Señor. Se requirió toda la habilidad de don Bosco para evitar hasta la sombra de algo que pudiera herir el sentimiento nacional; tanto más, cuanto que había ((423)) en la ciudad un partido, que agitaba la bandera de la separación de Niza de Francia para unirla a Italia. Eligió, por consiguiente, como director a don José Ronchail, con apellido netamente francés, por haber nacido en Usseaux, en el distrito de Pinerolo, cerca de la frontera francesa; hablaba además expeditamente la lengua aprendida en la niñez. Entró siendo ya clérigo en la Congregación, en la que asimiló el 358 Fin de Página 358 VOLUMEN XI Página: 359 espíritu de don Bosco. El Beato se lo había ganado con una especie de intuición superior. Un día, de paso por Usseaux, dos seminaristas, que estaban allí de vacaciones, fueron a hacerle una visita, llevando consigo casi a la fuerza a su compañero Ronchail. Apenas estuvieron en presencia del Siervo de Dios los tres cleriguitos, se quedó mirando con gran cariño a Ronchail y, tomándolo por la mano, dijo a los que le rodeaban. -íHe aquí un mirlo para enjaularlo! Aquellas inesperadas palabras hicieron mella en el clérigo y fueron el germen de su vocación. Dos de los hermanos que acompañaron al Director estaban en condiciones de dar las clases elementales, porque hablaban correctamente el francés. El Beato mandó además algunos muchachos nizardos, alumnos del Oratorio, y un grupito de argelinos enviados hacía poco al Oratorio por monseñor Lavigerie. De esta forma el Beato cerró el paso a toda sospecha de separatismo. Le hemos oído a él mismo contar el recibimiento tributado a los Salesianos por las autoridades civiles y políticas. El Beato fue a Niza después de la partida de los misioneros, esto es, el 20 de noviembre. Desde allí escribió a don Miguel Rúa que mandase para la música al clérigo Evasio Rabagliati, futuro apóstol de Colombia, y con él a los argelinos. Carísimo Rúa: Aquí ya hemos comenzado y podemos poner manos a la obra. Puedes, por tanto, decir a Rabagliati que venga cuando quiera, pero que traiga consigo a los argelinos que están principiando el primer curso y que ellos pueden traer en un paquete sus ropas africanas, que aquí también se usan. Los demás que se porten bien y ya vendrán en cuanto yo llege a Turín. Rabagliati no se traiga más que algo ((424)) de música y el equipo estricatamente personal. Hay aquí un piano y un armonio que le esperan. Si puede, que esté aquí para el domingo (28), porque ese día se celebrará la primera misa en el Patronage de St. Pierre (Patronato de san Pedro), rue Victor, 21. En caso contrario, podría quedarse en Alassio, donde estaré del viernes al lunes próximo (26-29). Procura que no traigan ningún baúl y que lleven los paquetes consigo; mas, si fuere necesario algún baúl, procuren traerlo consigo para estar presentes a la hora de la inspección de equipajes en la aduana de Ventimiglia. Hay mucha benevolencia y mucho entusiasmo con nosotros y con el nuevo hospicio que tiene los mismos principios del de Turín. Pidamos a Dios que nos bendiga en esta nueva empresa. Pasado mañana iré a Niza (sic, Ventimiglia) y veré qué se puede hacer para Bordighera. Que Dios nos bendiga a todos. Créeme en Jesucristo. (Faltan la fecha y la firma) Fin de Página 359 VOLUMEN XI Página: 360 Veinte días después pudo decir en el Capítulo Superior: -En Niza se despertó un verdadero entusiasmo. El desinterés por él demostrado contribuyó mucho al entusiasmo y confianza. Se trataba de asignar ochocientos francos como honorarios para los maestros, pero el Beato no quiso, diciendo que era mucho y que bastaba la mitad. Se quedó en que fueran cuatrocientos cincuenta francos. Cuando se supo en la ciudad que había rehusado la mitad del estipendio que ofrecían, despertóse todo un coro de alabanzas en su honor. El Obispo dijo al Siervo de Dios: -Ahora comprendo por qué se busca a don Bosco por todas partes. De este modo ciertamente arrastra tras de sí tout le monde (a todo el mundo). Don Bosco declaró que en realidad él estaba muy necesitado de dinero, y por eso le hubiera sido imposible invertir nada para la fundación, pero que, tratándose de la manutención, con aquello tenían bastante los Salesianos, acostumbrados como estaban a vivir pobremente. El Obispo contó entonces que había estado en tratos con diversas órdenes religiosas, para confiarles aquella casa u Oratorio; pero que enseguida habían pedido unas rentas fijas y exigido cantidades muy superiores a las ofrecidas a los Salesianos para los gastos de subsistencia. Los señores de Niza allí presentes acabaron diciendo: -Nos da miedo que sus maestros terminen muriendo de hambre. ((425)) -Estén seguros, respondió, que no morirán de hambre; porque yo sé muy bien en qué manos les dejo. Por otra parte, es mejor que, si necesitan algo, vayan a llamar a la puerta de sus casas pidiendo caridad. Estoy persuadido de que ustedes, señores, no permanecerán insensibles y no los dejarán morir de hambre. Los nizardos, enternecidos ante tan gran desprendimiento, rehusando lo superfluo, y conocedores de las necesidades reales, entregaron la cantidad establecida, mas no a título de deuda sino como limosna. El domingo 21, el Beato abrió oficialmente la casa. Y el domingo siguiente abrióse el oratorio festivo, bajo la advocación de san Pedro, en honor del Obispo que llevaba este nombre. Monseñor celebró la santa misa en la humilde capilla, a la que asistieron numerosos y distinguidos ciudadanos. El periódico católico local, La Semaine de Nice, comunicó la ceremonia en su número del 27 de noviembre con este preámbulo: «Hemos tenido la fortuna de que haya visitado nuestra ciudad, a primeros de esta semana, el reverendo don Bosco de Turín, apóstol de la juventud abandonada, hombre de Dios, humilde 360 Fin de Página 360 VOLUMEN XI Página: 361 y admirable en sus obras. Ha venido a Niza para dejar instalados en ella a tres de los suyos e iniciar una obra, como él sabe hacerlo, sin más ayuda que la de la Providencia, y sin más apoyo que Dios». Con la narración de nuestra historia se verá cómo efectivamente lo ayudó la Providencia y lo sostuvo el Señor. El Patronage St. Pierre creció vigoroso, con la bendición de Dios, que en sus principios le envió el Vicario de Cristo en la tierra, con palabras poéticas y proféticas. El Siervo de Dios había encargado a don Juan Cagliero que informara al Padre Santo de aquella inminente fundación y que le rogara se dignase bendecirla. Pío IX, encomiando la Obra, dijo: «Que Dios la bendiga y sea como el grano de mostaza que se convierta en un gran árbol, a cuyas ramas vayan a cobijarse muchas palomas, y las tenga alejadas del gavilán» 1. ((426)) El árbol echó profundas raíces en Niza, creció y extendió sus ramas por toda Francia, sin abatirse ni siquiera bajo el ímpetu de las últimas tempestades. Cuando se conmemoró el vigésimo quinto aniversario de la fundación, dijo el orador oficial ante el primer santo Sucesor de don Bosco: «Comparamos la humilde Belén de hace veinticinco años con el confortable edificio de hoy, con el gran número de alumnos y maestros que os hacen corona, y especialmente con los sacerdotes que mañana os traerán el afectuoso homenaje de todas las casas de Francia, y nos vemos obligados a admirar con vivos sentimientos de gratitud la acción omnipotente de Dios». Y a continuación añadió: «Contaba el Señor para esto con un Siervo fiel. Don Bosco seguía con cariño el desarrollo de la Obra, dirigiendo a los Superiores con sus consejos paternales, sus alientos, y frecuentemente también con su visita». Nosotros veremos cómo alentaba don Bosco con su presencia a los hijos de Niza; pero antes de seguir adelante, debemos ofrecer a los lectores una muestra de sus consejos y alientos, deplorando que se hayan perdido muchas otras o que permanezcan escondidas. Hasta ahora, por desgracia, no nos ha sido dado publicar más que dos cartas de aquel primer año. Una de ellas la escribió el Beato cuatro días después de su vuelta a Turín. Era su costumbre hacer de modo que sus hijos, separados de su lado, siguieran sintiéndose cerca de él, por lo que no ahorraba cartas. 1 Unità Cattolica, n.° 285, 5 diciembre 1875. 361 Fin de Página 361 VOLUMEN XI Página: 362 Muy querido Ronchail: Los periódicos han hecho mucho ruido con nuestra casa de Niza, y nosotros debemos emplear la mayor solicitud para que todo salga bien. Dame noticias exactas de cuando en cuando, de todo y de las aspiraciones de unos y otros. Saluda de mi parte al príncipe Sanguwski y a la señora princesa, su madre, asegurándoles que hacemos plegarias especiales por los dos. Muchos saludos también al abogado Michel, de quien espero una larga carta, y al barón Héraud, al conde y condesa de la Ferté y otros, con quienes tendrás ocasión de hablar de nuestras cosas. ((427)) Si tuvieres más intenciones de misa de las necesarias, envíanoslas, y nosotros procuraremos celebrarlas en favor del Hospicio de San Pedro. No guardes dinero, si no lo necesitas; manda el sobrante al Oratorio, dirigido a don Miguel Rúa; servirá para los envíos que se deban hacer. Igualmente, si se te presentara alguna inesperada necesidad y no pudieras resolverla de otro modo, pide enseguida y procuraremos ayudarte. Anota siempre el nombre y la dirección de quien te dé limosnas, da las gracias y mantén relación con ellos, especialmente cuando estén enfermos. Creo que monseñor Solá haya recibido ya Il Cittadino de Génova; de no ser así, me interesa saberlo para enviarle los números que hablan de él: vete a verle alguna que otra vez. Reparte las cartitas adjuntas, con un saludo para todos, y especialmente a Cappellano 1. Recibirás tus dimisorias 2 para presentarlas al Obispo de Niza. Si ocurriere algo, escribe. Muchos saludos desde aquí, donde todos celebran la fundación de la casa de Niza, de Ventimiglia y de la República Argentina. Quiéreme y ruega por mí que siempre seré tuyo en Jesucristo. Turín, 10-12-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. La otra carta no lleva firma ni fecha, pero ciertamente es suya, pues tenemos en nuestro poder el original; sin duda la escribió a la par de la anterior, como se desprende del contexto. Querido Ronchail: 1.° Bueno será que estudies a los que te parezca que pueden formar parte de nuestra Congregación y que los atiendas con benevolencia, para ver si consigues ganártelos. 2.° Habla a menudo con los clérigos, con los hermanos, y, por cuanto puedas, haz que te acompañen cuando vas a algún recado. Invítales a que te digan si tienen 1 «Todos» esto es, los de Casa. Cappellano era el hermano coadjutor. 2 Véase: Apéndice, doc. 31. Fin de Página 362 VOLUMEN XI Página: 363 dificultades de carácter temporal o espiritual, teniendo tú con ellos una gran apertura de corazón. 3.° Ese pobre argelino que no quiere acercarse a los sacramentos, haz que lo lleven a otra parte, o mejor, haz que alguna vez venga algún sacerdote a confesar en casa. Son miserias de la vida, pero conviene tener paciencia. ((428)) Advierte, sin embargo, que si algún argelino no encaja en la casa, podemos libremente devolverlo a su tierra. 4.° Si es posible, invita para predicar y también para celebrar misa a algún sacerdote que os ayude, como sería el reverendo Giordano, el T. Giován y otros. Mientras tanto, cuanto antes tendrás un sacerdote o al menos un clérigo que pueda ayudaros. 5.° Cuida tu salud y la de los demás. 6.° El Obispo propuso a Roma para el Laghetto 1 a nosotros, o a los Escolapios, pero no tendrá aceptación ni por parte nuestra ni de los otros; pero silencio. 7.° Ni el padre Benigno ni ningún otro me hicieron alusión alguna. 8.° Los dos canónigos enviados a Roma quizá tengan que hacer muy poco o nada. Yo he procurado dejar en buena posición al Obispo ante la Santa Sede. El Obispo lo sabe y está contento. 9.º »Ha hecho algo el señor conde de la Ferté sobre lo referente a los ferrocarriles franceses? Tendría verdadera necesidad de ello 2. En la correspondencia epistolar entre don Bosco y los suyos reina la misma «apertura de corazón» que en las visitas y en las conversaciones. Fue siempre un ideal del Beato la vida de familia; y en la familia los hijos hablan de corazón a corazón con el padre, y el padre no se ofende, sino que se goza de esta confianza y la favorece. Esta es la causa por la que los suyos depositaban su confianza en él, preguntándole libérrimamente sobre cualquier tema sin la menor limitación. 1 Santuario de la Virgen, en la diócesis de Niza. Había en torno al mismo graves controversias entre el clero y otros. Volveremos a hablar de él en el vol. XII. Lo que dice en los números 7.º y 8.º, también se refiere a este espinoso asunto. 2 Querría también una reducción de precio en los billetes de los ferrocarriles franceses. 363 Fin de Página 363 VOLUMEN XI Página: 364 ((429)) CAPITULO XIX APOSTOLADO DE LA PRENSA UNO de los más constantes proyectos de don Bosco fue ciertamente el de promover la buena prensa y combatir la mala. Nos parece oportuno dar una mirada sintética a su actividad en este campo ahora, cuando con la rápida expansión de la Congregación vienen a sus manos más medios para contraponer libros contra libros. Primeramente los libros de texto. No solamente impulsó la Biblioteca de escritores italianos y las Selecta (Selecciones) de clásicos latinos anteriores al cristianismo, unos y otros expurgados de cuanto ofende el pudor, sino que añadió además una Colección de escritores latinos cristianos, principiando por san Jerónimo. En efecto, por orden suya, preparó y anotó don Juan Tamietti el libro del doctor de Estridón, titulado De Viris illustribus, y las Vida de San Pablo, primer ermitaño, del ermitaño San Hilarión y del monje Malco, más una selección de cartas 1. La idea que inspiró al Beato esta nueva empresa editorial, la manifestó él mismo unos años después, con el florido latín del referido Tamietti, cuando estas Selecciones ya habían tenido éxito 2. ((430)) La ocasión era propicia por demás. Después de la gran batalla sostenida en Francia por monseñor Parisis desde 1846 en torno a la enseñanza de los clásicos, el Papa resolvió la cuestión con su encíclica Inter multos del 25 de marzo de 1853, recomendando a los obispos franceses que asociaran el estudio de los Padres griegos y latinos con el de los antiguos clásicos paganos. Se reavivó la contienda con el Ver rongeur (gusano roedor o carcoma) de monseñor Gaume, y el Papa repitió la misma recomendación al fogoso polemista, con otro Breve del 22 de abril de 1874. Y Pío IX volvió sobre el tema con otro Breve del 1.° de abril de 1875, dirigido a monseñor Bartolomé D'Avanzo, 1 SANTI HIERONYMI. -De viris illustribus liber singularis, Vitae Sancti Pauli primi eremitae, S. Hilarionis eremitae, Malchi monachi et epistolae selectae, cum adnotationibus Joannis Tamietti sacerdotis, politior. litt. doct. Augustae Taur. 1875. 2 Véase: Apéndice, doc. 32. 364 Fin de Página 364 VOLUMEN XI Página: 365 obispo de Calvi y Teano, y después Cardenal. El docto prelado italiano había dirigido, al principio del año eclesiástico, una carta abierta al profesorado de su seminario de Calvi, en la cual, después de recapitular el estado de la cuestión, les exhortaba a que siguieran las normas pontificias. El Padre Santo, confirmando los puntos de vista del Prelado, declaraba que la lengua latina cristiana no era una corrupción, sino una transformación necesaria y excelente de la lengua pagana; y que el método mixto en la enseñanza de aquella lengua era el que se había empleado siempre y en toda época por la Iglesia; los argumentos aducidos por el Obispo ponían en tanta evidencia la cuestión, ya decidida, que persuadía a los educadores de la juventud a que adoptaran este método; y además que éste era el deseo del Papa 1. El Beato sentía cada vez más fuerte su afán de acelerar la realización completa de su proyecto. Tenemos una prueba en esta carta del 26 de abril al director de la nueva colección, estimulándole a adelantar la impresión de san Jerónimo. Muy querido Tamietti: Tendría necesidad de «parruccarti» 2, reñirte y darte prisa, para que quede terminado aquel bendito trabajo, que es una dificultad para la imprenta, y una demasiado larga e inútil espera para todos. ((431)) Ponte, pues, de acuerdo con tu Director y ven un miércoles, si fieri potest, por la mañana para volver ahí el viernes, si tu respetable persona es indispensable, en el tren que sale de Turín a las siete y veinte de la tarde. Espero que aquí, teniendo a tu disposición libros, personas y dinero, podrás poner en movimiento la gran máquina y terminar la magna empresa. Quiéreme en Jesucristo y créeme tuyo Turín, 26, 4, 1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO. Pbro. El libro se publicó al principio del curso 1875-76 y no pasó inadvertido. El Siervo de Dios, que no dejaba las cosas a medias, sino que, una vez lanzadas, no las perdía de vista para ver si marchaban y de qué manera, escribió a monseñor Almerico Guerra, de Lucca, que había pedido dos ejemplares de San Jerónimo: 1 Véase Apéndice, Doc. 33. 2 «Parrucartti»; palabra piamontesa que, humorísticamente, significa «reñirte». 365 Fin de Página 365 VOLUMEN XI Página: 366 Muy apreciado señor Canónigo: Por correo recibirá los dos libritos de San Jerónimo, que tuvo a bien encargar. Me hizo un gran favor con sus observaciones, que se tendrán en cuenta para la próxima edición. Le ruego me indique cualquier otra cosa que le parezca se deba modificar o quitar; vamos buscando el bien, y su experiencia, unida a sus estudios, ven con frecuencia lo que un autor novel no comprende o cuya importancia no puede alcanzar. Cualquier consejo, observación, o mejor aún, cualquier colaboración que pueda prestar a esta publicación, sería una eficaz ayuda me lo comunicara. Suyo en Jesucristo Turín, 10, 12, 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. También en esto actuó don Bosco como siempre. Cuando peleaba por llevar a cabo una idea no lanzaba palabras al viento, sino que estudiaba la cuestión hasta descubrir su lado bueno y práctico y, mientras los demás discutían, él iba haciendo. Después de los textos de literatura, vinieron los de historia. Pero en este punto, por desgracia, nos hemos de quedar con los buenos deseos, por haberle faltado ((432)) hombres preparados o dispuestos a secundarle. Hacía mucho tiempo que palpaba con las manos los grandes males causados a la Iglesia con la tergiversación de la historia. Era antigua su preocupación en este terreno de preparar para los alumnos del Santuario una buena Historia Eclesiástica, impregnada de espíritu romano; desde 1849 a 1870 había logrado compilarla en cuatro volúmenes. Dada la importancia de la obra, no tenía prisa por imprimirla y esperaba perfeccionarla; pero sucedió que fue perdiendo sin remedio una tras otra las partes del manuscrito, que solía llevar consigo en los viajes, para dedicarle los ratos libres. Hacia el año 1875 encargó a don Juan Bonetti rehacerla desde el principio, pero la cosa quedó sin efecto\_ Venía después la Historia de Italia, que los profesores de enseñanza media empleaban como arma para atacar a la Iglesia y al Papado. Don Bosco indujo al profesor Antonio Terreno a escribir un manual para los liceos. Y éste empezó a publicar en el 1876 un Compendio de la Historia de Italia en dos volúmenes, uno sobre la Historia Romana y otro sobre la Historia Medieval y Moderna, pero destinado a las escuelas de bachillerato, técnicas y de magisterio. Fue corrigiendo sucesivamente su trabajo y, encarnando mejor la idea del Beato, publicó en 1879 una amplia Historia de Italia, con datos sobre los otros estados 366 Fin de Página 366 VOLUMEN XI Página: 367 de Europa, dividida en dos bonitos volúmenes: Edad Media e Historia Moderna. La Civiltà Cattolica la calificó de «compendio, que ciertamente es uno de los más recomendables... muy ordenado... y muy bien escrito». Del compendio anterior había dicho, refiriéndose a su espíritu: «Por lo que toca a la religión, la sana moral y los derechos de la Iglesia, no hemos encontrado nada que esté en contradicción con los sanos principios» 1. Y no podía ser de otra manera, puesto que, habiéndose impreso el libro en la tipografía salesiana, el Beato lo vigilaba. Hacía falta también atender a la cultura popular, que se extendía cada vez más. En este campo había un montón ((433)) de librejos y periodicuchos que convertían la historia en una carnicería de odio contra la Iglesia. El Beato ideó una historia universal dividida en tantos volúmenes separados cuantas naciones había; pero escritos con sencillez y siguiendo el método por él empleado en su Historia de Italia. La serie habría debido proceder así: Historia Oriental Antigua, Historia Griega, Historia Romana, Historia de Italia, Historia de Francia, Historia de Inglaterra, Historia de España, Historia de Alemania, y así sucesivamente. Encargó los dos primeros volúmenes a don Julio Barberis, que se dio a ello con muy buena voluntad. El Beato leía el manuscrito, pluma en mano, a medida que el autor le entregaba las cuartillas, e iba tachando, corrigiendo o cambiando con paciencia incansable. Sólo vieron la luz dos volúmenes. Con el progreso de la cultura popular crecía en ansia de leer. Los libros de historia propiamente dicha, aunque narrada sencillamente, no eran pan para todos los dientes; se requerían narraciones amenas escritas para los jóvenes y para el pueblo sencillo. El Beato pensó también en ello. Excluyó, sin embargo, las formas novelescas, mas quiso que siguieran las huellas de la historia, y he aquí el origen de la fecunda y brillante producción de Lemoyne. Fue don Bosco quien le mandó escribir las aventuras de Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Bartolomé de Las Casas y otros conquistadores o civilizadores; él le sugirió escribiera las biografías de Lutero, Calvino y otros corifeos de la incredulidad y de la herejía. Estos libros tuvieron mucho éxito en su tiempo y produjeron mucho bien. Y, con el andar del tiempo, quién sabe si no volverán a levantar cabeza y salir de su olvido inmerecido. Habent sua fata libelli (Tienen su hado los libritos). Volvamos a la escuela; había en ella otra clase de libros a depurar 1 Véase: Fasc. 707, pag. 607 (1879) y fasc. 633, pág. 340 (1876). 367 Fin de Página 367 VOLUMEN XI Página: 368 y convertir en inofensivos para la honrada juventud: los diccionarios. La experiencia había enseñado a don Bosco que ciertas palabras, ciertas frases, ciertos ejemplos caen bajo los ojos de los muchachos, aun sin buscarlos, hiriendo su fantasía y convirtiéndose en incentivo del pecado. En cuanto tuvo una imprenta a su disposición, creyó que había llegado la hora de librar ((434)) a las escuelas de aquel obstáculo. Encargó a don Celestino Durando que preparara dos diccionarios de la lengua latina, uno de tamaño pequeño y otro grande en dos volúmenes; al padre Pechenino le encomendó el de lengua griega y a don Francisco Cerruti el de italiano. Ideaba, además, un diccionario geográfico, que confió a don Julio Barberis, y un diccionario histórico, que puso en manos de un colaborador suyo; pero éstos no llegaron a su término. Los tres primeros, por el contrario, alcanzaron una edición tras otra y, hasta ahora, no parece que hayan acabado sus días. Cerruti trabajó en él hasta el 1879; Durando y Pechenino, que desde hacía tiempo acumulaban material, brindaron a las escuelas en breve tiempo el fruto de su trabajo y en 1876, ya corrían por las aulas de los colegios los dos volúmenes grandes del primero y el diccionario griego del segundo. Las tres publicaciones recibieron aplauso unánime de cuantos amaban la educación cristiana de la juventud. Cerruti se adelantó a los autores de diccionarios italianos, dando cabida en su léxico a muchísimos términos técnicos, acabando con los escrúpulos amontonados por los puristas; pero en el aspecto moral, que era lo que más interesaba a don Bosco, la Civiltà Cattolica dijo de aquel diccionario que era como «un maná». Durando alcanzó unos honores que queremos señalar aquí. Cuando don Bosco empezó, hacia 1870, a insinuarle el trabajo de expurgar los vocablos obscenos y quitar la contaminación de los ejemplos escandalosos, no era todo; los diccionarios latinos andaban bastante mal en cuanto a la parte científica. El diccionario entonces en boga, y que llevaba las insignias regias, estaba tan plagado de errores, que el Gobierno piamontés había ofrecido trece mil liras a Vallauri, si aceptaba corregirlo. Pero Vallauri se negó a ello, quizá porque le pareció pequeña la oferta. Se puso a la obra el profesor Bacchialoni, pero, cuando hubo corregido cien páginas, se cansó. Entonces se aprestó a ello el profesor Mirone, el cual tuvo la constancia de continuar hasta el fin, pero dejó la obra incompleta. Posteriormente Vallauri tomó el trabajo de Mirone, púsole ((335)) una pomposa introducción, lo encabezó con su nombre, agregó algo o nada de su propia cosecha, y salió a la luz pública el famoso Vocabulario Latino de Tomás Vallauri, que, por estar impreso con variedad de caracteres y en papel satinado y encuadernado 368 Fin de Página 368 VOLUMEN XI Página: 369 en pergamino, obtuvo un éxito afortunado, inmensamente desproporcionado al mérito. Y no digamos nada de las licencias que lo manchan. Durando se preocupó por conseguir en su compilación la mayor exactitud científica posible y suficiente, sin abandonar la idea de añadir alguna originalidad, enriqueciendo su diccionario con vocablos referentes a cosas cristianas. Narra así la crónica la presentación de la obra terminada a don Bosco: «Mientras se hablaba de estas cosas, dando gracias a Dios, entró en el comedor don Celestino Durando con un ejemplar del segundo volumen de su Diccionario Latino recién encuadernado. Llenó a todos de satisfacción... Mucho agradeció don Bosco el volumen que Durando le presentaba y le dijo: »-Ahora descansa un poco; y después, a su tiempo, irás a presentar un ejemplar al Padre Santo». Y al mismo tiempo lo animó a completar la obra, empezando a hacer lo que debía ser el Nuevo Mandosio para uso de las clases del bachillerato elemental 1. Al llegar a este punto detengámonos un instante para interrogarnos: -Pero »es que los escritores aparecían como los hongos alrededor de don Bosco? -La respuesta es muy sencilla. El Siervo de Dios formó escritores lo mismo que formaba directores, prefectos, predicadores, confesores, asistentes y todos los que desempeñaban en la casa un determinado cargo. Conocía a sus hijos intus et in cute (por dentro y por fuera), y, de acuerdo con los propios gustos y aptitudes, insinuaba a cada uno la idea de hacer una cosa u otra, y procuraba grabar poquito a poco en ellos su idea y su espíritu respecto a lo que les proponía. Después les sugería libros, les corregía los primeros ensayos descendiendo a los más pequeños detalles de estilo y lenguaje, los encaminaba poco a poco con avisos orales y escritos y los llamaba a menudo para colaborar con él en trabajos a publicar. Véase un ejemplo de cómo confiaba a don Juan Bonetti la revisión de un manuscrito suyo: ((436)) Querido Bonetti: Necesito que, con tu ojo de lince y tu sagaz ingenio, des una ojeada a estos escritos antes de enviarlos a la imprenta 1. 1 Nuevo Mandosio. Se refiere, sin duda al Nuevo Vocabulario Italiano-Latino jesuita Carlos Mandosio (1682-1736), que alcanzó muchas ediciones. (N. del T.) 1 En el año 1875, el Beato sólo publicó un volumen nuevo de las Lecturas Católicas. Esta 369 Fin de Página 369 VOLUMEN XI Página: 370 Lo dejo a tu responsabilidad. Procura que la piedra pómez no sólo alise la madera, sino que la desbaste y después la pula. »Entendido? Que Dios nos bendiga a todos y que sigas alegre. Pide por tu pobre, pero siempre amigo Turín, 15-1875. Afmo. JUAN BOSCO, Pbro. De este modo despertaba en sus sacerdotes el deseo de manejar útilmente la pluma y la voluntad de publicar algo. Pero no quería que firmasen con el título de Salesiano los libros que imprimían. Vio en el mes de junio de 1876 la oración fúnebre de monseñor Vallega, párroco de Alassio, y leyó en la portada «don Francisco Cerruti, sacerdote de la Congregación Salesiana». Había observado que también hacían lo mismo don Juan Bonetti, don Juan Bautista Francesia y don Juan Bautista Lemoyne. Temió que eso de llamarse de la Congregación Salesiana, supiera algo a vanagloria y no gustara mucho a algunos. Y entonces dijo a don Miguel Rúa: -Será mejor que no se haga así. Se puede poner sacerdote, eso sí; y también, por ejemplo, Director del Colegio tal; pero la palabra Salesiano, puede atraernos antipatías y que digan: -Mira, cuando todas las Congregaciones y Ordenes religiosas están con el agua al cuello, ésos levantan la cabeza y quieren hacerse ver... Dejemos que sean los otros quienes nos den este título. Hay muchas cosas que es bueno ponerlas de relieve y hacerlas conocer. Háblese de ellas en buena hora, porque pueden despertar vocaciones y atraer los corazones a la Congregación y hacer el bien. Imprímanse y divúlguense estas cosas; pero, cuando no tienen la finalidad de hacer el bien, dejémoslas correr. ((437)) De los textos escolares pasemos a las Vidas de los Santos. En esto encontraba don Bosco la ocasión de una gran pena. El deseaba que en los colegios se leyeran las Vidas de los Santos: en consecuencia, para dar a los jóvenes un conocimiento ágil que despertase en ellos las ganas de estas lecturas, habría querido formar un anuario que presentase cada día un resumen de la vida del Santo del día; pero, al examinar los legendarios o libros de vidas de santos para seleccionar lo mejor, advirtió que todos estaban escritos con el mejor deseo, pero contenían hechos y expresiones que podían suscitar en los jovencitos carta debe referirse a la primera parte de este volumen. Tendremos que hablar de él antes de acabar el presente capítulo. 370 Fin de Página 370 VOLUMEN XI Página: 371 malos pensamientos. Vio también que estos libros tendían más bien a hablar de las penitencias y hechos extraordinarios de los santos, que a describir cómo practicaron la devoción a Jesús Sacramentado y a María Santísima, y los medios que emplearon para vencer sus defectos, y sus esfuerzos para adquirir la virtud. Concibió, pues, el proyecto de hacer una nueva colección según su espíritu y encargó a varios que lo efectuaran. Invitó al conde de Viancino, dándole previamente muchas y minuciosas instrucciones; pero éste, después de escribir las vidas de los santos para los primeros días de enero, se desanimó y abandonó la empresa. Acudió entonces al doctor Gribaudi, médico del Oratorio; éste adelantó un poco más el proyecto y llegó casi al fin de febrero, pero tampoco se sintió con ánimo para continuar. Se lo encargó a otros, que le hicieron perder mucho tiempo para saber cómo quería realizar su proyecto y le dejaron plantado. Sin embargo, él no abandonó nunca su idea. Sentía el Beato la necesidad de que se conocieran la vida y las obras de San Francisco de Sales, pero le parecía que las biografías existentes no estaban al alcance de los muchachos y al nivel de los tiempos. Entonces invitó públicamente, en enero del año 1876, a los primeros salesianos, a que compusieran dos: una destinada a la juventud y al pueblo, en un volumen pequeño, para poder tener muchos ejemplares en los colegios y en las sacristías; y otra, en dos volúmenes completos, tomados de los mejores autores y diligentemente elaborada, destinada a las personas instruidas. Era su deseo que la obra ayudase a aprovechar las enseñanzas del Santo ((438)) y poner en práctica todo lo que sirviera para confirmar los principios católicos en oposición a los del protestantismo. Y, una vez impresa la biografía, aspiraba a imprimir sus Obras en una edición de fácil manejo; pero, mientras tanto, deseaba que se publicara rápidamente la Filotea en un formato cómodo, y retocándola de forma que pudiera presentarse «a la juventud y a las casas de educación». En cuanto a las Obras completas naturalmente quería que se publicaran íntegras. Era una empresa atrevida la edición de las obras completas de San Francisco de Sales en italiano, pero nos revela la grandiosidad de los proyectos de nuestro Fundador; atrevimiento y grandiosidad todavía mayores que aparecen en otra de sus aspiraciones. Nos asombra la noticia de que deseara ardientemente reimprimir los Bolandistas 1. Viene a propósito hablar de ello aquí, puesto que se 1 Bolandistas. -Nombre con que se designa a los discípulos y sucesores de Juan de Bolland (1596-1665). Este editó en Amberes los cinco primeros volúmenes de una colección de vidas de santos, titulada Acta Sanctorum. 371 Fin de Página 371 VOLUMEN XI Página: 372 trata de hagiografía. El lo dijo y lo repitió en varias ocasiones; pero, el 7 de enero de 1876, habló extensamente del asunto y expuso punto por punto su plan. Una buena parte de los lectores agradecerá que presentemos su conversación, tal y como nos la ha transmitido el cronista. Se hablaba de Migne 1, de su Patrología y de los Bolandistas. El Beato repitió varias veces: -Me gustaría emprender la impresión de estas Obras. Después prosiguió: -Ya lo he dicho en varias ocasiones: desearía ardientemente reeditar los Bolandistas. Pero veo que casi se ríen a mis espaldas, como si fuera una empresa que supone tan inmensos gastos que apenas podría soportarlos una sociedad dedicada a la venta de libros, aunque estuviera amparada por la munificencia de un rey. Pues bien, yo sostengo que, con un fondo de doce mil liras, me sentiría capaz de emprender la edición, seguro de que se ganaría mucho. No es que no se tenga razón al reírse sobre la posibilidad de la empresa; porque, en efecto, estoy tan abrumado por otros trabajos, que meterme ahora a la realización de este proyecto sería traicionar los otros, pero afirmo que la cosa en sí es muy posible. Iría a Roma, para obtener la bendición pontificia y un Breve que me autorizase y animara a ello; se enviaría propaganda a todos los Obispos ((439)) de la cristiandad; nos pondríamos en relación con todos los libreros de Italia y los principales de Europa, enviaríamos acá y allá viajantes para tratar personalmente con nuestros clientes. Se formaría una asociación, haciendo saber que los asociados a la Obra, desde el principio, la obtendrían a mitad de precio de lo que valdría una vez concluida; y así, con la adquisición que muchos harían del primer volumen, podríamos hacer frente a los gastos del segundo. Sería condición de la asociación no pagar toda la Obra desde el principio, sino volumen por volumen, a razón de un tanto por hoja, y saldría un volumen cada año. Yo creo que con estas condiciones se llegaría a imprimir, con inmensa utilidad para Italia y para Europa, la obra más grande que se posea. Ahora un volumen Su publicación sufrió muchos percances (la Inquisición española, la dispersión de la Compañía de Jesús. la ocupación francesa de Brabante...) En 1892 habían aparecido sesenta y cinco volúmenes, casi todos con más de mil páginas. de letra apretada y a doble columna. Los bolandistas actuales, con sede en Lovaina, se ocupan principalmente de la catalogación de manuscritos, generalmente latinos, relacionados con la hagiografía (N. del T.) 1 Migne. -Jacques Paul Migne (1800-1875) fue un sacerdote y publicista francés, que fundó una imprenta y editorial en París, a fin de producir obras económicas de teología para los sacerdotes. Imprimió obras de ochocientos padres y escritores griegos, y obras y fragmentos de dos mil seiscientos catorce padres y escritores latinos. (N. del T.) 372 Fin de Página 372 VOLUMEN XI Página: 373 cuesta casi dos mil liras o al menos mil quinientas; pero yo sería capaz de ofrecerlo a seiscientas liras, aun cobrando mi ganancia limpia de casi la mitad. Cuando yo puedo hacer estos cálculos y fantasear estos proyectos, me encuentro en mi centro. Claro que habría que hacer un pacto con la muerte, para que no viniera a entorpecer las cosas hasta que no estuviera concluida la Obra. íSerían sesenta volúmenes, a uno por año! Ingenio práctico por excelencia, como él era, no lograba encontrar uno, entre los tratados de filosofía y de teología que más circulaban en las clases de los clérigos, que respondiera a la edad de los estudiantes y a las necesidades de los tiempos. Se requerían, según él, textos breves, fáciles y precisos, que, por tanto, desentrañaran bien las cuestiones fundamentales y de palpitante actualidad y que sólo tocasen por encima u omitieran del todo otras, que, aun siendo en sí importantísimas, raras veces o casi nunca se necesita hablar de ellas. Explicó su pensamiento a don José Bertello, que hubiera sido el hombre capaz de llevarlo a la práctica; Bertello prometió, pero después no cumplió. Estaba persuadido de que la música es un medio educativo poderoso, pero encontraba pocas obras musicales con religiosidad y gracia unidas. Por eso exhortó a don Juan Cagliero para que preparara ((440)) composiciones de distinto género, religiosas y profanas, que reunieran aquellas cualidades. Cagliero lo logró a las mil maravillas, y el Oratorio compitió en sus ediciones musicales con las primeras casas editoras de Italia. En el apostolado de la prensa, tal y como él lo concebía, eran indispensables dos cosas: precio módico y amplia difusión. No pudo explicar su razón sobre los precios hasta no contar con un tipografía en Casa. Empezó por una modesta imprenta, que fue agrandando poco a poco, hasta competir con las mejores de Turín. En 1875 la tipografía del Oratorio tenía ya diez máquinas, fundición de caracteres, estereotipia y calcografía. Contemporáneamente abrió una minúscula librería que fue creciendo hasta superar a las demás en Turín en movimiento librero. Le pareció al Beato don Bosco que tocaba el cielo con las manos, cuando tuvo ocasión de lanzar más libros editados por él en todas direcciones, a precios tan reducidos que podían adquirirlos los bolsillos más flojos. Hacía ya muchos años que don Bosco iba diciendo: -Primero una imprenta, después una gran imprenta y luego muchas imprentas... Vivió lo suficiente para ver con sus ojos mortales no sólo una gran 373 Fin de Página 373 VOLUMEN XI Página: 374 tipografía, sino que las vio multiplicarse, y junto a ellas, librerías activísimas que vendían sus productos; y este apostolado de la buena prensa, siempre en aumento, no se ha detenido jamás. Todavía no hemos hablado de las Lecturas Católicas, porque pensábamos hablar de ellas expresamente, como corresponde a una publicación que fue siempre la predilecta del Beato don Bosco. íCuánto trabajo para lanzar a los cuatro vientos de toda Italia sus Lecturas Católicas! Y, si es lícito juzgar por su éxito, también es necesario admitir que respondían a una verdadera necesidad y que estaban redactadas y administradas en forma adecuada. En el año 1875 se celebraba su vigésimo tercer aniversario y contaban más de ((441)) diez mil suscriptores 1. Al acercarse la fecha de renovación de la suscripción, envió el Beato esta circular. A nuestros beneméritos Suscriptores y benévolos Lectores Nos complace anunciaros, beneméritos Suscriptores, y también a vosotros, beneméritos Lectores, que las Lecturas Católicas y la Biblioteca de clásicos italianos, tantas veces recomendadas a vuestro celo, continuarán publicándose con la misma regularidad durante el año 1876. Más aún, podemos asegurar que se pondrá especial esmero en mejorar la calidad del papel, la impresión y la regularidad en los envíos, y sobre todo la selección de los temas que serán, por cuanto es posible, amenos, interesantes y morales. Pero necesitamos que vosotros sigáis dispensándonos vuestra ayuda, propagando y recomendando estas publicaciones en los lugares que vuestra iluminada prudencia crea más oportuno. Muchos obispos, arzobispos, y el mismo Pontífice bendijeron y recomendaron la difusión de estos libritos, lo que vale para garantizar la bondad de la obra. Porque las Lecturas Católicas van dirigidas al bien de la religión, y los Clásicos Italianos expurgados pueden ser muy útiles para los jóvenes estudiantes. Piensen todos en las lamentables consecuencias que proporciona la mala prensa, en los sacrificios que hacen algunos para difundirla, y digan después en su corazón: -Si tanto se afanan los malos para propagar el mal, »no deberán los buenos hacer otro tanto en favor de las buenas costumbres y de nuestra santa religión? No hace mucho tiempo que un alto personaje dijo: -Lo que se invierte en la difusión de los buenos libros, puede compararse con la limosna que se da al pobre hambriento. Confiando, por tanto, en vuestra cooperación, pedimos a Dios que os conceda sus 1 Lemoyne (M. B. Vol. IV, pág. 410), basándose en los registros que nosotros no podemos ya consultar, porque desgraciadamente fueron vendidos como papel viejo, afirma que desde 1870 los suscriptores oscilaron entre doce y catorce mil. Así nos lo han confirmado autorizados testigos orales. En estos últimos años han sufrido una gran caída, que ahora se intenta remediar. (Las Lecturas Católicas como tales, han desaparecido finalmente hace unos años, tanto en su edición italiana como en la española). (N. del T.) Fin de Página 374 VOLUMEN XI Página: 375 celestiales bendiciones durante largos años de vida feliz, mientras, en nombre de todos, me cabe el honor de poderme profesar, Por la Dirección y Colaboradores Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. El importe de la suscripción anual no podía ser más reducido: por dos liras y veinticinco céntimos al año se recibían doce fascículos con ((442)) ciento ocho páginas, más el regalo de un almanaque para el nuevo año, el famoso Galantuomo (El Hombre de Bien), que fue el primer almanaque católico que se publicó en Europa. Don Bosco emprendió su publicación en oposición a un almanaque de los Valdenses. El de 1875 era un volumen de noventa y seis páginas, veinte para calendario y el resto lleno de sustanciosos temas. No se crea que era un revoltillo de amenidades y entretenimientos diversos; en él se descubre una idea seria, que se insinúa a través de una razonable variedad de asuntos. Del principio al fin aletea en él el espíritu del Beato, cuyo estilo genuino y el roce de su pluma se advierten. Por esto queremos tomarlo en consideración. Su plan era reunir «unos hechos que recordaran glorias de la patria o de la Iglesia», cuyo centenario coincidía con el año en curso; eso queda anunciado en un sencillo dialoguito entre el «Hombre de bien» y un suscriptor, en el cual se dicen lindas verdades. A continuación se abre la parte instructiva con un episodio sobre el poder de la confesión, apoyado en una muy conocida cita de Silvio Péllico; sigue a éste otra anécdota sobre la eficacia del sacramento, con el título «También los ladrones quieren a los buenos sacerdotes». Después se sabe que el buen sacerdote era san Pablo de la Cruz, con el cual empieza la lista de los centenarios. Los seis primeros son éstos. El centenario de la muerte de San Pablo de la Cruz, con unos rasgos biográficos en tres paginitas que rebosaban suave unción. El centenario de la elección al Pontificado de Pío VI, con una referencia edificante sobre la conclusión del cónclave, la apertura de la Puerta Santa para el jubileo y las virtudes del Pontífice. El segundo centenario de la primera consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que hizo de sí mismo el beato Claudio de la Colombière, con una amplia relación del origen y carácter de este culto, sacado de la autobiografía de Santa María Alacoque: son doce páginas de lectura deliciosa. El tercer centenario de la traslación de los restos 375 Fin de Página 375 VOLUMEN XI Página: 376 de los santos mártires Solutor, Aventor y Octavio, con las vicisitudes pasadas por estas sagradas reliquias y una pintoresca descripción de la fiesta, ((443)) toda ella esmaltada con el afectuoso recuerdo de las glorias saboyanas, especialmente de «nuestro Duque Manuel Filiberto», según dice el hombre de bien, que exalta el celo de su duque por «promover con todo su poder la gloria de nuestra santa religión..., sabiendo muy bien aquel héroe cristiano que la religión católica es el fundamento de la prosperidad de los Estados y que los súbditos no pueden ser fieles al príncipe si no lo son a Dios». El cuarto centenario es el de «un niño italiano, martirizado por los judíos», con la dramática narración del homicidio ritual ejecutado en el tierno cuerpecito del pequeño Simone de Trento, «ciudad italiana», como remarca el hombre de bien, en vez de «ciudad del Tirol italiano», como dice Rohrbacher 1, de quien está tomada toda la narración. El cuarto centenario es el del nacimiento de Nicolás Albergati, con la historia de su vocación religiosa, rodeada de simpático atractivo y con sus gestas en defensa del dominio temporal en Bolonia y los derechos de la Santa Sede en otras partes. Viene después un centenario singular: es el séptimo del nacimiento y del sexto de la muerte de San Raimundo de Peñafort. En el capitulito destinado a este Santo español, alude el hombre de bien a don Carlos, cuya causa, como ya vimos, apasionaba a muchos; pero es una alusión ajena a toda política: «Ahora que muchos de los hombres de bien de Europa tienen sus ojos puestos en España, donde parece que va a aparecer el astro que disipará las nieblas del norte (que precisamente, por ser nubes, se inflan como diciendo: La vieja sociedad europea está para hundirse y se forman nuevos focos de civilización-Bismark), permítaseme que yo, que también soy hombre de bien, dirija mis ojos hacia España y señale un astro que apareció con Peñafort el 1175, y ha cumplido su giro de cien años». Después de conducirlo a enseñar en la universidad de Bolonia, nos lo presenta el hombre de bien como «uno de aquellos hombres que enseñaban por amor de hacer aprender». Y concluye, por fin, diciendo que «éstos son los astros que se deben esperar y de los que España necesitaría». ((444)) Hay también dos centenarios de título humorístico: «Cuánto costaba una reina en 1475», episodio acaecido en Inglaterra duranteel reinado de los PlantagenÛt de Anjou, cuando estos soberanos abandonaron 1 Rohrbacher, René-Franþois (1789-1856) historiador eclesiástico francés, admirador en algún momento de Lamennais de quien se separó. Escribió una Historia Universal de la Iglesia Católica, en veintiún volúmenes, impugnando las doctrinas de Lamennais. (N. de. T.) 376 Fin de Página 376 VOLUMEN XI Página: 377 la «política cristiana del medievo para seguir el espíritu de la moderna política», según sentencia el hombre de bien». Y otro episodio de la historia inglesa: «Un príncipe que se ahoga en una cuba de vino». Volvamos a los centenarios de carácter sagrado. Duodécimo centenario de la muerte de San Armando, obispo de Maestrickt, el cual «lo mismo que los Obispos de la actualidad», observa el hombre de bien, amonestó con firme constancia al rey Dagoberto por sus vicios, por lo que fue desterrado. Undécimo centenario de la muerte del Obispo San Romualdo. Patrono de Malinas; y décimo de San Adón Arzobispo de Viena, en el Delfinado, el que inició el Martirologio. Décimo centenario también de... «Cómo pensaban hace mil años los emperadores»: son cuatro articulitos propuestos por Carlos el Calvo para la aprobación de un Concilio reunido en Pavía, para hacer reconocer la autoridad y los derechos de la Iglesia Romana, de los Obispos y del clero. Se pone después a hablar nuestro hombre de bien del decimocuarto centenario de la muerte de San Senador, obispo de Milán, y muestra claramente en qué consiste el patriotismo, expresado en el diálogo de la introducción; en efecto, comienza así: «Para un católico italiano, que se goce con las glorias de la patria, no hay quizá después de Roma una ciudad, cuyo nombre le resulte más grato al oído que Milán». Y a continuación empieza a ensalzar las glorias religiosas de la metrópoli lombarda. Narra un episodio de ambición y celos, acaecido hace trece siglos, entre dos reyes franceses y hermanos, provocados por sus esposas, y acaba con este epifonema: «íQué difícil es encontrar cuñadas que se quieran!». Y a continuación: «La agricultura practicada por un obispo en el año 475». Los campesinos de nuestros días leerían con gusto el viejo exordio del hombre de bien: «Son dignos de lástima algunos que, no sé por qué motivo, desprecian el arte utilísimo de la agricultura y si pueden hacer de sus hijos ((445)) otros tantos maestros municipales, o al menos dedicarlos a cualquier otro arte, se consideran afortunados. El Obispo es San Eutropio de Orange (Francia), que se dedicó a la agricultura, aunque procedía de familia noble, para remediar las necesidades de los pobres de su diócesis; pero advierte el hombre de bien que, no por eso, dejaba de atender las necesidades espirituales de su pueblo». Y finalmente el decimoquinto centenario de la elección de San Sabino como obispo de Piacenza, donde el hombre de bien quiere también decir lo suyo. Después de contar un milagro, debido a la fe del Santo, exclama: íAh, si tuviésemos nosotros hoy un poquito de aquella fe!». 377 Fin de Página 377 VOLUMEN XI Página: 378 Después de todo esto, tampoco le desagrada a nuestro mesurado hombre de bien un poco de ensalada rusa: anécdotas, chistes, curiosidades, noticias históricas, algunas nociones de cosas prácticas: pero siempre condimentado con aceite puro de oliva, sal fina y sin especias. Terminada la lectura, espontáneamente se cierra el libro, se coloca a mano y se guarda para volver a leerlo en otra ocasión y también para darlo a leer. Verdaderamente es un libro primoroso. El año completo son ocho volúmenes, porque hay cuatro el doble de gruesos de lo normal; hacen entre todos mil quinientas treinta y seis páginas, y una media mensual de ciento veintiocho, esto es, veinte páginas más de lo convenido por mes; íuna buena propina! Dos de ellos llevan el nombre del Beato en primera página. Nosotros daremos una rápida ojeada a los otros seis, que, si no fueron escritos por él, sí podemos considerarlos como firmados por él, es decir, escogidos, aprobados y publicados bajo su responsabilidad. También éstos reproducen, por consiguiente, su pensamiento: lo que él opina sobre el carácter de los temas y la manera de exponerlos, que mejor se adaptan a las Lecturas Católicas. Por eso, no podríamos desinteresarnos de ellos. El primero de la serie, titulado GODOFREDO, con el subtítulo de Narración moral para el pueblo, es una narración emocionante y muy educativa. Un muchacho campesino logra ((446)) la conversión del padre y de dos hermanos, que vivían olvidados de Dios y de su ley hacía tiempo. Y como el autor era toscano 1, hay al pie de las páginas notas explicativas de las palabras que, especialmente entonces, resultaban menos inteligibles para los lectores piamonteses. El segundo volumen se titula La Santificación de las fiestas, con ejemplos; y es su autor el canónigo Cayetano Costamagna, profesor de teología en el Seminario de Saluzzo. Contiene ciento setenta y tres ejemplos, la mayor parte de los cuales narra los castigos que Dios envía a los profanadores de los días festivos, especialmente aquellos que se dedican a trabajos serviles en tales días. El Beato añadió el Reglamento de la Obra de las fiestas, puesta bajo el Patrocinio de San José y que tenía su centro en la iglesia de Santa Teresa en Turín. En él se expone la organización de la Obra, las obligaciones de sus socios y las indulgencias concedidas por el Pontífice Pío IX en el Breve del 14 de mayo de 1861. Termina con el programa de suscripción a las Lecturas Católicas. 1 Toscano: natural de Toscana, una región de Italia (N. del T.) 378 Fin de Página 378 VOLUMEN XI Página: 379 Se había pedido a Su Santidad, a través de una súplica firmada por un millón de sacerdotes y fieles, encabezada por cardenales y obispos, que consagrara solemnemente el mundo al Sagrado Corazón de Jesús. La súplica fue atendida: el 22 de abril de 1875 la Sagrada Congregación de Ritos aprobó el acto de la consagración y el Papa concedió indulgencia plenaria, aplicable a las almas de Purgatorio, a todos los que, arrepentidos, confesados y comulgados, lo hicieran el 16 de junio o visitaran una iglesia y rezaran algún tiempo según la intención del Sumo Pontífice. Ya hemos descrito la ceremonia que, con tal motivo, se llevó a cabo en la basílica de María Auxiliadora. El beato don Bosco había sugerido a don Juan Bonetti que escribiera un opúsculo sobre el Sagrado Corazón de Jesús. Bonetti accedió y escribió, para las Lecturas Católicas del mes de junio, el opúsculo El Corazón de Jesús en el segundo centenario de su revelación, que fue el cuarto volumen del año. Allí expone los motivos por los que se debe amar y honrar al Sagrado Corazón de Jesús; y después recuerda el origen, las vicisitudes, la ((447)) propagación y finalidad de esta devoción. Sigue el programa de la suscripción a las Lecturas Católicas y a la Biblioteca de la Juventud. El sexto volumen es original del padre Carlos Felipe de Porino y se titula El agua bendita, que es continuación de otro, La señal de la Cruz, publicado en abril de 1872. Da el autor unas nociones sobre los sacramentales, expone el rito con el que se bendice el agua bendita ordinariamente, habla de los saludables y maravillosos efectos que produce su empleo y rebate la calumnia de los protestantes, de que la Iglesia haya copiado este rito de los paganos. El séptimo volumen contiene dos opúsculos: La verdad de la religión cristiana, escrito por el barón Manuel de San Juan, y Pensamientos de un seglar sobre el Cristianismo, por Sebastián Vallebona. El segundo es un diálogo entre un párroco y un feligrés. En ambos se refutan los errores de los protestantes. El octavo es de Lemoyne; se titula Hernán Cortés y narra la conquista de Méjico. El autor cuenta las variadísimas aventuras del audaz guerrero, a la par que describe las costumbres, monumentos y ritos religiosos de los mejicanos y los esfuerzos realizados por el misionero católico para frenar el carácter impetuoso del conquistador y suavizar la situación del pueblo vencido. La narración, entresacada de buenos autores españoles, se lee con gusto y provecho. Los volúmenes tercero y cuarto son de nuestro Beato. El tercero se titula: El jubileo de 1875: su institución y prácticas devotas para la visita de las iglesias. No era un libro totalmente nuevo. El Siervo de 379 Fin de Página 379 VOLUMEN XI Página: 380 Dios ya había publicado en las Lecturas Católicas de noviembre de 1854, con ocasión del Jubileo extraordinario de tres meses, convocado por Pío IX, un opúsculo dividido en tres partes: Encíclica del Papa, cuatro diálogos, y visitas de las iglesias. En el 1865 hubo otro jubileo extraordinario de un mes y volvió a publicar su librito, sustituyendo, como es natural, la encíclica anterior por la presente. Los cuatro diálogos los convirtió en seis, pues conservó los dos primeros e hizo cuatro de los otros dos. Para ((448)) la visita de tres iglesias, proponía en aquél tres meditaciones: sobre la salvación del alma, la muerte y el juicio. Y en éste presentaba dos series de tres meditaciones, poniendo en la segunda serie las tres meditaciones dichas, y en la primera tres nuevas: la confesión, la comunión y la limosna. Por fin, el primero lo cerraba con la corona en honor de la Inmaculada Concepción de María y el cántico «Tu corazón, los ángeles» de Silvio Péllico, y el segundo termina con dos ejemplos de gracias concedidas por la Virgen. Es de advertir que el Jubileo de 1854 tenía por finalidad implorar del Cielo que iluminara al Pontífice para que pudiese tomar lo más pronto posible una decisión sobre la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, que redundase a la mayor gloria de Dios y de la misma Virgen Santísima, y el Jubileo de 1865 se proclamó en el décimo aniversario de la definición dogmática. Pasamos ahora al Jubileo del Año Santo. El Beato aprovechó el contenido de su segundo opúsculo incluyendo la encíclica de 1875, en lugar de la de 1864, y añadiéndole la Carta Pastoral de monseñor Lorenzo Gastaldi que explicaba las condiciones y las gracias del Jubileo; y, como eran cuatro las iglesias que se debían visitar, eligió las siguientes meditaciones: confesión, comunión, limosna y pensamiento sobre la salvación del alma, pero añadió un preámbulo brevísimo, explicando las intenciones de la Iglesia al promulgar el Jubileo, los favores concedidos y las condiciones para lucrar la indulgencia plenaria. De este volumen entresacó al mismo tiempo un pequeño manual de uso práctico, que sólo contenía este preámbulo y las cuatro meditaciones. Este manual lo repartió a los muchachos para que lo emplearan en las visitas a las distintas iglesias y lo conservaran después como recuerdo. Como estaban prohibidas las procesiones, el Beato pidió a la Sagrada Penitenciaría la conmutación de las visitas a las iglesias, en favor de los alumnos del Oratorio y de los otros colegios. Mas el Tribunal no consideró oportuno concederlo. Sin embargo, para facilitar la adquisición del Jubileo, permitió que se hicieran las procesiones del mejor modo posible, ((449)) sin llevar la Cruz, sin ninguna insignia, y yendo en grupos separados. Así los alumnos de los colegios salesianos 380 Fin de Página 380 VOLUMEN XI Página: 381 iban por secciones, como en los paseos escolares, se reunían en las iglesias señaladas por los distintos Ordinarios del lugar, y allí rezaban en común, conforme se indicaba en la Encíclica del Sumo Pontífice 1. La parte más original la constituyen sus dialogos, cuyos títulos son; 1.° El Jubileo en general. 2.° El Jubileo entre los hebreos. 3.° El Jubileo entre los Cristianos. 4.° Primera publicación solemne del Jubileo o año santo. 5.° Las indulgencias. 6.° Modo de lucrar las indulgencias. Los interlocutores son: un párroco, que aquí representa la fe viva y la amable sencillez del Beato, y un feligrés, recién convertido del protestantismo, que desea instruirse sobre los puntos dogmáticos relacionados con la institución jubilar. En las breves palabras para el lector y en las tres redacciones dice don Bosco, con brevísimas variantes: «Me he impuesto el escrupuloso deber de consultar a los más antiguos y acreditados autores, para estar seguro de no escribir nada que dejase lugar a alguna duda. Esto servirá para rebatir la acusación que algunos, poco instruidos en su religión, hacen a la Iglesia Católica, como si el Jubileo y las santas indulgencias fuesen unas instituciones de los últimos tiempos». En cada uno de los diálogos tiene el cuidado de citar a los autores consultados. El Siervo de Dios tituló así otro trabajo suyo: María Auxiliadora, con la narración de algunas gracias obtenidas en el primer septenio desde la consagración de la iglesia a Ella dedicada en Turín. Lo divide en dos partes. En la primera narra el origen de la devoción a María Auxiliadora, cuenta cómo se construyó la iglesia, describe el templo y las fiestas de su consagración; en la segunda presenta los documentos que acreditan ciento treinta gracias concedidas por nuestra querida Madre, omitiendo muchas otras por falta de espacio. Concluye con algunos datos referentes a la ((450)) archicofradía de los devotos de María Auxiliadora, erigida en la iglesia del mismo nombre, y compilados por el Beato. Dos años después apareció la segunda edición de este libro. En mayo del mismo año 1877 el número correspondiente a las Lecturas Católicas, titulado La Nubecilla del Carmelo, era otra colección de gracias. Fue impreso en Sampierdarena, con la aprobación eclesiástica de la Curia de Génova. Cuando el Ordinario de Turín tuvo en sus manos esta nueva publicación y volvió a mirar la anterior del 1875, escribió al Siervo de Dios una enérgica carta diciéndole: «Se narran hechos, que se presentan como sobrenaturales, sucedidos en esta mi 1 Rescripto de la Sagrada Penit., 10 de agosto de 1875. 381 Fin de Página 381 VOLUMEN XI Página: 382 diócesis, sobre los cuales correspondería al Arzobispo la obligación que le impone el Concilio de Trento, en la Sesión vigésimo quinta, del capítulo De invocatione sanctorum. Ruego oficialmente a V. S. que me diga si esos hechos se apoyan en testimonios tales como para poderlos hacer objeto de un examen serio en esta Curia 1». El Beato le respondió así: Excelencia Reverendísima: En el librito titulado María Auxiliadora, que la tipografía Salesiana de Turín publicó ya hace tiempo, y en el otro titulado La Nubecilla del Carmelo, he narrado algunos hechos, que llegaron a mi conocimiento, me parecieron dignos de crédito y tales que podían ser de alguna utilidad darlos a conocer. Para el fascículo impreso en Sampierdarena, me sometí enteramente a la revisión eclesiástica de aquella Archidiócesis; el que se imprimió en Turín fue sometido igualmente a la revisión eclesiástica y no fue publicado sino después de la autorización de nuestra Curia Arzobispal. Advierto, además, que en estos libritos me he atenido literalmente a la exposición escrita y firmada por quien declara haber obtenido tales gracias, y me he guardado, con toda cautela, de calificar tales hechos como sobrenaturales; yo no les he atribuido ninguna autenticidad, ni he inducido a nadie a prestarles más fe que la que se merece un escritor prudente. En esto he creído seguir fielmente las prescripciones del Papa Urbano VIII, a este propósito, con la declaración que he colocado al principio de dichos libros. Me ha parecido lícito seguir las normas observadas por todos los que escriben vidas de Santos o narran hechos que pueden ((451)) hacer bien a los lectores, y aumentar la veneración y confianza en nuestros protectores celestiales; e ignoro que tal conducta haya sido reprobada por nadie. Para mi disculpa he de decir que no he dado ningún motivo a nadie para pensar que estos libros hayan sido aprobados por esta Curia Arzobispal de Turín, y mucho menos que hayan sido examinados y aprobados canónicamente por esta o por ninguna otra autoridad eclesiástica. Creo haberme justificado plenamente; sin embargo, declaro que en todo caso estoy dispuesto a retractarme de cualquier cosa que haya hecho faltando a mi deber o contra los derechos de V. E. Ilma. y Rvma. Aprovecho esta ocasión para encomendarme a la bondad e indulgencia de V. E. Ilma. y Rvma. y a la solicitud de su celo para lograr que los Rvmos. Revisores despachen los libros con cierta prisa, a medida que se les presentan a fin de que, sin perjuicio de esta obra, no se interrumpa la impresión. Con el más profundo respeto beso su mano y me profeso, De V. E. Ilma. y Rvma. Turín 18 de mayo de 1877. Su atto. y s. s. JUAN BOSCO, Pbro. 1 Carta del 17 de mayo de 1877. Fin de Página 382 VOLUMEN XI Página: 383 El Arzobispo no quedó satisfecho con estas explicaciones, por lo que volvió a la carga. «Yo estoy obligado como Arzobispo a examinar los hechos que se cuentan como sucedidos en mi Archidiócesis por intervención sobrenatural de la Omnipotencia de Dios, para discernir si tales hechos son reales y se les puede realmente atribuir la categoría de portentos o milagros... Así considero gravísimo deber mío examinar las narraciones de los hechos sobrenaturales que se afirma han sucedido en mi Diócesis al invocar a María Santísima honrada como Auxiliadora de los Cristianos en la iglesia de V. S. en Turín». Lo invitaba, por consiguiente a presentar las pruebas de los que consideraba demostrables 1. La parte débil de la postura del Arzobispo estaba en la arbitraria interpretación del decreto tridentino. No se trata en él de toda especie de milagros, sino solamente de los que se atribuyen a los Siervos de Dios, aún no beatificados o canonizados. ((452)) Así lo explica Benedicto XIV 2. Por consiguiente, no era aplicable a los milagros y favores, narrados en los libritos censurados que se decía habían sucedido por intercesión de María Santísima, cuya canonización no se puede poner en duda. Ya se contará en su lugar toda la historia de esta controversia. Aquí sólo diremos lo que se refiere al librito en cuestión. El Siervo de Dios se vio obligado a prepararse una defensa modis et formis (en debida forma), que envió a la Sagrada Congregación de Ritos en el 1878, para poner a salvo su persona y su obra, ante la eventualidad de un recurso a Roma por parte del Ordinario, como enseñaba la experiencia que podía suceder de un momento a otro. Y no erró. En efecto, en mayo de 1879 apareció un opúsculo de Lemoyne con cincuenta y tres narraciones de gracias recibidas, impreso en la tipografía de Sampierdarena para las Lecturas Católicas. Monseñor hizo un paquete con los tres volúmenes y los envió al cardenal Bartolini, Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, acompañándolos con una carta suya, que empezaba así: «Presento a V. E. los libros, donde se narran los prodigios que se pretende han sucedido en Turín en la iglesia de María Santísima Auxiliadora o bien en otras partes por la invocación a la Virgen Santísima con este título; referente a lo cual ya escribí al Padre Santo y también a V. E., quien me aseguró por carta que, una vez recibidos los libros, 1 Carta del 19 de mayo de 1877. 2 De Servorum Dei beatif.et canon, I, II, c. I: Textus Concilii loquitur de miraculis sanctorum, qui tantum pie in Domino mortui sunt, necdum vero a Sancta Sede beatificati aut canonizati. 383 Fin de Página 383 VOLUMEN XI Página: 384 procedería a un cuidadoso examen de tan delicado e importantísimo asunto». El librito del que ahora tratamos, el único impreso y reimpreso también, lleva en su última página la aprobación eclesiástica. »Cómo se explica esto? El mismo Arzobispo se lo dice al Cardenal: «El primero de estos libros... lleva al final estas palabras "Con permiso de la Autoridad eclesiástica''. Este permiso ((453)) consistía simplemente en que el padre Saraceno, de la Congregación de San Felipe, que examinó el libro, había declarado que no encontraba ningún impedimento para que se imprimiera. Pero ni el Arzobispo, ni el Vicario General, ni ninguno de los Oficiales de la Curia había autorizado con su firma la publicación del libro» 1. íPero el padre Saraceno había sido nombrado Revisor sinodal por el mismo señor Arzobispo! Y más aún, el libro había sido enviado al padre Saraceno para su revisión por la misma Curia. Don Joaquín Berto depone que él vio la carta original del teólogo Maffei, escrita en nombre del Arzobispo para dicho Padre. No imagine nadie que entre la edición de 1875 y la de 1877 hubiese diferencias de importancia: no, se parecen como dos gotas de agua. El Cardenal pasó la comunicación a monseñor Salvati, escribiendo de su puño y letra en el sobre: « 1 de julio de 1880. Observe el egregio monseñor Promotor de la Fe los adjuntos libritos y verá que el Arzobispo de Turín no tiene razón. D. Card. Bartolini Pref.». No sabemos cómo llegó a conocimiento del Beato esta denuncia; pero hizo que el padre Rostagno de la Compañía de Jesús le escribiera una memoria, que él envió al mismísimo Cardenal, junto con una copia de la del 1878. Y acompañó el envío con esta carta: Eminencia Rvma. Mucho siento que un hecho falto de fundamento haya proporcionado tantas molestias a la Santa Sede y haya llegado últimamente a incomodar a V. E., ya tan preocupado atendiendo al bien de toda la Iglesia. He procurado, con la presente, dar las debidas aclaraciones a cuanto precedió y acompañó a la desagradable cuestión, que considero sin fundamento alguno. De todas formas yo siempre he sido, y espero serlo sin cesar en lo porvenir, un humilde hijo de la Santa Iglesia; obediente y sumiso a todo mandato, consejo o aviso que me venga de V. E. o de otra autoridad que proceda de la Santa Sede. ((454)) Que Dios guarde a V. E. Las oraciones de los Salesianos y de sus alumnos se elevan al cielo cada día con este fin. 1 Carta del 26 de junio, 1880. 384 Fin de Página 384 VOLUMEN XI Página: 385 Con la máxima veneración imploro su santa bendición, mientras me cabe el alto honor de profesarme, De V. E. Rvma. Desde nuestra casa de Nizza Monferrato 17 de agosto de 1880. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Escribió también a monseñor Salvati, Promotor de la Fe, pero no tenemos el texto de la carta, aunque podemos deducir su contenido por su cortés respuesta 1. El Cardenal, impresionado con las cartas recibidas de Turín, escribió estas líneas: «23 de agosto de 1880. Monseñor Asesor, observe bien si don Bosco ha querido con actos de humildad dar, como a mí me parece, una lección a la Sagrada Congregación de Ritos con el voto de su Consultor; porque, entonces, conviene devolverle la pelota desde el Ministerio Fiscal. D. Card. Bertolini, Pref.». La humildad está en la carta del Beato; la lección debería estar en el «voto de su Consultor», esto es, en la memoria o consulta del padre Rostagno. Pero la lección, si la hay, se da a una simple Curia diocesana, en la presencia de una Congregación romana que ha de juzgar. Sea como fuere, el asunto quedó dormido en los archivos, de donde salió durante los procesos apostólicos, que lo sepultaron. Vuélvese a hablar de ello después de medio siglo, para que se vea que también los amigos de Dios pasan verdaderamente en este mundo por muchas tribulaciones; y que Dios se encarga de hacer ver al mundo que, a través de ellas, los ha encontrado dignos de sí. El siervo de Dios, dos años antes de que naciese este enojoso asunto, estaba la mar de contento, pensando en los buenos resultados que producía su libro. Don Julio Barberis escribe en su preciosa croniquilla, con fecha 5 de junio de 1875, que don Bosco hablaba después de la cena, en el refectorio, sobre el fascículo de las Lecturas Católicas correspondiente al mes de mayo, en el que se narran muchas gracias concedidas por María Santísima ((455)) Auxiliadora, y añadió: -Después de esta publicación, y especialmente durante la novena, sucedieron tantas otras maravillas que se podía escribir un librito con el título: Nuevas maravillas de María Auxiliadora, o bien, añadiendo algunas oraciones y prácticas de piedad, titularlo Manual de los devotos 1 Véase: Apéndice, doc. 34. 385 Fin de Página 385 VOLUMEN XI Página: 386 de María Auxiliadora. Hubo muchos Obispos que me escribieron cartas de recomendación haciendo elogios extraordinarios del fascículo editado 1. Había enviado un ejemplar a todos los Obispos de Italia. Esto sirve para aumentar los suscriptores a las Lecturas Católicas. Hemos querido examinar por separado la colección de estas Lecturas Católicas del año 1875, sin excluir el humilde almanaque, y nos parece que podemos asegurar que hay cuatro notas características en todas ellas: son populares, instructivas, edificantes y oportunas. Y ahí está el secreto de la pujante vitalidad que durante tanto tiempo tuvieron las modestas Lecturas Católicas, tan queridas por el corazón apostólico del Beato don Bosco; ésta será, así lo esperamos, la levadura de su deseado renacimiento. 1 También el cardenal Martinelli, le escribió sus elogios (Véase pág. 170). Fin de Página 386 VOLUMEN XI Página: 387 ((456)) CAPITULO XX EN LA REAPERTURA DEL AÑO ESCOLAR VOLVEMOS a contemplar al Beato don Bosco en medio de sus muchachos del Oratorio, poco después de la reapertura del año escolar. Quien lo contemplaba en medio de ellos, sin saber todo lo que hasta aquí hemos venido diciendo, pensaría que no tenía nada más que hacer en el mundo que estar con sus muchachos. Nos quedan solamente algunas «buenas noches», pero son suficientes para mostrárnoslo en su actuación de encaminar a los jóvenes para comenzar bien sus cosas. Los aprendices encontraron disuelta la banda musical del curso anterior. La indisciplina de los músicos durante los últimos meses había proporcionado muchos disgustos a los superiores; y, por ello, tras haber tomado aquella medida radical, el Capítulo del Oratorio, presidido por don Miguel Rúa, estudió un ensayo de Reglamento, que, después de discutirlo en dos sesiones, se presentó a don Bosco, el cual lo aprobó. Se acordó, entre otras cosas, que entraran a formar parte de la banda algunos hermanos de la Comunidad. Los estudiantes encontraron también una pequeña novedad: a su entrada, lo mismo que los nuevos, recibían una tarjeta con la que debían presentarse en el salón de estudio, en el refectorio y en el dormitorio. Práctica que se continuó en los años sucesivos. La fecha señalada para el ingreso era a mediados de octubre; pero ya se sabe que siempre se tiene alguna tolerancia, como también se desprende de las palabras del Beato. El, que estaba ausente desde hacía muchos días, llegó cuando casi la totalidad ocupaba su puesto. Saludó paternalmente a los presentes la noche del 20 de octubre. ((457)) Como era de esperar, su charla terminó invitándoles a hacer una buena confesión. Por fin nos volvemos a ver, mis queridos amigos. Vosotros venís de lejos y yo también. Me gusta ver cómo la mayoría habéis vuelto en estos días. Ahora vendrán también los últimos, que se asustaron con la lluvia de hoy o no pudieron salir de casa por cualquier otro motivo. Por tanto se empezará todo con regularidad, con el horario que continuará después durante todo el año. 387 Fin de Página 387 VOLUMEN XI Página: 388 Os digo con sinceridad que estoy contento y me alegro, como se alegra un padre al ver crecer su familia. Pero vosotros, como habéis estado por los campos y las viñas, y habéis viajado, estaréis llenos de polvo y cazcarrias y quién sabe si alguno ha caído en un barrizal y está cubierto de barro. Es necesario, por tanto, que toméis enseguida el cepillo y procuréis limpiaros, para no hacer mala figura. Ya me entendéis a qué zarrapastras y a qué cepillo me refiero. Quién más, quién menos, durante las vacaciones os habéis manchado con defectos o pecados. Algunos no tendrán más que polvo y en un momento están arreglados, sólo necesitan quitarse ese poco polvo, esto es, los defectillos que, por desgracia, todos tienen y aparecen durante las vacaciones más que en otro tiempo, y las cosas seguirán tan bien como antes. Otros, en cambio, tendrán manchas más o menos graves; no dejen éstos que se adueñen de su corazón, y pónganse a trabajar con la mejor buena voluntad, porque, mientras la llaga es reciente, más pronto se cura. Ea, a cepillarse bien con la confesión y a poner todo en su sitio. Y ahora que todavía no está todo organizado, procúrese evitar cualquier desorden. Tengan todos paciencia si les falta algo, o no se les puede atender como quisieran. Buenas noches. Volvió a hablar la noche del 22. Aunque con otros términos, insistió sobre su tema de la Confesión. Le preocupaba mucho que todos los de casa estuvieran en gracia de Dios, para merecer las bendiciones del Cielo durante el nuevo año. A Jove principium. Recordad siempre, queridos hijos míos, esta máxima que la repetían hasta los paganos; que todas vuestras acciones deben tener su principio en el cielo. Empezamos ahora el curso escolar; procuren todos empezarlo bien. Hay un proverbio antiguo que dice: Dimidium facti, qui bene coepit, habet, y que el poeta traduce bien al italiano: Quien bien comienza, ya está a mitad de la obra; y continuándolo, decimos: No se comienza bien, si no se empieza por el cielo. Ahora bien, si es cierto y muy cierto, ((458)) que cuando uno comienza bien es como si ya estuviese a la mitad de la obra, considerad lo mucho que importa empezar bien. Pero si queréis empezar bien, es preciso que cada uno de vosotros empiece por ponerse en gracia de Dios si aún no lo está. Y después, pida con todo el corazón al Señor poder continuar bien y prometa aprovechar el tiempo y no servirse jamás del estudio para ofenderle; sino que, por el contrario, ofrezca ya todo lo que está haciendo o se dispone a hacer, para la mayor gloria de Dios, la salvación de su alma y la del prójimo... En las «buenas noches» del 26, tocaba en lo vivo, representando de una manera insinuante y eficaz las graves consecuencias con que se encontraría el que no se dispusiera a portarse bien desde el principio. Se actuaba con ponderación, pero ya estaba decidida la suerte de los rebeldes. La amenaza oportuna y paternal de don Bosco coincide con la observación de don Julio Barberis en su croniquilla de este año: «Es norma de nuestra Casa, escribe, no tolerar de ningún modo entre nosotros a ningún joven díscolo que dé mal ejemplo a los compañeros. 388 Fin de Página 388 VOLUMEN XI Página: 389 Una sola conversación mala o una acción inmoral es suficiente para expulsar al culpable. Pero eso no se puede llevar a efecto sin haber hablado antes con don Bosco. Y el mismo joven, al saber la sentencia que pende sobre su cabeza, corre a don Bosco pidiendo y suplicando perdón». Viene como anillo al dedo lo que escribe don Julio Barberis el 23 de enero de 1876: «En los casos de faltas contra la moralidad de los muchachos, procédase con todo rigor. Basta saber con certeza que se han tenido malas conversaciones o que ha habido actos, aunque no sean del todo graves, y sin más malicia que la infantil, para alejar de Casa a los culpables. Modicum fermentum totam massam corrumpit (Un poco de trigo fermentado corrompe toda la masa)». Esto no quiere decir que se recurra inmediatamente a la expulsión; dice don Bosco, y lo confirman los registros, que, no habiendo periculum in mora (peligro en la espera) se eliminaba a algunos durante las vacaciones. Además de las calificaciones semanales de conducta, para la buena marcha, ayudaban mucho las reuniones que los superiores del Oratorio ((459)) tenían cada domingo, desde las seis y media de la tarde hasta las siete y media. Era esta la rueda maestra para ir adelante como se debe. En estas reuniones, a las que asistían los miembros del Capítulo local y presidía don Miguel Rúa, los capitulares se sometían a una especie de mutuo examen sobre la diligencia que ponían en la vigilancia de la sección que les estaba confiada. De esta forma resultaba fácil prevenir y remediar desórdenes; los superiores se ponían de acuerdo para actuar con el mismo método y con un mismo espíritu, y quedaban informados de cuanto había ocurrido. En fin, de esta forma y con los consejos sugeridos por los más provectos, se obtenía una verdadera escuela de prudencia, sobre todo para ir despacio en tomar determinaciones, cuando las cosas eran algo dudosas. En las de mayor importancia se reservaba siempre la última palabra a don Bosco. Así aparece en un libro de actas de estas reuniones que, si bien reducidas a la más simple expresión, resultan preciosas para los años a que nos referimos. Vuestro número ha aumentado todavía más. Hoy empezó a marchar todo de una forma regular. Dicen que hombre prevenido vale por dos. Por tanto, ahora que estamos a tiempo, conviene que os avise algunas cosas. Tened en cuenta, lo primero, que empiezan ya ahora, y continúan durante todo el año, las calificaciones sobre el comportamiento en el estudio, en la clase, en el dormitorio, en el comedor, etc., etc. El que no se porte bien recibirá una calificación deficiente y será nombrado en público, delante de todos, para gran vergüenza suya; si uno no se siente nombrado, es señal de que sus cosas marchan bien. Los que reciban calificaciones deficientes han de saber 389 Fin de Página 389 VOLUMEN XI Página: 390 que se les tolerará por algún tiempo: pero después, no. Me sabe mal, pero es necesario que todos los años se haga eso con alguno, y que nos veamos obligados a echarle a la calle, y decirle: -Mira, tú no sirves para estar en el Oratorio. A otros se les aguanta un poco más para ver si reaccionan; pues ya sabéis lo que dice el refrán: Tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe; es decir, que una cosa pequeña unida a otra se convierte en una cosa grande. A alguno puede que se le deje seguir hasta fin de curso, pero en ese momento aparecen juntas todas las travesuras, se gana una calificación deficiente y luego, durante las vacaciones, hay que enviarle una cartita a casa, diciéndole que se quede allí y continúe las vacaciones, porque en el Oratorio no hay plaza para él. Así sucedió también este año y ((460)) si ahora veis que faltan algunos, es precisamente por esto. Se os avisa, pues, a tiempo y espero que a ninguno de vosotros le suceda lo mismo. No vayáis a creer que las calificaciones que se os dan semana tras semana, no tengan valor también después de los años. Debo deciros que sucede con frecuencia lo que me pasó ayer o anteayer. Se me presenta uno, generalmente con una preciosa barba, yo no le reconozco y él me saluda por mi nombre y me dice: -»No se acuerda de mí? Soy fulano, que estuvo hace tanto tiempo en el Oratorio. Necesito ahora un certificado de buena conducta. »Y cómo hacer? Yo no hago más que abrir los registros: serán de hace diez, hace quince o hace veinte años; y, de acuerdo con las calificaciones, hago el certificado, porque de otro modo resulta imposible acordarse. Ya lo sabéis; vuestras calificaciones se guardan y sirven, aún después de muchos años, como testimonio a vuestro favor o en contra. No quiero, sin embargo, que os empeñéis en conseguir buenas calificaciones únicamente por evitar la vergüenza, o para no ser castigados o expulsados. Hay un motivo superior a éstos, que os debe inducir a portaros bien. Aprended a hacer todas las cosas buenas, porque agradan al Señor, el cual os las premiará, y a huir de las cosas malas, porque desagradan al Señor y os castigaría por ellas. Obrando así »sabéis que sucederá? Obtendréis buen resultado, estaréis contentos, seréis respetados y queridos en esta tierra y, lo que más vale, os prepararéis un precioso galardón allá en el cielo, como espero y ruego que me suceda a mí y a todos vosotros. Buenas noches. La novena de Todos los Santos inspiró al Beato una calurosa exhortación la noche del 27. Recordó a Savio, a Magone y a Besucco y seguramente dijo bastante mas de lo que se conserva en la relación a que nos referimos. Especialmente cuando nombraba a Domingo Savio se enternecía. Atestigua don Esteban Trione que le encontró en una ocasión paseando, absorto en la corrección de unas pruebas de imprenta de la reedición de su biografía, y que le dijo el Siervo de Dios: -Mira, cada vez que hago este trabajo, no puedo contener las lagrimas. Estamos en la novena de Todos los Santos; desearía muchísimo que todos os esforzarais por celebrarla bien. »Sabéis por qué? A lo largo del año se celebra la fiesta del Santo, cuyo nombre lleváis, y vosotros lo celebráis aquel día. Pues bien, en el día 390 Fin de Página 390 VOLUMEN XI Página: 391 de Todos los Santos se celebra la fiesta de todos vuestros nombres. Por tanto debéis prepararos para hacerla bien. íAh, cuántos jóvenes están ya en el cielo porque se hicieron santos, y eran de carne y hueso como nosotros! Más aún: ícuántos jóvenes están ya en el cielo, los cuales no sólo eran hombres como nosotros ((461)) sino que, además, vivían en la misma casa en que vivís vosotros, se paseaban bajo estos pórticos, rezaban en esta iglesia y estaban sujetos a los mismos reglamentos y a los mismísimos superiores! Ellos se hicieron santos y ahora están en el paraíso, como tenemos confianza plena de esperar que haya sucedido a Domingo Savio, a Magone, a Besucco y a muchos otros. Por consiguiente, debemos decir nosotros: Si isti et illi, cur non ego? (Si éstos y aquéllos, »por qué yo no?). Si ellos lograron ser tan buenos, estando en las mismas circunstancias que nosotros, »por qué no lo podemos hacer también nosotros? Animémonos, queridos hijos míos, animémonos mucho a caminar por el sendero de la salvación; y si nos toca padecer algo, pasar frío o calor, soportar enfermedades o cualquier otra cosa, o bien, si tenéis que violentaros para obedecer, estudiar o dominar vuestro carácter, hacedlo con valor, hacedlo con gusto, porque, en compensación del trabajo sufrido en esta tierra, nos mereceremos un galardón imperecedero. Las «buenas noches» del día 28 nos fueron referidas con más abundancia de datos que las precedentes. El Siervo de Dios quiere ayudar a sus muchachos a que hagan bien el examen de conciencia y se preparen con propósitos firmes a celebrar devotamente la fiesta de Todos los Santos. Ya estamos a mitad de la novena de Todos los Santos. Esta fiesta solemnísima se acerca a nosotros a gran velocidad. íAh, ojalá que todos mis queridos hijos pensasen un poco seriamente cómo hacerse santos! Yo querría que hicieseis todos una cosa. Que cada uno pensase: -»Qué es lo que más necesito para hacerme santo? Y que anotase el defecto que más le domina y que, por consiguiente, más le aleja de su fin; o la virtud que más necesita y que más le ayudaría a alcanzar este fin; y que luego dijese resueltamente: -Quiero hacer este regalo al Señor en esta fiesta: buscar y arrancar de mi corazón tal defecto y colocar en su lugar tal virtud. Yo os aseguro que, si así lo hacéis, el Señor estará muy contento de vosotros. Pero es preciso examinar diligentemente vuestra conciencia, antes que nada, y empezar a quitar de ella cualquier cosa grave si por azar la hubiese; porque, si vosotros os empeñarais en tapizar bien las paredes de una habitación amueblada a todo lujo, dejando en el medio un montón de basura o cualquier otra cosa asquerosa, haríais reír, y se os diría: -Empieza por quitar esa basura y después ya adornarás la habitación. Pues así sucede con vuestra alma: si uno tuviese el pecado grave en la conciencia y quisiese esforzarse por quitar los defectillos, este tal no obraría bien; para actuar sabiamente hay que quitar el pecado y después ya se pensará en adornarla cada vez más. ((462)) Dijo el Señor a un joven que quería salvarse: Si vis ad vitam ingredi, serva mandata. Advertid que dijo ante todo: Si vis, lo cual quiere decir que lo primero para salvarse, es volere (querer); pero no volere como se dice del perezoso que quiere y no 391 Fin de Página 391 VOLUMEN XI Página: 392 quiere, vult et non vult piger, sino querer firmemente; por eso hay que ponerse a ello con un buen propósito. »Y qué hacer? Serva mandata. Vosotros que estudiáis latín, sabéis que serva es del modo imperativo del verbo servo, servas, servavi, y quiere decir «observa». Dice, pues: observa los mandamientos de la santa Ley de Dios. Y si nosotros pudiéramos interrogar a todos los que están en el cielo y les preguntáramos qué hicieron para alcanzar un lugar tan afortunado, todos contestarían: -Porque hemos observado los mandamientos. Si, por el contrario, pudiésemos abrir el infierno y preguntásemos a los que se precipitaron en él, por qué se condenaron, responderían: -Porque no hemos observado los mandamientos. Y ahora os digo a vosotros: »queréis salvaros? Sí, ciertamente. No hay ninguno que sea tan loco para decir: yo no quiero salvarme. Pues bien, observa los mandamientos. -»Y si no los observo? -Queridos míos, no hay otro camino: éste se condena. -íPero cuesta trabajo! -Sí, pero todos los que están en el cielo superaron este trabajo. Ahora gozan allá arriba y dicen: íqué poco fue el trabajo que sufrimos, en comparación de lo que ahora gozamos y gozaremos para toda la eternidad! Y los condenados, por el contrario, dicen: quisimos evitarnos un poco de trabajo y ahora padecemos horriblemente y padeceremos por toda la eternidad. Y »quiénes son los que no cumplen los mandamientos? No los cumple, por ejemplo, el que no está bien compuesto en la iglesia, o no reza y charla con los demás. No los observa el que no sabe aguantar los defectos de los compañeros y siempre está riñendo con alguno; no los observa el que se acerca a recibir los sacramentos desganado, sin devoción, o peor, sin verdadero dolor de sus pecados. No los observa el que blasfema, no santifica las fiestas, no obedece, y cosas por el estilo. Repasad, pues, uno a uno los mandamientos de la Ley de Dios; examinaos bien de todo lo que habéis faltado; confesaos de ello y haced un propósito firme de no faltar más en lo porvenir. Así pondremos en práctica lo que dijo el Divino Salvador: Si vis ad vitam ingredi, serva mandata. Y, si alguna vez, se os hace pesado el cumplimiento, decid: Momentaneum quod cruciat, aeternum quod delectat (momentáneo lo que atormenta, eterno lo que deleita); por un poco de pena puedo ganar una eternidad de gozo. Animo, pues, queridos hijos, decidíos de veras y veréis cómo os ayudará el Señor y hará con vosotros lo que vosotros mismos no sois capaces de hacer. Buenas noches. El 5 de noviembre fue a hablar de san Carlos, cuya fiesta había sido trasladada en el Oratorio al domingo siguiente. ((463)) Hablóles del Santo de la manera más adaptada a su auditorio, insistiendo en la comunión. Pero es de notar la discreción con que acaba exhortándoles a comulgar. Mañana es san Carlos. Muchos de vosotros llevan su nombre. Estos especialmente, y después todos los demás, procuren honrar mucho a este Santo tan grande. Para que la fiesta resulte más solemne, la misa de mañana será cantada. Una cosa ayudó singularmente a san Carlos a ser tan santo como fue. »Sabéis cuál? Haber empezado desde jovencito a darse al Señor. Se cuenta que, de niño, sólo sabía dos calles de la 392 Fin de Página 392 VOLUMEN XI Página: 393 ciudad: la de la iglesia y la de la escuela. Este gran recogimiento y amor al estudio y a la piedad hicieron que llegara muy pronto a ser muy docto y muy santo. No tenía más que veintitrés años y, en reconocimiento a sus méritos, le hicieron Arzobispo de Milán y Cardenal de la Santa Iglesia. Hay un episodio muy interesante en su vida. Cuando fue san Carlos a visitar su diócesis, se encontró con san Luis, que apenas tenía doce años; y al verlo con tanta piedad y fervor, aunque todavía no había sido admitido para recibir la comunión, quiso él que la recibiera por vez primera y administrársela él mismo, de modo que el pueblo de Castiglione dudaba si proclamar como más santo al niño que recibía la comunión o al prelado que se la administraba. Es verdad que nosotros festejamos a san Luis, por ser patrono de la juventud; pero también hemos de festejar y rezar a san Carlos, porque vivió desde niño adornado de heroicas virtudes y porque se preocupó muchísimo de la educación de los jóvenes, obligando rigurosamente a los párrocos a enseñarles el catecismo, fundando para ellos colegios y seminarios y procurando de todos modos contribuir a su bien y aprovechamiento espiritual y temporal. Pidamos especialmente a san Carlos que nos conceda un poco del desinterés que él tenía por todas las riquezas y bienes de esta tierra, que le llevó a dar en un solo día cuarenta mil liras de limosnas, y en otra ocasión una herencia entera. Que también nos dé san Carlos aquel amor al prójimo que tanto le distinguió; porque habéis de saber que, durante una epidemia que asoló a Milán, él estaba siempre en medio de los apestados para socorrerlos en sus necesidades corporales y sobre todo en las espirituales; abrió su propio palacio episcopal para amparar a los enfermos y casi fue víctima de su mal y de su celo. Los que puedan comulguen en honor de tan gran Santo y los demás hagan una comunión espiritual y recen otras oraciones para obtener su intercesión. Aún faltaba una cosa para principiar bien el curso: un fervoroso ejercicio de la buena muerte. ((464)) Se fijó este primer ejercicio del nuevo curso escolar para una fecha muy sugestiva: el 11 de noviembre, día de la despedida de los misioneros. Por la noche de la antevíspera anunció el Siervo de Dios el programa para la fiesta próxima e hizo que los muchachos centrasen su atención en torno al ejercicio de la buena muerte, inspirándose en la finalidad de los misioneros al emprender su viaje. Nuestros misioneros son esperados con ansias en América, y todos confiamos en que harán mucho bien. Este es el único motivo del viaje; procurar la salvación de muchas almas. íSalvar almas y nada más! Precisamente hoy he recibido carta del alcalde de San Nicolás de los Arroyos, donde fijarán su primera morada los misioneros; nos promete ayuda material y dice que toda la población tiene grandes esperanzas del bien que les vamos a hacer. Para vosotros, lo principal de esta fiesta es que hagáis bien el ejercicio de la buena muerte, que consiste especialmente en hacer una confesión y una comunión, como si efectivamente fuesen las últimas de vuestra vida. íAcordaos de que, cuando uno está acostumbrado a hacer bien una cosa, llegada la ocasión, la hará bien, casi sin darse cuenta. En cambio, cuando no se ha acostumbrado a hacer bien algo difícil, no lo logrará ni con esfuerzo. Así el que se ejercita en bien morir y 393 Fin de Página 393 VOLUMEN XI Página: 394 hace confesiones y fervorosas comuniones, como si fueran las últimas de su vida, cuando realmente se encuentre en el lecho de la agonía, no experimentará ninguna dificultad para morir bien; ya está ejercitado, no tendrá nada que turbe su conciencia; sólo tendrá que examinarse de lo que le haya sucedido en aquel último mes o en las últimas semanas, y nada más. Este tal morirá contento con la firme esperanza de ir enseguida al paraíso. Por el contrario, íqué desazón, qué tribulación la de la muerte, para quien no se ha preparado a bien morir! Yo he estado junto al lecho de muchos enfermos y moribundos; y os he de decir que es un espectáculo terrible ver al enfermo en esta circunstancia con las cosas del alma enredadas. Muchas veces quisiera hablar y confesarse, pero ya no puede; otras veces no tiene la comodidad de que esté un sacerdote junto a su cama; otras hay parientes o amigos que no quieren alejarse de su lecho para impedir que se presente un sacerdote, que pudiera venir y mientras tanto le cansan preguntándole por el testamento, por la herencia, por la disposición de sus cosas; y el pobre enfermo, atormentado además por los remordimientos de conciencia, muere víctima de su afán y su disgusto más que de la misma enfermedad. Vosotros disponéis del tiempo necesario; preparaos bien, poned ((465)) en orden vuestra conciencia y aun las cosas materiales; pero especialmente, por amor de Dios, deshaced todos los enredos de conciencia y no los dejéis para aquellos momentos. Si tenéis alguna duda sobre vuestras confesiones pasadas, si tenéis cualquier remordimiento, aunque haga muchos años, hablad de esta circunstancia. Haced todos de manera que, si el jueves por la tarde tuvierais que partir también para el otro mundo, pudierais decir con tranquilidad de espíritu: -Aquí me tenéis, Señor; estoy dispuesto; llamadme, si os place, que ya tengo todo preparado: lo espiritual y lo temporal. Ecce venio. El Siervo de Dios había enviado una invitación especial para la ceremonia a los principales bienhechores y conocidos, con el horario del día, en el cual quiso que apareciera, en primer lugar: «A las siete y media: Ejercicio de la Buena Muerte». Los muchachos lo hicieron con verdadero fervor. íYa se navegaba a velas desplegadas! 394 Fin de Página 394 VOLUMEN XI Página: 395 ((466)) CAPITULO XXI NUEVO PASO PARA LA OBTENCION DE LOS PRIVILEGIOS LA cuestión de los privilegios era de capital interés para el Beato; conditio sine qua non (condición indipensable) para el pleno ejercicio de la personalidad jurídica ya otorgada a su Congregación. Una vez que los obtuviese, se terminarían los impedimentos que le ponían para las ordenaciones sagradas de sus clérigos. Por esto, aunque no tuvo éxito la primera tentativa, no se desalentó y se puso a estudiar la manera de volver a colocar sobre el tapete el asunto, convencido de que en este mundo el porfiado termina por sacar algo. La posibilidad de reanudar las discusiones de la causa después de la sentencia pronunciada por la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, parecía que estribaba en un inciso que la acompañaba; decía, en efecto, el rescripto: communicationem, prout petitur, non convenire (no conviene la comunicación en la medida que se pide). Este prout petitur indicaba que, si se reformaba la instancia, se podía esperar que se procediera nuevamente al examen de la causa. Mas, para mantener la causa en los mismos términos, dando a la instancia una exposición distinta, era necesario que variaran las circunstancias; de otra forma habría sido una locura pretender que se modificase la denegación dada en aquella sentencia. Hacía falta que surgieran nuevos hechos, que variaran el aspecto de la especie de la causa, y que con ellos se produjera la revocación o la reforma de la primera sentencia. Por parte de los misioneros, por ejemplo, o por cualquier otro lado, podían manifestarse ((467)) nuevas necesidades que ofrecieran elementos favorables para reanudar la solicitud. Mas para afrontar de nuevo toda la cuestión, se requería tiempo, había que esperar el momento oportuno, convenía no tener prisas que comprometieran un asunto tan delicado. Por otra parte, el Cardenal Prefecto, además de no estar dispuesto a la concesión de los privilegios, padecía graves achaques físicos, que obligaban a tener especiales miramientos con él. Volver tan pronto con nuevos argumentos para estudiar 395 Fin de Página 395 VOLUMEN XI Página: 396 de nuevo una causa sobre la que ya se había pronunciado, había sido darle un disgusto, agravarle el mal que padecía y ponerlo todo en peligro. Además, el Secretario de la Sagrada Congregación que había sucedido a Vitelleschi, aún no había puesto sus manos en la masa, como vulgarmente se dice, y andaba como desconcertado. Añadíase a esto una circunstancia que don Bosco ignoraba y que se la comunicó el cardenal Berardi. El cardenal Prefecto, el cardenal Patrizi y algún otro, «fundándose, escribía su Eminencia, en no se qué razones», opinaban que don Bosco pedía demasiado y, por consiguiente, había que someter sus peticiones a un examen más detenido y cuidadoso que de ordinario 1. Se hizo saber, por consiguiente, al Siervo de Dios que cambiara de posición. Aunque andaba muy ocupado con los últimos preparativos para la inminente partida de los misioneros, no quiso aplazarlo, sino que, a primeros de noviembre, cambió su solicitud y pidió solamente un determinado número de favores, trece en total, incluyendo los más indispensables y, por tanto, los referentes a las sagradas ordenaciones. El nuevo motivo que apoyaba y justificaba la presentación de la instancia dentro de tan corto espacio de tiempo, era que aquellas gracias debían favorecer especialmente a los Salesianos próximos a partir para las misiones extranjeras. Y puesto que hemos tenido la suerte de haber encontrado el texto de la súplica, la insertamos aquí por entero. ((468)) Beatísimo Padre: El sacerdote Juan Bosco lleno de agradecimiento a Vuestra Santidad que, con un rasgo de gran bondad, dignóse aprobar definitivamente la Congregación Salesiana, se postra hoy humildemente a Vuestros Pies, Beatísimo Padre, suplicando nuevas gracias especialmente en favor de los Salesianos que deben partir muy pronto para las misiones extranjeras. Las cosas más necesarias son: 1.° Que los sacerdotes, aprobados para confesar en una diócesis, puedan confesar a los socios de la misma Congregación aun fuera de esta diócesis, y que en los viajes, especialmente por mar, puedan confesar indistintamente a otros fieles que viajan en su compañía, observando en todo momento las prescripciones y los ritos de la Santa Iglesia. 2.° Que en todas las iglesias de la Congregación puedan celebrar la santa misa, administrar la sagrada eucaristía, exponerla a la veneración de los fieles, enseñar el catecismo a los niños y predicar la palabra de Dios. 1 Carta del 20 de noviembre de 1875. 396 Fin de Página 396 VOLUMEN XI Página: 397 3.° Erigir Oratorios en las casas urbanas y suburbanas de la Congregación, especialmente en las enfermerías, para provecho de los enfermos, y celebrar allí la santa misa y administrar la sagrada comunión. 4.° Servirse del altar portátil durante la navegación y en los casos de viajes largos en las misiones extranjeras. 5.° Que el Superior General pueda conceder el Extra tempus y presentar a las órdenes menores, mayores, y al presbiterado a sus socios en los días en que la santa Iglesia suele permitir tales ordenaciones. 6.° Conmutar las horas canónicas por otras preces y obras piadosas, cuando los socios estuvieran enfermos, o no pudieran por el cansancio recitarlas sin gran incomodidad. 7.° Conceder a los socios de la Congregación la facultad de leer y guardar libros prohibidos y de impartir la indulgencia plenaria in articulo mortis. 8.° Bendecir escapularios, rosarios, medallas y crucifijos, con las indulgencias de santa Brígida y santo Domingo. Estos últimos favores ya le fueron concedidos al mismo Superior ad tempus. Indulgencias particulares 9.° Que los Salesianos puedan lucrar indulgencia plenaria el día en que comienzan el Noviciado, emiten o renuevan los votos religiosos; al final de los ejercicios espirituales o in artículo mortis; y en el día en que parten para las misiones extranjeras. En el día del mes que se elija para hacer el ejercicio de la buena muerte, conforme a lo prescrito por las Constituciones Salesianas. ((469)) 10.° Indulgencia de trescientos días cada vez que se diga la jaculatoria: MARIA AUXILIUM CHRISTIANORUM, ORA PRO NOBIS, que ya fue concedida vivae vocis oraculo el día 12 de febrero de 1869. Indulgencias comunes 11.° Que todos los fieles puedan lucrar indulgencia plenaria en todas las iglesias de la Congregación, previa la confesión y comunión, y visitando la iglesia en la fiesta titular de cada iglesia de la Congregación. Se pueda lucrar en todas las iglesias del Instituto la misma indulgencia el día de san Francisco de Sales. 12.° En todas las solemnidades de N. S. J. C., en las fiestas de la Santísima Virgen María, de los Apóstoles, de san José, de su Patrocinio, de santa Ana, san Joaquín, san Francisco Javier, san Luis Gonzaga, del Santo Angel de la Guarda, de todos los Santos, en la conmemoración de todos los Fieles Difuntos y el día siguiente a la fiesta de san Francisco de Sales, cuando se hace un servicio religioso por todos los Salesianos difuntos y por todos los bienhechores de la Pía Sociedad. 13.° Que en los días y en las circunstancias arriba descritas puedan los Salesianos lucrar tales indulgencias, aunque no puedan visitar dichas iglesias, con tal de que reciban los sacramentos de la confesión y comunión. Muchas de estas indulgencias ya fueron concedidas a la iglesia principal de la Congregación; ahora se suplica humildemente a V. S. que, con un acto especial de su alta Clemencia, se digne confirmarlas, extenderlas y acordarlas en la forma que se pide. Siguió él la vía oficial y la oficiosa. Oficialmente se dirigió a monseñor Sbarretti, Secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Fin de Página 397 VOLUMEN XI Página: 398 Regulares; oficiosamente, y antes que a nadie, al cardenal Berardi, para que preparase el terreno y sobre todo hiciese de valioso intermediario ante el Sumo Pontífice. Monseñor Sbarretti, que con mucho trabajo llegaba a descifrar la letra desigual del Beato, llamó en su ayuda al abogado Menghini, quien así se puso al corriente de la diligencia e informó de ella al inmutable monseñor Fratejacci, su compañero de coro en el Capítulo de San Eustaquio. «Si usted oyera alguna vez íqué bonitas tonadas a dos voces!» le escribía este último a propósito de las charlas interminables que los dos tenían sobre las cosas de don Bosco. Uno de los puntos en que andaban de acuerdo era que el paso de don ((470)) Bosco llegaba fuera de tiempo, pero que ayudaba «como una apelación a la sentencia dada o como una demostración de no estar de acuerdo con ella» 1. Desgraciadamente la actuación del cardenal Berardi quedó entorpecida con un contratiempo. Estaba él fuera de Roma y la «apreciadísima» carta de don Bosco le llegó con más de una semana de retraso, cuando, muy a su pesar, «ya no había tiempo para dar los pasos que se requerían», puesto que los misioneros, en cuyo nombre se hacía la solicitud, habían partido. Con todo presentó la súplica de don Bosco al Padre Santo y éste, acordándose de que le había concedido algunos de aquellos privilegios por medio de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares y no queriendo oponerse al rescripto anterior, cuyo contenido no recordaba exactamente, ordenó al Cardenal que enviara la solicitud a dicha Congregación. «Sea como fuere, concluía el Cardenal, aguardaremos el resultado y, apenas lo conozca, me apresuraré a comunicárselo» 2. El benévolo Cardenal dedicó todas sus fuerzas para que la petición del Beato fuera benignamente acogida por la secretaría de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, pero el 17 de diciembre aún no se había conseguido nada, por las siguientes razones que él enumeraba y comentaba: « 1.° Por la persistente indisposición de la salud del E. Prefecto, cardenal Bizzarri. »2.° Por el cambio de secretario de la Congregación ya referida. »3.° Por una carta recientemente escrita contra su pío Instituto por ese señor Arzobispo, que ha impresionado mucho a dicho Monseñor Secretario, totalmente ignaro de los precedentes. En cuanto lo he sabido, 1 Carta del 5 de diciembre de 1875. 2 Carta del 20 de noviembre de 1875. 398 Fin de Página 398 VOLUMEN XI Página: 399 he procurado hablar con el referido Secretario a quien he puesto al tanto de los antecedentes y le he dado las explicaciones del caso. Confío que cuanto antes se hará algo y, cuando se haya determinado, ((471)) me apresuraré a comunicárselo. Conviene mientras tanto armarse de paciencia, y no olvidarse de que el diablo procura siempre entorpecer toda obra buena. Pero Dios es más poderoso que el demonio, y es de esperar, por tanto, que, con el auxilio divino, se conseguirá al fin la ansiada victoria» 1. Monseñor Fratejacci, a la buena de Dios, declara sin rebozo estas otras noticias sobre el tercer obstáculo, que él ha sabido de buena fuente: «Ese Prelado Arzobispo, que usted bien conoce, escribe cada día contra los Salesianos a la Congregación de Obispos y Regulares. Es una furiosa manía la de ese hombre, que es de temer enloquezca. En estos días, a propósito de un recurso presentado sobre el confesar de los Salesianos a los extraños, la Sagrada Congregación, o sea monseñor Sabarretti, persuadido de que se trata de una verdadera persecución, totalmente gratuita, ha enviado en nombre de la misma Sagrada Congregación a ese tal Prelado una carta que dice y no dice nada, que es un ibis redibis non 2, que resulta ser una sonata de violín y nada más. Esta es la noticia, que le gustará saber, porque, en vez de indisponer los ánimos contra V. S., como querría el tal Arzobispo, no consigue más que poner de manifiesto la persecución, de la que todos acudirán a liberarle algún día, y para siempre» 3. El Beato por su parte prestaba oídos de mercader a estos tiros. Se queja el buen Monseñor en la presente de que don Bosco no ha contestado a una suya que le mandó certificada hacía veintitrés días, a pesar de que en el intervalo ya le había solicitado otra vez una respuesta, y no sin exhortos en ambas cartas por medio de altos personajes. El lo hacía por el afecto que tenía a don Bosco; pero en cuatro meses don Bosco sólo le había escrito un par de veces, únicamente para notas a insertar en el Anuario de la Jerarquía Eclesiástica, para cosas de la Arcadia y para enviarle una fotografía de los misioneros. Así quedaron sin contestar las dos cartas dichas, que nosotros hemos publicado entre los documentos. Los que conocen a don Bosco, ((472)) fácilmente adivinan por qué motivos guardaba aquel silencio de oro. 1 Carta del 17 de diciembre de 1875. 2 Ibis redibis non: alude a la frase famosa del Oráculo de la Pitonisa a los que iban a la guerra, y cuyo sentido variaba totalmente, según que se coloque una coma antes o después del non: «Irás volverás no..., perecerás en la guerra...» «Irás volverás, no... perecerás en la guerra...» (N. del T.) 3 Carta del 24 de diciembre de 1875. 399 Fin de Página 399 VOLUMEN XI Página: 400 La segunda petición del Beato, transmitida por el Papa a la Sagrada Congregación, fue de nuevo propuesta a la Comisión especial de los cuatro Cardenales, que habían recibido el encargo de examinar la primera. El artículo sobre las dimisorias urgíale al Beato más que los otros, para liberarse de tanto quebradero de cabeza y ahorrar los gastos que le proporcionaba la ordenación de cada uno de los suyos. Aquel artículo, dada su importancia, se separó y enseguida se sometió a examen para juzgarlo. Por desgracia, la cuestión no avanzó ni un paso. El cardenal Berardi escribió por ello al Beato el 28 de diciembre:«Siento participarle que los Cardenales consultados sobre su última petición, no han creído conveniente consentir en lo relativo a las dimisorias, porque dicen que ya goza usted del Indulto para diez años, que se le concedió el 3 de abril de 1874. Conviene, pues, tener paciencia también en esto, y cuando usted pueda dar una escapada por aquí, ya veremos entre los dos qué es lo que hay que hacer sobre el particular». Idéntica es la motivación adoptada para la negativa de octubre. En estos asuntos el miedo a causar prejuicios a la Autoridad Episcopal siempre tiene gran peso en la balanza. Se separaron también algunos artículos, sobre los que podía pronunciarse más expeditamente la Sagrada Congregación de Ritos, y el séptimo, que correspondía a la Sagrada Congregación del Indice. Las cosas habían llegado a este punto, cuando la noticia de que don Bosco pedía privilegios a Roma, turbó el ánimo del Ordinario de Turín, el cual, con la impresión del momento e instigado tal vez por quien quería pescar en aguas turbias, confió, desahogándose, sus temores al cardenal Bizzarri. Eminencia Reverendísima: El señor don Juan Bosco, fundador y rector de la Congregación Salesiana, ha recurrido de nuevo a esa Sagrada Congregación de Obispos y Regulares para obtener privilegios, no conformes con los derechos de la Autoridad Episcopal; y esto a pesar de que el año pasado no le fueron concedidos tales privilegios, precisamente para no causar molestias ((473)) a la jurisdicción de los Obispos. Espero que la Sagrada Congregación, antes de conceder al reverendo señor don Bosco cuanto solicita en menoscabo de los Obispos, tendrá la bondad de darme a conocer sus peticiones, con el fin de que, si alguna de ellas fuera de molestia para mí, pueda yo presentar mis observaciones; tanto más que tengo el temor de que, para demostrar la razón de cuanto pide, quizás, haya presentado reclamaciones contra mi administración, como Arzobispo, como por desgracia ya ha hecho con cartas dirigidas a Su Santidad el Papa. He sido siempre, y seguiré siéndolo, defensor de las Ordenes religiosas, y reconozco que necesitan algún privilegio y exención; pero, si son necesarias las exenciones referentes a la dependencia, cambios y destino de sus socios, y, si pueden serles necesarios ciertos privilegios en determinados lugares donde las circunstancias son anormales, 400 Fin de Página 400 VOLUMEN XI Página: 401 como por ejemplo en las misiones extranjeras, mi opinión, fruto de largos estudios y de repetidas experiencias en diversas naciones, es que los privilegios que se les conceden con derogación de la autoridad de los Obispos, sólo sirven para menoscabar dicha autoridad; la cual, por otra parte, necesita hoy más que nunca ser sostenida y rodeada de fuerza y esplendor por la Santa Sede Apostólica, ya que cuenta cada vez menos con la fuerza civil. El espíritu de independencia, y casi diría, de superioridad 1, que don Bosco viene demostrando con el Arzobispo de Turín, desde hace algunos años, y que se trasfunde a sus discípulos, de lo cual la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares ya ha visto una prueba en la carta que don Bosco me dirigió el 29 de abril de 1875 y que yo comuniqué a esta Sagrada Congregación el 17 de octubre del mismo año y, respecto a la cual la misma Sagrada Congregación se dignó hacerme escribir el 30 de noviembre de 1875, que habían causado mucho disgusto los hechos por mí expuestos en dicha carta 2; cuando se encontrara corroborado con nuevos privilegios contra mi jurisdicción, me aumentaría ciertamente los disgustos y tribulaciones que todos los días me asedian en esta vastísima archidiócesis: Si don Bosco ha merecido y merece la bondad de la Igleisa, yo pienso que no he desmerecido ni desmerezco, y por tanto no veo porqué se le deban conceder unos privilegios, que resultan un castigo para mí. La autoridad Arzobispal de Turín, desprovista de toda prestancia en Turín, privada de las cuatro quintas partes de sus rentas, vilipendiada, burlada, despreciada e insultada todos los días por casi todos los periódicos de Turín, y ello porque el Arzobispo quiere mantenerse adepto a la Santa Sede y requerir la observancia de la Ley de Dios y de la Iglesia, no debe recibir ulteriores desacatos por parte de don Bosco; el cual se mostró tan opuesto con sus cartas, sus palabras y sus actuaciones ((474)), que un periódico de la peor calaña de Turín manifestó su alegría porque don Bosco era el único sacerdote capaz de ofrecer resistencia al Arzobispo. Y si se han de conceder nuevos privilegios a la Congregación Salesiana en Turín, con perjuicio de mi jurisdicción, espérese al menos a mi muerte, que no puede tardar en llegar más que muy pocos años, o déseme tiempo para retirarme de este cargo, donde, por acumularse nuevas dificultades, no podré permanecer largo tiempo. Ruego a V. Eminencia comunique esta mi carta a la Sagrada Congregación, en cuya sabiduría y justicia pongo mi confianza. Besando su sagrada púrpura, me declaro, con la mayor consideración, De V. E. Rvma. Turín, 24 de marzo de 1876. Muy atento y s. s. » LORENZO, Arzobispo de Turín Dése conocimiento de esta carta al abogado Sumista y prepáreseme otra audiencia con su Santidad. E. SBARRETTI, Serio. 1 Tanto aquí, como en otras partes, las palabras en cursiva son las que aparecen subrayadas en los autógrafos de Monseñor, que nosotros poseemos. 2 No hemos logrado, hasta ahora, encontrar estas cartas. Fin de Página 401 VOLUMEN XI Página: 402 Como comentario de esta carta no poseemos nada mejor que unas palabras dichas por el Beato a los Superiores del Capítulo el 27 de enero de 1876 y recogidas por don Julio Barberis: «El Arzobispo de Turín revuelve todo en Roma contra nosotros. Busca todas las ocasiones opportune e importune, con fundamento y sin él, para enviar informes sobre nosotros y en nuestra contra. Yo no he querido responder nada para disculparme, salvo las veces en que Roma ha pedido aclaraciones. Lo que me sirvió de disculpa fueron algunas cartas que confidencialmente mandé al Arzobispo, rogándole que cesaran sus atropellos. Y él, imaginándose que esas cartas constituían el cuerpo del delito, las envió a Roma como una nueva razón de inculpación; pero en cambio sirvieron para justificarme. Cuando yo estuve en Roma, hablé de nuestras cosas, di aclaraciones, pero nunca respondí directamente a Roma para disculparnos (de las acusaciones del Arzobispo de palabra o por escrito)». ((475)) En cuanto a lo de esperar a su muerte o a su renuncia, antes de que se concedieran nuevos privilegios, observaba el Beato en el 1881: «Cabría aquí este dilema: si la concesión de nuevos privilegios a la Congregación Salesiana, es algo bueno, »por qué no quiere que se concedan ahora? Y, si es algo malo, »por qué pide que se haga después de su dimisión o de su muerte?» 1. El «Sumista», a quien se alude en la nota del Secretario, opinó que era prudente escuchar al Arzobispo, puesto que él en su carta admitía que era necesaria la concesión de algún privilegio, aun lamentándose de que la demasiada indulgencia pudiera ser causa de nuevas disensiones; que, por consiguiente, se prestara oídos al Ordinario porque, aun cuando se mostrase poco benévolo con la reciente Sociedad Salesiana, explicaría, sin embargo, sus razones para dudar de que no fuera tutelada la jurisdicción episcopal. Pero el Ordinario no quedó satisfecho con su carta del 20 de marzo. El día 21 envió a la Sagrada Congregación una Solicitud, en la cual, después de repetir su declaración de que no le constaba oficialmente que hubiera sido aprobada la Sociedad Salesiana de modo definitivo, se lamentaba de la tendencia a ingerirse en la disciplina del clero diocesano y, en prueba de ello, aducía que se aceptaban individuos apartados del sagrado ministerio como inhábiles por el Arzobispo, con lo cual exponía la autoridad del Ordinario al desprecio de sus seminaristas; 1 Exposición del Rvdo. Juan Bosco a los Eminentísimos Cardenales de la Sagrada Congregación del Concilio. S. Pier d'Arena, Tip. Sal., 1881. 402 Fin de Página 402 VOLUMEN XI Página: 403 la Sagrada Congregación debía poner, por tanto, remedio eficaz de una vez 1. La cuestión de los seminaristas despachados por el Arzobispo y recibidos por don Bosco se reducía a este único caso, expuesto con toda claridad por don Miguel Rúa en una carta a Su Excelencia: «Al volver ayer tarde a casa, he procurado averiguar quién podría ser el alumno de quien V. E. me decía había sido recibido por ((476)) don Bosco, en contra de su voluntad. Encontré que verdaderamente había un alumno de Vinovo aceptado en las últimas vacaciones otoñales. Pero debo notificar que don Bosco no ha intervenido para nada en su aceptación. Quien lo admitió fue el que esto escribe, el cual considerándole como un seglar más e ignorando lo que anteriormente le hubiera ocurrido, y, más aún, teniendo de él buenos informes recibidos de persona digna de crédito, creyó conveniente recibirlo y dejarle que siguiera la carrera a la que decía aspirar, sin ni siquiera sospechar que esto pudiera ocasionar ningún disgusto a V. E., a quien quisiéramos prestarle toda suerte de servicios y no causarle jamás la más mínima ofensa» 2. Impaciente con la espera de una respuesta a su carta y al recurso del 2 de abril, abordó sobre el asunto al «sumista» Menghini. «Me agradaría hablar con usted, escribía, para saber cómo regularme; ya que querría escribir sobre el particular al Padre Santo. Mañana va a Roma don Bosco para este asunto». Verdaderamente don Bosco iba a Roma por otros motivos, como veremos a su tiempo. Como quiera que fuese, el Secretario de la Sagrada Congregación dio orden por escrito el día 10 de abril de que se extrajese de la instancia de don Bosco la posición que competía a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, y se escribiese al señor Arzobispo de Turín una nota con los privilegios y facultades que don Bosco solicitaba, y sobre los cuales se le invitaba a presentar las observaciones que creyere oportunas. No tenemos más noticias sobre este espinoso asunto, sino que el 5 de mayo aún no había llegado al Arzobispo comunicación alguna, tanto que, con aquella misma fecha, dirigió al «Sumista» una jeremiada, cuya lectura resulta útil para conocer cada vez mejor su pensamiento y su estado de ánimo 3. El Beato, por su parte, aprovechó la ocasión que le llevaba a Roma para poner en marcha sus asuntos dentro de lo posible. 1 Apéndice: doc. 35. 2 Carta del 30 de diciembre de 1875. 3 Apéndice: doc. 36. 403 Fin de Página 403 VOLUMEN XI Página: 404 ((477)) Antes de cerrar este capítulo, nos serviremos de las palabras de aliento que monseñor Fratejacci dirigió en aquella ocasión al Siervo de Dios, por las cuales siempre agradeceremos su recuerdo. «Las amarguras sufridas hasta aquí por V. S., le decía, no podrán durar mucho tiempo. Dabit Deus his quoque finem (Dios dará también fin a esto). Por otra parte fueron necesarias, como se revela en todas las grandes obras de los siervos de Dios, a fin de que el Instituto de don Bosco, que, bajo el peso y el golpe de tantas contradicciones humanas habría debido extinguirse en los mismos principios de su existencia, surja y haya experimentado incremento y dé abundantes frutos de virtud y honor a la Iglesia y a la Patria, y aparezca claro que no es obra del hombre, sino de Dios; que no es fruto de la tierra, sino del cielo, y que así sea glorificado por ello el Señor, cui soli honor et gloria (a quien sólo pertenece el honor y la gloria). Aquellas hostilidades, aquel odio, verdaderamente gratuito, del que habla el Salmista odio habuerunt me gratis, no son más que la señal característica de todas las obras queridas por Dios... Teman, y mucho, los enemigos de V. S.; esté seguro de que no hay nada, absolutamente nada, que temer. Lo que ahora parece mal y ruina, dentro de poco será vida y gloria» 1. 1 Carta del 5 de diciembre de 1875. 404 Fin de Página 404 VOLUMEN XI Página: 405 ((478)) CAPITULO XXII EL BEATO DON BOSCO SIN LICENCIAS PARA CONFESAR EL Beato no cesaba de hacer cuanto podía en favor y hasta en defensa de monseñor Gastaldi. Hubo algunos malintencionados que, en el mes de octubre, imaginándose por ciertos rumores oídos, que se oponía al Arzobispo, fueron a visitarle, presentáronle una infame biografía del Prelado, pidiéronle que la imprimiese en su imprenta y le ofrecieron una bonita suma de dinero para los gastos. El Siervo de Dios, haciéndose el sueco, pidió que le dejaran el manuscrito para examinarlo: eran más de mil páginas. Naturalmente lo arrojó al fuego. Esto le ganó las iras de aquellos señores, los cuales, a fin de sacarle por la fuerza unos dineros a título de indemnización, le causaron muchos fastidios durante varios años; pero él no sólo no se arrepintió, sino que manifestó siempre su inmensa satisfacción por haber impedido un escándalo tan grave y haber guardado el honor de su Arzobispo. No pasó mucho tiempo cuando se enteró de que cierto periodista tenía una serie de artículos muy bien gratificados para imprimirlos en un periódico de mala catadura contra la persona del señor Arzobispo. El se las ingenió enseguida para hacerse con aquellos originales, y así lograr que no empezasen a publicarlos. Lo consiguió, pero a muy alto precio; tuvo que resignarse a admitir gratuitamente a un hijo de aquel infamador y a socorrerle a él mismo. Pero hizo de muy buena gana lo uno y lo otro, con tal de conseguir su fin. ((479)) Estos sucesos y otros semejantes, cuya existencia se conoció sólo vagamente, eran en cambio muy conocidos por el Ordinario, circunstancia que hace más difícil el oficio del historiador que se dispone a narrar el triste caso de la suspensión. Fieles a la verdad, no añadiremos una tilde, que no esté conformada por documentos auténticos y testimonios dignos de fe. En el mes de marzo de 1875 había firmado el arzobispo Gastaldi las licencias de confesión para don Bosco y los demás sacerdotes del Oratorio. Hacia el mes de junio pasó don Juan Cagliero por la Curia para retirarlas; pero le dijeron que ya se las enviarían al Oratorio. 405 Fin de Página 405 VOLUMEN XI Página: 406 -»Cómo es eso?, pensó para sí. Estoy yo aquí, las licencias están firmadas, me las pueden entregar en mano, y quieren molestarse en mandarlas después al Oratorio. Además, siempre ha habido la costumbre de venir a retirarlas. íAquí hay gato encerrado! A fines de octubre estaba un día el Siervo de Dios en el patio, rodeado de sacerdotes y clérigos, cuando entró un empleado de la Curia con un paquete en la mano y dijo al Beato: -Me alegro de haberle encontrado enseguida, porque debo entregarle esto. Pero don Juan Cagliero, en un abrir y cerrar de ojos, se dio cuenta de que allí venían las licencias de los confesores de la casa; así que extendió rápidamente la mano, las agarró y dijo: -íNo, esto es para mí! El enviado por la Curia se lo entregó, y él, sacando lo que le importaba, le dijo que llevase a don Miguel Rúa los demás papeles que él devolvía. Lleno de curiosidad subió corriendo a la habitación, abrió el envoltorio y aparecieron, las primeras, las licencias de don Bosco. Miró y leyó: ad sex menses (para seis meses); observó, después, las demás y leyó en todas: ad annum (para un año). De donde resultaba que las licencias para confesar de don Bosco habían caducado en septiembre. Enfurecióse don Juan Cagliero, pero se contuvo y no soltó prenda más que a don Miguel Rúa, a quien confió la cosa exhortándole a que pusiera remedio, sin que don Bosco llegara a enterarse. Después él partió para América. Don Miguel Rúa envió al reverendo Cibrario a la Curia para hablar con el canónigo Zappata, Vicario General. Este, apenas advirtió ((480)) la novedad, se puso en pie, y dijo: -Esto no puede ser, no puede ser; esto se hace con los borrachos. Dígale, sí, dígale a don Bosco que siga confesando, le doy yo las licencias. Hablaba así, porque aquellos días estaba el Arzobispo fuera de Turín, como ya se dijo cuando se trató de ir a visitarle los misioneros. Don Miguel Rúa, muy afligido, siguió manteniendo oculta aquella aversión, hasta que, de vuelta el Siervo de Dios de su viaje a Liguria con los misioneros creyó que no habría sido prudente ocultárselo por más tiempo. Mas, por otra parte, se acercaban las fiestas navideñas, en cuya ocasión le tocaba al Beato confesar muchísimo y se habría suscitado un enorme escándalo, si de repente hubiese tenido que abstenerse sin una razón visible. Por consiguiente, don Miguel Rúa optó por seguir callado. 406 Fin de Página 406 VOLUMEN XI Página: 407 Pero entre tanto una llamada del Vicario General le invitaba a presentarse al Arzobispo. Fue don Miguel Rúa y fácilmente comprendió que el Arzobispo no quería atender razones. -»Por qué ha venido usted y no don Bosco?, le preguntó. -Porque don Bosco no está enterado de nada, respondió don Miguel Rúa. -Envié expresamente a uno, repuso indignado el Arzobispo, para entregar las licencias en las mismísimas manos de don Bosco y con orden de que no las entregase a ningún otro. -Aquel enviado, observó don Miguel Rúa, que ignoraba las circunstancias del hecho, no tendría tiempo para esperar y, una vez que entregó las licencias al secretario, vino a mí, con todos los demás documentos que no creyó confidenciales. Entonces Monseñor no quiso firmar las licencias del Beato. Pero había que llegar a una solución, que ya no podía obtenerse sin informar a don Bosco. La víspera de Navidad el venerado don Miguel Rúa, puesto el asunto en manos del Señor, manifestó al Beato que sus licencias de confesión habían caducado hacía algún tiempo. ((481)) Don Bosco dejó pasar las fiestas y escribió después a Monseñor una de esas cartas que solamente los Santos saben escribir y cuyo autógrafo ha llegado a nuestras manos. Excelencia Rvma.: La víspera de Navidad me presentó don Miguel Rúa mis licencias de confesión, caducadas en el mes de septiembre pasado. Como se encontraba la sacristía abarrotada de muchachos internos y externos, que esperaban para confesarse, creí que podía servirme en esa ocasión de la facultad obtenida del Padre Santo para confesar en los casos especiales que se me presentaran en cualquier sitio. Pero hoy he terminado, y mañana me alejo de Turín para librarme de responder a las preguntas que empiezan a hacerse sobre la realidad de este asunto, y ahora le suplico humildemente se digne renovar estas licencias para evitar habladurías y escándalos; y como la medida tomada supone un grave motivo, por ello y como un pobre sacerdote y superior de una congregación definitivamente aprobada por la Santa Sede, constituido nominalmente Superior de la misma, le suplico respetuosamente se digne indicármelo, ya sea para regularme, ya sea para enmendarme de cualquier falta que de hecho pesase sobre mí. En el caso de que no creyere oportuno manifestarme a mí este motivo, sino más bien a Roma, de nuevo le rogaría humildemente se dignase indicármelo para librarme de una posición que, si es dolorosa para todos, lo es más para el Superior de una Congregación que tiene relación con muchas casas. Sea cualquiera la respuesta que se digne hacerme, ruégole la dirija al Oratorio, desde donde me será inmediatamente transmitida al lugar donde me encuentre. Tengo el honor de profesarme con el debido aprecio y veneración, De V. E. Rvma. Turín, 26 de diciembre de 1875. Atto. y s. s. JUAN BOSCO, Pbro. Fin de Página 407 VOLUMEN XI Página: 408 El día 27 salió para Borgo San Martino. Es muy probable que pasara allí la noche en oración, porque el clérigo Nai, que fue encargado al día siguiente de arreglar su habitación, encontró la cama intacta. Pero ni él, ni ningún otro de la casa penetró en el doloroso secreto; más aún, cuando unos años más tarde se enteró don Luis Nai, recordaba todavía muy bien que, durante aquellos días, el Beato no solamente no manifestaba la menor turbación, sino que recibía según ((482)) costumbre a los hermanos, y se entretenía con ellos como si no tuviese nada más que hacer y que pensar en el mundo. Con respecto a él mismo, el joven clérigo le encontró tranquilo y con ganas de broma, lo mismo que siempre que había hablado con él. De haber habido algo diferente en el continente de don Bosco, no habría pasado desapercibido a los ojos de sus hijos, que conocían a la perfección sus costumbres. No obstante, el director había sido puesto al corriente del asunto. Los que hemos estado con don Juan Bonetti aun en momentos críticos y conocemos el ardor de su espíritu y la vivacidad de su temperamento sincero, no nos hemos sorprendido al encontrar los documentos que a continuación reproducimos. Se trata de dos cartas, la primera de las cuales es para el cardenal Antonelli, Secretario de Estado, y la segunda para el Padre Santo. Eminencia: Vuestra bondad, tantas veces experimentada por mi mismo, me anima a acudir de nuevo a vuestra Eminencia Rvma. y solicitar un favor. Le suplico respetuosamente se digne presentar la adjunta carta al Padre Santo, a quien necesito manifestar mis penas e implorar su ayuda soberana. En la seguridad de obtener este favor le doy gracias de corazón y pido al cielo le conceda un término feliz del año que acaba y un buen principio del que está por nacer. Me es grato poder profesarme con mucho aprecio y profunda veneración, De V. E. Rvdma. Borgo San Martino, 28 de diciembre de 1875. Su atto. y s. s. JUAN BONETTI, Pbro. Director del Seminario Menor de Borgo San Martino Padre Santísimo: Antes de nada os pido perdón, Padre Santísimo, si con la presente añado un motivo más de amargura a Vuestro ya tan amargado espíritu; perdón que yo espero de Vuestro buen corazón, y, además, porque soy un hijo que en el colmo de sus penas viene a buscar alivio en el mejor de los Padres, en el Supremo Moderador de la Congregación Salesiana, a la que tengo la fortuna de pertenecer. 408 Fin de Página 408 VOLUMEN XI Página: 409 ((483)) Seguramente ya conocerá Su Santidad la persecución, de que es objeto hace varios años mi bonísimo Superior don Juan Bosco por parte del Rvmo. Arzobispo de Turín, monseñor Lorenzo Gastaldi. Sé muy bien, y Os lo agradezco desde el fondo de mi corazón, que Vos habéis procurado poner fin a este desorden encargando expresamente de ello a respetabilísimos personajes; pero, con vivísimo dolor, no correspondió el éxito de las esperanzas concebidas. Al contrario, parece que la ira del mencionado Prelado vaya en aumento de día en día, y últimamente ha llegado a hacerle tomar la incalificable resolución de suspender a este dignísimo sacerdote de confesar en la Archidiócesis de Turín. Su Santidad, que conoce a fondo la virtud de mi Superior, puede muy bien imaginar si él es capaz de cometer un delito, que merezca una pena que sólo se impone a los sacerdotes más escandalosos. El pobre don Bosco sufre con paciencia y hasta con calma; pero no puede menos de resentirse su físico; y sus hijos queridos ven con sumo pesar cómo se va resintiendo cada día más su salud y se va extinguiendo su preciosa existencia. Padre Santísimo, Vos sois el más suave y al mismo tiempo el más fuerte de los Pontífices. íAhí Puesto que no sirvió hasta ahora la dulzura, dignaos en Vuestra prudencia y equidad emplear remedios más eficaces, que pongan fin a tanto mal. Os pido esta gracia en la fiesta de los Santos Inocentes; en el día natalicio de san Francisco de Sales, glorioso Patrón de mi Congregación. Quizá cometo con la presente un acto de indiscreción con Vos, Padre Santísimo: pero, a más de que las Constituciones Salesianas permiten a los Socios escribir al Romano Pontífice, aun sin conocimiento de los mismos superiores, yo suplico y espero que Vos perdonéis tanta confianza a mi afligidísimo corazón, ante el temor que me atormenta de ver escándalos y desanimación entre mis hermanos y el sentimiento de mi vehemente gratitud a don Bosco, ya que, después de Dios, todo se lo debo a este hombre incomparable. Si yo tengo la suerte felicísima de encontrarme en las mermadas filas de Vuestros combatientes, se lo debo a él, que hace veinte años me levantó del polvo, me admitió en su Instituto, me dedicó a los estudios y me formó en la carrera eclesiástica; a él debo el estar desde hace diez años al frente de doscientos muchachos, que la divina Providencia reúne cada año en este colegio, para aprender la ciencia unida a la Religión y ser el día de mañana celosos sacerdotes o por lo menos buenos cristianos; en una palabra, a él debo cuanto sé y soy. Padre Santísimo, es tanta la confianza que deposito en Vos que, en la presente grave aflicción mi alma se alegra a pesar de todo, pensando que Vos no tardaréis en atender los votos de mi corazón y daréis una nueva prueba de Vuestra Soberana benevolencia a la Congregación Salesiana, que se gloría de teneros por Padre y Protector. ((484)) Aprovecho esta propicia ocasión para augurar a Vuestra Santidad un buen fin y principio de año con todas las gracias que Vuestro gran corazón desea y suspira. íAh, sí, venga pronto para Vos el día del triunfo, que es el día de la paz y de la tranquilidad de la Iglesia, de la que sois Jefe y Maestro infalible! Postrado a los pies de Vuestra Santidad me profeso con profundo respeto, De Vos, Smo. Padre. Borgo San Martino, 28 de diciembre de 1875. seguro y humilde hijo JUAN BONETTI, Pbro. Director del Seminario Menor en Borgo San Martino 409 Fin de Página 409 VOLUMEN XI Página: 410 El Cardenal, que tantas pruebas de sincero aprecio a don Bosco había dado, respondió con la mayor solicitud posible. Ilmo. señor don Juan Bautista Bonetti, Director del Colegio Seminario de San Carlos, Borgo San Martino: Sin demora alguna presenté y puse en manos de Su Santidad la carta que me envió con este fin, adjunta a la suya del 28 de diciembre último. Al darle esta noticia, le agradezco sus augurios para el nuevo año, asegurándole que también yo formulo los mismos votos por su bien. De V.S. Roma, 3 de enero de 1876. Su seguro servidor J. C. ANTONELLI En tan grave apuro, no podía el Beato dejar de acudir con el pensamiento a su insigne protector, el cardenal Berardi. En efecto, apenas recibió la infausta comunicación, se lo comunicó, rogándole le consiguiera de Roma unas licencias generales de confesión para cualquier eventualidad. La amplísima facultad que el Papa le había otorgado oralmente era cosa que tranquilizaba su conciencia, pero inútil en el fuero externo. La contestación inmediata del Cardenal fue de gran consuelo para él. ((485)) «Su atentísima carta del 25 del mes corriente, recibida ayer por la tarde, a hora bastante avanzada, me llenó sin duda del más vivo e inesperado estupor, unido a una gran pena, hija del pensamiento de que por ahora no se encuentre modo de calmar a este Ordinario. Será muy difícil seguir adelante con tranquilidad. En vista de ello, aunque estuve ayer con el Padre Santo, habría sin embargo querido volver de nuevo esta mañana; pero me he abstenido al reflexionar que Su Santidad difícilmente se dispondría a tomar una determinación, sin haber sabido antes los motivos por los cuales el referido Ordinario se ha determinado a tomar una medida de tanta gravedad. »A pesar de ello no dejaré de hablarle académicamente en la próxima audiencia del sábado, y después le informaré, donde sea. Mientras tanto manténgase alegre y no se deje abatir por estos deplorables incidentes, porque está muy claro que el Señor quiere probarlo y, por otra parte, es cierto que crescit in adversis virtus (la virtud aumenta con la adversidad)» 1. 1 Carta del 28 de diciembre de 1875. 410 Fin de Página 410 VOLUMEN XI Página: 411 Pero con todo lo ocurrido, tenemos la satisfacción de añadir que el autor de tal suspensión no fue insensible a la humildad del Beato. Sin duda se dio cuenta del error que había cometido, e hizo que le escribieran así: Muy Rvdo. Señor: S. E. Rvma. nuestro señor Arzobispo me encarga que escriba a V. S., comunicándole que ha recibido su carta de ayer y que siguen en vigor sus licencias para confesar; y, además, añadir que dichas facultades no hubieran quedado interrumpidas, si, a su debido tiempo, se hubiera cumplido lo que en casos semejantes se acostumbra hacer. Con toda reverencia me repito de V. S. muy Rvda. Turín, 27 de diciembre de 1875. Su seguro servidor Can. CHIUSO, Secretario. Dos días más tarde mandó escribir otra cartita a don Miguel Rúa para decirle que fuese «lo antes posible a verle en el Arzobispado, ((486)) llevando consigo las licencias de confesión de don Bosco», ciertamente con el fin de corregirlas. Pero al llegar aquí nos debemos hacer una pregunta: »qué quería decir Monseñor con la frase «si a su debido tiempo, se hubiera cumplido lo que en casos semejantes se acostumbraba hacer?» »Cuáles eran los «casos semejantes»? »Se refería a los casos de presentación de las patentes de licencias en la Curia para confirmarlas o a los casos de culpabilidad? »Quería, acaso, reprender a don Bosco y atribuirle la causa de su mal, por no haber retirado las licencias con mayor diligencia o por no haber reconocido antes no sabemos qué culpa y haberse enmendado de ella? íEs un misterio! Don Miguel Rúa se presentó a S. E. el 29 por la tarde; y al día siguiente por la mañana dio por carta las aclaraciones que no pudo dar en el coloquio; y aprovechó la ocasión para expresarle algunos de sus sentimientos. «Sumamente dolido, decía, por la desavenencia que parece separa a V. E. de esta Congregación y especialmente de su Fundador, estoy persuadido de que muchas de las razones que mueven a S. E. a formarse un concepto siniestro de nosotros y a creerse desobedecido y ofendido, desaparecerían, en cuanto V. E. Rvma. pudiera oír una exposición exacta de las cosas. Perdone si, al escribir o al hablar, se me hubiere escapado alguna palabra menos reverente. Es un hecho que, si oigo hablar poco favorablemente de nuestro amado Superior, experimento 411 Fin de Página 411 VOLUMEN XI Página: 412 una gran pena, y, en mi poquedad, hago cuanto puedo para defenderle, cuando descubro o me parece descubrir que las cosas no son conocidas suficientemente. Hace ya muchos años que estoy a su lado, y veo todo el gran bien que va haciendo y cómo el Señor bendice sus empresas; veo también cómo las cosas que parecerían más extrañas, cuando él las propone y las dirige llegan a buen término, y me veo obligado a concluir que verdaderamente el Señor le concede la gracia de estado; es decir, que habiéndole destinado a llevar a efecto ciertas obras providenciales, le da abundantemente su auxilio para que pueda ejecutarlas, si bien, de tanto en tanto, como ya sucedió a muchos otros santos fundadores, le toque chocar con personajes, ((487)) muy respetables. Digo esto en razón de haberme atrevido ayer a defenderlo, quizá con un poco de acaloramiento; por lo demás, como decía, entiendo pedir humildemente disculpa, si hubiera hablado menos reverentemente y espero que, en su bondad, no querrá imputármelo a culpa». He ahí el lenguaje de un santo que, sin separar la justicia de la caridad, sale en defensa de otro santo en momentos de extrema delicadeza. Ahora confróntese este modo sensato de hablar con el juicio que de él hizo el Ordinario y que nosotros hemos traído un poco más arriba (pág. 259). Por consiguiente, ya estaba revocada la medida tomada, y don Bosco entendió que debía informar inmediatamente al cardenal Berardi. Y dicho Cardenal, mandándole las licencias limitadas para confesar, puesto que la facultad de los casos reservados no se acostumbra a conceder desde Roma, se apresuró a contestarle: Muy apreciado don Juan: Hasta ayer por la tarde no me llegó su otra apreciadísima carta del 29 del pasado diciembre, con la buena noticia de la revocación de la consabida medida. Tal noticia me llenó de inmensa satisfacción y ya suspendí los pasos del caso. Pero, si usted deseare que no sea así, avíseme enseguida y lo haré inmediatamente. En tal caso necesitaría una relación más detallada y precisa. Mientras tanto, no hay más que usar la máxima prudencia y reserva y, si llego a tener el placer de volver a verlo aquí, ya le abriré mi corazón sobre el asunto. No me parece muy conveniente confiar al correo, que no siempre es seguro, lo que deseo comunicarle. Así las cosas, vuelvo a recomendarme a sus oraciones a mí y a los míos, y con los sentimientos de mi mayor aprecio me reitero, Roma, 3 del 1876. Su atto. y s. s. J. B. BERARDI Fin de Página 412 VOLUMEN XI Página: 413 Para el Siervo de Dios el incidente estaba acabado; tan acabado que en la ya citada Exposición a la Sagrada Congregación del Concilio no hace referencia a él, considerándolo seguramente como un simple suceso personal. ((488)) «Suceso ridículo», lo definió, sin embargo, en su desenvuelto estilo, monseñor Fratejacci, que se había enterado de todo por medio del cardenal Berardi. Para levantar el ánimo de los lectores leamos la alocución del buen Canónigo. «Sí, continúa él, ríase de esa suspensión. íTambién aquí en Roma el Cardenal Vicario suspendió pro tempore al Apóstol de Roma, san Felipe Neri! Y él aceptó la suspensión, bonete en mano, y dijo: »-Muy bien, ahora conocerá el pueblo que soy un picarón. Todos me estimaban, porque no me conocían; pero ahora todos sabrán qué buena pieza es el padre Felipe. »Estos claroscuros van admirablemente en la vida de los hombres para poner más de manifiesto su virtud. Las sombras dan más realce a los semblantes y a las figuras, que el hábil pincel sabe pintar en los lienzos más famosos» 1. Verdaderamente no entraba en el carácter de don Bosco tomar a broma estas cosas, ni tampoco pasaban por su pensamiento esas manifestaciones exteriores de las que era tan amigo San Felipe. La gracia perfecciona la naturaleza, pero no la suprime: hay en ella cualidades accidentales, de las que se diferencian las formas de santidad, lo mismo que las formas de la mente. El Beato don Bosco, en vez de reírse, se lamenta de no poder saber la causa, después de casi un año, en una relación presentada por obligación al cardenal Ferrieri, Proprefecto de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, que leeremos en el duodécimo volumen al tratar de esta suspensión. Por el momento diremos que algunos testigos vivientes y dignos de consideración nos dicen que lo que más le afligía era el temor de una denuncia calumniosa sobre materia delicada. La noticia del caso había empezado a correr entre el mundo eclesiástico del Piamonte. En efecto, el 30 de enero estuvo el Obispo de Susa hablando con el Beato para informarse y, para consolarse, decía que no era él solo quien sufría vejámenes. Poco a poco también llegó a saberse en las esferas superiores de la Congregación la nueva cuestión; ((489)) por eso en la reunión anual de 1876, en la fiesta de san Francisco de Sales, los directores preguntaron 1 Carta del 9 de enero de 1876. 413 Fin de Página 413 VOLUMEN XI Página: 414 a don Bosco sobre ello fuera de las reuniones. Y, entre otras cosas, él les respondió: «-íQué le vamos a hacer! (En Roma) se teme que un descomedimiento... Roma no quiere, yo tampoco, nadie quiere impulsarle a dar nuevos pasos falsos. Es, pues, mejor padecer algo nosotros, agachar la cabeza y callar». Padecer, agachar la cabeza y callar: tres palabras luminosas en medio de la gran tristeza de tantas vicisitudes. Pues bien, también en esto tenemos una prueba de que don Bosco fue enviado por la Providencia para una misión extraordinaria en el mundo. San Juan de la Cruz escribe: «Dios da a los jefes de las familias religiosas riquezas y abundancia de su gracia, proporcionadas a los destinos providenciales de su posteridad espiritual, llamada a heredar su doctrina y su espíritu» 1. Y la posteridad espiritual de don Bosco debía conducir con el tiempo muchas almas a Dios. Por eso el Señor lo enriqueció con los tesoros de su gracia y lo hizo crecer en perfección con muchas penalidades, que le llevaron al ápice de la santidad y valieron tanto para la expansión animada de su espíritu en su Congregación. 1 La llama viva del amor. C. 2; Milán, Liga Eucarística. 414 Fin de Página 414 VOLUMEN XI Página: 415 ((490)) CAPITULO XXIII ALGUNOS PERIODICOS AUNQUE algunos periódicos, ya muertos y sepultados, no merecen siquiera la fama de Eróstrato 1, sin embargo, puesto que sus infamias sirven más para resplandecer la reputación del Siervo de Dios que para mancharla, no estará fuera de propósito llamarlos a rendir cuentas (redde rationem!) para exponerlos públicamente en la pared con el marco de calumniadores. En primer lugar le saltó encima la Pulce (la Pulga), periodicucho que no se explica cómo pudiera arremeter con tan atroces insultos a las personas más respetables de la ciudad. El número cinco, aparecido el domingo 17 de enero de 1875, es el non plus ultra de la violencia y la desvergüenza. Son insultos que sólo la boca desenfrenada de una verdulera encolerizada vomitan. El artículo se titula «El buitre de Valdocco». Las características del ave rapaz por excelencia, rebuscadas en tres autores de zoología, suministran los elementos para trazar un retrato físico y moral del Beato don Bosco, para clasificarlo como un delincuente de nacimiento. La biografía es una caricatura sacrílega. La finalidad del artículo se deduce de las últimas líneas: «Los tribunales habrán de ocuparse, muy pronto, de los latrocinios de don Bosco, más que de sus milagros: se apoderaba de la herencia de cerca de medio millón de liras del viejo e imbécil conde de Belletrutti, cuando éste tenía un hijo sobreviviente, ((491)) a quien no le dejaba nada». El veneno de este género debió producir sus malignos efectos, si, como resulta por un documento de nuestros archivos, todavía en el año 1918 una conciencia... timorata se creyó en la obligación de denunciar, en un alto lugar, precisamente esta acusación específica y con términos más moderados, pero con sentimientos no muy diferentes: motivo más que suficiente para que la historia ponga las cosas en su sitio. El conde general Felipe Belletrutti de St. Biagio murió el 17 de septiembre de 1873, dejando como heredero universal y albacea testamentario 1 Pastor griego que incendió el templo de Diana en Efeso, solamente para conseguir fama y celebridad. (N. del T.) 415 Fin de Página 415 VOLUMEN XI Página: 416 a don Bosco «con el fin, dice el testamento hológrafo, de ayudarlo en las muchas obras de caridad que sostiene en favor de los muchachos pobres y abandonados». Sabida la voluntad del difunto, se presentaron para impugnarla, como herederos de sangre, un hijo natural llamado José Felipe Protón y dos sobrinos; e intentaron insinuar la acusación de captación contra el Siervo de Dios y hacerlo declarar incapaz de heredar, porque «en el mismo testamento se le calificaba de cabeza de un instituto que no podía heredar». El tribunal de Turín dictó sentencia interlocutoria el 17 de abril de 1874. Entonces el Beato interpuso recurso de apelación. Los dos sobrinos, oponiéndose al hijo natural, propusieron a don Bosco una conciliación amistosa o una transacción. Indudablemente aquellos dos señores no tenían más derecho a la herencia que el hijo natural; pero, como el testamento incluía, además de varios legados en favor de los mentados sobrinos y del mismo Protón, otros muchos en favor de iglesias y casas religiosas, parecióle a don Bosco que sería un mal menor avenirse a una conciliación. Al informarse Protón, comenzó a insultar públicamente a don Bosco. Y téngase presente que el 29 de septiembre de 1862, éste había llegado a una transacción judicial con el conde Belletrutti, según la cual él admitió que no tenía derecho a llevar el nombre y apellido, que había tenido hasta entonces, y que no tenía más derecho que a la alimentación estrictamente necesaria. Pero éste desventurado, habiéndose encontrado el 10 de octubre de ((492)) 1874 con el Siervo de Dios en la Avenida de San Mauricio, en Turín, lo asaltó con tales injurias y tan clamorosas amenazas, que unos soldados de caballería, que pasaban por allí, acudieron a sujetarlo. Don Bosco, que había permanecido sereno, prosiguió tranquilamente su camino. Y al llegar aquí nos es grato presentar la enérgica y autorizada palabra de monseñor Gastaldi. En Strambino, donde residía uno de los sobrinos, había llegado a ser tan conocida la impugnación de la herencia Belletrutti, que el párroco, Juan Bautista Oglietti, escribió sobre el particular al Arzobispo, el cual le contestó: «Las personas que, según la última carta de V. S., pleitean contra el heredero testamentario del caballero Belletrutti, carecen de toda razón, lesionan la justicia conmutativa y tendrán que dar cuenta a Dios del dinero que hacen gastar, mermando así el valor de la herencia. Conozco el pro y el contra de este asunto y repito que no llevan razón. No llego con esto a la conclusión de que V. S. deba negarles la absolución sacramental, 416 Fin de Página 416 VOLUMEN XI Página: 417 dado que ellas, aconsejadas por un eclesiástico tenido por prudente y celoso, puedan considerarse de buena fe. Pero su director espiritual o su párroco puede y debe, en el confesonario et extra (y fuera), avisarles de la injusticia que están cometiendo» 1. El Beato, pues, creyó mejor llegar a un arreglo, porque, decía el memorial presentado: «es grave el riesgo de la causa». La transacción se firmó el 10 de enero de 1875 dejando exclusivamente a su cargo todos los gastos correspondientes al pleito con Protón. Pero el pleito con Protón no continuó. Reconoció éste que no tenía razón y se disculpó ante el Siervo de Dios, que le protegió como pudo; don Miguel Rúa le proporcionó un empleo, que le producía lo suficiente para vivir, en la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, en París. Tenemos en el archivo una carta suya del 26 de mayo de 1890 dirigida a don Miguel Rúa; es una carta muy cordial, en la que le llama querido padre ((493)) y bienhechor, se declara feliz y orgulloso de llamarle así y añade: «Resulta algo muy dulce para mi pobre corazón, que tanto ha sufrido por haber sido privado de todo afecto paternal y maternal, hallar en ti un verdadero padre y un poderoso protector. Seas mil veces bendito». Otro periódico que en aquel mismo año se metió con el Siervo de Dios fue La Nuova Torino. Bajo el título del mismo se leía: «Periódico industrial», mas, por dentro, estaba infestado de odio anticlerical. En su número sesenta y cinco, del sábado 6 de marzo, protestaba contra la edificación de la iglesia de San Juan Evangelista; su lenguaje y estilo son dignos del contenido. DON BOSCO Y LOS PROTESTANTES El reverendo don Bosco, que tiene el honor de conferenciar una vez al mes con el mismísimo Dios y fastidiar al prójimo siempre con nuevas cuestaciones, ha decidido sembrar por Turín todas las iglesias que él sueña. A cada momento aparece una, patrocinada por él; y habría que tener paciencia, si fueran monumentos artísticos o las hiciese él con su dinero y sin fastidiar a nadie; pero sucede todo lo contrario. Indignado de que haya una iglesia protestante en Turín, al humilde Siervo de Dios, aunque está construyendo algunas de las suyas, se le ha metido en la mollera construir una precisamente junto al templo protestante, e, intrigando por un lado y por otro, obtiene, lo decimos con repugnancia, un decreto de expropiación, por utilidad pública, contra un propietario católico 1 que habita en aquellos alrededores. »No hay otro sitio para iglesias? »Es prudente poner dos oratorios diversos uno encima del otro? »Ha sido justo cuanto hemos narrado? El año de gracia de 1875 sólo 1 Carta del 26 de noviembre de 1874. 1 Católico: así dice el texto original. Evidentemente es un error; debiera decir «protestante» o «valdense». (N. del T.) 417 Fin de Página 417 VOLUMEN XI Página: 418 en Turín, donde tanto domina todavía la secta negra, se podía obtener un decreto de expropiación por utilidad pública contra un protestante en favor de un cura intrigante. Vituperari ab iniquis laudari est (El vituperio de los malvados es una alabanza). Reconstruyamos brevemente también la historia de esta cuestión, evitando extendernos sobre cosas que pertenecen al décimo volumen. A punto de comenzar los trabajos se observó que, si no se añadía al terreno ya adquirido una franja más, no se lograría la armonía necesaria, pues faltaba espacio para ((494)) emplazar convenientemente la fachada en la Avenida del Rey, hoy Avenida de Víctor Manuel II. Pero aquella franja pertenecía a un protestante. Casi se había estipulado ya el contrato cuando los ministros valdenses, que se enteraron, prometieron al propietario una compensación, si lo anulaba. Y éste, al comparecer con don Bosco ante el notario para la firma, se negó a dar conformidad a lo pactado y exigió nada menos que ciento treinta y cinco mil liras, por trescientos cincuenta metros cuadrados de superficie. Aquella enormidad no tenía más fin que rescindir el contrato, como deseaban los valdenses. Pero el Beato no se desalentó. Presentó una solicitud al Gobierno, pidiendo que la construcción de aquella iglesia fuera declarada de utilidad pública. El Ministerio preguntó al Gobierno Civil y éste al Municipio, el cual dio su parecer negativo, respondiendo que el templo valdense era suficiente para atender a las necesidades del culto. Entonces se llevó la cuestión al Consejo de Estado, pero tampoco allí soplaban vientos propicios. El Ministro de Trabajos Públicos, Silvio Spaventa, había asegurado al Gobierno Civil y al Municipio que nunca daría su parecer favorable. El marqués de la Venaria trabajó mucho para llevar a los consejeros a la parte de la buena causa. El día en que se debía resolver definitivamente la cuestión, todos esperaban una negativa; pero, por suerte singularísima, la votación resultó favorable al Siervo de Dios. La iglesia de san Juan Evangelista fue declarada de utilidad pública; y, por consiguiente, la expropiación forzosa de la famosa franja de terreno. Se extendió el decreto, pero se necesitaron dos años para presentarlo a la firma del Rey, y tuvo que intervenir don Bosco personalmente. En efecto, cuando fue a Roma en el mes de febrero de aquel año 1875, logró por medio del ministro Vigliani que apareciese el documento, que, por fin, firmó el Rey. Se envió a Turín y pasaron ((495)) tres meses sin que nadie dijera una palabra a don Bosco. Pero él había recibido noticia de la expedición del decreto por una persona amiga; 418 Fin de Página 418 VOLUMEN XI Página: 419 esperó, pues, en vano, todo aquel tiempo para que se le entregara y se presentó al Gobernador de la Provincia, pidiéndole que lo publicara. El Gobernador respondió que aún no había llegado. -Pues yo sé, por fuente segura, que se ha enviado, replicó el Siervo de Dios. -»Por quién lo supo? -Perdone si no lo digo; pero, averígüelo y verá cómo el decreto está aquí. Llamó el Gobernador al secretario. Negó éste que el decreto hubiera llegado al Gobierno Civil. Insistió don Bosco manifestando estar seguro de su afirmación. Entonces el secretario, entre la espada y la pared, dijo que volvería a buscar entre los papeles. Salió, buscó o no buscó, y volvió con el decreto diciendo: -Helo aquí; en efecto había llegado; pero estaba bajo la salvadera 1 y no había reparado en él. Finalmente salió el decreto a la luz, a fin de que las partes interesadas pudieran hacer las reclamaciones del caso. Y otra vez una nueva paralización, por culpa de que se había descargado mucha piedra para la obra sobre el terreno a expropiar: el propietario exigía una fuerte indemnización para transportarla. Hubo que recurrir a un peritaje, se hizo la inspección judicial del caso y se estimó un valor de veintidós mil quinientas liras por terreno y transporte. Y para terminar esta historia añadiremos aquí lo sucedido más tarde. Quiso el Beato comprar al mismo propietario el resto del terreno que faltaba para completar el cuadro de la manzana, donde se levantaba una casita del protestante; así podría alargar el edificio, donde colocó después a los Hijos de María. Y le propuso pagar el doble de lo que valiese el terreno. Accedió el propietario y su familia estaba conforme, pero no lo estaban ni lo consentían los valdenses, que instigaron al propietario a que aumentara el precio. Don Bosco se había resignado a hacer un ((496)) sacrificio, si no se interponía la mala voluntad ajena. Cuando las partes interesadas debían encontrarse en el despacho del notario, no se presentó el propietario; cuando por segunda vez se le llamó, subió sus pretensiones a las nubes, tanto que el ingeniero Vigna, procurador de don Bosco, perdió los estribos e hizo pedazos el borrador del contrato, gritando: -íEsto es burlarse de la gente! 1 Salvadera. -Era un vaso lleno de arenilla, que se vertía por los agujeros de la parte superior, para secar lo escrito recientemente. íNuestras máquinas, plumas estilográficas y bolígrafos sonríen ante la salvadera! (N. del T.) 419 Fin de Página 419 VOLUMEN XI Página: 420 Pero entonces ya se estaba edificando la iglesia, a pesar de los valdenses. También se preocupó del Beato el periódico liberal Opinione, órgano del partido en el poder. Había aparecido en Florencia el año 1859, se trasladó a Roma después del asalto a Puerta Pía, y fue uno de los diarios que más influyeron en el mundo político de entonces. Habló de don Bosco con perversidad, pero de modo algo comprometedor. Baste decir que se entremetió en las relaciones entre el Siervo de Dios y el Arzobispo de Turín, y no precisamente para dar la razón a éste último. En su número doscientos sesenta y uno, del 5 de octubre, apareció una comunicación procedente de Turín, titulada «Discordias clericales». Decíanse en ella cosas muy ciertas y honrosas sobre el Beato: «En muchas diócesis de Piamonte y Liguria el piadoso e incansable sacerdote funda y sostiene escuelas, colegios e institutos. Su fama es grande, ya ha cruzado el Atlántico, y ha llegado a las más lejanas tierras de América del Sur. »El hecho es que en aquellas latitudes... pidiéronle a don Bosco que fundara dos institutos de enseñanza católica, dotándolos de programas y maestros. Don Bosco aceptó el encargo y en el momento en que escribo, está en marcha la mayor parte del proyecto». Y después, en razón de agnosticismo ecléctico, o mejor, confusionismo propio de los liberales, continuaba: «la piedad y la laboriosidad del sacerdote turinés y los maravillosos frutos que de ellas se derivan recuerdan» al corresponsal en jefe de los pietistas alemanes, cuyo elogio teje, para concluir que «el sacerdote católico turinés del siglo XIX no quiere ser menos que el protestante Franke del siglo XVII, reconociendo que «hasta cierto punto lo iguala». En efecto, «sin un patrimonio propio, sin ((497)) autoridad oficial, sin más ayuda que las limosnas privadas, el turinés levantó iglesias, abrió escuelas, fundó hospicios, seminarios y colegios. La iglesia, el hospicio y la escuela de Valdocco, costaron ellos solos mucho más de un millón. Me dijeron que los alumnos que asisten a las escuelas e institutos de don Bosco llegan a ocho mil. La cifra es quizás exagerada; pero, es cierto que el número de alumnos es muy considerable. Y don Bosco no está al fin de su carrera». El corresponsal no se ilusiona creyendo que trata con uno de aquellos curas liberales, poquitos en verdad, que eran llevados en palmas por el liberalismo y empleados como auxiliares preciosos en su guerra sorda y obstinada contra el Papa. «Es superfluo advertir, prosigue, que en la afortunada guerra que hace a la miseria y a la ignorancia, el pío sacerdote mira sobre todo a la defensa y al incremento de la fe católica». 420 Fin de Página 420 VOLUMEN XI Página: 421 Como prueba de lo cual alude a su última empresa «la fundación de un seminario especial, destinado a proporcionar ministros idóneos a la Iglesia Católica», aludiendo a la obra de María Auxiliadora. Pero él la mira con ojos de liberal, que se complace en ver que alguno del clero se adapte a la nueva legislación, violadora de las libertades eclesiásticas; si bien don Bosco partía de un punto de vista muy distinto que era el de sacar bien del mal, antes que perderse en discusiones estériles, arremetiendo contra fuerzas muy superiores y empeorando cada vez más las condiciones de la vida religiosa en Italia. «Dotado de gran sentido práctico, ajeno a quiméricos sueños, don Bosco no cree que la ley sobre el reclutamiento militar sea una nube pasajera que el menor soplo clerical baste para disiparla. Por esto su seminario tenía por mira proveer a las especiales condiciones que la ley ha creado al clero católico. A tal efecto el seminario debía estar abierto para los que pensaran dedicarse al sacerdocio o al servicio eclesiástico, después de haber pagado a la patria el tributo del reclutamiento y el servicio de las armas. La Curia romana recomendó altamente ((498)) el proyecto de don Bosco y le concedió un Breve especial». Y finalmente el corresponsal lleva el agua a su molino, invitando a los liberales a «no perder de vista los progresos que éstos (los clericales) van haciendo en la parte más importante de la vida social, la educación de la juventud; ni el ardimiento y perseverancia que en ello demuestran, ni los extraordinarios medios de que disponen». Ese «no perder de vista», en un periódico que alecciona al partido dominante, es un eufemismo, que no necesita explicaciones para ser entendido en su verdadero significado. Lo que sigue parecería que no se presta a una interpretación odiosa; pero en ello se ve el buen criterio del que escribe y no el espíritu que animaba a su partido en sus relaciones entre Iglesia y Estado. «El partido liberal debe rechazar, y rechaza, gran parte de las enseñanzas que se imparten en las escuelas e institutos de don Bosco. Pero su piedad y laboriosidad son dignas de admiración y los liberales obrarían sabiamente si le imitaran en su interés por la civilización, la ciencia y la razón». Si todo acabara aquí, se podría cerrar un ojo; pero el pleito está en que el corresponsal de Turín, alabando al Siervo de Dios, disparaba con bala contra el Arzobispo de Turín, presentándolo como un tirano despótico, que «ejerce en su diócesis un imperio absoluto y rígido... Todos los sacerdotes deben doblegarse a su querer. Sólo hay un sacerdote que se ha emancipado de su ley. Es el reverendo don Bosco. Este es una espina... que punza acerbamente el corazón de monseñor Gastaldi y no lo deja vivir en paz». 421 Fin de Página 421 VOLUMEN XI Página: 422 Tocando después en lo vivo de las cuestiones antiguas y recientes, nos presenta, por un lado, al Ordinario que no quiere saber «de exenciones de la jurisdicción y de la autoridad episcopal» ni de la obra de María Auxiliadora; y por otro, a don Bosco «que es un obispo en pequeño en sus cosas», con una autoridad que «no se encierra entre los muros de Turín» y que «es muy grande en la misma Roma, ante el Papa y gran número de ((499)) cardenales y otros prelados», y que está buscando «lugares y prelados más propicios para la realización de sus proyectos». El Siervo de Dios sintió muchísimo que esta desgraciada discordia comenzara a convertirse en tema de artículos en periódicos de aquella ralea. Los adversarios del Ordinario, que husmeaban noticias en la Curia, eran los que bajo mano se las pasaban a los periodistas, como claramente se verá en los años sucesivos. Monseñor aludía a una afirmación poco feliz, contenida en este artículo, cuando escribió al cardenal Bizzarri que un periódico se hubiese alegrado de «que don Bosco supiera ser el único sacerdote capaz de ofrecer resistencia al Arzobispo» 1. Nosotros queremos creer que el Arzobispo no hiciera al Beato don Bosco la injusticia de dudar que no fuera él el primero en lamentarse amargamente de un juicio que, a la par, ofendía la verdad y le hería a él mismo en los sentimientos más delicados de su alma. Había pasado poco más de una semana cuando una hoja humorística de Turín, el Fischietto (el Silbato), que acostumbraba burlarse de todo y de todos, dejó oír su desvergonzado silbido con unas malas coplas tituladas «Cosas del día». Son chocarrerías, villanías... y también insinuaciones que invocan el código penal, como la de «arrancar testamentos a la cabecera de los moribundos». íA saber cuántos leerían en Turín los descarados atrevimientos del número del jueves, 14 de octubre! Es bien sabido, por desgracia, la enorme difusión que alcanza en las grandes ciudades la prensa satírica y cómo capta a la gente del vulgo. Por eso causa tanta repugnancia ver el nombre inmaculado de don Bosco arrastrado tan obscenamente por el fango. Ma, nella chiesa Co'Santi ed in taberna co'ghiottoni (Mas, con el clero en misa y con el hampa en las figones-Trad. de Angel Crespo)2. El vocerío periodístico, que de vez en cuanto se levantó ((500)) contra 1 Por citar de memoria, confunde el periódico: no es uno de Turín, sino Opinione de Roma, el que escribía así (pág. 401 y la 421). 2 Divina Comedia, de Dante: Infierno: XXII, 14-15. 422 Fin de Página 422 VOLUMEN XI Página: 423 él y contra su obra, no conmovió para nada al Siervo de Dios, que tuvo la prudencia de dejar ladrar a la luna y también compasión. A quien había podido devolver la pelota, no se lo permitía, y se conformaba con decir: -íEa, paciencia! íTambién esto pasará! íPobrecitos! íSe la toman con don Bosco, que no busca más que hacer el bien! »Vamos acaso a dejar que se pierdan las almas: Se oponen, sin quererlo, a la obra de Dios, El sabrá deshacer su trama 1. 1 Positio super intrd. causae. Summarium, pág. 533, & 70. Fin de Página 423 VOLUMEN XI Página: 424 ((501)) CAPITULO XXIV ACONTECIMIENTOS EXTRAORDINARIOS LA vida del Beato don Bosco se entrecruzó constantemente con sucesos de orden sobrenatural; sin embargo, son muy pocos los sucecidos durante el año 1875, cuya noticia ha llegado hasta nosotros. Narraremos unos pocos; pero tenemos motivo para creer que fueron mucho más numerosos aquéllos cuyo recuerdo por desgracia se ha perdido. Naturalmente que no se presta más fe a los que vamos a contar que la que se concede a las narraciones humanas provistas de testimonios dignos de consideración. El 27 de marzo murió en el Oratorio un muchacho que se llamaba Salvador Pagani, natural de San Giorgio Lomellina, y alumno del P. Veronesi en el primer curso. El Siervo de Dios había anunciado que para el próximo ejercicio de la buena muerte uno habría dejado de vivir. Era el último día de carnaval. Nevaba. Al salir de la iglesia tomó Pagani su panecillo y su rodaja de salchichón, por ser aquel día el del ejercicio de la buena muerte. Pocas horas después se sintió mal. Se telegrafió a su padre, que llegó al anochecer, cuando el hijo ya había muerto. Don Bernardo Vacchina fue testigo de la predicción y de su cumplimiento. Cuando el Beato salió de Turín en compañía de los misioneros hasta Génova, subió con él al vagón del tren el señor Cerrato de Asti, que había ido expresamente para asistir a la función de despedida; era un santo varón, de edad avanzada y gran bienhechor del Oratorio. Había fundado en su pueblo, guiado por la caridad del Señor, una Piccola Casa, semejante ((502)) a la del Cottolengo cuando estaba en sus comienzos; pero necesitaba religiosas para cuidar de su buena marcha. Había hablado dos días antes con las Hijas de Santa Ana en Piacenza, las cuales le dieron buenas esperanzas, pero sin concluir nada definitivo. En Turín se había presentado, con una recomendación de don Bosco, al Padre Anglesio, Superior de la «Pequeña Casa» de la Divina Providencia, para que le diese algunas de sus religiosas. El Padre le había despedido con buenas palabras y nada más. Estaba ya sentado en el tren para volver a Asti. Empezó la máquina a silbar antes de partir, cuando de improviso le dijo el Siervo de Dios: 424 Fin de Página 424 VOLUMEN XI Página: 425 -Baje, baje; vuelva a probar con el padre Anglesio; y deje acabada la cuestión. El señor Cerrato obedeció, bajó del vagón y, apenas puso el pie en tierra, el tren inició la marcha. Aún no había salido de la estación cuando se topó con un señor que iba en su busca para entregarle, de parte del padre Anglesio, una cartita en la que le decía: «Venga porque quizá podremos arreglar todo enseguida, respecto a aquello de que hemos hablado». Fue al Cottolengo aquella misma noche, aunque ya eran las nueve; y, en un abrir y cerrar de ojos, todo quedó arreglado. Cualquiera que hubiera estado en su lugar, hubiera atribuido la palabra de don Bosco a una inspiración superior; y él más que nadie. Don Valentín Cassinis formaba parte de la expedición. El día de la partida se sentía profundamente afligido y estaba solo en un rincón. Pasó el Beato por allí y le preguntó qué le pasaba. -Estoy triste, le dijo, porque tengo que alejarme de don Bosco y no volveré a verle. Don Bosco lo consoló diciéndole: -Querido Cassinis, vete tranquilo, porque nos volveremos a ver. Te lo aseguro. -Usted me lo dice para darme ánimos. Pero usted no vendrá a América y yo quizás no volveré más a Italia. -Tenlo por seguro; nos volveremos a ver antes de morir. íTe lo asegura don Bosco, te lo asegura don Bosco! Don Miguel Rúa estaba presente al coloquio. ((503)) Don Valentín Cassinis partió con aquella seguridad. Estuvo allí doce años, hasta que monseñor Cagliero lo trajo como compañero de viaje a Italia, en septiembre de 1887, sin que él hubiese manifestado deseo alguno; más aún, lleno de extrañeza por aquella disposición. Y ya en Turín, pasadas las primeras emociones, el día siguiente a la fiesta de la Inmaculada Concepción se adelantó el Beato a decirle a Cassinis, que ya no se acordaba: -»No te dije que nos volveríamos a ver antes de morir? Acordóse de ello Cassinis, besó su mano y, emocionado, rompió a llorar. Su espíritu profético revelóse todavía en una circunstancia singular. Constancia Cardetti, muchacha de quince años, tenía en su propia casa una persona que continuamente atentaba contra su virtud: era su padrastro. Con la ayuda de Dios siempre pudo rechazar los asaltos; pero no podía alejarse del lugar del peligro. Manifestó su situación al 425 Fin de Página 425 VOLUMEN XI Página: 426 confesor y éste le ordenó que se lo dijera todo a su madre, la cual escuchó silenciosamente la confidencia y fue a Turín en el 1875 a pedir consejo a don Bosco. El Siervo de Dios le entregó una medalla de María Auxiliadora y le dijo: -Entregad esta medalla a vuestra hija y que se la ponga al cuello. Durante dos años y algo más, la Virgen no le otorgará la gracia de verse libre de esa persona; pero le hará otra mucho mayor, la de protegerla, de manera que no le sucederá nada. La buena madre, tranquilizada con las palabras de don Bosco, volvió a casa, entregó la medalla a su hija y le contó lo que había dicho don Bosco. En efecto, durante dos años enteros siguió la persecución, y en ocasiones el peligro fue muy serio, pero la muchacha se vio siempre libre de él como por milagro. Cuando pasaron dos años y ocho días, aquella persona que, por la autoridad que sobre ella tenía, no le había permitido nunca salir y estar fuera de casa, en la festividad de la Asunción de María al cielo, la mandó a trabajar a otro pueblo a doce millas de distancia. ((504)) La joven, infinitamente agradecida a la Santísima Virgen, no se lo hizo repetir dos veces sino que se apresuró a ir a su nueva residencia y no volvió a aparecer más por casa. Poco después se hizo religiosa en el Monasterio de las Josefinas de Cúneo, donde vivía todavía el año 1903, dispuesta a declarar bajo juramento cuanto hemos narrado. Lo mismo que el Siervo de Dios anunciaba sucesos del porvenir, leía los pensamientos más recónditos de las almas. Los dos episodios que vamos a referir también sucedieron en el año 1875. El sacerdote don Maurilio Mandillo, párroco de Bertolla 1, pueblecito en las cercanías de Turín, fue enviado un día por el padre Carpignano, filipense, a preguntar a don Bosco una cosa confidencial. El sacerdote, que frecuentaba san Felipe y no había visto nunca al Siervo de Dios, se dirigía hacia el Oratorio y se encontró con él por la calle. Don Bosco se le acercó y, sin dejarle abrir la boca, le saludó por su nombre y le dijo: -Usted viene de parte del padre Carpignano para preguntarme esto y esto. Bien; pues dígale al Padre que es así y así. Dicho esto, se despidió y le dejó pasmado, porque nadie en 1 Hasta hace poco «Berthoulla». 426 Fin de Página 426 VOLUMEN XI Página: 427 el mundo podía haber dicho a don Bosco lo que él había ido a consultarle. Del décimo párroco de Bertolla procede la relación del hecho siguiente. Yacía enferma, parece que por una llaga grave en una pierna, la Superiora de las Hijas de la Caridad de Turín. Iban dos religiosas al Santuario de María Auxiliadora para encomendarla a la Virgen y se encontraron en la plaza con don Bosco, el cual se acercó a ellas, les preguntó a qué iban al santuario y después añadió que la Superiora sanaría de su enfermedad y viviría todavía muchos años. En efecto vivía todavía en 1902 1. Un viejecito muy bien conservado, de Borgo San Martino, que se llamaba Pedro Cornelio, se acordaba vivamente hasta sus últimos días de un ((505)) suceso que no se cansaba de repetir y cuyo relato acababa siempre con la coletilla de: -Y esto es tan verdad como lo es que estoy bautizado. El hecho ocurrió en 1875. Un día cruzaba don Bosco el pueblo, acompañado por el párroco, por en medio de mucha gente que había salido para verlo, cuando se llegó hasta una pobre mujer que, angustiada, le suplicaba la bendijera. Hacía dos años que tenía rígidas las piernas por una parálisis; había logrado que la llevaran hasta allí con la esperanza de que el Siervo de Dios la curase. Don Bosco oyó lo que le ocurría, sintió compasión de ella, dióle la bendición y le dijo: -El domingo iréis a misa. Y en efecto, el domingo siguiente pudo moverse e ir a la iglesia, totalmente curada 2. Tiene también aquí su lugar una gracia extraordinaria que, aunque no sucedió en 1875, se hizo pública entonces. Eugenio Ricci, hijo de los barones de Ferres, jugaba con su hermano Carlos y un primo: intentó saltar una acequia pero le falló el pie, cayó y se rompió una pierna. Don Bosco, que quería mucho al piadoso joven, quien a su vez le correspondía, fue a visitarlo. El enfermo le agasajó y don Bosco, usando la expresión del anónimo jesuita que narra el hecho, «con aquel manso, humilde y venerando aspecto que alegra y gana los corazones», le dijo sonriendo: -Amigo mío, íme hubiera gustado que te hubieras roto también la otra pierna! 1 El reverendo Mandillo vive todavía en Cava dei Terreni, muy apreciado por su celo y espíritu sacerdotal. (Decía el autor, E. Ceria, al escribir el presente volumen. N. del T. ). 2 Homenaje al Beato don Bosco, del Colegio de Borgo San Martino, pág. 26, Casale Monferrato, 1930. 427 Fin de Página 427 VOLUMEN XI Página: 428 -»Qué dice, don Bosco? -íSí!, «continuó tranquilamente el hombre de Dios», porque así hubieras podido apreciar mejor el poder de la Virgen al curarte. íEa, ánimo; ten confianza en María Santísima; a fin de mes podrás ponerte en viaje! Y así fue; porque debía trasladarse a París, al Colegio de Santa Genoveva 1. ((506)) El barón Carlos, su hermano, completó la narración del jesuita asegurando que los médicos, inmediatamente después de la caída, dudaban si debían amputarle la pierna; que escribieron enseguida a don Bosco, el cual se presentó después de cuatro o cinco días; y que, con su bendición, el enfermo se sintió al instante maravillosamente aliviado, tanto que enseguida, o muy poco después, pudo levantarse de la cama. El Señor favorecía a su Siervo con gracias gratis datae (gratuitamente dadas) para que le ayudaran en su tarea de buscar la gloria de Dios y la salvación de las almas. Con ellas quedaba también de manifiesto su eximia santidad ante la gente; pero, sin embargo, la fama de santidad que lo acompañaba, procedía especialmente de las virtudes que siempre y en todas partes se veían resplandecer en él. 1 Biografía de Eugenio Ricci, de la compañía de Jesús, escrita por un padre de la misma Compañía. Speirani, Turín, 1875. 428 Fin de Página 428 VOLUMEN XI Página: 429 ((507)) CAPITULO XXV FIN DEL AÑO EL último mes del año se alegraba en sus comienzos con las noticias de la feliz llegada de los misioneros 1 y los beneficiosos efectos de la expedición dentro y fuera de Casa; y se llenó de pena a su término, especialmente con el episodio de la suspensión. Volvamos de nuevo al Oratorio para concluir, en la intimidad de la paz doméstica, la narración de tantos detalles que tan a menudo nos han alejado de él. Poco en realidad nos queda por contar, pero en compensación nos hablará detenidamente el Beato Padre con su palabra que, a la distancia de siglo y medio, resuena siempre grata y oportuna. Los Novicios, al separarse del resto de la casa y pasar a depender directamente de sus inmediatos superiores, ya no participaban en todas las prácticas religiosas comunes y no podían estar presentes a todas las charlas públicas del Siervo de Dios, por lo que necesitaron instrucciones especiales, dirigidas expresamente a ellos para informarlos en el espíritu salesiano. Así, pues, el 13 de diciembre fue don Bosco por vez primera a dar una conferencia a los novicios. En ella puso de manifiesto el valor de la vocación, enseñó cómo regularse en las dudas y sugirió algunos medios para conservarla. Un autógrafo de don Julio Barberis, maestro de novicios, nos la ha conservado de la forma siguiente. ((508)) Esta es la primera vez que vengo a hablaros. Me alegra mucho poder entretenerme con vosotros de vez en cuando, y me satisface verme rodeado de todos los novicios del Oratorio, y que estéis solos. Así podré deciros algo expresamente apropiado para vosotros. »Y qué os diré esta tarde? Voy a elegir sencillamente unos pensamientos que me parecen muy importantes para vosotros, y os lo expondré sin detenerme en digresiones ni haciendo un discurso en regla. Saco estos pensamientos del evangelio de esta mañana. Al leerlo en la santa misa, me detuve a pensar unos instantes, aquellas palabras: Simile est regnum coelorum 1 Publicamos en el Apéndice, doc. 37, cuatro cartas, en las que se encuentran los pormenores de su llegada a la capital de Argentina. 429 Fin de Página 429 VOLUMEN XI Página: 430 homini negotiatori quaerenti bonas margaritas et inventa una pretiosa, vadit, vendit omnia quae habet et emit agrum illum. El reino de los Cielos es semejante a un mercader que anda buscando perlas finas y que, al encontrar una de gran valor, va y vende todo lo que tiene y la compra. »Cuál será esta perla preciosa? Esta perla preciosa tiene muchos significados. Puede entenderse, en general, la virtud. »Y qué perla más preciosa que ésa puede poseerse? En particular muchos interpretan esta perla por la fe; porque cuando uno la ha encontrado, puede considerarse afortunado, ya que con ella puede poseer el reino de Dios. Para vosotros es una perla preciosa la instrucción, que con tanta abundancia habéis recibido y podéis recibir, ya sea la instrucción literaria, ya sea la instrucción religiosa. No les es dado a todos adquirir tantos conocimientos, que podrán seros de incalculable utilidad para toda la vida. Con todo, cuando hablo a jóvenes, no imagino que puedan ellos encontrar una perla más preciosa que conocer su propia vocación. Sí, la vocación al estado eclesiástico y al estado religioso es una perla tan preciosa, que me parece no es posible encontrar otra que pueda compararse con ella. Notad, sin embargo, que cuando se habla de ir a buscar y obtener una perla preciosa no se habla de abandonar las demás, no; digo que ésta es tan preciosa, que debemos buscarla con toda solicitud, porque, si ésta se consigue, se adquirirán muchas otras juntamente; no puede vivir a solas, sino que lleva consigo a las demás virtudes, de modo que puede decirse de ella lo que se lee en la Sagrada Escritura: Venerunt mihi omnia bona pariter cum illa (Todos los bienes me vinieron juntamente con ella). Cuando un joven trata de deliberar sobre su vocación, se encuentra frente al mundo, que le presenta mil halagos. íCuántas cosas acuden a la fantasía del joven en esta edad! Por un lado desearía darse a la buena vida; mas, por otro, está el amor a la gloria, el deseo de hacer una carrera, el ansia de ganar dinero y llegar a ser rico. El demonio pone entonces por delante la monotonía de la vida religiosa, los desprecios, las mortificaciones, la continua obediencia. »Y cómo se las va a arreglar, en medio de todos estos pensamientos, para decidir la vocación? Hacer lo que san Ignacio enseñaba a san Francisco Javier, siendo ambos estudiantes en la Universidad de París. Cuando se hicieron ((509)) amigos, y vio san Ignacio que su compañero estaba muy apegado a la vanidad, al honor y a la gloria, le iba repitiendo: -»De qué sirve todo esto para la eternidad? -Yo estudiaré, me licenciaré, seré profesor; »y quién sabe si no llegaré a ser profesor de la Sorbona algún día? -Sí, muy bien; pero, después de la muerte: »harás todavía algo de todo esto? La vida es un soplo y dura poco; la eternidad no acaba jamás. »A qué afanarse tanto para parecer algo en este mundo durante unos pocos días y no pensar en prepararse un buen puesto en el lugar donde tendremos que estar por toda la eternidad? Algo semejante le ocurrió a san Felipe. Se encontró con un joven, Francisco Zazzera... y después... y después... Sí, este mundo es como una función de teatro: pasa en un momento. Por consiguiente, para decidir sobre la vocación hay que situarse en el punto de la muerte; desde allí se distingue lo que es vanidad y lo que es realidad. Hay que ver lo que es de verdadera utilidad: no lo caduco y transitorio, sino lo que es realmente útil y eterno. Qué afortunado es un joven, no puedo callármelo, qué afortunado si, cuando se trata de conocer la propia vocación, encuentra una persona santa que le sepa sugerir lo que realmente quiere el Señor de él; que sepa Fin de Página 430 VOLUMEN XI Página: 431 plantearle el asunto de su vocación desde el punto de muerte; que sepa hacerle ver que, si se equivoca, es para él un mal eterno; y que sepa situarlo ante el »y después? He supuesto hasta aquí un joven, que forma sus proyectos de felicidad, fortuna, gloria y que los pueda realizar, y os he dicho que, aún conseguidos, no son nada. »Pero sucede generalmente que luego se realiza lo que uno se imagina? »Se consigue esa fortuna, esa gloria? Estoy muy versado en ello, y puedo deciros que muy raras veces. Sí; uno piensa: -Después de tal examen conseguiré la licenciatura, seré profesor y empezaré a ganar y ganar. Ah, »pero saldrás bien en aquel examen? »Y cuentas con los medios necesarios para obtener la licenciatura? Y, conseguida ésta, »ya tienes asegurado el empleo? Veo los infinitos proyectos, pero son muy pocos los que se realizan; y cuando parece que todo sonríe, surgen mil dificultades que echan todo abajo. Será bueno que os cuente uno de esos casos. No es antiguo, ha sucedido hoy mismo. Un joven, que estaba aquí en el Oratorio hace unos años, como le pesaba un poco esta vida, hizo mil proyectos y, creyendo que en un instante se podrían realizar sus planes, se fue. Hoy venía a pedir ayuda con muchas prisas, porque la miseria a donde había llegado, le obligaba a actos muy deshonrosos, tanto que hubo de huir para no caer en manos de la justicia. Lloraba los tiempos pasados y decía: -Mientras está uno aquí retirado, se cree que va a encontrar fuera muchas cosas; y resulta que fuera no hay más que engaño, insidias y miseria. Yo salí esperando mejorar ((510)) mi suerte; me parecía muy fácil realizar varios de mis proyectos, que me harían rico y poderoso; pero una cosa es hacer proyectos sonrosados y otra realizarlos. Yo no he encontrado más que deshonra y ruina, para el alma y para el cuerpo. Y este es el punto de donde proceden las dificultades. -»Pero y si consiguiese el bien que pienso? íSería feliz para siempre! Llevaría una vida afortunada. »No habéis visto a los niños jugando con el jabón en el agua y haciendo que se formen pompas? Ve el niño subir a lo alto las pompas y es feliz, da palmadas y se alegra, quiere alcanzar una de aquellas perlas y se encuentra en la mano con un poco de agua llena de lodo. íPero si eran tan bonitas! Sí, bonitas de verdad, especialmente cuando les da el sol, cuando se encuentran entre el sol y el que las contempla. Así de hermosos parecen nuestros sueños o proyectos; pero se os convertirán, cuando los podáis realizar, en un poco de agua sucia que os manchará las manos y nada más. Además, ya habéis oído repetir muchas veces lo que dice el apóstol Santiago: Mundus in maligno positus est totus (Todo el mundo está puesto en el maligno). No creáis que la palabra totus sea exagerada. Primero la pone el Evangelio, después... la experiencia lo demuestra. En cambio, deja uno el mundo, lo abandona y encuentra esa preciosísima perla de la vocación religiosa... Sí, sí, véndase todo de una vez para comprar esta perla, que siempre se comprará a buen precio. Al llegar a este punto, alguien puede decir: -Yo he tomado un buen camino, estoy tranquilo. -Pues bien, le digo a éste: ten entendido que en la vida religiosa encontrarás no sólo la paz, la salvación del alma, toda clase de bienes espirituales, sino que, además, aquí encontrarás los bienes temporales que en el mundo no hubieras encontrado nunca. Dejad que os diga también esto: hasta en esta tierra, el que desee que no le falte nada, el que quiera honores y gloria, hágase religioso, pero buen religioso. Os pondré un ejemplo, ocurrido entre nosotros, pero de persona ausente, y palparéis esta verdad. Fin de Página 431 VOLUMEN XI Página: 432 Pongamos, por ejemplo, a don Juan Cagliero. Si no hubiera entrado en la Congregación, hubiera llegado a ser un buen sacerdote y un eclesiástico celoso, un maestro de piano. Pero no; renunció a toda gloria mundana y se retiró entre nosotros; pues bien, mirad: la gloria que él rehuía le ha seguido y se le ha otorgado una gloria mucho mayor; tanto que, ahora, casi todos los periódicos, no sólo de Italia, sino de Francia, de España, de Alemania y de Inglaterra hablan de él y le califican de excelente maestro de piano... gran músico... magnífico predicador, brillante profesor de teología... Mientras que, de no haber venido a la Congregación, ciertamente no hubiera podido conseguir nada de esto. Pongamos, por ejemplo, a Gioia y a Belmonte; el primero habría sido un pobre zapatero y el segundo un pobre criado. Se consagraron al Señor; y ícuántos honores han recibido en Roma del Papa, ((511)) de los Cardenales y de los Monseñores! íY después, con su partida a América, cuántos honores en todos los periódicos y por parte de todas las personas buenas! Además, nosotros hubiéramos sido pobres en el mundo. Ahora, en cambio, si caigo enfermo, tengo casas, quintas, residencias, en lugares cuyo clima me sienta bien, con sirvientes buenos y fieles, en todos los sitios, dispuestos a servirme; cosas que ni siquiera los reyes tienen. »Quiero deciros con esto, que entréis en religión para adquirir fama, comodidades, riquezas? íTodo lo contrario! Pero os lo he dicho, y deseo que lo tengáis muy presente, para que admiréis siempre la bondad y benignidad del Señor, que, aun en este mundo, concede el céntuplo de lo que por El se hace y también porque nos encontramos en medio del mundo y tenemos que hablar con gente del mundo, que no entiende más razones que las que se relacionan con los intereses que son lo suyo. -Pero nosotros, »por qué motivo debemos hacernos religiosos? San Agustín dice a los cristianos: -íAtentos a quien nos llama! Pues bien, escuchad la voz que os llama y, como dice la Sagrada Escritura: Manete in vocatione, qua vocati estis (permaneced en la vocación, a la que fuisteis llamados). Y lo maravilloso es que el Señor no dice: -Conoce o procura conocer tu vocación. No; no es cosa tan dificultosa conocerla, basta no cerrar los oídos a la voz que el Señor nos hace sentir. Basta reunir los requisitos de virtud, de buenas obras o de ciencia, que se requieren para secundar esta vocación; después permanezcamos tranquilos, porque el Señor nos la dará a conocer muy fácilmente; es más, desde nuestro nacimiento, nos dispone las cosas que han de conducirnos a seguir su vocación o llamada. Me parece un error grave decir que es difícil conocer la vocación. El Señor nos pone en tales circunstancias que nosotros no tenemos más que ir hacia adelante y corresponder. Resulta difícil conocerla cuando no se la quiere seguir, cuando se rechazan las primeras inspiraciones: ahí es donde se enreda la madeja. Comienza uno por no seguir la vocación y después no sabe: le parece, y no le parece... Hay que seguir el primer impulso de la gracia y entonces las cosas cambian de aspecto. Mirad, cuando uno está indeciso en si debe hacerse religioso o no, os digo abiertamente, que este tal tuvo vocación, no la siguió enseguida y ahora se encuentra un poco indeciso. Decidle que rece, que se aconseje; pero mientras no dé un puntapié a todo y se ponga sólo en manos de Dios, ése siempre estará inquieto. Haced que se decida a hacerse religioso, que entre, y con esa decisión acabarán sus quietudes. »Por qué? Porque ha concluido por seguir la voz del corazón que se lo imponía. De modo que, a mi entender, es clarísimo y natural el consejo del Apóstol: Permaneced Fin de Página 432 VOLUMEN XI Página: 433 en la vocación a la que habéis sido llamados (Manete in vocatione qua vocati estis). Porque, si el Señor ha puesto en vosotros el deseo y os ha conducido hasta este punto, ((512)) os ha dado ya la gracia de encarnar el deseo que El os ha despertado y es señal evidente de que es El quien os llama aquí. Repetirá alguno: -»Pero puedo estar verdaderamente seguro de haber sido llamado a formar parte de la Congregación? »No se ha establecido expresamente el noviciado en todas las Congregaciones, para que vea el novicio durante ese año de prueba, precisamente, si el Señor lo ha llamado a esa vida, y para dar tiempo a los Superiores de poderlo conocer, aconsejarle y decirle después: -Entra, pues nosotros vemos que tienes vocación: -o bien: -Vete, pues nos hemos dado cuenta de que no la tienes? Respondo a la primera duda: -»Tengo yo verdaderamente vocación? »Y quién lo duda? Ciertamente la tienes. Se lo digo a cada uno en particular y a todos en general. Ciertamente todos vosotros habéis sido llamados a formar parte de la Congregación de San Francisco de Sales, y el que no corresponda, pone muy en peligro su eterna salvación. »Y por qué? Por dos motivos. 1.° Si vuestros Superiores o yo hubiéramos tenido alguna duda, no os hubiéramos aceptado. Casi todos los días hay alguno que pide venir o entrar, y los Superiores ven que el tal no tiene las condiciones requeridas, esto es, que no tiene vocación, y no lo aceptan. Si vosotros habéis sido aceptados, es señal de que vuestros Superiores, que han sido puestos por Dios para dirigiros y que reddere rationem debent pro animabus vestris (deben dar cuenta de vuestras almas), conocieron que ésta era la voluntad de Dios. Pero dirá alguno: -»Acaso el Superior no está actuando en favor de su propia causa? »Y creéis que el Superior quiera perder su alma y traicionar la vuestra por tener uno más en la Congregación? »Uno que, por no estar llamado por Dios, no hará más que dar disgustos en Casa? Ya veis que esta suposición sería poco feliz. 2.° Si el Señor no os hubiese llamado a este estado tampoco os habría dado el deseo y las luces para hacer lo que habéis hecho, ni la voluntad de abrazarlo; no os habría puesto en las circunstancias de poder seguir vuestro deseo; no os habría hecho probar la satisfacción y la paz que experimentasteis cuando supisteis que habíais sido aceptados. No creáis que estas razones tengan escasa importancia; son razones esenciales. Dios el el dueño de todo y también lo es de nuestros pensamientos. -»Es, pues, absolutamente cierto que todos nosotros estamos llamados a ese estado? -Sí, totalmente cierto. Dudarlo sería lo mismo que dudar de lo que el Señor ha hecho o ha juzgado bien hecho. Estad, pues, tranquilos y seguros de que vuestra vocación está asegurada y que, si observáis las reglas de la Congregación, tenéis ante vosotros abierto el camino, que os conducirá derechamente al Cielo. Respondo a la segunda duda: -»Acaso no se ha establecido el noviciado para dar tiempo a conocer la propia vocación? -No, el noviciado no ha sido establecido para eso. Yo creo que, cuando uno va conducido por buen espíritu, esto es, aconsejado por su Director para dar este paso y que no pretende engañar a los Superiores de la Congregación, respecto a su estado, sino que les abre ((513)) sinceramente su corazón, éste, cuando entra en el noviciado, ya tiene una vocación cierta. Pero no basta tener vocación para hacer el bien en una Congregación; es necesario contar con las fuerzas suficientes para seguirla. Hay quien tuvo vocación, no la siguió y enseguida se entregó a los vicios, se dejó arrastrar por las malas inclinaciones, y Fin de Página 433 VOLUMEN XI Página: 434 dejó de este modo que las pasiones se apoderaran de él y lo subyugaran de tal forma que casi no es dueño de sí mismo. El noviciado fue establecido para que el novicio mida sus fuerzas, esto es, si la debilidad, producida especialmente por no haber seguido enseguida su vocación, no le ha hecho inhábil para esa santa vida; está establecido para que el Superior vea si el individuo tiene realmente la fuerza, la virtud y la voluntad resuelta para seguir su vocación. El noviciado está establecido para que cada cual se adiestre en el cumplimiento de las Reglas y pueda después cumplir sus deberes con facilidad y prontitud. El noviciado está establecido para que cada uno se fortifique en la virtud, a fin de que, después de haber reconquistado con la profesión religiosa la inocencia bautismal, no la vaya a perder de nuevo con el ímpetu de sus pasiones, todavía vivas y no mortificadas. Pero supongamos ahora lo que ordinariamente ocurre en todas las religiones, esto es, que uno, después de haber pasado algún tiempo en religión, tranquilo y contento, de pronto no está tan de buena gana, encuentra motivos de queja; le fastidia el calor, el frío, la comida, la obediencia; todo le produce disgusto. »Es esto señal de que ése no tenia vocación? Notad, ante todo, y es muy cierto, que quien se decide a servir al Señor, no ha de caminar siempre sobre rosas, que encontrará abrojos, cardos y espinas. El Señor no nos ha dicho nunca: -Quien me siga caminará sobre rosas. Al contrario, al invitarnos a seguirle, nos dice: Si quis vult post me venire, abneget semetipsum, tollat crucem suam (si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz). El Señor nos invita a negarnos a nosotros mismos y a cargarnos la cruz a cuestas. Esto es, al ponernos a seguir a nuestro Divino Maestro, debemos estar prontos a soportar toda pena por su amor. Y, si hay que sufrir calor o frío u otras incomodidades, si no nos gusta la comida u otras cosas, debemos estar muy contentos de poder sufrir algo por nuestro Jesús, que padeció mucho más que nosotros. Jesús mismo, nuestro Divino Maestro, nos hizo saber que no nos faltarían las tribulaciones y nos dijo: «El que quiera gozar después con Cristo debe ser crucificado con El». Por lo tanto, debemos padecer, y mucho. Más aún, debemos ser crucificados con Jesús; la cruz es su bandera y su estandarte; el que no la quiera seguir no es digno discípulo suyo. -Pero, dice alguno: íhace mucho frío en esta tierra, en esta estación! íEsta comida y esta bebida son escasas y poco apetitosas! íY esa ocupación que me han dado! íTener que trabajar todo el día, sin descanso! ((514)) Otros tienen menos trabajo que yo y, si se presenta un trabajo más, me lo endosan a mí. íEsto acaba por cansar! íAy, pobrecito mío, te compadezco! Pero »qué pretendes hacer en este mundo, si un poco de frío o de calor te hacen perder la paz? »Cómo quieres ser discípulo de Cristo, si te quejas y te desanimas porque la comida no es de tu gusto y te parece pesada la ocupación que te han asignado? Hemos de meditar frecuentemente en Jesús crucificado; cuando nos vengan estos pensamientos, reflexionemos en los grandes dolores que Jesús soportó por nosotros y no encontraremos tan pesada la obediencia, al ver a Jesús obediente usque ad mortem; no nos desagradará la pobreza, al contemplar cómo Jesús, por amor a ella, murió paupérrimo en la cruz sin tener ni con qué cubrirse. Y aún así, sucede a veces que el demonio le ronda a uno y parece que no busca más que atribularlo. Comienza por decirle: -También en el mundo podrías hacer mucho bien. 434 Fin de Página 434 VOLUMEN XI Página: 435 Después le presenta la dureza de la vida religiosa y le pinta la dulzura de la vida en la calle. Así, poco a poco, le insinúa pensamientos de libertad, de desconfianza y llega a hacerle dudar en serio de la vocación, hasta que por fin le dice: -Tú no estás llamado a esta vida; si lo estuvieras, te sentirías más tranquilo. Si el Señor te hubiese llamado de verdad, no experimentarías por tu parte tanta dificultad, y por parte de Dios sería más abundante su gracia. Y tanto trabaja el demonio que le pone en grave peligro de perder no sólo su vocación, sino hasta la gracia de Dios y quizá el alma. Otras veces el demonio se transforma en un ángel de luz. Y pensará alguno: -Quizá le agradaría más al Señor la vida contemplativa, aquí no se hacen penitencias, y yo tengo tantas inclinaciones malas que, si no hago más penitencia, íay de mí! También es una tentación: manete in vocatione qua vocati estis. »Qué hay que hacer ante las dudas? Tened en cuenta que, si el demonio os condujese hasta este punto, ya habría conseguido mucho de vosotros y que, si no procuráis practicar los consejos que os voy a dar, corréis grave peligro de sucumbir. Yo no haré más que exponeros lo que san Alfonso nos dice, siguiendo a otros santos y doctores de la Iglesia. Primer gran consejo: guardar secreto, esto es, no hablar con nadie de esta vuestra duda, de esta tentación, o de esta casi victoria que el demonio ya ha obtenido. Por amor de Dios, no manifestéis vuestra queja a los compañeros. Ya os decía antes que la vocación es una perla preciosa; y, si os ponéis a hablar con otros, el demonio se mete entre los murmuradores y os causará una desgracia que ciertamente no os deseo. »Y sabéis por qué insisto sobre el secreto? Porque el Papa san Gregorio Magno nos pone alerta de este modo: Depraedari desiderat, ((515)) qui thesurum publice portat in via (quiere ser robado el que lleva públicamente su tesoro por el camino). La vocación es un gran tesoro que, si se pone de manifiesto por doquier, se pierde. Por tanto, si se guarda secreta la vocación, secreta queda la duda. Segundo gran consejo: cuando estéis tan preocupados, no toméis ninguna determinación. Tened muy presente lo que se lee en Isaías: Non in commotione Dominus. El Señor no está nunca de parte de las resoluciones que se toman en los momentos de agitación. En cambio, rezad, rezad mucho; pensad en la vanidad de este mundo, cómo pasa todo con la muerte; y tomad las resoluciones trasladándoos al punto de muerte: -»Estaré contento, en aquel momento, por haber abandonado la Congregación, por no haber sido capaz de soportar aquella ocupación, aquella obediencia, aquella mortificación? -Acudid a los sacramentos. Hay que tomar las resoluciones con Jesús en el corazón. Sí, hablad con Jesús, decidle lo que deseáis, o mejor, pedidle fortaleza y perseverancia; pero no habléis de ninguna manera con los compañeros; considero que el hacerlo es como cometer un asesinato. Arruináis vuestra alma y asesináis la de un compañero. Entonces »qué hay que hacer? No hay que hablar de ello con nadie, no hay que tomar ninguna decisión estando agitados; nada de ir para aquí, ir para allá, con afán de desembuchar lo que llevamos en el corazón. -Pero, »no se dice continuamente que nada alivia más el corazón, que comunicar a otros la causa de nuestro dolor? Si me habláis de este modo, escuchad el tercer consejo. No hablar con nadie quiere decir no hablar con los compañeros, no hablar con quien no sabe o no quiere aconsejaros bien. Pero, »tenéis miedo a desembuchar? Pues haced así: ahí están vuestros 435 Fin de Página 435 VOLUMEN XI Página: 436 Superiores, qui pro animabus vestris rationem sunt reddituri (que deben rendir cuenta de vuestras almas). »Se presenta una duda? Ahí está el Director de los novicios; a él podéis manifestaros, abrirle enteramente vuestro corazón; estoy yo, venid a mí, decidme con claridad y sin temor lo que os inquieta, que siempre encontraréis un padre cariñoso y un consejero fiel. -Y »si buscase a otra persona externa? »Si pidiese consejo a mi párroco, a un pariente, sacerdote, canónigo o a alguien por el estilo? Mirad, si yo os aconsejara esto, cometería un disparate gravísimo. No, no os aconsejéis nunca con personas ajenas a la Congregación. En primer lugar, porque no son ellos los que Dios ha puesto para aconsejaros; para esto únicamente están vuestros Superiores, qui, lo repito, qui pro animabus vestris rationem sunt reddituri. En segundo lugar, porque, aunque posean mucha ciencia teológica y piedad, generalmente no están en situación de daros un buen consejo, ya sea por no conocer vuestro interior, ya sea por no ((516)) comprender qué es la Congregación, ya sea por dejarse mover muchas veces por sentimientos terrestres, humanos, de interés, o de parentesco. Tened, pues, muy presente este importantísimo consejo: si os viniere una duda, acudid a mí y, en general, acúdase al propio Superior; él está iluminado por Dios en el consejo que os da, y vosotros no os equivocaréis. Pero lo que quisiera se hiciese, cuando se va a pedir un consejo de este género, es esto: no se exponga simplemente la duda o la tentación, expóngase, además, con toda sencillez la causa de la duda, el motivo de la tentación. Por ejemplo, no basta decir: -Tengo tal duda sobre la vocación. Sino: -Tengo tal duda, porque me parece que en otro sitio puedo hacer más bien, porque en otro sitio puedo salvar más fácilmente mi alma, o porque puedo vivir mejor en el mundo. Hasta pueden ser verdaderas estas razones; pero, ven aquí un momento, tú que dices que podrás vivir mejor en el mundo, y dime: »cómo vivías antes de venir aquí con nosotros, cuando estabas en el mundo? -Oh, ya, entonces... pero ahora... -»Pero ahora qué? »Crees que ya no existen en el mundo los peligros que había antes? »Crees que te has hecho tan fuerte contra las seducciones del demonio, tú que no eres capaz de soportar por debilidad la vida religiosa? Ah, di mejor que hay otro motivo más verdadero: -Quiero irme porque me pesa la vida regular, porque me pesa la obediencia, me pesa la pobreza, en una palabra, porque me gusta y deseo irme. Dígase así, y la duda quedará aclarada enseguida; claramente se ve que no tienes duda sobre la vocación, sino que la has perdido, has traicionado la vocación que tenías. Pero alguno dirá: -El único motivo por el que empezó a nacer en mí la duda y casi la certeza de que Dios no me quiere aquí, es la necesidad en que se encuentran mis padres; estoy muy encariñado con ellos, veo que podría socorrerlos estando a su lado y contribuir a que puedan pasar más desahogadamente el poco tiempo de vida que el Señor les conceda, y, además, ellos mismos me aconsejan que vaya a su lado. Aquí no me queda más consejo a dar que el de santo Tomás, quien abiertamente decía: In negotio vocationis parentes amici non sunt, sed inimici (en el asunto de la vocación los padres no son amigos, sino enemigos). Renunciaste a la ternura que tienes con tus padres cuando pediste entrar en Congregación, con lo cual elegiste a Dios como tu herencia, tu amor, tu todo. Además, Dios es tu padre antes que tu padre y que tu madre. Dios es el que te ha creado a ti, Fin de Página 436 VOLUMEN XI Página: 437 a tu padre, a tu madre y todas las cosas; por eso es tu dueño, y si El te llama, no hay más padre, ni más madre que valgan. »Aconsejaría yo la huida de casa, como se lee que han hecho muchos santos, ayudados por el Señor en su fuga hasta con milagros? ((517)) Yo no os aconsejo esto; pero desde el momento en que estás aquí, y quisieran que volvieses al mundo, te digo con franqueza que no estás obligado a obedecer; más aún, estás obligado a no obedecer: Obedire magis oportet Deo quam hominibus (conviene obedecer más a Dios que a los hombres). -Pero, dice uno »y quién se cuidará de ellos? Porque pasan necesidad. Pensará en ellos nuestro Padre que está en los cielos. Piensa en ellos el que piensa en vestir y alimentar a los pájaros. Piensa en ellos el que no deja morir un lirio del campo o una hierbecilla, si así lo ha dispuesto. -Pero yo podría buscarles un bienhechor, consolarlos un poco; además, trabajaría más en el ministerio sagrado, para lograr que no les faltara nada. -»Has venido a la Congregación para ganar? »Quieres que se tenga en la Congregación a uno porque busca el lucro? Si alguno quisiere aconsejarme así, le diría: íVade retro, Satana! (Apártate, Satanás). Tú te has vendido al Señor y debes procurar ganar almas para el Señor. Salvar almas, ésa debe ser nuestra ganancia. íAh, cuántas vocaciones ha hecho perder este desordenado amor a los padres! Muchas veces, por desgracia, se pierde la vocación durante las vacaciones, en casas donde parece que no hay ni sombra de peligro: sólo porque el afecto que los padres nos demuestran, hace que nosotros, con la esperanza de ayudarlos, nos quedemos con ellos, o también que nos hagamos sacerdotes seculares. Pero los que se hacen sacerdotes de esta manera acaban siendo mercaderes o traficantes, más que sacerdotes de Nuestro Señor Jesucristo. Ahora pasemos a otro punto, esto es, a cosas que, además de las dichas, hacen por lo común perder la vocación; y seré breve. Dado que yo estoy casi siempre en medio del mundo, que visito con mucha frecuencia monasterios y conventos, y que soy muy consultado por religiosos, encuentro que los motivos que más suelen alejar de la vida religiosa son: la gula, las pocas ganas de trabajar y el descontento producido por la murmuración. 1.° Por caridad, no os dejéis arrastrar por la gula. Conformaos siempre con lo que pongan en la mesa; no deseéis más. Cuando yo veo a uno que, si puede conseguir un bocado especial, lo toma y con tal de lograrlo, andaría una legua, cuando veo que, si puede conseguir una botella, es feliz y lo celebra, tiemblo pensando en la perseverancia de ese tal, porque dicen los maestros de ascética que gula y castidad, y especialmente vino y castidad, jamás pueden andar juntos. 2.° Buena voluntad para trabajar. Se dirá: -Pero es que hay trabajos que fastidian y pesan. Pues bien, en eso debemos ejercitarnos; estas continuas ocupaciones son las que nos conservan la vocación. 3.° Dice san Francisco de Sales que si una acción tuviese cien caras, noventa y nueve evidentemente malas y una sola ((518)) buena, se debe tomar la acción por esta cara y no murmurar jamás, ni criticar. Procurad, queridos hijos, practicar estas cosas que vinieron a mi mente con la lectura del evangelio de esta mañana. Si lo hacéis así, tendréis verdadera alegría, verdadera paz en el corazón, haréis mucho bien a vosotros mismos y a las almas de vuestro prójimo; y ya que parece que el Señor quiere bendecirnos de una manera especialísima, procuremos ser dignos de Fin de Página 437 VOLUMEN XI Página: 438 estas bendiciones del Señor, haciendo cuanto podamos para adornar nuestro corazón con hermosas virtudes y trabajando asiduamente y siempre para la mayor gloria de Dios. Sí, que pueda decirse que, allí donde hay un hijo de san Francisco, resplandece una luz sobre todos los que le rodean; que hay un fuego que enciende en amor de Dios a todos los que se relacionan con nosotros, y hay esa sal de la Sabiduría eterna que sirve para sazonar, conservar y reafirmar en el bien a todos. Leed lo que os he dicho en la introducción de nuestras Constituciones, en donde está comprendido casi todo. Vuestro Director os lo irá explicando de nuevo, poco a poco y más detalladamente. El que encuentre alguna dificultad, que venga a hablarme. Si hubiera algún compañero que quisiera hablar de lo que hemos tratado, haya enseguida alguno que le avise y le aconseje bien. Si lo hacéis así, seréis felices ahora; felices por toda la eternidad; felices vosotros y feliz toda la Congregación. Felices todos los que hay ahora y felices las casas que se abrirán y los que vendrán a ellas. Con la proximidad de la Navidad llególe al Beato la felicitación de Pascuas del muy benemérito cardenal Berardi, junto con una comunicación que debió calmar las amarguras que le ocasionaron las invencibles dificultades para obtener las gracias, de que hemos hablado en el capítulo veintiuno. «Me es grato, escribía el Cardenal 1, participarle que, al igual que a mí, también al Padre Santo le consoló mucho saber lo que usted ha hecho y lo que se está haciendo para bien de nuestra Santísima Religión, y de la Iglesia en Niza y en Bordighera; él bendice de todo corazón su nueva empresa, con la confianza de que el Señor, en su infinita misericordia, le haga recoger frutos abundantísimos». ((519)) La fiesta de Navidad, preparada con la patética novena 2, había difundido como siempre en el Oratorio una mística alegría, que culminó en la función de Nochebuena. Se adornó e iluminó espléndidamente la iglesia. El Siervo de Dios cantó la misa, asistido por los reverendos Bologna y Cipriano, cuyos nombres figuran en la Crónica, porque los sacerdotes codiciaban hacer de diácono y subdiácono en aquella ocasión, y los elegidos por don Bosco se consideraban como dignos, o poco menos, de pasar a la historia. El Beato distribuyó la comunión al clero infantil y a los clérigos, mientras otros dos sacerdotes la distribuían a los demás alumnos y al pueblo. Entre tanto los cantores, divididos en dos conjuntos, uno en 1 Carta del 17 de diciembre de 1875. 2 Patética novena: La novena litúrgica que en Italia precede a Navidad, está impregnada de pensamientos y música, que infunden sentimientos de una dulce melancolía. No se parece, naturalmente a las «jornaditas» de Navidad españolas, ornadas de alegres villancicos (N. del T.) Fin de Página 438 VOLUMEN XI Página: 439 el coro y otro en el ábside, se respondían y entremezclaban sus voces desde las dos extremidades. Se lee en las actas del capítulo de la Casa del 26 de diciembre que fue tal el «apiñarse de la gente» para la comunión, que se estudiaba la manera de facilitar el acceso en lo sucesivo. Acabada la ceremonia, los muchachos cenaron la consabida «busecca» o guiso de callos, y se fueron a dormir. También la «busecca», ha pasado a ser en el Oratorio un lejano recuerdo. En su Diccionario moderno tilda Alfredo Panzini este plato de «plebeyo, pesado e indigesto»; pero se ve obligado a añadir que «gusta mucho a los milaneses, pobres y ricos, nobles y plebeyos, damas elegantes y mujeres del pueblo». Dice, además, que este plato «sigue siendo tradicional en Milán, en donde, sin embargo, cambian tantas cosas». Tenía en Turín también mucha aceptación y el Beato, gran conocedor de los gustos populares, sabía hacerlos servir oportunamente para su fin, conciliando el gusto de los muchachos con sus posibilidades económicas. Ocurrió en aquella función religiosa un incidente, cuyo recuerdo suscita todavía hilaridad entre los raros sobrevivientes que fueron testigos auriculares. El diácono, al cantar el Ite missa est, hizo con la i del ite unos gorgoritos tales, subiendo y bajando, que perdió la tramontana y no sabía como terminar. El subdiácono le decía en piamontés ((520)) que acabara, y los fieles, pasmados al principio, empezaban a reír. El Siervo de Dios, tranquilo y resignado, repetía suplicante: -íBologna, para! Pero el otro continuó impertérrito hasta lo increíble. Son de imaginar los comentarios de lo ocurrido durante el día. Se hablaba del hecho aquella tarde, delante de don Bosco, y dejó él que los presentes se desahogaran; y en el momento oportuno contó un caso que le había sucedido a él mismo. Un día debía él cantar en la iglesia, pero no recordaba la entonación. Entonces tomó un tono cualquiera y salió del apuro con unas notas de su invención. Esperaba después las observaciones del párroco, pero éste le alabó diciendo que él no hubiera sido capaz de salir del paso tan bien como él lo había hecho. Se transparentaba la moraleja de la fábula: ponerse en el pellejo ajeno, para aprender a compadecer. El último día del año dio don Bosco el aguinaldo a toda la comunidad, reunida para las oraciones de la noche en el gran salón locutorio, que se hallaba en la planta baja del edificio saliente, que conduce a las habitaciones del Beato. Los muchachos le recibieron con aplausos y aclamaciones. Y como éstas no cesaban, hizo un ademán con la mano y dijo: 439 Fin de Página 439 VOLUMEN XI Página: 440 -Convendrá que guardéis silencio, si queréis oír lo que os diga. Enseguida se hizo un profundo silencio y entonces comenzó: Nos hemos reunido aquí todos para dar un adiós al año que está a punto de acabar. Dentro de unas horas sonarán las de fin del año 1875 y este año ya no volverá más. Vendrán todavía años y más años, pero el 1875 no volverá. Se esconderá en la eternidad y no quedará de él más que un ligero recuerdo. Pero, aunque el 1875 no estará en nuestras manos, tenemos, sin embargo, un año más sobre nuestras espaldas y un año menos de vida. Esta es la última vez que don Bosco os habla y os saluda en este año; y puede suceder que el año que viene, en este mismo sitio y en este mismo día, haya otro hablando en mi lugar. -»Pero a dónde a ido don Bosco, diréis vosotros? -»Don Bosco? Se os responderá, »pues qué? Don Bosco está ya en la eternidad y no volveremos a verle en esta tierra. Pero recordemos un poco los sucesos del 1875, ((521)) hasta este momento. Demos una mirada hacia atrás para ver cómo escapa nuestra vida, y cómo se adelanta hacia nosotros la muerte con la guadaña en ristre. »Y qué vemos? Vemos gracias innumerables, beneficios recibidos del Señor y de María Santísima; vemos las buenas obras hechas y las virtudes que hemos practicado. Vemos muchas cosas bonitas. Pero también hemos de ver muchas otras, que no son tan bonitas; quiero decir, los pecados, las faltas, las desobediencias y las ofensas que hacemos a Jesús y a María Santísima. Y no sólo vemos esto. Vemos también que muchos amigos, muchos hermanos, que el año pasado estaban aquí con nosotros, en este mismo lugar y a esta misma hora, ya no están. Vemos que faltan: pasaron a la eternidad. En efecto, murieron varios durante el año 1875. El alumno Bartolomé Collo, el viejo despensero Pedro Cotta, Santiago Para, Lanteri, el clérigo Defendente Barberis (no Julio, que está aquí con nosotros), Pagani, Perini, Falletti, algunos de los cuales eran profesos y otros estudiantes o coadjutores. Pero fueran lo que fueran, murieron y nada sabemos de ellos: sólo Dios sabe dónde se encuentran. Esperamos que bien, pues todos recibieron los santos sacramentos, se confesaron y comulgaron; y por las noticias que hemos tenido de los que no murieron aquí, se puede deducir que acabaron como buenos cristianos y que ahora estarán gozando del Señor. »Y para otro año? »Quién sabe si de todos los que nos encontramos aquí ahora, no faltará alguno que deberá enumerarse con los que se fueron? Ciertamente para otro año no estaremos todos con vida. Y no digo quién, pero más de uno de los aquí presentes no existirá. Y no hace falta ser profeta para afirmarlo. Vemos que todos los años sucede así y que varios de nuestros compañeros parten para la eternidad. Sólo Dios lo sabe. Nosotros no podemos asegurarnos ni las cuatro horas que faltan para acabarse el año, y mucho menos el final de 1876. Pero los que se fueron a la eternidad, y que ya no están entre nosotros, me parece que están escuchando lo que voy a exponeros y que dicen: -Pero, don Bosco, el otro año también nos decía a nosotros cosas bonitas; ahora habla de nosotros... y... »no sería mejor que dijera alguna oración en sufragio de nuestra alma? Pues sí que la haremos; y en sufragio de sus almas para que, si alguno de ellos no estuviere todavía en posesión del Paraíso, pueda llegar enseguida; diremos, por tanto, un padrenuestro, una avemaría y un gloriapatri, además del que rezaremos por el alma de los que este año deberán dejar este valle de lágrimas para ir a la eternidad. »Qué eternidad se merecerán? Estemos preparados. 440 Fin de Página 440 VOLUMEN XI Página: 441 Ahora que hemos hablado un poco del año pasado, creo que conviene dar algunos avisos para poder pasar el año próximo en la paz del Señor. Todos mis avisos se resumen en el aguinaldo que os doy: una cosa para hacer y dos amigos. Practicad estos avisos ((522)) mas no sólo un día, ni un mes, sino todo el año. Los dos amigos preferidos, a los que más hay que querer son: un amigo para tratar de continuo y otro para alternar con frecuencia. Os presento, en primer lugar, un amigo para tratar de continuo, que os acompañe siempre, y sea inseparable en todo lugar y tiempo, en todas las ocasiones, y que debe seros querido, muy querido: es el buen ejemplo. Y a éste lo podemos tratar de mil maneras. Podemos tratarlo recibiendo con frecuencia y devoción los sacramentos, aconsejando a los compañeros que se oponen al reglamento y son reacios a las invitaciones de Jesucristo y de los Superiores; no teniendo miedo a quien nos tratara de santurrones, quiero decir, no teniendo respeto humano; siendo fieles a los reglamentos, diligentes en el cumplimiento de nuestros deberes, modestos en nuestras acciones. íSí, sí, quered a este amigo y seréis felices! El os ayudará a pasar felizmente el año 1876. Pero una cosa quisiera yo dejar bien impresa en vuestra mente, y es el evitar a toda costa el escándalo, el enemigo del buen ejemplo. Por favor, procurad huir de él por todos los medios, porque él se os presentará con cara de amigo. Mis queridos hijos, si supieseis lo que es el escándalo y los males que produce no querríais ni oirlo mentar. Y, sin embargo, se comete con mucha facilidad. Una regla, una orden no cumplida, un encogimiento de hombros, una conversación, una palabra mala pueden causar un inmenso daño. íYa sabéis cómo conminó Jesús a los escandalosos! Pero es todavía mayor el daño que nos acarrea a nosotros mismos, si lo cometemos. En primer lugar hace que se pierda una alma, hace caer sobre nuestras espaldas la más terrible condena de Dios; nos deshonra para toda la vida y hace que se nos considere como hombres perdidos, endemoniados. Quisiera poder describiros al vivo este monstruo del escándalo. Pero quiero ser breve; por tanto, sólo os diré lo que sé y puedo: -Evitad el escándalo y más que nada cualquier palabra, cualquier acción, cualquier conversación, cualquier gesto que pueda ser contrario a la virtud de la castidad, o sea a la modestia, o que, de alguna manera, pueda impedir a otro hacer el bien. Estad seguros de que seréis bendecidos por Dios, si conserváis esta hermosa virtud y si huís de todo lo que le es contrario. El otro amigo que os dí para pasar bien el año es un amigo frecuente para alternar con él, para quererse, para obsequiarse, para consagrarse a él. íCuánto bien os proporcionará este amigo! Ya comprendéis que os hablo de Jesús Sacramentado. Vedlo, éste debe ser el único y verdadero amigo vuestro; El será el consuelo en las aflicciones, El os dará las gracias y las alegrías. De sus manos proceden los dones de toda especie y también las cruces; mas éstas nos las manda para probar nuestra fe, nuestra constancia y darnos después en el cielo su gloria. Decidme, amadísimos hijos, »no es verdad que Jesucristo, el ((523)) Santísimo Sacramento es la fuerza para los moribundos? Sí, me respondéis. En efecto, observad un moribundo: mirad a sus amigos tristes y afligidos en su habitación, no se atreven a acercarse a su cama por miedo al contagio y están esperando la ocasión para escabullirse. Por el contrario, no pasa esto con el Santísimo Sacramento. Sale de la iglesia para ir a visitar al enfermo; se acerca a él, y no satisfecho con confortarle con su dulce visita, quiere identificarse con él y por boca del sacerdote le dice: Accipe, frater, viaticum qui custodiat et perducat te ad vitam aeternam. Recibe, hermano, el viático, el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo que te acompañará como amigo verdadero y te conducirá a la vida eterna, a la gloria del paraíso. 441 Fin de Página 441 VOLUMEN XI Página: 442 El no sólo se nos da en prenda de su amistad en los momentos de felicidad, como nacen los amigos del mundo, sino también en la adversidad; y nos socorre en nuestras miserias con más amor, nos muestra sus llagas y nos invita a imitarlo y a hacer penitencia de nuestros pecados. Y, si nosotros queremos que la visita que nos venga a hacer en punto de muerte sea efectivamente de verdadero amigo, vayamos a recibirlo con frecuencia, pero bien, en el Santísimo Sacramento; guardémosle en nuestro corazón, vayamos a hacerle frecuentes visitas, cortas pero fervorosas, en los momentos libres que tengamos; ofrezcámosle nuestro corazón, nuestra voluntad; digámosle que haga de nosotros lo que sea de su agrado. El es tan bueno que nos protegerá siempre y no nos abandonará jamás. Una cosa que deben hacer todos y que forma la parte principal del aguinaldo que quiero dejaros esta noche es ésta: que apreciéis mucho las pequeñas compañías que funcionan en casa, como la de San Luis, la del Santísimo Sacramento, la del Clero, la de San José, la de María Auxiliadora y la de la Inmaculada Concepción. En estas compañías no se pide dinero y, por tanto, no os cuestan nada. Elija cada uno la que mejor le vaya para su devoción. Recomiendo especialmente a los catequistas, a los maestros, a los directores de estas compañías que las promuevan y aumenten, que exhorten a los muchachos a que se inscriban; he dicho mal: no, no exhorten, sino que dejan abierto el camino a los muchachos para que pueda entrar quien lo desee; porque, lo sé, vosotros no necesitáis que os exhorten. Por tanto, todos los que ya pertenecen a ellas procuren dar buen ejemplo a los demás, ser luz en las tinieblas, huir del mal ejemplo, practicar todos los medios para extirparlo entre los compañeros, recibir y visitar frecuentemente a Jesús durante el día e invitar también a otros a que lo hagan. En cuanto a otras prácticas de piedad o de mortificación voy muy despacio en aconsejarlas, porque, en medio del bien que hacen, pueden esconder peligros. En cambio recomiendo continuamente inscribirse en estas compañías, porque esto siempre hará mucho bien a todos. No me alargo más, pero os recomiendo calurosamente que ((524)) practiquéis mis avisos, si queréis pasar bien este año en la paz del Señor y si queréis recibir la visita del Santísimo Sacramento en punto de muerte. Mientras tanto, ahora rezaremos un padrenuestro, avemaría y gloriapatri por nuestros pobres compañeros difuntos, y otro, por aquéllos de los que estamos aquí reunidos en este momento, que hayan de morir el próximo año. Dicen las estadísticas que ordinariamente mueren, en una población de cien habitantes, tres al año. Siendo nosotros aquí cerca de novecientos, el número de los que deberían morir, alcanza casi a veintiséis o veintisiete; pero vosotros sois jóvenes y no tenéis tantas ganas de morir enseguida y, por eso, la proporción entre nosotros es casi siempre la del uno por ciento; así que con sólo ocho al año ya está bien. Yo estoy contento así; y más, espero y deseo que disminuya ese número y que no crezca en adelante. Con todo, puesto que ciertamente algunos de nosotros deben morir en el año que comienza, conviene que cada cual piense en pasar bien el tiempo que aún le queda. Entretanto, rogamos al señor Villanis que rece esas breves oraciones que indicamos. Todos se arrodillaron, aunque no fue fácil hacerlo, por lo apretados que estaban en el salón. Terminada la oración, don Bosco se puso en pie, auguró a todos buen fin y principio de año, y les deseó una buena 442 Fin de Página 442 VOLUMEN XI Página: 443 noche. Gritaron íViva don Bosco! Y desfilaron los muchachos camino de los dormitorios. Aún dio don Bosco doce veces el aguinaldo a sus hijos. Dio todas las veces una mirada hacia atrás y reafirmó el progreso cada vez mayor y la consolidación cada vez más profunda de su Obra. No puede afirmarse que siempre navegara, como suele decirse, viento en popa. Pero, también en las borrascas, le sostenía la mano de Dios. El padre Félix Giordano, de los Oblatos de María, acompañó por aquel tiempo al Siervo de Dios de Génova al Oratorio y le preguntó cómo se explicaba que sus empresas, comenzadas de la nada, prosperaran tanto. Don Bosco le respondió con toda sencillez: «Yo no entro en ello para nada. Todo lo hace Nuestro Señor. Quiere, por ejemplo, Nuestro Señor hacer tal o cual cosa; pues bien, »cómo demuestra que la tal cosa es suya? Se sirve para sus planes del instrumento menos apto. Este es mi caso. Yo le aseguro a usted que me conoce hace tiempo, que ((525)) si Nuestro Señor hubiese encontrado en la archidiócesis de Turín un sacerdote más pobre, más mezquino, más desprovisto de cualidades, a éste, y no a otro, hubiese elegido para instrumento de las obras de que me habla y hubiera dado de lado al pobre don Bosco para seguir su natural vocación de simple capellán de aldea» 1. A cada paso que da, ábresele al Siervo de Dios una nueva visión, que no le invita a detenerse, sino que lo llama para seguir adelante. Este es el ininterrumpido caso de toda su vida. 1 Carta desde Niza a don Juan Bautista Lemoyne, 25 de marzo de 1888. 443 Fin de Página 443 VOLUMEN XI Página: 444 ((529)) APENDICE DE DOCUMENTOS OBRA PARA LAS VOCACIONES ECLESIASTICAS Hace años que se siente la necesidad de obreros evangélicos y la disminución de vocaciones al estado eclesiástico. Esta deficiencia de vocaciones se deja sentir en todas las diócesis de Italia y en toda Europa; también la sienten las corporaciones religiosas, que escasean de postulantes y las misiones extranjeras, que no se cansan de repetir las palabras de san Francisco Javier: -Enviad obreros evangélicos en nuestra ayuda. Más aún, sabemos que muchas misiones extranjeras están a punto de extinguirse por la única razón de que faltan obreros evangélicos. Es, por tanto, necesario rogar al Dueño de la mies que envíe obreros a su mística viña. Pero hemos de añadir nuestra cooperación a nuestras oraciones. En Alemania, en Francia, en Inglaterra y en muchos pueblos de Italia se han fundado obras de beneficencia para este fin y han dado buenos resultados, pero son insuficientes para remediar tan urgentes necesidades. Alabamos estas obras comenzadas y pedimos de todo corazón al Señor que las haga prosperar, para su mayor gloria, y, al mismo tiempo, consideramos oportuno proponer una obra más, que posiblemente podrá ayudarnos más pronto. Se ha establecido un plan de estudios para jóvenes mayores, decididos a consagrarse a Dios en el estado eclesiástico. La experiencia nos dice que, de cada diez niños que comienzan los estudios para consagrarse a Dios en el estado eclesiástico, apenas si dos llegan al sacerdocio; mientras que de los mayores, que ya han ponderado y estudiado su vocación, llegan ocho de cada diez. Se observó, además, que, en muchísimo menos tiempo, y por tanto con muchos menos gastos, cursan sus estudios literarios, puesto que, separados de los pequeños, que deben hacerlos grado por grado, abrevian los cursos y pueden alcanzar la meta en mucho menos tiempo. Por estas y otras razones se propone un plan de estudios secundarios para jóvenes mayores, aun de condición menos desahogada, pero que quieren dedicarse a la carrera eclesiástica. ((530)) ACEPTACION 1. Todo alumno debe pertenecer a familia honrada, estar sano, fuerte, ser de buen carácter y estar entre los dieciséis y los treinta años. 2. Debe presentar un certificado de buena conducta, de asidua asistencia a las funciones parroquiales y recepción de los santos sacramentos; de su decidida voluntad de abrazar el estado eclesiástico y de haber hecho, al menos, los cursos elementales de lengua italiana. 3. Debe también presentar partida de nacimiento, certificado de vacunación contra la viruela, y advertir si, al menos, puede pagar los gastos señalados por el programa. 4. No habrá vacaciones otoñales. El descanso conveniente se hará en el colegio o en otro sitio elegido para ello. 5. Terminados los cursos literarios, el alumno queda en libertad para volver a su diócesis con su Ordinario, hacerse religioso o ir a las misiones extranjeras. Fin de Página 444 VOLUMEN XI Página: 445 MEDIOS Como no se posee hacienda propia, la obra está confiada totalmente a la piedad de los fieles. Todos pueden cooperar como Donante, Corresponsal o Bienhechor. 1.° Los Donantes se comprometen a entregar dos centavos (dos monedas de cinco céntimos) al mes, o una lira al año. Los sacerdotes pueden celebrar una misa y ceder la limosna en beneficio de la Obra. 2.° Corresponsales son los que, en honor de los doce apóstoles, se convierten en jefes de una docena de donantes o más, recogen sus donativos y los envían al Director de la obra. 3.° Bienhechores se llaman los que, según su querer, hacen algún donativo en dinero o en materiales, como ropa, comestibles, libros y cosas semejantes. Los que entreguen trescientas liras al año pueden escoger y enviar gratuitamente a un alumno al Instituto. Si la limosna fuere de ochocientas liras, el alumno sería atendido durante todo el tiempo de los cursos literarios. Los donativos serán enviados al sacerdote Juan Bosco, Director de la iglesia de María Auxiliadora en Turín. Al término de cada año se entregará a los corresponsales un estado de cuentas con el número de alumnos, los donativos recibidos y los resultados conseguidos. OBSERVACIONES Esta obra está colocada bajo los auspicios de la Santísima Virgen Auxiliadora, porque María es considerada por la Iglesia como Magnum et singulare in Ecclesia praesidium (Grande y singular ayuda a la Iglesia); porque, dado que en estos tiempos, concede el Señor innumerables gracias a quienes invocan a su Augusta Madre bajo el título de Auxilio de los Cristianos, ciertamente concederá la de proveer ((531)) a la Iglesia de buenos ministros. Se añade que el lugar elegido para instalar este Colegio casi forma parte de la iglesia a Ella dedicada en Turín. »Puede esta obra causar algún daño a otras ya existentes? No solamente no les causa daño, sino que las sostiene. Sin sacerdotes, sin predicación, sin sacramentos, »a qué se reduciría la obra de la Propagación de la fe, de la Santa Infancia y todas las demás obras pías? VENTAJAS ESPIRITUALES 1. El mérito de haber contribuido a una gran obra de caridad. No se puede hacer nada mejor, dice san Vicente de Paúl, que contribuir a la formación de un sacerdote. 2. Todos los días se celebrará la santa misa en la iglesia de María Auxiliadora: los alumnos harán comuniones y oraciones especiales por sus bienhechores. 3. Los Donantes participan de los méritos de todas las misas, predicaciones, de las demás obras buenas y del mérito grande de las almas, que los sacerdotes formados, gracias a su caridad, ganarán para Dios con el ejercicio del sagrado ministerio. De modo que les serán aplicables las palabras de san Agustín: Animam salvasti, animam tuam praedestinasti (Salvaste una alma, predestinaste la tuya). 4. Indulgencia plenaria, etc. Las indulgencias serán indicadas aparte. Fin de Página 445 VOLUMEN XI Página: 446 OBRA DE MARIA AUXILIADORA PARA LAS VOCACIONES AL ESTADO ECLESIASTICO BENDECIDA Y RECOMENDADA POR EL PADRE SANTO PIO PAPA IX Ilmo. Señor: Ruego a V. S. Ilma., tenga la bondad de leer cuanto aquí expongo sobre la Obra de María Auxiliadora, cuyo proyecto y programa adjunto. Sin necesidad de grandes explicaciones, puede fácilmente comprender V. S. cuál es su fin: preparar jóvenes mayores para ser, con el tiempo, buenos sacerdotes. Creo, en consecuencia, que me pueda prestar un apoyo eficaz de dos maneras: 1. Haciéndose corresponsal de esta obra, dándola a conocer, sosteniéndola y promoviéndola con los medios materiales y morales que el celo y la caridad de V. S. sabe oportunamente emplear. 2. Si conoce a algún joven en el que se cumplan las condiciones del programa, encamínelo benévolamente hacia nosotros. ((532)) Confiando en su cooperación, pido a Dios le recompense, mientras, con profundo agradecimiento, tengo el honor de profesarme, Turín, 30 de agosto de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. (Se omiten las partes idénticas a las del n.° 1 ). PROGRAMA FIN DE LA OBRA La finalidad de esta obra es recoger jóvenes ya mayores, con decidida voluntad de dedicarse a los estudios literarios, mediante cursos apropiados, para abrazar el estado eclesiástico. ACEPTACION 1. Todo alumno debe pertenecer a familia honrada, estar sano, fuerte, ser de buen carácter y hallarse entre los dieciséis y los treinta años. Serán aceptados preferentemente los que ya están libres del servicio militar o tengan probabilidad de quedar exentos 1. 2. Que tengan un certificado de buena conducta, de asidua asistencia a las funciones parroquiales y recepción de los santos sacramentos, de su decidida voluntad de abrazar el estado esclesiástico y de haber hecho, al menos, los cursos elementales de lengua italiana. 1 Se recibe también a los que hayan cumplido los treinta años, con tal de que ya hayan hecho algún curso literario. Fin de Página 446 VOLUMEN XI Página: 447 3. Debe también presentar la partida de nacimiento, certificado de vacunación contra la viruela y advertir si, al menos, puede pagar los gastos fijados por el programa. 4. No habrá vacaciones otoñales. El descanso conveniente se les procurará en el colegio o en otro sitio elegido para ello. 5. Terminados los cursos literarios, el alumno queda en libertad para hacerse religioso, ir a las misiones extranjeras o volver a su respectiva diócesis para pedir a su propio Obispo la facultad de vestir el hábito talar. En este caso el Director de la Obra se apresurará para recomendar humildemente los candidatos al respectivo Ordinario, para que, comprobados sus méritos, se digne recibirlos con benévola consideración. ESTUDIO 1. Los estudios abarcan el programa clásico hasta la filosofía inclusive; pero la enseñanza comprende solamente lengua italiana, lengua latina, historia, geografía, aritmética, sistema métrico y elementos de lengua griega. ((533)) 2. Quedan excluidos de estas clases los que no tienen la edad arriba indicada o no pretenden consagrarse al estado eclesiástico. 3. Está establecida una pensión de veinticuatro liras al mes, pagaderas por trimestres anticipados. Un año entero son trescientas liras. Y todo el tiempo de los estudios literarios, ochocientas liras. 4. Con esta pensión quedan satisfechos los gastos de clases literarias, canto gregoriano, música, declamación; alimentación, alojamiento, médico y peluquero. Corren por cuenta de los alumnos los gastos de ropa, calzado, reparaciones, medicinas y libros. 5. La alimentación consistirá en lo siguiente: para el desayuno y la merienda, pan a discreción; para la comida, sopa, un plato, vino y pan a discreción; para la cena, sopa, companage y pan a discreción. EQUIPO Los alumnos vestirán de seglar, sin ningún uniforme obligatorio. Al entrar llevarán dos trajes de invierno y dos de verano; uno de ellos para entre semana dentro de casa, y otro para los días festivos y para salir. El equipo comprende, al menos, seis camisas -cuatro sábanas-colcha y mantas para el invierno-almohada con tres fundas-seis pares de calcetines-tres pares de calzoncillos-camisetas de punto-ocho pañuelos-cuatro toallas-dos pares de zapatos-dos sombreros o gorras-baúl-colchón de 1,75 m de largo por 0,70 m de ancho. El establecimiento sólo proporciona la cama y el jergón, por los cuales se abonarán doce liras una vez. N. B. Las solicitudes de ingreso se dirigirán al Rvdo. Juan Bosco en Turín o bien al Rvdo. Pablo Albera, Director del Hospicio de San Vicente en Sampierdarena. Con aprobación de la revisión eclesiástica. 447 Fin de Página 447 VOLUMEN XI Página: 448 SUPLICA AL SUMO PONTIFICE PIO IX Y BREVE DEL MISMO EN FAVOR DE LA OBRA DE MARIA AUXILIADORA PARA VOCACIONES AL ESTADO ECLESIASTICO Beatísimo Padre: La necesidad de obreros para la mística viña del Señor determinó a muchos Obispos y a otros católicos celosos a abrir Seminarios menores. Escuelas Apostólicas para las misiones y otros Institutos privados y Obras Pías para formar a los muchachos en el estudio y la piedad, y conservar en sus corazones el germen de vocación eclesiástica, que Dios hubiere depositado. Al esfuerzo de éstos parece que se pueda agregar la Obra de María Auxiliadora para vocaciones al estado Eclesiástico. ((534)) Su fin es acoger a los jóvenes adultos, que dotados de las cualidades necesarias y de aptitud para el estudio, siguiendo cursos adaptados para ellos, puedan realizar los estudios literarios. Terminados éstos y cerciorada su vocación, los alumnos quedan enteramente libres de tornar a sus diócesis con sus respectivos Ordinarios, abrazar el estado religioso o bien ir a las Misiones extranjeras. Muchos Obispos han acogido benévolamente este Proyecto y enviaron sus cartas comendaticias invitando al humilde exponente a suplicar a V. S. se digne bendecirlo y recomendarlo. Y pues nuestro propósito es exclusivamente caritativo y religioso, suplican humildemente a V. S. que, con un acto de gran Clemencia, abra los tesoros de las Santas Indulgencias y conceda a los religiosos de la Congregación Salesiana y a los Asociados a esta Obra: 1.° Indulgencia plenaria in artículo mortis a condición de que hagan sacrificio de su vida a Dios, aceptando el género de muerte que El les mandare. 2.° Las Indulgencias y favores espirituales a los Terciarios de san Francisco de Asís. 3.° Que las indulgencias concedidas a las iglesias y fiestas de san Francisco de Asís puedan también lucrarse en las fiestas de san Francisco de Sales y en las iglesias de la Congregación Salesiana. Con la plena confianza de que V. S. se digne bendecir los débiles esfuerzos del humilde exponente y concederle los favores que implora, se postra con la máxima veneración y con filial respeto. De V.S. Turín, 4 de marzo de 1876. Humilde hijo de la Santa Iglesia y s.s. JUAN BOSCO, Pbro. PIO PAPA IX PARA PERPETUA MEMORIA (en latín en el original) Habiéndose instituido canónicamente, según se nos ha informado, una Asociación de fieles u obra piadosa, bajo el título de la Benemérita Virgen María Auxiliadora, cuyos miembros se propusieron recoger a jóvenes de buenas costumbres e inclinados Fin de Página 448 VOLUMEN XI Página: 449 a abrazar la vida eclesiástica para confirmarlos en esta vocación e instituirlos en los estudios eclesiásticos: Nos, para que se incremente cada día más esta asociación, por la Misericordia de Dios Omnipotente y con la autoridad de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo, concedemos a todos los fieles de ambos sexos, inscritos o que se inscribieren en lo porvenir en esta asociación, indulgencia plenaria in artículo mortis, si arrepentidos, confesados y fortalecidos con la sagrada comunión y, si esto no pudieran hacerlo, al menos contritos invocaren el nombre de Jesús ((535)) con el corazón, aceptando de la mano de Dios, con paciente ánimo, la muerte como pago del pecado. Y también concedemos misericordiosamente en el Señor a los mismos socios que, arrepentidos y confesados el día que elijan de cualquier mes, recibieren el Santísimo Sacramento en una iglesia u oratorio público, lo visitaren devotamente y rezaren allí por la concordia de los príncipes cristianos, la extirpación de las herejías, la conversión de los pecadores y la exaltación de la Santa Madre Iglesia, indulgencia plenaria y remisión de todos sus pecados, en forma de sufragio, aplicable a los fieles cristianos que, unidos a Dios por la caridad, dejaron este mundo. Además, queriendo dar a dichos socios una señal de nuestra benevolencia, les concedemos todas las indulgencias, tanto plenarias como parciales, que pueden lucrar los terciarios de san Francisco de Asís por concesión apostólica; y también concedemos, con nuestra Apostólica Autoridad, las indulgencias que los Terciarios pueden lucrar en los días festivos y en las iglesias de San Francisco de Asís, puedan lícita y libremente conseguir en la fiesta de San Francisco de Sales y en la iglesia de la Congregación Salesiana de sacerdotes, mientras cumplieren debidamente ante el Señor las obras de piedad prescritas para lucrar estas indulgencias. Sin que nada obste en contrario. Y esto con validez para los tiempos presentes y futuros. Deseamos también que a las presentes letras, suscritas por algún notario público, refrendadas con el sello de persona eclesiástica constituida en dignidad, se le preste la misma fe que a las presentes si fueran exhibidas en público. Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el anillo del Pescador el día IX de mayo de MDCCCLXXVI, Año trigésimo de Nuestro Pontificado Lugar del sello Por el Cardenal ASQUINIO D. IACOBINI, sustituto Fin de Página 449 VOLUMEN XI Página: 450 SEGUNDO PROGRAMA PARA LA ASOCIACION DE OBRAS BUENAS O SEA PARA LOS COOPERADORES SALESIANOS ASOCIACION DE OBRAS BUENAS 1. Unión Cristiana del bien obrar Esta asociación se titula Unión Cristiana o de obras buenas porque tiene por fin asociar a todos los buenos para que unan todas sus fuerzas ayudándose mutuamente al bien obrar. ((536)) Este es el ejemplo que nos dejaron los fieles de la Iglesia primitiva. A la vista de los graves peligros que cada día les acechaban, sin desalentarse uníanse en un solo corazón y en un sola alma para animarse a permanecer firmes en la fe y superar los continuos asaltos con que estaban amenazados. Este es también el aviso del Señor que dice: Si las fuerzas débiles se unen, se hacen más fuertes, y si una cuerdecilla se rompe fácilmente, es mucho más difícil romper tres unidas: vis unita fortior, funiculus triplex difficile rumpitur. Esto hacen los hombres del siglo en sus negocios temporales. »Y van a ser los hijos de la luz menos prudentes que los de las tinieblas? No, ciertamente. Nosotros los cristianos debemos también unirnos en estos tiempos difíciles, unirnos en el espíritu de oración, de caridad y de celo, valiéndonos de todos los medios que la religión nos suministra para remediar los males que hoy día, en todo momento, pueden poner en peligro el importante negocio de nuestra eterna salvación. Como vínculo estable de unión se propone asociarse a la Congregación de san Francisco de Sales. II. Congregación Salesiana Esta Congregación fue aprobada definitivamente por la Santa Iglesia el 3 de abril de 1874. El fin principal de sus miembros es trabajar en favor del prójimo en general y especialmente de la juventud. Si bien ha crecido su número considerablemente, sin embargo no pueden atender más que en una mínima parte a la necesidad y a las continuas llamadas que se les hacen. Desde distintos pueblos de Italia y diversas partes de Europa: de China, de Australia, de América, y señaladamente de la República Argentina, reclamaron operarios evangélicos para abrir casas religiosas o colegios para la educación de los muchachos e iniciar o, al menos mantener, misiones, que incesantemente solicitan la llegada de operarios evangélicos. Los pobres Salesianos no pueden acudir a tantas necesidades y por esto, mientras hacen todo lo que pueden por su parte, se dirigen a cuantos aman a nuestra santa religión católica y la salvación de las almas y les invitan, más aún, les ruegan por amor de Nuestro Señor Jesucristo que les echen una mano y cooperen con ellos en las obras especiales de caridad, que constituyen la finalidad de esta Congregación. Multiplicados así los brazos, se espera que se pueda extender el cultivo de una mies más extensa y abundante y, por tanto, producir un fruto mayor para gloria de Dios y bien de las almas. 450 Fin de Página 450 VOLUMEN XI Página: 451 III. Asociación Salesiana 1. Este piadoso Instituto, definitivamente aprobado por la Iglesia, parece que puede ser propuesto como vínculo estable de unión. 2. Su fin principal es establecer una forma de vivir como ((537)) buen cristiano que sinceramente desea salvar la propia alma y conseguir, al mismo tiempo, para su corazón esa paz que en vano se busca en el mundo. Ciertamente muchos se retirarían de buena gana a un claustro; pero unos por su edad, otros por su salud o condición de vida, no pueden de ningún modo hacerlo. También éstos en medio de sus ordinarias ocupaciones, en el seno de la propia familia pueden unirse a los que, de hecho, viven en la Congregación, gracias a esta asociación. Por tanto, ésta podría considerarse como una especie de las antiguas Ordenes Terceras, con la diferencia de que aquéllas se proponían la propia perfección cristiana con el ejercicio de la piedad; y aquí se tiene como fin principal la vida activa en el ejercicio de la caridad con el prójimo y especialmente con la juventud en peligro. Esto constituye el fin específico de la Asociación. IV. Manera de cooperar Los asociados salesianos no deben limitarse a palabras, sino que deben llegar a las obras. Hagan, pues, consistir su celo en cultivar señaladamente la mies de la Congregación, a la que se quieren asociar. 1. Sea, por tanto, actividad del asociado promover novenas, triduos, ejercicios espirituales y catequesis, especialmente en aquellos lugares donde faltan medios materiales y morales. 2. Y como en estos tiempos se hace sentir gravemente la penuria de vocaciones para el estado eclesiástico, los que se hallen en condiciones, cuídense de los jovencitos que, dotados de las necesarias cualidades morales y con aptitud para los estudios, diesen indicios de estar llamados, ayudándoles con buenos consejos y encaminándoles a aquellas escuelas y colegios en los que pueden ser atendidos y dirigidos a este fin. 3. Oponer la buena prensa a la irreligiosa, con la difusión de libros buenos, hojas, folletos, impresos de todo género en aquellos lugares y entre aquellas familias que se considere prudente hacerlo. 4. Por fin, la caridad de los muchachos en peligro: recogerlos, instruirlos en la fe, dirigirlos a las funciones sagradas, aconsejarlos en los peligros, conducirlos a donde puedan ser instruidos en la Religión, constituyen la mies en la que se invita al asociado a ejercitar su celo. El que no pueda prestar estas obras por sí mismo, podría hacerlo por medio de otros, como sería animar a un pariente o amigo a que le ayude. Se puede cooperar con la oración o proporcionando medios materiales, en donde fuere menester. Los fieles primitivos llevaban sus riquezas a los pies de los apóstoles, para que se sirvieran de ellas en favor de las viudas, de los huérfanos y de otras graves necesidades. ((538)) V. Constitución y gobierno de la Asociación 1. Pueden inscribirse en esta Asociación todos los que han cumplido dieciséis años, con tal de que tengan firme voluntad de conformarse con las reglas establecidas en ella. 2. La Asociación esta humildemente recomendada a la benevolencia y protección del Sumo Pontífice, de los Obispos y de los Parrocos, de los cuales dependera absoluta e ilimitadamente en todo lo que se refiere a la religión. Fin de Página 451 VOLUMEN XI Página: 452 3. El Superior de la Congregación Salesiana es también superior de esta asociación. 4. El Director de cada una de las casas de la Congregación está autorizado para inscribir a los Asociados, remitiendo después nombre, apellidos y domicilio al Superior, quien anotará todo en un registro común. 5. En los pueblos y ciudades donde no haya una de estas casas y donde los asociados lleguen a diez, el Superior nombrará un jefe, con el nombre de Decurión. Diez Decuriones podrán tener un jefe, con el nombre de Prefecto de la Asociación. Para Prefecto y Decurión será designado preferentemente el párroco o cualquier otro eclesiástico ejemplar. Ellos tratarán directamente con el Superior. 6. El Decurión se relacionará con sus diez socios y el Prefecto con cien socios, pero cada asociado podrá, si así lo quiere, dirigirse al mismo Superior y exponerle lo que juzgue debe tomarse en consideración. 7. Todos los meses, a través de un boletín o folleto impreso, se informará a los socios de las cosas propuestas, realizadas o que se desea ejecutar. Al final de cada año, el Superior comunicará a los socios las obras que durante el año siguiente se deban promover con preferencia a las demás; dará noticia al mismo tiempo de los socios que durante el año anterior fueron llamados por Dios a la vida eterna, y los encomendará a las oraciones de todos. 8. El primer domingo de cada mes, u otro día que resulte más oportuno, Decuriones y Prefectos se cuidarán de reunir a los miembros de su propia decuria o centuria para tratar sobre la buena marcha de las obras emprendidas, especialmente de la catequesis parroquial; pero siempre con el beneplácito de los párrocos. 9. Todo Decurión o Centurión procurará reunir el día de san Francisco de Sales, o al domingo siguiente, a los miembros de su propia decuria o centuria, para animarse recíprocamente en la devoción al Santo Patrono y para perseverar en las obras comenzadas, conforme a los fines de la asociación. ((539)) VI. Obligaciones particulares 1. Todo socio trabajará cuanto pueda con sus bienes materiales propios o con las colectas realizadas entre personas caritativas, para promover y sostener las obras de la Asociación. 2. Los socios hacen cada año una limosna de una lira para las obras promovidas o por promover, por la Asociación. Estas limosnas se entregarán al Superior, o bien a los Decuriones, a los Prefectos, a los Directores, que las harán llegar al mismo. 3. Regularmente se hará, además, una colecta con ocasión de las conferencias, especialmente la de san Francisco de Sales. Quien no pudiese acudir a esta conferencia, puede hacer enviar su limosna al Superior de alguna otra manera. VII. Ventajas 1. Los asociados pueden lucrar muchas indulgencias, cuya lista ya se enviará a cada uno. 2. Participarán de todas las misas, indulgencias, oraciones, novenas, triduos, ejercicios espirituales, predicaciones, catequesis y demás obras de caridad, que los Salesianos realicen en el sagrado ministerio. También serán partícipes de las misas y oraciones que cada día se hacen en la iglesia de María Auxiliadora de Turín para invocar las bendiciones del Cielo sobre los asociados, sus familias y especialmente sobre los que cayeren enfermos o se encontraren en peligro de muerte. 3. El día siguiente a la fiesta de san Francisco de Sales todos los Sacerdotes de la Fin de Página 452 VOLUMEN XI Página: 453 Congregación y de la asociación celebrarán la santa misa por los hermanos difuntos. Los no sacerdotes procurarán recibir la comunión o al menos recitar la tercera parte del rosario. 4. Cuando un hermano cayere enfermo dése aviso enseguida al Superior, para que se eleven a Dios oraciones especiales por él. Hágase lo mismo en caso de muerte de cualquier asociado. VIII. Prácticas Religiosas 1. No hay ninguna penitencia exterior prescrita para los asociados salesianos; pero se les recomienda modestia en el vestir, frugalidad en la mesa, sencillez en el mobiliario de la casa, delicadeza en las conversaciones, exactitud en el cumplimiento de los deberes del propio estado, industriándose para que las personas que de ellos dependan guarden y santifiquen el día festivo. 2. Se les aconseja que cada año hagan unos días al menos de ejercicios espirituales. El último día de cada mes, u otro que les vaya mejor, harán el ejercicio de la buena muerte, confesándose y comulgando, como si realmente fuere el último de su vida. ((540)) 3. Los socios rezarán cada día un padrenuestro y avemaría a san Francisco de Sales, según la intención del Sumo Pontífice. Los sacerdotes y los que recitan el oficio de la Virgen María o las horas canónicas están dispensados de esta oración. A éstos les basta añadir al rezo del Oficio divino la intención especial para este fin. 4. Procuren acercarse con frecuencia a los santos sacramentos de la confesión y comunión. 5. Aunque se recomienda vivamente el cumplimiento de estas reglas, por las muchas ventajas que les pueden traer, con todo, para quitar cualquier duda de conciencia, se declara que la observancia de las mismas no obliga bajo pena de culpa mortal ni venial, salvo que estuvieren mandadas o prohibidas por los Mandamientos de Dios y de la Santa Madre Iglesia. Cada asociado rellenará la hoja adjunta y, debidamente firmada, la hará llegar al Superior. El que suscribe, con domicilio en............ calle...........nº .., ha leído las Reglas de la Asociación Salesiana y espera, con la divina gracia, observarlas fielmente para provecho de su alma. Turín, (o bien) N. N. Nombre, Apellidos, Condición, 453 Fin de Página 453 VOLUMEN XI Página: 454 5 COOOERADORES SALESIANOS O LO QUE ES LO MISMO UN MODO PRACTICO PARA AYUDAR A LAS BUENAS COSTUMBRES Y A LA SOCIEDAD CIVIL I Unión cristiana para bien obrar En todo tiempo se juzgó necesario que los buenos se unieran para ayudarse mutuamente a hacer el bien y tener lejos el mal. Así hacían los cristianos de la Iglesia primitiva, los cuales, a la vista de los peligros que cada día les amenazaban, sin perder sus ánimos, unidos con un solo corazón y una sola alma, se animaban mutuamente a permanecer firmes en la fe y dispuestos a superar los incesantes embates que les amenazaban. Este es el aviso que dio el Señor cuando dijo: Las fuerzas débiles, cuando se unen se hacen resistentes; y si una cuerdecilla sola se rompe fácilmente, es mucho más difícil romper tres unidas. Vis unita fortior, funiculus triplex difficile rumpitur. Así suelen hacer también los hombres del mundo en sus empresas temporales. »Y deberán acaso los hijos de la luz ser menos prudentes que los de las tinieblas? No, ciertamente. Nosotros los cristianos debemos unirnos en estos tiempos difíciles y, de común acuerdo, promover el ((541)) espíritu de oración y de caridad con todos los medios que la religión suministra para quitar o al menos mitigar los males que a cada instante pueden poner en peligro las buenas costumbres, sin las cuales se derrumba la sociedad. II La Congregación Salesiana vínculo de unión Esta Congregación, que ha sido aprobada por la Iglesia, puede servir de vínculo seguro y estable para los Cooperadores Salesianos. En efecto, ella tiene como fin primario trabajar en favor de la juventud, en la cual se fundamenta el porvenir lisonjero o catastrófico de la sociedad. No pretendemos decir con esta propuesta que éste sea el único medio para remediar tal necesidad, porque hay mil más; nosotros mismos recomendamos vivamente que cada uno emplee los medios que juzgue oportunos para alcanzar este gran fin. Por nuestra parte proponemos uno que es la obra de los Cooperadores Salesianos, rogando a los buenos católicos que viven en el siglo que vengan en ayuda de los socios de esta Congregación. Es verdad que el número de ellos ha crecido notablemente; pero aún estamos muy lejos de poder responder a las peticiones que cada día nos llegan de distintos lugares de Italia y de Europa, de la China, de Australia, de América y señaladamente de la República Argentina: Desde todos estos lugares se nos hacen continuos ruegos para que enviemos sagrados ministros que se hagan cargo de la juventud en peligro, que vayan a abrir casas o colegios, a iniciar o al menos sostener misiones, que ansían la llegada de nuevos operarios evangélicos. Y para acudir a tan gran necesidad se buscan cooperadores. 454 Fin de Página 454 VOLUMEN XI Página: 455 Finalidad de los Cooperadores Salesianos La finalidad fundamental de los Cooperadores Salesianos es la de hacerse bien a sí mismos llevando un plan de vida, por cuanto sea posible, semejante al que se lleva en la vida de comunidad. Porque muchos se retirarían de buena gana a un claustro, pero, unos por su edad, otros por su salud o condición de vida, muchísimos por falta de oportunidad, no pueden de ningún modo hacerlo. Estos, también en medio de sus ordinarias ocupaciones, en el seno de la propia familia, pueden hacerse Cooperadores y vivir como si de hecho estuvieran en la Congregación. Por ello esta Asociación está considerada por el Sumo Pontífice como una antigua Tercera Orden, con la diferencia de que en aquéllas se proponía la perfección cristiana en el ejercicio de la piedad; y aquí se tiene como fin principal la caridad con el prójimo y especialmente con la juventud en peligro. ((542)) IV Manera de cooperar Se propone a los cooperadores Salesianos la misma mies de la Congregación de San Francisco de Sales, a la que entienden asociarse. 1. Promover novenas, triduos, ejercicios espirituales y catequesis, especialmente en aquellos lugares donde faltan medios materiales y morales. 2. Como en estos tiempos se hace sentir gravemente la penuria de vocaciones para el estado eclesiástico, los que se hallan en condiciones, cuídense especialmente de los jovencitos y también de los mayores, que, dotados de las necesarias cualidades morales y de aptitud para los estudios, diesen indicios de estar llamados, ayudándoles con buenos consejos, encaminándoles a aquellas escuelas y Colegios en los que puedan ser atendidos y dirigidos a este fin. 3. Oponer la buena prensa a la antirreligiosa, con la difusión de libros buenos, hojas, folletos, impresos de todo género, en aquellos lugares y entre aquellas familias que considere prudente hacerlo. 4. Por fin, la caridad con los muchachos en peligro: recogerlos, instruirlos en la fe, dirigirlos a las funciones sagradas, aconsejarlos en los peligros, conducirlos a donde puedan ser instruidos en la Religión son cosas propias de la misión de los Cooperadores Salesianos. El que no pueda prestar estas obras por sí mismo, podría hacerlo por medio de otros, como sería animar a un pariente o a un amigo a que le ayude. Se puede cooperar con la oración o proporcionando medios materiales, en donde fuere menester, a ejemplo de los cristianos de la primera hora que llevaban sus propios bienes a los pies de los apóstoles para que se sirvieran de ellos en favor de las viudas, de los huérfanos y de otras graves necesidades. V Constitución y gobierno de la Asociación 1. Todos los que hayan cumplido dieciséis años pueden hacerse Cooperadores, con tal de que tengan firme voluntad de conformarse con las reglas que aquí se proponen. Fin de Página 455 VOLUMEN XI Página: 456 2. La Asociación está humildemente recomendada a la benevolencia y protección del Sumo Pontífice, de los Obispos y de los Párrocos, de los cuales tendrá absoluta dependencia en todo lo que se refiere a la religión. 3. El Superior de la Congregación Salesiana es también Superior de esta Asociación. 4. El Director de cada una de las Casas de la Congregación está autorizado ((543)) para inscribir a los Asociados, remitiendo después nombre, apellidos y domicilio al Superior, quien anotará todo en un registro común. 5. En los pueblos y ciudades donde no haya una de esas casas y donde los asociados lleguen a diez, se nombrará un jefe con el nombre de Decurión, que preferiblemente será un sacerdote o algún seglar ejemplar. Este estará en correspondencia con el Superior o con el Director de la Casa más próxima. 6. Todos los Cooperadores pueden exponer al Superior las cosas que estimen dignas de consideración. 7. Cada tres meses y con más frecuencia, a través de un boletín o folleto impreso, se informará a los socios de las cosas propuestas realizadas o que se desea ejecutar. Al final de cada año el Superior comunicará a los socios las obras que durante el año siguiente se deban promover con preferencia; y dará noticia, al mismo tiempo, de los que durante el año anterior fueron llamados por Dios a la vida eterna y los encomendará a las oraciones de todos. 8. En el día de san Francisco de Sales y en la fiesta de María Auxiliadora, cada Decurión reunirá a los miembros de la propia decuria para animarse recíprocamente en la devoción hacia estos celestiales protectores, invocando su patrocinio para perseverar en las obras comenzadas, conforme al fin de la Asociación. VI Obligaciones particulares 1. Los miembros de la Congregación Salesiana consideran a todos los Cooperadores como otros tantos hermanos en Jesucristo y se dirigirán a ellos cada vez que su obra pueda ayudar en algo que sea para la mayor gloria de Dios y bien de las almas. Con la máxima libertad, llegado el caso, los Cooperadores se dirigirán a los miembros de la Congregación Salesiana. 2. Por consiguiente, cada socio hará cuanto pueda con sus propios medios o con las limosnas recibidas de personas caritativas para promover y sustentar las obras de la Asociación. 3. Los Cooperadores no tienen ninguna obligación pecuniaria, pero harán mensualmente, o al menos anualmente, la limosna que les dicte su buen corazón. Estas limosnas se entregarán al Superior para sostener las Obras promovidas por la Asociación. 4. Regularmente se hará, además, una colecta con ocasión de las conferencias en la fiesta de María Auxiliadora y en la de san Francisco de Sales. En aquellos lugares donde no pudiera constituirse una Decuria, y cuando alguno no pudiera asistir a la conferencia, hará llegar a su destino su ofrenda por el medio que le resulte más fácil y seguro. 456 Fin de Página 456 VOLUMEN XI Página: 457 ((544)) VII Ventajas 1. Su Santidad, el reinante Pío IX, concede, por decreto del 30 de julio de 1875, a los promotores de esta obra, todos los favores, gracias espirituales e indulgencias de que pueden gozar los religiosos salesianos, a excepción de los que se refieren a la vida común. Se enviará una lista aparte de todo. 2. Participarán de todas las misas, oraciones, novenas, triduos, ejercicios espirituales, predicaciones, catequesis y demás obras de caridad, que los Salesianos realicen en el sagrado ministerio, en cualquier lugar y en todas las partes del mundo. 3. Participarán también de las misas y oraciones que cada día se hacen en la iglesia de María Auxiliadora de Turín para invocar las bendiciones del cielo sobre sus bienhechores, sus familias y especialmente sobre los que moral o materialmente hacen algún beneficio a nuestra Congregación. 4. El día siguiente a la fiesta de san Francisco de Sales todos los sacerdotes de la Congregación, y los sacerdotes cooperadores, celebrarán la misa por los hermanos difuntos. Los no sacerdotes procurarán recibir la sagrada comunión y rezar la tercera parte del Rosario. 5. Cuando cayere enfermo un hermano, dése aviso enseguida al Superior, para que haga que se rece por él. Hágase lo mismo en caso de muerte de algún cooperador. VIII Prácticas religiosas 1. No hay ninguna obra exterior prescrita para los Cooperadores Salesianos, pero, a fin de que su vida pueda asemejarse de algún modo a la de los que viven en comunidad religiosa, se les recomienda modestia en el vestir, frugalidad en la mesa, sencillez en el mobiliario de la casa, delicadeza en las conversaciones, exactitud en el cumplimiento de los deberes del propio estado; procurando que las personas que de ellos dependen guarden y santifiquen el día festivo. 2. Se les aconseja que cada año hagan unos días al menos de ejercicios espirituales. El último día de cada mes, u otro que les vaya mejor, harán el ejercicio de la buena muerte, confesándose y comulgando, como si realmente fuera el último de su vida. 3. Cada uno recitará diariamente un padrenuestro y avemaría en honor de san Francisco de Sales, según la intención del Sumo Pontífice. Los Sacerdotes y los que recitan las horas canónicas o el oficio de la Virgen María están ((545)) dispensados de estas plegarias. A éstos les basta añadir al Oficio divino la intención especial para esta finalidad. 4. Procuren acercarse con la mayor frecuencia posible a los santos sacramentos de la confesión y comunión. Aviso Aunque se recomienda vivamente el cumplimiento de estas reglas, por las muchas ventajas que les pueden acarrear, con todo, para quitar cualquier duda de conciencia, se declara que la observancia de las mismas no obliga bajo pena de culpa mortal ni venial, salvo que estuvieran mandadas o prohibidas por los Mandamientos de Dios y de la Santa Madre Iglesia. Fin de Página 457 VOLUMEN XI Página: 458 Cada asociado rellenará la hoja adjunta y, debidamente firmada, la hará llegar a manos del Superior: El que suscribe, con domicilio en ................ calle ............ n.° ....... ha leído las reglas de los Cooperadores Salesianos y, con la gracia divina, espera observarlas fielmente para provecho de su alma Turín, o bien N. N. ......del mes de ............ año ....... . Nombre ............ apellidos .............. ocupación ......... . Turín, 1976, Tipografía Salesiana. Cooperadores Salesianos El que suscribe, con domicilio....... mes ............... año ... . He leído las Reglas de los Cooperadores Salesianos y con la ayuda de Dios espero observarlas. N. B. Los cooperadores rellenarán este volante y, después de firmarlo, lo enviarán al Superior de la Congregación Salesiana en Turín. Firma del Cooperador 6 GRACIAS EN FAVOR DE LOS COOPERADORES (en latín, en el original) PIO PP IX Para recuerdo perpetuo Se nos han presentado súplicas para que nos dignemos conceder algunas facultades y gracias espirituales al Pío Instituto o Sociedad de San Francisco de Sales. Y Nos, para que cada día tenga mayor incremento esta Sociedad, aumente más y más ((546)) la religión y la piedad de los otros socios fieles de Cristo, hemos estimado que benignamente se les concedan, por cuanto podemos en el Señor. Por tanto, por la misericordia de Dios Omnipotente y con la autoridad de los Bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo, concedemos a los Superiores Generales, por el tiempo que rijan dicha Sociedad, la facultad de comunicar las indulgencias concedidas a dicha Sociedad a los Bienhechores insignes de la Sociedad como si fueran Terciarios, a excepción de las que se refieren a la vida común. Concedemos también a los mismos Superiores Generales por el tiempo de su mandato, que puedan delegar con validez en los Superiores de las distintas Casas de la Sociedad las facultades referentes a las gracias espirituales. Finalmente, en todas las iglesias de dicha Sociedad, en las que existe la reserva del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, concedemos que en la noche de la Navidad de Nuestro Señor Jesucristo se puedan celebrar tres misas por un mismo sacerdote; y a todos y a cada uno de los fieles de uno y otro sexo, que en esa noche de la Navidad del Señor reciban la Eucaristía verdaderamente arrepentidos y confesados, y hagan una visita en la misma iglesia rezando por la concordia entre los Príncipes cristianos, la extirpación de las Fin de Página 458 VOLUMEN XI Página: 459 herejías, la conversión de los pecadores y la exaltación de la Santa Madre Iglesia les concedemos misericordiosamente en el Señor indulgencia plenaria de todos sus pecados, aplicable además a las almas de los fieles cristianos que pasaron de este mundo unidos a Dios por la caridad, a modo de sufragio. Sin que puedan impedirlo cualesquiera facultades que se opongan. Siendo valederas para el tiempo presente y para el futuro. Queremos, sin embargo, que a todas las copias que se hagan de las presentes letras o a los impresos que se publiquen acompañados de la firma de algún Notario público y el sello de alguna persona constituida en dignidad eclesiástica, se les preste la misma fe, que se presentaría a estas mismas letras si fueran presentadas o publicadas. Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el Anillo del Pescador, el día 30 de julio de 1875. Año trigésimo de nuestro Pontificado F. ASQUINIUS, Card. 7 INDULGENCIAS A LOS COOPERADORES (en latín, en el original) Pío PP. IX. -Para recuerdo perpetuo Conforme Nos han comunicado ha sido canónicamente instituida una Pía Sociedad de Fieles cristianos con el nombre de Sociedad o Unión de Cooperadores Salesianos, cuyos socios, ((547))además de dedicarse a muchas obras de piedad y de caridad, se proponen especialmente atender a los muchachos pobres y abandonados. Nos, para que esta Sociedad tenga cada día mayor incremento, confiados en la misericordia de Dios Omnipotente y con la autoridad de los Bienaventurados Pedro y Pablo, a todos los fieles cristianos de uno y otro sexo que estén adscritos a esta Sociedad o con el tiempo se vayan adscribiendo, cuando les llegue el momento de la muerte, si están verdaderamente arrepentidos y confesados y hubieren recibido la sagrada comunión, o si esto no les fuere posible, si al menos invocaran contritos de palabra el nombre de Jesús o, si no pudieren, al menos con el corazón, y aceptaren la muerte con ánimo resignado, recibiéndola de manos de Dios como reparación del pecado, le concedemos Indulgencia Plenaria; además, a los mismos Socios, verdaderamente arrepentidos y confesados, que en uno de los días de cada mes, que ellos eligieren, recibieren la sagrada comunión en una iglesia u oratorio público y visitaren la iglesia o el mismo oratorio y allí oraren por la concordia entre los príncipes cristianos, la extirpación de las herejías, la conversión de los pecadores y la exaltación de la santa Madre Iglesia, también les concedemos Indulgencia Plenaria en remisión de todos sus pecados, aplicable a las almas de los fieles difuntos, que salieron de este mundo unidos a Dios por la caridad. Además, queriendo usar de especial benevolencia con dichos socios les concedemos todas las Indulgencias, tanto Plenarias como Parciales, que los Terciarios de San Francisco de Asís puedan conseguir por concesión apostólica y todas las indulgencias que los Terciarios pueden lucrar en los días de fiesta y en las iglesias de San Francisco de Asís, en la fiesta de san Francisco de Sales y en las iglesias de la Congregación de Presbíteros salesianos, con tal de que cumplan debidamente en el Señor las obras Fin de Página 459 VOLUMEN XI Página: 460 determinadas para tales indulgencias; así lo concedemos con Nuestra Autoridad Apostólica. Sin que puedan impedirlo cualesquiera facultades que se opongan. Queremos empero que a la transcripción de la presente Concesión o a las copias impresas de la misma, con la firma de un Notario público y el sello de una persona constituida en Dignidad Eclesiástica, se les preste la misma fe que a la auténtica, si fuere presentada. Dado en Roma, junto a San Pedro bajo el Anillo del Pescador, el día 9 de mayo de 1876 Trigésimo Año de nuestro Pontificado. (Lugar del sello) Por el Cardenal ASQUINIO D. IACOBINI, sustituto. ((548)) 8 MONSEÑOR FISSORE AL CARDENAL BERARDI Eminencia Rvma.: Me he interesado con especial solicitud por intentar una avenencia entre el Rvmo. monseñor Gastaldi, Arzobispo de Turín, y el muy Rvdo. señor don Juan Bosco, Rector de la Congregación de San Francisco de Sales de Turín, obedeciendo a las indicaciones veneradísimas del Padre Santo que V. E. Rvma. tuvo la bondad de comunicarme en su atenta carta del 9 del corriente año; y habiéndome trasladado a Turín, he hablado con uno y con otro por separado y juntos; y espero haber obtenido algún buen resultado. Primeramente, resultó por el coloquio, con común satisfacción, que ciertas disposiciones dadas por el Arzobispo respecto a los sacerdotes forasteros que estaban para entrar en la casa de don Bosco, aunque de algún modo pertenecían a la Congregación, eran, sin embargo, realmente independientes de la misma; y que ciertos roces y contrastes se podrán prevenir con las explicaciones que se han dado y con previos acuerdos a tomar en lo porvenir y dada la ocasión, como se acordó. De ciertas pequeñas contingencias habidas en el pasado, ni siquiera se hizo mención. El punto en que principalmente insistía Monseñor es el de que don Bosco no admitiera en sus casas a determinados clérigos 1 expulsados del seminario, por no ser dignos de la Ordenación y con orden de deponer el hábito clerical. En realidad existen ciertas razones particulares. Don Bosco ha aceptado algunos de ellos, que, según me consta, habían realmente desmerecido 2, y los ha aceptado sin ni siquiera tratar de ello con Monseñor e inmediatamente después de haber salido del seminario. Si en otras diócesis o en otros tiempos quisiera o pudiera el Ordinario diocesano no darse por entendido de tal hecho y dejar que sus seminaristas vayan a donde quieran, reservándose el dar explicaciones a su tiempo, como crea conveniente en su prudencia, no puede tomar en este momento esa actitud de indiferencia monseñor Gastaldi, porque este ejemplo presenta a los díscolos 3 un escape, y elude en parte, 1 Apostilla: «Hasta ahora ningún clérigo ni sacerdote que haya pertenecido al Seminario o a la Diócesis de Turín, forma parte de la Congregación Salesiana». 2 Apostilla: «Se ruega se diga el nombre de íuno al menos!». 3 Apostilla: «»No va esto contra la libertad de las vocaciones al estado religioso?». Fin de Página 460 VOLUMEN XI Página: 461 de momento o en apariencia, las órdenes de los Superiores, y da lugar a que se diga que, entrando en las casas de don Bosco, hay un modo de conservar la sotana, seguir los estudios y mantener las esperanzas de continuar la carrera eclesiástica; y, si no otra cosa, le ofrece un medio para ocultar la vergüenza y mantener ((549)) escondido a los padres el castigo, pasando a las casas de don Bosco 1. Por su parte don Bosco tiene muchas casas que dependen de él, en las que y sitio para jóvenes de toda suerte; buenos y menos buenos, dedicados a los estudios y a las artes; y está dispuesto a socorrer en su necesidad a los que se van presentando y hasta a hacer enseguida la prueba con los que, dotados de un natural infeliz y que hayan dado sus primeros traspiés, de si son capaces de enderezar sus pasos. El, además, necesita para sus casas, y especialmente para las que tienen estudiantes, maestros y asistentes; y prefiere que lleven sotana para que sean más respetados, y aprovecha de buena gana a los clérigos, aun a los que han sido despedidos por sus prelados, quizá sin conocer siempre sus precedentes. A estos tales no les promete, es verdad, aceptarlos en su Congregación, en la cual no consentiría jóvenes o sujetos indisciplinados, pero los jóvenes se ilusionan con la esperanza de obtener la inscripción o bien una recomendación a otro Obispo para ser ordenados si se portan bien por algún tiempo 2. En el seminario de Turín empieza ya a correr esa voz o ilusión. Es cierto que don Bosco manda a los ex-seminaristas de una diócesis a otra, pero esto no basta. Monseñor no tiene inconveniente en que acepte a estos clérigos, pero vestidos de seglar y fuera de la carrera de los estudios eclesiásticos. No tiene dificultad en que sus clérigos entren en la Congregación de don Bosco, si parecen llamados a ella, como repetidamente ha declarado, y hasta gozaría de que fueran allí a probar algunos de dudosa vocación. Pero que don Bosco le hablase antes, para las observaciones que puedan ser convenientes. Don Bosco ha declarado que no aceptará ninguno más 4 de los ex-seminaristas de Turín, y no les permitirá que vistan la sotana ni prosigan la carrera eclesiástica, y Monseñor quedó satisfecho. En cuanto a los que ahora se encuentran en las Casas de don Bosco se tomaron los acuerdos concernientes 5. Monseñor ha prometido que, de buen grado, mas Previo examen, ordenará a los sujetos que estén vinculados con votos perpetuos a la Congregación y tengan las dimisorias, pero no a los que sólo tengan votos trienales 6. Yo confío en que las cosas irán de acuerdo en lo porvenir, y que en caso de que surjan dificultades, se podrá llegar a un arreglo; y, si fuera necesario, siempre estoy dispuesto a buscar una conciliación. Había querido ((550)) dejar por escrito algunos puntos; pero don Bosco prefirió que todo quedara terminado verbalmente y así se hizo 7. Tenga la bondad V. E. de implorarme del Padre Santo una bendición apostólica 1 Apostilla: «Ni siquiera uno». 2 Apostilla: «»Casos hipotéticos?». 3 Apostilla: «»Por qué no nombrar uno solo?». 4 Apostilla: «Como tampoco los ha aceptado hasta ahora». 5 Apostilla: «Se trata de uno que, aceptado por el Obispo de Albenga, fue colocado en una de nuestras casas para quitarlo de en medio de la calle». 6 Apostilla: «Si todos los Institutos son aprobados con la prueba de los votos trienales, »puede un Obispo negar a éstos las ordenaciones? En fin, »es el Obispo quien deba juzgar si uno tiene vocación religiosa?». 7 Apostilla: «Me parece que todas las pretensiones arriba expresadas lesionan esencialmente los sagrados cánones, que quieren tutelar la libertad de las vocaciones religiosas». Fin de Página 461 VOLUMEN XI Página: 462 para mí, y para mis Diocesanos, y honrarme siempre con sus órdenes, ya que, postrado reverentemente para besar la sagrada púrpura, me considero honrado al declararme con la más profunda veneración, De V. E. Rvma. Vercelli, a 12 de febrero de 1875. Atto y s. s. CELESTINO, Arzobispo Al Emmo. Cardenal José Berardi-Roma 9 MONSEÑOR GASTALDI AL CARDENAL BIZZARRI Eminencia Rvma.: He recibido la carta firmada por V. E. Rvma. del 13 del corriente mes, referente a la Congregación Salesiana, cuya casa principal está en esta Archidiócesis. Díceme V. E. en ella que dicha Congregación fue definitivamente aprobada por S. S. el 3 de abril de 1874, juntamente con sus Constituciones; lo que yo no debo ignorar puesto que S. E. tiene motivos para asegurar con certeza que el Superior General de la misma ha dado comunicación del Decreto Pontificio correspondiente y añade que por lo que yo sé, y con anterioridad, sobre la aprobación del mismo Instituto, puedo deducir cuál es la condición puesta a dicho Instituto. Me duele tener que observar a S. E. que yo nunca tuve comunicación alguna de los Decretos Pontificios con los que haya sido aprobada dicha Congregación, o hayan sido aprobadas sus Constituciones, y por ello, en la relación de la Diócesis que hice a la Congregación del Concilio el 31 de diciembre, al referirme al Instituto Salesiano, hube de decir, que se me afirmaba había sido aprobado definitivamente, pero que yo aún no había visto el Decreto Pontificio correspondiente. Se me transmitió copia del Rescripto de esa Sagrada Congregación de Obispos y Regulares en la que se declara que el Padre Santo concede el 3 de abril de 1874 al Rector General de dicha Congregación Salesiana la facultad de conceder las cartas dimisorias para las órdenes sagradas a todos los miembros ((551)) ligados con votos perpetuos a dicha Congregación y esto para diez años. Pero yo no vi, ni pude ver jamás, otro Decreto en el que se expusiera la aprobación definitiva de dicha Congregación, y esa limitación de diez años me daba razón para suponer lo contrario. V. E. añade que el Instituto Religioso no está sujeto a la jurisdicción de los Ordinarios más que en lo determinado por las Constituciones aprobadas por la Santa Sede. Es, por consiguiente, necesario que yo conozca esas constituciones y que tenga en la Curia una copia auténtica, que sirva de norma práctica de conducta para mí, y mis sucesores, e impida los espinosos conflictos que pudieran surgir. Y yo no he recibido hasta el momento más que un ejemplar impreso, que adjunto a la presente carta, en el que se dice que están expuestas dichas Constituciones, según el Decreto de Aprobación del 3 de abril de 1874; pero este ejemplar impreso no contiene el Decreto de aprobación y está desprovisto de toda firma, de manera que Fin de Página 462 VOLUMEN XI Página: 463 me resulta imposible darle ningún valor, y ello con tanta mayor razón, cuanto hay quien supone que lo impreso no está plenamente de acuerdo con el Original, que se conserva en el Archivo de la Sagrada Congregación. Por tanto, V. E. Rvma. me hará un señalado favor, si me consigue un ejemplar auténtico manuscrito de tales Constituciones, o al menos se me asegura de forma auténtica, después de cotejar este ejemplar impreso con el original, que éste es una fiel reproducción del manuscrito a que hace referencia el Decreto Pontificio. Le notifico además a V. E. que en las casas de la Congregación Salesiana no sólo habitan los miembros de la misma como profesos, o como novicios, sino también otros, seglares y eclesiásticos, los cuales están allí como maestros o educadores o en otros empleos, sin la menor intención de ligarse nunca con votos perpetuos a la Congregación. Y no creo que se extienda también a éstos la Constitución Ex quo dilectus, de B. XIV; y es precisamente por estos eclesiásticos por los que yo he formulado quejas; esto es, que sin mi consentimiento estén al amparo de esas casas, puesto que el tenerlos es con desprestigio de mi autoridad, ante mi Seminario, y ante mis diocesanos y con gran quebranto de la disciplina del Clero, y manteniendo una oposición, que es como un cisma entre los Superiores de mi Seminario y dicha Congregación. Nunca sucedió hasta ahora que uno de mis seminaristas haya salido para inscribirse en dicha Congregación: algunos de ellos fueron incitados a mis espaldas por los Superiores de dicha Congregación para que fueran a sus casas para hacer de maestros, y allí se fueron sin decir palabra, y unos años después se salieron. Otros, además, expulsados del Seminario, se refugiaron en alguna de esas casas, no como miembros de la Congregación, pues ella es demasiado prudente como para no querer aparecer como compuesta de clérigos expulsados del Seminario, sino como ajenos a la misma Congregación; ((552)) pero en un sitio donde defenderse contra el juicio de su Obispo. Ciertamente que la expulsión de un Seminario nunca se tuvo como un medio para conocer la vocación al estado religioso. La referida Congregación lo sabe y, por eso, no recibe a tales clérigos como miembros suyos. Pero ellos, como es manifiesto, continúan siendo súbditos del Obispo y deben acatar sus órdenes y, por tanto, deben quitarse la sotana conforme se les mandó, y dicha Congregación no debe ayudarles en su desobediencia, como lo hace, y no sin gran quebranto de la Autoridad Episcopal. Si V. E. lograra poner remedio eficaz a este estado de cosas me quitaría de encima un grave disgusto. Beso reverente la Sagrada Púrpura y me ofrezco con la máxima sumisión. De V. E. Rvma. Turín, 24 de mayo de 1875. Atento y seguro servidor LORENZO, Arzobispo de Turín. Fin de Página 463 VOLUMEN XI Página: 464 DEPOSICION DE LA SEÑORITA MAZ» DE LA ROCHE (Proc. Ap. Posit. sup. virt. Summ., pág. 743-8) Atestiguo a mi pesar que, desde el año 1873 hubo dolorosas discusiones entre el Ven. don Bosco y mi venerado tío, el Arzobispo Gastaldi. Se referían éstas a los derechos de jurisdicción que el Arzobispo creía poder ejercer sobre los miembros de la incipiente Congregación Salesiana, mientras el Venerable, por su parte, creía estar exento, por los privilegios especiales que había obtenido de la Santa Sede. Me enteré de estas disensiones porque era voz pública y por las confidencias que el Venerable nos hacía a mi madre y a mí, con el único fin de exhortarnos a buscar la manera de informar directamente al señor Arzobispo sobre las habladurías que se propagaban, especialmente entre el Clero, y también en la prensa, con perjuicio para ambas partes. Estas disensiones fueron una espina constante para el corazón de mi madre y el mío. Encuentro anotados en mi diario, con fecha del domingo 5 de septiembre de 1875, estos recuerdos e impresiones: «La dolorosa cruz que hace más de dos años ha querido mandarme el Señor, esto es, estar en medio de las discordias existentes entre dos personas a las que yo tanto quiero y venero, una de las cuales está unida a mí por vínculos de parentesco, aumentóse ayer al enterarme de que esta última no quiere ((553)) admitir a su presencia al Santo Personaje (esto es, añado ahora, al venerable don Bosco), a quien en otro tiempo consideraba fiel amigo y consejero, y a quien profesaba muchísimo aprecio y veneración, lo mismo que a la numerosa comunidad que éste dirige». Supe esta noticia de la negativa de audiencia por el mismo Venerable, el cual nos hacía saber estas penosas situaciones únicamente para que, estando bien informadas, pudiéramos hallar el modo de prestar nuestros caritativos servicios, y disipar los equívocos aparecidos. *** Estoy plenamente convencida de que el Venerable no ha dado motivos para estas disensiones, porque siempre lo he conocido contrario a toda cuestión y dispuesto a evitarlas, aun con sacrificio. Es más, añado que en todas las conversaciones tenidas con mi madre y conmigo, sobre el particular, se veía lo mucho que sufría con todas estas pruebas, así como también cuando debía justificar su conducta respecto al uso de los privilegios obtenidos de la Santa Sede. *** El Venerable siempre que hubo de tratar este tema, apenas nos contaba lo necesario, tanto que a veces no comprendíamos a dónde iba a parar, y de modo que nos veíamos obligadas a preguntarle. Pero él nos hablaba siempre del señor Arzobispo con tan gran respeto y caridad que quedábamos edificadas. Algunas veces, sin embargo, 464 Fin de Página 464 VOLUMEN XI Página: 465 dejaba ver su vivísima pena por no ser comprendido su modo de obrar, totalmente dirigido a la mayor gloria de Dios. Volviendo a mi diario, y a la fecha antes citada, donde he referido la negativa de audiencia, encuentro así reflejada la impresión que me dejó la narración hecha por el Venerable: «Como un manso cordero recibe el aviso de que no podrá hablar con quien desea. No murmura, sino que, alzando casi sonriente los ojos al cielo (y recuerdo que estaba lleno de tristeza), con santa resignación exclama: íhágase la voluntad de Dios! »Los innumerables beneficios compartidos con el amigo se cambian así, y, sin embargo, ícuánto se querían antes! »Por qué habrá cambiado tanto mi tío el Arzobispo? íAh! Quien ha tomado la triste labor de suscitar tales discordias, ciertamente deberá tener mucho remordimiento. »Por qué, entonces, no se desdice de cuanto afirmó sin el más leve asomo de verdad?». A mí me parece que uno de los principales causantes de tales disensiones era el Secretario de mi tío el Arzobispo, el teólogo Tomás Chiuso, difunto ya hace algunos años, y a él aludo con estas palabras. Fui invitada frecuentemente a la mesa por mi tío el Arzobispo, y oí a su Secretario decir chistes y sarcasmos dirigidos a «esos de Valdocco», o bien: «son los de allá abajo». Declaro que aunque yo he sufrido ((554)) perjuicios económicos y experimentado graves disgustos por su culpa, sin embargo no guardo ningún resentimiento contra él, ya que todo lo he perdonado por amor del Señor, y cuando supe que se encontraba en apuros económicos hice saber a alguno de sus parientes o conocidos que estaba dispuesta a socorrerlo. Después de su muerte hice celebrar misas y recé en sufragio de su alma. No me consta y, más aún, estoy convencida de que el Venerable no hablaba con nadie más que con nosotras sobre este tema, y cuando lo hacía, nos decía: «Hablo de ello a ustedes, porque sé con quienes hablo y sé que de ustedes no puedo esperar sino buenos oficios». Añado ahora que el Venerable, cuando aludía a la persona de mi tío el Arzobispo, siempre usaba el título de señor Arzobispo y rara vez «tu tío». *** Estoy convencida de que el Venerable soportó constantemente con paciencia y plena resignación estas dolorosas pruebas como todas las demás. Puedo decir que nunca, durante esta larga controversia, le vi alterado, aunque estaba profundamente afligido. Cuando me refirió que no le concedió la audiencia, de la que antes he hablado, anoté en el diario mi impresión y las palabras que le oí: «Vi a don Bosco: íqué resignado estaba! íY qué afligido! Me sentí inmensamente conmovida al oír estas palabras de sus labios: Tiene uno la voluntad de mantenerse fuerte, de ser valiente ante la adversidad, pero, a fuerza de acumular disgustos sobre disgustos, uno se cansa y no aguanta más». No había visto en mi vida a don Bosco con la faz demudada;pero esta vez, mientras hablaba, su rostro palidecía y después se acaloraba. Nunca he oído a nadie que dijera que el Venerable hubiera manifestado resentimiento por estas controversias. *** Fin de Página 465 VOLUMEN XI Página: 466 A mí me consta que el Venerable, deseoso de tener un entendimiento con el Arzobispo, se encomendó varias veces a nosotras, para que cuando se presentara una ocasión propicia, pudiéramos hacer alguna diligencia con nuestro pariente el señor Arzobispo. Como ya he dicho, ésta era su única intención al hacernos aquellas confidencias; es más, una vez me pidió que escribiera al Arzobispo mi tío, para lograr este intento. El tío me contestó que no eran asuntos de mi incumbencia. Esta carta la rompí hace tiempo. En otra ocasión me dijo el Venerable que le habían preguntado desde Roma sobre estas controversias y dijo afligido: -Es necesario que yo responda, y lo siento, porque lo que deberé referir desagrada al Arzobispo. Mientras decía esto, se comprendía que conservaba siempre en su corazón los antiguos sentimientos de veneración y de ((555)) amistad con el señor Arzobispo. Por otra parte, puedo y debo testimoniar que también mi Veneradísimo tío, cuando hablaba conmigo se mostraba dolorido, más con las expresiones de pena que con las palabras, de que sus relaciones actuales con don Bosco no fueran ya como las del principio del Oratorio: también recuerdo que entonces, cuando mi tío era canónigo, iba regularmente a Valdocco a dar clase de Teología a los clérigos y por la tarde les daba repaso en casa y, además, predicaba y enseñaba catecismo a los muchachos del mismo Oratorio. Puedo también atestiguar que por aquellos tiempos mi tío socorrió económicamente varias veces al Venerable; y conservo un recibo de mil liras, que había entregado para la construcción de la iglesia de María Auxiliadora, recibo totalmente escrito por mano del Venerable. *** Con fecha 13 de noviembre de 1876, encuentro anotado en mi diario que el Venerable me comunicó que había recibido una carta de fecha reciente de S. E. el cardenal Nina, referente a cuanto éste le exhortaba que hiciera para llegar a un acuerdo. Recuerdo que me dijo que el cardenal Nina le sugería que escribiera una carta en la que manifestara su pesar por si alguna vez él mismo o algún miembro de la Congregación hubieren faltado de algún modo al respeto del Arzobispo y que le pidiese disculpa. Supe después que también el señor Arzobispo había recibido una carta del mismo Cardenal indicándole que respondiera a la carta que el Venerable le escribiría. Así me lo contó algún Superior Salesiano. Sé también que la carta que el Eminentísimo Cardenal Nina había dirigido al Venerable, comunicaba que había escrito al Arzobispo para decirle que era deseo del Papa que, después de esto, todo quedara terminado. Cuando el Venerable me confió estas noticias le vi rebosante de alegría, porque todo había quedado arreglado. Encontré, además, entre los escritos de mi tío una carta para su secretario, el teólogo Tomás Chiuso, en la que se mostraba satisfecho. *** Sé que durante el tiempo de las controversias, se publicaron algunos opúsculos contra el Arzobispo. Ignoro a qué se referían. Recuerdo solamente, como si fuera hoy, que oí al Venerable decirme: Se dice y se cree que don Bosco haya escrito o impreso artículos y opúsculos contra el Arzobispo de Turín; pero don Bosco está por 466 Fin de Página 466 VOLUMEN XI Página: 467 completo ajeno a todo. Y me parece que añadió: Dilo públicamente que estoy muy ajeno a todo esto; tengo otras cosas más urgentes y más importantes en que pensar. Estas últimas palabras las recuerdo exactamente. No tengo nada más que deponer sobre el particular. ((556)) 11 CARTA DE DON BOSCO A LA DIRECCION DE FERROCARRILES Ilmo. señor Comendador: He entregado al Jefe de estación de Turín el talonario de abono para mí y para el Rvdo. Angel Savio, que esa benemérita Dirección había concedido gratuitamente. Al manifestar ahora los más vivos sentimientos de agradecimiento y pedir la renovación del favor, suplico a V. S. la concesión del antiguo billete, si es posible, ya sea por medio del talonario, ya sea mediante un billete, cuyo impuesto gubernativo se abone en proporción al uso que del mismo se haga. El motivo es éste: el impuesto gubernativo sube casi a cuarenta liras al trimestre, mientras que, en total, no se hacen viajes que alcancen esa cantidad. Por ejemplo, en el último trimestre de 1874 no me he servido del talonario más que para un viaje a Borgo San Martino y otro a Génova. A veces se pasa un trimestre sin viajar, aunque en otro haya que viajar más. Y dado que esa Dirección concede el favor con la carga del impuesto gubernativo, suplico a la conocida y probada bondad de V. S. haga de modo, si ello es posible, que el impuesto sea proporcionado a los viajes que se efectúen por el ferrocarril de la Italia del Norte. Turín, 6 de enero de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Ilmo. y benemérito señor Comendador: Ante todo le presento mi más vivo agradecimiento por la beneficencia que V. S. Ilma. está dispuesta a concederme, esto es, la de proporcionarme un talonario de abono para las líneas que debo emplear especialmente, o la de solicitar vez por vez la concesión; elijo satisfecho la primera propuesta. Le suplico por consiguiente un talonario de abono para las líneas siguientes: Turín-Susa Turín-Pinerolo Turín-Milán Chivasso-Strambino Turín-Génova-Ventimiglia Génova-Spezia-Florencia Troffarello-Bra-Savona Troffarello-Chieri Fin de Página 467 VOLUMEN XI Página: 468 Bra-Alessandria ((557)) Alessandria-Casale Cantalupo-Acqui. Cuando me deba servir de otras líneas recurriré, cada vez, en demanda de billete para esas líneas o para el trayecto determinado. Los nombres de los titulares del talonario son: Rvdo. Juan Bosco, Director de los Oratorios Masculinos y Rvdo. Angel Savio, Ecónomo. Pido a Dios derrame sus celestiales bendiciones sobre usted, señor Comendador, y sobre todos los Señores de esa benemérita Dirección, mientras tengo el honor de poderme profesar con profunda gratitud, De S. S. Ilma. Turín, 15 de enero de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 12 DON JUAN BAUTISTA LEMOYNE A DON BOSCO Amado Padre en N.S.J. C.: Ya hemos visitado a bastantes de estos verdaderamente nobles y santos prelados, los cuales nos han recibido con toda amabilidad y cordialidad. Monseñor Ricci prometió que nos conseguiría una audiencia con el Padre Santo, a pesar de que las continuas ocupaciones de estos días y el cansancio del Venerable Apóstol lo hacían difícil. El cardenal Berardi nos pareció un verdadero padre; se interesó mucho por las últimas noticias referentes al Oratorio, entró en detalles sobre la oposición del Arzobispo, con mucha confianza y evidente desaprobación de lo que hace con nosotros. En la conversación pusimos de relieve cómo don Bosco y la Sociedad siempre se han mostrado obedientes a los sínodos v a las órdenes del Arzobispo, siempre dispuestos a defenderlo cuando no se tratara de ir contra la evidencia de los hechos, hechos que desgraciadamente ocasionarían continuos choques con el Clero turinés en guardia contra el Superior, si no fuera por la virtud consumada de muchos sacerdotes. Su Eminencia aprobaba y dijo sonriendo: -El Sumo Pontífice ya se lo dijo al mismo don Bosco: «»No fue usted quien lo quiso?». Por lo demás, concluyó diciendo, es una cruz, es una prueba. Habría seguido hablando pero llegó el cardenal Billio. Ya nos había dicho que S. E. M. Vitelleschi, había estado ((558)) aquella misma mañana para pedirle noticias de nuestra Sociedad y que él le había puesto al corriente sobre algunos puntos. No añadió más y nosotros no preguntamos. Su cuñada está completamente curada y su madre se encuentra bien. El cardenal Martinelli nos trató como a hermanos, diría yo. Se detuvo explicando lo largas que resultan las diligencias para los privilegios, pero nos dio buenas esperanzas. El cardenal Consolini nos embelesó con su amabilidad. íVaya hombre de corazón! Fin de Página 468 VOLUMEN XI Página: 469 Nos tomó de la mano y la tuvo entre las suyas largo rato. íCuánto cariño tiene a don Bosco y a la Congregación! Antes de despedirnos nos entregó una limosna de treinta liras para el Oratorio, protestando que nos hubiera dado más, de haber podido. Nosotros se lo agradecimos, primero rogándole que no se molestase, pues se había levantado para ir a buscar el dinero, y después prometiéndole con toda gratitud nuestro perpetuo recuerdo y continuas oraciones. Por último S. E. Vitelleschi. Tuvimos que hacer dos viajes. -íMonseñor tiene mucho que hacer!, nos decían los sirvientes. La última vez añadieron que Monseñor se disponía para ir a almorzar. Yo sabía, por el señor Alejandro que S. E. almorzaba a las dos y media y, como todavía eran las dos y diez, pedí que, al menos, anunciaran al Arzobispo que dos sacerdotes de don Bosco pedían audiencia. Su Excelencia en persona salió a recibirnos y nos pasó a un saloncito. Se habló de la Casa, de los muchachos, de don Bosco y de N. N. Este Prelado es totalmente nuestro. Nos aseguró que, en la primera quincena de junio, se pondría a discusión el asunto de los privilegios. Nos dijo que lo había visto en el Vaticano. En cuatro días hemos recorrido Roma de uno a otro extremo. Sobre todo porque frecuentemente estos Prelados no se encontraban en casa. Hemos intentado visitar a otros pero hasta ahora no hemos podido encontrarlos en casa. Hemos entregado a todos la carta de don Bosco y los libros. -»Y cómo corresponder a tan hermoso regalo?, decían estos buenos prelados.Ya es una dignación el aceptar esta demostración de nuestro respeto y ello nos animará a continuar nuestros trabajos. Por lo demás, bastante han hecho por nosotros al dispensarnos su protección, que les rogamos quieran seguir dispensándonos. Y les hemos asegurado que en todas nuestras Casas se pide a Dios por ellos. Esta es la relación de nuestra misión diplomática. Sigo la carta para decirle que estuvimos con monseñor Fratejacci. Aquello fue un diluvio de cumplidos, un torrente de anécdotas y un río de elocuentes discursos, que duraron sus tres buenas horas. Nos besó, quiso a toda costa que tomáramos una copa de vino blanco y nos invitó a comer para el miércoles. Había estado enfermo con bronquitis durante cuarenta días, por lo que no había podido ((559)) hacer lo que don Bosco deseaba. Pero me aseguró que había estado representando a la Sociedad ante el abogado Menghini; que mañana iría expresamente al abogado; que examinaría la situación para que resultara de modo que obtuviera los votos de la Congregación; que añadiría a las súplicas los principales privilegios, que él notara se habían omitido; nos habló de las horas tristes por causa de N. N. etc. Fuimos también a visitar a la Madre Galeffi y vimos a la sobrina de Pío IX, María Pía. Muchos saludos de parte de estas buenas madres y hermanas. Don Bosco, ruegue por nosotros, que Dios sabe cuánto queremos a nuestro Superior. Apenas hayamos visto al Papa, partiremos a gran velocidad para volver a su lado. Un millón de saludos de parte de la señora Matilde y el señor Alejandro; y también de los Cardenales y Monseñores que hemos visitado. El gato, el papagayo y el señor Alejandro, junto con la criada de monseñor Fratejacci, saludan a don Joaquín Berto. Roma, 16-5-75. Su afmo. hijo LEMOYNE, Pbro. N. B. Bonetti está bien, pero no quiere firmar porque he metido al papagayo. Fin de Página 469 VOLUMEN XI Página: 470 SEPTIEMBRE DE 1875.-MISIONES SALESIANAS EN AMERICA DEL SUR, LO QUE NECESITAN LOS MISIONEROS Lista de las cosas principales que necesitan los religiosos Salesianos que, a fines del próximo octubre, irán a la República Argentina, para abrir un hospicio en Buenos Aires, un colegio para las Misiones y unas escuelas públicas en San Nicolás de los Arroyos, y una iglesia pública en esta ciudad. Los misioneros serán diez por lo menos y muy pronto les seguirán otros. Ornamentos y vasos sagrados 5 cálices, casi 300 liras. -2 copones, 200 l.-1 custodia, 100 l.-50 corporales, 100 l.-100 purificadores, 100 l.-100 pañitos de manos, 100 l. -Casullas de todos los colores, con cíngulo, manípulo, bolsa de corporales y estola, 500 l.-4 verdes, 500 l.-4 blancas, 500 l.-4 negras, 400 l.-Ornamentos (esto es, casulla, dalmáticas, pluvial para solemnidades), 1.000 l.-20 albas, 800 l .-((560)) 100 amitos, 200 l.-20 manteles para el altar, 200 l.-2 incesarios y navetas, 40 l.-15 roquetes, 300 l. -3 pluviales ordinarios, varios colores, 300 l.-8 misales, 150 l.-8 sacras para el altar, 60 l.-3 cartones para la bendición, 20 l.-12 Breviarios colección, 150 l.-2 antifonarios, 160 l.-1 molde para hacer hostias, 150 l.-Campanillas para la santa misa, 50 l.-3 atriles para los misales, 40 l.-4 lámparas, 200 l.-2 juegos de candeleros, 50 l., en total, 1.000 l.-10 pares de vinajeras, 30 l.-2 sotanas de verano, 20 l., en total, 1.000 l.-Sotanas para el invierno, 1.000 l.-20 esclavinas, 400 l.-10 dulletas, 800 l.-18 pares de calcetines para cada uno, en total 180, 400 l.-6 pantalones de verano, 60 en total, 600 l.-6 pantalones de invierno, 600 l.-6 chalecos para cada uno, 60 en total, 600 l.-60 camisetas, 300 l.-12 calzoncillos para cada uno, en total 120, 600 l.-30 pañuelos para cada uno, en total 300, 200 l.-24 camisetas para cada uno, total 240, 800 l.-8 sábanas, total 80, 800 l.-2 sombreros, total 20, 200 l.-4 bonetes para la iglesia, total 40, 240 l.-3 cepillos de ropa, total 30, 50 l.-3 cepillos de calzado, total 30, 25 l.-6 peines y lendrera, total 60, 30 l.-3 tijeras. total 30, 20 l.-1 harmonium, 800 l.-1 piano, 800 l.-500 «Joven Instruido», 300 l.-50 encuadernados en lujo, 50 l.-50 «Católico Instruido», 50 l.-80 servilletas, 60 l.-25 «Católico prevenido», 50 l.-50 Resumen de Historia Eclesiástica, 40 l.-25 Historia de Italia, 60 l.-100 Resumen de Historia Sagrada, 60 l., 50 más extensa, 5 l. -1.000 libritos nuestros anónimos, 150 l.-20 Horas Diurnas, 60 l.-Métodos para canto gregoriano, para música vocal, para órgano, varias piezas, 150 l.-10 Teología Moral, Scavini, 200 l.-10 Teología Dogmática del padre Perrone, 200 l. Predicación 5 ejemplares obras Ligorio, 250 l. -5 Obras Segneri, 100 l. Ascética 5 La Puente y Rodríguez, 200 l. Cuadros de María Auxiliadora, de San Francisco, de San Luis, 300 l. -Cuellos, Fin de Página 470 VOLUMEN XI Página: 471 alzacuellos, corbatas, 10 l. -Cortinas para la ventana de la capilla, etc., 200 l. -Alfombra para el altar, 100 l.-Frontal, 100 l.-Mitad del viaje, 4.000 l.-total 26.355 l. N. B. El Municipio de San Nicolás paga la otra mitad del viaje. ((561)) 14 SUPLICA DE DON BOSCO AL PAPA (en latín, en el original) Beatísimo Padre: Entre las cosas que se pueden conferir a los Institutos para bien de las almas, parece que se debe contar la facultad de presentar los candidatos para que reciban las sagradas órdenes en el lugar y tiempo oportunos. Por esta razón, Beatísimo Padre (3 de abril 1874) te dignaste conceder a la Congregación Salesiana que pueda otorgar las cartas dimisorias para presentar al Obispo Diocesano, conforme al Decreto de Clemente VIII del 15 de marzo de 1596. Y como en nuestros tiempos es tan grande la escasez de sacerdotes y en nuestras regiones urge tanto la necesidad de ellos, y más en nuestras misiones extranjeras y en las casas que allí hemos de abrir, de rodillas a tus pies, pido que por el bien de las almas, por la necesidad de las misiones y por la utilidad de la Iglesia, concedas con un don singular a la Congregación Salesiana: Que los clérigos de nuestra Congregación, mientras se cumplan todos los requisitos, puedan recibir, con las dimisorias de sus Superiores, las Ordenes Sagradas fuera de las témporas establecidas por los sagrados canones, libre y validamente, de manos de cualquier Obispo que esté en gracia y comunión con la Sede Apostólica. Este privilegio ya lo había concedido el nombrado Clemente VIII el 23 de noviembre de 1596 a la Congregación de San Juan Evangelista en Portugal. Después también lo consiguieron muchos otros religiosos. Por fín Tu Santidad enriqueció con este privilegio a la Congregación de la Misión, con el Breve «Religiosas Familias» del 13 de mayo de 1859. Humildemente postrado a tus pies pido suplicante que añadas este nuevo beneficio a los innumerables con que nos has favorecido como un don singular de Tu Santidad en favor de la Congregación Salesiana. JUAN BOSCO, Pbro. 15 SUPLICA DE MONSEÑOR VITELLESCHI AL PAPA Beatísimo Padre: El reverendo Juan Bosco, Superior General de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, después de haber obtenido por la benignidad de V. Santidad la aprobación de las Constituciones de su Instituto, animado ahora por las precedentes concesiones ya hechas por Vuestra Beatitud, ((562)) se presenta humildemente a su Apostólico Fin de Página 471 VOLUMEN XI Página: 472 Trono exponiéndole cuánto contribuiría al mayor incremento y provecho de su Congregación que se le concediera el privilegio, otorgado por la Santa Sede Apostólica a las Ordenes Regulares, de extender las cartas dimisorias para la promoción a las órdenes menores y mayores, incluido el Presbiterado, conforme al Decreto del Pontífice Clemente VIII del 15 de marzo de 1596. Habiéndose extendido la Congregación Salesiana a no menos de siete diócesis y no pudiendo los socios tener constante y estable morada en determinadas casas, sino al contrario, debiendo ser trasladados de un lugar a otro, se les presentan serios inconvenientes, para que los respectivos Ordinarios puedan tener la completa seguridad de los presentados para admitirlos a las órdenes cuando están dotados de los debidos requisitos. Además, la concesión que se implora conduce a la unidad de régimen que es elemento indispensable para la conservación del espíritu y de la finalidad del Instituto. Por tanto, el suplicante ruega a Vuestra Santidad que, a semejanza de cualquier otro Instituto similar, se digne conceder al Superior General de la Sociedad Salesiana pro tempore la facultad de extender las cartas dimisorias en favor de los socios de la misma, promovidos a las órdenes menores y mayores, que ya hayan emitido los votos simples perpetuos, extendiéndolas al mismo privilegio de que gozan los regulares propiamente dichos, como se lo concede el susodicho decreto del P. P. Clemente VIII. VITELLESCHI 16 SUPLICA PARA LOS PRIVILEGIOS (en latín, en el original) Beatísimo Padre: El sacerdote Juan Bosco, humildemente postrado a los Pies de Tu Santidad, y en favor de la Congregación Salesiana, expone: El 3 de abril del pasado año 1874, esta Pía Sociedad recibió de Tu Clemencia la aprobación absoluta y específica de las Constituciones y con ella varios privilegios. Después de tan gran favor, aunque todos los socios de esta Congregación estén en ello, sin embargo, para conseguir la regular observancia y el deseado bien de las almas, se han presentado frecuentemente muchas dificultades en el ejercicio del sagrado ministerio y en la administración de las casas, colegios e iglesias. Y siendo así que, en nuestras regiones, todas las Congregaciones Eclesiásticas gozan de casi todos los mismos privilegios, se anda diciendo a menudo sobre nosotros, si se nos habrán concedido los privilegios que gozan las demás Congregaciones. A todo lo cual no es fácil dar una respuesta. ((563)) Ya tuvieron dificultades de este género los Redentoristas, de las cuales no se vieron libres, a pesar de haber conseguido muchas concesiones otorgadas directamente, por el Rescripto de Benedicto XIV, Clemente XII y Clemente XIV, hasta que no se les concedieron a dichos Redentoristas los Privilegios de los Pasionistas, por comunicación, con el Rescripto de Pío VI, el 20 de octubre del 1871. Casi las mismas dificultades tuvieron los Oblatos de la Bienaventurada Virgen María, las cuales hizo desaparecer León XII, cuando llevándolos por el mismo sendero, les concedió por comunicación todos los privilegios y gracias espirituales de los Redentoristas. 472 Fin de Página 472 VOLUMEN XI Página: 473 Ahora bien, como nuestra humilde Sociedad tiene el mismo fin y casi la misma mies evangélica señalados por sus Constituciones que las ya encomiadas Congregaciones, se piden humildemente sus mismos privilegios. Y se pueden además añadir algunas peculiaridades suyas que conviene anotar: 1. La naturaleza de la Congregación, que por estar desprovista de todo recurso material, necesita de la ayuda de especiales privilegios para que, en medio de tantas tempestades de los tiempos, pueda consolidarse y mantenerse. 2. La multitud de Socios, Alumnos, Colegios y Hospicios, cuyos Rectores han de acudir a la Santa Sede por nuevos casos y dudas graves que provienen de las dificultades que en la correspondencia con los distintos Ordinarios de los lugares se suscitan casi por igual. 3. Las Misiones en lugares distantes, ya aceptadas, y las varias casas de cuya apertura allí se trata, hacen muy difícil el recurso frecuente al Romano Pontífice, para conseguir las oportunas facultades. 4. Las circunstancias especiales de los lugares y de los tiempos, que parecen aconsejar que prudentemente se haga mucho, pero que no se publique (multa facere sed non patefacere). Simplemente anotadas estas cosas, todos los Salesianos de rodillas a Tus pies, Beatísimo Padre, suplicantes te pedimos que concedas por comunicación a nuestra Congregación las facultades, privilegios y gracias espirituales que gozan otras Congregaciones y nominalmente la Congregación del Santísimo Redentor, esto es: como si le fueran concedidas especial y expresamente y de igual forma e igual equiparada a la Congregación Salesiana y expresadas palabra por palabra y con idéntica intención. Por medio de esta comunicación, Beatísimo Padre, ya tiene la Sociedad Salesiana un camino expedito y seguro a seguir: los Ordinarios de los lugares conocerán todos los privilegios de que goza, especialmente en las Misiones que hemos de aceptar y en las casas que hemos de abrir en regiones distantes. Mientras todos a una pedimos esto, con todo el corazón elevamos a Dios nuestras súplicas para que Tú, Beatísimo Padre, nos concedas sólo lo que juzgues que será mejor en el Señor, para utilidad nuestra y provecho de las almas. JUAN BOSCO, Pbro. ((564)) 17 MONSEÑOR FRATEJACCI A DON BOSCO Veneradísimo y queridísimo don Bosco: Al mediodía de hoy se ha levantado la sesión de la Comisión de los cardenales Patrizzi, Bizzarri, De-Luca y Martinelli, reunida desde las nueve para discutir la instancia de don Bosco, y presente el Secretario monseñor Vitelleschi. Estaba yo en la antecámara del cardenal Patrizzi, por lo que pude acercarme al cardenal Martinelli en el momento de la salida y enterarme en breves palabras del resultado de la reunión. Pero, no satisfecho con ello, he pedido audiencia al Cardenal Vicario, a quien llegué el primero después de esta reunión; le referí brevemente un asunto de mi incumbencia y luego le pregunté por el resultado de la instancia de don Bosco. El amablemente Fin de Página 473 VOLUMEN XI Página: 474 me dijo que el asunto sigue todavía bajo alto secreto, porque la comisión de los Cardenales ha dejado todo a lo que definitivamente decida el Padre Santo, a quien se presentara la Relación. Después añadió que, en cuanto a la primera duda formulada a la Comisión por el experto abogado Menghini, acerca de las dimisorias de los clérigos ad quemcumque episcopum, etc., no ha sido posible admitirla por las muy graves dificultades que presenta. Y una de las principales, »adivina usted cual puede ser? íLa oposición hostil y constante de cierto Prelado que usted conoce muy bien! Se podría temer por ese lado una serio conflicto con la Santa Sede, que, en estos momentos en que es necesaria la mas estrecha unión de todo el Episcopado, se debe evitar totalmente. En cuanto a la otra duda, concerniente a los privilegios, y las gracias, ad instar etc., aunque la Comisión no ha aceptado la fórmula ad instar, sin embargo se ha decidido en favor de la petición, especificando los privilegios y las gracias, etc. Apenas salí del despacho del cardenal Patrizzi comuniqué al abogado Menghini, que esperaba en la calle, todas estas noticias y sostuve con él una larga conversación, de la que seguramente ya tendrá usted alguna referencia en la carta, que me ha asegurado le escribiría hoy mismo. Siento mucho decirle que yo no puedo, ni tampoco otros podrían, explicar en una carta las Personas de los Jueces, las convicciones particulares de cada uno, y las diligencias que yo he hecho, primero para saber las dificultades y después para resolverlas una a una. Tampoco el abogado Menghini ha descuidado nada de cuanto se podía hacer con leal amistad con usted. íYa ha leído usted su preciosa consultación! Al volver ayer a casa, tras la última visita a monseñor Martinelli a las seis y media de la tarde, después de haber hablado con el cardenal De-Luca, me pareció estar muy satisfecho de la buena impresión que me había quedado en el animo del uno y del otro Eminentísimo, pues se mostraron no sólo inclinados, sino vivamente interesados por favorecer en todo la buena y óptima causa de don Bosco; por todo lo cual (lo confieso) yo me esperaba una decisión ((565)) generalmente favorable a todo, si bien no ignoraba que uno de los Cardenales, y otro mas que no es Cardenal, estaban plenamente de acuerdo para contrariarla. Se ve que el espectro, hábilmente presentado ante cualquier ruptura entre el Prelado N. N. y la Santa Sede, ha hecho mella en el animo de los tímidos Jueces, y allí donde era preciso resistir con coraza de bronce y demostrar que, mientras la Iglesia se alegra de ver el Jansenismo extinguido en toda Francia, donde tanto tiempo y con tan tristes consecuencias dominó, no puede de ningún modo tolerar, que quiera, por medio de un prelado, resucitar en el Piamonte, se haya tolerado buenamente y sin estrépito el efecto maléfico de este fantasma de la cobardía, de ningún modo justificable: illic trepidaverunt timore ubi non erat timor! (temblaron de miedo allí donde había temor). Quidquid sit (sea lo que fuere) de todo esto, y de otras varias cuestiones, que con amigable sinceridad manifesté a Menghini, en las que plenamente coincidió, puedo asegurarle con certeza, que, juntas las personas y las circunstancias expuestas, y particularmente las del tiempo en que se trató y discutió su Instancia, podemos calcular que se ha obtenido al menos el noventa por ciento en lo que la Comisión ha decidido. Puesto que, en primer lugar, no se excluye absolutamente el privilegio de las dimisorias, sino que sólo se opina que no conviene darlo ahora a perpetuidad, como se solicitaba. En segundo lugar, cuando el Instituto Salesiano tenga los privilegios que se proponían en la segunda duda: »de qué sirve se hayan concedido los privilegios con la fómula ad instar o si los mismos privilegios, dados a los otros Institutos, hayan sido especificados? Resulta por las actas, a modo de ejemplo, que los Redentoristas 474 Fin de Página 474 VOLUMEN XI Página: 475 obtuvieron con distintas demandas, uno tras otro, los privilegios que ahora tienen. Resulta que el privilegio de dispensar de los intersticios se concedió por vez primera por Pío IX, a los Paúles, que ya se gloriaban de tener tres siglos de existencia. En tercer lugar, le queda siempre abierta a don Bosco la puerta para añadir una nueva instancia y pedir y obtener lo que hoy juzgó la Comisión que no era oportuno decretar; por otra parte, la opinión de la Comisión es, según he entendido, tan fluctuante, e indecisa, que deja al Padre Santo por completo el encargo de decir lo que crea conveniente. »Recuerda usted lo que hizo el Padre Santo en la decisión anterior, cuando se trataba de aprobar definitivamente el Instituto? »No podría efectuarse ahora otro tanto? »Y por qué no? Sólo me disgusta la ausencia del Emo. Berardi en Roma. He intentado inútilmente saber noticias suyas, hasta esta misma mañana, pero nada se sabe por el momento de cuándo volverá a Roma. Si usted cree oportuno interesar al cardenal Antonelli para que trate el asunto con el Padre Santo, y le escribiese inmediatamente una carta... si quiere que yo le hable... por suerte mañana, por celebrarse el Consistorio, no hay audiencia. Por tanto, el resultado de la reunión que hoy ha celebrado la comisión, no puede saberse hasta dentro de ocho días. Pero ((566)) debido a la promoción de Vitelleschi, está vacante el puesto de Secretario de Obispos y Regulares; por tanto, no se hará la relación al Papa, según yo creo, más que por el nuevo Secretario; y, por consiguiente, pasarán varios días más, útiles para poder actuar ante el Padre Santo. íííSi estuviera aquí el cardenal Berardi!!! Pero están aquí el Señor y nuestra buena Madre María Auxiliadora que, como en otras necesidades y circunstancias, también ahora inspirarán al Papa lo que deba hacer, para mayor gloria de Dios, e incremento de su nuevo Instituto, tan aceptado y querido por todos. El Cardenal Vicario y el cardenal Martinelli me han comunicado confidencialmente sus cartas. »Por qué no escribir otra al cardenal Antonelli, tanto más que Menghini fue a presentarle una copia de su consulta? Pero vea usted lo que más conviene. En cualquier cosa que yo pueda hacer, ya sabe que estoy siempre preparado y siempre en guardia. Usted mande, y todo se hará de corazón, y con el mayor gusto. Mi salud ha mejorado un poco, pero va decayendo mi estado moral. »Y cómo puede ser de otro modo en este difícil teatro, en el que nos tenemos que mover, como actores o como espectadores? Téngame presente en sus oraciones y encomiéndeme a las plegarias de esos buenos muchachos. Reciba mis saludos y mis plácemes por la victoria ya conseguida, sin perjuicio de otra próxima. Inesita y todos los de casa le envían sus particulares saludos y afectos. Tenga la bondad de saludar cordialmente, en mi nombre y en el de todos los de mi casa, a sus respetables profesores Lemoyne, Bonetti, don Joaquín Berto y Francesia. El buen Graziano, que ha venido a saludarme dos veces, y está ahora de maniobras militares, envía sus particulares saludos para usted y don Joaquín Berto. Renovando los sentimientos de mi más afectuosa veneración y verdadera estima, me siento orgulloso de profesarme De V., Venerando y Carísimo Bosco. Roma, a 16 de septiembre de 1875. Su s. s. y afectísimo amigo JUAN BAUTISTA FRATEJACCI, canónigo Fin de Página 475 VOLUMEN XI Página: 476 CARTA DE MONSEÑOR FRATEJACCI A DON BOSCO Veneradísimo y carísimo don Bosco: A mi carta de ayer uno la presente de hoy que íno podía sospechar había de escribirle! Lo siento de veras por usted y por el gran afecto y aprecio sin límites que confieso profesar a usted y a su Instituto. ((567)) Pero no puedo empezar sin antes recordar las primeras palabras del sagrado Libro de Tobías: quia acceptus eras Deo, necesse fuit ut tentatio probaret te! (y porque eras acepto a Dios fue necesario que te probara). Sí, sólo con este criterio puede enjuiciarse el hecho de la Comisión de los Cardenales. El meticuloso trabajo del Secretario de la Comisión y lo que lo precedió y acompañó; y, peor aún, lo que siguió al Congreso de los eminentísimos Cardenales. Cosas increíbles, más que verdaderas, insólitas, extraordinarias y que enojan a cualquiera que las observe. Pero íbendito sea Dios! Nos consolamos también en esto, porque ello demuestra, que acceptus eras Deo. Es inútil que yo le repita lo que le escribe el abogado Menghini, que lamenta muchísimo conmigo los términos definitivos de la decisión, que facto verbo cum Sanctíssimo, ha terminado y comunicado hoy Monseñor Secretario (ya Eminentísimo) con el mismo. Me limitaré solamente a hacerle ver el finísimo trabajo efectuado en torno a este asunto. No contento el señor Secretario con notificar al abogado Menghini que no escribiese más que unas brevísimas palabras en vez de la exposición, completa y concluyente, que él ha escrito y distribuido a los Cardenales, se ha dado prisa para bloquear al Cardenal Vicario y ganárselo, sabiendo como cosa cierta el modo de pensar de Bizzarri. Hizo usted bien escribiendo las cartas que escribió, pero Monseñor Secretario estaba aquí para neutralizar el efecto que éstas podían haber producido. Sucedió, pues, que el Cardenal Vicario, que fácilmente hubiera apoyado el parecer más benigno y favorable de Martinelli y De-Luca, se puso, por el contrario, resueltamente de parte de Bizzarri y del Secretario, el cual es el primero que habla con voto consultivo solamente, pero que en esta ocasión se convirtió en decisivo por la influyente y muy delicada circunstancia de que al día siguiente debería vestirse también él con los colores que usted sabe. Desviada así la opinión de todos los congregados, y alarmados con el fantasma, hábilmente presentado, de una posible ruptura de tal prelado (M. G.) con la Santa Sede, tuvieron ya poco que decir Martinelli y De-Luca, siendo así que se pudo haber obtenido, lo repito, el noventa por ciento en su favor. Y todo »por quién? Por un hombre, que alardeaba de ser amigo entrañable de don Bosco, y que íquizá también le debe mucho del color que hoy viste! »Y cuándo? Precisamente cuando cesaba en su cargo de Secretario. Justamente dos días después de haber entregado toda la documentación de la oficina al sustituto M. Trombetta, diciéndole, al firmar no sé qué documento: -íMi última firma como Secretario! »Y cómo pudo quedarse con la cuestión de don Bosco? »Cómo pudo intervenir dos días después en el asunto de la reunión de la Comisión? Dado que por su convicción íntima fuera contrario a la petición de don Bosco, »por qué no aprovechó la favorable ocasión del cese en su cargo, para guardar silencio y dar a otro la incumbencia de tratar de este asunto? 476 Fin de Página 476 VOLUMEN XI Página: 477 ((568)) Pero no es esto todo. Para que el trabajo de esta tentación (ut tentatio probaret te) quedase terminado y perfecto por todos los costados, quiso el Secretario asumir el encargo, que nadie le impidió por la delicadísima circunstancia ya dicha, de llevar él mismo, contra todo uso y costumbre, aquella misma tarde, todo el resultado de la Comisión a la Audiencia del Padre Santo por vía extraordinaria, esto es, sin aguardar el curso acostumbrado de las audiencias pedidas y ya señaladas, para dejar el asunto liquidado y terminado como él quería, y como claramente aseguró a Menghini y a cuantos trataron esta causa. Y no bastó esto. A la deslealtad y dureza de alma del Secretario se unió el cinismo, al responder esta mañana a Menghini, que le preguntó sobre el resultado de la Comisión, y él, riendo y muy satisfecho, dijo estas palabras: -Seguro, ícuando don Bosco lo sepa (esta decisión) no va a quedar muy contento! 1 ........................................................................ . 1 El XI volumen de estas M. B. tuvo dos ediciones. En la segunda, que es la que traducimos, se suprimió algún pasaje, como aquí lo indican los puntos suspensivos, y se añadieron otros. Hemos podido hacernos con estos dos párrafos, que damos a conocer al lector, pues ya han pasado más de cincuenta años desde que se hizo la edición, se han hecho diversos estudios críticos sobre la cuestión y sus personajes, y parece que esto ya no puede perjudicar ni comprometer a ninguna de las partes. El párrafo 1 va en la primera línea y el 2 en la segunda. 1. Mi querido don Bosco, íéstos son los amigos que presenta nuestro siglo, y los sinsabores de los hombres de Dios! íEsa es la cuenta en que se tiene el bien de las almas, el honor de la Iglesia, el progreso de la sociedad civil! Me recuerda el caso del martirio del Bautista, aureolado con la elocuencia de san Ambrosio. El hecho arriba narrado del Secretario es una copia fiel y conforme. »Quién no habría creído que, in die natalis sui (de su promoción), no hubiera querido el Monseñor Secretario aprovechar tan bonita circunstancia en favor del amigo, y tal vez gran bienhechor, don Bosco? Y al ver que reservaba para sí esta única posición respecto al amigo don Bosco, mientras dejaba y consignaba todos los demás asuntos en manos del sustituto, »quién no se habría esperado, que quisiera inaugurar su nueva dignidad con un bonito acto de favor y protección al naciente Instituto, casi celoso por no permitir que ningún otro tomara en su mano tan hermosa gloria? Y al verle acudir y recurrir varias veces al Cardenal Vicario, a Bizzarri, »para qué otra cuestión iba, sino al favor que el amigo lleva en el corazón de mostrar a su amigo, y lo diré mejor, al Clero, a la Iglesia, a las almas, a Dios? Pero, todo al revés, al extremo de que allí en donde otra mano cortó la cabeza del Profeta y no la de Herodías, en este caso fue la misma mano la que cortó nuestra causa por vía extraordinaria, la presentó, la enterró y se glorió de haberla matado y sepultado. Quanta in uno facinore sunt crimina! Pero, vive Dios, si los huesos profetizaron en el campo de Ezequiel, no quedará muerta para siempre la causa de don Bosco. íElla posee el cedro que la hace incorruptible, el cedro del amor de Dios y del prójimo, el cedro de la virtud y de la protección de María Santísima Auxiliadora! Si tiene paciencia, el Secretario verá quizá dentro de poco, que osa pariter prophetaverunt! Al tocar todo esto con la mano ni yo, ni Menghini creíamos en nosotros mismos. 2. Sí, es así. Casi cada día se renueva la escena descrita en el libro sagrado de Job, cuando se presentan los bueyes, jadeando por el ardor del sol y el sudor, avanzando lentamente bajo el yugo para abrir la tierra con surcos derechos y preparar mies abundante en favor del hombre. Boves arabant. Pero hay aquí alrededor otros animales que retozan y están ociosos y van a buenos pastos ramoneando las hierbas mejores, y cocean y cada día se engordan y engrasan más: et asinae pascebant secus ipsos, casi insultando al trabajo y al sudor benéfico del buey paciente y laborioso. Pero basta, si así hacen los hombres, Dios hablará algún día. Y será terrible su voz. Yo, en Fin de Página 477 VOLUMEN XI Página: 478 Yo lo sentí como si se tratara de una gran desgracia que me ocurría a mí: es más, si hubiera sido cosa mía no hubiera experimentado ((569)) tanta amargura y dolor. íUsted me conoce, y sabe mi manera de pensar y de juzgar! El abogado Menghini era del parecer de enviar una Instancia en favor de la exención, para que el rescripto no quede como causa juzgada. Yo era del mismo parecer, pero, pensándolo mejor, creo que eso siempre se podrá hacer y que quizá sea mejor esperar ocasión más propicia. Dejo, sin embargo, a su opinión que decida lo que mejor crea. Berardi no estaba hoy en Roma; también tenía que ocurrir esto: quia acceptus eras Deo, necesse erat ut tentatio probaret te. Pero después de las tentaciones que sufrió Tobías, sabemos también cuáles fueron sus consuelos y la suerte que corrió el demonio Asmodeo, enemigo de Sara, y cómo floreció su casa, figura o imagen del Instituto de don Bosco, que, pese a las contrariedades de algunos hombres, vivirá y seguirá adelante, y hará un bien inmenso en la Iglesia y en la sociedad. Ruego a su bondad acepte este desahogo de mi alma como un tributo del aprecio y afecto ilimitado que le profeso. Y con ello mis saludos, los de la buena Inés y todos los de casa, que se unen a mí para pedirle que no nos olvide en sus oraciones y nos recomiende a las de esos buenos jóvenes. Un saludo particular para don Juan Bautista Lemoyne, don Joaquín Berto, don Juan Bonetti y don Juan Francesia. Beso reverentemente sus manos, y de todo corazón me reitero siempre. De usted muy querido y venerado don Bosco, Roma, 17 de septiembre de 1875. Su s. s. y afmo. amigo JUAN BAUTISTA FRATEJACCI, Can. el ardor de mi enfado, hablando con la buena de Inés, que tanto se lamenta, dejé escapar de mi boca, no sé como, esta expresión: -Mirad, le dije, no pasará este año, y quizá ese Secretario será juzgado por Dios. »Tenía que ser yo también uno de los osos, que profetizaron? No lo quiera Dios, y conceda también a nuestros enemigos todo el bien que deseamos para nosotros; pero, líbrenos de una vez de tanto males, como nos inquietan y oprimen el alma, e irritan las entrañas de quien vive, y no vegeta (N. del T.). 478 Fin de Página 478 VOLUMEN XI Página: 479 ((570)) 19 MONSEÑOR FRATEJACCI A DON BOSCO Muy querido y venerado don Bosco: íEstoy pasmado!... Y casi no creo en la verdad y seguridad de lo que me apresuro a escribirle. Querido don Bosco, Deus Dominus loquutus est (El Señor Dios ha hablado). El cardenal Vitelleschi ha muerto. Acometido con una fiebre tifoidea, a las tres de la mañana, naturae debitum solvit (pagó su tributo a la naturaleza). Treinta días justos después de su promoción. íCasi a los treinta días de su conocido rescripto, sobre la causa de los Salesianos y de don Bosco! En el paroxismo del gran disgusto y de la contrariedad que verdaderamente experimenté por aquel rescripto o decreto, que jamás me hubiera esperado, recordando la profecía de la Venerable Ana María Taigi, que, encontrándose presente en el gran cortejo del nuevo cardenal Marazzano, cuando éste se dirigía a San Pedro luciendo la púrpura por vez primera, exclamó: -»Para qué toda esta pompa, si dentro de cuarenta días estará el Cardenal bajo tierra...? Sin medir las palabras que pronunciaba también yo dije a la buena Inés, a quien confiaba la amargura de mi alma, por lo que le había sucedido a usted: -Acordaos del día en que estamos y tened presente que Vitelleschi, elegido hoy Cardenal, antes de que termine este año 1875, ya no se contará en el número de los vivos. Puedo asegurarle que al decir estas palabras no tenía ningún deseo de esta muerte, ni espíritu alguno de venganza, ni otro sentimiento del que me pueda remorder la conciencia. Yo hablé de un acontecimiento futuro totalmente en las manos de Dios y ajeno, por tanto, a la conciencia de los hombres, como fríamente diría un historiador sobre un acontecimiento de la antigüedad. Pero parecía que después de aquel rescripto, en el que se había apurado el juicio de los hombres y especialmente de Vitelleschi, Dios mismo debía decir una palabra y repetí a la buena Inés: -Acordaos de que no habrá terminado el año y el Cardenal de hoy ya no estará en vida... Fue menester que Dios moviera mi lengua en aquel momento, ya que las gracias gratis datae las otorga Dios a quien quiere, sin atender a la virtud ni a la santidad del sujeto; y hasta profetizó la misma burra de Balaán. Por eso, hasta se lo dije a la buena Inés, que podría certificarlo, y creo que también se lo escribí a usted a su tiempo. Se trataba de un hombre joven, en el pleno vigor de sus energías, en el día de su exaltación a la púrpura tan vivamente por él deseada. »Cómo pude afirmar, con la certidumbre con que yo lo afirmaba, un suceso tan remoto o imprevisible y precisar un tiempo tan corto que los hechos han abreviado aún más? A cuatro meses había yo ((571)) reducido el tiempo de la alegría por el honor de la púrpura y de la vida, y de hecho íno ha llegado más que a un solo mes! íQué suceso!, íqué meditación! Lo repito, estoy pasmado, mas sin remordimiento de haber deseado esta muerte, ni de haberme alegrado de que sobreviniera. Por el contrario, lo siento, y me duele el mal del prójimo, aunque sea verdad que yo lo haya predicho y haya resultado verídico profeta anunciándolo antes de que sucediera, Fin de Página 479 VOLUMEN XI Página: 480 cuando nadie en el mundo hubiera podido preverlo, o pensarlo; y no digo creerlo, porque hubiera parecido una paradoja, un absurdo, un algo casi imposible. íY cuántas otras consideraciones deben hacerse sobre el suceso! Pero es cierto que la última actuación que el difunto se reservó, después de cesar como secretario, fue la actuación que afectaba a don Bosco y que el rescripto dado en esta causa (que usted ya conoce, según me aseguró nuestro abogado Menghini, ahora mi colega Eustaquiano 1) fue el último documento oficial que él escribió en su calidad de Secretario. Pues bien, después de éste no ha podido hacer ninguno más; no ha tenido tiempo para asistir a ninguna otra reunión o Congregación, no ha podido publicar rescriptos de los decretos de ningún género. Por tanto aquella acta sirvió de enlace con la muerte. Por lo tanto aquel rescripto fue para el Eminentísimo su visto bueno para el otro mundo. Aquella última audiencia con el Padre Santo fue la señal de la próxima audiencia con Dios, que decide en el juicio particular la suerte eterna de cuantos mueren aquí. Querido don Bosco, estoy tan impresionado y conmovido con todo esto y las circunstancias que le acompañaron, que debo repetir con íntima convicción lo que el Poeta pagano decía: Coelo tonante credidimus Deum... regnare! (Creemos que Dios reina cuando el cielo truena). Pero descansen en la paz eterna los difuntos. Yo ya he rezado y seguiré rezando por el Cardenal difunto, como creo hará también usted junto con sus buenos alumnos. El Señor, rico en misericordia, lo tenga en su goce eterno. Requiescat in pace. Amen. Después de este gran suceso creo, mi querido don Bosco, que su causa está ganada. Dios mismo la ha juzgado. Ya lo verá usted. Por ahora soy de parecer que no se debe dar ningún paso. Conviene primero informar al nuevo Secretario de Obispos y Regulares, monseñor Sbarretti. El llega después de una larga contradicción y comprenderá mejor cuanto le digan acerca de la causa de don Bosco. Cuando se pueda esperar justicia por este lado, podrá influir mucho un oficio del Cardenal Berardi, y solamente con estos elementos se podrá muy bien empezar de nuevo y obtener lo que el difunto no quiso conceder. Cuando al Padre Santo se le puso en la cabeza nombrar cardenal a San Felipe Neri, quien no quería tal dignidad, tanto se encomendó a María Santísima que la Señora lo remedió todo llamando a la bienaventuranza del Cielo a aquel Santo Pontífice. ((572)) El Sucesor, sabedor del hecho, ya no insistió para hacer cardenal a San Felipe Neri. Así ocurrirá también con don Bosco y con los Salesianos. Cuando se vea que los decretos en su contra, van acompañados de la muerte, verá usted prácticamente que no habrá que temer tales decretos. Cuando habla Dios, los hombres se quedan mudos; deben callar por necesidad. Dominus Deus, Deus Deorum loquutus est!!! No sé qué más poner en esta carta. íAún no me he rehecho de mi estupor! Le saludo afectuosamente y se une a mí la buena Inés. Ruegue por nosotros. Saludos a todos los amigos salesianos y a todos los pilluelos, y besando sus manos me repito, medio en éxtasis Roma, 17 de octubre de 1875. Afmo. s. s. y amigo J. B. FRATEJACCI, Can. 1 Hay en Roma una iglesia dedicada a San Eustaquio, situada cerca del Panteón, con sus canónigos propios. J. B. Fratejacci era uno de ellos. Y, como también Menghini logró serlo, ambos se convirtieron en «colegas Eustaquianos». (N. del T.). Fin de Página 480 VOLUMEN XI Página: 481 CONDICIONES PARA INGRESAR EN EL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES DE TURIN-VALDOCCO Sección de aprendices Para que un muchacho pueda ser admitido en la casa llamada ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES en Valdocco, en calidad de aprendiz, son necesarias las siguientes condiciones, de acuerdo con el Reglamento de la misma Casa: 1. Que el muchacho tenga 12 años cumplidos y no pase de los 18. 2. Que sea huérfano de padre y madre, no tenga hermanos o hermanas u otros parientes, que puedan cuidarse de él. 3. Que sea totalmente pobre y abandonado. Si el muchacho reuniere las condiciones y poseyere algo, deberá traerlo consigo a la Casa, donde será empleado a su favor; porque no es justo que se aproveche de la caridad de otro el que puede vivir de lo suyo. 4. Que esté sano y robusto y tenga buena constitución. 5. Que presente certificado de las condiciones arriba dichas, juntamente con los certificados de nacimiento, bautismo, vacunación o de haber pasado las viruelas, y el de buena conducta, extendido por el Párroco. Sección de estudiantes Para que un muchacho pueda ingresar en la sección de estudiantes es necesario: 1. Que haya aprobado la enseñanza elemental. 2. Que quiera hacer los cursos del bachillerato o gimnasio. ((573)) 3. Que se distinga muy especialmente por su conducta moral. 4. Que esté sano y robusto y tenga buena constitución en su persona. 5. Que presente documentos que acrediten las condiciones anteriores y, además, certificado de nacimiento, bautismo y vacunación. 6. Lo referente a condiciones económicas se resolverá expresamente según los casos. *** N. B. El que recomienda a un muchacho para ingresar en el Oratorio, debe dejar declaración de que lo retirará si, por cualquier causa, no pudiera continuar en él. Fin de Página 481 VOLUMEN XI Página: 482 21 TRES INSTRUCCIONES DEL BEATO EN LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE 1875 EN LANZO A) Sobre la VOCACION La palabra vocación, en su sentido literal, quiere decir llamada. Está en primer lugar la gran llamada que todos hemos recibido a la religión cristiana. íCuántos no tuvieron este beneficio! íCuántos nacen en la herejía! íNosotros, no! Dios nos ha hecho esta gracia con preferencia a centenares de millones de hombres que nacieron en países de infieles. Pero no hablo ahora de esta vocación; hablo de otra. Esta palabra se emplea para indicar especialmente la llamada que el Señor hace a cada uno con respecto a la elección de estado. Presentadme, pues, un joven que, llegado a la edad de la discreción, quiere decidirse por el estado que debe tomar y encuentra ante sí muchos caminos. El Señor llama a ese joven para que vaya a El, a través de uno de esos caminos. Esta llamada que hace a cada uno el Señor, para que le sirva de una manera mejor que de otra, es lo que propiamente se llama vocación. »Y es de mucha importancia procurar conocer la propia vocación? »Cómo hacer para lograrlo? »Y de qué medios nos valdremos para conservarla? Hoy trataremos el primer punto, y otros días, los demás. Ante todo oigamos a San Pablo, que nos dice: Satagite (Preocupaos). Dos grandes grupos comprenden estos caminos: el de los que quieren servir a Dios en el estado seglar y el de los llamados a servirle en el estado eclesiástico o religioso. Para conocer si uno está llamado para vivir en el siglo, yo le diría: -Tú »te sientes inclinado al comercio, a los trabajos, a los negocios? -Yo sí, siento propensión a estas cosas. -Pero, »no te gustaría servir a Dios como sacerdote? »No te gustan las funciones de iglesia? »No te sientes inclinado a ello? -No, no siento ninguna inclinación a ello. ((574)) -»No te parece que, viviendo retirado, llevarías una vida mejor; que, en cambio, continuando así, te encuentras expuesto a mil peligros, y hasta a diversas caídas? -Sí, eso es verdad. -Entonces aquí empieza uno a dudar, pero aún no basta. Tengo todavía otra pregunta que hacer antes de decirte que puedes estar tranquilo en tu estado laical. »Has hecho ya lo que dice san Pablo: Satagite, fratres, ut per bona opera vocationem et electionem vestram certiorem faciatis? Esto es, »te has empeñado en conocer tu vocación con la oración, la frecuencia de los Sacramentos y las buenas obras? Porque non in commotione Dominus (no está el Señor en la conmoción). Si aún no has hecho nada de esto, »cómo quiere que el Señor haya podido hacerte oír su voz? Una vez que uno sabe que no está llamado al estado eclesiástico o religioso, entonces resulta poco importante ser carpintero, herrero, zapatero, sastre, empleado o negociante. Pero oigamos a otro que dice: -Yo quisiera saber si tengo vocación para cura o para religioso. -»Tú sientes deseo o inclinación de ser cura o religioso? Fin de Página 482 VOLUMEN XI Página: 482 Fin de Página 482 VOLUMEN XI Página: 483 -Sí. Segunda pregunta: -»Te gustan las ceremonias religiosas, oír misa, recibir los sacramentos, aprender las ceremonias? -Sí, me gusta. Entonces paso a la tercera: -»Cómo anda tu modo de proceder? Porque, tenedlo bien presente: si uno no está moralmente cierto de que, contando con la gracia del Señor, podrá conservar la castidad, éste, por favor, no intente hacerse sacerdote ni religioso. Pero uno me responde: -Me parece que, por la gracia del Señor, como nunca he faltado gravemente, tampoco faltaré en lo sucesivo. Entonces bien, pero otro me dirá: -Yo, por desgracia, debo lamentar graves caídas; pero conozco el mal y propongo firmemente... -No basta, amigo mío, no basta... Cerciorémonos mejor: »cuánto tiempo hace que no has caído en estas cosas? »Hace ya meses o años? Si es así, hay esperanza. -No es así, hace poco tiempo. -Entonces ten paciencia, no sigas adelante. -»Pero es que no es suficiente el dolor, el arrepentimiento que éste tiene y el propósito firme de no pecar nunca más? -Eso basta para obtener el perdón de Dios en el Sacramento de la Confesión; pero no para lo que tratamos. Hasta que no pasan varios meses, o algún año para más seguridad, esto es, hasta que uno no puede decir que se encuentra moralmente cierto de poder conservar la castidad, que es el fundamento y la base de las otras virtudes, yo no aconsejaría a ninguno que siguiera adelante. Y ya que hemos visto el modo de conocer la vocación tendríamos que ((575)) hablar de la importancia de corresponder a ella, según aquello que dice san Agustín, que el Señor siembra de gracias el camino por donde nos llama, y que el que se pone a recorrerlo va tranquilo adelante; pero el que se resiste, vive casi siempre infelizmente en esta tierra y difícilmente podrá salvarse. Pero de esto ya hemos hablado otras veces y, además, ya estáis bastante persuadidos de ello. En cambio quiero daros esta mañana dos recuerdos que os ayuden a cuidar la vocación. El primero es el secreto. Lee a san Alfonso.. . El segundo es éste: corresponder enseguida al divino llamamiento. De ordinario, el Señor hace depender sus gracias de la correspondencia a las anteriores. Realmente se cumple lo de ibunt de virtute in virtutem (irán de virtud en virtud) o bien de mal en peor. Ordinariamente, a una gracia, a la que se corresponde, le siguen otras y otras. Además el Señor parece que quiere hacer pasar malos ratos a los que destina a grandes cosas. Observemos lo que sucedió a los apóstoles. El primero llamado fue Andrés. Pasó el Divino Salvador, lo llamó y él, que ya había sido discípulo de san Juan y había oído hablar de Jesús, relictis retibus (dejando las redes) enseguida lo siguió. Pasó otra vez, vio a san Pedro, después a otros; los llamó, faciam vosfieri piscatores hominum (os haré ser pescadores de hombres) y ellos, relictis retibus, lo siguieron. Mirad: íqué obediencia tan admirable! íNo se despiden de los amigos, ni de sus propios padres, ya ancianos y necesitados! íNada! El Señor los había llamado y ellos le siguieron. Fin de Página 483 VOLUMEN XI Página: 484 Leví estaba en el telonio: el Señor lo llamó, dejó él los dineros y todo, y siguió al Señor. Ese es san Mateo. Se necesita, pues, corresponder prontamente, sin titubear, aun en las cosas difíciles. Pero dirá alguno: -»Y mis padres y hermanos? íQué padres ni qué hermanos! En asunto de vocación las más de las veces no tenemos peores enemigos que ellos, inimici hominis domestici eius (enemigos del hombre, los de su casa). Es digno de notarse que los apóstoles tenían padre y madre; algunos tenían también hijos; en general todos eran menesterosos. Casi sustentaban ellos solos a toda la familia. Y, sin embargo, no se lee que hayan ido a despedirse. íNi mucho menos a pedirles permiso! Y desde que se pusieron a seguir al Salvador, no volvieron más a visitarlos. No quisiera ahora que alguien me dijera: -Yo sólo quisiera saber seguro, si el Señor me quiere así, y después ya diría y haría yo. Estos quisieran que viniese el Señor en persona a invitarlos. Eso no es necesario. Mirad: hay vocaciones ordinarias y vocaciones extraordinarias. Fueron extraordinarias las de los Apóstoles, la de san Pablo que, ((576)) en un instante, se convirtió de perseguidor, en ardoroso apóstol. »Le recordáis en el camino de Jerusalén a Damasco?... También fue extraordinaria la vocación de san Agustín. Llevó una vida disipada y libertina hasta los treinta años; pero a aquella edad, estando en Milán en un jardín, oyó una voz que le dijo: -Toma y lee. Abrió la Sagrada Escritura y leyó Neque impudici... vitam aeternam possidebunt... (Los deshonestos no alcanzarán la vida eterna). Por el contrario, la vocación de san Antonio fue ordinaria: entró un día en la iglesia para oír misa y oyó leer en el Evangelio: Vete, toma todo lo que tienes, véndelo, dáselo a los pobres y ven y sígueme... y él tomó aquellas palabras como para él... No hace falta tener una vocación extraordinaria para seguirla; también la ordinaria se debe cuidar y seguir. El Señor nos llama a sí de muchos modos. Hace unos años vino un joven a hacer los ejercicios con la prevención de que no quería hacerse sacerdote o religioso. Es más, antes de salir de Turín, le dijo su padre: -Vete con cuidado, porque don Bosco te conquistará, tú te harás sacerdote. Y esto sería una verdadera ruina para tu padre. -No, no se preocupe; mire lo que acabo de escribir ahora mismo: de ningún modo me dejaré convencer para hacerme sacerdote. Así me lo contó también a mí. Y partió con esta firme determinación. Pero, al tercer día de los ejercicios, me lo encontré muy triste en un rincón. Le pregunté qué le pasaba. De pronto no quiso contestar; después empezó a titubear y, por fin, me dijo sinceramente: -Querría ser sacerdote. -»Y quién te lo impide? -Mire lo que he escrito. Le animé y volvió a su casa decidido a hacerse sacerdote. Se lo dijo a su padre, que no lo quería en absoluto; le recordó éste su promesa, lo que había escrito, pero él contestó: -Yo he probado bastante que el mundo es traidor y que no se puede vivir seguro estando en él. Yo quiero asegurar la salvación de mi alma, haciéndome religioso. Fin de Página 484 VOLUMEN XI Página: 485 Y se hizo clérigo. Su segundo hermano decía poco después: -»Por qué tengo que dejar a mi hermano que asegure la salvación de su alma y yo quedarme pegado a estos cuatro palmos de tierra? Habló con el padre, que se puso hecho una furia; pero el muchacho se mantuvo firme en su propósito y lo siguió. Dos meses después la hermana, la única que quedaba en casa, manifestó los mismos deseos. El padre llegó hasta a pegarla para que no ejecutara su plan. Pero ella no cambió. Hoy es monja, uno de los hijos es religioso y el otro sacerdote secular. Os cuento esto para haceros ver cómo se suscitan las vocaciones ordi narias al estado religioso. Esto da a entender la benignidad del Señor, que se sirve de uno que estaba resuelto a resistir cualquier incitación, para hacer toda una familia de religiosos. Se ve también aquí de qué modos puede nacer una vocación y cómo, correspondiendo a ella, ((577)) enseguida se obtienen gracias especiales del Señor y sobre todo la de la perseverancia. Ahora terminaré exponiéndoos un pensamiento que no está tomado de las Sagradas Escrituras, de los Santos Padres, ni de ningún otro libro. Es un pensamiento mío, que se me ocurre en este momento. El Señor se sirve de mil medios para llamar a sí; y cuando se corresponde a la primera gracia, vienen mil tras ella. Pues bien, es mi parecer que sólo el hecho de haberos llamado a todos vosotros aquí, haberos reunido para estos ejercicios, es un señal de que Dios os quiere llamar a Sí en este mismo lugar y en esta misma Congregación. El solo hecho de estar aquí lo considero ya como una señal de vuestra vocación. No la única, pero una verdadera señal. El Señor no concede a todos la gracia de poder venir, de liberarse de cualquier otra ocupación; no da a todos el deseo de venir aquí a hacer los ejercicios, no da a todos el deseo de abandonar el mundo, no hace ver a todos la vanidad de las cosas terrenas y la preciosidad de las eternas. A vosotros os ha hecho ver claro todo esto y os dio este deseo. Es señal de que os quiere a todos para Sí y en este mismo lugar, donde os hace oír su voz. B) Medios para CONSERVAR LA VOCACION Hemos visto ayer el modo de conocer la vocación y de cuidarla. Ahora deseo deciros el modo de conservarla. Los escritores de ascética ofrecen muchos medios y normas para ello. La oración bien hecha, continua, que nos obtiene de Dios todas las gracias. Los sacramentos de la confesión y comunión recibidos con frecuencia, que son los dos grandes apoyos para un buen cristiano. La frecuente participación en la santa misa, fuente de mil bendiciones para quien la oye con devoción. Y muchas otras cosas sugeridas por los directores del espíritu. Pero yo creo que todos se pueden reducir a algo más sencillo, yendo a la raíz y procurando poner remedio al origen del peligro y del mal. Yo creo, pues, que todo está en romper cualquier relación con las personas y las cosas que pueden impedirla, hacerla perder o debilitarla. Cortar toda relación ajena a la vocación es lo que me parece a mí importantísimo para conservar la vocación. Las relaciones con el exterior pueden referirse a los lugares, esto es, nuestra tierra; Fin de Página 485 VOLUMEN XI Página: 486 a las cosas, esto es, las riquezas o posesiones; a las personas, esto es, a los conocidos y a los padres. Córtense estas relaciones y la vocación estará a salvo. Parece que es en esto en lo que mas insiste el Señor, cuando quiere servirse de uno para grandes cosas; y empieza a probarlo, si es capaz de este desprendimiento. ((578)) Y nos hace ver con miles de ejemplos, que lo que os digo no es sólo para los religiosos o sacerdotes, sino para todos: antes de elegir a uno para grandes cosas, lo prueba y quiere que demuestre que su corazón esta desasido de todo. Véase a Abrahán, que es como el prototipo de la ley natural. El Señor le dice: Exi de domo tua, de cognatione tua, de terra tua et veni in locum, quem mostravero tibi et ibi eris pater multarum gentium. Esto es, quiere que se desentienda, lo primero, de su patria, de terra tua, y después, que se desentienda de las riquezas, de domo tua; que se separe de los padres y de los parientes, de cognatione tua. »Y a dónde iras, Abrahán? -No lo sé. -Dime, »con qué te alimentarás, quién te ayudará? »Y tus posesiones y tus bienes? -No sé nada; el Señor me llama y yo voy, no sé adónde; no sé qué haré; no sé hasta cuando. Pues bien, el Señor viendo su desprendimiento de todo, hasta de sus padres, para escuchar su voz, lo bendice infinitamente; y de él nace el Mesías. Veamos ahora la raíz y el tronco de la Ley escrita: Moisés. Abramos el Deuteronomio, escrito por él. Hacia el final dice así: (XXXIII, 9); Qui dixit patri suo et matri suae, nescio vos; et fratribus suis: ignoro vos; et nescierunt filios suos; hi custodierunt eloquium tuum et pactum tuum servaverunt. Y Moisés no sólo lo decía, sino que lo había hecho desentendiéndose de los suyos. Vengamos ahora a la Ley nueva. »Qué nos dice Jesucristo? »Qué hizo? »Qué hicieron los Apóstoles? »Cómo predicaron a los primeros cristianos? »Y cómo se comportaron los primitivos fieles? No tengo tiempo para entretenerme en todos estos hechos. Veamos sólo lo principal. Ante todo, »qué dijo Jesucristo? Si quis non odit patrem suum et matrem suam... non est me dignus. Vade, vende omnia quae habes et veni et sequere me et habebis thesaurum non deficientem in coelo. Y varios textos más. »Y cómo se comportaba? Un día predicaba a la muchedumbre que se apretaba a su alrededor; se acerca uno y le dice: Mater tua etfratres tui quaerunt te. Y respondió: Quis est mater mea et fratres mei? Amen dico vobis, qui audit... haec est mater mea, hic frater meus. Y »qué dijo, siendo todavía jovencito, cuándo se quedó en Jerusalén tres días con los doctores? Ecce pater tuus et ego dolentes quaerebamus te. Quid est quod me quaerebatis? Nesciebatis quod in his quae pertinent... Casi diríamos que reniega de ellos. Y respecto a su tierra, El la abandonó y predicaba en Jerusalén, en Samaría... Una vez, finalmente, va a Nazaret. Y notad que si alguno podía hacer el bien en su tierra, era él; pero ni siquiera él lo logró porque sus habitantes decían: -»No es éste el hijo del carpintero? Y El saliendo de allí, nos dio una lección poderosa, exclamando: Amen dico vobis, quod nemo profeta in patria sua. ((579)) -íPatria, patria! Nuestra patria es el Cielo; ésta de aquí abajo no es mas que un lugar de expatriación, de destierro. Da lo mismo hacer el bien aquí que allí. Domini est terra et plenitudo eius. Y si veo que puedo hacer mas bien allá lejos, »por qué no ir? Fin de Página 486 VOLUMEN XI Página: 487 Hay, además, otra razón práctica para alejarnos de la patria. Allí nos ha conocido desde pequeños la mayor parte de la gente; conoce nuestras diabluras y quiera Dios que no nuestros escándalos. Si ahora nos ven subir al púlpito y predicar la sobriedad, uno dice: -Me acuerdo yo haberle visto a éste en tales comilonas, en tales fondas; y íqué buenos platos se servía! -Otro dice: recuerdo que, cuando éramos niños, íbamos juntos a la escuela, nos peleamos un día y le di unos mojicones que no olvidó en mucho tiempo. Y otros, otras cosas. »Qué fruto podrá conseguir su predicación? Y además, no faltan pleitos y discordias que pueden darse entre sus familias, con los que quedan distanciados del párroco y no van a confesarse nunca. Veamos a los apóstoles. íQué desprendimiento tuvieron de sus padres y de sus bienes! Dirá alguno: -Abandonaron pocas cosas, porque eran pobres. Pero yo os digo que fue mucho lo que dejaron, porque abandonaron cuanto tenían y lo abandonaron del todo, lo abandonaron apenas oyeron la voz del Señor y, lo que es más, abandonaron toda esperanza y todo afecto a las cosas que hubieran podido ganar. Tenían, además, a sus padres, a su mujer y a sus hijos. Y lo dejaron todo. Eran pobres, necesitados; sostenían ellos a la familia; pero, no importa, lo dejaron todo enseguida. »Y no es esto una crueldad, abandonar a los padres ancianos y pobres...? El Señor los ha llamado y ellos van. Yo veo un sacrificio inmenso. El Señor quería aquello para probarlos; y, al verlos por encima de todo interés, se sirvió de ellos para las cosas más grandes del mundo. Veamos ahora también qué pedía a quien quería ser su discípulo y seguirlo. Leemos en el Evangelio de tres jóvenes que se le presentaron para seguirlo. Habiendo oído las palabras de vida eterna del Dios Salvador, un jovencito se le acercó y le dijo: -Magister, sequar te quocumque ieris. »Qué debo hacer? -Vade: vende, quae habes et veni et sequere me. El joven, que era rico, bajó la cabeza, encontró duras aquellas palabras y se marchó; no se lee que volviera de nuevo. Se le presentó otro y: -Sequar te..., le dijo. Jesús le respondió: -Filius homnis non habet ubi reclinet caput suum. Y como quería seguirle por fines temporales, inclinó la cabeza y se marchó. Un tercero no quiso ser menos que los otros en su ofrecimiento: -Sequar te... El Señor lo aceptó y el otro le dijo: -Pero he de comunicar una mala noticia: ayer murió mi padre... voy, lo entierro y vuelvo después. -Relinque mortuos sepelire mortuos suos, tu vero veni et da gloriam Deo. Esto es, deja a los del mundo, que están muertos a la gracia, que entierren a los muertos... Se cree que escuchó la voz del Señor y que llegó a ser uno de los más grandes discípulos. ((580)) Ahora bien, si alguno de vosotros tiene motivos superiores a los de ellos para irse a casa, que me lo venga a pedir, que yo le dejaré ir. Motivos de mayor gravedad que ir a dar sepultura a su propio padre o de arreglar los asuntos familiares... Yo acostumbro a decir respecto a esto: si la necesidad o la caridad lo requieren, váyase; pero, si no es la caridad o la necesidad lo que Fin de Página 487 VOLUMEN XI Página: 487 nos empuja, no se vaya a casa. Fin de Página 487 VOLUMEN XI Página: 488 íCuántos peligros encuentra la vocación en la tierra natal! No se habla allí más que de intereses o de algo peor. -íMira qué mal van las cosas! íDeudas por aquí, deudas por allí! íQué bien si estuvieras tú con nosotros! O bien: -Podrías hacerte sacerdote aquí en el pueblo. Fíjate en la familia tal: con la ayuda del cura han comprado aquí, han construido allí. Todos los de la familia prosperan. Y mira, nosotros podríamos comprar aquello, que nos vendría tan bien... Además, en todas partes se puede llevar vida de santo sacerdote y hacer el bien. íQué falta hace encerrarse entre cuatro paredes! Lo dice bien claro santo Tomás: In negotio vocationis parentes inimicos, non amicos se praebent: ideo nec consulendi sunt. A veces, añade el peor de los hermanos: -En fin de cuentas el Señor dice que hay que honrar al padre y a la madre. »Y cómo se las arreglará el pobre clérigo o joven para mantenerse firme ante tantos asaltos? Muchas veces entra también en escena el párroco. -»Con que quieres quedarte con don Bosco? Con la necesidad de sacerdotes que hay en la Diócesis. Además yo contaba contigo. Porque íquién sabe! Yo ya soy viejo y tú podrías sucederme... San Jerónimo dice que él fue una vez y prometió no volver más, porque durante algún tiempo le atormentó la tentación de abandonar el desierto para ir a socorrer a sus parientes. Suponed que hubiese ido: »contaría hoy la Iglesia con su mayor doctor? »Hubiera llegado a ser el gran santo que es? C) Medios negativos para CONSERVAR LA CASTIDAD No puedo, queridos hijos míos, entretenerme este año hablando con vosotros de muchas cosas de las que desearía hablaros. Sería muy conveniente hablaros de los votos y de los grandes bienes que acarrean, de la utilidad que reportan al que los hace y a la misma Iglesia, pues ellos originan las distintas órdenes religiosas, y sin ellos se hunden las órdenes. Querría hablaros de la pobreza religiosa, que nosotros debemos amar, y no sólo hacer ver la belleza de la pobreza en sí misma, sino descender a los detalles y hacer amar a los amigos de la pobreza, para que no nos suceda a nosotros lo que san Jerónimo y san Bernardo decían a ciertos monjes de sus tiempos, a los que les gustaba el nombre de la pobreza, con tal de no experimentar sus efectos; es decir, que no aman a los amigos, a los compañeros de la pobreza. Muy útil sería también hablaros de la obediencia religiosa. Se la necesita mucho, pues con ella una casa puede ir adelante prósperamente y ((581)) sin ella nada puede sostenerse en el mundo, porque el Señor ha hecho todo con cierta jerarquía, de modo que una sola rueda que no gire, es decir, un solo individuo que no obedezca, puede hacer que marche mal toda una máquina. Pero de todas estas cosas, en parte ya os hablan los otros predicadores, en parte ya las conocéis bastante y en parte os las dirán otras veces. Yo creo oportuno hablaros hoy de una virtud que me parece a mí es la base de todas, la que prácticamente debe servir de base para todo el edificio religioso, de esa virtud que, por su preciosidad, es llamada virtud angélica. Yo no sé si voy a decir un despropósito; pero es mi parecer que, quien la posee está seguro de poseer todas las demás; y el que no, puede que posea alguna más, pero todas quedan ofuscadas y, sin ella, pronto desaparecerán. 488 Fin de Página 488 VOLUMEN XI Página: 489 Se pueden dar muchos medios para conservar tan preciosa virtud. Pueden reducirse a dos categorías: medios negativos y medios positivos. Los negativos pueden compendiarse en la norma que nos dio san Agustín: Apprehende fugam si vis referre victoriam. Para combatir los otros vicios, hay que tomarlos de frente; para conseguir esta virtud, dice san Felipe, vencen los cobardes, los que huyen. Se llaman medios negativos los que nos indican lo que debemos evitar o huir, para no encontrarnos en peligro de perderla. Son muchos los medios negativos. Pero yo los reduzco todos a la palabra huir: Apprenhende fugam si vis referre victoriam. Huir de las personas de otro sexo. En primer lugar, huir de la familiaridad con ellas. Nunca serán demasiadas las precauciones. »Cómo se las arreglarán aquellos que desean salir a rienda suelta y dan plena libertad a sus ojos para mirar por todas partes? He aquí un clérigo que va a casa de sus padres. Se dirá: no hay ningún peligro en ello. Y, sin embargo, tendrá que ir a visitar a la prima, a la tía, a la cuñada. Hay mujeres prudentes; pero no todas lo son; a muchas les gusta presentarse bonitas, otras están mal vestidas; aquí un gesto, allá un movimiento y ese tal, si no cae, se encuentra en grave peligro. Y no se diga tampoco: -íEs mi hermana! íEs una persona religiosa! íNo es más que una niña! Porque el demonio es astuto, ha estudiado mucha lógica y sabe hacer abstracción a las mil maravillas. Quita la palabra hermana y deja sólo la palabra mujer; quita la palabra religiosa, pariente, y deja la palabra soltera; quita la palabra jovencita, niña y deja sólo la palabra muchacha; y, si no llega a caer, se pone en peligro; no está allí de pronto, mas espera y verás cómo serán tus pensamientos cuando te encuentres solo. Huida de las conversaciones mundanas. Viene, en segundo lugar, la huida de las conversaciones mundanas. íQué raras son las conversaciones en las que no hay alusiones a nada de este género! Por lo común son jóvenes que hablan un poco de todo, están acostumbrados ((582)) a ir por todas partes y hablar con toda clase de gente y ni siquiera piensan en el escándalo que pueden dar. Se empieza por contar anécdotas y episodios, por reírse de unas cosas y de otras y aquella pobre persona consagrada al Señor, »cómo se las arreglará para mantener el corazón puro y limpio? Las conversaciones que me parecen más peligrosas son las que se sostienen en los banquetes, y singularmente en las bodas. Se tratará del hermano, del primo, de la hermana, todos gente honrada; pero, »qué queréis que os diga? Aquellas conversaciones, unidas al comer y beber hasta saciarse acaban siempre por dejar mil impresiones peligrosas, especialmente cuando uno, después de esos banquetes, se queda solo y se dispone a descansar; son impresiones tales que, si no se es muy fuerte, no se resisten. Tercera fuga: las visitas que se reciben. Aun cuando se presentan sin que vosotros vayáis a buscarlas. Hay que emplear mucha cortesía: se reciben, se intercambian los saludos, se piden noticias de unos y de otros; mirad, aquí hay esto, allí esto otro. Se está un momento y después: -Bien, ahora tengo que hacer tal cosa que me urge; quedaos con Dios. Pero permanecer largo tiempo, prolongar la conversación, acompañarlos a ver esto o aquello, son cosas que comienzan a ser peligrosas. Y no se diga que los visitantes quedarán ofendidos, si uno no se entretiene más tiempo o si no se aceptan invitaciones para ir a comer a otro sitio. Generalmente quedan edificados, y dicen: -Aquí hay orden, y cuando hay una regla, se cumple. No hace mucho tiempo vinieron los padres de un clérigo, con un hermano suyo, Fin de Página 489 VOLUMEN XI Página: 490 que ya es oficial del ejército, y pidieron que le dejara salir. Respondí que no se podía. Ellos insistieron hasta casi insultarme. Yo les hice notar que ése era el reglamento y que había que cumplirlo. Y no se quedaban satisfechos. Entonces me dirigí seriamente al oficial y le dije: -Escuche un momento. Usted pertenece al ejército y me puede comprender. »Qué diría su Coronel, si yo me presentara a él y le dijera? -Señor Coronel, sé que el reglamento del ejército prohíbe esto y aquello, pero yo quisiera que, en atención a mí, atropellase el reglamento. Y si el Coronel no cediera, yo insistiera forzándole: -Déjese, déjese de reglamentos... -Yo soy el Coronel, respondería; y tengo mi reglamento. »Qué me diría usted mismo si yo fuese débil y lo atropellara para dar gusto a un tercero? Lo comprendió el oficial y dijo: -Don Bosco, tiene usted toda la razón, hemos hecho mal en insistir. íVámonos! Estoy muy satisfecho de que mi hermano viva bajo su disciplina. Y empezaron a alabarme y llamar afortunados a los que son dirigidos así. He dicho esto para haceros ver que, aunque parece descortesía el no condescender en todo, cuando ven que es para conservar el orden y que, cuando del orden se trata no se transige en nada, se quedan sorprendidos y se van muy satisfechos. Huir además de los espectáculos, teatros, bailes, reuniones y, en general, vivir muy retirados. ((583)) Huir de las amistades con los muchachos. Sigamos un poco mas lejos; no basta huir de la familiaridad con personas de otro sexo, de los banquetes, las tertulias, etcétera. Os digo que también hay que huir de la familiaridad con las personas del mismo sexo, y, lo primero, no haya nunca amistades sensibleras entre vosotros mismos. Además, si tenéis que salir de casa, elegid por compañero al mas díscolo; y si se acerca otro alocado, admitidlo también. Con los muchachos, vengamos al caso practico. Yo que siempre recomiendo se esté en medio de los muchachos, »os voy a decir ahora que huyáis de ellos? Entendámonos bien. Hay que estar con ellos, en medio de ellos; pero nunca a solas con ninguno; nunca mas con uno que con otro. Digámoslo francamente: la ruina de las Congregaciones religiosas, que se dedican a la instrucción de la juventud, debe atribuirse a esto. Ciertamente son exageradas algunas calumnias de estos últimos años, en relación con algunos religiosos y el cierre de algunos colegios de los mas florecientes de Italia; pero, digamos también, que no se hubiera llegado a estos excesos, de no haber habido sospechas muy fundadas en muchos casos. Yo he llegado a la edad de cincuenta años sin conocer esta clase de peligros; pero lamentablemente he debido convencerme después de que este gravísimo peligro existe, que es apremiante y que es preciso estar muy en guardia. Por tanto, yo digo: no se bese nunca a los muchachos, ni se les acaricie. No se tenga mas amistad con un joven que con otro, especialmente con los mas agraciados. Nada de escribirse cartas. Si supierais a cuantos maleó esto de escribirse cartitas empalagosas y, en este mismo año, cuantas tonterías y chiquilladas se han escrito; cartas que pasaron por muchas manos y cayeron después en las mías. Nada de regalitos particulares. Los regalos de estampas, de caramelos y dulces o de cualquier cosa son peligrosísimos, cuando se hacen por simpatía y privadamente. Se pueden dar pequeños premios en clase al mas aplicado, al que mejor se portó durante un tiempo determinado, al que hizo mejor un trabajo determinado: esto sí que se puede hacer para animar a los alumnos, pero mas no. »Y qué decir de quien, aun por motivos buenos, condujera Fin de Página 490 VOLUMEN XI Página: 491 a su habitación a los muchachos y se encerraran en ella para cortarles el pelo o cosa parecida o bien para hablar de cosas secretas? No se haga nunca esto... Ni tampoco se muestre más amigo de uno que de otros. Me gusta mucho lo que veo que ya se acostumbra hacer y que deseo se extienda; esto es, que al salir del comedor, de la iglesia, etc., juntarse con el primer muchacho que aparece, sin distinción de curso o de edad y entretenerse con él, hablando de cualquier cosa. Sin saber quién es, ni qué está haciendo, ni qué quiere. Y con todo unirse a él y pasear juntos. (Etc., etc., etc. No sé dónde robar unos minutos para continuar escribiendo. Nota de don J. Barberis). ((584)) 22 MONSEÑOR GASTALDI A DON BOSCO El Arzobispo de Turín está dispuesto a dar su consentimiento para la admisión de algunas de las Hermanas de la Congregación existente en Mornese, diócesis de Acqui, para atender a las escuelas gratuitas femeninas en el local perteneciente a la Congregación de San Francisco de Sales en esta ciudad, y que se encuentra a brevísima distancia de la iglesia de María Auxiliadora, con las siguientes condiciones: 1.° Que presenten las Reglas ya aprobadas para ellas por monseñor Sciandra, Obispo de Acqui, y que éstas sean aceptadas por el señor Arzobispo de Turín para las Hermanas que residan en esta Diócesis. 2.° Que dependan del Ordinario de esta Diócesis, como todas las demás Hermanas residentes en esta Diócesis, especialmente por lo que se refiere al Confesor, tanto ordinario como extraordinario, etc. 3.° Que no tengan Oratorio privado; pues, dado que la distancia desde su casa a la iglesia arriba dicha es de pocos metros, pueden asistir en ella a la misa y a los sermones y también confesarse. 4.° Que ninguno de los sacerdotes, clérigos u otros miembros de la Congregación, vaya a visitar a estas Hermanas, si no es el Superior General de la Congregación y el sacerdote especialmente nombrado para atenderlas y vigilar su conducta, y su confesor no vaya más que en caso de enfermedad. 5.° Que la escuela se abra y se cierre al menos un cuarto de hora antes o después de la de los muchachos, si ésta está cerca de la otra. 6.° Que no se dé noticia de esto en los periódicos; simplemente se avise desde el púlpito de la iglesia de María Auxiliadora. Turín a 30 de octubre de 1875. 491 Fin de Página 491 VOLUMEN XI Página: 492 CARTAS PARA LOS MISIONEROS DESDE ROMA a) El cardenal Antonelli a monseñor Aneyros Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: El padre Juan Cagliero y algunos otros socios de la Congregación Salesiana, se dirigen a esa República Argentina para ejercer el ministerio apostólico y el bien a las almas, enseñando y catequizando. ((585)) Aunque la finalidad, por la que emprenden el largo y penoso viaje, ya sea título suficiente para obtener protección y ayuda ante cualquier eventualidad, no obstante deseo recomendarlos particularmente a V. S. Ilma. y Rvma. en la seguridad de que, con su valiosa dirección y su eficaz patrocinio, les será más fácil conseguir lo que desean y resolverlo eficazmente según sus planes y deseos. Esta mi recomendación a V. S. Ilma. y Rvma. me la inspira el conocimiento que tengo de su exquisita cortesía, a la que deberé un nuevo favor y a la que, desde ahora, rindo mi sentido agradecimiento, aprovechando este nuevo encuentro para reiterarme con los sentimientos de la mayor estima, De V. S. Ilma. y Rvma. Roma, 1.° de noviembre de 1875. Su seguro servidor J. ANTONELLI, Card. A Mons. FEDERICO ANEYROS Arzobispo de Buenos Aires b) El cardenal Antonelli a don Bosco Ilmo. Señor: Terminadas las vacaciones otoñales y reanudada la labor de las distintas Congregaciones eclesiásticas, me envían desde Propaganda el adjunto pliego en el que se contienen las gracias y privilegios que V. S. imploraba a la benignidad del Padre Santo para los Religiosos Salesianos que han ido a la República Argentina. Y como en la carta que V. S. me escribió sólo figuraba el nombre de su Superior, el padre Juan Cagliero, el pliego está puesto a su nombre, haciendo sólo mención de los otros compañeros, a los cuales se les conceden las mismas gracias y privilegios. Desea sin embargo la Sagrada Congregación tener sus nombres para poder anotarlos en sus registros. No dudo de que V. S. pondrá todo empeño para dar pronto cumplimiento a tal deseo. Y acordándome de la invitación que me hizo de entregar a estos buenos Religiosos una carta mía para el señor Arzobispo de Buenos Aires, Fin de Página 492 VOLUMEN XI Página: 493 aprovecho esta ocasión para remitírsela aquí incluida, como me apresuro a acompañarle la carta pontificia a su dirección 1, y con los sentimientos de mi aprecio más distinguido, me reitero, De V. S. Ilma. Roma, 24 de noviembre de 1875. Firmado J. C. ANTONELLI ((586)) c) Decreto de Propaganda Fide sobre la calidad de misioneros apostólicos (En latín, en el original) Decreto de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide Según el Relator R. P. D. Juan Bautista Agnozzi, pro Secretario, la Sagrada Congregación ha tenido a bien declarar Misioneros Apostólicos en la República Argentina al Rvdo. padre Juan Cagliero, de la Congregación Salesiana y otros nueve Padres de la misma Congregación bajo la dirección y dependencia del R. P. D. Ordinario, al que deben obedecer en todo; y de quien deben recibir las facultades necesarias para actuar en las misiones, conforme a la autoridad que él les quiera conceder en todo o en parte, reservándose siempre el ordenamiento de dichas facultades tanto en cuanto al ejercicio como en cuanto al tiempo y lugares; no podrán gozar de ningún modo de exención o privilegio fuera de los confines de su Misión, ni tampoco usarlas hasta que no lleguen allá. Dado en Roma en el Palacio de la Sagrada Congregación el día 14 de noviembre de 1874. Gratis, sin ningún emolumento bajo ningún título. ALEJANDRO, Card. FRANCHI, Prefec. JUAN BAUTISTA AGNOZZI, Pro Secretario d) Facultades concedidas por la Congregación de Propaganda Fide (En latín, en el original) De la audiencia con el Santísimo habida el día 14 de noviembre de 1875. Nuestro Santísimo Señor Pío, por la Divina Providencia Papa IX, siendo relator el infrascrito pro secretario, de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, concedió benignamente las siguientes facultades al R. P. Juan Cagliero de la Congregación Salesiana y a otros nueve Padres de la misma Congregación, Misioneros Apostólicos en la República Argentina: I. Comer, tanto durante el camino de ida como de regreso a la Misión y en los lugares donde la necesidad y las molestias de la salud lo exigen, carnes, huevos y lacticinios en los días de ayuno prescritos por la Iglesia, y por su Regla, de modo que queden exentos del ayuno también por incomodidad de salud, apartado todo motivo de escándalo, y con responsabilidad de conciencia sobre la verdad y la realidad de la causa; II. Recitar los quince misterios del Rosario de la Bienaventurada Virgen María, 1 Es el Breve que se puede leer a continuación (Doc. 24). Fin de Página 493 VOLUMEN XI Página: 494 cuando no puedan recitar el Oficio Divino, a causa de algún viaje o por grave incomodidad, con responsabilidad de conciencia acerca de la verdad y de la gravedad de la causa; III. Celebrar misa por el mar en naves ancladas sobre altar portátil, con asistencia al menos de otro sacerdote y si el cielo está sereno y el mar tranquilo; ((587)) IV. Celebrar igualmente la misa también en tierra sobre altar portátil en lugares donde no haya iglesias ni oratorios privados, y también donde hubiere oratorios privados, sin perjuicio de las indulgencias; V. Decir misa una hora antes de la aurora y una hora después del mediodía; VI. Indulto personal y perpetuo de Altar Privilegiado, tres veces por semana, con tal de que no perciba nada, además de la limosna acostumbrada, en atención de este Privilegio; VII. Bendecir por un quinquenio, fuera de Roma, rosarios para el rezo, crucifijos y sagradas medallas, y aplicarles indulgencias conforme a la hoja impresa adjunta, y además las llamadas de Santa Brígida, de acuerdo con R. P. D. Ordinario; VIII. Impartir la bendición con Indulgencia Plenaria a los fieles cristianos en punto de muerte, conforme al folio impreso y adjunto también aquí; IX. Vestir ropa interior de lino, calzoncillos y zapatos para protegerse de la destemplanza del tiempo, si de otra manera no puede pasar o permanecer; X. Montar a caballo, o emplear otros medios de marcha, para llegar a los lugares de misión, y a otros sitios donde sea necesario; XI. Llevar, recibir y gastar para sus necesidades y las de los otros el dinero que llegare a él, a través de piadosos bienhechores o de otro modo legítimo; XII. Leer y retener libros prohibidos por la Santa Sede, aun los que ex profeso atacan a la Religión, con el objeto de impugnarlos, los cuales, sin embargo, ha de custodiar celosamente para que no caigan en manos de otros, excluidos los de astrología, juicios, supersticiosos y expresamente obscenos, de acuerdo con R. P. D. Ordinario: Gratis y sin ninguna retribución por ningún concepto J. B. AGNOZZI, Pro Secretario 24 BREVE DE PIO IX A DON BOSCO (En latín, en el original) Amado Hijo, salud y bendición apostólica. Hemos recibido con mucho agrado tus dos cartas del pasado mes de octubre y hemos abrazado con paternal complacencia a los misioneros que nos recomendabas en compañía del amado hijo Juan Bautista Gazzolo. Al verlos y hablar con ellos, aumentó la esperanza que teníamos de que su trabajo en las remotas regiones a donde se dirigen será fructuoso y saludable para los fieles. Así, pues, alabamos su celo y les bendecimos pidiendo sobre ellos el auxilio divino. ((588)) Nos llenaron de alegría las noticias de la Obra de María Auxiliadora de la cual, con el favor de Dios, esperamos que, al progresar, se conseguirán frutos ubérrimos. En tanto, de nuevo te expresamos los sentimientos de Nuestro paternal Fin de Página 494 VOLUMEN XI Página: 495 afecto y, como auspicio de gracias celestiales, te impartimos con gran cariño nuestra Bendición Apostólica a ti y a la Congregación que diriges. Dado en Roma junto a San Pedro. A 17 de noviembre de 1875. Año trigésimo de nuestro Pontificado Pío, PP. IX Al amado hijo JUAN BOSCO, Pbro. Turín. 25 DON BOSCO A MONSEÑOR ANEYROS (En latín, en el original) Excelencia Reverendísima: Los religiosos Salesianos, de los que varias veces hemos hablado, han dejado el litoral de Italia camino de la República Argentina. Aunque todos ellos van animados de los mejores deseos para trabajar en la viña del Señor, en la medida de sus fuerzas, ya sea en la educación de los niños, ya sea en el ejercicio del Sagrado ministerio, con todo acudo a tu bondad pidiéndote por Dios, que los recibas con la paciencia de un padre. les prodigues tus prudentes consejos y, en fin, les ayudes y corrijas siempre que juzgues ha de ser para mayor gloria de Dios. Hasta ahora han sido mis hijos; en adelante lo serán tuyos, y cuanto hicieras por ellos, lo consideraré hecho por mí. En hoja aparte consigno sus nombres y sus títulos y cargos, tanto en la vida civil como en la eclesiástica. Tu paternidad completará lo demás. En compañía de mis queridísimos hijos va el benévolo Comendador Juan Gazzolo, Cónsul Argentino, que nos ha hecho muchos favores y, como conocedor de lo nuestro, te referirá y te dará a conocer muchas cosas en nombre mío. El Dios de bondad, el Dios clemente, te conceda prosperidad en todo y larga vida, mientras humildemente te suplico que, en tus oraciones y en el santo Sacrificio de la mañana me encomiendes a Dios a mí y a mis jóvenes. Vale Turín, 15 de noviembre de 1875. JUAN BOSCO, Pbro. Superior Gen. de la Cong. Salesiana ((589)) * * * (En latín, en el original) Nombres y títulos de los Salesianos que se dirigen a la Archidiócesis de Buenos Aires. Juan Cagliero, sacerdote, doctor en sagrada teología, profesor de moral y normalmente dotado para todos los asuntos de orden civil y eclesiástico. Fin de Página 495 VOLUMEN XI Página: 495 José Fagnano, sacerdote, doctor en Bellas Letras, esto es, aprobado normalmente Fin de Página 495 VOLUMEN XI Página: 496 para enseñar griego, latín, italiano, historia, geografía y cuanto se refiere al ciclo humanístico. Está destinado para ser Director del futuro colegio de San Nicolás. Domingo Tomatis, sacerdote, doctor en Bellas Letras, como el anterior. Juan Bautista Baccino, sacerdote, profesor del bachillerato superior. Valentín Cassinis 1, sacerdote, profesor de bachillerato. Don Juan Bautista Allavena, maestro elemental. Bartolomé Molinari, maestro elemental y profesor de música instrumental y vocal. Bartolomé Scavini, maestro carpintero. Vicente Gioia, maestro zapatero. Esteban Belmonte, maestro elemental y adminsitrador de la casa. Todos conocen la música sacra, y ya ejercieron la enseñanza de las ciencias y la catequesis a los niños. Turín, a 14 de noviembre de 1875. JUAN BOSCO, Pbro. Superior General. 26 NOTA DE GASTOS Para los Salesianos destinados a la República Argentina su Superior ha gastado: , en viajes diversos, compra de libros en español y aprendizaje de la lengua, viaje a Roma, estancia y vuelta; por tres pasajes de primera clase desde Génova a Buenos Aires; por el equipo personal y diversos gastos de embarque y el viaje actual, veintiséis mil trescientas cincuenta y cinco liras en total, que, convertidas en oro, son veinticuatro mil trescientas cincuenta. Cheque del señor Francisco Benítez, presidente de la Comisión del Colegio de San Nicolás de los Arroyos, en oro....... 3.000 liras. Quedan por pagar....... 21.359 liras. ((590)) 27 PARTIDA DE LOS MISIONEROS SALESIANOS A LA REPUBLICA ARGENTINA De L'Unitá Cattolica (14 de noviembre de 1876) El jueves 11 de los corrientes, como ya se había anunciado, se efectuaba la partida de los Misioneros Salesianos para la República Argentina, en la América del Sur. La conmovedora ceremonia atrajo a la iglesia de María Auxiliadora gran concurso de gente y numerosos amigos de los misioneros, que querían darles el último abrazo y desearles un felicísimo viaje y éxito en la misión. Eran diez: cinco sacerdotes un clérigo y cuatro seglares, todos miembros de la Congregación de San Francisco de Sales, que, apenas nacida, ya emula a otras Instituciones de abolengo, por el número de sus componentes, la amplitud de sus empresas y el vigor de su espíritu. 1 Cassinis: En ocasiones aparece como Cassinis y en otras como Cassini. Tomamos la que más se repite (N. del T.). Fin de Página 496 VOLUMEN XI Página: 497 Los nuevos misioneros, de vuelta de Roma, donde el 1.° de noviembre fueron paternalmente recibidos y bendecidos por el Sumo Pontífice Pío IX, tuvieron el día 11 por la mañana la satisfacción de presentarse a su Excelencia Reverendísima monseñor Lorenzo Gastaldi, Arzobispo de Turín, el cual, con toda la efusión de su corazón paternal, les dio, en su Oratorio privado, la bendición pastoral y con ella un precioso recuerdo para llevarlo consigo a su lejana misión. Al atardecer del mismo día estaba la iglesia más atestada de público que de costumbre. Los misioneros, vestidos en traje de viaje, se colocaron en un lugar distinguido del presbiterio, en compañía del comendador Juan Bautista Gazzolo, principal organizador de esta expedición, revestido de sus insignias de Cónsul de Argentina. Comenzó la función con unas palabras breves y oportunísimas de su superior y padre don Juan Bosco, el cual, con su elocuencia fácil y afectuosa, dio el adiós de despedida a sus hijos. Hizo alusión al origen del apostolado cristiano y al fin principal de su misión: las necesidades de nuestros hermanos de lejanas tierras. Manifestó sus esperanzas de que a esta primera expedición seguirían otras y que la acción apostólica de los Salesianos se extendería, con el tiempo, desde La Plata a las regiones vecinas y más especialmente a la Patagonia, donde existen zonas a las que aún no ha llegado la religión y, por tanto, tampoco la civilización. Terminó encomendado a sus oraciones a los salesianos que quedaban aquí, y a las de éstos a los misioneros, para que se encuentren ayudados en sus fatigas apostólicas y continúe en unidad de espíritu el progreso de la Familia Salesiana. Diose después la bendición con Su Divina Majestad. Y a continuación se entonó el Veni Creator. Subió luego al altar el muy Rvdo. Superior don Bosco y dijo las hermosas oraciones que la ((591)) Iglesia pone en boca de sus hijos cuando se disponen a emprender un viaje, y que se llaman Itinerarium clericorum, y las cerró con su bendición personal a los nuevos misioneros. Entonces tuvo lugar el momento más conmovedor de la función, que suscitó por todo el templo llantos y gemidos que vencieron la entereza de los jóvenes apóstoles; porque no es virtud el no sentir la piedad, ya que la religión cristiana no atrofia los afectos, sino que da coraje para superarlos porque no nos detienen para cumplir la voluntad de Dios. El misionero que parte lleva consigo el amor a la patria y a la familia, pero ennoblecido y perfeccionado; y ha de tener un corazón sensibilísimo para renunciar a sus propias comodidades, a sus aficiones más geniales, a la misma vida con el fin de llevar a los hermanos de aquellos remotos países el tesoro incomparable de la Fe. Una coral de muchachos cantaba desde el coro el Sit nomen Domini benedietum ex hoc nunc et usque in saeculum, mientras que en el presbiterio se procedía al abrazo y el beso de los hermanos viajeros. Fue un momento de emoción indescriptible, que creció aún más cuando los diez misioneros, saliendo de la balaustrada, tuvieron que trabajar no poco para desasirse de la gente que se precipitaba sobre ellos para abrazarlos y besarlos, con tanto cariño que nos recordaba aquello de san Pablo: Magnus fletus factus est omnium et procumbentes super collum Pauli osculabantur eum. Fuera de la iglesia esperaban los coches que condujeron a los misioneros hasta la estación del ferrocarril, desde donde salieron aquella misma tarde hacia Génova. Ayer se embarcaron con el nombrado comendador Juan Bautista Gazzolo y un grupo de religiosas de Nuestra Señora de la Misericordia de Savona, hacia la República Argentina. íQue tengan buen viaje y vean coronado con el éxito su heroico sacrificio! 497 Fin de Página 497 VOLUMEN XI Página: 498 28 LA OBRA DE LA PROPAGACION DE LA FE A DON BOSCO (En francés, en el original) Obra de la Propagación de la Fe en favor de las misiones extranjeras de los mundos Consejos Centrales de Lyon y de París Reverendo Superior General: Estaba reunido el Consejo de la obra de la Propagación de la Fe cuando llegó su carta del 28 de noviembre pasado. Mucho desearía este Consejo darle gusto, pero no sabría, en la presente circunstancia, dar cumplimiento a los principios básicos ((592)) de la Obra que nos ha sido confiada y que están confirmados por la autoridad de la Santa Sede. Según estos principios, los socorros de nuestra obra sólo se destinan a los estados no católicos y a los jefes inmediatos de las misiones. Para que los subsidios de la Propagación de la Fe se pudieran conceder a la Patagonia y a la Pampa, se precisaría que estos dos Países fueran convertidos en misión por la Santa Sede, con su jefe espiritual, Vicario o Prefecto Apostólico y, por consiguiente, separados de la Archidiócesis de la que actualmente forman parte. Acepte, pues, nuevamente la expresión de nuestro pesar y el homenaje de los sentimientos de respeto con los que tenemos el honor de profesarnos, reverendo Superior General, Lyon, 3 de diciembre de 1875. Sus attos. y ss. ss. Por el Consejo Central de Lyon: el Presidente R. DES GUREY El Secretario del Consejo M. MEGNIS, pr. Al Rdo. Superior General del Colegio de Varazze 29 EL OBISPO DE VENTIMIGLIA A DON FRANCISCO CERRUTI Muy Rvdo. Señor: Como se trata de algo importante hago mía la carta fechada el 10 del corriente que V. S. M. R. tuvo a bien escribir a mi Secretario, en nombre del benemérito don Bosco y, por consiguiente, creo no le disgustará que yo mismo la conteste. Fin de Página 498 VOLUMEN XI Página: 498 Viniendo, pues, al proyecto de don Bosco, a decir verdad, preferiría la fundación Fin de Página 498 VOLUMEN XI Página: 499 de un Oratorio para los muchachos, con iglesia pública también para los adultos, dado que en la vasta explanada entre Nervia y Bordighera no hay por desgracia ninguna iglesia, si excluimos la capilla de san Roque, que está distante de la carretera provincial, y otra capillita de pocos metros, de un patronato. No obstante, viendo que don Bosco es del parecer de que se haga una fundación para recoger especialmente a las muchachas abandonadas, y con la esperanza que me da, de que a continuación seguiría un Oratorio festivo para los muchachos, no desapruebo el proyecto de un centro femenino dirigido por las Hermanas de la Congregación Salesiana. Con esta intención de ofrecer a continuación un proyecto ((593)) al venerando don Bosco, de no habérseme felizmente adelantado, gracias a una limosna recibida del Padre Santo, y otras de fieles piadosos, he comprado el mes pasado un terreno junto a la carretera provincial, precisamente entre el establecimiento de los protestantes y la casa Lavagnino (lugar que usted conoce). El terreno mide treinta metros por sesenta, poco más o menos, y tiene, por tanto, capacidad para un edificio cómodo con iglesia, y además un pequeño huerto o jardín. Para las intenciones de don Bosco y mías de obstaculizar la acción de los protestantes, no puede haber un lugar más a propósito, pues está a quince o veinte metros de distancia de la misma casa protestante; y me he decidido a comprar este terreno, porque no me era posible al presente encontrar un sitio con casa por aquel llano, ya que resultan muy caros los terrenos y casas. Por tanto, hace falta construir una casa con iglesia; y yo no sólo cedería a don Bosco el terreno comprado, sino que me propongo también ayudar a la fundación con todos los medios posibles a mi alcance, estudiando la manera de buscar limosnas entre nuestros fieles y las de otros lugares. Digo buscar limosnas porque mis rentas (quizá las más pobres de toda Italia), han quedado ahora aún más reducidas, con la expropiación que ha seguido a la ley del 1867, a causa de la cual la comida y las limosnas para los pobres ya me consumen todas las reservas. Confío, no obstante, en la divina Providencia y en la caridad de los fieles; espero, además, que los habitantes de aquella explanada contribuirán a la construcción con su trabajo personal, especialmente cuando se sepa que es don Bosco el iniciador de la fundación. Pregunta V. S., entre otras cosas, si las monjas podrán tener las escuelas femeninas de Bordighera, y le respondo que no creo fuera eso difícil; pero, quizá hay demasiada distancia entre el lugar de la fundación y Bordighera; creo, además, que sólo hay una maestra. Con el tiempo, sin embargo, yo pienso que, cuando conozcan a las Hermanas, serán llamadas para maestras en los poblados de estos contornos y en el mismo lugar de la fundación, pues es seguro que, en la explanada entre Ventimiglia y Bordighera, va a levantarse muy pronto una ciudad. Esto se ve venir con los precios fabulosos a que se pagan los terrenos y con las lujosas construcciones y otras más modestas, que aparecen a cada instante, con los Hoteles que ya existen, donde se hospedan familias ricas de Inglaterra, Francia y de Alemania, que vienen a invernar en este lugar delicioso. Abrigo la firme esperanza de que aquí se podrá hacer mucho bien, y aunque yo estaré en la tumba, don Bosco y la Santísima Virgen y todos los que cooperan tendrán que bendecir el momento en que se pensó en este establecimiento. Me parece haber respondido dignamente a su estimada carta antes citada. No me queda más que rogarle comunique el contenido de la presente ((594)) a su respetabilísimo Superior y participarme después sus intenciones, ya que quisiera ver iniciada antes de mi muerte la Obra. 499 Fin de Página 499 VOLUMEN XI Página: 500 Ruégole presente mis saludos al mencionado don Bosco y usted acepte los sentimientos de mi máxima estima y consideración, De V.S.M.R. Ventimiglia, 23 de febrero de 1875. Atto y s. s. » JUAN BAUTISTA, Obispo PASTORAL Y CIRCULAR DE MONSEÑOR BIALE Si los que puso el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios, deben tener gran cuidado de la grey a ellos confiada, por estricto deber les incumbe más especialmente tutelar aquellas ovejitas, que por ventura se encontrasen en peligro de perder el más precioso de los tesoros, la Fe. En esta dolorosa situación se encuentra precisamente una parte muy notable de nuestra diócesis, de donde nos viene el deber de vigilar y proveer. Entre Ventimiglia y Bordighera se extiende la vasta llanura llamada Llanos de Vallecrosia, poco habitada en el pasado, pero hoy cubierta de casas, que constituyen un verdadero poblado. Al darse cuenta los protestantes de que en esta localidad no había ninguna iglesia, ni escuela pública, atraídos además por la amenidad del lugar y la benignidad de su clima, se presentaron allí enseguida y abrieron una capilla para el culto de su secta, un colegio internado con escuelas para niños y para niñas, y un hospicio para los pobres, que, incautamente, y por obra de padres desnaturalizados, ingresaron en él. No es para dicho cuán halagüeñas y engañosas son las condiciones de aceptación; su intención principal es la de lograr que los allí admitidos abandonen la religión de sus mayores e inducirlos a seguir el error; y la mayor parte, procedente de regiones lejanas, y también algunos del contorno, ya se han dejado seducir. Obligados, pues, nosotros por nuestro ministerio pastoral a proveer a esta grave y urgente necesidad, hemos abierto hace unos años en aquel lugar dos escuelas católicas, una para niños y otra para niñas y, al menos, hemos quitado a aquellos habitantes el pretexto de mandar sus hijos a la escuela del error, a falta de otra. Mas, en vista del constante aumento de población, queriendo dar a nuestra Obra mayor desarrollo y un fundamento para que perdure también después de nosotros; y queriendo especialmente oponer al proselitismo ((595)) protestante una defensa permanente, nos hemos dirigido al venerando sacerdote y apóstol de la juventud, que es el Rvmo. don Juan Bosco de Turín, pidiéndole que nos preste su ayuda para empezar y desarrollar la Obra. El ha aceptado gustoso enviarnos algunas Hermanas de su Instituto, para hacerse cargo de las niñas y, además, enviar algunos de sus sacerdotes y maestros, no sólo para la educación de los muchachos sino también para atender a la instrucción religiosa del pueblo, administrar los sacramentos y ejercer, en una palabra, las funciones propias de la cura de almas. Con tal objeto hemos tomado en arriendo, en el centro de esa localidad, un edificio, donde residirán los Sacerdotes y las Hermanas para atender a la instrucción, y se ha preparado una capilla provisional para el servicio religioso. Fin de Página 500 VOLUMEN XI Página: 501 Mas es urgentemente necesario construir en aquellos llanos una iglesia y un edificio capaz para atender a todas las necesidades expresadas; y por ello esperamos comenzar lo antes posible, confiados en la Providencia del Señor, que no falta nunca en la necesidad. Pero la mas grave dificultad esta en la falta absoluta de medios económicos, que por fuerza hemos de buscar; es sabido, ademas, que el eximio sacerdote, al que hemos confiado nuestra obra, vive de la caridad de los fieles. Por ello sentimos el deber y la necesidad de acudir, con todos los medios a nuestro alcance, en su ayuda, incluso recomendando la obra a la caridad pública, como lo hacemos por la presente. Por tanto, por el gran amor que tuvo el Salvador a nuestras almas, calurosamente recomendados al Venerable Clero y a los queridísimos fieles de esta nuestra diócesis, y a todos los que aman el bien de la religión y la salvación de las almas, especialmente a las personas adineradas y que gozan de bienestar, que vengan en nuestra ayuda con todos los medios que su caritativo corazón les indique, añadiendo que la Obra que emprendemos ha sido ya bendecida por el Padre Santo Pío IX, y por El animada con una generosa oferta, para que vaya adelante y termine felizmente. Anotamos aquí algunos medios con los que todos pueden concurrir a tan gran bien: 1.° Con ofertas en dinero, de cualquier cantidad, aunque sea mínima. 2.° Con útiles necesarios para la escuela, muebles, ornamentos y vestimentas sagradas. 3.° Con comestibles de todo género, madera de construcción para la iglesia y locales anejos, etc. Las ofertas pueden enviarse directamente a Nos, o lo que es lo mismo, a nuestro secretario el canónigo Emilio Viale o bien al reverendo don Juan Bosco en Turín o a los directores de sus varias Casas, indicando que van destinadas a la obra mencionada. Entre tanto os auguramos a vosotros, venerables Hermanos e hijos queridísimos en Cristo, ((596)) toda suerte de bienes celestiales y terrenales y con toda la efusión de nuestro corazón os impartimos la bendición pastoral. Ventimiglia, desde Nuestra Residencia, en el día de la Inmaculada Concepción, 8 de diciembre de 1875. N. B. La presente carta sera leída a la población de nuestra diócesis en uno de los domingos siguientes al día en que la reciban los reverendos parrocos y ecónomos, con cuyo celo contamos para que la lectura no se prorrogue más allá del corriente año y vaya acompañada de las mejores exhortaciones públicas o privadas que pueden influir en el éxito de la obra. JUAN BAUTISTA, Obispo Canónigo E. VIALE, Secretario 31 (En latín, en el original) CARTA DE RECOMENDACION DE DON BOSCO PARA DON JOSE RONCHAIL Juan Bosco, Superior de la Congregación Salesiana, saluda en el Señor al amado hijo en Cristo R. José Ronchail. Fin de Página 501 VOLUMEN XI Página: 502 Dado que con nuestra licencia has de ir a la diócesis de Niza y permanecer allí para dedicarte al sagrado ministerio y a otros actos de caridad, para tu utilidad y para seguridad del Ordinario del lugar, con gusto declaramos que eres sacerdote profeso de nuestra Congregación, que estás adornado de buenas costumbres y debidamente autorizado por varios Ordinarios para predicar la palabra de Dios y oír confesiones de los fieles de uno y otro sexo; y, además, estás en posesión del diploma oficial para dedicarte a la enseñanza de las disciplinas clásicas, técnicas y francesas. Por tanto, humildemente te encomendamos al benevolentísimo Pedro Sola, Obispo de esa diócesis, para que te reciba benignamente y te dé los consejos y órdenes más oportunos, y conceda las facultades y gracias espirituales para ti y para el nuevo Hospicio llamado de San Pedro, en la medida que juzgue más oportuna para mayor gloria de Dios. Turín, 10 de diciembre de 1875. JUAN BOSCO, Pbro. 32 (En latín, en el original) ESCRITORES LATINOS CRISTIANOS El sacerdote Juan Bosco saluda al amable lector. El que examine los libros que se traducen en el segundo ciclo escolar, quedará ciertamente admirado de que adolescentes que profesan el nombre de cristianos sólo traten de historias, discursos y poemas llenos de antiguas ((597)) supersticiones a cada paso. No ignoro que nadie puede compararse en elocuencia con TULIO, y dejando a un lado los poetas, es bien sabido que CESAR, LIVIO y SALUSTIO, tienen un estilo tan brillante, que aun los más provectos se desaniman si pretenden igualarlos. Pero, cuando quiero dedicarme a dar a conocer a los estudiosos de la lengua latina, los ejemplos más perfectos para que se posesionen con mayor exactitud del arte de la buena dicción, procuro que no les sean desconocidos los autores de la doctrina católica que vivieron en los primeros siglos después de Jesucristo. Pues siendo tanto lo que pecan los escritores romanos de la antigüedad respecto a las costumbres y al amor y, sobre todo, a la noción del Dios creador y providente, es del todo conveniente que la tierna mentalidad de los jóvenes alumnos no siga a los que tales cosas les enseñan, dándoles crédito, sino que se les contrapongan esos sapientísimos documentos de los autores cristianos, que han de dar muy pronto frutos halagüeños. Por otro lado, ya no hay ninguno que esté ambientado en la lengua latina, que desconozca que muchos escritores de la sabiduría cristiana, aunque miraban más alto que conseguir fama de buen estilo, sin embargo compusieron sus escritos imitando laudablemente a los clásicos. Recordemos si no a SULPICIO SEVERO, que compite con SALUSTIO en brevedad, y a FELIX MINUCIO, que no menos elegante en sus diálogos que LACTANCIO, ha conseguido el estilo de Tulio, de forma que, con todo mérito, se le llama el Cicerón cristiano. Así las cosas, nos ha parecido cosa óptima agregar a los excelentes volúmenes de los escritores antiguos, otros de autores latinos que, además del mérito de su estilo clásico, merecen también el de la religión, para ponerlos en manos de los jóvenes que están creciendo y son la esperanza de la Patria. Fin de Página 502 VOLUMEN XI Página: 503 Ya salieron al público, con anotaciones de Juan Tamietti, de la Familia Salesiana, Doctor en Bellas Letras, la Selección de los escritos de san Jerónimo, y la Historia Sagrada de Sulpicio Severo, junto con la Vida de San Martín y sus escritos. Y ahora he aquí lo que el mismo Juan Tamietti publica: La Muerte de los perseguidores de Lactancio; La Ciudad de Dios, de san Agustín; y La Mortalidad de san Cipriano, libros que te presento por si te parece que les vendrán bien a tus alumnos. Sepas que se encuentran en mi librería, a disposición de los que quieran examinarlos. Vale. (En latín, en el original) PIO IX AL OBISPO DE CALVI Y TEANO Venerable hermano: Cuanto más jubilosamente fue recibido por el pueblo cristiano el beneficio del jubileo que hemos publicado, tanto más confiamos en el fruto que se consiga, merced a la clemencia divina. Por eso hemos recibido con alegría los sentimientos de agradecimiento que manifiestas y los ((598)) presentamos a Dios con la súplica de que esos tus sentimientos sean también los de tu diócesis. Consideramos muy excelente la epístola que has preparado, sobre la enseñanza mixta del latín. Pues muy sabiamente se reivindica en ella el honor de la latinidad cristiana, que muchos tildaron de corrupción del estilo clásico, mientras es patente que la lengua, como manifestación de la mente, de los usos y costumbres del público, necesariamente hubo de tomar una forma nueva después de la implantación de la ley de Cristo, que así como elevó y perfeccionó el consorcio hacia lo espiritual humano, así necesitaba una nueva índole de expresión modificada con respecto a la anterior que, como carnal y sólo apegada a las cosas materiales, sólo a ellas había aplicado su ingenio. Has sabido hallar pruebas a esta observación al enumerar sabiamente los distintos monumentos de cada uno de los siglos de la Iglesia que, al mismo tiempo que ponía sus ojos en las nuevas formas de expresión y su valor, no dejaba de instruir a los jóvenes con las disciplinas mixtas de los autores latinos, sagrados y clásicos. Y así tu sabia disquisición, dando mayor luz a lo ya tratado, persuadirá más eficazmente a los educadores de la adolescencia que han de emplear en su enseñanza del latín a unos y otros autores. Este es el éxito que te auguramos y en tanto, como auspicio del favor divino y manifestación de nuestra especial benevolencia, a ti, venerable Hermano, a todo tu clero y pueblo, con gran cariño impartimos nuestra apostólica bendición. Dado en Roma, junto a San Pedro, a uno de abril de MDCCCLXXV, y XXIX de Nuestro Pontificado. Pío PP IX Fin de Página 503 VOLUMEN XI Página: 504 MONSEÑOR SALVATI A DON BOSCO Rvmo. Señor: Su venerada carta del 17 de los corrientes me llegó estando yo fuera de Roma, precisamente en Montefalco, a donde había ido para el examen apostólico y nuevo amortajamiento del Sagrado Cuerpo, soprendentemente conservado, de la Beata Clara de la Cruz. Cinco días duró la devota, emocionante, solemne y también laboriosa función. De vuelta ya en Roma, creo es mi deber expresarle los sentimientos del gran aprecio que tengo a su dignísima persona y de mi agradecimiento por su noble y delicada atención al escribirme, cuando yo no he hecho más que cumplir sencillamente mi deber. Respecto a la cuestión, me atengo a las observaciones ya expuestas ((599)) después del examen de los hechos y los razonamientos de una y otra parte, conforme se deducían de los documentos. La parte más interesante me ha parecido aquella de carácter práctico, por donde sea posible trazar algún camino para hacer desaparecer las enojosas divergencias. Y me alegra el saber que según V. S., la cuestión carece de fundamento. No es la primera vez que el demonio suscita una gran mole de obstáculos, sin fundamento, contra las más hermosas obras de Dios. Y, conocido el engaño, resulta mucho más fácil evitarlo y, con la prudencia que tanto distingue a V. S., conseguir una victoria completa. El Emmo. Cardenal Bartolini está ahora en Tívoli, huyendo de los excesivos calores de Roma. Cuando pueda verle conoceré las aclaraciones que V. S. le ha enviado sobre el particular. Entre tanto, hemos de procurar que el eximio Arzobispo de Turín no tenga que resentirse de nuestra actuación. El pide que los conocidos opúsculos no salgan a la luz sin su nihil obstat, y esto es justo. La unión afectuosa con él es necesaria bajo todo punto de vista para la subsistencia y fecundidad de las valiosas instituciones salesianas. Por tanto, se ha de conseguir a toda costa; y ella será ciertamente una de las gracias más excelentes que la excelsa Virgen Auxiliadora no dejará de conceder generosamente a V. S. En cuanto a lo de ir a Turín, acepto muy agradecido su cordial ofrecimiento y lo aprovecharé apenas se presente ocasión oportuna. Tendré entonces la satisfacción y el honor de conocer personalmente a V. S. Visitaré, además, al ilustre Arzobispo, a quien sólo pude ver una vez aquí en Roma en presencia de Su Santidad Pío IX. Me encomiendo fervorosamente cada día a sus oraciones. Le repito mi afectuoso agradecimiento y, siempre dispuesto a servirle en lo poco que yo puedo, tengo el gusto de profesarme, De V. S. Rvma. Roma, 26 de agosto de 1880. Su seguro servidor LORENZO SALVATI Fin de Página 504 VOLUMEN XI Página: 505 (En latín, en el original) MONSEÑOR GASTALDI A LA SAGRADA CONGREGACION DE OBISPOS Y REGULARES Reclamación acerca de la Congregación de San Francisco de Sales. En la relación sobre el estado de la Iglesia turinesa, presentada a la Sagrada Congregación, se aprecia lo siguiente: Existe una nueva Congregación de Clérigos y laicos, llamada de San Francisco de Sales, fundada por el Rvdo. don Juan Bosco, que iniciada alrededor de hace veinte años, se afirma ahora que ha sido ((600)) definitivamente aprobada por la Santa Sede, aun cuando no se me haya presentado la Respuesta Pontificia, que la aprueba de este modo. Esta Congregación posee una casa grande con una espaciosa y hermosa iglesia pública en la ciudad de Turín; tiene en la misma ciudad un colegio para los hijos de familias ricas; y, además, otro colegio en la localidad de Lanzo perteneciente a esta diócesis. Su finalidad principal es la de instruir en la religión, en las letras o en las artes a los niños y adolescentes pobres. Ya ha conseguido mucho bien y lo seguirá obteniendo. Pero me veo obligado a quejarme de su inclinación a ingerirse en la disciplina de mi clero diocesano. Pues dicha congregación admite en su seno a los seminaristas que yo juzgo deben despedirse de mi Seminario, por su inhabilidad para el sagrado ministerio, y no estimando en nada mi dictamen, la referida Congregación los envía a los colegios que posee en otras diócesis y allí los promueve a las sagradas órdenes. Con ello se consigue que mi juicio sobre la idoneidad de los seminaristas caiga en descrédito ante mi Clero; y los alumnos del Seminario, a quienes se conmina que serán despedidos, si no se enmiendan, se ríen de la amenaza y responden que, si se les despide, ya saben ellos en qué sitio serán bien recibidos y en dónde serán promovidos a las órdenes. Ruego, por tanto, a la Sagrada Congregación que ponga finalmente un remedio eficaz a esta grave perturbación. Día 21 de marzo de 1976. De mano del Secretario: Sea enviado a la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, 11 de abril de 1876. -Al Sumista de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. 36 MONSEÑOR GASTALDI AL ABOGADO MENGHINI Ilmo. Rvdmo. Señor: He recibido su última carta, que mucho agradezco. No hay por mi parte nada que oponer a los privilegios que don Bosco pueda solicitar de la Santa Sede, con tal de que no se moleste la jurisdicción episcopal. Ahora bien, esta jurisdicción se vería gravemente molestada, si se sustrajera al Obispo una parte de su grey para darla y someterla a don Bosco, haciéndola en ciertos Fin de Página 505 VOLUMEN XI Página: 506 aspectos independiente del Obispo. Y esto sucedería, si se diera a los jóvenes, niños o adolescentes, de una diócesis cualquiera, facultad para ir a las iglesias y oratorios públicos o privados de don Bosco a la catequesis, para cumplir también en ellas con el precepto pascual y ((601)) recibir la confirmación, en vez de acudir a la propia parroquia, y ello contra la voluntad del párroco o del propio Obispo. Las consecuencias de esa facultad serían de una gravedad inconmensurable. Ya no podría el Obispo exigir a los párrocos que velasen atentamente por la instrucción catequística de los muchachos de sus parroquias y por el cumplimiento del precepto Pascual y de la Confirmación. Responderían que los muchachos de sus parroquias no dependen de ellos en cuanto a esto, sino que están en libertad de ir a don Bosco. Esa facultad debe estar en manos del Obispo y concederla con las debidas limitaciones, más o menos amplias, conforme lo pidan la prudencia y las circunstancias locales. Y tal facultad le fue concedida a don Bosco en esta mi diócesis por monseñor Franzoni y monseñor Riccardi, mis predecesores, y fue confirmada por mí el 17 de noviembre de 1874, con el Decreto Arzobispal correspondiente. En ese decreto se concede a los alumnos internos en los Colegios de la Congregación Salesiana, a todos los alumnos externos que asisten a las escuelas de dicha Congregación, a todos los muchachos que acuden a las iglesias de la misma para conferencias o instrucciones diarias o festivas y, además, a todos los muchachos que no pertenecen a las escuelas ni a los Oratorios, pero que van a confesarse en las iglesias o casas de la Congregación Salesiana, cuando hubiera certeza moral de que no irían a cumplir por Pascua, a sus propias parroquias, el precepto Pascual y recibir la Confirmación en dichas iglesias y en dichos Oratorios. Pero yo restringiría dicha facultad, y debería restringirla, cuando un párroco de Turín me viniera a asegurar que, a pesar de la pequeñez de su parroquia, él puede encargarse, y efectivamente se encarga, de atender a todos los muchachos y jóvenes de su feligresía; pero sus cuidados resultarían ineficaces, si a estos feligreses se les dejase en la libertad antes dicha. Ruego, por tanto, calurosamente a V. S. tenga la bondad de tener en cuenta esto para los Privilegios que se quisieran conceder a don Bosco y se me comuniquen a fin de que yo pueda exponer mis observaciones preventivas. Ruégole, además, me tenga informado sobre el asunto del Rvdo. Gaude, que está a la C. del Concilio. De V. S. Ilma. y Rvma. Turín 5 de mayo de 1876. Atto. y s. s. » LORENZO, Arzobispo Fin de Página 506 VOLUMEN XI Página: 507 ((602)) 37 CARTAS DE AMERICA a) Carta de Monseñor Ceccarelli Rvmo. don Bosco: En esta capital, como en toda la República Argentina, se celebra el mes de María del 14 de noviembre al 14 de diciembre. A las nueve y media de la mañana del 14 de noviembre sus queridos hijos dejaban a V. S. Reverendísima y a Europa y yo los recibía a las nueve y media de la mañana del 14 de diciembre en América: el mes de viaje fue prodigiosamente dirigido por María Santísima, nuestra dulce Madre. íQué bonita coincidencia! Circunstancias preciosas que no pasarán por alto a V. S. Rvma., porque en ellas se manifiesta el favor de Dios para con nuestros hijos. El señor Arzobispo, los Vicarios Generales y todo el personal de la Curia han recibido honoríficamente a vuestros hijos y les han concedido todas las gracias que puedan necesitar para el completo ejercicio del sagrado ministerio. El martes iremos a San Nicolas, donde comenzaremos los trabajos para el colegio. La iglesia de los italianos ha sido destinada para la Congregación, y el padre Cagliero ha tomado ya posesión, de modo precario, hasta que se firme el contrato correspondiente. Rece por mí, Rvmo. Padre, que, con prisas, me profeso Buenos Aires, 18 de diciembre de 1875. Su seguro servidor e hijo en Jesucristo PEDRO B. CECCARELLI b) Carta del Doctor Antonio Espinosa, Vic. Gen. Rmo. don Bosco: He tenido una gran satisfacción al recibir la apreciadísima carta de V. Rvma. encomendandome a sus queridísimos Padres. El señor Arzobispo está contentísimo, y puede V. R. estar seguro de que haremos por nuestra parte cuanto haga falta para ayudarles, a fin de que no sientan la lejanía de V. S. y de la Patria. Me alegra saber, por medio del señor comendador Gazzolo, que V. S. R. deseaba la fundación de una casa en Buenos Aires. Aquí se siente verdadera necesidad e ello. Tenemos una población italiana de treinta mil almas y la mayoría de los sacerdotes italianos de aquí, comúnmente llamados curas napolitanos, no piensan mas que en ganar dinero. Creo que sus hijos harán ((603)) aquí un bien inmenso y me parece que conviene acepten, al menos por ahora, la iglesia de la Misericordia, de la hermandad italiana. Puede estar V. R. tranquilo respecto a sus hijos; seremos para ellos otros tantos hermanos. Ruégole me encomiende al Señor en la santa misa y oraciones, y créame de todo corazón y en todo, Buenos Aires, 18 de diciembre de 1875. Su afmo. atto. y s. s. Dr. ANTONIO ESPINOSA Fin de Página 507 VOLUMEN XI Página: 508 c) Carta de Monseñor Federico Aneyros, Arz. de Buenos Aires Rvmo. don Bosco: No es para dicho con cuánto placer he abrazado a sus hijos que, con una resolución tan heroica, han dejado Italia para venir a estas lejanas tierras. Nuestro buen Dios bendecirá ciertamente a su Instituto entre nosotros, y prenda de esta celestial bendición es la que tan amorosamente nos ha dispensado nuestro Santísimo Padre Pío IX. Fortalecidos por él, harán seguramente mucho bien, no sólo en San Nicolás, sino también en esta capital, en donde es convenientísimo que tengan una casa, para facilitar la comunicación con V. R. y también porque podrán hacer aquí un bien inmensamente mayor que el que harán en San Nicolás. Sólo aquí, los italianos son unos treinta mil, y la mayoría de los sacerdotes italianos que aquí vienen, se me oprime el corazón al decirlo, vienen para ganar dinero y nada más. Creo, pues, convenientísimo que sus hijos tomen la dirección de la iglesia italiana que aquellos buenos hermanos les ofrecen. Así prestarán un servicio inmenso no sólo a los italianos, sino también a los nuestros. Vuestra Reverencia puede estar tranquilo respecto a sus hijos; siempre tendrán en mí un padre amantísimo y solícito por su bien espiritual y material. El Señor conserve por largos años la preciosa vida de V. R., a quien me encomiendo en sus santos sacrificios y oraciones. Acepte los sentimientos de mi merecido aprecio, con el que me confirmo De V.R. Buenos Aires, diciembre 18 del 1875. Su afmo. y s. s. FEDERICO ANEYROS Arzobispo de Buenos Aires. ((604)) d) Carta del comendador José Francisco Benítez (El original en latín) En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. -Buenos Aires, en la ciudad de la Santísima Trinidad, 19 de diciembre de 1875. Salve, Rvmo. Padre Juan B. Bosco; con el mayor ardor deseo que estés bien. Perdona, Señor, que, dejando de lado el lenguaje vernáculo, abuse del idioma de los romanos, para que mis palabras te expresen más claramente mis sentimientos de agradecimiento y reverencia. Leí y releí tus cartas y recibí tus nobles regalos como prenda de tu amistad y benevolencia. Tras una corta y feliz travesía, llegaron tus hermanos a orillas de este río argentino, a bordo el barco Savoie. Parece que vienen dispuestos con el mayor entusiasmo para empezar los trabajos, que beneficiarán al pueblo, especialmente con la educación de los muchachos, la catequesis de los ignorantes y la predicación de las buenas costumbres. Por tanto, son de esperar los mejores frutos, con la ayuda del Señor y de la Inmaculada Virgen María Madre de Dios. No sólo se ejercitará su paciencia con estos trabajos, sino que además habrán de tolerar las dificultades en el hablar, el oír insultos, el leer en la prensa injurias y calumnias. No será mejor la vida de los discípulos que la del maestro. Subiremos a la ciudad de San Nicolás de los Arroyos y encontraremos gentes con las mejores disposiciones de ánimo para los hermanos. Fin de Página 508 VOLUMEN XI Página: 509 Ahora mi alma alaba tu grandiosa caridad. Adiós, varón óptimo, venerable sacerdote; que seas fuerte en el Corazón de Jesús, De V.R. siempre seguro servidor JOSE FRANCISCO BENITEZ VARIAS CARTAS DE 1875 a) A don José Quaranta 1 (El original en latín) Hijo mío: Has hecho muy bien al mandar por escrito los secretos de tu corazón. Recibe ahora unos consejos. No te asustes, hijo mío, si las tentaciones te asaltan. Teme sólo la desgracia. Esto es, cuando a la tentación le sigue una acción mala. Que sean frecuentes en tu boca las jaculatorias. ((605)) Da frecuentes besos a la medalla de Jesús Crucificado. Está seguro de tu conciencia hasta el presente día. Si me quieres, reza por mí. La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros Turín, 4 de febrero de 1875. Tu compañero de esclavitud JUAN BOSCO, Pbro. b) Envía el borrador de un panegírico Carísimo padre Borgogno: Aquí tiene mi panegírico bonito y acabado. He enseñado a «rampicare ai gatti» (a «trepar a los gatos») 2 pero no importa, he obedecido. Haga después Montini lo que mejor le parezca. Siento que Montini no ande bien de salud; aunque espero no sea nada, he dispuesto que durante esta novena del patrocinio de san José se hagan oraciones especiales por él todos los días, ante el altar de María Auxiliadora. Salúdelo de mi parte y dele las gracias. Tendré en cuenta su carta y haré cuanto me dice para que mejore y me considere siempre en Jesucristo. Turín, 13-4-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. 1 Era entonces estudiante, llegó a clérigo e hizo los voto trienales, después se fue al Seminario. 2 Como quien dice: no necesitaba hacerlo, como no hace falta enseñar a los gatos a trepar, pues nacen sabiéndolo. (N. del T.) . Fin de Página 509 VOLUMEN XI Página: 510 c) A un Obispo 1 El teólogo Colomiatti me ha escrito la carta que me parece oportuno hacer llegar a manos de V. E. Rvma. Habida cuenta de su cargo de funcionario público, con el que puede hacer mucho bien o mucho mal, parece se debe tener en cuenta su buena disposición y, siempre que no haya constancia de cosas indignas, proponerle que haga una tanda de ejercicios espirituales y después observar si conviene y cuándo darle el exeat normal. Sea cualquiera la decisión que se tome, ruégole perdone la molestia que le ocasiono y me permita profesarme De V. E. Rvma. Turín, 4 de mayo de 1875. Su s.s. JUAN BOSCO, Pbro. ((606)) d) Probablemente para una persona de Lodi Carísimo en el Señor: De muy buena gana aceptaría al Clérigo asistente que me propone; pero el rsonal está completo abundantemente en todas las casas. Si se presenta alguna oportunidad, se lo notificaré enseguida. Recuerdo con mucho agrado los momentos de cristiana conversación que tuvimos en casa de la señora Luisa, su hermana. íQuién sabe si podremos repetirla en Lodi o en Turín! Me encomiendo a la caridad de sus santas oraciones a mí mismo, a nuestras publicaciones y a nuestros muchachos. En mi poquedad yo haré otro tanto por usted. Que el Señor le bendiga y le conceda las tres eses mayúsculas: Salud, Santidad y Sabiduría, y créame todo suyo en Jesucristo. Turín 7-5-1875. Su s.s. JUAN BOSCO, Pbro. c) A la señora Verónica, vda. de Casetta (S. Damián de Asti) Muy apreciada Señora: Con sentimiento recibí la noticia de la dolorosa pérdida de su llorado esposo, por el cual se han hecho especiales oraciones en la iglesia de María Auxiliadora. Pero no he sabido detalles de sus últimas horas. Si desea hablarme de algo, venga cualquier día de esta semana. Y, si desea que le asigne un día determinado, sería el próximo viernes por la mañana. Venga con usted su señora hermana, que ambas serán bien recibidas. Fin de Página 510 VOLUMEN XI Página: 510 1 El original procede de Sondrio. Fin de Página 510 VOLUMEN XI Página: 511 Que Dios bendiga a usted y a todas sus empresas. Recomendándome a la caridad de sus oraciones, me profeso con agradecimiento De V. S. apreciadísima Turín, 28-6-1875. Su s.s. JUAN BOSCO, Pbro. f) A la señora Albertina Fasolis, pensionista en la obra Milliavacca (Asti) Muy estimada Señora: No piense más en las confesiones pasadas; para el porvenir diga lo que recuerde sin detenerse a examinar pensamientos ni deseos. ((607)) Yo rezaré por usted; que Dios la bendiga y pida por este pobre escribiente que se profesa Turín 7 de julio de 1875. JUAN BOSCO, Pbro. g) A la misma Muy distinguida Señora: No dejaré ningún día de encomendar su alma en la santa misa, para que Dios la conserve siempre en su gracia. Ruegue, a su vez, también por mí y por mis pobres muchachos. Dios la bendiga y créame en Jesucristo. Turín, 18-7-1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. h) Al señor Boassi 1 Carísimo señor Boassi: He recibido con mucho agrado su carta y sus noticias, y bendigo a Dios que le conserva en buena salud y le ha colocado en una honesta posición. El señor Gonella, que amablemente me trajo la carta, ya está colocado y sólo necesita poder continuar. Hace tiempo que abrigo el proyecto de abrir una casa en El Cairo, pero ahora hemos aceptado Misiones en Australia y tres colegios en América, en la República Argentina, así que debemos diferir el experimento de Egipto. En cuanto a las condecoraciones de que me habla, el Gobierno está siempre dispuesto a favorecerme, pero pone estas dos condiciones. 1 El señor Andrés Boassi debió ser un agente secreto del Gobierno o un convertido de la Masonería; iba frecuentemente a visitar a don Bosco a quien profesaba veneración, estima y confianza; y don Bosco le trataba bien, con la intención de hacerle pensar un poco en su alma. (Nota de don Joaquín Berto, secretario particular de don Bosco). Fin de Página 511 VOLUMEN XI Página: 511 Fin de Página 511 VOLUMEN XI Página: 512 1.° Entrega de diez mil francos para la Cruz de Caballero. Esta cantidad puede disminuir si el individuo ha desempeñado cargos, o ha prestado algún servicio importante a la patria. 2.° Que, antes de comenzar los trámites, se mande una declaración en la que conste la beneficencia hecha, porque se quiere absolutamente que la condecoración sea un premio a la obra benéfica efectuada, y un estímulo para hacerla. De lo demás sacaré la cuenta y me serviré de ella a su debido tiempo. ((608)) Señor Boassi, usted se encuentra en medio de los Turcos, pero me asegura que siempre es un buen cristiano y esto me da una gran satisfacción. Trabajamos para ser felices en el tiempo, pero no olvidemos el fin sublime del hombre, que es ser felices para siempre en la eternidad bienaventurada. En todo lo que pueda servirle créame siempre, con todo aprecio, De V. S. carísima. Turín, 21 de julio de 1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. i) A Miguel Coppino Honorable señor Comendador: Siempre será un gran placer abrir esta casa a los jóvenes recomendados por su caridad. Por tanto, si Carlos Verna puede ingresar en nuestras clases (primer curso del gimnasio) le recibiré a media pensión, esto es, por quince liras mensuales. Con el andar del tiempo el alumno puede alcanzar alguna otra ventaja, como premio a su aplicación. Las clases empiezan el 18 de octubre próximo, pero su recomendado venga cuando quiera. Cuando el muchacho pueda venir y fije el día, se le enviará desde Turín una notita del equipo y un billete para no tener que pagar más que la mitad de la tarifa del ferrocarril. De V. honorable Señoría Lanzo Torinese, 13-9-1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. I) Al teólogo José Scofferi (Alassio) Muy apreciado señor Teólogo: Para obtener algo en favor del pobre leproso que recomienda, conviene que el párroco escriba una carta, con el visto bueno del alcalde, más el certificado del médico. Después hay que enviar todo al canónigo Anglesio, pero avísenme de ello y yo solicitaré una respuesta que espero sea favorable. Así se hizo ya con otros y resultó bien. Fin de Página 512 VOLUMEN XI Página: 513 Que Dios le bendiga, querido señor Teólogo. Que viva alegre y rece por e pobrecito que siempre le sera en Jesucristo. Lanzo, 14-9-1875. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. ((609)) m) A la señora Verónica, vda. de Casetta, para la señora Ursula Franco (San Damián de Asti) Muy apreciada Señora: Seguimos nuestras oraciones: ciertamente Dios nos escuchará, a menos que nuestra petición sea contraria al bien del alma. Con todo yo continuaré. Diga a su hermana Casetta que mañana y tarde rogamos por ella ante el altar de María Auxiliadora; tengamos fe. Pero no olvide que el verdadero fruto de nuestras oraciones es la perseverancia en el camino del Paraíso. Encomiendo a mis muchachos y a mí a la caridad de sus santas oraciones, y augurando a todos la bendición del cielo, me profeso De V. S. estimadísima Turín, 1.° de noviembre de 1875. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. n) Instancia para una condecoración Excelencia: El año pasado tuve el honor de poner en manos de V. E. una memoria con la finalidad de obtener una condecoración para el señor Miguel Lanza, consejero municipal y caballero muy caritativo de Turín; y V. E. se dignó amparar mi petición con su recomendación a S. E. el comendador Aghemo, jefe del Gabinete de Su Majestad. Se basaba la gestión en las muchas obras de caridad, y especialmente la limosna de diez mil liras que el mismo hizo para aliviar las necesidades que pasaban nuestros internos, especialmente los ochocientos cincuenta que tenemos en esta Ciudad, en la casa de Valdocco. Y ahora, que el caritativo Lanza ha hecho otros notables donativos, como consta en las dos declaraciones adjuntas, renuevo mi súplica a V. E. para que se digne recomendarla ante el benemérito Jefe del Gabinete del Rey. Ruégole, ademas, no olvide que estos jóvenes son de los mas pobres y abandonados del Estado y, en su mayor parte, han sido enviados a nuestras casas por las distintas autoridades gubernativas. Pidiendo al Señor que quiera recompensar generosamente a los dos, tengo el alto honor de profesarme De V.E. Turín, 16 de noviembre de 1875. Su atto. y s. s. JUAN BOSCO, Pbro. Fin de Página 513 VOLUMEN XI Página: 514 ((610)) TITULOS QUE RECOMIENDAN AL SEÑOR MIGUEL LANZA El señor Miguel Lanza, natural de Turín, de cuarenta y ocho años de edad, es hijo del caballero Víctor. Siempre ha observado la vida de un honesto y honrado ciudadano. Vive en la plaza Solferino, número 1, en casa de su propiedad. Entre los títulos que lo hacen digno de una pública distinción, se pueden enumerar: 1.° Que es propietario de la Empresa Industrial Asteárica, a su nombre. 2.° Que hace muchos años desempeña dignamente el cargo de consejero municipal de la ciudad de Turín. 3.° Que hace muchos años es miembro de la comisión de impuestos. 4.° Que nunca se ha negado a hacer obras de beneficencia compatibles con su estado, y que ahora mantiene en las escuelas algunos niños pobres. 5.° Que por su situación y sus donativos es benemérito en la obra del Patronato de muchachos díscolos que salen de los correccionales. 6.° Que hace muchos años actúa en la obra del asilo para los mendigos. 7.° Que tanto él como su padre hicieron mucha beneficencia a los muchachos que acuden a los oratorios festivos, a las escuelas nocturnas y diurnas de esta ciudad. 8.° Que, finalmente, habiendo llegado a su conocimiento que, en este crítico año, los pobres muchachos internados en el Hospicio de San Francisco de Sales, dada la grave situación económica, carecían absolutamente de medios para pagar algunas deudas vencidas y proveerse de los alimentos necesarios, acudió espontáneamente en su ayuda con la notable entrega de diez mil liras, que inmediatamente se destinaron a este fin. 9.° Que espera acudir más veces en socorro de éste y otros píos institutos. o) Súplica al Ministro de Gracia y Justicia en favor de un condenado Excelencia: El desventurado Juan Bautista Coda, detenido hace varios años en la cárcel de Alessandria, suplica humildemente a V. E. se digne escuchar el relato de su culpa y tomar en benévola consideración su deplorable estado y el de su desgraciada familia. Por sentencia de la Audiencia Provincial de Turín del dos de junio de 1873, Juan Bautista Coda d'Azeglio, portero que fue en la Dirección de Loterías de Turín, fue condenado a la pena de diez años de prisión. El delito de que Juan Bautista Coda era acusado, y por el ((611)) que sufría condena era de alteración fraudulenta en los Registros de la Administración de Loterías y usufructo doloso de las pólizas que allí se registraban. Del proceso que se desarrolló en la Audiencia Provincial resultó: 1.° Que, en virtud del sorteo de la Lotería celebrado en esta Ciudad el 23 de septiembre de 1871, Juan Bautista Coda, de acuerdo y con el concurso de un tal Pedro Stella, portero también en la Dirección de Loterías, se adueñó de los registros con matriz en los que se anotan las jugadas, y después de haber hecho figurar dos jugadas falsas en un folio de los pertenecientes al Banco de Carignano n. 24, alteró a continuación las pólizas arrancadas para tal fin de aquellos Registros y las presentó a la Dirección para obtener, como en efecto obtuvo, el pago de ochenta y seis mil ochocientas liras por una y setenta mil setecientas sesenta por la otra. 2.° Que el mismo Juan Coda, de acuerdo con el concurso de Luis Polli, gerente de un Banco de la Lotería en Turín, pudo, con el mismo procedimiento, esto es, Fin de Página 514 VOLUMEN XI Página: 515 alterando los Registros de otro Banco y falsificando la póliza correspondiente, sustraer a la Dirección de Loterías la cantidad ya más notable de doscientas sesenta y cuatro mil setecientas sesenta liras, y lo mismo después del sorteo del 14 de octubre del 1871. El jurado reconoció a Juan Coda culpable de todas las imputaciones que se le atribuían, sin admitir circunstancias atenuantes a su favor, y por ello la pena a la que necesariamente fue condenado. Así expuesto el hecho y la sentencia justamente dictada contra él, sin hacer observaciones en contra va descontando resignado su pena, pero ruega y suplica a V. E. se digne considerar por un momento lo que puede hacerle digno de compasión. 1.° Su conducta de honrado empleado que sirvió por muchos años fielmente a su soberano; que, obligado por las deudas que pesaban sobre su familia, en un momento, que puede decirse de ofuscación mental, hizo lo que él mismo siempre ha condenado en los demás, y de lo que está muy arrepentido. 2.° Que su esposa, único apoyo de la familia, ha perdido su salud y se encuentra en la mayor miseria, hasta el punto de que ella y sus hijos carecen de pan para acallar el hambre. 3.° La justicia ha sido satisfecha en buena parte, pues han transcurrido casi cuatro años de cárcel; y la enmienda del arrepentido culpable es totalmente segura. Por eso acude por medio de V. E. a la clemencia soberana suplicando que tenida en consideración la nula ventaja material obtenida por su culpa, habida cuenta de la pena ya cumplida, de la esposa enferma y apenada, y de sus hijos que sufren todo género de privaciones, se digne concederle la gracia de la condonación de la pena que aún le resta por cumplir. ((612)) Su agradecimiento será imperecedero y todos los días él y toda su familia, reconocidos por tan grande favor, invocarán las bendiciones del Cielo sobre V. E., sobre la Augusta Persona del Rey y sobre toda la Familia Real. Gracia que...1. p) Respuesta del señor Curcio GABINETE DEL MINISTRO Muy venerando don Juan: Le agradezco de corazón se haya acordado de mí, que tanta veneración tengo por su dignísima persona. Disponga sin miramientos de ninguna clase de mis pocas fuerzas, que siempre me proporcionará un gran placer. Si viniere a Roma, ruégole me avise, porque así tendré la suerte de ir a saludarle. He recibido la instancia de Coda incluida en su carta; la he recomendado y he puesto en marcha. El día 20 del pasado junio se escribió al Procurador General para que informara, pero aún no se ha recibido respuesta alguna. Verdaderamente le digo, y lo siento porque le desagradará, que me parece imposible que el tal Coda, condenado por gravísima culpa y que todavía lleva cumplida poca parte de su condena, pueda ser enviado a su casa. Podrá conseguir una disminución de la pena, si las informaciones son favorables; y para conseguirlo creo que podrán influir mucho las razones que usted me ha escrito, y que podría exponer a ese hombre tan bueno, tan respetable, tan justo y tan modesto como es el conde Barbaroux, Procurador General de esa Ciudad. 1 El Beato presentó esta instancia por medio del señor Jorge Curcio, Jefe de Gabinete del Ministro. La copia que poseemos no lleva fecha. El señor Curcio respondió al Siervo de Dios. Fin de Página 515 VOLUMEN XI Página: 516 Seguramente que usted ya lo conoce; de no ser así, podría aprovechar esta ocasión para visitarle y lograría un gran favor al tal Coda y algún regalo para usted mismo; y estoy seguro de que también le ocasionaría un placer al Procurador General.Si puede saber cuándo llegará la respuesta, avíseme. Pida al Señor que me conserve siempre animado a ser amigo de los hombres, a pesar de que por mi cargo no tenga más remedio que ver su lado malo y chismoso. Con mi más profundo respeto. Roma, 15 de julio de 1875. Su seguro servidor JORGE CURCIO ((613)) g) A don Miguel Rúa Queridísimo Rúa: Con mucho gusto hablo con el señor Peretti sobre la venta de las colinas de Strambino 1, y en cuanto a las prórrogas, no tengas dificultad; mas, para hacer algo que pueda evitar exageraciones y asegurar el punto medio, sería del parecer de dejar la cuestión en manos de dos personas prácticas que estudien el valor real. Cuando llegue a Turín podré hablar también con el mismo. Pero tú puedes dar fin al contrato con estas bases. El lunes, si Dios quiere, voy a comer con don Pedro Vallauri y, si puedes encontrarte allí a las dos y media, volveremos juntos a casa. He procurado arreglar las cuentas de Alassio y de San Pierdarena lo mejor posible; cuando llegue a Turín arreglaremos también las nuestras. Que Dios nos bendiga a todos, saluda a nuestros queridos hermanos y créeme en Jesucristo. Sestri Ponente, 4-12-1875. Afmo.amigo JUAN BOSCO, Pbro. ((614)) CINCO CARTAS DEL BEATO AL CARDENAL DE ANGELIS Como apéndice del Apéndice damos paso con gusto a cinco cartas de la máxima importancia escritas por el Beato al Cardenal de Angelis, durante el curso 1867-68, cuando se trataba de obtener el decreto de aprobación de la Sociedad Salesiana. Estas cartas han visto la luz en un magnifico número único, el 1.° de junio de este año en Fermo, como «Homenaje del Venerable Seminario Arzobispal» al Beato don Bosco. En la primera de ellas se omitieron, por razón de oportunidad, algunos párrafos. Damos gracias a la cortesía del Rvmo. Rector, monseñor José Potentini, que nos facilitó el texto que faltaba e hizo una nueva confrontación de lo que quedaba con el original, enmendando algunas inexactitudes que se deslizaron en la primera lectura. Para más aclaraciones remitimos al lector a las «Memorias Biográficas» o bien, a la «Vida» de Lemoyne. El Arzobispo de quien repetidamente se habla, era monseñor Riccardi di Netro. 1 Procedían de la herencia de Belletrutti. Véase Cap. XXIII. Fin de Página 516 VOLUMEN XI Página: 517 Eminencia Reverendísima: Aquí tiene V. E. R. todo un paquete de documentos con los infortunios de don Bosco. El del Centenario 1, creo esté ya terminado, puesto que por una carta del padre Modena, sé que ya no se habla de retracción, sino solamente de suprimir algunas expresiones hacia el final del libro, lo que no presenta ninguna dificultad. Ciertamente en este asunto no se han tenido en cuenta los originales de donde se ha entresacado la materia del libro, de otro modo se hubiera andado con más calma. Ahora me han escrito que se quiere hacer lo mismo con el libro de san José. La cuestión volvería a lo que antes y primero deberían examinar los libros de donde yo he sacado las noticias. Y nótese que la obrita de san José no es mía; yo la he compilado de los libros públicamente conocidos, divulgados, aprobados por la autoridad eclesiástica y especialmente por el Maestro del Sagrado Palacio. Yo no puedo explicarme cómo, mientras se imprimen millones de libros nefandos y nadie se cuida de mandarlos incluir en el ((615)) Indice, se use tanto rigor conmigo, que no ahorro gastos ni fatigas para atenerme a las fuentes, y a los mejores autores, con la aprobación de Roma. Pasemos ahora a la Sociedad. El nuevo Arzobispo tiene afecto a la misma. Creo que una sola palabra suya podría decidirlo a lo que V. E. creyera oportuno en este asunto. El cardenal Antonelli me escribe que no omitirá solicitud alguna a este propósito. Lo mismo me asegura el cardenal Patrizi. Ahora me pongo en sus manos para que defienda mi causa ante el cardenal Quaglia y monseñor Svegliati, los cuales se declaran a mi favor por cuanto de ellos dependa. Creo que V. E. no podrá ocuparse mucho de la cuestión en estos días en que se tratan asuntos de alta importancia y, por tanto, le ruego se valga, si lo creyere oportuno, del Reverendo Pellegrino 2, con quien tengo plena confianza y que ya se ofreció a ayudarme para cuanto pudiera necesitar en Roma. Si V. E. creyera que no debe escribir, encomendarme a alguien o darme una vuelta por Roma, no tiene más que decirme una palabra. Si esta Sociedad queda aprobada ahora, ciertamente es obra de V. E. Rvma.; pero si no se logra ahora, a saber cuándo podrá ser. De todos modos me encomiendo a V. E.; en nuestras casas se reza continuamente para que Dios conceda en todo lo que juzga que redundará a su mayor gloria. Reciba las demostraciones de mi más sentida gratitud, y de la de todos los sacerdotes, clérigos y alumnos de esta nuestra Casa; haciendo todos los días especiales oraciones por la conservación de la preciosa salud de V. E., tengo el alto honor de profesarme de V. E. Rvma. Turín, 18 de junio de 1867. Atto. y s. s. JUAN BOSCO, Pbro. 1 Alude a su opúsculo titulado El centenario de San Pedro y a las controversias sobre el mismo (LEMOYNE, Memorias Biográficas, vol. VIII de la pág. 542 a la pág. 754 passim). Lo que dice sobre el libro de San José no viene de nuevo. Es el fascículo de marzo de 1867 de las Lecturas Católicas, titulado Vida de San José, Esposo de María Santísima y Padre putativo de Jesucristo, entresacado de los autores mas acreditados, con la novena en preparación a la fiesta del Santo. Antepone un bonito prólogo reproducido por LEMOYNE (Vol. VIII, pág. 482). 2 El Reverendo Pellegrino era por aquel entonces secretario particular de Su Eminencia; después fue Rector de este Seminario y murió siendo Obispo de Asís (N. del Núm. Un.). 517 Fin de Página 517 VOLUMEN XI Página: 518 P. S.-Cuando visite al Padre Santo dígnese pedirle su santa bendición como benignamente nos prometió cuando estuvo con nosotros; sería para todos nosotros el mayor consuelo. Eminencia Rvma.: Después de tomar muy en cuenta la carta que en su gran bondad se ha dignado escribirme y confrontar su contenido con lo que me escribía desde Roma monseñor Berardi, creo oportuno apoyar la demanda de nuestra aprobación con el mayor número de ((616)) cartas comendaticias competentes que nos sea posible conseguir; tanto más que el Obispo de Casale, en cuya Diócesis tenemos una Casa, aprobó definitivamente esta nuestra sociedad como Congregación diocesana. Entre ellas, desearía vivamente tener una de V. E. Rvma., que yo consideraría de sumo valor. Por tanto, al tiempo que respetuosamente le pido este favor, le envío copia del Decreto de la Congregación de Obispos y Regulares con una señal de lo que parece interesa para nuestro fin en la carta comendaticia. Yo soy el pobrecito que va en busca de pan, pero el amo puede darlo en la medida y en el momento que crea más oportuno. Haga, pues, como el Señor le inspire. Parece que nuestras cosas van mejorando; el profesor de Historia Eclesiástica fue avisado y da la impresión de que ha cambiado completamente de sistema; el Arzobispo me da esperanzas de una carta comendaticia para nuestro fin. Deo gratias! Seguimos haciendo oraciones especiales por V. E. y espero que Dios le guarde ad multos annos, para bien de la Iglesia y además, »quién sabe? para ver definitivamente aprobada nuestra sociedad. Me encomiendo con nuestros muchachos a la caridad de sus santas oraciones, mientras que, con la más sentida gratitud, tengo el alto honor de poderme profesar De S. E. Rvma. Turín, 9-2-1868. Su s.s. JUAN BOSCO, Pbro. 3 Eminencia Rvma.: Entre los muchos que continuamente están molestando a S. E. Rvma., ciertamente el pobre don Bosco siempre tiene alguna novedad. Tómelo, pues, con un poquito de paciencia. El Cardenal de Pisa y otros, a quienes pedí una carta comendaticia para la aprobación definitiva de nuestra Sociedad, me han dicho repetidamente que rogase a V. E. Rvma., que los precediera como conocedor que es de la Casa, de las personas y del espíritu que informa a los que pertenecen a esta Sociedad. Este es el objeto de la presente carta: suplicar a V. E. Rvma., que escriba una carta comendaticia sobre la Sociedad de San Francisco de Sales, a la que, sin fallar, seguirán las de cuantos conocen a S. E. y a esta Casa. Los Obispos de la provincia eclesiástica de Turín, incluido el Arzobispo, están dispuestos a dármela; es más, algunos ya me la han enviado. El de Casale ha creído bien dar su aprobación diocesana, cuya copia adjunto. Fin de Página 518 VOLUMEN XI Página: 519 Esta es la humilde súplica que presento a V. E. en mi nombre y en el de todos los que forman parte de nuestras casas. Y V. E., que tan dispuesto está a favorecernos, no rehusará ciertamente hacernos este favor, a menos que ((617)) en su gran saber creyese más oportuno obrar de otro modo. Por ello le quedaré igualmente agradecido, y no dejaremos en nuestra poquedad de invocar las bendiciones del Cielo sobre su augusta persona. Dígnese por fin impartirnos su santa bendición, mientras con la más sentida gratitud, tengo el alto honor de poderme profesar, De V. E. Rvma. Turín, 9 de marzo de 1868. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 4 Eminencia Rvma.: Aunque sé que V. E. Rvma., está muy ocupado en graves asuntos de la Iglesia, es necesario extienda su caridad a nuestra naciente Congregación. Por las notas del folio adjunto verá lo crítica que resulta nuestra actual posición: por suerte todas las diócesis, con las que tenemos relación, están dispuestas a favorecernos y nos dejan sus clérigos a plena satisfacción, por que les damos el ciento por uno. Pero necesitamos mucho poner las cosas en un estado más tranquilizador. Tenga Vuestra Eminencia la bondad de leer las cartas adjuntas y de aconsejarme si debo comunicarlo directamente al Padre Santo o bien prescindir de ello. Necesitaría una de estas cosas: 1. Aprobación definitiva de nuestras Constituciones, según la solicitud de hasta 22 Obispos que le adjunto. Este sería el paso regular de estas Reglas. Después de 28 años de prueba, y tras el decreto de recomendación de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, después de la aprobación diocesana del Obispo de Casale y de otros que hacen vivas instancias para que esta Congregación sea introducida en sus respectivas Diócesis, parece natural la petición de una aprobación definitiva. 2. Si V. E. creyera inoportuna esta petición, al menos se me conceda que los clérigos pertenecientes a la casa de formación de Mirabello puedan ser ordenados por los Obispos de aquella Diócesis, Casale, que ya aprobó la Sociedad de San Francisco de Sales como Congregación religiosa. Que estos clérigos puedan ser ordenados, aunque pertenezcan a otras Diócesis. 3. Si, por último, no se juzgase oportuno conceder lo uno ni lo otro, désenos al menos la facultad para poder educar a tales clérigos en la ciencia y en las reglas de esta Sociedad, quedando a los obispos el derecho a cerciorarse de la ciencia y de la moralidad, en el caso de que se les pidieran las sagradas órdenes. La disposición anotada en el n.° 3 ((618)) sólo es necesaria en la diócesis de Turín; en las demás diócesis tendría plenas facultades. El mismo monseñor Svegliati y además el cardenal Quaglia me repiten verbalmente que cuando una Congregación religiosa tiene un decreto de laudo y está constituida en la persona de su Superior, necesita para subsistir que pueda educar a sus alumnos, según el espíritu de las reglas de la Sociedad. Pongo todo en sus manos; una palabra suya es dirección segura. Le aseguro que procuraremos recompensar esta molestia con nuestras cotidianas Fin de Página 519 VOLUMEN XI Página: 520 oraciones y esperamos que Dios nos oiga y bendiga sus obras y le conserve ad multos annos para el bien de la Iglesia. Amén. Juntamente con los sacerdotes Cagliero, Rúa, Savio, Francesia, el poeta, y el caballero Oreglia le profesamos la más profunda gratitud, mientras, en nombre de todos nuestros alumnos, le pido su santa bendición y tengo el alto honor de poderme profesar, De V. E. Rvma. Turín, 2 de junio de 1868. Su atto. y s. s. JUAN BOSCO, Pbro. P. S. Si fuere preciso, iría a Roma a la menor indicación. 5 Eminencia Reverendísima: Yo hago como un pobre chiquillo que, cuando se encuentra apurado, acude a la bondad de su padre, como yo recurro a V. E. Rvma. He aquí de qué se trata: Nuestro Arzobispo, creyendo seguir un buen acuerdo, estableció que ningún clérigo de su diócesis pueda permanecer fuera de su Seminario; así las cosas, el Cottolengo y yo estábamos a punto de cerrar nuestras casas, cuyos alumnos son enseñados y asistidos por clérigos, o desobedecer al Superior. Por suerte yo preveía hace tiempo esta disposición y mis clérigos eran todos de otras diócesis, salvo algunos que pretenden formar parte de la Sociedad de San Francisco de Sales. El Arzobispo, tras algunas reflexiones, hizo una excepción para éstos; pero, llegada la época de las ordenaciones, revocó el permiso y no quiso admitir a nadie, si no iba al Seminario. Eran solamente tres y los tres pertenecían a la Sociedad; como los tres son Profesores y responsables de una clase ante el gobierno, no he podido obedecer, y en consecuencia no ha habido ninguna ordenación; ((619)) por otro lado, si yo mando mis clérigos al Seminario, »dónde queda el espíritu de disciplina de la Sociedad? »Dónde encontrar más de cien catequistas para otras tantas clases de niños? El que pasa un quinquenio en el Seminario, »querrá volver a encerrarse en el Oratorio? Andaba yo preocupado con estos pensamientos, cuando nacieron más graves dificultades por lo anotado aparte. »Puedo yo en conciencia mandar estos clérigos a clase al Seminario? Me parece que no. Hasta ahora iban, pero con miedo a perder el espíritu de nuestra Sociedad. Ya he hecho referencia de esto a monseñor Berardi; él examinó la cuestión y me contestó que se podría intentar la aprobación de la Sociedad y que, con este fin, fuera consiguiendo algunas cartas comendaticias de los Ordinarios que disfrutan de algún modo de esta institución. Su Eminencia, que ha examinado todo en Roma, sabrá precisamente cuál es la voluntad del Padre Santo y del cardenal Quaglia, y, por tanto, podrá darme un consejo paternal, que yo seguiré a ciegas. En esta casa conservamos el más vivo recuerdo de V. E. y rogamos cada día al Fin de Página 520 VOLUMEN XI Página: 521 Señor para que le conserve largos años de vida para bien de la Iglesia y la mayor gloria de Dios. En nombre de todos pido su santa Bendición y, suplicando benigna compasión por la confidencia tenida en esta carta, me cabe el alto honor de poderme profesar con el más sentido agradecimiento, De V. E. Rvma. Turín, 9 de septiembre de 1868. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. P. S. Le suplico humildemente salude de mi parte al óptimo don Pellegrino y a la respetable familia de V. E. 521 Fin de Página 521