Memorias Biográficas de San Juan Bosco vol 8
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CAPITULO I 

1865 -LECTURAS CATOLICAS: DIALOGOS SOBRE LA INSTITUCION DEL JUBILEO -NUMERO DE SOCIOS EN LA PIA 
SOCIEDAD -CONTRATO DE LA PIEDRA TALLADA PARA LA CONSTRUCCION DE LA IGLESIA DE MARIA 
AUXILIADORA -QUEDA SUPRIMIDA LA CALLE DE LA JARDINERA -EL PINTOR LORENZONE Y EL CUADRO DE 
MARIA AUXILIADORA -EL MAESTRO JUAN DE VECCHI -EPIFANIA Y UNA INVITACION PARA EL TEATRO -PLATICAS 
DE DON BOSCO POR LAS NOCHES -MUERTE IMPREVISTA DE TRES HERMANOS: ESTAD PREPARADOS: LA VIRGEN Y 
EL DEMONIO -LA VIRGEN NO AGRADECE LOS OBSEQUIOS DE QUIEN VIVE EN PECADO -EL CARNAVAL Y LAS 
ALMAS DEL PURGATORIO -CONMEMORACION DE BESUCCO -APARICIONES DE LA VIRGEN EN SPOLETO: MODO DE 
COMPORTARSE EN LA ORACION VOCAL 

AL empezar el octavo volumen de las Memorias Biográficas del Venerable Siervo de Dios, el sacerdote Juan Bosco, hemos de repetir 
algunas observaciones, ya hechas en volúmenes anteriores, a saber: que cuanto hemos expuesto o expondremos es la narración fiel de lo 
sucedido; que hay centenares de testigos de la vida y virtudes de nuestro amadísimo Fundador, muchos de los cuales dejaron por escrito, 
del principio al fin de su vida, cuanto vieron y oyeron de sus labios. Hasta los diálogos se conservaron y transmitieron tal y como se 
desarrollaron en su presencia. 

((2)) Puede decirse que todos estos documentos forman una biblioteca. 

Al escribir, nosotros no nos hemos permitido licencias poéticas ni exageraciones, porque la verdad no necesita adorno alguno. Lo 
demuestran las deposiciones juradas de treinta testigos en el Proceso Ordinario, llevado a cabo en la curia arzobispal de Turín, de las 
cuales, con las debidas licencias, nos hemos servido y nos serviremos ampliamente a lo largo de nuestro trabajo. 

Después de estas premisas, reemprendemos el camino. 

El 1865 fue año jubilar: duraba un mes en cada diócesis y debía celebrarse de acuerdo con los Ordinarios. Para esta ocasión escribió 
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y publicó don Bosco un opusculito para las Lecturas Católicas del mes de febrero, titulado: Diálogo sobre la Institución del Jubileo, con 
las prácticas piadosas para visitar las iglesias, compuesto por el sacerdote Juan Bosco. 

«Con este título -escribía la Unidad Católica del once de marzo-acaba de salir el segundo número de las Lecturas Católicas de Turín. El 
objeto principal del mismo es dar a conocer el verdadero origen del Jubileo, y presentar una idea justa del mismo. Se añaden, como 
apéndice, algunas prácticas religiosas que pueden servir para la visita a las tres iglesias, según lo prescrito por el Romano Pontífice en la 
promulgación del presente Jubileo. Se recomienda a toda suerte de personas este opúsculo, por su lenguaje y su estilo sencillo y familiar. 
Se vende en la tipografía del Oratorio de San Francisco de Sales, al precio de quince céntimos». 

En la portada se leía: «Bienaventurado el pueblo que sabe qué es el Jubileo: infelices los que, por negligencia o por inconsideración, lo 
hayan descuidado con la esperanza de alcanzar otro» (Card. Gaetani, El Jubileo, 15). 

Después del prólogo, seguía la Encíclica del Sumo Pontífice. Y terminaba el librito con tres consideraciones sobre la confesión, la santa 
comunión y la limosna. Añadíanse, además, tres meditaciones sobre la salvación, la muerte y el juicio. 

Este opúsculo alcanzó tal aceptación entre los fieles que don Bosco tuvo que apresurarse a publicar una segunda edición, añadiendo 
algo para inculcar en los lectores la devoción a la Santísima Virgen. 

((3)) La Pía Sociedad Salesiana contaba por entonces con casi ochenta socios, once de los cuales eran sacerdotes. Algunos se habían 
retirado de la hermandad, pero otros habían ocupado su lugar. El seminario menor de Mirabello prosperaba, el colegio de Lanzo 
empezaba a dar buenos frutos y, a fines del 1864, don Domingo Pestarino había apresurado el comienzo de su obra en Mornese, 
colocando la primera piedra de un colegio destinado a la educación de los muchachos. Hubo una gran fiesta debido a la intervención de la 
banda de música de Lerma. 

Mientras tanto don Bosco, con mayor confianza cada vez, preparaba lo necesario para que procedieran rápidamente las obras de la 
iglesia de María Auxiliadora. 

El primero de enero firmaba un contrato con los señores Ferraris y Compañía, residentes en Turín, para el corte de la piedra en el 
Malanaggio. La correspondiente a la parte baja del interior de la iglesia, esto es, el zócalo sin cornisa, debía ser enviada y puesta en su 
sitio para el próximo mes de marzo, al precio de ciento cincuenta liras el metro cúbico; el basamento de las columnas con las cornisas 
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trabajadas en grano fino sería colocado en su sitio en la primera quincena de abril, a doscientas cincuenta liras el metro cúbico. La medida 
de las piedras se hacía geométricamente conforme a las dimensiones obligatorias. 

Se preocupaba además don Bosco por adquirir el espacio de terreno que quedaba entre las obras de la iglesia y el Oratorio. 

En efecto, de un borrador del proyecto de convenio del 16 de enero de 1865 (Valdocco, Posada Bellezza) se deduce que se 
establecieron entre don Bosco y la señora Catalina Novo, viuda de Belleza, las condiciones para suprimir la calle de la Jardinera y 
sustituirla por otra, prolongación de la calle Botta. En este borrador de escritura, cuyo original está firmado por el abogado J. Troglia, se 
pueden ver bien señaladas las proporciones catastrales. 

Pero lo que preocupaba a don Bosco era el cuadro de la Santísima Virgen ((4)) Auxiliadora que debía colocarse en el altar mayor del 
santuario en construcción. 

En la primera reunión con el píntor Lorenzone, que debía pintarlo, dejó maravillados a todos los presentes con la grandiosidad de sus 
ideas. 

Expresó así su pensamiento: 

-En lo alto, María Santísima entre los coros angélicos; en torno a Ella y más cerca los apóstoles, después los mártires, los profetas, las 
vírgenes y los confesores. En tierra, los emblemas de las grandes victorias de María y los pueblos de las distintas partes del mundo con 
las manos levantadas pidiendo auxilio. 

Hablaba como de algo ya visto por él y precisaba todos los detalles. Lorenzone le escuchaba sin perder sílaba. Cuando don Bosco 
terminó, le preguntó: 

-»Y dónde pondrá ese cuadro? 

-íEn la nueva iglesia! 

-»Cree usted que cabrá en ella? 

-»Por qué no? 

-»Y dónde encontrará la sala para pintarlo? 

-Eso va por cuenta del pintor. 

-»Dónde quiere que halle un espacio capaz para este cuadro? Haría falta toda la plaza Castillo. Salvo que pretenda una miniatura para 
mirarla con el microscopio. 

Todos rieron. El pintor demostró su punto de vista, teniendo en cuenta las medidas y reglas de la proporción. Don Bosco quedó un poco 
contrariado, pero no tuvo más remedio que reconocer que el pintor llevaba razón. Se decidió que el cuadro llevara solamente la 
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Virgen, los apóstoles, los evangelistas y algunos ángeles en la parte superior. Al pie del mismo, bajo la gloria de la Virgen, iría el 
Oratorio. 

Se arrendó un amplísimo salón del palacio Madama y el pintor empezó inmediatamente su trabajo; éste le ocuparía casi tres años. 

Estaba a punto de terminarse el cuadro cuando se dio cuenta de que el magnífico león colocado junto a san Marcos atraía tan 
poderosamente la atención que la apartaba algo del ((5)) personaje principal. Tuvo, pues, que darle una expresión menos viva. La Virgen 
le quedó verdaderamente estupenda. 

«Cierto día -cuenta un sacerdote del Oratorio-entré en el estudio del pintor para ver el cuadro. Era la primera vez que yo me tropezaba 
con Lorenzone. Estaba él sobre una escalerilla dando los últimos toques al rostro de la imagen de la Virgen. No se volvió al ruido de mi 
entrada, continuó su trabajo. Después de un rato, descendió y se puso a contemplar el efecto que daban los últimos retoques. De pronto se 
percató de mi presencia: me agarró de un brazo y me llevó a un punto desde donde pudiera apreciar mejor el cuadro y, una vez allí, me 
dijo: 

»-íMire qué hermosa es! No es obra mía; no soy yo quien pinta, hay otra mano que guía la mía. Y ésta, a mi parecer, pertenece al 
Oratorio. Diga, pues, a don Bosco que el cuadro saldrá como él lo quiere. 

»Estaba locamente entusiasmado. Después se puso de nuevo a su trabajo». 

Y nosotros añadimos que, cuando se llevó el cuadro a la iglesia y se colocó en su lugar, Lorenzone cayó de rodillas derramando 
abundantes lágrimas. 

Tras la pintura, vino la música en honor de María. 

A fines del 1864 había puesto don Bosco la banda de música del Oratorio bajo la dirección del maestro Juan De-Vecchi. Fue una 
magnífica elección. Era el maestro un hombre de genio musical, profundo conocedor de su noble arte e incansable en cuidar que sus 
alumnos aprovechasen al máximo sus lecciones. Durante casi veinte años escribió para ellos bellísimas composiciones religiosas y 
profanas. Ellas entusiasmaban a los oyentes en la iglesia, en los patios y en el teatro. 

El día 6 de enero, fiesta de la Epifanía del Señor, se representó en el teatro la obrita La Casa de la Fortuna para muchos generosos 
bienhechores que consideraban las empresas de don Bosco como propias. 
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Se conserva todavía la invitación que el Siervo de Dios envió ((6)) a la familia del Marqués de Fassati, convidándole a comer, y por su 
medio, a la Duquesa de Montmorency: 

Muy señora mía Acelia: 

Gracias por su cortés invitación; yo procuraré sacar buen partido de ella, pero »no podría usted hacer lo posible para que pudieran venir 
ellos, también mañana? »Quién sabe si la señora Duquesa, con el deseo de ver y oír los prodigios de Gianduia, no se decidirá a asistir 
también ella? 

Empiece a preparar los puntos de la discusión sobre los cargos; el debate público se celebrará el viernes. 

Que Dios la bendiga y los Reyes Magos le traigan un gran deseo de ser santa. 

Muchas felicidades para Papá, Mamá y la señora Duquesa. 

Ruegue por mí, que con gratitud me profeso, 

Turín, 5 de 1865. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Así empezó el año 1865. Los trabajos materiales, aun los que se hacen para promover obras buenas, suelen enfriar, poco o mucho, la 
intensidad del ardor por las cosas espirituales en quienes no poseen una virtud perfecta. 

Con don Bosco no fue así. No cesó ni por un instante de perseguir, como único objetivo de su vida, la salvación de las almas. Lo 
confirman las charlas que continuamente dirigía a sus muchachos después de las oraciones de la noche. Reproducimos las que figuran en 
nuestra crónica, señaladas con la fecha del día. 

2 de enero de 1865 

Ya han pasado dos días, mis queridos hijos, del nuevo año. »Lo habéis empezado bien? Lo habéis empezado: »estáis seguros de 
acabarlo? Alrededor de las once de la noche del último día del año 1864 el hermano del ministro Della Róvere se encontraba en su mesa 
de trabajo despachando unos asuntos, y de improviso le acometió un golpe apoplético. A la una, dos horas después, ya era cadáver, y sin 
haber podido recibir los Sacramentos. ((7)) Por fortuna era un buen cristiano. Me aseguran sus amigos que el día de Navidad los había 
recibido. Esperamos que el Señor le habrá admitido en la bienaventuranza del cielo. Mirad: eran tres hermanos: el Ministro, éste del que 
os he hablado y otro jesuita, residente en Roma. En el espacio de cuarenta días, han pasado los tres a la eternidad, víctimas de la misma 
enfermedad. »Pensarían al principio del año 1864 que era el último de su vida? Así pues, estemos preparados, porque cuando menos lo 
pensemos vendrá el Señor a llamarnos. Y entonces, »qué haremos? La muerte de apoplejía es de dos clases: la imprevista y la repentina. 
La imprevista es la que viene cuando no estamos preparados: la repentina es la que nos sorprende, pero preparados. Venga, pues, la 
muerte repentina, pero líbrenos Dios de la muerte imprevista. 
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Amigos míos, si llegara ahora la muerte, »estaríais preparados? Creo que la mayor parte sí; pero algunos por desgracia no, porque se 
hallan en pecado mortal. íOh! Si ellos pudiesen ver el horrible monstruo que llevan a sus espaldas, se horrorizarían. Hace ya algún tiempo 
que les quiero avisar, mas he aguardado hasta hoy para ver si se convertían; ahora esperaré solamente unos días y luego les avisaré. Si yo 
quisiera, podría señalarlos uno a uno, pero no en público. Estén, sin embargo, seguros estos pobrecitos de que yo les avisaré. 

El demonio, queridos hijos míos, gira en derredor vuestro y yo lo veo, tratando de devoraros. Va a vuestras espaldas, ya os agarra de un 
pie, ya del otro y procura haceros caer agarrándoos los dos. Pero tenéis ante vosotros una hermosa Dama, que os tiende su mano y 
asiéndoos a Ella es imposible que caigáis. »Qué diríais de aquéllos que, en tan gran peligro, rehúsan la ayuda de tan hermosa Señora, 
rechazan esa bendita mano, la golpean y la muerden con furia? La Señora retira su mano y les dice: 

-íDesgraciados! »Rechazáis mi ayuda? Pues bien, perdeos, ya que así lo queréis. Yo lo he hecho todo para salvaros, pero vosotros no 
habéis querido, sois la causa de vuestra perdición. 

Mis queridos hijos, íqué horrible monstruo es vuestro enemigo el diablo! 

La hermosa Señora es María Santísima. 

5 de enero 

María Santísima no agradece los obsequios de quienes quieren seguir viviendo en pecado. Hubo un hombre que durante mucho tiempo 
ofendía al Señor, pero cada día saludaba con alguna oración o invocación a la Madre de Dios. Invocaba a la Madre de Dios y a la par 
seguía su vida desordenada. Una noche se le apareció la Santa Madre de la misericordia. Iba ante Ella un hermoso joven que llevaba ((8)) 
en la mano una fuente con deliciosos y delicados alimentos. Estaban éstos cubiertos con una servilleta muy sucia, manchada y maloliente. 
La Virgen le invitaba a comer de aquellos manjares, pero él respondía con asco: 

-Mi querida Señora, esa servilleta está tan sucia que se me revuelve el estómago y se resiste a comer. 

-Tampoco pueden agradarme tus devociones por los muchos pecados que cometes. »Te gustarían a ti estos manjares, si no estuviesen 
cubiertos por esa servilleta tan sucia y maloliente? También me gustarían a mí, y mucho, tus oraciones, si no viese las culpas con que está 
cubierta tu alma. 

Dichas estas palabras, desapareció y el pobrecito, vencido por el reproche materno, fue a confesarse, cambió de vida y perseveró en el 
bien. 

8 de enero 

Mis queridos muchachos, ayer empezó el carnaval 1. Quiero que también vosotros tengáis un carnaval alegre; por tanto, habrá una 
representación en el teatro por la noche; habrá algún extraordinario en el comedor y otras diversiones que os preparan vuestros superiores. 
Pero esto no es todo. Quiero que añadáis al carnaval material otro espiritual, y os diré por qué. Hay uno entre vosotros que querría hacer 
su carnaval: es el demonio, y yo no quiero que lo haga a costa vuestra. Por tanto, deseo que, a partir de hoy, ofrezcáis cada día un 
ramillete en favor del alma del purgatorio que necesita de esa obra buena para entrar en el cielo. 

1 Carnaval. En Italia, todo el tiempo que va desde la Epifanía del Señor hasta el Miércoles de Ceniza. (N. del T.) 

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Ya veis cuántas almas podéis conducir con este medio ante el trono de María. Somos más de quinientos estudiantes: si todos hacemos 
un pequeño acto de devoción al día, durante estos dos meses, calculad cuántas almas libraremos de aquellas penas y cuántos amigos 
tendremos en el paraíso que nos estarán agradecidos por su anticipación a la gloria celeste y que rogarán por nosotros. Y cuántas ventajas 
alcanzaremos con la intervención de estas almas salvadas por nosotros, sin contar con que nuestro purgatorio será más breve, porque el 
Señor nos tratará como hayamos tratado a los demás: Poco o mucho, todos deberemos pasar por el purgatorio; pensemos, pues, en ello. 
Lo que os he dicho, no ha sido por cuenta mía (indicaba con ello que era la Virgen quien hacía la recomendación). Os baste saber que es 
una oración muy grata a Jesús y a María. La Virgen espera de vosotros esta hermosa obra. 

9 de enero 

Hoy hace un año que nuestro Besucco pasó a la eternidad. Es muy justo que os lo recuerde en este día. ((9)) Moría tranquilo; sólo una 
pena le afligía en aquel momento. No era la de haber llevado una vida mala, ni la de haber callado pecados en la confesión; no le apenaba 
haber faltado a la caridad con sus compañeros o haber desobedecido a sus superiores; ni tampoco tener que reparar ningún escándalo; una 
sola cosa le afligía: no haber amado al Señor como El se lo merece. 

11 de enero 

Esta noche quiero contaros cosas maravillosas. La Virgen, se dignó aparecer a sus devotos varias veces en estos pocos años. Se apareció 
en Francia en 1846 a dos pastorcillos y predijo, entre otras cosas, tal y como sucedió, la enfermedad de las patatas y de las viñas. Se dolía 
de que la blasfemia, el trabajo en los días festivos, y el estar en el templo como los perros hubieran encendido la cólera de su Divino Hijo. 

El 1858 se apareció a Bernardita, en Lourdes, y le recomendó que rogase por los pecadores. En Taggia, la Virgen movió los ojos. En 
Vicovaro, movió también los ojos en presencia de muchos testigos. En Spoleto, la imagen de la Virgen hace continuamente ruidosos 
milagros. 

Resulta algo singular la especie de acróstico que puede formarse con las letras de la palabra latina SPOLETUM. S: sancta; P: parens; O: 
omnipotentis; L: legiferi; E: et; T: totius; U: universi; M: mater, o también «et tutrix universi Maria», que indica lo mismo que: Maria 
Auxilium Christianorum. (Santa Madre del omnipotente legislador y Madre de todo el universo; o también María guardiana del universo, 
que indica lo mismo que: María Auxiliadora de los Cristianos.) 

Leía esta tarde en El Jardincito de María otro hecho maravilloso ocurrido en Toscana. La imagen de la Santísima Virgen apareció de 
repente sobre la pared de una casucha. Alguien la vio y, movidos a confianza, hubo muchos enfermos que se acercaron a ella, 
aproximaron a la imagen las partes doloridas de sus cuerpos y curaron inmediatamente. Se esparció la fama por muchos lugares y acudían 
las gentes a aquella imagen. 

El Gobierno envió guardias para impedir aquellas reuniones y prohibió que la gente se acercara a la casita; mas, por cada individuo que 
era arrestado, acudían cien más a aquel lugar y crecía la afluencia de las multitudes. Se construyó un muro de piedra ante la imagen, pero 
ésta apareció impresa en la nueva pared. Entonces cubrieron el muro con unas tablas y también apareció la imagen sobre las mismas. El 
entusiasmo del pueblo aumentaba. Los mismos guardias, mandados, como decían 
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los impíos para hacer cortar aquella superstición, a la vista del espectáculo, caían de rodillas para rezar. 

Y nosotros también, queridos amigos, estamos cercados de gracias y milagros de la Virgen. Cuando tenga tiempo, os contaré 
detalladamente lo que la Virgen se ha dignado hacer en esta casa. Diréis: 

-»Qué significan estas apariciones de María? Son ((10)) signos de misericordia, queridos míos. La santísima Virgen es nuestra Madre, y 
al ver los graves peligros que amenazan a sus hijos, acude a salvarlos. »Deseáis que esta Madre celestial os quiera? Practicad la virtud tan 
amada por Ella, la virtud de la castidad. 

La obra buena que os sugiero esta noche es ésta: cuando recéis, pensad en lo que hacéis. Al rezar, habláis con Dios: hablar, quiere decir 
pronunciar bien las palabras, de modo que sean entendidas: por tanto, rezad despacio las oraciones y con el mismo tono de voz con que 
hablaríais a un amigo querido. 
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CAPITULO II 

CHARLAS DE DON BOSCO -SUEÑO: UNA VIÑA: CAMINO IMPRACTICABLE Y SENDERO TRABAJOSO: LA CODORNIZ Y 
LA PERDIZ: UN GRAN SALON: UN MORIBUNDO Y UN DIFUNTO QUE DON BOSCO NO PUEDE RECONOCER -DON 
BOSCO VA A LANZO: SU CARTITA A DON DOMINGO RUFFINO -DA A LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO LOS 
SALUDOS DE LOS DE LANZO: EXPLICA LA SUERTE DE LOS QUE COMEN CODORNIZ O PERDIZ -PREDICCIONES 
REFLEXIONES SOBRE EL SUEÑO -OTRAS CHARLAS DE DON BOSCO -EL PREMIO DE BUENA CONDUCTA OTORGADO 
POR LOS MISMOS MUCHACHOS A QUIENES JUZGAN QUE SON LOS MEJORES DEL ORATORIO; LA NOVENA DE SAN 
FRANCISCO DE SALES -MUCHOS LOCOS Y MUCHOS PICAROS -LA PRIMERA CONFERENCIA GENERAL PRESCRITA 
EN LA FIESTA DE SAN FRANCISCO -PROYECTO PARA UNA NUEVA TOMBOLA -DON BOSCO SE INGENIA PARA 
FORMAR LA COMISION -UN ARTICULO DE LA UNIDAD CATOLICA: DONATIVO Y REGALOS DE PIO IX PARA LA 
IGLESIA DE VALDOCCO. 

LEESE en el capítulo IV de los Proverbios: «Escuchad, hijos, la instrucción del padre, estad atentos para aprender inteligencia porque es 
buena la doctrina que os enseño; no abandonéis mi lección». Por eso continuaremos exponiendo las palabras de vida que oímos de los 
labios de nuestro padre don Bosco, siguiendo el orden en que nos fueron dichas. 

16 de enero 

Ya ha pasado la mitad de enero: »cómo hemos empleado el tiempo? Esta noche, si os parece bien, os contaré un sueño que tuve 
anteayer. 

((12)) Me pareció encontrarme de viaje en compañía de todos los muchachos del Oratorio y de muchos otros a quienes no conocía. Nos 
detuvimos a desayunar en una viña y todos los muchachos se desparramaron por acá y por allá para comer fruta. Unos comían higos, 
otros uvas; quienes melocotones, quienes ciruelas. Yo estaba en medio de ellos y cortaba racimos de uva, arrancaba higos y los distribuía 
entre todos, diciendo: 

-Para ti; toma y come. 

Me parecía que estaba soñando y sentía que así fuese, pero al fin me dije: 
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-Sea lo que fuere, dejemos que los muchachos coman. 

Entre las hileras de las vides estaba el dueño. 

Cuando restauramos nuestras fuerzas, proseguimos la marcha cruzando la viña; el camino era difícil. La viña, como acontece 
ordinariamente, ofrecía en toda su amplitud profundas zanjas, de manera que unas veces había que subir, otras teníamos que bajar, y a 
veces saltar. Los más fuertes lo hacían con facilidad, pero los más pequeños, al intentar saltar, caían al hoyo. Esto me disgustaba 
sobremanera, por lo que, mirando a mi alrededor, encontré un camino que bordeaba la viña. Entonces me dirigí hacia él en compañía de 
todos mis muchachos. 

Pero el dueño de la viña me detuvo y me dijo: 

-Mire: no vaya por ese camino; es impracticable, está cubierto de piedras, de espinas, de fango y de hoyos; continúe por el camino que 
había elegido anteriormente. 

Le repliqué: 

-Tenéis razón; pero estos chicos pequeños no pueden andar a través de esos surcos. 

-íOh!, eso pronto se arregla, continuó el otro; que los mayores lleven a cuestas a los pequeños y podrán saltar aunque vayan cargados 
con tal peso. 

No me convencí de lo que me acababa de decir y me dirigí con toda mi comitiva al límite de la viña, junto al camino que había visto y 
comprobé que mi interlocutor me había dicho la verdad. El camino era pésimo e impracticable. 

Vuelto a don Juan Bautista Francesia, le dije: 

-Incidit in Scyllam qui vult vitare Charybdim (Cae en Escila el que quiere huir de Caribdis). 

Y fue forzoso tomar un sendero y atravesar de la mejor manera posible toda la viña, siguiendo el consejo del dueño de la misma. 

Al llegar al final nos encontramos con un tupido vallado de espinas y abrimos en él un paso con mucha dificultad. Bajando por una 
pendiente nos hallamos después en un valle amenísimo, lleno de árboles y cubierto de jugosos pastos. En medio de aquel prado vi a dos 
jóvenes, antiguos alumnos del Oratorio, los cuales apenas me divisaron se dirigieron a mí y me saludaron. Nos detuvimos a hablar, y uno 
de ellos, después de cambiar conmigo algunas impresiones: 

((13)) -íMira qué hermosura!, me dijo, enseñándome dos pájaros que tenía en la mano. 

-»Qué pájaros son ésos?, le pregunté. 

-Una perdiz y una codorniz que he encontrado. 

-»Está viva la perdiz? 

-íClaro! íMírala!, me contestó mientras me entregaba una preciosa perdiz de unos meses. 

-»Come sola? 

-Empieza a hacerlo. 

Y mientras le daba de comer, observé que tenía el pico dividido en cuatro partes. Manifestéle mi extrañeza y le pregunté el motivo de 
aquel fenómeno. 

-»Cómo?, replicóme. »Don Bosco no sabe eso? Lo mismo significa el pico de la perdiz dividido en cuatro partes que la misma perdiz. 

-No comprendo. 

-»No comprende habiendo estudiado tanto? »Cómo se llama la perdiz en latín? 

-Perdix. 

-Pues ahí está la clave del misterio. 

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-Hazme el favor de hablar claro. 

-Mire; fíjese en las letras que componen la palabra Perdix. 

«P: quiere decir Perseverantia.
»E: Aeternitas te expectat (Te espera la eternidad)
.
»R: Referet unusquisque secundum opera sua, prout gessit, sive bonum, sive malum (Cada uno recibirá conforme a lo que hizo durante
su vida mortal, el bien o el mal). 
»D: Dempto nomine. Echada a un lado la fama, la gloria, la ciencia, la riqueza. 
»I: significa Ibit (irá)». He aquí lo que representan las cuatro partes del pico: los novísimos. 
-Tienes razón, he comprendido; pero, dime: y la X »dónde la dejas? »Qué quiere decir? 
-»Cómo? »Usted que ha estudiado matemáticas no sabe qué quiere decir la X? 
-Sé que la X representa la incógnita. 
-Pues bien, cambie el término y llámelo desconocido: irá a un lugar desconocido (in locum suum). 
Sin salir de mi asombro, y mientras atendía a estas explicaciones, le pregunté: 
-»Me regalas esta perdiz? 
-Sí, con mucho gusto. »Quiere ver también la codorniz? 
-Sí, enséñamela. 

E inmediatamente me presentó una hermosa codorniz; al menos eso parecía. La tomé en mis manos, le levanté las alas y vi que estaba 
toda cubierta de llagas y, poco a poco, se fue tornando ((14)) tan fea y asquerosa, despidiendo un hedor tan pertilente que provocaba 
náuseas. 

Entonces pregunté al joven qué significaba aquel cambio. 

Y me respondió: 

-»Usted es sacerdote y no sabe estas cosas, después de haber estudiado la Sagrada Escritura? »Recuerda cuando los hebreos, estando en 
el desierto murmuraban de Dios y el Señor les mandó codornices y comieron de ellas, y aún las estaban mascando cuando millares de 
ellos fueron castigados por la mano divina? Por tanto, este animal quiere decir que mata más gente la gula que la espada y que el origen 
de la mayor parte de los pecados proviene de ese vicio. 

Entonces di la gracias al joven por sus explicaciones. 

Entre tanto, en los vallados, sobre los árboles, entre la hierba iban apareciendo perdices y codornices en gran número; unas y otras 
semejantes a las que tenía en la mano mi joven acompañante. Los muchachos comenzaron a cazar procurándose así la comida. 

Después continuamos el viaje. Todos los que comieron perdices se tornaron robustos y pudieron seguir adelante. Cuantos comieron 
codornices se quedaron en el valle, dejaron de seguirme y, a poco, los perdí de vista, no volviéndoles a ver más. 

Pero de pronto, mientras caminaba, la escena cambió por completo. 

Me pareció estar en un inmenso salón, más grande que el Oratorio, comprendido el patio; todo aquel local estaba ocupado por una gran 
multitud. Miré a mi alrededor y no conocí a nadie; no había allí ni uno solo del Oratorio. 

Mientras estaba contemplando todo aquello sin poder salir de mi extrañeza, se me acercó un hombre diciéndome que había un pobrecito 
que estaba gravemente enfermo, en peligro de muerte, que tuviese la bondad de ir a confesarle. Yo le respondí que con sumo gusto lo 
haría, y sin más lo seguí. 

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Entramos en una habitación y me acerqué al paciente, comencé a confesarlo, pero viendo que se iba debilitando poco a poco y temiendo 
que se muriese sin la absolución, corté por lo sano y se la di. Apenas lo hube hecho, el desgraciado murió. Su cadáver comenzó 
rápidamente a despedir mal olor. Hasta tal punto que era imposible soportarlo. Entonces dije que era necesario enterrarlo cuanto antes y 
pregunté por qué hedía de aquel modo. Me fue respondido: 

-El que muere tan pronto, pronto es juzgado.
Salí de allí. Me sentía muy cansado y pedí que me dejasen descansar.
Me aseguraron que inmediatamente sería complacido y me hicieron subir por una escalera que conducía a otra habitación.
Al entrar en ella vi a dos jóvenes del Oratorio que hablaban entre sí; uno de ellos tenía un envoltorio. Les pregunté:
-»Qué tenéis ahí? »Qué hacéis aquí?
Me pidieron excusas por encontrarse en aquel lugar, pero no me respondieron a lo que les había preguntado. Yo les volví a decir:
-Os he preguntado por qué os encontráis aquí.
((15)) Ellos se miraron y después me dijeron que prestase atención.
Seguidamente abrieron el envoltorio y sacaron de él, extendiéndolo, un paño fúnebre. Miré a mi alrededor y vi en un rincón, tendido 
y


muerto, a un alumno del Oratorio. Pero no lo reconocí. 
Pregunté a los dos jóvenes quién era, pero se excusaron y no me lo quisieron decir. Me acerqué al cadáver; observé su rostro: por un 
lado me parecía conocerlo, y por otro no; así que no pude identificarlo. Decidido entonces a saber quién era a toda costa, bajé de nuevo la 
escalera y me encontré en el gran salón. La multitud de gente desconocida había desaparecido y en su lugar estaban los muchachos del 

Oratorio. Apenas me vieron éstos, se apiñaron a mi alrededor diciéndome: 
-Don Bosco, don Bosco, »no sabe? Ha muerto un alumno del Oratorio. 
Yo les pregunté el nombre del difunto y ninguno quiso contestarme; los unos me mandaban a los otros, nadie quería hablar. Pregunté 

con mayor insistencia, pero se excusaban y no me lo querían decir. En tal estado de inquietud, después de haber fracasado en mi intento, 
me desperté encontrándome en mi lecho. El sueño había durado toda la noche, y por la mañana estaba tan cansado y maltrecho que en 
realidad parecía que había estado viajando toda la noche. 

Deseo que las cosas que os cuento no salgan del Oratorio; hablad de ellas entre vosotros cuanto queráis, pero queden siempre en casa. 
Al día siguiente, 17 de enero, don Bosco marchó por la mañana a Lanzo, atraído por el afecto paternal que profesaba a don Domingo 
Ruffino y a sus subalternos. Solía interesarse en esas visitas no sólo por los asuntos importantes de su misión espiritual, sino que también 
se informaba de las necesidades materiales de la casa, de cómo iban los estudios y la disciplina de los alumnos y las relaciones con las 
autoridades eclesiásticas y civiles. Bien puede decirse que todos recibían de él el impulso para trabajar. 
Quince días más tarde, escribía al mismo director desde Turín: 
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Muy querido Ruffino: 

Scavarda desea ir ahí para recoger sus cosas, pero quede bien entendido que vuelva otra vez aquí. En su lugar irá Chiesa, el cual es un 
retrato exacto de Bodratto por su buena voluntad. 

He corregido y he hecho copiar la memoria para el Alcalde. 

Augura de mi parte abundantes bendiciones del cielo para todos, ((16)) Superiores y alumnos del Colegio de Lanzo; haga la Santísima 
Virgen que todos sus habitantes sean también santos. 

Dios te bendiga; todo tuyo, 

Turín, 3 de febrero de 1865. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Ya de vuelta en el Oratorio, hablaba así a sus alumnos, la noche del 18 de enero: 

Fui a Lanzo para ver a aquellos muchachos, a quienes quiero como a vosotros. No os diré la recepción que me hicieron, porque tendría 
que repetir lo que os dije otras veces. Solamente os diré que ayer por la noche, al terminar de hablarles, me dijeron al unísono: 

-Diga a los muchachos del Oratorio de San Francisco de Sales lo mucho que nosotros les queremos, que les consideramos amigos 
nuestros, nuestros hermanos, y que esperamos también que ellos nos quieran, tanto como nosotros a ellos. Diga que el día de san 
Francisco de Sales comulgaremos todos y nos uniremos en oración por ellos ante el Sagrado Corazón de Jesús. Dígales que esperamos ir 
algún día a Turín para saludarles y que deseamos vengan ellos a Lanzo para pasar un día con nosotros. 

Yo, interpretando vuestro sentimiento, mis queridos amigos, les dije que muy bien podía suceder que alguno de vosotros vaya algún día 
a Lanzo para quedarse allí para siempre, o por algún tiempo, según sea el deseo de los Superiores; y que, si alguno de ellos viniere aquí a 
Turín, será recibido por vosotros como un verdadero hermano; tanto más, cuanto que ya he sabido que los alumnos de Turín y los de 
Lanzo sois tan buenos muchachos. 

Pensad la alegría de los de Lanzo al oír estas palabras. 

Se pusieron de puntillas, levantáronse cuanto pudieron y íhasta se arreglaron el nudo de la corbata! 

Pero pasemos a otra cosa. Vosotros seguramente queréis saber algo sobre el sueño. Solamente os voy a explicar el significado de la 
perdiz y de la codorniz. La perdiz es la representación de la virtud, y la codorniz, del vicio. Esto último lo podéis deducir del hecho de 
que la codorniz fuese tan bella exteriormente y después, vista de cerca, apareciese cubierta de llagas debajo de las alas y despidiese un 
hedor insoportable: todas estas cosas representan las acciones deshonestas. 

Entre los jóvenes, unos comían con avidez y glotonería la carne de codorniz, a pesar de estar en mal estado: son los que se entregan al 
vicio del pecado. Los que preferían perdiz son los que sienten amor a la virtud y la practican. Algunos tenían en una mano perdiz y en la 
otra codorniz, y comían de esta última; son los que conociendo la belleza de la virtud no quieren aprovecharse ((17)) de la gracia de Dios 

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para hacerse buenos. Otros, teniendo en una mano perdiz y en la otra codorniz, comían perdiz lanzando miradas codiciosas a la codorniz: 
tales son los que siguen la virtud con desgana, como por fuerza. De éstos se puede asegurar que, si no cambian de proceder, una vez u 
otra caerán. Otros comían perdiz mientras veían a la codorniz saltar delante de ellos sin darle importancia y hacer caso: son los que siguen 
la senda de la virtud y aborrecen el vicio, considerándolo con desprecio. Otros comían un poco de codorniz y un poco de perdiz, y son los 
que alternan entre el vicio y la virtud y así se engañan con la esperanza de no ser tan malos. 

Vosotros me diréis: »quién de nosotros comió codorniz y quién perdiz? A muchos ya se lo he dicho; los demás, si quieren saberlo, 
vengan a verme y se lo diré. 

Así daba en privado a cada uno serios y saludables consejos, o bien una agradable noticia, según se lo sugería el sueño. Un día en que 
se hallaba rodeado de unos cuantos muchachos, que le preguntaban si había conocido su porvenir, dijo: 

-De los que están aquí, uno llegará a ser un gran sabio, otro un gran santo y un tercero, un sabio santo. 

»Qué diremos nosotros del sueño anteriormente referido? 

Don Bosco, según su costumbre, no refirió todas sus circunstancias; no dio todas las explicaciones, limitándose a lo relacionado con la 
conducta de sus muchachos y alguna previsión sobre el porvenir. Y, con todo, estudiando sus palabras, si no nos equivocamos, vemos 
que en ellas resaltan tres ideas: el Oratorio, la Pía Sociedad y las Ordenes religiosas. 

Vamos a exponer algunos de nuestros pensamientos, remitiéndonos al juicio de otros más expertos: 

1.° La viña es el Oratorio. Don Bosco, en efecto, distribuye como dueño toda suerte de frutas a los jóvenes. Se trata de una de aquellas 
viñas espirituales predichas por Isaías en el capítulo LXV: «Plantarán viñas y comerán su fruto -Plantabunt vineas et comedent fructus 
earum». La escena sucede evidentemente en plena vendimia. 

2.° El viaje de don Bosco. El consejo del dueño de la viña, a saber, que los más robustos, o sea los Salesianos, llevasen sobre sus 
hombros a los ((18)) más pequeños, »no podría indicar la necesidad de que el aprendizaje espiritual de los congregados no estuviese del 
todo separado de la vida activa? 

El camino impracticable, »no podría representar acaso el camino ancho de las grandes Ordenes religiosas, tan amadas y estimadas por 
don Bosco, reducidas entonces a un estado de menor esplendor por falta de observancia religiosa, por odio de las sectas, por las leyes de 
supresión? 
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Y el sendero de la viña que bordea el camino, siguiendo la misma dirección e idéntica meta, »no puede simbolizar el nuevo instituto 
fundado por don Bosco? 

3.° La perdiz. Uno de los caracteres de este animal es la astucia. 
Cornelio a Lápide, comentando el capítulo XVII de Jeremías, cita la carta 47.ª de san Ambrosio, en la que se describen la astucia y artes a 
veces afortunadas de la perdiz para huir del cazador y para salvar su nidada. La frase que con frecuencia solía don Bosco repetir a sus 
hijos, era precisamente ésta: íSed astutos! Con esto les quería indicar, como medio para huir de los lazos del demonio, el recuerdo de la 
eternidad. 

4.° La codorniz. El vicio de la gula es la muerte de las vocaciones. 

5.° La gran sala y la multitud que la ocupaba, personas todas desconocidas para el Siervo de Dios, debían tener algún significado 
especial y alguna particularidad interesante. Don Bosco no creyó oportuno decir palabra alguna sobre ello. »No podría guardar relación 
con la futura obra de los Cooperadores Salesianos? 

6.° En cuanto al enfermo moribundo, don Bosco nos dijo algún tiempo después a nosotros los sacerdotes: «Era un exalumno del 
Oratorio del que quiero pedir informes para ver si en realidad ha muerto». 

7.° »Y el joven muerto? Parece que se trata de don Domingo Ruffino, tan querido por don Bosco; lo que explicaría la actitud de los 
jóvenes al no querer comunicar la noticia. El Siervo de Dios no lo reconoció; en cambio, el sueño lo preparaba para tan sentida pérdida, 
sin amargarle con una dolorosa realidad. 

Don Domingo Ruffino era un ángel de virtud y que en aquellos días se encontraba bien. Pero murió el 16 de julio de aquel mismo año. 

((19)) Expuestas nuestras opiniones, dejando que unusquisque abundet in sensu suo (cada cual piense como mejor lo estimare) 
continuemos la lectura de la palabra de don Bosco, tal como nos la ofrecen las crónicas. 

19 de enero 

Hay una costumbre en la casa que voy a decir para los que son nuevos. El día de san Francisco se conceden los premios y son los 
mismos alumnos quienes los otorgan a sus mejores compañeros. Los estudiantes a los estudiantes y los aprendices a los aprendices. Se 
procede de la siguiente manera: cada alumno escribe una lista con diez nombres de los compañeros que juzga son más inteligentes, más 
aplicados, más piadosos entre los que él conoce, de cualquier dormitorio o clase que sean, y la firma. 
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Después entrega dicha lista a su profesor, éste me la entrega a mí y yo hago el escrutinio de dichas listas. Al que obtiene mayor número 
de votos se le entrega el premio en la fiesta de san Francisco de Sales. Se exceptúan los clérigos; ellos no reciben premios; se supone que 
su virtud es superior a la de todos los demás jóvenes. Mas, si entre los clérigos vieseis alguno menos virtuoso que vosotros, decidlo, 
decidlo francamente. Yo no quiero tener conmigo clérigos de poca virtud; y estoy dispuesto a hacer que deje la sotana aquél que tenga 
menos virtud que vosotros. El que avanza en la carrera sacerdotal debe poseer una virtud superior a la de un seglar. 

Los clérigos podrán presentar también una lista con diez jóvenes. Todos los superiores sacerdotes podrán hacer lo mismo. También yo 
haré la mía, pero la mía valdrá solamente para uno. 

Mañana empieza la novena de san Francisco de Sales. No quiero indicaros ninguna obra especial. Solamente os diré: sed más 
cuidadosos en observar el reglamento de la casa. Os recomiendo muy en particular la hora de levantarse. Levantaos en seguida al sonar de 
la campana, vestíos, elevad el corazón a Dios y esperad junto a la cama la señal que os llama a la iglesia. Si después queréis hacer la 
novena del Santo, hágala cada uno por sí mismo y el Santo protector de la casa sabrá recompensaros. 

20 de enero 

Decía una noche san Felipe a sus muchachos: 

-Amigos míos, os diré una cosa, si queréis oírla. 

-Diga, diga, padre Felipe, repetían los jóvenes llenos de curiosidad. 

-Pues bien, os diré que en el mundo hay muchos locos y muchos pícaros. Los pícaros son los que se afanan y hasta sufren ((20)) un 
poco para ganarse el paraíso; los locos son los que siguen el camino de la eterna perdición. Pero ícuántos pobres locos hay! 

Lo mismo os digo yo a vosotros, mis queridos amigos. Hay muchos pícaros entre vosotros, pero también los hay locos. El otro día vino 
a verme un muchacho y me dijo: 

-Don Bosco, déjeme ir a casa. 

-»Por qué? 

-Porque paso mucho frío. 

-Pero, amigo mío, hay que sufrir algo para ganarse el paraíso; hay que saber vencer nuestra carne. 

Si éste hubiese sido pícaro, debiera haberse dicho a sí mismo: 

-Animo, son méritos para el cielo. Quiero corresponder a la gracia que me ha hecho la Virgen conduciéndome aquí, alejándome de 
tantos peligros para el alma, dándome tanta comodidad para hacer el bien y conocer mi vocación. 

Pero hay otros todavía más locos que éste. Son locos los que comen en ciertos días alimentos prohibidos, son locos los que sostienen 
ciertas conversaciones sucias, cantan ciertas canciones, leen ciertos libros, hablan mal de los superiores; son locos que se encaminan 
hacia la perdición y no se dan cuenta de ello. Están arruinados con una ruina irreparable, mientras se creían pícaros porque sabían 
esconderse, vivir a sus anchas y burlarse de los que vigilaban. íPobres locos! 

La palabra de don Bosco, siempre bien recibida por los alumnos, les preparaba para la fiesta de san Francisco de Sales, que se celebró 
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VOLUMEN VIII Página: 31 

el día señalado por la Iglesia, esto es, el 29 de enero, domingo IV después de la Epifanía. 

En la forma acostumbrada, pero más solemnemente que en años anteriores, tuvo lugar la conferencia para los salesianos, prescrita por el 
Reglamento. Don Bosco presidió la reunión en su antecámara. Don Miguel Rúa, director de Mirabello, y don Domingo Ruffino, director 
de Lanzo, contaron satisfechos el bien que se hacía en sus colegios. Estaba presente don Domingo Pestarino, llegado desde Mornese. 

Don Bosco tomó la palabra para dar gracias y elogiar a sus colaboradores, narrando cuanto se había hecho en el Oratorio de Valdocco, 
animando a todos a trabajar por el éxito de los Oratorios Festivos y les aseguró la protección de la Santísima Virgen. Concluyó 
manifestándoles su decisión de organizar una nueva tómbola. 

((21)) Efectivamente, él ya había empezado a preparar y ordenar lo necesario para la misma. Por de pronto, debería formar una 
Comisión, compuesta de treinta y dos miembros, elegidos entre los más conspicuos ciudadanos. No era fácil acertar en esta elección pero, 
después de muchas cartas y visitas, y también de corteses negativas, finalmente creyó haber alcanzado el resultado apetecido. 

Don Bosco se dirigió al Alcalde de Turín rogándole aceptara la presidencia de la Comisión y recibió la siguiente respuesta: 

CIUDAD DE TURIN 
Secretaría particular del Alcalde 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

Con relación a la Presidencia de la Comisión para una tómbola en favor de su Pía Institución, el abajo firmante comunica que habló con 
el señor Marqués de Rorà en los términos convenidos ayer en la entrevista que tuve el honor de sostener con V.S. y cumple con el deber 
de participarle que dicho señor Marqués me encarga informarle de que se sentirá muy satisfecho de poder ayudar a su Instituto y a V.S.; 
pero que, habiéndose convencido de lo imposible que es, en muchas ocasiones, separar la condición de alcalde de la de ciudadano 
privado, tomó la determinación de no asumir en adelante ningún compromiso en el que fácilmente se pueda confundir su posición de 
funcionario público con la de persona privada y que, por consiguiente, con mucho sentimiento no puede aceptar la Presidencia que se le 
ofrece. 

11 de enero de 1865. 

El Jefe de la Secretaría CRETINI 

Don Bosco suplicó al Duque de Aosta, Príncipe Amadeo, que se dignase aceptar dicha presidencia y el Príncipe cortésmente aceptó. 
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Al tener noticia del alto honor concedido al Oratorio, el Secretario del Alcalde escribió así a don Bosco: 
((22)) CIUDAD DE TURIN 
Secretaría particular del Alcalde 
26 de enero de 1865. 
Suponiendo que usted no hubiese hablado todavía con el señor Marqués de Rorà, he de decirle que le hablé yo mismo y me contestó 
que, dado que S.A.R. l Duque de Aosta es Presidente Honorario, él tendría mucho gusto en ser Vice-Presidente Honorario... 
CRETINI 
Don Bosco acogió con diligencia la propuesta, aunque, después no pudo llevarse a cabo por un inesperado accidente. 

CIUDAD DE TURIN 
Secretaría particular del Alcalde 
16 de marzo de 1865. 
Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 
Cúmplense hoy 15 días desde que el señor Marqués de Rorà, después de haber presentado su dimisión como alcalde, se alejó de Turín. 
No puedo por tanto satisfacer la petición que V. S. me hace en su apreciada última. 
Esperando poderle servir en otra ocasión propicia, me repito con todo respeto de V.S. 
Seguro servidor CRETINI 
Pero el 31 de marzo volvía el Marqués a Turín y el 2 de abril se publicaba la noticia oficial de la retirada de su dimisión. Don Bosco 
entonces reemprendió los preparativos interrumpidos y logró su intento. 

Mientras pacientemente trabajaba, sin ninguna clase de publicidad, en la formación de la Comisión, que a su debido tiempo 
presentaremos a nuestros lectores, la Unidad Católica del 4 de febrero daba indirectamente una idea de las intenciones del Siervo de Dios. 
Después de hablar de la necesidad de una iglesia en Valdocco y de que ((23)) ya había puesto don Bosco los cimientos de la misma en el 
pasado verano, proseguía: 

«Hubo que hacer profundas excavaciones, pero ya se elevan los muros casi dos metros sobre el suelo y casi está terminada la bóveda 
que ha de sostener el pavimento. 
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Fin de Página 32 


VOLUMEN VIII Página: 33 

»El sagrado edificio será dedicado a María Auxilio de los Cristianos. 

»El Sumo Pontífice Pío IX, apenas conoció la necesidad de una iglesia y la falta de medios para edificarla, mandó la estimable suma de 
quinientas liras... y hace poco animaba a la continuación de las obras, bendiciendo a los que ayudaban y ofreciendo algunos preciosos 
regalos para la tómbola que se iniciase con este fin». 

La Dirección de Ferrocarriles había concedido mientras tanto a don Bosco un billete gratuito para la red del Piamonte y la Alta Italia, 
valedero hasta el 31 de diciembre de 1865. 

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((24)) 

CAPITULO III 

DONATIVO DE LA BANCA NACIONAL -CARTAS AFECTUOSAS DE LOS BIENHECHORES A DON BOSCO -SU CARTA A 
MONSEÑOR BERARDI Y RESPUESTA DEL PRELADO -SEMINARISTAS QUE PIDEN AYUDA ESPIRITUAL A DON BOSCO 
-SOLICITA UN SUBSIDIO ECONOMICO AL RECTOR DEL SEMINARIO DE TURIN -RESPUESTA AL MINISTRO DE 
AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO -EL CONDE CIBRARIO Y LAS CONDECORACIONES -UNA FINALIDAD DE 
DON BOSCO AL PEDIR FAVOR A LAS AUTORIDADES -CHARLAS DE DON BOSCO: ANUNCIA LOS EXAMENES 
SEMESTRALES A LOS MUCHACHOS Y A LOS CLERIGOS; MUERTES REPENTINAS EN TURIN; PREDICCION DE LA 
MUERTE DE UN ALUMNO EN EL ORATORIO; SAN BLAS Y LA BENDICION DE LA GARGANTA -MAYOR COMODIDAD 
PARA CONFESARSE CONCEDIDA A LOS ESTUDIANTES DE RETORICA; CON QUE FRECUENCIA DESEA DON BOSCO 
QUE SE RECIBAN LOS SACRAMENTOS -UN SUEÑO: UN ENORME GATO TRATA DE ARREBATAR LOS RAMOS DE 
FLORES DE LAS MANOS DE LOS MUCHACHOS -DON BOSCO JUNTO AL LECHO DE UN MORIBUNDO QUE NO QUERIA 
CONFESARSE; TODO SE PAGA, EXCEPTO LA MUERTE -ABSTENERSE DE CRITICAR; SANTIFICAR EL CARNAVAL 

AL ordenar los documentos de este mes que se conservan en los archivos, nos encontramos en primer lugar con el reconocimiento de las 
ventajas que reportaban a la ciudad de Turín los Oratorios festivos. El 18 de enero recibía don Bosco de la Banca Nacional, con sede en 
Turín, el siguiente comunicado: 

«El Consejo de Dirección de esta Banca Nacional, en la reunión de hoy, al repartir el fondo asignado ((25)) a las obras de beneficiencia, 
decidió conceder al Oratorio de san Francisco de Sales, en Puertanueva, Vanchiglia y Valdocco, la cantidad de doscientas cincuenta 
liras». 

Poseemos también cartas muy afectuosas de nobles señores que prometían o entregaban donativos para la manutención de los alumnos, 
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y daban noticias particulares de cada miembro de la familia, conocedores del afecto que don Bosco profesaba a cada uno de ellos. 

Así lo hacía el generoso conde Carlos de Maistre. 

Le escribía el día treinta, desde su castillo de Beausmesnil, asegurándole que a menudo se acordaba de la felicidad experimentada en 
aquellos tiempos en que tenía el gusto de verle, hablarle e ir a visitarle al Oratorio. 

«Desde hace algunos meses, añadía, yo también reúno a los muchachos del pueblo para entretenerlos, buscando hacer algún bien a sus 
almas. íAh, reverendo Padre, qué feliz sería si usted estuviera aquí! íCuántos consejos buenos me daría! íQué lecciones escucharía para 
obrar como usted hace!». 

Y le comunicaba que su tía, la Duquesa de Montmorency, se encontraba en Roma. 

Don Bosco ya lo sabía, puesto que cuando estaba la Duquesa para partir, le había entregado un libro y una carta para monseñor José 
Berardi, arzobispo de Nicea, sustituto en la Secretaría de Estado y secretario de la Cifra, cuyo apoyo deseaba para la Pía Sociedad. 
Monseñor le había respondido: 

Ilustrísimo Señor: 

No podía V.S. Ilma. confiar a mejor portadora el ejemplar del librito por usted publicado, para uso de la juventud estudiantil y la carta 

del 20 del corriente, que acompañaba dicho libro. 

Dado lo estimables que me son sus regalos, agradezco mucho el obsequio que me hace de su libro y le doy mis más sinceras gracias. 

Es muy poco lo que me dice acerca de la Duquesa de Montmorency. ((26)) Sería muy de desear que matronas como la Duquesa, que 

tanto celo despliegan en favor de los pobrecitos, se multiplicasen. 

Siga usted su santa labor; yo no cesaré de implorar para usted y los jovencitos confiados a sus cuidados las bendiciones celestiales para 
que prosperen en su educación religiosa y civil. 

Me encomiendo a sus oraciones, y, como no dudo que será acogida esta mi petición, le aseguro mi reconocimiento. Con estos 

sentimientos, unidos a los de una particular y distinguida estima, me precio en confirmarme, 

De V.S. Ilma. 

Roma. 24 de enero de 1865. 

Seguro y humilde servidor » JOSE BERARDI, Arzobispo de Nicea. 
Tenemos también alguna carta de seminaristas, quienes, desde sus seminarios, pedían a don Bosco consejos y oraciones para ganar 
batallas espirituales. Uno de éstos le escribía desde Alba: 
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«Mientras me hallaba en continuas angustias y pavorosos temores, una inspiración divina pasó por mi mente y no se disipó hasta que la 
escuché. Era ésta: ``Encomiéndate a don Bosco, que es un hombre santo, y pronto quedarás libre de estos pensamientos diabólicos''. 

»Yo, esperando confiadamente, me postro humildemente a sus pies y le suplico me tenga compasión y ruegue por mí a Dios Nuestro 
Señor y a su bondadosa Madre María Santísima». 

Nos quedan dos cartas de don Bosco. En la primera pedía al canónigo Vogliotti, rector del Seminario y provicario diocesano, ayuda 
económica para sus clérigos. 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Vicario: 

El año pasado me asignó V.S. Ilma. y Rvma. la cantidad de cuatrocientas liras, con cargo al Seminario, en favor de los seminaristas 
pobres que estudian y trabajan en esta casa. Este favor me es mucho más necesario ahora, debido a los grandes apuros por los que 
atraviesa esta casa con la deuda de dos años de intereses por las cuatrocientas liras que adeudo a dicho Seminario. 

Verdad es que al concederme este subsidio se me dijo que era extraordinario y por una sola vez; no obstante yo hago mi humilde 
súplica ((27)) en el mismo sentido, es decir en este caso excepcional. Suplico, por tanto, a V.S. Ilma. y Rvma. haga esta obra de caridad a 
estos nuestros pobres jóvenes; y especialmente a los clérigos que van a clase al Seminario, prestan su asistencia en esta casa y enseñan el 
catecismo en los oratorios a los niños de esta ciudad. 

Persuadido de que esta petición será tenida benignamente en consideración, le auguro todo bien del cielo a usted y a toda la 
Administración del Seminario, mientras tengo el alto honor de profesarme con todo mi aprecio y gratitud, de V.S. Ilma. y Rvma. 

Turín, 8 de febrero de 1865. 

Seguro Servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Con otra carta respondía a la recomendación que, en nombre del Ministro de Agricultura, Industria y Comercio, le dirigía el secretario 
general, con fecha 10 de febrero: 

Muy Honorable Señor: 

Vista la especial y viva recomendación de V. S. Ilma. en favor del joven José Ferreri, y considerando la extrema necesidad del mismo, 
he determinado admitirle excepcionalmente en esta casa, y sin que deba esperar nada aguardando su turno. Puede, por tanto, participar a 
dicho joven que venga cuando quiera y tendrá su sitio preparado. 

Considerando, por otra parte, las necesidades excepcionales por las que actualmente pasa esta casa, me encomiendo a su bondad para 
algún subsidio en favor de la misma. Digo esto en plan de ruego y no como condición sine qua non. 
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Dios le conserve y le otorgue días felices, mientras tengo el alto honor de profesarme con todo afecto. 

Turín, 14 de febrero de 1865. 

Seguro Servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Había dirigido además algunas súplicas al Gran Maestre de la Orden de San Mauricio con el fin de obtener condecoraciones para 
algunos bienhechores del Oratorio, que le habían entregado o estaban a punto de hacerlo, algunos miles ((28)) de liras para sus 
muchachos. 

El conde Luis Cibrario, primer secretario de Su Majestad en el Gran Maestrazgo de la Orden de San Mauricio y Gran Oficial del 
Estado, estaba muy dispuesto a secundar las piadosas intenciones de don Bosco con tales distinciones honoríficas y obtuvo no pocas del 
Rey, al mismo tiempo que trataba con el Siervo de Dios con una amigable y sincera cortesía, aun cuando a veces se veía obligado a no 
acceder a su demanda. 

Ilustrisimo y Reverendísimo Señor: 

Los informes que he obtenido de personas distinguidas e imparciales (excluido el señor Gobernador) han resultado muy desfavorables 
para el señor farmacéutico G... Todos me han asegurado que, si obtuviese la distinción pedida para él, la ciudad de... quedaría extrañada y 
enojada. Así que, por mi parte, deseo que la divina Providencia acuda en ayuda de su utilísima Institución por otros caminos. Mientras 
tanto, quede bien entendido, que no le hago ningún cargo a usted por la indignidad de la persona recomendada, muy convencido de su 
total y buena fe. 

Con mi mayor consideración. 

Turín, 22 de marzo de 1865. 

Seguro Servidor LUIS CIBRARIO 

Estas súplicas en demanda de condecoraciones eran una especie de nuevo manantial que don Bosco había descubierto para acarrear 
aguas de beneficencia a las obras de su Oratorio. En el apéndice damos una muestra del estilo que empleaba para redactar semejantes 
peticiones 1. Mientras tanto observamos como dignas de nota, su fecunda imaginación y su diligencia para conseguir sus propósitos con 
tan diversos modos y bajo tan distintos aspectos, al tratar con todos los personajes pertenecientes al gobierno del Estado. 

1 Véase: Apéndice I. 
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Recordemos lo que ya hemos dicho de él, del 1846 en adelante, y veremos cómo continúa ((29)) por el mismo camino hasta la muerte. 
Se dirigía frecuentemente al Rey, a los Ministros, a los Senadores, a los Diputados, a las Autoridades Militares, a los Gobernadores, a los 
Alcaldes y a cuantos ejercían una gestión pública. Muchos de ellos eran sectarios, jefes de conspiraciones, enemigos de la Iglesia Católica 
y del Papado, perseguidores de los obispos, adversarios declarados de los religiosos y de sus escuelas. Y el Siervo de Dios, con una 
valentía, tanto más grande cuanto más humilde, hacía frente a sus repulsas, los amansaba con sus modos afables; exponía las necesidades 
de tantos muchachos pobres, y sus peticiones eran escuchadas y obtenían muchas veces respuestas favorables. 

Era evidente que no reservaba nada para sí mismo y que todo era para los demás; pero no lo era tanto el que constituyera un alto fin de 
caridad, esto es, que los donantes tuviesen el mérito de una beneficencia reparadora, ya que devolvían a la Iglesia una pequeñísima parte 
de lo que le había sido robado. 

Nos manifestaba muchas veces a nosotros esta su intención. Hacía lo mismo que, como narra el cardenal Capecelatro, había aconsejado 
el Santo Padre Pío IX al Padre Ludovico de Casoria: 

«Había dicho el padre Ludovico al Papa en 1860: 

»-Beatísimo Padre, viene la revolución. »Qué debo hacer? »Encerrarme en la da a rezar o lanzarme en medio del fuego a trabajar: Ellos 
querían servirse de nosotros para hacer el mal. »Podemos servirnos nosotros de ellos para hacer el bien? 

»A lo que el Santo Padre, inflamado por el celo divino, respondió: 

»-Vuelve, hijo de san Francisco, a Nápoles; sal de la celda y échate, como tú dices, en medio del fuego a trabajar; sírvete de los mismos 
enemigos para hacer el bien y ganarás méritos ante Dios». 

Estas palabras iluminan claramente el modo de obrar de don Bosco y responden a los que más de una vez le acusaron de ser demasiado 
amigo de los gobernantes o de los liberales. 

Abrimos de nuevo la crónica para transcribir otra de sus charlas. 

((30)) 1. ° de febrero 

Motus in fine velocior. (El movimiento se acelera hacia el final). Avanza el año y, cuanto más avanza, más rápidamente se precipitan 
los días. Estamos ya a primeros de febrero y tenemos encima el examen semestral. Los que estudiaron día tras día lo que sus maestros les 
enseñaban se encontrarán contentos; los que hicieron un poco el gandul se encontrarán ahora apurados, porque se han acumulado las 
materias, y 
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es difícil ponerse al corriente en pocas semanas. Con todo, anímense éstos, pues no serán abandonados en situación tan apurada. Los 
profesores os ayudarán a superar las dificultades que encontréis para prepararos al examen, repasándoos, si es preciso, las lecciones 
dadas. 

Mientras tanto os pido una cosa. También los clérigos tienen que examinarse, dentro de unos días, y me importa mucho que hagan un 
buen papel; procurad, por tanto, evitarles cualquier molestia innecesaria para que también ellos puedan prepararse bien. Por su parte los 
clérigos, si tuvieren alguna incumbencia demasiado pesada que les impida estudiar en estos días, díganmelo y yo procuraré darles toda 
suerte de facilidades para que puedan estudiar. 

Aún tengo más que deciros. Hace algún tiempo que se da por Turín cierto género de muerte que nos avisa para que estemos bien 
preparados. El padre de uno de los muchachos del Oratorio (Ruffino) fue la otra noche a dormir como de costumbre. Le llamaron por la 
mañana para atender a sus ocupaciones y le encontraron muerto. 

Un jovencito de una distinguida familia ayer se retiró para acostarse. Esperó el sirviente a que estuviese en la cama y se acercó para 
preguntarle si necesitaba algo. El señorito no responde; el camarero le llama, le sacude. íEstaba muerto! 

En una farmacia próxima al Palacio Municipal se presentó un mozo de café buscando un médico para atender a un señor que se sintió 
mal mientras jugaba a las cartas. Corre el médico, pone su mano sobre el corazón, pero ya estaba muerto. íDel juego a la eternidad! 

Mis queridos amigos, aún he de daros otra noticia. Un muchacho del Oratorio ha de morir, quizás antes del ejercicio de la buena muerte 
de este mes; y ciertamente, si llega a hacerlo, será éste el mayor tiempo de que podrá disponer. Espero que se halle bien preparado. 

Al bajar don Bosco del estrado dijo al oído de quien escribe estas memorias, una sola palabra: 

-«Ferraris». 

((31)) Era un secreto y un encargo que nos confiaba; y nosotros repetiremos aquí lo que ya en otra ocasión hemos afirmado. 

Estas predicciones ayudaban mucho a los jóvenes, a quienes Dios llamaba a la otra vida, porque don Bosco los trataba con gran 
cuidado; confiaba el secreto a algún compañero prudente y le encargaba que hiciese de ángel custodio del que iba a morir. Dicho 
compañero procuraba hacérselo amigo en el juego, vigilaba de cerca sus amistades, le invitaba con frecuencia a la confesión y comunión, 
le acompañaba a visitar al Santísimo Sacramento y le sugería los consejos que le parecían más oportunos. Todo con la mayor naturalidad, 
sin insistir, sin descubrir el secreto ni dar lugar a sospecharlo. Todavía están en el Oratorio algunos que tuvieron tan delicada misión. 

Es de advertir que, cuando don Bosco hablaba, le escuchaban, en diversas ocasiones, más de quinientos, setecientos y ochocientos, 
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que eran otros tantos testigos oyentes de estas predicciones, aunque no todos por desgracia, estaban dispuestos a prestarles fe. Había entre 
los adultos, llegados últimamente, algunos contrarios, sembradores de cizaña, espíritus malignos, los cuales buscaban desacreditar las 
palabras del Superior. 

No es, por tanto, el caso ni siquiera de soñar que don Bosco pudiese impunemente sorprender las fantasías juveniles y, dado el caso de 
que no se verificase el pronóstico, buscar medias tintas para hacer creer lo que no era. Se trataba de predicciones precisas, acompañadas 
de circunstancias que señalaban el lugar, la persona o el tiempo. 
Muchos jóvenes escribían lo que don Bosco había dicho aquella misma noche o al día siguiente por la mañana. Confrontaban sus 
escritos, los hacían tema de sus conversaciones, conjeturaban, intentaban adivinar, observaban y no cesaban de estar alerta hasta que el 
vaticinio se cumplía. íEran jueces que querían llegar al fondo de la cuestión! 

De todas las predicciones que don Bosco hizo, solamente hay dos o tres de las que no podemos afirmar que se hayan cumplido; quizá 
porque estaban ((32)) condicionadas, quizá porque no se pudo tener noticia de su cumplimiento. De todas las demás, maravillosamente 
comprobadas, y son centenares, pueden dar fe cuantos estuvieron en el Oratorio. 

El dos de febrero, por la noche, dio don Bosco la siguiente charla: 

Mañana es la fiesta de san Blas, obispo de Sebaste, en Armenia, martirizado en tiempos del emperador Licinio el año 315; y tiene lugar 
la hermosa ceremonia de la bendición de la garganta. »Sabéis por qué se instituyó este rito y por qué fue declarado san Blas patrono de 
los enfermos de la garganta? Escuchad. 

Una mujer tenía un hijo a quien quería mucho. Una vez, comía éste pescado y se le atravesó una espina en la garganta. Los médicos que 
acudieron para curarle dijeron que no podían hacer nada para extraerle la espina y que pronto moriría. La desolada madre estaba sentada 
en casa con su hijo moribundo sobre las rodillas. No podía hallar consuelo a su dolor, mientras contemplaba al niño que, en medio de los 
más atroces dolores, se acercaba a la muerte. De improviso oyó una voz que le decía: 

-Levántate, toma a tu hijo: el mártir Blas es conducido al martirio, ruégale que lo bendiga y tu hijo sanará. 

Corrió la madre; el mártir enternecido por sus lágrimas hizo una breve oración, bendijo al chiquito en el nombre de Jesús, la espina 
saltó por sí sola de su garganta y el niño quedó salvo. 

Vayamos, pues, a recibir la bendición de la garganta por los méritos de este Santo, a fin de que el Señor nos preserve de lo que puede 
dañarla entrando o saliendo de la misma. Entran los alimentos que pueden ser nocivos y ocasión de indigestión, los venenos que uno 
pudiera ingerir con mala idea o sin darse cuenta, etc., etc..., ya 
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que, como dice el Espíritu Santo, mata más la gula que la espada. Salen las bocanadas de sangre, los vómitos en ciertas enfermedades, las 
anginas, etc., etc... Pero sobre todo pedidle que os libre de todo lo que sale y que puede dañar vuestra alma, o sea: las malas 
conversaciones, las blasfemias, las imprecaciones, las calumnias, las mentiras. De lo que entra, como los alimentos prohibidos por la 
Iglesia, intemperancia en el comer y el beber. Por lo tanto, pedir mañana a san Blas que os libre de todos los males de la garganta 
materiales y espirituales. 

5 de febrero 

Quiero deciros algo sobre la pregunta de don Juan Bautista Francesia. Los alumnos de primero y segundo de retórica, que deseen 
confesarse conmigo, vengan una hora antes de que se dé el aviso para las confesiones. Los más pequeños, dirán: -»Es que los de retórica 
tienen el alma ((33)) mayor que la nuestra para que se les dé preferencia? Os diré que tienen algún derecho de precedencia, porque ellos 
son mis hijos mayores o también los más antiguos en la casa y, por tanto, tienen derecho a que se les guarde alguna consideración. 

Tengo, además, algo que deciros en cuanto a los sacramentos. 

Para sacar fruto de la confesión no basta confesarse a menudo, sino que es necesario esforzarse para no cometer pecados. Por tanto 
deseo que todos se confiesen una vez al mes por lo menos; pero no más de una vez a la semana, salvo los casos especiales aconsejados 
por el confesor, porque de lo contrario quitáis a los otros la comodidad de confesarse. Procurad, pues, no cometer pecados de una 
confesión a otra y éste será el mejor fruto que podáis sacar de la confesión. Comulgad con la mayor frecuencia que podáis y siempre que 
el confesor os lo aconseje y cuando la conciencia no os remuerda de nada. 

El que quiera guardar un justo medio en cuanto a la confesión confiésese cada quince días y yo estaré satisfecho. Pero procurad todos 
cometer los menos pecados posibles. 

Don Bosco respondió, pues, con su acostumbrada prudencia a la petición que públicamente le habían hecho para que concediese más 
comodidad para confesarse a los estudiantes del bachillerato superior. En efecto, ellos estaban algo molestos por la multitud de alumnos 
de las clases inferiores que a todo correr ocupaban los primeros puestos ante el confesonario de don Bosco; los mayores deseaban 
despacharse sin tanta espera para volver a sus estudios. 

Nótese que, de cuando en cuando, al subir don Bosco a la tribuna por la noche, le hacían preguntas sobre la marcha o las necesidades de 
los muchachos, unas veces espontáneos interpelantes y otras quienes habían recibido encargo expreso del mismo Siervo de Dios. 

De este modo se lograba mayor atención, la palabra alcanzaba más efecto y el que hablaba tenía más libertad para reprender ciertas 
faltas o hacer valer los motivos de ciertas disposiciones de los Superiores. 
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6 de febrero 

Hace dos o tres días tuve un sueño. »Queréis que os lo cuente? 

Como yo quiero mucho a mis jóvenes, siempre sueño que me encuentro en su compañía. 

((34)) Parecióme, pues, encontrarme en medio del patio, rodeado de mis queridos hijitos, cada uno de los cuales tenía en la mano una 
flor. Quién una rosa, quién una azucena, quién una violeta, quién una rosa y un lirio juntamente. En suma: unos tenían una flor y otros 
otra. Cuando de pronto apareció un gatazo con cuernos, completamente negro, grande como un perro, de ojos encendidos como brasas y 
cuyas uñas eran gruesas como un clavo y su vientre descomunalmente abultado. 

La horrible bestia se acercaba cautelosamente a los jóvenes y dando vueltas alrededor de ellos, ahora daba un zarpazo a la flor de uno 
arrojándosela al suelo, ahora hacía lo mismo con la de otro y así sucesivamente. 

Ante la aparición de este animal, yo me sentí lleno de espanto y muy maravillado al comprobar que los jóvenes no se inmutaban lo más 
mínimo, sino que continuaban como si nada sucediese. 

Cuando me di cuenta de que el gato se dirigía hacia mí para arrebatarme mis flores, comencé a huir. 

Pero me detuvieron y oí que me decían: 

-No huyas y di a tus muchachos que levanten el brazo y así el gato no logrará arrebatarles las flores de las manos. 

Me detuve y levanté el brazo: el gatazo hacía inauditos esfuerzos por arrebatarme las flores; saltaba una y otra vez, pero. como era tan 
pesado, caía torpemente a tierra. 

El lirio, mis queridos amigos. representa la bella virtud de la modestia a la cual el diablo hace continua guerra. íAy de aquellos jóvenes 
que no mantienen la flor en alto! El demonio los lleva y les hace caer. Los que la tienen abajo, son los que halagan su cuerpo comiendo 
desordenadamente y fuera de tiempo; los que rehúyen el trabajo, el estudio, entregándose al ocio; aquéllos a los que agradan ciertas 
conversaciones; los que leen ciertos libros; los que no quieren saber nada de mortificación. Por caridad, combatid a este enemigo; de otra 
manera, él se enseñoreará de vosotros. Tales victorias son difíciles, pero la eterna Sabiduría nos ha sugerido el medio para conseguirlas: 
Hoc genus daemoniorum non ejicitur nisi per orationem et jejunium (Esta clase de demonios sólo se la expulsa con la oración y el 
ayuno). Levantad vuestro brazo, levantad en alto vuestra flor y estaréis seguros. La modestia es una virtud celestial y el que quiera 
conservarla es necesario que se eleve hacia el cielo. Salvaos, pues, con la oración. 

La oración que os levanta al cielo es la de la mañana y de la noche bien rezada; oración es la meditación y la misa; oración es la 
confesión frecuente y la comunión; oración son las pláticas y las exhortaciones del Superior; oración es la visita al Santísimo Sacramento; 
oración es el rosario; oración es el estudio. 

Con la oración vuestro corazón se ensanchará como un globo, se elevará al cielo y así podréis decir con el rey David: Viam 
mandatorum tuorum cucurri, cum dilatasti cor meum. (Corro por el camino de tus mandamientos, pues tú mi corazón dilatas). 

Así pondréis a salvo la más bella de las virtudes, y vuestro enemigo, por más esfuerzos que haga, no os la podrá arrebatar. 
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((35)) 7 de febrero 

Ayer os conté un sueño y hoy quiero narraros un hecho. 

Un señor rico se encontraba enfermo hacía dos meses, y la enfermedad se iba agravando cada vez más. Un amigo suyo, buen cristiano, 
le aconsejó que arreglase sus negocios e hiciera testamento. Al mismo tiempo, se animó a sugerirle que sería prudente y conveniente 
llamara al sacerdote. 

-No, respondió el enfermo, confesarme no. No quiero que venga ningún sacerdote. No quiero curas en mi casa. 

-Sin embargo, sería mejor para usted. 

-Mientras estuve sano, no quise saber nada de confesión; mucho menos ahora que estoy enfermo. 

-»Y si viniese don Bosco? 

-Le veré con mucho gusto. Que venga; pero, a condición de que no me hable de confesión. 

Vinieron a invitarme al Oratorio y el sábado pasado fui a visitar a este enfermo. Los de casa, sabedores del objeto de mi visita, me 
recibieron cortésmente y me acompañaron a la cabecera del enfermo. Este demostró estar muy contento con mi visita y, yo comencé, 
como suelo hacer con gente de esta clase con saludable efecto, por contarle historietas alegres, chascarrillos y chistes tan graciosos que 
reíamos los dos a más no poder, de modo que el enfermo me pidió que cesase porque la risa le hacía sufrir. 

-Bien, le dije; entonces hablemos de algo más serio. 

-Don Bosco, recuerde que no quiero confesarme: es el pacto que hice con los mios. 

-Pero, señor mío; »cómo quiere que no le hable de ello si usted me lo recuerda? Usted me abre las ganas. No, no le confesaré, pero debe 
permitirme que le hable de la confesión. 

Y empecé a hablarle de su vida pasada. Hícele ver la necesidad de ponerse en gracia de Dios y le describí minuciosamente el triste 
estado de su conciencia. 

El enfermo me escuchó con toda atención y, cuando hube terminado, me dijo: 

-Oiga, don Bosco: »cómo ha hecho para conocer tan bien todas mis acciones? 

-Tengo cuatro palabras con las que leo en el alma de quien quiero y son: otis, botis, pía, tutis. 

-Entonces no hace falta que me confiese, porque usted lo sabe todo; ími confesión ya está hecha! 

-Señor mío, »tendrá ahora alguna dificultad en declararse culpable de todos ((36)) estos pecados, de arrepentirse y pedir perdón a Dios 
y hacer un propósito firme de cambiar de vida, si el Señor le concede de nuevo la salud? 

-íAh, no! 

-Pues bien, continué diciendo, mientras recogía los periódicos prohibidos y los libros malos que estaban sobre la mesita; »me permite 
que los eche al fuego? 

-»Por qué? 

-Porque una de dos: o van estos libros al fuego o tendrá que ir usted a las llamas del infierno para toda la eternidad. 

-íVáyanse, pues, los libros! 

Y se levantó una viva llama al echarlos en la chimenea. 

-Pero esto no basta, señor; tiene que despedir inmediatamente a la persona que usted sabe. 

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VOLUMEN VIII Página: 44 

El enfermo ponía muchas dificultades pero, finalmente, se decidió a seguir mi imperioso consejo. 

-Pues ahora, concluí, le daré la absolución. 

El pobrecito estaba suficientemente arrepentido. Le hablé de la comunión y él me respondió que esto ocasionaba muchos 
inconvenientes en casa y, no era tan necesario. Yo, viendo que se había hecho lo más importante, porque se había confesado con las 
debidas disposiciones, no insistí. 

Al salir, recomendé a los de la casa que, si el enfermo pidiese el viático, avisasen a la parroquia, porque ya se había confesado; y que, si 
empeoraba, me lo hiciesen saber. 

Esperé algún tiempo, pero no vino nadie. Volví entonces para verlo y me encontré con que había pasado a la eternidad. El sufría un 
fuerte catarro que le ahogaba, pero tenía esperanzas de curarse. Llamaba a los mejores médicos y les decía: 

-Curadme y os daré lo que pidáis. Diez, veinte, cuarenta, cincuenta mil liras. 

La víspera de su muerte, fue un amigo a avisarle del peligro que corría y le dijo: 

-Amigo mío, todo se paga. Con dinero se obtiene todo; solamente la muerte no se puede pagar; por tanto, hay que pensar seriamente en 
la otra vida. 

El enfermo se conformó con cristiana resignación, sufrió aún por algún tiempo y después murió. 

Naturalmente, mis queridos amigos, no es ésta una muerte para proponérosla como modelo; sin embargo, como expiró después de 
recibir los santos sacramentos con cristiana resignación, es de esperar que el Señor habrá tenido misericordia de él. Pero advertid para 
vuestro bien las palabras que dijo aquel amigo al moribundo: Todo se paga; la muerte es lo único que no se puede pagar. Hay que estar 
preparados, porque cuando ella venga no hay modo de mandarla atrás. 

((37)) 
9 de febrero 

Esta noche quiero daros un aviso. Me sabe mal oír que empleáis ciertas palabras despectivas contra la sopa y otros alimentos. Algunos 
muchachos bromistas, cuando inventan un mote despreciativo, lo comunican a sus compañeros. »Qué dirán vuestros padres cuando 
volváis a casa, si advierten por vuestro hablar que no sabéis llamar a las cosas por su propio nombre? íSois estudiantes! Por consiguiente, 
como tales, debéis mostraros serios y bien educados en toda ocasión. »Qué diríais, por ejemplo, si vieráis al general La Màrmora 
tirándose bolas de nieve en la plaza del Castillo con el general Cialdini? Os pondríais a reír a sus espaldas. 

Por tanto, procurad que nadie se ría a vuestra costa, haced como veis hacer a los hombres respetables: no os diré que imitéis a don 
Bosco, a don Juan Bautista Francesia, a don Celestino Durando, etc.; pero obrad como obran los hombres serios y prudentes. Tened 
dominio sobre vosotros mismos. Preguntaos: »qué haría en este momento si estuviesen presentes mis padres, si estuviese delante mi 
párroco o me hallase a la vista de mis amigos? Si lo hacéis así, actuaréis y hablaréis siempre cuerdamente. 

Pasemos a otra cosa. El carnaval se nos escapa a toda prisa: sigamos santificándolo como nos habíamos propuesto. Hagamos cada día la 
comunión sacramental o espiritual, según nos sea dado, y no dejemos de proferir alguna jaculatoria durante el día. Si, además, queréis 
que os dé una florecilla para mañana, os la daré. Mañana es viernes, día en que se recuerda la muerte del Señor, que murió por nosotros. 
Pues 

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VOLUMEN VIII Página: 45 

bien, por amor a Jesús, perdonad todas las ofensas que os hagan, sufrid con paciencia las molestias que os acarrean los compañeros y 
padeced por amor de Dios el levantaros de la cama por la mañanita al primer sonido de la campana y la importunidade los asistentes que 
irán a despertaros. 

Fin de Página 45 


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((38)) 

CAPITULO IV 

CHARLAS DE DON BOSCO; VICTORIAS DEL DEMONIO EN EL ORATORIO; RESOLUCION DE DON BOSCO CON 
RESPECTO A LOS ESCANDALOS; SU AMOR A LOS JOVENES; 
CORONA DE ESPINAS Y CORONA DE ROSAS; OBEDIENCIA; DENUNCIAR A LOS CABECILLAS DE LOS DESORDENES; 
ALGUNOS ALUMNOS DEBERAN PRESENTARSE MUY PRONTO ANTE EL TRIBUNAL DE DIOS; FUGA DEL OCIO 
SUFRAGAR LAS ALMAS DEL PURGATORIO; DON BOSCO NECESITA TENER UNA FE VIVA; PEDIR AL SEÑOR QUE 
PONGA REMEDIO A LOS DESORDENES INTERNOS Y EXTERNOS; PENA DE DON BOSCO AL TENER QUE DESPEDIR DE 
CASA A ALGUN MUCHACHO; MOTIVO DE ESTA DESGRACIA -SI SE REZA MUCHO, LA NUEVA LEY DE LA SUPRESION 
DE LOS RELIGIOSOS NO PASARA -CARTA DE DON BOSCO AL PAPA, EL CUAL MANDA SU BENDICION A LOS 
ALUMNOS DEL ORATORIO; PRONTITUD PARA LEVANTARSE DE LA CAMA POR LA MAÑANA Y BAJAR A LA IGLESIA 
MAS SOBRE EL CARNAVAL PARA SANTIFICARLO; SE LEERA UN HECHO EXTRA ORDINARIO DE PIO IX:EL MES DE 
SAN JOSE HONRADO CON LA EXACTITUD EN EL CUMPLIMIENTO DE LOS PROPIOS DEBERES; LOS EXAMENES Y SAN 
JOSE -DON BOSCO HUESPED DEL OBISPO EN CUNEO -SUEÑO DE LOS MONSTRUOS QUE HIEREN A LOS JOVENES; 
COMUNIONES Y VISITAS AL SANTISIMO SACRAMENTO PARA VENCER AL DEMONIO -EL MIERCOLES DE CENIZA 
LA FACULTAD DE CELEBRAR TRES MISAS Y DE COMULGAR EN LA NOCHE DE NAVIDAD SE RENUEVA POR TRES 
AÑOS PARA EL ORA TORIO Y SE CONCEDE A LOS COLEGIOS DE MIRABELLO Y LANZO -EL DOCTOR MANACORDA 
ESCRIBE EN NOMBRE DE DON BOSCO AL PREFECTO DE LA SAGRADA CONGREGACION DE OBISPOS Y REGULARES, 
PIDIENDO LAS DIMISORIAS PARA LA ORDENACION DE LOS CLERIGOS DE LA PIA SOCIEDAD SALESIANA 
46 

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((39)
)


A don Bosco y al Oratorio se les pueden aplicar las sentencias del capítulo X de los Proverbios: «Manantial de vida la boca del justo... En
labios del inteligente se encuentra sabiduría..
.
Senda de vida guardar las instrucciones; quien desatiende la represión se extravía... Los labios del justo apacientan a muchos, los
insensatos mueren en su falta de seso»
.


En efecto, la palabra de don Bosco se adueñaba de tal modo de los corazones de los jóvenes, que establecía y mantenía en el Oratorio el 
reino del orden y de la moralidad, y resultaba cosa fácil la dirección de más de setecientos alumnos. Había en medio de ellos (ícómo no!) 
una minoría de algunas decenas y tal vez menos, que no admitía corrección, que no se doblegaba a las normas que se daban y que 
secretamente procuraba sembrar la cizaña y el escándalo. »Puede darse en el mundo una sociedad algo numerosa que no cuente con 
semejantes individuos sin corazón? 

Pero todos los demás del Oratorio contrarrestaban celosamente la acción de estos perturbadores de la paz en casa. Estrechamente unidos 
entre sí, como una falange en las diversas Compañías, estudiaban el modo de atraer al recto camino a todos los mal aconsejados que 
podían y prevenían y alejaban a los incautos de sus asechanzas y, finalmente, les obligaban a vivir aislados y con ello a ser descubiertos. 

Queremos hacer estas observaciones, para que nadie pueda formarse una idea falsa del estado del ambiente con motivo de las charlas de 
don Bosco. Y añadimos que, cuanto el Siervo de Dios narró o narrará como visto en los sueños, se refiere en su mayor parte a las luchas 
espirituales que afligen a los pobres hijos de Adán, luchas que sólo Dios conoce y descubre para bien de las almas, a aquéllos a quienes 
escoge como especiales colaboradores suyos en la empresa de salvarlas. 

((40)) Dicho esto, continuamos leyendo en la Crónica el resumen de lo que don Bosco dijo en estos días. 

13 de febrero 

Os hablé hace unos días de que había visto entrar en el Oratorio a un feo gatazo, el cual arrojaba por tierra las flores que llevaban en las 
manos mis muchachos. Os dije que el gatazo tenía cuernos en la frente y que sus ojos ardían como brasas. Os dije que aquel feo animal 
era el demonio, que quería arruinarnos. Cuando yo os conté todo esto, creía que solamente era una imaginación de la fantasía, pero he de 
deciros con gran pena que el gatazo ha hecho ya entre vosotros grandes estragos. 

No quiero decir con ello que la mayor parte de vosotros haya faltado, no; con 
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VOLUMEN VIII Página: 48 

respecto a la cantidad de muchachos de la casa, sólo una minoría falló; pero esta minoría es bastante más numerosa de lo que yo hubiera 
pensado. 

En el Oratorio han acontecido cosas que nunca se habían dado. Hay quien roba y se roba de todo a todos: se roban libros, se roba 
dinero, se roban prendas, se roba fruta y todo lo que se puede quitar. Algunos leen libros que son verdaderamente malos y los leen en la 
iglesia, durante la lectura y durante las funciones sagradas. Hay más. Algunos se ausentan de la iglesia y de la clase y se esconden en 
habitaciones apartadas para no ser vistos. Hasta hay quienes se retiran a ciertos lugares, y prefieren morir en aquel hedor antes que ir a 
donde les llama el deber. Y esto no es todo. Algunos se han convertido en maestros de perdición de infelices compañeros y han hecho 
más. No contentos con ello, se glorían del mal hecho como de una gran victoria. «Laetantur cum male fecerint et gloriantur in rebus 
pessimis» (Los que se gozan en hacer el mal, se regocijan en la perversidad). 

Por tanto, he tomado una decisión y es la de despachar a los autores de estos escándalos. Don Bosco es el hombre más bueno que exista 
sobre la tierra: destrozad, romped, haced chiquilladas y os compadecerá, pero no os dediquéis a arruinar las almas, porque entonces es 
inexorable. 

Cuando un muchacho entra en casa, mi corazón se alegra, porque veo en él una alma que hay que salvar; y cuando se inscribe entre mis 
hijos, se convierte en mi corona. Pero hay dos clases de coronas; si corresponde a mis cuidados, si se esfuerza por salvar su alma, 
entonces este joven forma mi corona, una corona de rosas. Si rehúsa poner en práctica mis palabras, si veo que no se preocupa de lo 
tocante a su alma, entonces os aseguro que es para mí una corona de espinas. Y si, además, éstos, no contentos con hacer daño a sus 
almas, tratan de arruinarme las otras, entonces ((41)) no puedo soportarles de ningún modo; tengo que echarlos. 

Por lo tanto, los que se convirtieron en cabecillas de estos desórdenes serán tenidos en cuenta y mañana, sin más, serán avisados para 
salir inmediatamente del Oratorio, que han profanado con sus pecados. Los que fueron menos culpables, quedan ya avisados 
públicamente, y lo serán después privadamente por mí, uno por uno. 

A estos les digo: -Mira, hijo mío, procura enmendarte; de lo contrario, el mismo castigo que han tenido los demás caerá sobre ti; 
corrígete, aún tienes abierta la puerta del arrepentimiento; pero si continúas por el camino empezado, vas derecho a la eterna perdición. 

Sé que algunos de éstos, se ríen ahora mismo mientras yo hablo, pero piensen que, si los dejo todavía por algunos días, sólo es para 
darles la última oportunidad. El demonio os hace cometer los pecados y os da la esperanza de que permanecerán secretos, y hará todos 
sus esfuerzos para ocultarlos a los ojos de los hombres. Pero es muy difícil que yo no llegue a saberlo. Y si, por algún tiempo, pasáis 
desapercibidos, si lográis hacer algo a hurtadillas, recordad que, si el demonio es astuto, el Señor es más astuto que él. 

Dejad que me desahogue, que desahogue mi corazón con vosotros, con quienes no tengo nunca secretos. 

Necesito desahogarme: si hay mucha culpa en el que obedece, tampoco está libre de ella el que manda. Si cada uno cumpliese con su 
deber en el cargo que se le asignó, no ocurrirían ciertos desórdenes. Todo el que goza de autoridad en la casa, procure servirse de ella 
para bien de las almas. 

Deseo sugeriros dos medios para reponer el orden en la casa, dos medios que, tal vez, los que más lo necesitan, no querrán entenderlos: 
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Primero, la obediencia, la subordinación, que, en estos días, y debido a los desórdenes acaecidos, se olvidó; hubo insubordinaciones en 
todas partes. Por lo tanto: en los talleres, obediencia a los jefes; en el comedor, a los asistentes; en el estudio y en las clases, a los 
profesores; obediencia sin límites. 

Y, si el que manda os faltase a vosotros, obedeced y callad; venid después a mí, que yo sabré hacer valer vuestras razones y dar a quien 
corresponda los concernientes avisos. Obediencia, pero sin tantas críticas contra las órdenes de los superiores. Cesen de una vez ciertas 
murmuraciones, porque ya hace demasiados días que se difunden por la casa. 

El segundo medio, que a muchos parecerá imposible, es éste: denunciar a los cabecillas del desorden o del pecado. Estos son la 
verdadera peste del Oratorio, porque el demonio los toma por ayudantes suyos y los empuja en medio de sus compañeros para que hagan 
el mayor mal posible. Acusadlos, desenmascaradlos; salvaréis así muchas almas. Pero diréis que tenéis miedo de que os llamen soplones. 
Bueno, »porque algunos tontos os llamen soplones, queréis absteneros de hacer una obra buena? Si un ((42)) ladrón entrase en una casa a 
robar, »dejaríais de gritar «al ladrón» por miedo a que él os llamase soplones? Si un soldado, haciendo la guardia a la puerta del palacio 
de su soberano, viese a alguien que entraba con intención de matar al rey, »creéis que le dejaría entrar? Y si aquél le amenazase 
diciéndole que es un soplón, »sabéis qué haría? Le intimaría por tres veces a que volviese atrás, y, si el otro persistiese en querer entrar, le 
diría: 

-Espera, mira quién es el soplón. 

Y sin más, le mataría. Así sucede con vosotros, mis queridos amigos. Vosotros estáis en el palacio del Rey Celestial; entra un enemigo 
para matar almas y vosotros: »vais a tener miedo de cumplir vuestro deber? »Miedo a que os llamen soplones? Dejad que los tontos os 
tomen por tales; el Señor os llamará de otro modo muy distinto y os dará el premio merecido por vuestra caridad. 

Queridos hijos míos, ya os lo he dicho: uno de nosotros tendrá que presentarse pronto ante el tribunal de Dios. »Qué digo uno? íY más 
de uno! Muchos, antes de que pasen largos años, estarán en el sepulcro; y digo más: todos nosotros, unos antes, otros después, y 
ciertamente dentro de pocos años, tendremos que presentarnos ante el tribunal de Dios. A mí me preguntará el Señor si os dije todo lo que 
debía deciros y a vosotros os pedirá cuenta de si me escuchasteis. Muchos podrán responder que me escucharon y se mantuvieron puros. 
Muchísimos dirán: 

-Señor: durante algún tiempo os ofendimos, pero después nos arrepentimos de corazón y procuramos resarciros del tiempo perdido, con 
buenas obras. 

Si alguno no me escucha, se perderá y la culpa será solamente suya. 

Os diré por fin: »queréis que ese feo gatazo no os venza? Procurad que no os encuentre nunca ociosos; trabajad, estudiad, rezad; éste 
será un medio seguro para vencer a vuestro enemigo. 

16 de febrero 

Ya quedan pocos días para terminar el carnaval. Al principio del mismo os exhorté a dirigir al Señor todas vuestras acciones y 
oraciones, para que cada una de ellas sirviese de sufragio a las almas del purgatorio, que solamente necesiten esa buena obra para entrar 
en el cielo. Creíais vosotros que la única razón de mi exhortación era la de sufragar a las almas benditas, pero yo tenía además otro fin, a 
saber: que el Señor me concediese una fe viva, capaz de transportar los montes a los valles y éstos a las montan*as. Y vosotros diréis: 
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Fin de Página 49 


VOLUMEN VIII Página: 50 

-»Qué nos importa a nosotros que tú necesites esa fe? Allá tú. 

Pero vosotros sois buenos y por eso el Señor me concederá por vuestra mediación las gracias que necesito. 

Hay que pedir al Señor que remedie los desórdenes que suceden dentro y fuera de casa. En ((43)) cuanto a los que suceden fuera, no 
hace falta que os los indique; sólo os digo: -íRezad! 

En cuanto a los de nuestra casa, ya habéis visto cómo me vi obligado a expulsar del Oratorio a seis jóvenes. La otra noche, cuando os 
hablé y os anuncié mi decisión, os aseguro que don Bosco sufrió mucho durante toda la noche y no pudo conciliar el sueño. Sólo yo sé lo 
que sufro para salvaros, queridos hijos. Haber sudado años y años para salvar a un muchacho y verse después obligado a expulsarlo de 
casa, a devolverlo a la calle, de la que le había sacado para que no se perdiese; ponerlo de nuevo en ella con peligro de su salvación, es 
algo muy doloroso, queridos jóvenes. Y »cuál fue el motivo? La gula, origen de la pérdida de la mayor parte de las almas. Se robó algo de 
comer, para satisfacer la gula; se robó dinero para satisfacer la glotonería; se robaron libros y objetos para venderlos, sacar dinero y dar 
satisfacción a la gula. Por esto fueron expulsados algunos. 

Hay además otra arma de la que se sirve el demonio »sabéis cuál es? La inmodestia. Lo diré mejor y más claro: la deshonestidad. íAh, 
guardaos, amigos míos, de este enemigo! El demonio os tienta poniendo en vuestras manos libros malos, haciéndoos pensar en lo que no 
debéis pensar, o con las conversaciones de un mal compañero. Cuando se os acerca uno de estos malos compañeros pensad: -Este es un 
ministro de Satanás. Y digan lo mismo los infelices que empiezan esas conversaciones: -Yo soy un ministro del demonio porque le ayudo 
a perder las almas. 

Mis queridos amigos: manteneos lejos del hurto y de la deshonestidad, si queréis ser amados por el Señor. El medio para vencer al 
demonio de la deshonestidad es practicar fielmente los propios deberes de clase y el reglamento de la casa. 

Don Bosco había dicho a los muchachos: «-En cuanto a los desórdenes que sucedan fuera de casa, no hace falta que os los indique; sólo 
os digo: -íRezad!». 

Cuando se halló a solas con los clérigos y sacerdotes explicó su pensamiento. Estaba convencido de que, si se rezaba mucho, la nueva 
ley de la supresión de los conventos no sería aprobada. 

Y no falló la previsión de don Bosco, como nos lo narra la historia. El Gobierno italiano había decidido suprimir todas las órdenes 
religiosas y apropiarse de sus bienes para el Estado. El 4 de noviembre de 1864 el ministro Vacca presentó al Parlamento el detestable 
proyecto de ley. 

Al mismo tiempo, promovía y favorecía frecuentes reuniones de los sectarios en los teatros de las ((44)) principales ciudades, en las 
que, tras furibundas diatribas, se inducía al poder legislativo a aprobar la ley. Los diarios impíos los apoyaban. Se abrieron subscripciones 
en favor de la ley, pero apenas se alcanzaron quince mil quinientas setenta y dos firmas. Los católicos presentaron a la Cámara 
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peticiones contra la supresión de los conventos con ciento ochenta y tres mil seiscientas setenta y nueve firmas, que el Ministerio no tuvo 
en cuenta. Los Obispos empezaron a protestar solemnemente. 

Mientras tanto el 19 de abril de 1865 comenzó la discusión general, que concluyó el día veintiséis. Ministerio y Cámaras estaban de 
acuerdo para proceder a la expropiación. Se llegó a la discusión de los artículos y aquí surgió el primer obstáculo que, por el momento, 
ponía la Providencia a los designios de Vacca y sus compañeros. 

Se había fijado una pensión para los miembros de dichas órdenes cuando el diputado Lusi propuso que todos los religiosos deberían 
dejar de vestir hábitos para poder percibir la pensión. Estaban comprendidas en esta cláusula las órdenes mendicantes, que el Gobierno 
entendía no comprendidas: Dado que ellos vivían de limosna y no se les podían confiscar las rentas, porque nada poseían, no se quería 
cargar el Estado con el gran peso de sus pensiones, privándole del esperado lucro. Quería el Ministerio que los mendicantes fueran 
abolidos en derecho, pero de hecho que habitasen en los conventos en los que serían confinados por decretos especiales: y en cuanto al 
sustento, que se proveyesen por sí mismos. La hacienda pública entraría poco a poco en posesión de los conventos que quedaran vacíos. 

El Parlamento, por su parte, quería una abolición general e inmediata, por lo que el 27 de abril aprobaba, por gran mayoría de votos, la 
propuesta del diputado Lusi. Y el 28 el ministro Vacca presentaba un decreto real, que retiraba el proyecto de ley. 

Así se realizaba, de un modo no previsible, lo que don Bosco había dicho, y quedaba tiempo a los religiosos para orar y proveer en lo 
posible a su porvenir. 

Volvemos de nuevo a la crónica y a las charlas de don Bosco. 

((45)) 
17 de febrero 

Cierto amigo mío presentó al Papa una carta que yo le dirigía y el Santo Padre, después de leerla, pidió al portador noticias de don 
Bosco, de sus muchachos y del Oratorio, y demostró mucho interés por nosotros. 

Poco más tarde me mandó el Papa una carta en la que, después de bendecir a don Bosco, bendice a mis muchachos con estas palabras: 

-Diga a sus jóvenes que yo les bendigo: ut crescant et multiplicentur ut stellae coeli; et ut novellae olivarum sedeant in circuitu mensae 
Domini (para que crezcan y se multipliquen como las estrellas del cielo: y como renuevos de olivo se sienten en derredor de la mesa del 
Señor). 
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El Papa Pío IX nos ha bendecido y nosotros debemos corresponder a su bendición. Debemos hacer también algo por él. 

»Qué podremos hacer? La prontitud al levantarse. Diréis vosotros: »qué relación hay entre levantarse puntualmente y la bendición del 
Papa? Muchísima, y os lo voy a demostrar. El Papa os ha bendecido porque desea con toda su alma que os hagáis santos, ganando 
méritos ante el Señor, y es una obra meritoria empezar la jornada con la obediencia al Reglamento. 

Tiene en primer lugar el mérito de vencer la pereza y de practicar una obra buena, tan agradable al Señor como es la mortificación. 
Además, ved: yo bajo pronto a la iglesia y no hay nadie para confesarse y al segundo toque de campana llegan a la sacristía todos los que 
quieren confesarse. »Cómo queréis que, en el poco tiempo que hay desde que empieza la misa hasta que acaba la meditación, pueda 
atender con el celo que yo deseo a todos los que quisieran confesarse conmigo? Así pues, al primer toque de campana vestíos en seguida, 
diciendo alguna jaculatoria, arreglad la cama y bajad a la iglesia donde podréis confesaros; si queréis, podéis dirigir una afectuosa oración 
a Jesús Sacramentado. Todo esto será tiempo ganado. Si no queréis ir a la iglesia, quedaos al pie de la cama y dirigid una oración a san 
José, castísimo esposo de María, para que os obtenga el don de la pureza. Al segundo toque, bajad en seguida a la iglesia. 

Veo muchas veces que, ya ha empezado la misa y pasan todavía algunos muchachos por la sacristía; llega la misa al evangelio y 
continúan pasando algunos; y creo que esto sucederá también por la otra puerta. A la consagración aún hay alguno que forma la 
retaguardia. Mis queridos jóvenes, sed puntuales al levantaros. Es una desgracia perder la santa misa por la mañana; sed diligentes para 
oírla. Diligencia, por tanto, al levantarse. Una hora ganada por la mañana es un tesoro para la noche; es decir, es una hora más de vida, 
una hora más de estudio, ((46)) una hora más de méritos. Hijos míos, conozco bien a los jóvenes y sé cómo van sus cosas porque leo en 
su corazón. 

Dos son los estímulos, los medios principales que emplea el demonio para hacer cometer muchos pecados. El primero es hacer que un 
muchacho se quede en la cama a la hora de levantarse, o al menos tentarlo para que no se levante en seguida por la mañana. Hoy le 
induce a quedarse en la cama cinco minutos, y mañana, diez minutos después está todavía en la cama; pasado mañana se levanta al toque 
de la segunda campanada y a toda prisa corre a la iglesia con los ojos medio cerrados por el sueño... »Cómo queréis que éste rece con 
fervor al Señor y obtenga las gracias que necesita? Y esto no es todo; se aficionará a la holgazanería y, so pretexto de un dolorcillo, de un 
mal, seguirá en la cama durante toda la misa disfrutando del calorcillo de su holgazanería. El se cree estar solo; pero no es así, está 
acompañado. »Sabéis por quién? Por el demonio. íBravo compañero, por cierto! El demonio está a su lado cumpliendo su papel: y íqué 
bien lo desempeña! Si supieseis cuántos pecados hace cometer el demonio de este modo. 

Cuando terminan las oraciones de la iglesia y advierte este muchacho que los compañeros salen, se viste a toda prisa y corre presuroso 
al estudio como un perrito, sin rezar las oraciones, y se sienta en su sitio. Abre sus libros, pero »qué queréis que haga? Está desganado, le 
pesa la cabeza, tiene la boca pastosa, por lo que piensa comprarse una taza de café con leche para reponerse y piensa acompañar el pan 
con una lonja de salchichón. Así que no hace su trabajo y busca un pretexto para excusarse ante el maestro o, si lo hace, es 
atropelladamente y mal. 

Procurad, pues, levantaros a la primera señal y recordad que la misa es algo muy 
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precioso para dejarla sin motivo. Quisiera hablaros todavía de la gula, pero corto aquí porque veo que hoy he sido demasiado largo. 

19 de febrero 

El carnaval toca ya a su fin, y espero que lo hayáis pasado bien. En muchos colegios y en algunos pueblos hay la costumbre, en estos 
días, de santificar el mes conmemorando los dolores de María Santísima, para compensar las ofensas que hacen al Señor tantos pobres 
pecadores. Nosotros, sufragando a las almas del purgatorio, creo que habremos hecho bastante por nuestra parte para satisfacer a la divina 
justicia. 

Después de Dios, está su Vicario en la tierra. Se lee en la prensa un hecho de Pío IX, verdaderamente extraordinario, acaecido en estos 
días: deseo que mañana os lo lean desde este mismo lugar para que os persuadáis de lo grande que es la santidad del Sumo Pontífice. 

Hoy empieza también el mes de san José y me gustaría que todos vosotros lo hicieseis con verdadera devoción. Este santo Esposo de la 
Virgen María ((47)) nos obtendrá del Señor muchísimas gracias, si sabemos conseguir su amistad. No quiero que hagáis nada 
extraordinario, ni que ayunéis, u os abstengáis de un pedazo de pan, no; más aún, deseo que no hagáis ninguna obra, por muy santa que 
ella sea, sin permiso expreso del superior; yo os diré cómo deseo que honréis a san José. 

En el Oratorio hay muchos gandules. No digo que la mayor parte de vosotros lo seáis, no; pero abundan. Sé que la mayor parte de 
vosotros es diligente en el cumplimiento de sus deberes, y hasta me glorío de ello cuando lo pienso, y estoy orgulloso de tener en el 
Oratorio tantos y tan buenos muchachos siempre dispuestos a cumplir sus deberes. Por esto os digo a todos: honrad a este Santo siendo 
en todo y por todo exactos y ejemplares en clase, en el estudio, en la iglesia, en el comedor, en el dormitorio; y los que no lo fueron tanto 
en el pasado, procuren serlo en adelante. Tanto más cuanto que san José es abogado de los que han de examinarse; por lo tanto 
encomendaos a él y estad seguros de que saldréis muy bien. 

Y los que hasta ahora estudiaron poco, esfuércense para ponerse a tono, y con la ayuda del santo Esposo de la Santísima Virgen, espero 
que no harán mal papel.Cuántas veces fue invocado este Santo en los exámenes y sucedió que las calificaciones fueron mejores de lo que 
se merecían, ya porque los examinadores preguntasen las materias que mejor se sabían, ya porque acobardado él para responder, hallase 
salida satisfactoria a las preguntas hechas. 

Con esto no quiero deciros que hagáis el gandul esperando que el Santo os ayude, antes al contrario, que os arrepintáis de haberlo hecho 
hasta ahora y, que al recurrir a él, determinéis ser más aplicados en adelante. Si queréis, os sugiero una práctica de piedad en honor de san 
José. Rezad todos los días de este mes un padrenuestro y una avemaría; es muy poco, pero os ayudará mucho. 

Termino deseándoos una noche feliz en la paz y bendición del Señor. 

24 de febrero 

He estado alejado de vosotros algunos días, mis queridos jóvenes, cuando mi mayor deseo es encontrarme siempre con vosotros y 
haceros todo el bien que puedo, porque me he consagrado enteramente y me dedico en todo y por todo a vosotros y a vuestro bienestar. 
Pero también cuando me hallo lejos de vosotros, trabajo para la casa y puedo deciros que en estos días he hecho más estando lejos que lo 
que hubiera 
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VOLUMEN VIII Página: 54 

podido realizar estando en el Oratorio. Tenía muchos asuntos que despachar, muchas cartas que escribir y »cómo habría podido resolver 
todo esto en casa, donde tengo que recibir tantas visitas y soportar tantos contratiempos? Pero aun lejos de vosotros, siempre he pensado 
en mis queridos hijos y he rezado por ellos. »Os habéis acordado vosotros de mí? »Habéis rezado por mí? ((48)) Algunos, sí; »y los 
demás? íBueno, hagamos las paces! Los que no han rezado por don Bosco, lo harán en adelante »no es verdad? 

Pues bien, estos días estuve en Cúneo y fui huésped del señor Obispo que me trató magníficamente. La primera noche, después de 
haber cenado bien y bebido mejor (risas), llegó la hora de ir a dormir. Después de la cena, gusta una buena cama »no es verdad? Yo pedí 
permiso al Obispo para quedarme un poco más en la cama por la mañana y él añadió: 

-Sí, sí; es más, deseo que no se levante antes de las ocho y media. 

-íOh!, le respondí; estaré solamente hasta las seis y media; me basta para descansar. 

-No quiero que se levante a esa hora; se levantará a las ocho. 

Finalmente acordamos que me levantaría a las siete. Me fui a dormir. Eran las once. Me dormí en seguida. Pero íqué queréis! Empecé a 
soñar como de costumbre y, como la lengua va siempre a dar en donde duele el diente, soñé que me encontraba en el Oratorio entre mis 
queridos muchachos. 

Me pareció encontrarme en mi habitación, sentado a la mesa, mientras los muchachos hacían recreo en el patio. El recreo era 
animadísimo, clamoroso. Gritaban, voceaban, saltaban, se oía un gran barullo. Yo estaba contentísimo porque me gusta ver a los 
muchachos durante el recreo, y cuando les veo a todos jugando, sé que el demonio no tiene nada que hacer. Mientras me gozaba con el 
griterío de los muchachos, de repente se hizo un profundo silencio, sin poder comprender el por qué. Me levanté espantado de la mesa 
para ver qué sucedía. Apenas llegué a la antesala vi entrar por la puerta un monstruo horriblemente feo, que caminaba con el morro bajo y 
los ojos fijos en el suelo. Parecía no haberse dado cuenta de mi presencia, pero caminaba siempre en la misma dirección, con el aspecto 
de una fiera dispuesta a asaltar a alguien. Temblé por mis queridos muchachos y miré por la ventana al patio para ver si les había 
sucedido algo. 

Vi el patio lleno de monstruos semejantes al primero, pero más pequeños. Mis muchachos habían sido acorralados contra las paredes y 
bajo los pórticos. Muchos estaban tendidos por tierra y parecían muertos. 

Ante aquel espectáculo tan doloroso, aterrado lancé un grito tan fuerte que me desperté. A mi grito se despertaron los familiares del 
Obispo, se despertó el Vicario, se despertó el mismo Obispo. Todos se espantaron con aquel grito. 

Amigos míos, generalmente no hay que prestar fe alguna a los sueños, pero cuando su explicación es de carácter moral, se puede 
reflexionar sobre ellos. Yo siempre he querido encontrar explicación a todo, y por eso busco también la de este sueño. El monstruo parece 
que quiera ((49)) significar el demonio, que siempre está en movimiento para arruinarnos. Hay jóvenes que caen y jóvenes que huyen. 
»Queréis que os enseñe a no tenerle miedo y a resistir a sus asaltos? Escuchadme. No hay nada que el demonio tema más que estas dos 
cosas: 

1.° La Comunión bien hecha. 

2.° Las visitas a Jesús Sacramentado. 

»Queréis que el Señor os conceda muchas gracias? Visitadlo a menudo. »Queréis que os haga pocas? Visitadlo poco. »Queréis que el 
demonio os asalte? Visitad poco 

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a Jesús Sacramentado. »Queréis que huya de vosotros? Visitad a menudo a Jesús. »Queréis vencer al demonio? Refugiaos con frecuencia 
a los pies de Jesús. »Queréis ser vencidos? Dejad de visitar a Jesús. Queridos míos, la visita a Jesús Sacramentado es un medio muy 
necesario para vencer al demonio. Id, pues, a visitar con frecuencia a Jesús Sacramentado y el demonio no podrá hacer nada contra 
vosotros. 

Mañana se examinarán los clérigos, por lo que los exhorto a que tengan ánimo. Yo, como de costumbre, aplicaré mañana la santa misa 
con este fin y espero que todo vaya bien. 

28 de febrero 

Quiero deciros solamente dos palabras. Mañana es miércoles de ceniza. Acercaos al altar para recibirla sobre vuestra frente con 
recogimiento y no con ligereza. No es una ceremonia instituida por la Iglesia al azar, sino que es una ceremonia con la que nos quiere 
recordar lo que somos y lo que volveremos a ser. Memento homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris. 

Cuando Adán fue arrojado del paraíso terrenal en castigo de su pecado, el Señor quiso darle en su infinita bondad un recuerdo que le 
sirviese de norma y freno durante toda su vida: acuérdate, hombre, de que eres polvo y en polvo te convertirás. 

Mis queridos.amigos, recordad esta máxima que os hará mucho bien, si pensáis en ella con frecuencia. Pulvis et cinis es (eres polvo y 
ceniza), se lee en la Sagrada Escritura. Y en otro lugar de la misma: Operimentum tuum erunt vermes. Todo nuestro cuerpo se cubrirá de 
gusanos después de la muerte. »De qué sirve entonces acicalarse ahora el cabello, cortarlo elegantemente, peinarse a la raya con tanto 
esmero, si llegará un día en que seremos pasto de los gusanos? Y no es solamente éste el recuerdo que la Iglesia nos da con la ceremonia 
de mañana. Nuestro cuerpo, el día de la muerte se convertirá en polvo; »y qué será del alma? Ella se presentará ante el Señor y, según 
nuestras buenas o malas obras, será juzgada para una eternidad feliz o desgraciada. 

Mis queridos hijos, procurad que, cuando vuestro cuerpo se convierta en ceniza, vuestra alma esté en el cielo eternamente feliz, para 
que no tengáis que llorar eternamente. Tened cuidado de que vuestro cuerpo no sea causa de vuestra perdición. 

((50)) A la par de estos consejos, dio don Bosco a sus jóvenes la noticia de un gran favor concedido por el Papa, que él había pedido en 
una carta presentada al Santo Padre por don Emiliano Manacorda. 

El sacerdote Juan Bosco, de Castelnuovo de Asti, con domicilio en Turín, Director del Oratorio de San Francisco de Sales, con el deseo 
de promover cada vez más entre los jóvenes, confiados a sus cuidados por la Divina Providencia, el espíritu de piedad y devoción, 
humildemente postrado a los pies de Vuestra Santidad, suplica le sea renovada la facultad de celebrar tres misas en la noche precedente a 
la Navidad y el privilegio de que puedan comulgar en dicha noche los asistentes, tal y como desde hace años se viene practicando. 
Suplica al mismo tiempo que dicho privi legio se haga extensivo a otras dos casas auxiliares, abiertas con el mismo fin hace algunos años, 
una de las cuales se encuentra en Mirabello, diócesis de Casale Monferrato, y la otra en Lanzo, población de esta misma diócesis de 
Turín. 
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Reconocido y con la mayor reverencia besa su Santo Pie, al tiempo que ardientemente implora su Apostólica Bendición. 

Gracia que humildemente espera... 

«Supplici Manacorda ad triennium commissum fuit pro gratia, vivae vocis oraculo, die 21 Februari». (Gracia que fue concedida para un 
trienio, al suplicante Manacorda de viva voz, el 21 de febrero.) 

Pero el pensamiento que preocupaba a don Bosco con viva ansiedad era el de obtener de la Santa Sede la facultad de conceder a sus 
clérigos las dimisorias para las Sagradas Ordenes. Preveía los disgustos que de otro modo habría tenido que sobrellevar durante muchos 
años, debido a las dificultades de algún Ordinario y a las defecciones de algunos clérigos que no hubieran aguantado dilaciones en su 
carrera. 

Don Emiliano Manacorda, que conocía los deseos de don Bosco, quiso probar de satisfacerlos en Roma. Supo que a algunas 
congregaciones de votos simples se les había concedido la facultad de las dimisorias y, después de consultar a un excelente teólogo, 
mandó a Su Eminencia Reverendísima el cardenal Quaglia, una solicitud escrita por su propia mano, pero con el nombre de don Bosco. 

((51)) Eminencia Ilma. y Rvma.: 

El sacerdote Juan Bosco de la Archidiócesis de Turín, nombrado por esa Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, con decreto 
del 23 de julio de 1864, Superior General ad vitam y ad instar Ordinarii, de la nueva Congregación por él fundada, bajo el título de San 
Francisco de Sales, encontrando graves dificultades al tener que recurrir a Roma para cada ordenación de los clérigos agregados, suplica a 

V. Eminencia Ilma.y Rvma. se digne concederle la facultad de poder dar a dichos clérigos las correspondientes y necesarias dimisorias, y 
esto para mayor seguridad del solicitante, en la duda de que esta facultad no estuviera implícita en el mencionado Decreto, que lo 
constituye Superior ad instar Ordinarii. 
Confiado en que V. Eminencia Ilma. y Rvma. se adherirá benignamente a la humilde demanda, se profesa con profunda veneración de 

V. Eminencia Ilma. y Rvma. 
Turín, 28 de febrero de 1865. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La respuesta escrita al dorso de dicha solicitud, con el sello de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, fue enviada 
directamente a don Bosco. Decía así: 
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Die 20 martii 1865. Non expedire, et sciat Orator Institutum subjici jurisdictioni Ordinariorum ad formam SS.rum Canonum et 
Apostolicarum Constitutionum, juxta decretum diei 23 julii 1864. 

(Día 20 de marzo de 1865. No procede, y sepa el peticionario que el Instituto está sujeto a la jurisdicción de los Ordinarios, de acuerdo 
con los Sagrados Cánones y las Constituciones Apostólicas, según decreto del 23 de julio de 1864). 

Según parece no dieron noticia a don Emiliano Manacorda, que había tramitado la solicitud, del éxito de la misma, puesto que el 22 de 
marzo decía a don Bosco en una afectuosísima carta: -Tal vez le expida la facultad para las dimisorias la próxima semana. 

Con todo esto, el subdiácono José Lazzero era ordenado diácono en Susa, por el obispo monseñor Odone, el 15 de abril. 

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((52)
)


CAPITULO 
V


SUEÑO: UNA AGUILA; UN JOVEN SEÑALADO PARA EL PARAISO, PLEGARIA ESCUCHADA -EL JOVENCITO SAVIO 
ENFERMO, VUELVE A SU PUEBLO -CHARLA DE DON BOSCO; LA CUARESMA; EL ALUMNO CUYA MUERTE SE 
ANUNCIO, NO ES SAVIO; TRANSGRESION DE CIERTAS REGLAS; HACER BUENAS CONFESIONES Y COMUNIONES 
SACANDO FRUTO DE LAS MISMAS; PENSAR SERIAMENTE EN LA VOCACION; REZAR POR EL QUE DEBE MORIR; LA 
LETRA INICIAL DE SU NOMBRE -DON BOSCO DESCUBRE A UN CONFIDENTE SU SECRETO -ENFERMEDAD DEL 
JOVEN FERRARIS; RESIGNACION CRISTIANA DE LA MADRE -CUMPLIMIENTO DE LA PREDICCION -CHARLA SOBRE 
LA SANTA MUERTE DE FERRARIS; DON BOSCO NO QUISIERA HACER CIERTOS ANUNCIOS PORQUE AMEDRENTAN A 
ALGUNOS ALUMNOS; MOTIVOS DE CIERTOS AVISOS SUYOS -LECTURAS CATOLICAS: 
OPUSCULOS DE MARZO, ABRIL Y MAYO -RECONOCIMIENTO DEL CUERPO DE LA VENERABLE MARIA DE LOS 
ANGELES 

EL primero de febrero anunció don Bosco que un joven moriría, antes de que se hiciese en este mes el ejercicio de la buena muerte y que, 
supuesto que llegase a hacerlo una vez, sería para el tal el tiempo máximo que se le concedería de vida. 

Este anuncio fue consecuencia de un sueño. 

Una noche parecióle a don Bosco, mientras dormía, que entraba en el patio y se encontraba en medio de sus muchachos durante el 
recreo. A su lado estaba el guía de costumbre; el mismo que le había acompañado durante sueños anteriores. De pronto apareció en el 
espacio una águila maravillosa y de bellísimas formas, la cual, trazando círculos en el aire, ((53)) descendía paulatinamente sobre los 
jóvenes. Mientras don Bosco la contemplaba maravillado, el guía le dijo: 

-»Ves aquella águila? Quiere arrebatarte a uno de tus hijos. 

-»A quién?, preguntó don Bosco. 

-Observa atentamente a aquél sobre cuya cabeza se posa. 

Don Bosco contemplaba el ave con los ojos desmesuradamente 
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abiertos, observando que, después de dar algunas vueltas más, fue a posarse sobre Antonio Ferraris, muchacho de trece años, natural de 
Castellazzo Bórmida. 

Don Bosco lo reconoció perfectamente y se despertó. 

Apenas despierto, para cerciorarse de que no dormía, comenzó a batir palmas y, mientras reflexionaba sobre lo que había visto, hacía 
este ruego: 

-Señor, si esto no es un sueño, sino una realidad, » cuándo deberá verificarse? 

Se durmió nuevamente y he aquí que en el sueño reapareció el mismo personaje, el cual le dijo: 

-Ferraris es el que debe morir, no hará dos veces más el ejercicio de la buena muerte. 

Y desapareció. 

Entonces don Bosco se persuadió de que aquello no era un sueño sino una realidad. Por eso puso sobre aviso a los muchachos. 

Ferraris, por entonces, se encontraba bien. 

Don Bosco renovaba de vez en cuando el recuerdo de su predicción. 

El día primero de marzo había sido llevado a su casa un muchacho de trece años, llamado Juan Bautista Savio, natural de Cambiano, 
como se lee en el libro registro del Oratorio. El pequeño aprendiz era víctima de una grave enfermedad y se había corrido la voz de que 
era él precisamente aquél cuyo fin había anunciado don Bosco. 

Pero el Siervo de Dios refutó aquella opinión, en su charla de la noche del 3 de marzo, viernes. 

((54)) 3 de marzo 

Esta noche quiero hablaros de política; pero, no de la política exterior, sino de la interna, de nuestras cosas, de las cosas de casa. En 
primer lugar, ya ha comenzado la cuaresma y hay que santificarla con buenas obras. Los que están obligados al ayuno ya saben lo que 
deben hacer sin que yo se lo indique; y los otros »no tendrán nada que hacer? También ellos deberán realizar alguna obra buena, y ya que 
no pueden ayunar, suplan con algo el ayuno. Os daré un medio para santificar estos días: la confesión y la comunión frecuentes para 
obtener del Señor las gracias que necesitamos. Estos días son los aceptables del año: sunt dies aceptabiles, dies salutis. 

Os he anunciado ya que uno de nosotros tiene que morir. Vosotros me diréis: 

-»Acaso no se referirá al aprendiz Savio? 

-Os respondo sinceramente que no. 

-»Quién es, pues? 

-Solamente el Señor lo sabe. El tal está entre vosotros, ha oído mi aviso y espero que habrá hecho bien su último ejercicio de la buena 
muerte. íEstad, pues, todos preparados! No es necesario que yo lo diga, lo dijo nuestro divino Redentor hace 

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diecinueve siglos: Estote parati, que la muerte vendrá como un ladrón cuando menos la esperemos. 

Os repito estos avisos porque hace algún tiempo han aparecido en la casa algunos desórdenes que se van quitando. Se dicen mentiras 
con gran facilidad, sin ningún escrúpulo, en toda ocasión; se buscan pretextos para salir de la iglesia durante el tiempo de las sagradas 
funciones y si alguien pasara por la casa, siempre encontraría a algunos que están charlando; y con el pretexto del teatro y de otros 
encargos recibidos, encuentran una fácil y rápida excusa para tapar la boca a quien tiene el encargo de vigilar. También durante el tiempo 
de estudio hay quien busca ausentarse con el pretexto de irse a confesar, y se va rondando por la casa. 

Pero estoy contento porque la mayoría de vosotros os portáis realmente bien; y aunque las faltas señaladas sean verdad, son pocos los 
que las hacen. En el comedor se tira la sopa y el pan por el suelo, o bien sobre los compañeros, y algunas veces, bromeando (lo que no se 
puede tolerar), sobre los mismos asistentes. No se cometan más dichas faltas y en adelante procuren todos portarse mejor. 

Os recomiendo que os confeséis y comulguéis a menudo. Pero entendámonos, es preferible que no os confeséis antes que hacer una 
mala confesión. Habrá una confesión menos, pero también un sacrilegio menos. Algunos se confiesan y callan voluntariamente un 
pecado. Estos que no se confiesen. Me diréis: 

-Entonces, » no nos tenemos que confesar nunca? 

Antes que hacer un sacrilegio, no, seguro. Es mejor que permanezcáis como estáis que añadir pecado ((55)) sobre pecado. 

-Entonces »qué debemos hacer? 

-Arreglad las confesiones mal hechas, arregladlas prontamente, pues si por el pecado estuvieran vuestras almas más rojas que la 
escarlata, con la penitencia dealbabuntur ut nix, se volverán blancas como la nieve. 

Comulgad también como es debido. Se ven algunos que tienen el atrevimiento de comulgar y no realizan despúes ningún esfuerzo por 
corregirse, de sus defectos; no temen perder largas horas charlando, huyendo del estudio; comulgan por la mañana y sostienen 
conversaciones inconvenientes con los compañeros durante el día, murmuran de esto y de aquello, de los superiores y de los 
condiscípulos; en los dormitorios son una verdadera cruz para los asistentes, etc., etc. »Cómo se podrá decir que esos tales hayan hecho 
verdaderamente buenas comuniones? Ex fructibus eorum cognoscetis eos. Si tales son los frutos, »qué podremos decir del árbol que los 
produce? »Cómo serán las comuniones que no producen mejora? Pero vosotros me diréis: 

-»Cómo hemos de hacer? 

-Procurad, por cuanto esté de vuestra parte, dar pruebas de que sacáis fruto de los sacramentos. Ya sé que no se puede llegar a ser 
perfectos en un momento, sino que poco a poco y con insistencia se vencen nuestros defectos. Pero poned por lo menos voluntad de 
desarraigarlos, demostrad que se ha operado algún cambio en vosotros, dad prueba de vuestra buena voluntad con el fiel cumplimiento de 
vuestros deberes y con la diligencia en todo. 

Finalmente daré un aviso para los que en este año van a terminar los cursos de latín: Fratres, satagite ut per bona opera certam vestram 
vocationen et electionem faciatis. (Por tanto, hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección). 
Examinad durante este tiempo de cuaresma a qué estado os llama el Señor. Procurad con vuestras buenas obras pedir a la divina Majestad 
que os indique el camino por el que debéis caminar. Algunos de vosotros me dicen: 
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-Nosotros no queremos ser sacerdotes. 

-Muy bien, pero queréis ser buenos seglares y ganaros el paraíso como tales; pedid, por tanto, al Señor para no equivocar el camino, aun 
siendo seglares. 

-Pero ahora no queremos pensar, lo pensaremos después. 

-»Y cuándo queréis empezar a pensar? »Cuando sea tarde? Por consiguiente, queridos míos, recemos, hagamos buenas comuniones. 
Recemos sobre todo por el que ha de morir antes de que se tenga el próximo ejercicio de la buena muerte. »Y si fuese yo el que ha de 
morir? Rezad también por mí, que yo también rezaré por aquél de vosotros que el Señor ha destinado llamar a sí. 

Al día siguiente, habiéndosele interrogado privadamente, respondió: 

-El apellido del primero que debe partir para la eternidad comienza por la letra F. 

Es de notar que unos treinta alumnos tenían un apellido que comenzaba por esta letra y, por otra parte, en la casa todos gozaban de 
buena salud. 

((56)) Encontrándose a la sazón en la habitación de don Bosco Juan Bisio, oyó que le dijo: 

-Siento que el Señor se lleve siempre a los mejores muchachos. 

-»Es, pues, uno de éstos el que debe morir?, le preguntó Bisio en el seno de la confianza. 

-Sí, uno que se llama Antonio Ferraris. Mas estoy tranquilo, porque es muy virtuoso y está preparado. 

Bisio le preguntó cómo había conocido aquel misterio; y don Bosco le narró el sueño con toda sencillez, sin hacer ver que se trataba de 
un don sobrenatural, y al fin añadió: 

-Con todo, tú estáte atento, y avísame para que pueda ir a asistirlo en los últimos días de la enfermedad. 

Entre tanto, Ferraris comenzó a sentir un malestar, que le obligaba a ir de cuando en cuando a la enfermería. Al principio pareció que se 
trataba de una ligera indisposición, pero no tardó en manifestarse la gravedad del mal. Entonces don Bosco fue a visitar al enfermo en 
compañía del doctor Gribaudo, el cual diagnosticó tratarse de un caso extremo. Mas el paciente parecía haber olvidado el sueño que él 
mismo había tenido el año anterior, y que nosotros expusimos ya en el séptimo volumen. 

Don Bosco escuchó, sin dar muestras de extrañeza por las palabras del médico, y animó al muchacho como si nada supiese sobre su 
porvenir, proporcionándole un gran consuelo con sus frecuentes visitas. 

La madre del paciente había acudido al Oratorio, a pesar de que el estado del enfermo no parecía alarmante. Después de prestarle su 
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asistencia durante varios días, la buena señora, que consideraba a don Bosco como a un santo, tomando aparte a Bisio le preguntó: 

-»Qué dice don Bosco de mi hijo? »Morirá o vivirá? 

-»Por qué me pregunta eso?, replicó Bisio. 

-Para saber si debo quedarme o volver a mi casa. 

((57)) -»Y usted en qué disposición de ánimo se encuentra? 

-Soy madre y, naturalmente, quiero que mi hijo sane. Por lo demás, que el Señor haga de él lo que juzgue mejor. 

-»Le parece estar resignada a la voluntad de Dios? 

-Lo que haga el Señor, bien hecho está. 

-»Y si su hijo muriese? 

-íPaciencia! »Qué íbamos a hacer? 

Bisio, al ver aquellas disposiciones de ánimo, después de dudar un poco, añadió: 

-Entonces, quédese; don Bosco ha asegurado que su hijo es un buen muchacho y que está bien preparado. 

Aquella madre cristiana comprendió; derramó unas lágrimas, sin hacer ninguna escena desagradable, y después de aquel desahogo 
natural de su dolor, dijo: 

-Si es así, me quedaré. 

Bisio le había dicho anteriormente que no se marchase, porque, calculando sobre el día para el cual se había fijado el ejercicio de la 
buena muerte, según la profecía de don Bosco, no le quedaban a su hijo más de cinco o seis días de vida. 

Antonio Ferraris murió el jueves, 16 de marzo, por la mañana. Había recibido todos los auxilios de la Religión. Estaba para entrar en 
agonía cuando he aquí que apareció don Bosco, se acercó al lecho y le sugirió unas jaculatorias; le dio la última absolución y le 
recomendó el alma. 

Esta muerte tuvo lugar antes de que se hiciese en el Oratorio el segundo ejercicio de la buena muerte. 

Juan Bisio, que expuso bajo juramento la intervención que tuvo en este hecho, concluye su relato con estas palabras: «Don Bosco nos 
contó otros muchos sueños sobre futuras muertes de muchachos del Oratorio, y sus predicciones fueron consideradas por nosotros como 
verdaderas profecías y como tales las tenemos ahora, cumpliéndose siempre al pie de la letra. En siete años que estuve en el Oratorio, no 
falleció ningún alumno sin que él no lo hubiese anunciado con anterioridad. Estábamos todos persuadidos, además, ((58)) de que quien 
moría en el Oratorio, bajo la vigilancia y asistencia del siervo de Dios, tenía que ir necesariamente al paraíso». 
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Aquella misma noche del 16 de marzo, hablaba así don Bosco a los muchachos: 

Os veo a todos deseosos de saber algo sobre los últimos momentos de nuestro Ferraris y aquí me tenéis para satisfacer vuestro justo 
anhelo. Murió resignado; en su breve enfermedad sufrió mucho, pero no perdió la serenidad. Al entrar en el Oratorio me había dicho: 

-Don Bosco, estoy del todo dispuesto a hacer su voluntad; le obedeceré ciegamente; si ve que falto en algo, avíseme, castígueme y verá 
cómo me enmendaré. 

Yo le prometí que haría cuanto pudiese por el bien de su alma y de su cuerpo. Muchas veces me repitió el mismo ruego y siempre que 
le avisé de algo, se corrigió inmediatamente. Se puede decir que no tenía voluntad propia; tan obediente era. Su profesor me asegura que 
en la clase estaba entre los primeros por su aplicación al estudio. Cuando cayó enfermo, fui inmediatamente a visitarle, ya que el médico 
diagnosticó, desde el primer momento, la gravedad del mal. Le pregunté si el día de santo Tomás quería recibir la comunión. Y me 
respondió: 

-»Tengo que vestirme para ir a la iglesia con los demás? Me encuentro muy débil para hacerlo. 

-Eso tiene remedio. Traeremos a tu habitación a Jesús Sacramentado. »Estás contento? 

-Sí, muy bien. 

Le pregunté: 

-»No tienes nada que te turbe la conciencia? »Tendrías algo que decirme? 

Y después de reflexionar unos instantes, respondió: 

-íNo tengo nada! 

íQué hermosa respuesta! Un joven que se acerca a la muerte, que sabe que tiene que morir y puede responder con la mayor serenidad y 
tranquilidad de espíritu: 

íNo tengo nada! 

Le volví a preguntar: 

-Dime: »vas de buena gana al paraíso? 

-Seguro, me replicó: así veré cara a cara cómo es el Señor, del cual he oído decir cosas maravillosas, y comprenderé cómo está hecha 
mi alma. 

De nuevo le dije: 

-»No quieres nada de mí? 

-Solamente una cosa: que me ayude a ir al paraíso. 

-Sí. Pero »no me pides nada más? 

-Que ayude también a todos mis compañeros a ganarse el cielo. 

Le prometí que haría cuanto estuviese de mi parte. Esta mañana lo encontré muy grave y no podía hablar; el catarro lo sofocaba. 

Habiéndole dicho ya a Rossi que, apenas el enfermo diese señal de ((59)) entrar en agonía me avisase, acudí junto a su lecho. Tenía los 
ojos cerrados; estaba muy falto de fuerzas, pero apenas había dado yo un paso para ausentarme, pues el fin no me parecía inminente, 
abrió los ojos y comenzó a mover los brazos y todo el cuerpo, gritando con voz sofocada: 

-íAh, ah, ah! 

Volví atrás, le pregunté qué era lo que quería y, haciendo un gran esfuerzo, me dijo que deseaba morir teniéndome a su lado. Le 
respondí que se tranquilizase, que iba a mi habitación para despachar unas cartas y que volvería en cuanto me avisasen que había llegado 
su último momento. 

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Fui a mi habitación y, después de haber trabajado un rato, vinieron a decirme que el enfermo empeoraba por momentos. Acudí 
inmediatamente y pude comprobar que se había agravado mucho más, pero no me pareció que su muerte fuese cosa inminente. Por tanto, 
me dispuse a volver otra vez a mi habitación. Pero el enfermo volvió a abrir los ojos, emitiendo el mismo grito: 

-íAh, ah, ah! 

El pobrecillo, siempre que me alejaba, se daba cuenta. 

Después de unos instantes vino Rossi a llamarme. Corrí al lecho del moribundo: efectivamente, había entrado en agonía; ya no 
respiraba, pero su pulso latía aún. Unos minutos después, dando un suspiro, entregaba su alma al Señor. 

Ferraris había contraído un resfriado que degeneró en la pulmonía que lo llevó a la tumba. Sufrió muchos dolores con verdadera 
resignación, sin proferir un lamento. La muerte no le infundía temor, no tenía nada que le causase remordimientos. 

Cada uno de nosotros, mis queridos hijos, debería desear haberse encontrado en el lugar de Ferraris. Tengo la seguridad de que fue 
derecho al paraíso y de buena gana cambiaría mi puesto por el suyo. A pesar de ello, mañana se rezará el rosario de difuntos en sufragio 
de su alma. 

Los condiscípulos acompañarán mañana por la tarde sus despojos a la parroquia. 

Termino con una advertencia. Cuando yo anuncie desde aquí que algún otro tiene que morir, por favor, guardad secreto, pues hay 
algunos que se asustan demasiado ante estos avisos y escriben a sus padres para que los saquen del Oratorio, porque don Bosco anuncia 
continuamente que alguien tiene que morir... 

Pero, decidme: si yo no lo hubiese anunciado, »se habría preparado Ferraris tan bien para presentarse ante el tribunal de Dios? 

Es cierto que era un excelente muchacho, pero, en el trance de la muerte, »quién puede creerse absolutamente preparado para sufrir el 
riguroso juicio del Señor? Ferraris tuvo la suerte de que se le avisara. Pero, de ahora en adelante, no diré nada; no lo avisaré. 

(Muchas voces: No, no. Dígalo, dígalo.) 

Y a los que tanto temen a la muerte les digo: -Hijitos míos, cumplid con vuestro deber, no tengáis malas conversaciones, frecuentad los 
sacramentos, sed sobrios y la muerte no os asustará. 

Al anunciar la muerte de Ferraris, don Bosco había dicho: No uno, sino muchos, morirán antes de que pase mucho tiempo. 

((60)) Al releer el contexto de aquella charla, se da uno cuenta en seguida de que las palabras de don Bosco tenían un significado muy 
genérico, basado en la brevedad de la vida; no obstante, como consta en el Necrologio y en los registros parroquiales, hubo otros varios 
del Oratorio que pasaron a la eternidad en aquel mismo año, como más adelante veremos. 

Mientras instruía de palabra a sus alumnos, continuaba su misión al pueblo con las Lecturas Católicas. Para marzo y abril salieron las 
Memorias históricas del teólogo Juan Ignacio Vola, 
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sacerdote turinés. Estaban escritas por el canónigo Lorenzo Gastaldi y con tanta unción que sirvieron como de vademécum para el clero 
en general y particularmente para el que crecía, trémula esperanza de la Iglesia. 

El teólogo Vola, muerto el 6 de febrero de 1858 a la edad de sesenta y un años, fue modelo de sacerdotes y gran amigo de don Bosco y 
del Oratorio. 

Para mayo se debía publicar la Historia de la Inquisición y algunos errores falsamente imputados a la misma, por el sacerdote Pedro 
Boccalandro, rector de San Marcos en Génova, en la que se hace alusión a las horribles y sanguinarias inquisiciones de los protestantes 
calumniadores contra los católicos. 

Se añadieron al fascículo unos apéndices, cuyas pruebas, corregidas por don Bosco, y algún que otro parrafito de su puño y letra, 
guardamos. Es un desahogo de su ardiente devoción a la Virgen María. 

El primer apéndice es una bonita narración que lleva por título: 
María, providencia y socorro de quien la invoca. El lo termina así: 
«Lector, donde quiera que te encuentres, hagas lo que hagas, puedes recurrir a la Santísima Virgen María con una oración. Pero acude con 
fe, que Ella es madre bondadosa que quiere y puede beneficiar a sus hijos. Rézale de corazón, rézale con perseverancia y puedes estar 
seguro de que será una verdadera providencia para ti, un socorro rápido en tus necesidades espirituales y materiales». 

El segundo apéndice, titulado Variedades, comprende cinco ((61)) ejemplos sobre la protección de María, invocada y obtenida. El 
quinto ejemplo describe la aparición de María Santísima a san Estanislao de Kostka, enfermo, cuando le dio orden expresa de entrar en la 
Compañía de Jesús. Don Bosco añade de su propia mano: «Cristianos, que deseáis que María os quiera, pedidle de corazón que os 
obtenga la gracia de consagraros totalmente a Dios. Decidle que os aparte de los grandes peligros del mundo; y, ya que Ella lo puede 
todo, que os dé alguna orden como lo hizo con san Estanislao, porque vosotros estáis prontos para obedecerla. Esta misma gracia, de ser 
llamado al estado religioso, se la pedía desde niño el venerable padre Carlos Jacinto a María, y la obtuvo». 

Mientras tanto, don Bosco estaba escribiendo la vida de la venerable Sierva de Dios, María de los Angeles, de Turín, monja profesa del 
Instituto de las Carmelitas Descalzas. El 14 de mayo de aquel año era el señalado para la solemnidad de la beatificación de esta Venerable 
monja, en la Basílica Vaticana, con los ritos de costumbre. 
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Por eso los delegados de la santa Iglesia debían proceder al último reconocimiento de su sagrado cuerpo en Turín. 

En el año 1802, y por orden del Arzobispo, había sido trasladado desde el monasterio de Santa Cristina, cerrado y destinado a usos 
profanos por Napoleón I, a la iglesia de Santa Teresa y colocado en el coro situado a la derecha del altar mayor. De este sitio fue sacado 
el 14 de marzo de 1865. Practicado el debido examen, y habiendo visto que todo estaba de acuerdo con las antiguas memorias, las 
autoridades civiles y eclesiásticas nuevamente reconocieron que aquél era el verdadero cuerpo de la Venerable. Asistieron a la devota 
función el Obispo de Cúneo, el Vicario Capitular de la Diócesis y muchas otras personas respetables, tanto eclesiásticas como seglares. 

También don Bosco fue invitado como testigo y con él el conde Cays y el barón Bianco de Barbania. Al abrirse la caja, se esparció en 
derredor un olor suavísimo que duró por algún tiempo. 

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((62)
)


CAPITULO VI 

GRAN PARTE DE LAS DIOCESIS DE ITALIA PRIVADAS DE SUS OBISPOS -DON BOSCO DESEA HALLAR REMEDIO A 
TANTOS MALES -CARTA DE PIO IX A VICTOR MANUEL PARA PROVEER DE OBISPOS A LAS DIOCESIS 
RESOLUCIONES CONCILIADORAS DEL MINISTERIO ITALIANO -DON BOSCO Y EL MINISTRO LANZA -SE PREGUNTA 
A DON BOSCO COMO PUEDE DAR DE COMER A TANTOS MUCHACHOS -MISION DEL ABOGADO VEGEZZI EN ROMA 
TUMULTOS SECTARIOS PARA IMPEDIR CUALQUIER ACUERDO CON EL PAPA -EL MINISTERIO ROMPE LAS 
NEGOCIACIONES -HECHOS Y PROYECTOS CONTRA LA IGLESIA 

AL llegar a este punto de nuestras Memorias, necesariamente hemos de ilustrar un hecho que servirá de introducción a una de las épocas 
más gloriosas de la vida de don Bosco. 

Ciento ocho diócesis de Italia estaban vacantes, en un momento en el que más necesarios eran la guía y el aliento de los fieles. Cuarenta 
y cinco obispos habían sido exiliados. El Gobierno no concedió permiso para entrar en sus diócesis a diecisiete elegidos por el Papa. En 
otras sedes habían muerto los titulares. En los antiguos Estados del Piamonte, dieciocho obispos habían bajado a la tumba por su 
avanzada edad y no se les había dado sucesor. 

Los ministros del Reino no se cuidaban de ello, porque entraba en sus planes reducir el número de diócesis, y el Papa no podía proveer, 
mientras durasen tan tensas ((63)) relaciones entre la Iglesia y el Gobierno. Habían pasado pocos meses desde la publicación del Sílabo, 
que tanto había enfurecido a los sectarios de todo el mundo. 

Don Bosco sentía ver que los asuntos religiosos corrían tan triste suerte; y después de mucho orar y hacer rezar a sus alumnos, 
aconsejándose con personas de autoridad, determinó empezar algunas gestiones con los hombres del Gobierno para inducirles a acabar 
con aquel estado de cosas, tan perjudiciales para la Iglesia y para la misma sociedad civil. El no creía insuperables los obstáculos puestos 
por los sectarios. Habían dicho mil veces que ellos querían que la Iglesia fuese libre y que se contentaban con que el Papa se ocupase 
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de los asuntos estrictamente religiosos y eclesiásticos, excluída toda cuestión territorial. »No era, pues, el caso de apelar a la lealtad de 
sus protestas? 

Por otra parte, no todos los hombres de Estado se movían por odio a la Iglesia, sino que eran arrastrados por la revolución, aunque a 
regañadientes. Unos, por una política conocida perfectamente por don Bosco, eran propensos a condescender en ciertas propuestas 
parciales ventajosas para la Iglesia; otros se esforzaban con alguna concesión por acallar los remordimientos de su conciencia, 
contentándose con haber hecho algún bien; había además otros que, por motivos personales, por consideración a familias muy 
importantes, profesaban opiniones moderadas. 

Don Bosco ya había tratado con ellos, con su acostumbrada prudencia, para asuntos del Oratorio, a fin de deshacer ciertas calumnias 
que los perversos habían propalado contra algunos obispos, para remover impedimentos a alguna colación de beneficios, o para obtener 
una subvención o un donativo para alguna parroquia. 

No hay, por tanto, que extrañarse de que estuviera dispuesto a defender la causa de las diócesis italianas, y de que, a intervalos, durante 
casi diez años, perseverase en esta nobilísima empresa. Empezó, a través de algunas de sus altas amistades, a investigar el estado ((64)) de 
ánimo de algunos ministros, después de haber pedido para asunto de tanta importancia, la aprobación del Sumo Pontífice. De este tiempo 
data el intercambio de cartas que tuvo lugar entre él y Pío IX, como consta en nuestras Memorias del mes de febrero de 1865 y cuyo 
contenido no se supo. El mismo Venerable debió hacerlas desaparecer. Don Emiliano Manacorda sirvió de intermediario de confianza 
para esta correspondencia. 

Mientras tanto, había sido advertido el rey Víctor Manuel de que el Papa le escribiría una carta. 

Efectivamente, Pío IX, mirando solamente al bien de las almas, determinó, por propia iniciativa, dar a los enemigos de la Iglesia 
Católica una ocasión oportuna para corresponder a las invitaciones de la gracia divina. El 6 de marzo dirigía una carta al Rey impregnada 
de benévolas expresiones, rogándole enjugara alguna lágrima de la atribulada Iglesia en Italia, llegando con él a un acuerdo para proveer 
los obispados; y le proponía mandara a Roma una persona seglar de su confianza para tratar el modo de poner fin a aquellas vacantes. 

Para que la carta no fuese interceptada, por quien podía tener interés en hacerlo, fue entregada al comendador Adorno, de Florencia, 
quien la presentó al Rey. Este, a quien siempre le habían disgustado 
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las disensiones con el Papa, acogió con placer la invitación y dijo al comendador Adorno: 

-íHace siete meses que esperaba esta carta del Papa! 

Y respondió al Papa desde el Palacio Pitti, con declaraciones muy obsequiosas, y prometiéndole enviar a Roma un agente para 
comenzar los trámites. 

La propuesta del Papa fue enviada inmediatamente al Ministerio, el cual se mostró propenso a secundarla, pero sin asumir compromisos 
que pudieran desconcertar los designios políticos de la Italia una e independiente. 

En consecuencia, se formularon las siguientes instrucciones para el agente que se enviaría a Roma: 

((65)) 1.° Se admitía en general la vuelta de los obispos ausentes, con las restricciones y excepciones oportunas, reconocidas de común 
acuerdo. 

2.° Se admitía el reconocimiento de los obispos preconizados, salvo algunas excepciones que, por consideraciones especiales, la Santa 
Sede no excluía totalmente. 

3.° Los nombramientos para los obispados, desprovistos de titulares, se limitaban a las sedes episcopales que deberían conservarse en 
una revisión ulterior de las circunscripciones diocesanas. 

4.° Las prerrogativas regias del exequatur y del juramento se mantenían sin distinción para todos los nuevos obispos, pero se aplicarían 
de forma que no pudieran herir las legítimas susceptibilidades de la Corte romana, ni implicar cuestiones políticas. 

Entre los que se mostraban más inclinados a hacer que las negociaciones tuvieran éxito, conforme a los deseos del Papa, estaba Lanza, 
ministro de Gobernación. Este habría querido que para el nombramiento de obispos se concediesen a la Santa Sede todas las mayores 
libertades que no fuesen peligrosas para la seguridad del Estado y que el principio de «Iglesia libre en un Estado libre» empezase a 
convertirse en realidad. Insistía en que todos los actos del Gobierno se orientasen hacia la más amplia libertad; y deseaba que Italia, aun 
en materia religiosa, abandonase las restricciones de otros tiempos, dejando la máxima libertad de explicaciones a todas las religiones, y 
también a la Católica 1. 

En el aspecto práctico, además, Lanza, lo mismo que otros ministros, partía del concepto de que «la Convención de septiembre», 
reservándose solamente los casos excepcionales, obligaba al Gobierno 

1 TAVALLINI, La Vida y los tiempos de Juan Lanza. V. I, pág. 363. 
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italiano a renunciar a los medios violentos para ganarse a Roma. Esperaba que con aquellas concesiones estaría abierto el camino para 
otros acuerdos con el Papa, especialmente en materias comerciales, ((66)) y se habría llegado a mancomunar de tal modo los intereses del 
pequeño Estado Pontificio con los del resto de Italia, que sustituyesen totalmente la influencia de una u otra potencia extranjera, y se 
llegase así a la solución de la cuestión romana sobre el terreno pacífico de la conciliación y de la libertad de la Iglesia. 

Don Bosco no compartía ciertamente las ideas de estos señores, pero muchas veces, hablando del nombramiento de los obispos (y 
nosotros se lo hemos oído), sostenía que interesaba al Gobierno mostrar una leal observancia a la «Convención de septiembre», dar 
pruebas a Europa de sus benévolas disposiciones con los intereses espirituales de la Iglesia y complacer a las poblaciones contando con 
su buen sentido, el cual no habría permitido demostraciones embarazosas. 

Don Bosco había dicho y repetido esto en ciertas reuniones frecuentadas también por hombres de la política. Y he aquí que le llegaba la 
siguiente invitación del ministro Lanza: 

Ministerio de Gobernación 

Turín, 17 de marzo de 1865. 

El que suscribe, por orden del Ministro, tendría sumo placer en conferenciar con V. Rda. y Honorabilísima Señoría. 

Si le place, podría venir a mi despacho a su comodidad. 

De V.S. 

Seguro servidor 

VEGLIO 

No dejó el Siervo de Dios de acudir al Ministerio, y de vuelta en el Oratorio, como alguien le preguntase de qué se trataba, respondió: 

-Un negocio de muchísima importancia. 

Después de este primer encuentro, don Bosco fue llamado más veces por el ministro de Gobernación. De hecho, era él el hombre que en 
aquel momento podía conocer mejor que ningún otro las disposiciones de los ánimos en la Corte romana; prever ((67)) quién podría ser el 
agente más grato al Papa y a los Cardenales; sugerir quién podría realizar buenos oficios en Roma para el buen éxito de las 
negociaciones. Solamente más tarde nos hizo alguna referencia acerca de este delicadísimo encargo, mas al principio se imponía el 
secreto. 

Entre otras cosas nos narró el trato familiar que le había dispensado Lanza. 
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Un día, y en presencia de algún otro ministro, Lanza le dijo: 

-Dígame, don Bosco, »cómo se las arregla usted para hacer frente a tantos gastos? »De dónde saca dinero para mantener a tanto 
muchacho? Esto es un secreto y un misterio. 

-Señor Ministro, respondió don Bosco; yo hago como la máquina de vapor. 

-Pero, »cómo? íExplíquese!... No entiendo esa jerga. 

-Voy adelante, replicó don Bosco, haciendo: puf puf puf puf 1. 

-Se comprende, mi querido abate, dijo Lanza; Pero esos Puf, hay que pagarlos, y aquí se esconde el secreto. 

-Observe, señor Ministro, que dentro de la máquina debe haber fuego, y para que vaya adelante y marche bien, necesita alimento... 

-Pero, »de qué fuego habla usted?, interrumpió el Ministro. 

-Del fuego de la fe en Dios, respondió don Bosco; sin él caen los imperios, los reinos van a su ruina y la obra del hombre se reduce a la 
nada. 

Estas palabras, pronunciadas como solía hacerlo algunas veces don Bosco, dejaron pensativo a su interlocutor. 

El Ministro había pensado enviar a Roma al senador Miguel Angel Castelli, pero al fin prefirió al diputado comendador Javier Vegezzi, 
hombre entrado en años, honrado y leal, ((68)) gran jurista y expertísimo en los negocios; pero pusieron a su lado, por las desconfianzas 
de costumbre, al abogado Juan Maurizio, genovés, que fue siempre gran admirador y amigo de don Bosco. Las instrucciones dadas de 
viva voz a Vegezzi eran muy amplias y revelaban en el Gobierno la esperanza de un acuerdo y el propósito de abundar en las 
concesiones. Se habría llegado hasta la supresión de la Legación Apostólica en las provincias meridionales, concesión que sería grata al 
Papa y que, por otra parte, estaba de acuerdo con la idea de la Iglesia libre. 

El abogado Vegezzi partió con su compañero, con carácter meramente confidencial, el 14 de abril, Viernes Santo, y fue recibido 
cortésmente por el Papa, quien le habló con su acostumbrada expansión. 

Sostuvo varias conferencias con el cardenal Antonelli, que había sido informado desde Turín; y, siempre en forma confidencial, 
convinieron, lo primero, que se dejase aparte la cuestión política. Y se llegó a esta conclusión: para las diócesis vacantes del Piamonte, el 
Rey presentaría los candidatos, de acuerdo con el Concordado en vigor; 

1 Puf, es una palabra piamontesa que significa deudas. 
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los de las provincias donde habían desaparecido los príncipes, los designaría el Papa directamente, haciendo conocer al Rey sus nombres 
antes de preconizarlos; los obispos ausentes podrían volver, excepto algunos por circunstancias especiales personales o locales; se 
conservarían intactos los bienes eclesiásticos. 

Roma no se mostró disconforme con la reforma de algunas circunscripciones diocesanas; pero no admitió el exequatur para las Bulas 
Pontificias y el juramento. El enviado del Gobierno de Italia reconoció que la Iglesia estaba en su derecho, cuando, por formalidades 
ahora desusadas, no quería implicarse en una cuestión que comprometiese sus principios políticos y económicos. Vegezzi lo había 
reconocido con tanta lealtad que el corazón del Santo Padre abrigó la esperanza de poder finalmente proveer de alguna manera a buena 
parte de su amada grey. 

((69)) Pero, apenas hubo conocimiento público de la carta escrita por el Sumo Pontífice al rey Víctor Manuel y se vislumbró que éste le 
había manifestado su propensión a secundar sus deseos, la secta se conmocionó. 

Hasta en el Parlamento hubo, el 25 de abril, algunos diputados de mala fe y desleales, que echaron en cara al Gobierno la misión 
encomendada a Vegezzi, acusándolo de pactar con el Pontífice y sosteniendo que las diócesis vacantes no producían daño alguno. Al 
mismo tiempo el periodismo sectario se alzaba furiosamente y amenazador para impedir que siguieran las negociaciones. También las 
logias masónicas se convocaban y tomaban decisiones contra cualquier acuerdo con la Santa Sede. Por todas las ciudades de Italia se 
reunían asambleas tumultuosas, en plazas, tabernas y teatros para protestar contra tal iniciativa, entre horrendas blasfemias e impiedades 
inauditas. Con estas demostraciones mantenían en alto los sectarios el arma de la llamada opinión pública, que necesitaban para 
obstaculizar con éxito los deseos del Santo Padre e impedir los efectos de las buenas disposiciones del Rey. 

De este modo, mientras parecía inminente un acuerdo con el Papa, aparecían profundas y notorias disensiones entre los ministros que 
obstaculizaban reciamente y de diversos modos los designios de Vegezzi. Los moderados se conformaban con una simple formalidad de 
registro acerca del exequatur; cedían a que los obispos exiliados volvieran incondicionalmente; no insistían sobre la disminución de las 
diócesis. Por el contrario, el ministro Vacca, guardasellos, no cesaba de poner trabas a sus colegas hasta hacerse insoportable. 

Vegezzi había notificado al Gobierno Real los preliminares de 
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las negociaciones. Mas, como el Ministerio le había restringido las facultades, y no respondía o lo hacía inadecuadamente, fue él mismo a 
Florencia el 5 de mayo, para aclarar la situación y recibir personalmente instrucciones definitivas; pero pronto vio desvanecerse sus 
esperanzas. 

((70)) Entre los Ministros que ya residían normalmente en la nueva capital encontró dureza, en unos por rencores personales, en otros 
por apego a los derechos reales, en Natoli, principalmente, por su aversión a todo principio cristiano. Las propuestas de Roma fueron 
definitivamente discutidas en el Consejo de Ministros: Natoli, Vacca, Petitti y Sella no quisieron transigir sobre el juramento y el regio 
exequatur; y prevalecieron. 

Su propósito evidente era el de arrancar indirectamente a la Santa Sede un reconocimiento formal del nuevo reino, comprendidas las 
Provincias Papales anexionadas, o, de lo contrario, romper las negociaciones. En cuanto a los obispos ausentes se imponía, para volver a 
sus diócesis, que hiciesen la petición al Rey o al Ministro de Gracia y Justicia, y escribiesen una carta pastoral en la que prometiesen 
observar las leyes. 

Vegezzi marchó a Roma el 2 de junio con estas condiciones, que él mismo confesó al cardenal Antonelli no eran aceptables; y ése fue 
el dictamen de una Comisión especial de Cardenales. La Santa Sede, sin embargo, propuso todavía que se procediese al nombramiento de 
los obispos del reino de Cerdeña solamente, y a la vuelta de los exiliados. Vegezzi respondió que informaría a su Gobierno. El 22 de 
junio fue el último encuentro del comendador Vegezzi con el Cardenal, a quien dijo que deducía de las respuestas recibidas de Florencia, 
que el Gobierno Italiano mantenía sus últimas propuestas y que solamente consentía en la vuelta de los Obispos exiliados, excepto 
algunos. Así se venían abajo todas las negociaciones. 

Cuando el 23 de junio pidió Vegezzi audiencia para despedirse, el Santo Padre quiso que fuese recibido con todos los honores en su 
antecámara. Le concedió una larga audiencia, y como Vegezzi le dijera: 

-Espero que las negociaciones no queden rotas, sino solamente interrumpidas. 

-Depende de vuestro Gobierno, respondió el Papa; mis bases son conocidas y no puedo alejarme de ellas; basta que vuestro Gobierno 
las acepte. 

((71)) Vegezzi, nombrado senador, después del 1870 no puso los pies en el Senado. 
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Mientras tanto los periódicos de la revolución anunciaban que las intrigas del partido fanático habían estropeado todo, pese a las 
generosísimas ofertas y condiciones hechas por el Gobierno al Papa. 
En ese sentido se redactó la relación hecha al Rey sobre la misión de Vegezzi, pero Lanza, disgustado e indignado, se negó a firmarla, por 
lo que estuvo a punto de retirarse del Ministerio. Entonces, para que no se conociese quién era el ministro que no estaba de acuerdo con 
sus colegas, se decidió que fuese firmada solamente por La Mármora 1. 

Don Bosco fue informado de todas las fases de estas negociaciones y experimentó una gran pena al ver cambiadas y rotas las bases 
primitivas sobre las que se habían fundado tantas esperanzas. Mas no por eso se desalentó, y veremos más tarde cómo se las arregló para 
que se reemprendiesen dichas negociaciones. 

Mientras tanto continuaba manifestándose el odio inflexible contra la Iglesia que abrasaba el alma de algunos sectarios de Tanucci. 

El 1.° de julio publicaba la Gaceta Oficial del Reino el decreto con el cual se promulgaba el nuevo código civil, y se instituía 
legalmente el matrimonio civil. El Senado había aprobado esta ley el 29 de marzo, con setenta votos a favor sobre ciento cuatro votantes. 

En la ciudad de Ferrara, el 30 de julio, fueron expulsadas de su monasterio las Teresianas adoratrices perpetuas, para establecer en él un 
hospital militar. Se dio a las monjas un día para desalojarlo. 

En Bolonia, en la tarde del 14 de agosto, se ordenó a las Hermanas Salesianas, en número de cincuenta, el desalojamiento del convento 
y centro educativo antes de que llegara la noche. 

No se les concedió ni siquiera la prórroga de doce horas que habían pedido. 

((72)) El 25 de agosto presentó al Rey el Ministro de Instrucción Pública, Natoli, una relación con la estadística de los institutos y 
colegios internados de religiosos y religiosas, proponiéndole la abolición de todos de un solo golpe. La instrucción dada en los mismos 
-afirmaba él-no está de acuerdo con las ideas que nuestra época ha adoptado en materia de enseñanza. Los colegios e institutos cuyo 
cierre pedía eran nada menos que mil ciento doce. 

El 30 de agosto escribían al Rey los cardenales arzobispos de Benevento y de Nápoles, los arzobispos de Sorrento y Reggio, los obispos 
de Anglona y Tursi, Aquila, Nuoro y Patti, una estupenda carta pidiendo volver a sus respectivas diócesis, de las que habían 

1 TAVALLINI, La vita e i tempi di Giovanni Lanza, V. I, pág. 364. 
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sido expulsados, para asistir a sus poblaciones flageladas o amenazadas por el cólera. 

El Rey no respondió, y Pablo Cortese, ministro de Gracia y Justicia, escribió a los Procuradores Generales ordenándoles severamente 
que prohibiesen, bajo cualquier pretexto, la vuelta de los obispos a sus diócesis, hasta que pasasen las elecciones. La misma prohibición 
se hizo a los obispos de Ascoli y Aversa, y al de Foggia, expulsado a Como, después de dos años de cárcel. 

Natoli, que había sido nombrado también ministro de Gobernación después de la dimisión de Lanza, imponía a los obispos condiciones 
imposibles con respecto a la enseñanza media en los seminarios, para obligarles a cerrarlos o, en caso contrario, tener un pretexto para 
cerrarlos él mismo. En efecto, así logró que se cerraran cincuenta y ocho seminarios. Pensaba él, después de ocupar los edificios, volver a 
abrirlos laicizados y entregados a los municipios, con dos tercios de las rentas confiscadas; y comunicaba este su proyecto a los 
Gobernadores del Reino el 15 de septiembre. 

El 19 de septiembre el Guardasellos Pablo Cortese prohibía, por medio de una circular, las procesiones religiosas, dejando al arbitrio de 
los gobernadores el conceder permiso y, al final del mismo mes, prohibía a los obispos de Caserta y de Gaeta hacer la visita pastoral. 

((73)) Este mismo Ministro preparaba un nuevo golpe contra los derechos de la Jerarquía Católica, o sea, unos nuevos límites de las 
diócesis con la idea de disminuir el número de obispos y de incautarse de los bienes de las Sedes abolidas. Las diócesis, que eran 
doscientas treinta y una, debían reducirse a cincuenta y nueve, y el 3 de noviembre pedía información a los Gobernadores del reino. 

El 28 de noviembre daba cuenta Natoli al Rey del resultado de la averiguación sobre los seminarios y la publicaba también en la prensa. 
Las diócesis poseían, antes de 1860, doscientos sesenta y tres seminarios; ochenta y dos ya habían sido abolidos, y se proponía que lo 
fueran igualmente ciento veintidós; así solamente se conservarían cincuenta y nueve, uno por cada diócesis, según el proyecto Cortese. 

El 18 de noviembre se celebró en Florencia la solemne apertura del nuevo Parlamento, en el salón del Cinquecento. Días antes había 
dicho Víctor Manuel a los miembros del Municipio y a varias delegaciones que habían ido a saludarle: 

-Iremos a Roma e iremos a Venecia; estamos en camino de la primera; para la segunda se requiere sangre. 

Y en el discurso de la Corona, puesto en sus manos por el Ministerio, 
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leía, entre otras cosas: «Al cerrar la última legislatura, como obsequio a la Cabeza de la Iglesia, y con el deseo de satisfacer los deseos 
religiosos de las mayorías, mi Gobierno acogió propuestas de negociaciones con la Sede Pontificia; pero tuvo que romperlas cuando 
podían quedar ofendidos los derechos de mi corona y de la Nación (aplausos). El tiempo y la fuerza ineludible de los acontecimientos 
desharán las desaveniencias entre el reino de Italia y el Papado. Mientras tanto, nos incumbe a nosotros conservar la fe en la Convención 
del 15 de septiembre, a la que también Francia dará, en el tiempo establecido, su completo cumplimiento». 

Y en noviembre desocupaban las tropas francesas las provincias meridionales de los Estados de la Iglesia y una brigada del Cuerpo de 
ocupación volvía a Francia. En Roma, ((74)) en Viterbo y en Civitavecchia quedaban todavía diez mil soldados franceses. 

Con estos hechos hemos querido reproducir el ambiente en el que tanto trabajó don Bosco, para dar a entender mejor la fuerza de 
voluntad y la serenidad con que el Señor le dotó para cumplir toda su misión. 

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((75)
)


CAPITULO VII


FIRMEZA EN LAS RESOLUCIONES PRUDENTES -CHARLAS DE DON BOSCO POR LA NOCHE -NOVENA DE LA 
ANUNCIACION DE NUESTRA SEÑORA; IMPORTANCIA Y CONSECUENCIAS DE LOS EXAMENES SEMESTRALES; 
SILENCIO Y ORDEN EN EL COMEDOR -OTRO AVISO CON RELACION AL MISMO; DISPOSICIONES PARA MANTENER 
EL ORDEN; AMENAZA A LOS ESTUDIANTES RENCILLOSOS -ANUNCIO DE LA MUERTE DEL OBISPO DE CUNEO, 
GRAN AMIGO DE DON BOSCO; SANTIDAD DE ESTE PRELADO; SUFRAGIOS POR SU ALMA; GUARDAR SILENCIO POR 
LA NOCHE AL IR A LOS DORMITORIOS -PRECAUCIONES PARA CONSERVAR LA SALUD; MILAGRO DE LOS SANTOS 
COSME Y DAMIAN -DECISION DE DON BOSCO PARA MANTENER LA AUTORIDAD DE SUS SUBALTERNOS 
LEVANTARSE CON PRONTITUD AL PRIMER TOQUE DE CAMPANA; MANTENER EN ORDEN LA CAMA Y EL 
DORMITORIO; PEINARSE CON FRECUENCIA -HACER BIEN EL VIA-CRUCIS Y REZAR POR LOS ORDENANDOS -CARTA 
DE DON BOSCO AL DIRECTOR DE LANZO; SU AFECTO A AQUELLOS JOVENES -CONSIGUE DEL MINISTRO DE 
INSTRUCCION PUBLICA QUE UNO DE SUS CLERIGOS OBTENGA EL TITULO DE PROFESOR PARA EL BACHILLERATO 
EXIGENCIAS DEL MUNICIPIO DE LANZO 

LA misión del comendador Vegezzi en Roma nos ha apartado un poco de don Bosco y sus muchachos. Volvemos de nuevo al mismo 
punto en que lo dejamos. 

La primitiva vida patriarcal del Oratorio, en medio de tantísimos jóvenes, debía modificarse, poco a poco, gradualmente y, según las 
necesidades de los tiempos, debía dar paso a un orden disciplinado ((76)) y, diría, material, que antes era muy blando, como ya dijimos en 
otro lugar. A don Bosco le repugnaba ver perderse, al menos en parte, aquella vida de familia que durante tantos años había sido su 
consuelo; pero vir prudens dirigit gressus suos (el varón prudente dirige sus pasos). Debía, por tanto, dar algunas disposiciones, y en esto 
no procedía a saltos, sino con regularidad, según las necesidades 
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de la casa, y preparando siempre los ánimos para que fueran bien recibidas las prescripciones que quería ordenar. No obstante era firme 
en sus resoluciones. Mientras continuaba usando en privado las expresiones te lo ruego, por favor, en público sabía decir frecuentemente 
un quiero, firme, sí, pero con calma y sin tono imperativo. 

Algunas de sus charlas de la noche, conservadas en la Crónica, demuestran nuestra aserción. La noche del 19 de marzo, habló así: 

Ya ha pasado la novena de san José, pero quisiera que continuaseis santificando estos días que preceden a la fiesta de la Anunciación 
del Angel a María Santísima. No os lo he dicho antes porque no quería que interrumpieseis la novena de san José. Por lo tanto, sin añadir 
ninguna devoción extraordinaria a las ordinarias, para no perjudicar vuestros deberes, procurad hacer cada día la comunión sacramental o 
espiritual, según vuestras disposiciones. 

Ya habéis sufrido los exámenes semestrales y veo con agrado que la mayor parte los ha pasado bien; pero hubo algunos que no 
correspondieron con demasiada diligencia a los cuidados que nos impusimos y fueron suspendidos. No penséis que este examen influya 
poco en vuestra vida. Os debe interesar mucho. 

Es costumbre en nuestro Oratorio que los que disfrutan de los beneficios de la casa, aunque hayan obtenido seis puntos sobre diez, sean 
enviados a sus padres, porque no son dignos de los beneficios de la casa aquéllos que no se comportan verdaderamente bien en ella. 
Notad que para la calificación se tiene en cuenta todo, y que cuenta el comportamiento en la iglesia, en el comedor, en el estudio, en la 
clase; por eso, algunos que piensan tener buena nota, por ejemplo un diez, puede que solamente tengan un seis, o un ocho, y los que creen 
haber sido aprobados por los examinadores se encuentran con que fueron suspendidos. La culpa es totalmente suya, porque fueron 
avisados a tiempo. Así, el que paga la mitad o un tercio de la pensión y solamente obtiene un seis, deberá tener paciencia y pagar la 
pensión completa, y el que no alcance la puntuación necesaria será enviado a su casa, sufriendo las consecuencias de su mala conducta. 

((77)) Siempre se hizo lo mismo; cada año, después de los exámenes semestrales, se mandó a algunos a su casa y si hubo alguna rara 
excepción, debióse a reiteradas súplicas, a promesas sinceras y mantenidas después. 

He de haceros otra advertencia. De un tiempo a esta parte no se escuchan como debieran los avisos de los asistentes, especialmente en 
el comedor. No se hace silencio, se entra tumultuosamente; en fin, reina verdadero desorden. Os ruego, por tanto, que de ahora en 
adelante obsequiéis a la Virgen, portándoos en el comedor como manda el reglamento de la casa, »Me lo Prometéis? (Sí, sí). Entonces, 
buenas noches. 

El 20 de marzo, don Bosco repetía con energía, el último aviso dado la noche anterior. 

Os propuse ayer como obsequio a la Virgen guardar orden y silencio en el comedor y creí que el aviso sería suficiente. Pero, con gran 
sorpresa, he sabido que hoy hubo más alboroto que de costumbre. Esto no lo puede tolerar don Bosco, porque la 
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disciplina lo es todo en casa. Se entra en el comedor gritando, empujándose, como si se entrara en no sé dónde; ya dentro, se sigue riendo, 
charlando en vez de guardar silencio; y se sale con el mismo alboroto con que se entró. No se hace caso a los asistentes, que están como 
si no estuvieran. Sé que la mayoría se porta correctamente y que solamente son unos cincuenta los que arman el desorden, y que lo hacen 
porque les gusta el barullo. He decidido que, a partir de mañana, se entrará en el comedor en orden; don Angel Savio os pondrá en fila en 
los pórticos y entraréis por grupos; terminada la comida, se saldrá poco a poco, mesa por mesa, y así se evitarán todos estos 
inconvenientes. Ordeno al mismo tiempo a los asistentes que vigilen atentamente en el comedor y les impongo, por obligación de 
conciencia, que me den cuenta de lo que suceda y de quién causa el desorden, sea quien fuere. 

Para contentaros, ya que os quejáis de ciertos asistentes, les prohíbo del todo dar castigos; así nadie tendrá que lamentarse. No quiero 
que se castigue a nadie en casa; quiero que se me comunique a mí y, lo repito, obligo a los asistentes a ello en conciencia. Por mi parte, 
cualquiera que sea el que falte, o el modo en que falte, lo mandaré enseguida a su casa, porque no puedo tolerar la indisciplina en el 
Oratorio. Don Bosco es bueno, todo lo tolera, pero cuando se trata del orden, es inflexible. Si se tratase de falta de educación o de otras 
cosas que sucedieran entre mí y vosotros, las pasaría por alto; pero, cuando se trata de falta de respeto a los otros superiores, y el desorden 
es público, entonces no hay benignidad que me detenga. Además, a los aprendices les tolero ((78)) más cosas que a los estudiantes. Los 
aprendices, acostumbrados a una vida más material, son dignos de compasión, si alguna vez faltan; muchos de ellos, si fueran despedidos, 
quedarían en medio del arroyo. Con los estudiantes no es así. Tienen suficiente cultura, un sentido más fino, y más educación y, por 
tanto, están obligados a comportarse de modo que nadie tenga que reprenderles en nada. Quiero que los estudiantes sean modelos en 
todo; de lo contrario márchense a sus casas o háganse aprendices. Y esto es así porque en el caso de que los estudiantes sean mandados a 
sus casas no quedan en el arroyo, puesto que la mayor parte tienen familia u otros parientes que se cuidarán de ellos. Estáis, pues, 
avisados. Yo comenzaré desde mañana. Habéis sido advertidos muchas veces durante los días pasados, y ahora es necesario tomar una 
determinación. Sabéis a qué ateneros. No quiero que haya malos estudiantes en la casa. 

No fue necesario más. Al día siguiente los muchachos formaron filas en riguroso silencio para entrar y salir en el comedor, ordenados 
por grupos. Don Angel Savio, el ecónomo, revestido de uno de los primeros cargos del Oratorio, debía mantener las prescripciones dadas. 

21 de marzo 

Tengo que comunicaros una triste noticia. Ha muerto el Obispo de Cúneo. También él había sido nombrado testigo para el 
reconocimiento del cuerpo de la Beata María de los Angeles. No se encontraba muy bien de salud, pero, habiendo experimentado en otras 
ocasiones que el aire de Génova le probaba, esperaba también este año que un viaje a aquella ciudad le obtendría las mismas ventajas de 
otras veces. En efecto, fue. Esta tarde, estando en mi habitación, me llegó un telegrama que decía: Esta mañana a las siete moría en 
Génova monseñor Manzini, Obispo de Cúneo. 
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La noticia me afectó mucho, porque se trataba de un verdadero bienhechor de la casa. Siempre que venía a Turín se acercaba al 
Oratorio y con frecuencia dejaba considerables limosnas. Vosotros no podéis recordaros de haberle visto porque vestía como un simple 
sacerdote. Amaba mucho nuestra casa y la favorecía cuanto podía. Es una gran pérdida para todos la muerte de este gran hombre. Una 
pérdida para la Iglesia, que pierde un prelado de mucha doctrina y, puede decirse, de gran santidad: era verdaderamente un hombre 
piadoso, docto y prudente. Es una gran pena para la diócesis de Cúneo, que queda privada de un verdadero padre. Es una pérdida para el 
Oratorio, puesto que él era uno de sus mejores bienhechores. Es una pérdida también para mí, porque era un entrañable ((79)) amigo y 
puede decirse que me hacía de padre. Siempre que yo estaba indeciso para poner en ejecución una cosa o no, siempre que necesitaba 
consejo, me dirigía a él escribiéndole o yendo personalmente a Cúneo y él me ayudaba, me consolaba con palabras de verdadera 
prudencia. Podía decir que su casa era mi casa, ya que me hospedaba en ella con la misma libertad que en el Oratorio; siempre que iba a 
Cúneo allí me albergaba. Por tanto, su muerte puede considerarse como una verdadera desgracia. De todos modos, cúmplase la voluntad 
del Señor. 

Se cuentan muchas cosas extraordinarias de la vida de este Obispo, que pronto serán publicadas. Yo conozco muchas, oídas, en parte, a 
personas dignas de toda confianza que le conocieron; y, en parte, contadas por él mismo cuando nos encontrábamos juntos en casa del 
barón Bianco de Barbania. No es que él contase estos hechos para vanagloriarse, no. El, como todos los hombres santos, era humilde, y 
los narraba como gracias especiales concedidas por la Santísima Virgen, después de haberla invocado. El que se crea santo es un necio; 
los verdaderos santos se tienen por los más miserables pecadores de la tierra; y cuando el Señor concede gracias por sus oraciones, ellos 
las atribuyen a uno u otro santo, mientras en realidad interviene en ellas, en gran parte, su fe. 

Quiero contaros un hecho que le ocurrió al Obispo de Cúneo cuando era todavía párroco, aquí en Turín, en la iglesia de santa Teresa. 

Fue llamado para asistir a un moribundo y corrió a cumplir con los deberes de su ministerio. Mientras estaba al lado del moribundo, 
hacia las dos de la tarde, llegaron a toda prisa a su casa pidiéndole que fuera a auxiliar a otra enferma, madre de familia, que se hallaba en 
gran peligro. 

El no volvió a casa hasta las siete de la tarde y, apenas lo supo, corrió enseguida a donde le habían llamado. Entró y se encontró con que 
aquella pobre madre, sostén de toda la familia, había muerto hacia las dos. El frío cadáver estaba tendido sobre la cama y una débil 
lucecilla alumbraba tristemente la habitación. El médico de la ciudad ya había practicado el reconocimiento del cadáver. Tenía éste las 
manos atadas y el crucifijo entre ellas. Toda la familia lloraba en distintos puntos de la casa; era grande el dolor porque habían perdido a 
la madre, que regía la casa y administraba sus bienes y sobre todo porque había muerto sin poder recibir los Santos Sacramentos. 

El buen párroco dirigió palabras de consuelo a la familia reunida en torno a la difunta y les invitó a rezar a la Santísima Virgen. 

Sentía en su corazón que el Señor haría alguna gracia extraordinaria y, poniéndose él mismo de rodillas, rezó con todo el afecto de su 
alma. Después se levantó, e invocando el nombre de Jesús, bendijo a la difunta. 

Pasados unos instantes, la difunta comenzó a moverse, sentóse en la cama con sorpresa de todos los presentes, pidió que le soltaran las 
manos, llamó a cada uno 
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por su nombre y después pidió confesarse. ((80)) Una vez confesada, dio algunos consejos a la familia, añadió algunas disposiciones en 
torno a ciertos asuntos y después se recostó nuevamente en el lecho y quedó el cadáver frío como antes. 

Tendría aún muchas otras cosas que contaros, pero las dejo para otras noches. Mis queridos jóvenes, aprendamos de la muerte de este 
Obispo una gran verdad.Todos, por sublime que sea la condición y dignidad de una persona, todos estamos sujetos a la muerte. La muerte 
no respeta a nadie. 

El Obispo de Cúneo era un santo varón y no necesitará de nuestros sufragios. De todos modos, como siempre estamos en la 
incertidumbre y pudiera tener todavía alguna deuda que saldar con la divina Providencia, deseo que mañana recéis el rosario de difuntos y 
hagáis una comunión sacramental o espiritual, según pueda cada uno, en sufragio de su alma. 

Querría rogaros algo más. Querría aconsejaros una florecilla en honor de la Santísima Virgen. Y es la de hacer silencio por las 
escaleras, al subir al dormitorio después de las oraciones. 

Antes bastaba el silencio en el dormitorio, pero he pensado y reflexionado que el silencio por las escaleras evita muchos 
inconvenientes. Se ha dado este aviso muchas veces; ahora quisiera que lo practicaseis por amor a al Virgen, y que fuerais al dormitorio 
con el más riguroso silencio. 

23 de marzo 

Hoy ha nevado mucho y parece que no quiera parar por ahora; es probable que dure algunos días más. Sin embargo, la estación está 
muy avanzada y el sol derretirá pronto la nieve. Os digo esto para que cuidéis vuestra salud. El aligeraros de ropa, jugar, sudar e ir 
después al estudio o a clase puede acarrearos mucho daño. 

Estamos ya a la mitad de la cuaresma. En el oficio y en la santa misa de hoy se ha hecho la conmemoración de san Cosme y san 
Damián. Es algo desacostumbrado, porque durante toda la cuaresma no hay más que una sola conmemoración de esta clase. Los que 
rezan el oficio se habrán dado cuenta de ello y querrán saber el porqué. Os lo diré, porque también a todos los muchachos les gustará 
conocerlo. 

Hace siglos que existe en Roma la costumbre de hacer las estaciones durante la cuaresma en algunas iglesias determinadas. El día en el 
cual coincide la mitad de la cuaresma se hace la visita a la iglesia de san Cosme y san Damián y acude mucha gente. 

Ahora bien, narra la Historia Eclesiástica que un año, tal día como hoy, una gran masa de pueblo llenaba la antigua iglesia dedicada a 
estos Santos y rezaba de rodillas ante sus altares cuando de improviso se oyó un murmullo entre la gente. Algo extraordinario sucedía. 
Las dos estatuas de mármol de los santos Cosme y Damián empezaron a moverse ((81)) en sus nichos y, como si fuesen hombres de carne 
y hueso, descendieron de los pedestales, se posaron sobre el pavimento, se encaminaron el uno hacia el otro y fueron a encontrarse en 
medio de la iglesia; después, juntos, se dirigieron hacia la puerta, cruzando por entre el pueblo. 

La gente estupefacta ante el maraviIloso espectáculo, seguía tras las estatuas para ver en qué acababa todo aquello. Ya fuera todos, y a 
cierta distancia de la iglesia, las estatuas se pararon y un terrible e improviso ruido hizo que todos los espectadores volviesen sus ojos 
hacia atrás. En aquel preciso momento se desplomaba la iglesia. De no haber sido por aquel gran milagro toda la multitud hubiera 
quedado sepultada bajo los escombros del templo. Por este hecho se estableció que todos los años se hiciese 
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en este mismo día la conmemoración de estos dos Santos, como recuerdo de tan señalado prodigio. 

Mis queridos jóvenes, me gustaría que sacarais de este hecho una gran lección, a saber, cuánto vale ante el Señor la intercesión de los 
santos, y cuán útil resulta dirigirles nuestras peticiones. Pues si los santos Cosme y Damián, aun sin ser rogados, obtuvieron tan señalado 
milagro para salvar de la muerte a tanta gente, pensad si no van a acudir en nuestra ayuda cuando les invoquemos. Tengamos especial 
devoción a los santos cuyo nombre llevamos, recurramos a ellos en todas nuestras necesidades de alma y cuerpo, en todas las dificultades, 
en todos los peligros, porque ellos estarán siempre dispuestos a ayudarnos. 

Pero en aquellos días le tocaba al corazón de don Bosco sufrir un gran dolor por la poca reflexión de algunos que, sin embargo, le 
amaban intensamente y habían consagrado su existencia a él. Es el único caso de este género, por lo que sabemos, acontecido en el 
Oratorio; pero demuestra la firmeza de don Bosco en querer que fuese respetada y obedecida la autoridad. 

El ecónomo no era muy bien visto por algunos alumnos, debido a su rigor para mantener la disciplina. Había varios comedores, y un 
día, mientras don Angel Savio asistía en el comedor grande, donde se reunían más de trescientos muchachos, cayó sobre sus espaldas un 
pedazo de pan. Quizá el proyectil iba destinado a un compañero. Don Angel Savio, prudente, no se enfadó, ni siquiera se volvió a mirar 
quién pudiera haber sido el desvergonzado y, por el momento, no dijo nada. Pero al día siguiente ((82)) una mano desconocida repitió la 
misma broma. Habló de ello a don Bosco. Parecía evidente que se había querido ofender a su persona. Por la noche dirigió don Bosco 
unas palabras graves a los muchachos y concluyó diciendo que si alguno faltaba en adelante al respeto de aquella manera, sería alejado 
inmediatamente del Oratorio. 

Al día siguiente estaban los alumnos en filas bajo los pórticos para ir a comer. El ecónomo se hallaba presente para que se guardara 
silencio y ordenaba la entrada de los grupos en el comedor, cuando un troncho de col cayó con fuerza sobre su bonete. Se volvió 
rápidamente y vio al joven R... Agostino que bajaba el brazo. Sin más, lo mandó entrar en un cuartito cercano y acompañó a los demás al 
comedor. El jovencito, avergonzado y llorando, protestaba que solamente había querido lanzar aquel troncho a un compañero sin la 
menor intención de tocar al ecónomo. Era un muchacho muy vivaracho y tal vez un poco atolondrado; por lo demás era de buena 
conducta y uno de los más aplicados del quinto curso de bachillerato. Por esto, el profesor que le quería y algún otro maestro y asistente, 
persuadidos de su inocencia, se pusieron enseguida de su parte 
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y le hicieron salir de la pequeña estancia, sin reflexionar en el agravio que hacían a su superior; lo llevaron al comedor, compadeciéndole 
y declarando estar dispuestos a apoyarle con todas sus fuerzas. Lo tuvieron a su lado durante el resto del día, con admiración por parte de 
la Comunidad. 

El corazón velaba la razón. Durante la cena, estos profesores que, por otros motivos, se las tenían tiesas con el ecónomo, empezaron a 
criticar en alta voz su comportamiento en aquella circunstancia, por haber castigado a un inocente sin escuchar sus razones. Se 
inflamaban los ánimos y no se medían las palabras. Don Bosco callaba y, después de las oraciones de la noche, anunció que a la mañana 
siguiente el joven Agostino saldría para su pueblo. Aquello cayó como la descarga de un rayo. 

Los muchachos se retiraron a sus dormitorios y solamente se quedó en los ((83)) patios un grupito de profesores y, entre ellos, los que 
se habían puesto en contra del ecónomo y que criticaban la severa disposición del Superior. Murmuraron un rato, hasta que un coadjutor, 
jefe de taller, exclamó con inconsiderable violencia: 

-íVaya uno de nosotros a don Bosco y dígale francamente que si a ese muchacho no se le perdona, nosotros abandonaremos el Oratorio! 

-No llevemos las cosas tan lejos, exclamó el director de estudios, al oír esta amenaza; subo yo a ver a don Bosco y espero que las cosas 
se arreglarán. 

Y así lo hizo. Eran las diez y media y estaba don Bosco todavía trabajando en su mesa. Le expuso el descontento de algunos hermanos 
y abogó por un perdón inmediato. Don Bosco le respondió: 

-La falta es cierta; la intención no la juzga más que Dios. Por otra parte, el lanzamiento del troncho de col constituye por sí mismo una 
infracción del reglamento, porque en aquel momento se había ordenado silencio y porque en las actuales circunstancias semejante acto 
podía ser causa de graves desórdenes, después de los repetidos avisos. Sin embargo, y pese a la gravedad del caso, yo habría sabido 
encontrar remedio para salvar al muchacho que en realidad es bueno; pero vosotros, al tomar su defensa, me habéis puesto en la 
imposibilidad de volverme atrás. Los clérigos y los muchachos saben que vosotros os habéis puesto en contra de don Angel Savio y yo no 
permitiré nunca que la autoridad sea obligada a sufrir semejantes presiones. 

Hacia las once y cuarto volvía el director de estudios a sus compañeros, que le esperaban con ansiedad, y les dijo: 
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-Don Bosco está firme en su decisión. 

Todos se retiraron a su celda pensando qué partido debían tomar. Por fortuna, tomaron el mejor. Algunos, entre ellos Enrique Bonetti, 
dijeron en voz baja: 

-»Dejar a don Bosco? íJamás! 

((84)) -íCon don Bosco hasta la muerte!, respondió uno por todos. 

Y así fue. Al amanecer partía Agostino. 

Solamente uno quedó en el Oratorio que no podía tranquilizarse con la sentencia de don Bosco. Sentábase éste a la mesa de los 
Superiores; durante dos o tres días, entre resentido e irónico, aludía a don Angel Savio, al muchacho expulsado y a la injusticia cometida. 
Don Bosco sufría como nunca se le vio, pero no soltaba prenda. 

Se calmó la pasión y se dejó de hablar del asunto. Después de alguna semana, Agostino, aconsejado quizá por alguien, escribía una 
carta a don Bosco desde su casa, pidiéndole perdón por la falta cometida distraída e involuntariamente. Consultado don Angel Savio, 
intercedió por él y éste volvió al Oratorio, donde terminó sus estudios con aplauso. 

Este hecho resultó una saludable lección para los alumnos que vieron cómo don Bosco, tratándose de la autoridad, no miraba la cara de 
nadie, ya que un alumno de los mejores y amparado por los más influyentes del Oratorio, no había logrado librarse de las consecuencias 
de una desobediencia. 

Aun en medio de estos desórdenes continuaba don Bosco con su calma habitual, y sin hacer alusiones indiscretas, dando sus charlas 
instructivas a los muchachos antes de ir a acostarse. 

26 de marzo 

Hoy quiero daros una buena noticia. Mañana os levantaréis a las cinco. íNo os espantéis! A las cinco los aprendices; y los estudiantes, a 
las cinco y media. Pero cuando los estudiantes salgan al patio en busca de agua, procuren no estorbar las sagradas funciones que se 
celebran en la iglesia para los aprendices. 

Desearía que, apenas suene la señal para levantarse, se alce cada uno prontamente y no haga como ciertos «economistas» que procuran 
aprovechar el primer cuarto de hora, la mitad del segundo, o si pueden todo, se levantan a toda prisa y corren a la iglesia, bien entendido 
que más tarde que los demás. Hace dos días hubo uno, está aquí presente, pero no le quiero nombrar para no avergonzarle, que se quedó 
en la cama, y al final, con las prisas ((85)) se metió los pantalones al revés y así salió del dormitorio. Por las escaleras se los quería 
arreglar. Pero que si quieres... Tira de una parte, tira de la otra... no se ponían en su sitio. íEra una empresa difícil! La parte delantera la 
llevaba atrás, y no se dio cuenta del enredo hasta después de un buen rato. íBonita figura hubiese hecho este tal si en aquel momento 
hubiera pasado alguien por allí y le hubiera visto de aquel modo! Verdad es que a aquella hora difícilmente 
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se encuentran forasteros por la casa, pero pudo haber pasado alguien de la misma; y pasó efectivamente don Bosco, el cual lo vio en aquel 
aprieto. Hagamos, pues, de mañanita esta pequeña penitencia, hagámosla con espíritu de mortificación y ganaremos tiempo; podremos 
arreglar la cama, cepillar los vestidos y ordenar nuestras cosas. 

Hoy vino un forastero y quise acompañarlo para visitar los dormitorios. Apenas puse el pie en la puerta de uno, en el que duermen 
treinta de los mayores, vi cinco o seis camas tan desordenadas que daban vergüenza. En una de ellas parecía que había dormido un 
perrito, en otra un cerdito; tan desordenadas estaban. Otra cama no tenía nada sobre el colchón; la almohada envuelta en la sábana estaba 
a los pies. 
Otra tenía las mantas por el suelo y encima los zapatos. Tuve que cerrar la puerta para que el visitante no contemplase tan bochornoso 
espectáculo. 

Intenté entrar en otro dormitorio y, como éste era mayor, también eran más las camas sin hacer. Tuve, pues, que desistir de continuar la 
visita para que el visitante no se llevase mala impresión de mis muchachos. íCausa tan mala impresión un dormitorio desordenado! Pero 
no quiero echar la culpa a los muchachos, no; se la echo a los asistentes, los cuales, quieras que no, deberían exigir todas las mañanas que 
se hicieran bien las camas. 

Mas, para no reñir a nadie, he encontrado un medio eficaz para conseguir este fin, y que desde mañana mismo se empezará a practicar. 
Es el siguiente: encargaré a uno que inspeccione todos los días los dormitorios y arregle las camas que estén en desorden. Este recibirá 
como paga de su trabajo cuatro centavos (monedas de cinco céntimos) por cada cama que arregle, los cuales serán pagados por quien 
haya dejado la cama en desorden. Se quedará solamente con dos por cada cama arreglada, y los otros dos se guardarán para comprar algo 
útil para todos. Así, los que paguen podrán también participar en algo. 

Mi última recomendación de hoy es que os peinéis bien. Se acerca la primavera en la que se multiplican ciertos animalitos. Lo sabe 
bien el pobre Enría que en ocasiones anda desesperado y le toca lavar varias veces alguna cabeza. Hay algunos ((86)) jóvenes que, para 
parecer guapos, se atusan el cabello y se hacen la raya, pero no se peinan de verdad. A estos les digo: badulaques, no seáis tan 
presumidos; pensad en limpiaros y no en acicalaros. 

30 de marzo 

Mañana es el último viernes de marzo y deseo que lo santifiquéis del mejor modo posible y que hagáis el Viacrucis con verdadera 
compasión de los padecimientos de Jesucristo y dolor de vuestros pecados. Os lo recomiendo, además, porque algunos de nuestros 
clérigos se están preparando en la Casa de los Paúles para recibir dignamente la sagrada ordenación del subdiaconado. Rezad, pues, 
mañana al Señor para que lleguen a ser verdaderos ministros suyos. Para ellos son momentos de grande y transcendental importancia, 
porque el demonio se esfuerza en desviarlos y quitarles la vocación sacerdotal, y así vuestras oraciones les servirán en gran manera para 
confortarlos. 

Mientras el Siervo de Dios amonestaba y corregía a los alumnos del Oratorio no descuidaba a los de los colegios de Mirabello y Lanzo, 
a quienes pensaba visitar. En estas ocasiones se cumplía en él 
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lo que se dice del Divino Salvador: que pasaba haciendo siempre el bien. He aquí una carta suya al Director de Lanzo. 

Mi querido don Domingo: 

Tenía intención de hacer una excursión a Lanzo este jueves y así cerrar la cuaresma en compañía de mis queridos hijos de San Felipe 
Neri; pero el tiempo estropeó los caminos y hemos de esperar a que estén en mejores condiciones. 

Tu hermana ha sido admitida, o mejor, le han hecho sitio entre las educandas del Buen Pastor, mediante la dote de cien liras. Yo me 
ocuparé del dinero, tú procura avisarle que venga cuando sea, trayendo sus vestidos y un par de camisas. El resto se lo proveerán en el 
Asilo. Cuando llegue a Turín, que venga a verme y yo la haré acompañar a su destino con una nota mía. 

Da mis más cariñosos saludos al profesorado, dirigentes, asistentes y a todos los alumnos. El sábado, dedicado a la Anunciación de 
María Santísima, yo os recordaré a todos en la santa misa; rogad también vosotros por mí. Recomienda a don Francisco Provera, con aire 
suplicante, que solemnice dicho día con algo especial en el comedor, de modo que los muchachos ((87)) tengan ocasión de brindar ahí a 
mi salud mientras, casi a la misma hora, yo lo haré aquí por mis queridos amigos de Lanzo. 

Dios os conserve a todos en su santa gracia. Amén. 

Turín, 22 de marzo de 1865. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Habiendo reconocido en Lanzo la necesidad que tenían de un profesor titulado, dirigió una súplica al ministro Natoli, poniendo bajo la 
protección de María Santísima el éxito de la misma, ya que el Ministerio era contrario a la enseñanza impartida por los institutos 
religiosos. 

Excelencia: 

El sacerdote Juan Bosco, respetuosamente expone a V. E. que el clérigo José Fagnano, alumno de la casa de beneficiencia, llamada 
Oratorio de San Francisco de Sales, se presentó el pasado diciembre de 1864 a exámenes para obtener el diploma de profesor para el 
bachillerato elemental. 

Aprobó los exámenes escritos y orales, pero el día en que debía impartir la lección práctica, antes de presentarse a los señores 
examinadores, sufrió una fuerte fiebre que lo conmocionó notablemente y le impidió poderla terminar; por tal motivo, según consta en la 
Declaración del Presidente de la Facultad, en dicha lección solamente obtuvo 16/40 puntos en vez de 24/40. 

El que suscribe recurre humildemente a V. E., en nombre del mencionado clérigo, suplicándole quiera conceder, por favor especial, 
computarle los puntos de conjunto, en cuyo caso tendría una puntuación más que suficiente. Si V. E. juzgase excesivo este favor, rogaría 
le obligase tan sólo a repetir la prueba práctica sin necesidad de repetir los otros exámenes. 
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El que suscribe se atreve a suplicar este favor: 

1.° Porque los exámenes de las materias principales obtuvieron resultados favorables, y solamente falló en el accesorio de la lección 
práctica. 

2.° Porque el fallo se debió a que le sorprendió la fiebre, como advirtieron los mismos examinadores. 

3.° Porque con esto se ayuda a una obra de beneficiencia, a la que el mencionado clérigo pertenece. 

4.° En atención a los méritos del mismo clérigo, quien dedica hace muchos años gratuitamente y con gran asiduidad todas sus energías 
a la educación e instrucción de otros jóvenes pobres. 

((88)) 5.° Pero el motivo principal es la confianza que tenemos en la reconocida bondad de S. E., que siempre suele conceder los 
favores que son de utilidad pública, con tal de que sean compatibles con las leyes vigentes. 

Puesta toda la confianza en Vuestra Excelencia, espera la gracia. 

El humilde recurrente JUAN BOSCO, Pbro. 

El 27 de abril de 1865, conseguía el clérigo el diploma de profesor para el bachillerato elemental. 

Por aquellos días don Bosco tuvo que responder a ciertas exigencias del municipio de Lanzo del que, por causas ajenas a él, todavía no 
se había podido percibir el pactado estipendio para los maestros elementales. El Alcalde le había escrito insistiendo en que proveyese a 
las necesidades de las escuelas municipales destinando nuevos locales para las clases de los externos, que habían crecido en número 
mayor al previsto. Por lo tanto había que restringir los locales, no muy espaciosos, destinados a los alumnos internos. 

Don Bosco, aunque estaba dispuesto a hacer sacrificios pecuniarios, como lo demostró más tarde, con tal de quedarse en aquel lugar, 
que él quería, no obstante quiso descubrir el estado de ánimo del alcalde y sus concejales. Escribió, pues, una carta, que hizo ver, antes de 
remitirla, a don Angel Savio y al caballero Oreglia para que le manifestasen su parecer. 

Ilmo. Señor Alcalde: 

Recibida la carta de V. S. Ilma., concerniente al Colegio Internado de Lanzo, he pensado en las diferentes soluciones con las que podría 
proveer a la buena marcha del mismo, ampliando o al menos haciendo servible el local actual. 

Mas, viendo que cualquier medio que yo adopte, dentro de los límites marcados por el Municipio, me resultaría desventajoso y, por otra 
parte, como para la regularidad y el aumento de clases no basta el local actual porque las peticiones para el próximo octubre son muy 
superiores al número de alumnos actualmente existentes en el Colegio, por todo esto notifico a V. S. y a los demas señores del Municipio 
que me ((89)) desligo del convenio del 30 de junio de 1864 y les dejo en libertad para que provean a la continuación del Colegio del 
modo que mejor juzgaren. 
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Lo siento en verdad por los numerosos gastos que he debido hacer para el buen funcionamiento y atenciones de internos y externos, 
mas para no exponer esta casa a mayores gravámanes me veo obligado a tomar esta resolución. 

Ruégole comunique mi determinación a los señores concejales de ese Municipio y les dé mis mas sentidas gracias por todas las 
benévolas atenciones que en más de una ocasión tuvieron la bondad de dedicarme. 

Créame con la debida estima y gratitud. 

Turín, 20 de abril de 1865. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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((90)) 

CAPITULO VIII 

SE TERMINAN LOS CIMIENTOS Y LAS BOVEDAS DEL PAVIMENTO DE LA IGLESIA EN CONSTRUCCION -EL DUQUE 
AMADEO ACEPTA COLOCAR LA PIEDRA ANGULAR -LA GRAN AYUDA QUE PRESTAN A DON BOSCO SUS 
SACERDOTES -EL TEOLOGO BOREL -MEMORABLE TRIDUO PREDICADO POR DON BOSCO COMO PREPARACION A 
LA PASCUA -POR QUE DON BOSCO TIENE EXITO EN SUS TOMBOLAS -SE FORMA LA COMISION PARA UNA NUEVA 
TOMBOLA -CONFERENCIAS Y APROBACION DEL PROGRAMA -INVITACION A LOS BIENHECHORES PARA ASISTIR A 
LA BENDICION DE LA PIEDRA ANGULAR DE LA NUEVA IGLESIA EN VALDOCCO -GENEROSIDAD DEL INGENIERO 
SPEZIA -EL SUMO PONTIFICE CONCEDE INDULGENCIAS A LOS QUE HONRAN A SAN JOSE EN SU MES 
PREPARATIVOS EN EL ORATORIO PARA LA COLOCACION DE LA PIEDRA ANGULAR -SOLEMNE BENDICION DE LA 
MISMA -EL PRINCIPE AMADEO EN EL ORATORIO; VELADA EN SU HONOR -HIMNO DE ACCION DE GRACIAS A DIOS 
-ADMIRACION DEL PRINCIPE ANTE LAS OBRAS DE DON BOSCO Y DONATIVOS PARA LA IGLESIA Y PARA LOS 
MUCHACHOS DEL ORATORIO -UN MANZANO -DOS OPUSCULOS CON OCASION DE LA FIESTA -CON LOS TRABAJOS 
Y LA FE DE DON BOSCO SE LEVANTA ESTE AÑO LA IGLESIA CON SUS BOVEDAS Y CUBIERTA -GENEROSIDAD DE 
UN VENDEDOR DE FRUTA 

MIENTRAS tanto, don Bosco impulsaba sin cesar la construcción de la iglesia de María Santísima Auxiliadora. Las obras proseguían 
con rapidez. Los sótanos estaban ya acabados y hechas las bóvedas que debían sostener el pavimento. El siervo de Dios veía con inmensa 
alegría que se acercaba el momento ((91)) en que por vez primera en aquel prado, de inmortal recuerdo, se celebraría públicamente el 
nombre de María Auxiliadora, poniendo la piedra angular de su Santuario. Aquí le había renovado la Virgen 
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la misión, manifestada cuando era todavía un niño, y parece que entonces se repetía el diálogo entre Débora y Barac: 

-Si tú vienes conmigo, yo iré; mas si no vienes conmigo, yo no me muevo. 

-Pues bien, iré contigo. 

Esta era la promesa de la Madre de Dios. Y don Bosco a partir de 1845, y aún antes, empezó a hacer maravillas con sus bendiciones, las 
cuales demostraban que María Santísima estaba con él. 

Tenía, pues, razón don Bosco para desear una fiesta lo más solemne posible y, en consecuencia, pedía al hijo del rey Víctor Manuel II, 
el príncipe Amadeo, duque de Aosta, de veinte años de edad, que se dignase colocar la piedra angular de la iglesia. El Príncipe aceptó 
gentilmente la invitación. 

Don Bosco podía dedicarse con mayor asiduidad a los preparativos de la fiesta porque empezaba a palpar los preciosos frutos de su Pía 
Sociedad. Hacía cuatro años que en todas las témporas recibía las sagradas órdenes alguno de sus clérigos, y el número de sus sacerdotes, 
ayudados por celosos sacerdotes diocesanos, le permitía hacerse suplir casi del todo en las instrucciones dominicales de la tarde en 
Valdocco y en los Oratorios de San Luis y del Angel Custodio. El se reservaba para sí la narración de la Historia Eclesiástica por la 
mañana en la iglesia de San Francisco de Sales, que luego continuó en la de María Auxiliadora hasta 1869. 

Seguía contando con la admirable ayuda del teólogo Borel, siempre dispuesto a todo, humilde e inflamado en amor de Dios. Cierto 
domingo, fue llamado este celoso sacerdote para predicar en el Oratorio después de haber ejercido su ministerio durante la mañana en 
varias iglesias de la Ciudad. El enviado lo encontró ((92)) en el huerto que hay delante de su casa en el Refugio, comiendo un pimiento 
con un trozo de pan, pues estaba todavía en ayunas. Oído el recado, exclamó el buen sacerdote: 

-íBueno, se acabó la comida! 

Y sin más, se encaminó hacia el púlpito. 

El teólogo Borel era caballero de la Orden de San Mauricio y San Lázaro. Un día estaban los clérigos del Oratorio hablando del 
ingeniero Spezia y pronosticaban que pronto sería condecorado con la cruz de aquella Orden, como en efecto sucedió. En aquel momento 
atravesaba el patio el teólogo Borel que acababa de predicar; se paró un momento para saludarlos; y ellos familiarmente le preguntaron 
por qué motivo le habían concedido a él el galardón Mauriciano. Sonriendo, respondió: 
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-Tampoco yo lo sé. Tal vez porque un día, siendo yo seminarista y mientras ayudaba la misa en palacio, apagué un ramo de flores 
artificiales que ardía, en presencia de la reina María Teresa. 

Y se reía. Siempre tenía la palabra oportuna para cuantos encontraba, con lo que se ganaba la confianza y el afecto de todos. 

Una vez entraba a toda prisa en el Oratorio, algo retrasado para la predicación y vio a un joven sacerdote que le esperaba para 
acompañarlo; díjole: 

-Nunca le he visto a usted en el Oratorio. 

-Hace pocos meses que estoy con don Bosco. 

-»Y piensa quedarse? 

-Efectivamente, si Dios quiere. 

-Muy bien, quédese aquí, porque ésta es la casa de un santo. íAnimo! No se deje llevar por la melancolía. No se turbe por las 
contrariedades o privaciones. íEsté siempre alegre! Persevere en su decisión y será feliz. Hay mucho que trabajar, pero el Señor y la 
Virgen pagan bien. 

Y abrazándole se apresuró a entrar en la iglesia. íQué fortuna la del Oratorio, que tuvo durante tantos años amigo tal! 

Don Bosco se servía de él y de otros sacerdotes turineses ((93)) para satisfacer las peticiones de predicaciones extraordinarias en la 
diócesis y fuera de ella. Con frecuencia recibía invitaciones de obispos o de párrocos para predicar una misión, no solamente en villorrios, 
sino también en ciudades de cierta importancia. Si podía, aceptaba la invitación; pero, si no le era factible, encargaba a dichos 
voluntariosos amigos y también a alguno de sus jóvenes sacerdotes, por ejemplo a don Juan Cagliero o a don Miguel Rúa. 

Por aquellos días tuvo lugar una misión en Reggio Emilia y escribía el Obispo a don Bosco: 

Muy Reverendo Señor y Dueño mío: 

No encuentro expresiones para agradecer a V. S. M. R. el señaladísimo favor que me hizo al enviar dos sacerdotes tan doctos, celosos y 
verdaderamente santos misioneros, para predicar los ejercicios espirituales en esta Ciudad. Han trabajado sin descanso día y noche 
durante más de una semana y con tan buenos resultados, con tanta satisfacción y fruto espiritual de todo el pueblo, que verdaderamente se 
ha visto la bendición de Dios. Lleno de consuelo, he repetido varias veces, refiriéndome a ellos, las palabras de san Pablo: Beati pedes 
evangelizantium bona, evangelizantium pacem (bienaventurados los pies de los evangelizadores del bien y de la paz). 

Le doy una y mil veces las más expresivas gracias, reverendísimo señor, por su gran complacencia y, si en cualquier ocasión, yo 
pudiese servirle en algo, me agradaría 
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sumamente poder confirmarle una vez más mis sentimientos de gratitud y del singular aprecio con que me honro, etc., etc... 

Reggio, 1. ° de mayo de 1865. 

» PEDRO, Obispo. 

Mientras tanto, terminada la catequesis cotidiana de la Cuaresma, don Bosco se pasaba días enteros en el confesonario, y predicaba el 
triduo de preparación a la Pascua. 

En uno de estos sermones trató de la sinceridad en la confesión y describió con tan vivos colores la angustia de Carlos (aquel jovencito 
muerto después de una mala confesión en 1849), y su buena suerte de haber sido resucitado y haber manifestado su pecado a un sacerdote 
antes de volver a dormirse en el sueño de la muerte, ((94)) que, terminada la narración, ya no fue capaz de añadir palabra. Vencido por la 
emoción se puso a llorar y sollozar, tanto que tuvo que interrumpir el sermón y bajar del púlpito. Todos los muchachos quedaron como 
fuera de sí y pasó un largo rato antes de que pudieran entonar las letanías de la Virgen. Don Carlos Ghivarello y José Bologna, que 
estaban presentes, atestiguaron el hecho. 

Mientras los alumnos internos y externos cumplían con el precepto pascual, el siervo de Dios acababa los preparativos iniciales para la 
buena marcha de la tómbola. No dudaba ni un momento del éxito de la misma. El teólogo Leonardo Murialdo, Rector de los Artigianelli 
en Turín, años después, viendo el éxito de las tómbolas de don Bosco y lo poco que conseguía con las suyas, preguntóle qué método 
usaba para tan buen resultado, a lo que el Siervo de Dios respondió: 

-Yo hago así: en cuanto me decido a hacerla, elijo a los más pequeños y mejores muchachos del Oratorio y los llevo ante la imagen de 
la Santísima Virgen para obtener su bendición. Hecho esto, trabajamos con pies y manos para el buen resultado de la misma. 

Fue el mismo Teólogo quien escribió este testimonio. 

Aquel mismo mes buscó don Bosco el apoyo y la especial protección de varios príncipes de la Casa de Saboya para la nueva tómbola, 
que le fue generosamente concedida; y acabó de formar la lista de los personajes que aceptaron participar en la Comisión. He aquí los 
nombres: 

«Miembros de la Comisión: el marqués Manuel Luserna de Rorá, Alcalde de la ciudad de Turín, Presidente honorario.-Marqués 
Ludovico Scarampi de Pruney, Presidente.-Marqués Domingo Fassati, Vice-Presidente.-El doctor en medicina y cirugía don 
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Juan Gribaudi, Secretario.-El caballero Federico Oreglia di S. Stefano, Secretario.-El comendador José Cotta, Senador del Reino, 
Cajero.-El teólogo canónigo ((95)) Valerio Anzino, Capellán de Su Majestad, Director de la exposición.-El conde Ernesto Bertone de 
Sambuy, Director de la exposición.-El barón José Boggio, Director de la exposición.-El caballero Aleramo Bosco de Ruffino.-El 
comendador Bona, Director General de la administración de los Ferrocarriles del Sur.-El presbítero Juan Bosco, Director de los 
Oratorios.-El conde Carlos Cays de Giletta, Director de la exposición.-El caballero Juan Bautista Duprà, Contable de la contaduría 
general del Estado.-El caballero José Dupré, Consejero Municipal.-El comendador Pedro Fenoglio, Ecónomo general.-El marqués Evasio 
Ferrari de Castelnuovo.-El caballero Carlos Giriodi, Director de la exposición.-El presbítero Vicente Minella, Director de la 
exposición.-El caballero comendador Pernati di Momo, Ministro de Estado y Senador del Reino.-El caballero Hilario Pateri, Profesor y 
Consejero Municipal.-El conde y abogado Alejandro Provana di Collegno.-El conde Constantino Radicati, Gobernador en funciones.-El 
comendador Juan Rebaudengo, Secretario General del Min. de la Casa Real.-El caballero Clemente Scarampi di Villanova, Director de la 
exposición.-El conde Alberto Solaro della Margherita.-El comendador Casimiro Sperino, doctor en Medicina y Cirugía.-El señor Carlos 
Uccelletti, Director de la exposición.-El caballero Alejandro Vogliotti, canónigo, teólogo y Provicario General.-El conde José Villa di 
Monpascale, Director de la exposición.-El abogado Mauricio Viretti, Director de la exposición. 

Surgieron nuevas dificultades para hacer aceptar los cargos que exigían mayor responsabilidad y trabajo; y se celebraron varias 
reuniones de los más voluntariosos de estos señores en un salón del palacio municipal. Pero el 16 de abril, día de Pascua, y el 25 y 26 del 
mismo mes, tomados los oportunos acuerdos, se aprobó el programa y se distribuyeron las distintas incumbencias. 

Durante este tiempo se había preparado todo para la colocación de la piedra angular, y el Siervo de Dios había repartido a los fieles la 
siguiente invitación: 

((96)) Turín, 24 de abril de 1865. 

Benemérito Señor: 

Con gran placer participo a V. S. que el día 27 del corriente mes tendrá lugar la bendición de la piedra angular de la iglesia dedicada a 
MARIA AUXILIADORA. 
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Su Alteza Real el Príncipe Amadeo, echará la primera paletada y el Obispo de Casale oficiará en la función religiosa.
Epero que, entre los insignes bienhechores, que ese día nos honrarán con su presencia, tendremos la satisfacción de saludar a V. S.
Siento mucho gusto al ofrecerle en esta hermosa ocasión los respetos de mi más sentida gratitud y desearle las bendiciones celestiales,


mientras tengo el honor de profesarme 
De V.S. 
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

PROGRAMA DEL ACTO 
1.° El lugar donde se celebrará el acto es entre la iglesia de san Francisco de Sales y la calle Cottolengo. 
2.° El acto religioso empezará a la una de la tarde y se tendrá acceso por la mencionada calle Cottolengo. 
3.° Habrá después una fiestecita con pequeñas representaciones y concierto musical: Don Procopio, El Huerfanito, Gianduja en el País 

de la Cucaña, Diálogo; Coro en las Prisiones de Edimburgo. 
4.° Visita a la Casa; canto del Te Deum y Bendición con el Santísimo. 
El ingeniero Spezia respondía a la invitación con la siguiente carta: 

Turín, abril de 1865. 
Muy Reverendo Señor don Juan Bosco: 
He recibido con agrado la noticia de que Su Alteza el Príncipe Amadeo, con otros ilustres personajes, asistirá para la primera paletada 

sobre la piedra angular de nuestra iglesia. 
((97)) Haré todo lo posible para asistir y poder dar, con los planos en la mano, las indicaciones y aclaraciones que cualquiera deseare 

para hacerse una idea clara del resultado de la obra. 
Mientras tanto envíole la cuenta de los trabajos realizados hasta el presente, a fin de que usted pueda conocer la situación financiera. 
Por lo que respecta a mis honorarios, lo mismo por el proyecto y asistencia a la construcción que por los servicios prestados a esta casa 

de beneficiencia, no tiene por qué preocuparse, puesto que, como ya le dije, debe tenerla por saldada sin obligación de ninguna clase; más 
aún, soy yo quien le agradece haberme puesto en la ocasión de prestar mi trabajo en favor de una institución de tanta utilidad y filantropía 
bajo todos los aspectos, lo mismo religiosos que sociales. 

Acepte, etc... 
ANTONIO SPEZIA, Ingeniero 
El 27 de abril, portador de otra alegría a don Bosco, amaneció sereno y así se mantuvo hasta la noche. Pío IX, con un rescripto 
(renovado después del 18 de julio de 1877) concedía a todos los que 

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durante un mes hiciesen alguna práctica piadosa diaria de oraciones y de virtud en honor de san José (como preparación para su fiesta del 
19 de marzo) trescientos días de indulgencia cada día, y plenaria en cualquier día que ellos quisieran de dicho mes, siempre que en el 
mismo, verdaderamente arrepentidos, confesados y comulgados, orasen según la intención del Sumo Pontífice; pero sin necesidad de 
visitar una iglesia determinada. Don Bosco conocía y predicaba el valor inestimable de las indulgencias y san José, después de la Virgen, 
había sido proclamado protector de los estudiantes y aprendices del Oratorio. 

Estaba todo brillantemente dispuesto para la fiesta en el día señalado, que era jueves. Se puso cuanto se pudo. Todo el espacio de la 
futura iglesia estaba cubierto con un amplio tablado de madera sobre el cual se habían colocado amplias telas y colchas para remediar la 
desigualdad de las tablas. Se colocó un pequeño altar de madera en el mismo sitio donde el día anterior, de acuerdo con las rúbricas, se 
había levantado una ((98)) gran cruz, en el mismo lugar donde debería ir después el altar mayor. Sobre el altar veíase dominar la cruz y a 
ambos lados cirios encendidos y floreros. El altar estaba cubierto con telas ornadas de franjas doradas y sobre él se levantaba un 
majestuoso pabellón, cerrado por tres de sus partes y abierto de frente. La parte posterior estaba formada por una bandera nacional con el 
escudo de los Saboya en el centro. Cubría el pavimento una preciosa alfombra. A la derecha había una bandeja con la piedra angular, la 
paleta, un martillo de plata y un cofrecito para el acta notarial. En el centro de la futura iglesia se extendía un amplísimo toldo ornado de 
franjas y sostenido por cuatro altísimos varales pintados con fajas blancas y encarnadas. Bajo el toldo, al lado del Evangelio, se levantaba 
un gran palco para los cantores, ante los cuales estaba la banda de música. En el lado de la Epístola, un sillón con un reclinatorio cubierto 
de damasco para el Príncipe Real. A la entrada de la iglesia se levantaba un gran arco triunfal con una inscripción y por una grada de 
madera se subía a la explanada donde debía tener lugar la ceremonia. 

El Obispo de Casale, que debía presidir la ceremonia, impedido por compromisos urgentes, excusó su ausencia con un telegrama. Don 
Bosco envió a don Celestino Durando a Susa, de donde volvió aquel mismo día con monseñor Juan Antonio Odone, quien rápidamente 
aceptó la invitación. 

Todo estaba a punto. Mas he aquí que, hacia la una de la tarde, se levantó un viento impetuoso que parecía querer destrozar y llevárselo 
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várselo todo. A la media hora cesó. Parecía que Satanás hubiera desplegado su ira, intentando impedir el sagrado rito. 

Una gran multitud, miembros de la nobleza de Turín y de otras partes, el Gobernador de la Ciudad, el Alcalde con varios miembros del 
Municipio, los señores de la Comisión para la tómbola, numerosos grupos de muchachos llegados de varias ((99)) partes, la banda de 
música con un centenar de voces argentinas estaban a punto para recibir a su Alteza Real el Príncipe Amadeo de Saboya, Duque de 
Aosta. Venciendo muchas y graves dificultades, se había podido obtener de la Dirección de Ferrocarriles que los alumnos del colegio de 
Mirabello vinieran en esta ocasión para formar con sus compañeros de Turín una especie de ejército. 

A las dos se revestía con los hábitos pontificales el Obispo de Susa, en medio de dos filas de clérigos, y llegaba Su Alteza el Duque de 
Saboya con su noble cortejo, saludado por la marcha real. 

El Venerable, revestido de manteo, le recibió y acompañó al lugar preparado para él y allí se quedó en pie a su derecha con el ritual 
abierto en las manos y dando de vez en cuando alguna explicación. 

El señor Obispo, después de las preces y salmos prescritos, roció con agua bendita los cimientos, y después, seguido del Príncipe, de 
don Bosco y de otros ilustres personajes, se dirigió hacia la base del pilar de la cúpula del lado del Evangelio, pilar que sobresalía algo 
del nivel del pavimento. Entonces el Notario, levantada acta de cuanto se hacía, la leyó en alta voz: 

«En el año del Señor mil ochocientos sesenta y cinco, el veintisiete de abril, a las dos de la tarde; en el año décimo noveno del 
Pontificado de Pío IX, conde de Mastai Ferretti, felizmente reinante; el año décimo séptimo de Víctor Manuel II; vacante la sede 
Arzobispal de Turín, por muerte de Monseñor Luis, marqués de Fransoni, y siendo Vicario Capitular el teólogo colegiado José Zappata; 
cura párroco de la parroquia de Borgo Dora el caballero teólogo Agustín Gattino; director del Oratorio de San Francisco el presbítero 
Juan Bosco, en presencia de su Alteza Real el Príncipe Amadeo de Saboya, duque de Aosta; del conde Constantino Radicati, gobernador 
de Turín; de la Junta Municipal representada por el Alcalde de esta ciudad, el marqués Manuel Luserna de Rorá y de la Comisión 
promotora de esta iglesia, dedicada a Dios Todopoderoso y a María Auxiliadora, monseñor J. Antonio Odone, Obispo de Susa, con la 
facultad del Ordinario de esta diócesis, procedió a la bendición de los cimientos y colocación de la piedra angular de la misma en el gran 
pilar de la cúpula del lado del Evangelio ((100)) del altar mayor. En esta piedra han sido encerradas algunas monedas de metal y de valor 
distinto, algunas medallas con la efigie del Sumo Pontífice Pío IX y de nuestro Soberano, una inscripción en latín que recuerda el objeto 
de esta sagrada ceremonia. El benemérito ingeniero arquitecto caballero Antonio Spezia concibió el proyecto y con espíritu cristiano 
prestó y presta todavía su labor en la dirección de los trabajos. 
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»La forma de la iglesia es de cruz latina, con mil doscientos metros cuadrados de superficie. El motivo de esta construcción es la falta 
de iglesias para los fieles de Valdocco y para dar público testimonio de gratitud a la gran Madre de Dios por los muchos beneficios 
recibidos y por los que con abundancia esperamos obtener de esta celestial Bienhechora. La obra se comenzó y se espera llevarla a feliz 
término con la caridad de los devotos. 

»Los habitantes de este suburbio de Valdocco, los turineses y otros fieles beneficiados por María, reunidos en este bendito recinto, 
dirigen unánimes a Dios Nuestro Señor, a la Virgen María, auxilio de los cristianos, una fervorosa plegaria para obtener del Cielo 
copiosas bendiciones sobre los turineses, sobre los cristianos de todo el mundo, y muy en particular sobre el que es cabeza suprema de la 
Iglesia católica, promotor e insigne bienhechor de este sagrado edificio, sobre todas las autoridades eclesiásticas, sobre nuestro augusto 
Soberano y sobre toda la Familia real y especialmente sobre S. A. R. el Príncipe Amadeo que, aceptando la humilde invitación, dio una 
prueba de devoción a la gran Madre de Dios. La augusta Reina del cielo asegure un puesto en la eterna bienaventuranza a todos cuantos 
han prestado o prestaren ayuda para llevar a feliz término este sagrado edificio, o que de cualquier otro modo contribuyan a acrecentar su 
culto y su gloria en la tierra.» 

Aprobada el acta, fue firmada por todos los anteriormente nombrados y por los más ilustres personajes allí presentes. Después fue 
doblada, envuelta con los planos de la iglesia, juntamente con una copia de una inscripción latina de don Juan Bautista Francesia y 
colocada en un recipiente de cristal, expresamente preparado. 

La inscripción decía: 

D. O. M.1 -UT VOLUNTATIS ET PIETATIS NOSTRAE -SOLEMNE TESTIMONIUM POSTERIS EXTARET -IN MARIAM 
AUGUSTAM GENITRICEM -CHRISTIANI NOMINIS POTENTEM -TEMPLUM HOC AB INCHOATO EXTRUERE -DIVINA 
PROVIDENTIA UNICE FRETIS -IN ANIMO FUIT -QUINTO TANDEM CAL. MAI. AN. MDCCCLXV-DUM ((101)) NOMEN 
CHRISTIANUM REGERET-SAPIENTIA AC FORTITUDINE -PIUS PAPA IX PONTIFEX MAXIMUS -ANGULAREM AEDIS 
LAPIDEM -IOAN. ANT. ODO EPISCOPUS SEGUSINORUM -DEUM PRECATUS AQUA LUSTRALl -RITE EXPIAVIT -ET 
AMADEUS ALLOBROGICUS V. EMM. II FILIUS -EAM PRIMUM IN LOCO SUO CONDIDIT -MAGNO APPARATU AC 
FREQUENTI CIVIUM CONCURSU. -SALVE O VIRGO PARENS -VOLENS PROPITIA TUOS CLIENTES -MAIESTATI TUAE 
DEVOTOS-E SUPERIS PRAESENTI SOSPITES AUXILIO. 
J. B. Francesia scripsit 2 
1 D.O.M.-Deo Optimo Maximo, que quiere decir en castellano: «Al Dios mejor y más grande». (N. del T.) 

2 Traducción: Como solemne testimonio para los venideros de nuestra benevolencia y religión para con la augusta Madre de Dios 
MARIA AUXILIADORA, hemos decidido edificar este templo desde sus cimientos; el día 27 de abril de 1865, gobernando la Iglesia 
Católica con 
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Cerrado herméticamente, se colocó el envoltorio que contenía el acta en el hueco practicado en el centro de la piedra angular, 
juntamente con unas medallas de María Auxiliadora y monedas de oro, plata y cobre, acuñadas aquel año y estampas religiosas y retratos 
del Papa. 

El venerando Prelado bendijo todo con el hisopo. 

Junto a él, atraían todas las miradas los dos hermanos Francisco y Miguel Paglia, que eran los más pequeños de los clérigos, iguales en 
estatura, y muy iguales de cara, ya que eran gemelos. El uno sostenía en las manos una elegante bandeja de plata con una paleta de albañil 
y un martillo; el otro una bandeja igual con un pequeño cofrecito. El príncipe Amadeo embutió éste en el hueco practicado en la piedra 
angular y echó encima la primera paletada de cal. Después continuaron los albañiles allí mismo su trabajo hasta la altura de poco más de 
un metro. 

Acabados los actos religiosos, los personajes invitados entraron en el Oratorio. 

En el patio estaban los alumnos formados en dos filas. ((102)) El Príncipe quiso pasarles revista y por dos veces recorrió despacio las 
filas de los muchachos que aplaudían. Se paró ante la banda de música y quedó gratamente impresionado al ver entre los músicos algunos 
jóvenes, ya salidos del Oratorio, que vestían el uniforme de su mismo regimiento. 

Siempre acompañado por don Bosco, visitó el Oratorio dando muestras de agrado ante las frecuentes aclamaciones que los muchachos 
le tributaban cada vez que pasaba cerca de ellos. Una vez terminado el recorrido, se dirigió con los demás invitados al gran salón de 
estudio, donde don Juan Bautista Francesia saludó al Obispo, al Príncipe y demás señores con una admirable poesía en la que, entre otras 
cosas, dijo a su Alteza: 

Caro e diletto Principe, Querido ilustre Príncipe, 
Schiatta di santi eroi, Casta de héroes y santos, 
Quale pensier benefico »Qué piadosos encantos 
Ti mena qui fra noi? Te traen a nuestro hogar? 
Uso alle aurate reggie, »Desde tu alcázar regio 

sabiduría y fortaleza el Pontífice Máximo Pío IX, según los ritos religiosos, se bendijo la piedra angular de la iglesia por Juan Antonio 
Odone, Obispo de Susa: y Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, la colocó por primera vez en su sitio, con gran solemnidad y 
ante una gran muchedumbre. Salve, oh Virgen Madre, socorre benévola a tus devotos, que veneran tu majestad y defiéndelos desde el 
cielo con tu eficaz ayuda. 
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Del mondo allo splendore, Y mundo esplendoroso 
Del miser lo squallore Nuestro techo ruinoso 
Degnasti visitar? Te dignas visitar? 

Bella speranza al popolo Esperanza del pueblo, 
In mezzo a cui tu vieni, Al que dichoso vienes: 
Possa tuoi giorni vivere, Que tengas parabienes, 
Calmi, dolci e sereni: Alegrías y paz. 
Mai sul tuo capo giovane, Que nunca tu alma joven 
Sull'alma tua secura, Sienta la desventura: 
Non strida la sventura, Su copa la amargura 
Non surga amaro dí. Nunca te dé a gustar. 

Terminada la recitación de esta poesía, de la que se repartió un millar de copias entre los asistentes, se leyeron otras poesías de 
actualidad, se interpretaron varios números de música vocal e instrumental y se recitó un diálogo compuesto por don Bosco, en el que se 
hacía un resumen de la solemnidad del día 1. 

Terminada la agradable veladita, se cerró el día con un sermón del canónigo Lorenzo Gastaldi 2 y una fervorosa acción de gracias al 
Señor con la bendición con el Santísimo Sacramento ((103)) en la iglesia de San Francisco de Sales. 

S. A. R. y el séquito habían dejado el Oratorio a las cinco y media. Todos se mostraban plenamente satisfechos. 
Aquella misma noche tenía el augusto Príncipe invitados a cenar algunos personajes distinguidos; después de haberles narrado la 
hermosa función a la que había asistido, dijo: 

-Es algo verdaderamente maravilloso lo que hace este pobre sacerdote: íojalá hicieran otro tanto, si fueran capaces, algunos que se 
glorían de grandes obras! 

Y entre otras pruebas de agradecimiento, conmovido por la recepción de los alumnos del Oratorio, regaló una generosa cantidad de su 
caja personal, para concurrir a las obras de la nueva iglesia dando pruebas en su juventud de su devoción a la gran Madre de Dios. 

Al mismo tiempo, y habiendo sabido la afición de los alumnos de don Bosco por los juegos gimnásticos, dispuso que se les regalase 
parte del material de su propio gimnasio. 

1 Apéndice II. 

2 Apéndice III. 
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El general Rossi anunciaba a don Bosco las generosas disposiciones del Príncipe: 

CASA DE LOS PRINCIPES REALES 

Turín, 4 de mayo de 1865. 

S. A. R. el Príncipe Amadeo, recordando el recibimiento que le fue otorgado por esa Casa, a donde acudió para la colocación de la 
primera piedra de la nueva iglesia, y queriendo contribuir también personalmente al desarrollo de la misma, ha determinado enviar un 
donativo de quinientas liras de su modesto peculio particular. 
Ruégole, Reverendo Señor, se sirva mandar el oportuno recibo al contable Señor C. L. Doria. 

El Jefe de la casa de los Príncipes Reales ROSSI 

CASA DE LOS PRINCIPES REALES 
((104)) 

Turín, 4 de mayo de 1865. 

S. A. R. el Duque de Aosta, habiendo terminado su estancia en Moncalieri, determinó destinar al benemérito Instituto dirigido por V. 
Señoría Ilma. una parte de los aparatos de gimnasia que sirvieron para los ejercicios de S. A. R. y que sin duda podrán ser de utilidad para 
los alumnos de V. S. Ilma. 
Me encargaré de hacerle conocer, a la par de la lista de dichos aparatos, el día y la hora en que serán consignados, a fin de que usted 
pueda delegar a alguien para recibirlos y tomar los acuerdos pertinentes con el señor caballero Obermann para colocarlos en su sitio. 

El Jefe de la casa de los Príncipes Reales ROSSI 

Estos múltiples aparatos, de gran costo, fueron colocados en el patio del Oratorio y sirvieron durante mucho tiempo de magnífico 
instrumento de recreo para los muchachos, mientras los que iban al Oratorio tenían una prueba palpable para admirar la bondad del 
Príncipe. 

El Siervo de Dios correspondió a tanta bondad con un sencillo y singular regalo. Cerca de la nueva iglesia y en un ángulo del patio, 
había crecido un manzano, en el que habían brotado algunos botones. Cuando don Bosco lo supo, maravillado del caso advirtió a los 
muchachos que no tocasen aquel árbol y dejasen madurar las manzanas, porque tenía la intención de mandárselas al príncipe Amadeo. 

Los muchachos corrían, saltaban, pero ninguno tocaba el árbol, de modo que las manzanas llegaron a madurar con un tamaño 
maravilloso. 
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No pensaba don Bosco en ello, cuando un día una de las manzanas cayó a tierra. Un muchacho tomó una hoja, puso sobre ella la fruta y 
acompañado por los demás la presentó a don Bosco en la mesa. Don Bosco mandó recoger las otras cinco y se las envió al Príncipe, 
narrándole lo acontecido. 

El joven Duque agradeció a don Bosco el regalo y ((105)) mandó una limosna para que comprase fruta en recompensa, como él decía, 
de las sabrosas manzanas que ellos le habían mandado. 

El Duque de Aosta conservó siempre gratísimo recuerdo del 27 de abril de 1865 1. En 1884, habiendo ido al santuario de Nuestra 
Señora de Oropa, sostuvo una larga conversación con monseñor Pedro Tarino sobre el nuevo santuario que se pensaba erigir en aquel 
lugar y sobre las dificultades que se presentaban para su comienzo. El Príncipe, que había caldeado los ánimos para que se iniciase cuanto 
antes la obra, dijo entre otras cosas: 

-Los tiempos son propicios para obras de esta clase. Mirad a don Bosco: sin nada en la mano ha gastado varios millones y siempre 
encuentra personas generosas que le ayudan en las grandes y arduas empresas que realiza. 

Mientras tanto, don Bosco, inmediatamente después de la fiesta descrita, como recuerdo del acontecimiento y para mover la caridad 
pública, hizo imprimir y divulgar el diálogo recitado en presencia del Príncipe. Lo tituló Recuerdos y añadió un poco de historia de la 
iglesia que se edificaba y una breve noticia sobre la colocación de la piedra angular. Contemporáneamente publicaba en la imprenta de 
Armonía un librito titulado: Devoción a María Auxiliadora en Turín. Es un compendio histórico de dos siglos, que termina con unos 
datos sobre la nueva iglesia de Valdocco. 

Los trabajos del nuevo edificio proseguían con la mayor rapidez; 
pero la tómbola no podía cubrir todos los gastos y don Bosco daba pruebas luminosas de su gran fe y su devoción a la Santísima Virgen. 
La empresa debía costarle indecibles cuidados y fatigas para encontrar los medios necesarios, y él se sometía a ellas a diario con gran 
ánimo. Como muchas veces le faltaba dinero para pagar a los obreros o para proveer materiales iba personalmente o escribía a personas 
que estaban enfermas o que pasaban graves angustias, exhortándoles a recurrir con confianza a la Santísima Virgen prometiendo 

1 Príncipe Amadeo de Saboya, duque de Aosta. Es el hijo segundo de Víctor Manuel II de Italia. Fue elegido rey de España, cinco años 
más tarde de estas fiestas, por las Cortes de 1870, después de la revolución que depuso a Isabel II; abdicó en 1873. (N. del T.) 
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VOLUMEN VIII Página: 102 

((106)) entregar alguna ofrenda para la construcción de su iglesia. Así les deparaba el modo de obtener la gracia, proveía a su obra de los 
recursos necesarios y aumentaba, al mismo tiempo, en los fieles la gratitud y la devoción a su celeste bienhechora. 

De este modo durante el año 1865 llegaron las obras de la iglesia hasta cubrir el techo y se terminó también la bóveda, a excepción del 
espacio que debía ocupar la circunferencia de la cúpula. 

Mientras se realizaban estos trabajos, sucedió un hecho que maravilló a los obreros. Un pobre revendedor de fruta se acercó en los 
primeros días de verano a vender su mercancía por la zona de Valdocco. Se enteró de que se estaba construyendo la iglesia de María 
Auxiliadora con aportaciones particulares de los fieles, y quiso él también tomar parte. Con generoso sacrificio llamó al maestro de obras 
y le entregó toda su fruta para que la repartiera entre los albañiles. Queriendo, después, según su propia expresión, terminar la obra 
comenzada, rogó a los albañiles que le ayudasen a cargar con una gruesa piedra y con ella a hombros empezó a subir a los andamios. 
Temblaba el buen viejo bajo el peso de la piedra, pero le parecía ligero, dado el fin religioso que le animaba. Cuando llegó arriba, 
descargó la piedra y exclamó satisfecho: 

-íAhora puedo dormir contento porque espero poder participar de algún modo del bien que se hará en esta iglesia! 
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VOLUMEN VIII Página: 103 

((107)) 

CAPITULO IX 

CON LA CONSTRUCCION DE LA IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA SE EXTIENDE LA FAMA DE DON BOSCO -LA 
CONFIANZA DE LOS FIELES EN SUS ORACIONES SE MANIFIESTA EN LAS CARTAS -DEUDAS A PAGAR 
-GENEROSIDAD DE DON BOSCO QUE, EN MEDIO DE TANTAS ESTRECHECES, RECIBE GRATUITAMENTE A 
JOVENCITOS QUE NECESITAN ALBERGUE -SU DOLOR POR EL FALLO DE UN JOVEN -SUS CHARLAS; TRISTES 
CONSECUENCIAS POR NO QUERER CUMPLIR EL REGLAMENTO; LA GALLINA Y LA ZORRA -FIN DEL HOMBRE; 
IMPORTANCIA DE ESTE PENSAMIENTO -EL MOMENTO DE LA COMUNION Y EL DEMONIO -UNA ANTIGUA 
APARICION DE LA VIRGEN EN LOS APENINOS DE LIGURIA -LECTURAS CATOLICAS; LA PAZ DE LA IGLESIA O SEA EL 
PONTIFICADO DE SAN EUSEBIO Y SAN MELQUIADES -ELOGIOS DE MONSEÑOR TRIPEPI A DON BOSCO POR SUS 
VIDAS DE LOS PAPAS 

DIFICILMENTE se encontraba en años pasados, no solamente en Turín, sino en muchas otras ciudades, una persona notable y aun del 
vulgo, que no conociese a don Bosco. Esto se vio más claro cuando empezó la construcción del templo de María Auxiliadora. Yo que 
estaba siempre a su lado y debía responder la mayor parte de las cartas que recibía, puedo asegurar que eran centenares y a veces miles 
cada semana; en ellas le pedían oraciones como a un santo, que todo lo puede ante Dios y la ((108)) Santísima Virgen. Muchos 
imploraban una bendición, pero querían que se la diese él en persona; mandaban limosnas para la celebración de misas, pero pedían como 
un gran favor que las dijese él, y con frecuencia obtenían la gracia suspirada. 

Este es un testimonio de don Miguel Rúa. 

Hemos encontrado algunas de aquellas cartas, con el nombre de personas que hemos de mencionar muchas veces en estas páginas. 

A principios del 1864 pedía desde Florencia la marquesa Jerónima Uguccioni oraciones para su hija, que debía tomar una resolución 
irrevocable para toda la vida. En abril de 1865 recurría a don 
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Bosco, desde Venecia y después desde Cremona, la princesa Elena de Soresina Vidoni para el feliz éxito de un negocio muy doloroso. 
En el mes de mayo, escribía desde Niza el barón Heraud pidiendo oraciones para su esposa, que sufría desde hacía más de un año una 
enfermedad incurable. Desde Roma lo hacía la duquesa de Sora, hija del príncipe Borghese, pidiendo por sí misma, por sus cinco hijos y 
por la conversión de un pariente próximo. También escribía a don Bosco, desde Venecia, la condesa Carolina Mocenigo Soranzo, hija de 
la princesa Elena de Soresina Vidoni, agradeciéndole su carta y las oraciones hechas por ella y saludándole de parte del reverendo 
Apollonio. Escribía desde Florencia la condesa Isabel Gerini por el consuelo experimentado leyendo los consejos que don Bosco le había 
enviado; y la Marquesa de Villa Ríos a propósito de los donativos destinados a la tómbola. El 30 de septiembre la princesa Corsini, 
invitada por la Duquesa de Montmorency, enviaba desde Florencia a don Bosco, benemérito de la religión y de los pobrecitos de 
Jesucristo, cincuenta liras para la nueva iglesia, encomendándose a sus oraciones. 

Es nuestro deber presentar una muestra de estas cartas que respiran idéntica confianza. He aquí la reproducción de la de una dama de la 
nobleza florentina. 

((109)) Florencia, 8 de agosto de 1865. 

Muy Reverendo don Bosco: 

Espero me perdone el atrevimiento con que le dirijo esta carta. La bondad que me dispensó en diciembre del año 1863 al presentarme a 
usted, rogándole me escuchara en confesión durante mi estancia en Turín, me anima a ello. 

Usted recordará cuánto me consolaban sus palabras, animándome a confiar en la divina misericordia para la salvación de las almas de 
mis seres queridos. Me decía usted que orase para obtener de la divina Providencia las gracias necesarias con que hacer frente a los 
peligros que amenazaban a mi familia; pero, íay de mí!, siento mucho que, por rezar yo tan mal, no merezca alcanzar esta gran gracia. 

Nos hallamos en tiempos tan infelices y desgraciados, mi posición y la de los míos es tan dificil que, si bien, gracias a Dios, la 
confianza en la misericordia divina no me ha abandonado, no obstante me parece, a veces, «esperar contra toda esperanza». 

Por eso, conociendo mi necesidad de acudir a las oraciones de los buenos y confiando en las suyas, me atrevo a enviarle una 
pequeñísima limosna con el ruego de que celebre cinco misas: una por mi marido G..., otra por cada uno de mis hijos L... y T..., la cuarta 
por mi hija M..., y la quinta por mí, según mi intención, que va unida a la de la salvación de nuestras almas. 

Sé lo muy ocupado que anda siempre y me duele molestarle, pero no puedo dejar de suplicarle que, si usted pudiese dedicarme algunos 
de sus preciosos momentos y decirme una palabra, me proporcionaría sumo consuelo. 
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VOLUMEN VIII Página: 105 

Perdone, bonísimo Señor, mi audacia; no me olvide en sus oraciones, mándeme si me cree útil para servirle de algún modo, y 
permítame profesarme. 

De usted, muy reverendo. 

La condesa... 

Parece que tantas y tan nobles relaciones deberían haber liberado a don Bosco de toda preocupación, lo mismo para la iglesia que para 
la manutención de sus muchachos. Pero no era así. Los enormes gastos que aquélla requería, le hacían más difícil la manutención del 
internado y de los Oratorios, y ((110)) su plena confianza en la protección de María Santísima sufría a menudo duras pruebas, para que la 
caridad tuviese el mérito del sacrificio y para que su oración subiese continuamente con fervor al trono de las gracias. A la Santísima 
Virgen le complacían las plegarias de su devoto: Ascendit justi deprecatio, et descendit Dei miseratio (asciende la petición del justo y 
desciende la misericordia de Dios), ha dicho san Agustín. En consecuencia, apreturas y socorros se alternaban cada día. 

Una carta de don Bosco al marqués de Fassati lo demuestra: 

Turín, 18 de abril de 1865. 

Ilmo. y queridísimo señor Marqués: 

Si quiere ganar el jubileo, señor Marqués, ahora es un tiempo oportunísimo; me encuentro en la necesidad de pagar tres mil liras al 
panadero mañana por la mañana antes de las diez y no tengo por el momento ni un céntimo. Me encomiendo a su caridad a fin de que 
haga lo que pueda en esta necesidad excepcional; esto es verdaderamente dar de comer a los hambrientos. A lo largo del día pasaré a 
visitarle y usted me dará lo que el Señor y la Santísima Virgen inspiren a su corazón. 

Dios bendiga a usted, señor Marqués, a la señora Marquesa y a Acelia, y les dé a todos salud y gracia con un buen premio en la patria 
de los bienaventurados. Amén. 

Con todo el afecto me profeso. 

De V. S. benemérita y carísima. 

Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Unos días más tarde escribía a un noble señor de la parte de Cúneo, que caritativamente le había prestado una cantidad sin intereses: 

Ilmo. señor Barón: 

Creo que el caballero Oreglia no guardó en la memoria la fecha fijada para devolver a V. S. Ilma. la suma de dos mil liras, que prestó 
en favor de esta pobre casa; y tampoco yo podía acordarme de ella en aquel momento. Ahora que usted me la recuerda, espero en que la 
divina Providencia me ayudará a ((111)) satisfacerla en la 

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fecha mencionada. En cuanto al contrato de dos partes de casa con Genio 1, es verdad que fue estipulado, pero aún no se pudo efectuar el 
pago completo, debido a las innumerables garantías y certificados que cada día exigen. Además, ahora se han encallado mis negocios con 
los trabajos de una iglesia que estoy levantando y por algunas cuantiosas sumas vencidas, que no se han podido cobrar. Sin embargo, 
como arriba le digo, atendiendo a la especial necesidad en que usted dice hallarse, espero que la tendrá en sus manos, no en el mes de 
julio sino el 16 de mayo próximo. 

Le agradezco la fotografía que me mandó del llorado monseñor Manzini, bienhechor de esta casa. Hemos perdido mucho con su 
inesperada muerte. 

Dios bendiga a usted y familia y créame de V. S. Ilma. 

Turín, 28 de abril de 1865. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Mas, pese a todas las dificultades para pagar y los gastos imprevistos, la caridad de don Bosco no dudaba nunca en admitir a los 
muchachos que continuamente le recomendaban, aunque procediera a ello con la debida prudencia. 

Mi querido y reverendo Saroglia: 

A fin de poder responder categóricamente a la aceptación del jovencito Cerutti, hijo del taquillero de Novara, necesito me diga si desea 
encauzarle a los estudios o al aprendizaje de un oficio, qué estudios ha hecho, más un certificado de buena conducta, y si ha de pagar 
pensión o entrar por caridad. 

Habidas estas aclaraciones, responderé inmediatamente en el sentido más favorable que me sea posible. 

Diga al canónigo Gallenga que no llegué a tiempo para cumplir su encargo porque las cartas ya habían salido. 

Que Dios le bendiga; ruegue por mí y por estos mis pobres muchachos, mientras me profeso con sincero afecto de V. S. 

Turín, 2 de mayo de 1865. 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

Sucedía después que él mismo se encontraba con algún jovencito pobre y abandonado, al que veía necesitado de un albergue, y no 
dudaba un instante en invitarlo a ir ((112)) al Oratorio donde lo admitía entre sus alumnos. Copiamos del periódico Unidad Católica del 
22 de abril: 

«Todos saben que ese egregio sacerdote, que se llama don Juan Bosco, mantiene, viste y calza, al mismo tiempo que prepara para los 

1 Genio.-Era el organismo que otorgaba los permisos de construcción. Por tanto, el «contrato» estipulado con él, a que se alude, no es 
ningún contrato bilateral o notarial, sino más bien el permiso o convenio de condiciones, que marcaba el tal organismo Genio. (N. del T.) 

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estudios o para el trabajo, según el caso, a casi un millar de muchachos, con gran provecho para ellos mismos y también para la sociedad, 
porque muchos de ellos han sido recogidos en la calle, que los conduce a la cárcel, a galeras o aún peor. Si queréis una prueba del modo 
sencillísimo con que tiende sus redes a estos pajaritos, revolantes de un lado para otro, ved lo que sucedió hace pocos días. 

Encontróse don Bosco con tres granujillas de unos diez años, que jugueteaban en la calle. Don Bosco, como suele hacer cuando se 
encuentra con muchachos con pinta de abandonados, se acercó a ellos para decirles una palabra cariñosa y ver el modo de ayudarles. Y 
les dijo: 

-Hola, muchachos, »qué hacéis aquí: 

-Nos entretenemos. 

-Y »no podríais ir a trabajar? 

-Con gusto iríamos, si encontráramos trabajo; pero estamos como usted ve tan sucios y andrajosos, tan cargados de fratelli d'Italia (de 
miseria) que nadie nos admite para trabajar. 

-Pero si alguien os pusiera limpios y os diera ocupación, »aceptariais? 

-íClaro que sí! 

-Entonces, venid conmigo. 

Dicho y hecho; los tres rapazuelos, contentos y avergonzados, siguieron al buen sacerdote que los llevó al Oratorio. Allí les hizo 
limpiar, lavar, vestir con ropa nueva de pies a cabeza y los puso a trabajar. Los tres mocitos responden al cariño de su bienhechor con 
asiduidad al trabajo y con un reconocimiento que se manifiesta en actos de respeto y de amor siempre que le ven. Aquellos tres pobrecitos 
estaban encaminados a la cárcel y a la horca. Ahora se convertirán en inteligentes y honestos trabajadores, como cientos y cientos de 
compañeros suyos en el Oratorio...». 

Jamás se enfrió esta generosidad de don Bosco y más tarde atestiguaba el teólogo Leonardo Murialdo: «El siervo de Dios recogió 
gratuitamente en su instituto a varios jovencitos, presentados por mí, rector de un Colegio similar al suyo, el de los ((113)) artesanitos, ya 
que no podían ser admitidos en el mío por algún motivo». 

Y tenía para sus alumnos, a quienes conocía por nombre y apellido, un afecto apasionado por la salvación de sus almas. Habiendo 
sabido en una ocasión que uno de éstos había cometido una grave falta, lo sintió tanto que no pudo dormir en toda la noche y lo contaba a 
la noche siguiente desde la tribuna, lamentándose de la ofensa hecha a Dios y mostrándose muy apenado. 
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VOLUMEN VIII Página: 108 

Esta santa pasión le sugería los pensamientos que continuamente exponía a la Comunidad. La Crónica nos recuerda cuatro de ellos de 
fines de abril y primeros de mayo: 

29 de abril 

Imaginaos una gallina, que una tarde no quiso abrigarse en el gallinero. Inútilmente se esforzó el ama para que entrara; la gallina 
correteó por el corral, hasta que aquélla, cansada de perseguirla, cerró el gallinero y se metió en casa. La gallina empezó a pasearse de 
aquí para allá, picoteaba por tierra algún granito y estaba contenta con su libertad. Llegó la noche, vio una escalera apoyada contra la 
paja, y, saltando de peldaño en peldaño, subió hasta arriba, buscó un lugar cómodo y se acurrucó en él para dormir. 

Pero he aquí que un rumor la despierta. 

Es de noche: nadie vigila en la casa; los perros a lo lejos ladran por las viñas guardando la cosecha. Una zorra ha subido hasta allí y, al 
ver a la gallina, avanza hacia ella para devorarla. La gallina asustada alza el vuelo; la zorra da un salto para atraparla, pero cae a la era, 
mientras la gallina logra volar hasta las ramas de un árbol vecino. La zorra no pierde de vista a su presa y, agachada en tierra, la observa 
con el hocico en alto. La gallina, después de una larga hora, levanta otra vez el vuelo y llega hasta la tapia que cerca la era. Y la zorra al 
pie de la tapia. La tapia es más baja que la rama del árbol, la zorra ronda arriba y abajo; ve una tabla apoyada contra la tapia y, gateando 
sobre ella, sube a lo alto hacia la gallina, la cual no tiene más remedio que echar a volar otra vez hacia un árbol fuera de la cerca; pero 
queda sobre una rama más baja que el punto de partida. Notad que la gallina, por el peso de su cuerpo difícilmente puede volar hacia 
arriba, así que si el espacio a salvar es largo, a cada vuelo pierde altura. La zorra desciende, sale por un agujero por donde escurren las 
aguas, y de nuevo empieza a dar vueltas alrededor del árbol y se dispone a subir por el ((114)) tronco. La gallina teme verse alcanzada y 
vuela hasta otro árbol próximo. La zorra la sigue. La altura no es mucha y la gallina, ciega de miedo, busca la huida y queda sobre un seto 
vivo. La zorra se mete entre las ramas y entonces la gallina, da un último vuelo, pero no tiene delante donde refugiarse. Vuela, y a cada 
instante está más cerca del suelo. La zorra corre tras ella con los ojos encendidos y la gallina termina por caer entre sus patas, lanza un 
grito y no queda de ella más que un puñado de plumas sanguinolentas. 

Amigos míos, la zorra es el demonio; la gallina representa a ciertos muchachos que son buenos, sí, pero confían en sus fuerzas; no 
quieren saber de reglamentos, como la gallina que no quiso dejarse encerrar en el gallinero. Estos, inexpertos, no hacen caso de los 
avisos, porque cuentan con las alas, la buena voluntad y también la oración. Pero no piensan que la naturaleza enferma tiende hacia abajo. 
Algunos son golosos, además gandules y, además... además... el Señor lo sabe. Otros dicen: 

-»Por qué se nos prohíben ciertas amistades? No hacemos ningún mal. 

Poco a poco se empieza por no cumplir el reglamento, después se busca huir de los superiores y luego vienen ciertas cartitas, ciertos 
pensamientos, ciertas familiaridades, ciertas amistades particulares, ciertas sensiblerías. Se cae, se va cayendo, no bastan las alas, y... la 
zorra, que está abajo, corre y termina por engullirse la gallina en sus fauces. 

Buenas noches. 
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30 de abril 

Un grave pensamiento me preocupa y no puedo menos de comunicároslo. Id a los zapateros y preguntadles: -»Por qué trabajáis mañana 
y tarde, coséis zapatos, untáis hebras con pez, cortáis cuero? »Por qué? Os responderán: -Para aprender el oficio, para ser buenos 
zapateros. 

Id al taller de carpintería y preguntad a los aprendices: -»Por qué serráis, cepilláis la madera, manejáis el martillo y usáis continuamente 
la escuadra, la regla y el compás? Os responderán: -Para llegar a ser buenos carpinteros, y ganarnos de mayores el pan. 

Y yo os pregunto a vosotros, amigos míos: -»Por qué dejasteis vuestras casas y vinisteis al Oratorio? Vosotros me responderéis: -Para 
estudiar, para instruirnos, para hacernos hombres. 

Pues, si tanto se hace para aprender un arte, para adelantar en las ciencias, os pregunto a todos vosotros: -»Para qué estáis en este 
mundo? Y todos a una voz, de modo que no se entenderá lo que decís, responderéis: -Hemos venido a este mundo para conocer, amar, 
servir al Señor en esta vida y después ir a gozarle en la patria celeste; esto es, ípara salvar vuestra alma! »No es cierto? 

Hace ya algún tiempo que ando rumiando este pensamiento y hoy lo tengo más fijo que nunca; por eso os lo he querido comunicar. 
((115)) íSi pudiera decíroslo tal y como yo lo siento! Pero no bastan las palabras, ante la importancia y la sublimidad de los hechos. íAh! 
Si todos vosotros tuvieseis grabada en la mente esta gran verdad, si no trabajaseis más que para salvar vuestra alma, entonces no se 
necesitarían reglamentos, ni avisos, ni ejercicios de la buena muerte, porque tendríais todo lo necesario para vuestra felicidad. Si todas 
vuestras acciones tuviesen esta finalidad tan importante; íqué fortuna la vuestra y qué suerte la de don Bosco! íEs lo que más deseo! íEl 
Oratorio sería un verdadero paraíso terrestre! Ya no habría hurtos, ni malas conversaciones, ni lecturas peligrosas, ni murmuraciones y 
desobediencias. Todos cumplirían su deber; porque, desengañémonos: sacerdotes y clérigos, estudiantes y aprendices, pobres y ricos, 
todos deben trabajar para este fin; de lo contrario vanos son todos sus esfuerzos. 

Y, no obstante, hay algunos que lo saben y por nada piensan en ello. Sólo aspiran a hacer una buena merienda y en ello ponen su 
pensamiento. Si tienen un buen condumio o una botella de vino, corren a buscar a sus compañeros y, echando una mirada alrededor para 
ver por donde andan los superiores, se escabullen para zamparse su merienda. 

Y, »por qué no emplean el mismo entusiasmo, la misma diligencia con su alma? »Por qué no buscan a algún compañero para hacer una 
obra buena, e ir juntos a visitar unos minutos a Jesús Sacramentado? íCuánto mejor sería para ellos! 

Recuerdo que una vez, oyendo predicar los ejercicios espirituales al santo de don José Cafasso, trató él de modo tan maravilloso los 
inmensos cuidados que los hombres se toman por las cosas temporales y el poco o ningún cuidado que tienen por las del alma, que, yendo 
después todos a cenar, nadie quiso tomar bocado; tan grande había sido la impresión que nos produjo aquella terrible verdad. 

Queridos míos, pensemos también nosotros una vez con seriedad en asunto de tanta importancia. Seamos listos y no estúpidos: listos, 
correspondiendo a las gracias que el Señor nos hace para que nos salvemos, y no estúpidos, porque de lo contrario, llegará un día en que 
lloraremos nuestra estupidez. 
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1 de mayo 

Soñé y me parecía encontrarme en la iglesia. Estaba la iglesia llena de jóvenes, pero muy pocos se acercaban a comulgar. Había junto al 
comulgatorio un hombre largo, largo negro, negro, y le asomaban dos cuernos por la cabeza. Llevaba en la mano una linterna mágica con 
la que hacía ver a cada joven una cosa: 

A uno le mostraba el patio lleno de juegos y le interesaba por su diversión favorita; al otro le presentaba los juegos pasados, los partidos 
perdidos y la esperanza de los triunfos futuros; a éste, su pueblo natal con ((116)) aquellas excursiones, aquellos campos, aquella casita; a 
ése le ponía en su linterna el estudio, los libros, los trabajos de prueba; a aquél la fruta, los dulces y el vino que guardaba en el baúl; a 
otro, los parientes, los amigos o algo peor, los pecados y hasta el dinero no devuelto. Así que muy pocos se acercaban a la comunión. 
Algunos veían las excursiones de las vacaciones y, dejando todo de lado, se detenían a contemplar a los antiguos compañeros de 
diversión. 

»Sabéis qué quiere decir este sueño? Quiere decir que el demonio hace todo lo posible para distraer a los jóvenes en la iglesia y 
alejarlos de los santos sacramentos. Y los jóvenes son tan bobos que se quedan mirando. Amigos míos, hay que romper esta linterna al 
diablo. »Sabéis cómo? Dando una mirada a la cruz y pensando que dejar la comunión es lo mismo que echarse en brazos del demonio. 

5 de mayo 

Esta noche voy a contaros la aparición de Nuestra Señora del Monte Bonicca junto a Campofreddo, el año 1595, descrita por Carlos 
Pecorini en sus narraciones crítico-históricas sobre las más célebres apariciones de María Santísima. Por ella veréis cómo quiere la 
Virgen que sus hijos se amen fraternalmente sin rencores, envidias, peleas y cuestiones. 

Campofreddo, feudo imperial, y Masone, feudo a su vez de Génova, ambos grandes pueblos de la diócesis de Acqui, en el Piamonte, 
sostenían frecuentes luchas por inveteradas rencillas y mutua lesión de derechos, con sus consiguientes agresiones y matanzas. Se 
lamentaban de ello los buenos con don Gregorio Spínola, feudatario de Campofreddo, y dirigían sus plegarias a la gran pacificadora, la 
Madre del Amor Hermoso. Ella no cerró sus oídos y les concedió aún más de lo que pedían. El 10 de septiembre de 1595, el piadoso 
Spínola, movido ciertamente por la Virgen, reunió a todos los habitantes de Campofreddo y los condujo hasta Masone con el crucifijo en 
alto, para tratar de la paz con aquellos fieros montañeses. Se reunieron los dos pueblos, a los que se juntaron los Agustinos de las dos 
casas de Masone y Campofreddo, propusieron convenios y estaba la pacificación a punto de solución, cuando: 

-íMirad, mirad!, gritó en aquel instante el niño Tomás Olivero, ímirad el paraíso sobre el Bonicca! 

Miraron todos hacia el monte que separa los dos pueblos; y vieron una blanca nube resplandeciente que enseguida descubrió la figura 
de una deslumbrante Señora con un manto azul celeste y velo blanco sobre la cabeza, acompañada de dos virgencitas resplandecientes 
con tanta luz, que deslumbraban la vista. Después de unos instantes desapareció. 

-íMilagro, milagro!, gritaron todos, llorando y prometiendo llevar una vida mejor con demostraciones de mutua hermandad. María 
piadosísima ha venido a traernos la paz; ípaz, hermanos, paz para siempre! 

((117)) Repitióse la promesa y por segunda vez se renovó el prodigio: siempre la 
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hermosa visión de Ella entre esplendores resplandecientes y acompañada de las dos santas. No es menester decir la estupefacción de 
aquellos afortunados y los preciosos frutos alcanzados. Firmóse entre los dos pueblos una paz que nunca más se alteró. La Santísima 
Virgen añadió, como suele hacerlo, muchos otros favores, y los enfermos que la invocaban encontraban alivio y salud. Rápidamente se 
construyó una capillita con la imagen de María, al Pie del Bonicca. Esta fue ampliada y decorada con el andar del tiempo, y honrada con 
la concurrencia de devotos y los favores de la celestial Patrona. 

Existe el acta extendida por el notario Miguel de Padio en aquellos mismos días sobre las dos apariciones y la curación instantánea de 
cuatro enfermos, con juramento del feudatario don Gregorio Spínola y los más notables de Campofreddo y Masone en nombre de los dos 
pueblos. 

Así hablaba don Bosco; mientras tanto, como si no tuviese nada más que hacer, terminaba un nuevo librito. Era el número para las 
Lecturas Católicas del mes de junio, con el título: La paz de la Iglesia, o sea, el Pontificado de san Eusebio y san Melquiades, últimos 
mártires de las diez persecuciones. 

Era su último opúsculo sobre la vida de los Papas, y va señalado con la letra P, indicadora del número de opusculitos publicados sobre 
este mismo tema. Este fascículo comienza con unas nociones topográficas de la ciudad de Roma. 

El Siervo de Dios hubiera querido continuar su trabajo histórico hasta Pío IX, pero muy a su pesar hubo de suspenderlo, primero, y 
después renunciar a él, ya sea porque se le extraviaron algunos cuadernos, ya sea porque le faltaba el tiempo. Pero ansiaba vivamente que 
alguien lo prosiguiese y llevase a término, aunque estuviera acabado después de su muerte; y hasta se lo aconsejó a alguno, pero no fue 
atendido porque urgían demasiado otras labores. 

Así que don Bosco no vio continuado su plan de hijo amoroso de la Iglesia, pero basta lo escrito por él para darnos el alto concepto de 
su erudición. El doctísimo monseñor Luis Tripepi, que fue Cardenal de la Santa Iglesia, nombra en sus obras a don Bosco como uno de 
los escritores más insignes de la ((118)) Iglesia, y cita con frecuencia las biografías de los Papas de los primeros siglos, escritas por el 
Venerable, y entresaca varios fragmentos haciendo de los mismos los más cálidos elogios. 

En sus Estudios críticos sobre la vida del Papa Pío I, impresos en Roma en el 1869 por Pedro Marietti, tipógrafo pontificio, dice que «el 
docto y venerado don Bosco se había entregado a delinear, con mano experta, las gestas de este Papa» y «quiso dar gloria inmortal y 
sentirse obligado eternamente con el erudito y celoso don Bosco, gran luminaria de Turín y de la Iglesia...». «Siempre escucharé, añade 
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con singular complacencia, las hermosas palabras de Juan Bosco, célebre por virtud y doctrina, el cual, deduciendo lo verosímil y por 
conjeturas, escribe de nuestro santo: Desde la más tierna edad demostró gran santidad de vida y una gran aptitud para las ciencias». 

Y en el volumen: Los Papas y la Virgen, desde san Pedro hasta san Celestino, al escribir sobre el Papa san Telesforo, dice, entre otros 
comentarios: «No quede por mí, que el erudito y pío Bosco, que tenía un millón de razones, las cuales son una gran luz para la ciencia, no 
presente para enseñarnos con Segero 1 que san Telesforo, célebre por doctrina y santidad, fue de los anacoretas del Carmelo». 

Y añade: 

«... Y gracias al mismo Bosco, sacaré yo de sus palabras una bonita y carísima prueba de la piedad a la Santísima Virgen que llenaba el 
alma nobilísima de Telesforo». 

Y después de narrar el precepto que aquel santo Pontífice impuso a los sacerdotes de celebrar tres misas en la noche de Navidad, añade: 

«Ahora bien, cuando Bosco empieza a enumerar las razones que movieron a Telesforo a convertir en ley ese rito, aporta una, la cual, 
quien tenga familiaridad con los designios de los santos, ciertamente se convencerá de que redunda a gloria de nuestra Señora 
Inmaculada. Hela aquí: -Otra razón fue aludir al triple nacimiento del Salvador: 1.° al eterno nacimiento del Padre; 2.° al nacimiento 
temporal de la Santísima Virgen; 3.° al nacimiento espiritual cuando con su santa gracia va al corazón de los fieles (pág. 182). 

((119)) Y en la pág. 229 se expresa así el eminente escritor: 

«Nada en el mundo me impediría que yo no tributase honor y reconocimiento al mencionado Bosco, porque para reforzar mis pruebas 
sobre la devocion ternísima que san Pío tenía a la Bendita entre las mujeres, me ayudó suavemente la obrita del celoso sacerdote turinés, 
como cuando dice: ''En una peregrinación, en el año 160 (san Pío) llegó hasta Testona, entonces ciudad y ahora pequeño pueblo cerca de 
Moncalieri. Allí consagró unna iglesia a la Bienaventurada Virgen y estableció sagrados ministros para que la cuidasen...'' Una devota 
inscripción colocada en la entrada del coro parece confirmar esta creencia». 

Del mismo modo en otra página (la 192), en la que describe las catacumbas romanas, llama Tripepi a don Bosco hombre sapientísimo. 

1 Segero: Debe tratarse de un escritor hagiógrafo o algo así, quizás de origen germano, con apellido italianizado. (N. del T.) 
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((120)) 

CAPITULO X 

LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES; DON JUAN BONA DE BRESCIA -COMEDIA LATINA: FELICITACIONES Y 
AGRADECIMIENTO DEL PADRE PALUMBO -CARTAS A DON BOSCO DE PERSONAJES ILUSTRES DE MILAN Y 
FLORENCIA; SE DESEA ESTUDIAR EL SISTEMA DE CASTIGOS DEL ORATORIO; PIDEN CONSEJO Y AYUDA PARA LA 
DIRECCION DE UN INSTITUTO PARA MUCHACHOS TRAVIESOS EN FLORENCIA -SUBVENCION DEL MINISTRO DE 
HACIENDA -CUATRO SACERDOTES DE LA PIA SOCIEDAD GRAVEMENTE ENFERMOS -ULTIMAS CARTAS DE DON 
VICTOR ALASONATTI A DON BOSCO -DOLOR DEL OBISPO DE MONDOVI POR LA ENFERMEDAD DE DON VICTOR 
ALASONATTI -EL MES DE MAYO; CHARLA DE DON BOSCO; SUEÑO: LAS OFRENDAS DE LOS JOVENES A LA VIRGEN 

EL sacerdote Juan Bona, Rector del Santuario de la Madonnita (la Virgencita) en Brescia que, años antes, había predicado con gran fruto 
para las almas la Cuaresma en Turín, en la iglesia de san Felipe, predicó aquel año los ejercicios espirituales a los alumnos del Oratorio. 
Su palabra sencilla y atrayente entusiasmó también a los alumnos de don Bosco, los cuales correspondieron, en cuanto se podía esperar, a 
sus meditaciones e instrucciones, verdaderas joyas oratorias entretejidas con ejemplos, comparaciones y narraciones descritas con una 
gracia particular insuperable. 

Terminados los ejercicios espirituales, los alumnos volvieron de nuevo con todo entusiasmo a sus estudios y se ensayaban para dar una 
representación teatral en lengua latina. 

La Unidad Católica del 18 de mayo escribía: 

((121)) «Hoy, dieciocho, los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales pondrán en escena por segunda vez, la bellísima comedia 
latina titulada: Larvarum victor. Esta comedia escrita por el gran latinista padre Palumbo, de la Compañía de Jesús, ha sido impresa en el 
mismo Oratorio». 
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El padre Palumbo mandaba sus parabienes a don Bosco: 

Nápoles, 5 de junio de 1865. 

Muy venerado señor Director: 

Hace ya tiempo que tengo con usted una viva deuda de sentida gratitud por el interés que se tomó para hacer representar en su 
renombrado colegio la comedia latina del Vencedor de los fantasmas, original de monseñor Rosini y retocada por mí. 

Por la presente quiero cumplir mi deber de gratitud, ahora que los periódicos, con ocasión de dicha representación, dedican las más 
justas alabanzas al trabajo y buen gusto de usted, que sabe dirigir a la juventud por el camino de la virtud y de la literatura clásica. Y 
puesto que a sus alabanzas se mezclan las a mí dirigidas, también éstas se las debo agradecer a usted, que se dignó hacer algún caso de 
nuestros caprichos plautinos y ponerlos en escena. No se puede negar, por otra parte, que usted ha procurado más que una diversión para 
los turineses, una ayuda a la juventud estudiosa y que, después de más de medio siglo, ha realizado precisamente lo que quería mi 
excelente amigo monseñor Rosini. Tanto más cuanto que usted, no solamente ha representado la obrita, sino que la ha hecho imprimir 
para que fuese material de estudio y así fuese más duradera su utilidad. Por supuesto que los jóvenes, especialmente los que tomaron 
parte en su representación, conservarán ese librito como recuerdo perenne de sus estudios y de los aplausos que alcanzaron en su 
representación colegial. 

Le agradezco, pues, en mi nombre y en el de los ya pocos discípulos de la escuela rosiniana, que todavía sobreviven, después de la triste 
burla de las letras latinas que en nuestros tiempos han hecho y aún hacen aquéllos que dicen amar a la patria, mientras odian sus glorias. 
Gran fortuna la suya, mi muy venerado señor Di rector, si la moderna sociedad, que hoy dirige sus pensamientos tan lejos de ello, puede 
un día congratularse con usted, o al menos consolarse con su recuerdo, por haber mantenido vivo en ese su colegio el fuego sagrado de la 
latinidad. Ello sería una prueba más para el laicado de que la Iglesia no fue nunca la menoscabadora, sino la salvadora de lo bello y de lo 
bueno. 

((122)) Añado mi gratitud en primer lugar, al querido amigo Vallauri, que me animó a realizar y enviar ahí el trabajo, y, después, al 
estupendo y activo don Juan Bautista Francesia, cuyos trabajos para preparar a los jóvenes a la representación de la obra, yo más que 
nadie puedo imaginar y apreciar. 

Finalmente un saludo y un aplauso cordial a los actores. 

Y poniéndome de todo corazón a su disposición, con todo aprecio y respeto me profeso. 

De usted, señor Director. 

Seguro y humilde servidor LUIS PALUMBO 

Todos los que conocían las necesidades de la sociedad, quedaban maravillados de la actividad y sapiente iniciativa de don Bosco, no 
solamente en favor de la clase estudiantil, sino también de la clase obrera. 
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He aquí una prueba: 

Muy reverendo señor Director: 

El exquisito recibimiento que se me hizo en su Instituto cuando fui a visitarlo hace dos años, y las corteses informaciones que obtuve 
sobre su próspero desarrollo, que yo mismo pude después comprobar por los hechos, me animan a entregar estas líneas de presentación, 
por si fueren menester, al ilustre y excelente doctor Biffi, portador de la presente. 

Es director de una institución sanitaria de mucho renombre en nuestra ciudad de Milán y miembro de la Comisión visitadora de las 
Cárceles y de varias academias. Como quiere poner de relieve la importancia moral y social de los reformatorios, va a Turín para mejor 
conocer los datos y los resultados de las diversas instituciones dedicadas a este fin, y desea conocer al mismo tiempo su tan renombrado 
Centro. 

Espero perdonará este rasgo de confianza, persuadido de ponerle en relación con una persona digna de todo aprecio, totalmente ocupada 
en el mejoramiento de las condiciones sociales. 

Con el más profundo respeto, me profeso de usted. 

Milán, 25 de mayo de 1865, 

Seminario de las Misiones Extranjeras. 

Su seguro servidor CARLOS SALEMI, Pbro. 

((123)) Otra carta confirma el mismo aprecio: 

Florencia, 30 de agosto de 1865. 

Muy reverendo señor: 

La nobilísima empresa que usted ha asumido para volver a la práctica de sus deberes una clase de desdichados, a quienes la necesidad, 
la ignorancia y más frecuentemente la carencia absoluta de educación familiar pone en el camino del deshonor, ha encontrado eco 
también en esta provincia. Tengo la suerte de que se me presente una ocasión para testimoniarle los sentimientos de la más profunda 
admiración por la obra eminente, cristiana y cívica que sólo su celo podía realizar. 

En varias ocasiones intentó este Consejo Directivo, unido a usted por un mismo espíritu de caridad, hallar una ocasión propicia que le 
permitiese establecer contacto con vuestra muy reverenda señoría, persuadido de que, en estos tiempos más que nunca, es aconsejable no 
sólo la unidad de propósitos, sino también la comunidad de obras para ejercer la caridad. 

Por el opúsculo recientemente publicado con las actas de nuestra Sociedad, correspondientes a los años 1862 y 1863, y que tengo el 
honor de acompañar con la presente, verá usted cuáles son nuestros planes y también en parte los resultados obtenidos. Si por su lectura 
naciera en usted el deseo de entrar en contacto con nosotros, ayudarnos con sus luces y consejos y darnos, dentro de poco, alguna noticia 
del método empleado por usted en su generosa Fundación, no tiene palabras el que suscribe para decirle cuán honrado se sentiría. 
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Si su benevolencia tuviese a bien animarme con este primer favor, me aprovecharía para reclamar su concurso en otras ocasiones, con 
ventaja para una institución que tiene los mismos fines y propósitos que la suya. 

Perdone, muy reverendo señor, la libertad con la que me dirijo a su celo, mientras tengo el honor de profesarme con todo respeto. 

El Secretario adjunto NICOLAS BICCHIERAY, abogado 

Hasta el Ministro de Hacienda reconocía los méritos de don Bosco por los cuidados que se tomaba en favor de los pobres y 
abandonados. 

((124)) Turín, 14 de mayo de 1865. 
Reverendísimo Señor: 
Me es grato participar a V. S. muy Rvda. que el señor Ministro de Hacienda ha concedido recientemente, a mi propuesta, trescientas 

liras al Pío Instituto tan laudablemente dirigido por usted. 
El relativo mandamiento de pago, expedido a su favor, podrá ser retirado en la pagaduría provincial de Turín. 
Estoy muy satisfecho por haber podido ayudar de algún modo a un Instituto tan benemérito para la humanidad, mientras tengo el honor 

de profesarme con todo aprecio y consideración. 

Su seguro servidor C. CUTTICA 
Pero entre las flores de mayo asomaban también agudas espinas que indudablemente herían dolorosamente el corazón de don Bosco. 
Cuatro de sus sacerdotes caían enfermos con males incurables. 
Don Francisco Provera, Prefecto del Colegio de Lanzo, ordenado sacerdote en 1864, sentía agudizarse en un pie el dolor que había 

padecido años atrás. Una caries progresiva corroíale el hueso hasta obligarle finalmente a permanecer clavado en una silla: El doctor
Magnetti que lo atendía, le había sometido a dolorosas operaciones;
y quedó tan maravillado de la fortaleza con que el enfermo soportaba tantos dolores, que exclamó:


-íEste hombre tiene que ser un santo! 
Durante varios meses no pudo el padre Provera celebrar la misa, teniéndola que suplir con la sagrada comunión; continuaba trabajando 
mientras tanto, atendiendo a todo por medio de un hermano, y recibiendo a los padres de los alumnos. Todo lo hacía con caridad y 
alegría. 
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Médicos famosos, reunidos en consulta, declararon incurable su mal y hablaron de amputar; pero ante ((125)) su agotamiento 
decidieron que la amputación no lo salvaría y que sólo serviría para hacerle sufrir más; por lo tanto, era preferible dejar que la naturaleza 
siguiera su curso. Cuando don Bosco oyó este pronóstico añadió: 

-íQuédese, pues, al cuidado de la Providencia! 

Y Provera, ya no pudo posar el pie en tierra mientras vivió; continuó moviéndose de un lado a otro de la casa, con la rodilla apoyada 
sobre una pequeña muleta de madera, y ayudándose de un bastoncito. Esta cruz ya se la había predicho don Bosco en el año 1862. 

También había caído enfermo, víctima de su celo, el Director del Colegio de Lanzo, don Domingo Ruffino. Fue a Turín en los primeros 
días de la semana santa para aconsejarse con don Bosco y regresó al colegio sobre la imperial del coche, bajo una lluvia continua durante 
cuatro horas. Apenas llegó a casa se enteró de que en la parroquia no daban abasto el párroco y su vicario para atender a tantos penitentes 
como se preparaban para cumplir con Pascua y, sin cambiarse de ropa, se fue a confesar durante varias horas. 

Debido a esta generosa imprudencia, y dada su débil constitución, no tardó en sentir un gran dolor al pecho que, en pocos meses, le 
condujo a la tumba. 

Estaban, pues, enfermos el Director y el Prefecto del Colegio de Lanzo, y don Bosco mandó en su ayuda al Director espiritual del 
Oratorio, don Bartolomé Fusero, joven sacerdote, con mucha ciencia y de santas esperanzas. También éste, apenas llegó al Colegio, se 
sintió afectado de parálisis lenta al cerebro y tuvo que volver a Turín y ser internado en una casa de salud. 

El cuarto enfermo se encontraba en el Oratorio, y don Bosco, en su dolor, habría ofrecido por él su propia vida. Era éste don Víctor 
Alasonatti, ya maduro para el cielo. Iba extinguiéndose a ojos vistas. 
Un reuma doloroso mortificaba su hombro derecho y una úlcera en la garganta, siempre en aumento, ((126)) amenazaba ahogarle a cada 
instante. Le obligaron a la inacción y, con la esperanza de que los aires nativos le ayudarían a restablecerse, accedió al consejo de don 
Bosco, de ir a Avigliana. Fue y desde allí escribía a su querido Superior: 
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V.J.M.J.
7 de mayo de 1865. 

Mi venerado don Bosco: 

Siento el deber de escribirle y tengo además un ardiente deseo de recibir noticias de la preciosa salud de V. S. muy apreciada, y de la 
marcha de los reverendos colaboradores y alumnos. Le escribo brevemente para someterme a su respetabilísima voluntad una vez más, 
rogándole me mande sin reserva siempre que lo estime necesario, aun en contra de cualquier otra disposición anteriormente comunicada. 
Ruégole, pues, una indicación per se vel per alium (directamente o a través otro); 
aceptaré como un verdadero favor cualquier notificación, orden o consejo suyo, porque la considero nacida de un corazón deseoso 
únicamente de mi bien. Le agradecería me diese, si también me cree digno de tal favor, noticias de la marcha de la casa y de la 
Congregación. 

Paso ahora a comunicarle mis cosas personales, por si desea conocerlas. Antepongo los saludos de mi padre y de la familia para V. S. 
Revdma. y le aseguro que no podría de ningún modo desear mayores atenciones, hasta la de ofrecerme dinero para las necesidades que se 
me pudieran presentar. La tranquilidad que aquí se disfruta me ha ido aliviando poco a poco desde los primeros días de la obstinada y 
seca tos que no me dejaba dormir. Ahora no me molesta tanto, pero aún resulta difícil descargarme totalmente, lo cual me proporciona un 
estertor prolongado y frecuente. El dolor de cabeza aún dura apenas me pongo a leer, a rezar, o escribir, pero ya no es tan persistente. El 
hombro derecho es lo que más me molesta día y noche, ya que, a pesar de los medicamentos de continua aplicación, la glándula tiroides 
no cede más que un poco, o quizás nada. Por tanto, después de una prueba todavía más o menos prolongada, si usted lo cree conveniente, 
me atendré a las órdenes que seguiré implorando de V. R., o bien iré a ésa, si Deus dederit (si Dios lo quiere), para verle y consultarle. 

Ya ve usted cuánto me preocupo del corpazo. No sabría, en cambio, decir cómo anda mi vida espiritual. Me encomiendo a las oraciones 
de todo el Oratorio y muy especialmente a las de usted y de los sacerdotes, a los que ruego tenga usted la bondad de comunicar mis 
continuos y cordiales sentimientos ((127)) de unión in mino (en el Señor), con la esperanza de no ser rechazado por su muy respetuoso y 
feliz consorcio. 

Hasta el presente no he visitado más que al clero de las dos parroquias de la localidad y a los padres capuchinos. El Arcipreste me 
entregó diez liras y el reverendo Balbiano una, para la iglesia. 

No sé si el reverendo Martina habrá recibido las copias del proyecto, lo mismo que el reverendo Gavotto de Giaveno. Al primero me 
gustaría llevárselo un día de éstos; a Giaveno podría mandárselo, si mis piernas no quieren ayudarme más, o bien tomaré el coche. 

El brazo que soporta la mano que escribe estas líneas demuestra su mucho valor, y mi cabeza justifica el orden y la claridad de mi 
exposición. 

El mes de María se celebra aquí en ambas parroquias lo mejor que puede desearse. Hoy ha terminado el jubileo. Nuestro párroco está 
más que satisfecho. Solamente unos pocos no han cumplido con Pascua. Los padres capuchinos y los párrocos están siempre dispuestos 
con gran caridad para confesar. Deo gratias. 

Los ejercicios del triduo en ésa seguro que también habrán dado su fruto ad honorem Dei! Utinam! (para honor de Dios; íojalá!). 
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Querido y reverendo don Bosco, muchos saludos al reverendo y óptimo Bona, si todavía se encuentra dentro de nuestros amados muros, 
a don Juan Cagliero in primis (el primero) y a los reverendos Ghivarello, Savio, Francesia, etc. 

Reciba la renovación de los sentimientos de mi filial obediencia y sincero respeto. Quiera el Señor que nunca disminuya el respetuoso 
afecto que siento por usted. 

Bendígame alma y cuerpo, sólo para gloria de Dios, a fin de que yo cumpla siempre su adorabilísima voluntad. Perdóneme por todo y 
téngame siempre por 

su afectísimo, aunque indigno servidor, hijo y amigo 
VICTOR ALASONATTI, Pbro. 

La segunda carta, quizá la última que escribió en su vida don Víctor, nos muestra también la gran virtud del que, después de don Bosco, 
tiene derecho a ser llamado padre de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. 

V.J.M.J. 
Avigliana, Porta ferrata, 20 de mayo de 1865. 

Muy reverendo y queridísimo don Bosco: 

Hoy es sábado, día de cuentas: por tanto es mi deber dar cuenta a mi queridísimo padre, director y amigo verdadero, de todo lo que 
moral, intelectual y físicamente ha acontecido durante esta semana. 

((128)) Cada mañana, generalmente a las cuatro y media termino la santa misa en la que, como es lógico, me acuerdo de usted, de los 
compañeros y de los muchachos. No he leído ni escrito nada en toda la semana, salvo alguna lectura superficial y estas líneas de hoy a 
usted y a don Angel Savio. No he visitado a nadie, ni traspasado los límites de mi parroquia, a la que me he acercado algunas tardes. La 
razón de ello está en que, al volver a casa, me asaltan fuertes dolores de estómago y unos golpes de tos, por algún golpe de aire del relente 
atmosférico. Mi respiración es lenta y el estertor constante: hace dos días que marcho mejor, gracias a la manzanilla caliente y al aceite de 
lino, con lo que tengo mucha confianza y espero podré reponer un poco y pronto las fuerzas de esta bestezuela. 

Por la noche duermo hasta las dos y después tengo que levantarme por las expectoraciones da veniam (perdón) de la tos. Los agudos 
dolores en la cabeza y en el hombro continúan y por ello me atengo a la observancia de la prohibición de trabajar; siento que se agravan 
al menor esfuerzo y tras las comidas. Después de misa tomo la medicina y luego me rehago del sueño perdido hasta que me traen una 
sopa para desayuno. Me encuentro rodeado de personas que van a porfía para atenderme en mis menores deseos, hijos de su imaginación. 
»No es ésta una linda vida? 

No quiero entretenerle más con cosas de tan poca importancia. Ruégole acepte los más respetuosos saludos de mi buen padre, de don 
Mauricio, de nuestros párrocos y del de Buttigliera, juntamente con los del hermano de Giacomelli, etc. 

Mi padre le invita a que venga a pasar un día entero con él, salvo pasado mañana, lunes, con algún compañero, por ejemplo, el 
Caballero o don Angel Savio. Deseo vivamente verlo y, en el caso de que venga, obtener su bendición; si no pudiera ser, me la dé desde 
ahí. 
119 

Fin de Página 119 


VOLUMEN VIII Página: 120 

La Santísima Virgen Auxilium Christianorum nos asista a todos en el día de su fiesta y nos bendiga. El Señor le conserve y continúe su 
benevolencia conmigo a la que me parece haber correspondido y quiero corresponder. 

Recuérdese siempre de mí, salude a todos los jóvenes y, sobre todo, a los señores sacerdotes y coadjutores y compañeros con don 
Francisco Giacomelli; ayúdeme con sus santas oraciones y sacrificios y, por último, dígnese creerme, si lo merezco, con el máximo 
respeto y filial afecto en el Señor. 

Su seguro servidor 

VICTOR ALASONATTI, Pbro. 

Cuando don Víctor vio que su salud no mejoraba con los aires nativos, antes al contrario, iban en aumento sus dolores, pidió por favor a 
don Bosco le dejase ir a morir en el Oratorio. Se lo concedió. Mas ícuál fue la consternación de don Bosco, de los sacerdotes, ((129)) de 
los clérigos, de los alumnos, de toda la casa al verlo entrar de nuevo en el Oratorio en tan lastimoso estado! Se le prodigaron todos los 
cuidados de la ciencia, pero resultaban vanas las visitas de los médicos más famosos, las atenciones de los enfermeros y las oraciones de 
todo el Oratorio para devolver su antiguo vigor a aquella apreciada existencia. 

Cuando monseñor Ghilardi se enteró de esta enfermedad, escribió a don Celestino Durando, desde Mondoví, el 21 de julio de 1965: 

«íOh, cuánto siento la noticia del desesperado estado de salud del carísimo padre Alasonatti! En verdad que ese Centro no necesitaba 
esta visita del Señor; no obstante, hemos de besar su bendita mano hasta cuando nos golpea, porque siempre es la mano de un padre que 
quos corripit, amat (ama a los que corrige). Mañana celebraré la santa misa por él; hágale usted una visita en mi nombre y dígale palabras 
de aliento de mi parte. Haga lo mismo con el carísimo don Bosco, el cual dirá con san Pablo: Absit mihi gloriari nisi in cruce Domini 
nostri Jesu Christi (Lejos de mí gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo)». 

En medio de estas penas consolábase don Bosco con la devoción a María Santísima, honrada durante el mes de mayo por toda la 
comunidad de una manera especial. De sus pláticas de la noche solamente nos ha conservado la Crónica la del día 30 de mayo, que por 
cierto es preciosa en extremo. 

30 de mayo 

Contemplé un gran altar dedicado a María y magníficamente adornado. Vi a todos los alumnos del Oratorio avanzando 
procesionalmente hacia él. Cantaban loas a la 
120 

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Virgen, pero no todos del mismo modo, aunque cantaban la misma canción. Muchos cantaban bien y con precisión de compás, aunque 
unos fuerte y otros piano. Algunos cantaban con voces malas y muy roncas, éstos desentonaban, ésos caminaban en silencio y se salían de 
la fila, aquéllos bostezaban y parecían aburridos; algunos topaban unos contra otros y se reían entre sí. Todos llevaban regalos para 
ofrecérselos a María. Tenían todos un ramo de flores, quien más grande, quien más pequeño y distintos los unos de los otros. 

Unos tenían un manojo de rosas, otros de claveles, otros de violetas, etc. Algunos llevaban a la Virgen regalos muy extraños. ((130)) 
Quien llevaba una cabeza de cerdito, quien un gato, quien un plato de sapos, quien un conejo, quien un corderito u otros regalos. 

Había un hermoso joven delante del altar que, si se le miraba atentamente, se veía que detrás de las espaldas tenía alas. Era, tal vez, el 
Angel de la Guarda del Oratorio, el cual, conforme iban llegando los muchachos recibía sus regalos y los colocaba en el altar. 

Los primeros ofrecieron magníficos ramos de flores y él, sin decir nada, los colocó al pie del altar. Muchos otros entregaron sus ramos. 
El los miró; los desató, hizo quitar algunas flores estropeadas, que tiró fuera, y volviendo a arreglar el ramo, lo colocó en el altar. 

A otros, que tenían en su ramo flores bonitas, pero sin perfume, como las dalias, las camelias, etc., el Angel hizo quitar también éstas 
porque la Virgen quiere realidades y no apariencias. Así rehecho el ramo, el Angel lo ofreció a la Virgen. Muchos tenían espinas, pocas o 
muchas, entre las flores y, otros, clavos. El Angel quitó éstos y aquéllas. 

Llegó finalmente el que llevaba el cerdito y el Angel le dijo: 

-»Cómo te atreves a presentar este regalo a María? »Sabes qué significa el cerdo? Significa el feo vicio de la impureza. María, que es 

toda pureza, no puede soportar este pecado. Retírate, pues; no eres digno de estar ante Ella. 

Vinieron los que llevaban un gato y el Angel les dijo: 

-»También vosotros os atrevéis a ofrecer a María estos dones? El gato es la imagen del robo, »y vosotros lo ofrecéis a la Virgen? Son 

ladrones los que roban dinero, objetos, libros a los compañeros, los que sustraen cosas de comer al Oratorio, los que destrozan los 
vestidos por rabia, los que malgastan el dinero de sus padres no estudiando, etc. 

E hizo que también éstos se pusieran aparte. 

Llegaron los que llevaban platos con sapos y el Angel, mirándoles indignado, les dijo: 

-Los sapos simbolizan el vergonzoso pecado del escándalo y, »vosotros venís a ofrecérselos a la Virgen? Retiraos, id con los que no son 
dignos. 

Y se retiraron confundidos. 

Avanzaban otros con un cuchillo clavado en el corazón. El cuchillo significaba los sacrilegios. El Angel les dijo: 

-»No veis que lleváis la muerte en el alma: »Que estáis con vida por misericordia de Dios y que de lo contrario estaríais perdidos para 
siempre? íPor favor! íQue os arranquen ese cuchillo! 

También éstos fueron echados fuera. 

Poco a poco se acercaron todos los demás jóvenes y ofrecían corderos, conejos, pescado, nueces, uvas, etc., etc. El Angel recibió todo y 
lo puso sobre el altar. Y después de haber separado así los buenos de los malos, hizo formar en filas ante el altar 

Fin de Página 121 


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a aquéllos cuyos dones habían sido aceptados por María. Con gran dolor vi que los que habían sido puestos aparte eran más numerosos de 
lo que yo creía. 

Salieron por ambos lados del altar otros dos ángeles que sostenían dos riquísimas cestas llenas de magníficas ((131)) coronas hechas 
con rosas estupendas. No eran rosas terrenales, sino como artificiales, símbolo de la inmortalidad. 

Y el Angel de la Guarda fue tomando una a una aquellas coronas y coronó a todos los jóvenes formados ante el altar. 

Las había grandes y pequeñas, pero todas de una belleza incomparable. Os he de advertir que no solamente se hallaban allí los actuales 
alumnos de la casa, sino también muchos más que yo no había visto nunca. 

En esto que sucedió algo admirable. 

Había muchachos de cara tan fea que casi daban asco y repulsión; a éstos les tocaron las coronas más hermosas, señal de que a un 
exterior tan feo suplía el regalo de la virtud de la castidad, en grado eminente. Muchos otros tenían la misma virtud, pero en grado menos 
elevado. Muchos se distinguían por otras virtudes, como la obediencia, la humildad, el amor de Dios, y todos tenían coronas 
proporcionadas al grado de sus virtudes. El Angel les dijo: 

-María ha querido que hoy fueseis coronados con hermosas flores. Procurad, sin embargo, seguir de modo que no os sean arrebatadas. 
Hay tres medios para conservarlas: 1.° humildad, 2.° obediencia, y 3.° castidad; son tres virtudes que siempre os harán gratos a María y 
un día os harán dignos de recibir una corona infinitamente más hermosa que ésta. 

Entonces los jóvenes empezaron a cantar ante el altar el Ave maris Stella. 

Terminada la primera estrofa, y procesionalmente, como habían llegado, iniciaron la marcha cantando: Load a María, pero con voces 
tan fuertes que yo quedé estupefacto, maravillado. Les seguí durante un rato y luego volví atrás para ver a los muchachos que el Angel 
había puesto aparte: pero no los vi más. 

Amigos míos: yo sé quiénes fueron coronados y quiénes fueron rechazados por el Angel. Se lo diré a cada uno en particular para que 
todos procuréis ofrecer a María obsequios que ella se digne aceptar. 

Mientras tanto, he aquí algunas observaciones: 

La primera.-Todos llevaban flores a la Virgen y, entre ellas, las había de muchas clases, pero observé que todos, unos más otros menos, 
tenían espinas en medio de las flores. Pensé y volví a pensar qué significaban aquellas espinas y descubrí que significaban la 
desobediencia. Tener dinero sin licencia y sin querer entregarlo al Administrador; pedir permiso para ir a un sitio y después ir a otro; 
llegar tarde a clase cuando ya hace tiempo que están los demás en ella, hacer merendolas clandestinas; entrar en los dormitorios de otros, 
lo que está severamente prohibido, no importa el motivo o pretexto que tengáis; levantarse tarde por la mañana; abandonar las prácticas 
reglamentarias; hablar en horas de silencio; comprar libros sin hacerlos revisar; enviar cartas por medio de terceros para que no sean 
vistas y recibirlas por el ((132)) mismo medio; hacer tratos, comprar y vender cosas entre vosotros: esto es lo que significan las espinas. 

Muchos de vosotros preguntaréis si es pecado transgredir los reglamentos de la casa. Lo he pensado seriamente y os respondo que sí. 
No digo si ello es grave o leve; hay que regularse por las circunstancias, pero pecado lo es. Alguno me dirá que en la ley de Dios no se 
habla de que debamos obedecer los reglamentos de la casa. Escuchad: está en los mandamientos: 

-íHonrar padre y madre! »Sabéis qué quieren decir las palabras padre y madre? 

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VOLUMEN VIII Página: 123 

Comprenden también a los que hacen sus veces. Además, »no está escrito en la Escritura: Oboedite praepositis vestris? (Obedeced a 
vuestros dirigentes). Si a vosotros os toca obedecer, es lógico que a ellos toca mandar. Este es el origen de los reglamentos del Oratorio y 
ésta la razón de si se deben cumplir o no. 

Segunda observación.-Algunos llevaban entre sus flores unos clavos, clavos que habían servido para enclavar al buen Jesús. »Cómo? 
Siempre se empieza por las cosas pequeñas y luego se llega a las grandes. Aquel tal quería tener dinero para satisfacer sus caprichos y 
gastarlo a su antojo y por eso no quiso entregarlo; vendió después sus libros de clase y terminó por robar dinero y prendas a sus 
compañeros. Aquel otro quería estimular el garguero y llegaron las botellas, etc.; después se permitió otras licencias hasta caer en pecado 
mortal. Así se explican los clavos de aquellos ramos, así es como se crucifica al buen Jesús. Ya dice el Apóstol que los pecados vuelven a 
crucificar al Salvador. Rursus crucifigentes Filium Dei (Crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios). 

Tercera observación.-Muchos jóvenes tenían, entre las flores frescas y olorosas de sus ramos, flores secas y marchitas o sin perfume 
alguno. Estas significaban las buenas obras hechas en pecado mortal, las cuales no sirven para acrecentar sus méritos; las flores sin 
perfume son las obras buenas hechas por fines humanos, por ambición o solamente para agradar a superiores y maestros. Por esto el 
Angel les reprochaba que se atreviesen a presentar a María tales obsequios y les mandaba atrás para que arreglasen su ramo. Ellos se 
retiraban, lo deshacían, quitaban las flores secas y después, arregladas las flores, las ataban como antes y las llevaban de nuevo al Angel, 
el cual las aceptaba y ponía sobre la mesa. Una vez terminada su ofrenda, sin ningún orden, se juntaban con los otros que debían recibir la 
corona. 

Yo vi en este sueño todo lo que sucedió y sucederá a mis muchachos. A muchos ya se lo he dicho, a otros se lo diré. Por vuestra parte, 
procurad que la Santísima Virgen reciba de vosotros dones que no tengan que ser rechazados. 
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((133)) 

CAPITULO XI 

SE REUNEN LOS PREMIOS PARA LA TOMBOLA -TASACION LEGAL -DON BOSCO PIDE 
AUTORIZACION PARA LA TOMBOLA AL GOBERNADOR DE TURIN -DECRETO DE 
APROBACION DEL GOBIERNO CIVIL -PRIMERA CIRCULAR DE DON BOSCO ANUNCIANDO 
LA TOMBOLA -DOS CIRCULARES DEL SECRETARIO DE LA COMISION PARA EL ENVIO 
DEL PROGRAMA Y DE LOS BOLETOS -UN ANUNCIO EN LA UNIDAD CATOLICA 
INVITACION DE DON BOSCO A SUS AMIGOS PARA QUE LE AYUDEN A DESPACHAR 
BOLETOS -DOS DEMANDAS DE AYUDA A LOS BIENHECHORES PARA PROSEGUIR LAS 
OBRAS DE LA IGLESIA -DONATIVO DEL ECONOMATO GENERAL DE LOS BENEFICIOS 
ECLESIASTICOS 

UNA vez colocada la piedra angular de la nueva iglesia, don Bosco empezó a pedir regalos que sirvieran de premio para los números 
afortunados en la tómbola. He aquí la circular que envió con este fin: 

Benemérito Señor: 

Hace ya algunos años que recurrí a usted invitándole a participar en la tómbola que hice en favor de los muchachos pobres que acuden a 
los Oratorios masculinos de esta Ciudad: usted tendió su mano benéfica, gracias a la cual se obtuvo un feliz resultado. Estoy sumamente 
agradecido a cuanto usted hizo entonces, pero nuevas necesidades y nuevas circunstancias me empujan a organizar otra tómbola, como 
único medio para recurrir a la pequeña beneficiencia. 

Entre las múltiples necesidades están los alquileres, la manutención de los muchachos, la reparación y nuevas construcciones de los 
locales destinados a estos oratorios y últimamente la construcción de una iglesia en ((134)) el barrio de Valdocco. 

Por el programa y reglamento de la tómbola, que espero poder enviarle muy pronto, verá más ampliamente explicado lo que aquí 
indico. Mientras tanto, con toda confianza y contando de nuevo con su eficaz colaboración, le rogaría estos tres favores especiales: 

1.° Que siga favoreciéndome en esta obra, a la que se dignó ayudar en otras ocasiones. 

2.° Que me indique el nombre y apellido de las personas que usted crea están dispuestas a prestarse como colaboradores de esta obra de 
beneficencia. 
124 

Fin de Página 124 


VOLUMEN VIII Página: 125 

3.° Que si usted, o alguna de las personas que usted conoce, poseyere regalos para destinarlos a la tómbola, tenga la bondad de 
mandarlos a esta casa del modo que le cause menos estorbo. 

Naturalmente, antes de iniciar una tómbola hay que reunir determinado número de objetos para describirlos y presentarlos al señor 
Gobernador de la Ciudad y provincia, y obtener la facultad para hacer la exposición pública de los mismos. 

Mientras pongo en usted toda mi confianza, le aseguro que haré cuanto esté de mi parte para evitarle el fastidio que pueda darse en la 
realización de la obra que su bondad quiere promover. 

El Señor, rico en gracias, que recompensa generosamente un vaso de agua dado en su nombre, le conceda una vida feliz y le otorgue 
abundantes bendiciones por su caridad con estos pobres jovencitos y por ayudar a la construcción de la casa del Señor. 

Con el mayor reconocimiento tengo el honor de profesarme. 

De V.S. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Oratorio de San Francisco de Sales
Turín -Valdocco


Como respuesta a las circulares enviadas, empezaron a llegar muchas cajas y paquetes y, muy pronto, se juntaron ochocientos cuarenta 
premios. 

Se destinó a exposición una sala que ocupaba el segundo piso del edificio levantado junto a la calle de la Jardinera. 

Los peritos oficiales examinaron la primera colección de premios y fijaron su precio. 

((135)) Lista de donativos, hasta el número ochocientos cuarenta... 

A requerimiento del presbítero don Juan Bosco, declaro haber procedido hoy al examen y valoración de los objetos de arte arriba 

descritos, que alcanza en conjunto la suma de once mil quinientas diez liras (11,510). 

Da fe, en Turín a 14 de mayo de 1865. Juan Volpato, profesor. 

El que suscribe, y a requerimiento de don Bosco, ha procedido a la estimación de los objetos mercantiles descritos en el catálogo que 

precede, cuyo valor es de doce mil noventa y una liras (12,091). 

Da fe, en Turín, a 15 de mayo de 1865. José Buzzetti, tasador. 

Para evitar equívocos se advierte que se dejaron en blanco desde el uno al sesenta, en espera de anotar los donativos a recibir de S. A. el 

Príncipe Amadeo y de los Ministros. 

Inmediatamente don Bosco se apresuró a empezar los trámites para obtener de la Autoridad Civil el permiso necesario para la tómbola. 
Así, escribía al gobernador Pasolini: 

Fin de Página 125 


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Excelentísimo Señor Gobernador: 

Ya en otras ocasiones recurrí a S. E. por graves menesteres de los Oratorios masculinos de esta Ciudad y siempre encontré en S. E. 
decidido apoyo. El mismo favor espero recibir en la presente ocasión en que se dejan sentir con insistencia varias necesidades. Estas son: 

1.° Pagar algunos atrasos por el alquiler de la escuela y Oratorio festivo de Vanchiglia, que asciende a seiscientas treinta liras anuales; 
por el Oratorio de San Luis en Puerta Nueva, que sube a cuatrocientas cincuenta liras anuales; y por el de San José en San Salvario, de 
trescientas liras. 

2.° Liquidar una deuda de veinticinco mil liras al señor Filippi por expirar el plazo fijado en la compra de una parte de casa al mísmo, 
para albergar un número mayor de muchachos pobres. 

3.° Dar pan a los casi ochocientos muchachos pobres de la casa llamada Oratorio de San Francisco de Sales donde reciben alimentos y 
vestido y se preparan para el trabajo. 

4.° Acabar la construcción de una nueva iglesia, ya que en la que hasta ahora hemos venido usando, no cabe ni la tercera parte de los 
muchachos que asisten, dado su notable aumento. 

Para proveer a todas estas urgencias invité a los señores abajo nombrados a reunirse en una sala del Ayuntamiento, los cuales, vista la 
necesidad de tales gastos, y buscando los medios para hacer frente ((136)) a los mismos, propusieron hacer una tómbola en la forma que 
en el programa y reglamento adjuntos se explica. Por ello respetuosamente recurro a S. E. suplicando: 

1.° Se digne aprobar la Comisión para dicha tómbola, compuesta por los señores abajo citados, y conceder el permiso para publicar el 
programa con el correspondiente reglamento. 

2.° Poder vender noventa y cuatro mil boletos, al precio de cincuenta céntimos cada uno, que suman cuarenta y siete mil doscientas dos 
liras, correspondientes al doble del valor de los objetos abajo numerados. 

3.° Que cada boleto vaya firmado por un miembro de la Comisión y marcado con el sello de la misma, como en el módulo adjunto. 

Persuadido de que esta petición será benévolamente acogida por S. E., le auguro todo bien del cielo, mientras tengo el honor de 
profesarme con la más sentida gratitud. 

Turín, 15 de mayo de 1865. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Juntamente con la carta remitía don Bosco al Gobernador la lista de los miembros de la Comisión, el programa y reglamento de la 
tómbola, un modelo de los boletos y la lista de regalos o premios entregados por los bienhechores, con la valoración de los mismos, 
hecha por los peritos. 

Cuatro días después, recibía la siguiente respuesta: 

N.° 1139 

Objeto: TOMBOLA 

Oratorio de San Francisco de Sales 

Turín. 

Fin de Página 126 


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EL GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Vista la instancia que precede, del Director del Oratorio de San Francisco de Sales de esta Ciudad, a fin de obtener permiso para 
organizar una tómbola con objetos recibidos para recabar fondos en favor de dicho Oratorio: 

Visto el programa que acompaña con el reglamento de la tómbola, seguido de un modelo del registro con matriz de los boletos, más la 
lista de los miembros que componen la Comisión; 

Visto el primer catálogo de los antedichos objetos regalados, valorados por el perito Volpato en ventitrés mil seiscientas una liras; 

((137)) Visto el Decreto Real del 24 de septiembre de 1863, número 1484; 

DECRETA 

1.° Se autoriza la tómbola de los objetos descritos en dicho catálogo a favor del Oratorio de San Francisco de Sales en Turín, mediante 
la emisión de noventa y cuatro mil cuatrocientos cuatro boletos al precio de cincuenta céntimos cada uno y que producirán la cantidad de 
cuarenta y siete mil doscientas dos liras, doble del valor de los premios. Dicha tómbola será llevada a cabo de acuerdo con las 
condiciones especificadas en el reglamento a que se alude; 

2.° Cada boleto deberá ir firmado por un miembro de la Comisión que este Gobierno Civil reconoce compuesta, según la lista 
precedente, y llevará además la firma de un empleado de este Gobierno, que delega en la persona del señor Carlos Baccalario; 

3.° Antes de empezar la distribución de boletos, se anunciará dicha tómbola al público con una notificación semejante por parte de 
dicha Comisión; en el la se dará cuenta de la instancia, del reglamento de la tómbola y del presente decreto, indicando el lugar, día y hora 
en que se efectuará el sorteo. 

Este se hará en presencia de los delegados de la Comisión y bajo la presidencia del señor Alcalde de esta ciudad, el cual queda 
encargado de dar cuenta de la regularidad de la operación. 

4.° Dicha Comisión dará después cuenta a este Gobierno civil de que todo el producto de la venta de boletos se destinó exclusivamente 
a favor del Instituto recurrente, al que también pertenecerán los objetos no vendidos. 

Turín, 19 de mayo de 1865. 

Por el Gobernador RADICATI 

Una vez obtenida esta autorización, se difundieron en pocos días por toda Italia del Norte y del Centro millares de anuncios-invitación 
juntamente con el programa y reglamento de la tómbola y la lista de los miembros de la Comisión 1. 

La invitación iba acompañada de una carta del Secretario de la Comisión. 

1 Apéndice IV. 

Fin de Página 127 


VOLUMEN VIII Página: 128 

((138)) Oratorio de San Francisco de Sales 

Turín -Valdocco 

Junio 1865 . 

Ilmo. Señor: 

Tengo el honor de enviar a V. S. Ilma. el programa de una tómbola que, en nombre de la Comisión instituida para la misma, 
recomiendo a su reconocida caridad. 

Desea dicha Comisión incluir a V. S. Ilma. entre los Promotores de la misma y, si usted no manifestase su parecer en sentido contrario, 
me consideraré autorizado para inscribir su respetable nombre en la lista de los beneméritos promotores. 

Por el adjunto programa y reglamento de la tómbola, ya aprobada por la autoridad gubernativa, podrá conocer perfectamente la 
finalidad de la misma y las cargas anejas a la función de promotor. 

El cielo recompense ampliamente su caridad, y con la confianza de que perdonará bondadosamente las molestias que le ocasiono, tengo 
el horno de profesarme agradecido. 

De V. S. Ilma. 

Seguro servidor 
Caballero FEDERlCO OREGLIA DI SAN STEFANO Secretario 

El insigne secretario escribía otra carta-circular en la que enviaba boletos e instaba a la expedición de los regalos recogidos. 

Oratorio de San Francisco de Sales 

Turín -Valdocco 1865. 

Benemérito Señor: 

El Gobierno Civil de esta provincia, a la par que aprobaba la tómbola, encomendada a la reconocida bondad de V. S. Ilma., autoriza 
también la primera emisión de los boletos correspondientes al valor de los regalos ya ofrecidos. 

En consecuencia, para cubrir algunas urgentes necesidades de estos Oratorios masculinos y, más aún, para no interrumpir los trabajos 
de la iglesia en construcción, cuyos muros se levantan cada día más, me permito confiar a su reconocido celo ocho decenas, rogándole se 
sirva recomendarlos en la medida conveniente a quienes usted crea oportuno. 

((139)) Ruégole, además, recoja los regalos que le entreguen las personas caritativas y los envíe al salón destinado para su exposición, 
del modo que le resulte menos incómodo. 

Le participo con satisfacción, en nombre de la Comisión, que la Tómbola ha empezado muy bien y confiamos que con el favor de V. S. 
llegará a feliz término. 

Dígnese aceptar los sentimientos de mi más viva gratitud, con la que tengo el honor de profesarme. 

De V.S. 

Seguro servidor 
Caballero FEDERICO OREGLIA DI SAN STEFANO Secretario 

Fin de Página 128 


VOLUMEN VIII Página: 129 

Los periódicos daban también publicidad a la tómbola. 

En la Unidad Católica del 19 de julio de 1865 se leía: 

«Tómbola en Turín».-En diversas ocasiones hemos recomendado a la piedad de nuestros lectores la iglesia, que se está edificando en 
Turín en honor de María Auxilio de los Cristianos. Nos complace ahora anunciar una Tómbola iniciada con este fin en el Oratorio de San 
Francisco de Sales. Invitamos a los buenos católicos a promover con sus donativos una obra encomiada por Su Santidad Pío IX y puesta 
bajo la particular protección de la Familia Real. Se acepta con gran reconocimiento cualquier objeto de arte o de la industria; el nombre 
del donante figurará en un catálogo especial. Se ha fijado en cincuenta céntimos el precio de cada boleto». 

Al mismo tiempo escribía don Bosco cartas de su puño y letra a amigos y conocidos, a fin de que le ayudasen a despachar los boletos 
de la Tómbola. Se conserva una de estas cartas: 

Turín, 11 de julio de 1865. 

Muy querido Casazza: 

Necesito que me ayudes a vender los boletos (veinte decenas) que uno a la presente. Por tu medio, recomiendo también a papá y a 
mamá que te echen una mano para colocarlos a fin de que puedas mandarme el importe oportunamente y a tu comodidad. 

((140)) Espero con ansia una de tus visitas, pero de la forma que sabes me agrada. 

Dios te bendiga, amigo mío. Saluda a tus padres de mi parte y créeme siempre con sincero afecto. 

Tu amigo 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Señor Segundo Casazza, calle Garibaldi, 23. Turín. 

Así se iba encaminando la Tómbola. Por diversos motivos hubo que prorrogar el sorteo hasta el año 1867. La prórroga resultó ventajosa 
para la venta de boletos, pero no podía sacar a don Bosco de sus aprietos. En consecuencia, lleno de confianza, se dirigía a sus antiguos 
amigos y escribía, entre otros, al caballero Javier de Collegno, que veraneaba en su quinta de Cumiana: 

Queridísimo Señor: 

El pobre don Bosco se halla en aprietos para proseguir las obras de la iglesia de María Auxiliadora, por lo que se dirige a usted, para 
que se digne tomar a su cargo alguna porción. Las porciones divisibles serían: 

1.° Tejas para el tejado. 

2.° Filetes para las tejas. 

Fin de Página 129 


VOLUMEN VIII Página: 130 

3.° Viguetas para sostenar los filetes.
4.° Vigas para sostener las viguetas.
Cada uno de estos lotes (no se asuste) cuesta unas cuatro mil liras y, quizás, algún centenar menos. »Qué le dice su corazón? Creo que


la Santísima Virgen le recompensaría preparando para usted, y para los queridos Manuel y Luis, una hermosa habitación en el cielo, ya 
que usted ayuda a terminar su casa en la tierra. 

No sería necesario desembolsar esta suma enseguida, sino a lo largo del año. 

Le comunico con agrado que las obras llegan a la altura de las bóvedas de las capillas y espero que, a mediados de agosto, estarán ya 
cubiertas. 

Formulo esta petición porque conozco la bondad de su corazón; por tanto, haga lo que buenamente pueda, que yo siempre estaré 
contento de todos modos. No dejaré de invocar las bendiciones del cielo sobre usted y sus hijos, que ya se hacen mayorcitos, a quienes 
deseo todo bien. 

((141)) Me encomiendo, juntamente con mis pobres muchachos, a la caridad de sus oraciones, mientras tengo el alto honor de 
profesarme con todo afecto 
De V.S. 
Turín, 5 de julio de 1865. 
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 
Escribía otra carta al caballero Brossa, Arcipreste jubilado, en su propia casa de San Salvario, Turín. 

Ilustrísimo y carísimo en el Señor: 

Tuvo usted la bondad de darme esperanzas de alguna ayuda para la iglesia que aquí estamos construyendo; y es el caso que ahora me 
encuentro en la necesidad de recurrir a su caridad. 

El sábado necesito dos mil liras para pagar la quincena, y no sé de dónde sacarlas; para otras quincenas ya está en gran parte previsto. 
Para esta necesidad recurro a usted: en el caso de que no pudiese dármelas como limosna, me haría un gran favor si me las prestase; yo 
procuraría restituírselas en la fecha y del modo que usted tenga a bien indicarme. 

Si no me dice nada en contrario, a fines de esta semana pasaré a visitarle con tal motivo; salvo que usted, como de corazón se lo pido, 
se digne venir a ver esta casa y la iglesia en construcción. 

Espero que la Santísima Virgen no dejará de prepararle una hermosa habitación en el cielo, ya que usted contribuyó a construirle una 

casa en la tierra. 

Me encomiendo con mis pobres muchachos a la caridad de sus oraciones y créame con la más sincera gratitud 

De V. S. Ilma. 

Turín, 17 de julio de 1865. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Fin de Página 130 


VOLUMEN VIII Página: 131 

Poco antes, y para obtener una ayuda para el Oratorio, don Bosco había dirigido una petición al Economato General de los beneficios 
eclesiásticos, del que había sido titular, durante muchos años, el canónigo y doctor Miguel Angel Vacchetta, quien nunca se negó a 
ayudarle. 

Este había presentado su dimisión del cargo en febrero de 1864 ((142)) obligado por las malignas insinuaciones de la Gaceta del 
Pueblo, que no quería más eclesiásticos en aquella administración, y moría el 21 de agosto de 1865, después de haber pedido y obtenido 
la absolución de varias censuras en las que había incurrido. En prenda de su continua benevolencia con don Bosco dejaba en su 
testamento el siguiente artículo: 

«Art. 10. Dejo a la Obra Pía de Valdocco, en Turín, fundada por don Bosco, un título de la deuda pública, cuya renta es de cincuenta 
liras anuales, con la obligación de un modesto aniversario perpetuo, a celebrar en el aniversario de mi muerte en sufragio de mi alma y las 
de mis amigos y no amigos, a pagar por mi heredero un año después de mi muerte, sin intereses por tardanza». 

El heredero estaba dispuesto a pagar el legado con tal de que don Bosco presentase un documento autorizándole a recibir legados como 
cabeza de un cuerpo moral, reconocido por el Gobierno; así que el legado no se cumplió. 

Al abate Vacchetta le sucedió en la administración del Economato General cierto abogado llamado Fenoglio. Don Bosco no conocía los 
sentimientos de este señor para con el Oratorio; pero la respuesta a su petición fue favorable. 

El Ecónomo General, que suscribe, anuncia a V. S. que el Gobierno de S. M. se ha dignado concederle, con cargo a este Economato 
General, la suma de quinientas liras a título de subsidio y en beneficio de los cincuenta y ocho clérigos nombrados en la nota aneja a la 
petición. 

Dicha suma será entregada por esta Oficina General a V. S. o a la persona encargada por usted para retirarla, con tal de que dicha 
persona sea conocida y provista del correspondiente recibo, en papel sellado y debidamente legalizado según el módulo que se acompaña. 

Turín, 13 de junio de 1865. 

El Ecónomo General FENOGLIO 

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((143)) 

CAPITULO XII 

DON BOSCO EN MIRABELLO -SU CARTA AL MARQUES DE FASSATI; EL CONDE DE CAMBURZANO VA 
AGRAVANDOSE; HABLADURIAS SOBRE EL FUTURO ARZOBISPO DE TURIN; CLAUSURA DEL MES DE MARIA EN EL 
ORATORIO Y EN MIRABELLO; SUS SACERDOTES ENFERMOS; LAS OBRAS DE LA IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA Y 
LA TOMBOLA -DON BOSCO VA A PINO TORINESE PARA UNA PRIMERA MISA -LA PREDICHA CURACION DEL 
CLERIGO CERRUTI GRAVEMENTE ENFERMO -OTRAS PREDICCIONES CUMPLIDAS -DON BOSCO DESCUBRE EL 
ESTADO DE UN DIFUNTO -DIA ONOMASTICO DE DON BOSCO -OTRAS DEMOSTRACIONES DE AFECTO -CARTA DE 
DON MIGUEL RUA A DON FRANCISCO PROVERA; LAS CRUCES DEMUESTRAN QUE EL COLEGIO DE LANZO ES OBRA 
DE LA PROVIDENCIA: EFECTOS CONSOLADORES DE LA FIESTA DE SAN LUIS EN MIRABELLO; EL OBISPO DE CASALE 
CONCEDE EXAMENES A LOS CLERIGOS; EJERCICIO DE LA BUENA MUERTE EN LU -LAS LECTURAS CATOLICAS 

EL Siervo de Dios había ordenado que el domingo, 4 de junio, terminase en el Oratorio el mes dedicado a María. El 31 de mayo 
marchaba él a Mirabello. En este colegio se celebraba solemnemente el día 1.° de junio, jueves, la clausura de dicho mes, con asistencia 
del Obispo de Casale y un selecto acompañamiento de párrocos y otros sacerdotes. También honraba la fiesta con su presencia la condesa 
de Callori. Los alumnos representaron la comedia en Latín Phasmatonices, que salió bordada. 

De vuelta a Turín escribía don Bosco al marqués de Fassati: 

((144)) Turín, 4 de junio de 1865. 

Ilmo. y queridísimo señor Marqués: 

Desde que V. S. partió para Roma con su familia no he recibido noticia alguna de ustedes; espero, no obstante, que Dios habrá 
escuchado nuestras pobres oraciones y les habrá conservado a todos en santa gracia y bendición. 
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Tenemos un criado suyo, el de Carignano, que asiste a la escuela del Oratorio y parece poseer buenas ideas y buenas costumbres. No he 
vuelto a ver, sino por carta, a la señora Duquesa, que ordinariamente reside en Borgo. Al presente, sin embargo, se halla en casa del 
conde de Camburzano de quien me dicen va cada día de mal en peor. Verdaderamente hay que reconocer, señor Marqués, que Dios tiene 
sus fines. Creo que quiere mandar grandes tribulaciones a esta santa familia para prepararle el debido premio en el paraíso, sin ni siquiera 
tocar el purgatorio. 

Por todos los rincones se habla de los futuros Obispos. Cada uno opina según le place. Parece voz digna de crédito que en la terna de 
Turín están: 1.° monseñor Ballerini; 2.° Calabiana; 3.° Riccardi. 

Roguemos a Dios para que acabe bien esta ardua empresa. 

Hoy se celebra la fiesta del Estatuto. En Turín no hay movimiento, excepción hecha del barro y la lluvia, que hacen muy incómodo el 
tránsito por las calles. 

Hoy mismo hemos celebrado la clausura del mes de María con la máxima satisfacción. íSi viese con qué elegancia ha sido adornado su 
altar! Música, cantos y órgano, oraciones, sermones, etc., todo en marcha. El canónigo Nasi ofició y predicó. 

La iglesia de María Auxiliadora está ya a dos metros sobre el pavimento y se trabaja en ella activamente. Pero la señora Marquesa 
preguntará: -»Y cómo van las deudas? 

Debo decirle que con su partida he perdido el sostén principal de las mismas; pero el Señor no ha permitido hasta ahora que nos faltase 
nada que haya podido retardar los trabajos. 

El jueves hubo una representación latina en Mirabello. Asistió monseñor Calabiana con numeroso clero; todo resultó brillante. 
Hablamos mucho de usted y, al decir que yo le escribiría en breve, el Obispo, don Miguel Rúa, la condesa de Callori y Cerruti me 
encargaron presentara a toda la familia sus respetuosos saludos. 

El Señor ha visitado nuestras casas. Don Víctor Alasonatti, el Director y el Ecónomo de Lanzo, más el Director espiritual de nuestras 
escuelas, cayeron enfermos los cuatro al mismo tiempo, y por ahora no se ve esperanza de curación. Sicut Domino placuit, ita factum est 
(Tal como plugo al Señor, así se hizo). 

Nuestra tómbola está bien encaminada. S. A. R. el príncipe Amadeo, ((145)) el príncipe Eugenio, la Duquesa de Génova, el príncipe 
Tomás y la princesa Margarita se ofrecieron como promotores principales. Tenemos ya la aprobación de una considerable cantidad de 
boletos. Apenas haya terminado la lotería de los sordomudos (7 de los corrientes) empezaremos enseguida a despacharlos. 

Todos los de casa les saludamos respetuosamente y les deseamos todo bien del cielo a usted, a la piadosa señora Marquesa, a Acelia, y 
a toda la respetable familia del señor conde Eugenio de Maistre. Dios les conceda a todos salud y gracia para vivir felices y salvarse para 
la eternidad. 

Que Dios le bendiga, señor Marqués, y créame como con sincera gratitud me profeso 

De V. S. Ilma. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

P.S. Ruégole ponga la carta que incluyo en cualquier buzón. 
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El 10 de junio, sábado precedente a la fiesta de la Santísima Trinidad, monseñor Balma, arzobispo titular de Tolemaida, confirió la 
orden presbiteral a don José Lazzero. Don Bosco acompañó al nuevo sacerdote a su pueblo natal, Pino Torinese, asistió a su primera misa 
y pronunció el sermón. El párroco, don Santiago Aubert, que hospedó al amigo don Bosco, el clero, la familia, la población festejaron 
como mejor pudieron el fausto acontecimiento. Lo mismo sucedió en el Oratorio, puesto que don José Lazzero era querido por todos. 

Mientras tanto, el colegio de Mirabello había recibido la alegría del cumplimiento de una predicción hecha por don Bosco, en su última 
visita. Merece la pena exponerla con todos sus detalles. 

En el curso escolar de 1864-1865 se confiaron al clérigo Francisco Cerruti, profesor, los cursos cuarto y quinto de bachillerato del 
seminario menor. 

Era él enfermizo, y las muchas fatigas sufridas habían agotado sus fuerzas, por lo que don Miguel Rúa había pedido a don Bosco que lo 
dispensase de unas clases tan pesadas. Pero don Bosco respondió: 

-íQue siga Cerruti con sus clases! 

((146)) El buen clérigo obedeció, pero al final de abril cayó gravemente enfermo. 

El mismo atestigua lo siguiente: «Me había sorprendido un gran cansancio y postración; tenía esputos sanguinolentos, bastante 
frecuentes; a más, una tos catarral persistente, fiebre casi continua, respiración afanosa. El doctor Pasini creyó que se trataba de bronquitis 
seria y descuidada. 

»Por entonces vino don Bosco a Mirabello; me preguntó por la enfermedad que me aquejaba y me aconsejó unas píldoras que, a decir 
verdad, me hicieron mucho mal. A la hora de partir me dijo: 

»-Todavía no es tu hora; estáte tranquilo; aún tienes que trabajar mucho para ganarte el Paraíso. 

»Pero el mal aumentó tanto que el médico creyó desesperada mi curación. Recuerdo siempre que en cierta ocasión, estando yo presente, 
dijo: 

»-Ya no quedan remedios para aplicarle, el mal es muy grave y las fuerzas están demasiado gastadas; por tanto, reposo absoluto y 
silencio riguroso; no queda más que dejar actuar a la naturaleza. 

»Don Miguel Rúa, el director, que en su caridad me prodigaba los más atentos cuidados, hacía rezar mañana y tarde a los alumnos, 
como se acostumbra en los casos graves; pero la enfermedad no parecía 
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disminuir. Fue don Miguel Rúa a Turín, habló de ello a Don Bosco y, al volver, me dijo: 

»-»Sabes una cosa? No ha llegado tu hora, debes pensar en curar. Más aún, me preguntó: »quién es el médico que atiende a Cerruti? 

»-El doctor Pasini. 

»Y él respondió: 

»-íEntonces ese médico no lo entiende! 

»El mismo día en que don Miguel Rúa me comunicó la respuesta de don Bosco, recuerdo que tuve tal acceso de tos que, no pudiendo 
resistir, me eché sobre la cama y aun allí me parecía que iba a morir de un momento a otro. 

»No obstante, el día después volví a mi clase de quinto de bachillerato. Por la noche estaba mejor y al día siguiente me sentí ((147)) 
casi totalmente curado y seguí dando clase hasta final de curso. Confiado en las palabras de don Bosco, iba cada semana a Turín para 
asistir a alguna clase en la Universidad, sin sentir molestia alguna. 
Todavía más; en julio de aquel mismo año pude prepararme y rendir examen de historia moderna en la misma Universidad, en la que 
estaba matriculado como estudiante de la facultad de Filosofía y Letras. 

»Recuerdo, además, que el médico no podía comprender mi curación, de modo que, aún después de varios meses, me preguntaba 
asombrado si verdaderamente me encontraba bien. 

»-Es cierto, añadía; la naturaleza tiene muchos secretos que nosotros todavía no conocemos. 

»No se pudo saber más de él, porque, pese a su honestidad, era poco inclinado a las prácticas religiosas. Desgraciadamente contribuía a 
ello, muy en particular, la lectura de cierta Revista Científica que recibía mensualmente de París y de la que me dio a leer algunos 
artículos que trataban del origen símico del hombre, los cuales, por la gracia de Dios, le devolví después de leerlos, rogándole no me 
mandase más. 

»Humanamente hablando no creo yo que hubiese podido sobrevivir sin un milagro, dado el largo estado de postración de fuerzas, el 
excesivo cansancio y la vehemencia del mal soportado más de un mes». 

El mismo don Miguel Rúa escribía el 11 de julio a don Francisco Provera, prefecto de Lanzo: «Deseas tener noticias de nuestro querido 
Cerruti y con sumo gusto lo hago, ya que puedo dártelas buenas. Después de un mes de enfermedad, se ha restablecido y se 
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encuentra quizá mejor de lo que estuvo durante todo el año; ha reemprendido sus clases y demás ocupaciones. Quiera el Señor 
conservárnoslo con salud; te lo digo sinceramente de corazón, ya que continúa siendo siempre el buen Cerruti». 

Daremos también noticias de otras predicciones cumplidas. Don Joaquín Berto escribía muchos años antes de que muriese don Bosco: 

((148)) «Era el 1865. Un sábado por la tarde, a finales del curso escolástico, me confesaba con él en el coro de la iglesia. Había yo 
terminado el quinto de bachillerato y le exponía alguna dificultad que encontraba para abrazar el estado eclesiástico y, por tanto, para 
quedarme en el Oratorio. El, previendo las dificultades y adivinando mi pensamiento, me dijo: 

»-Mira, no te preocupes por tus padres, porque lo mismo tu padre que tu madre, se salvarán. 

»-Muy bien, dije yo; pero siento que me falta capacidad para llegar a ser un digno eclesiástico. 

»-No temas; haz lo que puedas y saldrás adelante. 

»-Bueno, proseguí; yo, muy contento de quedarme aquí; y, si abrazo el estado eclesiástico, es solamente para quedarme a su lado, bajo 
su paternal dirección porque usted conoce bien mi modo de ser. No tengo ninguna dificultad: solamente desearía, para perseverar, y 
únicamente para salvar mi alma, poder confesarme siempre con usted, en quien he puesto mi ilimitada confianza. 

»Don Bosco me respondió: 

»-Y como confianza pide confianza, yo te diré que si tú tuvieras que separarte de mí, sería por poco tiempo». 

Efectivamente, fue siempre secretario particular de don Bosco. Tenía el aposento junto al suyo. Y solamente durante los dos últimos 
años de vida del Siervo de Dios fue sustituido en aquel cargo de confianza por otro hermano. El pasó a archivero; pero en su nuevo cargo 
seguía teniendo entrada libre en la habitación de don Bosco, aun cuando se le dio otra habitación, puesto que las circunstancias exigían 
que don Miguel Rúa ocupara la habitación contigua a la del Rector Mayor. 

El joven Luis Tamone, aprendiz de zapatero, oyó también la predicción de su porvenir. Fue el año 1865 a despedirse de don Bosco, 
antes de partir para su casa en Giaveno; ((149)) díjole que quería alistarse en el ejército como músico de la banda, pues tocaba muy bien 
la trompa. 

-Bueno, le replicó don Bosco; »quieres ser músico? Pues bien, 
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sábete que a los cuarenta años dejarás de tocar y de trabajar; abandona ese proyecto. 

Tamone volvió a casa, siguió su oficio de zapatero, hizo una modesta fortuna y precisamente a los cuarenta años empezó a sentir fuertes 
molestias de estómago, que le impidieron el ejercicio de su oficio y mucho más tocar su instrumento. Tuvo que conformarse con hacer de 
mozo en el ayuntamiento y recordaba el año 1897 la predicción de don Bosco, asegurando que la debilidad del estómago nunca le había 
dejado en paz. 

Además del don de predicción con sus alumnos, parecía que don Bosco tenía también conocimiento del más allá. 

El joven José Perazzo narraba este mismo año a don Joaquín Berto el hecho siguiente: 

«Había muerto mi padre y yo, lleno de aflicción, deseaba conocer su estado en el otro mundo. Pedí entonces a don Bosco que rogase 
por él y don Bosco me dijo un día, cuando me confesaba, estas textuales palabras: 

»-He visto a tu padre; estaba vestido de esta manera... 

»Y me hizo una descripción tan detallada y escultórica que inmediatamente lo reconocí. 

»-Esa era su fisonomía, le dije; él solía ir vestido de ese modo. 

»-Pues bien, continuó don Bosco, tu padre se encuentra aún en el purgatorio; ruega por él y pronto irá al paraíso. 

»Era algo singular; don Bosco no había visto nunca ni conocía a mi padre». 

Mientras tanto llegó el mes de junio. Se acercaba el día onomástico de don Bosco y de todas partes se recibían cartas de los antiguos 
alumnos felicitándole y manifestándole su gratitud. Son cartas dignas de conservarse y de leerse por el gran aprecio que demuestran al 
Siervo de Dios. Nos contentaremos con presentar una de muestra: 

((150)) Desde el Monasterio, 20 de junio de 1865. 

Mi amado Padre: 

Después de largo e imperdonable silencio, escribo finalmente estas líneas, por no dejar pasar una ocasión tan feliz como la de su día 
onomástico. Juntamente conmigo le felicitan todos los Padres de esta santa casa y se encomiendan a sus oraciones. Ya sabe usted que soy 
un loco; pero también sabe que le quiero tiernamente, por lo que espero crea que siempre le he considerado como a un tierno padre, 
aunque no le haya escrito. Con sumo gusto quisiera sentarme el viernes por la tarde, como hace ahora tres años junto a don Bosco y 
abrazarle y contarle muchas, muchas cosas..., pero ya que esto me es imposible, nada me impide rezar por usted, estar muy cerca de 
usted, mi querido Padre, mi incomparable don Bosco, a quien amo en Jesús y 
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María más que a nadie después de Dios. Y digo más que a nadie después de Dios porque si mis padres me dieron la vida física, usted me 
dio la vida del alma, que es un don mucho más apreciable. Y el don más grande que usted me ofreció fue el haberme enviado a este 
Monasterio... 

»Sabe que alguna vez he hablado con usted y me he encomendado a sus oraciones con la seguridad moral de que usted me oía desde 
ahí? Ciertamente, yo no lo dudo: usted me ha oído y ha rezado por mí... 

Si se digna responderme, lo que no hay que decir cuánto lo deseo, déme alguno de sus consejos, una de aquellas advertencias... Y 
ruegue, ruegue por mí. Ruegue a María Santísima para que no ceda jamás a las insinuaciones malignas del demonio, para que ame 
siempre a esta bonísima protectora y siempre tenga que recurrir a Ella como a la única áncora que me queda, la única brújula que me guía 
a Jesús. 

Le ruego salude a don Víctor Alasonatti, a mi querido Caballero, a don Juan Bautista Francesia, al meláncólico don Juan Bautista 
Cagliero, al reverendo Boggero, a los cuales recuerdo cada día y a todos los demás, con Don o sin él, a quienes aprecio y amo como 
hermanos. Me recomiende a las oraciones de la Casa. Diga a J... y a R... que les suplico me obtengan la perseverancia y que cuento 
mucho con sus oraciones. 

Y a usted, padre mío, »qué le diré? »Qué felicidades desearle? Me uno a todo lo bueno y grato que se dirá en esta fiesta del Oratorio y 
especialmente a todo lo que el tierno afecto de don Juan Bta. Francesia sabrá escribir, prometiéndole mis pobres oraciones y la comunión 
del sábado. 

Rogándole me bendiga, y como si yo estuviese de rodillas ante usted, besando con efusión su sagrada mano, me suscribo 

JERONIMO MARIA SUTTIL 

((151)) Era la noche de la vigilia de san Juan. Los edificios aparecían espléndidamente iluminados. Un amplio espacio circular del 
patio, cercado por altos postes con banderas, estaba lleno de bancos donde se sentaban los alumnos. Había un trono preparado para don 
Bosco y frente a él un gran palco con gradas para la banda y los cantores que debían interpretar el himno. A ambos lados del trono, 
asientos para un gran número de bienhechores y en el centro de aquel anfiteatro una mesa donde se veían los regalos y ramos de flores. 

Poetas y prosistas leían sus composiciones, alternando con las sinfonías y los aplausos a don Bosco, que se unía con frecuencia a ellos 
transformando la fiesta en una demostración de común alegría. 
Cerró el acto don Bosco con un discursito. Parecía sereno, no obstante la enfermedad de sus cuatro colaboradores. Pero su resignación no 
impidió que manifestara a los muchachos su pena y que les rogara le ayudasen a llevar aquella cruz. Muchos lloraron, cuando aludió a la 
cercana muerte de don Víctor Alasonatti. 

Las demostraciones de amor a don Bosco no se limitaban a su día onomástico; aunque con menos solemnidad, se repetían 
frecuentemente 
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las fiestas escolares y religiosas, y cuando aparecía en los patios, en las clases, en el salón de estudio, en los talleres y hasta en las calles 
de la ciudad. Por dos veces vimos nosotros mismos un grupo de ochenta alumnos que volvían de paseo y, al encontrarse con don Bosco 
en una plaza llena de gente, rompieron filas, corrieron a su encuentro y se amontonaron a su alrededor para besarle la mano. 

El final del mes de junio trajo, junto con la alegría de la fiesta de san Luis, una gran pena para todos los miembros de la Pía Sociedad. 
El director de Lanzo, don Domingo Ruffino, había sido trasladado con grandes cuidados al Oratorio y había suscitado una inmensa 
compasión, sólo al ver cómo le sacaban del coche en condiciones tan desesperadas. 

((152)) El prefecto, don Francisco Provera, había dado la noticia a Mirabello, añadiendo lo que don Bosco había manifestado con 
respecto al colegio de Lanzo. 

Don Miguel Rúa le respondió: 

«En verdad que no fueron muy gratas las noticias de las pruebas a que ha sido sometido ese colegio. Tomanos como propias vuestras 
penas y, por cuanto de nosotros depende, quisiéramos verlas desaparecer por completo, y con tal propósito elevamos continuamente 
nuestras fervientes oraciones al Señor. Por otra parte, nos consuela pensar que vuestras aflicciones parecen una señal de que vuestro 
colegio debe ser obra de la Providencia; es más, en vista de estas pruebas, yo sería del parecer de sugerir a don Bosco que continúen 
teniéndolo abierto. Aquí hemos celebrado varias fiestas, que resultaron muy satisfactorias. 

»Hemos celebrado la de san Luis con procesión de la estatua del Santo regalada por los socios de la Compañía. Se representó, además, 
una comedia teatral cuyo argumento eran las luchas que tuvo que sostener san Luis para hacerse religioso, comedia que en varias 
ocasiones nos hizo derramar lágrimas de ternura y que dejó las mejores impresiones en los que supieron entenderla». 

El protagonista fue Luis Lasagna, alumno aquel año en Mirabello, y de tal modo se posesionó de su papel, que se dejó vencer por la 
llamada del Señor y se hizo salesiano. 

Don Miguel Rúa añadía: «Los clérigos rindieron su examen de nuevo: estuvo presente Monseñor, el cual quedó satisfecho. El jueves de 
la presente semana (el 6) iremos a Lu, para hacer todos juntos el ejercicio de la buena muerte». 

Mientras tanto la tipografía del Oratorio continuaba sus trabajos. 

En el mes de julio salió el opúsculo de las Lecturas Católicas, titulado 
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Magnetismo animal y espiritismo, por un doctor en medicina y cirugía, turinés. Era el doctor Gribaudo. 
El opúsculo presenta algunos rasgos históricos de la pseudomagia blanca y del magnetismo. Trata del elemento natural y del elemento 

((153)) pseudoteúrgico del mismo; de la naturaleza del magnetismo y de los daños que acarrea. 
Se preparaban otros fascículos para los meses siguientes. 
En agosto se publicó: Vida de la beata Margarita María Alacoque, con un apéndice de devotas oraciones al Sagrado Corazón de Jesús. 
En septiembre: Alberto y Nina, narración amena. 
En octubre: Instrucción catequética sobre el Sacramento de la Confirmación, o Santo Crisma, por un párroco de la archidiócesis de 

Turín. Al final del librito se leía esta Advertencia: 
«Este fascículo se publica sin el índice, porque en los próximos meses seguirá otro, que contendrá las oraciones y meditaciones 
oportunas para recibir devotamente el sacramento de la Confirmación y para acercarse con fruto a los sacramentos de la Penitencia y 
Comunión. En dicho fascículo se continuará la numeración de las páginas y de este modo podrá formar un solo volumen con el presente». 
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((154)) 

CAPITULO XIII 

EL DELEGADO PROVINCIAL DE ENSEÑANZA PIDE LA RELACION ANUAL DEL BACHILLERATO -PREOCUPACIONES 
DE DON BOSCO PARA EL CURSO ESCOLAR SIGUIENTE -EL COLEGIO DE CAVOUR ES OFRECIDO A DON BOSCO, EL 
CUAL INVITA AL PROFESOR CANTU A ACEPTAR LA DIRECCION; INVITACION Y CONSEJOS DE AMADEO PEYRON; 
CONVENIO NO ACEPTADO -OTRO PROYECTO DE UNA FUNDACION ESCOLAR EN OCCIMIANO -DON BOSCO ES 
ESPERADO EN LANZO PARA DECIDIR EL DESTINO DE AQUEL COLEGIO -ADMIRA LA VIRTUD DE DON FRANCISCO 
PROVERA EN LOS SUFRIMIENTOS -MUERTE DE DON DOMINGO RUFFINO: PALABRAS LAUDATORIAS DE DON BOSCO, 
DE EL Y DE OTROS JOVENES DEL ORATORIO -CARTA DE DON BOSCO A LA CONDESA DE CALLORI, EN LA QUE 
EXPONE SU ESTADO DE ANIMO EN AQUELLOS DIAS -EXPLICACIONES SOBRE UNA PREDICCION RESEÑADA EN LA 
CRONICA DE RUFFINO -AUGURIOS PARA EL DIA ONOMASTICO DE UN AMIGO -NUEVO GOBERNADOR DE TURIN 
-DON BOSCO EN SAN IGNACIO Y EN LANZO: QUEDA ASEGURADA LA CONTINUACION DE AQUEL COLEGIO -SU 
CARTA A UN CLERIGO -ULTIMA CHARLA DE DON BOSCO -FIN DE CURSO; INTREPIDEZ CRISTIANA; ALUSION A LA 
PROXIMA MUERTE DE DON VICTOR ALASONATTI -CARTA AL PROVICARIO CANONIGO VOGLIOTTI ACERCA DEL 
EXAMEN PARA LA IMPOSICION DE SOTANAS 

EL día 30 de junio recibió don Bosco del Delegado provincial de enseñanza, Francisco Selmi, la petición de la acostumbrada relación y 
cuestionario sobre su Centro para enviar al Ministerio. Mientras ordenaba la respuesta, no podía dejar de pensar en el curso venidero. 
Tres de sus sacerdotes Alasonatti, Ruffino y Fusero, habilitados ((155)) para la enseñanza del bachillerato, se encontraban gravemente 
enfermos. Otro diplomado estaba también muy delicado de salud y el quinto había ido al seminario. Al mismo tiempo, hacía más de un 
mes que el Ayuntamiento de Cavour había 
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renovado las instancias, suspendidas en 1860, para confiarle el colegio-internado, cerrado desde hacía algún tiempo. Don Bosco, llevado 
de su ardiente deseo de hacer el bien a la juventud allí donde pudiese, y también para condescender con las instancias del famoso 
helenista, miembro de la Real Academia de Ciencias, profesor de Teología, Letras y Filosofía en la Universidad de Turín y buen amigo, 
al abate Amadeo Peyrón, se inclinaba por llegar a un acuerdo. 

Se trataba de los cuatro cursos elementales y de los cinco del Bachillerato. El alcalde, caballero César Cauda, comandante general, 
había ido a Turín para tratar de ello con don Bosco. Hubo un intercambio de cartas y no quedó más divergencia que el importe de los 
sueldos: si diez mil o si ocho mil liras anuales. En cuanto al personal, no le faltaban asistentes; no le era difícil proveer de maestros 
aprobados para los cursos elementales; pero carecía de maestros diplomados especialmente para el bachillerato superior. 

Don Bosco escribió a algunos profesores, amigos suyos, que trabajaban en las escuelas públicas, proponiéndoles una cátedra en el 
colegio de Cavour con un sueldo equitativo. Entre otros escribió al profesor Angel Cantú de Carmagnola, presbítero, que actuaba en el 
Liceo de Savona. 

Carísimo Cantú: 

Del dicho al hecho va mucho trecho, »verdad? Veamos, sin embargo, si se puede remediar este trecho. 

Se dijo alguna vez el año pasado que, si se trataba de abrir un colegio nuevo, usted estaría dispuesto de buen grado a tomar parte. Ahora 
se trata de abrir el de Cavour, y necesito personal directivo: »aceptaría usted la dirección del mismo? »O bien se sometería a otro cargo 
dirigente o docente? Estas son mis preguntas. 

Si en principio me dice que sí, le escribiré dándole detalles y creo que fácilmente nos pondríamos de acuerdo; de lo contrario, re infesta, 
redibo. 

((156)) Le ruego rece por el pobre don Bosco, que lleva entre manos tantas cosas para los demás y se olvida de sí mismo. Dios le 
bendiga y le conceda salud y gracia, mientras con todo afecto me profeso 

DeV. S. 

Turín. 4 de julio de 1865. 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El abate Amadeo Peyrón escribía a don Bosco la siguiente carta: 

Turín, 17 de junio de 1865. 

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Muy reverendo Señor: 

Por el bien que se puede hacer en Cavour, le notifico que el Ayuntamiento está decidido a poner un colegio de bachillerato. Persiste en 
las ocho mil liras; me comunicó además un escrito suyo con lo que usted exige al Ayuntamiento, pero desearía también que constaran por 
escrito las obligaciones que usted asume. Esto sentado, estoy convencido de que no se podrá hacer nada, sin que el Ayuntamiento y usted 
platiquen inmediatamente y dialoguen juntos. 

A este fin le propongo que venga a Cavour y acepte hospedarse en mi pequeña quinta, donde, tanto mi familia como yo, le recibiremos 
como a un ángel venido del cielo. Si me comunica el día y la hora de su llegada a Pinerolo, le mandaré mi calesa para recibirlo. 

Pero, antes de venir, procure entrevistarse con el señor Cura de Cavour, que ahora se encuentra en Turín e irá a visitarle. El puede 
informarle oportunamente y comprender las posibles transacciones que me comunicará. Una vez que usted llegue a Cavour, el Párroco se 
mantendrá al margen, para no comprometerse, y actuaré yo, juntamente con mi sobrino, que pertenece al Ayuntamiento. 

En cuanto a las obligaciones que usted asume, le aconsejaría que añadiera unas escuelas nocturnas durante los meses de invierno. Está 
esto de moda y nosotros debemos acomodarnos a los gustos de los hombres de hoy para que ellos acepten los nuestros. 

Le ruego se acuerde del muchacho de Cavour, que se llama Bima, y que yo le recomendé este invierno; usted me aseguró que lo 
admitiría el próximo agosto. 

Con el mayor respeto, me profeso de usted 

Su seguro servidor AMADEO PEYRON 

((157)) Don Bosco se atuvo a los consejos del Abate; expuso sus ideas por escrito, en forma de contrato, y las presentó al Municipio. 
Más tarde hubo que suspender estas diligencias, quizá por lo bajo de la suma salarial a repartir entre nueve profesores, todos titulados; 
quizá, porque ni el profesor Cantú, delicado de salud, ni los otros colegas pudieron aceptar la invitación. Quizá, hubo también otras 
razones; mas para don Bosco no fue tiempo perdido, ya que tuvo ocasión de estudiar y formarse un criterio justo acerca de las 
condiciones a poner, si por acaso tuviese que aceptar otra vez la dirección y administración de un colegio-internado municipal. He aquí, a 
título de documento, cuáles fueron las condiciones por él propuestas a Cavour. 

PROYECTO 

PARA LA REAPERTURA DEL COLEGIO INTERNADO DE CAVOUR 

Vista la votación emitida por los señores Concejales del Municipio de Cavour, en la sesión del 19 de mayo último, para la reapertura 
del antiguo colegio-internado de la población y tomada en consideración la invitación hecha en el acta de formular una propuesta sobre lo 
acordado; considerado, asimismo, el contenido de las 
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cartas que la acompañaban, con el único objeto de promover el bien moral y científico de la juventud estudiantil de Cavour y pueblos 
limítrofes, el acta se reduciría a los siguientes artículos: 

1.° El Ayuntamiento de Cavour, en su deseo de ver abierto nuevamente el antiguo Colegio y de atender por un medio normal a la 
instrucción elemental y media de la juventud estudiantil de Cavour y pueblos limítrofes, se obliga a pagar la cantidad de diez mil liras al 
presbítero Juan Bosco a fin de que él provea a la legal y normal enseñanza de los cuatro cursos elementales y los cinco del bachillerato 
(véase Acta antes dicha). 

2.° El Ayuntamiento cede el local del Colegio y el jardin anejo, para uso de las escuelas, mas no podrá cambiarse su fin. 

3.° El Ayuntamiento establecerá una cuota a pagar, tanto para los cavourenses como para los forasteros que participen de la enseñanza. 
Los internos quedan dispensados de ella. 

4.° El sacerdote Juan Bosco por su parte dotará al Colegio de maestros aprobados para la enseñanza elemental y media y seguirá los 
programas y disciplinas oficiales. 

((158)) 5.° Todos los gastos de instalación correrán a cargo del presbítero Bosco. El Ayuntamiento, como propietario que es, se obliga a 
hacer las reparaciones necesarias para la conservación y uso de los respectivos locales, de acuerdo con lo dispuesto por las leyes civiles. 

6.° El Ayuntamiento proveerá del material necesario para la primera instalación de las clases; en lo sucesivo correrán a cargo de don 
Bosco los gastos de escritorio, reparación de bancos, mesas y leña para el invierno. 

7.° El Ayuntamiento no se opone a que haya escuelas nocturnas para adultos y a que se reúnan los días festivos para aprender música 

vocal e instrumental, según las posibilidades. 

El Ayuntamiento fijará cada año la cantidad de ciento cincuenta liras para premios de las respectivas clases a fin de año. 

8.° Todos los muchachos de Cavour podrán participar en las diversas ramas de enseñanza que se dan en las clases elementales y 

medias, pero todos los alumnos deberán atenerse a la disciplina y a los horarios establecidos en cada clase. 

9.° Por lo que toca a moral y religión, el Ayuntamiento se remite al presbítero Bosco, de acuerdo con el párroco de esta localidad. 

10.° Las clases se abrirán a principio del curso escolar 1865-66. 

11.° Si por cualquier motivo razonable el Ayuntamiento no quisiese continuar con el presente convenio (lo que ciertamente no 

sucederá) presentará la preventiva notificación al sacerdote Bosco, de cinco años, a fin de que pueda tomar sus medidas y no sufra la obra 
de beneficencia pública que dirige en Turín. 

12.° Teniendo en cuenta los graves gastos a que debe someterse el sacerdote Bosco, el Ayuntamiento procurará anticipar este año la 
suma de cinco mil liras para el próximo octubre. El resto y en los años sucesivos, las entregas se harán al vencimiento, según las leyes. 

13.° Cualquier otra cosa que necesite el sacerdote Bosco y que no ocasione dispendio al Ayuntamiento, será tratada verbalmente. 

A la par que este proyecto se esfumaba, otras personas amantes de la educación cristiana de la juventud, le proponían y alentaban 

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para otro, que debería llevarse a efecto en Occimiano, pueblo grande en la diócesis de Casale, y no muy lejos de Mirabello. También aquí 
querían un colegio-internado, y don Bosco, que no parecía oponerse, dejó que los promotores de la idea se entendiesen con los 
principales personajes del pueblo. »Pensaba tal vez ((159)) que en el futuro no podría albergar en el Seminario Menor de Mirabello a 
todos los jóvenes que acudieran a él? »Preveía ya la conveniencia de tener que abandonar Mirabello? De momento no se apresuró a tomar 
ningún compromiso, por más que el deseo de ver realizado aquel plan se mantuviera vivo por bastante tiempo en Occimiano. Pero 
también esta proposición debía disiparse como la de Cavour. 

Muy Reverendo Señor: 

Tenga la bondad de perdonarme el haber tardado algún tiempo en responderle sobre la misión que me encomendó al partir de Turín. El 
deseo de poder darle noticias más ciertas me detuvo hasta hoy. He hablado con el marqués Da Passano, propietario del local que usted 
sabe, llamado el Convento. El Marqués está muy contento de cederle dicho local, sobre todo por tratarse de una obra provechosa para la 
población. El provecho es espiritual y material y esto convierte al señor Marqués en uno de los más entusiastas promotores de la empresa. 
He hablado con muchos del pueblo y todos me cantaron la misma canción, esto es, que don Bosco, en vez de establecerse en Mirabello 
hubiera hecho mejor quedándose en Occimiano Y fundando su colegio en el Convento, lugar adaptado para este fin solamente. Cuando 
les hice saber que don Bosco estaría dispuesto todavía a venir, si el pueblo lo deseaba, entonces dijeron que el Ayuntamiento debería 
hacer la petición y ofrecerse espontáneamente con favorable disposición. Ante esta propuesta solamente dos o tres quedaron algo fríos; 
pero tal vez entendieron no aprobar esta petición hecha a usted, sin que estuviera en su ánimo oponerse directamente cuando se tratase de 
su venida. En cualquier sentido que se tome este desacuerdo, no hay que extrañarse porque sabe usted muy bien que es muy difícil 
obtener el acuerdo perfecto en cualquier cosa. 

Termino animándole, como me encomendó el mismo señor Marqués, y exhortándole a que no tema, pues todo saldrá bien. Haga su 
interpelación al Ayuntamiento de la siguiente forma: 

«Dado que no basta a la necesidad el centro de Mirabello, estaría dispuesto, si es del agrado del pueblo, a fundar otro colegio en 
Occimiano. Pero, antes de iniciar ningún convenio, querría conocer el parecer del Ayuntamiento sobre el particular». A esta proposición, 
el Ayuntamiento necesariamente debe responder algo y, por tanto, se reunirá el Consejo, se discutirá la cuestión y quede tranquilo 
porque, según espero, tendrá una votación favorable. 

Estaría también muy bien que trabara alguna relación con el administrador de Casale y alcanzara de dicho señor ((160)) que haga él su 
propuesta, ya que es persona muy influyente en el pueblo de Occimiano y resultaría un apoyo considerable para el plan. Consultados los 
concejales por un superior suyo, deberán responder rápidamente y no osarán rechazar este ofrecimiento sin aducir buenas y sólidas 
razones. Haga como mejor le parezca; yo no puedo decirle más. 
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El señor Marqués le espera, con ansias de conocerle y entenderse mejor de viva voz sobre este asunto. Le aseguré que usted pasaría 
pronto, cuando vaya a Mirabello a visitar su colegio. 

Acepte mis más cordiales saludos, junto con los del señor Marqués. 

Besa su mano y se profesa 

Occimiano, 29 de julio de 1865. 

Afectísimo seguro servidor JOSE ROSSI, Pbro.
Ya el 5 de julio, aunque clavado en una silla y con atroces dolores, el querido don Francisco Provera había escrito:


Queridísimo y reverendísimo Padre don Bosco: 

En Lanzo desean muchísimo su respuesta sobre la continuación del Colegio. El señor Cura Párroco y el reverendo Arró están 
impacientes. Yo, con la distinción de si es afirmativa o negativa: en el primer caso, desearía tenerla cuanto antes; y en el segundo, pediría 
ocho o diez días de tiempo para distribuir los cuatrocientos boletos. Esperé hasta ahora porque tenía que enviar, junto con ellos, unos 
programas. 

Después de una carta mía, el Alcalde nos dio enseguida orden de entrega de dos mil doscientas liras; pero el recaudador no nos ha dado 
nada todavía. Nos prometió una buena cantidad para mediados del corriente mes... 

Por aquí, en general, las cosas van discretamente bien. Espero que don Antonio Sala nos traerá a casa la noticia del día en que 
tendremos la suerte de verle entre nosotros. 

Rezamos y trabajamos para que el Señor le otorgue muchos consuelos, en compensación de los muchos disgustos que ha 
experimentado durante este año. 

Dénos su bendición, querido Padre, y nos encomiende a María Santísima para que nos preserve de nuevas desgracias, especialmente 
espirituales. 

Le saludo respetuosamente en nombre de todos. Me complazco en ser 

De V. S. M. Rvda. 

Su afectísimo hijo en J. C.
FRANCISCO PROVERA, Pbro.


((161)) Leyó don Bosco esta carta, y aquella misma noche, mientras se hablaba en la mesa de las desgracias que oprimían al colegio de 
Lanzo y al Oratorio, dijo: 

-El que es admirable en todo esto es don Francisco Provera. No solamente se mantiene sereno en medio de sus males, sino que halla 
modo para consolar a los demás. 

Y, respondiendo a su invitación, por medio de don Antonio Sala, le hacía saber que pasaría por el colegio cuando llegase el tiempo de ir 
a ejercicios a San Ignacio. El buen Padre no se sentía con ánimo para separarse del Oratorio, mientras el pobre don Domingo Ruffino 
parecía llegar al término de sus días. 

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Efectivamente éste murió el 16 de julio, día consagrado a la memoria de la Virgen del Carmen. Tenía veinticinco años. Lleno de buena 
voluntad, había gastado su vida y su energía en favor de aquel nuevo colegio, haciendo concebir de sí mismo las mejores esperanzas. Don 
Bosco cerró sus ojos y salió de la habitación llorando. 

-Querido Ruffino, dijo, tú me has ayudado y yo no te olvidaré nunca. 

José Daghero, alumno del tercero de bachillerato, fue quien oyó estas palabras. 

Don Bosco recordó a menudo a don Domingo Ruffino. El año 1884, diecinueve después de su muerte, decía: 

-íQué alma más hermosa tenía don Domingo Ruffino, el hermano de nuestro Santiago! Parecía un ángel en carne humana; embelesaba 
verlo: su cara era más devota que ésa con la que se suelen pintar los cuadros de san Luis. íCuántos ángeles ha regalado el buen Dios a 
nuestra Pía Sociedad! La misma vida de Domingo Savio, de Miguel Magone, de Francisco Besucco, desaparece ante la edificante 
conducta de muchos otros, que permanecen desconocidos y de los que nunca hubo nada que decir por sus angelicales costumbres. 

Y añadía sus nombres. 

Demostraba su reconocimiento al difunto, no solamente recordándolo, sino con la caridad que dispensaba a su hermana. Nos lo ((162)) 
dice una carta suya, dirigida a la benemérita condesa de Callori, de la que también deducimos el estado de ánimo del Venerable por 
aquellos días. 

Benemérita señora Condesa: 

La joven Ruffino se halla ausente y no podré avisarle que se prepare para mañana; su madre está pasando unos días con el Vicario de 
Lanzo. Apenas pueda hablar con una de las dos, veré qué determinan hacer e informaré enseguida a V. S. Benemérita. 

No me he olvidado del libro; lo tengo muy presente; pero ha sido imposible imprimirlo. Vea usted. Cinco sacerdotes de los más 
importantes cayeron enfermos a la par. Don Domingo Ruffino, ayer hizo ocho días, volaba gloriosamente al cielo; el valiente don Víctor 
Alasonatti está a punto de seguirle; de los otros tres queda una esperanza remota de curación. Imagine los gastos, las molestias y cargas 
que han caído sobre las espaldas del pobre don Bosco en estos momentos. 

No piense, sin embargo, que esté abatido; cansado solamente. El Señor dio, transformó, arrebató cuando le pareció bien; íbendito sea 
siempre su santo nombre! Me consuela esperar que tras la tempestad nos vendrá la calma. 

Señora Condesa, me encuentro en un momento en el que necesito luz y fuerzas; ayúdeme con sus oraciones; encomiéndeme también a 
las almas santas que usted conoce. 
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Por mi parte no dejaré de invocar las bendiciones del cielo sobre usted, su señor marido y toda su respetable familia, mientras tengo el 
honor de profesarme con la más sentida gratitud, 

De V. S. benemérita 

Turín, 24 de julio de 1865. 

Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Los papeles del querido don Domingo Ruffino fueron cuidadosamente recogidos. Estaba también entre ellos su Crónica del Oratorio, en 
la que se lee esta nota: 

«Octubre 1859.-Don Bosco me dijo en cierta ocasión: ''Debes vivir todavía una vez y media lo que has vivido''. Yo le había dicho por 
equivocación, que tenía dieciocho años, aunque tenía diecinueve». 

((163)) Ruffino había preguntado a don Bosco cuánto tiempo le quedaba todavía de vida; y, al escribir la referida respuesta, dio una 
prueba evidente de la importancia que la atribuyó, sabiendo por experiencia cuántas veces se habían cumplido las palabras del Siervo de 
Dios. 

Pero si don Bosco predijo en esta ocasión, »entendió Ruffino el verdadero sentido de aquellas palabras? Parece que no; don Bosco no 
podía aludir a su vida natural, ya que Ruffino murió a la edad de veinticinco años. Además precisamente en esta muerte precoz hay que 
buscar la razón por la que don Bosco no explicó claramente su pensamiento, pues él, prudentísimo como era, no dejaba vislumbrar 
semejantes secretos a los jóvenes que sabía maduros para la eternidad. Creemos, por tanto, poder decir que don Bosco habló de su vida 
salesiana o sea, desde el curso 1855-56, durante el cual él, aún estando en el Seminario de Giaveno, había decidido entregarse a don 
Bosco. 

Recordarán los lectores lo que escribimos en nuestro quinto volumen. Desde el año dicho, hasta el 1859 habían transcurrido cuatro 
años; y transcurrieron otros cuatro hasta el otoño de 1863 y dos más desde otoño de 1863 a 1865. 

En este caso, esta es nuestra opinión. Tampoco las profecías de la Sagrada Escritura deben entenderse todas en sentido literal. Por otra 
parte, juzgue cada cual como le parezca bien. 

Habríamos podido prescindir de la nota citada y así dispensarnos de toda explicación; pero hemos preferido referirla, porque no 
callamos nada, ni tenemos nada que ocultar de cuanto se relaciona con don 
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Bosco. La hemos referido, además, para que nadie pudiese acusarnos de haberla omitido, y al mismo tiempo para declarar, tanto a los que 
aprueban las expuestas reflexiones como a los que no, que nosotros, los primeros, no queremos pretender que el Siervo de Dios haya 
querido o debido profetizar siempre que conversaba o era preguntado. 

Don Bosco, aun en medio de su dolor, no olvidaba a sus ((164)) amigos, a los que trataba con inalterable jovialidad. Así, el 19 de julio 
escribía «al célebre doctor Vicente Lanfranchi -sus manos», enviándole, a lo que parece, una debida gratificación, o quizá un simple 
augurio de largos y largos años de vida. 

VIVA SAN VICENTE 

Y QUIEN LLEVA SU NOMBRE 

Si favorable
me fuere el viento,
haría rima
con mil y ciento.
Pero el Marsupio 1,
que se ha encogido,
a ciento cincuenta
me ha reducido.


íMil años viva, mil años de vida feliz! Amén. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Mientras tanto, había sucedido al conde Pasolini en el Gobierno Civil de Turín, aunque por poco tiempo, el conde Carlos Cadorna, 
senador del Reino. 

Don Bosco necesitaba acercarse al nuevo Gobernador, ya que precisaba de su benevolencia para la tómbola, y el Señor le abrió el 
camino. El 17 de julio le escribía Cadorna por orden del Ministerio de Gobernación rogándole aceptase en su establecimiento al niño 
Juan Emilio Demonte, de doce años, cuyo padre natural, que era lugarteniente en un Regimiento de Infantería, le había abandonado en 

1 Marsupio. Vocablo italiano del latín MARSUPIUM, que significa bolsa. De donde se llama MARSUPIAL o DIDELFO al mamífero 
que tiene una bolsa abdominal donde guarda las crías. (N. del T.) 
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medio del arroyo, y prometía pagar quince liras mensuales. El pleno consentimiento de don Bosco fue bien recibido y consiguió el fin 
deseado. 

Partió después para San Ignacio. Desde aquel santuario, según costumbre, escribía cartas a los muchachos que le pedían consejo. No 
hemos podido recoger ninguna de las de este año; pero, como hemos encontrado una de estas ((165)) cartitas, de otro año, la 
transcribimos igualmente para que se vea cómo siempre es el amigo de las almas quien habla: 

Dilecto Filio Cibrario Nicolao, salutem in Domino. 

Ut animae tuae curam geram per epistolam tuam postulasti; et exaudita est deprecatio tua. At quantum in te est, cura ut habitu, incessu, 
sermone, gestu, opere agas et vivas quemadmodum decet Clericum in sortem Domini vocatum. 

Dominus conservet te in via mandatorum suorum; ora Deum pro me, et cura ut valeas. 

S. Ignatii apud Lanceum, die 25 Julii 1860. 
Sac. BOSCO JOANNES 
TRADUCCION: 

Al querido hijo Nicolás Cibrario, salud en el Señor: 

Me pediste en tu carta que cuidase de tu alma: tu petición ha sido escuchada. Por lo que a ti toca, procura comportarte y vivir en el 

vestir, el caminar, el hablar y el obrar como conviene a un clérigo llamado al servicio de Dios. 

Que el Señor te conserve en el camino de sus mandamientos. Ruega al Señor por mí y cuida tu salud. 

San Ignacio de Lanzo, 25 de julio de 1860. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Bajó a Lanzo y, después de haber conversado con los concejales del ayuntamiento, por deferencia con el vicario Albert, retiró su 
comunicación de cierre del colegio. 

Volvió a Turín para asistir a la solemne distribución de premios, que era para don Bosco una de las ocasiones preferidas para encaminar 
hacia la virtud el alma de sus jóvenes. 

Empezaba a recordarles con tiempo que tenían que ir a vacaciones, y para que se guardasen del respeto humano les decía: 

«Decir francamente con san Pablo: Non erubesco Evangelium (No me avergüenzo del Evangelio). Sed hombres y no veletas: íEsto vir! 
Frente alta, paso firme en el servicio de Dios; en casa y fuera de ella; en la iglesia y en la plaza. »Qué es el respeto humano? Un monstruo 
de cartón que no muerde. »Qué son las petulantes palabras 

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de los tristes? Burbujas de jabón que se evaporan en un instante. No nos preocupemos de los enemigos y de sus desprecios. El valor de 
los tristes se apoya en el miedo de los demás. Sed valientes y les veréis bajar las alas. Sed de buen ejemplo para todos y ganaréis el 
aprecio y la alabanza de todo el pueblo. Tanto más que sois estudiantes. 

»Un aldeanito con fe, que besa una y otra vez el crucifijo en su cabaña me encanta; pero, un profesor, un capitán, un magistrado, un 
estudiante que, al toque de la campana, ((166)) recita con la familia el Angelus y el De profundis por sus difuntos, esto, digo, me impone 
y me entusiasma. 

»Sed honra de vosotros mismos y del Oratorio. Diversiones, sí, pero también estudio y piedad. »Tenéis talento? Servíos de él para el 
bien. Repeled la altanería de ciertos estudiantes deshonestos que a lo mejor os encontráis en el pueblo, que regresan de cualquier otro 
colegio. Recordad que ciencia sin conciencia no es más que la ruina del alma. Haced finalmente que la gente, al veros sin respeto 
humano, fieles a las leyes de Dios y de la Iglesia, y preguntando quiénes sois, pueda oír maravillada: 

»-íEse es un hijo de don Bosco!». 

Proponía también a los muchachos que iban de vacaciones que se comprometiesen a reservar en sus oraciones, una Avemaría para la 
salvación del alma y el éxito de las obras de su pobre Superior, prometiéndoles que él haría lo mismo por ellos y por sus familias. 
Les recomendaba encarecidamente que no se olvidasen de rezarla y la llamaba el Avemaría obligada. 

Aquel año distribuyó a los más juiciosos algunos boletos de la tómbola, para que procurasen colocarlos en sus pueblos. 

Terminado el curso escolar, mandó al canónigo Vogliotti, Rector del Seminario y Provicario de la diócesis, los nombres de los jóvenes 
que pedían recibir el hábito clerical. 

Turín, 7 de agosto de 1865. 

Ilmo. y Revdmo. Señor Vicario General: 

Le mando la lista de los jóvenes que desean ser admitidos al examen para vestir la sotana. Todavía no hemos podido obtener todos los 
documentos, a pesar de los esfuerzos hechos para ello. Los que faltan se los remitiré apenas los reciba de sus padres. 

Este año no hemos incluido en la lista los que pertenecen a otras diócesis; solamente se anotaron los de la diócesis de Turín o que 
desean ser agregados a la misma. 
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Siento mucho en estos asuntos no poder llevar las cosas ((167)) con toda regularidad; pero no se puede alcanzar todo lo que se necesita, 
por las distancias, la negligencia o la impericia de quienes deben formular las declaraciones. 
Reciba los sentimientos de mi gratitud, con la que le auguro todo bien del cielo y me profeso 
De V. S. Ilma. Revdma. 
Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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((168)) 

CAPITULO XIV 

DON BOSCO EN GOZZANO CON EL OBISPO DE NOVARA; EL PAN DE LA PROVIDENCIA; UNA VOLUNTAD VACILANTE 
-CARTA DE DON BOSCO A LOS CLERIGOS QUE SE PREPARAN PARA EL EXAMEN DE LETRAS; TEMORES DEL 
COLERA; EL IRA A VIGNALE -VISITA DE UN MONASTERIO EN DISCORDIA CON EL OBISPO -DON FRANCISCO 
PROVERA ES ENVIADO DE LANZO A MIRABELLO: QUEDAN LOS CLERIGOS SOLOS AL FRENTE DEL COLEGIO -EL 
COLERA EN ANCONA -DON BOSCO ESCRIBE AL MINISTRO DE GOBERNACION Y AL CARDENAL ANTONUCCI, 
OFRECIENDOSE PARA DAR ASILO A MUCHOS JOVENES QUE QUEDAN HUERFANOS -EL MINISTERIO PREGUNTA A 
DON BOSCO EN QUE CONDICIONES ADMITE A DICHOS JOVENES -EL GOBERNADOR DE ANCONA TELEGRAFIA 
AGRADECIENDO Y ACEPTANDO EL OFRECIMIENTO DE DON BOSCO -CARTA DE AGRADECIMIENTO DE LA COMISION 
DE ASISTENCIA PUBLICA A DON BOSCO -CARTA DEL CARDENAL ANTONUCCI -OFERTA DE UN SICILIANO A DON 
BOSCO EN FAVOR DE LOS HUERFANOS DE ANCONA 

UNA vez terminada la solemne distribución de premios, don Bosco se apresuró a hacer algunos viajes para facilitar la venta de boletos de 
la tómbola y otros asuntos. 

El 2 de agosto partía para Gozzano, sin dar previo aviso al obispo de Novara, monseñor Santiago Felipe del marquesado Gentile, que en 
varias ocasiones le había invitado a que le visitase en su quinta. Monseñor quería hablar y deliberar con el Siervo de Dios el modo de 
promover eficazmente las vocaciones eclesiásticas, ya que en su diócesis tenía muy pocos seminaristas. ((169)) Don Bosco iba, más que 
nada, por una respetuosa condescendencia con el Prelado. Había calculado llegar a la hora de comer, pero, habiéndose apeado en Novara, 
por un contratiempo perdió el enlace. Con su acostumbrada tranquilidad hizo unas visitas y después partió. 

Llegó a Gozzano hacia las diez y media de la noche y fue directamente a la puerta del Obispo. Su inesperada llegada tuvo un alegre 
recibimiento, pero puso al Prelado en un aprieto. No tenía éste en 
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casa provisiones de boca, puesto que hacía comprar diariamente sólo lo necesario para él y sus familiares. Cuando invitaba a comer a 
alguien solía decir: 

-Le invito a comer, pero no a un convite. 

Aquella noche no había sobrado nada de la cena y en la cocina y en la despensa no quedaba más que un poco de aceite y alguna botella 
de vino. Ni una miaja de pan. A aquella hora estaban cerradas las tiendas y el Obispo no se atrevía a preguntar al Siervo de Dios si 
necesitaba algún alimento; pero el teólogo Reina, su secretario, a sus ruegos le sacó de la embarazosa situación preguntando a don Bosco: 

-»Usted tendrá que cenar todavía, no? 

-»Qué dice cenar? respondió don Bosco; diga más bien que he de comer. 
El coche y los negocios me han traicionado. 

Al oír esta respuesta creció el conflicto, y el secretario expuso francamente el apuro a don Bosco, que sonreía. 

Cuando he aquí que, precisamente en aquel momento, entraba en la sala el reverendo Cacciano, misionero apostólico que con 
frecuencia era huésped del Obispo. Al oír que no había pan, el recién llegado sacó dos panecillos de un envoltorio, diciendo: 

-Al anochecer, y cuando venía a Gozzano desde un pueblecito próximo y caminando por la carretera, tropecé con estos dos panecillos. 
Como no vi a nadie por el ((170)) camino, los recogí pues no quería se perdiese este bien de Dios. »No le parece un gesto admirable de la 
divina Providencia para matar el hambre de don Bosco? 

No obstante, el Obispo se levantó para retirarse a su habitación y dijo al secretario que le acompañaba: 

-Vaya con don Bosco y prepárele algo para cenar. Yo no puedo quedarme porque me da mucha vergüenza. 

-Iré, respondió el secretario, pero vea, Excelencia, se atrevió añadir; »qué se gana haciendo las provisiones día por día? 

El noble y rico Prelado era todo caridad para los pobres. 

Con los panecillos apareció sobre la mesa un par de huevos pedidos a una buena vecina, y una botella de vino selecto que mandó el 
Obispo. Los secretarios Reina y Delvecchio asistieron a aquella cena, adobada con las exclamaciones de don Bosco que, siempre jovial y 
contento, repetía que hacía mucho tiempo no había hecho una comida tan buena y que nunca le había parecido tan sabroso, como aquella 
noche, el pan de la divina Providencia. 

Al día siguiente el buen Obispo dio un convite espléndido con invitados en honor de don Bosco, y sostuvo con él a solas una larga 
conferencia. 
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Se trataba de estudiar el modo de aumentar en la diócesis las vocaciones eclesiásticas, puesto que muchas parroquias se habían quedado 
sin párroco. Y no es que faltasen los seminarios: a más del mayor, para los estudiantes de teología, tenía el de Gozzano para los 
estudiantes de filosofía; el de Monte de San Carlos en Arona, para los dos cursos de retórica; el de la Isla de San Julio, en Orta, con los 
dos cursos de gramática latina; y el de Masino, para el primer curso y dos clases elementales. Pero era evidente que una educación 
recibida en cuatro seminarios distintos no podía tener la unidad de espíritu y la continuidad de dirección, que pueden lograr ((171)) 
formar buenos carididatos para el sacerdocio. Parecía por tanto conveniente que al menos los estudiantes del bachillerato estuviesen 
reunidos en un mismo centro; pero »quién era capaz de asumir la dirección y garantizar que, dando una nueva orientación a los estudios y 
mayor impulso a las prácticas de piedad, se obtendrían los frutos apetecidos? Por otra parte confiar la dirección a don Bosco y a sus 
salesianos »no habría despertado la envidia y las quejas del clero en la diócesis? »Y era posible retirar oficialmente de sus puestos en 
seguida y dar una retribución honrosa a los superiores y maestros que hacía años trabajaban en un seminario que sería cerrado? 
»Resultaría prudente cambiar una situación que hacía tanto tiempo existía y sembrar el descontento entre aquellas poblaciones que, con la 
supresión del seminario, habrían visto perjudicados sus intereses? »No sería mejor que, continuando los seminarios, fundase don Bosco 
en la diócesis un colegio de enseñanza primaria y media, organizado según su sistema? Esta pareció la mejor solución. Pero, »y los 
medios?... 

Larga fue la conversación entre el Venerable y el Obispo. Este, que encontraba dudas y dificultades para cada una de las propuestas, no 
tomó resolución alguna y concluyó así: 

-Basta ya, veremos; hablaremos de ello en otra ocasión. 

Cuando don Bosco salió del despacho del Obispo, dijo al secretario Reina que, ansioso por el bien de la diócesis, esperaba en la 
antecámara: 

-íNo haremos nada! 

El mismo Reina, que había inducido al Prelado a pedir aquel encuentro con don Bosco, nos narró cuanto hemos expuesto, y añadió que 
don Bosco fue invitado en otras ocasiones por el Obispo para tratar de tan importante asunto; pero el Siervo de Dios opinó que era 
imposible llegar a una solución con aquellas gestiones. 

Desde Gozzano escribía don Bosco a la condesa de Callori: 
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((172)) Ilma. señora Condesa: 

Espero poder ir a visitarla tal vez la próxima semana desde Montemagno. 

Por lo que respecta a los clérigos, que bondadosamente recibiría para veranear, no puedo dejarlos libres, porque hacia el doce del 
próximo septiembre hay exámenes de literatura y de gramática, a los que algunos se preparan. Aquí, entre los que estudian, los que 
enseñan y los que deben suplir en alguna ocasión, están todos sobrecargados de ocupaciones. 

íDe cuántas cosas desearía hablarle, señora Condesa! Ruegue por esta casa, que por una parte recibe muchas bendiciones, y por otra 
muchas cruces. Hágase en todo la voluntad del Señor. 

Yo no dejaré de rogar por usted pidiendo constantemente dos cosas: que usted y su familia no tengan que sufrir ningún daño con la 
actual amenaza del cólera, y que la Santísima Virgen les tenga a todos preparada una hermosa habitación en el paraíso. 

En el caso de que no fuese de Montemagno a Vignale, le haré saber el día en que podré encontrarme en Felizzano. 

Ruégole salude de mi parte a su esposo y a toda su respetable familia. 

La Santísima Virgen nos conserve a todos siempre suyos. Amén. 

Muy agradecido me profeso. 

De V.S. 

Turín, 3 agosto del 1865. 

Gozzano (solamente por hoy). 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Desde Gozzano, dirigióse don Bosco a una ciudad de otra diócesis, donde había un convento de religiosas terciarias, abiertamente 
enojadas con el Obispo, de quien dependían, y no había modo de doblegarlas a la obediencia. Querían abrazar la regla estrecha de la 
Orden de la que eran terciarias, declarándose independientes. Apenas se enteraron de la llegada de don Bosco, le invitaron a que las 
visitara. El Obispo, que se enteró de la invitación, dijo a don Bosco, que era su huésped, que podía ir libremente, pero que anduviese con 
cuidado, porque con aquella comunidad ya había tenido que recurrir a penas canónicas. 

((173)) Don Bosco fue a verlas. Le recibieron en el locutorio con todos los honores y muestras de aprecio. Todas las monjas estaban de 
rodillas y de rodillas se ponían las que se acercaban a la reja para hablarle. Finalmente la Superiora le invitó a dirigirles unas palabras. 
Don Bosco se excusó, pero ella insistía. 

-Cúmplase, pues, vuestro deseo, dijo él: »apreciáis a don Bosco? 

-Figúrese usted; apreciamos a don Bosco como a un santo. 

-»Entonces escucharéis lo que os voy a pedir?... añadió el Venerable sonriendo de veras. 
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-Con mucho gusto. 

-Muy bien. Vosotras sabéis que está escrito: Oboedite praepositis vestris... (Obedeced a vuestros superiores...). Por tanto... 

Mas la Superiora, oída la antífona, interrumpió: 

-Pero esto no se refiere a la predicación, ni a la perfección. Son cosas de confesión, que solamente se deben tratar con el director 
espiritual. 

-»Habéis dicho que tenéis a don Bosco en concepto de santo y ahora no le queréis escuchar? 

-Usted perdone; pero no debe llevarnos a estas cuestiones; ya pensamos nosotras en ellas. 

-Está bien; pero espero... 

Mas no pudo proseguir, puesto que con todo descaro corrieron la cortina, y tuvo que retirarse. 

Volvió al día siguiente y extrañamente tuvo la más cortés recepción. Quería el Siervo de Dios probar una vez más a ver si podía 
reducirlas a buenos sentimientos. A un cierto punto les dijo: 

-Quiero hablaros como un padre, como un amigo. 

-Diga don Bosco: »desea una taza de café? 

-No, gracias. Más bien quisiera que pensaseis un poco... en vuestras disensiones con el Obispo... 

-»Prefiere una limonada fresca? 

-Permitidme que os diga: no reflexionáis en las consecuencias... 

((174)) -Estas cosas, don Bosco, son asunto nuestro. Usted no debe meterse. Son cosas del espíritu, de conciencia; no piense en ellas. 

Le interrumpieron la conversación y su caritativa intención no consiguió nada. 

El Obispo no tuvo más remedio que cerrar el convento y desperdigar las monjas. Dos de ellas fueron después a visitar a don Bosco, 
pero seguían obstinadas en sus ideas contra el Obispo. 

«Cuando entra en las almas, amonestaba don Bosco a sus salesianos, y se arraiga una tan injusta obstinación, »cómo podrá florecer la 
santidad? Donde, por el contrario, reina una humilde obediencia, allí triunfa la gracia». 

A la vuelta de esta breve visita, y oyendo que la salud de don Francisco Provera no mejoraba, tomó el Venerable una determinación que 
esperaba le ayudaría: que fuera a respirar los aires nativos. 
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Muy querido Provera: 

Me parece bien que te prepares y dispongas para hacer un viajecito a Mirabello; te quedarás aquí unos días y después convendremos lo 
que se deba hacer. Mientras tanto: 

1.° Arregla bien tus cuentas y pon al corriente de todo a Sala y a Bodratto. 

2.° Diles que la administración del Colegio queda momentáneamente en sus manos; que se consulten con frecuencia y vayan siempre de 
acuerdo para la mayor gloria de Dios. 

3.° El abogado Arró seguirá con la dirección de las almas de nuestros jóvenes, hasta que se encuentre quien pueda sustituirlo. 

4.° Deja el dinero necesario; si ves que puedes tener algo de sobra, tráelo aquí y proveeremos lo necesario para el Colegio. 

Puedes venir el viernes próximo o bien el jueves de la semana siguiente. Pero, en todo caso, escribe antes para ir a esperarte con un 
coche al descender del ómnibus. 

Que Dios te bendiga, querido, y hasta vernos pronto. Al partir creo conveniente que no digas si volverás o no, porque esto lo trataremos 
después en Mirabello con Papá. 

Salúdame a toda la familia y creme in Domino. 

Turín, 8 de agosto de 1865. 

Afectísimo JUAN BOSCO, Pbro. 

((175)) Al marchar don Francisco Provera, el colegio de Lanzo quedó totalmente en manos de los clérigos. Ellos solos, con admirable 
unidad de criterio, colaboraron a la buena marcha del mismo durante casi dos meses. 

«Estábamos sin sacerdotes, escribía muchos años después don Antonio Sala; no obstante se mantuvo el orden del colegio hasta fin de 
curso. El presbítero Arró y algún otro sacerdote del pueblo venían a celebrar la santa mrsa, a confesar y predicar. Recuerdo todavía cómo 
trabajábamos en aquel tiempo para que todo marchara bien. No queríamos de ningún modo que jamás se dijera que el colegio iba mal 
porque estábamos allí solos nosotros los clérigos». 

Mientras tanto se confirmaba la noticia de la mortífera aparición del cólera en Italia. La enfermedad se había desarrollado entre los 
doscientos mil musulmanes peregrinos a la Meca, por causa del vicio y su asquerosa cochambre. A la vuelta a sus respectivos países, 
muchos centenares llegaron a Alejandría de Egipto, donde apareció en seguida la epidemia. Muchos ciudadanos, especialmente los 
europeos, buscaron la salvación emigrando a otras partes; más de un millar se dirigió a Ancona, donde el 8 de julio se desencadenaba el 
cólera. Al principio pareció bastante benigno; pero no tardó en aumentar 
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Fin de Página 158 


VOLUMEN VIII Página: 159 

su intensidad a primeros de agosto. Desde que empezó la infección hasta el 9 de agosto cayeron enfermos más de mil, y más de 
quinientos murieron. El 21 llegaban los muertos a mil ciento treinta. Unas dieciséis mil personas abandonaban la ciudad, buscando 
refugio en otras partes. 

Ante la noticia de tantas desgracias, don Bosco se conmovió por la suerte de los pobres muchachos que quedaban huérfanos en Ancona 
y otras ciudades en las que, aunque ligeramente, ya empezaba la epidemia a hacer sus víctimas. 

En consecuencia, el 9 de agosto escribía al cardenal Antonucci, obispo de Ancona, una carta de la que no existe copia, brindándose para 
socorrer a sus huerfanitos, y el mismo día expedía otra al Ministro de Gobernación, Juan Lanza, haciéndole un cordial ofrecimiento. 

((176)) Turín, 9 de agosto 1865
Excelencia:


Las tristes noticias del cólera, llegadas a esta ciudad, han conmovido a todos los buenos. Yo, por mi parte, con el vivo deseo de aliviar, 
aunque en una mínima parte, la común desgracia, me ofrezco para albergar en esta casa a los huerfanitos que han quedado en la miseria 
por esta calamidad, que tengan a bien encomendarme.Procuraré tener preparado sitio para un centenar con tal de que: 1.°, se hallen entre 
los doce y dieciocho años de edad; 2.°, que estén sanos y bien dispuestos; 3.°, hayan pasado una temporada de observación, que garantice 
su inmunidad de la enfermedad que asola su respectivo país. 

Con la máxima estima y gratitud,
DeV. E.


Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Esta carta, dirigida a las oficinas del Ministerio de Gobernación en Turín, obtuvo la siguiente respuesta. 

REINO DE ITALIA 
MINISTERIO DE GOBERNACION 
División VI-Sección II 
N.° 5.087 
Comprobación en el folio 9 corriente. 

ASUNTO: 

Oferta del Director del Oratorio de San Francisco de Sales para los desamparados por causa del cólera. 

Turín, 16 de agosto de 1865. 

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Su filantrópica oferta de asilo para cien muchachos huérfanos o reducidos a la miseria por la desgracia que actualmente aflige a Ancona 
y alguna otra ciudad del Reino, es digna de todo encomio. 

No obstante, en asunto de tan gran importancia, y debiéndose necesariamente poner en autos al señor Ministro en Florencia, cree el que 
suscribe que la información será más completa y más fácil enviar su noble proyecto cuando se conozcan las condiciones en las que V. S. 
está dispuesto a llevar a cabo esta obra benéfica, o sea, si la aceptación y manutención de esos jovencitos será gratuita, o bien si usted 
pide una pensión (que V. S. sabe por lo demás que el Gobierno no puede arrostrar), o si, finalmente piensa usted recibir una subvención 
por una sola vez, en qué medida y de quién. 

((177)) Espero que usted encuentre necesarias tales aclaraciones que, por tanto, se complacerá unir a su apreciada carta del 9 de los 
corrientes, y que no llegó hasta hoy a esta Dirección General, y que a tal fin se devuelve para ser reformada. 

Ruégole haga esto con la mayor solicitud, a fin de no retardar la buena noticia a las viudas y a las víctimas de aquella desdichada 
ciudad, porque les será de gran alivio. 

El Director General G. BOSCHI 

No conocemos la respuesta de don Bosco, pero seguramente fue rápida y de acuerdo con la generosidad de su corazón. Tampoco el 
Ministerio tardó en transmitir al Gobernador de Ancona el ofrecimiento de don Bosco para albergar en el Oratorio a veinte y aun treinta 
muchachos que hubieran quedado huérfanos en aquella ciudad. 

Aquel mismo día recibía don Bosco otro oficio del Gobierno Civil de Turín: 

GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN. 

Turín, 16 de agosto, 1865. 

Ilmo. y Rvmo. Señor: 

Con gratísima satisfacción cumplo el encargo especial que me ha confiado el señor Gobernador de comunicar a V. S. muy apreciada el 
texto literal del despacho telegráfico recibido en este momento (las 5 de la tarde) procedente de Ancona y firmado por Torre, Gobernador 
de dicha provincia: 

«Ancona-Gobernador, Turín. En mi nombre y en el de la Comisión de socorro ruégole participe al sacerdote Juan Bosco del Oratorio de 
San Francisco de Sales de esa ciudad, las más expresivas gracias de esta población desolada, conmovida ante el generoso ofrecimiento, y 
que se acepta la recepción en su Centro de veinte y aún treinta muchachos huérfanos a causa del cólera. 
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La Comisión escribe por correo ordinario al sacerdote Bosco. Torre, Gobernador». 

Tengo el honor de profesarme con distinguida consideración; 

Su atento y seguro servidor El Consejero encargado 

G. DOGLIOTTI 
((178)) Al telegrama anterior seguía una carta dirigida a don Bosco. 

COMISION DE SOCORRO PUBLICO 
para los damnificados por el cólera en Ancona 
N.° 31 
Aceptación de oferta y acción de gracias 

Ancona, 17 de agosto de 1865. 

El honorable miembro de esta Comisión, conde Carlos Torre, Gobernador Civil de la Provincia, nos ha notificado la noble oferta con la 
que S. S. Ilma. se propone acoger piadosamente en ese su Centro, en las condiciones indicadas, a veinte o treinta muchachos, que hayan 
quedado huérfanos en esta luctuosa circunstancia. 

Nos faltan palabras, insigne y muy Rvdo. Señor, para expresarle la emoción de nuestro ánimo ante ofrecimiento tan generoso, hijo de 
un corazón aún más delicado; tanto más cuanto que de esa noble tierra y su ilustre capital nos llegan, uno tras otro, gestos de caridad en 
los que resulta difícil decir qué es más grandioso, si el regalo, el fino sentimiento o la elegante forma. 

Como ya sabrá por un telegrama del señor Gobernador al Gobernador Civil de Turín, la Comisión acepta su generosa oferta y mientras 
espera ponerse ulteriormente en contacto con V. S. Ilma. a medida que las necesidades del momento lo requieran, esta Comisión le ruega 
acepte los más vivos sentimientos de gratitud y se haga intérprete con sus paisanos de las bendiciones de esta desolada población que, en 
su desgracia, recibe el alivio de los gestos de caridad que le llegan de todas partes de Italia. 

La Comisión permanente: 

Cab.° Clemente Marinelli, abogado, Presidente.
Alejandro Castagnoli, ingeniero.
Cab.° Conde Luis Giovanelli.
Conde Lorenzo Montemerli.
Decio Passarini.
Alejandro Viviani, ingeniero.


El Secretario
Cab.° Bernardo Ferraris, abogado.


Fin de Página 161 


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Don Bosco había escrito también por segunda vez al Cardenal Arzobispo de Ancona, el cual le respondía en los siguientes términos: 

((179)) Ancona, 18 de agosto de 1865. 

Carísimo don Bosco: 

Espero que ya haya recibido la respuesta de mi Vicario General a su apreciada carta. Añado de todas formas estas líneas para responder 
a la del 16 del corriente. Estoy enternecido por el afecto que me guarda y se lo agradezco de corazón. 

Quedo además enterado de cuanto me dice respecto a mis huerfanitos, y le agradezco en el alma su gran bondad y el interés 
verdaderamente evangélico que usted se toma por ellos. 

Siga rezando por mí y créame siempre con verdadero afecto y sincera adhesión, tras bendecirle cordialmente. 

De usted, carísimo don Bosco, 

Afectísimo en el Señor A. B. Cardenal ANTONUCCI. 
Arzobispo -Obispo. 

Por el momento no se mandaron los huérfanos a Turín por miedo a que alguno llevase la infección; pero, unos meses después, 
desapareció todo peligro, y se decidió su partida para el Oratorio. 

En la Unidad Católica del 5 de octubre se leen estas líneas: 

«BENEFICENCIA.-Un católico de Palermo que deseaba ayudar a los atacados por el cólera de Ancona, al leer en la Unidad Católica 
cómo el insigne don Bosco se ha ofrecido para albergar en su Instituto algunos huérfanos de Ancona, nos envía un giro de treinta liras en 
favor de don Bosco para su caritativa obra. El giro ya fue entregado». 

Durante aquel año estuvieron afectadas por el cólera treinta y cuatro provincias italianas y trescientas cincuenta y siete poblaciones; los 
contagiados llegaron a veintiún mil quinientos veinte y los muertos a diez mil novecientos setenta y cinco. Son datos tomados de las 
estadísticas oficiales. 
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Fin de Página 162 


VOLUMEN VIII Página: 163 

((180)) 

CAPITULO XV 

DON BOSCO CUMPLE LOS CINCUENTA AÑOS EN MONTEMAGNO Y ORGANIZA UN TRIDUO DE PREDICACION -LOS 
PROTESTANTES Y EL SIERVO DE DIOS -SU DOLOR POR UNA APOSTASIA -JOVENCITOS ARREBATADOS A LOS 
HEREJES -LA DEGOLLACION ESPIRITUAL DE LOS INOCENTES -CARTAS DE UN PARROCO DE SASSARI A DON BOSCO, 
QUE LE AVISABA DE LAS MAQUINACIONES DE LOS VALDENSES EN CERDEÑA SUGIRIENDOLE LOS MEDIOS PARA 
COMBATIRLOS -LIMPIEZA E HIGIENE EN EL ORATORIO -INSPECCION DE LOS DELEGADOS DEL NEGOCIADO DE 
SANIDAD -DEPLORABLE RELACION A LA COMISION MUNICIPAL -EL ALCALDE TRANSMITE A DON BOSCO LAS 
DELIBERACIONES DE LA COMISION DE SANIDAD LIMITANDO EL NUMERO DE ALUMNOS INTERNOS -CAUSAS DEL 
ODIO SECTARIO CONTRA DON BOSCO -LA UNIDAD CATOLICA SALE EN SU DEFENSA -CESAN LAS OPOSICIONES Y 
EL ORATORIO AUMENTA SU ALUMNADO 

EL 16 de agosto cumplió don Bosco los cincuenta años. Según había dicho algún año antes, parecía que éste debía ser el último de su 
vida. En efecto, varias veces durante el mismo anduvo mal su salud, pero las muchas y apremiantes oraciones que se hicieron por él en el 
Oratorio, en el seminario menor de Mirabello y en el colegio de Lanzo, alcanzaron gracia ante el Señor y don Bosco se había reanimado. 

Su cumpleaños fue festejado en Montemagno, donde, según costumbre, lo esperaba el marqués de Fassati. Apenas si se quedó allí dos 
días y, de acuerdo con el párroco, organizó un triduo de predicación para la población como preparación para la fiesta de la Natividad de 
María Santísima. 

((181)) El Siervo de Dios estaba siempre dispuesto a ejercer el sagrado ministerio y repartir el pan de la divina palabra en las 
poblaciones; pero este su celo por la salvación de las almas parecía incansable, de modo especial, cuando se trataba de oponerse a los 
protestantes y desenmascarar sus insidias con las armas de la caridad. 
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Fin de Página 163 


VOLUMEN VIII Página: 164 

Por aquellos días había hecho reimprimir millares de ejemplares del opúsculo: »Quién es don Ambrogio?, porque este desgraciado 
sacerdote continuaba allanando el camino a los protestantes con sus arengas blasfemas y calumniosas por las plazas de la ciudad y por los 
pueblos. Y, por desgracia, algunos incautos y viciosos caían en las redes de los enemigos de la Iglesia Católica. 

El dolor que don Bosco experimentaba ante una apostasía era indecible. Nos contaba José Buzzetti, que un día estaba el Venerable en 
su habitación hablando afablemente con él y otras personas, cuando, de repente se puso serio, palideció, empezó a temblar y se quedó con 
los ojos fijos e inmóviles, como fuera de sí, durante unos minutos. Se asustaron los presentes y creyeron que se trataba de un 
desvanecimiento; pero, volvió a su estado normal y dijo: 

-«Acabo de ver cómo se apagaba la llama de una tea; un muchacho del Oratorio festivo se ha hecho protestante». 

Por eso no cesaba de apartar de la impiedad a los jovencitos. Aquel mismo año había aceptado en el Oratorio a muchos chicos, que 
logró sacar de las escuelas valdenses. Recogió a dos hijos de un oficial húngaro protestante, que los había recomendado a la caridad de 
los católicos. Favoreció a los tres hijos del famoso apóstata De Achillis, sacándolos de la miseria. Por cautela, les cambio nombre y 
apellidos, los tuvo mucho tiempo internos en el Oratorio, los colocó en la sección de estudiantes y los instruyó en la religión católica. 
Nosotros les hemos conocido y convivido con ellos. 

Consérvase también la petición que un muchacho hizo a don Bosco para ser recibido en el seno de la verdadera religión: 

((182)) «Yo Aventino Francisco Giovanelli, hijo de padres apóstatas, fui bautizado en la iglesia valdense de Turín en el mes de julio de 
1855, por el doctor Meille. 

»Poco después me llevaron mis padres a Marsella, donde me hicieron educar en una escuela protestante por espacio de cerca de ocho 
años, mandándome casi diariamente a la catequesis protestante, en la iglesia de dicha ciudad. 

»Ahora que, por la gracia de Dios, he conocido el error en que he vivido, deseo abjurar del protestantismo para afiliarme a la Iglesia 
Católica que es la única verdadera». 

Debido a este celo de don Bosco, eran continuas sus conquistas entre los protestantes, los cuales, al verse abandonados poco a poco por 
muchos de sus adeptos, recurrían hasta a medios criminales, como consta por una relación escrita, que don Bosco recibió de persona bien 
informada. 
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Fin de Página 164 


VOLUMEN VIII Página: 165 

«Los valdenses hacen actualmente una propaganda especial entre los niños pequeños. Reciben respetables cantidades de dinero de 
Inglaterra para recoger huerfanitos e hijos de familias pobres, católicas, aún en la lactancia, y los mandan a los Valles, donde son 
educados en el protestantismo. La Comisión de evangelización, compuesta por pastores valdenses y presidida por el pastor Revel, que 
reside en Florencia, pasa a las familias valdenses a las que son encomendados estos niños, la cantidad de diecisiete liras mensuales por 
cada niño hasta que lleguen a la edad de ocho años. Después solamente nueve. 

»Los valdenses alcanzan así dos fines: 1.° Proveer a las familias de los campesinos valdenses, por naturaleza avarísimos y ansiosos de 
dinero; una familia ordinariamente se alimenta sólo de patatas y, naturalmente, considera una gran fortuna las diecisiete liras mensuales. 
2.° Poder presentar cada año una larga lista de nombres, a la Comisión de propaganda de Londres, de niños arrancados a los católicos 
para educarlos en la religión valdense: de este modo justifican el empleo del dinero que mandan de Londres a Italia. 

»Por tanto, haría una gran labor un sacerdote celoso al frente de la parroquia de Torre Pellice, el cual se informase con cautela de las 
familias valdenses, de los niños que educan, de qué pueblos son, quiénes son sus padres y, en consecuencia, escribir a los respectivos 
párrocos para que se preocupen y procuren retirarlos y colocarlos en centros católicos. La Pía Sociedad de la Santa Infancia para China 
podría interesarse para arrebatar esas pobres almas de las manos de los herejes». 

((183)) Mientras estudiaba la manera de cómo impedir esta degollación espiritual de tantos inocentes, llególe al Siervo de Dios otra 
dolorosa noticia. 

Un buen párroco de Sassari, en Cerdeña, el cual había sido húesped del Oratorio en uno de sus viajes a Turín y había charlado 
ampliamente con don Bosco, a ruegos del Venerable para que le ayudase a despachar cierto número de boletos de la tómbola, le escribía: 

Muy Rvdo. Señor y Padre: 

Hace pocos días que por medio del señor Alcalde de esta ciudad me entregaron un paquete con diez decenas de boletos para la tómbola 
a favor de los Oratorios masculinos de Valdocco, de Puerta Nueva y Vanchiglia, y siendo V. S. Director de los mismos, aprovecho 
gustoso la ocasión para escribir esta carta asegurándole que pondré todo mi empeño en distribuir los boletos y recoger los regalos que las 
personas caritativas quieran entregar. 

Ya hace tiempo que hubiera querido escribirle, pero considerando sus muchas ocupaciones para dar gloria a Dios y para el bien de los 
pobres, dejé de hacerlo y esperaba el momento propicio para tener un motivo para ello. 

Aquí en Sassari seguimos como de costumbre, y no tan mal en materia de religión. Hace ahora dos meses ha llegado a esta ciudad un 
ministro evangélico, o mejor dicho antievangélico, el cual da sus instrucciones en una sala a pocos prosélitos; al principio fueron muchos 
curiosos, pero ahora se ha reducido el número, y nosotros los párrocos hacemos todo lo posible para alejar de él al pueblo y advertirle del 
peligro. Es la primera vez que la herejía penetra en Cerdeña y esperamos que la Santísima Virgen guardará este pueblo tan suyo. 
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Fin de Página 165 


VOLUMEN VIII Página: 166 

Si el Señor me presentase la ocasión de ser útil de algún modo al Oratorio de San Francisco de Sales, me consideraría afortunado. Me 
encuentro en un pueblo donde hay muchos pobres después del estrago del cólera, pero usted sabe cuáles puedan ser los designios de la 
Providencia. Por mi parte no dejo pasar nada y recuerdo siempre la conversación que tuvo usted la bondad de concederme. No puedo 
olvidar el gentil tratamiento que todos ustedes me dispensaron. 

Termino esta larga carta encomendándome a sus oraciones de modo particular, y le recomiendo también mi parroquia; yo, aunque 
indignamente, ruego por la preciosa salud de V. S. y por el progreso material y moral de su Centro. 

((184)) Acepte mis saludos, y más aún, la manifestación de mi más distinguido respeto. Me honro poniéndome a sus agradables 
órdenes; no me olvide en el santo Sacrificio; y créame que tengo el honor de profesarme. 

De V. S. Ilma. 

Su humilde y seguro servidor
FELIPE CANEPUS, Teólogo
Canónigo Párroco de Sassari (Cerdeña)


Sassari, 28 de agosto de 1865. 

P.S.-Reciba mis parabienes por el caritativo gesto de V. S. al aceptar treinta huérfanos en el Oratorio. 

Don Bosco le contestó sugiriendo la idea de fundar un Oratorio festivo, la difusión de las Lecturas Católicas y la predicación frecuente, 
como medios poderosos para combatir el protestantismo. El buen párroco se lo agradecía así: 

Muy Reverendo Padre: 

Ante todo agradezco a V. S. la amabilidad de responderme con una carta llena de afecto y simpatía. He hecho todo lo posible para el 
reparto de los boletos, pero como en esta ciudad hay tanto pobre, especialmente ciegos y paralíticos, no resulta fácil encontrar personas 
que quieran comprarlos, ya que además todas las familias están gravadas con el impuesto de los bienes muebles; en el caso de que pueda 
vender algunos boletos más, se lo comunicaré para que me los mande. 

Hemos adoptado en gran parte los medios que usted nos ha sugerido para alejar el azote de la herejía; las Lecturas Católicas están aquí 
muy difundidas; la predicación es frecuente y el ministro protestante no debe estar muy contento, ya que es muy escaso el auditorio, poca 
la concurrencia de personas, que antes no practicaban religión alguna. El medio más poderoso de que se vale es el dinero, y como aquí el 
número de obreros es superior a las necesidades del país, es muy grande el número de los sin trabajo; y la miseria empuja a todo exceso. 
No obstante confío en que esta mala hierba no arraigará en Cerdeña, donde nunca hubo herejía. 

Y ya que V. S. se muestra pronto a suministrar los medios que están en su poder para combatirla, yo, en nombre de mis colegas, no 
dejaré de proporcionarle alguna molestia, contentándome de momento con una oración suya para este fin. 
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Fin de Página 166 


VOLUMEN VIII Página: 167 

((185)) Con la seguridad de que no me olvidará en sus oraciones, con los sentimientos de mi más profundo aprecio, tengo el gusto de 
suscribirme. 

De V. S. muy Revda. 

Su seguro servidor
FELIPE CANEPUS, Teólogo
Canónigo Párroco de Sassari


Sassari, 17 de septiembre de 1865. 

Por aquellos meses aguardábale al Siervo de Dios una ligera, pero enojosa tribulación. 

Amantísimo como era de la limpieza, deseaba y recomendaba que se mantuviese en los muchachos y en los locales del Oratorio. 
Barríanse a diario los suelos, las escaleras y los amplios patios de recreo, que dan al mediodía; cada sábado se aseaban los talleres; todos 
los jueves en tiempo designado para ello atendía cada muchacho a la limpieza más esmerada en su cama y sus vestidos. Igualmente era 
tenida muy en cuenta la limpieza personal y aun de la ropa de diario. Los días festivos y para las salidas de casa, aunque no tenían más 
uniforme que la gorra, todos los alumnos vestían decentemente; no había distinción entre estudiantes y aprendices, entre los que pagaban 
una módica pensión y los que estaban gratuitamente; entre los que eran atendidos por sus padres y los que recibían todo del Oratorio. 
Resultaba agradable verles a todos el domingo con tan buen aspecto. 

Pero el Oratorio no era un palacio de señores, sino una residencia de pobrecitos, aunque don Bosco al edificarlo tomó prudentes 
precauciones para su limpieza e higiene. Había en la parte norte un largo y estrecho patio que separaba la parte habitada de unos edificios 
bajos, destinados a establos, lavaderos, leñera y depósito de basuras. A conveniente distancia una de la otra, se alzaban tres torres para los 
servicios, a los que se llegaba por tres largas galerías en cada uno de los pisos. Era, diríamos, la parte rústica del Oratorio, la ((185)) cual 
no obstante, como estaba situada en pleno campo, gozaba de libre ventilación por todas partes. 

El pavimento de clases y dormitorios no era ciertamente de mármol, sino, como en casi todas las casas de la ciudad, de baldosas. 
Estas, aunque se barrían, siempre producían algo de polvo, por el continuo tránsito de centenares de muchachos. Sólo el salón de estudio 
tenía pavimento de asfalto. 

Estas eran las condiciones sanitarias del Oratorio cuando, improvisadamente, 
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Fin de Página 167 


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el 19 de agosto se presentó una Comisión enviada por la Inspección de Sanidad, encargada de visitar los establecimientos públicos de la 
ciudad, para examinar las condiciones higiénicas, en razón de la amenazadora propagación del cólera. 

La imprevista visita llegaba en plenas vacaciones otoñales, en ausencia de más de la mitad de los alumnos. Era por tanto fácil encontrar 
polvo en los pisos de los dormitorios vacíos, con las camas desmontadas en parte y los jergones deshechos para renovar la paja y lavar las 
fundas, ya que se estaba haciendo la limpieza acostumbrada de otoño. También en el salón de estudio, mesas y bancos amontonados 
esperaban las reparaciones de los carpinteros. Eran trabajos que exigían varias semanas; después había que blanquear toda la casa. Todo 
este desbarajuste, requerido por la limpieza y la higiene, no podía momentáneamente dejar de influir en otros sitios como en las estrechas 
escaleras y descansillos y se puede comprender el aspecto que adquiere cualquier casa a la hora de una limpieza general. 

Pero no lo comprendieron así aquellos señores encargados de visitar el Oratorio, y presentaron una relación deplorable del mismo en la 
Inspección de Sanidad: sucios los locales destinados a estudio y dormitorios y los muchachos aglomerados en ellos; poco ventilados los 
patios; los servicios generalmente en mal estado; demasiado cerca de la cocina y del comedor el depósito de la basura; ((187)) y más 
observaciones, todas sumamente exageradas con mala intención y algunas, faltas de base. 

El Municipio ordenó a don Bosco que proveyese inmediatamente a la continua vigilancia de la limpieza de toda la casa y prescribió 
algunas costosas disposiciones, como la de «no aceptar nuevos alumnos hasta que la Comisión municipal de Sanidad, y tras una nueva 
visita no haya determinado el número de alumnos de que son capaces las dependencias del establecimiento». 

Efectivamente, una semana después, volvió la Comisión Sanitaria a Valdocco y, después de su informe al Municipio, el alcalde Rorá 
comunicaba a don Bosco que la Comisión había limitado el número de asilados a quinientos, y que el gran salón de estudio de la planta 
superior no podía reunir a más de doscientos alumnos. 

Hay que advertir que entre los Comisarios había algún escritor de periódicos anticlericales, los cuales celebraron poder aprovecharse de 
las justas medidas impuestas por la autoridad ciudadana con el fin de impedir la propagación de la enfermedad, para denigrar a don 
Bosco. 
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Fin de Página 168 


VOLUMEN VIII Página: 169 

El clérigo Francisco Dalmazzo escribía el 22 de agosto a don Miguel Rúa, que se encontraba en Mirabello: «El Oratorio fue molestado 
con unas visitas sanitarias que dieron los más aborrecibles informes sobre su higiene; y todo por haber propuesto don Bosco al alcalde de 
Ancona que le mande muchachos de los que quedaron huérfanos por el cólera. Habían creído los sectarios que dicha oferta era una 
deshonra para toda la ciudad de Turín, que se gloriaba de prestar ayuda de un modo particular a los desgraciados habitantes de Ancona. 
Por la adjunta nota, que le manda José Buzzetti, podrá juzgar las infamias publicadas en la Gaceta del Pueblo...». 

En efecto, dicha Gaceta, después de narrar con espíritu abiertamente sectario cuanto hemos dicho, terminaba en son de triunfo: 
«Después de todo, »qué significa la oferta hecha por don Bosco de recibir treinta huérfanos de Ancona? íQue lo diga el público! Por 
favor, entérese el bueno del Alcalde de Ancona ((188)) en la Comisión de Sanidad de Turín, si no quiere ser maldecido un día por los 
mismos huérfanos». 

Ninguna persona honrada les prestó fe y nosotros mismos oímos exclamar a algunos hombres del pueblo: 

-íEsto es demasiado! íHaga ese periodista, si puede, lo que sabe hacer don Bosco! 

El 30 de agosto, salía al campo el teólogo Margotti, en las columnas de la Unidad Católica y daba su juicio, escribiendo en favor de don 
Bosco: 

Don Bosco y el Oratorio de San Francisco de Sales.-Hace algún tiempo que ciertos periódicos, apoyándose en una afirmación de la 
Gaceta del Pueblo, se han ocupado y se ocupan de hablar mal sobre la higiene, limpieza y excesiva aglomeración de muchachos en el 
Oratorio de San Francisco de Sales. Hemos visitado varias veces dicho establecimiento y no hemos advertido nunca esos inconvenientes. 
Más aún, sabemos que hace poco estuvo allí el Príncipe Amadeo, acompañado del Alcalde de Turín, el Gobernador y otros calificados 
ciudadanos, quienes, después de haber visitado el establecimiento dieron las más sinceras muestras de satisfacción. Nosotros estábamos 
íntimamente persuadidos de ello, ya que cada año se lleva a cabo una visita médica: ni el Ministerio, ni la Comisaría General de Policía, 
ni el mismo Ayuntamiento de Turín mandarían allí muchachos, como sabemos que lo hacen, si hubieran de lamentarse tales 
inconvenientes. 

No obstante, movidos por las habladurías, hemos querido ir personalmente y visitar dicho establecimiento en su aspecto sanitario, 
estadístico y de limpieza, y hemos tenido el placer de comprobar con nuestros ojos lo mismo de lo que ya estábamos persuadidos, o sea: 

1.° Que el estado de salud de los muchachos es óptimo; y consta que, pese a que son casi ochocientos, pasan cinco y seis meses sin que 
ni un muchacho tenga que ir a la enfermería, por ningún mal, salvo el del apetido que es grandísimo. 
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2.° Hemos observado los grandes esfuerzos para proveer de todo lo necesario y nada deja que desear la limpieza en cuanto es posible en 
una casa que vive de la beneficencia. 

3.° El número verdaderamente es grande, pues ordinariamente casi llega a ochocientos, pero los locales nos parecen suficientes. 

Hemos de alabar además la previsión de don Bosco, quien, apenas empezaron a sentirse los efectos del cólera en pueblos vecinos a 
nosotros, él colocó en otra parte al terminar el curso en el mes de julio un buen número de sus muchachos, de modo que los ochocientos 
quedaron reducidos a trescientos. 

((189)) De todo esto podemos deducir que los que han propalado noticias hostiles contra este establecimiento o fueron mal informados, 
y deberán rectificarlas, o pertenecen al número de esos calumniadores que gozan cuando les es dado oprimir cualquier obra que no sea de 
su gusto. 

Estos, al menos, deberían reflexionar que se trata de una institución que alberga centenares de pobres hijos del pueblo. Aquí, merced a 
los continuos sacrificios de don Bosco y sus colaboradores, se preparan a vivir como buenos cristianos, al tiempo que aprenden también 
un oficio que les ayude a ganarse el pan de la vida con el honrado trabajo de sus manos. 

Obras de esta índole deben ser ayudadas y promovidas por quienes tienen corazón; solamente los enemigos del bien verdadero son 
capaces de despreciarlas y calumniarlas». 

El Siervo de Dios cedió a algunas exigencias de la Comisión de Sanidad y se dio prisa para realizar los trabajos de reparación y 
limpieza de los locales; se excusó de no atender a mandatos imposibles que le hubieran obligado a gastos demasiado considerables, e 
imperturbable, aun manteniendo el número de internos sin disminuirlos ni en uno sólo, preparó plaza para los huérfanos del cólera. El 
número de alumnos subió a novecientos. 

Después de estas inspecciones, el Oratorio no sufrió más fastidios por la higiene. Y el Gobierno, los Municipios y la Comisión de 
Ancona no desistieron de mandarle los muchachos que se quedaron sin padres. Precisamente el comendador Bona, Senador del Reino, 
Director de Ferrocarriles en el Ministerio de Obras Públicas, sin dar importancia a las diatribas de los periódicos, recomendaba al joven 
Carlos Cerruti de Turín, el cual fue aceptado en el Oratorio. 
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((190)) 

CAPITULO XVI 

DON BOSCO ESCRIBE DESDE NOVARA AL MARQUES DE FASSATI; IRA A MONTEMAGNO; DUDA SOBRE LA 
OPORTUNIDAD DE PREDICAR EL TRIDUO A CAUSA DE LOS RUMORES DEL COLERA; LA IGLESIA DE MARIA 
AUXILIADORA GARANTIA DE SEGURIDAD EN LOS PRESENTES PELIGROS; INSPECCION DE LA COMISION MUNICIPAL 
EN EL ORATORIO -DESDE TURIN RESPONDE AL PROVICARIO SOBRE EL EXITO DE LOS EXAMENES PARA LA TOMA 
DE SOTANA; LE OFRECE BOLETOS DE LA TOMBOLA -PREDICACION DEL TRIDUO EN MONTEMAGNO -COLECTA DE 
MATERIALES PARA LA IGLESIA -CONFIA A DON MIGUEL RUA EL CARGO DE PREFECTO DEL ORATORIO; 
OBEDIENCIA Y CORAZON -PREDICCION -DON MIGUEL RUA SE PREPARA PARA OBTENER EL TITULO DE PROFESOR 
DE RETORICA -PRUEBAS INEFICACES PARA ALIVIAR A DON VICTOR ALASONATTI -CARTA DE DON BOSCO 
DURANTE EL VIAJE -DON BOSCO EN I BECCHI, EN CHIERI Y EN BORGO CORNALENSE -MONSEÑOR CONTRATTO LE 
ESCRIBE INVITANDOLE A IR A ACQUI; LE DA NOTICIAS DE UN SANTO SACERDOTE; LE PIDE UN PROFESOR PARA SU 
SEMINARIO -ALEGRE COMPORTAMIENTO DE DON BOSCO CON SUS COLABORADORES SEGLARES, HASTA CUANDO 
VIAJA CON ELLOS -EL PREANUNCIADO COLERA Y OTRAS EPIDEMIAS EN EUROPA -ESPERANZA DE INMUNIDAD 
PARA QUIENES AYUDAN A LA CONSTRUCCION DE LA IGLESIA DE VALDOCCO 

LAS gestiones con la Comisión de Ancona y las exigencias higiénicas del Municipio de Turín habían retenido unos días a don Bosco en 
el Oratorio, pero no tardó en reemprender sus viajes a fin de colocar ((191)) boletos de la tómbola y allegar recursos para la construcción 
de la iglesia. 

El 29 de agosto estaba de nuevo en Novara, desde donde escribía al marqués de Fassati, que le esperaba en Montemagno: 
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Muy querido señor Marqués: 

Teniendo en cuenta las noticias de que el cólera se acerca cada día más a nosotros, quizá sea conveniente prescindir del triduo que 
habíamos preparado en honor de la bienaventurada Virgen María. Pero si usted ya se ha comprometido, o se hubiere anunciado al 
público, don Miguel Rúa y yo estábamos a sus órdenes. 

El teólogo Golzio está dispuesto a acompañarme a Montemagno. El plan sería ir el próximo lunes, partiendo a las nueve y media para 
llegar en el ómnibus de las cinco de la tarde. 

Espero, señor Marqués, que usted, la señora Marquesa, Acelia y Manuel gocen todos de buena salud; es la gracia que pido, para toda la 
familia cada día en la santa misa y confío firmemente en que la Santísima Virgen me escuchará en toda ocasión y de un modo especial en 
los presentes peligros. 

No sé si el maestro Cerruti colma las esperanzas; si conviene, déle algún aviso o consejo; ciertamente él lo recibirá bien. Retrasó algún 
día su ida a Montemagno porque yo le escribí a Mirabello, cuando él ya había salido para su pueblo, así que la carta tuvo que hacer doble 
camino. 

Nuestra iglesia va adelante y buena parte de los muros llegan ya a la altura del techo. Espero que esta iglesia será para usted y para toda 
su familia una prenda segura de la eficaz protección de María Auxiliadora. Tenga mucha confianza en Ella. 

Habrá visto por algún periódico que, a más de la visita que el Señor nos hace en las personas de la casa, hay también enemigos que nos 
hacen sufrir desde fuera. Imagínese: vinieron Borella y Bottero 1 por orden del Ayuntamiento para inspeccionar la higiene y moralidad de 
nuestra casa. íDos preciosos modelos! 

Ruegue mucho por mí y por esta nuestra casa, y cuénteme siempre entre los que con todo afecto se profesan. 

De V.S. 

Novara (por hoy solamente), 29 de agosto de 1865. 

Afectísimo y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((192)) Al volver a Turín, respondía a una nota del Provicario, canónigo Vogliotti, Rector del Seminario: 

Ilmo. y Rvdmo. Señor Vicario: 

He recibido la nota de los jóvenes nuestros que se presentaron a examen para la toma de sotana y le doy las gracias. Sunt bona mixta 
malis (Buenas mezcladas con malas). 

Me complace que algunos hayan sido suspendidos, ya que fueron contra mi voluntad. Lo siento por Maffei, que es de conducta muy 
laudable y uno de los buenos de su curso. Es un caso raro que haya salido mal. íExamen sive periculum! (Examen igual a peligro). 

He recibido su otra nota, participándome que se quedaba con cien boletos y me invita a saldar las cuentas que hace mucho deberían 
haber sido arregladas. íBendita miseria! Si no fuese demasiado, me atrevería a añadir un sumando más a su carta; pero temo ganarme el 
título de pesado. Basta, probemos. 

1 Borella y Bottero: Tal se llamaban los fundadores de La Gaceta del Pueblo, periódico de la época, muy de la política liberal de 
aquellos años, enemigo acérrimo de monseñor Fransoni y del clero turinés. Así se comprende fácilmente la expresión de don Bosco. (N. 
del T.) 

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»Tomaría usted cien boletos más para la tómbola? Tendría otras cincuenta liras que, unidas a las otras trescientas cincuenta, 
redondearían las cuatrocientas y de este modo quedaría totalmente saldada la deuda con el Seminario. 

Por otra parte ab amicis honesta sunt petenda (las cosas buenas hay que pedirlas a los amigos), y si estima mi propuesta inoportuna, 
retiro gustosamente mi petición y me limito a darle las gracias por los beneficios que otras veces nos ha hecho. Le auguro salud y gracia 
del cielo; me encomiendo juntamente con esta casa a la caridad de sus oraciones y créame agradecido a V. S. Ilma. y Rvma. 

Turín, 3 de septiembre de 1865. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S. Adjunto el certificado de conducta del clérigo Vittone, que el Obispo de Acqui me encarga se lo envíe. 
El día 4, después de haber recibido noticias tranquilizadoras del marqués de Fassati, llegó a Montemagno con el reverendo Arró 
Carroccio, de Lanzo, para predicar un triduo solemne al pueblo. Don Miguel Rúa había ido también desde Mirabello, invitado para 
ayudarle a predicar y confesar. 

Hubo el fruto que podía esperarse. La población se inflamó en religioso entusiasmo. Aquellas tardes se rezaba el rosario en todas las 
familias, como solía hacerse adelantado el otoño, después de la faenas del campo. Los penitentes volvían contentos a casa con la medalla 
((193)) de María Auxiliadora que les habían dado los misioneros. Soldados licenciados, que habían combatido en las guerras del 1855 y 
1859, anteponían la medalla de la Santísima Virgen a las del valor militar ganadas en el campo de batalla. De hecho habían triunfado en 
la más gloriosa de las campañas, venciendo al enemigo de sus almas. 

Terminado el triduo, don Bosco volvió a Turín y reemprendió sus diligencias para la iglesia en construcción. Escribía al conde Carlos 
Cays que veraneaba en Casellette: 

Queridísimo señor Conde: 

Con gran alegría recibí la noticia del nacimiento de un heredero en la Casa Cays, pero ésta se nubló con la otra en que me decía que la 
señora Condesa se encontraba muy grave. Ordenamos inmediatamente oraciones públicas, mañana y tarde, y hemos tenido el gran 
consuelo de saber que cesó la enfermedad y que recobró su salud normal. íGracias a Dios y a la Santísima Virgen Auxiliadora! 

Pero »y nuestra iglesia? He aquí la segunda parte de mi carta. La iglesia está para cubrirse y necesito que usted me ayude a ello. »De 
qué modo? Con los listones, tableros, tejas, travesaños, tirantes, vigas, viguetas y demás material que tuviera fuera de uso y que quisiera 
regalar a la Virgen Auxiliadora. 
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»Qué dice el señor Conde? »Qué dicen el señor Luis y la señora Condesa? Como resulta difícil pedir dinero, he pensado acogerme al 
consejo del caballero Javier Collegno de pedir materiales. 

Perdone, señor Conde, la confianza con que escribo. Le auguro salud y gracia del cielo, a usted y toda su familia, y me encomiendo 
juntamente con mis muchachos a la caridad de sus santas oraciones, mientras tengo la satisfacción de profesarme con sincera gratitud. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 11 de septiembre de 1865. 

Afectísimo y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Otra carta, dirigida a don Miguel Rúa a Turín, no sabemos desde dónde, nos confirma la solicitud del Siervo de Dios por levantar el 
alcázar de su Auxiliadora: 

((194)) Carísimo Rúa: 

Hay una letra de cambio de mil liras que vence hoy. Toma la llavecita que te adjunto, ve a mi habitación y en el cajón que tú sabes 
encontrarás un fajo de mil liras; habla después con el Cavaliere (cab.° Federico Oreglia) y con don Angel Savio para que te digan o hagan 

ellos mismos la entrega de esta cantidad en el mismo sitio donde ya lo hicieron el mes pasado. 

Llegaré a Turín mañana a las tres de la tarde. 

Que Dios os bendiga, a ti y a toda nuestra familia. Siempre tuyo 

18 de septiembre de 1865. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 
Don Miguel Rúa había abandonado Mirabello con maravillosa prontitud para asumir el cargo de Prefecto en el Oratorio y ya había 
tomado sobre sí la pesada carga que había dejado don Víctor Alasonatti; carga verdaderamente molesta por la complicada administración 

material. 

Estaba don Miguel Rúa ordenando su colegio para el nuevo curso cuando llegó don Francisco Provera a Mirabello y le dijo: 

-Don Bosco te espera en Turín. 

Y don Miguel Rúa, que estaba sentado escribiendo, no lo dudó ni un instante; sin hacer una pregunta, sin pedir explicaciones, tomó el 

breviario y dijo: 

-íPreparado! 

Y partió inmediatamente para Turín. 

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Aquella obediencia, así, tan de repente, debió ser un duro sacrificio para él, que amaba mucho a sus alumnos. No obstante, se presentó 
en el Oratorio con aspecto tan alegre y desenvuelto, que se hubiera dicho no le importaba nada dejar un lugar donde había permanecido 
dos años y donde se había ganado el cariño de todos. 

No obstante, cuando fue a saludarlo el que debía sucederle en la dirección del Seminario menor, él le dijo:
-Así que tú vas a Mirabello. Salúdame a los muchachos. Quiéreles tú por mí. Son buenos, »sabes?
Y una lágrima se asomó a sus ((195)) ojos. Después añadió:
-Compórtate con los hermanos como lo hace un hermano mayor con los más pequeños.
Pero, algo todavía más notable acontecía; en aquellos días empezaba a cumplirse una predicción de don Bosco.
Antes del 1850 había sucedido con frecuencia que el jovencito Rúa, al ir o al volver de la escuela se encontraba con el Venerable.


Apenas lo veía, loco de alegría, corría a su encuentro, descubría su cabeza, le besaba la mano y exclamaba: 
-Don Bosco »me da una estampita? 
El Venerable se paraba cariñosamente, le ponía la gorra en la cabeza y, sonriendo, le presentaba siempre la mano izquierda mientras 

con la derecha hacía como que la cortaba por la mitad; y le decía bromeando: 
-íToma, Miguelito, toma! 
Miguelito le besaba otra vez la mano, con más cariño, y le decía adiós, pensando: 
-»Qué querrá decir con ese gesto? 
Cuando ya se aposentó en el Oratorio y vistió la sotana el 3 de octubre de 1852, le preguntó a don Bosco: 
-»Se acuerda, don Bosco, de aquellos encuentros que tuve muchas veces con usted, cuando yo iba al colegio de los Hermanos, que le 

pedía una estampita y usted hacía como que quería darme la mitad de la mano? »Qué quería usted decirme? 
-Mi querido hijo, respondió paternalmente don Bosco; ahora ya deberías comprenderlo, pero lo comprenderás mejor en adelante... 
Y prosiguió: 
-Don Bosco quería decirte que un día trabajaría a medias contigo. 
Ahora, pues, como Prefecto del Oratorio, el fiel imitador de las virtudes de don Bosco, empezaba y continuaría durante veinte años 

seguidos repartiéndose con él las fatigas en la dirección general del 
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Oratorio y de la Pía Sociedad; y, finalmente, compartiendo también, como Vicario, la autoridad. 

Mientras tanto, se preparaba don Miguel Rúa para rendir examen de Letras clásicas, italiano, griego y latín a fin de obtener el título de 
profesor de Retórica. 

((196)) Ya el 28 de agosto habíale sacado don Bosco el certificado de buena conducta en la Alcaldía y los demás documentos 
necesarios para presentarse en la Universidad y, al presente, porque lo pedían, le entregaba un certificado honorífico suyo. 

El que suscribe, con mucho gusto declara que el sacerdote Miguel Rúa, de Turín, fue profesor durante seis años en los cursos del 
bachillerato inferior y durante cuatro en los del superior, con la máxima satisfacción de sus Superiores y con aprovechamiento 
extraordinario de los alumnos. 

Declara, además, que lo juzga digno de todo elogio porque siempre ejerció con celo su gratuita labor. 

Turín. 14 de septiembre de 1865. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Visto para la autenticidad de la firma del presbítero Juan Bosco. 

Turín, 15 de septiembre de 1865. 

Por el delegado provincial de estudios.
VIGNA


(Hay un sello) 

Don Bosco tornó al Oratorio el 19 de septiembre, mas para volver a marcharse. Vivía con su pensamiento junto a don Víctor Alasonatti, 
cuya vida se iba extinguiendo. Se probó todo para conservarla. Se ensayó, como ya hemos dicho, mandarlo a Avigliana, su pueblo; fue 
después a Mirabello, al Seminario Menor, cuando don Miguel Rúa era todavía director. De allí pasó a la amenísima casa de Trofarello, 
regalada a la Pía Sociedad por don Mateo Franco, y finalmente, advirtiendo la inutilidad de todo remedio, él mismo determinó ir al 
colegio de Lanzo, porque sentía la necesidad de respirar aire muy oxigenado. Don Bosco le dio por compañero al que esto escribe: 

Mi querido Lemoyne: 

Escribe al señor Canale que acepto a su recomendado y a él mismo, si quiere venir con nosotros al Oratorio. Le indicarás las tres 
pensiones. 

Para el ((197)) 24 del corriente estaré en Turín donde le espero con nosotros con 
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gran placer. Bien entendido que una habitación y nuestra mesa están siempre a su disposición. 

De lo demás hablaremos pronto. Saluda a nuestros muchachos. Cúrame a don Víctor Alasonatti. Vete también a saludar en mi nombre 
al señor Cura y a casa Arró. 

Quiéreme en el Señor y créeme siempre tuyo 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro.
Turín, 10 de septiembre de 1865.


El 1.° de octubre, fiesta del Rosario, estaba el Venerable en I Becchi con la banda de música y un buen número de alumnos. Allí se 
quedó unos días y ordenó que el día 6 volviesen todos a Turín. Bajó él a Chieri, desde donde escribía a don Miguel Rúa: 

Carísimo Rúa: 

Lo antes posible: 

1.° Manda dos prospectos del colegio de Lanzo al teólogo Vaccarino, cura párroco de Buttigliera de Asti para que él entregue uno al 

señor Guillermo Arato de la Serra. 

2.° Idem al canónigo Caselli, Chieri. 

3.° Di a don Carlos Ghivarello que los muchachos irán a su casa el viernes. Si quisiera ir a esperarlos, le harían un brindis. 

4.° Yo voy a Borgo desde aquí, pero el viernes estaré en Turín; esto para tu norma, en el caso de que la marquesa Negrotto de Génova 

se presentase preguntando por mí. 

Estamos todos bien. Cagliero, satisfecho. Saluda a don Juan Bautista Francesia y a don Juan Bonetti una cum caeteris (junto con todos 
los demás). 

Chieri, 4 de octubre de 1865. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

A mediados del mes de octubre era esperado en Acqui, a donde había sido invitado con gran insistencia. El celo del Venerable, como ya 
hemos visto, encontraba el modo de ocuparse también de las especiales necesidades de algún Obispo. 

((198)) Acqui, 3 de octubre de 1865. 

M. R. Señor: 
Siento mucho que V. S. M. R. no haya podido hacer una excursión a Strevi el día 25 ó 26 del pasado septiembre: habría podido ver a 
don Luis Cogrosso y ser testigo 

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ocular de la curación de un párroco, que hacía catorce años no podía moverse sin ayuda de dos muletas, y que le obtuvo del Señor 
sobrenaturalmente la gracia instantánea de caminar sin las muletas, que dejó en la misma sala donde se operó la curación; y se marchó 
por la tarde sin necesidad de apoyo alguno. Ayer me comunicó que desde aquel día ha celebrado diariamente la santa misa y que el 
domingo la cantó (después de catorce años), asistió a la procesión y dio la bendición con una afluencia extraordinaria de pueblo. 

Siento también que no pueda venir antes de mediados de este mes, porque el buen siervo de Dios Luis Cogrosso se marchará de aquí el 
diez de los corrientes. No dudo que, si le es posible, se valdrá de esta oportunidad. 

Mientras tanto debo anticiparle que todas las indagaciones que hice para el profesor de Retórica, fueron inútiles. Espero todavía tener 
otra entrevista, pero con poca o ninguna esperanza. Ruégole, pues, encarecidamente me saque de este enredo, como me prometió, y haga 
de forma que para el 1.° de noviembre, si para el 15 del corriente mes no le he participado que ya he provisto de otro modo, me lo pueda 
mandar en compañía del clérigo Vittone, profesor de gramática. 

Confio en que, antes de dicha fecha, tendré el placer de abrazarle en este obispado. Mientras tanto, con el mayor aprecio y afecto, etc. 

» F. MODESTO, Obispo 

En el Oratorio estaban todos extrañados al ver cómo don Bosco se alejaba aquel año con tanta frecuencia y hacía continuos y rápidos 
viajes, cosa nunca vista hasta entonces. Se trataba de la iglesia de María Auxiliadora; pero maravillaba ver que no perdía la calma y el 
buen humor, pese al cansancio, la fatiga, la contradicción y la opresión de cruces pasadas. Bromeaba con gusto. 

Hacía tiempo que había concedido títulos nobiliarios con sus correspondientes feudos, a sus más antiguos colaboradores. Los feudos 
eran pequeñas parcelas de terreno ((199)) algunas incultas o sabulosas pertenecientes a su familia de Morialdo. Así estaban: el conde de I 
Becchi, el humilde caserío de la aldea donde él nació; el marqués de Valcappone; el barón de Baccajao y el Comendador... de no sé qué 
encomienda. 

Con estos títulos solía llamar a Rossi, Gastini, Enría, Pelazza y Buzzetti, no sólo en casa, sino fuera también, especialmente cuando 
viajaba con alguno de ellos en tiempo de vacaciones. Estos, vestidos con decorosa sencillez, eran felices y representaban 
maravillosamente su papel. Con desenvoltura y desparpajo bromeaban llamándose por sus títulos respectivos, haciendo alusión a 
posesiones, quintas de recreo y relaciones que sólo estaban en el reino de la luna. A veces el que viajaba con ellos en el mismo vagón 
quedaba maravillado de encontrarse con personas tan conspicuas. Otras veces, al llegar a las 
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estaciones eran tratados con toda deferencia, porque los empleados del tren, a los que frecuentemente daba don Bosco una buena propina, 
iban a porfía en tributarles su cortesía, preferencia o servicio. Alguna vez sucedió que, al llegar a algún pueblecillo donde nadie les 
conocía, tenían que ir a la posada para comer y dormir. Entonces don Bosco comenzaba diciendo: 

-»Ha tenido buen viaje, señor conde? »Está tal vez muy cansado, señor marqués? »Qué desea para la cena? íUsted, señor barón, 
ciertamente no hallará aquí los espléndidos platos de su cocina! 
Tendrán que conformarse, señores, y contentarse con lo que encuentren en estos lugares. 

Naturalmente hablaba de burlas, pero lo hacía con tal gracia que el hostelero, su familia, y los ociosos clientes, al oír repetir aquellos 
títulos de nobleza, quedaban asombrados y se esforzaban para tratar lo mejor que podían a aquellos señores forasteros a quienes estaban 
dispuestos a ceder hasta su propia cama. 

El hostelero se acercaba a don Bosco y le decía por lo bajo: 

((200)) -íCómo! »Este señor es un conde? »Y ese otro, un marqués? 

-íSon personajes distinguidísimos! 

-íPobres de nosotros! »Cómo haremos para tratarles según su rango? 

-No se apure, buen hombre; se contentan fácilmente; saben comprender. 

Para los nuestros era una comedia, que provocaba la risa. Pero a veces, la broma daba buen resultado. 

Un día fue el Siervo de Dios a la estación de Puerta Nueva para salir de viaje con José Rossi, que le llevaba la maleta. Como de 
costumbre, llegó cuando el tren iba a partir, todos los vagones estaban llenos de gente con las portezuelas cerradas o asomada a las 
ventanillas, como si verdaderamente los compartimientos estuviesen ocupados, para impedir que otros subiesen con ellos. Don Bosco, al 
no poder encontrar puesto, se volvió a Rossi exclamando por broma en alta voz: 

-íSiento, señor Conde, que se tome tanta molestia por mí, dignándose llevarme la maleta!
-íNo hay de qué, don Bosco, respondió Rossi con voz bastante clara. Me siento dichoso de poder prestarle este pequeño servicio.


Algunos viajeros que oyeron las palabras señor conde y don Bosco, se miraron entre sí y las repitieron admirados; uno de ellos les 
llamó, ya que aún no habían logrado subir al tren: 
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-íDon Bosco, señor Conde! suban aquí; todavía quedan dos plazas. 

-No quisiera incomodarles, dijo don Bosco. 

-íSuban! íEs un honor para nosotros; retiro mis maletas y todos estaremos muy bien! 

La predicción hecha por el Siervo de Dios a fines del 1863 seguía sin cumplirse. Después de la gran mortandad de Ancona y Cerdeña, 
en Nápoles, del 13 de octubre al 14 de noviembre ((201)) se registraron dos mil trescientos quince casos de cólera y mil ciento ochenta y 
ocho muertos, números inferiores a la realidad; y después del 14 creció el mal en intensidad. Hubo días en los que aparecieron doscientos 
casos y ochenta muertos. Se expidieron cuarenta mil pasaportes a los que estaban bien de salud y quisieran irse fuera del reino, a lugares 
tenidos por menos peligrosos. 

Fuera de Italia, Malta, Esmirna, Constantinopla y otros puertos se convirtieron en centros de infección. 

El cólera se propagaba también por Francia. En París y en el departamento del Sena afectaba a seis o siete mil ciudadanos. En Marsella, 
morían a mitad de septiembre sesenta o setenta personas por día. El mal llegó hasta Tolón donde se presentó más mortífero, quedando 
infectadas las regiones vecinas. 

En España se declaró el contagio de forma tan violenta y pavorosa que las ciudades principales se quedaron casi desiertas; todos los que 
podían hallar asilo en otra parte se iban al campo o a ciudades no afectadas. Solamente en Madrid se refugiaron más de sesenta mil 
personas que huían de provincias; y cuando la epidemia apareció en la misma capital, también allí empezó la fuga y la dispersión. 

En Inglaterra el cólera no hizo tantos estragos como para conmover a la población, pero la peste bovina exterminó en pocas semanas a 
cientos de miles de bueyes y vacas; y la fiebre amarilla segaba en algunos lugares de la costa muchas vidas humanas, a tal extremo que el 
propio gobierno italiano tuvo que echar fuera de sus mercados marítimos todo lo procedente de algunas ciudades de las costas británicas. 

En este tiempo crecía la devoción y confianza en María Auxiliadora. Entresacamos el siguiente documento. 

La señora Amalia Fulcini Jacobazzi escribía a don Bosco, desde Campegine, el 12 de septiembre de 1865: 

He oído hablar a diversas personas, especial mente a mi íntima amiga la condesa Carolina Soranzo de Venecia, de la maravillosa 
((202)) construcción de la iglesia que 
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VOLUMEN VIII Página: 181 

usted está levantando en Turín, dedicada a nuestra amada madre María Santísima, bajo el título de Auxilium Christianorum. Sé también 
por mi buena amiga que usted acepta cualquier oferta, por pequeña que sea, para el templo; y sabedora de lo mucho que temo morir del 
cólera, me ha aconsejado que haga una pequeña ofrenda a la Virgen para obtener la gracia de ser preservada... Perdone mi atrevimiento al 
enviarle directamente mis letras, pero también en esto me atengo al consejo de mi amiga Carolina, que me ha animado. 

La persuasión de que María Auxiliadora preservase del cólera a los devotos que concurrían a la edificación de su Santuario en Valdocco 
se difundió por muchas ciudades, como diremos más adelante; el temor quedaba sustituido por una dulce y fundada esperanza. 

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((203)) 

CAPITULO XVII 

DON VICTOR ALASONATTI EN LANZO -SUS DOLORES Y SU RESIGNACION A LA VOLUNTAD DE DIOS -HEROICA 
PACIENCIA PARA NO ACARREAR MOLESTIAS A LOS DEL COLEGIO -SU PREOCUPACION POR LA SALUD DE LOS 
DEMAS -CELO POR LA BUENA MARCHA DE LA CASA -ESPIRITU DE ORACION: EL SANTISIMO SACRAMENTO Y LA 
SANTISIMA VIRGEN -EL MAL SE AGRAVA; SU TRANQUILIDAD -EL SANTO VIATICO Y LA UNCION DE LOS 
ENFERMOS -EL TESTAMENTO -JACULATORIAS -MOLESTO RECUERDO -UNA CONMOVEDORA RECOMENDA CION 
ULTIMO DIA DE SU VIDA: DECRETO DE LA SAGRADA CONGREGACION DE RITOS QUE APRUEBA EL CULTO DADO 
AB IMMEMORABILI AL BEATO QUERUBIN TESTA -PALABRAS DE AMABLE CARIDAD -CONFIANZA EN LA 
MISERICORDIA DE DIOS -SU PRECIOSA MUERTE -SUS PAPELES 

A la medianoche del 7 al 8 de octubre moría en Lanzo el sacerdote Víctor Alasonatti, Prefecto de la Pía Sociedad Salesiana y del 
Oratorio. Había llegado a Lanzo a fines de agosto y présago de que se encontraba al término de sus días, preparábase a la muerte, que 
sería su descanso, después de tantas fatigas, y su puerta del gozo eterno. Hacía varios años que todos los días recitaba el Proficiscere 
(apresúrate), por miedo a que en el momento de la muerte le faltase esta oración, como realmente sucedió. 

Sólo Dios sabe cuánto sufría. La úlcera de la garganta le había inclinado la cabeza casi hasta las rodillas y el hombro derecho le 
atormentaba con atroces dolores. No obstante pasaba gran parte del día fuera de la cama. 

((204)) Su resignación a la voluntad de Dios era perfecta. Con frecuencia exclamaba: Fiat voluntas tua (Hágase tu voluntad). Su 
pensamiento predilecto era: Semper in gratiarum actione manere (Permanecer siempre en acción de gracias). Su jaculatoria favorita: 
Deo gratias. A cada punzada en el hombro, repetía: Deo gratias. 

Cuando más le oprimían los dolores y los miembros se le contraían, 
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se le afilaba el rostro y le castañeteaban los dientes, el catarro parecía ahogarlo, la tos le quebrantaba el pecho y salía la sangre de su boca, 
no emitía un grito, ni un lamento, antes bien afloraba a sus labios una sonrisa, desgraciadamente espasmódica y angustiosa. 

Quien se hallaba presente a una de estas crisis adquiría un sentimiento de compasión que le duraba todo el día; y, sin embargo, él, 
apenas podía recuperar la respiración, decía inmediatamente: Deo gratias. Después de haber estado aletargado unos minutos, de haber 
pasado una noche desvelado, tras haber tomado un bocado o un sorbo, a continuación de un paseito por el jardín, después de recibir una 
noticia buena o mala, repetía siempre: Deo gratias. 

Los clérigos, aunque eran pocos y cargados con las obligaciones de clase, de estudio, recreos y paseos, se habían repartido las horas del 
día y de la noche, de modo que a toda hora había uno de ellos para atender al querido enfermo. Pero éste hacía lo posible para causar el 
menor estorbo a ellos y al colegio. Procuraban prepararle comidas que suponían de su gusto, pero frecuentemente, cuando las tenía 
delante, sentía tal repugnancia y tales náuseas que, pidiendo excusas, rogaba las devolvieran a la cocina y prohibía al mismo tiempo que 
le preparasen otras. 

Le producía algún alivio una sopita de sémola muy caliente que, por orden del médico, se le llevaba cada dos horas. Sucedió cierta 
mañana que el clérigo encargado de servírsela tuvo que suplir al maestro de una clase, creído que alguien ocuparía su puesto junto al 
enfermo. Pero no fue así y don Víctor se quedó toda la mañana sin el acostumbrado caldo. Tenía a mano la cuerda de la campanilla, mas 
no quiso ((205)) llamar a nadie hasta la una de la tarde, esperando que terminase la comida comunitaria. Llamó entonces, acudió el 
clérigo Sala y don Víctor le preguntó sonriente: 

-»Os habéis olvidado de mí? 

-»Cómo? »Aún no le han traído la comida? 

Bajó inmediatamente a la cocina para dar las órdenes oportunas. 
Acudió mientras tanto junto al enfermo el clérigo, involuntariamente causante del descuido, esperando la merecida reprimenda, y a sus 
excusas oyó que le respondía afectuosamente: 

-No importa; tráeme ahora algo. Deo gratias. 

Temía morir sin verse asistido por los hermanos; así que, si en algún momento se encontraba solo, este pensamiento le ocasionaba una 
angustia que le ponía nervioso. Y, sin embargo, muchas noches obligaba al enfermero a retirarse para que descansara. 

-No es lógico, repetía, que sufran los demás por mí. 
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Una noche le dijeron que, si no le molestaba, los muchachos internos cenarían en el prado que había bajo las ventanas de su habitación.
-Yo no me opongo, respondió; sólo rogaría que no armaran mucha bulla, porque esta noche me aprieta el mal más que de ordinario.
-Entonces, será mejor que los muchachos se priven de este recreo: quod differtur, non aufertur (lo que se difiere, no se quita)
.
-No, no; que vayan al prado; me gusta mucho ver a esos queridos muchachos y contemplar su alegría.
Y así diciendo, hizo llevar su sillón junto a la ventana y allí se sentó para ver a los muchachos a quienes tanto quería.
En otra ocasión, un criado tocaba la flauta después de comer. Don Víctor sonreía con aquella sonrisa forzada y dolorosa que siempre


tenía en los labios, cuando su sufrimiento era más fuerte. 

((206)) -»Le molesta ese sonido?, preguntó el que lo asistía.
-Me hace sufrir mucho.
Se preparó para salir el asistente, pero don Víctor le detuvo diciendo:
-»A dónde vas?


-A decir al criado que deje de tocar.
-No, no; no quiero que vayas. íPobrecito! No tiene otro desahogo y no quiero que por mí se prive de él.
El asistente tuvo que obedecer.


Aun en medio de sus dolores se preocupaba más de los demás que de sí mismo. Si había un enfermo en casa, preguntaba ansiosamente 
por su salud. Si algún día bajaba del monte un aire más frío que de costumbre, mandaba a los que le cuidaban que se pusieran ropa de 
más abrigo. 

-Porque, decía, no quiero veros enfermos.
Si oía toser a alguno, ordenaba que le sirvieran café y preguntaba después si lo había tomado, y no se libraba de la amonestación quien


no hubiera obedecido. 
Preguntaba siempre a los alumnos que lo visitaban: 
-»Cómo va tu salud? 

-Bien, señor Prefecto, y usted: »cómo se encuentra?
-Yo estoy mejor, cuando oigo que los demás están bien.


Si uno respondía que sentía algún malestar, demostraba tal disgusto que era necesario responder a su pregunta de modo que quedara 
satisfecho; y por eso, lo mismo los clérigos que los alumnos, le tranquilizaban siempre diciendo que se encontraban muy bien. 
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Quería conocer la marcha de la casa v amonestaba con gran caridad al que necesitaba corregir un defecto. En ausencia de confesores se 
prestaba gustosamente a confesar a los clérigos. Cuando recordaba el gran bien que puede hacer un sacerdote en el sagrado ministerio, 
exclamaba: 

-Yo soy un veterano, jubilado de todo servicio. 

((207)) Su oración era continua. Todas las mañanas, exceptuados algunos días de sus dos últimas semanas, quiso bajar a la iglesia para 
oír la santa misa y comulgar a pesar del sufrimiento que le ocasionaba estar en ayunas. Mientras pudo, asistió siempre de rodillas; 
cuando más tarde se lo impidió la debilidad, la oía sentado, arrodillándose solamente en el momento de la consagración. En alguna 
ocasión quiso celebrar la misa a las dos de la mañana, pero resultaba un esfuerzo verdaderamente heroico, que le producía un 
desfallecimiento que le tenía postrado todo el día. 

La última vez que celebró fue el 1.° de octubre, domingo, fiesta del Santo Rosario. Los días siguientes se arrastraba por la tarde a la 
iglesia para hacer una visita a su Señor Sacramentado y allí permanecía más de una hora. 

Tenía especialísima devoción a la Santísima Virgen. El rosario, con muchas otras oraciones, era su alimento cotidiano. íCómo rezaba! 
Observándole en aquel momento había que exclamar: 

-íVerdaderamente este sacerdote tiene fe viva! 

Cuando podía, rezaba en alta voz, a pesar de los dolores que le ocasionaba en la garganta articular palabras; cuando no podía por la 
violencia de la tos o por la extrema debilidad, causaba gran edificación el verle desgranando las cuentas del rosario. Con esta piadosa 
práctica continuó hasta el último día de su vida. 

Una tarde, estaba ya en cama cuando, a las ocho y media, hora de las oraciones, los alumnos arrodillados en el patio, antes de empezar 
las oraciones y siguiendo la costumbre, empezaron a cantar una estrofa de la canción que empieza diciendo: Somos hijos de María. A las 
primeras notas de las voces infantiles, don Víctor, que en aquel momento parecía empezaba a dormir, se sobresaltó, se esforzó para 
sentarse en la cama, se quitó el gorro de la cabeza y unió su cansada voz al canto de los muchachos. Después, juntó devotamente las 
manos sobre el pecho y acompañó en voz baja las oraciones. 

En aquel momento entraba en su habitación un clérigo con una taza de manzanilla que ((208)) había pedido para facilitar la digestión, 
tan penosa para su estómago, y se la presentó. Don Víctor le indicó que la pusiera sobre la mesita. 
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-Perdone, señor Prefecto, bébala enseguida; está caliente y le hará bien.
-Tu observación no es oportuna; tráeme la taza después de las oraciones.
-Pero después de las oraciones estará fría y entonces es inútil beberla.
-Ahora debo rezar con los muchachos; si se enfría, la beberé fría.


Y se recogió de nuevo en oración: conocía muy bien el precioso valor de la plegaria hecha en común.


Cuando oía el toque del Angelus, invitaba a los que estaban con él a arrodillarse y lo rezaba, él también.


Un día vino un muchacho ya mayor que hacía la señal de la cruz muy deprisa. Lo tomó aparte y le dijo:


-Mi querido amigo, »permites que te haga una observación?
-Diga usted, señor Prefecto.
-Si don Bosco te viese hacer la señal de la cruz, con tan poca gracia como tú la has hecho, te regañaría.
-Perdone, señor Prefecto. La verdad es que no pensaba lo que hacía, pero me parecía haberla hecho bien.
-Cuando hagas un acto religioso, atiende a lo que haces.
-Muchas gracias; procuraré cumplir su aviso.
-No lo tomes a mal. Te corrijo porque te quiero bien. También a mí me gustaría que me avisaran siempre que falto; es más, te ruego que


me hagas el servicio que yo te he hecho cuando veas que lo necesito. 

Y continuó: 

-Dime; »te he molestado tal vez?
-íOh, no! de veras; le doy infinitas gracias.
-Entonces quiéreme siempre bien y vete a jugar.


Verdaderamente, era un ejemplo de exactitud; a pesar de que por su reuma le resultaba dolorosísimo cualquier movimiento ((209)) del 
brazo, sin embargo, se esforzaba para hacer con precisión la señal de la cruz. 

Pero el mal le había reducido a tal estado que no podía apoyar la cabeza por ninguna parte. Si la ponía sobre la almohada, los nervios, 
sensibilísimos, le producían espasmos insoportables; lo mismo le sucedía si apoyaba la frente en su mano. Rogó entonces al que le asistía 
que le pusiese un trebejo de madera a las espaldas, que sostuviese su cabeza algo levantada y así él permanecería siempre sentado en la 
cama. 
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-No te escandalices, le decía, si busco alguna comodidad. 
Ofrezco todos los días mi cuerpo al Señor, pero también tengo la obligación de mantenerlo en vida, hasta que a El le plazca. 

Dijo una vez sonriendo: 

-Yo ya estoy muerto; al menos así me lo parece, y ya hace alguna semana que tengo este pensamiento fijo. Me parece que hay en mí 
dos hombres: uno que sufre y otro que contempla tranquilamente sus dolores y la gangrena que poco a poco lo acerca a la corrupción. 

íQué heroica resignación cristiana! 

Hacía ya un mes que edificaba al colegio de Lanzo con su virtud, cuando el 5 de octubre, jueves, sintió que le iban faltando 
gradualmente las fuerzas. Después de comer mandó llamar a su confesor, que era el párroco de Pessinetto, don Antonio Longo, 
compañero suyo de estudios. Este, al entrar en su aposento, le dijo: 

-»Qué quieres que pida al Señor para ti? »La salud? 

-Hágase la voluntad de Dios, respondió don Víctor, y semper Deo gratias. 

Después de confesarse, suplicó que le administrasen el Santo Viático, y don Antonio Longo, advirtiendo la gravedad del mal, consintió. 
Entró el Santísimo Sacramento en la habitación, acompañado por los alumnos. Cuando el enfermo lo vio, le acometió tal ímpetu de amor 
que empezó a respirar afanosamente. ((210)) Quiso recitar él mismo el Yo pecador y lo hizo con tal unción que parecía no sentir ya sus 
dolores. Una vez que comulgó, quedó sumido en profunda meditación: y solamente después de casi un cuarto de hora movió lentamente 
la cabeza y, fijando la mirada en dos clérigos que permanecían junto a la cama, les dijo con voz solemne: 

-Aprended de mí, hijos míos, a recibir a tiempo los Santos Sacramentos. 

Al día siguiente sintió una ligera mejoría, porque los consuelos que el buen Jesús había comunicado a su corazón, le hicieron olvidar 
sus dolores. Al caer de la tarde, como sintiera dolores agudísimos, quiso confesarse de nuevo. Hizo que encendieran una vela bendecida y 
pidió los Santos Oleos. El vicario Albert, párroco de Lanzo, le administró el Sacramento y el enfermo respondió con devoción 
conmovedora a todas las oraciones del rito sagrado, y con tal sentimiento de humilde compunción, que hizo llorar a todos los presentes. 
Recibió además la Bendición Papal, agradeció al párroco su caridad y se encomendó a sus oraciones, en caso de que aquella noche 
llegase a faltar. Dicho esto, se recogió en oración por algún tiempo. 
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El que esto escribe se encontraba junto a su lecho; el enfermo le hizo señas para que se acercase más. Me incliné sobre él para oír lo que 
quería decirme, y él, tomándome una mano, a duras penas me dijo: 

-Le ruego ejecute mi última voluntad. Pronto moriré; mañana quizá ya no estaré vivo; no se olvide de hacer rogar por mí. Diga a don 
Bosco que se acuerde durante un mes de mi alma en el santo sacrificio... Salude de mi parte a don Bosco, a todos los sacerdotes y 
clérigos, al Oratorio de Turín, a la casa de Mirabello, a don Francisco Montebruno de Génova y al clérigo Juan Garino... Escríbales que 
recen siempre por mí... Diga a los muchachos de la casa de Turín que me encomienden al Señor y que me perdonen si alguna vez me 
equivoqué ((211)) al castigarlos, y si tal vez dejé de castigarlos cuando debía hacerlo... Por último, pido perdón a todos de los malos 
ejemplos que he dado... Me perdonarán »verdad?... 

Cesó un momento de hablar, porque la sofocación le oprimía, y después continuó: 

-No tengo nada que dejar, porque lo poco que era mío, ya lo di todo a la casa. Lo demás es de mi padre. Tengo solamente el uso de tres 
cosas... Dejo mi reloj al caballero Oreglia, porque era suyo y él me lo dio. Mándeselo cuando yo muera; él le recordará la amistad que nos 
unía... 

-A la madre de don Domingo Ruffino, el crucifijo que tengo en Turín... Apenas haya muerto comuníquenselo a don Francisco 
Giacomelli, a quien dejo mi rosario con el que hemos rezado juntos tantas veces, caminando a pie desde Turín a San Ignacio. 

Después, volviéndose a mí y estrechándome con fuerza la mano, me dijo: 

-A usted le deseo que el Señor le dé su santa bendición a fin de que pueda seguir el camino empezado... Que bendiga sus trabajos... 
Prosiga la gran obra que ha comenzado... Anímese. Necesitamos muchos sacerdotes, que trabajen con los muchachos... Le deseo que 
salve muchas almas, miles y miles de almas, especialmente de muchachos pobres... Sálvelas... Son demasiados los enemigos que las 
asedian. íQué gran necesidad hay de salvarlas! Hoy en día apenas si en el campo o en la montaña, y raras veces, se encuentra todavía un 
inocente... Si lo halla, defiéndalo de los malos compañeros. 

Oprimido por el cansancio, calló; después comenzó a dirigir al Señor sus oraciones, murmurando palabras entrecortadas: 

-íQué grande sois, Señor, en vuestra misericordia! Perdonadme... Os ofrezco no sólo mi cuerpo, sino todos mis afectos... Pronto 
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iré in domun aeternitatis meae (a la casa de mi eternidad)... Querría, Señor, después de muerto, ser sepultado en el ((212)) rincón más 
oscuro de la tierra y que nadie se acordase más de mí. Me alegro, Señor, de que mi cuerpo sea entregado a los gusanos, en penitencia de 
mis pecados y de las ofensas que os hice: me alegro de que mi lengua, mis ojos y mis oídos vayan a pudrirse en la fosa en castigo de sus 
faltas. Una sola cosa siento, no poder trabajar más para vuestra gloria. 
Una sola gracia os pido, Señor, y es la de que pueda morir aunque sea en medio de los más atroces tormentos. Deseo mucho morir para 
unirme a Vos y así estar seguro de no poder ofenderos más y de amaros con el más ardiente amor. No obstante, estoy dispuesto a sufrir en 
vida hasta que os plazca... Tened misericordia de mí... Señor, os pertenezco por muchos títulos. Tengo demasiada confianza en Vos, 
Señor... 

Después exclamó con énfasis: 

-Exurgat Deus et disipentur inimici ejus (Levántese el Señor y se dispersen sus enemigos). 

Quedóse un momento adormecido. Despertó de nuevo. Parecía que un molesto pensamiento torturase su memoria y repetía: 

-íLa obediencia, la obediencia! A veces dije a don Bosco: quiero esto, quiero aquello, o bien: haga esto o de otro modo... Si por más 
que se diga; y allí, precisamente allí... »Y la obediencia? 

Recordaba que un día había hablado resueltamente a don Bosco porque le parecía que era demasiado indulgente con un tal que se 
obstinaba en no obedecer, con escándalo de los alumnos. Como yo conocía el hecho al que aludía, le hice observar: 

-Pero usted no podía obrar de otro modo; era necesario una resolución enérgica. 

-Pero yo dije: o esto, o de lo contrario... En el momento de la muerte se juzgan las cosas de muy distinta manera... Sí... poner al 
Superior en la alternativa: o... o... Pero espero que el Señor me haya perdonado. 

Se serenó y de nuevo prosiguió su oración. 

Siguió murmurando oraciones hasta que, de pronto, llamándome me dijo: 

-He de pedirle un favor. Si muriese ((213)) esta noche, anímeme... recuérdeme que confíe en la misericordia de Dios... déme por última 
vez la absolución sacramental... »Me lo promete?... 

-Sí, señor; le respondí lagrimeando. 

-Muy bien, añadió. Ahora vaya a descansar: en el caso de que me sienta peor, lo mandaré llamar. 
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Y como yo no me moviera, dijo: 

Vaya, le digo; íobedezca! 

A la mañana siguiente se levantó de la cama y bajó al jardín, donde se sentó a la sombra de una pérgola. En medio de su incesante 
trabajo en el Oratorio, se había ocupado con celo para hacer reconocer y aprobar por la Santa Sede el culto dado ab immemorabili (desde 
tiempo inmemorial) al beato Querubín Testa, religioso de la Orden de San Agustín, muerto en Avigliana, su pueblo, en el 1479. Las 
reliquias de este querido santo, después de la dispersión de sus hermanos, habían sido trasladadas desde el sepulcro del convento a la 
iglesia parroquial de San Juan. Durante más de nueve años, trabajó don Víctor Alasonatti en la búsqueda de documentos y pruebas, 
enviando instancias, redactadas en buen latín, a la Sagrada Congregación de Ritos. Esperaba el suspirado decreto de un día a otro. 

Cuando he aquí que, al mediodía del último de su vida, entró en el jardín el clérigo Sala y le entregó un fajo de papeles precintado con 
varios sellos. Don Víctor lo abrió. Era el decreto que aprobaba el culto dado por los fieles al beato Querubín y concedía la misa y el oficio 
para toda la Orden de los Eremitas de San Agustín, y a la ciudad y archidiócesis de Turín. El Oremus y las lecciones del segundo 
nocturno eran las que don Víctor Alasonatti había compuesto. 

Leyó el decreto, guardó un momento de silencio y finalmente exclamó: 

-íEstoy verdaderamente contento! íFinalmente tengo el honor de leer esta acta! 

Y, elevando al cielo los ojos impregnados en lágrimas, añadió: 
((214)) -Nunc dimittis servum tuum, Domine! (Ahora puedes dejar ir a tu siervo, Señor). íAhora muero contento! íNo me faltaba más que 
esta satisfacción. 

El clérigo le dijo: 

-Ahora, usted que ha trabajado tanto por la gloria de este santo, será el primero en probar los efectos de su intercesión ante el Señor. 

No respondió enseguida, pero después de un momento de silencio, añadió: 

-íPedir! Y »qué he de pedir? Me hace continuamente gracias, así que nada tengo que pedir. 

-Podría pedirle la gracia de la salud. 

-No, no; no me atrevo a pedirla, porque no la merezco. 

A todos cuantos se le acercaban, les hacía leer el decreto y les mostraba cuán feliz era. 
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Como había que asistirle, yo estaba sentado al lado, y también a mí me dijo: 

-íLea! 

Y me entregó el decreto. 

Cuando terminé la lectura, se puso a hablar de su enfermedad y de su santo. Yo callaba y escuchaba; de improviso también él calló. 

Tomó el hilo después y me dijo: 

-Ahora márchese, porque sufro mucho hablando y, si usted está a mi lado, no puedo callarme. 

Y, estrechándome la mano, repitió: 

-Yo le quiero mucho, y cuando está a mi lado, no puedo guardar silencio. 

Me levanté y él continuó: 

-Verdaderamente, soy descortés con usted; pero, »qué quiere? 

Si empiezo a hablar, no termino nunca. No lo tomará a mal, »verdad? 

-No necesita excusarse conmigo, le dije; y fui a sentarme a unos metros de distancia. 

Al cabo de unos instantes me llamó, y me dijo sonriendo: 

-No se hace caso de los amigos cuando no se los necesita y se les echa fuera; pero cuando se los necesita, se les llama. Así que 

sosténgame, porque siento que me faltan las fuerzas, y acompáñeme a la habitación. 

((215)) Cuando llegó a la habitación, se sentó y me dijo: 

-A las tres quisiera dar una vueltecita; »tendrá la bondad de acompañarme? 

Pero, en vez de salir de la habitación a la hora que había fijado, salió a las dos. Quería visitar todo el colegio. Entró en la iglesia y se 

quedó un momento en adoración; inspeccionó el jardín, los patios, las clases, los comedores, los dormitorios; parecía que quisiese darles 
el último adiós. A las tres volvió a entrar en su cuarto, dijo que se encontraba muy cansado, y se acostó. 

-Vamos al encuentro de la muerte, decía al que lo ayudaba. 

Y empezó a rezar devotamente recogido. 

Hacia el anochecer jugaban los alumnos en el patio debajo de su ventana; le preguntaron si le molestaban, y si debían imponerles 
moderación o silencio. A lo que él respondió: 

-íPobres muchachos; no tienen más que este poco tiempo de recreo! Dejad que se diviertan. 

Poco después me dijo: 

-Dígame algo que me sirva para este momento. 

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-»Qué quiere que le diga? Le diré que es consolador el pensamiento de haber trabajado siempre por el Señor. 

-No, no es esto...; lo que me consuela es pensar en la misericordia de Dios. Yo estoy tranquilo... »No será, acaso, presunción esta mi 
seguridad?... Y, sin embargo, busco una razón seria que me humille y me confunda y no lo consigo. 

Y concluyó exclamando: 

íOh! íCuánto deseo unirme al Señor! íCupio dissolvi et esse cum Christo! 

Dio después orden de que, apenas hubiese expirado, fuese uno de nosotros al Oratorio e hiciese telegrafiar a don Bosco, dado caso que 
estuviese todavía en Castelnuovo. 

En aquellos momentos se hallaban presentes en la habitación varios de los clérigos destinados a velarlo. Como quiera que habían 
pasado en vela varias noches, y ocupados durante el día con los muchachos, se encontraban molidos como una alheña. El moribundo se 
dio cuenta de ello y les ((216)) mandó que fueran a descansar. Ellos se resistieron, pero tanto insistió que tuvieron que retirarse. Quedóse 
en la habitación el joven Modesto Davico, su paisano, enviado de Turín algún tiempo antes, a fin de que, en caso necesario, pudiese 
prestarle sus servicios. Yo también tuve que retirarme. 

Tenía el enfermo aquella noche un aspecto tan sereno que nadie hubiera presagiado que estaba tan próximo el término de sus 
sufrimientos. Pero no era todavía media noche cuando, haciendo un esfuerzo para alzarse de la cama, llamó a Davico y le dijo: 

-Dame la sotana; quiero levantarme; me falta la respiración; 
necesito pasear. 

-Pero hace frío, observó el joven; este paseo podría hacerle daño al costado. 

-Me ahogo, querido; necesito aire. 

El joven enfermero le ayudó a bajar de la cama y a vestirse, y le sostuvo mientras se encaminaba hacia la puerta para salir al exterior; 
pero, apenas dio unos pasos, vaciló y cayó en brazos del que lo sostenía. Le asaltó entonces un golpe de tos y le faltó la fuerza para 
expectorar, por lo que el estertor le subió a la garganta. Davico, asustado, sin poder sostener más el peso de un cuerpo inerte, ni agarrar la 
cuerda de la campanilla, demasiado lejana, empezó a gritar: 

-íDon Víctor se muere, don Víctor se muere! 

El moribundo volvió la cabeza hacia el joven y le miró tranquilamente a la cara. 

Davico, al ver que sus gritos no habían sido oídos, le colocó despacio 
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en el suelo y se echó a correr por los pasillos, golpeando a todas las puertas y repitiendo: 

-íDon Víctor se muere! 

Acudió el primero el clérigo Sala; levantó del suelo con sus robustos brazos el cuerpo del santo sacerdote y lo colocó en la cama. Tras 
de Sala llegué yo, pero no tuve tiempo para leerle las preces de los agonizantes. Apenas colocado en la cama, don Víctor Alasonatti 
expiraba. 

En aquel momento sonaban las campanadas ((217)) de medianoche, que daba paso a la festividad de la maternidad de María Santísima. 
Nuestro querido Prefecto había muerto de pie, como un valiente soldado de Dios. íSu sacrificio se había consumado! 

Mientras tanto, acudieron los demás clérigos. Silenciosos contemplaban los restos exánimes del que tanto había trabajado por ellos. De 
rodillas recitaron las letanías de la Virgen y el De Profundis. 

Una hora después partía de Lanzo, a pie, el clérigo Nicolás Cibrario. 

A las ocho, después de recorrer casi treinta y dos kilómetros, anunciaba a don Bosco la dolorosa pérdida y le entregaba una carta mía en 
la que le describía los últimos momentos del querido don Víctor Alasonatti. 

Al hacerse de día se colocó el cadáver arreglado y revestido, en un sillón. El pintor Rollini dibujó su semblante y un amigo suyo, 
escultor, se prestó a sacarle también la mascarilla. En el entierro, que resultó solemnísimo, tomaron parte los cantores y otros llegados del 
Oratorio. 

Examinados los papeles que el santo varón había llevado consigo, se encontraron dos cuadernitos escritos de su propia mano, que 
fueron entregados a don Bosco. Uno contenía sus propósitos de los ejercicios espirituales hechos en San Ignacio en el 1861, y unas 
oraciones a las llagas de Jesús crucificado; en el otro tenía una colección de jaculatorias para la más mínima acción de la jornada, sacadas 
de los salmos, y de algunas prácticas de devoción. 
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((218)) 

CAPITULO XVIII 

CARTA DE DON BOSCO A LA COMISARIA GENERAL DE TURIN PARA EL SINDICATO E INSPECCION DE 
FERROCARRILES, A FIN DE OBTENER UN SUBSIDIO -DON BOSCO EN MILAN: SORPRENDENTE CURACION DE UNA 
ENFERMA -VA A BRESCIA Y A LONIGO -INSTANCIA AL MINISTRO DE LA GUERRA PARA OBTENER VESTUARIO 
FUERA DE USO -EN PADUA Y EN VENECIA -VUELVE A LONIGO Y A TURIN -TESTIMONIO AUTORIZADO DE LA 
ANTIDAD DE DON BOSCO, RECONOCIDA POR LOS MUCHACHOS -DON BOSCO RECITA LAS ORACIONES CON LA 
COMUNIDAD -CIRCUNSPECCION PARA DAR UN CONSEJO PEDIDO -MAESTROS TITULADOS PARA EL 
BACHILLERATO EN EL ORATORIO -ACEPTA NUEVOS SOCIOS -ELECCION DE TRES MIEMBROS DEL CAPITULO 
SUPERIOR -APRECIO QUE DON BOSCO TENIA DE LAS OBRAS REFERENTES A SU MISION: NO QUIERE CAMBIOS, NI 
INNOVACIONES EN LAS COSTUMBRES DEL ORATORIO 

ERAN continuos los socorros que el Siervo de Dios recibía para desarrollar y sostener su obra, pero iguales eran sus solicitudes para 
alcanzarlas. 

En estos términos escribía a la Comisaría General de Turín para el Sindicato e inspección de Ferrocarriles: 

Ilustrísimo Señor Comisario General: 

Las apremiantes necesidades, en que se encuentra esta casa, me impulsan a recurrir a V.S. Ilma. en busca de ayuda. Creo que, de algún 
modo, habrá llegado a su conocimiento que el Ministro de Trabajo y la Dirección General del Estado mandaron a este establecimiento 
algunos muchachos huérfanos, hijos de empleados de ((219)) esa administración. Algunos siguen todavía formando parte de nuestro 
alumnado, como podrá ver por la nota que le adjunto. Yo los recibo con gusto, porque esta casa estuvo siempre abierta a las autoridades 
gubernativas y porque la benemérita Dirección de Ferrocarriles me concedía algunos favores en forma de transportes gratuitos con los 
que, en cierto modo, pagaban los gastos necesarios al menos en parte. Pero estas concesiones han sido restringidas bastante por la nueva 
Administración. Ahora bien, estos jóvenes siguen todavía en número notable en este establecimiento; es más, uno de ellos, por falta de 
edad, fue enviado al colegio de Lanzo, donde se encuentra actualmente, por cuenta de quien esto escribe. 
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Verdad es que cada vez que la Dirección envió un muchacho, entregó alguna ayuda; pero ésta apenas si llegaba para vestir al muchacho 
y proporcionarle el equipo necesario. 

En estas circunstancias me he atrevido a recurrir a V. S. Ilma. suplicándole acuda en mi auxilio en este momento de extrema necesidad 
y me otorgue el máximo subsidio que a usted le parezca bien, ya sea para el conjunto, ya sea para cada uno de los muchachos amparados. 

Lleno de confianza, en su reconocida bondad, le deseo todo bien del cielo, mientras, con la más sentida gratitud, tengo el honor de 
profesarme, 

De V. S. Ilma. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La ayuda pedida le fue concedida. 

MINISTERIO DE TRABAJO 

10. ª División Ier Desp. 
Comisaría General 
para el sindicato y vigilancia de los 
FERROCARRILES 
N. 6201 
Florencia, 12 de octubre de 1865 

El que suscribe tiene el gusto de comunicar a V. S. que este Ministerio, acogiendo de buen grado la petición hecha por usted en carta 
del 9 del pasado septiembre, ha decretado se le entregue la cantidad de ochocientas liras, por orden extendida a su nombre, enviada a la 
Pagaduría Provincial de Turín. 

El Comisario General BELLA 

((220)) La respuesta fue recibida por don Miguel Rúa, ya que don Bosco había salido otra vez, él solo, de viaje a varias ciudades, donde 
despachar boletos para la tómbola. No tenemos datos que nos describan su itinerario y lo que hizo en los lugares donde estuvo, pero en 
cambio poseemos alguna carta, el recuerdo de alguna de sus narraciones, y noticias de los que le hospedaron. 

Su primera parada fue en Milán, donde tiempo atrás se había encontrado, en el Oratorio de don Serafín Allievi, con el señor José 
Pedraglio y el señor Guenzati, comerciantes que frecuentaban aquel apreciado centro dominical de numerosos jóvenes. Ya hemos hablado 
de la generosidad del señor Guenzati con las obras de don Bosco; ahora diremos lo que nos escribió en el 1909 la hija de este bienhechor, 
Carolina Rivolta Guenzati. 
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«El año 1865 vino don Bosco a Milán y honró nuestra casa hospedándose en ella. Sucedió el siguiente hecho. La señora milanesa 
Marieta Pedraglio, enterada de que el venerando don Bosco se encontraba entre nosotros, se presentó para saludarle. Antes de que la 
señora dijese una palabra, don Bosco le preguntó: 

-»Está usted enferma? 

-Desgraciadamente sí, respondió ella; hace ya unos meses; he tomado muchas medicinas, he hecho varias devociones, pero no me han 
servido para nada. 

Entonces don Bosco le dijo: 

-»Quiere sanar? Haga una novena a Jesús Sacramentado y rece cinco padrenuestros, avemarías y glorias, añadiendo estas palabras: «don 
Bosco me ha dicho que Vos me curaréis y yo quiero curar». Después coma y beba. 

A la mañana siguiente mi familia quedó maravillada al encontrarse a la señora, libre de todas las dolencias que hacía tiempo le 
molestaban». 

Desde Milán fue a Brescia para visitar a los hermanos Elena, sacerdotes, en cuya casa comió. Eran dos hombres de ardiente celo por la 
salvación de las almas, y sostenían un floreciente oratorio festivo para los muchachos. Don Bosco les había escrito una carta, que ellos 
conservan como prenda preciosa de su ((221)) amistad con el hombre de Dios. Por otro escrito, dirigido al caballero Oreglia, parece que 
también visitó a la señora Magdalena Girelli, hija de María, en su Instituto de la calle San Antonio. 

De Brescia pasó a Lonigo, pequeña ciudad próxima a los montes Berici, donde veraneaba por entonces el conde de Soranzo, su gran 
amigo, que habitualmente residía en Cremona y que tenía también casa en Venecia. El Siervo de Dios predicó en Lonigo y escribió desde 
allí a don Miguel Rúa: 

Carísimo Rúa: 

Te mando un borrador de instancias para mandar copiar del modo siguiente: 

Lo que dice: «Excelencia, etc.» debe ser copiado en papel sellado de una lira. 

La carta la harás copiar en papel simple; después, meterás todo en un solo sobre dirigido, como aquí se indica, al general Incisa. 

Probablemente no podré estar en casa hasta el próximo viernes, a más tardar; si puedo, iré antes. Mientras tanto, advierte que hay una 
letra de mil liras que vence el 18 de este mes. Si la puedes pagar, no hace falta que digas nada; de otro modo házmelo saber enseguida 
para mi norma. 

Entrega la adjunta cartita a Rinaudo; mándame a Lonigo (en casa de S. E. el conde de Soranzo) los datos para hablar con los padres de 
Nicolini el paduano. 
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Saluda a todos nuestros queridos amigos y que el Señor nos ayude a todos a crecer en su santo temor. 

Todo tuyo 

Lonigo, 14 de octubre de 1865 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

P.S.-Saluda a Cagliero y a Francesia; tira de las barbas al Caballero. 

Las dos cartas que don Bosco mandó a don Miguel Rúa eran una petición al general Petitti, Ministro de la Guerra: 

Excelencía: 

Ya en años pasados y en varias ocasiones recurrí a V. E. a fin de obtener indumentaria para los pobres muchachos asilados en la casa 
llamada Oratorio de San Francisco de Sales y S. E. acudió siempre en mi ayuda. 

((222)) Causas muy diversas concurrieron a aumentar las necesidades de este establecimiento en este año, de modo que en la actualidad 
pasa por graves estrecheces. 

Por esto acudo de nuevo a su reconocida bondad, suplicándole se digne tender su benéfica mano a estos huerfanitos y concederles el 
número de mantas, sábanas, camisas, calzoncillos, pantalones, levitas militares, capotes, botas y todo lo que se digne conceder y sirva 
para preservarles del frío durante la próxima estación invernal. No importa que estas prendas estén ya fuera de uso o gastadas, para 
nosotros serán una verdadera caridad, gracias a la cual se suplirá una necesidad que de otro modo no se podría resolver. 

Será, tal vez, la última que podamos disfrutar de este beneficio, y por eso ponemos en usted la más viva confianza de ser atendidos. A 
más de la imborrable gratitud que guardaremos por el favor, no dejaremos de invocar diariamente las bendiciones del cielo sobre usted, a 
quien contaremos entre nuestros más insignes bienhechores. 

Con todo aprecio, tengo el alto honor de poder profesarme de V. E. 

Turín, octubre de 1865 

Reconocidísimo seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 
Ilustrísimo señor General: 
Hace ya varios años que, gracias al valimiento de V.S., he podido obtener la ayuda de ropa para los pobres muchachos de esta casa, que 

suman casi ochocientos. 

Entiendo que el favor depende únicamente de usted y por eso, con plena confianza, recomiendo en cuanto sé y puedo a su reconocida 
bondad la extrema necesidad de estos pobres muchachos. 

No pudiendo expresar de otra manera nuestra gratitud, rogaremos al buen Dios para que conceda días de salud y felicidad a usted y a 
toda su respetable familia. 

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Con la más sentida gratitud, me cabe el honor de profesarme. 

De V. S. Ilma. 

Turín... octubre de 1865 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

General Incisa, Secretario General del Ministerio de la Guerra.-Turín. 

Desde Lonigo, acompañado por el Conde de Soranzo, y después de pasar por Padua, para dar noticias a los padres del jovencito ((223)) 
Nicolini, internado en el Oratorio, don Bosco llegó a Venecia. 

Aquí tuvo ocasión de oír, desde una terraza en la plaza de San Marcos, las maravillosas sinfonías de las bandas militares austríacas. Sin 
pensarlo, entusiasmado por la música, comenzó a aplaudir, pero fue advertido enseguida de que era una imprudencia hacer ninguna 
aprobación. Aunque reprimidas, bullían en el corazón de los ciudadanos las pasiones políticas. En efecto, a pesar de que la plaza se 
hallaba atestada de gente, cuando los músicos terminaron su concierto, siguió reinando un silencio sepulcral. 

En Venecia, visitó don Bosco al Patriarca, cardenal José Luis Trevisanato, a varios distinguidos personajes del clero y de la nobleza y 
especialmente al reverendo Apollonio, más tarde Obispo de Treviso, que quería muchísimo al Siervo de Dios; al canónigo Berengo y a 
monseñor Giorda. 

De vuelta en Lonigo escribía algunas cartas al Oratorio: 

Carísimo Rúa: 

Tu carta me llegó demasiado tarde; paciencia. Entrega estas pruebas de imprenta al caballero Oreglia; la carta a don Angel Savio; y un 
cariñoso saludo y la bendición del Señor para todos nuestros queridos habitantes del Oratorio. Tengo muchas cosas que contaros de las 

Lagunas, de las góndolas, de San Marcos, del reverendo Apollonio, etc. Cada cosa a su tiempo. 

Si Dominus dederit (si Dios quiere) el viernes a las ocho de la tarde espero estar con vosotros. Traje dos mil boletos y han sido pocos. 

Lonigo, 1865 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Después de despedirse del Conde de Soranzo y de su familia, se puso en marcha hacia Turín. No tenemos noticias ciertas del recorrido 
que hizo; pero parece que se quedó algunas horas en Bolonia. 
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Entró en el Oratorio el día 20 de octubre, después de haber prometido en todos los lugares, por donde pasó, la protección de la Virgen 
para todos los que le ayudaran a construir su iglesia en Valdocco. 

Los muchachos, entre los que había muchos recomendados por los ((224)) Ayuntamientos llenaban ya todo el Oratorio y le recibieron 
con viva demostración de alegría. Hasta los nuevos se dieron cuenta muy pronto de que iban a tratar con un santo. Varias veces hemos 
ofrecido testimonios jurados de quienes nos contaron sus primeras impresiones de cuando, al entrar como alumnos en el Oratorio, 
pudieron conocer al hombre de Dios. Queremos dar otro testimonio que, al igual de los precedentes, fue depuesto ante el Tribunal 
Eclesiástico de Turín en el Proceso Ordinario para la causa de Beatificación. Se repetirán cosas ya dichas en estas Memorias Biográficas, 
pero un nuevo testimonio de autoridad nunca es superfluo como homenaje a la verdad. 

El teólogo don Antonio Berrone, de Casalgrasso, canónigo chantre de la iglesia metropolitana de Turín, que estudió en el Oratorio los 
cuatro primeros cursos de bachillerato, del 1865 a 1869, confirmaba así en 1896, el constante aprecio universal de los muchachos a don 
Bosco. 

«El amor a la gloria de Dios forma el compendio de toda su vida. Yo siempre he admirado y oído admirar su conducta ejemplar y 
sacrificada, verdadero modelo para nosotros los jóvenes. En las desgracias y en la adversidad se le veía siempre tranquilo y confiado en el 
Señor. Lo observé muchas veces en la mesa: comía con indiferencia sin comentar la calidad de los alimentos. No creo haya ido jamás a 
pasear por puro deporte. Su habitación, sencillamente amueblada, le sirvió siempre para recibir, estudiar y descansar. 

»Era general la persuasión de que don Bosco estaba dotado de dones sobrenaturales. A mi ingreso en el Oratorio oí decir a mis 
compañeros que en algunas ocasiones había predicho la muerte de algún muchacho y que la predicción se había cumplido tal y cómo él la 
había anunciado, y con las circunstancias precisas. Recuerdo que en 1865 encontré la iglesia de María Auxiliadora en construcción y oí 
de labios de compañeros más antiguos repetir las predicciones que don Bosco había hecho en años anteriores, describiendo ((225)) el 
lugar y la amplitud de la misma; es muy de admirar esta predicción porque don Bosco carecía en aquellos tiempos no solamente de los 
medios necesarios, sino que, además, era poco conocido y era combatido. 

»Recuerdo muy bien cómo todos sabían que don Bosco había 
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predicho años y años antes, que el Oratorio se habría ampliado y habría prosperado. Era voz acreditada entre los alumnos que don Bosco 
leía en las conciencias; y en prueba de ello está el hecho de que cuando uno tenía un pecado en la conciencia no se atrevía a presentarse a 
él, salvo que fuera en confesión, por miedo a que se lo leyese en la frente. Fui testigo de esto varias veces. Estábamos persuadidos 
también de que don Bosco, aun estando lejos, había sabido desórdenes que ocurrían en el Oratorio. 

»Resplandecía en él una grande y mesurada prudencia, de modo que en el Oratorio nunca hubo que lamentar ciertos desórdenes y 
escándalos que, a veces, se ven hasta en colegios bien dirigidos. Su sistema era poner a los muchachos en la imposibilidad de faltar. Con 
su ejemplo, con la vigilancia de todos, mantenía siempre el orden y la disciplina, aunque había muchos alumnos y de diverso carácter. 

»Se regulaba en todo con justicia. Aun aquellos que pagaban una pensión mensual completa, no llegaban a cubrir todo lo que recibían 
de la casa. 

»Su humildad resplandecía en su modo de obrar sencillo, dulce, afable, accesible a todos, de modo que como un imán atraía hacia él 
nuestros corazones y resultaba una suerte para nosotros poder acercarnos a él y hablarle. En sus charlas familiares inculcaba siempre el 
pensamiento y el deseo del paraíso. 

»Eran tan grandes su fe y su confianza en la misericordia de Dios que esperaba que todos nosotros iríamos al paraíso y que todos los 
que murieran en el Oratorio ciertamente se salvarían. Con frecuencia nos decía, ora a uno, ora a otro una palabra que nos llevaba a Dios y 
que siempre causaba efecto saludable en nuestros corazones. Era un espectáculo sorprendente ver cómo los forasteros ((226)) le rodeaban 
y querían a toda costa besarle la mano y recibir su bendición, si podían de rodillas. En aquellos días sufríamos nosotros una verdadera 
privación al no poder acercarnos a él. Poseía un don especialísimo que fue el de saber hacerse amar no sólo por los que se quedaron con 
él en sus casas, sino también y constantemente por todos los que fueron educados por él y se dispersaron después por la disversas clases 
sociales. 

»Al recordar ahora aquellos tiempos puedo afirmar que los muchachos en general correspondían a las santas industrias de don Bosco, 
tenían una conducta elogiosa y algunos digna de admiración. En el Oratorio florecía el espíritu de piedad y el santo temor de Dios. Y si 
alguna vez sucedía que un muchacho no se adaptaba al 
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espíritu de la casa, voluntariamente se marchaba, de modo que era raro el caso de expulsión. Todo esto lo he visto yo mismo, o lo he oído 
contar a los antiguos alumnos del Oratorio. 

»El recuerdo filial que don Bosco guardaba de su madre, era para nosotros una lección de respeto a los padres. Oí hablar muchas veces 
de mamá Margarita en el Oratorio, como de una mujer de gran virtud y piedad, que se consagró totalmente a las obras de su hijo. Los 
alumnos que la conocieron, y nosotros mismos que no la conocimos, sentíamos por ella gran estima y afecto». 

Añadiremos nosotros uno de los medios con los que don Bosco encendía en los muchachos el espíritu de oración. De 1846 a 1871 esto 
es, mientras pudo, no dejó nunca de asistir a las oraciones de la noche con la comunidad. Decía un día el joven Luis Bussi a un 
compañero, en voz baja, mientras los muchachos se reunían para las oraciones de la noche: 

-»Por qué don Bosco, cuando está en casa, viene siempre a rezar las oraciones con nosotros? 

Mientras tanto se empezaron las oraciones y, al terminar, subió don Bosco a la pequeña tribuna y habló. Cuando terminó, acercósele 

Bussi y le dijo: 

Don Bosco, dígame una palabra. 

Y don Bosco le susurró ((227)) al oído: 

-Se rezan las oraciones con los demás para dar buen ejemplo. 

El joven se maravilló, pues estaba cierto de que don Bosco no podía haberle oído. 

El florecimiento de tanta virtud en el Oratorio era espectáculo tan evidente, que frecuentemente acudían a don Bosco para pedir consejo 
sacerdotes pertenecientes a instituciones religiosas de educación, los cuales veían impedida y hasta inutilizada su labor educativa por 
algún obstáculo. Si le exponían sus angustias por carta y por hechos particulares, la respuesta de don Bosco estaba dictada por una gran 
prudencia, a fin de que por una indiscreción de alguien no fuese conocido el secreto. Una de estas respuestas estaba concebida en los 
siguientes términos: 

«31 de octubre de 1865.-In Domino. Casus consideratione dignus. Vide, fac quod potes. Iterum in Domino vale.-Sac. Joan. Bosco 

(En el Señor. Caso digno de consideración. Mira, haz lo que puedas. Nuevamente, salud en el Señor.-Sacerdote Juan Bosco). 

De la respuesta que don Bosco dio a la circular n.° 83, del Real Delegado Provincial de Enseñanza, referente a la cuenta anual del 

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curso 1865-66, sacamos la estadística del personal educador, del personal docente y de los alumnos inscritos en el bachillerato: 

5.° curso: profesor Celestino Durando, sacerdote, con setenta alumnos; 4.°, profesor Juan Bautista Francesia, sacerdote, con treinta 
alumnos; 3.°, profesor Juan Tamagnone, con noventa alumnos; 2.°, profesor Miguel Rúa, sacerdote, con cuarenta alumnos; 1.°, Francisco 
Dalmazzo, con noventa alumnos. 

Don Bosco anotó además los profesores suplentes y los de materias accesorias, y añadió esta observación: «Como quiera que casi todos 
estos profesores asisten todavía a algún curso en la Universidad, y deben acomodar alguna vez la hora de sus clases al horario de aquélla, 
no se puede precisar la hora exacta en que dan sus lecciones. No obstante las horas de clase son cuatro y tres cuartos al día». 

A fines de octubre se hizo la admisión de nuevos socios y la elección de tres miembros del Capítulo Superior de la Pía Sociedad. 

Leemos en las actas del Capítulo: 

((228)) 24 de octubre de 1865.-Esta noche, reunido el Capítulo de la Sociedad de San Francisco de Sales, su Rector, el sacerdote Juan 
Bosco, presentó, y fueron aceptados los siguientes: Joaquín Berto, clérigo; Francisco Maranzana, clérigo; Segundo Bernocco, clérigo; 
Santigo Cuffía, clérigo; Eugenio Polledri, clérigo; G. Franchino, clérigo. 

El 29 de octubre de 1865, reunido el Capítulo de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, el Rector, don Juan Bosco, para suplir la 
falta de los miembros capitulares, esto es, del Prefecto don Víctor Alasonatti, que murió el día 7 del corriente, y del Director espiritual, 
don Bartolomé Fusero, atacado de enfermedad cerebral, eligió nuevo Prefecto a don Miguel Rúa, y nuevo Director espiritual a don Juan 
Francesia. 

Reunidos después en el mismo día, todos los miembros de la Sociedad, se hizo la elección del tercer consejero que faltaba. Obtuvo 
mayoría de votos don Celestino Durando, por lo que fue reconocido por todos como tercer Consejero. 

El Siervo de Dios buscaba a menudo en las conferencias transfundir a los demás la altísima estima que él tenía de sus empresas y de sus 
obras, estima que procedía de la íntima persuasión de que la orden, el consejo y la dirección de cuanto hacía, provenían de un misterioso 
impulso celestial. 

Efectivamente, del conocimiento de la voluntad de Dios procedía la fortaleza inquebrantable para alcanzar la meta que se había 
prefijado. 

Daba también importantísimos avisos. En general su carácter era ajeno a las singularidades, a las imitaciones y a las novedades. El tenía 
por principio que cuando las cosas marchan bien no hay que cambiarlas fácilmente so pretexto de mejorarlas. 
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Cuando alguno de casa le proponía promover esta o aquella obra, no prescrita por el reglamento, respondía: 

-íYa tenemos nuestras cosas! Promovamos éstas, que nos conciernen. Las de los demás serán bonísimas, si se quiere, pero no sirven 
para nosotros y nos alejan de nuestro fin. Nosotros, por voluntad del Señor, no necesitamos copiar de los demás; si les place, vengan ellos 
a copiar de nosotros. 

Era contrario a que se introdujeran en nuestras casas ((229)) nuevas asociaciones o devociones extrañas, pero recomendaba se 
cultivasen bien las ya existentes en el Oratorio y se practicasen nuestras piadosas costumbres. Quería, además, se eliminase la manía de 
algunos de querer adoptar o preferir libros impresos en otras tipografías con preferencia a los que salen de la nuestra. Decía: 

«Esto es de muy mal gusto, es una locura, una ofensa. Hagamos conocer nuestras cosas a nuestros muchachos y alumnos y 
guardémonos mucho de censurarlas». 
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((230)) 

CAPITULO XIX 

LA MUERTE DE UN MUCHACHO BUENO -LA CONMEMORACION DE LOS DIFUNTOS Y LA APARICION DEL ALMA DE 
UN PADRE A UN HIJO IRRELIGIOSO -EL ABATE SCOLARI, DIRECTOR DEL ORATORIO DE SAN LUIS -EL NUEVO 
ORATORIO DE SAN JOSE EN SAN SALVARIO, EN TURIN -PETICION DE DON BOSCO AL MINISTRO DE GRACIA, 
JUSTICIA Y CULTO CON EL FIN DE OBTENER AYUDA PARA LOS ORATORIOS FESTIVOS -CARTA DEL MISMO AL 
VICARIO CAPITULAR: ESCRIBE PARA LA REHABILITACION DE UN SACERDOTE: DON JUAN BONETTI NOMBRADO 
DIRECTOR DE LANZO -DON BOSCO Y LOS SACERDOTES DESCARRIADOS -FUNERAL DE TRIGESIMA EN SUFRAGIO 
DEL ALMA DE DON VICTOR ALASONATTI -DIFUSION DE BOLETOS PARA LA TOMBOLA Y DE LAS LECTURAS 
CATOLICAS -MIEMBROS DE LA SOCIEDAD QUE HAN HECHO LOS VOTOS TRIENALES EN LOS TRES AÑOS 
PRECEDENTES -COMO DON BOSCO PONIA A PRUEBA LA VOCACION DE LOS ADULTOS ADSCRITOS A LA PIA 
SOCIEDAD -CARTA DEL CLERIGO BODRATO A DON BOSCO -LOS PRIMEROS VDTOS PERPETUOS -OTRAS 
PROFESIONES PERPETUAS Y TRIENALES 

EL 27 de octubre de 1865 moría en su casa en el Valle de Caluso el jovencito José Scoti, a la edad de doce años. Don Miguel Rúa 
escribió en el necrologio: 

«Arrebatado por la muerte en la flor de sus años, puede decirse de él: Raptus est ne malitia mutaret intellectum ejus (Se lo llevó para 
que la maldad no pervirtiera su entendimiento). Murió de la gripe el mismo día que fue a su casa». 

Con este triste anuncio preparaba don Bosco a los alumnos para la próxima solemne conmemoración de todos los fieles ((231)) 
difuntos, y a la noche siguiente les contaba la aparición del alma de un padre a su hijo irreligioso. 

Un hombre de unos treinta y cinco años, viudo, padre de dos hijos vivía en Turín con su anciana y buena madre. Su vida no era la de un 
buen cristiano; era irreligioso y blasfemo. Al acercarse la conmemoración de los difuntos, su madre le dijo: 
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-Acuérdate de tu pobre padre que murió ya hace algunos años, y ruega por él. 

El hijo, enojado por esta recomendación, que significaba mucho más de lo que las palabras decían, respondió: 

-»Para qué rezar? Si está en el infierno o en el cielo, no necesita de nuestras oraciones; y, si está en el purgatorio, ya saldrá a su tiempo. 

La pobre madre, herida por tan brutal expresión, no osó replicar, por miedo a que soltase peores palabras o porque como vivía a sus 
expensas y era tímida por natural, no se atrevía a quejarse a quien fácilmente se enfurecía. 

Llegó la noche y durante ella le pareció a la madre oír un extraño rumor en la habitación del hijo. Por la mañana lo esperó en el salón 
mientras él se preparaba para salir de casa. Apareció con la cara descompuesta, como quien ha pasado una mala noche. Su madre le dijo: 

-Me ha parecido oír esta noche ruido en tu habitación... 

-íQué ruido!, respondió el hijo; las mujeres tenéis la cabeza llena de las supersticiones que os enseñan los curas. 

Y, tomando el sombrero, salió bruscamente de casa. La madre se convenció de que aquella noche su hijo había pasado realmente algún 
momento de miedo. 

Al anochecer tornóse hosco su semblante y estaba taciturno. A la hora de costumbre se retiró a la habitación y se cerró. También él 
había oído el rumor misterioso de la noche anterior y presentía algo peor. 

No era por naturaleza miedoso, por lo que se propuso hacer frente a cualquier cosa que sucediese. No obstante, antes de acostarse 
examinó bien todos los rincones de su habitación, movió y colocó de nuevo en su sitio todos los muebles, miró bajo la cama, y, seguro de 
que no había nada en la habitación que pudiese hacer ningún ruido, se acostó. Estuvo perplejo un instante pero, avergonzado de su 
zozobra, apagó la luz. 

Delante de su ventana había un largo balcón corrido que daba acceso a otras habitaciones. La luna iluminaba el balcón; su cama estaba 
frente a la ventana. A cierto punto oyó unos pasos; era el mismo rastrear de los pies de su padre cuando paseaba por casa en chancletas, 
acompañado del monótono golpe del bastón en el que se apoyaba. Se incorporó y se sentó en la cama; con los ojos muy abiertos observó 
el balcón de donde llegaba el rumor de los pasos, que se acercaba. ((232)) Y he aquí que, por delante de la ventana, ve pasar la misma 
sombra de su padre, con su ropa, su estatura, su modo de caminar. La sombra avanzó más allá, volvió a pasar por delante de la ventana y 
retrocedió. El pobre hombre no osaba siquiera respirar. El rumor de los pasos que se había alejado volvió a oírse más cercano. Detúvose 
la sombra ante la vidriera y al cabo de un momento, aunque ésta quedó cerrada, penetró en la estancia y se puso a pasear arriba y abajo a 
los pies de la cama. 

Aquel hombre no sabía en qué mundo se encontraba; recobró el valor y exclamó: 

-Padre, »necesitáis algo de mí? 

El padre no respondió y continuó paseando. 

-Padre, repitió después de unos momentos, si necesitáis oraciones decídmelo. 

-No necesito nada, respondió el padre con voz ronca. 

Y se detuvo mirando fijamente a su hijo. 

-»Entonces, por qué habéis venido?, se atrevió a preguntar. 

-He venido para advertirte que ya es hora de que termines con los escándalos que das a tus hijos, a esas almas sencillas, que tú deberías 
haber conservado inocentes. Esos pobrecitos aprenden de ti, de su padre, »entiendes? Aprenden a blasfemar, 

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la irreligión, el desprecio a la Iglesia y a sus ministros, a vivir indecentemente. He venido para decirte que Dios está harto de ti, y que, si 
no te enmiendas, sabrás dentro de poco el peso de sus castigos. 

Así diciendo se alejaba caminando hacia la ventana. 

-íPadre!, exclamó una vez más el pobre hombre. 

La sombra se volvió: 

-íCambia de vida!, le dijo y desapareció. 

A la mañana siguiente, esto es, esta mañana, la madre acompañaba a su hijo a mi aposento y me contaba lo que os acabo de exponer. El 
pobre hijo estaba casi atontado por el intenso miedo; me confirmó todo, se confesó y la madre se lo llevó a casa sosteniéndolo porque él 
no podía tenerse en pie. 

Quien esto escribe se encontró con la madre y con el hijo, al salir de la habitación de don Bosco. La madre se volvió a mí para decir, 
con las lágrimas en los ojos: 

-íRuegue por este hijo mío! 

Don Bosco estaba aquellos días preocupado porque tenía que nombrar un nuevo Director para el Oratorio festivo de San Luis en la calle 
del Rey. El teólogo Leonardo Murialdo había dejado este cargo en octubre de aquel mismo año 1865, para trasladarse a París, al 
Seminario de San Sulpicio, donde quería pasar un año y ((233)) perfeccionar sus estudios teológicos, a los que ya había puesto sólidos 
fundamentos en la Universidad de Turín. El Siervo de Dios se dirigió al docto y celoso sacerdote Teodoro Scolari de Muggiate, rogándole 
se pusiera al frente de los pilluelos de Puerta Nueva. El Abate aceptó gustosamente el importante encargo y, apenas pudo, empezó aquel 
apostolado, de todo corazón; en él perduró varios años con admirable celo, hasta que don Bosco dispuso de más sacerdotes y pudo 
encargar de aquel Oratorio ahora a uno, ahora a otro de ellos, según las circunstancias. 

Los otros oratorios festivos ya estaban dirigidos por sacerdotes salesianos; también el de San José, en Borgo San Salvario, abierto por la 
familia Occelletti, tenía desde 1864 como moderador a don Juan Francesia. 

Una vez establecido el personal dirigente de sus oratorios, don Bosco se dirigía a Cortese, Ministro de Gracia, Justicia y Cultos, en 
demanda de ayuda: 

Excelencia: 

Durante los años precedentes dignóse V. S. concederme una caritativa ayuda, con cargo al Economato, en favor de los Oratorios 
masculinos de San Francisco de Sales en Valdocco, de San Luis en Puerta Nueva, y del Santo Angel Custodio en Vanchiglia, a los que se 
añadió hace un año el de San José en San Salvario. Esta aportación era para los gastos de culto. 
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Ahora, debido al nuevo Oratorio y a la apremiante urgencia tenida este año para proveerlo de paramentos sacerdotales y diversos 
objetos litúrgicos, me animo, no solamente a renovar la petición sino a suplicar encarecidamente a V. S. que aumente el subsidio 
conforme su caridad le sugiera. 

Los jóvenes abandonados, que en gran número se reúnen en dichos lugares, se unen a mí para invocar la bendición del cielo sobre V. E. 
y sobre todos sus bienhechores, mientras en nombre de todos tengo el alto honor de profesarme con gratitud 

DeV. E. 

Turín, 2 de noviembre de 1865 

Su humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro.
((234)) Esta petición fue puesta al cuidado del Comendador Fenoglio, Administrador General de Turín:


Benemérito señor Comendador: 

Nuestras necesidades se renuevan, más aún se multiplican, y por eso me atrevo a recurrir de nuevo a su reconocida caridad; le 
recomiendo el escrito que adjunto rogándole le dé curso, ya que no estoy seguro de si basta mandarlo a V. S. o si hay que enviarlo a 

Florencia. 

Perdone la libertad con que le escribo; su bondad y cortesía me han inspirado la mayor confianza. 

Le deseo que el Cielo le conceda salud y gracia, mientras tengo el honor de ofrecerme respetuosamente con todo mi aprecio y estima. 

De V.S. 

Turín, 2 de noviembre de 1865 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Fue nombrado Director del Colegio de Lanzo don Juan Bonetti, de Caramagna. Don Bosco le presentó al Vicario, monseñor Zappata, 
con una carta en la que se ve cómo él siempre tendía una mano amiga a los sacerdotes desgraciados que habían olvidado su dignidad y sus 
deberes. 

De vez en cuando, varios Obispos o Vicarios capitulares de Piamonte y también de alguna diócesis de Lombardía, mandaban al 
Oratorio a sacerdotes suspendidos a divinis para que allí, bajo la dirección de don Bosco, tendiesen a su reforma moral. El Siervo de Dios 
se prestaba con gusto a esta obra de caridad, aunque en alguna ocasión quedaran fallidas sus esperanzas. Parecía en aquellos meses que 
los pobrecitos cambiaban de vida y tal vez la mudaban realmente, pero, al rehabilitarse, y lejos de don Bosco, no tardaban en volver 
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a sus antiguas miserias. No obstante, hubo muchos que perseveraron en su arrepentimiento. 

El Siervo de Dios condescendió generosamente durante algunos años con las súplicas que le hicieron los Prelados en este sentido, pero, 
más adelante, pensó que no debía correr el riesgo de ofrecer a sus muchachos el espectáculo de personas tal vez poco edificantes, aunque 
no nos conste que alguno hubiera sido obstáculo para los demás. No obstante, aún hizo alguna excepción abriendo puertas de 
misericordia en el Oratorio a algún pobre apóstata, a fin de conducirlo de nuevo al seno de la Iglesia. 

Don Juan Bonetti se presentó, pues, al Vicario Capitular con esta carta: 

Ilmo. y Rvmo. señor Vicario: 

Atendiendo a la sugerencia de V. S. Ilma. con respecto al sacerdote V... A... me he decidido a tenerlo a prueba en esta casa. Hasta ahora 
las cosas van bien: toma parte en las prácticas de piedad, hace su meditación, lectura espiritual, se acerca al sacramento de la Penitencia y 
ofrece las mejores esperanzas. 

Si V. S. lo cree conveniente, él desea mucho poder celebrar la santa misa. Desearía también poder confesar, pero yo pienso que sería 
mejor una cosa después de la otra. 

El portador de la presente es el sacerdote Juan Bonetti, profesor y Director espiritual en Mirabello, a quien me veo obligado a enviar a 
Lanzo para sustituir al difunto don Domingo Ruffino. Le ruego, por tanto, humildemente confiera al mismo facultad para confesar. Lleva 
consigo solamente una declaración del Obispo de Casale. Su autorización normal la tiene en Mirabello. El ayudaría ya desde esta tarde 
aquí en el Oratorio, donde nuestros muchachos se preparan para hacer el ejercicio de la buena muerte, en sufragio del alma del llorado 
difunto don Víctor Alasonarri. 

Mañana celebraremos exequias en sufragio de su alma, como verá por la invitación que el mismo don Juan Bonetti le entregará. 

Persuadido de que continuará mirando con benevolencia a esta casa, le auguro todo bien del cielo y me profeso con todo afecto 

De V. S. Ilma. y Revma. 

Turín, 7 de noviembre de 1865 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((236)) La invitación al funeral por don Víctor Alasonatti decía: 

Los sacerdotes, clérigos y alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales participan a V. S. que, después de la dolorosa pérdida del 
amado sacerdote don Víctor Alasonatti, Prefecto de esta casa, celebran en esta iglesia un funeral el 8 del corriente mes, día trigésimo de 
su muerte. 
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HORARIO: Por la mañana: a las siete y media, oraciones por el difunto, misa rezada y comunión.-A las diez, misa solemne.-A las 
once, oración fúnebre. 
En caso de que usted no pueda honrarles con su presencia le ruegan respetuosamente recite un De profundis en sufragio del alma de 
este celoso colaborador y bienhechor de esta casa. 
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 
Turín, 6 de noviembre de 1865 

La oración fúnebre fue leída por el clérigo Antonio Sala, en presencia de una escogida y numerosa audiencia de amigos y bienhechores, 
que juntamente con los alumnos tomaron parte en la función conmovedora y decorosa, digna del afecto y reconocimiento que don Bosco 
profesaba a su inolvidable amigo y colaborador. 

El caballero Oreglia di S. Stefano debía visitar por aquellos días algunas ciudades. El Siervo de Dios le entregó la siguiente carta, para 
facilitarle la difusión de las Lecturas Católicas y la venta de los boletos de la tómbola. 

Turín, 10 de noviembre de 1865 
Carísimo y benemérito señor Oreglia: 
Con satisfacción he recibido la noticia en la que se me dice que V. S. debe hacer un viaje por algunas ciudades de Italia para sus 
asuntos personales. Con tal ocasión yo le rogaría trabajase en favor de esta casa, a cuyo bien usted hace ya años que consagra sus fatigas. 
Este es mi proyecto. 
La difusión de las Lecturas Católicas, la tómbola para nuestros pobres muchachos y la terminación de la iglesia de la que tanto 
necesitamos son las cosas que al presente me preocupan a mí y a todas las personas adictas al Oratorio de San Francisco de Sales. 
((237)) »No podría usted recomendar la mayor difusión de estas Lecturas en aquellos sitios y a aquellas personas que usted juzgue 
conveniente: 
»No podría llevarse un paquete de boletos y entregarlos a personas caritativas, que ciertamente encontrará, a fin de que nos ayuden a 

colocarlos por amor de Dios y en honor de María Auxiliadora? 

Ya me responderá a estas dos preguntas a su vuelta con el resultado que espero sea favorable. 

Dios le conceda un feliz viaje y créame con gratitud, 

De V. S. carísima 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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En medio de tantos quebraderos de cabeza, no cesaba de ocuparse del crecimiento de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. Había 
visto formarse a su lado filas de salesianos, buen número de los cuales ya se había consagrado a Dios con los votos trienales. Estas almas 
generosas fueron veintidós en mayo del 1862, como ya hemos narrado; en 1863 se les añadieron seis clérigos y el sacerdote Bartolomé 
Fusero; en 1864 un estudiante, tres coadjutores seglares y nueve clérigos. Por tanto, eran ya cuarenta los que habían pronunciado los 
votos temporales, como consta en el registro de las profesiones con la firma de cada profeso y los testigos. 

Pero como quiera que en el año anterior la Pía Sociedad había sido aprobada por Roma, don Bosco había decidido que en el mes de 
noviembre se emitirían los primeros votos perpetuos; así se cimentarían indisolublemente las piedras ya colocadas en los fundamentos de 
su Instituto. 

Tales eran los miembros natos de la Pía Sociedad, a saber, los que, aún antes de toda pública aprobación eclesiástica, se habían 
consagrado con votos para ayudarlo en su misión. 

Hacía varios años que él andaba sometiendo a prueba a otros que pedían seguir el ejemplo de los primeros. Estos podían dividirse en 
dos clases. La primera, la más numerosa, era la de aquellos que desde su más temprana juventud habían sido educados por él y ((238)) a 
quienes podía tratar con plena confianza, porque conocía perfectamente su bondad y su valía. Invitaba cariñosamente a éstos a 
permanecer con él, seguro de su vocación, pero dejándoles en plena libertad para seguir su invitación, ya fuera renovando los votos 
temporales o preparándose para hacer los perpetuos. Muchos aceptaron la invitación y otros, una vez terminados sus estudios, se retiraron 
y fueron buenos sacerdotes en sus diócesis. 

La otra clase era la de personas adultas, seglares o sacerdotes, que pedían hacerse salesianos. A éstos, sin que apenas ellos mismos se 
diesen cuenta, los sometía a una prueba más o menos corta, según le parecía necesario para asegurarse de su virtud y de la perseverancia 
en la resolución tomada. 

Ya hemos presentado anteriormente algún ejemplo a propósito. De manera cortés, cordial, pero con gracia particular, a uno que era 
profesor de Filosofía, le encomendaba una clase de enseñanza primaria; a otro, orador de fama, le encomendaba el cuidado de los criados; 
a un señor distinguido, la asistencia de un taller, a éste, que parecía demasiado atado a la familia, le encargaba de un mandato en su 
propio pueblo; a aquél, le daba un sitio menos honroso en la 
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mesa de los superiores. Pero, sobre todo, observaba si se adaptaban a la vida común y a las incomodidades que ésta lleva aparejadas; y 
cuando sabía que cierta ocupación no se compaginaba con el carácter de alguno, el día que menos lo esperaba le encargaba precisamente 
de ella con un »Podría hacer tal cosa, por favor? Se lo agradecería. 

Las reprensiones y los avisos le servían también de norma para juzgar el amor propio de cada uno. En ocasiones, especialmente, 
simulaba no dar una muestra de benevolencia, y escrutaba de diversos modos los sentimientos del corazón y la firmeza de la vocación. 
Encontramos en un cuadernito de recuerdos de un salesiano, que entró ya adulto en el Oratorio y que en este mismo año se preparaba para 
emitir sus votos, la siguiente página: 

«Vivía en una cierta aridez de espíritu, que no sabía explicarme y que me hacía pesada la vida. Don Bosco, que ya en otras ocasiones 
me había devuelto la paz y la abundancia de serenidad, hacía unos días que parecía no observarme. ((239)) Es más, en el día de su santo, 
le declamé unos versos con todo el afecto y con toda mi mejor intención, y ni me miró, ni me dijo nada, ni siquiera un simple «íbien!» 
hijo de su bondad, para animar nuestra buena voluntad. Como sé que don Bosco conoce a menudo el interior de los corazones, examiné 
mi conciencia para asegurarme de no haber hecho nada malo que le pudiera desagradar. 

Hoy mismo, me ha sometido a una dura prueba. Vino con un señor a enseñarle la imprenta, donde yo me encontraba. Todos se 
dirigieron a él... Los cajistas, a medida que iba pasando junto a su caja de caracteres, le saludaban respetuosamente. Para todos tenía una 
palabra amable, un elogio, una recomendación. Esperé que finalmente se acordase de mí. Pasó a mi lado, besé su mano, fijando 
conmovido mis ojos en él con la esperanza de una muestra de consuelo. No se percató de mí; «no cambió de aspecto, ni movió el cuello, 
ni dobló la espalda», remitiéndome al dicho escolar; y ni siquiera cuando, al besar su mano, pronuncié su nombre, como es nuestra 
costumbre. Se ve a las claras que está enfadado conmigo, no hay duda. »Qué he hecho? 

Me di cuenta de que era el único de quien se desentendía. 

Con el alma herida más de lo que uno pueda imaginarse, con mirada lastimera, seguí a don Bosco que continuaba su recorrido. Allá 
abajo, en el último rincón, se encontró todavía con un muchacho que, no es por decirlo, pero me parece ligero, atolondrado y, casi, diría, 
malo. Y ílo que es la suerte! Don Bosco se paró junto a él, se lo presentó a aquel señor y sonriendo le contó su vida y milagros. Díjole 
después que fuera a su sitio y, como quien no se da cuenta, se lo llevó detrás bastante tiempo. Bromeaba, le decía que volviera a su 
trabajo y con mano firme le detenía... 

Volví a mi mesa. Los ojos corrían sobre las galeradas, la mano quería fijar la mente para entender lo que leía, pero era un trabajo inútil, 
no entendía nada. Leí otra vez lo que tenía delante y peor que antes. 

La imprenta estaba en la planta baja y algunas ventanas daban al patio. 

Mientras me encontraba en tan dolorosa angustia de mente y de corazón sentí que unos dedos golpeaban suavemente tras los cristales 
de la ventana. Levanté la cabeza 
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maravillado: »quién era? Era don Bosco, desde afuera, que quiso acordarse de mí, acabar con aquella situación y darme una nueva prueba 
de su afecto paterno. íQuedé sorprendido, estupefacto! 

-íAh, es usted don Bosco!, exclamé. 

Y él, con una sonrisa de inefable dulzura, me hizo una señal con la mano y después desapareció de mi vista, como la bonita visión de 
un suave sueño. »Qué podía hacer yo, qué decir? Me levanté de la silla y, abriendo la ventana, grité con fuerza: 

-Gracias don Bosco, gracias por su bondad. 

El ya no oyó nada, pero, volviéndose de nuevo hacia atrás, me parecía como si dijese: -«Adiós, ísiempre alegre!». 

íVolvía a ser yo mismo de nuevo! 

((240)) Había adivinado mi necesidad y con afecto paterno quiso satisfacerla; la sonrisa con que me miró la llevo grabada en la mente y 
en el corazón. 

Algunos aspirantes no superaban las pruebas y abandonaban el campo, pero otros las salvaban valerosamente. Uno de ellos escribía a 
don Bosco: 

íAlabados sean los nombres de Jesús y de María! 

Revmo. Padre: 

El día 20 de octubre será memorable para mí. Hoy precisamente se cumple el año en que hice el sacrificio de mí mismo, de mi 
voluntad, y de los míos al Señor. Hubo un sacerdote mandado por Dios, don Bosco, el cual con un rasgo de su caridad, lo aceptó en 
nombre del Señor. Desde entonces solamente me consideré como un instrumento en manos de don Bosco para hacer la voluntad de Dios. 
Hasta hoy no he dejado de bendecir aquel felicísimo día, y de dar gracias al Señor por haberme llamado a enrolarme bajo la bandera de 
don Bosco; y tanto ha crecido en mí el sentimiento de reconocimiento y gratitud a un Padre tan grande, que me siento con ánimos para 
vencer cualquier prueba. 

Reverendísimo Padre, renuevo hoy mi promesa de obediencia y sumisión, siempre dispuesto y constante a consagrar a Dios el resto de 
mi vida bajo la amable dirección de V. S. Rvma. y de quien la represente. 

Confío, con la ayuda de Dios, de María Santísima, de san José y de san Francisco de Sales, nuestro especial protector, llevar a cabo 
estas mis promesas. Ayúdeme usted, amonésteme, bendígame y, mientras beso su sagrada mano con la máxima reverencia, ruégole me 
tenga siempre por su 

Afectísimo hijo en Jesucristo FRANCISCO BODRATO, clérigo 

Así pues, don Bosco, después de haber sometido a prueba a los que pedían consagrarse al Señor por toda su vida y a los que, de 
momento, solamente emitían los votos trienales, después de haberles dado unas conferencias preparatorias y consultado el Capítulo, 
accedió al deseo de sus queridos discípulos. 

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En la humilde antecámara de su habitación, lo mismo que en otras reuniones dignas de eterna memoria, presidió la entrañable 
ceremonia de la emisión de los votos. 

((241)) El día 10 de noviembre de 1865, reunidos todos los miembros de la Sociedad de San Francisco de Sales, Juan Bautista 
Lemoyne, sacerdote, cumplidas todas las ceremonias prescritas por el Reglamento, emitió ante el Rector, el sacerdote Juan Bosco, los 
votos perpetuos de castidad, pobreza y obediencia, teniendo como testigos a los sacerdotes Juan Cagliero y Carlos Ghivarello. 

El 15 de noviembre, reunidos todos los miembros de la Sociedad, recitadas las oraciones previstas por el Reglamento, emitieron los 
votos perpetuos ante el Rector, el sacerdote Juan Bosco: Miguel Rúa, sacerdote; Juan Cagliero, sacerdote; Juan Francesia, sacerdote; 
Carlos Ghivarello, sacerdote; Juan Bonetti, sacerdote; Enrique Bonetti, clérigo; Pedro Racca, clérigo; José Gaia, laico; Domingo Rossi, 
laico. Terminada la función, el Rector, sacerdote Juan Bosco, comentando lo que había precedido, pronunció un breve discurso, diciendo 
especialmente que ninguno pronunciase los votos para dar gusto al Superior o para hacer sus estudios, o por cualquier otro interés o fin 
humano, ni siquiera para ser útil a la Sociedad, sino que cada uno tuviese por único fin la salvación de su propia alma y las del prójimo. 

El 6 de diciembre de 1865, reunidos todos los miembros de la Sociedad de San Francisco de Sales, después de invocar al Espíritu Santo 
y recitar las oraciones previstas por la Regla, en presencia del Rector, sacerdote Juan Bosco, y siendo testigos el sacerdote Miguel Rúa, 
Prefecto y, el sacerdote Juan Francesia, Director espiritual, emitieron los votos perpetuos el sacerdote Celestino Durando, hijo de 
Francisco, de Farigliano (Mondoví); el caballero Federico Oreglia di S. Stefano, laico, de Bene Vagienna; el clérigo Luis Jarach, de Ivrea; 
José Mazzarello de Mornese; el clérigo Joaquín Berto de Villar Almese. 

A continuación emitieron votos por tres años: el sacerdote Angel Savio de Castelnuovo de Asti, el sacerdote José Bongiovanni de 
Turín, el clérigo Segundo Merlone de San Damián de Asti, el clérigo Juan Tamietti de Ferrere, el clérigo José Manassero de Bene, el 
clérigo Luis Rostagno de Entraque, Francisco Paglia de Coassolo Canavese, el clérigo Julio Barberis de Mathi Canavese, el clérigo 
Chiaffredo Ricciardi de Villafalletto. 

Hasta aquí, sacado de las Actas. El día 29 de diciembre hacían también los votos perpetuos en el Oratorio, el clérigo Francisco Bodrato 
y el clérigo Antonio Sala; y el 11 de enero de 1866 emitían así mismo los votos perpetuos en Mirabello, ante don Miguel Rúa, delegado 
para recibirlos, el sacerdote Francisco Provera y el clérigo Francisco Cerruti; más tres clérigos que, junto con un alumno estudiante, 
emitieron los votos trienales. 
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((242)) 

CAPITULO XX 

DON BOSCO DESIGNA LOS NUEVOS DIRECTORES PARA LOS COLEGIOS DE MIRABELLO Y LANZO -DON JUAN 
BONETTI, CELOSO EDUCADOR: DOS HECHOS SORPRENDENTES -DON BOSCO ESCRIBE A DON JUAN BONETTI QUE 
PREPARE A LOS SALESIANOS PARA UNA CONFERENCIA; VA A MIRABELLO; CONFIESA EN EL TREN; UNA GRAN 
FIESTA EN HONOR DEL DIRECTOR -DON BOSCO VA A TORTONA PARA VISITAR A UN ALUMNO SUYO ENFERMO 
RECOMIENDA UNA JOVENCITA QUE QUIERE HACERSE MONJA A LA SUPERIORA DE LAS FIELES COMPAÑERAS 
ACONSEJA A UN CLERIGO COMO DEBE REGULARSE EN LA COMIDA, EL REPOSO Y EL ESTUDIO -CLERIGOS 
APROBADOS PARA LA ENSEÑANZA EN LAS CLASES INFERIORES DE LOS GRADOS ELEMENTAL Y MEDIO 
OBTENCION DE DOCTORADOS -DOS EXAMENES DE UNIVERSIDAD PARA OBTENER EL DIPLOMA DE PROFESOR DE 
RETORICA, DENEGADOS 

EN cuanto emitieron los votos perpetuos los primeros socios, don Bosco envió a su destino a los que debían asumir la dirección de los 
colegios. El primero en partir fue don Juan Bonetti; pero, al llegar a Lanzo, parece que no se adaptaba al aire fino de la montaña, pues le 
agarró un terrible dolor de muelas acompañado de alta fiebre. Después de una semana, don Bosco le llamó a Turín y envió en su lugar al 
sacerdote Juan Bautista Lemoyne, que había sido destinado al Seminario Menor de Mirabello. Don Juan Bonetti volvió al Seminario 
Menor y asumió la dirección del mismo. Allí lo esperaban ciento setenta alumnos que pronto llegaron a los doscientos. 

((243)) Don Juan Bonetti poseía un espíritu noble, dotado de eminentes virtudes, adornadas con una piedad viva y sincera, ciencia 
filosófica y teológica y una cultura literaria extraordinaria. No ahorraba sacrificios para promover el bien material, literario y moral de los 
muchachos confiados a sus cuidados; y ardía en santo celo por la salvación de sus almas. 

Tenemos muchas pruebas de este afecto en sus escritos. En una 
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carta, dirigida al Director del Colegio de Lanzo, decía: «Hemos de hacer notar a nuestros ayudantes que el tener muchachos buenos y que 
en todo satisfagan a los superiores, especialmente en los tiempos en que vivimos, no es sólo una gracia, sino casi diría yo un privilegio. 
Por tanto, debemos merecerlo de Dios con una conducta santa, con la oración, con la asistencia, con los avisos y con la vigilancia; en fin, 
hemos de practicar las sapientísimas normas que don Bosco nos dio por escrito como guía de los Directores. De este modo veremos 
florecer en nuestros colegios las más hermosas virtudes». 

Y en otra carta: 

«La gracia del buen resultado de un alumno debemos sacarla del corazón de Dios, con gran espíritu de sacrificio y oración». 

El practicaba lo que sugería a los demás, como puede verse por la biografía que él mismo escribió de su alumno Ernesto Saccardi. Y el 
Señor bendecía ampliamente sus trabajos como lo demostró el magnífico resultado de tantos alumnos educados por él desde 1865 a 1877 
en Mirabello, primero, y, después, en Borgo San Martino. 

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que ardía en su corazón, animaba todas sus obras, daba eficacia a sus charlas familiares, a 
sus sermones y al ejercicio del sagrado ministerio, de modo que todos quedaban encantados y persuadidos. Parece como si el Sagrado 
Corazón de Jesús cooperase también con ayuda sobrenatural al cumplimiento de su ardua misión. 

Todo lo que narramos sucedió en Borgo San Martino. 

Una noche, mientras dormía, le pareció ver un personaje de sorprendente majestad que entraba en su habitación y que con ((244)) voz 
amorosa le invitaba a seguirlo. Le siguió y entró tras él en el dormitorio, donde dormían los alumnos. El personaje se detuvo a los pies de 
una cama y dijo a Bonetti: 

-Contempla a este muchacho; dentro de un mes tendrá que presentarse al tribunal de Dios; a ti te toca prepararlo. 

Cuando a la mañana siguiente despertó don Juan Bonetti estaba tan impresionado por efecto del sueño que no podía apartarlo de su 
mente. Dudaba si debía manifestarlo. Podía ser, es cierto, un juego de la fantasía; pero »y si era un aviso del Cielo? Nada hay en esto 
imposible. Dios está muy cerca de cada uno de nosotros: In ipso vivimus, movemur et sumus (en El vivimos nos movemos y existimos) y 
íDios nos ama con amor indecible! Pero le parecía que, si hablaba, podía redundar en su propia gloria, y hubiera preferido callar. Pero 
reflexionaba: «Y si de mi palabra dependiese la salvación eterna de un alma, »no tendría luego un agudo remordimiento por 
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haber callado cuando el aviso se confirmara con la realidad? Por otra parte, »qué mal habría, en el caso de que fuese un simple sueño, en 
renovar en los muchachos el pensamiento de la eternidad?». 

Así que, se decidió a hablar, pero no en público. Reunió a algunos de sus íntimos, les contó el sueño y el día en que se le había dicho 
que el joven moriría, pero no declaró el nombre. Parecía tan singular la cosa, que no pudo mantenerse secreta; y de uno a otro, de 
confidencia en confidencia, en poco tiempo todos llegaron a conocer el sueño y esperaban con ansiedad el cumplimiento del mismo. 
Tanto más cuanto que en casa no había nadie enfermo. No obstante, un muchacho a quien don Juan Bonetti había preparado, como él 
mismo dijo, al gran paso, tras una corta enfermedad moría precisamente en el día indicado. Entre los testigos del hecho figura el profesor 
José Isnardi, sacerdote. 

En este mismo Colegio, cierto día al anochecer, uno de los alumnos se sintió mal de improviso. Se llamó inmediatamente al director 
don Juan Bonetti, que fue corriendo, pero lo encontró ya muerto. 
Fuera de ((245)) sí, y como si fuese culpable de que hubiese fallecido el muchacho sin recibir los sacramentos, fue a postrarse en la 
capilla y lloró y rezó mucho rato. Al día siguiente no quiso comer, volvió varias veces a los pies del Santísimo Sacramento y finalmente, 
para ocultar a todos su angustioso dolor, salió al exterior y se internó en el bosque del colegio. Extenuado por el ayuno de veinticuatro 
horas, continuó paseando y rezando; de repente quedó como inmóvil con los ojos fijos en lo alto. Permaneció así un rato con el rostro 
radiante de alegría; y por fin, serenándose, exclamó: 

-íDeo gratias! íSe ha salvado, ya ha entrado en el Cielo! 

Y con la jovialidad de siempre fue a cenar. Don Juan Bonetti no dijo nada a nadie ni habló nunca de aquel hecho. Pero había sido 
espiado. El profesor don Juan Tamietti lo había seguido, con el fin de vigilarlo y consolarlo y, escondido entre los árboles, detrás de un 
seto, había visto y oído cuanto hemos narrado; pero no se atrevió a preguntarle nada, ni entonces ni después. Otro testigo fue don Carlos 
Farina. 

Don Bosco escribía a este sacerdote, tan del agrado del Señor, pocos días después de haber tomado posesión de su cargo: 

Carísimo Bonetti: 

El jueves lo dedicaré todo a Mirabello. »No se podría dar una conferencia para la sociedad, por la noche? 

Si puedes, reúnelos esta noche y también mañana; pregúntales quiénes de ellos 
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creen estar preparados para emitir los votos trienales o perpetuos. Repíteles lo que se dijo aquí; pero advierte que ninguno lo haga por 
intereses o motivos materiales, sino únicamente para hacer una ofrenda de sí mismos a Dios. 

Confortare et esto robustus. (Se valiente y fuerte.-Dt. 31, 23). Saluda a don Francisco Provera, a Goffi y a todos nuestros queridos 
maestros, asistentes y alumnos de Mirabello. 

La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros. Amén. 

Turín, 20 de noviembre de 1865 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S.-Pienso estar en Giarole el miércoles, a la una de la tarde. 
((246)) El día veintidós se encontraba don Bosco en Mirabello. Mientras hacía en tren el trayecto de Alessandria a Giarole, se encontró 
a solas con un señor en el mismo departamento; como recayera la conversación sobre religión, lo indujo a confesarse en el mismo tren. 
Don Juan Garino da testimonio de ello. 

En el colegio le habían preparado una gran fiesta. En ella, y en presencia de las personas más conspicuas del pueblo invitadas y de los 
alumnos, presentó don Bosco con palabras de elogio a don Juan Bonetti, como sucesor de don Miguel Rúa. 

Desde Mirabello partió el Siervo de Dios a Tortona, acompañado por don Juan Cagliero, para visitar al joven José Pittaluga, alumno del 
Oratorio, el cual hacía año y medio que sufría fuertes dolores en una pierna. A finales de marzo de 1864 había marchado a su casa para 
curarse. Don Bosco le apreciaba mucho y le tenía en gran consideración por el candor de su bella alma; el muchacho correspondía con el 
mismo santo afecto. Era de índole afabilísima y delicada y se ganaba los corazones doquiera que anduviese. 

El 1.° de septiembre de aquel año, el buen muchacho había dado noticias de su estado al clérigo Enrique Bonetti. 

«Escribo -le decía-con pulso inseguro. He podido salir de casa con la ayuda de un bastón. Mi pierna tan pronto mejora, como empeora 
de forma inquietante. A veces me vienen escalofríos de fiebre. 
El médico dice que mi mal tardará mucho en curarse... Le ruego me mande el baúl con mi ropa al palacio episcopal de Tortona. Sé muy 
bien que don Bosco lo sentirá; pero yo mantengo siempre el propósito de cumplir la promesa hecha a mi padre espiritual y temporal. Mas 
parece que no es esa la voluntad de Dios. Dos o tres veces al día rezo el Avemaría por don Bosco. Voy diariamente al Seminario y el 
Rector me honra con su gran amistad. Mi madre reza continuamente por el Oratorio». 
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((247)) El 2 de noviembre de 1865 había escrito al mismo: «Yo vivo a duras penas de un día para otro, porque me encuentro al servicio 
de la Catedral y aquí trabajo y estudio. Omnia ad majorem Dei gloriam (Todo a mayor gloria de Dios). Mi padre ya hace cuatro meses 
que se encuentra enfermo con hidropesía pulmonar, sin esperanza de curación, y por eso me toca a mí servir también en la Curia 
episcopal... 

»Le recomiendo que rece mucho por mí... »Cómo está don Bosco, el Padre tan querido? Dígale que ruegue y haga rogar a María 
Santísima por mi familia. Dígale que, si va a Mirabello, y no le es molesto, haga una escapadita hasta Tortona...» 

Y don Bosco satisfacía el deseo de su alumno. Al llegar a Tortona fue inmediatamente con don Juan Cagliero a saludar al Obispo, 
monseñor Juan Negri, de casi ochenta años. Este le recibió amablemente; estaba delicaducho en cama y, como sufría bastante, tenía todas 
las cortinas echadas. Después fue a alojarse en el Seminario. Allí acudió Pittaluga lleno de alegría, apenas le avisaron. Nada más verle, 
aseguróle don Bosco que había ido expresamente para visitarle y se entretuvo largo rato escuchando sus confidencias, confortándole en 
sus angustias y prometiéndole su ayuda, proporcionándole gran alivio a sus dolores. Quiso luego que le acompañaran a su casa, donde 
consoló y bendijo a toda la familia y en especial al enfermo. 

Pero, apenas se supo que don Bosco se encontraba en la Ciudad, el Vicario General, los canónigos y otros sacerdotes corrieron a 
saludarle. El mismo Obispo, quiso devolverle la visita, pese a la edad y a su estado de salud. 

Al marcharse, don Bosco recomendó a su joven amigo al Rector del Seminario, canónigo Ferlosio, que tenía por él y por sus alumnos 
un afecto especial. Así Pittaluga entró como seminarista en el Seminario. 

De vuelta al Oratorio, escribía a la reverenda madre Eudoxia, Superiora de las Fieles Compañeras de Jesús en el Instituto ((248)) 
situado detrás de la iglesia de la Gran Madre de Dios en Turín, para ayudar en la vocación religiosa a una buena jovencita. Su relación 
con la comunidad venía de antiguo, puesto que, cuando llegó la fundadora por vez primera a Turín con otras dos hermanas francesas que 
sólo conocían su lengua, él les había enseñado pacientemente la gramática italiana. 

Reverenda Madre: 

La joven Teresa Quaranta, de Settimo Torinese, me ha sido encarecidamente recomendada 
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como joven de mucha virtud que aspira a hacerse religiosa. Vea V. S. en su prudencia si le parece que pueda ser para mayor gloria de 
Dios el recibirla en su Instituto. Deseo visitar a su santa familia, y espero que será en breve. 

Mientras tanto le agradezco la caridad que sigue dispensando a esta casa. Me uno a mis pobres muchachos para augurar a usted y a toda 
su Familia copiosas bendiciones del Cielo y profesarme con gratitud 

De V. S. Revma. 

Turín, 4 de diciembre de 1865 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Por aquellos mismo días alegraba con otra cartita a uno de los suyos, al clérigo Julio Barberis:


Carísimo Julio: 

He aquí la respuesta que pides: 

1.° Para desayunar, un gavasso (panecillo); para comer, según el apetito; para merendar, nada; para cenar, según el apetito, pero con 

templanza. 

2.° Ningún ayuno más que el de la Sociedad. 

3.° Descanso según el horario de la casa; al despertarte ponte enseguida a repasar alguna parte de tus materias escolares. 

4.° El estudio esencial es el de las clases del Seminario, el resto es solamente accesorio; todo esmero sea para el primero. 

5.° Hazlo todo, súfrelo todo para ganar almas al Señor. 

Dios te bendiga y ruega por 

Tu afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Turín, 6 de diciembre de 1865 

((249)) Mientras tanto se habían constituido, de acuerdo con las Reglas, los Capítulos de las Casas de Mirabello y Lanzo, y los 
esforzados hijos de don Bosco se preparaban para conseguir con incansable estudio nuevos diplomas para la enseñanza en los grados 
medio y elemental. 

Los clérigos Alejandro Fabre, Pedro Guidazio y Francisco Bodrato, del Colegio de Lanzo, habían obtenido en octubre el diploma de 
maestro elemental para las clases superiores, en Novara. Y ahora, el 10 de diciembre, los clérigos Pablo Albera y Augusto Croserio de la 
Casa de Mirabello, obtenían en la universidad de Turín el diploma de profesor para el bachillerato elemental. 

En el mismo día leía su tesis doctoral el sacerdote Juan Bautista Francesia. Había terminado el tercer curso de Letras y en razón de 

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sus exámenes con matrícula de honor y de su edad, había pedido poder presentarse para el doctorado. La guerra contra los del Oratorio no 
había cesado del todo, y el Rector de la Universidad, Hércules Ricotti, le hacía saber que no podía concederse aquel título por ir contra el 
Reglamento. Francesia estaba ya resignado a hacer un curso más de universidad, cuando el mismo día en que había recibido la respuesta 
negativa se encontró con don Juan Turchi, que le dijo: 

-Vosotros los de don Bosco sois verdaderamente desafortunados; estudiáis sin descanso, aprobáis todos los exámenes, y sin embargo a 
duras penas marcháis adelante. Yo no he hecho ningún examen, he pedido sacar el doctorado anticipándolo en un año, y tuve 
inmediatamente respuesta favorable, como la tuvieron otros muchos. 

Mientras tanto, el profesor Ricotti presentó la dimisión de Rector de la Universidad y fue sustituido por el profesor Angel Serafino, 
presidente de la facultad de teología en su calidad de decano de los presidentes. Francesia escribió inmediatamente al profesor Serafino 
comunicándole la negativa del profesor Ricotti a su petición y que, habiendo sabido a ciencia cierta, que a otros se les había concedido el 
mismo ((250)) favor que a él se le había negado, como por ejemplo a don Juan Turchi, renovaba dicha petición. Al día siguiente obtuvo la 
respuesta de que su súplica había sido aceptada. En consecuencia, hizo su examen, defendió la tesis, y el 13 de diciembre obtenía el título 
de Doctor en Letras. A su debido tiempo diremos el puesto que alcanzó en la República de las Letras este sacerdote, a quien don Bosco 
solía llamar: íel célebre don Francesia! 

También don Celestino Durando obtenía un diploma, pero por camino distinto. 

El Ministro de Instrucción Pública, José Natoli, viendo la necesidad de maestros legalizados, concedió un examen extraordinario para el 
diploma de Retórica a aquéllos que no hubiesen asistido al curso de la Universidad. Don Celestino resolvió aprovechar esta oportunidad. 

Miguel Coppino, Doctor agregado a la facultad de filosofía y letras, debía presidir la comisión examinadora. Se había opuesto por 
cuanto pudo a la resolución ministerial, y al no lograr que triunfara su opinión, había determinado suspender a todos los candidatos a 
dicho examen. 

Cuando Durando se presentó, Coppino empezó por decirle que aquélla era una prueba arriesgada, porque no se podía inferir una 
injusticia a quienes por tantos años habían asistido a las clases, habían 
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hecho tantos gastos y sufrido tantos exámenes; que no era justo que otros con un solo examen hubiesen sido equiparados a ellos, tuvieran 
enseguida una cátedra y hasta pudieran enseñar en un Liceo. 

Esto les decía a él y a los demás candidatos y lo hacía en los términos más blandos y persuasivos. Los que debían examinarse quisieron 
igualmente presentarse y Coppino dio puntuación bajísima, para que no pudieran aprobar. Pero él no había reparado en un artículo del 
decreto en el que se disponía que las calificaciones no se debían computar materia por materia, sino en conjunto. Durando, según 
Coppino, debía ser suspendido en una materia pero, según la ley, tenía la idoneidad. El Secretario de la Comisión ((251)), gran amigo de 
don Bosco, había hecho esta observación: y, sin comunicarla a Coppino, escribió secretamente a Florencia al Ministro, refiriendo la 
irregularidad cometida en aquel examen y declarando el caso específico de Durando, que tenía derecho a la promoción y al título, y había 
sido juzgado no apto. Por los escritos enviados al Ministro resultaba que Durando había conseguido una puntuación mucho mayor que la 
necesaria. 

Coppino que, obstinado en sus ideas, hasta había quitado ilegalmente un punto dado por él mismo, escribía contemporáneamente a 
Florencia, narrando el resultado desfavorable del examen, pero con gran maravilla y disgusto recibió la respuesta del Ministerio 
manifestando cómo Durando tenía derecho al título y necesariamente había que entregárselo. 

Coppino replicó que Durando había obtenido un punto menos de los necesarios, pero el Ministro le contestó citando el artículo del 
decreto, y finalmente le fue concedido el título, después de largas gestiones. 

Don Celestino Durando fue el único, en toda Italia, que gozó del favor de aquel examen extraordinario. Guardaba consigo el papeleo de 
todas estas diligencias. Y nosotros debemos añadir que gozaba del aprecio de todos los profesores de Turín y especialmente de Tomás 
Vallauri, que era su amigo. 

Ya en 1860 había hecho imprimir en Pinerolo, por el tipógrafo librero José Lubetti Bodoni, su Nuovo Donato, o sea, Rudimentos de 
gramática latina para las clases del bachillerato elemental 1. Este libro 

1 Una vez más conviene repetir: 1. Que en Italia se llamó Donato al libro elemental de gramática latina, por un célebre gramatico cuyo 
nombre fue Donato; 2. Que el gimnasio italiano o bachillerato español, se componía de cinco cursos de latín, cuatro elementales, 
llamados de gramática, y uno superior o de retórica. (N. del T.) 
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de ciento noventa y dos páginas en octavo, había sido adoptado en muchas escuelas; en 1876 alcanzaba los honores de la undécima 
edición con una tirada de varios millares de ejemplares como las anteriores, y continuó teniendo hasta nuestros días una salida 
incalculable. 

También don Miguel Rúa, inscrito en el segundo año de la Facultad de Filosofía y Letras, como aspirante al doctorado en Letras, se 
presentaba en 1866 a este examen extraordinario ((252)) para conseguir el diploma de profesor de Retórica. En las pruebas por escrito no 
sólo fue aprobado por unanimidad, sino que obtuvo el aplauso en la composición poética. 

Sin embargo, tocóle también la desgraciada suerte de los demás candidatos por la animadversión de los profesores contra la disposición 
ministerial; y no fue admitido al examen oral, porque se pretendía que presentase documentos legales acreditativos de que ya había dado 
clase con licencia de la autoridad escolástica, y por qué no se había inscrito en el tiempo debido a estos exámenes extraordinarios. 

Todo eran excusas, pero él no pudo presentarse a un examen del que, sin duda, habría salido brillantemente. Sobresalía en historia y en 
las lenguas italiana, latina y griega, en la que era muy experto. Durante los años 1856-1857 recibió lecciones del famoso helenista, el 
abate Amadeo Peyrón, a cuya casa iba regularmente varias veces a la semana. Su aprovechamiento fue tal que traducía los autores griegos 
a libro abierto. 

Así lo cuenta el canónigo profesor Anfossi, su compañero y amigo, quien añade que, en 1866 ó 1867, en los exámenes de letras en la 
Universidad, ante el ejercicio de la traducción de una página de un autor griego muy difícil, hubo un candidato que, no logrando 
traducirla, encontró el modo de esquivar la vigilancia del profesor asistente; y quien tenía el encargo de procurar la traducción fue 
Anfossi, el cual se presentó a Don Miguel Rúa, rogándole le hiciese el tal favor. 
Don Miguel Rúa, que estaba sentado en su despacho de Prefecto, cercado de papeles y visitas, tómo el texto, lo leyó y currenti calamo 
(con presteza) escribió la traducción que, entregada al examinado y copiada fielmente, obtuvo óptima calificación. Baste decir que el 
abate Peyrón solía decir: 

-íSi yo tuviese seis hombres como don Miguel Rúa, abriría una Universidad! 

Después de unos meses, obtenía su doctorado en Letras el clérigo Francisco Cerruti, cuyo nombre debía resplandecer con justa fama en 
el mundo literario y en los campos de la pedagogía. 
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((253)) En abril de 1866 se presentaba al examen de cuarto año de Letras. La comisión examinadora se componía de tres profesores. 

Uno de ellos era Gaspar Gorresio, secretario perpetuo de la Academia de Ciencias y bibliotecario de la Universidad. Era un hombre 
profundo en muchos ramos de la ciencia, frecuentemente consultado por los doctos de todas partes de Europa, en particular sobre lenguas 
orientales. Era un sacerdote de buenas costumbres, en otros tiempos amigo de don Bosco y siempre su admirador, pero había abandonado 
el hábito talar. Efecto de los tiempos. 

El segundo era Casimiro Danna, profesor emérito de la institución de Bellas Letras. 

El tercero E. Levriero, director de un Liceo en Turín, suplente del profesor Coppino en la Universidad para la enseñanza de literatura 
italiana y principios de estética. Tenía un alto grado en la masonería, y le correspondía la presidencia de la Comisión. Puso como trabajo 
escrito de lengua italiana el tema: «La lírica amorosa en los tiempos antiguos, en Roma y Atenas». Como quiera que Cerruti era el único 
que se presentaba a dicho examen, la elección del tema propuesto era no sólo poco respetuosa, sino ofensiva para un clérigo, y más 
sabiendo que era alumno de don Bosco. 

El candidato no se desanimó para desarrollar el tema, y después de indicar cómo era la lírica de griegos y romanos, comparó el amor 
humano y pagano con el cristiano y divino. Describió la finalidad de éste en la Virgen de Nazaret, hija, esposa y madre al mismo tiempo; 
y trató además de la lírica de amor de los clásicos cristianos, citando a Petrarca, Dante, etc. 

Mientras leía su composición a los examinadores, Danna, no satisfecho de aquellos sentimientos cristianos, manifestó su fastidio con 
alguna frase poco cortés. El clérigo Cerruti, sorprendido e indignado, le volvió las espaldas por un momento, mientras Gorresio, con 
gesto resentido, reprendió a Danna por no dejar libertad al examinando para exponer sus propias ideas. Levriero observó que el tema 
tratado no era el que él había ((254)) propuesto, pero al final tuvo que resignarse y dar al candidato, como lo hicieron los otros, su voto 
favorable. Superado felizmente aquel examen, poco después, en el mes de mayo, el clérigo Cerruti conseguía el doctorado. 

Al llegar aquí, dejamos esta cuestión y nos eximimos de citar a muchísimos más que se prepararon en las casas de don Bosco y 
obtuvieron diplomas y títulos, reservándonos para más adelante el hacer alguna excepción. Nos basta habernos referido a los primeros 
que don Bosco preparó para estas espléndidas e importantísimas lides. 
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Añadimos, sin embargo, que más adelante el Siervo de Dios encontró apoyo donde menos lo esperaba. El profesor Levriero, por mucho 
tiempo enemigo del Oratorio y de la religión, se hizo más tratable. En sus últimos años sentía tanta veneración por don Bosco y tenía 
tanta simpatía por él que, en varias ocasiones, quiso manifestar estos sentimientos a sus internos. Recibía placentero cualquier 
recomendación que el Siervo de Dios le hiciese para alguno de los suyos. 

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((255)) 

CAPITULO XXI 

DON BOSCO ES ESPERADO EN FLORENCIA -EL ARZOBISPO LE OFRECE HOSPITALIDAD EN EL PALACIO ARZOBISPAL 
-INSISTENCIA DEL PADRE METTI FILIPENSE -DON BOSCO ESCRIBE LAS FLORECILLAS PARA LA NOVENA DE 
NAVIDAD -DON BOSCO EN PISA: SU CARTA A LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO -DON BOSCO EN FLORENCIA: 
HONORES QUE LE RINDEN EL ARZOBISPO Y EL CABILDO CATEDRALICIO -ACEPTA UNA ESPLENDIDA OFERTA QUE 
RETRASA SU REGRESO -UNA CURACION INSTANTANEA, PERO CONDICIONADA -MUCHACHOS ACEPTADOS PARA 
EL COLEGIO DE MIRABELLO: 
ERNESTO SACCARDI -VUELTA A TURIN -DON BOSCO PRESTA UN SERVICIO A UNO QUE HABIA HABLADO MAL DE 
EL -CARTAS AMABLES QUE INDICAN DIVERSOS LUGARES VISITADOS POR DON BOSCO EN FLORENCIA; EL GRAN 
APRECIO EN QUE LE TENIA LA MARQUESA UGUCCIONI; SU PROMESA DE VOLVER A FLORENCIA EN LA PROXIMA 
PRIMAVERA -DON BOSCO CONTESTA A LA CARTA DE UN POBRE CRIADO 

DESPUES de la gran solemnidad de la Inmaculada Concepción, don Bosco se decidió a ir a Florencia con el fin de recoger limosnas, 
despachar boletos de la tómbola, ganar nuevas suscripciones para las Lecturas Católicas y resolver otros importantes asuntos. Era la 
primera vez que iba allí. Las cordiales y numerosas invitaciones que había recibido este año de los florentinos le habían obligado a 
prometer una visita; y muchas damas, entre ellas la marquesa Luisa Nerli Libri, se lo recordaban en sus cartas. 

El Arzobispo lo esparaba, pues quería tratar con él el modo de combatir con eficacia el protestantismo, y le había ofrecido hospitalidad 
en su palacio. 

((256)) Revmo. don Bosco: 

El caballero Gautier me trajo personalmente la cartita de V. S., con fecha del 20 del corriente, y le estoy verdaderamente agradecido por 
haberme dado la ocasión de conocer a un señor tan honesto y religioso. 
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Hablamos mucho de usted y de su obra y envidio a esa ciudad que posee un centro tan conveniente y caritativo, como el que usted ha 
fundado y dirige, que es constante y abundante manantial de bienes para la sociedad y para la Iglesia. Me alegra mucho saber que dentro 
de poco vendrá usted a Florencia. Recuerde entonces que en este Arzobispado tiene siempre una residencia y una cama a su disposición. 
Espero no rechace la hospitalidad que de corazón el ofrezco. 

Con esta esperanza firmo con todo respeto y estima 

Florencia, el día de san Pedro, 1865 

» JOAQUIN 

Arzobispo de Florencia 

Insistía más que nadie para que don Bosco hiciese esa visita, don Julio Metti, del Oratorio de San Felipe Neri, preclaro en virtud, autor 
de muchas obras apreciadas, y sacerdote infatigable en el ejercicio del sagrado ministerio: 

Muy Rvdo. don Bosco: 

Hace ya más de un mes que el caballero Gautier vino a verme y saludarme en su nombre, anunciándome que usted vendría a Florencia 
cuanto antes. Comuniqué la noticia a la marquesa Villarios; se la di a conocer a varios sacerdotes, animados a hacer algún bien, y todos se 
alegraron con tal noticia; con frecuencia me preguntan si ya ha llegado don Bosco o cuándo llegará. 

Una buena viuda me ha pedido colocar en una casa de educación a dos de sus hijos y yo le propuse la casa de don Bosco en Turín, o 
bien la que abrirá en Florencia; y esta señora viene continuamente a preguntarme si el tal don Bosco ya ha venido o no. Hay también otro 
par de muchachos a la vista. Más aún; estos sacerdotes de la escuela nocturna, que necesitan dirección y apoyo, esperan a don Bosco con 
los brazos abiertos. Y todavía más. La tómbola, cuyos cien boletos recibí, pide que don Bosco se deje ver por aquí, si quiere hacer más 
fortuna. 

((257)) »Qué hacemos, pues, mi querido y reverendo Padre? »Viene o no viene? »Quiere hacer algo por esta desdichada capital, que va 
a perder el bien del alma mientras no adquiere nada para el cuerpo? Dígame algo para poder responder a esta buena gente. 

Muchos saludos al Caballero de San Esteban, a todos sus insignes colaboradores en la obra de Dios, y a todos sus muchachos. 

Encomiéndeme al Señor y créame 

Su humilde y seguro servidor JULIO METTI, del Oratorio 

Así las cosas, don Bosco partía, después de haberse despedido de los alumnos del Oratorio y haberse encomendado a sus oraciones. 
Dejaba escritas a don Miguel Rúa las florecillas a practicar durante los días de la próxima novena de Navidad. Eran las siguientes: 
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NOVENA DE NAVIDAD 

1.ª Pronta obediencia a todo, en lo agradable y en lo desagradable.
2.ª Humildad en el vestir y en el arreglo del cabello; al hablar y al obedecer y en las cosas desagradables.
3.ª Caridad: soportar los defectos ajenos y procurar no ofender a nadie.
4.ª Caridad: consolar a los afligidos, prestar algún favor, hacer el bien a quien se pueda y no hacer mal a nadie.
5.ª Caridad: avisar a los descuidados, corregir con bondad al que dijere o hiciese algo malo.
6.ª Caridad: perdonar a los enemigos y darles un buen consejo, si se presenta la ocasión.
7.ª Huir del que habla mal.
8.ª Huir del ocio, diligencia en el cumplimiento de los propios deberes.
9.ª Confesión como si fuese la última de la vida.
Día de la fiesta
Devota comunión con promesa de comulgar a menudo.
Don Bosco partió de Turín, probablemente el día 11 de diciembre, lunes, por la línea de Génova. «En sus viajes, afirma monseñor


Cagliero, a donde quiera que llegase, era siempre recibido ((258)) con gran alegría. Los mismos obispos le acogían con las mayores 
muestras de estima y afecto, hasta cederle, en ocasiones, el primer puesto en la mesa». 
Al llegar a Pisa, se apresuró a comunicarlo al Oratorio, mientras sus músicos se disponían a marchar de Turín a Avigliana, donde por 
vez primera se festejaba con gran solemnidad al beato Querubín Testa, después del ya citado reconocimiento de su culto. 

Carísimo Rúa: 

Me encuentro en Pisa con el cardenal Corsi, en cuya casa verdaderamente vivo como un señor: transporte, coches, caballos, cocheros, 
camareros, buenas comidas, opíparas cenas están a mis órdenes. No me faltan más que los muchachos del Oratorio para estar contento. 

He visto el Arno, que cruza Pisa por medio; la catedral, que es una famosa basílica; la torre inclinada, cuya cima se aleja siete metros de 
la base; la torre, donde murió de hambre el conde Hugolino juntamente con sus hijos; los cascotes de una casa perteneciente a dicho 
conde, derribada por el pueblo pisano en venganza de los males sufridos por culpa del dueño de la misma; el baptisterio, que es una 
maravilla de trabajo y de escultura en mármoles; un cementerio de tal y tan variada magnificencia, que calma y guarda en paz a todos los 
que allí tienen su última morada. Son cosas que me gustan, pero me faltan mis muchachos. Hablaré de Florencia cuando vuelva a Turín. 

Ahora pasemos a lo nuestro. He escrito al Caballero; había dentro de su carta otra cartita sellada, pero temo haberla cerrado sin poner 
las señas. Debe dirigirse a 

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don J. Bta Francesia para que recomiende el contenido al caballero Vallauri para la Unidad Católica. Mira a ver qué se hizo. 

Dirás a don Juan Cagliero que para el viaje a Avigliana conviene salir por la mañana y volver por la tarde, según parece indicar el 
reverendo Valfré, aunque haya sitio preparado para comer y dormir. Que mande una nota con los jóvenes, indicando al principio de la 
misma los que necesiten de algún cuidado especial para enviarlos a casas más acomodadas. 

Para la ceremonia de san Agustín se convino la cantidad de setenta liras. Esto para norma. 

El domingo no estaré todavía en Turín; te comunicaré en otra carta el día que llegaré. He recogido algunos dineros, pero no la cantidad 
que tú quieres... Reza y haz rezar. Dame muchas y detalladas ((259)) noticias de mis queridos hijos; y diles que en todas las iglesias que 
visito hago siempre oración por ellos; y que ellos a su vez, rueguen por su don Bosco. 

Dios nos bendiga y nos conserve siempre en el santo temor de Dios. Así sea. 

Pisa, 13 de diciembre de 1865 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

N.B.-EI Cardenal de Pisa me ha dado unas bonitas estampitas para repartir a todos los modelos de virtud que tenemos en nuestra casa; 
tú me dirás cuántos son, cuando me escribas. Me pidió noticias del poeta Francesia: yo le conté sus virtudes y milagros. 

P.S.-Da mi bendición y la más grande y preciosa del cardenal Corsi, a todos los moradores de nuestra casa, comprendido Miguel. »Con 
su colegio? 

íSiempre de broma don Bosco! Miguel tenía a su cargo la cuadra. 

El viaje del Venerable a Florencia fue un triunfo, se alojó en el palacio arzobispal donde fue tratado con toda consideración. El cabildo 
catedralicio, que quería honrarle, deseaba que visitase su magnífico templo. El Arzobispo se lo comunicó a don Bosco y le acompañó 
hacia las diez de la mañana. 

Todos los canónigos lo esperaban revestidos de capa magna, en la sacristía, con el Vicario General de Prato y el Obispo de Fiésole. 
Tales honras no suele tributarlas el cabildo más que con ocasión de la visita de un Cardenal. Al entrar don Bosco todos se levantaron y 
salieron rindiéndole mil agasajos. Hiciéronle sentar en medio de ellos, leyéronle unas composiciones, en prosa y en verso, en latín y en 
italiano; alguien tocó magistralmente el piano y después se leyeron otras composiciones. Finalmente invitaron a don Bosco a que hablase, 
y él, aunque no se esperaba tal invitación, no obstante se levantó. 

Recordó que en el mismo lugar donde se encontraban había comenzado 
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el Concilio de Florencia; que en los sitiales, por ellos ocupados en aquellos momentos, habían tomado ((260)) asiento los Padres de la 
Iglesia; que en aquella aula habían resonado las voces de los legados del Pontífice; luego recordó las palabras de elogio y aliento que el 
Papa había dirigido a la asamblea, concluyendo que él no tenía sentimientos mejores que ofrecer a los prelados presentes y al ilustre 
cabildo de la Metropolitana de Florencia. Todos quedaron admirados de su discurso, porque, además de ser tomado de la circunstancia 
del lugar, resultaba inesperado en aquel momento y su aplicación adaptada y lisonjera. 

En Florencia, como en todas partes, el Siervo de Dios se ganó de tal manera los corazones que, cuando anunció su partida, hubo una 
exclamacion general: 

-íTan pronto se marcha! 

-Debo volver a Turín, respondía don Bosco a varios ilustres señores y señoras que querían persuadirlo a que prolongase más su estancia 
entre ellos; las necesidades del Oratorio me llaman. 

Mientras salía de la Catedral, se encontró con la marquesa Gerini, quien sin más le preguntó: 

-»Por qué quiere volver tan pronto a Turín? »No podría quedarse todavía unos días con nosotros? 

-Mis muchachos me esperan. 

-»Qué importa? íQue esperen! Cuando vuelva le verán. 

-»Qué importa? Alguien ha de proveerles de pan. Si yo no me muevo, ellos no tienen qué comer. 

-»Cuántos son? 

-Cerca de mil. 

-Pero si usted quisiera quedarse, no creo que los muchachos del Oratorio tuvieran que sufrir por unos pocos días. 

-Por mi parte permanecería muy gustoso. Si ustedes quisieran proveer de pan a mis muchachos, yo me quedaría aquí hasta el final de la 
semana. 

-»Y cuánto necesita para sus muchachos en estos pocos días? 

-Diez mil liras. 

((261)) -Y si las encontrásemos aquí: »se quedaría de veras? 

-»Y por qué no? 

-Pues bien, yo le daré las diez mil liras. 

-Con esta condición don Bosco se queda. 

-»Quiere que se las traiga enseguida? Aquí no las tengo. Si está de acuerdo se las mando esta noche al arzobispado. 

-Así sea. Que el Señor la bendiga. 
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La noble señora fue para don Bosco la mano de la divina Providencia. Por la noche le envió el dinero y don Bosco se quedó. 

La noticia de este hecho corrió por la ciudad y se hizo eco de ella la prensa. El corresponsal de Armonía (véase el número del 20 de 
diciembre de 1865) narraba a su manera la cosa: 

«Está con nosotros don Bosco, alojado en el palacio arzobispal. Ayer precisamente, día 16, celebró la misa en San Marcos. Cuentan 
que, visitando el hospicio de las Convertidas y preguntado por un grupo de damas, entre las cuales se encontraba nuestra señora alcaldesa, 
por cuántos días se quedaría aquí, respondió que la necesidad de conseguir cinco mil liras le obligaba a regresar a Turín; y que de vuelta a 
casa, se encontró un sobre con títulos del Estado por valor de diez mil liras. Es un hecho que don Bosco ha excitado la curiosidad de las 
damas florentinas y que ha repartido la comunión a algunas en una capilla privada, sosteniendo con ellas conversaciones relacionadas con 
la piadosa práctica. 

»A falta de otras noticias (ya que toda la actual política de la jornada se reduce a reuniones de diputados y transacciones ministeriales), 
os doy ésta y que Armonía se aproveche de ella si le sirve». 

Escribe don Juan Garino: «Pregunté a monseñor Apollonio, que había sido informado por la señora condesa de Soresina Vidoni 
Soranzo acerca de otro hecho que señaló la permanencia de don Bosco en Florencia. Monseñor me respondió ((262)) en carta fechada el 
13 de abril de 1888, con la copia de una relación de dicha Condesa. Después de la narración del rosal florido, en el mes de diciembre del 
1862 ó 1863, en una noche de invierno ante una ventana de la habitación donde se había hospedado el Siervo de Dios, en el Castillo de 
Sommariva del Bosco, se lee: 

"También en Florencia, en casa de mi abuela la condesa de Boutourlin, don Bosco hizo levantarse a una señora que hacía cerca de 
veinticinco años se hallaba postrada en cama con una mielitis y y tenía una pierna encogida. El le ordenó pasearse por la casa, comer, etc. 
y ella hizo todo lo que le mandó, sin la menor fatiga. Preguntóle después don Bosco si quería curar (prometiéndole la curación), o si 
prefería recaer. Ella lo pensó un momento y luego respondió que creía ser voluntad de Dios la de continuar sufriendo; e inmediamente se 
vio obligada a volver al lecho, de donde no se levantó ya, y murió después de treinta y dos años de cama, sufriendo dolores atroces 
debidos a una caries ósea. Esta santa mujer fue la señora Carolina Sorelli"». 

Y sigue don Juan Garino: 
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«Cuando recibí esta relación de monseñor Apollonio, interpelé el 19 de abril de 1888 a la condesa Soranzo sobre algunos hechos 
relativos a don Bosco y conocidos por dicha señora. Me respondió en los siguientes términos: 

``Referente al milagro de Carolina Sorelli, sucedido en casa Boutourlin, en Florencia, durante la primera vez que don Bosco estuvo allí, 
en 1865, ya no vive ninguno de los testigos. Yo lo supe por el mismo don Bosco, que admiraba la heroica virtud de la señora Sorelli y me 
habló además de otra persona que murió también en Florencia; y puedo asegurar que todo cuanto escribí a monseñor Apollonio es la pura 
verdad.-Podría decir muchas cosas más de aquel santo, especialmente en cuanto a su don de profecía y al de leer en lo más secreto de los 
corazones.-CAROLlNA SORANZO''». 

Mientras tanto don Bosco aceptaba cuatro muchachos toscanos para colocarlos en el seminario de Mirabello. El mismo los llevó hasta 
Turín y desde aquí ((263)) fueron acompañados a Mirabello. Uno de éstos, Ernesto Saccardi, desde su infancia había sido formado en la 
piedad con una educación verdaderamente cristiana. El día de la partida, cuando la madre se lo entregó a don Bosco, él se enjugó las 
lágrimas, tomó de la mano al Siervo de Dios, se la besó y díjole con una sonrisa: 

-Hasta ahora mi madre era todo para mí, ahora me pongo en sus manos. Haga de mí lo que mejor crea para mi alma. 

Don Bosco le consoló, diciéndole con toda su bondad: 

-Te pido solamente dos cosas: confianza en las cosas del alma y obediencia a tus superiores. 

-Espero, repuso el muchacho, que en esto quedará usted satisfecho. 

Don Bosco partió de Florencia y, en compañía de los nuevos alumnos, llegó al Oratorio. En este viaje hubo también parada en Prato di 
Toscana, donde ocurrió un caso curioso. 

Iban en el mismo compartimiento unos señores que hablaban de los asuntos del día y cayó la conversación sobre la instrucción de la 
juventud. 

Uno saltó diciendo que se debían suprimir los estudios de los jesuitas y los colegios de los curas. Y añadió: 

-Si yo estuviese en el puesto del Gobierno reduciría a la nada ese nido de pequeños jesuitas que tiene don Bosco en Turín, echaría a 
puntapiés a él y a sus muchachos y pondría en su lugar un regimiento de caballería. 
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Y volviéndose a don Bosco, que estaba escribiendo algo en su cuaderno de notas, en un rincón del coche, añadió. 

-»No es verdad, señor abate, que estaría muy bien hacer eso? 

-A mí me parece que no, respondió el Siervo de Dios; »conoce usted a don Bosco? 

-Un poco; »no es verdad que la educación que da a sus ((264)) muchachos no está de acuerdo con nuestras ideas? Prepara muchos 
jesuitas y nosotros no necesitamos tanto fraile. 

-Pero yo también, replicó don Bosco, he estado muchas veces en el Oratorio, he hablado con don Bosco, que se apoda a sí mismo jefe 
de los pilluelos, y he visto la instrucción que da: puedo asegurarle que no tiene más interés que el de hacer de aquellos pobres muchachos 
unos buenos cristianos y honrados ciudadanos. 

Insistía el otro: 

-Pero vivimos en otros tiempos; se pasó ya la edad media. 

En aquel momento llegaban a otra estación y todos aquellos señores se apearon. 

Pasaron seis o siete meses y se publicaron en Roma unas subastas para importantes construcciones. Aquel señor, que había hablado 
contra don Bosco, era ingeniero contratista y hubiese querido acudir a la subasta, pero le faltaban buenas recomendaciones. Se encontró 
un día en Turín con cierto marqués conocido suyo y le pidió ayuda. Este le dijo: 

-Vaya a ver a don Bosco, pídaselo en mi nombre y estoy seguro de que le recomendará al cardenal Antonelli. 

Pocos días después se presentó el ingeniero a don Bosco pidiéndole una carta de recomendación. 

-Enseguida se la doy, respondió don Bosco. Y en cuanto la hubo escrito se la entregó. 

Nuestro hombre dióle las gracias y preguntó si quería algo para Roma. El Siervo de Dios, le dijo sonriendo: 

-Mire, quisiera una cosa; cuando vea al Cardenal no le diga que habría que echar a don Bosco del Oratorio a puntapiés, y con él a sus 
muchachos, porque esto no estaría bien. 

Miró bien el ingeniero a don Bosco y reconoció en él al sacerdote ante el cual había hablado mal del Oratorio en el tren. Le pidió mil 
perdones, asegurándole que no hablaría nunca más mal de él ni del ((265)) prójimo. Fue a Roma, consiguió las obras y ganó cien mil 
liras. En adelante fue un buen católico y guardó mucho agradecimiento al Siervo de Dios. Hemos sabido este hecho de labios del barón 
Bianco di Barbania. 
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Hay muchas cartas, escritas desde Florencia después de la partida del Venerable, que nos hablan de su actividad y de su celo, y nos 
manifiestan la dolorosa separación que experimentaron los florentinos a su partida, su deseo de tenerlo, la confianza en sus oraciones, y 
su interés por distribuir boletos de la tómbola. Narramos algunos trozos, sobre todo porque se refieren a varias visitas de las que no 
tenemos más recuerdo. 

El 21 de diciembre escribía a don Bosco el caballero Carlos Cerboni: 

«Puesto que, por una equivocación sufrida al avisarme, no pude tener la suerte y el honor tan deseado de conocerle personalmente y 
besar su mano, en el convento para huérfanas de las Hermanas Terciarias Franciscanas en Ognissanti, me tomo la libertad de dirigirle 
estas respetuosas líneas con el objeto de pedirle una oración por mí al Altísimo especialmente para una necesidad material... Concédame 
su santa bendición a mí y a toda mi familia». 

El 28 de diciembre, se lamentaba la noble señora Luisa Nerli Libri al caballero Oreglia: «...Aunque resignada, siento inmensamente la 
pérdida del ángel de mi querida Mariana... íNo he visto a don Bosco! Era víctima de mi pena y no podía salir. Don Bosco se movió, 
estuvo en muchos centros públicos y casas privadas, adonde le llevaron; nadie pensó en mí y así por desgracia no le vi... íTal vez no 
merecía este consuelo y, como de costumbre repetiré: íresignación, resignación! Preséntele mis saludos, bésele la mano por mí y pídale su 
bendición para mi familia; que Dios nos bendiga siempre y nos guíe por el camino de la virtud. Temo que con el apellido Nerli haya 
habido muchos equívocos; Enriqueta Nerli ha gozado mucho del amparo de don Bosco; mamá ((266)) y yo no le hemos visto nunca... 
Muchas felicidades para el nuevo año de todo corazón. Ruegue, ruegue mucho a Dios por mí, que con tranquilidad me dedicaré a su 
tómbola...». 

La condesa Virginia de Cambray Digny respondía el día 5 de enero de 1866 al caballero Oreglia: «Siento en sumo grado que el 
bonísimo don Bosco continúe atormentado con su dolencia en los ojos, que ya le aquejaba durante su estancia en Florencia, y me temo 
que las fatigas a las que se sometió aquellos días, más aún el viaje en un día tan crudo como fue el de su partida, puedan haber 
contribuido a agravar o al menos prolongar el mal. Quiero esperar que en estos últimos días se haya verificado alguna mejora en una 
salud tan preciosa... 

»Me confunde ver que usted me agradezca en nombre de don 
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Bosco lo que yo hice por él mientras estuvo en Florencia, ya que no me parece haber hecho nada, pues si fui a visitarle y busqué la 
ocasión para verle, debo confesar que hubo mucho egoísmo en mi modo de proceder y, por tanto, no merezco se me agradezca con tanta 
benevolencia. Pensar que don Bosco y todos los de su casa ruegan por mí y por mi familia, es motivo de gran consuelo, ya que espero, 
mediante su intercesión, obtener del Señor para todos nosotros la ayuda necesaria para llevar una vida tal, que pueda merecernos la suerte 
de ser admitidos un día a gozar (por la divina misericordia) del hermoso Paraíso. Dígnese, pues, Caballero, presentar a don Bosco mis 
más sinceras gracias por tan distinguido favor, y por la bondad con la que me recibió cuando tuve la suerte de verlo». 

El 9 de enero de 1866 escribía a don Bosco el padre Domingo Benelli, capellán de la colegiata de San Lorenzo: «Tuve la fortuna de 
hablarle en Florencia, en la escuela de los muchachos, en los claustros de esta colegiata de San Lorenzo... Tuve además el consuelo de oír 
de labios de don León Ponzacchi, cura párroco ((267)) en la parroquia de las Filigare 1, que él tuvo la alegría de acompañarle desde 
Florencia a Prato y que le manifestó su estado moral, y que, debido a la charla que sostuvo con usted, volvió a esta ciudad satisfecho y 
tranquilo». 

Y en otra carta del 26 de octubre le añadía: «Don León Ponzacchi, después de la conferencia tenida con usted de Florencia a Prato, se 
siente notablemente aliviado, sigue bien y entregado a la salvación de las almas, predicando en su iglesia y en otras, confesando y 
asistiendo a los enfermos». 

La señora Teresa Barbolani Montauto de Pestallini, cuyo esposo había mandado al Oratorio el dinero recogido por don Bosco en 
Florencia, escribe al mismo don Bosco enviándole una limosna de ochenta liras para sus muchachos: 

«Me habló mi marido de la obra que usted ha emprendido con tanto valor; además la señora Jerónima Uguccioni, amiga mía íntima, me 
habló de sus virtudes y me animó a escribirle. Me atrevo a hacerlo para rogarle que diga por mí una sola Avemaría, para que el Señor se 
digne concederme la salud que tanto necesito para mi familia, pues tengo cuatro hijitos a los que ruego bendiga juntamente conmigo y mi 
marido...» 

La marquesa Isabel Gerini, escribía a don Bosco el 23 de enero 

1 Filigare.-Conjunto de masías y caseríos de un pueblo llamado Fuenzuola, como a unos cincuenta kilómetros de Florencia. (N. del T.) 
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de 1866, y le agradecía la carta en la que comunicaba su óptima salud y que estaba completamente curado de los ojos; la «apreciadísima 
obra» mandada a ella y a su marido, que conservarán como precioso recuerdo; la bondad de rogar por ellos, y concluía: «Con la seguridad 
que me ha dado de volver a verle por aquí en primavera, podré entregarle personalmente lo poco que haya recolectado para la iglesia de la 
Virgen». 

Ya había escrito al caballero Oreglia: «Hasta que tuvimos la suerte de tener aquí a don Bosco no pude escribirle; antes había que 
combinar las cosas y así arreglé con el bonísimo don Bosco lo que me era posible arreglar... Espero que la salud de ((268)) don Bosco sea 
ahora mejor y que habrá podido reponerse un tanto de las fatigas sufridas en Toscana. Le hacía buena falta... ». 

El 11 de febrero de 1866, la señorita Mariana Buonamici comunicaba por carta a don Bosco: «Soy hija de la Buonamici; fui a verle 
juntamente con mamá y mi hermana pequeña, al Arzobispado, la mañana anterior a su partida... Nos prometió venir a celebrar en nuestro 
oratorio privado y, con gran disgusto nuestro, no pudo hacerlo, ya que tuvo que ir al Monasterio de Santa María Magdalena. Espero nos 
hará este favor a su vuelta por primavera, como nos prometió... Papá, que tuvo el placer de acercarse a usted un momento en la estación, 
me encarga le presente sus saludos, unidos a los de mamá y de mi hermanita». 

También un pobre criado del marqués Nicolini, escribía a don Bosco el 15 de enero de 1866: «Mucho sentí la partida de V. S.; de 
haberlo sabido, hubiese ido antes a Florencia, me hubiese postrado ante V. S., habría besado su santa mano y le habría pedido la santa 
bendición». Y después de añadir que, transportando un peso se había hecho daño en los riñones y que, tras muchas curas, apenas si podía 
andar, le pedía la curación. Don Bosco respondió de su puño y letra al pobre criado y escribió sobre su carta, como solía hacer, para 
norma del secretario, la nota: Respondida. 
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((269)
)


CAPITULO XXII 

LECTURAS CATOLICAS: VIDA DE LA BEATA MARIA DE LOS ANGELES -PROLOGO DE DON BOSCO PARA ESTE LIBRO 
-SE VE OBLIGADO A RETIRARSE A CASAS PRIVADAS PARA ESCRIBIRLO -UNA BENDICION Y UN ANTIGUO AMIGO 
EL HOMBRE DE BIEN, ALMANAQUE PARA 1866: A SUS LECTORES 

ASI terminaba el año 1865. 

El fascículo de las Lecturas Católicas, correspondiente a los meses de noviembre y diciembre, narraba la Vida de la Beata María de los 
Angeles, Carmelita descalza, de Turín, con una novena de oraciones en su honor. Esta vida, admirable por su virtudes heroicas, 
especialmente la obediencia, y por sus dones sobrenaturales, fue escrita por don Bosco, el cual la presentaba a los suscriptores con el 
siguiente prólogo: 

Creemos hacer una cosa grata al lector diciéndole, desde un principio, las fuentes de las que hemos sacado las memorias 
correspondientes a los hechos maravillosos de la beata María de los Angeles. 

En primer lugar, del padre carmelita Elías de Santa Teresa, el cual escribió la vida de la Beata pocos años después de su muerte; del 
padre Anselmo de San Luis Gonzaga, de la misma orden y, finalmente en nuestros días, del padre Teppa, barnabita, todos ellos escritores 
doctos y piadosos. 

La constante tradición confirma lo expuesto y todo ello concuerda al atestiguar la santidad de esta nuestra gloriosa paisana, en la que 
Dios se ha complacido en manifestar sus maravillas como ya dijo el Profeta: Mirabilis Deus in sanctis suis. Dios muestra sus maravillas 
en ella ya desde sus más tiernos años; sus maravillas en las gracias extraordinarias que desde entonces vertió en su tierno corazón; sus 
maravillas en la paciencia, en la fortaleza que le inspiró en los mayores contratiempos; sus maravillas en la ciencia, en la prudencia, en la 
caridad, en el celo ((270)) que le infundió para hacer de ella no sólo una perfecta religiosa, sino un verdadero apóstol del Señor, un 
tesoro, un jardín de sus delicias. En suma, tú, lector, encontrarás en la vida de la beata María de los Angeles un perfecto modelo de virtud 
y santidad y que, no obstante, puede ser imitado por cualquier cristiano en su propio estado. Precisamente por esto ha parecido oportuno 
publicar también en las Lecturas Católicas el presente compendio de la vida de esta ínclita esposa de Jesucristo, para dar a nuestros 
lectores un medio oportuno de donde sacar provecho espiritual. Quiera Dios que nuestros esfuerzos redunden a su mayor gloria y bien de 
las almas. Y tú, devoto lector, si al leer el presente librito sintieras nacer en tu corazón algún buen pensamiento que te lleve a hacer un 
santo propósito, no lo rechaces; es una gracia del Señor, es un favor que, desde el cielo te obtiene la beata María de los Angeles. 
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Sigamos los ejemplos de la Beata con una vida virtuosa, que nos hará felices en el tiempo y en la eternidad. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

El Venerable escribió este libro a saltos, entre viajes y otras mil ocupaciones. Muchos visitantes, cuando no le encontraban en el 
Oratorio, enterados de que solía retirarse algunas horas del día a la Residencia Sacerdotal de San Francisco de Asís, habían comenzado a 
ir allí en su busca. Así que, para tener un poco de tiempo libre, le tocó buscar otro refugio y lo vino a encontrar en casa de algunos 
bienhechores y amigos suyos. Ponían éstos una habitación a su disposición con recado de escribir. Y don Bosco iba hoy a una, mañana a 
otra, y se encerraba tranquilo en la pieza que le asignaban. 

Una de las casas más frecuentadas por él era la de Brosio, el bersagliere, que tanto le había ayudado en los años difíciles del Oratorio de 
Valdocco. Este señor, que sobrevivió al Siervo de Dios y de cuya plena confianza gozó, solía decir: 

-Don Bosco fue un gran hombre; fue un gran santo; y, ífue un gran amigo mio! 

Brosio, interrogado por don Juan Bonetti, respondió así por escrito: 

((271)) «Cuando don Bosco escribía la vida de la beata María de los Angeles y otras vidas de santos, venía con frecuencia a pasar varias 
horas en mi casa para trabajar con tranquilidad; y siempre, al término de su trabajo, se quedaba todavía un ratito para hablar conmigo. 

«Un día le acompañó mi mujer hasta la habitación de una hija mía, enferma, rogándole le diera la bendición. Cuando don Bosco llegó 
junto a ella, la tomó de la mano y le dijo: 

»-íLevántate! 

»Yo, que en aquel momento no pensaba en lo que don Bosco iba a hacer, le dije: 

»-No puede levantarse, está enferma. 

»-Pues bien, replicó don Bosco, íla mandaremos al paraíso! 

»Dicho esto le dió su bendición y recitó una plegaria. 

«Apenas se marchó don Bosco, me reprendió mi mujer por haber dicho que la niña no podía levantarse, y añadió: 

»-»No has visto que don Bosco quería curarla? 

»Efectivamente, don Bosco ya sabía que la muchacha estaba enferma hacía mucho tiempo; y »por qué tomarla la mano y decirle 
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que se levantase sino para curarla? Esperé a que don Bosco volviera, pero había salido de Turín. 

»Y la pobre muchacha, poco tiempo después, se nos fue al paraíso. 

»Pero no sucedió lo mismo con otra hija que aún vive: estaba ésta casi muerta, y don Bosco me la devolvió viva como ya le he contado 
en otra ocasión». 

Juntamente con estos últimos números del año se ofrecía a los suscriptores, como aguinaldo, El Hombre de Bien, almanaque para 1866. 
La Civiltà Cattolica, año 1865 Vol. IV, pág. 722, escribía: «El Hombre de Bien es un título que le cuadra a este pequeño almanaque, 
porque no contiene más que óptimos y cristianos pensamientos; no enseña más que la verdad y no aconseja más que el bien». 

Contenía algunas reflexiones para cada mes, sobre uno de los mandamientos de la ley de Dios; el Recuerdo de la fiesta de la colocación 
de la piedra angular de la iglesia de María Auxiliadora; ((272)) algunas narraciones edificantes, hechos amenos y epigramas; más el 
reglamento de la tómbola, cuyos premios deberían sortearse al año siguiente después de haber estado expuestos al público durante tres 
meses. 

Al principio del libro se leían estos pensamientos: 

El Hombre de Bien a sus lectores 

Me alegro de poder saludaros de nuevo, queridos lectores, que tuvisteis el honor de leerme el año pasado. Creo que ninguno de vosotros 
haya muerto; porque en el caso de que alguno haya sido llamado por el Señor de esta vida a la otra, yo pediré de corazón su descanso 
eterno como por un amigo entrañable. Porque yo quiero, como condición necesaria, que mis lectores sean también mis amigos. Si no, no. 

-»Y qué nos dirás este año? 

-Os haré reír de nuevo con la historia del pobre Miguel. 

-Fue una idea feliz, »sabes? 

-El mundo es tan malo y da tantas ganas de llorar, que es una bendición del cielo cuando podemos levantar los ojos hacia un cuadro 
más ameno que el que nos presenta esta miserable tierra. 

-Gracias mil, pues, por lo que nos regalaste el año pasado; pero »y éste? 

-Este año quiero divertiros de otro modo. Tendréis historietas amenas, pero no tan jocosas como las otras; varietas delectat (en la 
variedad está el gusto), recuerdo que nos decía mi maestro. Las burlas de aquel infeliz las guardaremos para mejores tiempos. Pero 
aunque dirijo todos mis esfuerzos para no mezclarme con las cosas de aquí abajo, y hablar de lo que los sabios llaman con aire doctrinal 
política, no obstante, sin pretenderlo ni pensarlo, supe cosas que me pusieron de punta los pocos pelos blancos que todavía me quedan. 
íQué pena! íVaya facha la que ha hecho ante vosotros, mis elegantes lectores, vuestro Hombre de Bien. No quisiera yo promover la risa 
en medio de tantas lágrimas a expensas de mi honorabilidad para con vosotros 
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y los demás que espero querrán tomarme en adelante en sus manos y echarme con cierta complacencia un vistazo de cabo a rabo. Abrigo 
muchas esperanzas de que para otro año... Pero íay! Ya no digo profecías »sabéis? Las pocas, que en alguna ocasión me aventuré a hacer, 
me costaron muy caras y me quitaron las ganas de repetir. Se figuraban aquellos tales que yo era un pez gordo. íPobrecillos, cómo 
cambiarían de pensar si pudieran verme! 

((273)) Por lo tanto quiero esperar que otro año, con mejores tiempos, tendré también ocasión para contaros cosas mejores. »Os parece 
bien este pacto? Pues entendidos. Pero »y si el pobre Hombre de Bien ya no viviera? Es una duda mía que también yo llamaba 
inoportuna. Pero: 

Considerando: 1.° Que yo soy ya muy viejo; 

Considerando: 2.° Que también puede uno morirse sin tener muchos años; 

Considerando: 3.° Que el año tiene trescientos sesenta y cinco largos días y que en este tiempo pueden suceder muchas cosas y muchos 
pueden pasar a mejor vida; 

Pido que el pobre Hombre de Bien, aún en el supuesto de que muriese, quede en el recuerdo de sus humanísimos lectores. No obstante, 
yo creo que podré arreglármelas esta vez para vivir muchos años y lo mismo deseo para vosotros. El que quiera otra cosa, quede bien 
servido. 

Este año he pensado regalaros, como meditación para cada mes, un precepto del decálogo. Está ya tan maltratado, hablando en general, 
que no queda fuera de lugar recordarlo con frecuencia para no tener que hacerlo después, en un momento demasiado crítico, sin provecho. 

Os ruego, queridos lectores, me presentéis a muchos, hagáis que me lean, que me traten, especialmente los que no frecuentan la iglesia 
y no saben qué hacer de los mandamientos, aquéllos a quienes vosotros conocéis mejor que yo y que, proclamándose libres, libres, son 
después verdaderos esclavos de sus pasiones. Con ellos quisiera yo entretenerme un poquito, con la esperanza de dejar en su mente algún 
pensamiento religioso. 

Además de esto os diré alguna otra cosilla que no os desagradará. 

Amigos míos, conservaos sanos y alegres, no os la toméis con el pobre Hombre de Bien, si alguna vez os resulta un poco pesado. Qué 
queréis, soy viejo y refunfuñador, veo que el mundo marcha mal, querría detenerlo y me doy cuenta de que me faltan las fuerzas. Es 
verdad, se necesita algo más que un pobre viejo para detener toda esta pobre máquina. Pero tengo una abundante y buena voluntad, si ello 
bastara. 

Que sigáis bien y estéis siempre alegres en el Señor, queridos lectores. 

íHasta la vista! 
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((274)) 

CAPITULO XXIII 

1866 -PERSONAL DE LA PIA SOCIEDAD -SUEÑO: LA INUNDACION; EL MOLINO; LA BALSA DE SALVACION; 
NAVEGACION Y PELIGROS; ISLA ENGAÑOSA; LOS BURLONES CASTIGADOS -LOS PESCADORES -NAUFRAGIO; 
ENCUENTRO DE LOS JOVENES PERDIDOS; EL HORNO; LA FUENTE FERRUGINOSA -LA BALSA SALE DEL ESTRECHO; 
LAS OLAS TRANQUILAS; EL ARCO IRIS -LLEGADA FELIZ AL PUERTO; LA VIÑA; EL JARDIN; EL TEMPLO; LA 
PROMESA DE MARIA SANTISIMA -EXPLICACION DEL SUEÑO; EL ROSARIO BAJO LOS PORTICOS -UN CONSEJO 

EN los comienzos del 1866, Don Bosco contaba con doce sacerdotes. El número total de los socios de la Pía Sociedad era de unos 90. 
Diecinueve de ellos habían emitido los votos perpetuos, veintinueve los trienales. Los demás eran simples novicios. 

Contento con esta bella corona de afectuosos colaboradores, el dulce amigo de las almas de los jóvenes les había prometido que el 
primer día del año les contaría un sueño, que les serviría del tradicional aguinaldo. 

El siervo de Dios había contemplado como en una visión, así nos lo pareció entonces, el porvenir de la Pía Sociedad, el de otras 
Congregaciones religiosas y algo relacionado con sus alumnos del presente y del futuro. 

Pero lo que deseaba manifestar a los muchachos era el estado de sus conciencias en la presencia de Dios, pues todas sus palabras, como 
hemos comprobado centenares de veces, no tenían más fin que combatir el pecado ((275)) con una espontaneidad libre de todo respeto 
humano. 

De esta forma no hacía más que obedecer al precepto dado por el Espíritu Santo en el Eclesiástico (Capítulo IV, versículos 27 y 28): 
Ne verearis proximum in casu suo; ne retineas verbum in tempore salutis. Esto es, según explica monseñor Martini: «No disimules por 
falsa vergüenza los fallos de tu prójimo; no ahorres palabras, no calles cuando con tu corrección puedes salvarlo; haz uso entonces de la 
sabiduría que Dios te ha dado y no la ocultes cuando con ella debes dar gloria a Dios procurando la enmienda y conversión del hermano 
que pecó». 
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Don Bosco, pues, ante todos sus muchachos, habló así el lunes por la noche, primer día del año 1866: 

Me pareció encontrarme a poca distancia de un pueblo que por su aspecto parecía Castelnuovo de Asti, pero que no lo era. Los jóvenes 
del Oratorio hacían recreo alegremente en un prado inmenso; cuando he aquí que se ven aparecer de repente las aguas en los confines de 
aquel campo, quedando bien pronto bloqueados por la inundación, que iba creciendo a medida que avanzaba hacia nosotros. El Po se 
había salido de madre e inmensos y desmandados torrentes fluían de sus orillas. 

Nosotros, llenos de terror, comenzamos a correr hacia la parte trasera de un molino aislado, distante de otras viviendas y con muros 
gruesos como los de una fortaleza. Me detuve en el patio del mismo, en medio de mis queridos jóvenes, que estaban aterrados. Pero las 
aguas comenzaron a invadir aquella superficie, viéndonos obligados primeramente a entrar en la casa y después a subir a las habitaciones 
superiores. Desde las ventanas se apreciaba la magnitud del desastre. A partir de las colinas de Superga hasta los Alpes, en lugar de los 
prados, de los campos cultivados, de los bosques, caseríos, aldeas y ciudades, sólo se descubría la superficie de un lago inmenso. A 
medida que el agua crecía, nosotros subíamos de un piso a otro. 

Perdida toda humana esperanza de salvación, comencé a animar a mis queridos jóvenes, aconsejándoles que se pusiesen con toda 
confianza en las manos de Dios y en los brazos de nuestra querida Madre, María. 

Pero el agua había llegado ya casi al nivel del último piso. Entonces, el espanto fue general, no viendo otro medio de salvación que 
ocupar una grandísima balsa, en forma de nave, que apareció en aquel preciso momento y que flotaba cerca de nosotros. 

Cada uno, con la respiración entrecortada por la emoción, quería ser el primero en saltar a ella; pero ninguno se atrevía, porque no la 
podíamos acercar a la casa, a causa de un muro que emergía un poco sobre el nivel de las aguas.Un solo medio nos podía facilitar el 
acceso ((276)), a saber, un tronco de árbol, largo y estrecho; pero la cosa resultaba un tanto difícil, pues un extremo del árbol estaba 
apoyado en la balsa que no dejaba de moverse al impulso de las olas. 

Armándome de valor pasé el primero y para facilitar el transbordo a los jóvenes y darles ánimo, encargué a algunos clérigos y 
sacerdotes que, desde el molino, sostuviesen a los que partían y desde la barca tendiesen la mano a los que llegaban. Pero ícosa singular! 
Después de estar entregados a aquel trabajo un poco de tiempo, los clérigos y los sacerdotes se sentían tan cansados que unos en una 
parte, otros en otra, caían exhaustos de fuerzas; y los que los sustituían corrían la misma suerte. Maravillado de lo que ocurría a aquellos 
mis hijos, yo también quise hacer la prueba y me sentí tan agotado que no me podía tener de pie. 

Entretanto, numerosos jóvenes dejándose ganar por la impaciencia, ya por miedo a morir, ya por mostrarse animosos, habiendo 
encontrado un trozo de viga bastante largo y suficientemente ancho, establecieron un segundo puente, y sin esperar la ayuda de los 
clérigos y de los sacerdotes, se dispusieron precipitadamente a atravesarlo sin escuchar mis gritos: 

-íDeteneos, deteneos, que os caeréis!, les decía yo. 

Y sucedió que muchos, empujados por otros o al perder el equilibro antes de llegar a la balsa, cayeron y fueron tragados por aquellas 
pútridas y turbulentas aguas sin que se les volviese a ver más. 
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También el frágil puente se hundió con cuantos estaban encima de él. 

Tan grande fue el número de las víctimas que la cuarta parte de nuestros jóvenes sucumbió al secundar sus propios caprichos. 

Yo, que hasta entonces había tenido sujeta la extremidad del tronco del árbol, mientras los jóvenes pasaban por encima, al darme cuenta 
de que la inundación había superado al altura del muro, me industrié para impulsar la balsa hacia el molino. Allí estaba don Juan 
Cagliero, el cual, con un pie en la ventana y con el otro en el borde de la embarcación, hizo saltar a ella a los jóvenes que habían 
permanecido en las habitaciones, ayudándoles con la mano y poniéndoles así en seguro. 

Pero no todos los muchachos estaban aún a salvo. Cierto número de ellos se habían subido a los desvanes y desde éstos a los tejados, 
donde se agruparon permaneciendo los unos arrimados a los otros, mientras la inundación seguía creciendo sin cesar cubriendo el agua 
los aleros y una parte de los bordes del mismo tejado. 

Al mismo tiempo que las aguas, había subido también la balsa y yo, al ver a aquellos pobrecitos en tan terrible situación, les grité que 
rezasen de todo corazón; que guardasen silencio, que bajasen unidos, con los brazos entrelazados los unos con los otros para no rodar. Me 
obedecieron y como el flanco de la nave estaba pegado al alero, con el auxilio de los compañeros pasaron ellos también a bordo. En la 
balsa había además una buena cantidad de panes colocados en numerosas canastas. 

Cuando todos estuvieron en la barca, inseguros aún de poder salir de aquel peligro, tomé el mando de la misma y dije a los jóvenes: 

-María es la estrella del mar. Ella no abandona a los que confían en su protección; ((277)) pongámonos todos bajo su manto: la Virgen 
nos librará de los peligros y nos guiará a un puerto seguro. 

Después, abandonamos la nave a las olas; la balsa flotaba y se movía serenamente alejándose de aquel lugar. (Facta est quasi navis 
institoris, de longe portans panem suum.) (Es como nave de mercader que de lejos trae su provisión. Pr. 31, 13.) 

El ímpetu de las aguas, agitadas por el viento, la impulsaba a tal velocidad, que nosotros, abrazándonos los unos a los otros, formamos 
un todo para no caer. 

Después de recorrer un gran espacio en brevísimo tiempo, la embarcación se detuvo de pronto y se puso a dar vueltas sobre sí misma 
con extraordinaria rapidez, de manera que parecía que se iba a hundir. Pero un viento violentísimo la sacó de aquella vorágine. Luego 
comenzó a bogar en forma regular, produciéndose de cuando en cuando algún remolino, hasta que, al soplo del viento salvador, fue a 
detenerse junto a una playa seca, hermosa y amplia, que parecía emerger como una colina en medio de aquel mar. 

Muchos jóvenes estaban como encantados y decían que el Señor había puesto al hombre sobre la tierra, no sobre las aguas; y sin pedir 
permiso a nadie salieron jubilosos de la balsa e invitando a otros a que hicieran lo mismo, subieron a aquella tierra emergida. Breve fue 
su alegría, porque alborotándose de nuevo las aguas a causa de la repentina tempestad que se desencadenó, éstas invadieron la falda de 
aquella hermosa ladera y en breve tiempo, lanzando gritos de desesperación, aquellos infelices se vieron sumergidos hasta la cintura y, 
después de ser derribados por las olas, desaparecieron. Yo exclamé entonces: -íCuán cierto es que el que sigue su capricho lo paga caro! 

La embarcación, entretanto, a merced de aquel turbión amenazaba de nuevo con hundirse. Vi entonces los rostros de mis jóvenes 
cubiertos de mortal palidez: 

-íAnimo! les grité, María no nos abandonará. 

Y todos de consuno rezamos de corazón los actos de fe, esperanza, caridad y 

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contrición; algunos padrenuestros, avemarías y la salve; después, de rodillas, agarrados de las manos, continuamos diciendo nuestras 
oraciones particulares. Pero algunos insensatos, indiferentes ante aquel peligro, como si nada sucediese, se ponían de pie, se movían 
continuamente, iban de una parte a otra, riéndose y burlándose de la actitud suplicante de sus compañeros. 

Y he aquí que la nave se detuvo de improviso, giró con gran rapidez sobre sí misma, y un viento impetuoso lanzó al agua a aquellos 
desventurados. Eran treinta; y como el agua era muy profunda y densa, apenas cayeron a ella no se les volvió a ver más. Nosotros 
entonamos la Salve y más que nunca invocamos de todo corazón la protección de la Estrella de mar. 

Sobrevino la calma. Y la nave, cual pez gigantesco, continuó avanzando sin saber nosotros adónde nos conduciría. A bordo se 
desarrollaba un continuo y múltiple trabajo de salvamento. Se hacía todo lo posible por impedir que los jóvenes cayesen al agua y se 
intentaba, por todos los medios, salvar a los que caían en ella. Pues había quienes, asomándose imprudentemente a los bajos bordes de la 
embarcación, se precipitaban al lago ((278)), mientras que algunos muchachos descarados y crueles, invitando a los compañeros a que se 
asomasen a la borda, los empujaban precipitándolos al agua. Por eso algunos sacerdotes prepararon unas cañas muy largas, gruesos 
palangres y anzuelos de varias clases. Otros amarraban los anzuelos a las cañas y entregaban éstas a unos y otros, mientras que algunos 
ocupaban ya sus puestos con las cañas levantadas, con la vista fija en las aguas y atentos a las llamadas de socorro. Apenas caía un joven 
bajaban las cañas y el náufrago se agarraba al palangre o bien quedaba prendido en el anzuelo por la cintura, o por los vestidos y así era 
puesto a salvo. 

Pero también entre los dedicados a la pesca había quienes entorpecían la labor de los demás e impedían su trabajo a los que preparaban 
y distribuían los anzuelos. Los clérigos vigilaban para que los jóvenes, muy numerosos aún, no se acercasen a la borda de la embarcación. 

Yo estaba al pie de una alta gavia plantada en el centro, rodeado de muchísimos muchachos, sacerdotes y clérigos que ejecutaban mis 
órdenes. Mientras fueron dóciles y obedientes a mis palabras, todo marchó bien; estábamos tranquilos, contentos, seguros. Pero no pocos 
comenzaron a encontrar incómoda la vida en aquella balsa; a tener miedo de un viaje tan largo, a quejarse de las molestias y peligros de la 
travesía, a discutir sobre el lugar en que debíamos atracar, a pensar en la manera de hallar otro refugio, a ilusionarse con la esperanza de 
encontrar tierra a poca distancia y en ella un albergue seguro, a lamentarse de que, en breve, nos faltarían las vituallas, a discutir entre 
ellos, a negarme su obediencia. En vano intentaba yo persuadirles con razones. 

Y he aquí que aparecieron ante nuestra vista otras balsas, las cuales, al acercarse, parecían seguir una ruta distinta de la nuestra; 
entonces aquellos imprudentes determinaron secundar sus caprichos, alejándose de mí y obrando según su propio parecer. Echaron al 
agua algunas tablas que estaban en nuestra embarcación y, al descubrir otras bastante largas que flotaban no muy lejos, saltaron sobre 
ellas y se alejaron en compañía de las otras balsas que habían aparecido cerca de la nuestra. Fue una escena indescriptible y dolorosa para 
mí ver a aquellos infelices que iban en busca de su ruina. Soplaba el viento; las olas comenzaron a encresparse; y he aquí que algunos 
quedaron sumergidos bajo ellas; otros, aprisionados entre los espirales de la vorágine y arrastrados a los abismos; otros, chocaban con 
objetos que había a flor de agua y desaparecían; algunos lograron subir a otras embarcaciones, 
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pero éstas pronto se hundieron también. La noche se hizo negra y oscura; en lontananza se oían los gritos desgarradores de los náufragos. 
Todos perecieron. In mare mundi submergentur omnes illi quos non súscipit navis ista, esto es, la nave de María Santísima. (En el mar 
del mundo se hundirán todos los que no se refugian en esta nave.) 

El número de mis queridos hijos había disminuido notablemente; a pesar de ello, con la confianza puesta en la Virgen, después de una 
noche tenebrosa, la nave entro finalmente, como a través de una especie de paso estrechísimo, entre dos playas cubiertas de limo, de 
matorrales, de astillones, cascajo, palos, ramaje, ejes destrozados, antenas, remos. 

((279)) Alrededor de la barca pululaban tarántulas, sapos, serpientes, dragones, cocodrilos, escualos, víboras y mil otros repugnantes 
animales. Sobre unos sauces llorones, cuyas ramas caían sobre nuestra embarcación, había unos gatazos de forma singular que 
desgarraban pedazos de miembros humanos y muchos monos de gran tamaño, que columpiándose de las mismas ramas, intentaban tocar 
y arañar a los jóvenes; pero éstos, atemorizados, se agachaban salvándose de aquellas amenazas. 

Fue allí, en aquel arenal, donde volvimos a ver con gran sorpresa y horror a los pobres compañeros que habíamos perdido o que habían 
desertado de nuestras filas. Después del naufragio fueron arrojados por las olas a aquella playa. Los miembros de algunos estaban 
destrozados como consecuencia del choque violento contra los escollos. Otros habían quedado sepultados en el pantano y sólo se les 
veían los cabellos y la mitad de un brazo. Aquí sobresalía del fango un torso, más allá una cabeza; en otra parte flotaba, a la vista de 
todos, un cadáver. 

De pronto se oyó la voz de un joven de la barca que gritaba: 

-Aquí hay un monstruo que está devorando las carnes de fulano y de zutano. 

Y repetía los nombres de los desgraciados, señalándolos a los compañeros que contemplaban la escena con horror. 

Pero otro espectáculo no menos horrible se presentó a nuestros ojos. 

A poca distancia se levantaba un horno gigantesco en el cual ardía un fuego devorador. En él se veían formas humanas, pies, brazos, 
piernas, manos, cabezas que subían y bajaban entre las llamas confusamente, como las legumbres en la olla cuando ésta hierve. 

Miramos atentamente y vimos allí a muchos de nuestros jóvenes y al reconocerlos quedamos aterrados. Sobre aquel fuego había como 
una tapadera, encima de la cual estaban escritas con gruesos caracteres estas palabras: «EL SEXTO Y EL SEPTlMO CONDUCEN 
AQUI». 

Cerca de allí había una alta y amplia prominencia de tierra o promontorio con numerosos árboles silvestres desordenadamente 
dispuestos, entre los que se agitaba gran número de nuestros muchachos de los que habían caído a las aguas o de los que se habían 
alejado de nosotros durante el viaje. Bajé a tierra, sin hacer caso del peligro a que me exponía, me acerqué y vi que tenían los ojos, las 
orejas, los cabellos y hasta el corazón llenos de insectos y de asquerosos gusanos que les roían aquellos órganos causándoles atrocísimos 
dolores. Uno de ellos sufría más que los demás; quise acercarme a él, pero huía de mí escondiéndose detrás de los árboles. Vi a otros que 
entreabriendo por el dolor sus ropas, mostraban el cuerpo ceñido de serpientes; otros, llevaban víboras en el seno. 

Señalé a todos ellos una fuente que arrojaba agua fresca y ferruginosa en gran cantidad; todo el que iba a lavarse en ella curaba al 
instante y podía volver a la barca. 
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La mayor parte de aquellos infelices obedeció mis mandatos; pero algunos se negaron a secundarlos. Encontes yo, decididamente, me 
volví a los que habían sanado, los cuales, ante mis instancias, ((280)) me siguieron sin titubear mientras los monstruos desaparecían. 
Apenas estuvimos en la embarcación, ésta, impulsada por el viento, atravesó aquel estrecho, saliendo por la parte opuesta a la que había 
entrado, lanzándose de nuevo a un mar sin límites. 

Nosotros, compadecidos del fin lastimoso y de la triste suerte de nuestros compañeros abandonados en aquel lugar, comenzamos a 
cantar: íLoad a María!, en acción de gracias a la Madre celestial, por habernos protegido hasta entonces; y al instante, como obedeciendo 
a un mandato de la Virgen, cesó la furia del viento y la nave comenzó a deslizarse con rapidez sobre las plácidas olas, con una suavidad 
imposible de describir. Parecía que avanzase al solo impulso que le daban los jóvenes al jugar echando el agua hacia atrás con la palma 
de la mano. 

He aquí que seguidamente apareció en el cielo un arco iris, más maravilloso y esplendente que una aurora boreal, al pasar bajo el cual 
leímos escrito con gruesos caracteres de luz, la palabra MEDOUM, sin entender su significado. A mí me pareció que cada letra era la 
inicial de estas palabras: Mater Et Dómina Omnis Universi Maria. (María es la madre y señora del universo entero.) 

Después de un largo trayecto, he aquí que apareció tierra en el horizonte; al acercarnos a ella, sentíamos renacer poco a poco en el 
corazón una alegría indecible. Aquella tierra amenísima, cubierta de bosques con toda clase de árboles, ofrecía el panorama más 
encantador que imaginarse puede, iluminada por la luz del sol naciente tras las colinas que la formaban. Era una luz que brillaba con 
inefable suavidad, semejante a la de un espléndido atardecer de estío, infundiendo en el ánimo una sensación de tranquilidad y de paz. 

Finalmente, dando contra las arenas de la playa y deslizándose sobre ella, la balsa se detuvo en un lugar seco al pie de una hermosísima 
viña. 

Bien se pudo decir de esta embarcación: Eam tu, Deus, pontem fecisti, quo a mundi flúctibus trajicientes ad tranquillum portum tuum 
deveniamus. (Tú, oh Dios, hiciste de ella un puente, por el que atravesando las aguas del mundo lleguemos a tu apacible puerto). 

Los muchachos estaban con deseos de penetrar en aquella viña y algunos, más curiosos que otros, de un salto se pusieron en la playa. 
Pero, apenas avanzaron unos pasos, al recordar la suerte desgraciada de los que quedaron fascinados por el islote que se levantaba en 
medio del mar borrascoso, volvieron apresuradamente a la balsa. 

Las miradas de todos se habían vuelto hacia mí y en la frente de cada uno se leía esta pregunta: 

-Don Bosco: »es hora ya de que bajemos y nos paremos? 

Primero reflexioné un poco y después les dije: 

-íBajemos! Ha llegado el momento: ahora estamos seguros. 

Hubo un grito general de alegría; los muchachos, frotándose las manos de júbilo, entraron en la viña, en la cual reinaba el orden más 
perfecto. De las vides pendían racimos de uva semejantes a los de la tierra prometida y en los árboles había todas las clases de frutos que 
se pueden desear en la bella estación y todos de un sabor desconocido. 

En medio de aquella ((281)) extensísima viña se elevaba un gran castillo rodeado de un delicioso y regio jardín y cercado de fuertes 
murallas. 

Nos dirigimos a aquel edificio para visitarlo y se nos permitió la entrada. 

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Estábamos cansados y hambrientos, y en una amplia sala adornada toda de oro, había preparada para nosotros una gran mesa abastecida 
con los más exquisitos manjares, de los que cada uno pudo servirse a su placer. 

Mientras terminábamos de refocilarnos, entró en la sala un noble joven, ricamente vestido y de una hermosura singular, el cual, con 
afectuosa y familiar cortesía, nos saludó llamándonos a cada uno por nuestro nombre. Al vernos estupefactos y maravillados ante su 
belleza y las cosas que habíamos contemplado, nos dijo: 

-Esto no es nada; venid y veréis. 

Le seguimos, y desde los balcones de las galerías nos hizo contemplar los jardines, diciéndonos que éramos dueños de todos ellos, que 
los podíamos usar para nuestro recreo. 

Nos llevó después de sala en sala; cada una superaba a la anterior por la riqueza de su arquitectura, por sus columnas y decorado de 
toda clase. Abrió después una puerta que comunicaba con una capilla, y nos invitó a entrar. Por fuera parecía pequeña, pero apenas 
cruzamos el umbral comprobamos que era tan amplia que de un extremo a otro apenas si nos podíamos ver. El pavimento, los muros, las 
bóvedas estaban cubiertas con mármoles artísticamente trabajados, plata, oro y piedras preciosas; por lo que yo, profundamente 

maravillado, exclamé: 

-íEsto es una belleza de cielo! Me apunto para quedarme aquí para siempre. 

En medio de aquel gran templo, se levantaba sobre un rico basamento, una grande y magnífica estatua de María Auxiliadora. Llamé a 
muchos de los jóvenes que se habían dispersado por una y otra parte para contemplar la belleza de aquel sagrado edificio, y se 
concentraron todos ante la estatua de Nuestra Señora para darle gracías por tantos favores como nos había otorgado. Entonces me di 
cuenta de la enorme capacidad de aquella iglesia, pues todos aquellos millares de jóvenes parecían formar un pequeño grupo que ocupase 
el centro de la misma. 

Mientras contemplaban aquella estatua, cuyo rostro era de una hermosura verdaderamente celestial, la imagen pareció anirmarse de 
pronto y sonreír. Y he aquí que se levantó un murmullo entre los muchachos, apoderándose de sus corazones una emoción indecible. 

-íLa Virgen mueve los ojos!, exclamaron algunos. 

Y en efecto, María Santísima recorría con su maternal mirada aquel grupo de hijos. 

Seguidamente se oyó una nueva y general exclamación: 

-íLa Virgen mueve las manos! 

Y en efecto, abriendo lentamente los brazos, levantaba el manto como para acogernos a todos debajo de él. 

Lagrimas de emoción surcaban nuestras mejillas. 

-íLa Virgen mueve los labios!, dijeron algunos. 

Hízose un profundo silencio; la Virgen abrió la boca y con una voz argentina y suavísima, dijo: 

-Si vosotros sois para Mí hijos devotos, yo seré para vosotros una Madre piadosa. 

Al oír estas palabras, todos caímos de rodillas y entonamos el canto: 

Load a María. 

((282)) Se produjo una armonía tan fuerte y al mismo tiempo tan suave, que gratamente impresionado me desperté, y terminó así la 
visión. 

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Don Bosco concluyó con estas palabras: 

»Veis, mis queridos hijos? En este sueño podemos reconocer el mar borrascoso de este mundo. Si sois dóciles y obedientes a mis 
palabras y no hacéis caso de los que os aconsejan mal, después de habernos esforzado por hacer el bien y huir del mal; después de 
vencidas todas nuestras malas tendencias, llegaremos felizmente al término de nuestra vida, a una playa segura. Entonces vendrá a 
nuestro encuentro mandado por la Virgen Santísima, quien en nombre de nuestro buen Dios, nos introducirá para restaurarnos de nuestras 
fatigas, en su regio jardín, esto es, en el Paraíso, donde gozaremos de su amabilísima presencia divina. Pero, si por el contrario, queréis 
obrar, no según yo os digo, sino siguiendo vuestro capricho y desoyendo mis consejos, entonces naufragaréis miserablemente. 

Don Bosco dio, en circunstancias diversas y privadamente, alguna explicación detallada de este sueño, relacionado no sólo con el 
Oratorio, sino también con la Pía Sociedad, según parece. 

«El prado es el mundo; el agua que amenazaba ahogarnos, los peligros del mundo. La inundación tan terriblemente extendida, los vicios 
y las máximas irreligiosas y las persecuciones contra los buenos. 

El molino, esto es, un lugar aislado y tranquilo, pero también amenazado, la casa del pan, la Iglesia Católica. Los canastos del pan, la 
Santísima Eucaristía que sirve de viático a los navegantes. La embarcación, el Oratorio. El tronco del árbol que forma el puente entre el 
molino y la balsa es la Cruz, o sea, el sacrificio de sí mismo a Dios, mediante la mortificación cristiana. El leño empleado por los jóvenes, 
como un puente más ligero para entrar en la embarcación, es el reglamento conculcado. Muchos vienen con fines rastreros y bajos: hacer 
una carrera; con deseos de lucro, de honores, de comodidades, de cambiar de condición y de estado; éstos son los que no rezan y se 
burlan de la piedad de los demás. 

Los sacerdotes y los clérigos simbolizan la obediencia y las portentosas obras de salvación que por medio de ésta se consiguen. 

Los remolinos, las varias y tremendas persecuciones que se suscitaron y se suscitarán. La isla sumergida, los desobedientes que no 
quieren permanecer en la embarcación ((283)) y vuelven al mundo despreciando la vocación. Dígase lo mismo de los que se refugian en 
las otras balsas. 

Muchos caían al agua y tendían la mano a los que estaban en la embarcación y con la ayuda de los compañeros subían nuevamente a 
ella. Eran los dotados de buena voluntad que, habiendo caído desgraciadamente en pecado, vuelven a adquirir la gracia de Dios mediante 
la penitencia. El estrecho, los gatazos, los monos y demás 
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monstruos, son las revoluciones, las ocasiones y las incitaciones a la culpa, etcétera. Los insectos en los ojos, en la lengua, en el corazón, 
son las miradas peligrosas, las conversaciones obscenas, los afectos desordenados. La fuente de agua ferruginosa que tenía la virtud de 
matar todos los insectos y de curar instantáneamente, son los sacramentos de la Confesión y de la Comunión. El lodazal y el fuego, son 
los lugares del pecado y de la condenación. 

Con todo, hay que observar que esto no quiere decir que cuantos cayeron en el lodo y no se volvieron a ver más y los que ardían en las 
llamas tienen que ir a parar irremisiblemente al infierno: íno! Dios nos libre de afirmar semejante cosa. Sino que indica que los que se 
encontraban en desgracia de Dios, si hubiesen muerto entonces, se habrían condenado para siempre. La isla feliz, el templo, es la 
Sociedad Salesiana, consolidada y triunfante. El bizarro joven que acoge a los muchachos y los acompaña a visitar el palacio y el templo, 
parece que fuera un alumno muerto en posesión del Paraíso, tal vez Domingo Savio». 

De esta última frase se deduce, que en éste, como en otros sueños de Don Bosco, hay un significado escondido que se refiere 
principalmente a la Pía Sociedad Salesiana. 

Hemos de hacer constar que contemporáneamente a cada fase de un sueño, correspondían otras apariciones que diríamos paralelas y 
complementarias de las cosas descritas. Don Bosco no creyó oportuno hablar de ellas. 

Nos autoriza a juzgar así el hecho de haber él recordado a don Julio Barberis, en el año 1879, que en este sueño había visto a don Juan 
Cagliero atravesar una gran extensión de agua, ayudando a otros a cruzarla y que tanto él como sus compañeros ((284)) habían hecho diez 
estaciones. De esta forma veía anticipadamente sus viajes a América. 

Así también, en el año 1885, dijo que este sueño guardaba relacion con el de 1854, a saber, con la elevación al episcopado de monseñor 
Cagliero. 

En la mañana del 2 de enero, deseosos los muchachos de conocer el estado de la propia conciencia, se apresuraron a confesarse con él 
en la sacristía. A cierto joven, el cual después de la confesión le preguntaba, dónde y en qué estado lo había visto en aquel sueño 
misterioso, le respondió: 

-Estabas en la embarcación y te dedicabas a pescar y caíste varias veces al agua, pero yo te saqué y te devolví a la barca. 

-Y cuando llegó al templo, »recuerda haberme visto? 
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-Sí, sí, le respondió sonriente. 

A un clérigo de Vercelli que le preguntó en el patio sobre su situación: 

-Tú estorbabas a los demás, le replicó, y así impedías la pesca. 

A un sacerdote que deseaba saber el papel que desempeñaba en aquella escena: 

-Te vi, le dijo, apartado de los demás; a solas, serio, en un rincón de la embarcación, ocupado en preparar anzuelos con sus cuerdas 
correspondientes, que los demás venían a tomar para pescar. 

Y añadió algunas cosas más que veinte años después se cumplieron, de una manera maravillosa y que no es necesario exponer aquí. 

Los alumnos no olvidaron este sueño, que tanta impresión les había causado, y el joven Agustín Semería de Moltedo Superiore nos lo 
recordaba en carta fechada el 24 de septiembre de 1883, confirmando en su descripción cuanto hemos expuesto anteriormente y 
añadiendo: 

«Recuerdo también que en una de las noches siguientes, cosa insólita, Don Bosco nos hizo rezar bajo los pórticos la tercera parte del 
Rosario por las necesidades de la Santa Madre la Iglesia. Una vez terminado, mientras avanzaba entre nosotros, acogido con grandes 
muestras de alegría y vítores, nos permitió que le levantáramos en vilo hasta la tribuna. Esto era muy frecuente. Acabados los aplausos, 
hizo alusión a la alegría ((285)) que experimentarán los justos al llegar a las playas de la felicidad eterna; a la paz que disfruta un cristiano 
viviendo siempre en gracia de Dios, y al augurarnos unas buenas noches, nos dijo: 

-Cuando os despojéis de las ropas para acostaros, hacedlo con toda modestia; pensando que Dios os ve; después meteos en la cama; 
cruzad las manos sobre el pecho y, abandonados en los brazos de Jesús y de María, entregaos al descanso». 
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((286)) 

CAPITULO XXIV 

INVITACION AL TEATRO -DON BOSCO VISITA EL COLEGIO DE LANZO -CARTA DE DON JOSE APOLLONIO: SU 
ESTANCIA EN EL ORATORIO PARA TRADUCIR A VARIOS DIALECTOS LA BULA INEFFABILIS -RESULTA DIFICIL 
VENDER BOLETOS PARA LA TOMBOLA EN VARIAS PRO VINCIAS -TRISTES PRONOSTICOS PARA EL AÑO QUE 
ACABA DE EMPEZAR -SE PROPONE LA NUEVA LEY PARA LA CONFISCACION DE LOS BIENES ECLESIASTICOS: GRAN 
FUNERAL EN LA CORTE -PLEGARIAS EXTRAORDINARIAS EN EL ORATORIO -FLORECILLAS PARA LA NOVENA DE 
SAN FRANCISCO DE SALES Y PARA LA PURIFICACION DE NUESTRA SEÑORA -DOS LECTURAS CATOLICAS -LOS 
TRES MARTIRES DE TURIN: EL CANONIGO GASTALDI PROMETE UN CUADRO PARA LA CAPILLA DE ESTOS EN LA 
IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA -EL OBISPO DE NOVARA RECOMIENDA LAS LECTURAS CATOLICAS EN UNA 
CARTA PASTORAL 

LOS graves pensamientos que tan sabiamente sabía don Bosco infundir en el alma de los muchachos iban mezclados con diversiones, 
músicas y honestos entretenimientos. Después del sueño descrito, nos encontramos enseguida con una invitación suya para los principales 
bienhechores del Oratorio y otros señores cuya benevolencia le importaba mucho ganarse. 

Benemérito Señor: 

El domingo día 7, a las seis y media de la tarde, los alumnos de esta casa ofrecen una pequeña representación teatral. 

Sería un placer para ellos y para mí si V. S. B., con las personas que creyere oportuno, nos honrase con su presencia. 

((287)) Al presentarle esta respetuosa invitación, le auguro todo bien del cielo y agradecido me profeso 

De V.S.B. 

Turín, 5 de enero de 1866 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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Terminadas las fiestas navideñas, don Bosco fue a visitar el colegio de Lanzo, donde habían entrado muchos alumnos nuevos que aún 
no conocía. Penetró el Siervo de Dios en el comedor, a mitad de la cena, se puso serio y, volviéndose al Director, le dijo en voz baja: 

-En este momento, cerca de la bomba del agua a la entrada del segundo patio, hay dos muchachos a quienes es preciso vigilar. Manda 
enseguida a alguien para que los lleve a recreo con los demás compañeros. 

El Director dio el encargo a un asistente, el cual volvió y le dijo: 

-Junto al pozo no había nadie, pero vi a dos, y los nombró, que en aquel momento se alejaban. Les pregunté de dónde venían y me 
respondieron: 

-De la bomba. 

Después de las oraciones llamó el Director a los dos muchachos y les preguntó: 

-»Qué conversaciones teníais esta tarde entre los dos? 

-Ninguna, respondieron temblando. 

-Bien, venid conmigo; don Bosco os espera; tiene algo que deciros. 

Y se los presentó. 

Don Bosco los miró un instante y después les dijo una palabra al oído, que les hizo ruborizarse. Eran alumnos nuevos, recién llegados 
de sus casas, los cuales, reconociéndose culpables, prometieron portarse mejor. 

Al día siguiente, por la noche, y después de haber estado confesando durante casi todo el día, les contó el sueño de la balsa flotante. 

Mientras tanto, de los que se prestaban a distribuir boletos para la tómbola, llegaban noticias e invitaciones pidiendo su consejo y su 
presencia. 

Desde Venecia le escribía don José Apollonio: 

((288)) íViva Jesús Niño!
Venecia, 2 de enero de 1866


Muy Rvdo. don Juan: 

Acompañadas del santísimo nombre de Jesús, con cuya fiesta empieza la Iglesia el nuevo año, le envío mis felicitaciones y augurios. 
Que el Señor le bendiga, don Bosco, y acepte los frutos de sus apostólicas fatigas en reparación de tantos y tan grandes males como se 
cometen en esta nuestra pobre Italia. Deseo que el Señor le conceda todas las gracias que para mí le pido. Deseo que le haga santo, como 
por su medio se dignó hacer a esos queridos muchachos, cuya biografía se dignó enviarme 
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vuestra reverencia. Le doy las más sinceras gracias, en mi nombre y en el de monseñor Giorda, por los preciosos libros que nos hizo 
llegar a través del cónsul pontificio Battaggia. 

Perdone no le haya escrito antes; habiendo sabido, ya hace tiempo, por medio de la princesa Elena Vidoni y por su hija, que V. R. era 
esperado en Cremona por las Magdalenas, quería matar dos pájaros de un tiro mandándole el importe de los boletos, juntamente con 
nuestro agradecimiento. Mucho me pesa no haber podido vender mayor número. Creo yo que hay pocas ciudades como ésta, en la que los 
buenos son asediados con tanta petición de limosnas. Por eso se rehúsan fácilmente cuando se trata de obras benéficas fuera del Estado. 
Supongo que ya habrá recibido todo, por medio de la familia Vidoni. 

Me ha llegado una apreciadísima carta de las Magdalenas, a las que he respondido poniendo ante sus ojos algunas de las muchísimas 
observaciones que es necesario hacer sobre ese tema. La cosa está en manos de Jesús, el cual, lo mismo que ha sabido beneficiar la obra, 
en un año, con treinta y nueve mil liras austriacas, puede también allanar todas las demás dificultades que se oponen a la realización de 
aquel proyecto... 

Aunque muy indignamente, ruego siempre, siempre, siempre en la santa misa y fuera de ella por vuestra reverencia y por las santas 
obras que dirige; pido a cambio que, alguna vez, se acuerde de decir a Jesús por mí que deseo ser todo suyo; que me conceda la gracia de 
amarlo mucho, mucho. Si obtengo esto, no importa lo demás; ílo tengo todo! 

Con la mayor reverencia y estima, me profeso 

De V.S. muy Rvda. 

Su seguro y atento servidor JOSE APOLLONIO 

Ruégole participe mis felicitaciones y respetuosos saludos a esa su santa familia. 

((289)) Este último parrafito nos dice lo mucho que don José Apollonio conocía a los Salesianos y a los muchachos del Oratorio. 
Efectivamente, durante el año anterior había estado algún tiempo con ellos, hospedado cordialmente por don Bosco, el cual, aunque 
indirectamente, le había ayudado en un trabajo que debía dar gran gloria a María Santísima. 

El abate Domingo Sire, miembro de la compañía de San Sulpicio, profesor y director del Seminario de París, se había propuesto 
traducir a todas las lenguas y dialectos hablados por los católicos de todo el mundo, la Bula Inneffabilis, con la que Pío IX había 
proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción de María Santísima. La traducción debía ser hecha por los mismo fieles, que 
hablaban el lenguaje al que se debiera traducir la Bula, ejecutada por los mejores literatos capaces de vulgarizarla del latín con fidelidad y 
elegancia; copiada a mano por los mejores calígrafos en más de diez mil folios 
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de papel finísimo o pergamino, todos a la misma medida, de veintiocho centímetros de altura por veintidós de ancho, adornados por los 
mejores miniaturistas. Todo el mundo católico aplaudió la invitación del abate Sire y se comenzó la obra. Al cabo de siete años, aunque 
no estaba acabada del todo, había llegado a tal punto que podía ser presentada al Papa como obsequio en el aniversario secular del 
martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo, encuadernada en treinta volúmenes, joyas del arte de la encuadernación. 

Ayudaban al celoso e incansable Sulpiciano, a superar las inmensas dificultades que presentaba la empresa, muchísimos personajes de 
toda condición, y entre ellos, para algún dialecto de Italia del Norte, don José Apollonio a quien don Bosco facilitó la tarea cooperando en 
el trabajo, y poniéndole en contacto con los más distinguidos literatos del Piamonte. 

Volviendo a nuestra narración, diremos que, además de don José Apollonio, la señora Amalia Fulcini Giacobazzi, y desde Venecia, 
Canal de San Gregorio N.° 234, hacía saber a don Bosco el 13 de enero de 1866 ((290)) que los boletos de la tómbola no tenían la 
aceptación que se deseaba: 

«Estoy verdaderamente apenada al ver, por las cartas que me llegan de las personas a quienes confié el cuidado de colocar boletos de la 
tómbola, en Parma, Piacenza, Módena y Bolonia, que no consiguen vender más que unos pocos. Más aún, el agente de mi padre en Parma 
ya ha reunido el dinero de los boletos vendidos más los sobrantes. Antes de tomar la desagradable determinación de remitirle los boletos 
no vendidos quisiera saber, M. R. don Bosco, si usted ha enviado ya muchos a Viena, porque en el caso de que no los hubiese mandado a 
dicha ciudad, o sólo unos pocos, y si el tiempo no es demasiado limitado, yo podría intentar expedirlos a algunas personas amigas mías, 
para ver si puedo ser más afortunada que en las ciudades donde esperaba haber hecho algo más. Aprovecho esta ocasión, reverendo don 
Bosco, para augurarle un buen año, rico en mil bendiciones celestiales...». 

A continuación, le escribía el 25 de enero de 1866, por otros motivos, y desde Cremona, la princesa Elena de Soresina Vidoni. Después 
de recomendarle a su propia hija, la condesa Carolina Mocenigo, que se encontraba enferma, le hacía saber que: «las buenas monjas 
Sacramentinas de Monza le suplicaban fuese a verlas para bendecir a la madre superiora, madre Serafina. No puede figurarse cuánto lo 
desean... También a nosotros nos prometió una visita en Cremona, y ya está avanzado el Carnaval. »Para cuándo podremos 
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esperarle? Mándenos mientras tanto su bendición y háganos la caridad de rogar por todos nosotros». 

No hablaba de los boletos que le había encomendado. La poca fortuna tenida hasta el momento en la venta, había que atribuirla a las 
condiciones poco favorables de los tiempos. 

El año 1866 había empezado con tristes pronósticos. Las disensiones entre Austria y Prusia, por causa de las cuales temía don Bosco, 
en febrero de 1862, el triunfo de la revolución con perjuicio para la Roma papal, habían hecho inevitable el conflicto, en el ((291)) que 
debía tomar parte Italia. En diciembre de 1863, él había anunciado la guerra, el hambre y la peste, y hemos visto cómo ésta había 
empezado a hacer estragos en Italia en 1865. 

La guerra llegaba ahora a las puertas. 

Pero una nueva desgracia estaba por sobrevenir. El 13 de febrero del 1865, el Siervo de Dios había predicho que la ley de la supresión 
general de los conventos no pasaría a las Cámaras, si se hacían muchas oraciones. Y así sucedió, como ya hemos dicho; el Ministro la 
retiró ante ciertas modificaciones requeridas por los diputados. Mas, por desgracia, quizá las oraciones no fueron suficientes o fervorosas; 
y quizá la justicia de Dios tenía sus fines al permitir aquella supresión. 

El 22 de enero, en la reapertura del Parlamento, el Ministerio, por boca del Rey, en el discurso de la Corona, presentaba de nuevo el 
proyecto de ley retirado el 28 de abril de 1865. Alguien debió recordar cómo en circunstancias semejantes, en 1855 se había oído repetir: 
Grandes funerales en la Corte, y ahora, en la noche del 21 al 22 de enero, moría en Génova, a la edad de veinte años, y amadísimo por los 
ciudadanos, S. A. R. el príncipe Odón, duque de Monferrato, tercero de los hijos varones de Víctor Manuel II. Era apodado la joya de la 
Casa de Saboya. Su piedad y caridad cristianas hacían revivir en él la imagen de la madre, la reina María Adelaida, de santa memoria. Se 
celebraron solemnísimos funerales en Génova, en Turín y en Superga, donde fue sepultado el joven Príncipe, acompañado por el llanto de 
los pobres, siempre beneficiados por él con generosidad. 

A pesar de este luto, el 31 de enero declaraba la Cámara urgentísimo el proyecto de ley, presentado por el Rey, y lo entregaba 
inmediatamente al examen de los Ministerios. 

El esquema redactado en ciento cinco artículos, reducía a todas las diócesis de Italia a sesenta y nueve; confiscaba, para servicio del 
Estado, todos los bienes eclesiásticos, tolerando un escasísimo clero 
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y como asalariado por el Gobierno; y abolía, sin excepción alguna, las órdenes religiosas. 

((292)) Por este motivo don Bosco había recomendado a sus muchachos plegarias extraordinarias; había hecho rezar bajo los pórticos el 
rosario, como se ha dicho en el capítulo anterior, y ahora les proponía las siguientes florecillas para la novena de san Francisco de Sales y 
de la Purificación de María Santísima. 

NOVENA DE SAN FRANCISCO DE SALES
Y DE LA PURIFICACION DE MARIA STMA.


1.ª Dios es nuestro amo -No el demonio, ni los hombres, ni nosotros mismos. 

2.ª Una sola alma -Si se pierde, todo está perdido. 

3.ª íPerdido para siempre! -Si muriese en esta noche, »adónde iría? 

4.ª »Qué he hecho por el alma? »Qué puedo hacer?-Examen del pasado. 

5.ª Gravedad del pecado mortal -Porque nos hace enemigos de Dios, nos priva del paraíso, nos condena al infierno. 

6.ª Idem -Nos expone a muchos males aun temporales. Por ejemplo: Adán y Eva arrojados del paraíso; Lucifer; el diluvio, etc... 

7.ª Pecado de escándalo -Ejemplo del Salvador. 

8.ª Muerte cierta e incierta. 

9.ª Remordimientos en el momento de la muerte del pecador. 

10.ª Paz en el momento de la muerte del que vive bien -Savio, Magone, Besucco. 

11.ª Una buena confesión, con propósito firme. 

12.ª Una buena comunión, con promesa de recibirla a menudo. 

Et haec sunt observanda (Y esto hay que cumplirlo). 

Además de esto, casi para excitar la confianza en la ayuda de los santos, en los tristes días que se iban preparando para la Iglesia, 
especialmente en las ciudades del Piamonte, salía la entrega de las Lecturas Católicas correspondiente al mes de enero, escrita por el 
canónigo Lorenzo Gastaldi, y cuyo título era: «Memorias históricas del martirio y del culto de los santos mártires Solutor, Adventor y 
Octavio, protectores de Turín, recopiladas por un sacerdote turinés». Narraba las gracias singulares que los turineses habían recibido de 
estos santos mártires, en defensa de su fe y en las milagrosas victorias obtenidas sobre formidables ejércitos enemigos, y demostraba la 
necesidad de orar a estos santos patronos ((293)) en los tiempos presentes. El docto escritor refutaba, además, el error de los protestantes 
respecto al culto de los santos. La fiesta principal de estos tres mártires de la Legión Tebea se celebra el 20 de enero. 

Mostraba también el Canónigo en su libro que en aquel terreno, el mismo que fue bañado con la sangre de estos tres mártires, a orillas 
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del Dora, se estaba construyendo la iglesia de María Auxiliadora. En el capítulo XVI escribía: 

«Sería de desear que en la nueva iglesia, dedicada a María Auxiliadora, en la zona de Valdocco, se destinara una de las capillas laterales 
a estos tres mártires, en memoria del martirio que sufrieron por estos alrededores». 

Y él mismo se ofrecía a hacer pintar el cuadro para esta capilla. 

íViva Jesús!
Vía Giulio, Torino, 22 de febrero de 1866


Muy reverendo y queridísimo Señor: 

El otro día me invitaba V. S. con sus acostumbradas y santamente seductoras palabras a colaborar para levantar uno de los altares de su 
nueva basílica. Respondo a su invitación diciéndole que haré preparar a mis expensas un cuadro al óleo, de las medidas que sean 
necesarias, para uno de esos altares, a condición de que sea dedicado a los santos mártires Solutor, Adventor y Octavio, los cuales 
derramaron su sangre en estos lugares. 

Tendría dos muchachos para colocar en su casa, uno como cerrajero y el otro como carpintero; pero a este último le gustan tanto las 
cosas de iglesia que bien pudiera llegar a ser sacerdote. 

Ruegue por mí y créame siempre 

Su afectísimo en el Señor LORENZO GASTALDI, Can. 

El aludido fascículo apareció anunciado en la Unidad Católica del 1.° de febrero: 

Vemos con placer que estas Lecturas siguen prosperando y difundiéndose entre nosotros. Ya cuentan catorce años de vida cada vez más 
fuerte y vigorosa. Aún no hace mucho que hemos leído una pastoral ((294)) de monseñor Gentile, obispo de Novara, animando al clero y 
a los fieles a él confiados, a leer y hacer leer estos queridos libritos. Y en vista del bien que hacen en el pueblo, al que van destinados, 
quisiéramos verlos multiplicarse cada vez más entre nosotros. El primer número de este año versa sobre los santos mártires de Turín, 
Solutor, Adventor y Octavio, escrito nada menos que por la piadosa y docta pluma... 

Mientras tanto, la imprenta del Oratorio había impreso para el mes de febrero: La Perla escondida, de S. E. el cardenal Wiseman, 
arzobispo de Westminster. 

Se trata de un magnífico suceso dramático que describe la vuelta a su familia y la muerte de san Alejo. 

Por el plan de asociación a las Lecturas Católicas, reproducido en este número, se ve que había suscriptores en Francia, en Suiza, en 
Austria y en Alemania. 
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En las últimas páginas de este fascículo don Bosco hizo imprimir la mencionada carta pastoral de monseñor Jacobo Felipe, del 
Marquesado Gentile, obispo de Novara, con fecha del 15 de noviembre de 1865, en la que el Prelado exponía a sus diocesanos la pena del 
Santo Padre ante el continuo desenfreno de la prensa herética e inmoral, y les exhortaba a impedir la difusión y sobre todo a no dejarla 
penetrar en sus casas y les señalaba cómo los buenos libros, eran por el contrario, una fuente de bendiciones y una dulce herencia para las 
familias que los reciben. Y añadía: 

Conocéis muchos periódicos y libros buenos que, según vuestro celo, podéis difundir por donde veáis que hay mayor necesidad. Hoy 
nos limitamos a deciros una palabra en favor de unos libritos que se imprimen en Turín, bajo el título de Lecturas Católicas. 

Hace trece años que se sostiene esta benemérita publicación con gran satisfacción de todos los buenos. Son libritos de pequeño tamaño, 
que en forma de diálogos, narraciones, cuentos y otros curiosos y amenos episodios pueden interesar a todo género de personas, pero 
especialmente a la juventud tan ávida en nuestros tiempos de lectura. El estilo, la forma y la selección de los temas populares los hacen 
asequibles a todos. 

((295)) Son totalmente ajenos a la política y, por lo tanto, pueden entrar en cualquier familia. 

El precio es tan bajo que nos parece están al alcance de todo el que los desee. La suscripción importa quince céntimos mensuales. 

El Sumo Pontífice ha mandado su bendición en varias ocasiones a los colaboradores de esta publicación y recomendó su difusión, como 
una de las cosas más útiles y excelentes. Muchos obispos ya las han promovido en sus respectivas diócesis, y nosotros creemos cumplir 
un deber nuestro al recomendar una vez más que hagáis cuanto podáis para que se sostengan y conserven donde ya existen, y se difundan 
por los lugares donde todavía no son conocidas. 

Para mayor difusión de la buena prensa, cada fascículo llevaba anuncios bibliográficos de otros buenos libros, que podían ser 
adquiridos en la tipografía del Oratorio de San Francisco de Sales. 
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((296)) 

CAPITULO XXV 

CONFERENCIA GENERAL A LOS SALESIANOS EN LA FIESTA DE SAN FRANCISCO DE SALES -DON BOSCO ASISTE AL 
CONDE RODOLFO DE MAISTRE EN SUS ULTIMOS MOMENTOS -DON MIGUEL RUA ESCRIBE EN NOMBRE DE DON 
BOSCO A LA CONDESA CALLORI, SOBRE LA IMPRESION DE ALGUNOS LIBROS Y PORQUE NECESITA DINERO -DON 
BOSCO EN MILAN -BENDICIONES Y CURACIONES -ANUNCIA HECHOS LEJANOS DEL MOMENTO DE SU 
CUMPLIMIENTO -TESTIMONIOS DE QUE LEE EN LOS CORAZONES Y PREDICE EL FUTURO -DON BOSCO TRATA DE 
ESCONDER LOS DONES SOBRENATURALES -SU VIDA APARENTEMENTE ORDINARIA, AFABLEMENTE SOCIAL, 
ATRAE LOS CORAZONES AUN DE LA GENTE MUNDANA -SU COMPORTAMIENTO CUANDO TENIA INVITADOS A LA 
MESA -EN MILAN ES HUESPED DE UN ABOGADO QUE TRABA CON EL UNA SINGULAR AMISTAD 

EN la fiesta de san Francisco de Sales, que se celebró el domingo de sexagésima, 4 de febrero, se reunieron los directores de todas las 
casas en la antecámara de don Bosco para la conferencia general, que acostumbraba dar en esta ocasión. Estaban presentes todos los 
salesianos del Oratorio para escuchar la relación acostumbrada. Ausente don Bosco por la muerte del conde de Maistre, presidía en su 
lugar don Miguel Rúa. 

Habló el primero don Domingo Pestarino y dio cuenta de la nueva construcción del colegio de Mornese. Dijo que el pueblo estaba 
entusiasmado, que el Obispo había concedido permiso para trabajar los domingos y que en este día los albañiles ((297)) trabajaban 
gratuitamente, mientras más de doscientas personas del pueblo acarreaban materiales. El deseo general de ver terminada la obra había 
apretado los lazos de unión entre párroco y feligreses, autoridades y subordinados, y las diversas familias entre sí. Los jóvenes, en vez de 
ir a los bailes, se quedaban a pasar las tardes en sus casas, y aumentaban las comuniones en la iglesia. 

El Señor había demostrado con especiales favores que le complacía 
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aquella empresa. La rueda de un carro pasó por encima del pie de un joven sin causarle ningún daño. Un cerrajero cayó desde un andamio 
sobre un montón de piedras y no sufrió ninguna herida. La cuarta parte del Colegio estaba casi acabada. 

Don Juan Bonetti, director del colegio de Mirabello, habló en segundo lugar. Dijo que en el seminario, como en todas las instituciones 
de este mundo, había bueno y malo. Primer mal, su cabeza rota; primer bien, la santa astucia del prefecto don Francisco Provera. Bien, la 
lectura espiritual en común, que ayuda mucho a reanimar el espíritu. Mal, algunos hermanos que no observan las reglas con la exactitud 
prescrita. Entre los alumnos se estableció una sociedad con el fin de que hubiese comuniones por turno, además de las ordinarias, por las 
intenciones de don Bosco. 

Esta charla suscitó malhumor en alguno y especialmente entre los clérigos de Mirabello. En las asambleas públicas, alabar o callar. 

Después de don Juan Bonetti habló don Juan Bautista Lemoyne, director del colegio de Lanzo. Dijo lo que se había hecho para los 
alumnos internos y lo que se quería hacer para los externos, especialmente con el fin de implantar el Oratorio festivo. En cuanto a los 
clérigos, tiene la satisfacción de repetir lo que ya dijo el año pasado en su honor, el llorado don Domingo Ruffino. 

Don Miguel Rúa cerró la conferencia hablando de la unión que debe reinar en cada una de las casas. -Unidad de dirección; todo debe 
estar concentrado en el Director; todo debe depender de él. No se critique ((298)) a los superiores; los alumnos aprendan de los clérigos; 
si éstos son obedientes, también lo serán los muchachos. -Unidad de espíritu: caridad; un clérigo no hable nunca mal de otro clérigo; 
ayudarse mutuamente; soportarse mutuamente; amarse como hermanos. -Unidad material: ninguno pretenda excepciones, en el 
dormitorio, en la mesa, en la asistencia, si no hay verdaderos motivos para ello. -Castidad: tener gran cuidado en el trato con los 
muchachos. Recordemos que la angélica virtud es nuestra gloria y nuestra corona. Poner en práctica los medios que sugería san Felipe 
Neri para conservar la virtud de la castidad. 

Don Bosco había ido a asistir al conde Rodolfo de Maistre que, a los setenta y cinco años de edad, expiraba el 5 de febrero a las tres de 
la tarde en Borgo Cornalense cerca de Turín, en el castillo de su hermana, la duquesa Laval de Montmorency. 

Estaba rodeado de su familia a la que amaba tiernamente y por la que era correspondido con igual afecto y ternura. Era hijo del famoso 
José de Maistre, había combatido valerosamente, de 1787 a 1814, 
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por la causa de la justicia; sirvió después, a conciencia y honorablemente a los reyes de Saboya, en los más altos cargos que le confiaron 
en los Estados Sardos y el 1846 fue condecorado con la medalla de la Orden Suprema de la Santísima Anunciata por el rey Carlos 
Alberto. En 1853 publicaba en París dos volúmenes de Cartas y Opúsculos admirables del Conde, su padre, prologados con unas páginas 
biográficas del venerado autor. Había enviado a dos de sus hijos, valientes y amantes del Papa, al servicio del Vicario de Jesucristo y 
defensa de la Santa Sede; y, pocos días antes de morir, entregaba para el óbolo de San Pedro la última ofrenda de mil liras. Pasaba a la 
eterna paz del cielo teniendo a su lado al Siervo de Dios tan querido. Este había sido su huésped en Roma, en el 1858, y en sus 
dependencias había trabajado para dar los primeros pasos ante la Santa Sede relacionados con la aprobación de la Pía Sociedad de San 
Francisco de Sales. 

((299)) Una vez tributadas las últimas honras al inolvidable amigo y bienhechor, y consolada su querida familia, don Bosco volvía a 
Turín y reemprendía sus ocupaciones. Eran éstas muchas y continuas, pero tenía al lado a don Miguel Rúa. Que lo diga esta característica 
carta de su fiel ayudante, dirigida a la noble condesa de Callori: 

Ilustrísima Señora: 

Con placer recibo de don Bosco el honroso encargo de escribir a V. S. en su lugar, ya que él está asediado de continuo por múltiples 
ocupaciones. 

Con respecto al libro sobre el Santísimo Sacramento, me autoriza decirle que no tiene dificultad alguna en cuanto al título, que le 
cuadra tal como V. S. propuso. 

Respecto a la otra obra, con mucho pesar le comunica que ya escribió una vez a Monseñor y que éste, por cierto, se dignó responder, 
pero no cumplió. Escribió de nuevo don Bosco rogándole devolviera el original, pero hasta ahora no se alcanzó el propósito. Por ello don 
Bosco fía al cuidado de V. S. que tenga la bondad de escribir y urgir a Monseñor, si es que aún desea que dicho trabajo pueda resultar de 
alguna utilidad. 

Pasando a otra cosa, creo no le sea desagradable tener noticias de don Bosco y de sus hijos y me tomo la libertad de dárselas. Gracias a 
la grandísima bondad de Dios, todos gozamos de buena salud y alegría y hasta parece que don Bosco se encuentra mejor; el mal a los ojos 
no ha vuelto a molestarle; y, si no fuese por el bendito dolor de cabeza, casí gozaría de perfecta salud. 

Nos hemos esmerado, don Juan Cagliero y un servidor, de acuerdo con las caritativas sugerencias que usted nos hizo, para buscar el 
modo de librarlo del dolor. Le hemos preguntado qué podíamos hacer para que descansara un poco más; qué trabajo le es más fatigoso 
para ver de exhonerarle del mismo; le hemos preguntado también si algún medicamento podría ayudarle. Se echó a reír y medio en 
broma, medio en serio, nos dijo: 

-íYo sé muy bien lo que podría irme bien! 

Insistimos nosotros para saberlo y él añadió, entonces: 
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-Necesitaría un elixir de diez marengos 1 diarios, esto pondría pronto a tono mi estómago y mi cabeza. 

Nos miramos nosotros riendo a la vez y,como no podemos proporcionarle ese elixir, pensé presentar la receta a V. S. para que vea si es 
posible proveerle del mismo. 

Por lo demás, ruégole acepte los respetuosos saludos de don Bosco, de don Juan Cagliero y de muchos más que experimentaron de 
cerca la bondad ((300)) de la señora Condesa, así como del que escribe, que con ellos le augura una buena cuaresma y se goza en 
profesarse con todo reconocimiento. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 11 febrero de 1866 

Su seguro servidor MIGUEL RUA, Pbro. 

En el mes de febrero de este mismo año 1866 fue don Bosco a Milán; y tenemos algunos datos de lo que allí hizo. 

Con fecha 20 de febrero le escribía la señora Amalia Gnecchi Decio: 

Con el mayor respeto y veneración me atrevo a dirigirle estas líneas para agradecerle la bondad que tuvo al venir a visitarnos y 
obsequiarnos con tantos primorosos objetos que por todo concepto nos son tan queridos. El sábado por la tarde terminamos la novena a 
Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora, que usted nos había recomendado, y ya el día anterior había yo recuperado perfectamente mi 
salud, como también mi Carlos había experimentado notable mejoría en sus viejos achaques, por lo que no podemos por menos que sentir 
en nuestro corazón viva gratitud al buen Dios y a María Santísima por la insigne gracia que nos ha concedido, y agradecer así mismo a V. 

S. el interés que se ha tomado por nosotros, y ya que usted puede tanto ante los corazones de Jesús y de María, corone su obra rogando 
por nuestras necesidades espirituales... 
Mi Carlos le agradece de corazón el regalo que le hizo del libro Historia de Italia, que conservará como recuerdo de usted. Hemos 
recibido el paquete de boletos para la tómbola... y, al remitirle su importe, añadimos otras cuatrocientas liras para María Auxiliadora. 
Adjunto también cuarenta liras de parte de mi padre, cinco de parte de mi hermana y diez de mi cuñada, que se encomiendan a sus 
oraciones... 

Así, pues, los pasos de don Bosco quedaban señalados con las bendiciones de María Auxiliadora, y la fama de santidad del Siervo de 
Dios iba creciendo. 

La señora Luisa Barbó, escribía desde Milán, con fecha 26 de mayo de 1866, recomendando a don Bosco una de sus hijas, ciega de un 
ojo hacía dos meses, porque, al volcar el carruaje en que viajaba, unos pedazos de cristal le habían lesionado la pupila, y añadía: «Ya 

1 MARENGO.-Moneda de oro francesa, de a veinte francos, acuñada con motivo de la batalla de Marengo (1800), donde Napoleón 
venció a los austrorrusos. (N. del T.) 
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conozco gracias especiales obtenidas también en esta ciudad por enfermos ((301)) muy graves, que con su consejo y oraciones sanaron». 

En la ya citada relación de la condesa Carolina de Soresina Vidoni Soranzo, interrogada como ya se ha dicho por don Juan Garino, 
leemos estas otras noticias: 

«Estaba él el 1866 en Milán en casa de una amiga mía y le dijo que yo había dado a luz una niña, como precisamente sucedió a aquella 
misma hora o poco antes. Cuando unos días después vino a mi casa, le pregunté: 

»-»Cómo supo usted que yo había tenido una niña? No tuve tiempo ni de telegrafiarle. 

»El, sonriendo, respondió: 

»-íComo ve, he sido adivino! 

»En otra ocasión vino a verme y le dije: 

»-»Sabe, don Bosco, que el hermano de mi primo Boutourlin, Felipe Migneis, está muy enfermo? 

»Don Bosco me respondió: 

»-íCreo que ya está muerto! 

»Comprobé que a aquella hora había expirado en Civitavecchia. 

»Tuve también en otras ocasiones pruebas seguras de que leía en los corazones, puesto que me dijo cosas que yo no había comunicado 
a nadie, y me predijo el futuro, que se cumplió exactamente». 

Pero nada aparecía en él como extraordinario y amanerado; era de una humildad admirable, que resultaba más apreciada por su aspecto 
jovial. Atribuía las curaciones, como era lógico, a María Santísima, y los otros dones extraordinarios que en cierto modo podían parecer 
personales, sabía cubrirlos con frases o narraciones que desviaban la admiración de quien no le conocía. 

Cierto día hubo alguien que se maravillaba en su presencia de las predicciones cumplidas, de los secretos descubiertos, de las cosas que 
él humanamente no habría podido conocer, y don Bosco exclamó: 

-íAdivino sin saberlo! Estaba yo una mañana en una casa de religiosas, cuando una monja a la que yo no conocía, traía el café, y noté 
que andaba muy preocupada con el cuidado de servirme; yo le dije: «Marta, Marta, nimis sollicita es». ((302)) (Marta, Marta, te afanas 
demasiado.) Yo no sé si entendía el latín, pero lo cierto es que comprendió las palabras Marta, Marta; y decía después a las otras 
hermanas: -Verdaderamente don Bosco es un santo; es un profeta; sin conocerme íha sabido que me llamo Marta! Porque efectivamente 
ése era su nombre. 
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Tampoco tenía nada de austero; era de modales desenvueltos y su amabilidad le ganaba los corazones; el prestigio de su santidad no 
ocasionaba desconfianzas o repugnancias en los mundanos, sino que, por el contrario, su conversación era muy deseada. Este su 
comportamiento le abría las puertas de todas las casas y era bien recibido hasta por hombres de principios diversos. 

Bien puede decirse que don Bosco fue una de esas almas que supieron imitar maravillosamente el modelo divino con una vida humana 
bella y serena. El más bonito elogio que se le puede tributar es el mismo expresado por la hermana de san Francisco de Borja sobre santa 
Teresa: «Gracias a Dios, que nos ha hecho conocer una santa a la que podemos imitar todos nosotros. Su forma de vivir no tiene nada de 
extraordinario; come, duerme, habla y ríe como todas las demás, sin afectación, sin cumplidos, a la buena de Dios, y sin embargo, se ve 
claramente que está llena del espíritu de Dios». 

He aquí cómo nos lo describe un ilustre señor cuando, como sucedía con frecuencia, invitaba a su mesa a un amigo o bienhechor. 
«Cuando entraba con sus sacerdotes en el refectorio, se hubiera dicho que era el último de todos. Y íqué íntima satisfacción 
experimentaba cuando invitaba a un amigo a comer con la comunidad! Venga hoy a comer con nosotros, ívenga! Verá que apenas habrá... 
pero no completaba la frase; sonreía graciosamente y hacía el gesto de abrir las manos, como queriendo decir, que había que contentarse 
con lo que el convento diera. Pero nadie puede imaginarse el gusto que se experimentaba comiendo con don Bosco. Inter pocula (entre 
vaso y vaso) su conversación era un poco más animada, ya que también tomaban parte los demás comensales, pero la palabra de don 
Bosco era ((303)) la más entretenida e interesante por sus anécdotas. Era sobrio y parco, moderadísimo; pero no se oponía a que se 
pusiera en la mesa un poco de vino añejo que era feliz al ofrecer a su invitado, para demostrarle su satisfacción por tenerlo como 
comensal; complacencia que él glosaba con la acostumbrada rúbrica: íPerdónenos, si hoy ha tenido que hacer un poco de penitencia! 
íPero usted nos ha honrado y esto basta! íEs así, mi querido y buen amigo !». 

Ganados por los buenos modos crecía de día en día el número de sus amigos. 

El año 1866, y precisamente en Milán, trabó íntima amistad con el abogado Comaschi. 

Era Comaschi hombre de los llamados principios liberales, y presidente o patrono de la sociedad de sombrereros. En nombre de ésta 
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se había presentado al general Garibaldi, a su paso por Milán; el héroe de ambos mundos quedó tan complacido del homenaje que le 
regaló su propio sombrero. El abogado lo colocó en el salón, bajo una campana de vidrio, y lo mostraba con verdadero orgullo a sus 
visitantes. 

Habiendo ido a Turín en 1859 para defender una de sus causas oyó hablar de don Bosco y quiso verle. Acompañado de otro abogado 
fue al Oratorio; el Siervo de Dios le recibió con su encantadora cortesía y se entretuvo principalmente con el otro abogado a quien ya 
conocía. Comaschi habló poco, pero observó atentamente, y quedó tan admirado del Venerable, que dijo después: 

-Don Bosco no me parece un cura como los demás. 

A partir de aquel momento le guardó un afecto y una reverencia indescriptibles. Volvió otra vez al Oratorio para ver a don Antonio 
Sala, en cuyo pueblo de Brianza tenía su quinta; y, al ver en la portería un retrato de don Bosco, dijo: 

-íCómo! »No tenéis otro sitio donde colocar a don Bosco? »Sabéis quién es don Bosco? 

Y echó al asombrado portero un sermón en toda forma. 

((304)) Cuando en 1866, supo que don Bosco se encontraba en Milán, le invitó a comer en su casa. Don Bosco aceptó. El abogado 
estaba fuera de sí por la alegría de sentarle a su mesa. El Siervo de Dios, que sabía adaptarse a todas las situaciones, sostuvo la hilaridad 
de los convidados con el conocido cuento de aquel señor alemán, Dehuc, llegado a Italia para ir a Roma. 

En aquellos tiempos no había ferrocarriles, se viajaba en carruaje y se hacían diversas paradas para descansar. Dehuc era amigo de la 
cerveza, pero prefería el vino y del mejor; y como era muy rico, iba precedido, con más de una jornada de viaje, por un mensajero que 
probaba el vino en todos los pueblos por donde pasaba y, si lo encontraba bueno, escribía con un pincel en los muros exteriores de la 
hospedería: est!; si era mejor: est!, est!; y si era óptimo: est!, est!, est!. El dueño le seguía y hacía etapas, más o menos largas, con arreglo 
a la bondad del vino. A veces sólo una noche; otras, varios días, y eran frecuentes las borracheras. Llegó finalmente a Montefiascone y, 
como viera escrito sobre un parador: est! est! est!, saltó del carruaje, alquiló una habitación y agarró una borrachera tan fenomenal y tan 
fuerte como para reventar. Y en efecto, se fue al otro mundo. El criado lo hizo enterrar en una magnífica tumba con una inscripción que 
explicaba la causa de su muerte: Est!, est!, est!,.. sed propter nimium est!. Herus meus Joannes Dehuc mortuus est! (es!, es!, es!, 
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pero por demasiado es, mi patrono Juan Dehuc muerto es). Ordenó, además, que en la losa sepulcral se practicara un agujero por el que 
cada año, en el aniversario de su muerte, se echarían algunas medidas de vino para regar sus huesos. 

La gracia con que don Bosco narró esta anécdota fue como para no olvidarla. 

Si el Siervo de Dios buscaba ganarse las simpatías de la gente, era para llevar sus almas al Señor. El abogado Comaschi le invitó con 
mucha insistencia para que, siempre que fuese a Milán, se hospedara en su casa de la que le hacía dueño. Don Bosco aceptó gustoso la 
hospitalidad ofrecida. Y resultó que cuanto más trataba el abogado ((305)) con él, tanto mejor se hacía y, poco a poco, cambió de ideas; el 
sombrero de Garibaldi perdió el sitio de honor y en su lugar colocó dos cartas autógrafas del Siervo de Dios, en un cuadro con marco 
dorado. No es fácil imaginar a qué extremo llegó su amistad y admiración por don Bosco. Nunca permitió que la habitación ocupada por 
él fuese usada por nadie, la respetó siempre como un santuario, donde conservaba todo lo que el Venerable había usado en la mesa, y no 
permitió que se lavaran los vasos, manteles y toallas. Mientras vivió lo veneró todo como reliquias de un santo. 

Así nos lo atestiguó don Lorenzo Saluzzo, el cual lo oyó contar a los mismo parientes de Comaschi. 
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((306)) 

CAPITULO XXVI 

UNA PREDICCION QUE SE CUMPLE AL CABO DE TRES MESES Y MEDIO -DILIGENCIAS HECHAS ANTE EL MINISTERIO 
DE INSTRUCCION PUBLICA PARA OBTENER LA DISPENSA DE DEMOSTRAR CON TITULOS LEGALES LA IDONEIDAD 
DE LOS DOCENTES EN EL ORATORIO -SUPLICA DE DON BOSCO AL MINISTRO -RECOMENDACIONES DEL ALCALDE 
Y DEL GOBERNADOR DE TURIN -RESPUESTA DEL MINISTERIO TRANSMITIDA A DON BOSCO POR EL GOBERNADOR 
-CARTA DE PIO IX A DON BOSCO -RECUERDO DEL ORATORIO DE UN ANTIGUO ALUMNO: DESEOS DE DON BOSCO 
PARA EL BIEN DE LOS JOVENES; UN SUEÑO; UNA VISITA A LOS DORMITORIOS; ANUNCIO DE LA PROXIMA PARTIDA 
DE UN ALUMNO PARA LA ETERNIDAD Y SU MUERTE -OTRO SUEÑO: EL DEMONIO ESTORBA LAS CONFESIONES Y 
COMUNIONES -OTRO NUMERO DE LAS LECTURAS CATOLICAS 

DON Bosco volvía al Oratorio para terminar santamente con sus alumnos el carnaval (13 de febrero), y una noche de los primeros días de 
cuaresma anunciaba que, dentro de tres meses y medio, un alumno sería llamado a la eternidad: Estote parati! (íEstad preparados!) 

Mientras tanto trabajaba para poner en práctica un proyecto, que sabía era de un resultado problemático, pero tentare non nocet (el 
probar no hace daño). 

Don Bosco tenía una idea fija a la que daba vueltas. Era algo cierto que sus colegios, y por tanto sus escuelas, se multiplicarían de 
modo maravilloso, pero veía la dificultad de poderlas sostener con profesores que poseyesen los títulos ((307)) exigidos por las 
autoridades escolásticas. Aunque había hecho sacar a los suyos un cierto número de doctorados y diplomas, y otros se estuviesen 
preparando para capacitarse en la enseñanza, no se engañaba al pensar que algunos le abandonarían para crearse una posición 
independiente en las escuelas públicas y oficiales. 

En los mismo exámenes el Rector de la Universidad y el Presidente 
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de las Comisiones examinadoras se habían mostrado contrarios a los que se habían de quedar en el Oratorio. Ya hemos visto cómo 
buscaban impedir que fuesen admitidos en la Universidad en 1863, y la oposición al delegado provincial de enseñanza Selmi, porque en 
1864 había autorizado temporalmente profesores sin títulos en las clases de bachillerato del Oratorio. En 1865 cesó un poco esta posición, 
que sordamente continuaba, gracias al alcalde de Turín Galvagno, que había recomendado bastantes muchachos a don Bosco y que fueron 
aceptados en el Oratorio. No obstante, y como ya hemos narrado, no se quiso conceder en un principio el examen de doctorado a Juan 
Bautista Francesia, al terminar el tercer curso de Letras, mientras se había otorgado el mismo favor a otros; a don Celestino Durando, 
aunque por otros motivos, el Presidente de la Comisión le negaba la capacidad para la enseñanza de Retórica, y sólo después de unos 
meses se resignó a concederle el diploma por orden expresa del Ministerio; don Miguel Rúa, que había aprobado el examen escrito, no 
fue admitido al oral, porque no se quiso reconocer como legal un documento. 

Hay que notar, por otra parte, que en las escuelas del gobierno, muchos profesores enseñaban simplemente por decreto real, otros sin 
tener ningún diploma y otros titulares con diploma se hacían sustituir por un maestro sin título alguno. 

Por este lado, eran todavía tiempos de lucha continua los de don Bosco; tanto más cuanto que aún en los momentos de tregua aparente, 
él conocía las intenciones y las tramas de quien le hostigaba. Dio indirectamente testimonio de la gravedad de esta lucha el Gran Oriente 
de la Francmasonería oficial de Turín, ((308)) el cual, al finalizar el año 1865 se encontró con don Bosco y le dijo: 

-íCómo le hacen sudar, pobre don Bosco! Pero daré orden para que le dejen en paz! 

Y parece que los efectos correspondieron a la promesa. 

Pero el Siervo de Dios ya había madurado su proyecto. Durante este año algunos de los profesores del bachillerato del Oratorio daban 
clase sin diploma, puesto que los profesores titulares estaban ocupados con otros importantes cargos. El Delegado Provincial de 
enseñanza se había conformado sin más, con la acostumbrada declaración o estadística anual, pero tal estado de cosas no podía durar; era 
menester una prueba decisiva que liberase al Oratorio de toda ligadura; hacía falta el valor de un golpe de Estado. 

-Tengo todas las cargas de un padre de familia, pensó don Bosco; y »por qué no debo tener los derechos según la ley? 
267 

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Consultó con el alcalde Galvagno, el cual, aunque pertenecía al partido dirigente en Italia, aprobó su idea y prometió ayudarlo. Seguro 
de este apoyo, don Bosco dirigió una instancia al ministro de Instrucción Pública, Domingo Berti: 

Excelencia: 

Creo sabe V.E. que hace ya veinticinco años existen en Turín los llamados Oratorios masculinos. Consisten éstos en unos locales 
destinados a reunir durante los días festivos a muchachos muy abandonados, que vienen a esta ciudad desde varios puntos del Estado, con 
el fin de entretenerlos con agradables y honestas diversiones, después de cumplir con sus deberes religiosos. Hay cuatro oratorios de esta 
clase, donde se reúnen varios millares de muchachos; a la par que se les proporciona enseñanza elemental, se procura también que tengan 
durante la semana una colocación donde trabajar. Pero entre la multitud hay algunos tan pobres y tan faltos de atención que toda solicitud 
resultaría seguramente inútil, si no se les alojara en una casa donde sean instruidos, vestidos y preparados para un oficio con el que 
puedan a su tiempo ganarse el sustento para vivir. 

Así nació la casa llamada Oratorio de San Francisco de Sales, donde al presente hay cerca de ochocientos muchachos internos. Todos 
tienen en ella normalmente escuelas nocturnas elementales ((309)) y otros estudios adaptados a ellos. Durante el día, parte de estos 
muchachos aprenden el oficio de zapatero, sastre, carpintero, herrero, encuadernador de libros, impresor, cajista y parecidos. Otros, a 
quienes la Providencia dotó de aptitud para las ciencias, son destinados a los estudios secundarios. Estos llegan a ser cajistas en el mismo 
centro o en otras imprentas; unos cuantos consiguen el diploma para la enseñanza en el bachillerato y algunos, finalmente, emprenden 
otras carreras, gracias a las cuales, en breve espacio de tiempo, consiguen un puesto honroso en la sociedad. 

Estas escuelas fueron consideradas en el pasado como obras apostólicas de caridad y por eso mismo el Ministro de Instrucción Pública 
las recomendó en varias ocasiones, las alentó y, entre otras cosas, se complacía en manifestar al que esto expone que aquel Ministerio 
deseaba concurrir con todos los medios a su alcance para que estas nuestras escuelas tuviesen el mayor desarrollo posible 1 : 

Fueron maestros, el Director, ayudado por algunos alumnos del Centro, y también personas externas; pero todos trabajaban 
gratuitamente. Por eso, los Delegados provinciales de enseñanza, por espacio de más de veinte años, cooperando en el sentido más 
favorable, dejaron plena libertad para enseñar en aquellas ramas escolásticas que se juzgaban más oportunas para el bien de los 
muchachos, sin preocuparse de si el maestro estaba o no diplomado. 

Solamente desde hace algún año el Delegado, aunque en forma benévola, considerando este Centro solamente como un internado más 
con bachillerato, quiere someter estas escuelas a todas las leyes y disposiciones con que se regulan y dirigen los demás colegios públicos 
exigiendo, entre otras cosas, que los profesores de las respectivas clases presenten diplomas o títulos equivalentes. Ahora bien, no 
pudiendo, si no es a costa de grandes gastos resolver la titularidad de tales maestros, porque el Centro es totalmente gratuito, se vería en 
el riesgo de tener que suspender su actividad con grave perjuicio para tantos hijos del pueblo bajo, que también poseen 

1 Carta del 29 de abril, de 1857, firmada por J. Lanza. 
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talento y voluntad, para cursar los estudios secundarios que les abrirían el camino para ganarse la vida honrosamente. 

Después de esta exposición a V.E. respetuosamente ruego: 

1.° Que considerando el artículo doscientos cincuenta y uno de la ley de intrucción pública, por el que se faculta a los padres de familia, 

y a quien hace sus veces, para dar a sus hijos o parientes la intrucción secundaria, exenta de inspecciones por parte del Estado; 

2.° Que considerando el artículo trescientos cincuenta y seis, el cual dispensa a las personas que enseñan gratuitamente a los muchachos 
pobres de clases elementales o técnicas de hacer constar su idoneidad; 

3.° Que considerando también, cuanto V.E. dijo hace poco ((310)) en la cámara de diputados proclamando que quería conceder toda 

posibilidad para facilitar la libertad de enseñanza; 

Suplico a V.E.: 

Que se digne considerar al Director de este Centro como padre de los muchachos en él internados, a quienes en realidad provee de todo 

lo necesario para su vida material y moral; 

Que la enseñanza que se da es totalmente gratuita y a jóvenes pobres que no tienen otro medio para alcanzarla; 

Que sería un gran beneficio material y moral el que se pudiese dar libremente la enseñanza secundaria a estos jóvenes de acuerdo con 

su capacidad y necesidad. 

En consecuencia, se conceda al sacerdote Juan Bosco, director del Oratorio de San Francisco de Sales, ayudado por personas 
caritativas, impartir la enseñanza secundaria a los muchachos pobres, internados en dicho Centro, de conformidad con los artículos 
mencionados, esto es, dispensarle de hacer constar su idoneidad ante la autoridad escolástica, como se ha practicado desde hace veintitrés 
años. 

Este favor no redunda en beneficio de ningún particular puesto que las escuelas son gratuitas y los profesores trabajan gratuitamente, 
sino que es totalmente en favor de unos muchachos pobres que no podrían de ningún otro modo cultivar la inteligencia que Dios se dignó 
concederles. 

El deseo expresado por V.E. en diversas ocasiones de ayudar a la enseñanza libre me hace esperar que será tomado benignamente en 

consideración cuanto aquí se expresa y que los alumnos de este Centro tendrán un motivo más para manifestarle su más sincera gratitud. 

Mientras invoco sobre V. S. las bendiciones del Cielo, tengo el honor de profesarme 

De V.E. 

Febrero de 1866 

JUAN BOSCO, Pbro. 
Esta súplica iba acompañada por la siguiente carta de recomendación del Alcalde de Turín, el cual, además, la publicó en los periódicos 
como conocedor que era de la influencia que la opinión pública ejerce sobre las decisiones gubernativas. 

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CIUDAD DE TURIN 
Secretaría particular del Alcalde 

El Centro educativo del preclaro sacerdote don Juan Bosco, levantado poquito a poco y en modestísima escala, ha alcanzado 
gradualmente, gracias a los incansables trabajos de su director y creador, proporciones ((311)) verdaderamente colosales; el bien 
realizado durante los veinticinco años transcurridos desde su creación hasta hoy es conocido e inmenso; miles y miles de jóvenes pobres y 
abandonados, que constituían un peligro para la sociedad, fueron regenerados, instruidos, convertidos en laboriosos ciudadanos; quién en 
las artes, quién en la enseñanza, quién en el sacerdocio y quién en otros ramos; y todos son testimonio evidente en favor de ese 
benemérito establecimiento, que no se concibe cómo podría sostenerse y florecer con los escasísimos medios de que dispone, si no se 
conociera la generosa e iluminada caridad de los ciudadanos de Turín, que se muestra más generosa allá donde advierte que lo pide un 
verdadero y sólido interés público. 

La hermosa prueba que ha dado hasta ahora de sí mismo este pío Instituto, el gran bien que hace a la sociedad, y especialmente las 
alabanzas que en todo tiempo recibió, aun de los funcionarios gubernativos, respecto a la enseñanza secundaria, le hacen muy digno por 
todo concepto de que el gobierno siga aportándole la benévola asistencia de la que no careció hasta ahora y que quiera por eso mismo 
condescender con la petición que su director dirige al culto señor Ministro de Instrucción Pública, continuando la atención tenida hasta el 
presente de no obligarle a tener maestros titulados para la enseñanza secundaria, que gratuitamente da a los jóvenes el mismo Director, 
ayudado por doctas y pías personas, cuyos buenos y excelentes resultados son conocidos. 

Por estas consideraciones y por el singular beneficio que este caritativo establecimiento reporta a la ciudad de Turín, el Alcalde, abajo 
firmante, se cree en el deber de apoyar calurosamente, ante el muy honorable señor Ministro de Instrucción Pública, la antedicha petición 
del director don Juan Bosco, quien de ningún modo podría soportar los gastos que implica dotar a su Instituto de maestros titulados para 
la enseñanza media, y pagarlos, ya que no sería posible hallarlos de tal suerte y dispuestos a dedicarse gratuitamente al trabajo, que 
constituye su profesión de la que obtienen su sustento. 

Turín, 26 de febrero de 1866 

El Alcalde y Afmo. compañero del Ministro Berti en el Consejo Municipal de Turín GALVAGNO 

Don Bosco obtuvo también del Gobernador de la Provincia una recomendación semejante a la anterior. 

Estas recomendaciones alcanzaron, sólo en parte, el resultado apetecido. 

El Gobernador respondía a don Bosco: 
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((312)) GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Particular 

N.° 105 

Turín, 16 de marzo de 1866 

Me apresuro a copiar a continuación para norma de V. S. la respuesta que hoy me llega del Ministerio de Instrucción Pública, en 
respuesta a su instancia para conseguir la dispensa de títulos a los maestros de ese benemérito Instituto: 

«Aun teniendo la consideración debida a las recomendaciones de ese respetable Municipio y de V. S. Ilma., no pudiendo, por otra parte, 
este Ministerio autorizar en favor de las escuelas del Oratorio de San Francisco de Sales, una excepción no contemplada por la ley, el que 
suscribe ha facultado al Real Delegado provincial de Estudios para que autorice, solamente por el corriente año escolástico, a los 
profesores de dichas escuelas para que continúen en su respectiva función, notificando al mismo tiempo al reverendo don Bosco que, si 
para el próximo curso escolar no ajusta a la ley el Instituto que dirige, la autoridad escolástica se verá obligada a proceder contra dicho 
Instituto, de acuerdo con las vigentes disposiciones. Es todo lo que este Ministerio puede hacer en favor de dicha institución, cuya 
benemerencia y filantropía muy bien conoce, y no puede hacer más, sin derogar cuanto prescribe la ley». 

El Gobernador TORRE 

Sin embargo, a partir de entonces el Gobiermo que, entre otras cosas en las que pensar, tenía también la guerra contra Austria, dejó en 
paz al Oratorio durante bastante tiempo. El Angel de nuestras escuelas velaba por ellas, y las protegía, además, la oración y la bendición 
del Vicario de Jesucristo. El Venerable había escrito al Sumo Pontífice, sin duda al principio del año, pero no tenemos copia ni recuerdo 
de la carta a la que Pío IX respondía así. 

PIO PAPA IX 

Al dilecto Hijo, salud y bendición apostólica. 

Damos gracias a Dios, amado Hijo, por la abundancia de gracias que El concede a este pueblo fiel, y por las muchas y utilísimas 
empresas que dispone sean comenzadas y llevadas a cabo para el ((313)) bien de este mismo pueblo, a despecho del cual se lanzan tantas 
injurias contra la religión católica y contra esta Santa Sede con grave escándalo para todos. De corazón nos congratulamos contigo, con 
los piadosos sacerdotes, tus compañeros, y con las devotas asociaciones de las que nos escribes y a las que auguramos siempre mayor 
incremento. Por lo demás, puedes conocer cuánto afecto te profesamos a ti y a tus obras, por la facilidad con que hemos escuchado tus 
peticiones y enriquecido dichas Asociaciones con los privilegios e indulgencias 
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Fin de Página 271 


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pedidas. Que el Señor las tenga lejos de todas las insidias del enemigo, rechace todos sus asaltos y que prospere y haga fecundas vuestras 
obras con su bendición. Esto os auguramos de corazón mientras, con los auspicios de celestiales favores y como prenda de nuestra 
paternal benevolencia, os impartimos afectuosamente a todos la Bendición Apostólica. 

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 24 de febrero de 1866, vigésimo de nuestro Pontificado 1. 

Y la obra de don Bosco continuaba fecunda en gracias para las almas de los jóvenes. Una carta del antiguo alumno ya mencionado, 
Agustín Semería, escrita desde Liguria en 1883, nos describe el celo del Siervo de Dios en aquel año: 

Reverendo señor don Miguel Rúa: 

Hace ya diecisiete años que salí de ese Oratorio y nunca lo he olvidado. »Cómo olvidar los amorosos cuidados que don Bosco nos 
prodigó, en los años de nuestra inexperiencia? Al recordar aquellos rasgos de inefable bondad, aquellas palabras afectuosas ((314)) con 
las que nos incitaba a la virtud, aquella paciencia con la que soportaba nuestros defectos, aquella solicitud por nuestra educación, me 
siento enternecido, conmovido y no puedo contener las lágrimas de mis ojos. 

Recuerdo cómo aquel buen Padre se lamentaba amorosamente de que algunos alumnos de su instituto se acercaban de tarde en tarde a 
los Sacramentos... 

El, que quería conocer las llagas de nuestras almas para curarlas y aplicarles el remedió necesario con algún buen consejo, se servía 
también de los sueños. Antes de darlos a conocer, nos decía que hay sueños de tres clases: los que vienen de parte de Dios para animarnos 
al bien, los del demonio para inducirnos al mal, y los de la posición en que uno duerme. Los que don Bosco nos contaba yo creo que 
provenían de Dios. 

Era el año del Señor 1866; alrededor de unos quince días, antes de la fiesta de san José, don Bosco nos narraba: 

1 PIUS P. P. IX.-Dilecte Fili, Salutem et Apostolicam Benedictionem. 

Deo gratias agimus, Dilecte Fili, quod fideli huic populo, quo invito tot catholicae religioni et huic sanctae Sedi injuriae illatae fuerunt, 
tantam suae gratiae copiam largiatur, et complura utilissima opera hic moliri ac perfici velit unde tot scandala manarunt: tibi vero et piis 
sacerdotibus ac sodalitatibus, quas commemoras, gratulamur ex animo, ac majora semper ominamur incrementa. Ceterum illius, qua Nos 
te et illas prosequimur charitate apertum habes argumentun in facilitate, qua tuis obsecundavimus praecibus, et easdem societates petitis 
auximus privilegiis et indulgentiarum thesauris. Avertat ab iis Deus omnes insidias inimici, omnemque vim longe repellat: vestraque 
opera benedictione sua augeat et faecundet. Id vobis toto pectore adprecamur, dum coelestis favoris auspicem et paternae benevolentiae 
Nostrae pignus universis Benedictionem Apostolicam peramanter impertimus. 

Datum Romae, apud S. Petrum, die 24 Februarii 1866, Pontificatus Nostri Anno XX. 

PIUS PP. IX. 

Dilecto Filio Presbitero
Joanni Bosco
Augustam Taurinorum.


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VOLUMEN VIII Página: 273 

«Soñé que me encontraba en la cama y que se presentaba un individuo o fantasma con una lámpara encendida en la mano, diciéndome: 

»-Don Bosco ílevántate inmediatamente y ven conmigo! 

»Sin temor alguno, bajé del lecho, me vestí y me encaminé detrás de aquel individuo el cual no permitió ni por un solo momento que le 
viese el rostro. Me hizo atravesar varios dormitorios por el centro del pasillo a cuyos lados estaban las camas de los jóvenes entregados al 
descanso. Al pasar me di cuenta de que sobre algunos lechos había unos gatos agarrados a los hierros con las patas de atrás y con las de 
delante en actitud de arañar el rostro de los muchachos dormidos. 

»Yo seguía siempre detrás de aquel fantasma, el cual se detuvo finalmente comenzando a dar vueltas alrededor de la cama de un joven 
que estaba profundamente dormido. También yo me detuve y le pregunté por qué hacía aquello. El me contestó: 

»-Para la fiesta de San José este joven debe venir conmigo. 

»Yo comprendí que el muchacho indicado moriría para aquella fecha. 

»Entonces, pregunté a mi guía con tono resuelto: 

»-Necesito saber quién eres y en nombre de quién hablas. 

»El me dijo nuevamente: 

»-Si quieres saber quién soy: ímira! 

»Y desapareció él y la linterna, de forma que me quedé a oscuras. Entonces me dispuse a ir nuevamente a mi lecho, pero en el camino 
tropecé no sé si con un baúl o con otra cosa y me desperté.» 

Hecha esta narración, nos explicó que aquellos gatos en actitud de devorar a los jóvenes que dormían tranquilamente, significan los 
enemigos de nuestra alma, que están siempre a nuestro alrededor para hacernos caer si estamos en gracia de Dios o para destrozarnos si 
estamos en desgracia, cuando el Señor, cansado de nosotros, se lo permitiese. 

«Conocí, añadió, a aquél que, según me dijo el desconocido, tenía que morir para la fiesta de San José; pero no diré a nadie quién es 
para no causar demasiado espanto. Veremos si este sueño se realiza. 

Entretanto, estemos todos preparados a bien morir. A los que vengan ((315)) a confesarse conmigo les diré algo en particular.» 

Pasada la festividad de San José, nos dijo que precisamente el día 19 de marzo, un joven del Oratorio había muerto en su pueblo natal. 

En la Crónica del Oratorio se lee: «El 19 de marzo de 1866 muere Simón Lupotto, a los dieciocho años de edad. Por su extraordinaria 
piedad fue siempre de edificación para sus compañeros. Frecuentaba con devoción los Santos Sacramentos; participaba con recogimiento 
en las funciones religiosas; era un enamorado de Jesús Sacramentado; parecía un san Luis, siempre que se le miraba mientras oraba. 
Soportó con heroica resignación su larga enfermedad. Según la predicción de don Bosco, fue a celebrar en el cielo la fiesta de san José, 
del que era muy devoto. Sicut lilium inter spinas (Como lirio entre espinas), pues en su casa se hallaba rodeado de personas muy 
diferentes de él». 
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La Carta de Semería prosigue: 

Otro día contaba don Bosco: 

«Soñé que me encontraba en la sacristía repleta de jóvenes que se confesaban conmigo. De repente entró un cabrito por la puerta de la 
sacristía, empezó a rodar en torno a los muchachos y a jugar con ellos, de modo que les hizo perder la buena voluntad de confesarse y, 
poco a poco, uno tras otro, se salieron. El cabrito se acercó a mí y se atrevió con sus seductoras zalamerías a intentar alejar al que se 
estaba confesando, mientras yo lo tenía junto a mí. Airado, di un puñetazo en la cabeza al animal, le rompí un cuerno y le obligué a 
escapar. Quería también dar una buena reprimenda al sacristán por haberlo dejado entrar. 

»Después me levanté, me revestí de los ornamentos sagrados y salí a celebrar la santa misa. Llegado al momento de la comunión, he 
aquí que, por la puerta principal de la iglesia, entró una multitud de cabritos que, esparciéndose por los bancos, trataban de distraer de mil 
modos a los muchachos que deseaban acercarse a la mesa de los ángeles. Unos ya se habían levantado para ir al altar, pero, seducidos por 
aquellos pérfidos mimos, se volvían a su puesto. Otros habían llegado cerca del comulgatorio, algunos estaban ya de rodillas ante el altar, 
pero se volvieron atrás sin comulgar. 

»Estos cabritos eran los enemigos de las almas que, con distracciones y afectos desordenados, tienen a los jóvenes alejados de los 
sacramentos...». 

((316)) Con estas y otras charlas semejantes, preparaba don Bosco las almas para las fiestas de Pascua, mientras continuaba la 
catequesis diaria de cuaresma para ellos y los millares de externos de los cuatro Oratorios festivos. 

Se preocupaba mucho, además, y lo demostraba cada año, de los que aún no habían sido confirmados, para que recibieran dignamente 
este sacramento. 

Mientras tanto, en los primeros días de marzo salía el tercer fascículo de las Lecturas Católicas titulado: Novena de meditaciones y 
oraciones para prepararse a recibir dignamente el Sacramento de la Confirmación -Preparación próxima para los Sacramentos de la 
Confesión, Comunión y Confirmación -Compendio de las principales preguntas del Catecismo para el examen de los confirmandos. 

Este fascículo era continuación de otro, publicado en octubre del año anterior, con el título de: Instrucción Catequística acerca del 
Sacramento de la Confirmación. No llevaba portada y la paginación era progresiva, de modo que, como ya hemos señalado, pudiese 
unirse al antedicho para mayor comodidad de quienes quisieran servirse de él. 
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Fin de Página 274 


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((317)) 

CAPITULO XXVII 

MEDALLAS DE LA VIRGEN -EL ARZOBISPO DE GINEBRA CONFIA EN LAS ORACIONES DE DON BOSCO -LOS 
TRABAJOS DE LA NUEVA IGLESIA -EXPEDIENTE PARA RECTIFICAR LA CALLE COTTOLENGO FRENTE A LA IGLESIA 
-POR LA MUERTE DE UN BIENHECHOR -DON BOSCO DA EN MILAN UN VALIOSO CONSEJO A UN COMERCIANTE 
VA A CREMONA EN BUSCA DE LIMOSNAS -CIRCULAR Y PROGRAMA PARA LA INAUGURACION DE LA TOMBOLA 
EXPOSICION DE LOS PREMIOS -LA INAUGURACION: DIALOGOS, POESIA EN PIAMONTES -EL GOBERNADOR DE 
TURIN CONCEDE UNA NUEVA EMISION DE BOLETOS -GENEROSOS PRESTAMOS PARA PAGAR LAS DEUDAS 
LECTURAS CATOLICAS 

LA devoción a María Santísima Auxiliadora se difundía cada vez más entre los fieles; a ello contribuía también que el Siervo de Dios 
distribuía sus medallas en gran número. Por todas partes se enaltecía su extraordinaria virtud: preservaban de muchos males y curaban 
enfermedades; de modo que había continuas e insistentes peticiones de dichas medallas, bendecidas por el mismo don Bosco. Se tenía 
gran confianza en la Virgen y también en las oraciones de su fiel Siervo y de sus muchachos. Su Excelencia monseñor Andrés Charvaz, 
arzobispo de Ginebra, escribía: 

Ginebra, 26 de marzo de 1866. 

Mi querido y respetado Padre: 

Agradezco cordialmente, mi querido Padre, las oraciones y novenas que ha hecho para que sanara de la enfermedad de que le hablé. 
Uní mis pobres oraciones a las ((318)) suyas y me parece que me encuentro mejor, pero cualquiera que sea el resultado final, que yo dejo 
a la santa voluntad de Dios, espero aprovechar la primera ocasión para hacerle llegar al menos un sencillo testimonio de mi 
agradecimiento y mi vivo interés por una obra tan útil como la suya. 

Reciba mis mejores sentimientos de gratitud. 

De usted 

Afectísimo seguro servidor » ANDRES, Arzobispo de Ginebra. 

Fin de Página 275 


VOLUMEN VIII Página: 276 

Pasados los fríos invernales, se reemprendieron los trabajos en la iglesia de María Auxiliadora. Ya estaban preparados los andamios 
necesarios para terminar la bóveda y levantar la cúpula. Sobre ésta debía sobresalir una estatua de la Virgen María en bronce dorado, y 
don Bosco había dado ya los primeros pasos con la empresa Boggio de Turín. 

También le interasaba mucho seguir el expediente para arreglar la calle que pasaba ante la iglesia y, con tal motivo, enviaba al Alcalde 
la siguiente solicitud: 

Ilmo. Señor Alcalde: 

El año pasado, con ocasión de la colocación de la piedra angular de una nueva iglesia, por S. A. Real el Príncipe Amadeo y con 
asistencia del señor Alcalde, se hizo la petición de que se rectificase la calle Cottolengo frente al nuevo edificio. El señor Alcalde visitó 
todo bondadosamente y, persuadido de la importancia y necesidad de lo que se pedía, aseguró su apoyo en el Municipio. 

Al presente, los trabajos del sagrado edificio están muy adelantados, la techumbre terminada, acabadas las arcadas de las bóvedas; por 
ello, calurosamente ruego a V. S. Ilma. se digne considerar: 

1.° Que el ingeniero civil, al trazar las líneas de los cimientos, se basaba en el plano de rectificación de dicha calle Cottolengo, sin lo 
cual ni siquiera se podría entrar en la iglesia. 

2.° Que dicha rectificación ya está aprobada y una buena parte del sitio fue expresamente comprado por el Seminario, y los edificios 
próximos tienen trazada la fachada con arreglo a esta línea. 

3.° Que con esta rectificación se levantaría algo el nivel de la calle, lo cual contribuirá mucho a la salubridad de este lugar; ya que hay 
bastantes desagües que dan a una hondonada ((319)) sin posible curso de salida. De hecho, en el 1854, las casas que circundan este lugar 
fueron las más afectadas por el cólera y algunas familias desaparecieron. 

Esta necesidad quedaría resuelta con el ya aprobado levantamiento, con el cual se daría salida normal a los diversos desagües. 

4.° Que se podrían proseguir los trabajos con mucho menor gasto, dar ocupación a mayor número de personas, satisfacer el deseo y la 
necesidad de los habitantes del barrio de Valdocco, que se hallan lejos de las iglesias y suspiran por la conclusión del nuevo edificio, que 
les dará comodidad para cumplir los deberes religiosos. 

Por estas y otras razones que la prudencia de V. S. ciertamente imagina y aprecia, le suplico, por cuanto soy y puedo, se digne rectificar 
la calle Cottolengo con arreglo al proyecto de ensanchamiento ya aprobado por el Municipio y conforme lo requiere el basamento de la 
nueva iglesia, tal y como se expuso en la memoria previamente presentada a tal fin en la ciudad. 

Confiando plenamente que esta solicitud, apenas tenga la suerte de ser recibida 
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VOLUMEN VIII Página: 277 

por V. S., obtenga favorable consideración, me cabe el alto honor de profesarme con la más sentida gratitud. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 26 de febrero de 1866. 

Su seguro y reconocido servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La instancia fue atendida después de cierto tiempo. 

Mientras tanto, el Venerable Siervo de Dios salía otra vez de viaje y antes daba instrucciones para que se mostrase reconocimiento a un 
insigne bienhechor que le había socorrido siempre desde 1850. Era el conde Abate Lunel de Cortemiglia, muerto a mediados de febrero. 
Ordenaba, por tanto, que si la Administración del Hospicio de caridad en Cherasco, dirigido por su amigo don Alejandro Ghisolfi, 
decidiese hacer un funeral solemne por el que también había sido gran bienhechor de aquella casa, se enviase para la función al menos 
una docena de cantores. 

Salió, pues, por la línea de Milán y parece que se dirigía a Monza, para satisfacer las fuertes instancias de la Madre Serafina, Superiora 
de las Sacramentinas, que deseaba hablar con él. 

En la estación de Milán sucedió un hecho digno de mención, ((320)) que demuestra lo mucho que don Bosco se preocupaba de los 
intereses materiales de sus bienhechores. 

El 9 de abril de 1891 escribía don Miguel Rúa en Milán la siguiente declaración: 

«La señora Rosa Guenzati contó al que suscribe que, en 1866 pasó don Bosco por Milán en tren. Como no tenía más tiempo que una 
hora de parada, ni siquiera salió de la estación; no obstante, había avisado a su marido para que saliera a verlo allí, como en efecto hizo, 
acompañado de la señora. En la conversación díjole don Bosco: 

»-Haga este año, señor Guenzati, gran provisión de telas, pues podrá venderlas ventajosamente. 

»Después de la partida del Siervo de Dios, los dos cónyuges, recordando su predicción, hicieron compras en cantidad mucho mayor que 
años anteriores y, tal como él lo había anunciado, así sucedió exactamente, de modo que al final del año, contentos de la bendición tenida 
del Señor por mediación de don Bosco, se decían: 

»-Si hubiésemos tenido más fe en las palabras de don Bosco, haciendo una provisión de telas mucho mayor, ciertamente lo habríamos 
vendido todo. 
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Fin de Página 277 


VOLUMEN VIII Página: 278 

»Reconocidos al Señor por las ganancias obtenidas, diéronle gracias entregando parte de las mismas a los pobres, según era su 
costumbre». 

El aviso había sido el principio de una lucida fortuna. 

El Siervo de Dios fue también a Cremona, donde le esperaban la Princesa Elena Vidoni, las religiosas Magdalenas y otros muchos; y 
desde allí prosiguió hacia San Juan de la Cruz, a casa de la noble familia Soranzo. 

Por aquellos días envió una circular al caballero Oreglia di San Stefano para que la hiciese imprimir.


Muy querido Caballero:
Aquí tiene la carta; compóngala y, si hay algo que no le parece bien, dígamelo para corregirlo.
Comunique a don Miguel Rúa que avise a la señorita Orselli que el sábado, a la ((321)) una, estaré en su casa para la comida; que vaya


con las cartas a la estación de Porta Susa. 

Escribo con prisas. Busco dinero, pero... pero... 

Dios bendiga a usted y su trabajo, y créame en el Señor. 

Cremona, 8 de marzo de 1866. 

Afectísimo JUAN BOSCO; Pbro.
La circular fue impresa inmediatamente.


Benemérito Señor: 

Con gran satisfacción tengo el honor de participar a V. B. S. que la tómbola, ya recomendada otras veces a su caridad, ha sido 
enriquecida con regalos, que merecen figurar en la exposición. Por eso se ha reunido la Comisión y ha deliberado que se escogiese un 
local anejo al Oratorio de San Francisco de Sales y que se fijase el 19 del corriente mes para la inauguración de esta exposición pública 
de la caridad cristiana. El número de los regalos llega a tres mil. 

Ruégole, por tanto, se digne asistir en tan hermosa ocasión, para rendirle gracias personalmente y para honrar a los augustos personajes 

que esperamos estarán presentes aquel día. 

Mientras tanto, le suplico encarecidamente nos ayude a vender boletos y nos envíe los objetos que tal vez haya recogido para tal fin. 

Los muchachos beneficiados se unen a mí para expresarle la más sentida gratitud y augurarle las más abundantes bendiciones del cielo, 

mientras tengo el honor de profesarme, con todo aprecio, 

De Vuestra Benemérita Señoría 

Turín, 11 de marzo de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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ADVERTENCIAS


A las dos de la tarde, los señores y señoras promotores de la tómbola se reunirán en una sala, preparada al efecto, antes de llegar al local 
de la exposición. En ella se celebrará: 

1.° Concierto musical; 

2.° Canto con acompañamiento; 

((322)) 3.° Dos palabras de Gianduia; 

4. ° El filósofo y el Poeta;
5.° Visita a la exposición de los regalos para la Tómbola.
N.B. La exposición pública de los regalos, según decreto del Gobierno Civil, durará tres meses, después de los cuales se procederá al 
sorteo de los boletos. El local está abierto al público diariamente, de la una a las cinco de la tarde. 
El día 10 volvía don Bosco al Oratorio. Para la tómbola, empezada el 1865, había pedido y obtenido la prórroga de la exposición 
oficial. A primeros de 1866, se había impreso el catálogo de los objetos regalados. Figuraban entre ellos los obsequiados por Su Santidad 
Pío IX, Sus Altezas Reales, el Príncipe Eugenio de Saboya Carignano, el Príncipe Tomás, duque de Génova, el Príncipe Amadeo, duque 
de Aosta, la Duquesa de Génova, y también del Ministro de Gobernación. El número de premios era de dos mil quinientos veinticuatro, 
sin contar los regalados para la tómbola pero que podían retenerse para uso de los Oratorios festivos. Figuraban entre estos últimos varios 
aparatos de gimnasia, donados por S. A. R. el Príncipe Amadeo, duque de Aosta, colocados en el patio del Oratorio, y la cantidad de 
quinientas liras, fruto de la colecta de varios Oratorios de Turín hecha con ocasión de la fiesta onomástica de su Director y Padre el 
sacerdote Juan Bosco. 

El 19 de marzo, fiesta de san José, se hizo la solemne inauguración de la tómbola. Cayó una gran nevada y no hubo mucha 
concurrencia. No obstante, acudió el alcalde Galvagno. Se representó El Poeta y el Filósofo, opereta cómica de don Juan Cagliero, y se 
recitó el siguiente dialogo, interesantísimo por varios conceptos, escrito por don Bosco. 

Máximo, Ernesto y Tancredo 

Máximo -Necesito, amigo Ernesto, me expliques por qué nuestro querido señor Alcalde y tantos ilustres personajes se han reunido hoy 
en nuestro humilde Oratorio. 

Ernesto -Porque hoy se celebra entre nosotros una gran solemnidad. 

Máximo -»Es tal vez la fiesta de san José? 
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((323)) Ernesto -La fiesta de san José es la ocasión, pero el verdadero motivo es la inauguración de la tómbola. 

Máximo -»Pero esta tómbola no se empezó, se hizo y terminó el año pasado? 

Ernesto -El año pasado se empezó, se recogieron regalos, se prepararon y se distribuyeron algunos boletos y ahora se trata de exponer 
públicamente los donativos reunidos, para que los que compraron boletos puedan ver con sus propios ojos la cantidad, la hermosura y la 
riqueza de los mismos. 

Máximo -»No sería mejor recoger enseguida dinero en vez de regalos? Se ahorraría tiempo, trabajo y molestias para satisfacer las 
necesidades que nos apremian. 

Ernesto -Es verdad; pero mira, amigo Máximo; muchos aportan regalos y aceptan anuncios o bien boletos; otros, solamente podrán 
traer regalos, o adquirir algunos boletos. De este modo todos pueden concurrir en una proporción más limitada; porque estas tómbolas 
abren camino a la pequeña y a la gran beneficencia y resultan accesibles para toda clase de personas. 

Máximo -En resumen, el objeto final de estas tómbolas es el dinero. íAh, dinero, dinero! Hay que reconocer que eres poderoso 
caballero, pues todos te quieren por amigo. 

Ernesto -Es verdad que en último término se trata de juntar dinero, pero por medios lícitos. Aquí queda todavía la esperanza de ganar y 
cada cual es dueño de tomar parte o no, y tiene un fin noble, como es concurrir a una gran obra de caridad. 

Máximo -»Cuál es esa gran obra de caridad? 

Ernesto -La obra de caridad, que se quiere favorecer, es la de los Oratorios festivos, donde son necesarias grandes cantidades para 
arriendos, mobiliario, reparaciones, maestros, objetos para los juegos, etc., etc... Hace falta dinero para el Oratorio de San Francisco de 
Sales, donde hay obras de suma urgencia, suspendidas por falta de medios. Hay además un motivo especial, que es la iglesia en 
construcción, cuya terminación tanto se desea. 

Máximo -»Dónde se está construyendo esta iglesia? 

Ernesto -Se está construyendo en un sitio anejo al patio de nuestro Oratorio y, si desde este salón o desde ese otro donde están 
expuestos los regalos, miras hacia el mediodía o hacia el ocaso, verás un edificio en forma de cruz latina. Este es el edificio dedicado a 
María Auxiliadora que, cual madre amorosa, extiende su mano a sus hijos para que le ayuden a completar su casa y así acrecentar el 
número de sus devotos en la tierra, que un día le harán corona gloriosa en el cielo. 

Máximo -Mientras tú hablabas, pensaba que no parece tan grande la necesidad de una iglesia en este sitio, tanto más que, ya existe una: 
la del Oratorio. 

Ernesto -Muy buena observación, pero no hace a nuestro caso. La actual ((324)) iglesia de San Francisco de Sales fue suficiente por 
algún tiempo; pero ahora, debido al gran número de muchachos internos y externos, resulta demasiado pequeña y, apenas si cabe la 
tercera parte de ellos. Si observas un día de fiesta, amigo Máximo, estamos en la iglesia como sardinas en banasta. Además, vivimos en 
un sitio rodeado de casas llenas de personas, muy lejos de las iglesias, de modo que resulta que en este espacio, habitado por más de 
treinta mil almas, no tienen un templo. »Qué dices a esto, Máximo? »Te parece necesario construir una iglesia? 

Máximo -En tal caso estoy totalmente de acuerdo con la necesidad de una iglesia, donde, internos y externos y también los adultos 
puedan asistir. Pero quisiera hacerte todavía una pregunta. 

Ernesto -Dime. 

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Máximo -Tenemos con nosotros tantos respetables personajes; entre otros nuestro señor Alcalde, los beneméritos señores de la 
Comisión de la Tómbola, los señores promotores y promotoras de la misma. »No te parece oportuno decirme, en pocas palabras, para qué 
sirven los Oratorios? 

Ernesto -Esta pregunta puede respondértela el amigo Tancredo, que es más antiguo en el Oratorio y esrá mejor informado. 

Tancredo -Con gusto trataré de complacer vuestro deseo y el mío. Para no repetir todo lo dicho en la fausta ocasión de la bendición de 
la piedra angular de la iglesia, regalad, amigos míos, al señor Alcalde un ejemplar del Recuerdo de lo que se hizo aquel día y, además de 
dicho ejemplar, pedidle se digne aceptar un plano de la nueva edificación. Ahora solamente en pocas palabras diré que los Oratorios 
festivos son locales destinados a entretener a los muchachos con alegres y honestos entretenimientos en los días festivos, después de 
haber cumplido sus deberes religiosos. Tales son el del Santo Angel de la Guarda en Vanchiglia, el de San Luis en Puerta Nueva, el de 
San José en San Salvario, el de San Francisco de Sales aquí donde nos encontramos. Esta casa tiene, además, por objeto albergar a 
aquellos muchachos a quienes la muerte de sus padres o cualquier otra desgracia pone en peligro de acabar mal, si no encuentran una casa 
donde, gratuita o casi gratuitamente, puedan ser admitidos. Algunos de nosotros somos aprendices, otros, teniendo por naturaleza 
especiales aptitudes para las ciencias, se dedican a los estudios. Tiempos atrás era suficiente la actual iglesia, pero ahora ya no; es 
menester construir otra más espaciosa que satisfaga las necesidades de esta casa, de los que vienen de varios puntos de la ciudad y 
también de los que deseen aprovecharse de ella. Ya que, como muy bien ha dicho Ernesto, el barrio de Valdocco está muy poblado y no 
hay aquí ninguna iglesia pública para cumplir con los deberes religiosos. 

Máximo -Ya que, según parece, estás tan bien informado de las cosas del ((325)) Oratorio y, al mismo tiempo, entiendes de dibujo, 
dime algo acerca de la nueva iglesia. »Hace ya tiempo que se empezó? 

Tancredo -Se pusieron los cimientos el año 1864, pero la piedra fundamental fue solemnemente bendecida el año pasado, el 27 de abril; 
es decir, que prontó hará once meses que se empezaron regularmente las obras. 

Máximo -»En qué punto se hallan ahora? 

Tancredo -El edificio se encuentra muy adelantado. Los muros han llegado a su altura normal, se ha acabado la cubierta, los grandes 
arcos de las bóvedas están terminados; los andamios, los pilares para las bóvedas están en su puesto; la cúpula, la majestuosa cúpula está 
empezada y esperamos que se eleve suntuosamente. A propósito de la cúpula, me han dicho que sobre la misma se colocará una 
estupenda estatua de María Auxiliadora, en actitud de bendecir a los turineses y a todos sus devotos que toman parte en la construcción 
de este sagrado edificio. 

Máximo -Si esta iglesia va a servir para tanta gente, deberá ser muy espaciosa, »no es verdad? 

Tancredo -Cierto; tiene una superficie de casi mil doscientos metros cuadrados, lo que supone una capacidad para cuatro o cinco mil 
personas. 

Máximo -Te aseguro que gozo pensando que se construye en Turín un templo de este tamaño a la augusta Reina del Cielo. Pero, »de 
dónde sale el dinero para los gastos que se hacen? 

Tancredo -Esa misma pregunta me he hecho yo muchas veces. Del pasado, no sé nada; mas para el futuro, toda nuestra esperanza está 
puesta en el producto de la tómbola, esto es (indíquese con las manos), en la bondad de esos señores que para 
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nuestro bien y para proseguir la obra comenzada, idearon una tómbola como único medio de financiación. 

Máximo -Nosotros debemos estar muy reconocidos a estos señores por su gran bondad; debemos agradecérselo y guardar indeleble 
recuerdo de su protección. 

Ernesto -Quiero que no solamente les estemos agradecidos, sino que pidamos al cielo que se digne derramar copiosas bendiciones sobre 
todos los promotores y promotoras y todos los que de algún modo tiendan su mano generosa para llevar a feliz término esta iglesia. 

Tancredo -Yo quiero, además, pedir a la Santísima Virgen que prepare una hermosa corona en el cielo a todos estos nuestros 
bienhechores. 

Máximo -Que vivan muchos años llenos de salud y felicidad; y, si por desgracia la peste homicida del cólera apareciese de nuevo en 
nuestra tierra, ninguno de ellos tenga que sufrir el menor daño. 

((326)) Tancredo -A usted, señor Alcalde, que se ha dignado venir a visitarnos en este hermoso día, le presentamos nuestra más sincera 
y sentida gratitud. Si, además, como se hace con los Soberanos en los días de gran solemnidad, nos permite pedirle un favor particular, le 
recordamos lo ya pedido y prometido otra vez; que diga una palabra en apoyo de la rectificación de la calle Cottolengo, frente a la nueva 
iglesia, para que ésta pueda tener una entrada cómoda cuando esté terminado el edificio. 

Ernesto -Señores promotores y promotoras: todo lo que nosotros hemos dicho ha sido también en nombre de nuestros Superiores y 
compañeros. En nombre de los mismos les pedimos disculpen benignamente, si por nuestra condición no podemos prepararles una 
recepción mejor como ustedes se merecen y nosotros desearíamos. La reconocida bondad de su corazón sabrá otorgarnos benigna 
indulgencia, y ahora invitamos respetuosamente a todos a honrar con su presencia la sala de la exposición pública. Si por acaso se 
encontrasen con personas generosas, que quisieran visitarla cualquier día, les aseguramos que nos hacen un nuevo favor y será para 
nosotros un placer cada vez que tengamos ocasión de volver a verles a ustedes, o a las personas que enviaren para mostrarles los regalos 
que su caridad supo recoger y presentar. Lo que decimos para otros lo diremos aún más de corazón a ustedes, beneméritos promotores y 
promotoras, siempre que tengan el gusto de repetir una visita como la de este día que tanta alegría y honor nos ha proporcionado. 

Después de este diálogo, un jovencito, que por vez primera aparecía en la escena, fingiendo el papel de Gianduia, recitó una poesía en 
dialecto piamontés, escrita por don José Bongiovanni, sobre un guión previo de don Bosco. 

En estilo jocoso dijo Gianduia que en sueños había hecho un largo viaje, y se había encontrado en el salón de un magnífico palacio una 
enorme cantidad de monedas de oro y de plata y muchos billetes de banco; que el dueño le había dado todo aquel tesoro y que él, 
llenándose los bolsos y cargándose a la espalda cuanto podía llevar, corrió a entregárselo a don Bosco, gritando que al fin se había 
encontrado el dinero necesario para terminar la iglesia; pero su alegría duró muy poco, porque se cayó de la cama y se despertó en el 
suelo con las manos vacías. 
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Acabó diciendo que esperaba que los bienhechores remediarían con su acostumbrada generosidad aquel inconveniente y harían de 
modo que el sueño se convirtiese en realidad. 

((327)) Conservamos celosamente una copia de esta hermosa poesía, como precioso tesoro de aquellos tiempos 1. 

Tal fue la fiesta de la inauguración de la tómbola, que no se declaró abierta hasta después de la visita de S. A. R. la Duquesa de Génova 
que fue recibida entre músicas y grandes aclamaciones por los jóvenes. 

Entre tanto aumentó el número de premios con los regalos de los bienhechores por lo que se pidió y se obtuvo permiso para despachar 
mayor cantidad de boletos. 

Ilustrísimo señor Gobernador: 

La Comisión para la tómbola, aprobada por ese Gobierno Civil el 19 de marzo de 1865, cumple con el deber de dar a conocer a V. S. 
Ilma. que el 19 de marzo de 1866 ha sido abierta al público la exposición de los premios para la misma. 

Con esta ocasión, y teniendo en cuenta la benigna acogida alcanzada entre el público y el notable número de nuevos regalos recibidos, 
se halla en la necesidad de recurrir de nuevo a su ya reconocida amabilidad, esperando obtener: 

1.° Que sea aprobada la estimación comprendida en el número de orden ochocientos cuarenta y uno al dos mil quinientos veinticuatro 
incluido, añadiéndoles los números, hasta ahora no incluidos, del uno al cincuenta y nueve, que suman el número total de mil seiscientos 
ochenta y cuatro objetos, que confirman la suma de cuarenta y una mil novecientas ochenta y dos liras, según peritación de los señores 
estimadores que al pie de la página firman. 

2.° Que, en consecuencia, se nos autorice para poner en circulación ciento sesenta y siete mil novecientos veintiocho boletos, 
correspondientes al doble del valor de los mismos, tal y como se concedió en el citado decreto de ese Gobierno Civil. 

Con la esperanza de ser atendida y escuchada, esta Comisión rinde a V. S. Ilma. sus más expresivas gracias, mientras, en nombre de la 
misma, se profesa con la más distinguida consideración 

De V. S. Ilma. 

Turín, 11 de abril de 1866. 

Su seguro servidor Cab.° FEDERlCO OREGLIA 
Secretario de la Comisión 

((328)) Seguía la lista de los nuevos regalos, entre los que había tres del Papa Pío IX: camafeo de ónice engastado en oro (quinientas 
liras), camafeo en piedra dura (ochocientas), cruz de oro tallada con esmalte (doscientas). 

Al pie iba la valoración de los peritos. 

1 Véase Apéndice V. 

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A petición del presbítero Juan Bosco, declaro haber procedido al examen y valuación de los objetos de quincallería y similares antes 
mencionados, cuyo valor asciende en conjunto a quince mil cuatrocientas treinta liras, digo 15.430 liras. Doy fe. 

Turín, 9 de abril de 1866 

JUAN VOLPATO, Profesor 

A petición del presbítero Juan Bosco, el que suscribe declara haber procedido al examen y estimación de los objetos de quincallería y 
similares, arriba descritos, que alcanzan en conjunto un valor de veintiséis mil quinientas cincuenta y dos liras (26.552). Doy fe. 

Turín, 9 de abril de 1866. 

JOSE BUZZETTI 

El Gobierno Civil respondió con el siguiente decreto: 

G.C.P. 6208 -Despacho 682 
EL GOBERNADOR CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Vista la instancia presentada por la Comisión para la tómbola, autorizada por decreto del 19 de marzo de 1865, en favor del Oratorio de 
San Francisco de Sales en Turín, con el propósito de obtener permiso para una nueva emisión de ciento sesenta y siete mil novecientos 
veintiocho boletos, correspondientes al doble del valor de los objetos descritos en la segunda lista, que acompaña a la adjunta instancia y 
que asciende a cuarenta y una mil novecientas ochenta y dos liras; 

Vista dicha lista y el citado decreto del 19 de marzo de 1865: 

DECRETA 
1.° Se autoriza la nueva emisión pedida de ciento sesenta y siete mil novecientos veintiocho boletos, al precio de cincuenta céntimos 
cada uno, para dicha tómbola en favor del Oratorio de San Francisco de Sales de esta ciudad. 
2.° Antes de la distribución o venta, cada boleto deberá ser firmado por un miembro de la Comisión o por el Gobernador o quien lo 

represente. 

3.° En otro decreto de este Despacho se fijará el día, lugar y hora del sorteo de la presente tómbola. 

Turín, 16 de abril de 1866. 

El Gobernador TORRE
((329)) Los bienhechores de don Bosco se habían reído mucho y habían aplaudido los versos de don José Bongiovanni. El sueño se


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convertiría en realidad, pero no de golpe. Por eso el Siervo de Dios se industriaba hasta pidiendo dinero prestado a sus amigos, quienes 
ponían en él toda su confianza, sabedores por propia experiencia que la misma Madre de Dios salía fiadora. 

Escribía así al conde Francisco de Viancino: 

Carísimo señor Conde: 

Estoy dispuesto a recibir al joven Cinzano que V. S. carísima con su acostumbrada caridad me recomienda, y ver si puede estudiar; he 
de hacerle notar que nosotros no tenemos los grados elementales y el muchacho cursa el segundo. Habrá que ver, además, qué aptitudes 
tiene para los estudios. Puede usted hacer lo siguiente: entréguele una página de un libro cualquiera, que la aprenda de memoria y, apenas 
se haya usted formado un juicio, me lo comunique y veremos de encaminarlo. 

Pero tengo estos días algo que me apena y me preocupa. He de pagar cuatro mil liras a primeros de abril. Contaba con los boletos de la 
tómbola, que gracias a Dios se están vendiendo bien, pero el ingreso del dinero va despacio. Se trata de dinero debido a un proveedor de 
materiales para la iglesia, del que nos dice tener absoluta necesidad. »Podría V. S. Ilma. hacerme esta caridad, o mejor, hacérsela a la 
Santísima Virgen Auxiliadora? »Qué me dice? Aunque no fuese más que un préstamo suyo o de cualquier otro a cuenta mía, bastaría para 
salir del apuro. Ciertamente que semejante acto de caridad le merecería la debida recompensa y, además, copiosas bendiciones en la tierra 
y una hermosa habitación para usted y su familia en el Cielo cerquita de la Madre de Dios. 

Mi familia y yo nos encomendamos a la caridad de sus devotas oraciones, mientras tengo el honor de poderme profesar con todo mi 
afecto 

De V. S. Carísima en el Señor 

Turín, 30 de marzo de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Escribía también a la condesa Callori: 

Benemérita señora Condesa: 

Alleluia! Estamos en Pascua y por eso pensamos en pagar nuestras deudas. Tengo dos mil liras a disposición del señor Conde, su 
marido. Si ((330)) cuenta con las otras dos mil, haré lo posible para que las tenga antes de que acabe la semana; en caso contrario me 
serviré de ellas hasta junio. Si tiene algún sitio adonde yo pueda llevarlas, bien; fuera de esto haré una escapadita a Casale. 

No he podido ocuparme del librito sobre el Santísimo Sacramento; pero creo que su impresión está bien calculada. El Obispo de 
Mondoví me envió el manuscrito y en la semana entrante empezaremos la composición tipográfica. Ciertamente es un trabajo algo largo, 
pero gustará. 

Alleluia!, señora Condesa, ífelices Pascuas! Derrame el Señor copiosas bendiciones sobre usted, su piadoso marido y toda su respetable 
familia. 

Me olvidaba una cosa. La estatua de la Virgen, que ha de colocarse sobre la cúpula 

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de la nueva iglesia, supone un gasto bastante mayor de cuanto habíamos calculado. Debe tener cuatro metros de altura, por tanto con 
bronce de probado y trabajado con esmero. El coste asciende a doce mil liras; una señora se ofrece por ocho mil. Yo no pretendo 
comprometer a usted para el resto, a menos que esta Madre hiciese nevar moneditas de oro en su casa. 

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea siempre con nosotros y nos libre de peligros mayores que cada día se avecinan. 

Con sentida gratitud me profeso 

De V. S. benemérita 

Turín, 31 de marzo de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Muy oportuno para las finanzas de don Bosco resultaba el fascículo del mes de abril de las Lecturas Católicas: El empleo del dinero, 
por José Frassinetti, Prior de Santa Sabina, en Génova. 

Es un librito de oro que debería correr por las manos de todos los católicos. Demuestra que el dinero es la mayor potencia del mundo, y 
en manos de los malos la causa de mucha perdición. Lamenta la falta de generosidad de los buenos y dice que resulta humillante su 
parquedad para sostener las instituciones católicas, las cuales languidecen abrumadas por los impíos. Establece la gran máxima que era la 
misma de don Bosco: «Los buenos, en nuestros tiempos, no deben pensar solamente en lo que es de extricta obligación entregar para 
cumplir su deber de dar limosna; sino que deben atender todo lo ((331)) que lícita y prudentemente puedan hacer en servicio de la buena 
causa; deben pensar no en el deber sino en el poder, y éste, pudiendo cumplirlo». Insiste en la importancia de que los católicos se unan en 
sociedad para poner en común los medios de que disponen para conseguir un determinado fin. Exhorta, no solamente a los ricos, sino 
también a los pobres, haciendo ver cómo especialmente los pobres, aunque con sus pocos céntimos, son el sostén de ciertas obras, como 
La Propagación de la Fe y la Santa Infancia y representan la fuerza de muchos millones. 

En el mes de mayo se imprimía el fascículo: Historias y Parábolas del Padre Buenaventura, con un apéndice sobre el No tengo tiempo. 
Es un material estupendo para pláticas a los muchachos y al pueblo. 

En junio: Teódulo, o sea, el hijo de bendición, modelo para la juventud, por el padre Miguel Angel Marini. Es la biografía de un 
virtuoso estudiante belga que vivía en la casa paterna. 
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((332)) 

CAPITULO XXVIII 

COMISION DE AYUDA A LOS DAMNIFICADOS POR EL COLERA EN ANCONA -RELACION DEL SECRETARIO 
LLEGADA DE LOS PRIMEROS HUERFANOS DE ANCONA AL ORATORIO -NUEVO ACUERDO DE DON BOSCO CON LA 
COMISION -RELACION Y ELOGIOS A DON BOSCO, DEL PRESIDENTE MARINELLI -DON BOSCO NO ACEPTA SOMETER 
SU SISTEMA EDUCATIVO A LA VIGILANCIA DE LA COMISION -DILIGENCIAS CON VARIOS OBISPOS PARA EXIMIR 
DEL SERVICIO MILITAR A ALGUNOS DE SUS CLERIGOS 

QUE era de los huérfanos de Ancona? Habían pasado varios meses desde que la generosa oferta de don Bosco fue aceptada con gratitud 
por la Comisión de ayuda a los damnificados por el cólera. Durante este tiempo, el Siervo de Dios, conmovido por la suerte de otros 
muchachos que habían quedado huérfanos y que le habían sido recomendados, desde varios lugares, los había recibido en el Oratorio, que 
se cargaba con nuevos y considerables gastos; y no dejó todavía de mandar a Ancona su generosa oferta, mientras en avalancha de 
caridad afluían recursos de muchas partes de Italia y varios institutos ofrecían albergue a los muchachos desamparados de aquella ciudad. 

En la Rendición de cuentas de la Comisión de ayuda a los damnificados por el cólera del 1865 en Ancona (impresos por la imprenta 
José Civelli, plaza Cavour, casa Terni, 1869, Ancona) se lee: 

Relación leída por el Secretario, abogado Bernardo Ferrari, en la reunión del 26 de diciembre de 1865. 

(II. página diez).-La última proposición aprobada por vosotros en la reunión ((333)) del 23 de agosto decía así: «La Comisión declara 
que sea acogida por unanimidad la idea de abrir, pudiendo, para los huérfanos que no encuentren asilo en otros institutos públicos 
italianos, un centro donde asilarlos y educarlos valiéndose para ello de los recursos públicos y privados, siempre que los oferentes, que 
tienen derecho, no rechacen las condiciones que se pueden exigir». 
(Página once).-A la generosa llamada, a la que se adelantaron el sacerdote Bosco y la Bemérita Pérgola, han respondido cincuenta y 
siete establecimientos de beneficencia. Los puestos concedidos suman cuarenta y ocho para muchachos, sin contar los de don Bosco, y 
cuarenta y cinco para muchachas. En total noventa y tres. 
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Mientras tanto recibía don Bosco el siguiente aviso: 

Ancona, 13 de enero de 1866. 

Conforme a los convenios habidos, me alegro de enviar a V. S. los tres huérfanos: Gustavo Berluti y hermanos Adolfo y Augusto 
Spazzacampagna, a fin de que sean internados en el Instituto que usted dirige. 

El señor conde Jorge Pichi, que gentilmente se ha encargado de acompañarlos hasta esa, tendrá el honor de presentar a V. S. los 
documentos referentes a dichos huérfanos y de renovarle, al mismo tiempo, las más expresivas gracias de esta Comisión por su generoso 
ofrecimiento en favor de los muchachos de Ancona que han quedado huérfanos por causa del cólera; gracias a él abrigo la lisonjera 
esperanza de enviarle otros, cuando V.S. tenga la amabilidad de indicarme que hay puestos disponibles. 

Acepte el testimonio del mayor aprecio. 

El Presidente C. MARINELLI 

Los convenios habidos habían modificado los primeros ofrecimientos de don Bosco. La Comisión de Ancona había recibido 
abundantes cantidades de dinero de la caridad pública, que parecía natural deberían pasar también a favor de los huérfanos enviados a 
Turín. Es más, se le había hecho observar a don Bosco que otras instituciones benéficas habían recibido socorros; en consecuencia él tuvo 
que hacer constar que el Oratorio, como no tenía rentas, vivía de limosnas y confiado a la divina Providencia. 

El Venerable siempre estuvo dispuesto a recibir gratuitamente a muchachos pobres, huérfanos o desamparados; pero cuando había 
dinero destinado a su favor ((334)) en los Municipios, o cantidades recogidas en públicas colectas o legados para obras pías, entonces, 
por un alto sentimiento de prudencia y de justicia, no dejaba nunca de hacer la correspondiente demanda. 

La Comisión aceptó de buen grado las razones y llegó a un acuerdo con él, como se lee en la citada Rendición de cuentas, impresa por 
Civelli. 

Relación leída por el Presidente Clemente Marinelli, abogado, en la sesión de la Comisión del 25 de marzo de 1866. 

«(Página veinticuatro).-Y por último nos llegó un proyecto relacionado con esta interesantísima clase de desgraciados del caritativo 
sacerdote don Bosco de Turín, al que debemos prestar toda nuestra atención. Este, calculando más con el corazón que con los medios 
disponibles, nos había ofrecido desde el principio treinta plazas gratuitas en su establecimiento: no pudo en realidad darnos más que 
cinco. Eso no disminuye en nosotros la deuda de gratitud, supuesto que, si en un arranque de caridad 
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no midió bien la posibilidad de sus recursos, fue siempre óptima la intención; tuvimos de su parte una ayuda no despreciable; y, sobre 
todo, él dio el primer ejemplo, emulado después, en santa porfía, por los administradores de otras muchas instituciones. Ahora él nos 
propone esta solución. Recibiría huérfanos de doce a diecisiete años. Los mantendría durante tres o cuatro años; les enseñaría un oficio, 
cuyas ganancias (cuando en el aprendizaje hayan hecho algún progreso) puestas a interés, irían a parar a su favor al salir del internado. 
Pide como retribución seiscientas liras por cada huérfano. La capacidad del lugar nos hace creer que la propuesta sería factible para diez 
muchachos. 

»Por el lado económico, el proyecto se nos presenta desde luego aceptable, tenida cuenta de la proporción entre la cantidad pedida, el 
número de alumnos a mantener y educar, y la serie de años a que el oferente se compromete. 

Los informes del Instituto, que con todo esmero hemos buscado, son tales que ofrecen toda suerte de garantías de sanidad, moralidad y 
conveniencia de métodos; de tal forma que no dudamos en recomendar a la Comisión la aceptación de la propuesta, con tal de que la 
Junta directiva tenga las cautelas oportunas para que, en el caso de que el Instituto hubiese de cesar, antes de haber cumplido el 
compromiso adquirido, se devuelva una cantidad de la suma desembolsada, proporcional a la parte de las obligaciones que quedarán 
incumplidas. 

»Por otro lado, este acuerdo con el Instituto Bosco nos prestaría ocasión para socorrer a ciertos muchachos, que, si bien viven más 
pobremente que otros, no reúnen las condiciones que el inflexible rigor de la disciplina de otros establecimientos requiere para la 
admisión, y con los que ((335)) en cambio por ciertos vínculos no se pararía en menudencias con los más nulos. 

»Citemos, por ejemplo, la condición, universalmente exigida, de que sean huérfanos de padre, si bien haya habido algunos 
establecimientos que, por favor especial a nuestros huérfanos, no la hayan tenido en cuenta; mientras sucede a menudo que existen niños 
más pequeños privados de la madre que no reciben ninguna o muy poca ayuda del padre, tanto moral como material, debido a que éste no 
puede o no quiere dársela...» 

Don Bosco, pues, había prometido y se obligaba por la suma citada a albergar, mantener, vestir, instruir y educar a los huérfanos, 
preparándoles para un arte u oficio, y aun para los estudios, de acuerdo con los reglamentos y costumbres del Instituto, por un tiempo no 
inferior a tres años. 

Los muchachos admitidos ya habían sido destinados a los estudios, y estaban contentos, a la par que atendían con interés a sus deberes. 
Pero la Comisión de Ancona, antes de enviar otros, se había creído en la obligación de someter el Oratorio a la vigilancia de una Junta 
que tutelase el bienestar de sus recomendados. 

N. ° 322 Ancona, 7 de abril de 1866. 
La Comisión de socorro, en su reunión del 25 del pasado marzo, a propuesta de la Junta, aprobaba el proyecto presentado por V. S. 
Ilma. para recibir en su Instituto 
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diez huérfanos durante tres o cuatro años encargándose, con nuestro so de 6.000 liras (seis mil), de mantenerlos y educarlos con la 
condición de que V. S. Ilma. someta su sistema educativo e higiénico a la vigilancia que la Junta, o de quien la reemplace, crea oportuna, 
y puestas las garantías necesarias para la restitución de una parte proporcional de dicha suma, en el caso eventual de que todos o algunos 
de los huérfanos no pudiesen continuar en el establecimiento hasta la conclusión de la edad prescrita. 

Al comunicarle dichas declaraciones, y antes de darles curso, ruego a V. S. se digne notificarme cuáles son las garantías que entiende 
ofrecer en dicho caso. 

Reciba mis más profundos respetos 

El Presidente C. MARINELLI 

((336)) El Venerable, que nunca quiso aceptar intromisiones ajenas en el régimen de la Casa, hizo responder: 

Turín, 9 de abril de 1866. 

Muy distinguido señor: 

Recibo del reverendo don Bosco el honroso encargo de responder a su muy apreciada del 7 de los corrientes. 

Don Bosco no se opone a aceptar las propuestas presentadas; me encarga solamente hacerle observar algunas cosas. En primer lugar y, 
según nuestro sistema educativo, tenemos administrador único y, por tanto, no se podría aceptar en este este establecimiento una 
vigilancia ajena. Como quiera, además, que el establecimiento vive de la pura beneficencia, no puede haber en él una administración 
constante e invariable, sino que el Superior debe variar según las circunstancias y como él crea mejor para los mismos asilados. 

No se podría admitir más vigilancia que la que se limitase a informarse de la moralidad, higiene y aprovechamiento en los estudios o en 
el aprendizaje, etc. 

Le hago observar, en segundo lugar, que don Bosco ha aceptado ya muchos alumnos enviados por el Gobierno, el Municipio, las 
Sociedades Ferroviarias; más aún, cuando el cólera hacía estragos en nuestros pueblos, ya admitió unos cuarenta muchachos enviados 
precisamente por el Municipio; en consecuencia ya fue, y lo es todavía, responsable de cantidades mucho mayores que las 6.000 liras que 
le serían propuestas por esa respetable Comisión, pero nunca le pidieron el Gobierno, ni otras entidades, garantía alguna; y en esto no 
desea cambiar de sistema. Por otra parte, posee aquí y en otros lugares edificios de su propiedad, los cuales pueden ciertamente servir de 
garantía para 6.000 liras y mucho mas. 

Así las cosas, si se suprimen estas dos condiciones, o al menos se interpretan en el sentido arriba indicado, se podrá llegar a otros 
acuerdos que quedan por tomar respecto a los muchachos recomendados por su caridad. 

Satisfecho de la favorable ocasión, le presento, también en nombre de don Bosco, los sentimientos del más alto aprecio de V. S. y de 
toda la benemérita Comisión, augurando a todos las más selectas bendiciones del Señor, mientras tengo el honor de profesarme, etc. 

MIGUEL RUA, Pbro. 

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La Comisión no insistió sobre la deliberación, y el 16 de mayo pedía al Siervo de Dios colocar en su pío instituto otros ocho 
muchachos, ya prontos para partir. 

Por aquellos días sufría don Bosco, porque ((337)) tres de sus clérigos debían entrar en filas; oíanse ya insistentes rumores de guerra y 
no encontraba modo de hacerles reclamar por un Obispo, de acuerdo con lo dispueto por la ley. Ya había tratado de ello con sus 
Ordinarios, pero los tres le habían respondido que habían presentado al Gobierno sus listas completas con los pocos que podían declarar 
exentos. Se repitieron los mismos trámites con otros Ordinarios: para uno de ellos, escribía don Miguel Rúa, en nombre de don Bosco, a 
monseñor Losanna, Obispo de Biella: 

Reverendísimo Monseñor: 

Entre los jóvenes que, terminados los estudios de latín, vistieron el hábito clerical, se encuentra un tal Segundo Bernocco, de Cherasco. 
No teniendo medios de fortuna, hizo los cursos de latinidad en esta casa de beneficencia, y aquí continúa como clérigo sus estudios por el 
mismo motivo. 

Está a punto de alistarse con la quinta de 1846, que será llamada este año. Ya hemos pedido al señor Vicario Capitular que lo 
reclamara, pero no le ha sido posible. 

Por eso, el que suscribe se dirige a V. S. rogándole respetuosamente lo inscriba en la lista de los jóvenes de esa Diócesis que han de ser 
reclamados para el servicio militar, si todavía cupiere en ella. Si tampoco usted pudiese reclamarlo, le rogaría notificárnoslo con tiempo 
para dirigirnos a otra diócesis y poder alcanzar dicha exención. 

Para su norma le diré que dicho clérigo terminó ya los cursos de latín y estudia al presente el primero de filosofía. Sus exámenes fueron 
muy buenos, y por su moralidad y capacidad para el estudio es digno de toda recomendación. Por lo que se espera dé buenos resultados 
en el estado eclesiástico, al que únicamente aspira. 

Dígnese perdonar bondadosamente las molestias que le proporciono y acepte los augurios de todo bien del Cielo, mientras con la más 
alta estima, me cabe el honor de profesarme 

De V. S. Ilma. 

Turín, abril 1866. 

Su seguro servidor
por don Bosco, MlGUEL RUA, Prefecto.


((338)) Pero también el Obispo de Biella se encontró en la imposibilidad de atender la súplica de don Bosco. No tuvieron mejor éxito 
las diligencias ante otros Prelados, ya que, un mes más tarde, andaba el Siervo de Dios con la misma cuestión. Escribía a monseñor 
Santiago Filippo Gentile, obispo de Novara: 
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Excelentísimo y Reverendísimo Señor: 

Hace ya varios meses ansiaba el día de hacer una visita a V. E. Rvma. para saludarle y tratar de algunos asuntos, mas un conjunto de 
cosas, pequeñas pero continuas, me lo han impedido. Me permito hacerle una humilde súplica con el fin de ver si puede reclamar del 

servicio militar a tres clérigos, por los que ya me dirigí al señor Vicario Garga a fin de que los recomendase a V. E. 

Le pido este favor en el caso de que todavía sea posible la reclamación. 

En caso afirmativo le haría llegar inmediatamente: 

1.° El permiso de traslado del propio Obispo con fecha anterior al sorteo para el servicio militar. 

2.° Partida de nacimiento, de buena conducta y fecha de la toma de sotana. 

3.° Certificado de que hacen los estudios en esta Casa, de que prestan su ayuda a los muchachos pobres de la misma y de los Oratorios 

festivos, y de que carecen totalmente de medios para hacer sus estudios en otra parte. 

Con estos tres certificados, el Gobierno quedó siempre satisfecho y no puso dificultad alguna. 

No obstante, nos sometemos en todo a su reconocida prudencia. 

Nuestra iglesia, Excelencia, va adelante y la cúpula se va elevando día tras día. 

Le ruego dé su santa bendición a quienes trabajan y de cualquier modo cooperan. 

Todos nosotros nos encomendamos a la caridad de sus oraciones y le auguramos del Cielo salud y largos años de vida feliz. Con el más 

sentido agradecimiento tengo el alto honor de profesarme, 

De V.E. Rvma. 

Turín, 24 de mayo de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La respuesta satisfizo sus deseos; en consecuencia, el 29 de mayo pudo escribir a los Vicarios de Brugnato, de Alba y al reverendo 
Jorio, capellán del Obispo de Biella, para obtener los permisos de traslado de los tres clérigos. 
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((339)) 

CAPITULO XXIX 

ALIANZA DE PRUSIA E ITALIA CONTRA AUSTRIA -TRAMITES DE DON BOSCO PARA LA CONSTRUCCION DE LA 
IGLESIA: INSTANCIA AL MINISTRO DE CULTO -OBSEQUIO EN AGRADECIMIENTO A UN JEFE DE FERROCARRILES 
ACEPTACION DE UN MUCHACHO RECOMENDADO POR EL ALCALDE -PETICION AL REY, EL CUAL ACEPTA BOLETOS 
PARA LA TOMBOLA -PETICION PARA UNA CONDECORACION MAURICIANA -DON BOSCO SIEMPRE OCUPADO CON 
LA TOMBOLA -REPROCHA A UN PARROCO POR EL ABANDONO DE SU IGLESIA -EN CUNEO PREDICE A UN POBRE 
INSTITUTO DE MONJAS SU FUTURA PROSPERIDAD -TEMPESTAD DISIPADA EN REVELLO -CONSERVA SU ANIMO 
TRANQUILO EN LOS CONTRATIEMPOS -ANIMOSIDAD CONTRA EL CLERO INFANTIL Y CORRECCION A UN 
MENOSPRECIADOR -FLORECILLAS Y JACULATORIAS PARA EL MES DE MAYO PROPUESTAS A LOS ALUMNOS DEL 
ORATORIO Y DE LANZO 

HEMOS aludido a voces de guerra. Ya en el curso de estas Memorias se dijeron las causas de las disensiones que agitaban a Alemania 1. 
Las largas conversaciones diplomáticas del ministro prusiano, Otón Bismarck, con Austria, unas veces insidiosas y otras insolentes, no 
dieron resultado. La dieta de Francfort reconocía como justas las razones de Austria; pero Bismarck, secundando los designios de los 
sectarios, pretendía resueltamente apoderarse de los dos ducados daneses de Schleswig y Holstein, excluir al Imperio Austriaco de la 
confederación germánica, reducir a los Soberanos de los pequeños Estados a la condición de gobernadores prusianos, dejándoles el título 
y ((340)) la nómina civil. Así se había llegado a las vísperas de una guerra. Pero antes de empezar las hostilidades, Prusia, bajo los 
auspicios del ministro La Màrmora, estipulaba alianza con Italia, el 8 de abril, asegurándole la posesión de las provincias Vénetas. Pero 
Italia ansiaba apoderarse también de Trento con el Tirol italiano y de Trieste con Istria. 

1 Volumen VII, pág. 86 y 493 
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El emperador Napoleón, que hacía tiempo conocía y aprobaba los manejos de Bismarck, el cual le había prometido las provincias 
Renanas, se declaraba neutral, pero mandaba a Italia barcos con baterías blindadas, municiones, víveres, caballos y ayudas de todo 
género, y pedía al Cuerpo Legislativo un aumento de cien mil hombres para los ejércitos de tierra y mar. Napoleón no hubiera permitido 
nunca que se deshiciese su obra en Italia, en el caso de que a Austria le sonriese la victoria. Varios periódicos de Francia publicaron que 
él esperaba Cerdeña como compensación. 

Pero la guerra contra Austria, en la mente de los gobernantes italianos y de los jefes de las sectas, no era más que un episodio de la 
guerra ya declarada contra la Iglesia. En el mes de abril se imprimía en Florencia un manifiesto para la democracia, que decía: «La 
verdadera, la gran cuestión de Roma no se reduce solamente a la posesión de la ciudad. Es probable que el Rey entre en Roma en época 
no lejana para poner orden en las barricadas de los romanos. La verdadera cuestión romana está en la caída del Papado, en la coronación 
de la obra empezada por Lutero, en la emancipación de la conciencia, en la glorificación de la libertad de pensamiento, en la exaltación 
de la ciencia sobre los altares del Dios católico». Al mismo tiempo, el príncipe Jerónimo Napoleón repetía: «Austria es el apoyo más 
poderoso del catolicismo en el mundo y su último baluarte. Es necesario abatirlo y cancelar sus vestigios. Prusia está organizada para 
quebrantarlo en Viena, como Italia en Roma 1. 

((341)) De todos los males, aun lamentando las desastrosas consecuencias, don Bosco sacaba motivo para asegurar la necesidad de 
multiplicar el bien con la ayuda de María Santísima y él daba ejemplo de ello. 

Mientras trabajaba para la exención del servicio militar de sus clérigos, y pensaba en los mayores apuros económicos a que le reduciría 
el estancamiento de los negocios, la creciente miseria del pueblo, que habría que socorrer, y las demás dificultades que habría de 
encontrar para la construcción de su iglesia, escribía una carta al conde Cibrario y enviaba una súplica idéntica a De Falco, ministro de 
Gracia, Justicia y Culto. Este no le respondió, y don Bosco repetía la misma petición en 1868. 

Excelencia: 

Hace ya mucho tiempo que se sentía la necesidad de una iglesia para la numerosa población de Valdocco, suburbio de esta ciudad. 

1 Journal de Bruxelles, del 30 de junio. 
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Sus treinta mil habitantes, además de la multitud de muchachos que aquí acuden de varias partes de la ciudad, echan de menos tal 
edificio para cumplir sus deberes religiosos. 

Movido por esta necesidad, he pensado emprender esta empresa en un terreno exprofeso comprado para ello, muy cerca del pequeño 
actual Oratorio de San Francisco de Sales. 

Pero como la falta de medios se oponía al comienzo de los trabajos, Vuestra Excelencia, que conoció la gravedad del caso por medio 
del Ecónomo General, me animaba con la promesa de quince mil liras, lo mismo que ya se había calculado para otras iglesias de Turín. 

Por otra parte, y ante el temor de que la iglesia, una vez comenzada, no se pudiese culminar, se destinaban solamente seis mil liras, a 
pagar tres mil cuando apareciese el edificio a flor de tierra, y tres mil cuando llegase a la altura de cubrir aguas. 

Además se me había prometido verbalmente que se me entregarían las nueve mil liras restantes cuando, terminados los trabajos 
señalados, hubiese fundada esperanza de llegar a la conclusión del edificio. 

Ahora bien, todos estos trabajos han sido terminados; los muros, el cornisamiento, la techumbre, las arcadas internas están acabadas. 
Pero ahora, más que nunca, se hace sentir la necesidad de dinero, ya sea por haber recurrido frecuentemente a las personas caritativas, ya 
sea por la traslación de la Capital, por lo que se tendrán grandes dificultades para continuar la empresa comenzada, si V. E. no viene en 
mi ayuda. 

((342)) Ruégole, por tanto, tome bondadosamente en consideración los miles de muchachos y la multitud de ciudadanos que suspiran 
por el nuevo edificio, y se digne conceder el caritativo socorro que verbalmente fue prometido. 

Todos los habitantes de Turín, y de un modo especial los de Valdocco, se unen a mí para asegurar a V. E. su más sentida gratitud y el 
más duradero reconocimiento, mientras unánimemente auguramos todo bien del cielo sobre V. E. y sobre la augusta persona de nuestro 
Soberano, y tengo el alto honor de poderme profesar, 

De V.E. 

Turín, 16 de abril de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Contemporáneamente hacía acelerar la expedición de materiales de 
construcción, antes de que se hiciese irregular o se suprimiese la circulación de los trenes de mercancías; y como prenda de gratitud a un 
empleado de ferrocarriles, que le había prestado bondadoso apoyo, le ofrecía un ejemplar de su Historia de Italia, elegantemente 
encuadernada, que se la agredeció mucho, como consta en una carta que guardamos entre los documentos. 

Tampoco cesaba de prodigar los más solícitos cuidados por la tómbola. El Alcalde de Turín había demostrado su sincera protección a la 
misma y al Oratorio y nunca hubiese permitido que la 
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santa obra fuese entorpecida por nada. Don Bosco compensaba el favor aceptando gratuitamente en el Oratorio a los pobrecitos por él 
recomendados 1. 

El 16 de abril dirigía al Rey una súplica rogándole aceptase otros cuatrocientos boletos de la tómbola, e inmediatamente recibía del 
Ministerio de la Casa Real la siguiente halagadora respuesta, en papel de primera calidad, con el número seiscientos veintidós del 
protocolo. 

((343)) Florencia, a 13 de mayo de 1866. 

El particular interés que S. M. el Rey se digna tomar por las instituciones dedicadas a la educación de la juventud y del que V. S. M. R. 
ya recibió inequívocas pruebas, me animó a presentar a S. M. las circunstancias por usted expuestas en su apreciada carta del 16 del 
pasado abril, en la que ofrece la adquisición de nuevos boletos para la tómbola organizada a favor de los Oratorios de San Francisco en 
Valdocco. 

Tengo, pues, la satisfacción de comunicarle que, no obstante las muchas cargas que pesan sobre el balance de la Casa de S. M., se ha 
dignado, sin embargo, S. M. autorizar la aceptación de otros cuatrocientos boletos de dicha tómbola, que importan doscientas liras, las 
cuales podrá V. S. retirar a primeros del siguiente mes en la Tesorería General de la Real Casa de Turín. 

Reciba, en tanto, muy reverendo Señor, el testimonio de mi distinguida consideración 

El Gobernador del Ministerio REBAUDENGO 

Además, y para recompensar con una distinción honorífica la oferta de tres mil liras, hecha al Oratorio por el señor Claudio Gambone, 
mandaba don Bosco al conde Cibrario una instancia con el fin de obtener un título honorífico para tan generoso bienhechor. 
Gustosamente la reproducimos, porque da una idea de la elegancia del Siervo de Dios. 

Excelencia: 

Respetuosamente ruego a V. E. se digne leer bondadosamente cuanto aquí expongo sobre los títulos de benemerencia del señor Claudio 
Gambone: 

1 «... Me ha sido recomendado el señor JuanBautista Lobina, que fue empleado real, el cual, desprovisto de medios de fortuna y con la 
carga familiar de su mujer y tres hijos, desearía vivamente colocar en este Centro a sus dos hijos Francisco y Pedro, con quince años de 
edad el primero y trece el segundo. 

»El que suscribe se permite, por tanto, dirigir a V. S. dichos muchachos, para que vea si es posible recibirlos en el Instituto que usted 
dirige. Seguro servidor, el Alcalde GALVAGNO». 

Don Bosco aceptó al mayor. 
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1.° Se trata del cerero de la Corte Real y de Sus Altezas Reales el Duque de Génova y el Príncipe de Saboya-Carignano. Fue siempre 
considerado como uno de los mejores artistas en su ramo. En todas las exposiciones públicas ha sido alabado y galardonado con la 
medalla de honor. En la exposición de Florencia ganó el primer premio. 

2.° En la triste ocasión del cólera en Cúneo, en 1835, y cuando la misma peste afligió la ciudad de Turín en 1855, fue elegido visitador 
agregado por los respectivos municipios y obtuvo cartas de agradecimiento y alabanza por el celo y solicitud que desplegó en aquellos 
calamitosos días, como resulta por la relación publicada en el periódico oficial, entonces Gaceta Piamontesa. 

Es propietario de dos fábricas de cera, una en Pinerolo y otra en Turín, tesorero de la ((344)) compañía Consorzia de San Juan y 
miembro del Consejo de la Sábana Santa. 

3.° Ha trabajado siempre en beneficio de los pobres, ya sea socorriéndolos a domicilio, ya sea recomendando y aun colocando a sus 
expensas muchachas y muchachos abandonados en piadosos establecimientos. Ha hecho ya muchos donativos a la casa llamada Oratorio 
de San Francisco de Sales, donde se albergan ochocientos muchachos pobres, y últimamente, habiéndose enterado de que esta casa se 
encontraba en grandes apuros, ha hecho una limosna de tres mil liras. 

4.° Posee trece documentos auténticos que encomian la adhesión de este magnífico ciudadano a Su Majestad el Rey nuestro Soberano. 

A la vista de todos estos títulos de pública benemerencia, ruego humildemente a V. E. se digne conceder a dicho señor, como prueba de 
satisfacción, la Cruz de San Mauricio, para prez suya y de su honrada familia. 

Verdad es que la cantidad donada al presente es inferior a la que se debe entregar en semejantes ocasiones, pero yo ruego a V. E. tenga 
en cuenta los títulos precedentes que me parecen mucho más dignos de su benévola consideración. 

Todo lo anteriormente expuesto se apoya en documentos que se pueden exhibir a la menor indicación de V. E. 

Tanto yo como mis pobres muchachos abrigamos plena confianza de obtener el favor, es decir, que V. E. quisiera tomar en benévola 
consideración lo arriba expuesto y conceder al benemérito donante la implorada condecoración y así, a los beneficios ya hechos a esta 
casa, añada éste por el que le hago esta humilde petición. 

Desciendan copiosas las celestes bendiciones sobre V.E. y sobre todos los que trabajan en beneficio de la juventud pobre, mientras con 
la más sincera gratitud tengo el alto honor de profesarme 

De V.E. 

Turín, 29 de mayo de 1866. 

Su seguro y humilde servidor JUAN BOSCO Pbro. 

Los asuntos de la tómbola y el deseo de contentar a algún párroco, que lo requería para predicar, le obligaban frecuentemente a ir a los 
pueblos de las provincias vecinas, por lo que sus ausencias del Oratorio durante estos meses resultaban muy frecuentes. Sus más íntimos 
amigos, temiendo no encontrarlo en casa, le pedían audiencia 
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por carta. Así respondía a la señora Acelia, hija del marqués de Fassati: 

((345)) Ilustrísima señora Acelia:
El próximo domingo, desde el mediodía a la noche, estaré en casa y tendré mucho gusto en recibir la visita de la señora condesa Marne


y de cualquier otra persona que con ella venga. 
Buenas noches para usted, papá y mamá. Dios colme a todos con sus bendiciones. 
Ruegue por mí y por mis pilluelos, y créame en el Señor. 
De V. S. Ilma. 
Turín, 18 de abril de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Otra carta dirigida a la ilustrísima señora condesa Bosco-Riccardi, la cual, junto con otras damas, remendaba la ropa de los muchachos 
del Oratorio, nos deja ver cómo las muchas ocupaciones impidieron a don Bosco en el mes de mayo visitar a sus amgios y bienhechores: 

Benemérita señora Condesa:
No me es posible ir a visitar a V. S. como yo deseo, pero voy en la persona de Jesucristo envuelto en estos harapos que a usted entrego,


para que su caridad los quiera remendar. 
Es ropa muy gastada con el tiempo, mas espero que para usted será un tesoro para la eternidad. 
Dios bendiga a usted, a sus trabajos y a toda su familia, mientras tengo el honor de profesarme con todo aprecio 
De V.S.B. 
Turín, 16 de mayo de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Se multiplicaba a sí mismo y continuaba sus viajes, santificados por su celo para la gloria de Dios, y bendecidos por María Santísima 
Auxiliadora. 

Narraba don Francisco Dalmazzo: 

«El afecto de don Bosco por las cosas religiosas y su celo por el decoro de la casa de Dios, quedó patente en una circunstancia en la que 
le acompañé a saludar al párroco ((346)) de un pueblo en las cercanías de Turín. Después de visitar la casa parroquial, fuimos a la 

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iglesia y, al verla derrumbada y deforme y tan extraordinariamente descuidada, reprochó francamente al párroco tantas faltas de cuidado 
en lo que tocaba al culto divino, y añadió: 

»-Su casa parroquial está muy bien conservada y convenientemente amueblada, pero íla casa de Dios está muy descuidada! »Por que no 
piensa en dotar al pueblo de otra iglesia? 

»No sé, si como resultado de estas palabras o movido por otras razones, pero, en honor de la verdad, puedo asegurar que dicho párroco 
proveyó a ello con un legado a su muerte». 

Las Hijas de la Caridad habían abierto en Cúneo una casa para recoger y educar en las labores domésticas a las muchachas pobres y 
abandonadas. Encargaron de la obra a sor Arcángela Volontá y otra religiosa, pero llegaron a Cúneo y se encontraron en un embrollo: la 
casa no reunía las mínimas condiciones, se podía dudar de la solidez de las paredes y no había más mobiliario que dos jergones y alguna 
silla. Sólo dos niñas se hospedaban en aquel palacio, y no se veía ni siquiera la sombra de una fuente de ingresos. En estas condiciones se 
encontraba el instituto, cuando don Bosco, que se hallaba en Cúneo invitado por el padre jesuita Ciravegna, fue a visitarlo. 

El Venerable reconoció a primera vista en aquella pobreza extraordinaria los principios de una obra que Dios bendecía, y dijo a las 
buenas Hermanas: 

-Veo que lo superfluo no les estorba; es verdad, no pueden ir adelante de este modo, pero estén tranquilas, porque el Señor las 
bendecirá haciendo prosperar todas sus obras; y a su debido tiempo les dará una casa amplia y cómoda, donde podrán hacer mucho bien. 

Al salir les bendijo. Veinticuatro años después de esta bendición, iba sor Arcángela a agracederle en Valsálice, donde reposaban sus 
restos mortales, la bendición que dio a su casa. 

((347)) Ya no era posible reconocerla; había en ella diez monjas y cien niñas, sostenidas todas por la divina Providencia, que don Bosco 
prometió favorecería al caritativo Instituto. 

En este mismo año estuvo también en Revello de Saluzzo con el cura párroco don Francisco Geuna, canónigo y vicario foráneo. De 
improviso se desencadenó un terrible temporal. Soplaba furioso el viento; empezaba a granizar y corría la gente a la iglesia para implorar 
que no se arrasaran sus cosechas. 

Corrió también el Párroco, entregó a don Bosco el roquete y la estola y éste, viendo la urgencia del peligro, invitó al pueblo a invocar a 
María Auxiliadora, y exclamó: María Auxilium Christianorum, 
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ora pro nobis. El pueblo respondió: Ora pro nobis; e iba a recitar otras oraciones, cuando él se lo impidió y les hizo repetir tres veces la 
jaculatoria: María Auxilium Christianorum, ora pro nobis. A la tercera vez cesó el vendaval y apareció otra vez el sol. El Párroco y sus 
feligreses quedaron fuera de sí por la alegría ante una gracia tan manifiesta. 

No asustaban a don Bosco las incomodidades de un viaje, ni siquiera el perder el tren, cosa que le sucedía frecuentemente, porque, al ir 
y al venir, fácilmente encontraba personas que lo detenían; y él siempre era todo para todos. 

Nosotros mismos fuimos testigos del hecho siguiente. 

Pidió una mañana a un hermano que le acompañase a la estación de Puerta Nueva; había determinado celebrar la santa misa en el 
pueblo adonde se dirigía. Pero salió de la habitación y se le acercó un clérigo, que necesitaba decirle algo confidencialmente. Don Bosco 
se detuvo y lo escuchó. Por la escalera se encontró con otro, que también quería hablarle, y don Bosco se paró y lo atendió. Al final de la 
escalera le aguardaba un tercero y se entretuvo con él con toda tranquilidad. En los pórticos le rodearon varios sacerdotes y clérigos, y 
contentó a cada uno de ellos. Finalmente se dirigió hacia la puerta, a tiempo de que un jovencito ((348)) corrió tras él llamándolo. Don 
Bosco se paró, se volvió y respondió a sus preguntas. Se requería la paciencia de Job para tener su calma. Cuando llegó a la estación, el 
tren había partido; no se inmutó de ningún modo; con toda tranquilidad fue a celebrar la misa en la iglesia de San Carlos y, de vuelta en la 
estación, partía con el segundo tren. 

Con aquella misma inalterable tranquilidad, unida siempre a una prudente firmeza, gobernaba el Oratorio en ciertos momentos un poco 
críticos por la falta de reflexión de algún muchacho. 

Enemigo declarado del respeto humano, no podía soportar en casa muchachos que sembrasen esta mala cizaña entre los compañeros. 

Florecía en el Oratorio la compañía del Clero infantil que dirigía don José Bongiovanni. 

Sucedió en 1866 que, por diversas causas, hubo muchos alumnos que la tomaron contra los que se habían apuntado en esta Compañía y 
no dejaban escapar la más mínima ocasión para criticarlos. El mote más insultante que creían poderles dar era el de: Bongiannistas. La 
cosa duró algunos meses, hasta que el Siervo de Dios, viendo que los del Clero se dejaban atemorizar, se enfriaban en la piedad y algunos 
pensaban abandonar la Compañía, después de haber avisado 
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en privado a varios de los murmuradores, habló muy fuerte una noche haciendo saber que sostendría el Clero a toda costa. Pero no se 
calmó con ello aquella excitación. Entonces, después de lamentarse de la ineficacia de sus palabras, anunció finalmente que quien en 
adelante usara el calificativo de Bongioannistas para despreciar a los compañeros, o de cualquier modo se burlase de los del Clero, sería 
despachado inmediatamente del Oratorio. 

Pero los irreflexivos estaban tan envenenados que, abusando de la bondad de don Bosco, no dejaron su mala costumbre, con lo que, 
también por otras faltas, fueron enviados a sus casas. Quedaba todavía en el Oratorio uno de ellos; era un muchacho de ((349)) gran 
talento, aplicado y, por lo demás, de buena conducta; pero tenía un rencor incalificable contra el Clero. El mismo, tras el aviso de don 
Bosco, en vez de cambiar de plan, se había enconado y frecuentemente repetía el apodo injurioso, añadiendo: 

-Antes que pertenecer al Clero, prefiero ser expulsado, íprefiero la muerte! 

Y mascullaba la palabra acusón contra el que creía había sido la causa de la expulsión de sus amigos. 

Le sabía mal al Venerable implicar a aquel muchacho en la sentencia dada a los demás, y así, disimulando como si ignorase su 
insolencia, esperó una ocasión favorable, que no tardó en llegar. El muchacho quería mucho a don Bosco y creía que los del partido del 
Clero se habían apoyado en el Superior solamente para sostener su causa. Cierto día se presentó en la habitación de don Bosco con los 
ojos arrasados en lágrimas y una carta de sus padres. 

Estaba persuadido de que don Bosco no sabía nada de la parte que había tomado contra el Clero. El Venerable le recibió cariñosamente 
y le preguntó qué deseaba: 

-He venido para pedirle un favor. 

-Pues »qué quieres? 

-Mis padres me han escrito esta carta. 

-»Están bien tus padres? 

-Sí, señor, están bien de salud; pero me dicen que los negocios de casa van mal y que han tenido muchas desgracias. 

-íLo siento de veras! 

-Ya no pueden pagar las dieciocho liras mensuales de pensión; 
me dicen ruegue a usted que tenga la caridad de rebajarme a diez liras porque, de lo contrario, se verán obligados a llevarme a casa. 

-»Y qué dificultad tienes en ir a casa? 

-íAh, don Bosco! »lrme a casa? »Yo que voy bien en los estudios 
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y que espero hacerme sacerdote, ver truncadas en un momento todas mis esperanzas? 

((350)) -»Qué quieres que haga? En casa podrás encontrar cualquier otro modo para ganarte el pan. 

-Y »qué van a decir los compañeros del pueblo cuando me vean volver? íQué vergüenza! Mis padres no pueden ponerme a estudiar, 

tendré que ir a trabajar al campo. 

Y lloraba. 

-Pero, querido mío: »qué quieres que haga yo? Estoy cargado de gastos y de deudas. Ten paciencia. Veremos para el año que viene. 

-íDon Bosco, no me abandone! Hágame esta caridad. Contente a mis padres que ahora se hallan tan afligidos. 

-Comprende que, si yo te rebajo la pensión a ti, es lo mismo que rebajar el pan a otros pobrecitos... 

El muchacho estaba agobiado por el dolor. Don Bosco continuó: 

-Bueno, todavía no te lo niego, pero con una condición... Dime: »eres bueno? 

-Haré todo lo posible para serlo y para que usted esté contento. 

-Bien, te creo. Pero necesito elegir a uno que se responsabilice de ti, que vigile continuamente tu conducta, que me pueda decir si 

verdaderamente mereces el favor que me pides... 

-Sí, señor; acepto la condición, ya verá. 

-Y que tú sigas los consejos del que elegiremos para ser tu amigo y custodio.Sí, señor, le obedeceré. Dígame usted a quien quiere. 

-»Conoces aquí en la casa a un tal don José Bongiovanni? 

-Sí, señor, respondió el joven con voz ligeramente alterada. 

-Muy bien. Ve ahora a verlo y dile lo que te he dicho yo a ti. Fíate totalmente de él y estarás contento. Mientras tanto te prometo que, si 

don José Bongiovanni me da buenas noticias, no solamente te rebajaré la pensión a diez liras al mes, sino hasta a cinco y que, si tus 
padres no pudieren pagar nada, yo estoy dispuesto a tenerte gratuitamente. 

El jovencito besó la mano a don Bosco, se retiró cabizbajo ((351)) y fue en busca de don José Bongiovanni, a quien don Bosco ya había 
prevenido y dado instrucciones para el caso. 

Al domingo siguiente hubo fiesta solemne y desfiló el Clero, precediendo a los ministros camino del altar. íCon gran maravilla de todos 
los alumnos, que atentamente observaban, avanzaba entre los demás monaguillos, aquél tal, con los ojos bajos y rojas las mejillas, 
revestido de sotana y roquete! Pasó vergüenza sólo aquel día, porque 
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en adelante continuó haciéndolo bien y con franqueza. Así logró don Bosco que los hechos desmintieran aquella protesta de: -íAntes 
expulsado que pertenecer al Clero! 

El 30 de abril empezaron los ejercicios espirituales en el Oratorio, predicados por don José Persi. Don Bosco escribía las florecillas 
que, día tras día, ofrecerían los muchachos a María Santísima durante el mes a Ella dedicado. 

FLORECILLAS PARA EL MES DE MAYO DE 1866 

1. Al pasar ante el Santísimo Sacramento, hacer devota y fervorosamente la genuflexión, diciendo de corazón: -Alabado sea 
Jesucristo.-Jaculatoria: María, os consagro mi corazón. 
2. Hacer una fervorosa plegaria a la Virgen para que ninguno de nuestros compañeros caiga en pecado mortal en el transcurso de este 
mes.-Jaculatoria: Refugio de los pecados, rogad por mí. 
3. Pida cada cual a un buen compañero, o a otra persona capaz de ello, que le sugiera lo que debe hacer para dar más gusto a María, y 
después lo haga.-Jaculatoria: Virgen María, hacedme la gracia de adelantar siempre en la virtud. 
4. Hacer la promesa de querer ser siempre devotos de la Virgen, procurar llevar siempre su medalla al cuello y besarla con devoción 
antes de acostarse.-Jaculatoria: Virgen María, acogedme bajo vuestro manto y guardadme de todo mal. 
5. Atención y máxima diligencia en el rezo de las oraciones del cristiano; y en especial las que se dicen antes y después de la comida, la 
clase o el estudio.-Jaculatoria: Virgen María, haced que yo os ame cada día más. 
6. Por amor a la Virgen María, soportar con paciencia los defectos que descubramos en nuestro prójimo, los cuales no pueden 
corregirse fácilmente.-Jaculatoria: Virgen María, encended en mi corazón el fuego de la caridad. 
7. Ofrecer a María todas las devociones practicadas en este ((352)) mes y pedirle perdón por las negligencias.-Jaculatoria: Virgen 
María, haced que sea siempre devoto vuestro. 
8. Emplear bien el tiempo; esto es, no dejar pasar ni un minuto en ocio, sino emplearlo todo para gloria de Dios.-Jaculatoria: Virgen 
María, hacedme ganar el cielo. 
9. Hacer alguna mortificación, corporal o espiritual, en honor de María.-Jaculatoria: Virgen María, dadme un corazón puro y limpio. 
10. Corregir con dulzura a algún compañero que sepáis tiene algún defecto, en el hablar o en su conducta.-Jaculatoria: Virgen Santa, 
ayudadme a custodiar mi lengua. 
11. Por la mañana, al levantaros, dirigid el primer pensamiento a María proponiéndoos hacer algo bueno en su honor durante el 
día.-Jaculatoria: íOh, qué feliz seré portándome bien con María! 
12. Rezar una breve oración a la Santísima Virgen para que nos ayude a hacer un firme propósito de querer guardar la virtud de la 
modestia.-Jaculatoria: Virgen María, enamoradme de vuestras virtudes. 
13. Hacer un diligente examen de conciencia y prepararse para confesarse como si fuera la última vez de la vida.-Jaculatoria: íOh, 
María, libradme siempre el pecado! 
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14. Exacta obediencia a los superiores, especialmente al confesor en las cosas del alma y al maestro en las de la clase.-Jaculatoria: 
Virgen María, asiento de la sabiduría, rogad por nosotros. 
15. Mortificar la lengua; abstenerse de decir cualquier palabra que pueda ofender la caridad, la moral y las buenas 
costumbres.-Jaculatoria: Virgen María, haced puros mi cuerpo y mi alma. 
16. Guardar silencio riguroso por la mañana y por la noche en los dormitorios y, por cuanto es posible, no alzar la voz al ir del locutorio 
a los dormitorios, después de las oraciones.-Jaculatoria: Virgen María, haced que me sirva de la lengua para dar gloria a Dios. 
17. Cada vez que recitéis u oigáis recitar el Gloria Patri inclinad la cabeza en señal de veneración a la Santísima Trinidad.-Jaculatoria: 
Virgen María, templo de la Santísima Trinidad, rogad por nosotros. 
18. Revisar vuestros escritos, vuestros libros, vuestros grabados, y si encontraseis algo poco decente, por honor a María; arrojarlo al 
fuego para que arda.-Jaculatoria: Virgen María, puerta del cielo, rogad por nosotros. 
19. Pensar seriamente en los deberes del propio estado a los cuales se falta con más frecuencia, implorar el auxilio divino y prometer a 
María enmendarse.-Jaculatoria: Virgen María, haced que yo sirva perfectamente a Dios. 
20. Hacer ante el altar de María, propósito de enmendarse a toda costa de aquel defecto que cada uno conoce internamente.-Jaculatoria: 
Virgen María, ayudadme a conocerme a mí mismo. 
21. Cada vez que se entra en la iglesia, tomar el agua bendita ((353)) y santiguarse con fe y devoción.-Jaculatoria: Virgen María, haced 
que yo no sea nunca indiferente en los actos de religión. 
22. Por amor a María abstenerse totalmente de ponerse las manos encima, ni siquiera en broma.-Jaculatoria: Virgen María, haced que 
adquiera gracia y prudencia al conversar con mis compañeros. 
23. Invitar a un compañero y hacer con él una visita a Jesús Sacramentado y a María.-Jaculatoria: Virgen María, ayudadme a hacerme 
santo. 
24. Dar un buen consejo a un compañero y, si se recibe, procurar ponerlo en práctica, por amor a María.-Jaculatoria: Virgen María, 
alcanzadme el don de la piedad. 
25. Máxima diligencia en hacer bien los trabajos que el deber nos impone.-Jaculatoria: Virgen María, ayudadme a cumplir bien mis 
deberes. 
26. Suma prudencia y delicada modestia al desnudarse y acostarse por la noche, y al levantarse y vestirse por la mañana.-Jaculatoria: 
Virgen María, madre de la santa pureza, rogad por nosotros. 
27. No cometer la menor falta contra el reglamento del colegio, especialmente en lo tocante al dormitorio.-Jaculatoria: Virgen María, 
obtenedme la virtud de la obediencia. 
28. Máxima atención para oír la santa misa y hacer una breve oración por aquel compañero nuestro que ame poco a María.-Jaculatoria: 
Virgen María, concededme la gracia de adquirir la virtud de la humildad. 
29. Hacerse decir, por quien mejor nos conoce, el defecto a corregir, especialmente para dar buen ejemplo.-Jaculatoria: Virgen María, 
otorgadme que yo me pueda conocer a mí mismo. 
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También escribió a los alumnos de Lanzo unas florecillas y jaculatorias para que honrasen a la Madre Celestial durante este mes a Ella 
dedicado. 

A MARIA 

Sus hijos del Colegio de Lanzo
en el mes de mayo de 1866.


Oír con más devoción la santa misa, recitando con más atención las oraciones que se dicen todos juntos, y tener, por cuanto es posible, 
los ojos dirigidos al altar.-Jaculatoria: Virgen María, haced que yo pueda custodiar bien los sentidos de mi cuerpo. 

Mucha atención a las palabras que el Director dice cada noche, después de las oraciones, con el firme propósito de cumplir los 
avisos.-Jaculatoria: Virgen María, haced que la palabra de Dios produzca en mí sus efectos. 

Por amor a María hacer todo lo posible para acudir enseguida a la invitación de la campanilla.-Jaculatoria: Virgen María, haced que yo 
pueda adquirir la virtud de la obediencia. 

((354)) Levantarse enseguida, a la primera llamada, sin dejarse. llevar por la pereza y, al ir del estudio a la iglesia, no detenerse fuera 
con los compañeros.-Jaculatoria: Virgen María, haced que yo sea dócil a las divinas inspiraciones. 

Rogar a la Santísima Virgen para que nos ayude a hacer un propósito firme de querer guardar la virtud de la modestia.-Jaculatoria: 
Virgen María, haced que yo crezca siempre en la virtud. 

Pensar contra qué deberes del propio estado se falta con más frecuencia, recurrir a la ayuda divina y prometer a la Santísima Virgen 
enmendarse.-Jaculatoria: Virgen María, haced que yo sirva fielmente a Jesús. 

Pedir excusa y perdón a quien podamos haber ofendido; mostrar más amor haciendo algún favor a aquéllos a quienes tenemos alguna 
aversión.-Jaculatoria: Virgen María, haced que esté siempre en paz con todos. 

Por amor a María santificar los recreos, jugando, por cuanto sea posible en común, e invitando cortésmente a la alegría a quien, por 
cualquier motivo, estuviese triste o se inclinase a estar solo. -Jaculatoria: Virgen María, haced que no disguste nunca a vuestro hijo Jesús. 
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((355)) 

CAPITULO XXX 

CORRESPONDENCIA DESDE ROMA PARA OBTENER DE MARIA AUXILIADORA LA SALUD 
-CARTA DE DON BOSCO AL CABALLERO OREGLIA; JOVENES DEL ORATORIO QUE VAN 
AL SERVICIO MILITAR; NOTICIAS DE LA TOMBOLA Y DE LA IGLESIA; DONATIVOS 
POR GRACIAS OBTENIDAS; TRES COSAS QUE HAY QUE OBSERVAR AL PROPONER A 
ALGUNO UNA NOVENA A LA VIRGEN; SALUDOS A SEÑORES DE ROMA -EL PARLAMENTO 
APRUEBA LA LEY DE CRISPI SOBRE LOS SOSPECHOSOS: RIGORES INJUSTOS Y 
ODIOSOS CONTRA EL CLERO Y LOS CATOLICOS -EL OBISPO DE GUASTALLA 
CONDENADO A DOMICILIO FORZOSO ENCUENTRA UNA CORDIAL HOSPITALIDAD EN EL 
ORATORIO -DON BOSCO, JUNTAMENTE CON LAS AUTORIDADES CIVILES Y FAMILIAS 
NOBLES DE TURIN, LE HONRA Y LE CONSUELA EN SU DESTIERRO -EXIMIAS 
VIRTUDES DEL BUEN PRELADO -CARTA DE PIO IX A DON BOSCO AGRADECIENDOLE EL 
REGALO DE UNOS LIBROS -ALGUNAS GRACIAS CONCEDIDAS POR EL PAPA A LOS 
ORDENANDOS DEL ORATORIO 

HACIA algún tiempo que se encontraba en Roma el caballero Federico Oreglia di San Stefano. No se ignoraban allí las eximias virtudes 
de don Bosco y, el 9 de mayo, la marquesa Teresa Altieri de Patrizi escribía al Siervo de Dios encomendándose a sus oraciones con el fin 
de verse libre de unas convulsiones que le afligían desde hacía tres años, asegurándole que confiaba en María Auxiliadora. Don Bosco le 
exhortaba a tener viva fe en la bondad de la Virgen y le mandaba la respuesta, incluida con otras cartas, dentro de un sobre dirigido al 
Caballero a quien contaba lo acaecido en el Oratorio. 

((356))Muy querido Caballero: 

He recibido su carta de Florencia y la de Roma y he comunicado el contenido de ambas a todos los de casa, quienes las ovacionaron 
con un estupendo íViva el Caballero! 

Todo lo anotado ya se ha cumplido. La imprenta va adelante, pero ciertamente necesita de su presencia. Durando está algo delicado y se 
va al campo; el pobre don 
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Juan Bautista Francesia le suple en la clase. Bonetti fue a casa porque un ano suyo se va de soldado. Migliassi ya partió. Bisio y Oddone 
marchan hoy; esperan sin embargo ser dispensados, pero es muy difícil que lo consigan. Gromo se fue con Garibaldi y otros le quieren 
seguir. Gallo quizá también tenga que partir. 

Todo esto aumenta el trabajo, pero el Señor nos da salud, de modo que no hay ni siquiera un enfermo en casa. Por lo demás, todo 
transcurre con normalidad, y ningún trabajo queda atascado. 

»Que cómo andamos de dinero? Los boletos de la tómbola, en estos momentos, marchan lentamente y su cobro es incierto y difícil. 
Respecto a la iglesia vamos adelante con la colecta que hace la Virgen. Le daré una muestra. 

La semana pasada pudimos recoger dos mil liras, pero todo se debió a la Virgen. El Director del Hospital de Cherasco tenía malo un 
brazo y, después de haber estado varios meses curándose en el Hospital de San Juan, querían cortarselo. Antes, quiso probar de hacer la 
novena que usted sabe, y el sábado trajo su ofrenda con el brazo perfectamente curado. 

El conde Pollone mandó de momento ciento cincuenta liras por haber sido curado, con una novena, de una enfermedad que le había 
puesto al borde del sepulcro. 

La duquesa Melzi, de Milán, envió quinientas liras porque su nuera, después de una serie de achaques que la redujeron a pésimo estado 
de salud, con una novena a María Auxiliadora, logró superarlos. 

Por motivos semejantes llegaron otras ofrendas de Chieri, de Asti, de Cúneo, de Saluzzo, de Milán, de Monza y de Venecia. Con estas 
limosnas podemos ir adelante, a pesar de los graves aprietos en que nos encontramos. 

Cuando usted proponga a alguien que se encomiende a María con una novena, tenga presentes estas tres cosas: 

1.ª No poner ninguna esperanza en la virtud de los hombres: fe en Dios. 

2.ª La petición debe apoyarse totalmente en Jesús Sacramentado, fuente de gracia, de bondad y de bendición. Se apoye también en el 
poder de María, a la que Dios quiere glorificar en este templo sobre la tierra. 

3.ª En todo caso póngase la condición del fiat voluntas tua y de si es para el bien del alma de aquél por quien se ruega. 

Ayer participó toda la casa en la hermosa fiesta en honor de Monseñor, su ((357)) hermano; que Dios le lleve a la primera sede de la 
Iglesia y haga de él un gran santo. 

Dé mis saludos a todos. Mande estas cartas a sus direcciones. La señora Mónica Imoda es una insigne bienhechora; puede y está bien 
dispuesta. 

La Patrizzi pidió oraciones, etc. 

Que Dios le bendiga a usted y sus trabajos. Reciba la más cariñosa muestra de afecto de toda la casa y créame en nombre de todos, 

Turín, 12 de mayo de 1866. 

Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

Siete u ocho jóvenes del Oratorio tuvieron que partir para tomar las armas. De toda Italia se movían tropas hacia la frontera Véneta. 
El Gobierno confiaba plenamente en la victoria, pero quien siempre había vivido en la conjura temía que los partidos subversivos 
pudieran incitar al tumulto y a la rebelión de las masas, con gran peligro 

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para la unidad de Italia. Por eso, para desenredar tramas en las que ellos eran maestros y que suponían urdirse en su contra, el 9 de mayo 
la Cámara de los Diputados y el 14 del mismo mes la del Senado aprobaban una ley, presentada por Francisco Crispi, que con razón se 
llamó la ley de los sospechosos. Con ella se autorizaba al Gobierno para enviar a domicilio forzoso por un año, no sólo a los ociosos, a 
los vagabundos y pendencieros y a todas las personas sospechosas, sino también a aquéllas contra las que haya fundado motivo para 
juzgar que se dedican a restituir el antiguo estado de cosas y a perjudicar de algún modo la unidad de Italia y sus libres instituciones. Esta 
ley, tal como estaba concebida, dejaba a los malvados un medio fácil para excederse y aplicarla según los gustos de los partidos políticos, 
de las pasiones privadas, y de los odios contra el nombre católico. En efecto, ya antes de que fuese aprobada por el Senado y promulgada 
por el Gobierno, se aplicaba en Nápoles, con perjuicio para el Clero. Diarios oficiosos, como La Opinión, pintaron la cosa con una de sus 
acostumbradas calumnias; dijeron que los sacerdotes eran cómplices de una conspiración, felizmente descubierta, que intentaba restaurar 
la dinastía de los Borbones. 

((358)) En consecuencia se aplicó la ley con implacable rigor contra los obispos y otros prelados napolitanos, señalados como 
sospechosos. El jefe de policía les llamó e intimó la orden de partir inmediatamente, unos con dirección a Roma, otros a Marsella, sin 
darles tiempo ni para arreglar sus asuntos domésticos sin considerar su estado de salud, la avanzada edad, su pobreza, o su dignidad, sin 
aducir la menor explicación que justificase aquella violación de todo derecho. 

Se señaló como jefe de los conjurados a monseñor Salzano, el hombre más pacífico del mundo, y se le echó; echaron a los obispos de 
Gallípoli, Oria, Manfredonia, Rossano, Salerno, Aversa, Nola y Termoli, juntamente con el Vicario y el Procanciller. El Obispo de Calvi 
y Teano fue arrestado la noche del 19 de mayo en su casa paterna; le condujeron a Nápoles y, después de una pequeña parada concedida 
con dificultad, le obligaron a partir hacia Roma, donde ya se encontraban exiliados otros obispos y sacerdotes napolitanos, solamente por 
ser considerados personas influyentes. Muchos otros distinguidísimos personajes, eclesiásticos y seglares, fueron encarcelados por el 
mismo motivo, desterrados fuera de Italia o relegados a domicilio forzoso. En las cercanías de Nola, y en una sola noche, se hicieron unos 
doscientos arrestos y se efectuaron varios centenares más en Santa María de Capua. 
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Y no era solamente en la región de Nápoles donde se estilaban estos rigores con las personas de iglesia, sino también en otras partes del 
reino. Monseñor Cantimorri, obispo de Parma, fue confinado en Cúneo. En Milán fue encarcelado monseñor Pertusati, Provicario, y con 
él y en pocos días muchos sacerdotes. En Bolonia, en un solo día, se practicaron hasta cuarenta registros domiciliarios y, aunque no se 
descubrió la menor sombra de culpabilidad, párrocos, abogados y periodistas católicos fueron encarcelados. 

Dio pábulo a los delatores, hombres llenos de resentimiento sectario, una circular enviada a los Gobernadores civiles por el ministro de 
Gobernación, Ricasoli, Presidente del Consejo, elevado al poder el 20 de junio. 

Dicha circular fue publicada en la Gaceta Oficial el día 26. ((359)) En ella se recomendaba ejercer con todo rigor los derechos que la 
ley concedía con el fin de prevenir los atentados y asechanzas extranjeras a la perversidad doméstica que pudiera maquinar con daño para 
la patria. 

Muy pronto varios obispos más del reino de Nápoles, de las Marcas, de la Romaña y de Lombardía vieron violado sacrílegamente su 
domicilio, registrados sus documentos, revuelto todo lo suyo con molestas inquisiciones; y finalmente fueron confinados lejos de sus 
diócesis, sin que se hubiese podido encontrar nada que diera motivo para la acusación fiscal. 

Casi todos los días se leía en los periódicos una lista de diez, quince y hasta treinta párrocos, religiosos, simples sacerdotes o seglares, y 
también personajes de familias distinguidas que, denunciados por la Comisión de vigilancia, estaban condenados sin juicio alguno, a 
domicilio forzoso. No eran reos de maquinaciones políticas, sino de no mirar más que a Dios y de sostener los derechos de las 
conciencias católicas. 

El Venerable tuvo la suerte de poder ayudar y aliviar a una de las primeras nobles víctimas de la indigna persecución. 

Monseñor Pedro Rota, obispo de Guastalla, se había retirado a la casa rectoral de la parroquia del arrabal de San Roque, cuando he aquí 
que el 13 de mayo, a las tres de la tarde, se presentaron el Delegado de Seguridad Pública y el Teniente de la Guardia de la ciudad con un 
escuadrón de caballería, y la orden perentoria de ejecutar la requisa de la correspondencia epistolar de Monseñor e intimarle la inmediata 
salida hacia una de las pocas ciudades que le proponían. El buen Prelado recibió con imperturbable serenidad la nueva tribulación, pero 
envió telegráficamente la siguiente protesta al Gobierno Civil de Reggio. 
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«San Roque, 13 de mayo de 1866: -Obligado por orden gubernativa a alejarme de la diócesis sin conocer los motivos, hecha la debida 
protesta por la violación de la inmunidad personal como Obispo y como ciudadano libre, cediendo ((360)) únicamente a la fuerza, elijo 
Turín para mi domicilio provisional, insistiendo por mi pronta devolución a la diócesis donde tengo el derecho y el deber de residir. -» 
Pedro, Obispo de Guastalla.» 

Después de una hora y media de registro, como era de suponer, no se encontró nada que pudiera servir de acusación; sin embargo, 
monseñor Rota partió en su carruaje hacia Reggio, acompañado por el Delegado y el Teniente dicho. La mañana del 14, siempre 
escoltado por un guardia de la Seguridad Pública, partía en tren hacia Turín. Al anochecer llegó a la ciudad, sin conocer a nadie, ni saber 
dónde aposentarse. Presentóse a los Señores de la Misión, recibiéronle con todas las atenciones, pero como ya tenían allí hospedados 
otros dos obispos, arrancados de sus diócesis, no les fue posible admitir a un tercero. De allí se dirigió a la Pequeña Casa de la Divina 
Providencia; pero como ésta era una obra pía, se le dio a entender el temor a alguna molestia por parte del Gobierno, añadiendo además 
que no tenían ningún apartamento decoroso, y le aconsejaron que se presentase a don Bosco, quien fácilmente le concedería la 
hospitalidad que pedía. 

El Oratorio veía varias veces al año entre sus muros obispos, recibidos por don Bosco con singular veneración; para él y para sus 
alumnos era siempre una fiesta de familia la llegada de un pastor de la Iglesia. Cualquiera que fuese, era siempre invitado a celebrar la 
misa de comunidad, o a impartir la bendición con el Santísimo Sacramento; se procuraba que hubiese música en la iglesia, y fuera de ella 
no dejaba la banda de obsequiarlo. El mismo Venerable le acompañaba a visitar las clases, los talleres, siempre con el bonete en la mano, 
por respeto, y sin dejar de besarle el anillo en presencia de los alumnos. Acostumbraba, además, recordar en la charla de la noche la 
fortuna tenida durante la jornada. 

Monseñor Rota, pues, que solamente conocía el Oratorio ((361)) de oídas, se presentó ya de noche y con cierta ansiedad, preguntando 
por don Bosco, el cual estaba fuera de Turín. Salió a recibirle don Juan Cagliero, quien, en cuanto oyó su necesidad, sin dudarlo ni un 
momento le acogió tan afectuosamente que el buen obispo se repuso como si hubiese entrado en su propia casa. 

Al día siguiente llegó don Bosco y, en cuanto le hablaron del nuevo huésped, exclamó: 
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-Es un obispo; estando él con nosotros, tendremos también con nosotros al Señor: no hay que temer. 

Y fue enseguida a saludarle y rendirle agasajos; le agradeció el honor que les hacía, y se excusó de no poder atenderle como se merecía. 
El ilustre desterrado lo interrumpió diciendo: 

-Usted, don Bosco, recibe a los pobres y abandonados; »quién más abandonado que yo: Considéreme como un pobre huérfano. íBasta 
que me dé asilo como a uno de ellos! 

Cuando se supo en el Oratorio quién era el Obispo que habían visto en la iglesia y por los patios, y el motivo por el que se había 
quedado, fue una gran fiesta para todos. «Es una señal de que Dios bendice nuestro Oratorio», dijo don Bosco por la noche. Los 
muchachos se retiraron gritando bajo las ventanas de Monseñor: í Viva el Obispo de Guastalla! 

No eran muchas las comodidades del Oratorio; pero el bueno y santo exiliado se conformó con una pequeña habitación donde dormía y 
una salita donde recibía visitas y se le preparaba la mesa. Don Bosco quiso que se organizase cocina aparte para él. 

Monseñor se apresuró a escribir una carta pastoral a sus amados diocesanos manifestando su dolor por haber sido obligado a partir sin 
poder despedirse y a vivir lejos de sus hijos: les auguraba la verdadera paz que sólo se encuentra en la gracia de Dios; les exhortaba a no 
prestar oídos a los maestros de herejía, llegados para esconderse en su viña y devastarla; les recomendaba las buenas obras y la frecuencia 
de los Sacramentos; y prometía que rogaría por ellos todos los días en la santa misa y por los que tal vez le odiaban sin ((362)) saber por 
qué, dispuesto a abrazar a todos con el mismo afecto. 

La carta estaba fechada: En Turín, desde el Oratorio de San Francisco de Sales, día de san Gregorio VII (25 de mayo), y llevaba 
también la firma del Pro-Secretario: Juan Cagliero, Pbro. 

Don Bosco la hizo imprimir en la imprenta de casa y la expidió a la Curia de Guastalla. 

Durante seis meses edificó Monseñor a todos con su conducta. Se prestaba para confesar a cualquiera que le pidiese esta caridad; pero 
lo que maravilló a los muchachos fue verlo cada ocho días ir a la sacristía y confesarse con don Bosco, después de esperar turno de 
rodillas sobre el desnudo pavimento y en fila con los alumnos. La primera vez que vieron a aquel venerando Pastor, más digno de 
veneración por las persecuciones que tan resignadamente sufría, entrar en la sacristía con este fin, todos a una se levantaron 
respetuosamente 
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para cederle el puesto. Pero él se colocó en un rincón y allí permaneció inmóvil esperando que pasasen los demás. 

Don Bosco mitigaba su dolor, más aún, le consolaba rodeándole de tantas atenciones, que más tarde el buen Obispo decía a don Miguel 
Rúa y a otros, que el tiempo más feliz de su vida lo había pasado en el Oratorio. Casi diariamente invitaba don Bosco a prelados o a 
personas distinguidas para acompañarle a la mesa. Por medio de las autoridades civiles y políticas de la ciudad, no solamente logró que le 
levantaran los rigores del domicilio forzoso, que le impedían salir fuera del recinto, sino que el Gobierno Civil, haciéndose responsable 
ante el Gobierno, le concedió amplia libertad para ir donde quisiera dentro de un amplísimo radio en torno a la ciudad de Turín. 

El buen Prelado la aprovechó para ir a ver a monseñor Ghilardi, Obispo de Mondoví, que lo recibió echando las campanas al vuelo y lo 
tuvo consigo unos días. Durante la estación calurosa, don Bosco hizo que se hospedase en la quinta del conde Felipe Radicati de 
Passerano, su insigne bienhechor, Consejero del ((363)) Gobierno Civil, que hacía las veces de Gobernador. También la familia de los 
condes Appiano de Castelletto, unida por vínculos de parentesco y de fe cristiana al conde Radicati, andaba con él a porfía para demostrar 
su veneración por el ilustre exiliado. 

Todos los que iban a conocerle quedaban edificados de su virtud, de su paciencia, su resignación y, sobre todo, de su singular modestia, 
que unía a una vasta erudición y profunda doctrina. Nunca estaba ocioso; guiado por su celo apostólico, empleaba el tiempo confesando, 
catequizando, confirmando y confiriendo las sagradas órdenes en la iglesia del Oratorio, casi como para hacer creer que la divina 
Providencia se hubiese servido de quien le confinó al destierro para prepararle una solemne justificación, más aún, un triunfo. 

Pocos días después de la llegada del Obispo de Guastalla, don Bosco recibió un gran consuelo, más deseado por él que cualquier 
fortuna; fue el de leer las veneradas letras del Vicario de Jesucristo. 
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VOLUMEN VIII Página: 313 

PIO PAPA IX 1 

Al dilecto Hijo, salud y bendición apostólica. 

Con gran placer hemos recibido la carta con la que te plugo acompañar el regalo de tu Historia de Italia, escrita para la juventud, ((364)) 
impresa en esa tipografía de Turín, juntamente con el volumen de las Acotaciones del doctor Vallauri. Aunque por nuestras muchas y 
gravísimas ocupaciones no hemos podido leer dicha historia, sin embargo el regalo nos ha sido muy grato, y te lo agradecemos de 
corazón. 

Continúa mientras tanto, querido hijo, infundiendo en el alma de esos jovencitos los santos preceptos de nuestra divina religión y 
formándolos en la piedad, en la honestidad de costumbres y en la práctica de todas las virtudes, y no dejes de elevar a Dios continuas 
oraciones por el triunfo de su santa Iglesia y de implorar el potentísimo patrocinio de la Virgen María. 

Finalmente, bajo los auspicios de todos los carismas celestiales y en prenda de nuestra especial y paternal caridad, de todo corazón te 
impartimos, querido hijo, la Bendición Apostólica. 

Dado en Roma, Junto a San Pedro, el 21 de mayo de 1866, vigésimo de Nuestro Pontificado. 

PIO PAPA IX
Al querido hijo, el presbítero Juan Bosco. Turín.
Poco tiempo antes, había concedido el Sumo Pontífice a don Bosco algunas gracias, pedidas con la siguiente súplica:
Beatísimo Padre:
El sacerdote Juan Bosco, postrado a los pies de Vuestra Santidad, expone respetuosamente


PIUS P.P.IX 

1 Dilecte Fili, Salutem et Apostolicam Benedictionem. Tuas libenter accepimus litteras, quibus Nobis offerre voluisti Italiae Historiam 
a te pro juvenibus scriptam et istis taurinensibus typis hoc anno editam una cum volumine Inscriptionum istius Doctoris Vallaurii. Etsi 
vero eamdem Historiam ob gravissimas et assiduas Nostras curas et occupationes nondum legere potuerimus, tamen Tuum donum Nobis 
fuit acceptum, ac debitas pro illo grates agimus. 

Perge vero, Dilecte Fili, adolescentium tuorum animos sanctissimis divinae nostrae Religionis praeceptionibus accurate imbuere, 
eosque ad pietatem, morumque honestatem, omnemque virtutem sedulo conformare. Ne desinas autem ferventissimas Deo pro Ecclesiae 
suae sanctae triumpho preces afferre, ac potentissimum Immaculatae Deiparae Virginis Mariae patrocinium implorare. 

Demum coelestium omnium numerum auspicem, et praecipuae paternae Nostrae in te caritatis pignus Apostolicam Benedictionem toto 
cordis affectu Tibi ipsi, dilecte Fili, peramanter impertimus. 

Datum Romae, apud S. Petrum, die 21 Maii, anno 1866, Pontificatus Nostri anno vigesimo. 

Dilecto Filio Ptesbiteto Joanni Bosco, Augustam Tautinorum. 

PIUS PP. IX 

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la necesidad de algunos jóvenes internados en la Casa del o de San Francisco de Sales. Ante las claras manifestaciones de los mismos de 
su vocación al estado eclesiástico, fueron dedicados a los estudios y, al presente casi han llegado al término de los cursos establecidos 
para quienes siguen esta carrera. He aquí su nombre y el favor que necesitan: 

1.° Domingo Bongiovanni, ordenado ya de diácono, necesita para ser ordenado sacerdote el próximo sábado de la Santísima Trinidad, 
obtener las necesarias dimisorias, vacante la Sede Arzobispal, y ser dispensado de tres meses y doce días de la edad prescrita por los 
cánones. -Nació el 3 de septiembre de 1842. 

2.° Nicolás Cibrario, diácono, necesita solamente las dimisorias para ser admitido a la ordenación sacerdotal. 

3.° Francisco Cerruti pide las dimisorias para ser admitido a la tonsura, con las cuatro menores y, a su debido tiempo, las otras órdenes 
mayores. 

Estos son los favores que, con la máxima veneración, se solicitan a la paterna caridad de Vuestra Beatitud. 

Gracia que... 
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((365)) 

CAPITULO XXXI 

OTRA CARTA DE DON BOSCO AL CABALLERO OREGLIA -ENCARGOS PARA VARIAS 
SEÑORAS DE ROMA; PREDICCION DE ROSAS Y ESPINAS PARA EL SENADOR DE 
ROMA;POR FALTA DE MEDIOS SE REDUCEN A OCHO LOS ALBAÑILES DE LA IGLESIA; 
LA VIRGEN HACE LA COLECTA; SALUDOS PARA LOS BIENHECHORES -DEBER DE 
PUBLICAR LAS GRACIAS CONCEDIDAS POR MARIA AUXILIADORA A FIN DE EXCITAR EN 
LOS FIELES LA CONFIANZA EN ELLA -OTRA CARTA DE DON BOSCO AL CABALLERO 
OREGLIA: CONTRADICCIONES POR UNA GRACIA PUBLICADA EN LA UNIDAD CATOLICA; 
AVENENCIA CON EL OBISPO DE IVREA SOBRE LAS LECTURAS CATOLICAS; GRACIAS Y 
LIMOSNAS; NO SE DECIDE A IR A ROMA, EN ESPERA DE ACONTECIMIENTOS 
-DILIGENCIAS PARA OBTENER DEL DIRECTOR DEL PERIODICO LA PUBLICACION DE LA 
PRIMERA GRACIA, Y DEL PROVICARIO LA LICENCIA PARA IMPRIMIRLA -CONTENIDO 
DEL ARTICULO -PROTESTA CONTRA ESTA PUBLICACION -DON BOSCO PUBLICA DICHA 
GRACIA EN LAS LECTURAS CATOLICAS -SE PROPAGA MARAVILLOSAMENTE POR TODAS 
PARTES LAS CONFIANZA EN MARIA BAJO EL TITULO DE AUXILIADORA 

LAS glorias y el amor de María con su inefable sonrisa quitaban todo dolor, toda preocupación, descorazonamiento, humillación y 
cansancio del alma de don Bosco. Predicaba sus glorias en el púlpito, las recordaba en las conversaciones privadas, las imprimía en 
libros, las narraba en las cartas. 

Por aquellos días escribía sobre ello a la señora Elisa Melzi Sardi de Milán, la cual le agradecía vivamente el 22 de mayo, no solamente 
el autógrafo, sino también sus oraciones en las que tanto confiaba. 

((366)) Escribía así mismo al caballero Oreglia, siempre ocupado en Roma, le daba nuevos encargos para varios bienhechores de 
aquella ciudad, y le contaba las maravillas de María Auxiliadora: 

Carísimo señor Caballero: 

He recibido su carta, a la que creo haber respondido con la mía del lunes pasado, 
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al menos en parte. La he leído a nuestros queridos muchachos, quienes tuvieron una gran satisfacción y le envían sus afectuosas 
expresiones de estima y aprecio. 

Me enviaron de Roma la cartita que le adjunto para su norma y para dar gracias, cuando haya lugar, al Cardenal Riario. 

No sé si la Marquesa Patrizi es la misma a quien ya escribí unas letras; si no lo es, y como quiera que sea, le remito esta cartita en la 
que digo que su piadosa intención será debidamente atendida. 

Diga a la condesa Calderari que, si le escribiese más largo sobre el tema que ella me había indicado, le ocasionaría angustia. Que tenga 
la bondad de releer mi carta, que esté tranquila y deje todo a mi cuidado. 

Le sorprende a usted, señor Caballero, la bondad y cortesía de S. E. el marqués Cavalletti, Senador de Roma. No es ninguna novedad 
para mí. Ya durante mi estancia en Roma, el llorado cardenal Marini me habló muchas veces de la religiosidad, caridad y celo de esta 
ilustre familia. Si tiene ocasión de verlo de nuevo, preséntele los respetos de mi gran veneración; en el pasado rogaba por él en general, en 
adelante rogaré y haré rogar expresamente por él y su familia. Dígale que la divina Providencia le prepara un hermoso ramo de rosas 
escogidas, mas para sujetarlas es preciso que apriete las muchas espinas que esconden. Dentro de poco lo sabrá todo. Ahora no puedo 
decir más. Me encomiendo a sus devotas oraciones y las de su familia, y el domingo pediré a los muchachos que hagan la comunión 
según sus santas intenciones. 

Creo que usted no sabe todavía la novedad acerca de la iglesia. Los cuarenta albañiles que trabajaban han sido reducidos a ocho, por 
falta de medios. Es éste un momento muy triste para nosotros, por la imposibilidad en que se encuentran nuestros habituales 
bienhechores. Esperemos que el buen Dios envíe cuanto antes la paz a los pueblos cristianos y que los súbditos puedan unirse en derredor 
de su soberano para dedicarse todos, con ánimo más tranquilo, a la salvación del alma. 

Anteayer, viernes, María Auxiliadora ha obtenido una buena colecta. 

Una señora, que hacía un año sufría de gota, y no podía dar un paso por su pie, se encomendó a la celeste Bienhechora e hizo una 
oración con toda su familia en honor del Santísimo Sacramento del altar. íQué más podía desear! íDios es bueno! íDios es ((367)) grande! 
Terminábanse las oraciones y la bendición, cuando la señora dejó las muletas, quedóse en pie y, con maravilla de todos, se echó a andar 
con soltura. Ayer fue a cumplir con sus devociones a Nuestra Señora de la Consolación, y después vino a hacer una valiosa limosna para 
la iglesia, que llegó muy oportuna para pagar al maestro de obras, que esperaba dinero. íBendita sea siempre la Madre del Salvador! 

Todos deseamos vivamente su retorno, pero quédese en Roma hasta que haya satisfecho su devoción y resuelto los asuntos que le 
conciernen. 

Tenga la bondad de saludar de mi parte a Monseñor, su hermano, al padre Oreglia, padre Brunengo, padre Fantoni, a la familia 
Vitelleschi y a nuestra bienhechora la marquesa Villarios con su familia. Extienda estos saludos a monseñor Manacorda y a quienes usted 
crea oportuno. 

La gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea siempre con nosotros. Amén. 

Créame siempre 

Turín, 21 de mayo de 1866. 

Su afectísimo amigo en Cristo JUAN BOSCO, Pbro. 

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N. B. Recuérdese que, cuando llegue a Turín, conviene prepare un suplente en la tipografía para los casos en que usted esté ausente. 
Al recordar las maravillas obradas por la Virgen, además de la necesidad de desahogar su inmenso afecto por la Madre de Dios, 
pretendía ayudar al prójimo. Quería reavivar en todo el mundo una confianza ilimitada en Aquélla que, en medio de las angustias, de las 
tribulaciones, los errores, los peligros de esta pobre vida mortal, era y sería siempre la amorosa, la diligente, la poderosa Auxiliadora. 
Por mandado de María había él fundado su obra y levantaba ahora una iglesia, sin cesar de indicar la necesidad de los sacramentos que 
quitan el pecado o preservan del mismo a las almas, ya que el pecado hace desgraciados a los pueblos. 

Tal era su misión y tenía de ello la seguridad del cielo; mas, para alcanzar este fin, no bastaba escribir o hablar privadamente. Había que 
poner en práctica lo que enseña el Evangelio: 

-Decid en pleno día lo que yo os digo en la oscuridad; predicad sobre los tejados lo que se os ha dicho ((368)) al oído. 

Había que tocar las trompetas y hacer llegar su sonido a todo el universo. íDar publicidad con la imprenta! »Cómo podía la gente amar 
lo que no conocía: Voluntas non fertur in incognitum (la voluntad no va a lo desconocido). 

Y don Bosco tomó su resolución. Sabía muy bien que su plan era una novedad, a la que no estaban acostumbrados en Piamonte; preveía 
que los propensos a pensar mal podían atribuirle miras interesadas, de vanagloria y hasta de imprudente desconsideración; que más de 
uno le criticaría de fanatismo, que nacerían dificultades y oposiciones, pero él no se amilanaba por tan poca cosa y, por otra parte, estaba 
convencido de que revelar y confesar la obra de Dios es encomiable (Opera Dei revelare et confiteri honorificum est, Tb. 12, 7). En 
efecto, desde los inicios encontró dificultades: de estas y otras cosas daba noticia al caballero Oreglia: 

Carísimo señor Caballero: 

El demonio mete enseguida los cuernos en las obras del Señor. Apenas se imprimió el suceso del señor Morelli, algunos periódicos 
empezaron a hablar de él; su hijo, demócrata hasta los tuétanos, estudiante en la Universidad, quiso que el padre reparase el deshonor, 
que como él decía, le caía encima y, sin decir nada, se presentó amenazador en La Unidad Católica. Allí, sin prevenirnos, insertó la 
rectificación del hecho que admite por completo, pero afirma que su publicación se hizo sin su orden y permiso. Esta cláusula es errónea 
puesto que la relación que tenemos en casa está firmada por él mismo y dice precisamente: «Doy amplio permiso para que 
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esta declaración sea leída y publicada del modo que convenga para mayor gloria de Dios». 

»Qué hemos de hacer ahora? Apenas vuelva del campo don Celestino Durando, todo se arreglará. Paciencia. 

A pesar de todo esto, la Virgen continúa bendiciéndonos y, entre otras bendiciones, hoy mismo he tenido la de la avenencia de las 
Lecturas Católicas. Verdad es que hemos debido someternos a grandes sacrificios; pero ahora son definitivamente nuestras. 

De aquí a unos días pasaré a recoger en casa del Señor conde Demagistris las setecientas liras de que usted me habla. Muy bien todo lo 
que hizo a este propósito. 

Interrumpo la carta para recibir una limosna que me hace cierta persona que tenía un pleito complicadísimo. Se encomendó e hizo una 
novena a María Auxiliadora prometiendo dar algo para continuar la iglesia. Hoy termina la novena y el pleito ha sido arreglado 
definitivamente. 

((369)) En cuanto a su permanencia en Roma, quédese por tiempo ilimitado, esto es, hasta que tenga diez mil liras para traer a casa para 
la iglesia y para pagar al panadero. Quiero decir con esto que aquí necesitamos de su vuelta, pero que puede seguir en Roma mientras 
pueda hacer algo que sea para la mayor gloria de Dios y alivio del Oratorio. 

En cuanto a ir yo a Roma, resulta un asunto muy grave para mí en los momentos que corren. Debo guiarme por los acontecimientos que 
tendrán lugar dentro de dos semanas. 

No puedo nombrarle a todos, pero le ruego salude a los que usted me ha indicado y en especial a nuestros bienhechores. Dígales que 
mañana celebraremos la misa y que los muchachos comulgaran y rezarán según costumbre por los bienhechores de la iglesia. 

Dios le bendiga, señor Caballero, bendiga sus trabajos y haga que cada una de sus palabras salve una alma y gane un marengo. Amén. 

Turín, 22 de mayo de 1866. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

P.S. -Recibirá por correo la música y los libros pedidos. 
Háblase en esta carta de dos hechos, que piden una explicación. Se refiere el primero a la publicación de una gracia de María 
Auxiliadora en el número ciento uno (29 de abril de 1866) de la Unidad Católica. Era la primera que se publicaba, a fin de probar con los 
hechos la bondad de María Santísima con todos los que cooperaban a la edificación de su iglesia en Valdocco y al incremento de las 
obras salesianas. 

Se quería que el más ilustre de los periódicos católicos de Italia tuviese este honor; además, y en la misma página, aparecerían 
amplísimas relaciones de las maravillas operadas por María Santísima invocada bajo esta advocación en la ciudad de Spoleto. Después de 
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esta publicación, se habría continuado, como efectivamente se hizo, relatando las maravillas que la Virgen, bajo el título de Auxiliadora, 
obraría en su nuevo Santuario en favor de sus devotos. 

Por eso don Celestino Durando se había presentado a su profesor y amigo Tomás Vallauri, rogándole insertara en la Unidad Católica el 
manuscrito de la gracia. Por aquel entonces ((370)) aún no tenía el teólogo Margotti las íntimas relaciones que posteriormente mantuvo 
con el Oratorio. El profesor Vallauri, que era colaborador de la Unidad Católica, accedió a las instancias de Durando, diciendo que por su 
parte no había ninguna dificultad; pero que hablaría de ello con Margotti. El Teólogo leyó la relación, pero no quiso imprimirla, si antes 
no obtenía la aprobación de la autoridad eclesiástica. En consecuencia, devolvieron la carta con la noticia de la condición propuesta a don 
Celestino Durando, el cual fue a visitar al canónigo Vogliotti, rogándole diese su visado; pero el Canónigo se negó a ello absolutamente. 

»Qué hacer? Estaba en el Seminario entre los superiores el teólogo Olivero, gran amigo del Oratorio y muy influyente en el ánimo de 
Vogliotti. Acudió Durando a él y el teólogo Olivero convenció al Pro-Vicario para que condescendiera y estampara su firma. El artículo 
fue publicado tal y como lo trascribimos: 

íVIVA MARIA AUXILIADORA! 

Ilustrísimo señor Director: 

Movido por las muchas noticias que a diario leo en favor de nuestra Religión Católica en el prestigioso periódico de V. S., me animé a 
pedirle que publicase en las columnas del mismo la siguiente relación de una curación extraordinaria, diría, casi milagrosa, que obtuve 
por intercesión de María Auxiliadora. Hacía nueve meses que sufría un dolor que tenía aspecto de osificación gangrenosa y me hallaba en 
cama atormentado por la enfermedad y con agudos dolores. Una parte de la cabeza y el carrillo izquierdo, estaban afectadas por la voraz 
enfermedad. Acudimos a medicinas de toda clase, a médicos eminentes, en particular y en consulta; todo fue inútil. En lo único en lo que 
todos los peritos en medicina estaban de acuerdo era: en que si sobrevenía la supuración, la que ya se daba como inevitable, yo moriría 
instantáneamente, o de lo contrario igualmente sucumbiría a la violencia del mal muy en breve. Por lo tanto, en medio de dolores y 
tristeza, yo veía que la muerte se me acercaba día a día a grandes pasos, sin esperanza de poder retardar su fatal llegada. 

En aquel momento, en un rasgo de bondad, vino a visitarme el óptimo sacerdote don Juan Bosco y, después de haber oído la narración 
de la enfermedad, me dijo que algunos se habían encomendado a María Auxiliadora y habían ((371)) obtenido extraordinarios favores, y 
me sugirió que hiciese una novena a esta celestial Madre y: -Si obtiene de María la curación, añadió, llevará después una ofrenda para 
continuar 
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los trabajos de la iglesia que se construye en Valdocco precisamente con el título de María Auxiliadora. 

Sin ninguna esperanza ya en los medios humanos, me agarré de buena gana a aquella sugerencia y durante nueve días mi familia, mis 
amigos y yo, por cuanto el mal me lo permitía, rogábamos a fin de disponer la clemencia divina a mi favor por intercesión de la 
bienaventurada Virgen María. 

El último día de la novena el mencionado sacerdote tuvo la atención de renovar su visita, animándome siempre a la esperanza en María 
Santísima. Y antes de dejarme, después de una breve oración, me dio la bendición y añadió que al día siguiente Celebraria la misa por mí. 

Ese día, a las siete y cuarto de la mañana, según me dijeron, se empezaba la misa. Nosotros en familia rezábamos. A las siete y media, 
sentí que el mal se agravaba, mientras el espasmo me hacía temer siniestras consecuencias, y advertí que comenzaba una violenta 
supuración. Me vino una mejoría súbita, sensible y constante. La alegría invadió a toda la familia y en breve, casi diría instantáneamente, 
me encontré perfectamente curado. Curado de un mal que, al decir de los médicos, era incurable y, aun en el caso de que se hubiera 
encontrado un método de curación, ésta hubiera requerido meses y años de dolorosa y difícil convalecencia. 

Ahora, no solamente estoy perfectamente curado, sino que gozo de una salud que no tenía antes de mi enfermedad. Atribuyo este favor 
a Dios, obtenido por intercesión de su augusta Madre bajo el título de María Auxiliadora. 

Lo primero que hice fue dar gracias a Dios por tan señalado favor, y fui enseguida a cumplir mi promesa llevando mi ofrenda para el 
nuevo templo, que se va elevando majestuoso en esta ciudad, en el barrio de Valdocco. 

Como homenaje a la verdad deseo que la presente relación sea leída y publicada del modo que mejor parezca para mayor gloria de Dios 
y honor de la bienaventurada Virgen María. 

Turín, 29 de marzo de 1866. 

JOSE MORELLI ex-alcalde de Caselle 

Visto para la imprenta: 
Canónigo A. VOGLIOTTI,R. Eclesiástico 

El hijo del señor Morelli, aunque había sido alumno de don Celestino Durando, leyó el periódico, se sintió ofendido, y obligó a su 
((372)) padre a hacer la siguiente declaración, que apareció en el número ciento dieciséis, dieciocho de mayo, de la Unidad Católica. 

Señor Director de la «Unidad Católica». 

En el número ciento uno de su acreditado periódico me encuentro con la narración de un suceso, autorizado con la firma de José 
Morelli, ex-alcalde de Caselle. 

A la vista de tal inserción en dicho periódico, sin yo saberlo, y que ha sido reproducida por otros periódicos, no puedo por menos de 
protestar enérgicamente, 
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declarando que no es mía dicha publicación sino de personas, cuyo nombre callo por delicadeza. 

Turín, 13 de mayo de 1866. 

JOSE MORELLI 

Don Bosco no se dio por enterado de la mal aconsejada protesta e hizo reimprimir la misma gracia en el fascículo de julio de las 
Lecturas Católicas con el título de « Viva María Auxiliadora» y la siguiente nota: 

«No sabemos con qué motivos se ha querido contestar la autenticidad de esta relación, pero nosotros podemos asegurar al lector, que 
cuanto publicamos no es más que la pura verdad. Y hacemos esta publicación todavía con más gusto, por el deseo que nos anima de dar a 
conocer a todos los devotos de María Santísima, cuánto socorre esta buena Madre Celestial a sus hijos aun en las cosas temporales. Y 
»qué no hará desde el cielo para ayudarnos a salvar nuestras almas?». 

El poder de María, invocada con el título de Auxiliadora, aunque ya era conocido en muchos lugares, estaba, por así decir, restringido a 
cierto número de familias; pero, apenas empezó la prensa a hablar de ello, se corrió por doquiera como una chispa eléctrica la confianza 
en Ella. 

«Otros, y después otros muchos, proseguía don Bosco en el 1868, se encomendaron a Ella haciendo la novena y prometiendo una 
limosna, si obtenían la gracia implorada. Y al llegar aquí, si yo quisiera exponer la multitud de hechos, debería imprimir no un librito, 
sino gruesos volúmenes. 

((373)) »Dolores de cabeza extinguidos, fiebres vencidas, llagas y úlceras gangrenosas curadas, reumatismos acabados, convulsiones 
desaparecidas, enfermedades de los ojos, de los oídos, de muelas, de riñones instantáneamente curados; tales son los medios de los que se 
ha servido la misericordia del Señor para suministrarnos cuanto era necesario para llevar a término esta iglesia. 

»Turín, Génova, Bolonia, Nápoles, y más que otras ciudades, Milán, Florencia, Roma fueron las que, habiendo experimentado de modo 
especial la benéfica influencia de la Madre de las gracias, invocada con el título de Auxilio de los Cristianos, demostraron su 
agradecimiento con limosnas. 

»Hasta de lejanos países, como Palermo, Viena, París, Londres y Berlín, recurrieron a María Auxiliadora con la acostumbrada novena 
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y la misma promesa. No me consta de nadie que haya recurrido en vano. Un favor espiritual o temporal, más o menos señalado, fue 
siempre el fruto de la petición y del recurso hecho a la piadosa Madre, a la poderosa Auxiliadora de los Cristianos. Recurrieron a Ella, 
obtuvieron su celestial favor, e hicieron su oferta sin habérsela pedido de ningún modo». 

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((374)) 

CAPITULO XXXII 

DON BOSCO ENCUENTRA DIFICULTADES PARA OBTENER LEGALMENTE LA PROPIEDAD DE 
LAS LECTURAS CATOLICAS -EL CONDE CAYS ELEGIDO ARBITRO DE UNA 
CONCILIACION -SUS CONCLUSIONES -CARTAS DE DON BOSCO AL CONDE -CARTA 
DEL CONDE AL OBISPO DE IVREA -EL SIERVO DE DIOS SE DECLARA DISPUESTO A 
ACEPTAR CUALQUIER CONCLUSION CON TAL DE LLEGAR A UNA CONCILIACION 
SIGUEN LAS GESTIONES ENTRE EL CONDE Y LOS REPRESENTANTES DEL OBISPO DE 
IVREA -DON BOSCO QUEDA LEGALMENTE PROPIETARIO UNICO DE LAS LECTURAS 
CATOLICAS 

EN carta del 22 de mayo escribía don Bosco al caballero Oreglia: «La Virgen continúa bendiciéndonos y, entre otras bendiciones, hoy 
mismo he tenido la de la avenencia de las Lecturas Católicas. Verdad es que hemos debido someternos a grandes sacrificios; pero ahora 
son definitivamente nuestras». 

Desgraciadamente, y por algún tiempo todavía, no fue más que una esperanza. 

De hecho, no fueron cosa corriente las molestias que el Siervo de Dios hubo de soportar para esta conciliación, pedida en vano hacía 
varios años. El había ideado la publicación de estas Lecturas, había trazado su programa, comenzado su impresión, siempre las había 
cuidado y corregido con la máxima diligencia, había compuesto o redactado él mismo cada fascículo con un estilo y léxico adaptado, 
había hecho viajes, escrito y hecho escribir muchas cartas para la propaganda de dichas Lecturas, en suma podía muy bien decir que no 
había pensado nunca que las Lecturas ((375)) Católicas fuesen propiedad de otro» 1. 

Los copropietarios habían nacido como hijos de su humildad y su longanimidad, y también de su profunda veneración por todo Pastor 
de la Iglesia y especialmente de su heroico desinterés. Es verdad que el Obispo de Ivrea había dejado un título de renta de cuatrocientas 
veinticinco liras y que había contraído una deuda considerable 

1 Véase: Volumen VII, pag. 139-140. 
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con el marqués de Birago; pero también las suscripciones debían haber do una suma más que suficiente para hacer frente a todas las 
obligaciones. 

A don Bosco le apremiaba bastante vencer toda dificultad, solamente para asegurar la existencia de sus Lecturas. Cuando he aquí que el 
Vicario general de Ivrea, canónigo Pinoli, fue a Turín para concertar una conciliación que, según dijo, sería aceptada por su Obispo. 

El motivo de este paso procedía de la intimación del tipógrafo Paravía a monseñor Moreno para que pagara la deuda de cuatro mil 
doscientas sesenta y cinco liras, contraída por sus representantes, para la impresión de las Lecturas Católicas con anterioridad al 1864, es 
decir, antes de que don Bosco reclamara para sí la administración de las mismas. Pero, como eran tres los que se presentaban como 
propietarios de aquella asociación, precisaba deshacer toda duda y comprobar el derecho de cada uno y también las obligaciones. 

El teólogo Valinotti había rogado al condeCays de Giletta que aceptase ser árbitro de la cuestión, presentándole como abogado legal 
asesor a Deamicis. 

El Conde aceptó el encargo y determinó que para resolver el caso era absolutamente necesario, en evitación de cualquier sombra de 
litigio ante los tribunales, que la primera base de la avenencia fuese la consolidación de la propiedad de las Lecturas Católicas en uno 
solo de los tres que declaraban ser propietarios. Sobre este último cargaría la deuda con Paravía. Había que determinar después, más o 
menos, lo que el propietario ((376)) final debería ar a los dos copropietarios renunciantes. El teólogo Valinotti declaró que, contento con 
la satisfacción moral de haber contribuido con su persona a una obra buena, como las Lecturas Católicas, pedía solamente ser exonerado 
de cualquier obligación con respecto a las cuentas que se le presentasen desde el 1854 al 1864. 

De este modo la resolución del problema se restringía personalmente al Obispo y a don Bosco. Se prefería consolidar la propiedad sólo 
en don Bosco, porque si él aceptaba el resultado de las cuentas presentadas, ya no era necesario volver a una ulterior revisión de las que 
debían presentarse del 1864 hasta aquel día, puesto que éstas las tenía él mismo. Con esto no había más que buscar, salvo la diferencia 
entre el crédito de Monseñor con las Lecturas Católicas, y el de las Lecturas Católicas con el Obispo. Pero eran cuentas aproximativas, 
dado que la contabilidad llevada era muy inexacta. 
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Las primeras cuentas presentadas por el tipógrafo De Agostini, de 1853 a 1857, eran desesperadamente oscuras; las posteriores del 
teólogo Valinotti resultaban más claras. Pero la comprobación no podía hacerse deprisa; y el árbitro tuvo que emplear bastante tiempo. El 
resultado de su estudio fue el siguiente: 

-La deuda de las Lecturas Católicas a Monseñor, procedente de la venta del título de las cuatrocientas veinticinco liras en 1856 y de lo 
atrasado (3.388 liras) de la deuda con Birago, se estima en nueve mil cuatrocientas veintiocho liras. La deuda de Monseñor a las Lecturas 
Católicas, por los abonos retirados de 1853 a 1864, deducidos a los pagos por él hechos de 1853 a 1855 que sumaban mil seiscientas 
setenta y siete liras, resultaba de ocho mil doscientas sesenta y cuatro. Por lo tanto, la deuda de las Lecturas Católicas a Monseñor se 
reducía a mil ciento sesenta y cuatro liras. Mas, como quiera que el Obispo, según las cartas del canónigo Pinoli al teólogo Valinotti, 
había expresado el deseo de tener él la propiedad de las Lecturas Católicas; entonces concluyeron el Conde y el abogado, que se podría 
cambiar la primera propuesta, y si ((377)) este cambio conviniese a Monseñor, podría él retener por entero la propiedad recayendo 
también enteramente sobre él la deuda con Paravía. Esta concentración de la propiedad de las Lecturas Católicas, llevaría naturalmente 
consigo los remanentes activos de la actual gestión y así éstos irían como compensación de los que don Bosco pudo haber realizado desde 
el 1864; y las ventajas que éste pudo haber percibido en los dos años de su gestión, servirían de recompensa por la obra prestada, obra 
ciertamente merecedora de gran consideración. 

Tales eran las conclusiones del arbitraje el día 22 de mayo. En los días 23 y 24 hubo todavía unas reuniones y en ellas don Bosco 
advirtió que los de Ivrea pretendían imponerle una gravosa condición, como resulta de su carta al conde Cays: 

Muy querido señor Conde: 

Cuando el otro día le confiaba a usted el arreglo o mejor, acabamiento de la controversia de las Lecturas Católicas, yo tenía en cuenta lo 
que momentos antes se había dicho en relación con el crédito Birago y los intereses de la cédula del señor Obispo de Ivrea. Pero ayer la 
cosa tomó un aspecto distinto, ya que se me cargaría la suma de cinco mil liras más. 

Yo, como director de una obra de beneficencia, no puedo asumir en conciencia la responsabilidad de esta deuda sin antes aclarar 
algunas cosas. Por lo tanto, si se me quiere adjudicar únicamente la deuda de Paravía, como indicaban en el pasado el teólogo Valinotti y 
el abogado Pinoli, lo acepto en el sentido entendido el miércoles. Si no se admite, puesto que se trata de una cantidad importante, yo 
dejaré otras 
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ocupaciones, pues quiero revisar personalmente las cuentas y poner de relieve algunas de mis observaciones hechas en varios lugares, en 
tiempos diversos y a distintas personas. No he querido traer esto nunca a colación porque jamás pensé que saliesen a relucir tantas 
cantidades, que se creían extinguidas o casi extinguidas. El mismo teólogo Valinotti me dijo en diversas ocasiones: Con la renta de 
doscientas liras, comprada por las Lecturas Católicas, queda pagado Monseñor. La deuda Birago está casi extinguida, etc. 

Es verdad que adquirí la deuda que Paravía urge, lo cual se puede remediar así: yo responderé por mi cuenta a la cédula, y el Teólogo 
por su parte haga la respuesta que crea conveniente. 

((378)) Advierta, además: 

1.° Que le dije, y lo confirmo todavía, que si ve una conclusión que en conciencia yo pueda aceptar, la aceptaré sin hacer ninguna 
reflexión; 

2.° Si se quiere acabar con todas las demoras, acepto la deuda con Paravía con tal de que se termine el asunto, y yo no volveré a 
presentar ninguna de mis observaciones. 

Crea, querido señor Conde, que este asunto es una espina clavada en el corazón; por un lado quisiera evitar hasta la sombra de 
cuestiones; por otro tengo todo un batallon de muchachos con gana y necesidad de comer, que apremian a buscar el mas pequeño recurso 
para satisfacer sus necesidades; y ésta es la razón por la que tanto sufro aun en mi propia salud. Siento de veras, en modo especial, las 
muchas molestias que he dado a V. S.; que Dios se lo pague; no dejaré de rogar a fin de que la paga sea abundante. 

Le ruego, si le parece oportuno, comunique estos mis sentimientos al mencionado teólogo Valinotti y créame como con la mayor estima 
me profeso 

De V. S. Carísima 

Turín, 23 de mayo por la mañana, 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

N.B.-Esta mañana debo salir a la ciudad para visitar a algunos enfermos y no estaré de vuelta en casa hasta las diez y media. 

El conde Cays mantuvo su propio arbitraje y escribió al Obispo de Ivrea el 27 de mayo, dándole cuenta y relación exacta de la cuestión. 
Concluía así: 

«Someto a V. E. Rvma. los dos proyectos o sistemas. Si cree que los dos son justos y equitativos, tenga la bondad de pronunciarse por 
el que más le agrade. El teólogo Valinotti y el sacerdote don Bosco, respetuosos con sus indicaciones, anticipadamente y desde ahora se 
adhieren a ello. Por lo que a mí toca, pídole excusa de la temeridad que tuve al aceptar un encargo superior a mi capacidad. Le aseguro, 
no obstante, que, si acepté fue debido a las instancias que se me hicieron, y especialmente a la bondad de V. E., que se dignó aprobar la 
elección hecha por el teólogo Valinotti» 
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Monseñor Moreno respondió con dos cartas, una del 28 y otra del 31 de mayo, en las que pedía le enviaran los documentos y las cartas 
relativas a la contabilidad, demostrando que no ((379)) aprobaba el resultado del informe de débitos y créditos porque le ocasionaba 
pérdidas demasiado graves, de no renunciar al derecho de propiedad de las Lecturas Católicas. 

El conde Cays remitió a Monseñor los libros de cuentas y las cartas, por mano del maestro de ceremonias el reverendo Sarraglia, y le 
escribió el 1.° de junio. Después de exponerle la equidad del resultado, tras el propio examen de cuentas presentadas, añadía: 

«... Invitado a emitir mi decisión arbitral en la cuestión, especialmente para determinar el pago a hacer al tipógrafo Paravía, acepté el 
encargo con la íntima persuasión de que esta cuestión debía resolverse amigablemente y no a punta de derecho. Esto es muy difícil de 
fijarse y no sé, si después de dos o tres años de pleito, se llegaría a un final y si aún entonces no había de llegarse a la transacción, que he 
creído deber mío proponer desde un principio. 

«Mi primer pensamiento habría sido zanjar inmediatamente la cuestión, proponiendo que la propiedad de las Lecturas Católicas 
quedase definitivamente asignada a don Bosco, a condición de que éste asumiese la responsabilidad de pagar toda la deuda de Paravía. 

«No me inclinaba a agravarlo todavía con la deuda restante con V. E. Rvma., como resulta por las cuentas que le he mandado, porque 
los cálculos que hay que hacer para llegar a este resultado, se apoyan sobre bases tan inciertas que no puedan ser motivo para un serio 
descargo. 

«Y »cómo tener certeza del resultado del cálculo, si falta la época exacta de la venta de los títulos de la renta y todavía no se conoce ni 
siquiera el importe preciso del producto de dicha venta? Por otra parte, además, entre los diversos cálculos que se pueden establecer hay 
algunos que llegan a un resultado opuesto. En medio de todas estas dudas, he creído mejor abstenerme de un arbitraje absoluto; he 
pensado exponer estas dudas a V. E. Rvma., y dejarle la apreciación de mi propuesta: tanto más cuanto que de este modo, el érito del 
abandono del saldo, o de parte del resto de su crédito, hubiera sido todo efecto de vuestra generosidad. 

«Me conforta la esperanza de que Vos condescenderíais a esta transacción en vista del deseo de acabar prontamente toda cuestión, 
teniendo además en cuenta los muchísimos beneficios que acarrea a la juventud pobre el Instituto de don Bosco, que no se limita a los 
muchachos de Turín, sino que se extiende a otras diócesis. Me alegro de haberme atenido al segundo partido. Con el deseo de acabar la 
cuestión, tal vez haya perjudicado sin quererlo, los derechos de alguno. 

((380)) «Quedando así sin decidir el litigio, será fallado por quien, mejor que yo, sepa apreciar las razones de equidad y de justicia que 
militan en esta contienda y dar, con recíproca conveniencia de las partes, una ya demasiado prolongada solución». 

Monseñor se mantuvo firme en sus propósitos, y el 2 de junio pedía por carta al Conde que examinara la contabilidad de don Bosco 
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VOLUMEN VIII Página: 328 

de 1864 a 1866, esto es, del tiempo en que éste había tomado la administración de las Lecturas Católicas. El Conde fue dos veces al 
Oratorio y no pudo cumplir el encargo, porque don Bosco se encontraba fuera de Turín: no obstante dejó al secretario la carta de 
Monseñor, a quien escribió, entre otras cosas, el 4 de junio: 

«La presentación de estas cuentas no solventará la cuestión, porque, aunque ellas fuesen más claras que el sol, no por eso serán 
evidentes todos los derechos, pues aún habrá que discutir el importe a abonar al Oratorio por los gastos de imprenta y por el trabajo de los 
muchachos de ese instituto, y lo que más sube la cuenta, la estimación del importe que hay que dar al trabajo que don Bosco prestó, 
totalmente solo, desde aquella época en adelante. Si se llega a la presentación de cuentas, habrá que llegar también a este cálculo; por lo 
tanto, es de prever que la cuestión no terminará tan pronto. 

Veo que no es ése su parecer. Por eso dejo en sus manos todo mandato de árbitro conciliador y, al retirarme desde ahora, ruego a 
Vuestra Excelencia me considere en adelante como del todo ajeno a este asunto. 

Siento de veras que mi labor haya resultado inútil en esta cuestión; puedo, no obstante, asegurarle que he puesto en ella toda mi buena 
voluntad. 

Le ruego agradezca, etc.». 

El 5 de junio escribía el Obispo de Ivrea al Conde agradeciéndole su trabajo y, pidiendo excusas, insistía en querer ver la contabilidad 
de don Bosco; que su causa era tan grave que no podía tomar una decisión sin tener pleno conocimiento; aseguraba que había otras 
consideraciones que podían ciertamente demostrar una realidad de las cosas, muy diferente al aspecto con que las había considerado el 
Conde. 

Rotas de este modo las diligencias por parte del conde Cays, los de ((381)) Ivrea se vieron obligados a reemprenderlas el 20 de julio, 
pues el tipógrafo Paravía les había mandado una intimación legal para el pago de su crédito y la causa se había puesto en marcha. 

El Teólogo Valinotti se lo notificó al Conde, rogándole viera si podía todavía llegar a tiempo para conciliar el litigio e impedir el 
escándalo del pleito entendiéndose con el abogado Deamicis. Le prometía que todo lo que ellos hicieren estaría bien hecho y le daba su 
palabra de contentar a Monseñor. Le mandaba, además, una carta del canónigo Pinoli, según la cual resultaba que las últimas pretensiones 
de Monseñor serían que, al quedar don Bosco como propietario de las Lecturas Católicas, tomase a su cargo la deuda con Paravía y a él le 
entregase la suma de mil setecientas liras, como saldo de todo su haber, y no solamente mil ciento sesenta y tres con ochenta y dos 
céntimos. 
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VOLUMEN VIII Página: 329 

El 22 de julio, desde su quinta de Casellette, comunicaba el conde Cays la proposición a don Bosco, quien, como ya hemos visto, 
estaba dispuesto a asumir la deuda de Paravía con tal de ser exonerado de todo otro pago. Pero el Siervo de Dios no había hecho ninguna 
promesa sobre este particular, ni se podía pretender que se atuviese a una simple proposición cuando ésta no sólo no había sido aceptada 
por la parte contraria, sino que venía gravada con nuevas obligaciones. Por lo tanto dirigió la siguiente carta al Conde. 

Ilustrísimo señor Conde Cays: 

Una serie de asuntos me han obligado a pasar varios días fuera de casa y es éste el único motivo por el que no he podido responder a su 
atenta carta sobre el bendito asunto de las Lecturas Católicas. Pensaba que, habiéndolo dejado enteramente en manos de los árbitros 
escogidos por el teólogo Valinotti y confirmados por carta de monseñor Moreno, se debía resolver todo sin más discusiones sobre las 
cuentas. Tanto más que, como usted bien recuerda, hubo que aceptar todas las deudas de los cinco primeros años sobre la aserción verbal, 
((382)) sin poder revisar los créditos; no se dieron las cuentas del 1856, aunque estaban firmadas por el teólogo Valinotti; yo no he 
llevado contabilidad de lo gastado en viajes, correo, libros, manutención de algunos jóvenes destinados a este fin, que no es inferior a 
cinco mil liras. Se pasó todo esto por alto para llegar a un arreglo. Usted proponía que yo aceptase la deuda con Paravía por las Lecturas 
Católicas; o bien que la aceptase el señor Obispo, sin hablar más de otros intereses. Yo lo acepté totalmente y todavía lo acepto. Ahora se 
proponen otras nuevas condiciones y además el canónigo Pinoli me califica en su carta con expresiones que yo ciertamente no usuaría 
nunca contra él. 

Se me dice que voy creando siempre nuevas dificultades. Usted sabe, señor Conde, si yo he mudado o modificado una sola vez lo 
propuesto, excepción hecha de que no he contado para nada los diez años que trabajo para las Lecturas Católicas. 

Para demostrar que no he cambiado ni cambio una tilde de los acuerdos tomados, repito que estoy dispuesto a lavarme las manos de las 
Lecturas Católicas y ceder todo a Monseñor; con tal de que tome a su cargo la deuda con Paravía. 

Por mi parte, renuevo lo dicho y tomo a mi cargo la deuda a Paravía con las Lecturas Católicas, sin ninguna otra obligación, si así 
agrada. Si, no obstante, se quisiera poner término a toda discusión, yo ofrecería mil liras a Monseñor con tal de que esa deuda se extinga 
con Lecturas Católicas o con otros libros que sean de nuestra propiedad. Daría con gusto dinero contante y sonante, pero no puedo 
hacerlo porque no lo tengo. 

Además, hablando francamente, señor Conde, yo me creía que, habida cuenta de los muchos clérigos y aspirantes de la diócesis de 
Ivrea que estuvieron y están gratuitamente en esta casa en favor de la misma diócesis, creía, digo, que no se habría hilado tan delgado en 
materia de intereses. 

Compadezca el contenido de esta carta, si acaso encontrase alguna expresión menos comedida. Las muchas ocupaciones, nuestras 
necesidades, los muchos disturbios tenidos respectivamente, me han hecho escribir un poco aprisa y, tal vez, algo resentido. 
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VOLUMEN VIII Página: 330 

Le agradezco la bondad que ha tenido conmigo en éste y otros asuntos concernientes a este Oratorio, y asegurándole mi más sentida 
gratitud, tengo el honor de profesarme 

De V. S. Ilma. 

Turín, 4 de agosto de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Al señor Conde Cays de Giletta -Alpignano Casellette. 

((383)) A esta carta unía don Bosco una tarjeta personal para el Conde, firmada en Strevi con la misma fecha del 4 de agosto: 

Carísimo señor Conde:
Le escribo de modo oficial; si usted cree conveniente mandar esta misma carta al abogado Pinoli, lo consideraré a propósito.
Buen veraneo para usted, señor Conde, y para toda su creciente y crecida familia. Dios les bendiga a todos; ruegue por mí, que con todo


mi aprecio tengo mucho gusto en poderme profesar 
Strevi, 4 de agosto de 1866. 

Su afectísimo y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Parece que el Conde se sometió totalmente a la sugerencia de don Bosco; y el Siervo de Dios, apresurándose a darle gracias, añadía una 
posdata para unirla a la carta del 4 de agosto, en la que aparece su ánimo ajeno a toda cuestión: 

Muy querido señor Conde: 

He recibido su apreciada carta y le doy gracias. Incluyo esta posdata para que, si le parece bien, le mande con mi carta anterior al señor 
Obispo. Fuere como fuere, confirmo que tendré como una obra de caridad, cualquier conclusión que juzgue oportuno tomar. Me 
encomiendo, juntamente con mis muchachos, a la caridad de sus santas oraciones y, augurándole todo bien del cielo, me profeso 
agradecido 

De V. S. Carísima, 

Turín, 11 de agosto de 1866. 

Afectísimo y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Conde Cays -Casellette


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La posdata decía: 

P.S.-Terminada la carta, y deseando siempre más y más que el asunto de las Lecturas Católicas concluya de algún modo, doy a usted 
plena facultad de elevar la suma de mil liras (de las que se habla en la carta) a mil ciento sesenta y tres liras con ochenta y dos céntimos, 
tal como usted había propuesto en la carta escrita al señor Obispo de Ivrea. Más aún, si usted quiere aceptar carta blanca y no hablarme 
más de este asunto, sino cuando se trate de firmar lo convenido, ((384)) lo tendría como una verdadera obra de caridad. Mis ocupaciones 
y mi disgusto no me permiten ocuparme más de este desagradabilísimo asunto. 

Me repito 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El Conde notificó las proposiciones al canónigo Pinoli, y éste le respondió el 16 de agosto exponiéndole cuánto le pesaba que se fuese 
adelante con el pleito de Paravía, con el peligro de pagar sumas considerables dejando que el tribunal pronunciase la sentencia; le rogaba, 
por tanto, se interesase para que el pleito de Paravía se acabase enseguida sin necesidad de sentencia; aceptaba reducir la petición a mil 
quinientas liras, pero pagadas al contado para poder adquirir obligaciones del Estado que sustituyeran en parte las enajenadas, las cuales 
tienen un destino con cargo a Monseñor. Por lo tanto se suspendió el pleito con Paravía y, apoyándose en la carta del canónigo Pinoli, se 
confió la redacción del entendimiento al abogado Deamicis (abogado del teólogo Valinotti), con el que también debía entenderse don 
Bosco para las oportunas correcciones. 

La base fue que don Bosco se encargaría de pagar a Paravía cuatro mil doscientas sesenta y cinco liras, saldo de crédito, y 
desembolsaría al Obispo de Ivrea mil quinientas liras, en tres distintas fechas, esto es, quinientas al cabo de un año, otras quinientas al 
segundo y las quinientas restantes después del tercero. Con esto don Bosco quedaría como único propietario de las Lecturas Católicas y el 
Obispo de Ivrea y el teólogo Valinotti se obligarían a relevarle de toda pretensión de cualquier orden sobre la pasada administración de 
las mismas Lecturas Católicas. El conde Cays ya no se ocupó más de estas negociaciones, que deberían ser ajustadas por las partes, con la 
asistencia del abogado Deamicis. 

No obstante todo esto, pareció que iba a fracasar el acuerdo. El canónigo Pinoli pretendía que don Bosco pagase a Paravía no solamente 
su crédito, sino también los gastos del pleito y los intereses del capital. De ello no se había hecho mención en el ((385)) proyecto 
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de conciliación. El 24 de noviembre escribía el Canónigo al Conde que no era posible imponer al Obispo nuevos sacrificios, que Paravía 
se había quejado de que no se pusiese fin a la enojosa cuestión y que sentía mucho tener que pensar en seguir el procedimiento judificial 
con grave aumento de gastos. Y que, por lo tanto, sentía que el aumento del adeudo a Paravía había sido ocasionado por las demoras que 
don Bosco había convenido para el pago. Terminaba rogando al Conde intercediese todavía con don Bosco, para que mantuviese la 
palabra empeñada y cesase la angustiosa posición de todos los que habían tenido y aún tenían parte en aquel asunto. 

El Conde le respondía a primeros de diciembre: 

Rvmo. señor Canónigo: 

...Ayer por la mañana fui a ver a don Bosco y he aquí el resultado de nuestra entrevista. 

Don Bosco está totalmente dispuesto a mantener la propuesta, tal y como se hizo para la conclusión definitiva de la controversia; esto 
es, que él se encargaría de pagar la deuda con Paravía por la cantidad que se había estipulado, de cuatro mil doscientas liras. Esta cantidad 
se había fijado expresamente y con el fin de que fuera establecida la verdadera deuda de don Bosco, además de las mil quinientas 
convenidas a devolver al señor Obispo, para cuyo pago don Bosco no pone dificultad. 

La cuestión aparecida después sobre los intereses y los gastos del pleito se presenta bajo otro aspecto: o se trata de los intereses que 
pueden correr después del acuerdo del litigio, y es justo que, si don Bosco no puede satisfacer enseguida al señor Paravía las cuatro mil 
doscientas liras a que se ha comprometido, asuma pago de los intereses desde el momento del acuerdo en adelante, a lo que don Bosco 
asiente enteramente; o se trata de los intereses que puede pretender Paravía, anteriores a la fecha del acuerdo, en cuyo caso me parece 
que, como éstos no se han especificado en el acuerdo, deberían entrar en el número de las eventualidades de las que el señor Obispo o el 
teólogo Valinotti deberían haber advertido a don Bosco. 

Dígase lo mismo en cuanto al importe del pleito. Tal, al menos, debería ser el efecto del asunto, aceptada la deuda de Paravía, por la 
precisa cantidad de cuatro mil doscientas liras, si no me equivoco 1 y la otra condición de que don Bosco fuese relevado de cualquier 
((386)) otra pretensión y que todo esto se hizo con el objeto de especificar la verdadera deuda de don Bosco, que de este modo se reducía 
a pagar cuatro mil doscientas liras a Paravía y las mil quinientas debidas a Monseñor. Al menos, basta que él lo diga, así fue el sentido de 
mi proposición. 

Dice usted que Monseñor no está dispuesto a hacer más sacrificios que los convenidos; pero parece que éste no se puede decir que es 
nuevo, como tampoco podía decirse que lo es cualquier otro que resultase de una de las eventualidades a las que se refiere la condición 
acordada de que don Bosco fuera relevado de toda petición y molestia. Por lo demás, si Monseñor estuviese dispuesto a hacer cualquier 
sacrificio, usted sabe que lo haría en favor de una obra que es manifiestamente digna de toda simpatía. 

1 La cantidad precisa era, como ya hemos visto, de 4.265 liras. 
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Usted sabe los grandes gastos que don Bosco lleva sobre sus hombros. Los setecientos y pico muchachos que tiene que mantener, no 
son una bagatela, porque si algunos pagan, son muchísimos los que no pagan nada. Entre éstos hay muchos que pertenecen a la diócesis 
de Ivrea, varios de los cuales son seminaristas mandados o recomendados por el mismo señor Obispo. No digo esto para estimular a 
Monseñor a que cambie la dirección de las obras de caridad que ejercita en su diócesis, sino para moverle a continuar su beneficencia en 
esta obra, allanando este último obstáculo. 

Disculpe la libertad con que me he expresado, pero me he creído en la obligación de exponerle todo mi pensamiento. 

Ruégole etc... 

Tres meses más tarde, el 22 de febrero de 1867, el abogado Deamicis entregaba a don Bosco la siguiente propuesta: 

El teólogo Valinotti propone, por medio del que suscribe, que se termine la desavenencia últimamente surgida por la cuestión de la 
indemnización de gastos del pleito al señor Paravía y el pago vencido de los intereses de la suma de cuatro mil doscientas sesenta y cinco 
liras, que se deben al señor Paravía, por la impresión de las Lecturas Católicas, en los siguientes términos de transacción, entre el mismo 
teólogo Valinotti y don Bosco. 

El teólogo Valinotti asume la obligación de pagar al señor Paravía su demanda de indemnización de los gastos del pleito de los 
intereses que le puedan corresponder por dicha suma, como resultarán ser debidos a Paravía, desde la fecha de su demanda judicial hasta 
el día en que don Bosco encargó al abogado Deamicis, por carta del caballero Oreglia di San Stefano, que extendiera la escritura de 
transacción del pleito, ya fuera con el teólogo Valinotti, ya fuera con el señor Obispo de Ivrea, a saber el 16 de septiembre de 1866. 

Por otra parte, el sacerdote don Juan Bosco quedará obligado a pagar, además de las cuatro mil doscientas sesenta y cinco liras debidas 
a Paravía, los correspondientes intereses desde la fecha de la antedicha carta y también los gastos del pleito que Paravía estuviese en 
derecho de reiterar desde aquella época en adelante. Naturalmente se pide que se hagan prontamente las oportunas diligencias ((387)) con 
el fin de que se suspenda cualquier acto del pleito pendiente con el señor Paravía. 

Esto es todo cuanto he sido encargado de proponer a don Bosco de parte del teólogo Valinotti y que espero será aceptado. 

El conde Cays respondió al Teólogo: 

En mi casa, 25 de febrero, 1867. 

Reverendo Señor: 

He ido hoy a verle para comunicarle que, después de su propuesta de encargarse de la parte de intereses y gastos del pleito, anteriores a 
la carta del secretario de don Bosco al abogado Deamicis, fechada el 16 de septiembre de 1866, dejando la parte posterior a dicha fecha a 
cargo de don Bosco, parece que el asunto ha tomado buen sesgo. Puedo asegurarle que, por parte de don Bosco, no habrá ninguna 
dificultad para aceptar dicha proposición; es más, me es grato comunicarle que también Paravía acepta cobrar los intereses solamente a 
partir del día de su demanda judicial. 
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Precisamente por este motivo he tenido hoy mismo una entrevista con el procurador Rodella, en la que participó también Paravía. Todo 
quedó arreglado, solamente que todavía no puedo precisar la cantidad exacta de los gastos del pleito, puesto que no me será comunicada 
hasta pasado mañana, miércoles, 27 del corriente. Pero puedo asegurarle desde ahora, que, según me dijo el señor Rodella, no se apartará 
mucho de las ciento cincuenta liras. 

Me parece que se podría terminar todo con una misma escritura, esto es, estipular el ajuste entre el señor Obispo de Ivrea y sus 
asociados por una parte y don Bosco por la otra, para la cesión de las Lecturas Católicas: pagar contemporáneamente los intereses y los 
gastos del pleito debidos a Paravía, los anteriores al 16 de septiembre y los posteriores, cada uno en la parte que le concierne, y establecer 
a la par la fecha para el pago de las cuatro mil doscientas sesenta y cinco liras por don Bosco al señor Paravía y las mil quinientas por el 
mismo don Bosco al señor Obispo de Ivrea, según lo acordado. 

Queda una cuestioncilla que debería cortarse a manera de nudo gordiano, y es el pago de gastos de la escritura del convenio que se ha 
de hacer. Yo soy de la opinión que debe pagarse la mitad por cada uno, Monseñor de una parte y don Bosco de la otra. 

Si usted encuentra aceptables las antedichas proposiciones, tenga la bondad de comunicármelo mientras yo me reservo el hacerle saber 
el exacto reparto de los gastos del pleito, apenas me los diga el señor Rodella. 

Reciba mis más sinceros cumplidos y téngame por 

Su afectísimo y seguro servidor Conde CAYS 

((388)) Por ambas partes se aceptó como definitivo el convenio, se extendió la escritura del caso y el teólogo Valinotti escribía al conde 
Cays: 

Vercelli, 30 de marzo de 1867. 

Ilmo. señor Conde: 

Ayer recibí del abogado Deamicis las tres copias del convenio entre don Bosco, el señor Obispo de Ivrea y un servidor. Las he firmado 
y enviado inmediatamente, por correo, al canónigo Pinoli para su firma y la de Monseñor, rogándole las devuelva por correo, una vez 
firmadas, al abogado Deamicis. 

Tal vez estén de vuelta dentro del día, así que no faltará más que la firma de don Bosco... 

A mi regreso a Turín le mandaré a usted todos los libros de cuentas que tengo y las cartas correspondientes, para que las pase a don 
Bosco... 

Bendiga el Señor la buena marcha de las Lecturas Católicas y bendiga también a V. S. por cuanto ha hecho para acabar la cuestión; yo 
me daré por satisfecho si el Señor me tiene en cuenta lo que hice con pleno desinterés, digan lo que digan otros. 

Reciba con los sentimientos de mi reconocimiento el testimonio de la perfecta consideración, con la que me cabe el honor de repetirme 

De V. S. Ilma. Su afectísimo y seguro servidor VALINOTTI, Teólogo 

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Después de este carteo entre el conde Cays y el teólogo Valinotti, la escritura del 16 de septiembre firmada por Valinotti, fue mandada 
a Ivrea al canónigo Pinoli, para que la firmase como procurador del Obispo. Pero Pinoli la devolvió, diciendo que Monseñor no quería 
aparecer como propietario y que, por tanto, la había firmado él sólo, proponiendo relevar a don Bosco de toda pretensión de Monseñor. 

Como la propuesta no pareció suficiente, el abogado Deamicis escribió a Pinoli en tal sentido, y el Conde escribió a Monseñor la 
siguiente carta, en la que aparecen bien claras las distintas fases de las gestiones, la lealtad y el fino criterio del noble patricio. 

((389)) A Monseñor Moreno, Obispo de Ivrea. 

3 de abril de 1867. 

Excelencia Reverendísima: 

Mal de mi grado vuelvo a hablarle una vez más sobre las Lecturas Católicas. Ciertamente recordará cómo en el mes de abril del año 
pasado acepté el encargo de ser árbitro de la cuestión surgida en la gestión de dichas Lecturas por varios intereses entre V. E., el teólogo 
Valinotti y el presbítero Juan Bosco. 

Seguramente tendrá presente que, en carta del 27 de mayo, yo le propuse escoger entre la renuncia por su parte a la propiedad de las 
Lecturas Católicas en favor de don Bosco, mediante la compensación de mil ciento sesenta y tres liras con ochenta y dos céntimos, 
cantidad que hubiera quedado así liquidada, y que don Bosco (además de encargarse de pagar otras cuatro mil doscientas sesenta y cinco 
al señor Paravía, como antiguo acreedor de dicha gestión) habría desembolsado a Monseñor; 

o bien, reteniendo V. E. la propiedad de dichas Lecturas, se comprometiese a pagar la deuda a la empresa Paravía. 
Hoy he releído una vez más su respuesta del 28 de mayo, en la que, recordando los sacrificios de letras de cambio y papel del Estado 
que había debido hacer desde el momento en que había dado vida a las Lecturas Católicas, me decía que quería tener pleno conocimiento 
de las cuentas de aquella gestión antes de determinarse sin conocimiento de causa en una cuestión tan grave. 

Y en otra carta del 31 del mismo mes, me repetía que yo encontraría muy razonable que usted viese las cuentas de aquella gestión, ya 
que se trataba, además de los muchos sacrificios a los que hacía referencia, de abandonar el derecho de propiedad de una publicación que 
fue siempre próspera debido al número de asociados, etc. 

Finalmente recordará cómo yo, no habiendo podido mandarle más que una parte de las cuentas, y siendo por tanto imposible determinar 
nada, le escribí con fecha 2 de junio que, en mi opinión, en este asunto había que dejar de lado la entrega exacta de las cuentas, ya que en 
todas ellas se encontraban muchas lagunas, por lo que no podían servir de base para un remate justo y rápido como era necesario, dada la 
urgencia de liquidar el pleito con la empresa Paravía, y que debido a eso yo resignaba en sus manos el mandato de pacificador, ya que con 
mi arbitrio no había podido obtener ningún resultado. Usted tuvo todavía la amabilidad de responderme, con carta del 5 de junio, para 
agradecerme, como tuvo la bondad de expresar, los trabajos que yo me había tomado en este asunto. 
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VOLUMEN VIII Página: 336 

Aquí termina la primera fase de esta gestión en la que siempre se cuestiono la propiedad, ya por parte de Monseñor y del teólogo 
Valinotti, a don Bosco, ya por parte de don Bosco a Monseñor solo. 

La segunda parte empezó con la carta del canónigo Pinoli, que me transmitió el teólogo Valinotti el 20 de julio, en la que me rogaba 
volver a empezar los tratos con don Bosco. Aquí tal vez me equivoqué al no ((390)) escribir primero a V. S. Ilma y Rvma. para que me 
informara de sus precisas intenciones a este propósito. Pero, como siempre se me hablaba en interés de Monseñor, yo creí dotado al 
canónigo Pinoli de poder legal o cuando menos de la aprobación a propósito. Tal vez el que me escribía sobre este asunto, quería allanar, 
primero, toda dificultad para después hacer a V. E. la comunicación oficial, cuando ya todo estuviese acordado entre nosotros. Sea ello 
como fuere, yo siempre fui autorizado para creer que las gestiones se hacían en nombre de V. E. y que, por tanto, gozaban de 
consentimiento de V. E. para la cesión de las Lecturas Católicas, mediante las indemnizaciones sobre las que se discutía. 

La carta, pues, del canónigo Pinoli me encargaba reanudar las gestiones de esta cesión a don Bosco con las siguientes bases, a saber: 
que don Bosco llegase a adquirir la propiedad absoluta de las Lecturas Católicas a condición de que, además de asumir la deuda con la 
empresa Paravía de cuatro mil doscientas sesenta y cinco liras, abonase a V. E. la cantidad de mil setencientas liras como saldo de todo su 
haber, en vez de las mil ciento sesenta y tres con ochenta y dos céntimos, base de la primera propuesta. 

Reemprendí de buen grado las gestiones con don Bosco y en ellas no se trató más que del importe de la suma a entregar a V. E. Rvma., 
la cual finalmente se fijó en mil quinientas liras, por el mismo canónigo Pinoli, quien, en su carta del 16 de agosto, así lo proponía 
cortando, como él decía, por la mitad la diferencia entre la suma por mí liquidada y su demanda anterior de mil setecientas liras, y añadía: 
que me interesase para que el pleito con Paravía acabase pronto sin sentencia. 

La proposición fue aceptada por don Bosco, con la condición de pagar a V. E. dicha suma en tres plazos de quinientas liras anuales y 
sin intereses. Y así, hacia la mitad de septiembre, se compiló el proyecto de cesión de las Lecturas Católicas a don Bosco, por V. E. y el 
teólogo Valinotti. Y don Bosco, apenas llegase mediante él, a ser propietario de dichas Lecturas Católicas, cargándose con el crédito de 
Paravía, habría parado enseguida el pleito pendiente por causa de la antigua deuda. 

Todo parecía terminado y, según se me dijo, se aceptaba la escritura por todos los interesados, cuando he aquí que a fines de 
noviembre, me llegó otra carta del canónigo Pinoli, con fecha del 20 de noviembre, en la que, lamentando la falta de palabra de don 
Bosco, me daba a entender que la estipulación del acta de cesión no se había podido hacer por causa de diferencias surgidas para el pago 
de los gastos del pleito y de los intereses atrasados que la empresa Paravía pretendía y a los cuales don Bosco no quería someterse. No 
tuve más remedio que meterme otra vez, y después de muchas palabras, también esta cuestión de gastos e intereses se resolvió felizmente. 
Reemprendí entonces las gestiones con Paravía y obtuve que se suspendiese el pleito, quedando ya todo de acuerdo entre don Bosco y 
Paravía. Sólo se esperaba que la cesión de las Lecturas Católicas se hiciera definitivamente mediante la aceptación y firma ((391)) de la 
misma convención del 16 de septiembre que, según me decía el canónigo Pinoli, era aceptada por todos. 

Esta es precisamente la escritura de la que se enviaron a Ivrea tres copias originales, firmadas ya por Valinotti, para que lo fuesen 
también por V. E. Rvma. o por 
336 

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el canónigo Pinoli, como procurador de V. E., provisto de su poder especial con el fin de concluir después la segunda escritura, entre don 
Bosco y el señor Paravía, y así poner término a todo litigio. 

Nunca me hubiese imaginado que dicha escritura no recibiría la aprobación de V. E., tanto más cuanto que resultaba que ya había sido 
básicamente aceptada, y hasta en su forma precisa. Dejo a V. E. pensar cuál sería mi sorpresa al ver que se me devolvían las tres copias 
con la única firma del canónigo Pinoli en nombre propio, con una carta del mismo Pinoli, en la que, declinando la facultad de estipular en 
nombre de V. E., se limita a proponer que se tenga a don Bosco relevado de cualquier molestia futura acerca de la propiedad de las 
Lecturas Católicas. 

Después de cuanto se había dicho y discutido acerca de la propiedad de dichas Lecturas, resultaba imposible aceptar una propuesta 
semejante. La cesión debe hacerla el verdadero propietario, o por lo menos, en su nombre, quien tenga su especial mandato. Nadie 
hubiera podido aconsejar a don Bosco aceptar tal propuesta y mucho menos cargarse, por escritura pública, con la deuda a Paravía de las 
cuatro mil doscientas sesenta y cinco liras, sin haber obtenido antes la cesión legal de la propiedad de las Lecturas Católicas, y nadie 
podía reconocer como válida una cesión, no hecha por el verdadero propietario de las mismas o por quien fuese por él debidamente 
autorizado para ello. 

Sería necesario, por lo menos, algún escrito en el que constase la renuncia que V. E. entendiese hacer de la propiedad de estas Lecturas. 

Este es el motivo de la mía, esto es, hacer conocer a V. E. las distintas fases de las gestiones y cómo todo me había autorizado a 
llevarlas al punto en que se encuentran, persuadido siempre de que V. E. tuviese la decidida intención de renunciar a tal propiedad. Ahora 
depende de su respuesta el poner fin a toda esta cuestión. Si acepta la propuesta conciliación, don Bosco hará sus negociaciones con el 
señor Paravía y todo se habrá terminado; si no la acepta, será imposible suspender por más tiempo el pleito que seguirá su curso, con las 
consecuencias que desgraciadamente son fáciles de prever. 

Le repito que he tomado la pluma con repugnancia, pero he creído que debía hacerlo para exponer el motivo de mi conducta en este 
asunto. Todas las cartas que obran en mi poder, relacionadas con el mismo, eran una razón para corroborarme en la idea que de que las 
gestiones procedían con su consentimiento. Trabajando en este sentido se ha abierto un camino, tal vez el único, para una pacífica 
solución. 

Tal vez me haya equivocado, pero, si ha sido así, no se me achaque a falta de buena voluntad; he buscado conciliar todos los intereses y 
hacer el papel de cada uno. Si no lo he conseguido, paciencia; no tengo remordimiento ((392)) de no haber hecho cuanto de mí dependía. 
Mientras tanto, pidiéndole perdón por esta larga molestia, y tal vez también por mi gran atrevimiento, me es grato profesarme con 
profunda veneración, etc... 

CONDE CAYS 

El Obispo no podía dejar de reconocer las evidentes razones del Conde; pero aún esperó algún tiempo, antes de estampar su firma. 
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Distinguido señor Conde: 

Hasta ayer me detuvo el pensamiento de poder dar una respuesta verbal a cuanto se dignó escribirme el 3 del corriente mes; pero ahora 
que he tenido que desecharlo, respondiendo por escrito, ante todo le agradezco los muchos trabajos que se ha tomado también respecto a 
mí. 

Creo que, por las comuniaciones tenidas en el transcurso del pasado año y por las cosas que siguieron, se habrá usted convencido de 
que nunca me ocupé de las cuentas y de la contabilidad concerniente a las Lecturas Católicas, aunque haya suministrado para ellas 
cantidades tan grandes. Por lo tanto, espero que fácilmente se persuadirá de que yo no cambié en nada después de las últimas 
comunicaciones tenidas con usted el pasado junio. Siempre estuve persuadido de que el canónigo Pinoli y el teólogo Valinotti no 
acostumbran hacer nada en perjuicio de mis intereses; y así continúo al presente. 

Por lo demás, fundé El Instructor y me fue arrebatado. Hice comprar El Piamonte y otros me lo enajenaron. Ideé y organicé La 
Biblioteca Eclesiástica y me la echaron a perder y desapareció. Fundé y dirigí La Armonía y me la asesinaron. Para mi desgracia, soy 
obispo y callo. 

Renovándole mis más sinceras gracias por las muchas demostraciones de aprecio que me ha demostrado y por los muchos trabajos que 
se ha tomado respecto a mí, tengo el honor de profesarme con la más obsequiosa consideración 

De V. S. Ilma. 

Ivrea, 15 de abril de 1867. 

Su afectísimo y seguro servidor » LUIS, Obispo de Ivrea
Finalmente monseñor Luis Moreno cedió a la implorada cesión, pero don Bosco perdió un amigo.
El teólogo Valinotti cumplió las últimas diligencias.


((393)) Ilustrísimo señor Conde: 

Le ruego haga saber a don Bosco que puede mandar cuando guste a retirar los libros y papeles que poseo referentes a las Lecturas 
Católicas (íque Dios bendiga!), pero deseo tener un recibo de la entrega de tales papeles, etc. firmado por don Bosco. 

Sabrá a esta hora que el canónigo Pinoli falleció el 14 del corriente mes, después de una seria enfermedad. Le encomiendo a sus 

oraciones. 

Reciba los sentimientos de mi más sincera consideración, con la que tengo el honor de repetirme 

De V. S. Ilma. 

19 de octubre de 1867. 

Su afectísimo y seguro servidor T. VALINOTTI 
Nos hemos extendido en la exposición de este asunto, para mostrar mucho mejor cuánto le costaron a don Bosco las Lecturas Católicas. 

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((394)) 

CAPITULO XXXIII 

MUERTE DE UN BUEN MUCHACHO -CARTA AL CABALLERO OREGLIA: PREDICCION CUMPLIDA: DIPLOMA DE DON 
CELESTINO DURANDO: SE DESEA LA VUELTA DE OREGLIA A TURIN: DIFICULTADES PARA UN VIAJE DE DON BOSCO 
A ROMA: SU GRATITUD A LOS BIENHECHORES -CLAUSURA DEL MES DE MARIA -OTRA CARTA AL CABALLERO 
OREGLIA: EL ASUNTO MORELLI: ORACIONES POR UNA BIENHECHORA DE LA IGLESIA: SUSPENDIDOS LOS VIAJES 
EN ALGUNAS LINEAS DE FERROCARRIL -CARTAS A DOS JOVENCITOS NOBLES INTERNOS EN UN COLEGIO -DON 
BOSCO EN LANZO Y LA FIESTA DE SAN FELIPE NERI -AL CABALLERO OREGLIA: SUS ORACIONES POR LOS 
BIENHECHORES: CARTAS ESCRITAS Y RECIBIDAS: SOLICITA SU VUELTA DE ROMA -PRUSIA DECLARA LA GUERRA 
A AUSTRIA -AL CABALLERO OREGLIA: OTROS JOVENES DEL ORATORIO LLAMADOS A FILAS: SI LE ES POSIBLE, IRA 
A ROMA: LE ESPERA EN MIRABELLO: LA NOVENA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACION: LA CUPULA VA 
SUBIENDO -DISGUSTOS DE DON BOSCO -MADRES QUE RECOMIENDAN SUS HIJOS SOLDADOS A DON BOSCO -UNA 
PREDICCION CONSOLADORA -LECTURAS CATOLICAS 

DEJANDO de lado el meum ac tuum frigidum illud verbum (la fría palabra del mío y tuyo), que a don Bosco le tocó pronunciar, muy a 
su pesar, para reivindicar una propiedad que quería dejar en herencia a la Pía Sociedad Salesiana, volvemos a la narración que 
interrumpimos a finales de mayo de 1866. 

En el Oratorio estaban todos esperando que se cumpliese inminentemente una de las acostumbradas predicciones de don Bosco hecha, 
como ya se dijo, a mitad del mes de febrero. En el mes de mayo había muerto José Rosa, de Verolengo, a los dieciséis años. Había caído 
((395)) enfermo en la segunda semana de marzo y fue enviado a su casa paterna el día catorce. Escribe de él don Miguel Rúa en el 
necrologio: 

«Estuvo pocos meses en este Oratorio, pero fueron suficientes 
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VOLUMEN VIII Página: 340 

para dejar de él un buen recuerdo. Obediente a sus superiores, diligente en todos sus deberes, ocupaba siempre los primeros puestos en 
clase. Alegre y amable, era querido por todos. Murió en su casa, confortado con los sacramentos de la religión.» 

»Era tal vez éste el señalado por la predicción? No. Don Bosco había dicho que la muerte sucedería después de tres meses y medio; y él 
mismo, en carta dirigida al caballero Oreglia, que seguía en Roma, nos dice, lo primero, el nombre del difunto y señala el cumplimiento 
de sus palabras. 

Carísimo Caballero Oreglia: 

Nos encontramos en los tres meses y medio, y ayer, aunque en su casa, murió nuestro alumno Gili, zapatero. Pudo prepararse del modo 
más consolador. Encomiende al Señor su alma. 

En las dos cartas que adjunto, agradezco y recomiendo: esto para su norma. 

En casa gozamos todos de buena salud; Durando anduvo indispuesto, pero ahora ya está bien; finalmente le entregaron el diploma de 
doctor para el que tantas dificultades se suscitaron. 

Todos deseamos su vuelta; pero, si puede hacer algo, retárdela. Yo desearía y, si fuese obediente, le mandaría, que no volviese a Turín 
hasta que no tenga en el bolso diez mil liras, que son las que se necesitan para seguir con un poco de energía las obras de la iglesia. 

A su vuelta hablaremos de la posibilidad de mi viaje a Roma: hay dificultades políticas, económicas, morales y religiosas; ya me dará 
usted después su parecer. Tenidos en cuenta los muchos trámites a realizar para el billete del tren, es mejor tener paciencia y hacer ese 
gasto. 

Cuando vea al señor Canori Focardi dígale que la marcha de su hijo fue ciertamente una espina para él; pero que, en breve, tendrá una 
rosa que le hará olvidar todo. Salúdele de mi parte. 

Sé que la marquesa Villarios y la casa Vitelleschi se interesan mucho por nosotros, y les doy las más rendidas gracias; pero dígales que 
no quiero que trabajen por nada. Nuestro amo es rico y puede pagar. Por tanto yo le rogaré y haré rogar para que les dé ((396)) el céntuplo 
en esta vida y una bella habitación para cada uno en la eternidad. 

No olvide hacer lo necesario para obtener una ayuda del Príncipe de Torlonia. 

Dios le acompañe y bendiga todos sus pasos; ruegue por nosotros, mientras en nombre de todos, hasta de Sirtori y de Jarach, me 
profeso en el Señor. 

Turín, 31 de mayo de 1866 

Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El 31 de mayo era la fiesta del Corpus Christi y aquel día clausuraban los alumnos el mes de María con toda solemnidad. Para el día 3 
se había fijado la misma fiesta en Mirabello, con asistencia del Obispo de Casale; y en Lanzo, donde se celebraría la conmemoración 
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de san Felipe Neri, titular del Colegio, con la intervención de don Bosco. En las dos casas se había preparado, como de costumbre, la 
distribución de premios a los seis muchachos que habían obtenido el mayor número de votos de sus compañeros, dados secretamente por 
cada uno, designándoles merecedores de los mismos por su religiosidad y su conducta moral. 

Antes de dejar Turín escribía de nuevo don Bosco al Caballero Oreglia anunciándole, entre otras cosas, alguna disposición del 
Gobierno para el tiempo de guerra; y a dos muchachos de la nobleza, el barón Gregorio Cavalchini Garofoli y el marqués Manuel Fassati, 
internos en el colegio Mongrée, de Francia, dirigido por los Padres Jesuitas. 

Carísimo Caballero: 

Ruégole entregue la carta adjunta a la señora Duquesa de Sora y comuníqueme después las observaciones que haga acerca de la misma; 
yo respondo a todo lo que ella me pidió y algo más. 

El asunto Morelli pasó inadvertido aquí en Turín; pero nosotros rectificaremos imprimiéndolo en el actual fascículo de las Lecturas 
Católicas. Convendría que se hiciera lo mismo en Roma. 

Se puede recomendar a la Civiltà Cattolica que escriba dos palabras sobre la nueva edición de la Historia de Italia; sería muy útil. 

Diga a la señora patrona del señor Aisca di Alessandro, que con gusto rogaré por ella y haré rogar a los muchachos de casa. Pediré 
((397)) a María Auxiliadora que le prepare una buena habitación en el cielo, que es el premio seguro para los que con fe participan en la 
elevación de su templo en la tierra. 

Se ha publicado hoy en Turín que los trenes entre Turín, Bolonia y Florencia están suspendidos. 

Si ve que puede hacer algo para la mayor gloria de Dios, retarde su vuelta. Que El bendiga sus fatigas. Reciba los saludos de toda la 
casa y créame siempre. 

Turín, 1 de junio de 1866 

Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro, 

Muy querido Gregorio Garofoli: 

He recibido con placer tu carta y he dado tus noticias a los muchachos que tomaron parte en la excursión a Tortona. Quedaron la mar de 
satisfechos y me encargaron que en su nombre te diera las gracias y te saludara. Ciertamente me gustaría entretenerme y hablar contigo un 
rato, pero lo que quisiera decirte no puede confiarse a una carta. Si me haces una visita en las próximas vacaciones, te diré todo lo que 
quisiera escribirte. Como amigo de tu alma no puedo dejar de darte unos consejos fundamentales; son tres y empiezan por efe: 1.°, fuga 
del ocio; 2.°, fusa de los compañeros que tienen malas conversaciones o dan malos consejos; 3.°, frecuentar 
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la confesión y la comunión con fruto y con fervor. Salúdame a tus dos hermanos, a Manuel Callori y a los otros piamonteses de aquí que 
tú sepas me son conocidos. 

Dios te bendiga y te conserve en su santa gracia; ruega por mí, que soy. 

Turín, 1 de junio de 1866 

Tu afectísimo en el Señor JUAN BOSCO, Pbro. 

Querido Manuel: 

En la apreciada carta que te has dignado mandarme, me pedías que rogase a la Santísima Virgen te concediese buena voluntad y energía 
para estudiar. Lo he hecho con gusto y de corazón durante todo el mes de María. Pero no sé si habré sido escuchado. Mucho me gustaría 
saberlo; aunque tengo motivos para creer que sí. Papá, mamá y Acelia están bien; con frecuencia les veo a las cinco y media de la tarde y 
gran parte de nuestra conversación siempre es sobre ti. Los demás están siempre preocupados por miedo a que no adelantes en los 
estudios y así añadas un disgusto más a los muchos que ya sabes han tenido este año. Yo siempre les consuelo, apoyado en el talento, la 
buena ((398)) voluntad y las promesas de Manuel. »Me equivocaré? Creo que no. Dos meses más y después ímenuda fiesta, si sales bien 
en tus exámenes! Por tanto, mi querido Manuel, yo seguiré encomendándote al Señor; tú haz un esfuerzo: trabajo, diligencia, sumisión, 
obediencia, todo en movimiento para que salgas bien en los exámenes. 

Dios te bendiga, querido Manuel, sé siempre el consuelo de tus padres con tu buena conducta. Ruega también por mí, que de corazón 
soy. 

Turín, 1 de junio de 1866 

Tu afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El 1.° de junio los clérigos del Oratorio, estudiantes de filosofía y teología, habían realizado satisfactoriamente sus exámenes en el 
Seminario, y en la mañana del 2 de junio llegaba don Bosco a Lanzo, donde era recibido con gran entusiasmo. En tal ocasión, con aquella 
amabilidad paternal que no olvida nada y todo lo prevé, dijo cómo don Juan Bonetti había sido recibido en Mirabello con grandes 
festejos, cuando el pasado noviembre asumió el cargo de Director; pero que el Director de Lanzo, ya fuera por el luto que apenaba al 
Colegio, ya fuera por haber recibido el mandato con tanta urgencia, había entrado solo, sin fiestas, ni presentaciones; que deseaba, y así lo 
había dispuesto, que la fiesta de san Felipe supliera la falta del alegre recibimiento. 

Por su parte, se dedicó toda la tarde a confesar. Al anochecer llegó al Colegio la banda de música del Oratorio con los cantores, 
haciendo resonar sus marchas por las calles del pueblo. Don Bosco apareció a la puerta de la iglesia, aplaudido frenéticamente por los 
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muchachos. Entraron todos en la iglesia, magníficamente adornada con flores y lámparas encendidas, y, se impartió la bendición. El 
domingo por la mañana, hubo comunión general, misa cantada en la parroquia y procesión con el Santísimo Sacramento. Sentáronse a la 
mesa con don Bosco el clero y el alcalde Druetti y su concejo. Por la tarde, vísperas, sermón, bendición, teatro y fuegos artificiales. Hubo 
alegría universal; música y cantos durante todo el día. 

Volvió a Turín y reemprendió su correspondencia epistolar. 

((399)) Carísimo Caballero Oreglia: 

He recibido su carta, en la que me cuenta la caridad de algunas personas de Roma con esta Casa. Déles las gracias a todos, de mi parte, 
y dígales que pediré y haré pedir mucho al Señor para obligarle a que les conceda el céntuplo en esta vida y la felicidad en la otra. 

Presente mi especial gratitud a la señora duquesa de Sora por el interés que se toma para colocar nuestros boletos y por el precioso 
objeto que una de sus caritativas amigas nos mandó. Diga al hijo mayor de esta señora que le tendré diariamente presente en la santa 
misa, para que, a toda costa, marche siempre por el camino del cielo. 

Siento mucho que me sea imposible escribir a la señora marquesa Matilde Vitelleschi; espero poder hacerlo pronto, pero, ya desde 

ahora, no dejaré de incluirla en las oraciones que a diario se harán en esta casa mañana y tarde. 

Tenga la bondad de entregar la adjunta cartita a la señora condesa de Bentivoglio. 

No puedo responder a las apreciadas cartas de Alberto y Juan Vitelleschi; pero lo haré en breve. 

Aquí se van agravando las cosas, por lo que me parece oportuno pedirle que vuelva. Por tanto, le esperamos la próxima semana en el 

Oratorio, salvo que tuviese algo por ultimar. 
Olvidaba rogarle que dé las gracias al señor Aicardi, que me ha escrito una carta modelo. La conservaré como grato recuerdo de una 

carta verdaderamente cristiana. Que Dios le bendiga en vida y le dé feliz eternidad. 

En casa gozamos todos de buena salud, pero tenemos más trabajo del que podemos. 

Los más obsequiosos saludos a sus hermanos, al P. Brunengo, a los señores Vitelleschi, Villarios, etc... 

Reciba la expresión del más sincero afecto de todos los de casa y principalmente de mi parte, que le auguro todas las bendiciones del 

cielo, mientras me cabe el placer de profesarme suyo en el Señor. 
Turín, 8 de junio de 1866 
Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 
P.S.-Nos gustaría nos comunicase el día aproximado de su llegada. El caballero Villanova y el conde Villa están en mi habitación, 
preguntan por usted, le saludan y le desean buen viaje. También estuvo aquí su tío, el conde de la Margherita, y ya hablaremos... 
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((400)) El horizonte político se había cubierto mientras tanto de negros nubarrones. 

Prusia había perfeccionado su formidable armamento, y los pequeños estados de la confederación del norte, ya sometidos, debían 
suministrar todo lo necesario para el transporte militar más cincuenta y siete mil soldados. El 4 de junio invadían sus tropas el Holstein y 
obligaban a la pequeña guarnición austríaca a retirarse. El 13 daba Austria pasaporte al embajador prusiano en Viena y reclamaba al suyo 
en Berlín; el 14 pedía la cooperación del ejército federal, compuesto por ciento cincuenta y siete mil hombres; y la Dieta admitía la 
proposición austríaca con el voto favorable de nueve estados, el negativo de cinco y la abstención de uno. Pero el 16 de junio, con 
fulminante rapidez, cincuenta mil prusianos invadían Hannover, Sajonia y Hesse y, aunque con grandes pérdidas, obligaban al rey de 
Hannover a capitular; el rey de Sajonia huía a Bohemia; y hacían prisionero al príncipe de Hesse. Esto sucedía del 16 al 20 de junio. El 
19 publicaba el rey Guillermo de Prusia su bando de guerra contra Austria. 

También en Italia se habían tomado rapidísimamente todas las disposiciones necesarias para poner en pie de guerra el ejército y la flota, 
pero continuaba todavía, aunque reducido, el servicio ferroviario para viajeros. 

Don Bosco aseguraba de ello al Caballero, que le había anunciado su próxima llegada a Turín; al mismo tiempo le hacía varios 
encargos y le daba importantes noticias. 

Muy querido Caballero Oreglia: 

Venga tranquilo porque no hay impedimento de ninguna clase para los viajeros; así me lo aseguró el Gobernador de esta Provincia. 
Antes de partir tome nota del nombre, apellido y domicilio de las personas con las que será conveniente mantener relación. Compre, entre 
otras cosas, media docena de crucifijos algo vistosos, que puedan llevarse al cuello por señoras que los piden. 

Bisio y Peirano el mayor partieron con la guardia movilizada, ((401)) Gallo con la reserva del 1842. Así es que nos encontramos faltos 
de varias personas importantes. Bendito sea Dios en todo. 

Antes de partir, salude de mi parte a quienes crea conveniente y déles seguridad de nuestra gratitud y de nuestras oraciones a Dios y a 
María Auxiliadora, para que les colmen de sus tesoros en vida y les hagan felices en la eternidad. A muchos todavía no les he escrito una 
carta, pero lo haré después de su vuelta. 

Si pudiese hacer un viaje a Roma no lo diferiría, pero hay mucho en qué pensar, sobre todo en estos momentos en que la Casa necesita 
mucha asistencia. 

Tengo una serie de hechos y de cosas para escribirle, pero hay que tener paciencia 
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y hablar de ellas a su vuelta. Si bien yo desearía que fuese pronto, acabe, sin embargo, todo lo suyo; día más, día menos procuraremos 
arreglárnoslas. 
El jueves 21 estaré en Mirabello: »quién sabe, si a lo mejor pasa usted por allí a su vuelta y hacemos así juntos el viaje a Turín? 
Hacemos la novena de Nuestra Señora de la Consolación; todos los días celebro la santa misa y se ofrecen algunas comuniones por la 
familia Villarios y Vitelleschi, que tantas atenciones le dispensan y trabajan con tanto celo por esta nuestra Casa. 
Dios le bendiga y le conceda un buen viaje, y me crea siempre en el Señor. 
Turín, 15 de junio de 1866 
Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P.S.-La cúpula de la iglesia sigue elevándose y no espera más que dinero. 

Por varios motivos deseaba el Siervo de Dios el regreso del Caballero Oreglia. Tenía éste mucha influencia sobre dos salesianos 
jóvenes, ampliamente beneficiados en todo, los cuales, dominados por la soberbia y la manía de libertad, ocasionaban en aquellos días 
graves disgustos. Don Bosco esperaba que se rendirían y calmarían con las palabras del Caballero. Las cosas habían llegado a tal punto 
que el Siervo de Dios tenía que soportarlos en paz, por miedo a que dieran un mal paso. 

Tenemos indicios de estas sus penas por una carta a la condesa Callori, que conocía a aquellos dos individuos. 

((402)) Benemérita señora Condesa: 

El 21 del corriente mes, si el Señor me lo permite, pienso hacer una parada en Casale, a la ida o a la vuelta; entonces tendré la 
satisfacción de entretenerme un poco con usted hablando de algunos de mis viajes, bastante más lejos. 

C... y L... parecen locos. Desprestigian y amenazan publicar cosas contra don Bosco; y al día siguiente de sus amenazas apareció un 
artículo contra nuestra Casa en el Conte di Cavour. Algunos se lo atribuyen a ellos. Compadezco la miseria humana y cada día me 

convenzo más de que hay que trabajar por la gloria de Dios y no por la benevolencia de los hombres. 

Me encomiendo de modo especial a sus devotas oraciones. 

Que Dios les bendiga a usted, a su señor marido y a toda la familia, 

mientras con sentida gratitud tengo el honor de profesarme. 
De V. S. Benemérita 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Por aquellos días eran muchas las madres, preocupadas por la suerte de sus hijos, que acudían al Venerable, para que las encomendase a 
la protección de María Auxiliadora. Elegimos dos de entre las 

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muchas cartas que conservamos en el archivo. La primera es de la marquesa Nerli: 

J. M. J. Florencia, 15 de junio de 1866 
Reverendísimo don Bosco: 

Como ya le anunciaba en otra carta, mi único hijo ha partido voluntario al ejército y formará en el batallón de Guías del Ejército 
Regular, persuadido de que es su deber prestar este servicio al País. Su decisión ha caído sobre mi cabeza como un rayo, porque, si bien 
de un mes a esta parte mostraba este gran deseo, yo no le creía capaz de darme tan grandísimo disgusto, pues ha llegado a esta edad y 
jamás había emprendido la menor cosa sin consentimiento de su madre. 

íQué tiempos más desgraciados los nuestros! Le será a usted más fácil comprender mi estado de ánimo que a mí demostrarlo. íEstoy 
herida en la parte más sensible y, si Dios en su infinita misericordia no me hubiese socorrido con su gracia, habría perdido la razón! íEn 
cuántas cosas ((403)) pienso; pero la primera es en el alma de mi hijo, porque antes que nada, me siento ligada a ella, que es eterna! 

Usted recordará cuánto le recomendé a mi hijo y las hermosas promesas que me hizo. 

Ahora es, verdaderamente, el tiempo de cumplirlas y cuento con sus oraciones y las de sus muchachos. En medio de tanta amargura me 
consuela el pensamiento de que para Dios no hay imposibles, que de un gran mal puede sacar un gran bien y presiento en el fondo de mi 
corazón que Mario, lejos de la familia, donde era idolatrado, sentirá la necesidad de ser más devoto, y pensará más en su alma, a la vista 
de los grandes peligros a que se halla expuesto. 

Ahora está en Milán, pero parece que mañana debe partir hacia el depósito de movilización de Caserta, lejos del fuego de momento, 
pero siempre en medio de peligros de toda clase, si María Santísima, no me lo salva. Oiga, prometo desde ahora a esta gran Madre que, si 
me lo protege de tantos peligros corporales y me lo devuelve a casa todavía mejor y más devoto de lo que era, haré un donativo para la 
nueva iglesia de Turín dedicada a María Auxiliadora, que se está construyendo bajo su dirección. Usted me guiará en la elección, ya que 
no sé lo que será de mayor utilidad, porque deseo sea algo que sirva. Espero poder satisfacer, a su debido tiempo, esta promesa. 

Me encomiende mucho a Dios, para que también aproveche esta aflicción para bien de mi alma. La señora Uguccioni quiere se la 
recuerde. Bendígame diariamente junto con mi hijo y familia y créame. 

Su segura servidora ENRIQUETA NERLI 

La otra carta está dirigida al caballero Oreglia. 

Florencia, 11 de julio de 1866 

Amabilísimo Señor: 

Habría deseado responder con más presteza a su muy apreciada carta del 26 de junio y decirle que estaba muy contenta de saber que mi 
hermana y mi cuñado habían 
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contribuido a ayudar a ese muy apreciado Oratorio, mediante el conocimiento que le dieron de sus parientes y amigos. 

Ya sabía que mi cuñado y mi hermana habían tenido una gran satisfacción con onor de conocerle y oírle contar tantos sucesos sublimes 
y edificantes de la vida del bonísimo don Bosco; así que le agradezco mucho haya aceptado mi carta para los mismos y se la haya 
entregado con tanta diligencia. 

He recibido esta misma mañana una carta de mi hermana... Me dice que ha sabido por la marquesa de Villa Ríos que don Bosco había 
estado ((404)) enfermo y que esto la tenía muy preocupada; esta noticia me ha causado un gran disgusto; la vida de este santo hombre es 
muy preciosa. El está en situación de ayudar tanto a la humanidad en estos tristes momentos con sus obras, sus ejemplos y consejos, que 
el oír que está ligeramente delicado es algo muy doloroso para los que tienen la fortuna de conocerlo. 

Quisiera me tranquilizase sobre el estado de vida tan preciosa... 

Ruégole diga a don Bosco que no tengo palabras para agradecerle el sumo favor que me hace rogando cada día en la santa misa, para 
que María Santísima tome bajo su especial protección a mis hijos acampados. Agradezco también a usted, señor Conde, haberme 
comunicado esta buena noticia, que me ha dado fuerza y ánimos en estos tristes días. Hasta ahora mi hijo mayor no se ha visto expuesto a 
peligros, porque forma parte del IV Cuerpo del Ejército, pero de ahora en adelante, habiendo pasado el Po, puede de un momento a otro 
ser llamado al frente de batalla. El otro está todavía aquí en el depósito del mismo Regimiento, y como simple soldado, aprendiendo la 
instrucción, pero temo que pronto también él tendrá que partir. Le recomiendo a los dos a las oraciones de don Bosco y a las suyas, señor 
Conde, y le ruego me obtenga el Señor la resignación y la fuerza para sobrellevar ésta y las demás cruces que El me quiera mandar como 
reparación de mis faltas. 

Tenga la bondad de presentar a don Bosco mis obsequios, y créame siempre, 

De usted, amabilísimo señor Conde, 

Su segura servidora VIRGINIA DE CAMBRAY DIGNY 

Con predicción consoladora el Siervo de Dios había devuelto en estas circunstancias la paz al corazón de una madre, esposa de un 
nobilísimo dignatario de la Corte. Su hijo segundo, entusiasmado por la guerra, había huido de casa para enrolarse en las filas de 
Garibaldi. La señora, desconsolada, escribió inmediatamente a don Bosco, el cual le respondió a vuelta de correo, que desechase de su 
ánimo todo temor, pues su hijo volvería a ella mejor de lo que era antes de partir. Efectivamente, los jefes de su cuerpo de alistamiento, al 
leer el apellido de aquel joven, le llamaron, le pusieron a parte, no le dejaron partir con los voluntarios y le agregaron al estado mayor del 
distrito. Quedó así fuera de todo peligro y, luego, fue condecorado con el grado de oficial y tuvo tiempo para pensar en el dolor 
ocasionado ((405)) a sus padres. 

Como era bonísimo de corazón, se arrepintió vivamente de su 
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falta y, acabada la guerra, volvió a casa, donde cumplió con su conducta el vaticinio de don Bosco. 

A la par que consolaba a las madres, con el celo preventivo que poseía en grado maravilloso, se servía de las Lecturas Católicas para 
infundir, en los hijos que partían al campamento, sentimientos de fe, espíritu de sacrificio, fidelidad en el cumplimiento de sus deberes. 
En el mes de julio apareció el fascículo: Una palabra de amigo al ejército, por Víctor Marchiale. En el prólogo se lee: 

«Queridos soldados.-A vosotros no os gustan los libros voluminosos, y por eso os ofrezco uno de poco bulto, pequeño coste y que 
podréis llevar en el bolsillo con la petaca y la cartera. Leedlo todo, la letra pequeña y la grande, porque en todas sus páginas hallaréis la 
palabra de un amigo que, si pudo hacer poco por vosotros, tiene al menos el mérito de la brevedad.» 

El autor, que es un sacerdote, explica en tres artículos las palabras de san Pedro (I, 2, 17): Deum timete -Regem honorificate 
-Fraternitatem diligite; (Temed a Dios -Honrad al Rey -Amad a los hermanos). Y demuestra: 1.°, que el respeto humano es una villanía y 
una locura; 2.°, que la obediencia es una virtud necesaria (montar la guardia, hacer la instrucción militar, exponer la vida en el campo de 
batalla); 3.°, que se debe vencer el egoísmo y ser generosos perdonando las ofensas y no armando contiendas. 

En el apéndice se narraban dos hechos: Juan Sobieski y la liberación de Viena y Una gracia de María Auxiliadora. 

Finalmente, incluía algunos cantos para los militares. 
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((406)) 

CAPITULO XXXIV 

DOS BOSCO PIDE FAVOR PARA SUS CLERIGOS AL VICARIO CAPITULAR Y AL CANONIGO RECTOR DEL SEMINARIO 
DE TURIN -VA A MIRABELLO -UN ALUMNO GRAVEMENTE ENFERMO -UNA DESAPARICION INEXPLICABLE DE DON 
BOSCO -LA LEY DE LA SUPRESION DE LAS ORDENES RELIGIOSAS Y LA CONFISCACION DE LOS BIENES 
ECLESIASTICOS ES APROBADA POR EL PARLAMENTO -DON BOSCO OFRECE HOSPITALIDAD EN SUS CASAS A LOS 
RELIGIOSOS DISPERSOS Y NECESITADOS 

POR causa de la guerra se anticiparon los exámenes y se cerraron las universidades y todas las escuelas públicas. Sin embargo, don 
Bosco hizo que en el Oratorio se celebraran los exámenes en el tiempo establecido y se industrió para tener a su lado durante las 
vacaciones el mayor número de alumnos que le fuera posible, y hasta aceptó alguno nuevo, recomendado por el Gobierno Civil de Turín. 
Pese a sus dificultades económicas, la mermada actividad de ciertos trabajos, la llamada a filas de algunos jefes de taller, todos los 
aprendices tuvieron pan y quehacer, dado que la construcción de la iglesia pedía el trabajo de los cerrajeros y carpinteros. 

Pero el Siervo de Dios debía atender, además, a los clérigos los cuales requerían gastos mayores. Además de los inscritos en la Pía 
Sociedad, mantenía gratuitamente a otros en el Oratorio, desde hacía varios años; éstos pertenecían a familias pobres y hacían sus 
estudios para agregarse, una vez ordenados sacerdotes, al clero de sus diócesis; y aún esperaba don Bosco a otros seminaristas, que al 
acabar el curso, como no tenían ((407)) padres para mantenerlos, eran recomendados a su caridad durante el tiempo de las vacaciones. 
Para todos pedía alguna ayuda al Vicario Capitular: 

Ilustrísimo y Reverendísimo Monseñor: 

La mengua de vocaciones eclesiásticas y la necesidad de buenos sacerdotes son dos cosas tan sentidas, que no es menester 
mencionarlas. Por tanto, usted debe interesar a todos, y especialmente a los miembros del Clero, a trabajar con esmero para obviar esta 
necesidad. Yo también, en mi pobreza, y animado por el deseo de hacer lo que puedo, he escogido a algunos muchachos que, por su 
ingenio y bondad de costumbres, daban buenas esperanzas de éxito y los he puesto a estudiar latín. El deseo 
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quedó satisfecho y, desde hace algún tiempo, tengo cada año la satisfacción de presentar cierto número de candidatos al examen para la 
imposición de la sotana. Algunos ya son sacerdotes. Por los resultados en los exámenes y la ejemplar conducta observada durante su 
tiempo de seminaristas, puede ver el Superior Eclesiástico que las esperanzas no fueron fallidas. Como estos jóvenes son en su mayoría 
pobres, he debido recurrir hasta ahora a la caridad de bienechores particulares que actualmente no podrían continuar con su beneficencia, 
por lo que me encuentro, muy a pesar mío, en la necesidad de desistir de la formación de unos sesenta jóvenes, cuya edad, ingenio, índole 
y costumbres hacen esperar los mejores resultados para el estado eclesiástico. 

Por este motivo me dirijo a V. S. Ilma. y Rvma., rogándole humildemente, pero con toda la efusión del alma, se digne considerar 
benignamente esta necesidad y auxiliarme para poder atender a los clérigos que prestan aquí su asistencia, a los maestros que enseñan y a 
los jóvenes que, en todo o en parte, necesitan ayuda. 

Estoy plenamente convencido de que en su bondad favorecerá una obra que sólo tiende a suministrar a la Iglesia buenos ministros y así 
promover el bien de nuestra santa Religión Católica para mayor gloria de Dios y bien de las almas. 

Augurándole una gran recompensa del cielo, me profeso con gratitud y aprecio 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La respuesta del señor Vicario, que ya había socorrido muchas veces al Oratorio, demuestra cuál era la pobreza de la Curia de Turín por 
aquellos días: 

((408)) Turín, 13 de junio de 1866 

Muy reverendo Señor: 

Si hay un centro que yo juzgue digno y merecedor de favorables atenciones, o persona de la que yo pueda decir otro tanto, es V. S. 
Ilma. y el centro por usted sabiamente fundado y administrado; por eso siento muchísimo no poder acudir en su ayuda. 

Pero las cosas son así. No cuento con capital ni otros medios de fortuna. No tengo un céntimo de rentas del Obispado, de la Curia, o del 
cargo de Vicario Capitular. No gozo de la menor asignación por cualquier despacho curial, ni honorarios, ni entradas eventuales, ni 
derechos de firma. Por el contrario, soy víctima de muchos gravámenes a los que no estaría sujeto como simple canónigo, que es mi única 
entrada. 

No tengo al presente ninguna capellanía o beneficio de mi colación y estoy bien dispuesto a favorecer en esto a sus clérigos, pero he de 
pensar en muchos otros, también muy dignos y necesitados de ello. No puedo disponer, por cierto, de las rentas de la Curia, que apenas si 
llegan para satisfacer los bajos honorarios de los empleados; por otra parte, y por razones que usted puede muy bien conocer, estos 
réditos disminuyen más cada día y, si sucediese que sobrara algo, debo reservarlo para el Obispo sucesor, a quien deberé rendir cuentas 
de los ingresos habidos durante la sede vacante. 
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Las rentas del Economato Real ya sabe usted que no están para nada a mi posición; así que no queda más que el nemo dat quod non 
habet (nadie da lo que no tiene). Por otra parte, todos los demás seminaristas, ya sean alumnos del Seminario (de los que quizá ni uno 
paga pensión completa, y quizá ni seis ni ocho pagan la mitad), ya sean forasteros, se encuentran en las mismas condiciones y 
necesidades que los del Oratorio; así que, con gran pena de mi parte, por lo que toca al aspecto económico, no puedo responder iuxta vota 
et merita (según la petición y los méritos) a su apreciadísima carta del día de ayer. 

Por lo tanto, tenga paciencia y confórmese con lo poco que me queda para poder favorecer a usted y a estos buenos clérigos. 

Reciba mis respetos, mientras me declaro 

Su seguro servidor
JOSE ZAPPATA, Vicario General Capitular


Desoída su demanda, don Bosco patrocinaba ante el canónigo Vogliotti, Rector del Seminario y Provicario Diocesano, la causa 
particular de un pobre clérigo que se había encomendado a él. 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Rector: 

El pasado otoño recomendaba a V. S. Ilma. al clérigo Clemente Fusero, a quien le era imposible pagar pensión alguna; yo mismo le 
había tenido aquí gratis, proveyéndole hasta de ropa y libros. Usted mismo ((409)) se complacía en responderme, no sé si por escrito o de 
palabra, que, visto el caso del clérigo Fusero, le habría animado y enviado al Seminario y que, si respondía con su buena conducta, habría 
gozado de pensión gratuita. 

No se le dijo nada durante el curso; pero ahora me escribe que no le quieren devolver su ajuar, si no paga la deuda. 

No creo que haya desmerecido en los estudios ni en la piedad; por tanto, le recomiendo a usted que escriba unas líneas al ecónomo de 
Bra a este propósito. Tanto más que la indigencia de aquella familia, después de una serie de infortunios, mueve a compasión y yo diría 
que hasta a las lágrimas. 

Hemos sabido con mucho pesar el delicado estado de su salud, y, no pudiendo hacer otra cosa, lo hemos encomendado al Señor en 
nuestras oraciones especiales y de comunidad. 

Quiera el Señor escucharnos y concederle largos años de vida feliz. 

Con toda mi estima tengo el honor de profesarme, 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Turín, 16 de junio de 1866 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La rápida y benévola condescendencia del Canónigo le animó a dirigirle una nueva petición, idéntica a la que había enviado al Vicario 
Capitular. 

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Ilmo. y Rvmo. Señor Rector: 

Alimentaba vivas esperanzas de poder pasar este año sin tener que recurrir al Seminario en favor de los pobres clérigos de esta casa; 
pero la desaparición de muchas fuentes de beneficencia nos ha llevado a una grave situación a los clérigos y a mí mismo, sobre quien 
totalmente carga la obligación de proveerles de ropa, alimento y cuanto necesitan. 

Por esto renuevo la petición para obtener de usted la mayor ayuda que la administración del Seminario pueda otorgar. Llegan a 
cincuenta los clérigos de aquí más los de Lanzo. Dedican toda su vida a asistir, catequizar, e instruir a muchachos pobres, especialmente 
los que acuden a los Oratorios masculinos de esta ciudad. 

Con plena confianza de que V. S. Ilma. tomará benignamente en consideración cuanto he expuesto, le aseguro mi más sincera gratitud, 
con la que tengo el honor de profesarme, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 26 de junio de 1866 

Su Seguro Servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((410)) Tres días más tarde, escribía al mismo pidiéndole autorización para que los clérigos de Lanzo pudieran presentarse a examen 
ante una comisión especial: 

Turín, 29 de junio de 1866
Ilmo. y Rvmo. Señor Rector:


La anticipación y la prisa de los exámenes de este año hizo que los clérigos asistentes y maestros en el colegio de Lanzo no se pudieran 
preparar a ellos. Naturalmente desearían presentarse, pero los exámenes del Colegio que se han adelantado, la asistencia que deben 
prestar a los mismos y los gastos que deben hacer para trasladarse a Turín, se trocarían en un grave inconveniente si tuviesen que venir 
aquí. 

Por eso, y por mi medio, ruéganle respetuosamente que, como el año pasado, se sirva delegar al señor Vicario de Lanzo y a cualquier 
otro sacerdote que a usted parezca bien para rendir este examen. 

Confiando que querrá añadir este favor a los ya dispensados, deséole que el Señor le conceda mucha salud y una vida feliz, mientras 
con sentimientos de gratitud me cabe el honor de profesarme, 

De V. S. Ilma. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S.-El dador de la presente es el Ecónomo de Lanzo que aceptará la que usted crea oportuno darle, aunque sea verbal. 
Mientras tanto don Bosco había estado el 21 de junio en Mirabello, en cuyo Seminario menor celebraban solemnemente los alumnos la 
fiesta de san Luis Gonzaga. Allí se encontró con el teólogo Antonio Belasio, de quien ya hemos hablado, el cual predicó el panegírico del 
Santo. 

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Un alumno de quinto curso, el mejor muchacho del Colegio, estaba en cama gravemente enfermo. Se llamaba Francisco Rapetti; su 
padre había obtenido que fuera admitido como seminarista de la diócesis de Alessandria y reclamado con ellos para la exención del 
servicio militar. El día 21 Rapetti quiso levantarse; pero, al caer de la tarde, como no podía aguantarse en pie, volvió a la cama. 

Al poco tiempo sintió tales espasmos que parecía ((411)) iba a morir. Hubo alguno de casa que así lo creyó, y hasta dijo que estaba 
muerto. Como la enfermería estaba junto a la habitación que ocupaba don Bosco, Vicente Provera, hermano de don Francisco, Prefecto 
del Colegio, invitó al Siervo de Dios para que fuera a dormir aquella noche en su casa paterna. 

Don Bosco apreciaba mucho al señor Provera y su familia. No iba una sola vez a Mirabello que no le hiciese una visita, y solía repetir 
que la familia de don Bosco y la de Provera formaban una sola cosa. Siempre que escribía al Director, le mandaba un afectuoso saludo; y 
acostumbraba enviarle a él y a los miembros de su familia una tarjetita o un regalito personal, cuando hacía lo mismo con sus jóvenes en 
Turín. Así que aceptó gustoso la invitación. 

Cuando entró en la casa se cerraron con llave todas las puertas y se retiraron las llaves. Ahora bien, sucedió un hecho, que nos lo narró 
Vicente Provera, y lo confirmó en una carta Carolina Provera, monjita de las Fieles Compañeras, escrita desde París a don Evasio 
Rabagliatti, después de la muerte de don Bosco. 

...Desearía saber con exactitud el hecho de la desaparición del venerando don Bosco en mi casa. Verdaderamente no sabría decirle más 
de lo que ya le he contado. Un día, ya atardecido, estábamos esperando mi hermana Colombina y yo a que nuestro hermano Vicente 
volviera del Colegio. En esto que llegó jadeante y diciendo: 

-Pronto, pronto, preparad cama y habitación; el alumno enfermo en el cuarto vecino al de don Bosco, ha muerto. No conviene que don 
Bosco pase la noche en él. Ha aceptado venir a nuestra casa. 

Así fue. Al día siguiente por la mañana me levanté tempranito y las puertas de casa estaban cerradas. Todos los de la familia andábamos 
de puntillas evitando hacer el menor ruido, para no interrumpir el sueño de don Bosco. Cuando he aquí que, con extrañeza de nuestra 
parte, se presentó hacia las seis uno del Seminario, que no sé quien era, y nos dijo que don Bosco estaba allí celebrando la santa misa. 

-No es posible, le respondimos; aún no ha salido de la habitación; ninguno de nosotros le ha visto. 

Las puertas se abrieron más tarde. Para salir, don Bosco tenía que pasar forzosamente por una habitación donde nos reuníanos los de la 
familia, precisamente ((412)) para verle, darle los buenos días y recibir su bendición. Por eso, estupefactos, nos repetimos, unos a otros: 

-»Cómo ha podido salir? 
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Verdad es que la habitación, donde don Bosco pasó la noche, tenía dos puertas y una de ellas daba a una escalera común con el vecino, 
pero habiendo ido enseguida a comprobarlo, la encontramos, como siempre, herméticamente cerrada y sin mover los fuertes cerrojos. Se 
habló de ello varias veces en familia y siempre se concluyó diciendo: 

-No sabemos cómo pudo salir. 

El joven Rapetti, algo rehecho de la gravísima crisis, deseaba con todas sus ansias hablar con don Bosco, el cual, después de celebrar la 
santa misa, fue bondadosamente a visitarlo. Dado que lo quería como a un hijo, le recomendó a la Santísima Virgen y, después de unas 
palabras de aliento que le alegraron mucho, le dio la bendición. Pero, antes de impartírsela, le preguntó si quería que le pidiese a Dios la 
gracia de curarlo instantáneamente. 

-No, respondió el muchacho; deseo hacer la voluntad de Dios. 

El buen joven expiraba en los brazos del Señor el 22 de junio. 

En la misma mañana del 22 volvió don Bosco a Turín, y el 23 recibía telegramas de Florencia con la ya prevista y dolorosa noticia de 
que había sido aprobada definitivamente la ley sobre los bienes de. la Iglesia. El Gobierno, que todo lo tenía preparado para la guerra, 
declaraba urgentemente la necesidad de aprovechar los bienes de la Iglesia para proveer a la penuria del erario. Para conservar las 
Ordenes Religiosas todavía existentes, se habían elevado al Parlamento ciento noventa y una mil instancias; pero la rabia de los sectarios 
contra las instituciones católicas, había tenido en cuenta las dieciséis mil que por instigación del mismo Gobierno, pedían la abolición. 

En efecto, la Cámara electiva, sin aceptar la propuesta disminución de los Obispados, sino imponiendo nuevas cargas a las rentas 
eclesiásticas, había aprobado el 19 de junio la ley que suprimía, sin excepción alguna, todas las corporaciones religiosas y demás entes 
eclesiásticos, y atribuía al Estado la posesión de todos sus bienes. En vano hubo diputados liberales, como ((413)) Ricciardi, que 
suplicaron dejasen al menos a las Hermanas de la Caridad, a los Hospitalarios llamados Fate bene fratelli (Haced el bien, hermanos), los 
monasterios de Camáldoli (Arezzo) y de Montecassino. No se quiso que ni una sola víctima escapase al estrago. 

A los religiosos expulsados se les asignó una pensión anual: los sacerdotes y religiosas de coro de las órdenes propietarias recibieron un 
máximo de seiscientas liras y un mínimo de trescientas sesenta, según su edad; los legos y legas, un máximo de cuatrocientas ochenta y 
un mínimo de doscientas. Los sacerdotes y las coristas de las órdenes mendicantes, doscientas cincuenta liras los legos, y las legas 
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ciento cuarenta, si tenían más de sesenta años, y noventa y cinco, si tenían menos. Esta última categoría era la más numerosa. 

A las monjas se les dio a escoger entre la asignación y una pensión vitalicia, de acuerdo con la dote pagada por ellas al entrar en 
Religión y, si aceptaban ya su petición, las dejaban en el monasterio o en una parte del mismo señalada por el Gobierno; pero, cuando 
hubiesen quedado reducidas a seis, serían concentradas en otra casa, aunque fuese de distinta orden. 

El 23 de junio pasaba esta ley al Senado por ochenta y siete votos a favor y veintidós en contra; y el Regente, Príncipe de Carignano, la 
sancionaba el 7 de julio. 

De este modo las órdenes religiosas fueron expoliadas de sus casas, rentas y posesiones, de tal modo que, en algunas provincias, las 
monjas quedaron reducidas a la más triste miseria. Una cantidad extraordinaria de fincas rurales salió a la subasta pública; muchas 
iglesias se dedicaron a usos profanos; monasterios y conventos se convirtieron en cuarteles, cárceles y escuelas; vasos sagrados, sacados 
de las iglesias, pasaron a manos de tahúres y judíos, y un gran número de religiosos de las nuevas provincias, mucho peor tratados por la 
última ley que por la del 1855, tuvo que ir a buscar por otros lugares, especialmente en el Piamonte, un honrado sustento. 

Don Bosco, que amaba tanto a los religiosos, se apresuró a socorrer a los atribulados. 

«Recuerdo, testificó don Francisco Dalmazzo, cómo don ((414)) Bosco invitaba a religiosos, dispersados por todo el Piamonte, a que 
aceptaran hospitalidad en cualquiera de sus casas, y que, en efecto, algunos, hasta de órdenes mendicantes, aceptaron y se quedaron con 
él: unos, varios años; otros, toda la vida, atendidos en todo. Igualmente, habiéndose reunido algunos padres jesuitas en Turín y habiendo 
el Gobierno ordenado su expulsión, don Bosco me encargó a mí para visitar al padre Segundo Franco, su superior, con la misión de 
ofrecerles hospitalidad en cualquiera de nuestras casas y por el tiempo que desearan, y recuerdo que, en aquellas circunstancias, el padre 
Franco, llorando de emoción, exclamó: 

-íQué corazón más grande el de don Bosco! íVerdaderamente es un santo! 

Me encargó agradecérselo diciendo que ya habían tomado providencias, pero que siempre recordaría la caridad del hombre de Dios.» 
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((415)) 

CAPITULO XXXV 

ITALIA DECLARA LA GUERRA A AUSTRIA: CUSTOZA -EL DIA ONOMASTICO DE DON BOSCO -DON BOSCO 
MANIFIESTA SU INTENCION DE FUNDAR UN INSTITUTO DE RELIGIOSAS -SU CARTA A LOS ALUMNOS DE LANZO 
AGRADECIENDOLES SUS FELICITACIONES -UNA COMEDIA LATINA -PATERNALES PALABRAS A SU SECRETARIO 
CARTA A UNA GENEROSA BIENHECHORA -MUERTE DE UN ALUMNO Y GRAVE ENFERMEDAD DE OTRO -ULTIMOS 
DIAS DE ERNESTO SACCARDI Y CARTA DE DON BOSCO A SU MADRE -LOS MUCHACHOS Y EL NIÑO JESUS -CARTA 
DE DON BOSCO AL CLERIGO FRANCISCO CERRUTI 

EL rey Víctor Manuel declaraba la guerra a Austria el 19 de junio. El ejército italiano, formado por doscientos diecinueve mil hombres y 
cuatrocientos cincuenta y seis cañones, se dividió en dos cuerpos. Uno a las órdenes inmediatas del rey, que tenía por jefe de Estado 
Mayor al general La Mármora y debía operar sobre el Mincio y el otro, mandado por el general Cialdini, que debía avanzar por el bajo Po 
cerca de Ferrara. Un tercer cuerpo de treinta mil voluntarios, a las órdenes de Garibaldi, tenía orden de intentar una invasión en el 
Trentino. A los movimientos del ejército debían conjuntarse los de la flota, compuesta por treinta y seis navíos de guerra, de los cuales 
doce eran acorazados. Los austriacos tenían en Italia ciento ochenta mil hombres en el Adriático, una flota de veintisiete barcos, siete de 
los cuales eran acorazados. 

El rey partió de Florencia el 21 con dirección al cuartel general de Cremona. Los batallones, mandados por La Mármora, pasaban el 
Mincio en la mañana del 23, y el 24 eran asaltados en Custoza, en el centro del cuadrilátero, por lo más fuerte del ((416)) ejército del 
archi-duque Alberto. La batalla duró todo el día y la perdieron los italianos, a pesar de haber luchado denodadamente. Tuvieron que 
permanecer algún tiempo inactivos para reorganizarse. 

La desconsoladora noticia llegó a Turín la noche del 25 de junio, cuando se había celebrado en el Oratorio la fiesta del día onomástico 
de don Bosco. La velada músico-literaria se tuvo el 23 por la tarde. 
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Habían acudido los directores de Mirabello y Lanzo, cada uno con un alumno en representación de su colegio. No se repitió la velada la 
tarde del 24, como se hizo uno o dos años después y, luego, siempre. Don Bosco se retiró a su habitación. Llevaba ya en la cabeza un 
proyecto, el de fundar un instituto femenino, destinado a la educación de las muchachas y a ayudar a los Salesianos en su misión. 
Comunicó su pensamiento al Director de Lanzo, el cual escribió inmediatamente lo que había oído. He aquí su relación: 

«Ya se había puesto el sol del día de san Juan Bautista; brillaba esplendorosa la luna, un fresco vientecillo refrescaba los ardores del 
estío. Subí a la habitación de don Bosco y estuve con él, a solas, durante casi dos horas. Se oía en el patio el murmullo de los muchachos 
que paseaban alegremente. 

»En todas las barandillas de las ventanas del Oratorio había cientos de luces en lamparillas de colores. En medio del patio estaba la 
banda de música, que, de cuando en cuando, interpretaba las más suaves sinfonías. 

»Don Bosco y yo nos acercamos a la ventana. Nos mirábamos el uno al otro, apoyados en el antepecho de la misma. El espectáculo era 
encantador; una alegría inefable llenaba los corazones. No se nos podía ver desde el patio, porque estábamos en la oscuridad; yo agitaba 
mi pañuelo blanco, de vez en cuando, fuera de la ventana y los muchachos al verlo, prorrumpían en un grito entusiasta: í Viva don Bosco! 

»Don Bosco sonreía. Estuvimos largo rato sin ((417)) proferir palabra, absortos en nuestros pensamientos, cuando yo exclamé: 

»-Don Bosco íqué hermosa noche! »Recuerda los sueños antiguos? íAquí están los muchachos, los sacerdotes y los clérigos que la 
Virgen le había prometido! 

»-íQué bueno es el Señor!, me respondió don Bosco. 

»-Han pasado ya casi veinte años sin que faltara nunca el pan a nadie, íse hizo todo sin tener nada! »Qué es el hombre en estas obras? 
íSi fuese una empresa humana, ya hubiéramos fracasado cincuenta veces! 

»-No lo dices todo; ímira qué rápidamente va creciendo nuestra Pía Sociedad en número y en obras! Todos los días decimos: íbasta, 
parémonos! Y una mano misteriosa nos empuja hacia adelante. 

»Mientras hablaba, tenía la cara vuelta hacia la cúpula, que ya se levantaba, y recordando los antiguos sueños, fijaba sus ojos en ella 
que, envuelta en los blancos rayos de la luna, parecía una visión celeste. La mirada y el aspecto de don Bosco tenían en aquel instante 
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un no se qué de inspirado. Volvimos otra vez a nuestro silencio, dejándonos llevar por mil emociones. 

»Finalmente empecé yo a hablar, por segunda vez: 

»-Diga don Bosco, »no le parece que falta algo para completar su obra?: 

»-»Qué quieres decir con estas palabras? 

»-Yo permanecí indeciso un momento, después reanudé la conversación. 
»-»No va a hacer nada por las muchachas? »No le parece que si tuviésemos también un instituto de religiosas, afiliado a nuestra Pía 
Sociedad, fundado por usted, esto sería la coronación de la Obra? También el Señor tenía piadosas mujeres que le seguían et ministrabant 
ei. íCuántas cosas podrían hacer ellas en favor de nuestros alumnos pobres! Y además, »no podrían hacer con las muchachas lo que 
nosotros hacemos con los muchachos? 

»Yo había vacilado para manifestar mi pensamiento, porque ((418)) temía que don Bosco fuese contrario. Pero él pensó un poco y 
después, con gran maravilla mía, respondió: 

»-Sí, también se hará esto: tendremos las hermanas, pero no en seguida; un poco más tarde». 

De hecho fueron instituidas regularmente en el 1872. 

Al día siguiente don Bosco escribía a los alumnos de Lanzo: 

Mis queridos hijitos de Lanzo: 

No podéis imaginaros, hijos queridísimos, la alegría que me causó la visita de vuestro director, don Juan Bautista Lemoyne, con vuestro 
representante Chiariglione, mi buen amigo. 

Mi alegría creció aún más, al leer las bonitas y cariñosas composiciones enviadas por las distintas clases, varios alumnos, asistentes, 
maestros y el Prefecto. He querido leerlas todas sin parar, ni interrumpir su lectura, nada más que por alguna lágrima de emoción. 
Quisisteis, además, añadir una ofrenda en dinero para la nueva iglesia, y esto colmó mi alegría y vuestra bondad. 

Mis queridos hijos, recibid mi agradecimiento. La verdad es que habéis dicho cosas que no se me pueden aplicar a mí mismo, pero yo 
las recibo como prenda del cariño de vuestro buen corazón. 

íQue os bendiga siempre el Señor! Don Juan Bautista Lemoyne os dirá muchas cosas de mi parte; él es vuestro director, queredle, 
obedecedle y confiaos a él como a mí mismo. El trabaja solamente para vuestro bien. íCuántas cosas me contó de vosotros! 

Celebrad, pues, que os diga: -íViva el señor director, don Juan Bautista, y vivan todos los demás superiores del Colegio! íVivas y largos 

aplausos para todos mis queridos hijos de Lanzo! 

Espero volver a veros pronto y hablaremos de cosas muy importantes. 

Mientras tanto, rogad por mí, que no dejaré de encomendaros al Señor en la santa misa. 

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VOLUMEN VIII Página: 359 

La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con todos vosotros y la Santísima Virgen nos ayude a todos a caminar por la vía del 
Cielo. Amén. 

Creedme, con todo afecto, vuestro 

Turín, 25 de junio de 1866 

Afectísimo amigo en el Señor JUAN BOSCO, Pbro. 

En el sobre se leía: 

A los queridísimos alumnos del Colegio internado de Lanzo, su amigo Juan Bosco, presbítero. 

((419)) Por aquellos días se estaba preparando en el Oratorio una representación teatral en latín. La tarjeta de invitación, escrita por don 
Juan Bautista Francesia, que hacía muchos años dirigía el teatro y ensayaba a los actores, había sido enviada el 23 de junio. 

IOANNES BOSCO SACERDOS
Lectori salutem 1.


Pueri mei musis mansuetioribus
Operam qui navant, latinam fabulam
Propediem, septima et vigesima Junii dabunt.
Hora secunda, postmeridiano tempore.
Est comoediae agendae Alearia nomen
Et eius auctor clarissimus Palumbus,
Maxime qui sales plautinos callet.
Et iam res nova sane nobis praesagit
Multos doctiores spectatores fore,
Quos inter gaudeo te adnumerarier.
Verum si adsies, meus ni obficiet amor,
Tu nostrum cum aliis optime adprobaveris
Morem, quem sumsi abhinc aliquot iam annos,
In hac studiorum pueros ratione
Meos exercendi. Fac venias. Vale.


Domi, ex aedibus quae vulgo feruntur: Oratorio di S. Francesco di Sales -Valdocco. 

Augustae Taurinorum, IX kal. Julii an. M. DCCC. LXVI. 

(Traducción): 

EL PRESBITERO JUAN BOSCO
Salud al lector.


Mis muchachos, que se dedican a las mansas musas, próximamente, el 27 de junio, a las dos de la tarde, 

representarán una obra teatral en latín. 
La comedia se titula ALEARIA 
y su autor es el celebérrimo PALUMBUS, 
muy experto en las gracias plautinas. 

1 Haec valet tessera tibi et tuis (La presente invitación sirve para ti y los tuyos). 

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La novedad del acontecimiento nos hace esperar
la afluencia de numerosos espectadores muy doctos, entre los que me satisfará contarte a ti.
Si asistes, y no me traiciona el amor, también tú
darás con otros tu aprobación
a la costumbre, que adquirí hace ya unos cuantos años, de adiestrar a mis muchachos en este género de estudios.
Procura venir. Salud.


En casa, desde la mansión vulgarmente llamada: Oratorio de San Francisco de Sales -Valdocco. 

Turín, IX calendas de julio del año 1866 

Don Bosco quiso asistir a la representación, no solamente para dar gusto a los actores, sino también para honrar a los numerosos 
invitados. Estaba también con él el joven secretario que se había escogido este año, el clérigo Joaquín Berto, el cual se mostraba en los 
primeros días de su importantísimo cargo algo tímido y preocupado por miedo a no saber corresponder plenamente a la confianza en él 
depositada por el Superior. Don Bosco le tranquilizó. Lo cuenta el mismo Berto: 

«Era el año 1866; acompañaba yo a don Bosco de su habitación al teatro, pasábamos por la escalerita del estudio, y a solas con él, me 
dijo: 

»-Mira, tienes demasiado miedo a don Bosco; tú crees que yo soy riguroso y muy exigente y por eso parece que me tienes miedo. No te 
atreves a hablar con libertad. ((420)) Estás siempre con la ansiedad de poderme complacer. Deja ese miedo. Don Bosco te aprecia; por 
tanto él no da importancia a las faltas pequeñas y, si las hicieres gordas, te las perdonaría». 

íBondad de padre! 

Apenas se vio libre de las exigencias impuestas por aquellos días de tanto jaleo, escribía a la condesa Callori: 

Benemérita Señora Condesa: 

El día 22 de este mes partía yo de Mirabello con intención de ir a Casale, pero al llegar a la estación me encontré con que los trenes 
habían sido suspendidos y, después de quince horas de espera en Alessandria, llegaba finalmente a Turín. Por este motivo, no pude ir a 
visitar a usted y su familia, como deseaba, y hablarle de nuestros asuntos. 

Le diré que pasado mañana vence el plazo de mi deuda con el señor Conde y debo pagar la deuda para adquirir crédito. Estando usted 
en la casa Colegno me dijo que por estos días pensaba hacer una oferta para la iglesia o para el altar de san José, pero no fijó 
precisamente la cantidad. Tenga, por tanto, la bondad de decirme: 

1.° Si su caridad acepta hacer ofertas para nosotros en este momento y de cuánto. 
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2.° A dónde debo enviar el dinero para el señor Conde. 

3.° Si el señor Conde tiene por casualidad pagos a hacer en billetes, o bien, si como es razonable, debo cambiar los billetes por 
Napoleones, como yo los recibí. 

Apenas reemprendan su curso normal los trenes, iré a visitarle a Casale, o a Vignale, y entonces tendré el gusto de ver a Cesarino, a 
quien llamé Bimbo, al responder a su carta. 

Señora Condesa, necesito la ayuda de sus oraciones. Me encuentro con tantas cosas entre manos, que no sé por dónde empezar, ni cómo 
acabar. Pero, gracias a Dios, el estado moral de la casa es bueno, aunque haya alguna espina, naturalmente inseparable de las obras 
humanas. 

Con el más sentido agradecimiento y todo mi aprecio tengo el honor de poder profesarme 

De V. S. Benemérita 

Turín, 29 de junio de 1866 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((421)) Don Bosco hacía mención de alguna espina. Tal debía haber sido la muerte de un alumno del Oratorio, acaecida pocos días 
antes, y la gravísima enfermedad de otro en Mirabello. Don Miguel Rúa anotaba en el necrologio: 

Muere Luis Borgna, natural de Casotto, a la edad de doce años. Era un muchacho de buenas prendas, del que se esperaban buenos 
resultados. Aunque hacía poco tiempo que había entrado en la casa, no obstante pertenecía ya a la compañía del Santísimo Sacramento y 
estaba inscrito también en el Clero, en el que sobresalía por su modesta compostura durante las sagradas funciones. 

Otro muchacho, que él mismo había acompañado desde Florencia y presentado al Director del colegio de Mirabello, se encontraba en 
precarias condiciones de salud. Hacía dos meses que arrastraba una tos pertinaz. Los superiores le prodigaban toda suerte de cuidados, 
mas sin provecho; se llamaba Ernesto Saccardi. Era de Brozzi (Florencia), su acrisolada virtud hizo que don Juan Bonetti escribiese su 
biografía. Los compañeros le llamaban el Angel. 

Sus enfermedades y su delicada salud, hacían temer por su suerte. De acuerdo con el médico, don Juan Bonetti decidió enviarlo a Turín, 
por dos razones: para que cambiara de aires y para que fuese visitado por los mejores médicos de la ciudad. Comunicáronle la decisión a 
Saccardi y le gustó. Deseaba con ilusión encontrarse cerca de don Bosco, a quien quería mucho y consideraba como padre de su alma. 
Había dicho varias veces que no tenía miedo de morir, si en aquel momento pudiera ser asistido por don Bosco. 

Fue, pues, a Turín acompañado por un maestro para atenderle 
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durante el viaje y dejarlo en manos de don Bosco que lo esperaba. Llegó al Oratorio el 30 de junio. Fueron llamados a consulta los más 
renombrados médicos y su diagnóstico causó una profunda herida en el corazón de cuantos apreciaban al buen muchacho. Estaba ya en el 
cielo tejida su corona, había sabido en poco tiempo ganársela, muy rica y hermosa; y los ángeles se disponían a ponerla ((422)) sobre su 
cabeza. Tranquilo, más aún, contento moría el 4 de julio, asistido por don Bosco. 

Unos días después, notificaba a la desolada madre las circunstancias de la muerte edificante de su hijo. 

Aunque pasaba mucho tiempo levantado y cumplía con sus devociones en la iglesia, sin embargo, una vez postrado en cama, pidió 
recibir los santos sacramentos y se le satisfizo. Una noche, después de haberse confesado, me dijo que tenía una pena y me la manifestó: 

-Temo, me dijo, que la enfermedad sea larga y que usted me mande a casa. Si así fuese... ípobre de mí! 

Le consolé enseguida diciéndole que, tanto que su enfermedad fuese larga como corta, le tendría siempre conmigo, y no permitiría que 
le faltase nada de cuanto pudiera ayudar a su alma o a su cuerpo. Con gran satisfacción, añadió: 

-Así estaré siempre con don Bosco, y seré hijo de don Bosco. Bendito sea Dios. 

Pero le dije: 

-Si Dios te quisiera con El en el paraíso, y yo determinara dejarte ir, »qué dices? 

-Que sí, que iría con gusto al paraíso. 

Debo manifestar que su mayor miedo era el ser enviado a su casa; bastaba hablarle de ello para que aumentara su mal. 

-En mi casa, solía decir, hay ciertos peligros para el alma, que yo no podría evitar; desgraciadamente, desgraciadamente... 

Omito aquí muchos detalles de la marcha de la enfermedad, de la recepción de los santos sacramentos. No me detengo a hablar de su 
paciencia, su piedad, su fervor, con las cuales se podía escribir un hermoso librito. Solamente diré que, habiéndole preguntado si quería 
que invitásemos a su madre para venir a verlo, respondió: 

-No, porque tal vez no pudiera encontrarme vivo; además ella me quiere mucho, y tendría una pena demasiado grande al verme morir. 
Yo también sufriría mucho. 

La noche anterior a su muerte le pregunté si quería encomendarme algo y contestó: 

-Diga a mis compañeros que mañana estaré con la Virgen en el cielo. 

-Esta noche, repliqué, escribimos una carta al padre Julio Metti, »quieres decirle algo? 

-íOh, padre Julio!, exclamó; le agradezco que haya salvado mi alma, mandándome aquí. Que Dios se lo pague. 

El día 4, a las nueve de la mañana, estaba yo junto a él, observando el proceso del mal, y, como él persistiera en que aquel día quería ir 
con la Virgen al cielo, le pregunté quién se lo aseguraba. 

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-Me lo asegura la que yo he escogido por mi madre, Ella no cambiará lo que me dijo. 

Entonces pensé que era el momento de preguntarle si tenía algún encargo para su madre. 

-Sí, respondió; diga a mi madre que le agradezco cuanto ha hecho por mí; que le pido perdón por los disgustos ((423)) que le he dado. 
Querida madre, siguió diciendo, usted se ha sacrificado por mí; pero esté segura, usted me ha salvado el alma y esto vale por todo. Pierde 
un hijo en la tierra, pero lo encontrará en el cielo. Sé que le producirá una gran pena la noticia de mi muerte, pero usted es cristiana; haga 
un sacrificio al Señor para sufragio de mi alma. 

Después de estas palabras le recomendé que descansase un poco y obedeció. Un momento después, continuó: 

-Diga a mi madre que muero contento y sin el menor miedo de la muerte. Madre querida, voy al Cielo; anímese; allá la espero y rogaré 
siempre a Dios por usted. Salude a todos mis parientes y dígales que en el momento de la muerte se recoge todo lo que se ha sembrado 
durante la vida. 

Quería seguir hablando, pero estaba tan conmovido que le aconsejé se callara. 

-Tengo todavía una cosa que decir y quisiera poder hacerlo, perdóneme. 

-Habla, pues; cumpliré tus órdenes. 

-Es algo doloroso, añadió; me pesa, pero se lo recomiendo. Ruegue a mi madre que procure hablar con ciertos compañeros míos que 
ella conoce, y les diga que muero con el remordimiento de haberlos conocido. Que procuren reparar su escándalo antes de la hora de la 
muerte. 

En aquellos momentos aún dijo más cosas y expresó muchos otros pensamientos piadosos, que yo espero poderle exponer de palabra. 

Eran las once de la mañana cuando él, con el rostro alegre y resignado, rezaba y besaba el crucifijo. Después de unos momentos, dejó 
de hablar, miró a los asistentes, dibujó una sonrisa y su alma voló al Señor. 

Despúes de su fallecimiento hubo un verdadero espectáculo. Su cadáver adquirió un aspecto tan encantador que parecía totalmente un 
ángel pintado; sus compañeros se deleitaban contemplándole. Treinta y seis horas después, aún conservaba sus facciones, y al entrar en la 
capilla ardiente y acercarse al mismo cadáver, no se percibía el más mínimo hedor. 

Durante su enfermedad, e inmediatamente después de su muerte, se hicieron oraciones especiales por el difunto. El entierro fue solemne 
y piadoso. Sus compañeros le acompañaron hasta que el cadáver fue sepultado. Todos los superiores de esta casa y los del otro Colegio, 
donde vivió más tiempo, están acordes en decir que hemos perdido una perla preciosa. 

Dos cosas, por tanto, deben consolarla en esta desgracia: 1.ª Una muerte, la más preciosa que se pueda desear a los ojos de Dios, y esto, 
para una madre cristiana, vale por todo. 2.ª No le faltó nada de cuanto pudiese ayudarle a su alma y a su cuerpo. Cuando expiraba 
estábamos en derredor de su lecho varios sacerdotes, algunos clérigos, y varios compañeros, que rezábamos por él. 

Adoramos, por consiguiente, los designios de la divina Providencia, que ciertamente tiene en todo sus fines. Nosotros debemos decir 
que Dios se lo llevó, para que los peligros del mundo no pervirtiesen ((424)) su mente, no corrompiesen su corazón, ni engañasen su alma 
ya madura para el Cielo. 

Consolémonos recíprocamente con la esperanza de que pronto le volveremos a ver en una vida mejor. 

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Así escribía don Bosco. 

La noticia de esta muerte fue dada inmediatamente a Mirabello, y la dolorosa impresión que recibieron los alumnos quedó mitigada con 
la afirmación de un suceso sorprendente, que se repitió varias veces. 

Predicaba en el colegio el teólogo Antonio Belasio. Don Domingo Belmonte y los que con él estaban en el coro advirtieron que los 
muchachos de la primera y segunda elemental (cerca de treinta) se movían y agitaban durante el tiempo de la bendición y también antes, 
al exponer el Santísimo Sacramento. Se trataba de palabras y gestos de maravilla no reprimidos. Después de la función salieron todos al 
patio gritando que habían visto en la Santa Hostia al Niño Jesús hermosísimo. 

Por dos tardes consecutivas se repitió este hecho singular, cada vez con más estupor y alegría de los pequeños, los únicos que vieron 
aquella maravilla. 

Quiso el Teólogo interrogarlos por separado, uno a uno, y se maravilló al oír que todos hacían la misma descripción del Niño, de modo 
que quedó persuadido de que era una verdadera aparición. 

El mismo don Domingo Belmonte nos hizo esta narración. 

Alguién la creyó una alucinación, ya que junto al baldaquino del Santísimo había dos pirámides de flores que sobresalían y en el 
espacio que ellas encerraban podía formarse la figura de un niño. No entramos en la discusión. Solamente decimos que si fue una ilusión, 
ésta se fundamentaba en dos grandes verdades: que en aquel trono estaba realmente vivo y verdadero Nuestro Señor Jesucristo y que es El 
quien dijo: Sinite parvulos venire ad me: deliciae meae esse cum filiis hominum (Dejad que los niños se acerquen a Mí; mis delicias están 
con los hijos de los hombres). 

Se informó a don Bosco del acontecimiento y él hacía referencia al mismo en una carta al clérigo Francisco Cerruti, ya cercano ((425)) 
a las sagradas órdenes, y cuyo patrimonio eclesiástico andaba formando. A todos sus sacerdotes, aun a los que habían salido del Oratorio, 
se lo había buscado con extraordinaria diligencia y tesón, y en esta ocasión lo trabajaba hacía meses ante el Rey, el Economato, la Obra 
Pía de San Pablo y la Curia, en favor de unos clérigos que se preparaban para recibir las órdenes mayores. Pero las diligencias y las cartas 
se multiplicaban y las dificultades y dilaciones no acababan nunca. 

Escribía al Rey: 
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Soberana y Real Majestad: 

Entre los jóvenes pertenecientes a la casa, llamada Oratorio de San Francisco de Sales, se encuentran dos clérigos que, por su conducta 
y su especial aptitud para los estudios, fueron destinados a ellos y, a la mayor brevedad, realizaron los cursos de bachillerato y filosofía y 
llegaron al quinto curso de Teología, en el que se hallan actualmente. 

Dado que eran pobres de fortuna, procuraron corresponder a la caridad tenida con ellos, enseñando con el mayor celo en la catequesis, 
asistiendo a sus compañeros, dando clase en las escuelas diurnas y nocturnas. Hoy tienen la edad, los estudios y las cualidades necesarias 
para ser admitidos a las órdenes sagradas; pero les falta el patrimonio eclesiástico y no tienen padres que se lo puedan proveer. 

Por tal motivo, el que suscribe recurre humildemente a la clemencia de V. S. M. suplicando se digne tomarles en benigna consideración 
y concederles, con cargo a la caja del Economato, la pensión eclesiástica, por lo menos hasta que estén en grado de ser provistos de otro 
modo. Este acto insigne de beneficencia sería de gran ayuda para esta casa, a cuyo provecho dedican ellos todas sus energías. 

Todos ponen unánimemente su confianza en la soberana bondad tantas otras veces experimentada; y asegurándole que invocarán cada 
día las bendiciones del Cielo sobre su augusta persona y sobre toda la familia real, en nombre de todos y con la más sentida gratitud se 
profesa, 

De V.S.R.M. 

Turín, 1866 

Su atento y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((426)) Y escribía al clérigo y profesor Cerruti: 

Carísimo Cerruti: 

Sí, no, prometido, se obtendrá; después, ha sido suspendido, dificultades, et caetera; y en fin de cuentas, que la cosa va para largo. 

Por tanto, tomemos un camino seguro. A tu comodidad, haz un viaje a Turín, y aquí hablaremos sobre tu patrimonio, y, si es preciso, 
iremos a Saluggia para apoyarnos en parte sobre los bienes inmuebles que te corresponden... Del resto ya hablaremos. 

Si tú estás verdaderamente contento, procura que lo estén también todos los del colegio. Sabrás ya la muerte de nuestro querido 
Saccardi. Di a sus compañeros que se dirijan a él al Cielo, donde ciertamente está a estas horas con el Señor, en compañía de Rapetti, 
verdadera copia de Domingo Savio. Saluda a don Juan Bautista Bonetti y a don Francisco Provera una cum caeteris hic habitantibus 
(juntamente con los otros habitantes de ésa), perdona el latín; no pensaba que escribía a un profesor. 

Si el hecho del Niño Jesús continúa igual, di a don Juan Bonetti que tenga en cuenta el más pequeño detalle, especialmente haciendo 
escribir la narración por separado a todos los que lo han visto y después ya se hará un resumen de estos documentos. 

Cerruti, ánimo, tendremos que luchar, pero no estamos solos. Dios está con nosotros, el premio recompensará todos los esfuerzos. 

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Dios nos bendiga y nos conserve a todos en el camino de la salvación eterna. Amén.
Turín, 7 de julio de 1866


Tu afestísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 
Don Francisco Cerruti, Ordenado de subdiácono el 20 de septiembre, subía por vez primera al altar el 22 de diciembre de 1866. 

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((427)) 

CAPITULO XXXVI 

LA GUERRA EN ALEMANIA Y EN ITALIA -LA VIRGEN PROTEGE A UN SOLDADO, HIJO DE UNA BIENHECHORA DE 
DON BOSCO -ESTADISTICA DE LAS ESCUELAS EXTERNAS -SUBSIDIO DEL ECONOMATO REAL DE LOS BENEFICIOS 
VACANTES PARA LOS ORATORIOS FESTIVOS -SUPLICA PRESENTADA AL LIMOSNERO DE LA CASA REAL -ACCION 
DE GRACIAS A UNA BIENHECHORA Y DOS CARTAS QUE RECOMIENDAN LOS TRABAJOS DE LA IGLESIA -LISSA: 
DON BOSCO Y EL CONDE RADICATI -DON BOSCO EN SAN IGNACIO Y EN EL COLEGIO DE LANZO -SU CARTA A UN 
CLERIGO QUE LE RECOMIENDA SU PADRE ENFERMO Y LE PIDE UN CONSEJO CON RELACION A SUS ESTUDIOS 
LECTURA DE LAS CALIFICACIONES DE EXAMENES Y DISTRIBUCION DE PREMIOS EN EL ORATORIO -DON BOSCO 
ESCRIBE A LOS ALUMNOS DE MIRABELLO: AVISOS PARA LAS VACACIONES -ARMISTICIO DE PRUSIA CON AUSTRIA 
-DON BOSCO RECOMIENDA A UN SANTO SACERDOTE LA DIFUSION DE LAS LECTURAS CATOLICAS Y LE ANIMA A 
CONFESAR -ALGUNOS FASCICULOS DE LAS LECTURAS 

LA guerra se encarnizaba. Los batallones prusianos, conquistadores de Hannover, se habían dirigido contra Baviera y los confederados; el 
3, el 4 y el 10 de julio sostuvieron batallas de muerte y, después de una gran contienda en Grossdorf, los bávaros se retiraron a Würzburg. 
Los prusianos no los persiguieron, sino que enderezaron su marcha hacia Francfort del Main, sede de la Dieta, donde entraron el 16 de 
julio tras un ferocísimo combate. Otros cuerpos prusianos ocuparon el Ducado de Nassau y el 18 de julio entraban en Darmstadt, ((428)) 
capital del gran ducado de Hesse. Así, uno tras otro, fueron deshechos y sometidos los federados. 

Al mismo tiempo, trescientos mil prusianos penetraban en Bohemia, territorio del Imperio Austriaco. Del 26 al 30 de junio sostuvieron 
sangrientos combates, pero siempre avanzando; el 3 de julio en Sadowa, a la derecha del Elba, se encontraron frente a frente con 
doscientos cincuenta mil combatientes del ejército imperial. Se empezó la batalla, estando presente el rey Federico Guillermo; de la 
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mañana a la noche hubo una horrible matanza por ambas partes, y la victoria se decidió por los prusianos. Los austriacos sufrieron una 
derrota total. El 8 de julio entraban los vencedores en Praga y el 13 ocupaban Brno, abandonando Bohemia y Moravia. El 17 
establecieron su cuartel general en Londembourg sobre el Thaya, para cortar el paso hacia Viena del ejercito austriaco, que se había 
reagrupado en Olmütz; fueron asaltados y solamente cuarenta y cinco mil hombres pudieron llegar a Florisdorf, al campo atrincherado en 
la izquierda del Danubio. Viena corría peligro. 

Desde el primero de julio el emperador Francisco José, para hacer posible la unión de sus tropas en Italia con las del ejército del norte, 
había ofrecido a Napoleón las provincias del Véneto; y Napoleón aceptaba el día 4 la cesión, más convertirse en mediador de un 
armisticio y de un tratado de paz entre el Austriaco y Víctor Manuel. Hecho esto, fueron enviados hacia Viena cuarenta mil soldados 
veteranos, que estaban en Dalmacia, y una parte del ejército que había combatido en Custoza. 

El 5 de julio daba noticia telegráfica el Emperador de Francia al Rey de Italia de la cesión que se le había hecho del Véneto y proponía 
un armisticio. Se le respondió que antes había que entenderse con Prusia; y Bismarck contestó que los pactos debían ser cumplidos, esto 
es, no hacer la paz sin un recíproco consentimiento. Italia, por tanto, rechazó el armisticio y, como Napoleón no había hecho ningún acto 
para tomar posesión del Véneto, se ((429)) apresuró a ocupar la mayor parte del territorio posible en las provincias que eran abandonadas 
por los austriacos. Por ello, una parte del ejército imperial tuvo que permanecer en defensa del cuadrilátero de Venecia, el Trentino y el 
Isonzo. 

El general Nunziante, al frente de una división, recibió la orden de apoderarse de la cabeza de puente sobre el Po, en posesión de los 
imperiales, en Borgo Forte, en la carretera de Mantua, y, después de trece días de asedio y de un furioso cañoneo, la ocupó el 18. 

El 8 de julio, Cialdini cruzaba el Po en las cercanías de Sermide hacia Massa, con más de cien mil hombres, sin encontrar resistencia, y 
entraba el 10 en Rovigo. Pasado el Adigio, ocupaba Padua sin un disparo, después Vicenza y Treviso. El 16 llegaba al río Tagliamento, y 
el general Cadorna se adentraba hacia el Isonzo, sin encontrarse con los austriacos, que se retiraban acumulando ruinas y obstáculos de 
toda clase para impedirle la marcha. 

Mientras tanto, Garibaldi se había adelantado por el Tirol pasando al oeste del valle del Chiese; y la división del general Medici se 
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dirigía a Trento por Valsugana 1. Pero uno y otro encontraban a cada paso, dispuestos a atravesarse en su camino, numerosos enemigos, 
que volvían a la lucha con terribles combates. 

Don Bosco no se alejó de Turín durante este tiempo. Rogaba y hacía rogar por sus alumnos soldados y por muchos más que se 
encontraban en el campo de batalla y le habían sido recomendados; y parece que la Virgen tendiera realmente sobre ellos como un escudo 
su manto maternal. 

La condesa Virginia Cambray Digny, escribía el 11 de agosto al caballero Oreglia: 

«Estoy persuadida de haber recibido muchas gracias por la intercesión del bonísimo don Bosco y guardaré siempre el recuerdo de la 
gran caridad que ha tenido, y tiene todavía, conmigo, rogando y haciendo rogar por mí y mi familia. 

((430)) »Mi hijo, oficial, se vio envuelto el día 26 de julio, en una colisión de las avanzadillas de su regimiento, contra fuerzas 
enemigas muy superiores; por la misericordia divina y la intercesión de María Santísima, movida a su favor por sus oraciones, salió de 
allí sano y salvo, mientras dos soldados que estaban a su lado recibieron varias heridas; y aún tuvo la suerte de ganarse la aprobación de 
sus compañeros por su conducta. 

»Ya ve, pues, señor Conde, que debo mucho a sus oraciones, de cuya eficacia tengo ya tantas pruebas y en las que también pongo gran 
confianza para el porvenir. 

»No sé cómo decirle la satisfacción que tuve al enterarme por su carta de que la salud de don Bosco había mejorado algo. He sabido 
después, por la marquesa Nerli, que la mejoría continuaba y espero que al presente ya estará totalmente restablecido.» 

Don Bosco, en efecto, no cesaba de trabajar por el Oratorio, sin olvidar la construcción de la iglesia. 

Tuvo que responder a la circular del Delegado provincial de Estudios, F. Selmi, el cual había pedido, con fecha del 12 de julio y por 
orden del Ministro, una estadística completa de su internado, que debía ser entregada en los primeros veinticinco días del mes corriente. 
Correspondía también a la invitación del teólogo Baricco, Inspector de las escuelas primarias de la provincia de Turín, enviando una 
estadística de las escuelas elementales nocturnas y festivas del Oratorio de San Francisco de Sales durante el curso 1865 -1866. 

1 Valsugana. -Es un valle alargado, de la provincia de Trento. (N. del T.) 
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«Le agradezco infinitamente el interés que se toma por nuestras escuelas y con gusto respondo al cuestionario que usted me envía. 

»Hubo seis clases en las que se enseñaba, desde los primeros rudimentos de lectura, hasta gramática y aritmética inclusive. Todos los 
maestros son clérigos pertenecientes al mismo Oratorio, ayudados también por los jóvenes más adelantados, bajo la dirección de los 
profesores Juan Bautista Francesia y Celestino Durando, sacerdotes. El número de alumnos por clase es de una media de treinta y cinco, 
que rara vez llega a los cuarenta. Las clases están abiertas desde el mes de noviembre hasta acabar el mes de julio. El pasado año se 
recibió ((431)) la ayuda de quinientas liras para las escuelas nocturnas y diurnas, tanto elementales como de bachillerato. 

»N.B.-A más de las clases de lectura, escritura, gramática y aritmética, nocturnas y festivas para los aprendices, hay también, cada 
noche clase de música, vocal o instrumental para más de quinientos muchachos.» 

No cesaba de pedir ayuda. Lo mismo que cada año, había dirigido una instancia al Real Economato general de beneficios eclesiásticos 
de Turín, en favor de los Oratorios de Valdocco, Puerta Nueva, Vanchiglia y San Salvario; el ecónomo general Fenoglio, le anunciaba, 
con fecha del 14 de julio, que el Gobierno de su Majestad se había dignado concederle quinientas liras. 

Presentó, además, otra petición al Limosnero de la Casa Real. 

Augusta y Real Majestad: 
Los casi ochocientos muchachos internados en la casa, llamada Oratorio de San Francisco de Sales, encontrándose en graves apuros, 
recurren humildemente a la ya probada caridad de V. S. R. M., suplicando tome benignamente en consideración su mísera condición y les 
conceda el caritativo subsidio que su corazón paterno le sugiera. 
Al recordar su beneficio no dejarán de elevar al Cielo, cada día, oraciones especiales por la salud de su augusta persona y de toda la 

Familia Real. 
Gracia que no duda obtener. 
Turín, 18 de julio de 1866. 

Humildemente en nombre de los recurrentes JUAN BOSCO, Pbro. 1 

1 Esta instancia no alcanzó lo que pedía. El Primer Limosnero de su Majestad, respondía: 

Turín, 11 de agosto de 1866. 
Muy apreciado don Bosco: 
Con suma pena debo manifestarle que no he podido asignar ningún subsidio a la demanda de V. S. Ilma. en favor de sus muchachos, 

con cargo al fondo asignado a este departamento para limosnas, por la razón que se expresa al dorso de su instancia. 
Siga distinguiéndome con su benevolencia y acepte los sentimientos de veneración y afecto con los que me repito 
De V.S.M.R. 

Su atento y seguro servidor Can. CAMILO PELLETTA 

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((432)) Mandaba también al condesito Callori una carta de agradecimiento en la que se transparenta la serenidad de su espíritu, a la par 
de su reconocimiento a aquella noble familia: 

Turin, 23 de julio de 1866. 

Carísimo César: 

Es usted siempre un buen secretario, porque siempre escribe cosas buenas, útiles y provechosas. Gracias, pues, por la limosna que 
Mamá quiere hacer y hace de mil liras para la construcción del púlpito de la iglesia. Espero que María Auxiliadora no se quedará atrás en 
generosidad con Mamá. 

Antes de que acabe este mes llevaré las mil liras a su casa, como me escribe, y haré de modo que pueda llevar otros tantos napoleones 
1, pero todos sin sombrero. Porque si llevase a la vez cincuenta napoleones con sombrero, quizá excitaría a la rebeldía hasta a Júpiter, 
Saturno y Marte, etc. 

Apenas hayan vuelto de los baños, espero poder ir a saludarles personalmente en Casale o en Vignale. Le aseguro que diariamente les 
tengo presentes a todos, de un modo particular en la santa misa. 

La gracia del Señor les asista y el santo temor de Dios sea siempre su riqueza favorita y ansiada. Amén. 

Con toda gratitud y aprecio me profeso 

De V. S. Carísima 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Los trabajos de la iglesia progresaban, porque el Siervo de Dios no cesaba de encomendarlos a cuantos acudían a él en busca de 
consejo. He aquí otras dos cartas suyas, dirigidas a Roma; la primera, a la ilustrísima señora condesa Violante Runez, Nancy. 

Benemérita Señora: 

íLa gracia de Nuestro Señor Jesucristo sea siempre con nosotros! Agradezco a V. S. la cristiana carta que tuvo a bien enviarme. Haré 
cuanto usted me dice; rueguen y yo también haré rogar a estos mis muchachos por las dos familias que me recomienda; pero hay que 
tener paciencia y resignación, y reconocer en todo la santa voluntad del Señor. Si después quiere usted hacer algo por nosotros, ayude a la 
marquesa Vitelleschi a colocar algunos boletos de la tómbola, cuyo provecho ((433)) está destinado a la construcción de la iglesia en esta 
ciudad, bajo el título de María Auxiliadora. 

Al dorso de la instancia se leía: 

Dado que en el año 1866 se han reducido casi a la mitad los fondos de la Subvención de Palacio, se han restringido las limosnas 
exclusiva y únicamente a las familias pobres, excluidos todos los centros píos, a los que excepcionalmente se solía asignar en el pasado 
algún subsidio. 

1 Napoleón. -Moneda francesa de plata, de cinco francos que llevaba la efigie de Napoleón I, sin sombrero. En la más antigua llevaba 
una corona de laurel. Y en otra posterior no llevaba nada. (N. del T.) 

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VOLUMEN VIII Página: 372 

Yo le auguro todas las bendiciones del cielo. Usted, por su parte, dígnese pedir por mí y por mis pobres muchachos, mientras tengo el 
alto honor de poderme profesar 

De V. S. Benemérita 

Turín, 25 de julio de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Con la segunda carta respondía a la Excma. Presidenta de las Oblatas Benedictinas Olivetanas, en Tor dei Spechi, madre Magdalena 
Galeffi: 

Turín, agosto 1866. 
Reverenda Madre: 
He recibido su carta, impregnada de cristianos sentimientos, y le agradezco el afectuoso cuidado que se toma por el bien de nuestros 

pobres muchachos, a quienes de nuevo recomiendo a sus devotas plegarias. 

Anímese. Usted y sus hijas en Cristo rueguen y espérenlo todo de Jesús Sacramentado. Induzca a la novicia últimamente ingresada a 
hacer alguna oración con este fin y la verá cambiada, esto es, dejará todo escrúpulo. 

Le aseguro que encomendaré al Señor el bien espiritual de su hermano. Usted haga lo que pueda para ayudar a la benemérita condesa 

Calderari a colocar algunos boletos de una tómbola, que seguramente usted conocerá y de la que tenemos gran necesidad. 

Bendiga Dios a usted y sus trabajos, y que la Santísima Virgen proteja y defienda toda su Comunidad y les haga a todas santas. Amén. 

Me encomiendo a la caridad de sus oraciones y me profeso 

De V. S. Reverenda 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Llegaba mientras tanto la noticia de una gran batalla naval inminente. 

El 16 de julio había salido de Ancona la flota italiana, mandada por el almirante Persano. El 18 y el 19 bombardeaba las fortificaciones 
de la isla de Lissa, sin conseguir un desembarco de tropas; y el acorazado El Terrible quedó tan mal parado por la artillería enemiga, que 
tuvo que ((434)) resguardarse bien en Ancona. El 20 aparecía la flota austriaca del almirante Tegetthoff y se disponía impetuosamente a 
entrar en batalla. La nave capitana, Rey de Italia, era embestida con furia y se iba a pique con todos los tripulantes. Otro acorazado, 
Palestro, se incendiaba con las granadas y reventaba con todos sus hombres. La flota italiana, por impericia de Persano, en la 
imposibilidad de rechazar al adversario, se retiró al caer de la tarde 

Fin de Página 372 


VOLUMEN VIII Página: 373 

al puerto mal abandonado. Para colmo del desastre el acorazado Affondatore se hundía después en el mismo puerto al choque violento de 
las olas. 

A las primeras voces de derrota, don Bosco que tenía amigos en la armada naval, ansioso de saber noticias, se fue en coche con don 
Celestino Durando al Gobierno Civil. Don Bosco no se apeó del coche y don Celestino subió al despacho del conde Radicati. En el 
mismo momento en que éste le decía que aún no había recibido noticias oficiales, llegaba un telegrama del Ministerio. Lo abrió y leyó la 
famosa frase: 

-íNos hemos quedado dueños de las aguas! 

El Conde elevó los ojos al cielo, llevóse las manos a la cabeza y exclamó: 

-Esto quiere decir una derrota. Es un sangriento eufemismo para anunciar un terrible desastre. 

Y, sin cubrirse la cabeza, bajó para dar a leer a don Bosco el telegrama. Faà di Bruno, su cuñado, era el capitán del Palestro. El Siervo 
de Dios fue a casa de la condesa Radicati para consolarla por la pérdida del hermano. 

Después de cumplir aquel deber de caridad y gratitud cristianas, se marchó a Lanzo para pasar unos días en San Ignacio, presidir la 
distribución de premios en el Colegio y visitar a un enfermo, padre del clérigo Juan Bautista Verlucca, más tarde profesor del Seminario y 
canónigo penitenciario en la catedral metropolitana de Turín, el cual le había escrito pidiendo consejo sobre si debía hacer sus estudios en 
el colegio o en el Seminario. 

Don Bosco le respondió: 

((435)) Carísimo Verlucca: 

Con gusto uniré mis pobres oraciones a las de los alumnos de esta casa en favor de tu padre; quiero también dirigir una palabra especial 
a Domingo Savio. Desde ahora hasta la fiesta de la Asunción de María a los Cielos, reza cada día tres padrenuestros, avemarías y glorias 
a Jesús Sacramentado en honor de Domingo Savio de quien él era muy devoto. Cuando vaya a Lanzo creo que le podré visitar. 

En cuanto al lugar donde hacer tus estudios, hay tiempo para pensarlo y deliberar. Tú solamente procura elegir el lugar que será para 
mayor gloria de Dios y bien de tu alma. Unicamente te diré que los grandes sacrificios de la juventud parecen punzantes espinas, pero 
éstas se cambiarán en perfumadas rosas en la eternidad. Espero que nos podremos ver pronto. 

Dios te bendiga a ti y tus trabajos. Ruega por mí que de corazón soy todo tuyo 

Turín, 18 de julio de 1866. 

Afectísimo en el Señor JUAN BOSCO, Pbro. 

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El 26 de julio, jueves, celebraban los alumnos estudiantes del Oratorio de San Francisco de Sales la gran fiesta de la solemne 
distribución de premios. Por la mañana tuvieron lugar las funciones de iglesia y muchos de los alumnos, si no todos, recibieron los santos 
sacramentos, oyeron las palabras de despedida de su querido don Bosco, y recibieron la bendición de Jesús Sacramentado. 

Reunidos después en un lugar acomodado para el caso, esperaban ansiosos el resultado de sus fatigas y la proclamación de los que 
habían sido juzgados dignos de premio. Resultaba fácil adivinar el deseo de todos; parecía escrito en su rostro: ser declarados el número 
uno. 

Monseñor Pedro Rota, Obispo de Guastalla, honraba con su presencia la fiesta, y una ilustre corona de otros personajes aumentaba la 
solemnidad y el decoro. 

En aquella ocasión don Juan Bautista Francesia, Director de estudios, dirigió a los alumnos un cordial discursito, en el que manifestaba 
el gran afecto que les tenía. 

((436)) Aquel mismo día escribía don Bosco a los alumnos de Mirabello los avisos que de palabra había dado a los de Lanzo y a los del 
Oratorio. 

A mis queridos amigos de Mirabello: 

Había decidido pasar con vosotros el próximo domingo, pero razones poderosas me obligan a cambiar de plan. Lo siento de veras; ya 
había determinado lo que deseaba deciros. Paciencia. Dios quiere reservarnos esta satisfacción para después de vacaciones y entonces 
espero que estaremos juntos, no solamente un día, sino una semana. 

Mientras tanto, quiero auguraros unas felices vacaciones con algunos avisos que me parecen necesarios para vuestras almas. 

1.° Agradezco al director, al prefecto, a los maestros, a los asistentes y a todos los alumnos del Seminario Menor todas las atenciones 
que me han dedicado, la paciencia que han tenido conmigo y las oraciones hechas por el bien de mi pobre alma. Continuad, queridos 
amigos; yo os aseguro, por mi parte, que diariamente pido por todos en la santa misa. 

2.° Cada uno, antes de partir, abrillante la conciencia, con un firme propósito de mantenerla limpia hasta la vuelta de vacaciones, en la 
semana o el día que se os señalará para ello, pero no os dejéis seducir por ninguna frivolidad para permanecer en casa más tiempo del 
señalado, salvo que vuestro estado de salud no os lo permita. 

3.° Una vez llegados a casa, saludad enseguida de mi parte y de la de vuestros superiores, a los padres, al párroco, al maestro y a las 
demás personas con quienes tenéis alguna obligación. Es éste un estricto deber de gratitud, que agradará a los otros y, además, será 
ventajoso para vosotros mismos. 
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4.° Haced en casa la acostumbrada meditación, misa y lectura cotidiana, como lo hacíais en el colegio. La misma frecuencia en la 
confesión y la comunión. 

5.° Demostrad, con vuestro comportamiento en casa, que no habéis perdido el curso; por tanto, sed modelos de obediencia para 
vuestros parientes y amigos; soportad con caridad las molestias de los demás, no seais exigentes en cuanto a la comida, al descanso, en el 
vestir y en cosas semejantes. 

6.° Que nunca se diga de vosotros que tenéis malas conversaciones y ni siquiera que las escuchéis. Si sucediere que alguien hablara 
mal, imitad a vuestro protector San Luis; reprended al que lo hace, o huid inmediatamente de su peligrosa compañía. 

7.° Procurad contar un hecho bueno, algún buen ejemplo leído, oído o estudiado, a los que quieran escuchar; o bien leed ((437)) un 
buen libro; pero guardaos de las malas lecturas, como de un veneno mortal para vuestras almas. 

Ciertamente, queridos muchachos, yo os diría todavía muchas más cosas, pero la brevedad de una carta no lo permite. Os digo, además, 
que, yendo a otros sitios, encontraréis personas más instruidas y más virtuosas, pero difícilmente hallaréis quien busque vuestro bien más 
que yo. 

Por tanto, acordaos de mí todas las mañanas al oír la santa misa; yo no dejaré por mi parte de tener un recuerdo para todos vosotros 
cada día, al celebrarla. 

íQué gran consuelo sería para mí, qué gran fortuna para vosotros si fueseis a casa y volvierais sin perder la gracia del Señor! Por lo 
demás, descansad, estad alegres, cantad, reíd, pasead y haced lo que os plazca con tal de que no cometáis pecados. 

Buenas vacaciones, queridos hijos míos, y feliz retorno después de las mismas. Que la bendición del Señor os acompañe en todos 
vuestros pasos. 

El Director de las escuelas entregue en buena hora para leer, y aun copiar, esta carta, a quien lo deseare. 

La gracia de N. S. Jesucristo esté siempre con nosotros y la Santísima Virgen María nos asista y ayude a perseverar en el camino del 
Cielo: Amén. 

Creedme siempre, con paternal afecto, totalmente vuestro en el Señor. 

Turín, 26 de julio de 1866. 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S.-Que don Juan Bonetti revise esto, porque no he podido leerlo. 
Acabábase aquel mes y terminaban también tantas hecatombes de víctimas humanas, de modo que se podía exclamar con el salmista: 
Dissipa gentes quae bella volunt (dispersa a los pueblos que fomentan la guerra). 

Bismarck, que tenía en sus manos cuanto bastaba para el cumplimiento de sus designios, sin consultar con Italia, ofreció a Austria una 
tregua de cinco días, y el 22 de julio se cerraba el armisticio; el 26 firmaban los plenipotenciarios de ambas partes el acuerdo para los 
preliminares de la paz. 

Italia se indignó con una mezcla de ira y de descorazonamiento ante aquella deslealtad, porque, si no se apresuraba enseguida a 
estipular 

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una tregua, corría peligro de ver caer sobre sí el ejército ya victorioso en Custoza y gran parte del vencido en Sadowa, ansioso de tomarse 
una revancha, esto es, trescientos veinte mil soldados. Por eso se vio obligada el 24 de julio, según el autorizado consejo de Napoleón, 
((438)) a firmar un armisticio de ocho días con Austria. En consecuencia, el 27 de julio se detuvieron el general Medici en Pergine, a sólo 
ocho kilómetros de Trento; Garibaldi, cuya vanguardia tocaba ya a Riva sobre el Garda, objetivo de la expedición; Cialdini, que estaba a 
orilla del Isonzo, a punto de dirigirse a la invasión de Trieste. 

Las gestiones para los preliminares de la paz duraron hasta el 10 de agosto, puesto que Austria rechazaba, como caducado y rescindido, 
el uti possidetis militar. Exigía la retirada de las tropas italianas hasta la parte derecha del Tagliamento y la desocupación completa de 
todo el Tirol. Italia tuvo que consentir por necesidad. 

Entre el tumulto de tantas conmociones e intereses políticos, seguía don Bosco escribiendo cartas y enviando propaganda de las 
Lecturas Católicas, desde la quietud de su habitación. Entendía él que la difusión de estas Lecturas era una de las primeras obras y de sus 
más importantes obligaciones. Se trataba de salvar millares de almas, descubriendo las perfidias de los herejes, o arrancando de sus 
manos los libros corruptores de costumbres. 

Presentamos una carta suya, escrita a don Rafael Cianetti de Lucca, porque algunos de sus consejos pueden animar a los sacerdotes 
tímidos en el ejercicio del sagrado ministerio. 

Muy apreciado don Rafael: 

A su debido tiempo recibí la ropa enviada por la Caturegli que se entregó, para uso de su propio hijo. 

No dé importancia a su temor de confesar. Difícilmente un penitente sabe más que usted. Por otra parte, hemos de juzgar nuestra 
idoneidad por los exámenes y por la voluntad de los Superiores. Además, en el trabajo por la salvación de las almas, una onza de piedad 
vale tanto como cien miriagramos de ciencia. Por tanto, anímese y confiese sin temor mientras su salud se lo permita. 

He hecho y hago hacer en comunidad lo que ha pedido; más aún, seguiremos recomendándole al Señor en nuestras pobres oraciones. 

Cuando se regularicen los viajes por el ferrocarril, espero hacer una excursión a Lucca y hablaremos sobre el particular. 

Presente mis humildes saludos a Monseñor, al reverendo Bertini ((439)) a la marquesa Burlamacchi y familia y procure aumentar en 
diez mil los suscriptores de las Lecturas Católicas. 
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VOLUMEN VIII Página: 377 

Que la gracia de N. S. J. C. esté siempre con nosotros. Amén. 
Ruegue por todos nosotros, en cuyo nombre me profeso 

Turín, 20 de julio de 1866. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

El caballero Oreglia, que había vuelto de Roma en julio, seguía imprimiendo, como director de la tipografía, las Lecturas Católicas, 
cuyos opúsculos salieron por este orden. 

En agosto: Carlos, o sea, rasgos en torno a la vida de un condenado a trabajos forzados. Se convirtió, vivió y murió santamente en 
Cayena. En el apéndice se cuenta la historia de un joven que, siendo de mente roma, alcanzó un gran ingenio rezando el santo rosario y 
murió asistido por la Santísima Virgen. 

En septiembre: Daniel y sus tres compañeros en Babilonia, drama en dos actos (en verso) por el P. Julio Metti, sacerdote del Oratorio 
de S. Felipe con el apéndice del entremés: El deshollinador. El entremés en prosa, sencillo y afectuoso, refleja el espíritu de don Bosco, 
que parece sea el autor. 

En octubre: Vida del Beato Benito José Labre. 

En noviembre: Vida de S. Bernardo de Menthon, constructor de dos hospicios, apodados el Grande y el Pequeño S. Bernardo. Se 
demuestra a través de estas dos fundaciones que la virginidad y el celibato producen obras colosales y una gloria imperecedera; y se 
exhorta a los fieles a practicar aquella hospitalidad (tan querida por don Bosco), de la que escribe San Pablo a los Hebreos: «Permaneced 
en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles (Cap. XIII)». 

El opúsculo termina con la narración de una curación instantánea, obtenida por una enferma, sólo con ponerse al cuello una medalla 
bendecida de María Auxiliadora. 
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((440)) 

CAPITULO XXXVII 

TRATADO DE PAZ ENTRE PRUSIA Y AUSTRIA -BISMARCK PREPARA LA PERSECUCION CONTRA LA IGLESIA 
CATOLICA -PRUDENCIA DE DON BOSCO PARA PROPONER A LOS SALESIANOS NUEVAS PRACTICAS RELIGIOSAS 
LA VIDA DEL ORATORIO ES UNA CONSTANTE ASPIRACION A LA FELICIDAD ETERNA -OPINION DEL OBISPO DE 
MONDOVI, A ESTE PROPOSITO -LOS PRIMEROS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE LOS SALESIANOS EN TROFARELLO 
ALGUNAS DESERCIONES DE LA PIA SOCIEDAD -DON BOSCO COMUNICA UNA DE ESTAS A LA CONDESA CALLORI 
CURACION DE UN ALUMNO -DON BOSCO CONOCE EL ESTADO DE UNA ALMA -SUS AUGURIOS A UNA BUENA 
SEÑORA -CARTA A LA ANTEDICHA CONDESA, SOBRE UN PROFESOR PARA SU HIJO Y SOBRE EL PREDICADOR DE 
UN TRIDUO: EL IRA A VIGNALE Y A MIRABELLO -SEGUNDA TANDA DE EJERCICIOS EN TROFARELLO -EL OBISPO 
DE SAVONA -MUERTE DE DOS MUCHACHOS 

LA guerra que don Bosco había previsto a principios de 1862, como portadora de grandes males para la Iglesia, se retardó seis años y 
estalló con gran violencia, pero, al fin, estaba acabada. 

El 4 de agosto entraba triunfalmente en Berlín el rey Guillermo y el 24 se firmaban en Praga las condiciones del tratado de paz 
impuestas por Prusia a Austria: 

-Ruptura de la antigua Confederación Germánica, con la formación de una nueva de la que se excluirá a Austria. 

-La nueva Confederación comprenderá los Estados alemanes al norte del Main, Mecklenburgo, Sajonia, Brunswick, etc. 

-Prusia ((441)) reconocerá la integridad del Imperio Austriaco, salvo Venecia: y retendrá como botín de guerra los dos ducados de 
Schleswig y de Holstein; Lauemburgo, el reino de Hannover, Hesse, el ducado de Nassau y la ciudad libre de Francfort. 

Con Württemberg, Baden, Baviera y Hesse Darmstadt, siguió Prusia haciendo sucesivamente convenciones militares, en fuerza de 
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las cuales el mando supremo de las milicias de estos Estados perteneció al rey Guillermo I. 

La guerra de 1866 fue definida por Kreuzzeitung: como un paseo a caballo de Gustavo Adolfo a través del Imperio Alemán. Por causa 
de las anexiones, los protestantes llegaron a ser en el reino prusiano los dos tercios de la población, de manera que Bismarck, con la 
aprobación del rey Guillermo, pudo proponer después en la Dieta Prusiana toda una serie de leyes para separar de Roma a los súbditos 
católicos y obligarles a formar una iglesia nacional, dependiente del Estado. La secta de los Viejos Católicos sería reconocida como la 
única religión católica. Así se preparaba una tremenda persecución, que, comenzada con las leyes de mayo el 1873, debía terminar, y sólo 
en parte, el 1886. 

Las sectas imperantes en todas las regiones de Europa se preparaban para seguir su ejemplo. Los católicos se apretaban en torno al 
Sumo Pontífice previendo que la lucha contra el reino de Jesucristo en la tierra sería larga e insensata; y el episcopado de todo el mundo 
velaba, de acuerdo con su clero, dispuesto a entregar sus bienes y su vida para el sostenimiento de la causa de la fe. 

También don Bosco se aprestó para adiestrar cada vez más a los Salesianos, que, si entonces eran pocos, debían crecer 
considerablemente. Con los ejercicios espirituales, había formado San Ignacio de Loyola, para defensa de la Iglesia, campeones 
invencibles que no solamente detuvieron las invasiones del Protestantismo, arrancándoles innumerables víctimas, sino que convirtieron 
muchas naciones paganas. Y don Bosco amaestró a los suyos con los mismos ejercicios. 

((442)) Desde la fundación del internado hasta 1866, los clérigos y sacerdotes del Oratorio habían tomado parte, anualmente con 
edificante recogimiento, en los ejercicios espirituales de los alumnos, mas para ellos en particular no había habido ningún retiro, salvo el 
que prescriben los Sagrados Cánones, antes de recibir las órdenes sagradas. 

Don Bosco acostumbraba llevarse a San Ignacio a alguno del que, tal vez sabía, que necesitaba renovar su espíritu; pero eran pocos. Por 
esto, había decidido reunir a sus hijos en un lugar apartado para meditar junto con ellos sobre las verdades eternas y la importancia de los 
propios deberes como religiosos; de este modo quería también contentar a los que deseaban que la Pía Sociedad tomase exteriormente 
alguna fórmula de vida más ascética, según las reglas. Y aquel año puso en práctica su plan. 

Pero el Venerable solía hacer las cosas con discreción, de modo 
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que no resultasen pesadas, se cumplieran con gusto, y, poco a poco, fueran, en razón de la costumbre, bien aceptadas voluntariamente. 
Nótese que la mayor parte de los Salesianos se componía de clérigos y sacerdotes jóvenes, a los que había que recortar las vacaciones 
durante unos días; que habían estudiado y sufrido exámenes, asistido a los alumnos y dado clase regular durante todo el año y que debían 
darla todavía, interrumpiendo las vacaciones otoñales, puesto que en aquellos tiempos había un buen número de alumnos que volvían al 
Oratorio y a los colegios, desde la mitad de agosto hasta la mitad de septiembre, para los repasos; y que muchos alumnos no iban a su 
casa, por lo que la asistencia era continua con paseos más frecuentes y más largos, para hacerles menos desagradable la lejanía de su 
hogar. Durante el mes de agosto, además, había el pesado trabajo de ultimar los asuntos del año escolar terminado, y en septiembre y 
octubre había que preparar lo necesario para el nuevo curso. 

Por estos y otros motivos podían nacer dificultades, y don Bosco quería evitarlas. 

En consecuencia, anunció dos tandas de ejercicios espirituales, una para la primera semana de agosto y otra para la última. Con la 
introducción ((443)) y la clausura durarían cinco días, esto es, tres enteros y dos medios; y se tendrían cuatro sermones diarios. Además 
de la visita al Santísimo Sacramento, antes del mediodía, y las letanías de los santos, al acabar el recreo de después de la comida, habría 
lecturas espirituales; se recitaría el oficio parvo de la Virgen y se cerraría la jornada con la bendición del Santísimo Sacramento, 
precedida del rosario. 

Pero, durante el tiempo libre entre las funciones de iglesia, anunciaba don Bosco que se podría hablar, reír y pasear; quería que estos 
días, además de pensar en las cosas del alma, se destinasen también al descanso de los trabajos y a la alegría; por esto mandaba que se 
añadiese a la comida ordinaria, un plato más y entremeses. La propuesta fue acogida con entusiasmo. 

Con semejante prudencia condujo insensiblemente a los socios al fin deseado. En el año 1867 se empezó a recomendar el silencio, de 
las diez y media al medio día. Al año siguiente, se añadió el silencio desde las cuatro y media hasta las cinco y media de la tarde, aunque 
tolerando las infracciones de algún inquieto. En el 1869 se inculcó hablar en voz baja después del desayuno y de la cena, prohibiendo 
amablemente los juegos ruidosos, que espontáneamente se dejaron también después de la comida. Permitíanse, sin embargo, los cánticos 
después de comer y de cenar. Hacia el 1870 los tres días completos 
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de ejercicios se convirtieron en seis y ocho; acompañados de ese silencio y esa seriedad, aun en los recreos, que, al multiplicarse el 
número de los ejercitantes, resultan indispensables para sacar plenamente el fruto que el alma necesita, para revestirse de esa armadura de 
fe, que presta valor y defiende de los asaltos del enemigo. 

Pero, a decir verdad, no era necesaria la maduración de este fruto y ya estaban revestidos de esta armadura, antes de que la práctica de 
estos ejercicios se organizara regularmente. De acuerdo con el sistema educativo de don Bosco, las verdades eternas estaban 
continuamente ante los ojos de los alumnos del Oratorio, que todos los meses practicaban ((444)) el ejercicio de la buena muerte. Sin 
olvidar las pláticas de la noche del Siervo de Dios. Predicaba todos los domingos con tanta unción y naturalidad, que sus sermones, 
aunque largos, siempre parecían cortos. Oímos decir a hermanos y a alumnos que se hubieran pasado contentos todo el día en la iglesia 
escuchándole. Cuando hablaba de la muerte, del juicio particular, de la ingratitud de los hombres con el Señor, o de los aplazamientos 
para entregarse a Dios, lloraba y hacía llorar a los demás; en algunas ocasiones llegó a tal extremo su emoción que hubo de cortar el 
discurso, impedido por los sollozos. Por eso, precisamente, todos querían confesarse con él. 

Don Bosco tenía esa misma santa unción hasta al hablar en sus conversaciones familiares, y especialmente cuando, de la mañana a la 
noche, daba avisos a sus discípulos, recordándoles el paraíso a cada paso. 

Atestiguaba don Miguel Rúa: «Cuando don Bosco oía que uno se lamentaba de las tribulaciones y fatigas, animábale enseguida 
diciendo: -Acuérdate que sufres y trabajas por un amo tan bueno como Dios. Sufre y trabaja por amor de Jesucristo que tanto sufrió y 
trabajó por ti. Un trocito de Paraíso lo arregla todo. 

»Cuando se le presentaba una dificultad que había que superar o una situación que resultaba antipática, decía: -Esto no existe en el 
Paraíso. 

»Si se recordaban las vacaciones otoñales, respondía: -Nosotros haremos las vacaciones en el Paraíso. 

»Cuando volvía cansado de la ciudad, adonde había ido a limosnear, invitábale el secretario a descansar un rato antes de sentarse al 
escritorio o de ir a confesar, y él replicaba: -Descansaré en el Paraíso. 

»Tras una larga discusión concluía: -En el Paraíso no habrá ninguna disputa. Todos pensaremos igual. 
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VOLUMEN VIII Página: 382 

»Nos aseguraba que había pedido y obtenido del Señor, por intercesión de María Santísima, el Paraíso para muchos centenares de 
millar de sus hijos, y levantaba en toda ocasión la mente de los alumnos al Cielo, asegurándoles que se ((445)) encontrarían con él allá 
arriba un día. Pero después exclamaba: -íAy, de quién falte a la cita! Y eso puede suceder, si no somos fieles a nuestros deberes de 
buenos cristianos. 

»Y para inspirar confianza en la Virgen añadía otra vez, después de haber dado un consejo: -Haz esto para honrar a la Virgen María y 
estarás muy contento. 

»A menudo nos decía a cada uno de nosotros: -Si eres bueno, te tendré preparado un buen puesto en el Paraíso. 

»Esto indicaba una confianza tal, que casi presuponía una revelación de Dios.» Monseñor Ghilardi, obispo de Mondoví, que conocía 
perfectamente el Oratorio, cuando don Celestino Durando iba a su seminario a hacer los ejercicios para las órdenes sagradas (se ordenó 
de sacerdote el 21 de mayo del 1864), le invitaba a dar un paseo en su compañía, unas veces a pie, otras en coche. Don Celestino decía 
humildemente al Prelado: 

-»Y los ejercicios? 

-íPero, qué ejercicios!, ezclamaba el santo y docto Obispo; ívosotros los hacéis en el Oratorio todo el año! 

Así las cosas, los Salesianos llamados para la primera tanda de ejercicios se reunieron en la casa de Trofarello el 2 de agosto. El 
canónigo Lorenzo Gastaldi predicó las meditaciones y don Bosco las instrucciones. El, lo mismo que hizo siempre después, comenzó a 
hablar de la vocación y de los medios para conservarla; de las ventajas temporales y espirituales que ofrece la vida religiosa; y de los tres 
votos que, como vínculos espirituales, ligan al Superior, a la Cabeza de la Iglesia y al mismo Dios. El 6 de agosto, antes de cerrar los 
ejercicios, dio unos recuerdos, cuyo resumen presentamos, tal y como nos fue transmitido por don José Campi. 

Mandavit illis (Deus) unicuique de proximo suo (Ecl. XVII, 14) (y a cada cual le dio órdenes respecto de su prójimo). 

Ecce ego mitto vos sicut oves in medio luporum. Estote ergo prudentes sicut serpentes et simplices sicut columbae. (Mirad que yo os 
envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas) (Mc. X, 16). 

Para bien dirigir, se necesitan tres cosas: 

1.° Hacerlo todo para gloria de Dios y salvación de las almas. 
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2.° Hacer ver a los subordinados (principalmente al principio del año) ((446)) que lo único que nos mueve es el bien de su alma. Y esto 
en la clase, en el comedor, al corregir, al premiar y siempre. 

3.° Estudiar el carácter de cada uno y mejorarlo; no chocar nunca, condescender siempre; edificar, no destruir. 

El Superior debe tener tres cualidades especiales: 

1.° Prontitud para perdonar. 

2.° Lentitud para castigar. 

3.° Rapidez para olvidar. 

-Cuando falte el consejo en algo difícil, encomendarse durante la elevación de la hostia en la santa misa al poder y al amor de Jesús 
Sacramentado. 

-No dar preferencias, no tener en cuenta antipatías. 

-Para mandar, hay que saber obedecer. 

-Procurar siempre disminuir la malquerencia y aumentar la benevolencia. 

Los Salesianos pasaron aquellos días con gran alegría y volvieron satisfechos a sus casas. 

El Señor había concedido a don Bosco un gran consuelo, y al mismo tiempo permitía que también esta iniciativa quedara, como todas 
las obras de su gloria, señalada con la cruz. 

El Venerable había predicado sobre el voto de obediencia y las obligaciones que impone bajo pena de pecado, más o menos grave, aun 
en virtud del cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Al oírle, un hermano sacerdote quiso persuadirse de la nulidad de sus votos trienales 
porque, cuando los había emitido, creía obligarse solamente en el caso de que el Superior le mandase con la fórmula en virtud de santa 
obediencia. Después del sermón, resuelto a salir de la Pía Sociedad, empezó a decir a los compañeros que no se creía obligado a los votos 
hechos, con lo cual suscitó un alboroto. Empezaron todos a contradecirle, porque don Bosco, durante muchos años y en muchas 
conferencias, había explicado claramente la naturaleza de los votos. 

Enterado de ello don Bosco, en el sermón siguiente, con toda dulzura y prudencia, y sin nombrarlo, le corrigió como a un peligroso 
perturbador; pero el incauto, que por otra parte era muy versado en teología y había sido beneficiado por don Bosco de mil modos durante 
diez años, al terminar los ejercicios, ((447)) volvía al Oratorio y, poco más tarde, lo dejaba para siempre con modos vulgares. 

Hubo también dos clérigos que, decididos a buscarse un estado más cómodo, lo abandonaron por aquellos mismos días. Porque estaban 
dotados de buen talento, don Bosco les había hecho matricularse en la Universidad, en la facultad de Filosofía y Letras, y para que 
atendieran a estos estudios había tenido que apechar con 
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grandes gastos para mantenerlos, dado que su generosidad no le permitía nunca hacer las cosas a medias. Los dos hubieran llegado a ser 
valiosos profesores para sus muchachos, pero de nada le sirvieron las dos licenciaturas. 

Sobre uno de ellos escribía, entre otras cosas, a la condesa Callori Sambuy, que había ido a los baños de Courmayeur. 

Benemérita Señora Condesa: 

Persuadido de que mientras se halla en esas frescas regiones, le quede algún rato para leer, voy a escribir una carta un poco más larga. 

A su debido tiempo llevé a su portero la cantidad convenida. Hubo solamente un pequeño contratiempo y es que el señor Conde, como 
me había escrito, vino al Oratorio para retirarla y no me encontró en casa; su carta la recibí en Lanzo, pero el asunto de la misma ya 
estaba cumplido con anterioridad, así que fue a retirar el dinero de manos del indicado portero. 

María Auxiliadora, estamos de acuerdo, tendrá muy en cuenta las mil liras que remitió para el púlpito de la nueva iglesia. Creo que 
obtendrá como recompensa en el paraíso un trono tan espacioso, que en él cabrán cómodamente usted con toda su familia y quizá con 
algún amigo. Fiat, fiat (Así sea). 

»Y el famoso libro? Está empezado, pero hay que ir despacio. Creía yo que el trabajo era perfecto, pero, sometido después a riguroso 
examen, resulta que aún hay mucho que hacer. Sin embargo le haremos caminar, puesto que es el único trabajo que tengo entre manos. 

Otra noticia algo extraña, pero quizá no inesperada. El clérigo L... ya no está en el Oratorio. El pobrecito se dejó dominar por algunas 
ilusiones de su fantasía; alentado por diversas promesas de ayuda se quiso marchar. Tuve con él demasiadas atenciones. Espero, sin 
embargo, que continúe la carrera eclesiástica. Me duele de veras, porque él pone de por medio a V. S. diciendo que la condesa Callori le 
había dicho que se equivocaba al ingresar en la Sociedad de San Francisco de Sales y que, apenas saliera del Oratorio, usted le concedería 
enseguida el patrimonio ((448)) eclesiástico, etc. Pienso que todo eso no son más que imaginaciones suyas, pero creo oportuno que esté 
usted informada para su norma. 

Mientras me encomiendo, juntamente con mis muchachos, a la caridad de sus santas oraciones, le deseo toda suerte de bendiciones del 
cielo a usted, al señor César y a toda la familia, mientras con sentida gratitud me profeso, 

De V.S. 

Turín, 10 de agosto de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

P.S.-Mientras sellaba la presente, recibo su amable carta, por lo cual debo cambiar la dirección (Casale Monferrato). 

El clérigo L... se marchó, según me dijo, porque ya no podía conformarse con mi régimen de comida. 

Espero un aviso posterior para el sacerdote. En Vignale hablaremos de lo demás. 

Pero, ánimo, no olvide nunca que las píldoras más amargas son las mejores para la salud. 

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A propósito de dicho clérigo, don Juan Bonetti había escrito unas líneas en su Crónica: «Con gran pena de mi parte debo anotar que a 
este carísimo amigo le faltó el gran don de la perseverancia. Se marchó del Oratorio con muy poca gracia y gran disgusto de don Bosco. 
Le faltó humildad, y en los últimos años se saltaba fácilmente a la torera todas las normas de la casa. El reverendo Guassardo, director 
espiritual del colegio nacional en Turín, que en 1864 había hospedado a don Bosco y a sus muchachos en Capriata de Orba, le colocó 
como maestro». 

Poco más tarde salía también, pero de forma correcta, otro clérigo del Oratorio, para ir al Seminario diocesano de Ivrea. 

Este, al presentarse a don Bosco para despedirse, vio que el Siervo de Dios estaba disgustado y oyó que le dijo: 

-Vas a un lugar santo; yo no puedo decirte que haces mal y, menos aún, impedírtelo. Pero tú no eres para vivir en el mundo. 

Desgraciadamente se cumplió. Estuvo en el Seminario tres años y hasta recibió las órdenes menores; pero después, no sintiéndose con 
fuerzas, o no creyéndose llamado a la carrera sacerdotal, salió de él a disgusto de los Superiores, que le animaban a continuar. 
((449)) Dejó la sotana, estudió medicina, se doctoró y ejerció con éxito la carrera durante diecisiete o dieciocho años. Pero no le gustaba 
el ejercicio de esta profesión y, aunque gozaba de buenos honorarios, contrajo deudas, y en los dos últimos años le acometió tal 
melancolía y manía persecutoria, que fue recluido en una casa de salud, donde murió de pena a los pocos meses. Y, lo que es peor, se 
había desviado algo de la fe y de la piedad católica. No obstante, siempre se mostró religioso, bueno y recto, y en los últimos días, volvió 
sobre sí mismo, se arrepintió y pidió espontáneamente un confesor para ajustar con Dios las cosas de su alma; murió después de haber 
recibido los auxilios de la Religión, que tanto había amado en el Oratorio y en el Seminario y cuyos mandamientos había observado de 
modo ejemplar. 

Después de los ejercicios curaba don Bosco a un enfermo y daba otra prueba de que leía en las conciencias. 

Escribe don Santiago Bertolotto: «El 8 de agosto de 1866 entré en el Oratorio de San Francisco de Sales, en Turín. A la mañana 
siguiente me levanté con unas ampollas esparcidas por el cuerpo que me molestaban mucho. Durante los días siguientes, en vez de 
disminuir, crecía su número y aumentaba el dolor. Como no podía resistir, los superiores me mandaron a que me vieran en el Hospital 
Mauriciano. Tomé con confianza todas las medicinas que los médicos 
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ordenaron, pero todo era inútil. Estaba yo un día llorando bajo los pórticos del Oratorio, desesperado por el dolor, cuando me encontré 
cara a cara con don Miguel Rúa, entonces prefecto de la casa. Eran las cuatro de la tarde. El me sugirió que pidiera la bendición a don 
Bosco, que aquel día se encontraba en casa. Fui enseguida a él. Don Bosco me hizo arrodillar y íme bendijo! A la mañana siguiente 
estaba libre de toda ampolla y dolor. El día antes estaba decidido a volverme a casa, pero la gracia obtenida por medio de don Bosco hizo 
que continuase en el Oratorio durante cinco años seguidos». 

((450)) Otro de nuestros alumnos nos confiaba lo siguiente: «Cada vez que iba a Turín, constituía para mí una obligación pasar por el 
Oratorio de San Francisco de Sales y, si era posible, hablar con el Venerable don Bosco. El me recibía siempre con la más expansiva 
amabilidad. Me presenté una vez a él sin estar en gracia de Dios. No me hizo la menor caricia, ni siquiera me miró, no me dirigió la 
palabra y me dejó mortificado mientras muchos otros le besaban la mano». 

A fines de agosto se preparaba el Venerable para volver a Trofarello y dar la segunda tanda de ejercicios espirituales, a la que debían 
asistir todos los que no habían estado en la primera. Antes de partir fue a visitar a una distinguida señora para agradecerle los beneficios 
dispensados al Oratorio y le dejaba este autógrafo: 

«Haga Dios que la señorita Giacosa llegue a ser, cada día más, la madre compasiva de los pobres durante la vida; y después, un día, 
reciba la corona de gloria en la feliz eternidad. Amén. Agosto de 1866.» 

La buena señora añadió debajo estas líneas: «El veneradísimo don Bosco escribió a mis instancias estas pocas líneas y yo acepto con 
gratitud sus deseos. Teresa Giacosa». 

Los ejercicios empezaron el 29 de agosto. Don Bosco tuvo por compañero de predicación a don Juan Bonetti. Desde Trofarello 
respondió a algunas peticiones de la ilustrísima señora condesa Callori Sambuy -Casale Monferrato: 

Benemérita Señora: 

Recibo su carta en Trofarello, donde estoy predicando unos ejercicios espirituales a nuestros maestros sacerdotes y asistentes. 

La petición que me hace de un sacerdote para el repaso del señorito César es muy complicada. »Desea clase de literatura italiana, latina 
y griega? Se requiere un profesor de cierta talla. »Lo quiere de física, aritmética, geometría, trigonometría? Se necesita otro. Dígase lo 
mismo para historia antigua, de la edad media y moderna. 
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Otro para la historia natural y geografía. En fin, el programa del Liceo es tan extenso que requiere al menos ((451)) cuatro profesores. 
Hagamos, pues, así. Esperemos a saber el resultado de los exámenes y, entonces, todas las dificultades quedarán resueltas. 

Si después fuese necesario un mes de repaso, será mejor que vaya directamente a Turín, donde podrá tener con facilidad los maestros 
que hagan falta. 

Debo, sin embargo, hacerle saber que he reservado siempre para usted al profesor don Celestino Durando; pero el lunes le envié a casa 
Fassati, pensando que usted no le necesitaría. Mas si usted lo desea, creo que podré tener un conocido nuestro que serviría para la suya. 

Apenas llegue a Turín hablaré con el canónigo Galletti y después le daré la respuesta. Pero considere que el teólogo Abbondioli es un 
buen predicador y un buen católico. Me entiende, »verdad? 

Creo que su actual residencia queda fija en Vignale, por tanto muy en breve le haré saber qué día pasaré a verla camino de Mirabello. 

Ruégole diga a su señor marido que no quiero que su préstamo quede sin interés. En el día de la Natividad de María Santísima todos 
nuestros muchachos comulgarán y yo celebraré la misa, según su piadosa intención. 

Que Dios bendiga a usted y familia. Ruegue por mí, que me profeso en el Señor. 

Trofarello, 31 de agosto de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

P.S.-Perdone las prisas con que escribo. 

Por aquellos días, fue a visitar a don Bosco monseñor Riccardi de Netro, obispo de Savona, que tenía gran amistad con él. Solía el 
Prelado pasar sus vacaciones otoñales en Trofarello, con su hermana la condesa Casassa, insigne bienhechora del Oratorio; durante este 
tiempo no dejaba de entretenerse frecuentemente con algún salesiano, mandado allí por los Superiores para reponer su salud, y de dar con 
él largos paseos. Cuando iba después a Turín para ver a don Bosco, bajaba directamente al comedor, que estaba en los sótanos, y allí se 
quedaba después de la comida en medio de un sinfín de muchachos. 

El 2 de septiembre terminaron los ejercicios y el clérigo José Daghero pronunció la fórmula de los votos trienales. Fue el primero 
((452)) que los emitió en los ejercicios organizados solamente para salesianos. Don Bosco siguió, lo mismo que había comenzado, 
predicando los ejercicios a los hermanos todos los años, hasta los últimos días de su vida. 

En el Oratorio había pasado aquellos días a mejor vida un jovencito, del que escribe don Miguel Rúa: 
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«Miguel Ropolo, de Villafranca Piamonte murió el 31 de agosto a los doce años de edad. Optimo muchacho: la inocencia se 
transparentaba en su rostro. El amor al estudio y a la piedad ocupaban su tierno corazón. Dejó de sí bonísimo recuerdo. Mándenos el 
Señor frecuentemente almas tan bellas. 

Poco después, llamaba Dios a la eternidad a otro, y escribía don Miguel Rúa en el necrologio: 

Muere Francisco Nicolini, a la edad de catorce años. íPobre muchacho! Abandonado por todos, fue acogido en este Oratorio cuando se 
encontraba en extrema pobreza de alma y cuerpo. Dotado de gran vivacidad y no falto de inteligencia, iba progresando poco a poco, hasta 
que, víctima de una larga enfermedad, tuvo que pensar en prepararse para morir. Ingresó en el Hospital de Cottolengo, donde murió con 
buenas disposiciones y habiendo recibido los santos sacramentos. 
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((453)) 

CAPITULO XXXVIII 

DON BOSCO PREDICE EN BUSCA EL PORVENIR DE UNA NIÑA -PIDE AL VICARIO CAPITULAR QUE DISPENSE A SUS 
CLERIGOS DE ASISTIR A LAS CLASES DE FILOSOFIA Y TEOLOGIA EN EL SEMINARIO -RESPUESTA DESFAVORABLE 
EL VICARIO ACCEDE A SU NUEVA PETICION PARA ESTABLECER EN EL ORATORIO UNA ESCUELA DE FILOSOFIA 
PARA SUS CLERIGOS -GENEROSIDAD DE UN PRELADO ROMANO CON LA IGLESIA -EL COLERA -DON BOSCO 
ASEGURA QUE NO MORIRA DE CONTAGIO TODO EL QUE CONTRIBUYA CON LIMOSNAS A LA CONSTRUCCION DE LA 
NUEVA IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA -LA VIRGEN MANTIENE ESTA PROMESA -DON BOSCO SUGIERE A SUS 
MUCHACHOS LOS MEDIOS PARA PRESERVARSE DE LA PESTE -PRUDENTES PRECAUCIONES -BONDAD DE 
CORAZON CON UN CLERIGO -REBELION EN PALERMO -SUPRESION DE LAS ORDENES RELIGIOSAS EN SICILIA 

DON Bosco, después de despedirse en Trofarello de sus queridos discípulos, mantuvo la palabra dada al profesor Carlos Bacchialoni, 
docente de literatura griega en la Universidad de Turín, y fue a pasar unos días en su quinta de Busca. No es para decir cómo recibió a 
don Bosco este distinguido literato, ferviente católico y ejemplarísimo padre de familia, dado que el Siervo de Dios llevaba consigo la 
alegría y la bendición de Dios doquiera que fuese. Una prueba más de ello diola en esta casa, como atestigua don Juan Garino. 

«Era el año 1866 en el mes de septiembre, cuando don Bosco se encontraba en Busca en casa del profesor Bacchialoni. Una tarde, 
((454)) no sé qué le pasaba a una hija de Bacchialoni, de dos años de edad, que inquietaba a su madre. 

»Don Bosco, que estaba presente, puso su mano sobre la cabeza de la niña y dijo: 

»-A esta niña la haremos monja; una monja inflamada de celo y amor de Dios. 

»La niña se llamaba Adelaida. Pasaron los años, entró en el convento 
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de las religiosas del Santísimo Sacramento y con ellas murió el año 1889, en Vigevano. Monseñor De Gaudenzi, obispo de Vigevano, su 
confesor, aseguró a la madre que Adelaida era verdaderamente una santa, que había muerto de consunción por amor de Dios y que 
deseaba ardientemente ir al Paraíso. La madre que ayer mismo, 3 de marzo de 1891, me contó este hecho, añadió que lo mismo le dijo el 
que fue confesor de Adelaida cuando ésta estuvo por algún tiempo en Vicenza.» 

Seguramente hablaría don Bosco con el profesor Bacchialoni acerca de una innovación que resultaba indispensable en el Oratorio, dada 
la confianza que con él tenía. Solía Bacchialoni prestarse para asistir a los exámenes finales del Oratorio y de los colegios de Mirabello y 
Lanzo. 

El Siervo de Dios, que quería remediar algunos inconvenientes en la formación de sus clérigos, había pensado organizar para ello las 
clases en el Oratorio de Valdocco. En efecto, a fines de agosto, había presentado esta proposición al Vicario Capitular, monseñor José 
Zappata: 

Reverendísimo señor Vicario General: 

Las amonestaciones al Clero que tan sabiamente puso V. S. Rvma. como preámbulo al calendario del corriente año, fueron para mí 
objeto de muchas reflexiones y serias consideraciones; particularmente las patéticas expresiones con que se lamenta de la disminución de 
vocaciones para el estado eclesiástico. Aunque, en mi poquedad, deba yo limitarme a la buena voluntad, deseo, sin embargo, 
ardientemente unir mis débiles esfuerzos a fin de que la voz del Superior surta su efecto, por cuanto a mí toca. 

Recomendó usted encarecidamente que se hiciese lo posible para educar ((455)) y cultivar en la piedad a la juventud estudiantil y así 
suplir las vacantes gravemente sentidas por la muerte de los sacerdotes que cada año llama Dios al eterno descanso. 

Para corresponder a esta exhortación hemos determinado que, sin publicarlo, los alumnos de esta casa y del colegio de Lanzo fuesen 
cultivados con solicitud especial en la piedad y en el espíritu eclesiástico. Más aún, se ha establecido que, por regla ordinaria, no se 
admita en adelante para estudiar en el Oratorio de San Francisco de Sales a ningún muchacho que no tenga intención de abrazar el estado 
eclesiástico, dejando después a cada uno en plena libertad para elegir su vocación, al término de los cursos del bachillerato. 

Por término medio, los jóvenes que piden seguir los estudios eclesiásticos son de cincuenta a cincuenta y cinco cada año; y de 
veinticinco a treinta de éstos pertenecen y quieren ser agregados a la diócesis de Turín. Tengo fundada esperanza de que, en los años 
venideros, pueda aumentar sensiblemente este número. 

Por lo que respecta a los que ya vistieron la sotana, se advierte un mal, que deseo ardientemente por mi parte corregir del mejor modo 
posible. Este mal es la frecuente vuelta de los clérigos al estado laical. En los años pasados fue rarísimo el caso de jóvenes procedentes de 
esta casa que abandonasen el hábito eclesiástico; pero, desgraciadamente, 
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de un tiempo a esta parte estos casos se repiten con dolorosa frecuencia, tanto entre los que están en el Seminario como entre los que 
están en este Oratorio. Puede que ello sea debido a los tiempos, a las circunstancias políticas, a las pocas esperanzas de bienestar del 
sacerdote; puede que se deba a los libros, a los periódicos que fácilmente caen en sus manos, pero el hecho es que el abandono de la 
sotana es demasiado frecuente, como usted mismo sabe. 

Entre los clérigos de esta casa, aunque de algún tiempo a esta parte se hayan aumentado los medios de asistencia, instrucción y 
predicación, vemos, sin embargo, estas vueltas a la vida secular. 

Con el fin de remediar este mal, y movido únicamente por el deseo de la mayor gloria de Dios, me atrevo a hacer a V. S. Rvma. la 
humilde súplica de que los clérigos del Oratorio puedan hacer el curso escolástico en esta casa, del modo siguiente: 

1.° Los estudios se harían de acuerdo con el programa, materias y tratados del Seminario Arzobispal y los alumnos se examinarían 
juntamente con los otros seminaristas de la diócesis en la fecha establecida por los Superiores. 

2.° Si, después de un año de prueba, no se obtuvieren resultados satisfactorios en el estudio y en la piedad, volverían a las clases del 
Seminario, según su superior parecer. 

Yo creo que, con estas normas, podría alejar a estos clérigos de ciertos peligros, especialmente de la contemplación de muchos carteles 
y fotografías lascivas; de las voces de los periódicos, de las burlas y ((456)) de los insultos por calles y plazas, de los que ya fueron 
blanco muchas veces, especialmente los más bajos de estatura, al ir y al volver de sus clases. 

Crea, señor Vicario, que estas cosas han producido en algunos verdaderos enfriamientos en la piedad, y en otros la deliberación de 
abandonar un estado de vida que les somete a tan frecuentes y duras pruebas. 

Mientras estos clérigos disfrutarían, en cierto modo, de las mismas facilidades que gozan los del colegio de Lanzo y creo que también 
los del Seminario de Giaveno, serían de gran ventaja para nuestros muchachos, que de este modo podrían estar normalmente asistidos, 
gracias a un horario en el que las clases de unos coincidan con las de los otros. 

En papel a parte, que uno a la presente, verá el personal que propongo, y que modificaría a su gusto, siempre que esta humilde petición 
fuese aceptada. 

He expuesto simplemente mi parecer; ahora lo someto a cuanto su iluminado saber delibere. 

Rogamos diariamente a Dios Nuestro Señor por su preciosa salud, para que pueda durante mucho tiempo promover el mayor bien de la 
Religión, y mientras nos encomendamos unánimemente a la caridad de sus santas oraciones, cábeme el honor de poderme profesar, en 
nombre de todos los sacerdotes y clérigos de esta casa 

De V. S. Ilma. Rvma. 

Turín, 27 de agosto de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La carta llevaba la siguiente posdata autógrafa: 

P.S.-La presente carta ha sido escrita al dictado por otra mano, para que resulte menos incómoda su lectura. 

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En el papel, que iba unido a la carta, decía: 

Maestros que se proponen para la enseñanza de los seminaristas, que moran en el Oratorio de San Francisco de Sales. 

Filosofía 
Literatura latina: -Profesor, Juan Francesia, presbítero. 
Aritmética, geometría y física: -Profesor, Angel Savio, presbítero, patentado por la Escuela Normal Superior; o bíen el clérigo Enrique 

Bonetti, estudiante en la Universidad, en la facultad de matemáticas. 
Lógica, metafísica, ética: -Miguel Rúa, presbítero, profesor en letras, que ya ha enseñado estas materias. ((457)) 

Teología 

El canónigo Lorenzo Gastaldi, el teólogo Costamagna; el sacerdote Juan Cagliero, para el caso en que se quisiera sustituir a alguno de 
los mencionados. 

Este proyecto de don Bosco, hijo de la necesidad, como se deduce de las razones admitidas, y de la misión que le guiaba desde entonces 
a cierta libertad en la educación e instrucción de los suyos, obtenía la siguiente respuesta: 

Seminario Arzobispal de Turín 

3 de septiembre de 1866
Muy Reverendo Señor:
El señor Vicario General tuvo la bondad de comunicarme la petición hecha por V. S., con la adjunta instancia y de manifestarme al


mismo tiempo su respetable parecer, con el que estoy totalmente de acuerdo. Hemos determinado invitar a V. S. a que retire su petición, y 
por esto se la devuelvo en este sobre. 
Mientras tanto, y con toda mi estimación, me profeso 

Su seguro servidor Can. AL. VOGLIOTTI, Prov. Gen. C. 

Don Bosco respondía respetuosamente al canónigo Vogliotti: 

Ilmo. señor Rector: 
He recibido la instancia que, de acuerdo con el señor Vicario General me ha sido devuelta. Si al menos se me hubiese hecho alguna 
observación, en cierto modo me daría por satisfecho: pero su negativa dura y seca me ha dolido, tanto más, cuanto que, como usted sabe, 
ya me había sido otorgado este permiso, que posteriormente fue suspendido por el vicario Fissore en razón de las consecuencias que se 
hubieran temido cuando el número de seminaristas del Seminario hubiera sido demasiado reducido, y esto por parte del abate Vacchetta. 
Ahora me atrevo todavía a pedir por los filósofos; si se me quiere conceder, lo creo ventajoso para mí y para los jóvenes; 

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de otro modo, me someto del todo a lo que el Señor inspire a usted y al señor Vicario. 

Siempre dispuesto a obedecerle y a servirle en cuanto pueda, tengo el honor de poderme profesar con todo mi aprecio, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 6 de septiembre de 1866 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((458)) Después de algún tiempo, llegó la respuesta favorable a esta segunda petición y los clérigos estudiantes de filosofía tuvieron las 
clases en el Oratorio. 

Mientras andaba en estas gestiones, recibía el Siervo de Dios un amable donativo de un ilustre prelado, que un día pertenecería al Sacro 
Colegio Cardenalicio. 

Ilmo. Sr.: 

Por medio de una circular impresa, fechada el 12 de mayo último, me llegó una invitación de V. S. Ilma. para tomar parte en la tómbola 
que usted organizó, con el fin de recabar fondos para la construcción de una iglesia en esa ciudad, dedicada a María Auxiliadora, y a tal 
efecto me transmitía diez docenas de boletos. 

Deseoso de contribuir a tan religiosa empresa, le hago llegar, por medio del señor Cayetano Tortone, a quien acudo hoy mismo para 
hacerle el encargo, la cantidad de cincuenta liras. 

Le agradezco los impresos que, al mismo tiempo, me manda y, confiando que el Señor bendiga una obra consagrada al particular culto 

de la Reina de los ángeles, me cabe la satisfacción de confirmarle mi más sincero aprecio, 

De V. S. Ilma. 

Roma, 4 de septiembre de 1866. 

Su seguro servidor TOMAS MARTINELLI 

La confianza en una especial protección de María Auxiliadora contra los golpes de una terrible peste se iba difundiendo. 

El cólera había reemprendido sus hazañas homicidas, durante el mes de mayo en Rusia, en Bélgica y en Inglaterra. En Austria, había 
habido doscientos mil casos y cien mil muertos; en Hungría, cuarenta mil casos y veintidós mil víctimas; en Moravia, sesenta y ocho mil 
atacados con veintiocho mil muertos. En julio y en agosto llegaba a Marsella, Amiens y más allá. Sólo en el departamento del Sena 
duraba ininterrumpidamente hacía casi un año y había llevado al sepulcro a cinco mil setecientas personas. Al mismo tiempo aparecía en 
Génova, se difundía por Nápoles, tocaba a Ancona y se esparcía por diversas regiones de la Alta Italia. 

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((459)) Desde primeros del año se había corrido la voz de que los que ayudasen a la construcción de la iglesia de María Auxiliadora 
estarían a salvo del cólera. Desde Florencia escribían a don Bosco: 

Muy Reverendo Señor: 

Perdone mi atrevimiento al escribirle, pero es que me encuentro muy inquieta con la duda de haber entendido mal sus palabras. 

Hablando del dar poco o mucho para la construcción de su nueva iglesia, oí a algunas señoras tener por cierto que usted había dicho y 
asegurado que podía afirmar con pleno conocimiento que ciertamente no moriría de cólera quien diese un solo céntimo para esta obra. 

Así me pareció entender. Oí, por otra parte, a varios sacerdotes, muy apreciables y muy conocidos suyos, negar que usted haya dicho o 
podido decir semejante cosa: es más, añadían que usted les había dicho que esto no eran más que palabras interpretadas por mentes 
exaltadas, pero no proferidas por usted. 

Por tanto, le rogaría cordialmente me escribiese lo antes posible, si usted entiende verdaderamente dar esa seguridad o si se trata de un 
mal entendido por nuestra parte. Tanto más que no quisiera causar ningún perjuicio a la obra, esparciendo tales promesas... 

Florencia, 7 de enero de 1866 

EUFROSINA COVONI 

No creemos a este propósito que las referidas palabras de don Bosco, si en verdad las dijo como quedan expuestas, debieron ser mal 
interpretadas por aquellos sacerdotes. Para juzgarlas habría que conocer las circunstancias en que las pronunciara, qué extensión dieron 
aquellas señoras a su promesa y, además, si, en su entusiasmo, no atribuyeron a las virtudes del Siervo de Dios aquella preservación tan 
extraordinaria de la peste. Tanto más que don Bosco, sin dar importancia a cuanto decía u obraba de maravilloso, buscaba, como ya 
hemos dicho en otras ocasiones, esconder siempre su persona, y hasta las bendiciones que curaban a los enfermos, solía acompañarlas de 
tal jovialidad, imitando a san Felipe Neri, que muy pocos se daban cuenta de ellas. 

No tenemos la respuesta que haya podido dar a la señora Covoni ((460)), pero que su esperanza no era ninguna ilusión lo confirman las 
siguientes líneas de una carta, escrita al Venerable, desde Florencia, el 13 de septiembre de 1866, por la marquesa Isabel Gerini. 

«Mucho me consuela la confirmación que V. S. me hace de que ínos veremos libres del cólera! Ciertamente que pondremos gran 
confianza en la protección de María Auxiliadora y a Ella me encomiendo de todo corazón. Esperamos que Ella nos libre también de todos 
los males que nos acechan. íRece, rece por las necesidades de todo el mundo! 
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»Me alegran mucho las buenas noticias que me da de su salud, que deseo sea bonísima por muchos años, y se lo pido cordialmente al 
Señor para que pueda realizar todas las santas obras que ha comenzado, y que con su celo sabrá idear y cumplir en el porvenir y para que 
pueda seguir siendo útil para todos, como hasta el presente lo ha sido». 

Además, Varios hechos atestiguaban la maternal benevolencia de María Auxiliadora con todos los que ayudaban a don Bosco en la 
construcción de la iglesia de Valdocco. 

El 25 de febrero de 1909 nos escribió desde Milán la señora Carolina Rivolta Guenzati: 

«En el 1866 se extendía el cólera por toda Italia. Mis padres habían recibido muchos boletos para una tómbola y don Bosco prometía 
que ninguno de los que los adquirirían moriría de la terrible plaga. Realmente mi madre puede atestiguar que ninguno de los que 
compraron dichos boletos, que ella misma había distribuido, murió del cólera; solamente una persona quedó afectada por el contagio, 
pero no murió». 

El mismo don Bosco había asegurado a sus muchachos, que si se mantenían lejos del pecado y llevaban al cuello la medalla de María, 
esta celestial Madre les preservaría de la peste. 

A pesar de eso no dejaba de cumplir las precauciones sugeridas por la prudencia, pues no quería tentar a Dios. 

«Era el año 1866, escribe don Juan Garino, y el cólera hacía estragos en Busca, mi pueblo. Como tuve que ir allí ((461)) poco antes de 
que estallase el mal, apenas apareció me apresuré a arreglar mis asuntos para volver a Mirabello Monferrato, donde estaba aquel año 
dedicado a la enseñanza. Don Bosco, a fin de que yo, que iba de un pueblo gravemente infestado por el mal, no contagiase a los demás, 
mandó escribir que me quedase en Busca y, mientras tanto, en mi calidad de clérigo, ayudase al Párroco en su ministerio. Pero sabiendo 
don Bosco que mi situación económica no era muy boyante me abasteció con largueza para los dos meses y pico que me tocó permanecer 
en casa. Publico y atestiguo esto para que se conozca la gran caridad de don Bosco que ayudaba a todos, sin olvidar a ninguno. 

»Puedo además atestiguar, continúa el padre Garino, rindiendo cortesía a la bondad del corazón de don Bosco, que, estando yo en mis 
primeros años de clérigo en el Oratorio, don Bosco me buscó una señora rica para que me tomase bajo su protección en todo lo que me 
hiciese falta. Y verdaderamente la piadosa señora se ocupaba 
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de mí solícitamente y enviaba a don Bosco en fechas fijas cierta cantidad de dinero destinada para mí. De vez en cuando, me llamaba don 
Bosco para preguntarme si necesitaba esto o aquello; que se lo dijese libremente, porque nunca me faltaría nada. Recordaba yo entonces, 
como las recuerdo ahora, las palabras que don Bosco me dijo en febrero de 1858, cuando tuve la desgracia de perder a mi padre: 
Recuerda, Garino, que siempre tendrás en mí un padre. Y así fue, hasta que murió». 

Mientras las poblaciones de la Península vivían en continuo temor y seguían los trámites de paz entre Italia y Austria, la noche del 15 al 
16 de septiembre se vio repentinamente invadida la ciudad de Palermo por unas bandas de ladrones, respaldados por varios millares de 
prófugos y de cuadrillas de republicanos con gorro y bandera roja, todos pertrechados de armas y municiones. 

Era el efecto de una amplia conspiración de los sicilianos para liberarse de un gobierno que odiaban, prometiéndose, después de 
Custoza ((462)) y Lissa, la disolución de la unidad italiana y su propia autonomía. 

Durante cinco días enteros la metrópoli de Sicilia estuvo casi por entero a merced de los revoltosos que gritaban íViva la República! El 
populacho de la ciudad y de los suburbios les apoyaba. Los mil quinientos soldados de la guarnición no podían resistir los incesantes 
asaltos de aquellas turbas furibundas, que se entregaban al saqueo, los incendios y asesinatos. 

Pero el día 20 desembarcaban dos divisiones completas, mandadas por el general Rafael Cadorna, a quien se le habían otorgado 
amplísimos poderes. El 21 daba un fuerte ataque a la ciudad; fue bombardeada por los acorazados y ocupada, después de muchas horas de 
encarnizado combate y gran mortandad. Muchos de los revoltosos lograron huir y ponerse a salvo en el campo y escondiéndose en el 
monte. Por la noche, en señal de alegría, se iluminaba la ciudad pero se declaraba el estado de sitio por toda la provincia. Durante varios 
días se procedió a numerosísimos arrestos y fusilamientos con juicio militar sumarísimo. Mas, por desgracia, las consecuencias de la 
rebelión cayeron sobre el clero y las órdenes religiosas. Los diarios del gabinete de Florencia se apresuraron a pregonar que los agitadores 
de la plebe eran sacerdotes, frailes y monjas; y, sin más, el Ministerio resolvió aprovechar la ocasión para confiscar sus bienes en los que, 
dadas las condiciones de aquellos pueblos, no había osado meter mano. 

El pretexto fue sencillo: «íLos rebeldes estaban atrincherados en 
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los conventos y monasterios!» Estos se encontraban en lugares a propósito y los rebeldes habían entrado en ellos por la violencia. Pero 
los sacerdotes, frailes y monjas quedaron a merced de la soldadesca, irritada por los sangrientos combates que había tenido que sostener. 
Se admitían las denuncias de delitos inventados por viles amaños de policía. 

El octogenario monseñor Naselli, arzobispo de Palermo, que no había salido del arzobispado, ocupado por las tropas, fue insultado por 
Cadorna con una carta llena de injustas acusaciones. ((463)) Y su coetáneo monseñor de Acquisto, arzobispo de Monreale, aunque 
enfermo, fue sacado de la cama y puesto en prisión. 

Y sin embargo, el clero había hecho todo lo posible por atenuar el mal; el comendador Torelli, gobernador de la ciudad, en su relación 
pormenorizada de los sucesos al Gobierno, habló por extenso de los muchos soldados salvados por los Benedictinos y otros religiosos. 

Sin embargo, Cadorna se apresuró a apoderarse de todos los conventos de Sicilia, a echar fuera a sus moradores y confiscar sus bienes. 

Prohibió a los religiosos dispersos vestir el hábito de su orden y mandó que en el término de diez días se reintegraran a su municipio de 
origen o a su propia familia. Varios centenares de religiosos, sin cargo legal ni proceso, fueron deportados a domicilio forzoso, unos a 
Cerdeña y otros a diversas ciudades de Liguria, Piamonte y Lombardía, con la asignación de unos céntimos al día, sin atención a la edad, 
la enfermedad, ni a la dureza del clima fatal para los sicilianos. 

Las monjas que no pudieron o no quisieron refugiarse con sus familias, fueron expulsadas de sus monasterios y amontonadas en los 
conventos más míseros, sin tener en cuenta la diferencia de institutos y sin compasión por sus angustias. Bastaba ser cura, fraile o monja 
para estar fuera de la ley, a pesar de que un decreto real había abolido las medidas extraordinarias publicadas para Sicilia. Y todo esto, 
mientras la Gaceta Oficial del 18 de agosto había publicado un decreto real de amnistía que devolvía a plena gracia y plena posesión de 
los derechos civiles a todos los que, denunciados o condenados, habían tomado parte en las conspiraciones mazzinianas o garibaldinas 
contra la autoridad real o la monarquía de la Casa de Saboya, entre los que se encontraba José Mazzini. 

Mientras tanto aparecía el cólera, primero en Palermo, donde eran centenares los atacados cada día, extendiéndose después a Adernó, 
Catania, Mesina, Trapani y ((464)) otros lugares a los que llegaban 
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fugitivos de la metrópoli. La mortandad en Italia fue mayor que la del año anterior. En 1866 el cólera apareció en cuarenta y nueve 
provincias, sin contar las Vénetas, y en quinientos cuarenta ayuntamientos; los casos denunciados alcanzaron hasta veintitrés mil 
doscientos cuarenta y cuatro y los muertos fueron trece mil quinientos setenta. Todo, según las estadísticas oficiales. 

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((465)) 

CAPITULO XXXIX 

LA CUPULA DE LA IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA -CURACION MILAGROSA DE UN INSIGNE BIENHECHOR DE LA 
IGLESIA -CIRCULAR DE DON BOSCO PARA EL CORONAMIENTO DE LA CUPULA -EL SORTEO DE LA TOMBOLA 
DIFERIDO -FIESTA CON MOTIVO DE LA COLOCACION DEL ULTIMO LADRILLO DE LA CUPULA -SORPRENDENTES 
CIRCUNSTANCIAS DE UNA VOCACION RELIGIOSA -PREDICCIONES SOBRE LA INCONSTANCIA DE LOS PROPOSITOS 
DE ALGUNOS MUCHACHOS -DON BOSCO PREDICA LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES A LOS SEMINARISTAS DE 
BERGAMO -TESTIMONIOS DE SUCESOS NOTABLES DURANTE SU PREDICACION EN ESTA CIUDAD -EL OBISPO DE 
BERGAMO ENCARGA A DON BOSCO QUE EXAMINE LA ORTODOXIA DE LAS ENSEÑANZAS DE UN TEOLOGO -DON 
BOSCO ANIMA CON UNA CARTA A LA SUPERIORA DE UN MONASTERIO 

EN el mes de septiembre, por decreto del Gobernador de Turín, el conde Carlos Torre, se había concedido otra prórroga al término de la 
tómbola, mientras la cúpula de la iglesia de María Auxiliadora llegaba a su cima. Lenta había sido su construcción, ya que don Bosco se 
encontraba en gran penuria de dinero; así que, una vez levantados los arcos que debían sostenerla, dudó unos días en seguir adelante. 
Finalmente, parece que se decidió, para mayor rapidez en el trabajo y para ahorrar algo, a sustituirla con una sencilla bóveda de copa 
invertida y dio orden al maestro de obras Carlos Buzzetti y al ecónomo don Angel Savio. Estos quedaron sorprendidos y contemporizaron 
durante casi un mes; hasta que un día, inesperadamente se presentó a don Bosco un gran bienhechor suyo, el ((466)) banquero 
comendador Antonio Cotta, senador del Reino, el cual le invitó a seguir por entero el plano de la iglesia, ya que no faltarían los medios. 

La breve suspensión de los trabajos se había notado. El clérigo Pablo Albera se encontró en la Curia, con cierta persona de autoridad, 
que le dijo: 
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-»Qué, se hace la cúpula? 

-Parece, respondió Albera, que el comendador Cotta quiere pagar parte de los gastos. 

-Mejor harían dando ese dinero a los pobres. 

Pero María Auxiliadora opinaba muy diversamente sobre la obra de don Bosco y la caridad del devoto banquero. 

Encontrábase éste en cama, desahuciado por los médicos y a punto de muerte. Tenía ochenta y tres años. Se presentó don Bosco. 
Apenas lo vio el enfermo, díjole con un hilillo de voz y meneando continuamente la cabeza: 

-Unos minutos todavía y camino de la eternidad. 

-No, no, Comendador, respondió don Bosco; la Virgen le necesita todavía en este mundo. Es preciso que usted viva para que me ayude 
a construir su iglesia. 

-Con mucho gusto lo haría, pero estoy ya en las últimas; no hay ninguna esperanza. 

-»Y qué haría si María Auxiliadora le obtuviese la gracia de curar? 

El comendador Cotta, impresionado por aquella pregunta, hecha con rostro alegre y sereno, dijo: 

-Si obtengo la curación, prometo pagar dos mil liras mensuales durante seis meses para la iglesia de Valdocco. 

-Bien, pues me vuelvo al Oratorio donde haré rezar tantas oraciones a María Auxiliadora, que espero le obtendrá la gracia de la 
curación. Tenga confianza. María es Virgo potens. 

Y, antes de partir, hizo una oración por el enfermo y le dio la bendición. 

Tres días después, se encontraba don Bosco en su habitación, ((467)) cuando le anunciaron la visita de un señor, que entraba. Era el 
comendador Cotta, que le dijo: 

-Ya estoy aquí; la Virgen me ha curado, contra la opinión de todos, y con gran estupefacción de mi familia y de mis conocidos. Aquí 
tiene las dos mil liras prometidas para este mes. 

Satisfizo después puntualmente los otros plazos de su promesa, y aún vivió casi tres años, tan sano y robusto como se puede a su edad; 
conservó siempre profunda gratitud para la gran Madre de Dios, por el señalado favor. 

-Cuanto más dinero traigo para sus obras, mejor van mis negocios. Experimento de hecho que el Señor me da en la vida presente el 
céntuplo de lo que yo doy por su amor. 

Es de notar que lenguaje semejante solían tener el marqués de 
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Fassati y el barón Bianco de Barbania, de quien, juntamente con don Miguel Rúa y otros, daba testimonio don Celestino Durando. 

Y la cúpula quedó acabada, rodeada exteriormente por tres balaustradas; la primera en la base, alrededor de los dieciséis ventanales que 
le dan luz; la segunda sobre el cornisamento donde empieza la cúpula; y la tercera coronando la pequeña plataforma en la que se abría el 
ojo circular, a más de sesenta metros de altura sobre el pavimento. Desde el campanario de la derecha se pasaba a la primera balaustrada, 
y desde el de la izquierda a la segunda, la cual se unía a la tercera con una escalera de hierro sobre el exterior de la cúpula. Encima debía 
levantarse un cupulino de madera, que serviría de base para la estatua de la Virgen. Al llegar los trabajos a este punto, don Bosco envió 
esta circular a los bienhechores: 

Benemérito Señor: 

Con gran placer tengo el honor de participar a V. S. benemérita que los trabajos de la iglesia recomendada a su caridad ya han llegado a 
feliz término y el próximo domingo se espera poder colocar el último ladrillo ((468)) sobre la cúpula del sagrado edificio. Le rogaría, por 
tanto, quisiera honrarnos en ese día con su presencia; para su norma le comunico que ello tendrá lugar el próximo domingo 23 del 
corriente, a las dos y media de la tarde. A continuación, seguirán las funciones religiosas con la bendición del Santísimo Sacramento para 
implorar a Dios abundantes bendiciones celestiales sobre todos los que de algún modo han contribuido o querrán contribuir a la 
construcción de esta iglesia. 

Con esta ocasión siento el deber de comunicarle que los sucesos públicos nos han inducido a la prórroga de la tómbola, puesta bajo su 
protección; pero en breve será convocada la benemérita Comisión con objeto de fijar el tiempo necesario para colocar el gran número de 
boletos que quedan todavía y llegar finalmente a la publicación de la fecha del sorteo de los premios. Pero de todo esto tendrá 
comunicación, tan pronto como sea deliberado. 

Los pobres muchachos, que acuden a los Oratorios masculinos de esta Ciudad, se unen a mí para augurarle copiosas bendiciones 
celestiales, mientras, en nombre de todos, le aseguro la más profunda gratitud y me profeso, 

De V. S. Benemérita 

Turín, 21 de septiembre de 1866 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Fue una fiesta solemne por la multitud de muchachos y de gente que llenaron los patios y alrededores, y por la banda de música. 

El marquesito Manuel Fassati, acompañado por don Bosco, subió a aquella altura y colocó la piedra que cerraba la última hilera de 
ladrillos. 
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Los trabajos de construcción terminaron el 1866. El cupulino se colocó en su sitio y éste y la cúpula entera se recubrieron de latón 
bronceado y pintado de minio para resguardarlo de las oxidaciones de la intemperie. 

Aquella misma tarde del domingo 23 de septiembre cumplía don Bosco una promesa imponiendo la sotana a un joven en la iglesia de 
san Francisco de Sales, en presencia de toda la comunidad. 

Ya hemos contado que el 1864, cuando don Bosco profetizó la muerte de los alumnos Aiacini y Vicini, dijo a Domingo Tomatis, su 
compañero, que comería mucho pan ((469)) con don Bosco, es decir, que viviría largos años y se haría salesiano. 

Una noche Tomatis tuvo un sueño, que siempre recordó y que le sirvió de admirable consuelo en todas las circunstancias penosas de la 
vida. Parecióle ver, luminoso y bellísimo, al difunto Vicini, que tomándole de la mano lo condujo al balcón y le señaló la estatua de la 
Virgen que coronaba la cúpula de la iglesia de María Auxiliadora. Nótese que entonces no había más que los cimientos de la iglesia; y sin 
embargo, Tomatis la vio, tal y como aparecía después, con la majestad de su mole. Y Vicini le dijo: 

-íMira allá arriba! íEsa es tu vida! Sigue fielmente los consejos de don Bosco y después vendrás conmigo al Paraíso. 

Mientras hablaba, Tomatis le miraba a la cara y le parecía leer en su alma cuánto agradecía el santo afecto que todavía le profesaba. 

Unos días después, fue a confesarse con don Bosco, y éste le habló con las mismas palabras que Vicini le había dicho en el sueño, con 
lo que quedó altamente maravillado. En otra ocasión habló don Bosco del sueño en que había visto unas espadas colgando sobre la cama 
de cada alumno y de unos números escritos sobre la frente de éstos, que indicaban los años que les quedaban de vida. Todos los 
muchachos fueron a preguntar a don Bosco el misterio del presente y del porvenir que les esperaba. También Tomatis pidió explicación 
de su porvenir, visto en el sueño, y cuánto tiempo viviría todavía. Don Bosco le respondió: 

-Te podría decir el tiempo exacto, pero no conviene; no te preocupes de ello; aún te queda mucho tiempo de vida, y esto basta; 
piensa en ser bueno, porque serás sacerdote de don Bosco y tendrás que ayudarle a salvar muchas almas. 

Esta respuesta fue el primer germen de su vocación religiosa y sacerdotal, ya que, antes, nunca había pensado abrazar este estado. 

Continuó con celo sus estudios; en tercero y cuarto curso de bachillerato, obtuvo el primer premio; pero ((470)) al acercarse el fin de 
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sus estudios de bachiller se hallaba dudoso y había dejado de lado el pasado, y las palabras de Vicini en el sueño y las de don Bosco. Fue 
de vacaciones a Trinità di Mondoví, su pueblo, y determinó entrar en la Compañía de Jesús, a la que ya pertenecían dos tíos suyos. 
Consultó con uno de ellos, el cual le aconsejó que calculase bien el paso que quería dar; él pensó, rezó, preparó los papeles necesarios, 
pidió la admisión, fue aceptado en la Compañía y esperaba ya el día fijado para trasladarse al Principado de Mónaco. Tenía que ir con él 
un joven del Cottolengo. 

Tomatis fue a Turín, y, antes de partir, se presentó a don Bosco para confesarse con él y despedirse. El Siervo de Dios lo escuchó y, 
después de la absolución, le dijo: 

-»Has ido ya a tomarte las medidas para la sotana? 

-No, don Bosco; pienso hacerme jesuita, y ya está todo arreglado para ello. 

-Bien, repitió don Bosco; tú irás al sastre a tomarte medidas para la sotana. 

-Pero si tengo que partir hoy mismo para Mónaco. 

-Mira, haz así, replicó don Bosco; dentro de unos días se pondrá el último ladrillo en la cúpula de la iglesia y haremos una bonita 
fiestecita. Ese día te bendeciré e impondré la sotana de clérigo. Quédate hoy a comer con nosotros y esta tarde irás al sastre para las 
medidas. 

-Pero, si tengo que partir a las dos de la tarde. 

Entonces el Siervo de Dios, tomando un aspecto majestuoso, continuó: 

-Así que, »te has olvidado de lo que hemos hablado y de lo que te dije en el pasado? »Y de las muchas almas que, para ayudarme, tú 
debes salvar? 

Y le repitió de nuevo las palabras semejantes a las que Vicini le había dicho en el sueño, de modo que se presentó viva ((471)) en su 
mente aquella imagen querida, y de repente cambió la voluntad del joven. A poco, llegó el padre Porcheddu a toda prisa, pues ya era hora 
de partir. 

-Yo no me marcho, dijo Tomatis. 

-»Por qué?, le preguntó el Padre. 

-Porque don Bosco me ha cambiado la cabeza. 

-»Entonces? 

-Me quedo con don Bosco. 

-»Y los papeles enviados? 

-Lo siento, pero la cosa es así. 
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-»Y qué dirá vuestro tío, el padre Tomatis? 

-Que diga lo que quiera; yo no me muevo de aquí. 

-Si es así, haced como queráis, terminó diciendo el padre Porcheddu. 

Y se marchó. 

Así, pues, por la tarde del 23 de septiembre, Tomatis vistió la sotana. Desde aquel momento desapareció toda duda sobre su vocación, 
pese a ciertas contrariedades y disgustos que encontró. Es salesiano, sacerdote y misionero en América hace treinta y siete años. 

Y resulta admirable ver confirmada en él la predicción de una larga vida. Se ha visto libre muchas veces de peligros mortales. Nadaba, 
una vez, en el golfo de Varazze y estaba solo; una corriente le arrastró a alta mar. Lejos de la playa, cansado, sintiendo que le faltaban las 
fuerzas, casi ahogándose, invocó a María Auxiliadora y se encontró en posición vertical; sus pies tropezaron con la única punta de un 
escollo cubierto por las aguas, que se encuentra en un amplio trozo de mar. Así pudo descansar, cobrar aliento y volver a la playa. Otra 
vez, en Chile, debía cruzar un río hinchado por las abundantes lluvias; tres gauchos le avisaron que no intentase atravesarlo, porque 
ciertamente sería arrollado por las aguas con riesgo de perecer, pero él, confiando en la palabra de don Bosco, lo pasó y llegó incólume a 
la otra orilla. 

Fue nuestro mismo querido hermano quien nos contó esta narración ((472)) y es una prueba más del don que poseía don Bosco de 
conocer las vocaciones. 

Con las mismas luces juzgaba el Venerable sobre los que no eran llamados a la vida sacerdotal o religiosa. 

Don Francisco Dalmazzo testificó: 

«Una vez participé yo a don Bosco que había recibido una carta de un exalumno mío del Oratorio, entonces seminarista en el seminario 
mayor de Milán, el cual había entrado en el noviciado de los padres jesuitas de Epan. El Siervo de Dios hizo grandes aspavientos. Como 
yo sugiriera que me parecía una decisión muy natural, puesto que era un muchacho bueno, aunque algo vivaracho, replicó don Bosco: 

-Escríbele de mi parte que te participe el día de su vuelta a Milán. 

Lo hice, pero no obtuve respuesta. Supe, no obstante, que tres meses después había dejado el noviciado para volver a Milán». 

Don Pedro Gallo, salesiano, nos contó que durante el invierno de 1866, siendo él todavía un muchacho, estaba un día en el patio con 
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un compañero comiendo el panecillo del almuerzo. En esto que salió don Bosco de la iglesia y cruzó el pórtico para ir a su habitación. 
Fueron los dos a besarle la mano. Don Bosco se detuvo y, poniendo la mano sobre la cabeza de Gallo, dijo: « Unus assumetur (uno será 
llevado)» y volviéndose al otro, concluyó: «et alter relinquetur (y el otro será dejado)». Es de todos conocido el celo sacerdotal del 
primero; el segundo vistió el hábito clerical, pero lo dejó y, después de licenciarse en Letras, fue profesor en institutos estatales. 

Después de la fiesta del 23 de septiembre, don Bosco fue a Bérgamo, donde le esperaba ansiosamente monseñor Speranza. 

El 9 de septiembre de 1864, había escrito don Mómolo Berzi, desde Chiuduno, al clérigo Enrique Bonetti: «No creo haya nadie, ni 
siquiera en nuestra diócesis, que goce de tanto aprecio y tanta autoridad ante nuestro Obispo como vuestro piadosísimo y celosísimo don 
Bosco». 

El Siervo de Dios se hospedó en casa del conde Medolago con ((473)) quien le unía estrecha amistad, y predicó los ejercicios 
espirituales al clero de la ciudad y a los alumnos del colegio de San Alejandro. 

«Don Bosco, escribe don Luis Guanella, fundador de la Pía Unión de los Siervos de la Caridad, predicando en el 1866 los ejercicios 
espirituales a los seminaristas de Bérgamo, se conquistó de tal manera los ánimos, que alguno de ellos vino a Como, contó lo que había 
dicho y hecho don Bosco y entusiasmó a los alumnos de este seminario. Yo, entre otros, sentí encenderse en mí un afecto tan vivo por 
don Bosco, que fue siempre en aumento y, una vez sacerdote, fui a visitarlo en Turín el año 1870. 

»Supe también con certeza que los Superiores del Seminario de Bérgamo, admiraron la claridad y agudeza de don Bosco al hablar sobre 
cualquier tema de doctrina sagrada y profana». 

En Bérgamo debía estar todavía muy presente el recuerdo de los ejercicios del 1861, pues dura todavía hoy. El 5 de abril de 1909 
escribía monseñor Angel Cattaneo, Vicario Apostólico de Honan Meridional (China), desde Nau-Yang-Fou, una carta a don Miguel Rúa 
a propósito de aquellos ejercicios: 

...Hablando de don Bosco, me agrada recordarle, que yo tuve la fortuna y el consuelo (lo recuerdo como si fuera ayer) de hacer mi 
confesión general con él cuando vino al Seminario, en el carnaval del 1861, invitado por el Rector, entonces el Rvmo. Carminati, para 
predicarnos los acostumbrados ejercicios espirituales del año. Tenía yo dieciséis años, me presenté a él para hacer mi confesión general y 
empecé a leerle mis pecadillos escritos en un largo papel. 
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Me atrajo a sí, abrazándome tiernamente, me quitó de la mano el papel y lo echó al fuego, donde comenzó a arder. Ante su improviso 
gesto, me quedé mudo y confundido, sin poder articular palabra. Pero él me consoló enseguida, pues me dijo: 

-Te diré yo tus pecados. 

Y, en efecto, con gran maravilla mía me los fue diciendo todos, uno por uno, tal como yo los había escrito. Puede imaginarse cuál fue 
mi sorpresa y emoción. Prorrumpí en llanto, lleno de verdadero dolor y consuelo... 

((474)) Monseñor Abundio Cavadini, obispo de Bangalore, India, fue en 1909 a visitar a don Jorge Tomatis, director del orfanato de 
Santo Tomás en Meliapor (Madrás) y le contó que, siendo seminarista en Bérgamo, había hecho los ejercicios espirituales predicados por 
don Bosco. Explicóle qué admirable era la eficacia persuasiva de su palabra: cómo se vio obligado (y ya hemos aludido a ello) a cortar 
uno de sus sermones sobre los novísimos, porque las lágrimas y los sollozos le sofocaban y que en el sermón siguiente, pidiendo perdón a 
su auditorio por aquella involuntaria interrupción, expresó tales sentimientos que conmovió los corazones aún más que el día anterior. 

Monseñor Speranza, que conocía cuánto valía el Siervo de Dios, quiso servirse de él para investigar las doctrinas que enseñaba un 
sacerdote bergamasco. Se trataba de don Angel Berzi, profesor de Teología en el Seminario de Brescia, hombre doctísimo, pero sin 
humildad, que exponía a los seminaristas magníficas ideas sobre la Virgen, la Eucaristía y sobre la Iglesia, de un modo tan atrayente que 
sus discípulos nunca se hubieran cansado de oírle. Les aconsejaba que se ofrecieran por completo al Sagrado Corazón de Jesús y les 
invitaba a ir a las misiones extranjeras, si se sentían llamados, y hasta prometerlo con voto. Pero, empezaron a esparcirse ciertas 
proposiciones suyas, que no parecían ortodoxas, y ciertas ideas que, aunque expuestas en privado, sabían a herejía, por ejemplo que la 
humanidad del Verbo era de ab aeterno. El obispo, monseñor Jerónimo Verzeri, examinó el caso y lo sacó del Seminario juntamente con 
cinco o seis seminaristas, que se manifestaban como sus más ardientes admiradores. Berzi fue a Roma para defenderse, pero paraba con 
frecuencia en Bérgamo. 

Por esto monseñor Speranza, preocupado, encargó a don Bosco que examinara su conducta y sus enseñanzas. No era éste un encargo 
fácil, ya que los innovadores en cosas de fe suelen esconder desde el principio sus errores con palabras ((475)) ambiguas. Don Bosco 
preguntó con prudente perspicacia a muchas personas, que le habían 
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tratado confidencialmente, y se persuadió de que su teología estaba infectada con los errores de los gnósticos o, por lo menos, eran afines 
a sus herejías. El Siervo de Dios había dado en el blanco, puesto que más tarde afirmaba el pobre teólogo que por medio de la comunión 
se puede llegar a tan gran santidad como para resultar impecables, aun en las más peligrosas ocasiones, y que en este estado cualquier 
acción pecaminosa, no es pecado; él mismo decía estar seguro de haber alcanzado la cima de esa santidad. 

El Siervo de Dios refirió el éxito de sus investigaciones a monseñor Speranza añadiendo que, a su juicio, no se debía permitir al 
profesor Berzi el ejercicio del sacramento de la Penitencia. En el 1881, contándole este hecho de su vida a don Pablo Albera en Marsella, 
atribuía los errores de Berzi a un principio de debilidad cerebral, como ya había dicho al Obispo de Bérgamo y a varios prelados de 
Roma. En 1881 el pobre sacerdote vivía todavía e iba cada año a Sampierdarena buscando alivio para sus males en los baños de mar. Ya 
no podía celebrar la santa misa, ni era capaz de rezar el breviario, que tenía horas enteras abierto en la mano. 

A fines de septiembre don Bosco escribía a una incansable bienhechora suya, la reverenda madre Magdalena Galeffi, Presidenta de la 
casa de las Nobles Oblatas en Tor dei Specchi. El número de aquellas religiosas había disminuido y la Presidenta, deseosa de ver florecer 
de nuevo su Comunidad, célebre por muchos títulos, había pedido consejo a don Bosco, el cual le respondía: 

Benemérita Madre: 

He recibido su carta y la limosna que manda para nuestros pobres muchachos (cinco liras). Todos nosotros se lo agradecemos y 
pedimos a Dios que la recompense con liberalidad. 

No esté inquieta por el número de sus hijas, porque no es el número ((476)) lo que cuenta; son la caridad y el fervor los que dan gloria 
al Señor. Tal vez antes de que termine este año podré saludarla en persona y hablaremos de cuanto indica en su carta. No dejaré de rogar 
especialmente por esa familia, que usted me dice está sumida en la tribulación. Recuérdele que las espinas de esta vida serán las flores 
para la eternidad. 

Bendígale Dios a usted y a su familia y haga de todas una casa de santas. Amén. 

Encomiendo mi alma y la de mis jóvenes a la caridad de sus santas oraciones mientras me profeso con gratitud, 

De V.S.B. 

Turín. 29 de septiembre de 1866 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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((477)) 

CAPITULO XL 

LA COMISION DE ANCONA PARA SOCORRER A LOS DAMNIFICADOS POR EL COLERA, ANUNCIA A DON BOSCO LA 
PROXIMA EXPEDICION DE MAS HUERFANOS -LA PENSION PARA ESTOS MUCHACHOS -ACUERDO PARA 
PROVEERLES DE ROPA -LLEGADA DE LOS HUERFANOS AL ORATORIO -DESAGRADABLE ENCUENTRO PARA DON 
BOSCO -SU CALMA Y SUS MANERAS PARA TRANQUILIZAR A LOS RENCILLOSOS -MALHUMORES -GESTIONES 
PARA CAMBIAR UN CONVENIO -FIRMEZA DE DON BOSCO PARA ASEGURAR SUS DERECHOS -FLEXIBILIDAD DE LA 
COMISION -NUMERO DE HUERFANOS DE ANCONA QUE ENTRARON EN EL ORATORIO 

TODAVIA en el mes de septiembre le tocó a don Bosco resolver algunas dificultades surgidas con la benemérita Comisión de Ancona, 
con motivo de los socorros para los damnificados por el cólera. Dicha Comisión había manifestado el 16 de mayo el deseo de colocar en 
el Oratorio, en las condiciones ya establecidas, ocho muchachos huérfanos dispuestos a partir; pero no se había dicho quién se habría de 
encargar del equipo de los muchachos. El Siervo de Dios ya había expresado su pensamiento sobre el particular y la Comisión le había 
mandado esta respuesta: 

N.° 353 

Ancona, 9 de julio de 1866 

La Comisión, en su reunión de ayer, después de oír las dos proposiciones hechas por V. S. Ilma. para proveer de ropa a los muchachos 
últimamente aceptados por usted, accedió a la primera, o sea que V. S. debe encargarse de la ropa, a condición de que al salir alguno de 
dichos muchachos, no se le pida nada en restitución, aún en el caso de que no haya cumplido el plazo de tres años. 

((478)) Quedando terminadas así, según creo, todas las gestiones para dicha admisión, advierto a V. S. Ilma. que los muchachos serán 
enviados apenas funcione normalmente el ferrocarril de Ancona a Turín. 

Reciba nuestros más sinceros saludos. 

El Presidente C. MARINELLI 

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A primeros de agosto se presentaban seis de estos muchachos en el Oratorio, donde ya se hallaban cinco de sus compañeros llegados 
antes. Como don Bosco estaba fuera de la ciudad fueron presentados al prefecto. La fisonomía de algunos reflejaba insolencia, desprecio 
y prepotencia; además de ser groseros, fogosos y tragones no soportaban la disciplina porque habían campado a sus anchas meses y 
meses; llevaban la navaja en el bolsillo y eran muy capaces de usarla en una riña. Los Superiores se dieron cuenta de ello, pero no era 
prudente intentar desarmarlos en el primer momento; estaban siempre unidos en corro y hubieran ofrecido resistencia. Los muchachos del 
Oratorio se mantenían separados de ellos, porque temían armar altercados. Efectivamente, al poco tiempo, uno de ellos hirió al jefe de 
zapatería, Musso. 

Al día siguiente, después de comer, estaba don Bosco bajo los pórticos cuando le presentaron a estos muchachos, que ni siquiera se 
quitaron la gorra. Con una amable sonrisa intentó acariciarles el Venerable y les preguntó: 

-»Hicisteis buen viaje? »Cómo estáis? 

-Mal. 

-»Y por qué estáis mal? 

-Porque estamos aquí de mala gana. Queremos volver a casa. 

-»Y por qué estáis de mala gana? 

-Porque aquí no hay comida. La comida que nos dan es para... 

-íHola! »Este es el modo de responder? La sopa que coméis es la misma que comen vuestros compañeros, ((479)) la que comen con 
gusto los que vinieron de Ancona antes que vosotros, la que comen vuestros superiores y la misma que como yo. 

-Si quiere usted comerla, es muy dueño de hacerlo. 

-»Sabéis con quién habláis? 

-íA mí que me importa! 

-Bueno, bueno; así no podemos conversar. 

Y don Bosco, siempre con cara serena, se volvió de la otra parte para entretenerse con los muchachos que en gran número le habían 
rodeado y habían sido testigos del extraño diálogo. Bufaban de rabia y alguno quería llegarse a ellos y pedirles razón del insulto, pero 
alguien con prudencia le sugirió al oído: 

-Llevan navaja, son capaces de usarla. 

Ciertamente una reacción con luchas podría tener desagradables consecuencias. 

Aquellos pobrecitos, después de su última respuesta, alzaron vulgarmente los hombros, miraron provocativamente a su alrededor, y en 
grupo se retiraron a un rincón del patio. 
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VOLUMEN VIII Página: 410 

Pero no faltó la influencia mágica de don Bosco sobre la juventud y su don de amansar los caracteres más difíciles de domar. Más de 
una vez había visto en los primeros días de la entrada de algún muchacho en el Oratorio, escenas violentas de indisciplina; pero, bajo la 
piel de una fiera que blasfemaba, había logrado formar poco a poco un dócil cordero y despertar la recta sensibilidad del corazón de la 
juventud. El no combatía, calmaba los ánimos con la bondad, descubría y hacía resaltar la parte buena de cada individuo y lo acercaba a 
Dios. Estos modos producían efectos de singular importancia, ya que no hay esfera en la sociedad para la que su espíritu santamente 
expansivo no haya preparado hombres de mérito, formados aun entre jóvenes procedentes del abandono, de la calle y de las plazas. 

Pues bien; llamó separadamente uno por uno a los recién llegados, y con dulce palabra ganó sus ánimos, porque casi todos tenían buen 
corazón. Los encontró dóciles ((480)) a su consejo de confraternizar con los demás alumnos de la casa; investigó con ojo clínico los 
distintos talentos de cada uno; puso a unos a estudiar y a otros en los talleres; y ellos se sujetaron y se adaptaron a las costumbres del 
Oratorio y al trabajo. Hasta los que al principio se mostraron más reacios en su conducta exterior, no hacían nada reprobable; aunque 
alguno guardaba en sus adentros un poco de aversión a la disciplina del Oratorio. 

No obstante hubo quien escribió a Ancona protestando contra los parientes que habían querido mandarlos a Turín y quejándose de los 
delegados de la Comisión, a los que pedían su repatriación. 

-Nosotros no queremos trabajar, decían; y nos obligan a ello todos los días. 

La Comisión se inquietó con estas quejas y escribió a don Bosco: 

N.° 371 

Ancona, 9 de septiembre de 1866 

A la par de la presente, mando al Gobernador de esa provincia, el señor conde Carlos Torre, miembro de esta Comisión, la cantidad de 
dos mil doscientas liras rogándole las ponga en manos de V. S. Ilma., como pago de la suma total que se le debe por la pensión y equipo 
de los seis muchachos últimamente mandados a ese establecimiento y retirar el correspondiente recibo y compromiso, en todo semejante 
al módulo adjunto, que creo será aprobado por V. S. Ilma. 

Reciba mis más respetuosos saludos. 

El Presidente, C. MARINELLI 

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VOLUMEN VIII Página: 411 

Pero el módulo de recibo y compromiso variaba, como veremos, el convenio aprobado por ambas partes el 9 de julio. Se había 
establecido en él que el Instituto no estaba obligado a restituir o reembolsar nada en el caso de que, por motivos independientes de él, 
alguno de los huérfanos saliese del Oratorio antes de haber cumplido el trienio. Don Bosco, resuelto siempre a socorrer generosamente a 
los pobrecitos y a ser amplio en concesiones cuando se trataba de contratos, era firme para defender los ((481)) derechos de la 
comunidad, esto es, del Oratorio, puesto que se tenía por un simple administrador de los socorros que le otorgaba la Providencia. En lo 
tocante a esto, también tuvo las mismas ideas don Miguel Rúa, a quien correspondía entonces el cargo de responder a estos asuntos. En 
consecuencia, el 15 de septiembre se propuso a la Comisión un nuevo módulo de recibo con una carta, firmada por don Bosco, y dirigida 
al Presidente. 

Ilmo. Señor: 

Con su carta del 9 de los corrientes mandaba V. S. Ilma. un módulo de recibo que varía sustancialmente cuanto se había convenido. 
Aumentó la sorpresa al ir al Gobernador de esta ciudad y recibir la comunicación de que no se procedía al pago, si no se aprobaba la 
cláusula de la sustitución por otros muchachos, en el caso de que alguno de los aceptados saliese del establecimiento. 

Creo se ha olvidado lo determinado por carta, confirmado en mi habitación y con el mismo prefecto de esta casa. 

Se estableció, pues, que nos obligábamos a tenerlos por espacio de tres (3) años y a proveerlos de ropa a condición de que, si alguno 
saliese del establecimiento, no hubiera que reembolsar nada. La cláusula añadida trae dificultades y llevaría la cuestión al principio de las 
gestiones. 

En esto somos leales y sinceros; si la cláusula añadida es condición absoluta, dígasenos, y entonces dispondremos de los muchachos 
como más les agrade. Si luego no se quiere violar cuanto se había convenido verbalmente y por escrito, entonces se escriba otra carta al 
mencionado señor Gobernador autorizándole a entregar la suma convenida, sin más condiciones que las pactadas de común acuerdo. 

Con el debido aprecio, tengo el honor de profesarme 

De V. S. Ilma. 

Turín, 15 de septiembre, de 1866 

Su seguro servidor JUAN BOSCO. Pbro. 

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Decía el Módulo: 

Turín, 15 de septiembre de 1866. 

El que suscribe, Director del Oratorio de San Francisco de Sales en Turín, declara haber recibido en dicho establecimiento a los 
huérfanos: Demóstenes Gentili, Roberto Lucchetti, Juan Pieroni, ((482)) Vitaliano Crucciani, Eugenio Taffettani, Ciriaco Sottiletti, de 
Ancona, colocados en nombre de la Comisión de Ayuda Pública para los damnificados por el cólera en aquella ciudad, prometiendo y 
obligándome por la cantidad de cuatro mil doscientas liras, que hoy mismo se me ha pagado por dicha Comisión, a tener, vestir, 
alimentar, cuidar, instruir y educar, encaminándoles además a un arte u oficio, según los reglamentos y costumbres del Instituto, a los 
citados huérfanos por un tiempo no inferior a tres años, sin estar obligado a restitución alguna o reembolso, en el caso de que alguno de 
dichos huérfanos saliese por motivos independientes de mí, de este establecimiento, antes de haber cumplido el trienio. 

Todo esto declaro y prometo, entregando recibo de la suma de cuatro mil doscientas liras, pagadas ut supra. 

Firma... 

El Presidente respondía: 

Muy Revendo Señor: 

Permítame que, antes de responder oficialmente a su apreciadísima carta del 15, le escriba de un modo amigable, lo que tal vez nos 
conducirá más fácilmente a llegar a un acuerdo final en el asunto de los huérfanos últimamente enviados a su Instituto por la Comisión 
que tengo el honor de presidir. 

El acuerdo, originalmente firmado por usted y la Comisión, de no reemplazar los muchachos que independientemente de la voluntad de 

V. S. saliesen antes de tiempo del benéfico Centro iba bien para tiempos normales; cuando nada hacía presentir la posibilidad próxima o 
inminente de una salida intempestiva. 
Mas, por la conducta de algunos de los huérfanos últimamente mandados quienes, apenas entrados, mostraron voluntad de salir, y 
siguieron ahí, no por su plena persuasión sino por una disposición concertada entre nuestros Comisarios y V. S., es fácil comprender 
cómo el peligro de una muy anticipada salida sea muy verosímil; y que en tal caso la disposición de no reemplazarlos, sería, por parte de 
la Comisión un abandono poco razonable de una cantidad cuyo destino es la caridad para los huérfanos de nuestro pueblo. Y usted, que 
es un verdadero modelo de caridad cristiana, no podría en verdad, con su delicada conciencia, querer que su establecimiento se lucrase 
con la intempestiva salida, no tan extraordinariamente eventual, sino prevista y probable, de algunos de nuestros muchachos. 

Y me parece que puedo decir esto justamente, por cuanto de sus anteriores informes no se podía tener absoluta confianza de la tranquila 
y durable permanencia de aquellos que desde el principio se mostraron alborotadores, y el silencio de usted en su carta, a la que tengo el 
gusto ((483)) de responder no contribuye a dejarme plenamente satisfecho sobre ello. 

Vea usted, pues, que no es demasiado correcta la frase de violar cuanto se había 
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VOLUMEN VIII Página: 413 

convenido que, al correr de la escritura, saltó de la pluma y que la modificación introducida está en conformidad con el cambio de las 
circunstancias. 

Se podría a mi juicio encontrar un modo de acercamiento, estableciendo un período no demasiado corto, sobrepasado el cual, la 
intempestiva salida de alguno de los alumnos no dejase a la Comisión derecho de sustitución. 

Estoy convencido de que V. S., con su buen juicio y su amor al prójimo, aceptará la medida que propongo y espero de todas formas su 
decisión para tomar con mis colegas la determinación definitiva. 

Lleno siempre de reconocimiento por el bien que usted ha hecho a nuestros huérfanos, tengo el placer de ratificarlo. 

Ancona, 20 de septiembre de 1866 

Abogado CLEMENTE MARINELLI Pres. de la Com. de ayuda a los damnificados por el cólera 

Desde el Oratorio se replicaba: 

Ilustrísimo Señor: 

He leído atentamente su carta y aprecio mucho las razones que expone en torno a cuanto fue convenido sobre los huérfanos de Ancona. 
Me parece, sin embargo, que las cosas no deben modificar los primeros acuerdos. Las circunstancias, que usted me dice haber cambiado, 
serían solamente una esperanza de sacar utilidad en un contrato después de haberlo concluido y, si así se puede hablar, cuando ya se ha 
entregado la mercancía. Verdad es que no se entregó el dinero, como se había convenido, pero ello fue únicamente por nuestra 
condescendencia con las honorables personas que eran y son plenamente responsables. 

Ahora le notifico que, después de graves desórdenes, los muchachos que se nos han confiado manifiestan buena voluntad, y todos están 
tranquilos a juzgar por su comportamiento. No quiero, por otra parte, presionar a la Comisión encargada de hacer el bien y obligarle a un 
contrato que se reputase ruinoso. 

No pongo ninguna dificultad en devolver los muchachos a sus madres con el dinero correspondiente y así conservar amistad y armonía 
con Ancona. 

En caso contrario le rogaría escribiese una carta al señor Gobernador de Turín autorizándole para entregar la cantidad ((484)) que tiene 
en su poder y que en este tiempo sería valiosamente empleada por ser la época de hacer las provisiones para el Centro. 

Créame con todo aprecio. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 25 de septiembre de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 
Se acabó manteniendo íntegro el primitivo contrato, mientras don Bosco admitía la propuesta de sustitución, pero rechazando la 
obligación legal. El Presidente y la Comisión, seguros de su lealtad, le mandaron la última determinación. 
Escribía el Presidente: 

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Para efectuar lo concertado entre nosotros, he escrito hoy mismo al señor Gobernador de Turín, rogándole entregue a V. S. Ilma. la 
cantidad de dos mil doscientas liras, a más de las ya entregadas a V. S. por el señor P. Passarini, restándola en el recibo de la cantidad 
total de cuatro mil doscientas liras, de acuerdo con el primer módulo que le presentaron nuestros encargados. 

Mientras de este modo cedemos a los deseos de V. S. Ilma. nos creemos en el deber, dada nuestra condición de administradores del 
dinero de los huérfanos, de rogarle quiera cubrir con otros muchachos el puesto de los que después de un corto tiempo salieren del 
Instituto, ya que nos consta que algunos han manifestado a sus familias esta intención... 

Don Bosco cumplió su promesa. El 18 de diciembre volvía a Ancona uno de los huérfanos y el Presidente, el abogado Marinelli, 
escribía: «Desearía saber si aceptaría por favor a otro jovencito que necesita sumamente albergue en el puesto de Eugenio Taffettani». El 
recomendado se llamaba Pascual Bagni y don Bosco lo admitió sin más. 

Terminada toda divergencia, llegaron a veinte los muchachos de Ancona recogidos por don Bosco, comprendidos los cinco recibidos 
gratuitamente y algún otro recomendado por el Cardenal Arzobispo de aquella ciudad. 

((485)) Tres del segundo grupo fueron destinados a estudiar: Roberto Lucchetti, Cayetano Berlutti, Demóstenes Gentili, y también 
algunos de los primeros en llegar. La mayor parte de ellos dieron buen resultado, como muchas veces nos lo contaba don Miguel Rúa, a 
quien apreciaban mucho los de Ancona, y algunos de los cuales sostenían con él respetuosa y gran amistad. Después de muchos años, 
habiendo ido don Bosco a Ancona, se encontró con uno de los que no habían podido aguantar el reglamento del Oratorio, que le dejó 
admirado con sus demostraciones de afecto y el buen recuerdo que conservaba de Valdocco. 

La relación epistolar amigable de don Bosco y don Miguel Rúa con la Comisión duró todavía algún tiempo con motivo de dar relación 
de la conducta de los muchachos; la última carta que el Siervo de Dios recibió estaba llena de expresiones y sentimientos de la más viva 
gratitud. 
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((486)) 

CAPITULO XLI 

DON BOSCO EN CASTELNUOVO -FUNDA ALLI UNA SOCIEDAD PARA LA DIFUSION DE LIBROS BUENOS -SU CARTA 
AL TEOLOGO APPENDINI -ESPERA IR A ROMA -DE BUTTIGLIERA A MONCUCCO: EL PERRO MISTERIOSO -PRINCIPIO 
DEL AÑO ESCOLASTICO; LOS MAESTROS: LOS ESTUDIANTES EN EL ORATORIO -LA DULZURA RECOMENDADA A 
TODOS LOS SUPERIORES -EL MINISTRO DE INSTRUCCION PUBLICA ANIMA A DON BOSCO A CONTINUAR CON SUS 
ESCUELAS POPULARES -CLAUSURA DEL ORATORIO DEL SANTO ANGEL CUSTODIO -DON BOSCO PREDICA EN 
NEIVE: RELACION DEL ARCIPRESTE Y CARTA DIRIGIDA A ESTE POR DON BOSCO -JOVENCITO AMPARADO POR 
PERDER A SUS PADRES EN UNA INUNDACION 

EN compañía de sus muchachos, como de costumbre, don Bosco fue a I Becchi para celebrar allí la fiesta de la Virgen del Rosario, que 
coincidió aquel año con el 7 de octubre. El, que nunca dejó escapar ocasión para hacer el bien que juzgaba necesario, había decidido, de 
acuerdo con el cura de Castelnuovo, don Antonio Cinzano, fundar en el pueblo una sociedad para la difusión de los buenos libros. La 
idea, que ya en 1859 le había inspirado organizar para este fin una sociedad de interés general en los grandes centros de población, la 
meditó y maduró para hacerla más sencilla y más fácil de realizar, para interés particular de los pueblos y aldeas. 

El programa presentado y realizado era el siguiente: 

((487)) 

SOCIEDAD PARA LA DIFUSION DE LOS BUENOS LIBROS 

Establecida en Castelnuovo de Asti, bajo el patrocinio de los Santos Apóstoles, con la aprobación del Ilmo. y Rvmo. Sr. Cura Párroco 
Vicario Foráneo. 

1.° El fin de la Sociedad es el de promover la lectura de los buenos libros en el pueblo. 

2.° Puede inscribirse en la Sociedad todo el que lo desee. 

3.° Los socios deben dar una limosna mensual, a voluntad. 
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4.° Las limosnas se destinarán a la compra de libros, que se distribuirán a los socios y también a los extraños. 

5.° Los libros regalados por personas piadosas quedan a disposición de los socios que deseen leerlos y dejárselos leer a otros. 

6.° Los socios harán una obra buena y grandemente meritoria, imitando a los antiguos fieles que recogían los libros malos y los 

quemaban. 

ORGANIZACION 

1.° Es socio todo aquél que se inscriba en los registros de la Sociedad y satisfaga regularmente la obligación de la limosna mensual. 

2.° Los socios reciben todos los meses un librito y tienen derecho a servirse de los libros de la biblioteca. 

3.° Para cada doce socios hay un colector, que recoge las limosnas y distribuye los libros. 

4.° Las cosas de la Sociedad, en los pueblos fuera de la sede, se confían al cuidado de los Corresponsales que representan allí a la 

Sociedad. 

5.° La Dirección se compone de Presidente, Directora (que hace las veces del Presidente en las relaciones con las personas de su sexo), 
Secretario y tres Consejeros. 

BIBLIOTECA 
1.° La biblioteca de la Sociedad está formada con libros regalados. 
2.° Cada Corresponsal tendrá cierto número de libros en depósito y se cuidará de devolverlos a la Dirección, apenas hayan sido leídos, 

y serán sustituidos por otros. 

3.° Las obras más importantes se conservarán en la Dirección y todo Corresponsal tendrá una lista de las mismas, a fin de que los 
socios puedan pedirlas cuando quieran. 

4.° El cuidado de dotar y aumentar la biblioteca está encomendado al celo de los Corresponsales, quienes podrán dirigirse a las 
personas piadosas ofreciéndoles con ello un medio fácil para ejercitar una obra nobilísima de caridad cristiana. 

((488)) Desde Castelnuovo escribía don Bosco una carta al teólogo Appendino, que estaba en Villastellone: 

Muy querido señor teólogo: 

Nuestros acuerdos secretos no se olvidaron nunca: las gestiones estaban ya muy adelantadas cuando se cambió el Ministerio y todo 
volvió a quedar como al principio. 

Ahora he iniciado de nuevo el asunto y no lo perderé de vista. De todas formas, entre diciembre y enero próximos, espero ir a Roma y 
creo que allí podré obtener lo que aquí ocasiona alguna dificultad. 

Puede estar contento, como usted dice, de lo que ha hecho, porque todo fue para honor de la Santa Madre de Dios, que a su tiempo 
quiere y puede pagar como sólo Ella sabe. 

Añada usted, además, a la caridad material la espiritual, rogando a Dios por mí 

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y por estos muchachos, mientras le auguro todo bien del Cielo y me profeso, con gratitud y aprecio. 

De V. S. Carísima. 

Castelnuovo de Asti, 8 de octubre de 1866. 

Su seguro servidor y alumno JUAN BOSCO, Pbro. 

Desde Castelnuovo no dejó de ir a Moncucco a la granja de Luis Moglia. Se entretuvo en Buttigliera con algunos conocidos y le 
acompañó por un buen trecho el párroco, teólogo Vaccarino; a la puesta del sol se encontró solo, a mitad de camino, en el valle entre 
Moriondo y Moncucco, en medio del bosque. 

No tardó en sorprenderle la noche oscura y nubosa, aunque sin lluvia. Debía atravesar lugares que, según se decía, estaban infestados de 
ladrones, y cerca de granjas y viñas guardadas por terribles mastines. Para colmo se salió del camino y no sabía por donde iba. Era una 
marcha angustiosa, porque encontraba vallas y obstáculos que le obligaban a dar grandes rodeos. Empapado de sudor, llegó a los pies de 
una alta pendiente y comenzó a subirla. Paróse un momento para tomar respiro: 

-Oh, si tuviese aquí a mi Gris, pensó; íqué bien me vendría; él me sacaría de estos apuros! 

Como si hubiera estado allí el perro misterioso para oírle... 

((489)) Un agudo ladrido sorprendió al Siervo de Dios; luego otro, y he aquí que en lo alto del ribazo apareció el perro, descendió hacia 
él haciendo cabriolas y le acompañó durante todo el trayecto que faltaba, de casi tres kilómetros. 

Fue una verdadera fortuna para don Bosco encontrarse aquella compañía, porque, al llegar a una granja, aparecieron de repente dos 
perrazos rabiosos que infundían pánico; pero el perro Gris se les echó encima, y los obligó a retirarse tan maltrechos que a sus aullidos, 
que llenaban los aires, acudieron los mismos dueños para ver qué les pasaba a los pobres animales. 

El Gris guió a su protegido directamente hasta la casa donde era esperado. Todos quedaron estupefactos al contemplar un perro tan 
hermoso y acosaban a don Bosco preguntándole: dónde lo había adquirido, si venía con él desde Turín, desde su casa, o de una granja, 
etcétera. Al sentarse a cenar, dejaron que el Gris se pusiera a descansar en un rincón de la sala. Levantados los manteles, dijo el señor 
Moglia: 

-íVamos a dar de comer al Gris! 
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Y fue a echarle algo. 

Pero, busca por aquí, busca por allá, llama que llamarás, no fue posible encontrarlo. Todos quedaron maravillados, pues no se habían 
abierto puertas ni ventanas, y los perros de casa no habían dado señal alguna de su salida. Se renovaron las pesquisas por el piso de 
encima, pero inútilmente. El perro había desaparecido y, desde entonces, nadie de aquellos alrededores supo nada de él. 

Don Bosco mismo contó este suceso unos años después, con motivo de que, habiendo caído la conversación sobre el famoso Gris, le 

preguntaron si lo había vuelto a ver después de 1855. 

-Sí, añadió; después de los primeros años, me lo encontré varias veces más, cuando me hallaba avanzada la noche sin compañero... 

Nosotros y otros muchos estábamos presentes a la narración de estos hechos. 

Por aquellos días anunciaba don Bosco a los padres de los alumnos estudiantes del Oratorio, de Mirabello y de Lanzo, que las clases 

empezarían el 19 de octubre. 

((490)) El clérigo Luis Delú, que había obtenido en Alessandria el diploma de maestro para las clases elementales inferiores, volvió a 
Lanzo. El clérigo José Mignone, que poseía el diploma de profesor para los tres primeros cursos de bachillerato, fue titular del segundo 
en el Oratorio y eran sus colegas los profesores del curso anterior. 
Había un total de trescientos quince alumnos, sin contar los estudiantes externos; en el quinto curso eran cuarenta. También los 
aprendices tuvieron sus maestros; y el coadjutor José Rossi, con carta de presentación, fue encargado de hacer las compras y provisiones 
para el Oratorio. 

Don Bosco recordaba a todos los Superiores, maestros, asistentes y jefes de taller la obligación de prevenir los desórdenes y de 
mantener firme la observancia del reglamento, salvaguardia de la moralidad, y no dejaba de recomendar continuamente la caridad, los 

modos afables, y en ciertos casos también la tolerancia al exigir la obediencia. Decía, a veces, a quien tenía un natural áspero: 

-Deseo que de hoy en adelante te ganes los corazones sin hablar; y, si hablas, condimenta tu palabra con dulzura. 

A otro: 

-Recuerda que las moscas no se cazan con vinagre. 

Un día tomó aparte al Prefecto del Oratorio y, con toda seriedad, le dijo: 

-Escucha, querido: ponte a traficar con aceite. 

-»Traficar con aceite?, repitió extrañado el Prefecto. 

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-Sí, a traficar con aceite. 

-Pero, don Bosco, »un religioso? 

-Precisamente: »no eres tú el prefecto y, como tal, el encargado de las reparaciones necesarias en el Oratorio? Pues bien, me parece 
haber oído que algunas puertas chirrían y, con un poco de aceite en su goznes, se arreglaría todo. 

-»Cómo es eso? No veo la razón... 

Luego añadió don Bosco con una dulce sonrisa, silabeando las palabras: 

-Y después, después... tus dependientes rechinan de un modo... Así que: »estamos de acuerdo? Cuando trates con ellos, recuerda que 
eres, o mejor, que debes ser traficante en aceite. 

((491)) Don Miguel Rúa comprendió y todos, al ver su bondad, su amabilidad, su dulzura, en una palabra, al ver que era otro don 
Bosco, pueden estar persuadidos de que el Siervo de Dios no desperdiciaba el tiempo dando con la mayor amabilidad lecciones tan 
preciosas. 

A los que debían enseñar en las escuelas populares de los oratorios festivos -que pronto tendrían que volver a abrirse-, les recomendaba 
también una paciencia inalterable. El deseaba ardientemente que florecieran, y el mismo Gobierno reconocía su eficacia y que merecía su 
aprobación. 

INSPECCION DE ESTUDIOS PRIMARIOS
DE LA PROVINCIA DE TURIN
N.° 2.465


Turín, 15 de octubre de 1866. 

El que suscribe tiene la satisfacción de anunciar a V. S. Ilma. que el señor Ministro de Instrucción Pública, a propuesta de la Comisión 
para las Escuelas, y con el fin de animarle a continuar la caritativa obra, que hace tantos años atiende, de instruir a los hijos del pueblo en 
las escuelas gratuitas festivas y diurnas, le ha asignado una subvención de quinientas liras. 

Esta cantidad le será pagada dentro de pocos días. 

El Inspector BARICCO 

En el Oratorio del Angel Custodio en Vanchiglia, que siempre bajo su alta dirección había continuado en el mismo sitio donde se abrió 
en el 1849, no había escuelas, sino solamente el esparcimiento dominical, con el que además se daba a los muchachos de la calle 
instrucción religiosa y moral. 
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Ahora bien, cuando se construyó en aquel barrio la iglesia de Santa Julia, gracias a la marquesa Julia de Barolo, y por disposición 
testamentaria de la misma se abrió un Oratorio junto a la nueva parroquia, don Bosco vio que esto cubría las necesidades y cerró el suyo, 
destinando a los clérigos y sacerdotes al Oratorio de San José, en el barrio de San Salvario, donde se sentía mayor necesidad. 

((492)) Una vez ordenadas las cosas del Oratorio para el nuevo año escolástico, reemprendió sus viajes; el primero fue a Neive, por 
invitación de aquel digno Arcipreste, quien guardó recuerdo de ello. 

Neive (Alba), 14 de marzo de 1891. 

Rvmo. Señor: 

Respondiendo a la invitación, que he leído en el Boletín Salesiano, tengo el honor de entregar a V. S. Rvma. la adjunta carta de don 
Bosco de santa memoria. En el año 1866, y precisamente los días veintiuno, veintidós y veintitrés de octubre, tuve la suerte y la 
inexplicable alegría de hospedar en esta casa parroquial al veneradísimo don Bosco, que vino para predicar la fiesta de la Pureza de María 
Santísima. 
Fueron tres días de santas emociones y de gran edificación para mí y para mis coadjutores. No he pasado días tan hermosos jamás en mi 
vida y no encuentro otra palabra para calificarlos más que la de días de Paraíso. La conversación de don Bosco, impregnada de áurea 
sencillez, instruía, amonestaba, animaba, excitaba al bien. Una noche nos hizo una doctísima disertación sobre el magnetismo y nos tuvo 
a todos pendientes de sus labios. Otra, nos deleitó con algunas anécdotas, todavía inéditas, de su vida milagrosa y nos habló 
particularmente de aquel famoso perro que le defendía de sus enojados enemigos. 

Era forzoso repetir: «Por donde pasa un santo, pasa Dios», como se dijo en casa de los padres del Cura de Ars, cuando el tránsito de 
aquel mendigo extraordinario, que luego se supo era san Benito José Labre. 

Con el mayor afecto tengo el honor de profesarme. 

De V.S. Rvma. 

Su atento y seguro servidor PEDRO BONINO, Arcipreste Vic. For. 

La carta de don Bosco decía: 

Carísimo Señor Arcipreste: 

Le envío las veinte decenas de boletos que vuestra caridad me pagó. Le añado otras veinte, con unos programas, rogándole intente 
despacharlos. Tal vez la condesa Cocino y la Condesa de Castelborgo, personas muy caritativas, le ayudarán a colocarlos. Los reverendos 
Chiesa, Giacosa y su Párroco creo que le echarán una mano. Pero, si al final de la tómbola, tuviese todavía muchos ((493)) los puede 
devolver sin dificultad alguna al Oratorio de San Francisco de Sales. 

Muchísimas gracias por la cortesía y amabilidad que usted y toda su familia me dispensaron. Dios se lo pague a todos. Por otra parte, lo 
que más profundamente me 
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Fin de Página 420 


VOLUMEN VIII Página: 421 

impresionó fue la ejemplar atención con que sus feligreses oyeron el domingo la palabra de Dios. En la primera ocasión que tenga 
agradézcaselo y déles muchos parabienes de mi parte. 

Quedamos entendidos en que usted vendrá a hacer el panegírico de Santa Cecilia. 

Tengo el gusto de enviarle un ejemplar de la Historia de Italia. 

Dios nos bendiga a todos y nos ayude con su gracia a ganar muchas almas para el cielo y, entre las primeras, la nuestra. Amén. 

Con gratitud me profeso en el Señor. 

Turín, 24 de octubre de 1866. 

Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

A la vuelta de Neive recibió muchas peticiones que, en parte, fueron aceptadas con la admisión gratuita de muchachos pobres. 

Una de las súplicas procedía de Cassine, con fecha 19 de octubre de 1866. La escribía Lucía Marcellino, viuda de J. B. Denicolai, que 
fue brigada de alojamiento de los Carabineros Reales, y rogaba a don Bosco que aceptara a su hijo Carlos de trece años. Al pie de la 
misma se leía: 

El que suscribe se permite recomendar a la caridad del M. R. señor don Juan Bosco la adjunta petición, de persona verdaderamente 
pobre y le saluda atentamente. 

Florencia, 28 de octubre de 1866. 

C. CADORNA, Senador 
Don Bosco respondió al Senador, por medio de don Miguel Rúa, que aceptaba sin más al jovencito Carlos; y Cadorna respondía con 
una notita de su puño y letra dando gracias, el 14 de noviembre de 1866: 

El que suscribe agradece al R. señor don Juan Bosco y al señor don Miguel Rúa la cortés aceptación a la petición de Lucía Denicolai en 
favor de su hijo y, accediendo a la petición de informes, hecha en la carta del M. R. señor don ((494)) Miguel Rúa, prefecto, del 6 del 
corriente, se apresura a transmitir la adjunta relación mientras les ofrece los sentimientos de su más distinguida consideración y estima. 

No hay que olvidar el nombre de este hombre político, que fue varias veces Ministro y Presidente de la Cámara y del Consejo del 
Reino, hermano del general Rafael Cadorna. 
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Por aquellos mismos días había realizado don Bosco una de sus obras de caridad espontáneas, que todos admiraban. 

Una espantosa manga de agua llevó la desolación y la muerte al pueblo de Villarfocchiardo, del distrito de Susa, y él escribió al 
gobernador Torre, declarando que estaba dispuesto a aceptar un muchacho que hubiera quedado huérfano. El Gobernador le respondía: 

Turín, 29 de octubre de 1866. 

El que suscribe comunicó a la Junta Municipal de Villarfocchiardo la generosa oferta de V. R. S. de asumir la manutención e 
instrucción gratuita de un pobre huérfano de dicho municipio como consecuencia de la catástrofe allí ocurrida el 25 de septiembre 
pasado. 

Reconocido aquel Municipio expresó su agradecimiento a V. S. en la sesión del 24 de octubre, y el que suscribe, a la par que le es grato 
transmitirle copia auténtica de dicha deliberación, considera un honor poder manifestarle por la misma razón sus propios sentimientos de 
gratitud. 

Por la carta del señor Alcalde, que se adjunta, verá usted que el huérfano elegido para gozar de tan singular privilegio, se llama Antonio 
Justo Dematteis, y no espera para presentarse a su bienhechor más que saber cómo y cuándo podrá hacerlo. 

Rogándole, por tanto, una entrevista a este propósito, el que suscribe se declara con muy distinguida consideración. 

El Gobernador, TORRE 

El acta de agradecimiento estaba firmada por el alcalde Francisco Rosina y por los concejales Angel Pugnante y José Miletto y 
refrendada con la firma del secretario municipal Amprimo Notaio. 

((495)) El pobre Dematteis tenía doce años y había quedado huérfano de padre y madre. Don Bosco siempre diligente con sus asilados, 
había escrito que fuese con su ajuar y una oferta, siempre y cuando el Municipio pudiese disponer de algún subsidio destinado a este fin. 
Y el 4 de diciembre el conde Radicati, tras un aviso recibido del Subgobernador de Susa, anunciaba a don Bosco que el muchacho por él 
generosamente aceptado, sería acompañado al Oratorio al día siguiente, provisto de su equipo. 
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((496)) 

CAPITULO XLII 

CURACION MARAVILLOSA DE UN ALUMNO DEL ORATORIO -FIRMA DE LA PAZ CON AUSTRIA Y CESION DEL 
VENETO A ITALIA: PERSECUCION DEL CLERO EN LAS NUEVAS PROVINCIAS -LICENCIA PARCIAL DADA POR EL 
GOBIERNO DE FLORENCIA A LOS OBISPOS EXPULSADOS PARA VOLVER A SUS DIOCESIS: DESCARADAS 
CALUMNIAS -LIBERACION DE MONSEÑOR ROTA Y SU VUELTA A GUASTALLA -UN ARTICULO SUYO EN LA UNIDAD 
CATOLICA PARA DAR LAS GRACIAS A LOS PIAMONTESES Y A DON BOSCO -SUS CARTAS A DON JUAN CAGLIERO Y 
A DON BOSCO -GRAVES DISGUSTOS -LAS LECTURAS CATOLICAS: VALENTIN O LA VOCACION IMPEDIDA -EL 
HOMBRE DE BIEN: PREFACIO: TODOS LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO QUE PARTIERON PARA LA GUERRA 
VOLVIERON SANOS Y SALVOS: REMEDIO INFALIBLE CONTRA EL COLERA 

MARIA Santísima era siempre la Madre piadosa de los alumnos del Oratorio y don Bosco su tierno padre. 

Narra el joven Battagliotti: «Yo soy un muchacho liberado de una gravísima desgracia por intercesión de la Augusta Reina de los 
Cielos. 

»Animado por el más vivo deseo de estudiar recurrí a mi señor Párroco a fin de que me ayudase y dirigiese con su acostumbrada 
caridad. El dio los pasos, y me obtuvo una plaza en el Oratorio de San Francisco de Sales. Estaba yo loco de alegría y esperaba con ganas 
el mes de agosto para ir al lugar destinado, someterme a las primeras pruebas y empezar el bachillerato. Pero íay! una grave desgracia 
frustró mis esperanzas. Una noche ((497)) del mes de mayo de este año, mientras rezaba mis oraciones, caí del henil sobre el duro 
empedrado y quedé como muerto. Pasé dos días sin darme cuenta de lo que me había sucedido y todos creían que de un momento a otro 
daría el último suspiro. 

»Tenía todo el cuerpo descoyuntado y una grave fractura. No obstante, debido a los cuidados del médico y de mis parientes, después de 
dos días recobré el uso de los sentidos y poco a poco renació la esperanza de curación. 
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»Pero, cuando parecía estar curado, advertí que el golpe me había dejado una triste secuela; me di cuenta de que había perdido el 
entendimiento y la memoria. 

»No es posible expresar el dolor y el disgusto que experimenté al ver cortado el hilo de mis esperanzas. Hice repetidas pruebas, pero no 
lograba retener en la cabeza un párrafo de un libro, o una idea científica. No obstante, torturado por el deseo de estudiar y aconsejado por 
mi señor Párroco, quise ir a hacer al menos una prueba al Oratorio de San Francisco de Sales, donde me esperaban algunos compañeros. 
Aquí aumentó mi desolación. Pasaba horas enteras sobre los libros, prestaba la máxima atención en clase, pero no lograba entender ni 
aprender. 

»Al ver que mis compañeros adelantaban día a día en sus lecciones y que yo seguía sin aprovechar nada, falto de toda esperanza, pasaba 
mis días triste, afligido y llorando. 

»Fui una mañana a la sacristía, me presenté a don Bosco y, llorando a lágrima viva, le dije: 

»-Don Bosco, cúreme de mi mal de cabeza. 

»-Hijo mío, me contestó conmovido; quisiera saber indicarte un remedio eficaz, pero... »has acudido ya a María Auxiliadora de los 
Cristianos? »Tienes confianza en la ((498)) bondad del Señor y en el poder de su augusta Madre María Santísima? 

»-La tengo y hago todo lo que puedo por aumentarla. 

»-Ven, oye con devoción la santa misa y después hablaremos; y espera. 

»Después que hubo celebrado la santa misa me llevó ante el altar de la Virgen y me dijo: 

»-Haz una novena, reza todos los días tres padrenuestros, avemarías y glorias a Jesús Sacramentado, con tres Salves a la Madre de Dios 
y la jaculatoria María Auxilium Christianorum, ora pro nobis. Si curas de tu mal, agradécelo a la protección de María Auxiliadora y, por 
la gracia obtenida, haz una ofrenda para los trabajos de la iglesia que se está construyendo aquí en su honor. 

»-Haré lo que me dice en cuanto a las oraciones; pero como soy un pobre muchacho, no puedo hacer ninguna ofrenda. 

»-Ofrecerás tus oraciones para que la Santísima Virgen inspire a alguno de sus devotos que haga ofrendas de otro género y, por gratitud 
a tu Bienhechora celestial, contarás la gracia recibida. 

»Todo lo prometí; yo sentía en aquel momento una fe tan viva en mi corazón que ya me parecía estar curado. Era pura ilusión. El dolor 
de cabeza aumentó, la mente estaba cada vez más confusa, la 
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memoria más alterada. Rezaba cada día, me encomendaba a las oraciones de mis superiores y de mis compañeros, pero sin ningún 
resultado. Era el último día de la novena y yo me sentía peor que nunca, mis dolores me parecían aumentar, sentía como si unos clavos 
penetrasen en mi cerebro. Al anochecer, oprimido por el dolor, me presenté a don Bosco, el cual, apenas me vio, me dijo: 

»-Y bien, »cómo estás? »Has mejorado? 

»-íNada hasta ahora! Peor que antes: íhe perdido toda esperanza! 

((499)) »-Eres un chiquillo, »por qué dudas? Ve a hacer la acostumbrada oración y vuelve a poner toda tu confianza en María Santísima 
y espera. 

»Hice cuanto se me proponía y después fui a descansar. Mientras endulzaba mis dolores con la esperanza, sin saber si dormía o estaba 
despierto, me pareció que una mano me tomaba y aliviaba toda mi persona, 

»-Estoy curado, dije enseguida, sintiéndome lleno de fuerzas; 
estoy curado; mi estómago, mi cabeza, ya no sienten ninguna molestia. 

»Loco de alegría, apenas si pude pegar ojo aquella noche. Pero mi alegría subió de punto cuando llegó el día y, abiertos los libros, pude 
estudiar las lecciones, hacer los deberes escolares y entender las explicaciones de mi maestro. Debo hacer constar que no solamente curé 
totalmente de las facultades intelectuales, sino también de los males corporales, de tal modo que pude reemprender mis ordinarias 
ocupaciones, con la seguridad de poder continuar los estudios y llegar, si Dios quiere, al estado eclesiástico. 

»Pueden todos comprender fácilmente la alegría que inundaba mi corazón y me hacía saltar las lágrimas. Volví al mismo altar para dar 
gracias a María Auxiliadora y contaré siempre la gracia que por su poderosa intercesión recibí. 

»Si alguno de mis compañeros lee este hecho, no deje de probar el poder de María Auxiliadora, recurriendo a su intercesión en sus 
necesidades particulares».1 

1 El documento termina así: «He escrito de mi puño y letra este suceso, para que se conserve su recuerdo y se le dé la publicidad que se 
crea más conveniente para la gloria de Dios y el honor de la Augusta Reina del Cielo. 

Turín, 4 de enero de 1867. 

DOMINGO BATTAGLIOTTI.» 
Y está avalado: «En Piscina, a 14 de enero de 1867. José Calixto Spandre, Pbro. Administrador Parroquial». 
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((500)) Finalmente se firmaba la suspirada paz entre Italia y Austria en Viena el 3 de octubre. Las tropas austríacas se retiraron de las 
provincias Vénetas y el 19 del mismo mes el general Le-Boeuf, delegado para ello por Napoleón III, las entregaba a Italia. Del 21 al 27 se 
cumplió la formalidad del plebiscito. En todas partes se vio al clero, precediendo al pueblo en las urnas, para pedir la unión al reino de 
Italia. Los Obispos habían invitado al pueblo con circulares especiales a dar gracias con el Te Deum, a rezar por el nuevo rey Víctor 
Manuel y a concurrir al plebiscito. El Rey recibía en Turín el 4 de noviembre la diputación de los venecianos, quienes le presentaron el 
resultado casi unánime del plebiscito, y el 7 ingresaba solemnemente en Venecia y respondía cortésmente a los discursos de 
congratulación, devoción y fidelidad firmados por los Obispos y el Clero, y aceptaba sus votos a los que correspondía con palabras de 
confianza y veneración. 

Pero todo ello no bastó para mitigar el odio de las sectas contra el sacerdocio. Siguióse gritando que no había que creer al Clero, que 
precisaba tenerlo sujeto, que se le debía hacer pagar su complicidad con el pasado Gobierno, y que era menester quitarle todo medio de 
oponerse a la libertad. 

Y con estas desconfianzas, siempre inculcadas en la baja plebe, los autores de tumultos consiguieron provocar injurias y crueles 
violencias. 

Pidieron al Emmo. Cardenal Patriarca de Venecia que bendijera la bandera de la Guardia Nacional e inaugurase con una solemne 
ceremonia la actuación de las nuevas ordenanzas civiles: aceptó enseguida y se dispuso a ello gustosamente. Pero, mientras se disponía a 
salir del palacio, una multitud de gente plebeya le insultaba armando barullo. El Comandante de la Guardia Nacional impidió mayores 
ultrajes con una arenga que hizo callar a los manifestantes y así se pudo cumplir la ceremonia sin desórdenes. Pero los Comisarios del 
Gobierno habían empezado también en el Véneto la persecución contra el clero con la aplicación del domicilio forzoso, los 
encarcelamientos, las pesquisas domiciliarias y los secuestros. 

Viéronse ((501)) entre gendarmes, como si fueran reos, conducidos a las cárceles públicas entre los alaridos, silbidos e insultos de la 
gentuza más ruín, honorabilísimos canónigos, párrocos y simples sacerdotes, arrancados de sus iglesias, sin que se pudiese alegar en su 
contra el más leve indicio de culpa. A otros se les aconsejó mudar de aires, por aquellos mismos que, debiendo administrar justicia, 
garantizar la seguridad personal, defender a los inocentes, no encontraban el modo de condenarlos ni se atrevían a defenderlos. 
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Fin de Página 426 


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Aplicóse inmediatamente a los religiosos la ley de la absoluta abolición y se destinaron a uso profano muchas iglesias. 

Pero esta persecución contra el Clero y el arbitrio inconstitucional con el que se tenía alejados de sus diócesis a tantos Obispos, ya 
conmovía a la opinión pública. El 15 de octubre, Napoleón III con su autorizado consejo, llevado a Florencia por medio del general 
Fleury, ordenaba insistentemente al Gobierno italiano que dejara volver a sus diócesis a los Obispos exiliados y se reemprendieran con 
Roma las negociaciones rotas en 1865 para el nombramiento de nuevos Obispos. 

El Gobierno de Florencia obedeció enseguida en lo referente al retorno de los obispos, pero le interesaba mucho que su actuación 
estuviese cubierta por una apariencia de legalidad, moderación y respeto hacia la religión. Por eso el 22 de octubre advertía el ministro 
Ricasoli, con una circular a los Gobernadores, que el Gobierno había determinado llamar a los Obispos alejados de sus diócesis, a 
excepción de los que se habían refugiado en Roma; y al mismo tiempo defendía al Gobierno de las odiosas medidas tomadas, declarando 
que muchos de los Obispos eran personajes peligrosísimos capaces de poner a todo el Reino en grave y urgente riesgo de ir a la ruina; y 
añadía la amenaza de llevarlos a los tribunales si osaban, aun en secreto, hacerse instigadores de discordias ciudadanas. 

Sin embargo, ni uno solo de aquellos Obispos, por mucho que la fiscalía oficial ((502)) aguzara la vista, pudo ser acusado de culpable 
contra la autoridad del Gobierno. 

Uno de los primeros a quienes se dejó en libertad para volver a su diócesis fue monseñor Pedro Rota, obispo de Guastalla, después de 
seis meses de domicilio forzoso. Los alumnos del Oratorio, contentos por el feliz retorno del buen pastor a su amada grey, aunque 
sintiendo su pérdida, improvisaron el 7 de noviembre una demostración afectuosa en la que don Juan Bautista Francesia leíale un himmo 
expresando los sentimientos de don Bosco y de toda la comunidad. 

Monseñor partió aquella misma noche en compañía de su óptimo eclesiástico don Antonio Lanza, el cual, condenado también a 
domicilio forzoso, apenas obtuvo un poco de libertad, la aprovechó para ir al Oratorio a rendir homenaje y acompañar a su ilustre Pastor. 

Don Bosco se ingenió para que el Obispo volviese a su sede honrosamente, pues se temían nuevos insultos de la plebe, y obtuvo que el 
subgobernador, conde Radicati, le acompañase con una encarecida recomendación para las autoridades de Guastalla. 
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Monseñor Rota, apenas entró en su obispado, dirigió su pensamiento a Turín, recordando el amable recibimiento que le tributaron 
tantas personas, de eximia virtud e ilustres por su condición y dignidad. Su carta, dirigida al director de la Unidad Católica, merecería ser 
transcrita aquí enteramente, tan honrosa es para el Piamonte y Turín, pero nos limitamos a copiar lo que hace a nuestra tarea: 

«No puedo -decía-y no debo callar a aquel hombre incomparable, que me recibió en su casa, me dedicó generosos cuidados y delicadas 
atenciones y me edificó con su virtud, su celo y, diría con los prodigios de caridad, que realiza en su Oratorio de San Francisco de Sales. 
Aquellos setecientos u ochocientos muchachos, en su mayoría levantados de la miseria, que son educados en las letras y en las artes, y, lo 
que más importa, en el santo temor de Dios; aquellos sacerdotes y clérigos, dedicados ((503)) a la educación de estos muchachos, viven 
una vida más dura que la de los virtuosos claustros, aquella Casa que cobija una tan inmensa familia, salida a la luz por el milagro, y la 
magnífica iglesia que se levanta al lado como por encanto, se pueden llamar, especialmente en este siglo y en estos años, prodigios de don 
Juan Bosco.» 

Y repetía a sus diocesanos y a su clero, lo que muchas veces oímos de sus labios en el Oratorio; esto es, que los días más hermosos y 
más tranquilos de su vida los había pasado íen el Oratorio con don Bosco! 

También escribió a don Juan Cagliero muchas y hermosas cartas, que se conservan en los archivos, y de las que, según tengamos 
ocasión, sacaremos algunas frases referentes al Oratorio. 

«Los recuerdos de Turín -dice en una del 4 de diciembre-, me resultan siempre muy agradables; cuando hablo de ellos, todos se quedan 
admirados y, si no tuviese para confirmarlos dos testigos presenciales, creeríase que exagero. Recordando las atenciones recibidas, he 
escrito una carta de agradecimiento al Director de la Unidad Católica para su publicación». 

Pocos días después escribía a don Bosco: 

Guastalla, 9 de diciembre de 1866. 

Respetabilísimo y carísimo don Bosco: 

Aprovecho la ocasión de una hermana de la Caridad que va a Turín y lleva consigo una muchacha admitida en la Pequeña Casa de la 
Providencia, para enviar aquel muchacho que tuvo usted la bondad de aceptar. Como quiera que la ocasión 
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se ha presentado inesperadamente, no se ha podido preparar todo lo que se había reunido para llevarse consigo como equipo, pero se le 
mandará por ferrocarril apenas se pueda. Mientras tanto, incluyo en la presente un giro bancario de sesenta liras. No sé decirle cuánto 
podré mandar en adelante, ya que hoy, íprecisamente hoy, día de fiesta y en el momento en que escribo, me despojan de los bienes de la 
Mesa Episcopal y del Seminarioí Y ía saber lo qué será despuésí Dios nos ayude. 

((504)) El muchacho se llama Eugenio Folloni; viven sus padres, Angel y María Davaglio; nació y fue bautizado el 18 de marzo de 
1853 en la parroquia de San Roque de Guastalla; ha recibido ya el sacramento de la confirmación y ha sido admitido a los de la confesión 
y comunión. Es pobre de solemnidad, pero de buen carácter, despierto de mente y con muchas ganas de aprender. Una verdadera 
casualidad, que puede indicar una particular disposición de la Providencia, es que el muchacho dice y sostiene (es el párroco quien 
escribe) que muchos días antes de que yo volviese del domicilio forzoso, rezaba por mí y que el Señor le ha recompensado. Entre los 
muchachos que salieron a mi encuentro, cuando llegué a San Roque, estaba también éste; yo pensé enseguida en don Bosco y dije: 

-Si se lo pudiese enviar... 

Y hablando con el párroco, las cosas salieron como usted ve. »Será el muchacho uno de ésos a los que conduce la Providencia por 
caminos inesperados a fines imprevistos? Esperémoslo. 

Mientras se lo recomiendo, le doy las más sinceras gracias. Así aumentan mis deudas con usted. Me encuentro en Guastalla bastante 
tranquilo, porque el Gobierno se mantiene fuerte. Pero »de qué vale tal protección, si después...? El recibimiento y las atenciones del 
clero y de los seglares de la ciudad, hasta ahora se pueden resumir en una palabra; al revés de lo que se le hizo al cardenal De Angelis. 
íPaciencia! 

Ayer fui a presidir la función de la Inmaculada en una parroquia de la diócesis de Reggio. Qué diferenciaí Llegué la víspera al 
atardecer, confesamos hasta casi las diez; por la mañana se empezó a las cuatro; hubo una numerosa Comunión general; me parecía 
encontrarme en una de esas parroquias tan alabadas del Piamonte. Y todo, ífruto del trabajo de un sacerdote! 

Basta; he de acabar porque hay que dejar en libertad al muchacho y a quien le ha de llevar hasta Reggio. Salúdeme muchísimo a todos 
los sacerdotes, clérigos, seculares, empleados y muchachos de la Casa. Ruegue y haga rogar por mí y por mi diócesis y créame siempre, 
como de corazón y con el mayor aprecio me profeso, 

De usted, queridísimo don Bosco, 

Su afectísimo y seguro servidor » PEDRO, Obispo de Guastalla 

La antipática y calumniosa persecución contra el clero y la depredación de todos los bienes eclesiásticos debían desaconsejar a muchos 
padres de poca fe a la hora de dar permiso a sus hijos, que deseaban consagrarse al servicio de Dios en el estado eclesiástico o religioso. 
Por eso ((505)) el folleto de las Lecturas Católicas del mes de diciembre se titulaba: Valentín o la vocación impedida: Episodio 
contemporáneo expuesto por el sacerdote Juan Bosco. Narra el librito las consecuencias de la perversión de un pobre joven procurada 
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con pérfidas artes y el espantoso castigo del padre mal aconsejado.
En el apéndice se añade una oración para rezar en la presente calamidad de la Iglesia, y se recomienda el periódico: Museo de las
Misiones Católicas, cuyo objeto es el de mantener vivo en Italia el celo por la propagación de la fe, y aumentar las limosnas para este
santo fin. La obra es una gloria del Clero, porque los misioneros italianos eran más de dos mil, entre los que había unos cuarenta Obispos.


Veía también la luz el Hombre de bien para 1867, almanaque agradable e instructivo por sus anécdotas y diálogos, uno especialmente 
de un zapatero remendón y una bota; dos cartas acerca de los libros prohibidos, poesías y un aviso muy importante a los suscriptores para 
alertarles y que no permitieran que el almanaque valdense, El amigo de casa, penetrara en sus familias. Pero la página preferida era la del 
prólogo, que recuerda la fiesta con que fueron recibidos los jóvenes del Oratorio que habían luchado contra Austria. 

El Hombre de bien a sus queridos lectores 

Os envío un tierno saludo, queridos amigos míos, con todo mi corazón porque sé que os habéis multiplicado. íDeo gratias! En medio de 
las muchas , y son las de un pobre viejo, me encuentro muy satisfecho sabiendo que soy apreciado por personas tan respetables como 
vosotros. Ya sabréis que este año las he pasado moradas con motivo de la gran guerra que hubo. Me hubiera gustado acompañar al 
ejército, como lo hice en el 59, pero mi avanzada edad no me lo permitió. Y si entonces perdí solamente la coleta, ahora hubiese podido 
perder hasta la cabeza; sin coleta podía y puedo pasar, pero sin cabeza no sé si aún habría podido vivir. Me quedé en casa y acompañé a 
mis hermanos e hijos con el corazón y con mis oraciones. Y, gracias a Dios, un día los vi tornar a todos, sanos y salvos. íCómo saltaban 
todos a mi cuello llenos de alegría! Yo los abracé con tierno afecto, como si hubieran vuelto de ((506)) nuevo a la vida. Pero os debo 
confesar que, para obtener este querido resultado, me serví de un medio sencillísimo y seguro. 

Me había provisto de antemano de muchas medallas de María Santísima y las repartía a todos los que estaban a punto de partir para la 
guerra. Mi casa se convirtió aquellos días en un verdadero santuario, a donde todos van con la persuasión de llevarse lo que desean y 
piden al buen Dios. Tendría para mucho tiempo, si os narrase las gracias que se obtuvieron. Por éste y por muchos otros motivos, se ha 
hecho famoso el Hombre de bien. Entonces llegué a ser notus in Judea (conocido en Judea), como decía mi antiguo maestro que ya 
murió. Pero ahora mientras salgo a visitaros a todos vosotros, me encuentro con un tipo muy hocicón a vuestra puerta, como para 
impedirme la entrada; y íay de mí, ay de vosotros! si ese tipo consigue entrar en vuestras casas. Seguramente lo conocéis ya por su 
nombre, y no quiera Dios que lo lleguéis a conocer en persona íLibera nos Domine! (íLíbranos, Señor!). 

Es nada menos que el cólera que, no sé cómo, si en barco o por telégrafo, ya que hoy día se han inventado tantos caminos, entró en 
nuestros pueblos y comenzó a matar. Y también aquí a vuestro Hombre de bien le tocó hacer y hace de médico, y 
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íqué médico! Un médico infalible y a buen precio. Fui llamado a muchos sitios, tuve que hacer muchas consultas y, con mi remedio, 
siempre obtuve la curación. Y tú, querido lector, si quieres saberlo, es éste: en primer lugar ve a confesarte para ponerte en gracia de Dios 
y, si ya lo estás, procura continuar. En segundo lugar, despierta en tu corazón la devoción a María Santísima Inmaculada, honrándola de 
vez en cuando con oraciones y jaculatorias, como por ejemplo: María Auxilio de los Cristianos, ruega por mí, pecador. En tercero y 
último lugar ponte al cuello su medalla, y entonces, si llegare este mal huésped, poco sería su daño y se renovaría lo que dijo mi amigo 
Silvio Péllico, de feliz recuerdo, hablando del cólera que amenazó a Turín en 1835: 

«La peste india vino, tremenda apareció: 

Al nombre de María encantada, se marchó.» 

La magnífica columna, que se levanta en la plaza del santuario de Nuestra Señora de la Consolación, señala el milagro realizado y la 
gratitud de los ciudadanos. Si Dios quisiera castigar al mundo con este mal, tú estarás bien defendido. 

Con todo esto cree el Hombre de bien haber cumplido su deber con sus amigos. Estad siempre alegres y que el Señor os bendiga como, 
con toda el alma, os lo desea 

El Hombre de bien. 

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((507)) 

CAPITULO XLIII 

CARTA DEL CANONIGO GALLETTI PROMETIENDO SU AYUDA A LAS OBRAS DE DON BOSCO -MARIA SOCORRO EN 
LOS APUROS: CURACION DE UNA PERSONA, ENFERMA DESDE HACIA TRES AÑOS -CASTIGO POR NO CUMPLIR UNA 
PROMESA HECHA, DESPUES DE HABER RECIBIDO LA GRACIA -EL ARTISTA TERMINA Y EXPONE AL PUBLICO LA 
ESTATUA DE LA VIRGEN PARA LA CUPULA -DON BOSCO ASISTE A UNA MORIBUNDA EN MURELLO, CERCA DE 
RACONIGI -VA A LANZO: CON SU CARIDAD CONVENCE EN EL COCHE A UNO QUE HABLA MAL DE LOS 
SACERDOTES: RECIBIMIENTO ENTUSIASTA DE LOS ALUMNOS DEL COLEGIO -ANUNCIA AL DIRECTOR DE 
MIRABELLO SU LLEGADA PARA LA FIESTA DE SAN CARLOS: ESTA CONTENTO DE LANZO -RECONOCIMIENTO DE 
LOS RESTOS DE DOMINGO SAVIO Y SU NUEVA SEPULTURA 

DON Bosco llevaba entre manos unos nuevos folletos mientras escribía y corregía otros; era un trabajo acelerado e insoportable para 
cualquier otro, puesto que debía interrumpirlo a cada instante y reanudarlo de nuevo en el primer momento libre que le concediera el 
sagrado ministerio, la dirección del Oratorio y la Pía Sociedad, los viajes y las preocupaciones en busca de dinero para la iglesia en 
construcción, las visitas a los colegios y la correspondencia epistolar imprescindible para atender las necesidades de sus muchachos. 

Muchas de sus cartas las encargaba a don Miguel Rúa a quien le daba una minuta. Respondía a una de éstas el canónigo Eugenio 
Galletti. 

Es un santo el que escribe: 

Todo por Jesús y María 

Muy apreciado en el Señor: 

He estado esperando mucho tiempo el momento oportuno para ir personalmente a visitar a V.S. y responder de viva voz a su 
apreciadísima ((508)) cartita; pero, viendo que los días pasan y que esto se alarga, paso a decirle en dos palabras cómo 
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comparto y agradezco su buen corazón al recomendarme lo que tan encarecidamente hace la santa causa del veneradísimo don Bosco y 
toda su familia, comprendida la gran iglesia que construye. 

Pero hube de persuadirme de que usted no conoce mucho mi corazón ni mi posición, pues de lo contrario no me habría escrito de esta 
forma. 

Digo mi corazón con relación a don Bosco, a quien profeso tanta estima, tan respetuoso afecto y veneración que tal vez no ceda un 
punto a ninguno de sus admiradores; y lo siento por el Padre, lo siento también en proporción por sus dignos hijos y por las obras de su 
caridad y celo. 

No es necesario, por tanto, que yo reciba recomendación alguna para tender mi mano en socorro de tan gran obra, allí donde fuere 
posible: la llevo conmigo, no necesito en absoluto ninguna recomendación, me es algo tan querido, fuerte y apremiante, que me parece 
sería capaz de cualquier acción forzosa siempre que la Providencia me presente una ocasión propicia. 

Pero, qué quiere; al presente puedo hacer muy poco o nada en favor del hombre de Dios y su bendita familia. 

Verdad es que, por inmerecida dignación del arzobispo monseñor Fransoni, de santa memoria, soy miembro de la Administración de 
los bienes del Seminario; pero se equivoca V. S. si cree que yo pueda tener o tenga una influencia decisiva sobre las opiniones y votos de 
los señores administradores, a quienes me cabe el honor de tener por colegas. Nótelo bien; se lo digo con franqueza confidencial; soy el 
último de todos por edad, gobierno, ciencia, virtud, antigüedad, práctica, experiencia y méritos. Ellos fueron mis superiores durante mis 
estudios, en las clases y en los varios cargos que tuve que ocupar. Toca a ellos natural y justamente, el magisterio de la antigua influencia 
sobre este pobrecito; ya es mucho que goce de su tolerancia y se me aguante en su compañía y consentimiento. 

»Ha comprendido? Por lo demás, no lo dude un momento, querido don Miguel, yo nunca dejaré de poner mi granito en la balanza en 
favor de don Bosco y de sus admirables empresas. Hablaré, apoyaré, sostendré, impulsaré, defenderé y haré todo lo mejor que pueda, en 
mi ignorancia e insuficiencia, para toda obra de bien. Toca al Señor bendecir mis esfuerzos, avalar mis palabras, abrir mis labios y darme 
un lenguaje de caridad y de poder triunfador sobre los corazones. Pídaselo por mí. 

Reciba V. S. mis pobres, pero sinceras felicitaciones por los conocidos y continuos trabajos que sostiene en el campo elegido del Señor 
y confiado singularmente a sus cuidados; reciba las bendiciones del Cielo, las ((509)) dulzuras de los sacratísimos Corazones de Jesús y 
de María, que de corazón le deseo y pido, declarándome sin más 

Turín, 11 de noviembre de 1866. 

Su seguro servidor EUGENIO GALLETTI, Pbro. 

Las almas generosas no se cansaban de ayudar al Venerable y la misma Virgen Santísima acudía con frecuencia en su auxilio. Don 
César Chiala y el caballero Oreglia dejaron escrito: 

El 16 de noviembre tenía que pagar don Bosco cuatro mil liras por las obras de la iglesia. El prefecto de la casa, don Miguel Rúa, salió 
aquella mañana acompañado de algún coadjutor en busca de 
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dinero. Después de recorrer las calles de Turín, subir y bajar muchas escaleras y llamar a la puerta de varias personas piadosas, volvía la 
comitiva al Oratorio a las once de la mañana. Depositaban en manos de don Bosco mil liras, reunidas con infinitos trabajos, y 
manifestaban su imposibilidad de allegar las tres mil que faltaban para completar la cantidad necesaria. Fue un momento de desaliento; 
mirábanse entre sí sin pronunciar palabra. Sólo don Bosco, sonriente y con el corazón lleno de fe y confianza, les dijo: 

-íAnimo! Todo tiene remedio; después de comer, iré yo a buscar lo que falta. 

A la una de la tarde salía del Oratorio, sin saber adónde dirigirse. 
Después de una larga vuelta, se encontró en Puerta Nueva. No conocía a ningún señor rico por aquellos sitios, así que, parándose un 
poco, se puso a pensar cómo había llegado hasta allí. En esto, ve que se le acerca un criado con librea, cuyo rostro transparentaba un no sé 
qué de pena y ansiedad, y que le dice: 

-Señor cura, »es usted acaso don Bosco? 

-Sí, para servirle. 

-íQué providencial ha sido el Señor al hacer que le encontrara tan a tiempo! Mi amo, que está enfermo, me ha mandado a rogarle que 
tenga la bondad de ir a visitarle, porque lo desea de veras. 

((510)) -Voy enseguida. »Está lejos? 

-No, no; aquí, al principio de la calle. 

Y le señaló un gran palacio. 

-»Es suyo ese palacio?, preguntó don Bosco. 

-Sí, señor; mi amo es riquísimo... y muy caritativo »sabe? El podrá ayudarlo a la construcción de la nueva iglesia. 

-Muy bien, muy bien. 

Llegaron al palacio, entró don Bosco y salió a su encuentro una señora afligida y llorando, que le dijo: 

-íAh, don Bosco! Si usted supiera cuánto tiempo hace que le esperamos; hemos mandado a preguntar por usted muchas veces, pero 
siempre nos dijeron que no estaba en la ciudad: yo hubiera querido que me obtuviese de María Auxiliadora la curación de mi marido; 
habría hecho cualquier cosa por su iglesia, pero ya es demasiado tarde; está en las últimas. Anteayer hubo consulta de médicos. 

-»Asistió también la Virgen?, preguntó don Bosco. Si Ella no estaba, la consulta era incompleta, porque faltaba el médico de cabecera. 
»Qué enfermedad tiene? 

-La enfermedad presentó diversas formas, hasta que, desde hace varios meses, degeneró en hidropesía; le operaron varias veces y de 
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nuevo está tan hinchado que da lástima; pero los médicos no se atreven a tocarlo, porque, según dicen, no soportaría ninguna operación. 

-Bueno, si ustedes están decididos a ayudar a la Virgen en un asunto, yo probaré a ver si la Virgen cura a su marido. 

-Con mucho gusto; ílo que sea! 

Pocos minutos después entraba don Bosco en una habitación, donde encontró en el lecho a un señor de edad algo avanzada, el cual, al 
verlo, exclamó contento: 

-íDon Bosco! Si usted supiera cuánto necesito sus oraciones. Sólo usted puede sacarme de esta cama. 

((511)) -»Hace mucho que se encuentra en este estado: 

-Tres años, tres largos años en los que sufro horriblemente; no puedo hacer el menor movimiento y los médicos ya no me dan 
esperanzas de curación. 

-»Quiere dar un paseo: 

-íPobre de míí Ya no lo haré más, sino que me lo harán hacer... 

-Si usted está de acuerdo con su señora, lo dará hoy mismo con sus piernas y en su coche . 

-Si yo pudiera obtener un pequeño alivio al menos, haría con gusto cualquier cosa por sus obras. 

-Vea, señor; el momento sería verdaderamente propicio: necesito ahora mismo tres mil liras. 

-Pues bien, obténgame solamente un poco de alivio a mis males y yo procuraré contentarle para fin de año. 

-Pero las necesito esta misma tarde . 

-Esta tarde, esta tarde. . . y »dónde encontrarlas? Tres mil liras no se tienen siempre a mano. Hay que ir al Banco Nacional. . . cambiar 
papel del Estado. .. 

-»Y por qué no ir al banco? 

-»Quién? 

-íUstedí -íMe es imposibleí íUsted bromeaí Hace tres años que no me muevo. 

-»Imposible: Imposible para nosotros, mas no para Dios omnipotente. íEa, puesí Dé gloria a Dios y a María Auxiliadora, hagamos la 
prueba. 

Hizo don Bosco reunir en la habitación a todas las personas de la casa, unos treinta, comprendido el servicio, y les invitó a recitar 
oraciones especiales a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora, Apenas terminaron de rezar, el Venerable bendijo al enfermo y éste 
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empezó inmediatamente a evacuar, de tal manera que la señora, asustada, se puso a gritar: 

((512)) -íQue se muere! íQue se muere! 

Y don Bosco la calmó: 

-Esté tranquila que no se muere; su cuerpo ha vuelto a la normalidad. 

Ordenó que llevaran al enfermo sus vestidos, que hacía mucho tiempo estaban retirados. Los presentes, más conmovidos que 

extrañados, observaban a ver en qué acabaría todo. En aquellos momentos entró el médico y, al contemplar los preparativos, gritó contra 
su imprudencia e intentó por todos los medios disuadir al enfermo. 

Pero éste, protestando que era dueño y libre de sus actos, quiso a toda costa seguir las sugerencias de don Bosco. 

Los familiares querían ayudarlo, pero el Santo los detuvo, y en poco tiempo el enfermo estuvo vestido, se paseó por la estancia, y 
mandó poner a punto el carruaje. Antes de salir, pidió el señor algún refrigerio y le presentaron unos alimentos que comió con tanto 
apetito, como no había experimentado hacía mucho tiempo. 

Bajó después la escalera por sí mismo, ya que don Bosco prohibió absolutamente que se le ayudase, subió al coche, fue al Banco, 

volvió jubiloso y entregó a don Bosco las tres mil liras, dándole las gracias y repitiendo: 

-Estoy completamente curado. 

-Diole don Bosco las más expresivas gracias y le animó a agradecer su curación a Jesús Sacramentado y a María Santísima Auxiliadora, 

los únicos que habían producido el extraordinario cambio. 

Apenas entró el Venerable en el Oratorio se encontró con la persona que le esperaba para el cobro de la cantidad que, con asombro de 
don Miguel Rúa y de los otros superiores de la casa, pudo ser pagada al instante. 

Otro hecho había acontecido poco antes, pero de índole muy diversa, y que prueba lo que se lee en el capítulo V del Eclesiástico, esto 
es, que desagrada al Señor la promesa infiel y necia. Atestigua Pedro Enría habérselo oído narrar al mismo Siervo de Dios. 

Un día fue invitado don Bosco a hacer una visita a una noble ((513)) familia de Turín, con la que nunca había tenido ninguna relación. 

El Marqués y la Marquesa le recibieron con grandes muestras de respeto y le dijeron: 

-Le hemos molestado haciéndole venir hasta aquí, aunque sabemos que tiene muchísimo trabajo. 

El Siervo de Dios respondió: 

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-Cuando se trata de hacer el bien y de la gloria de Dios, no hago más que cumplir con mi deber.
-Pues bien, añadieron ellos con gran fervor, le pedimos un favor. Somos dos esposos sin ningún hijo. Usted, que es tan bueno, ruegue 
y


haga rogar por nosotros a sus muchachos, a fin de que Dios tenga piedad de nosotros y nos conceda un heredero. 

Don Bosco les dijo que rogaría y haría rezar a María Auxiliadora. 

-Entonces, tenga la bondad de darnos su bendición, exclamaron los cónyuges arrodillándose. 

Don Bosco los bendijo y ellos continuaron: 

-Como ve, nuestra casa está solitaria; si la Virgen nos concediese un hijo sería para nosotros la mayor de las alegrías. Si obtenemos esta 

gracia, le prometemos hacer una ofrenda generosa para la iglesia de María Auxiliadora. 

-Y yo les prometo, en nombre del Señor, que serán escuchados. Rueguen y tengan fe y don Bosco les encomendará todos los días en la 
santa misa. 

Un año después alegraba Dios a aquella familia con el nacimiento de un hijo; pero no se acordaron de su promesa. Pasó más de un año 
del fausto acontecimiento y el niño crecía perfectamente sano, cuando don Bosco, necesitando dinero para pagar a los proveedores de 

materiales para la construcción de la iglesia, e importunado por la insistencia del empresario, se acordó del Marqués. 

Fue a él, convencido de que sería bien recibido. Pero, aquel señor le recibió con estas palabras: 

((514)) -»Qué desea, Reverendo? 

-He venido a pedirle, si quiere cumplir la promesa que hizo hace unos años... 

-»Qué promesa?, respondió el Marqués. »Quién es usted? 

Don Bosco, sin darse por ofendido, dijo su nombre y expuso los apuros que pasaba. 

-íNo recuerdo haber hecho ninguna promesa!, añadió el señor. 

-íSeñor Marqués!, replicó el Venerable, recuerde que la promesa no la hizo a don Bosco, sino a Dios y con El no se juega ni se burla 
nadie de su Santísima Madre. Piense lo que hace ahora. 

Le saludó cortésmente, y afligido ante aquella ingratitud, que preveía sería severamente castigada, se retiró. 

Habían pasado pocas horas después de aquel diálogo, cuando la Marquesa se presentó jadeante a su marido, diciéndole que el niño 
había sido atacado de repente por un grave malestar. Corrióse en 
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busca del médico, toda la casa se puso en movimiento. El Marqués comprendió que pendía sobre él el castigo de Dios. Hizo enganchar 
enseguida los caballos, se plantó en un momento en el Oratorio, presentóse a don Bosco y le dijo: 

-Don Bosco, por favor, venga corriendo a mi casa; tenga la bondad de venir a bendecir a nuestro niño que se muere... Perdóneme, 
estaba ciego cuando fui tan descortés con usted... Pero venga, venga enseguida. 

-Voy enseguida, respondió afligido don Bosco; pero ya se lo dije: con el Señor no se juega. Verá cómo ahora tendremos que decir: Dios 
nos lo dio y Dios... nos lo quita. 

Subió inmediatamente al coche con el Marqués; pero, apenas cruzaron el portón del palacio, se presentaron los criados con muestras de 
gran dolor en el rostro. 

-»Qué hay?, preguntó el Marqués. 

-íHa muerto! 

El Venerable entró en la estancia donde yacía el cuerpecito del ((515)) niño y donde la madre se deshacía en lágrimas. Estalló en llanto 
el Marqués y exclamó: 

-íQué necios hemos sido!... Por un poco de dinero hemos matado a nuestro hijo... Dios ha castigado nuestra avaricia... íQué 
desgraciados somos! Hemos perdido el consuelo de nuestra vida y especialmente de nuestra vejez..: íDe nuevo solos en la tierra! Don 
Bosco, perdónenos... Ruegue por nosotros al Señor para que perdone nuestra falta. 

El Siervo de Dios le consoló diciendo: 

-El Señor es misericordioso, les quiere mucho, y les perdonará. 
Mas, para lograr ser dignos de su perdón, es menester que, de hoy en adelante, se dediquen con más diligencia y más fe a las prácticas de 
nuestra santa Religión... y que socorran a los pobrecitos necesitados de generosas limosnas. Obrando así, tendrán la suerte de ir un día al 
Paraíso para hacer compañía a su querido hijito. íEstén seguros de que él ruega desde el Cielo por sus queridos padres! 

Y concluía: 

-Vivamos todos como buenos cristianos y nos encontraremos juntos para gozar del premio eterno. 

Dichas estas palabras, los bendijo y se despidió. 

Mientras tanto, la estatua de la Virgen, que debía colocarse sobre la cúpula estaba casi acabada. Se lee en la Unidad Católica del 17 de 
noviembre: 
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Hemos visto la hermosa estatua de la Virgen, que ha de colocarse sobre la cúpula de la iglesia que está levantando en Turín el insigne 
don Bosco, en honor de la Santísima Virgen Auxiliadora de los cristianos. 

Tiene la estatua cuatro metros de alta, está vaciada en cobre y se le ha dado un baño de barniz bronceado, hasta que se la pueda dorar. 
Ha sido modelada por los «Plateros de Novara» y realizada por el caballero Ignacio Boggio de Turín, en parte por galvanoplastia y en 
parte con el martillo y el cincel. La ejecución de estos trabajos colosales dice Bienvenido Cellini, es una empresa muy difícil dadas las 
extraordinarias proporciones. Y no es fácil juzgar desde cerca este género de obras, que han de contemplarse desde lejos. 

Nuestro parecer, por consiguiente, respecto a este trabajo queda en suspenso, es decir sometido al efecto que hará la estatua colocada a 
la altura de cuarenta y seis metros sobre el nivel del suelo; mientras que hemos tenido que verla a la distancia de ((516)) dos o tres 
metros, en un lugar muy poco a propósito como es éste en el que está expuesta. De los ocho principales puntos de vista de una estatua, 
como diría Cellini, apenas si se pueden lograr aquí cinco y desde cerca. Y, sin embargo, algunos defectos que ahora se pueden descubrir, 
desapareceran cuando la estatua esté colocada en lo alto; y, viceversa, podrán ser visibles defectos que ahora no se observan. 

Así las cosas, digamos que en su conjunto la estatua nos ha parecido muy hermosa, y especialmente opinamos que la cabeza está bien 
modelada y mejor realizada. El rostro es, a la vez, majestuoso y cargado de dulzura, sobre todo mirado de perfil, por la derecha. El 
defecto principal, que se nos antoja, es el de que los hombros resultan demasiado pequeños y poco proporcionados con las otras partes, 
que son colosales. Y el defecto de los hombros resalta la defectuosa unión del brazo derecho levantado en alto para bendecir, que parece 
pegado a la espalda más que al hombro. 

Volvemos a repetir: es un trabajo hermoso, quizá el primero de este género realizado en Turín, y que honra al caballero Boggio, de cuyo 
taller ha salido. La estatua puede verse en la calle Bertola, número 39, poco antes de llegar a la iglesia en construcción. 

El 18 de noviembre fue don Bosco a Murello, junto a Racconigi. Por iniciativa de la directora de las Humilladas, o Pía Unión de 
Madres Cristianas, bajo el patrocinio de Santa Isabel, la señora Francisca Cogno, viuda de Audero, con el consentimiento y buen acuerdo 
del teólogo Carlos Ghersi, párroco y administrador, había sido invitado para predicar el panegírico de Santa Isabel el día de la fiesta, que 
aquel año se celebraba el 25 de noviembre. Mas, por un mal entendido, resulta que don Bosco se presentó el domingo anterior. 

Púsose aquella mañana a disposición del Párroco y le rogaron que visitara a una mujer gravemente enferma, la cual deseaba la 
bendijeran antes de morir. Acudió don Bosco con gusto a la invitación y fue acompañado hasta la habitación de la moribunda. Acercóse 
al lecho, pidió permiso al párroco para darle la bendición papal, arrodillóse, recitó unas oraciones y se quedó un rato para asistirla. 
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El hijo, Juan Bautista Olivero, hizo colocar en aquella habitación un retrato de don Bosco, a cuyo pie se lee: «El día 18 de noviembre 
de 1866, honró este lugar el veneradísimo don Juan Bosco, con su visita». 

((517)) Desde Murello se dirigió el Siervo de Dios a Lanzo. Subió al ómnibus de Turín y en él se encontró, entre otras personas, con un 
tipo que hablaba mal de los curas. Corrigióle varias veces don Bosco con buenas formas, pero todo fue inútil; el descreído se burlaba de 
los avisos y razones del Siervo de Dios. 

Al llegar el coche a Lanzo, mientras descendían los viajeros, hubo alguno que saludó a don Bosco por su nombre. Aquel individuo, al 
oír que el sacerdote con quien había viajado y al que había tratado tan villanamente era don Bosco, se quedó de piedra y como fuera de sí 
por la vergüenza. Precisamente él había salido de Turín, camino del colegio de San Felipe, para colocar en él a su hijo. Pero se armó de 
valor, acercósele, pidióle excusas, manifestó estar dispuesto a cualquier servicio y le invitó a entrar en la cafetería para tomar un refresco, 
buscando cómo podía remediar su anterior conducta. El Venerable, acostumbrado a semejantes encuentros, no quiso aceptar la invitación, 
pero, sonriendo ante la confusión del pobre hombre, acabó por condescender a su petición. 

Aquella noche apareció en el cielo sereno un maravilloso espectáculo: una cantidad de estrellas fugaces o bólidos de diversos colores, 
que era imposible contar por su mucha frecuencia, aparecían, desaparecían, se cruzaban en sus parábolas. El astrónomo padre Secchi 
calculó hasta treinta mil; y el padre Denza contó en Moncalieri hasta treinta y tres mil, durante seis horas. Se supone que se trataba de un 
cometa, cuya cola cruzó la órbita de la tierra. Los alumnos del Colegio, al salir de la clase de canto, hacia las nueve de la noche, estáticos 
ante tanta hermosura de luces, estaban con los ojos clavados en los cielos. Uno, de agudo ingenio, se puso a gritar: 

-Son los ángeles que prenden fuego a sus cohetes para celebrar la llegada de don Bosco. 

A aquella voz, todos los compañeros prorrumpieron repetidamente con el grito de: íViva don Bosco! 

Y ciertamente, la llegada de don ((518)) Bosco a sus colegios proporcionaba una gran fiesta a los ángeles. Todos los Salesianos y todos 
los muchachos querían confesarse con él y él daba gusto a todos. Eran maravillosos los cambios de conducta en aquellos días: se 
renovaban los prodigios del Oratorio. 

Al día siguiente, escribía don Bosco al Director de Mirabello. 
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Lanzo, 19 de noviembre de 1866. 

Muy querido Bonetti: 

Te escribo desde Lanzo. Estoy muy contento de estos muchachos y mucho más todavía de la unión de los Superiores y de los asistentes. 
Hablan, predican y practican de tal manera que dan envidia a los de Turín y casi, casi, hasta a los de Mirabello, donde está la flor y nata 
de nuestro personal. Amén. 

El 28 iré a ésa, en compañía de Pelazza y de don José Lazzero, quienes te llevarán lo que pides. Don Miguel Rúa está empeñado en 
satisfacerte por tu franqueza y para que no yerres al decir: os lo coméis todo. Esto sirve para hacerle colaborar con mayor fervor, 
secundando lo que tú indicas. Por mi parte, me colocaré entre uno y otro, diciendo: tertius gaudet (el tercero goza). 

Mándame una notita con los que tú sabes y así podré ponerme pronto en contacto directo con ellos. Deseo que el día de san Carlos haya 
indulgencia plenaria para todos. Se cancele el pasado, se limpie toda mancha presente, tómese una férrea resolución de hacerse todos 
sanios, bien entendido que yo también me incluyo. 

Pax et benedictio domui tuae et omnibus habitantibus in ea (Paz y bendición para tu casa y para todos los que en ella habitan). Saludos 
a todos y a todas. 

La Santísima Virgen nos ayude a marchar siempre por el camino del Cielo. Amén. 

Tuyo afectísimo en J. C. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

El 21 de noviembre dejaba Lanzo, y cumplíase en Mondonio un deseo de su corazón, acariciado durante muchos años. El recuerdo de 
Domingo Savio seguía siendo grato. Por mil razones no podía don Bosco olvidar a un muchacho tan merecedor de cariño; y buscaba 
rendirle tributo de veneración con las mayores honras que podía.1 

((519)) Desde 1859 se pensó en realizar las diligencias oportunas ante el Ministerio, para alcanzar la licencia de trasladar los restos del 
querido santito, de Mondonio a Castelnuovo. La licencia se solicitaría en nombre de su padre Carlos Savio. Don Bosco había encargado a 
su gran amigo don Alejandro Allora que se informase de los trámites legales; y el buen sacerdote, en carta fechada en Castelnuovo de 
Asti el 11 de noviembre de 1859, le refería la contestación habida: 

«Preguntado una vez más el juez, si la ley prohibiría manifestaciones, como por ejemplo el conveniente acompañamiento de los restos, 

o si hubiera de realizarse de noche, me dijo que no se podía repetir el enterramiento eclesiástico, sino que debía volverse a colocar 
inmediatamente en el túmulo, y en cuanto a las manifestaciones, 
1 Véase: Apéndice VI. 
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lo mismo civiles que religiosas, por el camino, en la iglesia o en el cementerio no había nada en contra; pero que la higiene pública 
aconsejaba que el transporte de cadáveres se hiciera de noche. 

»Pero yo creo que cuanto mayores honras se hagan y más digna sepultura se dedique a los despojos mortales pertenecientes al alma de 
tan querido y admirado jovencito, todos aplaudirán una obra tan piadosa y educativa. »Y cómo puede ser de otro modo, cuando ya hay 
muchos que se creen en el deber de atestiguar su reconocimiento y amor por los favores recibidos, pensando en sus llamativas virtudes? 
Vaya como demostración el siguiente reciente suceso de cómo actúa sobre los espíritus piadosos y fieles la convicción de que el prudente 
y piadoso jovencito, que tanto hizo y padeció por Jesucristo, puede también obtener algo en favor de los mortales. 

»Una mujer que se encontraba en las apreturas de un dificilísimo parto, recordando piadosamente las gracias obtenidas por algún 
admirador de las virtudes de Savio, exclamó de repente: 

»-íAh, Domingo mío!, sin añadir más. 

»Es el hecho que aquella mujer, de repente y en el mismo momento, quedó libre de dolores...» 

((520)) Pero el proyecto de trasladar los restos de Savio, de Mondonio a Castelnuovo, no se realizó. En 1864, cambiando de idea, se 
pensó en desenterrar la caja que contenía los restos de Domingo Savio, para poner los cimientos de un pequeño sepulcro y volver a 
colocar la caja en el mismo lugar contra el muro de la capilla de San Sebastián, aneja al cementerio de Mondonio. Durante los meses de 
noviembre y diciembre se pidieron las debidas licencias a las autoridades competentes, pero tampoco este segundo proyecto se realizó por 
el momento. 

Sin embargo, ya en esta ocasión, escribía don Bosco un epitafio que no fue esculpido, pero que se conserva entre sus papeles, y que 
manifiesta elocuentemente su aprecio al santo discípulo. 

AQUI
DUERME EN PAZ
EL CUERPO DEL ANGELICO JOVEN
DOMINGO SAVIO
NACIDO EN RIVA DE CHIERI EL 2 DE ABRIL DE 1842.
PASADA SU NIÑEZ EN LA VIRTUD
EN CASTELNUOVO DE ASTI,
SIRVIO A DIOS DURANTE VARIOS AÑOS CON FIDELIDAD Y CANDOR


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EN EL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES 

EN TURIN 

Y MURIO SANTAMENTE EN MONDONIO 

EL 9 DE MARZO DE 1857. 

POR SIGNOS NO DUDOSOS 

DE QUE ES UN PREDILECTO DEL SEÑOR 

SUS DESPOJOS MORTALES 

FUERON TRASLADADOS 

DESDE EL CEMENTERIO MUNICIPAL 

EL... 1864 

POR DESEO DE SUS AMIGOS 

Y DE LOS QUE, HABIENDO GOZADO LOS EFECTOS 

DE SU CELESTIAL PROTECCION, 

AGRADECIDOS Y ANSIOSOS ESPERAN 

LA PALABRA DEL ORACULO INFALIBLE 

DE LA SANTA MADRE IGLESIA. 

Pero solamente el año 1866 se cumplió el piadoso deseo, deliberado en el 1864, como consta por el siguiente documento: 

((521)) Parroquia de Mondonio.-Acta de exhumación y nueva sepultura de los restos mortales de Domingo Savio. 

En el año del Señor 1866, al 21 de noviembre, a las nueve de la mañana y en el cementerio de esta Parroquia, yo, el párroco que 
suscribe, en presencia y con la colaboración de los testigos abajo firmantes, hice exhumar los restos aquí sepultados de Domingo Savio y, 
habiendo sido constatada su identidad por medio de las personas aquí presentes, que habían realizado la primera inhumación, y que 
posteriormente habían reparado el ataúd, poniendo en él señales seguras de identificación del mismo, hice sacar diligentemente el 
esqueleto, que se encontró entero e intacto, a pesar de que los rosarios y medallas colocadas en el ataúd se encontraban corroídos y 
apedazados; habiéndomelo hecho pasar pieza a pieza, lo repuse con mis propias manos en un ataúd nuevo preparado para el caso, 
ajustando cada una de las piezas en su lugar y orden, según las reglas de la osteología, de modo que el esqueleto se encontró otra vez 
completo en la nueva caja. A un lado del cráneo, puse juntos los pedazos corroídos de rosaríos y medallas y al otro lado una moneda de 
cobre de díez céntimos acuñada este mismo año. Invitados los presentes a conocerlo todo, hice cerrar el ataúd y asegurarlo con cerrajas de 
hierro. Hícelo después levantar diligentemente y colocarlo en el pequeño sepulcro preparado entre la pared posterior de la iglesia de San 
Fabián y San Sebastián adyacente a dicho cementerio, de modo que se encuentre bajo el altar de dicho templo. A continuación hice tapar 
con mampostería dicho muro, cuya abertura se había construido expresamente en arco. Pasando después a la iglesia dicha, hice cubrir 
también con mampostería la bóveda de dicho sepulcro, de modo que estuviese cerrado y seguro por todas partes, y sobre el cual se trabaja 
actualmente para construir el altar y restaurar la iglesia de manera que responda decentemente a su fin. 

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En fe de lo cual firmo, juntamente con las personas nombradas, presentes al acto. 

LUIS AMUSA, párroco 

Juan Rissone, maestro de obras, constructor del altar.
Evasio Peila, sacristán, constructor del ataúd.
José Serra, concejal suplente del Ayuntamiento, testigo.
Luis Molino, enterrador.
Una cruz » por Luis Robino, propietario, testigo analfabeto.


La lápida con la inscripción, colocada sobre esta tumba, fue enviada desde Génova, en cumplimiento de la promesa de una persona 
agradecida por una gracia que había recibido. 
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((522)) 

CAPITULO XLIV 

SE LEVANTAN LAS RESTRICCIONES AL DECRETO QUE PERMITE A LOS OBISPOS LA VUELTA A SU SEDE -APRECIO 
DEL CARDENAL DE ANGELIS A DON BOSCO -PREDICCION DE SU VUELTA INMINENTE A LA DIOCESIS -SU 
LIBERACION DE DOMICILIO FORZOSO: VISITA AL ORATORIO: SU PARTIDA PARA FERMO -HIJOS DE FERROVIARIOS 
RECOGIDOS POR DON BOSCO -INVITACION A LA ADMINISTRACION DE FERROCARRILES PARA UNA 
REPRESENTACION TEATRAL EN SU HONOR -DON BOSCO EN MIRABELLO: EFECTO DE UNA BENDICION 
PROTESTAS PORQUE ALGUNOS EXTRAÑOS AL ORATORIO HAN VIAJADO EN FERROCARRIL CON BILLETES DE 
FAVOR -RESPUESTA DE DON BOSCO DEFENDIENDOSE -ESPLENDIDA PRUEBA DE CONFIANZA DADA AL ORATORIO 

EL 16 de noviembre suprimía el ministro Ricasoli la excepción por él mismo hecha en la circular del 22 de octubre, por la cual se había 
excluido del beneficio del indulto a los Prelados refugiados en Roma o en cualquier otro lugar del Estado; y todos los obispos, sin 
declaraciones ni petición de permisos, volvían tranquilamente a su diócesis. Solamente quedaba en Turín el cardenal Felipe de Angelis, 
arzobispo de Fermo. Desterrado desde 1861 en la casa de los Lazaristas, no quiso nunca salir de ella, ni siquiera para visitar la ciudad: se 
sentía prisionero. Como personaje que era de gran ciencia, virtud y piedad, había obtenido en el último Cónclave el mayor número de 
votos, después de Pío IX. Los sectarios le temían porque era de un carácter firme y fuerte contra todo lo que sabía que era perjudicial para 
el pueblo cristiano o menos recto en relación con sus ((523)) deberes. Su destierro había sido tan largo por haberse negado a romper toda 
relación con el teólogo Margotti. 

Durante los seis años fue don Bosco a visitarle de vez en cuando y contrajo con él una íntima relación. El Cardenal se interesaba 
vivamente por las cosas del Oratorio, de tal modo que, con cualquiera que hablase de él, manifestaba su interés por saber todo lo que se 
refería a su buena marcha. El Siervo de Dios le había contado detalladamente las gracias que María Santísima concedía a sus muchachos, 
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y cómo a veces les había revelado el futuro. Su Eminencia le oía con infantil sencillez y en ocasiones le pidió que le dijese algo sobre su 
propio porvenir. 

Un día, antes de que se hubiera publicado la antedicha circular ministerial, fue don Bosco a visitarle según costumbre. El odio contra el 
clero, en vez de calmarse después de tantos malos tratos, parecía acentuarse con rabia especial en determinado partido del Parlamento, y 
había algún diputado que quería proponer una ley que obligase a los sacerdotes a abandonar el traje talar y vestirse como los seglares. 
Todo indicaba nuevas persecuciones, y por tanto parecía cada vez más lejana una esperanza de liberación para el Cardenal. 

-Y bien, don Bosco, le dijo su Eminencia apenas verle; »sabe algo de mi porvenir? 

-Prepare las maletas, Eminencia, porque pronto podrá volver a Fermo. 

-»Volver a Fermo? »Ahora? »Con esta guerra que se promueve contra el Clero? 

-Y sin embargo es así; la Virgen se lo ha dicho a uno de nuestros muchachos. 

-Pues bien, cuando esté libre, quiero ir enseguida a donde me llama el deber; pero antes pasaré por el Oratorio para devolverle las 
visitas y testimoniar mi gratitud a la Virgen. 

-Le aseguro que le dedicaremos una hermosa fiesta. 

((524)) -»Y me hará conocer al joven profeta? 

-íNaturalmente! Le vigilo para que no se lo crea; sin embargo, se lo pondré delante. 

Aquella misma noche contaba don Bosco este diálogo en el comedor de debajo del pórtico, en presencia de don Juan Bautista Francesia 
y don Joaquín Berto, entre otros. Todos se maravillaron y creyeron que era imposible el cumplimiento de la profecía; tanto más cuanto 
que algunos muchachos, de quienes se decía poseían gracias especiales, no eran los más sobresalientes por inteligencia y otras dotes, ni 
gozaban de mucho aprecio entre los compañeros. Verdad es que la humildad sabe esconder las más hermosas virtudes, y además conviene 
añadir que don Bosco, cuando descubría algo extraordinario en un alumno, solía cambiar de actitud con él y tratarlo de una manera seca 
para mantenerle en humildad. Así que no se pudo saber a quién se refería, cuando dijo que había recomendado a un muchacho que rezase 
y que había obtenido la comunicación manifestada al venerando exiliado. 
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Pero la predicción se cumplió de una manera inesperada. Después de unas semanas, le llegaba al Cardenal el aviso para volver a su 
sede. Su Eminencia se detuvo todavía un día más en Turín, el 23 de noviembre, que fue solemne y alegre para los alumnos del Oratorio. 
Después de celebrar la misa en Nuestra Señora de la Consolación, bajó a Valdocco y subió al salón de estudios, donde don Juan Bautista 
Francesia leyó una hermosa poesía al Apóstol que, por amor de Dios y fidelidad al Vicario de Jesucristo, había sufrido tan larga 
detención. 

El Eminentísimo Purpurado habló a todos con gran espíritu de bondad, diciendo que aquella mañana había rezado también por ellos, 
que antes lo habían hecho ellos por él para que pudiese volver pronto a su diócesis: y les aseguró que, yendo a Roma, no dejaría de hablar 
de ellos al Santo Padre, mientras por su parte siempre les ayudaría en la medida de sus fuerzas. 

Por fin, de dos en dos, los muchachos se acercaron a besar su anillo. Don Bosco estaba a su lado. El Cardenal deseaba ((525)) conocer 
al alumno que había predicho su liberación, pero éste no compareció. 

Desde el Oratorio pasó a visitar el Cottolengo, y al día siguiente salió de Turín. Así se expresaba en una carta dirigida a sus diocesanos: 

«Nos place recordar el providencial Oratorio de muchachos, confiado a la especial protección de San Francisco de Sales y de María 
Auxiliadora, creado y sostenido por el celo de un pobre sacerdote». 

Fue recibido en Fermo por el pueblo y el clero con grandes demostraciones de alegría y respeto. 

Una vez que el Cardenal marchó, pensaba don Bosco dar una muestra de respetuosa cortesía a los señores de la Administración de los 
Ferrocarriles, con los cuales, como con el Ministro de Trabajo, había mantenido siempre óptimas relaciones. 

Había muchos hijos de ferroviarios internados en el Oratorio de Valdocco y aún en octubre de aquel año había prometido aceptar otros, 
recomendados por el Jefe de Servicios de Movimiento y Tráfico y por dicho Ministerio. 

FERROCARRILES DEL NORTE DE ITALIA 

Turín, 1 de octubre de 1866. 

Me cuenta el Jefe Conductor de estos ferrocarriles, Mayorino Zanino, que él podría obtener más fácilmente que dos de sus hijos fueran 
admitidos en ese establecimiento 
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tan sabiamente dirigido por V. S. Rvma., si tuviese una carta de recomendación de estas oficinas. 

Ante los buenos precedentes de dicho empleado, que nunca dio motivo alguno de queja, y de las excelentes cualidades de que está 
dotado, y sobre todo en consideración a la desgracia sufrida con la muerte de su esposa, que dejó siete hijos sumidos en la mayor miseria, 
no dudo en recomendarlo a V. S. Rvma. para que caritativamente acepte la petición que le será presentada sobre el caso. 

Confiando que la infinita bondad de V. S. Rvma. sabrá otorgar el mayor bien posible a dicho empleado, me toca a mí agradecérselo y 
mientras tanto aprovecho con gusto la ocasión para manifestarle los sentimientos de mi más distinguido aprecio. 

El Jefe del Servicio de Tráfico C. BACHELET 

((526)) Entraba también en el Oratorio aquel año Ernesto Canónica, hijo de Julio, nacido en Voghera en 1856, por recomendación de la 
Dirección de Ferrocarriles. 

Pero ésta, pese a las muchas benemerencias de don Bosco, estaba en vísperas de quitarle el favor de los billetes a tarifa reducida para 
los viajes de los alumnos. Algunos empleados amigos suyos comunicaron confidencialmente al Siervo de Dios esta determinación. A 
pesar de ello no desistió de su genial idea, sugerida tal vez por la necesidad de conjurar aquella amenaza. 

En consecuencia escribía al caballero Oreglia desde Mirabello. 

Muy querido Caballero: 

El lunes pasado fui a hablar con el caballero Du Houx, director general de ferrocarriles, pero aquella tarde anticipó su salida del 
despacho. Hablé por consiguiente solamente con su secretario, el cual escuchó, pero no quiso decidir nada, pues juzgaba conveniente 
hablar del tema con el jefe. 

Hágame, pues, el favor de conseguir que lea la adjunta invitación y después, si no tiene nada en contrario, se distribuirá o se cambiará 
según el parecer que él dé. 

Nos preparamos a celebrar alegremente la fiesta de san Carlos mañana. Los muchachos están muy bien preparados. Vendrá a pasar el 
día con nosotros el Obispo de Casale. 

Que Dios bendiga a usted y sus trabajos y créame en el Señor, 

De V.S. 

Mirabello, 28 de noviembre de 1866. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Escriba don Miguel Rúa al señor Du Houx si cree que se puede hacer esta invitación a los señores de la Administración de los 
Ferrocarriles del Norte de Italia y si podrían distribuir las invitaciones desde su despacho, puesto que nosotros desconocemos sus 
direcciones particulares. 

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El encargo que daba al Caballero era que preparase todo para una velada académica en honor de los administradores de los ferrocarriles. 
Don Bosco esperaba sobre todo que ((527)) estos señores viesen el número de muchachos internos y comprendiesen la importancia y 
trascendencia de su obra. Decía la invitación: 

Los internos del Oratorio de San Francisco de Sales, con el deseo de presentar una pequeña prueba de su gratitud a la benemérita 
Administración de los Ferrocarriles del Norte de Italia, han ideado dar una representación en dicho establecimiento el domingo próximo, 
2 de diciembre, a las seis y media de la tarde, en el que los músicos celebran la fiesta de santa Cecilia. Ruegan, por tanto, 
respetuosamente a V. S. les quiera honrar con su presencia y la de las personas que juzgue oportuno acompañarle. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Sucedió mientras tanto, en Mirabello, un acontecimiento digno de mención. Vicente Provera, siempre lleno de celo y entusiasmo por el 
querido Colegio, bajó apresuradamente un tramo de escalera, que conducía desde la habitación donde se estaba preparando la mesa para 
los invitados hasta la cocina, resbaló y se torció un pie. Tuvo, por consiguiente, que ir a su casa, meterse en cama y llamar al médico, el 
cual prescribió lo que había que hacer. Por la tarde, una vez que don Bosco se vio libre de los invitados y que el Obispo de Casale se 
había despedido, fue a verlo. El pie de Vicente, más que morado, estaba negro por la sangre acumulada en la parte atropellada. Imposible 
decir lo que sufría, pues su virtud sabía disimular el dolor. Diole don Bosco la bendición y le dijo: 

-Amigo mío, haz lo que el médico ha prescrito, pero ten fe y mañana irás a llevarme con el coche a la estación de Giarole o de Borgo 
San Martino. 

Y le dijo que hiciera una breve plegaria. Al día siguiente por la mañana el buen Vicente se levantó y, lleno de satisfacción, acompañó a 
don Bosco a la estación, como si nada hubiera sucedido. 

((528)) Su hermana Carolina Provera, religiosa en las Fedeli Compagne, nos confirmó varias veces este suceso. 

Volvió don Bosco a Turín y el Caballero le aseguró que había cumplido las órdenes recibidas desde Mirabello; pero al mismo tiempo le 
entregó una carta de la Administración de Ferrocarriles en la que se le hacían severas recriminaciones por los abusos cometidos por 
algunos que, sin pertenecer al Oratorio, habían viajado con billetes reducidos entregados al Instituto. 
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Don Bosco respondió: 

Ilmo. Señor: 

Antes de responder a la carta que V. S. Ilma. tuvo a bien escribirme comunicándome algunos abusos sobre los billetes de favor que la 
benemérita Administración de los Ferrocarriles del Norte de Italia concede a este establecimiento, he querido informarme ampliamente 
sobre el particular, puesto que desde un principio di órdenes rigurosas para el empleo de la concesión, estudiando el modo de prevenir 
cualquier abuso. 

No he podido llegar a saber más que, en algunos casos particulares, en vez del nombre de un asistente de esta casa se ponía el del 
individuo jovencito con una persona que lo acompañaba. Este cambio se realizó tal vez con el nombre de un pariente o protector del 
muchacho, que debía ir a su pueblo o bien volver del mismo. Para esto fueron preguntados muchas veces los jefes de la oficina de la 
estación y no pusieron dificultad, aduciendo que aquellos jovencitos no podían todavía viajar solos, por su edad o su salud, y que por 
tanto era indispensable que alguno les acompañase. 

Sucedió también que alguna vez se expidió algún billete en blanco para muchachos de esta casa que, encontrándose en su pueblo, 
debían venir hasta este Oratorio. Se expidieron en blanco porque no sabíamos ni el día de la partida, ni el nombre de la persona que se 
debía enviar para acompañarlo. Si esto fuese algún inconveniente, tomaremos las oportunas medidas en lo sucesivo para que no se 
cometan abusos. 

Sin embargo, como puede haber habido otros abusos por parte de personas desconocidas, redoblaremos la vigilancia para impedirlo, 
proponiéndome dos cosas: 

1.° No hacer gravitar sobre este establecimiento cualquier falta de este género, por ser ajena a la misma y contraria a la voluntad y 
mandato de los Directores. 

2.° Si sucediere algún caso, castigar con todo rigor al culpable ((529)) de acuerdo con los Reglamentos de la Sociedad para poner 
remedio eficaz al abuso que por casualidad sucediere. 

Con toda mi estima y agradecimiento, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 30 de noviembre de 1866. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El día 2 de diciembre se tuvo en el Oratorio la representación anunciada, pero no apareció ninguno de los invitados; evidentemente, las 
cartas de invitación se habían detenido en las oficinas de la administración. Esto hacía temer que se le iban a quitar al Oratorio los billetes 
de favor. Lo que hubiera sido muy perjudicial para los muchachos, puesto que apenas se pagaba la cuarta parte de la tarifa. 

Pero, »acaso era posible que don Bosco previese o impidiese todos los abusos cuando las tarjetas de abono estaban consignadas 
directamente o enviadas en sobres cerrados a centenares de muchachos, pero luego pasaban por tantas manos de personas a menudo 

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inexpertas, descuidadas y a lo mejor de poca conciencia? »Podía llegar su vigilancia a tantas regiones apartadas del Oratorio? Los que 
concedían el favor »no podían prever por su parte ciertas indelicadezas? Sin lugar a dudas, no cargamos a nadie esta severidad, porque es 
muy lógico que las Administraciones deban tutelar los intereses a ellas confiados, pero tampoco se piense que don Bosco no ponía toda la 
diligencia para cumplir las obligaciones que asumía. 

En efecto, en mayo de aquel año, por un decreto real que ponía en circulación los nuevos billetes de Banca y la Tesorería regia, ante el 
enorme trabajo, se enviaba a don Bosco un buen número de pliegos de billetes de cinco liras para que marcase en cada uno de ellos el 
número correspondiente; tan grande era la confianza que se ponía en la honradez de los muchachos del Oratorio. Don Bosco confió el 
encargo a José Buzzetti, y eligió a los muchachos para que le ayudasen en el trabajo. íCuando se devolvieron los pliegos, no se encontró a 
faltar ni un billete! 

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((530)) 

CAPITULO XLV 

EL GOBIERNO ITALIANO REANUDA LAS NEGOCIACIONES CON ROMA PARA EL NOMBRAMIENTO DE OBISPOS EN 
LAS SEDES VACANTES -ENCARGA DE ESTA MISION AL COMENDADOR MIGUEL ANGEL TONELLO -MOTIVOS DE 
CIERTAS DIFERENCIAS DE LOS MINISTROS CON DON BOSCO -DON BOSCO PARTE PARA FLORENCIA: SU POBREZA 
SE DETIENE EN GENOVA -LLEGA A FLORENCIA -EL AHIJADO DE LA MARQUESA UGUCCIONI, Y DOS CURACIONES 
EL PRESIDENTE DEL CONSEJO DE MINISTROS PROPONE A DON BOSCO QUE AYUDE AL COMENDADOR TONELLO EN 
SUS NEGOCIACIONES SOBRE LOS OBISPOS -NOBLE PROTESTA DE DON BOSCO QUE ACEPTA IMPONlENDO 
CONDICIONES -TONELLO ES RECIBIDO EN ROMA -MEMORANDUM DE DON BOSCO PARA LO QUE DEBE HACER EN 
FLORENCIA -VISITAS A DIVERSOS MINISTERIOS -SUBVENCIONES PROMETIDAS Y CONCEDIDAS 

UNA vez que volvieron a sus respectivas diócesis los Obispos expulsados, era intención del Gobierno dejar sin Obispo la mayor parte de 
las diócesis vacantes con el fin de suprimir fácilmente las que no se creyese necesario conservar. Pero el urgente consejo de Napoleón 
venció la resistencia. El quería que, por medio de los tratados para el nombramiento de los obispos, se llegase a tratados comerciales con 
el estado pontificio; y se buscase la manera de ganarse a la Santa Sede para verdaderas concesiones políticas al reino de Italia, de modo 
que lo reconociese al menos indirectamente. Por esto, fue llamado a Florencia el comendador Javier Vegezzi y le pidieron que aceptara 
una nueva misión diplomática en Roma: se lo rogó el mismo ((531)) Víctor Manuel, pero él se negó ante el Rey y los Ministros, alegando 
motivos de salud. 

Entonces se encomendó este asunto al comendador Miguel Angel Tonello, profesor de Derecho Canónico y Romano en la Universidad 
de Turín, de la que había sido Rector por dos veces. Nacido en Pinerolo, a fines del siglo XVIII, y obtenido el doctorado en Leyes, llegó 
aún joven a ser miembro del Colegio de abogados y, desde 1853, formó parte del Consejo de Estado durante cuatro años. Fue 
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Diputado por algún tiempo, y después Senador. Desde la cátedra y en los tratados publicados en torno al Derecho Canónico, había 
propugnado, aunque con formas muy moderadas, los principios regalistas tradicionalmente enseñados en Piamonte. Tenía buenas 
disposiciones. 

El 6 de diciembre Tonello aceptó ir a Roma para reanudar las negociaciones. Las instrucciones de Ricasoli, presidente del Consejo de 
Ministros, y de Borgatti, Ministro de Gracia y Justicia, eran: no hay que hacer propuestas, sino aceptar o rechazar las que presentaren; en 
cuanto a las mesas episcopales debía atenerse a las leyes promulgadas: lo mismo en la ejecución de éstas, en lo tocante a los bienes de las 
órdenes religiosas y de las instituciones eclesiásticas; el Gobierno quiere el derecho de presentación a la Santa Sede de los candidatos al 
episcopado para todas las diócesis del reino. 

El magnánimo Pío IX estudiaba la manera de proveer de obispos las sedes vacantes en Italia, pero no había mostrado deseo de estas 
negociaciones, que podían esconder alguna trampa y acabar como las iniciadas por medio del comendador Vegezzi. »Acaso no se seguía 
ofendiendo atrozmente a la Iglesia en la persona de sus obispos, de sus religiosos, de sus bienes temporales, de sus derechos y de sus 
leyes? Por otra parte, no había sido oficialmente advertido y no se quería que lo fuese. 

Por tanto, hacía falta que el Gobierno encontrase un intermediario oficioso entre Su Santidad y el encargado por el Ministerio, y ((532)) 
se pensó en don Bosco, como apto para aquel fin. No se habían olvidado de las indicaciones y los avisos que él dio al ministro Lanza, el 
año anterior, se conocía cuánto se le apreciaba en Roma y lo mucho que le quería el Pontífice. Era cosa sabida que don Bosco estaba 
siempre con el Papa y totalmente por el Papa; estaban persuadidos, además, de que no era un hombre de oposición sistemática o de 
partido, sino un hombre que, si bien condenaba los principios que informaban ciertas leyes, alababa la intención de otras, cuando éstas 
eran laudables, aunque no omitía, en el caso, las debidas reservas, mas siempre sin acrimonia. 

Ciertamente don Bosco se mostraba siempre respetuoso, servicial, deferente en sus justos límites, con táctica eficaz e iluminada en 
obras y palabras, con toda suerte de personas, lo mismo amigas que enemigas. Hasta cuando debía dar una desaprobación a quien se la 
merecía, sabía templarla con una alabanza, practicando aquella regla de los santos: Entrar con la ajena para salirse con la suya. Entrar con 
la ajena, esto es, reconociendo los méritos que les adornan, porque 
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esto abre paso para salirse con la suya, reivindicando los derechos de la fe y de la justicia. Sus maneras leales y afables inspiraban 
confianza. 

El debió ser avisado confidencialmente de estas intenciones y, a su vez, no pudo menos de informar de ello al Santo Padre. Por eso, sin 
prisas, esperando una invitación de Ricasoli, se decidió a ir a Florencia, donde también tenía que resolver muchos asuntos. 

En el momento de la partida se encontró con tal pobreza de indumentaria que (estábamos nosotros presentes) uno le tuvo que prestar el 
sombrero, otro la almilla 1 y un tercero la sotana. Salió solo. 

El 7 de diciembre escribía al Oratorio el padre Julio Metti diciendo que don Bosco no había llegado aún a Florencia, y el 12 le enviaba 
desde Florencia el padre Justino Campolmi cuatro mil quinientas ochenta liras con sesenta y ocho céntimos, recogidas en aquella ciudad 
para contribuir a la edificación de la iglesia de María Auxiliadora. En la lista ((533)) de donantes figuraban los nombres más ilustres de la 
aristocracia florentina. 

Mientras tanto don Bosco había alargado su estancia en Génova, como consta por una carta del doctor en medicina Luis Lemoyne, 
quien nos escribió que don Bosco fue dos veces a su casa y se entretuvo en ella algún tiempo para fortuna y consuelo de la familia. 

Pero el 12 de diciembre estaba ya en Florencia e iba a bendecir a un muchacho sordo, hijo de la señora Luisa Casaglia Fedi, amiga de la 
marquesa Uguccioni y Nerli, que vivía en la plaza Pitti, número quince. Se entresaca este dato de una carta de dicha señora a don Bosco. 

Estas son las noticias que tenemos de su viaje desde Turín hasta su llegada a Florencia, donde de nuevo fue huésped en el palacio 
arzobispal, de monseñor Joaquín Limberti, su admirador. Le gustaba a este Prelado hablar con el Siervo de Dios sobre las calamidades 
que afligían a la Iglesia. 

Una noche le preguntó si los italianos entrarían en Roma. 

-Sí, entrarán; respondió resueltamente don Bosco. 

No podía el Arzobispo resignarse a creerlo y buscaba razones en contra, pero don Bosco repitió su afirmación. El padre Metti estaba 
presente. 

Cuando el ministro Ricasoli supo que don Bosco andaba por Florencia, le mandó una invitación para que fuese a verle. 

1 Almilla.-Jubón cerrado ajustado al cuerpo; como lo que hoy llamamos jersey (N. del T.) 
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»De qué hablaron los dos personajes y qué sucedió después? Nosotros mismos oímos la relación que don Bosco hizo 
confidencialmente, al llegar a Turín, al canónigo del Cabildo Metropolitano, Estanislao Gazzelli de Rossana. 

Don Bosco fue, pues, al palacio Pitti, donde el Ministro le esperaba. 

Apenas le anunciaron, salió Ricasoli presurosamente a su encuentro, pero el Venerable paróse en medio de la sala y, antes de sentarse, 
declaró: 

((534)) -íExcelencia! íSepa que don Bosco es sacerdote en el altar, sacerdote en el confesonario y sacerdote en medio de sus 
muchachos; sacerdote en Turín y sacerdote en Florencia; sacerdote en casa del pobre y sacerdote en el palacio del Rey y de sus Ministros! 

Ricasoli le respondió cortésmente que estuviese tranquilo; que nadie pensaba hacerle proposiciones contrarias a sus convicciones. A 
continuación, ambos se sentaron y entraron en materia. 

Don Bosco, con tal de hacer el bien, no rehusó cooperar al buen éxito de la misión de Tonello, de modo que, a título privado, se acordó 
que escribiría o hablaría con personajes eminentes, que tenían con él alguna relación. Pero comenzó por manifestar también cómo el 
Gobierno, en atención a la Convención Italo-Francesa, estaba interesado en no oponerse de ningún modo a los nombramientos que 
hiciese el Papa, porque, de lo contrario, era lo mismo que declarar la Convención como un tratado falso, y la oposición resultaba un acto 
de hostilidad. 

El Ministro convino en ello y, mientras mostraba prisas para conocer las opiniones de don Bosco, fue llamado a una reunión del 
Consejo de Ministros, presidida por el Rey en persona, para tratar este asunto. Don Bosco se quedó sólo en la sala por más de una hora. 

Finalmente volvió Ricasoli y, con la elegancia de que sabe hacer gala un diplomático, dio a entender a don Bosco que el Consejo de 
Ministros no tenía nada en contra sobre la elección de los Obispos, pero que, antes, convenía tratar con la Santa Sede sobre la 
circunscripción de las diócesis, incorporando poco a poco, y en formas a establecer, algunas muy pequeñas a las más grandes; es decir, 
aboliendo los obispados de escasa importancia. 

Don Bosco respondió que ni siquiera indirectamente se habría comprometido nunca a tratar con semejante condición; porque él no 
podía encargarse de ningún modo de hacer proposiciones a la Cabeza de la Iglesia; y que no le tocaba ((535)) a él aconsejar al Santo 
Padre; y le recomendaba desistir de aquella determinación. De cara 
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al interés espiritual de los pueblos él estaba dispuesto a presentarse al Papa, pero que no honraba al Gobierno que se entrometiera en 
cuestiones que harían ver a todo el mundo cómo no se tenían en cuenta ni el Estatuto, ni los tratados, ni las leyes, ni la jurisdicción de los 
Pontífices. Si los Ministros pensaban diversamente, él se veía obligado a no aceptar aquel delicado y honroso encargo; y en vez de ir a 
Roma se volvería a Turín y se quedaría allí. 

Rogóle Ricasoli que esperase unos instantes; y volvió al Consejo; 
y se determinó no pensar por el momento en la abolición de ningún Obispado; sino limitarse a emprender los trámites para las diócesis 
vacantes. Finalmente el Ministro recomendó a don Bosco que fuese a Roma, se pusiese en relación con Tonello y le apoyase cuanto 
pudiese. El Venerable, cuando oyó la respuesta, quedó satisfecho y se dispuso a ocuparse de eliminar las dificultades que pudieran surgir. 

No era fácil el encargo que don Bosco había aceptado, pero pronto se tuvo una prueba de que era Dios quien le confiaba aquella misión 
o, por lo menos, que era de su agrado. 

Narró un hecho maravilloso sucedido por aquellos días en Florencia y del cual hay testimonio jurado en el Proceso Ordinario para la 
causa de Beatificación del Venerable. 

La marquesa Jerónima Uguccioni Gherardi sentía un entrañable afecto por un ahijado suyo, el cual púsose de repente tan gravemente 
malo que parecía a punto de morir. Corrieron inmediatamente en busca de don Bosco por la ciudad. El había ido a visitar el colegio de los 
Somascos y, mientras pasaba de una dependencia a otra acompañado de los Superiores, he aquí que llegó la Marquesa en persona, 
sencillamente vestida, desgreñada, sin nada a la cabeza, llorando y gritando que su ahijado había muerto ((536)) y que fuese corriendo 
don Bosco a resucitarlo. Aquellos reverendos Padres quedaron sorprendidos al verla en aquel estado y pensaron que se había trastornado; 
pero la buena señora seguía rogando a don Bosco que fuera con ella. 

Don Bosco cedió a los ruegos; acudió hasta el lecho y vio que aquel niño, de tierna edad todavía, estaba inmóvil, palidísimo, con los 
ojos vítreos, el rostro contraído y sin dar señales de vida. En el decir de todos había expirado. Enseguida, invitados a ello por don Bosco, 
todos los allí presentes elevaron una oración a María Auxiliadora y el Siervo de Dios bendijo aquel cuerpecito. Aún no había terminado la 
fórmula, cuando el muertecito dio como un bostezo, empezó a respirar, se despertó, recobró el uso de los sentidos y se volvió a su madre 
sonriendo; al poco se rehizo. 
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Esta fue la causa por la que la piadosísima Marquesa se convirtió en insigne bienhechora de las obras de don Bosco, hasta ser llamada 
por los salesianos la buena mamá de Florencia; y, después, cuando el Siervo de Dios pasaba por esta ciudad, quería que se hospedase en 
su casa y siempre le tributaba mil pruebas de aprecio y respeto. Por este hecho ella y el Marqués, su marido, guardaron hasta la muerte un 
vivo reconocimiento a don Bosco, como se ve por los centenares de cartas escritas por la Marquesa al Venerable. 

Don Joaquín Berto, que acompañó en varias ocasiones a don Bosco a Florencia, nos da el siguiente testimonio: «En 1873 pregunté al 
Siervo de Dios por qué dicha Marquesa y su familia usaban tanta deferencia con él, tomaban tan a pecho el incremento de las obras 
Salesianas y se preocupaban constantemente del Oratorio, y él me contó confidencialmente el suceso del ahijado de la Marquesa. Ella 
misma me dijo muchas veces: 

»-Estoy convencida de que don Bosco es un santo». 

La Marquesa no pudo olvidar nunca el hecho de que don Bosco había resucitado a su ahijado y lo repetía con frecuencia, ((537)) 
asegurándolo totalmente después del 1881, también a don Faustino Confortola, con quien tenía gran confianza. 

El año 1887 fue don Bosco por última vez a Florencia; durante la comida en casa Uguccioni, la Marquesa recordó a los comensales con 
todos sus detalles el suceso de su ahijado resucitado. Don Bosco bajó la cabeza y, sonrojado, callaba. Don Carlos Viglietti, que estaba 
presente, nos dio la noticia. 

Nosotros mismos, para comprobar este hecho prodigioso, preguntamos a don Bosco sobre el mismo, ya en sus últimos años, y 
obtuvimos plena confirmación con todos los pormenores descritos; pero, al concluir su relato, después de una breve pausa, añadió con 
una expresión de profunda humildad: «Quizá no estaba muerto». No podríamos pretender una confirmación más explícita. 

Por aquellos días sucedieron otros hechos que redundaron en loor de María Auxiliadora y de los que dio testimonio un colaborador del 
periódico Vera Buona Novella de Florencia. 

«El primero corresponde a una señora de Milán, que hacía cinco meses se iba extenuando víctima de una pulmonía, junto a la total 
postración de sus fuerzas vitales. 

»Pasaba don Bosco por estos lugares: la visitó y aconsejó que recurriese a María Auxiliadora, con una novena de oraciones en su honor, 
y la promesa de una limosna para las obras de la iglesia, que se estaba levantando en Turín, con el título de María Auxiliadora de los 
Cristianos. La limosna debía hacerse solamente después de obtener la gracia. 
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»Fue algo maravilloso; aquel mismo día pudo la enferma reemprender sus ordinarias y graves ocupaciones, adaptarse a todo género de 
comidas, ir de paseo, entrar y salir de casa libremente, como si nunca hubiese estado enferma. Cuando acabó la novena, se encontraba en 
un estado de salud tan excelente, como no se recordaba haber gozado anteriormente. 

»Otra señora sufría, desde hacía tres años, un malestar de palpitaciones, con todos los inconvenientes unidos a este mal. Como le vino 
la fiebre y una especie de hidropesía, quedó postrada e inmóvil en la cama. Su mal había llegado a tal extremo, que cuando ((538)) dicho 
sacerdote le daba la bendición, el marido de la enferma tuvo que levantarle la mano para que pudiese santiguarse. Le recomendó también 
que hiciese una novena en honor de Jesús Sacramentado y de María Auxiliadora, con la promesa de entregar una limosna para las obras 
de la citada iglesia, una vez obtenida la gracia de la curación. El mismo día en que se terminaba la novena, la enferma estaba libre de todo 
mal, y ella misma escribió la narración de su enfermedad. En ella se lee lo siguiente: 

»María Auxiliadora me ha curado de una enfermedad, para la que se consideraba inútil todo recurso de la ciencia médica. Hoy, último 
día de la novena, me encuentro libre de todo mal y me siento a la mesa con mi familia, lo que desde hace tres años no había podido hacer. 
Mientras viva, no cesaré de alabar el poder y la bondad de la augusta Reina del Cielo, y haré todo lo posible para promover su culto, 
especialmente en la iglesia que se está construyendo en Turín» 

Mientras don Bosco, en nombre de María, bendecía y sanaba a estos y a otros enfermos, el comendador Tonello, a quien se le había 
dado como compañero de oficio el abogado Calegaris, llegaba a Roma el día 10 de diciembre. Protegido y recomendado por el cardenal 
Pedro de Silvestri, se había instalado en la plaza de España, y el día 15 era recibido en audiencia por Pío IX. El benigno Pontífice le dio a 
entender paternalmente que no podía cambiar los principios, pero que aceptaría aquellas modificaciones que hiciesen posible una 
tolerancia de los hechos en las recíprocas relaciones. El encargado salió de la audiencia lleno de amor hacia la Santa Sede. El 21 se 
presentaba al cardenal Antonelli. 

Don Bosco, mientras tanto, se apresuraba a despachar sus asuntos particulares. Siempre que iba a una ciudad pensaba en lo que podría 
ayudar a sus muchachos, y buscaba las direcciones de aquéllos con quienes quería tratar y organizaba con todo una especie de minuta o 
relación por escrito, que después leía y cumplía fielmente. De este modo no dejaba nada al acaso, no se olvidaba de nada y llevaba a feliz 
término sus planes. Aún guardamos los apuntes autógrafos que se hizo con ocasión de este viaje a Florencia. La primera parte se refiere a 
peticiones al Gobierno ((539)) de subvenciones, favores y condecoraciones; en la segunda hay apuntes de visita a algún instituto o 
convento, la dirección de familias de las que había aceptado invitación y el día fijado para las mismas. 
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Copiamos sus notas fielmente, destacando la bondad de su corazón en la visita hecha a la madre del difunto Ernesto Saccardi, al que 
había llevado consigo a Turín en el primer viaje que hizo a Florencia. 

COSAS A HACER EN FLORENCIA 

Ir la ministerio de Gobernación para los muchachos recomendados por el Subsecretario, Marqués del Carretto. 

Ir al ministerio de Hacienda. Hablar con el caballero Cuttica sobre los impuestos de Mirabello. 

Idem al de Obras Públicas, al señor Chiala, al caballero Gautier, al comendador Bertina. 

Idem al de Gracia y Justicia para los Oratorios, conde Cravosio, etc. 

Condecoraciones para el señor Barucchi, para don Vicente Minella. 

Subvención para la iglesia. 

Con la Sociedad del patronato de correccionales. 

Visita a la marquesa Gerini y familia, etc. 

Jueves y viernes próximo, de las once a las doce, Saccardi. 

Miércoles y jueves, de las siete a las nueve de la tarde, Genta. 

Martes, cena con el conde Bardi; a las seis en su casa, calle Benci, número tres. 

Miércoles, misa en la Crocetta (Dominicos) a las siete y media. 

En casa de la señora Bonamici, calle Ginori 15-1 viernes, a las cuatro de la tarde. 

A las seis en casa del conde Gondi. S. Florencia casa propia. 

Sábado a las doce y media comida con los Fate bene Fratelli en el Hospital Borgo Ognissanti. 

Rofolfa Ficciati, viuda Nencini, vive en Borgo Pinti, número veintiuno. 

Emma María Brocchi, Borgo Pinti, número diecisiete. 

Abogado Vicente Landuni, calle Ricasoli, número cincuenta y cinco, frente a Bellas Artes, casa propia. 

El Venerable, pues, fue pasando de un ministerio a otro; se presentó en el de Gobernación a fin de obtener subvenciones para los 
jóvenes recogidos; en el de Obras Públicas por cuestiones de ferrocarriles y tarifas; en el de Gracia y Justicia y Cultos para los gastos de 
los Oratorios Festivos y en el de Hacienda para la exoneración de ciertos impuestos. En todos los despachos gubernativos fue muy bien 
recibido y prometieron ((540)) colmar sus deseos; pero le sugerían se procurase los documentos necesarios para unirlos a las peticiones 
que debía dirigir por escrito. 

Así lo hizo y, unas semanas después, recibía las subvenciones pedidas, aunque no muy considerables. 
459 

Fin de Página 459 


VOLUMEN VIII Página: 460 

REAL ECONOMATO GENERAL DE BENEFICIOS
ECLESIASTICOS DE TURIN


El Ecónomo General que suscribe, anuncia con premura a V. S. que el Gobierno de S. M. se ha dignado concederle, con cargo a la 
Tesorería de este Economato General, la cantidad de trescientas liras para ayudarle a proveer lo necesario para el culto de los Oratorios 
Festivos por usted fundados... 

Turín, 5 de enero de 1867. 

El Ecónomo General FENOGLIO 

MINISTERIO DE OBRAS PUBLICAS
COMISARIADO GENERAL PARA EL SINDICATO Y VIGILANCIA
DE LOS FERROCARRILES
N.° 203


Florencia, 21 de enero de 1867. 

En respuesta a la petición de V, S., con fecha del 2 del corriente, el que suscribe le participa que, por decreto ministerial del 9 del 
corriente, le fue otorgado un donativo extraordinario de seiscientas liras para el Oratorio del que es usted Director. 

El mandato de pago fue extendido a su favor, según el Capítulo veintitrés de 1867, con el número tres y la fecha del 14 del corriente. 

De modo que V. S. podrá retirar dicha suma en la Tesorería de esta provincia. 

El Comisario General BELLA 

MINISTERIO DE HACIENDA 

Muy Rvdo. Señor: 

El Secretario General de este Ministerio, según mi sugerencia, ha tomado en consideración la petición de V. S. M. R. concediéndole 
una subvención de seiscientas liras para ayudar de algún modo a satisfacer la contribución ((541)) sobre las rentas, con que 
indebidamente se cargó a la casa de Mirabello. 

Siento no haber podido alcanzar mayor cantidad, por ser muy escasos los fondos destinados a esta clase de subvenciones, ya que no es 
posible, por las reglas de contabilidad vigentes en la administración del Estado, disponer de sumas recaudadas a título de contribución. 

Precisamente en estos términos se ha escrito al Gobierno Civil de Turín para que informase a V. S. M. R. Mientras tanto, le agradezco 
su buen recuerdo y, deseando se presente otra ocasión para hacer algo grato por usted, tengo el honor de profesarme una vez más con 
sentimientos de verdadera estima y particular consideración, 

De V.S.M.R. 

Florencia, 23 de enero de 1867. 

Su seguro servidor C. CUTTICA 

Fin de Página 460 


VOLUMEN VIII Página: 461 

GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA
DE TURIN


Turín, 28 de enero de 1867. 

Con un despacho del 21 del corriente participa el Ministerio de Hacienda que, por decreto del mismo día, ha concedido la subvención 
extraordinaria de seiscientas liras al sacerdote Juan Bosco, Director del Oratorio de San Francisco de Sales en esta ciudad. 

De acuerdo con la copia de dicho despacho, que se adjunta a la presente, verá el arriba nombrado Director los motivos por los cuales, a 
pesar del deseo que el citado Ministerio habría tenido de concederle una cantidad mayor, ha debido limitarse a la susodicha suma de 
seiscientas liras. 

El Prefecto TORRE 

Es copia de un despacho del Ministerio de Hacienda: Secretario General, División I. N. ° 2900; dirigido al Gobernador de Turín con 
fecha del 21 de enero 1867, referente a subvención al Oratorio de San Francisco de Sales. 

«Queriendo, por cuanto las actuales condiciones del erario público lo permiten, ayudar a la piadosa institución que lleva por nombre 
Oratorio de San Francisco de Sales en esa ciudad, y teniendo en cuenta las especiales circunstancias puestas de relieve en la nota señalada 
al margen, que acompaña a la instancia, este Ministerio, por resolución de hoy, ha concedido al sacerdote don Juan Bosco, en su calidad 
de Director de dicho Oratorio, una subvención extraordinaria de seiscientas liras. 

»El que suscribe habría deseado encontrar el modo de ayudar más abundantemente a una tan benemérita institución. Mas estando 
prohibido por las vigentes ((542)) reglas de la contabilidad distraer ninguna cantidad de los fondos que figuran en el balance activo como 
entradas del Estado, y siendo, por lo tanto, necesario sacar la subvención del fondo único asignado en el Balance Pasivo para gastos 
casuales, ahora casi exhausto, no se pudo conceder una suma equivalente a la pagada por el Instituto a título de contribución por no haber 
hecho valer en tiempo útil las razones de exención que le podían competir. 

»Al participar cuanto precede al dicho Sacerdote, se ruega al señor Gobernador añadirle que, en breve, se procederá al envío del 
mandato de pago de dicha subvención sobre la Tesorería Provincial de Turín». 

El Secretario General (firmado) G. FINALI 

Por la copia, conforme a norma administrativa 

El Secretario del Gobierno Civil ALMASIO 

Fin de Página 461 


VOLUMEN VIII Página: 462 

((543)) 

CAPITULO XLVI 

ULTIMOS ACTOS DE DON BOSCO EN FLORENCIA: ASOCIACION DE LAS MADRES CRISTIANAS PARA LA 
CONSTRUCCION DE UNA CAPILLA DEDICADA A SANTA ANA EN LA IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA -SE DETIENE 
EN BOLONIA -EL DUEÑO DE UN RESTAURANTE RECIBE BIEN SU AVISO -HACE UNAS VISITAS EN ESTA CIUDAD Y 
ESCRIBE POR DIVERSOS ASUNTOS A DON JUAN BONETTI Y A DON MIGUEL RUA -LLEGA A GUASTALLA CON EL 
CONDE RADICATI PARA CALMAR A LOS ADVERSARIOS DE MONSEÑOR ROTA -FIESTAS EN EL SEMINARIO -UNA 
ELEGIA EN LATIN -DON BOSCO EN EL ORATORIO PARA LA FIESTA DE NAVIDAD -MONSEÑOR ROTA AGRADECE A 
DON BOSCO SU VISITA -TURBACION ENTRE LOS MUCHACHOS POR EL ANUNCIO DE UNA MUERTE PROXIMA -POR 
CIERTAS QUEJAS RECIBIDAS LA COMISARIA SE INMISCUYE EN ESTE ASUNTO Y EL VENERABLE CONFIA A UN 
DELEGADO EL NOMBRE DEL QUE HA DE MORIR -MUERTE IMPREVISTA DE UN SOCIO SALIDO DE LA A SOCIEDAD 
EL DELEGADO DE LA COMISARIA RECONOCE EL CUMPLIMIENTO DE LA PREDICCION -UN SUJETO QUE NO CREE EN 
LAS PROFECIAS DE DON BOSCO 

EL Siervo de Dios tuvo en Florencia la gran satisfacción de ver que las Lecturas Católicas eran apreciadas y difundidas. El padre 
Domingo Verda, de la Orden de Predicadores, formó un centro de distribución en el que tenía ciento setenta asociados. Este buen 
religioso temía ser expulsado del convento y obligado a quitarse el hábito religioso. Don Bosco lo consoló diciéndole que tampoco esta 
vez vencería el infierno, y le animó a que continuase difundiendo los buenos libros. 

((544)) Procuraba, también, asegurar el éxito de otras obras buenas por él promovidas. Confió principalmente a la marquesa Isabel 
Gerini el despacho de los últimos boletos de la tómbola. La marquesa de Nerli, Enriqueta Michelagnoli, con otras piadosas damas, que 
tenían a don Bosco en concepto de Santo, abría una suscripción para 
462 

Fin de Página 462 


VOLUMEN VIII Página: 463 

ofrecer a María Santísima Auxiliadora seis grandes y magníficos candelabros para colocarlos en el altar mayor. La Condesa Virginia de 
Cambray Digny andaba formando una asociación entre las madres cristianas para erigir una capilla en la nueva iglesia de Valdocco en 
honor de santa Ana. Los donativos recogidos por ella para este fin no tardaron en llegar a setecientas liras, de modo que la Condesa 
escribía a don Bosco el 12 de abril de 1867: «Le ruego considere la cosa como ya iniciada y que destine uno de los altares de la nueva 
iglesia a santa Ana». 

Ella misma había escrito y distribuido un proyecto. 

ASOCIACION 

de Madres Cristianas para levantar una capilla dedicada a santa Ana en la iglesia de María Auxiliadora, construida en Turín en el 
Orfanato de San Francisco de Sales. por el Director sacerdote don Juan Bosco, con limosnas de piadosos bienhechores. 

La Asociación se hará por acciones de cien liras, a pagar mensualmente a comodidad de cada asociada; con tal de que la suma entera 
sea pagada dentro del corriente año 1867. 

La gran piedad e insignes virtudes de este ilustre sacerdote, el modo sorprendente con el que mantiene, a fuerza de limosnas, más de 
ochocientos muchachos en el Oratorio por él fundado, sin otra asignación que la caridad de los fieles, la construcción de la iglesia casi 
terminada y en la que ya se han invertido más de trescientas mil liras, aseguran a las Madres Cristianas que esta obra es muy del agrado 
de la Divina Providencia y que las oraciones que se harán en aquella capilla serán una fuente de muchas gracias y favores para ellas y sus 
familias. 

Las promotoras de esta obra, deseando que pueda tomar parte en ella el mayor número de madres, aceptarán toda suerte de limosnas por 
pequeñas que sean, y que poco a poco emplearán para adquirir acciones hasta alcanzar la cantidad de seis mil liras necesarias para la 
construcción de la capilla y el altar. 

((545)) La primera que compró una acción fue la marquesa Paulina Guicciardini; y la bonísima Condesa promotora mandaba también a 
don Bosco, después de otras, el importe del mes de septiembre. 

El 18 de diciembre escribía a la noble Presidenta de las Oblatas en Tor de'Specchi: 

Reverenda Señora: 

No tema nada, ruegue y espere. La Comunidad de que habla tranquilícese y espere confiada en la bondad del Señor. Yo encomendaré al 
Señor de todo corazón a las personas que usted me recomienda. 
463 

Fin de Página 463 


VOLUMEN VIII Página: 464 

Ruegue usted también por mí y por éstos mis muchachos. Espero poder verla personalmente dentro de poco.
Créame en el Señor,
De V.S.B.
Florencia, 18 de diciembre de 1866.


Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Más adelante veremos cómo las predicciones de don Bosco para Tor de'Specchi, se cumplieron de forma espléndida y duradera. 

La mañana del 19 llegaba el Venerable a Bolonia y entraba en el restaurante de la estación para tomar un piscolabis. Como era 
miércoles de Témporas pidió comida de vigilia y, como le dijeran que no tenían, con buenas maneras presentó su reclamación al dueño. 
Su advertencia cayó en buen terreno, puesto que, habiendo vuelto don Bosco en otra ocasión a Bolonia, precisamente en un viernes, fue 
reconocido por el dueño del restaurante, que salió a su encuentro y le dijo: 

-Venga, venga, señor cura; ahora tenemos comida de vigilia. 

Y don Bosco se quedó allí a comer. Fue don Juan Turchi quien aportó este testimonio. 

El día de su primera llegada a Bolonia, don Bosco se presentó al párroco de San Martín y visitó a los marqueses de Bevilacqua y 
Malvezzi y a otros muchos señores. Desde casa del párroco escribió al Director del Seminario Menor de Mirabello y al Prefecto del 
Oratorio. 

((546)) Carísimo Bonetti:
Te escribo desde Bolonia, donde me he parado unas horas; esta noche estaré en Guastalla y mañana por la noche en Turín.
Mándame nota, sin buscar un pretexto, de lo que se pagó de contribución el año pasado y éste y, si los tienes todavía, mándame también


los recibos. Espero que nos lo devolverán. Di a los hermanos Bartoloni que he visto a su madre, que está bien y desea verles santos; lo 
demás se lo diré yo después. 
Felices Navidades para ti y para todos los que componen el conjunto de santos, que viven en el Seminario Menor de Mirabello. Amén. 
Bolonia, 19 de diciembre de 1866. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

A don Juan Bonetti, Director del Seminario Menor Episcopal de Mirabello (Monferrato). 
464 

Fin de Página 464 


VOLUMEN VIII Página: 465 

Carísimo Rúa: 

Estoy en Bolonia, esta noche en Guastalla y mañana por la noche en Turín, si Dominus dederit (si Dios quiere). 

Si necesitas dinero, aprovecha los valores del Rdo. Minella. Si lo ves, dile que su asunto ha sido resuelto. 

Todas las bendiciones celestes para ti y toda nuestra familia, y créeme en el Señor. 

Bolonia, 19 de diciembre de 1866. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Don Bosco llegó a Guastalla, donde ya le esperaba el Vicegobernador de Turín, conde Radicati, para agasajar conjuntamente a 
monseñor Rota. Fueron dos visitas concertadas para que el Clero fuera a pedir audiencia a don Bosco, y las autoridades civiles se 
presentaran a rendir homenaje al Conde. Aún no había cesado la guerra contra aquel santo Obispo por su firmeza verdaderamente 
apostólica; y se esperaba que en aquella ocasión alguna palabra de paz calmaría los ánimos. 

En el Seminario se celebró la llegada del Venerable con una gran fiesta, en la que se leyeron los siguientes dísticos: 

((547)) 

JOANNE BOSCO JUAN BOSCO 

Asceterii S. Franc. Sal. Reunidos con el Obispo de Guastalla,
ad Urb. Taurinam don Juan Bosco, óptimo director del
Moderatore Optimo Oratorio de San Francisco de Sales, de


et Com. C. Radicati Urbi Regendae Turín, y el Conde Radicati, 

Altero Praefecto Subgobernador de la ciudad, los 
convenientibus Episcopum Guastall. estudiantes de Retórica, alumnos del 
Rhetoricae Studentes ex Sem.Alumnis Seminario, ponían gozosos su emoción 

gaudii sensa dabant versibus en verso y los leían alegres.
adspectus eorum laeti alacres
legebant.


ELEGIA ELEGIA 

Fortunata dies! Nostris succede, íVenturoso día! Penetra, Juan, en 
Joannes, Sedibus: et grati gaudia nuestra mansión y alegra el corazón 
cordis habe. agradecido. 

O tu,cui pueros neglectos Itala Tú, a quien Italia entrega sus 
tellus Mittit ab Alpinis montibus muchachos abandonados, desde los 
ad Siculos; Alpes hasta Sicilia; que adornas de 

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VOLUMEN VIII Página: 466 

Quique animos teneros cunctis virtud las almas tiernas y en verdad, 
virtutibus ornas, Et vere mater te llaman padre y madre; mira los 
diceris atque pater; sentimientos de esta pequeña 

Exiguae turbae juvenum modo percipe multitud de jóvenes, que te celebra 
sensa, Quae tibi demisso carmine con rendidos versos. 
significat. 

O mihi si faveat, dexterque íQué bien,si me ayudase y si,propicio 
inspiret Apollo! O mihi si liceat me inspirase Apolo! 
vincere Virgilium! íOh, si me fuera dado superar a Virgilio! 

Quae musae poterunt meritas tibi »Qué musas podrán rendirte justas 
solvere laudes? Virtutes valeat alabanzas? 
quis celebrare tuas? »Quién tus virtudes celebrar podrá? 

Exul erat Pastor: dulcesque El Pastor estaba en el destierro; 
reliquerat aedes; Hei mihi quot había abandonado la dulce mansión; 
lacrymis lumina fessa madent! íay de mí, cuántas lágrimas empapan 

mis ojos cansados! 

Ast fletus cohibe, Petre: te manet Pero aplaca tu llanto, Pedro,te queda 
hospita sedes, Quae tantis poenis una mansión hospitalaria, que será 
dulce levamen erit. consuelo a tantos sufrimientos. 

Hic te de pueris sepient pulchro Aquí te rodearán en armonioso orden 
ordine mille; Hic pietas, amor un millar de jóvenes. 
hic, denique Boscus adest. Mora aquí la piedad, el amor y,en fin 

don Bosco 

Quidque Taurini tibi fundent Por doquier en Turín daránte honores. 
undique gentes Obsequia? Omnis Rico y pobre, todos te alabarán; y el 
te dives egensque colet: que del pueblo y las leyes tomó el 

Quique Gubernator populi legumque mando como Gobernador,será tu propio 
recepit Fraena, vel ipse tuus espléndido anfitrión. 
splendidus hospes erit. 

O bene perfugii sua Pastor vincla íOh Bosco, bien llamó doradas el 
vocavit Aurea! Bosche, tibi Pastor las cadenas de su destierro, 
debitor ille ftuit. él te fue deudor! 

Usque tibi faveant Superi, Los dioses te protejan y prosperen 
coeptisque secundent Magnis, tus empresas grandes, mano audaz que 
freta Deo quae fuit se lanzó confiada en Dios. 
ausa manus. 

Irrita nec voveo: Deus haud sua No ofrezco cosas vanas: Dios no 
verba retractat; Hospes divini enmienda su palabra. 
pignus amoris habet. El húesped tiene del amor divino la 

Atque ubi quos terrae debes, prenda. Y cuando veas colmados los 
impleveris annos, Inter años que te esperan en la tierra, 
splendesces agmina Coelicolum. brillarás del Cielo entre los 

pobladores. 

Donec amicitiae firmissima jura Mientras tengan vigor los 
manebunt, Nostro, Bosche, tui imperecederos fueros de la amistad, 
corde vigebit amor. el amor a ti, Bosco, en nuestro 

corazón habitará. 

Fin de Página 466 


VOLUMEN VIII Página: 467 

((548)) El 20 de diciembre estaba don Bosco de vuelta en Turín para terminar la novena de Navidad con sus muchachos; y don Juan 
Cagliero recibía una carta de monseñor Rota, que decía: 

«27 de diciembre de 1866.-Estoy muy agradecido a la visita que don Bosco me ha hecho y desearía que él estuviese contento de cómo 
he celebrado yo su agradable sorpresa. Angel y Santiago hicieron cuanto pudieron en medio de nuestra miseria y los benévolos huéspedes 
habrán dicho, como espero: Si desunt vires, tamen est laudanda voluntas (Si faltan las fuerzas, hay que alabar la voluntad). Usted presente 
de nuevo mi sincero agradecimiento al óptimo don Bosco y al señor conde Radicati, si tiene ocasión de verle... y además mis afectos y 
saludos en el Oratorio, del primero al último, desde don Bosco al portero». 

En aquellos días se había cumplido una de las predicciones de don Bosco. 

Había dicho públicamente a los muchachos en los primeros días del curso escolástico que se preparasen a ponerse en gracia de Dios, 
porque uno del Oratorio pasaría a la eternidad antes de Navidad. Entre los alumnos que hacía poco tiempo habían entrado en la casa, no 
acostumbrados a tales anuncios, cundió el pánico y algunos de ellos querían volverse a sus casas. Cuando varios padres se enteraron por 
sus hijos de la fúnebre predicción, quejáronse a don Bosco, y fueron con sus lamentos a la Comisaría donde les prometieron que las 
autoridades tomarían el asunto en consideración. 

En efecto, durante el recreo llegó al Oratorio el mismo Fiscal del Tribunal, sin darse a conocer. No se presentó a don Bosco, sino que se 
paseó por el patio interrogando a algunos muchachos acerca de los reglamentos de la casa, de las clases, del discursito que se tenía 
después de las oraciones de la noche, y sobre las cosas que don Bosco les contaba. Así, y sin que los interrogados sospechasen, llegó a 
cerciorarse sobre la verdad de la acusación presentada. Y he aquí que, después de unos días, entró en la habitación de don Bosco un señor 
bien vestido y de porte distinguido. Era un Delegado de ((549)) policía, encargado de protestar. Ya en los primeros cumplidos, hechos 
con exquisita elegancia, entremezcló frases que don Bosco, de buenas a primeras, no pudo entender. 

-Usted tiene muchos jóvenes, don Bosco, pero no hay que asustarlos. íPobres muchachos! Cuando tienen miedo, no pueden cumplir 
bien sus deberes... y es muy fácil asustarlos... Luego, pierden la característica alegría que debe distinguir un centro de educación. 
467 

Fin de Página 467 


VOLUMEN VIII Página: 468 

Además existe el peligro de hacerles daño; si el miedo es grande, puede ocasionar graves enfermedades... locura, y hasta puede conducir a 
la tumba... 

-Perdone, señor, le interrumpió don Bosco; explíquese con más claridad, no entiendo a dónde va con este preámbulo. 

-V. S. capta las cosas sin tantas explicaciones, continuó aquel señor, como si no se atreviese a decir toda la verdad; a los jóvenes les 
perjudica pensar en la muerte... hay peligro... 

-A mí me parece, replicó don Bosco, que esta idea les hace bien, y es el Espíritu Santo quien lo dice: Memorare novissima tua et in 
aeternum non peccabis (Acuérdate de tus postrimerías y nunca pecarás). 

-Sí, eso está muy bien; pero anunciar a los muchachos que uno de ellos ha de morir, fijar la fecha... y recordarla después de poco 
tiempo... usted perdone, »sabe?... pero me parece... 

-Ahora entiendo. »Usted ha oído contar que yo he anunciado que uno de nuestros jóvenes morirá antes de Navidad? 

-Efectivamente, y me envía el Fiscal del Tribunal a recomendarle que no emplee estos medios tan violentos y peligrosos, porque de lo 
contrario, en ciertas circunstancias la autoridad se vería obligada a intervenir, ya que se le han presentado algunas quejas a las que no se 
les dio importancia. No parece conveniente recurrir a esos espantosos temores para educar la mente y el corazón de un joven, pero consta 
que no es la primera vez que don Bosco acude a semejantes profecías. 

((550)) El Venerable respondió: 

-Perdone, señor. Dice que doy estos avisos a menudo. Pues bien, si don Bosco da con frecuencia estos avisos, observe si la previsión se 
cumple o no. Si no se cumple, es señal de que don Bosco inventa cuentos y una comunidad de casi setecientas personas debería darse 
cuenta de ello y reírse a sus espaldas; o se cumple, y, entonces, entiende que no es cosa de juzgar a la ligera, como si se tratase de una 
imprudencia. 

-Pero a usted, repuso el delegado: »no le parece una imprudencia publicar estas noticias, que esparcen el terror, turban las conciencias y 
pueden ocasionar también otros graves disturbios? 

-Respóndame; »dan los hechos la razón a mis previsiones? 

-Bien, admitamos que los hechos dan razón a sus previsiones; »y qué con eso? 

-»Y qué con eso? »Cree usted que importa, o no importa, salvar el alma? 
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Fin de Página 468 


VOLUMEN VIII Página: 469 

-No niego esta importancia, pero... 

-Suponga que yo esté persuadido de que, en conciencia, deba advertir a quien, tal vez, no está preparado, y suponga que yo sé de quién 
se trata; »es caridad o es crueldad advertir del mejor modo posible a uno de mis hijos que se disponga para el juicio de Dios? Y si yo 
callase y el otro muriese sin estar preparado, »no cree usted que me quedaría remordimiento indeleble? 

-Bien; si usted está tan persuadido, adviértalo pero sin tanta publicidad. 

-»Y cómo quiere que haga la advertencia? »Quiere que le diga al individuo: -Tú vas a morir? 

-íOh, eso no! 

-»Entonces? 

-íMire, don Bosco! Si eso es así, »podría hacer un favor? 

-Diga usted. 

-»Tendría inconveniente en decirme el nombre del que V. S. 
prevé que morirá dentro de poco? 

((551)) -No tengo la menor dificultad, con tal de que usted mantenga el secreto; si usted hablase, su imprudencia sería mucho mayor 
que ésa de la que se me acusa... pero... perdone: usted es persona culta y sensata y estoy seguro de que guardará celosamente mi secreto; 
por tanto, con gusto le diré el nombre. 

Sacó su libreta de notas el Delegado y tomó el lapicero, mirando fijamente a la cara a don Bosco, que en aquel instante se quedó 
pensativo. 

-íJuan Boggero!, pronunció lentamente el Venerable. El Delegado escribió el nombre y, haciendo una inclinación de cabeza, salió. 

Juan Boggero, natural de Cambiano, era sacerdote: contaba veintiséis años. Era un hombre guapo, muy inteligente y también muy 
bondadoso; toda la casa le quería. Había pasado su niñez junto a don Bosco, dando las más bellas esperanzas. Pertenecía a la Pía 
Sociedad de San Francisco de Sales desde el 23 de enero de 1861. Pero, a mediados de 1866, cansado del reglamento, alentado por sus 
parientes, aconsejado por personas poco sensatas, había decidido salir del Oratorio. Presentóse a don Bosco y pidióle permiso para ir a su 
casa, aduciendo como motivo que sus dos hermanas tenían necesidad de su asistencia y por tanto él debía buscar un empleo. Don Bosco 
se sintió herido en su corazón, quiso persuadirle para que se quedase, porque su vocación era, sin duda alguna, la de perseverar en la Pía 
Sociedad, y que Dios proveería a las hermanas. Pero, ante su obstinación, acabó por decirle: 
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VOLUMEN VIII Página: 470 

-»Te quieres ir? Vete en paz. Tú crees que vas a asistir a tus hermanas; yo sé que no necesitan de tu asistencia, y te digo íque no las 
podrás asistir! 

Don Juan Boggero se fue, pues, con sus parientes y no tardó en obtener el cargo de Vice-Párroco en la parroquia de Villafranca 
Piemonte. Se creía en el colmo de la felicidad y así lo manifestaba en una carta dirigida al caballero Oreglia. 

((552)) Villafranca Piemonte, 10 de diciembre de 1866. 

Carísimo señor Caballero: 

Ya estoy aquí; he tardado algo, pero lo hice para poder darle noticias precisas, después de haber hecho mi turno de servicio durante una 
semana. La población es respetuosa y buena y, exceptuados unos pocos, cumplen sus deberes religiosos, con tal asiduidad y frecuencia 
que causa envidia a otros pueblos. El trabajo es mucho, pero no tanto como lo pintaban, porque se reduce a cinco mil habitantes, todos 
reunidos, salvo tres casas de campo que están muy lejos. Además me encuentro muy bien, ya sea con el pueblo, como con el clero, el 
párroco y el compañero. Los tres vamos tan de acuerdo que se diría formamos uno solo. Las primeras palabras que el párroco me dirigió 
al llegar fueron éstas: 

-He aquí dos amigos, dos obreros de la misma viña; los tres al servicio del mismo dueño, y cada uno hace lo que puede in nomine 
Domini (en el nombre del Señor). 

Asistido por él o por el otro sacerdote, con el que estamos de acuerdo, ya me tocó hacer un poco de todo en el sagrado ministerio. 
Alguna vez salimos juntos de paseo, después nos dividimos los enfermos, todos los cuales son visitados cada día. No hacemos nunca 
visitas privadas; solamente por las tardes de las fiestas pasamos una horita, juntamente con el Párroco, en casa del teólogo Morelli, donde 
también se encuentran siempre otras dos familias parientes de dicho Teólogo. No puede imaginarse cuánto quieren y respetan al Párroco, 
que es muy amable, a nosotros y a todo el clero, que también es muy ejemplar. Entre otras cosas, el Párroco me dijo y recomendó que 
podía disponer de él y de sus libros, siempre y en todo lo que necesitase. 

En cuanto a lo material, no se puede desear más. La comida al mediodía, la cena a las ocho. Hay desayuno, para el que lo quiere, y 
también café después de comer; y, si es preciso, a lo largo del día. Una buena mesa, buena cama y buena habitación, con fuego a nuestra 
disposición; y, para todo lo que se necesita, hay un criado a nuestras órdenes. 

Le cuento esto para que vea cómo se está, sin que yo me pierda por ello, pues siempre me acostumbré a una vida mucho menos 
cómoda. Si la salud me acompaña, espero que podré hacer algún bien; por lo demás, ruego siempre al Señor que El me diga, si no es ésta 
mi vocación, o si tal vez he obrado contra su voluntad; a El no le faltan medios; que me haga volver atrás. 

Ruégole salude de mi parte a don Bosco y dígale que siento mucho no haber podido verle antes de partir. Dé mis saludos a los 
principales amigos. 
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Fin de Página 470 


VOLUMEN VIII Página: 471 

Reciba, mientras tanto, mis saludos y téngame presente en sus oraciones, que yo le reservo siempre un puesto en el Memento ((553)) 
del sacrificio de la misa. Si le sobra un ratito, ya sabe cuánto me agradaría una carta suya. 

Su afectísimo amigo J. BOGGERO 

íPobre Boggero! íCuatro días después de haber escrito esta carta, era llamado al tribunal de Dios! El 14 de diciembre por la mañana 
bajó para celebrar la santa misa. Se encontraba muy bien, como de costumbre, y estaba muy alegre. Volvió a la casa parroquial, se sentó a 
la mesa esperando el café y, el que se lo servía le vio con la cabeza sobre la mesa como quien tiene sueño. íHabía muerto de apoplejía 
fulminante! 

Un abogado, que debía tratar algunos asuntos con don Bosco, supo que ya había vuelto de Florencia, y el 21 de diciembre se presentó 
en el Oratorio. 

Había oído hablar de la predicción y, como hubiera dado su parecer, preguntó a don Bosco: 

-Y ahora, dígame, si no le parece atrevida mi pregunta: »cómo está el joven de quien se habla? Ya estamos en Navidad... 

-Ha muerto hace pocos días. 

-»Ha muerto? 

-Sí, ha muerto. Para cerciorarse de ello basta que pregunte al primero de la casa con quien se encuentre. 

Aquel señor se quedó en silencio y como distraído. 

Entonces don Bosco, queriendo bromear, dijo con cara seria al abogado: 

-»Desea, tal vez que le diga qué le sucederá en el futuro? 

El abogado se levantó... 

-íNo, no, por favor... Me gusta estar tranquilo! 

Y, tomando el sombrero, se marchó. 

Tampoco el Delegado de la Comisaría había olvidado la palabra de don Bosco y, pasadas las fiestas navideñas, apareció ((554)) por el 
patio del Oratorio, como quien iba a visitar la casa. Acercóse a un corro de muchachos y les dijo: 

-íHola, muchachos! »Estáis contentos? 

-Sí, señor. Durante el recreo siempre estamos contentos. 

-»Hay enfermos en casa? 

-No, señor. 

-»Ha muerto alguno en la casa durante estos días? 

-No, señor. 

-Me parece haber oído decir que ha muerto uno aquí en la casa. 
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-De los muchachos ninguno. 

-No todos sois muchachos, tal vez alguno de los que no son estudiantes... 

-íNo! Lo sabríamos si hubiese muerto alguno. 

-»Y fuera? 

-Eso sí, ha fallecido un sacerdote, pero ya hace más de una semana. 

-»Y cómo se llamaba? 

-Juan Boggero. 

El Delegado cambió de fisonomía; sacó su libretita y confrontó el nombre. 

-Y »ha tenido una larga enfermedad? 

-No, señor, murió de repente, de apoplejía. 

-»Y dónde ha muerto? 

-En su casa, había ido allí y una mañana, después de misa, entró, se sentó a la mesa para desayunar y se quedó, como esperando que le 
sirvieran. 

-»Quizá estaba enfermo? 

-Nunca, gozaba de óptima salud y era muy fuerte. 

Quedóse pensativo el Delegado y después preguntó: 

-»Dónde está don Bosco? 

-íEn su habitación! 

Y, sin más, subió y entró en ella. Vio a don Bosco y exclamó: 

-Señor, diga lo que quiera a sus muchachos; ((555)) desde este momento le doy toda suerte de permisos y ya sabré, por mi parte, qué 
responder a quien se lamente de sus previsiones. Besó su mano conmovido, y se marchó repitiendo: 

-Es algo singular, muy singular. 

Después de éste, sucedió otro hecho ridículo. Fue a visitar a don Bosco un buen sacerdote, para aconsejarle que no continuase haciendo 
profecías de muertes futuras, porque, según él decía, no era un medio a propósito para hacer el bien: 

-Comprendo, añadió, que hay que ser ciegos para no ver y entender. Suponer que usted tenga revelaciones, es algo muy gordo. Nosotros 
comprendemos su propósito, pero convénzase de que esto no puede reportar ningún bien. 

-Por tanto, usted no cree en mis previsiones. 

-»Creer en eso? íNiñerías! 

-Bueno, sea así. Y usted »cómo está? 

-Muy bien. 

-Pero »se siente bien de veras? 
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Y mientras hablaba le miraba con ojos escrutadores y un tanto burlescos. 

-Pero, »por qué me hace esta pregunta? 

-Por nada, solamente por saber cómo se encuentra ahora. 

-Me parece que bien; mas, verdaderamente, no acierto a comprender sus dudas. 

-Pues, mire; me parecía que su cara no tenía los colores de siempre... pero, si usted me asegura que está bien, quiere decir que no será 
nada. íBasta! Veremos. 

-Entonces »usted sabe algo?, preguntó el sacerdote con creciente afán. 

-»Qué quiere usted que yo sepa? íSon niñerías! Ahora que, ya se sabe: la muerte viene cuando menos se la espera... 

-Dígame: íexplíqueme el arcano de sus palabras! 

-No hay ningún arcano. íCuidese y que el Señor le bendiga! 

Quería el otro insistir, pero don Bosco le despidió, asegurándole ((556)) que tenía mucho que hacer. Aquel pobrecito, desasosegado y 
no pudiendo sacar nada en limpio con sus replicadas instancias, salió pálido y tan aturdido que no daba con la puerta... Quería hacerse el 
descreído; y el Siervo de Dios le hizo tocar con la mano que él era más crédulo que los demás. 

Y nosotros veremos cómo don Bosco, aunque siempre en forma prudente, siguió dando estos avisos, a veces de un modo más 
maravilloso. Solamente en sus últimos años cesó, poco a poco, de hacer estas predicciones. No obstante, por ciertos indicios se puede 
deducir que él sabía el tiempo de la muerte de sus muchachos, aun cuando no lo anunciase, lo que en ocasiones parecía ser así por el 
modo como recibía la noticia de su defunción. 
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((557)) 

CAPITULO XLVII 

ANGUSTIA DE ROMA ANTE EL PELIGRO DE SER INVADIDA POR LOS ENEMIGOS -DON BOSCO ESCRIBE A ALGUNOS 
ROMANOS ASEGURANDOLES QUE ESTAN FUERA DE SITIO LOS TEMORES Y QUE EL ESTARA PRONTO CON ELLOS 
VUELVE LA CALMA A LOS ANIMOS Y GRAN ALEGRIA EN ESPERA DE SU LLEGADA -CARTAS DEL CONDE 
VIMERCATI: PIDE LA CURACION DE UN MAL NERVIOSO; UNA PALABRA MISTERIOSA DEL SIERVO DE DIOS, LE PONE 
EN DUDA DE SER ESCUCHADO; SE LAMENTA PORQUE NO LE HA COMUNICADO SU VIAJE A ROMA; LE HACE SABER 
QUE EL PAPA LO AGUARDA; ESPERA DE EL ALGUN ALIVIO -EL CONDE OFRECE A DON BOSCO GENEROSA 
HOSPITALIDAD EN SU PALACIO Y ES ACEPTADA -EL HAMBRE EN ITALIA 

POR los numerosos fajos de cartas que se conservan en nuestros archivos se ve que don Bosco sostenía correspondencia epistolar con la 
alta nobleza del Véneto, de Lombardía, de Liguria, de Parma, de Módena, de Toscana, de toda Italia Central y de alguna región 
napolitana. Acudían a él en busca de consejo, oraciones y bendiciones, con filial confianza; le pedían medallas, y le invitaban a ir a 
distintas ciudades. 

Los romanos especialmente pensaban en él por aquellos días. 

En Roma, desde que fue privada de sus provincias, no eran bastante los tributos de los pocos territorios que habían quedado para cubrir 
los sueldos de sus empleados, para pagar los intereses de la deuda pública y para mantener su pequeño ejército. El óbolo de San Pedro y 
los donativos de los católicos habían ((558)) sido hasta el presente el medio prodigioso para hacer frente a tantas obligaciones, aunque a 
veces inadecuado y siempre incierto y precario. 

Mientras tanto, continuaba la gradual retirada de las tropas francesas (que sumaban catorce mil soldados), empezada en diciembre del 
1865; los últimos batallones habían dejado Roma el 10 de diciembre de 1866. Napoleón, por una convención hecha con el cardenal 
Antonelli, había formado en Antibo una guarnición de mil doscientos hombres, católicos franceses y extranjeros, alistados por 
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cuatro años a expensas del Papa, para proveer a la deficiencia de sus milicias. Esta legión había entrado en Roma el 22 de septiembre con 
la única misión, así lo publicó el Monitor de la Armada, de defender la persona del Papa y mantener el orden en la ciudad de Roma contra 
los perturbadores. 

Y el gobierno francés desde el principio del año había categóricamente declarado que aquella milicia no tenía ninguna dependencia de 
él y sería en todo y en toda circunstancia equiparada a las tropas papales. 

Mientras tanto el gobierno italiano escalonaba sus tropas en la frontera pontificia, concentrándolas en Perugia, Orvieto, Rieti y Terni, 
mientras el Ministerio mandaba desde Florencia dinero e instrucciones al Comité Nacional de Roma que preparaba la revolución. Varios 
agentes, pagados por manos clandestinas y secretas conjuraciones, organizaban abiertas algaradas. Cien mil hojas, lanzadas por Mazzini, 
excitaban furiosamente a los súbditos del Papa a rebelarse. Ya se habían introducido mil doscientas carabinas y viajaban desde Inglaterra 
hacia la ciudad papal, para los sectarios, cajas con fusiles, bombas y puñales; estos indicios hacían temer una inminente y gravísima 
perturbación. 

También el conde Conestabile della Staffa escribía el 12 de noviembre de 1866 al caballero Oreglia: «Hay que esperar con calma, 
apoyada en la fe y la oración, el desarrollo de los graves acontecimientos que se avecinan. Así inculca el Santo Padre a los católicos y 
éstos son los sentimientos de don Bosco, expresados recientemente a personas respetables». 

((559)) Los señores romanos temían mucho la invasión de las huestes de Garibaldi. Muchos consultaron a don Bosco, si no sería mejor 
para ellos alejarse de Roma. Don Bosco escribió a la marquesa de Villarios: «Los italianos no entrarán. Es más fácil que los adoquines 
del pavimento de Roma se levanten para golpearse unos contra otros, que no el que entre ahora la revolución en Roma. Esto es tan cierto, 
que yo mismo, en los primeros días del próximo año 1867, iré sin falta a postrarme a los pies del Santo Padre, y me quedaré largo tiempo 
en la ciudad eterna». 

Escribió también que, antes del centenario de San Pedro, no sucedería 
nada. 

La noticia de estas seguridades se difundió por Roma muy rápidamente y contribuyó mucho a calmar los ánimos. Pero causaron a la vez 
un famoso equívoco, por el que también en 1870 muchos se tranquilizaron con este íno entrarán! 
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Pero don Bosco había hablado del 1867 y no de los años siguientes. 

El efecto de las palabras del Venerable aparece en otras cartas romanas. 

El 2 de diciembre de 1866 escribía de nuevo el conde Escipión Conestabile della Staffa al caballero Oreglia: «Debido a las seguridades 
recibidas de don Bosco, estamos tranquilos y sosegadamente dispuestos a prolongar nuestra estancia en Roma. Esta calma y quietud, hoy, 
es completa, gracias a Dios; estamos compenetrados con ella y alcanza generalmente a todos. Se espera en estos días el triunfo de la 
Iglesia; y un milagroso acontecimiento que glorificará al Pontífice de la Inmaculada... Estamos todos muy contentos de poder obsequiar a 
don Bosco, apreciarlo de cerca, besar su mano y escuchar sus palabras, sus exhortaciones y asociarnos a sus oraciones... He retirado el 
precio de los boletos despachados de la tómbola». 

El conde Aníbal Bentivoglio, el 3 de diciembre de 1866, después de haber hablado sobre un altar y una capilla a erigir a sus expensas 
en la iglesia de María Auxiliadora, continuaba: «He ((560)) oído decir ayer que don Bosco piensa venir a Roma para el doce: sería muy 
buena y consoladora su presencia en este momento de gran ansiedad para muchos y muchas; y por esto que me interesa, sería para mí una 
fortuna inesperada, la de poder hablar con este bueno y santo sacerdote y padre, al que ciertamente no deseo cansar, ni agobiar, pero no le 
oculto que quisiera gozar vivamente de su compañía, su presencia, su conversación, sus obras... y qué se yo... 

»Leí y luego hice entregar la que incluía a la duquesa de Sora, y también envié la otra a la dirección de la Civiltà Cattolica. 

»El hecho que usted cuenta de la curación del hidrópico, lograda con las oraciones de don Bosco, me lo había comunicado ya la 
marquesa Villarios: es un hecho muy importante para excitar, animar y formar un proceso; me disgusta que la persona gratificada no 
quiera ser nombrada, lo que impide, según creo, cualquier acto de publicidad. Dios sabe lo que hace y estoy seguro de que aquí en Roma 
obrará algún hecho portentoso, muestra de su bondad y poder, por medio de su fidelísimo siervo don Bosco. Tanto yo como mi mujer y 
nuestros vecinos estamos como locos con el deseo de verlo; nosotros en particular para agradecerle, con toda la efusión de nuestra alma, 
los muchos beneficios obtenidos de Dios por su mediación y por sus oraciones y las de su Casa. 

»Queda siempre en firme que, si quiere aprovecharse de ello, los gastos del viaje de don Bosco corren de mi cuenta, como le dije en 
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Roma; llegaremos hasta donde podamos en nuestras atenciones para uno a quien yo considero como un padre, que nos ha enseñado el 
modo de honrar y hacer alguna cosita por la Santísima Virgen Auxiliadora». 

Y el presbítero Aicardi el 28 de diciembre: «Me aseguran que don Bosco estará en Roma en la primera quincena del próximo enero. 
»Dónde querrá la divina Providencia alojar al hombre providencial? Oigo que muchas distinguidas personas y familias se disputan el 
honor de poder tenerlo en su casa. ((561)) Nosotros nos contentaremos con la suerte de acercarnos a él». 

Entre los habitantes de la ciudad eterna, el conde Juan Vimercati, rico señor entregado a obras de beneficencia y estimadísimo en 
Roma, había hecho amistad con el caballero Federico Oreglia di San Stefano y sostenía correspondencia epistolar con él y con don 
Bosco. Varias veces se había encomendado al Siervo de Dios para que le obtuviese de la Santísima Virgen la curación de una enfermedad 
nerviosa. El 23 de agosto respondía a don Bosco: «La buena Cornelia Millingen me comunicó una carta del caballero Oreglia, demasiado 
misteriosa por lo que a mí hace, y espero tranquilamente los resultados. Yo sé que estoy en las manos de Dios y de María Auxiliadora y 
esto me basta. No obstante, usted, mi reverendo don Bosco, dígame si debo hacer algo. Usted me da las gracias, y no las merezco; pero le 
aseguro que volveré a hacer todo lo que pueda para ayudar a esa construcción, apenas esté en condición de realizarlo». 

La palabra misteriosa aludía a la duda de si la Virgen habría juzgado que la curación era para su bien. 

Volvía a escribir a don Bosco con fecha del 17 de octubre: «íDicen todos que don Bosco viene pronto a Roma! Y »por qué no me 
consuela también a mí con una noticia tan agradable? Acuérdese de que en mi estado de salud necesito alientos... Los ataques nerviosos 
no paran... dígame si de verdad viene pronto. Yo lo creo y lo espero». 

Y el 15 de noviembre: «La señora Sofía Timoni, hermana de la condesa Malvasía de Bolonia, me recomendó mucho hacerle llegar esta 
carta, que le incluyo, con el ruego de atenderla. 

»El sábado pasado estuve con Su Santidad que me entretuvo largamente, con su acostumbrada bondad, sentado a su lado. Su salud es 
óptima y su ánimo sereno. Le hablé mucho de usted y de su última carta. El, como yo, desea ((562)) verle en Roma. Por lo demás, tiene la 
misma confianza que usted, y yo la tengo firmísima. 

»Mi salud es la de siempre y quizá más abrumada por los ataques 
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nerviosos, que son muy frecuentes; no obstante, los bendigo y agradezco al Señor; son un motivo continuo para mantenerme en su 
presencia y abandonarme en sus brazos paternales. Sea por siempre bendito. 

»Mil gratos recuerdos para el angelical caballero Oreglia, a quien Dios bendiga, juntamente con usted, y les haga cada día más santos... 

»También nuestro excelente Alcalde y Senador, el marqués de Cavalletti lo recuerda con afecto y respeto». 

Y el 28 de noviembre: «Confío mucho que María Auxiliadora querrá mandarme por su medio alguno de sus remedios para mi pobre 
salud, si a la adorable voluntad del Señor place que yo cure». 

Finalmente, el 1.° de diciembre la señora Cornelia Von Millingen notificaba al caballero Oreglia: «He estado hoy con el señor conde 
Vimercati para comunicarle lo que usted me decía en la suya del 26. El Conde agradece a usted y a don Bosco sus oraciones, misas y 
comuniones; y ruega, por cuanto sabe y puede, a don Bosco que se hospede en su casa, cuando venga a Roma; le ofrece dos habitaciones, 
una para él y otra para quien le acompañe; pone la capilla y toda la casa a su entera disposición; y, para que pueda entrar y salir siempre 
que lo desee sin preocuparse del Conde, tendrá siempre a la puerta de casa una carroza para don Bosco; podrá salir y recibir a quien 
desee, sin ninguna incomodidad para el Conde. Dice que el café está siempre a punto, y que la comida será sin lujo, pero servida de 
corazón; en fin, que le espera... Y lloraba de alegría sólo al pensarlo. Le rogaría que, después de obtener el sí de don Bosco, telegrafiase 
diciendo: Acepta la invitación. Así, el pobre Conde estará satisfecho. 

»Cuando llegue el momento de venir, me lo comunique y todo estará a punto. 

((563)) »El buen Conde está siempre en casa; se levanta, se pasea un poco por la habitación, pero no puede salir; dice que lo 
encomienden mucho, mucho a Dios. Desea sumamente ver a don Bosco y lo espera con ansiedad. Yo también estaré muy contenta de 
conocerle. 

»Mañana, si Dios quiere, haré sus veces y las de don Bosco ante el eminentísimo Cardenal Patrizi. Le devuelvo los saludos del conde 
Conestabile, de monseñor Serlupi y del canónigo Munetti. Este desearía que, cuando venga don Bosco, trajese cuatro ejemplares de la 
Historia de Italia... 

»N. B.-Diga a don Bosco que, si se hospeda en casa del conde 
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Vimercati, tendrá siempre el Santísimo Sacramento al lado, y que desde su habitación podrá ir a la capilla cuando lo desee, sin estorbar 
en lo más mínimo al Conde. Esperamos el telegrama diciendo que acepta». 

A fines del mes de diciembre llególe al conde Vimercati la noticia de que don Bosco aceptaba, con reconocimiento, la hospitalidad 
ofrecida con tanto afecto. 

Mientras el Siervo de Dios se preparaba para ir a Roma, cumplíase la tercera de sus dolorosas predicciones, la del hambre en Italia. 

Crecía la miseria en la península y el hambre hacía espantosos progresos, por causa de los apuros del erario, la suspensión de los 
trabajos públicos por parte del Gobierno y de los Municipios, las mermadas cosechas, las devastaciones de la guerra; ciento cincuenta mil 
hombres licenciados del ejército, más cuarenta mil soldados devueltos de Austria, los cuales no podían encontrar enseguida pan y trabajo; 
la destrucción de los conventos, a cuyas puertas encontraba antes el pobre un plato de sopa. 

En Venecia, el 1.° de diciembre, la plebe hambrienta pedía pan y trabajo e invadió con alboroto el Palacio Municipal, cuyas verjas hubo 
que cerrar para impedir el saqueo, a duras penas. El 3 de diciembre hubo nuevos tumultos: la muchedumbre fue dispersada por la ((564)) 
fuerza armada; y los más revoltosos fueron encarcelados. Eran los obreros de la Dársena que, ante la subida del coste de vida, y no 
pudiendo comprar con la mísera paga que recibían, pedían se les aumentara. En varios sitios hubo que recurrir a las tropas para dominar a 
la plebe que, amotinada por el hambre, se rebelaba contra la autoridad civil y estaba dispuesta al saqueo. 

El Municipio de Verona procuraba calmar al pueblo prometiéndole trabajo y ayuda, mientras corrían en bandadas las mujeres y los 
niños a arrancar los pilotes de los fuertes, abandonados por los austríacos, para hacer leña para el fuego, con peligro de que explotasen las 
minas que aún no habían sido retiradas; el pillaje infestaba la ciudad. En Padua respondía el pueblo a las exhortaciones de la autoridad 
cantando por las calles canciones en las que pedían la vuelta de los germanos. 

En Nápoles, la carestía de los víveres se había doblado en comparación de los años precedentes, y por toda la región la miseria mataba 

o hacía matar. 
Tristísimas eran las noticias de las otras provincias; podía afirmarse (decían los periódicos) que no se sabía cómo podrían vivir en 
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los próximos meses algunos millones de italianos. Por todos los rincones del Friuli y de Calabria se oían gritos de angustia. En la zona 
del Cadore se levantaron tumultuosamente los pueblos de Auronzo, Lozzo, Vigo y Candide, en el que hubo que lamentar numerosos 
heridos y peleas sangrientas. También hubo graves desórdenes en Dogliani y en Santa Margarita de Rapallo. 

En Nuoro (Cerdeña) hubo un motín. Había fallado en la isla la cosecha del trigo. El pueblo se alimentaba casi exclusivamente de pan y 
en los mercados llegó a costar el trigo treinta y dos liras el hectólitro, lo que imposibilitaba al obrero proveer del sustento diario a su 
familia. La desesperación empuja al delito. Bandas de gente armada agredían aldeas enteras, y las saqueaban hiriendo y matando. Muchos 
morían de inanición. Muchísimos no comían más que hierbas, mirto y madroños. Hasta las habas ((565)) recién sembradas fueron 
arrancadas durante la noche y comidas en algunos lugares. 

En Módena, del 24 al 27 de enero, hubo que mandar escuadrones de lanceros a caballo y de guardias y apostar soldados en defensa de 
las tiendas para contener a los hambrientos campesinos amotinados en busca de pan. 

En Turín, el 28 de enero, los obreros hambrientos y mezclados con los revoltosos, se desparramaron por la ciudad, asaltaron y 
saquearon durante cuatro horas muchísimas tiendas de pan y de embutidos, derribando puertas y destruyéndolo todo. 

En la región de Génova falló también la recogida del aceite. 

En Sicilia la desolación llegó a ser casi total, debido a la sequía de la estación que agostó toda la siembra y acabó con la esperanza de la 
cosecha, por lo que se multiplicaron las bandas de malhechores y ladrones, que infestaban campos y pueblos, y hasta ciudades populosas. 

En medio de tanta miseria, sórdidos especuladores provocaron el furor del pueblo, que en varias ocasiones se opuso por la fuerza en la 
Romaña a la exportación de cereales comprados a buen precio y que se llevaban a Francia en vagones especiales por ferrocarril. 

Cada semana partían, de Lombardía y Emilia, varios centenares de cabezas de ganado y sacos de trigo, y las gentes de los pueblos, 
llenas de miedo ante la carestía, irrumpieron sobre el ferrocarril y saquearon los vagones, amenazando con lo peor, si no se ponía fin a 
aquel mercado. 
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((566)) 

CAPITULO XLVIII 

1867 -EL AGUINALDO -NUMERO DE SOCIOS DE LA PIA SOCIEDAD -LECTURAS CATOLICAS: EL CENTENARIO DE SAN 
PEDRO APOSTOL -VIDA DE SAN JOSE -PRIMERA RAZON QUE INDUCE A DON BOSCO A IR A ROMA -LAS SAGRADAS 
ORDENACIONES DE LOS SALESIANOS -DON BOSCO PREPARA UNA INSTANCIA QUE PRESENTARA AL PAPA PARA 
OBTENER LA APROBACION DE LA PIA SOCIEDAD, O BIEN, LA FACULTAD DE LAS DIMISORIAS Y LA ADMISION A 
LAS ORDENES A TITULO DE MESA COMUN -LAS REGLAS DE LA PIA SOCIEDAD TRADUCIDAS A LA LENGUA LATINA 
-VA A ROMA PARA OBTENER AYUDA Y RECURSOS, Y PARA EL NOMBRAMIENTO DE LOS OBISPOS -DISPOSICIONES 
PARA EL SORTEO DE LA TOMBOLA 

LA última noche de 1866 el Venerable había dado como aguinaldo a sus muchachos: llevar siempre al cuello la medalla de la Santísima 
Virgen e invocarla varias veces al día con fervorosas jaculatorias. Don Bosco contaba ya en su Congregación con ochenta socios 
dispuestos al trabajo; diecinueve eran profesos perpetuos, y veinticuatro trienales; los demás, novicios o aspirantes; catorce eran 
sacerdotes, incluido el Venerable. 

El ejemplar de las Lecturas Católicas correspondientes a los meses de enero y febrero (año XV), se titulaba: El Centenario de San Pedro 
Apóstol, con la vida del mismo Príncipe de los Apóstoles y un triduo de preparación para la fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, 
por el sacerdote Juan Bosco. En la portada se leía: « Ubi Petrus, ibi Ecclesia (san Ambrosio) (Donde está Pedro, allí está la 
Iglesia).-Sancte Petre, ora pro nobis (San Pedro, rogad por nosotros)». 

((567)) El autor disponía así el libro: -Circular Pontificia sobre el Centenario de San Pedro, con fecha 8 de diciembre de 1866. -Año del 
martirio de San Pedro Apóstol. -Vida de San Pedro en treinta capítulos. -Apéndice sobre la venida de San Pedro a Roma.-Cuatro 
consideraciones: sobre la Iglesia de Jesucristo, sobre la Cabeza de la Iglesia, sobre los Pastores de la Iglesia y sobre la fe. -En el prólogo 
explicaba la naturaleza y objetivo del libro. 
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El Supremo Jerarca de la Iglesia, el gloriosamente reinante Pío IX, ha anunciado que el 29 de junio del corriente año 1867, se celebrará 
con especial solemnidad la fiesta de san Pedro, porque precisamente en este año se cumple el centenario de su glorioso martirio; es decir, 
se cumplen dieciocho siglos desde que este primer Vicario de Jesucristo terminaba su carrera mortal y sellaba con la sangre del martirio la 
doctrina que había predicado. 

Todos los hijos de San Pedro y de los Pontífices, sus sucesores, todos los cristianos deben tomar parte en esta gran solemnidad, con los 
medios compatibles a su condición. Por nuestra parte no sabemos hacer cosa mejor que publicar una vida popular del Santo Apóstol; no 
muy corta, para que sus gloriosos hechos no queden desconocidos, ni muy larga, para satisfacer también a aquellas personas que 
anduvieren faltas de tiempo o de comodidad para hacer otros estudios de esta clase. 

Colocamos en primer lugar la circular del Pontífice invitando a todos los Obispos del mundo a ir a Roma. 

Presentamos unos apuntes sobre el año del martirio de San Pedro; sigue a contiriuación la vida del mismo santo apóstol. 

Católicos, vivimos días desgraciados para la Iglesia de Jesucristo. 

Unámonos todos en torno al Vicario de Jesucristo, que es el Romano Pontífice. Nosotros, empezando por el Papa Pío IX, llegamos, de 
uno a otro Pontífice hasta San Pedro, hasta Jesucristo. Por tanto, quien está unido al Papa, está unido a Jesucristo y quien rompe estas 
ligaduras naufraga en el mar borrascoso del error y desgraciadamente se pierde. Haga el gran Apóstol que durante este año vuelvan los 
hermosos días de la paz y del triunfo y nos obtenga del divino Maestro que los pueblos y reyes se unan en el vínculo de la caridad y del 
amor para formar un solo rebaño y un solo pastor sobre la tierra, y después reunirse un día todos en el reino de la gloria del Cielo. Así 
sea. 

Se expedía este primer número a los subscriptores, y entraba en la imprenta el de marzo: Vida de San José, ((568)) Esposo de María y 
Padre putativo de Jesucristo, entresacada de los más acreditados autores, con la noveria de preparación para la fiesta del Santo. 

Hay que leer atentamente su introducción. 

En una época en la que parece se extiende universalmente la devoción al glorioso San José, padre putativo de Jesús, creemos será del 
gusto de nuestros lectores sacar a la luz un librito sobre la vida de este santo. 

La dificultad de encontrar en los antiguos escritos los hechos particulares de la vida de este Santo, no debe disminuir de ningún modo 
nuestra estima y veneración del mismo; es más, en el silencio sagrado que envuelve su existencia, encontramos algo grande y misterioso. 

San José había recibido de Dios una misión totalmente opuesta a la de los apóstoles 1. Estos tenían el encargo de dar a conocer a Jesús; 
José debía tenerlo oculto; aquéllos debían ser antorchas que lo mostrasen al mundo, éste un velo que lo cubriese. Por tanto, José no era 
para sí, sino para Jesucristo. 

En la economía de la divina Providencia le tocaba a José mantenerse en la oscuridad, 

1 Bossuet. 

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apareciendo solamente cuando era necesario refrendar la legitimidad del matrimonio con María y quitar toda sospecha sobre la de Jesús. 
Pero, aunque podemos penetrar en el santuario del corazón de José, y admirar las maravillas que Dios ha obrado en él, no obstante 
creemos que, para gloria de su Divino Pupilo y de su Esposa Celeste, José debió reunir en sí mismo un cúmulo de gracias y dones 
celestiales. 

Así como la verdadera perfección cristiana consiste en comparecer tanto más grandes ante Dios cuanto más pequeños ante los hombres, 
san José, que pasó su vida en la más humilde oscuridad, se halla en situación de presentar el modelo de las virtudes que son como la flor 
y nata de la santidad, la santidad interior, de modo que muy bien se puede decir de san José, lo que David escribía de la Esposa sagrada: 
Omnis gloria eius filiae Regis ab intus (Sal. 44) (Toda la gloria de la hija del rey, esta en su interior). 

San José es reconocido universalmente e invocado como protector de los moribundos, y esto por tres razones: 

1.ª por el imperio amoroso que él ha adquirido sobre el Corazón de Jesús, juez de vivos y muertos y su Hijo putativo; 

2.ª por el poder extraordinario que Jesús le ha concedido ((569)) para vencer a los demonios que asaltan a los moribundos, y esto como 
recompensa de haberlo salvado un tiempo de las insidias de Herodes; 

3.ª por el sublime honor del que José gozó de ser asistido en punto de muerte por Jesús y por María. 

íQué nuevo y hermoso motivo para enfervorizarnos en su devoción! 

Deseosos, por tanto, de presentar a nuestros lectores los trazos principales de la vida de san José, hemos buscado, entre las obras ya 
publicadas, alguna que sirviese a nuestro propósito. Efectivamente se han publicado muchas, de algunos años a esta parte; mas unas por 
ser demasiado voluminosas, otras muy alejadas del estilo popular por su propia altura, y las más, faltas de datos históricos por estar 
escritas más para meditación que para instrucción, no hacen a nuestro propósito. Hemos recogido, pues, del Santo Evangelio y de algunos 
de los más acreditados autores, las principales noticias acerca de este Santo, juntamente con algunos pensamientos tomados de los Santos 
Padres. 

La veracidad de la narración, la sencillez del estilo, la autenticidad de las noticias harán agradable, según esperamos, este pequeño 
trabajo. Si la lectura de este librito sirve para llevar al casto esposo de María un solo devoto más, nos tendremos por bien pagados. 

Por la Dirección JUAN BOSCO, Pbro. 

Había dado órdenes en la imprenta para que le mandasen las pruebas de este opúsculo a Roma, adonde iba obligado por muy graves 
motivos. 

Era el primero, obtener la definitiva aprobación de la Pía Sociedad de San Fancisco de Sales y, si esto no fuese posible, alcanzar al 
menos la facultad de otorgar las dimisorias a sus clérigos y admitirlos para las sagradas Ordenes, título mensae communis (a título de 
mesa común). 
483 

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Por eso llevaba a Roma las Reglas traducidas al Latín, corregidas y vueltas a corregir para adaptarlas a la exigencia de las 
Animadversiones, sin acarrear daño a sus previsiones para el porvenir y a las necesidades de la Pía Sociedad, y sin separarse del ejemplar 
que le había sido mostrado en sueños 1. 

((570)) En uno de sus escritos nos da la razón de su insistencia para obtener la facultad de las dimisorias. 

«Hasta 1864, escribe él mismo, se conferían las Sagradas Ordenes a nuestros socios por cada Obispo, de acuerdo con las normas 
generales de los Sagrados Cánones. El Obispo buscado enviaba gustosamente a nuestras casas el sacerdote ordenado, como 
compensación a una casa que le mandaba cada año varios seminaristas a su propio seminario. Pero, después del Decreto de 1864, ya no 
fue así. En el nombramiento del Superior y en las normas para su sucesor, los Obispos reconocían la constitución de un cuerpo moral. Por 
eso, cada uno pedía si se debía ordenar en nombre de la Congregación o del Ordinario. No en nombre de la Congregación, porque no 
podía dar las dimisorias; tampoco en nombre del Ordinario, porque, decían, que el ordenando parecía pertenecer a una familia religiosa. 
En estos casos yo hacía una declaración, que expedía al Ordinario, de mis clérigos, y casi siempre los admitía a las órdenes sagradas. 

»Entonces los Obispos, de común acuerdo, me aconsejaron que presentara a la Santa Sede la petición de la aprobación definitiva. Es 
más, un alto y benemérito personaje dio su formal consejo». 

Así las cosas, don Bosco creyó necesario darse maña para conseguir al menos la facultad de otorgar las dimisorias a sus clérigos para 
las sagradas órdenes; y para ello hacía una expresa petición, en una súplica preparada para el Sumo Pontífice. 

Beatissime Pater, Beatísimo Padre: 
Iam quattuor anni elapsi sunt, Ya han pasado cuatro años, desde 
quum Costitutiones Societatis a que, sometiéndome a Ti, Beatísimo 
S. Francisco Salesio dictae, tibi, Padre, imploraba el juicio y 
Beatissime Pater, submittens aprobación de la Santa Iglesia 

judicium et approbationem Sanctae Romana para las Constituciones de 
Romanae Ecclesiae efflagitabam. la llamada Sociedad de San 

Francisco de Sales. 

Uti Pater, magis voluntatem Como Padre, y mirando más la 
filii quam meritum prospiciens, voluntad que el mérito del hijo, 
die prima Julii anno 1864 el día 1.° de julio de 1864, con 
amplissimis verbis hanc Societatem bondad enteramente paternal Te 
ad instar Sacrarum Congregationum, dignabas alabar y recomendar 

1 Véase Apéndice VII. 
484 

Fin de Página 484 


VOLUMEN VIII Página: 485 

paterna prorsus bonitate, laudare esta Sociedad con muy grandes 
et commendare dignabaris; dilata elogios, a la manera de las 
tamen ad opportunius tempus Sagradas Congregaciones, dejando, 
Constitutionum adprobatione. no obstante, la aprobación de las 

Constituciones para tiempo más 
oportuno. 

((571)) Attentis vero peculiaribus ((571 bis)) Pero, atendidas las 
circumstantiis, die 23 eiusdem peculiaridades circunstancias, el 
mensis et anni, speciali decreto día 23 del mismo mes y año, por 
ipse Orator, licet indignus, decreto especial era constituido 
eiusdem Societatis Superior Superior General de por vida, 
generalis ad vitam constituebatur, aunque indigno, este mismo Orador 
etiamsi eius successor duodecim si bien su sucesor sólo deberá 
tantum annis in suo munere permanere permanecer en su cargo doce años. 
deberet. 

Eidem decreto adnectebantur En el mismo Decreto se añadían 
tredecim animadvertiones, quas trece advertencias, que, 
attente lectas ad praxim traduxi, atentamente leídas, llevé a la 
atque quoad eius fieri posse visum práctica, y, en la medida en que 
est in Constitutionibus accomodavi. pareció se ajustaban a él, fueron 
Nunc denuo, Beatissime Pater, ad introducidas en la Constituciones 
te revertor humiliter deprecans ut Ahora, de nuevo, Beatísimo Padre, 
tempus opportunius pro nobis sit a Ti vuelvo suplicando 
tempus praesens, quo tu regis humildemente que el tiempo más 
Ecclesiam Dei. Hujus operis tu favorable a nosotros sea el 
fuisti suasor et impulsor; ego vero tiempo presente, en el que Tú 
quae potui feci; nunc perfice opus riges la Iglesia de Dios. Tú 
quod tu ipse coepisti. Hoc tu reapse fuiste el Consejero e impulsor de 
facies, si hanc Societatem Apostolica esta Obra; yo, en verdad, hice lo 
adprobatione confirmabis, atque que pude; acaba ahora la Obra que 
consolidabis illis verbis, modis, Tú mismo empezaste.Tú harás esto, 
correctionibus, quos tu, Pater en efecto, si confirmas esta 
Beatissime, ad majorem Dei gloriam, Sociedad con tu apostólica 
atque ad animarum salutem melius in aprobación, y la consolidas con 
Domino judicaveris. las palabras, modos,correcciones, 

que Tú, Padre Beatísimo, creyeres 
mejor en el Señor, para mayor 
almas. 

Veruntamen si res adversae vel Sin embargo,si las circunstancias 
temporum ratio ad integram adversas o los tiempos 
Constitutionum adprobationem aconsejaran dilatar la íntegra 
dilationem suaderent, humiliter aprobación de las Constituciones, 
efflagito ut saltem illi articuli humildemente imploro que, al 
adprobentur, qui ad iuvenes in menos, se aprueben aquellos 
sortem Domini vocatos spectant. Hoc artículos que se refieren a los 
est: jóvenes llamados a la heredad del 

1 ° Ut Superior Generalis literas 1.° Que el Superior General pueda 
dimissoriales dare possit iis sociis dar las cartas dimisorias a 
qui vota in hac societate praescripta aquellos socios que emitieren los 
emiserint. Hoc adprime necessarium est votos prescritos en esta Sociedad 
ut societatis spiritus conservetur et Esto es muy necesario para que 
ob seculares blanditias aliasque pueda conservarse el espíritu de 
occasiones, ingressum et regressum, la Sociedad y para que no se 

Fin de Página 

gloria de Dios y salvación de las 

Señor. Esto es: 

485



VOLUMEN VIII Página: 485 
propter publicarum scholarum pierda por los incentivos 
frequentationem, non amittatur. 

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et maiores ordines socii admitti a las órdenes mayores y menores a 
possint. título de mesa común. 

Plurima jam a Te beneficia ego Ya hemos recibido de Ti muchos 
caeterique hujus Societatis sodales beneficios, lo mismo yo que los 
accepimus, pluriesque animum demás miembros de esta Sociedad, 
addidisti: nunc ergo ut nos compotes y muchas veces nos diste aliento: 
voti facias rogamus. Utique servi ahora, pues, Te rogamos que accedas 
inutiles sumus, nullamque pro tanto a nuestra petición. Ciertamente 
munere compensationem dare valemus. somos siervos inútiles y no podemos 
At gratos animi sensus ostendere compensar de ningún modo tan gran 
satagemus quotidie ad Deum preces regalo.Pero, nos empeñamos a diario 
fundendo, ut Te, Beatissime Pater, en mostrar el agradecimiento de 
pro Ecclesiae utilitate diutissime nuestra alma elevando plegarias a 
sospitem servet, atque omnibus Dios para que Te guarde bien del 
adversantibus malis superatis ad peligro a Ti, Beatísimo Padre,largo 
supremae felicitatis gaudium inter tiempo, para utilidad de la Iglesia 
coelites valeas pervenire. y para que, superados todos los 

males adversos, alcances el gozo de
la suprema felicidad en el Cielo.


Dum autem ego coeterique sodales Mientras yo y los demás miembros 
huiusce Societatis adprobationem de esta Sociedad esperamos 
supplices expectamus, humiliter Ap. suplicantes la aprobación, 
Benedictionen flexis genibus humildemente imploramos,de rodillas 
imploramus. la Apostólica Bendición. 

Ego vero, omnium felicissimus, Yo, en verdad, el más feliz de 
audeo me subscribere todos, me atrevo a suscribirme 

Beatitudinis Tuae, De tu Beatitud 

Augustae Taurinorum, die 7 ann. Turín, 7 del año 1867. 
1867, 

Amantissimus et dedit.mus Filius Amantísimo y agradecidísimo hijo 
Sac. BOSCO JOANNES. JUAN BOSCO, Pbro. 

((572)) Unía a la súplica el siguiente folio, en el que exponía, con alguna añadidura, lo mismo que, con motivo de las dimisorias, ya 
había escrito en el memorial que se encuentra en el VII Volumen, página 602. 

Animadversiones pro facultate Observaciones para obtener la 
literarum dimissorialium obtinenda. facultad de las dimisorias. 

Si dandi literas dimissoriales Si el Superior General de la 
Superior Generalis Societatis S. Sociedad de San Francisco de 
Francisci Salesii facultatem non Sales no obtuviese la facultad de 
haberet, maximae exinde difficultates conceder las dimisorias, se 
pro praxi exsurgerent, quae huiusmodi crearían en la práctica muchas 
Societatis modum existendi turbarent, dificultades, que turbarían la 
atque fere impossibilem redderent. existencia de esta Sociedad y 

casi la harían imposible. 

Enimvero: En efecto: 

Fin de Página 486 


VOLUMEN VIII 
Página: 486 

1. ° Regiminis et administrationis 1.° Muy difícilmente se 
unitas conservari difficillime posset, 
conservaría la unidad de régimen 
y de administración 

Fin de Página 486 


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cum Episcopus jus habeat socios si el Obispo tiene el derecho de 
a societate et ab officiis revocandi apartar a los socios de la 
et ad alia ecclesiastica munera Sociedad y de sus cargos y de 
obeunda constituendi. Quo in casu confiarles otros oficios 
contingeret, ut administrator alicuius eclesiásticos. En este caso 
domus, ab Episcopo alio evocetur dum sucedería que el administrador de 
ipse per obedientiae votum Superiori una casa pordría ser destinado 
suo obedire teneatur. Quae quidem vota por el Obispo a otra casa, 
sunt S. Sedi reservata. Nec Generali mientras él, por voto de 
Superiori jus competeret suos subditos obediencia, está obligado a 
ad particulares domos regendas mittendi obedecer a su Superior. Por eso, 
praesertim si domus in diversa dioecesi estos votos se han reservado a 
essent constitutae. la Santa Sede. Y no competería al 

Superior General el derecho de 
enviar a sus súbditos a regir sus 
las casas estuvieran establecidas en diversas diócesis. 

Quid vero esset agendum si Ordinarius »Qué habría que hacer en verdad, 
volens uti sua jurisdictione ut si un Ordinario, queriendo hacer 
pluries contigit, mitteret unum aut uso de su jurisdicción, como con 
plures socios aut eumdem Superiorem frecuencia acontece, enviara a 
Generalem ad aliqua Sacri Ministerii uno o a varios socios o al mismo 
munera obeunda vel ad paroecias Superior General a desempeñar 
regendas deputaret? algunos cargos del sagrado 

ministerio o los nombrase para 
regir parroquias? 

2. ° Neque spiritus unitas servari 2.° Ni puede conservarse la unidad 
potest; nam ut quisque perdifficile de espíritu; pues para que uno 
ministerium sacrum pro adolescentulis ejerza el dificilísimo sagrado 
pauperibus et derelictis exerceat, ministerio en favor de los 
debet apposite rebus, libris, monitis adolescentes pobres y abandonados, 
studere. Haec autem obtineri nequeunt debe formarse con los medios, 
nisi longa experientia edoceatur, libros y normas correspondientes. 
quid et quomodo agendum, evitandum, Todo esto no puede obtenerse, si 
mutandum; haec omnia difficillime no es enseñado por una larga 
disci poterunt si incertum esset experiencia sobre lo que hay que 
tempus quo Socius manere possit in hacer, y cómo, y acerca de lo que 
congregatione, antequam a proprio hay que evitar y cambiar: todo lo 
Episcopo alio evocetur. cual muy difícilmente se podría 
aprender, si fuera incierto el 
tiempo que cada socio pudiera 
permanecer en la Congregación, 
antes de que sea destinado a otro 
menester por el propio Obispo. 

3. ° Nec servare quidem potest 3.° Y no se puede conservar la 
doctrinae et disciplinae unitas. unidad de doctrina y disciplina. 
Namque quisque Socius dum studiis Pues cada socio, mientras se 
vacat, debet scholas, caeremonias, dedica al estudio, debe atender a 
collationes in Seminario statutas las clases, ceremonias y reuniones 
frequentare. Episcopus vero id establecidas en el Seminario. 
exigere debet, ut de vita et moribus Además el Obispo debe exigirlo, 
illius informetur quem suo tempore para estar informado sobre la vida 
ad sacros ordines admittere debet. y costumbres de aquél a quien en 
At hora, tempus, locus Seminarii su día ha de admitir a las 
poterunt congruere cum muneribus 
Fin de Página 

casas particulares sobre todo si 

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adire jussi sunt,ex quibus ne unus El año pasado, se mandó a diez 
quidem transacto anno scholastico ad de nuestros jóvenes que se 
societatem rediit. Hoc vero vertente presentasen en el seminario 
anno gravibus rationibus non diocesano, y ni uno solo de 
potuerunt in Seminario aliqui ellos volvió a la Sociedad, al 
regulariter Scholas frequentare. Ast acabarse el año.En el corriente 
nulla ratione ad praestitutum algunos no pudieron asistir 
periculum admitti potuerunt licet regularmente a clase en el 
iisdem tractationibus operam dederint. seminario. Mas no hubo 
((573)) Ideoque hujusmodi socii, vel posibilidad de que fueran 
societatem derelinquere debent, vel admitidos al correspondiente 
sine Episcopi licentia permanere quin examen aunque estudiaron los 
suo tempore ad ordines socios admittat. mismos tratados. ((573)) Por 
Praetera unusquisque praeceptor et eso, estos socios: o tienen que 
antecessor tractatus ad libitum abandonar la Sociedad o 
conficit, atque mutare et substituere continuar sin tener la licencia 
potest, imo novo praeceptore succedente del Obispo, que a su tiempo les 
alii et novi tractatus introducuntur, admita a las órdenes. 
quae mutationes unitatem doctrinae et Además, cada maestro y 
disciplinae difficillime et pene dicam predecesor elabora los tratados 
impossibilem redderent. Idem dicatur de a su placer y puede cambiar y 
caeremoniis, collationibus et sermonibus, sustituir; más aún, se 
quae in seminariis fiunt ad erudiendos introducen otros y nuevos 
clericos in saeculo viventes, non eos tratados con el maestro que 
qui vitam religiosam ducunt. sucede, cambios que harían muy 

difícil,por no decir imposible, la unidad de doctrina y 
disciplina. Dígase lo mismo de las ceremonias, reuniones y sermones que se tienen 
en los Seminarios para educar a los clérigos que viven en el siglo 
y no a los que se consagran a la vida religiosa. 

4. ° Generatim quomodo conciliari 4.° Y en general »cómo puede 
potest obedientia proprio Episcopo cum conciliarse la obediencia al 
obedientia Superiori debita, cui vi propio Obispo con la obediencia 
votorum S. Sede reservatorum devincitur? debida al Superior, a la que está sometido en fuerza de los 
votos reservados a la Santa Sede? 
5. ° Alia difficultas ratione locorum 5.° Otra dificultad aparece en 
exurgit, nam nostris regionibus, Sede razón de los lugares, pues en 
vacante, etiamsi annus vacationis nuestras regiones, «Sede 
transegerit, non potest Vicarius vacante», aunque pasara el año 
Capitularis tradere litteras de vacancia,no puede el Vicario 
dimissoriales, et hoc ob civiles Capitular conceder las 
constitutiones, quo fit ut quisque dimisorias, y esto según las 
ordinandus recurrere debeat ad S. Sedem constituciones civiles, por lo 
pro singulis ordinationibus, quod magnum cual sucede que todo ordenado 
gignit incommodum et dispendium sicuti debe recurrir a la Santa Sede 
impraesentiarum quotidiana experientia para cada ordenación, lo cual 
docet. engendra una grave incomodidad 
y pérdida de tiempo como por el momento lo enseña la 
experiencia cotidiana. 

6. ° Tandem apud nos lex usque dum 6.° Finalmente, la ley vigente 
viget, ut Episcopi juvenes in sortem entre nosotros hace que los 
Domini vocatos a saeculi militia Obispos puedan librar del 
revocare possint, ratione numeri in servicio militar a los jóvenes 
propria Dioecesi habitantium. At non llamados a la heredad del 
raro contigit ut numerus revocandorum Señor, en razón del número de 
jam numerum habitantes de su diócesis. Pero 
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VOLUMEN VIII Página: 488 

frecuentemente sucede que el 

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a lege concessum excedat, dum número de los que han de ser 
alter Episcopus abundanter eximidos supera al concedido 
hujusmodi favorem praestare potest. por la ley, mientras otro Obispo 
Haec difficultas de medio tolleretur puede prestar este favor con 
socios transmittere potest ad alios amplitud. Esta dificultad 
Episcopos penes quos peculiares desaparecería a través de las 
domus possidentur, vel administrantur. dimisorias, según las cuales 

puede transferir los socios a otros Obispos en cuya diócesis se 
posean o administren determinadas casas. 

7. ° Specialis vero difficultas 7.° Una dificultad especial 
exurgit ex natura Salesianae aparece por la naturaleza de la 
Societatis quae ex omnibus terrae Sociedad Salesiana, que recibe 
partibus socios excipit. socios de todas las partes de la 
Quo fit ut saepe saepius litterae tierra. Lo cual hace que, cada 
dimissoriales requirendae essent per vez con más frecuencia, habría 
loca dissitissima cuius Ordinarius vel que pedir las dimisorias a 
ignoratur vel non facile reperiri lugares muy distantes, cuyo 
possit. Ordinario se desconoce o no es 
fácil encontrar. 

8. ° Hoc privilegio generatim gaudent, 8.° Generalmente gozan de este
Ordines Religiosi et Regularium privilegio las Ordenes Religiosas
Congregationes. Huiusmodi sunt Oblati y Congregaciones de Regulares.
B. M. Virginis justa Brevem: Etsi Dei Así los Oblatos de la
Filius, datum a S. Memoria Leonis Bienaventurada Virgen María,
Papae XII, mense Septembris 1828. según el Breve:Etsi Dei Filius,
Hoc idem dicatur de Instituto dado por el Papa León XII, de 
Charitatis adprobato a felice santa memoria en septiembre de 
recordatione Gregorii XVI. 1828. 

Congregatio autem Praesbyterorum Dígase otro tanto del Instituto 
Missionis adprobata a S. P. Urbano de la Caridad, aprobado por 
VIII per Bullam: Salvatoris Nostri Gregorio XVI, de feliz memoria. 

Tandem ipse S. P. Pius Papa IX Tambien la Congregación de 
(Quem diutissime Deus sospitem servet) Sacerdotes de la Misión, aprobada 
per Brevem: Religiosas Familias, die por el S. P. Urbano VIII, por la 
decima tertia Maji 1859 praeter Bula: Salvatoris Nostri, del 12 
facultatem jam primitus concessam de enero del 1632. 
litteras dimissoriales generatim Finalmente el mismo Papa Pío IX 
concedendi, addit ut sequitur: (a quien Dios conserve largos 

«Clerici Congregationis Missionis, años) por el Breve Religiosas 
dummodo necessariis praediti sint Familias, del 13 de mayo de 1859, 
requisitis suorumque Superiorum además de la facultad ya otorgada 
litteris dimissorialibus, ((574)) para conceder de un modo general 
extra tempora a Canonibus instituta a las dimisorias,añade lo siguiente 
quocumque catholico Episcopo gratiam «Los clérigos de la Congregación 
et Communionem Apostolicae Sedis de la Misión, mientras cuenten 
habente, suscipere libere et licite, con los requisitos necesarios y 
servatis servandis, possunt et valent». las dimisorias de sus Superiores, 

Itaque supra memoratis rationibus ((574)) pueden recibirlas libre y 
perpensis quae ad tempora, loca, lícitamente,cumplido lo que es de 
constitutionem peculiarem hujusce ley, fuera del tiempo señalado 
societatis spectant, humillime, por los cánones, de cualquier 
exposcitur ut pro Obispo católico en paz y comunión con la Sede Apostólica». 

Por consiguiente, sopesadas las razones arriba expuestas, que se 

refieren a tiempos, lugares y peculiar constitución de esta Sociedad, humildemente se 
pide que en cuanto a las dimisorias pueda gozar 
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litteris dismissoriis ipso communi del mismo privilegio común, de las 
privilegio fruatur, quo domus, casas, Congregaciones y Ordenes 
Congregationes atque Ordines Regulares que tienen comunión de 
regulares, habentes domorum casas. 
communionem, gaudent. 

La segunda razón, que motivaba el viaje de don Bosco a Roma, era la necesidad que tenía de empezar los trabajos en el interior de la 
iglesia de María Auxiliadora. Todos cuantos iban a visitarla quedábanse estupefactos ante aquella mole, y no podían comprender de 
dónde se había sacado el dinero necesario, pues ya se habían pagado seiscientas mil liras. Era un milagro evidente y continuo de la 
Virgen, la cual concedía gracias extraordinarias a quienes concurrían con sus limosnas a la erección del sagrado edificio. El Siervo de 
Dios visitaba en Turín a los enfermos graves o incurables, les invitaba a ayudarle con lo que su piedad les sugiriera; los bendecía y 
curaban. Lo mismo había sucedido en las principales ciudades del norte de Italia y prueba de las maravillas operadas por la Virgen eran 
las limosnas, grandes o pequeñas, que recibía continuamente. 

Ahora dirigía su mirada a los romanos, que ansiaban recibirle, unos para volver a verle, otros para conocerle, con la esperanza de 
obtener ayuda para completar el Santuario en construcción. 

Otro motivo urgentísimo, que le llevaba a Roma, era el que ya hemos indicado, de cooperar al éxito de la misión de Tonello. Su ida era 
querida por la divina Providencia para devolver los pastores a muchas diócesis, que se veían privadas de ellos desde hacía muchos años. 

Pero no quiso alejarse de Turín, sin antes haber tomado las medidas necesarias, para que el sorteo de la tómbola pudiera realizarse 
durante el mes de abril. Una vez dispuestas las cosas con la Comisión y con el ((575)) Subgobernador, conde Radicati, dejó todo en 
manos del caballero Oreglia y en el mes de enero se cumplieron todas las formalidades legales. 

He aquí los documentos: 

Ilmo. Señor Gobernador: 

La Comisión para la Tómbola en favor de los Oratorios masculinos señalados al margen, aprobada por Decreto de este Gobierno Civil 
del 10 de mayo de 1865, en sesión celebrada el 25 de dicho mes, deliberaba fijar el momento para el sorteo de premios: a este fin 
encargaba al que suscribe, secretario de la misma, dirigir a V. S. Ilma. una respetuosa petición para que se dignase establecer, con decreto 
a propósito, el día de la misma que, si no hubiere nada en contrario, se desearía no fuese antes del primer lunes de abril próximo, día 
primero del mismo mes. 
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Fin de Página 490 


VOLUMEN VIII Página: 491 

La Comisión, reconocida y agradecida por cuanto V. S. Ilma. ya se dignó hacer en favor de esta obra de beneficencia pública, 
renovándole su más viva y sincera gratitud, confía que esta nueva petición sea benignamente acogida. 

Favor que etc. 

Turín, 7 de enero de 1867. 

Su seguro servidor FEDERICO OREGLIA di S. STEFANO 
Secretario de la Comisión 

Divis. II. Sec. II. Obras Pías 

N.° 225 -Prot. -N. 55 Part. 

EL GOBERNADOR CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Visto el anterior recurso, presentado de parte de la Comisión para la Tómbola en favor del Oratorio de San Francisco de Sales y otros 
establecimientos de él dependientes en esta ciudad, con el que se pide se determine, por decreto, el día en que deberá hacerse el sorteo de 
boletos; 

Vistos los precedentes decretos de este Gobierno Civil del 19 de mayo de 1865 y 14 de abril de 1866; 

DECRETA: 
1.° Se fija el sorteo de dicha Tómbola para el día 1.° de abril, lunes, que tendrá lugar en un salón del Palacio Municipal de esta ciudad a 
las diez de la mañana. 
((576)) 2.° Para todo lo demás siguen en pie las disposiciones de los citados anteriores decretos del 19 de mayo del 1865 y del 14 de 

abril del 1866. 

3.° Corre a cargo de la Comisión dar conocimiento público del presente Decreto. 

Turín, 15 de enero de 1867. 

Por el Gobernador RADICATI 

GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Div. II Sec. II -Obras Pías
Prot. 225 -Reg. 55
Objeto: Sorteo.


Turín, 15 de enero de 1867. 

Por Decreto de hoy ha fijado el que suscribe el lugar y la fecha para el sorteo de la Tómbola autorizada en favor del Oratorio de San 
Francisco de Sales de esta ciudad, de acuerdo con la petición presentada a este despacho en nombre de la Comisión. 

Al hacer llegar dicho Decreto al señor Secretario de la Comisión, para su curso ulterior, el que suscribe ruégale, al mismo tiempo, haga 
sacar copia en papel corriente: 

Fin de Página 491 


VOLUMEN VIII Página: 492 

1.° Del primitivo recurso del 15 de mayo de 1865, y plano de la Tómbola.
2.° Del posterior recurso del 11 de abril de 1866.
3.° Del último recurso adjunto.


Estas copias, realizadas lo antes posible, y firmadas por dicho Secretario, serán entregadas en este despacho para ser transmitidas al 
señor Director Provincial de Loterías, en cumplimiento de lo dispuesto por el Artículo del Reglamento anejo al R. Decreto de 29 de junio 
de 1865, N.° 2.400. 

Por el Gobernador RADICATI 

Al Señor Secretario de la Comisión
Promotora de la Tómbola en favor del
Oratorio de San Francisco de Sales -Turín.


La Unidad Católica del 23 de enero de 1867, publicaba el Decreto: 

AVISO PARA EL SORTEO DE LA TOMBOLA 

Recibimos la siguiente nota: «El sorteo de boletos de la Tómbola en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, de 
San Luis en Puerta Nueva y del Santo Angel Custodio en Vanchiglia ((577)) por Decreto de este Gobierno Civil, con fecha 15 de enero 
de 1867, ha sido irrevocablemente fijada para el 1.° de abril próximo, a las diez de la mañana, en el Palacio Municipal de esta ciudad. 
Siendo necesario que esta noticia llegue a ser conocida y divulgada en el menor tiempo posible para todos cuantos poseen boletos de la 
misma, ruega la Comisión dirigente a V. S. Ilma. y Rvma. se digne concederle un puesto en su óptimo periódico; al mismo tiempo se 
ruega a los otros periódicos italianos quieran repetir en sus columnas este aviso en beneficio de todos los interesados. 
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Fin de Página 492 


VOLUMEN VIII Página: 493 

((578)) 

CAPITULO XLIX 

DIFUSION POR ITALIA Y ENVIO A ROMA DEL LIBRO: EL CENTENARIO DE SAN PEDRO -RECOMENDACIONES DE DON 
BOSCO A LAS ADORATRICES PERPETUAS -EL DINERO PARA EL VIAJE -UN BUEN REGALO -GENEROSIDAD DEL 
SEMINARIO -TRES MUCHACHOS QUE ABJURAN DEL PROTESTANTISMO -LA BEATIFICACION DEL COTTOLENGO Y 
UNA PALABRA DE DON BOSCO -SU VIAJE DE TURIN A ROMA -ERA ESPERADO EN FLORENCIA -RECIBIMIENTOS EN 
ROMA -EL CARDENAL CAGIANO, ENFERMO, QUIERE LA BENDICION DE DON BOSCO -PRIMER ENCUENTRO DE DON 
BOSCO CON EL CONDE VIMERCATI, SU HUESPED, Y EL EFECTO DE UNA BENDICION -TODA SUERTE DE 
CIUDADANOS QUIERE A DON BOSCO -EL ABATE MACCHI ES SU GUIA EN ROMA -PRIMERA VISITA AL SANTO PADRE 
QUE HABLA DE LA SOCIEDAD SALESIANA, REPITE A DON BOSCO EL MANDATO DE ESCRIBIR LAS RAZONES 
SOBRENATURALES QUE LE INDUJERON A FUNDARLA, CONCEDE INDULGENCIA A LOS BIENHECHORES DE LA 
NUEVA IGLESIA EN TURIN -DON BOSCO PREDICA EN EL COLEGIO ROMANO -CELEBRA EN LAS CAPILLAS DE LA 
DUQUESA DE SORA Y DE LA CONDESA CALDERARI -NIÑAS MUDAS QUE ADQUIEREN EL HABLA -ALMUERZO CON 
EL CONDE BENTIVOGLIO -MUERTE DEL CARDENAL CAGIANO DE AZEVEDO -EL ANUNCIO DE ESTA Y OTRAS 
COMUNICACIONES PARA LOS MENORES OBSERVANTES ALBERGADOS EN EL ORATORIO 

A comienzos de enero el libro de don Bosco sobre el Centenario del martirio de San Pedro ya estaba difundido por toda Italia, a fin de 
preparar a los fieles para la grandiosa solemnidad del 29 de junio y promover en los mismos una mayor adhesión a la Cabeza visible de la 
((579)) Iglesia. Se había enviado a Roma especialmente una gran cantidad de ejemplares en depósito. 

Antes de salir para la ciudad eterna, don Bosco visitó a algunos bienhechores e instituciones. 
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Recomendó a las Adoratrices Perpetuas de Jesús Sacramentado que acudiesen ía la Virgen Auxilium Christianorum! en los casos de 
apuro, y las religiosas se acordaron de ello, cuando unos días después cayó enferma su superiora. 

Los amigos iban al Oratorio para augurarle éxito en sus asuntos, y el conde Juan Melzi le llevaba desde Milán cincuenta liras, de parte 
del canónigo Ambrosio Jacopone. Al abrir la carta, con la que el Canónigo se encomendaba a sus oraciones y a las de los alumnos para 
obtener una gracia, don Bosco exclamó: 

-íHe aquí a la Virgen que provee para el viaje! 

Y de acuerdo con su costumbre, ni siquiera en aquellos días perdió ninguna ocasión para demostrar su agradecimiento a las familias que 
más le ayudaban. Así escribía a la hija del marqués Fassati: 

Señorita Acelia: 

Le envío un pequeño faisán que me acaban de regalar. Quién sabe si no le ayudará para fortalecerse y pasar todo el año feliz. Hágalo el 
Señor. Acéptelo. 

Deseándole toda suerte de bienes sobre usted y toda su familia, créame, 

De V.S. 

2 de 1867. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S. -Mis humildes saludos para sus señores Padre y Madre. 
El día 4 alcanzaba de la Curia de Turín el permiso para salir con un compañero de la diócesis y presentaba al Rector del Seminario su 
agradecimiento por la siguiente carta. 

((580)) 

SEMINARIO METROPOLITANO DE TURIN 

Turín, 4 de enero de 1867. 

Muy reverendo Señor: 

Habiendo sabido que V. S. va a ir a Roma, creo oportuno invitarle a ajustar sus cuentas con este Seminario. Como muy bien sabe, debe 
pagar cuatrocientas liras, correspondientes a los dos años de intereses vencidos en diciembre del 1866; por otra parte, además, la 
Administración del Seminario, en su sesión del 29 de octubre próximo pasado, ha determinado entregarle para los clérigos del Oratorio 
una subvención de doscientas cincuenta liras. Es necesario, por tanto, que V. S. me entregue las ciento cincuenta liras restantes y recibo 
de las doscientas cincuenta. Para esta 

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subvención encontrará preparada la correspondiente orden en la secretaría de este Seminario. 

Si no tengo la suerte de verle antes de partir, le auguro un feliz viaje, acompañado de toda clase de bendiciones, y me profeso 

Su seguro servidor Can. AL. VOGLIOTTI, Rector 

El 6 de enero hubo en el Oratorio una hermosa función, que la Unidad Católica describía así el día 8. 

TRES HIJOS DE MARIA 

El día de la Epifanía, por la mañana, fueron bautizados en el Oratorio de San Francisco de Sales tres muchachos americanos, hermanos, 
que pertenecían a la religión anglicana. Proceden de Nueva York; su padre ocupó un alto puesto en esta secta, razón por la que callamos 
su nombre. Murió obstinado en el error dejando en la triste miseria a tres hijos. Don Bosco, movido a compasión por su estado, los 
admitió en su Oratorio, y, después de haberles instruido convenientemente, cedió gustoso a su deseo de ser bautizados, condicionalmente, 
y admitidos en el seno de la Iglesia Católica. 

El excelentísimo señor Obispo de Balma ofició la ceremonia y les dirigió unas breves, pero elocuentes palabras de ocasión. El conde 
Luis Giriodi se dignó apadrinarlos. Se les impusieron los nombres de: Luis al primero, José al segundo y Juan al tercero; mas, por la 
particular devoción que ya tenían a la Santísima Virgen, los tres quisieron llevar también el nombre de María. 

Ese es el motivo por el que los hemos llamado hijos de María. 

Si todos los numerosos muchachos internados en este Oratorio pueden llamarse hijos de María, por la especial devoción que tienen a 
ésta ((581)) con mucha más razón habrá que dar ese nombre a estos afortunados neófitos, que de modo tan extraordinario fueron llamados 
por Ella a participar de los tesoros de la Iglesia Católica. Quiera Dios que sean siempre hijos dignos de tan gran Madre. 

Por aquellos mismos días daba don Bosco una respuesta con aires de profecía al chiquito Agustín Parigi, de once años. Su madre le 
había encargado que preguntase al Siervo de Dios si el canónigo Cottolengo, fundador de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, sería 
beatificado. El niño no entendía entonces lo que preguntaba, pero don Bosco le respondió con toda sencillez: 

-Di a tu madre que sí: el Cottolengo será beatificado, pero ni ella ni yo lo veremos en los altares: ítú lo verás! 

La buena mamá moría en el 1870. 

Agustín llegó a ser sacerdote y fue nombrado vice-párroco en Giaveno. En 1892 cayó enfermo de erisipela y, después de dos semanas 
de cama, quedó tan desfigurado, por la hinchazón de la cara y de la cabeza, que el médico le dio por deshauciado, le llegó a visitar seis 
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veces durante la última mañana, y a toda prisa hizo que le administraran el viático a las once cuarenta y cinco. Una vez que lo recibió, 
Agustín se durmió y, al despertar, se encontró fuera de peligro. 

-Durante todo el tiempo que duró el mal, nos decía él mismo, «yo estaba tranquilo, pensando: Cottolengo aún no ha sido beatificado...». 

Mientras don Bosco, antes de alejarse de sus hijos, daba las últimas disposiciones para la buena marcha del Oratorio y preparaba a 
todos con santos consejos, el caballero Oreglia recibía de Florencia, donde el Siervo de Dios era esperado, una carta, con fecha 2 de 
enero. 

«No me gustaría molestar a don Bosco durante estos cortos días de su permanencia en Turín, pero quisiera desear a todos un buen año, 
fecundo para la gloria de Dios; dígaselo de mi parte, como yo se lo digo a V. S., es decir, con todo corazón. 

Querría saber si don Bosco pasará por aquí, y si podré verle un momento, pues lo deseo mucho; si viene por la mañana, o por la tarde... 

Don Bosco me anuncia el envío de un paquete de libros, pero aún no los he recibido. Mis nietecitos van ((582)) mejor, gracias a Dios, y 
la niña está fuera de peligro; se lo comunico, ya que han tenido la caridad de rogar por mí y por mi familia. Dios se lo premie; diga a don 
Bosco que me alcance mucho amor de Dios y un poco de ciencia para saber ser útil a su casa, que considero como mía. 

Me gustaría saber cómo son las medias que llevan los muchachos de la casa, si de color o blancas, si largas o cortas. Me gustaría 
conocer la dirección de don Bosco en Roma. 

Ruéguele que no me olvide nunca, y usted, señor Caballero, recuerde también siempre ante el Señor a mi familia y a mi pobre alma. 

Servidora JERONIMA UGUCCIONI GHERARDI 

El día 7, a las nueve de la mañana, salía don Bosco hacia Roma, llevando consigo, a más de los documentos para la aprobación de la 
Pía Sociedad, muchos centenares de boletos de la tómbola para ofrecer a la generosidad de los romanos. El marqués Angel Vitelleschi le 
había rogado insistentemente que se hospedase en su palacio, pero ya había aceptado la hospitalidad en casa del conde Vimercati. 
Acompañaba a don Bosco don Juan Francesia, quien, con amable ingenuidad y fervor, escribió muchas cartas a Turín narrando cuanto le 
sucedió al Siervo de Dios durante los dos meses de su permanencia en Roma. 

Estas cartas formarán la parte principal de nuestros capítulos; 
nosotros añadiremos lo que hemos apuntado y recogido en 1867 de labios de don Bosco y de otros muchos testimonios, de las cartas de 
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señores de Roma que poseemos en abundancia, y de las charlas del mismo don Juan Bautista Francesia. 

Esta es la primera, dirigida al Prefecto del Oratorio. 

Roma, 9 de enero de 1867. 

Mi querido don Miguel Rúa: 

Después de haber descansado unos días, cumplo finalmente mi deber de dar alguna noticia sobre don Bosco. Buzzetti ya os habrá dicho 
algo sobre cómo salimos de Turín; mérito suyo es que hayamos podido entrar en la estación, puesto que ya estaban ((583)) cerradas las 
puertas, y subimos al tren a punto de salida. Soltamos un gran respiro diciendo: 

-íDeo gratias, hemos llegado! 

Durante el viaje no hubo nada de particular. Sentimos un poco de frío hasta Bolonia, a pesar de que íbamos en segunda clase y bien 
abrigados. En Cambiano subió un señor, el cual alabó el Oratorio y a su fundador con palabras, que no eran hijas de un frío cálculo, sino 
de un verdadero amor a la patria y a la religión. Vimos durante el camino unos pueblos que nos traían dulces recuerdos. En Reggio, 
donde el tren se detuvo unos instantes, miramos, más con el corazón que con los ojos, a ver si estaba por allí el buen Obispo de Guastalla, 

o alguien enviado por él. Finalmente, medio muertos de hambre, llegábamos a Bolonia a las dos. Obtuve, gracias a mi billete de favor, 
idéntico al de don Bosco, muchos honores y cumplidos por parte de aquellos señores. 
Lo que más me consoló fue ver que don Bosco comió con un apetito como hacía mucho tiempo no recuerdo haberle visto. Desde 
Bolonia, en vagón de primera clase, sin la molestia de ningún compañero de viaje, puedes imaginar fácilmente la satisfacción que 
experimenté al poder estar a solas con nuestro amadísimo don Bosco durante tanto tiempo. El Oratorio fue el tema favorito de nuestra 
conversación y hablábamos de él para aliviar la pena de la lejanía. Al pasar por Rímini recordamos al bueno de Silvio Péllico. No fuimos, 
como se había determinado, hasta Ancona, sino que. para ganar tiempo, nos paramos en el pueblecito de Falconara, donde cenamos. 
Algunos, al ver que nos santiguábamos antes de comer, se extrañaron; pero no hubo ningún desprecio o crítica, sino respeto y 
benevolencia. Después de pagar allí una buena cantidad, salimos a las diez de la noche hacia Foligno, donde tomamos el tren que, 
procedente de Florencia, se dirigía a Roma. 

Nos encontramos con una familia napolitana, buena y cristiana. En el vagón rezamos las oraciones del Oratorio, con los napolitanos, los 
cuales se unieron a nosotros con mucho gusto. Pero el tiempo nos invitaba a dormir. Don Bosco sentía la necesidad de descansar, pero no 
había medio de conseguirlo. Nuestros compañeros no hicieron más que reír y hablar durante toda la noche. íCómo sufría yo pensando en 
las molestias de don Bosco! Había pasado las noches anteriores casi sin dormir y ahora tampoco podía hacerlo. Pero yo sí que descansé. 

Empezaba por fin a despuntar el día suspirado. Aunque sin pasaportes, no encontramos dificultad alguna. Nos dejaron pasar. El aspecto 
de don Bosco no ofrecía ningún temor y, gracias a su protección, me encontré libre de toda molestia. Dos estaciones más y después 
Roma. Mi corazón y mis ojos la buscaban; pero el uno y los otros estaban tristemente preocupados por el aspecto uniforme y 
verdaderamente desolador de la campiña romana. Miraba lejos, lejos, para llenar mis ojos ((584)) con 
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paisajes más amenos, y ahora veía una mísera cabaña de pastores, ahora un pantano, y los habitantes tristes de los más tristes lugares. 

A muy poca distancia de Roma nos encontramos con monseñor Manacorda y el caballero Marietti, que con mucho regocijo entraron en 
nuestro vagón y nos acompañaron hasta Roma. Aquí esperaban a don Bosco muchas personas, entre ellas las marquesas Villarios y 
Vitelleschi, triste ésta porque veía escapar de su casa a la persona que tanto había deseado tener. Estaba también con ellas toda la familia. 
Sucedió algo que nubló un poco nuestra alegría. Como no encontrábamos nuestros billetes, había que pagar el viaje completo. Mas, Por 
intervención de los señores Manacorda y Marietti, nos libramos pro tempore (por el momento) esperando hallarlos en la estación de los 
pasaportes, donde yo temía haberlos olvidado. 

Subí a una de las estupendas carrozas que nos esperaban. A mi lado se sentaba el conde Calderari. Don Bosco celebró la misa en la 
capilla privada del conde Vimercati y yo en San Pedro ad Vincula. Finalmente aparecieron los billetes del ferrocarril. En la casa había 
muchas personas esperando a don Bosco, pero no sé quiénes eran ni tuve tiempo para preguntarlo. 

Apenas llegó don Bosco a Roma, como si se tratara de un príncipe, se corrió la noticia por toda la ciudad; y las distinguidas familias 
romanas vinieron a visitarle. Pero la fama de taumaturgo le había precedido y muchos desgraciados le esperaban como al ángel de 
salvación. íCuánta fe, cuánta confianza en nuestro don Bosco! íYo no lo había visto nunca, ni esperaba verlo! 

Terminada la misa, he aquí que llegó la carroza del cardenal Cagiano, que estaba gravemente enfermo y deseaba recibir enseguida una 
visita de don Bosco. Ya en otra ocasión este eximio purpurado se había encomendado en su enfermedad a las oraciones de don Bosco, 
había sido curado y ahora, en la recaída, ponía toda su confianza solamente en él después de Dios. Don Bosco le visitó, le bendijo, y le 
animó a confiar en la Santísima Virgen. Y ahora, con júbilo de Roma entera, en la que ese Cardenal es verdaderamente venerado, ha 
empezado a mejorar y se espera que dentro de poco estará fuera de peligro. Don Bosco se prepara para ver al Papa. Por todas las esquinas 
de la Ciudad no se veían esta mañana más que los anuncios de la Historia de Italia por el sacerdote Juan Bosco. No nos faltaba más que 
esta sorpresa para conmover los ánimos... 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
P. S. -Rueguen por nuestro bienhechor el conde Vimercati, enfermo de cierta gravedad. 
Apenas puso los pies en casa de su huésped, fue don Bosco a la habitación del Conde, santa persona que sufría hacía mucho tiempo 
((585)) acerbos dolores y vértigos. Le encontró en cama en un estado que daba compasión, sin humana esperanza de curación y pocas de 
poderse levantar. Se animó mucho al ver a don Bosco, quien le bendijo y anunció que pronto se levantaría. Al anuncio respondió el 
Conde: 

-íMuy bien! Sólo cuando me levante de la cama, dejaré que don Bosco vuelva a Turín. 

Decía esto creyendo imposible todo alivio. Pero, después de dos 
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o tres días, hete aquí que se calmaron los dolores y sin esfuerzo pudo levantarse y sentarse a la mesa con la familia. Cuando don Bosco le 
vio entrar en la sala, díjole: 
-»Entonces, señor Conde, quiere que me vaya a Turín? 

Recordó el Conde sus palabras y protestó que estaba arrepentido de haberlas pronunciado. El buen Padre tomó la cosa a broma; en 
efecto, aquella mejoría no era tal como para poder afirmar que el Conde estuviera totalmente restablecido. Parecía que el Señor no 
quisiera quitarle la cruz que le había dado para su bien, sino solamente hacerla menos pesada. Queda, sin embargo, la realidad de que 
había ganado mucho en fuerzas y no podía dudarse de la gracia concedida por la Virgen. 

Fiel a su costumbre de confesarse semanalmente, don Bosco había elegido para confesor al padre Vasco, jesuita, director espiritual del 
conde Vimercati, a quien iba a visitar cada ocho días. 

Pero lo que hay que hacer notar es que él, desde el primer día que se encontró en Roma, había comenzado y continuó durante todo el 
tiempo que allí permaneció, un verdadero apostolado, predicando cada día, confesando a menudo, visitando enfermos, institutos, 
colegios, monasterios y conventos, concediendo audiencias hasta altas horas de la noche: aconsejando a toda suerte de personas; dejando, 
con las medallas de María Auxiliadora y con la bendición en su nombre, la esperanza de la salud a muchos enfermos. Muchísimos se 
encomendaban a él como a un santo, con gran satisfacción del Sumo Pontífice, por el gran bien que se iba realizando. 

((586)) Un sacerdote joven, el abate Macchi, relacionado con la familia del conde Callori cuando iba a Roma, había tomado gran 
simpatía por don Bosco desde que le vio por vez primera. En consecuencia comenzó a acompañarle por todas partes y a hacerle de guía, 
siempre dispuesto a ejecutar cualquier recado suyo, y se ofreció totalmente al servicio de don Bosco durante el tiempo que permaneciera 
en Roma. Este sacerdote deseaba seguir la carrera diplomática y quizá no lo hubiera conseguido, porque el Pontífice no tenía de él una 
opinión muy favorable. Pero don Bosco supo disipar tan bien toda prevención del corazón del Papa Pío IX, que éste lo admitió en el 
Vaticano, concedióle el título de Monseñor y el cargo de Maestro de Cámara al servicio de la persona del Papa. Pero, más tarde la 
amistad de Macchi con don Bosco se enfrió, como veremos a lo largo de estas Memorias. 

El 15 de enero escribía don Juan Bautista Francesia al caballero Oreglia. 
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Roma, martes 15. 

Muy apreciado Señor: 

Don Bosco anda siempre muy ocupado y en consecuencia también el pobre Francesia. Hemos estado con el Santo Padre. íQué hermoso 
recibimiento tuvo don Bosco y, de rechazo, también el que esto escribe! 

Mientras estaba don Bosco en la audiencia, que duró tres largos cuartos de hora, yo me entretenía con todos aquellos Monseñores, que 
no se saciaban de oír hablar de don Bosco y de su Oratorio. Quedábanse tan admirados, como yo nunca hubiera sospechado. 

Para don Bosco no hubo antecámara. Terminada la audiencia del Ministro de Armas y del de la Policía que ya estaban con el Santo 
Padre, fue introducido él. Estaba la Embajada o Legación de los Estados Unidos, con todo el séquito, pero tuvo que esperar: y don Bosco 
pasó antes. 

Apenas le vio el Papa, después de los primeros saludos, comenzó a decir: 

-Por tanto, siguiendo la conversación interrumpida la última vez que nos vimos (en 1858), cuando nos estorbó el Cardenal que venía 
para la firma... 

Y empezó enseguida a tratar de nuestra Pía Sociedad, de la que entonces hablaba, como si se tratase de una conversación tenida ayer. 
Prueba de lo mucho que le interesaba. 

Después de un momento el Mayordomo, monseñor Pacca, me hizo pasar ((587)) ante el Pontífice. íQué momento el mío! Cuando 
estuve a los pies del Santo Padre, colocó El su sagrada mano sobre mí, besé cariñosamente su anillo, acordándome que representaba a 
todos los muchachos, clérigos, sacerdotes y seglares del Oratorio. íQué mirada tiene Pío IX! íQué dulces palabras brotan de sus labios! Al 
saber que yo había sido un pobre artesano, no dejó de recordar el colegio apostólico formado por pescadores, ni olvidó al publicano que 
era quizá el único de cierta condición. 

El Pontífice está muy bien, ocupado continuamente en los negocios de Estado y de la Iglesia. Roma lo admira, lo ama, y yo diría, lo 
adora. 

Pío IX ha prometido a don Bosco recibirle más veces para hablar con mayor libertad. 

El Siervo de Dios había sido admitido a esta audiencia el día 12, sábado. Por la mañana había celebrado la santa misa en la capilla de la 
duquesa de Sora, como se ve por una carta de la misma. 

Las primeras palabras que el Papa le dijo fueron realmente éstas: 

-Entonces... señor Abate, »habéis tenido en cuenta mi consejo? »Habéis escrito lo que se refería a la inspiración de fundar vuestra 
Sociedad? 

-Pero, Santo Padre, respondió don Bosco; la verdad es que no tuve tiempo, en medio de tantas ocupaciones... 

-Pues bien: siendo así no solamente os lo aconsejo, sino que os lo mando. Todas las demás ocupaciones de cualquier género que sean, 
tengan la importancia que tengan, deben dar paso a ese trabajo. Dejad todo a un lado, si no podéis hacer de otro modo, pero 

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escribid. El grandísimo bien que ciertas cosas harán cuando vuestros hijos lleguen a saberlas, no podéis vos comprenderlo del todo. 

Y don Bosco prometió que escribiría. Y escribió. 

Habló entonces el Papa de la iglesia de María Auxiliadora: quiso saber en qué punto se encontraban los trabajos y concedió a todos los 
que habían concurrido a la erección del sagrado edificio especiales favores espirituales, en estos términos: 

1.° La Bendición apostólica, con indulgencia plenaria, in artículo mortis; 

((588)) 2.° Indulgencia plenaria cada vez que se acerquen los mismos a recibir la santa comunión; 

3.° Estas indulgencias pueden ser aplicadas como sufragio por las almas del purgatorio. 

Continúa la carta de don J. B. Francesia: 

Adonde quiera que don Bosco va, acuden las principales familias romanas. El duque de Salviati, el príncipe Borghese, el duque de 
Sora, el príncipe Odescalchi, y, debido a ellos, muchas y muchas otras personas entablan relación con don Bosco. Mientras tanto, él no 
cesa de dar audiencias de la mañana a la noche y puede imaginarse con cuánto detrimento para su salud. 

El domingo (13) estuvimos en el Colegio Romano, donde don Bosco pronunció un devoto y agradable sermoncito. íQué frutos produjo! 
Los muchachos no sabían separarse, quedaron prendados de él y querían que se los llevase consigo a Turín! íQué hermosa mies! Pero no 
faltan los trabajadores: íaquellos padres son verdaderamente ejemplares! En varias ocasiones yo creía encontrarme en el Oratorio. 

Puede decirse que don Bosco no ha hecho todavía nada extraordinario; parece que el Señor no quiere por el momento hacerle grande 
aquí en Roma. Pero, sea como fuere, el recuerdo que don Bosco deja por donde pasa, es siempre hermoso. Se admira su calma, la sonrisa 
de su rostro, la imperturbabilidad de su alma. 

El cardenal Cagiano, que murió durante la noche del domingo pasado, había puesto tal confianza en don Bosco que quería dejarle 
heredero de todo lo suyo y costó mucho hacerle cambiar de idea. Sin embargo, no le había visto nunca antes.Murió como un santo y le 
lloró toda Roma. Don Bosco tenía alguna esperanza de curación y rezó mucho, pero el Señor dispuso las cosas de otro modo. Hubiera 
sido algo muy espectacular. 

El conde Vimercati mejora de su malestar, pero muy despacio: don Bosco quiere lograr que cure antes de dejarlo y me encomienda le 
diga que durante estos días se rece en el Oratorio con mayor fervor por esta preciosa y caritativa persona. Prometió una buena limosna 
para la iglesia; nada menos que los gastos de la cúpula, si obtenía la salud. 

El altar confiado al conde Bentivoglio se hará y hemos de esperar que resultará bien. Fuimos a comer con ellos y quedaron muy 
contentos. 

La condesa Calderari estaba seriamente indispuesta: pero va mejor. Don Bosco fue a celebrar misa en su capilla. 

»Hay algo nuevo en el Oratorio? Esperamos noticias, que seguramente estarán de camino. Esperamos sean buenas. Diga al que habla 
por la noche a estudiantes y 
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aprendices que don Bosco recomienda su misión a sus oraciones. La oración no solamente le es oportuna en estos días, sino muy 
necesaria. 

((589)) ... Un saludo especial a don Enrique Bonetti para que lo transmita a mis queridos filósofos. Aunque estoy seguro de que se hace, 
y bien, recuerdo, sin embargo, la meditación y la lectura espiritual. Créame, queridísimo Caballero, que también nosotros necesitamos 
que el Señor nos bendiga, para que don Bosco obtenga alguna gran ayuda. La tierra está preparada, está sembrada, y usted no fue un mal 
agricultor. Si todo ha de ser para la mayor gloria de Dios y salvación de las almas, no quedaremos desilusionados... 

JUAN B. FRANCESIA, Pbro. 

Y no quedaron desilusionados, ya sea por lo que don Bosco hacía, ya sea por lo que predecía y se iba cumpliendo. 

A través de la marquesa Villarios había conocido a la condesa Calderari, cuyas hijas eran mudas y no articulaban palabra. La Condesa 
desahogó su dolor con don Bosco, quien le aseguró que, si contribuía a la construcción de la iglesia de María Auxiliadora, la Virgen le 
consolaría sin falta. 

-íPero mire que no hablan, decía la Condesa con acento desgarrador señalando a sus hijas! 

-íHablarán!, respondió don Bosco. 

Y así fue. En 1870 hablaban expeditamente. Don Miguel Rúa y don Juan Bta. Francesia dan testimonio de ello. 

Mientras tanto, el reverendísimo padre Delfín Gastaldi de Scarnafigi, de la orden de los Menores Observantes de San Francisco, 
Ministro Provincial del convento de Nuestra Señora de la Consolación en Turín, notificaba el 31 de enero, también a sus religiosos legos, 
expulsados de sus conventos y refugiados en el Oratorio, la muerte del eminentísimo Antonio María Cagiano de Azevedo, Protector de la 
Orden, sucedida en Roma el 14 de enero, y la elección del nuevo protector, cardenal Luis Amat; les exhortaba a sufragar el alma del 
difunto conforme a las Constituciones y les comunicaba algunas facultades concedidas por el Sumo Pontífice, mientras durase el tiempo 
de la supresión. 
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((590)) 

CAPITULO L 

NO SUCEDEN HECHOS EXTRAORDINARIOS -LA DUQUESA DE SORA Y UN PERRO RABIOSO -GENEROSA LIMOSNA 
UN NIÑO ENFERMO Y LA MEDALLA DE MARIA AUXILIADORA -PROFECIA CUMPLIDA -CURACION: LOS ENFERMOS 
DESEAN LA VISITA DE DON BOSCO -ORACIONES POR EL CONDE VIMERCATI -LOS TRAMITES DEL COMENDADOR 
TONELLO PARA EL NOMBRAMIENTO DE OBISPOS, ENCALLADOS -PIO IX PIDE Y ACEPTA CONSEJO A DON BOSCO 
EL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO, EL COMENDADOR TONELLO Y EL VENERABLE -CORTESIA DE MONSEÑOR 
PACIFICI CON DON BOSCO: ESTE NO HACE ANTECAMARA EN EL VATICANO -DIVERGENCIAS ARREGLADAS -SE 
PROCEDE A LA ELECCION DE PASTORES PARA LAS SEDES VACANTES -EL PRIMERO PROPUESTO POR EL REY 
CONTINUA AFLUENCIA DE NOBLES VISITANTES EN CASA VIMERCATI -MEJORIA DE UN ENFERMO -EL NUEVO 
ARZOBISPO DE TURIN Y DON BOSCO -SE DESEA UNA CASA SALESIANA EN ROMA -MUCHOS QUIEREN TRATAR 
CON DON BOSCO LAS COSAS DE SU ALMA -LA HISTORIA DE ITALIA SE VENDE RAPIDAMENTE -ESPINAS Y ROSAS: 
EL SENADOR DE ROMA JUSTIFICADO ANTE EL PAPA 

POR tercera vez tomaba la pluma don Juan Bautista Francesia para enviar noticias a Turín: 

Roma, 17 de enero de 1867. 

Carísimo Caballero: 

Parece que el Señor no permite que don Bosco realice los hechos verdaderamente prodigiosos que sucedieron en otras partes. Y además 
si sucediesen, ((591)) don Bosco es lo bastante humilde para no contarme a mí todo lo que le pasa. Soy todo ojos y oídos para recogerlo. 

La duquesa de Sora las pasó negras el otro día. Echaron del palacio un perro rabioso que amenazaba causar algún estrago; pero invocó 
el auxilio de María Auxiliadora, y, no se sabe cómo, ella quedó libre. Trajo una limosna y promete más. El sábado pasado celebró don 
Bosco la misa en la capilla de la Duquesa y recibió más de mil liras de una persona, por una gracia recibida. 
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Fue a visitar a un niño de casa De Maistre que estaba gravemente enfermo y parecía que fuera a morir. Había que operarle, mas no se 
sabía cómo y dónde. íQué pena! 

Don Bosco le bendijo y con la medalla tocó su cuerpecito. Donde don Bosco tocó, maduró el tumor y los médicos pudieron intervenir. 
Pero, aún sucedió algo más singular. Allí donde operaron los médicos fue un éxito y en otros dos puntos donde tocó la medalla, se 
produjo por sí misma una supuración. El niño mejora y se espera verle curado... 

Pablo De Maistre, hijo del conde Eugenio, tenía la cara y el cuello hinchados. El 16 de enero don Bosco le bendijo y fue a celebrar la 
santa misa en la iglesia vecina de San Carlos. Había allí «mucha gente, escribe al Caballero la duquesa de Sora, y me contaron que, 
habiéndose sentado él en el confesonario, en poco tiempo se vio totalmente rodeado». Una vez que hubo celebrado la misa, pareció que el 
enfermo mejoraba; tanto que, habiéndose presentado el médico, confirmó que se podía efectuar un corte sin peligro, lo que antes no se 
había atrevido a hacer. Desde aquel momento la hinchazón comenzó a desaparecer y quedó asegurada la curación. 

Pero no acaba aquí. El Siervo de Dios, después de haber dado la bendición al niño, había dicho a sus padres: 

-No morirá: será sacerdote. 

Nadie descubrió a Pablito lo que don Bosco había predicho de él; 
solamente se lo dijeron cuando, ya jesuita, estaba ordenado in sacris. 

El Conde nos narró el hecho y añadió, que, cuando él vivía en las Quattro Fontane, hospedó en su casa a don Bosco, y era tal la 
multitud que llenaba las escaleras, que apenas si los inquilinos podían salir de sus apartamentos, y él tenía ((592)) que hacer entrar a los 
visitantes por una puerta y salir por otra. 

Aún añade más noticias la carta de don Juan Bautista Francesia: 

La otra tarde (15 de enero) visitó a otro niño enfermo también: pocas, por no decir ninguna, eran las esperanzas de que curase, pero 
después de la bendición de don Bosco comenzó a mejorar. Los doctores hacen los más grandes elogios por el resultado de las curas de 
éste su nuevo colega. No hay un enfermo en Roma que no ansíe la visita de don Bosco. Tan pronto está en la plaza del Popolo, como en 
el Borgo Nuevo, como en otras partes lejanas y opuestas. 

No hay una iglesia, ni una casa privada con capilla, donde no se desee su misa... 

Don Bosco agradece lo que se hace en el Oratorio y anima a continuar con más fervor. íAh, si se pudiese obtener la curación del 
estupendo conde Vimercati, nuestro huésped! Mejora, sí, pero no cesan las molestias; no puede sostenerse en pie, no duerme por la 
noche; en fin, sin un milagro íno saldrá de ello! íRecemos! 

La salud de don Bosco empeora a causa de lo mucho que habla: tiene las piernas enormemente hinchadas y no puede descansar de 
noche. 
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Durante aquellos días su más grave ocupación era la del nombramiento de los Obispos. 

El 21 de diciembre había comenzado el comendador Tonello a tratar de ello con el cardenal Antonelli; secretario de Estado. Los 
prelados expulsados habían vuelto a sus diócesis y no había más cuestiones de declaraciones y licencias. La cosa era más sencilla. 
Tonello tenía orden de condescender con las justas exigencias de la Santa Sede en varios puntos acerca de los cuales Vegezzi había 
tenido que manifestar que el Gobierno sería inflexible, por lo que fácilmente se abandonaron muchas pretensiones entre las cuales la del 
exequatur y la del juramento de los obispos. 

Pero, desde la primera audiencia, había declarado el cardenal Antonelli que la Santa Sede no pondría obstáculos para la presentación de 
los obispos en las antiguas provincias del Piamonte y del Lombardo-Véneto: pero que nunca aceptaría del Gobierno las de los otros 
estados italianos y menos aún las de los territorios pontificios arrebatados al Papa. Exclusión que ((593)) ponía en peligro a todo el centro 
y sur de Italia de quedar sin obispos y podía dar lugar a ciertas veleidades cismáticas de algún miembro del gabinete italiano. 

La verdad es que el ministro de Cultos, Borgatti, había escrito a Tonello que todas las negociaciones se hicieran sólo de viva voz y no 
con actas escritas, pues no quería comprometerse para el porvenir. 
Se mantenía en la razón de Estado y en el derecho, según él, del nombramiento de los Obispos, atribuido al laicado de la Asociación 
Católica. Tonello, de acuerdo con las instrucciones recibidas, debía buscar que en el porvenir tuviese parte el pueblo en la elección de los 
Obispos. 

Quería además el Gobierno que todos los que hubieren sido elegidos, presentasen las Bulas. Y el cardenal Antonelli no accedía. 

Estaban las cosas en este punto cuando don Bosco llegó a Roma. Mucho le dolió saber el mal sesgo que tomaban las negociaciones y 
vio que las concebidas esperanzas podían desvanecerse muy pronto. Hacía más de quince años que en el Piamonte no se nombraba un 
solo obispo. 

En este punto le mandó llamar Pío IX para oír las proposiciones que él haría para conciliar las divergencias. 

Contra estas negociaciones surgían objeciones y obstáculos por todas partes. Querían los Cardenales que las autoridades italianas se 
pusieran totalmente a disposición del Santo Padre antes de llegar a una decisión. El cardenal Antonelli era inflexible en mantener las 
condiciones impuestas al Delegado del Gobierno del Rey. El Ministro 
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de Hacienda pretendía las Bulas. El Papa estaba indeciso, porque temía que se propusiesen para la dignidad episcopal personas 
palaciegas. 

En cuanto don Bosco estuvo ante Pío IX, díjole éste sonriendo: 

-»Con qué política resolveríais vos tantas dificultades? 

-Mi política, respondió don Bosco, es la de Vuestra Santidad. Es la política del Pater Noster. En el Pater Noster ((594)) suplicamos 
cada día que venga el reino del Padre Celeste sobre la tierra, esto es, que se extienda más, que sea mejor comprendido, más vivo, más 
poderoso y glorioso: Adveniat regnum tuum! (venga a nosotros tu reino) y esto es lo que importa. 

E insistió en que se antepusiese el bien de las diócesis y se estudiase el modo de asegurarlo. 

-Será difícil encontrarlo, de forma que podamos lograr hacer algo, observó el Papa. 

Don Bosco respondió: 

-La francmasonería no cede, pero, si nos deja hacer, espero que llegaremos a una conclusión. 

Y explicó su pensamiento. No hacer distinción en los trámites entre las provincias piamontesas, lombardas, vénetas y las de los estados 
arrebatados a los príncipes italianos y al Papa: que el Gobierno de Italia propusiese para los Obispados las personas que más le agraden, y 
que haga lo mismo la Santa Sede, representada por el cardenal Antonelli ante el Gobierno: que no arbitren la Santa Sede ni el Gobierno: 
que el Pontífice, confrontando la nota de la Santa Sede con la del Gobierno, eligiese a aquéllos sobre los cuales estuviesen de acuerdo las 
dos notas: que se empezase con el nombramiento de un cierto número de Obispos solamente, para dar principio a las provisiones más 
urgentes de las diócesis vacantes; que estos obispos fuesen destinados a las Sedes para las que por parte del cardenal Antonelli no hubiese 
dificultad; lo de las Bulas sería asunto suyo; no obstante, se recomendaba que no se comprometiese con revelaciones inconsideradas el 
éxito de la tramitación. 

Pío IX se adhirió al consejo de don Bosco y le dio plena libertad para tratarlo con el comendador Tonello, reservándose toda libertad 
para decidir y actuar. 

Dio, pues, don Bosco los primeros pasos con el cardenal Antonelli y con algún trabajo le indujo a considerar las cosas bajo su punto de 
vista, no tanto político, cuanto religioso, en el sentido estricto de la palabra. 

((595)) Fue después a Tonello, a quien Ricasoli había telegrafiado: 
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«Tratad de aveniros con don Bosco». El Comendador, que no era enemigo de la Iglesia, se entendió fácilmente con él y no sólo se prestó 
a no poner obstáculos al nombramiento de los Obispos, aunque las instrucciones de Ricasoli eran muy exigentes, sino que se declaró 
dispuesto a cooperar en los actos del Papa. Comprendía muy bien que éste no podía consentir que los nuevos elegidos, y principalmente 
los destinados a las diócesis de los antiguos Estados Pontifícios, presentasen las Bulas al Gobierno: en consecuencia no se obstinó en 
exigir tal presentación y se contentó con un simple aviso de nombramiento. 

El Papa, conocida la flexibilidad de Tonello, se alegró de ello y aprobó. El Gobierno italiano estaba interesado en dar una satisfacción a 
Francia, y condescendió. 

A partir de aquel momento la discusión entre el Delegado Pontifício Antonelli y el Comendador, se redujo al modo de hacer y 
reconocer los nombramientos episcopales; y convinieron verbalmente proceder de esta forma: 

-Se establecieron de nutuo acuerdo las Sedes y las personas a nombrar: el Delegado Pontifício comunicaría al Gobierno la designación 
de las diócesis y de los elegidos: la Santa Sede expediría bulas, conforme a las del último arzobispo de Génova, omitiendo lo tocante a la 
presentación regia; se entregaría una nota de ello al enviado; y éste escribiría al Ministerio para que se diesen las disposiciones oportunas, 
con el fin de que los nombrados tomaran posesión de sus Sedes. 

Le tocó a don Bosco ir varias veces del cardenal Antonelli al Papa, del Papa a Tonello, y de Tonello al Vaticano. Consiguió así tal 
confianza con Pío IX, que le bastaba presentarse para tener audiencia inmediatamente. 

Monseñor Pacifici, que sostenía cordial amistad con el Venerable, como tenía que ir por su cargo dos veces a la semana al Vaticano, 
pasaba infaliblemente por casa Vimercati con su coche, para ver si don Bosco necesitaba ((596)) ir a ver al Papa o al cardenal Antonelli. 

Concluidos y aprobados los trámites por ambas partes, se procedió a los nombramientos. Pío IX hizo que le entregaran una lista de los 
mejores sacerdotes que se conocían en las diversas diócesis de Italia, y encargó a don Bosco que le anotara los nombres de los que él 
tenía como los más dignos, por su doctrina y preclaras virtudes, para proponerlos al Gobierno italiano para las diócesis del Piamonte. 
También Tonello pidió instrucciones y los nombres de los eclesiásticos 
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que el Ministerio pensaba proponer, y formó la lista para presentar al Papa. El rey Víctor Manuel expresó su deseo de que fuese elegido 
arzobispo para Turín monseñor Alejandro de los condes Riccardi de Netro, Obispo de Savona, y el Papa consintió. 

De todos estos trámites da noticias don Juan Bautista Francesia al final de la carta, fechada el 17 de enero: 

Son las tres de la tarde del día 18. La sala de espera está llena de gente que quiere hablar con don Bosco. Estuvieron aquí las damas de 
honor de la Reina de Nápoles con el Capellán de Francisco II, la princesa Orsini, el caballero Schroctez de los Caballeros de Malta y 
tantas condesas y monseñores que no sé cómo acabará don Bosco... 

Una pobre mujer, enferma desde hace mucho tiempo y ya viaticada, se encomendó a don Bosco para que la bendijese, si no podía ir a 
verla. Es madre de cinco criaturitas. Don Bosco le recomendó la acostumbrada receta, y ahora sé que mejora y que pronto estará fuera de 
peligro. 

Es grande la confianza que todas las gentes, aun las de más alta alcurnia, ponen en don Bosco. Ya ha tenido dos largas audiencias con 
el cardenal Antonelli y arregló varios asuntos, allanó dificultades y enderezó muchas diligencias políticas y entendimientos de muchísima 
importancia. 

Sostuvo coloquios con Tonello, que le trató con gran bondad, y está dispuesto a recibirle siempre que lo creyera de alguna utilidad. 

Habló con el futuro Arzobispo de Turín, el cual había venido antes a visitarlo en casa de Vimercati. Sin duda alguna nos será muy 
favorable y casi diría, agradecido a don Bosco. 

Se desea que don Bosco abra una casa en Roma. 

Hace diligencias con altísimos personajes, que resultarán muy útiles para la Iglesia. Dicen que ve como hechas muchas cosas, lo mismo 
que otrora veía hecho el Oratorio, que de las regiones ideales descendió luego a las reales. 

((597)) Con sus santos modales enamora de Dios a muchas personas, poco devotas, que suspiran por el momento de poder confesarse 
con él. 

Ha hecho amistad con dragones pontificios que también quieren, pese a toda dificultad, tratar con él de temas espirituales. En poco 
tiempo don Bosco ha llegado a ser el verdadero apóstol de Roma. A alguno, sin haberle conocido nunca, le ha revelado sus pecados; 
piense, por tanto, cuán grande es el deseo, especialmente entre los jóvenes, de hablar con don Bosco. En estos lugares, ya dignos de nota 
por la piadosa y noble persona que habita en ellos, hay tanta concurrencia que a todos maravilla. 

Don Bosco espera numerosos ejemplares de la Historia de Italia, que desean vivamente muchas personas, después del anuncio colocado 
a la entrada de casi todas las iglesias de Roma. 

El otro día fuimos a comer en casa del Senador de Roma, después hubo reunión con el primer banquero con el fin de proveer al 
numerario que se echa en falta. Don Bosco era escuchado como un oráculo. 

Algún celoso admirador, con un deseo exagerado de hacer bien a don Bosco, ha divulgado cosas falsas sobre él y que podrían causarle 
daño. 

Cuando su hermano (Padre Oreglia) dijo que don Bosco tendría en Roma una demostración católica, no dijo más que la pura verdad. 
Tengo ante mí un montón 

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de tarjetas de visita de personas que vinieron a nuestra habitación y no pudieron ver o hablar con don Bosco. 

íOh! si nuestros muchachos viesen cómo tratan a don Bosco personas que nunca le habían visto ni conocido, tendrían una gran 
satisfacción y estoy seguro de que le aprovecharían más cuando está en el Oratorio, y sacarían más fruto de su presencia. 
He pensado muchas veces en esto, al ver a condes, marqueses y príncipes a porfía para tocarle las manos, besarle la sotana y obtener su 
bendición. Con una preciosa carta fue invitado a comer con el duque Salviati, a celebrar la misa en casa del príncipe Borghese y del 
príncipe Torlonia. Y todo este entusiasmo, sin que nada extraordinario haya sucedido en estos días. Es un verdadero milagro comprobar 
que todos, al separarse de don Bosco, están satisfechos sólo con haberle visto. 

La Historia de Italia se vende muy deprisa. El domingo iremos a comer en la Civiltà Cattolica. Diga a todos los que escribieron a don 
Bosco que leyó con placer sus cartas, y que pronto tendrán respuesta. Deseamos noticias del Oratorio con la misma impaciencia con que 
usted desea las de Roma. Muchos saludos en casa Occelletti y a los muchachos del Oratorio de San José de mi parte... 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
Decía la carta que el 16 de enero don Bosco había sido invitado a comer por el marqués Francisco Cavalletti. ((598)) Este había sido 
nombrado Senador de Roma, esto es Gobernador, el 10 de julio de 1865, y debía durar en el cargo seis años. Como responsable del orden 
en la ciudad, era odiado por los enemigos internos y externos, vivía en medio de conjuras y peligros de traición. Dan fe del estado de su 
ánimo las cartas que escribió a don Bosco 1. 

Pero, no obstante su fidelidad en la defensa del trono Pontifício, había sido desacreditado ante el Papa. Mientras estaba ausente de 
Roma, los liberales habían hallado el modo de hacer llegar a Pío IX una petición con veinticinco mil firmas exhortando al Pontífice a que 
renunciase al poder temporal. El no haber impedido aquella ofensa iba en descrédito de la fidelidad y atención del Senador. 

Don Bosco, previendo lo que sucedía, había escrito el 21 de mayo de 1866 al caballero Oreglia, que se encontraba en Roma: «Diga a S. 

E. el marqués Cavalletti, Senador de Roma, que la divina 
1 Muy Reverendo Señor: Debía haber respondido antes a su muy apreciada del 22 de octubre, que me envió por medio del dignísimo 
Monseñor que me la entregó; pero llevo una vida llena de asuntos, que perjudican mucho mi salud (particularmente los sucedidos en la 
semana pasada) y no me han dejado hasta hoy cumplir con usted este mi deber de gratitud. Le estoy muy reconocido por su carta y por lo 
mucho que vale lo que ella contiene. Siempre he apreciado muchísimo las oraciones de los siervos de Dios y especialmente las suyas y 
las de los muchachos que usted tan dignamente dirige. El Señor me otorgue su protección, de la que me considero el más indigno, vea el 
fin que me he propuesto de sacrificarme por su Vicario en la tierra, y me dé fuerzas para poder vencer los obstáculos y paciencia para 
aguantar los disgustos de los que soy y seré objeto. Siga usted rogando por mí... Roma, 10 de noviembre de 1866.-Su afectísimo seguro 
servidor. FRANCISCO CAVALLETTI. 
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Providencia le prepara un precioso ramillete de rosas escogidas, mas para tomarlas es necesario que apriete las muchas espinas que 
esconden. Pronto sabrá todo; no puedo escribir más». 

En este momento tenía el Marqués que apretar las espinas entre sus manos. No quería dimitir de su cargo, pues sabía que sería puesto 
inmediatamente en su lugar, por intrigas apasionadas, un hipócrita malvado, enemigo del Papado. El estaba resuelto a sufrir cualquier 
daño y ofensa ((599)) por el Pontífice; pero no quería permanecer en su puesto teniendo en contra al Papa. Don Bosco lo tranquilizó 
diciéndole que él mismo iría a hablar de ello con Pío IX. Efectivamente, al atardecer fue al Vaticano, prometiendo que volvería para cenar 
con el Marqués y trayéndole una respuesta. La hora de la cena era a las siete. Don Bosco fue a la audiencia hacia las cinco, y a las siete 
aún no había vuelto. A las siete y media estaba el Marqués para sentarse a la mesa, cuando apareció don Bosco con cara sonriente. 
Ordenó el Marqués a los criados que se retiraran y, sólo con la familia, preguntó enseguida: 

-Y bien, »qué ha dicho el Papa? 

-El Papa, respondió don Bosco, demostró un gran afecto para usted y me dijo: «Decid, pues, a mi querido Marqués...» -»Dijo querido? 
»Dijo querido?, preguntó ansioso. 

-Por dos veces ha repetido esta frase. 

-íBasta, basta! No quiero oír nada más. íHa dicho mi querido Marqués! íNo necesito más! íQue me apuñalen los francmasones, nada me 
importa, ahora que el Papa me ha llamado querido! 

Don Juan Bautista Francesia estaba presente a este diálogo. El Senador demostró su gran amor por el Sumo Pontífice gobernando Roma 
hasta 1870, especialmente durante las revueltas de otoño de este mismo año 1867. 
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((600)) 

CAPITULO LI 

MUCHACHOS DE LA NOBLEZA AYUDAN A MISA A DON BOSCO -CARTAS DEL ORATORIO PARA DON BOSCO 
CARTA DE DON JUAN B. FRANCESIA A SUS ALUMNOS; 
OTRA AUDIENCIA DE PIO IX A DON BOSCO; FAVORES ESPIRITUALES CONCEDIDOS POR EL SANTO PADRE; 
CURACIONES; UNA MADRE PRESENTA A DON BOSCO SU HIJITO MORIBUNDO; AFORTUNADOS LOS QUE VIVEN 
JUNTO A DON BOSCO; MEJORA EL CONDE VIMERCATI; ORACIONES EN LAS HABITACIONES DE SAN LUIS, SAN 
ESTANISLAO Y EL BEATO BERCHMANS -CONVERSACIONES DE PIO IX CON DON BOSCO; LA AMNISTIA; TRES PAPAS 
DEUDORES DE DON BOSCO; SUPLICA ESCUCHADA -OFRECEN A DON BOSCO LA DIRECCION DE VIGNA PIA 
DIFICULTADES PARA OBTENER LAS DIMISORIAS PARA LAS ORDENACIONES Y APROBACION DE LAS REGLAS; 
DIALOGO CON EL SECRETARIO DE LA CONGREGACION DE OBISPOS Y REGULARES -DON BOSCO, INVITADO A 
COMER CON LOS PADRES DE LA CIVILTA CATTOLICA, NARRA SUS COLOQUIOS CON RICASOLI Y TONELLO -HACE 
LLEGAR LIBROS PROTESTANTES A MANOS DEL PADRE PERRONE PARA QUE LOS REFUTE -ES TENIDO COMO SANTO 
POR EMINENTES ECLESIASTICOS -EL PADRE PIO MORTARA EXPONE SUS IMPRESIONES, DESPUES DE OBSERVAR A 
DON BOSCO, Y RECONOCE EN EL EL DON DEL DISCERNIMIENTO DE LOS ESPIRITUS 

LOS señores que tenían capilla en su palacio iban a porfía para invitar a don Bosco a celebrar en ella la santa misa y los muchachos de la 
nobleza deseaban servirla. El príncipe Pablo Borghese quiso ayudársela en Roma y cuando iba a iglesias fuera de la ciudad. Y recordaban 
((601)) con placer aquellos felices momentos. El marqués Santiago Antinori escribía a don Bosco en marzo de 1868 desde el Colegio de 
Nobles, donde estudiaba primer curso de filosofía: «Espero no se haya olvidado de mí, como yo no me olvido nunca de usted, con quien 
tuve la fortuna de hablar varias veces en casa del conde Vimercati y el honor de ayudarle a la santa misa el 
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día de la cátedra de San Pedro, el año pasado, en casa de la condesa Mellingen, el 18 de enero». 

El sábado, día 19, después de haber celebrado en la capilla familiar de la duquesa de Sora, tenía el Siervo de Dios una nueva audiencia 
con el Papa. 

Don Juan Bautista Francesia daba cuenta al Oratorio con gran viveza de expresiones, por qué, aun cuando eran muchos los que 
escribían a don Bosco, no igualaban en número a los de 1858. Así lo afirmaba don Celestino Durando, que tenía el encargo de expedirlas. 
La causa del enfriamiento de algunos era que don Bosco ya no podía estar tan seguidamente con los alumnos como en los primeros 
tiempos, y los nuevos, que habían entrado en octubre, aún no habían tenido tiempo de conocerle. 

Roma, 21 de enero de 1867 

Muy queridos muchachos: 

Mi carta está totalmente destinada a vosotros. Hace mucho tiempo que no os veo ni os hablo; siento verdadera necesidad de deciros 
alguna palabra, sobre todo porque tengo grandes cosas que comunicaros. 

El sábado pasado, ocho días después de la primera audiencia con el Santo Padre, don Bosco fue nuevamente invitado. Y para poder 
hablar con más tranquilidad con su Santidad, fue a las cuatro de la tarde, hora en la que no se recibe más que a personas muy distinguidas. 
Si pudiera deciros el interés que despierta en todos los romanos la querida figura de nuestro don Bosco, no os extrañaría seguramente que 
el mismo Pontífice le invite a ir al Vaticano. Fui con él, podéis imaginar con qué satisfacción para mí. íCuántos hermosos salones! íSi 
fuesen nuestros para el recreo! íQué magníficos corredores, cuántas pinturas y cuántas otras cosas que vosotros podéis imaginar mejor 
que yo describir! 

((602)) A las cuatro, pues, estaba don Bosco, siempre tranquilo y contento, ante el Pontífice. Viole éste y le dijo: 

-Oh, mi carísimo don Bosco, venid, deseaba tanto volver a veros... 

Aunque dicen lenguas que tengo buen oído, y vosotros lo sabéis, no pude oír más. La audiencia duró más de una hora. Ciertamente no 
pudo olvidaros, y como tenía tan cerca al Vicario de Jesucristo, pidióle algunos favores espirituales para vosotros y para los oratorios de 
Turín, Lanzo y Mírabello. 

íQué queréis! Os ama tanto nuestro don Bosco, que, doquiera va, os recuerda. Acordaos de él, por vuestra parte, más aún, escribidle 
Para mayor seguridad al lugar más querido y más hermoso, puesto que Su Santidad Pío IX os concede indulgencia plenaria in artículo 
mortis, indulgencia plenaria cada mes si confesáis y comulgáis, y esto para toda la vida. íQué favores más hermosos, queridos míos, que 
no se conceden tan fácilmente! A saber qué harían otros para obtenerlos. 

El Santo Padre preguntó con mucho interés por vosotros, habló también de Domingo Savio y de si hay otros que le emulan en virtud; su 
paternal corazón se alegró inmensamente al saber que hay muchos en el Oratorio que se han empeñado en proponerse como modelo a 
aquel joven angelical. Sean para nosotros algo precioso 
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los dones que en su bondad se ha dignado concedernos el Santo Padre, y no permitamos que resulten infructuosos. Preguntó, además, 
otras cosas que don Bosco se reserva para contaros él mismo. 

»Y vosotros, mis queridos amigos, rezáis por él? íCon qué satisfacción lee las cartitas que le enviáis! No creáis que él las dé al olvido o 
las haga leer a su secretario. De ningún modo; más aún, prepara una respuesta para cada uno, como recuerdo de su venida a Roma. Pero 
os conozco demasiado y sé lo que deseáis. Algunos que me escribieron, un tanto exigentemente amables, quieren que os mande noticias 
de cosas extraordinarias de don Bosco. Amigos, con mucho gusto satisfaría vuestro justo deseo; pero, si don Bosco me lo impide, »qué 
puedo hacer yo? Porque habéis de saber que don Bosco ruega, y ha rogado, para que en Roma no le sucediera nada grande, que atrajese 
notablemente los ojos del público devoto. Claro que de todas maneras el Señor no quiere oírle del todo, y, a su pesar, algo le sucede por 
aquí y por allá. 

Un Príncipe napolitano, que sufría vértigos a diario, recibió una bendición de don Bosco e inmediatamente quedó libre de ellos. El 
sábado pasado fue a darle gracias, y yo le vi que llevaba un obsequio para la iglesia. 

Un niño, gravemente enfermo, recibió su bendición y ya ha venido a agradecérselo con su padre, porque está totalmente curado. Da la 
impresión de que la enfermedad tenga miedo de su mano y que huya ante él. Esta es la íntima persuasión en Roma, por lo que acuden 
aquí numerosísimos pobres pacientes, diría yo, seguros de sanar. 

((603)) También el sábado fui espectador y testigo de un ternísimo espectáculo. Estaba don Bosco con prisas para partir hacia el 
Vaticano, como de costumbre, con retraso. Pero la portería de la casa se hallaba atestada de gente que quería verle, hablarle, recibir la 
bendición y confesarse. Una aldeana, con lágrimas en los ojos, al ver que don Bosco quería partir, echóse por tierra ante él, y levantando 
en alto una niña con las señales de la muerte en la cara, gritó: 

-Se me muere, Señor, se me muere. íPor favor, bendígala que se me muere! íMírela, se me muere! 

Y no podía decir más porque la angustia se lo impedía. Lloraban todos en derredor y unos soldados presentes, poco acostumbrados 
quizá a la ternura, se enjugaron también las lágrimas compadecidos de aquella infeliz. Era un cuadro conmovedor. Don Bosco la bendijo 
y la despidió. íOh, que el Señor le conceda, en premio a su fe, la curación de aquella criaturita, que es toda su satisfacción! También yo os 
la recomiendo a vosotros. 

No sé si os acordaréis de haber visto alguna vez un cuadro representando la bendición del Salvador a los niños. Pues bien, eso es lo que 
me toca contemplar a mí muchas veces por la ciudad de Roma, acompañando a don Bosco. No solamente la gente sencilla quiere ser 
bendecida por él, sino también Monseñores, Obispos y Arzobispos. Adonde quiera que va, deja tan vivo deseo de sí, que me es imposible 
manifestároslo. Qué fortuna, me repiten muchas veces, tienen los muchachos de Turín que pueden disfrutar de este santo sacerdote. Y 
entonces pienso con pena en los que no quieren aprovecharse de esta bendición: son pocos, pero los hay. 

Don Bosco os agradece cuanto hacéis y especialmente las comuniones, para que todo salga bien. Sé que desearíais tener una carta suya, 
mas, por ahora, le es totalmente imposible y me encarga a mí que os salude con todo su corazón. 

El conde Vimercati, gracias a vuestras oraciones, mejora bastante y pronto le veremos pasear. Tengo un saco lleno de muchas otras 
cosas que os gustarían y lo 
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vaciaré pronto. En las habitacioncitas de san Luis, de san Estanislao de Kostka y del beato Juan Berckmans, recé con mucho fervor por 
todos vosotros, para que podáis imitarles en todas sus virtudes y especialmente en la pureza de costumbres. 

Adiós; que el Cielo os bendiga, como de corazón os lo desea 

Vuestro afectísimo amigo en J. y M. 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
Habla don Juan Bautista Francesia en su carta de otra audiencia concedida por Pío IX a don Bosco. Nadie puede imaginar la 
familiaridad con que le trataba el Santo Padre. ((604)) Habiendo recaído la conversación sobre las tristes condiciones a que los sectarios 
habían reducido a la Iglesia, de los peores tiempos que le preparaban, y de las causas que habían facilitado tan luctuosos sucesos, el Papa 
pidió a don Bosco su opinión sobre un punto tan delicado, con estas palabras: 

-Y en lo tocante a la amnistía que, al principio de nuestro Pontificado, concedimos a todos los condenados políticos del Estado 
Pontifício, sabemos que unos la alaban y otros la critican: »qué decís Vos? 

Ante esta pregunta dudaba pronunciarse el Venerable, observando que nadie podía prever qué otros peores sucesos se hubieran 
desarrollado de haberse mantenido las sentencias de justo rigor de los tribunales. Pero el Papa añadió insistiendo: 

-Decid, decid tranquilamente vuestro pensamiento. 

-Vuestra Santidad, repuso don Bosco, secundó, con aquel gesto de soberana clemencia, la gran bondad de su magnánimo corazón, 
esperando conmover y ganarse a los traidores; pero parece que haya hecho lo mismo que Sansón, que capturó y encerró a trescientas 
zorras y después las dejó en libertad; y éstas corrieron por todas partes llevando el incendio y la destrucción de las mieses. 

-íNo vale la comparación!, observó el Santo Padre. 

Y don Bosco añadió: 

-Similitudines non sunt undequaque urgendae (No hay que pedir que las comparaciones sean exactas). 

-Y sin embargo, concluyó el Sumo Pontífice, hemos creído hacer bien al obrar de este modo... pero nos complace vuestra franqueza. 

Y añadió: 

-íSí, nos hemos equivocado! Pero creemos que este error, de hecho inocente por nuestra parte, entraba en los designios de la 
Providencia. Si hubiésemos opuesto una absoluta resistencia a las aspiraciones 
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convertidas en generales hasta entre los católicos, se habría acusado al Papado de haber alejado de sí voluntariamente a la sociedad 
moderna, con su inflexibilidad. Por el contrario, al abundar ((605)) en la clemencia, concediendo las libertades civiles compatibles con 
los derechos esenciales de la Iglesia, Nos hemos desenmascarado la hipocresía de los que no pedían dichas libertades más que para 
oprimir a la misma Iglesia. 

Después de otras reflexiones tuvo don Bosco la satisfacción de oír estas palabras de labios del mismísimo Vicario de Jesucristo: 

-íTres Papas os son deudores! Habéis defendido su fama ultrajada, con la Historia de Italia, la Eclesiástica y las Lecturas Católicas. 

Y don Bosco chistosamente replicó: 

-No sólo los pasados, ísino también los presentes!, con lo que quería indicar que necesitaba algunos favores de Su Santidad. 

Pío IX le comprendió muy bien y añadió: 

-íEntendido! »Tenéis alguna petición que hacer? 

El Venerable presentó una súplica, el Papa la examinó y le concedió los favores solicitados. Nosotros la reproducimos, señalando en 

cursiva lo que de puño y letra escribió el mismo Santo Padre. 

Beatísimo Padre: 

El sacerdote Juan Bosco, Superior General de la Congregación de San Francisco de Sales establecida en Turín, con el fin de promover 
por cuanto le es posible la mayor gloria de Dios y el bien de las almas: 

Suplica humildemente a Vuestra Santidad se digne concederle la facultad de poder autorizar, oportunamente, a los sacerdotes de su 

congregación para bendecir crucifijos, medallas, rosarios, etc., con las indulgencias anejas. 

(20 enero 1867, a los actuales y hoy existentes, para siete años). 

Suplica, además, poder autorizar, siempre que se vea la necesidad, a los sacerdotes, profesos o alumnos, de él dependientes, para leer o 

tener libros prohibidos que crea útiles para su propio ministerio. 

(Para diez casos). 

Y, finalmente, suplica a Vuestra Santidad, se digne conceder al sacerdote Juan Bosco la facultad de hacer celebrar la santa misa antes 

de la aurora, siempre que haya necesidad. 
(Por siete años, como arriba). 

PIOP. P. IX 

((606)) No dejó don Bosco de comunicar al Santo Padre el ofrecimiento que se le había hecho de unos locales y dinero, para abrir una 
casa en Roma. Era éste uno de sus deseos. Pío IX le señaló Vigna Pía, hermosa institución fundada por él mismo, de la que ya le 

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había hablado en 1858: una especie de colonia agrícola y correccional para cien muchachos abandonados, vagabundos y ociosos. Había al 
frente del establecimiento unos religiosos franceses, que con gusto habrían cedido a otros aquella misión. Pío IX deseaba que los hijos del 
Oratorio de San Francisco de Sales les sucedieran. El duque Salviati estaba muy interesado en que se realizara ese proyecto y fue con don 
Bosco a visitar Vigna Pía. Pero el proyecto, después de unos meses de gestiones, no se realizó. Las Comisiones Directivas de las Obras 
Pías de Roma no quisieron nunca conceder su autonomía, ni en la más mínima parte. Tenemos un manuscrito con las bases de las 
gestiones, y creemos que no se debe omitir. 

PROPUESTA PARA LA ADMINISTRACION DEL ESTABLECIMIENTO LLAMADO VIGNA PIA. 

El sacerdote Juan Bosco asume la administración del establecimiento Vigna Pía con las siguientes proposiciones: 

1.° Proveerá de un número de personas suficientes para la educación religiosa, moral, artística y científica, en proporción a la edad, 
necesidad y condición de los muchachos albergados. 

2.° Los alumnos se ejercitarán en la agricultura, en los oficios más necesarios para la sociedad como zapatería, carpintería, sastrería, 
cerrajería y también en el estudio, si se viese la conveniencia. 

Todos tendrán clases nocturnas en las que, entre otras cosas, se les enseñará música. 

3.° El director del establecimiento es el responsable de la disciplina, pero no puede admitir ni despachar ningún alumno, sin 
consentimiento de la Administración. 

4.° El director proveerá el alimento, vestido, médico, medicinas, jefes de taller, peluqueros, lavado y compostura y todo lo que puedan 
necesitar los alumnos. 

((607)) 5.° Para el cultivo de la tierra se tratará aparte si se ha de cultivar por cuenta de la Administración o por cuenta del Director: 
pero se da facultad para sembrar legumbres y verduras para consumo del establecimiento. 

6.° La Administración faculta al Director para admitir alumnos por su cuenta y destinarlos al trabajo o al estudio, según él crea, con tal 
que lo permita la capacidad del local. 

7.° La Administración pagará al Director una lira por día y alumno, en el caso de que éstos no lleguen a ciento; por los que pasen de 
este número pagará noventa céntimos por cada uno. 

El Director, maestros, asistentes y personal de servicio son considerados como alumnos a la hora del pago por la Administración;es 
decir, cada uno tendrá una lira diaria. 

8.° Con esta suma la Administración entiende estar exonerada de todo gasto, excepto lo necesario para la conservación o ampliación del 
edificio. 

9.° La Administración concederá la cantidad de tres mil liras al Director para los gastos de instalación y anticipación de las provisiones 
más necesarias. 
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10.° Esta cantidad empezará a amortizarse al cabo de un año, con la retención de tres liras al mes sobre las que corresponden a cada 
alumno. 

11.° Esta entrega será garantizada con medios a convenir. 

12.° El contrato durará un quinquenio, y en el caso de que una de las partes, por motivos razonables, quisiera retirarse, deberá prevenir 
a la otra con dos años de anticipación. 

13.° Si llegaran tiempos en los que el precio de los comestibles aumentase considerablemente, la Administracín se compromete a enviar 
dos de sus miembros con el fin de examinar la necesidad y aportar su ayuda, dentro de lo posible, según la gravedad del caso. 

14.° Al entrar en posesión se hará inventario de los muebles existentes en el establecimiento, y se dará cuenta de ellos en caso de 
ruptura de contrato. Se exceptúan las cosas que se consumen con el uso, de las cuales solamente se dará cuenta de cómo se han 
consumido. 

15.° Este contrato entrará en vigor el año... 

Otra finalidad importantísima había llevado a don Bosco a Roma y era la de conseguir la aprobación de su Pía Sociedad o, por lo 
menos, poder dar las dimisorias a sus clérigos ad instar Ordinarii. Había hablado ampliamente de ello con el Sumo Pontífice. El Papa, 
que estaba a su favor, aprobaba; ((608)) pero, como era natural, deseaba que las cosas siguiesen el curso ordinario, y decía a don Bosco: 

-Bien, dirigíos a las Congregaciones; cuando ellas hayan deliberado, intervendré yo. 

Pero aquí estaban las dificultades. Don Bosco no había encontrado muy propicios a los miembros de la Sagrada Congregación de 
Obispos y Regulares. Especialmente en cuanto al voto de pobreza, tal y como él lo exponía, tuvo que gastar tiempo y palabras con poco 
resultado. Además se estudiaba entonces el modo de extender lo más posible la jurisdicción episcopal a las órdenes religiosas. 

Se oponía, más que ninguno, a lo proyectos de don Bosco monseñor Svegliati, Secretario de la Congregación, persona muy influyente, 
de la que dependía en gran parte la decisión. Y el Papa dirigió a don Bosco a monseñor Svegliati, dándole a entender que, si conseguía 
ganárselo, el asunto estaba terminado. A estas palabras del Papa estaba presente monseñor Ricci, quien condescendió con la petición de 
don Bosco de acompañarle al palacio de la Cancillería, donde tenía su despacho monseñor Svegliati. Don Juan Bautista Francesia les 
acompañó, pero tuvieron que esperar más de una hora, porque el Secretario había salido. Cansados de aguardar, se pusieron en marcha 
para volver a casa, pero estaban ya bajo los pórticos, a tiempo de que don Bosco señalaba a don J. Bautista Francesia el lugar donde había 
sido herido el conde Pelegrino Rossi, cuando 
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apareció monseñor Svegliati. Monseñor Ricci le presentó a don Bosco diciendo: 

-Este es don Bosco de Turín. El Santo Padre desea que se arreglen las cosas con él y que V. S. vea el modo de contentarle. 

El Secretario saludó cortésmente a don Bosco, el cual empezó a decir: 

-Creo que Monseñor habrá recibido y leído el memorial que dirigía a la Sagrada Congregación y las Reglas de la Pía Sociedad de San 

Francisco de Sales. 
-Lo he leído y también las Reglas; pero, ((609)) perdóneme, me ha sorprendido el modo con que han sido concebidas; por ejemplo, 

»cómo quiere que se compaginen el voto de pobreza y la posesión de bienes propios? 

-Sin embargo, si Monseñor me lo permite, le diré que ello no se opone a este voto, como usted dice. 

-íSerá muy difícil! Además esta aprobación hay que pensarla bien; y lo que pide respecto a las dimisorias, no es admisible. 

-Sin embargo el Santo Padre me ha dicho que deseaba... 

-»El Santo Padre? El Santo Padre no se acuerda ya ni de los decretos que él mismo ha hecho... Convénzase, don Bosco; íno es posible! 

-Escúcheme, Monseñor... 

Y empezó a exponer sus razones, a responder a las objeciones que se le podían presentar, a demostrar lo razonable, más aún, la 
necesidad de sus peticiones. No obstante, monseñor Svegliati repetía a cada instante: -íNo se puede! Y no hubo medio de sacarle otra 
respuesta. 

Era una escena singular. Monseñor Svegliati firme en no conceder nada y molesto de aquella insistencia, evitaba que sus ojos se 
topasen con los de don Bosco y, por consiguiente, volvía un tanto la mirada a otra parte; y don Bosco, sereno y tranquilo, pero decidido a 
obtener una respuesta favorable, se movía de modo que siempre se encontraba frente al Secretario, quien, sin advertirlo, dio muchas veces 
la vuelta entera sobre sí mismo. Fue largo este diálogo y de lo más gracioso para los espectadores. Finalmente le rogó don Bosco: 

-Si Monseñor quisiera concederme una audiencia esta tarde en su casa, tal vez lograría persuadirle de la bondad de mis razones. 

Monseñor Svegliati, que era persona distinguida y muy cumplida, le respondió: 

-Venga, venga; con mucho gusto; pero será inútil; ((610)) íno se puede! íNo se puede! Y siento hacerle perder un tiempo tan precioso. 

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-He venido a Roma principalmente por este asunto, y si no molesto a Monseñor yendo a su casa, para mí será un encuentro muy 
deseado. 

-Pues bien, le espero. 

Y don Bosco fue. Duró mucho la conferencia, y cuando salió estaba bastante satisfecho. Monseñor Svegliati no pareció tan obstinado 
con su íno se puede!, que cesó de repetir dos años más tarde, cuando una bendición de María Auxiliadora le devolvía la salud. 

El 20 de enero don Bosco fue a comer con los escritores de la Civiltà Cattolica. Se habló de la elección de los nuevos obispos y 
aquellos Padres quisieron escuchar de labios de don Bosco la entrevista mantenida con Ricasoli en Florencia y los diálogos habidos con 
el comendador Tonello. Don Bosco, que hablaba de cosas que repercutían en gloria propia sin darse ningún aire de importancia y con una 
sencillez admirable, les contentó, exponiendo los hechos de un modo tal que aquellos venerandos religiosos admiraban su humildad, 
diciendo que era propia de un santo. Don Juan Bautista Francesia les oyó exclamar: 

-»Pueden decirse cosas más importantes con mayor sencillez? 

El padre Oreglia se lo hizo repetir en varias ocasiones cuatro o cinco veces. 

Fue, tal vez, en esta comida cuando se habló también de la propaganda de los protestantes y se convino que el padre Perrone escribiría 
un libro popular contra sus errores, y se imprimiría en la imprenta del Oratorio de Turín. 

Muy querido don Julio Barberis: 

Un poco de trabajo también para el bibliotecario. Haz el favor de buscarme los siguientes libros prohibidos: Catecismo de los 
Valdenses de Ostervald; Liturgia de los Valdenses, impreso en Lausana; Himnos Católicos o bien Cristianos primitivos de Arturo Bert; 
Amigo de familia, librito de oraciones ((611)) y otros libritos protestantes. Pon en cada uno de ellos el sello del Oratorio, haz un paquete, 
con Buzzetti, para el correo ordinario, certificado, y después lo mandas a esta dirección: 

Rvmo. P. Perrone de la C. de J. 

Colegio Romano -Roma -

Quiéreme en el Señor; ruega por mí que me profeso de corazón. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S.-Saluda a Bisio. 
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Como se ve, don Bosco era en Roma objeto de la más atenta observación por parte de las personas eclesiásticas. Decía el padre José 
Oreglia: 

-Es un santo; ha sido muy estudiado y no se ha hallado en él nada menos recto. Asiste a comidas y nunca pide ni rechaza nada, no desea 
ni aborrece, no alaba ni critica; no agota jamás el vaso de vino, siempre bautizado. 

Ya era también así en Turín. Volvía a lo mejor de grandes banquetes y comía por la noche con apetito la sopa de arroz, cocida y 
recocida, sin dejarla nunca. 

Don Juan Bautista Francesia insistía al padre Oreglia para excitarle a hablar: 

-Pero en cuanto a penitencia, no sé qué hay en él de extraordinario. 

-En cuanto a penitencia basta para calificarle de santo íla paciencia que tiene en las audiencias! 

Y era verdad. Escribía de él el padre Félix Giordano de los Oblatos de María Virgen: 

«El axioma de Santa Teresa: íNada te turbe, nada te espante! parecía la consigna que guiaba prácticamente al siervo de Dios don Bosco; 
tanto, que este hermoso dicho parecía que fuese su segunda naturaleza. »Hubo acaso un hombre metido en mayores solicitudes, en 
mayores negocios, en mayores compromisos? 

En la intimidad de la amistad me contaba las distracciones a las que estaba sometido el timón de su ((612)) barca; y un día me dijo: 

-Mire, entre tantas cartas como me llegan a diario, que hacen un promedio de seis por día, al menos, las hay que me obligan a poner la 
cabeza entre las manos para encontrar un hilo de luz, un tenue resplandor para responder. 

Y a más de esto, tantas horas de audiencia cada día, tantas visitas interminables, con frecuencia de personas pesadas, ignorantes, de 
angustiados, de afligidos, y sobre todo de indiscretos. Y él recibe a todos con una sonrisa, escucha a todos con atención, sin la menor 
prisa por despedirlos. 

»Que tiene que salir de casa para terminar u organizar algún asunto? No llegará tan fácilmente. Hay en el patio de abajo alguien que le 
espera; y después, por la calle, en la plaza, siempre alguno que lo detiene; y él se para tranquilo, le oye con interés, como si no tuviese 
más que hacer en el mundo que escucharlo. 

Calma y paciencia semejantes, tan portentosa ecuanimidad podrá parecer a los futuros observadores imaginaria, mas no así para 
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los innumerables contemporáneos, quienes, a fuerza de ser espectadores de ello, habían perdido, como sucede con la aurora, su 
fascinación». 

El 21 de enero don Bosco estuvo con los Canónigos Regulares de Letrán, vulgarmente llamados Rocchettini (1). Estos religiosos 
oficiaban en la iglesia de San Pedro ad Vincula, junto a la cual estaba la casa del conde Vimercati. A veces, iba también allí don Bosco a 
celebrar y había intimado con el joven religioso Edgardo Mortara, cuyo bautismo había desconcertado a la sinagoga de los judíos, a las 
sectas enemigas de la Iglesia y a la diplomacia de algún Estado. El Papa no cedió, el animoso joven perseveró y se preparaba para el 
sacerdocio. Ahora bien, el padre Pío Mortara, nos enviaba el 1898, desde Marsella, la siguiente relación: 

«Dejo correr la pluma dando rienda suelta a los sentimientos de profunda veneración que me unen a la memoria del Siervo de Dios y a 
su obra, cuyo desarrollo causa estupor y admiración a cuantos la conocen. 

((613)) »Desde 1867, siendo todavía joven profeso y estudiante en San Pedro ad Víncula en Roma, con los Canónigos Regulares de 
Letrán, oí hablar de don Bosco y tuve el honor y la alegría de verle y ayudarle a misa, de la que quedé muy edificado por su profunda 
piedad y devoción, que, sin embargo, no tenía nada de afectado, ni de extraordinario. 

»Al volver a la sacristía, y mientras personas piadosas le pedían su bendición, yo no me cansaba de admirar su modestia y humildad, 
fácil, desenvuelta y sin violencia, reflejo genuino de una virtud profundamente impresa en su alma. 

»Mientras tomaba un frugal refrigerio, atendía amable y jovialmente a todos, hablaba de cosas edificantes e instructivas, hasta de 
filología y de griego moderno, que parecía conocer muy bien. Mirándole superficialmente no se descubría en él nada excepcional, si no 
era una modestia y una compostura exterior que encantaba y perfumaba el ambiente; pero, si se le observaba atentamente, se adivinaba el 
hombre de Dios. 

»Recuerdo que, habiéndole invitado a nuestra frugal mesa en Santa Inés extramuros, el día de la fiesta de la gloriosa Virgen y Mártir, 
nos decíamos uno a otro: 

»-»Habéis visto? íHa comido como los demás! 

(1)-Rocchetto.-Es la sobrepelliz o roquete de los eclesiásticos. Y de ahí les vendría el apodo, en diminutivo de roquete, a esos 
canónigos... (N. del T.) 
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»íPero qué parsimonia la suya, qué discreción, qué modestia en su palabra y en su mirada! 

»Don Bosco me trató siempre con especial benevolencia, sin más motivo, a mi saber, que el de conocer lo mucho que había sufrido por 
mí el angelical Pío IX, a quien él veneraba y amaba tiernamente como a especial protector de su querida Obra. 

»Después de la santa misa siempre me dirigía una afectuosa palabra y me regaló una medalla de María Auxiliadora, invitándome a que 
fuera a Turín para visitarlo honrándome con especiales confidencias. 

((614)) »Una vez me llamó aparte y me rogó que le escribiese a Turín, porque quería manifestarme un secreto. 

»En su respuesta a la carta, que no tardé en escribirle, me decía poco más o menos: 

»-Muy querido don Pío: (éste es mi nombre de religión, en lugar del nombre semítico Edgardo). Os he de manifestar algo que, por 
ahora, os ruego guardéis en secreto. Al volver a la sacristía después de misa, vi ondear sobre vuestra frente una nube oscura. Cuando 
bajabais la frente parecíais sereno y sonriente. Pero, al levantarla, aquella nube oscura cubría vuestro rostro, que yo dejaba de ver. Sobre 
aquella nube dos ángeles sostenían una corona de encendidas rosas. Hijo mío, sed humilde y todo irá bien. El orgullo, figurado por la 
oscura nube, sería vuestra ruina. íQué hermosa corona os dará el Señor si perseveráis! Sed siempre fiel. 

»Debo decir, en honor a la verdad, que esta secreta comunicación corresponde perfectamente a mi estado interior, a mi carácter y mi 
temperamento, y también al desarrollo de mi modesta existencia. íCuántas veces he sentido y comprendido en medio de mis luchas 
internas y externas, en las más amargas pruebas, que la humilde sujeción a la adorable voluntad de Dios, era para mí un sostén y un alivio 
que esparcía el resplandor de una paz celestial sobre mi alma, mientras que la impaciencia no habría hecho más que llenarla de tinieblas! 
íCuántas veces, oprimido por la amargura, privado de todo consuelo humano, levanté la mirada a Aquél que nos alentó diciendo: Merces 
vestra magna est in coelo (Vuestra recompensa será grande en el cielo) y descubrí la hermosa corona de rosas que el Señor me dará, como 
espero, si adjuvante ejus gratia (ayudado por su gracia), soy fiel usque ad mortem (hasta la muerte). 

»Por mi parte creo que esta revelación de don Bosco podría colocarse sobre la cabecera de su vida: ``Discernimiento de los 
Espíritus...''». 
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((615)) 

CAPITULO LII 

SE PREPARAN EN ROMA DOS ALTARES PARA LA IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA -LIMOSNAS DE LOS ROMANOS 
PARA LA CONSTRUCCION DE LA IGLESIA -SE AGRADECE EN ROMA LA PRESENCIA DE DON BOSCO -ATRACTIVO DE 
SU PALABRA -DEVUELVE LA PAZ A UNA ALMA TURBADA -EL PRINCIPE TORLONIA TRABA RELACION CON EL 
SIERVO DE DIOS -LA MIRADA DE DON BOSCO -VISITA EL SEMINARIO DE SAN PEDRO Y UNA NIÑA LISIADA -DA 
AUDIENCIA A VARIOS CARDENALES -EL VENERABLE EN EL COLEGIO DE MONDRAGONE -PROMETE HACER UNA 
VISITA AL ORATORIO DESDE ROMA -EL PADRE DELORENZI Y SU ORATORIO PARA LA JUVENTUD -LA PUERTA DEL 
VATICANO ESTA SIEMPRE ABIERTA PARA DON BOSCO -EL PUEBLO LO ESPERA CUANDO SALE DE CASA -VARIAS 
NOTICIAS -VISITA DE DON BOSCO A UNA MORIBUNDA -UN BRAZO QUE DEBIA SER AMPUTADO, CURADO CON LA 
MEDALLA DE MARIA AUXILIADORA -DON BOSCO EN LA PLAZA EN MEDIO DE LA GENTE -RECIBIMIENTO HECHO A 
DON BOSCO EN EL PALACIO DEL PRINCIPE TORLONIA -BENDICIONES Y CURACIONES -EN CARAVITA, Y LA 
CONGREGACION DE LAS DAMAS ROMANAS -IMPONENTE DEMOSTRACION POPULAR -VISITA MISTERIOSAMENTE A 
LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO Y NARRA DESPUES LO QUE VIO -CONSUELA EN SUEÑOS A UN AFLIGIDO 

EN Roma iban todos a porfía para complacer a don Bosco de mil modos, pero especialmente honrando a María Auxiliadora con la 
adquisición de boletos para la tómbola y haciendo limosnas. Dos señores encomendaron a sus expensas a buenos artistas la construcción 
de dos altares en mármol para colocarlos ((616)) en las capillas de la nueva iglesia de Valdocco. El dibujo de uno de estos altares ya era 
hermoso, pero el donante lo examinó, le pareció que no era lo bastante rico, y quiso que añadiera adornos por valor de dos mil liras. Era 
un acto de agradecimiento, porque don Bosco le había aliviado de los dolores de un mal crónico: 
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-Mire, don Bosco, le decía; no soy muy rico, pero mis rentas están bien distribuidas y aseguradas. Todo lo que ahorre en médicos y 
medicinas irá para su iglesia. Recuerde que haré por don Bosco cuanto pueda. 

En la iglesia de María Auxiliadora se seguían los trabajos con las limosnas de Roma. 

Roma, 22 de enero de 1867
Carísimo Caballero:


Me encarga decirle el señor conde Vimercati que mañana le mandará, por carta certificada, una letra de cuatro mil liras, pagadera a la 
vista por los hermanos Nigra. Vino él mismo hoy, por vez primera, a decírmelo. Su mejoría es un verdadero milagro. Para que lo sepa, le 
diré, además, que tres mil liras las ha puesto él. A más de los otros gastos y de éste, tal vez haga otro por nosotros. 

Espero que don Celestino Durando se haya restablecido de su malestar y doy gracias a Dios por ello. 

Don Bosco ha ido a San Pedro y, dentro de unos momentos, iré a buscarle. »Está contento de que le salude de su parte?... 

J.B. FRANCESIA, Pbro. 
También el Conde escribía al Caballero: 

Roma, 23 de enero de 1867
Mi querido amigo en Jesucristo:


He aquí la letra de cuatro mil treinta y nueve liras pagaderas a la vista por los hermanos Nigra a su orden. Es una cantidad fruto de 
varias limosnas hechas aquí para la construcción de esa iglesia. Espero que, antes de que parta don Bosco, lleguen algunas más. No sé 
decirle con cuántas fiestas y agasajos ha sido tratado y recibido por toda clase de personas este santo varón aquí en Roma, empezando por 
el Sumo Pontífice. Bendito sea Dios. Por lo que a mí toca le diré ((617)) que continúo sufriendo bastante por las noches y que mis nervios 
no me dejan en paz, como apreciará por la temblorosa escritura de mi mano. 

Si así place al Señor, bendito sea. Yo, por mi parte, estoy tranquilo y contento. Don Bosco me dirige palabras de consuelo y confianza. 

Un poco deprisa, pero de corazón, me ofrezco en los sagrados Corazones de Jesús y María. 

Afectísimo y sincero amigo JUAN VIMERCATI 

Encontramos la siguiente declaración en nuestros documentos sobre la eficacia de la palabra de don Bosco: 

«Es encantador escuchar la palabra de don Bosco tan dulce, tan viva, tan penetrante. Si corrige, no molesta su corrección, pero hace 
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llorar y prometer un cambio de vida. Si consuela, siente el afligido enjugarse sus lágrimas y cambiarse el dolor en tranquilidad y alegría. 
Si alaba, su alabanza exalta y entusiasma. Si compadece a un enfermo, su afecto lo colma de paz y de esperanza. Viose a madres 
desoladas, que le presentaban sus hijitos moribundos y él los bendijo; no les prometió la salud, pero las tranquilizó exhortando a las 
buenas mujeres a llevar la cruz que el Señor les mandaba. Una de ellas se despidió besándole la mano y exclamando: 

»-Me marcho tan satisfecha como si hubiese visto curado a mi hijo. 

»Ciertamente es mayor milagro inducir a una madre a la perfecta resignación, que el de curarle a su hijo». 

Su palabra no se alteraba nunca, no daba señales de impaciencia, sino que era franca, cuando hacía falta, aun delante de personas de alta 
posición. 

Una dama de la alta aristocracia romana, encomendaba a don Bosco dos hijos suyos enfermos. El Venerable le hizo observar que había 
de someterse a lo que el Señor disponía. Entonces dijo ella en un arranque de arrogancia: 

-íNo era menester que viniese de Turín para enseñármelo! 

Y don Bosco respondió tranquilamente: 

((618)) -íDeus superbis resistit! (Dios resiste a los soberbios). 

La dama, que en el fondo era verdaderamente virtuosa, comprendió que hacía falta humildad para obtener la gracia y, a partir de 
entonces, aparecía humildísima cuando se encontraba con él: y lo fue siempre. 

La condesa Ana Bertivoglio escribía el 27 de enero al caballero Oreglia: 

...Algunas expresiones que me dijo don Bosco, y que yo interpreté mal, me trastornaron de tal modo la cabeza que, durante una semana, 
creí volverme loca. Pero ayer por la tarde tuve una visita de don Bosco, a quien temía volver a ver y me ha tranquilizado. He podido 
reemprender mis oraciones, que ya no podía recitar, y ocuparme de nuevo de mi casa y de todas mis obligaciones. Dice don Bosco, que el 
demonio que las hace de todos los colores para impedir el bien, me había metido esos miedos en la mollera. Se acabó; esperamos que ya 
no vuelvan más esos días. 
Ciertamente que cualquier otra persona que no tuviese la virtud de don Bosco habría perdido conmigo la paciencia, pero él, en cambio, 
me trata con caridad y no hace caso de mis extravagancias... 

Hemos hablado mucho con don Bosco acerca del altar que ha de hacerse y parece que ya se ha determinado que empiecen enseguida los 
trabajos. Se entiende muy bien con Aníbal hablando de mármoles, construcciones y ornamentación... 

Don Bosco está siempre visitando enfermos y a las personas más distinguidas de 
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Roma, empezando por el Santo Padre, para el que, según me decía ayer tarde, tiene entrada libre a cualquier hora, sin hacer antesala. Son 

favores que no se conceden con facilidad y don Bosco debe estar muy contento de ello... 

Don Juan Francesia seguía escribiendo acerca de estas visitas. He aquí su carta dirigida a don Miguel Rúa, a la que añadimos nosotros 
las fechas entre paréntesis, para mayor claridad: 

Mi queridísimo Miguel: 

A pesar de su buena voluntad, don Bosco no ha podido todavía responder, como quería, a todos los que desde ésa le han escrito 
manifestándole sus penas y sus buenos deseos de que todo salga bien. Si yo dijera que no tiene tiempo ni para comer, no se me creería y, 
sin embargo, no diría más que la verdad. Precisamente por esta continua y abrumadora ocupación, hace unos días que no anda muy bien. 
Todos acuden a él por sus enfermedades del cuerpo y del alma. Suerte que don Bosco ruega y me hace rogar ((619)) para que no suceda 

nada de extraordinario; por lo demás temo no llevarlo sano y salvo a Turín. 

Desde que hemos llegado aquí a Roma, no ha hecho más que llover. íY de qué modo! 

También ha nevado un poquito. Las calles están llenas de barro y es pesado caminar por ellas. 

Estos días sostiene don Bosco íntima relación con el príncipe Torlonia. íPobre rico! íDa lástima! íTantas riquezas y tan desdichado! 

Quiera Dios que don Bosco pueda hacer conocer a este señor sus necesidades y obtener alguna ayuda. 

Cien mil liras son para él como cien mil céntimos para nosotros (regalados claro está). 

Seguramente sabrás, mejor que yo, que este Príncipe, fabulosamente rico, tiene una familia desgraciada. Si con la entrada de don Bosco 
nos viniese alguna bendición, íqué fortuna sería! Pero tocaría al mismo don Bosco desistir del antiguo propósito de no querer pedir a Dios 
con insistencia nada temporal. 

Se esparció la voz de que don Bosco conduciría a Turín a todos los muchachos que lo desearan. íY qué de peticiones! Hasta los padres 
jesuitas están encantados con la santidad de don Bosco. Yo creo que su milagro más grande es el de no haber hecho nada extraordinario, 
y ser tan honrado. 

Su mirada es interpretada como en Turín. Cuántos pensamientos después de una ojeada suya, que no fue demasiado benigna, o seria, o 
solamente indiferente. He visto lágrimas en los ojos de una señora después de mirarla un tanto misteriosamente: 

-íPobre de mí!, exclamó, he visto que necesito ajustar las cuentas de mi alma. 

Y tal vez era así, porque enseguida fue a arreglarlas. 

El otro día (22) estuvimos en el Seminario de San Pedro y una pobre chiquilla, que apenas se sostenía con sus muletas, se acercó 
gritando: 

-Me han dicho que aquí hay un santo, que me puede curar. íQue me cure, por amor de Dios! 

Y íesto sin que haya sucedido ningún acto público y grave para dar a conocer a don Bosco como taumaturgo! 

De la mañana a la noche es un continuo ir y venir a nuestra habitación: el viernes 

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(25) llegaron tres cardenales a un tiempo. Qué magnificencia y qué esplendor.Había delante de la puerta tres carrozas y íqué adornadas! 
Al pasar los transeúntes preguntaban: 
-»Quién está aquí? »Ha venido el Santo Padre? 

-íQué Santo Padre!, se oía responder. Es un cura de Turín que, según dicen, es verdaderamente un santo. 

La fama de don Bosco ya grande por su piedad y por su Institución, crece ahora con su Historia de Italia. Todos la califican de obra 
maestra. Seguramente los padres jesuitas la adoptarán en sus colegios de Roma. 

En estos días pasados (24) hemos ido a Mondragone, con un ((620)) tiempo verdaderamente horrible. Ibamos cinco en el mismo coche: 
el don Bosco de Turín, el don Bosco de Roma, el duque de Scotti y la Duquesa y el marqués Capelletti. La única satisfacción en medio de 
aquel espanto era que iba don Bosco con nosotros. Hasta la Duquesa, calada y con frío, no se quejaba y parecía contentísima, pero era por 
la preciada compañía que llevábamos. 

Llegados allí, nos recibieron como príncipes, y todos los honores fueron para don Bosco. Quisieron aquellos buenos Padres que don 
Bosco dirigiese la palabra a los alumnos divididos en tres grupos. Le escuchaban religiosamente y saltaba a sus ojos la gratitud y 
complacencia. Entregó a cada uno una medallita milagrosa, que fue el recuerdo que todos recibían con placer. Los alumnos hicieron unos 
ejercicios gimnásticos. Recordábamos entonces a nuestro Anfossi, tan diestro en ellos, y en la alegría que habría tenido viendo a estos 
muchachos encaramarse por las cuerdas con tanta agilidad y desenvoltura. 

El colegio de Mondragone era y es de los Príncipes Borghese: era otrora un paraíso de diversión, quizá no inocente, y ahora lo es de 
estudio y de piedad. Aquellos muchachos se enamoraron enseguida de don Bosco y no sabían separarse de él. Encontramos algunos 
piamonteses precisamente de Turín. 

Vimos al marquesito Cantono. Qué buen muchacho es y qué fisonomía más cándida. Es uno de los primeros en clase y universalmente 
apreciado. Los maestros le quieren mucho. íQué hermoso momento cuando vio a don Bosco! Cinco o seis veces le besó la mano y no 
estaba satisfecho. 

Muchos de estos muchachos son buenos, algunos bonísimos; todos la crema de la hidalguía; amantísimos de la virtud y de la 
penitencia. Su modelo es san Luis. Conocen también a nuestro Domingo Savio y tratan de imitarlo. »Lo habría soñado Savio, lo 
hubiéramos pensado nunca nosotros, que un día habría sido la admiración de tantos? Si aquellos muchachos son tan buenos, es debido a 
los Padres. No les pierden nunca de vista, durante el recreo, en el estudio, en la clase, en el dormitorio. Su satisfacción es estar con ellos, 
entre ellos está su alegría. 

Don Bosco me dijo el sábado por la noche que hoy (26) y mañana (27, domingo) os haría una visita y que luego me diría los nombres 
de los que se portan mal. Cuando recibáis ésta ya todo habrá pasado, pero os lo digo para que sepáis que don Bosco se ocupa del Oratorio 
y que no pierde de vista a nadie. El martes (29) escribiré todo cuanto la Pitonisa me sugiera. Perdóname si llamo de este modo a nuestro 
queridísimo don Bosco. Notad que esto lo dijo, como si se bebiera un vaso de agua. Todo le resulta fácil. 

Más arriba he hablado del don Bosco de Roma y esto requiere una explicación. Un buen padre jesuita, el padre Delorenzi, trabaja 
especialmente con la juventud romana; estaba y sigue estando en relación directa y confidencial con don Bosco. A él le abre todos los 
secretos de su corazón. Cuando el Señor lo quiso, cayeron en sus 
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manos las biografías de nuestros tres santitos, como aquí los llaman. No necesitaba más para difundirlas entre los suyos y para 
entusiasmarlos ((621)) a imitar las virtudes que ellos habían practicado en grado heroico. Y hay que confesarlo, lo ha logrado. Se ha 
convertido en el padre absoluto de aquellos jovencitos. Para todo se inspira en nuestro don Bosco. íSi los nuestros supieran las virtudes 
que practican estos muchachos! A su edad visitan las cárceles, los hospitales; enseñan catecismo a los presos; atienden a los enfermos, los 
lavan y les prestan muchos otros servicios. Fueron estos jovencitos los que, a fuerza de penitencias, oraciones, confesiones y comuniones, 
guiados siempre por el padre Delorenzi, obtuvieron la beatificación de Juan Berckmans. 

El Santo Padre ha mandado decir a don Bosco que en cualquier momento que desee verlo no tiene más que hacerse llevar, como aquí se 
dice, por el arzobispo Berardi o por monseñor Pacifici. íCuánta bondad! Tenía don Bosco que tratar en Roma asuntos gravísimos con 
cierto señor que decían era muy difícil. Pues íqué quieres, don Bosco le habla personalmente, le gana a su causa y le convierte en su 
patrocinador! 

Continúe el buen Dios la obra tan bien comenzada y fortiter y suaviter, esto primero, después aquello, nuestras cosas irán prosperando. 

Cuando don Bosco va por la calle es saludado aún más que en Turín. 

Todas las mañanas, al salir de casa, se encuentra con la escalinata del palacio y el zaguán repleto de gente que lo espera. Si quiere que 
le dejen pasar, tiene que dar su bendición desde lo alto de la escalera. Lo que más gusta a todos es verle siempre tan tranquilo y con su 
aspecto sonriente. Su jovialidad conquista los corazones. 

En este momento me interrumpe la carta el arzobispo de Colossi, monseñor Rossi Vaccari, que ha venido para saludar a don Bosco, el 
cual ronda por la ciudad visitando enfermos. Tenemos aquí cerca una moribunda desde hace quince días: dice que no puede morir si antes 
no ve a don Bosco; una vez que lo haya visto, asegura que morirá. Y don Bosco todavía no ha podido consolarla. 

Supe que tú te fatigas con demasiado trabajo. Don Bosco se disgustó y te recomienda que te cuides... 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
P.S.-Para la fiesta de san Francisco habíamos quedado que se esperase. 

El Chambelán del Emperador de Austria está en este momento con don Bosco. La princesa Orsini le espera para acompañarle a casa del 
príncipe Torlonia. La princesa Odescalchi ha prometido a don Bosco mil liras para la iglesia. La madre de una sirviente suya es ortodoxa 
rusa, está a punto de muerte y no piensa convertirse. Don Bosco reza por ella, rezad también vosotros. No obstante don Bosco, días antes 
de que cayera enferma, dijo y aseguró que moriría católica. Quien venga a Roma y vea las más bellas cosas, si no ha visto el religioso 
triunfo de don Bosco, no ha visto nada. Puedo escribirte esto a ti, pero no quisiera que fuese del dominio público. ((622)) Yo quiero a don 
Bosco y, porque le quiero, hay ciertas cosas suyas que es mejor que no se sepan. 

Hoy besaré las cadenas de san Pedro, expuestas en la iglesia vecina a nosotros. Di a la condesa Collegno que su Emilia será inscrita en 
la Pía Asociación del Sagrado Corazón el sábado, día consagrado a la Purificación de María Santísima. 

La persona moribunda desde hacía quince días, de la que hace mención en su carta don Juan Bautista Francesia, era una monja. 
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Deseaba ésta, antes de morir, ver a don Bosco, ya que habitaba en la misma casa donde él se alojaba. Mandaba indagar cada día, pero 
don Bosco no estaba nunca libre. Finalmente una mañana cerró el portero la puerta y le dijo: 

-No saldrá fuera, si antes no ve a la enferma. 

Sonrió don Bosco y fue. La monja estuvo contentísima al ver colmados sus anhelos y don Bosco le dijo: 

-Póngase en camino, que yo vengo a darle el pasaporte. 

Aquella noche murió. 

Otra carta, llena de importantes noticias y de filial entusiasmo, le llegaba al caballero Oreglia: 

Mi querido señor Caballero: 

...Parece que a don Bosco, a pesar de sus intentos de no realizar cosas llamativas, salvo las que hace con sus palabras, sin embargo, se 
le escapan algunas contra sus deseos. Vea ésta que ya empieza a dar mucho que hablar en Roma y que, tal vez, será impresa con los 
debidos documentos. De momento le ruego y suplico que no lo haga publicar. 

La otra semana fue invitado don Bosco por un buen muchacho del Colegio Romano a visitar a un hermano o hermana suya (no 
recuerdo bien) que, desde hace casi un año, padecía terribles dolores en un brazo, y que los médicos aconsejaban amputar, para salvar el 
resto. Piense en el dolor de su pobre padre ante aquella sentencia. Sentía don Bosco, invitado con presurosa ternura por el hermano, no 
poder acudir, debido a las muchísimas cosas que debía hacer. Pero le entregó una medallita, que ahora podemos llamar con toda verdad 
((623)) milagrosa, recomendándole a él y a toda la familia que rezaran a María Auxiliadora y aplicasen la medallita a su brazo enfermo. 
Por la noche la familia realizó todo, con mucha fe. A la mañana siguiente el enfermo, que dejaba de serlo, gritó a todo pulmón que estaba 
curado y que la Virgen le había concedido la gracia. Y, así diciendo, levantaba libremente el brazo. Nadie quería creer lo que veía, pero 
no había ningún lugar a dudas. Quisieron entonces buscar la medalla, cuyo éxito reconocían, para besarla y dar gracias a María; pero no 
pudieron dar con ella. »Adónde había ido a parar? No se sabe. Todavía lo sienten, porque la habrían conservado como preciosa reliquia. 
En el brazo del chiquito no quedó más que una postilla o mancha, recuerdo del mal pasado y que confirma el hecho. 

El domingo (27) tuvimos una gran fiesta aquí al lado y el P. Franco habló sobre el dinero de San Pedro. íCuánta gente y qué hermosa 
música! Pero después de la fiesta en la iglesia se estuvo a punto de tener otra fuera. Mientras salía la gente y se esparcía por la gran 
explanada de delante de la iglesia y de la casa del señor Conde, llegaba don Bosco de vuelta de unas visitas por la ciudad. La gente 
empezó a pararse y a repetir su nombre, después echó a correr y se abalanzó sobre don Bosco. El, tranquilo, estaba en medio del conde 
De Maistre, la marquesa Villarios, la princesa Orsini y algunos más. No se esperaba aquel encuentro. Todos querían verle y besar su 
mano; su nombre era repetido por más de mil bocas a la par, que se contaban unos a otros sus virtudes y obras milagrosas. Resultó difícil 
sacarlo de allí. Muchos lloraban ante aquella piadosa demostración. La madre de los dos Spazzacampagna, 
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allí presente, al contemplar el aprecio universal de las virtudes de don Bosco, se encontró menos triste por tener lejos a sus hijos y dio 
gracias a la Providencia que los había colocado bajo la custodia de tan santa persona. No cuento ni una milésima parte de aquella 
demostración. Fue semejante a las que el pueblo romano acostumbra a hacer el Santo Padre... 

Se esperaba a don Bosco en casa de los Torlonia, como se espera a un ángel. Esta casa, que tal vez no se hubiera movido ni ante la 
llegada de un rey, bajó toda ella, bien comprendido que solamente los sanos porque algunos están enfermos, a esperar a don Bosco a la 
puerta. Extrañábanse los criados y más aún los señores que les rodeaban. Pero don Bosco es una excepción en todo y siempre. Como de 
costumbre se hizo esperar. Llegó finalmente y fue recibido con gran cordialidad. Bendijo a los enfermos, habló a todos los miembros de 
la nobilísima familia, y estuvo como una hora en aquella casa, donde el oro abunda en las arcas y pende a manos llenas de las paredes. El 
Príncipe no quería ni sabía separarse de don Bosco y se empeñaba en enseñarle todo con la más tierna y cariñosa sencillez. Don Bosco, al 
contemplar tantos y tan espaciosos salones, suspiraba, diciendo: 

-íAh! Señor Príncipe, si yo tuviese estos locales, cuántas camas pondría en ellos para mis pobres muchachos. 

Al fin le invitó el Príncipe ((624)) a que volviera para celebrar una misa, y le prometió que también él tomaría parte en sus obras de 
beneficencia. Le acompañó hasta el coche, cerró la portezuela y agradeció varias veces que se hubiera dignado visitarle. 

»Le contaré ahora la visita a un pobre enfermo, ciego desde hace más de seis meses? Da la impresión de que todos creen que don Bosco 
cura los males solamente tocando a los enfermos con sus manos. Este pobrecito besaba la medallita que se le había entregado y decía 
llorando: 

-íAh! Toque mis ojos con sus manos; íque yo vea, Señor! 

íCuánta fe! 

Le cuesta a don Bosco tranquilizar a tanta gente, que espera, más aún, está segura de alcanzar la gracia. De todas formas, está 
comprobado por todos que sus visitas siempre son provechosas para el alma o para el cuerpo. Una enferma, amenazada de muerte por la 
abundancia de vómitos de sangre, fue bendecida por don Bosco y prodigiosamente mejoró, más aún, afirma estar curada. De acuerdo con 
sus posibles, envió una pequeña, pero cordial ofrenda. 

El lunes (28) fue al Caravita, donde otrora se reunía la flor y nata de las Damas Romanas en piadosa Congregación. Si antaño florecía, 
hoy se deshacía lamentablemente. 

Durante los días de conferencia apenas si cuatro, seis u ocho señoras al máximo, acudían a las reuniones. Los Jesuitas, que son 
omnipotentes en Roma, estaban desolados y no lograban reavivar aquella Sociedad. Por eso invitaron a don Bosco para que fuera allí a 
celebrar la misa y predicar. Don Bosco aceptó. Se esparció la noticia y el lunes estaba la iglesia abarrotada de gente mucho antes de la 
hora. A las ocho, hora señalada, era tal la muchedumbre que no se podía ni entrar. Don Bosco, como de costumbre, tardó un poco. Dieron 
las nueve, las nueve y media y no apareció. La gente no daba señales de impaciencia, iban llegando nuevos coches y estaban atestadas las 
puertas y la calle. La única preocupación que tenían los reunidos era el miedo a que don Bosco no llegase. 

Pero finalmente estaba allí. Casi eran las diez. Imposible entrar en la iglesia a causa de la gente; se requirió bastante tiempo para llegar 
a la sacristía. Una vez en 
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ella se revistió con los ornamentos sagrados, salió a celebrar la santa misa, repartió muchas comuniones y después habló. Empezó 
diciendo: «íFe! íFe es lo que nos hace falta, queridos míos, para trabajar!» y lo decía con tanto entusiasmo que daba la impresión de que 
una corriente eléctrica invadía y sacudía a su auditorio. Parecía inspirado. Reprendió, pero fue escuchado con reverencia. Recomendó, y 
será obedecido. Cuando bajó del palco, que servía de púlpito, nadie quería salir de la iglesia. Todos se apretaban en su derredor, todos 
querían hablarle y, sólo ante la promesa de que volvería después de tomar una tacita de café, le dejaron pasar. 

Había gente esperándole en el altar, en los corredores, en la sacristía. Parecía como cuando nuestros muchachos, después de las 
oraciones de la noche, se amontonan para ((625)) besarle la mano. Todos tenían algo que manifestarle, enfermos para bendecir. Como 
Dios quiso, se le sacó de allí, casi de milagro, y se le llevó sano y salvo al Colegio Romano. Y, a decir verdad, la mayor parte de aquellas 
señoras había ido a la iglesia a las siete. 

A las doce todavía había muchísimas esperando a don Bosco en la iglesia con el vivo deseo de saludarle. 

Se dio un espectáculo conmovedor en mitad de la calle. Apenas fue visto, salieron de todas partes madres con sus niños en brazos; 
acudieron señoras, señores, sacerdotes, jesuitas y más y más gente, para recibir su bendición. Yo no supe hacer más que cubrir mi rostro 
con el sombrero y llorar, rezando por aquellas almas piadosas tan llenas de fe. Vi a muchos con lágrimas en los ojos, entre ellos un 
guardia noble palatino, el marqués Nannerini, que esperaba a don Bosco para llevarlo a casa, también para bendecir a su pobre esposa 
enferma. 

A duras penas pudo subir al coche. Toda la calle estaba abarrotada de personas y flanqueada, de una y otra parte, por dos larguísimas 
hileras de carrozas de la nobleza. Y he aquí que, arrodillándose, todos gritaban: 

-íDon Bosco, bendíganos! 

Los cocheros se quitaron el sombrero y don Bosco tuvo que bendecir al pueblo en la Roma de los Papas. 

Crescit (Crece) verdaderamente eundo (marchando) el entusiasmo por el queridísimo don Bosco y en donde lo pueden retener por un 
momento, según dicen, luego no le dejan salir sino después de horas y horas. Pero él no tiene nunca prisa. Los hay que le esperan y diría 
que están al acecho durante medio día, para poderle hablar y cuando logran encontrarse con don Bosco diez minutos, están contentísimos. 

Seguramente que don Bosco, ocupadísimo como está, no podrá, según deseaba, responder y agradecer personalmente las hermosas 
cartas de todos los que le escribieron. Me dio a mí algunas a leer. íQué bien redactadas estaban! Para entretener un rato a las personas que 
esperaban audiencia, y para demostrarles el buen corazón y la cultura de nuestros muchachos, di algunas a leer a diversas personas y 
todos tuvieron que alabar la virtud que resaltaba en aquellas sencillas palabras. Las gracias para todos, y si don Bosco no pudiera darles 
gusto individualmente, dirigirá a todos a la vez una gran carta que se pueda asemejar al fajo de las muchas que le enviaron. 

Y para terminar, siento que debo cumplir con todos los alumnos de la casa que buscaron durante el tiempo de ausencia de don Bosco la 
manera de portarse tan bien que él no tuviera que lamentarse. Pero el domingo y el lunes fue a verles, y no quedó muy satisfecho. Vio 
muchas cosas que él se reserva para escribir en el primer momento libre que tenga. No sé como lo habrá hecho, porque ((626)) no hubo 
día en el que estuviera más ocupado que en éstos. Los misterios de Dios y de sus fieles 
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siervos siempre resultan inescrutables. Pero a muchos ya les palpitará el corazón... íAh, que sea para bien...! 

J.B. FRANCESIA, Pbro. 
De esta visita, hecha invisiblemente por el Venerable al Oratorio, se tuvieron pruebas seguras cuando indicó con exactitud lo que 
hicieron algunos a quienes vio salirse de las filas durante el paseo; encargar hacer compras en la ciudad con dinero no entregado al 
Prefecto; leer a escondidas libros no convenientes para su edad; marcharse por la noche de la clase de canto sin ser vistos, etcétera. 

Un Salesiano, que todavía vive, asegura: «La noche anterior al día en que don Bosco mandó escribir la carta a los muchachos, soñé que 
él había venido al Oratorio. Al lamentarme con él de las inquietudes de conciencia que experimentaba, don Bosco me dijo: 

»-»Y sabes por qué? Porque todavía no eres totalmente de don Bosco. 

»Y me pareció encontrarme junto a un puente estrecho y altísimo bajo el cual corrían aguas profundas y negras. Yo no me atrevía a 
atravesar, pero don Bosco me agarró de la mano, y animándome con sus palabras y caminando delante, con la ayuda de Dios me encontré 
en la otra parte del puente sano y salvo. Apenas volvió don Bosco de Roma, le conté mi sueño y él me respondió que estuviese 
tranquilo». 
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((627)) 

CAPITULO LIII 

LA IGLESIA DE SANTA INES EXTRAMUROS: LA BENDICION DE LOS CORDEROS -DON BOSCO VISITA A UNA RUSA 
ORTODOXA EN PUNTO DE MUERTE -VE A LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO Y NO ESTA SATISFECHO DE LA 
CONDUCTA DE ALGUNOS -DESEOS DE VOLVER A TURIN -DESPACHO DE BOLETOS PARA LA TOMBOLA 
DISTINCIONES PONTIFICIAS -DON BOSCO NO PUEDE ESTAR EN TURIN PARA PREDICAR EL MES DE SAN JOSE 
DONATIVO DE PIO IX PARA LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO -SU AMABLE BROMA HABLANDO DE DON BOSCO 
PRUEBAS DE IMPRENTA DE LA: VIDA DE SAN JOSE -EL REY DE NAPOLES DESEA VER A DON BOSCO -EL GRAN 
DUQUE DE TOSCANA Y EL DUQUE DE MODENA -SE ACONSEJA A LOS NAPOLITANOS EMIGRADOS EN ROMA QUE 
VUELVAN A NAPOLES -DON BOSCO PREDICE A LA REINA MARIA TERESA QUE NO VOLVERA MAS A NAPOLES 
EMPIEZA A RESENTIRSE SU SALUD CON TANTAS OCUPACIONES -INMINENTE NOMBRAMIENTO DE OBISPOS PARA 
LAS DIOCESIS VACANTES -DON BOSCO TRABAJA PARA EL EXITO DE ESTAS ELECCIONES -EL MINISTERIO NO 
ACEPTA ALGUNOS ECLESIASTICOS PROPUESTOS POR EL PAPA -PRUDENTE RESOLUCION DE PIO IX -EL 
COMENDADOR TONELLO FAVORECE EL NOMBRAMIENTO DE LOS DESIGNADOS POR EL PONTIFICE -OBISPOS 
ELEGIDOS, POR SER PRESENTADOS POR DON BOSCO -PRIMERAS NOTICIAS EN TURIN DE ESTAS ELECCIONES Y 
PALABRAS DEL VICARIO CAPITULAR 

MAS de uno de cuantos leen estas páginas pensará que son exageradas las afirmaciones y las descripciones de las cartas de don J. B. 
Francesia: pero se equivoca. En confirmación de cuanto ((628)) narramos, poseemos muchos testimonios de personajes que vieron y 
oyeron a don Bosco en Roma; y comprobaremos que aún fueron mayores los recibimientos que tuvo durante su vida en Italia, en Francia, 
en España, entretejidos con hechos 
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portentosos e innegables. Don Bosco fue el hombre de su siglo, el hombre enviado por Dios, el sacerdote santo, que santificaba a los 
demás y que debía cooperar eficazmente a la salvación de la sociedad. 

Proseguimos con don Juan Bta. Francesia 

Roma, 29 de enero de 1867 

Mi querido Rúa: 

Aunque me toca decir casi siempre lo mismo, sin embargo no puedo callarme.Cuentan todos los que me escriben que mis cartas, llenas 
del nombre que tanto amamos, resultan muy agradables. íDeo gratias! Mi deseo queda satisfecho. Si a veces alguna reminiscencia algo 
antigua venía a ofuscar aparentemente el candor, no era más que la verdadera y pura expresión de mi ánimo manifestada con palabras 
ajenas. 

Estuve en las catacumbas, y pensando en las almas de los que todavía dormían allí en paz, pedí a Dios y a aquellos santos fortaleza para 
mí y para todos nuestros alumnos del Oratorio. Don Bosco querría que le dejase a él para ocuparme de las cosas que puedo ver por un 
sitio y por otro, pero sé que a vosotros rio os gustaría que hiciese eso. Le obedezco en parte y en parte secundo vuestro afecto, legítimo 
sin embargo, tratándose de don Bosco. 

Estuvimos el día de santa Inés en la iglesia a ella dedicada extramuros de Roma, donde sucedió un prodigio al Santo Padre; porque 
habiéndose hundido la bóveda sobre la que estaban, ninguno sufrió grave daño y el Santo Padre quedó incólume. Allí se colocó una 
lápida en recuerdo del suceso, y yo la leí y di gracias al Señor por haber librado milagrosamente a su Vicario. 

La fiesta era especial para la bendición de los corderos. íPobres animalitos! Vestidos de fiesta, adornados con flores, colocados sobre un 
blando cojín, los llevan después de misa al altar en donde los bendicen. Durante la sagrada función balaban los mansos animalitos y 
lamían las manos del sacerdote. íQué de ideas en aquel momento! Después de la función fueron inmediatamente llevados al Vaticano, 
desde donde el Papa los envía a algún monasterio y allí se crían para dar luego la lana para el Sagrado Palio de los Pastores. 

Pero ya sé que no es esto lo que vosotros deseais, vosotros queréis cosas que os hablen de don Bosco. Siempre él y ninguno más que él, 
deseáis que ((629)) sea el tema de mis cartas, y yo lo celebro, porque no tengo más que interpretar mi corazón. Ya en varias ocasiones ha 
despertado don Bosco tal entusiasmo que será difícil describirlo, así como imaginarlo. A todas horas viene gente, de todas las clases 
sociales, para hablar con él. Apenas le ven se postran en tierra y piden su santa bendición. 

Parece idolatría y, sin embargo, no es más que sincera y profunda reverencia ante un buen Siervo de Dios. Si vierais qué barullo de 
gente cuando don Bosco da audiencia, vosotros mismos os extrañaríais. Hoy, por ejemplo, debía comenzar a las tres y no pudo hasta las 
seis, porque llegó tarde a casa y, en vez de comer a las doce, lo hizo a las 2,45. Después, íqué batahola, mi madre! Algunos que habían 
llegado a las once y media tuvieron que esperar hasta las siete y más tarde. »Y don Bosco? 
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Siempre tranquilo, sereno y paciente, oyendo a todos, consolando a todos y recibiendo a todos con la bondad que le es tan natural. Si no 
hubiera nada más que manifestase su grandeza, todos confiesan que lo es por la dulzura de su trato. 

Entre otras personas, estuvo la princesa Odescalchi, la cual pudo llegar a él después de venir en vano otras veces. Le contó que la pobre 
enferma ortodoxa rusa, a quien don Bosco había bendecido, no hablaba más que de él; que le agradecía su caridad por haberla visitado; y 
que, al recibir su bendición, había sentido como un frío misterioso corriendo por sus huesos; que la medalla que le dejó don Bosco es su 
más fiel compañía; que llora y reza pensando en don Bosco. íQué triunfo más hermoso para la Iglesia si se convirtiese! Otras 
correligionarias suyas la imitarían. 
Rueguen también ahí en favor de esta pobre enferma para que Dios le conceda la salud del cuerpo, si así le conviene para la eternidad, y 
seguramente la salvación del alma. 

Cuando don Bosco sale a la ciudad se encuentra en muchas casas y familias que antes no conocía, y que le llevaron allí sin él saberlo 
para obtener su bendición o para presentarle un enfermo. Lo que veo, parece fábula y es verdad. Una persona estuvo sin comer durante 
todo el día con el deseo de hablarle, y se marchó sin alcanzar este consuelo. Se iba llorando con ánimo de volver. Los párrocos le invitan 
para ir a sus iglesias, los directores a sus escuelas, los religiosos a sus conventos. Todos los días igual: ya sé que os lo dije muchas veces, 
pero también sé que os gusta oírlo repetir. 

Don Bosco oye que alaban la conducta de nuestra Casa, pero él no parece muy satisfecho de ella. Dos días que puso en ella una 
atención especial, vio algo que le entristeció mucho. En cuanto pueda, me dará nombres y apellidos y yo os los enviaré para vuestra 
norma. »Conformes? Quizás no; pues bien, se hará lo que mejor fuera para vosotros y para vuestras almas. 

Don Bosco admira y da gracias a la Providencia de cuanto hizo y hace por nuestra Casa. íCuántas personas piadosas, que antes no nos 
conocían para nada, y ahora se han convertido en fervorosas bienhechoras! íDios es admirable con sus siervos! A ((630)) una persona que 
necesitaba hablar con don Bosco sobre asuntos de conciencia, le dijo, antes de escucharla, que ya sabía lo que quería, y le respondió de 
acuerdo con sus deseos. 

Otro, enfadado por haber tenido que esperar demasiado, presentóse a él despechado y casi insolente. Don Bosco pudo haberle 
respondido en el mismo tono, pero no lo hizo y guardó silencio. Aquel tal, mortificado, se arrojó a sus pies y pidióle perdón. Con escenas 
como éstas podría llenar varios folios, pero me parece que basta con lo dicho. 

A*... dice don Bosco que trabaje de buena gana, y que no quiere mezclar la tierra con el oro. 

Don Bosco ya casi se halla totalmente repuesto de su pequeño malestar y trabaja por quince. íQué vergüenza para quien le gusta 
pasárselas sin nada! Mil gracias para don Celestino Durando por las buenas noticias que me da de mis queridos estudiantes, en medio de 
los cuales me encuentro todo el día, para estar por la noche con mis aprendices. »Quién les cuenta el ejemplo los días de fiesta? »Quién 
asiste a las escuelas nocturnas? No tengo ninguna noticia de esto y las espero, lo mismo que don Bosco, y no sólo ésas, sino las de toda la 
casa. Cómo se alegra cuando recibe vuestras cartas y os puedo asegurar que no las olvida. Pero casi todas le recuerdan que vuelva, y 
quizás más que todo es lo que, callando, da a entender el señor Prefecto. Querido mío, para este mes no hay esperanza y para el otro ya 
hablaremos. Discutiremos 
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después de los hechos. Es imposible que vuelva pronto, después de tantos compromisos como ha adquirido. El conde Vimercati da las 
gracias a todos los muchachos y llora pensando en ellos. íQué fiesta se haría si pudiese curar e ir con nosotros una vez a Turín! íY lo 
merecería! 

Los boletos para la tómbola desaparecen, todos quieren más, todos piden; conviene que el Caballero envíe un buen paquete. 

Y ya que me viene este buen nombre a los puntos de la pluma, haz el favor de decirle que don Bosco me encarga que comunique al 
señor marqués Fassati, al caballero Javier Colegno, al caballero Clemente Villanova, que él habló por lo largo de ellos, con el Santo 
Padre y que les obtuvo algo que les agradará y satisfará mucho. Don Bosco me dice que notifiques al padre Gallina que no puede predicar 
el mes de San José. Por su salud, delicada todavía, no está seguro de encontrarse en Turín para entonces. Que acepte la buena voluntad y 
le perdone; en otra ocasión tendrá la satisfacción de poder complacerle. 

Son las doce de la noche y hago punto final. 

30 de enero. 
Don Bosco está en la cama, pero, si no se cuida de veras, esta mañana no podrá decir misa a las ocho y ni siquiera a las diez. Hace ya 
varias semanas que una buena marquesa se presenta aquí a las siete para confesarse con don Bosco y no lo consigue. No obstante 
continúa viniendo hasta que satisfaga su deseo. En estos momentos están llegando carruajes ((631)) cuando no son más que las siete de la 
mañana, y toda esta gente viene para confesarse. »Podrá hacerlo don Bosco? Lo dudo. 
Si aún no os lo he dicho, sabed que el Santo Padre se ha dignado entregar una buena cantidad para los Oratorios. Cuando don Bosco fue 

a saludarle, el Papa quiso con toda su caridad darle algo: abrió su cajón y lo encontró vacío. Sonrió y, levantando los ojos al cielo, dijo: 

-íOh! íQue no sepa el mundo que el Pontífice no tiene un céntimo para sí! Heme reducido a la condición económica de san Pedro. 

Después, volviéndose a don Bosco, añadió: 

-Carísimo, ya veis qué poca diferencia hay entre mí y vuestros huérfanos; vos vivís de la Providencia y yo de la caridad. íMis hijos 

proveerán! 
Me vienen ganas de llorar al escribir estas palabras, pero el Santo Padre estaba religiosamente alegre y confiado en Dios. Al día 

siguiente entregaba a monseñor Ricci, su camarero secreto, noventa escudos romanos, que valen más de cuatrocientas liras, diciendo: 

-Un padre pobre a sus hijos pobres. 

La Providencia había intervenido benignamente. 

Anotaré, todavía, una graciosa anécdota que yo mismo presencié. Esperaba don Bosco en la antecámara de Pío IX para ser recibido en 

audiencia. En aquel momento salió monseñor Ricci y exclamó al verle: 

-Don Bosco, hace cuatro horas que el Santo Padre os espera y pregunta por vos: pasad, pasad, porque ahora, como dice Su Santidad, el 
Santo Padre de Roma sois vos. 

Cuídate; saluda en nombre de don Bosco y mío a nuestros queridísimos muchachos y el Señor nos bendiga a ti, a mí y a todos. 

Siempre tuyo en el Señor J. B. FRANCESIA, Pbro. 

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P.S.-Don Bosco aprueba que Bisio pase al taller de los encuadernadores y recomienda que se provea de asistente a los carpinteros. Está 
ocupadísimo de la mañana a la noche, y no puede escribir como desearía. Don Bosco ha obtenido del Papa muchos otros favores, que a su 
tiempo se sabrán. Ahora a callar. No se habla de la vuelta: todos quieren tener por más tiempo a don Bosco. Hasta los del alto clero piden 
su bendición y le veneran como a un santo. En Roma se conoce quién es don Bosco mientras que en Turín, no todos. Lo antes posible 
mandaré las pruebas de imprenta de San José; me temo que acabaré de corregirlas yo. 

De salud estamos bien. Honores por doquier. Hasta el Rey de Nápoles quiere ver a don Bosco y darle una limosna. 

La admiración, la viva curiosidad, el ejemplo de otros miembros de la familia real movían a Francisco II. 

((632)) Roma hospedaba a los príncipes de Italia destronados, los cuales no habían dejado de acercarse a don Bosco para conocer al 
hombre de quien todos hablaban. El gran Duque de Toscana, Leopoldo II, había entrado en tan íntima relación con él, que lo quiso junto 
a su lecho en las últimas horas de su vida. Francisco V, Duque de Módena, fue varias veces a verle y quedó tan admirado de su bondad 
que empezó a socorrer sus obras y siguió haciéndolo generosamente, mientras vivió. 

Los dos príncipes estaban cristianamente resignados a su suerte; no así los nobles napolitanos, quienes, después de la caída de Gaeta, 
habían seguido al Rey de Nápoles a Roma. Don Bosco, apenas llegado, había sido objeto de sus atenciones. Fueron éstos a visitarle en 
varias ocasiones, y también él habló con ellos en alguno de los palacios que frecuentaban; le preguntaban sobre el porvenir de su destino, 
manifestando siempre una firme convicción de la próxima restauración del reino de las dos Sicilias. 

Don Bosco les había respondido: 

-Señores, íqué bien harían no alimentando vanas esperanzas de este modo! Está muy bien que sean caritativos con los príncipes 
desterrados, siguiéndoles y animándoles, pero no esperen que vuelvan a Nápoles como soberanos. 

-»Es posible...? 

-Escuchen. De acuerdo con las reglas ordinarias del caso parece que su Majestad podría volver al trono de una de estas maneras: 
mediante un arreglo pacífico de los asuntos de Italia, lo cual me parece una utopía y casi un absurdo; o mediante la intervención 
extranjera armada, lo que no me parece previsible de ningún modo. 

-Entonces... 

-íVuelvan a Nápoles! Aquí no pueden hacer nada por la causa 
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de su Rey. Allí, en cambio, en el caso de que alguna vez llegase la esperada restauración, estando en el sitio, podrían ayudarlo. 

((633)) El Siervo de Dios se esforzaba por alejar de Roma a aquellos señores, probablemente para hacer un favor al Papa. 

También la reina madre María Teresa, segunda mujer de Fernando II, deseaba ver a don Bosco y mandó a su caballero de honor, el 

Duque de la Reina, para decirle: 

-Su Majestad la Reina Madre quiere hablar un momento con usted: »a qué hora podría ir don Bosco a su palacio? 

Don Bosco fijó la hora y fueron a recogerlo con un coche. Larga fue la entrevista. Deseaba la Reina que el Venerable le revelase un 

porvenir más glorioso y la vuelta a su palacio; pero no obtuvo más que esta precisa respuesta: 

-Majestad, siento tener que decírselo, pero íSu Majestad no volverá a ver Nápoles! 

Al volver a casa narró don Bosco a don Juan Bautista Francesia dicha entrevista. Este le observó: 

-»Y usted tuvo valor para decir eso a la pobre señora? 

-Es natural, replicó don Bosco; me piden la verdad y debo decirla. 

Esta respuesta llegó también a oídos del Rey de Nápoles, quien sintió vivas ansias de encontrarse con el Siervo de Dios y para ello se 

dirigió a la Duquesa de Sora, de la familia Borghese, que moraba en la Villa Ludovisi, adonde don Bosco había ido a celebrar la santa 
misa y pronunciar una breve plática. 

Por aquellos días el señor Pedro Angelini enviaba al caballero Oreglia, su amigo, otras interesantes noticias: 

Roma, 1. ° de febrero de 1867 

Mi querido amigo y señor mío: 

Ciertamente que la vida del pobre don Bosco por aquí no es más tranquila que en Turín, entre sus muchachos y las ocupaciones que le 
proporciona su celo en el ejercicio de su ministerio. De la mañana a la noche se ve asediado por una inmensa cantidad de personas de 
todo grado, sexo y condición, que desean verle y hablarle y que no le dejan hora fija ((634)) para comer, dormir y descansar. Su salud 
empieza a resentirse por lo que, si no se consigue que regrese pronto, como se había establecido, creo que deberá adoptar algunas 
medidas para no caer enfermo. 

Por lo que a mí toca, después de haberle visto varias veces rápidamente, el domingo pasado tuve la fortuna de que comiera en mi casa, 
rodeado de toda mi familia, que siempre recordará con sumo placer y verdadero reconocimiento el haber gozado durante varias horas de 
su presencia y su codiciada compañía. Espero que, mientras ha podido hacer felices en Roma a muchos escuchándoles, bendiciéndoles, 
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aconsejándoles y rezando por ellos, también él partirá satisfecho, s la esperanza, ya que no la seguridad, de volver a verle pronto. 

El Santo Padre, a quien visitó ayer por tercera vez, le habló de las fiestas que tendrán lugar aquí en junio próximo, donde la mayor parte 
de los Obispos del Orbe Católico estarán reunidos, y la presencia de don Bosco sería oportunísima. 

La buena marquesa de Villarios me dijo ayer que había recibido una carta de usted, a la que se proponía contestar hoy mismo; no 
obstante, dudo que haya podido hacerlo, puesto que don Bosco y sus obras ocupan todo su tiempo y hasta todos sus pensamientos. 

Aquí se goza de una tranquilidad perfectísima y Roma parece más alegre y más serena después de la marcha de los franceses. El Santo 
Padre conserva, gracias a Dios, una calma y una salud envidiables, y pasea continuamente por las calles más concurridas, en medio de la 
multitud que le rodea y le aplaude. Había determinado nombrar los Obispos para las diócesis vacantes en un solo Consistorio, alrededor 
de Pascua, pero ahora se dice que dentro de unos días preconizará a varios de ellos y yo creo que don Bosco, encargado por Ricasoli, ha 
tenido una buena parte en esta determinación. Esperemos que esto sea el principio de ese bien, que todos deseamos hace mucho tiempo, y 
que pronto resplandezca el triunfo de la verdad y de la justicia. 

PEDRO ANGELINI 

En Roma, pues, se esperaba que pronto fueran preconizados los nuevos Obispos, pero su elección no se realizaría sin gravísimas 
dificultades. El Gobierno había mandado al comendador Tonello sesenta nombres de eclesiásticos bien vistos por él, para ser presentados 
a la Santa Sede. El Papa vio enseguida que había que eliminar algunos y que otros le eran desconocidos. Acerca de éstos hizo que don 
Bosco escribiera a varias partes pidiendo noticias y el Siervo de Dios entregaba las respuestas. 

((635)) También el Vaticano mandaba al Comendador una lista de sacerdotes tenidos como dignos para el Episcopado, con las 
respectivas diócesis que les serían confiadas; y esta misma fue enviada a Florencia. El Ministerio la examinó. Algunos de los propuestos 
fueron absolutamente excluidos, por ejemplo: monseñor Pablo Ballerini, Arzobispo dimisionario de Milán, por las enconadas 
persecuciones de los sectarios, después de lo cual, el Papa lo promovió a la Iglesia Patriarcal de Alejandría. Otros no fueron aprobados 
para la sede propuesta por el Papa, el cual se vio obligado a cambiar algún obispo, ya en su sede, a otra diócesis. 

Pío IX hizo alguna observación, pero no insistió en sus propuestas, porque le parecía que no habría logrado el intento, con peligro de 
que se rompiesen las negociaciones; y decidió, siguiendo el consejo de don Bosco, comenzar desde aquel momento a aceptar algunos 
nombres, a los que el Gobierno no se opondría. Así, y también para 
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dar gusto al Rey, proponía que monseñor Luis Nazari de Calabiana fuese trasladado de Casale a Milán; y que fuese mandado a Casale 
monseñor Pedro María Ferré, que desde el 1852 era Obispo de Crema y no había podido tomar posesión del Obispado de Pavía, por la 
oposición del Gobierno. Del mismo modo destinaba a Savona a monseñor Juan Bautista Cerutti, y a Aosta a monseñor Santiago Jans, 
Vicario Capitular, y otros a diversos lugares. 

El comendador Tonello, como verdadero caballero, leal y cristiano, había procurado siempre en todos estos negocios quitar todo mal 
entendido u obstáculo con el fin de que pudieran ser llevados a buen término; y escuchaba gustosamente los consejos de don Bosco, 
quien, de vez en cuando, iba a conversar con él. Contaba don Juan Bautista Francesia que un día acompañó a don Bosco hasta el 
Comendador y le tocó esperar más de una hora hasta el final de la audiencia. 

El Siervo de Dios le expuso el encargo recibido del Papa de ((636)) presentarle algunos sacerdotes piamonteses a elegir para los 
antiguos Estados. Tonello aprobó la elección hecha por él y ya aceptada por el Pontífice; don Joaquín Berto vio esta lista, preparada por 
don Bosco y escrita de su puño y letra: el primer nombre era el del canónigo Lorenzo Gastaldi, propuesto para la diócesis de Saluzzo. El 
Comendador apoyó enseguida este nombramiento, dado que él había hecho sus primeras prácticas en el despacho del prestigioso abogado 
Gastaldi, padre del Canónigo. Pío IX pidió a don Bosco informes sobre el elegido, ya que no le conocía, y los tuvo muy favorables. El 
Venerable estaba seguro de que la Iglesia adquiría con Gastaldi un celoso prelado, admirable por sus conocimientos en todos los ramos 
del saber, especialmente en Teología, y que la naciente Sociedad Salesiana encontraría en él un valioso apoyo. El Siervo de Dios quería, 
además, dar una prueba de sincero aprecio, reconocimiento y afecto a quien era cordialísimo amigo. 

Los demás, igualmente dignos, presentados por don Bosco eran los siguientes: para Alba, el canónigo Eugenio Roberto Galletti, 
turinés; para Asti, el canónigo Carlos Savio de Cúneo; para Alessandria, el canónigo Antonio Colli de Novara; para Cúneo, el canónigo 
Andrés Formica, diocesano de Alba. 

Cuando llegaron a Turín las noticias de estos nombramientos, don Juan Cagliero, que se encontraba en la Curia, oyó exclamar al 
Vicario Capitular monseñor Zappata: 

-íHemos de ser amigos de don Bosco! íDon Bosco reparte mitras! 
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((637)) 

CAPITULO LIV 

LA FIESTA DE LA PURIFICACION DE MARIA SANTISIMA -DON BOSCO CELEBRA LA MISA EN LA IGLESIA DE SAN 
FRANCISCO DE ASIS -LAS ADORATRICES PERPETUAS DESEAN OTRA VISITA -CASA HOSPITAL DEL CONDE 
VIMERCATI -EL CENTENARIO DE SAN PEDRO PRESENTADO AL PAPA -VISITA DEL PRINCIPE TORLONIA A DON 
BOSCO -DONATIVOS PARA LA IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA -MUCHOS QUIEREN CONVIDAR A DON BOSCO A 
SU MESA -ENTRE LOS ALUMNOS DEL COLEGIO NAZARENO -ENFERMOS CURADOS -EL SANTO PADRE EN SAN 
PEDRO -EN VILLA PAMFILI Y CON MONSEÑOR DE MERODE -DON BOSCO NO TIENE TIEMPO PARA ESCRIBIR A LOS 
MUCHACHOS DEL ORATORIO -DON JUAN BAUTISTA FRANCESIA ENVIA SALUDOS PARA LOS ALUMNOS Y 
PROFESORES DEL ORATORIO -EL REY DE NAPOLES ASISTE A LA MISA DE DON BOSCO -SU ENCUENTRO CON EL 
SIERVO DE DIOS, QUE LE QUITA TODA ESPERANZA DE RECUPERAR EL TRONO -EL CANONIGO GASTALDI RECIBE 
LA NOTICIA DE SU ELECCION PARA EL EPISCOPADO 

EL 2 de febrero, sábado, fiesta de la Purificación de María Santísima y de la bendición de las candelas, hubo en el Oratorio de Turín 
muchas comuniones en favor de don Bosco. Los muchachos se habían preparado con la confesión y una novena de florecillas, que el 
Siervo de Dios había dejado a don Miguel Rúa, con un autógrafo, para que las anunciase una cada noche. Eran idénticas a las del año 
anterior: Dios es nuestro amo, etc. 

((638)) Desde Roma llegaban otras noticias. El 2 de febrero de 1867 la condesa Ana Bentivoglio escribía al caballero Oreglia: 

«Esta mañana don Bosco ha celebrado la misa en la iglesia de san Francisco de Asís, y nos ha distribuido la santa comunión. Tenía muy 
buen aspecto y color sano, parecía verdaderamente un joven, pese a la trabajosa vida que lleva siempre de un lado para otro y atendiendo 
visitas, puede decirse que de la mañana a la noche. Aquí todos están entusiasmados con él, le miran como a un santo, y le tributan 
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honores y privilegios extraordinarios; pero, que yo sepa, no ha hecho hasta ahora nada estrepitosamente prodigioso, como hubiera sido 
por ejemplo la instantánea curación del hidrópico de Turín. 

»Veremos si, antes de partir, permite el Señor que haga algo verdaderamente sorprendente. 

»Esta mañana no hemos tenido tiempo más que para besarle la mano y saludarle a su paso por la sacristía ya que, imagino, le esperaban 
arriba para desayunar e ir después a las funciones en San Pedro. Aníbal va de vez en cuando a San Pedro ad Vincula, pero rara vez tiene 
la suerte de encontrarlo, porque no le dejan ni un momento de reposo.» 

Una Comunidad femenina, recordando la visita recibida en 1858, le escribía: 

íVivan Jesús, María y José! 

Reverendo don Bosco: 

Dado que mi monasterio tuvo ya en otra ocasión el honor de su visita, permítame su bondad rogarle nos honre también en esta ocasión, 
antes de su partida de Roma. 

Pídole mil perdones por mi atrevimiento y encomendándome a sus santas oraciones, con todo respeto tengo el honor de profesarme 

Adoratrices del Santísimo Sacramento, 2 de febrero de 1867 

Humilde y segura servidora Sor MARIA TERESA 
DE LOS SAGRADOS CORAZONES, Sup. 

Escribía don J.B. Francesia sobre este día y otros más: 

((639)) 
3 de febrero de 1867 

Querido Caballero: 

Voy alternando mis cartas desde Roma dirigiendo unas a usted y otras al señor Prefecto, para que no haya envidias. 

Empezando, pues, por la casa donde nos hospedamos, le diré algo que no será inesperado, pero sí nuevo. Ciertamente es verdad que el 
señor conde Vimercati es industrioso y sagaz en sus obras. No quiere que haya una casa piadosa que no tenga algo que agradecerle. Sepa 
que, además de lo mucho que ya ha realizado, el otro día nos hizo una jugarreta como para ofender a cualquier buen cristiano. Por 
fortuna, antes nos había pedido excusas por la injuria que llevaba en la cabeza; por lo demás el caso era como para escapar a Turín. Dio 
orden a su costurera para que, en el menor tiempo posible, hiciese para don Bosco y para mí cuatro camisas y cuatro pañuelos y (íqué 
camisas y pañuelos!) ocho en total, que después nos encontramos inesperadamente sobre la cama. Así, a más del trabajo del lavado, 
encima la paga. 
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íEsto es Jauja! Creo que Pelazza participará de nuestro enfado y pedirá algo en compensación. Lleva razón. Pero no es esto todo. La 
servidumbre, para que don Bosco no se asuste con la propina a soltar, ha pensado en adelantarse y darle algo para sus muchachos, a los 
que quieren mucho en la persona de su director. Y la otra noche, con la pena de no poder hacer más, le anticiparon treinta y seis liras en 
acción de gracias por haber venido a aumentar en gran manera sus ocupaciones. 

El Centenario de San Pedro va a velas desplegadas: se le presentó al Papa, quien leyó enseguida algunas páginas, aprobó la oportunidad 
y alabó mucho al autor. El ejemplar presentado al Santo Padre estaba magníficamente encuadernado en tela blanca, y otros veinticinco 
ejemplares menos elegantes, para los monseñores, todo a expensas del bueno y caritativo Vimercati. No podemos expresar el más mínimo 
deseo y ya está satisfecho. 

El otro día fui yo también a la casa Torlonia. El Príncipe está verdaderamente admirado de don Bosco. No sé si ya ha hecho algo por el 
Oratorio, pero no dejará de hacerlo. No satisfecho con haberlo tenido en su compañía toda una mañana, vino aquí el viernes a devolverle 
la visita. No cesaba de maravillarse, oyendo hablar de las cosas de la Casa y comprendió muy bien las necesidades de la misma. íOjalá le 
inspire Dios algún buen pensamiento! Vi en aquella ocasión a su pobre esposa quien, como sabrá, está enferma mentalmente. Junto a don 
Bosco parecía más calmada, besaba su mano y no daba señales de locura. íPobre señora! Por la noche, estando en casa del príncipe 
Torlonia, estaba esperando a don Bosco el duque Salviati; era la segunda vez que venía sin haber podido verle y ahora tuvo que esperarle 
una hora. 

Es algo inaudito que los Príncipes romanos hagan antesala; hacía falta don Bosco para abrir una nueva costumbre. El príncipe Ruspoli 
esperó dos horas para hablar con don Bosco sin impacientarse lo más mínimo. Hay verdadero frenesí entre los romanos con respecto a 
don Bosco. Hay ((640)) ya quien llora por tener que perderlo. Pero han hallado el medio para encontrarlo con seguridad, en casa: y es 
venir enfermos o prometer limosnas. Por ejemplo, una señora ha tomado setecientos boletos de la tómbola; promete, además, alguna otra 
limosna, pero quiere que don Bosco vaya a su casa para recibir el dinero. Seguramente irá; si no, lo llevaré yo. En otro lugar se preparó 
una limosna, tomaron quinientos boletos y nos darán dinero, pero a él en persona. Asimismo, todo un Eminentísimo señor, cuyo nombre 
callo, mostró su deseo de verle y hablarle, desde el primer día de su llegada a Roma. Es de advertir que don Bosco no le conocía y 
necesitaba absolutamente tener con él alguna conferencia para nuestros asuntos. Pero, que si quieres; pasaron más de veinte días, antes de 
disponer de un rato y a duras penas. Fue, y el Eminentísimo señor puso en manos de don Bosco la bonita cantidad de cincuenta escudos 

(1) en testimonio de veneración y ayuda. 
íCuántas más ayudas nos vendrían, si don Bosco pudiese multiplicarse por cinco o seis (nótese la cifra) e ir a donde desean verle! Por 
su buen corazón y su propensión a decir que sí, le ha sucedido en varias ocasiones aceptar comidas, a la misma hora y en sitios diferentes. 
Algunas veces suplo yo, especialmente a los entremeses (2), pero quieren siempre a don Bosco y, si no va, puede haber serios 
inconvenientes. 

(1)-Escudo. -Era la unidad monetaria de Toscana y otros estados te a cinco liras (N. del T.) 

(2) Entremés. -Manjares que se ponen en las mesas para picar de ellos, antes de empezar la comida (N. del T. ) 
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Cuando se espera a don Bosco para la comida, en un día y hora determinada, se calcula que irá con una o dos horas de retraso y todos van 
bien provistos de paciencia. 

El jueves fuimos a comer al Colegio Nazareno. íQué hermoso recibimiento hicieron a don Bosco aquellos muchachos! Ya conocían sus 
obras, en su clase tenían como texto la Historia Sagrada y la de Italia y habían oído tanto hablar de él, que al verle creían ver a un santo. 
Como estaban informados de su llegada, desde hacía ya unos días, se lo habían comunicado a sus padres, muchos de los cuales acudieron. 
Durante la comida reinó la alegría, que terminó en gran fiesta. Uno de los alumnos había escrito algo en latín, en honor de nuestro 
querido don Bosco, y lo leyó en medio de un silencio universal. Hubo después un aplauso descomunal y ovaciones tan estruendosas, que 
parecía que el techo se venía abajo. Siento no acordarme de las palabras, pero recuerdo muy bien su sentido: que agradecía a don Bosco 
haberles honrado aquel día con su visita; que el Colegio le estaba reconocidísimo y san José de Calasanz, que lo había fundado, se 
alegraría en el cielo y derramaría sobre su cabeza una lluvia de flores, y que le auguraba mucha felicidad. Todo muy breve, pero muy 
afectuoso; no podría explicar en mucho tiempo con mis palabras, su belleza, su gracia y su conmoción. Después de visitar la casa, se 
reunieron en la capilla, porque querían oír hablar a don Bosco. Improvisó, como de costumbre, y íqué bien lo hizo! Todos los ojos 
estaban fijos en él, que les habló de manera sumamente conmovedora. Finalmente se despidió de los alumnos y de los Padres. 

Tal vez me extiendo demasiado en estas demostraciones, pero ((641)) yo soy así; los honores que se tributan a don Bosco me llegan tan 
profundamente al corazón que no los puedo olvidar. 

Mientras tanto, por uno y por otro lado vamos recibiendo buenas noticias de sus visitas. Uno que mejora, otro que está más resignado, 
aquél que se ha curado. Una pobre monjita enferma, hacía mucho tiempo, deseaba una medalla de don Bosco. La obtuvo, se la puso al 
cuello con tal fe que inmediatamente mejoró y, al cabo de dos o tres días a lo sumo, estaba completamente curada. El niño De Maistre, 
del que os hablé en mi primera carta, va cada vez mejor y, cosa singular, ya ha empezado a caminar, mientras antes de la enfermedad aún 
no sabía poner un pie en el suelo. La Condesa madre y el conde Eugenio están muy agradecidos a don Bosco; le dieron ya una limosna y 
ella afirmó que la iglesia de Valdocco será objeto especial de sus cuidados; y que siempre que piense en María la honrará con el título de 
A uxiliadora de los Cristianos, tan saludable para ella. 

Se dice y se teme, y hasta se ha escrito, que don Bosco será el futuro arzobispo de Turín. Es un sueño de mentes locas. Algún periódico 
se interesó por don Bosco y la Nación de Florencia, hablando de la conversación del P. Passaglia, recibida con tanta alegría en Roma, 
dijo que muy pronto debía entretener a sus lectores con el tan afamado don Bosco. Seguramente dirá alguna de las suyas, pero no servirá 
más que para propagar sus obras y su nombre. 

Querido Caballero, también yo he gozado esta mañana con las fiestas romanas. San Pedro, tan inmenso, estaba repleto de gente. Yo, 
pensando que debía ver y oír para tantos, elegí un buen sitio, desde donde pude asistir a la función y ver al Santo Padre. Su fisonomía no 
se aparta de mi memoria. Cuando recibía su bendición, y la alcancé diez o doce veces, desde diversos puntos, tenía puesto mi 
pensamiento en el Oratorio, donde están mis más queridos recuerdos. 

Don Bosco tenía que ir a recibir la candela, como el Papa le había hecho saber, 
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pero no pudo ser. Es más, no pudo tomar parte como actor, ni como espectador.Empezó por ir a celebrar la misa a la iglesia de san 
Francisco de Asís cercana al palacio Vitelleschi donde le esperaban las turbas. Allí le dejé yo para ir al Vaticano. No quería perder por 
tercera o cuarta vez la ocasión de ver pontificar al Santo Padre. Pero supe que el recibimiento que hicieron a don Bosco fue muy hermoso 
y devoto. A las once quedó libre y pensó entonces ir a casa de monseñor De Merode, donde teníamos que comer; subió al coche y »sabe 
adónde le llevaron? A la villa Pamfili, para visitar a unos enfermos. Protesté contra aquella coacción, pero las protestas son mercancía 
desconocida. Tuve que esperarlo más de una hora después de las doce, paseando junto a San Pedro. »Qué quiere usted? Todos van a 
porfía para tenerlo consigo y cuando uno lo consigue se hace el amo y no piensa más que en sí mismo, dejando que don Bosco satisfaga 
como pueda sus asuntos y promesas. Todos le quieren. Su conversación es muy apreciada. 

((642)) Como ya le dije en otras cartas, mándeme boletos, solamente boletos. Mande con el primer correo cuantos pueda. íNo sabe 
cómo los desean! Hay que contentarles. 

Los muchachos piden recibir cartas de don Bosco, pero no es posible que pueda contestarlas; a las diez de la noche y, casi siempre, 
hasta las doce y más, está leyéndolas. Lamenta no poder satisfacer su justa demanda y pide indulgencia. 

Muchos saludos y ruegue por su afectísimo 

Hermano en Cristo FRANCESIA, Pbro. 

N.B. -Quería decirle que ayer, en San Pedro ad Vincula hubo fuegos artificiales muy hermosos, pero me falta espacio. 
A esta carta seguía otra: 

4 de febrero de 1867 

Muy querido Durando: 

Leo con mucho gusto lo que me escribes de ésa; ya te habrán presentado de mi parte mi agradecimiento, ahora lo hago yo mismo. Al 
hablar a nuestros muchachos, por la noche, no dejes de saludarles muy mucho en mi nombre. Diles que les veo a través de muchos otros 
jovencitos que me rodean aquí en Roma. Pero que, a pesar de las comodidades, y de que somos tratados como príncipes, yo pienso 
continuamente en el Oratorio. Nuestras cosas marchan siempre bien. 

En estos días don Bosco ha urdido, y está urdiendo, una treta contra el canónigo Gastaldi, nuestro respetable maestro de moral. Cuando 
vayas a clase podrás comunicárselo, y si pregunta de qué treta se habla, le dirás que, por ahora, no se puede manifestar. Silencio y 
misterio. No debería ser tan puntilloso con él, pero por esta vez quiero echármelas de importante, como nosotros decimos. Salúdale de mi 
parte; 
y tu escríbeme a menudo. 

Saluda a nuestros queridos profesores y díles que les recuerdo donde quiera que voy; y que, si en alguna ocasión no les manifiesto todo 
mi aprecio y estima, es porque 
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no sé expresarme mejor. Pero que les quiero a todos, y mucho, en el Señor. Y tú, mi querido Durando, encomiéndame a Dios. 

Tu afectísimo amigo y hermano FRANCESIA, Pbro. 

P.S. -Esta mañana ha ido don Bosco a celebrar la misa para el Rey de Nápoles: había sido invitado a ello hace mucho tiempo y con 
mucha insistencia, por lo que no pudo ni quiso rehusar. 
((643)) Francisco II había dejado a elección de don Bosco el lugar donde debían encontrarse; bien en el palacio Farnese donde habitaba, 

o bien, si lo prefería, iría él mismo a visitarle en casa Vimercati. 
Don Bosco le respondió, conforme había sido convenido con la duquesa de Sora, que, si a él no le desagradaba, iría con mucho gusto a la 
entrevista en la Villa Ludovisi, espléndida y real mansión, por el palacio y sus jardines. Fue don Bosco y se encontró con que el Rey de 
Nápoles ya lo esperaba, acompañado de muchos y nobles señores, entre los cuales estaba De Charette, comandante de los Zuavos 
Pontificios. Celebró la santa misa y habló unos diez minutos sobre la Fe. La plática fue tal que la Duquesa, que ya otras veces había 
admirado sus sermones, exclamó maravillada: 
-Pero, »de dónde saca don Bosco esos razonamientos? íNunca he visto tanto poder de persuasión! íNadie predica como él! 
Terminada la acción de gracias, dijo don Bosco que estaba a disposición de Su Majestad. Retirándose ambos a una habitación y 
dialogaron durante casi tres cuartos de hora. 
Después de unas palabras, rogóle el Rey que le dijera con toda claridad si reconquistaría el reino, puesto que todos le prometían que, 
dentro de unos meses, se hallaría de nuevo en su palacio real. 
Don Bosco se escabulló diciendo que no le tocaba a él adivinar el futuro. El Rey insistió. Y el Siervo de Dios respondió con toda 

claridad: 
-Si desea que le hable claro, le diré que Su Majestad no volverá más al trono. 
-Y »en qué se funda para decirme esto? »En conjeturas o en motivos ciertos: 
-íEn motivos ciertos! 
-»Cuáles? 
-Es motivo para mí el modo con que los Reyes de Nápoles trataron a la Iglesia. 
((644)) -»Qué quiere decir con esas palabras: 
-Que la Santa Iglesia fue tratada en Nápoles con poco respeto. 

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-»Cómo? »No estaba protegida la Iglesia? 

-»Protegida la Iglesia? íDurante más de sesenta años estuvieron en vigor las doctrinas Febronianas! (1). Un obispo no podía administrar 
la Confirmación sin permiso del Rey, no podía ordenar sacerdotes, reunir sínodos, hacer visitas pastorales, sostener correspondencia con 
Roma sin el previo beneplácito del Soberano. »Y esto es proteger a la Iglesia? 

-Pero vea, don Bosco, observó el Rey; era una medida general de vigilancia, una necesidad política; era el temor de una revolución, era 
precaución, para que no fueran violados los derechos de la Corona, los que inducían al poder civil a obrar de este modo. 

-Y »cree todavía Su Majestad que había que aprobar estas medidas contra la Iglesia? »Y el pésimo tribunal de la Real Monarquía y 
Apostólica Legación de Sicilia, que, desde hace más de un siglo, pretendía que en aquella isla estuviera la Iglesia en gran parte 
sometida?... »Que espiaba e impedía toda relación del clero secular y las órdenes religiosas con la Santa Sede?... »Jueces inicuos que 
hacían todo a su querer usurpando la autoridad del Papa y la del mismo Soberano? Estos hacían inútiles las disposiciones y órdenes de los 
Obispos, perseguían con demasiada frecuencia a los buenos religiosos favoreciendo a los peores y por su culpa se malgastaban sumas 
enormes, que eran el escándalo de los fieles: inmoralidad, simonía, prepotencia, fraudes, admisión de personas indignas para los primeros 
cargos, empleo de los bienes religiosos para usos profanos; y otros agravios que no es necesario enumerar. Y estos jueces eran apoyados, 

o al menos tolerados. Esta es la causa del presente castigo de Dios sobre la Dinastía. 
-Pero Su Majestad el Rey Fernando, mi padre, durante los últimos años de su reinado y de acuerdo con el Papa, consintió ((645)) en 
suprimir muchos de los desórdenes de Sicilia. 

-Sí, es verdad; pero no se quitaron o no se pudieron quitar las causas de tantos males religiosos. Se quisieron conservar todavía algunos 
privilegios de aquel funesto tribunal, que debería haber sido suprimido. 

Al llegar a este punto don Bosco se quedó recogido y pensativo unos instantes. El Rey continuó: 

(1) Febronianas.-Doctrinas de Febronio (Johann Nikolaus Hontheim -1701 -1790). Canonista alemán conocido por Justino Febronio, 
según las cuales se rebajaba la potestad pontificia y exaltaba la autoridad de los obispos (N. del T. ) 
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-Y, si yo volviese al trono de mis padres, »no cree que las cosas irían mejor? 

-Majestad, conozco vuestra sincera devoción a la Santa Sede, conozco los testimonios incontrovertibles que habéis dado. íSois hijo de 
una santa! Pero »corresponderá el querer al poder? »El mal influjo de ciertos consejeros no buscó durante muchos años mantener viva en 
el corazón de vuestro mismo padre, la desconfianza contra la Roma papal? En ciertos casos, si el Señor no os ayuda, podríais hacer lo 
mismo que vuestros antepasados. 

El Rey se mostró casi ofendido ante aquella suposición y replicó: 

-»No sabe que sólo usted me ha hablado con tanta franqueza? No obstante, me gusta que alguien me hable sinceramente, tal y como 
piensa... Dígame ahora: »no cree que pueda suceder algún acontecimiento que me lleve de nuevo al trono de Nápoles? 

-Solamente habría uno, pero no acontecerá. 

-»Cuál es?, preguntó el Rey con viva curiosidad. 

-Que venga una anarquía general, y faltando el Soberano conquistador y su dinastía, los pueblos, más pronto o más tarde, en vista de 
sus grandes y buenas acciones, recurran al que antes tenían por Rey. Solamente en este caso podría haber esperanza. Pero es una simple 
suposición. 

Al terminar el coloquio rogó el Rey a don Bosco que fuese a su palacio porque también la Reina ((646)) Sofía deseaba conocerle. Era 
lunes aquel día y la visita al palacio Farnese se fijó para el viernes. El Venerable dejó pensativo al pobre Rey, que esperaba de él un 
pronóstico más conforme a sus deseos. 

En Turín don Celestino Durando cumplía el encargo de don Juan Bautista Francesia para el canónigo Gastaldi. Este entendió muy bien 
de qué se trataba y tuvo pronto de don Bosco la confirmación de su elección para el Obispado de Saluzzo. Habiéndose encontrado por 
aquellos días con el profesor don Mateo Picco, quien se congratuló con él, le respondió familiarmente: 

-En este momento yo no sabía qué hacer y íel Papa me ha dado una ocupación! 
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((647)) 

CAPITULO LV 

DON BOSCO CELEBRA LA MISA EN CASA DE UN ANTIGUO AMIGO -SU CARTA A DON MIGUEL RUA PARA ALGUNOS 
ASUNTOS -UNA TARJETITA CON UN AVISO -EL PAPA LE REGALA UN MAGNIFICO CIRIO, Y DON BOSCO VA A 
DARLE GRACIAS -MONSEÑOR MORONI LE ENTREGA SU DICCIONARIO ECLESIASTICO -REGALO DE OTROS DOS 
CIRIOS -EN EL ORATORIO SE ESPERAN CARTAS DE DON BOSCO -LOS BOLETOS DE LA TOMBOLA REMEDIO 
CONTRA EL COLERA -MEJORIA DEL CONDE VIMERCATI Y PATRAÑAS DE LOS PERIODICOS -CONVERSACIONES 
SIEMPRE GENTE NUEVA EN TORNO A DON BOSCO -LAS COMPOSICIONES MUSICALES DE DON JUAN CAGLIERO 
SALUDOS PARA LOS MUCHACHOS DE TURIN -DIFUSION DEL LIBRITO CENTENARIO DE SAN PEDRO; ELOGIOS DE LA 
UNIDAD CATOLICA Y DE LA CIVILTA CATTOLICA -SE PIENSA HACER UNA NUEVA EDICION EN ROMA -UN PERIODO 
QUE PARECE INEXACTO -JUICIO DE UN PROFESOR DEL COLEGIO ROMANO. 

EL 5 de febrero celebró don Bosco la misa en la capilla privada del señor Felipe Canori Focardi, el rosariero, con quien había travado 
íntima amistad en 1858. Escribía a don Miguel Rúa sobre aquel día: 

Muy querido don Miguel Rúa: 

Don Juan Bautista Francesia te escribirá acerca de nuestras cosas; yo solamente te hablo de las tuyas, del dinero. Dí, pues, al Caballero 
que vaya al padre Tomatis y le pida ocho mil liras, que yo pagaré aquí en su nombre al padre Betti. 

De esas ocho mil liras darás seis mil ochocientas al Dr. Gribaudo, si él quiere ((648)) recibirlas; creo que éste es su crédito. Lo demás 
empléalo en lo que más te apremie. 

Nuestros asuntos van bien; espero que mañana podré escribir una carta a nuestros queridos jóvenes. Seguid rezando por vuestro don 
Bosco, que anda totalmente ocupado por vosotros. Tal vez el próximo sábado podamos fijar el día de nuestra suspirada vuelta. 

Que Dios nos bendiga a todos y nos ayude a salvar nuestras almas. Amén. 

Roma, 5 de febrero de 1867 

Afmo. en J.C.
JUAN BOSCO, Pbro.


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P.S.-Antes ninguno, ahora demasiados boletos. »Por qué no me das noticias de la señora Curona, la señora Dupré, de los muchachos, 
etc.? 

En la carta incluía la siguiente tarjetita para un empleado de la cocina. La publicamos para que se vea cómo acostumbraba avisar 
frecuentemente el Siervo de Dios. 

A S...cocinero 

1.° Vaya con los demás a las oraciones, a la misa. 

2.° No blasfeme. 

3.° No dé nada a nadie sin permiso. 

4.° Se confiese cada quince días o una vez al mes. 

5.° Ahorre más en los combustibles, en el condimento, etc. 

Además de la tarjetita de don Bosco, llegaba también una carta de don Juan Francesia: 

Roma, 5 de febrero 

Carísimo don Miguel Rúa: 

Hemos recibido noticias de Casa y nos satisfizo saber que en aquel momento todos estaban sanos. Sentimos mucho que el pan haya 
subido tanto de precio. Don Bosco quedó, y aún está, muy impresionado. Esperamos sea algo pasajero, pero siempre doloroso, como la 
tempestad; y hemos de agradecer al Señor que nos ha guiado a este lugar, donde hemos podido recibir limosnas con las que hacer frente a 
los ingentes gastos del Oratorio. Esta noticia, conocida ya por muchos de aquí, esperamos que produzca su efecto. 

íQué amable y cortés se muestra el Santo Padre con nuestro amado don Bosco! No es la casualidad la que pone en mi corazón y en los 
puntos de mi pluma esta espontánea exclamación. Has de saber que el Santo ((649)) Padre envió a nuestra casa a su mayordomo, 
monseñor Borromeo, a traerle con toda solemnidad un cirio que, a su tiempo, adornará la nueva iglesia. Mide dos palmos más que yo y 
por su grosor se requieren las dos manos para agarrarlo; lleva la efigie de la Inmaculada Concepción encima y otros adornos que no 
puedo describir, impresionado como estoy por la sorpresa. Era el cirio más hermoso de cuantos había en la fiesta de la Purificación y fue 
presentado por uno de los Párrocos de la ciudad. Ya os dije que el Santo Padre ha visto y leído con satisfacción el Centenario de San 
Pedro y quiso hacer este honroso regalo a su autor. 

El Papa tiene sumo interés en saber la vida que don Bosco lleva en Roma; está muy contento porque despierta la piedad y la devoción y 
le desea una larga permanencia. 

Ayer por la tarde fuimos a Palacio para agradecer a Su Santidad su exquisita bondad al regalar el cirio y pude ser testigo ocular del 
afecto del Santo Padre a nuestro amado don Bosco. Esperaban audiencia en la antecámara un Cardenal y diversos Monseñores y don 
Bosco, con maravilla de todos, estuvo con el Santo Padre durante más de media hora. Después pasé yo también a su presencia, era la 
segunda vez que tenía esta suerte. Arrodillándome, dije: 
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-Santo Padre, permita que en nombre de mis compañeros presente a S. S. los más fervientes votos por la persona de S. S. y de adhesión 
a la Santa Iglesia Romana. 

Recibió el escrito que le presentaba, me dio a besar el anillo y yo le dije: 

-Santo Padre, con este beso le aseguro la fidelidad y el afecto de más de mil ochocientos muchachos, que acuden a los Oratorios de 
Turín. 

Nos dio la bendición, prometió que leería el escrito y concedería lo que yo pedía en nombre de los muchachos del Oratorio. Oyó hablar 
sobre los Oratorios y del afecto a la Santa Sede con mucha complacencia y dio su bendición para todos. 

Contra toda esperanza parece que los asuntos de nuestra Congregación marchan bien, y para encauzarlos mejor todavía, don Bosco 
tendrá que permanecer algunos días más en Roma. Sentiría esta tardanza, aunque no se me crea, pero es así; me quedo solo muchas veces, 
doy vueltas por Roma y me aburro tremendamente. 

También monseñor Moroni, atraído por la fama de piedad de nuestro don Bosco, vino a visitarlo hace pocos días y quedó muy 
complacido cuando don Bosco le dijo que, gustosamente y con gratitud, recibiría su obra del Diccionario Eclesiástico. Efectivamente, dos 
días después vino él en persona muy agradecido a entregar la obra, que consta de más de cien volúmenes. La tenemos por ahora aquí en 
nuestra habitación y el conde Vimercati, en su inagotable bondad, piensa enviarla al Oratorio. 

Dentro de unos días recibiréis también el cirio del Papa... íAh! Me ((650)) olvidaba deciros que una persona, muy conocida del 
caballero Oreglia, la señora Rosa Mercurelli, ha querido regalarnos otro cirio que compitiese con el del Santo Padre. Por lo tanto, en lugar 
de uno, recibiréis dos, y a saber si alguien piensa hacer el mismo regalo al secretario de don Bosco y así resultan tres. Entonces se 
cumpliría de verdad lo de omne trinum esset perfectum! (El conjunto de los tres sería perfecto) La misma persona después de haber... 
(suspendo un instante, quizá con demasiada libertad epistolar)... para decir que el tercer cirio íacaba de llegar ahora mismo para el 
Secretario, traído por la Princesa Orsini! No es tan bonito como los dos primeros, pero es más hermoso por la importancia de quien lo 
entrega y del Santo Padre, que lo bendijo. 

Siguen las audiencias y, si don Bosco no las cortase eludiéndolas, solamente Dios sabe si podría salir de casa, comer y dormir. La 
misma señora Mercurelli acaba de regalar más objetos muy bonitos para la tómbola y medallas, rosarios, crucifijos para los muchachos, y 
dice que, antes de la partida de don Bosco, aún reunirá más cosas. 

Es verdad, os extraña que don Bosco no escriba, pero promete encontrar hoy algún momento para dedicároslo. 

Por las noticias que me da don Celestino Durando, estoy muy contento y le agradezco a él y a todos los profesores que desplegaron 
tanto celo durante estos días y que procuraron hacer tanto bien a nuestros muchachos. A mi vuelta les llevaré un recuerdo, pequeño si se 
quiere, pero muy apreciado, de mi estancia en Roma. Los boletos de la tómbola tan abundantemente llegados aquí, se colocan de un 
modo increíble. Muchos los adquieren como reliquia y como remedio eficacísimo contra el cólera, que también va infectando esta zona. 

Si el señor Conde lograse rehabilitarse del todo, o al menos para poder viajar, nos haría una visita, y nos devolvería la que nosotros le 
hacemos en Roma. Hoy, por vez primera, salí a dar una vuelta por la ciudad en coche. Un periódico que habló de don Bosco, dijo muchas 
cosas verdaderas, salvo una y en materia que hubiéramos 
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deseado fuese verdad. Anunciaba que el Conde había curado. íOjalá fuese verdad! Otros periódicos se interesaron por don Bosco y era 
necesario oír a los críticos después del predicador. Pero don Bosco, en vez de perder, siempre gana con estas críticas. Todos le admiran y 
le llaman santo, por su sencillez y su amabilidad. 

Dos pobres hombres, que no querían saber nada de religión, le oyeron hablar una vez, se convencieron, y esta noche vendrán aquí a 
confesarse. Si tuviese tiempo, yo creo que toda Roma lo tomaría por confesor. Hombres barbudos, mucho más que el Caballero, y con 
cara más revolucionaria, se entregan a don Bosco con la misma facilidad con que lo hacen nuestros muchachos. Sus palabras tienen 
entonces algo de extraordinario, porque, a personas nunca vistas y desconocidas les dice lo más recóndito de su alma y que ellas procuran 
esconder a toda costa; pero no ((651)) a los ojos de Aquel que todo lo ve. En cuanto llegue a casa, tendré muchas cosas bonitas que 
contar. 

Adonde va don Bosco a celebrar la santa misa es como una inundación: siempre gente nueva; los antiguos conocidos desaparecieron. 
La Vitelleschi, la Villarios, etc. perdieron ya la esperanza de tenerlo en su casa alguna vez. Y, a pesar de este aparente olvido en el que 
parece que don Bosco tenga a estas buenas personas, ellas le admiran mucho, le compadecen y tratan de ayudarle por todos los medios. 
Gozan con sus triunfos como de algo propio. 

Todavía no se sabe el día de la partida, pero se espera que sea antes de acabar febrero. Creo que, si don Juan Cagliero nos enviase 
algunas de sus obras musicales, se crearía un poco de fama. Yo empiezo a difundir su nombre, pero no basta: se requieren las obras. Que 
mande el Spazzacamino (el deshollinador) y el Orfanello (el huerfaníto) etc. Que se oiga también aquí la música del Oratorio. Sé que un 
día de éstos se interpreta en un Colegio Romano el Spazzacamino: bonita ocasión para venderlo. Si yo supiera el lugar, yo mismo iría, 
seguro de ser bien recibido: pues, como secretario de don Bosco, tengo todas las puertas abiertas. 

Saluda de mi parte a los muchachos, diles que estoy siempre con ellos, que tengo aquí muchos amigos, pero que no me bastan. Este 
descanso agradable, a la par que doloroso, espero que a mi vuelta me dará alientos para redoblar mi trabajo. El viernes (8 de febrero) 
quizá mientras leáis la presente, estaremos en la Camáldula, lugar amenísimo, sobre los collados de los Apeninos. Desde allí buscaremos 
Turín y os enviaremos a ti y a todos los muchachos delicados y afectuosos saludos. Adiós. 

Todo tuyo en J.C. y M. afmo. amigo J. B. FRANCESIA, Pbro. 

P.S.-Se ha difundido por toda Roma, se lee con avidez y es alabado el Centenario de San Pedro: se augura que para el mes de junio 
tendrá una gran venta. El día 5, estuvimos a comer en casa de los condes Antonelli Falchi. Son ahora las dos de la tarde y don Bosco 
todavía no ha llegado para comer. 

El 22 de enero hizo mención del Centenario de San Pedro la Unidad Católica, que tenía muchísimos suscriptores en las regiones del sur 
de Italia, anunciando también su precio de cuarenta céntimos: 

«Muy oportunamente publicaba el sacerdote Juan Bosco en el primer fascículo de las Lecturas Católicas de Turín este librito, en el 
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que, de una manera breve y con estilo fácil, adaptado a la capacidad de todos, se expone la vida de este ((652)) santo Apóstol, enriquecida 
con recuerdos históricos, corroborados por los más acreditados autores sagrados y profanos. La importancia de la materia, la profundidad 
y claridad con que es tratada, y el modestísimo precio a que se vende, hacen preciosísimo este librito, y lo recomendamos 
encarecidamente a todos los buenos católicos como instructivo y adaptado para promover el culto y la devoción al Príncipe de los 
Apóstoles en la presente ocasión del centenario de su muerte. Como complemento contiene la obrita un triduo de consideraciones y 
oraciones para preparación a la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo». 

Tambien la Civiltà Cattolica escribía el 15 de febrero de 1867 (serie VI, Vol. IX, N.° 407): 

«En este librito se reúnen las cosas más oportunas para celebrar el Centenario de san Pedro apóstol, a saber: 1.° La circular pontificia 
sobre el Centenario; 2.° El año del martirio de san Pedro; 3.° La vida de san Pedro; 4.° La venida de san Pedro a Roma; 5.° Un triduo en 
honor de los santos apóstoles Pedro y Pablo. 

»La vida, que ocupa la mayor parte del libro, está escrita con mucha claridad y devoción. Los otros capítulos son muy breves, pero 
suficientes para la instrucción general de los fieles. El libro, en suma, sirve de anuncio y preparación para la celebración del Centenario 
de san Pedro, al cual su sucesor, el Pontífice Romano, invita este año a toda la Iglesia». 

Precisamente por esto pensaba don Bosco si sería oportuno hacer una edición en Roma, una vez obtenida la aprobación del Maestro de 
los Sacros Palacios. Su amigo turinés, el caballero Pedro Marietti, hacía dos años que estaba al frente de la dirección y administración de 
la gran imprenta del Colegio de Propaganda Fide, destinado a difundir en todas las lenguas, especialmente en los países remotos, las 
benéficas doctrinas de la Iglesia; y ciertamente le habría servido con esmero. 

Pero ya entonces el jesuita padre Oreglia, hermano ((653)) del Caballero, había observado en el libro un párrafo que le parecía inexacto. 
Era el siguiente, de la página ciento noventa y dos, a propósito de la venida de san Pedro a Roma: «Me parece oportuno, por lo demás, 
dar aquí de pasada un aviso para todos los que se dedican a escribir y hablar sobre este tema: que no lo consideren como un punto 
dogmático y religioso y esto sea dicho tanto para los católicos como para los protestantes». Habló de ello con don Juan Bautista 
Francesia, para que se lo comunicase a don Bosco; y queriendo estar 
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más seguro él mismo sobre el particular, escribió una nota al padre Cardella, profesor de teología en el Colegio Romano, preguntándole, 

si sería segura la proposición que más arriba se cita, escrita por un buen escritor católico, cuyo nombre no descubría. 

El padre Cardella le respondió: 

Colegio Romano, 4 de febrero de 1867 

Reverendísimo Padre en Cristo: 

Ha pensado muy bien V. S. al avisar a ese renombrado autor católico para corregir, o mejor explicar, ese párrafo, que más bien necesita 
explicación, que rectificación. Ya que, cuando él dice que la venida de san Pedro a Roma no es un punto dogmático o religioso, y que es 
histórico y ajeno a la fe, no entiende decir que no mereciese censura alguna quien lo negase, o que, en concreto, no haya en la sustancia 
conexión con el dogma; él quiere decir que el dogma del primado de san Pedro, y también de sus sucesores los Romanos Pontífices, 
polémicamente y en abstracto no depende necesariamente del hecho de la venida de san Pedro a Roma. El que los Pontífices Romanos 
sean sucesores de san Pedro y, como tales, sean por derecho divino, herederos de su primado, es cosa de fe y teológicamente se prueba 
hasta la evidencia. Con las mismas pruebas se demuestra que, de hecho, el modo de esta sucesión es que los Romanos Pontífices se 
suceden en la Cátedra Romana de Pedro. Si los protestantes llegasen a echar por tierra este hecho, no por eso podrían cantar victoria, ya 
que quedaría en firme que los Romanos Pontífices son sucesores del primado, aunque esto fuese de un modo distinto. En abstracto se 
puede imaginar que san Pedro, sin venir a Roma, habría podido establecer que los Romanos Pontífices fueran sus sucesores; pero en 
concreto está claro que los Romanos Pontífices le suceden en el primado por derecho divino, precisamente porque se sientan en su 
cátedra romana. Pero el P. Perrone dice que en concreto la venida de san Pedro a Roma es un preámbulo histórico de la fe en el ((654)) 
Primado Romano, poco más o menos como santo Tomás llama preámbulos de la fe a ciertas verdades racionales; pero en abstracto 
también el P. Perrone reconoce que la cosa podría haber sido de otro modo y así explica un pasaje de Arduino (San Pedro en Roma c. I. 
par. 3); aunque de hecho también sostiene Arduino la venida de san Pedro a Roma. 

Por lo tanto, en ese párrafo se debería añadir que es de fe, no sólo que san Pedro fue cabeza de la Iglesia, sino que también lo son sus 
sucesores los Romanos Pontífices. Pero supongo que el autor lo dirá en el contexto, aunque en las breves líneas que V. R. me ha 
transcrito diga solamente: Dios estableció a San Pedro como Cabeza de la Iglesia, y esto es dogma y verdad de fe: que luego, etc. Una 
notita explicativa diciendo de qué modo el hecho del Episcopado Romano y de la venida de san Pedro a Roma se diga ajeno a la fe, no 
verdad dogmática, bastaría para quitar todo equívoco. 

Por lo demás, en defensa de lo que ha dicho, o ha querido decir el docto autor, le transcribo lo que dice el profesor Murray en su 
reciente y magnífico tratado De Ecclesia y con esto pondré fin a mi charla, que nunca pensé sería tan larga (Disp. XIX, Sec. 1 ). 
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I.-Primatu Petri statuto, duae I.-Una vez establecido el primado 
restant quaestiones solvendae: de Pedro, quedan dos cuestiones por 

1. ° An primatus ille jure resolver: 1ª Si aquel primado, de 
divino perpetuus esse debuerit derecho divino, debería ser 
in Ecclesia..., seu, an jure perpetuo en la Iglesia... o si, por 
divino Petrus successorem in derecho divino, Pedro debería tener 
primatu habere debuerit perpetuum. sucesor perpetuo en el primado. 2.ª 
2. ° Quis sit ille successor..., Quién sea el sucesor... 
II.-Quaestio secunda a multis II.-La segunda cuestión se trata 
auctoribus seorsum tractatur et in aparte por muchos autores y se 
plures dispertitur: 1. ° An Petrus divide en varios apartados: 1.° Si 
Romae unquam fuerit. 2. ° An ibi Pedro estuvo en Roma alguna vez. 
mortuus sit. 3. ° An episcopatum 2.° Si murió allí. 3.° Si asumió el 
Romanum susceperit. 4. ° An hunc Episcopado Romano. 4.° Si alguna 
episcopatum unquam deposuerit. vez dejó este episcopado. Los hay 
Sunt (ut Billuart d. 4. a 2, Cercià (como Billuart d. 4. a 2; Cerciá s. 

s. 2. 1. I, etc.) qui sentire 2, 1. 1, etc.) que parece piensan 
videntur haec omnia, ne nutet que todo esto ha de ser afirmado 
primatus Romani Pontificis, para que no se ponga en peligro el 
affirmanda esse. Alii vero, ut primado del Romano Pontífice. Otros 
puto, communius (Bellar. 1. 2. c. en cambio, según pienso, más 
I Collect. de Ord. c. 3; Weith & 18, comúnmente (Bellar. 1. 2. c. 1. 
etc.) censent nonnisi tertium et Collect. de Ord. C. 3; Weith & 18, 
quartum necessario affirmandum. Et etc. ) opinan que necesariamente 
merito quidem: ut enim R. P. sit se ha de afirmar sólo el tercero 
verus successor S. Petri, sufficit y el cuarto. Y con razón, pues para 
Petrum episcopatum Romanum que el Romano Pontífice sea el 
suscepisse, et usque ad mortem verdadero sucesor de san Pedro 
tenuisse: utrumque autem praestare basta que Pedro recibiera el 
potuit etsi Romam ipse nunquam Episcopado Romano y lo conservara 
adiisset. hasta la muerte: pudo, pues, 
hacer lo uno y lo otro, aunque 

III.-Neque vero necessarium fuit ut III.-Tampoco fue necesario que 
Petrus Episcopatum Romanum unquam Pedro recibiese el Episcopado 
reciperet, multo minus ut eum ad Romano y mucho menos que lo 
mortem usque sustineret. Fieri enim retuviese hasta la muerte. Pudo 
potuit ut successio in primatu, non darse la sucesión en el primado, 
ex successione in aliquo episcopatu no por sucesión en otro Episcopado 
particulari, quem Petrus susciperet, particular, que Pedro recibiera, 
penderet et haberetur, sed ex dependiera de él y conservase, mas 
designatione Petri definientis por designación de Pedro definiendo 
Episcopum huius vel illius sedis v. que el obispo de ésta o de aquella 

g. Romanae, successorem eius in sede, v. g. la Romana, fuese su 
primatu fore. Cum enim haec omnia ex sucesor en el primado. Como todo 
libera Dei voluntate pendeant, bene esto depende de la libre voluntad 
fieri potuit ut vel Petro, Deo dante, de Dios, bien pudo acontecer que o 
integrum esset ut quam ipse Pedro, otorgándolo Dios, tuviese 
designasset episcopalem sedem, poder para que residiera la 
in ea esset successio primatialis; sucesión primacial en la sede 
vel etiam ut Deus ipse revelasset episcopal que él designara o 
Petro sedem in qua successio también que el mismo Dios revelase 
ista constituenda et perpetuanda a Pedro la sede en la que había que 
esset. In hoc quidem casu Petri establecer y perpetuar tal 
esset tantum declarare et patefacere sucesión. En este caso tocaba a 
divinum decretum. Pedro declarar y manifestar el 
decreto divino. 

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nunca hubiera ido a Roma. 

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((655)) IV.-Resolutio ergo ((655)) IV.-Por consiguiente, la 
quaestionis: «Quis est Petri solución de la cuestión: «Quién es el 
successor in primatu» polemice sucesor de Pedro en el primado» 
et contra adversarios nostros esgrimida poléricamente y en contra 
spectatae, nequaquam pendet de nuestros adversarios, no depende 
ex resolutione istarum de la solución de estas cuestiones 
quaestionum de factis. sobre los hechos. Como ya se dijo, 
Un enim iam dictum est, ex se demuestra claramente, por la 

Scriptura et traditione Escritura y la Tradición, que el 
invicte demonstratur Petro sucesor en el primado de Pedro es de 
jure divino successorem esse derecho divino. Este no puede ser 
in primatu. Is alius esse non otro más que el Romano Pontífice, no 
potest quam Romanus Pontifex importa de qué modo fuera constituida 
quocumque modo haec successio esta sucesión, ya fuere por sucesión 
primo constituta fuerit, sive en el Episcopado Romano de Pedro, ya 
successione in Episcopatu Romano por libre designación de Pedro. 
Petri, sive libera designatione Puesto que desde el principio el 
Petri, sive decreto divino Petro Romano Pontífice, y él solo, fue 
revelato. Quoniam enim ab initio tenido como el sucesor de Pedro por 
Romanus Pontifex, isque solus, la Iglesia Universal, o hay que decir 
pro successore Petri habitus es que él es el verdadero sucesor o que 
ab universa Ecclesia, vel dicendum la Iglesia Universal desde el 
est eum verum esse successorem, vel principio, no sólo no reconoció a su 
dicendum est universam Ecclesiam ab verdadera cabeza sino que 
initio, non solum suum verum caput abiertamente invocó y obedeció a otra 
non agnovisse sed aperte caput cabeza ficticia. 
aliud fictitium appellasse eique 
paruisse. 

V.-Haec polemice et contra V.-Todo esto se ha dicho 
adversarios dicta sunt. Si vero res polémicamente y contra los 
trutina veritatis historicae et adversarios. Si, en cambio, se tiene 
dogmaticae examinetur, sine dubio en cuenta el peso de la verdad 
ad quatuor quaestiones supra positas histórica y dogmática, hay que 

(n. 2) affirmative respondendum est. responder afirmativamente y sin 
lugar a dudas a las cuatro cuestiones arriba expuestas (N. 2) 
Anzi appena val la pena di far Apenas si vale la pena entablar 
quelle questioni in astratto e esas cuestiones en abstracto y esas 
polemiche sulle mera possibilità; polémicas sobre la mera posibilidad; 
in concreto la successione nel en concreto la sucesión en el 
Primato è connessa colla successione Primado va unida a la sucesión en 
nell'Episcopato Romano. el Episcopado Romano. 

Se avessi scritto pi¨ in breve, Si hubiera escrito más brevemente, 
non dovrei,chiudere chiedendo scusa. no necesitaría acabar pidiendo Son certo per\_ che V.R. non solo mi perdón. Estoy seguro sin 
embargo 
perdonerà, ma anzi gradirà il de que V.R. no solamente me 
desiderio che ho avuto di perdonara, sino que agradecerá 
compiacerla. el deseo que he tenido de 

complacerle. 

In unione de'SS.CC. En unión con los Sagrados Corazones Di V.R. De V. R 

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Infimo in Cristo servo El último servidor en Cristo
VALERIANO CARDELLA S.J. VALERIANO CARDELLA, S.J.


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Mas de cualquier modo que dicho período pudiese ser interpretado aisladamente, está el hecho de que don Bosco, al escribir el libro, no 
solamente se propuso narrar las gestas del Príncipe de los Apóstoles, sino también presentar al pueblo cristiano la sublime dignidad de los 
Papas por ser Sucesores de Pedro en la Cátedra Romana. 

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((656)) 

CAPITULO LVI 

UN RELIGIOSO PIDE A DON BOSCO QUE ADIVINE SU PENSAMIENTO Y LE DE UN CONSEJO A PROPOSITO; OPORTUNA 
RESPUESTA -UNA JORNADA DE DON BOSCO Y EL CONDE VIMERCATI -DON BOSCO CELEBRA LA MISA EN EL 
PALACIO FARNESE EN PRESENCIA DE LOS REYES DE NAPOLES; ES RECIBIDO EN AUDIENCIA: AL SER PREGUNTADO 
REPITE LA PREDICCION HECHA EN VILLA LUDOVISI; MAL HUMOR DE LA REINA -VISITA DE DON BOSCO A LOS 
CAMALDULENSES; RECIBIMIENTO DE LOS RELIGIOSOS; A SUS INSTANCIAS SE QUEDA A DORMIR EN EL YERMO; 
ENVIA SUS EXCUSAS AL PRINCIPE FALCONIERI QUE LO ESPERABA PARA COMER -DON BOSCO EN SAN AGUSTIN DE 
ROMA -AUN NO ESTA DECIDIDO EL DIA DE SU PARTIDA -BEATIFICACION EN SAN PEDRO DEL VENERABLE 
BENEDICTO DE URBINO -GRACIOSA ESCENA ENTRE DON BOSCO Y UNOS GUARDIAS -CURACIONES 
DETERMINACION CAMBIADA POR LA BENDICION DE DON BOSCO -EL SIERVO DE DIOS INVITADO A COMER POR EL 
PRINCIPE FALCONIERI Y APRECIADA CARTA A SU EXCELENCIA 

EL padre Lorenzo Bertinelli, religioso camaldulense, había suplicado a don Bosco, en diversas cartas, le dijese si podía hacer, libremente 
y sin peligro de ningún daño, algo que andaba meditando. Naturalmente don Bosco le respondió que le manifestase cuál era su 
pensamiento: 

«No, contestaba el monje, no os diré nada: quiero ver si estáis inspirado cuando aconsejáis. Respondedme, pues». 

((657)) Don Bosco no se preocupó de responder a tan extraña petición. Cuando he aquí que un día le llega un telegrama del mismo con 
respuesta pagada: -«Estoy para decidirme; respondedme». Y don Bosco respondió: -«Antes de dar un paso piense y rece. Su decisión 
podría serle fatal». 

Había dicho la verdad. Este religioso estaba a punto de decidirse por ir a una casa de su orden en Polonia; más aún, estaban preparando 
el viaje cuando, poco después de la respuesta de don Bosco, 
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llegaba la noticia de que aquella casa se había hundido, aplastando a los religiosos que en ella se encontraban. El monje, lleno de 
admiración, en cuanto llegó don Bosco a Roma, había corrido a ponerse a sus pies para darle gracias. 

Se hizo amigo suyo, y con él sus dos hermanos, canónigo uno y abogado el otro, y deseaban darlo a conocer a los otros religiosos. Así 
que, en nombre del padre Arcángel, Superior general de los camaldulenses, fue invitado don Bosco a visitar su Camáldula junto a 
Frascati, el mismo día de san Romualdo, y el Venerable aceptó. La descripción de esa excursión la encontramos en una carta de don J. B. 
Francesia, empezada el 9, acabada la noche del 10 y dirigida a don Miguel Rúa, en la que también describe antes de otras cosas, una 
jornada de don Bosco en Roma. 

Roma, 9 febrero de 1867 

Mi querido Prefecto: 

Son las diez de la noche. Don Bosco está leyendo un montón de cartas de Turín y de Roma: y yo escribo la presente, que no sé cuándo 
podré acabar. Don Bosco me parece que desea responder a todos los muchachos que con tanto cariño le escribieron, pero verdaderamente 
no puede. íPobrecito! »Cómo se las apañará? Mira. Te describo uno de sus días en Roma y con él ya sabes cómo son todos los demás. 

Alrededor de las seis de la mañana se levanta, visita al señor Conde, ante la inseguridad de poder verle durante todo el día, pese a que 
estamos en su casa y comemos su pan. Celebra luego la misa en lugares, ya discutidos desde hace una semana y aun antes. Es seguro que 
allí donde va se encuentra cercado de devotas personas, que quieren comulgar de sus manos y oír su palabra. Predica siempre íy con aquel 
su tono profético! Al terminar la misa suele haber una especie de caos, corto y santo. ((658)) Pero siempre, cada día. Uno pide una 
medalla, otro quiere besar su mano, quién la sotana, quién encomendarse a sus oraciones, quién... En fin, cada uno con su afán. Y don 
Bosco quieto en medio de tanta gente, mientras uno tira de un lado y otro de otro. Luego viene la visita a los enfermos. La visita es larga 
y yo no puedo acompañarle. Le espero hasta la comida, que debía ser a mediodía, pero nunca la hacemos antes de las tres: y aún entonces, 
a su regreso, se encuentra con una multitud de gente que le espera. Y así hasta las ocho de la tarde. 

Por Roma no hace más que bajar y subir escaleras: parece la ciudad de los enfermos en donde todos quieren ser visitados por el médico 
don Juan Bosco. Algunas veces volvemos a casa a las nueve y a las diez de la noche. El señor Conde, a quien no había vuelto a ver, se 
lamenta, como verdadero y piísimo cristiano, de no poder ver a don Bosco; y se alegra, sin embargo, de haber colaborado para su venida. 
Mas no se limita a esto la caridad de este señor. Se ha convertido en nuestro cajero y el dinero se multiplica en su caja. íQué fortuna para 
el Oratorio si se encontrase en Turín! Calcula que en pocos días treinta escudos se convierten en cincuenta, en setenta y hasta en ciento 
por su virtud particular. Si don Bosco se asusta de tal variación, yo no lo sé; sólo sé que sigue entregándole a él sus haberes. 
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Quería hablar de la vida de don Bosco en un día cualquiera y en cambio estoy hablando de la de nuestro bienhechor. Sin embargo, lo he 
dicho para encomendarlo a vuestras oraciones. Cuando se entera de que en el Oratorio se habla y se reza por él, llora de satisfacción. 
Habría que enviarle una carta, pero como se merece, con papel especial, en nombre de todos los muchachos, con un ejemplar de la 
Historia de Italia y de la Historia Sagrada y algún otro librito (don José Cafasso, por ejemplo), que ya encomendé yo prepararan en la 
encuadernación. De este modo le dejaremos un grato recuerdo de nosotros y de nuestras necesidades. Dios pensara en lo demás. 

Don Bosco, pues, llega a casa a las nueve o a las diez de la noche, entra en su habitación con un fajo de cartas sobre las que se lee: urge, 
con prisa, con mucha prisa, con toda la prisa, urgente urgentísima. Y íay de don Bosco si no las lee esa noche! »Cuándo podrá hacerlo? 
En efecto, a la mañana siguiente muchos, por no decir todos, aguardan respuesta. A unos se la da por escrito, a otros de viva voz. A los 
muchachos del Oratorio hasta ahora les respondió de esa manera. Y de no ser así »cómo explicar de otro modo el fervor que, según se me 
dice, ha despertado entre nuestros queridos muchachos? Tal vez sea por ese motivo por lo que don Bosco retarde todavía el escribiros. 
Esta noche, a fuerza de importunarle para que lo hiciera, casi me merecí un pescozón. Y estoy seguro de que me lo hubiera ganado, si no 
hubiese usado toda la prudencia y le hubiese augurado unas buenas noches. Pero le compadezco y compadecerle también vosotros (í!) 
porque verdaderamente no tiene tiempo. 

Y ahora que empezamos a pensar en la vuelta a Turín, experimentamos diversos y dolorosos sentimientos. Y, sin embargo, en Turín es 
en donde están los que más queremos ((659)) y por eso Dios nos quiere allí. Vamos y sin pena. Sin embargo, yo no sé cómo voy a poder 
adaptarme de nuevo a nuestros muchachos, ahora que estoy acostumbrado a alternar con duques, condes, príncipes y reyes. En efecto, el 
viernes fue don Bosco al Palacio Farnese para celebrar la misa. El Rey de Nápoles que ya me había visto, me reconoció, me saludó por 
mi nombre y me estrechó amigablemente la mano, mientras yo me hallaba con el Duque de la Regina, el Coronel A., la Duquesa B., que 
me rifaban. Por todas partes, después de don Bosco, me veo cercado de esta gente. En Turín volveré a ser amigo del príncipe Miguel y del 
principito el borriquito, del caballero Enría, del barón Anfossi, del duque Battagliotti, de la princesa Magone, etc. etc.; y es preciso que 
me conforme. Pero, aparte la broma: cuando llegue a Turín, íah! entonces mi corazón estará mucho más libre y mi alma más llena de 
fervor de Dios. 

Debemos rellenar una laguna. 

El Venerable, acompañado por don J. B. Francesia, fue al Palacio Farnese, en donde le recibieron con todos los honores. Por los salones 
hormigueaban señores de la más alta nobleza napolitana. Don Bosco celebró la santa misa en la capilla del Palacio. Le ayudó el 
mayordomo. Después, el Rey le acompañó a donde le esperaba la esposa con sus damas. La Reina Sofía era jovencísima, de pocas 
palabras y un tanto reservada. Invitaron a don Bosco a sentarse, habló de su iglesia de Turín y repartió unas medallas a la Reina y a las 
damas; el Rey, que se había retirado un momento, se asomó a la puerta 
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y fue invitado a acercarse mostrándole con amable sencillez una medalla lo mismo que habría hecho con un niño. Francisco II la recibió 
con muestras de agrado. A continuación, don Bosco habló de su santa madre María Cristina de Saboya, cuya causa de beatificación se 
apresuraba, a pesar de los malos tiempos que corrían. En efecto el 28 de abríl de 1866 había sido reconocida y aprobada, por la Sagrada 
Congregación de Ritos, la fama de santidad y las virtudes y milagros de la Venerable Sierva de Dios, y su juicio era confirmado por el 
Papa el 3 de mayo del mismo año. 

((660)) Después de otros asuntos, díjole de pronto el Rey casi bromeando: 

-Don Bosco, mi esposa desea oír de usted la confirmación de lo que me dijo el otro día cuando nos hablamos en la Villa Ludovisi. 

-»Qué cosa? 

-Si volveremos a Nápoles. 

-Majestad: yo no soy profeta, pero, si he de decir lo que siento, creo que S. M. haría bien dejando de lado tal idea. 

Vivamente acalorada la Reina, ante esta respuesta, exclamó: 

-»Pero cómo? »Es posible eso, cuando toda la nobleza está de nuestra parte y tantos leales luchan allí por nosotros y el reino de Italia es 
cordialmente aborrecido? 

-Deseo, respondió con calma don Bosco, que se cumplan las esperanzas de V. M., pero mi pobre parecer es que V. M. no volverá más 
al trono de Nápoles. 

Al oír estas palabras, la Reina frenó a duras penas su desdén, se levantó, saludó fríamente a don Bosco y se alejó. 

El Rey le acompañó hasta el gran salón de entrada. Todos los pajes le rendían honores respetuosamente. Estaba presente monseñor De 
Cesare, promotor de la causa de beatificación de la Venerable María Cristina de Saboya y autor de su biografía. El Rey entregó a don 
Bosco un ejemplar de la vida de su santa Madre rogando lo aceptara y dirigiéndose a don J. B. Francesia le dijo: 

-Querido padre Francesia, no tengo ahora ningún otro ejemplar, pero haré que le envíen uno a casa para usted. 

Y así fue. 

Cuando salieron del palacio Farnese, camino de la estación para ir a la Camáldula, narraba confidencialmente el Siervo de Dios a don J. 

B. Francesia el diálogo sostenido con el Rey y la Reina de Nápoles, El padre Francesia, estupefacto, exclamó: 
-»Y por qué entra usted en esos detalles? 

((661)) -Porque ellos me preguntan, respondió don Bosco, 
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-Yo, por lo menos, les dejaría el consuelo de la esperanza a esos pobres desterrados. 

-No sé lo que tú harías, si te encontrases en mi caso; pero yo sé que debo responder así. Primero, porque no tienen hijos. En segundo 
lugar, porque el Señor íles ha borrado del libro de los Reyes! 

Y ahora volvamos a la carta de don Juan Bta. Francesia. 

El viernes, como ya dije en otra mía, fuimos a la Camáldula. Estaba con nosotros el buen canónigo Bertinelli y su hermano el abogado, 
los cuales pagaron el vapor. Don Bosco, que es un pecador obstinado en llegar tarde, mantuvo en vilo a estos señores. Ya había sonado la 
última señal, los viajeros estaban en su puesto, la ventanilla de los billetes cerrada y don Bosco sin aparecer. Finalmente llegó con toda 
tranquilidad. Uno fue a sacar los billetes, otro acompañaba a don Bosco, y otro se quejaba de la tardanza. Pero salimos milagrosamente 
del apuro y partimos hacia la Camáldula. No hablo del viaje, que fue bueno, salvo un pequeño momento de miedo por un caballo que se 
encabritó; porque se va en barco hasta Frascati y después en carruaje. 

Apenas supieron los religiosos que don Bosco se acercaba, salieron a su encuentro a la distancia de una milla. En la Camáldula 
estábamos entre hermanos. Yo, que nunca había visto esta clase de monjes, contemplaba estático y reverente su larga barba, su calva 
frente, aquella cara macilenta y aquella mirada tan serena y celestial de los monjes. A la llegada de don Bosco se arrodillaron en tierra, 
pidieron su bendición y le acompañaron casi triunfalmente a la iglesia. 

íCuántas emociones! Dejo el resto para volver al punto de partida. Ya le había precedido la fama de su virtud y los buenos ermitaños en 
su religioso afecto se habían conjurado para lograr que se quedara con ellos aquella noche. Pero don Bosco respondía que no podía 
aceptar la cariñosa invitación, porque tenía que ir a cenar en casa del Príncipe Falconieri, conde Carpegna, el cual para honrar a don 
Bosco había invitado a muchos personajes aquel día. Esta casa era muy importante y las personas que la componían eran de carácter 
arrogante e irascible, especial mente la señora. El Superior del convento insistía y don Bosco continuaba en su negativa. Tenían un 
hermano ya sano y bastante bien, pero que había recaído en su enfermedad y deliraba de un modo espantoso. Querían que le visitase, que 
le pusiese encima su bendita medalla y que le curase al menos de la cabeza. 

»Qué hicieron? Saben que con la oración todo se obtiene. Entonces ((662)) aunque don Bosco había decidido partir y su secretario se 
impacientaba, el Superior exclamó: 

-Vamos a ver si el Señor me concede la gracia que don Bosco me niega. 

Y mandó a sus monjes que fueran ante el Sagrario. 

Con los brazos extendidos pusiéronse todos a rezar a los pies del Sagrario, para que Dios hiciese decidir a su Siervo a pernoctar en 
aquella piadosa soledad. El Superior y los otros arrodilláronse a los pies de don Bosco, pidiéndole que, por Jesús y por María no les 
quisiese abandonar tan pronto. 

Enternecido don Bosco, dijo entonces: 

-Que nunca se diga que yo niego lo que se suplica a Jesús. 

Y escribió inmediatamente dos cartitas: una al conde Vimercati para que no le esperase, y otra al Príncipe Horacio Falconieri, para 
avisarle de que graves motivos le detenían en la Camáldula y no podía ir a cenar a su casa. 

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Me dio luego las dos cartas, encargándome que las llevara a Roma, y el se quedó tranquilamente. íOh, si hubieses visto la alegría 
transparentada en aquellos rostros celestiales ante la promesa de que don Bosco se quedaría con ellos aquella noche! Y entonces, 
pensándolo para mis adentros, me avergoncé del poco caso que en ocasiones hago de su venerada persona y reproché espiritualmente a 
nuestros pobres muchachos que no quieren aprovecharse de las santas doctrinas y palabras de este gran Siervo de Dios. íOh, sepan estos 
pobres equivocados que hay otros, que no son de su rebaño, que aprecian, honran y reverencian a su Padre y anímense a amarle y 
obedecerle! 

-»Dónde está el Santo? Me decía en aquel monte un pobre hombre »dónde está el Santo que debe haber venido hace poco y no quiero 
que se marche sin haberle besado la mano y sin haber bendecido a mi familia? 

Mientras tanto yo partí hacia Roma. 

-íQue Dios me valga! pensaba para mí; todos esperan a don Bosco y en su lugar apareceré yo... íLa cara que van a poner! »Qué papel 
voy a hacer yo? 

Y llegué al Palacio Falconieri; eran las cinco de la tarde, la hora de la cena. Había un gran número de invitados que esperaban hacía 
tiempo y apenas llegué, creyendo que don Bosco viniese detrás: 

-Por fin, exclamaron; »y don Bosco? 

-íDon Bosco está aquí!, respondí yo presentando la carta. 

La carta, religiosamente conservada, decía: 

«Excelencia: 

»Algunos asuntos de estos buenos Religiosos Camaldulenses me detienen aquí esta noche, por lo que no puedo ir a cenar con V. E. 

como yo deseaba; ((663)) de no haber nada en contrario, iré el domingo a la misma hora.-En todo caso le presento mi agradecimiento. 

»Que Dios le bendiga junto con toda su familia y créame con todo mi aprecio, 

»De V. E. 

»Camáldula, 8 de febrero, 1867 

«Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.» 

Todos quedaron disgustados, ya que el convite se había preparado para honrar a don Bosco. Mientras tanto, don Juan B. Francesia fue 
introducido en un saloncito donde se encontraban el Príncipe y la Princesa, a quienes entregó la carta, esperando recibir una solemne 
reprimenda. Leyó el señor la carta y dijo con entera tranquilidad: 

-Hoy no puede venir don Bosco; otro día sera. 

La Princesa, enojada, exclamó con cierta vehemencia: 

-Ya sabe don Bosco que yo salgo mañana de viaje y no le podré ver. 

Y se puso mohina. 

-Si tú no le ves, lo veré yo, concluyó el marido. 

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Y fuimos a la cena. 

Fue una maravilla la serena tranquilidad del Príncipe, no acostumbrado a negativas, en aquella circunstancia que parecía un desdoro, 
frente a tantos señores, invitados solamente para ver a don Bosco. 

Mientras tanto, el sábado por la mañana don Bosco tenía que encontrarse en Roma para celebrar la misa a una hora previamente fijada. 
Había muchos invitados; íqué pena si hubiera fallado! Cuando se supo que don Bosco estaba en la Camáldula se echaron a temblar. Pero, 
afortunadamente, llegó a tiempo. Era esperado con verdadero entusiasmo. La plaza de San Agustín estaba llena de coches y la iglesia 
repleta de gente. Don Bosco, cosa extraña, llegó un cuarto de hora antes. Por tanto, había que aprovechar santamente el tiempo; y se 
acercó una persona pidiendo que le confesase. Se sentó en el confesonario. Mas, apenas se supo que don Bosco estaba confesando, 
empezaron las carreras, los empujones, los topetazos, todo para lograr ser de los primeros. Para que pudiera salir a celebrar la misa fue 
menester la resolución y casi la violencia del sacristán. A la hora fijada don Bosco subió al altar. Hubo muchísimas comuniones de las 
más distinguidas damas romanas, que ambicionaban la fortuna de recibirla de manos de nuestro Padre. Habló después de misa. Yo no le 
escuché. Alguno de los presentes afirmaba que nunca le había oído predicar tan bien y tan inflamado de ardor celestial como en esta 
ocasión. Fustigó de palabra, pero nadie se quejó; más aún, todos estuvieron contentos de ello. 

-Es el Señor quien habla por su boca, iban diciendo, y por esto le escuchaban con tanta reverencia. 

((664)) En la vida de una jornada tenéis la historia de cada día. 

Todavía no se sabe cuándo volveremos; y a pesar de nuestra buena voluntad, quizá don Bosco tenga que diferir de nuevo la partida para 
más tarde. Por ahora, ha deterninado salir el lunes 18 de febrero; mas, para ese mismo día y aún para el siguiente, tiene comprometida la 
misa, lo cual quiere decir que será dentro de la semana. Mientras tanto nos preparamos para despedirnos del Santo Padre. Me imagino 
que será una tierna despedida y seguramente la última vez que estos dos hombres extraordinarios se vean en este mundo; el Santo Padre 
siente gran benevolencia hacia don Bosco, y éste una profunda reverencia y amor hacia él. Buscan un nuevo incidente para retenerlo 
algún tiempo más, pero »lo lograrán? Y si lo alcanzan: »estaréis vosotros contentos? He aquí unos problemas fáciles a presentarse. El 
otro día se hablaba en una conversación del disgusto que experimentarían los amigos de don Bosco cuando éste partiera, y todos 
preguntaban qué había que hacer para detenerlo unos días más. Se habló de Florencia y se dijo que una señora había logrado detenerle 
tres días más en aquella ciudad, entregándole diez mil liras. Determinaron entregarle una buena cantidad, si don Bosco aceptaba la 
condición de quedarse. 

-Ahora no puedo, respondió don Bosco; pero dentro de poco estaré a vuestras órdenes. »Queréis que venga a Roma? Preparadme 
solamente dos mil liras y vengo enseguida a tomarlas. 

Esta mañana (domingo, 10 de febrero) hay una gran función en San Pedro, con motivo de la beatificación del Venerable Benedicto de 
Urbino, capuchino. Yo iré. No sé si don Bosco podrá venir. De todas formas iré a ver lo que tendrán que ver nuestros nietos de un 
persona que nosotros conocemos muy bien. Aunque yo mismo desee verla, no envidio tal consuelo para la posteridad. Para ellos la fiesta, 
para nosotros la persona; para ellos la historia, para nosotros sus mismas acciones y palabras. 
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Estos y otros tales pensamientos son los que me asaltan con tal vo, mientras escribo y me siento verdaderamente emocionado. íQue Dios 
nos oiga! ta carta, no estoy seguro, tal vez sea la última que recibáis desde ma, tan difusa, y diría yo, casi histórica; otra os dirá el día fijo 
en que don Bosco partirá de Roma hacia Turín. Suspiro por ese día. 

Esta noche me sucedió algo que, al principio, me produjo miedo, pero después alegría. Don Bosco tardó mucho en llegar a casa; no 
entró hasta después del A ve María. Apenas bajó del carruaje, tres gendarmes pontificios se le echaron encima. Has de saber que junto a 
nosotros se halla un cuartel de carabineros, para guardar el orden público en estos lugares un tanto apartados de la ciudad. 

Le agarraron las manos como suelen hacer cuando apresan a los malhechores.Yo no sabía qué hacer. No quería escapar, ni podía gritar. 
»Qué sucedía? Uno de los gendarmes sentía fiebre desde hacía ya varios meses, ((665)) tanta que le había reducido a un estado que 
parecía un esqueleto. Al ver la multitud de personas que acudía a recibir la bendición de don Bosco, lleno de fe y con verdaderos deseos 
de curar, un día se arrojó a sus pies implorando su bendición. Después de los acostumbrados recuerdos, le bendijo. Desde entonces la 
fiebre no le había molestado más y por eso esa noche acudía a darle las gracias y a meter tanto miedo a su pobre secretario. ílmagina la 
alegría del pobre hombre! Se hallaba a punto de pedir su licencia absoluta, estaba seco como un esqueleto, y ahora se encuentra bien, con 
una cara de pascuas que da envidia. 

Monseñor Berardi, arzobispo de Nicea, subsecretario de Estado, estaba tan débil de mente y de estómago, que los médicos le habían 
aconsejado retirarse de los asuntos y llevar una vida más tranquila. Esto no le gustaba a él, que tiene por delante un porvenir espléndido. 
Cuando don Bosco fue a visitarle, quiso recibir su bendición y su medalla. Don Bosco obedeció; y ahora este eximio Prelado está mejor y 
libre de los males que le afligían, y cuenta por todas partes el hecho singular. Si él tuviese cien medallas bendecidas por don Bosco, 
sabría dónde colocarlas, pues son muchos los enfermos que conoce y que desean curarse. 

Una muchacha, que había sido colocada en un centro de educación, no quería seguir allí. Su afligida madre, que no sabía dónde ponerla 
de nuevo, la hizo bendecir desde lejos por don Bosco. Se fijó un mes de oraciones y, el 28 del mes, la muchacha escribió a su madre 
totalmente cambiada y diciendo que había conocido ser voluntad de Dios que permaneciese en aquella institución. íY pensar que antes 
prefería morir ahogada! íEl poder de la oración! 

Don Bosco me recomienda decir a don Juan Cagliero que: 

VISTA su habilidad para la música, VISTA la perfección de este arte en Roma: 

SE DETERMINA: 

Artículo único.-En la primera ocasión en que alguno del Oratorio, venga a Roma, si son dos, uno de ellos será don Juan Cagliero; y si 
es uno sólo, también será don Juan Cagliero. 

Me encarga también don Bosco decir (y me corrijo de cuanto he dicho al principio) que escribirá a los muchachos y que su carta seguirá 
a ésta mía. Os la anuncio; recibidla como algo querido y precioso; es de su puño y letra. Una carta suya es anhelada aquí en Roma como 
el oro y besada como una reliquia. 

Te deseo toda suerte de felicidad. Al saludar a los muchachos diles que hablé de ellos particularmente al Santo Padre, el cual agradeció 
con suma bondad mis palabras; que pronto estaré entre ellos para convencerme de que es verdad todo lo bueno 
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que de ellos me escribía don Celestino Durando; que mi vida quedaría muy bien empleada, pues entiendo consagrarla toda a Dios, en 
favor ((666)) de nuestros hijos. íOh! Que el Señor acepte mi sacrificio y lo bendiga desde el Cielo con su santa gracia. Dominus 
vobiscum! 

Todo tuyo en los corazones de J. y de M. 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
Después de enviar esta carta a Turín, don J. B. Francesia acompañó a don Bosco para cenar en casa del Príncipe Falconieri, a quien el 
Siervo de Dios, con su exquisita cortesía, había hecho llegar la siguiente cartita antes del mediodía: 

Roma, 11 de febrero de 1867 

Excelencia: 

Gracias a su nueva cortesía, con la que en su gran bondad quiere honrarme. Estaré esta tarde, hacia las seis, con V. E. para gozar una 
vez más de su bondad y caridad, pero no dejaré de encomendar cada día a Dios, como ya lo vengo haciendo, todo lo que se refiere a la 
paz y felicidad de su familia. Dios es grande y nos ha destinado a una gran felicidad, pero quiere que pasemos per ignem et aquam (a 
través del fuego y del agua); por esto, en medio de la hermosura de las rosas que se encuentran en las familias, también hay punzantes 
espinas. Pero Dios pagará todo a su tiempo. Fe, oración. Desciendan sobre usted y sobre toda su familia las bendiciones del Cielo, y 
encomendándome a la caridad de sus oraciones me profeso con gratitud 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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((667)) 

CAPITULO LVII 

LAS DAMAS ROMANAS ACUERDAN REGALAR UN MAGNIFICO TAPETE PARA EL ALTAR MAYOR DE MARIA 
AUXILIADORA -SE PIENSA EN LA VUELTA A TURIN -OTRAS SEÑORAS PROYECTAN CONCURRIR A LA 
CONSTRUCCION DEL ALTAR DE SAN PEDRO EN DICHA IGLESIA -SECRETO DE CONCIENCIA DESCUBIERTO -VISITA 
AL DIRECTOR DEL OSSERVATORE ROMANO -DESPACHO DE BOLETOS PARA LA TOMBOLA -EL NOMBRAMIENTO 
DE LOS OBISPOS, SEGURO PERO TODAVIA SECRETO -CONTINUAS VISITAS ARISTOCRATICAS A DON BOSCO -EL 
PRINCIPE FALCONIERI -DOS PROFECIAS CUMPLIDAS -CARTA DE DON BOSCO A DON MIGUEL RUA PARA 
EFECTUAR UNOS PAGOS -CARTA DE LOS ALUMNOS DEL COLEGIO NAZARENO A LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO 
-RESPUESTA DE ESTOS 

ROMA iba a porfía con Florencia para ayudar a don Bosco a construir y ornamentar la iglesia de María Auxiliadora. Las damas de 
Florencia habían hecho una colecta para ofrecer a don Bosco seis magníficos candelabros para el altar mayor. Lo supo una Princesa 
Romana y concibió una hermosa idea. Fue una tarde de visita a casa de una noble amiga suya donde se encontró con un grupo de damas. 
Empezó la Princesa a comentar cosas indiferentes, pasó luego a hablar de asuntos políticos, y de éstos a Turín no había nada más que un 
paso. Así que, como por casualidad, se refirió al Oratorio de San Francisco de Sales y a don Bosco; y, poco a poco, fue animándose la 
conversación hasta resaltar las ((668)) maravillas que éste hacía. Cuando vio la Princesa que los ánimos estaban caldeados, contó el 
regalo hecho por las señoras de Florencia a don Bosco y terminó diciendo: 

-»Y nosotras, las damas de Roma, nos vamos a dejar ganar en generosidad por las de Florencia? De ningún modo; ídemostremos que 
nadie puede superarnos en grandeza de ánimo! 

Aquellas damas aceptaron con entusiasmo la proposición, discutióse lo que se podía hacer y se determinó regalar a don Bosco un 
magnífico tapete para el altar mayor, que fuese una obra maestra del arte romano. 
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Don Juan Bta. Francesia seguía enviando noticias a Turín y escribía al Ecónomo del Oratorio refiriéndose a otro plan de muchas 
señoras. 

Muy apreciado don Angel Savio: 

Prepárense los pífanos: ya se empieza a pensar en la vuelta. Don Bosco saluda de un modo particular a Buzzetti con toda su banda. Los 
últimos días de carnaval estaremos ahí también nosotros para comer los ravioles y oír vuestras armonías. Quisiera dar un consejo de 
poeta; preparad a la vez un himno para cantarlo todos a coro. Aún tenéis tiempo. Aunque quizá ya lo hayáis preparado y mi consejo llega 
tres horas después... 

Hay aquí un buen grupo de señoras que quieren hacer una colecta de unos centenares de escudos para nuestro altar de san Pedro. Puede 
ser que con la actual carencia de dinero no vaya adelante el proyecto, pero no obstante demuestra el buen espíritu que reina entre los 
romanos en favor de don Bosco. íAh, cuánto mejor sería, si los tiempos fueran más tranquilos! De todas formas es admirable lo 
apasionados que están por don Bosco. 

Hoy fue a confesar a una iglesia de Roma y, ya antes, había escrito a una penitente, que le dejaría tres recuerdos; uno relacionado con el 
pasado, otro con el porvenir y el tercero con el presente. La afligió y le animó a decidirse a decir claramente algo que sólo ella conocía y 
que nunca había comunicado a nadie, referente al pasado. Ahora don Bosco lo es todo para ella; si le dijese de meterse a monja, no dudo 
que lo haría en seguida. 

Mi querido don Angel, mi vida es monótona, como la lluvia que me tiene encerrado en casa. Por fortuna contamos con un cochecito; 
pero »cómo hacer? Salimos de Turín sin traer íni siquiera un paraguas! Ruega por don Bosco y por quien le acompaña... 

J.B. FRANCESIA, Pbro. 
((669)) En otra carta, dirigida al caballero Oreglia, daba noticias más importantes. 

Roma, 13 de febrero de 1867 

...Ayer por la tarde estuve con el marqués de Baviera, director del Osservatore Romano. Fue muy amable y aseguró que hablaría del 
Centenario de San Pedro. El abogado Casoni estaba en Bolonia. Pero ayer mismo por la tarde dichos dos señores se presentaron aquí para 
saludar a don Bosco, ofrecerle sus servicios y prestarse para sus obras. Usted recibirá, o quizá ya haya recibido, su periódico y verá muy 
pronto que han hablado de la tómbola; prometieron hacerlo, aunque la verdad es que el periódico podrá conseguir bien poco en 
comparación con lo muchísimo que ya hicieron las piadosas gentes que lograron se despachara un número increible de boletos. Los 
muchísimos que usted mandó, casi se han acabado... 

Siento no poder decirle nada sobre su pregunta, acerca de la proclamación de Obispos. Se habló de ello en un principio, más aún, me 
habló a mí de ello don Bosco; y me añadió que en Roma se quería diferir la fecha, pero que él había recomendado, y había sido 
escuchado aquel día, para que se apresurase la cuestión. 
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Y que, luego, se había establecido nombrar algunos en un Consistorio que se celebraría en los últimos días de carnaval; después, en 
diversos espacios de tiempo, serían proclamados los demás. Sé que don Bosco habló y fue escuchado con gran deferencia, en favor de 
algunos y que propuso otros que fueron aceptados. »Quiénes son éstos? Yo lo sé, pero no me parece prudente anunciarlo todavía. Estos 
tales no solamente agradaron en Roma, sino que también agradarán en ésa... 

Ayer mismo hubo una audiencia aristocrática. Estuvieron, para hablar por lo largo con don Bosco, las princesas Aldobrandini, Orsini, 
Borghese, el duque Salviati, el príncipe Torlonia. Alguno ya ha hecho algo por nuestra Casa y promete hacer más. Nos son muy 
favorables y esto basta. Otros, que aún no han hecho nada, lo harán. Rueguen para que el Señor misericordioso bendiga la casa Torlonia, 
que lo agradecería mucho. Don Bosco no podría estar más contento de su viaje a Roma, en donde ha encontrado tanta cortesía y ayuda. 
Después de los muchos dineros que se enviaron, me parece inútil añadir que don Bosco ha recibido aún más ayudas. Pero me gusta 
decirlo. Estábamos tan inseguros del éxito en estos tiempos, que nos causa mayor impresión. 

Por medio del tipógrafo, que va desde Roma, le envío una gran fotografia de Pío IX. Hay un escrito por la parte de atrás. Fue un regalo 
que el fotógrafo hacía al señor Pardini, nuestro maestro albañil; y ahora es él quien le regala a don Bosco. Como ve, es un ejemplo más de 
la gran amabilidad y emulación, que todos, regis ad exemplum (a ejemplo del Rey) tienen con nosotros. 

((670)) Hemos hablado y comido con el Príncipe Falconieri. íQué hombre simpático y original es! Bueno como el sol y alegre y jovial 
como un chiquillo. Acepta boletos, los pagará inmediatamente y se obligó a hacer un obsequio al Oratorio durante este mismo año. 

Llegan del Piamonte cartas y más cartas a don Bosco, para que elija a unos y a otros para Obispos y Arzobispos. »Sabe quién, entre 
éstos, le escribió en tal sentido? Nada menos que D. Beg... de Turín. Es algo muy singular: éste aprecia poco a don Bosco y luego cree 
que está en su poder el nombrar los Arzobispos de Turín. Don Bosco le respondió que haga elegir al canónigo A, o al canónigo B, que él 
lo celebraría mucho... 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
Entre las nobles señoras que acudieron a visitar a don Bosco se encontraba la excelentísima princesa Barberini, la cual obtuvo una 
gracia singular. 

El que suscribe estuvo en Roma de 1850 a 1881; primero, como secretario del que fue eminentísimo cardenal Benedicto Barberini y 
después, del actual excelentísimo príncipe don Enrique Barberini. Adelanto esto solamente para que se comprenda enseguida cómo yo 
naturalmente estuve en la intimidad de esta excelentísima familia. Conocía, pues, las grandes angustias de dicho príncipe don Enrique y 
las mayores aún de su esposa doña Teresa, princesa de Orsini, porque no tenían hijos, después de los muchos años que llevaban casados. 

La Princesa, señora piadosísima, no cesaba de rezar, de celebrar triduos y novenas en varios santuarios famosos de Italia, y de 
encomendarse a las oraciones de las personas más conocidas por su virtud y santidad de vida. 

Cuando en 1867 fue don Juan Bosco a Roma, precedido por vez primera, de la 
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fama de sus virtudes y de su hermosa y santa Obra, a la que había dedicado su vida, todos los buenos romanos iban a porfía para verle y 
conocerle. La dicha Princesa se dirigió también a San Pedro ad Vincula, donde moraba don Bosco, para rogarle que fuese a celebrar la 
santa misa en la capilla de su palacio, dándole a conocer la razón por la que acudía a sus oraciones. Don Bosco prometió ir y, en efecto, el 
día fijado acudió a celebrar según el deseo de aquella señora. 

No asistieron a la misa más que los excelentísimos esposos, yo y algún íntimo de la casa. Después de misa hicieron servir a don Bosco 
el café en una habitación, donde los excelentísimos señores estuvieron con él casi media hora, a puertas cerradas. Al salir de allí, le 
llevaron hasta la sala en la que yo me encontraba, para acompañarle hasta la puerta. 

((671)) Cuando estuve a solas con don Bosco le dije: 

-Soy el secretario de Su Excelencia y sé por qué le han rogado que viniera a celebrar aquí. »Qué piensa usted del deseo de esta pobre 
señora? 

Me respondió enseguida, con amables palabras, y después aseguró con estos precisos términos: 

-Pues bien, sí; el Señor quiere consolarla. íPobrecita! Le gustaría a ella tener un varón, pero el Señor íquiere darle una hembra! íEs 
preciso que se resigne y se alegre de tener una niña! Pero ésta será su consuelo. 

Debo confesar que quedé muy sorprendido con estas palabras, pese a que él las dijo con toda convicción y como inspirado. Nacía mi 
sorpresa de haber oído anteriormente al médico de la casa, y a otros doctores llamados varias veces a consulta, que la Princesa era estéril, 
que no podía concebir, y que, si por casualidad eso sucediere, moriría en el parto. En cambio, algún tiempo después, no sólo concibió, 
sino que dio a luz felizmente, después de dieciocho años de estéril matrimonio, una hija que actualmente vive, sana, robusta y virtuosa, a 
la que han querido ponerle solamente el nombre de María. Habiendo contado yo todo esto hace unos días a mi amigo don José Ronchail 
(Director de la casa de don Bosco en Niza) y habiéndome pedido él un certificado, lo hago con mucho gusto, dispuesto a confirmarlo con 
juramento. 

Doy fe, etc. 

Roccabruna (Alpes Marítimos), 20 de enero de 1887 

J.B. GRANA, Can.
Doctor en sagrada Teología y en ambos Derechos
Otra predicción de don Bosco se cumplía por aquel tiempo. El año 1866 hubo alguien que en broma quiso dar a entender a la sobrina de 
la marquesa Villarios que don Bosco daba pasos para combinar su casamiento con el conde Francisco De Maistre. Todo era pura 
invención. Pero De Maistre era joven, rico, tenía un nombre ilustre, era oficial de la guardia pontifícia, y la muchacha se dejó calentar los 
cascos. En vano se esforzaba la tía para disuadirla y, desconsolada, terminó por escribir a don Bosco rogándole enviara unas letras para 
calmar a la joven. 

Don Bosco le escribió en estos términos: 
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«Tranquilícese, encontrará un esposo que no será inferior al que sueña. Usted ha ((672)) hecho mucho por la Virgen y Ella le enviará el 
esposo. Más aún, don Bosco irá a bendecir el matrimonio». 

El hecho se verificó al año siguiente. El marqués Patrizi, sobrino del Cardenal, riquísimo y muy noble señor, pidió su mano. Don Bosco 
se encontraba en Roma en el momento de la celebración del matrimonio, fue a visitar a los esposos, y cuando volvieron del viaje de bodas 
aceptó la invitación para ir a comer en su palacio. 

En medio de aquella serie de continuas audiencias, visitas, correspondencia, bendiciones a los enfermos, gestiones generales para la 
Iglesia y el Estado, particulares para su Pía Sociedad y para cuantos acudían a él por mil razones, don Bosco pensaba en las necesidades 
materiales del Oratorio, dando gracias a la bondad divina que le proporcionaba los medios necesarios. A toda prisa escribía a don Miguel 
Rúa: 

Queridísimo Rúa: 

Si el padre Tomatis tiene todavía el dinero en Turín, de las ocho mil liras y pico puedes tomar seis mil, que yo pagaré aquí en Roma, 
apenas me escribas diciendo que las has recibido. 

Ese dinero debe tener un destino fijo, a saber: dos mil liras para Carlitos Buzzetti y las otras cuatro mil para el panadero. Procuraremos 
enviaros más para otras necesidades. 

Pero tú no me das noticias de los muchachos que han entrado o salido, vivos o muertos. 

Dispón, del domingo en quince, para que podamos celebrar una fiesta estupenda en honor de san Francisco de Sales. 

Que Dios nos bendiga a todos y nos conserve en el camino del Paraíso. Amén. 

Roma, 13 de febrero de 1867 

Afectísimo en el Señor JUAN BOSCO, Pbro. 

Aquel mismo día los alumnos del Colegio Nazareno, que habían obtenido de don Bosco la promesa de que volvería a pasar un rato con 
ellos, firmaban una carta-saludo para los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales. 

((673)) Queridísimos hermanos en Nuestro Señor Jesucristo: 

Ha sido tan grande la alegría que ha colmado nuestra alma al haber conocido y hablado aquí en el Colegio Nazareno con vuestro, más 
que amigo, ternísimo padre don Juan Bosco (de cuyas santas industrias en favor de vuestras almas sacáis tan ubérrimos frutos), que 
nuestra satisfacción no nos parecía completa, si no os la comunicábamos, con la presente carta. Os diremos, además, que vuestro buen 
Padre y Maestro nos ha hablado con tanto amor de vosotros, de las bellas cualidades que os 
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adornan y del abundante bien que de ellas espera, que nosotros hemos aprendido de él a estimaros y amaros. 

Para que nuestro afecto se manifestara más dispuesto a los hechos que a las palabras, a más de cuanto hemos podido hacer para agasajar 
a este ínclito varón, benemérito de la Religión y de la humanidad, nos hemos decidido a ayudarle, cooperando dentro de nuestros posibles 
a la obra caritativa y santa, en la que cifra todo su pensamiento y afecto, esto es, en socorro de vuestras más apremiantes necesidades y al 
mismo tiempo llevar a término ahí la construcción de esa iglesia dedicada a la Virgen, nuestra abogada y madre amorosísima. Y no hay 
que creer que el efecto no corresponda al piadoso deseo, ya que el buen Dios no dejará de bendecir tan piadosa empresa; es más, próvido 
y misericordioso como El es, con los frutos de vuestras buenas obras, os mostrará cuán grande y señalado es el beneficio que os ha hecho 
de sacaros, principalmente en estos tiempos tan borrascosos, de los manifiestos peligros que acechaban vuestra inocencia, y reuniros en 
ese bienaventurado asilo de paz y seguridad. 

Humillémonos, pues, ante el Señor, y después de haber dado gracias por tantos beneficios como nos ha concedido e incesantemente nos 
concede, roguémosle para que nos asista con su gracia, para que conformados totalmente con su voluntad, con la santa perseverancia en el 
bien, nos conceda una vida pura e incontaminada. Y como éste debe ser el único fin de toda nuestra acción, también será el único premio, 
la única corona que esperan aquellas almas generosas que con tantas fatigas, abnegación e inestimable sacrificio, buscan el camino para 
dirigir el alma a la virtud y a la verdadera sabiduría. 

Entre tanto, queridísimos hermanos en Nuestro Señor Jesucristo, os abrazamos con todo afecto, y rogamos continuamente para que el 
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo habiten siempre en nuestros corazones. Así sea. 

Roma, Colegio Nazareno, día 13 de febrero de 1867 

Los decanos de la VI sección: 

JUAN DATTI -JUNIO DEI 
FELIPE NARDUCCI -HERCULES BALSANOPABLO CARUSO -JULIO BUFALINI


((674)) Unas semanas más tarde, llegaba la afectuosa respuesta del Oratorio: 

Beneméritos Señores: 

Cuando nuestro venerado superior y padre don Bosco estuvo en Roma, vosotros le colmasteis de tantas atenciones, que también nuestro 
compañero se enterneció y conmovió. No sólo quisisteis darle a él piadosas demostraciones de afecto, sino que dirigisteis vuestra mirada 
hasta nosotros, tan lejanos y desconocidos para vosotros, y nos escribisteis palabras llenas de amor fraterno. Gracias, señores, mil gracias. 

Y mientras apreciamos en esta vuestra bondad la óptima educación que recibís de los seguidores de san José de Calasanz, santo que 
tanto trabajó por el bien de la juventud, vemos también vuestra correspondencia a sus generosos esfuerzos. íOjalá pudiéramos nosotros 
imitaros! Envidiasteis nuestra fortuna, y es tal que hay que merecerla. Si vosotros al ver a don Bosco, una o dos veces, quedasteis tan 
impresionados, »qué decir de nosotros que le vemos continuamente, oímos su santa palabra, y recibimos de él cada día el alimento que 
nos sostiene la vida? íSi pusiéramos en 
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práctica sus consejos, si fuésemos siempre fieles a sus enseñanzas, seríamos felices en esta tierra y por toda la eternidad! 

»Qué hubiera sido de nosotros sin su ayuda? El nos recogió, nos mantiene con su caridad, nos educa paternalmente en el estudio y en 
las artes, con el fin de procurarnos honestamente el pan de la vida. 

Reconocidos todos nosotros por cuanto habéis querido hacer a nuestro amado don Bosco, por el interés que habéis manifestado en 
ayudarle a cubrir nuestras necesidades, hemos rogado para que el Señor os bendiga en vuestros estudios y os dé a todos fuerza y gracia 
para practicar su santa Religión. Tal vez nosotros no tendremos la suerte de conoceros en esta vida, pero conservamos la firme confianza 
de poderos obsequiar a todos. »Dónde? En la patria de los bienaventurados, cantando un himno eterno de gloria al Creador. 

(Seguían las firmas) 

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((675)) 

CAPITULO LVIII 

EL OBISPO DE GUASTALLA DESEA ARDIENTEMENTE NOTICIAS DE DON BOSCO -CARTA DE AGRADECIMIENTO DE 
LOS MUCHACHOS DE DON BOSCO AL CONDE VIMERCATI -DON BOSCO VISITA AL CARDENAL QUAGLIA -ES 
RECIBIDO CON TODOS LOS HONORES POR EL MINISTRO DE HACIENDA -PREDICA AL CLERO EN LA IGLESIA DE LA 
PAZ -PRESTA BUENOS SERVICIOS AL GOBIERNO PONTIFICIO PARA ACUERDOS COMERCIALES DE TRANSITO, 
PEDIDOS POR EL GOBIERNO ITALIANO -REGALO DE OBJETOS PARA LA TOMBOLA -DON BOSCO CELEBRA EN LA 
TRINIDAD DEI MONTI, EN EL COLEGIO DE LAS RELIGIOSAS DEL SAGRADO CORAZON -CURACION DE UNA 
PRINCESA -HONORES CONCEDIDOS POR EL PAPA A SEIS BIENHECHORES DEL ORATORIO -DON BOSCO VA POR 
SEGUNDA VEZ AL COLEGIO NAZARENO -GRACIOSO CALCULO DE DOS HOMBRES DEL PUEBLO -MEMORABLE 
VISITA AL CARDENAL ANTONELLI -RECIBIMIENTO EN UN MONASTERIO -GENEROSIDAD DE UN ARTESANO -SE 
FIJA EL DIA PARA LA PARTIDA DE ROMA Y PARA UNA BREVE VISITA EN FERMO -CONTINUA LA AFLUENCIA DE 
GENTE PARA VER A DON BOSCO -PRECONIZACION DE TREINTA Y CUATRO OBISPOS EN DOS CONSISTORIOS -LA 
CAIDA DEL MINISTERIO RICASOLI SUSPENDE OTRAS ELECCIONES 

ENTRE los muchos que deseaban tener noticias de don Bosco estaba monseñor Pedro Rota, obispo de Guastalla. Don Juan Cagliero le 
informaba de cuanto sucedía en Roma y el buen Prelado le escribía manifestándole sus impresiones, el 31 de enero. 

((676)) He leído a mis sacerdotes y he hecho leer a los alumnos su apreciadísima carta; todos han quedado maravillados y conmovidos. 
Los alumnos esperan volver a ver a don Bosco y besar sus vestidos y su mano. Yo le he escrito a Roma para que, a su vuelta, no deje de 
venir a Guastalla, o al menos de pararse en Reggio, para que podamos verle de nuevo. 
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Y el 16 de febrero: 

Hoy, por fin, me ha llegado su muy apreciada carta, que ha cubierto el deseado recreo de después de comer. La hemos leído con avídez, 
yo, mi secretario, el maestro y el ecónomo de san Roque, confesor de los alumnos... Hemos admirado al que se muestra mirabilis in 
sanctis suis (admirable en sus santos); y el secretario se ha llevado la carta para poder dar mañana un buen alimento espiritual a nuestros 
muchachos, tan deseosos como los del Oratorio de volver a ver a don Bosco, pero quizá en vano... Por lo que se oye, no me tocará a mí 
consagrar la nueva iglesia, ya que está nombrado, según se dice, el Arzobispo de Turín. íPaciencia! Tengo más alegría de que se provea 
esa pobre diócesis, que no la de hacer la función. »Cuándo será la inauguración? Por lo que oigo, la Providencia sigue proveyendo. Muy 
bien, muy bien. 

Mientras tanto continuaban llegando a Turín cartas de Roma, las cuales se leían a los muchachos del Oratorio y se enviaba copia a 
Mirabello y a Lanzo. Oían todos el nombre del conde Vimercati con gratitud, por lo que hacía con su amado Padre. Por eso, el prefecto, 
don Miguel Rúa, quiso que se le enviara una carta colectiva de los Oratorios y Colegios Salesianos como homenaje al Conde. Y la mandó 
a don Juan Bautista Francesia para que se la presentase, juntamente con algunos libros, al generoso bienhechor. 

Decía la carta: 

Excelencia: 

Los que suscriben, movidos por la más tierna gratitud a la bondad de V. E., humildemente presentamos esta pequeñísima prueba de 
nuestro afecto y reconocimiento. Somos los hijos de la divina Providencia, recogidos por los desvelos de don Juan Bosco en el Oratorio 
de San Francisco de Sales. Vimos partir a nuestro tierno padre, hacia la ciudad de Roma; con lágrimas ((677)) en los ojos y angustia en el 
corazón, rogábamos a los ángeles de la divina Providencia que le guiasen en su camino y le abriesen un techo paterno en la ciudad donde 
tuviera su demora; y sus ángeles custodios oyeron nuestra plegaria. íQué propicios nos fueron al encomendarlo a la caridad del señor 
Conde! »Adónde mejor podían haberle guiado que a V. E., quien, tendiéndole su benéfica mano, le ofrecía tan generosa hospitalidad, 
prodigando a nuestro tierno padre, y a su amado compañero el sacerdote Francesia, las más delicadas atenciones? íOh, cómo quisiéramos, 
Excelencia, testimoniarle con las muestras más sensibles la afectuosa gratitud que por V. E. sentimos! íQué felices seríamos si fuésemos 
capaces de pagarle con la misma moneda! Pero »qué podemos hacer nosotros, pobrecitos, que continuamente necesitamos del socorro de 
los demás? Pues bien, aunque pobres, algo podemos. Nos queda un medio: la oración. Con ella esperamos obtener del que es 
Omnipotente, lo que no nos es dado conseguir con nuestra pobreza y debilidad. Pero íay! Usted no necesita de nuestras pobres oraciones. 
Los gestos de generosa caridad, que prodigó a nuestro amado Padre, hablan más elocuentemente ante el Señor que cualquiera de nuestras 
peticiones. No obstante, nos anima la esperanza de que el Señor no desdeñará nuestras plegarias. Sí, Excelencia; si la oración del pobre 
beneficiado, si el acento de la sencillez pueden hallar acceso 
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ante Dios y moverlo a verter copiosas bendiciones, son miles y miles las voces que, desde los tres Oratorios de Turín y desde las casas de 
Mirabello y de Lanzo, se elevarán hasta el trono de las misericordias celestiales; miles y miles los corazones que implorarán que 
desciendan centuplicados sobre V. E. y su augusta y benemérita familia los favores con que ustedes nos obsequiaban en la persona de 
nuestro don Bosco. 

Dígnese, por tanto, excelentísimo señor Conde, perdonar si unas pobres manos ofrecen pobres dones. Humildemente le mandamos este 
sencillo testimonio, como prueba de nuestro más profundo agradecimiento y afecto. Rogamos encarecidamente al Señor supla nuestra 
pobreza favoreciéndole con las más copiosas bendiciones en la tierra y consolándole un hermoso día abriendo, para usted y su benemérita 
familia, las más suaves dulzuras del Paraíso. 

Renovándole los más íntimos sentimientos de respeto y de nuestra más sincera gratitud, nos profesamos 

De V.E. 

Turín, 15 de febrero de 1867 

En nombre de los diez sacerdotes del Oratorio de San Francisco de Sales, Angel Savio.
Por los cuarenta clérigos, Segundo Merlone,
Por los cincuenta alumnos de retórica, Juan Bautista Bruna.
((678)) Por los cincuenta de humanidades, César Cagliero.
Por los ochenta del tercer curso, Miguel Vota.
Por los noventa del segundo curso, Carlos Montiglio.
Por los ciento ochenta del primero, Domingo Battagliotti.
Por los doscientos aprendices, José Franchino.
Por los treinta empleados, Miguel Bertinetti.
Por los muchachos externos del Oratorio de San Francisco de Sales, José Villa.
Por los muchachos del Oratorio de San Luis, José Formica.
Por los muchachos del Oratorio de San José, Juan Occelletti.
Por los muchachos del Seminario Menor de Mirabello, el Director don Juan Bonetti.
Por los muchachos del Colegio de Lanzo, el Director don Juan Bautista Lemoyne.


Esta carta llegó al palacio situado junto a San Pedro ad Vincula el día 16 la tarde, mientras don Bosco (decía Francesia en su respuesta) 
volvía de su visita al cardenal Angel Quaglia, a quien había ido para interesarle en favor de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, y 
para oír sus consejos, respecto a la consecución de ciertos privilegios y la aprobación canónica. He aquí la carta de don J. B. Francesia: 

Querido caballero Oreglia: 

He recibido la carta de los muchachos y espero presentarla el próximo domingo, con el deseo de poder tener para entonces los libros, 
que usted ya habrá hecho encuadernar... 

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Todos admiran a don Bosco, aun los que al principio no podían soportar su fama; viéndolo, quedan maravillosamente prendados. 

Hoy estuvo con el cardenal Quaglia; le trató como se acostumbra entre espíritus elegantes. Aunque don Bosco disponía de los caballos 
y el coche del barón Capelletti, quiso él tener el honor de que volviera a casa con su coche. íQué magnífica figura hacíamos en el 
hermoso carruaje cardenalicio! íCuántos se descubrían a nuestro paso creyendo fuera dentro de la carroza el Cardenal! Y no es 
únicamente el Cardenal quien ha usado de estas atenciones con don Bosco. Todos han hecho lo mismo. Se sabe ya que partirá pronto y se 
multiplican las audiencias de tal modo, que parece imposible atenderlas. 

Quizás se obtenga del Ministro de Hacienda alguna facilidad para las Lecturas Católicas, quitando la carga postal, como ya se hacía 
antes del ((679)) 18 50. Dio una limosna a don Bosco para su iglesia, mostrándose conmovido por la atención de su visita. Estaba en 
junta, la suspendió, le hizo entrar y le presentó ad honorem (para que se le honrase). 

Don Bosco necesita verdaderamente descansar; en Roma no es posible y en Turín peor; suspira por el Paraíso. No se acuesta nunca 
antes de media noche. Durante el día habla, predica, bendice y por la noche escribe y lee cartas. Su exterior se ha desmejorado, pero será 
cuestión de un día. Descansará en el barco. 

Esta tarde fue a predicar a la iglesia de la Paz, donde se reúne para trabajar el Clero Romano. Deseaban muchísimo verle y le invitaron 
con una bonita carta. Ha conmovido a todos su modo sencillo y devoto de predicar. Les parecía a todos imposible que se pudiera hablar 
tan bien y con tanta sencillez. Aquellos sacerdotes eran felices y parecían tan encariñados con don Bosco como los del Oratorio. 
Rodeáronle después de su breve discurso; le trataban como a un padre y le escuchaban como a un maestro. Hizo mucho bien. 

Hemos recibido muchísimos objetos, que parecen de valor. 

He hablado mucho del Oratorio y de don Bosco y siempre he sido escuchado con afecto por un círculo de oyentes que iba siempre en 
aumento. Les contaba quaeque laetissimus vidi (lo que vi muy contento) y les parecía a ellos leer o escuchar la lectura de una bellísima 
página, cuyo protagonista no hubiese existido más que en la imaginación del narrador. 

Escribí en estos días al marqués de Fassati para comunicarle los favores que le ha concedido el Santo Padre. Don Bosco le llevará el 
diploma con las debidas formalidades. 

Durante el día de hoy no he hablado con don Bosco más que un momento durante la comida; son ya las ocho y media de la noche y está 
asediado por la gente. No sé cuándo iremos a cenar. 

Cuando reciba ésta, tal vez estemos a punto de partir. Los romanos invitan a don Bosco y casi le hacen violencia para que los visite 
nuevamente con ocasión de la Canonización de los veinticinco Beatos Mártires del Japón... 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
Don Juan Bautista Francesia menciona el honorífico recibimiento que el Ministro de Hacienda tributó a don Bosco, pero no revela el 
motivo. Lo diremos nosotros, tal y como consta en el epistolario de 1867. El ministro Ricasoli había logrado, por medio del comendador 
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VOLUMEN VIII Página: 578 

Tonello, que don Bosco actuara para averiguar cuáles podrían ser las ntenciones del Gobierno Pontificio, en el caso de que el Gobierno 
Italiano propusiese algunos acuerdos respecto a las relaciones comerciales entre los dos Estados. ((680)) Esperaba él de este modo Llegar 
a alguna conclusión para ciertos proyectos suyos. Don Bosco, previendo que la condescendencia ayudaría para la elección de los Obispos, 
habló de ello con el cardenal Antonelli, el cual estuvo de acuerdo. Con el mismo fin se presentó al Monseñor Tesorero General, Ministro 
de las Finanzas, y pudo hacer saber a Ricasoli que sus proposiciones serían bien acogidas. En consecuencia en el Diario de Roma, del 16 
de marzo, apareció publicada en la parte oficial, la siguiente nota: «Con el fin de facilitar más y más el movimiento comercial, por 
disposición de la Santidad de Nuestro Señor, quedan abolidos los arbitrios de tránsito sobre toda clase de artículos que cruzan el Estado 
por ferrocarril. Se han modificado los trámites de la aduana y están libres de precintado y sellos los bultos con los enseres y equipajes de 
los viajeros por el mismo ferrocarril». 

Se dieron, además, algunas facilidades para los viajeros italianos en tránsito por el territorio Pontificio y su permanencia en el mismo. 

Francesia escribía de nuevo el domingo 17 de febrero por la noche: 

Mi querido señor Caballero: 

...Manden al Rector del Colegio Nazareno treinta ejemplares del Giovane Provveduto (El Joven Cristiano) y cincuenta de La Chiave del 
Paradiso (La Llave del Paraíso). Se espera que también el señor Conde haga adoptar en sus institutos estos mismos libros. Siente no 
haberlos conocido antes. Desearía que hiciese encuadernar bien una Historia de Italia, como regalo de nuestros muchachos al Conde. Los 
objetos para la tómbola, que son muy hermosos, van cayendo como los copos de nieve entre vosotros. 

Esta mañana ha ido don Bosco a celebrar en la Trinidad dei Monti, para las religiosas del Sagrado Corazón. Ya se habían mandado al 
capellán quinientos boletos y las religiosas entregarán a don Bosco, como limosna de la misa y donativo para la iglesia de María 
Auxiliadora, un cáliz de oro y plata. Tiene tres ángeles, sentados al pie, de una gran belleza. Don Juan Cagliero y también Vecchio van a 
estar muy contentos. Las religiosas tienen ya preparada una casulla que debe ser muy bonita. 
En ((681)) casi todos los monasterios han hecho un montoncito de objetos y de dinero, pero pretenden que vaya don Bosco en persona a 
retirarlos. 

Se obtuvieron ya varias dispensas con poco dinero y en parte gratis. 

Algunos desean obtener la firma del Santo Padre por medio de don Bosco. Le ha tenido que molestar ya tantas veces, que sería 
importunarle demasiado. 

Hoy ha venido el Príncipe Ruspoli a dar gracias a don Bosco por haber ido a bendecir a su esposa, encerrada en casa desde hace varios 
meses, la cual, dos o tres 
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días después de la bendición, con su estupor y el de otros, había salido e ido personalmente a agradecer al Señor la curación obtenida. Por 
diversos sitios han sucedido otros hechos similares. 

Don Bosco habló por lo largo con el Papa de nuestros bienhechores, especialmente del caballero Javier Collegno, del caballero 
Clemente Villanova, y del marqués de Fassati y, después de la petición formal, el Pontífice concedió a éstos y a otros tres señores, que 
usted ya conocerá, nada menos que el título de Comendador de la Orden de San Gregorio Magno. Todos están maravillados de la 
facilidad con que don Bosco pudo obtener eso. 

Y crece el estupor al saber que el Papa ha concedido estas seis cruces sin querer determinar las personas, deseando que fuesen 
condecorados aquéllos, a quienes don Bosco tuviera a bien otorgar este honor. »Qué será lo que no obtenga don Bosco del buen Pío? 
Pronto llegarán los diplomas auténticos de la gracia soberana. 

El domingo 24 iré a ver la fiesta del nuevo Siervo de Dios elevado al honor de los altares y me acordaré mucho de usted y de todos mis 
queridos amigos del Oratorio. 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
En una tercera carta, dirigida por él mismo a los alumnos del Oratorio, seguía hablando con entusiasmo del amadísimo Padre. 

Mis queridos amigos: 

Parece que nuestra vuelta al Oratorio se retrasa. íSi vieseis qué cantidad de gente hay siempre, también vosotros condividiríais mi 
temor! íSi vierais con qué alegría corren los muchachos romanos hacia don Bosco! El otro día estuvo de nuevo en el Colegio Nazareno y 
le leyeron un bellísimo discurso de alabanza, dirigido a vosotros. íCuántos elogios a vuestra suerte, queridos amigos! Os lo mandarán en 
breve. 

Son muchachos ricos, que se sienten pobres al lado vuestro, porque tenéis la fortuna de poseer a don Bosco. Con qué transportes de 
filial devoción besaban su mano y con qué confianza le hablaban de su alma. Están más que convencidos de que don Bosco conoce sus 
conciencias, mejor que ellos, y con franqueza juvenil ((682)) le preguntaban. Vosotros, que estáis acostumbrados a la vida del Oratorio, 
no podríais hacerlo con mayor confianza. Qué sonoro estallido producían estos muchachos con sus labios al besar la mano de nuestro don 
Bosco: parecía que con aquel beso querían decirle muchas cosas, que ciertamente le decían. Y los buenos Padres, directores del Colegio, 
estaban siempre al lado para honrar, reverenciar y obsequiar a don Bosco. Vosotros ciertamente le queréis, pero me pareció en aquel 
instante que estos muchachos os ganaban. Conocían quién era don Bosco; quizá no todos vosotros le conocéis. Don Bosco os escribirá 
pronto y os descubrirá a todos la vida, virtudes y milagros que habéis hecho durante todo este tiempo. Escuchadlo como se merece. 

Seguramente os habéis dado cuenta de que os predico el sermón y empezáis a bostezar. Lo que vosotros queréis son noticias de don 
Bosco. Cambiemos, pues, de tema. 

Hace pocos días conversaban dos de nuestros conciudadanos, cuando oyeron este diálogo entre dos personas de la calle: 

-Oye, »has oído hablar de ese cura que ha venido de lejos y que hace tantas cosas maravillosas? 

-Sí, respondió el otro, y está en San Pedro ad Vincula. 
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-Tendríamos que hacer nuestras cábalas, nuestros cálculos. »Sabrías ahora qué día viene? Sería una cifra. El cura, la segunda; mucha 
gente, la tercera; es íun santo! y sería la cuaterna infalible 1. Adiós, le voy a consultar enseguida. 

Y se separaron la mar de contentos para ir a casa a hacer sus cuentas y agarrar la fortuna por los pelos. Riéronse nuestros dos buenos 
amigos que habían escuchado tan singular diálogo y me contaron lo que, a modo de pasatiempo, yo escribo. 

Vosotros, mientras tanto, para alcanzar una cuaterna o suerte, haced que don Bosco, al volver, no tenga que enfadarse con ninguno, 
limpiad vuestras almas, imitad a los muchachos romanos que, antes de ver a don Bosco, van a confesarse. 

El domingo por la tarde fue de nuevo don Bosco al Vaticano para visitar al cardenal Antonelli, que habla siempre con gusto y 
satisfacción del Siervo de Dios y de sus hijos. En la antesala se encontró con una buena Princesa que había oído hablar de don Bosco a 
nuestro Caballero. Apenas le vio, se acercó a él y ya no hubo medio de que lo dejase. También ella tenía que ver al cardenal Antonelli, 
mas por don Bosco difirió su turno y tuvo la paciencia de aguardar dos horas de antesala. Dejó primero que don Bosco pasase: «quiso 
tener el honor, decía esta piadosa señora, de ceder la vez a don Bosco». Y don Bosco pasó y se entretuvo con Su Eminencia durante más 
de tres cuartos de hora; no hace falta deciros ((683)) que el Cardenal trató con suma afabilidad, y diría casi reverencia, a nuestro don 
Bosco. Tiene muchos negocios, y sin embargo los deja de lado un rato para estar con nuestro Padre. Le tomó de la mano, se la besó e, 
introduciéndole en el despacho, le habló de la mejoría de su salud, gracias a María Auxiliadora. Mientras antes tenía que ser llevado en 
una silla desde su despacho al del Papa para la audiencia, ahora iba ligeramente por las escalinatas y escaleras del Vaticano. Cerró 
después la puerta y quiso recibir la bendición y una medalla. 

-Pero, Eminencia, le dijo don Bosco íno se haga el chiquillo! 

-No hay chiquillo que valga, replicó el Cardenal; bendígame. 

Don Bosco, que no quería, se había postrado a sus pies para besarle el anillo; pero tuvo que obedecer porque el Cardenal se había 
arrodillado. Como muestra de la eximia bondad, que honra a este purpurado, ofreció a don Bosco mil liras para la nueva iglesia y para 
ayudar a nuestra casa y a los muchachos del Oratorio, que tanto colaboraron para que mejorase su descabalada salud. Añadió que ésta no 
sería su última entrega. 

Cuando don Bosco salió, encontró la antesala llena de personajes de la nobleza, que esperaban audiencia. Pero apenas vieron éstos a 
don Bosco, le rodearon todos: uno quería besarle la mano, otro le suplicaba le diera una medalla y alguno pedía la bendición. Ninguno 
pensaba ya en el Cardenal. Esperó éste un momento y, después, asomándose a la puerta del despacho, dijo en alta voz: 

-íSeñores! Les espero, pase uno. 

Ninguno se movía. Decía el uno al otro: 

-Pase usted primero, vaya usted. 

Y todos se retiraban. Ninguno quería pasar delante, porque todos deseaban hablar con don Bosco. Y él tuvo que dedicar algún tiempo 
para liberarse de aquella buena gente. 

La misma confianza espiritual que vosotros tenéis con don Bosco, la he visto yo 

1 Cuaterna. -Llámase cuaterna la suerte en el juego de la lotería cuando se han sacado cuatro números de una de las combinaciones que 
lleva el jugador. (N. del T.) 

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en muchos altos prelados para con nuestro Padre aquí en Roma. Cada palabra de don Bosco es celosamente anotada, comentada, 
interpretada y guardada en el corazón. 

El lunes 18 del corriente fue a un monasterio donde deseaban verlo. íCuántas piadosas muestras de agradecimiento le dedicaron! 
Tocaron las campanas, sonó el órgano en la iglesia, donde reunidas las piadosas muchachas cantaban con voz angelical: Benedictus qui 
venit in nomine Domini! Hosanna in excelsis! (íBendito el que viene en nombre del Señor! íGloria en las alturas!). Era una fiesta, un 
alborozo, un arrobamiento. Llegó a las ocho y no pudo salir hasta las once y media: tantas eran las instancias, los apremios que le hacían 
para que permaneciera un poco más. Una sencilla y graciosa chiquita le dijo: 

-»Y por qué, padre Bosco, nos deja huérfanas? En el nombre de Dios quédese aún con nosotras. 

Y lo mismo sucede en todas partes. 

((684)) Olvidaba contaros un episodio que aconteció el domingo. Un piadoso romano tenía grandes deseos de conocer y hablar a don 
Bosco. Había oído decir dónde podía hallarse y allá que se fue. No le encontró y tuvo la paciencia de dar vueltas por varias partes de 
Roma; hasta que vio un coche con un sacerdote dentro, se puso ante el caballo y lo detuvo. Agarró la mano de don Bosco y díjole con 
afectuoso y alegre acento: 

-íA usted es a quien busco! íUsted es don Bosco! Tome esta parte de mis ahorros. 

Eran unos cuantos marengos que el buen obrero, convertido ya en patrono, ofrecía a don Bosco. »Sabéis quién era? El hijo de la 
Providencia, crecido, educado, salvado por ella y que ahora, reconocido, daba lo sobrante a los pobrecitos. íAh, con qué alegría entregaba 
a don Bosco aquella suma! Nos contó su vida, lloró y nos hizo llorar de emoción y gratitud para con el Señor. En su tierna edad quedó 
huérfano, pero una buena persona le tomó consigo, le enseñó a trabajar y el camino de la virtud. El Señor le bendijo, tiene ahora un 
floreciente negocio, entrega los ahorros a la familia de un hermano suyo y de ahora en adelante mandará también algo al Oratorio. »Quién 
le conocía? »Quién le enviaba? íLa Providencia! íQué contento estaba él de habernos encontrado! No sabía cómo separarse de nosotros. 

Tengo muchos episodios como éste para contaros: pero mejor será de viva voz, que por escrito... 

Corrijo lo que os he dicho al principio y os comunico ahora, de parte de don Bosco, que el lunes próximo saldremos para Turín. Nos 
detendremos, sin embargo, en alguna ciudad; iremos a Fermo, para devolver la visita al ilustre cardenal De Angelis, el cual, en una carta 
afectuosísima, en la que os recordaba a todos vosotros, invitaba a don Bosco a su palacio. Le saludaremos también de vuestra parte: 
»contentos? De todos modos os avisaremos el día y la hora precisa, durante el viaje. Seguramente que a nuestra partida habrá alguna 
demostración, dolorosa y querida a la par, según yo espero. Muchas personas, que no habían visto nunca antes a don Bosco, lloran ahora 
al tener que separarse de él. 

Una alma buena, con verdaderas ansias de conocer y ver a don Bosco, vino a nuestra casa y »sabéis cuánto tiempo estuvo esperando? 
Desde el mediodía hasta las seis; después apenas si lo vio y se marchó llena de júbilo diciendo: 

-íLe he visto y me basta! 

Muchas veces la gente paraba por el camino al humilde coche de don Bosco; eran diez, quince personas, más o menos, soldados, 
comerciantes, hombres del pueblo 
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y a veces también sacerdotes que pedían ser bendecidos. Arrodillábanse en mitad de la calle y don Bosco tenía que contentarlos. 

Aquí en el palacio hay siempre tal multitud, que parece imposible se trasladen solamente por una persona. Ayer por la tarde (lunes) 
vino un Príncipe, cuyo nombre es dificilísimo, puso en mi mano una buena limosna y me dijo: 

-Ya que no puedo ver a ese buen ((685)) Siervo de Dios, entréguele esta pequeña limosna de mi parte, sin más obligación que la de 
encomendarme al Señor. 

Tienen tal confianza en sus oraciones, que están seguros de alcanzarlo todo y se encomiendan a él. 

Adiós, queridos amigos míos. Pronto vendrá el día en que hablaremos largo y tendido de estas cosas, pésimamente escritas ahora. Que 
el Señor os bendiga. Buenas noches. 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
La solicitud y las oraciones de don Bosco no solamente habían obtenido de Dios gracias particulares, sino que también, y eso era lo que 
en aquel momento más le importaba y llenaba de alegría, era el verse atendido en uno de sus más ardientes deseos. 

Pío IX había decidido la primera proclamación de Obispos, y el 22 de febrero tuvo un consistorio secreto. En éste pronunció una 
alocución, diciendo: 

-Que se habían reemprendido los trámites para proveer las diócesis vacantes de Italia, porque así lo querían los que dominan Italia...; 
que la Santa Sede siempre había antepuesto a todos los demás intereses, como derecho y deber supremos, el derecho y el deber de 
cuidarse de la salvación de las almas...; que la elección de las personas para el Episcopado no se deja totalmente al juicio del Sumo 
Pontífice, sino que pasa por las pretensiones de hombres juxta saeculi placita viventium (de los que viven según los deseos del mundo); 
por consiguiente, juntamente con otros obispos para diversas diócesis de Europa, anunció diecisiete designaciones para Italia, cuatro de 
los cuales eran para Piamonte y Liguria, tres para Cerdeña, dos para Sicilia, tres para Toscana y dos para las Marcas. 

Pero »qué eran esas pocas diócesis provistas, frente a tantas como quedaban todavía vacantes? Y sin embargo, Bettino Ricasoli hacía 
declarar, quizás por política, íque no se permitiría al Papa proceder a nuevos nombramientos de Obispos en Italia! Léese esta declaración 
en la Nación del 25 de febrero, núm. 56, con estas palabras: «Con el nombramiento hecho por el Papa en el último Consistorio para 
algunas diócesis de Italia, no se provee ni siquiera a los dos tercios de las diócesis vacantes. Para las otras no se ha tomado todavía 
ninguna determinación. 
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((686)) Parece que entra en la intención del Gobierno del Rey dejarlas en su mayor parte en administración, con el objeto de facilitar la 
supresión de las que no se juzgase necesario conservar». 

Con el consentido nombramiento de los obispos no se quería excitar las iras de los sectarios, sobre los que quería apoyarse el Gobierno 
para las inminentes elecciones de Diputados al Parlamento. 

José Garibaldi, que había salido de Caprera el 21 de febrero, entraba en Florencia y publicaba un bando contra los clericales, 
declarándoles enemigos de la patria. Tenía orden de atizar el odio de los pueblos contra los sacerdotes, la Iglesia y la Roma Papal. Fue, 
pues, a Bolonia, exhortando a las gentes para enviar al Parlamento diputados enemigos de los curas, con el programa: íGuerra a los 
curas!. 

-Poneos de acuerdo, decía, para alejar el peligro de que la clerigalla haga entrar a sus defensores en la representación nacional. 

Fue, luego, a Ferrara y el Ministerio le permitió excitar desenfrenadamente a la gente por las ciudades Vénetas y Lombardas, fue 
después a Turín, y el 14 de marzo a Alessandria. Este viaje triunfal lo hizo a expensas del Gobierno, entre aclamaciones de la plebe y 
recepciones en los Municipios, acrecentando la pompa solemne de los recibimientos con la presencia de los oficiales del Estado. 

Vomitaba por todas partes, en plazas y salones, desde los balcones de los palacios donde se alojaba, las más atroces injurias contra la 
Iglesia y el Papado; y añadía: 

-«íRoma es nuestra! íEl Papado es la gangrena de Italia! íLos curas han vendido Niza al extranjero! íLos curas son el primer flagelo de 
nuestra península! íItalia es una lugartenencia francesa! Tienen demasiada influencia Napoleón y sus satélites, los curas. Iremos a Roma; 
yo conozco a los asesinos y os los señalaré: son los curas. Mandad al Parlamento diputados que no sean curas, ni cómplices de los curas, 
ni amparadores de los curas». 

Como consecuencia de estas atroces diatribas, la plebe enfurecida saqueó en Udine el palacio arzobispal; en Treviso ((687)) y en 
Venecia asaltó el palacio episcopal y el del Patriarca, y hubo tumultos en otros lugares. 

Llegó el 10 de marzo, y apenas si un tercio de electores acudió a las urnas. En Florencia, sobre algunos aspirantes a diputados, decía la 
Gaceta de Italia: «De los bajos fondos, donde el vicio vive aliado con la astucia y la infamia, han salido a flote candidatos que no pueden 
ser vistos en público, sin que involuntariamente no vuele el pensamiento hasta el patíbulo, del que parece han sido arrancados». 
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El 22 de marzo se reunieron los nuevos diputados y senadores en el gran salón del Cinquecento de Florencia, para oír el discurso de la 
Corona, que guardó absoluto silencio sobre Roma. 

Pero la mayoría de la Cámara era tal y como la deseaban los sectarios. El Comité Nacional Romano y el Centro de insurrección 
imprimían proclamas para la sublevación de Roma, y el 22 de marzo escribía Garibaldi a dicho Centro: «Estoy orgulloso de llamarme 
General Romano»; y en las ciudades de la comarca de Emilia se reclutaban milicias con ignorado destino. Volvían a verse las camisas 
rojas. 

No obstante, Roma seguía tranquila y las disposiciones pontificias del 16 de marzo para el tránsito de mercancías italianas por su 
territorio, debían imponerse e impedir, mientras Ricasoli estuviese en el poder, los atentados sectarios. Así, pues, el 27 de marzo tenía el 
Papa un nuevo consistorio secreto y preconizaba para Italia otros diecisiete Obispos, entre los cuales uno para Umbría, dos para Romaña, 
uno para el Piceno, uno para Cerdeña, seis para Piamonte donde quedaban todavía vacantes Fossano, Vigevano y Susa, que poco antes 
había perdido a monseñor Odone. 

Los Obispos nombrados en los dos consistorios, aceptados por el Gobierno Italiano, y que tomaron posesión de sus diócesis, fueron 
treinta y cuatro. 

Mientras el Ministerio se había apresurado a efectuar la decretada expoliación de los bienes, garantizados por el Estatuto a los Obispos 
como propiedades de la Iglesia, los pueblos, ((688)) con alegría y entusiasmo, se preparaban para recibir a sus nuevos pastores. Aún 
quedaban vacantes casi dos tercios de las diócesis de Italia; y para algunas de ellas el Gobierno de Florencia ya había dado su 
consentimiento, cuando el 4 de abril Ricasoli con todo su Ministerio presentaba la dimisión, por cuestiones de finanzas. Cesaron, por 
tanto, todas las negociaciones y el comendador Tonello abandonó Roma. Pero don Bosco había hecho un gran bien a la Iglesia y no sólo 
aquel año; podemos decir, que también para los siguientes, ya que, a medida que había necesidad y posibilidad de preconizar un Obispo, 
Pío IX tenía las notas de don Bosco, con los nombres de sacerdotes propuestos por él, y que habían sido aceptados por el Gobierno. Así 
lo dice don Juan Bonetti. 

Acerca de las diligencias de don Bosco para el nombramiento de Obispos, dieron su testimonio bajo juramento, don Miguel Rúa, don 
Juan Bonetti, monseñor Cagliero y don Juan Turchi, el cual tuvo confirmación hecha por Prelados Romanos, y en 1895 lo hacía 
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constar en un librito titulado Homenaje a don Bosco: «Yo sé que en alguna ocasión don Bosco fue requerido para dar su consejo por la 
Jerarquía de la Iglesia sobre asuntos generales importantísimos, que su modo de ver fue muy tenido en consideración; y que 
indudablemente, se vendrá a conocer mejor a su debido tiempo». 

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((689)) 

CAPITULO LIX 

DON BOSCO SIGUE PREDICANDO -EN LA CAPILLA DE SAN ESTANISLAO DE KOSTKA EN EL QUIRINAL -EN SAN 
ROQUE NO DEJAN PREDICAR A DON BOSCO -CONFIANZA DE PIO IX EN DON BOSCO; LE ENCARGA OBSERVAR SI 
HAY DEFICIENCIA DE PREDICACION EN ROMA Y DE VISITAR UN HOSPICIO -NACEN HOSTILIDADES CONTRA DON 
BOSCO -PREVISION DE ALGUNOS MALES, PORQUE NO SE ENSEÑA EL CATECISMO -SE MANDA AL ORATORIO EL 
ITINERARIO DEL VIAJE DE VUELTA -MONSEÑOR ROTA ESPERA VER A DON BOSCO EN GUASTALLA -QUERRIAN 
RETARDAR SU REGRESO -UN JOVEN A PUNTO DE MUERTE QUE DESEA CONFESARSE CON DON BOSCO -UNA 
MEDALLA RECIBIDA DE SUS MANOS ES APRECIADA COMO UN TESORO -EL NUEVO ARZOBISPO DE TURIN -ULTIMA 
VISITA A PIO IX; SUS CONSEJOS SOBRE LA FUNDACION DE NUEVAS CASAS; UN RESCRIPTO -UN OBISPO ESLAVO 
VISITAS DE DESPEDIDA -EN EL COLEGIO DE LOS MARONITAS -EN CASA VITELLESCHI -MONSEÑOR FRATEJACCI Y 
REGALOS PARA LA TOMBOLA -CONMOVEDORA ESCENA EN LA CASA VIMERCATI: DON BOSCO CEDE A LAS 
INSTANCIAS DEL CONDE Y SE QUEDA UN DIA MAS -EL CARDENAL ALTIERI -PROFECIA DE DON BOSCO CUMPLIDA 

DURANTE casi todos los días que don Bosco pasó en Roma no dejó de predicar un sermoncito de quince o veinte minutos a los fieles 
que acudían a oír su misa. Predicó en iglesias públicas, como en San Agustín, a un numerosísimo auditorio, y al volver del altar 
encontraba sacristías y pasillos repletos de ((690)) gente arrodillada que pedía su bendición, sin cesar de repetir: 

-íEs la bendición de un santo! 

Pero la mayor parte de las veces predicó en capillas privadas o de comunidades religiosas, a las que asistían cincuenta, cien, ciento 
veinte y aún más personas. Eran pláticas que encendían en los corazones la llama del amor de Dios, con el deseo de mejorar la propia 
vida. 
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Antes de partir de Roma, quiso celebrar por devoción una misa en la capilla de san Estanislao de Kostka en el Quirinal, en el Noviciado 
de los PP. Jesuitas. Las señoras no podían entrar, ya que era clausura, mas la princesa Odescalchi fue a pedir permiso al Cardenal Vicario 
para que aquel día pudieran entrar las mujeres, y el permiso fue concedido. Después de una numerosa comunión, don Bosco dio su 
acostumbrada platiquita. El padre Angelini, que le oyó, decía: 

-íCuánta unción y cuántas verdades en pocas palabras! íNuestro padre san Ignacio no habría hablado de otro modo! 

Pero lo que más agradaba a los romanos cuando predicaba don Bosco era la áurea sencillez de sus razonamientos adaptados a todas las 
inteligencias. Había pocos oradores sagrados populares; además no era costumbre en las iglesias públicas y parroquiales de Roma la 
predicación dominical ordinaria y catequística, prescrita por el Concilio de Trento. Fue invitado a celebrar en San Roque y don Bosco se 
volvió al llegar la comunión para decir unas palabras a los fieles. El órgano le interrumpió. Hizo señas al sacristán que le servía la misa, 

indicándole que quería decir dos palabras... 

-íNo se predica!, le respondió. 

Y siguió tocando el órgano. 

Creyó don Bosco al principio que sonaba el órgano por equivocación, mientras era adrede para impedir que predicase. Entonces 

insistió; y el sacristán replicó enérgicamente: 

-íSólo fue invitado para celebrar la misa! íY no se predica! 

((691)) Don Bosco agachó la cabeza y empezó a distribuir la comunión. 

No hay que extrañarse, pues, de que al volver a visitar al Papa, como éste le preguntase qué había visto en Roma que le pareciere había 

que corregir, respondiese que había quedado pasmado de que los domingos no se predicase ni se enseñara el catecismo. 
-En el Piamonte, añadió, un párroco no cree haber cumplido su deber si no explica el Evangelio, instruye a los adultos y enseña el 

catecismo a los muchachos, todos los domingos. 

Pío IX, que tenía distinta información, no quería creer en aquella falta de predicación y dijo: 

-Comprobad con vuestros propios ojos y no hagáis caso de lo que os digan. Comprobadlo y dadme cuenta. 

-Sí, Padre Santo, ílo haré! 

Efectivamente. Un domingo después de comer salió de casa con don Juan Bautista Francesia; fueron de iglesia en iglesia, hasta las 

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cinco de la tarde y no sólo no encontró que se hiciese función alguna, sino que todas estaban cerradas. A las cinco llegó a la de Jesús 1, 
que se abría en aquel momento y en la que hubo una corta función. Volvió al Papa y le contó lo que había visto. El Papa observó: 

-Por lo menos, íel párroco de San Roque predica! 

-Sí, predicaba, replicó don Bosco. El año pasado yo le animé a ello y empezó a hacerlo regularmente, pero al cabo de unos meses se le 
echaron todos encima, protestando contra la novedad y tuvo que dejarlo. 

-No creía, exclamó el Papa, que hubiésemos llegado a este extremo. Ahora comprendo porqué el Señor nos castiga, y nos castigará más 
aún, porque ísomos nosotros la causa de la merma de la fe de los pueblos! Fides ex auditu, auditus autem per verbum Christi (la fe viene 
por la predicación y la predicación por la palabra de Cristo). 

Y prosiguió lamentándose con enérgicas frases. Mandó llamar a quien debía poner remedio a este abuso, insistió. Algo obtuvo, pero por 
poco tiempo. 

((692)) El Venerable recibió otro encargo de confianza de Pío IX. Lo mismo que en el 1858, le encomendó ahora, en 1867, que visitara 
el grandioso Hospicio de San Miguel in Ripa, que albergaba, juntamente con muchos muchachos, casi mil doscientas personas y tenía 
fama en Roma de instituto para los muchachos pobres. Pío IX tenía gran interés por dicho Hospicio, porque él mismo había sido su 
presidente durante veinte meses, por voluntad del Papa León XII en 1825. Lo halló en decadencia y logró remover graves abusos, 
alejando empleados desleales, ordenando cuentas, pagando deudas contraídas por su predecesor, elevando el nivel de sus escuelas de 
artes y oficios, de modo que lo hizo resurgir de un modo maravilloso. Conociendo, por tanto, los antiguos desórdenes, temía que se 
renovasen y que las personas encargadas de la administración, unas por ser ellas la causa y otras por connivencia o timidez, no le dieran a 
conocer la verdadera marcha de las cosas. Y por esto se dirigió a don Bosco. 

Por su parte el Siervo de Dios ya estaba informado por la duquesa de Sora y otras Damas de la alta nobleza. Por lo mismo sentía 
cumplir este encargo, sobre todo porque preveía las dificultades para poner remedio a ciertos desórdenes. Pero el Santo Padre se lo había 

1 Iglesia de Jesús. Es la iglesia de los padres Jesuitas en Roma (N. del T.) 
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impuesto y él obedeció. Con la delicadeza que le caracterizaba, fue interrogando a unos y a otros de los asilados y se encontró con que 
muchachos pobres, en el sentido estricto de la palabra, había pocos o ninguno. 

En cuanto a lo demás, poco o nada había cambiado desde el día de su primera visita. 

Volvió al Papa, pero dudaba si debía plantearle la verdad por entero; mas el Santo Padre, que advirtió su indecisión, le dijo claramente: 

-íQuiero que me lo digáis todo! Os he encargado la visita precisamente para que me informéis fielmente. 

Entonces don Bosco habló claro y concluyó diciendo que con las magníficas rentas del Hospicio se habría podido aceptar, mantener e 
instruir convenientemente un número ((693)) mucho mayor de jovencitos. El Papa quedó satisfecho al oír toda la verdad. El Venerable 
añadió además: 

-íSanto Padre! Por desgracia, llegará un momento en que el Hospicio caerá... 

Esto es, que caería en manos laicas. La previsión quedó impresa en la mente de Pío IX, que se la recordaba a don Bosco, como 
veremos, después del 1870. 

Pero este informe desató una verdadera tormenta de ánimos contra el Siervo de Dios. Llamó el Sumo Pontífice a los administradores 
del Hospicio, les dio una buena reprimenda, y no tardaron éstos en pensar que la visita de don Bosco podía ser la causa de aquellas 
reprensiones. Dado que no podían hacer mella en su persona, decidieron con otros, buscar una venganza, y determinaron hallar algún 
pretexto en los cien libritos divulgados por él a manos llenas entre el pueblo cristiano. 

La fama del nombre de don Bosco en Roma disgustaba ya a más de uno: al canónigo piamontés Audisio, entre otros, y a algunos 
Prelados, que luego se opusieron a la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. 

El año 1873 decía a don Joaquín Berto monseñor J. B. Fratejacci, Auditor civil del Emmo. Cardenal Vicario y gran amigo de don 
Bosco y de los Salesianos. 

-«Vi a don Bosco en el 1867, cuando habitaba con don J. B. Francesia en San Pedro ad Vincula. íQué de gente iba a verle! íNo puede 
usted imaginárselo! íPuede decirse que toda Roma se reunía allí! Hombres y mujeres, ricos y pobres, seglares y eclesiásticos, monseñores 
y cardenales se disputaban a don Bosco para poder verle 
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y hablarle una vez. Pero algunos interpretaban mal y veían con malos ojos aquel afluir de gente, especialmente porque en una ocasión don 
Bosco dejó escapar de sus labios una terrible verdad que, aun siendo muy cierta, ofendía los oídos de alguno. La verdad era ésta: 

»-El motivo por el cual van tan mal las cosas de la religión es por falta de instrucción catequística. Las tres cuartas partes de Roma ni 
siquiera tienen catecismo. ((694)) Y si las cosas siguen empeorando, veremos en Roma las consecuencias imprevistas de esta ignorancia. 

»De hecho ya estamos viendo ahora todo lo que don Bosco preveía y decía entonces; lo vemos con nuestros ojos; y no estamos a 
tiempo para remediarlo. Pero en aquellos días y debido a esta verdad, dicha por don Bosco, se empezó a hablar contra él, repitiendo: 

»-»Acaso debemos aprender de don Bosco el método para instruir a nuestro pueblo? »Es que solamente él sabe enseñar el catecismo? 
»Es que nosotros no servimos para promover la cultura religiosa?... Mirad lo que se hace en San Pedro ad Vincula íAllí están los 
doctores! Uno predica desde dentro, y el otro fuera... 

»Entre los adversarios y censuradores de don Bosco se encontraba también monseñor Mónaco La Valletta. Pude acercarme a algunos de 
ellos y les expuse lo que don Bosco preveía, y ellos, viendo después que de día en día se cumplía exactamente lo que don Bosco había 
dicho, empezaron a apreciarlo, y monseñor La Valletta se hizo su amigo. Yo, empero, desde entonces avisaba a don Bosco diciéndole: 

»-No hable más con tanta franqueza, se hundirá.» 

Hasta aquí monseñor Fratejacci. 

Mientras tanto, don Bosco había decidido su partida y fijado el itinerario del viaje. La alegre noticia se había transmitido a Turín: 

Roma, 23 de febrero de 1867
Muy apreciado Caballero:


El bonísimo don Bosco, conocido y admirado por sus virtudes, es objeto de admiración, de santa envidia y del deseo universal. Todos 
le buscan, todos le llaman y él se hace todo para todos, como puede y hasta donde puede. A pesar de esto resulta difícil verle y hablarle, y 
muchas veces hay que perder horas de inútil espera. Yo he enviado esta mañana a uno de mis criados para saber si podré verlo y cuándo, 
antes de su partida, y espero que mañana podré besar su mano. Pienso en los efectos e impresiones de la prolongada ausencia de este 
digno sacerdote de su Oratorio, pero pronto estará de vuelta entre los brazos de sus hijos. Piensa partir el lunes próximo, 25 de febrero, 
((695)) por la vía de Ancona, Fermo, Bolonia y creo, si todo va bien, 
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que el 28 querría estar en Turín. Si los romanos, y los que por su estancia aquí y por su espíritu pueden considerarse tales, se dejaran 
llevar por los movimientos del corazón se negaría el visado al pasaporte de don Bosco. Sin querer valorar sus reflexiones, que, aunque 
justas en sí mismas, el quererlas valorar sería en sí una falta de respeto, pudiendo suponer incitación a partir, diré en general, que he 
recibido su carta en la que están expresados sus deseos de la vuelta de don Bosco. Si le llego a ver y puedo besar su mano, la misión 
quedará cumplida; en caso contrario, sabrá disculparme. Yo no sabía cómo responder al caritativo servicio que me pide, inseguro como 
estoy de si se debe considerar como caridad acelerar la partida o prorrogar la estancia que, aunque se prolongara dos meses más, no serían 
suficientes para dar rienda suelta a todos los anhelos religiosos de verle y recibir sus consejos. 
La vida que don Bosco ha llevado es de agotamiento y la mano visible de la Providencia lo sostiene, lo anima y también nosotros 
confiamos en esta poderosa y benéfica ayuda. 

Roma está tranquila y lo estará siempre porque ubi, Petrus, ibi Ecclesia (donde está Pedro allí está su Iglesia) y portae inferi non 
praevalebunt (las puertas del infierno no prevalecerán). Debido a las advertencias de don Bosco, mi permanencia aquí está más segura y 
la creo necesaria para mi bien y el de mi familia... 

ESCIPION, CONDESTABLE DELLA STAFFA. 

Monseñor Rota, avisado por don Juan Cagliero de la próxima llegada del Venerable, le respondía el 25 de febrero: 

«He escrito a su Eminencia el Cardenal Arzobispo de Fermo, rogándole pida a don Bosco que venga a Guastalla». 

Eran ya los últimos días de la permanencia de don Bosco en Roma y también don Juan Bautista Francesia escribía a Turín: 

Roma, 23 de febrero de 1867
Muy querido Caballero:


Esta mañana ha salido en barco el joven impresor, con otro compañero. Este, recomendado por monseñor Pacifici, entra como fámulo. 
No sé en qué condiciones;don Bosco las dirá. Tal vel sea para compensar los grandes y señalados favores que nos ha otorgado este buen 
Monseñor. Cuando estos jóvenes lleguen a Turín, nosotros partiremos de Roma. Se está tramando impedir nuestra partida. Hubo quien 
ofreció veinte escudos ((696)) diarios, desde el lunes, por cada día que don Bosco permanezca en Roma. »Aceptará? Y, sin embargo, es 
preciso que parta. Es imposible que aguante esta vida. No come, no duerme y sufre dolores. No son cosas nuevas, pero ahora don Bosco 
me da lástima. 

No es necesario decirle que su fama va siempre en aumento y que siempre es deseado por los infelices y por los afortunados. Si, al 
marchar pudiese dejar algún buen recuerdo, por ejemplo, a sí mismo, haría algo muy grato. Es un tema muy delicado hablar de partir. No 
se quiere oír esta palabra. Debe confortarnos mucho a nosotros sus hijos, el ver que su larga estancia no ha podido apagar todos los 
deseos. »Qué digo todos? Ni siquiera la mitad, ni tampoco la décima parte. De todos 
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sitios llueven ahora cartas de invitación. »Condescenderá don Bosco? No lo sé, no puedo saberlo y, aun sin saberlo, creo que ni el mismo 
don Bosco lo sepa. 

El otro día se presentó en casa un buen señor que venía de un pueblo, a más de cincuenta millas de distancia, solamente para ver a don 
Bosco y escuchar una palabra de sus labios. Alcanzado su deseo, volvióse la mar de satisfecho a su pueblo sin querer quedarse para nada 
en Roma. 

-He visto a don Bosco me decía; y me basta. 

Bendito sea; íque viva feliz! 

Los familiares del Conde nos han dado otra broma: prepararon ocho pares de calcetines para don Bosco y tres para mí íy de qué clase! 
Y esto como recuerdo y en prenda de los servicios que nos han prestado durante el tiempo de nuestra estancia. Son finezas inimaginables. 
Todos están apenados por nuestra partida. 

íSi pudiesen acompañarnos! Me envidian y os envidian cordialmente a todos vosotros por la suerte de poseer a don Bosco. íOjalá que al 
escuchar su palabra nos aprevechásemos todos de su presencia! 

Ayer por la tarde, hacia las seis, cenaba don Bosco en casa de la condesa Calderari. Asistían a la mesa muchos señores de la nobleza, 
cuando llegó un camarero con una carta de la marquesa Villarios dirigida a don Bosco. Tomóla éste y leyó: 

«Rvdo. señor don Juan Bosco. -Un joven de diecisiete años, perteneciente a la conspicua familia de... se encuentra gravemente enfermo 
de tuberculosis y, según el parecer de los médicos, le quedan pocas horas de vida. Hasta ahora no ha querido saber nada de confesión, 
pero dice que estaría dispuesto a confesarse con un solo sacerdote, con don Bosco. Protesta que, en caso contrario, quiere morir sin 
sacramentos. La madre llora desolada ante la obstinación del hijo. Toda Roma conoce las aflictivas condiciones de este joven y está 
ansiosa por su suerte. Don Bosco ama demasiado a las almas para dejar que perezca una sola. Vaya enseguida y deje cualquier otro 
asunto». 

Don Bosco leyó, dobló la carta, con toda tranquilidad, y prosiguió la cena. Después, dio audiencia a diversas personas. Don J. B. 
Francesia, ((697)) impaciente, le tiraba de la sotana diciéndole: 

-Vamos, don Bosco. íSe trata de salvar una alma! íDése prisa! 

Don Bosco le respondió: 

-íNo lo dudes, le veré! 

A las siete de la tarde se encaminó hacia aquella casa y llegó junto al lecho del enfermo. íQué escena más conmovedora, querido 
amigo! Tenía aquel joven tal palidez de muerte en su rostro, que apenas se distinguía de las almohadas en que apoyaba su cabeza. Sus 
ojos brillaban con el ardor de la fiebre. Daba lástima y casi repulsión. Sólo una lamparilla iluminaba la estancia. Cuando vio el joven 
entrar un sacerdote, adivinó de quien se trataba y se alzó sobre el codo. 

-íAh, don Bosco!; exclamó. 

Y con la mano que le quedaba libre, buscó la de don Bosco, se la estrechó, la besó y lloró. Haciendo un esfuerzo, alargó los dos brazos 
al cuello de don Bosco, que se había inclinado para decirle una palabra, repitiendo: 

-íConfiéseme, don Bosco, confiéseme! 

Su madre no hallaba palabras para expresar su alegría por la llegada de don Bosco, y el hijo demostraba la suya teniendo siempre entre 
sus manos la mano salvadora del buen Siervo de Dios. 

Todos se retiraron y al cabo de media hora salió don Bosco de la habitación. La madre que lo esperaba llorando en el salón, le dijo: 

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-íGracias, don Bosco, gracias! íEl Señor le ha enviado! 

Toda la familia le rodeó y quiso que les bendijera, después de haber recibido una medalla de María Auxiliadora. 

A las diez y tres cuartos dejaba aquella casa, bendecido por todos. Seguramente que el Angel del Señor se pondrá junto aquel infeliz y 
no se moverá de su lado más que para acompañarle al cielo. (Efectivamente, moría poco después). 

-íSe muere tan bien después de una visita de don Bosco!, dicen los enfermos romanos. 

Pero ahora yo querría decir a nuestros hijos del Oratorio: 

-Queridos jóvenes; »sabéis por qué este joven no quería confesarse en punto de muerte? Porque durante la vida no había practicado; es 
más, despreciaba este sacramento. Pero el Señor en su infinita misericordia, movido por las oraciones de su pobre madre, le otorgó una 
gracia que no concede a todos los que tienen la desdicha de obstinarse en el mal... 

Una medallita recibida de las manos de don Bosco es tenida como un tesoro. Para obtener una de éstas, se hacen varios viajes hasta 
nuestra casa. Se alcanzaron en muchos sitios felices resultados de curación. Una enferma en un hombro, desde hacía mucho tiempo, 
aplicó este remedio y en breve tiempo quedó completamente curada. Pero advierta que en casi todos los lugares adonde don Bosco no 
acudió, pero rezó desde lejos, se obtuvieron favores; en otros, rara vez. Usted dirá que esto es un verdadero misterio y yo soy del mismo 
parecer. 

A estas horas ya sabrá quién es el Arzobispo de Turín; se anunció por telégrafo. No quería aceptar; pero al fin obedeció la voz que 
partía de San Pedro. 

((698)) También nosotros escuchamos esta voz, quizás por última vez, la tarde del jueves. Bendijo a don Bosco, a su clero, a la 
archidiócesis de Turín, a todos los centros de beneficiencia, a los Oratorios, con la más tierna efusión de su corazón. 

El siente que debe ser un instrumento de la divina Providencia para el Oratorio y por eso le da gracias. Agradeció también a todos los 
que desde Turín le habían socorrido en su pobreza. Dijo que pensaba en ellos, y hasta habló de nuestro óbolo. No se le escapa una. 
Hablando de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, entre los consejos que dio a don Bosco para la fundación de nuevas casas, 
expresó dos: 

1.° No poner nunca las casas, especialmente las escuelas para aprendices en lugares pequeños, porque las envidias, las habladurías y la 
curiosidad acarrean muchos males. 

2.° No poner muchas casas en una misma ciudad o en dos ciudades cercanas. La autoridad eclesiástica, la civil, las otras corporaciones 
podrían recelar de la influencia que se llegaría a ejercer en muchos de los moradores de la ciudad. 

Al llegar a este punto, diremos que el Sumo Pontífice suscribió, de su puño y letra, la siguiente súplica que don Bosco le presentó: 

Beatísimo Padre: 

El sacerdote Juan Bosco, deseando dar una prueba de gratitud al sacerdote Pedro Vallauri de la diócesis de Turín, se postra a los pies de 

V. B. y pide, como especial favor, la facultad para que él pueda celebrar la santa misa el Jueves Santo, sirviéndose de la misma donde 
creyere que es más conveniente para mayor gloria de Dios; 
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sobre todo en los hospitales y en las casas de educación, donde él ejerce el sagrado ministerio. 

Gracia que... 

21 de febrero de 1867 

Pro gratia ad trienium
(Como gracia para un trienio)


PIUS PP. IX 

Prosigue la carta de Francesia: 

Besamos, por fin, el sagrado pie y partimos, consolados y conmovidos con las palabras del Santo Pontífice. Nos recomendó algo en 
particular para todos vosotros, que ya os comunicará don Bosco por carta o de viva voz. Por carta, no me atrevo a prometerlo; quedé 
vergonzosamente contradicho por los hechos. íHay que compadecerlo! íPobre hombre! Es el blanco de los buenos y de los tristes. De los 
buenos para hacerse santos, de los tristes para hacerse ((699)) buenos; pero, mientras tanto, lo martirizan. Créame: hay un entusiasmo 
indescriptible por él y un disgusto sensibilísimo porque se marcha. Mientras tanto, dio a entender a algunos príncipes romanos su gran 
obligación de dar limosna, si querían tener en su familia la bendición del Señor; y sus palabras fueron bien tomadas. 

Hoy (24) ha empezado el carnaval y don Bosco y yo lo hemos celebrado con el queridísimo canónigo Bertinelli. Hemos comido en su 
casa, en compañía de un Obispo eslavo. Hablábamos en latín. El Obispo no cesaba de repetir: 

-Gratissimun mihi est, o venerande vir, te nunc primun visere, quem tot tantisque rebus celebrem toties audivi. Te Deus omnesquefilios 
tuos salvos faciat! (Tengo la gran satisfacción de verte por vez primera, oh venerando varón, de quien tantas cosas he oído referir muchas 
veces. Que Dios os salve a ti y a todos tus hijos). 

Se despidieron con las más amables expresiones. íLa caridad cristiana liga en un solo vínculo las almas de todo el mundo! 

Pero el carnaval más hermoso fue que a don Bosco le esperaban en muchísimas casas, entre otras en las del Príncipe de Arsoli, el duque 
Salviati, Sora, De Maistre, etcétera. Como saben que ya se marcha quieren verle una vez más. íQué fe y qué cariño le profesan! Creo que 
en Roma debe haber en este momento más medallas de don Bosco que napoleones de oro. Ha repartido millares, y todavía no están 
satisfechos. Pero él sigue repartiendo: es como una fuente de la que siempre mana agua. El Señor premiará su fe. 

Tenemos frente a nosotros un colegio de Maronitas, donde estos orientales se preparan para ir a esparcir la buena simiente entre sus 
hermanos. El jueves (21) fuimos a visitarles a la hora de la comida. El Padre Abad estaba como fascinado por el modo de hacer de don 
Bosco y se convirtió en su celoso propagandista. Le entregó y hace que le entreguen limosnas y, a cambio de su gran caridad, no quiere 
más que recibir la bendición de don Bosco: y la recibe de rodillas en el suelo con religioso transporte. Hizo cantar a sus alumnos una 
alabanza a la Virgen en árabe, que resultaba más agradable por la novedad, que por otra cosa. Tenía a su lado al caballero Marietti. Este 
señor ha trabajado y sigue trabajando mucho por nuestra casa. Es todo un hombre de Dios, por lo que es perseguido. Sed fiet lux (pero 
brillará la luz). Para que su familia recibiese la bendición de don Bosco antes de marcharse, la acompañó hasta el jardín de aquella 
piadosa casa donde nosotros comíamos, pero a poco todo el patio se encontró inundado de gente. 
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Esta mi carta debería haberle llegado el lunes por la mañana, porque la empecé el sábado muy temprano, pero ayer a las once y media 
estaba todavía con ella, sin poder acabarla, a pesar de que durante el día tomé varias veces la pluma, mas sin ningún resultado... 

Pese a todas las invitaciones y cortesías, don Bosco saldrá de Roma el lunes (25) siguiendo el itinerario que le marqué en la anterior. 
Desde Bolonia telegrafiaré para decir la hora de nuestra llegada a Turín. La ansiedad de nuestros muchachos por don Bosco se siente 
también aquí por los romanos, muchos ((700)) de los cuales, casi diría que meten prisas a don Bosco para que venga a consolarles. 

En casa de los Vitelleschi me conmovió la despedida que hizo don Bosco el sábado por la tarde. La señora María no podía separarse de 
él y, tras varias pruebas de su afecto, lloraba al pensar que su casa no volvería a ser alegrada con la presencia de un santo. Así decía ella. 
Le obligó a tocar distintos objetos y, luego, todos de rodillas con su cuñado el señor Arzobispo, recibieron su santa. bendición. Después 
quiso don Bosco recibir la de Monseñor y salió llevándose consigo su corazón y su alegría. 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
Por la tarde del día 24, vigilia del día fijado para la partida, nuestro gran amigo monseñor Fratejacci entregaba a don Bosco varios 
regalos para la tómbola, enviados por el nuevo instituto de los Sanjuanistas de la Inmaculada Concepción, y por el reverendo don Pedro 
Ceccarelli de Módena, la señora condesa Catalina Boschetti Grossi de Módena, y la señora Teresa Rondanini De Dominici, cuyo marido, 
totalmente encorvado por una enfermedad en la espina dorsal, esperaba obtener la gracia de verse libre de aquella incomodidad y 
prometía una generosa limosna para la iglesia de Turín. 

Don Bosco se lo agradeció de todo corazón, y le encomendó las gestiones, aún no terminadas, ante la Sagrada Congregación de 
Obispos y Regulares, y entró en las habitaciones de su bienhechor. 

Toda la familia del conde Vimercatti estaba reunida en una sala, juntamente con la servidumbre. Todos estaban de rodillas y todos 
lloraban. Quiso don Bosco decir unas palabras, pero los sollozos le ahogaron y terminó llorando a lágrima viva. No pudiendo resistir por 
más tiempo, separóse de ellos y pasó a las habitaciones del Conde. Este, en pie, sollozaba también. Tendió resueltamente su mano 
derecha y le dijo: 

-Don Bosco, no se marche; quédese conmigo todavía hasta mañana. 

Aquel señor había hecho muchos favores a don Bosco, el ((701)) cual no pudo resistir a su petición y cedió. Acercósele don J. Francesia 
y le dijo: 

-Señor Conde, ha hecho bien en retener a don Bosco: sentía yo 
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mucho tener que partir mañana... íy además está don Bosco tan cansado! 

Don Bosco entonces dijo al Conde: 

-Siento darle nuevas molestias un día más; pero estoy contento de poder pasar todavía algún tiempo más con usted. 

Volvió a entrar el Venerable en la sala, y apenas se supo que no se marcharía al día siguiente, enloquecieron todos de alegría. Saltaban, 

reían, gritaban viva don Bosco, le rodeaban y parecían hijos que hacía mucho tiempo no habían visto a su padre. 

Al día siguiente fue el Venerable a comer con la familia Vitelleschi, porque quería darles una prueba más de su reconocimiento. Estaba 
por la tarde entretenido con sus huéspedes, cuando anunciaron la llegada del cardenal Príncipe Altieri. De acuerdo con las costumbres 
principescas, el criado pronunció tres veces su nombre y a la tercera apareció en la sala Su Eminencia. Don Bosco, que, por sus 
muchísimas ocupaciones, no había encontrado tiempo para visitar al ilustre purpurado, el cual lo deseaba vivamente, se acercó a él un 
poco confundido y le saludó. Su Eminencia respondió con un altivo y seco buenos días. Y nada más. 

La conversación fue breve; no dirigió a don Bosco una mirada, ni un cumplido, ni una palabra. Cuando salió el Cardenal, la familia 
Vitelleschi, y principalmente el Arzobispo, no sabían explicarse el proceder del Cardenal: 

-»Qué habrá pasado? íPobre don Bosco! »Y cómo hacer ahora para saber en qué ocasión habrá sido ofendido el Príncipe? »Qué se 

podría hacer para calmarle y ganarse de nuevo su amistad? 

Así hablaban, porque el Cardenal no era hombre que se doblegase fácilmente. 

((702)) Pero don Bosco, con calma y tranquilidad, replicó: 

-No tiene ninguna importancia: déjenme hacer a mí: mañana iré a visitarle, y todo quedará arreglado. 

Y al día siguiente por la mañana, día 26, don Bosco, con su acostumbrada franqueza, fue a ver al cardenal Altieri como si nada hubiera 

pasado, y, lo primero, le presentó quinientos boletos para la tómbola. El Príncipe sonrió, pagó los boletos y le regaló encima quinientas 
liras para sus muchachos. Mientras tanto su cuñada, la Princesa, apenas se enteró de que don Bosco estaba en casa, corrió exclamando: 

-íDon Bosco! íDon Bosco! 

Y se arrojó a sus pies. 

-íHacía cuatro meses, añadió, que deseaba hablar con usted! 

Sucediéronse las más cordiales atenciones y cuando el Venerable 
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salió de allí, volvió a casa Vitelleschi, donde le esperaban preocupados. 

-»Cómo le ha ido?, preguntaron todos apenas verle. »Le recibió el Cardenal? »Cómo le ha tratado? »Qué le ha dicho? 

El Siervo de Dios, sonriendo, les presentó la limosna recibida, y contó los detalles de aquella visita. Escucháronle boquiabiertos, y 
maravillados exclamaban: 

-íEs un prodigio! íSolamente don Bosco podía salir bien de esta visita, después del desdén demostrado por aquel señor! 

En la familia Vitelleschi se recordaba una profecía de don Bosco y esperaban con seguridad su cumplimiento. La Marquesa estaba 
afectada de una lenta tuberculosis, y a principios de 1866, pidiendo a don Bosco boletos de la tómbola, le había escrito enviándole 
además una limosna para la iglesia. 

«Favorecida por el Señor con tantos bienes de fortuna, cuanto uno puede desear en la tierra, tengo, sin embargo, una pena terrible: es el 
pensamiento de morir; este pensamiento me causa dolores indecibles, que mi fe no tiene fuerza suficiente para resistir. Estoy dispuesta a 
todo, con tal de que logre ver que cesa ((703)) este continuo y espantoso tormento. Este es el único motivo de la presente. El tiempo 
vuela, y la enfermedad que tengo puede traer, quizá pronto, sus fatales consecuencias. Asegúreme usted que su buena María Auxiliadora 
me obtendrá la gracia de no temer la muerte, sino de ver llegar sin miedo el momento del gran paso, y yo, por mi parte, le hago una 
promesa. Ya soy cooperadora suya, pero me convertiré en su sierva, seré toda suya y de sus muchachos; todo lo mío, toda mi buena 
voluntad, lo que me resta de vida, todo lo gastaré para usted: no ahorraré nada de cuanto tengo y es mío, para convertirme en instrumento 
de la divina Providencia en su favor; mas, por amor de Dios, que la Santísima Virgen me libere del terrible miedo que me da la muerte». 

Y no es que la buena Marquesa tuviese motivos para temer los juicios de Dios, pero experimentaba un verdadero horror al pensar en la 
agonía y en el mismo hecho de la muerte. 

Don Bosco, después de leer la carta, le había respondido a vuelta de correo: «Le aseguro, respetable señora, que María Auxiliadora ya 
le ha concedido la gracia pedida. Usted morirá sin ninguna aprensión; más aún, sin ni darse cuenta de ello. Mantenga su promesa, porque 
la Santísima Virgen mantiene también la suya». 

La Marquesa se tranquilizó, comenzó a gozar de una paz profunda e inalterable, y conservó siempre uno de los primeros puestos entre 
los que ayudaban al Oratorio. Ahora, al llegar el momento de 
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salir de Roma, don Bosco volvía a asegurarle que moriría sin darse cuenta. 

Y, en efecto, a finales de 1871 dijo un día la Marquesa a su marido: 

-Querido, como hace bastante tiempo que no he hecho confesión general, voy a prepararme para ella durante los últimos días de este 

año. »Qué te parece? »Me lo permites? 

-íEncantado! respondió el Marqués; haz como más ((704)) te guste. 

La señora empleó varios días examinándose. Quería hacer una confesión precisa. Y, una vez que recibió la absolución, volvió a casa tan 

satisfecha que no cabía en sí de alegría. 

-Me encuentro en tal estado, repetía, ícomo si hubiera recibido hoy el santo bautismo! Mañana iré a comulgar. 

Era el 31 de diciembre. Al día siguiente, primero de año, recibió la comunión y volvió a su palacio exclamando: 

-íQué comunión! íNunca había hecho una comunión como ésta! Vale más que todas las demás de mi vida juntas. 

Y fue a sentarse en un diván colocado en mitad de la sala junto a unos grandes jarrones de flores. Allí mismo le preparaban los criados 

lo necesario para el desayuno. Habían sido invitados algunos parientes, y sus hijos correteaban por la sala. De pronto, dijo la marquesa a 
los sirvientes: 

-Abrid las persianas, porque hay mucha oscuridad. 

-Están abiertas de par en par, señora Marquesa. 

-Abrid, os digo, que no se ve. 

Los criados le hicieron observar de nuevo que estaban abiertas. 

-íY sin embargo!... íSin embargo!... 

Y volviéndose al marido, como iluminada por una imprevista idea, dijo sonriente: 

-Angel (era el nombre de su marido), Angel: íquizá me estoy muriendo! »Sabes? íQuizá me estoy muriendo! 

Fueron sus últimas palabras. Estaba muerta. Sin dolores y sin el menor cambio de fisonomía. La Santísima Virgen Auxiliadora había 
cumplido su promesa. En la carta que escribió el Marqués a don Bosco para darle la noticia, se lee el siguiente párrafo: «No lloro esta 
muerte como una desgracia; sino que bendigo a María Santísima Auxiliadora, como por una insigne gracia». 

Don Miguel Rúa y don Juan Bautista Francesia dieron testimonio del hecho. Y es de notar que también otras profecías, hechas por don 
Bosco en Roma, se cumplieron admirablemente. 
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((705)) 

CAPITULO LX 

LA CIVILTA CATTOLICA RECUERDA ESTOS DIAS EN EL 1905 -DON BOSCO SALE DE ROMA -MANDA UNA CIRCULAR 
IMPRESA EN ROMA PARA QUE SE REIMPRIMA EN EL ORATORIO -MONSEÑOR EMILIANO MANACORDA ANUNCIA AL 
CABALLERO OREGLIA LA PARTIDA DE DON BOSCO -CONMOVEDORAS DESPEDIDAS EN EL PALACIO VIMERCATI Y 
EN LA ESTACION DEL FERROCARRIL -LLEGADA A FERMO Y RECIBIMIENTO DEL CARDENAL ARZOBISPO -POESIA 
DEL ALUMNO DOMINGO SVAMPA EN EL SEMINARIO -EL CARDENAL QUIERE QUE DON BOSCO LE BENDIGA -MEDIA 
JORNADA EN FORLI -UNA NOCHE EN BOLONIA -LLEGADA A TURIN -LA FIESTA DE SAN FRANCISCO DE SALES 
-CONDECORACIONES CONCEDIDAS POR EL SUMO PONTIFICE A ALGUNOS BIENHECHORES DEL ORATORIO Y DE LA 
NUEVA IGLESIA -CIRCULAR ANUNCIANDO LAS INDULGENCIAS OBTENIDAS POR DON BOSCO PARA SUS 
BIENHECHORES -RESPUESTAS DE AFECTUOSO RECONOCIMIENTO POR LA CIRCULAR 

EL año 1905 escribió don Juan Bautista Francesia un librito con todo lo que su feliz memoria recordaba de la estancia en Roma con don 
Bosco. Lo que entonces escribió concuerda maravillosamente con sus cartas del 1867 y particularmente al señalar la fama de santo que ya 
entonces rodeaba a don Bosco. También la Civiltá Cattolica del 2 de septiembre de 1905, al anunciar la obrita de don J. B. Francesia, da 
el mismo testimonio: 

«Dos meses con don Bosco en Roma. -Se trata de un librito, pero que se lee con gusto, especialmente por quien como nosotros conoce 
((706)) la Roma de hace treinta años. Es una delicia encontrarse de nuevo en medio de aquel mundo, hoy desaparecido en gran parte, todo 
él lleno de admiración por don Bosco. Para nosotros, que conocimos personalmente al gran Siervo de Dios, era un dulce encanto 
confirmarnos en la alta veneración que don Bosco nos inspiró en las íntimas relaciones que con él tuvimos, y especialmente en su vida 
mística y (por cuanto una persona particular puede permitirse decirlo) mística y prodigiosa». 
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VOLUMEN VIII Página: 600 

Seguimos la narración. El 26 de febrero, después de la visita a las familias Altieri y Vitelleschi, volvía don Bosco a casa del conde 
Vimercatti para pasar con él las últimas horas de su estancia en Roma. 
Condescendiendo a sus ruegos, permitió que le fotografiasen en acto de bendecir a don J. B. Francesia, al señor Pardini, maestro de la 
casa y a su hijo, arrodillado también. Parece que alguno deseaba que este retrato se pusiera a la venta y corrió la noticia; pero no se hizo 
más que una limitada distribución de copias para los amigos íntimos y bienhechores. En efecto, en el mes de julio llegaron cartas al 
Oratorio pidiendo este retrato, mas hubo que responderles que ya no había copias. 

Por la tarde sostuvieron el Conde y don Bosco cordialísimas y conmovedoras conversaciones. Y aún dio audiencia en aquellas últimas 
horas a personas que insistían en hablarle. Un sacerdote, al que recibió aquella misma tarde, antes de la partida, le escribió a Turín al cabo 
de unos días: 

Roma, 8 de marzo de 1867 

Muy apreciado don Juan: 

Durante el tiempo que usted estuvo en Roma, tuve un día el honor de ser recibido en audiencia: en ella le expuse el motivo por el que 
había acudido a usted, a saber, que encontrándome en Roma por razón de estudios, rogaba a Vuestra Señoría pidiese al Señor me 
concediese las luces necesarias para poder con su divina ayuda aprender bien las ciencias necesarias para un sacerdote y ministro de Dios. 
Usted me respondió que me encomendase a la Virgen ((707)) repitiendo a menudo Asiento de la Sabiduría, ruega por mí, y que también 
rezase cada día un padrenuestro al Patriarca san José. Lo mismo me recomendó usted la segunda que fui a verle, precisamente en la tarde, 
víspera de su partida de Roma. Yo, aunque indignamente, practico las devociones recomendadas, tanto que he empezado el mes dedicado 
a san José; y espero que la gracia me será concedida con la ayuda divina. 

Mientras tanto le escribo a usted la presente, rogándole de nuevo me ayude con sus oraciones a obtener dicha gracia, esto es, alcanzar 
del Señor las luces necesarias para aprender las ciencias que se me enseñarán. Sí, queridísimo hermano, hágame esta caridad, ruegue, 
ruegue mucho, y obténgame la gracia que tanto anhelo; pongo toda mi confianza en usted, ya que estoy seguro de que sus oraciones son 
muy aceptadas y queridas por Dios. Le prevengo que seguiré escribiéndole con frecuencia, hasta obtener lo que tanto deseo. Por mi parte, 
le prometo que le tendré presente cada mañana en el santo sacrificio. Beso humildemente su mano y me profeso con todo aprecio 

Su seguro servidor MARTIRE STALLONI, Pbro. 

P.S. -Dígnese Su Señoría responderme a la Calle San Ignacio, número 23 -4.ª planta. 
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El Venerable se encaminó a la estación acompañado por monseñor Emiliano Manacorda, a quien entregaba una circular para sus 
bienhechores, ya impresa en Roma, para que la enviase a Turín. Monseñor Manacorda, al cumplir el encargo, no dejó de describir la 
partida del Venerable. 

Ilustrísimo Caballero: 

Le escribo unas líneas por encargo de nuestro queridísimo don Bosco. Todavía tengo los ojos hinchados por las lágrimas que me 
arrancó su partida. 

Ayer a las ocho de la tarde nos dejaba aquí en Roma como huérfanos, desolados y conmovidos al verle marchar. Ciertamente usted sabe 
cómo se desenvolvió la estancia de este nuestro buen Padre en Roma. El vencedor de Magenta 1 con todas sus baterías, aun con todo el 
imperio a cuestas, resultará un pigmeo al lado de don Bosco. La nobleza romana que se confundía con la plebe y olvidaba la etiqueta de 
la corte para doblar sus rodillas ante don Bosco y recibir su bendición, no dejará la antesala del padre de los pilluelos para sentarse al lado 
del gran Rey. Qué grande y poderosa es la virtud de don Bosco. 

Quisiera describirle la escena de su partida, pero no puedo, no me lo permite el corazón. Don J. B. Francesia se lo contará todo. 

((708)) Le mando la carta de don Bosco impresa para volverla a imprimir enseguida... Siento que se quisiera vender la fotografía de don 
Bosco. Yo no tengo influencia con nadie, solamente por el amor y la veneración que profeso a este nuestro Padre, me permito decir que 
no me parece conveniente, más aún, lo creo indecoroso por ahora y rogaría a V. S. secundara este mi parecer. Aquí en Roma causaría 
mala impresión... 

Roma, 27 de febrero de 1867 

MANACORDA 

Por desgracia los malintencionados, como veremos, estaban con el ojo alerta. Aquel mismo día escribía también don J. B. Francesia. 

Fermo, 27 de febrero de 1867 

Muy apreciado señor Caballero Oreglia: 

Ayer por la noche dejamos Roma y tras un viaje feliz, ya que no alegre, hemos llegado a Fermo. Hemos visto a Su Eminencia; está 
bien; su secretario y los demás de su familia, todos bien, y nos recibieron con las mejores muestras de cariño. Pero nuestro corazón sigue 
todavía en Roma. 

Ante todo debe saber que, en vez del lunes por la noche, como estaba establecido, solamente nos permitieron salir al día siguiente. íEn 
la estación nos esperaba un enorme gentío! Muchos no habían podido resistir aquella dolorosa separación y se 

1 Vencedor de Magenta. -Como de «erudito a erudito» habla Manacorda a Oreglia del vencedor de Magenta, sin necesidad de nombrar 
a Napoleón, que venció en Magenta a los austríacos el 4 de junio de 1859 (N. del T.) 

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habían alejado, satisfechos de saludar con signos y miradas al que les había hecho tan felices por poco tiempo. No fue posible reprimir las 
lágrimas al separarnos del señor Conde. íPobre viejo! Se arrodilló, y llorando como un niño, le pidió la bendición a don Bosco. También 
éste estaba extraordinariamente conmovido. Aunque las mas de las veces está por encima de estas emociones, en esta ocasión no pudo 
resistir. Lloraba y, aunque quería, no podía hablar. íA ambos les parecía tan corto el tiempo que se habían podido ver! 

En la estación no fue menor la emoción. La familia Vitelleschi, la de Villarios, etc., etc., esperaban compungidos. Entramos, 
acompañados por ellos en la estación; su corazón no les permitía hablar, ni separarse. Después de algunas palabras llegó el momento de 
subir al tren. Pasó don Bosco al andén, y subió al vagón muy conmovido. La mayoría lloraba y apretados junto al tren, le pedían que no 
les olvidase. Al contemplar un espectáculo tan singular en derredor de un viajero, muchos sacaban la cabeza fuera de las ventanillas de 
los vagones y preguntaban con curiosidad quién era aquel sacerdote objeto de tantas demostraciones. 

Poco antes de que arrancara el tren quisieron los amigos recibir la bendición de don Bosco y allí mismo, en público, con riesgo de 
burlas, se arrodillaron ((709)) para recibirla. Quiera Dios que esta bendición permanezca con ellos siempre y abundante. 

Partió el tren. Era de noche y no se oía más que el raudo correr y resoplar de la locomotora que nos alejaba cada vez más de lugares y 
personas tan queridas. Incliné la frente, la escondí entre las manos, fingí dormir y lloré. También don Bosco estaba abatido, pero mucho 
menos. De todos modos nos acercábamos a casa y el sábado por la mañana llegaríamos a Turín en el tren directo de las once y media. 

Con qué alegría le abrazaré entonces y, con usted, a todos los que salgan a recibir a don Bosco. Aunque nuestros bultos estén llenos de 
indulgencias, dispensas, etc., sin embargo, no son indulgentes con nosotros y pesan terriblemente. Mande, por tanto, a alguno a la 
estación que nos tenga un poco de compasión y nos ayude a llevarlos. 

»En Roma? íQué herencia más grande de afectos ha dejado allí don Bosco! Hombres de toda clase, hasta el Embajador de España con 
todo el personal de la Embajada, vinieron a honrarle. El Cónsul de Francia deseó también una audiencia con toda su familia. El 
Embajador la pidió, pero no la pudo obtener. Otras muchas cosas y noticias se las contaré de palabra para nuestra común alegría. Le 
hablaré de varios proyectos de las matronas romanas con respecto a don Bosco y a su iglesia. El altar del conde Bentivoglio marcha muy 
bien; resultará magnífico. Las señoras romanas se proponen hacer uno y también los señores quieren hacer otro. 

Hasta el sábado por la mañana... 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
A las diez y media de la mañana llegaba don Bosco a Fermo, en donde se entretuvo todo aquel día y hasta después de comer del 
siguiente. Su Eminencia, el Cardenal De Angelis, estaba fuera de sí por la alegría de la visita, y decía a don Bosco: 

-íHe oído decir que en Roma ha hecho usted furor! íMe alegro de ello! 
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Fin de Página 602 


VOLUMEN VIII Página: 603 

Don Bosco respondió con una broma, porque en todas las circunstancias él era siempre don Bosco, esto es, humilde. 

Por la mañana del 28 celebró en el Seminario la misa de la comunidad, predicando y distribuyendo la comunión a los seminaristas, que 
después le rindieron una cordial demostración de respeto en las diversas secciones. Un alumno de la de San Luis le leyó y entregó una 
poesía con su propia firma. 

((710)) EN OCASION DE LA VISITA
DE
DON JUAN BOSCO


Anacreóntica 

Salve, Giovanni. Oh! il giubilo íSalve, Padre. íOh! qué júbilo
Figlio di caldo affetto, de nuestro afecto brota;
Oh! il gaudio e la letizia qué gozo, íoh!, qué alegría
Di cui ci esulta il petto en nuestro pecho explota!


Ora che il dolce e amabile Ahora que tu amable
Sembiante tuo miriamo, semblante contemplamos
Ora che un bacio imprimere y un encendido beso
Sulla tua man possiamo. en tus manos sellamos.


Piú volte del tuo giungere Antes de tu venida
Vol\_ tra noi la fama, se adelantó tu fama,
Di te pi¨ volte vivida y las ansias de verte
Si accese in cuor la brama, nos prendieron su llama.


Ed ecco alfin s'appagano Mas hoy, al fin, se apagan
I desideri ardenti; los anhelos violentos,
Alfin ci è dato scorgerti, y al fin podemos verte
Ci è dato udir tuoi accenti. y escuchar tus acentos.


Siccome in notte placida Y cual en noche plácida
Bella è mirar la luna bello es mirar la luna
In cui candore argenteo, cuyo candor argénteo
Almo splendor s'aduna, almo esplendor aduna;


Come di varii e fulgidi cual con colores fúlgidos
Color l'iri s'abbella, el arco-iris se adorna
Qual sorge dall'oceano y sobre el mar la estrella
Ridente amica stella, clara en la noche torna;


Cosí soave e amabile dulce así en tu sonrisa
Ne appare il tuo sorriso, brillar la gracia quiso
In cui la luce splendere para que en ella viéramos
Veggiam del Paradiso. la luz del Paraíso.


Dunque gradisci il giubilo, Acepta, pues, el júbilo
Figlio di caldo affetto, que del cariño brota;


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Gradisci la letizia y acepta esta alegría
Di cui ci esulta il petto; que en nuestro pecho explota.


E in sul partir, deh! a'pargoli Y al partir, si a estos hijos
Sorridi e benedici: de corazón bendices,
Non chieggon pi¨, chè renderli no tendrás mejor cosa
Pu\_ questo sol felici. para hacerlos felices.


DOMINGO SVAMPA colegial 
Sección de San Luis, 28 febrero 1867 

El Venerable dijo una palabrita al oído del joven poeta, diole una mirada afectuosa y le entregó una medallita. Y éste, más tarde Obispo 
de Forlí, después Arzobispo de Bolonia y Cardenal, promovió en dicha ciudad el Primer Congreso Salesiano y tomó parte en el Tercero, 
que se celebró en Turín antes de la coronacíón de la estatua de María Auxiliadora. Guardó siempre con inmenso cariño la medalla que le 
entregó aquel día. 

En abril de 1895 el Eminentísimo Cardenal Domingo Svampa, al inaugurar el Primer Congreso Salesiano en Bolonia, decía en la 
asamblea primaria: 

((711)) «El recuerdo y la profunda veneración que siento por don Bosco y por su obra, permítaseme decirlo, son en mí muy antiguos, 
porque se remontan a mis primeros años. Comenzó cuando apenas contaba yo quince años, y tuve la suerte de encontrarme con aquel 
hombre tan extraordinario, escuché su ardiente palabra, recibí de sus manos la santa Eucaristía, su bendición y el regalo de una medallita, 
que todavía llevo al cuello 1». 

Diez años más tarde, en abril de 1905, pidiéronle que escribiese una página para el Boletín Salesiano con ocasión del mes de María 
Auxiliadora, y entre otras cosas decía: 

«...Recuerdo todavía, y recordaré siempre, la santa emoción que experimenté cuando, siendo seminarista, de apenas quince años, en el 
Seminario de Fermo, tuve la suerte de ver por vez primera al gran Apóstol de la pedagogía cristiana, que ya había iniciado en Italia su 
obra educadora para la salvación de los pobres hijos del pueblo. Don Bosco no era un orador de campanillas, pero arrastraba los 
corazones con su palabra sencilla, familiar y llena del espíritu de Jesucristo. Después de haber celebrado la santa misa en la capilla de 
nuestro Seminario, y habernos dado la santa comunión, nos dirigió 

1 Confróntense las Actas del Congreso. Pág. 40. 
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un saludo encantador. Nos habló como habla un padre a sus hijitos, no con la sublimidad de un sermón, sino con la manifestación del 
espíritu, y nosotros sorbíamos ávidamente sus palabras, que salían límpidas de la vena de su corazón sacerdotal. Dos cosas nos 
recomendó especialmente: devoción a Jesús Sacramentado y devoción a nuestra querida Madre Celestial. Y para que quedase en nosotros 
esculpido el recuerdo de aquella visita tan querida, pasó por las seis secciones en que estábamos divididos, para entretenerse más de cerca 
con nosotros y nos exhortó a crecer en la virtud y en la bondad bajo el manto maternal de María Auxiliadora. Antes de despedirse entregó 
a ((712)) cada uno la medalla de la Virgen y nosotros, con vivo afecto besábamos su mano y la medalla que nos ofrecía. Finalmente, de 
rodillas en el suelo, le pedimos y obtuvimos su bendición. 

»Siempre he guardado la medalla de don Bosco como algo muy querido y la consideré como una protección y una enseñanza. Han 
pasado casi cuarenta años y he experimentado, durante este largo período de mi vida, que nunca me ha faltado la maternal asistencia de 
María Auxiliadora, y tanto más me ha sostenido y confortado, cuanto mayores eran las dificultades en las que por casualidad me he 
encontrado. Comprendí, y quedó profundamente impresa en mi corazón, la gran lección de que, después de Jesucristo, no contamos con 
mejor apoyo en esta tierra, ni con consuelo de mayor alegría que confiarnos a la protección de la que es dispensadora de las gracias 
celestiales...» 

También don Bosco conservó hasta la muerte la poesía que le leyó el jovencito Domingo Svampa; autógrafo precioso, querido hoy por 
doble motivo, y que celosamente guardamos. 

En el momento de la partida, el Cardenal De Angelis se postró en tierra y pidió a don Bosco que le bendijera, pero el Venerable se puso 
también de rodillas ante el Cardenal, el cual seguía diciendo: 

-Ya soy viejo; no nos volveremos a ver más en esta tierra; íbendígame, don Bosco! 

-»Yo, bendecir a vuestra Eminencia? íYo, un pobre sacerdote! Jamás. 

-íSí que me bendecirá! 

-Pero »cómo? »Un pobre clerizonte, bendecir a un Cardenal, un Obispo, un Príncipe? Le toca a usted bendecirme a mí. 

-Si es así, »ve, don Bosco, aquella bolsa? -Y se la señalaba.-Es muy poco, pero si me bendice, se la doy para su iglesia; íde otro modo, 
no! 

Don Bosco reflexionó un momento y concluyó: 
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-Si es así, le bendigo. Su Eminencia no necesita de mi bendición ((713)) mientras que yo necesito de su dinero. 

Y se levantó y le bendijo. 

Salió don Bosco de Fermo para llegar a Forlí a las once y media de la noche. El señor Obispo, íntimo amigo del conde Vimercati, 
deseaba conocer al Venerable y habiendo manifestado su deseo al Conde, don Bosco había creído conveniente acceder a su invitación. 
Desde Fermo le había comunicado la hora de su llegada; así que, en la estación tomó un coche y se hizo llevar directamente al palacio 
episcopal, seguro de que le esperaban. Pero se encontró con las puertas y ventanas cerradas. Por mucho que llamó nadie salió a abrir, le 
tocó ir a la fonda de Falcone. Fue recibido con toda cortesía, sobre todo por cuanto don J. B. Francesia, bromeando, empezó a tratar a don 
Bosco de excelencia, con lo que los camareros creyeron se trataba de un prelado. 

Al día siguiente, acompañado por don J.B. Francesia, fue a celebrar misa en el célebre santuario de Nuestra Señora del Fuego, donde 
tuvo lugar la conversión del Beato Peregrino Laziosi, y pidieron permiso para ello. 

-»Llevan el célebret 1? preguntó el sacristán. 

-Este es don Bosco, respondió Francesia. 

-»Don Bosco el de Turín? 

-íEl mismo! 

Fue suficiente. El sacristán sacó a toda velocidad una de las más bonitas casullas, que había sido usada por Pío VII, y acompañó a don 
Bosco al famoso altar de la Virgen. 

Después de celebrar, fueron a visitar al Obispo, el cual acababa de recibir aquella mañana la carta con el aviso de su llegada. Con suma 
cortesía y satisfacción recibió al querido huésped, se entretuvo largo rato con él y a las once lo sentó a su mesa, a un espléndido banquete 
de pescado, improvisado, ya que don Bosco tenía que partir a la una y media de la tarde. Monseñor no comió, porque estaba 
acostumbrado a hacerlo a la una de la tarde. 

Don Bosco llegó a Bolonia a las cuatro y cuarto, detúvose en casa ((714)) del Marqués de Malvasía, y a las tres de la madrugada salía 
para Turín a donde llegaba hacia el mediodía del 2 de marzo. 

Describir el alborozo y la alegría de los muchachos, las músicas y los preparativos del patio, no sería cosa fácil. 

1 Célebret. -Documento que, antaño, solían llevar los sacerdotes para acreditar su condición de tales (N. del T. ) 
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Dominando la fachada de la casa había un cartelón con esta inscripción: «Roma te admira, Turín te ama», queriendo decir, que si allí 
tenía amigos, aquí estaban sus hijos. Digamos de paso que, cuando se conoció este saludo en Roma, hubo cariñosas protestas: algunos 
escribieron diciendo que don Bosco era amado en Roma lo mismo que en Turín. 

Al día siguiente se celebró la fiesta de san Francisco de Sales. Por la tarde hubo función de teatro, a la que don Bosco invitó al conde 
Javier de Collegno y le presentó, entre los aplausos de todos los muchachos, las insignias de la alta condecoración obtenida del Santo 
Padre. 

La Unidad Católica del viernes, día 8 de marzo de 1867, daba la noticia de los demás condecorados. 

PIO IX A LOS CARITATIVOS TURINESES 

«Nuestro querido Santo Padre, siempre dispuesto a animar a los buenos católicos a perseverar en los deberes del buen cristiano y a 
promover el decoro de nuestra religión católica, determinó entregar un signo de su paterna benevolencia a algunos turineses que se han 
distinguido por sus obras de caridad con el Oratorio de San Francisco de Sales, y en especial en la construcción de la iglesia dedicada a 
María Auxiliadora en Valdocco. Además de los varios favores espirituales concedidos a todos los que de cualquier modo y medida han 
ayudado a esta piadosa empresa, se dignaba conceder el glorioso título de Comendador de San Gregorio el Grande a los siguientes 
señores: marqués Domingo Fassati de San Severino, comendador José Antonio Cotta, senador del Reino; caballero Carlos Giriodi de 
Monasterolo; caballero Clemente Scarampi de Villanova; barón Carlos Bianco de Barbania; caballero Javier Provana de Collegno; títulos 
que bien se merecen estos fervorosos cristianos, por el buen empleo de sus haberes, el celo religioso que constantemente han demostrado 
y la antigua y noble cuna a que pertenecen». 

Días antes de que don Bosco llegase a Turín, los tipógrafos del Oratorio habían reimpreso, por millares, la circular ((715)) que el 
caballero Oreglia había recibido de monseñor Manacorda, y que fue difundida por muchas partes de Italia y aun del extranjero, tanto que 
hubo de hacerse una segunda edición con fecha del 20 de marzo. 

Turín, 1.° de marzo de 1867 

Benemérito Señor: 

Hace mucho tiempo que esperaba una ocasión para testimoniar exteriormente mi gratitud a todos los insignes bienhechores que, con sus 
medios materiales y morales, me ayudaron tantas veces a sostener las obras de beneficiencia que la divina Providencia, sin mérito alguno 
de mi parte, me quiso confiar en favor de la juventud pobre y en peligro. La ocasión se presentó propicia el día 12 del pasado enero, 
cuando 
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el Santo Padre se dignaba recibirme en audiencia privada. Postrado entonces a su pies, le pedí los siguientes favores: 

1.° Una bendición especial para todas las familias que en algún modo y medida han concurrido a sostener las obras de los Oratorios con 
su beneficencia y especialmente para los que promovieron la tómbola, cuyo producto está destinado a ultimar la iglesia dedicada a María 
Auxiliadora, en construcción en Valdocco, barrio de la ciudad de Turín. 

2.° Indulgencia plenaria para los mismos, cada vez que, confesados, reciban la santa Comunión. 

3.° Indulgencia plenaria in artículo mortis. 

El Santo Padre, con bondad verdaderamente paternal, alabó a los caritativos bienhechores, les concedió con efusión de su corazón los 
favores implorados, y me autorizó para comunicárselo a todos los interesados. 

Mientras cumplo con este gratísimo deber, le ruego reciba este nuevo rasgo de benevolencia del Supremo Jerarca de la Iglesia, 
juntamente con mi más profundo reconocimiento. Persuadido de que este año, gracias a la continuación de su ayuda, tendremos la 
satisfacción de ver inaugurado el suspirado templo para el culto divino, le aseguro que no dejaré de rogar a Dios para que con sus celestes 
bendiciones le recompense dignamente en el tiempo, y después un día le haga plenamente feliz en la eterna bienaventuranza. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Esta circular fue recibida con sumo reconocimiento por los bienhechores. Cada correo llevaba a don Bosco cartas de gratitud, las 
cuales, por lo general, expresaban los mismos pensamientos ((716)) de fe y de afecto al Siervo de Dios. La condesa Carolina Lützow, 
amiga de la marquesa Vitelleschi, cuya familia, ilustre en la diplomacia, sostenía correspondencia epistolar desde hacía muchos años con 
el Oratorio, escribía en francés al caballero Oreglia, desde San Vito cerca de Turín, donde acostumbraba pasar algunos meses del año. 

«Con sentimientos de profunda gratitud y suave emoción hemos recibido ayer mi madre y yo la circular de don Bosco, con fecha del 1.° 
de marzo. 

»Me dirijo a usted para rogarle que le testimonie mi más vivo reconocimiento por las inapreciables gracias que ha pedido al Santo 
Padre. Mi madre me encarga lo mismo en su nombre. Estamos conmovidas al ver que ambas hemos sido incluidas en el número de los 
que reciben la indulgencia y la bendición del Santo Padre, nosotras que hemos contribuido tan poco a su hermosa obra. Cada vez que 
podamos alcanzar la indulgencia plenaria concedida por el Santo Padre, bendeciremos el nombre de don Bosco, rogando al Señor le 
recompense por habernos procurado tan gran beneficio y bendiga siempre más y más sus caritativas fatigas»». 

Desde Cerdeña y con fecha del 16 de marzo, el teólogo Felipe Campus, canónigo y párroco en Sássari, escribía a don Bosco: 
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«Con el último correo he recibido la carta impresa en la que V. S. participa a los bienhechores y promotores de la tómbola los favores 
espirituales concedidos por Su Santidad: tanto yo como los otros colaboradores de esta santa obra, estamos muy contentos... 

»Si me cree útil para algo, ruégole tenga en cuenta mi pobre persona para cualquier trabajo que contribuya a la mayor gloria de Dios, al 
triunfo de la Iglesia y a la ayuda del prójimo. 

»Me encomiendo a sus oraciones; recuerdo siempre el día en que tuve la fortuna de conocerle. No olvidaré nunca el Oratorio de San 
Francisco de Sales, y ruego a Dios me presente una ocasión para demostrar con las obras el interés que tengo por este piadoso centro...» 

Y en carta de la condesa Virginia de Cambray Digny, fechada en Florencia el 12 de abril, se leía: 

((717)) «Mil y mil veces le agradezco su preciosísima carta y el consolador regalo unido a ella, regalo que guardaré celosamente 
durante toda mi vida como prenda de su inmensa bondad para conmigo, que soy tan indigna de ello... 

»Le estoy reconocidísima por haberse acordado de mi hija ante el Santo Padre y estoy convencida de que esa bendición habrá 
contribuido para que reciba, con provecho para el alma, su primera comunión. 

»Debo presentarle los más distinguidos saludos de la señora Jerónima Uguccioni, a quien he visto esta mañana, y que me ha encargado 
le ruegue que no la olvide en sus preciosas oraciones. También yo me encomiendo de nuevo a usted junto con toda mi familia». 
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((718)) 

CAPITULO LXI 

CONFERENCIA DE DON BOSCO A LOS SALESIANOS: FAVORES E INDULGENCIAS OBTENIDAS DEL SANTO PADRE 
CHARLA DE DON BOSCO A LOS MUCHACHOS; AMOR DE PIO IX AL ORATORIO; VALOR DE LA INDULGENCIA 
PLENARIA; RETRATO DEL PAPA CON SU AUTOGRAFO -ENCARGA AL DIRECTOR DE LANZO QUE AGRADEZCA A SUS 
ALUMNOS LA CARTA QUE LE ENVIARON A ROMA Y LES ASEGURE EL GRAN AFECTO QUE LES TIENE -CARNAVAL 
SUFRAGIOS POR UN ALUMNO DIFUNTO -DON BOSCO HABLA DE ROMA; EL DEMONIO Y EL AGUA BENDITA 
-ANUNCIO DE LA VIDA DE SAN JOSE COMO PREPARACION PARA LA FIESTA DEL SANTO PATRIARCA -LA 
CATEQUESIS CUARESMAL Y UN CATEQUISTA INSIGNE -CIRCULAR ANUNCIANDO EL SORTEO DE LA TOMBOLA Y 
RECOMENDANDO EL DESPACHO DE BOLETOS -LO QUE HIZO DON BOSCO A SU PASO POR BOLONIA -CARTAS QUE 
MANIFIESTAN EL AFECTO DE LOS ROMANOS A DON BOSCO -UNA CARTA SUYA APROBANDO LA DECISION DE UN 
ABOGADO -ARTICULO DE LA UNITA CATTOLICA PARA LA VENTA DE LOS BOLETOS DE LA TOMBOLA -CARTA DE 
DON BOSCO RECOMENDANDOLOS A VARIOS BIENHECHORES Y AL DUQUE DE AOSTA -EL MINISTRO DE 
AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO Y EL MUNICIPIO DE TURIN ACEPTAN LOS BOLETOS ENVIADOS POR DON 
BOSCO -CARTAS DEL OBISPO DE GUASTALLA A DON JUAN CAGLIERO 

EL 3 de marzo, domingo de quincuagésima, después de las sagradas funciones, reunía don Bosco en conferencia a todos los miembros de 
la Pía Sociedad. Estaban presentes el Director de Lanzo, don Francisco Cerruti, en representación del ((719)) Director de Mirabello y don 
Domingo Pestarino de Mornese. Los tres expusieron el estado de sus casas; y don Bosco habló del Oratorio, de su viaje, de la esperanza 
de que pronto la Santa Sede aprobaría canónicamente la Pía Sociedad, del proyecto de abrir una casa salesiana en Roma y de los favores 
concedidos por el Sumo Pontífice. 
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El había obtenido del Papa todo lo que había pedido. Además de las indulgencias ya dichas, Pío IX había concedido licencia a los 
sacerdotes para bendecir rosarios y medallas, y además indulgencia plenaria cada vez que celebraran la santa misa; asimismo, facultad 
para leer y guardar libros prohibidos. Estos privilegios eran personales y, por consiguiente, se referían solamente a los que se encontraban 
en casa aquellos días. Y como si esto no bastara, todas las indulgencias y favores concedidos al Oratorio se habían extendido a los 
colegios de Mirabello y de Lanzo. 

Don Bosco había traído también para cada uno de sus hijos un crucifijo, bendecido por el Papa con cuatrocientos días de indulgencia 
cada vez que se besare, o se diera a besar a otros; e indulgencia plenaria para cuantos lo besaren en punto de muerte. 

Después de haber expuesto todo esto a los Salesianos, con el alma llena de afecto hacia el Pontífice y hacia sus muchachos, habló a 
éstos después de las oraciones de la noche. 

He aquí unos apuntes de lo que dijo a toda la comunidad: 

Pío IX me ha preguntado: 

-Don Bosco, »Me aman vuestros jóvenes? 

-Santo Padre, »que si os aman?, le respondí; íos tienen en el corazón! íLlevan vuestro nombre entrelazado con el de Dios! 

íQué gran Pontífice! En sus aflicciones, en sus dolores, y entre los muchos cristianos que se atreven a declararle la guerra, él encuentra 

su consuelo oyendo que vosotros le amáis. 

Recordad la limosna de cuatrocientas liras que mandó al Oratorio no hace mucho con estas pocas palabras: -Un padre pobre a sus hijos 
pobres. 

Pero él ha querido daros más pruebas del cariño que os tiene y os ha concedido lo que casi nunca se concede. Don Bosco le pidió para 
vosotros indulgencia plenaria para cada vez que comulguéis, más aún, ((720)) indulgencia in artículo mortis, aun cuando no haya presente 
un sacerdote autorizado para daros la bendición papal; y todavía más, la indulgencia plenaria una vez al mes, en forma de jubileo, en el 

día del ejercicio de la buena muerte. 

Cuando hice estas peticiones, Pío IX permaneció pensativo un instante y en silencio; y después exclamó: 

-Hagamos un esfuerzo de nuestro poder. Hasta ahora no he concedido a nadie lo que pedís; pero ía Vos os lo concedo! 

Yo, dudando de que el Papa no hubiese comprendido toda la extensión de mi súplica, añadí: 

-Estas gracias: »son solamente para algunos? 

Quería yo decir si solamente eran para los socios de la Congregación o si también para sus alumnos. 

Pío IX replicó: 

-Si debo concederlas para algunos, »por qué no para todos? 

Así que de ese modo fueron comprendidos todos los muchachos actualmente 

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alumnos de nuestras casas. íCon cuántos preciosos privilegios nos ha favorecido el Papa! 

Pero vosotros diréis: 

-»Qué significa indulgencia plenaria? 

-Quiere decir que, cuando os confeséis bien, no solamente quedaréis absueltos del pecado, sino que, hecha la comunión, quedáis 
también libres de la pena temporal, de las penas del purgatorio merecidas por el mismo pecado. La pena temporal es condonada por la 
indulgencia. Comulgad, pues, a menudo. íQué fortuna saldar cuantas veces se quiera las propias cuentas con el Señor, y saldarlas del 
todo! 

Por tanto, queridos hijos míos, no olvidéis nunca en toda vuestra vida que el Papa os ama, y, por tanto, no salga nunca de vuestra boca 
una palabra que pueda servir de insulto, no escuchen nunca vuestros oídos con indiferencia injurias y calumnias contra su sagrada 
persona, no lean vuestros ojos periódicos o libros, que se atrevan a vilipendiar la altísima dignidad del Vicario de Jesucristo. 

Os diré finalmente que se ha pensado en daros algo que os recuerde el amor y los privilegios con los que ha querido honraros el Sumo 
Pontífice. Este algo costará dinero a quien lo quiera, porque el que lo provee debió desembolsar antes una buena cantidad. 

-»Que cuánto costará ese algo? preguntaréis. 

-Pues: cinco moneditas; veinticinco céntimos. 

Se trata de una hermosa fotografía de Pío IX, que lleva impresas al dorso las últimas gracias concedidas por el Pontífice. Dentro de 
unos días estarán preparados estos retratos y depositados en la librería, donde se entregarán a quienes lo deseen. 

Así habló don Bosco. Aplaudieron los muchachos y anduvieron todos a porfía para adquirir dicho recuerdo. Veíase en él el retrato de 
Pío IX en pie, en actitud de bendecir. En la parte inferior había una reproducción del autógrafo que el Santo ((721)) Padre había escrito en 
la fotografía que don Bosco le había presentado: 

Initium sapientiae timor Domini -subjugate intelectum vestrum (El temor de Dios, principio de la sabiduría -humillad Vuestra 
inteligencia) 

PIUS P. P. IX 

Al dorso se leía impreso: 

S. S. PIOIX 
Felizmente reinante
en audiencia del 12 de enero de 1867 concedía a ..............
.


1.° Su especial bendición apostólica; 

2.° Indulgencia plenaria, cada vez que, confesado, reciba la sagrada comunión; 

3.° Indulgencia plenaria, en punto de muerte. 

Turín, 4 de marzo de 1867 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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Desde el primer momento de su llegada a Turín, en medio de todos sus pensamientos tenía también presentes a los alumnos del colegio 
de Lanzo, quienes, estando él en Roma, le habían escrito una carta llena de afectuosos saludos y firmada por todos; y aún no habían 
recibido respuesta. Por eso había encargado al Director, llegado a Turín para las fiestas de San Francisco de Sales y la conferencia, que 
volviera lo antes posible a sus muchachos para comunicarles los sentimientos que él había expresado a los del Oratorio, sugiriendo lo que 
además quería les fuera dicho. Y el Director hablaba así en Lanzo la noche del 4 de marzo. 

Queridos hijos míos: voy a cumplir esta noche el encargo que don Bosco me ha dado de hablaros en su nombre. íOs ha nombrado con 
mucho amor! Me dijo que os tenía siempre presentes en la memoria, siempre esculpidos en el corazón; que en sus oraciones ocupabais el 
primer lugar, que mientras celebraba la santa misa, en el momento de la elevación decía siempre a Jesús que os bendijese y que un solo 
sentimiento le dominaba: volver a estar entre vosotros, gozar de vuestra compañía, y regocijarse con vuestra alegría. Sois sus hijitos »y no 
queréis que os ame? Cuando entraba en los dorados salones de los príncipes ((722)) en medio de lo más florido de la nobleza romana, la 
conversación caía sobre vosotros que sois su corona y su gloria. Si se entretenía en las galerías del Vaticano con cardenales y con otros 
prelados, era su satisfacción hablar de vuestra piedad, de vuestra compostura en la iglesia y de la frecuencia con que recibís los 
sacramentos. Mandaba llamarle el Santo Padre y encontraba consuelo hablando de vosotros y oyendo que sois buenos cristianos y 
verdaderos hijos de la Iglesia. Don Bosco visitaba también otros colegios y gozaba al escuchar los aplausos de aquellos muchachos, 
porque en sus rostros le parecía ver los vuestros y al oír sus voces le parecía oír las vuestras. 

Don Bosco me dijo también que algunas veces había venido a visitaros en espíritu, a pasear por vuestras galerías, a dar vueltas por 
vuestros dormitorios, para observar vuestra conducta y que, cuando venga, os dirá algo a este respecto. 

Ahora que ha regresado de Roma, íno creáis que ha vuelto con las manos vacías, no! Ha traído un bonito regalo para todos; una medalla 
y tal vez un rosario para cada uno, bendecidos por el Papa y como recuerdo de su viaje a Roma. Más aún, cuando venga a visitaros dará a 
cada uno una hojita en la que están impresos los favores, las indulgencias y las bendiciones que el Santo Padre os concede. Con todo esto 
podéis comprender cuánto os quiere don Bosco. 

Ha sentido de veras no haber respondido a vuestra carta, que tanto le agradó. La leyó muy complacido. Había encargado a don Juan 
Bautista Francesia que os contestase en su nombre, pero éste, distraído con sus muchas ocupaciones, se olvidó; escribió a Turín, a 
Mirabello, pero se olvidó de Lanzo. Don Bosco desea reparar este fallo y os escribirá él mismo. No quiere que sean olvidados sus amados 
hijos de Lanzo. 

»Estáis contentos así? »Y sabéis por qué don Bosco os quiere tanto? Amigos míos, tenéis una alma redimida con la sangre de 
Jesucristo, estáis destinados a ser príncipes en el Paraíso y un día, si lo merecéis, habitaréis con los ángeles, en compañía de la 
bienaventurada Virgen María. Animo, pues. Amad a don Bosco y amad vuestra alma. 
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VOLUMEN VIII Página: 614 

Eran los días del carnaval y en el Oratorio se alternaban con regocijo los juegos y las representaciones teatrales con las prácticas 
religiosas. Don Bosco había vuelto a ocupar su puesto en el confesonario, con. alegría de muchos jóvenes deseosos de abrirle el corazón. 
El martes, 5 de marzo, se hizo el ejercicio de la buena muerte y el padrenuestro que se acostumbra rezar «por aquél de nosotros que haya 
de morir primero» ayudó al alma del alumno ((723)) Cipriano Fogliani de Santa Dominica (Suiza). Moría precisamente aquel día en su 
casa; un mes más tarde escribía el párroco a don Bosco: 

Santa Dominica, 17 de abril de 1867
Reverendo Señor:


Ha pasado ya un mes desde el día en que debía y quería haberle escrito la presente... 

íCipriano Fogliani ya no existe! Pocos días después de su llegada al pueblo, cayó en cama para no levantarse más, hasta ser llevado a la 
sepultura. Durante el curso de su larga enfermedad, ha dado pruebas sublimes de cristiana resignación, sin desconcertarse en absoluto por 
su dolor en las entrañas. Su diaria oración al Señor y a la Santísima Virgen, era ésta: 

-Si sanando puedo salvarme, haced que yo sane; pero hágase en todo vuestra santa voluntad. 

Recibió todos los auxilios de la Religión; se confesó varias veces durante la enfermedad y la última vez un cuarto de hora antes de 
expirar. Mientras yo recitaba las oraciones de los agonizantes, él las seguía mentalmente y las repetía moviendo los labios moribundos y 
besando el crucifijo con gran edificación de todos los presentes. La muerte de este buen joven ha causado tal impresión en la población 
que a duras penas hemos podido cantar el oficio y la misa de difuntos, aunque la iglesia estaba llena de gente. 

Murió el 5 de marzo de 1867, a la edad de catorce años. 

Fray PRUDENCIO 
Capuchino de Cavallermaggiore, Párroco de Santa Dominica 

Después del carnaval, habló don Bosco a los alumnos varias noches seguidas sobre las cosas vistas en Roma: las basílicas, las tumbas 
de los mártires, los anfiteatros, los monumentos que recordaban grandes milagros, sacando de todo alguna máxima moral que les animase 
a santificar la cuaresma. Solamente una de estas charlas se recuerda en nuestras Memorias, y es la de la noche del día 7. 

En San Pedro del Vaticano hay una pila para el agua bendita verdaderamente bella. La concha está sostenida por un grupo, que 
representa la tentación. Hay un horrendo demonio, con cuernos y rabo, que corre tras un muchacho para atraparlo. El pobrecito huye, 
pero está a punto de caer en las garras del asqueroso animal: levanta 
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espantado los brazos para gritar ((724)) metiendo las manos en el agua bendita y el demonio, asustado a su vez, no se atreve a acercársele. 

El agua bendita, mis queridos jóvenes, sirve para alejar las tentaciones, y lo dice el proverbio refiriéndose a quien huye rápidamente: 
huye como el demonio del agua bendita. 

Así, pues, en las tentaciones y especialmente al entrar en la iglesia, haced bien la señal de la cruz porque allí os espera el demonio para 
haceros perder el fruto de la oración. La señal de la cruz aleja al demonio por un momento: pero la señal de la cruz con el agua bendita lo 
aleja por mucho más tiempo. Un día estaba tentada santa Teresa. A cada asalto hacía ella la señal de la cruz y la tentación cesaba, pero a 
los pocos minutos volvía el asalto. Finalmente cansóse la Santa de luchar, se roció con agua bendita y el demonio tuvo que salir rabo 
entre piernas. 

Al acercarse la fiesta de san José la Unidad Católica del martes, día 12 de marzo de 1867, publicaba la siguiente comunicación: 

« Vida de San José, entresacada de los más acreditados autores, con la novena en preparación a su fiesta. -Tipografía del Oratorio de 
San Francisco de Sales en Turín. -Este precioso librito presenta a los cristianos bellos conocimientos de la vida de un santo querido por 
todos por mil razones, y hace su devoción más amplia y fácil. Todos pueden gastar veinticinco céntimos y con tan poca cosa aprender y 
conocer al más valioso protector, después de María, ante nuestro Redentor Jesucristo. El haber salido esta obrita en las Lecturas Católicas 
de Turín, redactadas por el sacerdote Juan Bosco, es garantía más que suficiente de la bondad de la obra y del fruto que podrá sacar de 
ella quien la leyere». 

Mientras tanto había comenzado la catequesis cuaresmal el día 11 de marzo. Recordamos aquí cómo ya en otras ocasiones hemos visto 
al joven Agustín Richelmy, estudiante de liceo, en nuestros Oratorios festivos, rodeado de un numeroso grupo de muchachos obreros y 
pobres a quienes enseñaba magistralmente el catecismo. 

Su llegada se notaba en el cepillo de las limosnas para el Oratorio, donde siempre dejaba una abundante. Con frecuencia explicaba el 
destino de la misma: 

-Deseo que el domingo se den castañas a todos los muchachos que vengan. Ahí va el importe. 

Era el uso que hacía del dinero que sus padres le daban para sus gastos, y ya desde entonces, su mayor placer era atraer a la juventud de 
Turín para que asistiese a los Oratorios. 

((725)) Agustín Richelmy era ejemplar por su virtud y por su talento. Sobresalía en los estudios, durante los cursos de bachillerato y 
liceo, terminados los cuales, se decidió a seguir la carrera eclesiástica. 

Pero antes de vestir la sotana quiso consultarlo con quien mejor que nadie podía hacerle conocer la voluntad de Dios. Y sabemos 
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que, hablando con don Bosco del nuevo alumno de nuestro Seminario, él que estaba acostumbrado a recibir visitas y limosnas de la 
familia Richelmy, dijo: 

-Veréis, veréis lo que un día será este virtuoso clérigo. 

Y el feliz presagio no pudo tener mejor cumplimiento: llegó a ser Cardenal Arzobispo de Turín. 

Aun en medio de la tarea de la catequesis, don Bosco no se olvidaba de los demás asuntos, y ni siquiera de llevar a buen término la 
tómbola. Ya en los primeros días del mes había enviado a la imprenta y publicado una nueva circular: 

Benemérito Señor: 

Estando para acabar el plazo del sorteo de la tómbola, recomendada tantas veces a la caridad de V. S., siento especial necesidad del 
apoyo de su mano benéfica. 

Los acontecimientos públicos del año pasado estancaron el despacho de boletos. Acepte todavía este último envío y vea si, de algún 
modo, puede quedarse a colocar las N... decenas que le adjunto. Hay tiempo hasta el 1.° de abril, día en que se celebrará el sorteo público. 
Le ruego, por tanto, que, quince días antes, se sirva devolver a la sala de la exposición los boletos que no desea quedarse. Si conociese 
alguna persona caritativa que pueda comprar algunos más, le ruego de corazón se los proporcione, porque quedan todavía muchos por 
vender. 

Que el Señor, rico en gracias y bendiciones, recompense generosamente su beneficiencia y conceda salud y días felices a usted y a 
todos los que de algún modo concurren a hacer el bien a los muchachos pobres que la divina Providencia me ha confiado y a terminar las 
obras de la iglesia, cuya construcción sigue adelante. 

Con la más sentida gratitud tengo el honor de profesarme, 

De V. S. Benemérita 

Su seguro servidor JUAN BOSCO,Pbro. 

Oratorio de San Francisco de Sales. Turín -Valdocco 

((726)) íResulta increíble el cúmulo de cartas expedidas y recibidas en el Oratorio! Una de éstas, dirigida a don Bosco, nos da a conocer 
algo de lo que hizo en Bolonia a su vuelta: 

Bolonia, 10 de marzo de 1867
Muy Reverendo Señor:


Ya he mandado los boletos destinados al Rvmo. monseñor Canzi, al Rvdo. Lanzerini, al marqués Próspero Bevilacqua y a la condesa 
Sassatelli. 

No se puede usted imaginar cuánto hemos sentido, mi marido y yo, no haber podido obtener que usted prolongara un poco su gratísima 
visita; pero nos consuela la solemne promesa, hecha ante dos testigos, de que no tardará mucho en repetirla más despacio; esperamos que 
no se olvidará de la promesa y que tomará sus medidas, no 

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solamente para poder celebrar la santá misa en nuestra capilla (siempre según la solemne promesa), sino también para tener tiempo de 
visitar el célebre santuario de la Virgen de san Lucas, el de santa Catalina de Bolonia y todo lo demás que pudiera interesar a su piedad. 

El conde de Malvasía quiere a toda costa que le presente sus más afectuosos saludos; su salud ha mejorado desde que usted le visitó; 
hoy hemos comenzado la novena al patriarca san José, pero el tiempo no se muestra propicio para que él pueda montar en coche el día de 
la fiesta de este gran Santo, después de un año y medio que lleva sin salir de casa. Pero tiene gran confianza en su palabra y quiere que le 
diga que espera su empujoncito para ir a Roma con motivo del centenario de san Pedro. 

Le ruego... por caridad, se acuerde en sus oraciones de mí, de mi marido, de mi familia y del pobre nietecito sordo, al que usted bendijo 
aquí en nuestra casa. Muchos saludos a su joven compañero. 

MARIA TIMONI DE MALVASIA 

Otras cartas procedentes de Roma, respondían a la invitación para la tómbola mandando el remanente de lo recogido con la venta de los 
boletos y manifestaban las gratas impresiones dejadas por don Bosco. 

He aquí algunas frases de Cartas escritas al caballero Oreglia: 

El conde Escipión Condestabile della Staffa: «El aprecio de que goza don Bosco le precede, le acompaña, le sigue y deja ((727)) un 
indeleble recuerdo de sus virtudes e inimitable ejemplo». 

La duquesa de Sora: «Don Bosco ha dejado generalmente entre nosotros una impresión de paz; era todo para todos. Espero que no nos 
olvide, pero dígale que no hable de gratitud. Proferidas por él estas palabras me parecerían una burla, si no supiese que él tiene demasiada 
caridad para reírse de nosotros». 

El marqués Angel Vitelleschi escribe a don Juan Bautista Francesia: «Nos falta todo, al faltarnos la compañía de don Bosco; estábamos 
habituados a aquella felicidad y ahora resulta duro no verle y no oír sus palabras». 

Y el conde Vimercati: «Mi salud, como siempre. Las sacudidas nerviosas no cesan, más aún, parecen más frecuentes y me abaten 
grandemente. Bendito sea Dios. Si pluguiere a María Santísima interponer su valiosa protección podría tener algún alivio; si no, estaré 
igualmente contento y tranquilo... íNo pasa un momento sin que yo y mi gente no tengamos un cordial recuerdo de usted! Yo me hallo 
como en un desierto y desolado. íAy, ya no tengo aquellas consoladoras y queridas bendiciones de don Bosco! íPobre de mí!» 

Muchas de las cartas dirigidas a don Bosco, que tenemos ante nuestros ojos, procedentes de Roma y de otras partes, exigían que 
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respondiese él mismo. Pedían consejos hasta para asuntos íntimos de familia, para cambiarse de una ciudad a otra, para aspirar a un 
empleo, para arreglar un pleito, para abrazar una profesión, para contraer un empréstito, para regular la propia casa, para la educación de 
un hijo, para la elección de estado, para cien otras dudas y necesidades que se encuentran en la vida. Don Bosco no dejaba de dar una 
respuesta oportuna a estas cartas, una de las cuales nos fue enviada. 

Muy querido en el Señor: 

Si fuera factible hablarle verbalmente, podría preguntarle y responderle, lo que no se puede confiar a una carta. 

No obstante, ateniéndome a cuanto me escribe, le respondo que puede seguir adelante ((728)) con el contrato de matrimonio proyectado 
sin miedo a oponerse a la voluntad del Señor. 

En el caso de que usted pueda vivir fuera de las ocupaciones legales, en las que aún se puede hacer mucho bien, dedíquese con todo a 
una esfera más amplia de ocupaciones científicas y especialmente, como me dice, a cosas que puedan redundar en bien de nuestra santa 
Religión. 

»Quién sabe si tendremos alguna vez ocasión de poder hablarnos? Entonces podremos hacerlo con más tranquilidad y entendernos 
mejor. 

Que Dios le bendiga a usted y sus trabajos; ruegue por mí y por esta mi familia y me crea siempre con todo afecto. 

De V. S. Carísima. 

Turín, 7 de marzo de 1867 

Afectísimo y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Al óptimo Juan Mazzotti Doctor en Leyes, etc. 

Provincia de Brescia -Chiari. 

En tanto la Unidad Católica recordaba el final de la tómbola: 

SORTEO PARA LA TOMBOLA DE VALDOCCO 

El día 1.° de abril se cierra la exposición de objetos para la tómbola de Valdocco y tendrá lugar el sorteo de los números premiados. 
Como quiera que aún quedan muchos boletos por vender, el que deseare concurrir a una verdadera obra de caridad y de beneficencia 
pública, puede comprar o despachar algunos de los cartones de boletos al precio de media lira cada uno. El producto está destinado 
especialmente a ayudar a los casi ochocientos pobres muchachos, internados en la casa llamada Oratorio de San Francisco de Sales, y a 
continuar los trabajos de la iglesia, que allí se construye en honor de María Auxiliadora. 

A pesar del poco tiempo que faltaba para el sorteo, el Venerable seguía distribuyendo ampliamente sus boletos por varias ciudades a 
aquellos de quienes podía esperar una ayuda inmediata. 

Escribía a la señora Guenzati de Milán: 

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Benemérita Señora: 

He recibido su telegrama e inmediatamente he rezado y hecho rezar por el enfermo que me recomendaba y continuamos 
encomendándolo al Señor. 

((729)) La tómbola toca a su fin y tenemos todavía muchos boletos; haga cuanto pueda para ayudar al señor Pedraglio a colocar los que 

le fueron enviados. Tal vez la condesa Caccia pueda ayudarle a cumplir esta obra de caridad. 

Dios bendiga a usted, a su marido y a toda su familia; ruegue también usted por mí, que respetuosamente me profeso en el Señor. 

Turín, 21 de marzo de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
En otra carta a un sacerdote, gran amigo suyo, decía:


Muy querido reverendo Tomatis: 

Nos encontramos al final de la tómbola que ya recomendé otras veces a su bien probada caridad, y tenemos todavía una gran cantidad 
de boletos por colocar. »Podría usted quedarse diez decenas de ellos para socorrer a nuestros pobres muchachos y continuar los trabajos 
de la iglesia en construcción dedicada a María Auxiliadora? Esta es mi humilde petición. Haga lo que pueda, y si no le es posible, 
devuélvame tranquilamente los que no quiera quedarse. 

El Santo Padre le envía su bendición con las indulgencias indicadas en la carta adjunta y, por mi parte, reciba mi más profunda gratitud 
por lo mucho que me ha ayudado en diversas ocasiones. Augurándole todas las bendiciones celestiales, tengo el honor de profesarme, con 
todo mi aprecio, 

De V.S. 

Turín, 29 de marzo de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Dirigía también una súplica a S. A. R: el Príncipe Amadeo de Saboya: 

Alteza Real: 

Bajo los gloriosos auspicios de S. A. R. comenzamos nuestra tómbola que el 1.° de abril llega a su término. Todo salió a la mayor 
satisfación, pero todavía queda una notable cantidad de boletos, por lo que me atrevo a recurrir a V. A. R. suplicándole acepte cincuenta 
decenas de los mismos, para hacer una obra de caridad a nuestros muchachos, quienes alimentan la más cordial veneración hacia su 
augusta persona. 

Me uno a los beneficiarios para augurarle copiosas bendiciones del Cielo ((730)) y pedir al Señor nos conserve por muchos años un 
Príncipe que es la delicia de cuantos le conocen. 

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Con la más sentida gratitud me cabe el alto honor de poderme profesar, De V.A.R. 

Turín, 22 de marzo de 1867 

Su seguro y humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

También se había dirigido al Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio, para que aceptasen algunos paquetes de boletos y recibió 
la siguiente respuesta: 

REINO DE ITALIA 

MINISTERIO DE AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO 

SECRETARIA PARTICULAR 

Registro de entrada 7588 

Prot. Divisional 410 

Posición 5120 

Turín, 25 de marzo de 1867 

Debido a la escasez de fondos para usos especiales del balance pasivo de este Ministerio, no puedo satisfacer plenamente la petición 
hecha por V.S. Rvma. en carta del próximo pasado día 22, pero teniendo en cuenta el fin que determinó a ese Centro a iniciar una 
tómbola, en favor de los pobres jovencitos internados en el mismo, he dispuesto que sean adquiridos por cuenta de este Ministerio veinte 
decenas de boletos de dicha tómbola por la suma de cien liras, que pueden ser recogidas enseguida en esta Tesorería, mediante orden de 
pago a favor de V.S. Rvma. 

Le devuelvo las restantes veinte decenas, menos los veinte boletos que se retuvieron, de acuerdo con la concesión hecha de retener 
gratuitamente uno por cada diez, 

Por el Ministro OYTANA 

También el Municipio de Turín respondia favorablemente a la petición de don Bosco: 

CIUDAD DE TURIN 

3 Despacho. N. 204 

Turín, 4 de abril de 1867 

La Junta Municipal, en sesión del 27 de abril p.p., en atención ((731)) a la petición de V.S. Rvma. ha deliberado aceptar los boletos por 
usted transmitidos para la tómbola en favor de sus Oratorios festivos. 

El que suscribe ya ha dado las órdenes necesarias para extender la orden de pago 

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de ciento cincuenta liras, que V.S. podrá retirar dentro de pocos días en la Tesorería de este ayuntamiento 

Por el Alcalde RICCARDI 

Añadiremos que el Obispo de Guastalla Monseñor Rota, aunque no había sido invitado y atravesaba dificultades económicas, pedía no 
obstante unos boletos más de la tómbola. Su gran corazón se refleja en las cartas que escribía a don Juan Cagliero, de las que 
transcribimos algún párrafo: 

12 de marzo de 1867. -Y de don Bosco, »qué me dice? Yo esperaba verle; le escribí ex profeso a Fermo, pero oí que pasaba por Reggio 
sin detenerse, y lo supe cuando ya había pasado. Con cuánto gusto le hubiera oído contar algunas cosas de Roma y sobre todo las que no 
se pueden oír a otros. Salúdele mil veces y dígale que, sabiendo que él no tiene tiempo de escribirme de su propia mano, le diga a usted lo 
que él querría manifestarme y usted me lo comunicará juntamente con otras noticias que usted sabe me pueden interesar y agradar. 

»Y el querido don Juan Bautista Francesia? Dígale que me hubiera gustado mucho que hubiera venido a Guastalla e hiciese con mis 
alumnos, al menos durante una hora, el oficio que él sabe... y no digo nada más. Estoy desilusionado de mis esperanzas, pero quod 
differtur non aufertur (lo que se retrasa no se quita). Esperamos verle este verano con su caravana que, de todos modos, tendrá que pasar 
este año al menos por Guastalla. 

El teatro ya está listo. Para este carnaval se ha montado en el Obispado... íQué cosas hace un Obispo! íCosas para escandalizar a medio 
mundo! En él se han cantado tres romanzas que usted conoce muy bien: Il Ciabattino, il Figlio dell'Esule, Lo Spazzacamino (El Zapatero, 
el Hijo del Emigrado y El Deshollinador) »Qué le parece? 

18 de marzo de 1867. -Le ruego me mande dos talonarios de boletos para la tómbola del Oratorio, por los cuales le incluyo en la 
presente un billete de diez liras. Hemos leído junto al hogar su carta... Me alegraron mucho los honores recibidos por don Bosco en 
Roma; pero qué quieren decir esos funestos pronósticos Lucerna vicina a morire (luz próxima a morir) »Acaso está enfermo? Quiero 
esperar que no solamente tenga tiempo para ver terminada su iglesia, sino también para continuar mucho tiempo la santísima obra de la 
educación de la juventud. 

25 de marzo. -Muchos saludos a don Bosco, pero enseguida, enseguida. Ha hecho Obispos y creo que los ha elegido bien. Quiera Dios 
que se llenen así de bien todas las sedes vacantes. Mis saludos para todos los demás: sacerdotes y seglares, viejos y jóvenes. 
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((732)) 

CAPITULO LXII 

SORTEO DE LA TOMBOLA -CIRCULAR COMUNICANDO LA LISTA DE LOS NUMEROS PREMIADOS -LOS PREMIOS 
CODICIADOS COMO RECUERDO DE DON BOSCO -TIEMPO UTIL PARA RETIRAR LOS PREMIOS -GESTIONES EN ROMA 
PARA LA APROBACION DE LA PIA SOCIEDAD Y PARA LAS DIMISORIAS -CARTA COMENDATICIA DEL VICARIO 
CAPITULAR DE TURIN -CARTAS DEL CARDENAL PATRIZI Y DE MONSEÑOR BERARDI A DON BOSCO PARA LAS 
DIMISORIAS -CHARLA DE DON BOSCO A LOS MUCHACHOS: LA CURACION DEL CARDENAL ANTONELLI; 
MONSEÑOR GASTALDI ES ESPERADO PARA CELEBRAR LA MISA EN EL ORATORIO -CARTA CONFIDENCIAL DE 
ROMA -DON BOSCO INVITA A LOS AMIGOS PARA IR A LA TUMBA DE SAN PEDRO -LECTURAS CATOLICAS -PIO IX 
NO ESTA CONTENTO DE QUE SE PUBLIQUEN ANECDOTAS, QUE NO SON VERDADERAS, ATRIBUIDAS A EL -PEDRO 
MARIETTI, DIRECTOR DE LA TIPOGRAFIA DE LA CURIA -UN NIÑO SORDOMUDO CURADO CON LA BENDICION DE 
DON BOSCO -PASCUA: MUERTE DE UN COADJUTOR -EL CABALLERO OREGLIA VUELVE A ROMA: 
FOSSANO PIDE A DON BOSCO UN OBISPO 

EL primero de abril, de acuerdo con las prescripciones del Decreto del Gobierno Civil y con las formalidades del caso, se hizo en el 
palacio municipal el sorteo de los boletos a los que la suerte asignaba un premio. Apenas fueron impresas las listas en la Gaceta Oficial, 
se publicaba la siguiente circular: 

((733)) 

ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES 
Turín-Valdocco 

Turín, 15 de abril de 1867 

Benemérito Señor: 

Me apresuro a mandar a V. S. la lista de los números favorecidos con la suerte en la tómbola, tantas veces recomendada a su caridad. 
Los sucesos públicos 
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que tuvieron lugar, nos obligaron a prorrogar la exposición de los premios, con lo que se ha obtenido un resultado más favorable de lo 
que se podía suponer. 

Ahora siento el deber de agradecerle de corazón las molestias, las solicitudes y toda la caridad por usted prestadas en el transcurso de 
esta obra de beneficencia. Mientras le aseguro que conservaré la más sentida gratitud hacia usted, no dejaré, juntamente con los 
muchachos beneficiados, de invocar las bendiciones del cielo sobre usted y sobre todos los que le secundaron. Por lo tanto, al rogarle 
acepte estos sentimientos de reconocimiento, le suplico conserve a estos jovencitos bajo su eficaz protección y anote su condición entre 
las obras sostenidas y promovidas por su caridad. 

He de anunciarle, además, que ya se han podido reemprender las obras en la iglesia dedicada a María Auxiliadora y, si usted continúa 
con su caritativo apoyo, espero que en el transcurso de este año podremos ya habilitarla para celebrar en ella las funciones sagradas. 

La Virgen Santísima recompense dignamente sus obras de caridad y nos obtenga de Dios las gracias necesarias para vivir bien en esta 
tierra y después vernos todos reunidos participando de la gloria de los bienaventurados en el Cielo: Así sea. 

Con todo mi aprecio, tengo el honor de profesarme, 

De V.S. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El enorme trabajo de responder a las demandas, comprobar los boletos, consignar o expedir los premios, lo retardaba todo. En 
consecuencia no es de extrañar que se repitiesen las demandas una y otra vez, pero es de observar que, en todas estas y otras cartas, 
siempre aparece el querido, el amado don Bosco. Rogamos, pues, al lector que confíe en nuestra afirmación, ya que las pruebas que 
podríamos presentar no tienen fin. Nos limitaremos a exponer una solamente: 

((734)) 

Roma, 27 de abril de 1867 

Reverendo don Juan Bautista Francesia: 

Por amor de Dios, le ruego entregue enseguida esta carta a nuestro amado y venerado don Bosco; y no sólo eso, sino que haga de modo 
que la lea enseguida y le suplique, además, dé una respuesta, al menos con una estampita, para el bonísimo padre Blasi, a quien 
recomiendo calurosamente a la caridad de sus oraciones. 

...Me han enviado cuatro boletos premiados: »qué hay que hacer para recibirlos? Dos son para la señora Rosa, un anillo de oro y un 
portamonedas de margaritas. Para la condesa Antonelli, según creo, un acerico para alfileres. Al Padre General de los Trinitarios, la 
Historia de Italia de don Bosco. Dígame si debo mandar los 
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boletos premiados y cómo se pueden recibir estos premios, que todos los pretenden como una reliquia en recuerdo de don Bosco. 

Dígame si ha escrito al conde Vimercati acerca de los retratos; no me ha dado ninguno y aquellas personas los esperan; yo no me atrevo 
a pedírselos; piense usted en ello. 

Me alegra mucho el volver a ver dentro de unos días al caballero Oreglia y así poder hablar largo y tendido de don Bosco. No hemos 
sabido nada de nuestro don Bosco desde que partieron... 

FANNY AMAT DE VILLA RIOS 

El 1.° de junio don Bosco hacía publicar en la Unidad Católica el siguiente aviso: 

«Tómbola de Valdocco. -La tómbola de regalos en favor de los Oratorios masculinos de esta Ciudad celebró el sorteo público en el 
palacio municipal, el pasado mes de abril. El tiempo útil para retirar los premios, de acuerdo con el programa, sería de dos meses, pero 
teniendo en cuenta la distancia de muchos de los que han concurrido y con el deseo de que, por cuanto es posible, todos nuestros 
beneméritos concurrentes queden satisfechos, los premios serán igualmente entregados hasta el día 20 de junio próximo. Los regalos que 
después de aquella fecha queden todavía por retirar, se considerarán como cedidos en beneficio de los Oratorios citados». 

Así terminaba la tómbola empezada en 1865. El Venerable, aunque se había ocupado mucho del éxito de la misma, 
contemporáneamente apresuraba en Roma las gestiones para alcanzar la aprobación de las reglas o, al menos el privilegio de las 
dimisorias. Durante su estancia en la Ciudad eterna, había hecho muchas visitas a Cardenales con este fin, y ahora continuaba por carta 
las instancias. 

((735)) Había pedido también al Vicario Capitular de Turín una carta comendaticia para este fin. Esta llegó, pero no apoyaba 
expresamente ni uno ni otro favor. 

JOSE ZAPPATA 

Doctor Colegiado en Sagrada Teología, canónigo párroco de la Iglesia Metropolitana de Turín, oficial de la Orden de San Mauricio y 
San Lázaro, y vacante la Sede Arzobispal, 

VICARIO GENERAL CAPITULAR 

Con nuestras cartas del 11 de febrero de 1864 recomendábamos al M. R. Sr. don Juan Bosco, natural de Castelnuovo de esta diócesis, 
domiciliado en esta ciudad de Turín, y el Instituto fundado y dirigido por él mismo en esta Ciudad con la ayuda de sus bienhechores, para 
la educación religiosa e instrucción de muchachos pobres o de mediocre fortuna, mediante una módica retribución, y asegurábamos que 
dicho sacerdote es persona de conocida y edificante probidad, adornado de doctrina, celo y 
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piedad, y que el dicho Instituto resulta de grandísima utilidad para los jóvenes instalados en las antedichas condiciones. 

Habiéndosenos pedido ahora una nueva recomendación, no sólo confirmamos de buen grado en todas sus partes la antes aludida, sino 
que además declaramos que la Casa persevera con el mismo buen orden y que dicho sacerdote da siempre nuevas señales de piedad, de 
celo y solicitud que desde entonces acá, habiendo ampliado dicho Instituto, del cual han salido y siguen saliendo cada día mayor número 
de jóvenes religiosa y civilmente educados, con capacidad para ganarse el sustento en las distintas artes y oficios y que algunos se han 
distinguido en el estado eclesiástico, se ha hecho merecedor de particular testimonio para conseguir aquellas gracias que el Santo Padre 
juzgue conveniente concederle. 

Turín, 28 de marzo de 1867 

JOSE ZAPPATA, Vic. Gen. Cap. 

T. JOSE GIUSTETTI, Secretario. 
(Lugar del sello) 

Pocos días antes el Venerable se había encomendado al cardenal Constantino Patrizi, Vicario General de Su Santidad, y había recibido 
la siguiente respuesta: 

Reverendo Señor: 

La piadosa indiscreción de los romanos me quitó la satisfacción de poderme entretener con usted por lo largo, durante su permanencia 
en esta capital; ((736)) pero espero ser más afortunado en otra ocasión, que preveo no andará muy lejos, de su retorno a Roma; siempre y 
cuando no se vea entonces asediado por la turba de devotos que no le dejen un momento de respiro. 

Me he ocupado del asunto que trata en su carta y, después de una conversación con el buen Abad Frateiacci, ya informado de todo, he 
escrito una breve noticia al cardenal Quaglia, Prefecto de la Sagrada Congregación. La dificultad que se encuentra para conceder el 
privilegio de las dimisorias para los ordenandos es la muy relevante, de que el Instituto, hasta la fecha, no ha sido más que alabado por la 
Santa Sede y no aprobado, por lo que no habiéndose nunca concedido privilegios y gracias extraordinarias, como sería ésta de las 
dimisorias, más que a los Institutos y Congregaciones ya aprobados, es muy difícil que se derogue este uso, por otra parte muy razonable. 
Podría darse que las circunstancias particulares que concurren en este nuevo Instituto inclinasen al Santo Padre a hacer una excepción, y 
ésta es la gracia que se implora, y se verá si puede obtenerse; creo que ayudaría mucho a ello una carta comendaticia del Arzobispo, de 
cuyo derecho se trata especialmente en este asunto. 

Basta; si el Señor lo quiere y es para el bien del Instituto, todo resultará, y mientras tanto, con la oración y con los debidos medios 
humanos se procurará solicitar el éxito. 

Téngame presente en sus oraciones y créame lleno de estima y adhesión. 

Roma, 29 de marzo de 1867 

Su afectísimo 

C. Cardenal PATRIZI 
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También monseñor José Berardi, arzobispo de Nicea in partibus infidelium (en países de infieles) había sido requerido para el mismo 
fin: 

Muy apreciado don Juan: 

El cuidado que usted se toma por mi salud es hijo de la bondad de su corazón. Por su atenta carta del 20 del pasado marzo veo las 
oraciones que por mí se dirigen al Señor con este motivo y no tengo palabras para expresarle mi gratitud. Puedo decirle francamente que 
estoy mejor, pero no curado del todo, ya que siento todavía algunas molestias en cualquier cosa a que me dedique. Confío, no obstante, 
que con la intercesión de la bienaventurada Virgen Inmaculada, poco a poco recuperaré mi primer estado de salud. 

Referente a su asunto, he visto con desagrado la dificultad surgida. Quizá si en las muchas ocasiones, en las que usted me honró 
haciéndome partícipe ((737)) de sus planes, hubiese creído oportuno seguir mis pobres consejos, las cosas hubieran ido diversamente. 
Dado el punto en que ahora se encuentran, puedo decirle, aunque con la máxima reserva, que mientras exista la decidida oposición de ese 
Vicario Capitular, no se resolverá lo que usted desea, hasta que no sea interpelado de propósito y haya respondido manifestando su 
parecer el Arzobispo recién nombrado para esa Archidiócesis y sea examinada la materia en la plenaria Congregación de Obispos y 
Regulares, tal como recientemente ha sido prescrito por el Santo Padre. Hay que tener, pues, paciencia y esperar el éxito de dicho 
examen. 

Le comunico esto para su norma, al tiempo que le ruego siga encomendándome en sus oraciones y las de sus alumnos. Le mando los 
más cordiales saludos de parte de mi madre, al tiempo que tengo el gusto de confirmar mis sinceros sentimientos de afecto y estima. 

Roma, 2 de abril de 1867 

Su seguro servidor JOSE BERARDI 

El día 7 de abril, domingo de Pasión, decía don Bosco a los muchachos: 

-El cardenal Antonelli me escribe una carta en la que me anuncia que está curado, nos agradece las oraciones que hemos hecho por él y 
nos asegura que rogará siempre por nosotros. Añado que mañana vendrá a decirnos la santa misa monseñor Gastaldi, Obispo de Saluzzo, 
persona muy benemérita de la Casa. Quien desee confesarse, sepa que yo estaré en el coro... 

Se trataba, además, de sufragar el alma del joven Valentín Gallenzi, fallecido en su casa el 30 de marzo. 

Vino el canónigo Gastaldi, celebró el santo sacrificio y después, lo mismo que había hecho otras veces, se entretuvo largo tiempo con 
don Bosco para oír de sus labios noticias sobre la Pía Sociedad. Vio la carta del Cardenal y la de monseñor Berardi; supo que la carta 
comendaticia 
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VOLUMEN VIII Página: 627 

del Vicario Capitular de Turín había sido mandada al Cardenal Vicario, y también se informó de que se esperaba de monseñor Fratejacci 
una relación de la situación de los trámites sobre las dimisorias, la disposición de ánimos de quien debía concederlas y las mayores o 
menores esperanzas de obtenerlas. 

((738)) El día 11 estaba en manos de Don Bosco la relación de monseñor Fratejacci: 

Muy venerado y querido don Bosco: 

Bendito sea el Señor porque finalmente hoy puedo escribirle. íSon tantas mis ocupaciones ordinarias y extraordinarias, que me impiden 
a veces hasta redactar una carta! »Deberá durar siempre esta mi situación de hace ya diez años?... 

Haré como de gacetillero para ordenar las diversas materias objeto de la presente carta, marcando con palabras iniciales cada tema, de 
modo que sean ellas como el Berescit 1 del Génesis entre los demás libros sagrados. 

«Sagrada Congregación de Obispos y Regulares.-Después de mi última entrevista con monseñor Svegliati hemos quedado de acuerdo 
en que la proposición relativa a las Constituciones de los Socios de San Francisco de Sales en la Diócesis de Turín, se retarde por algún 
tiempo hasta que llegue a su sede monseñor Riccardi y pueda V. S. Rvma. dirigirse oficialmente a él y obtener sus favorables 
declaraciones para su apreciada Congregación. A norma del Derecho: Omne per idem genus dissolvitur, quo colligatum est (Todo se 
desata por el mismo género con que se ató). Dado, pues, que la Curia Eclesiástica de Turín promovió las dificultades para la aprobación 
de dichas Constituciones, se debe hoy procurar con toda diligencia que la misma Curia de Turín emita palabras y oficios favorables a 
dichas Constituciones. Por tanto, importando muy poco que la discusión ante la Sagrada Congregación se haga hoy o mañana, he creído 
conveniente para V. S. que todo se retarde por algún tiempo. Dejemos que vengan a Roma el cardenal De Angelis, el Arzobispo de Pisa, 
el cardenal Corsi y otros de los que más pueden influir ante el Santo Padre y la Sagrada Congregación y entonces se propondrá la 
cuestión más ventajosamente y con mejor resultado. Mientras tanto sigo esperando los doce o quince ejemplares de las Constituciones, 
como ya la dije, para distribuirlos a los Cardenales que componen la Sagrada Congregación. A éstos hay que añadir las copias de las A 
nimadversiones (Advertencias) y las de las respuestas a las mismas. 

El Obispo de Savona.-He creído conveniente hablar con el nuevo Obispo de Savona, monseñor Cerruti, amigo mío, acerca de las 
Constituciones, con la doble idea de tenerlo como protector de las mismas y de obtener por su medio el favor de su antecesor monseñor 
Riccardi, nuevo Arzobispo de Turín. La razón de esto es que yo sé bien que Cerruti es muy amigo de Riccardi y casi su alter ego (su otro 
yo), además de ser su sucesor en Savona y que puede por su cuenta, como cualquier otro Obispo de esas tierras, influir muchísimo en 
favor de las Constituciones. Quedé muy complacido al ver que monseñor Cerruti estaba muy de su parte ((739)) y de su Institución. El se 
precia de conocerle y le estima y me prometió que hará todo lo posible 

1 Berescit.-Es también el nombre, en hebreo, del libro del Génesis; equivale a En el principio, que son las palabras con que empieza 
este libro (N. del T.). 
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no sólo por lo que a él toca sino también en cuanto a gestionarlo ante el Arzobispo de Turín. No deje V. S. de cultivar este buen elemento 
y, si lo cree oportuno, escriba también a monseñor Cerruti felicitándole por su promoción y al mismo tiempo hágale la indicación de que 
«se espera también de él la protección a su naciente Institución lo mismo que de su antecesor, trasladado ahora a Turín, por su medio, o 
sea, de su sucesor en Savona». Esta carta le será muy grata y, creo yo, muy oportuna. Para su norma, me dice monseñor Cerruti que 
Riccardi trata de retardar por todos los medios su entrada en Turín. Pero es cierto que el Santo Padre solicita la partida de Cerruti para 
que esté cuanto antes en Savona. Será consagrado por el cardenal Di Pietro, en la primera fiesta después de Pascua. Esto en reserva, para 
su norma. 

El Cardenal Vicario.-Le saluda con todo afecto. Antes de la carta que ya hace días le envió, que supongo habrá leído V. S., me 
comunicó la que V. S. le había escrito a él, y es más, me entregó los folios Super animadversiones (Acerca de las advertencias), etc., para 
que los leyera y, por cierto, los tengo todavía conmigo. Me aseguró que ya había hablado con el cardenal Quaglia en favor del asunto, 
pero me manifestó una gran perplejidad, de su parte y de la de Quaglia, para consentir en el privilegio que se pide para los ordenandos de 
su Institución. Le parece a él que, si antes no se realiza la aprobación en general por la Santa Sede y no ha pasado cierto número de años, 
no puede concederse tal privilegio. Yo no dejé de influir de otro modo con varias razones sobre el ánimo de Su Eminencia y, finalmente 
concluí el coloquio persuadiéndole a que cooperase, si no en más, al menos para que se concediera por ahora a un número determinado de 
ordenandos, de veinte o treinta por ejemplo. Más tarde se irán pidiendo las prórrogas de este indulto, de modo que, después de cierto 
tiempo, la concesión será perpetua y estable. 

Iglesia libre dentro de un Estado libre.-Esta solemne utopía, utopía de las utopías, es la que yo he negociado, entre otras cosas con el 
Cardenal Vicario, y la sigo negociando con otros aún, en favor de sus Constituciones, para demostrar que, en el caso de que produjese 
esta imposible separación de entes, Iglesia y Estado, el Estado queriendo servirse de todos sus hombres aptos para la guerra, haría 
imposible la ordenación de los clérigos, salvo el restringidísimo número designado para cada diócesis. Entonces, »cómo podrían los 
Obispos atender a los alumnos de su Instituto? 

Y el Instituto »cómo podría subsistir, si a las trabas que pone el Estado, se añadiesen las trabas con que le liga la Iglesia? Además, una 
vez admitido el privilegio de ordenar a los jóvenes alumnos independientemente de los Obispos y dado el hecho de que los alumnos del 
nuevo Instituto son italianos o extranjeros, el Instituto, acomodándose a las circunstancias, aceptará con preferencia a los corsos por 
ejemplo, a los malteses, a los pontificios y a otros ((740)), los educará, hará de ellos buenos sacerdotes, no sujetos, por su nacionalidad a 
las leyes de Italia, y mientras tanto la Religión se beneficiará en Italia y fuera de ella del trabajo de estos nuevos ministros y esta 
Institución dará con tal método a la Iglesia y a la sociedad libres ciudadanos y santos eclesiásticos, muy útiles para el bien de ambas. 

Sobre las advertencias.-En los folios enviados por V. S. al Cardenal Vicario sobre las advertencias, no he visto anotados dos Institutos 
muy recientes, que hasta ahora han gozado y siguen gozando del privilegio que nos ocupa. El primero es la congregación de los 
sacerdotes llamados Palotinos, para los cuales el cardenal Lambruschini obtuvo del Papa Gregorio XVI esta facultad, viviendo todavía el 
fundador don Vicente Pallotta. El otro es la congregación polaca de los Sacerdotes de la Resurrección, instituída en Roma en la iglesia y 
casa de san Claudio de los Borgoñones, a 
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los que se concedió el indulto de ordenar diez o doce clérigos, indulto que se va prorrogando y renovando sucesivamente. Estas dos 
Congregaciones no tienen votos solemnes, y sus Reglas o Constituciones no han sido hasta ahora formalmente aprobadas por la Santa 
Sede. Ahora bien, si en circunstancias menos graves y urgentes no ha dudado la Santa Sede en conceder tal indulto, »cómo podría negarlo 
convenientemente al Instituto de los sacerdotes de San Francisco de Sales que surge en medio de tantas tempestades políticas y religiosas 
entre las que se debate al presente Italia? Si hic et ille, cur non ego? (»Si éste y aquél, por qué no yo?) 

Monseñor De Falloux.-Tenga en cuenta que monseñor De Falloux, Secretario de la Disciplina Regular, es en general muy contrario, 
como ya le manifesté de palabra. Una tarde comencé a impugnar algunas de sus proposiciones en presencia de un Cardenal. También se 
mostró contrario Monseñor Mónaco La Valletta, Asesor del Santo Oficio. Sírvase V. S. prudentemente de estas noticias para valerse de 
ellas en el momento oportuno, pero con suma reserva. 

Y basta sobre este asunto. 

Debo interesar ahora a V. S. sobre otras cuestiones. 

La Princesa Odescalchi, a quien visité hace varios días para un asunto de mi despacho, me habló de V. S. con verdadero transporte. Me 
encargó que le saludara y presentara sus respetos y que le dijera que su hermana está muy agradecida a V. S. por cuanto ha hecho por el 
alma de su hijo, fallecido hace poco en Francia. La buena señora mostró el deseo de recibir alguna de las cartas que usted le había 
prometido. Yo no he dejado de excusarle diciendo que V. S. está actualmente muy ocupado. 
Si puede escribirle unas líneas e incluirlas en una de las dirigidas a mí, yo mismo se la llevaría a tan piadosa y respetablé señora que tanto 
le aprecia. 

El retrato.-No he podido hacer ninguna observación sobre la publicación del retrato de V. S. porque ya han pasado más de veinte días 
desde que se llevó a cabo. Puede estar seguro que me alegro sinceramente de todo cuanto pueda ser útil a su Instituto y a los santos 
deseos que ((741)) le animan. El temor que yo compartía con el bonísimo monseñor Manacorda sobre el particular era y es hijo del amor. 
Estaba ya dictado por la prudencia necesaria ante los tiempos y las personas que nos conducen. Pero quiero de veras esperar que omnia 
cooperentur in bonum (todo sea para bien). 

El Cardenal Antonelli.-Se encuentra muy bien de salud y puede decirse que casi curado. Me lo aseguraba esta misma tarde un Cardenal, 
que le ha visto hoy, después del paseo. Laus Deo! (íAlabado sea Dios!) 

Monseñor Manacorda.-Ha tenido un gran disgusto sin merecerlo. El es muy adicto a V. S. Necesita una palabra que le conforte. Por el 
aprecio que le tengo, ruego a V. S. resarcirle en parte del sinsabor recibido del C. V., que hospedó a V. S. Conoce muy bien V. S. que 
hasta los más intrépidos varones pueden sufrir errores; y esto no disminuye en nada la alta estima debida al óptimo señor C.-Homines 
sumus (Hombres somos). 

Lecturas Católicas.-Con mucho gusto recibí y leí los dos números de las Lecturas Católicas: El Centenario de San Pedro y el de San 
José. Deseo saber si le debo algo y cuánto, por éstos y por los siguientes. 

Varias piadosas personas.-Cada día me encargan que ruegue a V. S. encomiende en sus oraciones y las de sus muchachos a las personas 
que le presenté en mi casa: 1.°, la señora Sofía Frigiotti que no puede comulgar por el asma que la ahoga; 2.°, el señor Juan Bautista de 
Dominicis, encorvado por la espina dorsal, cuya esposa ha prometido, como ya le dije, una buena limosna si su marido se ve libre del 
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monstruoso estado de inclinación de toda su persona; 3.°, la señora Isabel Forti, esposa del caballero Forti, ciega de ambos ojos, que 
promete igualmente una buena limosna, si recobra la vista; 4.°, finalmente le recuerdo a mí mismo, a la buena Inés y a toda mi familia 
que V. S. conoció aquí en mi casa. No deje de rogar por nosotros. 

El Cardenal Vicario.-Hoy mismo, en la comida que ha dado su Eminencia, con ocasión de la consagración de monseñor Franceschini, 
Obispo de Macerata, me llamó S. E. aparte, me mostró la carta que le escribió V. S. juntamente con el certificado de alabanza y 
recomendación firmado el 28 de marzo de 1867 por monseñor José Zappata, Vicario Capitular, en favor de V. S. y de su Instituto, con el 
fin de que haga de su nombre el uso que estime más oportuno. 

Creo que lo mejor será guardarlo yo por el momento, porque si bien en dicho certificado se hace mención de los alumnos eclesiásticos 
que salen de dicho Instituto, y se les recomiendan al Santo Padre para las gracias que estime oportunas para ellos, no se habla ex profeso 
del indulto para la Sagrada Ordenación. Por consiguiente, siempre que se pueda esperar del nuevo arzobispo Riccardi, con el concurso de 
monseñor Cerruti, Obispo de Savona, una carta comendaticia ad hominem (que sea respuesta directa) y pueda ésta, junto con las de dos o 
más Obispos, presentarse a la Sagrada Congregación, el certificado del Vicario Capitular servirá de acompañamiento a aquéllas y hará 
también su fuerza; pero ((742)) por sí solo poco valor podría tener, y, a lo mejor, hasta pudiera hacer daño. Por ahora no se propone la 
causa: mientras tenemos tiempo, haga V. S. lo que le indico, sirviéndose de monseñor Cerruti, y verá que todo saldrá según sus deseos. 
Dejemos actuar aquí en Roma al cardenal De Angelis y al cardenal Corsi, a quien iré a hablar de lo que se necesita. Hagamos que 
escriban el Arzobispo de Turín, el de Savona y cuantos crea V. S. que puede tener a su favor. Mientras tanto tenga todo preparado, 
mándeme las copias que le señalo de las Reglas, y cuando todo esté a punto y la opinión de los Cardenales y del Santo Padre bien 
dispuesta, enseguida se dará curso a la proposición de la causa, que espero confiadamente tendrá éxito felicísimo. 

La situación presente entre Italia y Francia va empeorando día a día. Que Dios nos proteja a todos y a su Iglesia y haga que todo sirva 
para bien de la religión y de la sociedad tan mal tratada hasta ahora. Tengo presente a diario en la santa misa a V. S. y su Instituto, pero 
ruegue V. S. con tesón por mí, según mis intenciones, que seguramente serán útiles también a su Instituto, si el Señor se digna 
escucharlas. 

Fray Buenaventura de Módena, Superior General de los Hospitalarios de la Concepción, que anda ahora con la fundación de un nuevo 
hospital en Cento, junto a Bolonia, me escribe desde allí una carta y me ruega avise a V. S. que, como él no se encontraba aquí en Roma 
cuando fuimos a visitarle a la casa de Pío V, desea ir él a verle en Turín. Recuérdele V. S. el crucifijo que yo le llevé como regalo, en su 
nombre, y no se olvide de hacerle saber que así se lo indiqué. Verá qué buen religioso es fray Buenaventura. 

Con muchos saludos y respetos de mi parte y del cardenal Consolini, que siempre le recuerda al marqués Luis, su hermano, enfermo en 
Sinigaglia; de todos los de mi casa, especialmente de Inesita, que un día jugó un terno 1 de diez mil con la 

1 Terno.-Era la suerte de tres números en el juego de la lotería primitiva. (N. del T.) 
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idea de entregar la mitad a su Instituto y que no ganó nada, beso afectuosamente su mano y con respetuoso aprecio me repito, 

De V. S. Rvma. 

Afectísimo y seguro servidor JUAN BAUTISTA FRATEJACCI
Roma, 8 de abril de 1867


Esta carta, espléndida muestra de la deferencia que muchos eminentes prelados tenían con el Venerable, aunque le animase a tener 
confianza, no podía hacerle creer que se superarían fácilmente las oposiciones. Pero don Bosco esperaba tranquilo que la divina 
Providencia ((743)) dispusiese los acontecimientos como quisiera para su mayor gloria. 

Al mismo tiempo le producía una inmensa alegría el pensar en las solemnísimas fiestas que se preparaban en Roma, y animaba a sus 
amigos para que fueran en peregrinación a la tumba de san Pedro. 

Escribía al teólogo Juan Appendino, prior en Villastellone, la siguiente carta: 

Muy querido señor Teólogo: 

También yo deseaba hablar con usted, pero no pude; espero hacerlo en breve; en fin, venga a pasar un día con nosotros y le entregaré 
una medalla bendecida por el Santo Padre. 

En cuanto usted y alguno de sus amigos vayan a Roma, les daré con mucho gusto una carta de presentación para alguna persona con la 
que tengo especial relación en la santa ciudad. 

Buenas fiestas, querido amigo. Dios bendiga a usted, sus trabajos y familia; ruegue por mí y por mis pobres muchachos y créame 
siempre en el Señor, 

Turín, 18 de abril de 1867 

Su afectisimo alumno JUAN BOSCO, Pbro. 

Por aquellos mismos días se había mandado a los sucriptores de las Lecturas el número de abril que se titulaba: Novedades y 
narraciones de varios autores para uso de los jóvenes. Los autores eran Silvio Péllico, César Cantú y José Manzoni. 

Además de diversas narraciones, se incluían ocho anécdotas sobre la admirable caridad de Pío IX, contadas por el escritor francés 
Alfonso Baleydiet. Comenzaba el fascículo con la siguiente nota: «Con la esperanza de poder dar al mundo una biografía completa de 
aquél a quien el orbe católico venera como Sumo Pontífice y Pastor, 
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empezamos a preparar el ánimo de los lectores con unas anécdotas devotas y especiales, de las que está llena su gloriosa vida. Deseamos 
que este nuestro pequeño trabajo sea del agrado de todos y especialmente de la juventud. íTodo para mayor gloria de Dios! íSed muy 
felices!» 

((744)) Pero el celo de don Bosco por exaltar la figura de Pío IX con ánimo sincero, era igual a la humildad y el amor por la verdad del 
Santo Pontífice. 

Roma, 18 de abril de 1867
Ilmo. y Rvmo. Señor Don Bosco:


...Objeto de la presente es manifestarle que monseñor Berardi me indicó que no es muy del gusto del Santo Padre que se impriman, 
sobre su persona, anécdotas o hechos que se cuentan y que los periódicos han inventado y publicado, pero que no son verdaderos y, por 
eso, desearía que V. S. Ilma. y Rvma. no admitiese en las Lecturas Católicas tales publicaciones. 

Empiezo a experimentar los efectos de las oraciones de V. S. Ilma. y Rvma. y tal vez también de las que me ordenó hacer con la 
familia... Ruego a V. S. Ilma. y Rvma. examine ante el Señor este asunto y me diga lo que El le inspire. 

Ayer se decidió la cuestión de la Tipografía Curial cuya dirección, a pesar de mis repetidas negativas, se me quiere confiar 
absolutamente, junto con la administración social de la de Propaganda Fide. Hice preguntar al Santo Padre si era ésa verdaderamente su 
voluntad y me hizo saber que era su inspiración, que él me había aconsejado al monseñor Ministro de Finanzas y que, si yo aceptaba, le 
daría una satisfacción, pero que lo deja a mi libertad y no entiende mandármelo. Ayer fue licenciado el actual Director, señor Salviaccio, 
y fui advertido por el Director de los Bienes Fiscales, que en la próxima semana vendrá el nombramiento oficial con la participación del 
hecho al Eminentísimo Cardenal Bernabé, Prefecto General de Propaganda. 

Los honorarios son muy buenos: sesenta escudos al mes; pero »cómo domar a los casi setenta empleados de esa tipografía, 
acostumbrados como están a trabajar como empleados? íCuantas odiosidades, envidias, celos y calumnias me caerán encima! 
»Administrará Pierotto? »Conseguirá hacer el bien que espera y tiene derecho a pretender el Santo Padre, el óptimo, el queridísimo Pío 
IX? 

Dígame, por caridad, lo que Dios inspira a V. S. Ilma. y Rvma., que yo haré una comunión según su intención para agradecérselo, y le 
guardaré eterna gratitud. 

PEDRO MARIETTI 

El Consejo de don Bosco fue que obedeciese a la invitación del Papa. Por su parte había sentido una gran pena por haber hecho 
involuntariamente algo no grato al Santo Padre, que ((745)) en aquellos días le daba una prueba señalada de afecto y estima. Leemos en 
nuestras Memorias con fecha 24 de de 1867. 

Dos ilustres y riquísimas personas de Marsella, marido y mujer, habían intentado todos los recursos de la ciencia médica para curar a su 
único hijo, heredero de su fortuna, que a duras penas podía tenerse 
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en pie y era además sordomudo. Tenía de cuatro a cinco años. Los desolados padres lo llevaron a Roma, con la esperanza de que la 
bendición del Sumo Pontífice haría un milagro. Pero el Señor y la Virgen habían escogido para médico de aquel niño incurable a nuestro 
don Bosco. 

Pío IX le bendijo, pero aconsejó a los padres que lo llevasen a Turín y lo presentasen a don Bosco, quien poco antes había curado en 
Roma a muchos de alma y cuerpo. Aquellos buenos señores comparecieron en el Oratorio, expusieron a don Bosco su desgracia y le 
presentaron la única prenda, tan infeliz, de su amor. La cosa era grave, pero la Virgen tenía que ayudar a su Siervo, el cual, después de 
invocarla, bendijo al niño, le tomó de la mano y le invitó a caminar. 

íEl muchacho empezó a andar expeditamente él solo! Colocóse entonces a sus espaldas, golpeó suavemente las palmas de las manos, y 
el niño se volvía a él como quien oía. En voz baja le dijo: 

-Di papá y mamá. 

Y el niño repitió con soltura: 

-íPapá y mamá! 

íEstaba curado! »Quién podría explicar la admiración y la alegría de los padres ante tal prodigio? Hasta entonces el niño no había 
proferido una sola palabra y, aunque le llamaran con voz muy fuerte, nunca había dado señales de oír. Verdaderamente la gracia era muy 
señalada: caminaba y oía, hablaba claramente. Aquellos señores dieron una importante limosna para la iglesia, pasaron a la antesala, 
asombrados y llorando de alegría, y dijeron al secretario y a los que allí se encontraban que envidiaban la suerte de los que vivían en el 
Oratorio junto a don Bosco. 

((746)) Fueron testigos de este hecho don Joaquín Berto y don Miguel Rúa, el cual sabía, además, el nombre de aquella familia. 

Esto sucedió el miércoles después de Pascua, cuya santa alegría había sido obscurecida por el luto. Se lee en el necrologio escrito por 
don Miguel Rúa: 

El 23 de abril muere Juan Bautista Finino, de Cisterna, a la edad de sesenta años. Era un hombre muy piadoso. Pasaba horas enteras en 
fervorosa oración ante el Santísimo Sacramento. No contento con las horas libres del día, dedicaba también parte de la noche a la oración. 
Si no se le permitía quedarse en la iglesia después de las oraciones de la noche de la Comunidad, conversaba con la Santísima Virgen 
delante de la estatua que había bajo los pórticos. Resignado con su larga y penosa enfermedad, murió confortado con los Sacramentos de 
la Penitencia y Extrema Unción. 
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Otro luto había conmovido el día anterior al Oratorio. Moría de pena, en Lanzo, ante un gravísimo disgusto de familia, el joven Julio 
Gladini, enviado allí por don Bosco para que, en medio de aquellos montes, se distrajese y se le quitase la desoladora tristeza. 

Mientras tanto, el caballero Oreglia había partido para Roma con el fin de atender al aumento de la difusión de las Lecturas Católicas, 
al reparto de las listas de los premios de la tómbola y de los catálogos de la librería del Oratorio. Tenía que tratar con los periodistas 
católicos, con los libreros, con los encargados de las asociaciones, con los principales bienhechores de las ciudades por las que pasara. En 
Florencia se alojó en casa del barón Arnaudi y se entretuvo con el Arzobispo, quien hizo que le hablara de don Bosco durante más de una 
hora. 

El 23 de abril escribía a don Miguel Rúa acerca de lo hecho y lo que debía hacer en la imprenta, de los encargos por cumplir y los 
envíos de los boletos premiados y de los libros prometidos. Le comunicaba asimismo los saludos de monseñor Frescobaldi, del reverendo 
Campolmi, de la princesa Boutourlin, de la condesa Soranzo, y de muchas otras personas que se interesaban por las Obras Salesianas, y 
también las esperanzas que todos tenían de poder volver a ver a don Bosco en Florencia en el mes de mayo. Pedía noticias del asunto 
((747)) de las Lecturas Católicas con el Obispo de Ivrea aún no concluido por entonces. 

Don Bosco hizo que le respondiera: «Aprobamos lo realizado; 
ánimo; nosotros rogamos; pero cuide su salud». 

El día 26 estaba el Caballero en Bolonia con el padre Lanzerini, fundador del Hospicio de la Inmaculada, en la calle Galliera, y 
esperaba encontrarse el 30 en Roma. Entre otros muchos, le esperaba don Alejandro Aicardi, quien desde el 3 de abril le manifestaba su 
deseo de encargarse de hacer gestiones para algún nuevo Obispo del Piamonte, y decía: «Sé de fuentes seguras que el reverendo don 
Bosco ha tenido mucha influencia, y bien merecida, con el Santo Padre, con el eminentísimo cardenal Antonelli y monseñor Berardi, para 
el nombramiento de los obispos de los antiguos estados sardos». 

Esta carta del Caballero fue consignada a don Bosco, juntamente con otra escrita para él por el Vicario General y Capitular de Fossano, 
monseñor Guillermo Marengo, el 20 de abril de 1867. 

La preciosa carta de V. S. Ilma., recibida ayer, me ha conmovido grandemente el corazón y reavivado en mí la esperanza de que pronto 
sea nombrado el Obispo para esta diócesis vacante. Le aseguro, Caballero, que es esperado con la mayor ansiedad, por todo el clero y por 
los seglares. Ayer cuando comuniqué la noticia, que 
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V. S. Ilma. tan gentilmente me dio, el Cabildo y el Clero me manifestaron los más profundos sentimientos de alegría. 
Espero vivamente que los buenos y santos oficios del bonísimo don Bosco remuevan las pequeñas dificultades que pudieran surgir 
todavía en Florencia y poner algún impedimento para el nombramiento del Obispo de esta diócesis... 

Le ruego me complazca manifestando al reverendo don Bosco mi más sentido reconocimiento, con el del Clero, el Cabildo y todos los 
diocesanos. 

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((748)) 

CAPITULO LXIII 

DON BOSCO VELA DE MODO PRODIGIOSO POR SUS ALUMNOS -SALUDABLES CONSEJOS Y PALABRAS 
AMONESTACIONES Y MODOS PATERNALES -ALGUN AVISO A LOS SACERDOTES -EFICACIA DE LAS BENDICIONES 
DE DON BOSCO: DOS MUCHACHOS CURADOS -OTRAS DOS CURACIONES -VA A VERCELLI Y CURA A UNA SEÑORA 
ENFERMA -CONOCE QUE ALGUNOS NO CURARAN -AMONESTA CON UNA GRACIOSA NARRACION A UN ENFERMO, 
ANGUSTIADO POR EL MIEDO A LA MUERTE -LA MEDALLA DE MARIA AUXILIADORA -CONDICIONES PARA PEDIR Y 
OBTENER LAS GRACIAS DEL SEÑOR -UNA OFRENDA DESDE PARIS PARA LA NUEVA IGLESIA 

LAS graves ocupaciones de don Bosco no le impedían pensar saludablemente en sus muchachos. Ya hemos visto que hizo escribir desde 
Roma que había visitado el Oratorio y había observado lo que hacía cada uno de ellos; y, cuando estuvo de vuelta, supo decir 
privadamente a cada uno su conducta, su moral durante los dos meses de su ausencia. Pero, si había velado por ellos desde lejos, mucho 
más ahora que estaba a su lado. En las mémorias correspondientes a este año encontramos anotados algunos hechos similares a los 
sucedidos en años anteriores y que veremos repetirse todavía. 

Parece imposible que don Bosco tuviese continuamente bajo sus ojos su numerosa comunidad, ya se hallase reunida ((749)) en un solo 
lugar, ya anduviera esparcida por un lado o por otro, de modo que no perdiese de vista a ninguno de ellos. Si podía, iba siempre a rezar 
las oraciones de la noche en común; pero con frecuencia debía quedarse en el comedor para oír un informe o dar una orden, o bien 
permanecía o subía a su cuarto para escribir una carta. Pues bien; más de una vez dijo a sacerdotes y a clérigos que estaban con él en las 
oraciones: 

-Vete a mirar en aquel sitio del recibidor: hay allí algunos que en vez de rezar se divierten; junto a la pared, en aquel rincón, se duerme, 
se charla. 
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El que iba encontraba que era verdad y llamaba la atención a los distraídos. 

A veces no tenía a quien mandar y entonces bajaba él mismo de su cuarto y, atravesando por en medio de los muchachos que rezaban 
de rodillas, iba derecho a amonestar a los que no rezaban. En otras ocasiones, su modo de hablar y la seguridad con que señalaba el 
tiempo y el lugar donde sucedía uno u otro desorden, hacía creer que veía las cosas con el espíritu, como si las hubiese visto con los ojos 
del cuerpo. 

Cuenta don Antonio Riccardi que, siendo todavía jovencito, fue un sábado por la noche a confesarse con don Bosco, el cual le dijo 
cuando acabó la confesión: 

-Sube la escalera del edificio de los aprendices, allí está fulano de tal fumando; llámale y dile que piense en confesarse. 

Fue: la escalera estaba a obscuras, pero subió. Al llegar a cierto punto comenzó a oler el humo del tabaco. Se detuvo, por miedo a que 
el aprendiz, buen mozo y fuerte, se enojase al verse pillado en abierta violación del reglamento; y lo llamó por su nombre. Silencio 
absoluto. Lo llamó de nuevo y nadie respondió. Entonces, aunque a su pesar, subió hasta arriba. Allí estaba el aprendiz, sentado en el 
suelo sobre el rellano, y seguía fumando. Riccardi le dijo a toda prisa: 

-Don Bosco te llama para que vayas a confesarte. 

Echó a correr escaleras abajo, por miedo a que le sacudiera, y se escondió detrás de una pilastra para ((750)) observar lo que hacía aquel 
tipo. No tardó mucho en verle cruzar el patio e ir con seriedad a confesarse. 

Pero su medio preferido para hacer el bien a las almas de los muchachos era el de prevenir las faltas, avisándoles continuamente, 
aconsejándoles, diciéndoles una palabra al oído, con cariño totalmente paternal. 

A un muchacho, que le preguntaba cómo podría adelantar en el camino de la perfección, le respondió: 

-Obediencia ciega, observancia del reglamento de la casa; dar siempre buenos consejos a los compañeros; hacer cada día un poco de 
meditación; todo a la mayor gloria de Dios, cuando comas, cuando bebas, cuando juegues, cuando estudies, cuando descanses, etc., y 
además una S y una T, que quieren decir: háblame sovente (a menudo) de los asuntos de tu alma y dame a conocer todo; esto es: 
confianza sin límites con el Superior. 

Y añadía que había que guardar silencio, no tomando parte en 
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conversaciones frívolas, de queja, de murmuración, de crítica o de propia alabanza. 

Algunas veces invitaba a los muchachos a exponer por carta sus penas o las faltas cometidas y los temores que tuviesen de no ser bien 
vistos por los superiores. En cierta ocasión avisó a uno de que debía combatir su inclinación a enfadarse interiormente por las 
disposiciones tomadas por los superiores y le señaló las causas de su inquietud; el muchacho escribió a don Bosco una cartita que 
acababa con estas palabras: «Se lo digo de corazón; no quiero más que lo que usted quiere, amadísimo padre en Jesucristo». Y don 
Bosco, que le vio después de la cena, muy cerca de él en el refectorio, le dijo al oído: 

-He leído tu carta y me gusta mucho. Por mi parte haré cuanto pueda por ayudarte. Se ve que yo te entiendo y tú me entiendes. »De 
acuerdo? 

-Sí, sí. 

-Sólo te recomiendo que cuides tu salud. 

Había un muchacho que se dejaba dominar por la melancolía; ((751)) después de cenar fue a besar la mano a don Bosco y éste le dijo: 

-íQuerido mío! 

Y al decir esto, inclinó su cabeza hasta la del muchacho, como a la espera de que le dijese algo confidencialmente. Y exclamó el 
muchacho: 

-»Qué quiere que le diga? Dígame usted algo. 

Y él respondió: 

-Tú tienes disgustos, estás triste, y al verte así, yo también me entristezco. Por el contrario, si tú estás alegre, yo lo estoy contigo; 
querría que estuvieras perpetuamente alegre; que rieras, que saltases, que fueras feliz en este mundo y en el otro. 

Un día en el que se sabía por el Oratorio que don Bosco andaba preocupado con serias contradicciones, acercóse el Siervo de Dios a 
cierto muchacho, afligido por nimiedades de la vida comunitaria, y le dijo: 

-Tú puedes ayudarme mucho a estar alegre. 

Al día siguiente llegóse a él, en la sacristía, después de misa, el mismo muchacho para ayudarle a quitarse los ornamentos sagrados, le 
besó la mano y don Bosco, sonriendo, le dijo: 

-Sé valiente y vive alegre. San Felipe Neri dice que la melancolía es el octavo pecado capital. 

Y a uno, de carácter altanero, resentido por una disposición de los superiores referente a él, que le parecía humillante y contraria a sus 
inclinaciones, le repetía: 
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-íPaz y valor! Ciertamente tu estado actual no durará. Todo pasa... Aprovechémoslo.
Y a otro, molestado por diversas tentaciones, le aconsejaba:
-Mira frecuentemente al crucifijo, que debe ser el estandarte de tu salvación.
Al ver reír a uno que era de carácter serio, pero que estaba preocupado por los escrúpulos, le dijo:


Teme, sí, pero cual hija Ríe, sí, mas tu sonrisa
que osa al padre alzar la vista, sea luz de Paraíso;
un afán de amores lleno, alegría de alma pura
un suspiro de virtud. que está a los pies de Jesús. 
1


Encontrándose cercado de un simpático corro de muchachos, preguntó a uno:
((752)) -Ibi... ubi! »Qué quiere decir?
Y explicaba él mismo:
-IBI fixa sint vestra corda, UBI vera sunt gaudia: que quiere decir, caminad con los pies en el suelo, y vivid con el corazón en el Cielo.
Después de comer, sentado en el comedor, sacaba a lo mejor el breviario del bolsillo o la Imitación de Cristo, hacía que un muchacho


de los que le rodeaban abriese el libro en una página al azar, e invitábale a leer la primera máxima de la misma. Salían singulares 
combinaciones de sentencias, a veces adaptadas al individuo que las leía, y a veces aplicadas abiertamente por don Bosco mismo. Un 
alumno descuidado en el cumplimiento de sus deberes, abrió el breviario y leyó en la primera línea el versículo del libro del Eclesiastés: 
«Tempus plangendi: Tiempo de llorar». Miróle don Bosco a la cara, díjole después una palabrita al oído, y el otro quedó muy pensativo. 

Sabía dar un reproche con todo el garbo. Volvía un día a casa, tropezóse en la calle con uno de sus jóvenes sacerdotes, el cual, después 
de charlar sobre Varios asuntos, acabó criticando el modo de predicar del abate Bardessono. Interrumpióle don Bosco y le dijo: 
-»Y tú, ya has predicado? 
El curilla respondió que no. Y entonces don Bosco siguió diciendo: 
-Pues bien: espera a que hayas empezado a predicar y después, si te sientes con fuerza, ípodrás criticar al abate Bardessono! 
Recomendaba a los sacerdotes, lo mismo a los que fueron alumnos del Oratorio que a los del Seminario, cuando tenían cura de 

1 Imagino que estos versos, en su original italiano, pertenecen a alguna composición famosa (N. del T.) 
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almas, que exhortasen a sus fieles a comulgar frecuentemente, aprovechando la ocasión de sermones, novenas, cuaresmales, catecismos, 
fervorines, confesiones, conferencias. Los buenos frutos demostraban la bondad de dicha recomendación. Un joven sacerdote, que llegó a 
ser párroco de un gran centro de población, se atuvo a sus consejos y se lanzó a trabajar; tuvo que sostener luchas, por parte de los 
sacerdotes y de los liberales, pero al final llegó a tener más de doscientas comuniones diarias y más de mil los domingos. 

((753)) Daba un gran valor a sus palabras la eficacia de sus bendiciones. 

El clérigo Carlos Giachetti sufría hacía dos años mal de muelas; 
era ya el tercero cuando, al llegar el mes de abril, los dolores se hicieron insoportables. Se había probado, aunque sin éxito, todo lo que la 
ciencia médica suele aconsejar en tales casos. El pobre joven llegó a tal extremo, que si los días le parecían horrendos, las noches le 
resultaban eternas e insoportables; no podía cerrar ojo y dormir, nada más que por momentos cortos e interrumpidos. Hacía tres días que 
no probaba bocado. La noche del 19 de abril gemía sin descanso y daba gritos desgarradores. Los compañeros, compadecidos y sin poder 
descansar, fueron a comunicar a don Bosco su lastimoso estado. Acudió don Bosco a verle, acompañado por don Juan B. Francesia y don 
Juan Cagliero. Preguntóle cómo se encontraba y respondió: 

-No sé cómo decirle lo que sufro y ni siquiera sé si en el infierno se sufren dolores más atroces que los que yo estoy pasando. 

-»Tienes confianza en María Auxiliadora? 

-Sí; si usted me bendice espero que la Virgen me curará. 

Don Bosco exhortó a los que circundaban la cama del enfermo a rezar una Salve. Mientras estaban todos de rodillas diole él la 
bendición. Aún no había terminado de pronunciar la fórmula, cuando el joven clérigo se calmó y quedó tan profundamente adormecido 
que alguno de los presentes le creyó muerto. Pero, acercándole la luz, se vio que respiraba y le dejaron tranquilo. Durmió de un tirón 
hasta la mañana siguiente a la hora de levantarse. Se levantó con los demás compañeros, y estaba tan perfectamente curado que parecía no 
haber padecido mal alguno. A partir de entonces no sufrió más dolores de muelas en su vida, que terminó, casi diez años después, a causa 
de una aguda enfermedad tifoidea. 

((754)) Sucedió durante este año que un tal Patarelli quedó de repente medio idiota; tan desmemoriado que parecía bobo. Quince días 
pasó en este estado, hasta que don Juan B. Francesia, que era el 
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director de estudios, al ver que no había remedio y que había que enviarlo a casa, pensó presentarlo a don Bosco, y le acompañó hasta su 
habitación. Don Bosco hizo que se arrodillara y le bendijo. Patarelli se estremeció y, como si despertara y volviera en sí, exclamó: 

-»En dónde estoy? 

-En mi habitación, respondió don Bosco; y »por qué estás aquí en vez de ir a clase? 

-Ni siquiera sé yo cómo he podido venir aquí. 

-Entonces vete a clase, porque ya ha sonado la campana. 

Y el muchacho, lleno de alegría, corrió a clase. íEstaba totalmente curado! 

El canónigo arcipreste José María Cantú Cancelli escribía, desde Tortona, el 15 de abril de 1867, al Veneradísimo y queridísimo don 
Bosco: 

«Le agradezco con toda el alma la afectuosa carta que se dignó dirigirme 6 del corriente mes... El querido vicario Remotti hace algunos 
días que ha mejorado notablemente de sus graves y largas dolencias. El jueves pasado tuvo la satisfacción de poder celebrar la santa 
pascua con sus colegas capitulares en la Misa Pontifical de nuestro venerado Obispo. íQué rápido y eficaz fue el resultado de sus 
oraciones y las de sus muchachos por dicho enfermo! Uno al fervoroso agradecimiento del beneficiado el mío y nos recomendamos 
ambos a usted para que siga favoreciéndonos con la hermosa y florida caridad de sus oraciones, y le presentamos nuestros más afectuosos 
respetos, besando su mano con amor filial... Ciertamente no olvidaré la construcción de su iglesia y así me obtendrá usted de la querida 
Madre del Cielo verme a mí y a mi numerosa familia protegidos con seguridad bajo su piadoso manto y preservados de la influencia 
diabólica que nos invade». 

Un antiguo alumno escribía a don Juan Bonetti el año 1888: «Una hija mía, viva al presente, estaba deshauciada por los médicos, los 
cuales habían dicho que no le quedaban más que unas horas de vida. Ante semejante anuncio mi mujer aterrorizada mandó llamar 
inmediatamente don Bosco, para que viniese a bendecir a la enferma y a ((755)) rezar por ella. íOh, prodigio de las plegarias de don 
Bosco! Mi hija curó inmediatamente y el médico, después de haberla examinado, exclamó admirado: -íEsto es un milagro!». 

A fines del mes de abril o primeros de mayo de 1867, don Bosco fue llamado, desde Vercelli, para visitar a una Marquesa enferma, que 
pedía su bendición, dispuesta a entregar quinientas liras para la iglesia, si curaba. Hacía varios meses que estaba enferma; parecía casi 
incurable, estaba sin fuerzas, y yacía en cama. Don Bosco fue, bendijo a la enferma y salió luego a la ciudad para resolver algunos 
asuntos. No había llegado muy lejos de la casa de la Marquesa, cuando oyó una voz que le llamaba y sintió una mano sobre sus 
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hombros. Volvióse y vio al Marqués, el cual, sumamente conmovido, le dijo que su señora le rogaba que volviese a casa. 

-»Está peor?, preguntó don Bosco. 

-íNo!, replicó el Marqués. 

Volvió de nuevo a la casa y se encontró con una señora que le esperaba en la sala y le preguntó si buscaba a la Marquesa. Don Bosco 
respondió que sí. 

-Pues bien, añadió aquélla, vayamos a verla en su cama. 

Llegó don Bosco a la habitación y, con gran sorpresa suya, vio la cama vacía. Aquella señora, que era la Marquesa en persona, le dijo: 

-»Conoce a la Marquesa? 

Lo entendió don Bosco y exclamó: 

-»Es, tal vez, usted? 

-Yo soy precisamente: aquí tiene las quinientas liras para su iglesia de María Auxiliadora. 

Don Miguel Rúa dio testimonio de ello; y el mismo don Bosco, enalteciendo a la Virgen, narró varias veces el hecho milagroso. 

Pero no era menos sorprendente en él la intuición con que juzgaba si un enfermo curaría o no. Cuenta Juan Bisio: «Acompañé a don 
Bosco para visitar a una ((756)) enferma que no estaba tan grave como para temer la muerte. Después que la animó y la bendijo, 
preguntóle la familia si la madre curaría. 

-Roguemos, roguemos, respondió simplemente el Siervo de Dios. Al oír estas palabras y el tono con que las pronunció, la familia y yo 
quedamos convencidos de que la enferma iba a morir. Efectivamente, después de ocho o diez días, dejaba de existir. 

José Brosio, el bersagliere, recordaba: «El año 1867 tenía en casa una hija enferma, que no había recibido todavía la Confirmación. Yo 
deseaba mucho que se le administrase este sacramento; pero el párroco afirmaba que no era necesario, puesto que la muchacha era muy 
joven. Expuse entonces mi deseo a don Bosco y, al día siguiente, vino a casa monseñor Balma y administró el sacramento a la enfermita. 
De no haber previsto su muerte, tampoco se hubiese apresurado don Bosco a satisfacer mi deseo». 

El mismo Brosio añadía: 

«Cierto día acompañé a don Bosco que iba a visitar a un sacerdote enfermo, que vivía en la calle Carlos Alberto, cerca de Nuestra 
Señora de los Angeles. Apenas llegamos a la habitación del enfermo, sus hermanas suplicaron a don Bosco que lo sanase. Don Bosco 
recitó una oración, dio la bendición al enfermo, muy acongojado por el miedo a la muerte, y comenzó a hablar jocosamente. Contó que 
un día había ido a visitar a un muchacho que estaba muy mal y temblaba de pies a cabeza por temor 
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a la muerte. Para animarle le había dicho que desechase todo temor, ya que, de morir, iría al Paraíso, donde le esperaban toda clase de 
goces, de felicidad, de riquezas, etc. El muchacho, ya más tranquilo, le preguntó si en el Paraíso había también tomates para comer. 

»-Pues sí, le respondió don Bosco, en el Paraíso se goza de toda clase de bienes, y también habrá tomates, con tal de que se vaya allí... y 
para ir allí, hay que estar tranquilos, no afligirse y resignarse a la santa voluntad de Dios. 

»Hubo risas a costa de los tomates, pero don Bosco, al contar aquel hecho, quería dar a entender al enfermo que el desasosegarse de 
aquel modo por temor a morir no aprovechaba a un buen cristiano. 

((757)) »Salimos de la habitación, bajábamos las escaleras, cuando don Bosco se paró y me dijo: 

»-Mañana estará muerto este enfermo. 

»Y así fue, aun cuando no parecía que su mal hubiera de llevarle tan pronto a la tumba». 

A más de la eficacia de las bendiciones de don Bosco, la Virgen operaba también muchas gracias con las medallas. Escribía el Siervo 
de Dios a Sor María Filomena Cravosio, dominica en Mondoví Piazza: 

Rvda. Señora: 

Que las bendiciones del Señor desciendan abundantemente sobre usted, sobre la señora M. María Mantundini y sobre todos sus 
trabajos. Amén. 

Le mando unas medallas de María Auxiliadora bendecidas por el Santo Padre.Distribúyalas con fe y esperemos mucho de quien mucho 
puede. 

La iglesia dedicada a esta Madre Celestial sigue adelante y si Ella continúa, como hasta el presente, concediendo favores 

extraordinarios, »quién no querrá aprovecharse de ellos? 

Dios nos conserve a todos en el camino del cielo. Amén. 

Con gratitud me profeso, 

Turín, 13 de abril de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Los saludables efectos de la medalla los experimentó la misma madre de dicha religiosa, la condesa Cravosio, quien escribió a don 
Miguel Rúa, después de la muerte de don Bosco: 

«En el año 1867 don Bosco me dio una medalla bendecida, con palabras consoladoras. Apenas se la puse al cuello de una hija mía 
enferma, recuperó instantáneamente la salud. Aun cuando no tenía que guardar cama, no podía comer, ni digerir, ni andar por falta de 
fuerzas. Yo misma colgué de su cuello la medalla bendecida. Estábamos las dos llenas de fe en la Virgen y en la oración de don Bosco: vi 
a mi hija recobrar sus hermosos colores, comer con apetito, digerir sin dificultad, y dimos juntas un paseo sin la menor molestia. 

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Mas para que las bendiciones y las medallas alcanzasen el deseado efecto, don Bosco exigía por regla ordinaria, como ya en otro lugar 
hemos indicado, la cooperación de quien pedía la salud: 

((758)) 1.° Poniéndose en gracia de Dios con la confesión y la comunión. Jesús le dijo al paralítico antes de curarle: Hombre, tus 
pecados te son perdonados. 

2.° Haciendo alguna obra de caridad porque, como dice el profeta Isaías en el capítulo cincuenta y ocho, «entonces tú invocarás al 
Señor y él te escuchará; levantarás tu voz y él te dirá: -Aquí estoy, cuando tú abras tus entrañas al hambriento y consueles al afligido». 

3.° Con la oración confiada y perserverante: Petite et accipietis (Pedid y recibiréis). 

La obra de caridad que la Virgen había dado a entender claramente era que quería se ayudase a los muchachos recogidos por don Bosco 
y a la construcción de su iglesia en Valdocco, Hasta fuera de Italia empezaba a conocerse la voluntad de la Reina de los Angeles y de los 
hombres, y la señora María de Lorette Gutiérrez de Estrada escribía a don Bosco desde París, el 26 de abril de 1867: 

«...habiéndome enterado de que se construye en Turín un Santuario dedicado a María Santísima Auxiliadora, le manda cincuenta liras y 
le encomienda que ruegue por su padre enfermo, gravísimo desde hace tres meses». 
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((759)) 

CAPITULO LXIV 

MERECIDA ALABANZA A UN AMIGO -DON BOSCO IMPRIME SUS LIBROS CON LA APROBACION DEL PAPA -UNA 
CONJURACION CONTRA LAS LECTURAS CATOLICAS -DON BOSCO DESTRUYE LAS CARTAS QUE COMPROMETEN A 
SUS ADVERSARIOS -EL CENTENARIO DE SAN PEDRO DENUNCIADO A LA SAGRADA CONGREGACION DEL INDICE 
DICTAMEN DEL CONSULTOR SOBRE ESTE FASCICULO -LA SAGRADA CONGREGACION ORDENA QUE DON BOSCO 
IMPRIMA UNA NUEVA EDICION DE SU LIBRO CON ALGUNAS CORRECCIONES -PALABRAS AFECTUOSAS DEL PAPA 
PARA DON BOSCO -LECTURAS CATOLICAS: LOS BENEFICIOS OBTENIDOS POR LOS PAPAS EN PRO DE LA 
HUMANIDAD -DON BOSCO CONFIA A PATRICIOS PIAMONTESES SUS CARTAS PARA ROMA -ESCRIBE AL CARDENAL 
ANTONELLI ACERCA DE LAS NEGOCIACIONES SUSPENDIDAS PARA EL NOMBRAMIENTO DE LOS OBISPOS Y 
SUGIERE ALGUNOS NOMBRES DE ECLESIASTICOS PARA LAS SEDES VACANTES -RESPUESTA DEL CARDENAL -PIO 
IX SE DIRIGE A NAPOLEON PARA QUE INDUZCA AL GOBIERNO ITALIANO A REEMPRENDER LAS NEGOCIACIONES 
PARA LAS DIOCESIS VACANTES -TOCARA A DON BOSCO CUMPLIR ESTA RESTAURACION 

DURANTE los dos meses que siguieron a su vuelta de Roma, don Bosco había organizado la reimpresión de su libro publicado en 1856 
Vida de San Pancracio mártir, con un apéndice sobre el santuario a él dedicado cerca de Pianezza. Su amor al jovencito mártir y a su 
santuario era el principal objeto de esta edición; pero quería, además, dar con ello una prueba de aprecio al Rector de la iglesia. Recordará 
((760)) el lector aquel sacristán de la catedral de Chieri, al que don Bosco, siendo todavía estudiante, dio clases de latín y pudo verle 
vestir la sotana con él, y al que después continuó dándole lecciones de filosofía y teología. Pues bien, en dicha edición, hacía un elogio de 
su antiguo amigo. 

«En estos últimos tiempos ha sido totalmente restaurado, embellecido, 
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enriquecido y ampliado este santuario, gracias a los cuidados del celoso rector Carlos Palazzolo, quien mora en él normalmente. Durante 
el año da clase y enseña el Catecismo a los muchachos del vecindario, que difícilmente podrían ir al pueblo de Pianezza; celebra allí 
diariamente la santa misa; da la bendición a los visitantes que vienen a pedirla y se ofrece gustosamente para confesar. 

»Con ocasión de la fiesta del Santo, procura que haya abundantes confesores y sacerdotes para atender al extraordinario concurso de 
fieles, que, por necesidad o por devoción, suelen acudir cada año a este Santuario el día 12 de mayo, día en el que sufrió el martirio 
nuestro Santo y en el que ocurrió el primer prodigio que dio origen al santuario, y en el que la Iglesia Católica celebra su fiesta». 

A medida que pasaba el tiempo hacía reimprimir algunos de sus libros y escribía otros, animado siempre en esta santa empresa por el 
Sumo Pontífice. Pío IX era todo suyo y conocía íntimamente sus pensamientos. Si hubiese tenido la menor duda de que algo de lo que 
había escrito no estaba de acuerdo con la verdad católica y con su respeto y amor al Papa, habría reprobado y condenado no uno sino 
todos sus libros y habría desistido de escribir. 

Tal era siempre su firme voluntad, mientras algunos de sus contradictores en Roma, que se creían ofendidos por él, se habían coaligado 
con una pandilla de intrigantes de las provincias del sur de Italia contra las Lecturas Católicas. Albergaban éstos la intención de hacer 
condenar por la Sagrada Congregación ((761)) del Indice el Centenario de San Pedro, proporcionando con ello una gravísima afrenta a su 
autor y aprovechando esta condena para esparcir la duda sobre todas las otras obras impresas por don Bosco. La pasión ofuscaba sus 
mentes. Ciertamente que en tan poco tiempo no habían podido leer y ponderar los ciento cincuenta y cuatro fascículos, que ya componían 
la colección de las Lecturas; y ni siquiera habían considerado los muchos nombres de prestigiosos autores que las habían escrito, ni se 
habían dado cuenta de que estaban dirigidas al pueblo, con un estilo estudiadamente familiar para que agradasen y fueran entendidas. 

Algún amigo de confianza escribió a don Bosco acerca de esta maniobra y también le llegaron cartas de personas conocidas con 
expresiones ofensivas; pero él, con delicada prudencia, las destruía a medida que las recibía. Hacía esto en atención a los autores de las 
mismas para no comprometer su honor, y también porque no era conveniente que aquellos escritos cayesen en manos de alguno del 
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Oratorio por temor a que se encendiese la animosidad entre sus hijos que tanto le querían. Y, sin embargo, mientras estaban a punto de 
coronarse los muchos y santos sacrificios para rematar la propiedad de las Lecturas Católicas, como ya hemos expuesto, el demonio 
intentó golpear de otro modo la providencial publicación y permitía el Señor que el Venerable experimentase una hora de gran 
tribulación, después de tantos triunfos. Omnes qui placuerunt Deo, per multas tribulationes transierunt (Todos los que agradaron a Dios, 
pasaron por muchas tribulaciones) (Judit, 8-23). 

Aún antes de su partida de Roma ya aquellos señores habían denunciado a la Sagrada Congregación del Indice el fascículo del 
Centenario para que fuese examinado, a pesar de haber sido alabado por el Sumo Pontífice. 

No le pasó por alto la tendenciosa petición y el libro fue entregado para su examen a un consultor, el canónigo Pío Delicati, profesor de 
Historia Eclesiástica ((762)) en el Apolinar 1 el cual presentaba su dictamen el 21 de marzo. 

DICTAMEN 

«Sobre el opúsculo titulado ``El Centenario de San Pedro Apóstol'', con la vida del mismo Príncipe de los Apóstoles, y un triduo de 
preparación a la fiesta de los santos Apóstoles Pedro y Pablo, por el sacerdote Juan Bosco. Turín 1867:» 

El sacerdote Juan Bosco se propone con este opúsculo invitar a sus lectores a considerar las gestas del Príncipe de los Apóstoles y 
disponer su espíritu con una devota preparación a la próxima solemnidad que va a celebrarse. Ciertamente que es laudable un deseo tal y 
digno de encomio el celo con que se muestra animado dicho escritor. Parece, sin embargo, que el trabajo no puede quedar libre de 
censura por ciertos matices a los que él da ocasión. 

Primeramente, es notable que en el desarrollo del tema proyectado, se juntan frecuentemente hechos inconclusos por la misma 
autoridad de las Divinas Escrituras, con otras narraciones, sacadas en parte de tradiciones inciertas, y en parte de documentos apócrifos, 
sin ninguna distinción o advertencia como si éstos y aquéllos tuviesen el mismo peso e idéntico grado de certeza. 

Por ejemplo: en la página 102, después de haber dicho que san Pedro fue a undar la Iglesia en Antioquía, se añade que el Apóstol 
encontró graves obstáculos por parte del Gobernador, de nombre Teófilo, quien lo metió en la cárcel y además, para escarnio le hizo 
cortar los cabellos por mitad dejándole un cerco alrededor de la cabeza a manera de corona, dando a entender que en este hecho hay que 
ver el origen de la corona o tonsura en la cabeza de los eclesiásticos. 

Asimismo, al referir la prodigiosa liberación de san Pedro en la cárcel de Jerusalén, donde había sido encerrado por orden de Herodes, 
en la página 126 prosigue 

1 Apolinar.-El Apolinar es una de las grandes universidades de la Iglesia en Roma. (N. del T.) 
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narrando que el mismo Apóstol se dirigió a casa de una tal María, y que había allí una muchacha llamada Rosa, la cual, grandemente 
sorprendida al ver a san Pedro que sabía estaba preso en la cárcel, sin abrir la puerta, corrió a comunicárselo a sus dueños, quienes no 
querían creerla, mientras continuaba san Pedro golpeando la puerta y anunciándose como quien era, hasta que todos, cerciorados de la 
verdad, le recibieron en casa y supieron por él el prodigio obrado por el Angel. 

En la página 132 se da como cierto que Tiberio, habiendo pensado colocar a Jesucristo entre los dioses de los Romanos interpeló la 
autoridad del Senado, el cual rechazó la proposición. 

En la página 152 se afirma que san Pedro resucitó un muerto sobre el que antes había intentado inútilmente Simón Mago obrar el 
pedido prodigio. En la página 157 se presenta como hecho cierto el vuelo y la caída del mismo ((763)) Simón Mago, con circunstancias 
especiosas no comprobadas por los críticos, como se pretende hacer creer. 

En la página 164 se da como hecho, igualmente cierto, que san Pedro, a instancias de los fieles, había decidido salvarse de la 
persecución suscitada en Roma contra los cristianos, pero que, apenas salió de la ciudad, cambió de parecer para obedecer la voz del 
Redentor, que se le apareció en el camino. 

A más de lo observado, conviene resaltar en dicho libro algunas proposiciones no exactas con la historia evangélica o con las doctrinas 
teológicas. Es verdaderamente defecto de inexactitud, con respecto a la historia evangélica, lo que se dice en la página 17, donde se hace 
creer que los Apóstoles se dedicaban al ministerio de la predicación mientras convivían con el Salvador aquí en la tierra, esto es, antes de 
haber escuchado la solemne misión con aquellas palabras euntes docete (id y enseñad) y de haber recibido el Divino Espíritu. 

Con mayor precisión habla a este propósito el mismo autor en la página 69 en la que, olvidando, tal vez, cuanto había escrito antes, 
afirma que, después de la bajada del Espíritu Santo, fue cuando san Pedro, lleno de santo ardor empezó a predicar por vez primera a 
Jesucristo. 

No está tampoco conforme con las doctrinas teológicas, cuando dice en la página 217 que la violación de cualquier mandato divino es 
la transgresión de un artículo de fe. De lo que se deduciría que peca siempre contra la fe quien peca contra un precepto divino. He aquí 
las palabras con las que se expresa nuestro autor: Nuestra fe debe ser total, esto es, debe abrazar todos los artículos de nuestra religión. 
Todas las verdades de fe son reveladas por Dios; por tanto, el que niega un artículo de fe, niega creer a Dios mismo. Por eso, quien dice 
amar al prójimo y mientras tanto pronuncia el nombre de Dios en vano; el que honra a sus padres mientras roba a los demás; o se entrega 
a la deshonestidad; desprecia los Sacramentos o al Vicario de Jesucristo, este tal, digo, viola un artículo de fe que lo hace culpable de 
todos los demás. 

Otro lugar digno de especialísima mención se encuentra en la página 192, acerca de la venida de san Pedro a Roma. Si bien el escritor 
no ponga duda alguna sobre este punto, antes bien aduzca no pocos argumentos para probarlo, sentencia de este modo sobre la naturaleza 
y el carácter del hecho en sí mismo: «Por otra parte creo oportuno dar aquí, como de paso, un aviso a todos los que escriben o hablan 
sobre este tema, que no lo consideren como punto dogmático o religioso; y esto lo digo tanto para los católicos como para los 
protestantes». 

Ahora bien, el sostener que la venida de san Pedro a Roma no sea un punto dogmático o religioso, en el sentido de que excluya toda 
relación con el tema dogmático 
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o religioso es una grave equivocación en materia teológica, que al menos no deja de ofender los piadosos oídos de los fieles. El hecho de 
que se trata es verdaderamente histórico y se demuestra con éxito, con argumentos de crítica; pero tiene además una íntima relación con 
lo que es estrictamente religioso y ((764)) dogmático, y es el supuesto o fundamento histórico de una verdad dogmática y religiosa, que es 
el Primado de los Pontífices Romanos. Por esto la venida de san Pedro a Roma es un punto, una verdad, no menos defendida por los 
críticos que propugnada por los católicos de todos los tiempos, y negada solamente por algunos críticos, los cuales se persuadieron de 
llegar de este modo a tirar por tierra el primado de los Romanos Pontífices. 
Lo que hay que retener sobre el nexo entre el dogma del primado de los Romanos Pontífices y el hecho histórico de la venida de san 
Pedro a Roma lo demuestra claramente el docto Pedro Ballerini en su obra De vi et ratione primatus (Fuerza y razón del Primado) en la 
página 3: Si enim -dice-stet Romae Petrum fuisse et in Romana Sede decedentem succesoribus suis primatum bono Ecclesiae 
necessarium reliquisse, statim sequitur quod et Catholici cum tota Ecclesia tamquam dogma certissimum tenent Romanos Pontifices 
eidem Petro in ipsius primatu succedere... (Si consta que Pedro estuvo en Roma y muriendo en la Sede Romana transmitió a sus 
sucesores el primado, necesario para el bien de la Iglesia, se sigue inmediatamente lo que los católicos con la Iglesia entera profesan 
como dogma certísimo que los Romanos Pontífices suceden al mismo Pedro en su primado...). Empero nuestro autor, con ideas muy 
confusas y con lenguaje inexacto, prosigue en el citado lugar: «Dios estableció a san Pedro como cabeza de su Iglesia y esto es dogma, 
verdad de fe. Que san Pedro haya ejercido esta su autoridad en Jerusalén, en Antioquía, en Roma o en otro lugar, ésta es una discusión 
histórica, ajena a la fe». En este pasaje habla como si solamente se debiese tener como verdad de fe el Primado conferido a san Pedro, 
mientras es también verdad de fe que el Primado de san Pedro persevera en los Romanos Pontífices y que no es extraño a este dogma el 
que san Pedro viniera a Roma y estableciera su sede aquí, para hacer comprender que en los Romanos Pontífices debía transmitirse el 
Primado sobre toda la Iglesia. 

De las indicadas observaciones parece deducirse que hay fundadas razones para que sobre dicho libro haya que decretar 
«proscribendum donec corrigatur» (sea proscrito hasta que se corrija). En cuyo caso se podría aconsejar al escritor que enmendara o, 
mejor, volviera a rehacer totalmente su pequeño trabajo. 

Por lo demás, este mi parecer se somete plenamente al sapiente y autorizado juicio de esa Sagrada Congregación. 

21 de marzo de 1867 

Can. PIO DELICATI, Consultor. 

Su Eminencia el cardenal Luis Altieri, obispo de Albano, era el Prefecto de la Sagrada Congregación del Indice; pero presidía la sesión 

S. E. el cardenal Antonio María Panebianco, de la Orden de los Menores Conventuales, Prefecto de la Sagrada Congregación de las 
Indulgencias y las Sagradas Reliquias. 
La Sagrada Congregación examinó el dictamen y no lo aprobó en su conclusión final, sino que se limitó a darlo a conocer al Venerable 
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por medio del Arzobispo de Turín, con orden ((765)) de tenerlo en cuenta para una nueva edición. Así lo había querido el Sumo Pontífice 
Pío IX, el cual respondió a quien había aludido a una prohibición: 

-íOh, esto no! íPobre don Bosco! Si algo hay que corregir en dicho libro, corríjase en la segunda edición del mismo, que se hará. 

Y nosotros cuando, en los capítulos siguientes, volvamos a tratar esta larga cuestión, tendremos ocasión de admirar cada vez más la 
humildad y la santidad de don Bosco. 

El continuaba, mientras tanto, celebrando la gloria del Papado. El fascículo de las Lecturas Católicas para el mes de mayo era el 
siguiente: Beneficios acarreados por los Papas a la humanidad: conversaciones entre un joven y su párroco, por el sacerdote Pedro 
Boccalandro, Rector de San Marcos en Génova. 

Contenía estos temas: los Papas han civilizado la sociedad; han liberado a Italia de la dominación bárbara; han frenado el despotismo 
germánico: han protegido las ciencias y las artes. Se equivocan los que gritan contra la conducta de los Papas, y Pío IX no es el mayor 
enemigo de Italia. Es de razón, de derecho y del querer de Dios que el Papa posea un territorio independiente. 

En el apéndice se invitaba a los cristianos a rezar por la conversión de los hebreos. 

Durante aquellos meses estaba vuelto hacia el Papa el pensamiento de todos, hasta de lo más escogido del patriciado turinés; muchos se 
dirigían ya a Roma con el fin de buscar cómodo albergue para asistir a las solemnísimas funciones de San Pedro en el Vaticano y 
presentar su homenaje al Vicario de Jesucristo. Don Bosco entregaba cartas confidenciales a algunos de estos señores, dirigidas a 
conspicuas familias de cooperadores romanos que le habían pedido consejo, a Prelados que se interesaban por la Pía Sociedad, al 
cardenal Antonelli con el mismo fin y acerca del nombramiento de Obispos para Italia. 

Encargaba también de tales comisiones a la excelentísima duquesa ((766)) de La Val Montmorency -De Maistre, que moraba en Borgo 
Cornalense, cerca de Villastellone. 

Turín, 1.° de mayo de 1867
Benemérita Señora Duquesa:


No sé si podré todavía saludarla personalmente antes de que parta para Roma; de todos modos, le confío un paquete de cartas. La 
dirigida al cardenal Antonelli corre 
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cierta prisa, por lo que, si no pudiese llevarla, échela en cualquier buzón y así la recibirá antes y pronto. Las otras van cerradas en un 
sobre para la marquesa Villarios; ella las distribuirá a los destinatarios. Si pudiese hablar con esta señora vería una reproducción de santa 
Francisca Romana. 

Que Dios la bendiga y el ángel del Señor la acompañe y defienda de todo mal en la ida, la permanencia y la vuelta. 

Tenga la bondad de saludar a la familia del señor conde Eugenio y al señor Francisco, a quienes deseo todo bien espiritual y temporal. 

Ruegue por mí, que con gratitud me profeso 

De V.E. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El cardenal Antonelli le respondía: 

Ilustrísimo Señor: 

Si hasta ahora quedaron sin respuesta las dos últimas cartas de V. S. Ilma. del 20 de marzo y 5 de abril p.p., fácilmente habrá 
comprendido la razón, sabiendo como sabe la multitud de asuntos a que está sometido mi ministerio. 

Por lo que hace a la primera carta, monseñor Berardi compensa mi tardanza con lo que ya le ha escrito acerca del asunto. Todavía está 
en período de examen en la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares y yo no tengo por ahora nada más que añadir a lo ya dicho por 
otros: puede estar seguro de que tendré muy en cuenta las observaciones que usted indica acerca del punto a que se referían la carta y los 
folios correspondientes. 

En cuanto a la segunda carta he sabido con gran satisfacción que universalmente han sido bien acogidos los nombramientos para las 
sedes episcopales en ella mencionadas. 

Conforta mucho esto, después de los cuidados que se han tomado para elegir unos pastores sagrados como hoy especialmente se 
requieren para el buen gobierno de las diócesis. Tales cuidados son la mejor garantía para los propósitos que condujeron aquí a los dos 
recomendables eclesiásticos que trajeron dicha carta. A este propósito no ((767)) hace falta decir de cuánto consuelo sea para la Santa 
Sede el poder generalizar la importante operación para las Sedes que todavía están vacantes; y consiguientemente cuánto le entristece el 
ver que, por la parte comprometida a entenderse con ella, no se manifieste el deseo de proseguir en dicho camino, como se podía 
presumir por las negociaciones iniciales. 

Sería, por tanto, deseable que, por medio de alguna influencia, se procurase prudentemente mover en las regiones competentes dicho 
estancamiento. 

No he dejado de tomar con la debida consideración sus últimas designaciones y en particular las muy justas cartas comendaticias a 
propósito del digno prelado que desde hace tanto tiempo derrocha su celosa labor en pro de las diócesis huérfanas. 

Añadiré además una palabra sobre la tarjeta que manda separadamente, asegurándole que será tenido en cuenta oportunamente cuanto 
en ella se anota. 

Agradeciéndole sin límites el piadoso recuerdo que de mi persona tiene ante el Altísimo, no ceso de invocar recíprocamente sobre su 
muy merecedora persona la 

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mejor asistencia y ayuda de la bondad divina y aprovecho gustoso la oportunidad para confirmarle los sentimientos de mi distinguido 
aprecio, 

De V. S. Ilma. 

Roma, 4 de junio de 1864 

Su seguro servidor G. C. ANTONELLI 

El ilustre Purpurado le hacía notar la necesidad de que alguna idónea influencia hiciese reemprender en el Gobierno Italiano las 
negociaciones interrumpidas; y a su tiempo veremos al mismo Venerable reemprenderlas por iniciativa propia. 

Don Bosco había recomendado al Cardenal Secretario de Estado, a monseñor Balma, Arzobispo de Tolemaida in partibus infidelium, 
que después obtuvo el Arzobispo de Cagliari; había propuesto otros nombres, puesto que en Piamonte quedaban todavía diócesis 
vacantes. Ya desde entonces, quizá pensaba en el canónigo Degaudenzi para Vigévano, en el canónigo Rosaz, para Susa, en monseñor 
Manacorda para Fossano. El Siervo de Dios quería mantener viva la atención del Secretario de Estado sobre una cuestión tan vital, y que 
no se dejasen escapar las ocasiones en cierto modo favorables, para obtener, aunque de modo limitado, un objetivo tan santo. 

((768)) De este modo trataba de consolar al Papa, conociendo como conocía sus grandes deseos por la salvación de las almas. 

De hecho, Pío IX, en un acto de virtud heroica, se dirigía, con fecha 13 de mayo, al emperador Napoleón, principalmente para que 
indujese el Gobierno de Florencia a reemprender las negociaciones sobre las sedes vacantes; y añadía: 

«No puede oírse sin disgusto que hayan sido preferidos para la enseñanza ciertos sacerdotes y frailes apóstatas y ciertos laicos, en parte 
incrédulos, los cuales tienen por objeto corromper a la juventud. Una palabra de V. M. podría despertar la voluntad de los gobernantes 
italianos para limpiar los pueblos de la enseñanza de esta hez». 

Así escribía el Papa a Napoleón, porque esperaba que esto sería más útil que querellarse directamente con los interesados. 

El 18 de junio, le respondía Napoleón que no dejaría de hacer oír sus consejos a Florencia, pero que esperaba poco, porque allí 
«resultaba difícil hacer oír la voz de la razón y que se aceptasen los deseos aun los más desinteresados». 1 

1 BALAN: Historia de Italia -Vol. VII, pág. 1050. 
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Los consejos de Napoleón, en el caso de que se dieran, no sirvieron para nada; por el contrario, triunfaron los de don Bosco, y por su 
medio, como más adelante diremos, todas las iglesias vacantes de Italia se quitaron el luto y recibieron triunfalmente a sus prelados. 

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((769)) 

CAPITULO LXV 

DON BOSCO EN CARAMAGNA: CURACIONES MARAVILLOSAS; PREDICCION CUMPLIDA; ELOGIOS A DON MIGUEL 
RUA Y A OTROS COLABORADORES -VA A SALUGGIA -SU CARTA AL CABALLERO OREGLIA EN ROMA; LE MANDA 
CARTAS PARA ENTREGAR A LOS INTERESADOS; SE ULTIMA EL ASUNTO CON IVREA, SOBRE LAS LECTURAS 
CATOLICAS: ANUNCIO DE LAS MUERTES ACAECIDAS Y DE OTRAS QUE TENDRAN LUGAR EN EL ORATORIO; LAS 
OBRAS DE LA NUEVA IGLESIA Y LAS GRACIAS DE LA VIRGEN; LE TRANSMITEN EL DICTAMEN DE LA SAGRADA 
CONGREGACION DEL INDICE -CARTA AL ARZOBISPO -CONSEJO DEL CANONIGO GASTALDI Y PERMISO OTORGADO 
POR EL VICARIO A DON BOSCO PARA PREPARAR SU DEFENSA -PENSAMIENTOS QUE DEBIERON ANGUSTIAR AL 
VENERABLE POR AQUELLOS DIAS -DON JUAN CAGLIERO ESPERADO EN ROMA -LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES A 
LOS ALUMNOS 

EL día de la Invención de la Santa Cruz es la fiesta mayor de Caramagna; don Bosco fue allí a predicar el sermón y le acompañó el 
clérigo Santiago Costamagna, hermano de Luis, quien le había invitado calurosamente. Fue recibido como ángel enviado por el cielo: 
volteo de campanas, morteretes, música y todo cuanto puede imaginarse para una fiesta. 

De cuanto vamos a decir fue testigo ocular dicho clérigo Costamagna, quien, al día siguiente, nos narró todo lo que había visto y más 
tarde, ya sacerdote y misionero, nos enviaba desde Buenos Aires, ((770)) el 5 de noviembre de 1888, una relación escrita, declarando que 
estaba dispuesto a confirmarlo bajo juramento. 

«Era el 3 de mayo de 1867. Don Bosco fue a mi pueblo natal de Caramagna; allí predicó un magnífico sermón acerca de la Invención 
de la Santa Cruz en la iglesia que lleva su título. Se dignó aceptar una comida en la humilde casa de mi madre. Don Bosco había ido 
varias veces antes a Caramagna; ésta fue la última. Después de la comida, el doble patio se llenó de gente pidiendo la bendición del 
hombre de Dios. Don Bosco bajó gustosamente acompañado por 
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mi hermano Luis y conmigo, que deseaba ver una maravilla celestial en mi pueblo. 

»La primera persona que se presentó a don Bosco fue una pobre mujer, ya avanzada en años, muy derrengada y que se arrastraba sobre 
dos muletas. Había oído hablar de la eficacia de las bendiciones de don Bosco y esperaba. Entonces abrí mis ojos para observar a la 
distancia de apenas un metro la escena que empezaba, y fui testigo de este diálogo, seguido de un milagro. Don Bosco empezó diciendo: 

»-»Qué quiere, buena mujer? 

»-íDon Bosco! íTenga compasión de mí! íDéme su bendición! 

»-De todo corazón; pero »tiene usted fe en la Virgen? 

»-íSí, mucha! 

»-Entonces, continuó don Bosco, récela y le concederá la gracia. 

»-Rece usted, que es un santo; yo no sé rezar bien. 

»-Tenemos que rezar los dos. 

»-Bien, haré como usted dice. 

»-Entonces, arrodíllese. 

»-íDon Bosco! Hace ya mucho tiempo que no puedo arrodillarme, tengo las piernas como muertas. 

((771)) »-No importa, íarrodíllese! 

»Y la pobre mujer, queriendo obedecer, se apoyaba en las dos muletas e intentaba deslizarse sobre ellas hasta llegar al suelo; pero don 
Bosco, quitándoselas de debajo de los brazos y de las manos, díjole resueltamente:» 

»-Así no, así no...; arrodíllese bien. 

»Reinaba entre el gentío un silencio sepulcral; no se oía respirar; 
íhabía más de seiscientas personas presentes! La mujer se arrodilló en el suelo como por ensalmo y decía llorando: 

»-Don Bosco, »cómo tengo que rezar? 

»-íDiga conmigo, replicó don Bosco, tres avemarías a la Virgen Auxiliadora! 

»Y, después de haber recitado juntos las tres avemarías, sin que nadie la ayudase, la mujer se levantó sin sentir los dolores que la 
atormentaban hacía años. Don Bosco, sonriendo santamente, púsole al hombro las muletas y le dijo: 

»-Animo buena señora, ame siempre a María Auxiliadora. 

»La afortunada mujer se encaminó entre la muchedumbre a su casa, alabando y dando gracias a la Virgen y a su bienhechor. La gente, 
que hasta entonces había guardado silencio perfecto, prorrumpió en un prolongado íoh! de admiración y se abalanzó sobre 
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don Bosco, quien tuvo que seguir una larga hora bendiciendo y consolando a todos. A la viejecita se la vio después caminando por el 
pueblo, alegre y sueltamente, con ayuda de un bastoncito, por su avanzada edad. También mi hermano Luis fue testigo de este hecho». 

La causa de tanto entusiasmo y arrebato de fe debióse a que se corrió la voz de que el predicador era un sacerdote santo. Por la mañana 
había sido invitado don Bosco a visitar a una señora enferma de cáncer desde hacía mucho tiempo. Después de exhortarla a confiar en 
María Auxiliadora, la bendijo y le señaló el día siguiente para levantarse el día después, que era domingo, para salir de casa e ir a misa, y 
el final de mes ((772)) para ir a Turín a hacer una ofrenda en acción de gracias a María Auxiliadora. Pero, pocos minutos después de que 
don Bosco saliera de la habitación, la enferma se sintió plenamente curada de su enfermedad, agitó la campanilla, acudió toda la familia y 
les comunicó que estaba sana. Se levantó, salió de casa, fue enseguida a la iglesia parroquial a dar gracias a la Santísima Virgen, y, antes 
de que don Bosco dejase aquel lugar, con gran maravilla de todos, fue a verle y entregarle la limosna ofrecida, que fue de tres mil liras. 
Tenemos también testimonio de este hecho escrito por don Luis Costamagna, quien añade: 

«Después de estos hechos y algún otro que por brevedad omitimos, de todos los cuales fui testigo, debía don Bosco volver al Oratorio 
aquella misma tarde; se encontró la calle llena de gente que quería verle y le impedía el paso; y no le dejaron partir hasta que, arrodillados 
en tierra, recibieron todos su bendición una vez más». 

Al salir del pueblo pronunció el Venerable unas palabras proféticas. La molinera, apellidada Allaria, le presentó a dos hijas suyas, una 
de doce años buena, tranquila, sencilla y muy devota, y otra de catorce, de natural muy vivo que se presentaba menos seria y, al menos en 
apariencia, descuidada. La madre puso la pequeña a la derecha de don Bosco y la mayor a la izquierda para que las bendijera; pero, con 
sorpresa suya, el Siervo de Dios hizo cambiar de sitio a la una por la otra: y, volviéndose a la mayor, dijo: 

-íEsta se hará religiosa y llegará a un alto grado de santidad! 

Estaba presente la jovencita Ursula Camisassa, que ingresó después en las Hijas de María Auxiliadora, compañera de la mayor, y oyó 
claramente aquellas palabras que dejaron pasmados a todos los presentes. Efectivamente, su amiga se hizo religiosa en las Josefinas de 
Turín, y cuando murió en Bra, la misma Camisassa oyó al arcipreste Appendini leer la carta del párroco en la que anunciaba dicha muerte 
y decía: 
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-«Su muerte fue consoladora ((773)) ya que la religiosa había llegado a un alto grado de santidad»
.
Eran las mismas palabras de don Bosco.
Don Santiago Costamagna, consagrado más tarde Obispo, después de confirmar todo lo expuesto, escribía en 1893:
«La noche del 3 de mayo de 1867, ya en el tren de vuelta a Turín, don Bosco me abrió su corazón, alegre por las muchas gracias que el


Señor le concedía y especialmente por haberle dado jóvenes colaboradores, adornados de eximias virtudes. Y nombró a Durando, 
Francesia, Cagliero, Cerruti, Bonetti, Albera, Ghivarello, etc., etcétera. 
»De algunos resaltaba las singulares habilidades en las que después se distinguieron, pero que entonces nadie podía entrever. En esta 
enumeración, al llegar a don Miguel Rúa dijo: 

»-Mira, Santiago, si Dios me dijese: -Prepárate porque vas a morir; elige un sucesor porque no quiero que decaiga la obra que has 
comenzado, pide para él cuantas gracias, virtudes, dones y carismas creas necesarios, a fin de que pueda desempeñar bien su oficio, que 
yo se las concederé... 

»Calló y después añadió:
»-Te aseguro que no sabría qué pedir al Señor para este fin, porque veo que todo esto ya lo posee don Miguel Rúa»
.
Desde Turín, como después diremos, don Bosco fue a Saluggia, cuyo párroco le llamaba para que le aconsejara en ciertos asuntos que


tenía con un feligrés. De vuelta en el Oratorio escribió al caballero Oreglia, quien estaba de viaje para Roma, la siguiente carta que hay 
que leer atentamente: 

Carísimo señor Caballero: 

He recibido sus cartas y he cumplido cuanto pedía en ellas. Gozo con su viaje; he dado sus noticias a los muchachos, que las recibieron 
con gran alegría y aplausos. 

Le incluyo algunas cartas para su norma; hay que timbrarlas; las pongo en un sobre con su dirección. 

((774)) El asunto de las Lecturas Católicas finalmente terminó en el sentido indicado y fue el día primero de mayo. 

Mi salud marcha bastante bien, salvo los vértigos que se producen con más frecuencia. 

Su antiguo alumno, el joven Depaoli, murió después de una larga y paciente enfermedad confortado con los auxilios de la Religión, a 
primeros de marzo. Cipriano Fogliani murió como un santo, en su casa, poco antes de Pascua. Finino, después de Pascua, aquí en el 
Oratorio. Gladini murió en Lanzo el día después de Pascua. Dentro de pocos días daré noticias de otras muertes, mas no tema por usted, 
que aún no ha llegado su hora. 
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Las obras de la iglesia van adelante y de un modo verdaderamente sorprendente. Las maravillas de María, que tuvieron lugar en tiempo 
pasado, no son nada en comparación con las sucedidas después de su partida. Yo no las puedo escribir porque soy parte interesada. 
Alegrémonos, pero alegrémonos de la bondad del Señor. 

Llegado a Roma, una de sus primeras visitas sea para don Emilio Ruggeri, preceptor en casa Grazioli. Trabajó mucho por la tómbola, 
nos mandó un original para las Lecturas Católicas, del que desea se haga una edición elegante. Es una persona piadosa, pero hay que 
ayudarle. 

En este momento recibo cartas dirigidas a nuestro nuevo Arzobispo con las que se intentó el golpe de poner en el Indice el Centenario 
de San Pedro. Pero la Congregación del Indice se limitó a ordenar unas correcciones, no especificadas, en una futura edición. Yo fui 
amenazado de esto en Roma y, aun después de mi partida, una persona muy amiga me dio la razón principal: porque en Roma ha tenido 
preferentemente mucha familiaridad con los Jesuitas. Pero ahí mucha prudencia y silencio: yo le mandaré una copia de todo, que le 
servirá de norma al P. Oreglia. 

Por lo demás aquí todos seguimos bien: las tribulaciones de la vida nos hacen desear el Paraíso cuanto antes. Fiat! 

Aunque no los nombro, salúdeme a los amigos y bienhechores. 

Trate a monseñor Manacorda con mucha cortesía y benevolencia: nos ha hecho y nos hace mucho bien. 

Que Dios bendiga a usted y a sus trabajos y créame en el Señor 

Turín, 9 de mayo de 1867 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

Llegó, pues, a la Curia de Turín la comunicación sobre cuanto había decidido la Sagrada Congregación del Indice en relación con el 
Centenario de San Pedro, con la nota de las observaciones del consultor, que ya hemos transcrito. Se dio ((775)) comunicación de ello a 
don Bosco, mas, a lo que parece, no se le entregó enseguida la hoja del dictamen. Cuando lo tuvo en sus manos, intentó leer la firma del 
Consultor y no lo alcanzó; fue don Miguel Rúa quien, después de largo estudio, logró interpretar el nombre del canónigo Pío Delicati. 

La carta con la que se había comunicado el dictamen iba dirigida al nuevo arzobispo, el cual todavía no había tomado posesión de la 
sede. 

Excelencia Reverendísima: 

Habiendo sido presentado a la Sagrada Congregación del Indice el opúsculo titulado: Centenario de San Pedro, etc., por el sacerdote 
Juan Bosco, después de maduro examen y previa discusión, el Sacro Consejo de los Eminentísimos Cardenales estima que se debe 
adoptar la siguiente resolución: Scribendum Archiep. Taurin. ut praecipiat Auctori novam typis parare editionem in cuius praeloquio 
moneantur lectores auctorem retractasse quidquid censura dignum ab S. Concilio 
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deprehensum est prout ex folio epistolae huic adnexo (Archiep. reservato) patebit. (Escribir al Arzobispo de Turín para que mande al 
Autor preparar una nueva edición en cuyo prólogo se diga a los lectores que el autor se retracta de cualquier cosa digna de censura que 
haya sido juzgada como tal por el S. Concilio como son las que aparecen en el folio que acompaña a esta carta (reservada al Arzobispo). 

La cual referida por mí a Su Santidad, dignóse éste, en el día 12 pasado, poner su soberana sanción, tras la cual me incumbe a mí en 
razón de oficio, comunicarla a V. E. Reverendísima, a fin de que tome con igual solicitud y vigilancia las oportunas determinaciones. 

Aprovecho la ocasión de la oportunidad que se me presenta, para advertirle que en estos días llegaron otras denuncias respecto a una 
publicación periódica que ahí se publica, con el título de Lecturas Católicas, en las cuales se encuentran, si no errores manifiestos, al 
menos palabras o historietas que excitan, más que a la pública edificación, a las risas y burlas de un siglo en el que tanto abusa la crítica 
para desacreditar la religión, señaladamente de las obras ascéticas y místicas. No hace mucho que fue condenada por la Santa Sede La 
Vida de Jesucristo, impresa en Turín por los herederos del difunto párroco Cuniberti con aprobación de esa Curia Eclesiástica, y yo 
escribí a ese monseñor Vicario Capitular para que hiciese retirar los ejemplares y corregir los errores. Comprenderá, pues, V. E. 
Reverendísima cuánta vigilancia y exactitud sean necesarios al examinar los escritos de asunto religioso para no exponer al insulto y a la 
irrisión la Autoridad Eclesiástica. 

Con los sentimientos del más alto aprecio y veneración, tengo el gusto de ofrecer de V. E. Rvma. 

Minerva-Roma, 29 abril 1867 

Su seguro servidor
Fr. ANGEL VICENTE MODENA, Ord. Pred.
Secretario del Indice


((776)) Este fue el resultado de los manejos de quien había pensado llegar a desacreditar a don Bosco, persiguiendo las Lecturas 
Católicas. 

Este no tardó en presentarse al canónigo Zappata, Vicario Capitular, para entregarle un ejemplar de la Vida de San Pedro, por él pedida, 
y hablando el Vicario de las Lecturas Católicas, le dijo: 

-He leído varios de estos fascículos y no debo tener la cabeza bien puesta, pues no he encontrado nada censurable y menos que ísea 
merecedor de una condena! 

Llevó también el libro al canónigo Gastaldi, quien lo examinó y encontró, según su parecer, que, aun admitiendo alguna posible 
enmienda, lo escrito no era reprobable; y en consecuencia, sin dejar de prestar el debido obsequio a lo dispuesto por la Sagrada 
Congregación, le aconsejó que preparase una declaración de defensa, que podría presentarse siempre que la prudencia y la invitación de 
la suprema 
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autoridad lo permitiera. Don Bosco pidió licencia para ello al Vicario Capitular y, una vez obtenida, se puso a estudiar su trabajo. 

No obstante, la comunicación de dicha amonestación y la forma en que estaba redactada fue un golpe doloroso para él que tenía un 
corazón muy sensible; solamente su virtud, su devoción al Vicario de Jesucristo y su amor a Pío IX le prestaron fuerzas para soportarlo. 
Sin embargo, aunque habitualmente apareciese tranquilo y sereno, en ciertos momentos, debió ser muy grande su abatimiento. Cuántos 
pensamientos dolorosos, que no demostraba, debían venirle a la imaginación y confundirse en un haz de espinas, ligadas con la duda: 
«»Y si esto llegase a ser del dominio público, por confidencias indiscretas o por malignos intereses, tanto en Roma como en Turín?». 

Le parecía una mancha grave sobre el nombre del fundador de una Congregación religiosa y tal vez un impedimento para conseguir 
ulteriores aprobaciones para su Pía Sociedad y los privilegios que con tanta insistencia solicitaba. Además, ante ((777)) sus muchachos, 
»no habría podido perder parte de su prestigio, con daño para las almas y las vocaciones? Y la desconfianza, »no se habría abierto camino 
también entre los socios Salesianos, algunos de los cuales eran continuamente instigados con lisonjeras promesas para pasarse al clero 
secular? Y íqué descrédito y daño para las Lecturas Católicas! Los protestantes se habrían alegrado al ver destrozada aquella arma 
formidable que en vano habían intentado tantas veces arrancarle de las manos. Pero, sobre todo, debía sentirse herido en la parte más 
sensible del corazón, íal ser acusado de no haber sostenido la Autoridad Pontifícia! Acusado él, que habría dado la vida por el Papa, antes 
de ocasionarle el más mínimo disgusto. 

Pero Dios, que había permitido esta prueba, no consintió ningún deshonor para su Siervo. 

La carta de monseñor Módena anunciando la decisión tomada por la Sagrada Congregación llevaba fecha del 29 de abril y el 14 de 
mayo no había llegado ni siquiera un rumor al despacho de la Civiltá Cattolica. El P. Oreglia, escribía el 14 a don Juan Bautista 
Francesia, pidiéndole muchas noticias importantes de Turín, y no hacía la menor alusión a lo que tanto angustiaba a don Bosco. 

«Afectuosamente le agradezco el buen recuerdo que ha guardado de mí y de nosotros... Estoy confundido por su caridad y bondad; 
sobre todo porque, habiendo encontrado ustedes en Roma tanta correspondencia a sus santos deseos y proyectos, y no habiendo yo hecho 
nada, han querido mostrar su buen corazón en forma de gratitud... 
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»Hará muy bien don Juan Cagliero si viene para la Canonización. Si tiene el don de petición, que poseen los santos de la casa de don 
Bosco, encontrará una buena ocasión. Y, además, íno faltará la buena música! Con el viaje gratis; en fin, hay que hacerle venir... 

»»Y Crotti? íUn buen triunfo para las elecciones de los malos! Cierto que fue un acto heroico y envidiable; yo, en mi poquedad, celebro 
que ese acto de valentía haya venido del Piamonte; en efecto, el hombre viejo no queda jamás dominado del todo. Soy Italiano, pero 
Piamontés... 

»Vi al señor Vimercati en el Jesús el día del Beato Canisio; andaba con un bastón, bastante bien. 

»Mis saludos a don Bosco y una avemaría por mí a la Virgen». 

((778)) El padre jesuita Oreglia estaba entusiasmado por aquellos días con la conducta del conde Crotti, sincero y valiente católico. 
Elegido diputado, al pronunciar el juramento en la Cámara había dicho con voz clara, cristalina y la frente alta: 

-«Juro ser fiel al Rey y al Estado, quedando a salvo las leyes divinas y eclesiásticas». 

Invitado por el Presidente a jurar sin restricción alguna o sin reservas no admitidas por el Estatuto, él se negó noblemente, con lo que 
quedó excluido del Parlamento. 

Mientras tanto, habían empezado en el Oratorio los ejercicios espirituales en la tarde del 12 de mayo, fiesta del Patrocinio de san José, y 
terminaban el día 16. Los clérigos y algún sacerdote continuaron tomando parte en ellos, aunque en otoño tenían su retiro normal de una 
semana. El Siervo de Dios se pasó oyendo confesiones de la mañana a la noche; tantos eran los jóvenes que deseaban confiarle los 
secretos del alma. 
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VOLUMEN VIII Página: 662 

((779)) 

CAPITULO LXVI 

DON BOSCO SUSPENDE LA NUEVA EDICION DEL CENTENARIO DE SAN PEDRO PARA HACER LAS CORRECCIONES 
EL P. OREGLIA LE ESCRIBE SOBRE EL PARTICULAR -UNA COMEDIA LATINA EN EL ORATORIO -OBSERVACIONES 
ECONOMICAS DE DON BOSCO PARA LAS ESCUELAS DE CHIERI, QUE LE OFRECEN -ACLARACIONES ESCRITAS POR 
CONSEJO DE MONSEÑOR GASTALDI SOBRE LAS OBSERVACIONES HECHAS EN ROMA A SU OPUSCULO -UNA NOCHE 
DOLOROSA -ALIENTOS DE MONSEÑOR GASTALDI -SE MANDAN A ROMA LAS OBERVACIONES ACOMPAÑADAS 
CON UNA HUMILDE CARTA DEL SIERVO DE DIOS 

DON Bosco, que había preparado la reedición del opúsculo del Centenario, la suspendió por respeto a la amonestación recibida. Don 
Enrique Bonetti, que suplía en todo al caballero Oreglia en la dirección de la tipografía, mandó a éste el 15 de mayo una relación de la 
situación de la imprenta. Entre otras cosas, escribía: «Ya se han tirado dos folios del Centenario de San Pedro, cuya reimpresión total se 
tendrá apenas haya hecho don Bosco algunas modificaciones... Don Bosco, por lo que parece, se encuentra bien, y por fortuna para 
nosotros, excepto algún paseíto, está siempre en casa». 

El mismo día respondía el padre Oreglia a don Bosco que le había comunicado la amonestación recibida. 

((780)) 

Roma, 15 de mayo de 1867
Reverendo señor don Bosco:


Hoy ha venido nuestro Federico: le he entregado las cartas que me habían llegado por correo. Las leyó y me comunicó lo que usted le 
escribe sobre el asunto que ahora le intranquiliza y del que me hablaba también a mí en su apreciadísima, a la que respondí ayer. 

Sepa, pues, que yo, cuando usted se encontraba aquí, hablé con el bonísimo don Juan B. Francesia sobre un párrafo de su Centenario 
que me parecía inexacto. Se trata de aquél que dice (escribo de memoria el sentido): Por lo demás, conviene avisar aquí a católicos y 
protestantes ser de fe que san Pedro fue hecho cabeza de la 
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Iglesia por Jesucristo, etc.; pero que san Pedro haya venido a Roma o no, etc. es cuestión que no pertenece a la fe y es solamente cuestión 
histórica 1. 

Este párrafo me pareció inexacto y hablé de ello con don Juan Bautista Francesia para que se lo comunicase a usted. 

Mientras tanto, queriendo asegurarme de ello, mandé una nota al P. Cardella, profesor de Teología en el Colegio Romano, y le pregunté 
si habiendo un autor católico (no le nombré a usted para darle más libertad de contestación) escrito etc., aquella proposición era segura. 

El P. Cardella me respondió la carta, cuyo original remito a usted, autorizándole, si lo cree oportuno, a copiarla; pero rogándole me 
devuelva el original. 

Como quiera que la carta decía sustancialmente que la proposición era sostenible, no busqué más ni me preocupé de saber si don Juan 

B. Francesia había hablado o no de ello con usted; si le había hablado ligeramente y sin cuidado aunque es probable que él no diera 
importancia a la cuestión. 
Pero, mientras tanto, otros hacían en Roma la misma observación. Yo no supe mas de ello hasta hoy cuando Federico me habló. 

Y apenas salió Federico de mi habitación, llegó el P. Piccirillo de la audiencia con el Papa y me dijo que, habiendo visto éste en el 
fascículo de la Civiltà Cattolica un artículo sobre el Centenario, se acordó del librito de don Bosco y dijo que había en él un párrafo que 
no le había gustado, que aquello no estaba bien dicho: y que don Bosco debía quitarlo. De hecho no habló del Indice, ni de condena 
alguna, y yo creo que no habrá faltado algún celoso que habría querido el Indice; pero del modo como habló el Papa, el P. Piccirillo me 
asegura que es imposible que el libro sea condenado. 

Mientras tanto es cierto que: 1.° la proposición, según esta carta del P. Cardella, es sostenible; 2.° pero que es inoportuna; 3.° que el 
Papa (como doctor privado) la cree falsa e insostenible. 

Por tanto, usted verá lo que se ha de hacer. Lo cierto es también que el Papa ((781)) como de costumbre, habló muy bien de usted y con 
mucho afecto y bondad y (según yo creo) estaría muy contento si recibiese pronto una edición corregida. 

No me toca a mí darle pareceres. Creo, no obstante, que si en el prólogo dijese claramente el por qué de la segunda edición y sin 
condenar una proposición no condenada y tal vez sostenible y no condenable, advirtiere que ha sido cancelada por lo menos como 
inoportuna. El P. Piccirillo, en cambio, cree que sería mejor cancelarla de hecho y no hablar de ella en el prólogo. 

Como el P. Cardella me escribió la adjunta de prisa y sin mucha meditación, tal vez pudiera ofenderse al saber que yo se la he 
comunicado y, tanto más, si usted hiciese de ella servicio público. Por lo tanto le ruego haga uso de ella solamente para su norma y que 
no nombre al P. Cardella. 

Perdone el atropellamiento, la prisa y la mala letra. Ruegue por mí y créame 

Su afectísimo servidor P. OREGLIA S. J. 

1 Véase el texto literal del período en la página 649. 
663 

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VOLUMEN VIII Página: 664 

Don Bosco no hizo ningún uso de la respuesta del P. Cardella, que hemos referido. 

Si en Roma se supo poco sobre este asunto, nada supieron de él en Turín los alumnos del Oratorio ni la mayor parte de los Salesianos, 
excepción hecha de unos pocos a los que por razón de su cargo se había confiado el secreto. Los demás pensaban tanquilamente en sus 
estudios y en una representación latina que estaban preparando y para la cual había escrito don Juan Bautista Francesia la siguiente 
invitación: 

JOANNES BOSCO SACERDOS EL SACERDOTE JUAN BOSCO
in Domino Lectori salutem. al Lector, salud en el Señor


Pueri studentes in Asceterio Los muchachos estudiantes del 
Cui dedit Sanctus Franciscus nomina, Oratorio, que lleva el nombre de 
San Francisco, 
Agent latinam fabulam novissimam representarán una recentísima 
comedia latina 
Decimo sexto Maji, hora secunda, el dieciséis de mayo, a las dos de 
la tarde, 
Iure vocatam Deceptores decepti. titulada con razón LOS ENGAÑADORES, 
ENGAÑADOS. 
Hanc ego nactus occasionem, gaudeo Habiéndose presentado esta ocasión, 

gozo 
Quod tibi possiem promere obsequium, poder obsequiarte, 
Et quod tu possies videre studia y de que tú puedas conocer las 

aficiones 
Quae pro puerulis fovere nitar, que me esfuerzo en fomentar en pro 

de los jovencitos, 
Tu, quippe doctior late nominaris. Tú que eres considerado docto en alta medida. 
Melius quo possient litteras arripere Para que mejor puedan aprender Pueri, quid enim homines solent letras los muchachos, 
((782)) 
Maximi consilii nobis inculcare, »qué suelen inculcarnos los hombres 
Quam, quos pulcherrimos habent muy sesudos, 
volumina, sino decir de memoria los pasajes 
Locos certatim memoria dicere? más bellos de las obras? 
Mei hoc fecerunt, et postea facturi Los míos esto hicieron y lo 

seguirán haciendo después, 
Si a te probari praesentia noverint. si saben que tú apruebas lo presente. 
Et hanc Rosinii plautinam fabulam Y alabarás esta comedia plautina de 

Rosinio, 
Probe tu dixeris, qui rectius sapit que sabe actualizar con acierto las 
Veteris verba Plauti ferre in medium, palabras del Viejo Plauto 
Et nostris rebus commodius aptare. y adaptarlas apropiadamente a nuestras situaciones. 
Omnibus cum illis ergo, quis Por tanto, ven acompañado de libuerit, cuantos quieran, 

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VOLUMEN VIII Página: 665 

Veni, et ipse mihi gratus honor sies y me proporcionarás un grato honor 
Et meis quos amo pueris gaudium, y alegría a mis muchachos a quienes 
amo, 
Omnem qui lapidem movebunt alacres que ágiles removerán cualquier 
obstáculo 
Ut lepide, iucunde transigas horam. para que linda y amenamente pases 

el tiempo. 
Cantabunt,lupiter!vocibus et tibiis, Cantarán,oh Júpiter,con voces y tibias, 
Avenis, fistulis, fidibus et con flautas, fístulas, liras y 
tympanis, tímpanos. 
Omniaque facient quibus laetaberis. Harán todo cuando te pueda alegrar. 
Cuncta tibi fausta precor a Superis. Pido al Cielo para ti toda suerte 

de felicidad. 

Ex aedibus quae vulgo dicuntur: Desde la casa llamada vulgarmente: 
Oratorio di S. Francesco di Sales. Oratorio de S. Francisco de Sales, 
Nonis Majis -anno MDCCCLXVII. Siete de mayo -año 1867. 

Asistió don Bosco a la representación, sobre la cual escribía la Unità Cattolica del 19 de mayo de 1867: 

COMEDIA LATINA EN EL ORATORIO DE DON BOSCO 

El jueves, 16 del corriente, se representó en el Oratorio de San Francisco de Sales en Turín, una comedia en versos latinos por los 
alumnos estudiantes de dicho centro. Asistieron a la representación monseñor Gastaldi, Obispo de Saluzzo, monseñor Galetti, Obispo de 
Alba, y monseñor Formica, Obispo de Cúneo, y con ellos muchos profesores de la Universidad, de Liceos y Colegios. Todos quedaron 
maravillados del modo con que aquellos avispados e inteligentes muchachos supieron desempeñar su papel. Este ejercicio, que varias 
veces al año renuevan estos valientes jóvenes, es sumamente provechoso en todo sentido; y sería de desear que fuese imitado en todos los 
centros de educación. También los cantos interpretados obtuvieron el aplauso de los numerosos y doctos expectadores, quienes 
sinceramente felicitaron a los que con tanto amor y sensatez dirigen aquella querida juventud. 

Estas representaciones, y más aún el éxito extraordinario en los exámenes, daban a conocer a todos cómo se cultivaban los estudios 
clásicos en el colegio del Oratorio, y en consecuencia de vez ((783)) en cuando rogaban a don Bosco que aceptase la dirección de algún 
Colegio Municipal. Así sucedió con el de Chieri. No se llegó a nada, pero presentamos la carta que escribió al caballero Marcos Gonella, 
también como prueba de que los disgustos, por grandes que fueran, no le quitaban su acostumbrada atención a los asuntos que llevaba 
entre manos. 
665 

Fin de Página 665 


VOLUMEN VIII Página: 666 

Carísimo Caballero: 

Si yo supiese los gastos del Municipio de Chieri, estudiaría un plan en el que pudiera tener alguna ventaja. Si me atuviese a la tasa 
gubernativa, el total pasaría de las sesenta mil liras entre el curso de: 

Liceo completo. 

Gimnasio, con un maestro por clase. 

Curso técnico, con maestro dentro de la ley. 

Elementales, con cinco clases. 

Pero yo creo que tal cantidad puede reducirse a treinta mil y se tendría abierto el internado sin que el Municipio hubiese de añadir ni un 
céntimo. 

Esta propuesta está hecha en abstracto y para concretarla se necesita: 

1.° Que el Municipio la acepte en su totalidad; 2.° que nombre una junta para tratar este asunto. Si hubiese que adoptar ciertos 
principios económicos aún se podría hacer una reducción de ocho mil liras sin alterar para nada la enseñanza. 

Por lo demás, usted conoce muy bien mi buena voluntad; allí donde la industria y la buena voluntad puedan obtener algo para la gloria 
de Dios, allí estoy yo con todas mis fuerzas. 

Con todo mi aprecio y gratitud, créame en el Señor, 

De V.S. 

Turín, 20 de mayo de 1867. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

En aquellos días, después de mucha oración y tras haberse aconsejado con doctas personas, especialmente con el nuevo Obispo de 
Saluzzo, monseñor Lorenzo Gastaldi, se dedicó a poner por escrito una respetuosa respuesta al dictamen hecho por el Consultor del 
Indice a su opúsculo. Escribió lo siguiente: 

((784)) 

ACLARACIONES
A ALGUNAS OBSERVACIONES HECHAS AL OPUSCULO
«EL CENTENARIO DE SAN PEDRO
»


OBSERVACION GENERAL 

En todos mis escritos, lo mismo religiosos que profanos, he tenido siempre por mira defender y sostener la autoridad de la Iglesia y 
señaladamente del Sumo Pontífice. En la predicación, en las publicaciones de todo género he procurado poner en claro, del modo más 
sencillo, este supremo principio de nuestra católica y santa religión. En consecuencia, cuando se me dijo primero vagamente, y luego se 
me aseguró y comunicó oficialmente que se habían hecho algunas observaciones a este pequeño trabajo, me sentí como herido por un 
rayo ante el vivo disgusto sufrido, de que hubiesen podido saltar a los puntos de la pluma expresiones totalmente opuestas a mis 
sentimientos. Supe después que no todas las observaciones hechas a mi pequeño trabajo habían sido juzgadas por la autoridad competente 
tales que debieran 

Fin de Página 666 


VOLUMEN VIII Página: 667 

corregirse o modificarse. No obstante, me animo a esclarecer todas las observaciones que se me han hecho y que espero podrán dar la 
debida satisfacción. 

VIDA DE SAN PEDRO 

Antes de ponerme a escribir la vida de este Príncipe de los Apóstoles he procurado leer los autores antiguos y modernos. Por lo que se 
refiere a la Biblia me he atenido a las anotaciones de monseñor Martini, cuya autoridad es universalmente admitida. Recurrí, además, a 
fuentes sacadas de autores romanos, que hubiesen escrito en Roma, impreso en Roma, con la aprobación eclesiástica en general y con la 
del Maestro del Sacro Palacio. Por texto he tenido los anales del Padre de la Historia Eclesiástica, el cardenal César Baronio, con las 
observaciones de los Bolandistas y del abate Luis Cuccagni. Este docto escritor era Rector del Seminario Irlandés en Roma; escribió la 
vida de san Pedro en tres volúmenes, la dedicó a Su Santidad Pío VII, de feliz memoria. Su obra fue impresa en Roma el año 1777. Tuvo 
varios revisores: el P. A. Racchini, Maestro del Sacro Palacio, el docto P. Xímenes, General de los Carmelitas y Consultor de la 
Congregación de Ritos. El considera este libro como uno de los más doctos, más exactos y más católicos; enseguida tuvo la aprobación 
del Maestro del Sacro Palacio, y el Sumo Pontífice aceptó la dedicatoria. 

Yo tuve por guía este libro tan recomendado y dedicado al Sumo Pontífice, y creo no se puede encontrar un párrafo de mi librito que no 
esté sacado fielmente de esa fuente. Todas las más breves reflexiones morales están tomadas de los Santos Padres que, generalmente 
((785)), son siempre citados. Los demás autores, antiguos y modernos, todos van anotados cada vez que acudí a ellos. De estas fuentes he 
sacado todo lo expuesto acerca de los hechos del Príncipe de los Apóstoles. 

Terminado el trabajo, lo di a leer a algunas personas eruditas; después fue entregado para su revisión al Obispo de Ivrea, expresamente 
encargado por monseñor Fransoni de gloriosa memoria; y se hizo la primera edición en 1854. Los periódicos católicos hablaron 
favorablemente; desde Roma se pidieron varios centenares de ejemplares. El librito pertenecía a la serie de los que el Cardenal Vicario 
recomendó con una circular a propósito el 22 de mayo de 1858. Acerca de esta serie fue el mismo Santo Padre quien, después de 
agradecer el ejemplar recibido, se complacía en alabarlo con estas palabras: «Hac agendi ratione nihil praestantius nihilque utilius ad 
populi pietatem fovendam, augendamque». (Nada mejor, ni más útil que este modo de hacer, para favorecer y aumentar la piedad del 
pueblo) (Carta del 7 de enero de 1860). Por tanto, yo debía confiar que este librito no contenía nada reprensible y, habiéndose agotado la 
primera edición, pensé reeditarlo a principios de este año. Pero antes de presentar un ejemplar en Roma, creí conveniente oír el parecer de 
dos personajes muy autorizados de dicha ciudad, quienes me animaron a difundirlo por todos los medios que me fuera posible. Sentados 
estos precedentes, yo estaba tranquilísimo sobre la ortodoxia de mi pequeño trabajo. 

ACLARACIONES SOBRE LAS OBSERVACIONES HECHAS AL LIBRITO 

En primer lugar, se observa que algunos hechos están sacados de libros apócrifos o de inciertas tradiciones sin distinción, o sea, sin 
anotar que no han sido tomados de libros sagrados. 
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Observo a esto que los hechos narrados por mí están expuestos con idénticos pensamientos y casi con las mismas palabras por Cucagni 
en su vida de San Pedro. 

En cuanto a la distinción entre éstos y los sacados de los libros sagrados, me parece que está suficientemente tratada en la cita colocada 
al final de los hechos no registrados en la Biblia. Por ejemplo, se señala en la página 102 que el hecho de Teófilo no pertenece a la Biblia; 
pero, al acabar el párrafo, yo advierto que está tomado de San Basilio de Seleucia y de las Recognitiones de San Clemente. El hecho 
anotado en la página 126 me parece en todo conforme con el texto bíblico, excepto la palabra Rode (Rodas) que yo traduje del griego por 
Rosa, siguiendo al citado Martini en este lugar, y a Cucagni, Vol. II, pág. 167-8. 

Tocante al hecho de que Tiberio propuso al Senado incluir a Jesucrito entre los dioses, yo me he atenido literalmente a cuanto expone 
Benedicto XIV, de gloriosa memoria, en el tomo I, c. 1.° De servorum Dei beatificatione (Sobre la beatificación de los Siervos de Dios). 

En la página 152 se desaprueba la narración de un muerto resucitado por San Pedro. Este hecho está referido, y con iguales 
circunstancias, por el mismo Cuccagni, y con el fin de que el lector se de cuenta de que este hecho no pertenece a los ((786)) Libros 
Sagrados yo advierto enseguida que está tomado de San Paciano, epístola segunda: V. Cucagni Vol. III, pág. 170-1. 

Se censura el que se exponga como cierto el vuelo y la caída de Simón Mago y, sin embargo, San Cirilo de Jerusalén, Sulpicio Severo, 
San Epifanio, San Ambrosio, San Agustín, San Máximo y otros célebres santos doctores o escritores eclesiásticos lo recuerdan como 
admitido y como hecho histórico. Por eso lo admite varias veces el citado Cuccagni, el cual añade otras circunstancias. Además, en 
Roma, en la iglesia de Santa Francisca Romana, junto al arco de Tito, hay una piedra en la que, en una inscripción en mármol que está al 
lado, se lee que en dicha piedra estuvo arrodillado san Pedro, mientras rezaba por la caída de Simón Mago. 

En la página 164 se observa que no puede contarse entre los hechos ciertos el que se refiere a la salida de San Pedro de Roma y su 
vuelta a la ciudad, después de haberse encontrado al Salvador llevando la cruz. Pero Cuccagni lo expone con circunstancias aún más 
detalladas y cita después a san Ambrosio y a otros muchos célebres autores, a los que, por lo menos, parece se pueda prestar una fe 
histórica. Tanto más que, al poner en duda este hecho, se ofendería a la piadosa y constante tradición de las personas y monumentos que 
en la misma Roma todavía lo atestiguan. V. Cuccagni Vol. III, pág. 195. 

Se advierten, además, algunas proposiciones no exactas en orden a la historia evangélica, por ejemplo en la página 17, cuando se dice 
que los apóstoles se ocupaban de la predicación. Lo cual, según las observaciones, no está conforme, antes parece contrario a la Historia 
Evangélica. Pero »no parece claro que se deba aplicar a la predicación de los apóstoles, antes de la muerte de su Divino Maestro, cuando 
está repetido tan frecuentemente en el Evangelio sobre este particular? Dice San Mateo en el capítulo X: «Convocatis duodecim 
discipulis suis dedit illis potestatem spirituum immundorum ut ejicerent eos et curarent omnem languorem et omnen infirmitatem». V. 
seq. Hos duodecim misit Jesus praecipiens eis, dicens: In viam gentium ne abieritis et in civitatem Samaritanorum ne intraveritis. Sed 
potius ite ad oves quae perierunt domus Israel. Euntes autem praedicate dicentes: quia appropinquavit regnum coelorum». («Convocados 
sus doce discípulos les dio potestad de echar los espíritu inmundos y de curar todo dolor y enfermedad». Y en el versículo siguiente: 
«Envió Jesús a estos doce diciéndoles: No vayáis por los caminos de los 
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gentiles y no entréis en la ciudad de los Samaritanos. Sino más bien id a las ovejas que perecieron de la casa de Israel. Id y predicad 
diciendo: que se acerca el reino de los cielos»). 

Cosas todavía más explícitas dice San Marcos en el capítulo III; y después en los capítulos VI y VII: Coepit eos mittere binos et dabat 
illis potestatem spirituum inmundorum (Empezó a mandarlos de dos en dos y les dio potestad sobre los espíritus inmundos). Lo mismo 
leemos en San Lucas, capítulos VI y X. En estos trozos evangélicos aparece clara la misión de los apóstoles. Además el que hayan 
ejercitado esta misión mientras convivían con su Divino Maestro durante su vida mortal también aparece claro en el capítulo VI, v. 12 de 
San Marcos, en el que se dice que los apóstoles después de haber recibido esta misión: Exeuntes praedicabant ut poenitentiam agerent, et 
daemonia multa ejiciebant et ungebant oleo multos aegros et sanabant (Yendo predicaban para que hiciesen penitencia, y echaban muchos 
demonios y ungían con aceite muchos enfermos y curaban). El Sagrado Concilio de Trento enseña que en esta unción estaba figurado el 
Sacramento de la Extrema Unción instituido después por Jesucristo. V. Martini en ((787)) San Marcos capítulo VI, v. 13. San Lucas 
capítulo X, v. 17: Reversi sunt autem septuaginta duo cum gaudio dicentes: Domine, etiam demonia subjiciuntur nobis in nomine tuo. 
Capítulo XXII, v. 34-36: Dixit eis: quando misi vos sine sacculo et pera et calceamentis, numquid aliquid defuit vobis? At illi dixerunt: 
nihil (Volvieron, pues, los setenta y dos diciendo con alegría: Señor, hasta los demonios se han rendido a nosotros en tu nombre. Capítulo 
XXII, v. 34-36: Les dijo: Cuando os mandé sin saco y sin alforjas y sin sandalias, »os faltó alguna cosa? Y ellos dijeron: Nada). De lo 
cual se puede claramente deducir como verdad evangélica que los apóstoles fueron mandados por el Salvador a predicar y que de hecho 
ejercitaron el ministerio de la predicación antes de la muerte del Salvador solamente entre los Hebreos; pero en mi libro no se dice que 
hayan predicado a Jesucristo. 

Cuando después recibieron la misíón del Euntes docete omnes gentes (Id y enseñad a todas las gentes), esto es, a todas las naciones y, 
recibido después el Espíritu Santo, San Pedro empezó a predicar por vez primera a Jesucristo. 

Se me observa haber dicho en la página 217 que la violación de todo mandato divino es la trasgresión de un artículo de fe. No era 
ciertamente ésta mi intención. Yo quería significar que, así como el que quebranta un solo precepto de la ley, pierde la gracia de Dios no 
menos que si los hubiese trasgredido todos, así, quien niega un solo artículo de fe apaga en sí mismo la luz de la fe, como si los hubiese 
negado todos. Quería también decir que el que falta a un precepto divino comete una acción la cual es artículo de fe que es pecado mortal. 
Finalmente, yo quería decir lo que escribe Santiago en su epístola capítulo II, v. 10, donde dice: «Quicumque autem totam legem 
servaverit, offendat autem in uno factus est omnium reus. Qui enim dixit: Non moechaberis, dixit et, non occides. Quod si non 
moechaberis, occides autem, actus es transgressor legis». (El que conserva toda la ley, si la ofende en un precepto se hace reo de todos. 
Pues el que dijo no adulterarás, dijo también, no matarás. Y si no adulteras, pero matas, te has hecho trasgresor de la ley). 

Se observa, además, que en el apéndice, acerca de la venida de San Pedro a Roma, se da un aviso en el que se dice que éste es un punto 
histórico, y no un dogma católico. Acerca de esto se me advierte que la cosa es cierta, pero se me critica altamente que yo haya dicho que 
esta discusión es ajena a la fe. Yo solamente quería indicar que este punto histórico está fuera del círculo de los artículos definidos como 
puntos dogmáticos. Por el contrario creo repetir cientos de veces en el curso 
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VOLUMEN VIII Página: 670 

del texto que el Romano Pontífice es sucesor de San Pedro; además, el que lee puede darse enseguida cuenta de que este opúsculo no 
tiene más objeto que el de probar, insinuar y defender el primado de San Pedro pasado al Romano Pontífice su sucesor. No creí necesario 
repetirlo aquí, ya que unas páginas más adelante (en la 206) hay todo un capítulo, o sea todo un tratado acerca de: la cabeza visible de la 
Iglesia, sucesor de San Pedro. No obstante, en este punto se quitará toda ambigüedad en la futura edición, así como se quitará el aviso de 
que no altera la relación con la materia; o también en el lugar notado en la página 192, referiré o mejor repetiré la definición del Concilio 
Florentino, tal como la refiero en la página 58, que dice: «Si bien no es dogma de fe la venida de San Pedro a Roma, es dogma definido 
por la Iglesia que el ((788)) Sumo Pontífice es su Sucesor, como lo definió el Concilio Florentino con estas palabras: «Definimos que... el 
Romano Pontífice es el sucesor del Príncipe de los Apóstoles... » etc., página 58 hasta Iglesia Universal. 

Dadas estas aclaraciones, concluyo asegurando: 1.° Que tanto al escribir este opúsculo como tantos otros, y al exponer estas 
aclaraciones, no he tenido más fin que el de promover, en mi poquedad, la mayor gloria de Dios y la gloria de nuestra santa religión 
católica, y especialmente insinuar respeto y veneración a la persona del Supremo Jerarca de la Iglesia, como todos pueden ver en la serie 
de las Lecturas Católicas, que hace quince años se publican con la aprobación se puede decir de todo el Episcopado Subalpino y del 
mismo Santo Padre. 

2.° Todo lo que se diga o haga, después de estas aclaraciones, lo tengo como una obra de caridad, caridad todavía mayor si se me 
comunica en concreto lo que pareciere más oportuno para esclarecer los hechos o para la exactitud de las máximas. 

3.° Estoy dispuesto a modificar, corregir, quitar, añadir todo lo que de una manera concreta me fuese simplemente propuesto, para que 
yo pueda seguir con seguridad las sugerencias. 

Una vez que hubo terminado, juntamente con la carta dirigida al Arzobispo y el Dictamen del Consultor, hizo copiar su trabajo al 
clérigo Chiapale, el cual fue después Capellán Mauriciano en Fornaca Saluzzo y nos escribió el 12 de agosto de 1889 sobre lo mucho que 
don Bosco había sufrido entonces: 

«El período más doloroso de la larga y azarosa carrera de don Bosco fue el de 1867. Y digo azarosa porque su vida fue un tejido de 
rosas y espinas, quizá más abundante en éstas, al extremo de exclamar con Jesús: His plagatus sum in domo eorum qui diligebant me. (He 
sido herido en casa de los que me amaban) 

»Era, según creo, a últimos del mes de mayo. Una tarde me dijo privadamente don Bosco: 

»-Después de cenar, ven a mi habitación. Tengo que darte un trabajo que corre prisa. 

»-Muy bien, le respondí. 

»Acudí diligentemente a la hora fijada: eran las nueve. En la ha-bitación contigua a la suya, estaba colocado sobre una mesa todo lo 
necesario para mi trabajo: 
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Fin de Página 670 


VOLUMEN VIII Página: 671 

»-Copia esto, me dijo, pero procura hacer un trabajo limpio. 

((789)) »Verdaderamente el escrito aparecía bastante enredado, a causa de la letra difícil, las correcciones y las diminutas apostillas al 
margen. Como estaba acostumbrado a copiar manuscritos difíciles (como los sermones para ejercicios espirituales de don José Cafasso y 
los pliegos de mi profesor José Ghiringhello sobre el nuevo testamento, cuyos originales seguramente sólo yo conservo), mi labor 
procedía felizmente. 

»Era aquel escrito la defensa preparada por don Bosco y monseñor Gastaldi, preconizado Obispo de Saluzzo, acerca de las graves 
observaciones y acusaciones promovidas por la Sagrada Congregación que presidía el Eminentísimo Cardenal Panebianco, contra algunos 
hechos y afirmaciones, más inexactas que erróneas, como después resultó. Permítaseme observar que, mientras atendía activamente a mi 
trabajo, más de una lágrima importuna resbalaba por mis mejillas con peligro de frenar la rápida transcripción. 

»Era el efecto de las expresiones que tenía que escribir y que habían sido enviadas al querido don Bosco. Leí la requisitoria que era 
grave y severa, como corresponde a quien ejerce un alto cargo; pero lo que más hería al lector imparcial, era el modo con que se trataba a 
don Bosco, como si fuese un visionario, un cuentista, un pobre hombre, etc. Parecía que en un asunto de tanta importancia y 
consecuencias se podían unir muy bien la justa y severa censura contra los errores, si los había, con el debido respeto al autor, aun 
haciendo caso omiso de la difícil y delicada posición de don Bosco en la sociedad. 

»Me emocionaban los frecuentes suspiros y palabras incompletas de don Bosco en la habitación contigua, que yo oía en medio del 
profundo silencio. 

»Era ya la media noche cuando sentí abrirse suavemente la puerta que daba a su habitación. 

»-Qué, »has acabado?, me preguntó don Bosco. 

»-Todavía no. 

((790)) »-»Te queda todavía mucho? 

»-Un poco. 

»-Por ahora basta, con tal de que podamos mandarlo mañana por la mañana a las ocho, con el correo que va a Roma. 

»-Creo que sí. 

»Y a la vez que repasaba mi copia, me introdujo en su habitación. Se sentó abatido. Con el brazo izquierdo apoyado sobre la mesa, 
sostenía su cabeza cansada: 
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Fin de Página 671 


VOLUMEN VIII Página: 672 

»-»Has visto, me dijo, cómo andan las cosas? 

»-Sí, respondí absorto ante su pesar y de pie junto a él; he visto cómo tratan a don Bosco... pero... no será nada... 

»-Y sin embargo, Jesús mío, continuó mirando al crucifijo, Tú sabes que he escrito este libro con buena intención. 

»Caían las lágrimas de sus ojos sobre el escritorio. 

»-Tristis est anima mea usque ad mortem! (Mi alma está triste hasta la muerte). Fiat voluntas tua... (Hágase tu voluntad)... íNo sé cómo 

pasaré esta noche: Jesús mío, ayúdame! 

»Trataba yo de aliviar su dolor con alguna frase interrumpida por los sollozos; pero él me dijo: 

»-Chiapale, vete a descansar, ya es muy tarde; mañana por la mañana ven a terminar la copia. 

»-Don Bosco, déjeme estar aquí con usted esta noche, le respondí; aún no tengo sueño. 

»Después de unos minutos de silencio, se levantó resuelto... y me dijo: 

»-Bueno... anda, vete a dormir. 

«Sólo Dios sabe cómo pasaría don Bosco aquella noche. A las cinco de la mañanita volví y lo encontré tranquilo y sereno. Me dejó solo 

escribiendo y él, como si nada hubiese pasado, según su costumbre, bajó a la iglesia para confesar y celebrar la santa misa. A su vuelta yo 
había terminado con gran satisfacción el escrito. Lo examinó despacio y dijo: 

»-Muy bien, bravo, íeres un campeón! Don Bosco parecía otro completamente distinto del de unas horas antes. 

((791)) »En aquel momento se oyó una voz poderosa a la puerta. 

»-»Está don Bosco? 

»Reconocí que era la del canónigo Gastaldi, mi profesor de elocuencia sagrada en el Oratorio. 

»-Es monseñor Gastaldi, dije a mi Superior. 

»Don Bosco salió a su encuentro y le dijo: 

»-Adelante, Monseñor. 

»-Bueno, don Bosco: »cómo está? 

»-Como Dios quiere, Monseñor. 

»-»Está listo el escrito? 

»-Sí, Monseñor. 

»Lo repasó éste rápidamente y dijo: 

»-Muy bien, no falta nada. 

»-»Quiere decir que no hay peligro de...?, preguntó don Bosco. 

»-Hombre de poca fe, interrumpió Monseñor; »por qué teme? 

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VOLUMEN VIII Página: 673 

He leído y releído bien el libro, tal vez haya alguna inexactitud que corregir, pero errores verdaderos no los hay. Tranquilícese, don 
Bosco; confíe en mi palabra». 

Imediatamente se mandaron a Roma las aclaraciones y con ellas una carta dirigida a S. E. Rvma. Mons. Fr. Angel Vicente Módena de 
la Orden de Predicadores, Secretario del Indice. 

Excelencia Reverendísima: 

Por medio del Vicario Capitular y en nombre de su S. E. Rvma. el Arzobispo de Turín se me comunicó la resolución dictada por la 
Congregación del Concilio sobre el opúsculo: El Centenario de San Pedro Apóstol con la vida del mismo Príncipe de los Apóstoles, etc., 
en la que se me manda hacer una nueva edición corrigiendo y enmendando todo cuanto el Santo Concilio juzgó digno de censura. 

Apenas recibida tal comunicación, consideré mi deber asegurar y prometer con los términos más explícitos que, como sacerdote 
católico, como director de obras de beneficencia pública y como escritor de algunas obritas que tratan de religión, me someto pura y 
llanamente a ésta y a cualquiera otra resolución, que se creyese a bien tomar respecto a este librito y a cualquiera de los otros publicados 
por mí, o que publicase en el futuro. 

Hago solamente humilde y respetuoso ruego de que se invite al Reverendo Consultor Relator para que con toda bondad quiera leer las 
adjuntas ((792)) aclaraciones que servirán para explicar algunos hechos de cuya exactitud se duda. Me atrevo a hacer este ruego porque la 
sabia y autorizada Congregación del Indice acogió la relación del Consultor en un sentido benévolo y atenuó bastante el parecer de 
condenación absoluta del libro. Por estas mismas aclaraciones creo que todos podrán conocer la voluntad firmemente católica del autor y 
que cuanto se encontró o pueda encontrarse digno de censura está muy lejos y en contra de la mente del mismo. Tendría como verdadera 
obra de caridad que el señor Consultor se dignase concretar lo que juzga erróneo con el fin de poder atenerme con toda seguridad a sus 
observaciones y enmendar cuanto sea del caso en la futura edición que inmediatamente pienso hacer. 

Me dirijo a usted con el consentimiento del Superior Eclesiástico, a fin de que así sea mejor conocida la voluntad del autor. 

Por lo demás, estoy plenamente convencido de que en este doloroso asunto me tratará con bondad y hará de padre; por eso considero el 
más alto honor poderme profesar, 

De V. E. Rvma. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Los dos documentos fueron remitidos al padre Oreglia, quien los guardaría por el momento para presentarlos cuando llegase la ocasión 
propicia. 
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((793)) 

CAPITULO LXVII 

NOTICIAS TRANQUILIZADORAS -RESPUESTA DE DON BOSCO AL CABALLERO OREGLIA; SOBRE LAS HABLADURIAS 
DE ALGUNOS ROMANOS; LA PRINCESA DE SOLMS, ESPOSA DE RATTAZZI, EN EL ORATORIO; SE PREVE UNA 
MULTITUD DE PEREGRINOS PIAMONTESES A ROMA; UNA MANO PARALITICA CURADA POR LA VIRGEN -CARTA DE 
LA PRESIDENTA DE TOR DE' SPECCHI -CARTA DE DON BOSCO AL CABALLERO OREGLIA: DON JUAN CAGLIERO IRA 
A ROMA: SE ADOPTA EL CONSEJO DE SU HERMANO: NECESIDAD DE UN PROCURADOR PARA EL FUERO 
CONTENCIOSO -LA FIESTA DE MARIA AUXILIADORA -CIRCULAR PARA LA CONSTRUCCION DE UNA CAPILLA EN 
HONOR DE LOS SAGRADOS CORAZONES DE JESUS Y DE MARIA -CARTA DE DON MIGUEL RUA AL CABALLERO 
OREGLIA: UN MISIONERO DE AFRICA EN EL ORATORIO: CONFIRMACION DE UNA GRACIA DE MARIA AUXILIADORA: 
EL VIAJE DE DON BOSCO A SALUGGIA -SUPRIMIDOS LOS BILLETES DE FAVOR PARA LOS FERROCARRILES: DOS 
CARTAS DE DON BOSCO -MONSEÑOR ALEJANDRO RICCARDI DI NETRO Y DON BOSCO: VISITAS, PROMESAS Y 
ESPERANZAS FRUSTRADAS -INGRESO SOLEMNE DEL ARZOBISPO EN LA DIOCESIS -UNA AUDIENCIA POCO 
SATISFACTORIA -SAGRADAS ORDENACIONES EPISCOPALES -CAUSA DE LA FRIALDAD DE MONSEÑOR RICCARDI 
CON DON BOSCO -DON BOSCO LE ENVIA UNA MEMORIA SOBRE LA PIA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES 

SEGUIAN llegando al Oratorio cartas tranquilizantes de la redacción de la Civiltà Cattolica. El padre José Oreglia escribía a don Juan 
Bautista Francesia el 21 de mayo: 

De acuerdo con lo que escribí a don Bosco y que ciertamente usted ya sabe, no creo haya ningún peligro de que usted piense decir algo 
acerca del opúsculo sobre el Centenario. 

((794)) Si usted recuerda, el parrafito sobre la venida a Roma (ya que no creo que se trate de otro) fue tema de conversación entre 
nosotros dos en mi habitación. Yo 
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creía entonces que había que corregirlo. Mas para mayor seguridad escribí al padre Cardella, profesor de Teología en el Colegio Romano, 
el cual me respondió demostrándome que dicho período era sostenible, aunque inoportuno. Yo ya no dije más; sostuve, como ahora 
sostengo, la inocencia abstracta y teórica de la proposición, aunque me pareciera que no era ése su lugar ni su tiempo. Después no he oído 
nada más; y, si algo se dijo e intentó, todo fue secretamente. 

Envié a don Bosco la carta del padre Cardella de la cual (si lo cree oportuno) puede sacar lo que crea necesario para su norma y 
defensa; pero no se si rva del nombre del padre Cardella, quien ignora que yo haya comunicado su carta escrita a toda prisa; y podría 
quejarse justamente de que se dijera su nombre. 

Deseo que me devuelva la carta. Mas los razonamientos que contiene, si valen y gustan, no encierran derechos de propiedad literaria. 
Si, además, he de deci r todo lo que pienso, no hace falta que don Bosco ni usted imaginen que la cuestión está peor de lo que está. Como 
quiera que yo soy muy amigo de don Bosco y de todos sus asuntos por mil razones, y también me sentí inclinado a censurar aquel párrafo 
a la primera lectura, así es mucho más explicable que muchos otros, sin ninguna mala intención y por puro amor de la verdad o de lo que 
parece tal, hayan hecho lo mismo. La cuestión pasa después de boca en boca, llega a los indiferentes, a los que no conocen en nada a la 
persona: y éstos, naturalmente, hablan con más libertad. También quiero imaginar algún posible enemigo, pero no creo que en realidad lo 
haya, y es mejor creer que no exista, aun cuando lo hubiere, lo que de ningún modo creo. No quisiera que se formasen falsas opiniones 
sobre lo que aquí se piensa por alguna palabra que Federico pudo oír y escribir. Yo creo poder asegurar que ni este incidente ni cualquier 
otro, haya dañado en realidad ni disminuido el afecto y veneración que se tenía por don Bosco, por los suyos y por sus obras... 

Don Bosco aceptaba con reconocimiento las alentadoras palabras de los amigos, aun cuando éstas no pudieran librarle de la persuasión 
que la realidad de las cosas fuese como otras cartas, ya indicadas, le habían señalado; y respondía al caballero Oreglia: 

Muy querido caballero Oreglia: 

He recibido la carta de su hermano, que me ha proporcionado un gran consuelo. Ya le he respondido; y como he tenido que enviarle por 
correo un paquete un tanto ((795)) grueso, haga el favor de ver cuánto ha pagado y le indemnice y dé las más rendidas gracias. 

Ciertamente durante mi permanencia no he podido satisfacer todas mis obligaciones; en cuanto al caballero Befani, ya he enviado tres 
veces a don Juan Bautista Francesia para ver si podía encontrarle en algún sitio, pero no lo ha conseguido. He querido reunirme con los 
señores Fattori y el caballero Pasquali; quería ir a visitarles, pero ellos me han repetido varias veces que, dado el fárrago de asuntos que 
me envolvían, me dispensaban de todo cuidado de ir a verles, como yo habría deseado. 

Diga que yo nunca me he jactado de cosas extraordinarias: siempre he dicho que María Auxiliadora ha concedido y concede todavía 
gracias extraordinarias a los que de algún modo colaboran para la construcción de esta iglesia. Yo siempre he dicho y digo: la limosna se 
hará una vez obtenida la gracia, no antes. 

Por lo demás, no es posible contentar a todos aun con la mejor voluntad. Debo 
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asegurarle, y ya lo dije repetidas veces a la marquesa Villarios, que al verme asediado por tantos y tan diversos personajes, he hecho por 
el tiempo que estuve en Roma oraciones especiales para que Dios no concediese ninguna gracia clamorosa que diese motivo para hablar 
del pobre don Bosco, y creo que en esto Dios nos ha escuchado. 

Sabe usted, además, que yo debía evitar a ciertas personas y visitar a otras por ser buenos católicos, de nuestro espíritu y dispuestos a 
ayudarnos. Tales son: P. Ambrosio, Abad de los Antonianos, en la plaza de San Pedro Ad Víncula; las Religiosas Filipenses; los tres 
monasterios del Sagrado Corazón; las de Tor de' Specchi; el Procurador General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas; el caballero 
Jacinto Marietti, monseñor Manacorda, el comendador Angelini, el señor Nicoletti, gerente del Banco de los Hermanos Bertinelli, el 
abogado José Bertinelli (calle del Corso, 38; está en casa a las 2); su hermano el canónigo de San Eustaquio, y sus hermanos; Casa De 
Maistre, Monti, Serluppi, condesa y conde Antonelli, monseñor Frateiacci, Auditor del Cardenal Vicario, el Padre General de los 
Dominicos. Con éstos y con otros de su relación he tratado y he hecho cuanto se pudo. Póngase en relación con ellos y verá su piedad y 
disposición para hacer el bien. Incluyo con ellos al padre Lorenzo, Superior de los Camaldulenses, hermano de Bertinelli; todos ellos con 
trato ya antiguo y muchos otros cuya dirección ignoro. 

Buzzetti expedirá lo que usted me encomienda. 

Hoy estuvo aquí la princesa Solms, esposa del ministro Rattazzi. Visitó toda la casa y quedó muy satisfecha. Prometió el oro y el moro: 
ya veremos. 

En el mes de junio se oirá hablar en piamontés por todas las calles de Roma. Una inmensa multitud se prepara para ir ahí. 

No puede imaginarse las maravillas que nosotros vemos cada día obradas por María Santísima Auxiliadora. La semana pasada ((796)) 
se registraron tres mil ochocientas liras como fruto de pequeñas limosnas entregadas por gracias recibidas. Hoy mismo un señor de alta 
alcurnia, que de ningún modo quiere conste su nombre, hizo una oración y readquirió el movimiento de un brazo que tenía paralítico hace 
un año y, escribio: -María Auxiliadora, ayúdame. En el transporte de su agradecimiento fue a casa y volvió trayendo tres mil liras para 
continuar los trabajos de la iglesia, o mejor, para pagar parte de las deudas existentes del año pasado. Bendito sea el Señor por todo. 

Juntamente con la carta de don Angel Savio recibirá los recuerdos y deseos de salud de todos los de casa. Que Dios le acompañe en 
cada uno de sus pasos y palabras. 

Para todos nuestros saludos asegurándoles nuestras oraciones. El día 24 nuestros alumnos comulgarán, oirán misa y rezarán las 
oraciones en honor de María Auxiliadora en favor de nuestros bienhechores de Roma. 

Suyo en el Señor. 

Turín, 21 de mayo de 1867. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

P.S. -Escribiré a la duquesa de Sora sobre el particular. 
En efecto el día 21 había ido al Oratorio la princesa María Leticia Wise-Bonaparte Solms. Escribía novelas y ya había impreso 

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cuatro volúmenes; el cuarto se titulaba El Camino del Paraíso: hablábase en él de hechos y personas como se acostumbra en los libros de 
este género, y el marqués Napoleón Pepoli y otros creyeron hallar alusiones personales en sus páginas. Se organizó todo un escándalo y la 
Princesa fue exiliada por un año de la corte de Florencia. Al partir para Turín el ministro Urbano Rattazzi le había recomendado que fuera 
a visitar el Oratorio: 

-íVete y estarás contenta! 

Y don Bosco había sido avisado de la visita. 

Llegó, pues, al Oratorio acompañada por grandes señores y seguida de un criado. La banda de música estaba a la puerta. Don Bosco 
salió a su encuentro y la acompañó a visitar el establecimiento. La llevó a la iglesia, en la que, arrodillándose, dijo a la Princesa: 

-Señora, está reservado el Santísimo. 

Ella se santiguó, se arrodilló como una buena cristiana, y no se levantó hasta que lo hizo don Bosco. 

((797)) La Princesa quedó tan admirada de la recepción, de la música, del canto, de los talleres, del número de alumnos, que al volver a 
casa, envió un telegrama a su marido el ministro: -Vengo del Instituto don Bosco: estoy satisfecha del todo: contenta de haber conocido 
bien una de las maravillas del siglo XIX. 

Y Rattazzi le respondía: -Estaba seguro de que serías bien recibida. Estoy satisfecho de que también tú hayas visto con tus ojos esa 
maravilla: así no me reprenderás más, como hacías siempre, cuando te decía que don Bosco es quizá la maravilla mayor de nuestro siglo. 

Y escribía una carta dando las gracias a don Bosco. 

El mismo día en que la princesa Solms visitaba el Oratorio escribía a don Juan Bautista Francesia una santa religiosa de noble cuna, la 
excelentísima Presidenta de las Oblatas de Santa Francisca Romana de Tor de'Specchi, madre Magdalena Galeffi, que con el perfume de 
una ingenua virtud, caridad y humildad, parecía ser un humillante contraste con la estudiada urbanidad de la novelista y de la mujer del 
gran mundo: 

...Esté seguro de que me hará cosa muy grata cada vez que tenga el gusto de darme noticias de nuestro don Bosco y de todo lo que se 
refiere a sus obras. Mi salud es bastante buena; ojalá fuera tal la de don Bosco, que según el caballero de San Stéfano anda algo alicaído. 
íAh, que Dios nos lo conserve para bien y provecho de todos! Salúdemelo y dígale que no olvide las diversas oraciones o peticiones que 
le hice de viva voz y por escrito y me encomiende a Jesús Sacramentado. Haga usted lo mismo con quien deja de escribir para acudir a la 
llamada de la campana al coro. 
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Al día siguiente enviaba don Bosco otra carta al caballero Oreglia comunicándole el viaje de don Juan Cagliero a Roma con un 
compañero, para asistir a las fiestas del Centenario, a la canonización de veinticinco beatos, mártires en su mayoría, y a la beatificación 
de doscientos cinco mártires japoneses. Antes de partir, don Juan Cagliero fue a Lanzo con don Juan Bonetti para predicar allí los 
ejercicios espirituales. 

((798)) En dicha carta volvía don Bosco a hablar del libro del Centenario, y de la necesidad que sentía de un buen seglar, que supiese 
atender en la Pía Sociedad la parte jurídica. 

Turín, 22 de mayo de 1867. 

Muy querido caballero Oreglia: 

Don Angel Savio y don Juan Cagliero le darán noticias nuestras; en consecuencia me limito a decirle que he escrito a distintos 
personajes de los que usted me nombró; en cuanto al asunto del libro me atengo a cuanto me dijo su hermano José. 

Si tiene dinero para gastar mándenoslo, que lo necesitamos especialmente estos días en los que todos piden: salvo las limosnas de 
gracias recibidas, no entra nada por ningún otro lado. 

Al llegar a Turín tendremos que hacerle procurador general para los asuntos jurídicos, porque los sacerdotes están fuera de lugar en las 
oficinas de los procuradores. 

Mañana le escribiré otra carta que recibirá el martes. 

Procure darme noticias de monseñor Frateiacci y del P. Pellegrini, etc. Vale dic omnibus amicis in Domino. Amén. (Salude a todos los 
amigos en el Señor). 

Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El 24 de mayo, viernes, se celebraba la solemnidad de María Santísima Auxiliadora, y aunque era día de trabajo, hubo misa de 
comunidad en la iglesia de San Francisco de Sales con música y muchas comuniones. Aquel mismo día publicaba don Bosco una circular 
para la erección de una capilla dedicada a los sacratísimos corazones de Jesús y María en la nueva iglesia. 
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ORATORIO 
de San Francisco de Sales 
TURIN-VALDOCCO 

UNA FLOR PARA MARIA AUXILIADORA 

Germinabit sicut lilium Vuestra ofrenda será un lirio 
que brotara en el altar de María (Oseas, Capítulo XIV, v. 6) 

En Turín, en la barriada de Valdocco, se construye una iglesia dedicada a María Auxiliadora. Ya están adelantados los trabajos, y, si 
esta celestial bienhechora continúa bendiciendo su obra, creo que en ((799)) este año podrá acabarse y quizá también ser consagrada para 
el culto divino. 

Varias piadosas señoras de otras ciudades de Italia, movidas por espíritu de devoción, se asociaron para proveer al nuevo edificio de la 
ornamentación interior. Este arranque de generosidad infundió en las señoras de Turín el ardiente deseo de concurrir con su beneficencia 
y pidieron que se iniciara una suscripción con la intención de recoger fondos para levantar una capilla consistente en un altar, la 
balaustrada y un cuadro representando a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, a quienes sería dedicada dicha capilla. 
Correspondiendo a su piadoso deseo, me he decidido a formular la presente invitación. 

La obra será más o menos rica en su ornamentación, de acuerdo con la mayor o menor abundancia de ofrendas; pero no se ahorrará 
nada para que, por cuanto se puede, resulte, si no digna, al menos agradable a la augusta Reina del Cielo y a su divino Hijo. 

Todos pueden hacer una ofrenda mensual durante el año, o bien hacerla inmediatamente, o también, a su gusto, en el transcurso del año 
en curso, como puede verse en papel aparte. Quien no pudiere o no creyere oportuno concurrir con medios materiales, se le ruega rece al 
menos una avemaría en favor de los que concurren. 

Una vez terminada la capilla, se hará una placa en la que constarán los nombres y apellidos de cuantos concurrieron a esta obra de 
caridad; y todos ellos tendrán después ciertamente una parte muy especial en los méritos que se adquirirán con los ejercicios de piedad 
cristiana que se realizarán en este altar de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. 

Los donativos y boletos de suscripción firmados se pueden enviar al que suscribe, o bien a la persona que, por amor de María, se 
encargará de repartir estas invitaciones. 

Termino con las palabras con las que el caritativo Pontífice Pío IX acompañaba su primer donativo para comenzar la construcción de la 
iglesia: «Que Dios bendiga a todos cuantos tomen parte en la construcción de este edificio, decía él, y esta sencilla ofrenda del Sumo 
Pontífice obtenga más poderosos y generosos donantes que concurran para acrecentar y dilatar el culto de la augusta Madre del Salvador 
en la tierra y así sea mayor el número de sus devotos que un día le harán corona gloriosa en el cielo». 

Turín, 24 de mayo de 1867.
Fiesta de María Auxiliadora.


Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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El boleto de suscripción estaba impreso en estos términos: 

((800)) En honor de María Auxiliadora -para el altar y capilla dedicada a los Sagrados Corazones de Jesús y de María en la iglesia en 
construcción de Valdocco en Turín: 

Ofrezco y pago por una vez, liras... 

Ofrezco mensualmente durante todo este año, liras... 

Ofrezco en el transcurso de este año, liras... 

Turín, 1867. 

Domicilio......Calle.... N. °..Planta ..Firma..... 

Don Bosco encargó a muy distinguidas señoras la distribución de estos boletos de suscripción. No nos quedan de ella más que dos 
recuerdos: 

Reverendo don Bosco: 

Con la esperanza de poderle ver personalmente, he demorado hasta hoy el darle cuenta de los boletos que V. S. tuvo a bien encargarme 
de hacer suscribir; solamente le mando tres; los que faltan fueron enviados uno, al M. Rvdo. monseñor Calabiana, quien prometió 
ocuparse de ello apenas recobrase su salud; el segundo se remitió a la condesa Morelli Casanuova, que tal vez ya lo haya remitido a usted 
con su oferta; el tercero lo entregué a la familia Camerana y creo que la señorita habrá ido en persona a llevar su oferta... 

Permítame recordarle su promesa de visitarnos en Albugnano... 

6 de agosto de 1867. 

EMILIA CURBIS 

El segundo recuerdo se encuentra en una carta que el mismo don Bosco dirige a la madre Magdalena Galeffi: 

Benemérita Madre Presidenta: 

Esté segura, Madre, de que no dejaré de recomendar al Señor a usted y a sus religiosas en la santa misa; lo mismo hacen cada día 
nuestros muchachos en sus comuniones y oraciones comunitarias. 

Dice usted que está dispuesta a hacer algo más por la iglesia. Deo gratias! La Santísima Virgen se lo recompense. Pero conviene que me 
lo explique para no tomar una cosa por otra. El caballero Oreglia me dijo que usted tenía intención de dar dos mil escudos para una 
capilla de la nueva iglesia, en vista de lo cual he dado órdenes para un altar que, por cuanto podamos, será digno de los Sagrados 
Corazones de Jesús y de María. Ahora bien, no sé si, además de esto, piensa usted extender su 

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caridad a algo más; en tal caso desearía que, con toda libertad, se pronunciase con el fin de que yo no diga, ni emprenda nada ((801)) que 
pudiera sorprenderle. Las entregas pueden efectuarse en cantidades espaciadas y sin prisas. 

Como quiera que desee usted hacerlo, no dejaré de rezar a la Santísima Virgen para que le conceda salud duradera, días felices y el 
Paraíso. Finalmente, agradecido me profeso, 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El mismo día de María Auxiliadora daba cuenta don Miguel Rúa al Caballero de lo que hacía don Bosco: 

Turín, 24 de mayo de 1867. 

Carísimo señor Caballero: 

Tengo muchas cosas que decir y que contarle; procuraré ser breve. En casa, varias novedades. 

Finino se nos fue al Paraíso. Requiem aeternam dona ei, Domine. (Dale Señor el descanso eterno). 

Hemos tenido unos días entre nosotros a un misionero de Verona, acompañado de un negro que trajo consigo al volver de Africa; esta 
mañana partió de nuevo para las misiones; si puede, nos mandará algún negrito. 

Los muchachos están bien, en general; hicieron los ejercicios espirituales predicados por el canónigo Eula de Mondoví; parece que 
resultaron bien. Rece usted para que se conserven los frutos. Don Bosco está bien de salud; el Señor le pone a prueba de mil modos, pero 
él soporta todo con su acostumbrada serenidad y resignación. Imagino que él mismo le informará de alguna tribulación; yo solamente le 
referiré una, y es, que nos quitaron los billetes de favor para los ferrocarriles; se nos ha equiparado a los demás institutos de educación. 
Causas ajenas a nosotros han motivado esta privación. 

Pero la Virgen consuela a don Bosco por otros caminos. 

Un padre de familia vino a desahogar su dolor con él porque estaba paralítico de la mano derecha, no podía servirse de ella y en 
consecuencia sufría él con toda su familia. Don Bosco le exhortó a confiar en María. Antes de salir de la habitación, escribió en un papel 
que yo conservo, con la mano que hacía varios meses no le servía más que de estorbo, estas palabras: «María Auxiliadora, ayúdame...». 

En los primeros días del mes fue don Bosco a Saluggia para asegurar (mediante alguna oferta) al Párroco contra las amenazas de unos 
asesinos que, después de haber intentado matarle por dos veces, habían demostrado su firme voluntad de quitarlo de en medio en la 
primera ocasión. Qué pasó entre él y el párroco, no lo sé; lo único que sé es que, habiendo bajado del vapor en Livorno Vercellese, tuvo 
que ir a Saluggia en coche. Iban montados cuatro: el que guiaba, ((802)) el caballo y los otros dos mostraban atentamente a don Bosco las 
bellas campiñas, narrábanle la historia de las casas de campo que encontraban por el camino; iban en animada conversación, cuando, de 
improviso, los cuatro dieron un gran salto; tres cayeron por tierra, y sólo don Bosco, que tuvo tiempo de exclamar: íMaría A uxiliadora, 
ayúdame!, siguió en el coche sin otro mal que un golpe de la barbilla con las rodillas, 
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por la sacudida. Por fortuna tampoco los otros sufrieron más que alguna contusión o rasguño. El coche había topado contra un poste de 
piedra; en el no había reparado el que guiaba; se levantaron los tres y empezaron a acusarse unos a otros de haber sido la causa de la 
caída. Se responsabilizaba al cochero de no haber prestado atención a lo que hacía y se replicaba al otro que no debía haber señalado con 
la mano las casas y las cosas, distrayendo así la atención de quien llevaba s riendas. Don Bosco puso a los tres en paz. 

-»Por qué, les dijo, os acusáis uno a otro cuando los tres sois inocentes? No tiene la culpa el caballo que corría a poca velocidad, no 
tiene la culpa el carruaje que está muy bien, no tiene la culpa usted que guiaba, ni tampoco ustedes que hablaban, porque cada uno 
atendía a lo suyo. La culpa... íla culpa la tiene el que puso el poste! 

Rieron todos de buena gana aunque sentían el escozor de los golpes, subieron de nuevo al coche y terminaron felizmente el viaje. 

Por hoy basta; otro día, otras cosas. Si, por azar, la madre de Spazzacampagna le pidiese noticias de su hijo mayor, dígale que su salud 
no empeora y que solamente esperamos una ocasión para mandárselo como ella desea. Dé nuestros respetuosos saludos a su hermano, a 
monseñor Manacorda, etc. Acabe bien el mes de María y ruegue por, 

Su afectísimo en Jesús y María MIGUEL RUA, Pbro. 

Así, pues, el Oratorio se vio privado de los billetes reducidos para los trenes en los que gozaban de una rebaja del setenta y cinco por 
ciento. Dado el número de alumnos pertenecientes a todas las regiones de Italia, la necesidad que llamaba ora a uno, ora a otro a su 
respectivo pueblo, y la larga distancia que muchos debían recorrer, aumentaban extraordinariamente los gastos del Oratorio. Había 
veintidós entre los jóvenes recomendados por el Ministerio de Obras Públicas y por la Dirección de Ferrocarriles, aceptados y asilados 
por don Bosco, como consta en los registros. 

((803)) Pero éste no se desalentó y escribió a la Dirección de Ferrocarriles. Sus cartas son una prueba de la tranquilidad de su espíritu 
en medio de las contradiciones. 

Ilmo. señor Director General: 

Ha pasado ya año y medio desde que esa benemérita Dirección concedió a los pobres alumnos de esta casa la reducción a una cuarta 
parte de la tarifa para viajar en los ferrocarriles por la Alta Italia. Inesperadamente se ha suprimido este favor, lo que ha producido gran 
desconcierto entre nuestros muchachos, algunos de los cuales no pudieron volver de sus respectivos pueblos. 

Al pedir la razón de esta privación se nos han presentado concretamente dos hechos. Uno de Castagnole delle Lanze, donde algunos 
parientes de muchachos aceptados, que venían a este establecimiento, intentaron mezclarse con ellos para disfrutar, de la misma 
reducción. El Jefe de Estación descubrió el hecho y negó el 
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billete no solamente a los que trataban de defraudar, sino también a los mismos muchachos. 

El otro caso sucedió en Saluzzo con un muchacho que había ido a su pueblo por causa de enfermedad. En contra de las órdenes 
recibidas inscribió al dorso del impreso a otros que no pertenecían a nuestra casa. Se descubrió la trampa y los engañadores fueron 
entregados a los carabineros. En ambos casos los Jefes de Estación cumplieron con su deber. 

Pero la administración de este establecimiento no tuvo parte alguna en los hechos mencionados; más aún, puso siempre mucho cuidado 
y recomendó a los empleados de ferrocarriles que nos ayudasen a impedir cualquier desorden que pudiera ocurrir en la aplicación de 
dicha reducción. 

Ruégole ahora, señor Director, se digne cortésmente decirme si la retirada de dicho favor procede del Consejo de Administración, o 
bien se trata de una suspensión temporal o si es una revocación absoluta: y, si no se pudiera obtener el favor por entero, se concediese, al 
menos a los indigentes, la reducción que suele hacerse a éstos. 

Le recuerdo que, después del favor concedido por la Dirección de Ferrocarriles, yo he admitido a varios muchachos que por muerte de 
sus padres, empleados en los Ferrocarriles, o por otros motivos excepcionales, se encontraban en el más absoluto abandono y extrema 
necesidad. Son ahora alrededor de veinte los asilados por este motivo. Otros varios están esperando; por lo cual entiendo que el beneficio 
ceda totalmente, como hacía la Antigua Administración, en favor de los pobres muchachos de los empleados en los Ferrocarriles y 
recomendados por los respectivos jefes. 

Con todo yo no intento poner en la calle a estos pobres muchachos, aunque se me negase definitivamente este favor, sino ((804)) que 
redoblaré mis esfuerzos para retenerlos y admitir más aún; pero la necesidad me impondrá limitaciones, si me faltan los medios. 

De todos modos ruego respetuosamente a V. S. Ilma. tome en benigna consideración el estado de mil doscientos muchachos pobres, 
que tienden su mano suplicante y ruegan a los señores administradores de los Ferrocarriles de la Alta Italia les ayuden con la mayor 
rebaja que se les pueda conceder. 

Por mi parte prometo emplear todos los medios que se me señalen para impedir cualquier abuso que pueda derivarse de tal concesión. 

Con gratitud y respeto, tengo el honor de poderme profesar, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 31 de mayo de 1867. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Después de algunas conversaciones, la Dirección de Ferrocarriles aceptó las razones de don Bosco y le otorgó la reducción en un 
cincuenta por ciento. 

Turín, 6 de julio de 1867. 

Ilmo. Señor: 

V. S. Ilma. se dignó comunicarme que, habiendo sido anulada la reducción a una cuarta parte de la tarifa para los billetes de mis pobres 
muchachos, no obstante, 
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se rebajaba el precio a la mitad. Siento el deber de agradecérselo respetuosamente, pues, aunque sin culpa mía haya sido privado del 
beneficio, sin embargo, después del hecho, no puedo dejar de aceptar con la más sentida gratitud la parte que ahora se me concede. 

Solamente rogaría respetuosamente se me diera un modelo de billete para presentar en las estaciones, sin tener que elevar cada vez la 
petición oficial, dado que por esta formalidad se convierte en difícil la concesión, y con frecuencia sin resultado. Hace ya unos días se 
presentaron tales peticiones, pero el permiso llegó cuando los muchachos ya habían partido. Además, si para todos los muchachos 
hubiese que hacer vez por vez recurso especial, sería seguramente muy engorroso para los despachos, ya que serían no menos de mil 
doscientos jóvenes los que dos veces al año, por lo menos, tendrían que recurrir a hacer la petición correspondiente. 

Yo confío plenamente que usted, dentro de un tiempo más o menos próximo, se dignará decir una palabra en mi favor, y mis pobres 
muchachos podrán gozar de nuevo de la reducción del ((805)) setenta y cinco por ciento, que disfrutábamos al igual que otras entidades 
de esta clase. 

En todo caso, cualquiera sea la concesión, en nombre de mis pobrecitos le uro la más profunda gratitud y le deseo todo bien del cielo 
para usted y para todos los administradores de la Compañía de Ferrocarriles de la Alta Italia, y con todo mi aprecio me profeso, 

De V. S. Ilma. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Mientras tanto Turín tenía ya nuevo Arzobispo en la persona de monseñor Alejandro Octaviano Riccardi de los Condes de Netro. Había 
nacido en Biella el 23 de mayo de 1808 y había sido sucesivamente Clérigo y Capellán de la Corte, Canónigo de la Metropolitana, 
limosnero del Rey Carlos Alberto, y desde 1842 Obispo de Savona. Su característica fue siempre la bondad. 

Era tan querido en Savona por sus obras de beneficencia que había llorado ante el pensamiento de tener que partir. Había rogado y 
suplicado varias veces al Papa y al Rey, pero todo fue inútil; tuvo que tomar sobre sus hombros la nueva cruz e ir a Turín. 

Hasta entonces había sido admirador y muy amigo de don Bosco. Le había visitado en Roma y don Bosco le devolvió la visita. El digno 
Prelado lo recibió con extraordinaria expansión y le expuso muchos de sus proyectos, entre los cuales, la dirección de los seminarios 
menores de Giaveno y Bra, y del Seminario de Chieri. Ponía toda su confianza en don Bosco para la educación del Clero. Al despedirse 
el Venerable, díjole el Arzobispo: 

-Contad conmigo para todo; quiero ser vuestro afectísimo amigo. 
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Don Bosco regresó a Turín con el corazón lleno de esperanza por haber vuelto a encontrar el protector perdido con la muerte de 
monseñor Fransoni. 

Cuando el Arzobispo llegó a Turín, fue a hospedarse en casa de su hermano y al día siguiente se presentó en el Oratorio, vestido de 
simple sacerdote, de modo que el portero no le conoció. Pidió ver a don Bosco, pero no estaba en casa. Después de esperarlo ((806)) un 
rato, y viendo que don Bosco no llegaba, dijo al portero: 

-Cuando vuelva don Bosco, dígale que ha estado en el Oratorio su Arzobispo en persona, porque deseaba tener el gusto de hacerle su 
primera visita. 

Dijo esto y se marchó. 

Conmovido don Bosco por tal dignación se apresuró a ir al día siguiente al palacio de los condes de Netro. Fue recibido con gran 
alegría por el Arzobispo, quien salió a su encuentro. Después de unas palabras, díjole don Bosco: 

-Monseñor, usted puede ayudarme mucho en un asunto importantísimo que llevo entre manos. 

-»Pensáis que no quiera ayudaros? Con mucho gusto. 

-Usted sabrá que he dado comienzo a una nueva Sociedad Religiosa... 

-»Vos? »Una Sociedad Religiosa? 

Quedó sorprendido porque le resultaba novísima la cuestión. Don Bosco le narró las vicisitudes pasadas y las dificultades 
presentes.Monseñor, que había creído hasta entonces que la institución de don Bosco era simplemente diocesana y, por consiguiente, 
dependiente totalmente de él, al ver que estaba destinada a un fin mundial, dependiente de Roma, y por tanto con la necesidad de obtener 
la exención de la inmediata dependencia del Ordinario, se quedó atónito, como si hubiera recibido una ofensa, y dijo: 

-Yo creí que vos trabajaríais totalmente en mi diócesis y que nos ayudaríamos mutuamente para bien de las almas que se me han 
confiado. 

Y como quien sufre una viva contrariedad, se despidió de don Bosco muy fríamente. Esta frialdad fue en aumento, únicamente porque 
no faltaron personas que pusieron en el corazón del ilustre Prelado desconfianza con el Oratorio. 

El 26 de mayo hizo el Arzobispo su entrada solemne en la Metropolitana, de acuerdo con el antiguo ceremonial y gran concurso de 
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fieles. Don Bosco hizo que le presentaran un respetuoso saludo, cuya dedicatoria autógrafa se conserva en los archivos: 

En el suspirado día, -en que su Excelencia Reverendísima,-((807)) Monseñor Alejandro de los Condes Riccardi de Netro, -Obispo de 
Savona, Arzobispo de Turín, -hacía su entrada solemne entre su pueblo exultante, -los sacerdotes, clérigos y alumnos del Oratorio de San 
Francisco de Sales, de San José y de San Luis, -del Colegio de San Felipe Neri en Lanzo, -daban modesto testimonio de su tierna y gran 
veneración filial con estas palabras: etc... 

Al día siguiente de la solemne entrada,a la que don Bosco asistió con sus sacerdotes revestidos de roquete, los clérigos y todo el 
personal del Oratorio, fue el Siervo de Dios al Arzobispado, acompañado por don Juan Cagliero, que es quien nos narró esta visita. 

Fueron introducidos a un salón y presentóse su Excelencia; traslos primeros saludos, les invitó a sentarse y él se sentó también frente a 
ellos, a una relativa distancia de don Bosco. 

-Ay, pensó don Juan Cagliero para sus adentros, esto va mal... 

Efectivamente Monseñor, sin hacer mención de las fiestas del día anterior ni del escrito presentado por el Oratorio, dijo sin más: 

-»En qué puedo serviros, don Bosco? 

-Vengo para encomendarme a su protección a mí y a mi Congregacion. 

-Bien,bien. 

-Haremos cuanto podamos para seguir trabajando siempre a sus órdenes. 

-No lo dudo. 

-Y no queremos faltar de ningún modo al respeto que le debemos, mientras rogamos a V.E. crea que nuestro más vivo deseo es darle 
satisfacción en todo. 

-Estad tranquilo, que yo no os haré guerra alguna. 

Don Juan Cagliero no podía contenerse: 

-íMal empieza! repetía entre sí, ímal empieza! 

Efectivamente, el diálogo seguía seco, seco, y el Arzobispo no daba más que respuestas frías y concisas. 

Al volver a casa hizo notar don Juan Cagliero a don Bosco aquellas palabras: No os haré guerra alguna, como indicio de no muy buen 
presagio; ((808)) y el Siervo de Dios le respondió sencillamente: 

-íEsperemos, esperemos! 

Por aquellos días reinaba la alegría en Turín debido a los muchos prelados que se encontraban en la ciudad para recibir o conferir la 
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consagración episcopal. Monseñor Savio fue consagrado en la iglesia del Corpus Christi, monseñor Galletti en la del Cottolengo. 

Don Bosco se apresuró a presentarles los debidos respetos y después, por tercera vez, volvía a ver al Arzobispo. Monseñor Riccardi y 
su noble familia había ayudado al Oratorio muchas veces, y le causaba pena aquella frialdad, cuya razón no comprendía. 

Monseñor poseía una alma sin hiel y sin arrogancia, y un corazón sensibilísimo para cualquier obstáculo que chocase con sus afectos, 
no solamente paternales, sino verdaderamente maternales que él prodigaba a su diócesis, dispuesto a cualquier sacrificio por ella. Su 
sensibilidad crecía con el recuerdo de Savona, la avanzada edad y las dolencias que le aquejaban. Por tanto sentía ver que el Instituto, al 
que había amado creyéndolo diocesano, no dependiese directamente de él. El afecto que los salesianos pertenecientes a su diócesis tenían 
a don Bosco,le parecía una disminución del que a él le debían. Era lo que le insinuaban algunos consejeros. 

Un día, mientras se revestía en la sacristía del Oratorio de los ornamentos sagrados para dar la bendición, había más de un centenar de 
muchachos revestidos de sotana, alineados ante él; aquellos señores, besándole repetidamente la mano o el anillo, repetían en alta voz: 

-íUsted, Excelencia, es nuestro Padre, no tenemos más Padre que usted, oh, buen Padre! 

Estábamos presentes nosotros mismos y tomamos buena nota. íEra una lección, ciertamente no merecida, que se nos quería dar a los 
Salesianos! 

No obstante Monseñor no fue nunca enemigo del Oratorio y si hubo algunas divergencias entre él y don Bosco, hay que buscar la causa 
en aquel bendito corazón. 

Hemos escrito esta página para que se entienda que la ((809)) nueva cruz destinada al Siervo de Dios no nacía de animosidad alguna del 
nuevo Superior Eclesiástico. 

Don Bosco se presentó de nuevo al Arzobispo y le dijeron que no le podía recibir por estar ocupado. Volvió al Oratorio el Venerable y 
se apresuró a escribir y enviar a Su Excelencia la siguiente comunicación, con el fin de que pudiese conocer la finalidad de la Pía 
Sociedad Salesiana. 
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SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES 

Esta Sociedad se compone de sacerdotes, clérigos y laicos, los cuales buscan la propia salvación con el ejercicio de la caridad con el 
prójimo: 

1.° Dando instrucción religiosa a los muchachos más pobres y en peligro, sobre todo en los días festivos, como se hace en los Oratorios 
de San José, de San Luis y de San Francisco de Sales. 

2.° Proporcionando a los más abandonados alojamiento, alimento y el aprendizaje de un oficio, a fin de que con el tiempo puedan 
ganarse el pan con el trabajo de sus propias manos. 

También se les recibe para estudiar gratuitamente o con pensiones muy módicas, con tal de que manifiesten conducta eminentemente 
buena, que es como decir, que den probabilidad de inclinarse al estado eclesiástico, como se hace en la casa del Oratorio de San 
Francisco de Sales, de San Felipe Neri en Lanzo y de San Carlos en Mirabello, donde reciben instrucción religiosa y científica casi mil 
doscientos muchachos. 

3.° Organizando ejercicios, novenas y catequesis, en aquellos lugares donde, por carencia de medios materiales, falta la predicación. 

A esta parte va unida la solicitud de propagar buenos libros por todos los medios que el Superior Eclesiástico quiera sugerir. 

Para conservar la unidad de espíritu y disciplina en esta clase del sagrado ministerio es indispensable una sociedad de personas que con 
la guía de la Autoridad Eclesiástica estudien y se transmitan una a otra aquellas normas de prudencia y de caridad que generalmente sólo 
se pueden aprender con la práctica. 

ORIGENES DE ESTA SOCIEDAD 

Esta sociedad, aunque limitada a unos cuantos eclesiásticos, comenzó en el año 1841 a reunir muchachos pobres en los días festivos. 
Monseñor Fransoni fue guía constante y consejero de cuanto se hacía. Después de haber concedido diversas facultades para la 
administración de los sacramentos y la predicación, aconsejaba a don Bosco en el año 1846 que estudiase el modo de regular la existencia 
de la administración ((810)) de los Oratorios con una congregación de individuos que vivieran en sociedad y bajo unas reglas fijas para 
ellos y para los Oratorios. 

El año 1852 el mismo Arzobispo aprobaba por medio de su Vicario General el reglamento de los Oratorios y constituía jefe al sacerdote 
Juan Bosco con las facultades necesarias y oportunas para estas instituciones. Pero insistía siempre en que se preparase un reglamento 
escrito para los eclesiásticos ya unidos en una especie de sociedad, como la que se vive al presente. Se escribió el reglamento; pero los 
tiempos impidieron que se pudiera llegar a una aprobación normal. 

El año 1858 me aconsejó el mismo Arzobispo que fuera a Roma a tratar el asunto personalmente con el Sumo Pontífice. El Santo Padre 
trazó un plan de sociedad religiosa, de modo que los miembros fueran verdaderos religiosos de cara a la Iglesia, pero que cada uno fuese 
un ciudadano libre ante las autoridades civiles. Yo procuré desarrollar los pensamientos del Santo Padre e hice la división por capítulos y 
artículos que forman el actual reglamento. Este se practicó durante seis años. 

El año 1864 se hizo llegar a la Congregación de Obispos y Regulares un memorial con las constituciones y las cartas comendaticias del 
Ordinario de esta Archidiócesis, del Obispo de Cúneo, de feliz memoria, y de los de Mondoví, Acqui, Casale y Susa. 

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El 1.° de julio de aquel año el reinante Pío IX, a través de un decreto de la alabada Congregación encomiaba y alababa estas 
constituciones, nombraba al Superior de la Sociedad y al sucesor en caso de muerte. Con este decreto se sancionaba la existencia de la 
Sociedad. 

Al mismo decreto se unían trece observaciones que fueron aceptadas literalmente casi todas e incluidas en el Reglamento. 

Solamente se hizo una observación sobre las dimisorias: puesto que no existe congregación entre nosotros con comunidad de casas, 
cuyo Superior no posea facultad para dar las dimisorias. Véase nota aparte. 

La nota decía: 

En el mes de enero de este año se presentó humildemente una nueva súplica al Santo Padre con el Reglamento de la Sociedad, 
modificado según las observaciones de la Congregación de Obispos y Regulares. Pedíase en ella la aprobación definitiva de la Sociedad, 

o al menos, la facultad provisional de poder ordenar a título mensae communis (con el título de mesa común). El Santo Padre y la misma 
Congregación no se opusieron, pero no parecían dispuestos a conceder el segundo favor, porque no se acostumbra a hacerlo antes de que 
una Sociedad sea definitivamente aprobada. No obstante parece que el Santo Padre y los reverendísimos miembros de la tantas veces 
alabada Congregación se inclinaban a otorgar una regular aprobación. Una vez aprobada la Sociedad en este sentido ((811)) llevaría 
consigo la facultad de las dimisorias y la de poder ordenar a título mensae communis. 
La idea general era la de esperar la llegada del nuevo Arzobispo de Turín, donde existe la casa principal. 

La memoria continuaba y terminaba con estos datos: 

ESTADO ACTUAL DE ESTA SOCIEDAD 

Los miembros que forman parte de esta Sociedad son actualmente casi ciento, entre sacerdotes, clérigos y laicos. 

Existen tres casas: una en Turín, otra en Lanzo y la tercera en Mirabello. Todas las personas docentes, asistentes y dirigentes de estas 
casas profesan las reglas de la Sociedad de San Francisco de Sales. 

Aquí en Turín existen tres Oratorios festivos: el de San Francisco de Sales en Valdocco, el de San Luis cerca del Valentino, el de San 
José en San Salvario, en los cuales se reúnen varios millares de muchachos los cuales en los días festivos son atendidos con juegos, 
escuelas e instrucción religiosa. 

Hay peticiones para abrir nuevas casas pero, antes que nada, estamos esperando con ansiedad la suprema sanción de la Sociedad por 
parte de la Santa Sede. 

Si S. E. Rvma. monseñor Riccardi, nuestro veneradísimo Arzobispo, pudiese completar esta obra empezada por su antecesor, yo 
entiendo que él sea siempre señor absoluto de las casas y de los individuos, lo inscribiremos como bienhechor principal de la Sociedad, y 
mientras ella exista se harán especiales oraciones por el que condujo la obra a su suspirado cumplimiento. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

No obstante dichas dificultades, el 1.° de marzo de 1869, como veremos, la Pía Sociedad era aprobada en Roma. 

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((812)) 

CAPITULO LXVIII 

LECTURAS CATOLICAS -UNA DEDICATORIA A DON BOSCO, CURACIONES OBRADAS POR MARIA AUXILIADORA 
CON LA BENDICION DE DON BOSCO -BUENAS NOTICIAS DE ROMA: QUEDAN REDUCIDAS LAS CORRECCIONES DEL 
FAMOSO LIBRO -MATRIMONIO DEL PRINCIPE AMADEO Y OBSEQUIO DE DON BOSCO -DON BOSCO ANUNCIA EL 
VIAJE DE MONSEÑOR GHILARDI A ROMA -CLAUSURA DEL MES DE MARIA EN EL ORATORIO: PREDICA EL OBISPO 
DE MONDOVI -MONSEÑOR PROMETE QUE EN ROMA HARA CUANTO SE LE PIDA POR DON BOSCO -CARTA DE DON 
BOSCO AL CABALLERO OREGLIA: QUE SIGA EN ROMA: QUE HABLE CON MONSEÑOR GHILARDI: QUE MARIA 
SANTISIMA SIGUE AYUDANDO AL ORATORIO -CHARLAS DE DON BOSCO A LOS MUCHACHOS: HABLA DE LA 
CONFESION: LAMENTA LA FRIALDAD RELIGIOSA DE LOS TIEMPOS PRESENTES Y RECUERDA LOS DE DOMINGO 
SAVIO: ANUNCIA QUE ESTA PROXIMA LA MUERTE DE UNO DE CASA: HABLA DE LAS FIESTAS DE ROMA Y DE LAS 
DE PARIS: DEL PECADO Y DEL COLERA: EXHORTA A NO CAMBIAR DE CONFESOR -MONSEÑOR GASTALDI ES 
CONSAGRADO OBISPO Y VA A CELEBRAR MISA EN EL ORATORIO: PEQUEÑA VELADA EN SU HONOR Y SUS 
PALABRAS DE RESPUESTA A LAS DE DON BOSCO 

LAS Lecturas Católicas seguían su gloriosa misión. A fines del mes de mayo salía un tercer fascículo como homenaje a San Pedro y al 
Romano Pontífice. -San Pedro en Roma: drama en tres actos, escrito para el Centenario del martirio del Príncipe de los Apóstoles, ((813)) 
por el P. Julio Metti, del Oratorio de San Felipe Neri en Florencia. Estaba escrito en verso a la manera de los melodramas de Metastasio. 

Gustó tanto el trabajo que alcanzó dos ediciones y fue representado en varios colegios con grandes aplausos de los espectadores. El 
autor le puso como prólogo una carta dedicada a quien le había rogado componerlo. 
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Al carísimo amigo 

DON JUAN BOSCO 

Director del Oratorio de San Francisco de Sales 

He aquí el drama que me invitasteis a escribir para vuestras Lecturas Católicas. El argumento que me propusisteis, tan arduo como 
noble, no podía, en efecto, ser más oportuno en las circunstancias del año presente, centenario del martirio de los gloriosos Príncipes de 
los apóstoles, Pedro y Pablo. 

Cuando el inmortal Pontífice y padre nuestro Pío IX, que impávido rige la navecilla del pescador, sin preocuparse de la tormenta que 
conmueve al mundo, invita a los Obispos del Orbe Católico a acudir a su lado para celebrar con insólita pompa la solemnidad de aquel 
faustísimo día; cuando doscientos millones de corazones creyentes, esparcidos por el universo, esperan ansiosos que llegue a ellos el eco 
de las voces autorizadas, que para su enseñanza y consuelo resonarán aquellos días en el Vaticano; heme aquí dispuesto por vuestro 
estímulo a ofrecer mi pequeño tributo de alabanza a san Pedro. 

Escribo para jovencitos, vos lo sabéis; mas no por esto quedará sin fruto mi pobre trabajo; antes espero que lo producirá por duplicado. 
Los muchachos, cuando hayan aprendido de memoria mis versos, les gustará recitarlos a los mayores; y éstos que no tendrían paciencia 
para leerlos, los escucharán con agrado de sus labios inocentes, y quedarán conmovidos. Así ha sucedido con los muchachos de este 
Oratorio de San Felipe Neri; así lo harán los de vuestro Oratorio de San Francisco de Sales; y así lo harán también por toda Italia otros 
muchos. La gente del pueblo oirá contar agradablemente la importantísima historia de los dos últimos años de la vida de san Pedro, que 
guarda tan estrecha relación con el dogma de la unidad de la Iglesia y el primado del Romano Pontífice. 

Esa fue vuestra intención al sugerirme el tema de San Pedro en Roma. Yo he hecho lo posible para realizarlo con todo afán. Veréis, 
pues, cómo, omitida la primera venida de san Pedro a Roma, bajo Claudio, porque queda muy distante, he procurado ((814)) agrupar 
todos los sucesos de su segunda venida bajo Nerón, sin alejarme de la verdad histórica eclesiástica y profana. De este modo la sencilla 
exposición de las últimas gestas de san Pedro en Roma, servirá para confirmar provechosamente en el corazón de los fieles la verdad 
histórica: que desde Antioquía se trasladó Pedro personalmente a Roma, que en Roma pasó los últimos años de su vida, que en Roma 
derramó su sangre por Jesucristo, y que por consiguiente en Roma está la Sede de San Pedro. Verdad importantísima, que, unida a la 
verdad dogmática del Primado de jurisdicción que Jesucristo confirió a san Pedro, refuerza en los corazones de los fieles la reverente 
obediencia al Romano Pontífice, sucesor de san Pedro, vicario de Jesucristo en la tierra, cabeza y maestro de todos los cristianos, centro 
de la unidad de la Iglesia Católica. 

Encontraréis, además, en sus correspondientes notas, la cita de las fuentes y aun de muchos textos, de los que he sacado los sucesos y 
tomado los pensamientos expuestos en mi narración dramática, lo que nunca había hecho cuando publiqué otros dramas sacros. Pero aquí 
he seguido vuestro consejo oportunísimo, dada la naturaleza e importancia del tema. 

Si alguien quisiere conocer con mayor precisión la historia de los últimos años de san Pedro, podrá consultar las preciosísimas 
Observaciones histórico-cronológicas, publicadas en Roma el año pasado en la imprenta Salviucci por monseñor 
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Domingo Bartolini con el título: Sobre el año LXVII de la era vulgar, en el que parece sucedió el martirio de los gloriosos príncipes de 
los apóstoles Pedro y Pablo. 

Si el trabajo no hubiere salido conforme a vuestro deseo achacadlo a mi poquedad, que no a falta de buena voluntad. De todos modos, 
puesto que es más vuestro que mío, si valiere algo para reavivar el amor y la devoción al glorioso Príncipe de los apóstoles y a su 
venerando Sucesor, estoy seguro de que quedaréis bastante satisfecho. 

Florencia, Oratorio de San Felipe Neri, 2 de febrero de 1867. 

Siempre vuestro JULIO METTI, del Oratorio 

A mediados de junio, salía un cuarto fascículo, con motivo también del solemne Centenario de San Pedro, para ser distribuido durante 
el mes de junio: Sobre la antigua peregrinación a Roma a los sepulcros apostólicos, con ocasión del 18.° centenario del martirio de los 
Príncipes de los Apóstoles Pedro y Pablo, por el sacerdote Emilio Ruggieri. 

Es un librito con abundantes datos, referentes al origen del óbolo de san Pedro y ((815)) el del poder temporal: «Deseo, dice el autor, 
que sea el reverente homenaje de mi devoción a la sede apostólica». 

A la par que don Bosco demostraba de este modo estar tiernamente ligado a la santa sede apostólica y al Vicario de Jesucristo, se 
dignaba el Señor manifestar varias veces cuán agradables le eran las oraciones y bendiciones del Venerable. 

Don Miguel Rúa, prefecto del Oratorio, fue atormentado varias noches durante aquel mes de mayo con un dolor tan fuerte en una mano 
que le obligaba a abandonar la cama, porque no le era posible conciliar el sueño. Presente don Joaquín Berto, don Bosco le dio la 
bendición y rezó; díjole después que hiciese una novena a María Auxiliadora y se encomendase con fe en la santa misa, especialmente al 
alzar la hostia: 

-Ten fe, le dijo, y no sólo esperanza. 

Pues bien, aún no se había acabado la novena cuando don Miguel Rúa estaba totalmente curado. Así lo refirió y atestiguó él mismo. 

Juan Bautista Revello, estudiante del tercer curso de bachillerato, escribía el 29 de mayo de 1867: 

«El 22 de mayo, alrededor de las dos y media de la tarde, encontrándome en clase, me acometió un gran frío, y aún no había salido de 
clase, cuando me sobrevino un grave dolor de cabeza que, juntamente con el frío, me duró toda la noche. Al día siguiente me 
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encontraba mejor, pero el 24, casi a la misma hora, me volvió la fiebre. Al día siguiente me encontré bien, pero el 26 volvió el frío y 
después una alta fiebre. Estaba el 27 por la mañana junto a la enfermería cuando pasó don Bosco. Besé su mano y me preguntó qué me 
sucedía. Le respondí que me venía la fiebre un día sí y otro no. Entonces don Bosco preguntó: 

»-»Hoy es día de fiebre? 

»-No; mañana. 

»-Si te vuelve mañana la fiebre, me lo dices y yo te daré la bendición. 

»El 29, fatigado por la fiebre, que me había vuelto ((816)) el día anterior, esperé a don Bosco en el mismo lugar junto a la enfermería. 
Pasó él y me preguntó si tenía fiebre. Le respondí que sí. 

»-Ven a mi habitación y te daré la bendición, me dijo. 

»Fui contento, me puso de rodillas y él también se arrodilló. Después de una corta plegaria a María Santísima, puso una mano sobre mi 
cabeza y me bendijo. Entró en aquel momento en la habitación un alumno aprendiz y don Bosco le dijo: 

»-Reza tú también por este muchacho. 

»Y después me dijo a mí: 

»-Durante estos tres días que quedan del mes de María rezarás tres padrenuestros, avemarías, glorias y una Salve ante el Santísimo 
Sacramento: pero hazlo con mucha fe. 

»Hice lo que don Bosco me había recomendado y ya no tuve ni frío, ni fiebre, ni dolor de cabeza. 

»Esta es una gracia obrada por María con intercesión de don Bosco». 

Don Joaquín Berto, que era su asistente en el dormitorio de San José, da testimonio de la verdad de esta narración. 

Llegaron al Oratorio desde Villafranca Piamonte dos esposos enviados por el clérigo Pignolo, natural de aquel pueblo, llevando consigo 
a su querido hijo de ocho a nueve años, maltrecho y con las piernas agarrotadas, de tal forma que hasta entonces no había podido dar un 
paso por sí mismo. Pusiéronle ante don Bosco, que le bendijo, y le mandó se pusiera de pie y echara a andar. 

-Ten fe en María Auxiliadora, le dijo, y alarga el pie estropeado. 

El muchacho no se atrevía, pero, obedeciendo al mandato repetido, sostenido por los padres, se lanzó, desató sus piernas y se puso a 
caminar libremente por sí solo. Al ver aquello el padre lleno de estupor, exclamó: 
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-íCaramba! 1 »Mira qué bien anda! 

La mujer, llorando de alegría, decía a su marido: 

-íNo hables así, que no está bien! 

Después de haber saludado a don Bosco salieron del Oratorio prometiendo volver cuanto antes para dar gracias a su celeste 
Bienhechora en la nueva iglesia. ((817)) Al venir del pueblo, tuvieron que llevar por turno a su hijo en brazos; ahora caminaba él sin 
ayuda de nadie y con los pies derechos. Pero, como nunca había caminado, veían los padres que de vez en cuando no sabía cómo hacer y 
le enseñaban a moverse, diciéndole: 

-Echa este pie adelante, echa el otro. 

Fue testigo del hecho el clérigo Donato de Saluggia, el cual lo contó a don Joaquín Berto y a don Angel Savio, quienes observaron al 

niño antes y después de la bendición. Donato se hallaba en la sala de espera.También don Miguel Rúa da fe del hecho. 

En nuestras memorias se lee: 

«1.° de junio. -Don Bosco dijo: -Yo no comprendo cómo seguimos adelante. En esta semana han llegado varios miles de liras, por 

gracias recibidas. 

»Por la noche, mientras cenaba, y acompañado solamente por don Joaquín Berto, le contó: -Ayer iba por la calle cuando se me acercó 
un muchacho, de unos ocho o nueve años y me dijo: 

»-íHola, don Bosco! 

»-»Quién eres tú?, respondí. 

»-»No me conoce? Soy aquel a quien bendijo hace muchos días. íMíreme! íEstoy curado! Traigo unos dineros para dárselos de parte de 

mi madre. La Virgen me concedió la gracia. 

»-Y ahora tú, le dije, agradecido a María, tienes que cumplir fielmente tus deberes. 

»No mucho antes una hermana de este chiquillo, molesta y atormentada por dolores de espalda, en vista de que no servían de nada los 

medios humanos, resolvió ir a la sacristía del Oratorio para que la bendijeran. Yo le dije que rezara algunas oraciones y que hiciese una 
novena a María Auxiliadora. 

»Hete aquí que un día, pasaba yo por una avenida de la ciudad y vi a una muchacha que corría, se plantó ante mí y me gritó: 

»-Don Bosco »no me conoce? Soy la chica que usted ((818)) bendijo tal día en la sacristía del Oratorio. Pues sepa que, en cuanto 

1 Caramba! Traducimos libremente la populat interjección de Contacc!, que espontáneamente soltó el hombre (N. del T.). 
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terminé la novena, desaparecieron mis males y ahora estoy curada del todo. 

»Finalmente, esta mañana, cerca de las diez, me trajeron un niño de unos cinco años, tan sordo que no habría oído el disparo de un 
cañón. Pues bien; le bendije, palmoteé suavemente junto a sus orejas. El chiquito volvióse al instante hacia atrás y me miraba riendo. 
íQué buena es la Virgen!». 

Ella misma disponía que también don Bosco se sintiese libre de la más grave angustía de aquellos días. Le llegaban de Roma cartas 
muy consoladoras. 

Roma, 29 de mayo de 1867
Reverendo señor don Bosco:


Le escribo de nuevo, según le prometí en mi anterior, que espero ya haya recibido. He ido a ver al padre Angelini, a quien había dejado 
las aclaraciones y las otras cartas con el fin de que me aconsejara lo que se debía hacer, y me dijo: 

1.° Que de ningún modo, por ahora, se debían dejar correr cartas, aclaraciones, ni defensas, sin haberlas comunicado antes al P. 
Módena o al Cardenal Prefecto del Indice. De lo contrario, la cuestión podía ser mal interpretada y causar daño; 

2.° Que yo mismo, directamente o por otros, podía obtener del P. Módena o del Cardenal dicha licencia; 

3.° Que, mientras tanto, él creía más importante alcanzar otra cosa: y es que usted no sea obligado a decir en el prólogo de la edición 
corregida que hace esta edición por mandato, porque esto lesiona algo las conveniencias. Me aconsejó, por eso, ir al P. Módena. Fui y le 
dije que, puesto que yo tenía alguna relación indirecta con don Bosco, por medio de un hermano mío, etc., don Bosco me había escrito 
que debía hacer una segunda edición (sin hacer mención alguna de que yo tuviese comunicación acerca del Dictamen, etc. sino estando 
solamente al hecho y noticia de la segunda edición) para corregir algunas cosas que le habían hecho notar y que esto lo debía decir en el 
prólogo. 

Sin ningún encargo por parte de don Bosco, quien está siempre dispuesto a hacer cuanto de él se quiera, sino por una idea mía, rogaba 
al P. Módena me dijese cuál era la fórmula menos dura con la que don Bosco debía expresar aquella orden. 

Me recibió muy bien y me dijo que bastaba decir que... por consejo de personas doctas y de sapientes teólogos había creído oportuno 
hacer otra edición corrigiendo algunas inexactitudes, señalando que lo hacía movido por aquellos consejos. 

((819)) Me aseguró por dos veces que esto bastaba. Después añadió: -Yo puedo tratar con usted como con un Procurador de don Bosco: 
puedo, por tanto, comunicarle también el Dictamen; haga así: venga a verme el viernes y le daré por escrito lo que se desea se corrija... 

Acepté gustoso. Le mandaré la carta que me dará el P. Módena. Mientras tanto creo hacerle cosa grata comunicándole todo esto... 

Sobre las aclaraciones hablaremos en otra ocasión. 

Cierro la carta y me profeso 

Su seguro servidor J. OREGLIA S. J. 

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P. S. -Federico está muy bien y pienso decirle todo esto; pero, quizá no le diga nada. En cuanto a las aclaraciones me parece a mí que 
de un modo o de otro conviene dejarlas correr, ya que es justo que se quiten de las cabezas los equívocos. Mas para no hacer el mal en 
vez del bien, creo que usted aprobará que yo me atenga a dichos consejos. 
Dos días más tarde enviaba otra carta el mismo Padre: 

Roma, 31 de mayo de 1867
Reverendo don Bosco:


Espero que haya recibido mis anteriores; para mi tranquilidad espero una palabrita suya, que seguramente ya está de camino. He estado 
con el P. Módena esta mañana; encontré, en cambio, la adjunta carta suya en la que él mismo de su puño y letra, y con su nombre que 
figura encima (y por tanto esta carta habrá de conservarse como un documento) dice las únicas correcciones que se deben hacer. Vea con 
esto, que no todas las notas del dictamen han sido tenidas en cuenta. 

Por ahora le mando esto. Sobre las aclaraciones ya veremos; y viendo que solamente han de enmendarse algunos puntos parece que 
también resulte inútil dar explicaciones sobre otros que no han sido tomados en consideración. Por lo demás, dígame usted su modo de 
pensar sobre ello. 

No he visto a Federico, pero en viéndolo creo será bien hacerle saber todo. 

Todo suyo in Domino. Memento mei (Acuérdese de mí) 

Suyo afectísimo J. OREGLIA 

Esta era la nota escrita por el P. Módena: 

Hay que suprimir: 

Lo que se dice del Gobernador de Antioquía (bautizado con el nombre de Teófilo) respecto a san Pedro. 

Atenerse más estrictamente a la narración de san Lucas, donde se habla de la liberación de san Pedro de la cárcel por medio del ángel. 

((820)) Parece gratuita la afirmación de que san Pedro resucitara a un muerto, después de haberlo intentado inútilmente Simón Mago. 
Por lo que se dice en la página 217, podría nacer la sospecha de que la violación de todo mandato divino es la transgresión de un artículo 
de fe. En la página 192 debe suprimirse el período que dice: «Por lo demás creo conveniente dar aquí, como de pasada, un aviso a todos 
los que se dedican a hablar o escribir sobre este tema, que no lo consideren como punto dogmático y religioso, y esto sea dicho tanto para 
los católicos como para los protestantes». 

Por aquellos días Turín andaba en fiestas. El 30 de mayo, solemnidad de la Ascensión del Señor, en la capilla de la Corte y con 
asistencia de los Obispos de Biella, de Mantua, de Aosta, y de Asti, el Arzobispo bendecía el matrimonio del duque Amadeo de Aosta 
con la Princesa María Victoria de la Cisterna. Don Bosco, en nombre de 

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todos sus muchachos, escribió a Su Alteza Real una carta de respetuoso y afectuoso augurio, prometiendo oraciones y agradeciendo los 
favores recibidos. Obtuvo la siguiente respuesta: 

Casa de Su Alteza Real el Duque de Aosta. -N.° 239 -Respuesta a la carta de don Bosco del 29 de mayo de 1867 

Turín, 8 de junio de 1867 

S. A. R. el Duque de Aosta apreció mucho y agradeció de modo especial las expresiones de afectuosa devoción de V. Rvda. S. 
manifestadas con ocasión del día de su matrimonio. El Augusto Príncipe le está muy agradecido y le ruega por mi medio sea su intérprete 
con todos sus alumnos, de los sentimientos de su gran benevolencia y agradecimiento. 
Reciba los altos afectos de mi profunda estima. 

El primer Ayudante de Campo Jefe de la Casa de S. A. R. 
R.MORRA 

Otras solemnidades alegraron muchos corazones el día 30 de mayo. Monseñor Eugenio Galletti entró en su diócesis de Alba y en el 
Oratorio se clausuró el mes de María. Aquel mismo día escribía don Bosco al caballero Oreglia, antes de haber recibido la del P. Oreglia, 
con fecha del 29 de mayo: 

((821)) Turín, 30 de mayo de 1867
Carísimo Señor:


El sábado por la noche partira para Roma el Obispo de Mondoví; comuníqueselo a sus amigos. Desea verle también a usted; se alojará 
en Santa María sopra Minerva. 

Apenas reciba esta carta, hable con su hermano y después, para no causar a usted molestias, dígame por su medio si lo que he mandado 
sobre el Centenario de San Pedro, está presentable: si cree que hay que cambiar algo, me diga si conviene repetirlo. Advierta que lo que 
he enviado ya fue leído y tratado con monseñor Gastaldi, quien será consagrado el próximo domingo. Monseñor Colli lo será para 
Alessandria el mismo día, en Novara. 

El doctor Biffi de Milán, que llega en estos momentos al Oratorio, pregunta por usted y le manda sus saludos y manifestaciones de 
amistad. 

Esta mañana ha celebrado la misa el Obispo de Aosta. Esta tarde hará la clausura del mes de María el Obispo de Mondoví. 

Lo demás, el sábado. Todos le saludan y esperan sus noticias. Dios nos bendiga y creame 

Afmo. en J. C.
JUAN BOSCO, Pbro.


P.S. -El asunto de la estatua se arregló el día 23, víspera de María Auxiliadora. 
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Nuestras Memorias dicen: «Hoy, 30 de mayo, jueves, monseñor Ghilardi, Obispo de Mondoví, nos dio en la iglesia los siguientes 
recuerdos del mes de María: 

«Prometed a la Virgen ser siempre sus devotos. Ofrecedle vuestra pureza, pedidle que os la conserve, que os dé su humildad, que os 
conceda poderla imitar en la caridad, en la obediencia y total resignación al querer divino. Fijaos una devoción especial para practicar en 
honor y gloria suya, como por ejemplo mortificar vuestros sentidos, no mirando a las personas de otro sexo, manteniéndoos lejos de las 
ocasiones y haciendo mucha oración. Pedidle además: para vosotros, que os asista visiblemente en el momento de la muerte, o al menos 
invisiblemente, y para mí que me haga morir antes que cometer un solo pecado venial deliberado. Rogadle que os conserve la ((822)) fe y 
haga de todos vosotros otros tantos san Luis. 

»Después dio la bendición. 

»Esta semana han venido a visitarnos seis Obispos, cuatro de los cuales nos dijeron la misa de la comunidad». 

También pasó a saludar a don Bosco, antes de ir a Roma, monseñor Ghilardi, religioso dominico. Ya había estado con él otra vez 
hablando sobre las observaciones al Centenario. El Siervo de Dios, en su humildad, estaba dispuesto a corregir los apuntes que habían 
sido anotados; pero la verdad tiene también sus derechos. Así pensaba el Obispo de Mondoví quien, lo mismo que el de Saluzzo, le había 
aconsejado que escribiera las citadas aclaraciones, de las que quiso una copia, que le fue preparada por el clérigo José Bertello. Al 
despedirse, monseñor Ghilardi le prometió que haría todo lo que pudiese ante su hermano en religión monseñor Módena, Secretario de la 
Congregación del Indice y, si fuere necesario, pediría al mismo Papa la licencia para presentar las aclaraciones. 

Después de salir monseñor Ghilardi de Turín, escribió de nuevo don Bosco a Roma: 

Carísimo caballero Oreglia: 

No hable de volver a Turín en todo este mes. No podrá hacer nada materialmente, pero sí moralmente. Hable mucho con el Obispo de 
Mondoví, que se encuentra en Roma, desde el martes, en el convento de la Minerva. Mándeme si puede el dibujo del altar de san José. 
Muchos saludos en casa Bentivoglio. 

Si necesita dinero, dígalo, que no dejaremos que le falte nada, aunque nuestras finanzas no sean muy boyantes. 

En Roma verá al teólogo Fissore y al teólogo Rovetto; si necesitaran dinero procure proveérselo. Dado que la Marquesa V... se 
encuentra en apuros, »no se le podría encontrar un préstamo por un tiempo determinado? Piénselo un poco. 
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Todo va bien. María Auxiliadora continúa haciendo sus maravillas más que nunca; gracias a Dios, todo lo nuestro va adelante con 
celeridad y la mayor satisfacción. Muchos saludos a nuestros conocidos amigos. Su hermano José nos hace un bien, que nunca podremos 
pagar, si no es con la oración. Dios le bendiga. Amén 

Turín, 2 de junio de 1867 

Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

((823)) Con la buena marcha de los asuntos dichos se había acabado el mes de mayo, y seguía la Crónica: 

«Durante casi todo este mes nos honró don Bosco con su presencia, especialmente a la hora de hablar por la noche después de las 
oraciones. Entre las muchas cosas que nos dijo, quiero referir algunas que nos expuso durante los Ejercicios. 

»El que tuviese algún enredo en la conciencia, nos advirtió, no lo deje para más adelante. 

»Hizo después una especie de revisión de algunos casos prácticos, para que viéramos cómo hemos de regularnos en cuanto a la 
frecuencia de la confesión y la comunión. Dijo que cada uno debe fijarse un tiempo para recibirlas y que, por cuanto es posible, no 
debíamos cambiar de confesor. Descubrir todo al confesor. Que la confesión debe ser breve, sincera, sin culpar a los demás, sino a sí 
mismo. 

»Y sobre todo, exclamaba: 

»-Poned siempre en práctica los consejos y avisos del confesor. Así tendréis una prueba, una fundada esperanza de que el Señor os ha 
perdonado. Haced vuestra confesión cada quince días a lo más, o mejor, cada ocho, y comulgad cada día si os lo permite el confesor. Sed 
diligentes en vuestras prácticas de piedad. Oh, si Domingo Savio viniese ahora al Oratorio y viese tan pocas comuniones cada día, 
ciertamente diría: -»Pero no es éste el Oratorio donde yo viví, donde el Señor me puso para salvarme? »Cómo se entiende que en mis 
tiempos, en que éramos solamente unos ciento cincuenta, puede decirse que todos comulgábamos diariamente, durante el mes de María, 
excepto alguno que otro, pero poquísimos, y siempre estábamos tan bien en la iglesia? »Y ahora? íCómo me apena lo que veo! íQué mal 
se está en la iglesia! De los ochocientos muchachos apenas si sesenta o setenta se acercan diariamente al santísimo sacramento de la 
eucaristía, y esto solamente durante este mes! 

»Animo, pues, pongamos buena voluntad para no merecernos este reproche. Haced cada día durante el recreo alguna visita a Jesús 
Sacramentado y a María Santísima para que nos ayude a hacernos todos santos. 

»Después de estas palabras leemos una nota, que comprueba lo ya dicho en otras partes. 

»Cuando don Bosco confiesa a muchachos de buena voluntad, que no tienen que acusarse más que de defectillos, suele decirles: 

»-Cuando no tengas más que estas cosas, besa la medalla o el crucifijo, proponte estar más atento en adelante, haz el acto de contrición 
y, sin más, vete tranquilo a comulgar. 

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((824)) »Alguna vez, les da la siguiente penitencia: -Dirás el Veni Sancte Spiritus (Ven Espíritu Santo), en honor y gloria del Espíritu 
Santo para que te ilumine siempre en el camino que conduce a la salvación y te ayude a perseverar en él hasta la muerte. 

»Sugiere también el consejo de pedir perdón a Dios por la pérdida del tiempo durante la vida pasada y prometer emplearlo todo y 
siempre bien en adelante». 

La Crónica sigue dándonos un resumen brevísimo de algunas de sus charlas durante los meses de mayo y junio y que nosotros 
coordinaremos un poco, conforme al desarrollo de los hechos. 

28 de mayo 

Dijo don Bosco a los muchachos: 

-Algunos hicieron mal este mes, otros bien y la mayor parte, muy bien. Pongámonos todos ahora de buena gana a terminarlo 
óptimamente, porque la Virgen quiere concedernos muchas gracias y, más aún, porque uno de vosotros quiere irse al Paraíso, tal vez 
antes de mediados de junio. Roguemos por él diciendo un padrenuestro por la mañana y por la noche. No quiero decir que el que muera 
va directamente al cielo, pero, si no va en seguida, al menos le haremos ir pronto con nuestras oraciones y con los méritos que él adquiera 
durante la enfermedad. Rogad también por mí, por una gracia que me interesa, pero que redunda en favor vuestro. 

3 de junio 

Por la noche, después de las oraciones, dijo don Bosco: 

-Hay dos grandes solemnidades en el mundo: una en París y otra en Roma. Una es la exposición de París; otra la celebración del 
Centenario de san Pedro. Una presenta lo más grande que el ingenio del hombre puede producir; la otra, una religión eterna, 
incorruptible. Pero, aunque grandes, íqué pequeñas resultan las grandezas humanas comparadas con las espirituales! Basta un soplo para 
hacerlas desaparecer. 

Debo deciros que el cólera ha aparecido de nuevo en el Véneto, en Bérgamo y en Milán; ahora ha llegado a un pueblecito de la comarca 
Canavese. Es más terrible que otras veces, pues son poquísimos los que se curan. 

»Queremos nosotros no ser víctimas de tal desgracia? Apartemos de nosotros el pecado y procuremos no cometerlo jamás. Así el cólera 
estará lejos de nosotros, porque es el pecado el que nos acarrea este mal, es el pecado el que nos acarrea la muerte. 

4 de junio de 1867 

Palabras de don Bosco: 

-Observo que en tiempos de Domingo Savio yo confesaba el sábado por la tarde hasta las once y por la mañana hasta las nueve. 

((825)) Pero ahora sólo hay un número reducido de muchachos que vienen a confesarse y éstos son casi siempre los mismos. Todavía 
hay algunos que deben cumplir con Pascua, tanto entre los estudiantes como entre los aprendices. Que piensen en ajustar sus cuentas con 
Dios. Hay, además, algunos que quieren burlarse de don 

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Bosco diciendo que ya fueron a confesarse con uno o con otro sacerdote, tal día o tal otro. Pero, interrogados por mí después de un día o 
dos, no acordándose de la respuesta anterior, cambian el nombre del confesor, o bien dicen un día diferente. Hay también algunos que 
cambian continuamente de confesor, pero no se deciden a cambiar de una vez su plan de vida. 

Esto es una gran equivocación: se engañan a sí mismos. Hacen como el enfermo que cambia cada día de médico. »Cómo pueden 
curarse esos tales? El médico necesita ante todo conocer la enfermedad y todas sus fases, de lo contrario se equivocara y será vuestro el 
mal y la culpa. Señalaos, por consiguiente, un confesor, manifestadle después vuestras interioridades y así estaréis contentos en el 
momento de la muerte. 

Mientras tanto monseñor Gastaldi había sido consagrado por el Arzobispo monseñor Riccardi en la iglesia de San Lorenzo de Turín. 
El 9 de junio, fiesta de Pentecostés, debía tomar posesión de su sede; 
conservamos nosotros el borrador de su primera carta pastoral a los de Saluzzo, impresa en nuestra tipografía. 

El día anterior vino a celebrar la santa misa en el Oratorio. Se le preparó un trono bajo los pórticos, donde se sentó después de la 
función, con don Bosco al lado; don Juan Bautista Francesia le leyó y entregó después un himno suyo impreso, con esta dedicatoria: 

En la vigilia del día -en que S. E. Rvma. -Mons. Lorenzo Gastaldi -Obispo de Saluzzo -iba a consolar con su augusta presencia -su 
amadísima diócesis -los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales -reconocidos a sus muchos favores -imploran de este humilde 
modo -su pastoral bendición. 

Cantaron el himno los músicos, se leyó alguna poesía más, se levantó don Bosco y dijo: 

-Monseñor le pido dos gracias. La primera que ((826)) proteja siempre esta casa. La segunda que, cuantas veces pase por Turín, venga a 
visitarnos. 

Monseñor respondió: 

-Prometo lo primero de todo corazón porque, como ya sabéis, yo he amado siempre este Instituto. No puedo prometer lo segundo, 
porque no sé si los asuntos me lo permitirán; pero prometo venir siempre que pueda. 

Después de otras afectuosas palabras, a ruegos de don Bosco, dio su bendición a todos y dijo: 

-Benedictio Dei omnipotentis Patris et Filii, et Spiritus Sancti descendat super vos, et potissimum super hunc sacerdotem Joannem 
Bosco et maneat semper! (La bendición de Dios omnipotente Padre e Hijo, y Espíritu Santo descienda sobre vosotros y muy 
especialmente sobre este sacerdote Juan Bosco y permanezca siempre). 
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((827)) 

CAPITULO LXIX 

CARTA DE DON BOSCO A TODOS LOS SALESIANOS: FIN QUE SE DEBE PERSEGUIR PARA ENTRAR EN LA PIA 
SOCIEDAD -CHARLAS DE DON BOSCO A LOS MUCHACHOS: 
LOS EXAMENES SE ACERCAN: ALEJAR EL PECADO: ENCOMENDARSE A DOMINGO SAVIO: NO ESTUDIAR FUERA DE 
TIEMPO: DON BOSCO HA IDO A MONCALIERI: NO HABLAR MAL DEL PROJIMO: LA NOVENA DE NUESTRA SEÑORA 
DE LA CONSOLACION: NIÑO TUBERCULOSO CURADO POR LA VIRGEN: VANIDAD DE LAS COSAS DEL MUNDO -
MONSEÑOR GALLETTI VA A CELEBRAR MISA EN EL ORATORIO: SU PLATICA: VELADITA EN SU HONOR -UN 
REGALO PARA LA VIRGEN -PENSAR EN LA VOCACION PROPIA -EL OBISPO DE MONDOVI TRABAJA EN ROMA EN 
FAVOR DE DON BOSCO -CARTA DE DON BOSCO AL CABALLERO OREGLIA -CARTA DE DON ANGEL SAVIO AL 
MISMO: LA ESTATUA DE LA VIRGEN YA ESTA EN LA CUPULA: LOS TRABAJOS DE LA IGLESIA ADELANTAN: VISITAS 
DE PERSONAJES ILUSTRES A DON BOSCO A QUIEN SE COMPARA CON EL CURA DE ARS -EL TAPETE DE LAS DAMAS 
ROMANAS PARA EL ALTAR -EFECTOS DE UNA BENDICION -MONSEÑOR GHILARDI ESCRIBE A DON CELESTINO 
DURANDO SOBRE LA CONOCIDA CUESTION 

EL día de Pentecostés dirigía don Bosco una carta a todos los salesianos, tratando del fin que debe perseguirse al entrar en la Pía 
Sociedad de San Francisco de Sales, y anunciaba que ésta quizá fuera definitivamente aprobada dentro de poco. Entre los documentos 
que poseemos no existe rastro de esa afirmación. Pero ((828)) dado que su autógrafo lleva la fecha 24 de mayo, fiesta de María 
Auxiliadora, 1867, parece que la fiesta del día le hubiese inspirado escribir y mostrar una visión más viva del porvenir. Sea como fuere, 
hizo sacar varias copias, mudando después la fecha él mismo, y escribiendo de propio puño la dirección a don Juan Bonetti y a mis hijos 
de San Francisco de Sales residentes en Mirabello; -a don Juan Bautista Lemoyne y a mis hijos de San Francisco de Sales residentes 
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en Lanzo. Suya era también la firma y la posdata: Lea y explique el Director lo que sea menester. 

He aquí la copia destinada a los salesianos del Oratorio. 

A don Miguel Rúa y a mis queridos hijos de San Francisco residentes en Turín 

Probablemente nuestra Sociedad será definitivamente aprobada dentro de poco y por ello necesitaría hablar frecuentemente con mis 
amados hijos. No pudiendo hacerlo ahora siempre personalmente, procuraré hacerlo al menos por carta. 

Comenzaré, pues, diciendo algo en torno a la finalidad general de la Sociedad y luego pasaremos a hablar de nuevo sobre las 
observaciones particulares de la misma. 

El primer objeto de nuestra Sociedad es la santificación de sus miembros. Por tanto, cada uno al entrar en ella se despoje de todo otro 
pensamiento y solicitud. Quien entrase para gozar de una vida tranquila, tener comodidad para continuar sus estudios, librarse de las 
órdenes de sus padres, o eximirse de la obediencia a cualquier Superior, tendría un fin equivocado y no sería el sequere me (sígueme) del 
Salvador, ya que seguiría la propia utilidad temporal, y no el bien de su alma. Los apóstoles fueron alabados por el Señor y les prometió 
un reino eterno, no por abandonar el mundo, sino porque, al abandonarlo, manifestaban estar dispuestos a seguirle en las tribulaciones, 
como sucedió de hecho, consumiendo su vida en los trabajos, en la penitencia y en los padecimientos, y sufriendo finalmente el martirio 
por la fe. 

Tampoco entra o permanece con buen fin en la Sociedad quien está persuadido de que es necesario en la misma. Todos deben grabar en 
su mente y en su corazón, que, desde el Superior General hasta el último de los socios, ninguno es necesario en la Sociedad. Sólo Dios 
debe ser su cabeza, su señor totalmente necesario. Por eso los socios de la misma deben dirigirse a su cabeza, a su señor, al remunerador, 
a Dios, y todos deben hacerse inscribir en la Sociedad por su amor, trabajar por su amor, obedecer, dejar cuanto se poseía en el mundo 
para poder decir al fin de la vida al Salvador que habíamos elegido ((829)) por modelo: Ecce nos reliquimus omnia et secuti sumus te; 
quid ergo erit nobis? (He aquí que hemos dejado todo y te hemos seguido; »qué será de nosotros?) 

Cuando decimos que cada uno de nosotros debe entrar en la Sociedad, guiado por el único deseo de servir a Dios con mayor perfección 
y hacerse el bien a sí mismo, se entiende el verdadero bien, el bien espiritual y eterno. Quien busca una vida cómoda, de bienestar, no 
entra con buen fin en nuestra Sociedad. Nosotros ponemos como base la palabra del Salvador que dice: «Quien quiere ser mi discípulo, 
venda cuanto posee en el mundo, déselo a los pobres y sígame». 

Pero »adónde ir, adónde seguirle, a quien no tenía ni un Palmo de tierra donde reclinar su cabeza? 

«Quien quiera ser mi discípulo, dice el Salvador, sígame con la oración, con la penitencia y especialmente niéguese a sí mismo, tome la 
cruz de las cotidianas tribulaciones y sígame. Abneget semetipsum, tollat crucem suam quotidie, et sequatur me.» 
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Pero »hasta dónde seguirle? Hasta la muerte y, si fuere menester, una muerte de cruz. 

Esto es lo que hace en nuestra Sociedad el que consume sus fuerzas en el sagrado ministerio, en la enseñanza o en otro ejercicio 
sacerdotal, hasta la misma muerte violenta de la cárcel, del destierro, de la espada, del agua, del fuego, hasta que, después de haber 
sufrido y haber muerto por Jesucristo en la tierra, pueda ir a gozar con él en el cielo. 

Este me parece el sentido de las palabras de san Pablo cuando dice a todos los cristianos: Qui vult gaudere cum Christo, oportet pati 
cum Christo. (El que quiere gozar con Cristo, tiene que padecer con Cristo). 

Un socio que ingresa con estas buenas disposiciones no debe pretender nada y sí aceptar con gusto cualquier función que se le pueda 
confiar. Enseñanza, estudio, trabajo, predicación, confesión en la iglesia o fuera de ella; las más bajas ocupaciones deben recibirse con 
alegría y prontitud de ánimo, porque Dios no mira la calidad del empleo sino el fin de quien lo hace. Por consiguiente, todos los empleos 
son igualmente nobles, porque son igualmente meritorios a los ojos de Dios. 

Mis queridos hijos, confiad en vuestros superiores: ellos deben dar estrecha cuenta a Dios de vuestras obras; por eso estudian vuestra 
capacidad, vuestras inclinaciones y disponen las cosas de forma compatible con vuestras fuerzas, pero siempre como a ellos les parece 
que han de servir para mayor gloria de Dios y bien de las almas. 

-íOh! Si nuestros hermanos entran en Sociedad con estas disposiciones, nuestras casas se convertirán ciertamente en un paraíso en la 
tierra. Reinará la paz y la concordia entre los individuos de toda progenie y la caridad será el hábito cotidiano de quien manda, la 
obediencia y el respeto precederán los pasos, las obras y hasta los pensamientos de los superiores. Se tendrá, en fin, una familia de 
hermanos en torno a su Padre, para promover la gloria de Dios en la tierra, para ir después un día a amarle y gozarle en la inmensa gloria 
de los bienaventurados en el cielo. 

((830)) Que Dios os bendiga a vosotros y vuestros trabajos y que la gracia del Señor santifique vuestras acciones y os ayude a 
perseverar en el bien. 

Turín, 9 de junio de 1867. 

Día de Pentecostés 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Aquella misma noche (9 de junio) decía el Venerable a los muchachos del Oratorio: 

Ya falta poco para los exámenes, lo mismo a los clérigos que a los estudiantes. Animaos para hacer lo que podáis. Tened siempre fijo 
en vuestra mente que el temor de Dios es el principio de la sabiduría: Initium sapientiae timor Domini. »Queréis poseer la verdadera 
sabiduría? Arrojad de vuestro corazón el pecado y el afecto al pecado y entonces poseeréis la ciencia suficiente para salvar el alma. 
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Durante el poco tiempo que os queda antes de los exámenes, procurad ir a visitar frecuentemente a Jesús Sacramentado y a María 
Santísima. Y después, »queréis salir bien de los exámenes? Encomendaos a Domingo Savio y estad seguros de que os ayudará, siempre 
que hagáis cuanto podéis. Hubo jóvenes en esta casa que decían no estar bien preparados; encomendáronse a Domingo Savio y 
obtuvieron mejores calificaciones que las que esperaban. En fin, con esta protección no estaréis aturrullados en los exámenes. Imitad a 
Savio en la virtud de la obediencia y la caridad, y estad tranquilos. 

Os recomiendo que no os levantéis antes de tiempo para estudiar: para no estorbar, estudiad en la misma cama. El jueves después del 
recreo, igual que el domingo, estudiad también durante el tiempo libre; pero no quiero que estéis con los libros durante el tiempo de 
recreo. Os digo esto porque me preocupa mucho vuestra salud, antes que nada. 

Nuestras Memorias nos presentan otras cortas charlas del Siervo de Dios. 

10 de junio 

Esta noche don Bosco aprovechó el tema de su viaje de Moncalieri a Turín para hablar. Iban con él en el mismo vagón dos hombres. 
Decía uno que había sido alumno del Oratorio, hacía mucho tiempo. Criticaba el otro lo que don Bosco hacía, y sostenía que era inútil 
gastar tanto dinero en la construcción de la iglesia. Don Bosco, que no había sido reconocido por aquellos tales, entró en conversación y 
sólo al final se dieron cuenta de quién era el cura que les preguntaba. 

((831)) De este hecho sacó don Bosco la conclusión de no hablar nunca mal del prójimo, sino hablar bien o callarse: 

«Aprended, terminaba diciendo, de Domingo Savio, de Magone, de Besucco, a huir de la murmuración. Si el prójimo tiene defectos, 
sabed compadecerle. Soportemos mutuamente los defectos de los demás, porque ninguno de nosotros es perfecto». 

11 de junio 

Por la noche de este día habló así: 

-Hoy ha empezado la novena de Nuestra Señora de la Consolación: siento no haberme acordado antes: cumplid esta florecilla durante 
los nueve días: -Poner mucho esmero en el cumplimiento de vuestros deberes en clase y en el estudio: y especialmente en los deberes de 
piedad. En suma, ocupar bien el tiempo. Acordaos de que citius coelum et terra perierint, quam María aliquem se implorantem sua ope 
destituat (el cielo y la tierra perecerán antes que María deje sin su ayuda al que la implora). 

Mañana es día de ayuno para los que tienen la edad. Aconsejo a los demás alguna mortificación. 
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Pasado mañana vendrá monseñor Galletti a decirnos la misa: es persona tenida por santa en nuestros pueblos. Procuremos que no se 
lleve mala impresión. Después de la misa dirá unas palabras. 

12 de junio 

Estaba don Bosco en el comedor, rodeado de muchachos, y les dijo: 

-Ayer vino una madre de familia a ofrecer cien liras, prometidas por la curación de su hijo. Hace unos días se había presentado con este 
hijo suyo para que yo se lo bendijera. Y le dí la bendición, y luego le encomendé que hiciese una novena a María Auxiliadora. Apenas 
volvió a casa, según me contó su madre, el muchacho pidió de comer. Estaba tuberculoso desde hacía cinco o seis meses y tenía una tos 
tal que no podía ni tomar la sopa. A partir de aquel día comenzó a comer con apetito, se calmó la tos y ahora se encuentra en perfecta 
salud. 

Dijo también por la noche a toda la comunidad, después de las oraciones: 

-Os dejaré un pensamiento, una máxima. No miréis las cosas del mundo con anteojos de grueso calibre, sino a ojo descubierto, porque 
los anteojos agrandan de tal modo las cosas que un granito de arena parece una montaña. Todas las cosas del mundo juntas son nada. Así 
lo dijo Salomón, después de haber gozado todos los placeres posibles: todo es vanidad y aflicción de espíritu. Y además mirad: las cosas 
del mundo hemos de dejarlas. Si las dejamos ahora, el Señor ((832)) nos recompensará; si no queremos dejarlas ahora, igualmente 
tendremos que dejarlas al morir, pero sin mérito. 

Mañana estará con nosotros monseñor Galletti, el nuevo Obispo de Alba. Procurad portaros bien, porque es un santo. Tomad buena 
nota de lo que él os dirá. 

El jueves, 13 de junio, era por tanto esperado en el Oratorio monseñor Eugenio Galletti, Obispo de Alba. Acudieron para asistir a su 
misa muchas personas ilustres, penitentes suyas, que, tristes por tener que perderlo pronto, buscaban ansiosamente atesorar sus últimas 
palabras. El, fervoroso predicador, muy versado en ciencias sagradas, totalmente entregado a obras de humilde caridad, hasta esconderse 
en el maravilloso Hospital del Cottolengo, ignorado hacía muchos años por el mundo pero notus coram Domino (conocido ante el Señor) 
había dirigido, instruido, y guiado santamente por el camino de la virtud a las diversas familias de aquella institución a él encomendada. 

Y ahora, antes de partir hacia Roma, el nuevo Prelado se dignaba visitar el Oratorio de San Francisco de Sales y a su amigo don Bosco. 

Fue recibido por el clero a la puerta de la iglesia. Tenía el aspecto de un santo, muy recogido, con las manos juntas, la cabeza inclinada, 
los ojos bajos, el andar modesto. Inspiraba aire de recogimiento, de meditación, de mansedumbre. 
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Al fin de la misa, antes de la bendición, volvióse a los jóvenes y díjoles, entre otras cosas: 

-Al encontrarme esta mañana entre vosotros, al veros comulgar con devoción se produjo en mi corazón una impresión que no puedo 
explicar. Dad gracias a Dios, dad gracias al Espíritu Santo, que os ha sacado de en medio del mundo y os ha colocado aquí donde reina el 
espíritu de piedad, de religiosidad, de caridad, de dulzura y de santidad. El Espíritu Santo es quien os ha traído aquí: agradecédselo a este 
Espíritu, que es el beso de amor del Eterno Padre con el Eterno Hijo. Sabéis que al Padre se le atribuye el ((833)) poder, al Hijo la 
sabiduría, al Espíritu Santo el amor. íDecidle que venga a vuestros corazones! íAmadle vosotros con toda el alma! Amad a Dios, como 
habéis leído en el catecismo, por encima de todo, dispuestos a morir antes que ofenderle; y dispuestos a morir, no una vez, sino mil veces 
antes que cometer un solo pecado conscientemente, sabiendo que se ofende a este buen Dios, a este divino Espíritu. Amadle de todo 
corazón y comportaos de forma que no se pueda decir de vosotros, lo que por humildad decía san Buenaventura de sí mismo: «Estoy 
rodeado por todas partes del amor del Espíritu Santo, y no le conozco». También nosotros estamos rodeados por todas partes del amor del 
Espíritu Santo que nos inspira, a través de los ejemplos de los compañeros buenos, de los sacerdotes, de la misa, de las pláticas, de la 
lectura espiritual. Procurad corresponder a las llamadas de este buen Espíritu, a sus inspiraciones: entonces lloverán sobre vosotros todas 
las bendiciones, todas las gracias. 

Recordad lo que prometió al Señor el jovencito Domingo Savio conceptuado por vosotros y por mí como santo, en su primera 
comunión a los siete años: íAntes morir que pecar! Si hacemos nosotros lo mismo, ayudados por este Espíritu, podemos ir a darle gracias 
en el cielo en la eterna bienaventuranza. Guardad impresas en el corazón estas mis pobres palabras, que yo os dirijo con todo el afecto de 
mi alma. 

Mientras predicaba tenía los ojos cerrados o semicerrados, no los movía de un lado para otro, y, si alguna vez lo hacía, era para mirar 
hacia lo alto. Su gesto consistía únicamente en alargar un poco los brazos, para levantarlos al cielo juntamente con su mirada. Y cuando 
terminaba de expresar un pensamiento, con las manos juntas y los ojos cerrados o semicerrados, inclinaba la cabeza, como esperando las 
inspiraciones del Espíritu Santo; luego reanudaba el discurso con fervor. 

Después del desayuno, los muchachos le hicieron una fiestecita 
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en los pórticos, y le recitaron alguna poesía. Una de ellas, leída por don Juan Bautista Francesia, decía: 

((834)) Andando al gran Pontefice, Pues vas al gran Pontífice, 
Primo d'Europa onore, que es el mayor honor, 
Parla di questi giovani, háblale de estos jóvenes 
Del loro immenso amore: y de su inmenso amor: 
Nè d'uopo fia di volgere No hace falta que emplees 
L'arte dell'oratore, tus galas de orador; 
Come afanciullo ingenuo, como un niño ingenuo 
Tel dica il core! que hable el corazón. 

Dirai che mille giovani Dile que mil muchachos 
Aman d'amor sincero tiénenle amor sincero 
Lui che di Pier sul soglio por decir la verdad 
Proclama al mondo il vero, de Pedro al mundo entero 
Che a lui fedeli vivere y que quieren ser fieles 
Vogliamo a tutte l'ore, por siempre a su voz. 
E'l resto, osommo presule, El resto, alto Prelado, 
Tel dica il core! que hable el corazón. 

Or la tua man benefica Levanta ahora tu mano 
S'alzi per benedirci, danos tu bendición, 
Tua man che di bell'opere la mano acostumbrada 
Ben usa è a ricoprirci; a buscarnos calor, 
E come sarem memori y al recordar felices 
Del caro tuo favore, tu preciado favor 
Nol dica il labbro debole, que se callen los labios, 
Tel dica il core! que hable el corazón 1. 

Monseñor dio las gracias con estas palabras: 

-Habéis hablado vosotros y también yo diré una palabra. Por la gracia del Señor reconozco que soy indigno del honor que me tributáis. 
No obstante, reconocido, os doy las gracias de todo corazón. No soy digno de todas vuestras alabanzas. Demos, en cambio, gloria a Dios, 
que nos ha hecho a todos tantos beneficios. Esta mañana le he ofrecido todos vuestros corazones en el cáliz en la santa misa; pero se los 
ofreceré de nuevo mañana por la mañana. Pediré al Señor que dé una larga vida a vuestro don Juan, que está verdaderamente inspirado 
por el Espíritu Santo, para que pueda continuar haciéndoos el bien. 

Dio después la bendición y partió. 

La hermosa jornada terminó con palabras de don Bosco después de las oraciones: 

1 Como verá el lector, la fuerza de la versificación ha obligado a alguna libertad de traducción (N. del T.) 
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-Haced mañana un hermoso regalo a la Virgen. Un hermoso regalo. Regaladle una alma del purgatorio. Haced la comunión con 
indulgencia plenaria y decid a la Virgen que libre del purgatorio al alma que más le agrade. 

Anunció, además, que el domingo contaría un sueño. 

La noche del 14 habló así: 

((835)) Mañana es el último día del tiempo pascual. Quien todavía no haya cumplido con Pascua o no lo haya hecho bien piense en 
ajustar las cuentas de su alma. Recomiendo, además, y de modo particular a los que están próximos a decidir su estado de vida, que lo 
piensen, que consulten con su confesor y recen: hagan buenas obras. Satagite ut per bona opera certam vestram vocationem et electionem 
faciatis (Poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra elección por medio de obras buenas). El que quiera estar seguro 
de no equivocar su camino, escoja un confesor estable, ábrale su corazón, frecuente la confesión y comunión, sea modesto, obediente, y 
piense qué querría haber hecho en punto de muerte. Digo esto para el que ya está adelantado en su carrera, y para el que ahora debe 
escogerla. Si hacéis lo que os indico, ciertamente el Señor os inspirará lo que quiere de vosotros. 

Durante estos días tuvo el Venerable la satisfacción de ver el interés que monseñor Ghilardi ponía en sus asuntos y daba gracias por ello 
a la Virgen, tanto más cuanto que las críticas sobre las Lecturas Católicas, iban desapareciendo al ver que no obtenían el resultado 
apetecido. 

Roma, 10 de junio de 1867. 

Rvdo. señor don Bosco: 

He recibido su apreciadísima carta del 2 de los corrientes, en la que me anunciaba la llegada de monseñor Ghilardi y me decía que 
hablase con él sobre el conocido asunto. Fui a verle enseguida, le encontré y hablamos. Todo está ya planeado. Le gustó saber que usted 
había sido autorizado para no decir nada en el prólogo de la tercera edición, que tuviese aspecto de algo mandado, y le agradó mucho 
también que hubiese recibido nota oficial acerca de lo poco que hay que suprimir o modificar, de lo cual, no obstante, hablará de nuevo 
con el reverendo monseñor Módena para ponerle al tanto. 

En cuanto a las Aclaraciones, pensó que se debían volver a copiar con pocas modificaciones; cosa que ya está hecha: y Monseñor tiene 
ya en sus manos dichas Aclaraciones tal y como las deseaba. Se presentarán primero confidencialmente al padre Módena; y después verá 
si también a otros; entre ellos al Cardenal Prefecto. 

En Turín está usted en plena libertad de comunicar las Aclaraciones tal como están, y sin ninguna modificación, a quienes usted crea 
conveniente. En Turín se puede proceder con libertad. Bien entendido que no hay que imprimirlas, pues sería una grave imprudencia. 
Aquí se usará cautela. Dice Monseñor que usted debería mandar aquí su Prólogo, manuscrito o en galerada. 

Monseñor lo haría leer al padre Módena para que viese si procede. Así todo estará cierto y seguro y todo se hará con la debida 
aprobación. 
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((836)) Usted verá si desea añadir una carta al padre Módena, para acompañar su prólogo, pero el pliego debe dirigirlo a Monseñor, a 
Federico o a mí, como usted crea. 

Le advierto que yo he retenido su carta al padre Módena, ya que también Monseñor la cree inoportuna en este momento. Será suficiente 
escribirle juntamente con el Prólogo. 

Le advierto, además, que en las Aclaraciones he quitado todo lo que se refería al Indice, al Dictamen, o al Relator, no hablando más que 
de observaciones hechas (sin decir por quién) y de aclaraciones que se dan. 

Ya le escribiré sobre el resultado de la conversación de Monseñor con Módena, si lo sé; pero también le escribirán Monseñor y 
Federico. 

Prevendré también a Monseñor acerca de las censuras a la Vida de San José, pero la cosa, según creo, no habrá seguido adelante. 

En la carta al padre Módena no se olvide señalar la bondad con que trató la cuestión y mandó aquella nota que yo le comuniqué; y la 
facultad habida de no referirse en el prólogo más que a lo dicho. 

Perdone todos estos particulares y la carta mal escrita y deprisa... Federico está bien. Le saludo. Me encomiende al Señor y me crea 
como soy, in Domino. 

Su seguro servidor J. OREGLIA S. J. 

Casi contemporáneamente había mandado don Bosco, a mano, una carta para el caballero Oreglia. 

Carísimo Caballero: 

Le escribo estas pocas líneas aprovechando los amigos, el canónigo Oreglia, etc. He recibido su última carta. Puede estar seguro de que 
el asunto de San Pedro ha sido llevado magistralmente por su hermano. Sigo cuanto él me dice y hasta ahora va bien. Ya está todo a 
punto para otra edición. 

La casa va bien. La iglesia, de maravilla y la Santísima Virgen nos favorece. Continuamos rezando mañana y tarde por el conde 

Vimercati, pero escribiré en esta semana. 

Vale in Domino. He recibido el dibujo del altar y éste es necesario. Saludos a los amigos de siempre y créame. 

11 de junio de 1867. 

Su afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S.-La carta a la princesa Altieri habla de usted. Es persona bondadosa; vea la forma de hablar con ella. Me ha escrito y pide 
medallas. 
El Ecónomo del Oratorio daba otras noticias al caballero Oreglia: 

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((837)
)


Turín, 14 de junio de 1867. 

Muy querido señor Caballero: 

Aunque no tuve ni siquiera la tentación de pedir a don Bosco ir a Roma, para las próximas fiestas, sin embargo, don Bosco hizo escribir 
a V. S. para que buscase un cuchitril donde pasar la noche... En la duda de que yo pueda tener la suerte de verle pronto le doy algunas 
noticias. 

La estatua ya está colocada en su puesto sobre la cúpula. Boggio hizo una rebaja de mil doscientas liras. Don Bosco quiere hacerla 
dorar; piden para esto alrededor de dos mil liras. El cornisamento de la iglesia está terminado. Ya han colocado tres capiteles que quedan 
muy bien. 

Todos los días hay gran afluencia para ver a don Bosco y la iglesia. Ayer hubo una dama inglesa que esperó mucho tiempo para obtener 
audiencia. Estuvo el barón Cavalchini, vio la iglesia y se entretuvo un buen rato con don Bosco. Muchos sacerdotes, de viaje para Roma, 
han venido a entrevistar a don Bosco. Yo oí a uno que decía al salir: -Hemos hablado con otro cura de Ars. 

Una Princesa romana que se dirigía a Londres, la joven princesa Doria, se apeó en Génova y prolongó su viaje dos días más para venir 
hasta Turín a ver y a hablar con don Bosco. Ha visto la iglesia y quedó muy contenta. 

En pocos días hemos tenido en casa diez Obispos a los que nuestros muchachos rinden siempre cordiales demostraciones. También los 
turineses miran con buenos ojos a tantos Obispos; para el pueblo esto es un preludio de tiempos mejores y creo que el pueblo no se 
equivoca. En Turín saltó la chispa que incendió el fuego revolucionario de Italia; sería muy bonito que también saliese de Turín la chispa 
que iluminase a los ciegos y los llevase al buen camino. Dentro de pocos días el caballero Gussone me dará el dibujo del nuevo altar que 
estará frente al que está haciendo en ésa. Me dará también el diseño del tapete que usted desea hace mucho tiempo; se lo llevaré a Roma. 

La Santísima Virgen Auxiliadora continúa bendiciéndonos con bendiciones especiales. 

ANGEL SAVIO, Pbro. 

El diseño, de que habla don Angel Savio, era para el tapete que una Sociedad de Damas en Roma quería, como ya hemos dicho, 
preparar para el altar mayor de la Iglesia de María Auxiliadora. íQué de gracias habían recibido éstas de María Santísima! 

Una de las damas, la duquesa Isabel Caracciolo de Brianza, escribía el 14 de junio a don Bosco desde Roma: «Cuando ((838)) usted 
estuvo aquí, tuve la satisfacción, a la par de mi marido, de besar su mano y pedirle que me encomendase al Señor y a la Santísima Virgen 
para obtener la gracia de una buena gestación con feliz éxito. Usted se dignó aceptar mi petición y me aconsejó que rezase diariamente 
algunas oraciones con este fin, y yo he cumplido constantemente 
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sus instrucciones. Por la divina misericordia estoy ya en el noveno mes y he gozado siempre de óptima salud. Ahora me permito recurrir 
de nuevo a su caridad, para que todo se cumpla felizmente para mí y para mi prole... 

»Desde que usted estuvo aquí pensé hacer un trabajo y ofrecerlo para su iglesia y, durante todo este tiempo, me he ocupado cada día en 
hacer una alba que mandaré apenas esté terminada... 

»Una vez obtenida la gracia le mandaré, como usted me indicó, una pequeña limosna para su iglesia. 

»Ruegue por mí, por mi marido y por todos mis hijos... 

»Bendíganos a todos». 

Una gracia especialísima para él fue la confirmación de las buenas noticias que le llegaban del Obispo de Mondoví. 

Monseñor Ghilardi escribía a don Celestino Durando el 16 de junio: 

«Me alegro de que el carísimo don Bosco esté contento con lo que se le escribió desde aquí. Ayer vino a verme el padre Módena y 
hemos tenido una larga conferencia para su bien. Ahora leerá las Aclaraciones y después tendremos otra. Quisiera que el consabido 
prólogo me lo mandase don Bosco a mí mientras estoy en Roma, pero escrito con mejor letra. 

»Con muchos saludos para él, soy en Jesús, María y José, etc.». 

Algunos días después, dirigiéndose al mismo (por asuntos de tipografía) añadía: «Diga al carísimo don Bosco que he remitido al padre 
Módena la nota y que pronto le escribiré, etc.». 
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((839)) 

CAPITULO LXX 

SUEÑO: EL PASTOR, LAS OVEJAS, LOS CORDEROS: EL MUNDO Y EL ORATORIO; EL ESTADO DE PECADO, LOS 
ESCANDALOS Y TRES CARESTIAS: EL ESTADO DE GRACIA Y EL ESTADO DE INOCENCIA: ESPECTACULO 
CONSOLADOR; AVISO A LOS MUCHACHOS -EXPLICACION DEL SUEÑO -CARTA DE MONSEÑOR BERARDI A DON 
BOSCO ACERCA DE LAS CONSTITUCIONES Y DE LAS DIMISORIAS -EL OBISPO DE AOSTA MANDA A DON BOSCO SU 
CARTA COMENDATICIA PARA LA APROBACION DE LA PIA SOCIEDAD -PALABRAS DE DON BOSCO PARA LA FIESTA 
DE SAN LUIS -MUERE EN EL ORATORIO EL JEFE DE LOS CERRAJEROS -CARTAS DE PERSONAS AMIGAS Y 
BIENHECHORAS; QUERRIAN UN RETRATO DE DON BOSCO: DESEAN NOTICIAS DE SU FIESTA ONOMASTICA -LA 
FIESTA DE SAN JUAN BAUTISTA Y TESTIMONIO PUBLICO DE UN DEMENTE CURADO POR MARIA SANTISIMA 
AGRADECIMIENTO DE DON BOSCO A TODOS LOS QUE TOMARON PARTE EN LA FIESTA -MANDA SALUDOS Y 
RECUERDOS A LOS AMIGOS QUE SE ENCUENTRAN EN ROMA PARA EL CENTENARIO 

EL domingo de la Santísima Trinidad, 16 de junio, en cuya festividad, hacía veintiséis años, había celebrado don Bosco su primera misa, 
los jóvenes esperaban con impaciencia que les contara un sueño, según les había prometido el día 13 del mismo mes. 

Su ardiente deseo era buscar el bien espiritual de su rebaño, y su norma, las amonestaciones y promesas del capítulo XXVII, versículos 
23 -25 del libro ((840)) de los Proverbios: Diligenter agnosce vultum pecoris tui, tuosque greges considera: non enim habebis jugiter 
potestatem; sed corona tribuetur in generationem et generationem. Aperta sunt prata, et apparuerunt herbas virentes, et collecta sunt foena 
de montibus... (Conoce a fondo el estado de tu ganado, aplica tu corazón a tu rebaño; porque no es eterna la riqueza; no se transmiten los 
tesoros de edad en edad. Cortada la hierba, aparecido el retoño, y apilado el heno de los montes...) 
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En sus oraciones pedía al cielo el conocimiento exacto de sus ovejas; la gracia de vigilar atentamente; de asegurar la custodia del redil 
aun después de su muerte y de proveerle de fácil alimento material y espiritual. 

Don Bosco, pues, después de las oraciones de la noche, habló así: 

En una de las últimas noches del mes de María, el 29 o el 30 de mayo, estando en la cama y no pudiendo dormir, pensaba en mis 
queridos jóvenes y me decía a mí mismo: 
-íOh si pudiese soñar algo que les sirviese de provecho! 
Después de reflexionar durante un rato añadí: 
-íSí! Ahora quiero soñar algo para contarlo a mis jóvenes. 
Y he aquí que me quedé dormido. 

Apenas el sueño se apoderó de mí, me pareció encontrarme en una inmensa llanura cubierta de un número extraordinario de ovejas de 
gran tamaño, las cuales, divididas en rebaños, pacían en los extensos prados que se ofrecían ante mi vista. Quise acercarme a ellas y se me 
ocurrió buscar al pastor, causándome gran maravilla que pudiese haber en el mundo quien pudiera poseer tan crecido número de animales 
de aquella especie. Después de breves indagaciones me encontré ante un pastor apoyado en su cayado. Inmediatamente comencé a 
preguntarle: 

-»De quién es este rebaño tan numeroso?
El pastor no me contestó.
Volví a repetir la pregunta y entonces me dijo:
-»Y a ti qué te interesa?
-»Por qué, repliqué, me contesta de esa manera?
-Pues bien, dijo el pastor, este rebaño es de su dueño.
-»De su dueño? Eso ya me lo suponía, dije para mí.
Y continué en alta voz:
-»Y quién es el dueño?
-No te preocupes, me dijo, ya lo sabrás.
Después, recorriendo en su compañía aquel valle, comencé a observar el rebaño y la región en que nos encontrábamos.
Algunas zonas estaban cubiertas de rica vegetación; numerosos árboles extendían sus ramas proporcionando agradable sombra, y una


hierba fresquísima que servía de alimento a gran número de ovejas de hermosa y lucida presencia. 
En otros parajes la llanura era estéril, arenosa, llena de piedras, recubierta de espinos, desprovistos de hojas, y de grama amarillenta; no 
había en toda ella ni un tallo de hierba fresca; a pesar de ello, también ((841)) allí había numerosas ovejas paciendo, pero su aspecto era 

miserable. 
Hice algunas preguntas a mi guía referentes a este rebaño, pero él, sin contestarme a ninguna, dijo: 
-Tú no estás destinado a cuidarlas. En éstas no debes pensar. Te voy a llevar a que veas el rebaño que te ha sido reservado. 
-Pero »tú quién eres? 

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-Soy el dueño; ven conmigo; vamos hacia aquella parte y verás. 

Y me condujo a otro lugar de la llanura donde había millares y millares de corderillos. Tan numerosos eran, que no se podían contar y 
estaban tan flacos que apenas si se podían tener en pie. 

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El prado en que estaban era seco, árido y arenoso, no descubriéndose en él ni un tallo de hierba fresca, ni un arroyuelo, sino nada más 
que algunos gamones secos y matas escuálidas. Todo el pasto había sido totalmente destruido por los mismos corderos. 

A primera vista se podía deducir que aquellos pobres animales, que estaban además cubiertos de llagas, habían sufrido mucho y 
continuaban sufriendo. íCosa extraña! Cada uno tenía dos cuernos largos y gruesos que le salían de la frente, como si fuesen carneros 
viejos, y en la punta de cada cuerno tenían un apéndice en forma de ese. Contemplé maravillado aquella rara particularidad, causándome 
gran inquietud el no saberme explicar por qué aquellos corderillos tenían los cuernos tan largos y tan gruesos y la causa de que hubiesen 
destruido tan pronto la hierba del prado. 

-Pero »cómo puede ser esto?, dije al pastor. »Unos corderos tan pequeños y ya tienen unos cuernos tan grandes: 

-Mira bien, me dijo, observa atentamente. 

Y al hacerlo pude comprobar que aquellos animales tenían grabado el número 3 en todas las partes del cuerpo: en el lomo, en la cabeza, 
en el hocico, en las orejas, en las narices, en las patas, en las pezuñas. 

-»Qué quiere decir esto?, pregunté a mi guía. A la verdad que no entiendo nada. 

-»Cómo? »Que no comprendes nada?, me replicó el pastor. Escucha, pues, y todo lo comprenderás. Esta extensa llanura es figura del 
mundo. Los lugares cubiertos de hierba significan la palabra de Dios y la gracia. Los parajes estériles y áridos, aquellos sitios en los 
cuales no se escucha la palabra divina, en los que sólo se procura agradar al mundo. Las ovejas son los hombres hechos y derechos; los 
corderos, los jovencitos, para atender a los cuales ha mandado Dios a don Bosco. Este rincón de la llanura que contemplas, representa el 
Oratorio y los corderos en él reunidos, tus hijos. Este lugar tan árido es símbolo del estado de pecado. Los cuernos son imagen de la 
deshonra. La letra S quiere decir Scandalum (escándalo). Los escandalosos, por la fuerza del mal ejemplo, marchan a su perdición. Entre 
los corderos observarás algunos que tienen los cuernos rotos; fueron escandalosos, pero ahora cesaron en sus escándalos. El número 3 
quiere decir que soportan la pena de su culpa; esto es, que tendrán que sufrir tres grandes carestías: una carestía espiritual, otra moral y 
otra material. 

1.° La carestía de los auxilios espirituales; ((842)) pedirán estos auxilios y no los tendrán. 2.° La carestía de la palabra de Dios. 3.° La 
carestía del pan material. 

El que los corderos hayan agotado toda la hierba quiere decir que no les queda más que el deshonor y el número 3, o sea, las carestías. 
Este espectáculo significa también los sufrimientos que padecen actualmente muchos jóvenes en medio del mundo. En el Oratorio, en 
cambio, incluso los que son indignos de ello, no carecen del pan material. 

Mientras yo escuchaba y observaba todas aquellas cosas como desmemoriado, he aquí una nueva maravilla. Todos aquellos corderos 
cambiaban de aspecto. 

Levantándose sobre las patas posteriores adquirían una estatura elevada y la forma de otros tantos jóvenes. Yo me acerqué para 
comprobar si conocía alguno. Eran todos muchachos del Oratorio. A muchísimos no los había visto nunca, pero todos aseguraban que 
pertenecían a nuestro Oratorio. Y entre los que eran desconocidos para mí había unos pocos que están actualmente aquí. Son los que no 
se presentan nunca a don Bosco; los que no acuden jamás a pedirle un consejo; los que, por el contrario, huyen de él; en una palabra: los 
jóvenes a los cuales don Bosco aún no 
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conoce... Pero la inmensa mayoría de los desconocidos estaba integrada por los que no están ni han estado en el Oratorio. 

Mientras observaba con pena aquella multitud, el que me acompañaba me tomó de la mano y me dijo: 

-Ven conmigo y verás otras cosas. 

Y así diciendo me condujo a un extremo apartado del valle rodeado de pequeñas colinas y cercado de un vallado de plantas esbeltas, en 
el cual había un gran prado cubierto de verdor, lo más riente que imaginarse puede y embalsamado por multitud de plantas aromáticas, 
esmaltado de flores silvestres y en el que, además, se descubrían frescos bosquecillos y corrientes de agua límpida. En él me encontré con 
una gran multitud de chicos, todos alegres, dedicados a formar un hermosísimo vestido con flores del prado. 

-Al menos, tienes a éstos que te proporcionan grandes consuelos. 

-»Quiénes son?, pregunté. 

-Son los que están en gracia de Dios. 

íAh! Os puedo asegurar que jamás vi criaturas tan bellas y resplandecientes y que nunca habría podido imaginar tanta hermosura. Sería 
imposible que me pusiese a describirlo, pues sería echar a perder lo que no se puede imaginar si no se ve. 

Pero me estaba reservado un espectáculo aún más sorprendente. Mientras estaba yo contemplando con inmenso placer a aquellos 
jóvenes, entre los que había muchos a los cuales no conocía, el guía me dijo: 

-Ven, ven conmigo y te haré ver algo que te proporcionará una alegría y un consuelo aún mayor. 

Y me condujo a otro prado todo esmaltado de flores más bellas y olorosas que las que había visto anteriormente. Parecía un jardín 
regio. En él pude ver un número menor de jóvenes que en el prado anterior, pero de una tan extraordinaria belleza y de un esplendor tal 
que anulaban por completo a los que había admirado poco antes. Algunos de éstos están en el Oratorio, otros lo estarán con el tiempo. 

((843)) Entonces el pastor me dijo: 

-Estos son los que conservan la bella azucena de la pureza. Estos están revestidos aún con la estola de la inocencia. 

Yo contemplaba extático aquel espectáculo. Casi todos llevaban en la cabeza una corona de flores de belleza indescriptible. Dichas 
flores estaban compuestas por otras florecillas de sorprendente gallardía y de colores tan vivos y variados que encantaban al que las 
miraba. Había más de mil colores en una sola flor y en cada flor se veían más de mil flores. 

Hasta los pies de aquellos jóvenes descendía una vestidura de fascinante blancura, entretejida de guirnaldas de flores, semejantes a las 
que formaban la corona. 

La luz encantadora que partía de las flores iluminaba toda la persona haciendo reflejar en ella la propia belleza. Las flores se espejaban 
unas en otras y las de las coronas en las que formaban las guirnaldas, reverberando cada una los rayos emitidos por las otras. Un rayo de 
un color al encontrarse con otro de distinto color daba origen a nuevos rayos, diversos entre sí y, por consiguiente, cada nuevo rayo 
producía otros distintos, de manera que yo jamás habría creído que en el paraíso hubiese un espectáculo tan múltiple y encantador. Pero 
esto no es todo. Los rayos de las flores y de las coronas de unos jóvenes se reflejaban en las flores y en los de las coronas de todos los 
demás; lo mismo sucedía con las guirnaldas y con las vestiduras de cada uno. Además, el resplandor del rostro de un joven al expandirse, 
se fundía con el resplandor del rostro de los compañeros y al reverberar sobre aquellas facciones 

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inocentes y redondas, producían tanta luz que deslumbraban la vista e impedían fijar los ojos en ellas. 

Y así, en uno solo, se concentraban las bellezas de todos los compañeros con una armonía de luz inefable. Era la gloria accidental de los 
santos. No hay imagen humana capaz de dar una idea, aunque pálida, de la belleza que adquiría cada uno de aquellos jóvenes, en medio 
de un océano de esplendor tan grande. 

Entre ellos pude ver a algunos que se encuentran actualmente en el Oratorio y estoy seguro de que si pudiesen apreciar, aunque sólo 
fuese la décima parte de la hermosura de que los vi revestidos, estarían dispuestos a sufrir el tormento del fuego, a dejarse descuartizar, a 
afrontar el más cruel de los martirios, antes que perderla. 

Apenas pude reaccionar un poco, después de haber contemplado semejante espectáculo, me volví a mi guía y le dije: 

-Pero »en tan crecido número de mis jóvenes, son tan pocos los inocentes? »Tan contados son los que nunca han perdido la gracia de 
Dios? 

El pastor respondió: 

-»Cómo? »Te parece pequeño su número? Por otra parte, ten presente que los que han tenido la desgracia de perder el hermoso lirio de 
la pureza, y, por tanto, la inocencia, pueden seguir a sus compañeros por el camino de la penitencia. »Ves allá? En aquel prado hay 
muchas flores; ((844)) con ellas pueden tejer una corona y una vestidura hermosísima y seguir también a los inocentes en la gloria. 

-Dime algo más que yo pueda comunicar a mis jóvenes, añadí entonces. 

-Repíteles que si supiesen cuán bella y preciosa es a los ojos de Dios la inocencia y la pureza, estarían dispuestos a hacer cualquier 
sacrificio para conservarla. Oiles que se animen a cultivar esta bella virtud, la cual supera a las demás en hermosura y esplendor. Por algo 
los castos son los que crescunt tanquam lilia in conspectu Domini. (Crecen como lirios a los ojos del Señor). 

Yo quise entonces introducirme en medio de aquellos mis queridos hijos tan bellamente coronados, pero tropecé al andar y me desperté 
encontrándome en la cama. 

Hijos míos: »sois todos inocentes? Tal vez entre vosotros hay algunos que lo son y a ellos van dirigidas estas mis palabras. Por caridad: 
no perdáis un tesoro de tan inestimable valor. íLa inocencia es algo que vale tanto como el Paraíso, como el mismo Dios! íSi hubieseis 
podido admirar la belleza de aquellos jovencitos recubiertos de flores! El conjunto de aquel espectáculo era tal, que yo habría dado 
cualquier cosa por seguir gozando de él, y si fuese pintor, consideraría como una gracia grande el poder plasmar en el lienzo, de alguna 
manera, lo que vi. 

Si conocieseis la belleza de un inocente, os someteríais a las pruebas más penosas, incluso a la misma muerte, con tal de conservar el 
tesoro de la inocencia. 

El número de los que habían recuperado la gracia, aunque me produjo un gran consuelo, creí, con todo, que sería mayor. También me 
maravillé de ver a alguno que aquí parece bueno y en el sueño tenía unos cuernos muy grandes y muy gruesos... 

Don Bosco terminó haciendo una cálida exhortación a los que habían perdido la inocencia para que se empeñasen voluntariosamente en 
recuperar la gracia por medio de la penitencia. 

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Dos días después, el 18 de junio, el siervo de Dios subía a su tribuna y daba algunas nuevas explicaciones del sueño. 

No sería necesaria explicación alguna respecto al sueño, pero volveré a repetir lo que ya os dije. La gran llanura es el mundo, y los 
distintos parajes y el estado al que fueron llamados aquí todos nuestros jóvenes. El rincón donde estaban los corderos es el Oratorio. Los 
corderos son todos los jóvenes que estuvieron, están y estarán en el Oratorio. Los tres prados de esta zona, el árido, el verde y el florido, 
indican los estados de pecado, de gracia y de inocencia. Los cuernos de los corderos son los escándalos dados en el pasado. Había, 
además, quienes ((845)) tenían los cuernos rotos, o sea los que fueron escandalosos y después se enmendaron por completo. Todas 
aquellas cifras que representaban el número 3, y que se veían grabadas en las distintas partes del cuerpo de cada cordero, simbolizan, 
según me dijo el pastor, tres castigos que Dios enviará a los jóvenes: 1.° Carestía de auxilios espirituales. 2.° Carestía moral, o sea, falta 
de instrucción religiosa y de la palabra de Dios. 3.° Carestía material, o sea, carencia incluso del alimento. 

Los jóvenes resplandecientes son los que se encuentran en gracia de Dios y, sobre todo, los que conservan la inocencia bautismal y la 
bella virtud de la pureza. íQué gloria tan grande les espera a los tales! 

Entreguémonos, pues, queridos jóvenes, con el mayor entusiasmo a la práctica de la virtud. El que no esté en gracia de Dios, que la 
adquiera y después emplee todos los medios necesarios y la ayuda de Dios para conservarse en ella hasta la muerte; pues, si es cierto que 
no todos podemos estar en compañía de los inocentes y formar corona a Jesús, Cordero Inmaculado, al menos podemos seguir detrás de 
ellos. 

Uno de vosotros me preguntó si estaba entre los inocentes y yo le dije que no, que tenía los cuernos rotos. Me preguntó también si tenía 
llagas y le dije que sí. 

-»Y qué significan esas llagas?, me preguntó. 

Yo le respondí: 

-No temas. Tus llagas están ya casi cicatrizadas y desaparecerán con el tiempo; tales llagas no son deshonrosas, como no lo son las 
cicatrices de un combatiente, el cual, a pesar de las heridas y de los ataques del enemigo, supo vencer y conseguir la victoria. íPor tanto, 
son cicatrices gloriosas! Pero aún es más honroso combatir en medio del enemigo sin ser herido. La incolumidad del que lo consigue es 
causa de admiración para todos. 

Explicando este sueño, don Bosco dijo también que no pasaría mucho tiempo sin que se dejasen sentir estos tres males; 

-Peste, hambre y también falta de medios para hacer bien a las almas. 

Añadió que no pasarían tres meses sin que sucediese algo de particular. 

Este sueño produjo en los jóvenes la impresión y los frutos que había conseguido otras muchas veces con relatos semejantes. 

Mientras tanto monseñor Ghilardi había entregado en Roma una carta de don Bosco a monseñor Berardi en la que le daba noticias del 
Oratorio, seguía comentando la necesidad que tenía la Pía Sociedad 
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de San Francisco de Sales de gozar de la aprobación de la Santa Sede o poseer la facultad de las dimisorias; y añadía su más cordial 
alegría por las ((846)) voces que corrían anunciando que muy pronto sería nombrado Cardenal. 

Monseñor Berardi le respondió: 

Muy apreciado don Juan: 

Con sumo placer volví a abrazar al Obispo de Mondoví, que me entregó su carta dictada por su consabido cordial afecto. La situación 
de las Constituciones es la misma que le indiqué, y si hubiere aclaraciones sobre las dificultades para las dimisorias, ya haré que también 
dicho prelado se entreviste con monseñor Svegliati. 

Le agradezco las oraciones que hace y hace elevar por mí; yo haré otro tanto para que prospere su salud y su útil Institución a la que 
usted atiende con celo, superando valientemente todas las dificultades. 

Acerca de las voces que han llegado sobre mí, puedo asegurarle que no tienen nirigún fundamento. No entiendo poseer algún mérito 
para tan sublime dignidad, y estoy muy contento de vivir in abscondito (en lo escondido) prestando a la Santa Sede los servicios 
compatibles con mi poquedad. 

Me alegra inmensamente que el edificio de la iglesia de María Santísima Auxiliadora siga adelante, y espero que con la ayuda de Dios 
llegue pronto a su acabamiento. La ayuda de los fieles que acuden a usted implorando el auxilio de la Reina de los cielos, le suministrará 
medios abundantes. Sí, la Santísima Virgen dará a usted el consuelo de verla honrada y venerada en este lugar bajo un título especial que 
inflame el corazón de los creyentes. 

Mi madre le saluda y se encomienda a sus oraciones. 

Siga usted teniéndome presente en el santo sacrificio de la misa, lo mismo que yo no ceso de hacer por usted y créame con afectuosa 
estimación. 

De usted, apreciadísimo don Juan, 

Roma, 18 de junio de 1867 

Su afectísimo y seguro servidor JOSE BERARDI 

Las diligencias del Obispo de Mondoví y de monseñor Berardi eran de buen augurio para don Bosco, que también había escrito a varios 
Obispos para obtener más cartas comendaticias para la aprobación de la Pía Sociedad. Monseñor Santiago Jans, Obispo de Aosta, se 
apresuraba a mandarle la suya: 

Augustae Praet., 20 Junii 1867
Beatissime Pater, Beatísimo Padre:


Sanctitas Vestra saepe saepius Vuestra Santidad advirtió ya 
admonuit Episcopos inimicum hominem muchas veces a los Obispos que el 
in his luctuosis temporibus maximos hombre enemigo hace muchos 
facere conatus ad destruendam fidem esfuerzos en estos lamentables 
et maxime ad corrumpendam juventutem. tiempos para destruir la fe y sobre 

todo para corromper la juventud. 

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((847)) Ad resistendum his conatibus Para resistir a estos esfuerzos 
Sacerdos Joannes Bosco Augustae el presbítero Juan Bosco instituyó 
Taurinorum societatem instituit ad en Turín una sociedad para 
promovenda, ad defendenda principia promover y defender los principios 
catholicae fidei apud plebem, et ad de la fe católica del pueblo y la 
christianam institutionem juventutis. educación cristiana de la juventud. 

Huic Societati benedixit et Dios, de quien todos los bienes 
incrementum dedit Deus a quo omnia proceden, bendijo y dio incremento 
bona procedunt. A viginti annis et a esta Sociedad. Hace más de 
amplius admirationem bonorum omnium veinte años que alcanzó la 
obtinuit, et innumeros juvenes vel admiración de todos los buenos y 
retraxit a via perditionis, vel apartó del camino de la perdición 
innocentes custodivit a saeculo. a innumerables jóvenes o protegió 

del mundo a los inocentes. 

Cum haec ita sint, Episcopus Así las cosas, el Obispo de 
Augustensis ad Sanctitatis Vestrae Aosta, postrado a los pies de Su 
pedes provolutus humiles suas praeces Santidad, agrega sus humildes 
adjungit praecibus aliorum Episcoporum preces a las de otros Obispos para 
ut dignetur hanc Societatem S. que se digne aprobar esta Sociedad 
Francisci Salessii approbare cum de San Francisco de Sales con las 
Regulis quibus ipsa regitur. Quae Reglas por las que ella se rige. 
approbatio Sanctae Sedis novum Esta aprobación de la Santa Sede 
stimulum dabit huic Societati et prestará nuevo estímulo a esta 
maiorem Dei gloriam procurabit. Sociedad y procurará mayor gloria 

Sanctitatis Vestrae, quam Deus diu de Dios. De Vuestra Santidad, a 
servet incolumem, quien Dios guarde, 

Obedientissimus et humillimus filius Muy humilde y obediente hijo
» JACOBUS, Episcopus Augustensis. » SANTIAGO, Obispo de Aosta


Esta carta le llegaba a don Bosco en el día dedicado a san Luis Gonzaga. La víspera, por la noche, 20 de junio, había dicho a la 
Comunidad: 

Mañana es la fiesta de san Luis: procure por tanto cada uno hacer algo en honor de este querido Santo, como sería, una visita a la 
iglesia, una comunión, una oración especial, etc., etc. Prometa cada cual querer imitarle en la virtud de la modestia. El que es inocente 
tiene un modelo en san Luis; el que es pecador, puede también imitarlo con la penitencia y con ésta adquirir la virtud perdida. Por esto la 
Iglesia le ha propuesto como modelo para la juventud. Roguemos, pues, a san Luis que nos ayude a despegar totalmente nuestro corazón 
de las cosas de este mundo. »Qué es lo que hacía que san Luis estuviese tan contento y deseoso de la muerte bendiciendo a Dios y 
diciendo a los presentes en su habitación, que cantasen el Tedéum en acción de gracias? El desapego de su corazón de las cosas del 
mundo. 

Rogad también a este angélico joven según mis intenciones. 

En aquel mismo día se cumplía lo que había previsto y anunciado el 28 de mayo. Escribe don Miguel Rúa en el necrologio del Oratorio: 

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El 20 de junio de 1867, moría Juan Bautista Garando, de Ceres, a la edad de setenta y un años. Hombre sencillo y trabajador, como el 
que más. No obstante su avanzada edad, con sus trabajos e interés desarrolló el taller ((848)) de cerrajería, que se hallaba en sus 
comienzos. Obediente a los Superiores, amigo de sus alumnos y muy querido por ellos, recayó durante la convalecencia y, confortado con 
todos los auxilios de la Religión, entregó su alma a Dios. 

Estaban ya muy próximas las dos grandes fiestas del Oratorio, que se celebraban no solamente en la iglesia sino también fuera de ella: 
san Luis y san Juan Bautista, con la fiesta onomástica de don Bosco; la primera con su bonita procesión, y la segunda con la velada en el 
patio, convertido casi en un amplio anfiteatro. Hablaremos ahora de la segunda, dado que la primera se trasladó al domingo 7 de julio. 

En aquella ocasión eran muchos los que deseaban tener una fotografía de don Bosco; pero las que se habían tomado en Turín eran pocas 
y no se habían publicado, porque don Bosco era todavía muy reacio a ello. Por el mismo motivo las fotografías de Roma aún no habían 
sido enviadas a Turín por el conde Vimercati, y en el Oratorio no había más que una copia. 

Un gran número de bienhechores de distintas regiones pedían también noticias sobre la salud de don Bosco con el mismo afecto que se 
tiene por un padre o por un amigo queridísimo, y deseaban estar enterados de los festejos que se le iban a tributar. 

Roma, 22 de junio de 1867 

Reverendo padre Francesia: 

...Ruégole me informe del homenaje a nuestro amado y venerado don Bosco en el día de san Juan, pero escríbamelo enseguida y no me 
haga suspirar por ello... Al mismo tiempo hágame una relación exacta de todo lo que don Bosco diga, y si hay algo que observar en sus 
palabras. Usted sabe el afecto que siento por este santo sacerdote y cuánto le aprecio y admiro, pues conoce perfectamente que todo lo 
que a él se refiere me interesa mucho. 

Déjole M. R. P. Francesia, para escribir unas líneas a don Bosco, rogándole se las entregue en mano y así serán más de su agrado... Esté 
tranquilo por las cosas de Roma: la tempestad se va calmando por sí misma; la justicia y la virtud siempre triunfan: pero el Señor permite 
que alguna vez seamos golpeados. El Caballero sigue bien y saluda a todos... 

FANNY AMAT de Villa Ríos 

((849)) El día onomástico de don Bosco se celebró de una manera espléndida. Por la tarde hubo la demostración filial. El poeta sin par, 
don Juan Bautista Francesia, al igual que en años anteriores, leyó 
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una oda original, puesta en música por don Juan Cagliero, que fue interpretada por un coro numerosísimo acompañado por la banda. 
Declamáronse después muchas composiciones en griego, en latín, en italiano y en francés. Pero llamó poderosamente la atención del 
público cierto comerciante, el señor Lanzerini, quien leyó una composición original en dialecto boloñés. Acababa de llegar de Londres y 
ya había estado otra vez en el Oratorio, yendo de viaje desde Bolonia, su patria, a París. Era muy rico y bueno, sentía gran afecto por don 
Bosco y era hermano del santo sacerdote Lanzerini, fundador del Hospicio de la Inmaculada en Bolonia para muchachos pobres 
abandonados. El año anterior, dicho señor se volvió loco y durante unos meses lloraba y no cesaba de repetir: 

-íAy de mí! Ahora tenemos que morir todos de hambre: estoy reducido a la miseria: mi familia tendrá que ir de puerta en puerta 
mendigando el pan para vivir. 

Tenía esta idea fija. Cuando don Bosco llegó a Bolonia, procedente de Florencia, el reverendo Lanzerini, acudió a exponerle la 
desgracia del hermano: y el Siervo de Dios corrió a visitarle. Continuaba el enfermo con sus lamentos y no escuchaba una palabra de 
aliento. 

-Bien, dijo entonces don Bosco, después de haberle dado la bendición, hágase una novena a María Auxiliadora; si cura, hará una 
limosna a la nueva iglesia de Turín. 

La familia empezó la novena y, aún no la había terminado, cuando el demente, libre de su manía, se encontró tan completamente curado 
que superó las esperanzas de todos. 

La simple narración de este hecho fue el tema tratado por el señor Lanzerini, quien daba así testimonio público de la gracia recibida, 
añadiendo que nunca se había encontrado tan bien de salud como entonces. Concluía agradeciendo ((850)) a María Auxiliadora y a don 
Bosco, el incomparable beneficio recibido y declarando que guardaría eterno reconocimiento. 

Para cerrar la velada repitieron los coros su canto, y don Bosco dirigió unas breves palabras de agradecimiento a todos: a los cantores, 
a los músicos, a los poetas y prosistas, a los que habían preparado y realizado el conjunto de aquella bella decoración, a los que con 
artística y sorprendente iluminación aumentaban la alegría del crepúsculo, a los donantes de los muchos y ricos regalos expuestos sobre 
una amplia mesa, a los Superiores de la casa, a los bienhechores y a los muchachos que le habían presentado muchos augurios a través de 
múltiples cartas. Estos específicos agradecimientos los repetía 
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cada año y a veces los convertía en personales, cuando asistía a la fiesta alguno que, por dignidad o merecimiento, era acreedor a tal 
atención. Aquella tarde concluyó el Venerable pidiendo y prometiendo oraciones. 

Pero las alegrías de aquel día hacían recordar a don Bosco las otras más solemnes que debían experimentar en Roma tantos amigos 
suyos con motivo del Centenario de San Pedro. Por eso escribía al conde Eugenio De Maistre: 

Turín, 25 de junio de 1867
Muy apreciado en el Señor:


Un saludo para usted, y para toda su familia, mi querido señor Conde, y ello para desear a todos abundantes bendiciones del cielo en 
este Centenario; y me parece bien hacerlo por deber y porque no sé si todavía podré repetir los mismos augurios para otro centenario. 

La condesa Caramon me trajo noticias de que toda su familia goza de buena salud y que también el señor Francisco parece estar fuera 
de peligro; nosotros seguimos todavía encomendándolo a María Auxiliadora, mañana y tarde; esperamos que esta Madre querrá 
devolverle la salud primera. 

Que Dios le bendiga a usted, a su señora, a sus hijos y conceda a todos largos años de vida feliz y el santo don de la perseverancia. 
Amén. 

Me encomiendo, juntamente con mis muchachos, a la caridad de sus santas oraciones, y me profeso muy agradecido en el Señor 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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((851)) 

CAPITULO LXXI 

LOS EXAMENES DE FILOSOFIA Y TEOLOGIA EN EL SEMINARIO -CONFERENCIA DE DON BOSCO A LOS SALESIANOS: 
MODO DE PASAR LAS VACACIONES, INCONVENIENTES Y PELIGROS PARA LOS QUE LAS PASAN CON LA PROPIA 
FAMILIA: LECCION DADA POR EL DIVINO SALVADOR -SUEÑO: DESEO DE CONOCER LO QUE SE REFIERE A LA 
NATURALEZA DEL ALMA: UN PALACIO MISTERIOSO: DON BOSCO EN PRESENCIA DE UN OBISPO DIFUNTO: 
PREGUNTAS A LAS QUE NO PUEDE OBTENER RESPUESTA: CONSEJOS A LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO: UNA 
IDEA DE LAS PENAS DEL PURGATORIO -DON JUAN CAGLIERO Y DON ANGEL SAVIO EN ROMA -TRAIDORES EN EL 
VATICANO -LA SALVACION VIENE, A VECES, DE LOS ENEMIGOS -DON JUAN CAGLIERO EN EL ENSAYO DE LA 
ANTIFONA TU ES PETRUS -LAS FIESTAS DEL CENTENARIO EN ROMA: DON BOSCO PREDICE ESPINAS PARA DENTRO 
DE TRES MESES -LOS OBISPOS A LOS PIES DEL PAPA -PIO IX RECIBE EN AUDIENCIA A DON JUAN CAGLIERO Y A 
DON ANGEL SAVIO, Y UNA CARTA DE DON BOSCO -EN DICHA CARTA EL SIERVO DE DIOS PRESENTA A LOS DOS 
SALESIANOS COMO SUS REPRESENTANTES EN LAS FIESTAS: NARRA LA RECEPCION DE LOS PUEBLOS A LOS 
NUEVOS OBISPOS: DICE QUE MODIFICARA EN OTRA EDICION, CIERTAS FRASES DE SU OPUSCULO SOBRE SAN 
PEDRO: SUPLICA LA APROBACION DE LAS CONSTITUCIONES DE LA PIA SOCIEDAD -VENERACION QUE SE TIENE EN 
ROMA POR DON BOSCO 

EN el Oratorio residían cuarenta y cuatro clérigos que habían finalizado los examenes en el Seminario el 22 de junio. 

Treinta y cuatro los habían superado con honor; los demás habían terminado antes los cursos de Teología, estaban enfermos o 
dispensados por sus ocupaciones, pero tenían la obligación de presentarse el 5 de noviembre para examinarse de los tratados de los 
((852)) que no habían rendido cuenta en junio. 

Los estudiantes de bachillerato continuaban regularmente las clases; y convenía establecer un horario para los clérigos, que no tenían 
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incumbencias especiales en la casa. Las vacaciones del Seminario duraban hasta noviembre. El 25 de junio don Bosco dio una 
conferencia a los Salesianos. 

En primer lugar distribuyó el tiempo de las vacaciones de los clérigos de este modo: por la mañana, levantarse a la hora de costumbre; 
después de misa, estudio, desayuno y recreo. De nueve a once, paseo; pero con prohibición de ir a la ciudad, y yendo sólo a los 
alrededores, juntamente con el jefe de grupo, y al lugar establecido por el Superior. Este paseo no es obligatorio: el que quiera puede 
quedarse en casa a estudiar o leer, es libre de hacerlo. De las once al mediodía, clases complementarias de sagrada elocuencia, de 
geografía o de francés. De dos a tres de la tarde, tiempo libre, en silencio, de modo que cada cual pueda descansar o estudiar, como guste. 
De tres a cuatro y media, de nuevo clase complementaria; pero a una señal de la campana se irá a la iglesia para hacer un poco de lectura 
espiritual, que servirá también de meditación y de visita al Santísimo Sacramento y de la que se saldrá al terminar la clase de los 
muchachos. 

Estaba dispensado de estas normas quien tuviese encargos especiales que se lo impidieran. 

Pasando a hablar sobre las vacaciones con parientes o amigos, dijo don Bosco: 

Cada uno de vosotros debe decidirse a pertenecer o no a la Pía Sociedad. Los que piensen no pertenecer a ella, hagan la petición, que yo 
les dejo ir libremente. Los que quieren ser de la Sociedad no necesitan pedirlo, porque ya saben que están en su casa. La razón por la que 
soy opuesto a que las vacaciones se vayan a pasar fuera es porque en la casa paterna, en los pueblos, donde no se habla más que de 
intereses materiales, del negocio, del campo, de la vaca, del buey, del dinero, del comer y del beber y de otras cosas menos convenientes, 
de por fuerza se pierde ((853)) espíritu. Yo mismo, cuando iba a Castelnuovo, sufría daño, y por eso procuraba tener siempre conmigo 
algún joven del Oratorio con quien poder hablar de cosas útiles, y a su debido tiempo rezar las oraciones, hacer la visita a Jesús 
Sacramentado, la lectura espiritual y demás prácticas de piedad. Si yo he experimentado en mí este perjuicio, creo que lo mismo les 
pasará a los demás, que también son de carne y hueso como yo. Por otra parte, si alguno necesitara cambiar de aires, tenemos diversos 
lugares adonde se puede ir a pasar vacaciones como Lanzo, Mirabello, Trofarello. 

Alguno dirá: 

-Pero es muy agradable volver a ver durante unos días los lugares de la infancia, los parientes, los amigos... 

Y yo respondo: 

-Es natural que esto guste, pero el Redentor nos ha dado una hermosa lección sobre el particular. Cuando María Santísima y algunos 
primos, que la Escritura llama sus hermanos, y otros parientes, no pudiendo acercarse a él por la multitud que 
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le rodeaba, le mandaron a decir que su Madre y sus hermanos le buscaban para hablarle, El respondió: 

-»Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? 

-íCómo!, dirá tal vez alguno; íqué forma de hablar es ésta! »Es que ahora querrá renegar de sus parientes? 

Pero el Salvador continuo: 

Todos los que hacen la voluntad de mi Padre Celestial son mi padre, mi madre y mis hermanos. 

Por eso yo os digo: los que desean pertenecer a la Pía Sociedad, aquí tienen a su padre y a sus hermanos. No obstante hago una 
excepción. Si los padres cayesen gravemente enfermos, el Superior dispondrá que el socio pueda ir a asistirlos, porque esto es una obra de 
caridad que se presta a los propios padres. 

Don Bosco habló todavía a toda la Comunidad después de las oraciones de la noche: 

Ayer noche, mis queridos hijos, me había acostado, y no pudiéndome dormir, pensaba en la naturaleza y modo de existir del alma; 
cómo estaba hecha; cómo se podía encontrar y hablar en la otra vida separada del cuerpo; cómo se trasladaría de un lugar a otro; cómo 
nos podremos conocer entonces los unos a los otros siendo así que, después de la muerte, sólo seremos espíritus puros. Y cuanto más 
reflexionaba sobre esto, tanto más misterioso. me parecía todo. 

Mientras divagaba sobre éstas y otras semejantes fantasías, me quedé dormido y me pareció estar en el camino que conduce a... (y 
nombró la ciudad) y que a ella me dirigía. Caminé durante un rato; atravesé pueblos para mí desconocidos, cuando de pronto sentí que me 
llamaban por mi nombre. Era la voz de una persona que estaba parada en el camino. 

-Ven conmigo, me dijo; ahora podrás ver lo que deseas. 

((854)) Obedecí inmediatamente. Aquella persona se movía con la rapidez del pensamiento y lo mismo yo. Caminábamos sin tocar con 
los pies en el suelo. Al llegar a una región que no sabría precisar, mi guía se detuvo. Sobre un lugar eminente se elevaba un magnífico 
palacio de admirable estructura. No sabría puntualizar dónde estaba, ni a qué altura; no recuerdo si sobre una montaña o en el aire, sobre 

las nubes. Era inaccesible, y no se veía camino alguno para subir. Sus puertas estaban a una altura considerable. 

-íMira! íSube a ese palacio!, me dijo mi guía. 

-»Cómo hacerlo?, exclamé. »Cómo apañarme? Aquí abajo no hay entradas y yo no tengo alas. 

-íEntra!, me dijo el otro en tono imperativo. 

Y viendo que yo no me movía, añadió: 

-Haz como yo; levanta los brazos con buena voluntad y subirás. Ven conmigo. 

Y diciendo esto levantó en alto las manos hacia el cielo. Yo abrí entonces los brazos y al instante me sentí elevado en el aire a guisa de 

ligera nube. Y heme aquí a la entrada del gran palacio. El guía me había acompañado. 

-»Qué hay dentro?, le pregunté. 

-Entra: visítalo y verás. En una sala, al fondo, encontrarás quien te aleccione. 

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El guía desapareció y yo, habiéndome quedado sólo y guía de mí mismo, entré en el pórtico, subí las escaleras y me encontré en un 
departamento verdaderamente regio. Recorrí salas espaciosas, habitaciones riquísimamente decoradas y largos pasillos. Yo caminaba a 
una velocidad fuera de lo normal. Cada sala brillaba al conjuro de los sorprendentes tesoros en ella acumulados y con gran rapidez recorrí 
tantos departamentos que me hubiera sido imposible contarlos. 

Pero, lo más admirable fue lo siguiente. A pesar de que corría a la velocidad del viento, no movía los pies, sino que permaneciendo 
suspendido en el aire y con las piernas juntas, deslizábame sin cansancio sobre el pavimento sin tocarlo, como si se tratase de una 
superficie de cristal. Así, pasando de una sala a otra, vi finalmente al fondo de una galería una puerta. Entré y me encontré en un gran 
salón, magnífico sobre toda ponderación... Al fondo del mismo, sobre un sillón, vi majestuosamente sentado a un Obispo, como quien 
espera a dar audiencia. Me acerqué con respeto y quedé maravillado al reconocer en aquel prelado a un amigo íntimo. Era Monseñor... (y 
dijo el nombre), Obispo de... muerto hace dos años. Parecía no sufrir nada. Su aspecto era lozano, afectuoso y de una belleza que no se 
puede expresar. 

-íOh, Monseñor! »Vos aquí?, le dije con alegría. 

-»No me veis?, replicó el obispo. 

-»Cómo os encontráis? »Estáis vivo todavia? »No habíais muerto? 

-Sí, he muerto. 

-Pues si moristeis, »cómo estáis aquí sentado, tan lozano y con tan buena apariencia? Si estáis vivo todavía, decídmelo por favor pues 

de lo contrario nos veremos en un gran lío. ((855)) En A... hay ya otro Obispo, Monseñor... »cómo arreglaremos este asunto? 

-Estad tranquilo, no os preocupéis, que yo estoy muerto... 

-Más vale así, pues ya hay otro en vuestro lugar. 

-Lo sé. »Y vos, don Bosco, estáis vivo o muerto? 

-Yo estoy vivo. »No me veis aquí en cuerpo y alma? 

-Aquí no se puede venir con el cuerpo. 

-Pues yo lo estoy. 

-Eso os parece, pero no es así... 

Y al llegar a este punto de la conversación, comencé a hablar muy de prisa, haciendo pregunta tras pregunta, sin obtener contestación 

alguna. 

-»Cómo es posible, decía, que estando yo vivo pueda estar aquí con Vos que estáis muerto? 

Y tenía miedo de que el prelado desapareciese; por eso comencé a decirle en tono suplicante: 

-Monseñor, por caridad, no os vayáis. íNecesito saber tantas cosas! 

El Obispo, al verme tan preocupado: 

-No os inquietéis de ese modo, dijo; estad tranquilo, no lo dudéis; no me iré; hablad. 

-Decidme, Monseñor, »os habéis salvado? 

-Miradme, contestó; observad cuán fuerte, lozano y resplandeciente me encuentro. 

Su aspecto verdaderamente me daba cierta esperanza de que se hubiera salvado; pero no contentándome con eso, añadí: 

-Decidme si os habéis salvado: »sí o no? 

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VOLUMEN VIII Página: 727 

-Sí, estoy en un lugar de salvación. 

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-Pero »estáis en el Paraíso gozando de Dios o en el Purgatorio?
-Estoy en un lugar de salvacíón; pero aún no he visto a Dios y necesito que recéis por mi.
-»Y cuánto tiempo tendréís que estar todavia en el Purgatorio?
-íMirad aquí!
Y me mostró un papel, añadiendo:
-íLeed!
Tomé el papel en la mano, lo examiné atentamente, pero no viendo en él nada escrito, le dije:
-Yo no veo nada.
-Mirad lo que hay escrito; leed.
-Lo he mirado y lo estoy mirando, pero no puedo leer, porque no hay nada escrito.
-Mirad mejor.
-Veo un papel con dibujos en forma de flores celestes, verdes, violáceas, pero no veo ninguna letra.
-íSon cifras!
-Yo no veo cifras, ni números.
Miró el prelado el papel que tenía yo en la mano y dijo después:
-Ya sé por qué no comprendéis; poned el papel al revés.
Examiné la hoja con mayor atención, la volví por ambos lados, pero ni al derecho ni al revés pude leer. Solamente me pareció apreciar


que entre las vueltas y las revueltas de aquellos dibujos floridos, hubiere el número 2. 
El Obispo continuó: 
-»Sabéis por qué es necesario leer al revés? 
((856)) Porque los juicios de Dios son diferentes de los del mundo. Lo que los hombres toman por sabiduría es necedad para Dios. 
No me atreví a pedirle una explicación más clara, y dije: 
-Monseñor, no os marchéis; quiero preguntaros más cosas. -Preguntad, pues; yo escucho. 
-»Me salvare? 
-Tened esperanza en ello. 
-No me hagáis sufrir; decidme enseguida si me salvaré. 
-No lo sé. 
-Al menos, decidme si estoy o no en gracia de Dios. 
-No lo sé. 
-»Y mis muchachos, se salvarán? 

Fin de Página 728 


VOLUMEN VIII Página: 728 

-No lo sé.
-Por favor, os suplico que me lo digáis.
-Habéis estudiado Teología, y por tanto podéis saberlo y daros la respuesta vos mismo.
-»Cómo? »Estáis en un lugar de salvación y no sabéis estas cosas:
-Mirad, el Señor se las hace saber a quien quiere; y cuando quiere que se den a conocer estas cosas, concede el permiso y da la orden.


De otra manera nadie puede comunicarlo a los que aún viven. 
Yo me sentía impulsado por un deseo vehemente de preguntar más y más cosas ante el temor de que Monseñor se marchase. 
-Ahora, decidme algo de vuestra parte para comunicarlo a mis muchachos. 

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VOLUMEN VIII Página: 729 

-Vos sabéis tan bien como yo, qué es lo que han de hacer. Tenéis la Iglesia, el Evangelio, las demás Escrituras que lo contienen todo; 
decidles que salven el alma, que lo demás nada interesa. 

-Pero, eso ya lo sabemos, que debemos salvar el alma. Lo que necesitamos es conocer los medios que hemos de emplear para 
conseguirlo. Dadme un consejo que nos haga recordar esta necesidad. Yo se lo repetiré a mis muchachos en vuestro nombre. 

-Decidles que sean buenos y obedientes. 

-»Y quién no sabe esas cosas? 

-Decidles que sean modestos y que recen. 

-Pero, decidme algo más práctico. 

-Decidles que se confiesen frecuentemente y que hagan buenas comuniones. 

-Algo más concreto aún. 

-Os lo diré, puesto que así lo queréis. Decidles que tienen delante de sí una niebla y que simplemente el distinguirla es ya una buena 
cosa. Que se quiten ese obstáculo de delante de los ojos, como se lee en los Salmos: Nubem dissipa. 

-»Y qué es esa niebla? 

-Todas las cosas del mundo, las cuales impiden ver la realidad de las cosas celestiales. 

-»Y qué deben hacer para que desaparezca esa niebla? 

-Considerar el mundo tal cual es: mundus totus in maligno positus est (el mundo entero se encuentra en el maligno), ((857)) y entonces 
salvarán el alma; que no se dejen engañar por las apariencias mundanas. Los jóvenes creen que los placeres, las alegrías, las amistades del 
mundo pueden hacerles felices y, por tanto, no esperan más que el momento de poder gozar de ellas; pero que recuerden que todo es 
vanidad y aflicción de espíritu. Que se acostumbren a ver las cosas del mundo, no según su apariencia, sino como son en realidad. 

-»Y de dónde proviene principalmente esta niebla? 

-Así como la virtud que más brilla en el Paraíso es la pureza, también la oscuridad y la niebla son producidas principalmente por el 
pecado de la inmodestia y de la impureza. Es como un negro y densísimo nubarrón que priva de la vista e impide a los jóvenes ver el 
precipicio que les amenaza con tragárselos. Decirles, pues, que conserven celosamente la virtud de la pureza, pues los que la poseen, 

florebunt sicut lilium in civitate Dei (florecerán como el lirio en la ciudad de Dios). 

-»Y qué se precisa para conservar la pureza? Decídmelo, que yo se lo comunicaré a mis jóvenes de vuestra parte. 

-Es necesario: el retiro, la obediencia, la huida del ocio y la oración. 

-»Y después? 

-Oración, fuga del ocio, obediencia, retiro. 

-»Y nada más? 

-Obediencia, retiro, oración, y fuga del ocio. Recomendadles estos medios que son suficientes. 

Yo deseaba preguntarle muchas cosas más, pero no me acordaba de nada. 

De forma que, apenas el Prelado hubo terminado de hablar, en mi deseo de repetiros aquellos mismos consejos, abandoné 

precipitadamente la sala y corrí al Oratorio. Volaba con la rapidez del viento y en un instante me encontré a las puertas de nuestra casa. 
Seguidamente me detuve y comencé a pensar: 

-»Por qué no estuve más tiempo con el Obispo de...? íMe habría proporcionado 

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nuevas aclaraciones! He hecho mal dejándome perder tan buena ocasión. íPodría haber aprendido tantas cosas hermosas! 

E inmediatamente volví atrás con la misma rapidez con que había venido, temeroso de no encontrar ya a Monseñor. Penetré, pues, de 
nuevo en aquel palacio y en el mismo salón. 

Pero, íqué cambio se había operado en tan breves instantes! El Obispo, palidísimo como la cera, estaba tendido sobre el lecho; parecía 
un cadáver; a los ojos le asomaban las últimas lágrimas; estaba agonizando. Sólo por un ligero movimiento del pecho, agitado por los 

postreros estertores, se comprendía que aún tenía vida. Yo me acerqué a él afanosamente: 

-Monseñor, »qué os ha sucedido? 

-Dejadme, dijo dando un suspiro. 

-Monseñor, tendría aún muchas cosas que preguntaros. 

-Dejadme solo; sufro mucho. 

-»En qué puedo aliviaros? 

-Rezad y dejadme ir. 

((858))-»Adónde? 

-Adonde la mano omnipotente de Dios me conduce. 

-Pero, Monseñor, os lo suplico, decidme adónde. 

-Sufro mucho; dejadme. 

-Decidme al menos qué puedo hacer en vuestro favor, repetía yo. 

-Rezad. 

-Una palabra nada más: »tenéis algún encargo que hacerme para el mundo? »No tenéis nada que decir a vuestro sucesor? 

-Id al actual Obispo de... y decidle de mi parte esto y esto. 

Las cosas que me dijo no os interesan a vosotros, mis queridos jóvenes, por tanto las omitiremos. 

El Prelado prosiguió diciendo: 

-Decidle también a tales y tales personas, éstas y estas otras cosas en secreto. 

Don Bosco calló también estos encargos: pero tanto éstos como los primeros parece que se referían a avisos y remedios para ciertas 

necesidades de aquella diócesis. 

-»Nada más?, continué yo. 

-Decid a vuestros muchachos que siempre los he querido mucho; que mientras viví, siempre recé por ellos y que también ahora me 

acuerdo de ellos. Que rueguen ahora por mí. 

-Tened la seguridad de que se lo diré y de que comenzaremos inmediatamente a aplicar sufragios. Pero, apenas os encontréis en el 
Paraíso, acordaos de nosotros. 

El aspecto del Prelado denotaba entretanto un mayor sufrimiento. Daba pena contemplarlo; sufría muchísimo, su agonía era 
verdaderamente angustiosa. 

-Dejadme, me volvió a decir; dejadme que vaya adonde el Señor me llama. 

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-íMonseñor!... íMonseñor!..., repetía yo lleno de indecible compasión. 

-íDejadme!... íDejadme!... 

Parecía que iba a expirar mientras una fuerza invisible se lo llevaba de allí a las habitaciones más interiores, hasta que desapareció de 
mi vista. 

Yo, ante una escena tan dolorosa, asustado y conmovido, me volví para retirarme, pero habiendo tropezado por aquellas salas con la 
rodilla en algún objeto, me desperté y me encontré en mi habitación y en el lecho. 

Como veis, queridos jóvenes, éste es un sueño como los demás, y en lo relacionado con vosotros no necesita explicación, para que 
todos lo entendáis. 
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Don Bosco terminó diciendo: 

En este sueño aprendí muchas cosas relacionadas con el alma y con el Purgatorio, que antes no había llegado a comprender y que ahora 
las veía tan claras que no las olvidaré jamás. 

((859)) Así termina la narración que nos ofrecen nuestras memorias. 

Parece que don Bosco haya querido exponer en dos cuadros distintos el estado de gracia de las almas del Purgatorio y el de sus 
sufrimientos expiatorios. 

El siervo de Dios no hizo comentario alguno sobre la situación de aquel buen Prelado. Por lo demás, por revelaciones dignísimas de fe 
y por los testimonios de los Santos Padres, se sabe que personajes de santidad suma, lirios de pureza virginal, ricos en méritos, obradores 
de milagros y a quienes nosotros veneramos en los altares, por faltas ligerísimas hubieron de permanecer largo tiempo en el Purgatorio. 

La justicia divina exige que antes de entrar en el cielo, cada uno pague hasta el último cuadrante de sus deudas. 

Habiendo preguntado algún tiempo después a don Bosco, los que esto escribimos, si había cumplido los encargos que le había dado el 
Obispo, con la confianza con que nos honraba, le oímos responder: 

-Sí, he cumplido fielmente el mandato. 

Observaremos que el colector 1 o recopilador omitió una circunstancia del sueño, que nosotros recordamos, tal vez porque entonces no 
comprendía el sentido o la importancia de la misma. Don Bosco había preguntado en cierto momento cuánto tiempo le quedaba a él de 
vida y el Obispo le presentó un papel cubierto de ringorrangos entrelazados, según parecía, con 8 (ochos), pero no tuvo ninguna 
explicación del misterio... »indicaba el 1888? 

Mientras tanto don Juan Cagliero y don Angel Savio habían llegado a Roma el 23 de junio y fueron recibidos con alegría por el 
caballero Oreglia, que ya les había preprado alojamiento. Don Juan Cagliero llevaba dos cartas para el Santo Padre, una había de 
entregársela inmediatamente, con el mayor secreto y en propia mano. Don Juan Cagliero no sabía el contenido de la misma y, el 25 de 
junio, de acuerdo con las órdenes recibidas, la entregaba a monseñor Pacifici, quien personalmente, y con las debidas cautelas, cumplió el 
encargo. 

1 Colector. -Se refiere a los que se habían concertado para tomar nota de todo cuanto hacía y decía don Bosco (N. del T.) 
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El día de la octava de san Pedro se encontró don Juan Cagliero con monseñor Manacorda, el cual, conmovido y espantado, ((860)) 
empezó a contarle que había visto en el Vaticano a uno de los primeros oficiales del palacio apostólico que, era conducido entre 
gendarmes a la cárcel. Y añadía: 

-Pío IX ha recibido en estos días un despacho confidencial que le ha sido llevado directamente. Se hacen pesquisas en palacio y se ha 
descubierto una indigna intriga en la tipografía pontificia. También han sido encarcelados otros. 

Monseñor no sabía más. Pero don Juan Cagliero comprendió el misterio y después supo mejor la cuestión. En el Vaticano, algunos 
empleados infieles, imprimían clandestinamente y de noche las hojas subversivas que, por medio de las comisiones masónicas, se 
esparcían copiosamente, excitando al pueblo a la rebelión contra el Gobierno Pontificio. 

El Papa tenía, por tanto, en casa quien le traicionaba, espléndidamente pagado por los sectarios. Presentamos un hecho. 

La emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III, había escrito sucesivamente dos cartas confidenciales al Santo Padre y se las había 
llevado al Papa un personaje distinguido de su plena confianza. Narrábanse en ellas importantísimas noticias sobre las conspiraciones que 
se urdían contra la Iglesia; y se rogaba que las cartas fuesen destruidas lo antes posible: porque se afirmaba que caerían serios males sobre 
la autora en el caso de que aquella correspondencia llegase de algún modo a conocimiento de Napoleón. El Papa las leyó, aseguró al 
gentil hombre que nadie penetraría nunca en el secreto y cerró las cartas en su caja privada, caya llave llevaba siempre consigo. Y he aquí 
que, pasado algún tiempo, le llegaba al Papa una tercera carta, a través del mediador acostumbrado, en la que se lamentaba la Emperatriz 
de que no se hubiera guardado el secreto de las anteriores, puesto que las dos habían llegado a manos del Emperador; ella se consideraba 
perdida para siempre y pedía consejo sobre el modo de regularse. íPío IX protestó y dijo que había puesto las cartas en una caja de hierro, 
cuya llave sólo él guardaba celosamente y nunca las había dado a nadie! Para probar ((861)) su afirmación corrió inmediatamente a abrir 
la caja y con amarga sorpresa vio que las cartas íya no estaban allí! Una mano traidora las había tomado y enviado a Napoleón. Pío IX 
palideció, quedó unos momentos como desvanecido y durante varios días permaneció en un estado de salud lamentable. El mismo, 
narrando a don Bosco aquel hecho doloroso en el 1869, decía: 
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-íLo veis! íHay traidores hasta entre las personas que rodean al Papa! 

Monseñor Manacorda nos confirmaba que Pío IX no estaba seguro ni siquiera en sus habitaciones. Una noche le recibió el Pontífice 
después de las diez en su dormitorio, porque tenía que darle un importantísimo informe; pero antes de abrir los labios, el Papa, mirando 
alrededor con recelo le dijo: 

-Hablad bajito, que hasta aquí corremos peligro de no estar solos. íLas paredes oyen! 

Ante tantas perfidias se debería aplicar a Pío IX el dicho de Crux de Cruce (Cruz de Cruz), ya que muy bien pudo decir de sí muchas 
veces con el Salmista: «Un hombre que estaba en paz conmigo, en el que yo confiaba, que comía mi pan, me ha urdido una gran 
traición». 

Pero, caso singular, o mejor, milagro de la divina Providencia, en varias ocasiones pudo también decir: salutem ex inimicis nostris (la 
salvación me vino de mis enemigos). Algunos de los que militaban entre sus adversarios, ya fuera por el horror que les producían ciertos 
atentados, ya fuera por remordimientos de conciencia, o también por interés, acudían de vez en cuando a la habitación de don Bosco y le 
contaban largo y tendido todo lo que se tramaba contra el Santo Padre, aun en el mismo Vaticano. Ellos conocían la prudencia de don 
Bosco y sabían que nunca habría revelado sus nombres. Había uno entre éstos, que era de los miembros principales de la secta y tuvo 
después la fortuna de morir como buen cristiano, el cual, cuando se encontraba con el Venerable, diríamos que casi le atormentaba con 
sus confidencias: 

-En una logia se ha decidido esto; en otra se habló de esto otro; 
en una tercera el hermano A. hizo esta ((862)) antipática proposición contra el clero; pero el hermano B. fue de parecer contrario (y daba 
nombres, apellidos y títulos). Fulano, que en público se muestra de opiniones moderadas, en la logia se manifiesta como el más rabioso 
enemigo de la Iglesia; Zutano, en cambio, que goza en la ciudad de fama de intransigente contra la religión, es raro el caso en que tome la 
palabra. 

Don Bosco dejaba hablar, estudiaba el fin que les movía a ello, confrontaba lo dicho por unos y por otros, y cuando llegaba a conocer la 
verdad, cuando venía al caso, advirtiéndoles previamente, informaba al Papa de lo concerniente a su persona. Así a veces pudo el Papa 
precaverse de peligros inminentes y de algún traidor; pero más a menudo no hacían más que disponer su ánimo a abandonarse 
confiadamente en las manos de Dios. 
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Quizá nadie en el mundo estuvo por aquellos años tan al corriente de ciertos secretos de Italia como don Bosco. El mismo, en el 1875, 
confiaba estas sus relaciones a un sacerdote de Módena que, por motivo de la obtención del doctorado en teología, se hospedaba en el 
Oratorio; bromeando, le decía: 

-Usted, señor Teólogo, creerá que don Bosco es un francmasón y me va a difamar por Módena. Pero no tema, yo soy masón a mi 
manera, solamente en algunas circunstancias. íPío IX sabe muy bien que yo estoy más unido a él que el pulpo a la roca! 

Pero volvamos al XVIII Centenario de San Pedro. Don Juan Cagliero fue a Roma unos días antes de las fiestas; quería escuchar el 
majestuoso canto a tres coros de la antífona Tu es Petrus et super hanc petram (tú eres Pedro y sobre esta piedra), etc. hasta las palabras 
portae inferi non praevalebunt (las puertas del infierno no prevalecerán), que había compuesto para esta circunstancia el Capellán cantor 
pontificio Domingo Mustafá. Don Juan Cagliero deseaba conocer lo mejor posible una música de efecto verdaderamente maravilloso. Los 
coros formados por más de cuatrocientas voces. Gracias a las atenciones de que fue objeto, pudo asistir a los ensayos, hablar con el 
((863)) maestro Mustafá, con los músicos y cantores, e informarse de las grandes dificultades que había que superar para la ejecución. El, 
como director de la música en el Oratorio, deseaba ajustar a aquel modelo de composición romana la antífona Sancta Maria succurre 
miseris (Santa María, socorre a los necesitados), para cantarla en la solemnidad de la consagración de la nueva iglesia de María 
Auxiliadora al año siguiente. 

Don Juan Cagliero y don Angel Savio, pudieron escuchar en lugares reservados las músicas sagradas y presenciar las grandiosas 
ceremonias. Las fiestas comenzaron el 28. Se calculaba que había ochenta mil forasteros. Por la mañana se expuso a la veneración de los 
fieles la cátedra de San Pedro en la Capilla Gregoriana de la beatísima Virgen. Por la tarde Pío IX pontificó las primeras vísperas. El 29 
tuvo lugar la canonización de veinticinco beatos, el Papa leyó una homilía en latín y después cantó la misa solemne. Asistían cincuenta 
Cardenales y más de cuatrocientos cincuenta prelados de la iglesia latina y de varios ritos de las otras Iglesias Orientales. Indescriptible la 
majestad de las ceremonias, el entusiasmo del pueblo, la iluminación de la ciudad y las manifestaciones civiles y militares de alegría que 
embriagaban el alma de todos los creyentes. 

Mientras toda Roma aplaudía el espectáculo de la Girandola, o fuegos artificiales en el Pincio, también don Bosco gozaba del triunfo 
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papal en Turín, pero decía en privado y repetía después a toda la comunidad: 

-Ahora es el tiempo de las rosas, pero dentro de tres meses vendrán las espinas. 

Don Joaquín Berto tomó buena nota de estas palabras. 

Aquel mismo día se celebró en el Oratorio la solemnidad del Centenario de San Pedro con todo el esplendor posible, con globos, fuegos 
artificiales e iluminación en las ventanas. En los años anteriores también se dedicaba esta fiesta a San Luis, pero el 1867 quiso don Bosco 
reservarla exclusivamente al Príncipe de los Apóstoles. Y, por su orden, los colegios de Mirabello y de Lanzo emularon los festejos de 
Valdocco. 

((864)) Las fiestas de Roma duraron toda la semana. Se celebraron sucesivamente en varias basílicas y terminaron en la Patriarcal 
Basílica Vaticana, con la beatificación de doscientos cinco mártires japoneses. 

Pero el espectáculo más sublime y conmovedor fue el del 1.° de julio. Todos los Patriarcas, Arzobispos y Obispos presentes en Roma, 
no menos de cuatrocientos ochenta y seis prelados, se reunieron en la gran aula sobre el pórtico de San Pedro, para presentar al Papa un 
admirable mensaje firmado por todos, en el que mostraban su adhesión y obediencia al Vicario de Jesucristo. Algunos de los venerandos 
firmantes habían sufrido el martirio en tierras de infieles y llevaban en sus cuerpos las pruebas de su heroísmo. Cuando apareció Pío IX, 
todos, como un solo hombre, cayeron de rodillas exclamando: Tu es Petrus! et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam et portae 
inferi non praevalebunt! (Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán). 

íAllí esraba la verdadera Iglesia!: Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam (Una, santa, católica y apostólica Iglesia). 

El Papa y los Obispos esraban conmovidos hasta derramar lágrimas. 

Monseñor Gastaldi nos narraba entusiasmado este hecho, al volver de Roma, y terminaba diciendo: 

-Los Obispos se apreraban en derredor de Pío IX, ícomo los muchachos del Oratorio en derredor de don Bosco! 

Don Juan Cagliero y don Angel Savio esperaban una audiencia con el Papa. No era tan fácil obtenerla en aquellos días, pero no 
obstante tuvieron el consuelo de postrarse a los pies de Pío IX, quien acogió con paternal afecto a los hijos de don Bosco; les pidió 
noticias 
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de su Superior, habló del Oratorio y recibió con evidente agrado el folio que le presentó don Juan Cagliero. 

Pío IX lo abrió y leyó: 

Beatísimo Padre: 

Muchas son las circunstancias que me impiden ir a Roma para obsequiar al Vicario de Jesucristo, con ocasión del Centenario ((865)) de 
San Pedro, del que Vuestra Santidad es sucesor en el gobierno de la Iglesia Universal. No obstante, como cristiano, como sacerdote y 
director de una casa de beneficencia, siento el más grave y grato deber de enviar a dos de mis sacerdotes, Angel Savio y Juan Cagliero, 
para postrarse a los pies de V. S. con los fieles de tantas partes del mundo reunidos en Roma. Van en representación de los sacerdotes, 
clérigos y jóvenes albergados en la casa de Valdocco en Turín, la de San Felipe Neri en Lanzo y la de San Carlos en Mirabello, en 
número de mil doscientos: en nombre de los sacerdotes, clérigos y jovencitos que asisten a los oratorios festivos de San Francisco de 
Sales, de San Luis y de San José que son varios millares de muchachos pobres. En nombre finalmente de muchos párrocos, canónigos, 
coadjutores, directores de casas de educación, rectores de iglesias y de muchos buenos católicos seglares, cuyas ocupaciones o cuya 
condición no les permiten ir personalmente a Roma. 

Todos ellos se profesan afectuosísimos hijos de Vuestra Santidad, sinceramente adictos a la Religión Católica, dispuestos a dar sus 
bienes y su vida para vivir y morir en la Religión de la que Vuestra Santidad es supremo Jerarca en la tierra. 

Creo, además, que será de gran consuelo para el paterno corazón de V. S. saber que los nuevos Obispos, poco ha consagrados, fueron 
recibidos en sus respectivas diócesis con las mayores muestras de veneración y aprecio. Ni en los tiempos más felices se vio un concurso 
tan general, de autoridades civiles y eclesiásticas, de ciudadanos de toda clase y condición, llenos de santo entusiasmo por el nuevo pastor 
que caminaba entre ellos como en un verdadero triunfo. Nadie oyó una voz, ni vio un gesto que no fuese encaminado a conmemorar 
aquella feliz jornada. Esto demuestra que nuestros pueblos son católicos, aunque se hayan convertido en liberales en la práctica de su 
religión. 

El enemigo de las almas pone ahora obstáculos para impedir ulteriores preconizaciones de Obispos para las sedes vacantes. Nosotros 
rogamos al buen Dios que ilumine a los ciegos, dé salud y fuerza a V. S. para que pueda llevar a feliz término la santa obra. 

Me proporcionaron un gran disgusto las palabras impresas en el librito El Centenario de San Pedro, que fueron interpretadas en un 
sentido que yo nunca había imaginado. Por otra parte creo que las aclaraciones dadas habrán quitado todo equívoco sobre mi modo de 
escribir, pensar y obrar, y en la próxima edición modificaré todo sin límite alguno y en el sentido preciso que se me ha indicado por la 
Sagrada Congregación del Indice. 

Si en esta singular y extraordinaria solemnidad fuese permitido pedir a V. S. el favor de algo verdaderamente deseado, como se hace a 
un Soberano, me atrevería a renovar con el mayor respeto la petición de que V. S. se digne conceder su autorización a las Constituciones 
de la Congregación de San Francisco de Sales con todas las ((866)) correcciones, variaciones y añadiduras que Vuestra Santidad juzgue 
son para la mayor gloria de Dios y bien de las almas. 

Por nuestra parte, continuaremos rezando, mañana y tarde, por Vuestra Santidad, 
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a fin de que Dios le conceda salud y gracia para resistir las graves borrascas, tal vez no lejanas, que Dios permite que los enemigos del 
bien levanten contra la Religión. Es la última prueba; luego vendrá el triunfo. Es el momento de unirnos todos en un solo corazón y en 
una sola alma para rogar a Jesús Sacramentado y a María Santísima Inmaculada, que son las dos áncoras de salvación en la inmediata 
tempestad. 

En nombre de todos los que he nombrado me postro a los pies de V. S. para pedir su santa y apostólica Bendición, mientras con la más 
profunda gratitud y con la mayor veneración considero el más feliz momento de mi vida cuando puedo profesarme. 

DeV. S. 

Turín, 27 de junio de 1867 

Humilde, agradecido y afectísimo hijo JUAN BOSCO, Pbro. 

Después veremos cuáles eran las inminentes espinas, la borrasca, la última prueba, y finalmente, los espléndidos triunfos que la divina 
Providencia reservaba a Pío IX. 

Don Juan Cagliero hizo durante aquellos días muchas visitas en nombre de don Bosco y fue testigo de la veneración en que le tenían no 
solamente los señores romanos, sino también muchos prelados. El cardenal Patrizi, el cardenal Bilio, el cardenal Caterini, y otros insistían 
en que los recordase al Siervo de Dios, el cual, estaban seguros, rogaría por ellos. 
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((867)) 

CAPITULO LXXII 

DON BOSCO LAMENTA LAS CAUSAS DE LA DISMINUCION DE LA FRECUENCIA DE LOS SACRAMENTOS -NARRA DOS 
GRACIAS DE MARIA AUXILIADORA; EN QUE CONSISTE LA NOVENA POR EL ACONSEJADA -ASEGURA A LOS 
MUCHACHOS QUE NINGUNO SERA VICTIMA DEL COLERA, CON TAL DE QUE NO SE COMETAN PECADOS -SU CARTA 
DE AGRADECIMIENTO Y ALIENTO AL PRINCIPE FALCONIERI -SUS ESCRITOS CELOSAMENTE CONSERVADOS 
EXHORTA A LOS MUCHACHOS PARA PREPARARSE A CELEBRAR LA FIESTA DE SAN LUIS, ROGANDO AL SEÑOR QUE 
TENGA ALEJADAS DE SUS PARIENTES LAS DESGRACIAS -DA UN AVISO IMPORTANTE PARA EL RECIBIDOR: PIDE 
QUE TODOS LOS ALUMNOS SE PONGAN EN GRACIA DE DIOS PARA LA FIESTA DE SAN LUIS -ALABANZAS A DON 
BOSCO POR EL ASILO GRATUITO QUE OTORGA A MUCHOS JOVENES -LA OBRA PIA DE SAN PABLO FAVORECE A 
LOS POBRECITOS PARA ENTRAR EN EL ORATORIO -CARTA DE DON BOSCO A LOS ALUMNOS DE MIRABELLO: IRA A 
VISITARLES: TIENE MOTIVO PARA AMONESTAR A ALGUNO: LE CONSOLARON LAS VISITAS MISTERIOSAS HECHAS 
AL COLEGIO -DON BOSCO EN MIRABELLO CON EL NUEVO ARZOBISPO DE MILAN -CARTA COMENDATICIA DE 
MONSEÑOR GASTALDI PARA LA APROBACION DE LA PIA SOCIEDAD -LOS DE MORNESE PROMETEN A MARIA 
AUXILIADORA EL DIEZMO DE SUS COSECHAS SI LAS LIBRA DE LAS INTEMPERIES: MUERTE DEL JOVEN 
MAZZARELLO -CARTA AFECTUOSISIMA DE MONSEÑOR FRATEJACCI A DON BOSCO: EN ELLA TRATA DE LAS 
DIMISORIAS QUE NO SERAN CONSEGUIDAS, Y DE LA APROBACION DE LAS REGLAS: ESTUDIO ACERCA DEL MODO 
DE RESOLVER LAS DIFICULTADES 

((868)) 

DOQUIERA haya hombres habrá defectos y pasiones, más o menos graves, que sólo pueden ser combatidos con una palabra franca, 
repetida, inspirada por la caridad oportuna e inoportunamente. «Grita, dijo el Señor a Isaías, no descanses, levanta 
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tu voz como una trompeta y anuncia a la Casa de Jacob sus pecados». Y la voz de don Bosco nunca guardaba silencio para quitar de su 
casa o impedir lo que podía ofender al Señor o disgustarle con la ingratitud. 

Ya hemos dado pruebas de su celo al avisar a los que estaban al margen de las Reglas, y nos quedan todavía muchas otras que exponer. 
La charla del último día de junio tenía dicha finalidad. Después de ella, y siguiendo el orden de nuestras Memorias, colocamos 
ordenadamente el resumen de otras dadas durante el mes de julio, intercalando documentos de la misma fecha de sus charlas. Nótese aquí 
que el nombre de María Santísima pendía siempre de sus labios y que no dejaba nunca de comunicar cualquier gracia conseguida por 
Ella, que él llegase a conocer. Los archivos guardan más de un millar de estos preciosos autógrafos. 

He aquí la charla señalada: 

30 de junio 

Esta noche se lamentó don Bosco de lo poco numerosas que son las comuniones frecuentes, y también cómo ha habido que alejar de 
casa a algunos clérigos por su conducta irregular. Después añadió: 

-La razón por la que en nuestros días ha disminuido el fervor de los primeros tiempos del Oratorio está en que yo premiaba a todos los 
que hacían los domingos de san Luis. Sin decirles nada, les observaba, y bastaba luego una palabra mía para contentarlos. Cuando 
solamente eran cuarenta y ocho, entre estudiantes, aprendices y clérigos, y los estudiantes apenas si eran tres, entonces sólo dos sobre 
cuarenta y ocho dejaron un domingo de cumplir sus devociones por estar enfermos, pero lo hicieron luego durante la semana. íY ahora 
qué vergüenza! Lo digo con sonrojo, ahora que somos tantos, apenas si un centenar o doscientos se acercan los domingos a los Santos 
Sacramentos: ((869)) y cincuenta, y aún menos, entre semana: y se observa, además, que son siempre los mismos. »Por qué ésta tan gran 
disminución de fervor? íAh, os lo digo! Porque no se obedece solamente para agradar a Dios, porque no se considera que quien obedece 
al Superior obedece a Dios y quien desobedece al Superior desobedece a Dios. Algunos obedecen, mas sólo por miedo al castigo; por 
temor, si es estudiante, a ganarse una mala nota de conducta en los exámenes; y para no perder la propina si es aprendiz. Se obedece por 
fines mundanos y no por fines sobrenaturales. 

Y, además, el respeto humano es lo que impide a muchos jóvenes acercarse a los sacramentos, tienen miedo a ser vistos. Y dicen: 

-Iría a confesarme y a comulgar, pero mis compañeros me están mirando. 

-Deja que te miren. 

-Pero se ríen de mí y se burlan. 

-Déjales que se rían y se burlen; búrlate tú de ellos, ríete tú de los que no van. 

»Cómo remediar estos males? Hay que arrancar de raíz un gravísimo cáncer que existe en la casa y es el de censurar, el de criticar las 
disposiciones de los Superiores. Si por desgracia reinase este espíritu de crítica en los maestros y asistentes, sería 
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muy perjudicial porque escandalizaría a los subalternos. Hay que arrancar de raíz este espíritu de crítica y entonces veremos cómo de 
nuevo vuelve el Oratorio a su primitivo florecimiento. 

2 de julio 

Dijo don Bosco a don Miguel Rúa: 

-Vino a verme una señora diciendo que una hija suya se encontraba muy mal hacía varios meses, y que le había sugerido que hiciese 
una novena a María Auxiliadora. Aún no ha terminado la novena y empieza a encontrarse bien. 

Dijo don Bosco, además, que uno, a quien hacía dos años le dolía la cabeza, practicó la novena y ahora se encuentra muy bien y le ha 
desaparecido completamente el mal. 

La novena que don Bosco acostumbra aconsejar en honor de María Auxiliadora consiste en decir tres padrenuestros, avemarías y 
glorias en honor de Jesús Sacramentado y tres salves a la Virgen, en la iglesia, con viva fe, y recitando la jaculatoria: María Auxilio de los 
cristianos, ruega por nosotros. 

3 de julio 

Por la noche y en el comedor, después de cenar, don Bosco contó a los muchachos la siguiente gracia de la Virgen. Estaban presentes 
don Miguel Rúa, don Juan Bautista Francesia, don Ascanio Savio y el joven Berto. Don Bosco dijo: 

-Mira, Savio: se levantó toda la iglesia merced a las gracias concedidas por María Auxiliadora. Esta misma mañana se presentó una 
señora ((870)) con una muchacha, pidiendo hablar con don Bosco. Una vez en mi habitación, me dijo: 

«-Mi marido sufría de una ciática hacía varios meses y habiendo oído decir que quien se encomendaba a María Auxiliadora con una 
novena y prometía una limosna, obtenía la gracia, yo lo hice así. Empecé la novena y prometí dar una limosna, si la Virgen me concedía 
la gracia. Vengo ahora a cumplir mi deuda. Tome esta cantidad, porque mi marido está totalmente curado: se halla perfectamente bien». 

Era una limosna de cien liras. 

Después de las oraciones, fue don Bosco a hablar a la Comunidad y dijo: 

-El cólera hace estragos ya en diversas partes de Italia, en el Canavese 1, en Lombardía, en Nápoles. Gracias a Dios todavía no se ha 
manifestado aquí en Turín. Yo podría aseguraros de toda inmunidad del mal en el Oratorio, si ninguno cometiera pecados, como ya os lo 
dije en otras ocasiones. Mientras tanto, seguiré encomendándoos a todos a la Virgen, para que nos ayude y mantenga lejos el cólera del 
alma ante todo y después el cólera del cuerpo. Por vuestra parte id a rezar algún padrenuestro y alguna avemaría y gloria ante Jesús 
Sacramentado y alguna salve a la Virgen. Si todos nos ponemos de acuerdo en no cometer ningún pecado, os aseguro que ninguno de 
vosotros será víctima del cólera. Roguemos también al Señor para que mantenga lejos de nuestros parientes, amigos y bienhechores este 
azote. 

1 Canavese. -Una comarca del Piamonte próxima a Turín. (N. del T.). 

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El 4 de julio escribía don Bosco a Roma una carta para el príncipe don Horacio Falconieri de Carpegna: 

Excelencia: 

No sé si habrá recibido una carta mía que mandé a mano a V. E.: el portador no me ha dicho nada, por lo que ignoro el resultado y temo 
no le haya llegado. 

Repetiré aquí, pues, que estoy sumamente agradecido a V. E. por la cortesía que tuvo conmigo en Roma y por su caridad al regalarme 
un cáliz para la misa y más aún por su caritativa ofrenda, que me ha ayudado a continuar los trabajos de nuestra iglesia dedicada a María 
Auxiliadora. 

Por todos estos motivos he rezado y sigo rezando con mis pobres muchachos para que Dios derrame abundantemente sus bendiciones 
sobre usted y sobre toda su familia y después de verse consolado por sus hijos y nietos aquí en la tierra, pueda verse un día rodeado de 
ellos gozando de la gloria celestial. 

Alguien me ha escrito desde Roma diciendo que probablemente V. E. vaya a París para la Exposición, y que tal vez pase por Turín. 
((871)) Si así fuere, ruégole respetuosa y calurosamente tenga a bien honrarnos con su presencia en esta nuestra casa, porque todos 
tendríamos una gran satisfacción. 

Mientras ruego a Dios conceda a usted y a toda su familia el precioso don de la santa perseverancia en el bien, encomiendo mi pobre 
alma y la de mis muchachos a la caridad de las devotas oraciones de V. E. y cábeme el alto honor de profesarme de V. E. 

Turín, 4 de julio de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El príncipe don Horacio conservó cuidadosamente esta carta, juntamente con las otras, por nosotros citadas en su lugar, que había 
recibido de don Bosco; y el príncipe don Guido, su hijo, Senador del Reino, las encontró en 1909 en el archivo de la familia, encerradas 
en un sobre en el que se leía: 1867: Cartas del M. R. Sacerdote don Juan Bosco, celoso trabajador de la caridad cristiana, en particular 
con los muchachos. 

Al leer el príncipe don Guido dicha carta, añadió esta nota: «Tiene un significado particular aquel pensamiento que parecería usual, esto 
es, que pueda verse un día rodeado de sus hijos en el cielo». En efecto, eran expresiones de aliento, motivadas por el destierro de su hijo 
Guido, a quien la Policía Pontificia había expulsado de Roma. 

Toda la extensión de sus buenos deseos se revela en los hechos que el mismo Príncipe-Senador, señala en una memoria suya, que nos 
fue transmitida como explicación de dicha nota. 

El príncipe don Horacio Falconieri tenía dos hijos de su primera 
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mujer, fallecida en 1843. El segundo de éstos, conde Felipe, nacido un mes antes de la muerte de la madre, había sido colocado por el 
padre en un colegio de Bélgica; pero, queriendo servir a su patria y no al extranjero, huyó de Bruselas y se alistó en el ejército italiano, en 
el que hizo la campaña del 1866. En el 1867 se encontraba en la escuela militar de Pinerolo, mientras al primogénito, príncipe Guido, 
((872)) le sucedía en Roma un hecho desagradable. Durante los últimos días de carnaval asistió a una cena en casa Spillmann, en la calle 
Condotti, organizada por Doria y Odescalchi para divertirse, y a la que solamente había sido invitado el príncipe Guido. El conde Carlos 
Lovatelli hizo un brindis en honor del rey Víctor Manuel, del ejército italiano, de la gran patria italiana, de Roma, que debía modificarse, 
pero sin ninguna alusión hostil al Pontífice. 

«Yo bebí con los demás, escribió el Príncipe, mas no dije nada. 
La policía se enteró de esta cena. Fui interrogado; y con la mayor franqueza, dije todo, con inmensa deferencia para el Cabeza de mi fe, 
pero con la sincera aspiración de ver fuera de mi país a franceses y alemanes. Pero cuando el Comisario me dijo que si no había hecho yo 
el brindis, declarara quién había sido, me rebelé ante la propuesta de ser un delator. Fui juzgado culpable y se pretendía que yo pidiese 
perdón de lo que no había hecho. 

»Mi madrastra (mi padre había contraído segundas nupcias), que nos había educado a mí y a mi hermano oficial en el ejército italiano, 
irritada por la inicua conducta de un esbirro del Gobierno Pontificio, me animó a resistir las inauditas presiones que se me hacían para 
retractarme de lo que no había dicho ni hecho, y como consecuencia, por comodidad de la policía, declararme el principal culpable, 
cuando no lo era. El cardenal Francisco Pentini y el señor Obispo de Savona me aconsejaron también que no me declarase culpable de 
una culpa imaginaria. Por ello no pedí perdón, se me obligó a salir de Roma dentro de las veinticuatro horas, y emprendí el camino del 
destierro». 

4 de julio de 1867 

Por la noche, después de las oraciones, recomendó don Bosco a sus hijos que celebraran bien la fiesta de san Luis, que le rezasen por 
los padres, amigos y bienhechores, a fin de que suplicara al Señor mantuviera lejos de nuestra alma y nuestro cuerpo el cólera; porque 
todos los males y todos los azotes los envía el Señor por causa de la malicia de los hombres. 
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((873)) 

5 de julio de 1867 

Dijo don Bosco después de las oraciones: 

-El próximo domingo celebraremos una hermosa fiesta, la fiesta de san Luis. Hagamos todo lo posible por celebrarla bien por varios 
motivos, y especialmente para impedir que el cólera invada nuestros pueblos y ciudades. 

Debo advertiros una cosa, de la que ya he hablado con alguno de vosotros y vuestros parientes, y es la siguiente: cuando vienen a veros 
mujeres, aunque sean primas, en suma, personas de otro sexo, procurad entreteneros con ellas lo menos posible. No cometáis con ellas 
descortesías, pero de buenos modos decidles que don Bosco os ha dado un encargo y con tal pretexto os alejáis. Entreteneros con ellas es 
tiempo perdido. Este es un lugar para muchachos jóvenes y no para mujeres y muchachas: además, todos somos de carne y hueso. Poned 
el fuego cerca de la paja y veréis. El demonio es pícaro; quita el nombre de prima, de hermana, hace abstracción del parentesco y queda la 
persona del otro sexo. El demonio es un filósofo que sabe hacer bien las abstracciones. 

Recordad, además, que solamente está permitido recibir visitas de la una a las dos de la tarde. En otros colegios, aun en los del Estado, 
no se permite que los parientes visiten a los muchachos más que los jueves y a una hora determinada. 

Pero volvamos a hablar de la fiesta de san Luis. Dadme un gran consuelo en esta hermosa solemnidad. Poneos todos en gracia de Dios, 
a fin de que yo pueda decir al Señor en la santa misa: 

-íOh, Señor! íMis jóvenes están todos en vuestra gracia! íConservadlos a todos en este estado! 

Haced esto, queridos míos: primero para bien de vuestra alma y después para darme a mí este consuelo. íRecordad que yo trabajo de la 
mañana a la noche para el bien de vuestras almas! 

El 6 de julio, vigilia de la fiesta de san Luis en el Oratorio, el Presidente de las Obras Pías de San Pablo, escribía una carta a don Bosco, 
la cual, a la par que constituía una alabanza a la caridad del Siervo de Dios, estaba inspirada en una razón de economía, nueva en aquella 
administración. 

Efectivamente, ya antes y después de esta carta (y continúa haciéndolo en la actualidad), solía y suele conceder caritativamente la 
cantidad de cien liras para pagar los gastos de entrada a los padres pobres que se dirigen a ellos para colocar a sus hijos en el Oratorio, o 
en cualquier otro centro benéfico. 
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((874)) 

DIRECCION 
DE LAS OBRAS PIAS DE SAN PABLO 

Turín, 6 de julio de 1867 

Ilmo. y Rvmo. Señor: 

La señora Lucía Monge, viuda del doctor Luis Germonio de Prazzo (Cúneo), ha presentado a esta Dirección las cartas adjuntas, con el 
fin de obtener una ayuda para hacer frente a los gastos necesarios para alcanzar la admisión de sus dos hijos, José y Ramón Germonio, en 
el Instituto dirigido por V. S. Ilma. y Rvma. 

El que suscribe conoce bien la necesidad absoluta en que se encuentra la viuda, debida a la muerte de su marido, y es muy doloroso que 
estas Obras Pías no puedan ayudar a la misma para esta finalidad, ya que los fundadores no dejaron nada establecido a este respecto. Sin 
embargo, sabiendo que V. S. Ilma. y Rvma., por el gran espíritu de caridad y filantropía que le distingue, suele con frecuencia recibir 
gratuitamente en su centro muchachos que se encuentran en las circunstancias que atraviesan los hijos de la viuda Monge antes dicha, le 
remite las cartas presentadas por ella, en la confianza de que usted encontrará medio para satisfacer sus deseos, extendiendo de este modo 
su beneficencia a una familia civilmente muy digna y que por la precoz muerte de su cabeza ha caído en la más desoladora miseria. 

Con los sentimientos del mayor reconocimiento que desde ahora le profeso, acepte la más distinguida consideración de quien tiene el 
honor de declararse. 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Su seguro servidor Presidente de la Dirección 
DE S. MARTINO 

El 9 de julio, martes, iba don Bosco a Mirabello, donde le esperaban hacía tiempo y donde tenía mucho bien que hacer, como se 
desprende de esta carta: 

A mis queridos hijitos de Mirabello 

Queridos hijitos, he tardado en ir a visitaros, como había prometido; pero lo que más siento es no haber podido celebrar con vosotros la 
fiesta de san Luis. Estoy estudiando el modo de compensar la tardanza ((875)) con una estancia más larga entre vosotros. El martes por la 
tarde, si Dios quiere, a última hora estaré en Mirabello. Pero »por qué avisaros? »No basta llegar cual de costumbre? No, queridos míos, 
no basta. Necesito hablaros en público para contaros cosas que sé serán de vuestro agrado; hablaros privadamente de otras nada 
agradables, pero que es necesario las sepáis; hablaros al oído para romperle los cuernos al diablo que quisiera hacerse maestro y señor de 
algunos de vosotros. 

Mando aquí una lista que pude hacer en una reciente visita, con los nombres de algunos que necesitan ser prevenidos de modo especial 
y ruego a vuestro señor Director les diga de mi parte, que siento gran necesidad de hablar con ellos sobre su 

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alma, su corazón, su conciencia, pero que esta necesidad es solamente para el bien de sus almas. 

Por lo demás os diré que, en las frecuentes visitas que os hago, he visto cosas que me llenan de satisfacción, especialmente por parte de 
los que con ejemplaridad comulgan frecuentemente y cumplen sus deberes. He notado, sin embargo, las pequeñas negligencias de 
algunos, pero de esto no hago mucho caso. 

De todo ello no quiero tengáis pena alguna. Voy a vosotros como padre, amigo y hermano; dadme solamente el corazón unos instantes 
y quedaréis contentos. Contentos por la paz y la gracia del Señor con que se enriquecerá vuestra alma y contento yo, que experimentaré la 
grande y suspirada satisfacción de veros a todos en amistad con Dios creador. 

Pero todo esto es para el alma; y »para el cuerpo nada? Ciertamente, después que hayamos dado al alma lo que le corresponde, no 
dejaremos al cuerpo en ayunas.Desde ahora me encomiendo al señor Prefecto (administrador) para que dé las órdenes oportunas con el 
fin de que pasemos un buen día y, si el tiempo lo permite, haremos todos juntos una excursión. 

La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con vosotros y la Santísima Virgen os haga a todos ricos de la verdadera riqueza, 
que es el santo temor de Dios. Amén. 

Rogad por mí que de corazón soy vuestro 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S. -Especiales saludos para los sacerdotes, maestros, asistentes y la familia Provera, particularmente al querido papá. 
Monseñor de Calabiana, nombrado Arzobispo de Milán, y que todavía no había dejado la diócesis de Casale, fue el jueves a pasar la 
jornada con don Bosco. Se encontró con él ((876)) bajo los pórticos y estaba presente, con los demás del Colegio, don Francisco Cerruti. 
Dijo el Obispo bromeando: 

-»Con que es usted, don Bosco, el que me manda a Milán? íCon lo bien que yo estaba en Casale! 

A decir verdad era muy querido por el clero y el pueblo. 

Después de la comida, entretenía don Bosco a los muchachos con juegos y amena conversación, escrutaba jocosamente las líneas de las 
palmas de las manos que ellos le presentaban prediciendo a cada uno, entre carcajadas universales, con intrincados cálculos, el tiempo de 
vida que les quedaba, cuando he aquí que Monseñor, que había estado en corro con los Superiores y profesores, se adelantó hasta don 
Bosco en medio de los muchachos y le presentó su mano abierta. El Siervo de Dios tomó la mano del Arzobispo, la besó y se retiró con él 
a su habitación. 

Llegaba mientras tanto a Turín otra carta comendaticia para la aprobación de la Pía Sociedad. 
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Attestatio LAURENTII GASTALDI, Testimonio de LORENZO GASTALDI, 
Episcopi Salutiarum, Obispo de Saluzzo, 
de Instituto Sacerdotis Joannis sobre el Instituto del sacerdote Juan 
Bosco Bosco 

Ego infra subscriptus testor: Me Yo, el abajo firmante, atestiguo: 
vel a suo primo exordio intime que ya desde sus comienzos conocí 
nosse Societatem Sacerdotum et íntimamente la Sociedad de Sacerdotes 
Clericorum institutam a D. y Clérigos instituida por el 
Sacerdote Joanne Bosco Augustae sacerdote don Juan Bosco en Turín, en 
Taurinorum in loco vulgo dicto el lugar vulgarmente llamado Valdocco 
Valdocco, sub auspiciis S. bajo la advocación de San Francisco 
Francisci Salesii: et semper de Sales: y que siempre admiré la 
admiratum esse pietatem, piedad, la humildad, el celo y sobre 
humilitatem, zelum et praesertim todo la obediencia al Superior; 
obedientiam erga superiorem; también la diligente dedicación de 
sedulam quoque applicationem todos los socios a las letras y las 
litteris et scientiis omnium ciencias; y que constantemente oí 
sociorum: et constanter audivisse óptimos testimonios sobre esta 
a bonis omnibus,sive Ecclesiasticis Sociedad por parte de todos los 
sive laicis, optima testimonia de buenos, así eclesiásticos como 
hac Societate. Omnes enim asserunt seglares. Todos aseguran que es muy 
eos optime mereri de Ecclesia et de benemérita de la Iglesia y de la 
civili societate, quum tot puerorum sociedad civil, por tantos centenares 
centena, imo aliqua millia, y hasta algunos millares, de niños, 
continuo in Christiana pietate, in que continuamente educa en el recto 
scientiis, litteris, vel artibus camino de la piedad cristiana, las 
recte instituant. ciencias, las letras o las artes. 

Et non solum socii, qui Augustae Y no solamente los socios, que viven 
Taurinorum sub nova disciplina en Turín bajo la nueva disciplina, 
vivunt, sed ii etiam qui Lanceis sino también los que en los colegios 
et Mirabelli in Collegiis nuper de Lanzo y Mirabello, recientemente 
erectis laudem obtinent, ab fundados, suscitan las alabanzas, por 
omnibus qui eos cognoscunt et parte de cuantos les conocen y 
praesertim a genitoribus qui eis principalmente de los padres que les 
filios instituendos committunt, confían la educación de sus hijos, de 
optimorum magistrorum qui et zelo óptimos maestros que, con su celo y 
et exemplo adolescentulorum animos ejemplo, inculcan eficazmente las 
in christianis virtutibus virtudes cristianas en las almas de 
efficaciter imbuunt. los adolescentes. 

Testor etiam me audivisse, sanctae Soy testigo también de haber oído 
memoriae Archiep. Taurin. Aloysium afirmar al Arzobispo de Turín, Luis 
Fransoni, dum Lugduni in exilio Fransoni, de santa memoria, mientras 
dolore premebatur, affirmantem se sufría con dolor el destierro en 
tanquam Divinae Providentiae Lyon, que él reconocía un auxilio 
speciale auxilium in hac ((877)) especial de la divina Providencia en 
Societate agnoscere, cuius ope dum esta ((877)) Sociedad, por medio de 
Seminaria diocesana erant clausa, la cual, mientras estaban cerrados 
aliqui tamen pueri adhuc pro los Seminarios Diocesanos, se 
Ecclesiastica militia se preparaban algunos muchachos para 
praeparabantur. la milicia eclesiástica. 

Quum itaque Societas se bene Dado que la Sociedad se presenta 
constitutam exhibeat, et iam non bien organizada, que ya ha producido 
parva beneficia 

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et civili Reipublicae attulerit, grandes beneficios a la sociedad 
et ampliora se allaturam promittat, civil, y los promete mayores, 
portet concludere, Regulas, quibus conviene concluir que las Reglas por 
efformatur eadem et stat, optimas las que la misma se forma y sostiene 
esse: ab effectu de causa son óptimas: pues es prudente juzgar 
iudicarefas sit. de una causa por sus efectos. 

Haec omnia libentissime testor, Con mucho gusto atestiguo todo 
dum ex iis omnibus quae per tot esto, mientras por todo lo que 
annorum cursum vidi et audivi in durante el curso de tantos años vi y 
hac et de hac Societate nequeam oí de esta Sociedad, no puedo por 
quin mihi suadeam, novum ibi ab menos de persuadirme que en ella 
omnipotenti Deo Ecclesiae suae Dios omnipotente prepara una nueva 
adiumentum parari. ayuda para su Iglesia. 

Dat. Augustae Taurinorum, die Turín, 11 de julio del año del 
II Julii, A. D. 1867. Señor, 1867. 

» LAURENTIUS, Episcopus » LORENZO, Obispo de Saluzzo
Salutiarum


Aquel mismo día salía desde Mornese una carta para don Bosco. 
Como quiera que muchos de sus habitantes habían prometido a María Auxiliadora entregarle el diezmo de sus cosechas, si éstas se 
libraban de la intemperie, don Domingo Pestarino le notificaba que otros se habían adherido a esta proposición, y entre otras cosas dábale 
cuenta de la salud de la maestra Maccagno, superiora de la Unión de la Inmaculada, de la que debía nacer el Instituto de las Hijas de 
María Auxiliadora. 

Mornese, 11 de julio de 1867 

Rvmo. y carísimo Director: 

Me apresuro a transmitirle la lista de ocho más que de momento se me han presentado ofreciéndose a pagar el diezmo, para que V: S. 
les una a los otros del pueblo, rogando a María Santísima Auxiliadora libre de desgracias sus almas y sus campos. Estos, como los 
primeros, entienden ofrecer el diezmo de la cosecha de los gusanos de seda, y algunos ya desde este año, estando como están ahora en la 
segunda recolección de dichos gusanos: 

Don Lorenzo Pestarino -José Pestarino, hijo del difunto Antonio -Señora Ninna Ghio -Lorenzo Mazzarello, hijo del difunto José Lencin 
-Esteban Mazzarello, hijo del difunto Francisco Baroni -Luis Maglio -José Mazzarello Volponasa -Hermanos Mazzarello con su padre 
Biondin. 

Al mismo tiempo le comunico la triste noticia de la muerte del joven Mazzarello, organista, que ha tenido una muerte angelical, 
resignadísimo ante el Señor: murió besando a menudo el crucifijo y en el último momento tomó el crucifijo con sus manos, lo colocó 
sobre sus labios y expiró, sin poderlo levantar. 

((878)) La Superiora del Instituto de la Inmaculada está mucho mejor de su brazo, y reconoce la ayuda de María Auxiliadora; me dijo le 
enviara sus saludos y su agradecimiento, rogándole siga rezando a la Virgen. 

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Aprovecho la ocasión para saludarle cordialmente y encomendarme a sus oraciones. Aunque sean de escaso valor, le tengo presente en 
las mías. 

De V. S. Rvma. y carísima 

Afectísimo hijo en Jesucristo DOMINGO PESTARINO, Pbro. 

Don Bosco volvió el día 13 a Turín, donde le esperaban don Juan Cagliero y don Angel Savio, entusiasmados con todo lo que habían 
visto en Roma. De sus manos recibió el Venerable una larga y afectuosa carta de monseñor Fratejacci, escrita, a lo que parece, en varias 
etapas. 

Muy venerado y apreciado Señor: 

No estaba escrito en mis felices aventuras que yo tuviera que celebrar conmigo mismo y con V. S., a quien me precio de profesar la más 
alta estima y afecto, sobre todo lo hecho o por hacer todavía en pro de la amada Sociedad de San Francisco de Sales. Quiere el Señor que 
esta grande Obra, totalmente suya, tenga en sí todas las notas características y exclusivamente propias de las otras obras de Dios sobre la 
tierra, a saber: las contradicciones de muchos, la apatía y la indiferencia de muchísimos, los cuales tamquam oryx illaqueatus dormiunt 
somnum suum (duermen su sueño como el órix 1 atrapado en la lazo), como a sí mismo la envidia de algunos que ven con malos ojos 
todo lo que no les pertenece, y como Saúl se entristecen, aun en medio de las alegrías y las glorias del pastorcillo vencedor de Goliat. 
Pero, desde el preámbulo, paso a los hechos. 

Recibí con gran placer y gratitud su cara epístola y el doble paquete de notas impresas que me entregó el eminentísimo Cardenal 
Vicario, al día siguiente de la llegada del bonísimo Obispo de Mondoví. Enseguida hablé con tan respetable Prelado y me interesé para 
que, llegada la ocasión, durante su estancia en Roma, hablase convenientemente con el Santo Padre y con el Cardenal Prefecto de 
Obispos y Regulares y con quien creyese oportuno en favor del nuevo Instituto, como fundado por el mismo Dios en estos tristes tiempos 
ad Ecclesiastici Ordinis decorem promovendum (para promover el decoro del Orden Eclesiástico) como dice la Iglesia del instituido por 
san Vicente de Paúl. 

El buen Prelado agradeció mucho mis palabras, correspondió a ellas de mil modos afectuosos y prometió prestar todo su apoyo. 
Estimulé de nuevo al Obispo de Savona para que moviese al arzobispo Riccardi y también éste prometió una más enérgica actuación. Con 
el Cardenal Vicario, con el eminentísimo Consolini y varios Prelados más de mis relaciones ((879)) y con otros muchos eclesiásticos 
influyentes, hice prudentemente cuanto supe, sin dar a entender que tenía ningún interés para inclinar su opinión antes de distribuir los 
ejemplares de las Reglas que me envió, para sujetarse al juicio de la Santa Sede. 

Y ya deseaba por mi parte la llegada del eminentísimo De Angelis, y la carta que le había pedido. Pero el eminentísimo De Angelis 
llegó a Roma y no tuve hasta mucho 

1 Orix.-Animal fabuloso, especie de cabra o antílope, que los antiguos suponían originario de Abisinia. La Zoología habla de varias 
clases de órix, en Africa: tienen cuernos y son de gran tamaño. (N. del T.) 
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después la carta para Su Eminencia, incluida en su gratísima del día 25 del pasado junio, que me fue entregada por sus dos queridos 
alumnos don Angel Savio y don Juan Cagliero el jueves siguiente al Centenario de San Pedro. 

Fui enseguida al cardenal De Angelis, hice que le entregaran su carta, pero, debido a los muchos asuntos, en los que todos los 
Cardenales han debido encontrarse durante los treinta últimos días entre consultorios, procesiones, visitas a hacer y recibir, etc., etc., 
recibí respuesta de que Su Eminencia deseaba hablarme, pero no antes de otros cinco días, porque andaba falto de tiempo. Y hoy 
precisamente he ido al eminentísimo De Angelis y he conferenciado con él durante más de una hora, diciéndole cuanto precisaba 
manifestar sobre el particular, para que viese clara la situación de las cosas, la figura de las personas, la temperatura atmosférica del lugar, 
etc., etc., y le oí cuanto él tuvo la bondad de manifestarme. 

No hago aquí mención de la alta estima en que tiene el Cardenal a don Bosco, el afecto cordialísimo que le profesa, el gran concepto en 
que tiene a su Fundación, de modo que, si de él dependiese, ya estaría in omnibus et per omnia (en todo y por todo) aprobada, confirmada 
y enriquecida con toda suerte de gracias y privilegios. 

En cuanto a las atenciones que él ya ha puesto en marcha con el Papa, con el cardenal Quaglia y con sus colegas, sin necesidad de mis 
súplicas, son tales que en todos los asuntos que él llevaba entre manos para tratar con quien fuere, había escrito de su puño y letra 
-Bosco-con el fin de recordarlo en cualquier ocasión, y me ha debido confiar que, en lo concerniente a las dimisorias para los ordenandos 
de la nueva Sociedad de San Francisco de Sales, es totalmente inútil hablar. 

El Santo Padre es contrario a ello, el cardenal Quaglia y monseñor Svegliati lo mismo, y, a juzgar por las apariencias, y también 
seguridades, la respuesta de la Sagrada Congregación será negativa. No puedo expresarle con palabras cuánto me disgusta esta noticia y 
cuánto le ha disgustado al eminentísimo De Angelis el dármela: puede usted calcularlo por el afecto sincero que le profeso. 

Pero el momento presente no podía permitir mejores resultados en esta clase de asuntos. Hablando en general, los Cuerpos Regulares de 
hoy pasan, salvo en rarísimos casos, por un estado de profunda debilidad. Los exfrailes inundan la tierra como un diluvio, y dejan tras sí 
huellas que afligen a la Iglesia... Mientras los ojos de todos contemplan estos males, y las comunes aspiraciones del Episcopado tienden a 
destruir o a reformar las órdenes ((880)) ya existentes, es muy natural que la voluntad de los que aun siendo buenos y amantes del bien, 
esté menos inclinada a favorecer una orden religiosa, que nace ahora, o que al menos no hace alarde de tan larga vida para sostener el 
propio nombre sobre la base de la experiencia. 

Y a este propósito debo advertirle, como muy reservada noticia y regla, que entre las materias que se discutirán en el futuro Concilio 
Ecuménico, notificado por el Santo Padre, se enumera principalmente la de las órdenes religiosas. 

Y los Obispos latinos venidos a Roma, antes de su partida, han recibido todos un folio con algunas cuestiones sobre las que se reclama 
su atención y se pide su parecer, entre las que se lee: si conviene la aprobación de nuevas órdenes religiosas o si sería mejor la fusión de 
aquéllas que tienen un mismo fin. No he recibido esta noticia del cardenal De Angelis, pero la he bebido en fuentes segurísimas. 
Teniendo en cuenta estos elementos »cómo no ver, por el momento, la dificultad y casi imposibilidad moral de la concesión del privilegio 
de promover los ordenandos de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales sin la dimisoria de los Obispos? Por esto, después de haber 
examinado todas estas cosas una por una y otras análogas, que por 
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carta son difíciles de explicar, he formulado al eminentísimo De Angelis algunas cuestiones, que son las siguientes: 

1.° »Es conveniente dar la exclusiva de la plena Congregación para la promoción de los ordenandos, sin las dimisorias de los propios 
Obispos, o mejor retirar y excluir, antecedentemente al juicio este punto de discusión? 

2.° »Es más aconsejable buscar ahora quomodocumque (de cualquier modo que sea) la aprobación de la nueva Sociedad de San 
Francisco de Sales, aun sin el privilegio de los ordenandos, o retirar de hecho la instancia para la aprobación y dejarla ex integro 
(íntegramente) para el próximo Concilio Ecuménico? 

En cuanto a la primera cuestión el Eminentísimo opinaría, y yo me adhiero plenamente a él, que es mejor desistir de hecho de pedir el 
privilegio para los ordenandos, que no presentar esta petición con la seguridad de que la respuesta será negativa. Ya que, si este asunto 
fuese prejuzgado por el juicio de la plena Congregación, »cómo y cuándo podría reivindicarse? Usted sabe que facilis descensus, sed 
revocare gradus...!!! hic labor! (es fácil descender, pero volver atrás... requiere gran esfuerzo). 

En cuanto a la segunda cuestión, su Eminencia no aprueba, ni niega. Por un lado podría parecer demasiado impulsiva y afanosa la prisa 
de invocar el Concilio futuro, que casi sería como rehusar el juicio ya promovido por la Sagrada Congregación. Por otro lado podría 
resultar muy natural y sin injuria para nadie la resolución de proponer al próximo Concilio la aprobación del nuevo Instituto, existiendo 
la intimación ahora hecha ex inopinato (de improviso) por el Santo Padre en la fiesta centenaria de san Pedro. No sería cuestión más que 
de fórmulas a propósito para exponer convenientemente la petición al Santo Padre, felicitándose con él ((881)) mismo y alegrándose de la 
convocación del Concilio, que tanta gloria traerá a su glorioso Pontificado y mostrándose deseoso del gran honor de someter el nuevo 
Instituto al examen y juicio, como ya lo tuvieron otros Institutos, especialmente la Compañía de Jesús, aprobada bajo Paulo III en el 
último Concilio de Trento. 

La conclusión de mi largo coloquio con el eminentísimo De Angelis fue que yo le escribiese para tenerle al tanto de todo, que él le da 
muchos recuerdos y envía mil afectuosos saludos y que le espera de todos modos para primeros de agosto en Fermo. 

Por mi parte he creído conveniente no dar un paso ante la Sagrada Congregación ni tampoco he distribuido los ejemplares de las Reglas 
hasta ahora, ni las distribuiré sin haber recibido alguna indicación de usted. No se puede correr en estos asuntos. Es necesario, en cambio, 
usar la máxima ponderación y prudencia para no dar pasos en falso. 

Después de esto ruego a V. S. tenga la bondad de indicarme qué partido desea adoptar, si retirar la petición sobre los ordenandos o 
retirar la instancia en su totalidad, o si llevar adelante las cosas para obtener la aprobación del Instituto, excluyendo la ordenación sin las 
dimisorias de los Obispos. 

Cualquier cosa que me indique, yo haré enseguida lo que fuere ante la Sagrada Congregación y puede estar tranquilo de mi máxima 
prisa para hacer cuanto esté en mi mano para servirle. Aunque me cueste algún disgusto el ver desvanecida de repente la esperanza 
concebida de obtenerlo todo según los deseos, debido ciertamente a la poderosísima actuación del cardenal De Angelis, con quien V. S. 
puede contar como con un verdadero amigo, quedaré muy compensado con el favorable resultado de los otros asuntos, que con toda mi 
alma sostendré para cumplir en lo posible los santos deseos que animan a V. S. y que, si bien algo retardados, o momentáneamente 
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impedidos, alcanzarán finalmente el santo y glorioso fin al que se dirigen. Deus et dies (Dios y el tiempo) en todas las cosas; y tampoco 
puede fallar que la bellísima y recta obra de su Instituto no tenga que encontrar dificultades porque éstas pertenecen a su condición: 
difficilia quae pulchria... (difíciles porque hermosas). 

Agradezco a V. S. el haber podido conocer a dos de sus ilustres jóvenes sacerdotes, don Angel Savio y don Juan Cagliero, a quienes 
con mucho gusto entregué mi fotografía, con otra para V. S. Me disgustó el no haber podido tener alguna atención según mis deseos con 
estos queridísimos y ejemplares sacerdotes. Pero ellos habrán visto al menos mi disposición que si Dios quiere podré manifestarles en 
otra ocasión. 

Bienaventurado usted, don Bosco, que cultiva tan hermosas plantas en su jardín. Dios bendiga al jardinero y al jardín, con el fin de que 
florezcan en todo tiempo flores y frutos para la Iglesia y el pueblo cristiano. 

Me uno a V. S. para dar gracias al Señor por tantos beneficios y favores, con los que El se manifiesta cada día en esa su casa y ((882)) 
en la hermosa iglesia, cuyo dibujo me presentó el caballero Oreglia en su nombre, y que yo agradecí inmensamente. Un bello marco 
adornará dicho dibujo y será colocado en mi escribanía juntamente con su retrato, para tener ocasión de hablar continuamente de ello con 
cuantos vienen a mi casa, que son muchísimos los que pasan cada día en razón del cargo que desempeño. 

Si desea tener pronto los cien escudos que me han prometido, le recomiendo de nuevo a la señora de quien le escribí, por medio del 
caballero Oreglia, la cual espera la gracia de sus oraciones y de las de esos buenos muchachos. 

Adjuntos a la presente encontrará cinco boletos premiados en la tómbola hecha por usted. Me los han entregado señores a quienes 
distribuí los boletos durante su estancia en Roma, y ahora esperan el premio. Agradecería que al enviármelos tuviese la bondad de 
indicarme el premio correspondiente a cada número, para evitar equívocos. Uno de dichos boletos es del Canónigo Secretario del 
Vicariato, y los otros cuatro pertenecen a diversos señores y señoras. 

Yo, gracias a Dios, estoy bien y muy agradecido a usted y a su comunidad por las oraciones hechas por mí, que espero continúen a fin 
de que Dios escuche mis deseos, que no son más que los de hacer el bien a esos muchachos. El buen señor don Lorenzo, que se sienta a 
mi mesa, e Inesita, que tanta confianza tiene en las oraciones de V. S., le mandan por mi medio sus más afectuosos saludos. Finalmente 
debo enviarle los recuerdos del Eminentísimo Cardenal Vicario y del cardenal Consolini y pedirle en nombre de éste, que continúe 
rogando y haciendo rogar por su hermano, el marqués Luis Consolini. Le recomiendo de nuevo, en nombre del cardenal De Angelis, que 
no deje de ir a Fermo, donde le espera a primeros de agosto. De sus propios labios sabrá mejor todo cuanto yo le he indicado. 

Espero con ansiedad unas líneas de respuesta para saber cómo hacer ante la Sagrada Congregación y no dar un paso en falso. Pero 
escríbame cuando pueda. Que se conserve bien. Acepte mis sinceros augurios de alegría y consuelo espiritual y del más feliz éxito en sus 
santas empresas. Considéreme como a un hijo más de la casa de San Francisco de Sales y créame con todo el reconocimiento, afecto y 
estima, 

De V. S. Rvma. 

Roma, 10 de julio de 1867 

Su atto. s. s. y afmo. amigo JUAN BAUTISTA FRATEJACCI 

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((883)) 

CAPITULO LXXIII 

MUERTE DE DON ENRIQUE BONETTI: ELOGIO: CONDOLENCIAS DEL OBISPO DE MONDOVI -MONSEÑOR 
MANACORDA ENVIA A DON BOSCO LA ULTIMA DECISION DE MONSEÑOR MODENA ACERCA DEL CENTENARIO 
SATISFACCION DE MONSEÑOR GASTALDI POR EL TERMINO DE LA DISCUSION -EL GOBERNADOR DE TURIN Y EL 
CARDENAL GUIDI SOLICITAN LA ACEPTACION DE UNOS NIÑOS -SE PIDEN ORACIONES A DON BOSCO POR EL ALMA 
DEL EMPERADOR MAXIMILIANO, FUSILADO EN MEJICO, Y POR LA EMPERATRIZ ENLOQUECIDA -RESPUESTA DE 
PIO IX A LA CARTA DE DON BOSCO -ADHESION INQUEBRANTABLE DEL SIERVO DE DIOS A LA SANTA SEDE 
OCUPACIONES ESPECIALES DE DON BOSCO EN LOS ULTIMOS DIAS DEL AÑO ESCOLASTICO -SU CARTA A UNA 
NOBLE BIENHECHORA: EN VIARA EL SACERDOTE PROMETIDO: UNA LOCA CURADA CON LA MEDALLA DE MARIA 
AUXILIADORA: FE Y PERSEVERANCIA EN LAS ORACIONES PARA OBTENER GRACIAS -CARTA A LOS ALUMNOS DEL 
COLEGIO DE LANZO: RECUERDOS PARA LAS VACACIONES -EL COLERA EN ROMA -LA ENFERMEDAD DE LA 
CONDESA CALDERARI EN TURIN 

EL 14 de julio, por la tarde, llegaba al Oratorio un telegrama anunciando que el sacerdote Enrique Bonetti había sido atacado gravemente 
por el cólera. El mismo enfermo había querido con él encomendarse a las oraciones de sus hermanos y alumnos. El anuncio ocasionó una 
gran pena a toda la comunidad. Hacía ocho días que había salido para su pueblo de Chiuduno, provincia de Bérgamo, para ver a su 
anciana madre agonizante por la misma enfermedad que hacía estragos en el pueblo. Pero, ((884)) cuando llegó, la madre ya no existía y 
don Enrique hubo de quedarse allí para consolar a sus hermanos y parientes. En el Oratorio se temblaba por él. 

Don Enrique Bonetti tenía un afecto ternísimo a don Bosco. Toda orden suya la consideraba como una manifestación de la voluntad de 
Dios. Durante los recreos estaba siempre con los muchachos para impedir cualquier desorden y su compañía era muy apreciada por ellos. 
Era muy diligente en las prácticas de piedad y 
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un modelo de laboriosidad y apostolado. El catecismo, las ceremonias, las conferencias, la asistencia, todo lo realizaba con celo y 
provecho de las almas. En los cursos de humanidades, en los que daba clase, era siempre saludado con la más amable sonrisa por los 
alumnos, que le consideraban como un hermano cariñoso; tan grande era el interés que les demostraba por su progreso en los estudios. 

Se encargaba también de la tipografía, cuando el director de la misma se hallaba ausente durante algunos meses, y desempeñaba todos 
sus complicados deberes, sin abandonar los propios y sin preocuparse de su salud, Matriculado, además, en la Real Universidad de Turín, 
en la facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, era tal su ingenio y aprovechamiento que los profesores le tenían gran afecto y aprecio, 
diciendo que era uno de los mejores del curso; cuando dejó de asistir a las clases, acudieron ellos mismos a Valdocco para saber de él y 
se encontraron con la dolorosa noticia de su muerte. 

Había celebrado su primera misa en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario del año 1866. Fue tal su alegría que dijo que solamente en 
el paraíso habría podido experimentar mayor satisfacción. Su aspecto en el altar dio siempre testimonio de recogimiento y fervor. 

El domingo, 14 de julio, celebró su última misa a las diez. Fue la misa parroquial, deseoso como estaba de ayudar al párroco totalmente 
atareado con la asistencia a los atacados por el cólera. Aquel mismo día, a las tres de la tarde, cayó víctima del mal. El párroco, don José 
Calvi, le administró los sacramentos y le dio ((885)) la bendición papal. Conservó pleno conocimiento hasta el último instante, y hablaba 
de vez en cuando de don Bosco y del querido Oratorio. Media hora después de medianoche expiraba, precisamente al empezar el día del 
Santo cuyo nombre llevaba. 

En el Oratorio se celebraron solemnes funerales, en los que don Juan Bautista Francesia leyó una conmovedora oración fúnebre con el 
tema de: Suavis somnus operanti justitiam (Dulce es el sueño del que obra la justicia). 

Monseñor Ghilardi, que estaba en continua relación con don Celestino Durando para la impresión de sus libros, le escribía desde Roma, 
el 29 de julio: «Mucho he sentido la infausta noticia que me da de la muerte del bonísimo don Enrique Bonetti y de su madre. He rogado 
por los dos, y seguiré haciéndolo. Pero cúmplase la voluntad de Dios: Beati mortui qui in Domino moriuntur (Dichosos los muertos que 
mueren en el Señor). 

»Esperando que el carísimo don Bosco haya recibido mi última, soy etc.». 
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Otro escrito del Obispo, incluido en carta de monseñor Manacorda, templó el dolor experimentado por don Bosco con la muerte de don 
Enrique Bonetti. 

«Todo sea por amor a Jesús Sacramentado» 

Rvmo. y queridísimo don Bosco: 

Por encargo del Obispo de Mondoví le adjunto estas cartas. Si estuviera seguro de poder ir directamente a Turín me gustaría 
entregárselas en propia mano; mas, para no causar tardanza alguna, hago que me precedan. Querido don Bosco, ruegue por mí; esto me 
basta para asegurarme el paraíso, y contemplar cara a cara al Dios de amor, que ahora solamente veo en el sacramento con los ojos de la 
fe. íVenga pronto este bendito día! íEntonces sí que ayudaré a don Bosco! 

Téngame en el Señor como todo suyo 

EMILIANO MANACORDA 

En una de las cartas se leía: 

El Obispo de Mondoví comunica al carísimo don Bosco las dos siguientes observaciones de monseñor Módena, y con ello queda 
terminada la consabida controversia. 

((886)) En otra iban las observaciones: 

Roma, 15 de julio de 1867 

En la página 217 es indispensable corregir el grave error contenido en el período que comienza: «Nuestra fe debe ser íntegra... y termina 
con estas palabras: Este (es decir el que comete pecado mortal) viola un artículo de la fe que le hace culpable de todos los demás». 

En la página 192 sería mejor suprimir todo el apéndice, que resulta superfluo en una obra de estilo ascético; pero, si se quiere mantener, 
corríjase la expresión errónea y opuesta a la sana crítica y al buen sentido religioso, esto es, que la venida de san Pedro a Roma es un 
hecho ajeno a la fe y un tema de libre discusión. 

A éstas dos se habían reducido las correcciones, sin más obligación, y don Bosco las cumplió fielmente. 

De este modo las Lecturas Católicas habían superado una grave tempestad, provocada por la desconsiderada animosidad de quien había 
interpretado mal las acciones de don Bosco en Roma. Su defensa había surtido el deseado efecto. Monseñor Gastaldi experimentó gran 
satisfacción y alegría, que manifestó al clérigo Chiapale, hablándole de las tribulaciones sufridas por don Bosco durante aquel tiempo y 
concluyendo: 
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-Qui pie volunt vivere in Christo Jesu, persecutionem patientur (Los que quieren vivir piadosamente en Jesucristo, sufrirán 
persecución). Particípeselo a don Bosco en mi nombre. 

Así se cumplía la promesa de los Proverbios: 

-Ubi fuerit superbia ibi et contumelia; ubi autem humilitas, ibi et sapientia (Donde hay soberbia, hay injuria; y donde hay humildad, hay 
sabiduría). 

De todo corazón agradeció el Siervo de Dios a la Virgen haberle liberado de aquella angustia, que no le había apartado de la continua 
dedicación a sus obras y a su correspondencia epistolar. De ella se deduce constantemente la gran estima y confianza que tenían en él los 
recurrentes. 

En el mes de julio el Gobernador de Turín, senador Conde Torre, testigo de su caridad con los huérfanos de Ancona, rogábale que 
admitiese en el Oratorio a los hermanos Condio del ((887)) distrito de Ivrea. Eran huérfanos de un oficial, sobrino de un teniente coronel, 
también difunto, que se encontraban sin medios de vida. 

El cardenal Felipe María Guidi, de la Orden de Predicadores, admirador de todo lo que don Bosco había hecho en Roma, le 
recomendaba, y hacía ir a Turín, a un sobrino de su camarero. 

La condesa Carolina Lützow de S. Vito escribía en francés al caballero Oreglia para que se rezase por el emperador Maximiliano, 
fusilado por los republicanos en Querétaro: «Carlos y yo estamos profundamente afligidos por la muerte del emperador de Méjico, con el 
que lloramos no solamente a un Príncipe de nuestra familia imperial, uno de los hombres más distinguidos que hemos conocido, sino 
también a un amigo que nos ha dado numerosas pruebas de bondad y de afabilidad, antes de abandonar Austria para esta funesta empresa. 
Ruégole encomiende su alma a las oraciones de don Bosco y a la desgraciada emperatriz que no se halla en situación de comprender su 
gran infortunio». 

Mientras don Bosco respondía a estas cartas, llegábale una que le llenaba de inmenso gozo. 

PIOP. P. IX1 

Al querido Hijo, salud y apostólica bendición. 

Hemos recibido con placer tu afectuosísima carta del 25 de junio, en la que nos anunciabas la venida a Roma de Angel Savio y Juan 
Cagliero, sacerdotes de la Sociedad 

1 PIUS P. P. IX.-Dilecte Fili, Salutem et Apostolicam Benedictionem. Observantissimas Tuas libenter accepimus Litteras VI Kalendas 
huius mensis datas, 
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VOLUMEN VIII Página: 756 

Salesiana, tus colaboradores ((888)) en la formación de los jóvenes en la piedad y en la virtud, ya que no pudiste venir tú mismo, como 
deseabas, y hallarte presente en los solemnes festejos centenarios que Nos hemos celebrado en honor de San Pedro y San Pablo el 29 de 
junio próximo pasado y para la canonización de varios héroes de nuestra divina Religión. En dicha carta, querido hijo, Nos manifiestas 
elocuentemente la singular piedad y observancia que tú y todos los sacerdotes que te ayudan en la educación de la juventud, os gloriáis de 
profesar hacia Nos y hacia esta Cátedra de San Pedro. Y esto nos agradó mucho. Ciertamente hemos visto con inmenso placer que los 
Obispos, por Nos recientemente creados para esas diócesis vacantes, han sido recibidos por los pueblos católicos con todo género de 
demostraciones de honor, reverencia y santa alegría. 

Conociendo íntimamente tu piedad, teníamos la seguridad de que en tu nueva edición del opúsculo «El Centenario de San Pedro» 
seguirías escrupulosamente todo lo que Nuestra Congregación del Indice tuviese a bien observar. Por lo que respecta a las Constituciones 
de la Sociedad de San Francisco de Sales, ya te es conocido que este asunto ha sido encomendado a Nuestro Congregación de Obispos y 
Regulares, de cuya obra y ayuda Nos solemos servirnos para tratar semejantes asuntos. Mientras tanto, continúa trabajando siempre con 
el mayor fervor por la cristiana educación de la juventud. No dejes nunca de elevar fervientes preces al Señor, rico en misericordia, por el 
deseado triunfo y la paz de la Iglesia, mientras, implorando todas las gracias del cielo y en prenda de nuestro ardiente afecto, impartimos 

quibus significas, isisse Dilectos Filios Angelum Savio, et Joannem Cagliero istius S. Francisci Salesii Societatis Sacerdotes, Tuos in 
adolescentibus ad pietatem virtutemque instituendis audiutores, quandoquidem haud potuisti, veluti optabas, romanum conficere iter et 
Romae esse die 29 proximi mensis Junii, quo secularia solemnia Beatissimorum Apostolorum Petri et Pauli triumphis sacra a Nobis 
concelebrata fuerunt, pluresque divinae nostrae religionis heroes Sanctorum Ordini adscripti. Eisdem autem litteris, Dilecte Fili, Tuam et 
omnium Sacerdotum, qui in adolescentibus pie educandis Te adiuvant, singularem erga Nos, et hanc Petri Cathedram pietatem et 
observantiam luculenter profiteri vehementer gloriaris. Quod quidem gratissimum Nobis fuit. Non mediocri certe voluptate novimus, 
Episcopos recenter a Nobis istis vacantibus sedibus praepositos, fuisse a Catholicis populis omni honoris, reverentiae ac laetitiae 
significatione exceptos. Cum probe noscamus quae Tua sit pietas, certi eramus, Te in nova edictione Tui libelli inscripti: Il Centenario di 

s. Pietro, ea omnia sedulo exequuturum, quae Nostra Indicis Congregatio animadvertenda censuit. Quod autem attinet ad Constitutiones 
Istius Societatis S. Francisci Salesii, probe noscis huiusmodi negotium a Nobis commissum fuisse Nostrae Congregationi negotiis 
Episcoporum et Regularium praepositae, cuius adjutricem operam ad has res tractandas ac noscendas adhibere solemus. Perge vero 
majore usque alacritate in christianam adolescentium educationem curandam incumbere. Ne desinas vero ferventissimas diviti in 
misericordia Deo pro optatissimo Ecclesiae suae sanctae triumpho ac pace afferre preces; ac caelestium omnium munerum auspicem, et 
praecipuae Nostrae in Te charitatis pignus Apostolicam Benedictionem toto cordis affectu Tibi ipsi, Dilecte Fili, omnibusque Praebysteris 
istius S. Francisci Salesii Societatis et adolestibus eidem Societati addictis peramanter impertimus. 
Datum Romae, apud S. Petrum, die 22 Julii ano 1867, Pontificatus Nostri anno vigesimo secundo. 

PIUS P. P. IX. 

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la bendición ((889)) apostólica para ti, para los sacerdotes de la Sociedad de San Francisco de Sales y para todos los jóvenes a ella 
confiados. 

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 22 de julio de 1867, año vigésimo segundo de nuestro pontificado. 

PIOP. P. IX 

El Papa le había escrito cómo él conocía íntimamente su piedad y su adhesión a la Cátedra de San Pedro, y este elogio nunca quedó 
desmentido. Las persecuciones, los peligros, las fatigas, los dolores, las contradicciones, las calumnias, las negativas, las amarguras, las 
ingratitudes de los hombres, no llegaron a disminuir ni por un instante el afecto que don Bosco tenía a la Iglesia. Esto quedó de 
manifiesto en todas sus actividades, fueran grandes o pequeñas, hasta los últimos días de su vida. El 27 de septiembre de 1909 escribía en 
Lanzo el sacerdote salesiano don Sebastián Teobaldi: 

«Me decía don Juan Garino, de grato recuerdo, que el venerable don Bosco le había sugerido poner en sus Ejercicios Griegos, como 
temas de traducción, los pasajes del Nuevo Testamento en los que consta el Primado de San Pedro. En efecto, los últimos seis pasajes de 
los Ejercicios Griegos del buen P. Garino (pasajes que no figuraban en la primera edición de 1886, pero que aparecen en la segunda de 
1888 y sucesivas de la misma obra) se titulan: 

I-Los Discípulos preguntados, refieren las distintas opiniones en torno a Jesús; el cual, oída la confesión de Pedro, le constituye 
fundamento de su Iglesia (Mat. XVI). 

II-Habiendo surgido la discusión entre los apóstoles sobre quién de ellos fuera el mayor, Jesús les da unos avisos y por fin dice que ha 
rogado por la fe de Pedro (Lucas XXII). 

III-Habiéndose aparecido Jesús a los discípulos, que pescaban en el mar de Tiberíades, pregunta a Pedro si le ama. A la triple respuesta 
de Pedro «te amo» Jesús le manda apacentar a sus corderos y a sus ovejas (Jn. XXI). 

IV-Pedro ejerce el primado que le ha conferido Jesucristo, eligiendo a san Matías para el puesto dejado vacío por Judas (Hechos de los 
Apóstoles I). 

V-Pedro, entrando con Juan en el Templo, cura a un paralítico de nacimiento al sólo nombre de Jesús (Hechos de los Apóstoles III). 

VI-Herodes Agripa mata al apóstol Santiago, mete a Pedro en la cárcel, pero la Iglesia ruega por él y durante la noche es libertado por 
un ángel (Hechos de los Apóstoles XII). 

((890)) Don Bosco daba la noticia de la carta y de la bendición papal a los muchachos, que se encontraban en plenos exámenes finales. 
Era un momento en el que duplicaba sus ocupaciones. Permanecía todas las mañanas en el confesonario horas y horas: recibía en 
audiencia a los que deseaban consejos particulares para las vacaciones, escuchaba los informes del profesorado y se interesaba por las 
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calificaciones, leía alguna composición, impartía normas para la organización de la salida de los muchachos a tantos pueblos, daba 
disposiciones para los ejercicios espirituales de los Salesianos, se informaba de cómo terminaba el curso escolar en sus otros dos colegios 
y escribía a donde no podía hacer oír su voz. Añádase a esto que las más nobles familias le pedían un sacerdote para las vacaciones o un 
pasante para sus hijos. 

La respuesta a una de estas peticiones está dirigida a la condesa Callori. 

Benemérita señora Condesa: 

Haré de modo que el sacerdote llegue en el momento establecido, pero aún no sabemos quién será. Don Celestino Durando está 
comprometido con Casa Fassati;don Juan Bautista Francesia, director de las escuelas, no puede alejarse de casa; don Enrique Bonetti, 
piadoso, docto, prudente, era el señalado para ello. Mas un telegrama de Bérgamo le llamó para atender a su madre víctima del cólera: 
fue, encontró muerta a su madre, y pocas horas después eran atacados él y un hermano suyo: al poco tiempo eran cadáveres los dos. Sit 
nomen Domini benedictum! (Bendito sea el nombre del Señor) Dios nos enviará otro; en último caso iré yo mismo y haré lo que 
buenamente pueda. 

Ayer me presentaron en la habitación a una muchacha loca y furiosa, sostenida por dos hombres. Hicimos una oración y, apenas se le 
puso la medalla al cuello, se serenó, pidió excusas y, dueña de sí misma, quiso confesarse y fue atendida. Los padres se marcharon 
bendiciendo a María Auxiliadora a la que habían invocado. 

»Es posible que no se pueda alcanzar nada para su Victoria? »Posible que, a fuerza de rezar mal, no pueda yo llegar a decir al menos 
una jaculatoria con fervor? íFe! Y sigamos rezando. 

He enviado las medallas y no se dónde han ido a parar. Aquí quedan más. 

Ruegue por mí y por mis muchachos y créame, con gratitud y con saludos para toda la familia, 

Turin 25 de julio de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((891)) Escribía esta otra carta a los alumnos de Lanzo: 

Mis queridos hijos del Colegio de Lanzo: 

He diferido hasta hoy el escribiros, queridísimos hijos míos, porque pensaba hablaros personalmente antes de las vacaciones; mas, 
ahora veo que mis muchas ocupaciones me privan de este placer y trataré de satisfacerlo con la pluma. 

Os diré, pues, que agradezco la ofrenda que habéis hecho para la iglesia de María Auxiliadora, y así mismo las cartas que os habéis 
complacido en escribirme. No podéis imaginaros con qué placer las he leído una por una, y me parecía hablar con cada uno de vosotros. 
Mientras leía, respondía mi corazón a cada uno lo que no me fue posible hacer por escrito; convenceos, queridos míos, me habéis 
manifestado tan bellos pensamientos que encontraron eco en mi corazón y espero que el mío y el vuestro juntos hagan una sola cosa para 
amar y servir al Señor. Benditos seáis: agradezco el cariño y la benevolencia que me habéis manifestado. Ahora, al acercarse las 
vacaciones, deseo despediros con unas palabras amistosas. 

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1.° Por cuanto os sea posible, volved el día en que se abran de nuevo las clases, que creo sea el 16 del próximo agosto, salvo que algún 
mal os lo impida. 

2.° Saludad de mi parte a vuestros padres, a vuestros párrocos y maestros. 

3.° Si encontrareis en vuestro pueblo algún compañero virtuoso, procurad traerlo con vosotros al Colegio, pero no habléis de ello a los 
que no os parezcan buenos. 

4.° Durante el tiempo que estéis en casa, comulgad al menos en los días festivos. No dejéis la meditación mañanera durante la semana. 

5.° Cada mañana rezad un padrenuestro y un avemaría con su gloria, al Santísimo Sacramento para uniros a mí, que os encomiendo 
cada día en la santa misa, a fin de que ninguno de vosotros sea víctima del cólera, que se deja sentir terriblemente en algunos pueblos 
próximos a nosotros. A propósito de esta enfermedad, aconsejaría que los que la tienen en su pueblo no vayan a vacaciones para no 
ponerse en peligro de contagio sin necesidad. 

Por lo demás, queridos hijos, rogad a Dios por mí, y roguemos todos, los unos por los otros, para que podamos evitar la ofensa del 
Señor en el transcurso de esta vida y después encontrarnos todos reunidos en el cielo para alabar, bendecir y glorificar las divinas 
misericordias. Amén 

Turín, 26 de julio de 1867 

Afectísimo amigo, padre y hermano JUAN BOSCO, Pbro. 

((892)) P. S.-íVivan el Director, el Prefecto, los maestros, los asistentes y todos mis hijos de Lanzo! 

El cólera se extendía por Italia y empezaba a causar víctimas en Roma. El señor Patrizi Moritoro escribía al caballero Oreglia el 20 de 
julio: «Diga a don Bosco que nos encomiende al Señor, porque estamos en la tribulación». Y don Juan Bautista Francesia recibía también 
de Roma la triste noticia: 

Roma, 26 de julio de 1867 

Rvdo. don J. B. Francesia: 

...El fin principal de mi carta es recomendar a la caridad de sus oraciones y de nuestro querido y venerado don Bosco, de un modo 
particular, a la pobre Constancia Lepri, óptima señora que usted recordará muy bien vino cien veces con una paciencia admirable a casa 
del conde Vimercati para poder hablar con don Bosco. Pues bien, esta buena señora fue atacada por el cólera el miércoles por la tarde y 
en veinticuatro horas voló al seno de Dios... 

Cómo envidio la suerte de la buena condesita Calderari; dichosa ella, que pudo volver a ver al gran Siervo de Dios y oír su palabra de 
consuelo y aliento. Déle muchos saludos de mi parte y cuéntele muchas cosas bonitas de don Bosco, para que cuando vuelva a Roma nos 
las pueda comunicar... 

...Por medio de la señora Calderari mándeme algún precioso recuerdo de don Bosco, pero no se le olvide; algo que haya sido usado por 
él: su rosario o algo 

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VOLUMEN VIII Página: 760 

semejante. Escríbame, y si fuere posible tener una palabra de don Bosco, qué a propósito vendría... 

FANNY AMAT DE VILLA RIOS 

La condesa Isabel Calderari, bienhechora del Oratorio, apenas llegada a Turín en compañía de su marido, cayó gravemente enferma con 
uno de esos males que casi siempre tienen terribles consecuencias. El caballero Oreglia acudió inmediatamente al hotel para ofrecer sus 
preciosos servicios a su amigo el Conde, que necesitaba ayuda en una ciudad en la que era forastero. Acudió también la duquesa B. Scotti 
Mezi, avisada por don Bosco, y, aconsejándose con la marquesa Fassati buscó, por medio de una religiosa de San Vicente de Paúl, una 
buena enfermera para que velase a la enferma durante la noche. 

((893)) Desde Florencia la marquesa T. Nerli, como otras damas de Roma, escribía al caballero Oreglia pidiéndole afectuosamente 
noticias. Le decía: «Me consuela pensar que está cerca de don Bosco y que, por consiguiente, no le falta ayuda ni consuelos espirituales». 

El mismo cardenal Antonelli enviaba una carta al Caballero: 

Ilmo. Señor: 

Gran amargura me causaron las noticias que V. S. Ilma. me daba en su carta del 1.° del corriente sobre la extenuada salud de la 
bonísima condesa Calderari. Pero abrigo la esperanza de que con la ayuda divina y con continuos cuidados, pueda recobrarse del todo. 
Agradezco sinceramente a V. S. la asistencia que le prodiga y la parte que toma en la aflicción del señor Conde. Estoy también muy 
agradecido al incomparable don Bosco, que no deja de prestar a la enferma los auxilios espirituales: ruéguele, en mi nombre, que los 
redoble. Haga todo lo que usted crea que puede ayudar a la buena Condesa y dígame tranquilamente si yo puedo contribuir de lguna 
manera a mejorar su estado actual. 

Le suplico finalmente, le manifieste cuánto he apreciado el pensamiento que, en medio de la enfermedad, tuvo, de enviarme su 
felicitación juntamente con la de su esposo, expresando sus deseos de prosperidad con ocasión de mi día onomástico. 

Presénteles los sentimientos de mi ánimo reconocido asegurándoles que no les olvido en mi pobres oraciones. Y mientras le confío 
estos encargos, me es muy grato profesarme con todo aprecio 

De V. S. Ilma. 

Roma, 3 de agosto de 1867 

Seguro servidor Card. ANTONELLI 

Al señor don Federico Oreglia -Turín 
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La enfermedad duró casi un mes y don Bosco fue varias veces a visitar a la enferma, la cual experimentaba un gran alivio con la 
presencia del Venerable. Si se hallaba turbada, una palabra de don Bosco le devolvía la calma; y la bendición de María Auxiliadora, con 
la esperanza segura de curación, le ayudaba a superar el mal. 

((894)) A mediados de septiembre se hallaba en plena convalecencia, y había decidido con el Conde partir un lunes por la mañana. Pero 
hacía varios días que no habían visto a don Bosco y no querían salir de Turín sin haberse despedido de él: la Condesa deseaba recibir una 
vez más su bendición y testimoniarle su gratitud. Apenas lo supo don Bosco, el domingo víspera de la partida, tuvo la delicadeza de ir a 
saludarla. Ella misma lo escribía así desde Florencia a don Juan Bautista Francesia el 25 de septiembre. 

También la señora Carolina Sorelli escribía al caballero Oreglia desde Florencia: «La condesa Isabel está bastante bien y ha venido a 
verme. íQué alma más predilecta la suya y cómo corresponde a las luces de Dios! Su estancia en Turín le ha proporcionado una 
tranquilidad de espíritu de verdadero abandono en Dios, que, si lo continúa en Roma, espero mejorará cada día más su delicada salud». 

La caridad de don Bosco con la condesa Calderari aumentó, si ello era posible, la veneración y afecto que por él tenían la nobleza 
romana y florentina. 
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((895)) 

CAPITULO LXXIV 

UNA CHARLA: QUE PRETENDE EL DEMONIO DE LOS JOVENES Y QUE TEME -FIN DE CURSO Y DISTRIBUCION DE 
PREMIOS -EL CONDE DE CAMBURZANO A PUNTO DE MUERTE; PIDEN A DON BOSCO QUE LO CURE -DON BOSCO LE 
VISITA, PERO NO DA ESPERANZAS: MUERTE DEL CONDE -DOS INSTANCIAS DE DON BOSCO AL MINISTERIO DE 
HACIENDA PARA QUE LE OTORGUE LA CANTIDAD NECESARIA PARA PAGAR EL IMPUESTO SOBRE LA RENTA DEL 
COLEGIO DE MIRABELLO: LE ES CONCEDIDO -DON BOSCO PIDE UN SUBSIDIO AL CONDE CIBRARIO PARA LAS 
OBRAS DE LA NUEVA IGLESIA -AMOR DE DON BOSCO POR LA VIRTUD DE LA POBREZA Y SU PLENA CONFIANZA 
EN DIOS -AYUDAS MARAVILLOSAS DE LA DIVINA PROVIDENCIA 

DURANTE los últimos días del curso no dejaba don Bosco de aconsejar a sus queridos alumnos del Oratorio que hiciesen buenas 
comuniones para obtener del Señor la gracia de un feliz resultado en sus exámenes: y que se pusiesen bajo la protección de la Virgen a fin 
de que las vacaciones les resultasen favorables y no perjudiciales. Estaban en la novena de Nuestra Señora de los Angeles y del Socorro. 
Solamente se conserva en la Crónica una nota de sus charlas con los avisos por él dados. 

27 de julio 

Dijo don Bosco, hablando a los muchachos: 

-Quiero deciros lo que pretende el demonio de vosotros y lo que teme. El demonio quiere que estéis ociosos y teme mucho cuando os 
ve ((896)) ocupados. La razón es ésta: si estáis ociosos, también él lo está; si, por el contrario, estáis ocupados, también él debe trabajar y 
dar vueltas para ver si consigue ganar algo. Si, por lo tanto, estáis ociosos, dice él: «No tengo necesidad de trabajar: el ocio hace mi parte, 
ya sea por medio del juego, ya sea por medio de las murmuraciones, de los escándalos, de las botellas, de ciertos libros, etc.». 

Privadamente dijo, además, a alguno: -Ten mucha confianza en la Virgen y recita cada día durante esta novena el magníficat. 

El 28 de julio, domingo, se celebró la solemne distribución de premios a los muchachos del Oratorio. El acto fue presidido por 
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monseñor Alejandro de los Condes Riccardi de Netro, arzobispo de Turín. Con la declamación y el canto de una oda original de don J. 
Bautista Francesia se ponía de manifiesto la común alegría y reconocimiento al nuevo Pastor; el cual, después de la fiesta, visitó el 
Oratorio con gran satisfacción y, aunque siempre firme en su idea, repetía a don Celestino Durando, que iba a su lado: 

-Por mi parte estad tranquilos, que íyo no os haré nunca la guerra! 

En Lanzo presidió la distribución de premios monseñor Lorenzo Gastaldi, obispo de Saluzzo, el cual había predicado los ejercicios 
espirituales a los sacerdotes en el santuario de San Ignacio. 

El lunes por la mañana, después de haber predicado en el Oratorio, cantado el Tedéum y despedido a los muchachos que partían, don 
Bosco salió hacia Bricherasio, desde donde escribía a don Miguel Rúa: 

Carísimo Miguel: 

Ve a mi mesa y toma el volumen de Casalis donde tuve el artículo Luserna 1. 

Lo he olvidado: haz un paquete y mándalo por ferrocarril, si es posible esta tarde, con la dirección: -Al sacerdote Bosco-Bricherasio, en 
casa del conde Viancino. 

Me encuentro bien y estoy escribiendo cartas, de agradecimiento y de petición. 

Que Dios nos bendiga a todos y créeme en el Señor. 

Bricherasio, 31 de julio de 1867. 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

((897)) Juntamente con el volumen que le había pedido, enviaba don Miguel Rúa al Venerable una carta dirigida al caballero Oreglia 
para saber qué respuesta debía darse. 

Fossano, 31 de julio de 1867
Ilmo. y queridísimo Caballero:


Vengo en este momento de casa de la señora condesa de Camburzano, a quien he encontrado en la más profunda aflicción, como usted 
puede imaginarse, conociendo 

1 Casalis.-Godofredo Casalis (1781-1856): escritor piamontés, cuya obra principal es un Diccionario geográfico-histórico-estadísticocomercial de los Estados Regios. 

Se ve que en él había buscado don Bosco datos geográficos y comerciales sobre Luserna San Giovanni, población de la provincia de 
Turín, con estación de ferrocarril, minas de hierro, hilaturas y tejidos de algodón, con un hermoso palacio y cuyos habitantes, en su 
mayoría, hablan francés y profesan la religión valdense (N. del T., tomada de la E. Espasa). 

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como conoce lo mucho que desde hace tiempo sufre el pobre conde Víctor Manuel, su marido. Después de haberme hablado de su 
confianza en las oraciones del Santo Sacerdote, a cuyo lado tan dignamente usted se halla, y aunque habiéndole visto hace pocos días, no 
haya escuchado de sus labios una palabra de esperanza, sin embargo, habiendo oído contar el hecho de una curación milagrosa obtenida 
por sus oraciones, me dijo que había enviado, en un arranque de fe, otra carta, en la que de nuevo se encomendaba calurosamente a sus 
oraciones, para obtener esta gracia de Maria Inmaculada, Auxilio de los cristianos, en favor de su marido. 

Sabiendo ella que yo conozco a V. S. hace mucho tiempo, me rogó le escribiera unas palabras, uniendo mis ruegos a los suyos, para 
obtener mediante el patrocinio de V. S. ante el gran hombre de Dios, que posee entre sus hijos tantas almas inocentes que están en 
continua comunicación con Dios, la gracia implorada, siempre que no se oponga a la voluntad del Señor: o que, al menos, quiera 
conservarlo todavía concediéndole alguna tregua a sus sufrimientos, que tan vivamente influyen en el corazón de esta piadosa y santa 
señora. 

Sabiendo cómo el Señor y la Virgen nuestra Madre no desprecian, sino, al contrario, quieren que insistamos en nuestras oraciones con 
perseverancia, no pude por menos de condescender a su deseo; y para consolarla de algún modo en las continuas y dolorosas penas con 
las que el Señor le visita, me atrevo a dirigirle la presente, con la seguridad de que perdonará la confianza que me tomo con su persona, a 
la que hace tanto tiempo aprendí a conocer y apreciar. 

Confío querrá darme, a su comodidad, una respuesta, que si no es confortante, pueda al menos producir algún alivio a la afligida señora 
Condesa. Usted, que es bueno y piadoso, se convencerá fácilmente del deseo que tengo de aliviar las tribulaciones y me escribirá de modo 
que pueda leerle su carta, en la que usted vierta, por su parte, una gotita de bálsamo sobre las heridas de este pobre corazón. 

Evocando de este modo su recuerdo, y encomendándome a sus piadosas oraciones, tengo el alto honor de presentarle ((898)) los 
sentimientos de mi más viva gratitud y del más reverente respeto con que me ofrezco, 

De vuestra señoría Ilma. 

Atento y seguro servidor F»LIX MAJOTTI, Prior 

El conde Víctor Manuel de Camburzano, uno de los más ilustres diplomáticos del antiguo Piamonte, fiel a sus convicciones religiosas y 
políticas, diputado en 1857 en el Parlamento Subalpino, elocuentísimo orador y escritor de periódicos y opúsculos en defensa de la 
verdad y de la religión, admirado por los católicos y los adversarios por su claridad mental, su polifacética doctrina, su ánimo franco y 
leal, amigo y gran bienhechor de don Bosco, hacía diez años que sufría de cáncer. Había soportado la enfermedad con un valor y una 
resignación que solamente la fe cristiana, la esperanza de una vida futura y el amor al Crucificado pueden inspirar, y ahora estaba 
próximo a recibir el premio. La Condesa había rogado muchas veces a don Bosco, de palabra y por escrito, que intercediese ante la 
Virgen 
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por la curación de su marido; pero no era ése el querer de Dios, y don Bosco no prometía nada. Habiendo sabido últimamente que don 
Bosco estaba en Cúneo, la Condesa le invitó a ir a Fossano para visitar al Conde y bendecirlo. Don Bosco le respondió: 

-Iré, pero no la consolaré. 

Esta respuesta heló el corazón de la Condesa que recibió con tristeza a don Bosco, le acompañó a la cama del enfermo y a los cinco 
minutos le dejó a solas con él y no compareció más. Era demasiado vivo su dolor. El Venerable se entretuvo con el Conde, le bendijo, y 
habló con él, como hablan los santos, del paraíso. 

Don Bosco, pues, recibida esta carta, sugirió al Caballero la respuesta que debía dar al prior Majotti: a saber, que recordase a la 
Condesa la bondad de Dios para con los hombres, y su Providencia que todo lo ordena para nuestro ((899)) bien, y la asegurase que en el 
Oratorio se rezaba por ella y por el querido enfermo. Pero le escribió así mismo claramente que la Condesa debía abandonar toda 
esperanza; en efecto, el Conde moría el 16 de agosto de 1867. 

Como ya hemos visto, el Venerable notificaba a don Miguel Rúa desde Bricherasio: «Estoy escribiendo cartas de agradecimiento y de 
petición». Entre aquéllos a quienes recurrió hay que contar a Urbano Ratazzi, regente del Ministerio de Hacienda y Presidente del 
Consejo de Ministros. Nótese que don Bosco llevó siempre personalmente las cuestiones de sus Colegios y muy particularmente las 
escolásticas y de contribución; con ello el buen padre quitaba a los directores preocupaciones molestas. Tratábase ahora del Colegio de 
Mirabello al que se le había aplicado, como ya se dijo, la tasa de equivalencia. Dos meses antes había enviado don Bosco un recurso al 
Ministro de Hacienda, Ferrara, que había sucedido a Depretis. 

Excelencia: 

Ruego respetuosamente a V. E. lea con bondad cuanto expongo referente a la Casa llamada Oratorio de San Francisco de Sales. Hace 
cuatro años, no pudiendo satisfacer las muchas peticiones que se me hacían desde todas las partes de Italia, para que admitiese a 
muchachos abandonados, conseguí, con la ayuda de personas caritativas, abrir una casa sucursal en Mirabello, pueblo cercano a Casale 
Monferrato. En ella fueron inmediatamente aceptados ciento ochenta muchachos, en parte gratuitos y en parte con una módica e irregular 
pensión. Pese a que el personal docente, educador y administrativo, preste su obra totalmente gratis, sin embargo la Casa no podría 
subsistir sin un caritativo subsidio. 

Este establecimiento, conocido bajo el título de Oratorio o Seminario Menor de San Carlos, no tiene rentas de ninguna clase y se 
sostiene con mis grandes esfuerzos y los de otros bienhechores, por lo que parece debe estar exento de todo impuesto de tasa de 
equivalencia; lo mismo que lo está el de Turín, que cuenta con casi ochocientos 
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muchachos pobres internos, y el de Lanzo, donde hay cerca de ciento cincuenta. 

Pero la Comisión Provincial de tasas, sin decirme nada a mí, que soy el único propietario, quiso obligar a toda costa al Director local a 
pagar un impuesto imposible para nosotros. El año pasado habiendo ((900)) presentado este caso a Vuestra Excelencia para impedir la 
ejecución que amenazaba a aquel lugar, se llegó a la paternal deliberación de reembolsar en Turín lo que yo fui obligado a pagar en 
Occimiano. En efecto,se me entregó una orden de pago de seiscientas liras, que cobré en la Tesorería Central de Turín. Se tuvo conmigo 
esta generosidad recomendándome hacer a su debido tiempo las debidas reclamaciones para el cese definitivo de dicho impuesto. 

Verdaderamente ya efectué la reclamación o mejor dicho una nueva declaración a su debido tiempo, pero la Comisión de Impuestos no 
quiso admitir reclamación ni alegación alguna y respondió que no era posible tal exención de renta, por lo que estableció se debía pagar la 
tasa establecida, que este año es mayor que la del año pasado, mientras crecieron también bastante los apuros por la mayor carestía de los 
comestibles. 

En este estado de cosas suplico respetuosamente a V. E., en nombre de los muchachos pobres internados en este establecimiento, se 
digne disponer que sean aplicados en favor de los mismos aquellos artículos de la ley por los que quedan exentas de este tributo las casas 
de beneficencia que no tienen ninguna renta y que se sostienen gracias a la caridad. 

En el caso de que la Comisión del Sindicato de Occimiano insistiese sobre unos réditos que realmente no existen, entonces yo haré a V. 

E. una humilde petición de que delegue oficialmente una persona con la que yo pueda comprobar y saber dónde se quiere apoyar la 
supuesta renta. 
De este modo estaré en condiciones de dar, donde sea preciso, y a quien quiera que sea, amplia satisfacción, demostrando que la Casa 
de Mirabello se encuentra en idéntica situación que las de Lanzo y Turín, que son pobres y, como tales, totalmente dispensadas de la 
mencionada tasa. 

Lleno de confianza en su conocida y experimentada bondad tengo el alto honor de profesarme con la más sentida gratitud, 

De V.E. 

Turín 7 de junio de 1867 

Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Por no haber, quizá, recibido respuesta, renovaba la petición a Rattazzi. 

Excelencia: 

El sacerdote Juan Bosco respetuosamente expone a V. E. que el año pasado, por falta de formalidades hechas a su debido tiempo, hubo 
de pagar un impuesto sobre una materia no imponible. Su Excelencia, considerando la realidad del hecho y el fin de esta Institución, que 
es el de apartar a los muchachos pobres ((901)) de los peligros, concedía una caritativa ayuda de seiscientas liras, correspondiente a 
cuanto debía pagarse por la Casa de Mirabello de la que precisamente se trataba. 
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Ahora bien, encontrándose el recurrente en idénticas circunstancias para el pago del segundo semestre de 1867, suplica a V. E. le sea 
renovado el mismo favor, asegurándole que dicha beneficencia se destina exclusivamente a socorrer a los muchachos más abandonados 
del pueblo. 

Hago notar que, habiéndose podido presentar a su debido tiempo las oportunas aclaraciones, el agente de las tasas ha acogido 
favorablemente todo el asunto. 

El recurrente, juntamente con los muchachos beneficiados llenos de confianza en su experimentada caridad, le augura toda suerte de 
bendiciones celestiales y se profesa. 

De V.E. 

Turín, 5 de agosto de 1867 

Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

La respuesta del Ministro fue favorable. 

GOBIERNO CIVIL 

DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Turín, a 10 de septiembre de 1867 

El Ministerio de Hacienda, en oficio del 6 de los corrientes participa que, teniendo en cuenta las difíciles circunstancias que atraviesa el 
Instituto de esta Ciudad, dirigido por don Juan Bosco, y teniendo también en consideración su fin benéfico, ha dispuesto que le sea 
pagado por la Tesorería Provincial de Turín un subsidio de seiscientas liras al mismo don Bosco, con el fin de que pueda satisfacer el 
pago de la tasa impuesta, que todavía debe su establecimiento. 

El que suscribe, por encargo de dicho Ministerio, informa de cuanto antecede a dicho señor don Juan Bosco para su norma, 
comunicándole que en breve será exigible la correspondiente orden de pago. 

El Gobernador TORRE 

Había elevado también otra súplica al conde Cibrario. 

Excelencia: 

Hace unos años, cuando se trataba de poner los cimientos de una iglesia que era muy necesaria en el barrio de Valdocco ((902)), V. E. 
que nunca se niega a ninguna obra de caridad, otorgaba desde el Gran Maestrazgo de la Orden Mauriciana una primera ayuda, y daba 
esperanza a otra nueva, si las obras seguían adelante. 

Ahora, gracias a la divina Providencia, la construcción se encuentra muy avanzada y, si V. E. me da una mano, este año estará 
terminada. 

Con este pensamiento, y lleno de confianza, recurro a su reconocida bondad, mientras pido a Dios de todo corazón le conceda perfecta 
salud y muchos años de una vida feliz, al tiempo que con la más sincera gratitud me profeso. 

De V.E. 

Turín, agosto de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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Era evidente que la divina Providencia movía los corazones de los hombres para ayudar a don Bosco, como premio a su pobreza 
religiosa y al desapego de las cosas de la tierra. Era voluntad decidida del Venerable, que ya había establecido como norma: «puesto que 
vivimos de la Providencia cotidiana, nuestra Sociedad no poseerá jamás rentas o bienes estables, excepto los colegios y sus dependencias. 
Si algún bienhechor nos legase una propiedad, será vendida lo antes posible y su producto destinado a obras de beneficencia». 

Tenía una confianza ilimitada en el Señor. Testificó don Miguel Rúa: «Cuando me presentaba a él, molesto por las muchas deudas a 
pagar, me decía sonriendo y sin turbarse lo más mínimo: 

»-Hombre de poca fe; estáte tranquilo que el Señor nos ayudará». 

Y repetía al ecónomo: 

«-Recuerda que la divina Providencia no te faltará nunca». 

Quería que todo lo que recibía de los bienhechores o entraba en casa, se emplease para las compras del día y para pagar las deudas que 
se pudiera. Y añadía: 

-«Ya pensará Dios en las necesidades futuras; nosotros debemos pensar en las presentes». 

Y verdaderamente Dios pensaba en ello y le enviaba del modo más inesperado y extraordinario la cantidad que necesitaba, como si 
hubiese puesto un banquero a su disposición. 

((903)) Refería el secretario don Joaquín Berto: «El proveedor general de la Casa (José Rossi) necesitaba, según creo, cinco mil liras 
para cubrir una deuda, cuyo pago no se podía aplazar. Me encontraba yo después de comer en la antesala; eran las tres cuando vi entrar a 
un señor alto y de una corpulencia de acuerdo con su estatura. Tenía bigotes y un aire marcial y arrogante. Parecía que llevaba mucha 
prisa. Se me acercó y me preguntó por don Bosco; si estaba muy ocupado y hasta qué hora recibía visitas. 

«Respondí a sus preguntas con aire festivo. Y al mirarle le vi menos serio y brillar la sonrisa y la alegría en su cara. Después de aquellas 
pocas palabras, aquel señor esperó todavía unos instantes y luego, con muestras de impaciencia, sin tener en cuenta a las otras personas 
que esperaban turno antes que él, entró en la habitación de don Bosco y le preguntó con modales casi groseros y descorteses: 

»-»Es usted don Bosco? 

»-Sí, señor, para servirle. 

»-Tengo algo que darle. 

»Y diciendo esto, sacó su cartera y, sin añadir palabra, tomó de 

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la misma unos billetes y los echó sobre la mesa. Registró después sus bolsillos y sacó otra cartera, luego una tercera y siguió colocando
casi violentamente billetes. Don Bosco le contemplaba en silencio:
de vez en cuando dejaba correr sus ojos hacia la mesa, y observaba maravillado que eran billetes de cien liras, de doscientas cincuenta 
y
de quinientas. Vació el señor sus carteras, se las metió en sus bolsillos, y dijo a don Bosco, señalando el dinero:


»-íEso es para usted!
»-Se lo agradezco infinitamente; »tiene la bondad de decirme al menos su nombre?
((904)) »-No hace falta; es inútil: la Virgen lo sabe todo. Adiós.
»-Permita que le acompañe, que vaya a abrirle la puerta.
»-No es necesario. Usted está muy ocupado; atienda a sus asuntos.
»-Perdóneme, sé mis obligaciones; le aseguro que mi reconocimiento..
.
»-Basta, basta, no quiero que se mueva; usted no tiene tiempo que perder.
»Y abriendo con ímpetu la puerta, se retiró a toda prisa»
.
La condesa Viancino, que hacía antesala, y que por cortesía había dejado pasar delante a aquel señor, como le vio tan agitado, había


observado todo por el ojo de la cerradura, por miedo a que le pasara algo a don Bosco, e indecisa por si debía pedir socorro. 
Entró ella por fin a la audiencia y dijo: 
-Don Bosco, »le ha ofendido ese señor? 
-Sí, con esas ofensas que estoy dispuesto a recibir cada día. íMire! 
Y le mostró la mesa. 
«Los dos se pusieron a contar los billetes y se encontraron con la cantidad de siete mil quinientas liras. 
»Entonces don Bosco mandó llamar enseguida a Rossi y así, de modo tan verdaderamente providencial, pudo pagar la deuda. Aquel 

señor se marchó sin que se pudiese saber quién era, de dónde venía, ni a dónde fuese. Pero volvió después otras veces y he sabido que era 
el abogado Galvagno de Marene». 
Tenemos otro testimonio precisamente de don Miguel Rúa: 

«Un día hacia el 1867, don Bosco debía pagar al recaudador la cantidad de trescientas liras. Por olvido o inadvertencia de quien había 
recibido el aviso, se llegó al día en que debía hacerse el embargo, por no haber pagado. Por la mañana temprano, como Prefecto de la 
Casa, se me avisó de ello. Me ((905)) encontraba totalmente falto de 
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dinero. Fui a don Bosco y él se hallaba en las mismas condiciones;
para colmo aquella misma mañana tenía que salir fuera de la ciudad. Lleno de confianza en Dios, me respondió:


«-Ve a tu despacho; llama al que has de mandar con dicha cantidad al recaudador y dile que espere en tu despacho; el Señor proveerá». 

Alrededor de las nueve llegó para ver a don Bosco el caballero Carlos Occelletti, y le dijo: 

-Don Bosco, hemos podido cobrar una deuda »verdad que no se enfadará si le hacemos partícipe de su importe? 

-No, respondió don Bosco, al contrario, le quedo sumamente agradecido; precisamente estamos sin blanca y esta misma mañana hemos 
de hacer un pago al recaudador. 

-No es una gran cantidad la que le voy a dar, no son más que trescientas liras. 

-Precisamente las que necesitamos; V. S. es verdaderamente el instrumento de la divina Providencia; por favor, lléveselas a don Miguel 
Rúa que las está esperando con ansiedad. 

«Vino dicho señor a mi despacho y, al oír el caso lloró de alegría. 
Yo mandé inmediatamente al joven que esperaba para cumplir el encargo. Cuando éste volvió, me dijo que ya se había dado la orden de 
embargo, pero que, como llegó él antes de que hubiera salido el encargado de hacerlo, aún se pudo impedir la ejecución». 

En otra ocasión, y era miércoles, apremiado por el panadero, a quien se le debía una considerable suma, don Bosco salió de casa en 
busca de dinero. Un buen señor tenía que llevar al Oratorio una buena limosna y había decidido ir a entregarla el sábado, que era el día en 
el que solía visitar a don Bosco. Pero aquella mañana, de repente, mudó de modo de pensar. Una idea le martilleaba insistentemente sin 
podérsela quitar de encima: El Oratorio debe encontrarse en apuros. Así que tomó el dinero y fue a llevárselo a don Bosco. No es para 
decir la admiración de ambos cuando se encontraron y se contaron el apuro apremiante del uno y el cambio de pensamiento del otro. 

((906)) Ayudado e inspirado de este modo por la divina Providencia, don Bosco no miraba la escasez de medios del momento sino que 
multiplicaba continuamente sus obras. 

Un cooperador, Luis Costamagna, mandaba a don Miguel Rúa la siguiente carta: 
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Rvmo. Señor: 

Desde Niza Monferrato, donde actualmente me encuentro, le mando, como usted desea, una relación verdadera de lo que yo mismo oí 
de labios del magnánimo apóstol y padre de tantos huérfanos abandonados, que fue el querido e inolvidable don Bosco, de santa y 
venerada memoria. 

Terminaba ya el año 1867, cuando yo, saliendo del Colegio de Lanzo, pasaba por el Oratorio para cumplir algunos encargos. Me 

encontré con don Bosco bajo los pórticos y, después de una larga conversación, me dijo: 

«-Tú vas ahora a casa, »verdad? Pues bien, tráenos un saco lleno de marengos». 

-Mi querido don Bosco, si yo los tuviera, seguro que se los traería; pero »qué quiere hacer con tantos marengos? 

Don Bosco, con su acostumbrada sonrisa angelical y fascinante me dijo: 

-»Ves aquella bomba? (se refería a la del agua del patio). 

-Claro que la veo, casi la toco con la mano. 

-Pues bien, querido Luis, necesitaría que arrojase marengos. 

Yo, proferí un íah! de sorpresa y dije: 

-Pero, querido don Bosco, y »qué haría después con tanto dinero? 

El me respondió: 

-Si mi bomba arrojase marengos, yo querría fundar muchas casas en todas las partes del mundo para salvar a todas las almas que corren 

el peligro de perderse, sobre todo las de la pobre juventud abandonada. 

Pasaron los años y en el 1883 tuve nuevamente la suerte de obtener una larga conversación con el querido don Bosco. Después de 
varios temas, llegamos a las misiones y don Bosco me describía las ciudades, los desiertos, los ríos, los caminos impracticables, los 
graves peligros, etc., etc., que se encontraban en la lejana América, adonde él quería fuesen sus hijos para llevar la luz del Santo 
Evangelio. Al oír aquello, le dije: 

-Querido don Bosco, veo que usted sabe la Geografía mejor que muchos profesores, ya que, según habla, parece que venga ahora de 

aquellos lugares. 

El, sonriendo añadió: 

-Mira, Luis, no tengo tiempo para tomar la Geografía en mis manos; pero hablo porque a mí me parece que sea así. 

Yo, por mi parte, cada vez más maravillado, le dije: 

-»Recuerda don Bosco el año tal, cuando me dijo que necesitaría ((907)) que la bomba arrojase marengos? 

Entonces sonriendo me dijo: 

-Ya lo creo que me acuerdo; pero lo que ella no echó, lo echó la divina Providencia, lo derramó nuestra querida Madre Santísima; el 

que confía en Ella nunca se verá defraudado. Ya se van abriendo las casas y, con el tiempo, se abrirán por todas partes. 

Verdad es que Lucifer rechinará los dientes y hará todos los esfuerzos por impedirlo, pero la Santísima Virgen lo tendrá siempre bajo su 
planta virginal y siempre nos protegerá. 

Esta es, reverendísimo señor, la narración verdadera y genuina de lo oído de labios de nuestro veneradísimo y carísimo don Bosco, y 
puedo asegurarlo con juramento, donde fuere necesario... 

Nizza Monferrato, 14 de mayo de 1891 

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LUIS COSTAMAGNA, Cooperador Salesiano de Caramagna (Piamonte) 

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((908)) 

CAPITULO LXXV 

EJERCICIOS ESPIRITUALES EN TROFARELLO -CARTA DE DON BOSCO A LA PRESIDENTA DE TOR DE'SPECCHI 
CONMOCION DEL VENERABLE EN LA PREDICACION -DURANTE UNO DE LOS RECREOS PREDICE QUE UNO DE LOS 
PRESENTES SERA OBISPO -DON JUAN CAGLIERO VA A ASISTIR A LOS APESTADOS DEL COLERA EN CASTELNUOVO 
-UNA CARTA DEL REVERENDO BONA DE BRESCIA A LOS ALUMNOS DEL ORATORIO -UN ALUMNO EN PELIGRO DE 
AHOGARSE -PROPOSITO DECIDIDO DE CONSAGRARSE A DIOS -DON BOSCO EN STREVI EN COMPAÑIA DEL OBISPO 
DE ACQUI; BENDICE A UNA ENDEMONIADA: EXHORTA A LOS FAMILIARES A QUE RECITEN UNAS ORACIONES 
HASTA EL DIA DE LA NATIVIDAD DE MARIA SANTISIMA -ANUNCIA POR CARTA QUE IRA A ALESSANDRIA, 
MIRABELLO, MONTEMAGNO Y VIGNALE -ES ITADO PARA IR AL CONGRESO CATOLICO DE MALINAS Y TRATAR DE 
UNA FUNDACION SALESIANA EN BELGICA -SUS PALABRAS ANTE LOS PREPARATIVOS BELICOS DE LA 
REVOLUCION CONTRA ROMA -ESTRAGOS DEL COLERA EN ITALIA Y LA CONFIANZA EN LA VIRGEN -NOTICIAS DEL 
COLERA EN ROMA 

EL Venerable, que durante el mes de julio, había consolado a muchos penitentes, en los ejercicios para seglares en el santuario de San 
Ignacio, volvía de Bricherasio para ir a Trofarello, donde se tenía en la primera semana de agosto, una tanda de ejercicios espirituales 
para los Salesianos. Pero antes de partir de Turín, respondía a una carta de la Madre Presidenta de las Oblatas de Tor de'Specchi 
repitiéndole una consoladora promesa: 

((909)) Reverenda Madre Abadesa: 

He recibido su atenta carta y le agradezco la caridad material y espiritual que me ha dispensado en varias ocasiones. El caballero 
Oreglia y don Juan Bautista Francesia se unen a mí para renovar su agradecimiento. Por mi parte no dejaré de recordar a usted y a su 
familia religiosa cada mañana en la santa misa. Esté segura de que ésta resurgirá, pero antes debe ser cribaba, cavada y sembrada, y 
después 
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brotará prodigiosamente. Nuestra iglesia va adelante con la máxima satisfacción y esperamos que este año puedan terminarse las obras. 

Dios bendiga a usted, sus fatigas, su familia y ruegue por mí que me profeso en Jesucristo, 

Turín, 5 de agosto de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El día 5 por la noche empezaron los ejercicios. El reverendo Bona de Brescia predicó las meditaciones y don Bosco las instrucciones, 
en las que, de vez en cuando, con inesperada digresión, como un relámpago hacía resplandecer las máximas eternas. 

«Recuerdo, testificó don Francisco Dalmazzo, que una de las veces, hablando de la comparecencia que todos haremos ante Cristo juez, 
el sollozo sofocó su palabra y, por más esfuerzos que hizo, no le fue posible proseguir la plática; tuvo que bajar del púlpito, en medio de 
la conmoción general y el llanto de muchos». 

El auditorio se componía de sacerdotes y clérigos aspirantes al sacerdocio. En un manuscrito tenemos los temas que trató durante esta 
semana y fueron: 

Necesidad del retiro espiritual y del examen de la propia conciencia durante el año. 

El sacerdote no va solo al infierno o al cielo, sino que va siempre acompañado de almas perdidas o salvadas por él. 

Dignidad y deberes del sacerdote. 

Pensar durante estos días en lo que se debe huir, adquirir y practicar en adelante. 

((910)) Enemigos del sacerdote. Armas para combatirlos: templanza, oración y trabajo. 

La castidad. 

Las instituciones religiosas en la antigua y en la nueva Ley. 

Los tres consejos evangélicos. 

Fin de la Congregación. 

Deberes; felicidad y seguridad de alcanzar la vida eterna para quien vive en la religión. 

Recato en el trato con los muchachos. 

Prácticas de piedad, conferencias, coloquios con el Superior, amor a nuestro Señor Jesucristo. 

Al principio estos ejercicios, que se celebraban en la capillita, tenían el aspecto de entretenimientos familiares, pero no tardaron en 
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convertirse en un pesado aunque dulce trabajo para don Bosco. Era admirable su dedicación a oír las confesiones de sus hijos espirituales. 
Las tandas de ejercicios, debido al número de socios y para la comodidad de todos, sucedíanse unas a otras y duraban meses durante las 
vacaciones otoñales; y recibía en audiencia a quien quería exponerle las propias necesidades; durante aquellos días se celebraban largas e 
importantes conferencias con los Superiores de las diversas Casas sobre distintos asuntos, que eran presididas por el Siervo de Dios. 
Ahora bien, después de haber pasado cuatro o cinco horas, cansando su mente con la solución de dudas y dando graves disposiciones, 
cuando los demás reunidos iban a tomar un poco de descanso, él iba a confesar, y lo mismo que había hecho por la mañana, se estaba 
otras tantas horas de la tarde con una constancia que no podía ser más que el efecto de una fe viva. Y no ahorraba fatigas, ni cuando no 
andaba bien de salud, y mucho menos en la convalecencia de algunas enfermedades y ni siquiera cuando era víctima de la fiebre. 

Durante el tiempo que estamos narrando, aún podía don Bosco bajar al recreo con sus clérigos y sacerdotes. Sucedió un día, después de 
comer, que estaba él sentado sobre la hierba del jardín ((911)), a la sombra de espeso boj, rodeado de siete u ocho salesianos, cuando, de 
repente, cortó la conversación y mirando alrededor dijo: 

-Uno de los sacerdotes aquí presentes será Obispo. 

La atención de todos se dirigió a don Juan Bautista Francesia y a don Juan Cagliero, el cual, poco después se levantó, saludó a don 
Bosco y se alejó de la reunión. Con estas alusiones intentaba don Bosco animar a sus hijos a perseverar en la Pía Sociedad, dándoles a 
entrever sus gloriosos destinos. 

Se cerraron los ejercicios el 10 de agosto con la profesión trienal del sacerdote don Nicolás Cibrario y del clérigo José Monateri; y la 
perpetua del clérigo José Daghero. Fueron también aceptados algunos que pedían ser novicios. 

Después del solemne Tedéum, volvió el Venerable a Turín y don Juan Cagliero partió para Castelnuovo, donde había irrumpido el 
cólera. La terrible enfermedad segaba cada día muchas víctimas y el espanto hacía difícil encontrar quien cuidase de los enfermos. 
Apenas tuvo don Bosco noticia, pensó enviar a uno de sus sacerdotes para ayudar al párroco y al coadjutor, cuando he aquí que don Juan 
Cagliero se le presentó voluntariamente. 

«Yo le pedí, escribe el mismo don Juan Cagliero, ir a atender a mis paisanos, y me dejó partir a pesar de que aquellos días estaba 
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muy ocupado. Más aún, me entregó una buena cantidad de dinero para que pudiera socorrer a los necesitados y añadió: 

»-íBendiga el Señor tu ministerio! Si necesitaras más dinero, escríbeme y te lo enviaré». 

El cuidado de don Bosco para socorrer a la Patria tan gravemente probada, el celo desplegado por don Juan Cagliero asistiendo a las 
víctimas del cólera y su denuedo para hacer que las familias atacadas tomaran medidas higiénicas, conmovieron profundamente el ánimo 
de los habitantes de Castelnuovo. Cuando cesó la enfermedad don Juan Cagliero obtuvo una medalla de bronce al mérito civil. 

Mientras tanto el reverendo Bona, buen predicador apostólico, que había vuelto a Brescia, escribía a los alumnos del Oratorio, a 
quienes también había predicado varias veces. 

((912)) Mis queridos amigos: 

íQué fortuna la vuestra de poder convivir con don Bosco, que os hace de padre, de madre y de ángel custodio! 

íSois verdaderamente inteligentes, porque le consoláis y le mantenéis sano y sereno con vuestra conducta reverente, dócil y amable! 

íTenéis los mejores amigos en esos reverendos sacerdotes y clérigos, que se consagran a vuestro bien y ejercitan un apostolado 
insigne!... Deo gratias! 

íTenéis con vosotros un Paladión 1 en el nuevo templo y en la estatua de la Virgen que os guarda, os inspira, os consuela, os sostiene y 
casi os conduce al cielo de la mano! Siempre recordaré haberos visto arrodillados bajo los pórticos rezando, y continuamente pediré por 
vosotros en el altar; por caridad, rogad por mí que os aprecio y os quiero de corazón. 

íDichosos vosotros, jóvenes, que tenéis tiempo para hacer el bien! Servite Domino in laetitia! Salvete. (Servid al Señor con alegría. Os 
saludo). 

Brescia, 18 de agosto de 1867 

Vuestro amigo
BONA, Rector


Don Juan Bautista Francesia se quedó en Trofarello en compañía de algunos muchachos enviados por don Bosco para pasar vacaciones. 
El muchacho Fiore se cayó durante el recreo en un profundo vivero de peces lleno de agua. Finocchio, su compañero, se echó tras él para 
salvarlo y desapareció. De momento no lo consiguió. Volvió a salir a flote para respirar, y después se hundió de nuevo en el agua y, al 
cabo de un instante, reapareció sosteniendo en alto el cuerpo del compañero que fue sacado inmediatamente fuera 

1 Paladión: Era una estatua gigantesca, según la Mitología, que representaba a Palas (Minerva) en Troya; de su conservación dependía 
el destino de la ciudad; robada por Ulises, Troya cayó en poder de los griegos. (N. del T.) 
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por los demás. Parecía muerto; costó tiempo reanimarlo y fue una verdadera gracia de María Auxiliadora. Nadie puede describir la 
desolación y el terror de los compañeros y de don Juan Bautista Francesia en aquellos dolorosos momentos, y el agradecimiento que 
demostraron a la Madre Celestial invocada y al salvador Finocchio, que entró más tarde en la Orden de los Frailes de San Francisco. 

María Santísima libraba así a sus hijos del Oratorio de los peligros corporales y sobre todo amaba salvarlos de los peligros del alma. El 
caballero Oreglia entregaba a don Bosco la carta de un joven decidido a ponerse a hacer el bien. íCuántos, de los que se había perdido 
toda esperanza de éxito ((913)) tenían cada año, por bondad de María, inspiraciones saludables y eficaces! 

Un joven estudiante del curso de retórica había sufrido gran daño con la lectura clandestina de las obras de Leopardi, y por su extrema 
frialdad en la piedad, los Superiores le aconsejaron que pasara a la sección de aprendices. Hacía ya dos años que trabajaba en la imprenta 
cuando, volviendo sobre sí mismo, reanudó con fervor las prácticas de piedad que había abandonado, y el 16 de agosto escribía a su jefe: 

«Hablé el otro día con don Bosco sobre mi vocación y me dijo, entre otras cosas, que de haber continuado así durante dos o tres meses, 
él se habría comprometido a ponerme la sotana, a condición de que tuviese gran confianza con él y le abriese mi corazón de par en par. 

»Ya hace dos años que no abro un libro de estudio y se esfumaron muchas materias de mi mente, que quiero repasar, para poder cursar 
bien la filosofía y ser siempre uno de los primeros, como deseo y espero. Estoy harto de la vida que he llevado hasta aquí; es hora de que 
me libere de una vez de esta funesta tibieza en la que he permanecido durante tanto tiempo: quiero cambiar de vida y dedicarme desde 
este año totalmente al Señor y repetir con san Francisco de Borja: Estoy decidido; lo he decidido así. Don Bosco ya me ha fijado el día 
para la confesión general. Necesito atender a mi alma y prepararme bien y, a partir de ese momento, empezaré a ser totalmente de Dios; 
ya no tendré más voluntad; la de mis Superiores es la voluntad de Dios; y ésa será también la mía». 

Y con la ayuda de María Santísima mantuvo su promesa. Después de superar muchas dificultades, llegó a ser un distinguido doctor en 
letras, un religioso ejemplar y un sacerdote piadosísimo. 

A mitad de agosto fue don Bosco a visitar al Obispo de Acqui, monseñor Contratto, que veraneaba en Strevi, y éste quiso que conociera 
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a una pobre desgraciada, madre de familia, que parecía obsesa por el demonio hacía más de un año, que ((914)) torturaba su cuerpo y le 
impedía acercarse a los sacramentos de la confesión y de la comunión: puesto que si se intentaba acompañarla, se ponía furiosa, 
blasfemaba, y aullaba como un lobo. Monseñor autorizó a don Bosco para exorcizarla y él respondió con su acostumbrada sencillez que 
no lo creía necesario; pero que si estaba endemoniada la pondría en tal compañía, que obligaría al demonio a retirarse. 

»Qué hizo? Aconsejó a todos los presentes, entre los cuales se encontraban el marido, sus hijos y algunos sacerdotes, que rezasen todos 
juntos unas oraciones a María Santísima Auxiliadora; recomendó después que continuasen rezándolas todos los días, cada uno por sí 
mismo hasta la fiesta de la Natividad de María Santísima. 

Después se dispuso para partir hacia otros lugares, escribiendo antes algunas cartas. 

Strevi, 20 de agosto de 1867
Carísimo Rúa:


Sobre mi mesa he olvidado una carta para la condesa Uguccioni de Florencia; ya está franqueada, envíala al correo. Hasta ahora he 
podido escribir varias cartas, pero estoy sin blanca: sin embargo, he encontrado una palomita que irá al Oratorio. Se trata de Honorato 
Tornielli, de once años, que ya ha aprobado la tercera elemental; pagará veinticuatro liras mensuales y espero que dé buen resultado. 

Di a Ricciardi que vigile mucho el recreo de los aprendices de la noche después de cenar. Si él no basta, añádasele otro.
Salgo en este momento para Alessandria y de allí a Mirabello.
Saluda a todos los que ya tienen barba y a los imberbes; di a Goffi que se anime.
La gracia de Nuestro Señor Jesucrito esté conmigo y con todos los que viven en nuestra Casa. Amén


Afectísimo en el Señor JUAN BOSCO, Pbro. 
A la noble señorita Acelia de los Marqueses Fassati = Montemagno (Asti) 
Ilustrísima señorita Acelia: 
No he respondido enseguida a su atenta carta, pero he cumplido inmediatamente lo que en ella recomendaba; y si Dios escucha ((915)) 

nuestras plegarias, la persona para quien escribía será bendecida por el Señor y ayudada en sus necesidades. 
Estoy con el Obispo de Acqui; esta tarde voy, si Dominus dederit (si Dios quisiere) a Mirabello, desde donde pienso pasar por 
Montemagno, pero aún no sé desde qué dirección; tal vez desde Vignale; llegaré junto a ustedes el jueves al atardecer. 
Diga mientras tanto al señorito Manuel que esté alegre, y que recomiende a don Celestino Durando que no profane las vacaciones 
dándole mucho trabajo. 
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Mis más respetuosos saludos para papá y Maman augurando a todos salud y la bendición del Señor. Me encomiendo a sus santas 
oraciones, mientras me profeso con gratitud. 

De V. S. Ilma. 

Strevi, 20 de agosto de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Cuando don Bosco iba a Mirabello, con frecuencia subía a Lu, donde siempre era recibido con religioso entusiasmo por la población; o 
bien iba a Fubine para visitar a unos familiares de los Condes de Bricherasio. 

Terminada su gira volvió al Oratorio, donde encontró una carta del conde Francisco Javier de Collegno, dirigida al caballero Oreglia, en 
la que presentaba a don Bosco una invitación para ir a Bélgica. 

V.J.M. y J. 
Cumiana, 25-8-67 

Queridísimo amigo: 

Llegados a la mitad de este mes de mi excursión por Alemania, Bélgica y Francia, no quiero retardar más mis noticias de tu hermano, el 
Nuncio de Bruselas, a quien tuve el honor de presentar mis respetos en aquella ciudad. Gozaba de buena salud; su aspecto, sus maneras 
son tales como para ganarse totalmente los corazones y las simpatías de cuantos le conocen; y es precisamente lo que me han confirmado 
mis conocidos en Bélgica. 

Ahora, y a propósito de Bélgica, quiero manifestarte una idea que me han sugerido personas muy queridas e interesadas por la religión 
y el bien espiritual de aquellas lejanas regiones. 

Habiendo hablado con ellos de nuestro queridísimo e ilustre don Bosco y de las obras maravillosas por él emprendidas, ((916)) se me 
dijo que precisamente poco tiempo antes un estupendo y celoso sacerdote vicepárroco, según creo, en Amberes, había manifestado a 
aquellas personas su sentimiento de no ver nacer en aquellos países una institución del tipo de la de los Oratorios inaugurados por el 
reverendo don Bosco, y tener que ser testigo del abandono en que generalmente se deja a los niños y jóvenes sin poder resolverlo. 
Aquellas personas me animaban para que exhortara a don Bosco a hacer nada menos que un viaje a Bélgica, con ocasión, si quería, del 
Congreso Católico, que pronto se celebrará en Malinas, o en cualquier otra época. 

Poniéndose en comunicación con aquel sacerdote o con otros, los cuales desean ardientemente imitar su celo por el bien de la juventud, 
podría colocar los cimientos de unas obras tan hermosas como las que va haciendo entre nosotros, y no hay que dudar que con la 
bendición de Dios, y gracias al carácter industrial y emprendedor de aquella nación, la simiente por él arrojada no fructifique, con la 
ventaja espiritual y temporal que cualquiera puede comprender. La circunstancia de encontrarse 
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en Bruselas como Nuncio tu hermano, sería una ocasión muy propicia para don Bosco: 

Si para mayor cautela quisiera pedir informes de los sacerdotes de que se me habló, he aquí sus nombres: Rvdo. Jaspers, vicepárroco en 
la iglesia de San Jorge, Rue des Escrimeurs, Amberes; y Rvdo. Eugenio Jomers, agregado a la parroquia des Minimes en Bruselas. 

No hablo de las dificultades que se oponen a esta empresa, porque don Bosco encuentra fácilmente medios para superarlas; y íquién 
sabe si aún en tal ocasión podría encontrar nuevas ayudas para su iglesia y sus instituciones! Por lo demás me consideraría muy feliz si mi 
viaje alcanzase el efecto de hacer gozar a aquellos países de los óptimos frutos del celo infatigable de nuestro amadísimo don Bosco. 

»Podría esperar una visita tuya cualquier día a Cumiana para poder oír algunas de las muchas cosas vistas y oídas en Roma? 

Créeme mientras tanto tu afectísimo amigo 

FRANCISCO JAVIER 

P. S. -Mis hijitos te envían los más cariñosos y atentos saludos. No me olvides, te lo suplico, ante el reverendo don Bosco, a cuyas 
oraciones, lo mismo que a las tuyas me encomiendo por cuanto sé y puedo. 
Al Venerable le debió hacer sonreír la proposición llegada de Bélgica para salir fuera de Italia con su Institución, y debía responder 
afirmativamente a esta petición prematura todavía ((917)) en su última enfermedad, el 8 de diciembre de 1887, prometiendo enviar los 
Salesianos a Lieja. 

Mientras tanto, parecía inminente la guerra a mano armada contra Roma, y el cólera continuaba llevando la muerte a muchas provincias 
de la península. 

Garibaldi recorría las ciudades cercanas al Estado Pontificio, pregonando la cruzada contra Roma, y anunciando a voz en grito que para 
la época de las lluvias marcharía a la conquista de la Capital de Italia. Su hijo Menotti exploraba toda la frontera, desde Terni a Isoletta, y 
se trasladaba a Nápoles para dar instrucciones a los voluntarios allí reunidos. El príncipe Jerónimo Napoleón estaba en Suiza, so pretexto 
de visitar una quinta, pero en realidad para entrevistarse con los mazzinianos. El Gobierno de Florencia había retirado la flota que 
vigilaba desde hacía tiempo las costas del Estado Pontificio, para impedir, según se decía, el desembarco de Garibaldi. Los periódicos 
sectarios desafiaban a Francia a que probase de oponerse al atentado, porque correría el riesgo de entrar en guerra con Italia, aliada de 
Prusia, la cual le ofrecía amplísimas condiciones para la solución de la cuestión romana en favor de la revolución. 
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Y el 20 de agosto, en Orvieto, en donde era recibido por un gran contingente de voluntarios, Garibaldi declaraba la guerra contra Roma 
desde el balcón de una hostería. A sus violentos discursos contra los mercenarios de los curas y de Napoleón, el grupo de los satélites, 
rugía: íA Roma, a Roma! íAbajo los curas! íMueran los curas! íMuera el Emperador! 

Don Bosco estaba aturdido. Un sábado, a fines de agosto, conversando después de cenar, sobre estos sucesos con los salesianos que le 
rodeaban, decía que, humanamente hablando, él no estaba seguro de que no llegara pronto la revolución a Roma, y repetía: 

-Si todos los romanos se pusieran de acuerdo para hacer hoy una visita a Jesús Sacramentado la revolución, no solamente no entraría en 
Roma, sino que recibiría una solemne lección. 

((918)) Contemporáneamente el cólera acrecentaba la confianza de los devotos en María Auxiliadora, como recomendaba don Bosco, 
mientras se enconaba la peste más terriblemente que en años pasados. La estadística oficial, presentada a la Cámara de los Diputados, 
registraba el número de municipios ya infestados por el cólera y el número de casos y de muertos hasta el 29 de junio. Eran 479 los 
municipios, 37.644 los casos y 18.890 los muertos. Otra estadística, publicada en la Gaceta Oficial del 26 de julio, elevaba el número de 
víctimas, hasta el 15 del mismo mes, a 63.375 casos y 32.074 muertos. Y en agosto, según decía la Perseveranza, que citaba otras 
estadísticas oficiales, la peste había quitado la vida a más de 110.000 personas en tres meses. La peste se cebó en Catania, donde morían 
de treinta a cuarenta personas por día. En Palermo hubo, en casi un mes, más de 6.000 apestados y 2.620 fallecidos, y siguió la 
mortalidad por varios lugares durante el mes de septiembre. 

Pero aquel año, como en los dos precedentes, fue admirable la conducta del episcopado, del, clero y de las milicias que, en medio de tan 
deplorables circunstancias, se aventuraban a todo riesgo. El octogenario Arzobispo de Monreale, monseñor de Acquisto, moría víctima de 
su caridad el 18 de agosto; y demostraron estar dispuestos a dar su vida por los apestados los obispos de Mesina, Caltanisetta, Bari, 
Novara, Génova, Bérgamo, Brescia, Ivrea y de todas las demás ciudades que fueron víctimas del contagio. Don Bosco, por su parte, 
recogía varios huérfanos de Sassari y de Nápoles y diez de Tortorigi (Sicilia) y de otros pueblos. 

Desde Roma llegaban hasta el Oratorio noticias de la muerte de algunos amigos de don Bosco, y del cumplimiento de la predicción que 
él hizo a la Reina Madre de Nápoles. 
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Roma, 13 de agosto de 1867
Muy querido P. Francesia:


Todavía se mantiene el cólera en Roma, pero donde se ha presentado más terriblemente ha sido en Albano, lugar de veraneo, a donde 
habíamos ido ((919)) para respirar aire más puro. Estalló con tanta virulencia que en veinticuatro horas se contaban noventa cadáveres. El 
pobre marqués Serlupi se fue al paraíso, como esperamos. Hemos de deplorar también otras víctimas ilustres, como la Reina Madre de 
Nápoles, la princesa Colonna y finalmente el cardenal Altieri, Obispo de Albano, el cual, como san Carlos Borromeo, había acudido a 
confortar a aquellos pobrecitos, y a los cuatro días cayó víctima de la enfermedad y voló al cielo, con heroica muerte. No puede darse una 
idea del miedo que invadió a esta ciudad: todos escapaban, se cerraban los talleres... Nosotros volvimos a Roma en donde, gracias a Dios 
y a la Virgen Santísima, todos estábamos bien. Nos ha ayudado mucho lo que el queridísimo don Bosco nos dice de estar tranquilos y 
confiar en la Santísima Virgen Auxilium Christianorum. Esta nuestra querida Madre Santísima nos salvará. 

Dé las gracias a don Bosco por la carta que me ha escrito, la cual me ha hecho un gran bien... 

ANGEL VITELLESCHI 

En otra carta del 26 de agosto se leía: «En Roma tenemos todavía de veinte a cincuenta casos de cólera». 

El caballero Oreglia recibía también más noticias. 

Frascati, 27 de agosto de 1867
Queridísimo caballero Oreglia:


...Habrá sabido el tremendo azote que ha caído sobre la pequeña ciudad de Albano, próxima a Frascati, por lo que podrá imaginar la 
preocupación que hemos tenido por miedo a que aquí sucediese lo mismo; en medio de tanta angustia no he sido muy valiente, pero las 
seguridades del muy reverendo don Bosco de que este mal no nos tocaría, me han sostenido mucho. 

Aníbal, siempre muy tranquilo en todas las circunstancias, como de costumbre, no ha estado descontento de mí. Aquí desde hace casi 
quince días estamos seguros de la desaparición de la enfermedad y estimamos esta suerte, se cae de su peso, como venida del Señor y de 
María Santísima y además de la especial protección para este lugar de san Roque y san Sebastián. Tenemos las imágenes de estos santos, 
aparecidos hace muchísimo tiempo en un muro de la antigua catedral de Frascati. Le aseguro que conmueve ver la fe que todos los 
campesinos tienen en estos santos y la continua afluencia de visitantes. 

Mi salud va bien y mejorando siempre; moralmente, por la divina misericordia y por la eficacia de sus oraciones, he ganado 
inmensamente y me parece ser del todo otra distinta de la de ((920)) antes. Agradezco infinitamente las oraciones que hacen por mí y le 
ruego dé mis más expresivas gracias y presente mis saludos al reverendo don Bosco, juntamente con los de mi Aníbal. No se olviden, por 
favor, de seguir rogando por nosotros y todos nuestros parientes y amigos en estos duros momentos de castigo y pesares. 

Aníbal confía en que el altar esté terminado a fines del mes corriente; es más, escribió en este sentido al caballero Marietti, pero no ha 
tenido contestación... 

ANA BENTIVOGLIO 

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((921)) 

CAPITULO LXXVI 

HECHOS Y CHARLAS DE DON BOSCO -UNA CRONICA DE DON MIGUEL RUA -DON BOSCO EN LA CASA DE VERANEO 
DEL TEOLOGO MARGOTTI -UN OBISPO MISIONERO DE CHINA VISITA EL ORATORIO -CHARLA: DOS OFICIALES DEL 
EMPERADOR TEODOSIO EN EL YERMO -LECTURAS CATOLICAS: DON BOSCO ENCARGA LA TRADUCCION DE UNOS 
LIBRITOS FRANCESES -CHARLA: UN MUCHACHO ASISTIDO POR MARIA SANTISIMA EN PUNTO DE MUERTE 
PROYECTO DE UNA ASOCIACION PARA FORMAR UNA BIBLIOTECA DE CLASICOS ITALIANOS EXPURGADOS 
CHARLA: SALVAR EL ALMA -DON BOSCO CORRIGE A UN JOVEN QUE TIENE DUDAS SOBRE LAS VERDADES DE FE 
SEMINARISTAS POBRES ALBERGADOS EN EL ORATORIO, AYUDAN EN LA CATEDRAL DURANTE LAS VACACIONES 
NOTICIAS SOBRE LA ENDEMONIADA DE ACQUI: DON BOSCO, CONFIA PLENAMENTE EN SU LIBERACION -CARTA A 
UN SACERDOTE EN VACACIONES -CHARLAS: NO ESCUCHAR LOS MALOS CONSEJOS; LA GLORIA DEL ORATORIO 
NO RADICA EN LA CIENCIA, SINO EN LA VIRTUD; AMOR A LA MEDALLA DE LA VIRGEN; CELEBRAR DIGNAMENTE 
LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE MARIA SANTISIMA -DON BOSCO RECITA PARRAFOS DE AUTORES CLASICOS, 
APRENDIDOS EN LA JUVENTUD 

Para escribir estas memorias de los últimos dos meses de 1864 hasta medidados de 1867, nos hemos servido de nuestros apuntes, 
juntando al paso los documentos conservados en los archivos. Ahora seguiremos las notas de otra breve crónica que nos dejó don Miguel 
Rúa, entrelazando con ésta cuanto encontramos en narraciones auténticas, ((922)) testimonios autorizados y otros documentos 
correspondientes al resto del 1867 y a los años 1868 y 1869. 

Don Miguel Rúa principia así su escrito: 

«Persuadido de hacer algo que podrá redundar a la mayor gloria de Dios y salvación de las almas, siguiendo el consejo de personas 
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amigas del Oratorio, yo Miguel Rúa, presbítero, empiezo hoy, domingo primero de septiembre, a reunir las memorias de cuanto puede 
referirse al Oratorio y especialmente al fundador del mismo, el sacerdote Juan Bosco, limitándome a hacer una simple referencia, a 
manera de cronista y no de historiador. Empiezo diciendo: 

»1 de septiembre: Don Bosco sale por la mañana para ir a la casa de campo del célebre teólogo Margotti, redactor del periódico La 
Unidad Católica. Viene a visitar el Oratorio un obispo de China central, natural de Bolonia, de los Menores reformados. Es recibido 
cordialmente por los alumnos y la banda de música. Se muestra muy satisfecho de la iglesia nueva y de todo lo del Oratorio. 

»Después de las oraciones de la noche nos contó don Bosco este ejemplo: -En tiempo del emperador Teodosio, fue este Príncipe a 
Tréveris, a donde le siguieron dos jóvenes y fieles oficiales. Un día estaban éstos con el Emperador y con el pueblo en el anfiteatro, 
esperando que principiaran los juegos. En esto, ya sea porque estuvieran cansados de tanto aguardar, ya sea porque supieran qué juegos se 
iban a hacer y no fueran de su gusto, el hecho es que, los dos amigos se las entendieron para salir de la ciudad y dar un paseo por el 
campo. Andando, andando entraron en un bosque y muy pronto perdieron las trazas de todo sendero. 

»-»Vamos adelante?, dijo uno al otro. 

»-íVamos! 

»Y se internaron por la selva. Y he aquí que, en medio de unos grandes y corpulentos árboles descubrieron unas casuchas, cabañas, o 
cuevas, o como se quieran llamar. Eran unas habitaciones de ermitaños. ((923)) Entraron llenos de curiosidad. Visitaron aquellas 
estancias, observaron el rústico vestido de los monjes, las durísimas yacijas sobre las que dormían y las ordinarias comidas con que se 
alimentaban. Desde el primer momento sintieron asco de aquel lugar, pero no tardaron en quedar sorprendidos de la profunda paz 
reflejada en los rostros austeros de los monjes. Comenzaron a decirse en voz baja el uno al otro: 

»-íQué tranquilos y felices parecen estos hombres! íY sin embargo, viven una vida llena de privaciones! »Qué misterio se esconde en 
este lugar? 

»Y yendo de celda en celda encontraron un libro colocado sobre una rústica mesa, y lo abrieron: era la vida de san Antonio ermitaño. 
Empezaron a leer. El libro narraba cómo san Antonio, joven noble y rico, oyó en un sermón las palabras de Jesucristo: Si vis perfectus 
esse, vade, vende, quae habes, et da pauperibus et habebis thesaurum 
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in coelo: et veni, sequere me (Si quieres ser perfecto, vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo: 
luego ven y sígueme); volvió a casa, vendió todos sus bienes; dio a los parientes una parte del dinero obtenido, distribuyó la otra a los 
pobres y se fue al desierto para salvar su alma, despidiéndose para siempre del mundo. 

»-íVerdaderamente éste fue un hombre bueno pues abandonó su casa para ir a vivir al desierto!, exclamó un oficial. 

»-íQué lástima! íHacerse monje un joven con tan bellas cualidades!, replicó el otro. 

»Cerraron el libro, lo dejaron sobre la mesa, pero vencidos por la curiosidad, lo volvieron a tomar, abriéronlo de nuevo, y leyeron la 
plática que san Antonio hizo a sus monjes para animarles a perseverar en la vida solitaria lejos de los peligros del mundo. Leíase: 

»-El Señor da el ciento por uno, aun en esta vida, a quien deja todo para honrarle y darle gloria a él; y después, la felicidad eterna en la 
otra. El mundo es un traidor que nunca nos podrá llenar. Aun cuando nos diese todo lo que promete: »hasta cuándo lo podremos gozar? 
íSólo un instante! íY después tendremos que dejarlo todo igualmente y sin mérito! 

((924)) »El Señor se había apoderado de los corazones de los dos oficiales. Miráronse conmovidos cara a cara, y exclamó uno: 

»-íEs verdad! íHemos recibido ya los cargos que nuestro Emperador nos prometió! Y, dado que los hemos obtenido: »hasta cuándo los 
gozaremos? íEl Emperador puede despedirnos de su servicio cuando le plazca! 

»Y empezaron a comparar su vida agitada, llena de remordimientos, de envidias, de miedos, con la paz y la tranquilidad de aquellos 
buenos siervos de Dios apoyada en la esperanza cierta de la vida eterna. 

»-íEa!, dijo uno de ellos al otro: ve al Emperador y dile que yo me he entregado al Señor y que quiero hacer vida eremítica para 
ganarme el paraíso. 

»-íCómo! »El paraíso para ti, y para mí la tierra? No, no; volvemos los dos al siglo o nos quedamos aquí los dos. 

»Estaban decicidos. Quitáronse las armas y las preciosas vestiduras y se pusieron el sayal de los monjes y empezaron a observar 
escrupulosamente las reglas de aquel cenobio, con el escaso alimento de hierbas del campo, durmiendo sobre la paja, levantándose a rezar 
de noche. Y trabajando continuamente. Perseveraron y se hicieron santos. 
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»Quiero haceros ahora unas reflexiones. Si aquellos jóvenes no se hubiesen alejado de los espectáculos profanos, no se hubieran hecho 
santos. Huid, pues, de todos los espectáculos públicos que no tengan por regla el temor de Dios. Para aquellos dos oficiales fue una gran 
fortuna el haberse alejado del anfiteatro y, aunque por casualidad, el haberse encontrado un buen libro. Aprendamos también nosotros a 
huir de los malos compañeros y de los libros malos y a leer buenos libros y buscar la amistad de los buenos compañeros». 

Para los meses de agosto y septiembre apareció un fascículo de Lecturas Católicas, con casi doscientas páginas, en las que se narraban 
las excelsas virtudes que adornaban a la Venerable María Cristina de Saboya, reina de las dos Sicilias. Para el mes de octubre terminaban 
de imprimir los tipógrafos ((925)) otro opúsculo: Don Benedicto, o sea un sacerdote ejemplar durante la revolución francesa, por el 
canónigo Bernardino Checucci. Con el apéndice: Un robo en la noche: los excesos conducen a la ruina. 

Seguía don Bosco seleccionando por sí mismo los opúsculos que había que imprimir, y quería que hubiese siempre preparado cierto 
número de ellos. De muchos encargaba él mismo el tema a tratar a personas doctas, eclesiásticas o seglares. Y para facilitar el número de 
los fascículos necesarios, buscó una rica colección de libritos franceses, cuya traducción confiaba a diversos amigos deseosos de 
ayudarle. 

Así escribía a Montafía. 

Queridísimo Juan Turco: 

Aquí tienes un librito para traducir del francés. Tú lo traducirás libremente, no con estilo elegante, que no es el tuyo, sino con estilo 
popular clásico, períodos cortos, claro, etc., como tú acostumbras hacer. 

Tus amigos te saludan y esperan les hagas pronto una visita. 

Te deseo todo bien para ti y para tu padre, y me profeso de corazón en el Señor. 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

Turín 2-9-1867 

Con el mismo fin escribía otra carta al joven conde Callori, con quien tenía verdadera amistad. 

Queridísimo señorito César: 

Esta vez no es César, sino don Bosco quien confiesa la culpa. De un lado para otro, no he cumplido mi deber enviando el libro que 
nuestro César se había ofrecido a traducir para nuestras Lecturas Católicas. 
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Vamos a arreglar las cosas en familia. Un fascículo para César, otro para la señorita Gloria; y, como he tardado en enviarlos, ya 
ajustarán o mejor compensarán el tiempo perdido con diligencia y solicitud especial en la realización del trabajo. íQué desenvoltura la de 
don Bosco para mandar! Suerte que me toca tratar con gente ((926)) dócil y obediente; de otro modo me quedaría sólo para repicar e ir en 
procesión. 

Mientras me confieso culpable, desearía pedirle o mejor recomendarle dos cosas, de las que ya hemos tratado otras veces. Entre los 
varios espacios de su tiempo señale uno para confesarse cada quince días o una vez al mes; no deje ningún día sin hacer un poco de 
lectura espiritual. 

«Pero, a callar: íno empecemos con sermones!» Bueno, acabemos; dé muchos saludos a Papá y a Maman y a todos los de esa su 
respetable familia. Déme algún buen consejo; permita que le augure todas las bendiciones del cielo y créame con la más sentida gratitud. 

De V. S. carísima 

Turín, 6 de septiembre de 1867 

Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Volvamos a la crónica de don Miguel Rúa. Por la noche del 2 de septiembre, cuarto día de la novena de la Natividad de María 
Santísima, contaba don Bosco otro ejemplo: 

Un jovencito se había acostumbrado desde niño a rezar todos los días los siete gozos de la Virgen. Llegó a punto de muerte. Parecíale a 
los presentes que había entrado en agonía. Cuando he aquí que, a poco volvió en sí, cesó un tanto el malestar y sonrió mirando a los que 
circundaban su lecho. Estos, estupefactos, preguntáronle qué significaba aquella sonrisa. Y él respondió: 

-Mirad. Hace un momento me parecía estar muerto o que mi alma se hallaba a punto de salir del cuerpo para presentarse ante el tribunal 
de Dios. Cuando de repente se me presentó una Señora, vestida como una reina, resplandeciente; me detuvo y me dijo: 

-»Por qué estás tan preocupado? 

Y yo le respondí: 

-íTemo el juicio de Dios, tengo miedo a condenarme! 

-»Y por qué? 

-Porque si me condeno pierdo para siempre el paraíso y a mi Dios. íTengo miedo del tremendo juicio de Dios! 

Y ella replicó: 

-No temas, mis devotos no se condenarán; tú has rezado cada día durante muchos años mis siete gozos y yo seré tu consuelo en la 
muerte y en el paraíso. No temas los juicios de Dios porque yo misma te acompañaré ante el Juez Eterno para defenderte. Ve a decir a 
todos los que puedas que el que sea mi devoto y recite mis siete ((927)) gozos, que disfruto en el paraíso, no se condenará: yo le consolaré 
con mi presencia en la muerte, en el tribunal de mi divino Hijo, y en el paraíso para siempre. 

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Mañana, pues, como flor, recite cada uno los siete gozos de la Virgen. Los más fervorosos hagan por rezarlos durante toda la novena y 
también durante toda la vida. El que no quiere practicar esta devoción practique cualquiera otra. Así seréis consolados por la Virgen en la 
vida y en la muerte. 

La misma Crónica nos da la primera noticia de otra importante iniciativa de don Bosco. 

«3 de septiembre, martes: -Don Bosco, entristecido al ver el inmenso mal que se iba haciendo, especialmente entre los jóvenes 
estudiantes, con la lectura de libros malos, concibió el proyecto de formar una colección de libros buenos y clásicos, imprimiendo uno 
cada mes expurgando algunos y dando solamente fragmentos escogidos de otros; y hoy mismo fue a visitar al profesor don Mateo Picco, 
persona piadosa y muy conocedora de los jóvenes y los libros, para madurar con él dicho proyecto. 

»Ya anteriormente, y antes que con ningún otro, había hablado con el Arzobispo de Turín sobre esta biblioteca o colección de clásicos 
italianos y de la finalidad de la misma». 

Aquella misma noche hablaba así a los muchachos: 

Me gustaría que nosotros fuéramos comerciantes, pero comerciantes de al mas; no de esos comerciantes que van de acá para allá a 
vender sus mercancías, sino de forma que buscáramos comprar la salvación de nuestra alma a toda costa. 

Me gustaría que fuerais sencillos como palomas, pero astutos como serpientes. »Sabéis lo que hace la serpiente cuando es perseguida y 
no puede huir? Se enrosca y pone la cabeza entre las espirales, diciendo: 

-Haced lo que queráis, con tal de que me dejéis a salvo la cabeza. 

Así nosotros hemos de huir de las ocasiones, y cuando no se pudiese escapar de otra manera, meter también nosotros en el centro de 
todo pensamiento y acción la salvación de nuestra alma, dispuestos a sacrificar el honor, los bienes, la misma vida, con tal de salvar el 
alma. Si se pierde el alma esta todo perdido; al contrario, si se salva el alma, se ha salvado todo. íAh, si nosotros estuviéramos 
verdaderamente resueltos a no querer más que la salvación del alma, el demonio se vería obligado a estar lejos de nosotros! 

((928)) Enrique VIII pidió varias veces al Papa Clemente VII, por carta y a través de embajadores, un favor contra la Ley de Dios. El 
Papa respondió siempre que no podía; pero, presionado por las instancias del Rey de Inglaterra, por los embajadores que continuamente 
llegaban, por las promesas del Rey que prometía paz y felicidad para la Iglesia si se le concedían sus deseos, acabó por responder 
cortésmente a los legados: 

-Decid a vuestro Rey que siento no tener dos almas para concederle lo que me pide y mandar una al infierno salvando la otra; pero no 
tengo más que una y, perdida ésta, todo está perdido. 
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Fin de Página 787 


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La Crónica de don Miguel Rúa sigue dándonos otras diversas noticias: 

«4 de septiembre: -Durante las vacaciones sucedió que don Bosco, ante las instancias que dirigía un joven aprendiz, le sacó del taller y 
le puso a estudiar en vista de la buena conducta que observaba. Al cabo de unos meses en los estudios este joven, de cabeza algo ligera, 
sorprendido por las tentaciones, empezó a dudar de la existencia de Dios, del paraíso, del infierno, etc., y, no satisfecho con pensar de 
este modo, dio a conocer sus dudas a los compañeros, lo cual no dejó de ser peligroso para quienes le oían. 

»Súpolo don Bosco, e inmediatamente halló remedio para deshacer sus dudas.Habiendo llegado un bienhechor del joven para 
entenderse con don Bosco y dedicarle exclusivamente a los estudios, el siervo de Dios dijo en presencia del joven que, por el momento, 
era mejor no determinar nada puesto que parecía que la cabeza del muchacho no podía aguantar los estudios y vacilaba; entonces se dio 
cuenta el joven de su fallo, reconoció el mal hecho al ceder a las dudas que habían venido a su mente y mucho más al comunicarlas a los 
compañeros. Se enmendó, y desde entonces llevó una vida fervorosa. 

»5 de septiembre: -Un superior del Seminario escribió a don Bosco una carta diciéndole que los clérigos del Oratorio no sabían las 
ceremonias, y presentaba el ejemplo de dos, que por la mañana habían servido en las sagradas funciones de la catedral. Es de notar que 
durante las vacaciones los canónigos acudían al Oratorio pidiendo clérigos, a falta de los seminaristas. Don Bosco respondió que sentía 
mucho que aquellos clérigos no supiesen ceremonias; pero que eran seminaristas, que él albergaba durante las vacaciones, por no tener 
éstos casa, ni ((929)) familia, ni medios de subsistencia; que les había mandado exprofeso porque creía conocían las ceremonias y 
costumbres de la catedral». 

Aquel mismo día le llegaron al Venerable noticias sobre el estado de la endemoniada de Acqui. El día primero de septiembre, domingo, 
como había aconsejado don Bosco, se intentó que se confesara y comulgara en la iglesia a puerta cerrada. El párroco de la catedral había 
procurado que se hiciera todo de acuerdo con su sugerencia. Pero, fueron tales los gritos y convulsiones de la pobre mujer, que fue 
inmediatamente llevada a casa, y escribió el párroco que no creía prudente exponer a aquella infeliz a que se renovaran semejantes 
dolorosas escenas el día de la Natividad, puesto que Don Bosco había añadido que se acercase en tal ocasión a los sacramentos, en 
presencia de todo el pueblo. Recibida esta carta, el Siervo de Dios replicó que no se cambiase nada de lo que había aconsejado, y que se 
continuase rezando con fe. 

El día 5, escribía también a uno de sus sacerdotes que había ido a Usseglio, su pueblo, en los Alpes y le pedía consejo. 
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Muy apreciado Cibrario: 
Has hecho bien en escribirme, puesto que así no habrá malas inteligencias. Emplea la facultad de confesar siempre que haya necesidad; 
pero, apenas te encuentres libre de los asuntos domésticos, esto es, apenas hayas arreglado los asuntos de partición de bienes, procura 
volver a tu nido de Lanzo, donde, tomando los debidos cuidados, espero podrás volver a tu normal estado de salud. 
Da mis saludos a tu párroco, dile que le encomiendo de todo corazón a María Auxiliadora, a fin de que recobre la salud de que gozaba 

antes. 
Que Dios te bendiga y te haga un campeón, para ganar muchas almas a Dios. Saluda a tus padres y créeme en el Señor. 
Turín, 5 de septiembre de 1867 

Tu afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 
((930)) Aquella misma noche decía a los muchachos: 
Cuenta Bartoli 1, queridos míos, que había en Japón dos jovencitos cristianos. Desatóse la persecución. Uno de ellos dijo al otro: 
-Mira, voy a estudiar una manera, que también va a gustarte a ti, de cómo comportarme en esta persecución. 
-Estudia lo que quieras, respondió el otro, con tal de que ello nos apresure el día en que podamos dar nuestra sangre por la fe. 
Pero no era ése el pensamiento del primero, el cual estudió durante la noche la forma de engañar a los verdugos que debían ir a buscarle 

y así salvar el pellejo. Pensó para sí: «cuando vengan los soldados diré con los labios que renuncio a la religión cristiana, pero apenas se 
hayan marchado, iré a confesarme y todo quedará arreglado; así no me matarán y seguiré siendo cristiano como antes». Llegaron los 
soldados y les dijo: 

-Renuncio a la fe cristiana.
-Muy bien, respondieron: lo has pensado muy bien. Quedas libre. Puedes ir donde quieras.
Apenas se alejaron los soldados, éste imprudente fue corriendo en busca de su compañero, con quien se encontró a tiempo de que era


conducido al martirio: 
-íMira, escucha!, empezó a gritar detrás de él: 
Se le acercó y le contó cómo se había librado de las manos de los perseguidores. El mártir, al oír al compañero que le aconsejaba 

siguiese su ejemplo, lo rechazó con un grito y le dijo: 
-Apártate de mí, que eres un traidor, un consejero pésimo. 
Y después, volviéndose a los verdugos, exclamó: 
-Mirad: éste es un villano, despreciadlo: ha renunciado a la religión cristiana para conservar la vida del cuerpo. íVete lejos de mí, eres 

un traidor! íYo no renunciaré jamás a la santa religión de Jesucristo! 
Aprendamos también nosotros a ser fuertes como lo fue aquel buen compañero, 

1 Bartoli: Daniel Bartoli ( 1608-85), jesuita italiano, autor de distintas obras sobre Asia, las misiones en Japón e Historia de la 
Compañía de Jesús. (N. del T.) 

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a no prestar oídos a los malos consejos, y a estar siempre dispuestos, a sacrificar no solamente el honor y los placeres, sino la misma vida, 
antes que cometer un pecado. Y guardémonos también nosotros de dar malos consejos: jamás, nunca jamás nos hagamos reos de tan 
grave pecado ante los ojos de Dios. 

El día 6 de septiembre charlaban algunos salesianos, después de cenar, con don Bosco sobre dos clérigos muy inteligentes, que habían 
salido del Oratorio y habían colgado la sotana: 

-Yo, díjoles don Bosco, he puesto ante ellos toda su vida, que podía ser feliz, diciéndoles: si hacéis lo que yo os aconsejo, caminaréis 
seguros; si no, os equivocáis. Uno de ellos se marchó por glotón: 
nunca estaba contento de la comida que se le daba. 

((931)) El clérigo Félix Alessio le interrumpió diciendo:
-Hubiera sido ahora una gloria para el Oratorio, si se hubieran quedado aquí con nosotros estos dos doctores en letras.
Y replicó don Bosco:
-La gloria del Oratorio no debe consistir solamente en la ciencia, sino, de un modo especial, en la piedad. Uno de ingenio mediocre,


pero humilde y virtuoso, hace mayor bien y más grandes cosas que un docto soberbio; no es la ciencia la que hace santos, sino la virtud. 
Le dije a uno de aquellos imprudentes: si quieres ir adelante, haz tu confesión general: deja esa soberbia... 
Este tipo de expresiones le era familiar: en toda ocasión recomendaba a sus súbditos ser humildes. 
Y aquella noche decía a la Comunidad: 

Cuenta Bartoli la habilidad demostrada por un muchacho cristiano japonés para defender la medalla de la Virgen, que con gran 
devoción llevaba descubierta sobre el pecho. En aquel país, tropas mandadas por mandarines iban por todas partes, y si veían estampas, 
medallas u otros objetos religiosos, ordenaban destruirlos y despreciarlos. Nuestro muchacho se encontró con un esbírro que, al ver la 
medalla, alargó diestramente las manos para arrancársela: pero el muchacho, que no tenía más que doce años, con más habilidad que él 
agarró entre sus manos el objeto tan precioso para él. Hubo una lucha entre el esbirro y el muchacho: aquél para hacerse con la medalla y 
el muchacho para defenderla. Viendo el esbirro que no lograba atrapársela le dijo: 

-Si no me la das, te quitaré la gorra.
-Tómala, si quieres, respondió el muchacho.
-Te quito también el vestido.
-»A mí qué me importa?
Y le arrojó el vestido que el otro le arrancaba de encima, mientras pasaba diestramente la medalla de una mano a otra.
De un salto se distanció un poco. El esbirro le siguió gritando:
-íTe quitaré todo lo que llevas!


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Y el muchacho, quitándose también la ropa interior que arrojó a los pies del esbirro, se dio a la fuga. El otro le perseguía, pero la larga 
túnica que llevaban las gentes de aquellos lugares le impedía correr, especialmente cuando pasaba por lugares estrechos y terminó por 
enredarse en ella y caer al suelo cuan largo era. El muchacho, riendo, se puso a salvo y fue a esconderse. 

((932)) Aprendamos también nosotros a vencer el respeto humano. No quiero con esto decir que hayamos de llevar la medalla a la vista 
por pura ostentación, pero no hemos de avergonzarnos de llevarla al cuello, de descubrirnos la cabeza al pasar ante una iglesia o una 
imagen de la Virgen. No debemos dejarnos vencer jamás por el respeto humano. Termino por deciros que el domingo deseo ante todo 
que, siendo la fiesta de la Natividad de María Santísima, os pongáis todos en gracia de Dios: y que los que no tienen todavía la medalla lo 
digan y se procurará que la tengan. Recemos en esta solemnidad: deseo que la celebremos bien por muchos motivos. Roguemos sobre 
todo para que la Virgen mantenga lejos de nosotros el cólera del alma y también el del cuerpo. Roguemos por nuestros padres, a fin de 
que el Señor les preserve de este azote. 

« 7 de septiembre: Es maravilloso (escribe don Miguel Rúa) ver cómo don Bosco, en medio de tan graves asuntos como de continuo le 
asedian, recuerda y recita, sin embargo, hermosos pasajes de autores clásicos, griegos, latinos e italianos, especialmente del Dante, de 
quien sabe y recita cantos enteros, como para descanso y deleite de los que le acompañan, aprovechándose también para tener ocasión de 
hablar de los distintos vicios, tan bellamente expuestos por el poeta, con los diversos castigos y distintas especies de pena. Habiéndole 
preguntado qué pensaba sobre Dante, respondió que por la poesía y por la lengua, en una palabra, por el mérito literario y científico, no se 
podía desear más; pero que por lo demás sus escritos son hijos de un espíritu de venganza, para ridiculizar y desacreditar a los que habían 
militado en bandos contrarios al suyo, colocando en el cielo a los que habían sido de su mismo partido». 
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((933)) 

CAPITULO LXXVII 

CARTA COMENDATICIA DEL OBISPO DE ALESSANDRIA -CHARLA DE DON BOSCO: EL COLERA, EL PECADO, LA 
MEDALLA DE MARIA AUXILIADORA -UNA CARTA DE ACQUI LE COMUNICA LA LIBERACION DE LA ENDEMONIADA 
-UN LADRILLO PARA LA NUEVA IGLESIA -DON BOSCO NARRA A LOS MUCHACHOS LA CURACION REALIZADA POR 
LA VIRGEN EN ACQUI -EL CABALLERO OREGLIA ESCRIBE NOTICIAS IMPORTANTES A LA PRESIDENTA DE TOR 
DE'SPECCHI: PREDICCION DE DON BOSCO A ESTA RELIGIOSA -CHARLA: EN ESTE MUNDO SOLAMENTE ES FELIZ EL 
VIRTUOSO -NIÑOS QUE INSULTAN A LOS SACERDOTES: HOMBRES QUE ODIAN A LA IGLESIA Y LE HACEN LA 
GUERRA -CHARLA: CERRAR LOS SENTIDOS A LOS ENGAÑOS DEL DEMONIO, SI SE QUIERE ADELANTAR EN LOS 
ESTUDIOS Y EN EL APRENDIZAJE -EL ARZOBISPO PROHIBE A LOS CLERIGOS DE DON BOSCO, PERTENECIENTES A 
LA DIOCESIS, DAR CLASE Y ASISTIR A LOS MUCHACHOS: Y ORDENA QUE ENTREN EN EL SEMINARIO -NO ACEPTA 
LAS RAZONES DE DON BOSCO -CONSECUENCIAS DE ESTAS DISPOSICIONES -UNA ORDENACION 

EI mismo día de la vigilia de la Natividad de la Santísima Virgen María, consagrada también a su poderoso patrocinio, recibía don Bosco 
otra carta comendaticia para la aprobación de la Pía Sociedad. 

Para mayor gloria de Dios y para cuantos interese, nos es grato poder declarar lo que sigue: 

Habiéndolo tomado en madura consideración, y habiendo escuchado también a personas piadosas y respetables, cuanto se refiere a la 
institución y buena marcha de los llamados Oratorios y Colegios establecidos en Turín hace muchos años, y en otras partes del Piamonte, 
por el acrisolado ((934)) celo del sacerdote don Juan Bosco para la instrucción y educación cristiana y eclesiástica de la juventud, 
especialmente pobre, huérfana y abandonada, hemos deducido que éstos llegaron en todas partes a felices y consoladores resultados y se 
consideraron generalmente como una bendición del Señor en estos tiempos tan poco propicios para la educación cristiana de la pobre 
juventud y para el desarrollo de las vocaciones eclesiásticas. 
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Fin de Página 792 


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Entre los medios para conseguir este santo y benéfico fin, además de la ciencia que adorna al alabado fundador don Bosco, no dudamos 
que se debe tener como muy importante la benemérita congregación de jóvenes sacerdotes, clérigos y laicos, que él supo con excelente 
consejo reunir y establecer para dedicarse a tan santa misión, con un reglamento muy apropiado, que nos parece animado por el espíritu 
de cristiana sabiduría y evangélica caridad. 

Por lo tanto Nos hacemos los más sinceros votos, para que dicha benemérita Congregación pueda, con la bendición apostólica, 
prosperar y difundirse cada día mejor para bien de nuestra santa Religión, de la Iglesia y de nuestra Patria, donde la cristiana y 
eclesiástica educación de la juventud, especialmente de las clases pobres, constituye la necesidad más sentida y la esperanza más 
acariciada. 

Novara, a 7 de septiembre de 1867 

» ANTONIO, Obispo de Alessandria 

El día 8 de septiembre por la noche, después de haber celebrado con numerosas comuniones y los sagrados ritos de costumbre el 
nacimiento de María Santísima, hablaba don Bosco en los pórticos a la Comunidad. 

Puede decirse que el cólera ha visitado todos los pueblos del Piamonte, salvo unos pocos: pero más o menos se presentó en todos. Y 
también aquí entre nosotros empieza ya a manifestarse de un modo sensible. Recordemos que Propter peccata veniunt adversa: stimulus 
mortis peccatum est (Por el pecado vienen los males: el pecado es el aguijón de la muerte). 

Por tanto, yo desearía que rezásemos no solamente por nosotros, sino también por nuestros padres, bienhechores, compañeros, amigos, 
hermanos. Os he recomendado durante todas estas semanas al Señor y a la Virgen, juntamente con cuantos se encuentran en nuestros 
Colegios y los que se hallan en casa de sus padres de vacaciones, a fin de que la bienaventurada Virgen María nos libre a todos de esta 
fatal enfermedad. Pero es preciso que me ayudéis vosotros y que arranquemos ese aguijón del pecado. »De qué modo hacerlo? El que lo 
tenga clavado en su conciencia, quíteselo con una buena confesión; el que no lo tenga, procure estar lejos de él, a fin de que yo pueda 
poneros a todos bajo la protección de María Auxiliadora. Guardaos de modo especial de los pecados contra la virtud de la modestia. 

Con este fin mañana haré que se le dé a cada uno una ((935)) medalla de María Auxiliadora, bendecida también para este fin, para que 
nos libre del cólera. Póngasela cada uno al cuello y rece todos los días un padrenuestro, avemaría y gloria a Jesús Sacramentado y una 
salve y la jaculatoria Auxilium Christianorum, ora pro nobis, a María Auxiliadora. 

El día 9 recibía noticias de la mujer endemoniada de Acqui. 
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V.J.M.J. 
Acqui, 8 de septiembre de 1867
Muy Rvdo. Señor:


íConseguida la gracia! Tras duras luchas, amenazas, golpes, desvanecimientos, visiones, etc., que duraron hasta la media noche última, 
llegó la paz y la tranquilidad. Esta mañana pudo confesarse tranquilamente y comulgar. Bendito sea Dios y la poderosa Auxiliadora de 
los cristianos, María Santísima, que ahuyentó al infierno desde las primeras horas del día consagrado a su feliz nacimiento. Adjunto le 
envío un giro de veinticinco liras, por encargo de la persona favorecida en cumplimiento de la promesa para el templo que se levanta a 
nuestra querida Madre. Espero que no olvidará fácilmente el favor tan grande y que procurará la agraciada hacerse querer cada día más 
por la Madre Celestial. 

Reciba V. S. R. de ambos las más expresivas gracias y que Dios y su Madre Santísima le recompensen por la caridad que, juntamente 
con esos queridos jóvenes, ha sabido conmover los sentimientos maternales de María Inmaculada. 

Me apresuro a darle la fausta noticia sin que se interponga un momento entre la gracia y el agradecimiento, entre el beneficio y el 
cumplimiento de la promesa. 

Dígnese V. S. tenerme presente en sus oraciones para que pueda salvar mi pobre alma y enseñar a los demás los caminos del Señor. 

Me repito de V. S. muy Rvda. 

Su seguro servidor en Cristo P. MATEO BRUZZONE, Vicepárroco 
Esta carta, juntamente con otros detalles que llegaron a la par, no sorprendió a don Bosco, sino que le infundió una afectuosa 
jovialidad, que reanimaba la confianza de los demás en María. 
Después de la cena, hablando de algunos que debían ((936)) presentarse a exámenes, entre los que se encontraban dos sacerdotes 

forasteros, dijo a los del Oratorio, Francisco Dalmazzo, Pedro Guidazio, Garino y Alessio: 

-Mañana por la mañana os encomendaré a todos al Señor en la santa misa. 

Y añadió a los forasteros: 

-Si salen bien, traerán después un ladrillo para la iglesia de María Auxiliadora. 

-Sí, sí, respondieron éstos. 

-»Y usted?, preguntó por lo bajo a un sacerdote veterano que estaba a su lado y se hospedaba en el Oratorio aquella noche. 

-Sí, sí, yo también: cuente con él, susurró el venerando sacerdote. 

Y don Bosco siguió hablando: 

«Con relación al ladrillo sucedió una vez lo siguiente: El reverendo Ghisolfi tenía enfermo un brazo hacía tiempo. El mal le redujo a 

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tal estado que los médicos, después de una consulta, creyeron que era incurable y que se debía amputar. El pobre Ghisolfi exclamó ante 
tal sentencia: 
»-Antes quiero realizar un experimento, quiero encomendarme a don Bosco, para que me diga lo que debo hacer en honor de María 
Auxiliadora para obtener la curación. 

»En efecto, me escribió y la respuesta fue que, si sanaba, trajese un ladrillo para la iglesia. Poco tiempo después curaba del todo y envió 
por ferrocarril un ladrillo con la dirección. Pensad en mi sorpresa al recibirlo. Lo agarré, lo hice deshacer para ver si había dinero dentro. 
No había nada. Estaban muchos presentes, y entre ellos el clérigo Dalmazzo. Lo tomé a burla; no sabía de dónde venía: junto a la 
dirección solamente se leía como firma: un cura pobre. 

»De allí a algún tiempo llegó el presbítero Ghisolfi en persona al Oratorio y preguntó si había recibido el ladrillo.
»-íAh!, »es usted quien lo ha enviado?, dijo don Bosco.
»-íPrecisamente!, respondió Ghisolfi.
((937)) »-íUn Teólogo perfecto!, exclamé.
»Pero Ghisolfi, muy serio, respondió:
»-Creía yo que con el Señor había que cumplir la promesa a la letra.
»Después también él se echó a reír y entregó una limosna en vez del ladrillo. Había hecho ya otras con anterioridad»
.
Al llegar a este punto el Venerable volvióse con una sonrisa expresiva a los sacerdotes forasteros, los cuales inmediatamente añadieron:
-íHemos entendido! íMuy bien!
Don Bosco dijo a uno:
-íLas gracias de la Virgen son continuas! Casi todos los días llegan cartas anunciándome gracias recibidas de María Auxiliadora. Recibí


una limosna de veinticuatro moneditas de cinco céntimos de un pobre viejecito, que vino a mi habitación arrastrándose sobre dos muletas 
y se marchó con ellas al hombro. 
Sonó la campana, se rezaron las oraciones, subió don Bosco a la tribuna y, después de haberse referido a la curación del lisiado, contó 
la historia de la curación obtenida en Acqui. 

Cada día, queridos hijos míos, vemos que se operan grandes maravillas por intercesión de María Auxiliadora. Hace pocos días llegó 
aquí, a mi habitación, un lisiado con muletas, y por intercesión de esta buena Madre salió llevándoselas a cuestas. Ahora quiero contaros 
otro hecho prodigioso. 

Hoy me han enviado una limosna por la curación de una mujer que se creía endemoniada. 
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Fin de Página 795 


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Sucedió ayer, fiesta de la Natividad de la Virgen. Cuando, hace quince días, fui a Acqui, pasé por Strevi. Había allí una mujer que hacía 
un año no a dueña de sí misma y que se creía endemoniada. Imposible hacerla entrar en razón o conseguir que recitara una plegaria. Hacía 
todo lo que es propio de los obsesos. Me la presentaron. Estaba allí el Obispo, con don Domingo Pestarino de Mornese, el Párroco, el 
paje del Obispo y otras personas. Me pedían los presentes que juzgase yo si había que creer que aquella pobre persona estaba 
endemoniada. Decíame el Obispo: 

-Vea si conviene aplicarle un exorcismo: le autorizo para ello. 

Pregunté cuánto tiempo hacía que estaba de aquella manera, qué cosas extrañas solía hacer, pero no quise por el momento opinar. Para 
conocer mejor la cuestión, y sin que ella se diese cuenta, saqué una medalla de mi bolsillo, y teniéndola apretada y escondida en la mano, 
me acerqué ((938)) a ella para ver si hacía algún gesto o ruido, ya que ordinariamente el demonio no resiste la presencia de una medalla 
de la Virgen o de otros objetos bendecidos, sin dar señales manifiestas de repugnancia. 

Pero, al comprobar que la medella no daba resultado, dije a los presentes que se arrodillasen para rezar una oración a María 
Auxiliadora. Todos se arrodillaron, el marido, los muchachos y el mismo Obispo. Hice arrodillar también a la enferma y le mandé que 
rezase con nosotros. Me obedeció, rezó un instante, pero cesó enseguida y no hubo medio de hacerle pronunciar una sílaba más de la 
oración. Los de la familia aseguraban que hacía casi un año que no habían podido conseguir que rezara. Entonces, y estando todavía 
todos presentes, les dije que recitasen cada día: tres padrenuestros, avemarías y glorias a Jesús Sacramentado y tres Salves a María 
Auxiliadora. Les fijé, además, el tiempo, en que, si curaba, deberían mandar una limosna para nuestra iglesia. Este tiempo llegaba hasta la 
fiesta de la Natividad de María Santísima, el 8 de septiembre, que fue ayer. Añadí que preparasen a la enferma para recibir los 
sacramentos y que la llevasen a confesarse y comulgar. Y, así entendidos, los dejé. 

Después de algunos días me escribieron diciéndome que era imposible lograr que se confesara aquella mujer, ya que prorrumpía 
continuamente en las más horribles blasfemias. Les respondí que no hiciesen caso de ello y que continuasen rezando a la Virgen y 
exhortando a la infeliz a confesarse. Así lo hicieron. 

Cuando llegó el día primero de septiembre, hicieron lo posible para prepararla a confesarse. Esperaron la hora en que apenas habría 
gente en la iglesia, la condujeron allí y empezaron a animarla para que se acercase al confesonario; pero todas las palabras resultaban 
inútiles. Ella seguía blasfema que blasfemarás. Más aún, cuando vio que el sacerdote se preparaba para dar la comunión, se puso a 
gesticular, a gritar y contosionarse de tal modo que, para no escandalizar a quien pudiera entrar en la iglesia, hubo que llevarla a casa. Yo 
fui avisado y ordené que la acompañaran a la iglesia en la mañana de la Natividad para que recibiera los sacramentos. La víspera dijeron 
los de casa a la enferma: 

-Mañana por la mañana volveremos a la iglesia para que puedas confesarte. 

Al llegar la noche se puso furiosa. Parecía que todos los demonios del infierno estuviesen en su cuerpo. Apenas se acostó, empezó a 
gritar, silbar, palmotear y cantar. Emitía toda clase de sonidos. Ya parecía un cerdo, ya un león, ahora un perro, luego un buey, un gato, 
un lobo. Tan pronto profería las más abominables blasfemias contra Dios, como soltaba las más horrendas imprecaciones contra los 
hombres. Se levantaba, bailaba o hacía gestos ridículos. 

Los parientes no le dijeron nada, sino que, confiando en la Virgen, ((939)) oraban. 
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Despuntó la aurora del día de la fiesta. La mujer, con maravilla de todos, se calmó y preguntó: 

-»Qué hora es? 

-Ya es de día, le respondieron: 

-Y »qué día es hoy?, siguió preguntando. 

-La Natividad de la Virgen. »Quieres que vayamos? 

-»Adónde? 

-Hemos de ir a la iglesia para que puedas confesarte y comulgar, como nos dijo don Bosco. 

-Sí, sí; vamos; respondió. 

Estas fueron las primeras palabras con sentido que dijo, después de casi un año de locura. 

Y se confesó y comulgó tranquilamente, como si nada hubiera pasado, y como si nunca hubiera estado enferma de la cabeza. Hizo su 
acción de gracias con edificación de todos los familiares. Hoy me escriben que está perfectamente curada, como si no hubiese tenido mal 
alguno. 

Termino, pues, mis queridos hijos; si la Virgen hace tanto por la salud del cuerpo, creed que hará mucho más por la del alma, si le 
pedimos sus gracias. No os he contado este hecho, porque yo crea que estáis endemoniados, Dios me libre; sino para que veáis cuánto 
hemos de confiar en la Santísima Virgen. Recurramos, pues, a Ella diciendo frecuentemente la jaculatoria: María Auxiliadora de los 
Cristianos, rogad por nosotros, en nuestras necesidades espirituales y corporales y, especialmente, en las tentaciones. 

íBuenas noches! 1 

El día 10 de septiembre escribía el caballero Oreglia a la Presidenta de las Oblatas de Tor de'Specchi el hecho maravilloso de Acqui y 
concluía: 

«Este es uno de los muchos sucesos que ocurren a diario, unos ante nuestros ojos, y otros en lejanos países, los cuales nos demuestran 
cada vez más cuánto agrada a la Santísima Virgen que se la invoque con el título de Auxiliadora. Las limosnas que nos llegan de todas 
partes nos animan, porque demuestran el cuidado de la Santísima Virgen por ayudarnos, aun en las presentes miserias, que son más 
agudas que nunca. Como me falta tiempo para hacer copias de esta carta para varias personas, ruégole haga ver la presente al bonísimo 
conde Vimercati, al padre De Lorenzi del Colegio Romano; y a todos los que usted crea que puede consolar el conocimiento de 

1 Buenas noches: Es la primera vez que aparece en estas Memorias la despedida característica de estas charlas pedagógicas, con que 
cerraba la jornada, y que adquirieron el nombre que hoy llevan por todo el mundo salesiano de Buenas Noches. En España se empiezan 
con el saludo clásico de: Ave María Purísima y se cierran diciendo: íBuenas Noches! El público responde al saludo: Sin pecado 
concebida; y a la despedida: Buenas noches nos dé Dios. (N. del T.) 
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las misericordias de nuestra buena Madre María Santísima Auxiliadora. 

((940)) »Mientras tanto, puedo asegurarle que el demonio, con sus satélites vivientes, trabaja sin descanso para intentar una invasión de 
Roma. No puedo, ni convendría añadir más, aunque podría aducir muchos detalles, que, no obstante, ya han sido comunicados a quien 
puede necesitarlo, Le digo esto, mas no para espantarla, pues nada hemos de temer estando Dios con nosotros. Más bien deseo animarla a 
promover la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora. Si los romanos se pusieran de acuerdo para hacer una visita diaria al 
Santísimo Sacramento y a María Santísima, seguro que esta devoción sería para ellos como un pararrayos, que, si no impide la caída del 
rayo, aleja ciertamente el peligro. 

»Basta por hoy. Mil saludos de don Bosco y míos para usted y todas sus hermanas en religión. Nos encomendamos mucho a sus 
oraciones. 

»El cólera aquí en Turín carece de importancia, al menos por ahora». 

La Reverendísima Madre Presidenta respondía el día 15 de septiembre al Caballero y, animada con el cumplimiento de la predicción 
por él comunicada, sacaba un buen augurio para el aumento del pequeño número de sus Oblatas, diciendo: 

«Don Bosco me escribió en su última carta del 5 de agosto pasado: 

»-Esté segura de que su familia religiosa resurgirá, pero antes debe ser cribada, labrada, sembrada y después crecerá prodigiosamente. 

»-Y yo pregunto: »debo decir o hacer algo antes: Yo no deseo más que el verdadero bien de mi familia; no soy capaz de ayudarla, pero 
tampoco querría hacerle daño». 

La Crónica continúa reflriéndonos las buenas noches de don Bosco el 10 de septiembre. 

10 de septiembre 

Esta noche quiero enseñaros a haceros santos, o al menos felices en esta tierra. El Señor dice que nos quiere a todos santos y así lo 
repite san Pablo. En una página de la Sagrada Escritura se lee: Bonum est viro cum portaverit jugum ab adolescentia sua. (Bueno es para 
el hombre soportar el yugo desde la juventud). 

((941)) Dice bonum est viro, no dice que será feliz, sino que ya lo es en esta tierra, cum portaverit jugum ab adolescentia sua, quien 
empieza a darse del todo al Señor desde su juventud. De hecho, uno que desde la juventud comience a obrar el bien, en su vejez será 
feliz, porque no tendrá nada que le remuerda la conciencia. Aunque 
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sea pobre, tendrá siempre la paz en su corazón. Es feliz porque no teme a la muerte. íSi pudierais ver ahora en Turín a esos que dicen no 
temer al cólera, que se ríen de todo y que comen y beben sin medida! Cuando llega la noche no se deciden a ir a la cama porque en 
realidad temen ser víctimas del cólera durante la noche. Uno de éstos decía a su criado: 

-Estáte atento y ven, si esta noche toco la campanilla; es bonito decir que no se tiene miedo, pero el cólera no respeta a nadie; ya ha 
atacado a zutano y a mengano y no quisiera ir al otro mundo en el estado en que me encuentro. 

»No es, acaso, feliz, aún en este mundo, el joven obediente, dócil, manso que, si muere, es llorado, alabado y bendecido por sus padres 
y por todos los que le han conocido? Por el contrario, si muere un joven díscolo, no se hace caso de su muerte o bien se dice: 

-El Señor ha hecho bien en llevárselo, de este modo no hará tantas diabluras. 

Y la madre y los hermanos dirán: 

-íEra nuestra perdición! 

Y aún en vida, se oirá repetir quizá a la propia madre: 

-Aquel joven, tan bueno y estimado de todos, ha muerto y el mío, que es un tormento, no se muere nunca. 

El joven bueno es feliz en los estudios y se lleva siempre los mejores premios porque él solo es digno de ellos. Los padres, si han de 
premiar a uno de sus hijos, siempre premian al mejor. 

Sin ir más lejos, vengamos a nosotros. A un joven virtuoso, virtuoso de verdad, »no es cierto que todos le quieren, los Superiores, los 
padres y los maestros? Y se le tiene por veinte liras cuando debería pagar treinta; y por quince, y por doce, y por diez, y por nada cuando 
se lo merece. Hasta se paga a los mismos padres para que le dejen aquí. Los Superiores están contentos y son felices de tenerlo; si han de 
hacer un regalo, se lo hacen a él; siempre le agasajan; y sus padres están satisfechos. 

Por el contrario, a un joven malo se le tiene en el Oratorio hasta que llega una ocasión para despedirlo, y una vez que se le ha echado, 
dicen todos satisfechos: 

-íNos hemos quitado un peso! 

Y los compañeros repiten: 

-Vete en paz, ya no nos estorbarás más en nuestros estudios, no oiremos más tus malas conversaciones, no nos turbarás con tus 
murmuraciones, no nos fastidiarás con tu soberbia y tus peleas. 

Y, de vuelta en sus casas por vacaciones, dirán a todos los que lo conocen: 

-Fulano fue despedido del Oratorio. 

((942)) Solamente los buenos son bien vistos por sus compañeros, llevan una vida tranquila, honorable y feliz en este mundo. Al llegar 
la muerte la aceptan con gusto, porque se entregaron al Señor desde su juventud. En cambio, si nuestra vida ha sido mala, constituirá para 
nosotros un remordimiento terrible pensar que podíamos haber sido felices en este mundo y no lo fuimos por nuestra culpa; habríamos 
podido hacer mucho bien para la vida futura y no lo hicimos. Yo que soy viejo, no puedo decir: empezaré de joven, el tiempo pasado ya 
no vuelve. Vosotros que aún podéis decirlo, decidlo y hacedlo, y estaréis muy satisfechos en la hora de la muerte. Buenas noches. 

Sigue don Miguel Rúa en su Crónica:
« 11 de septiembre. Salí hoy con don Bosco y fuimos insultados


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dos veces por unos golfillos con palabras de desprecio. Don Bosco se conformó con darles una mirada de compasión mas sin decir 
palabra. No obstante, comprendí por su aspecto, la gran pena que le producía, no el insulto recibido, sino la maldad de los muchachos y 
de los tiempos actuales. 

»Leyó que en un Congreso revolucionario, celebrado en Ginebra, los francmasones se habían propuesto la abolición del Papado y fue 
para él como una espina clavada en el corazón; y no porque temiese la caída del Papado, que es inquebrantable de acuerdo con la promesa 
del Salvador, sino al ver que hijos de la Iglesia propusiesen alzar las manos parricidas contra la Cabeza de la misma Iglesia». 

Don Bosco llevaba de hecho una espina en el corazón. El 8 de septiembre era recibido Garibaldi con honores poco menos que de 
Soberano, en Ginebra, donde los radicales habían convocado el Congreso de la Paz y elegido a Garibaldi presidente honorario. El había 
ido allí para concertar los últimos acuerdos con los cabecillas de las sectas cosmopolitas para la decisiva invasión del Patrimonio de san 
Pedro. Hablando a la muchedumbre, que lo aplaudía, alabó a los ginebrinos por haber dado los primeros golpes a la pestilente institución 
del Papado y les prometió que las fuerzas reunidas de la democracia darían con él en tierra. íAbatiremos aquel antro de la idolatría y de la 
mentira! 

((943)) También la noche del día 11, daba don Bosco las buenas noches a los alumnos con estas palabras: 

Os quiero enseñar esta noche el método para adelantar en vuestros estudios y trabajos; el método no es mío, sino que lo da el Señor: In 
malevolam animam non introibit sapientia, nec habitabit in corpore subdito peccatis. (En el alma malvada no entrará la sabiduría, ni 
habitará en el cuerpo sujeto al pecado). Se entiende la verdadera sabiduría, no la sabiduría del mundo, la que reconoce un Dios creador y 
señor de todas las cosas, y nuestro estrechísimo deber de obedecer sus leyes, y las tremendas amenazas de penas para los transgresores de 
las mismas en el tiempo y en la eternidad, y los premios prometidos aun en la vida presente a los que cumplen fielmente sus 
mandamientos. 

Quitad, pues, de vuestro corazón el obstáculo que impide la entrada en vosotros de la verdadera sabiduría, que es el santo temor de 
Dios, porque con esta sabiduría entrará también la seguridad de la ayuda de Dios para el feliz resultado de la carrera emprendida por 
vosotros. Este obstáculo es el pecado. 

Pero mirad que el pecado no es como los otros enemigos que, una vez vencidos y arrojados, no vuelven más. Hemos de luchar para 
mantenerlo lejos, porque viene tamquam fur (como un ladrón), mientras dormimos. El demonio, si ve que dejamos la puerta abierta, por 
medio de las obras, por medio del contacto con hechos malos, entra por ella; entra también por las ventanas, o sea, por los ojos, con las 
miradas 
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maliciosas, con las curiosidades peligrosas, con ciertas lecturas. Guardad, por tanto, las ventanas, cerradlas bien. 

El pecado, el demonio, no entra solamente por las ventanas sino también por las rendijas, por los agujeros, por las cerraduras; probad, 
pues, de cerrar vuestros oídos a las palabras deshonestas, a las malas conversaciones. Cerrad también la boca, porque el demonio entra 
por ella con las malas palabras y blasfemias, con las conversaciones inmorales, con las murmuraciones y la gula. En suma, si no 
vigilamos, el demonio entra en nosotros por los cinco sentidos... 

»Queréis, pues, ir adelante en la sabiduría, seguir felizmente en la carrera de vuestros estudios, aprender bien vuestro oficio? Arrojad al 
demonio de vuestro corazón, tenedlo siempre lejos de vosotros y el Señor os ayudará. Cuanto más cuidado pongáis en tener lejos de 
vosotros el pecado, tanto mayor será el provecho que sacaréis de vuestros estudios y de vuestra profesión. Buenas noches. 

Al ver la tranquilidad con que el Siervo de Dios hablaba a sus alumnos, nadie hubiera creído que en aquel mismo día estuviese 
preocupado por otra razón. El Arzobispo monseñor Riccardi, opinando que don Bosco encomendaba a sus clérigos la función de enseñar 
y la asistencia ((944)) antes de que fueran capaces para ello, o daba los primeros cargos en los colegios a los recién ordenados sacerdotes, 
no aprobaba la disciplina y el espíritu del Oratorio por parecerle poco eclesiástico, y no veía con buenos ojos los estudios que allí se 
hacían, persuadido de que se preparaban sacerdotes y clérigos con poca instrucción. 

«Pero yo, certificó bajo juramento el profesor de Moral en la Residencia Sacerdotal y en el Seminario, don Ascanio Savio, he estado 
siempre convencido de lo contrario y una prueba de ello son los sacerdotes don Miguel Rúa, monseñor Cagliero, don Juan Bautista 
Francesia, don Francisco Cerruti, don Celestino Durando y otros muchos, insignes todos ellos por sus títulos en teología, filosofía, o en 
letras». 

Sin embargo, el Arzobispo había dispuesto que, antes de las sagradas ordenaciones, todos los clérigos de la diócesis, que gozaban de 
licencia para vivir fuera del Seminario, debían entrar y permanecer en él al menos un año, para prepararse con el estudio y la piedad a 
recibirlas dignamente; y quería aplicar también la misma norma a los de don Bosco, con la esperanza de que, una vez ordenados 
sacerdotes, se pasaran a la Archidiócesis. 

La naciente Sociedad Salesiana tenía entonces simplemente la alabanza de Roma, y como los clérigos de don Bosco se ordenaban en las 
mismas condiciones que los clérigos seculares, contaba el Arzobispo poder servirse de ellos para las necesidades de la Diócesis, tanto 
más que esta necesidad, dada la escasez del clero, era muy 
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grande. El estaba muy contento de que don Bosco preparase a los jovencitos para la carrera eclesiástica, pero no veía como, al querer
todos los frutos, destruía las mismas plantas que debían producirlos.
Escribía a don Bosco:


Muy querido don Bosco: 

Me apresuro a notificar a V. Rvda. S. que no permito que los clérigos de mi diócesis den clase y repasos, o que sean vigilantes de los 
dormitorios y prefectos. 

Esta medida, que se extiende a otros internados es para favorecer y ayudar a los clérigos en sus estudios y para que puedan asistir a 
clases y repasos. 

((945)) He determinado también no conceder las órdenes sagradas nada más que a los que están en el Seminario. Esta medida le 
resultará algo gravosa, pero será provechosa para la Iglesia y su Comunidad. Me apresuro a comunicarle todo esto, a fin de que pueda 
proveer con tiempo a lo suyo y a los clérigos y también para mayor provecho de los mismos. 

Que el Señor le conceda todos los bienes, y créame con todo aprecio de V. S. Rvma. 

11 de septiembre de 1867 

Su afectísimo y seguro servidor » ALEJANDRO, Arzobispo. 

Esta notificación fue una dolorosa sorpresa para don Bosco. Fue varias veces a hablar con el Arzobispo y le iba repitiendo: 

-Así las cosas, los clérigos al Seminario, los sacerdotes a la Residencia Sacerdotal y don Bosco, él solo, en medio de millares de 
muchachos. »Cómo puedo condescender a sus deseos? 

Pero el Arzobispo se mantenía tan firme, que don Bosco se vio obligado a decirle: 

-Escuche, Monseñor: escriba Vuestra Excelencia a Roma las razones por las cuales ha dado estas disposiciones y yo también expondré 
a Roma mi caso; Roma decidirá. 

-No, le respondía Monseñor: esta cuestión debe arreglarse entre nosotros dos. 

Pero resultó una cuestión larga y espinosa. 

Todos los clérigos del Oratorio estaban angustiados. Los que no tenían intención de quedarse con don Bosco y otros, instigados por 
personas influyentes, abandonaron al Siervo de Dios y entraron en el Seminario; los que ya estaban ligados con los votos o se disponían a 
hacerlos, veían también un oscuro porvenir. El Arzobispo consideraba como diocesanos suyos no solamente a los clérigos que no habían 
profesado o no tenían intención de emitir los votos en la Sociedad 
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Salesiana, sino que, como no era todavía una Sociedad independiente del Ordinario, entendía que le pertenecían todos los clérigos 
nacidos en la Archidiócesis. De aquí, como veremos, la negativa de órdenes o el retraso de las mismas a algunos de los nuestros, y aun las 
presiones para que abandonasen el Oratorio. 

((946)) Entramos con pena en estos detalles, pero es necesario hacerlo para narrar toda la vida de don Bosco. Sirva ello para recordar a 
los Hermanos que leen, que estos volúmenes no están destinados al público 1, sino reservados para nuestros archivos; ya que si fuese de 
otro modo, habríamos preferido seguir el ejemplo de don Bosco de callar, antes que exponer ciertas cosas. 

Mientras tanto monseñor Riccardi había concedido que un clérigo del Oratorio, que ya había terminado los estudios, se presentase a las 
órdenes sagradas en las témporas de otoño. 

El que suscribe declara que el clérigo Pedro Racca, con el permiso de S. E. Rvma. el Arzobispo de Turín, ha hecho con regularidad los 
ejercicios espirituales en la Casa de Trofarello para prepararse a la Sagrada Ordenación que espera y a la que suplica sea admitido. Fueron 
predicadores el que suscribe y el sacerdote José Bona. 

Turín, 18 de septiembre de 1867 

JUAN BOSCO, Pbro. 

1 Así fue durante muchos años, en los que solamente circulaban por las casas de la Congregación y no se permitía traducirlos ni 
dejarlos a nadie. (N. del T.) 
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((947)) 

CAPITULO LXXVIII 

ASECHANZAS OCULTAS CON PERJUICIO PARA LAS ALMAS -BUENAS NOCHES DE DON BOSCO: LAS NOVENAS Y LOS 
TRIDUOS DEL ORATORIO RESULTAN FATALES PARA LOS MUCHACHOS MALOS; MUERTE VIOLENTA DEL HERMANO 
DE UN SALESIANO -OTRAS MEMORABLES BUENAS NOCHES: BUEN EFECTO DE LAS MISMAS -PETICION AL 
MINISTRO DE LA GUERRA DE ROPA Y MANTAS; Y AL DE GRACIA Y JUSTICIA DE UN SUBSIDIO PARA LOS CLERIGOS 
-DON BOSCO VA A SAN JUAN EN LA CRUZ CERCA DE CREMONA -ESCRIBE A UNA SEÑORA LO QUE ESTA PODRIA 
HACER PARA OBTENER LA GRACIA DESEADA; Y A DON MIGUEL RUA PARA EL ENVIO DE LOS PROGRAMAS DE 
MIRABELLO Y DE LANZO -VA A PARMA -SEGUNDA TANDA DE EJERCICIOS ESPIRITUALES EN TROFARELLO 
-CARTA DE DON BOSCO AL RECTOR DEL COLEGIO NAZARENO EN ROMA, CONSOLANDOLE POR LAS DESGRACIAS 
EXPERIMENTADAS CON OCASION DEL COLERA -MUCHACHO RECOMENDADO POR EL MINISTERIO DE 
GOBERNACION -BUENAS NOCHES: EL AVEMARIA, MEDIO PARA VENCER LAS MALAS COSTUMBRES -DOS CARTAS 
DE DON BOSCO -EN CASTELNUOVO -RECIBIMIENTO DE LA POBLACION -ENCUENTRO DE DON BOSCO CON LOS 
NIÑOS -CURACION DE LA SORDERA DEL PARROCO DE CASTELNUOVO 

A más de las dificultades ya señaladas, ocupaban la mente del Venerable las necesidades morales y materiales del Oratorio. Entre los 
muchos alumnos aceptados hacía poco, había algunos afectados por las malas costumbres contraídas en sus pueblos. Otros, muy pocos 
por fortuna, aunque estaban en la casa hacía algún tiempo, habían olvidado los antiguos propósitos y se habían convertido en piedra de 
escándalo; eran ((948)) los que don Bosco no conocía. Creían éstos que siempre quedaría oculta su conducta; pero no contaban con la 
Virgen y con don Bosco, el cual, sabedor de lo importante que era descubrir toda levadura del mal antes de comenzar 
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el curso, invitó a la comunidad a hacer un triduo en honor de la Virgen, al que se asoció él mismo, rogando constantemente por la 
conversión de los malos. Repetía con gran fervor: Pasce haedos tuos, quos convertis in oves, et qui in judicio a sinistris erant collocandi, 
tua intercessione collocentur a dextris, o María! (Apacienta a tus cabritos y conviértelos en ovejas, y los que en el juicio debían colocarse 
a la izquierda, sean colocados a la derecha por tu intercesión, oh María). 

Y la noche del 14 de septiembre les hablaba así: 

Cuando se hace una novena o un triduo, o durante los ejercicios espirituales, el Señor da siempre a conocer a alguno que no es para la 
casa, porque resulta de escándalo para los compañeros o no merece estar aquí por otros motivos. Ahora se han descubierto algunos de 
éstos. Y sin nombrar a ninguno, os anuncio que serán despachados. 

Pasemos a otra cosa, Don B... ha perdido a un hermano suyo, asesinado con dos cuchilladas. Don Miguel Rúa leyó la carta en la que 
don B... narraba el doloroso caso y esto ha hecho llorar a muchos. Fue el hermano de don B... al mesón con unos amigos y, después de 
haber comido y bebido amigablemente, uno de ellos rompió un vaso. Surgió con ello un altercado puesto que ninguno quería pagarlo. 

-Pues bien, lo pagaré yo, gritó el hermano de don B... dirigiéndose al que se creía lo había roto; pero tú me pagarás lo que yo gasto. 

-»Yo?, gritó el otro algo chispo por el vino. 

Y sin más razonamientos, le dio dos cuchilladas y le cortó una arteria del cuello. 

El desgraciado cayó al suelo, exclamando: 

-íAy! íMe ha matado! 

El agresor huyó; todos los demás se acercaron al herido y le prestaron los socorros que sabían, pero a los diez minutos era cadáver. El 

había pedido un confesor, mas éste no pudo llegar a tiempo, y murió diciendo: 

-Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía. 

En ciertos lugares y con ciertas compañías se acaba mal. 

Mañana se rezará el rosario por él, y el que pueda comulgar, hágalo. Esperamos, mientras tanto, que el Señor le haya perdonado, 

aunque no haya podido confesarse. 

Aprovecho la ocasión para daros un aviso. Si os sucediese que os cortarais una arteria, tomad inmediatamente una moneda y apretadla 
contra la herida, teniéndola fija hasta que llegue el médico. Esto detiene la hemorragia de la sangre y ((949)) da tiempo para que el 
sacerdote pueda llegar y hasta impedir la muerte por un día o dos. Si se encuentra un buen médico que pueda coser bien la herida, hasta 

puede esperarse la curación. 

Aprendamos nosotros a huir de los festines y a estar preparados para la muerte. Adoremos los decretos de Dios. 

Termino recomendándoos que, al rezar las oraciones de la noche, dejéis lo que tengáis entre manos y las juntéis o las pongáis sobre el 
pecho: sin apoyarse, sin mirar a todos los lados, y que recéis bien, pronunciando distintamente las palabras. Os recomiendo que hagáis lo 
mismo en la iglesia. íCuántas desgracias alejará de vosotros la oración bien hecha! 

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Estas buenas noches, no fueron más que el preludio de otras más serias que dio en la noche del 16, lunes siguiente, fiesta del Santo 
Nombre de María Santísima. 

A grandes males, grandes remedios, pensaba el Siervo de Dios, porque su único fin era el bien de las almas; por tanto, la guerra a toda 
costa contra el pecado, sin respetos humanos que lo frenaran, sin preocuparse de los juicios que algunos prudentes pudieran emitir sobre 
su modo de hablar y de obrar. A él le movía la fe; y como, después de haber tentado todos los medios de corrección posibles, algunos 
jóvenes parecían incorregibles, dio en varias ocasiones tales amonestaciones, que fueron recordadas durante toda su vida. La más 
memorable de todas fue la del 16 de septiembre de 1867. 

Subió tranquilo a la pequeña cátedra de los pórticos, ante la asamblea, siempre imponente, de sacerdotes, clérigos, coadjutores, 
estudiantes, aprendices y fámulos; todos recordaban lo que había anunciado dos días antes y esperaban una explicación. 

Empezó recordando lo que había padecido el Redentor por la salvación de las almas y sus terribles amenazas contra los que 
escandalizaran a los pequeñuelos; habló de lo que él mismo había hecho y hacía para cumplir la misión que la divina Misericordia le 
había encomendado, y recordó los sudores, las penas, las humillaciones, las vigilias y las privaciones sufridas por ((950)) la salvación 
eterna de los jóvenes: pasó después a decir que en el Oratorio había lobos, ladrones, asesinos, demonios, llegados para destrozar, matar, 
robar y arrastrar al infierno las almas a él confiadas. Y añadió: 

«-»Qué daño les he hecho yo a éstos, o en qué les he ofendido para que me traten así? »Es que no les he amado bastante? »No los he 
tratado como a hijos? »No les he dado todo lo que podía darles? »No les he ofrecido todas las confidencias de mi amistad? »Qué 
instrucción, qué educación podían recibir en el mundo, qué esperanzas podían tener para el porvenir, si no hubiesen venido al Oratorio?». 

Pasó a enumerar, uno a uno, los beneficios que habían recibido, y prosiguió: 

-Piensan éstos que no son conocidos, pero yo sé quienes son; íy podría nombrarlos en público! Tal vez no está bien que los nombre, 
seguramente sería para ellos demasiado deshonroso, sería hacerlos señalar con el dedo por sus compañeros e infringirles un castigo 
espantoso. Pero, si don Bosco no los nombra, no vayan a creer que lo hace porque no está bien informado de todo, o porque no los 
conozca, o porque sólo tenga una vaga sospecha y deba adivinar. íNo, esto no! Si yo quisiera nombrarlos podría decir: 
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-Eres tú, A... (y pronunció nombre y apellido), un lobo que te revuelves en medio de los compañeros y los alejas de los Superiores, 
poniendo en ridículo sus avisos. Eres tú, B..., un ladrón que con tus palabras empañas el candor de la inocencia... Eres tú, C..., un asesino 
que con ciertos papeluchos, con ciertos libros y con ciertos escondrijos, arrancas del lado de María a sus hijos. Eres tú, D..., un demonio 
que estropeas a tus compañeros y les impides con tus desprecios que se acerquen con frecuencia a los sacramentos... 

Y siguió. 

Nombró a seis. Su voz era tranquila, su pronunciación recalcada. 
A cada nombre que decía se oía un grito sofocado, o un sollozo, un íay! del culpable nombrado que ((951)) resonaba en medio del 
silencio sepulcral de los compañeros aterrorizados. íAquello parecía el Juicio Universal! 

Cuando terminó de hablar, todos se retiraron sin resollar. Solamente se quedaron los seis, sollozando, y apoyados contra una columna o 
contra la pared. 

El Venerable se detuvo en medio del pórtico. A cierta distancia hacían corro varios sacerdotes y clérigos: entre ellos estábamos 
nosotros, espectadores de una escena conmovedora. Aquellos pobrecitos se le acercaron; unos tomaron sus manos y se las besaban, otros 
se agarraron a su sotana. El les miró, ímientras rodaba una lágrima por su mejilla! Ninguno habló. Don Bosco dijo a cada uno una palabra 
confidencial de aliento y subió a su cuarto. 

Al día siguiente unos salieron para su casa, algún estudiante pasó a la sección de aprendices, dos de ellos, después de una prueba, 
volvieron a continuar los estudios. 

Los que siguieron en el Oratorio cambiaron radicalmente de conducta hasta emular a los mejores y fueron excelentes cristianos, 
apreciados y honrados por todos. Don Bosco había hablado en defensa de los intereses de Dios y en su nombre, y sus palabras habían 
sido de singular eficacia. 

Mientras trabajaba así por la vida espiritual de sus hijos, proveía también a su vida material. Escribía al Ministro de la Guerra en 
Florencia: 

Excelencia: 

Los pobres jovencitos internados en la casa del Oratorio de San Francisco de Sales recurren humildemente por mi medio a la caridad de 

V. E., que ya experimentaron en años precedentes. 
Piden prendas de vestido, calzado, mantas para la cama, aunque estén usadas y 
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gastadas, algo fuera de uso que por ventura estuviese en los almacenes del Estado. Aquí se unen los andrajos y sirven para reparar la 
indigencia de los pobres huerfanitos. 

Casi llegan a ochocientos cincuenta; varios quedaron huérfanos por la mortífera peste del cólera, muchos nos fueron enviados por las 
autoridades gubernativas de diversas partes de Italia. Este año es mayor la necesidad debido al paro laboral, a la carestía de la vida y a la 
grave disminución de la beneficiencia privada. 

((952)) Los jovencitos asilados, confiando en que su triste situación será tenida en consideración, especialmente para la próxima 
estación invernal, se asocian a mí para rogar al cielo conceda a usted abundantes bendiciones divinas, mientras, por mi parte, tengo el alto 
honor de poder profesarme con la más sentida gratitud. 

De V.E. 

Turín, 17 de septiembre de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

También recurría a S. E. el Ministro de Gracia y Justicia, en Florencia: 

Excelencia: 

La excepcional necesidad que atraviesan los jovencitos asilados en la casa llamada Oratorio de San Francisco de Sales, me impele a 
dirigir a V. E. esta humilde y cálida súplica con el fin de que se les conceda el mayor caritativo subsidio posible, en favor de los clérigos 
que en ella prestan gratuitamente su labor. 

Son cincuenta y trabajan en la Casa de Turín, en la de Lanzo y en la de Mirabello dando clase diurna y nocturna, haciendo catequesis, 
asistiendo en los dormitorios, en los talleres y en los paseos, mientras, con loable comportamiento procuran realizar sus estudios, 
presentándose a su debido tiempo a los oportunos exámenes. 

En favor de estos clérigos respetuosamente suplico a V. E. se digne tomarlos en paternal consideración y concederles el mayor subsidio 
que su probada caridad le indique, a fin de que puedan proveerse de ropa, de libros, o ayudar de cualquier modo al centro que les 
suministra alojamiento y comida con todo lo que es necesario para la vida. 

Lleno de esperanza y gratitud me uno a estos jóvenes levitas y le auguro toda suerte de bienes celestiales, mientras tengo el alto honor 
de poderme profesar, 

De V.E. 

Turín, 17 de septiembre de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. Director. 

También había escrito a diversos bienhechores, y el día 17 salía para Casalmaggiore, distrito de la provincia de Cremona. Le esperaban 
en San Juan en la Cruz, donde ((953)) veraneaba la princesa 

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Elena Vidoni Soranzo. Desde allí respondía a la señora condesa Blanca Pasetti, hija de los marqueses Villani, de Montebello Vicentino, 
en el Véneto. 

Ilma. señora Condesa:
Para animarnos todos a esperar en el poder y la bondad del Señor hagamos así:
1.° Hasta el día de la Inmaculada Concepción: recite tres padrenuestros, avemarías y glorias al Santísimo Sacramento, con tres salves 
a


María Auxiliadora. 
2.° Yo tendré cada día un memento especial en la santa misa; mis muchachos rezarán conmigo y más de cuatro comulgarán cada 
mañana con este fin. 
3.° Si se obtiene alguna gracia de modo sensible, hará alguna limosna en favor de la iglesia de María Auxiliadora, que se está 
edificando en Turín. 
Si no se opone a la mayor gloria de Dios, confío firmemente, que seremos oídos. Usted, por su parte, hable, haga hablar, escriba con 

prudencia y con tiento, pero diciendo lo que usted sabe para mover el corazón del recomendado. 
Dios le bendiga, ruegue por mi pobre alma, y créame con perfecta estima, 
De V. S. Ilma. 

San Juan en la Cruz, 18 de septiembre de 1867
Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro.
Aquel mismo día enviaba también una carta a Turín


San Juan en la Cruz, 18 de septiembre 1867 
Carísimo Rúa: 
Te envío el certificado para Racca: espero llegue a tiempo y sin dificultad alguna. 
Te recomiendo mucho interés para enviar los programas de Lanzo y de Mirabello. El de Lanzo hay que mandarlo a todos los sacerdotes 

de Turín, cuya dirección se tenga, y uno al caballero Margotti con una cartita ad hoc. El de Mirabello, a todos los sacerdotes conocidos, o 
cuya dirección se pueda conseguir, de las diócesis de Casale y Vigevano. 
((954)) Hasta ahora promesas de dinero, pero la bolsa vacía. Llegaré el viernes por la noche, si Domino placuerit (si quiere el Señor). 
Saluda a Goffi, al Caballero, a don J. B. Francesia y a Racca y a todos aquéllos con quienes hables de mí. 
Dios nos bendiga a todos; ruega por mí, que soy tuyo en el Señor 

Afectísimo en J. C.
JUAN BOSCO, Pbro.


Desde San Juan en la Cruz fue a Parma, donde visitó, según creemos, al Obispo para pedirle una carta comendaticia para la Pía 
Sociedad, y a algunas de las principales familias. Como cierto, solamente tenemos lo que dicen dos cartitas escritas desde Parma al 
caballero Oreglia, una por el conde Calvi, la otra por su señora. 

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25 de septiembre de 1867 

He sabido que don Bosco pasó por Parma uno de estos días y que nos buscó, pero estábamos ausentes. 

Lo he sentido muchísimo, y estoy seguro de que también Clotilde, cuando lo sepa, sentirá no haber estado en Parma en esta ocasión. 

Ruego a usted, querido amigo, presente al mismo don Bosco los sentimientos de nuestro disgusto, rogándole calurosamente no nos 
olvide en otra circunstancia similar... 

GUIDO CALVI 

30 de septiembre de 1867 

... Me contraría inmensamente que haya pasado don Bosco por Parma y que haya tenido la bondad de buscarme, cuando yo estaba en el 
campo. De haberlo sabido, habría anticipado mi vuelta a la ciudad, para poder verle y recibir su bendición con mi marido y mis hijos. 
Ruéguele que nos la envíe, pues nos será tan valiosa... Antes de que mi hermana vaya a París para hacer los votos como hija de la 
Caridad, iré yo a Turín y espero que entonces tendré el placer de ver a don Bosco. 

Condesa CLOTILDE CALVI 

La noche del 20 de septiembre se encontraba don Bosco en el Oratorio. Desde allí subió a la colina de Superga para felicitar al profesor 
don Mateo Picco en el día de su santo; tenía éste allí una bonita finca donde descansaba de los trabajos de la enseñanza. ((955)) Allí dio 
don Bosco pruebas de su prodigiosa fuerza física, sin merma por las fatigas y sufrimientos. Vio que el profesor intentaba en vano, con 
martillo y tenazas en la mano, arrancar un clavo sólidamente hundido en la pared. Don Bosco le dijo: 

-Déjeme a mí, probaré yo. 

Y con una sola mano lo sacó fácilmente. 

El día 23 empezaba la segunda tanda de ejercicios espirituales en Trofarello para los Salesianos. Predicaron don Bosco y don Miguel 
Rúa; y el 27 emitía los votos trienales Santiago Costamagna. Otros cuatro clérigos Pedro Guidazio y Domingo Tomatis entre ellos habían 
pronunciado los mismos votos, en momentos distintos. 

Durante aquellos días se repitió en Trofarello que miseros facit populos peccatum (el pecado hace desgraciados a los pueblos); y en 
Albano, conforme todos lo atestiguaban, el cólera había sido una fulgurante manifestación de la justicia y de la misericordia de Dios. 
Quinientos muertos y por lo menos otros tantos atacados, pero salvados de la enfermedad, habían sembrado el pánico en aquella pequeña 
ciudad, en la que habían quedado pocos, ya que los demás 
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habían huido a otras partes. Varios de los principales ciudadanos y la Reina de las dos Sicilias, viuda de Fernando II, y un hijo suyo, 
habían perecido. 

Había dado ocasión a estos razonamientos una carta escrita a don Bosco por los Padres de las Escuelas Pías. Solían éstos llevar sus 
alumnos de Roma a pasar las vacaciones otoñales en una casa de campo por las cercanías de Albano, pero ante el fulminante 
desencadenamiento de la enfermedad muchos padres de los alumnos se habían apresurado a sacarlos y los pocos que quedaron de nuevo 
los llevaron a Roma. Dudábase, y no sin razón, que el temor de la infección pudiese retraer a los padres de enviar a sus hijos al Colegio, 
por lo que don Bosco, a quien se lo rogaron, condescendió a disipar con la autoridad de su nombre todo susto y toda prevención. 

He aquí, en efecto, una carta suya al Rector del Colegio Nazareno para consolarle del cierre momentáneo del Colegio y para dar a éste 
nueva vida con elogios muy merecidos, que ((956)) fue impresa en Roma en la Imprenta Calasancia, dirigida por A. Ferroni, y que fue 
divulgada ampliamente. 

CARTA DEL SACERDOTE DON JUAN BOSCO
al padre Alejandro Checcucci de las Escuelas Pías
Rector del Colegio Nazareno de Roma


Turín, 26 de septiembre de 1867
Carísimo padre Rector:


íCon qué vivo y sincero sentimiento de alegría y complacencia visité hace unos meses vuestro Colegio Nazareno! Con igual y más 
grande dolor he sabido la terrible desgracia que ha sufrido la ciudad de Albano, adonde el Colegio se había mudado a su magnífica finca, 
para templar los calores estivales de Roma, y pasar en ella, según costumbre, las vacaciones otoñales. 

No sé deciros, amigo mío, cuán profundamente herido ha quedado mi corazón con tan infausta noticia, porque preveía la necesidad en 
que os encontrabais de librar el Colegio y más aún los frutos de virtud y de sabiduría que por desgracia se hubieran perdido. Pero rehecho 
un tanto del susto, al pensar en las providenciales instituciones y en la excelente disciplina que regulaba vuestro Colegio, como también 
al recordar sus gloriosas tradiciones y los muy sabios y amables reglamentos, con que era dirigido, ya sea en su parte educativa como en 
la científica, tuve suficientes razones para consolarme. Y al temor sucedió inmediatamente la esperanza de un porvenir más alegre, ya que 
me pareció que no faltaba nada en vuestro internado para el santo y celoso ideal de elevar el corazón y el sentimiento de los jovencitos en 
la piedad y las letras. 

»Qué diré además de un local magnífico, espacioso, ventilado como el que se levanta en uno de los puntos más elevados del centro de 
Roma, al que añaden valor 
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los nuevos salones, la enfermería y otros útiles ornamentos con los que recientemente y con grandes gastos le habéis dotado? Pero muy 
poco sería esto, si en mis visitas al Colegio Nazareno no hubiese admirado sobre todo el carácter ingenuo y modesto ciertamente, pero 
desenvuelto y alegre de vuestros alumnos, de tal forma que aparecían claramente sobre el rostro de cada uno los benévolos y afectuosos 
sentimientos de una alma sinceramente buena sin oropel ni ficción. Y este corazón sobre los labios, que descubrí en todos aquellos 
jovencitos, con rasgos espontáneos de cándida sencillez y tierno cariño, me demostró cada vez mejor cuán suave resulta el ejercicio de la 
virtud, cuando no está impuesto por la severidad, sino aconsejado por la dulzura. También los otros aspectos de la educación moral y civil 
me parecieron estupendamente organizados. 

Y para demostrar la plena satisfacción que de ello tuve y el gran placer que experimenté, valgan como prueba las conversaciones 
((957)) que sostuve con muchos en la misma Roma y también con el Santo Padre que tuvo un sincero consuelo por el amor que sé profesa 
a vuestro Colegio. 

Diré, además, que la enseñanza no es la parte menos importante del Nazareno, ya que me encontré allí excelentes métodos y altos 
estímulos, y lo que más importa, hombres muy sabios, a quienes tuve la satisfacción de conocer, como entre otros me place recordar al P. 
Taggiasco, al P. Farnocchia, al P. Rolletta y otros más de fama eminente como el P. Chelini, de cuya pérdida siempre se lamenta la 
Universidad de Bolonia, que admiró su perspicaz y profundo talento. 

Ved pues ahora, amigo mío, qué razones más justas tenéis para reconfortaros después de las desventuras que invadieron a vuestro 
Colegio con el cólera de Albano y cuánta esperanza debéis abrigar de que, por su propia virtud, vuelva a su primera fuerza y vigor. De 
ello puede también convenceros la constante y merecida reputación que el Nazareno ha gozado hasta hoy, y del gran número de alumnos 
que a él acudieron de todas partes de Italia, y de los hombres de valer que produjo. Muchos de ellos, celebérrimos por las altas 
dignidades, por los conspicuos cargos alcanzados, por la fama de ciencia y de letras (testimonio de preclaras virtudes) han merecido 
ornamentar por sí mismos el aula Magna del Nazareno. 

Bien me acuerdo de que en aquellos hermosos días pasados en el Colegio, me llamó poderosamente la atención contemplar 
admirablemente colocados los retratos de más de cuarenta cardenales, el último de los cuales fue el Eminentísimo Morichini, cuyo solo 
nombre es un espléndido elogio. Como entre los hombres de ciencia y de letras famosos, si bien recuerdo, contemplé los retratos de 
Paradisi, Pedro Verri, Barlocci, Labindo, César Lucchesini, Angel María Ricci, el senador Patrizi, Juan Marchetti y bastantes más 
nombres ilustres. 

Estoy muy persuadido, como más arriba os decía, de que todas esas razones valdrán para apartar de vuestro ánimo todo dolor y temor, y 
que, con nuevo valor, continuaréis mereciendo de vuestro Instituto y de la moral pública, principalmente en estos tiempos tan tristes e 
inconsiderados, y corresponderéis al mismo tiempo a las benéficas atenciones del Sumo Pontífice Pío IX, que os eligió para este tan 
difícil y relevante cargo, el cual recordando haber sido un día alumno de las Escuelas Pías, las ama y protege y, singularmente a vuestro 
Colegio, al que ha dado en mil ocasiones solemne testimonio de ánimo benévolo, y de soberana clemencia. Como también en otros 
tiempos honraron al Nazareno con su patrocinio los gloriosos Pontífices Urbano VIII, Clemente XI, Benedicto XIV, Pío VI, y Pío VII, y 
por último Gregorio XVI, lo que pude saber por las inscripciones marmóreas existentes en el Colegio. 
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Os ruego, finalmente, que os acordéis de mí y de mi pobre Institución y me guardéis siempre vuestra apreciada benevolencia. 

Vuestro afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

((958)) En Trofarello entregaron a don Bosco una recomendación procedente del Ministerio. 

MINISTERIO DE GOBERNACION 
Secretaría Particular 
del Director Superior de Administración 

N. 287 
Florencia, 26 de septiembre de 1867 

Ha sido recomendado a este Ministerio el niño César Sperta, de doce años de edad, de Turín, a fin de que sea internado en algún centro 
donde sea mantenido y preparado para un oficio. 

Huérfano de madre, e hijo de un padre falto de todo medio de fortuna, que apenas puede proveer a su propio sustento con el trabajo, 
resulta que el muchacho no tiene quien le alimente, le vigile, le eduque, y, abandonado a sí mismo, se encuentra expuesto a serios 
peligros de ser arrastrado inconscientemente por el camino del mal. 

Como no existe aquí ningún asilo, en el que pueda el Gobierno colocar a tales desgraciados, y como se trata de cumplir una obra 
eminentemente caritativa, ruega el abajo firmante a V. S. tome bajo su patrocinio al pobre Sperta y lo coloque en su Casa de 
Beneficencia. 

Aprovecha la ocasión para manifestarle los sentimientos de su más distinguida consideración 

El Director Superior DEL CARRETTO 

Don Bosco recogió al muchacho, a quien el Ministerio concedió doscientas liras de subvención, según aparece en la carta número 
doscientos noventa y tres de la Secretaría particular a que se hace referencia más arriba. 

Por la tarde del sábado 28 de septiembre volvió don Bosco al Oratorio y, de las buenas noches que dio durante los días de la novena de 
Nuestra Señora del Rosario, nos queda la del día 29. 

Había un joven que caía siempre en los mismos pecados. Su confesor le dio por penitencia rezar tres avemarías todos los días, hasta que 
volviese a confesarse. Tornó el joven a confesarse por segunda, por tercera, por cuarta y aun por quinta vez y siempre con los mismos 
pecados; y el confesor le daba siempre tres avemarías como penitencia. Hasta que un día dijo el joven al confesor: 
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((959)) -Padre, todo inútil. íNo puedo! 

-No te desalientes, hijo mío, respondió el confesor: sigue rezando tres avemarías todos los días hasta que vuelvas a confesarte. Ahora 
tendrá lugar la batalla entre la Virgen y el demonio, y la Virgen vencerá, seguro. 

Mientras tanto el joven tuvo que salir de aquel país e ir de viaje con sus padres. Y siguió rezando cada día las tres avemarías a la 
Virgen, pero las decía de corazón, y no cayó más en aquellos pecados. Volvió a la Patria, fue a aconsejarse de nuevo con el confesor de 
costumbre, y le manifestó que no había caído en ninguna de las faltas que solía cometer. Preguntóle el confesor cuándo había recibido la 
gracia de la Virgen, y respondió el joven: 

-Cuando, al rezar las tres avemarías, empecé a reflexionar en las palabras: ruega por nosotros pecadores. A partir de aquel instante 
cesaron las recaídas. 

Por esto yo os aconsejo, como flor de esta novena, ir cada día espontáneamente ante el Santísimo Sacramento y ante el altar de la 
Virgen a recitar esas tres avemarías, para que Ella os obtenga de su hijo Jesús alejar de vosotros y de vuestros parientes primero las 
desgracias espirituales, el pecado, y después el cólera: que les bendiga en sus trabajos; que aleje de nosotros el cólera del alma y después 
el del cuerpo. Rogad también por vuestros bienhechores y por la santa Iglesia. 

En tanto, mientras los músicos, y otros alumnos dignos de premio, se preparaban para el gran paseo a Castelnuovo, la iglesia de María 
Auxiliadora, seguía siendo objeto de nuevas limosnas. Un recibo autógrafo del Venerable, dirigido al conde y a la condesa de Viancino 
decía: 

V.J.M. y J. 
Turín-Valdocco-Oratorio de S. Francisco de Sales. 

A más de la cantidad de mil liras; anteriormente recibidas del benemérito señor conde Francisco de Viancino, recibo hoy quinientas 
liras de su benemérita y piadosa consorte Luisa Sant'Albano, que ofrece para una campana a colocar en el campanario de la iglesia de 
María Auxiliadora, con la inscripción y los blasones que a los mismos les parezcan bien. 

La Santísima Virgen María conceda a los beneméritos e insignes donantes largos años de vida feliz y la hermosa fortuna de ir un día a 
recibir la corona de gloria en el cielo de manos de nuestra común Bienhechora, de la que se manifiestan verdaderos devotos de una 
manera tan sensible. 

1 de octubre de 1867 

JUAN BOSCO, Pbro. 

((960)) Al día siguiente escribía a Lucca, al sacerdote Rafael Cianetti: 

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Turín, 2 de octubre de 1867
Carísimo don Rafael:


Teniendo en cuenta la edad del niño Chellini solamente puede ser admitido en Mirabello en las condiciones del programa adjunto. Más 
tarde (a los 12 cumplidos), lo sería aquí en Turín y en más benignas condiciones. . 

Respecto al Rector de San Leonardo, parece que el Señor lo quiere en el Paraíso. Pongamos, sin embargo, a prueba a la Santísima 
Virgen. Desde hoy hasta la fiesta de la Inmaculada Concepción de María Santísima, rece un padrenuestro, avemaría y gloria, al Santísimo 
Sacramento con una Salve y la jaculatoria María Auxiliadora de los Cristiarios, ruega por nosotros. Yo, en mi poquedad, le encomendaré 
cada día en la santa misa; mis muchachos harán oraciones especiales. Si cura, haga una ofrenda para continuar los trabajos de la iglesia. 
Fe en la bondad de Dios y en el poder de María. 

Los hermanos Morelli desean verdaderamente estudiar; si el tutor puede pagar mensualmente veinte liras por cada uno, yo pongo a 
ambos a estudiar. Desde que vinieron aquí, siempre han demostrado una conducta ejemplar. 

Dios bendiga, querido don Rafael, a usted y sus trabajos. 

Ruegue por mi pobre alma y créame en el Señor 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El 6 de octubre se encontraba el Venerable en I Becchi, celebrando la fiesta del Rosario. Los de Castelnuovo tributaron a él y a sus 
alumnos una recepción cordialísima y alegre, y recordaban la asistencia prestada por don Juan Cagliero a los apestados por el cólera. 

El Siervo de Dios se entretenía familiarmente con todos sus paisanos, de modo especial con los niños. Un joven que se encontró con él 
por vez primera, y que le observó con la mayor atención, dejó después escritas sus impresiones: «Don Bosco ponía en práctica el dicho de 
age quod agis (pon atención a lo que haces). Prestaba toda su atención a la obra principal, no obstante las cosas tan diversas que tenía 
siempre entre manos: ílos muchachos! Donde encontraba un jovencito, de no importa a qué familia perteneciese, le paraba, le preguntaba, 
le daba un aviso, con la misma cortesía que habría usado con un gran personaje. ((961)) Le hacía una caricia, le regalaba una medalla y 
con frecuencia lo invitaba a ir con él al Oratorio. Una palabra suya no podía olvidarse». 

Pero lo más notable de la fiesta fue el entusiasmo y la profunda y reconocida gratitud que manifestaba a don Bosco su párroco don 
Antonio Cinzano, por haber obtenido una señaladísima gracia de María Auxiliadora. 

Entre los muchos achaques, de su ya quebrantada salud, padecía 
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una sordera que le incapacitaba para los asuntos más importantes de la parroquia, especialmente para asistir a los enfermos y confesar a 
los fieles. Después de dieciocho meses de empeoramiento, creció tanto el mal que no percibía ni una palabra pronunciada con fuerza 
junto a su oído y ni siquiera el sonido de la campana gorda. Es difícil imaginar el malestar que esta desgracia le ocasionaba. El no poder 
desempeñar sus deberes le produjo tal melancolía que iba acabando con la poca salud que le quedaba. Inútilmente había probado todos 
los adelantos de la ciencia médica. 

Así andaban las cosas cuando su coadjutor, don Ascanio Savio, pensó comunicárselo a don Bosco, quien mandó decir al enfermo que 
hiciese una novena a María Santísima Auxiliadora, con la promesa de una ofrenda, una vez obtenida la curación. El Párroco aceptó. 

Por la mañana del 2 de octubre, fiesta de los Angeles Custodios, salió de la casa parroquial para celebrar la santa misa. Estaba muy 
afligido; hasta había hecho llorar a la sirvienta, porque creía que ella le hablaba bajito para hacerle rabiar, siendo así que se desgañitaba 
para hacerse entender, aunque inútilmente. Cuando entró en la sacristía dijo: 

-Hoy quiero encomendarme a mi buena Madre María en la santa misa, y si, como tantos otros, logro también yo verme libre de esta 
triste situación, haré la ofrenda para su iglesia. 

((962)) Completamente resuelto, se revistió los ornamentos sagrados, salió al altar y empezó: In nomine Patris, etc. El niño César 
Cagliero, que fue más tarde sacerdote salesiano y Procurador General de la Pía Sociedad, le ayudaba la misa. Como sabía que era sordo, 
respondía como de costumbre al salmo Introibo a voz en grito, aunque inútilmente, ya que el Párroco se regía por el movimiento de los 
labios del monaguillo. Pero, aquella mañana, el venerando Cinzano se paró, calló y volviéndose a Cagliero, le dijo: 

-íCaramba, contesta más bajo, que me aturdes! 

Y continuó el salmo. Como el chiquillo siguió respondiendo algo más bajo, pero todavía en alta voz: «Spera in Deo, quoniam adhuc 
confitebor illi...» se dio cuenta de que la gracia estaba concedida y repitió al monaguillo: 

-íYa oigo! íYa oigo! íHabla más bajo! 

íNadie puede imaginar la emoción del buen sacerdote en la celebración de aquella misa memorable! Caíanle las lágrimas de los ojos y 
recitaba continuas jaculatorias a la celestial Bienhechora. Apenas volvió a la sacristía, dijo: 
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-íEstoy curado! íMaría Auxiliadora me ha concedido la gracia! 

Al salir de la iglesia parecía loco de alegría. Llamó enseguida al Coadjutor, agitando tanto y tan fuerte la cuerda de la campanilla que 
parecía querer arrancarla. Bajó don Ascanio; le contó la repentina curación por intercesión de la Virgen y le dijo que era su firme 
propósito ir al Oratorio de San Francisco de Sales para darle gracias. 
Lo que hizo con gran devoción, apenas pudo. 

Aquel día, después de celebrar la santa misa, no cesaba de alabar el poder de María y, no obstante su avanzada edad, como desahogo de 
su devoción quiso subir a la cúpula de la ((963)) nueva iglesia para tocar y besar los pies de la estatua de la Virgen. Desde aquella altura y 
mirando a la colina de Superga, dirigía su pensamiento a la amada parroquia de Castelnuovo, donde había empezado a ejercer el 
ministerio pastoral, ayudando, aconsejando y socorriendo al pobre campesino de I Becchi, que entonces estudiaba en Chieri; y al 
recordarlo sintió una emoción grandísima. 

Su curación fue perfecta y duradera; la Virgen le había recompensado en la tierra los muchos favores prestados a don Bosco. 

Atestiguaron este hecho don César Cagliero y don Ascanio Savio; y el mismo don Antonio Cinzano gozaba repitiéndolo 
frecuentemente durante el resto de su vida. 
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((964)) 

CAPITULO LXXIX 

PREPARATIVOS PARA LA INVASION DE LOS ESTADOS PONTIFICIOS -FIN PRINCIPAL DE LA REVOLUCION 
GARIBALDI A LA CABEZA DE LOS VOLUNTARIOS; ES DETENIDO Y CONDUCIDO A CAPRERA -LOS GARIBALDINOS 
PASAN LA FRONTERA; COMBATES -SON DESCUBIERTOS LOS DESIGNIOS DE LAS SECTAS -DESASTROSA Y 
HORRIBLE SUBLEVACION PREPARADA EN ROMA -LOS BARRENOS -AVISOS DE UN AMIGO CON EL FIN DE IMPEDIR 
ESPANTOSOS DESASTRES -TRANQUILIDAD EN ROMA -VIGILANCIA DE LA POLICIA PONTIFICIA -GARIBALDI EN 
FLORENCIA -FRANCIA SE MUEVE EN AYUDA DEL PAPA -ATAJADA LA INSURRECCION EN ROMA 

LA fiesta del Rosario, que nos recuerda las espléndidas victorias de la Madre celeste sobre los enemigos de la cristiandad, era una 
seguridad de que Ella se movería nuevamente en ayuda de su Iglesia y del Vicario de Jesucristo, si los fieles recurrían a Ella con fe. Era el 
tiempo de las espinas predicho por don Bosco. 

Los preparativos para una invasión de los Estados Pontifícios se realizaban abiertamente a toda prisa. La secta tenía fuerzas poderosas, 
porque manejaba las del Estado, resuelta a actuar a toda costa, hasta llevar a su término la empresa. 

El proyecto era sencillo. Una sublevación en Roma, ayudada por las bandas externas de Garibaldi; la intervención del ejército real para 
poner orden; un plebiscito que proclamase la unión de Roma al reino de Italia. 

((965)) En la Federación Italiana, escrita por José Ferrari, se leía: 
«La revolución a las puertas de Roma es la guerra contra Cristo y contra el César. Nada de equívocos, ambigüedades y doctrinas confusas 
semicatólicas, semicristianas, semipontificales. Adore cada uno en su propia casa sus ídolos y sus penates; la religión de la revolución es 
la que diviniza al hombre, su corazón, y sus derechos desconocidos e insultados por la Iglesia». 

Con este preámbulo, Ferrari trazaba el programa de los hechos de armas, de los que Roma estaba rodeada, por obra de los garibaldinos 
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y por la oculta participación de los ministros italianos residentes en Florencia. 

« 1.° Guerra al Pontífice, ya que Europa había intimado a Roma una guerra de religión: no podremos adelantar ni un paso, sin derribar 
la cruz. 

»2.° íGuerra al Rey! Ya que el clero no tiene por sí mismo fuerza alguna, resulta nulo, pero lo puede todo y lo es todo con la ayuda de 
los príncipes y de los monarcas. Quien está por el rey, está por la restauración de la Iglesia. Cristo, el César, el Papa, el Emperador, son 
las cuatro piedras sepulcrales de la libertad italiana. 

»3.° La irreligión y la ley agraria son el último término del progreso. Entiendo por irreligión la progresiva propagación de la ciencia, 
que sustituya a las fábulas del culto, a las contradicciones fatales de la metafísica...» 

Garibaldi, a su vuelta de Ginebra, pasó por Florencia; allí recibió las instrucciones del Gobierno y de la Comisión revolucionaria, y 
llegó a Sinalunga para capitanear a los voluntarios. De este modo se violaba la Convención, por lo que Napoleón hizo saber, al ministro 
Rattazzi que volvería a ocupar Roma con sus tropas si Garibaldi llegara a apoderarse del territorio que quedaba al Papa. Rattazzi prometió 
reprimir con la fuerza aquel atentado: y el 23 de septiembre hizo arrestar, pero con todo respeto, al general, que fue conducido primero a 
la ciudadela de Alessandria, después a Génova y el 27 fue llevado a Caprera. 

((966)) Una flota de ocho o nueve barcos de guerra rodeó la pequeña isla para impedirle que volviera a tierra firme, y se colocaron 
treinta mil hombres en pie de guerra en los confines de Toscana y Umbría, para contener a los voluntarios. Para este mismo fin, dos 
barcos más se movían por las costas de Civitavecchia; se esperaba con estas medidas mantener a raya a Francia, y con los tumultos de la 
plebe en las principales ciudades del reino, promovidos y reprimidos, se quería persuadirla de que toda la nación participaba en aquella 
empresa. 

El 29 de septiembre, según las órdenes dejadas por Garibaldi, los primeros escuadrones de sus jenízaros invadieron la provincia de 
Viterbo, sin oposición de las tropas reales que les veían pasar entre sus filas. 

Estas avanzadillas eran de cincuenta, cien, doscientos combatientes, pero muy pronto fueron seguidas por bandas de ochocientos y 
hasta de mil y más hombres. Las dirigían diputados del Parlamento, oficiales del ejército regular, licenciados, y dos hijos de Garibaldi. 
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íPobres aldeas de las fronteras! Doquiera entraban los garibaldinos, vaciaban las cajas municipales y gubernativas, imponían 
contribuciones, exigían abastecimientos de víveres, saqueaban conventos e iglesias con horrendos sacrilegios y cometían toda clase de 
violencias. Destrozaban las insignias papales y los bustos de Pío IX, y proclamaban el Gobierno provisional bajo la dictadura de 
Garibaldi. 

Los soldados pontificios, que en todo el territorio no pasaban de cuatro mil, entre las diversas armas, y que estaban esparcidos por 
muchos lugares, se agrupaban en pequeños destacamentos y corrían a donde aparecía el enemigo, tres o cuatro veces más numeroso que 
ellos; lo rechazaban y volvían a sus cuarteles para salir de nuevo donde fuese necesario. Desde el 29 de septiembre hasta el 26 de octubre, 
casi no pasó un solo día sin que hubiese alguna escaramuza, y siempre en la zona de los confines, ya que los invasores no osaban penetrar 
en el interior, y, casi siempre derrotados, huían precipitadamente, tirando las armas y refugiándose detrás de las tropas reales. 

((967)) En el interior del Estado Pontificio se vivía en perfecta tranquilidad y en la provincia de Frosinone había más de mil paisanos 
armados, dispuestos a unirse a los soldados para rechazar los asaltos de los invasores. 

Roma apenas si tenía las fuerzas suficientes para mantener el orden en tiempo de paz y en ocasiones disminuían en un tercio para 
mandar refuerzos a las provincias. No obstante no se vio ni un solo acto de rebelión, y setecientos ciudadanos que pidieron armas para 
custodiar al Papa, las recibieron inmediatamente. íTanta era la confianza que el Gobierno tenía en sus súbditos! El mismo Pontífice Pío 
IX iba todos los días por las calles de la ciudad, saludado y bendecido por la muchedumbre. 

Con todo esto los periódicos de Florencia propagaban que los Estados Pontificios se hallaban en plena revolución, llamaban insurrectos 
a los garibaldinos, inventaban continuas y estrepitosas victorias en su favor, denigraban a los zuavos con las más atroces calumnias y 
describían a Roma con las calles sembradas de barricadas defendidas desesperadamente por los sublevados. 

Pero es cierto que, desde los primeros días de septiembre, se había decidido que Roma se sublevase contra el Papa, para facilitar el 
ingreso de Garibaldi. El jefe de la conspiración era Francisco Cucchi de Bérgamo, diputado del Parlamento, a quien se le había entregado 
una gran cantidad de dinero que prodigaba a manos llenas. Astuto y 
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prudente, tenía a sus órdenes poco más de una decena de asesinos de categoría, desterrados unos y otros traidores caseros. Bajo su guía 
militaban los satélites de la junta de insurrección, a los que se añadieron brigadas, escogidas entre la gente viciosa, desecho de las 
cárceles. 

De entre los romanos se habían reunido unos cientos, que ayudaban a esconder en sus casas a los conjurados forasteros que sumaban 
bastantes centenares, aunque reunidos en pequeñas partidas y provistos de pasaportes auténticos. Se introducían en la ciudad con muchas 
precauciones, y distribuían en abundancia por varios puntos de la ciudad armas de fuego, de punta y de corte. Tenían, además, muchas 
bombas ((968)) escondidas en los subterráneos y muchísimos arneses para forzar las puertas de las casas. 

Pero el plan más apasionado de Cucchi estaba en la preparación de barrenos. Juntamente con Luis Castellano, de Pavía, se movía por 
todos los subterráneos y, a sangre fría, estudiaba los sitios donde amontonar la pólvora. Lleno de odio satánico, buscaba toda ocasión para 
colmar de ruinas y sangre la metrópoli del catolicismo. Tenía el feroz intento de minar y hacer volar las residencias de los embajadores, 
los ministerios pontificios, y todos los cuarteles, aun los de la guardia Suiza del Vaticano, bajo las habitaciones del Santo Padre Pío IX, y 
cualquier puesto donde acampasen las tropas. 

Finalmente compró a media docena de artilleros, los únicos traidores en toda la guerra, que pertenecían a la defensa del castillo de 
Sant'Angelo y les encargó inmovilizar los cañones y pegar fuego al polvorín. En él había dieciséis mil kilogramos de pólvora, que al 
explotar, envolverían en las ruinas toda una compañía de zuavos y trescientos garibaldinos prisioneros de guerra. 

Al mismo tiempo estallarían treinta volcanes implicando en el estrago a numerosas familias pobres y la destrucción de Dios sabe 
ícuántos monumentos históricos! 

En covachas escondidas distribuía Cucchi los atrasos a los conjurados, con amenazas de apuñalar a quien revelase el secreto o mostrase 
timidez para ejecutar las órdenes. Allí había continuas reuniones clandestinas de los cabecillas con planes sanguinarios. Se había decidido 
abrir las cárceles y liberar a los malhechores, asaltar el palacio de la Pilotta 1 y matar al Ministro de la Guerra con su estado mayor, a los 
oficiales reunidos en su casino, y dar muerte a 

1 Pilotta: Edificio situado en la plaza del mismo nombre, donde hoy se halla la Universidad Pontificia Gregoriana. (N. del T.) 
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los jefes del Gobierno Civil dondequiera se encontrasen. Hasta había que entregar a los sicarios el número de las casas de los ciudadanos 
que debían ser asesinados. Estaban resueltos a permitir el saqueo universal con toda clase de violencias e ignominias, degollar sacerdotes 
y cardenales, asaltar el Vaticano y hacer prisionero ((969)) al Papa. Se hubieran repetido las horribles escenas del 1793 en Francia. 

Esta narración está sacada de los procesos que se hicieron, pero nosotros nos conformamos con el testimonio del general Alfonso La 
Mármora, quien en su Carta Política a los electores de Biella, publicada en la Gaceta de Florencia el 29 de enero de 1868, aseguraba que 
las horas de esta rebelión, si hubiera triunfado, habrían llenado de horror al mundo civilizado. Y a este propósito declaraba que había 
deplorado y deploraba vivamente los hechos que tuvieron lugar contra el Estado Pontificio, con gran detrimento para el país, esto es, para 
la Unidad Nacional. Y, en el caso de una revolución en Roma, añadía: -»No sería de temer una lucha sangrienta, que podría terminar en 
horrenda catástrofe y que está en el interés de todos y máxime de Italia, evitar a toda costa?». 

Estas preocupaciones eran también compartidas por algunos liberales del Gobierno, quienes conocían los terribles secretos de la 
conspiración. Si bien se deseaba una insurrección, no se quería una destrucción. Entre los mismos sectarios, algunos estaban horrorizados 
de lo que iba a suceder, y aunque ocultamente, por la audacia de los partidos extremistas, querían preservar incólume a Roma y evitar las 
venganzas personales. 

Después de las fiestas del Centenario de San Pedro, cuando empezaron a aparecer las primeras señales de movimientos revolucionarios, 
don Bosco tuvo ya una inmensa pena y por su afecto al Pontífice y a la Ciudad Eterna, sentía un deseo vivísimo de poder apartar de ellos 
de algún modo los inminentes peligros. 

Cuando estaba predicando la primera tanda de ejercicios espirituales en Trofarello, entre otras cartas, le trajo un día el cartero una sin 
franquicia que pasaba del peso ordinario. Había que pagar la tasa, y en consecuencia se pensaba rehusarla, cuando pareció mejor 
entregársela también a don Bosco. Este la recibió y la abrió. Era un folio de papel grueso para envoltorios en el que estaba expuesto 
detalladamente ((970)) el plan de los graves desastres preparados en Roma por la conjuración. No tenía ninguna firma, pero se le decía 
que se sirviese de ello como mejor creyere, y también que se mandase al Papa. 
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»Quién lo escribía? íNo lo sabemos! El Venerable leyó el folio y se horrorizó pensando en la gravedad de los peligros que amenazaban 
a tantos de sus amigos. Después de hacerlo copiar por persona de confianza, lo destruyó; puso sobre aviso a un amigo suyo de Roma y 
mandó la copia al Cardenal Antonelli y al Papa. Otras cartas anónimas con noticias precisas, exactísimas, le llegaron al Siervo de Dios y 
él las trasmitió con prudentes precauciones. 

Monseñor Berardi, por razón de su oficio, llegó a tener noticia de tales cartas, y quiso que aquellos despachos fueran consignados 
directamente a él. Fue complacido, y él con gran secreto los comunicaba al Gobierno Papal; servicio importantísimo que le apresuró la 
púrpura. El Ministro de la Guerra y el Jefe de la Policía, esperaban día tras día, con gran ansiedad, nuevas noticias de Monseñor; y él 
hacía escribir a Turín el primero de octubre: 

«Roma y nosotros estamos tranquilos, aunque en viva guerra, puesto que mientras escribo se combate con los garibaldinos. Tenemos 
noticias de victorias nuestras con muertos y heridos y el acostumbrado acompañamiento de robos de las bandas armadas. Pero estamos 
tranquilos y confiados, como si nada ocurriese, como si en Roma todo estuviese asegurado. Eso es lo cierto. A decir verdad ignoro la 
razón, ya que todo es posible. Pero se vive como si fuera imposible algún daño para Roma. Justus ex fide vivit (El justo vive de fe); 
queremos esperar que sea éste el texto más apropiado. 

»Las cartas anónimas que llegan en doble copia, esto es abundantemente, deseo que continúen llegando, ya que son óptimas y 
preciosas». 

Además del antedicho anónimo, había algún otro del partido ((971)) liberal, colocado en alto lugar, que cumplía con este encargo 
recibido. 

Don Miguel Rúa nos dejó escrito: «Yo mismo, de parte de don Bosco, avisé en varias ocasiones al Santo Padre, por medio de sus altos 
funcionarios, acerca de las conjuraciones que se tramaban, ya en un sitio, ya en otro de la misma ciudad de Roma y fuera de la misma. 
Sin estar perfectamente seguro de las fuentes por las que don Bosco recibía las informaciones, me parece poder decir que un personaje del 
Gobierno, bien enterado de todo lo de la revolución, venía de vez en cuando a conversar confidencialmente con él y le manifestaba cuanto 
se iba tramando, con el único fin de que se previniesen las espantosas desgracias que amenazaban a Roma. Y don Bosco, con toda 
diligencia, ora por sí mismo, ora por mi medio o de otros, cumplía su cometido». 
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Lo más urgente era impedir los trabajos de los barrenos para los explosivos, uno de los cuales se preparaba bajo el Colegio Romano 
situado en el centro de la ciudad. Se supo en Turín y se comunicó con despachos cifrados; pero en Roma no se quiso creer en el lo. 
Entonces se hizo llegar una carta anónima al cardenal Antonelli, describiendo claramente la cuestión; y finalmente se ordenó una 
diligente inspección y se encontró que los sectarios habían excavado una galería que, atravesando la calle, desembocaba en los 
subterráneos del Colegio Romano, justo en el centro del patio. 

Mientras tanto la Policía vigilaba, juntamente con los magistrados y las autoridades de la plaza, y del 11 al 21 de octubre, después de 
haber recibido indicaciones seguras, descubrieron y secuestraron en Roma gran número de bombas Orsini 1, grandes depósitos de 
municiones y víveres. Casi todos los días caían en sus manos bandidos del populacho y con ellos alguno de los cabecillas, con escritos y 
planos en los que señalaban con color los sitios donde debían colocarse los barrenos, y con notables cantidades de dinero. En la calle 
Crescenzi la gendarmería estuvo en un tris de envolver en una sola redada al conciliábulo principal de los ((972)) dirigentes, de modo que 
los conjurados se vieron obligados a mudar cada día de refugio. 

Garibaldi, no impedido por la simulada vigilancia de las naves italianas, el 15 de octubre abandonó Caprera y el 20 apareció en 
Florencia, donde fue recibido con grandes festejos. Al tener noticia de esta vuelta, todos comprendieron que estaba preparada una nueva 
expedición contra los Estados Pontificios y que las seguridades en contrario eran falsas. Por eso Francia se conmovió de tal modo, que 
Napoleón, sin más dilaciones, ordenó el embarque de dos divisiones destinadas a la defensa de Roma. Rattazzi, aunque había dimitido 
como Ministro, queriendo prevenir la llegada de los franceses y poner trabas al Emperador con un hecho ya consumado, ordenó al 
diputado Cucchi alzarse a toda costa y enseguida; y prometió a Garibaldi que, si lograba disparar sesenta escopetazos sobre Roma, el 
ejército real habría franqueado las fronteras en su ayuda. 

Cucchi apresuró, cuanto pudo, los últimos preparativos y ordenó, entre otras disposiciones, que se preparasen los barrenos bajo los 
cuarteles de Serristori y Cimarra, que se avisara a los traidores del 

1 Bombas Orsini: Bombas fabricadas por el anarquista italiano Orsini (1819-1858). Eran de un carácter eminentemente rompedor del 
explosivo y lograban que los pedazos fueran en número muy considerable. El atentado del Liceo en Barcelona, el 7 de noviembre de 
1893, fue cometido con bombas de fundición Orsini, cargadas de dinamita. (N. del T.) 
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castillo de Sant'Angelo para prender fuego al polvorín a una señal convenida; que se cerrasen las llaves de las conducciones principales 
del gas con el fin de que la ciudad quedase a oscuras, y que, para acrecentar la confusión, se vistiese de zuavos cierto número de 
garibaldinos. 

Para una posible retirada y para prolongar la resistencia, ordenó convertir en reducto de revoltosos diversas zonas de la ciudad con 
calles tortuosas, callejas enredadas y callejones sin salida, entre diez y doce manzanas de casas que se prestaban a ser obstruidas con 
barricadas. 

El 19 de octubre el Ministro de la guerra fue avisado de que los motines revolucionarios estaban a punto de estallar. El 21 se supo que 
en la Villa Matteini había gran depósito de armas y fue secuestrado pocas horas antes de que las carabinas fuesen distribuidas entre los 
conjurados; en la mañana del 22 se tuvo noticia cierta de la sublevación que debía tener lugar aquella misma tarde. 

((973)) El general Kanzler había dado órdenes para la defensa: no disponía más que de tres mil hombres, pero contaba con la fidelidad 
del pueblo romano y la rapidez de sus movimientos para impedir las barricadas. Había repartido los alojamientos por toda la superficie de 
la ciudad, de modo que en los puestos más estratégicos se situasen los grupos más fuertes. Aquel día fueron acuarteladas las fuerzas 
prontas para marchar. 

También Cucchi estaba dispuesto, pero por fortuna la mina situada bajo el cuartel de Cimarra no pudo estar preparada y un obrero 
detenido descubrió la inminente rotura de los conductos del gasómetro. 

A las siete de la tarde los conjurados colocaron dos barriles de pólvora bajo el cuartel de Serristori. Prendió fuego y con horrible 
estruendo saltó por los aires un ángulo del edificio y quedaron aplastados bajo las ruinas veintisiete zuavos; ésta era la señal del 
alzamiento. Inmediatamente aparecieron centenares de conjurados, mas por donde avanzaban encontraban grandes patrullas de 
defensores. Hubo encuentros por casi todos los sitios de la ciudad, con muertos por ambas partes. Una horda de asalariados asaltó el 
cuerpo de la guardia del Capitolio, y otra se adueñaba de la Puerta de San Pablo; pero dos secciones de soldados volaron en su ayuda y 
los pusieron en fuga. Cucchi esperaba con ansia febril que explotase el polvorín del castillo de Sant'Angelo, pero fue en vano, porque los 
traidores habían caído a tiempo en manos de la justicia. En menos de una hora se sofocó la insurrección. Fueron arrestados más de cien 
sediciosos, 
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mientras toda la ciudad, aterrorizada e indignada, aplaudía a las tropas. De este modo Roma permaneció incólume. 
«Y Pío IX, depuso don Miguel Rúa, estaba lleno de admiración por don Bosco, que fue su salvación en aquellos días». 

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((974)) 

CAPITULO LXXX 

DON BOSCO RECIBE LA NOTICIA DE GRACIAS CONCEDIDAS POR INTERCESION DE DOMINGO SAVIO -ACEPTA 
NUEVOS MUCHACHOS RECOMENDADOS POR UN ALUMNO -CARACTER ESPECIAL DE SU HUMILDAD -EL TEOLOGO 
BOREL PREDICADOR DE LAS VIRTUDES DE DON BOSCO -NUEVOS MAESTROS DIPLOMADOS -AVISOS DE DON 
BOSCO A SUPERIORES Y MAESTROS: CARIDAD RECIPROCA; REZAR POR LOS ALUMNOS -CARTAS DE DON BOSCO A 
CIERTAS PERSONAS: CON NOTICIAS, AGRADECIMIENTOS, OBSERVACIONES, CONSEJOS Y PROPUESTAS -ESCRIBE 
AL RECTOR DEL SEMINARIO SOBRE DOS CLERIGOS DIOCESANOS, PIDIENDO RETENERLOS EN EL ORATORIO; LE 
DICE QUE HA CUMPLIDO LAS ORDENES DE LA CIRCULAR DE MONSEÑOR -AUTORIZA A UNO PARA COMPRAR UNA 
VIÑA DEJADA POR TESTAMENTO Y USURPADA POR LOS HEREDEROS 

ALEJEMOS nuestra vista de espectáculos tan tristes y volvámosla a la figura mansa y suave de don Bosco. Su corazón está lleno de santa 
alegría. En aquellos días ha recibido noticia de dos curaciones extraordinarias obtenidas por intercesión de Domingo Savio. Savio es el 
santo de su familia, el protector casero del Oratorio, el modelo que continuamente propone a sus alumnos. 

Hay entre ellos algunos verdaderamente buenos, aceptados por él gratuitamente porque fueron recomendados, con afectuosísimas 
cartas, por alumnos paisanos suyos mientras se encontraban de vacaciones. íAdmirable confianza en el buen padre, que se transmitía a los 
demás compañeros! Se enamoraban de su amabilidad, del afecto ((975)) que les tenía dispuesto a cualquier sacrificio, y de su humildad 
que hacía se le mirase como uno de ellos. La humildad de don Bosco tenía un carácter especial, sencillo, digno, desenvuelto en sus 
expresiones, porque su único fin era siempre el bien de los muchachos. 

Dos eximios sacerdotes, antiguos alumnos, describieron su humildad de esta manera. 

Don Ascanio Savio, profesor de moral, certifica: 
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«Si alguna vez oí hablar a don Bosco sobre su comportamiento durante los años de sus primeros estudios, era solamente para animar a 
sus muchachos a no perder el tiempo y hacerlos emprendedores del bien obrar. Pero atribuía siempre el mérito de sus éxitos a la divina 
Providencia y nunca a sí mismo. Recuerdo que en cierta ocasión me dijo: 

«-Si el Señor no me hubiese llevado por este camino (esto es, el de los Oratorios), temo que habría estado en gran peligro de tomar un 
camino torcido o de ser un liberal». 

Era la frase de san Felipe Neri algo cambiada: -íSi el Señor no pone su mano sobre mi cabeza, yo me hago turco! 

El canónigo Ballesio, párroco de Moncalieri, añade: 

«La profunda humildad que anidaba en su alma se reflejaba en sus palabras, en sus actos y en toda su persona, hasta darle aquella 
impresión de natural bonachón por el que, a primera vista y quien no le conocía todavía quedaba asombrado de ver bajo tan modestas y 
sencillas apariencias a don Bosco, aquel hombre cuya fama corría del uno al otro mundo. 

»Reconocía sinceramente como don de Dios cuanto tenía de bueno en el alma y en el cuerpo, sintiéndose obligado a hacer el mejor uso 
de ello para su mayor gloria y el bien del prójimo. En todas sus obras, especialmente en las más arduas, después de haber consultado con 
el Señor su santa voluntad, rezaba y nos encomendaba a nosotros que rezáramos. Si las cosas no le salían bien, se humillaba en su 
corazón y se resignaba a las disposiciones y permisiones de Dios. Y si le salían bien, atribuía a El, a la ((976)) Virgen, a los Santos a los 
que se había encomendado, alabanzas y mérito, y nos animaba a nosotros a hacer otro tanto. 

»De esta gran pureza de intención en sus obras y de su sincera humildad provenía su calma inalterable, su espíritu, su invencible 
constancia. Tenía el Siervo de Dios una costumbre, a primera vista poco conforme con la humildad cristiana, que era la de hablar de sus 
cosas en tercera persona, diciendo: Don Bosco ha hecho, don Bosco ha dicho, cuando contaba lo que pensaba hacer o hacía por el 
Oratorio y por lo emprendido por sus casas. Mas a quien le conocía y consideraba al Siervo de Dios, en su aspecto, en sus expresiones, 
fácilmente le parecía que su modo de hablar era el de un padre, el de un amigo que narra sus cosas prósperas y adversas para edificación y 
conocimiento y aliento de los suyos, que tanta parte tomaban en sus alegrías y en sus dolores; y también para condescender con su filial, 
afectuosa y legítima curiosidad, y, al mismo tiempo, recompensarles 
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de algún modo por sus oraciones y el interés que tenían por las obras de su Padre». 

Cuantos vivieron con él testifican que esta virtud era en él una virtud heroica. Citamos a don Miguel Rúa: «Recibía con gran humildad 
las sugerencias de sus alumnos y tomaba buena nota de sus observaciones. Recuerdo que en cierta ocasión le ayudé la santa misa, y 
después me permití hacerle notar alguna inexactitud, que me parecía haber advertido. Me dio las gracias y en adelante tenía siempre 
consigo el librito de las rúbricas de la santa misa y lo leía de vez en cuando». 

«Deseaba, anota don Joaquín Berto, y aceptaba de buen grado las observaciones y correcciones, hasta del último de sus subalternos. 

Más de una vez me dijo a mí mismo: 

»-Desearía observases todo lo que veas en mí de reprobable y que, con toda franqueza, me lo comunicaras. 

»Lo hice varias veces en cosas mínimas en las que no había la menor sombra de culpa; y él, no obstante, las ((977)) tomaba en 

consideración y se mostraba reconocido como por un beneficio recibido». 

Si alguna vez oía elogiar sus virtudes y sus obras, interrumpía la conversación, diciendo: 

-No hagamos una ofensa a Dios y a María Santísima. Si aquel asunto salió tan bien, si nuestras obras prosperan, lo debemos totalmente 

a Dios y a nuestra buena Madre. Cometemos un acto de ingratitud si nos atribuimos el éxito de una obra emprendida, y nos hacemos 
indignos de la ayuda del Señor. 

Otras veces decía, y nosotros se lo oímos repetidamente: 

-Si el Señor hubiese encontrado un instrumento más inepto que yo para sus obras, pero dispuesto a abandonarse enteramente a su divina 
Providencia, lo habría tomado en mi lugar y hubiera estado mejor servido que por mí y habría obrado cosas mucho mayores que éstas. Yo 
con mis fuerzas, si el Señor no me hubiese ayudado, sería un pobre cura de montaña. 

Aún en sus últimos años se le oía repetir: 

-íCuántos prodigios ha obrado el Señor entre nosotros! Pero cuántas maravillas más habría hecho si don Bosco hubiese tenido más fe. 

Y se le arrasaban los ojos de lágrimas. 

Aunque su nombre llegó a ser tan célebre, siempre se consideraba como un siervo inútil: y algunas veces exclamaba: 

-Pero, »quién es don Bosco para que le aclamen de ese modo: 

Y persuadido de ser un pobre pecador, decía suspirando: 

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-No quisiera que alguien, creyéndome lo que no soy, no rezase por mí después de mi muerte y me dejase padecer en el purgatorio. 

Atestigua aún don Miguel Rúa: 

«Si alguien le atribuía el efecto maravilloso de sus bendiciones u oraciones, le ((978)) reprendía afirmando que solamente a María 
Santísima o al santo al que se habían encomendado, se debía atribuir el resultado obtenido. Yo mismo le oí varias veces encomendarse al 
Señor para que no le pusiese en tan embarazosas situaciones, esto es, ser tenido como autor de tales gracias, y con frecuencia contaba 
casos en los que se habían obtenido resultados contrarios a los deseos de quien imploraba su bendición. 

»Toda su estima y aprecio era para los demás, a quienes alababa gustosamente; y comparándose con ellos se estimaba como un 
principiante en la vida espiritual. Asimismo aparecía su humildad en las alabanzas que con tanta expansión daba a las otras órdenes 
religiosas. Hablando con nosotros exaltaba los méritos y la bondad de la Compañía de Jesús, los servicios religiosos prestados a 
innumerables jóvenes por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, la sencillez y el celo de los Padres Capuchinos, y así de otros 
religiosos; cada vez que se le presentaba la ocasión, enaltecía cuanto podía las maravillas apostólicas de cada una de las Ordenes, 
recordando a tantos y tantos santos como han dado a la Iglesia». 

Don Juan Bonetti escribió: «Sucedía a menudo que algunos presentaban a don Bosco, después de algún dicho, escrito o hecho, 
observaciones o críticas, hijas del error o de alguna encubierta pasión: si no se trataba de verdades doctrinales o del daño de un tercero, él 
se doblegaba rápida y suavemente a la injusta reprensión o a la irrazonable advertencia que se le hacía. 

»Mas si la verdad y la caridad le obligaban a responder y a discutir, lo hacía con palabras tan benignas que, casi siempre, apaciguaban o 
calmaban los ánimos de los demás y ponían luz en las tinieblas. 
Frecuentemente acometido con insulto e injurias, de palabra y por escrito, por quien erróneamente se creía ofendido por él, o por quien 
era pagado para hablar o escribir en contra suya, don Bosco soportaba la ofensa con gran humildad; después respondía con toda calma y 
dulzura, o callaba, dejando su causa en manos del Señor. 

((979)) »Si le venían las injurias por alguna obra de bien, hecha para mayor gloria de Dios y salvación de las almas, no por eso 
abandonaba la buena obra sino que la seguía, aun a costa de recibir injurias e insultos mayores, ya que nunca tenía en cuenta su honor». 

El siempre era el mismo. Atestiguó de él don Juan Turchi: «Fue 
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siempre humilde y sencillo, sin jamás desmentirse, como le conocí en 1851 ». 

Y don Juan Piano repetía: «Puedo asegurar que perseveró siempre en el ejercicio de todas las virtudes y nunca observé en él nada que 
ensombreciese lo más mínimo la idea de santidad que me había formado de él». Y añade: «Me encontraba un día en el convento de los 
Capuchinos en una solemnidad a la que también asistía monseñor Rosaz, Obispo de Susa. Hablábase de don Bosco y de sus obras y dijo 
Monseñor estas palabras: -Hay que reconocer que don Bosco posee la virtud de la humildad en grado extraordinario, si Dios quiere 
servirse de él para obrar tantos portentos». 

Y don Francisco Dalmazzo: «Monseñor Galletti, Obispo de Alba, predicando un día en el Cottolengo y en otra ocasión en unos 
ejercicios espirituales al Clero, dijo desde el púlpito: -Id a la habitación de don Bosco y allí percibiréis el perfume de la santidad». 

Y después de esta nueva entalladura a la querida imagen de don Bosco, que queríamos esculpir en estas páginas, prosigamos la 
narracion: 

Estaba para empezar el curso 1867-68. Tres clérigos habían obtenido en agosto el título de maestros elementales en Pinerolo. En 
septiembre obtenían tres más en la Real Universidad de Turín el diploma de profesores para los tres primeros cursos de Bachillerato. Y en 
el mes de octubre alcanzaban otros cuatro, en Ivrea, la patente para las clases elementales superiores. Don Bosco designó a cada uno las 
clases que debían atender y les dio sabios consejos, insistiendo en la recíproca caridad que no quería se turbase de ningún modo. 

((980)) Admitía que hubiera serenas discusiones, pero no le gustaban las porfías y altercados por motivos literarios y ni siquiera en 
materia filosófica o teológica, porque advertía que, de ordinario, en el calor de la disputa, se faltaba a la caridad. 

Recomendaba muy encarecidamente a los superiores, a los maestros y a los confesores que rogasen cada día por los alumnos y los 
penitentes, demostrándoles la importancia de obtener del Señor los auxilios necesarios para el buen resultado de su misión. Si había algún 
desorden en un colegio o en una clase, si algunos muchachos traviesos no se sujetaban a la disciplina, solía preguntar al que se lamentaba 
de ello: 

-»Rezas por tus muchachos? 

Una vez comenzadas las clases, tanto el Oratorio como los colegios de Mirabello y Lanzo rebosaban de alumnos y tenía también un 
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buen número de internos el maestro Miglietti en la casa de la Jardinera, cuyo alquiler pagaba don Bosco. 

Obran en nuestro poder algunas cartas de los últimos días del mes de octubre. 

Escribía reconocido a la condesa Callori, por la excursión que hicieron los alumnos de Mirabello a su quinta en Vignale. Y sobre el 
Colegio de Valsálice, fundado el 19 de octubre de 1863 por una asociación de sacerdotes turineses, en una amena finca sobre las colinas 
de Turín, para educar a los jóvenes de las clases ricas y de posición acomodada en la religión, las ciencias y las carreras civiles, militares 
y comerciales. 

Benemérita señora Condesa: 

Las madres deben mandar y rogar a sus hijos. Por eso, usted debía decir: Don Bosco, vaya, venga, quédese; y don Bosco, aunque un 
poco a su pesar, habría obedecido. Que le sirva de norma para otra vez. 

Así, pues, he hecho, en mi poquedad, la petición que me pedía y me parece buena la idea de mandar a Manuel a Bressannone (Brixen). 
Valsálice es siempre un colegio que goza de buen nombre y yo tengo en él toda confianza. Puede el niño ir con toda tranquilidad. 

Los alumnos de Mirabello quedaron maravillados del modo, habitual en ustedes, con que fueron tratados, y me han enviado largas 
cartas a mí y ((981)) a sus padres, etc. Sea todo a la mayor gloria de Dios. Les he recomendado que hicieran la santa comunión por usted. 

Deo gratias por todo lo que me escribe del párroco de Lu. El reverendo Espagnolini quedó contentísimo de su estancia en Vignale; 
ahora ha hecho la petición para entrar en los Jesuitas, pero su Obispo quiere mandarlo a una parroquia. 

He recibido las quinientas liras que me mandó para el libro: esté tranquila, ya que, antes de que se haya realizado la unidad italiana 
(ícosa que sucederá pronto!), el libro quedará terminado. La paciencia es una virtud y las madres tienen que ejercitarla con ciertos hijos... 
El trabajo del libro no se ha interrumpido; pero resulta más voluminoso de lo que se calculaba. 

Tendría verdadera necesidad que el señor César me pudiese enviar la traducción de estas vacaciones, ya que habría oportunidad para 

pasarla enseguida a la imprenta. Trate de animarlo en mi nombre para una obra tan buena. 

Comunicaré al joven Ruschino la respuesta de su carta. 

Dios nos bendiga a todos y la Virgen Santísima proteja a la Iglesia y bendiga y asista a su Cabeza. Amén. 

Con toda gratitud me profeso, 

De V. S. Benemérita 

Turín, 10 de octubre de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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Otra carta, dirigida a monseñor Formica, Obispo de Cúneo, nos recuerda muchas otras en las que trataba de la aceptación de muchachos 
y lo relativo a los mismos. 

Excelencia Rvma.: 

Será un poco difícil que el joven Morroni se adapte a la disciplina de esta casa a sus diecisiete años; no obstante, hagamos la prueba. 
Que se traiga solamente algunas prendas, conforme a la nota que acompaño, y venga después de Todos los Santos. 

El hijo de la viuda Rosa Serra será también admitido, si puede acomodarse al programa que le incluyo. Como la casa está 
completamente llena, debemos mandarle a él, o a otro, al lugar que en él se indica. 

Aprovecho la ocasión para augurarle toda clase de bendiciones celestiales, y mientras me encomiendo a mí y a los pobres jovencitos de 
esta casa a su caridad y a sus santas oraciones, tengo el alto honor de profesarme, 

De V. S. Rvma. 

Turín, 19 de octubre de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

((982)) Pero las más cariñosas expresiones de afecto las tenía con sus exalumnos. Escribía a Juan Turco, de Montafía: 

Muy querido Turco: 

Tu carta me ha dado mucha alegría y me resultó muy grata Porque en ella me hablas con la antigua confianza, que para don Bosco es lo 
más querido en el mundo. Tomando tu carta solamente bajo un punto de vista, doy gracias al Señor que, en medio de los años más 
difíciles de la vida, te ha ayudado a conservar los sanos principios de la religión. Puede decirse que la edad más peligrosa ya ha pasado; 
cuanto más adelantes en años, más se desvanecerán las ilusiones que el hombre se hace del mundo y más se confirmará aquello que me 
dijiste, que solamente la religión es estable y puede en todo tiempo hacer feliz al hombre en esta vida y en la eternidad. 

Después de este poco de filosofía, te aconsejo que continúes con la profesión de agrimensor en que trabajas, que practiques la religión, 
especialmente la confesión frecuente que para ti es un verdadero bálsamo, pero que con todas tus fuerzas y con todos los medios posibles, 
asistas y consueles a tu buen padre en su vejez, etc., que, gracias a Dios, puede decirse es floridísima. 

En el pasado te he recomendado al Señor en la santa misa y lo haré con más gusto en el porvenir, puesto que me lo pides. También tú 
rogarás por mí, »no es verdad? 

Tengo algunos libritos amenos para traducir del francés, »me traducirías alguno? Sería publicado en las Lecturas Católicas. 

Tendré siempre una gran satisfacción cada vez que me escribas. Que Dios os bendiga a ti y a tu padre, y os guarde a los dos ad multos 
annos (por muchos años) con una vida feliz. 

Fin de Página 833 


VOLUMEN VIII Página: 834 

Don Juan Bautista Francesia, don José Lazzero, Chiapale y muchos otros amigos tuyos te saludan. 

Siempre tuyo en el Señor. 

Turín, 23 de octubre de 1867 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El mismo afectuoso interés demostraba a otro exalumno, sacerdote y doctor en letras, que había hecho durante las vacaciones un viaje a 
Venecia y del que habían informado mal al Venerable. 

Carísimo... 

No he podido responder a su debido tiempo a tu carta. 

Me ha complacido el desengaño y que no has imitado a tu compañero vistiéndote de seglar. Así me lo comunicó también don José 

Apollonio. 

((983)) He recibido la limosna que haces al Oratorio y te la agradezco. 

Entre tanto, ánimo. Praebe te ipsum exemplum bonorum operum (muéstrate dechado de buenas obras). 

La meditación y la visita al Santísimo Sacramento serán para ti dos salvaguardias poderosísimas: aprovéchate de ellas. 

Que Dios te bendiga. Ruega por mí, que soy 

Turín, 29 de octubre de 1867 

tu afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Tomaba también la pluma para escribir en favor de dos clérigos, cuya situación en el Seminario se había hecho difícil, y al mismo 
tiempo declaraba al Rector, el canónigo Vogliotti, haber cumplido, por su parte, las órdenes del Arzobispo. 

Ilmo. y Rvmo. Señor Rector: 

Con el fin de secundar las intenciones de S. E. Rvma. he acudido varias veces a S. E. para hablarle del clérigo Cavallero; pero, no 
habiéndolo logrado, he escrito a propósito una carta de la que no he tenido respuesta. De acuerdo con la Circular pensaba yo que estos 
asuntos fueran tratados directamente. Con respecto a Cavallero le diré que él mismo me manifiesta que, por consejo del propio Director 
espiritual del Seminario, tenía intención de dejar la sotana a principio de vacaciones. 

Yo le he aconsejado que no lo hiciera de momento y lo tengo conmigo durante este tiempo. Ahora aún no está totalmente decidido al sí 
ni al no. Si no hubiere dificultad, yo le tendré a prueba durante este año conmigo; mas si usted opina de otro modo, me someto a sus 
órdenes, pero temo que tal vez se decida a efectuar el proyecto de abandonar la sotana. Es un muchacho lleno de vida, pero de moral muy 
buena. Su espina para continuar es el consejo del Director espiritual mencionado. 

Fin de Página 834 


VOLUMEN VIII Página: 835 

El canónigo Ortalda me envió aquí al clérigo Ortalda diciéndome que luego pasaría él a hablarme sobre el particular; no se me dio más 
razón, que la de que no podía volver al Seminario, porque no sería admitido. Si tuviese la bondad de decirme una palabra para mi norma, 
sería para mí un gran favor. Para su gobierno le digo que la Circular del señor Arzobispo fue cumplida por mí a la letra y no tengo aquí, 
ni en Lanzo, ni en Mirabello clérigos de la diócesis de Turín, excepción hecha de los que piensan formar parte de la Sociedad de San 
Francisco de Sales, para quienes S. E. hizo excepción en la Circular que me envió. 

Siempre será para mí una gran ayuda cuando me diga algo ((984)) que usted juzgue bueno para la mayor gloria de Dios. 

Augurándole las bendiciones del cielo y la salud me encomiendo a la caridad de sus santas oraciones y me profeso con todo aprecio, 

De V. S. Rvma. Ilma. 

Turín, 9 de noviembre de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Le tocó escribir otras cartas por cuestión de un pleito, que desde hacía tiempo le causaba muchas molestias y disgustos. Lo sostuvo 
porque es sagrada la voluntad de un moribundo y porque no podía abandonar un subsidio que no le pertenecía a él sino a sus pobres 
muchachos. Pleiteó forzado y cedió cuando vió que era imposible el triunfo de su derecho. íCuántas veces le tocó soportar cruces de esta 
índole con molestias, gastos pesados y graves, y someterse a una prepotencia injusta! Vayamos al hecho. 

El teólogo Vicente Fissore, párroco de Scalenghe, fallecido en 1866, se acordaba de don Bosco en su testamento: 

«Artículo 9: -Lego al sacerdote Juan Bosco, hijo de Francisco, mi viña con otras propiedades de muebles e inmuebles que poseo en San 
Mauro Torinese, con obligación para el mismo de entregar anualmente la cantidad de cincuenta liras al párroco pro tempore 
(circunstancialmente) de Scalenghe para que sean distribuidas a los pobres enfermos de esta parroquia». 

El artículo estaba clarísimo; sin embargo, los herederos comenzaron una cuestión que duró mucho tiempo. El 12 de septiembre 
proponían a don Bosco un arreglo en los siguientes términos: 

«Los herederos están dispuestos a ceder a partir de hoy sus derechos sobre dicha viña, a condición de que entregue la cantidad de cuatro 
mil liras pagaderas en el término de dos meses, y que, al mismo tiempo, asuma las obligaciones que le fueron impuestas por el teólogo 
Vicente Fissore». 
835 

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VOLUMEN VIII Página: 836 

Don Bosco respondía que no era aceptable la proposición ((985)) debido a la última condición y añadía: pídase una sentencia legal o 
bien vendan los herederos y entreguen lo que quieran. 

La cuestión era, por consiguiente, denunciada a los tribunales y en la comparecencia del 4 de abril de 1867, y en la del 22 de mayo del 
mismo año, hacían los herederos, sobre el artículo de aquel legado, tantas observaciones y tantas insinuaciones que provocaban las más 
insidiosas preguntas hasta hacer suponer un don Bosco, muy distinto del que era. A partir de 1850, se valieron siempre de esta astucia 
para hacer nula la piadosa voluntad de los testadores. El pleito se perdió. 

Pero he aquí en qué términos respondía don Bosco contra los herederos en el transcurso del proceso. 

El sacerdote Juan Bosco considerando que los señores oponentes no han respondido a ninguna de las observaciones hechas sino de un 
modo evasivo, remitiéndose totalmente a cuanto se dijo en la comparecencia anterior; profesándose en pleno acuerdo en cuanto a la 
honestidad y sensatez del teólogo Vicente Fissore testador, retorna a estas conclusiones: 

1.° Que nunca ha pedido ni pide legalmente nada a nadie, ya que su confianza no comporta discusiones ante las autoridades legales. 

2.° Solamente pide que cesen los prolongados disturbios que los herederos le ocasionan, aun cuando nunca les ha hecho petición 
alguna, ya que siempre y constantemente ha apelado a su conciencia. 

3.° Que sea indemnizado de los gastos que injustamente le obligan a hacer;puesto que no comprende cómo los herederos, después de 
haberle lisonjeado con promesas, y entrado en posesión de todo, sin que el sacerdote Bosco se haya opuesto jamás, quieran ahora 
molestarle y estorbarle en sus graves ocupaciones solamente por el gusto de preguntarle o invitarle a responder de cosas a las que por sus 
deberes no puede responder. 

Por aquellos días una familia de buenos cristianos, deseando adquirir la viña de don Vicente Fissore, escribía sobre ella a don Bosco, 
reconociendo en él el derecho de propiedad. El respondía: 

Muy apreciado Reffo: 

La Villa de San Mauro me fue legada en la confianza de que yo hiciese uso particular, según las intenciones del difunto teólogo Fissore, 
párroco ((986)) de Scalenghe; pero los herederos, por falta de una formalidad legal, impugnan la validez del testamento. 

El pleito está pendiente; yo nunca he pedido nada porque a mí no me pertenece nada; pero ellos me hacen litigar sin razón. Por mi parte 
entiendo dejar a tu padre libre en conciencia, y que obre solamente de acuerdo con la legalidad. Te digo esto, porque parece que los 
herederos miran más la legalidad que la conciencia. 
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VOLUMEN VIII Página: 837 

Si en el pasado encomendé a tu padre y a toda tu familia al Señor, más lo haré ahora que me lo dices, asimismo elevaré una humilde 
oración a san José a fin de que obtenga protección para los artesanitos, y para ésta nuestra casa, que también pasa por grandes apreturas. 
Esperemos en Dios que es un buen Padre. 

La Santísima Virgen nos bendiga y nos conserve a todos por el camino del cielo. Amén 

Ruega por mí que soy tu, 

Turín, 16-XI-1867 

afectísimo en Cristo JUAN BOSCO, Pbro. 

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VOLUMEN VIII Página: 838 

((987)
)


CAPITULO LXXXI 

NOTICIAS DE ROMA -DON BOSCO ASEGURA QUE LOS ROMANOS NO DEBEN TEMER LA INVASION DE LOS 
ENEMIGOS -GARIBALDI SE PRESENTA A LA CABEZA DE NUMEROSOS VOLUNTARIOS Y SE APODERA DE MONTE 
ROTONDO -LOS CONJURADOS INTENTAN UNA INSURRECCION EN ROMA, PERO SON DESCUBIERTOS Y REDUCIDOS 
A LA NADA -LLEGADA DE LAS TROPAS FRANCESAS -LA BATALLA DE MENTANA -GARIBALDI ES DERROTADO Y 
CONDUCIDO DE NUEVO A CAPRERA -UNA VISION PROFETICA NARRADA POR EL VATICINADOR -LOS 
GARIBALDINOS HERIDOS SON RECOGIDOS EN LOS HOSPITALES DE ROMA -CARIDAD DE LOS PATRICIOS QUE LES 
ATIENDEN EN LAS ENFERMERIAS -NOTICIAS TRANQUILIZADORAS 

» Y cuáles eran los destinos de Roma? Don Bosco había hecho escribir cartas confortadoras a sus amigos y bienhechores. Todos lo 
temían y parecía que no hubiese casi esperanzas de impedir que Roma fuese arrebatada al Papa. Así que escribían cartas a don Bosco y al 
caballero Oreglia, pero no todas llegaban a su destino. Una de éstas decía: 

Roma, 25 de octubre de 1867
Señor Caballero:


Los momentos que atravesamos son graves, y hasta diría supremos. Por tanto nuestra unión en la plegaria debe ser más fuerte, y con 
esta arma, con este recurso defenderemos a la Iglesia, a la Religión, al Papado, mientras otros lo defienden con la espada. Que sea una 
asociación de medios, de combate, de defensa y pugnando vinces (luchando vencerás) y combatiendo se triunfará. 

Su carta, sus expresiones y exhortaciones han sido valoradas como un justo medio para prevenir y reparar males mayores. Nosotros 
estamos en plena calma y con óptima salud esperando los sucesos ((988)) que resultarán un triunfo para la Iglesia. Sobre Roma, modelo 
de conducta pundonorosa, respetuosa y afectuosa puede usted saberlo todo por la Unidad Católica, siempre bien informada por sus 
corresponsales. El Santo Padre está tranquilo, sereno, y esto inspira a todos ánimo, confianza y fortaleza y estará siempre con nosotros, 
que permanecemos bajo su sombra en la Roca del Vaticano. »No es verdad? Si usted sigue siendo el intérprete de los pensamientos de 
don Bosco, el expositor de sus palabras, hará un verdadero regalo... 

Si hubiera que recoger diariamente en un periódico todas las noticias que circulan, 
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Fin de Página 838 


VOLUMEN VIII Página: 839 

se podría formar todo un volumen; tales y tantas son las contradicciones, hijas de una excesiva susceptibilidad, promovida por las 
actuales circunstancias, cuya probabilidad de existencia expira apenas nacen, como efecto que son de la imaginación, de las aspiraciones, 
de los deseos... 

ESCIPION CONESTABILE DELLA STAFFA 

El Venerable había dicho en los primeros días del mes una palabra, digna de ser tenida en cuenta, referente a los sucesos de Roma. Una 
noche en la que se hablaba de la guerra y alguno expresaba su miedo por los males que amenazaban a Roma, él, con aire sonriente y 
seguro, interrumpió diciendo: 

-Pues bien, si las ocupaciones me lo permitieran, me gustaría ir a Roma, recorrer varios barrios de la ciudad y gritar en alta voz diciendo 
a todos los ciudadanos que estuviesen tranquilos, porque nada malo les sucederá; que confíen en la protección de la Virgen María y no 
teman invasión alguna. 

Así se lee en la Crónica de don Miguel Rúa. 

Lo sucedido demostró cuán acertado andaba don Bosco. 

El 23 de octubre salía Garibaldi de Florencia en un tren especial hacia Terni. En Scandriglia tomó el mando de doce mil combatientes 
congregados allí y en Corese, a pocas millas de Monte Rotondo, a treinta kilómetros de Roma. El 25 asaltaba con todo su ejército Monte 
Rotondo, defendido solamente por trescientos cincuenta hombres que resistieron durante veintisiete horas seguidas: y después de haber 
sido rechazado cuatro veces, con la pérdida de un millar de hombres entre muertos y heridos, finalmente se apoderaba del castillo. Los 
soldados pontificios, cansados y hambrientos, tuvieron que rendirse, al ser aplicado el fuego al palacio que les servía de último baluarte. 

((989)) La revolución había sido batida en Roma pero no desarmada. El día 25, informado Cucchi de que Garibaldi se encontraba en 
Monte Rotondo, tuvo por seguro que aquella misma noche llegaría a las murallas de Roma. En consecuencia intentó renovar la revuelta 
aquella noche para facilitar la entrada de los atacantes. Entre los ocultos reductos de los insurrectos, el principal y más seguro era la 
fábrica de lanas de Julio Aiani, en el Trastévere, que se componía de varios bloques de edificios. Allí estaba almacenado un gran depósito 
de armas y de bombas. Los cabecillas contaban con quinientos hombres, en su mayoría extranjeros. Se comenzaron los preparativos en la 
fábrica para salir armados durante la oscuridad de la noche, con el fin de asaltar las prisiones políticas de San Miguel, acometer algún 
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convento y tocar a rebato las campanas. Después del combate por las calles, si no hubiere aparecido Garibaldi, debían ocultarse en casa 
Aiani, y si fueran asaltados allí, oponer fuerza contra fuerza ayudados por numerosos cómplices, dispuestos a la insurrección en las casas 
colindantes. 

El Magistrado Regional, aunque lo sospechaba, no se resolvía a ordenar un registro armado en la fábrica de lanas, cuando un parte 
anónimo llegó a la Policía Central el día 25 de octubre por la mañana. «El papel estaba escrito con caracteres ya conocidos por otros 
avisos verídicos, precisos, oportunos». Así lo narra la Civiltá Cattolica de 1870 (volumen IX, página 47). 

Se mandó, en consecuencia, que un destacamento de gendarmes y zuavos hiciera un registro en la fábrica de lanas. Llegaron allí poco 
después del mediodía, mientras se encontraban en aquella casa setenta conspiradores, y en el momento en que empezaba la distribución 
de las armas. Sorprendidos, opusieron la más tenaz resistencia; pero, después de una hora de tiroteo, los soldados tomaron por asalto la 
fábrica. Los garibaldinos tuvieron dieciséis muertos y treinta y nueve prisioneros; los demás consiguieron escapar. Tres soldados 
pontificios fueron heridos. Después fueron detenidas algunas pequeñas bandas y descubiertos otros depósitos de armas. Francisco Cucchi 
se refugió en Florencia. 

Mientras tanto las tropas italianas invadían por varios puntos el territorio ((990)) pontificio, ocupando algunos pueblos grandes, y se 
dirigían hacia Roma para prevenir con su entrada los desórdenes, inseparables de toda revolución en una ciudad, donde, como se había 
calumniado y gritado a los cuatro vientos, debían acumularse odios sin cuento contra el gobierno del Papa. Pero el fin principal era muy 
otro. Los comandantes sectarios marchaban resueltos a proclamar la república mazziniana en el Capitolio. El ministro Menabrea afirmaba 
después en el Parlamento de Florencia, que tenía en sus manos los documentos que demostraban la trama. 

El día 27, a las dos de la tarde, el ejército de Garibaldi, al grito de í Viva Garibaldi! í Viva Mazzini! í Viva la República!, bajaba de 
Monte Rotondo y se dirigía a la conquista de Roma, aun a costa de oponerse a los franceses. Don Bosco había predicho que la revolución 
llegaría a las puertas. 

El 28, al atardecer, la flota francesa alcanzaba las aguas de Civitavechia cuando Garibaldi estaba ante Roma. La ciudad permanecía 
tranquila, sin que apareciese ningún peligro de revuelta. El 30, la vanguardia de los invasores era puesta en fuga en el puente Nomentano, 
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y entraban en Roma los primeros batallones franceses. A la noche siguiente, mientras Garibaldi junto con los suyos se retiraba a Monte 
Rotondo, un pelotón de zuavos, después de descubrir el último refugio de conjurados, junto al cuartel Serristori, lo asaltaba. Fueron 
recibidos con una descarga de fusilería, en la que murieron su capitán y dos soldados y tomaron el puesto a la bayoneta. Así se apagaba el 
último rescoldo de la insurrección. 

La guerra terminó en Mentana, contrafuerte de Monte Rotondo. 
El 3 de noviembre cuatro mil novecientos soldados, entre pontificios y franceses, derrotaban a los garibaldinos y los ponían en fuga. El 
ejército italiano tenía orden de atravesar las fronteras. 

Garibaldi, arrestado por los carabineros italianos, fue conducido, con todos los honores, a La Spezia, y desde allí a Caprera. 

A titulo de curiosidad referimos nosotros aquí una visión profética, ((991)) impresa el año 1862 en un libro titulado el Vaticinador, 
editado en Turín por la tipografía italiana de F. Martinengo y Cía. notando también cómo algún eclesiástico era propenso a creerla 
original de don Bosco. 

Léese así, en la página 28 de dicho libro: 

Visión tenida en Turín por un anciano eclesiástico, de iluminada doctrina, consumado en la virtud y en los trabajos del sagrado 
ministerio, amargado con el pensamiento de la siempre creciente irreligiosidad e inmoralidad. 

El 26 de julio del corriente año (1862) encontróse dicho religioso, transportado en espíritu, sobre una gran plaza, que le parecía la del 
Vaticano. En medio de la misma se levantaba un monumento de mármol blanco de figura cuadrada apaisada;sobre dicho monumento 
había una estatua que en un principio no podía distinguir bien; pero después vio que representaba la Inmaculada Concepción de María 
Santísima. 

Alrededor de este monumento se agitaban muchos estrepitosamente. Ninguno vestía el hábito sacerdotal o religioso: éstos se alternaban 
en el servicio separándose airadamente sin poder nunca ponerse de acuerdo, y desaparecían sin haber obtenido más que un furioso rumor. 

Unos pocos contemplaban mudos desde lejos aquel simulacro y aterrados miraban de tanto en tanto la tremenda lucha que en torno a 
aquel monumento se desarrollaba, sin lograr nunca causarle ningún daño. Y cuando unos, cansados y confundidos, cedían el lugar a otros, 
y no quedaban más que unos pocos que en voz baja parecían entenderse, vio levantarse, detrás de la estatua de la Inmaculada, un guerrero 
que hasta entonces había permanecido indiferente e indicaba a todos los inquietos que se acercaran a él. (El visionario conoció al 
individuo al que llama Liberador, pero no quiso nombrarlo). Entonces la Bienaventurada Virgen María, de repente, aunque era de blanco 
y frío mármol, sin embargo, irradiaba una sobrehumana majestad de su semblante augusto y con las sienes coronadas por una diadema, y 
toda su persona, tomando una expresión divina, adquiría el aspecto de una Reina vencedora y protectora. Extendía su mano derecha al 
Vaticano y parecía 
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que este se colocase bajo Ella y, alejando con la izquierda al guerrero que había salido a sus pies, éste empequeñecía y se ponía boca 
abajo tras de la gran Virgen Nazarena, inmóvil sobre el ancho pedestal sobre el cual estaba desde el principio de la visión. El cielo, el sol, 
el aire empezaron como a sonreír dulcemente. Un admirable silencio reinó inmediatamente por doquier. Desaparecieron los sublevados. 
La ciudad descansó tranquila. Los buenos, que hasta ahora habían levantado las manos hacia Ella, refugio de los afligidos, y que, aunque 
no hablasen, veíanse todos envueltos por el mismo afecto y admiración, saludándola alegres, se retiraban de la plaza. 

((992)) La conclusión nos recuerda las palabras dichas por don Bosco a fines del año anterior: 

-íNo entrarán! 

Esta promesa solamente se refería a la invasión del 1867, porque era muy otro su convencimiento para el tiempo futuro, como ya hemos 
visto y veremos mejor en el curso de estas Memorias. 

Pero la batalla de Mentana fue también un triunfo admirable de la misericordia de Dios. Los heridos garibaldinos, transportados a 
Roma, fueron tantos que, como no bastaran los hospitales para atender a todos cómodamente, abriéronse otros por la caridad romana. En 
todos ellos hacían que abundase no solamente lo necesario, sino hasta las delicadezas. Es difícil que la fe se apague totalmente en un 
corazón italiano: los heridos aceptaban con gusto, besaban y se ponían al cuello la medalla y el escapulario de la Virgen. Asistidos por 
numerosos sacerdotes, dieron muestras de verdadera penitencia; y los que morían celebraban verse libres del peso de sus culpas. Pío IX 
les consoló algunas veces con sus visitas paternales; y los nobles señores se prestaron por turno, con la más religiosa caridad, lo mismo de 
día que de noche, a los más humildes servicios de enfermeros, de modo que llamaban la atención hasta a los mismos enemigos en el lecho 
del dolor. Entre estos enfermeros estuvo el salesiano caballero Federico Oreglia di Stefano, llegado pocos días antes a Roma. 

El 14 de noviembre escribía a Turín su hermano el padre José. 

Federico estuvo conmigo para ver las fortificaciones que continúan y aumentan. Después me llevó a visitar el hospital de Garibaldi... 
Aquí aumentan cada día los franceses y se calcula que aún aumentarán más. No se cree que piensen partir... Roma vuelve a la paz. Pero 
tuvimos tres o cuatro días malos, cuando los garibaldinos estaban a las puertas y no llegaban los franceses; y se creía que vinieran en su 
lugar los italianos. Ahora, gracias a Dios, todo está en paz... No hemos sufrido nada en proporción al peligro. Tuvimos, sin embargo, 
todos los vidrios rotos al estampido de una bomba aquí cerca. Tampoco fuera de Roma tuvieron que sufrir nada los Jesuitas. 
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((993)) 

CAPITULO LXXXII 

DON BOSCO VA A MILAN -SU CARTA DESDE CASALE AL PREFECTO DEL COLEGIO DE MIRABELLO -VISITA A 
AQUEL SEMINARIO MENOR -LIMOSNAS DE LAS BIENHECHORAS PARA EL ALTAR DE SAN PEDRO Y LA CAPILLA DE 
SANTA ANA EN LA NUEVA IGLESIA -EL CONDE CAMBRA Y DIGNY MINISTRO DE HACIENDA -CARTA DE DON 
BOSCO AL CABALLERO OREGLIA; EL NUMERO DE LOS ALUMNOS DEL ORATORIO; SITUACION DE LOS TRABAJOS 
DE LA NUEVA IGLESIA; LIMOSNAS DE SEÑORES ROMANOS; LA CURACION PARCIAL DEL CONDE VIMERCATI Y QUE 
MEDIO INTENTAR PARA QUE SEA COMPLETA; VIGNA PIA -DON BOSCO EN LANZO Y LAS VOCACIONES -MAS 
NOTICIAS SOBRE LOS TRABAJOS DE LA IGLESIA PARA EL CABALLERO -INAUGURACION DE LA ESTATUA DE LA 
VIRGEN SOBRE LA CUPULA -EL ALTAR DEL CONDE BENTIVOGLIO -DON BOSCO VUELVE A MILAN -LA FIESTA DE 
SANTA CECILIA EN EL ORATORIO -DON BOSCO EN CUMIANA -LA PROVIDENCIA -PREDICCION SOBRE ROMA 
NOTICIAS DEL ORATORIO PARA EL CABALLERO 

EN los últimos meses del año había decidido don Bosco realizar algún viaje. A fines de octubre estaba en Milán, donde permaneció poco 
tiempo. Ignoramos los asuntos tratados. A la vuelta pasó por Casale, donde se detuvo unas horas para hablar con el conde y la condesa 
Callori. Desde aquí escribió al prefecto del Seminario Menor de Mirabello: 

Carísimo don Francisco Provera: 

He dado curso a la carta sobre el clérigo Turco dirigida al Obispo de Casale, en Crema; después haremos según lo que él nos diga. 

((994)) Envíame lo antes posible informaciones de cuanto se hizo sobre los bienes muebles con los datos necesarios para realizar la 
entrega en Turín. Me he informado y me aseguran que la ley nos favorece para efectuar la entrega de otros Institutos allí en donde se 
encuentra el Instituto principal. Podrías enviarme una papeleta firmada, que me serviría de norma. Dime también el número de los 
postulantes y el número total que se presume, y esto por si tengo que dirigir otro a ésa o a otro sitio. 
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VOLUMEN VIII Página: 844 

Estoy de paso en Casale, y parto para Turín dentro de un momento. 

Que Dios nos bendiga a todos. Tuyo 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

El 13 de noviembre volvía a salir de Turín hacia Mirabello para ayudar a los alumnos de aquel Colegio a celebrar dignamente la fiesta 
de san Carlos, y el 16 regresaba a Turín. 

Aquí recibió cartas de varias bienhechoras de la iglesia. 

El 15 de noviembre le enviaba la princesa María Odescalchi desde Roma una cantidad para ayudar al pago del altar de san Pedro. 

La condesa Virginia de Cambray Digny remitía desde Florencia una cantidad con motivo del encargo asumido de recoger entre las 
madres de Florencia y de otras ciudades de Italia la cantidad de seis mil liras para un altar en honor de santa Ana en la iglesia de María 
Auxiliadora; y escribía: 

Le envío seiscientas sesenta liras, que, sumadas a las mil quinientas veinte, ya remitidas, elevarían las limosnas recogidas en Florencia a 
dos mil ciento ochenta liras. Estamos aún muy lejos de la suma total, pero yo haré nuevos esfuerzos, y buscaré otras personas que se 
interesen hasta alcanzar la meta prefijada... 

El nuevo y gravoso encargo que mi marido creyó poder asumir en momento muy crítico para salvar a nuestro pobre País de mayores 
desventuras, ha sido y es todavía para mí motivo de grandes temores y preocupaciones, que usted puede muy bien imaginar sin necesidad 
de que yo me detenga a describirlos minuciosamente. Un solo pensamiento me alienta, y es la confianza en la divina misericordia, que 
espero querrá tener en cuenta la buena intención, y se dignará inspirarle y conducirle por el recto camino. Le encomiendo a sus oraciones, 
por cuanto sé y puedo, y con él recomiendo también a mis dos hijos e hija. 

Procuraré encontrar suscriptores a las Lecturas Católicas, cuya difusión ((995)) podría acarrear muy buenos resultados; mientras tanto le 
agradezco la instrucción sobre los Avisos del Sagrado Corazón de Jesús, que tuvo a bien enviarme y que yo procuraré meditar a diario a 
fin de que el divino Corazón se digne inspirarme y conducirme por el camino que lleva a El. 

Su noble marido había sido elegido Ministro de Hacienda el 27 de octubre de aquel año y permanecía en el cargo hasta el 14 de 
diciembre de 1869. 

El 18, antes de salir para Lanzo, el Siervo de Dios dirigía a Roma la siguiente carta para el caballero Oreglia. 
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VOLUMEN VIII Página: 845 

Queridísimo caballero Oreglia: 

He recibido sus cartas con gran placer, pero no he podido responder antes. En casa todo va bien: salud perfecta y apetito excelente. 
Pasamos ya de los ochocientos. 

En la iglesia nueva: la estatua de la Virgen ya está dorada; el altar mayor, terminado y colocado; el pavimento, empezado. La Virgen 
nos ayuda eficazmente cada día. Pero los tiempos hacen que las limosnas sean tan pequeñas, que nos encontramos en verdaderas 
apreturas. 

El altar del señor conde Bentivoglio está en Génova, preparado ya para enviarlo a Turín; apenas salga de allí se lo comunicaré. 

La señora Rosa Mercurelli escribe aceptando pagar la campana más pequeña, es decir, la de mil liras, en honor de María Auxiliadora. 
Vaya a agradecérselo y dígale que el jueves, día de la presentación de María, nuestros muchachos harán la comunión con oraciones 
especiales según su piadosa intención. Dígale que en la campana pondremos el escudo o el santo o la santa que ella desee. 

Le adjunto cartas para la marquesa de Villarios, la princesa Odescalchi y el conde de Vimercati. Siento mucho que éste nuestro querido 
bienhechor sufra tanto: rogamos y haremos especiales plegarias. Habría que probar una cosa, pero es demasiado delicado y podría 
inquietarse. Usted sabe que, cuando yo fui a Roma, el querido Conde estaba inmóvil y lo estuvo todavía por varios días. Insistía él en que 
le dijese qué podía hacer: con tal fin se oró durante tres días, después de los cuales se le propuso que pagara el cobre necesario para la 
cúpula de la nueva iglesia. 

-Con mucho gusto, dijo él, colocaré el sombrero a la iglesia de María Auxiliadora. 

A partir de entonces comenzó a experimentar tal mejoría que, tres días después, paseaba por su habitación y vino a visitarme a la que su 
caridad me había ofrecido. Satisfecho, envió inmediatamente tres mil liras: completó varias otras cantidades, al enviar dinero desde Roma 
a ((996)) Turín para pagar las deudas más urgentes. Me parece que en total fueron cinco mil liras; faltarían todavía diez mil para 
completar la cantidad de quince mil, como habíamos quedado. Yo dije algo en julio, pero respondió que de ningún modo podía. Tal vez 
lo haga en otra ocasión; pero creo bueno para él que fuera generoso con la Virgen. Temo, sin embargo, que esto le pueda inquietar 
demasiado. 

Pronto volveré a escribir. »Ha hablado con el duque Salviati? »Y sobre Vigna Pía? 

Mándenos dinero, si puede, porque atravesamos momentos muy críticos. Miles de saludos de todos los de casa para usted y para todos 
nuestros amigos y bienhechores para quienes pido a Dios todo bien. Amén. 

18 de noviembre de 1867 

Afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Los alumnos de Lanzo recibieron a don Bosco con todo su entusiasmo pues le aguardaban con ansia. Siempre preocupado por estudiar 
y descubrir vocaciones para el estado eclesiástico o religioso, dirigía a menudo a los jovencitos, que le parecían ser llamados al divino 
servicio, una palabra misteriosa que requería explicación; y 

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VOLUMEN VIII Página: 846 

ésta, unas veces la daba, otras obligaba a adivinarla, o bien enviaba a los interesados a un Superior para que descubriese su enigma. Una 
de las frases más corrientes era ésta: 

-íDeja que te corte la cabeza! 

También ésta parecía oscura, pero los muchachos más expertos comprendían el sentido, que era: íDame tu voluntad! íObedece mis 
consejos! íQuédate conmigo para dedicarte a la salvación de tu alma y la de otros en la Pía Sociedad! 

Uno de estos alumnos le había escrito: 

Amadísimo Padre: 

La penúltima vez que estuve en Lanzo me dijo, entre otras cosas, lo siguiente: escríbeme una carta. Ahora, pues, se la escribo porque lo 
deseo y para cumplir mi promesa. 

Si se acuerda, cuando vino a Lanzo le dije varias veces que me cortase la cabeza; sé el significado de esas palabras y le recomiendo una 
vez mas que me la corte; sí, yo quiero colocarme bajo su protección; ((997)) mientras tanto le agradezco haberme aceptado en este 
Colegio, le agradezco el bien que me hizo y me hace continuamente y espero seguirá haciéndome. 

Adiós, Padre queridísimo; espero verle todavía este año y poder hablarle libremente. 

Soy su 

Afectísimo hijo en Jesucristo S. E. 

Este joven, como otros que habían escrito a don Bosco, esperaban la respuesta, y la obtuvieron consoladora y a su debido tiempo 
produjo el efecto deseado. 

Mientras don Bosco visitaba Lanzo, en donde, según anotaba don Miguel Rúa en la Crónica, lo mismo que en Mirabello, encontró todo 
en su punto, don J. B. Francesia confirmaba las noticias dadas por don Bosco al caballero Oreglia: 

Don Bosco, que llegó el viernes de Mirabello, partió para el Colegio de Lanzo el lunes a las siete de la mañana. 

El altar mayor está en su sitio y queda precioso. El pavimento se adelanta a toda prisa y, según parece, resultará muy bonito. Casi han 
llegado a la El interior de la iglesia está totalmente pintado y la Virgen de la cúpula dorada. El jueves, si el tiempo lo permite, haremos 
una fiestecita y vendrá a bendecir la imagen un Obispo, de no hacerlo nuestro Arzobispo. Ya se puso el pararrayos para mayor 
seguridad...Si ve al Señor conde Vimercati, no deje de darle muchos saludos de nuestra parte... 
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El 21 estaba don Bosco en el Oratorio para una hermosa fiesta. La estatua de la Virgen, colocada en lo alto de la cúpula, lo fue con su 
color natural, de bronce. Las doce estrellas, que formaban corona sobre su cabeza, estaban colocadas de modo que podían ser iluminadas 
con llamitas de gas. En el pedestal se había colocado esta inscripción: Angela y Benedicto, esposos Chirio, como obsequio a María 
Auxiliadora FF.; en recuerdo del nombre de los beneméritos donantes. 

Pero el color bronceado de la imagen hacía que a cierta distancia resultara poco visible, por lo que se pensó en dorarla. Una piadosa 
persona, benemérita ya por muchos títulos, se encargó de pagarlo; y el dorador fue G. Soave, exalumno del Oratorio. 

((998)) Como estuvieran ya terminados los demás trabajos de guarnición y adorno, don Bosco procuró que fuese bendecida con una de 
las más devotas solemnidades. El arzobispo monseñor Riccardi, asistido por tres canónigos de la Catedral y muchos sacerdotes quiso 
acudir, él mismo, para realizar esta sagrada función, que se celebró, parte en la iglesia nueva y parte en la iglesita de san Francisco, 
donde, tras un breve discurso para demostrar la antigüedad del empleo de las imágenes en el pueblo hebreo y en la iglesia primitiva, se 
impartió la bendición con el Santísimo. 

El momento en que se quitó el lienzo que cubría la estatua fue solemne. La banda de música, colocada en lo alto de la cúpula, hizo 
resonar las armonías de un himno majestuoso en honor de María y a ellas se unieron centenares de voces cantando. 

-Salve, oh Virgen divina, -Salve, fuente de piedad, -Tú eres Madre, Tú eres Reina, -de la triste humanidad. 

Y siguieron hasta la última estrofa de aquella canción que les era tan familiar. 

La estatua resplandecía, iluminada por los rayos del sol: ya han pasado cuarenta y cinco años en los que parece diga a cuantos la 
contemplan desde cerca y desde lejos: 

«-Yo estoy aquí arriba, para recoger las súplicas de mis hijos, para enriquecer con mis gracias y bendiciones a los que me aman. Ego in 
altissimis habito, ut ditem diligentes me et thesauros eorum repleam». 

Con esta fiesta quedaba confirmado el antiguo sueño de don Bosco. 

Mientras tanto había llegado a Turín el altar del conde Bentivoglio, enviado desde Roma, y don Angel Savio se lo comunicaba el 25 de 
noviembre al caballero Oreglia. 
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Turín, 25 de noviembre de 1867 

Ilmo. señor Caballero: 

Hallará en esta carta la nota con los gastos hechos para el altar. Ha costado más de lo que se pensaba (envío, 430,65 liras). Todo ha 
llegado bien, sin deperfectos de importancia. Se está preparando para ponerlo en su sitio. 

((999)) Se están haciendo los peldaños que faltan para la tarima del altar y la gran mesa. El trabajo es muy alabado, no solamente por 
los de casa, sino también por los mismos artistas, entre los que se cuenta el caballero Albino Gussone... Ha encontrado óptima la 
selección de mármoles y un trabajo preciso y bien acabado. El alabastro del trasaltar es preciosísimo, las cornucopias de los listones 
laterales, y especialmente del tabernáculo, son una obra maestra de la naturaleza y del arte... 
Debemos estar muy agradecidos a quien nos proveyó de este altar. 

En casa todo va bien. Don Bosco salió esta mañana para Milán. Salude a los buenos señores Vitelleschi... 

ANGEL SAVIO, Pbro. 

Marchó, pues, don Bosco hacia Milán y don Miguel Rúa anotó en su Crónica: 

«-Partió para Milán el 25 de noviembre y allí permaneció tres días. Fue una continua recepción de personas que deseaban consuelo, 
consejo, ayuda, curación de enfermedades espirituales y corporales. Empleó el resto del tiempo visitando en sus casas a otros enfermos, 
obligados a guardar cama, y que así lo deseaban. Reavivaba en todos la devoción a la Santísima Virgen Auxiliadora de los Cristianos». 

Don Juan Bautista Francesia escribía también al caballero Oreglia dándole noticias de la iglesia y de don Bosco, el 30 de noviembre. 

Queridísimo Caballero: 

...Quizá antes de que usted vuelva esté colocado el tercer altar. De la casa puedo darle buenas noticias: estamos bastante bien de salud, 
algún resfriado y nada mas... Hemos celebrado la fiesta de santa Cecilia mas quietos que el aceite; hubo mucha música en la iglesia y 
fuera de ella, pero no teatro. 

Don Bosco, como de costumbre, anda fuera de Turín por tierras de Milán. Parece que allí se maduran grandes asuntos porque en poco 
tiempo ha ido dos veces. A pesar de esta ausencia, se trabaja, y mucho, por el Señor... 

J. B. FRANCESIA, Pbro. 
Apenas volvió de Milán, pensó el Venerable trasladarse a Cumiana para celebrar el día onomástico del caballero Javier Collegno el 3 de 
diciembre. Celebró la santa misa en la capilla de su quinta y predicó las glorias ((1000)) del Apóstol de las Indias. Su llegada era 
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deseada como la del más querido de los amigos, y él daba previo aviso de la misma con una tarjetita. 

Carísimo señor Collegno: 

El lunes (2), a las doce, salgo en el tren, si Dominus dederit (si Dios quiere) para Cumiana. Si funciona el omnibus de costumbre, no 
hace falta nada; si no estuviere, rogaríale cualquier carruaje. Iría a pie, pero es para ganar tiempo. 

Toda suerte de bendiciones para usted y su familia y créame en el Señor 

De V. S. Carísima. 

Turín, 30 de noviembre de 1867 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Cada uno de los pasos de don Bosco era comunicado a los amigos de Roma. El 3 de diciembre escribía don J. Francesia al caballero 
Oreglia: 

Don Bosco no está en casa. Fue a celebrar la fiesta de san Francisco Javier con el caballero Collegno, en Cumiana... Hace unos días, 
don Miguel Rúa calculó los gastos de todo el curso. Sólo por sus manos pasaron doscientas mil liras, sin anotar lo que Vuestra Señoría y 
don Bosco hayan gastado... 

La marquesa Villarios me pregunta qué dice don Bosco sobre la situación presente y puedo darle una respuesta. Le oí decir el otro día 
que la ciudad de Roma había de sufrir una gravísima crisis y que se equivocaban los que sueñan próxima la tranquilidad perfecta. 

Don Bosco había dicho esto en privado, porque algunos afirmaban que ya se había terminado la cuestión romana y empezaba la 
italiana, y que Francia había pedido satisfacciones al Gobierno de Florencia sobre la violada convención del 15 de septiembre. 

El 4 de diciembre volvía don Bosco al Oratorio. Los trabajos del interior de la iglesia estaban adelantados, pero, una tras otra, llegaban 
muchas facturas con las deudas del empresario y de los proveedores; el Venerable manifestaba sus aprietos al Caballero, solicitando su 
vuelta. 

((1001)) Muy querido señor Oreglia: 

Creo que habrá recibido noticias sobre el altar y los gastos del transporte. Todos dicen que es una joya. El caballero Gussone, al 
contemplarlo, parecía sentir envidia, al ver que sus trabajos quedaban deslucidos en comparación con él. 

Apenas yo sepa que el conde o la condesa Bentivoglio pueden recibir cartas, me creeré en el deber de escribirles. Mientras tanto 
salúdeles y déles gracias de mi parte, si le es fácil poderles ver. 
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Gavutti, el maquinista, se hizo daño y ahora está en el Oratorio; el corrector fue a su casa por un asunto; Gallo no sabe a quién dirigirse. 
Por lo tanto, apenas pueda, véngase. Procure no hacer la parte odiosa en el asunto Calderari. Limítese a aconsejar. Recoja mucho dinero; 
después vuelva, porque aquí no sabemos ya de donde sacarlo. 

Es verdad que la Virgen siempre hace su parte, pero a fin de año todos los proveedores apremian, y nosotros debemos ya dos meses al 
panadero. 

Lea y lleve la cartita al señor Conde que ya ha hecho y quiere hacer mucho por la Casa. 

Mil saludos y mil bendiciones para todos los amigos de costumbre... 

Que Dios nos bendiga a todos. Amén. 

4 de diciembre de 1867 

Afectísimo BOSCO, Pbro. 

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((1002)) 

CAPITULO LXXXIII 

CARTA DE DON BOSCO AL RECTOR DEL SEMINARIO CON UNA NOTA DE LOS CLERIGOS QUE DESEAN PERMANECER 
EN EL ORATORIO: LE INVITA A CELEBRAR UNA MISA DE LA COMUNIDAD -INSISTE EL ARZOBISPO EN NO ADMITIR 
A LAS SAGRADAS ORDENES A LOS CLERIGOS QUE NO ENTREN EN EL SEMINARIO -PARROCOS QUE SE OPONEN AL 
DESEO DE LOS JOVENES QUE QUIEREN HACERSE SALESIANOS -DESPUES DE UNA LARGA DISCUSION DAN LA 
RAZON A DON BOSCO LOS PARROCOS DE CARAMAGNA Y NONE -EL ARZOBISPO QUIERE QUE EL CLERIGO PABLO 
ALBERA VAYA AL SEMINARIO -DON BOSCO SE PRESENTA AL ARZOBISPO Y ESPERA HACERLE CAMBIAR DE 
OPINION -DON JUAN CAGLIERO, ENCARGADO DE RESOLVER EL ASUNTO DE LAS ORDENACIONES, NO OBTIENE 
NADA 

SI bien es cierto que urgía el pago de las deudas, también lo es que tenía mucha importancia asegurar la suerte de algunos clérigos que 
habían vuelto al Oratorio, porque no contaban con medios suficientes para ingresar en el Seminario. Escribía en tanto don Bosco al 
canónigo Vogliotti: 

Ilmo. señor Rector: 

Le acompaño la nota de los clérigos que piden continuar en el Oratorio e ir a clase al Seminario. Si tuviese algo que observar en general 

o individualmente, me gustaría se lo comunicase al portador de la presente, don Juan Cagliero. 
Los alumnos de esta casa querrían hacerle mañana un pequeño regalo, esto es recibir la sagrada comunión para pedir la salud y total 
curación de los ojos de V. S. pues saben que padece hace tiempo de los mismos. Pero desearían muy mucho ((1003)) que viniese a 
celebrarles la santa misa; y yo, en su nombre, renuevo respetuosamente la invitación. La hora es de las siete a las siete y media, pero 
podemos modificarla si le es más cómodo a V. S. 

Con gratitud y aprecio me profeso respetuosamente, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 7 de diciembre de 1867 

Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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El Arzobispo, a la par que condescendía a la petición de los clérigos de ir a clase al Seminario, repetía que no permitiría que ninguno de 
los clérigos del Oratorio, diocesanos suyos, fuera ordenado, si no se uniformaba a sus prescripciones. 

En aquel momento era conocida por bastantes la controversia entre el Arzobispo y don Bosco, y personajes sesudos participaban en 
favor de uno y de otro. 

Algunos párrocos estaban de parte de Su Excelencia y se oponían a que los muchachos de su parroquia se hicieran salesianos y querían 
que los que ya eran clérigos, entrasen en el Seminario. 

Estaban entre éstos el párroco de Caramagna y el de None. El primero, el teólogo Bernardo Appendini, modelo de virtudes 
sacerdotales, creía que don Bosco era un fanático, que infundía su fanatismo en los demás. Acostumbraba decir: 

-Los que se quedan con don Bosco están locos o terminarán por estarlo. 

Aludía al pobre reverendo Fusero que había enloquecido, es cierto, mas no por fanatismo religioso. No pensaba que don Juan Bonetti y 
don Santiago Costamagna, también feligreses suyos, y que estaban con don Bosco, no tenían la cabeza desequilibrada, como 
espléndidamente lo demostraban y lo demostraron con sus hechos. 

Pero él había empezado a opinar más favorablemente sobre don Bosco, desde que monseñor Rota, Obispo de Guastalla, llegó a Turín 
relegado a domicilio forzoso. Cuando supo la caridad con la que el Obispo ((1004)) había sido recibido en el Oratorio, después de no 
haberlo sido en ningún otro lugar por miedo a alguna molestia por parte del Gobierno, exclamó inmediatamente: 

-íHe aquí un hombre verdaderamente generoso que hace el bien por el bien! No tiene fines de otra índole; no mira el peligro a que se 
expone; no teme nada y cumple su deber con franqueza y tranquilidad. Entonces don Bosco no es ese hombre que me han hecho 
suponer... 

Tomó, en consecuencia, el propósito de estudiar las acciones del Siervo de Dios. Su estudio fue largo y desapasionado; sin embargo, no 
comprendió la necesidad que don Bosco tenía de retener a los clérigos que querían ayudarle; y le parecían necesarias las disposiciones del 
Arzobispo. 

También era difícil en doblegarse el teólogo Abrate, piadoso y doctísimo párroco de None. No había cedido nunca en la cuestión, y 
tenía muchos prejuicios contra el Oratorio. Había movido cielos y tierra para que el clérigo Pablo Albera, su feligrés, entrase en el 
Seminario 
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VOLUMEN VIII Página: 853 

y cuando, ya profesor en el Colegio de Mirabello, estuvo próximo a las sagradas ordenaciones, hizo cuanto pudo para lograr su intento. 

Ya antes, don Juan Cagliero, habiendo ido a None para una función parroquial con los músicos del Oratorio, desde su primer encuentro 
con el teólogo Abrate advirtió que no se trataba sólo del Seminario, sino que el buen Párroco tenía ideas equivocadas en cuanto a don 
Bosco, sus intenciones y su Institución. En efecto, después de vísperas comenzó el párroco a discutir con él respecto a la Pía Sociedad y 
hablaron durante más de tres horas. Don Juan Cagliero respondió a las objecciones con la solidez de razonamiento que le es 
característica. El teólogo Abrate le escuchaba, rebatía sus argumentos y dijo para acabar: 

-Mire, el Seminario es para los clérigos, y allí deben instruirse: 
»por qué don Bosco los tiene en su Oratorio? El clérigo Albera lo quiero para mí y no para don Bosco. 

Don Juan Cagliero le hizo observar cómo era ((1005)) necesario que aquel clérigo siguiese en el Oratorio, al menos para enseñar a los 
diez jóvenes recomendados por él, porque, para algunos que quedaban en el Oratorio, don Bosco mandaba muchísimos a todas las 
diócesis piamontesas. Ante ésta y muchas otras razones presentadas por don Juan Cagliero, el teólogo Abrate ya no respondió, y le 
acompañó con los músicos hasta la estación en donde, leal como era, le dijo al despedirse: 

-Sus razones pesan: lo pensaré. 

Pero él ya había echado sus cuentas sobre don Pablo Albera, sacerdote. Sabía su virtud, su talento y su ciencia, y quizá deseaba tenerlo 
como coadjutor. Por eso no se resignaba a perderlo; y una vez, habiendo ido a Turín, se presentó al Vicario General, Monseñor Zappata, 
lamentándose calurosamente de don Bosco, que quería ganarse a los jóvenes, que eran sus feligreses, hasta que llegó al caso específico 
del clérigo Albera. El Vicario le escuchó con calma y le preguntó al acabar: 

-Dígame; »quién ha mantenido a Albera durante sus estudios? 

-Don Bosco, respondió el Párroco. 

-íPues bien!, prosiguió el Vicario, con su proverbial sencillez; 
si don Bosco ha dado alfalfa a la cabra, es justo que disfrute de su leche. 

El Párroco, más que satisfecho, quedó desconcertado ante esta inesperada respuesta, fue a visitar al mismo Venerable y comenzó a 
discutir con él esforzándose para persuadirle de la necesidad y del 
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deber de condescender con su deseo. Don Bosco le dejó hablar sin interrumpirle, y luego le hizo comprender cómo el Vicario, monseñor 
Zappata, había dado con el punto fundamental de la cuestión. 

-íPero son mis feligreses!, exclamó el teólogo Abrate. 

-»Sus feligreses? Pero si yo no hubiese aceptado en casa a los que ahora son maestros junto a mí, si les hubiese dejado con sus familias 
porque no eran mis feligreses, »hubieran llegado éstos a ser maestros de tantos otros alumnos, entre los cuales hay muchos de los suyos? 

((1006)) El Párroco, que era hombre de talento y razonable, respondió sonriendo: 

-Bien, bien; este es un argumento que me convence. Basta así; 
usted y don Juan Cagliero me han convencido y quiero persuadir a otros colegas míos para que ayuden a don Bosco en su empresa y no le 
contradigan más. 

A partir de aquel momento dejó en libertad a don Pablo Albera para que siguiera siendo salesiano y, de vuelta a Caramagna, dijo a don 
Bernardo Appendini: 

-íEstamos perdidos! Don Bosco tiene razón: hay que rendirse. 

Y le contó lo que le había sucedido con el Vicario y con el Siervo de Dios. Los dos párrocos se conviertieron en entusiastas 
admiradores de don Bosco. 

Alguno, maravillado de este cambio, habló de ello con el Venerable y éste dijo: 

-Demos gracias al Señor, porque antes pagamos caro el tenerlos en contra. 

También el Arzobispo, con lisonjeras promesas había intentado por todos los medios reducir a su querer a don Pablo Albera, que estaba 
firme y resuelto a no separarse del lado de don Bosco; y por ello le hizo entender que no le admitiría a las sagradas órdenes. 

Don Bosco fue a tratar personalmente con monseñor Riccardi la cuestión. El clérigo Albera había emitido los votos trienales, y no 
obstante no se quería reconocer que estuviese desligado de la inmediata jurisdicción diocesana. Sin embargo, después de un largo 
coloquio con Monseñor, don Bosco concibió la esperanza de que las dificultades serían allanadas y encargó a don Juan Cagliero de 
ultimar los trámites. 

Pero he aquí cómo cuenta monseñor Cagliero el éxito de su misión, en el proceso ordinario para la causa de beatificación y 
canonización del Siervo de Dios: 

«Aunque nuestro Arzobispo no favoreciese a nuestra Congregación, 
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fue siempre querido por nosotros y tenía, particularmente conmigo, una deferencia que me inspiraba confianza. Por lo que, habiendo ido, 
en diciembre de 1867, a una ((1007)) audiendia, para recomendarle en nombre de don Bosco las ordenaciones de nuestro clérigo Pablo 
Albera, previamente acordadas personalmente con don Bosco, advertí que Monseñor era de otra opinión, y que quería a los clérigos en el 
Seminario y no en Valdocco. Y como él me dijera que don Bosco quería sustraerse a la obediencia de su Superior, le respondí: 

»-Monseñor, don Bosco hasta ahora nos ha enseñado siempre a amar y obedecer a nuestros superiores. 

»-Si es así, añadió, »por qué no manda sus clérigos al Seminario? 

»-Las razones son muchas, Excelencia. En su totalidad los clérigos de don Bosco son pobres y no pueden pagar la pensión en el 

Seminario; y, además, ellos desean quedarse con don Bosco, y formar parte de su Congregación Salesiana. 

»-íQué Congregación! Yo no sé nada; sólo sé que hay que obedecer. 

»-Pero, Excelencia; la Santa Sede ya ha alabado y encomiado las Reglas o Constituciones de nuestra Pía Sociedad, y por consiguiente 

don Bosco obra en conformidad con los decretos de la Santa Sede. 

»-Yo no sé nada de todo eso. 

»-Sin embargo, Excelencia, en su Curia existe copia de los decretos desde 1864. 

»-Entonces »qué debo hacer yo? 

»-Monseñor, sólo tiene que observar si don Bosco obra bien o mal; si bien, apruebe lo que hace; si mal, Vuestra Excelencia está en 

perfecto derecho de impedirlo. 

»-Pero yo quiero a mis clérigos en el Seminario. 

»-Excelencia, diga entonces que quiere el cierre y la destrucción del Oratorio; porque, »cómo hará don Bosco para dirigir a más de 

seiscientos alumnos internos y millares de externos, sin clérigos, maestros y asistentes? 

»-Que lo haga con clérigos de otras diócesis. 

((1008)) »-íMonseñor! Entonces los otros obispos, al ver que Su Excelencia retira a sus clérigos, apoyándose en la mismísima razón, 

retirarán también a los suyos y así desaparecerán don Bosco y sus Oratorios. 

»Al llegar a este punto Monseñor se llevó las manos a la cabeza y dijo: 
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»-»Entonces cómo tengo que hacer?
»Respondí:
»-Apoye a don Bosco en su obra y tendrá la aprobación de todos los buenos y el eterno agradecimiento de los hijos de don Bosco»
.
Hasta aquí monseñor Cagliero. Sin embargo, don Pablo Albera no fue ordenado hasta el año siguiente.
Hacia la mitad de este diálogo, el Arzobispo, bromeando, agarró a don Juan Cagliero por el tupé y le dijo:
-íAh, Vos venís a sermonearme!
-No, Excelencia, perdóneme; respondió Cagliero. Yo no vengo a sermonear a mi Superior; pero cuando veo que se contradice a don


Bosco o que se desconoce a nuestra Pía Sociedad, no puedo contenerme como debería hacerlo. 
La conversación había durado casi tres cuartos de hora. 
Cuando don Bosco se enteró del éxito de la embajada, se limitó a observar cómo el Arzobispo se dejaba arrastrar por su demasiado 

buen corazón para oponerse a él. Ciertamente su modo de obrar no era precipitado, más aún, era fácil a ceder, ya que le repugnaban las 
medidas odiosas que le sugerían, so pretexto del bien de la diócesis. De aquí las continuas dudas y sus concesiones, alternadas con algún 
acto de mal humor contra los clérigos del Oratorio. 
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((1009)) 

CAPITULO LXXXIV 

DON BOSCO VA A ACQUI, LLAMADO POR EL OBISPO, GRAVEMENTE ENFERMO -MUERTE DE MONSEÑOR 
CONTRATTO -FIESTA DE LA INMACULADA EN EL ORATORIO -DON BOSCO ESPERADO EN MORNESE -MOTIVOS 
PARA ACEPTAR ESTA INVITACION -DON BOSCO ESCRIBE AL CABALLERO OREGLIA QUE LOS ROMANOS NO TIENEN 
POR QUE TEMER LAS AMENAZAS DE LA REVOLUCION -LLEGADA TRIUNFAL DE DON BOSCO A MORNESE 
GRACIAS CONCEDIDAS POR MARIA AUXILIADORA A LOS HABITANTES DE MORNESE, QUE OFRECEN LOS DIEZMOS 
DE SUS COSECHAS PARA LA NUEVA IGLESIA -OCUPACIONES DE DON BOSCO Y SUS CONSEJOS EPISTOLARES A UN 
SEMINARISTA -POESIAS DEL NOTARIO TRAVERSO -ACERTADAS SENTENCIAS DE DON BOSCO -BENDICE EL 
EDIFICIO DEL COLEGIO Y SU CAPILLA -LAPIDA CONMEMORATIVA -EL JUEZ DEL DISTRITO, POR INDICACION DEL 
SUBGOBERNADOR, PIDE INFORMACIONES AL MUNICIPIO DE MORNESE, SOBRE LO QUE SUCEDE EN AQUEL LUGAR 
DURANTE EL TIEMPO QUE DON BOSCO PERMANECE ALLI -RESPUESTA DEL MUNICIPIO 

MONSEÑOR Modesto Contratto, obispo de Acqui, decano de los obispos de la provincia eclesiástica de Turín, cayó gravemente enfermo 
y deseaba tener junto a sí a don Bosco. Salió éste de Turín el sábado 7 de diciembre, pero tuvo la desgracia de encontrarle ya sin vida: 
había expirado el día antes, a la edad de setenta años. No obstante, quiso asistir a los funerales y al entierro del queridísimo amigo. 

Don Juan Francesia daba ésta y otras noticias a Roma: 

((1010)) 9 de diciembre de 1867 

Queridísimo señor Caballero de S. Stefano: 

Monseñor Modesto de Acqui ha muerto. Don Bosco fue para asistirle, pero no llegó a tiempo. Desde Acqui ha ido a Mornese con don 
Domingo Pestarino, donde harán una fiesta por haber sido preservados del cólera y de la tempestad del año pasado 
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VOLUMEN VIII Página: 858 

y don Bosco recibirá una buena limosna. El miércoles o jueves estará de vuelta... 

Hemos celebrado la fiesta de la Inmaculada con más de seiscientas comuniones. Se confesaron casi todos. El demonio, como Garibaldi 
en Mentana, sufrió en estos días una derrota campal, por parte de nuestros muchachos. De salud corporal estamos bastante bien, a pesar 
de que el frío y la nieve, aunque en pequeña cantidad, ha venido ya tres veces en este invierno a darnos su no muy agradable sorpresa. 
Don Bosco querría que yo me callase para curar. Si no hay más remedio que ése, tendré que ir a un desierto y aún no sé si podré 
contenerme. Estar, en medio de tan locuaz juventud en silencio, es un imposible. Porque, ahora un ejemplo, ahora un juego, ahora una 
alabanza, etc., todo se complica para poner en movimiento la lengua y los pulmones, que están cansados, tal vez quisieran reposo. íAh! 
Con tal de que pueda un día descansar en el paraíso, por el que usted y todos trabajamos... 

FRANCESIA, Pbro. 

Así, pues, don Bosco era esperado en Mornese. Este pueblo, lo mismo que muchos otros, estaba desgraciadamente angustiado por el 
mildiu que desde hacía veinte años devoraba casi todo el viñedo, su principal riqueza. Sus habitantes habían recurrido inútilmente a 
distintos remedios para hacer desaparecer aquella enfermedad. En esto se esparció la voz de que algunos campesinos de los alrededores 
habían prometido una parte del fruto de sus viñedos para la continuación de las obras de la iglesia dedicada a María Auxiliadora en Turín 
y que habían sido maravillosamente favorecidos con una gran cosecha. Movidos entonces los de Mornese con la esperanza de mejores 
frutos y animados, a la par, por la idea de colaborar en una obra de religión, determinaron ofrecer para el mismo fin el diezmo de sus 
vendimias. La protección de la Santísima Virgen se hizo patente entre aquellos devotos. Tuvieron la abundancia de los más felices 
tiempos y ahora ((1011)) manifestaban su alegría al poder ofrecer escrupulosamente lo que habían prometido, ya fuera en géneros, ya en 
dinero. 

Deseaban, sin embargo, poner en las mismas manos de don Bosco su ofrenda. 

Esto le daba ocasión a don Domingo Pestarino para invitar al Venerable a bendecir el majestuoso edificio de tres plantas destinado a 
colegio, acabado en parte, y de la capilla contigua al mismo. 

Don Bosco consintió, pero antes de dejar Acqui, escribió varias cartas, una de las cuales al caballero Oreglia, en la que, entre otras 
cosas, se lee un período dirigido a quitar en aquellas circunstancias, esto es, para el resto del año 1867, toda preocupación del ánimo de 
sus bienhechores acerca de la incolumidad de Roma. Parecía evidente 
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que se maquinaba un nuevo golpe contra el territorio que le quedaba a la Santa Sede. 

En Orvieto se habían abierto públicamente las listas de enganche para voluntarios, con la paga de dos liras diarias. Se habían 
concentrado numerosas bandas en distintos pueblos próximos a la frontera. Junto a Sora, aunque desparramados, se encontraban tres mil 
garibaldinos. De vez en cuando penetraban en algún pueblo limítrofe cuando estaban ausentes las tropas, abatían la bandera pontificia y 
se retiraban después de haber cometido reprobables desmanes: en el ayuntamiento de Cervara capturaron y se llevaron consigo a la 
montaña a tres personas, exigiendo un rescate de ocho mil escudos; y hubo también algún intercambio de disparos con los gendarmes. 

El 2 de diciembre fue arriada la bandera francesa del Castillo de Sant'Angelo. Una de las dos divisiones imperiales, compuesta por 
nueve mil quinientos soldados, había vuelto a Francia: la otra se había concentrado en la provincia y ciudad de Civitavecchia. 

Roma y las otras provincias de Viterbo, Frosinone y Velletri, estaban defendidas exclusivamente por las milicias pontificias. Mientras 
tanto, Napoleón enviaba una circular a todas las potencias europeas, grandes y pequeñas, protestantes y cismáticas, invitándolas a un 
Congreso para dilucidar la cuestión romana. Los periódicos sectarios de Italia, las proclamas de la Comisión ((1012)) de insurrección, y 
los diputados en las Cámaras, abiertas de nuevo el 5 de diciembre, envenenaban el ambiente con furibundos y calumniosos discursos 
contra el Papa y su gobierno, y hacían la apología de su empresa, proclamando que era su derecho entrar en el territorio pontificio y tomar 
posesión de Roma. Con este relampagueo se presagiaba una próxima y nueva tempestad. 

Don Bosco, pues, escribía, fechando la carta en Turín para indicar el lugar donde esperaba la respuesta. 

Muy querido señor Oreglia: 

Le adjunto la carta del caballero Pazzini de Bra, jefe de división en Hacienda, el cual escribe a su esposa sobre la proposición que 
desearía hacer con la granja. Por cuanto me dice su esposa el cálculo está equivocado; tal vez llegaría a treinta y cinco liras. Desean una 
respuesta lo antes posible si es afirmativa, o mejor, que pase por Florencia a su vuelta. 

Lleve esta carta a monseñor Berardi: en ella le hablo solamente de la salud. Esté tranquilo porque, si voy a Roma, tendré verdaderos 
motivos para ello. A los que temen por esta Ciudad dígales que no tienen razón para ello. Diga a todos claramente que no hay ninguna 
clase de temor. Solamente hay que rezar. 

El Párroco Arcipreste de Castelnuovo de Asti se encomendó a María Auxiliadora 
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con la acostumbrada promesa. Curó instantáneamente de una grave sordera: lo mismo me dice una señora de Savigliano. Ambos 
entregaron una linda limosna. 

Nosotros hacemos cuanto podemos. Los ratones no bailan bajo las uñas del gato. 

Ya he escrito a algunas de las personas indicadas y escribiré a otras. Diga cuándo saldrá de Roma. Pronto recibirá más cartas. 

Muchos saludos para los amigos y bienhechores de siempre. 

En cuanto a la princesa Odescalchi, creo que ya le habrá entregado a usted cuatrocientos escudos, más ciento que me entregó a mí 
cuando fui a Roma. Si quiere añadir estos últimos a la cuenta del altar que se va terminando, quedarían todavía quinientos escudos. 

In nomine Domini, amen (En el nombre del Señor, amén) 

Turín, 9 de diciembre de 1867 

Afectísimo amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

El lunes 9 de diciembre llegaba don Bosco a la colina de Mornese, donde era recibido al alegre son de las campanas, por el Párroco, 
((1013)) don Domingo Pestarino, el Ayuntamiento y toda la población, que recordaba la visita de 1864. El maestro municipal Héctor 
Ponassia su entrada en el pueblo, le saludó leyendo dos sonetos. 

Los tres días que el Venerable permaneció en Mornese constituyeron una fiesta llena de alegría y júbilo públicos. El parecía muy 
conmovido por la rapidez y desinterés con que se habían hecho las ofrendas y por las cristianas palabras de que iban acompañadas. 

El día 10 hubo una gran asamblea que se celebró bajo los pórticos del Colegio. El Siervo de Dios, acompañado por don Domingo 
Pestarino que le hospedaba, fue recibido entre grandes aplausos; y antes de que le presentasen los diezmos prometidos, por manos de 
niños y niñas colocados en primera línea, un personaje respetable del pueblo, en nombre de todos explicó en alta voz cuanto sucedía: 

«Nosotros, empezó diciendo, somos deudores de muchas cosas a la Santísima Virgen Auxiliadora. El año pasado muchos de este 
pueblo, que debían ir a la guerra, se pusieron bajo la protección de María Auxiliadora colocándose además una medalla al cuello: 
partieron valerosamente, tuvieron que afrontar muchos y graves peligros, pero ninguno fue víctima del azote del Señor. Además los 
pueblos vecinos fueron víctimas del cólera, del pedrisco, de la sequía y en cambio nosotros fuimos librados. La vendimia de nuestros 
vecinos es casi nula, y nosotros hemos sido bendecidos con tal abundancia como hace veinte años no se había visto. Por estos motivos 
estamos satisfechos de poder manifestar de tal modo nuestra indeleble gratitud a la gran Protectora del género humano. 
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»Creo ser fiel intérprete de mis conciudadanos asegurando que cuanto hemos hecho ahora, lo seguiremos haciendo en adelante, 
persuadidos de que así seremos merecedores de las celestes bendiciones». 

((1014)) Don Bosco les dio las gracias en nombre de la Virgen, bendijo la generosidad de sus corazones y les prometió que rogaría por 
ellos. Y don Domingo Pestarino dispuso que las ofrendas en especie se sacarían a pública subasta, lo que se hizo al día siguiente. 

Durante aquellos días estuvo el Siervo de Dios continuamente ocupado. Celebró la misa de comunión y predicó en la iglesia parroquial, 
confesó, visitó enfermos, dio una conferencia a las Hijas de la Inmaculada, sostuvo muchas audiencias con los que iban a pedirle consejo, 
distribuyó estampitas de san Francisco de Sales con esta inscripción: A nuestros caritativos donantes, Juan Bosco, pbro.; fue a Lerma, a 
casa del párroco Olivieri; sostuvo por la noche largos coloquios con don Domingo Pestarino sobre distintos planes y escribió cartas. Una 
de ellas para el seminarista Luis Vacaneo, su exalumno. 

Muy querido Vacaneo: 

He recibido tu carta que me ha proporcionado mucha alegría. No dejaré de encomendarte al Señor en la santa misa; ruega tú también 
por mí. 

Dios no quiere por ahora que podamos vivir bajo el mismo techo; quién sabe si esto podrá ser más adelante; sea todo a su mayor gloria. 

Te encomiendo tres cosas: atención a la meditación de la mañana; trato con los compañeros más inclinados a la piedad; templanza en la 
comida. 

Que Dios os bendiga a ti y a todos mis hijos del Oratorio que están contigo. Salúdales de mi parte, y ruega por mí que soy de corazón 

Turín, 11 de diciembre de 1867 

tu afmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

Don Bosco bendijo también con cierta solemnidad el edificio del Colegio. El notario Antonio Traverso, que había hecho imprimir para 
esta ocasión unas poesías suyas, se las leyó a don Bosco a los postres en un amplio salón de los nuevos locales 1. Don Domingo Pestarino 
había convidado allí, para honrar a su huésped, ((1015)) a las autoridades, a los párrocos y sacerdotes de los contornos, los cuales 
aceptaron satisfechos la invitación para gozar de la afectuosa, amena e instructiva conversación del Siervo de Dios. Era él tan justo 

1 Véase el Apéndice VIII. 
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en las palabras y tan recto en sus juicios, que sus conclusiones eran aprobadas por todos. 

Y precisamente en una de estas comidas dadas en honor de don Bosco en Mornese, se dijo que en Ovada había una muchachita que 
afirmaba habérsele aparecido la Virgen. El anuncio había hecho mucho rumor, singularmente por las circunstancias que le acompañaron. 
Había entre los convidados unos que negaban la aparición, otros que la contaban en el número de las imposturas o alucionaciones. 
Algunos sostenían la realidad y citaban la Salette, Lourdes, etc. Los que se oponían respondían a estas razones que los franceses eran 
demasiado fáciles y entusiastas para creer. Don Bosco callaba. Tal era el ardor de la discusión que casi ninguno comía. Finalmente uno, 
dándose cuenta del silencio de don Bosco, le interpeló para que dijera su parecer. 

-Sí, sí, respondieron todos; don Bosco es el único que puede resolver la cuestión. 

Don Bosco, primero evitó entrar en la discusión, mas después dijo: 

-»Qué quieren que diga yo? Si los franceses son demasiado crédulos, los italianos pecan de lo contrario. íSon demasiado incrédulos! 

Todos cerraron el pico. La realidad es que aún muchos años después, nunca se pudo juzgar si el hecho fue sobrenatural o dejó de serlo, 
porque había la malignidad de quien todo lo quería negar, a toda costa; y por otra parte había circunstancias que parecían verdaderamente 
maravillosas. Así decía el padre Leoncini de las Escuelas Pías, que era testigo de lo que sucedió en Ovada y que se enteró de las palabras 
de don Bosco que llamaron poderosamente la atención, por medio de un hermano suyo que se encontraba en Mornese. 

El último acto de don Bosco en el pueblo fue el de bendecir, asistido ((1016)) por el clero, la capilla del colegio dedicada a la Santísima 
Virgen de los Dolores, cuya imagen presidía el altar mayor desde un bellísimo cuadro, y celebrar allí la santa misa. 

En una lápida, colocada bajo los pórticos, junto a la puerta de la capilla, se lee: 

El 13 de diciembre de 1867 -solemnemente -se dedicó esta iglesita -y -el sacerdote Juan Bosco -modelo de caridad y de celo -fue el 
primero en ofrecer en ella -la Hostia Inmaculada -invocando sobre el colegio naciente -y sobre el pueblo de Mornese -las bendiciones de 
Dios. 
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Después de esto partió para Turín y don J. B. Francesia escribía el 15 de diciembre al caballero Oreglia: 

...Don Bosco ha llegado de Mornese bastante cansado: allí recibió homenajes y dinero para la iglesia. Está algo indispuesto y 
esperamos que pronto se restablecerá. »Y a cuándo espera para contarnos el millón de cosas sobre Roma? »No teme una gran indigestión 
con todas ellas? Cuéntelas por adarmes: será mejor para usted y más agradable para nosotros. Que el Niño Jesús, cuyas fiestas celebrará 
usted en Roma, nazca en su corazón con toda la abundancia de gracias, como con toda mi alma le auguro. 

Pero el inmenso entusiasmo que don Bosco había despertado en Mornese con su presencia, había excitado los nervios de algún señorón, 
por cuyo celo corrían críticas de supersticiones fomentadas, de imposturas predicadas para sacar dinero y de amaños clericales para agitar 
a las poblaciones. Hasta hubo alguna falsa delación a la Autoridad política, por lo que dos meses más tarde el Subgobernador de Novi 
Ligure ordenaba al Juez de Castelletto d'Orba que hiciera una investigación. El Juez, de acuerdo con las instrucciones recibidas de Novi, 
escribía una carta al Alcalde de Mornese: 

Castelleto d'Orba, 8 de febrero de 1868 

Se ruega a V. S. tenga la bondad de enviar un informe de esa Junta Municipal sobre lo que públicamente se dice acerca del señor don 
Juan Bosco, de 46 años, residente en Turín, el cual se encontraba ahí los días 9 y 10 del pasado diciembre, y predicó en la iglesia 
parroquial: cómo fue su discurso y sobre qué tema, ((1017)) si dio a entender a la población que le escuchaba que él la había salvado del 
granizo y del cólera, y que cualquier gracia que hubiesen deseado, él la habría alcanzado de Cristo, y que si no tenían dinero para 
pagárselo, enviaría por todas las casas a recolectar a Vicente Mazzarello y a Gastaldo Rocchetto, los cuales prestándose a ello, habrían 
puesto a subasta diversas ofrendas de mercancías, de las que sacaron cuatro mil liras como producto. 

Si esto es verdad y subsiste y con qué circunstancias; cuáles son las condiciones morales y precisas de dichos Vicente Mazzarello y 
Gastaldo y qué grado de fe pueden merecer sus palabras. Además, en casa de quién se ha alojado dicho don Bosco, y con qué finalidad ha 
ido a Mornese, y todo lo que hubiere sobre el caso. En la espera 

El Juez del Distrito RAFFAGHELLI 

El Alcalde envió la siguiente respuesta: 

AYUNTAMIENTO DE MORNESE 

La Junta Municipal de Mornese reunida en las personas de los abajo firmantes, declara con relación a la petición del señor Juez de 
Castelletto d'Orba: 
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Que el reverendo don Juan Bosco en su última estancia en Mornese el nueve y el diez de diciembre pasado, halló las simpatías y la 
admiración que encuentran en todas partes las personas de bien y que más se significan en la sociedad por su amor a los pobres y a los 
huérfanos, tanto más cuanto que el mismo no era nuevo en Mornese, en donde ya había estado otra vez, en 1864. 

Que es falso que el mismo don Juan Bosco haya predicado que había salvado a esta población del cólera y del granizo y que cualquier 
gracia que se hubiera deseado él la habría obtenido de Cristo; que también es falso haya dicho que si los habitantes no tenían dinero para 
pagarle, que él enviaría a Vicente Mazzarello y a Juan Gastaldo, hijo de Roque, para recoger mercancías. 

Que es verdad que muchos de estos habitantes le ofrecieron por medio de sus niños, productos en especie y dinero, mas por propia y 
espontánea voluntad y sin haber sido acuciados por ningún sermón de don Bosco, ni de nadie. 

Que también es verdad que el mismo don Bosco para sacar algún partido de las mercancías prefirió venderlas a subasta antes que 
llevárselas, no sólo para ahorrar los gastos del transporte, sino también para emplear el producto en obras de beneficencia. Es bueno decir 
que todos estos dones consistían en manteca, uvas, miel, otros frutos y algunas botellas; ((1018)) y en dinero alrededor de quinientas liras 
entregadas por la caridad de estos habitantes, sabedores, como son, de que las mismas iban en beneficio de los huérfanos y muchachos 
pobres de este pueblo recogidos por don Bosco, y de una iglesia en construcción; y que la colecta de cuatro mil liras es un sueño. 

Que tanto Vicente Mazzarello, como Gastaldo son óptimas personas, merecedores de la máxima confianza y no se prestaron más que 
para el tiempo de la subasta. 

Que el mismo don Bosco se hospedó en casa de don Domingo Pestarino y su viaje a Mornese tuvo por finalidad visitar el nuevo 
edificio en construcción por obra del nombrado presbítero Pestarino, en favor y asilo de la juventud. 

Que finalmente todo cuanto se hacontado contra él contiene falsedades y exageraciones en parte, debiendo circunscribir los hechos 
expuestos a las proporciones del presente testimonio. Don Bosco predicó, pero sobre la devoción en general y en particular sobre el culto 
que se debe a la Santísima Virgen, sin aconsejar limosnas, ni insinuar que las hiciesen con promesa de ningún género para obtener 
favores de Dios o algo similar. 

Esto declara la Junta Municipal ser la pura verdad y en fe de ello firman todos los miembros de la misma. 

MAZZARELLO, Alcalde PESTARINO, pbro. Asesor 
JOSE PESTARINO, Asesor TRAVERSO, Secretario 

Y con esto terminaba la investigación. 
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((1019)) 

CAPITULO LXXXV 

DON BOSCO EN MODENA: ACONSEJA AL ARZOBISPO COMO ALCANZAR MEDIOS MATERIALES PARA PROMOVER 
LAS VOCACIONES -ESCRIBE AL CABALLERO DICIENDOLE QUE SE ENCUENTRA EN APUROS ECONOMICOS; LE 
SUGIERE LAS PERSONAS A LAS QUE PODRIA PEDIR AYUDA; LE HACE OTROS ENCARGOS -EL CABALLERO SIGUE 
SIRVIENDO A LOS HERIDOS GARIBALDINOS EN ROMA -UNA GRACIA DE LA VIRGEN Y UNA OFRENDA PARA LA 
CAPILLA DE SANTA ANA -DON BOSCO RECOMIENDA A LA SUPERIORA DE LAS FIELES COMPAÑERAS UNA BUENA 
MUCHACHA, QUE QUIERE HACERSE RELIGIOSA -LAS FIESTAS NAVIDEÑAS -ORDENACION SACERDOTAL DE DON 
PEDRO RACCA; LA VIRGEN LE AYUDA MARAVILLOSAMENTE EN LOS EXAMENES -DON BOSCO ESCRIBE A MILAN 
PARA ALCANZAR LIMOSNAS -GENEROSA OFERTA DE UN BIENHECHOR -CARTA DEL CONDE VIMERCATI POR LAS 
FELICITACIONES QUE LE ENVIARON LOS ALUMNOS DEL ORATORIO -LECTURAS CATOLICAS -EL HOMBRE DE BIEN: 
PROLOGO: POESIAS Y CUENTOS: UN CONSEJO PARA TODOS 

A la vuelta de Mornese permaneció don Bosco unos días en el Oratorio y después se ausentó de nuevo para ir a Módena. Le escribía la 
condesa Amalia Fulcini Giacobazzi el día 19 de diciembre de 1867 desde Viena. 

«Por su última preciosísima que me llegó aquí, advierto que probablemente tendré la contrariedad de estar ausente en su visita camino 
de Módena. Es un ((1020)) verdadero sacrificio que ofrezco al Señor cada vez que me sucede esto. Mas espero que en primavera, a mi 
retorno a Italia, podré tener la suerte de conocerle personalmente. He agradecido inmensamente la estampita que me envió...» 

Don Bosco fue varias veces a Módena. Un día, mientras se entretenía con el Arzobispo, monseñor Emilio Francisco Cugini, sobre 
asuntos de su Pía Sociedad, se lamentaba Monseñor de la falta de vocaciones en la diócesis y de los medios para promoverlas: 
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-Sin embargo, Monseñor, habría un medio fácil para suplir esta necesidad. 

-»Y cuál es?, repuso el Obispo: he pensado en ello y no sé hacia qué lado volverme. 

-Quitar a los párrocos la obligación de celebrar misa en favor del pueblo en los días de las fiestas suspendidas, hacerles celebrar según 

la intención del Obispo y dar las limosnas a favor de las vocaciones eclesiásticas. Ya hace tiempo que tuve esta idea, pero no se me había 
presentado nunca la ocasión de manifestarla. 

-Pero no se puede exonerar a los párrocos de la obligación de las misas por el pueblo. 

-»Por qué no? 

-íEs obligación gravísima de conciencia! 

-También esto tiene remedio. Quien ha puesto la ley, puede quitarla. Escriba a Roma, exponga sus necesidades, pida este indulto para 
cambiar esa obligación, y Roma ya responderá algo. A la Iglesia no le falta poder para ello. 

-»Y si me respondiese negativamente? 

-Tentare non nocet (intentarlo no perjudica). Haga la prueba. 

El Arzobispo se sorprendió de aquel proyecto nunca pensado, dudó, pero después escribió y obtuvo respuesta favorable. 

Este cambio de intención en las misas parroquiales de las ((1021)) fiestas suprimidas no tardó en ser pedido por otros obispos y, por 
tanto, en generalizarse. 

Don Bosco escribía de nuevo al Caballero Oreglia, que seguía en Roma. 

Muy querido caballero Oreglia: 

Después de algunos embrollos con la salud y las ocupaciones, reemprendo la vida ordinaria y empiezo por escribirle una carta de 
acuerdo con el acostumbrado plan de proyectos. 

Ante todo debo decirle que nos encontramos en verdaderos apuros. Tengo ante mí las cuentas de dos meses de pan y las de varios 
proveedores que han suministrado materiales para la iglesia. Por consiguiente, si la condesa Calderari, aun con algún sacrificio de su 
parte, nos liberase de la factura del pavimento que toca a su término, sería para nosotros un verdadero alivio y creo que también un medio 
eficaz para obtener la continuidad de la especial protección de la bienaventurada Virgen María. 

Le adjunto nota de los trabajos que faltan por terminar en la iglesia. Si por casualidad inter notos et amicos (entre amigos y conocidos), 
se pudieran repartir entre tantos bienhechores, nuestra iglesia estaría en situación de poderse abrir para el culto divino el primer día del 
próximo mes de mayo. Póngase a ello. 

Quizá el señor Focardi pueda encargarse de alguna de las cosas anotadas. Por 
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cierto, le advierto que cuando pasaron por aquí sus dos hijos, les entregué cien liras, de las que usted puede hacer mención al padre o a 
los hijos. La princesa Polaca, muy conocida por el P. Delorenzi, creo que hará algo; se mostró muy bien dispuesta para la beneficencia. 
Quién sabe si el Señor Conti no hará otro tanto. Están además los Serlupi, Cavalletti, Cappelletti, Antonelli, Sora, etc. 

A propósito de este último, observe si verdaderamente don César deba licenciarse; si, por tanto, podemos presentar una propuesta 
concreta al reverendo Turchi, el cual creo que aceptará; pero sería necesario que él supiese cuáles son sus obligaciones y honorarios. 

Estoy escribiendo cartas a las personas que me señaló, especialmente a la madre Galeffi, como verá aquí adjunta. Le propongo una 
balaustrada. 

Me dice don J. B. Francesia que quizá una Comunidad se decida a entregar dos mil escudos. Si así fuera, estoy dispuesto a dejar el 
nombre del altar a su gusto. Me agradaría que fuese algo digno de la bienaventurada Virgen María y usted podría prometer a quien 
corresponda que yo estableceré las cosas de modo que cada día se haga un ejercicio piadoso al Altísimo para invocar las celestes 
bendiciones sobre los insignes bienhechores. Rogaré a diario en la santa misa para que la obra buena se cumpla. 

Vaya además un día a visitar a monseñor Pacifici, Secretario de las Cartas ((1022)) Latinas de S. S. en el Quirinal y notofíquele que su 
recomendado Poligari está bien y marcha adelante en su oficio. He recordado al mismo la petición a S. S. de dos cruces de caballero, y no 
sé si hay o no esperanza de ello: usted diga solamente que pertenece a la Casa y, si tiene algún encargo para don Bosco, lo hará llegar. 

Si tiene dinero mándenoslo; si sus quehaceres se lo permiten, venga a primeros de enero próximo; mas, si pudiese realizar algún 
negocio, permanezca todavía. 

Saludos para nuestros bienhechores. Toda la casa le augura buenas fiestas en el Señor. Amén. 

Affmo. en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S. -Ponga en un sobre la carta para la Madre presidenta de Tor de'Specchi. 
El 21 de diciembre recibía don J. B. Francesia una carta del hermano del Caballero: «Berardi ha recibido una carta de la logia. Federico 
estará aquí hasta después de Epifanía. Está bien, negocia como de costumbre estupendamente. Entre sus buenas obras asiste y atiende a 
los cirujanos que curan y realizan amputaciones a los pobres garibaldinos heridos. Aquí estamos tranquilos, pero nos fortificamos mucho, 
lo que es señal de que se temen nuevos asaltos. 

Muchos saludos para don Bosco y los mejores augurios para usted y toda su santa casa». 

Entre las muchas relaciones de gracias concedidas por la Virgen, que continuamente le llegaban a don Bosco, había una de Florencia de 
la marquesa Enriqueta Nerli, con fecha del 17 de diciembre: 

«... Le envío cien liras por cuenta de la condesa Fauli de Faenza, que desea sean empleadas para llevar a término la capilla de santa 
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Ana en la iglesia de María Auxiliadora. Durante el verano pasado, según recordará usted, yo le escribí suplicándole rogara e hiciera rogar 
por el marido de esta amiga mía gravemente enfermo y ella prometía en tanto hacer una limosna para su iglesia, si obtenía la curación del 
mismo. Y la obtuvo con gran maravilla de todos, puesto que se trataba de un caso desesperado... » 

((1023)) Por aquellos días, secundando los deseos de una buena muchacha, que aspiraba a hacerse religiosa, don Bosco la dirigía a la 
reverenda sor Eudoxia, Superiora del Instituto de las Fieles Compañeras de Jesús en Turín, mas sin olvidar el acabamiento de la iglesia. 

Benemérita Madre: 

La portadora de la presente es la joven Catalina Fissore, que querría consagrarse al Señor, bajo su materna dirección. Goza de buena 
salud, puede pagar una discreta pensión; y podemos estar seguros de su conducta moral. Haga usted lo que sea para mayor gloria de Dios. 

Aprovecho la ocasión para augurarle a usted y a sus religiosas y alumnas todas las bendiciones del cielo con perfecta salud y vida feliz, 

Muy agradecido, me profeso 

De V.S.B. 

Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

P. S. -Todavía faltan algunos trabajos para terminar la iglesia dedicada a M. A.: »podría esa Comunidad encargarse de alguno? Le 
acompaño nota. Perdón. 
La noche de Navidad celebró el Venerable las tres misas de costumbre; la primera fue cantada y con comunión general, las otras 
rezadas. Durante los días precedentes había experimentado una gran satisfacción. Don Pedro Racca, ordenado sacerdote el 21 de 
diciembre, celebró su primera misa el 22 en el Oratorio con gran fiesta de los alumnos, singularmente de los de su clase. Los nuevos 
sacerdotes eran honrados después de la comida con una velada en los pórticos:presidía don Bosco con otros superiores y actuaban los 
músicos y se declamaban diversas composiciones. 

El Siervo de Dios había autorizado a don Pedro Racca para que fuera a celebrar en Volvera, su pueblo, donde era esperado con mucho 
cariño por sus paisanos que le querían mucho desde niño. Había ido alguna vez al pueblo, como clérigo, y había sido ejemplarísimo. 
Dócil, humilde, obediente. Era una delicia tratar con él. Se prestaba ((1024)) con gusto para enseñar catecismo a los niños: les alegraba 
con santos ejemplos y hechos edificantes y les encaminaba suavemente 
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al bien. Llevaba siempre consigo el rosario, que rezaba lo más a menudo posible. Sus conversaciones preferidas eran sobre Dios, la 
Virgen y el Papa; y nunca dejaba de hablar del Oratorio y de su querido don Bosco, a quien profesaba tanto amor que, cuando se 
encontraba en su casa paterna, le parecía encontrarse entre espinas. 

Este digno hijo del Venerable fue a celebrar el 25 de diciembre su primera misa en el pueblo. Escribía de este modo el sacerdote 
Nicolás María Lisa: «íCon qué diligencia se preparó a ella don Pedro Racca y con qué fervor la celebró! Todo el mundo se formó de él el 
concepto que se tiene de los santos; entre otros el caballero José Barale, notario y secretario de este ayuntamiento, exclamó: 

»-íQué santo sacerdote debe ser este joven levita! 

»Yo pronuncié el sermón aquel día y presenté el poder de la Virgen que supo desvanecer los temores y dudas de su infancia y quitarle 
todo obstáculo para conducirle al sacerdocio; y dije, para acabar, que por tanto era su deber predicar, mientras viviese, las glorias de 
María». 

Estaba bien persuadido de ello nuestro buen don Pedro, puesto que entre las muchas gracias que había obtenido de Ella, recordaba la de 
una feliz memoria, como ya hemos narrado, al principio de sus estudios. Pero tenía una recentísima para estar agradecido a María. A fines 
de noviembre había sido avisado por los Superiores para disponerse a recibir la sagrada ordenación. Debía prepararse a sufrir el examen 
requerido, pero cansado por otros estudios y distintas ocupaciones, andaba diciendo: 

-íEs imposible, es imposible que me presente! íMe falta tiempo! 

Mas como insistieran los Superiores, se puso a estudiar un tratado con la mejor buena voluntad. Sin embargo, se dio cuenta de que con 
sus solas fuerzas podía hacer muy poco. Pero, como entonces se estaba en la novena de la Inmaculada, se dirigió a la Virgen santísima en 
demanda de ((1025)) ayuda en circunstancia tan crítica. Vínole la ayuda, pero no enseguida. La antevíspera del examen todavía no estaba 
preparado. Con mayor fervor aún torna a suplicar a su madre María que le eche una mano: y aquel mismo día continúa con los libros. Al 
instante advierte que todo lo que lee lo retiene en la memoria. De esta forma se encontró tan preparado que maravilló a los examinadores. 
Contento de la gracia recibida, no supo callarla y la contó en clase sin decir el nombre del favorecido, por la Virgen, pero luego durante el 
recreo ya no pudo ocultar que el agraciado era él. Narró el hecho a sus alumnos para animarles a ser devotos de María Auxiliadora y 
confiar cada día más en su poder. 
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En la fiesta de San Esteban escribía don Bosco a la señora Guenzati. Esta carta le fue entregada a don Miguel Rúa por el conde José 
Caccia Dominioni. 

Turín, 26 de diciembre de 1867
Ilustrísima Señora:


Está para acabarse el año y quiero darle ocasión de ofrecerle una florecita a María Auxiliadora. Vea si puede hacerlo. 

Para terminar la iglesia de María Auxiliadora faltan todavía las obras aparte anotadas. »Quién sabe si V. S., a través de algún conocido 

o amigo, no pueda tomar alguna de ellas a su cargo? Creo que casa Caccia, casa Brambilla, casa Stanga estarán dispuestas a ayudarle. De 
todos modos, si usted me auxilia, para primeros del próximo mayo consagraremos la nueva iglesia al culto divino y ciertamente contarán 
con un poderoso antídoto contra el cólera y las demás desgracias. 
Deseo todas las bendiciones del cielo para usted, su familia y los nombrados señores. Y asegurándole mi más profunda gratitud, tengo 
el honor de profesarme 

De V. S. Ilma. 

Seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El tercer día de Navidad, entre los aguinaldos que le llegaron de los bienhechores, hubo un generoso donativo inolvidable. 

((1026)) Turín, 27 de diciembre de 1867 

Lo que no pude hacer durante el pasado mes de septiembre, siempre por la misma razón de las finanzas, me cabe la satisfacción de 
realizarlo hoy, ventisiete de diciembre. De manos del señor Miguel Nico recibirá la presente con quinientas liras dentro, en billetes de 
banco, como donativo voluntario para la nueva iglesia en construcción. 

Ruego mientras tanto a V. S. Ilma., a quien tanto aprecio, acepte mis distinguidos saludos y me crea siempre 

Su afmo. servidor y amigo JOSE COPASSO 

P. S. -El presente donativo está hecho de acuerdo con mi familia; así queda registrado en el libro de casa. 
Para la fiesta de Navidad y especialmente para el día de san Juan Evangelista, el Venerable había hecho escribir a los muchachos una 
carta de felicitación y agradecimiento al conde Vimercati, el cual les respondía: 

Roma, 30 de diciembre de 1867
Muy reverendo y queridísimo don Bosco:


Le agradezco de corazón el recuerdo que de mí conserva, satisfecho por mi parte de poderle asegurar que también yo lo guardo de 
usted, de sus santos socios y de sus 

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afortunados hijos, que tuvieron la bondad de escribirme, juntamente con don Juan Bta. Francesia. El caballero Oreglia me aseguró que 
haría él mis veces con ellos: de todos modos ruego también a usted me deje en buen lugar, que por lo demás yo mismo no tengo fuerza ni 
mano para escribir, ya que los nervios me molestan muy frecuentemente. Bendito sea Dios a quien agradezco me avise tan amorosamente 
de la no lejana muerte. 

Sí, le bendigo y doy gracias. Salúdeme a don J. Francesia y a sus queridísimos hijos a quienes amo tiernamente en Cristo Jesús. El 
Santo Padre se encuentra muy bien. Roma está tranquilísima y espero que pronto seremos consolados plenamente. Los de casa besan su 
mano, se encomiendan a usted y aseguran que siempre le recuerdan con la mayor y más profunda devoción. Yo de modo particular le 
encomiendo mi pobre alma 

Su seguro servidor JUAN VIMERCATI 

((1027)) Tampoco había olvidado a los queridísimos suscriptores de las Lecturas Católicas. Había publicado para ellos el mes de 
noviembre: 

Visita al Santísimo Sacramento y María Santísima para cada día del mes, por San Alfonso María de Ligorio, precedida del acto heroico 
de caridad y de las oraciones en honor de los siete dolores y gozos del Patriarca San José. 

Con el acto heroico de caridad el cristiano ofrece a Dios, por las ánimas del Purgatorio, en unión a los méritos de Jesús y de María, 
todas sus obras satisfactorias y las de otros a él aplicadas en vida, en muerte y después de la muerte. 

El mes de diciembre recibieron los asociados la narración de: La familia de Simón el Capataz, o sea la resignación en la adversidad. 

Y al mismo tiempo encargaba don Bosco al Hombre de Bien, almanaque para el año bisiesto 1868, que ofreciera su aguinaldo para los 
suscriptores. 

He aquí el prólogo: 

EL HOMBRE DE BIEN
a la vuelta de un largo viaje a sus benévolos amigos


Deo gratias! Esta es la décimosexta vez que os veo y que puedo auguraros de mi parte toda suerte de bendiciones. Querría poseer una 
pluma primorosa para escribir cuanto me sugiere el corazón. Pero temo no lograrlo: ísi tendré yo para contar...! 

íHe estado en Roma para ver las fiestas del centenario de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y al Papa! 

Que »cómo es eso? dirá alguno de mis lectores; »cómo te has atrevido a un viaje tan largo y peligroso, tú Hombre de Bien? 

íAhí está! »Tenía acaso que aguardar a otro centenario para ir? Para entonces quizá ya no vivirían tantos amigos míos ni el adorable Pío 
IX, que tuvo la feliz inspiración 
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de celebrarlo; además, quién sabe si de aquí a cien años habría tenido yo la satisfacción de hablaros... Así que he cumplido el consejo de 
mis padres: Quien tiene tiempo, no espere el tiempo y también aquel otro: No busques el mañana incierto / si te dan hoy para gozar. 

Con una buena provisión de amigos en la faltriquera y con muchas ideas bonitas en la cabeza, a Roma que me fui a la mitad de junio. 
Muchos eran los que intentaban disuadirme so pretextos de la edad, el cólera, los salteadores de caminos y de ((1028)) yo qué me sé. 
Debo deciros sencillamente que no atendí a nadie y acerté. En cuanto a la edad vi a muchos más viejos que yo, que no solamente no 
habían ido tan cómodos como yo desde el Piamonte y en barco, sino a obispos venerandos de blancas y largas barbas, gastados por las 
fatigas apostólicas y los años. Y sin embargo, a la palabra del Papa, se habían puesto en viaje desde China, Japón y Abisinia, países que 
me dijeron están a más de cinco o seis mil millas lejos de nosotros. 

En dos días estuve en Roma. íQué magnificencia! Entré despacito en la gran ciudad, confundido a la vista de tantas hermosuras. Lo 
imaginado ya era grande, pero la realidad fue superior. Baste deciros que yo creo, y creo la verdad, que allí se hablaban todas las lenguas, 
y los sacerdotes para entenderse mejor lo hacían en latín. íMenudo lío para mí, que no entiendo ni el latín que digo en las vísperas! 
Recuerdo que uno me preguntó en esta lengua y no sé lo que le respondí, pero sí sé que se rió muy a gusto y se marchó. Se dio cuenta de 
que no era tan famoso. Si mal no recuerdo éstas fueron las palabras de aquel tal: O bone hospes, ostende mihi viam qua itur ad 
Quirinalem. Sabe Dios la de cosas extrañas que yo imaginé. Ahora sé por un amigo que aquellas palabras querían decir en buen hablar: 
Querido forastero, enséñame, por favor, la calle que lleva al Quirinal. 

No os hablo de la bondad de los ciudadanos: todos quedamos verdaderamente satisfechos; y eso que nos los habían pintado con tan 
negros colores. Pero en hablaba así, estaba interesado en ello. Decían que no había ni un solo puesto; y se habría encontrado albergue 
para otros tantos forasteros. Y advertid que había 160 mil que habían acudido de todas las partes del globo. íQué modos de vestir, de 
andar, de hablar! Pero todos estaban de acuerdo en un solo lugar, en la iglesia. íQué hermoso espectáculo oír alabar a Dios, rezar ante el 
Sepulcro del Apóstol, encomendar a Pío IX en tantas lenguas! En la Basílica San Pedro recé, y recé por mí y por todos mis amigos, que 
sois vosotros, queridos lectores. 

Pero mi corazón quedó verdaderamente sobrecogido de alegría cuando vi por vez primera el angélico rostro de Pío IX. Yo no sé si a 
todos, pero a muchos de los que estaban a mi lado les caían las lágrimas ante él, pensando cómo muchos de sus hijos amargaban aquel 
corazón tan bondadoso, tan piadoso, tan santo. Y después qué decoro, qué espectáculo ver desfilar a casi 500 prelados (ahora he sabido 
que entre obispos, arzobispos y patriarcas eran 499), todos con un rostro venerando, y todos con un solo corazón y una sola alma, todos 
en un solo pensamiento con Pío IX, todos unidos en una sola fe, una sola ley, dispuestos a verter su sangre por ella. Y cuántos, que ya 
habían debido padecer por Dios largos años de angustioso destierro. Vi con afectuosa satisfacción al amado cardenal De Angelis, que nos 
había edificado con sus virtudes en Turín, vi al buen obispo de Avellino, vi a tantos otros que habían sufrido destierro, cárceles y 
humillaciones. Y ahora estaban allí en torno a la cátedra de Pedro diciendo a su sucesor: Por Ti y por lo que tú apruebes o condenes 
((1029)) estamos dispuestos a soportar de nuevo otros y más terribles tormentos. Sé que el buen Pío experimentó una singular alegría al 
contemplar a tantos hermanos suyos en el episcopado haciéndole corona y venidos a su simple invitación. 
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íQué grande es el poder de la santa Fe! Soy un profano en la poesía, pero sé algún que otro verso, y quiero decir con esto que allí, en 
medio de aquella inmensa multitud oí a uno que exclamó: 

Bella, inmortal, benéfica
Fe, acostumbrada al triunfo:
Escribe todavía: íalégrate! 
1


Yo los aprobé, los retuve fielmente en la memoria y os los recuerdo a vosotros creyendo os gustarán. 

Oí también la voz del Papa: íqué sonora, llena y robusta! Y pensar que aquella voz era tan poderosa ante los hombres y más aún ante 
Dios. Visité ijamente todas las hermosuras de Roma. Fui a las catacumbas, al coliseo, santificado con la sangre de tantos mártires y no 
recuerdo haber llorado nunca con tanto consuelo de mi corazón. íSí, lloré de veras! 

Visité la casa de san Pudente 2, habitada por san Pedro, según se cree, recién llegado a Roma; fui a la cárcel Mamertina, segunda 
estancia de san Pedro: bebí en la fuente milagrosa que el mismo santo hizo manar para bautizar a sus guardianes; vi el Capitolio, la vía 
sacra, el foro romano, diversos templos de la antigua Roma; y hubo quien me mostró la torre a la que, según la tradición, subió Nerón 
cuando incendió Roma, acusando después a los cristianos. No es para decir mi satisfacción al contemplar tantas maravillas. Subí 
reverentemente la escala santa, vi la cuna del Señor y las últimas huellas de su cruz. En fin, experimenté todas las demostraciones que un 
corazón cristiano puede desear y esperar. 

Finalmente tuve que partir y no me decidía a ello. Se dice fácilmente dejar a Roma; pero tenía el doloroso presentimiento de que no 
volvería a verla. Visité una vez más San Pedro, besé reverente su pie confesando mi devoción a él y a su angélico Sucesor y partí. 

Pero íqué vuelta la mía! íCuántos trajines hube de soportar! Con pretextos que yo no sé justificar, casi casi me ahogaban. Me decían 
que yo iba contaminado con el cólera de Roma y me lo encontré en mis queridas tierras. Y más de uno de mis amigos se había marchado 
ya para la eternidad. Sospeché entonces que fuera un castigo que Dios nos enviaba. Verdad es que también en Roma apareció después el 
morbo fatal, pero entonces no existía más que en la mente y en la voluntad maliciosa de algunos. En fin, a mi vuelta sufrí la desgracia de 
mis hermanos y rogué y ruego a Dios para que abrevie los días de su furor. Y tú, caro lector, defíendete cuanto puedas de este huésped de 
mal agüero y que Dios te llame como suele ((1030)) llamar a sus hijos más queridos dulcemente y con la sonrisa en los labios. Termino 
enviándote un cordial saludo. Que Dios os bendiga y bendiga también a vuestro afectísimo amigo 

El Hombre de Bien 

El Hombre de Bien presentaba al lector poesías y distintas narraciones entre las cuales: Los últimos momentos de Maximiliano, 

1 Deben pertenecer a algún clasico o poeta popular italiano, que confieso desconocer. (N. del T. ). 

2 Pudente. Existe la iglesia titular de Pudente («ecclesia Pudentiana»). Según la tradición, Pudente, discípulo apostólico y senador, 
ofreció hospedaje a san Pedro, y fue padre de las vírgenes romanas Pudenciana y Práxedes. (N. del T.). 
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emperador de Méjico; La Virgen de Guadalupe; Al amigo y colega don Enrique Bonetti; El cardenal Ludovico Altieri, muerto 
heroicamente mientras asistía a las víctimas del cólera en Albano. 

Finalmente el Siervo de Dios hacía esta recomendación: 

Si queréis darme un gusto haced provisión de los bonísimos aguinaldos que se publican en Italia como son el D. Mentore de Savona, el 
Caldeiscopio, El A migo de casa desenmascarado de Turín, El amigo de la Familia de Génova; y otros semejantes de Bolonia. Te 
encomiendo librarte como de una serpiente del Amigo casa, puro, puro que se trasladó a Florencia. Y si lo vieses en manos de otros, 
avísales que se deshagan de él: les harás con ello un gran favor. 

Pero antes de este aviso, el Venerable daba un consejo a todos. Es prenda del trabajo que llevamos y sus palabras también, que sellarán 
el presente volumen. 

Cuando los amigos están para separarse redoblan los signos de benevolencia. Hasta los mudos, hasta los indiferentes se transforman en 
locuaces y casi diría en elocuentes. »Qué será del Hombre de Bien que se encuentra en el fin, él que siempre tiene ganas de hablar? 

El pensamiento de que no podré veros ni hablaros durante todo un año me hace elocuentísimo. íCuántas cosas querría deciros! No 
puedo resumirlo todo en pocas palabras, porque luego no estaría satisfecho. O todo o nada. No quiero ser yo quien os diga adiós y cumpla 
con los deberes de la despedida. Una palabra autorizada, divina. Abro la Escritura, que es el libro de Dios: y bienaventurado quien lo 
escucha y lo sigue. Y para evitar confusión, empiezo a hablar: 

A los padres. -»Tienes hijos? Adoctrínalos, doblega su cerviz desde la juventud (Eccl. VII, 23). 

A los hijos. -Con todo tu corazón honra a tu padre y no olvides los dolores de tu madre (Eccl. VII, 27). 

((1031)) La bendición del padre afianza la casa de los hijos, y la maldición de la madre destruye los cimientos (Eccl. III, 9). 

A los jóvenes. -Acuérdate de tu Creador en tus días mozos y mientras no vengan los días malos (Qo. XII, 1 ). Si en la juventud no has 
hecho acopio, »cómo vas a encontrar en tu vejez? (Eccl. XXV, 3). 

A los pobres. -Mejor es poco con temor de Yahvéh, que gran tesoro con inquietud. Mejor es el pobre que camina en su integridad, que 
el de labios perversos y además necio (Prov. XV, 16; XIX, 1 ). 

A todos. -Teme a Dios y guarda sus mandamientos que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también 
todo lo oculto, a ver si es bueno o malo (Qo. XII, 13, 14). 

Y basta; porque, si quisiera secundar mi corazón, Dios sabe cuándo acabaría. Pero en todo se requiere moderación y yo no quiero 
abusar de vuestra bondad. Que Dios os bendiga a todos, mis queridos lectores, a todos de los pies a la cabeza, y os dé tantas alegrías de 
las verdaderas cuantas son las palabras que habéis leído en este librito. Que viváis felices; y esperemos volver a vernos de mejor humor 
para el año 1869. 
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((1033)) 

APENDICES 

APENDICE N.° 1 

( Véase pág. 37) 

INSTANCIAS AL GRAN MAESTRE DE LA ORDEN DE SAN MAURICIO 

I 

Excelencia: 

El sacerdote Juan Bosco, Director de la casa llamada Oratorio de San Francisco de Sales, respetuosamente expone a V. E. que se 
encuentra en graves apuros económicos para proveer a las necesidades de dicho Centro, en el que hay cerca de ochocientos muchachos 
pobres, y para pagar algunas deudas contraídas con el panadero y con el empresario de una parte del edificio, cuya terminación es 
indispensable para la buena marcha de la casa. Si bien con el traslado de la Capital, ha disminuido algo el número de bienhechores, 
todavía hay dos caritativos señores dispuestos a ofrecer cuatro mil liras cada uno para socorrer a los pobres muchachos aquí asilados, si 
tuvieran la esperanza de ser honrados con la cruz de San Mauricio. 

Uno de ellos es el abogado Marinetti de Asti, domiciliado en Turín, jefe de procuradores, con ejercicio ante la Real Corte de apelación 
y tribunales. Es bienhechor de muchas obras benéficas, entre las cuales está dicho Oratorio; es Secretario de varias obras pías, entre las 
que figura la de Santa Ana y San José, establecidas junto al santuario de Nuestra Señora de la Consolación. Tiene cuarenta años y está 
casado sin hijos. 

El otro es el químico farmacéutico José Ghiotti de la ciudad de Ivrea, Capitán de la Guardia Real. Ya es benemérito por haber 
renunciado para el bien público a la paga correspondiente a su grado; ((1034)) ha suministrado gratuitamente medicamentos y prestado 
sus cuidados y fatigas a los enfermos del cólera en aquella Ciudad en 1854. Hace varios años que entrega caritativamente todas las 
medicinas necesarias a un asilo de muchachos pobres en la misma ciudad de Ivrea. 

Estos dos señores ya han ayudado en otras ocasiones a los pobres muchachos de este Establecimiento y ahora, en vista de la grave 
necesidad del momento, ofrecen la suma indicada. El que suscribe ruega humildemente a V. E. tenga a bien satisfacer el deseo de estos 
dos insignes bienhechores, asegurándole la más sentida y duradera gratitud por parte de los pobres asilados. 

La mayor parte de estos muchachos han sido enviados aquí por los alcaldes, gobernadores y otras autoridades civiles. Cerca de treinta 
de los que están todavía en el Establecimiento fueron enviados por el Ministerio de Estado, para el que siempre estuvo abierta esta casa... 

Con el máximo reconocimiento augura a V. E. todo bien del cielo y, con la esperanza de ser atendidos en su demanda, se profesa 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 1 

1 Ambas instancias aparecen sin fecha. 

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II


Excelencia: 

Creo hacer honor al mérito comunicando a V. E. el nombre de un benemérito ciudadano de esta nuestra Ciudad. Este es el señor 
Domingo Cornaglia, de sesenta años. 

Con la industria de su honesto negocio llegó a aumentar el capital paterno heredado de tal modo que, al presente, puede vivir 
señorialmente sin necesidad de dedicarse al comercio. 

Como honesto ciudadano sirvió en la Guardia Nacional por espacio de más de once años. Terminó su honorable y querido servicio con 
el grado de Capitán, que abandonó solamente por razón del cambio de domicilio, según consta en el adjunto atestado. 

Durante toda su vida, tanto pública como privada, nunca olvidó el alto deber de hombre acomodado: la beneficencia. 

Entre los que más se beneficiaron de su generosidad ha sido siempre el asilo de los pobres jovencitos del Oratorio de San Francisco de 
Sales. 

Habiendo llegado a su conocimiento que este Establecimiento atravesaba grandes apuros económicos y que en la actual y fría estación 
había una parte notable de dichos muchachos vestidos todavía con ropas de verano, conmovido su corazón generoso, entregó la notable 
cantidad de cuatro mil liras a fin de que se atendiese a tan urgente necesidad. 

((1035)) Por lo tanto y en vista de su pública y honrosa forma de vivir: del servicio prestado a la Patria, y de sus muchas beneficencias, 
como Director del favorecido Establecimiento humildemente suplico a V. E. se digne conceder al mismo una manifestación de público 
agradecimiento obteniéndole de la soberana municifencia la condecoración de la Orden de San Mauricio con la que han sido honrados 
casi todos sus compañeros, que consiguieron el mismo grado de la milicia ciudadana. 

Esta soberana disposición será ciertamente bien acogida por todos los buenos, y el benemérito ciudadano se verá animado a sus buenas 
obras a la par que se añadirá un nuevo motivo a estos pobres muchachos para invocar las bendiciones del cielo sobre V. E., sobre la 
Augusta persona del Rey y sobre toda la familia real. 

Lleno de confianza de conseguir la gracia, con el más profundo reconocimiento, tengo el alto honor de profesarme, 

De V.E. 

Seguro y atento servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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APENDICE N.° 2 

( Véase la pág. 99) 

RECUERDO DE LA FIESTA DE LA COLOCACION
DE LA PIEDRA ANGULAR DE LA IGLESIA
DEDICADA A MARIA AUXILIADORA
EL DIA 27 DE ABRIL DE 1865


Filótico, Bienvenido, Cratippo y Teodoro. 

Fil. -Bonita fiesta la de hoy. 

Crat. -Preciosísima; hace muchos años que estoy en este Oratorio, pero nunca vi una fiesta igual, y difícilmente podremos celebrar otra 
semejante en lo porvenir. 

Bienv. -Amigos, me presento a vosotros boquiabierto; yo no sé explicarme... 

Fil. -»Qué? 

Bienv. -No sé explicarme lo que he visto. 

Teod. -»Quién eres tú, de dónde vienes, qué has visto? 

Bienv. -Soy forastero y he salido de mi pueblo para venir a formar parte de los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales. Apenas 
llegué a Turín pedí que me acompañaran hasta aquí y me veo, al entrar, ((1036)) carruajes engalanados regiamente, caballos, 
palafreneros, cocheros vestidos de gran gala. »Es posible esto? dije para mí. »Será ésta la casa donde yo, pobre huérfano, vengo a habitar? 
Entré después en el recinto del Oratorio, y vi una multitud de muchachos que iban gritando locos de alegría: íViva, gloria, triunfo, 
benevolencia de todos y por siempre! Levanté la vista hacia el campanario y vi una campanita que volteaba sin cesar produciendo con 
esfuerzo un armonioso campaneo. En el patio, música por aquí y música por allá: unos que corren, otros que saltan, algunos que cantan y 
otros que tocan. Pero »qué es todo esto? 

Fil. -Helo aquí en dos palabras. Hoy se ha bendecido la piedra angular de nuestra nueva iglesia. Su Alteza, el príncipe Amadeo, se ha 
dignado venir a echar la primera paletada; su Excelencia, el Obispo de Susa, ha venido a celebrar la función religiosa; todo lo demás son 
nobles personajes, insignes bienhechores nuestros, que intervinieron para honrar al hijo del Rey y al mismo tiempo hacer con su 
presencia más solemne la fiesta de este hermoso día. 

Bienv. -Ahora comprendo la razón de tanta alegría; y verdaderamente tenéis motivo para celebrar una gran fiesta. Mas, si se me permite 
una observación, me parece que os habéis equivocado en la parte principal. En un día tan solemne y para dar la bienvenida a personajes 
tan ilustres, y al hijo Augusto de nuestro Soberano, debierais haber preparado cosas grandes. Deberíais haber levantado arcos triunfales, 
cubierto de flores las calles, colocado guirnaldas de rosas por todos los rincones, adornado todo con elegantes tapices y mil cosas más. 

Teod. -Tienes razón, amigo Bienvenido, tienes razón; éste era el deseo de todos. Pero »qué quieres? Pobres muchachos como somos, 
estábamos impedidos no por nuestra voluntad, que es grande, sino por nuestra absoluta impotencia. 

Fil. -A fin de recibir dignamente a éste nuestro amado Príncipe, hace unos días 

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nos hemos reunido todos para tratar lo que debía hacerse en un día tan solemne. Decía uno: si yo tuviese un reino me gustaría ofrecérselo, 
porque es verdaderamente digno de él. Estupendo, respondieron todos; pero, somos unos pobrecitos y no tenemos nada. íAh! añadieron 
mis compañeros, si no tenemos un reino para darle, podemos al menos hacerle Rey del Oratorio de San Francisco de Sales. íQué suerte la 
nuestra! exclamaron todos, entonces se acabaría la penuria entre nosotros y habría una fiesta continua. Hubo un tercero después que, 
creyendo sin fundamento las otras proposiciones, concluyó diciendo, que podíamos hacerle rey de nuestros corazones, dueño de nuestro 
cariño; y como algunos de nuestros compañeros ya están bajo su mando en la milicia, ofrecerle nuestra fidelidad, nuestra solicitud, si 
llegara el tiempo en que debiéramos formar en el regimiento que él manda. 

Bienv. -»Qué respondieron tus compañeros? 

Fil. -Todos recibieron con alegría el proyecto. En cuanto a los ((1037)) adornos para la recepción dijimos todos a una voz: estos señores 
ven cada día cosas grandes, cosas magníficas, cosas majestuosas en su casa y sabrán compadecer benignamente nuestra impotencia; y 
tenemos un motivo más para esperar la bondad y generosidad de su corazón. 

Bienv. -Bravo, muy bien dicho. 

Teod. -Muy bien, apruebo lo que decís. Pero mientras tanto; »no debemos al menos demostrar nuestra gratitud y dirigirles algunas 
palabras de reconocimiento? 

Bienv. -Sí, amigos míos; mas antes querría que apagaseis mi curiosidad con respecto a los Oratorios y a lo que en ellos se hace. 

Fil. -Pero abusaremos de la paciencia de estos queridos bienhechores. 

Bienv. -Creo que les gustará oírlo. Puesto que ellos han sido y siguen siendo nuestros insignes bienhechores escucharán con agrado el 
objeto de su beneficencia. 

Fil. -No me encuentro en situación de poder hacerlo, pues apenas hace un año que me encuentro aquí. Tal vez Cratippo, que es uno de 
los más antiguos, estará en grado de hacerlo; »no es verdad, Cratippo? 

Crat. -Si pensáis que yo soy capaz, con mucho gusto lo haré. Primeramente os diré que los Oratorios en su origen (1841) no eran más 
que unas reuniones de muchachos, generalmente forasteros, que se juntaban los días festivos en sitios determinados para ser instruidos en 
el catecismo. Cuando más tarde se pudieron tener locales a propósito, entonces los Oratorios (1844) se convirtieron en lugares donde se 
reunían los jóvenes para entretenerse con agradables y honestas diversiones, después de haber cumplido con sus deberes religiosos. 
Nuestro entretenimiento era jugar, reír, saltar, correr, cantar, tocar, trompetear, repicar los tambores. Poco después (1846) se añadió la 
escuela dominical y después (1847) las escuelas nocturnas. El primer Oratorio es éste en el que nosotros nos encontramos, llamado de 
San Francisco de Sales. Después de éste se abrió otro en Puerta Nueva; más tarde otro en Vanchiglia y hace pocos años el de San José en 
San Salvario. 

Bienv. -Me has contado la historia de los Oratorios Festivos y me place; pero me gustaría saber algo de esta Casa. »A qué condición 
pertenecen los muchachos de esta casa? »En qué se ocupan? 

Crat. -Puedo contestarte. Entre los muchachos que frecuentan los Oratorios, y también los de otros pueblos, se encuentran algunos que, 
por estar totalmente marginados, o porque son pobres y faltos de medios de fortuna les esperaría un triste porvenir, si una mano generosa 
no les prestase su cuidado paternal, les acogiese y les suministrase lo necesario para la vida. 

Bienv. -Por lo que dices parece que esta casa está destinada a ((1038)) muchachos 

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pobres; y sin embargo veo que todos vosotros vais tan bien vestidos que parecéis unos señoritos. 

Crat. -Mira, Bienvenido; teniendo en cuenta la fiesta extraordinaria que hoy celebramos cada cual ha sacado fuera lo mejor que tenía o 
pudo hallar y así podemos hacer una figura, si no majestuosa, al menos presentable. 

Bienv. -»Sois muchos en esta casa? 

Crat. -Casi ochocientos. 

Bienv. -íOchocientos! íOchocientos! »Y cómo apagar el apetito de tantas bocas? 

Crat. -Nosotros no nos preocupamos de ello. Eso el panadero. 

Bienv. -Pero »cómo hacer frente a los gastos? 

Crat. -Echa una mirada a todos estos personajes que con tanta bondad nos escuchan y sabrás quiénes y cómo proveen cuanto se necesita 
para alimentación, vestido y todo lo demás. 

Bienv. -íPero me asusta la cifra de ochocientos! »En qué pueden ocuparse todos estos muchachos de día y de noche? 

Crat. -De noche resulta facilísimo ocuparles; todos duermen en su cama y cumplen su deber, con orden y en silencio, hasta el amanecer. 

Bienv. -Tú bromeas. 

Crat. -Digo esto para responder a la broma que tú me propusiste. Si quieres saber cuáles son nuestras ocupaciones de cada día te lo diré 
en pocas palabras. Los muchachos están divididos en dos grandes secciones: una de aprendices y otra de estudiantes. Los aprendices 
trabajan en los oficios de sastrería, zapatería, cerrajería, carpintería, encuadernación, cajistas, tipógrafos, músicos y pintores. Así, por 
ejemplo, estas litografías, estas pinturas son trabajo de nuestros compañeros, este libro ha sido impreso aquí y fue encuadernado en 
nuestro taller. 

Hablando en general, además, son todos estudiantes, ya que todos deben asistir a las escuelas nocturnas, pero los que manifiestan más 
talento y mejor conducta pueden ser dedicados exclusivamente al estudio por nuestros Superiores. Por eso tenemos la satisfacción de qué 
haya entre nuestros compañeros algunos médicos, otros notarios, algunos abogados, maestros, profesores y también párrocos. 

Bienv. -Y esta música: »es de muchachos de esta casa? 

Crat. -Sí, los muchachos que hasta ahora cantaron y tocaron son alumnos de esta casa; más aún, la misma composición musical es casi 
toda del Oratorio; porque todos los días, a una hora determinada, hay escuela de música y cada uno, además del oficio o de los estudios, 
puede avanzar en el arte musical. 

Por este motivo tenemos hoy la satisfacción de que algunos compañeros nuestros ejercen brillantes carreras civiles y militares y hay 
muchos que pertenecen a la banda de distintos regimientos, en la Guardia Nacional y en el mismo regimiento de Su Alteza el príncipe 
Amadeo. 

((1039)) Bienv. -Esto me gusta mucho; de este modo aquellos jóvenes, que por naturaleza poseen un ingenio perspicaz, pueden 
cultivarlo y no están obligados a quedar inoperantes por la indigencia o a hacer cosas contrarias a su inclinación. Pero decidme; al entrar 
aquí he visto una bonita iglesia terminada y tú me has dicho que quieren hacer otra: »qué necesidad hay de ello: 

Crat. -La razón es muy sencilla. La iglesia, de la que nos hemos servido hasta ahora, estaba destinada para los jóvenes externos que 
venían los días de fiesta. Pero, debido al número cada vez mayor de muchachos asilados en esta casa, la iglesia resulta pequeña, y los 
externos quedan fuera casi todos. De modo que podemos calcular que ni siquiera la tercera parte de los muchachos que deberían asistir 
pueden 

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tener sitio. Cuántas veces hemos tenido que dejar montones de muchachos y permitir que fueran a golfear por las plazas, por la única 
razón de que no había lugar para ellos en la iglesia. 

Hay que añadir a esto que, desde la iglesia parroquial de Borgo Dora hasta la de San Donato, hay una multitud de casas y millares de 
habitantes, en donde no existe una sola iglesia ni capilla pequeña o grande para los niños ni para los adultos que pudieran acudir. Era, 
pues, necesaria una iglesia suficientemente espaciosa para acoger a los muchachos y que tuviera espacio también para los adultos. La 
construcción de la iglesia, objeto de nuestra fiesta, tiende a resolver esta grave necesidad pública. 

Bienv. -Las cosas así expuestas me dan una idea justa de los Oratorios y del fin de la iglesia, y creo que esto les gustará a estos señores, 
que de este modo conocen a dónde va a parar su beneficencia. Siento, por otro lado, no ser un elocuente orador o un buen poeta para 
improvisar un espléndido discurso o un sublime poema sobre todo lo que me has dicho con una expresión de agradecimiento para estos 
señores. 

Teod. -También yo querría hacer lo mismo, pero apenas si sé que en poesía todas las líneas deben ser iguales de largas; así que, en 
nombre de mis compañeros y de nuestros queridos Superiores, solamente diré a S. A. el príncipe Amadeo y a todos los demás señores que 
estamos contentísimos de esta bonita fiesta; que haremos una inscripción con caracteres de oro donde se diga: 

íViva siempre este día!
Antes el sol del ocaso
haga que torne a su Oriente,
todo río a su fuente
antes atrás volverá,
que se borre del recuerdo
este día siempre bello
que en nosotros vivirá.


((1040)) Y a Vos en particular, Alteza Real, os digo que os profesamos un gran afecto y que nos habéis hecho un gran favor al venir a 
visitarnos, y que siempre que tengamos la suerte de veros por la ciudad o en otra parte, o bien que escuchemos hablar de Vos, será para 
nosotros un motivo de gloria, de honor, de verdadera complacencia. Pero antes de que os separéis de nosotros, permitid que, en nombre 
de mis queridos Superiores y compañeros, os pida un favor y es que os dignéis venir otras veces a vernos, para renovar así la alegría de 
esta hermosa fiesta. Y Vos, Excelencia, continuad la paternal benevolencia que nos habéis demostrado hasta ahora, Vos, señor Alcalde, 
que de tantas formas tomasteis parte en nuestro bien, seguid protegiéndonos y hacednos el favor de que la calle Cottolengo sea rectificada 
frente a la nueva iglesia; y nosotros os aseguramos que redoblaremos nuestra profunda gratitud para con Vos. Y Vos, señor Párroco, 
dignaos considerarnos siempre no sólo como feligreses, sino como hijos queridos que encontraron siempre en Vos un padre tierno y 
benévolo. A todos nos encomendamos para que queráis continuar siendo, como lo fuisteis en el pasado, insignes bienhechores, 
especialmente para terminar ese santo edificio, razón de la solemnidad de hoy. Ya está empezado, ya salió a flor de tierra y con lo hecho 
él mismo tiende la mano a las personas caritativas para que le lleven hasta el fin. Y finalmente mientras os aseguramos que permanecerá 
grata e imborrable en nuestros corazones la memoria de este hermoso día, pedimos unánimes a la Reina de los Cielos, a quien está 
dedicado este hermoso templo, que os obtenga del dador de todo bien una vida larga y días muy felices. 
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APENDICE N.° 3 

( Véase pág. 99) 

PARA LA BENDICION DE LA PRIMERA PIEDRA 

DE LA IGLESIA QUE HA DE LEVANTARSE 

JUNTO AL ORATORIO DE SAN FRANCISCO 

DE SALES EN VALDOCCO 

DISCURSO (del canónigo Lorenzo Gastaldi). 

Mis queridos hermanos, hemos sido creados para el cielo; allí está nuestra patria, allí hemos de vivir por toda la eternidad y gozar la 
bienaventuranza que constituye el más ardiente deseo de nuestro corazón. 

»Qué deberá ser entonces la vida presente? Nada más que una preparación para el cielo. íAy de nosotros, si consideramos nuestra vida 
terrena ((1041)) bajo otro aspecto que no sea una preparación para la etermidad del Paraíso! Seríamos como un peregrino que ignora la 
única ruta que debe conducirle a su destino. Pero nuestra vida presente ha de estar totalmente consagrada a la gloria del Sumo Dios, que 
es nuestro principio y nuestro fin, es decir, que nuestra vida debe ser constantemente santificada con la religión. 

Pero »dónde se aprende y se practica principalmente la religión? Sin duda en los edificios destinados exclusivamente a honrar a nuestro 
Creador, en los cuales habita por lo mismo su divino Hijo, y que con todo derecho son llamados casa de Dios, y presentan una imagen 
viva de la Jerusalén celestial. íOh! Cuán deseable sería que surgiera entre nosotros un gran número de estos sagrados edificios y que 
hubiera también un gran número de sacerdotes quienes con la palabra de vida y con la virtud de los sacramentos los convirtieran en 
fuentes inagotables de gracia divina. 

Este es el deseo que vive en vuestros corazones, hermanos míos, y que os hace acudir a este lugar para asistir a la colocación de los 
fundamentos de la iglesia que aquí se edificará en honor de María Santísima bajo el título de Auxilium Christianorum. 

Dejad, pues, que os razone la necesidad de levantar este sagrado edificio y de levantar las iglesias en esta ciudad y que os exponga la 
conveniencia del lugar donde se construye y las acariciadas esperanzas que justamente se fundamentan sobre el título consolador de 
María Auxilium Christianorum, con el que esta iglesia será honrada. 

Agradezco vuestra devota y cortés atención, y empiezo. 

Ya os lo dije, que necesitamos recorrer el estadio de nuestros días próximos a la casa de Dios: porque la religión, además de ser nuestro 
primer deber, es también la primera necesidad de nuestra existencia, de tal manera que vivimos en esta tierra con el único fin de llegar al 
cielo y no hay más camino para llegar que la religión. 

Por tanto, la religión (y al decir esto entiendo decir la Santa Religión Católica, fuera de la cual solamente hay creencias erróneas y 
supersticiones, que no religión), la religión, repito, debe informar toda nuestra vida, y de ella deben arrancar todos nuestros pensamientos, 
nuestros afectos y nuestras obras. Si en el universo todo está regulado, y no hay cosa por pequeña que sea que no suceda sin el impulso de 
una ley o una fuerza »cuánto más el hombre que es como el rey del universo y encierra 
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en sí mismo un mundo más admirable que el que lo rodea, debe estar totalmente ordenado, no sólo en las potencias del cuerpo sino 
también en las del alma? »Y en dónde encontrará la regla y la Ley que debe ordenarlo en la mente y en el corazón si no es en su Creador? 
Ciertamente el hombre necesita, en primer lugar, conocer a su Dios, conocer sus perfecciones, sus obras y sus leyes. Necesita adorar a 
Dios, agradecerle, suplicarle y tenerle propicio y aplacar su cólera. 

((1042)) Ahora bien, aunque el hombre pueda hacer todo esto en cualquier lugar donde se encuentre, no es menos verdad que 
dificilmente lo hace cuando no está dentro de la casa de Dios, y que solamente en la casa de Dios es donde él aprende debidamente todo 
lo concerniente a la religión, forma su corazón en un vivo sentimiento religioso y recibe el principal impulso para los ejercicios de la vida 
devota. Y finalmente sólo en la casa de Dios mora nuestro divino Redentor bajo las especies eucarísticas; y sólo aquí cumple el acto en el 
que está la esencia de la religión, que es el sacrificio de su cuerpo y de su sangre, y solamente aquí El nos da este cuerpo adorable y esta 
su preciosísima sangre como alimento y bebida para nuestra alma. Las iglesias, por tanto, son necesarias para aprender y practicar en ellas 
la religión. Y así como la religión, para poder informar toda nuestra vida, ha de ser practicada con la mayor frecuencia posible, así es 
necesario que los edificios consagrados a Dios estén cerca de nuestra casa, para poder ir allí fácilmente; lo cual no puede obtenerse sin 
multiplicar las iglesias. 

El trabajo humano crece cada día más y la gran masa de ciudadanos se ve envuelta como en un torbellino de negocios y con tal 
agitación diaria que no sabe encontrar más que un poco de tiempo para las necesidades del alma. En consecuencia la mayor parte de los 
habitantes de una ciudad, en donde no pueda satisfacer fácilmente las exigencias de la religión, es decir, cuando no hay una iglesia a 
pocos pasos de su casa, vivirá como si su existencia no fuese nada más que materia, y todo tuviese que terminar en la tumba. 

De donde la necesidad de habitar como en medio de las iglesias para poder vivir una vida que sea en verdad una preparación para el 
cielo, fue siempre sentida por los cristianos: por eso apenas el gran Constantino colocó la cruz en la punta de su diadema y dio licencia 
para levantar templos al verdadero Dios en todo el imperio romano inmediatamente viéronse surgir por todas partes millares de iglesias 
católicas, y toda Europa por ciudades y pueblos se fue embelleciendo con una multitud sin fin de sagrados edificios con inmenso progreso 
para las artes e industria, yendo todos a porfía para tener un gran número de iglesias y más espléndidas y ricas que las de los demás. 

Nuestra ciudad de Turín no anduvo ajena a ese movimiento religioso; sino que, habiendo recibido muy pronto dentro de sí la luz divina 
de la fe católica, rápidamente demostró la necesidad que le impelía a alimentar su fe en la santa casa de Dios, y levantó iglesias al divino 
Salvador, a María Santísima, a los Santos mártires de Turín, a los Santos Pedro y Pablo, a San Esteban, San Lorenzo, Santa Inés y San 
Silvestre, de modo que a todos los turineses, en cualquier parte de la Ciudad que morasen, les resultaba fácil acudir al lugar sagrado, para 
santificar el alma y levantarla hacia el cielo. Todas estas iglesias ya existían en tiempos de San Máximo ((1043)) nuestro Obispo, y uno 
de los más célebres padres de la Iglesia; y sin embargo, exhortaba él a nuestros abuelos a fabricar otras nuevas: y habiendo respondido 
algunos turineses a su invitación, y edificado una nueva basílica, él, al consagrarla, ensalzó públicamente su generosidad proponiéndola 
como ejemplo a imitarse. Este fue el medio, queridos hermanos, por el que Turín se convirtió en una ciudad tan 
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cristiana, en la que la fe parecía enraizada en el suelo, infiltrada en las paredes, y esparcida por su atmósfera. Nuestros mayores no podían 
salir de casa sin encontrarse inmediatamente con un santuario, que con su presencia y el sonido de las campanas les invitaba a rezar. Era 
para todos ellos algo facilísimo comenzar y acabar el día en el santo templo, facilísimo en los días festivos alimentarse con el pan de la 
divina palabra y de los sacramentos: ya que en pocos minutos estaban en la casa de Dios y de la casa de Dios pasaban también, en 
minutos, a sus negocios. 

Así florecía la religión entre nosotros y crecía con ella el buen orden en las familias y en la moral pública; y Turín era tenida por una de 
las ciudades de mejores costumbres. 

Y este buen espíritu no vino a menos en las edades siguientes; sino que con el ampliarse de nuestra ciudad, se fueron levantando nuevos 
templos en proporción al aumento del vecindario; y muchas veces la casa de Dios se edificaba antes que los otros edificios, y los nuevos 
habitantes, al tomar posesión de su morada, ya encontraban el lugar santo donde atender a las necesidades del espíritu. 

Examinad, hermanos míos, las ampliaciones de Turín realizadas a principio del siglo pasado, y las iglesias de Nuestra Señora del 
Carmen, de la Cofradía del Santo Sudario, de Santa Teresa, de la Visitación, de la Santa Cruz, de Santa Pelagia, San Miguel, y sobre todo 
de San Felipe, sin hablar de otras cuatro hoy destinadas a uso profano, levantadas precisamente en aquel tiempo, que os demuestran cómo 
sentían nuestros mayores la necesidad de multiplicar las iglesias a medida que se multiplicaban las casas. Y esto porque ellos, iluminados 
como estaban por la fe y la razón, entendían que el hombre debe vivir de sentimiento religioso, y que, por tanto, necesita no tener su 
morada lejos de la casa de Dios. 

Entendían, además, otra cosa que hoy no se quiere entender, esto es, que la religión es la base de la sociedad civil y el vínculo que 
mantiene unidos entre sí a los ciudadanos y los hace miembros de un mismo cuerpo. Porque los hombres no son pura materia, sino 
espíritus que viven dentro del cuerpo: y el enlace de los espíritus es la conciencia, la cual resulta una palabra sin significado cuando falta 
la religión, y, por el contrario, crece su fuerza con el crecimiento de la fe. 

Hasta los mismos gentiles entendieron y entienden esta verdad y por eso construyeron gran número de edificios religiosos para hacer de 
la vida social una vida de religión. Egipto, Persia, India, China y cualquier país del mundo ((1044)), habitado todavía por gente idólatra, 
presenta una multitud incontable de estos edificios dedicados al culto de sus dioses. El que visita los restos de la Roma pagana, se siente 
maravillado al ver los magníficos restos de tan gran número de templos dedicados a los dioses del Imperio y tan próximos los unos de los 
otros. El célebre foro romano contaba casi tantos templos como palacios, y a medida que se construían nuevos pórticos, nuevas basílicas, 
nuevas termas, se levantaban también nuevos templos: y se quería que éstos sobrepasasen a los otros edificios en grandiosidad y riqueza, 
como lo atestigua el Panteón, que aún existe. 

Encontraréis ciudades sin murallas, escribía un célebre escritor pagano, encontraréis ciudades y pueblos sin fortalezas y sin plazas y sin 
anfiteatros, pero una ciudad sin templo no la encontraréis nunca. 

Los antiguos, pues, ya fueran idólatras o ya fueran cristianos, consideraban los edificios religiosos como el más bello ornamento de una 
ciudad. Y tenían razón para ello. Por muy hermosa que pueda presentarse una ciudad, si faltan las iglesias, si la religión no aparece casi 
por ninguna parte con sus edificios públicos, falta allí la principal belleza, falta allí lo que da vida al orden social. Una ciudad que se 
ensanche 
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y engrandezca sin construir en la misma proporción nuevas iglesias es como si nuestro cuerpo creciera, pero el alma no tomase posesión 
de este aumento y permaneciese encerrada en las partes antiguas sin vivificar las nuevas. 

Las calles espaciosas, los espléndidos palacios, las largas hileras de pórticos magníficos, los amenos jardines, las amplias y regulares 
plazas pueden deleitar la vista durante un rato, pero carecen de fuerza para levantar el alma a sublimes pensamientos y no pueden infundir 
en el corazón los sentimientos de paz, de calma, de esperanza y de amor que forman su vida. Somos desterrados, hermanos míos, somos 
peregrinos fuera de la patria celestial; y por tanto, todas las bellezas y amenidades de este mundo, si no tienen el poder de levantar nuestra 
mirada y llevar nuestros deseos hacia el cielo, seguirán siendo siempre cosas de este pobre valle de destierro, y carecen de la nobleza y 
sublimidad, que es un elemento de la verdadera belleza. Es el aspecto de la iglesia, quien despierta en nosotros el sentimiento de nuestra 
dignidad, y nos hace decir con San Pablo: nosotros no somos extranjeros ni forasteros del cielo, sino que somos conciudadanos de los 
habitantes de allá arriba, formamos parte de la casa de Dios. Esta es la razón por la cual iban a porfia en los tiempos pasados los 
cristianos para embellecer sus ciudades con iglesias, que eran portentos de arquitectura, y que, con sus cúpulas y agujas hendiendo las 
nubes, parecía como que quisieran llevar a viva fuerza hacia el cielo los corazones de quien las contemplaba. Esta es la razón por la que 
nuestros mayores adornaban con iglesias distintas las principales calles de la ciudad, entre las que está aquélla en la que descansan los 
restos de los mártires de Turín, toda ella de mármoles y bronces: embellecían la plaza principal con las estupendas cúpulas de san 
Lorenzo y el santo Sudario, y a poca distancia del Palacio Municipal ((1045)) hacían surgir el espléndido templo que nos recuerda el 
milagro del Corpus Christi. 

Si al entrar en una ciudad y recorrer sus calles no se encuentra una imagen sagrada, no se ve la casa de Dios o se la ve rara vez, no es 
posible que no nos preguntemos a nosotros mismos: »qué clase de gente vive en estos lugares? »Saben que tienen una alma creada para la 
eternidad? »Saben que la religión es el único fundamento seguro de los deberes que se han de cumplir entre marido y mujer, entre padres 
e hijos, entre amos y criados, entre ciudadanos y ciudadanos? Si no lo saben: en verdad que no hay un pueblo tan salvaje, no hay una 
tribu tan ajena a la vida civil, que no les sobrepase en lo que constituye la primera cultura del hombre. 

Y si lo saben, »cómo es que no se proveen de iglesias, donde aprender y ejercitar la religión? »Ignoran tal vez que donde faltan las 
iglesias, más tarde o más temprano, se apaga la fe y desaparece la religión? íOh! Haga Dios que vuelvan pronto aquellos tiempos de 
cuando una ciudad no crecía en casas sin crecer también en iglesias, puesto que sólo en la casa de Dios está la norma cierta y la 
salvaguardia segura de las costumbres que deben informar la vida de los ciudadanos. Haga Dios que pronto veamos surgir un gran 
número de iglesias en las zonas nuevas de esta nuestra querida ciudad de Turín, y que se levanten otras aún más espléndidas y suntuosas, 
pues la casa de Dios debe sobrepujar a todos los edificios en belleza y esplendor. Mientras tanto agradezcamos al Altísimo, que en esta 
parte de la ciudad, en la que en un distrito parroquial de veintiséis mil habitantes no hay más que una iglesita, se edifique ahora este 
sagrado templo, y cooperemos con toda la generosidad posible para que cuanto antes llegue a su fin. 

Los más gloriosos recuerdos y las más dulces esperanzas se dan cita en él. 

Se levanta este edificio en el valle que nuestros padres llamaron de los muertos (Vallis occisorum) porque en este lugar, según la 
tradición, derramaron su sangre 
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por la santa fe católica los santos mártires Aventor y Octavio a fines del siglo tercero. Es éste, pues, un terreno regado con la sangre de 
los mártires, favorecido consiguientemente por el cielo con especiales bendiciones, como atestiguan los muchos y verdaderamente 
admirables institutos de caridad que los rodean, entre los cuales el coloso de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, y como nos da fe 
el Oratorio contiguo en donde hay más de setecientos jóvenes que reciben educación cristiana y que salvarán al menos una parte de la 
creciente generación del naufragio de la incredulidad y de las malas costumbres. 

Esta nueva iglesia llevará además el glorioso título de María Auxilium Christianorum. Y »quién hay entre nosotros, queridos hermanos, 
que no sienta el corazón lleno de gozo con las más dulces esperanzas al pensar que aquí estará uno de los lugares, en donde María 
derrama los tesoros de sus misericordias? Los discípulos de Jesucristo han colocado siempre sus esperanzas en la protección de la Madre 
de su Divino Maestro, y de Ella esperaron y recibieron siempre toda la ayuda que les fue necesaria; y María demostró siempre ((1046)) 
que era el auxilio de los cristianos, Auxilium Christianorum. 

A María, en efecto, recurrió el Pontífice San Gregorio Magno y por su gracia era Roma liberada del azote de la peste. A María se 
dirigieron los cristianos de Constantinopla siempre que hubieron de combatir con los turcos, y vencieron siempre, hasta que ellos mismos 
no consumaron su rebelión contra el Vicario de Jesucristo. A María recurrieron los cristianos del Languedoc, guiados por el valiente y 
piadoso Montfort contra los feroces Albigenses, y alcanzaron plena victoria. A María acudió el Pontífice San Pío V, cuando los 
mahometanos con una flota inmensa avanzaban furibundos contra nuestra Italia, y la victoria de las naves cristianas fue tan completa, que 
gran número de banderas turcas fueron ofrecidas a María en su iglesia del Capitolio; y desde entonces en adelante, por decreto de la Santa 
Sede, María es saludada como Auxilium Christianorum. A María suplicaron nuestros padres durante los tres meses de angustia que duró 
el asedio de Turín en 1706, y la estupenda basílica de Superga, que corona nuestros collados, nos dice la portentosa ayuda que obtuvieron 
y lo sigue diciendo la procesión general que hacemos el día de la Natividad de la Santísima Virgen. A María también presentamos 
nuestras súplicas, hace ya casi treinta años, cuando la peste asiática, segando por cientos y millares las víctimas en las ciudades vecinas, 
empezaba ya a dar los golpes de su guadaña, y la columna que se admira ante el santuario de Nuestra Señora de la Consolación nos dice a 
todos bien claro cómo nos llegó su asistencia prodigiosa. 

Pero entre los innumerables y suavísimos recuerdos que tenemos del auxilio concedido por María a los cristianos, hay uno que siempre 
nos llena de maravilla, cuantas veces lo recordamos, y es, cuando el Sumo Pontífice Pío VII volvió contra toda esperanza a Roma para 
sentarse en el trono de san Pedro tras una larga e injustísima prisión. 

íAh, qué días de prueba y de dolor fueron aquéllos para los cristianos! El Padre común, arrancado violentamente de su Sede, gimió 
durante cinco años bajo la tiranía de un emperador taimado y poderoso, que pretendía obligarle a traicionar a la Iglesia. Todos rezaban a 
la gran Señora, que ha aplastado la cabeza de la serpiente infernal, que asistiera al Sumo Pontífice en una lucha tan terrible: y el buen Pío 
VII no cesaba de abandonarse en las manos de la Reina de los cielos honrándola especialmente en su marmórea imagen del santuario de 
Savona. Y María dio nuevas pruebas de que era nuestro auxilio. Y de golpe cayó el poderío colosal de Napoleón I que se apoyaba en su 
orgullo y en una política de sangre, y el Vicario de 
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Jesucristo, en medio de la alegría universal, volvió a su Roma: donde en acción de gracias a su celestial protectora, decretó que todos los 
años, el día 24 de mayo, aniversario de su inesperado retorno, fuese consagrado a María Auxilium Christianorum. 

Pero »y no son también días de prueba y de prueba terrible los días presentes? ((1047)) Desgraciadamente, mientras Satanás emplea 
todas sus artes para destruir la iglesia y con ello subvertir todo orden, ha conseguido engañar a tanta gente, que muchos no ven el 
precipicio en el que podemos caer. Se declara la guerra a Dios, a su Divino Hijo Jesús, a su Iglesia y a su Vicario. Y además se hace la 
guerra a todas las virtudes: a la justicia, a la humildad, a la obediencia, al pudor; se hace la guerra a todos los derechos y deberes de 
marido y esposa, de padres e hijos, de propietarios y obreros; se quiere renegar de toda máxima, todo principio, toda verdad; se desea el 
caos, y se querría, con sacrílega e impía arrogancia, destruir todo lo que hizo el sumo Dios para rehacerlo todo según los caprichos del 
orgullo y de la pasión. 

»Quién nos salvará? María, hermanos míos, es siempre nuestro auxilio. María, la que salvó a nuestro querido e inmortal Pío IX, María 
la que en estos tiempos nos invita a acudir a Ella en Roma, en París, en la Salette, en Vicovaro, en Rímini y ahora en Spoleto con nuevos 
prodigios, Esa nos salvará. 

Abramos, pues, el corazón a la esperanza, hermanos míos. María está con nosotros, si nosotros ponemos toda confianza en su ayuda: y 
si María está con nosotros, nosotros estamos seguros de que la Religión, la Iglesia, el Pontífice, y con ellos el orden público y la sociedad 
civil, han de triunfar. 

Alegrémonos, pues, de que esta nueva iglesia se levante en honor de María, y esperemos que ella nos estimule a todos nosotros para 
enriquecer y embellecer enseguida la ciudad con nuevas iglesias que son tan necesarias: y que en el porvenir serán presentadas como un 
monumento de la protección de María y de nuestra constancia en la fe. Porque se dirá: cuando la herejía quería apagar la fe en Turín, los 
turineses construyeron esta iglesia. 

APENDICE N.° 4 

( Véase la pág. 127) 

TOMBOLA DE OBJETOS PUESTA 

BAJO LA ESPECIAL PROTECCION 

DE SUS ALTEZAS REALES 

Príncipe AMADEO DE SABOYA, Duque de Aosta, Coronel del 65 Regimiento de Infantería. 

Príncipe EUGENIO DE CARIGNANO. 

Princesa MARIA ISABEL DE SAJONIA, Duquesa de Génova. 

Príncipe TOMAS DE SABOYA, Duque de Génova. 

Princesa MARGARITA MARIA TERESA. 

En favor de los Oratorios masculinos de Valdocco, Puerta Nueva y Vanchiglia en Turín y para acabar una iglesia en Valdocco. 

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((1048)) 

Programa 

El recurrir a la pública beneficencia con Loterías y Tómbolas ha llegado a ser un medio tan frecuente que no nos hubiéramos acogido a 
él, si no estuviésemos en cierto modo obligados a ello por una necesidad que no se sabe cómo resolver de otro modo. Por eso y con sólo 
mencionar estas necesidades, creemos haber puesto suficientemente de manifiesto el motivo de esta Tómbola. Creemos que es bien 
notorio cómo en Turín se han abierto desde hace varios años Oratorios masculinos en los principales barrios de la Ciudad, en los que se 
reúne el mayor número posible de muchachos que están en peligro. En ellos se entretienen con agradables y honestos esparcimientos 
después de haber cumplido con su deber religioso y se les anima con premios, con un poco de gimnasia y con escuelas. Un respetable 
número de sacerdotes, clérigos y piadosos señores prestan solícitos su labor enseñando el catecismo, velando para que cumplan sus 
deberes en los respectivos talleres a lo largo de la semana y colocando con buenos patronos a los desocupados. Se encuentran algunos, 
entre estos muchachos, tan pobres y abandonados, que no podrían prepararse para ningún oficio si no se les proporciona alojamiento, 
comida y vestido. A estas excepcionales necesidades atiende la casa llamada Oratorio de San Francisco de Sales. Los muchachos asilados 
en esa Casa están divididos en dos secciones: estudiantes y aprendices 1. Además de las clases diarias para los que se dedican al estudio, 
existen también las escuelas nocturnas, en las que se enseñan las ciencias elementales, el canto llano, la música vocal e instrumental. 
Estas clases son para los internos y para los externos. Surgió después una necesidad particular, la construcción de una iglesia. La que se 
había empleado hasta ahora apenas si tiene cabida para los alumnos de la casa, que al presente son casi ochocientos. Así, pues, la 
multitud de jovencitos que en más de un millar acuden al Oratorio de Valdocco, quedan fuera por falta de sitio. A tal fin se inició la 
construcción de una nueva iglesia bastante más espaciosa, destinada a los muchachos externos y también a los adultos. Ya se compró el 
terreno, se abrieron los cimientos y las obras han llegado rápidamente a la altura de la cubierta. Pero este edificio tan bien empezado, y 
cuya necesidad tanto se dejaba sentir, no se podría acabar si la beneficiencia pública no viene en nuestra ayuda. 

Con estos pocos datos resulta fácil comprender adónde se dirige el fruto de la Tómbola: el pago de los arriendos de los respectivos 
lugares, la manutención de las escuelas, el suministro de cuanto es necesario para el culto divino ((1049)) en las tres iglesias. 

Proveer a las necesidades más urgentes de algurios, suministrar pan a los asilados, pagar las deudas contraídas por la construcción de 
una parte de la casa, continuar la edificación de la iglesia nueva son el objeto del grave gasto que tiende a cubrir la proyectada Tómbola. 

No se supo hallar otro medio más oportuno que éste, que tiende la mano a la grande y pequeña beneficencia en cualquier medida, y nos 
abre el camino para recurrir 

1 Para que un joven pueda ser admitido en esta Casa como aprendiz, es preciso: 1.° que haya cumplido doce años y que no pase de los 
dieciocho; 2.° que sea huérfano de padre y madre; 3.° que sea totalmente pobre y abandonado. Para entrar como estudiante necesita: 1.° 
que haya terminado laudablemente la enseñanza elemental y quiera hacer el bachillerato; 
2.° que sea recomendable por su moralidad y su aptitud para el estudio. Las demás aclaraciones se dan aparte. 
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con confianza lo mismo a nuestros conciudadanos que a las personas acomodadas quehabitan en otras ciudades o pueblos de la provincia 

1. 
Decimos que ponemos mucha confianza también en la caridad de los que residen fuera de esta Ciudad; ya que los muchachos que 
tenemos, en parte son de Turín, pero en mayor número proceden de otras ciudades y de diversos pueblos, desde donde vienen a esta 
Ciudad en busca de trabajo o para seguir sus estudios. Por ejemplo, los que actualmente moran en la casa aneja al Oratorio de San 
Francisco de Sales en Valdocco llegan casi a ochocientos, de los cuales solamente sesenta son de Turín y los restantes han venido de 
otros pueblos. La misma proporción existe en los Oratorios festivos, cuyo número de muchachos suele superar a varios miles. 

Por el Reglamento adjunto pueden todos conocer con qué medios y en qué medida puede llegar a concurrir a una obra que, dirigida a 
promover el bien de la clase más necesitada de la sociedad, se extiende en favor de todo el que quiera aprovecharse de ella, pertenezca a 
la ciudad, pueblo o provincia a que perteneciere. 

Los augustos y reales personajes, cuyos nombres figuran en la cabecera del presente programa, conocida la importancia de la obra y 
plenamente informados de las necesidades en que se halla la misma, dignáronse hacerse promotores de la citada Tómbola. 

Los miembros de la Comisión, cuyos nombres damos, confían que sea bien recibido este su proyecto, y con tal confianza pidan al cielo 
un buen galardón para todos los que en grande o pequeña medida tomen parte en esta obra. 

Plan de reglamento para la tómbola 

1.° Con el máximo reconocimiento se recibirá cualquier objeto artístico o industrial, a saber, trabajos de bordado, de punto, pinturas, 
litografías, fotografías, libros, telas, vestidos; igualmente se recibirá con gratitud ((1050)) todo trabajo en oro, plata, bronce, cristal o 
porcelana o cualquier objeto de quincallería. 

2.° En el acto de la entrega de los objetos se anotará en un catálogo la calidad del regalo y el nombre del donante, salvo el caso en que 
éste desee permanecer anónimo. 

3.° Los miembros de la Comisión, promotores y promotoras, son los encargados de recibir los regalos ofrecidos para la Tómbola y se 
les ruega que los hagan llegar al lugar de la pública exposición en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco, del 
modo que a ellos les resulte menos incómodo. 

4.° El número de boletos será proporcionado al valor de los objetos debidamente peritados y aprobados por el Gobierno Civil de la 
provincia de Turín. 

5.° El precio de cada boleto queda fijado en cincuenta céntimos; el que compre una decena recibirá uno más gratis. 

6.° Los boletos deberán ser cortados de una matriz y llevarán la firma de un miembro de la comisión y del Delegado del Gobierno Civil. 

1 Su Santidad Pío IX, apenas fue informado de la necesidad de una iglesia en la zona de Valdocco, hizo inmediatamente la preciosa 
ofrenda de quinientas liras. Y después, cuando supo que ya estaba en marcha y que faltaban medios para proseguir las obras, aconsejó 
una tómbola y animó a ella enviando los primeros objetos que se verán descritos en el catálogo que se publicará más tarde. 

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7.° Apenas se haya recogido una cantidad razonable de objetos, se dará noticia a la prensa del día en que se expondrán al público, 
exposición que durará tres meses y después seguirá el sorteo 1. 

8.° Se extraerán tantos números cuantos son los premios a entregar; el primer número que se saca de la urna obtendrá el objeto 
correspondiente señalado con el número uno; el segundo recibirá el objeto señalado con el número dos y así sucesivamente. 

9.° Los números agraciados serán publicados en los periódicos doce días después del sorteo y entonces se procederá a la distribución de 
los premios. Los no retirados dos meses después del sorteo, se entiende que son cedidos en beneficio de la misma Tómbola. 

Se publicará cuanto antes el catálogo de los beneméritos promotores y promotoras, a quienes particularmente está recomendada esta 
obra de beneficencia. 

((1051)) 

APENDICE N.° 5 

(Véase pág. 283) 

SEUGN' D' GIANDUJA EL SUEÑO DE GIANDUIA 2 

Con so permess, o pur senssa permess, Con su permiso, o sin él, 
Petchè mi tant tut'un am fa l'istess, para mí lo mismo es. 
Son si a fè servitor e servietin Soy criado de librea 
A nom dii nostri noi e d'nost codin según dice mi coleta. 
Ca scusa tant, me public generos, íOh! público generoso, 
S'am vÙdo un po genà, un po timoros, perdona a este miedoso, 
A l'è la prima volta ch'j eu l'onor que hoy rinde los honores 
DÙ presenteme dnans a tanti sgnor: a estos grandes señores, 
E pÙr la prima volta, sanne pa? y no quisiera que en mengua 
Podrýa restè magara lí ambroià. se me trabara la lengua. 
Dunque mi i comenssria a ciamè perdon Pido ante todo perdón 
Si mancheissa a la sua aspetassion; si os causare decepción, 
Ansi i prego,se am vÙdeisso lí ant l'ambreui mas si vierais que andocojo 

Ca fasso finta d'nen, ca saro un eui. os ruego cerréis un ojo. 
Hisce praemissis devo prima d'tut Hisce praemisis, os digo: 
Ciamè i me sentiment tuti an agiut pondré mis cinco sentidos, 
Per rangè ben mie idee an simetria para que haya simetría 
Ant le stagere de la mente mia; y vaya mi fantasía, 
E ca seurto ordinà an tren de viagi cruzando ríos y lagos, 
A quat a quat parei dii tre Re Magi. como un tren de Reyes Magos. 

1 Los señores promotores y promotoras serán avisados a su debido tiempo de cuanto se refiere al funcionamiento de la Tómbola 
encomendada a su caridad. La exposición pública de los objetos se hará en la casa del Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco, 
mas para mayor comodidad de los donantes, se reciben también los objetos en la provincia por los señores promotores y promotoras, a 
quienes humildemente se ruega los hagan llegar a su destino, advirtiendo que si hubiere gastos serán reembolsados de los mismos, 
siempre que den aviso al Secretario de la Comisión. 

2 Este original piamontés, fue traducido al italiano por don Rinaldo Vallino exprofeso para esta edición española. Lo hemos puesto en 
castellano, cuidando la idea y procurando conservar, naturalmente sólo en parte, la gracia popular primera. Asi se puede apreciar el estilo 
de la época, el ambiente del Oratorio y la gracia habilidosa de don Bosco para pedir. (N. del T.) 

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J'avría da conteie un bel sognet Quiero contaros un sueño. 
Ch'i j'eu fait mentre j'era cogià ant'l let, Dormía yo como un leño 
Cogià ant 'l let an mentre chi dormía y recordaba a porfía 
Dasendie dintra del mei chi n'avia. lo mejor que poseía, 
Perchè j'eu bonna gamba per durmí, que es dormir a pierna suelta 
E i deurmo an pressa espress per durmí d'pí. cuando nadie me despierta 
Mi i deurmo bele al touc, i saro j'eui. Para dormir de repente 
Stermand 'l me codin sota i linseui; no dejo yo a la gente 
E se lor a lan veuia d'deurmi d'pí que pueda ver mi peluca 
Ca deurmo dco a memoria parei d'mi. y me cubro hasta la nuca. 
Mentre adunque ant 'l seugn'a l'era cheuit Para dormir de un tirón 
L'uman gener ant so bonet da neuit. duermo de memoria yo. 
E as sentia mac pí d'intant in tan En la cama todo el mundo: 
Le sciale e i ciôch a gÙme da lontan, se hizo un silencio 
profundo. 
Sortio i me pensè tranquii e soi Sólo el cantar de cigarras 
Sensa dí niente a nsun a doi a doi; y el sonar de las campanas 
((1052)) E d'l'imaginassion su d'la scalÙtta ((1052)) Mis pensamientos 
deshechos 
S'incaminavo tuti sot brassÙtta: abandonaron el lecho, 
Dove andeisne? ma... a dilo an confidenssa y de bracete agarrados, 
Son gnanca vnu da mi a ciamè licenssa: pasaban por todos lados. 
E i lo savría ancora gnanca ades A do iban, no lo sé 
Si fussa nen butame a deie apres. y no se lo pregunté. 
El fato sta che l'ai veduie a parte Jamás lo hubiera sabido 
Senssa nsun passaport e senssa carte. de no haberles perseguido 
E senssa carte e passaport dco mí Iban a velocidad 
J'eu dÙvuie andè apres: cosa andè a dí? sin carnet de identidad. 
J'eu dunque traversà ant men d'un quart d'ora Y yo también sin carnet, 
Tuti i paiis ca j'è, peui d'autri ancora: tras ellos eché a correr. 
J'eu girà 'l Canadà, 'l Missipipí, En unos solos segundos 
Dova nasso i strunei bele rustí. crucé por todos los mundos J`eu visità le nivle a Las nubes de una en una, 
E le steile caj'è ant 'l mond dla luña; las estrellas y la luna, 
E dova Giove a ten consei con Marte, vi a Júpiter y a Marte, 
E dova j'autri Dei gieugo le carte, con los dioses de otras 
Dova la luña a siña con la tera, partes. 
E dova tutti i Dei pianto la fera. 
J'eu vÙd¨ i fulmin ca fas´a Vulcan, Vi los rayos de Vulcano 
E fiña Baco con soa bota an man. y a Baco, botella en mano. 
Finalment dop d'avei girà dabin Y después de mil trajines 
Ant le sale, ant le crote, ant ii giardin, por bodegas y jardines, 
Dop d'avei traversà disset salon crucé dieciséis salones, 
Sempre con mia sicoria an procession, llegué a dar con mis 
talones, 
J'eu finí per andè a fichè me nas, y fui a meter la nariz... 
C'andviño un po sti sgnori? ant un palas: íNo lo adivináis! Por fin, 
Ant un palas tan pien dle meravie un salón de maravillas... 
Che si j'aveissa da buteme a die, Para poder describirlas 
I n'avria per fiña doman matin estaría todo el día 
E chi sa ancora si arivría a la fin. y al final no llegaría. 
DÙ meravie, dÙ cose dºtute sort, Mil maravillas(por cierto) 
Che mi i studiava sij'era viv o mort. »Estaba yo vivo o muerto? 
Prima d'tut na magnifica cusiña íVálame Dios, qué cocina! 
(Perchè me nas l'è d'rassa pitost fiña Pues mi nariz es tan fina 
E s'as trata d'quistion d'gastronomia que no admite parangón 
A l'è soa ocupassion pi favoria), si huele buena ración. 

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J'eu visità d'camrin e d'gabinet Visité un compartimento
Tuti andorà dal paviment al tet, de oro hasta el pavimento,
E dova l'or a l'era descrostà incrustado de diamantes
J'era d'perle d'diversa qualità. y de mil perlas brillantes.
Son surtí da landrinta fora d'mi, Yo estaba fuera de mí,
ChÙrdend che tut a termineissa lí. cuando hube acabado allí.
((1053)) Quand'un, che mi i conosso ((1053)) Pero llegó alguien
ancora nen, diciendo:
Am pia per man e peui am dis: -No es nada lo que estás
Tem nen, viendo.
Sosí l'è niente;j'è ancor dautre cose Quedan aún muchas cosas
Pí stupende che coste e pí pressiose. más ricas y más preciosas.


E quindi ecco ch'im treuvo ant un moment Y me encontré en un momento
Dant coule stansse ant n'aut apartament. en un nuevo apartamento,
E sí un'auta serie d'meravie, todo él maravilloso
E d'cose ca lan fame tan straviss y de un efecto asombroso.
Ch'im cherd´a franc d'esse an Paradis., »Me encontraba ya en el


cielo? 
Sofà, trem\_, pitture, draperie Techos, paredes y suelo 
Ricam, pisset, brodure, argenterie, con tapices y pinturas 
Un mar d'rich Ùsse, un mar da perdme e nieme de riquezas sin mesuras 
Che mi savia pa pí dova volteme. do ponía la mirada... 
Quand chi vÙdo sna taola bin guernía Mas una mesa adornada 
N'oget ch'a la colpí mia fantasía; atrajo mi fantasía: 
E a l'era nientemem che un bel tesor íAy, mi Dios, lo que veía! 
Na montagnetta tuta d'pesse d'or, Un montón de piezas de oro, 
E antorn tanti pilastri d'marenghin íde marengos un tesoro! 
Dispost an simetría, ma franc da bin. colocados a conciencia 
E come i fussa ancora nen content con las reglas de la 

ciencia. 
Un aut montruc d'acant d'pesse da sent Por si no estaba contento 
Anvlupà ant carta rossa, giauna e bianca, muchas más piezas de a 
Ca iero peui nen aut che biet d'banca. en papel de rosa y blanco, 

que eran billetes de banco.
Mi a vÙde cöl splendor tan bin rangià Y tanta riqueza vi 
Sai gnanca pí mi dí cos sia restà! que los sentidos perdí: 
Contemplè cöl baron d'or e d'argent, no cabía aquel montón 
E restè un prus burè l'è sta un moment! de oro en mi cabezón. 
Son vnu ros, giaun: peuij'eu cambià color, Me puse rojo, amarillo, 
Virava i eui, j'era tut sot sor. hasta adquirí cardenillo. 
Ma Ion ca la stupime ancora d'pí Giraba en torno los ojos 
A lè che col ca lavía mname lí sin salir de mis antojos. 
A la dime che tuti coi tesor, El que allí me había 
Coi biet d'banca e coule pesse d'or me dijo que lo mostrado, 
Chi steissa nen a mediteje d'pí el oro y la pedrería 
Chi mii pieissa, ca l'ero tutt per mi. todo me pertenecía, 
Tut per mí? j'eu crià, tant splendor! me lo podía llevar. 
Che ant un moment i avía da vní tan sgnor? -»Todo para mí? »Verdad? 
E im ricordo chij'era ant un ambreui, -íYo trocado en un señor: 
Che ant Ùl seugn'i voría fetteme j'eui, debe ser esto un error! 
Perchè ant Ùl seugn'am smiava d'sognè. Me quería despertar 
Nem podendme persuade d'tanti dnè. pues parecía soñar. 
E col tal ch'am parlava, nen content »Yo tener tanto dinero? 
D'aveime fait col bel assortiment Pero aquel buen compañero 
Sforgionandme en sacocia am ripetia, que hizo el descubrimiento 

me repetía contento: 
((1054)) tut o nen, chi mii porteissa via. ((1054)) -Todo te lo has de 
Anlora i son butame lí a criè: Y yo comencé a gritar: 

Fin de Página 

ciento, 

llevado 

llevar. 

891 


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O Don Bosc, finalment ai son i dnè, -Don Bosco, ya somos ricos 
Ai son i dnè per tirè su la Cesa, para hacer los edificios 
Che ades pur trop a l'è ancor gnanca mesa, y la iglesia terminar, 
Per mancansa d'cui là, cas fa a Turin. aunque en Turín se hagan más. 
Ca manda pura an sa i so birichin Envíe aquí a sus chavales 
Con d'boñe spale per ch'am dago agiut, bien provistos de costales, 
Perchè mi sol i peuss pa portè tut. porque no puedo yo solo 

cargar a mis hombros todo. 
I veui chi fasso un toc d'sacrestia Hay que hacer la sacristía, 
Ca sia del mond l'ottava maravia, de los mundos nombradía, 
N'orchestra che i cantor a sío content un coro para la orquesta 
Ca i staga d'musicant un regiment, con los músicos en fiesta, 
Contralt, tenor, sopran e bariton con barítonos, sopranos, 
Timbale, piat, cornet e bombardon. con órganos y pianos; 
Un campanil ca s'ausa tan lontan y un campanil tan galán 
Da feie vni l'invidia al dom d'Milan. que cause envidia en Milán. 
E ansema al campanil i frabticroma Y una cúpula, no es broma, 
Na cupola parei d'san Pietro a Roma, cual la de San Pedro en Roma, 
Anche a cost che a Soperga per 'l sagrin aunque en Superga un cuclillo 
As senta a vni le boie 'l cuculin. sienta pena el pobrecillo. 
Ma sí ant 'l seugn'j'a via bel criè, Soñaba y venga gritar, 
Gnun as bogiava per vnime a giutè. mas nadie me iba a ayudar. 
Don Bosco ant col moment sentía pa, Don Bosco no me oía 
E mi trovandme là tut ambroíà, mientras yo me consumía, 
Son pro butame a cheuie ii marenghin, las monedas agarraba 
Empiedme le sacoce e i borghiachin; y mis bolsillos llenaba. 
Son ampime quatordes fassolet Llené doce pañolones 
Gropandie con le liasse dii causset. y los até con cordones. 
Son ampime 'l capel... ma im acorsía, Llené el sombrero... y vi 
Che pí i butava e pí ai na stasía; que quedaba más allí. 
Fato sta che vÙdend d'nen podei Tuve una idea ingeniosa 
Portè tut, i pensava d'fe parei: para resolver la cosa: 
D'ambaronè lon che podía portè, «En varios viajes podré 
Ciapand poc a la volta e peui tornè. llevarme todo, a mi fe». 
Im buto adonque pet tornemne a cà Y cargado de dinero 
Con i me dnè ambroià pí che carià, dispuse el viaje primero 
Tut content e tranquil parei d'Batista contento como Bautista, 
E superbi e glorios dla mia conquista; gozoso de mi conquista. 
Ma, cosa mai? an mentre i slongo 'l pè Alargué el pie para andar 
E chi deurvo la porta per intrè; la puerta abrí para entrar. 
A j'elo pa restaie 'l me codin Mi coleta quedó atada 
AntÙrtoià ant la corda del ciochin? al cordel de la campana. 
I fas n'arsaut, i dag un bel sciancon, Tropecé, di un resbalón 
((1055)) I casco gi¨ dal let a rubaton!... ((1055))y rodé como un balón. 
L'è vèi che rivà an teta i son fÙrmame, Así en tierra y mal parado 
Ma intant con tut lolí son desviame, yo me había despertado. 
E invece d'troveme i marenghin Encontré en vez de marengos 
Son trovame mi sol con me codin!!.... mi coleta entre los dedos. 
Oh anlora a peulo poi capí 'l torment, Comprenderéis el tormento 
L'dÙsgust ch'j'eu provà'nt col brut moment! que sufrí en aquel momento: 
Pensè: con tant bsogn, con tant passiv miserable y pobrecillo 
E vÙdse torna tuti a l'ablativ! y sin blanca en el bolsillo. 
E a l'efet ca la fame col maleut Ante el grave malestar 
Son butame a piorè e j'eu piorà d'cheur; me eché a llorar y llorar. 

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892



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J'eu piorà tant d'cheur e tant ampess Lloré mucho, mucho, tanto 
Che squasi squasi i pioro ancora adess. que ahora me vuelve el llanto 
Pet\_ an mes al dolor un bel pensè Pero tengo un pensamiento 
L'unic ca la poduma consolè, que me da paz y contento. 
Lºè 'l pensè che sti sgnor bin facilment Y es que ustedes fácilmente 
A peulo rimediè a l'inconvenient, remedien mi inconveniente 
Fasend d'manera ch'lon chi lai sougnà convirtiendo en realidad 
A diventa na bela realtà, lo que yo pude soñar. 
Concorrend a smaltí coi biet ch'ai resta Compren boletos,que aún quedan 
Per tant chi peusso fe na bela festa, y haremos una gran fiesta. 
(Chi chÙrdeissa d'nen piesse d'biet apress Les puedo dejar las tiras 
Ca lasso pura i dnè ch'afa l'istess). mas a cambio de sus vidas. 
Cosí vedruma presto terminà Y verán en un momento 
Cost divot monument dla sua bontà, concluido el monumento 
Lassand peui a Maria Ausiliatriss que María os premiará 
C'ai compensa peui tuti an Paradis. y la gloria os ganará. 

((1056)) 

APENDICE N.° 6 

(Véase pág. 441) 

ALGUNAS ACTAS DE LAS REUNIONES 
O
CONFERENCIAS DE LA COMPAÑIA
DEL SANTISIMO SACRAMENTO 
1


I 

«La Compañía del Santísimo Sacramento, reunida el domingo 30 de abril (1865), fue presidida por el socio sacerdote José Bongiovanni 
y asistieron a ella los socios: Piccinino, Bellazzi, Tricerri, Cassone, Ramognini, Biancotti, Savina, Priolo, Busso, Ravotti, Sampó, Veglio, 
Gallo, Spesso, Borgna, José Bologna, Peila, Casarone, Rolla, Moresco, Lambruschiini, Castelli, Vota, Musso, Villanis, Sartiero, Navoni, 
Pandiani, Coccero, José Bertello (autor de la presente acta) y Appendino. 

»El Presidente animó a los socios a prepararse bien, en el día que aún les quedaba, al mes de María. Dijo después que, según consejo de 
don Bosco, lo mejor que podían hacer los socios durante dicho mes era la comunión cotidiana. Que procurasen, por tanto, todos hacerla. 
Dijo por fin que se advirtiera a los otros socios ausentes, que asistieran el domingo siguiente a la conferencia, en la que se distribuiría un 
folletito con cánticos a María 2. 

»Con la acostumbrada oración de la Corona de la Inmaculada Concepción y con un beso al crucifijo se cerró la sesión». 

1 Se trata de tres actas que aparecieron durante la impresión de este volumen. Pertenecen a 1865 y contienen algunas circunstancias 
preciosas. La tercera, por ejemplo, es la prueba del gran aprecio en que don Bosco tenía a Domingo Savio. 

2 Quizá se trata de una hojita con la canción a María Auxiliadora: Salve, salve, piadosa María, compuesta por el mismo Bongiovanni. 

Fin de Página 893 


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II


«Hubo conferencia el jueves 30 de agosto (1865). Presidió el sacerdote José Bongiovanni (autor de la presente acta) y asistieron los 
socios, etc. Abierta la sesión con la lectura y plegaria de introducción se leyó el acta de la sesión anterior. El Presidente presentó a cuatro 
nuevos socios: Belfanti, Spandre 1, Montiglio y Gelmoni. Tomando tema para la conferencia de esta presentación, el Presidente exhortó a 
los socios a la asiduidad en la ((1057)) asistencia a la conferencia y en la perseverancia en la compañía. Anunció que, después de la 
conversación mantenida con don Bosco, se esperaba que el número de socios probablemente aumentaría bastante más que el año pasado, 
ya que se habían removido de la casa algunas causas que habían hecho decaer la Compañía del Santísimo Sacramento y del Clero durante 
los años pasados. Expuso el origen de la Compañía del Clero Infantil y dijo que don Bosco tenía vivo deseo de que el clero se mantuviera 
siempre numeroso y lleno de fervor espiritual, espíritu que se obtiene y conserva, a través de la comunión frecuente y de las asiduas 
visitas al Santísimo Sacramento. 

»Después de recitar, según costumbre, la corona de la Inmaculada Concepción y besado el crucifijo, se dio por terminada la sesión». 

III 

«La Compañía del Santísimo Sacramento se reunió el jueves 22 de noviembre (1865). Fue presidida por don Bosco y asistieron los 
socios: don José Bongiovanni (también autor de la presente acta), Re, Villanis, Montiglio, Grattarola, Tabia, Galli, Varaja, Cuffía, 
Tabucchi, Arato, Blovio, Corbis, Jelmone, Cinzano, Cotella, Peiretti, Pautasso, Orioli, Pedrotta, Carlino, Biancotti, Amelotti, Vota, 
clérigo Cuffía, Rissoglio, Rochetti, Piccinino, Albano, Casanova, Croce, Degiorgis, Bo, Farina, Finocchio, Belfanti, clérigo Berto. 

»Abrióse la sesión con la lectura y plegaria de invocación del Espíritu Santo. Leyóse el acta de la sesión anterior. Don Bosco, después 
de manifestar su satisfacción por encontrarse entre nosotros, se congratuló con la Compañía, que encontró numerosa, y exhortó a los 
socios a perseverar, haciendo consistir la esencia de la Sociedad no sólo en la asidua asistencia a la reunión, ni tampoco en la abundancia 
de comuniones, sino en el fervor de las mismas, poniendo como ejemplo la devoción de los jovencitos como Domingo Savio, cofundador 
de la Compañía del Santísimo Sacramento, el cual se distinguía de tal manera por el ardor divino de su comunión que, con frecuencia, 
olvidaba el desayuno y el recreo para prorrogar sus fervorosas acciones de gracias a Jesús Sacramentado. Recordó a este propósito lo que 
se lee en la vida de este jovencito, que un día, transportado en éxtasis de amor divino, prorrogó la acción de gracias hasta las dos de la 
tarde, y aún la habría prorrogado más, si no hubiese sido llamado y vuelto en sí por la voz del Superior que le sorprendió en actitud de 
éxtasis. Recomendó, además, que se procurase el bien de la Compañía no solamente promoviendo el número de socios, sino observando 
el Reglamento, y especialmente aquel artículo que inculca el buen ejemplo, a fin de que todo socio se esfuerce por competir y superar a 
los demás compañeros en la piedad y en la diligencia ((1058)) de los propios deberes, y no se pueda decir que haya socios cuya 

1 Hoy Obispo de Asti. 
894 

Fin de Página 894 


VOLUMEN VIII Página: 895 

conducta religiosa y escolar sea inferior a la de los demás. Concluyó encomendándose a sus oraciones, aseguréndoles que se acordaría de 
la Compañía siempre al celebrar los divinos Misterios. 

»Se recitó la corona de la Inmaculada Concepción, se besó el crucifijo y se cerró la sesión». 

APENDICE N.° 7 1 

(Véase pág. 484) 

SOCIETAS SANCTI FRANCISCI SALESII 

N. 1 
Catholicae religionis ministris persuasum semper fuit in adolescentulis bene instituendis maximan esse sollicitudinem adhibendam. 

Etenim, juventute malis auto bonis moribus imbuta, bona aut mala ipsa hominum societas fiet. -Ipse Christus Dominus huius rei 
veritatis nobis clarum exemplum suppeditavit, praesertim quum parvulis ad se advocatis divinis manibus benediceret, atque clamaret: 
Sinite parvulos venire ad me. 

Episcopi, quibus Spiritus Sanctus regendam dedit Ecclesiam Dei, praesertim vero Pontifices Maximi Servatoris nostri vestigia secuti, 
cuius vices gerunt in terris, verbis atque operibus instituta ad iuventutem christiane erudiendam spectantia alacri animo, peculiarique 
sollicitudine commendarunt atque eisdem sunt suffragati. Pius autem IX Pont. Max., quem diutissime Deus ad Ecclesiae gloriam 
incolumem ac sospitem servet, praeter indefessos labores pro adolescentulis periclitantibus perlatos, omnimodis subsidiis illis 
institutionibus favit, quae ad huiusmodi sacri ministerii partem spectarent. 

Nostris vero temporibus longe maior urget necessitas. Nam incuria multorum parentum, abusus artis guttembergiae, haereticorum atque 
schismaticorum conatus ad augendos sibi sectatores necessitatem ingesserunt simul coniungendi vires ad proelianda proelia ((1059)) 
Domini sub Vexillo Vicarii Domini nostri Jesu Christi, ad tuendam fidem et tutandos bonos mores praesertim adolescentulorum, quos 
prae inopia deficiunt praesidia ad christianam doctrinam assequendam. Hic es finis Societatis sive Congregationis Sancti Francisci 
Salesii. 

EIUSDEM SOCIETATIS ORIGO 

N. 2 
Iam inde ab anno millesimo octingentesimo primo et quadragesimo Joannes Bosco sacerdos una cum aliis ecclesiasticis viris operam 
dabat, ut simul in unum locum 

1 La traducción al castellano de este apéndice N.° 7 se encuentra en las páginas 740-752 del VII volumen de estas Memorias. Dejamos, 
pues, solamente el texto latino, tal y como aparece en el presente volumen en el que se aprecian algunas diferencias en los números 2, 8, 
10, 12, 13, 14 y 16 con relación al texto original presentado anteriormente en lengua vulgar. El estudioso lector podrá verlo y apreciarlo. 

(N. del T.) 
Fin de Página 895 


VOLUMEN VIII Página: 896 

Augustae Taurinorum adolescentulos derelictos et pauperes colligeret, eosque ludis exhilararet, eodem vero tempore panem divini verbi 
iis distribueret. Quae quidem omnia auctoritatis ecclesiasticae consensu fiebant. 

Quum autem Deus exiguis hisce initiis benediceret, mirum, quantus adolescentium numerus huc libenter conveniret. Quibus quidem 
omnibus perpensis, anno MDCCCXLIV Aloisius Fransonius, Tauririnensis Dioecesis Archiepiscopus, passus est aedificium in formam 
Ecclesiae dicari 1, ibique sacra omnia peragi,quae necessaria sunt ad rite colendos dies festos, et ad adolescentulos instituendos, qui 
frequentiores in dies adventabant. Huc saepius Archiepiscopus ipse se contulit, ut Sacramentum Confirmationis administraret. Anno 
MDCCCXLVI decrevit, ut omnes, qui huic instituto interessent, ibi possent ad sanctum Eucharistiae Sacramentum admitti, praeceptum 
Paschatis adimplere; ut sacerdotibus liceret ibi sacrum solemne facere, et triduanas vel novendiales preces indicere quoties ipsis videretur. 
Haec omnia in Asceterio S. Francisci Salesii facta sunt usque ad annum MDCCCXLVII. Hoc autem anno quum numerus 
adolescentulorum augeretur, ideoque aedes iam nequiret omnes capere, adnuente auctoritate ecclesiastica, in alia urbis regione, ad Portam 
Novam alterum Asceterium adapertum fuit, eodem consilio, subtitulo S. Aloysii Gonzagae. 

Quum vero et haec duo, labente tempore, satis non essent, tertium anno MDCCCXLIX in Vanchilia, eiusdem etiam urbis regione, 
instituebatur sub titulo Sancti Angeli Custodis. 

Irrumpentibus autem iis temporum difficultatibus, quae religioni summopere adversarentur, vir amplissimus, cui dioeceseos cura erat 
demandata, motu proprio regulas huiusmodi Asceteriorum probavit, ((1060)) et Joannem Bosco sacerdotem eorumdem Rectorem 
constituit, quacumque facultate donatum, quae ad id necessaria atque opportuna videretur. Complures Episcopi easdem regulas 
exceperunt, atque nituntur, ut in suis quoque dioecesibus huius generis Asceteria floreant. 

At praeter opinionem gravis extitit necessitas. Nonnulli adolescentes, grandiori iam aetate, nequibant satis institui christiana doctrina 
solis diebus festis, ac propterea oportuit scholas aperire, ubi horis tum diurnis, tum nocturnis, per hebdomadam, christiana institutione 
excolerentur. Quin imo ex iis complures derelicti et dura paupertate conflictati, in peculiarem domum recepti sunt, ut ibi periculis erepti 
religionem docerentur, et in aliquo opificio exercerentur. Quod quidem etiamnunc fit praesertim Augustae Taurinorum in aedibus quae 
sunt ad hospitium Asceterii S. Francisci Salesii, ubi amplius septingenti enumerantur. Anno MDCCCLXIII alia quoque domus Mirabelli, 
qui pagus est in agro Montis ferrati, adaperta fuit, cui titulus: Parvum Sancti Caroli Seminarium; ubi centum et quinquaginta ferme 
adolescentes iis regulis instituuntur, quae in Asceterio huius urbis vigent. Anno vero MDCCCLXIV apud Lanceum in agro Taurinensi 
nova domus in colegii forman erecta fuit, in qua ducenti adolescentes scientia et religione instituuntur. 

Nunc agitur de alia domo aperienda in loco Truffarello dicto; qui est vicus septem ab urbe millia passuum dissitus. Jamvero quum 
adolescentuli frequentes Asceterium diebus festis adirent, scholae diurnae et vespertinae haberentur, ac mirum in modum exceptorum 
numerus in dies augesceret, copiosa nimis messis Domini facta 

1 Hoc tunc duabus cellis constabat, quae ad hospitium sacerdotum inservirent Rectorum Hospitii pro puellis periclitantibus quod 
Refugii nomine dicitur, deinde anno MDCCCXLV Asceterim in Valdoccum translatum fuit, ubi etiam nunc est. 
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est. Quapropter ut probatae iam disciplinae unitas servaretur, a qua uberrimus fructus provenire consuevit, jam inde ab anno 
MDCCCXLIV nonnulli viri ecclesiastici se se simul collegerunt ut genus quoddam societatis vel congregationis constituerent, alius alium 
exemplo atque institutione invicem adiuvantes. Nullo se voto adstrinxerunt, tantumque polliciti sunt se strenuam iis operam daturos, quae 
ad maiorem Dei gloriam suaeque animae utilitaten conferre viderentur. Joannem Bosco Sacerdotem ultro sibi Praefectum adlegerunt. 

Licet autem nulla vota proferrentur, actu tamen eae ferme regulae observabantur, quae hic exponuntur. 

HUIUS SOCIETATIS FINIS 

N. 3 
1.° Huc spectat huius Congregationis finis, ut socii simul ad perfectionem christianam nitentes, quaeque charitatis opera tum spiritualia, 
tum corporalia erga adolescentes, praesertim si pauperes sint, ((1061)) exerceant, et in ipsam juniorum clericorum educationem 
incumbant. Haec autem societas constat ex ecclesiasticis, clericis atque laicis. 

2.° Jesus Christus coepit facere et docere, ita etiam socii incipient externarum atque internarum virtutum exercitio et scientiarum studio 
seipsos perficere; deinde aliorum beneficio strenuam operam dabunt. 

3.° Primum charitatis exercitium in hoc versabitur ut pauperes ac derelicti adolescentuli excipiantur, et sanctam catholicam religionem 
doceantur, praesertim vero diebus festis, quemadmodum Augustae Taurinorum fit in quatuor Asceteriis S. Franciscii Salesii, S. Aloysii 
Gonzagae, S. Angeli Custodis et S.Iosephi. 

4.° Saepe autem contingit, ut adolescentuli inveniantur adeo derelicti, ut, nisi in aliquod hospitium recipiantur, quaecumque cura frustra 
iis omnino impendatur. Quod ut fiat, maiori qua licebit sollicitudine, domus aperientur, in quibus Divina opitulante Providentia, 
receptaculum, victus et vestimentum iis subministrabuntur. Eodem vero tempore, quo fidei veritatibus instituentur, operam quoque alicui 
arti navabunt, quemadmodum nunc fit in aedibus, quae Asceterio S. Francisci Salesii adiunguntur in hac urbe. 

5.° Quum vero gravissimis periculis subiiciantur adolescentes, qui ecclesiastico ministerio initiari cupiunt, maximae curae huic societati 
erit eos in pietate et vocatione colere, qui se studio et pietate specialiter commendabiles ostendant. In adolescentulis autem studiorum 
causa excipiendis ii praeferentur, qui pauperiores sint, qui ideo curriculum studiorum alibi nequeunt explere, dummodo firmam spem 
vocationis ad ecclesiasticam militiam praebeant. In Asceterio Taurinensi octingenti circiter; Mirabelli centum et quinquaginta sunt; 
Lancei autem ducenti circiter adnumerantur, qui hoc nomine classicis, quae dicunt, studiis incumbunt. 

6.° Quum autem necessitas catholicae religionis tutandae gravior etiam urgeat inter christianos populos, praesertim in pagis, propterea 
socii strenue adlaborabunt, ut homines qui potioris vitae amore per statos aliquot dies secedunt, ad pietatem confirment erigantque; ut 
bonos libros in vulgus spargant, omnibusque rationibus utentur quae a sedula charitate proficiscuntur; verbis denique et scriptis impietati 
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adversentur, et haeresi, quae omnia tentat, ut in rudes ac idiotas pervadat. Huc spectant sacrae conciones, quae identidem habentur, huc 
triduanae et novendiales supplicationes, huc demum libri evulgati per officinam, abhinc quatuor annos institutam in Asceterio Taurinensi, 
qui inscribuntur Letture Cattoliche. 

((1062)) 

HUIUS SOCIETATIS FORMA 

N. 4 
1.° Socii omnes vitam communem agunt, uno fraternae charitatis votorumque simpliciumiuom vinculo constricti, quod eos ita 
constringit, ut unum cor unamque animam efficiant ad Deum amandum, eique serviendum virtute obedientiae, paupertatis, morum 
sanctimonia, et accurata christiana vivendi ratione. 

2.° Quicumque societatem ingressus fuerit, civilia iura, etiam editis votis, non amittit, ideoque rerum suarum proprietatem servat, 
idemque potest in aliena bona succedere. Sed, quamdiu in societate permanserit, non potest facultates suas administrare, nisi ea ratione et 
mensura qua Rector in Domino bene iudicaverit. 

3.° Omnis fructus rerum, sive mobilium, sive immobilium, quas in societatem quis attulit, quo tempore vitam in ipsa egerit, ad eamdem 
pertinebit. Poterit tamen vel partim, vel etiam omnino parentibus erogare, quae extra congregationem possideat; at semper obtento 
Rectoris consensu. 

4.° Clerici et Sacerdotes, etiam postquam vota emiserint, patrimonia vel simplicia beneficia retinebunt, sed neque administrare, neque 
iis perfrui poterunt nisi ad Rectoris voluntatem. 

5.° Administratio patrimoniorum, beneficiorum et omnium, quae in societatem inferantur, ad Superiorem Generalem pertinet, qui vel 
ipse vel per alios ea administrabit, et donec quisquam in congregatione fuerit, annuos eorum fructus percipiet. 

6.° Eidem Superiori omnes sacerdotes Missarum etiam eleemosynam tradent. Caeteri vero, tum clerici, tum laici, omnem pecuniam ei 
committent, quae quibusque modis ad eos perveniat, ut in commune conferatur. 

7.° Quaecumque sociis necessaria erunt, societas praestabit, et quod ad victum spectaverit, quod ad vestimentum et caetera, quibus in 
diversis vitae conditionibus opus fuerit. Quin imo, ubi iusta ratio adsit, potest Superior pecuniam, vel aliam rem socio tribuere, quam ad 
maiorem Dei gloriam impendendam duxerit. 

8.° Si quis intestatus decesserit, ei succedet qui secundum leges civiles haeres constituitur. 

9.° Unusquisque votis tenetur, donec in societate remanserit. Si quis vel iusta causa, vel prudenti Superiorum iudicio, a societate 
discedat, a votis triennalibus poterit a Superiore Generali exsolvi. Si autem vota erunt perpetua, facultas a Sancta Sede erit petenda. 

((1063)) 10.° Unuisquisque maneat in vocatione, ad quam vocatus est, usque ad mortem. In mentem quotidie sibi revocet gravissima 
illa Domini Servatoris verba: Nemo mittens manum ad aratrum, et respiciens retro, aptus est regno Dei. 

11.° Verum tamen, si quis a societate egrediatur, nihil sibi ob tempus, quod in ea transegit poterit adrogare, neque aliud secum ferre, 
quam quod Generalis Superior opportunum indicabit. Licebit autem secum res immobiles ferre, atque etiam mobiles, 

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quarum proprietatem ab ingressu in societatem servaverit, at nullum neque fructum, neque eorum administrationis rationem exposcere pro 
tempore quo in societate permanserit, nisi cum Rectore Maiore aliquod peculiare pactum fuerit. 

DE VOTO OBEDIENTIAE 

N. 5 
1. ° Propheta David Deum enixe orabat, ut illum doceret eius voluntati obsequi. Servator Dominus certos nos fecit se huc in terras 
descendisse, non ut faceret voluntatem suam, sed voluntatem Patris sui, qui in coelis est. Huc spectat obedientiae votum, scilicet, ut 
certiores efficiamur nos sanctae Dei voluntati obtemperaturos. 
2. ° Obedientiae votum socios ita devincit, ut iis tantum operam navent, quae cuiusque Superior fore iudicabit ad maiorem Dei gloriam, 
et animae suae proximique utilitatem, secundum ea, quae hisce constitutionibus praescribuntur. 
3. ° Huiusque voti observantia sub culpa non obligat, nisi in iis, quae mandatis Dei Sanctaeque Matris Ecclesiae adversentur, et cum 
Superior suum praeceptum his verbis exprimit: «ln virtute sanctae obedientiae praecipio.» 
4.° Obedientia nos certos reddit Dei voluntatem adimplere. Quapropter unusquisque proprio Superiori obediat, illumque in omnibus 
veluti patrem peramantem habeat, eique pareat integre, prompte, hilari animo et demisse; ea persuasione ductus in re praescripta 
voluntatem Superioris ipsam Dei voluntatem patefacere. 

5. ° Nemo anxietate petendi vel recusandi afficiatur. Si quis autem cognosceret quidpiam sibi vel nocere, vel necessarium esse, 
reverenter id Superiori exponat, cui maxima erit cura eius necessitati consulere. 
6. ° Maxima unicuique fiducia in Superiore sit, neque ullum cordis secretum quisquam erga illum servet. Quoties ab eo postuletur, vel 
ipse necessitatem agnoscat, etiam conscientiam suam ei adaperiat, quotiescumque hoc ad maiorem Dei gloriam, animaeque utilitatem 
conferre iudicaverit. 
((1064)) 7. ° Nemo resistendo pareat, neque verbis, neque factis, neque corde. Quo magis aliquid repugnat facienti, eo maiori merito 
erit in conspectu Dei si illud perficitur 1. 

DE VOTO PAUPERTATIS 

N. 6 
1. ° Observantia voti paupertatis in hoc praecipue consistit, ut animum ab omnibus terrestribus alienum habeat; quod nos vita 
quoqueversu communi ad victum et vestimentum consequi curabimus, nec quidpiam, nisi peculiari Superioris permissione, pro nobis 
retinentes. 
2. ° Unusquique hoc voto tenetur cellulam suam maxima simplicitate habere, et summopere niti, ut cor virtute, non corpus vel aedium 
parietes exornentur. 
1 Caput de forma societatis et caput de voto paupertatis fere ad verbum excerpta fuerunt a constitutionibus Congregationis scholarum 
caritatis, quam approbavit Gregorius Papa XVI die 21 junii 1836. 

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3. ° Nemo, sive intra sive extra Congregationem, pecuniam apud se aut apud alios habeat quacumque de causa. 
4. ° Si quis iter ingrediatur, vel a Superiore mittatur ad aperiendam, vel administrandam Beneficentiae Domum, vel explendam aliquam 
sacri ministerii partem, vel peculiaris necessitas adsit, tum Superior ea statuet, quae temporum, locorum et sociorum adiuncta 
postulabunt. 
5. ° Mutuum dare, accipere, vel ea, quae sunt apud se, aut in societate elargiri, contractus inire cuiuslibet generis, absque Superioris 
licentia non tantum cum externis, sed etiam cum sociis Congregationis omnino vetitum est. 
DE VOTO CASTITATIS 

N. 7 
1. ° Qui vitam in derelictis adolescentulis sublevandis impendit, certe totis viribus niti debet, ut omnibus virtutibus exornetur. At virtus 
summopere colenda, atque quotidie prae oculis habenda, virtus angelica, virtus prae caeteris cara Filio Dei, virtus est castitatis. 
2. ° Qui firmam spem non habet, se, Deo adiuvante, virtutem castitatis, tum dictis, tum factis, tum etiam cogitationibus posse servare, in 
hac societate non profiteatur; in periculo enim saepe numero versabitur. 
((1065)) 3. ° Verba, oculorum obtutus, licet indifferentes, perverse interdum ab adolescentulis excipiuntur, qui humanis cupiditatibus 
iam fuerunt subacti. 

Quapropter maxima cura est adhibenda, quoties sermo cum adolescentulis instituitur cuiuslibet aetatis, aut conditionis, vel quidpiam 
cum illis agitur. 

4. ° Conversationes defugiantur, si hae sint cum personis diversi sexus, vel etiam cum ipsis secularibus, ubi haec virtus periclitari 
videatur. 
5. ° Nemo se conferat domum apud notos, vel amicos, absque consensu Superioris, qui, quoties fieri possit, comitem ei adiunget. 
6. ° Ut castitatis virtus diligentissime custodiatur, haec potissimum sunt agenda, scilicet, ut quisque sancte ad Poenitentiae et 
Eucharistiae Sacramenta saepe accedat, consilia confessoris sedulo exsequatur, otium defugiat, omnes corporis sensus coerceat, et 
moderetur, frequenter Jesum in Sacramento invisendum adeat, crebras jaculatorias preces fundat ad Mariam S.S., Sanctum Franciscum 
Salesium, S. Aloysium Gonzagam, qui sunt huius Societatis praecipui patroni. 
RELIGIOSUM SOCIETATIS REGIMEN 

N. 8 
1. ° Socii arbitrum et supremum Superiorem suum habebunt Pontificem Maximum, cui omnibus in locis, temporibus et dispositionibus 
suis humiliter et reverenter subiicientur. Quin imo praecipua erit cuiusque socii sollicitudo totis viribus promovendi ac defendendi 
auctoritatem et observantiam Ecclesiae Catholicae legum, eiusque Supremi Antistitis, et hic in terris legislatoris et Jesu Christi Vicarii. 
2. ° Post Romanum Pontificem tamquam Superiorem habebunt Episcopum illius Dioecesis, in qua quaeque domus est: omnesque socii 
strenuam operam dabunt, 
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ut ei in auxilium veniant, ac quantum licebit, religionis iura nimode tueantur, illius bonum sedulo promoveant, praesertim si agatur de 
pauperibus adolescentulis instituendis. 

3. °1 Quad vero ad Sacramentorum administrationem ac praedicationem et ad ea omnia, quae ad publicum sacri Ministerii munus 
attinent, tamquam Superiori subiicientur Episcopo illius Diocesis, ubi domus est, ad quam pertinent, prout regulae Societatis patientur. 
((1066)) 4. ° Quod vero ad sacros ordines spectat, socii ab Episcopo Diocesis eos accipient, a quo sunt ordinandi juxta consuetudinem 
aliarum Congregationum, demorum communionem habentium, videlicet ex privilegiis Congregationum, quae tamquam Ordines 
Regulares habentur. 

INTERNUM SOCIETATIS REGIMEN 

N. 9 
1. ° Quod ad internum attinet, tota Societas principali Domui subiicitur, cuius regimen est in Capitulo, quod ex Rectore, Praefecto, 
Aeconomo, spirituali Directore, seu Catechista, et tribus consiliariis constat. 
2. ° Rectoris munus est socios in societatem admittendi vel non; unicuique adsignare, quae spectant sive ad spiritualia, sive ad 
temporalia. Nulla tamen quod ad res immobiles spectat emendi, vel vendendi ei erit facultas absque consensu Capituli. 
3. ° Nemo, Rectore excepto et iis, qui Capitulum constituunt, potest epistolas scribere vel accipere sine Superioris permissione. 
4.° Rector maior in munere suo ad duodecim annos manebit. At (quod Deus avertat) ubi gravissime officia sua negligeret, Praefectus et 
Director simul coniuncti possunt Capitulum et peculiarium Domuum Directores convocare, ut Rectorem efficaciter admoneant. Quod si 
non sufficiat, Capitulum certiorem de hac re faciat Sacram Ordinum Regularium Congregationem, cuius consilio et responsione accepta, 
Rector Maior deponi potest. 

5. ° Huiusmodi Capitulum auctoritate pollet alterum Rectorem creandi. 
6. ° Idem Rector Capitulum et peculiarium Domuum Directores semel in anno convocet, ut, societatis necessitatibus cognitis, iis 
consulatur, eaeque sollicitudines adhibeantur, quas tempora et loca exposcent. 
7. ° Capitulum ita convocatum poterit etiam eos articulos regulis addere, quos opportunos ad societatis utilitatem iudicabit, at semper 
eo sensu et ratione, quibus regulae iam probatae sunt. Quoties dubium exortum fuerit circa modum, quo aliquis articulus intelligi debeat, 
Rector Maior potest eumdem interpretari, quemadmodum ad maiorem Dei gloriam conferre et spiritui Societatis magis consentaneus 
videatur. 
8. ° Ut autem casui mortis suae Rector Maior provideat, Vicarium sibi eliget ex Congregationis sociis, eiusque praenomen et nomen 
notabit in chartae obsignatae plagula, sub clave et omnibus occulte habitis. Fasciculo haec inscribantur: Rector temporarius. 
1 Articuli 3 et 4 de verbo excerpti sunt a constitutionibus Oblatorum B. M. V., parte 2.ª, paragrapho 1.°; similia extant in 
constitutionibus Sacerdotum sub titulo Missionis et Rosminianorum. 

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((1067)) 9. ° Mortuo Rectore, Vicarius illius vicem geret donec successor ei creatus sit; at nullam poterit neque disciplinae, neque 
administrationi mutationem afferre quo tempore societatem reget. 

10. ° Mortuo Rectore, statim Vicarius illius mortem annuntiet omnium Domuum sociis, ut ita unusquisque maximam sollicitudinem 
adhibeat in iis spiritualibus auxiliis ei praebendis, quae regulae praescribunt. Deinde omnes earumdem Directores invitet ut succesoris 
electioni interesse satagant. 
DE RECTORIS MAIORIS ELECTIONE 

N. 10 
1. ° Ut quis Rector Maior eligi possit oportet, ut saltem octo annos in societate transegerit, trigesimum suae aetatis expleverit, et sociis 
vitae sanctimonia praefulserit. Si vero caetera, quae ad Rectorem Maiorem requiruntur, eminenti gradu in aliquo socio innotescant, 
Capitulum usque ad vigesimum octavum aetatem deducere potest. 
2. ° Duplici ex causa Rectoris Maioris seu Superioris Generalis electio fieri continget, videlicet vel ob finitum duodecim annorum 
munus, aut ob Rectoris mortem. 
3. ° Si Rector Maior eligendus est, eo quod duodecim annos in munere transegerit, electio sic est facienda. Ipsemet Rector Maior, tres 
menses antequam sui officii tempus labatur, Capitulum Domus pricipalis convocabit, eique sui muneris finem imminere palam faciet: 
cuius rei notitiam transmittet Directoribus Domorum peculiarium, eisque sociis omnibus, qui secumdum constitutiones suffragium dare 
poterunt. Dum autem finis sui muneris diem significabit, aliam statuet diem ad sui succesoris electionem perficiendam; tempus vero 
electionis peragendae, si fieri potest, quindecim dierum spatium a fine muneris sui excedere non debebit. 
A die, quo suum munus explebit, usque ad peractam eiusdem successoris electionem, Rector Maior Vicarii temporarii nomen et 
auctoritatem habebit; pergetque in societatis regimine et administratione donec eius successor in munere suo reapse sit constitutus. 

Ad electionem novi Rectoris intererunt et suffragium dabunt Vicarius Temporarius, Capitulum Domus principalis, Directores 
Domorum peculiarium, omnesque socii, qui iam vota perpetua emiserint. Si autem quis eorum quacumque ex causa ad praestandum 
suffragium advenire non poterit, ab aliis licite et valide electio fiet. 

4. ° Maioris Rectoris electio sic fiet: Omnes electores, flexis genibus ante imaginem Domini nostri J. Ch. crucifixi, divinum auxilium et 
superna lumina invocabunt canentes hymnum Veni, Creator Spiritus ((1068)) ecc. Quo finito, Rector Temporarius fratribus una simul 
collectis causam patefaciet propter quam eos advocavit, clare et distincte omnes commonebit de stricta singulorum obligatione suum 
dandi suffragium illi, quem ad Dei gloriam utilitatemque animarum in societate promovendum magis idoneum in Domino iudicaverit. 
Postea unusquisque scribet nomen illius, in cuius favorem suffragium edere intendit, et schedulam sic exaratam in vasculo ad hoc parato 
secreto ponet. Qui duas de tribus votorum partibus consecutus fuerit, erit Novus Rector, seu Superior Generalis. 
Sin autem ob Superioris Generalis mortem electio esset facienda, haec regula et ordo tenetur: Mortuo Rectore Maiore, Vicarius 
temporarius illius mortis notitiam ad omnes Domorum peculiarium Directores per scriptum transmittet, ut spiritualia 
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suffragia secundum constitutiones quam citissime pro defuncti anima fiant. Electio huiusmodi non ante tres, nec serius sex mensibus a 
Rectoris morte erit facienda. Ad hunc finem Vicarius temporarius suum capitulum congregabit, eiusdemque consensu opportuniorem 
statuet diem ad convocandos eos, qui in illa electione suffragium daturi sunt. 

Suffragium autem ii dabunt, qui hoc iure polleant in electione Rectoris facienda causa mortis, sicut in articulo quarto huius capitis 
dictum est. 

Qui duas de tribus votorum partibus assecutus fuerit, erit novus Superior Generalis, cui omnes societatis sodales obedire tenentur. 

Peracta electione, sive haec fiat causa mortis, sive ob transactum tempus duodecim annorum, Vicarius temporarius novum electum 
Rectorem Maiorem citius, ut omnibus Societatis sociis patefaciat, operam dabit. Quo facto, omnis Rectoris temporarii auctoritas finem 
habet. 

Si forte Rector maior decederet, quin prius Vicarium temporarium nominasset, tunc Capitulum Domus principalis ipsum eligat. Ipse 
usque ad peractam electionem Societatem reget, facietque omnia, quae ad Vicarii temporarii munus spectant. 

DE CETERIS SUPERIORIBUS 

N. 11 
1. ° Officia ceterorum superiorum Rector, prout ferat necessitas, distribuet. 
2. ° Directori tamen spirituali curae erunt novitii strenuamque operam dabit, ut illum charitatis et sollicitudinis spiritum condiscant, 
actuque perficiant, quo inflammari debet, qui omnem vitam suam ad animarum lucrum opat impendere. 
3. ° Directoris quoque spiritualis est, Rectorem reverenter admonere, ((1069)) quoties gravem negligentiam perspiciat in regulis 
Congregationis exsequendis; vel earum observantiam in aliis promovendam neglexerit. 
4. ° Praecipuum vero Directoris officium in eo praesertim versatur, ut in morali omnium sociorum vitae ratione sedulo attenteque 
invigilet. 
5. ° Praefectus et spiritualis Director creantur a Rectore. Aeconomus vero et tres consiliarii pluribus suffragiis eligentur a sociis, qui iam 
vota perpetua emiserunt. 
6. ° Praefectus, Rectore absente, illius vicem gerit in iis omnibus quae peculiariter illi demandata erunt. 
7. ° Ille rationem habebit exceptae et expensae pecuniae, notabit legata, donationes in domum collatas et earum destinationem. Omnis 
venditio, omnesque mobilium et immobilium facultatum fructus sub Praefecti custodia et responsione erunt, a quo cuncta proficisci 
debent, quique rerum omnium rationem reddere tenetur. 
8. ° Praefectus igitur est veluti centrum, a quo proficisci et ad quod referri debet excepta pecunia. Praefectus Rectori subiicitur, eique 
facti rationem reddet, quoties postulabitur. 
9. ° Aeconomus materialem omnem Domus processum procurabit. 
10. ° Consiliarii omnibus deliberationibus intersunt, quae ad acceptionem vel remotionem alicuius socii pertinent; si agatur de 
contractibus rerum immobilium emptionis aut venditionis; denique aut de rebus maioris momenti, quae ad rectum Societatis generalem 
progressum spectant. Nisi numerus votorum favorabilium maior sit, omnes de re agenda deliberationes Rector protrahet. 
11. ° Unusquisque ex Superioribus, Rectore excepto, tres annos in munere suo manebit, ac iterum eligi poterit. 
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DE DOMIBUS PECULIARIBUS 

N. 12 
1. ° Siquando singulari divinae Providentiae favore peculiaris praeter principalem domus aperiatur, ante omnia Superior Generalis quod 
ad spiritualis attinet et temporalia ex regulis, quibus principales domus regitur, conveniet cum Episcopo Dioecesis, in qua domus est 
aperienda, eique in iis sacri ministerii omnibus partibus subiicietur, quas regularum Societatis observantia patiatur. 
2. ° Si autem domus aperienda sit iuniorum seminarium, vel seminarium clericorum, qui grandiori jam sint aetate, tunc non solum quod 
ad sacrum ministerium spectat, sed omnis etiam Superiori Ecclesiastico submissio praebebitur in eligenda materia, quae tradi debeat, in 
((1070)) libris adhibendis, in disciplina atque etiam in temporali administratione iis tenebitur, quae Rector Maior constituet. 
3. ° Socii ad recentem domum adlecti, minus duobus non sint, ex quibus unus saltem Sacerdos esse debet. Directoris nomem Superior 
assumet. Quaeque domus bona possidebit et administrabit, quae vel dono data, vel in societatem illata sunt, ut peculiari illi domui 
inservirent; et ea semper ratione a Superiore Generali descripta. 
4. ° Peculiares domos saltem semel in anno inviset Rector, ut diligenter inquirat, an officia expleantur, quae regulae Societatis 
praescribunt; simulque animadvertat, an spriritualium et temporalium administratio ad propositum finem reapse spectet, ut scilicet Dei 
gloria et animarum salus promoveatur. 
5. ° Ad Directorem autem quod attinet, ita se in cunctis gerat, ut omni temporis puncto eorum possit rationem reddere Deo et Superiori 
Rectori, cui se subiiciens divinam in eo voluntatem perspiciet. 
6. ° Praecipua est eiusdem Rectoris cura in recenti quaque domo capitulum constituere, quod numero sociorum in ea habitantium 
congruat. 
7.° Ad hoc autem capitulum constituendum conveniet Rector Superior, recentis domus Director et principales domus capitulum. 

8. ° Inter eligendos primus est Catechista, deinde vero Aeconomus, tertio tandem singuli deinceps consiliarii, ubi congruat sociorum 
numerus iis qui stabiles ea domo immorentur. 
9. ° Catechista spiritualia quaeque illius domus procurabit, ac quoties opus erit, Directorem admonebit. 
10. ° Quod si ob distantiam, tempora et loca oporteat quaedam excipere in capitulo constituendo, vel in eorum, ex quibus constant, 
muneribus, omni ad id auctoritate Rector Maior valebit, consentiente tamen capitulo domus principis. 
11. ° Director neque emere, neque vendere immobilia poterit, nisi adsit Rectoris maioris consensus; in administratione tantum 
quacumque auctoritate pollebit, at in iis, quae maioris momenti sint, consultius erit capitulum suum convocare, nec quidpiam deliberare 
nisi illius consensus habeatur. 
DE ACCEPTIONE 

N. 13 
1. ° Vix quispiam societatem ingredi petierit, Director spiritualis necessariam postulantis notitiam assequetur, quam Rectori tradet. 
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2. ° Rector autem maior eum ad acceptionem admittet, vel non, ((1071)) prout sibi in Domino melius judicaverit. At, ubi de illo apud 
Capitulum res erit, solum in societatem cooptabitur, si saltem maiorem suffragiorum partem obtinuerit. 
3. ° Ut quisquam ad vota emittenda admittatur, necesse erit ut in annum tirocinium exerceat. At nemo ad votorum emissionem 
admittendus est, nisi sexdecim aetatis annos fuerit praetergressus. 
4. ° Haec autem vota bis per triennium repetentur. Sex autem annis transactis, facta es cuilibet ea tertio quoque anno repetendi, vel 
perpetua faciendi, se videlicet per omnem vitam votis obligandi. 
5. ° Ut socius Congregationi possit adscribi, praeter virtutes, quae regulis perscribuntur, debet etiam anteactam vitae rationem 
testimonio comprobare ex quo constet: 
a) Status illius liber atque de bonis moribus declaratio a proprio Episcopo exarata; 
b) Illius nativitas et baptismus; 
c) AEre alieno non esse gravatum; 
d) Numquam in illum crimine inquisitum fuisse; 
e) Nullo neque physico, neque morali impedimento detineri, quo irregularis fiat ad Sacerdotim ineundum;
f) Parentum consensus, saltem antequam votis se adstringat.


6. ° Quod ad valetudinem attinet, talis sit, ut saltem tirocinii anno omnes Societatis regulas absque exceptione possit observare. 
7. ° Si quis studiorum causa societatem ingrediatur secum ferre debebit): a) Vestimenti supellectilem congruentem; b) Quingentos 
nummos argenteos quibus dispendia suppleantur quae pro victu et vestitu necessaria erunt anno tirocinii; c) Tercentos nummos argenteos, 
tirocinio peracto, antequam vota edantur. 
8. ° Socii adiutores supellectilem tantum et tercentos nummos argenteos ingressuri conferant, quin alia obligatione divinciantur. 
9. ° Rector aliquem poterit a conditionibus eximere quae in articulo septimo et octavo sunt, ubi iusta ratio adsit, et quaedam plus 
minusve late excipere. 
10. ° Societas Divina Providentia innixa, quae iis numquam deest, qui sperant in ipsa, omnia providebit, quae cuique necessaria sunt, 
sive florente valetudine, sive premente morbo. Quibus tamen erga illos tantum Societas devincitur, qui jam votis se obligarunt. 
11.° Omnibus autem duo potissimum cordi habenda sunt: a) Attente caveat unusquisque, ne se habitudinibus cuiuscumque generis, 
rerum etiam per se indifferentium devinciri patiatur; cuiusque vestis, lectus et aedicula munda sint et decentia; b) At omnes summopere 
studeant affectationem et ambitionem devitare. Nihil magis sodalem religiosum exornat quam vitae sanctimonia, qua caeteris in omnibus 
praeluceat. 

12. ° Quisque paratus sit, ubi opus erit, aestus, frigora, sitim, famem, ((1072)) labores et contemptum tolerare, quoties haec omnia 
conferant ad maiorem Dei gloriam, spiritualem aliorum utilitatem, suaeque animae salutem. 
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PIETATIS EXERCITIA 

N. 14 
1. ° Vita activa, ad quam potissimum haec Congregatio spectat, efficit, ut socii nequeant compluribus pietatis exercitiis simul collecti 
operam dare. Quae quidem omnia socii suppleant bonis exemplis sibi invicem praelucendo, et perfecte generalia christiani officia 
adimplendo. 
2. ° Singulis hebdomadis socii ad Poenitentiae Sacramentum accedant apud Confessorem a Rectore constitutum. Sacerdotes quotidie 
Sacrum facient: quoties autem per negotia non liceat, curent, ut sacrificio saltem intersint. Clerici et sodales adiutores faciant, ut saltem 
omnibus diebus festis, omnique feria V ad sanctum Eucharistiae Sacramentum accedant. Compositus corporis habitus, perspicua, 
religiosa, et distincta verborum pronuntiatio, quae in divinis officiis continentur, modestia domi forisque in verbis, adspectu et incessu, ita 
in sociis nostris praefulgere debent, ut his potissimum a caeteris distinguantur. 
3. ° Omnibus diebus unusquisque non minus unius horae spatio orationi vocali et mentali vacabit, nisi quisquam impediatur ob 
exercitium sacri ministerii; tunc maiori, qua fieri poterit, frequentia eas per jaculatorias preces supplebit, maiorique affectus vehementia 
Deo offeret opera, quibus a constitutis pietatis exercitiis arcetur. 
4. ° Quoque die Deiparae Immaculatae tertia Rosarii pars recitabitur, et in spirituali lectione aliquantum operae navabitur. 
5. ° Cuisque hebdomadae feria VI ieiunium erit in honorem Passionis D. N. I. C. 
6. ° Ultimo omnium mensium die, a temporalibus curis remotus, se quisque spiritu in se recipiet, exercitio vacabit, quod ad bene 
moriendum fieri solet, spiritualia et temporalia componens, tanquam mundus illi esset relinquendus, et ad aeternitatis viam adeundum. 
7. ° Unusquisque quotannis per dies ferme decem secedet ut pietati unice operam det; quibus transactis, criminum confessione se rite 
abluet. Omnes, antequam in societatem cooptentur, aliquot dies in exercitiis spiritualibus impendent, seque generali confessione 
purgabunt. 
8. ° Licebit autem Rectori statuere, ut ab his pietatis exercitiis abstineatur certo quodam tempore et a certis sociis, prout opportunius in 
Domino iudicabit. 
((1073)) 9. ° Quoties Divina Providentia socium, sive laicum, sive sacerdotem ad vitam aeternam vocaverit, totius Congregationis socii 
Sacrum facient, ut animae mortui suffragiis adiuventur. Qui sacerdotes non sunt, semel saltem ad id Eucharistiam accipiant. 

10. ° Idem pietatis officium exercebitur, quoties alicuius socii pater aut mater moriatur; at ea tantum domo, ubi socius moratur, qui 
eiusmodi infortunio fuit afflictus. 
11. ° Mortuo Rectori bis suffragabuntur socii, idque duplici de causa: a) Tamquam grati animi pignus ob curas et labores, quos in 
regenda Societate sustinuit; b) Ut a poenis Purgatorii liberetur, quae illi forsitan ob nostram causam perferendae erunt. 
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DE VESTIMENTO 

N. 15 
1. ° Vestimentum, quo utuntur socii, varium erit, prout variae erunt regiones, in quibus illi commorantur. 
2. ° Sacerdotes longam vestem induent, nisi iter, vel alia iusta ratio aliter poscat. 
3. ° Socii adiutores nigro vestimento, quantum fieri poterit, induentur. Tunica superior saltem infra genua producatur. 
FORMULA VOTORUM 

Antequam socius vota proferat, exercitiis spiritualibus vacabit, quae huc praesertim spectabunt, ut, quisque, quo Deus illum vocet, 
attende consideret, simulque materiam votorum edoceatur, quae proferre velit, ubi certe cognoscat hanc esse Dei voluntatem. Peractis 
spiritualibus exercitiis, Capitulum habebitur, ac, si fieri potest, omnes illius domus socii convocabuntur. 

Rector talari habitu et stola indutus una cum sociis omnibus genua submittet. Deinde omnes simul Spiritus Sancti lumina invocabunt 
alterna voce recitantes hymnum Veni, Creator Spiritus, etc. 

V) Emitte Spiritum etc. 

R) Et renovabis etc. 

Oremus 

Deus, qui corda fidelium etc. 

Litaniae Beatae Virginis cum versiculis Ora pro nobis etc., et cum Oremus: Concede nos etc. 
((1074)) 

ln honorem S. Francisci Salesii
Pater, Ave, Gloria


V) Ora pro nobis, Beate Francisce. 

R) Ur digni efficiamur, etc. 

Oremus 

Deus, qui ad animarum salutem, etc. 

Deinde socius, ac si plures sint, singuli, flexis genibus coram Rectore inter duos professos positi, clara et intelligibili voce hanc 
votorum formulam proferent: 

«Fragilitate et instabilitate voluntatis meae omnino cognita, cupiens in posterum ea constanti animo perficere, quae ad maiorem Dei 
gloriam et animarum salutem conferre possint, ego N. N. coram te, omnipotens et sempiterne Deus, ac, licer conspectu tuo indignus, 
tamen tuae bonitati et infinitae misericordiae confisus, desiderio unice permotus te amandi, tibique serviendi, coram Beatissima Virgine 
Maria sine labe concepta, S. Francisco Salesio, omnibusque sanctis coelorum, ex Societatis 

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Sancti Francisci Salesii regulis facio votum castitatis, et obedientiae Deo, tibique N. N. mi superior, ad tres annos, vel etc. 

»Quapropter te enixe deprecor, ut secundum nostrae Societatis constitutiones ea mihi velis praecipere, quae tibi videantur ad maiorem 
Dei gloriam, maioremque animarum utilitatem conferre. 

»lnterea, Tu, Deus bonitatis, per immensam clementiam tuam,, propter Jesu Christi Sanguinem pro nobis effusum, oro, ut hoc 
sacrificium excipias, quo gratiae agantur pro multis beneficiis mihi collatis, et pro meis peccatis expiandis. Tu in me desiderium inspirasti 
hoc votum emittendi, Tu quoque fac, ut possim illud adimplere. 

»Sancta Maria, Virgo immaculata, S. Francisce Salesi, omnes Sancti et ae Dei intercedite pro me, ut Deum meum diligens, eique soli in 
hoc mundo serviens, ad aeterna praemia merear pervenire». 

Omnes respondent: Amen. 

Deinde novus socius nomem suum in libro notabit, ubi hanc etiam schedulam subscribet: «Ego infrascriptus N. N. legi ac intellexi 
Societatis S. Francisci Salesii regulas, et promitto me secundum votorum formulam nunc prolatam eas constanti animo observaturum. 
Augustae Taurinorum, anno N. N.». 

Hisce peractis recitabitur Te Deum alternis vocibus, quo finito, si Rector ad rem existimabit, brevem ad id moralem exhortationem 
habebit, quibus omnibus finem afferet psalmus: Laudate Dominum, omnes gentes etc. 
((1075)) 

APPENDIX 

DE EXTERNIS 

N. 16 
1. ° Quicumque, licet in seculo vivat, in domo sua, in sinu familiae suae ad hanc Societatem potest pertinere. 
2. ° Hic nullo voto se adstringit, sed strenuam operam dabit, ut eas regulas, quae ipsius aetati ac conditioni congruant, actu perficiat. 
3. ° Ut autem bonorum spiritualium Societatis particeps fiat, oportet, ut saltem Rectori promittat se eam vivendi rationem servaturum, 
quam idem Rector ad maiorem Dei gloriam conferre censebit. 
4. ° Si quis tamen factae promissioni desit, nulla, no veniali quidem culpa gravatur. 
APENDICE N.° 8 

( Véase la pág. 861 ) 

NELLA FAUSTA OCCORRENZA EN LA FAUSTA OCASION
CHE en que
IL SACERDOTE GIOVANNI BOSCO EL SACERDOTE JUAN BOSCO


benediceva in Mornese di Monferrato bendijo en Mornese de Monferrato 
il Collegio Pestarino el Colegio Pestarino 
di fresca erezione recientemente levantado 

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SONETO 1 SONETO 

Questa che vedi torreggiante mole Esta mole que ves hacía lo alto (levantarse 
Di poche lune fu mirabil'opra; fue obra admirable de unas 
Or tu, Padre dei pargoli, t'adopra (pocas lunas; 
Che presto alberghi giovinetta prole. tú ahora, Padre de los 

Dal lezzo tolte di profane scole (muchachos, date prisa 
Alle vergini menti il ver si scopra; para que pronto la ocupe la 
Lo spirto che ti muove oh tutto egli (prole juvenil. 

(opra! Libres del ambiente de las 
Quello che pensa e tutto ci\_ che vuole! (escuelas profanas 
((1076))Le mani alzando al ciel tenere e descubre a las mentes vírgenes 

(pure (la verdad;
Cento fanciulli grideran: Beato actúe todo el espiritu que te (mueve
Chi no circonda di cotante cure. y haga lo que piensa y lo que (quiere


E queste valli, e queste cime anch'es ((1076)) Con las manos tiernas y 

(se, (puras alzadas al cielo
Plaudendo al nome tuo sí venerato Cien niños gritarán: Dichoso
Esulteranno di sí lieta messe. Quien de tales cuidados nos (envuelve.


Y estos valles y estas cumbres también aplaudiendo tu nombre 
tan venerado se alegrarán con tan risueña mies. 

POLIMETRO POLIMETRO 

II 

Son poche lune, io non vedea in Hace pocas lunas no se veía 
(quest'erta (en esta loma 
Che nuda terra,alto silenzio intorno más que tierra desnuda; un 

(gran silencio en torno
Regnava, e qui sorgea ove ora seggio soñaba, y aquí surgía donde
D édera ricoperta (ahora estoy
E stanza ai gufi al volgersi del giorno de yedra recubierta
Una rozza magione inabitada. y de estancia de cuclillos
Oh portento! Ben altro ora qui veggio, (al cerrarse el día
Non pi¨ terra solinga abbandonata, una rústica mansión


(deshabitada.
Non quell'orror che mi pesava al íOh prodigio!


(cuore.
Di fronte, ai lati, a tergo otra cosa diferente ahora veo
Tutto è pieno di vita ya no es tierra solitaria


(abandonada
E torreggiare in alto un vasto albergo ya no exite aquel miedo que
Veggio e una Chiesa che ad amar (pesaba sobre mi corazón.


(t'invita, De frente, a los lados, a la
(espalda,


1 No nos atrevemos a traducir en verso la obra de A. Traverso, y lo hacemos solamente al pie de la letra (N. del T.) 

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Dover tra breve in suono umile e pio todo está lleno de vida 
Cento fanciulli pregheranno a Dio. y levantarse a lo alto un amplio 
veo y una iglesia que invita al 
pronto con sonido humilde y (pío 
(albergue 
(amor, 
cien niños rogarán a Dios. 
donde 

II II 

Nè pregheranno sol, ma per lo calle No solamente rezarán, sino que, (por el camino 
Del ver condotti apprenderan che de la verdad conducidos, (vano (aprenderán qué vano 

E l'amar questa valle, es el amor de este valle 

Donde l'uom peregrina a miglior por donde el hombre peregrina a (mèta; (mejor meta; 

Apprenderan che cosa incerta e vieta aprenderán que la cosa incierta y (desusada 

Non è virtude; e che lo spirto umano, no es virtud; y que el espíritu (humano 

Fatto per miglior sede, hecho para mejor sede, 

Erra e si perde se non ama e crede; vaga y se pierde si no ama y cree; 

Apprenderan che invano il tristo e aprenderán que en vano el triste y (l'empio (el impío 

Fan degli eterni veri orribil scempio. hacen de las eternas verdades (horribles estragos. 

((1077)) ((1077)) 

III III 

ln quell'età che barbara si noma, En aquella edad que bárbara se llama 

Quando l'Italia da straniere genti cuando Italia por extranjera gente 

Era calpesta e doma, era hollada y domada, 

Solo per entro ai poveri conventi sólo dentro de los pobres conventos 

La Sap´enza aveafidata stanza; la sabiduría enía segura estancia; 

Perduta ogni speranza perdida toda esperanza 

Quasi parea di richiamarla a vita casi parecia reclamarla a vida 

Fra quel nembo d'armati entre aquel turbión de armados 

D'oltre monte calati llegados del otro lado del monte 

A fal rapina; eppur non fu mai visto para hacer rapiña; y sin embargo no (se vio nunca 

ln mezzo alle tenèbre en medio de las tinieblas 
Di quei miseri tempi assaltar Cristo; de aquellos míseros tiempos asaltar (a Cristo; 

Or tutto si profana hoy, todo se profana 

Da una ragione insana, por una razon insana 

Fede,scienza,virtude,e sifa guerra, fe,ciencia,virtud,y se hace guerra 

Oso dirlo? a quel Dio che avviva e »Oso decirlo? Al Dios que da vida y (atterra. (humilla. 

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IV IV 
O Italia, o Italia, quanto se'mutata Oh Italia,Italia,qué mudada estás 
Da que'dí che virt¨ grande ti fea; de aquel dia en que la virtud (grande te hacía; 
L'animo mio sol si conforta e bea mi ánimo sólo se conforta y goza 
D'antiche rimembranze, e la passata con los antiguos recuerdos, y tu (pasada 
Tu grandezza ricorda, grandeza recuerda, 
Quando spingendo ai pi¨ remoti lidi cuando impulsando a las más (remotas 
Con mano audace inusitati pini playas con mano audaz inusitados 
(barquichuelos 
Nuova gente alla fe donavi, e al nueva gente a la fe dabas, y al (mondo; (mundo; 
Ma allor non eri lorda pero entonces no estabas sucia 
D'empietà,di vilezza;or fatta madre de impiedad, de vileza; ahora, (hecha madre 
D'invereconda prole, ai piè strascini de inverecunda prole, arrastras a (los pies 
Vergognosa catena, e il già fecondo vergonzosa cadena, y tu fecundo 
Tuo genio or pi¨ non vive, or mani genio ya no vive, ahora manos 
(ladre (ladronas 
Sciupano i tuoi tesori, e non pi¨ derrochan tus tesoros, y ya no (donna (eres señora 
N'appari tu, ma pi¨ che abbietta ya no eres tú, sino más bien 
(ancella; (abyecta esclava; 
O Italia, Italia mia, non sei pi¨ Oh Italia mía, ya no eres 
(quella! (aquélla. 

VV 

Lode a te, Generoso, a te che intento Alabanza a ti, Generoso, a ti (que dispuesto 

A riparare della patria i mali a reparar de la Patria los males 

Tieni lo sguardo, e la robusta mole tiendes la mirada, y la robusta (mole 

((1078)) Inspirasti ove canlo; ((1078)) inspiraste donde canto: (io sopra l'ali (yo, sobre las alas 

Del pensiero vagando un altra prole del pensamiento vagando, otra (prole 

Crescer qui veggio e non codarda. Oh crecer aquí veo y no cobarde.Oh, (spento (apagado 

Ancor non è quel foco, aún no está aquel fuego 

Di che f¹r tanto accesi gli Avi nostri: del que tan encendidos (estuvieron nuestros abuelos: Tu,ministro di 
Dio, tu lo dimostri Tú, ministro de Dios, tú lo (demuestras 

Al secolo che corre e si fa gioco al siglo que corre y que se (burla 

De'sacri unti di Dio; me fatto scherno de los sagrados ungidos del (Señor; 

Ora l'unto di Dio di labbra impure pero hecho escarnio 

Fia benedetto fra l'età future. ahora el ungido de Dios, por (labios impuros 

sea bendecido por las edades (futuras. 

Fin de Página 911 


VOLUMEN VIII Página: 912 

VI VI 

Nè tarda è l'ora, un misterioso moto No es tarda la hora, un misterioso 
(movimiento 
Come turbine gira como remolino gira 
Per l'ltale contrade; ognuno il voto por los campos de Italia;cada cual 
(el deseo 
Ampio misura dell'età presente, amplio de la edad presente mide, 
E sospirando e disperando tace. y suspirando y desesperando calla. 
Pace, richiede e pace Paz y paz vuelve a pedir 
La Patria mia, ma chi il suo voto la Patria mía, pero »quién oye su 
(sente? (voz? 
Scuotiti, o Italia, e m'odi: Sacúdete, Italia y óyeme: 
A Roma, a Roma, a Roma A Roma, a Roma, a Roma 
Vola con Pietro,e se colà tu approdi, vuela con Pedro, y si allí llegas, Deposta ogni tua soma, depuesta toda tu carga, 
Di nuova luce l'intelletto adorno con nueva luz adornado el 
(entendimiento 
All'antico splendor farai ritorno. harás corona al antiguo esplendor. 

VII VII 

Ben veggio, o canzon mia, Bien veo, oh canción mía, 
Che se'in povero arnese, que si de pobre vestido 
E tal chefarti innanzi a lui non osi: y tal que no te atreves a 
(presentarte ante él: 
Altri sensi, altra veste oggi vorria Otros sentidos, otro vestido hoy 
(querría 
L'Uom che si onora, eppur io nulla el Hombre que se honra, y sin 
(ascosi (embargo, yo nada escondí 
Che men deforme ti rendesse; ormai que menos deforme te hiciese; 
(ahora 
Che far se il genio non mi fu cortese? »Qué hacer si el genio no me fue 
(cortés? 
Pur vanne, e di' che sotto incolte Sin embargo, váleme, y di que 
(spoglie (bajo incultos vestidos 
Schietto un omaggio e candido si sencillo y limpio un homenaje se 
(accoglie (acoge. 

((1079)) ((1079)) 

SONETTO SONETO 

Il secolo che impazza audace e fello El siglo que enloquece audaz y cruel 
Strazia di Cristo la diletta sposa, aflige de Cristo a la amada Esposa, 
E como fosse pari a umana cosa y como si fuese humana cosa 
A lei da tempo prepar\_ l'avello. le preparó hace tiempo sepultura. 

Ma quando ei pi¨ raddoppia il suo Pero cuando él redobla más su azote 
(flagello ésta se hace más fuerte y vigorosa, 
Costei si fa pi¨ forte e vigorosa, y cuando aparece lenta e indolente 

Fin de Página 912 


VOLUMEN VIII Página: 912 
E quando lenta appare e neghittosa es su triunfo más honrado y bello. 
E il suo trionfo pi¨ onorato e bello. 

Fin de Página 912 


VOLUMEN VIII Página: 913 
Guarda a quest'Uom,secolo stolto, in Mira a este Hombre, siglo necio, 
Vedrai raccolta quella forza arcana verás reunida aquella fuerza 
(arcana 
Che mette in iscompiglio i regni bui. que pone en discordia los 
Forza celeste è questa e sovrumana, Fuerza celeste es ésta y 
Lo disse Cristo ai messaggeri sui; lo dijo Cristo a sus 
Cessa, o secolo stolto, ogni opra è cesa, oh siglo necio, todo 
(Lui (en él 
(reinos oscuros. 
(sobrehumana, 
(mensajeros; 
(vana. (trabajo es vano. 

A. TRAVERSO A. TRAVERSO
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