Memorias Biográficas de San Juan Bosco vol 7
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CAPITULO 
I


1862 -CURACION DE DON BOSCO -AGUINALDOS DE LA VIRGEN PARA LOS ALUMNOS DEL ORATORIO -UN 
CUADERNO QUE PUEDE EXPLICAR UN HECHO SORPRENDENTE -CURIOSIDAD BURLADA -ENTREGA DE LOS 
AGUINALDOS Y SU EFECTO -CONTENIDO DE ALGUNOS AGUINALDOS-DOS TESTIMONIOS 

GLORIA filiorum patres eorum (gloria de los hijos son sus padres): íNuestra gloria, don Juan Bosco! 

íDía imborrable el 24 de julio de 1907, en el que la santa madre Iglesia declaró VENERABLE al SIERVO DE DIOS! El, el siervo 
bueno y fiel que supo negociar los talentos que le fueron confiados. Sus pensamientos, sus afectos iban al unísono con los del Señor, de 
quien está escrito en los Libros Santos: Misericordiam et veritatem diligit Deus (Dios ama la misericordia y la verdad). Efectivamente 
todas las obras de don Bosco fueron misericordia y verdad, no como agradan al mundo, sino dignas de merecer el premio eterno. «Si 
complaciere a los hombres, dice san Pablo a los Gálatas, no sería siervo de Cristo». Este es el recuerdo que don Bosco repetía infinitas 
veces a sus alumnos con las palabras de Tobías: «Servid con sincero corazón al Señor e ingeniáoslas para hacer lo que le agrada». 

Dicho esto, volvamos a considerar a nuestro Venerable en acto de demostrar lo que hemos afirmado, advirtiendo según nuestro modo 
de pensar, cómo Dios que ama la verdad, le descubría los desconocidos y ocultos misterios de su sabiduría. 

((2)) Escribíamos al final del sexto volumen de estas Memorias que, después de las fiestas navideñas, don Bosco enfermó de erisipela y 
guardó cama durante unos días. Sin embargo, se levantó el 31 de diciembre por la tarde, contra el parecer de todos, que temían un 
empeoramiento. Bajó hasta el locutorio para saludar a sus queridos muchachos allí congregados y les dio las consignas para el año 1862, 
como aguinaldo general. Al mismo tiempo prometió dar a cada uno de ellos, al día siguiente, un aguinaldo particular, maravilloso, 
extraordinario. 
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Alboreó el primero de enero de 1862. Extraemos cuanto sucedió aquel día de las crónicas de Ruffino y Bonetti, enteramente de 
acuerdo. 

«A la señal de levantarse, o del Ave María, recibió don Bosco la orden (así lo aseguró él mismo sin querer decir de quién) de ir 
inmediatamente a la iglesia para celebrar la santa misa. Cuando lo hubo hecho, pasó después al comedor para tomar el café; fue a comer 
con los demás; y, convencido de su curación, retiró todas las medicinas y se despidió del médico. 

»No es posible describir la impresión, motivada por la promesa de don Bosco, que tanto inquietaba a todos los muchachos. íCon qué 
impaciencia pasaron la noche del 31 de diciembre al primero de enero y todo el día siguiente! íCon qué ansiedad esperaron la noche para 
escuchar lo que el buen padre les habría de contar! 

»Finalmente, después de las oraciones, en perfecto silencio oyeron los jóvenes a don Bosco, el cual subió a la tribuna, desveló el 
misterio, y dijo: 

»-El aguinaldo que os doy no es mío. Qué diríais, si la misma Virgen en persona se acercase a cada uno de vosotros para deciros una 
palabra? Si Ella hubiese preparado a cada uno de vosotros un papelito para manifestarle lo que le es más necesario o lo que Ella quiere de 
él? Pues bien, la cosa es realmente así. íLa Virgen os da a cada uno un aguinaldo! 

»Pero, ante todo, quiero poneros unas condiciones. La primera es que no se divulgue el hecho fuera de casa, porque ((3)) yo podría 
quedar comprometido; la segunda es ésta: el que quiera creer que crea; si alguien no desea creer, rompa su papelito y no preste oído; 
pero de ninguna manera se burle; cuide de no ponerlo en ridículo. 

»Comprendo que alguno querrá saber y preguntará: 

»-Cómo ha sucedido esto? Ha escrito la Virgen los papelitos? La Virgen en persona ha hablado a don Bosco? Es don Bosco el 
secretario de la Virgen? 

»Yo respondo: 

»-No os digo más de lo que he dicho. Los papelitos los escribí yo, pero no puedo declarar cómo sucedió: nadie se tome la molestia de 
preguntarme, porque me pondría en un aprieto. Que cada uno se conforme con saber que el papelito viene de la Virgen. 

»íEs algo singular! Hace muchos años que suplico esta gracia y al fin la he obtenido. Por consiguiente, cada uno de vosotros considere 
este aviso como si procediese de los mismos labios de la Virgen María. 
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»Venid, pues, a mi habitación y daré a cada uno su propio papelito. Ruego que cada uno lea el suyo, lo comunique también a algún 
amigo, lo rompa igualmente, si quiere, después de haberlo leído, pero guárdese de tomarlo a risa. 

»Os exhorto a conservarlo cuidadosamente, porque yo no puedo guardar copia. Os aseguro que ni siquiera yo sé lo escrito en cada 
papelito ni cuál pertenece a cada uno de vosotros en particular. Yo los he escrito en un cuaderno; al lado del papelito está el nombre de 
cada individuo; corto el papelito y no me queda más que el nombre, de forma que si uno lo pierde o se olvida, todo se acabó, nadie sabrá 
nunca nada. Como la cosa es larga, esta noche podrán pasar a mi habitación todos los sacerdotes, los clérigos y también los filósofos no 
clérigos. Que durmáis bien». 

Los clérigos, los sacerdotes, los salesianos laicos acompañaron a don Bosco a su habitación y recibieron, unos aquella misma noche, 
otros a la siguiente, las primicias de aquellos preciosos aguinaldos. Don Juan Bonetti ((4)) recibió el papelito a él dirigido y leyó: 
Aumenta el número de mis hijos. 

Enseguida trasladó a su crónica la recomendación y añadió: 

-«Vos entretanto, dulcísima Madre mía, que me disteis tan valioso consejo, dadme también los medios para realizarlo y haced que yo 
aumente en realidad este hermoso número y sea también incluido en él. 2-I-1862». 

Pero qué sucedió aquella memorable noche? Qué había visto don Bosco? El cuaderno al que se refería, que se conserva en los archivos 
y que nosotros hemos examinado atentamente, es un grueso y viejo libro registro, con cientos de sus memorias autógrafas sin orden 
alguno. En primer lugar, hay anotadas por uno y otro lado, facturas mensuales de pensiones ya pagadas; y las cantidades desembolsadas a 
los acreedores del Oratorio durante los años 1853, 1854 y 1855. Después se leen las calificaciones de muchos internos, merecidas por sus 
estudios, aprovechamiento en el taller y comportamiento durante varios cursos y los motivos por los cuales algunos habían sido 
despedidos de la casa. Está la lista de los alumnos con sus nombres, año tras año, desde 1853 a 1858 y faltan totalmente los admitidos 
desde 1859 a 1862. 

Ahora bien, examinando el complejo de este registro, se puede lógicamente reproducir cuanto ocurrió y que no se pudo saber por don 
Bosco. Se hallaba él sentado en su escritorio antes de media noche, cuando una repentina aparición y una orden le obligó a tomar 
rápidamente el primer cuaderno que le vino a mano. Luego escribió 
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al dictado, currente cálamo, el nombre de todos los jóvenes y demás personas que se hallaban en el Oratorio sin el menor orden 
alfabético. A medida que escribía un nombre, seguía el aguinaldo correspondiente que le venía sugerido: nombre y aguinaldo ocupaban 
una sola línea. Estas líneas llenaron veinte o más folios por una sola parte y a saltos, porque algunas páginas estaban ya totalmente llenas 

o hasta la mitad. ((5)) Suman quinientas setenta y tres máximas, pensamientos, avisos o como se quieran llamar, de cosas a practicar o a 
dejar. Son precisos, diversos, apropiados a la necesidad de cada uno; de estímulo para los buenos, y de reproche para los malos o 
negligentes. Resulta un trabajo interesante, y añadiríamos imposible de realizar en una noche, el pensar tantas recomendaciones 
concretas, particulares y tan acertadas. Se comprende que, si su mano escribía, era otra mente la que dictaba. En efecto, como se verá, 
ciertos aguinaldos descubrieron secretos como para hacer reflexionar a quienes los recibieron. 
Acaeció un caso extraño en aquellos días. Como don Bosco había comunicado que poseía un aguinaldo tan maravilloso a repartir, 
transcurrió algún día desde la notificación hasta la distribución completa. Entonces dos muchachos díscolos (así lo contó don Bosco 
varias veces) se pusieron de acuerdo para entrar en la habitación del Superior, cuando él estuviese fuera, secuestrarle el cuaderno y 
averiguar si había algo escrito sobre ellos o al menos leer los aguinaldos antes de que fueran distribuidos. Estaban impulsados por un 
poco de malicia, curiosidad, o deseo de burlarse de los compañeros, una vez conocidos sus secretos. Y tanto hicieron que lograron 
apoderarse del cuaderno. Pasaron y revolvieron las páginas ávidamente, pero con gran sorpresa las vieron todas en blanco: por lo que 
dejaron el cuaderno en su lugar, sin haber podido descubrir absolutamente nada. Don Bosco contó después a todos los jóvenes reunidos 
cómo los dos curiosos habían sido castigados por Dios. Don Joaquín Berto, años más tarde, oyó confirmar lo mismo de sus propios 
labios. 

Los muchachos, mientras tanto, se agolpaban con cierta ansiedad ante la puerta de la habitación de don Bosco, para recibir el propio 
papelito. Fue grandísimo el impacto que produjo este aguinaldo y no se puede imaginar el bien que hizo. Por aquellos días unos estaban 
locos de alegría, otros andaban pensativos, quienes lloraban, quienes estaban solitarios. Alguno mostró su propio papelito a los 
compañeros, otros, en cambio, lo tuvieron cuidadosamente oculto. 

El clérigo Domingo Ruffino se dio prisa en juntar el mayor ((6)) 
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número de papelitos que pudo, para recopilarlos y guardar memoria:
cuarenta y ocho se prestaron a su ruego. Los restantes quinientos veinticinco, hecha una pequeña excepción, que luego diremos, o no
fueron llamados o retuvieron para sí el misterioso papelito; y seguramente entre éstos estaban los más característicos, los más claros, por
ser un mensaje amenazador, o una revelación de secretos de conciencia.


El continuo acercarse de muchos jóvenes al tribunal de la penitencia fue el primer efecto del aguinaldo. 

He aquí el texto de los papelitos recogidos y conservados. En algunos, por los debidos miramientos, sustituiremos los nombres por un 

guioncito. 

Don Víctor Alasonatti.-Con paciencia y con valor aumentarás el número de mis hijos. 

Don Miguel Rúa.-Recurre a mí confiado en las necesidades de tu alma. 

Durando.-El mundo quiere asaltarte. 

Provera.-Con la bondad me formarás muchos hijos. 

Dassano.-El mundo te llena el corazón de tierra. 

Costamagna.-Imita a los buenos en el obrar. 

Perino.-Confía en mí que soy tu madre. 

Pelazza.-Búscate un verdadero amigo y, cuando lo hayas encontrado, escucha cuanto te diga. 

Cottino.-Por qué acudes tan pocas veces a mí? 

Ruffino.-Practica y promueve la virtud de la humildad. 

Boggero.-Santifica tus conversaciones. 

Pellegrini.-íPaciencia, paciencia! Pero hay que unirla con la caridad y el fervor. 

Parigi.-Anímate a perseverar; confía más en mí que en los auxilios humanos. 

Momo.-Ejercita la humildad y serás amado por mí y por mi Hijo. 

Chiapale.-Todavía no sabes qué es la obediencia. 

Buratto.-Reflexiona sobre ti y recurre a mí. 

Jacinto Perucatti.-Piensa que las espinas de la vida son rosas a la hora de la muerte. 

((7)) Chiariglione.-Examina en todo cuanto realices si miras a la gloria de Dios. 

Arcostanzo.-No se va al paraíso en medio de delicias. 

Félix Galetti.-Por qué no escuchas a quien desearía hacerte feliz? 

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Mona.-Más obras y menos palabras.
Quattrocolo.-Tienes algunos compañeros peligrosos: confía más en mí que en ellos.
Damiasso I.-Puedes esforzarte y no lo haces; aleja de ti la pereza.
Damiasso II.-Si no acudes a mí con más frecuencia trabajas en vano por el alma y por el cuerpo.
Capello.-Guárdate de volver atrás; reza mejor.
Mateo Galliano.-Trabaja más para el cielo y adelantarás en los estudios.
Rebuffo.-Si te fías de ti lo estropeas todo. Confía más en mí y en quien te dirige.
Baietto.-Por qué te asusta tanto el trabajo? Acaso no será premiado? Espera más en mí.
Perazza (externo).-Trabajas inútilmente para el alma y para el cuerpo si no te buscas un buen consejero.
Macocco.-Acércate con frecuencia al Pan de los Angeles y alcanza la reina de las virtudes.
Mosselli.-Si haces cuanto puedes yo te ayudaré; pero reza mejor.
Protti.-No se hizo el paraíso para los holgazanes: por qué malgastas tanto tiempo?
Ansaldi.-íValor! Aliméntate con frecuencia del Pan de los Fuertes y recurre más a mí.
Panetti.-Por qué recurres tan pocas veces a mí?
Peire.-Sé más asiduo a tu deber y rézame más a gusto.
Ignacio Demagistris.-No empleas todo tu talento: con ello la virtud pierde, ,y el alma?
Ghella.-Si no puedes ser el primero en la clase, puedes serlo ((8)) en la piedad.
-C.C.C.


-No perder la más hermosa de las virtudes.
-El mundo te llena el corazón de tierra.
-Medita bien qué es la caridad y la humildad.
-Mientras tu corazón esté lleno de tierra no penetrará el verdadero amor de Dios.
-Atento para no retroceder. Escucha al amigo del alma.
-Tu obrar es una espina para mi corazón.
-Eres esclavo del demonio; pero aún estás a tiempo.
-Eres pequeño, mas tu malicia es grande: corrígete pronto.
-Castidad, caridad, confianza.


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-íOh si supieras el magnífico premio preparado a la reina de las virtudes! íAnimo! 

A los aguinaldos precedentes podemos añadir otros cuatro que nos fueron entregados hace poco tiempo. 

Anglois.-Redobla el esfuerzo; recurre con frecuencia a mí y camina hacia adelante. 

Garino.-Acuérdate de mí, que soy tu madre. 

B.-No pretendas hacerte santo de un golpe. 

S.-Es necesario dar cada día un paso hacia el paraíso. 

Varios días duró el desfile de jóvenes por la habitación de don Bosco, para recibir el propio aguinaldo. Pero, antes de que todos lo 
supieran, disminuyó el entusiasmo y la curiosidad de recibirlo y conocerlo. Al ver el efecto producido en los compañeros, persuadidos de 
que no era ninguna broma, temerosos por los reproches de la propia conciencia, pusilánimes para ponerse al servicio de Dios, hacia el 
final, hubo cierto número que no quería ir a retirar el propio papelito, por miedo a leer alguna verdad demasiado cruda. Algunos de ellos, 
invitados por don Bosco, después de alguna vacilación, se decidieron y fueron a recibir el aguinaldo. Pero trece no se presentaron. 

((9)) Todavía está el billetito de éstos en aquel cuaderno famoso, junto al propio nombre. Los referimos aquí omitiendo los nombres. 

-Podrías hacer bastante más por el bien de tu alma. 

-La negligencia, unida a la poca piedad, me disgusta: despiértate. 

-Acude a mí con más frecuencia; lucha; yo te ayudaré a vencer. 

-Tienes un gusano que te roe el alma y el cuerpo; íay, si no lo destruyes! 

-Elige mejores compañeros; huye de la pereza; reza mejor. 

-Con un futuro mejor trata de reparar el pasado: a qué esperas? 

-Te agrada el ocio, quieres complacer la gula, pero me disgustas a mí y a mi Hijo Jesucristo. íAy, si no te corriges! 

-Frecuenta los santos sacramentos; reza mejor; sé más obediente. 

-Arregla bien las cuentas de tu conciencia: ocupa mejor el tiempo; reza mejor. 

-El ocio y la gula hacen temer por ti; enmiéndate, reza mejor. 

-Piensas mucho en el cuerpo, poco en el alma; la muerte se aproxima, prepárate. 

-Medita más las verdades eternas; persevera en la piedad; por qué recurres tan poco a mí? 
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«Tales aguinaldos, escribió don Francisco Dalmazzo, demostraban cuán grande fuese en don Bosco el don de la penetración de los 
corazones (y de dónde le venía semejante virtud) habiendo adivinado el punto flaco de cada uno, como yo pude comprobar por mi propia 
experiencia. A un muchacho, que había sido compañero mío en el curso de retórica, le consignó en el aguinaldo estas precisas palabras: 
-Con ideas revolucionarias no se va ((10)) al cielo. Esta expresión fue profética. Después de salir del Oratorio, llegó a ser profesor y 
marchó a Suiza, donde gracias a la ayuda de las sectas, fue muy pronto director de un colegio provincial. Más tarde llegó a ser arma 
manejada por los más rabiosos revolucionarios y, valiéndose de su elocuente y arrebatadora palabra, dominaba como orador las 
asambleas populares. Murió a la edad de poco más de treinta años, en brazos de los demagogos sin recibir los sacramentos». 

Don Domingo Ruffino narra otro hecho. «Un joven carpintero de unos veintidós años había ingresado en el Oratorio a finales del año 
anterior. Recibió como los demás el aguinaldo, pero no conoció su contenido. Con el papelito en la mano, encontrándose en medio de los 
compañeros, se puso furioso y vociferaba diciendo que quería llevárselo al cura de su parroquia, para que juzgase aquel injusto reproche. 
Se jactaba de haber ido siempre a confesarse, y de haber cumplido los deberes del cristiano. Por consiguiente se presentó al Prefecto de la 
casa para marcharse del Oratorio. Don Bosco, enterado de aquel alboroto, ordenó decirle que presentase un certificado del párroco sobre 
su conducta religiosa en el pueblo. 

»-Yo me confesaba por Pascua, pero no con el párroco. 

»Y don Bosco replicó de nuevo: 

»-Decidle que sólo traiga la papeleta del cumplimiento pascual. 

»-Qué?, respondió al mensajero de don Bosco; yo siempre he ido a cumplir con Pascua. 

»Y se alejó profiriendo mil improperios. Transcurrió aquel día y reflexionó seriamente. A la mañana siguiente se presentó a don Bosco 
con porte humilde y conmovido. 

»-Qué hay? le dijo amorosamente el siervo de Dios. 

»-íPadre! Veo que tiene razón; quiero arreglarlo todo con usted». 
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CAPITULO II 

EL ARTE DE DON BOSCO PARA LA DIRECCION ESPIRITUAL DE LOS HIJOS DEL PUEBLO -LAS CONFERENCIAS 
ANEXAS A LA OBRA DE SAN VICENTE DE PAUL EN LOS ORATORIOS FESTIVOS-REVISION DE LAS ACTIVIDADES DE 
LA DEL ANGEL CUSTODIO EN VANCHIGLIA DURANTE EL AÑO 1861 -PREMIOS A LOS SOCIOS -FRECUENCIA DE LA 
COMUNION -LIBROS MALOS DESTRUIDOS -LAS ORACIONES DE LA MAÑANA Y DE LA NOCHE -OFRECIMIENTO DE 
UNA MADRE EN RECONOCIMIENTO DE LA BUENA CONDUCTA DE SU HIJO 

EL celo de don Bosco por el bien espiritual de sus alumnos, la ardorosa devoción que sabía inculcar en su corazón a la Reina del Cielo, el 
auxilio de María para hacer eficaces las santas industrias, que debían producir frutos de salvación eterna, estimulaban y hacían florecer en 
la Casa de Valdocco las varias Compañías y los cuatro Oratorios festivos de la ciudad. También continuaba encargándose de éstos, 
especialmente en el tribunal de la penitencia, si bien tenía ya asegurada la valiosa ayuda de sacerdotes, clérigos y laicos para la asistencia 
y la instrucción religiosa. 

Los aprendices mayores le preferían a cualquier otro confesor, porque los trataba con mucha caridad, les hablaba de Dios, de su 
misericordia, de la vida eterna con una unción conmovedora; y usaba unos modos y unas frases de variedad infinita, apropiadas y 
sorprendentes para excitar firmes propósitos en sus almas. Don Juan Turchi, escribe sobre el particular: ((12)) «Me contaba un joven 
bastante mayor, que vivió en el Oratorio varios años, que hoy habita en Turín (1895) y sigue siendo un hombre de fe, que habiendo ido 
por la tarde como era su costumbre, a confesarse con don Bosco, se quedó el último de todos. Empezaba a oscurecer y don Bosco, oída su 
confesión, le dijo: 

»-Tienes cerillas? 

»-Sí que las tengo, respondió. 

»Y las buscaba en el bolsillo, creyendo que don Bosco quisiera encender una luz, cuando éste añadió: 

»-Pues bien; enciende un poco en amor de Dios tu corazón». 
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Por las causas antes expuestas no había cesado, y aún duró bastantes años en los tres Oratorios festivos, la obra de las Conferencias 
anexas a la Sociedad de San Vicente de Paúl. Sus numerosos miembros, juntamente con varios socios de las conferencias mayores, se 
reunían presididos por don Bosco anualmente para hacer una revisión del bien realizado durante todo el año anterior. Sin embargo, estas 
relaciones se perdieron todas, aun las referentes al año 1861, leídas en 1862 por los Relatores de las Conferencias de San Francisco de 
Sales en Valdocco, y de San José en Borgo Nuovo. Se conservó, no obstante, la relación de la menos numerosa, establecida en el 
Oratorio del Angel Custodio en Vanchiglia, cuyo director era don Miguel Rúa. 

Carísimos hermanos: 

En el cómputo de las numerosas Conferencias de San Francisco de Sales y de San José, la pequeña y casi microscópica Conferencia del 
Santo Angel Custodio no se atrevería ni a comparecer; pero, ya que se tuvo la bondad de tomarla en consideración y hacerle la honrosa 
invitación de intervenir, se anima y se presenta para ofrecer su breve informe del año 1861. Ciertamente no son grandes ni numerosas las 
obras llevadas a cabo por nuestra Conferencia; no obstante, pese a nuestra insignificancia y pequeño número, debemos dar gracias a Dios, 
que parece ha querido servirse también de nosotros para hacer un poco de bien. 

Cuenta la Conferencia con una docena de socios y unos veinte asistidos. En el transcurso del año se celebraron asiduamente las 
conferencias todos ((13)) los domingos, y constantemente asistieron a ellas ocho socios cuando menos. Se hicieron también las colectas y, 
aunque la bolsa de nuestros socios sea muy pobre y llena de aire para la mayor parte, se recogieron durante el año veinticuatro liras con 
cuarenta y ocho céntimos que, unidas a las cinco liras con sesenta céntimos remanentes del año anterior, sumaron un total de treinta liras 
con ocho céntimos. Nuestro óbolo no habría bastado para cubrir los gastos necesarios de los premios a nuestros asistidos; pero vino en 
nuestra ayuda el Consejo Central con la cantidad de diez liras, se añadieron ocho más de la colecta hecha en la reunión general de las 
Conferencias anejas; y con ello pudimos estar en condiciones de no hacer esperar nunca sus merecidos premios a los pequeños asistidos, 
que, de cuando en cuando, presentándose con veinte sellos en el carnet festivo, respetuosamente y con toda justicia, hacían valer su 
derecho a una recompensa; y mostrando sus vestidos rotos y la punta de sus pies asomando fuera de los zapatos, no daban tiempo a 
dilación alguna. Por tanto, se gastaron en premios cuarenta y una liras con ochenta céntimos, todas empleadas en prendas de vestir. 
Aunque nuestro número fuese pequeño, resulta consoladora la asiduidad con que los socios asistieron a las conferencias, consolador su 
empeño en atender al bien de sus asistidos y a la buena marcha del Oratorio. 

Y la experiencia de este año, nos hizo ver cuán necesario es para encenderse la caridad y ser constante en la asistencia a las 
conferencias, el acercarse con la mayor frecuencia posible a los santos sacramentos. Y gracias a Dios, sus cuidados no dejaron de verse 
correspondidos por parte de los clientes, que acudieron en general con más asiduidad al Oratorio, se acercaron con mayor frecuencia a los 
santos sacramentos 
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y mejoraron su conducta. Descenciendo a los detalles, merece señalarse cómo algunos de nuestros muchachos corrieron peligro a causa 
de los malos libros, que se van difundiendo por doquier y que también han llegado a sus manos. Ellos se entregaban incautamente a su 
lectura pero, descubiertos tales libros por los socios, fueron retirados enseguida y arrojados al fuego; mientras tanto se pensó en 
proveerles, por otro lado, de alguna buena lectura. 

Viendo después cómo a veces se quedaban en duda sobre el número de puntos a distribuir entre los clientes, entre las deliberaciones 
que se tomaron en las conferencias, una fue la de encargar exclusivamente a los socios el cuidado de catequizarlos y asistirlos en la 
iglesia, con el fin de asegurarse de su asistencia y buena conducta. Entonces se descubrió, precisamente durante la catequesis, la profunda 
ignorancia en que se hallaba un cliente, no sólo respecto a las verdades de la religión, sino también en las cosas que más comúnmente se 
saben, es decir, en lo referente a las oraciones de la mañana y de la noche. A uno de ellos se le preguntó si su madre no le enseñaba las 
oraciones y él con toda sencillez contestó que su madre no tenía tiempo. Con esto no quedó contento su protector, el cual, cuando fue a 
visitarle a su casa el domingo, se informó si de verdad la ((14)) madre no podía hacerlo; y por sus palabras ciertamente parecía imposible 
que hallara un retazo de tiempo para enseñarle a rezar. El protector habría deseado enseñarle él mismo las oraciones, pero tampoco podía 
tenerlo a su lado durante la semana, para ello. Recurrió entonces a otro expediente; miró a ver si, por casualidad, en el lugar donde el 
muchacho trabajaba, hubiese alguna persona caritativa, que quisiera encargarse de hacérselas repetir cada día, palabra por palabra. Y se 
encontró precisamente una buena vieja que se prestó a ello. Pero, qué pasó? Cuando la madre supo que otra mujer ejercía en favor de su 
hijo este oficio tan importante para una madre, se picó en su pundonor y dijo: 

-Cómo? Yo que me preocupo todo el día del cuerpo de mis hijitos, no voy a pensar en su alma? Al fin y al cabo es a mí a quien el 
Señor pedirá cuentas de la educación de mis hijos. 

Estimulada por tales pensamientos, fue a visitar a la buena vieja, agradecióle la caridad empleada con su hijo y, desde entonces, 
levantándose un poco antes de la cama por las mañanas y acostándose algún minuto más tarde por la noche, se puso ella misma a enseñar 
a su hijo las oraciones; y al cabo de un mes consiguió que las aprendiera. 

Ocurrió también otro hecho que nos edificó mucho y nos hizo ver cómo gozan los padres de los clientes cuando ven que los socios de la 
Conferencia se cuidan de sus hijitos. Durante el año pasado sucedió que en la capilla del Oratorio se prendió fuego el altar de la Virgen, a 
una hora en que casi nadie se encontraba en el Oratorio. Por suerte, un socio de la Conferencia, deseoso de pasar en el Oratorio el mayor 
tiempo que le fuera posible, ya había ido. Fue, pues, el primero en ver salir humo por el tejado, sospechó enseguida qué pudiera ser, 
acudió con otras personas y pudo apagarlo a tiempo de impedir mayores perjuicios. No obstante, se calculó que el daño producido 
sobrepasaba las treinta liras, y éstas eran ciertamente para nuestro Oratorio una gran cantidad. Con todo se contó el caso acaecido en la 
predicación, durante dos domingos consecutivos, y se pidió limosna para el altarcito. Cada cual ofreció lo que su generosidad le sugería y 
su bolsa le permitía. Pero, unas semanas después, se presentó en el Oratorio la madre de uno de los asistidos preguntando por el Director 
y fue conducida a él. Rebuscó por sus bolsillos, sacó un escudo y, emocionada por la alegría, se lo presentó como limosna para el 
altarcito. Aquel escudo 
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era el fruto de sus ahorros. Estaba sumamente contenta porque su hijito era asistido desde hacía algunos años por los socios de la 
Conferencia, y muy satisfecha de que correspondiera y progresara en la virtud. Por eso agradecida al Oratorio por los cuidados prestados 
a su hijo, se creyó en el deber de no mirar a privaciones, a fin de poder también ella concurrir para honrar a la Virgen. No quería aceptar 
su ofrecimiento, pero tanto suplicó al Director ((15)) que éste tuvo que recibirlo; tan sólo mostró deseo de que se emplease para poner una 
corona a la estatua de María, en lo que fue prontamente atendida, ya que, añadiendo otra pequeña cantidad a la ofrecida por ella, se pudo 
comprar una, ciertamente modesta, pero discreta y bella para adornar regiamente la cabeza de la Virgen Inmaculada, precisamente el día 
de a Inmaculada Concepción. 

Ahora, con temor de haber tal vez aburrido a esta respetable audiencia, terminaré este informe exteriorizando nuestro vivo deseo y 
necesidad de que otros recen por nosotros. Y aprovechando esta favorable ocasión, nos encomendamos a los socios de la Conferencia de 
San Francisco de Sales, a los de la Conferencia de San José, a todos estos respetabilísimos señores, que se han dignado honrarnos con su 
presencia, y que con sus luminosos ejemplos, nos sirven de modelo para bien obrar y nos impulsan a practicar la caridad, y les 
recomendamos calurosamente que recen por nosotros a san Vicente de Paúl, a fin de que nos envíe un número mayor de socios y a todos 
nos colme de un santo celo para atender a las urgentes necesidades espirituales que se manifiestan en la juventud de aquella barriada de 
Turín que nuestra Conferencia tiene especialmente recomendada. 

Y, confiados en que nuestro deseo sea escuchado, os auguramos a todos vosotros las bendiciones del Señor y la asistencia de la 
bienaventurada Virgen María en cuantas obras emprendáis para santificación vuestra y de los demás. 
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CAPITULO III 

AUDIENCIAS -AL MORIR DON JOSE CAFASSO CRECE LA AFLUENCIA DE TODA CLASE DE PERSONAS A DON BOSCO 
-ESTIMA EN QUE SE TIENEN SUS CONSEJOS -LA HABITACION DE DON BOSCO -SUS MANERAS DE RECIBIR Y 
ENTRETENER A LOS VISITANTES -ENCANTO DE SU CONVERSACION -SU BENEVOLA FRANQUEZA CON LOS 
SACERDOTES -SU PRUDENCIA EN LOS ASUNTOS -EXACTITUD DE SUS DECISIONES, AUN CONTRA LOS CRITERIOS 
HUMANOS -COMO SE LAS ARREGLABA CON PERSONAS CHARLATANAS E IGNORANTES: CON LAS QUE PEDIAN 
LIMOSNA, CON LOS ENEMIGOS, CON LOS NECESITADOS DE CONSUELO, CON LOS INSOLENTES Y ORGULLOSOS -NO 
PUEDE TOLERAR A LOS BLASFEMOS-SU CORTESIA AL DESPEDIR A LOS VISITANTES -ADMIRACION DE CUANTOS LE 
TRATABAN 

AL proseguir las Memorias Biográficas del Venerable siervo de Dios y contemplar su heroica y continua actividad intelectual y física, 
quedamos desconcertados. Hemos hablado ya de sus muchas virtudes y trabajos, pero nos hemos contentado hasta el presente con dar 
apenas alguna señal sobre su amabilidad para atender audiencias. Estas comenzaron en el año 1846, y fueron en aumento poco a poco, de 
forma que don Bosco, en 1857 y 1858, todavía podía ausentarse de casa por la mañana alrededor de las diez y media o las once. Pero en 
1860 llegaron a ser tan numerosas que se vio obligado a permanecer en su habitación durante toda la mañana, desde las nueve hasta casi 
la una de la tarde; y tal fue su costumbre hasta el día en que llegó su última enfermedad. 

((l7)) A la muerte de don José Cafasso, él, como heredero de su espíritu, se convirtió en uno de los principales artífices de aquella unión 
sólida y compacta de aristocracia y burguesía que, ateniéndose sin más a los criterios de la Iglesia y a los buenos principios, influyó 
muchísimo en el resto de la sociedad. Se puede decir que cuanto había de bueno, de selecto, de sobresaliente en las distintas clases 
sociales de Turín, todo era dirigido por don Bosco con el común consentimiento y complacencia de los espíritus; y él, como 
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capitán, sabía entusiasmar y mover a todos donde quiera que se presentase un bien a realizar. 

Refiere monseñor Cagliero lo que todos nosotros habíamos presentido. «Durante mi larga permanencia en el Oratorio vi siempre una 
concurrencia de innumerables personas que iban a visitarle, atraídas por la persuasión que tenían de sus excepcionales dotes, de sus 
carismas extraordinarios, de su santidad. Venían a suplicarle el socorro de sus plegarias, a recibir una bendición, a exponer la necesidad 
de sus hijos, a conseguir una recomendación, a tratar sobre obras benéficas a realizar, a buscar el medio para remediar cualquier mal, a 
entregarle limosnas para sus obras y, frecuentemente, sólo para verle y hablarle. 

»Y estas personas no eran únicamente del vulgo: eran magistrados, autoridades del Estado y Ministros; eran doctos eclesiásticos, 
Rectores de seminarios, Arzobispos, Cardenales de Italia, del extranjero. Los príncipes y los plebeyos, los ricos y los pobres, los amigos y 
los desconocidos, los sabios y los ignorantes, los buenos y los malos, todos buscaban en él un consejero, un consolador, un padre, un 
amigo. Párrocos y sencillos sacerdotes acudían a él para recibir normas sobre la dirección de las almas; y también muchos alumnos de la 
Residencia Sacerdotal de San Francisco de Asís, acabado el curso de moral, solían visitar a don Bosco, antes de ir a sus destinos, para 
implorar su bendición». 

Los Superiores de órdenes religiosas, los abades de monasterios, ((18)) religiosos, religiosas de toda especie y color iban a consultarlo, 
Don Santiago Bosco, compañero suyo en el Seminario, que fue por más de treinta años director espiritual de las Hermanas de San José, 
muy estimado en la diócesis por sus virtudes sacerdotales, le apreciaba como a un gran santo, Muchas veces se le oyó decir a sus 
religiosas, cuando le pedían un consejo: 

-Vaya a don Bosco, el santo; él sabrá dirigirles, yo soy solamente un bosc d'pouciou!1. Con estas palabras piamontesas el humilde 
sacerdote quería indicar una especie de madero sin ningún valor que se encuentra entre los setos vivos de nísperos. 

Juan Villa testificó: «Era tan grande el número de personas que a diario le visitaban, que nosotros los muchachos, estábamos edificados 
de su inmensa caridad y espíritu de sacrificio», 

1 Ya en el Seminario de Chieri (pág. 329 -volumen I) se distinguían los os Boscos, con el sobrenombre de Santiago BOSCO DE 
NISPERO el uno (madera dura y nudosa), y Juan BOSCO DE SALES el otro (de sauce, madera suave y flexible) (N. el T.) 
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Hacia las ocho y media subía don Bosco de la iglesia a su habitación. La antigua estancia servía de antesala; y de ésta se pasaba a una 
segunda, de igual dimensión, con una ventana al mediodía, otra a levante, una pobre cama en un rincón y unos pobres muebles. 

El secretario tomaba las debidas anotaciones, a fin de observar el orden de entrada y para que un visitante no se adelantara a otro. 

Don Bosco, siempre franco y leal, sin adular a nadie, ni buscar los elogios de los hombres, recibía a cada visitante con gran respeto, 
como si todos fueran grandes señores y él tuviese necesidad de todos; 
no hacía distinción entre un rico que le hubiera entregado una generosa limosna y una pobre viuda o una aldeanita que le daba unas 
monedas, fruto de sacrificios. Además, en sus palabras transparentaba una humildad acompañada de modales tan dulces y suaves que lo 
hacían encantador ante los ángeles y los hombres. Se interesaba por cuanto le exponían y parecía no pensar en otra cosa en aquel instante. 
Escuchaba con mucha atención sin jamás interrumpir; si alguno le ((19)) cortaba, él callaba al momento. Mientras el interlocutor no 
terminase, aguardaba en silencio; y sólo cuando había acabado, proseguía el hilo de su discurso con una presencia de espíritu admirable. 

«En aquella habitación, escribió el abogado Carlos Bianchetti 1, aleteaba una paz de paraíso. No sabría decir si nosotros éramos flores, 
cuya corola se abría para recibir consuelo o se cerraba para no dejar escapar el hálito celestial, que instantáneamente descendía sobre el 
cáliz del alma. Se sentaba ante un modesto escritorio con cajones y pequeñas gavetas. Tenía amontonados ante él fajos de cartas y 
papeles, y a veces entraba el cartero para aumentar el montón. Sin embargo, parecía que don Bosco no se preocupaba de todo aquello. 
Ordenaba los papeles; tenía por norma que aún las cosas pequeñas se deben hacer despacio y bien, por lo cual no hay que distraerse. Don 
Bosco parecía un hombre que muy poco o nada tuviese que hacer. 

»Trataba con cada uno como si durante aquella mañana no hubiera de oír o contentar a ningún otro. Con san Francisco de Sales tenía 
por máxima que la precipitación suele estropear todas las obras. No era nunca el primero en acabar el coloquio; no mostraba jamás ganas 
de abreviarlo; antes bien, queriendo despedirse el interlocutor, por miedo a ser importuno, don Bosco le invitaba amablemente 

1 Discurso leído en la conmemoración de don Bosco del 24 de junio de 1903. 
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a estarse un poco más. A veces, el cortés visitante advertía que muchos aguardaban en la antesala para entrar. 

»-Tengan paciencia, respondía don Bosco: yo soy como aquel barbero que dice a la gente que llega: -íEspere, espere! íEsto se acaba 
enseguida! íUn momento! -mas después cumple su oficio con la máxima calma, como si nadie esperase. 

»-Caramba, añadía, quien paga tiene derecho a ser servido y estaría bueno que el barbero, por afeitar demasiado aprisa ((20)) lo hiciese 
mal; y peor aún, si con las prisas cortara a derecha e izquierda. 

»La sencillez iba unida en él a un alto sentimiento del deber y prolongaba la conversación mientras el asunto no estuviese 
convenientemente acabado. 

»Su diálogo era agradabilísimo. Entremezclaba con gracia el chascarrillo y la anécdota. Y el donaire venía siempre acertado; para que 
produjese su efecto, acostumbraba a decir que aquellas anécdotas le habían ocurrido a él o que las había aprendido de don José Cafasso, 
del teólogo Guala, del teólogo Borel o de unos y de otros. El cuentecito y el ejemplo era el modo que utilizaba para causar una impresión 
más viva y profunda, pero lo más importante era que se ajustaba como anillo al dedo. Sabía tratar con gracia, de modo que nadie pudo 
reprocharle por ser menos delicado y prudente. Hasta los dentistas, decía, deben emplear buenas maneras; de lo contrario ípobre clientela! 

»Había en don Bosco una característica respetuosa, bondadosa, afectuosa, la cual no le impedía sacar buen partido hasta de los de 
colmillo retorcido. 

»-Pescadores, ladrones y carteristas, decía a veces chanceando, son una sola cosa; pero todo pasa y puede pasar cuando se trata de las 
almas. 

»Y ícómo se las arreglaba en estas pescas milagrosas! No es fácil imaginar la fuerza de sus expresiones, que él sabía aplicar con 
destreza e intuición maravillosa. Era Dios quien hablaba por él? Era la experiencia la que le sugería un buen pensamiento para cada uno? 
Lo cierto es que, desgranando despacito, una palabra tras otra, sacaba la máxima de un santo Padre, dicha a la buena, con ponderación y 
sin jactancia. Era una llamada sobre la necesidad de buenas confesiones, acerca de la devoción a María Santísima, sobre el paraíso, y tan 
llena de amor divino, que bastantes afirmaron haberles sucedido como acontece a los que se encuentran con santos; es decir, que al 
separarse de él cada uno sentíase ((21)) mejor, ya fuese hijo del pueblo, persona constituida en dignidad, seglar o eclesiástico». 
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A esta clase de personas, en efecto, solía dirigir alguna palabra referente al espíritu sacerdotal y a la santificación de las almas, o al 
ejercicio de la meditación, de la lectura espiritual, de la visita diaria al Santísimo Sacramento, de la asiduidad al confesonario, del celo 
por la predicación. «Estas insinuaciones, aseguró el teólogo Reviglio, las hacía especialmente a los párrocos y a otros sacerdotes por él 
orientados a la carrera eclesiástica; como puedo asegurar que lo hacía conmigo mismo dándome a la par consejos para desempeñar 
santamente mi propio ministerio». 

Invitaba con frecuencia a los eclesiásticos a promover el decoro de la casa de Dios, la defensa de la religión, la difusión de la buena 
prensa, las vocaciones sacerdotales y religiosas, el desarrollo de las misiones en lo países de infieles, la construcción de nuevas iglesias. 

-Usted, que tiene mucho ingenio y ciencia, decía a alguno, ayúdeme a preparar un folletito sobre esta o aquella materia. 

A un sacerdote rico, influyente y generoso, le repetía: 

-íAyúdeme a salvar almas! 

Sin embargo, no pedía limosnas sino que preparaba los ánimos para ayudar a sus muchachos, exponiendo sus necesidades. 

Y a algún otro sacerdote: 

-Necesito un predicador o un confesor para los muchachos de los Oratorios. Cuento con usted; íayúdeme! 

En alguna ocasión no dejaba de hacer una reprensión. Llegó a visitarle desde un lejano país cierto religioso, que, temiendo tal vez la 
molestias o las burlas, se había quitado el hábito e iba vestido de seglar. Así se presentó, saludándole cortésmente. Don Bosco le 
reconoció, pero fingió no saber quién era. Aquél, extrañado, demostraba insistentemente lo mucho que se ((22)) conocían. Don Bosco, al 
fin, le respondió: 

-íEs posible! Usted así vestido? Vaya, vaya a sus asuntos que yo no tengo tiempo que perder con usted. 

-íPor favor, escuche! Temía exponerme a los insultos; corremos unos tiempos en los que los religiosos son muy poco respetados. 

-Déjeme en paz; tengo otras personas que me esperan. Si quiere que yo le reciba, vaya a vestir sus hábitos. 

Entonces, aquél, viendo a don Bosco tan resuelto, pidióle perdón, prometiéndole que jamás volvería a cometer la falta de quitarse el 

hábito religioso. Y entonces fue recibido. 

Sus audiencias, sin embargo, no eran simples conversaciones. Si le consultaban sobre algún problema, no contestaba inmediatamente, 
sino que, antes interrogaba sobre las circunstancias de la cuestión 
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propuesta. Después, tenía la costumbre de levantar sus ojos al cielo, como quien busca en Dios las luces necesarias. Muchas veces seguía 
hablando de cosas menos importantes mientras examinaba con su mente todas las partes de la cuestión y luego, volviendo al punto 
principal, daba la respuesta que le parecía más conforme para la gloria de Dios y el bien de las almas. 

Otras veces, si se trataba de dudas intrincadas, no se fiaba del todo de sí mismo y se reservaba el responder hasta después de unos días, 
recomendando al interesado que le ayudara con la oración. Entre tanto, consultaba autores o recurría a hombres competentes en la materia 

o también dirigía a sus visitantes a uno u otro de éstos y frecuentemente al célebre moralista, el teólogo Bertagna, a fin de que expusieran 
a aquellos intelectuales sus dudas. Pero difícilmente era reformado su parecer. 
A veces, ante cuestiones que tenían relación con las leyes civiles, mandaba a don Miguel Rúa a consultar a doctos abogados y también a 
eclesiásticos. Este, que fue testigo continuo de cuanto realizaba don Bosco, nos aseguró por escrito: 

«Con tal sistema don Bosco logró aclarar los asuntos más complicados y yo no podría ((23)) contar la cantidad de personas que me 
afirmaron haber sido consoladas, animadas en sus aflicciones, socorridas en sus dificultades y apuros, gracias a su eximia prudencia. 

»A menudo, hablaba sin rodeos y con rapidez como persona que manifestase el querer divino. Sus consejos, si bien parecían contrarios 
a los criterios humanos, no obstante, aceptados y practicados, conseguían poner en paz las conciencias, daban fin a molestos pleitos, 
llevaban comprensión a las familias, guiaban por la senda segura a personas dudosas de su vocación. Por el contrario, he visto a algunos 
que, no queriendo admitir sus decisiones, tuvieron que sufrir después graves consecuencias. Ellos mismos me confesaron que se habían 
equivocado, y que el asunto hubiese tenido aquella vez mejor resultado, si hubieran hecho lo sugerido por don Bosco. Con todo, la mayor 
parte de la gente, segura de oír de él una palabra sincera, recibía sus decisiones como oráculos». 

Llegó al Oratorio una señora, totalmente desconocida, para hablar con don Bosco: estuvo a la puerta de su despacho más de dos horas 
esperando. Cuando logró hablarle, narróle sus penas y sus angustias, preguntándole si podía estar tranquila ante Dios. Don Bosco le 
respondió que marchase tranquila, sin temor alguno. No obstante, la señora no parecía satisfecha; pero don Bosco añadió: 

-Quiere usted la voluntad de Dios o la suya? 
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La señora contesto:
-Mil veces la voluntad de Dios.
-Pues bien, haga como le he dicho y esté tranquila.
Entonces ella le dio las gracias y decía, al partir:
-Ahora estoy contenta.
Hechos semejantes sucedían todos los días.
Mas no todas las visitas eran importantes y expeditivas; sin embargo, don Bosco no se lamentaba del fastidio que con frecuencia le


causaban muchas personas ignorantes, charlatanas, sin educación y, a veces, excesivamente pesadas, que no estaban conformes con nada; 
él no despedía jamás a nadie, por pesado e inoportuno que fuera. Se le oyó repetir cuatro o cinco veces ((24)) lo mismo, a quien no le 
comprendía, y decírselo la última vez con la misma paciencia que la primera. De la misma manera se comportaba con quienes iban a 
estorbarle sin motivo alguno o a pedirle su parecer sobre cosas de ningún valor o extravagantes. Ya era una madre que le contaba las 
infantiles valentías de su bebé; ya un enfermo que le repetía el proceso detallado de su enfermedad, ya un procesado que le describía las 
particularidades de su pleito. Don Bosco escuchaba, preguntaba, pedía explicaciones, dando así facilidad a quien deseaba prolongar su 
conversación. Manifestaba su interés por cuanto le comunicaban como si se tratase de algo suyo, personal, y hallaba siempre una palabra 
de alabanza y estima para cada persona. Sabía también cambiar las conversaciones inútiles y frívolas por otras referentes al alma y así se 
servía de su importunidad para alcanzar un gran bien. Sus consejos producían siempre buenos frutos; cada palabra suya era una sentencia 
que permanecía impresa y resultaba espontánea y graciosa. 

Puede decirse que poseía el arte de convertir en oro de amor de Dios todo lo que decía y oía de los demás. Baste el hecho siguiente.
Presentáronse dos hombres a pedirle unos números para jugar a la lotería, persuadidos de que les daría los de la suerte. Buscó él


distraerles con varios razonamientos, pero ellos, impacientes, porque daba largas a la cuestión, le interrumpieron: 
-íNo es eso lo que queremos! Deseamos nos diga a qué número hemos de jugar para ganar el premio. 
-Entonces les dijo: 
-Incluid estos tres números: cinco, diez y catorce. 
Diéronle gracias la mar de satisfechos y ya iban a marcharse enseguida cuando don Bosco les dijo: 
-Esperad que os dé una explicación. 
-No hace falta ninguna. 

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-Es que, si no os la doy, no sabréis jugar. 

-Díganosla, pues. 

-Hela aquí; cinco, son los cinco mandamientos de la Iglesia; 

diez, son los diez mandamientos de ((25)) Dios; catorce, son las catorce obras de misericordia. Jugad estos números y ganaréis un tesoro 
infinito. 

En otra ocasión señaló el cuatro y el dos, interpretándoles con los cuatro novísimos y los dos sacramentos de la confesión y comunión. 
Muchas otras veces salió con bromas parecidas. 

Es de notar que la mayor parte de las personas no iban para dar sino para recibir; y eran tales que don Bosco no podía esperar nada de 
ellas. El, en cambio, siempre que podía, les daba una ayuda. Narran las crónicas: 

«Un día, rodeado don Bosco de unos clérigos, nos contó esta anécdota que le había sucedido a él mismo. 

»-Vino a verme un ardoroso demócrata, que se hallaba en graves angustias, y me pidió la pequeña cantidad de tres liras al menos, para 
comprarse una camisa, por estar sucia la que llevaba puesta, y me prometió que pasaría pronto a devolvérmelas. Palpé mi portamonedas y 
estaba casi vacío. Miré hacia la cama y vi una camisa elegante y limpia, que Rossi habia preparado para mí y que yo, por olvido, no me 
había cambiado. 

»-Magnífico, me dije: aurum et argentum non est mihi, quod autem habeo tibi do (no tengo oro ni plata, te doy lo que tengo). 

»Me miró estupefacto y me dijo: 

»-Pero, y usted? 

»-No se preocupe, le respondí, la Providencia que hoy le viste a usted, sabrá vestirme a mí mañana. 
»Ante tal actitud se conmovió y, deshecho en lágrimas, se arrojó a mis pies, exclamando: 

»-íCuánto bien puede hacer un sacerdote! 

»Después de habernos contado esto, prosiguió: 

»-Tenedlo en cuenta: aquel sujeto fue en adelante un gran amigo de los sacerdotes. Es así como debemos conquistar los corazones de 

los hombres». 

Además, si acudían a pedirle un favor los que le habían causado algún mal, siempre estaba dispuesto a hacérselo porque él no tenía en 
cuenta las ofensas que se le inferían y las olvidada con admirable sacrificio, como lo atestiguaron monseñor Cagliero y monseñor 
Bertagna. Es más, si alguno ((26)) demasiado celoso al ver entrar en la antesala una de tales personas, le parecía bien advertírselo y 
recordaba 
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las ofensas, él con santa destreza, desviaba la conversación y contaba todo lo bueno que sabía del culpable. 
Cuando le pedían algo que no podía conceder, salían de sus labios respuestas negativas, pero, tan llenas de caridad y cortesía, que 

convencía a los suplicantes de forma que muchos decían: 

-Parece que don Bosco no sabe decir un no. 

Y confesaban que preferían un no de don Bosco a un sí de otros.Y muchos exclamaban: 

-íQué bien trata don Bosco! 

Todos quedaban satisfechos y partían llenos de admiración. 

Como no podía indicar un remedio inmediato para ciertos males, desgracias, persecuciones o discordias, consolaba, calmaba las penas. 

Don Joaquín Berto le oyó repetir bastantes veces: 

-El Señor es un buen Padre y no permitirá jamás que seamos afligidos por encima de nuestras fuerzas. 

Si los atribulados recordaban las obras buenas hechas y decían que Dios les había olvidado, don Bosco exclamaba: 

-íDios no olvida nada: todo lo pagará abundantemente en el paraíso! 

Otras veces decía a quien no era correspondido en sus trabajos y fatigas por familiares y subordinados: 

-Recordad que el Señor paga non secundum fructum, sed secundum laborem (no según el fruto, sino de acuerdo con el trabajo). íEs 

mejor pagador que los hombres! 

Su paciencia para escuchar las necesidades del prójimo no tenía límite y ello animaba a todos. a volver cada vez que necesitaban un 
alivio. Era ésta una tarea de las más importantes, con la que don Bosco practicaba todas las obras de misericordia espirituales, puesto que 
enseñaba a los ignorantes, amonestaba a los pecadores, consolaba a los tristes, y rogaba a Dios y a la Santísima Virgen que bendijeran las 
almas y los cuerpos de quienes, por su mediación, invocaban su auxilio y Patrocinio. 

No todos los visitantes se presentaban con humildad ((27)) y cortesía; algunos le visitaban para quejarse ásperamente de algún 
pretendido agravio recibido de él o de los suyos y hasta se atrevían a insultarlo y amenazarlo. Pero don Bosco los trataba con tanta 
mansedumbre que siempre acababan por marcharse reconciliados y amigos. 

Otros, llenos de sí mismos, fácilmente irritables, persuadidos de merecer toda consideración, se dignaban exponerle sus proyectos a fin 
de solucionar algún negocio, pidiéndole su parecer. Y don Bosco 
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no contradecía jamás sus sentimientos altaneros, sino que, de muy delicada manera, les expresaba la conveniencia de un recurso suyo que 
sugería, remitiéndose desde luego al talento de quien le había preguntado. 

A veces, por pareceres contrarios sobre la rectitud de una idea o de un hecho, alguno molestaba con su insolencia y don Bosco, 
preguntado después por qué se había mostrado tan paciente frente a aquellas osadías, muchas veces respondió: 

-A éstos hay que tratarlos como a enfermos. 

Solamente le resultaba difícil contenerse cuando se trataba del honor de Dios. En efecto, el 21 de febrero de 1863, contaba él a sus 
alumnos un hecho que le había sucedido dos días antes: 

-Se presentó en mi habitación un individo que, no pudiendo obtener lo que deseaba, comenzó a blasfemar de un modo espantoso. Yo, 
que le había aguantado hasta aquel momento, ante semejantes blasfemias no pude contenerme. Me acerqué a la estufa, tomé las tenazas y 
agarrando por la ropa al blasfemo: 

-íSalga inmediatamente de aquí, grité; de lo contrario le doy una lección! 

-Discúlpeme, continuó aquel hombre, si he empleado alguna expresión vulgar. 

-No valen excusas: no tolero un demonio semejante en mi habitación. Este no es el modo de tratar a Dios. 

-Y empujándole le eché fuera. Cuando oigo blasfemar, especialmente cuando acompañan al santo nombre de Dios con cualquier epíteto 
irreverente, entonces salgo de mis casillas, y si ((28)) no fuese por la gracia de Dios que me detiene, pasaría a ciertos actos de los que tal 
vez tendría después que arrepentirme. 

Fuera de este único y excepcional caso no permitía que nadie marchase de su lado desconsolado. Después de haber dado plena 
satisfacción a su interlocutor, según su habitual cortesía, le acompañaba hasta la puerta. Su afabilidad y benignidad se transparentaban tan 
refulgentemente en su persona que muchos, después de haberle hablado o de haberle visto solamente unos instantes, confesaban que, si 
hubieran debido figurarse la personalidad y bondad del Divino Salvador, se habrían imaginado, con la debida proporción y reverencia, el 
porte de don Bosco. 

«Fue una vez a visitarle cierto negociante riquísimo y sin fe, narró don Francisco Dalmazzo. Iba únicamente por curiosidad; después le 
vi salir totalmente confundido y le oí exclamar tres o cuatro veces: 
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»-íQué hombre, que hombre éste! 

»Y al preguntarle yo qué le había dicho don Bosco, me respondió que le había oído decir cosas muy preciosas que no se oyen a otros 
sacerdotes; y que después le había despedido con estas palabras:-Esperamos que un día, usted con su dinero y yo con mi pobreza, nos 
podamos encontrar en el Paraíso». 

Añade Juan Bisio: 

«Para tener una idea de lo que don Bosco sabía decir y hacer, recuerdo que acompañé a visitarle a un judío de unos cincuenta años que 
me había expresado el deseo de conocerle. Lo que ocurrió entre ellos no lo sé; pero aquel judío, al salir del Oratorio, me dijo que, si en 
cada ciudad hubiese un don Bosco, todo el mundo se habría convertido. Supe también por el párroco de mi pueblo que un rabino de 
Alessandria le dijo: -He ido dos veces a visitar a don Bosco y no vuelvo por tercera vez porque me vería obligado a quedarme con él. 

»Tan eficaces eran las encantadoras e insinuantes palabras que sabía decir don Bosco a los que se le acercaban. 

»Esto explica también cómo los muchachos le querían y cómo sabía hacerlos buenos». 
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((29)) 

CAPITULO IV 

PADECIMIENTOS DE DON BOSCO PARA ATENDER A LAS AUDIENCIAS -RESPUESTA A QUIEN LE ACONSEJABA 
DESPACHAR A LOS VISITANTES INDISCRETOS -RECOMIENDA A SUS COLABORADORES UN GRAN RESPETO A LAS 
PERSONAS CUANDO SE LAS RECIBE: UN ESMERADO EMPEÑO PARA NO DEJAR A NADIE DESCONTENTO, SI ES 
POSIBLE; ESPIRITU DE SACRIFICIO; PRUDENCIA -LECCION PRACTICA -DON BOSCO SE PRESTA A CONVERSAR 
DONDE QUIERA QUE VAYA CON QUIEN QUIERA HABLARLE -COMO SE LAS ARREGLABA PARA CAPTARSE LA 
SIMPATIA DE TODOS -DESPACHO DE LA CORRESPONDENCIA -CONTESTACION DE DON BOSCO A CARTAS 
INSULTANTES 

LAS audiencias eran para don Bosco una cruz pesada y meritoria. La mayor parte de las veces las aguantaba con grave incomodidad 
física, porque, quebrantado de salud como estaba, débil de estómago, víctima de graves inflamaciones, debía continuar conversando en 
alta voz. Al cabo de un rato notaba que le faltaba respiración y se le secaba la lengua. A veces estaba tan cansado, que no podía hacerse 
oír. Otras, por el mucho pensar en resolver problemas de grave importancia, le llegaba a doler de tal modo la cabeza, que daba lástima a 
quien le contemplaba, y, a pesar de ello, continuaba su penosa ocupación. El padre José Oreglia, de la Compañía de Jesús, afirmaba que, 
si don Bosco no hubiera hecho otra penitencia en su vida, hubiera bastado ésta para declarar la heroicidad de su virtud. 

Realmente la vida de don Bosco fue un continuo sucederse de audiencias hasta por las calles de Turín y en sus viajes por las diversas 
poblaciones a donde ((30)) iba. 

Cuando le aconsejaban desentenderse de tan pesada labor, respondía: 

-íNo conviene! íNo me atrevo!... íPobre gente!... Muchos vienen de lejos; también ellos tienen sus asuntos y, además, debo cumplir mi 
misión. 

Y añadía: 
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-íPobrecitos! Tienen penas que confiarme... esperan tanto tiempo en la antesala, me dan lástima y hay que contentarles... y al fin... y al 
cabo... se hace un poco de bien. 

Aún en estas ocasiones sabía bromear: 

-Pero no habrá un medio, le preguntaba alguno de sus sacerdotes, para aminorar el número de tantas visitas que son verdaderamente 
inútiles? 

El respondía: 

-Sí que habría un medio para librarse de tanta gente. 

-Y cuál? 

-Por ejemplo, que yo me fingiese medio loco o idiota; entonces la gente dejaría de venir y haría correr la voz: íel pobre don Bosco está 
trastornado: no entiende nada; no sabe lo que dice! Pero este recurso sería rechazable y perjudicial para la Pía Sociedad, porque nosotros 
necesitamos de todos; por tanto, conviene dejar abierto el camino a la Divina Providencia. 

Por esto no rechazaba a nadie, a cualquier hora del día en que llegase, y, aún al toque de mediodía, no bajaba sin haber dado 
satisfacción a todos. Apenas terminada la comida, ya había algunos reclamándolo para hablarle. 

-Permitidme atenderles, decía a sus clérigos que trataban de detenerlo; me duele muchísimo ver esperar a la gente. 

Le exhortaron un día a que estableciera un horario para recibir visitas y no atender siempre y en cualquier momento a los que se 
presentaban; porque, insistían, continuando así se quebrantaría su salud. Y él replicaba: 

-íEh, el Señor nos ha colocado en este mundo para los demás! ((31)) Por esto, al recomendar a sus subalternos, constituidos en 
autoridad, la vida de continuo sacrificio por el bien del prójimo, exhortábales a no descuidar, si se presentaba la ocasión, este medio de 
las audiencias, a fin de practicar la caridad con cualquier clase de personas. 

Aconsejaba que tuviesen suma consideración con todos y, como solía decir san Vicente de Paúl, les hacía ver en todo estado a 
Jesucristo. En el papa y en los obispos a Jesús pontífice, en los sacerdotes a Jesús sacerdote, en los reyes a Jesús soberano, en los nobles a 
Jesús de la nobilísima estirpe de David, en los magistrados a Jesús juez, en los comerciantes a Jesús buen samaritano. Y presentábalo 
obrero entre los obreros, pobre entre los mendigos, enfermo entre los enfermos. Y en las parábolas, como padre de familia, como esposo, 
como viñador, como propietario, etc... 
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Les inculcaba que supieran ingeniarse para no despedir nunca a nadie disgustado. Acostumbraba a dar entre otras normas, la siguiente, 
a su secretario: 

-Procura hacer lo que puedas para contentar a la gente, como hace don Bosco. 

El secretario, por tanto, se propuso seguir aquel consejo; pero, transcurridos unos días, se presentó a don Bosco diciéndole que era 
imposible contentar a todos y le rogó que le enseñase el método. 

Don Bosco, después de un instante de reflexión, le respondió: 

-Todos?... íImposible! Escucha: esta mañana vino una señora para exponer sus asuntos, y pretendía con insistencia que bajase a la 
iglesia a confesarla. 

-Vea, le dije; no tengo tiempo, y esto, además, no es cosa de confesonario. 

La señora, sin embargo, se encaprichaba diciendo: 

-San Francisco de Sales no se comportaba así con sus penitentes. 

-Si San Francisco se hubiese encontrado con usted en esta circunstancia, le habría dado la misma respuesta que yo. 

La buena señora no quiso convencerse y se marchó enfadada. Pero aún en estas ocasiones, la paciencia, sin ninguna aspereza, quita o 
disminuye mucho una impresión ((32)) desagradable. Mas, para conseguir este efecto hay que acostumbrarse a prepararse con la oración, 
la madura reflexión, la amabilidad en las formas, unida a una gran paciencia y amor de la verdad. 

Al mismo tiempo añadía: 

-Sed prudentes; pero no olvidemos que nuestra prudencia debe consistir en poner a salvo siempre la fe, la conciencia y la propia alma. 

Por lo demás, clérigos, sacerdotes y alumnos, recibían una lección práctica de cómo se debe atender una visita para que resulte 

fructuosa, cuando ellos mismos entraban en su habitación para hablarle, y admiraban su forma de comportarse. 

En su trato con las personas, conocía a primera vista su carácter, sus propensiones, sus defectos y sus buenas cualidades; y sabía regular 
la conversación de tal manera que todos quedaban satisfechos. Preguntado cómo había que hacer para penetrar, a ejemplo suyo, en el 
corazón de los hombres y ganarse su aprecio, sugería este medio: 

-Preguntar mucho y llevar la conversación al estado, al arte o profesión del individuo con quien se habla. Al campesino preguntarle por 
los campos; al soldado por la vida militar, al médico por 
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sus enfermos, a un comerciante por las ferias y mercados, a un padre por su familia, a un muchacho por la escuela y por los juegos. 

Experto en el arte de acomodarse a todos los temperamentos y de colocarse a nivel de todas las capacidades, tenía conversación hasta 
con los bebés y se diría que balbuceaba con ellos, mientras en las discusiones poco interesantes, permitía que el hombre de mediana 
cultura se creyese a su altura en la ciencia y en el manejo de los negocios. 

Al ritmo de las audiencias se desenvolvía el despacho de la correspondencia. Mas para leer los fajos de cartas que le llegaban a cada 
hora, para no ser molestado, después de comer se retiraba a la Residencia Sacerdotal, o a un café próximo al Santuario de Nuestra Señora 
de la Consolación. De allí no se movía hasta no haber apostillado ((33)) aquellas cartas. De regreso a casa se vio obligado, durante casi 
veinte años, a pasar la mitad de las noches contestando. Aquel trabajo exigía con frecuencia una gran atención, por los consejos que debía 
dar, o por las cuestiones a resolver. Mas siempre estaba inspirado por una gran prudencia su modo de contestar a las preguntas que le 
formulaban por escrito personas desconocidas. Cuando por sus explicaciones no podía hacerse una idea clara de la cuestión, o el asunto 
era extremadamente delicado, respondía que se dirigiesen al propio párroco, al director espiritual, a otro sacerdote o a un seglar instruido 
y perito en tales materias y que se atuviesen a su parecer. 

Pero las cartas, lo mismo que las visitas, prestábanle ocasión para ejercitar la paciencia y la humildad. Acostumbraba a decir que una 
respuesta dulce a las cartas airadas y ofensivas, con la manifestación de aprecio, escrita inmediatamente, consigue siempre una victoria 
segura y cambia los enemigos en amigos. Responsio mollis frangit iram (una respuesta suave calma el furor), así dicen los Proverbios (1). 
El había hecho cien veces la prueba. 

Acaeció hacia el año 1863 que un nobilísimo señor, conocido por él tan sólo por la fama, le escribió una carta para un negocio de cierto 
interés. Como don Bosco estuviera ocupado entonces con una complicadísima correspondencia que despachar y, como no se tratara de 
ningún secreto, encargó a uno de sus sacerdotes contestarle. Aquel caballero, que tenía un gran aprecio de sí mismo y del respeto que se 
le debía, al recibir aquella carta, se indignó más de cuanto se puede imaginar y, tomando la pluma, volvió a escribir con mil insolencias: 
-Que don Bosco no debía ignorar quién le había escrito 

1 Prov. XV, 1. 
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honrándole con su autógrafo. Que él sabía muy bien quién era don Bosco..., y que, por consiguiente, no desconociendo la distancia 
existente socialmente entre ambos, don Bosco había cometido una descortesía al no haberse dignado responder de su puño y letra. Que él 
había escrito muchas veces al Rey, al Papa y a otros importantísimos ((34)) personajes y de todos había recibido contestación autógrafa y 
no por mediación de secretarios. Es que don Bosco temía rebajarse contestando él mismo en persona? Se imagina ser más que el Rey, 
más que el Papa? Su deber hubiera sido llevarle la respuesta en persona... 

Y así continuaba hasta el final. 

Don Bosco no se inmutó al leer un escrito tan descortés, y de su propio puño respondió: 

-Que le agradecía su graciosa carta, que le conocía como hombre instruido y de gran altura, pero que nunca hubiera creído que poseyera 
tan magistralmente el arte de bromear, como se manifestaba en aquella carta. Que agradecía la familiaridad con que le escribía, con lo que 
se revelaba como un amigo sincero. Que, por tanto, se consideraba muy honrado con su amistad y no quería dejar escapar la ocasión sin 
reafirmarla aún más. Por ello, no pudiendo extenderse más por el momento, se reservaba ir a comer con él tal día y a tal hora, para charlar 
con toda calma sobre el consabido asunto. 

Cuando a aquel señor se le pasó el arrebato de furia, no pudo por menos de reconocer la falta cometida y avergonzarse. Don Bosco fue 
a comer a su casa, donde él le esperaba en el rellano de la escalera. Al principio se encontraba un poco embarazado, más, a los pocos 
minutos, se serenó y tranquilizó, porque parecía que don Bosco había recibido realmente aquella carta como una cordial y delicada broma 
para provocar su visita. Comieron y rieron: la amabilidad de don Bosco se adueñó rápidamente del corazón de su huésped, quien, desde 
entonces, se convirtió en amigo y bienhechor del Oratorio. 

Un párroco de la diócesis de Saluzzo, después de una larga correspondencia con don Bosco, disgustado por no haber sido ayudado en 
cierto proyecto, le escribió una carta de siete páginas, en tales términos de encendida cólera, que parecían estudiados para ofender. 

Don Bosco le contestó: que sentía haberle disgustado tan gravemente; que él había expuesto algunas ideas y proyectos, creyendo que no 
eran contrarios a sus deseos; pero que, desde luego, ((35)) retiraba cualquier frase que hubiese podido desagradarle; que se ponía 
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totalmente en sus manos y le suplicaba dispensara, si de alguna manera y sin intención, le habiese ofendido. 

El párroco, ante la inesperada respuesta, volvió a sentimientos más apacibles. Pidióle perdón por escrito; suplicó a don Bosco que 
rompiese la desgraciada carta; rogóle la olvidase, como si no hubiera sido escrita; ofrecióse a prestarle cualquier servicio que pudiera 
necesitar, y mantuvo su palabra generosamente. 

Otro distinguido eclesiástico remitió una carta a don Bosco, que por estar fuera de Turín, no pudo recibir. Aquél, al no tener 
contestación, se enfureció creyendo que don Bosco no quería sostener con él relación epistolar. Y despotricaba en público, diciendo que 
don Bosco era un orgulloso, un soberbio, y añadía: 

-Si tal es el Superior de la nueva Congregación; ívaya usted a ver la clase de gente que deben ser los salesianos! 

Y removía contra ellos distintas acusaciones, diciendo que esperaba una disculpa de don Bosco, ya que él le había escrito de su puño y 
letra. 

Don Bosco, advertido de sus habladurías, dirigió una carta a aquel señor, diciéndole que no esperase una justificación de su parte contra 
las acusaciones que le hacía, porque se declaraba culpable de cuanto se le achacaba y de faltas aún mayores; sólo le rogaba, dado el 
continuo peligro de todo hombre a morir de un momento a otro, que quisiera concederle su deseado y apreciado perdón, a fin de poder, 
por lo que a él tocaba, presentarse tranquilamente ante el tribunal de Dios. Esta carta dejó confundido a aquel eclesiástico, el cual escribió 
expresando gran arrepentimiento de sus groseras y calumniosas invectivas, y concluyó afirmando que no le quedaba más remedio que ir a 
Turín, arrodillarse a los pies de don Bosco y pedirle perdón. 

Tenía don Bosco toda la razón al repetir que, lo mismo al escribir que al hablar, siempre pierde quien devuelve injuria por injuria, 
porque «sermo durus suscitat furorem», (una palabra hiriente aumenta la ira)1. 

1 Prov. XV, 1. 
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((36)) 

CAPITULO V 

CONVERSACIONES INCONVENIENTES Y UNA LLAMA MISTERIOSA EN EL DORMITORIO -HABLADURIAS Y TEMOR 
-DON BOSCO EXPLICA EL HECHO Y RECOMIENDA A LOS MUCHACHOS QUE NO SEAN REACIOS AL AVISO DE MARIA 
SANTISIMA -EL AGUINALDO, LA LLAMA, LA VISITA A LAS CONCIENCIAS -COMO LA VIRGEN VE CUANTO QUIERE Y 
ACOSTUMBRA A APARECERSE EN ESTE MUNDO -CANTO DE LA VIRGEN EN UNA VISION -EL BUEN EFECTO 
PRODUCIDO ENTRE LOS ALUMNOS POR AQUELLA LLAMA -UN MOTIVO POR EL QUE DON BOSCO ATIENDE SIN 
DESCANSO EN EL CONFESONARIO 

DON Bosco no tenía en sus obras y trabajos más que una intención: la gloria de Dios y el bien de las almas. Por eso, no sorprende que la 
Santísima Virgen le auxiliase en persona para cumplir sus ocupaciones y velar sobre los muchachos del Oratorio. En efecto, ningún 
hombre inteligente puede negar que exista verdadera comunicación con el mundo suprasensible. Los fenómenos sobrenaturales, 
verificados en gran número con el correr de los siglos, son acontecimientos tales, que caen bajo el dominio de la historia. Todo crítico 
desapasionado tiene campo libre para examinarlos, discutirlos, aceptarlos y nosotros le remitimos al examen de cuanto expondremos. 
Advertimos entre tanto que los prodigios, que se entrelazan con la vida del Venerable Juan Bosco, y sus palabras, tuvieron por testigos 
durante este año a quinientos alumnos y con ellos sacerdotes, clérigos y otras personas de la casa. 

Entramos, pues, en materia y decimos que realmente la Virgen continuaba prestando su generosa ayuda al Oratorio. 

((37)) Don Juan Bonetti narra así en su crónica: 

«Jueves 9 de enero de 1862. Hacia las nueve de la noche tres muchachos, Vallania, Sciolli y Finelli, fueron a acostarse antes de tiempo 
a su dormitorio, el de San Luis, colocado en la parte nueva de la casa. Mientras contaban algunos chascarrillos (o mejor, sostenían una 
conversación no muy loable) en vez de ir con los demás a las oraciones en común, oyeron una sacudida como de un terremoto y después 
un ramalazo de fuerte viento que se acercaba. Y he aquí 
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que, en una ventana del dormitorio, apareció sobre el alféizar una llamecita, a manera de globo de fuego. La ventana estaba cerrada y, sin 
embargo, el globo la atravesó con un pequeño rumor. Pasó sobre sus cabezas y recorrió la sala de un extremo a otro. Paróse en el medio, 
dejó de formar un solo globo y se dividió en muchas más llamas, que se repartieron a lo largo del dormitorio, el cual quedó por unos 
instantes enteramente iluminado, hasta en los rincones. Al mismo tiempo oíase como el rumor del paso de un hombre que caminaba. 
Después de un momento se unieron las llamas de nuevo en un solo globo, que se dirigió a la ventana y salió dejando espantados a los tres 
muchachos, los cuales apenas pudieron respirar y se escondieron bajo las sábanas». 

«Un caso tan extraordinario no pudo quedar oculto, y Vallania me lo contó, asegurándome la verdad del suceso poco honroso para él. 
La noticia se propagó como un relámpago y circularon varios comentarios. Aquella misma llama resplandeciente, de vivísima y 
extraordinaria luz, había sido vista por don Miguel Rúa y don Angel Savio al salir de una clase, pero creyeron que era un fuego fatuo. El 
clérigo Provera, que se encontraba detrás de la casa en una terraza próxima a la ventana, la vio aparecer a la altura de casi dos metros 
sobre su cabeza. Mientras la estaba observando, estallaba sin ruido en un gran haz de chispas, y, después de un enorme esplendor, se 
encontró envuelto en densa oscuridad. Hubo quien ((38)) afirmó haber visto un globo de fuego sobre la habitación de don Bosco. Otras 
versiones, aunque sin fundamento, de misteriosas apariciones corrían entre los alumnos, quienes, sobrecogidos de un santo temor, 
deseaban que don Bosco explicase aquel hecho. 

»Y don Bosco, el domingo por la noche, 12 de enero, explicó a todos los alumnos reunidos, estudiantes y aprendices, el acontecimiento 
de aquella luz. Y lo describió y explicó en sus más nimios detalles. Después prosiguió: 

»Este es el hecho: están presentes quienes fueron testigos, los cuales lo cuentan como yo os lo expuse. Agregaré que aquel globo pasó 
del dormitorio a otra estancia, donde dejó noticia de que en aquel lugar de la casa se tenían malas conversaciones. No mucho después lo 
vieron don Miguel Rúa, don Angel Savio y el clérigo Provera. 

»Durante estos días hubo mucho alboroto entre los jóvenes a raíz de esta luz. Algunos preguntan: -De qué se trata? Acaso es el alma de 
Martano que necesita nuestras oraciones? Otros decían: -Es acaso un bólido o una estrella errante? -Demos de lado a todas estas 
preguntas; yo estoy en condiciones de descubriros la verdad. Y hela aquí: hay en casa ciertos corazones obstinados, que se resisten a la 
gracia de Dios. Ellos han provocado sobre sí la cólera del Señor, que nos amenazaba 
44 

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con un singular castigo. María Santísima, que siempre se ha mostrado auxiliadora de esta casa, detuvo estos castigos mediante una 
sensible señal, de la manera que hemos visto, limitándose a avisar bondadosamente a ésos que son de duro corazón. 

»Yo os aseguro que, cuando considero el estado de algunos, lloro de pena. íDespués de tantos favores del cielo, contemplar a algunos 
tan indiferentes, tan descuidados de su propia alma! Si éstos no se deciden a cambiar a tiempo y terminar de una vez con el pecado y 
darse al Señor, tal vez no tendrán nunca en toda su vida la gracia de convertirse. Estén atentos estos tales, pues yo quiero darles un 
consejo que es éste: si no quieren dejar el pecado, márchense de la casa, salgan pronto de ella; de otra forma, si les ocurre cualquier 
desgracia, yo no tendré la culpa. Cada cual medite. Algunos han de hacer confesión general; otros tienen pecados callados en confesión 
desde hace tiempo; otros tienen embrollos y siempre dicen ya haré, ya haré, pero nunca se ponen a ello con energía. Estos teman que no 
les faltan motivos. Pero los que tienen la conciencia tranquila, no pasen miedo; yo puedo asegurarles que no les sucederá nada malo, 
porque tenemos con nosotros a María Santísima que nos protege. Si escucháis cualquier ruido, si veis cualquier luz, no os asustéis si vivís 
en gracia de Dios. ((39)) Hace poco tiempo tuvisteis una minuciosa visita a vuestro corazón y nadie se dio cuenta de ello. Mas, para los 
buenos debe ser de gran consuelo y prenda de tranquilidad para su espíritu. Para los irreflexivos, en cambio, debe serles ocasión de serias 
reflexiones. 

»Decía uno hoy: 

»-Yo quiero salir de esta casa; no me gusta vivir con estos sobresaltos. 

»íBuen joven! Si la mano de Dios quiere arrastrarte a él no va a encontrarte en cualquier rincón de la tierra? Dice David: ``Si hasta los 
cielos subo, allí estás tú; si en el séol (infierno) me acuesto, allí te encuentras; si tomo las alas de la aurora, si voy a parar a lo último del 
mar, también allí tu mano me conduce, tu diestra me aprehende''1. 

»Entre tanto, mañana pedid todos al Señor y a la Virgen que nos concedan aquellas gracias que nuestra alma necesita. Yo le pediré por 
el bien de mi alma y también por el de las vuestras. Ahora id a dormir y descansad bien». 

Apenas terminó de hablar, el joven Vallania se acercó a mí (dice don Juan Bonetti) y me aseguró que la explicación de don Bosco 
respondía exactamente a cuanto él había visto en el dormitorio. 

»Muchos comentaban aquella frase: Hace poco tiempo tuvisteis una minuciosa visita a vuestro corazón y nadie se dio cuenta de ello; 
y pensaban que evidentemente aludía a los aguinaldos repartidos algunos días antes, en los cuales cada joven estaba cabalmente definido 
según su estado moral; así que el aguinaldo y la llama o globo eran como una sola cosa enderezada al mismo fin, o mejor, éste era 
consecuencia de aquél. Así pensaban los muchachos mientras daban las buenas noches a don Bosco. 

»Mientras marcharon los alumnos a dormir, una gran parte de los clérigos y algunos seglares rodearon a don Bosco para hacerle 

1 Sal. CXXXIX, 8, 10. 
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unas preguntas. Entre otras cosas le pidieron explicación de aquellas palabras suyas: el globo pasó de allí a otro lado, donde dejó noticia 
de que allí no se hablaba muy bien. 

»Pero don Bosco no quiso declarar nada, aunque dio a entender con palabras equívocas, que el globo había pasado propiamente a su 
habitación y que allí él había sabido muchas otras cosas. 

((40)) »Nos dijo después cómo suele aparecer la Virgen en este mundo. Tras habernos dado alguna prueba del profundo conocimiento 
que poseía de la teología, explicándonos, como humanamente se puede, la visión intuitiva de Dios, por la cual los santos contemplando a 
Dios como en un espejo, según su beneplácito, ven todo el pasado, el presente, el futuro, todos los puntos del universo, y por eso cómo 
ellos también se encuentran en todas las partes del mundo, prosiguió diciéndonos que la Virgen, queriendo hallarse presente en cualquier 
lugar particular, no tiene más que hacer un acto de voluntad de estar en aquel sitio y entonces se halla allí realmente. Ella se presenta por 
lo general vestida conforme a la usanza del país en que quiere encontrarse; algunas veces aparece y da señal de su presencia local 
mediante un emblema. 

»Nosotros quedamos pasmados al oírle hablar tan bien y con tanta facilidad de cosas místicas, y algunos le preguntaron si él había 
tenido y gustado alguna vez de semejantes visiones. Respondió que lo había aprendido en los autores. Como hay libros que tratan cosas 
especulativas y que pertenecen más bien a quien desea llevar vida contemplativa, preguntóle don Miguel Rúa si había en casa jóvenes 
para quienes fuesen adecuados tales libros. Don Bosco sonriendo le llamó curioso y añadió: 

»-Los que podrían leer estos libros y ser capaces de comprenderlos, no se lo creen, porque si se estimasen en tanto íay de ellos! 
Dios permitiría que fuesen humillados. 

»Se le preguntó cómo arreglárselas para no volver atrás y conservarse en la virtud. El contestó: 

»-Hacer lo que podamos; tenernos en nada ante el Señor y convencernos de que, sin El, no podemos hacer más que pecados». 

Hasta aquí la crónica. 

Fue probablemente en esta aparición cuando don Bosco oyó en sueños que María Santísima añadía algunas estrofas finales a la canción 
de Silvio Péllico: «Tu corazón los ángeles». 

Le parecía ((41)) que él mismo entonaba este cántico y que a él se unía un inmenso coro que lo continuaba hasta el fin con celestial 
armonía. 
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A me venite, o figli Venid a mí, hijos míos, 
(Cosí Maria risponde) (La Virgen recomienda) 
Chi tante preci effonde Al que a mí se encomienda 
Respingere io non so. Jamás rechazaré. 

Intorno a me stringetevi Estrechaos todos juntos 
Siatemi sempre accanto, En mi regazo santo: 
Vi copriró col manto, Os cubrirá mi manto 
Difesa a voi saró. Y yo os defenderé 

Cuando el coro acabó y se produjo en todo el recinto un profundo silencio, María Santísima elevó ella sola un canto de armonía y 
dulzura inefable. Don Bosco guardó en la memoria el recuerdo de aquellos versos; más aún, si bien no quiso nunca descubrir otros 
detalles de esta visión, confió a algunos de sus íntimos, que conservaba memoria escrita de ello por cuanto pudo. No podía haber ninguna 
duda sobre la veracidad de su afirmación. Por esto, después de la muerte del siervo de Dios, examinando atentamente sus escritos, hemos 
hallado uno, ya amarillento por el tiempo, que lleva escritas de mano de don Bosco nada menos que seis estrofas, con la misma métrica 
que la citada canción de Silvio Péllico. Se diría que es una continuación, porque se entiende que es la Virgen quien sigue dando 
entusiasmo y consejo a un fiel suyo. 

Será éste el papel que nosotros buscábamos? Sea como fuere, lo reproducimos porque todo lo que pertenece a don Bosco es para 
nosotros de gran valor. 

Alma ambasciata, calmati, Alma angustiada, cálmate, 
Labbro fedel tel dice; Te dice voz piadosa: 
Tu vita avrai felice Tendrás vida dichosa 
Se ascolti i detti miei. Con saberme escuchar. 
Pace goder se brami Si es que la paz ansías 
Al rio piacer fa guerra, Haz al placer la guerra 
E tosto e cielo e terra, Y juntos cielo y tierra 
Costanti amici avrai. Tus amigos serán. 
Di gran saper non curati; No cuides saber mucho. 
Cerca la scienza fida, Sólo es sabiduría 
Quella che al ciel ti guida; La que al cielo te guía, 
Sol questa é vero ben. Que es el supremo bien. 
Religion sostengati La Religión te afirme: 
Nei dubbi della vita; Cuando venga la duda, Se al ciel domandi aita Si a Dios pides ayuda 
Sicura avrai mercé. No fallará tu pie. 

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Quando dei giorni l'ultimo Y en el último día,
Verrá e in polve avvolto Cuando el cuerpo sucumba
Il corpo andrá sepolto, Y vuelvas a la tumba
Nè uom pi¨ pensa a te, Y nadie piense en ti,


Allor pieno di giubilo Tu espíritu en el júbilo
Perchè fu giusto e pio, Nadará eternamente:
Lo spirto andrà con Dio Por obrar rectamente
Godendo il vero ben. Con Dios serás feliz.


((42)) Y ahora reanudamos la crónica de Bonetti. 

«El bien producido por la aparición de aquella llama en los jóvenes no se puede calcular. Muchos, que eran negligentes, se animaron, 
hicieron confesión general, se determinaron a frecuentar los santos sacramentos. Aquella misma noche iban a porfía pidiendo a uno y otro 
clérigo medallas para ponerse al cuello; y daban señal, los buenos de caminar con perseverancia y mayor fervor por el sendero de la 
virtud, y los malos de enmendarse, como lo hicieron». 

Mas este estímulo de conversión no hubiera producido todos sus saludables efectos, de no haber habido en don Bosco un conocimiento 
sobrenatural de las conciencias. 

«Salió, dice la crónica, uno de aquellos días del Oratorio con los clérigos Provera y Durando y entabló con ellos esta conversación: 

»-Yo pensaba descargarme algo de la fatiga de confesar, invitando al teólogo Marengo que se presta muy gustoso, a venir 
frecuentemente a confesar a los chicos: encargué de ello a don José Rocchietti. Pero qué hacer? Me di cuenta de los serios inconvenientes 
que no podían advertir los dos excelentes sacerdotes. Entonces, de cuando en cuando, me vi forzado a llamar a mi habitación a ciertos 
muchachos. Les preguntaba: 

»-Y cuando vendrás a ajustar tus cuentas? 

»Me contestaban: 

»-Ya he ido el otro día con don José Rocchietti, o con el teólogo Marengo; hasta hice confesión general. 

»-No obstante, dijiste esto y aquello? 

»Se quedaban sin saber qué decir, y respondían: 

»-Es cierto, no me atreví a confesarlo». 

A esta nota de la crónica añadiremos nosotros: 

Don Bosco estaba asistido por aquél de quien dice San Juan en su evangelio: Ipse enim sciebat quid esset in homine (pues él conocía lo 
que hay en el hombre)1. 

1 San Juan: II, 25. 

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((43)
)


CAPITULO VI 

RESPUESTA DE PIO IX A UNA CARTA DE DON BOSCO -RESCRIPTO PONTIFICIO PARA LAS INDULGENCIAS -CAPITULO 
AÑADIDO AL REGLAMENTO DEL ORATORIO FESTIVO -ACEPTACION DE SOCIOS EN LA PIA SOCIEDAD: 
CONFERENCIA SOBRE LA OBEDIENCIA -DON BOSCO COMENTA A LOS CLERIGOS UN VERSICULO DE SAN JUAN: 
SATISFACCION QUE EXPERIMENTA QUIEN TRABAJA POR LAS ALMAS -DESACONSEJA A DON SERAFIN ALLIEVI 
FUNDAR UNA CONGREGACION RELIGIOSA -SUS PALABRAS A LOS ALUMNOS: MODO DE PASAR BIEN EL 
CARNAVAL: MEDIOS PARA SANTIFICARSE; AVISO PARA INMINENTES COMBATES ESPIRITUALES -DON BOSCO NO 
QUIERE VER MUCHACHOS SOLITARIOS O SENTADOS DURANTE EL RECREO -DESCUBRE DESDE LEJOS LOS 
OCULTOS JUGADORES DE DINERO -UNA BATALLA CON BOLAS DE NIEVE Y EL PERDON DE DON BOSCO 

EL corazón de don Bosco latía con frecuencia al compás de Roma: a fines del 1861 había escrito una carta a Pío IX, de la que, a la par de 
otras confidenciales, no conservó copia. Sus escritos eran siempre gratísimos al Sumo Pontífice por varias razones. En esta carta, pedíale 
don Bosco algunos favores que le fueron otorgados inmediatamente con un rescripto adjunto a la siguiente carta, que, como el rescripto, 
lleva la firma autógrafa del Santo Padre. 

PIO PP. IX, SALUD Y BENDICION APOSTOLICA 

Con verdadera alegría hemos recibido tu carta del 25 del pasado diciembre, escrita en nombre de muchos sacerdotes, clérigos y seglares 
piadosos, y llena del obsequio y del afecto que tú y los referidos eclesiásticos y ((44)) seglares profesáis a Nuestra persona y a esta 
Cátedra de Pedro. Sin duda tú mismo podrás fácilmente suponer con cuánta pena y tristeza de nuestro espíritu nos hemos informado 
sobre la mortífera guerra que ahora ha sido declarada a nuestra santísima religión, especialmente en la desdichada Italia, por los hijos de 
las tinieblas que, con libros pestilenciales, periódicos, centros escolares, dinero y otras funestas insidias y asechanzas de todo género, se 
esfuerzan por apartar a las poblaciones de Italia del culto católico, hacerlas caer en perniciosísimos errores de toda suerte, corromperlas 
de un 
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modo miserable y, con malicia verdaderamente infernal, poner en peligro su eterna salvación. 

Todavía, en tan gran angustia y en esta terrible conjura de los impíos contra la Iglesia Católica, nos resulta de gran consuelo 
ciertamente, el ver con cuánta fortaleza y constancia nuestros Venerables hermanos Obispos, según lo exige su dignidad episcopal, 
defienden valerosamente la causa, los derechos y la doctrina de Dios y de su Santa Iglesia y con cuánto celo tantos fidelísimos sacerdotes, 
estrechamente adheridos a Nos y a sus Obispos, ardorosamente combaten las batallas del Señor y finalmente con qué filial amor se 
glorían muchos pueblos fieles de ofrecer presentes a esta Sede Apostólica oponiéndose a los ataques de los impíos. 

Así, entre las gravísimas penas que nos agobian, con verdadero alivio para nuestra alma, nos informamos por tu carta con cuánto celo 
tú, oh amado Hijo, y dichos sacerdotes y seglares os preocupáis por procurar la salvación de los fieles y desenmascarar y deshacer las 
insidias y errores de los enemigos. Por lo cual, mientras de todo corazón nos congratulamos contigo y con esos eclesiásticos y seglares, os 
exhortamos a ti y a todos ellos a proseguir con celo cada vez más ardoroso defendiendo la causa de nuestra divina religión. Dirigimos, 
además, fervientes súplicas para que tú y los tuyos elevéis continuas y fervorosísimas plegarias a Dios, rico en misericordia, a fin de que 
se levante, defienda su causa y con su potentísima ayuna Nos asista y socorra a su Iglesia. 

Por el rescripto adjunto sabrás con cuánto gozo Nos condescendemos con todos tus deseos. 

Finalmente os damos la bendición apostólica a ti y a todos los eclesiásticos y seglares mencionados, como augurio de todas las gracias 
celestiales y prenda de nuestra singular benevolencia hacia vosotros. 

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 13 de enero de 1862. Año decimosexto de nuestro Pontificado. 

Pío PP. IX. 

Al querido hijo Sacerdote Juan Bosco -Turín 1. 

1 PIUS P.P.IX 

DILECTE FlLI, SALUTEM ET APOSTOLICAM BENEDICTIONEM 

Tuas libentissime accepimus litteras VII Kalendas huius mensis datas, et multorum quoque istorum Sacerdotum, Clericorum et 
Laicorum fidelium nomine scriptas, ac singularis Tui et eorumdem ecclesiasticorum hominum et fidelium erga Nos et hanc Petri 
Cathedram obsequii et amoris plenas. Ac per Te ipse vel facile intelligere potes, Dilecte Fili, quanto animi Nostri dolore vel moerore 
potius, noscamus teterrimum sane bellum sanctissimae nostrae religioni in infelicis Italiae praesertim regionibus, a tenebrarum filiis nunc 
illatum qui pestiferis liberis, ephemeridibus, scholis ac pecuniae vi, aliisque nefariis omnis generis insidiis, et artibus, Italiae populos a 
catholico cultu avellere, illosque perniciosissimis quibusque erroribus inficere ac miserandum in modum corrumpere, et in summum 
aeternae salutis discrimen adducere, diabolica prorsus malitia, connituntur. In tanta vero acerbitate, tantaque contra Catholicam Ecclesiam 
impiorum hominum conspiratione, non mediocri certe utimur consolatione videntes quanta fortitudine et constantia Venerabiles Fratres 
Sacrorum Antistites, pro Episcopali munere, Dei Ejusque Sanctae Ecclesiae causam, jura, doctrinam strenue defendunt, et quanta 
alacritate tot fidelissimi Sacerdotes Nobis et suis Episcopis firmiter adhaerentes, impavide praeliantur praelia Domini, et qua filiali et 
egregia pietate tot fideles populi Nos et hanc Apostolicam Sedem prosequi et impiorum hominum conatibus obsistere gloriantur. 

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((45)) El rescripto acompañado con la petición hecha por don Bosco, era el siguiente: 

Beatísimo Padre, 

El sacerdote Juan Bosco, Director del Oratorio San Francisco de Sales en Turín (Piamonte), postrado a los pies de V.B. suplica le sean 
concedidos los siguientes favores espirituales: 

((46)) 1.° Celebrar las tres misas de la media noche de Navidad y distribuir la comunión a quienes participan en esta solemne función, 
AD SEPTENNIUM, (para siete años). 

2.° Indulgencia plenaria a quien en tal ocasión se acercare a los santos sacramentos de la confesión y comunión. 

3.° La misma indulgencia una vez al mes, cuando los jóvenes reciban los santos sacramentos y hagan el ejercicio de la Buena Muerte. 

4.° Indulgencia plenaria in articulo mortis para los jóvenes ACTUALMENTE MORADORES de esta casa y para los ACTUALES 
bienhechores de la misma. 

Que, de la gracia etc. 

A su Santidad Pío PP.IX 

Pro gratia serv. servandis. 

PIUS PP. IX 

N.B. Las palabras en mayúsculas fueron añadidas por el mismo Pío IX en la súplica arriba expuesta. 
Don Bosco comunicaba a sus muchachos, aún externos, las benignas concesiones de la santa Sede y ellas le brindaban la ocación de 
añadir a la segunda parte del Reglamento del Oratorio festivo un 

Hinc inter maximas quibus premimur acerbitates non levi certe animi Nostri solatio ex eisdem Tuis Litteris intelleximus quo studio Tu, 
Dilecte Fili, una cum memoratis ecclesiasticis et laicis viris istic omnem operam in fidelium salute tuenda, et in inimicorum hominum 
insidiis, et erroribus detegendis ac profigandis impendere, non desinas. Dum vero Tibi, et eisdem ecclesiasticis laicisque viris summopere 
gratulamur, animos Tibi et illis addimus, ut majore usque alacritate in divinae nostrae religionis causa propugnanda omne a Te et ipsis 
ponatur studium. Optamus autem vehementer, ut a Te et ab illis ferventissimae diviti in misericordia Deo, sine intermissione, adhibeantur 
preces, ut exurgat et judicet causam suam, ac praesentissimo suo auxilio adsit Nobis, adsit Ecclesiae suae. Jamvero ex Rescripto heic 
adiecto nosces quam alacri libentique animo Tuis votis annuerimus. Denique caelestium omnium munerum auspicem, et praecipuae 
Nostrae benevolentiae pignus, Apostolicam Benedictionem effuso cordis affectu Tibi ipsi, Dilecte Fili et commemoratis ecclesiasticis 
laicisque viris peramanter impertimus. 

Datum Romae apud S. Petrum die 13 Januarii, Anno 1862. Pontificatus Nostri Anno Decimo sexto. 

PIUS P. P. IX 

Dilecto filio Praesbytero Ioanni Bosco
Augustam Taurinorum.


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capítulo, en el cual ratifica las prácticas religiosas ya en uso durante la Semana Santa y el mes de mayo 1. 

((47)) La carta del Pontífice fue leída a todos los socios de la Pía Sociedad, quienes, en enero de 1862, incluído don Bosco, sumaban 
treinta y ocho, unidos in Domino: es decir, cinco sacerdotes, veintiocho clérigos y cinco laicos. 

Fueron propuestos seguidamente dos óptimos postulantes para su admisión al término del año de prueba, de los cuales se lee en las 
actas del Capítulo: 

El día 20 de enero de 1862 el Capítulo de la Sociedad de San Francisco de Sales, reunido por su rector don Bosco, verificó con las 
acostumbradas formalidades, la aceptación del subdiácono Bartolomé Fusero, de Caramagna, hijo de Clemente, y del clérigo Pedro 
Racca, de Volvera, hijo de Santiago. Habiendo obtenido ambos los votos favorables, fueron admitidos en la Sociedad. 

Después de la votación, narra la crónica de Bonetti: 

«Don Bosco habló de los votos. Dejando de lado la pobreza y la castidad, hizo unas consideraciones sobre la obediencia. 

»La obediencia es ``Voluntas prompta se tradendi ad ea quae pertinent ad Deifamulatum''(una voluntad pronta para entregarse a lo que 
pertenece al servicio de Dios). Esta definición concuerda con la de devoción. Nosotros necesitamos que cada uno esté dispuesto a realizar 
grandes sacrificios de voluntad: no de salud, ni de dinero; no de mortificaciones y penitencias, ni de privaciones extraordinarias en la 
alimentación, sino de voluntad. Por esto cada uno debe estar dispuesto, lo mismo a subir al púlpito, que a ir a la cocina; a dar clase 

1 Prácticas particulares de piedad cristiana 

1. Una importante práctica de piedad es la comunión, que el Sumo Pontífice ha concedido recibir en la noche de Navidad. Obtuve 
facultad para celebrar las tres misas consecutivas, para recibir la sagrada comunión con indulgencia plenaria, aplicable a las almas del 
purgatorio y a quien se acerca a confesar y comulgar. Precede la solemne novena con la bendición del Santísimo Sacramento. En aquella 
noche, así mismo, todos pueden tranquilamente cenar o tomar la colación y después prepararse para la santa comunión. La razón es, 
porque es necesario estar en ayunas desde la media noche en adelante y tal comunión se hace después de medianoche. 
2. En los últimos días de la semana santa se celebran los divinos oficios y se hace el Monumento. El jueves, a las cinco de la tarde, si el 
tiempo no lo impide, irán todos procesionalmente a visitar los Monumentos. Después tendrá lugar la tradicional ceremonia del lavatorio 
de los pies. 
3. Así mismo se hacen especiales prácticas de piedad durante el mes de mayo en honor de María Santísima y durante la última semana 
de dicho mes tendrá lugar la exposición de las cuarenta horas con la indulgencia plenaria aplicable a las almas del purgatorio y un 
octavario que servirá como clausura del mes. 
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que a barrer; a enseñar el catecismo o rezar en la iglesia, que a asistir en los recreos; a estudiar tranquilo en su celda, que a acompañar a 
los jóvenes de paseo; lo mismo a mandar que a obedecer. ((48)) Trabajando con tales disposiciones de ánimo, tendremos la bendición de 
Dios, porque seremos verdaderos y fieles discípulos y siervos suyos. Pide acaso el Señor, decía Samuel a Saúl, holocaustos y víctimas o 
más bien que se obedezca su voz? Melior est enim obedientia quam victimae; et auscultare magis quam offerre adipem arietum (Mejor es 
obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros). Debemos por tanto escuchar y seguir con generosidad la voz del 
Superior que representa a Dios y la voz del deber. Siguiéndola, lograremos el objetivo de nuestra vocación, ganaremos muchos méritos y 
salvaremos nuestras almas y las de los demás». 

Con frecuencia volvía él a hablar del tema de la obediencia, llamando la atención sobre el gran premio que aguarda a los religiosos 
obedientes, aun en esta tierra; esto es, la suerte de poder salvar almas. 

Y sigue la crónica de Bonetti: 

«Se encontraba don Bosco el 23 de enero por la mañana con sus clérigos reunidos para recitar algunos versículos del sagrado texto en la 
clase que se tiene todos los jueves, cuando se detuvo ante las palabras de San Juan qui facit veritatem venit ad lucem (el que obra la 
verdad, va a la luz) 1 y, entre otras cosas que dijo, desarrolló este pensamiento: 

»-Afortunado el clérigo que ha saboreado cuán dulce es trabajar por la salvación de las almas. Ya no teme al frío, ni al calor; al hambre, 
a la sed; a los disgustos o a las afrentas, ni siquiera a la muerte. Todo lo sacrifica con tal de ganar almas para Dios. Qui facit veritatem 
venit ad lucem. El que obra el bien llega muy pronto a contemplar la luz. Probadlo y lo veréis». 

Mientras don Bosco trataba de verter su espíritu en el alma de los clérigos, cierto número de los cuales no pertenecía a la Pía Sociedad, 
llegó al Oratorio y permaneció en él unos días, don Serafín Allievi, hombre docto, impregnado de celo sacerdotal, verdadero apóstol de la 
juventud, que realizaba en Milán un inmenso bien, dirigiendo el Oratorio de San Luis. Don Bosco, ((49)) que había sido su huésped el 
año 1850, lo recibió con todos los honores y una noche le invitó a hablar a todos los jóvenes, después de las oraciones. 

Allievi tenía el proyecto de fundar un internado para muchachos 

1 Jn. III, 21. 
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necesitados de albergue; y, para guardarlos y educarlos, dar comienzo a una Congregación religiosa. Pidió consejo para ello a don Bosco, 
el cual, conocedor de las graves dificultades de semejante empresa, le preguntó si contaba de algún modo, para sí y para su seguridad, con 
alguna señal o invitación sobrenatural que le garantizase la voluntad de Dios. Allievi le constestó que no; y entonces don Bosco le 
disuadió de tal tentativa y le animó a continuar incansablemente su primitiva obra. Allievi agradeció complacido el consejo; pero, no 
obstante, intentó convertir en realidad sus ideales, aunque no logró gran cosa. 

Habíale confiado las palabras de don Bosco al sacerdote Francisco Rainoni, ahora (1908) al servicio del Santuario de Nuestra Señora en 
Treviglio, quien se lo comunicó después a don Juan Garino. 

Pero don Bosco, que contaba con las promesas divinas, no descuidaba un instante para que sus alumnos se hiciesen dignos de ellas. 

«El 22 de enero, estando en la tribuna después de las oraciones de la noche, le preguntó un clérigo cómo pasar bien el carnaval y él 
respondió: 1.° Todo lo que hagáis durante este tiempo, dirigidlo a honor y gloria de María. 2.° Todo lo que ofrezcáis para gloria de María, 
ofrecedlo también en sufragio de las almas del purgatorio. 

»Dijo después muchas cosas, anota Bonetti, que no tengo tiempo de escribir y anunció la muerte de Luis Bianciotti, de Cantalupo, de 
diecisiete años, acaecida el 21 de enero en el hospital de San Juan». 

«En los días sucesivos, encontrándose en un corro de muchachos, les dijo: 

»-Queréis haceros santos? íAtentos! La confesión es la cerradura; la llave, la confianza con el confesor. Este es el medio para entrar en 
las puertas del paraíso. 

((50)) »En otra ocasión dijo: -Dos son las alas para volar al cielo, la confesión y la comunión. 

»En otra circunstancia susurraba al oído de uno: 

»-Valor amigo mío, el tiempo de la prueba está próximo. 

»Esto era suficiente para que los mismos muchachos, prevenidos, se diesen cuenta de los lazos preparados por el hombre enemigo». 

No toleraba que durante el recreo hubiera algunos separados de los demás compañeros, ni permitía que hubiese bancos para sentarse. 
Un día, nos refirió en el año 1905 el presbítero Anglois, en aquel tiempo estudiante en el Oratorio y después sacerdote y capellán en las 
cárceles de mujeres de Turín, tres alumnos se habían sentado durante 
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el recreo sobre un grueso tablón que debía servir para una construcción. Don Bosco se acercó y les dijo con mucha amabilidad: 

-Uno a uno sois tres muchachos estupendos, pero juntos sois tres pícaros. 

Y aquellos corrieron a hacer recreo. 

Tenía un oído especial para la asistencia. Estaba ordenado que el dinero enviado por los familiares fuese entregado al Prefecto, para 
administrarlo prudentemente, según las necesidades y deseos del dueño. Era una medida razonable para evitar muchos desórdenes. «Pues 
bien, el 31 de enero, -es la crónica de Bonetti quien habla-don Bosco paseaba después de comer bajo los pórticos, en compañía de unos 
jóvenes, cuando de repente se detuvo, llamó al diácono Juan Cagliero y le dijo en voz baja: 

»-Oigo dinero que suena, pero no sé dónde se juega. Anda, busca a estos tres jóvenes (y dijo sus nombres), los hallarás jugando. 

»Yo me puse a buscarlos, contaba el mismo Cagliero, por uno y otro lado, sin conseguir dar con ellos; cuando de pronto, vi aparecer a 

uno de los tres. Al punto le pregunté: 

»-De dónde vienes, dónde te habías metido? Hace tiempo que te buscaba sin encontrarte. 

»-Estaba en tal y tal lugar entretenido. 

»-Qué hacías allí? 

((51)) »-Jugaba a los bolos. 

»-Con quién? 

»-Con N. y con R. 

»-Jugabais dinero, verdad? 

»El joven masculló unas palabras, pero no negó que en efecto jugaban dinero. 

»Entonces me dirigí al lugar indicado, que estaba bastante escondido, pero no encontré a los otros dos. 

»Continué buscando y llegué a saber con certeza que los tales, diez minutos antes, habían estado jugándose acaloradamente una buena 

cantidad de dinero. 

»Entonces comuniqué el resultado a don Bosco. 

»Don Bosco contó al día siguiente que, en la noche precedente, había visto durante el sueño a aquellos tres jugando apasionadamente el 

dinero». 

Así terminaba el mes de enero, cubierto de hechos sorprendentes que, sin embargo, no habían impedido algún pequeño inconveniente, 
como refiere entre otros el citado Anglois. Habiendo caído mucha nieve, estudiantes y aprendices construyeron con ella dos torres, 
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que simulaban dos campos armados, uno contra otro: unos asaltaban las fortificaciones de los otros. Al principio fue una diversión inocua 
que entretenía con gran satisfacción a los alumnos y se permitió. Mas, a la noche siguiente, destruyeron los estudiantes la torre de los 
aprendices, los cuales, a la mañana, gritando por la traición, la reconstruyeron y establecieron centinelas. Los ánimos se encendieron con 
espíritu batallador, tanto más cuanto que entre dos clases distintas de alumnos ocurre a veces que existe algún motivo o pretexto de 
animosidad. Y he aquí que, a la mañana del tercer día, se armaron de palos los aprendices y corrieron al asalto de la torre de los 
estudiantes, bien guardada por sus defensores, mientras llamaban las cornetas al combate. El asalto y la defensa eran furiosos. Las bolas 
de nieve volaban por todas partes. Acudieron don Víctor Alasonatti, don Juan Anfossi, Buzzetti y Rossi: se lanzaron en medio del 
tumulto ordenando deponer las armas. Hubo alguna resistencia para obedecer, pero al toque de la ((52)) campana, unos fueron a clase y 
los otros a los talleres. Buzzetti, junto con varios empleados, se apresuró a deshacer las dos trincheras. 

Los jóvenes entre tanto, reflexionando, habían reconocido su equivocación. Llegó el mediodía, y, reunidos estudiantes y aprendices, se 
presentaron a don Bosco mientras bajaba a comer. Pidiéronle perdón, prometiendo ir al comedor en silencio y no volver a repetir 
alborotos como el de aquella mañana. Don Bosco se detuvo a mirarlos. 

Un superior que estaba a su lado insistía en que les diese un escarmiento y don Bosco le respondió: 

-Pero no ves que piden perdón? 

Y después de un momento de reflexión, añadió: 

-Desde el momento en que han pedido perdón, basta. Sí, los perdono; vayan y guarden silencio en el comedor. 

Y así se hizo. 

Por la noche, don Bosco prohibió aquellas batallas y exhortó a todos a rezar con mayor fervor en las oraciones de la noche el Avemaría 
por la paz en casa. 
56 

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((53)
)


CAPITULO VII 

RECOMPENSA DEL SEÑOR A DON BOSCO POR SU EFICAZ DESEO DE INSTRUIR CRISTIANAMENTE A LOS 
MUCHACHOS ESTUDIANTES -UN INTERNADO JUNTO AL ORATORIO -LA ESCUELA ELEMENTAL PARA EXTERNOS EN 
VALDOCCO Y SU REGLAMENTO -CONCLUSION DE LAS ESCUELAS CATOLICAS DE PUERTA NUEVA: DON BOSCO VA 
A IVREA PARA BUSCAR MAESTROS DE ENSEÑANZA ELEMENTAL; RECIBIMIENTO DEL OBISPO Y DEL CLERO -UNA 
IMPRENTA EN EL ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES -DICTAMEN DEL CARDENAL PIE SOBRE LA MALA 
PRENSA -TRAMITES DE DON BOSCO PARA CONSEGUIR DE LA AUTORIDAD ClVIL EL PERMISO DE INAUGURAR LA 
TIPOGRAFIA -LECTURAS CATOLICAS: CARTA A LOS SUSCRIPTORES -DON BOSCO, EN NOMBRE DE LOS 
TIPOGRAFOS, NOTIFICA A LOS BIENHECHORES EL NUEVO TALLER -FINES DE LA IMPRENTA DE VALDOCCO 

LA caridad apostólica de don Bosco abrazaba con eficaz deseo de salvación a toda la juventud del mundo. Veía y preveía las asechanzas 
que le preparaban y se extenderían después por escuelas heréticas, irreligiosas y deformadoras. Se lamentaba a menudo de ello con sus 
colaboradores, les demostraba la necesidad de abrir muchas escuelas católicas, y suplicaba al Señor que le quisiera ayudar igualmente en 
esta empresa. Dios le escuchó más de cuanto podía esperar. Nosotros le veremos, sin transcurrir muchos años, fundar casi un millar de 
escuelas para niños y niñas, por su iniciativa, en Europa y América; por su indicación en Africa y en Asia, con un maravilloso despertar 
de fe en ((54)) el pueblo, como al presente lo atestiguan continuamente las primeras autoridades de aquellos países. 

Quién hubiera podido soñarlo en 1862? 

Fue el premio al celo de don Bosco, el cual, apoyado en las promesas de María Santísima, no había descuidado ninguno de los medios, 
aun los más insignificantes a su alcance, para realizar el mayor bien posible a toda clase de jóvenes con el fin primordial de 
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la instrucción religiosa. Además de las primeras clases elementales en los Oratorios festivos y en el Internado, había comenzado, desde el 
principio, a reunir en Valdocco un gran número de estudiantes de la ciudad en la vacación de los jueves. Preocupado por su formación, 
recomendaba a las familias que los enviasen a colegios donde era segura la enseñanza cristiana; iba a verlos en las escuelas públicas, 
cuyos profesores eran amigos suyos, para enseñarles la doctrina cristiana; admitía a cierto número de ellos para seguir regularmente el 
bachillerato; para su mayor provecho reorganizaba el colegio de Giaveno; y más tarde establecía para ellos, durante los cuatro meses de 
las vacaciones de verano, clases particulares de repaso y preparación para exámenes. 

Había abierto en 1861 a sus expensas un internado para aquellos jóvenes que, por edad u otro motivo no podían ingresar en el Oratorio, 
alojándoles en un apartamento de casa Bellezza, es decir, en la antigua Jardinera. 

El maestro Santiago Miglietti, a quien se los había confiado, les acompañaba cada mañana a la vecina iglesia de San Francisco para 
asistir, en los días festivos, a todas las funciones con los muchachos del Oratorio, y entre semana para escuchar la santa misa celebrada 
aparte. Durante el día, les daba clase en la sala de al lado de la portería, junto con otros chicos que andaba reuniendo por los alrededores. 
Por la noche, acudían presurosos a él muchos jóvenes de la población para aprender a leer, escribir y hacer cuentas. 

La clase elemental nocturna y diurna contaba dieciséis años de vida y producía ya considerables y buenos frutos, mientras don Bosco 
((55)) había redactado poco a poco y practicado un reglamento que, al fin y después de muchos años, imprimía. Debía servir de norma 
para las escuelas de todos los futuros oratorios festivos, y se añadió al de Valdocco con el título de: Tercera parte: De las escuelas 
elementales diurnas y nocturnas 1. 

En el año 1862, después de serias dificultades y oposiciones, logró implantar unas modestas escuelas católicas en la avenida de Víctor 
Manuel de Turín, para contrarrestar a las escuelas protestantes. En diciembre de 1857 había presentado don Bosco este proyecto en la 
reunión general de las conferencias de San Vicente de Paúl y, de vez en cuando, se había trasladado a Ivrea para consultar sobre esta 
empresa al Obispo Monseñor Moreno. 

Léese en la crónica de Bonetti: 

1 Véase el Apéndice n.° 1. 
58 

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«Don Bosco marchó a Ivrea el día 18 de febrero para arreglar con el Obispo el personal destinado a las escuelas católicas, próximas a 
inaugurarse, pues estaba aquella diócesis abastecida de excelentes maestros. Permaneció cuatro días, aunque tenía intención de detenerse 
poco, lo que no le fue posible. El Obispo disfrutaba tanto con su compañía que no le dejaba marchar y siempre ponía dificultades a sus 
prisas: El viernes por la mañana estaba resuelto a regresar a toda costa a Turín y así lo hizo. Preguntó al Obispo cuánto tiempo se 
necesitaba para llegar a la estación y le respondió: 

»-íUn cuarto de hora! 

»-Entonces es hora de partir, observó don Bosco. 

»-Nos quedan todavía cinco minutos, respondió Monseñor, déjeme gozar a su lado este breve instante. 

»Al salir don Bosco de la estancia del Obispo estaban esperando para hablarle muchos sacerdotes, párrocos, y vicepárrocos, entre los 
cuales el canónigo Tea, pero él no tenía tiempo para detenerse. Entonces cada uno se las apañó para poder hablarle ((56)) durante el 
trayecto del domicilio del Obispo hasta la estación. Cinco o seis, no satisfechos, sacaron billete y subieron al tren, con el único fin de 
conversar con él, y le acompañaron hasta Chivasso». 

Pero don Bosco no había tratado con el Obispo solamente de las escuelas, sino también de una tipografía para ediciones de clásicos 
griegos, latinos e italianos y de diccionarios expurgados de todo lo que podía dañar a las buenas costumbres: y especialmente de las 
Lecturas Católicas y la divulgación más rápida de buena prensa para el pueblo. 

El Obispo y don Bosco eran de la opinión del Cardenal Pie, el cual escribía: «Cuando una población, aún la más devota y asidua a la 
iglesia y a la predicación, no lee más que periódicos malos, en menos de treinta años se convierte en un pueblo de impíos y 
revolucionarios. Humanamente hablando no hay predicación alguna que valga contra la fuerza de la mala prensa». 

Don Bosco, durante once años, había soñado con la idea de una tipografía de su propiedad, y en los últimos meses de 1861, su sueño 
era realidad. En septiembre encomendó al maestro Miglietti cambiarse con sus alumnos de la sala contigua a la portería del patio, a un 
salón de la planta baja, por la parte de levante, en la casa comprada a los señores Filippi. Y en el local desalojado emplazaba dos 
máquinas viejas manuales, más una prensa comprada de ocasión; y los cajones con sus cajetines para los caracteres tipográficos, trabajo 
de los carpinteros de la casa. Y repetía a sus muchachos: 
59 

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-Ya veréis, tendremos una imprenta, dos imprentas, diez imprentas. íYa veréis! 

Parecía que estuviera contemplando las de Sampierdarena, Niza, Barcelona, Marsella, Buenos Aires, Montevideo y otras ciudades. 

Mientras tanto redactaba la siguiente instancia al Gobernador de la provincia de Turín. 

((57)) Ilustrísimo Señor: 

El sacerdote Juan Bosco, Director del Oratorio de San Francisco de Sales, expone respetuosamente a Vuestra Señoría que, habiendo 
aumentado el número de muchachos internos de esta casa, interesaría enseñar alguna otra profesión más de las que ya funcionan de 
carpintero, sastre, zapatero y encuadernador de libros. Parece que resultaría de provechosa utilidad instalar una pequeña imprenta. 

A tal fin, recurre a V.S. Ilma. pidiendo ser autorizado: 

1.° Para montar en esta casa una imprenta con el nombre de Tipografía del Oratorio de San Francisco de Sales. 

2.° Considerando la finalidad de esta pequeña tipografía, exclusivamente benéfica, y la escasez de medios y de trabajos a los que se 
debe restringir, permita que se abra en la casa del Director del mismo Oratorio. 

3.° Antes de comenzar los trabajos tipográficos, el solicitante se compromete a contar con una persona del oficio que pueda garantizar 
los trabajos que deberán realizarse. Puesto que esta pequeña imprenta tiende a dar ocupación y beneficiar a los jóvenes más pobres y más 
abandonados de la sociedad, el firmante, confiado en su reconocida bondad, espera que su petición será acogida benigna y 
favorablemente mientras con la mayor estima tiene el honor de profesarse de V.S. Ilma. 

Turín, 26 de octubre de 1861. 

Seguro servidor 

JUAN BOSCO, Pbro. 

El Gobernador, encargaba contestarle así: 

División VI, N.° 2725 

Turín, 29 de octubre 1861. 

En nombre de la ley del 13 de noviembre de 1859 no puede concederse permiso para instalaciones de imprentas, litografías, etc., más 
que a aquellas personas que, además de las condiciones prescritas por los artículos ciento veintiocho y ciento veintinueve de dicha ley, 
hayan realizado tres años de prácticas junto a un tipógrafo, litógrafo, etc., aprobado por el Gobierno y hayan obtenido de él un certificado 
de aptitud en el arte, y que las tipografías, litografías, etc., se coloquen en lugar público. 

Por consiguiente, para obtener la autorización solicitada por don Juan Bosco, director de la institución denominada Oratorio de San 
Francisco de Sales para una imprenta en aquel Instituto, es necesario que la petición sea hecha por persona que posea las cualidades 
establecidas por la citada ley y que el local, donde se pretenda 

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funcione dicha imprenta, sea emplazado de conformidad con lo prescrito por la misma ley. 

P. el Gobernador
VIANI
((58)) Don Bosco contestaba al Gobernador pidiendo autorización para ser él mismo el titular legal de la imprenta. Tendía siempre a 
concentrar toda supremacía en el Superior. 

Ilmo. Señor: 

Según su carta del 29 de octubre pasado, V.S. Ilma. autorizaría la fundación de una tipografía bajo el título de Tipografía del Oratorio, 
en favor de los muchachos internos en esta casa, con tal de que la petición fuese hecha a nombre de una persona aprobada en el arte, y 
que el local tuviese acceso al público. 

La segunda condición se acepta sin reservas. Haría sólo un respetuoso ruego, a fin de que, por vía de favor, fuese modificada la 
primera, permitiendo que fuese abierta a nombre del Director de esta casa, el cual se comprometería a presentar una persona práctica y 
titulada en este oficio, cuando se hayan concluido los preparativos y se deban empezar los trabajos tipográficos. Así me han informado se 
acostumbra a hacer en Génova en el establecimiento de Sordomudos y en la Obra de los Artesanitos y lo mismo en el Pequeño Asilo de la 
Caridad de Monza. 

El gravamen que sobrevendría abriéndolo a nombre de un tercero y la incertidumbre de su duración, más el mayor jornal que asignar al 
jefe de la tipografía, son dos cosas que harían incierta la ventaja moral de los muchachos y nulo el beneficio material. 

Confiando en su reconocida bondad y con la máxima estima, tengo el honor de profesarme, 

De V.S. Ilma. 

Turín, 18 de noviembre, 1861.
Atto. S.S.
JUAN BOSCO,
Pbro. Director.


El conde José Pasolini, senador del Reino, Gobernador de la Provincia, contestaba a don Bosco dándole normas para llevar a cabo la 
cuestión. Y don Bosco le escribía: 

Ilmo. Señor: 

Después de la última carta de V.S. Ilma., referente a la pequeña tipografía, creo que todo está de acuerdo con su prudente y legal 
parecer de la forma siguiente: 

1.° La puerta está abierta al público. 2.° Tendrá el título de: ((59)) pografía del Oratorio de San Francisco de Sales. 3.° Se abrirá bajo la 
dirección del señor Andrés Giardino, cuya documentación se adjunta, pero de la propiedad del sacerdote Juan Bosco, director del 
mencionado Oratorio. Lleno de confianza en su reconocida bondad, espero pronto efectuar lo anteriormente expuesto, para proporcionar 
pan y 

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trabajo a una parte de los pobres jóvenes internados en esta casa. Con los sentimientos de la más profunda gratitud tengo el honor de 
profesarme, 

De V.S. Ilma.
Atto. s.s.
JUAN BOSCO, Pbro.


El permiso para abrir una tipografía quedaba finalmente otorgado con la firma de dos señores, que habían participado en los registros 
del Oratorio, el año 1860. 

N.° Prot. Gen. 3472
El Gobernador de la Provincia de Turín.


Vista la demanda del Reverendo Señor don Juan Bosco, del 26 del presente pasado de octubre, solicitando obtener permiso para abrir 
en la casa denominada Oratorio de San Francisco de Sales, un taller de tipografía bajo la dirección material del señor Andrés Giardino; 

Vista la documentación de este último para el indicado fin, presentada en esta Oficina de Gobernación por mediación del citado don 
Bosco, con fecha 27 del corriente diciembre; 

Vistos los artículos ciento veintiocho y ciento veintinueve de la ley de S.P. 13 noviembre 1859; 

Hemos acordado conceder y concedemos al señor don Bosco, antes mencionado, la autorización para abrir en su citada institución un 
taller de imprenta, sirviéndose de la ayuda del también nombrado señor Andrés Giardino, lo que se ajusta exactamente a las 
prescripciones del artículo ciento veintiocho de la ley de 13 de noviembre de 1859. 

Turín, 31 de diciembre, 1861. 

P. el Gobernador
RADICATI
31 diciembre 1861: Visto y registrado en la Jefatura de Policía de Turín. 

El jefe
CHIAPUSSI


((60)) OFICINA DE LA SEGURIDAD PUBLICA -SECCION BORGO DORA. 

Turín, 2 enero de 1862. 

M.R. Señor: 
En relación con la anterior, me cabe el honor de transmitirle el permiso para abrir un taller tipográfico, con el número tres mil 
cuatrocientos setenta y dos del Prot. General de la Oficina de Gobernación y número seis mil trescientos setenta y tres de la Oficina de la 
Jefatura de Policía. 

Una indicación suya a la presente equivaldrá a recibida. 

Tengo el honor de suscribirme de V.S.M.R. 

El Inspector
ABOGADO TUA


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Mientras se hacían los trámites ante las autoridades del Reino, preparaba Paravía el tomo de las Lecturas de febrero titulado: La joven 
siberiana o el amor filial, por Javier de Maistre: Traducción libre. Narra la historia de una jovencita que partió de Siberia a pie, caminó 
hasta San Petersburgo 1 y consiguió alcanzar gracia para su padre condenado a destierro perpetuo. 

En un saludo a los suscriptores, leíase en la portada del libro. 

A los suscriptores y lectores de las Lecturas Católicas 

Con el tomo que publicamos el próximo mes de marzo, las Lecturas Católicas cumplen su décimo año de vida. 

Esperamos que nuestros amigos continuarán apoyándonos con sus ayudas y consejos; y que nuestros lectores proseguirán también 
favoreciéndonos. La nuestra es una obra moral en toda la extensión de la palabra; el bien que de ella esperamos es totalmente para 
beneficio de la religión y de la sociedad. 

Ajenos a todo partido y a todo principio, que no sea rigurosamente católico, nada debemos temer de los adversarios y lo esperamos todo 
de los buenos. De éstos solamente imploramos ayuda para la mayor difusión posible de nuestros opúsculos; en ellos ponemos toda 
nuestra confianza por creer que querrán emplearse con todo celo, a fin de que los sanos principios de la religión católica y de la moral 
sean propagados cada vez más en el pueblo. Tanto más, que sólo se trata de dar a conocer y propagar con pequeñísimo gasto libros, que, 
ya sea bajo el aspecto de lecturas amenas, ((61)) ya sea como instrucciones católicas, ya sea como consejos y ejercicios religiosos, pero 
siempre morales, van destinados a formar al pueblo, el cual, ansioso de saber, con frecuencia corrompe su corazón y su espíritu con libros 
inmorales, tan sólo porque desconoce o no puede conseguir libros buenos. 

Ojalá que estas breves palabras y el pequeño sacrificio que pedimos, produzcan el fruto que deseamos para gloria de Dios y bien de 
nuestro prójimo... 

Las suscripciones se reciben en Turín, en la oficina de la calle Santo Domingo número once. Los giros postales deben ser dirigidos 
únicamente al Director de las Lecturas Católicas. 

Las siguientes Lecturas Católicas, todavía fueron editadas por Paravía. 

En marzo: Los huérfanos hebreos, traducción del francés, con algunas canciones para la fiesta de la Santa Infancia. 

Entre estas canciones hay algunas de Silvio Péllico para la festividad de la Invención de la Santa Cruz, día aniversario de la fundación 
de la Obra, y para la fiesta de san Francisco Javier, protector de la misma Obra. 

La narración trata de dos jóvenes, hermano y hermana, convertidos 

1 La antigua San Petersburgo, capital del Imperio Ruso en 1713, se llamó Petrogrado de 1914 a 1924. La URSS la llamó Leningrado. 

(N. del T.) 
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a la fe, hostigados por sus vengativos correligionarios y finalmente hechos dignos de la gracia del bautismo. 

Para el mes de abril: El huérfano de Fenelón o sea los efectos de una educación cristiana. Las normas fundamentales de esta educación 
están sacadas del Padrenuestro. 

Para los meses de mayo y de junio: Diario Mariano, o estímulo a la devoción de la Virgen María en cada día del año, por un devoto 
suyo. 

Dice el autor anónimo: «Me decidí a redactar este librito inmensamente agradecido a la Santísima Virgen por las especiales gracias y 
favores obtenidos mediante su poderoso patrocinio en gravísimas circunstancias de mi vida. Acaso no es justo que, habiendo sido tan 
favorecido por Ella, también yo me dedicase con todas mis fuerzas a hacerla honrar y amar por los demás?». 

((62)) El opúsculo comienza con unos breves rasgos de la vida de María Santísima; cada día lleva como consigna una jaculatoria 
siempre distinta; un obsequio para obtener el auxilio de la Madre celeste en favor de las diversas clases de personas; una máxima sacada 
de los Santos Padres en su honor; sus fiestas, apariciones, santuarios, gracias a los pueblos, victorias sobre las herejías y variadísimas 
prácticas de devoción con las cuales veneraron a la Virgen bendita los Papas, los santos, y grandes y célebres personajes. Nombra al 
Cottolengo, a don José Cafasso, a Domingo Savio, a Miguel Magone; y esto descubre la mano de don Bosco. 

El libro concluía con esta recomendación: «Rezad una Avemaría por el recopilador de este librito mariano y por todos los que 
cooperaron con él para que puedan alcanzar el perdón de sus pecados, ser siempre devotos de María y después ser admitidos un día a 
gozar de la eterna felicidad con María en el cielo». 

Entre tanto, se inauguró la tipografía del Oratorio. Andrés Giardino fue el primer jefe o encargado. Varios jóvenes, destinados, unos a 
cajistas y otros a impresores, aprendieron con vivo interés su oficio y no tardaron en llegar a ser hábiles obreros. José Buzzetti los tuvo 
por más de un año bajo su custodia y luego se encargó de la vigilancia y dirección el caballero Oreglia di Santo Stefano, mientras seguía 
dependiendo de él el taller de encuadernación. 

Dispuestas así las cosas, don Bosco se dio prisa a escribir una carta circular, en nombre de sus muchachos, comunicando a sus 
bienhechores la inauguración del nuevo taller. 
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Benemérito Señor: 

Nosotros los jóvenes del Oratorio de San Francisco de Sales, con sumo placer, notificamos a V.S. benemérita, que se ha inaugurado en 
la casa una imprenta, con el fin de dar trabajo a mayor número de nuestros compañeros. Estamos la mar de satisfechos de poder dedicar 
los primeros trabajos del nuevo taller tipográfico para expresar la ((63)) profunda gratitud de nuestro corazón a nuestros bienhechores, 
entre los cuales afortunadamente nos es dado contar con su respetable persona. 

En esta ocasión hemos de notificarle una buena noticia que esperamos le agradará. El sumo Pontífice Pío IX, que ya en repetidas 
ocasiones y de muchas maneras nos ha beneficiado, se ha dignado recientemente enviar su apostólica bendición con indulgencia plenaria 
para el momento de la muerte a todos los bienhechores de esta casa y, por consiguiente, también a usted nuestro ínclito bienhechor. 

Mientras tanto, dígnese continuar concediéndonos su beneficencia; y nosotros con una conducta buena y laboriosa seguiremos 
estándole cada vez más agradecidos y reconocidos; y nunca olvidaremos los favores recibidos, antes bien, no dejaremos pasar un día sin 
implorar sobre usted felices y abundantes bendiciones del cielo. 

Persuadidos de que quiera aceptar bondadosamente estos nuestros sinceros sentimientos de gratitud, nos gozamos mucho de poder 
profesarnos respetuosamente, 

De V.S. benemérita 

Sus seguros servidores,
y en nombre de todos
JUAN BOSCO, Pbro.


Turín, 1862 -Tipografía del Oratorio de San Francisco de Sales. 

Los bienhechores se congratularon con él de palabra y por escrito, mas quién habría podido prever entonces que la minúscula imprenta, 
con las dos ruedas girando a fuerza de brazo, se habría ampliado hasta tener a su disposición, además de cuatro tornos, doce selectas 
máquinas, movidas sucesivamente a vapor, a fuerza de agua, de gas, de energía eléctrica, con la adjunta estereotipia, fundición de letras y 
calcografía? Las enormes cantidades que la Providencia habría proporcionado a don Bosco para adquisición de materiales y para obras de 
publicaciones que no podían ser compensadas con las ganancias? El número casi diríamos incontable de libros y folletos hasta en idiomas 
extranjeros que se editaron aún en vida de don Bosco? Los trofeos señaladísimos, conseguidos en las principales exposiciones de Europa, 
como por ejemplo en la Vaticana de Roma, la Italiana de Londres, la Internacional de Bruselas, la de Turín y otras más? 
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((64)) 

CAPITULO VIII 

ABJURACIONES DE VALDENSES EN MANOS DE DON BOSCO -SU DIALOGO CON LOS HEREJES: EL CULTO EXTERNO 
-ASEGURA A LOS RECIEN CONVERTIDOS QUE LES PROVEERA DE LO NECESARIO PARA LA VIDA -PIENSA EN 
COLOCAR A LOS HIJOS DE LOS MAS NECESITADOS, Y SU PRUDENTE CONDUCTA -LAS MOLESTIAS DIABOLICAS 
ATORMENTAN A DON BOSCO -VUELVE A IVREA EN BUSCA DE ALIVIO EN AQUEL SUFRIMIENTO -EL ESPIRITU 
MALIGNO CONTRA DON BOSCO Y SUS ALUMNOS -EFECTOS DE LAS ORACIONES -REMINISCENCIA DE LAS 
ANGUSTIAS DE ESTOS DIAS 

REANUDAMOS la crónica de Bonetti. 

«Son muchas las familias protestantes que en estos días vuelven a la Iglesia verdadera. Don Bosco tiene frecuentes relaciones con un 
ministro valdense que se llama Wolf, católico ya de corazón, pero que aún no ha hecho la abjuración. Viene de vez en cuando a visitarle 
acompañado de sus correligionarios, que quedan convencidos de estar en el error con las explicaciones de don Bosco y abrazan 
libremente la religión católica. 

»Jueves 13 de febrero. -Recitábamos los clérigos los diez versículos del Nuevo Testamento y estaba don Bosco con nosotros; al llegar 
las palabras de San Juan: Sed venit hora quando veri adoratores adorabunt Patrem in spiritu et veritate (pero llega la hora en que los 
adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad) (IV, 23), nos hizo notar cómo los protestantes interpretan mal tales 
palabras, tomando pie de ellas para excluir todo culto externo. Entonces nos contó cómo, hace cinco o seis días, los protestantes le habían 
dado en una casa ((65)) de Turín un fuerte asalto. -Yo, dijo, comencé a preguntarles si sabían qué significaba in spiritu. 

»Me contestaron: -Quiere decir que Dios es adorado con la pureza y fervor de los actos internos, no con las supersticiones como hacen 
los católicos. 

»Y llamaban mascaradas católicas a todo cuanto nosotros realizamos con el culto externo. 

»-Si se tratase, les rebatí, de supersticiones y mascaradas, iríamos 
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de acuerdo. Pero se trata de otra cosa. Vayamos adelante: Y en verdad qué significa? 

»-Quiere decir que es preciso adorar a Dios con cosas reales y no vanas. 

»Entonces yo dije: 

»-Admitís, pues, que hay que adorar a Dios con cosas verdaderas y reales? 

»-Sí, lo admitimos. 

»-Mas estas cosas, verdaderas y reales, existen en el interior, en el espíritu? 

»Un poco confusos los opositores me respondieron: 

»-Si son cosas sensibles, materiales no pueden estar en lo interior. 

»-Por consiguiente, repliqué, debemos decir que la palabra verdad indica también algo externo que se deba y pueda emplear en la 
adoración de Dios. In spiritu et veritate manifiesta también una contraposición de ideas y de hechos, entre los ritos y las ceremonias 
judaicas y los ritos del cristianismo. Aquellas palabras quieren significar que acabarían todas las ceremonias y ritos usados en los 
sacrificios de la antigua ley, que eran otras tantas figuras de las ceremonias y de los ritos del sacrificio de la nueva; y que se emplearían 
ritos reales, verdaderos, agradables a Dios. Leed el capítulo primero del evangelio de San Lucas y contemplaréis la celebración de un 
magnífico sacrificio con todas las ceremonias, con todos los ritos externos; veréis el altar, el turíbulo, el incienso, etc. Son una figura, una 
sombra de la misa solemne que era lo figurado, la realidad, la verdad. Leed el capítulo primero de los Hechos de los Apóstoles, y 
encontraréis que ellos con los discípulos se reunían para orar juntos en el Cenáculo. Leed el capítulo ((66)) segundo de los mismos 
Hechos y advertiréis que en aquel Cenáculo se ofrecía el sacrificio de la hostia santa y se repartía la comunión eucarística. Leed las 
historias auténticas de los tres primeros siglos del Cristianismo y veréis que los cristianos, siguiendo las prescripciones apostólicas, 
celebraban la santa misa con altares, ritos solemnes, cánticos de salmos; flores, incienso, lámparas encendidas. Si aún queréis más, leed el 
capítulo cuarto y siguientes del Apocalipsis y veréis descrita una función sagrada con todos sus detalles, de tal manera que os parecería 
contemplar un sacrificio tal y como se celebra en una de nuestras iglesias. Veréis el altar, el turíbulo, el incienso, los candelabros, las 
luces, los vasos de oro llenos de perfumes, las coronas de oro, es decir, las mitras en la cabeza de los ancianos, las genuflexiones, los 
cetros, los 
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cantos, la procesión de los vírgenes vestidos de blanco: en suma, todo cuanto usa la Iglesia en sus ceremonias. 

»Cuando terminé, se buscó entre aquellos protestantes el libro del Nuevo Testamento pero no tenían más traducción que la adulterada 
por Diodati. No obstante, dejé que examinasen aquel libro hereje, porque estaba seguro de que encontrarían todavía cuanto era menester 

para convencerles. Leyeron los capítulos citados y otros que yo les señalé, explicándolos; y después dijeron: 

»-Aún no habíamos prestado atención a estos textos de la Sagrada Escritura. 

»Y yo añadí: 

»-Ahora decidme qué analogía tienen vuestros templos con el antiguo de Jerusalén. Tenéis en vuestro templo altar, tenéis turíbulo, 

tenéis incienso, tenéis candelabros? Qué semejanza existe entre lo que vosotros hacéis para honrar a Dios con lo que hicieron los 
Apóstoles y cumplen los mismos ángeles del cielo al adorar a Dios? 

»-Ciertamente; nosotros no tenemos nada de cuanto vos decís. 

»Entonces uno de ellos, que era Pastor Evangélico, concluyó: 

»-Este es un punto digno de consideración. 

»El diálogo, la especie de duda del Pastor, produjo ((67)) un duro golpe a la herejía, así que los protestantes en estos días se convierten 
en gran número a la verdad. 

»Hasta aquí don Bosco, el cual lleva entre manos un trabajo nuevo para confutar los errores de los valdenses. 

»Pero no se conforma sólo con instrucciones y opúsculos. Invita a muchas familias menesterosas a volver a la Iglesia Católica, a 
domiciliarse cerca del Oratorio, asegurándoles que no permitirá les falte nada de lo necesario para la vida. Y es algo maravilloso, porque 
son incontables y grandiosos los otros gastos que debe hacer, ya sea para alimentar a cerca de quinientos setenta alumnos, ya sea para 
construir nuevos edificios». 

Añadiremos que también se cuidaba de colocar a los hijos e hijas de estas familias, cuando era necesario. En una carta a la marquesa de 
Fassati escribe sobre una niña, recogida provisionalmente por una caritativa persona a la que le resultaba de peso y molestia. 

Ilma. Señora Marquesa: 

Hasta ahora estamos a la expectativa. Por lo que parece, no se trata de unos herpes, sino mas bien de sarna. Haga, pues, cuanto pueda 
por esta pobre niña, Si no se la puede acoger en otro sitio, la recomendaremos al Cottolengo, donde creo será admitida fácilmente. 
68 

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Hoy no puedo ocuparme de este asunto, aunque allí esperan impacientemente verse libres de esta molestia. íPobre muchacha; si al 
menos hubiese recibido ya el bautismo! 

Que el Señor le conceda un buen día a usted y a toda su familia y créame, 

De V.S. Ilma. 

Turín, 22 de marzo de 1862.
Seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Con todo, la prudencia guiaba siempre los pasos de don Bosco, el cual en ciertos casos, para obviar toda posible protesta de los 
familiares o también vejación de los herejes, procuraba se le ((68)) extendiese siempre por escrito la autorización de quienes tenían 
derecho ante las leyes civiles 1. 

Por estas pérdidas se manifestaba el demonio tan furioso contra don Bosco que no le dejaba dormir de noche. 

1 Yo, Abrahán Attilio Arnaldi, de mi libre voluntad, juntamente con mi esposa Antonieta Sironi, aunque ausente de Turín, pero 
conocedora de sus intenciones, presento a V.S.M.R. don Juan Bosco a nuestra hija Clara, nacida en Nueva York de América el día 24 de 
agosto del año 1847, la cual no ha recibido el santo bautismo y ha sido educada en la religión protestante, tanto en América como aquí en 
Turín, por los valdenses. 

Suplicamos a V.S. la caridad de internar a la misma en una institución religiosa de la Iglesia Católica Romana, para que en esa misma 
Iglesia sea instruida y bautizada, ya que ésta es la religión de sus padres. 

Le estaré reconocido toda mi vida por tal caridad y favor: sea el padre de esta niña durante mi ausencia y Dios se lo premiará. 

Firmo también en nombre de mi esposa. 

Turín, 18 de enero de 1962.
ABRAHAM ATTILIO ARNALDI
Natural de Como.


Yo, la infrascrita Clara Arnaldi, doy mi consentimiento y es mi absoluta voluntad ser instruida y bautizada en la Iglesia Católica 
cristiana romana. 

Turín, 18 de enero de 1862. 

CLARA ARNALDI 

El que suscribe, Juan Daniele, portero de la Iglesia Evangélica Valdense, ruego a S.V.M.R. Juan Bosco, tenga la caridad de recoger a 
mi sobrina Antonieta Daniele, hija de mi hermano Angel Daniele y de la difunta Carolina Lupi, internada en el manicomio, por demencia. 

Suplico a V.S. internar a esta mi sobrina huérfana en alguna institución católica romana, para que sea instruida en la religión de sus 
padres; declaro que hago esto por mi libre voluntad y sin presión de nadie: y por ser su tío lo hago para su bien espiritual y temporal, y 
espero ser atendido de acuerdo con su promesa. 

No puedo dejar de agradecerle tanta caridad y pedir a Dios por su prosperidad y la de todos aquéllos que se dedican a favorecer a los 
pobres. 

Turín, 5 de febrero de 1862.
JUAN DANIELE


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«Fue una opresión diabólica, escribe monseñor Cagliero, que comenzó en los primeros días de febrero. 

»Nosotros nos habíamos dado cuenta ((69)) de que la salud del siervo de Dios iba de día en día desmejorando y le veíamos pálido, 
demacrado, extenuado, cansado más de lo ordinario y necesitado de reposo. Se le preguntó por la causa de tan gran fatiga y si no se 
encontraba bien. Entonces él respondió: 

»-íNecesito dormir! Hace cuatro o cinco noches que no cierro los ojos. 

»-Pues duerma, le dijimos nosotros, y deje toda clase de trabajos por la noche. 

»-íOh!, no es que yo vele voluntariamente, hay quien me tiene en vela contra mi voluntad. 

»-Y cómo es eso? 

»-Hace unas noches, respondió, el espíritu diabólico se divierte a costa del pobre don Bosco y no le deja dormir; y ya veis qué buen 
tiempo ha escogido. Apenas dormido, oigo un vocerío al oído que me ensordece, y un soplo que me sacude como un huracán, en tanto 
que curiosea, tira los papeles y desordena los libros. Estuve corrigiendo hasta muy tarde el número de las Lecturas Católicas titulado El 
poder de las tinieblas, lo tenía por tanto sobre la mesa; pues bien, al levantarme al alba, me lo encontré por el suelo; otro día me 
desapareció y tuve que buscarlo en la habitación por aquí y por allá. Es curiosa esta historia. Parece que al demonio le gusta acompañar a 
sus amigos y estar con los que escriben de él. 

»Al llegar a este punto sonrió y luego continuó: 

»-Hace tres noches que oigo cortar la leña que está junto a mi estufa. Esta noche, estando apagada, comenzó a arder por sí sola con unas 
llamaradas terribles que parecía iban a abrasar la casa. Otra vez, habiéndome acostado y apagado la luz, empezaba a dormirme, cuando de 
pronto, una mano misteriosa tira de la ropa, moviéndola lentamente hacia los pies y dejando poco a poco al descubierto la mitad de mi 
persona. Como los bordes de la cama se mantenían normalmente por sus dos lados, quise creer al principio que aquel fenómeno fuese 
producido por causa natural; así que agarraba la ropa y me la tiraba encima; pero, apenas la había ajustado, nuevamente notaba que ((70)) 
volvía a deslizarse sobre mi cuerpo. Entonces, sospechando lo que pudiera ser, encendí la luz, bajé de la cama, miré detalladamente por 
todos los rincones de la habitación, pero no encontré a nadie y volví a acostarme abandonándome a la bondad divina. Mientras 
permanecía encendida la luz, nada ocurría de extraordinario; 
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pero, en apagándola, después de unos minutos, de nuevo se movían las ropas. Estremecido por un misterioso escalofrío, encendía otra vez 
la vela y al momento cesaba aquel fenómeno, que se repetía cuando la habitación quedaba a oscuras. Una vez vi apagarse la luz por un 
potente soplo. A veces comenzaba a bailar la almohada bajo mi cabeza precisamente en el instante en que empezaba a dormirme. Hacía la 
señal de la cruz y acababa aquella molestia. Recitaba una oración de nuevo y me acomodaba esperando dormir al menos por algún 
minuto; mas, apenas comenzaba a dormirme, era sacudida la cama por una fuerza invisible. La puerta de mi habitación chirriaba y parecía 
abrirse empujada por un viento impetuoso. 

»Con frecuencia oía insólitos y espantosos ruidos encima de mi habitación a manera de ruedas de carros a todo correr. A veces un 
agudísimo grito me sobresaltaba de improviso. Una noche vi abrirse la puerta de mi cuarto y penetrar, con las fauces abiertas, un horrible 
monstruo que avanzaba para tragarme. Hice la señal de la cruz y el monstruo desapareció. 

»Hasta aquí el relato de don Bosco escuchado por mí y los principales superiores del Oratorio. De todo este alboroto no se habían 
enterado los que vivían en las habitaciones vecinas. Sin embargo, una noche don Angel Savio, que había resuelto velar en la antesala de 
don Bosco para cerciorarse de aquel suceso, hacia media noche oyó de repente un extraño ruido; no pudo resistir el miedo que se apoderó 
de él y, lleno de espanto, huyó a su propia habitación. Era un hombre valiente, que se había mostrado impávido en muchas ocasiones, que 
no temía obstáculos, ni enemigos, dispuesto a afrontar todo peligro. 

((71)) »Don Bosco habría deseado que alguien velase con él, mas ninguno tuvo valor. El clérigo Bonetti fue una vez con el clérigo 
Ruffino a pasar la noche en la antigua biblioteca; pero, después de escasos minutos, se retiraron sobrecogidos de pavor. Por eso hubo de 
resignarse a estar solo, esperando a que terminase aquella importuna molestia». 

Hasta aquí monseñor Cagliero. Pero puede decirse que Bonetti escribió los partes oficiales de esta guerra, que duró meses enteros, y 
que nosotros copiamos de su crónica. 

«12 de febrero. Don Bosco nos refirió lo siguiente: 

»La noche del 6 al 7 de este mes, apenas me había acostado y empezaba a dormirme, cuando siento que me agarran por la espalda y me 
dan una sacudida tal que me asustó muchísimo. 

»-Quién va?, me puse a gritar. 
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»Encendí la luz a toda prisa, me vestí, miré bajo la cama y por todos los rincones de la habitación para ver quién se había escondido y 
era el causante de la broma; pero no encontré nada. Examiné la puerta de la habitación y estaba cerrada. Examiné así mismo la de la 
biblioteca; todo estaba cerrado y tranquilo. Volví, pues, a acostarme. Estaba casi dormido cuando sentí que me dieron otro golpe que me 
turbó totalmente. Quería tocar la campanilla y llamar a Rossi o a Reano: 

»-Pero no, me dije, no quiero molestar a nadie. 

»Y entre tanto me puse a descansar boca arriba, y sentí sobre el estómago un enorme peso que me oprimía y casi no me dejaba respirar. 
No pude menos de gritar: 

»-Qué pasa? 

»Y di al mismo tiempo un puñetazo: pero sin tocar nada. Me di la vuelta y se renovó la opresión. En este estado pasé toda la noche. A 
la siguiente, antes de acostarme, quise bendecir la cama, mas no sirvió de nada y continuó el pesado juego que, desde cuatro o cinco 
noches, se repite continuamente. Veremos qué pasa esta noche. 

»Era la del miércoles 12 de febrero, víspera del ejercicio de la buena muerte, y a la mañana siguiente se ganaba por primera vez la 
indulgencia plenaria concedida por ((72)) el beatísimo Papa Pío IX, el 13 de enero de este año 1862. 

»15 de febrero. Esta noche, hallándose algunos clérigos y sacerdotes con el caballero Oreglia alrededor de don Bosco, después de cenar, 
le preguntaron si había pasado tranquilo la noche; y contó lo siguiente: 

»-La otra noche entré en la habitación y vi la mesita de noche moviéndose y dando golpes: tac, tac, tac, tac. íEsto es bonito!, me dije 
para mí; me acerqué y pregunté: 

»-Y así, qué quieres? 

»Pero ella continuaba: tac... Me ponía a pasear por la habitación y callaba; me acercaba y seguía bailando y golpeando. Os aseguro que 
si hubiera oído narrar cuanto yo he visto y escuchado, ciertamente no lo hubiera creído. Y no os parece recordar los cuentos de brujas que 
os contaba la abuelita? Si yo refiriese estas cosas a los jóvenes, íay de mí! Morirían de miedo. 

»Nosotros le rogamos que nos describiera algo más. De momento no quería saber nada de ello y respondió: 

»-Cuando hay algo que narrar, es necesario considerar si la narración sirve para gloria de Dios y para la salvación de las almas: y esta 
mi historia sería inútil. 
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»Yo, clérigo Bonetti, le hice esta observación. 

»-Y quién sabe si no será para bien de nuestras almas? 

»Como también le instaron los demás, prosiguió: 

»-Al acercarme a la cama veía un oso, después un tigre, luego un lobo, a continuación una gruesa serpiente de horrible aspecto; los veía 
moverse por la estancia, subirse a mi cama y estarse en ella. Yo les dejaba un poco y después exclamaba: íO bone Jesu! E 
instantáneamente soltaban un resoplido y desaparecía todo espectro. De esta forma pasé la noche. 

»16 de febrero. Esta noche observaron algunos que, desde hacía cinco o seis días, don Bosco no tomaba leche con el café de la mañana. 
Comentaron que aquellos días seguramente ayunaba para alcanzar del Señor la liberación del tormento nocturno, ((73)) que antes 
indicamos. Pero, preguntado don Bosco si había pasado la noche más tranquilo, respondió: 

»-Sí, un poco mas. 

»17 de febrero. Esta mañana, lunes, rodeábamos algunos a don Bosco mientras tomaba el café, le preguntamos si había sido molestado 
durante la noche, y dijo: 

»-La mesita de noche continuó saltando hasta hacer caer la lámpara. Me acosté, y he aquí que sentí pasarme por la frente como un frío 
pincel, que era movido suavemente. Entonces me cubrí con el gorro de noche, pero la mano misteriosa pasaba el pincel por la nariz y la 
boca, molestando de una manera que no me permitió dormir y cerrar los ojos ni un instante. Esto ya me sucedió otras veces, pero en lugar 
de una pluma, me pareció que fuese la cola de un animal, tan pestilente que me despertaba sobresaltado. Esta mañana me sentía oprimido 
por el cansancio. 

»La noche siguiente fui igualmente molestado hasta despuntar el alba. La almohada se balanceaba y se levantaba apenas intentaba 
dormir. 

»22 de febrero. El caballero Oreglia le preguntó si no tenía miedo al verse molestado de aquel modo por el maligno. El contestó: 

»-Disgusto sí; miedo no. Lo mismo que no tengo miedo de los ángeles del cielo pues soy, como confío, amigo de Dios, tampoco lo 
tengo de todos los demonios del infierno por ser enemigo de tales enemigos de Dios, quien sabrá defenderme. Haga Satanás lo que 
quiera; ahora es su tiempo; pero vendrá también el mío». 

«23 de febrero. Hoy domingo, don Bosco, por estar cansadísimo, se vio obligado a guardar cama, cosa insólita en él. No había pasado 
un cuarto de hora desde que se había acostado, cuando fue el caballero 
73 

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Oreglia a llamarlo, para que fuese a visitar, en una casa cercana, a un enfermo que lo pedía. Se levantó al momento, fue a confesarlo y le 
consoló. Al regresar a casa se acostó de nuevo. Don Miguel Rúa, fue a verle por la tarde para preguntar cómo se encontraba. 

((74)) »-Me encuentro muy cansado, contestó, no puedo reposar; estoy acosado constantemente. La pasada noche fue un continuo 
alternar entre dormir y despertar. Apenas empezaba a cerrar los ojos oía el golpear de un martillo bajo la almohada. Me incorporaba en la 
cama y todo cesaba. Me echaba de nuevo y otra vez sentía los golpes. Fue un verdadero tormento. Suspiraba porque llegara el día. 
Cuando cuento algunas de estas cosas, las expongo riendo; pero te aseguro que no me río de veras porque me dan mucho que pensar. El 
año pasado ha sido para el Oratorio un año irregular, extraordinario; y éste lo es más aún. 

»-Pero si es así, ílance un exorcismo contra este mal espíritu! 

»-Oh, pasado mañana iré a pasar unos días con el Obispo de Ivrea; si a mi retorno vuelve este demonio a fastidiarme con sus repetidas 

molestias nocturnas, ya se qué hacer; emplearé un medio que todavía no he usado. 

»-Cuál sería? 

»-Le interpelaré en nombre de Jesucristo, le provocaré a hablar y a decirme si viene de parte de Dios, que me quiere sujeto a esta 

prueba, o de parte de Lucifer, que quiere impedir el desarrollo del bien comenzado. De aquí no puede escapar. 

»-Y si no quiere hablar? 

»-Le obligaré y deberá responder. 

»-Y qué le dirá usted? 

»-Le diré así: Adiuro te: in nomine Jesu Christi, dic mihi quis sis et quid vis. (Te lo mando: dime en nombre de Jesucristo quién eres y 

qué quieres). 

»-Pero usted no sabe todavía la causa de estas molestias? 

»Y le contestó: 

»-Sospecho que el demonio no quiere que se abran las escuelas católicas de Puerta Nueva, en contraposición a las de los protestantes. 

»-Pero, acaso es usted sólo quien las ha organizado? 

»-Yo las he aconsejado, las he promovido, he hecho los primeros trámites para la adquisición de los terrenos y me he ((75)) 
comprometido a buscar y proveer el personal y a pagar a los que allí irán... íAh no! íEl maligno no podrá impedirlo!». 
74 

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VOLUMEN VII Página: 75 

«26 de febrero. Don Bosco volvió a Ivrea junto a monseñor Moreno, con quien había estado pocos días antes con gran sosiego, para ver 
si podía librarse de aquella molestia nocturna. Al presente ya se cumple un mes entero del angustioso insomnio. Era la primera noche que 
pudo reposar, en perfecta paz. Había terminado todo fastidio. 

»Una noche prolongó la conversación con Monseñor una hora tras otra hasta media noche, y fue a dormir tranquilo, pensando que el 
demonio habría perdido sus huellas. Mas he aquí que, apagada la luz, empezó a balancearse como en Turín y después se le presentó al pie 
de la cama un espantoso monstruo a punto de abalanzarse sobre él. Ante tal aparición, dio un grito tal que despertó a todos los que 
moraban en el palacio episcopal. Acudió la servidumbre, corrió el secretario del Obispo, el Vicario general, el Obispo mismo; temiendo 
que le hubiese sucedido algo a don Bosco. Le encontraron postrado de fuerzas, pero tranquilo. Todos le preguntaban ansiosos qué le 
había pasado. Don Bosco sonriendo respondió: 

»-íNo es nada, no es nada! Ha sido un sueño... no se asusten... 
vuelvan a descansar, vayan a dormir. 

»A la mañana siguiente refería todo al Obispo». 

«4 de marzo. Don Bosco, que ha regresado hace unos días de Ivrea, es insistentemente molestado. La noche del 3 al 4 de marzo, nos 
contó, el demonio agarró la cama, la levantó en alto, luego la dejó caer tan fuerte que me dejó molido, de modo que me parecía que quería 
salírseme la sangre de la cabeza. Al amanecer, después de haberme fastidiado toda la noche, golpeando puertas y ventanas, agarró el 
cartel sobre el que está escrito: cada minuto de tiempo es un tesoro, y dio con él un golpe tan tremendo en el suelo, que parecía un disparo 
de fusil. Me levanté y encontré el cartel en medio de la habitación. 

((76)) »Nosotros con toda insistencia le rogamos que cumpliese la promesa hecha, de conjurar al demonio y echarlo fuera apenas 
regresase de Ivrea. 

»-Si lo echo lejos de mí, dijo, ataca a los muchachos. 

»Entonces el clérigo Provera preguntó: 

»-Quiere usted decir que cuando estaba en Ivrea y le dejó libre una noche, hizo algún daño entre los muchachos? 

»-Sí, hizo mucho mal. 

»-Pero, insistimos nosotros, al menos pregúntele qué quiere. 

Y el replicó: 

»-Y quién sabe, si no lo he hecho ya? 
75 

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Entonces nosotros gritamos a una voz: 

»-íDíganos, díganos qué le ha dicho!. 

»Cambió el tema de la conversación y no hubo medio de arrancarle más que esta palabra: 

»-íRezad!». 

Y los muchachos rezaron hasta que, poco a poco, pudo recobrar las fuerzas perdidas. Sin embargo, aquella lucha contra el espíritu de 

las tinieblas duró a intervalos hasta el año 1864. 
Una noche del 1865 contaba don Bosco a un grupo de muchachos las espantosas noches de aquellos tiempos. Nosotros estábamos 

presentes. 

-íYo no tengo miedo al diablo!, interrumpió un muchacho. 

-Calla y no digas eso; replicó don Bosco con voz enérgica, que conmovió a todos. Tú no sabes el poder que tiene el demonio, cuando el 

Señor le da licencia para obrar. 

-De acuerdo; pero si yo le viese, lo agarraría por el cuello y tendría que vérselas conmigo. 

-íNo digas bobadas, amigo! Morirías de miedo al verlo. 

-Pues me santiguaría. 

-Valdría para un sólo momento. 

-Y cómo hacía usted para rechazarlo? 

-He encontrado un buen medio para hacerlo escapar y no aparecer por un largo rato. 

((77)) -Y cuál es ese medio? La señal de la cruz, seguramente. 

-Sí, pero no bastaba. íHace falta más! La señal de la cruz sólo para aquel instante. 

-Con el agua bendita? 

-En ciertos momentos ni el agua bendita basta. 

-Pues, cuál es el remedio que ha encontrado? 

-íLo encontré! íY qué eficaz resultó!... 

Aquí calló y no quiso decir más. Despues terminó: 

-Lo que es seguro es que no deseo a nadie que pase por los terribles momentos que yo he pasado; es necesario pedir al Señor que no 

permita jamás a nuestro enemigo hacernos semejantes bromas. 

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((78)
)


CAPITULO IX 

DON BOSCO ES RETRATADO DE NUEVO -SU DESEO DE LA VIDA FUTURA -LOS ACHAQUES DE SALUD -INQUIETUDES 
DE SUS COLABORADORES -CONSTANTE MORTIFICACION DE DON BOSCO; UNA CENA -DON BOSCO QUIERE 
MILLARES DE MUCHACHOS CONSIGO EN EL PARAISO -PENA AL CONSIDERAR LA TIBIEZA DE ALGUNOS EN EL 
SERVICIO DE DIOS -DON BOSCO Y LA PUREZA: ELOGIOS -SU CONDUCTA Y SUS PALABRAS PARA ENTUSIASMAR A 
LOS ALUMNOS EN EL AMOR A ESTA VIRTUD; CONSEJOS PARA CONSERVARLA -PRECAUCIONES ACONSEJADAS A 
LOS SACERDOTES Y A LOS CLERIGOS -DON BOSCO COMENTA EL VERSICULO TREINTA Y CUATRO DEL CAPITULO 
CUARTO DEL EVANGELIO DE SAN JUAN -UNA GRACIA QUE PIDE A UNA SANTA AL ESCRIBIR SU VIDA -DON BOSCO 
AYUDA A LA SANTA MISA: ADVERTENCIA A QUIEN LA CELEBRA CON DEMASIADAS PRISAS -REGALO DEL 
CARDENAL CORSI -GRAVES CUESTIONES ENTRE AUSTRIA Y PRUSIA -PLEGARIAS DE LOS MUCHACHOS POR LA PAZ 
DE EUROPA -PREVISIONES DE DON BOSCO 

A primeros de febrero, narra la crónica de Bonetti, vino a visitar a don Bosco y a sus antiguos condiscípulos el joven Bellisio, célebre 
pintor que había alcanzado fama con sus retratos. El caballero Oreglia y don Angel Savio, aprovechando la oportunidad, rogaron a don 
Bosco que concediese unos minutos de audiencia privada a aquel querido hijo en su habitación y le permitiera, no fotografiarle puesto 
que ya había sido retratado otra vez, sino dibujar en un papel los rasgos principales de su rostro y su cabeza. Después de fervientes ruegos 
y vivas instancias, don Bosco condescendió, pero acomodándose en la silla ((79)) llevada para tal fin, soltó un profundo suspiro del 
corazón y dijo: 

«-íEstos son los actos más violentos de mi vida! 

»Bellisio dibujó a lápiz otra vez rápidamente las facciones del siervo de Dios; y dándolas un cuidadoso retoque, animado por el ideal 
que tenía grabado en su corazón, entregó su trabajo a don Angel Savio. 
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»La razón de este nuevo retrato era hija de cierta inquietud que se había despertado en los moradores del Oratorio. En estos días don 
Bosco habla con frecuencia de las miserias de nuestra vida mortal y de las bellezas del Paraíso; dice que suspira por ir pronto a él y 
quitarnos el fastidio de su presencia tan poco útil; que no tiene ya fuerzas para llevar a cabo las obras que tendría intención de cumplir; 
que se abandona en todo al querer del Señor, el cual tiene para su gloria muchos otros instrumentos mejores que él. 

»Sus palabras son el tema de muchos comentarios y tienen a nuestro espíritu en gran amargura. Tememos que pronto nos deje. íDios 
nos libre de tan gran desventura! El sigue delicado. La expectoración parece quemar su pañuelo. Los médicos aseguran que, si no sale 
todos los días de casa, acabará su vida en poco tiempo». 

No obstante don Bosco se sometía a las privaciones ordinarias impuestas por la regla común, sin aceptar las prescripciones de los 
médicos que ordenaban alimentos más adecuados a su estómago. 

El joven Santiago Reano escribió así a don Juan Bonetti: 

«La víspera de una solemnidad había confesado don Bosco casi hasta media noche y bajó a la cocina para cenar. El cocinero estaba ya 
en cama, la sopa y el plato para don Bosco estaban en un calentador, pero con el fuego ya apagado hacía horas. El plato de las legumbres 
estaba frío, la sopa que era de sémola, se había hecho una pasta. Yo me maravillé de don Bosco. No se quejó del cocinero, ni de la cena. 
Le acompañaban el clérigo Francesia y algún otro. Cuando don Bosco tuvo ante sí la sopa, que el clérigo Francesia le había llevado, la 
tocó con la ((80)) cuchara, la probó, pero entre la pesadez de la sopa y el estómago cansado del largo confesar, no podía tragarla. Dijo 
entonces al clérigo Francesia: 

»-Tráeme un vaso de agua. 

»Cuando lo tuvo, vertió el agua en la escudilla, revolvió aquellas gachas y, riendo, lo comió todo y dijo: 

»-No está muy caliente; pero, comiéndola con buena intención resulta buena. 

»Muchas veces la cena iba acompañada de palabras algo duras. Una noche, dijo el sirviente al cocinero, que al menos, presentase un 
poco más caliente la comida para don Bosco. Pero él, con toda la rudeza, respondió: 

»-Y quién es don Bosco? Es como otro cualquiera de la casa. 

»Hubo quien refirió a don Bosco la insolente respuesta, y el buen siervo de Dios observó con toda calma: 

»-El cocinero tiene razón». 
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Y este desprendimiento de todo lo que podía servirle de alivio, era un constante sacrificio que ofreció a Dios para la santificación de sus 
hijos. 

Observaba Bonetti en su crónica: 

«8 de febrero. Encontrábase don Bosco en el refectorio en compañía de diversos clérigos y colaboradores de la casa; dialogaba con ellos 
sobre las calamidades que envuelven al hombre en este mundo y concluyó diciendo: 

»-íAh, nada importa con tal de que yo pueda ir al paraíso acompañado de mis muchachos y de Bonetti a la par (pues estaba yo cerca de 
él y tenía los ojos vueltos a mí). 

»-Cuántos quiere tener a su lado? le pregunté. 

»-Deseas saber cuántos quiero junto a mí? He pedido lugar al Señor al menos para diez mil. 

»En efecto, esto ya lo había dicho y lo repetía de vez en cuando, de tal forma que se había corrido la voz por varias poblaciones. Una 
madre, de Caramagna, fue a Turín para pedir a don Bosco la gracia de que admitiese a su hijo entre los diez mil, aunque no pudiese 
colocarlo en el Oratorio. 

»Yo entre tanto seguí preguntándole: 

»-Cuántos hay ya actualmente en el paraíso? 

((81)) »-Cerca de doscientos, respondió. 

»Yo insistí: 

»-Sumando los que ya fueron puestos por usted en la senda del paraíso y que todavía viven, los que estuvieron y están al presente en el 
Oratorio, cuántos llegarán a la meta e irán a ocupar su sitio? 

»-Amigo mío, me preguntas lo que no sé. Quién puede fiarse jamás de la buena conducta de un muchacho? A veces veo jóvenes tan 
bien orientados por el camino de la virtud que constituyen una delicia; pero después, con frecuencia los ves enfriarse y llevar una 
conducta que me arranca las lágrimas. Podría decirte uno tras otro los muchachos de casa que están actualmente en gracia de Dios, pero 
no sabría decir si perseverarán hasta el fin». 

Por la noche, desde la tribuna, como si maniobrase contra el inmundo espíritu que le asediaba tan cruelmente, no se cansaba de ensalzar 
la virtud de la pureza. Describía sus valores, y encantos con tanta elocuencia y tanto recato, que era encantador escucharle. Durante 
muchos años no se atrevió a tratar de la fealdad del vicio opuesto, de tanto como lo aborrecía; sólo hacia el fin, viendo que iba en 
aumento la malicia de los muchachos, que desde niños ya habían sido víctimas o testigos de cosas nefandas, por dos o tres veces se 
decidió 
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a descubrir las espantosas consecuencias de semejantes culpas. Pero más que las palabras pesaba en el corazón de los alumnos la aureola 
de pureza que circundaba a su amado padre. Solamente su presencia, su mirada, el gesto, la sonrisa, toda su persona eran un modelo a 
imitar. Qué edificante resultaba la acostumbrada caricia, que hacía a un jovencito imponiéndole suavemente la mano sobre la cabeza y 
diciéndole al mismo tiempo: 

íQue Dios te bendiga! 

Atestigua don Joaquín Berto: 

«-Viví a su lado; le serví durante más de veinte años y puedo asegurar que la virtud de la modestia en sus miradas, en sus palabras, en 
su trato, llegaba al más alto grado de perfección. El secreto para alcanzar esta perfección fue su continua ((82)) ocupación de la mente, su 
extrema fatiga de día y de noche y su calma imperturbable. De él emanaba una influencia llena de vida. Yo mismo puedo decir que su 
simple presencia alejaba de mí todo pensamiento inoportuno». 

Esto era efecto del amor que ardía en su alma por el Señor, con quien estaba siempre en íntimo coloquio. Pero raramente podían ser 
advertidas las jaculatorias y acaso sólo cuando se proponía dar a alguno una norma a seguir en circunstancias similares a las que él se 
encontraba. 

Un día, el reverendo Merlone acompañaba al Refugio a don Bosco, el cual, antes de entrar exclamó en voz baja: Fac Domine ut servem 
cor et corpus meum immaculatum tibi ut non confundar; (haz, Señor, que guarde mi corazón y mi cuerpo inmaculado para ti, para no ser 
confundido). 

Y volviéndose al reverendo Merlone, le dijo: 

-Mira, amigo, un sacerdote fiel a su vocación es como un ángel. Y quien no es tal qué es? Resulta un objeto de compasión y 
menosprecio para todos. 

Cuidaba de que todos sus muchachos fuesen ángeles y les iba repitiendo los consejos practicados por él mismo previniéndoles sobre 
cuanto podía ser perjudicial a sus almas. La crónica de Bonetti del mes de febrero nos conservó algunas de aquellas exhortaciones: 

«10 de febrero. Esta noche dio don Bosco a todos los muchachos unos avisos para conservar la virtud de la modestia y los resumió en 
dos versos, de Foresti que dijo haber leído hacía veinticinco años: -Abstrahe ligna foco si vis extinguere flammam; -Si carnis motus, otia, 
vina, dapes. (Separa la leña del fuego si quieres apagar la llama; 
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para domar los movimientos de la carne, evita el ocio, el vino, los manjares). 

»11 de febrero. Antes de que los jóvenes fuesen a dormir don Bosco les aconsejó que no perdieran ni un minuto del día, sino más bien 
que lo ocuparan totalmente para no dar lugar al demonio tentador. A la hora de oración o de iglesia hay que rezar; a la hora de estudio, 
estudiar, a la hora de recreo, jugar alegremente; a la hora de dormir, si tarda en venir el sueño, hay que trabajar con la mente, repitiendo 
por ejemplo las lecciones del día siguiente, repasando una traducción, ordenando las ideas ((83)) de una redacción: 

»-Yo, dijo él, cuando era joven y no conseguía dormirme, recitaba cantos enteros del Dante; a veces, contaba de uno a diez mil; otras, 
rezaba y esto es lo que yo os aconsejo. Si tardáis en dormiros y mucho más si os asalta una tentación, os recomiendo, como medio seguro 
de victoria, que os propongáis el rezo de cincuenta avemarías. Empezadlas enseguida e idlas contando con los dedos de las manos a 
medida que las vais repitiendo. Os aseguro que la gracia de Dios y la protección de la Virgen, os traerán infaliblemente ayuda; y el 
esfuerzo de memoria para contar aquellas avemarías os conciliará el sueño antes de que lleguéis a la mitad, o a un tercio de las mismas. 

»12 de febrero. Don Bosco recomienda particularmente y con fervor la devoción a María Santísima y las visitas frecuentes al Santísimo 
Sacramento». 

«14 de febrero. Esta noche, después de las oraciones, sugirió don Bosco a los jóvenes otro medio para conservar la pureza: 

»-Familiarizaos con el uso de las jaculatorias; cuando os sintáis tentados, volved enseguida vuestros ojos a María y exclamad: íMaría, 
mi querida Madre, socorredme! -O también recitad la oración que pone en nuestros labios la santa Iglesia: Santa María, Madre de Dios, 
ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de la muerte... -O bien haced la señal de la santa cruz, que está muy descuidada por 
algunos cristianos y no se le da la debida importancia. Yo os aseguro que, si en aquel momento pedís por uno, el Señor os dará por diez. 
Si aún queréis más, pedid esta virtud en la Santa Misa. íMirad! Desde los orígenes del Oratorio yo establecí que, al llegar la misa a la 
elevación cesara todo rumor, cantos y oraciones vocales. Queréis que os diga porqué? Precisamente para que cada uno, en aquel momento 
precioso, tuviese la comodidad de pedir al Señor sin distracciones la virtud de la modestia. 

»Mis queridos jóvenes, creedme: si ((84)) pedís al Señor esta gracia en aquel instante solemne, íseguro que el Señor os la concederá!». 
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VOLUMEN VII Página: 82 

«16 de febrero. Este domingo por la noche dio a los jóvenes otro medio para conservar la virtud de la modestia: -Confesaos, dijo, cada 
quince días, o una vez al mes. No dejéis nunca pasar el mes. Más aún: los que tienen facilidad, tomen el consejo del gran amigo de la 
juventud san Felipe Neri, el cual exhortaba a sus hijos: ``Confesaos cada ocho días y comulgad con más frecuencia, según el consejo de 
vuestro confesor''. Así os digo yo a vosotros: -Confesaos cada ocho días, pero no más a menudo porque, reflexionadlo bien, no son las 
numerosas confesiones las que nos hacen buenos, sino el fruto que se obtiene de las mismas. Exceptúo el caso en que alguno tuviese que 
comulgar y hubiese algo que le inquieta; entonces puede acercarse al confesor, exponerle su inquietud y pedirle un consejo: esto no sería 
propiamente confesarse sino reconciliarse. 

»Entre tanto recordad estas dos cosas fundamentales: 

»1.° Tened un confesor que conozca bien vuestro interior y no lo cambiéis por miedo a que sepa alguna caída vuestra. Es verdad que no 
es pecado cambiar de confesor, cuando uno no se atreve a confesarle alguna culpa; pero, sin embargo, es muy peligroso para la virtud de 
la modestia. Porque al volver a él y no conociendo el estado de vuestra alma, no podrá nunca daros los consejos oportunos. 

»2.° Escuchad, y poned en práctica los avisos que el confesor os da; será sólo un consejo, será una palabra, pero dada en confesión, es 
completamente adaptable a las necesidades de vuestra alma. Mis queridos muchachos, san Felipe Neri formó muchos santos con estas 
normas. Y quién sabe? Si nosotros las practicamos tendremos también la gran suerte de ser todos buenos, y hacernos todos santos». 

((85)) «También a sus sacerdotes y clérigos les dijo don Bosco en una conferencia, que se apartasen hasta de lo más mínimo, aún lícito, 
si puede ser motivo de escándalo para los demás: recomendó que se observasen las reglas de la templanza; que no se comiese o bebiese 
fuera de la comida y que nadie se preparase café en la habitación. Y añadía que nadie vaya jamás a su casa, a la de los parientes, amigos o 
conocidos, si no es por los intereses de la Congregación o para cumplir un acto de caridad. No se acepten, por cualquier excusa, 
invitaciones para festines de bodas u otros banquetes mundanos de cualquier género que sean. Por cuanto sea posible, no se viaje en días 
de fiesta ni con personas de otro sexo. No se esté en ocio durante el viaje, sino recítese el breviario, récese el rosario a la Virgen o se lea 
un buen libro». 
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Fin de Página 82 


VOLUMEN VII Página: 83 

«El día 5 de marzo por la mañana, escribe don Juan Bonetti en su crónica, fue el de la santa ceniza y recitamos el pasaje del Nuevo 
Testamento donde se describe el encuentro de Jesús con la Samaritana junto al pozo de Siquem. Don Bosco nos exhortó a preferir el 
alimento de las almas al del cuerpo y a que nos dispusiéramos con todas las ansias para este exquisito alimento. -Nosotros, dijo, tenemos 
la mies madura en este y en los otros Oratorios. Tenemos los internos y los externos a quienes podemos hacer mucho bien, si nos 
entregamos con buen ánimo. 

»En toda ocasión recomendaba a los clérigos, lo mismo en público que en privado, el celo por la salvación de las almas. La catequesis 
cuaresmal comenzó este año el diez de marzo y puso en ella un gran empeño. 

»En estos días don Bosco me entregó para revisar varios documentos y una biografía de la Beata Catalina de Racconigi, que él había 
redactado, pero rogándome que, antes de escribir, hiciera un pacto con la santa. 

»Yo le pregunté: 

»-Qué pacto he de hacer? 

((86)) »Y respondió: 

»-Que te obtenga la gracia de que puedas ganar para el Señor tantas almas cuantas sean las páginas que compondrán su biografía, pero 
pon por delante la tuya». 

Este amor a las almas procedía ciertamente del amor que don Bosco sentía por el santísimo sacrificio del altar. Ya hemos hablado de 
cómo celebraba la santa misa; pero queremos observar aquí con cuánta complacencia la ayudaba. 

Precisamente en este año y en estos mismos días sucedió lo que escribe Bonetti. «Salía el conde de Camburzano de la habitación de don 
Bosco cuando se detuvo a hablar con algunos de la casa y contó el siguiente hecho: -Había entrado un día don Bosco en el Santuario de 
Nuestra Señora de la Consolación para hacer una visita a María Santísima. Mientras estaba allí, oyó el toque convencional de la 
campanilla llamando a alguien de la calle o de las casas vecinas para servir la santa misa. Se levantó, fue a la sacristía, tomó el misal y 
ayudó la santa misa. Concluída ésta y, habiéndose ya marchado don Bosco, alguien indicó al sacerdote que la había celebrado, que había 
tenido a don Bosco por monaguillo. Aquél, sorprendido y maravillado, corrió tras él para agradecérselo, pero ya no pudo encontrarlo». 

Los sacerdotes, a quienes don Bosco ayudaba la santa misa, eran 
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Fin de Página 83 


VOLUMEN VII Página: 84 

caritativamente avisados por él, si de alguna manera descuidaban las rúbricas. 

En una de aquellas mañanas, prosigue la crónica, don Bosco nos contó, hablando de la precipitación con que algunos dicen la santa 
misa, lo siguiente: 

-Fui una mañana a ayudar la misa de un sacerdote, el cual pronunciaba tan deprisa las palabras que no se le podía entender nada. 
Empezó con todo ímpetu: In nomine Patris et Filii, etc. Y yo, más despacio de lo acostumbrado, respondí: ad Deum qui laetificat 
juventutem meam. Aún no había terminado yo estas palabras cuando el otro ya había recitado el versículo siguiente; y así llegó ((87)) al 
Confíteor, sin haberme dado tiempo para responder a los versículos precedentes. Le dejé decir el Confíteor, y después comencé donde yo 
había quedado; así que, con mayor claridad y lentitud todavía, proseguí: Sicut erat in principio et nunc et semper, etc. Entonces él se dio 
cuenta de su error y comenzó a recitar el resto con claridad, haciendo todos sus esfuerzos para conseguirlo. Después de misa me dijo: 

-No sabe lo que me ha hecho sudar para pronunciar bien y claramente las palabras. 

-Por esto inculco siempre a mis jóvenes y vigilo y hago vigilar para 
que aprendan bien las palabras del rito y las pronuncien clara y distintamente. 

Añadió: 

«-Una vez un clérigo del Oratorio fue a ayudar la misa a un sacerdote 
muy nervioso el cual, ya fuera por costumbre, ya fuera por otra causa, se comía la mitad de las palabras. El clérigo, por el contrario, 
respondía con toda calma. Entonces el sacerdote le dijo: 

-íUn poco más a prisa! 

Y el joven respondió: 

-íVaya un poco más despacio! 

Y así lo hizo. 

Esta anécdota la contó después el mismo sacerdote, que quedó muy edificado de la sabia amonestación del joven clérigo. La regla que 
yo doy para celebrar misa es emplear de veintidós a veintisiete minutos, pero no menos.» 

Por este su amor a la santa misa le resultaba muy grato el regalo que le envió el cardenal Corsi: una magnífica casulla, que todavía hoy 
se cuenta entre los más valiosos ornamentos de la iglesia de María Auxiliadora. Iba acompañada de la siguiente carta. 
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Fin de Página 84 


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Amadísimo don Bosco: 

Inolvidablemente grabada permanece en mi memoria, la visita que en 1860 hice a esa admirable y piadosa casa por usted dirigida, y 
pervive siempre el consuelo que experimentó mi corazón entonces, y que todavía hoy renace y se renueva, por así decir, en mi espíritu 
siempre que me veo favorecido con los provechosísimos mensajes de su pluma y de su celo. Ante tal recuerdo me siento impulsado a 
tomarme el atrevimiento de enviarle una casulla, a fin de que con más frecuencia puedan usted y sus muchachos animarse ((88)) y 
recordarse de rezar por mi diócesis y los asuntos de mi interés; ruegue al Altísimo para que reciban de El la bendición, el fervor y la 
eficacia. Con la seguridad de mi más profunda estima, me profeso 

Suyo, 

Pisa, 12 de marzo de 1862. 
Afectísimo en el Señor C. Card. ADOLFO, Arz. de Pisa. 

La confianza del Cardenal en las oraciones de los alumnos del Oratorio no andaba ciertamente equivocada. 

«A principios de febrero de 1862, cuenta Bonetti, don Bosco nos recomendó una noche después de las oraciones, que rezáramos para 
obtener una gracia singular del Señor, y, si lo conseguíamos, él nos revelaría cuál era. Los jóvenes pusieron un empeño singular para 
secundar este ruego y frecuentaban, más que de ordinario, los santos sacramentos. Nosotros mientras tanto estábamos esperando que don 
Bosco nos comunicase el éxito de nuestras pobres oraciones, pero viendo que nada nos decía, se lo preguntamos. Entonces él nos lo contó 
y dijo: 

»-En aquellos días habían nacido unas rencillas entre Austria y Prusia. Yo veía que, si las discordias proseguían, habría triunfado la 
revolución y quién sabe cómo hubiesen andado las cosas en Roma. Me dije para mí: quiero poner a prueba las oraciones de nuestros 
muchahos; y por eso os exhorté a rezar para que el Señor pusiese fin a las disensiones entre las dos Cortes, y estaba esperando el 
resultado de las cosas. Durante dos o tres días las noticias continuaban siendo graves; los dos periódicos oficiales se mordían uno a otro. 
Después de unos días comenzaron a calmarse, llegaban las noticias más serenas, hasta el punto de que ahora reina una concordia, que nos 
hace esperar mucho bien. Cuando os recomendé rezar con tal motivo, se lo comuniqué al marqués de Dovando. Y ahora, habiendo visto 
él este acercamiento y acuerdo entre los dos países, me mandó a decir que desea hablarme de ello y que me espera en su casa. 

((89)) »Don Bosco no quiso decir esto en público, pero lo dijo privadamente a algunos clérigos, recomendándoles no lo divulgaran.» 
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Nosotros añadiremos un comentario a las palabras de don Bosco. 

Hacía años que reinaban serias disensiones entre Berlín y Viena. Los sectarios querían conceder a Berlín la primacía mantenida tan 
largamente por Viena, y fundar la unidad alemana sobre las ruinas de Austria y de los pequeños estados germánicos, valiéndose de 
Prusia, como la revolución italiana se había valido del Piamonte. El gobierno prusiano se lanzaba también a agrandar el Estado con las 
potencias enemigas de Austria y se esforzaba para formar una nueva confederación, sin romper abiertamente la más amplia que ya existía 
entre los estados alemanes, pero anulando de hecho la Dieta de Francfort, por inútil. Por esto no descuidaba aprovechar las ocasiones de 
reducir con alianzas, bajo su dirección diplomática y militar, los estados menores germánicos, salvando desde luego la autonomía de los 
mismos, y lo conseguía. En Hesse-Kassel entre tanto, por la Constitución suspendida en 1852 y modificada en 1860 por el gran Duque 
Elector con el apoyo de la Dieta Germánica, los demócratas que pretendían anexiones con contratos revolucionarios, combatían de mil 
modos a su Soberano y por tanto a la Dieta, animados por las promesas prusianas. 

Pero Austria estaba cansada e indignada de aquellas insidias e igualmente Baviera, Wurtemberg, Hannover, Hesse-Darmstadt y 
Hesse-Nassau y hubo un momento en que la guerra parecía inevitable. Mas, hacia fines de febrero, viéndose en peligro el ministro 
prusiano de ser arrojado por las sectas a la pendiente fatal de la revolución democrática, resistió y se avino a acuerdos con Austria para 
una acción común en la cuestión constitucional de Hesse-Kassel, y así por entonces no se turbó la paz. 

Y aquí son dignas de anotar las finas previsiones de don Bosco al decir que si aquellas discordias proseguían habría triunfado la 
revolución y quién sabe cómo hubieran andado las cosas en Roma.» 

((90)) Y, en efecto, la guerra victoriosa que Austria y Prusia aliadas movieron contra Dinamarca en 1864 hizo surgir entre ellas nuevas 
y graves disensiones sobre el modo de repartirse el Holstein y el Schleswig; y acabaron el 1866 con la batalla de Sadowa, por la que 
Prusia se enseñoreó de Alemania, y Austria fue excluída de la nueva confederación. Pero el agotamiento de Austria hacía posible la 
espantosa invasión de los prusianos en Francia, su conquista de Alsacia y Lorena, y la ocupación de Roma permitida por Bismarck a 
Italia como compensación de su neutralidad. 
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((91)
)


CAPITULO X 

Tómbola del 1862 -Notas y Documentos 

POR QUE DON BOSCO INSISTIA SUPLICANDO LA CARIDAD -SU PALABRA PERSUASIVA CONSIGUE CUANTO 
NECESITA -LA BENEFICENCIA PUBLICA DESPERTADA EN MUCHOS LUGARES POR SUS LLAMADAS -UNA NUEVA 
TOMBOLA: CARTA CIRCULAR -ADHESION DE LOS BIENHECHORES -REGISTRO EN EL PALACIO DEL CONDE CAYS 
-IMPRIME UNA INVITACION PARA LA TOMBOLA Y LOS MOTIVOS DE LA MISMA: SENCILLO REGLAMENTO -DON 
BOSCO SE DIRIGE A DOS PRINCIPES REALES PARA QUE ACEPTEN LA PRESIDENCIA DE LA TOMBOLA: LOS 
PRINCIPES NO PUEDEN: ACEPTA EL ALCALDE DE TURIN -LISTA DE LOS MIEMBROS DE LA COMISION 

LA organización de las escuelas católicas, el establecimiento de una tipografía, las discusiones con los protestantes, el recibimiento de las 
abjuraciones de sus adeptos, la guerra contra el espíritu de la tinieblas, las habituales enfermedades, los cuidados imprescindibles para 
preservar a los alumnos del mal, no habían debilitado el ánimo de don Bosco en la búsqueda de ingentes sumas con las que sufragar los 
gastos requeridos en las obras ya iniciadas y la construcción de nuevos edificios en el Oratorio de Valdocco. 

Escribe el teólogo Reviglio: 

«La solicitud de don Bosco para buscar limosnas crecía con el aumento de sus obras y de sus alumnos; dio toda su vida para proveerles 
de lo necesario para el alma y para el cuerpo. A veces salía, para llamar a las puertas de bienhechores, ((92)) tan pobre que se veía 
obligado a pedir unos céntimos al señor José Rossi, para las posibles limosnas a dar por la calle. Mas las principales familias turinesas, 
con su capacidad para descubrir la virtud de los hombres, habían reconocido en don Bosco al sacerdote destinado por el cielo para una 
misión especial y aumentaba el aprecio que le profesaban a medida que se relacionaban con él. Cuando se presentaba, no sólo conseguía 
socorros, sino que recibía tales muestras de veneración y de respeto, como no se podían profesar más que a un santo.» 
87 

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VOLUMEN VII Página: 88 

Alguien tachó a don Bosco de ser demasiado insistente suplicando caridad; pero él acostumbraba decir que era necesario hacer el bien y 
tener los medios. Ex nihilo, nihil. Sin dinero no se puede hacer nada o muy poco. También los santos más eminentes habían sufrido su 
necesidad. El era habilísimo para recogerlo, porque Dios evidentemente le había regalado semejante don. 

Su palabra producía milagros de persuasión. Un día había predicado sobre el desprendimiento de los bienes temporales, y pocos 
minutos después de bajar del púlpito, vio presentársele un señor que la misma mañana le había entregado, como préstamo, doce mil liras. 

-He aquí, le dijo aquel caballero presentándole el recibo; es un papel que puede usted hacer pedazos, yo no lo necesito. Mis ojos se han 
abierto a la verdadera luz con sus palabras. Sólo Dios, sólo Dios basta. 

Después de unos años, aquel bienhechor abandonaba el siglo, renunciaba a una inmensa fortuna para hacerse pobre y vivir en pobreza 
con don Bosco. 

Alguno, intentando menoscabar el mérito de don Bosco, se atrevió a decir: 

-Ha realizado el bien con el dinero de los demás. 

-Pero esto es precisamente lo que le hace admirable. Si él hubiera sido millonario y hubiese construido con sus propios medios sus 
colegios, no habría razón para maravillarse. Habría dado un poco de la riqueza ((93)) recibida de Dios. Pero él, sin nada, interesó a los 
ricos en favor del pobre, amplió la beneficiencia, hizo partícipes de su mérito a los bienhechores, unió más íntimamente el lazo de 
fraternidad entre los que poseen mucho y los que viven en la miseria. Por eso sus obras sobrepasan las fuerzas humanas. 

El Señor añadía a la eficacia de su palabra, la de sus escritos. Y no 
sólo recurría a las familias de una ciudad, provincia o nación, sino al mundo entero para alcanzar su fin, que era mundial. De aquí que 
fuera necesaria la publicidad. Atrevido y tenaz en la manifestación de sus proyectos, no se escondía tras una taciturna modestia. Humilde 
y modesto por sí mismo, sabía que estaba obligado a dar a conocer a todos su misión. 

Al mismo tiempo persuadía con sus obras a muchas poblaciones que no se sentían con arrestos para emprender nuevas instituciones en 
épocas de miseria, a reconocer la propia facultad caritativa y a edificar hospicios colosales. 

Don Bosco, pues, recurría a la prensa. Así había hecho anteriormente, 
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pese a la desaprobación de muchos, que luego se vieron obligados a imitarlo; así hará en lo sucesivo y por eso ahora, en el año 1862, 
anunciaba una nueva lotería con la siguiente carta impresa. 

Charitas benigna est, patiens est.
La caridad es benigna y paciente. S.Pablo.


Ilmo. Señor: 

La caridad de nuestro Señor Jesucristo, que en todo es bondadosa y paciente, muéveme a esperar de V. S. Ilma. benévola compasión 
por la molestia que voy a causarle. Las empresas que la divina Providencia puso en mis manos, me obligan este año a recurrir a la 
pequeña y pública beneficiencia, mediante una tómbola. Es cierto que este medio, habiéndose usado demasiado a menudo, resulta el 
menos apetecible para algunos; sin embargo, no supe hallar otro más compatible con la época y más oportuno a la necesidad. ((94)) A fin 
de que usted tenga un justo conocimiento del género de gastos a remediar, le haré aquí una breve indicación. 

Primeramente están los Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, de San Luis en Puerta Nueva y del Santo Angel Custodio en 
Vanchiglia. En estas tres iglesias se celebran las sagradas funciones mañana y tarde, se administran los santos sacramentos y se instruye a 
los jovencitos más desatendidos, que asisten en gran número. Estos muchachos, a quienes hay que suministrar con frecuencia comida y 
vestido, por cuanto se puede, son colocados para aprender un oficio. Pero las tres iglesias no tienen cuota fija para proveerlas de cuanto es 
necesario para el culto divino y están desprovistas de los ornamentos indispensables. Aún más, los terrenos de Vanchiglia y Puerta Nueva 
están en alquiler; el primero por seiscientas cincuenta liras al año y el segundo por quinientas noventa liras. Además del alquiler corriente 
hay algunos atrasados, que deberían haber pagado ya. En estos mismos locales se hicieron muchas reparaciones indispensables para las 
clases diurnas y nocturnas, y están en gran parte aún sin pagar. Tengo así mismo un considerable número de jóvenes aprendices y también 
estudiantes, internados en la casa aneja al Oratorio de Valdocco, a los cuales se les provee de pan, enseñanza, vestido, alojamiento y 
oficio; el gasto de éstos es muy considerable. 

Señalado el fin de la tómbola, invito humildemente a V. S. Ilma. a ayudarme: 

1.° A recoger aquellos objetos que personas caritativas quisieran ofrecerle y a ayudar después a distribuir algunos números a su debido 
tiempo. 

2.° Si usted conociese quien se brindase a aceptar el benéfico encargo de promotor de esta tómbola, principalmente si se trata de 
personas seglares, tuviese la bondad de informarme de su nombre. 

3.° Que, si V. S., por cualquier motivo no juzgase prudente que su nombre apareciese en la lista de promotores y promotoras, le rogaría 
respetuosamente me lo indicara en la forma que le resultare de menor molestia. 

Espero poder enviarle pronto el correspondiente proyecto de reglamento con los demás detalles relativos a esta tómbola, que de un 
modo particular recomiendo a su conocida y probada caridad. 

Dios nuestro Señor, infinitamente rico en favores, le recompense ampliamente 
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concediéndole salud y abundantes bendiciones. Entre tanto, en mi nombre y en el de los muchachos favorecidos, le ofrezco las más 
rendidas gracias, mientras tengo el honor de profesarme con todo afecto, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 30 de enero de 1862.
Su seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.


((95)) Las personas bienhechoras de todas partes se apresuraban a mostrar su simpatía por la Obra de los Oratorios. Basten, entre 
muchas, las dos cartas que presentamos a los lectores. 
Niza, 9 de febrero de 1862 
Señor Abate: 

He recibido la carta que V. S. tuvo la gentileza de dirigirme y la he leído con el vivo interés que me inspiran sus obras. Nadie mejor que 
el conde de Camburzano y que yo misma está persuadido de la importancia de sus institutos y de su inmensa utilidad desde el punto de 
vista católico y social. 

A pesar del progreso de las doctrinas impías, a pesar del destrozo desolador que produce la inmoralidad en medio de nuestros pueblos, 
usted va preparando un grupo escogido de jóvenes, cuyas virtudes y enraizados principios, junto a la inocencia de costumbres, consuelan 
a las almas de fe y dan los más edificantes ejemplos. 

Haremos cuanto podamos por la tómbola y nos alegrará probarle de este modo cuánto apreciamos sus obras. Gracias por las oraciones 
que promete elevar por nosotros, porque yo tengo una gran confianza en las mismas. 

Acepte, señor abate, los respetos del conde de Camburzano con las expresiones de mi más alta estima y de mi profunda veneración. 

CONDESA DE CAMBURZANO 

A una carta del Barón Ricci, residente en Cúneo, contestaba don Bosco: 

Carísimo señor Barón: 

Probablemente le podré proporcionar un buen criado y ya hablaremos de ello cuando usted vuelva por Turín. 

En todo tiempo, con tal de encontrarme en casa, estoy a su disposición. Las horas más tranquilas son generalmente de las nueve a las 

doce de la mañana. 

Agradezco las buenas disposiciones que manifiesta por nuestra tómbola. Espero que resulte bien. 

Hoy, de las diez de la mañana a las tres de la tarde, han hecho un minucioso registro al conde Cays, como Presidente de la Sociedad de 

San Vicente de Paúl, etc. 

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Que el Señor conceda a usted y a su señora salud y gracia, mientras con toda mi estima me profeso, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 9 de febrero de 1862 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


((96)) Explicando el etcétera de don Bosco diremos que el domingo 9 de febrero, por orden del jefe superior de policía, un delegado, 
acompañado de un tropel de empleados y agentes, había invadido el palacio del conde Cays de Giletta, en busca de cartas enviadas por el 
presidente del consejo general de París de la Sociedad de San Vicente de Paúl, señor Baudon. Revisaron y revolvieron rigurosamente 
armarios, mesas, estanterías, papeles, correspondencia, toda la documentación de la Conferencia, pero no encontraron nada que pudiese 
proporcionar la menor sospecha de conspiración contra el orden establecido en Italia y en Francia. Donde creían encontrar política, no 
hallaron más que caridad y sólo caridad para los pobrecitos de Jesucristo. El conde Cays, en efecto, que ya no era diputado en el 
Parlamento desde 1860, dejó todo de lado y se contaba siempre entre los primeros, cuando se trataba de practicar el bien o impedir el mal. 
Se dedicaba a organizar y presidir las Conferencias de San Vicente de Paúl en la ciudad y fuera de ella, a visitar enfermos en sus casas y 
en los hospitales, a socorrer a los pobres más abandonados y a catequizar a los niños. 

Y en toda suerte de rifas, era siempre de gran ayuda para don Bosco, el cual estaba preparando el programa de esta tómbola para 
llevarlo a la imprenta y sacar miles de copias 1 

1 INVITACION 

para una tómbola en Turín 

en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, de San Luis en Puerta Nueva y del Angel Custodio en Vanchiglia. 

Antes de hacer pública la invitación para una obra de beneficencia nos parece razonable indicar el fin que se persigue con la obra 
propuesta. 

Se han abierto en Turín, hace algunos años, tres Oratorios masculinos en tres puntos de la ciudad, donde se reúne el mayor número 
posible de muchachos en peligro. En ellos se entretienen con honestas y alegres diversiones, después de haber cumplido con el precepto 
festivo y se les estimula con premios, ejercicios gimnásticos y clases. Un considerable número de piadosos señores acuden solícitos y 
prestan su colaboración en la catequesis, y preocupándose de que cumplan su deber en los respectivos talleres y colocando con honrados 
patronos a quienes no tienen trabajo. 

En el Oratorio de San Luis y de San Francisco de Sales funcionan escuelas diurnas para ciertos jóvenes que, por vergüenza de su pobre 
vestimenta o por indisciplina, no serían admitidos 
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((97)) Impreso el programa, el 22 de febrero rogaba don Bosco a los Príncipes Reales Humberto y Amadeo que aceptaran la presidencia 
de la tómbola, pero no pudo ser complacido. 

en las escuelas públicas. Además de la instrucción religiosa se les enseña a leer, a escribir, y elementos de aritmética, del sistema métrico, 
de gramática italiana y temas similares. 

Pero entre estos jóvenes, se encuentran algunos tan pobres y abandonados, que no podrían capacitarse para un oficio sin 
proporcionarles alojamiento, alimento y vestido. A esta necesidad provee la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales. 

Hay en ella escuelas nocturnas, en las que, además de los talleres y las materias elementales para aprendices, se enseña igualmente 
canto gregoriano, música vocal e instrumental. A estas clases asisten tanto externos como internos. 

Además, puesto que la divina Providencia dota a muchos jóvenes de un extraordinario ingenio, y por otro lado carecen de medios 
materiales para progresar en los estudios, se les dio entrada en esta casa, lo mismo cuando pueden pagar toda la pensión, que cuando sólo 
una parte o nada, con tal de que posean ingenio y moralidad. Estos se convierten la mayoría en maestros de escuela, otros se dedican al 
comercio, y los que tienen vocación, son preparados para el estado eclesiástico. 

Después de este breve informe, resulta fácil comprender a dónde se dirige el beneficio de la tómbola. Los gastos de alquileres de los 
respectivos locales, el mantenimiento de las escuelas, el suministro de cuanto se necesita para el culto divino en las tres iglesias, proveer a 
las necesidades más apremiantes de algunos, y dar pan a los internos son motivo de cuantiosos gastos. 

Ha habido que hacer un gasto serio para montar en la casa talleres y escuelas, ya que, por el número cada vez mayor de internados, era 
imposible que aprendices y estudiantes frecuentasen los talleres y escuelas de la ciudad. 

Para hacer frente a la multiplicidad de estos gastos no se supo idear un medio más oportuno que una tómbola como ésta, que tiende la 
mano a la pequeña beneficencia mediante cualquier medio, ya sea en objetos, ya sea en dinero. 

Alguien podría preguntar: no hay rentas fijas para todos estos gastos? Los jóvenes que se reúnen constituyen un número considerable? 
Estos jóvenes son solamente de la capital o también de las provincias? 

Unas pocas palabras como respuesta. 

Para afrontar los gastos que se presentan en estos tres Oratorios y escuelas anejas, no tuve ninguna renta fija, y todo se sostiene a base 
de donativos que la divina Providencia inspira al corazón de las personas caritativas. 

Los jóvenes que se reúnen son muy numerosos; a veces, suman varios miles en uno solo de estos Oratorios; por lo que los locales 
destinados a escuelas y funciones religiosas, aunque son bastante amplios, se han quedado muy reducidos en proporción a los jóvenes que 
acuden. 

Estos son en parte de la Capital, pero la mayoría procede de las ciudades y pueblos próximos y vienen a la Capital en busca de trabajo o 
para dedicarse a los estudios: por ejemplo los internos, actualmente residentes en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales en 
Valdocco, casi ascienden a quinientos setenta y de ellos solamente cincuenta son de Turín: los demás proceden de las ciudades y pueblos 
de esta y otras provincias. 

Por esto, a la par que recomendamos la presente tómbola a nuestros beneméritos conciudadanos, invitamos también a otras personas 
caritativas residentes fuera de Turín, a socorrer una obra que, a más de estar orientada a la promoción del bien general de la clase más 
necesitada de la sociedad, se extiende también a favorecer a quien quiera aprovecharse de ella de cualquier ciudad, pueblo o provincia a 
que pertenezca. 

Por el boceto de reglamento adjunto puede cada uno conocer con qué medios y en qué medida puede cooperar a esta obra benéfica. 

Los miembros de la comisión que más abajo se citan esperan que sea bien acogido este su proyecto, y con esta confianza piden a Dios 
quiera galardonar generosamente a todos los que quieran concurrir aún con una pequeña cantidad. 

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((98)) COLEGIOS DE EDUCACION DE LOS PRINCIPES REALES 

Moncalieri, 24 de febrero de 1862
Muy Rvdo. e Ilmo. Señor:


Para distraer lo menos posible a los jóvenes príncipes en sus estudios ordinarios se ha determinado que durante el tiempo de su 
educación no pueden aceptar la Presidencia de ninguna Asociación o Institución, salvo en rarísimos casos y con el asentimiento de S.M., 
que se ha de obtener directamente por los solicitantes. 

((99)) Por tanto, mientras dure esta stancia, deben ellos, aún a su pesar, renunciar al ofrecimiento de la presidencia de la tómbola en 
favor de los tres Oratorios mencionados por S.M. Rvda. Señoría: pero se reservan el socorrer a esos benéficos Institutos adquiriendo 
números para la tómbola con el peculio de su hucha particular. 

El Preceptor de los Reales Príncipes ROSSI 

Se dirigió entonces al Alcalde de Turín, marqués Manuel Lucerna de Rora, el cual aceptó la presidencia de la Comisión, así constituida: 

Marqués Manuel Lucerna de Rora, Alcalde de Turín, Presidente.
Caballero José Dupré, Vicepresidente.
Comendador José Cotta, Senador del Reino, Cajero.
Caballero Federico Oreglia, Secretario.


Boceto de Reglamento para la Tómbola


1.° Será recibido con la mayor gratitud todo objeto artístico o industrial, es decir labores de bordados, de punto, cuadros, libros, 
brocados, telas o vestuario; se aceptará igualmente con agradecimiento todo trabajo en oro, plata, bronce, cristal, porcelana y similares. 

2.° En el acto de presentar cualquier objeto, se inscribirá en un registro, indicando la clase del mismo y el nombre del donante, salvo 
cuando éste prefiera conservar el anonimato. 

3.° Los miembros de la comisión, promotores y promotoras, están encargados de recibir los regalos ofrecidos para la tómbola; después 
se les ruega los hagan llegar al lugar de la pública exposición, en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco, en la 
forma que les sea menos gravosa. 

4.° Los boletos se pondrán en circulación en número proporcionado al valor de los objetos, después de la peritación del Gobiemo Civil 
de la provincia de Turín. Por consiguiente este medio de beneficencia se puede llamar, en cierto modo, una liquidación de objetos en 
forma de tómbola. 

5.° El precio de cada boleto se ha fijado en cincuenta céntimos. El que adquiere diez, recibirá uno más gratuito; el que adquiriese 
veinticinco, en un taco rojo, además de la eventualidad del premio de cada número, tendrá asegurado un premio. Cada taco rojo tiene 
veinticinco boletos; el último de ellos lleva el premio asegurado; los otros son de color amarillo. Quien gane el objeto primero extraído en 
suerte, que está señalado con el número uno, puede elegir el mismo objeto o quinientas liras que una persona le ofrece en su lugar. 

6.° Los boletos serán arrancados de un talonario en cuya matriz aparece la firma de un miembro de la comisión e irán marcados con el 
sello de la misma. 

7.° La exposición de los objetos durará dos meses. Se comunicará en los periódicos el día 

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((100)) Teólogo Pedro Baricco, asesor del Municipio.
Conde Biandrate de San Jorge.
Caballero Alleramo Bosco di Ruffino.
Sacerdote Juan Bosco, Director de los Oratorios.
Conde Carlos Cays di Giletta, Caselette.
Empleado César Chiala.
Conde Francisco Costa de la Torre.
Marqués Domingo Fassati.
Marqués Evasio Ferrari de Castelnuovo, Castelnuovo Scrivia.
Caballero Lorenzo Galleani d'Agliano.
Abogado Caballero Marcos Gonella, Chieri.
Comerciante José Migliassi.
Caballero José Mont¨, comerciante.
Conde Alejandro Provana di Collegno.
Caballero José Roasenda di Roasenda, Sciolze.
Marqués Ludovico Scarampi di Pruney.
Conde Aymar Seyssel d'Aix.
Conde Alberto Solaro della Margherita.
Conde José Villa di Monpascale.


del sorteo. Los promotores y promotoras serán avisados con tiempo por escrito, de cuanto se refiere a la marcha de la tómbola
recomendada a su caridad.


8.° Se extraerán tantos números cuantos son los premios a sortear; el primer número sacado ganará el objeto correspondiente señalado 
con el número uno, lo mismo el segundo y así sucesivamenre. 

9.° Los números premiados serán publicados en los periódicos doce días después del sorteo; luego se comenzará la distribución de los 
premios. Los premios no retirados, dos meses después del sorteo, se considerarán regalados a beneficio de la misma tómbola. 

N.B. La exposición de objetos se hará en la casa del Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco; mas, para mayor comodidad de 
los donantes, se reciben también en la provincia por los beneméritos señores promotores y promotoras, a quienes se ruega enviarlos al 
lugar de la exposición, advirtiendo que, cuando hubiere gastos, éstos serán pagados siempre que avisen al Secretario de la Comisión. 
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((101)
)


CAPITULO XI 

Tómbola del año 1862 -Notas y Documentos 

TRABAJOS PARA ORGANIZAR LA TOMBOLA -GRACIOSO COMENTARIO DE DON BOSCO A LAS PALABRAS DE UN 
CLERIGO EN SU ALABANZA -REPROCHE A QUIEN COMENTABA UN HECHO PRODIGIOSO SUYO -HUMILDAD 
HABITUAL -PERITACION DE LOS OBJETOS RECOGIDOS PARA LA TOMBOLA -DON BOSCO PIDE AL GOBERNADOR DE 
TURIN AUTORIZACION PARA LA TOMBOLA: DECRETO DE APROBACION -INAUGURACION DE LA TOMBOLA -DON 
BOSCO OBTIENE DEL MINISTERIO PARA ESTE AÑO UN BILLETE GRATUITO PARA VIAJAR POR FERROCARRIL -DON 
BOSCO VA A VERCELLI -DIALOGOS DE DON BOSCO EN EL TREN, DE REGRESO A TURIN, Y RESPETO QUE LE 
DEMUESTRAN LOS VIAJEROS -ULTIMOS PREPARATIVOS PARA LA TOMBOLA: PROMOTORES Y PROMOTORAS -EL 
MINISTRO DE HACIENDA SUSPENDE LA TOMBOLA -CIRCULAR DE DON BOSCO A LOS BIENHECHORES PARA 
ANUNCIAR LA ORDEN DEL MINISTRO -MUERTE DE MONSEÑOR FRANSONI 

EL Oratorio, escribe Bonetti, bullía con el trabajo de recibir regalos y colocarlos ordenadamente en las salas de la segunda planta, a 
levante de la escalera central (donde ahora está la enfermería). Don Bosco no hacía más que pensar; el día 3 de marzo por la mañanita, se 
encontró con unos clérigos y seglares, y sonriendo, preguntó a uno de ellos: 

-Entre todo lo que has visto durante tu vida, qué es lo que más te ha gustado? 

El respondió: 

-Don Bosco. 

Entonces don Bosco empezó a contar el siguiente hecho: 

((102)) «-En la última lotería que hicimos vino a ver los objetos un campesino con su mujer y algunos de sus hijos. Yo les acompañaba 
por los grandes salones de la exposición. Mientras otros visitantes se 
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detenían para contemplar algún objeto y admirar su belleza y preciosidad, aquel buen campesino no daba la menor señal de admiración; 
nada llamaba su atención. Yo decía para mí: 

»-Es posible que entre tantos objetos no haya uno que le agrade? 

»Anduvimos todavía un rato, hasta que al fin, llegamos a un sitio donde había, entre los regalos, un magnífico y grueso salchichón. 

»-íEste sí que es verdaderamente hermoso!, exclamó entonces el campesino, atónito ante aquella maravilla. 

»Nos echamos todos a reír por la anécdota: y dijeron algunos en voz baja: 

»-Quiere acaso compararse con un salchichón?». 

Aquellas palabras parecían una broma, pero representaban fielmente el humilde concepto que don Bosco tenía de sí mismo y que 
ninguna alabanza podía halagar su corazón. 

Así mismo «uno de aquellos días sentado a la mesa, contaba don Miguel Rúa a quienes estaban a su lado, que cuando él estuvo en 
Roma con don Bosco, le contaron el milagro realizado en Turín por el mismo don Bosco, unos años antes. Don Bosco, un poco a 
distancia, prestaba atención a lo que decían y nosotros nos dábamos cuenta de cómo se encendían sus mejillas. De repente, volviéndose al 
narrador le interrumpió y dijo en voz alta: 

»-Calle, nunca he dicho que fuera yo y ínadie debe saberlo!». 

Don Domingo Bongiovanni observó: 

«Don Bosco era totalmente indiferente a las alabanzas y a los desprecios. Hablando con nosotros los antiguos alumnos, en el día de su 
fiesta anual, mientras todos reconocíamos las grandes obras por él realizadas, don Bosco con buenas maneras nos atribuía a nosotros el 
bien realizado y en especial a sus ((103)) colaboradores. Yo mismo, el día de la primera misa de mi hermano José, 21 de diciembre de 
1862, al elogiar a don Bosco, rodeado de los alumnos del Oratorio y decirle: -El Papa hablando de ti ha empleado la palabra Santo, no 
advertí en él cambio alguno en el semblante, ni señal de complacencia. Los más atentos observadores jamás sorprendieron en él ningún 
indicio de amor propio en semejantes circunstancias». 

Entre tanto los premios recaudados hasta entonces eran trescientos ochenta y tres y el más notable era un cuadro pintado al óleo, que 
representaba las tentaciones de San Antonio, valorado en seis mil liras, obra del caballero Federico Peschiera, profesor de la Academia 
Ligurina de Génova. Los tasadores oficiales hicieron la lista 
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de todos los regalos, en folios de papel timbrado de cincuenta céntimos cada uno y consignaron su declaración 1. 

El mismo día 14 de marzo, enviaba don Bosco al Gobernador de la Provincia la petición de autorización para la tómbola 2 ((104)) e 
incluía el módulo de boletos, los nombres de los miembros de la comisión, el programa, el boceto de reglamento, la lista de los objetos y 
la valoración de Volpato y de Buzzetti. 

Una semana después el Gobierno Civil notificaba a don Bosco el decreto solicitado. 

1 A petición del celoso sacerdote don Juan Bosco, declaro haber procedido hoy al examen y valoración de los objetos de arte arriba 
descritos, que alcanzan la suma de veinticuatro mil setecientas setenta y una liras. 
Doy fe. 
14 de marzo de 1862. 
JUAN VOLPATO 

El que suscribe y a petición del reverendo don Bosco ha procedido a la valoración de los objetos comerciales descritos en la lista 
expuesta a continuación, que asciende a diez mil ciento setenta y ocho liras con sesenta céntimos. 

Doy fe. 

Turín, 14 de marzo de 1862.
JOSE BUZZETTI


2 Ilmo. Sr. Gobernador: 

Con el vivo deseo de aumentar el bien moral de los jóvenes pobres y abandonados, expuestos a tantos y tan graves peligros, 
vagabundeando por las calles de las ciudades y pueblos, he emprendido diversas obras de construcción indispensables para tal fin; mas, 
para realizarlas, he debido cargar con tales gastos que ahora me resulta imposible poder hacerles frente sin recurrir a la pública 
beneficencia, cuyo favor ya he experimentado varias veces en similares circunstancias. A este fin he invitado a los abajo nombrados 
beneméritos señores, suplicándoles su consejo y su colaboración. 

Ellos examinaron los motivos de los gastos que son los siguientes: 

1.° Pagar una deuda de treinta mil liras gastadas en la restauración de un local donde este año se han albergado hasta doscientos jóvenes 
más que los años precedentes. 

2.° Pagar el alquiler anual atrasado de la escuela y Oratorio festivo de Vanchiglia, que asciende a seiscientas cincuenta liras, más otras 
novecientas por el arriendo transcurrido de dos años por la escuela diaria y el Oratorio festivo de Puerta Nueva. 

3.° Ultimar algunos trabajos de construcción realizados en el Oratorio de San Francisco de Sales de Valdocco para clases diurnas y 
nocturnas que son de urgente necesidad, dado que es un suburbio muy poblado y extenso. 

4.° Proveer de pan a casi quinientos setenta muchachos pobres y abandonados, internados en la casa aneja al Oratorio de San Francisco 
de Sales, donde se les proporciona alimento, vestido y el aprendizaje de un oficio. 

Estos señores, examinada la necesidad de tales gastos y la de proveer a los mismos, propusieron de común acuerdo la preparación de 
una tómbola de objetos y se ofrecen a prestar su colaboración. 

Ante esta necesidad, recurro respetuosamente a V.S. Ilma. rogándole la 
aprobación de la Comisión de esta tómbola con los miembros abajo indicados y la facultad de publicar el adjunto plan de reglamento: 

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VOLUMEN VII Página: 

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EL GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE TURIN 

N. 35. Div. 5. N. 3229. P.G. 
Visto el recurso presentado por el Rvdo. Sr. don Juan Bosco, pidiendo autorización para inaugurar una tómbola de objetos regalados 
por la generosidad ciudadana, cuyo producto va destinado a favor de los ((105)) Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, de San 
Luis en Puerta Nueva y del Angel Custodio en Vanchiglia; 

Visto el adjunto reglamento y plano de la tómbola; 

Vista la lista de los objetos regalados, en número de trescientos ochenta y tres, cuyo valor asciende a treinta y cuatro mil novecientas 
treinta y nueve liras, con sesenta céntimos, según peritación de los señores Profesor Juan Volpato y José Buzzetti, con fecha 14 del 
corriente mes; 

Visto el reglamento aprobado por el Real Decreto con fecha 4 de marzo de 1855, n.° 606; 

DECRETA 

Artículo 1.°. Se autoriza la apertura de dicha tómbola propuesta en conformidad con el plano presentado y con la emisión de sesenta y 
nueve mil ochocientas ochenta boletos al precio de cincuenta céntimos cada uno, los cuales deberán ser numerados y debidamente 
marcados con el sello de la oficina de la Lotería Real, en el Ministerio de Hacienda, y firmados por un miembro de la Comisión de la 
tómbola antes de su distribución. 

Artículo 2.°. El producto de los boletos, a medida que se vendan, será depositado en la caja de la Comisión, para ser después destinado 
al servicio indicado en el programa y correspondiente plano. 

Artículo 3.°. En la comunicación al público de la presente tómbola se darán a conocer las normas del presente decreto. 

Artículo 4.°. Se fija el día 1 de julio para el sorteo de dicha tómbola, en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales en 
Valdocco, en presencia de los miembros de la Comisión y del Alcalde de la Ciudad de Turín, encargado de velar por la exacta 
observancia de las condiciones anteriormente establecidas y las que más tarde juzgase oportuno ordenar este Gobierno Civil, y cuyo 
incumplimiento hará nula y dejará sin ningún efecto la tómbola. 

1.° Poder vender sesenta y nueve mil ochocientos ochenta boletos a cincuenta céntimos la unidad, por un total de 34.939,60 liras 
corrrespondientes al valor de los objetos indicados. 

2.° Que cada boleto esté firmado por un miembro de la Comisión y con el sello de la misma, como ya fue concedido por los decretos de 
7 de marzo de 1854 y anteriores para las loterías precedentes, autorizadas por este benemérito Gobierno Civil. 

Persuadido de que su bondad y caridad querrá tomar en benévola consideración mi humilde súplica, le aseguro que conservaré viva 
gratitud y, también en nombre de los jóvenes beneficiados, le auguro copiosas bendiciones del cielo, expresándole la plenitud de mi 
estima y reconocimiento. 

Turín, 14 de marzo de 1862. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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Artículo 5.°. No se podrá aumentar el número de boletos, ni diferir el sorteo de la tómbola sin previa aprobación superior. 

Turín, 21 de marzo de 1862. 

Por el Gobernador
RADICATI


Entre tanto el salón con los premios, que aumentaban cada día, estaba en perfecto orden. Por esto, «el domingo 23 de marzo, que se 
celebraba en el Oratorio la esperada fiesta de San José, dice Bonetti, ((106)) se hizo la inauguración de la tómbola. El concejal del 
Municipio señor Galvagno, representó al Alcalde. Habían sido invitados muchísimos señores, pero ninguno o casi ninguno compareció en 
el Oratorio, porque aquel día nevaba copiosamente. Se celebró una pequeña velada en la que se cantó la canción de Cagliero -El poeta y 
el filósofo-y se declamaron algunas composiciones de ocasión. Con todo no pudo darse una jornada más aburrida que aquella». 

Don Bosco había decidido ir a visitar, después de la inauguración, diversas ciudades del Piamonte, para promover eficaz y 
personalmente los intereses de la tómbola. Pero como estos viajes habían supuesto un fuerte gasto, él había suplicado con tiempo a 
Ricasoli, Ministro de Gobernación, le concediera la renovación del billete de circulación gratuito en segunda clase, que se le había 
concedido solamente para el año 1861. El esperaba que su recurso sería atendido favorablemente, tanto más cuanto que había aceptado en 
el internado a un muchacho recomendado por el mismo Ministro. Su escrito obtuvo la siguiente respuesta: 

MINISTERIO DE GOBERNACION 
Div. 2.ª. Sec. 1.ª. N. 4633 -1298 

Turín, 20 de febrero de 1862 

El infrascrito, mientras da las gracias debidas por las favorables intenciones expresadas respecto al ingreso del huérfano Juan Fissore, le 
participa haber ordenado hoy que el propio huérfano se presente en este establecimiento para las oportunas comprobaciones, a las que se 
refiere su estimada carta del 8 del corriente mes. 

Y como, en la última parte de su escrito, suplica un billete de favor para los ferrocarriles, el infrascrito, con el fin de secundar, por 
cuanto le es posible, el expresado permiso, le ruega indique la línea de ferrocarril a que alude y citar la fecha y el número de la superior 
disposición, en virtud de la cual conseguía el pasado año semejante favor. 

El Director General
SALINO


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Don Bosco comunicó las requeridas explicaciones a este Ministerio, el cual las transmitió al de Trabajo y concluyó ((107)) declarando a 
don Bosco que no podía complacer su demanda 1. 

Entonces don Bosco pensó en conseguir aquel favor por otro camino, recordando sobre todo que Ricasoli, Presidente de Ministros, 
había presentado la dimisión el 3 de marzo y le había sucedido Urbano Rattazzi, titular a la vez del Ministerio de Gobernación. Y, en 
efecto, alcanzó lo que deseaba del comendador Bartolomé Bona, senador del Reino y Director General de ferrocarriles. 

Uno de sus primeros viajes fue a Vercelli, para tratar algunos asuntos con el Arzobispo, con el Canónigo Arcipreste de la catedral don 
Pedro Degaudenzi y con el párroco de Santa María la Mayor don Juan Momo. A la vuelta tuvo, como siempre, un encuentro digno de 
notar, que nos lo contó el párroco de Rossignano, monseñor Bonelli. 

«Salí de Vercelli directamente para Casale, con el predicador de la cuaresma, que era de Génova. Los asientos estaban casi todos 
ocupados por los viajeros, cuando he aquí que entró otro sacerdote, joven en apariencia. Pasó el revisor para la inspección de billetes y 
observé que el joven sacerdote presentaba un papel blanco, que resultó ser un billete de rebaja. Esto me dio que sospechar y, mientras yo 
le miraba fijamente, él, sin más, me preguntó: 

»-Perdón, quién es usted? 

((108)) »-Perdone, le respodí, que antes le diga si tiene la bondad de comunicarme su nombre. 

»-Soy un pobre sacerdote, cuyo nombre le importará muy poco conocer. 

»-Acaso de Turín? 

»-No soy de Turín, sino de un pueblo no muy distante, de Castelnuovo de Asti. 

»-Conozco a algunos de Castelnuovo, entre otros al reverendo 

1 MINISTERIO DE GOBERNACION
Administración


Turín, 18 de marzo de 1862. 

Siento tener que participarle que quedaron sin efecto los oficios enviados por este Ministerio al de Trabajo, con el fin de obtener los 
viajes gratuitos en los ferrocarriles del Estado, habiendo objetado el mismo Ministerio de Trabajo que tal favor del Real Decreto de 26 de 
diciembre de 1861, está reservado exclusivamente a los miembros del Parlamento y a los funcionarios que se encuentran en los casos allí 
previstos. 

Por el Ministro
CAPRIOLIO


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señor Bertagna, que fue mi compañero en la escuela. Y usted, conocerá tal vez a don Bosco? 

»-Sí, bastante. 

»-He oído decir que está trabajando para abrir un colegio en Mirabello. 

»-Sí, estoy informado de ello. 

»-Y cree usted que saldrá a flote en este asunto? 

»-íBueno! Ya veremos cómo se las apaña. Es una obra, a decir verdad, un poco atrevida, ésa en la que se mete el buen hombre. Ya 

veremos cómo se resuelve. 

»-Yo, en cambio, repliqué, creo que todo le irá bien, porque don Bosco triunfa siempre en su empresas. 

»-Pues yo lo dudo... íBueno! Veremos lo que conseguirá. 

»-Pero yo sé que en Turín sus escuelas funcionan a las mil maravillas y que tienen un excelente profesorado. Seguro que también lo 

enviará a Mirabello. Usted, que me parece bien informado sobre las cosas de don Bosco, sabría decirme si todos sus profesores están 
titulados? 

»-Algunos tienen títulos equivalentes; pero todos son de gran talento, saber y dedicación. Hasta tiene un joven de dieciocho años que da 
clases de primero de Retórica. 

»El predicador, que hasta aquel momento se había mantenido en silencio, exclamó con cierta ironía: 

»-Y encima eso: íun maestro de dieciocho años y nada menos que de Retórica! Oiga, señor; antes de lanzar una mentira hay que 
pensárselo bien. 

»-Mire, contestó aquel sacerdote; vaya a Turín, llame a este joven, examínele de latín, de griego, de historia, de ((109)) literatura y 
comprobará si digo la verdad o no. (Este profesor era el clérigo Francisco Cerruti) 

»-Que un joven de dieciocho años pueda ser un estudiante de Retórica mediocre, estoy persuadido. Y, si quiere, le concederé a lo sumo 
que sea óptimo; pero, profesor? Vuelvo a repetirle que antes de soltar una bola hay que pensárselo bien. 

»Y como el tono del predicador se hacía cada vez más irónico y todos los viajeros estaban pendientes del diálogo, le corté la palabra en 
la boca y, sin más, dije al sacerdote: 

»-Cuántos años tiene usted? 

»-Cuarenta y siete. 

»-Entonces usted es don Bosco. 

»-Sí señor, yo soy don Bosco. 

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»-Apenas hubo pronunciado su nombre cuando todos los demás viajeros se quitaron el sombrero para saludarle. El predicador quedó 
turbado por un instante y después añadió: 

»-Dispense, si fui un tanto atrevido en mis expresiones; yo ro sabía con quién tenía el honor de hablar, pero ahora, que sé que es usted 
el mismo don Bosco, declaro creer totalmente cuanto ha dicho. 

»-Yo, más tarde, hablando con los seminaristas les narraba esta anécdota, y concluía diciendo: 

»-Si los sacerdotes no son respetados, a veces es culpa suya. Los verdaderos sacerdotes, siempre tienen muchos que los quieren, por no 
decir todos. En efecto, al nombre de don Bosco, aún los que no le conocían, le saludaron». 

Regresaba don Bosco al Oratorio, pero aún no estaban abiertas las salas de la tómbola para la exposición de los premios. El trabajo, no 
obstante, era continuo. Don Bosco había establecido delegaciones para recibir premios y distribuir papeletas, en muchas ciudades y 
poblaciones de Italia septentrional y central, de modo que los promotores eran trescientos veintisiete y doscientas ocho las promotoras, 
entre los cuales había gran número de personas de la alta sociedad. Cuando he aquí que el Gobierno Civil notificaba a don Bosco una 
disposición del Ministerio de Hacienda que no permitía, por el momento, inaugurar la tómbola. 

((110)) GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN 

N. 3745 -597 
Turín, 4 de abril de 1862 

El ministro de Hacienda, a quien fue presentada la instancia del sacerdote don Bosco, pidiendo autorización para la tómbola indicada al 
margen, mediante una nota con fecha 1 del mes corriente, ha notificado a este departamento que, conforme a lo dispuesto por el artículo 
tercero del Reglamento sancionado por Real Decreto de 4 de marzo de 1855, y mientras no se haya terminado la lotería benéfica 
actualmente en marcha y autorizada en favor de los heridos de la guerra italiana, cuyo sorteo tendrá lugar el 18 próximo, no podrá atender 
a la súplica del citado sacerdote para iniciar la prevista por él, no existiendo norma de aprobar autorizaciones preventivas. Al poner en 
conocimiento del reverendo don Bosco cuanto se declara, el que suscribe, en nombre del mencionado Ministerio, se complace en añadir 
que el mismo no tiene dificultad ninguna para autorizar la tómbola de que se trata, apenas haya transcurrido el indicado término. 

Se devuelven entre tanto todos los escritos relativos a la misma. 

Por el Gobernador
RADICATI.


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Don Bosco, para quien resultaba ventajosa la espera, remitía esta circular a los promotores. 

Benemérito Señor: 

Cumplo el deber de comunicar a V.S. que la pública exposición de la lotería confiada a su caridad, debe diferirse unos días por 
coincidir con otra de carácter similar inaugurada en esta ciudad. Espero, sin embargo, que en breve se podrá señalar el día y entonces me 
apresuraré a comunicárselo. Entre tanto, para ganar tiempo y atender a diversos cuidados y encargos que faltan por realizar, le ruego 
respetuosamente envíe al local destinado para la exposición, los objetos que V.S. y otras personas caritativas quisieran regalar en ayuda 
de esta necesidad. Como un considerable número de objetos numerados y valorados, ya fueron presentados y aprobados por el Gobierno 
Civil de esta ciudad, comienzo por enviarle X... boletos a fin de alcanzar algún socorro para estos Oratorios, que pasan verdaderas 
estrecheces. Como no se puede todavía hacer la exposición pública sólo podremos vender los boletos privadamente. ((111)) Para su 
norma, frente a toda eventualidad, le notifico que los gastos que deba hacer para esta tómbola puede cobrarlos del importe que confiamos 
recaudar con los boletos de la misma. Reciba los augurios de todo bien del cielo, mientras con todo aprecio tengo el honor de profesarme. 

De vuestra Señoría 

Turín, abril de 1862. 

Su atento y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Como se ve, don Bosco no disminuía su actividad en favor de la tómbola, a pesar del gravísimo dolor que le afligía aquellos días. 

El 26 de marzo de 1862, moría santamente en Lyon el Arzobispo de Turín monseñor Luis Fransoni, bendiciendo a sus amigos y 
enemigos. El pudo repetir con San Gregorio VII: Dilexi justitiam et odivi iniquitatem; propterea morior in exilio. (Amé la justicia y odié 
la iniquidad; por ello muero en el exilio). 

El Capítulo de la Catedral de Turín elegía como Vicario Capitular al canónigo Zappata. 

En el Oratorio se rezó mucho por el alma del invicto y glorioso Prelado. Aunque despojado de las rentas del Obispado, había reducido 
tanto sus ya escasos gastos de vida, que empleaba los ahorros para alivio de los pobres y también de los Oratorios de don Bosco. Estos no 
olvidarán al amado pastor. 

Su memoria se conserva y será siempre venerada y bendita en la Pía Sociedad de San Francisco de Sales y su nombre se repetirá con 
aplauso en cualquier parte del mundo donde se recuerde a don Bosco. Si éste consiguió fundar sus obras, al santo Arzobispo debe 
atribuirse un mérito especialísimo: él fue el consejero, el defensor, el bienhechor, el padre de las mismas. 
103 

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((112)) 

CAPITULO XII 

UNA DEUDA CON URGENCIA DE PAGO -DONATIVO DEL REY A LOS CLERIGOS DEL ORATORIO -NUEVO EDIFICIO A 
LO LARGO DE LA CALLE DE LA JARDINERA -DON BOSCO CUENTA CON LA AYUDA DE LA DIVINA PROVIDENCIA 
-POR QUE NO SE SIGUIO UN PLAN PREVIO Y NORMAL: DIOS NO PROMETE SOCORRO PARA GASTOS SUPERFLUOS 
-LIMOSNA EXTRAORDINARIA -OTROS TRABAJOS -EL TALLER DE CERRAJERIA -DISPOSICION DE TODOS LOS 
TALLERES: NUEVO REGLAMENTO -DESORDEN DETENIDO -IMPORTANCIA DE LA ELECCION DE BUENOS MAESTROS 
DE TALLER -FIN DESASTROSO DE UN OBRERO -UN EXCELENTE JEFE PARA LOS CERRAJEROS 

AUNQUE se suspendió la tómbola, don Bosco no interrumpió la ejecución del proyecto de construir un nuevo edificio en el Oratorio, si 
bien no contaba con un céntimo y estaba cargado de deudas. Lo deducimos de una carta dirigida a la marquesa de Fassati, que 
ciertamente tuvo una generosa respuesta. 

Turín, 20 de marzo de 1862. 

Benemérita Señora Marquesa: 

Me encuentro esta mañana en un gran apuro. Necesito pagar una cantidad, para la que me faltan cuatrocientas liras y no puedo 
aplazarla. Si usted pudiera decir una palabra al señor Marqués para que me las dé como limosna, o simplemente me las preste, haría una 
verdadera obra de caridad; en el segundo caso, podría hacer frente con las ganancias que espero conseguir de la tómbola. 

Perdone esta molestia; el Señor no dejará de recompensárselo a usted, al señor Marqués y a toda la familia. 

Con todo mi agradecimiento, me profeso respetuosamente. 

De V.A. 

Seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


((113)) Al mismo tiempo dirigía una súplica al Rey, firmada por todos 
sus clérigos. 
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Augusta y Real Majestad: 

Los clérigos, abajo firmantes, respetuosamente exponen que, por ser huérfanos o hijos de padres pobres, se encontrarían en la 
imposibilidad de continuar en el estado, al que les parece estar llamados por Dios, sin la suerte de haber sido admitidos caritativamente 
un día en el Oratorio de San Francisco de Sales. Pero ahora se hallan muy necesitados para poderse proveer de la ropa conveniente para 
las sagradas funciones y también para el uso ordinario, lo mismo que para ayudar al presbítero Juan Bosco, su superior, que en estos 
momento pasa grandes apuros, a causa de los muchos jóvenes internados. 

Por este motivo recurren a la conocida bondad de S.M. suplicándole quiera otorgarles, del tesoro del Economato, el mayor donativo que 
le pareciere oportuno: ya en la persona de cada uno de los abajo firmantes, ya en la de su superior el presbítero Bosco. 

Rogamos al Cielo quiera derramar copiosas bendiciones sobre S.M. y sobre toda la familia real. Con todo el agradecimiento se 
profesan. 

1862. 

Sus humildes y seguros servidores (Siguen las firmas) 

Obtuvo una respuesta favorable. 

REINO DE ITALIA 

MINISTERIO DE GRACIA Y JUSTICIA Y DE CULTOS 

4.ª Div. -N.° 26241 

Turín, 23 de abril de 1862 

El que suscribe participa a V. Rda. S. que su Majestad, en audiencia de 21 del corriente se ha dignado señalar, en favor de varios 
jóvenes clérigos internados en ese establecimiento, una ayuda con cargo al Real Economato General, de cuatrocientas liras pagaderas a 

V.S. 
Por orden del Ministro 

El Director Superior 

A. MAURI. 
A don Bosco. 

((114)) La nueva construcción debía levantarse a lo largo de la calle de la Jardinera, sombreada por una hilera de moreras, es decir en el 
mismo espacio ocupado por el cobertizo arrendado un tiempo por Filippi a Visca y ahora propiedad de don Bosco. El nuevo edificio, algo 
más largo que el cobertizo, mediría casi sesenta metros de longitud, por siete con veinte de anchura y doce de altura. La planta baja estaba 
destinada a imprenta con doble número de máquinas, almacén de materiales y taller de carpintería. La segunda planta y los desvanes a 
dormitorios. Al extremo de este edificio, por levante, se abriría una nueva y cómoda portería con entrada para los carros, salón para 
recibir a los familiares de los alumnos y la estancia del portero. 

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La antigua portería, con el vestíbulo y el salón adjunto, todo cerrado al paso exterior y reducido a un solo local, debía habilitarse para 
taller, almacén de papel y de libros impresos. 

Era un trabajo costoso, pero don Bosco había dicho al principiar el año: 

-Cuando emprendo una obra que ha de ser para gloria de Dios, nunca me regulo por el dinero que tengo, sino por la necesidad en que 
me encuentro; porque estoy seguro de que la divina Providencia nos socorre en tal situación. Hasta el presente nunca nos faltó. 

Don Francisco Dalmazzo le oyó repetir muchas veces, desde 1861, que la casita de Valdocco se transformaría en un edificio colosal con 
amplios soportales: que desde aquí se extendería su Pía Sociedad por las diversas partes del mundo, que muchos de sus jovénes, 
ordenados sacerdotes, irían como misioneros a la lejana América. 

El maestro de obras Carlos Buzzetti, a quien don Bosco había hecho que consiguiera la patente de constructor, ponía manos a la obra. 

Habría sido muy ventajoso llevar desde el principio un plan general de las futuras edificaciones, y, de acuerdo con él, agrandar poco a 
poco ((115)) la Casa. Don Bosco tenía en la mente este proyecto, pero las prisas le obligaron a irse adaptando a las exigencias impuestas 
por la economía, las estrecheces del lugar y las necesidades urgentes de cada momento. Por eso se conservaron los cimientos y una parte 
de los muros del cobertizo ya citado y sobre ellos se levantó la edificación. Como actualmente se observa, la ampliación del Oratorio 
hacia el mediodía forma casi una diagonal en medio de los patios. Don Bosco aseguró posteriormente en repetidas ocasiones que aquel 
edificio sería derribado, al correr del tiempo, por desfigurar la simetría interna del Oratorio: pero que mientras él viviera, no permitiría tal 
derroche. 

-El Señor nos ha prometido, decía, y proporciona todos los medios necesarios para una obra gigantesca, pero no los prometió para 
empresas de adorno superfluo. 

Y los medios no faltaron. Narraba el mismo don Bosco a sus jóvenes en las vacaciones otoñales de 1862 un hecho sucedido durante el 
mes de junio, verdaderamente ruidoso o al menos providencial, según se explique. El maestro de obras se le había presentado pidiéndole 
unos miles de liras para pagar a los obreros. Don Bosco sabía perfectamente que no tenía dinero, pero no se atrevió a darle una respuesta 
negativa, sabedor de los apuros de Buzzetti. Subía poco después a su habitación pensando poder hallar la cantidad reclamada, 
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y mientras, sentado a la mesa, revolvía papeles, cartas y planos, apareció de pronto un sobre, cuya procedencia ignoraba. Lo abrió y 
encontró las cinco mil liras, que necesitaba el maestro de obras; bajó tranquilamente y se las entregó. Este hecho demuestra el sumo 
cuidado que Dios tiene con sus siervos, ya sea que El inspirara a alguien que llevara secretamente aquel dinero, ya sea, digámoslo 
también, que prodigiosamente lo hiciera aparecer allí. íEs tan bueno el Señor! Don Bosco no supo nunca de dónde procedía aquel 
donativo. 

Buzzetti estaba encargado de otro trabajo. Una ((116)) caseta de madera abierta, con techo cubierto de tejas, servía para depósito de los 
utensilios de albañilería y para la cal, bajo las ventanas de la habitación de don Bosco a mediodía. Aquí se debía levantar un pórtico con 
columnas, de catorce metros de longitud por cuatro de alto y seis con setenta y cinco de anchura, que sostenía una terraza abovedada. 
Cerrados con pared los espacios entre columna y columna salía una hermosa sala donde se trasladarían las máquinas de la primera 
tipografía, hasta que estuviese preparado el nuevo local destinado para ella; y después la fundición de los tipos de imprenta habría 
ocupado su lugar. 

Estos planos fueron ejecutados a su tiempo, pero como se requería una gran cantidad de trabajos en hierro, don Bosco comenzaba el 
taller de cerrajería. Destinó para ello la sala adonde, como ya queda dicho, había emigrado el maestro Miglietti desde la vieja portería con 
sus alumnos externos. A él se le asignaba para la clase un local en los primeros pórticos, junto a los talleres de encuadernadores de libros, 
zapateros y carpinteros. Los sastres trabajaban en el primer piso, detrás del despacho de don Víctor Alasonatti, y en la planta baja de la 
casa que fue propiedad de Filippi, trabajaban algunos tintoreros y sombrereros. 

El aumento progresivo de talleres obligó a don Bosco a modificar los dos reglamentos precedentes, que asignaban al jefe de taller la 
responsabilidad del trabajo, de la economía, de la disciplina y de la moralidad de los alumnos. 

Por tanto preparó uno nuevo en el que encargaba totalmente cada taller a un asistente seglar de la casa, el cual debía ser ayudado por el 
jefe de taller 1. Entre los primeros asistentes se cuentan José Rossi y José Buzzetti. 

1 Reglamento de los Talleres 

1.° Los aprendices de cada taller deben estar sometidos y obedecer al asistente y al maestro de taller, que son sus inmediatos superiores. 
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((117)) El caballero Federico Oreglia fue nombrado poco tiempo después jefe de tipografía y encuadernación. 

Con estas modificaciones del reglamento aún no quedaban establecidas definitivamente todas las normas para la buena marcha de los 
aprendices. Al crecer el número de éstos y la importancia de sus trabajos, la parte disciplinaria y moral quedó confiada a los clérigos, 

2.° Ningún alumno puede emprender o cambiar de oficio sin permiso del Ecónomo o del Director. 

3.° En los talleres está absolutamente prohibido fumar, beber vino, jugar y toda clase de diversión. En ellos se observará riguroso 
silencio, compatible con el oficio o profesión. 

4.° Ningún alumno puede salir del taller sin permiso del Asistente; cuando fuese necesario mandarles por cualquier trabajo o encargo 

fuera de casa, el Asistente procurará el oportuno permiso del Ecónomo o del Prefecto. 

5.° Ningún trabajo ajeno a la casa o de cualquier importancia puede realizarse sin previa inteligencia con el Ecónomo. 

6.° Todo trabajo será anotado por el Asistente en un registro, con la fecha, el precio convenido, nombre y dirección de aquél por cuenta 

de quien se hace, y las demás indicaciones necesarias. 

7.° El Asistente vigilará atentamente la conducta moral de los alumnos y su puntualidad en el trabajo. 

8.° Tanto el Asistente como el Jefe de taller deben impedir toda suerte de malas conversaciones y cuando sepan de algún culpable, 

darán cuenta enseguida. 
9.° El Asistente y el Jefe de taller procurarán hallarse con tiempo a la entrada de los alumnos en los talleres, para evitar los 

inconvenientes que en aquel momento pudieran ocurrir y para distribuir a cada alumno el trabajo, sin que tengan que perder tiempo. 

10.° Cuando el Jefe de taller deba salir para tomar medidas u otras cuestiones, avisará al Asistente. 

11.° Corresponde particularmente al Jefe de cada taller amaestrar al aprendiz en su propio arte y procurar que todo trabajo esté bien 

realizado y con economía. 

12.° Para proveer de los objetos y materiales necesarios, el Asistente avisará al Ecónomo, de quien recibirá las órdenes convenientes. Si 
hubiere de ausentarse para proveerse de material para juzgar del cual no se cree lo suficientemente práctico, irá acompañado del Jefe de 
taller o de algún otro, dejando sustituto para la asistencia de los aprendices. 

13.° El sábado de cada semana, después de consultar el parecer del Jefe, el Asistente dará al Ecónomo nota sobre la conducta de todos 

los aprendices del taller, poniendo especial atención en la diligencia en el deber y en su comportamiento moral. 

14.° El mismo dará también nota al Ecónomo de todos los trabajos realizados durante la semana. 

15.° Cada mes hará, de acuerdo con el Jefe de taller, un inventario de todos los materiales existentes en almacén y de todas las 

herramientas e instrumentos de trabajo. 

16.° Si algo se hallase deteriorado o en falta por culpa de alguno, se proveerá por cuenta del culpable, y, si éste no se conociese, se hará 
por cargo a todos los alumnos del taller. 

17.° El trabajo comenzará con el Actiones (ofrecimiento) y una Avemaría. A mediodía se rezará siempre el Angelus, antes de salir del 
taller. 

18.° Recuerden los Asistentes y Jefes de taller que con el celo y la caridad pueden hacer un gran bien, por el que serán recompensados 
por el Señor. 

19.° Reflexionen los alumnos que el hombre ha nacido para trabajar, y que solamente el que trabaja con amor y constancia encuentra 
ligera la fatiga y logra aprender el oficio elegido para ganarse honradamente el sustento. 

20.° Estos artículos serán leídos a los jóvenes por el Asistente o por quien haga sus veces, cada quince días, con voz clara, y habrá 
siempre una copia expuesta en el taller. 

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a quienes se dio el título de asistente, mientras seguían los hermanos seglares con la dirección material y económica. ((118)) En 
consecuencia don Bosco formuló un cuarto reglamento, que en sustancia varió poco y es el mismo que en 1877 fue impreso para las casas 
de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. 

Pero, entre tanto, la experiencia demostró que ya en 1862 era necesario el reglamento de los talleres. En el de cerrajería acaeció un 
grave desorden contra el artículo 3.° del reglamento. 

Al acercarse la fiesta de san Eloy patrono de aquel oficio, los dos obreros externos y sus aprendices se pusieron de acuerdo para 
celebrar la fiesta con una buena comida o merienda. Cotizaron y se proveyeron de vino y comestibles. Enterado don Bosco del asunto, lo 
prohibió, precisamente por los desórdenes que podían sobrevenir, y porque los demás talleres hubiesen pretendido hacer lo mismo en 
semejante circunstancia, de haber esperado una imprudente tolerancia. Pero los cerrajeros, ingresados en parte hacía poco en el Oratorio y 
no habituados todavía a la obediencia, no avezados a la sumisión, respaldados por quien debía contenerlos, usando alguna precaución, 
quisieron igualmente hacer jolgorio. 

No obstante, don Bosco, que era muy condescendiente al dar órdenes, cuando la necesidad le obligaba a tomar una decisión tajante, 
entonces sabía imponer su autoridad, y no dejaba impune la rebeldía. Sin embargo, aborrecía toda forma precipitada y violenta; y 
esperando a la mañana, dio sus avisos al Prefecto. Este llamó a los jóvenes responsables y, tras una reprensión razonada y serena, les 
envió a sus casas. Fue una lección justa y útil también para otros del Oratorio que hubiesen ((119)) sufrido la veleidad de rebelarse contra 
los superiores, de manera que durante muchos años no hubo trasgresiones importantes ni colectivas a las reglas. Pestilente flagellato 
stultus sapientior erit (golpea al arrogante y el simple se hará avisado), dice el Espíritu Santo (Prov. XIX, 25). 

Sin embargo, don Bosco, ante la súplica de los alumnos expulsados que pedían perdón y prometían obediencia, readmitió a la mayoría; 
pero se mantuvo firme en no admitir a los dos obreros externos. Y acertó. Un maestro de taller tiene más influencia que nadie sobre los 
jóvenes, lo mismo para el bien, que para el mal, porque depende directamente de él su porvenir profesional. Por eso don Bosco debía ser 
prudente en la elección y riguroso en apartar de aquel cargo a quien se hiciere indigno del mismo. Y parece que Dios confirmó su 
resolución. 

«Me encontré, narraba José Reano, junto a la iglesia de San 
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Dalmacio, con un jefe de taller despedido del Oratorio, el cual me dijo: 

»-Reano, has de saber que don Bosco y don Angel Savio se las tendrán que ver conmigo. 

»-Y por qué me sale ahora con eso?, respondí; no me gustaría saber nada de ello porque sufro mucho al oírlo. 

»Pero como el otro se irritó con sus recriminaciones, le contesté: 

»-Escuche, señor, atienda mi consejo: lo que pasó, pasado está, y yo no puedo convertirme en juez del caso. A usted no le falta trabajo; 
deje, pues, correr el agua al pilón. Quiere declararse enemigo de don Bosco? Yo no me atrevería a tanto, ni siquiera por todo el oro del 
mundo. 

»A mis palabras se enfureció y llegó hasta meterse conmigo, de forma que nos separamos descortésmente. 

»Pocos meses después, huyó de casa su mujer y a las pocas semanas se escapó su hija mayor. Seis meses más tarde fue víctima de un 
ataque apoplético, que le dejó paralizada una pierna ((120)) y le obligó a caminar apoyándose en un bastón. Transcurrido un año, un 
nuevo ataque le quitó la vida. Su segundo hijo, sin padre ni madre, vivía a duras penas y era socorrido alguna vez por don Bosco. 

La divina Providencia favorecía entre tanto a don Bosco proporcionándole buenos jefes de taller, algunos excelentes, de quienes 
haremos honrosa mención a su tiempo. Por ahora nos conformamos con nombrar a uno sólo, al cerrajero Juan Bautista Garando, que era 
fervoroso cristiano, chapado a la antigua y auténtico artista en su oficio. Durante varios años había aceptado en su taller a muchachos 
recomendados por don Bosco y todos quedaron muy contentos de tal maestro. Por falta de clientes y quiebras económicas, había tenido 
que cerrar su taller y se vio obligado a trabajar de simple obrero con un amo. En 1863, Pedro Enría, que había trabajado tres años bajo su 
dirección, lo encontró por Turín, diole muchas muestras de cariño y le pidió sus noticias. Respondióle que de salud, gracias a Dios, no 
estaba mal. 

-Pero, fíjate; añadió, a qué punto he llegado a mis setenta años. Me toca hacer de mozo en un taller. 

Enría le respondió: 

-Querido Bautista, quiere venir conmigo al Oratorio? Estoy seguro de que don Bosco le aceptará enseguida en casa, tanto más que tiene 
dificultades para poner en marcha un taller de cerrajería. 

-íAh! exclamó Garando; si el Señor y la Virgen me concedieran esta gracia, yo no saldría jamás de aquel lugar. 
110 

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Don Bosco lo admitió y se encontraba tan feliz el buen artista que repetía:
-He entrado en el paraíso.
Trabajaba como un joven de veinte años, enseñaba con diligencia a sus alumnos y vigilaba para que no diesen el menor disgusto a don


Bosco. Fue él quien preparó después todos los armazones de hierro para al iglesia de María Auxiliadora y especialmente los ventanales. 
Vivió cuatro años en el Oratorio repitiendo hasta el último instante de su vida: 
-Bendito sea el día en que don Bosco me aceptó es su casa. 

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((121)) 

CAPITULO XIII 

CARIDAD DE DON BOSCO AL VISITAR A LOS ENFERMOS DE LA CIUDAD: LES AYUDA Y TRANQUILIZA SUS 
CONCIENCIAS -SU METODO PARA PREPARARLOS A BIEN MORIR -A UNA SEÑORA, LLEGADA A SU FIN Y CURADA 
POR SU BENDICION, LE PREDICE QUE PASARA SU PURGATORIO EN ESTE MUNDO -PREDICCION DE MUERTE: UN 
SUEÑO, UNA APARICION; CITA A UN JOVEN PARA LA ETERNIDAD; UN ATAUD -MUERE UN ALUMNO Y DON BOSCO 
DICE QUE NO ES EL DEL SUEÑO; REVELA ENTONCES LA LETRA INICIAL DE SU NOMBRE 

DON Bosco seguía ejerciendo también caridad fuera del Oratorio, especialmente visitando enfermos. Iba a los palacios, a las casas de los 
ricos y de los pobres, y si sabía que había enfermos de la familia del dueño o de la servidumbre, suplicaba verles para decirles una palabra 
de consuelo espiritual. Era tan conocida esta su costumbre, que con frecuencia le llamaban a su lecho. 

«Los enfermos, dice la crónica de Bonetti, parecen aliviarse de sus males, cuando logran tener a su lado a don Bosco y lo desean como 
para estar más seguros del paraíso. La condesa de Lazzari, postrada en cama, hoy, 14 de marzo y viernes, le mandó llamar al Oratorio. El 
criado no le encontró en casa; sabedor de la impaciente espera de su señora, preguntó en qué lugar de Turín podría encontrarle; y ((122)) 
al indicárselo, marchó rápidamente en su busca y le acompañó hasta casa de la condesa. La ejemplar y fervorosa cristiana se consoló al 
verlo, y pretendía por todos los medios que don Bosco le dijese, si muriendo en aquel estado, iría al paraíso. Le preguntaba: 

»-Han sido siempre buenas mis confesiones? 

»Don Bosco sonreía al ver cómo la señora confiaba en él hasta tal punto; pero él, como dijo haber hecho en otras circunstancias 
semejantes, trató de escurrirse del mejor modo que pudo haciendo alguna pregunta que le pusiese en grado de llevar la paz al corazón». 

También a los enfermos muy graves sabía don Bosco confortarlos maravillosamente. 

«El día 16 de marzo, hablándonos de la muerte a nosotros los 
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clérigos, advirtió cómo este tremendo paso había asustado aún a los mejores, hasta a los más grandes santos. 

»-Pero yo, dijo, cuando voy a visitar a un enfermo grave no me pongo a comunicarle que es necesario prepararse, que puede ser que no 
muera y recobre la salud: son palabras que no disminuyen en nada la angustia de la muerte. Yo le hago presente que estamos en las 
manos de Dios, que es el mejor padre que puede existir, que vela continuamente por nuestro bien y sabe qué es lo mejor para nosotros y 
lo que no lo es. Por esto le animo a abandonarse en sus manos como un hijo se abandona en las de su padre y a estar tranquilo en ellas. 
De este modo el enfermo queda aliviado de aquella angustia de muerte, encuentra un supremo placer pensando que su suerte está en 
manos de Dios y está en paz y se prepara esperando lo que en su bondad infinita quiera disponer para él». 

Pero junto al lecho de los pacientes don Bosco llevaba algo más que palabras de alivio y consuelo. Nos escribió la señora Delfina 
Marengo: 

Era el invierno de 1862. Mi madre, que contaba entonces cuarenta años, cayó gravemente enferma del tifus y de pulmonía; después de 
casi dos meses de enfermedad llegó al fin de la vida. Recibió los sacramentos, ((123)) incluido el de la Santa Unción y fue visitada por el 
siervo de Dios don Bosco, según deseo e invitación del teólogo Félix Golzio, confesor de la enferma. 

Apenas se acercó don Bosco al lecho, preguntóle afablemente cómo se encontraba, y ella, que estaba en plena lucidez le reconoció y 
agradeció su visita. Entonces el santo varón nos hizo rezar a mí y a mi hermana tres Avemarías juntamente con él, después de las cuales 
me dijo a mí, que era la mayor: 

-Animo, tu madre no morirá, porque vosotras sois todavía demasiado jóvenes y la necesitáis mucho.
Volviéndose después a la enferma, añadió:
-Pero yo le he dicho al Señor que le haga pasar aquí su purgatorio; no se extrañe, por tanto, ante las tribulaciones.
Mi madre, que era una santa mujer, respondió con un hilillo de voz:
-Yo quiero hacer siempre la voluntad de Dios.
Y don Bosco respondió:
-Así vamos bien.
La bendijo y salió.
A partir de aquel momento mi madre empezó a mejorar y al día siguiente pidió permiso al médico para chupar un espárrago. El doctor,


que se había sorprendido al encontrarla todavía con vida, tomándole el pulso, respondió: 
-No un espárrago, sino una tajada de pollo. 
La convalecencia fue larga y difícil, pero curóse del todo; tanto que no volvió a caer enferma en treinta años. 
Sus tribulaciones fueron muchas, sobre todo psicológicas, y cada vez que se le presentaba una nueva, solía decir bromeando: 

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-Esto es una tarjeta de visita de don Bosco. 

Cuando le llegó la hora de la muerte, que la arrebató a los setenta y cinco años, el presbítero Valimberti, vicario del Carmen, que la 
asistió, y que no sabía nada de lo que don Bosco había dicho muchos años antes, me consoló diciéndome, que por lo que a él le parecía, 
mi madre había pasado su purgatorio en este mundo, y que podía esperar con fundamento que hubiese ido al paraíso. 

Don Bosco no era menos extraordinario en el Oratorio. «El 21 de marzo por la noche, escribe Bonetti, subió a la pequeña cátedra para 
dar las buenas noches a los muchachos. Después de una pausa, como para tomar aliento comenzó: 

-Tengo que contaros un sueño. Figuraos la hora del recreo en el Oratorio, cuando se oyen animadísimos gritos de júbilo por todas 
partes. Me parecía estar asomado a la ventana de mi habitación, observando a mis jóvenes, que iban y venían por el patio y se divertían 
alegremente jugando, corriendo y saltando. 

Cuando de pronto oí un gran estrépito a la entrada de la portería y, dirigiendo allí la mirada, vi entrar en el patio a un personaje, de 
elevada estatura, de frente espaciosa, con los ojos extrañamente hundidos, luenga barba y ((124)) cabellos blancos y ralos, que desde la 
cabeza calva caíanle sobre los hombros. Apareció envuelto además en un lienzo fúnebre que apretaba al cuerpo con la mano izquierda, 
mientras sostenía con la derecha una antorcha de una llama de color azul oscuro. Este personaje caminaba lentamente, con gravedad. A 
veces se detenía y, con la cabeza y el cuerpo inclinado, miraba a su alrededor como si buscase algo que se le hubiese perdido. 

En esta actitud recorrió el patio dando unas vueltas y pasando por entre los muchachos que continuaban su recreo. 

Yo me encontraba estupefacto, pues no sabía quién fuese, por lo que no le perdía de vista. 

Al llegar al sitio por donde ahora se entra en el taller de carpintería, se detuvo delante de un joven, que estaba para lanzarse contra otro 
del bando contrario en una partida al marro, y extendiendo su largo brazo acercó la tea a la cara del muchacho. 

-Este es, dijo, e inclinó y levantó dos o tres veces la cabeza. 

Sin más, lo detuvo en aquel ángulo y le presentó un papelito que sacó de entre los pliegues del manto. 

El joven tomó el billetito, lo desdobló y comenzó a leer mientras cambiaba de color, quedándose completamente pálido, y preguntaba 
seguidamente: 

-Cuándo? Pronto o tarde? 

Y el viejo, con voz sepulcral, replicó: 
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-Ven. Ya ha sonado la hora para ti.
-Puedo al menos continuar el juego?
-Aun durante el juego puedes ser sorprendido.
Con esto aludía a una muerte repentina.
El joven temblaba, quería hablar, excusarse, pero no podía.
Entonces el espectro, dejando caer una punta de su manto, señaló con la mano izquierda el pórtico.
-Ves allí?, dijo al joven. Aquel ataúd es para ti. Pronto, ven.
Se veía la caja mortuoria colocada en el centro del portón que da entrada a la huerta.
-No estoy preparado; soy aún demasiado joven, gritaba el muchacho.
Pero el otro, sin proferir una palabra más, salió de prisa del Oratorio, de forma más precipitada de la que había entrado.
Cuando se ausentó el espectro, y mientras pensaba yo quién pudiera ser, me desperté.
De lo que os acabo de decir podéis deducir que uno de vosotros debe prepararse, porque el Señor le llamará muy pronto a la eternidad.
Yo, que contemplé aquella escena, sé quién es, pues lo vi cuando el espectro le presentó el papelito; está aquí presente, escuchándome,


pero no diré su nombre a nadie hasta que haya muerto. 
Con todo, haré cuanto esté de mi parte para preparlo a bien morir. 
Ahora que cada uno reflexione, pues a lo mejor mientras se va repitiendo: tal vez sea fulano, le podría tocar a quien esto dice. 
Yo os he dicho ya las cosas tal y como son, pues de no haberlo hecho, el Señor podría pedirme cuenta el día de mañana diciéndome: 
-íPerro! Por qué no ladraste a su tiempo? 
Que cada uno piense en ponerse a bien con Dios especialmente en estos tres días que restan para la Novena de la Anunciación. 
Hagamos con este fin oraciones especiales y que cada uno, en este tiempo, ((125)) rece al menos una Salve a María Santísima, por el 

que tiene que morir. Así, al partir de esta vida, se encontrará con algunos centenares de Salves que le serán de gran provecho. 
»Al bajar de su tribuna, algunos jóvenes le preguntaron privadamente más detalles sobre el sueño que acababa de referir, rogándole que, 
ya que no quería decir el nombre del que había de morir, al menos indicase si la muerte anunciada sería pronto o tarde. El siervo de 
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Dios contestó que tal vez no pasarían dos solemnidades que comenzasen por la letra P sin que aquel vaticinio se cumpliese. 
»-Podría suceder, dijo, que no pasase ni siquiera una y que muriese dentro de dos o tres semanas. 
»Este relato hizo estremecer a todos, pues cada uno temía ser el jovencito indicado en el sueño. 
»Como en otras ocasiones, la narración de don Bosco causó un gran bien y como cada uno pensaba en sus asuntos, desde el día 

siguiente las confesiones comenzaron a ser más numerosas que de costumbre. 
»Muchos jóvenes durante varios días asediaron a don Bosco preguntándole por cuenta propia, si eran ellos los que debían morir en 

breve. 
»Insistentes fueron las preguntas, pero el buen padre cambiaba de conversación y nada decía sobre el particular. 
»Dos ideas quedaron fijas en la mente de todos, a saber: que la muerte sería repentina; que la predicción se verificaría antes de que se 

celebrasen dos solemnidades que comenzasen por P, esto es: Pascua y Pentecostés. La primera caía aquel año el 20 de abril. 
»La expectación en el Oratorio era enorme, cuando el miércoles, 16 de abril, continúa la crónica de Bonetti, moría en su casa el 

muchacho Luis Fornasio, natural de Borgaro Torinese, de doce años de edad. 
»Hay algunas cosas que notar a este respecto. 
»Cuando don Bosco dijo que uno había de morir, este muchacho, que ya en principio no era malo, comenzó a vivir como un verdadero 

modelo. 
»En los primeros días pidióle a don Bosco que le permitiese hacer su confesión general. El siervo de Dios no quería acceder porque la 

había hecho ya una vez, pero como el muchacho insistiese, el buen padre determinó complacerlo. 
»La hizo en dos o tres veces. El mismo día en que ((126)) pidió este favor o en el que comenzó su confesión empezó a sentirse mal. 
»Permaneció unos días en el Oratorio siempre indispuesto. Habiendo llegado dos de sus hermanos a visitarlo, y enterados de su 

malestar, pidieron a don Bosco que dejase a Luis ir a casa por algún tiempo. 
»Don Bosco concedió el permiso. 
»Aquel mismo día o el anterior, Fornasio había terminado de hacer su confesión general y recibido la sagrada comunión. 
»Fue a su casa, estuvo unos días levantado, pero después guardó cama. 

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»Agravóse el mal, le atacó a la cabeza, privándole de la razón y del uso de la palabra, de forma que ya no pudo volver a confesar ni a 
comulgar. 

»Don Bosco fue a Borgaro para visitarlo. Fornasio lo reconoció, quería hablarle pero no podía; tal sentimiento se apoderó de él que 
comenzó a llorar y con él toda su familia. Al día siguiente moría. 

»Al saberse en el Oratorio la noticia de este fallecimiento, varios clérigos preguntaron a don Bosco si era Fornasio el que había visto en 
el sueño recibiendo el papelito de manos del espectro, y el siervo de Dios dio a entender que no era él. 

»Con todo, muchos estaban convencidos de que la profecía se había cumplido en la persona de Fornasio. 

»Aquella misma noche, 16 de abril, don Bosco dio a conocer a los alumnos la triste noticia, de la muerte de Luis Fornasio, haciendo 
observar, al mismo tiempo, que aquel acontecimiento daba a todos una gran lección. 

»-El que tiene tiempo, no aguarde a más adelante. No nos dejemos engañar por el demonio con la esperanza de ajustar las cosas de 
nuestra alma en punto de muerte. 

»Como le preguntasen públicamente si Fornasio era el que debía morir, respondió que por entonces no quería decir nada. Añadió, sin 
embargo, que era costumbre en el Oratorio que los jóvenes muriesen de dos en dos y que uno llamase al otro; que por eso todos debían 
estar en guardia poniendo en práctica el aviso del Señor de estar preparados: Estote parati quia qua hora non putatis Filius hominis veniet. 
(Estad preparados porque en el momento que no penséis vendrá el Hijo del Hombre)1. 

((127)) »Al bajar de la tribuna, dijo claramente a algún sacerdote y a un clérigo, que no era Fornasio quien había recibido en el sueño el 
billetito de manos del espectro. 

»El 17 de abril, durante el recreo de después de la comida, se encontraba don Bosco en el patio, rodeado de cierto número de 
muchachos, que le pidieron con interés: 

»-Díganos el nombre del que tiene que morir. 

El siervo de Dios sonriendo hizo una señal con la cabeza de que no lo diría, pero los muchachos insistieron. 

»-Si no quiere decírnoslo a nosotros, dígaselo al menos a don Miguel Rúa. 

»Don Bosco siguió resistiéndose. 

1 Mt. XII, 40. 
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»-Díganos, al menos, la inicial del nombre, presionaron algunos.
»-Queréis saberlo?, dijo al fin. Pues os lo diré. El que recibió el papelito de manos del personaje, tiene un apellido que comienza con la


misma letra que el nombre de María. 

»La palabra de don Bosco corrió por toda la casa como un relámpago. 

»Pretendían los muchachos esclarecer el misterio, pero resultaba difícil, porque había más de treinta alumnos, cuyo apellido comenzaba 

por M. 

»No faltaron, sin embargo, los espíritus desconfiados. 

Había en casa un enfermo grave que se llamaba Luis Marchisio, de cuya curación se dudaba mucho; y, en efecto, el 18 de abril, fue 

llevado a casa de sus familiares. 

»Algunos, sospechando que don Bosco aludiese a Marchisio, decían: 

»-Si es Marchisio, también yo sabría adivinar que uno tiene que morir y que su apellido comienza por la misma letra que el nombre de 
María». 
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((128)) 

CAPITULO XIV 

LA PASCUA: DON BOSCO ESTA EXTENUADO -RECUERDA LAS CONFESIONES DE LOS EXTERNOS DURANTE LOS 
PRIMEROS AÑOS DEL ORATORIO -SU HORROR ANTE LA BLASFEMIA -LA COMISION QUE REUNE LOS HECHOS Y 
DICHOS DE DON BOSCO SIGUE ADELANTE -MUERTE REPENTINA DEL JOVEN SEÑALADO EN EL SUEÑO -VARIAS 
CIRCUNSTANCIAS QUE PRECEDEN Y ACOMPAÑAN A ESTA MUERTE -MISTERIO DESCUBIERTO -PERFECTO 
CUMPLIMIENTO DEL SUEÑO -DON JUAN CAGLIERO SABIA EL SECRETO DE DON BOSCO -DON BOSCO LEVANTA LOS 
ANIMOS DE LOS MUCHACHOS CON CHARLAS AMENAS: EL PERRO GRIS QUE SOLO EL VE -SERMON DE DON BOSCO 
DEL DOMINGO IN ALBIS 

PROSIGAMOS la crónica de Bonetti. 

«El 20 de abril, día de Pascua, don Bosco estuvo muy mal: 
no se tenía en pie. Sentía revuelto el estómago y hablaba con dificultad. A pesar de ello bajó a la iglesia y estuvo confesando a los 
muchachos, desde las seis y media hasta las nueve. 

»Le advertimos que se cuidara y no trabajara tanto. Y él nos respondió: 

»-Mis queridos amigos, ahora es el tiempo de trabajar; cuando yo no esté, habrá otros que lo harán mejor que yo. El gran número de 
muchachos forasteros que me rodeaban ayer por la mañana, me recordaba de cuando hace doce o catorce años tenía a veces, en torno a 
mí, hasta más de ciento cincuenta muchachos del Oratorio festivo que querían confesarse conmigo. íCómo me querían y cuánto bien se 
les podía hacer! 

((129)) »Después comenzó a hablar del gran fruto que produce la catequesis cuaresmal y a darnos a nosotros, clérigos, algunas normas 
para emplear a la hora de tratar ciertos temas. 

»En cuanto a la blasfemia, nos decía que tuviésemos gran cautela al hablar de ella con los jóvenes, y que no repitiéramos jamás los 
horrendos epítetos unidos al santo nombre de Dios; aunque pensásemos que había que pronunciarlos para dar una aclaración o 
reprensión, al explicar el catecismo. 

»Casi con lágrimas en los ojos nos aseguraba: 
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»-Me causa más dolor oír una de tales blasfemias que recibir una fuerte bofetada; y, hasta confesando, después de escuchar dos o tres de 
estos pecados, me siento con el corazón tan oprimido que no aguanto más. 

»Nosotros le habíamos hecho observar que el teólogo Borel, cuando hablaba en el púlpito sobre la blasfemia, a veces él mismo las 
profería, tal y como acostumbra el populacho. 

»Don Bosco respondió a nuestras observaciones: 

»-El teólogo Borel es celosísimo y no se puede dudar de las innumerables conversiones que realiza con su predicación, llena de 
diálogos y ejemplos vivísimos. Aún así, yo no aguanto oírle pronunciar aquellas frases. Se lo he avisado muchas veces, y le he rogado 
que procurase corregirse de semejante defecto, pero se ve que la costumbre y la vehemencia al hablar, quizá no se lo permitan». 

Hasta aquí Bonetti. 

Al llegar a este punto de la Crónica, leemos la siguiente nota. 

«21 de abril. Durante esta cuaresma, por haber estado muy ocupados, 
unos por un lado y otros por otro, enseñando en la catequesis y con otras diversas incumbencias, no hemos podido escribir ni reunirnos en 
comisión. Reemprendemos de nuevo nuestra obra, para gloria de Dios, robando tiempo al tiempo a fin de consignar lo que nos parece 
más relevante en la vida de don Bosco y empezamos enseguida anotando el cumplimiento del sueño». 

((130)) Estas pocas palabras nos aseguran que la Comisión, formada para anotar los hechos de la vida de don Bosco, había continuado 
durante los dos años pasados cumpliendo su oficio, examinando, aprobando y corrigiendo todo lo escrito por Bonetti, Ruffino y algún 
otro de sus miembros. 

Bonetti, después de rellenar en la Crónica las lagunas de los meses de marzo y abril, prosigue su narración haciendo notar el 
cumplimiento de la predicción hecha por don Bosco con el sueño del 21 de marzo. 

«Había pasado ya un mes de tal vaticinio, y mermaba en algunos la saludable impresión que las palabras del siervo de Dios habían 
producido en sus ánimos. Muchos, en cambio, continuaban preguntando: 

»-Quién morirá? Cuándo morirá? La primera P, correspondiente a la fiesta de Pascua, ha pasado. 

»Y he aquí que el 25 de abril moría repentinamente, víctima de un ataque apoplético, el muchacho Víctor Maestro, de trece años de 
edad, natural de Viora, Mondoví. 
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»Era un muchacho de acrisolada virtud, que comulgaba varias veces por semana. 

»Hasta el día de la predicción, había gozado de perfecta salud; 
pero desde hacía un par de semanas padecía una fuerte afección a los ojos, que por la noche le dejaba totalmente sin vista; hacía dos o tres 

días padecía también un ligero dolor de estómago. 

»El médico le ordenó que por la mañana no se levantase con los demás, sino que descansase hasta más tarde. 

»Una mañana, don Bosco se lo encontró por la escalera y le preguntó: 

»-Quieres ir al Paraíso? 

»-Sí, sí; replicó Maestro. 

»-Pues bien, prepárate; añadió el siervo de Dios. 

El joven miró a don Bosco un poco turbado, pero creyendo que hablaba en broma, reaccionó inmediatamente. 

»Por lo demás, el buen padre, que estaba sobre aviso, iba preparándole con prudentes consejos, induciéndole a hacer su confesión 

general, después de la cual Maestro quedó contentísimo. 
»El 24 de abril un jovencito, al ver a Maestro sentado en la barandilla de la enfermería, tuvo una singular idea y acercándose a don 

Bosco le preguntó: 

»-Es cierto que el que se quiere morir ((131)) es Maestro? 

»-íY yo qué sé!, replicó el siervo de Dios, pregúntaselo a él. 

»El jovencito subió a la enfermería y se lo preguntó a Maestro. 

»Este comenzó a reír y fue a pedir a don Bosco que le dejase pasar unos días con su familia. 

»-Con mucho gusto, replicó el buen padre; pero antes de marchar es necesario que el médico extienda un certificado de tu enfermedad. 

»Esta respuesta sirvió de gran consuelo al joven que razonaba de esta manera: 

»-Tiene que morir uno en el Oratorio; si me marcho a mi casa es señal de que yo no soy; pasaré unas vacaciones más largas y volveré 

curado. 

»El viernes 25, Maestro se levantó con los demás y, después de asistir a la santa misa, volvió a su dormitorio, pero sintiéndose muy 
cansado se acostó, manifestando antes a los compañeros su satisfacción por marchar a casa. 

»Entretanto, a las nueve, sonó la señal para la clase, y los compañeros, después de despedirse de Maestro y desearle unas felices 
vacaciones y un buen regreso, marcharon a sus aulas mientras el enfermo 
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quedó solo en el dormitorio. A las diez vino a verle el enfermero para comunicarle que el médico llegaría dentro de unos instantes, que se 
levantase y fuese a la enfermería para hablar con él y pedirle el certificado que le había dicho don Bosco. 

»Poco después se oyó la señal de la llegada del médico y un muchacho del dormitorio contiguo al de Maestro, que también estaba 
indispuesto, se acercó a la puerta del de aquél y dijo en alta voz: 

»-Maestro, Maestro, es hora de ir a la visita del médico. 

»Lo llamó una y otra vez pero Maestro no respondía. Creyó el compañero que se había quedado dormido. Entonces se acercó a su 
cama, lo tomó por un brazo, lo volvió a llamar, lo sacudió, pero Maestro seguía inmóvil. 

»Imposible explicar el espanto del muchacho; comenzó a gritar 
inmediatamente: 

»-íMaestro ha muerto, Maestro ha muerto! 

»Corrió a comunicar la noticia a la enfermería y el primero con quien se topó fue con don Miguel Rúa, el cual aún llegó a tiempo para 
dar la absolución al moribundo, mientras exhalaba el último suspiro. Enseguida se comunicó la desgracia a don Víctor Alasonatti, y yo 
(dice Bonetti) fui a llamar a don Bosco. ((132)) La noticia de la muerte corrió como un relámpago por clases y talleres. Muchos acudieron 
al dormitorio y se arrodillaron ante el cadáver, rezando por el alma del difunto. Algunos esperaban que estuviese aún vivo, y se acercaron 
al lecho con tisanas y licores fuertes. Pero todo fue inútil. Cuando llegó don Bosco, apenas lo vio, perdió toda esperanza: aquella vida se 
había apagado. 

»El pesar era general, especialmente porque Maestro se había ido de este mundo sin tener al lado ni un solo compañero. 

»Don Bosco, al contemplar la consternación que se había apoderado de los muchachos, los tranquilizó sobre la salvación eterna de 
Maestro. 

»Había comulgado el miércoles, y desde la festividad de los Santos hasta la fecha había observado una conducta tal, que daba a 
entender que aquel jovencito estaba preparado para morir. 

»Clérigos y jóvenes desfilaron ante el cadáver y, al llorar su muerte, reconocían que con ella se había cumplido el sueño de don Bosco. 

»El siervo de Dios habló por la noche a todos de tal forma, que arrancó las lágrimas de su auditorio. Hizo resaltar cómo Dios se había 
llevado a dos jóvenes del Oratorio en el espacio de nueve o diez días, sin que ninguno de los dos hubiese podido recibir los auxilios de la 
religión. 
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»-íCuán engañados están, exclamaba, los que dicen que ajustarán sus cuentas al fin de la vida! Pero, demos gracias al Señor que se ha 
dignado llamar a la eternidad a dos compañeros, los cuales, tenemos la seguridad de ello, se encontraban preparados para este paso. 
íCuánto mayor sería nuestro dolor si el Señor hubiese permitido que partiesen de nuestro lado otros que observan en casa una conducta 
poco satisfactoria! 

»Esta muerte fue una bendición del Señor. Durante la mañana y la noche del sábado los jóvenes pedían en gran número hacer la 
confesión general. Don Bosco los tranquilizaba dirigiéndoles algunas palabras. 

»Después dijo claramente: 

»-A Maestro fue al que vi en el sueño recibiendo el papelito de manos del espectro. Lo que me consuela grandemente es que él, como 
varios aseguraron, se ((133)) acercó a los Sacramentos en la misma mañana del viernes, de forma que su muerte fue repentina, pero no 
imprevista. 

»En la mañana del domingo 27 de abril, fue conducido al cementerio el cadáver de Maestro. 

»Cuando el siervo de Dios vio en el sueño al espectro presentando el billetito a Maestro, pudo apreciar que la escena se desarrollaba 
delante del portón que conducía al huerto; desde allí el misterioso personaje indicó al joven el ataúd colocado debajo de dicho portalón, a 
pocos pasos de distancia. 

»Cuando llegaron los empleados de pompas fúnebres, pasando por la escalera central, transportaron el féretro hacia el lugar en que don 
Bosco había visto al espectro y a su víctima; allí pidieron unos caballetes para colocar el ataúd, esperando al sacerdote y a los alumnos 
que habían de acompañar el cadáver al cementerio». 

Hemos de añadir que al llegar don Juan Cagliero y ver el féretro en aquel lugar, siendo así que, en circunstancias análogas, la costumbre 
había sido colocar el ataúd al final de los pórticos junto a la puerta de la escalera próxima a la iglesia, se mostró contrariado por la 
novedad, y tanto más al saber que los de la funeraria habían hecho llevar allí los caballetes que estaban colocados con anterioridad en el 
lugar tradicional. Por tanto insistió Cagliero para que la caja fuese llevada al sitio de costumbre, pero aquellos hombres, después de decir 
algunas palabras entre dientes, no quisieron mover el féretro de donde estaba. 

En aquel instante don Bosco salía de la iglesia y mirando conmovido la escena: 
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-íMirad!, dijo a don Juan Bta. Francesia y algunos otros que estaban cerca de él, íqué coincidencia!... En el sueño vi la caja en ese 
mismo lugar. 

Sobre este hecho nos dejó también una relación don Segundo Merlone. 

Según él, aunque ninguno de los alumnos había llegado a saber que el compañero que había de morir era Maestro, dos de la casa 
conocían el nombre del infortunado y algo más. 

((134)) A fines de febrero murió un joven que hacía algun tiempo había salido del Oratorio. Dos Clérigos veteranos, ordenados in 
sacris, uno de los cuales era don Juan Cagliero, al enterarse de lo ocurrido, una mañana al subir las escaleras y encontrarse con don Bosco 
que bajaba al patio, le anunciaron esta pérdida para él siempre dolorosa. Don Bosco respondió: 

-No será ése solo: antes de que pasen dos meses, deberán morir otros dos. 

Y añadió los nombres. 

Con frecuencia el siervo de Dios hacía semejantes confidencias bajo secreto, a quienes sabía dotados de prudencia, para que, sin que los 
jóvenes indicados se diesen cuenta, fuesen por ellos amigablemente estimulados a observar buena conducta, a frecuentar los sacramentos; 
y para que al mismo tiempo los vigilasen teniéndolos apartados de todo peligro. 

Ambos clérigos asumieron de buena gana este encargo de ángeles custodios, pero al mismo tiempo, tomando un trozo de papel 
escribieron la profecía, la fecha en que don Bosco la había anunciado, los nombres de los interesados y después firmaron. Seguidamente 
fueron a la Prefectura y, sellando el escrito, lo depositaron en ella para que fuese celosamente guardado. 

Monseñor Cagliero, cuarenta y siete años después, confirmó cuanto hemos dicho y recordaba la compasión que sintió a raíz de la 
revelación de don Bosco, al ver a aquellos dos jovencitos correr alegremente de una parte a otra del patio entregados a sus juegos, sin 
sospechar lo más mínimo, sobre la muerte, aunque no desgraciada, que les estaba reservada, y el cumplimiento de la profecía en el tiempo 
señalado y la emoción que experimentó el mismo Prefecto cuando se quitaron los sellos al papel escrito dos meses antes. 

«Por aquellos días, prosigue Bonetti, los alumnos necesitaban liberar su mente de ideas fúnebres y comenzaron a preguntar a don Bosco 
por aquel perro misterioso que en varias ocasiones le había salvado de los ataques de los malvados. Y don Bosco con mucha 
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gracia, después de haber contado varios episodios de su vida, llegó a describir la valentía del famoso ((135)) perro Gris, con lo que los 
alumnos estaban entusiasmados y reían a su gusto. 

»Preguntáronle si hacía mucho tiempo que no lo había vuelto a ver y respondió que lo había visto y le había acompañado el año anterior 
una noche muy avanzada en que se encontraba solo. 

»-Una vez, prosiguió, me lo encontré delante y de repente, en la carretera que va de Buttigliera a Moncucco, ya muy avanzada la tarde y 
me defendió de dos enormes perrazos, que salieron de una granja próxima y se echaron contra mí con muy poca gracia». 

Bien podemos decir que la historia de este perro es algo muy curioso y a la par sobrehumano, tanto más cuanto que, a lo que parece, en 
ocasiones, solamente era visible por don Bosco. 

En efecto, nos escribe don Juan Garino: 

«Era el año 1862. Un sábado, después de comer hacia las dos, me llamó don Bosco para que le acompañase a Turín. Llegamos a la 
portería, iba a poner el pie en el umbral y yo, que iba detrás de él, veía que dudaba y que, por más que miraba a una y otra parte, no 
lograba encaminarse. De pronto se volvió atrás y dijo: 

»-No puedo salir; el Gris no me deja. 

»Y al no poder superar el insistente impedimento, volvió atrás y aquel día no salió. 

»A la mañana siguiente oí que se esparcía la voz de que el día anterior había habido alguien en acecho para disparar contra don Bosco». 

Con la comunión general y la sepultura de Maestro quedó cerrado en el Oratorio santamente el domingo in Albis. 

«Por la tarde, narra la Crónica, faltó el predicador y le tocó a don Bosco subir al púlpito. Su sermón fue el de un santo. Rodaban las 
lágrimas de sus ojos y arrancó las nuestras. Habló de las fiestas que antiguamente se celebraban y se llamaban fiestas pascuales, porque 
los ocho días eran fiestas de precepto. Explicó después por qué este domingo se llama in Albis: a saber, porque en este día los 
catecúmenos, vestidos ((136)) de blanco en el día del bautismo, se despojaban de su blanca vestidura. Después habló de la aparición de 
Jesús a los Apóstoles, del sacramento de la Penitencia. Y para terminar, aprovechó aquel saludo de Jesús: Pax vobis (la paz sea con 
vosotros). Dijo que era llegado el tiempo de hacer la paz con el Señor, exaltó la misericordia de Dios, el cual, después de ofendido, nos 
ofrece el primero la paz, cuando nos correspondería a nosotros ofrecérsela a él o, más aún, pedírsela con amargas lágrimas. 
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-Habría alguno en esta iglesia, dijo, que viendo a un Dios por él ultrajado, que le ofrece el primero la paz, quiera, sin embargo, 
intimarle a la guerra? Ea, mis queridos amigos, aceptemos esta paz. 
Llegará el fin de nuestra vida y, si hoy hemos pactado con Dios, Jesucristo en aquel tremedo momento de la muerte, hará resonar en 
nuestro oído este hermoso saludo: Pax vobis. Y luego seguirá una paz eterna». 

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((137)) 

CAPITULO XV 

MALHUMOR EN GIAVENO CONTRA DON BOSCO -DIALOGO DIPLOMATICO -DON BOSCO ABANDONA LA DIRECCION 
DEL SEMINARIO MENOR -ALGUNOS DE SUS CLERIGOS, ESTIMULADOS POR LAS PROMESAS DE LOS SUPERIORES 
DEL SEMINARIO, CONSIENTEN EN PERMANECER EN EL; OTROS VUELVEN AL ORATORIO -MANEJOS PARA INDUCIR 
A ALGUNOS DE LA CONGREGACION PARA ABANDONAR A DON BOSCO -DON BOSCO SE COMPORTA BIEN CON LOS 
QUE LE TRATAN MAL -DON BOSCO Y LA CURIA ARZOBISPAL -QUIEN LA HACE, LA PAGA -EL GOBIERNO DEVUELVE 
A LA DIOCESIS DE TURIN EL SEMINARIO METROPOLITANO Y SUS RENTAS -LASTIMOSO OLVIDO Y SUS 
CONSECUENCIAS -DETERIORO DEL SEMINARIO DE GIAVENO -MONSEÑOR LORENZO GASTALDI SE INFORMA DE 
LAS NORMAS DADAS POR DON BOSCO PARA HACER REVIVIR AQUEL SEMINARIO, LAS APRUEBA Y LAS IMPONE AL 
RECTOR POR EL ELEGIDO -DON JOSE ANICETO -ESPLENDIDA Y DURADERA PROSPERIDAD DEL SEMINARIO MENOR 
-DON BOSCO CELEBRA AQUEL TRIUNFO INICIADO POR EL 

SI don Bosco amaba tanto las almas de los muchachos educados en su Oratorio, no tenía menor afecto a las de los alumnos del Seminario 
Menor de Giaveno, de las que también era responsable ante el Señor. Al empezar el curso escolástico y en el mes de enero de 1862 había 
ido a visitarlos con muy buenos resultados para el estudio, la vocación y el florecimiento de las más delicadas virtudes. Sus palabras 
habían sido escuchadas como salidas de la boca de un santo y además se había prestado para confesar a toda la comunidad. Pero ciertos 
espíritus mezquinos y desconocedores de los caminos del Señor no ((138)) podían soportar la benéfica influencia, que él ejercía sobre 
aquellos muchachos, la confianza que ellos le tenían y sobre todo algunas normas y consejos, que se veía obligado a sugerirles, y que él 
mismo había impuesto a la dirección del Seminario. Consiguientemente nacían el malhumor y las críticas. 

Cierto eclesiástico de autoridad había escrito a don Bosco en diversas 
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ocasiones, insinuándole bonitamente que no era conveniente se introdujera demasiado en aquella dirección, y que, en cambio, se 
mantuviese alejado de ella para no hacer sombra al Rector. Don Bosco, aunque sabía muy bien quien inspiraba aquellas cartas, respondía 
pasando por alto tales comentarios. No ignoraba él que, de acuerdo con el Concilio de Trento, todo seminario dependía de la autoridad 
diocesana, pero ésta todavía no había osado revocar un mandato que con tanta amplitud de poderes le había conferido a él. 

Moría mientras tanto su principal apoyo, el Arzobispo. Y algunos del clero de Giaveno, sobornados por los descontentos, iban diciendo 
que don Bosco con su predominio en el colegio, hacía perder a la Curia el prestigio que solamente a ella pertenecía. Escribieron en tal 
sentido al canónigo Vogliotti, presentándole las cosas de un modo que hería el amor propio. Los señores de la Curia tomaron en 
consideración aquellas protestas y, complacidos de que en Giaveno se hubiera vuelto por el honor primero, decidieron comunicar a don 
Bosco que dejase ya de ocuparse del Seminario. 

Con tal motivo uno de ellos fue a Valdocco y le dijo: 

-Don Bosco, estamos muy reconocidos por lo que ha hecho por nosotros; pero comprenderá que, tratándose de un seminario diocesano, 
sería deseable que en Giaveno hubiese una dirección uniforme con la que está en vigencia en varios otros seminarios nuestros. 

-Y qué es lo que encuentra disconforme y le disgusta en nuestra dirección?, observó don Bosco. 

-Nos parece a nosotros que domina en él una piedad extremada entre ((139)) los alumnos y demasiada frecuencia de sacramentos. Se 
critica esta frecuencia como un abuso. 

-Y con qué otro medio se querría sustituir a ésta para la verdadera educación de la juventud, y para el desarrollo y la solidez de las 
vocaciones eclesiásticas? 

-Parece que bastan las antiguas normas todavía vigentes: tantas comuniones tienen un sabor demasiado típico del sistema jesuítico. 

-Jesuítico? Pues si los jesuitas encontraron que este era el mejor medio para la educación de la juventud, yo me pongo enseguida de su 
parte. 

-Pero íentiéndalo!... Los tiempos en que vivimos son tan contrarios a toda apariencia de fanatismo religioso... Su sistema es tan 
diferente del que impera para la formación de los clérigos en todos los seminarios del Piamonte...; los partidos adversarios nos acusan y 
buscan desacreditarnos entre la población con insinuaciones venenosas, ironías y sarcasmos por culpa de nuevas devociones... 
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-Es verdad, tiene razón, interrumpió don Bosco; veo muy claro a dónde va a parar con su razonamiento... Yo he tenido que trabajar y 
sacrificarme mucho por ese Seminario Menor... He enviado muchos alumnos, que sin mi invitación hubieran ido a otro lugar o bien no se 
hubieran movido de sus casas... Lo he dotado de personal dirigente... Y todo para condescender y obedecer a su invitación formal, que me 
prometía plena libertad de acción, y ahora quieren darme de lado. Bueno... 

-íOh, esto no! 

-Que no? Mi querido señor, no soy tan ciego como para no verlo... para no entenderlo. 

-No lo tome usted así. íNosotros no queremos excluirle! Siempre sería usted quien estaría al frente de la alta dirección y siempre le 
tendremos a usted como a un insigne bienhechor... pero, le rogaríamos solamente que dejara actuar a los demás... que no se metiera en lo 
que toca a la acción del Rector... Además así tendría usted menos preocupaciones... 

((140)) Y acabó dándole a entender que era mejor, por amor a la paz, que se abstuviese por algún tiempo de poner los pies en el 
Seminario Menor. 

Sin hacer la más mínima observación, don Bosco respondió resueltamente pero con toda calma: 

-íSi es así, yo me retiro! 

Al día siguiente de esta conversación, el canónigo Vogliotti fue a Giaveno. Después de haber comunicado al Rector, reverendo 
Grassino, la esperada decisión de don Bosco, de abandonar la dirección, llamó al clérigo Vaschetti y tantas cosas le dijo, tantas promesas 
le hizo de asignarle un patrimonio eclesiástico y adelantarle en un año la ordenación sacerdotal, que aceptó continuar con su labor en el 
Seminario. El clérigo Vaschetti quería mucho a don Bosco, pero no estaba ligado a él por ninguna obligación especial; deseaba, por otra 
parte, alcanzar una posición estable en la diócesis y era su ideal obtener una parroquia donde ejercer con celo el sagrado ministerio. 

Mientras tanto el clérigo Ruffino, que era de Giaveno, llegó a enterarse de los detalles de la trama que hacía más de un año se había 
urdido contra don Bosco y no pudo por menos de exclamar: 

-íEs una verdadera traición! 

Con semejante persuasión uno de los clérigos más antiguos del Oratorio escribió a Vaschetti una punzante epístola, que él remitió a don 
Bosco lamentándose de la misma. Y don Bosco, como un buen padre, le respondió calmándole; todavía hoy (1909) conserva él esta 
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cartita para su tranquilidad y justificación. Don Bosco había escrito a los clérigos que le pertenecían, que volvieran al Oratorio; pero el 
reverendo Grassino, siguiendo instrucciones recibidas, les propuso que se adhirieran a su partido. Boggero y Bongiovanni prefirieron 
obedecer a don Bosco y sin vacilaciones de ningún género, aunque no tenían dinero para pagar el coche, volvieron a pie al Oratorio desde 
Giaveno. Nótese que aquellos clérigos habían trabajado gratuitamente durante dos años sin haber recibido la más mínima compensación 
económica por su labor. ((141)) El mismo don Bosco, satisfecho de haber conservado para la Archidiócesis un instituto de tantas 
esperanzas, después de haberlo hecho tan floreciente con sus solícitos cuidados, se había retirado sin pretender ninguna retribución. 

A pesar de ello, en aquel momento y durante muchos años más, parecía que se hubiera preparado una conjuración contra él. Siempre 
que había en el Oratorio un sacerdote o clérigo, dotado de talento o virtudes especiales, no faltaba alguien que se acercara para engañarlo 
con generosas promesas y estimularlo para que abandonase al que tanto había trabajado para mantenerlo e instruirlo, y que le quería 
entrañablemente. Alimentaba tal vez aquel consejero las mejores intenciones del mundo, pero mientras tanto don Bosco veía con cierta 
frecuencia cómo arrancaban de su lado a algunos sobre los que él había puesto sus esperanzas. 

Pero don Bosco no guardaba rencor por nada. 

Resulta maravilloso oír hablar de él con profunda emoción y recordar la bondad con la que seguía tratando a todos los que tuvieron 
disparidad de sentimientos o intereses con el siervo de Dios, aun en asuntos importantes. Afirmaba un día el presbítero Grassino, ante mí 
y ante don Francisco Vaschetti, que don Bosco, después de los sucesos de Giaveno, le había dicho varias veces con todo cariño, que le 
otorgaba derecho para alojarse en el Oratorio y sentarse a su mesa, siempre que quisiere. 

Tampoco mantuvo rencillas con la Curia Arzobispal. Testificó don Miguel Rúa, bajo juramento: «Después de la muerte de monseñor 
Fransoni, don Bosco se encontró en la necesidad de amparar su obra contra exigencias, que hubieran sido su ruina, como también de 
sostener los derechos, que le habían sido concedidos por el difunto Arzobispo, o por el mismo Sumo Pontífice, pero se mostró siempre 
lleno de respeto y sumisión con todo lo que no se oponía a la vida de su Institución. Alguna diferencia aparecía de vez en cuando a causa 
de los clérigos; unas veces, porque se quería que éstos 
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estuvieran durante el curso internos en el Seminario de la Diócesis, ((142)) otras, porque se insistía para que acudiesen al menos a clase 
de liturgia con el clero de la ciudad. Pero don Bosco, sin lamentarse de tales pretensiones, hacía presente cómo, en cuanto a lo primero, 
había él atendido a los clérigos con tantos sacrificios, porque los necesitaba y porque les hubieran faltado los medios necesarios para 
mantenerlos en el Seminario. Al mismo tiempo procuraba que sus clérigos asistiesen a las clases del Seminario de Turín como externos, y 
en cuanto a la clase de liturgia les proporcionaba para enseñársela a algunos que ya eran maestros de ceremonias en la ciudad; y, cuando 
no podía contar con ellos, suplía con algún sacerdote capaz y bien visto por la Curia. De este modo convencía a los Vicarios o Provicarios 
que le ponían tales dificultades. 

»Así se procedió hasta la llegada a Turín del arzobispo monseñor Riccardi di Netro en 1867». 

Pero, mientras tanto, qué suerte había corrido el Seminario Menor de Giaveno? Ya hemos expuesto más arriba cuanto nos contó nuestro 
compañero Vaschetti, hoy canónigo, arcipreste y vicario foráneo de Volpiano; y bajo su guía proseguimos nuestro relato. 

El presbítero Grassino se dio cuenta muy pronto del disparate que había hecho al rechazar el valioso apoyo que don Bosco le prestaba. 
Pero el clérigo Vaschetti sostenía con heroico entusiasmo a su Rector, recordándole de continuo los consejos esenciales que don Bosco 
les había inculcado repetidamente, y cumplía, sin ahorrarse fatigas, con sus muchas ocupaciones que ahora aumentaban; al acabar el 
1863, cansado de aquella vida, quiso retirarse. El canónigo Vogliotti buscó la manera de disuadirlo de su propósito con nuevas promesas 
y dándole una considerable cantidad por su trabajo gratuito durante tres años; le hizo verdaderas y amables presiones morales, pero él se 
mantuvo firme. Entró en la Residencia Eclesiástica y, por dos años, siguió yendo todos los domingos al Oratorio a enseñar catecismo a 
los muchachos y entretenerse con don Bosco. ((143)) En cuanto a Giaveno, podía la Curia sostener económicamente aquel Seminario lo 
mismo que los de Bra, Chieri y Turín porque el Gobierno, que no simpatizaba con el Vicario General, canónigo Fissore, decidido al igual 
que monseñor Fransoni a sostener los derechos de la Iglesia, había recibido bien la elección del Vicario Capitular, canónigo Zappata, que 
gozaba de fama de más conciliador. A éste, pues, devolvía no sólo el grandioso edificio del Seminario Mayor, sino todas sus rentas, de 
modo que muchos seminaristas alcanzaron pensión gratuita. 
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Pero los medios materiales solos, no son suficientes para hacer prosperar una comunidad. El Rector de Giaveno con su natural 
impetuoso lo estropeaba todo, pues no había quien le frenase o amonestase; más aún, parecía que se hubiese olvidado totalmente de don 
Bosco y sus consejos. Don Juan Turchi que fue allí como profesor del gimnasio, el curso 1863-1864, quedó maravillado al no ver nada ni 
oír una palabra que recordase las benemerencias del siervo de Dios. 

Aquel Rector, viendo que cada año disminuía notablemente el número de sus alumnos, se sintió obligado a presentar la dimisión en el 
1866. Los rectores que le sucedieron hasta 1872, no fueron más afortunados que él, de forma tal que los alumnos disminuyeron hasta 
quedar reducidos a unas decenas. 

No han de extrañar estos sucesos, porque toda institución humana está más o menos sujeta a tales vaivenes, mas no suelen tardar en 
levantarse aquéllas que, por pertenecer a la Iglesia, llevan consigo el hálito de su vida. 

Así sucedió con el Seminario Menor de Giaveno. Gobernaba ya hacía tres años monseñor Lorenzo Gastaldi la Archidiócesis de Turín 
cuando un día mandó llamar a don Francisco Vaschetti, que estaba de párroco en Volpiano; hizo que le contara todo lo referente al 
Seminario de Giaveno; la causa de su primer hundimiento, los medios empleados por don Bosco para levantarlo, las condiciones que 
puso a la Curia para aceptar su dirección y los motivos por los que se le había obligado a retirarse. 

((144)) El presbítero Vaschetti hizo al Arzobispo una exacta relación y éste aprobó totalmente la conducta de don Bosco y a 
continuación le expresó su absoluta voluntad de que en el Seminario de Giaveno se adoptasen los sistemas de educación introducidos por 
don Bosco. 

Al oír aquellas alabanzas, el presbítero Vaschetti, pensando en los problemas ya surgidos entre el Arzobispo y don Bosco, se atrevió a 
interrogar: 

-Pero por qué, Monseñor, combate a don Bosco? 

-Porque quiero conservar ese tesoro para nuestra diócesis, y no que se aproveche para el servicio de otros. 

Y, después, añadió: 

-Son los medios que don Bosco emplea para quedarse consigo a los clérigos, los que no me gustan. 

Vaschetti respondió: 

-No es así, Monseñor: véalo, yo vengo ahora del Oratorio donde 
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tengo a cinco muchachos de mi parroquia, que pronto vestirán la sotana en el Seminario. 

Después de estas informaciones, Monseñor Gastaldi se dedicó a la reforma del Seminario Menor de Giaveno, y lo primero que hizo fue 
nombrar Rector al ilustre sacerdote don José Aniceto, natural de Susa, el cual se puso al frente del mismo en el mes de septiembre de 
1875. Se había educado en la Pequeña Casa de la Divina Providencia y por disposición del canónigo Anglesio había hecho, juntamente 
con otros compañeros, los cursos de bachillerato en el Oratorio; y don Bosco le había dicho en el 1857, al entregarle el primer premio en 
la solemne clausura del curso escolástico: 

-Acuérdate siempre de que el Señor tiene sobre ti grandes designios. 

A más de las buenas dotes de educador, poseía éste una gran experiencia por haber sido primeramente asistente y después profesor en 
aquel seminario. Monseñor Gastaldi, de acuerdo con la idea de don Bosco, le había concedido plena autoridad dentro del Instituto; y por 
su mandato, don José Aniceto puso en vigor todo lo que se hacía en el Oratorio de Valdocco para la direción espiritual, todas las prácticas 
de piedad allí en uso y especialmente la comunión frecuente. Así lograba en poco tiempo el florecimiento de aquel instituto eclesiástico 
en favor de la Diócesis. Durante los veinticuatro años en que fue Rector, los alumnos ((145)) sobrepasaron cada año la matrícula de 250. 
Tocóle levantar nuevos edificios y poner los cimientos de una esbelta capilla. Era muy severo para despedir a los jóvenes de moral 
corrompida y cultivó muchísimas vocaciones. Monseñor Pechenino, que durante muchos años visitó aquel seminario como director de 
estudios, solía repetir que allí le parecía encontrarse en el Oratorio. Lo mismo atestiguaron los profesores salesianos don Celestino 
Durando y don Juan Bautista Francesia, que frecuentemente eran invitados para examinar a los alumnos. 

Don Bosco gozaba del inmenso bien que se hacía en Giaveno y que se seguiría haciendo por los sucesores de don José Aniceto, merced 
al impulso que él le había dado desde el principio. Podía repetir, como en tantas otras ocasiones, las palabras de San Pablo: Quid enim? 
Dum omni modo, sive per occasionem, sive per veritatem Christus annuntietur; et in hoc gaudeo, sed et gaudebo (pero y qué? Al fin y al 
cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome) 1. 

1 Filipenses I, 18. 
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((146)) 

CAPITULO XVI 

EL COLEGIO DE DOGLIANI ES OFRECIDO A DON BOSCO -COMO HACE DON BOSCO PARA SELECCIONAR EL 
PERSONAL DIRECTIVO DE UN COLEGIO -NO FUNDAR CASAS SIN OBTENER LA LICENCIA DEL ORDINARIO 
DIOCESANO -DON BOSCO SE ENCUENTRA PENSATIVO -VA A DOGLIANI: PREDICA A LAS DOMINICAS; FIRMA UN 
ACUERDO CON EL AYUNTAMIENTO PARA LA APERTURA DE AQUEL COLEGIO -DON BOSCO VA A MONDOVI 
-RENUNCIA A AQUEL CONTRATO POR CONDESCENDER CON LAS OBSERVACIONES DE MONSEÑOR GHILARDI 
-RESPETO DE DON BOSCO A LOS OBISPOS -DETERMINA HACER IMPRIMIR LAS LECTURAS CATOLICAS EN LA 
TIPOGRAFIA DEL ORATORIO -BENEMERENCIAS DEL OBISPO DE IVREA CON LA ASOCIACION -SU REPRESENTANTE 
ADMINISTRATIVO EN TURIN EN LA OFICINA CENTRAL -DON BOSCO QUIERE QUE LA PIA SOCIEDAD HEREDE LAS 
LECTURAS CATOLICAS -SE EMPIEZAN A IMPRIMIR LOS OPUSCULOS EN EL ORATORIO -CARTA ESCRITA A DON 
BOSCO EN NOMBRE DEL OBISPO DE IVREA NEGANDOLE EL DERECHO DE PROPIEDAD DE ESTAS LECTURAS 
-MOTIVOS EN QUE SE APOYA ESTA CARTA -RESPUESTA DE DON BOSCO EN DEFENSA DE SUS DERECHOS -LOS 
PRIMEROS CUATRO NUMEROS IMPRESOS EN EL ORATORIO -EL PONTIFICADO DE SAN FELIX I Y DE SAN 
EUTIQUIANO, PAPAS Y MARTIRES -AMENA NOVELA DE UN VIEJO SOLDADO DE NAPOLEON I -LA ADMINISTRACION 
SIGUE CONFIADA AL REPRESENTANTE DEL OBISPO 

YA en el año 1861 había don Bosco previsto su retirada de Giaveno y se sentía impulsado por un vivo deseo de establecerse en cualquier 
otro colegio del Piamonte. Quería que sus clérigos tuviesen un nuevo campo ((147)) para ejercitar su apostólica actividad. Así que llegaba 
oportunamente la invitación del ayuntamiento de Dogliani, diócesis de Mondoví, para encargarse de la dirección del Colegio-Residencia 
Municipal y de las Escuelas. 
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He aquí cómo se verificó el hecho, de acuerdo con la relación que de él nos envió por escrito nuestro venerado amigo el canónigo 
Anfossi. 

«El año 1861, siendo yo clérigo, acompañé a un corto viaje al teólogo Francisco Reggio, párroco de Vigone. En Dogliani fuimos 
huéspedes de la bonísima familia Bruno. Por aquellos días, que eran los últimos de agosto, el Ayuntamiento de Dogliani trataba de la 
reorganización de sus escuelas y su Colegio-Residencia y no sabía a qué partido inclinarse para darle vida y buena dirección. El abogado 
Bruno, en cuya casa nos encontrábamos mi párroco y yo, pertenecía a la Junta Municipal y habló de las dificultades en que ésta se 
encontraba. Dijo el reverendo Reggio: 

»-Diríjanse a don Bosco y verán cómo florecen los estudios en su colegio y aumenta el número de alumnos. 

»Se aceptó la sugerencia y el Ayuntamiento me encargó a mí de que hablara con don Bosco sobre ello. Tras una excursión al Santuario 
volví al Oratorio y comuniqué a don Bosco el encargo recibido». 

«Don Bosco, dice la Crónica de Bonetti, reemplazando a Anfossi, se complacía con esta petición apoyada por el párroco de los santos 
Quirico y Pablo, canónigo Alfonso Drochi y comenzaba las gestiones para llegar a un acuerdo. Una tarde, a primeros de mayo de 1862, 
que se encontraba en medio de los clérigos, expresó su gran deseo de dirigir el colegio de Dogliani y les aseguró que ya casi estaba 
aceptado y que pensaba en las personas que había de enviar allí: 

»-Yo rezo mucho, les dijo, y hago rezar para saber a qué clerigos debo confiar esta misión. Y mirad cómo hago la selección. Primero, 
pienso en uno de vosotros; encabezo con él una lista; me dirijo después al Señor; y, por fin, hablo con ese tal sobre todo ello, 
examinándole para estar bien seguro. A continuación ((148)) paso a otro y así sucesivamente. Pero eso no es todo. Yo no quiero, ahora ni 
nunca, abrir una casa sin ponerme antes de acuerdo con la autoridad eclesiástica, yendo personalmente a visitarla, o escribiéndola; y no 
decidiendo nada hasta no haber alcanzado su explícito consentimiento». 

De este modo se regularon y se regulan los santos para asegurarse de hacer la voluntad de Dios. 

«Por la noche del 26 de mayo, don Bosco se encomendó a las oraciones de sus muchachos, afirmando que se encontraba frente a serios 
problemas. No sabemos a ciencia cierta cuáles pudieran ser. Suponen algunos que encontró oposiciones y dificultades para aceptar el 
colegio de Dogliani, puestas por el Obispo de la diócesis. Por 
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un lado, don Bosco se había apalabrado con el Municipio; por otro, no quería hacer nada a disgusto del Obispo. Creen otros que le 
molestaban las cuestiones de Giaveno y hay quien asegura que había algunos problemas relativos a la dirección de las Lecturas Católicas. 

»Y don Bosco, sigue diciendo el canónigo Anfossi, ansioso de difundir su obra, después de haber contemporizado durante algún tiempo 
y de haberse cruzado varias cartas, me tomó en su compañía y salimos para Dogliani. El abogado Bruno se consideró feliz al recibirnos; 
al día siguiente se reunió la Junta Municipal y oyéronse propuestas de una y otra parte, todas muy favorables. Entregaban a don Bosco, 
después de haber hecho las debidas reparaciones, el Colegio de Enseñanza Primaria y Media para niños, y la Residencia; catorce mil liras 
al año para el personal educador y docente, el cual sería nombrado por don Bosco o por el director que él hubiere designado. 

»A la mañana siguiente, mientras deliberaba la Junta Municipal, don Bosco fue a celebrar la santa misa en el monasterio de las 
dominicas, situado en la parte alta de Dogliani. 

»Acompañóle el párroco reverendo Drochi, famoso predicador con fama de santo: yo fui con ellos ((149)) para ayudarles. Recuerdo 
que, después de misa, don Bosco dio una hermosísima conferencia a las religiosas, estableciendo una comparación entre su monasterio y 
el paraíso terrenal, tal como describen las Sagradas Escrituras y conforme a la interpretación de los Santos Padres. 

»De vuelta en casa del abogado Bruno, presentóse la Junta Municipal, que expuso las condiciones con las que gustosamente entregaba a 
don Bosco la Residencia y el Colegio. Después de oírlas, añadió él unas observaciones. El Alcalde instaba a don Bosco a que aceptase 
definitivamente la dirección; pero él acabó diciendo: 

»-Acepto, mas me reservo todavía una condición y es la de que monseñor Ghilardi, Obispo de Mondoví, apruebe mi obra; por tanto, 
quiero ir enseguida allí, para saber su parecer y obtener consentimiento. 

»Los miembros de la Junta, admirados de la prudencia del siervo de Dios y persuadidos de la conveniencia de su sugerencia, 
consintieron. 

»Como no hubo ninguna duda más, se dispuso la comida e inmediatamente después, salió don Bosco hacia Mondoví. Yo fui su 
compañero de viaje. El señor Obispo nos recibió muy bien: era muy grande el aprecio en que le tenía aquel insigne y docto Obispo; nos 
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hospedó, cenamos y nos asignó una hermosa habitación para dormir. 

»Pero ahora resulta muy importante que recuerde la conversación sobre el fin de nuestro viaje. Expuso don Bosco los deseos del 
Alcalde y Concejales de Dogliani, y su intención de aceptar para poder hacer el bien a la juventud, y principalmente cultivar las 
vocaciones eclesiásticas. Reconoció Monseñor que la labor de don Bosco tendría éxito, pues conocía la marcha del Oratorio de Valdocco, 
por donde pasaba siempre que iba a Turín. 

»-Claro que, continuó, si usted, querido don Bosco, se establece en Dogliani, en pocos años íme vacía el Seminario Menor! Tome en su 
lugar la dirección de mis Seminarios; estoy dispuesto a confiárselos, pero, si quiere darme gusto, no vaya a Dogliani. 

»Observó respetuosamente don Bosco que ((150)) al Seminario no se le seguiría ningún daño, sino que hasta preveía lo contrario. De 
todos modos, como monseñor Ghilardi insistiera en su idea, don Bosco se echó atrás del convenio casi cerrado con la Junta Municipal de 
Dogliani, y me encargó a mí que escribiera al abogado Bruno sobre el particular. Aún no sé si también él escribió. Este hecho demuestra 
la sumisión de don Bosco, no sólo a la voluntad, sino también a los deseos de los Obispos, aun con perjuicio propio. 

»Yo fui testimonio de todo esto. Canónigo J. B. ANFOSSI». 

En efecto, don Bosco, tuvo siempre la máxima deferencia y el mayor respeto posible a las autoridades eclesiásticas. Cuando debía pasar 
por cualquier ciudad episcopal, hacía primero una visita al Santísimo Sacramento en cualquier iglesia e iba inmediatamente a saludar, 
antes que a nadie, al Obispo, cuya bendición imploraba arrodillado con gran humildad, al partir, sobre sí y sobre los suyos. 

Pero esta humilde y afectuosa deferencia no sirvió para disipar los graves disgustos que desde algún tiempo le preocupaban y por los 
cuales se había encomendado a las oraciones de sus muchachos el 26 de mayo. Se trataba de las Lecturas Católicas, que don Bosco había 
determinado imprimir en adelante en la imprenta del Oratorio. Para mayor claridad es conveniente volver a relatar un poco más la historia 
de éstas. 

Su publicación prosperaba desde el principio; tanto que sus suscriptores pasaron de los nueve mil, desde 1853 a 1862. Don Bosco la 
había ideado y estaba persuadido de que era algo que le pertenecía a él; pero, como se había asociado con monseñor Moreno, Obispo de 
Ivrea y la había fundado de común acuerdo con él, tuvo que concederle la injerencia que pedían la dignidad episcopal, la actividad, la 
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ciencia, el interés y la amistad con que le honraba aquel Prelado desde hacía tanto tiempo. 

Monseñor se tuvo por cofundador y copropietario; y merecía ser tenido por tal, dada la gran importancia que prestaba a la colección de 
fascículos con su protección, como por el número de ((151)) suscriptores de su diócesis. Su título debió garantizar el empréstito de una 
cantidad bastante notable, hecho por el marqués de Birago, para asegurar los fondos necesarios para el balance que se preveía. En 1856 
permitió que se vendiese un título suyo, que rentaba 425 liras, en favor de las Lecturas Católicas, reservándose, sin embargo, su derecho 
sobre el valor de aquella cédula: firmaba también alguna letra de cambio. A más, él suministraba el dinero que se le pedía, al canónigo 
honorario de la catedral don Francisco Valinotti, a quien había sido confiada la gerencia de las Lecturas Católicas. Este representaba al 
Obispo de Ivrea y era una sola cosa con él. 

La oficina de las Lecturas, como se deducía del ejemplar de enero de 1854, tuvo primeramente su domicilio en Turín, calle Bogino, 
número 3, segunda planta. Desde aquí, la dirección pasó, el 1 de octubre de 1855, a la calle de Santo Domingo, número 11. Allí se 
conservaban las listas de los suscriptores y los registros correspondientes al cobro de los mismos. Valinotti iba varias veces a la semana a 
Turín, repasaba el libro de Caja, tomaba nota de los nuevos suscriptores y atendía la correspondencia. El se cuidaba de los contratos con 
los impresores, de la revisión de los trabajos y de los pagos convenidos. Tenía algún empleado que le ayudaba en el despacho. José 
Buzzetti y otros jóvenes del Oratorio iban allí para escribir las direcciones de los paquetes y ayudar a su expedición. 

El teólogo Valinotti era tenido por el tercer cofundador y copropietario, también por las firmas, que estaba autorizado por el Obispo a 
hacer en su nombre, y no pasó mucho tiempo hasta que su despacho se convirtió realmente en el centro de la dirección; y él pasó a hacer 
de dueño y a creerse tal. En los programas y cubiertas de los fascículos se leían algunos avisos. 

«Las suscripciones se reciben en Turín, en la oficina de la calle de Santo Domingo, número 11. -Los giros postales deben dirigirse 
únicamente al director de las Lecturas Católicas-. Todo lo referente a las Lecturas Católicas, cartas, paquetes, reclamaciones, etc., ((152)) 
debe dirigirse únicamente a la dirección de las Lecturas Católicas, calle de Santo Domingo, número 11. Turín. De otro modo ésta declina 
toda responsabilidad. -Los pedidos de ejemplares de las Lecturas Católicas de años precedentes deberán hacerse por medio 
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de cartas selladas y con el giro postal por el valor de los ejemplares pedidos únicamente a la Dirección Central de las Lecturas Católicas, 
Calle de Santo Domingo, número 11, Turín». 

A esta oficina debían enviar, el Obispo y don Bosco, todo lo concerniente a la regularidad de las cuentas. El Obispo jamás se había 
informado de las mismas y estaba al margen de todo ello, dado que tenía puesta confianza ilimitada en su representante. Don Bosco, a 
quien tocaba todo el trabajo, puesto que preparaba los libritos, pedía a veces amigablemente informes sobre la contabilidad, pero 
solamente obtenía respuestas de que había deudas a pagar y de que los gastos de imprenta superaban a las entradas. 

Don Bosco, en atención al Obispo, aceptaba o parecía aceptar, tal rendición de cuentas, para no romper la amistad de tantos años, y 
también porque era enemigo de toda discordia, que pudiera perjudicar a su obra predilecta. Pero, al mismo tiempo, estudiaba la manera de 
hacerla duradera, dejándola en herencia a la Congregación Salesiana y consolidando así la propiedad. Como ya tenía organizada su 
imprenta, había decidido que podría encargarse de la publicación de las Lecturas Católicas. Todo estaba a su favor; sin embargo él, con 
mucha prudencia, había intentado, a través de cartas y visitas, persuadir al Obispo de la necesidad de esta resolución: en primer lugar por 
el trabajo continuo que de este modo daría a sus alumnos; y en segundo lugar por la economía que se obtendría en los trabajos realizados. 

El Obispo lo aprobó; pero he aquí que, a primeros de mayo, le llegaba a don Bosco una carta, en nombre de Monseñor escrita por el 
canónigo, teólogo y abogado, Angel Pinoli, Provicario general, en la cual se le reprochaba la innovación introducida, por cuanto para 
((153)) verificarla se afirmaba que le faltaba el derecho de propietario.Qué es lo que había cambiado el parecerer del Obispo? 
Probablemente alguien interesado en este asunto. Sospechóse que don Bosco daba un primer paso para librarse de una tutela que no 
quería, aunque toleraba. Temióse que, al quitar a Paravía el trabajo de imprenta, pidiera éste, al menos, el pago de sus créditos, sin más 
dilaciones; vióse el peligro de tener que presentar la contabilidad, con su activo y su pasivo, que por distintas causas era difícil de regular 
en aquellos días. Por estas razones se buscó la ocasión de sostener ante el Obispo, que don Bosco no había considerado sus derechos y 
que le pertenecía a él la propiedad de las Lecturas Católicas; que, sin su apoyo, don Bosco habría conseguido muy poco, y que el cambio 
de imprenta podría ser peligroso para las mismas Lecturas. 
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Estos fueron los motivos que habían inspirado la carta del canónigo Pinoli, el cual, por ser amigo de don Bosco probablemente la había 
escrito, según parecía, al dictado. 

El teólogo Valinotti se encargó de enviarla al Oratorio, y don Bosco respondió así: 

Muy apreciado señor Teólogo: 

No puede imaginarse, señor, la dolorosa impresión que me ha producido su carta, referente a las Lecturas Católicas, por el asunto que 
trata y por la persona a quien se refiere. Intenté contestar ayer varias veces, pero la agitación me lo impidió. Solamente esta mañana, 
después de haber celebrado el sacrificio de la santa misa y de encomendarlo todo al Señor, respondo sencillamente contando las cosas tal 
y como son. 

Nunca he creído que las Lecturas Católicas fueran propiedad de otro. Yo las programé, empecé su impresión, que siempre he cuidado y 
corregido con toda diligencia; he compuesto o redactado con estilo y vocabulario adaptado cada uno de sus números. Fui siempre 
responsable de cuanto se imprimió. Realicé viajes, escribí e hice escribir cartas para la propaganda de las mismas. La opinión pública y 
hasta el Santo Padre, en tres cartas a mí dirigidas, me considera como el autor de las Lecturas Católicas. 

((154)) Considerándome siempre como el árbitro de cuanto hacía, he dejado a los demás, bajo una dependencia un tanto descuidada, el 
trabajo material de la distribución y contabilidad. 

Ultimamente, al ver el continuo retraso de la imprenta, he comenzado a imprimir algún ejemplar en la Tipografía Ferrando; pero, al no 
poder tampoco de esa manera alcanzar la regularidad deseada, me he decidido a proveerme de una imprenta. He hecho fabricar tipos, 
papel, formatos, y preparar la máquina adaptada a los impresos de Paravía. Empezó ya la imprenta, tengo preparado el material para todos 
los números de este año. Pienso continuar la impresión en mi casa y dar así trabajo a nuestros pobres muchachos. 

Usted mismo, señor Teólogo, me lo dijo muchas veces con estas mismas palabras: 

-Dése prisa, don Bosco, para implantar una tipografía y librarnos de las dificultades de la impresión. 

Me parece que la carta del abogado señor Pinoli no está muy de acuerdo con Monseñor, puesto que él me dijo muchas veces en Ivrea, y 
también en Turín, estas formales palabras: 

-De estas Lecturas no debemos pretender ninguna ganancia material; si alguna hubiere, buena será para el Oratorio que seguramente la 
necesita. 

Ciertamente obtendré alguna ganancia, si después de haber trabajado duramente durante diez años para las mismas sin un sueldo de 
compensación, pudiese ahora, al menos, tener el de dárselas como trabajo a mis muchachos. 

Pero nadie me disputó la propiedad de algo que yo empecé y continué con tanto trabajo y tanto gasto. 

Es verdad que se podrá decir: 

-Hay deudas a pagar. Páguense. Trabajo desde hace diez años y no he buscado nunca el dinero; ni tampoco ahora lo quiero, porque 
nunca me guiará el sórdido interés en lo que toca a la gloria de Dios. 

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Mucho me temo que el demonio meta la cola en este asunto y que, bajo el aspecto de intereses materiales, consiga armar discordia entre 
las personas y causar perjuicio, como lamentamos en muchas ocasiones, al poco bien, que, quitado el egoísmo y el interés, podría hacerse 
en favor de la almas. 

He escrito con la mente turbada por esa bendita carta del abogado canónigo Pinoli, por lo que, si hubiese alguna expresión que pudiera 
parecer mordaz, aseguro que no es voluntaria; más aún, puedo asegurarle que sólo he escrito lo que me parece es para mayor gloria de 
Dios y bien de las almas. 

Ruégole, señor Teólogo, comunique la presente al mencionado canónigo Pinoli, y, si lo cree oportuno, al mismo monseñor Moreno, los 
cuales espero comprenderán enseguida la razón de mis afirmaciones. 

Cuénteme siempre entre los que le quieren en el Señor, mientras con todo aprecio y veneración me profeso de V.S. 

Turín, 10 de mayo de 1862. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


((155)) Después de escribir esta carta, no abandonó su plan y entregó 
a sus muchachos, que comenzaban a componer con esmero, los manuscritos preparados para las Lecturas Católicas, que debían salir a la 
luz desde la imprenta del Oratorio de San Francisco de Sales. El primero, destinado para el mes de junio, fue: Teófilo, o sea el joven 
ermitaño: amena narración, por el canónigo Cristóbal Schmid. -Una tempestad arroja a Teófilo sobre un islote deshabitado en medio del 
mar. Durante tres años la divina Providencia le ayuda a encontrar los medios para resolver sus necesidades y al fin le devuelve 
maravillosamente hasta su playa nativa. Con ello se demuestra que el que reza confirma el proverbio de que el bien nace del mal y Dios 
sabe aprovecharlo todo para algo mejor. 

El fascículo para el mes de agosto fue: El pontificado de San Félix I y de San Eutiquiano, papas y mártires, por el sacerdote Juan Bosco 
(M). Se demuestra en él la visibilidad de la Iglesia verdadera. Se describen también los sufrimientos de algunos mártires contemporáneos. 
En el apéndice se narran los suplicios, soportados por San Caritón Abad, por la fe, sus virtudes y la fundación de varios monasterios de 
monjes en Palestina. 

El tercer volumen que salía de la imprenta del Oratorio, para el mes de septiembre, era: El poder de las tinieblas, o sea observaciones 
dogmático-morales sobre los espíritus maléficos y los hombres perversos, seguidas de la relación de una invasión diabólica sucedida en el 
año 1858 en Val de la Torre. 

Se exponen en él: el poder externo de los demonios sobre los objetos exteriores, sus tentaciones y obsesiones, la magia, el magnetismo, 
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las mesas giratorias y escribientes. El autor de la obra es Fray Carlos Felipe de Poirino, sacerdote capuchino. 

El opúsculo del mes de octubre se titulaba: Las dos huerfanitas, o sea los consuelos de la religión Católica. 

Es la historia de una señora inglesa anglicana, la cual conmovida por el espectáculo de una niña, que se prepara para la primera ((156)) 
comunión, es atraída poco a poco por la gracia celestial, con suavidad y fortaleza, al conocimiento de la Iglesia verdadera, obtiene la 
conversión del marido agonizante y se hace Carmelita después de su abjuración. Don Bosco añadió tres espantosos ejemplos de castigos 
divinos que cayeron por aquellos años sobre los enemigos de Dios, del Papa y de los Obispos. Al fin añade el Reglamento de la piadosa 
Sociedad para la comunión mensual por las presentes necesidades de la santa madre Iglesia, erigida canónicamente en Roma en la 
parroquia de San Lorenzo. 

Don Bosco en tanto, mientras sus muchachos comenzaban activamente la impresión de estos libritos, se dedicaba a mitigar los 
sinsabores de Ivrea, así que, aún temiendo un desequilibrio administrativo por ineptitud o por negligencia, creyó oportuno no hablar de la 
contabilidad. El teólogo prosiguió tranquilo en su oficina como antes, llevando los registros, con la única innovación de que la imprenta 
del Oratorio había substituido a la de Paravía en los trabajos, aun cuando don Bosco siguió dando encargos a su antiguo impresor. 

Así continuóse durante dos años anunciando el despacho de la calle de Santo Domingo, con las advertencias arriba mencionadas de las 
ediciones de Paravía. 

Sin embargo, las relaciones entre don Bosco y monseñor Moreno habían sufrido un grave golpe. 
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((157)) 

CAPITULO XVII 

UN HUERTO LIBRADO DE LAS ORUGAS -UN CLERIGO CURADO DE LA FIEBRE -UN SECRETO DESEO DESCUBIERTO Y 
SATISFECHO -CONFERENCIAS DE DON BOSCO: RECOMIENDA TRES COSAS A LOS JOVENES; ALUDE A UNA MUERTE 
NO LEJANA; ANIMA A LOS JOVENES Y A LOS MIEMBROS DE LA CONGREGACION A AMAR Y DEFENDER AL PAPA 
-DON BOSCO PREPARA A SUS SALESIANOS A LA PROFESION RELIGIOSA -DESDE LA NIÑEZ HA HECHO VOTO DE 
ENTRAR EN RELIGION -LOS PRIMEROS VOTOS FORMALES EMITIDOS EN LA PIA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE 
SALES: PALABRAS DE ALIENTO Y JUBILO DE DON BOSCO -MUERTE PROFETIZADA Y EDIFICANTE DE OTRO 
ALUMNO -UNA SEGUNDA TARJETA PROFETICA -LA VIRGEN DE SPOLETO -PERSONAS QUE LLEGAN DE LEJOS PARA 
CONFESARSE CON DON BOSCO -EXHORTA A LOS JOVENES A CONCLUIR BIEN EL MES DE MARIA Y A REZAR POR 
AQUELLOS COMPAÑEROS QUE VIVEN TODAVIA LEJOS DE DIOS -SU PLATICA SOBRE LA PUREZA 

LOS días del Venerable siervo de Dios, aunque portadores de molestias para él, se señalaban siempre con hechos pintores cos y 
singulares. 

Con escritura del 9 de noviembre de 1861, ante el notario Turvano, don Bosco vendía a Santiago Berlaita, obligado por la necesidad, 
una parcela del prado que medía 0,35,04 hectáreas, por el precio declarado de 4.480,20 liras. Perteneció en algún tiempo a la propiedad 
de los Filippi y confinaba con la cerca del Oratorio por el norte. Berlaita, que era hortelano, había plantado en 1862 en aquella ((158)) su 
nueva posesión una gran cantidad de coles, que prometían buena cosecha. Mas, he aquí que aparecieron las orugas, en tal abundancia que 
amenazaban acabar con todas sus esperanzas. Acudió desconsolado a don Bosco para que fuera a lanzar los exorcismos de ritual. Don 
Bosco fue, dio la bendición y se quedó un rato conversando con Berlaita. En aquel instante acaeció un hecho singular. Todas la orugas se 
pusieron en movimiento. Empezaron a bajar de las coles, 
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camino de la portezuela abierta en la cerca del Oratorio. Había ante ella un ancho foso lleno de agua corriente cubierto con un tablero. 
Las orugas se deslizaron sobre él, avanzaron hacia la pared de la capilla de San Luis, subieron por ella, entraron por el ventanal sobre el 
altar y fueron a pegarse en la cornisa y en las paredes de dicha capilla. 

Estas quedaron totalmente ennegrecidas con la enorme cantidad de orugas muertas que las cubrían y hubo que limpiarlas muchas veces. 
Todos los de la casa estaban maravillados de la inexplicable novedad. Pero el huerto de Berlaita quedó enteramente limpio. Don Miguel 
Rúa así lo atestigua. 

Don Juan Garino nos contó: 

«Corría el año 1862 y me encontraba yo con unas fiebres que me debilitaban cada vez más, de tal forma que no podía atender a mis 
estudios de filosofía. Lo supo don Bosco y me dio una cajita con nueve píldoras, diciéndome que tomara tres por la mañana rezando una 
Avemaría por cada píldora. Cumplí lo que me ordenó y desaparecieron las fiebres al momento. Añado que, desde entonces hasta el 
presente (6 de mayo de 1888) no tuve más fiebres». 

Una distinguida señora de Turín, anota Bonetti, expuso lo siguiente acerca de don Bosco. 

«El siervo de Dios, después de muchas súplicas, había venido a comer un día con nosotros. Tenía yo un muchacho que recomendarle, 
para que lo admitiese en su Oratorio, pero no me atrevía a proponérselo por miedo a que ((159)) no viniese más a mi casa para evitar 
semejantes molestias. Mientras revolvía en mi interior este pensamiento, me dijo don Bosco de improviso: 

»-En cuanto a ese muchacho, y dijo el nombre, llévelo a casa a fin de mes. 

»A tales palabras, quedé fuera de mí, porque me costaba persuadirme de que hubiese leído el pensamiento en mi mente». 

Proseguía la Crónica de Bonetti resumiendo alguna charla que don Bosco había dado a los alumnos durante el mes de mayo y lo más 
memorable sucedido en el Oratorio. 

«El 2 de mayo subió don Bosco a la tribuna del locutorio y expresó su deseo de inculcar tres cosas: alegría, trabajo y piedad. Repitió 
varias veces la frase de San Felipe Neri a sus jóvenes: 

»-Corred, saltad, divertíos cuanto queráis, mas, por caridad, no cometáis pecados». 

«4 de mayo, domingo. Hablaba don Bosco a los muchachos sobre cómo deseaba se hiciera el mes de María, cuando cambió de repente 
de tema y dijo: 
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»-Me viene ahora un pensamiento que me veo obligado a descubriros. Quién sabe si no tendremos que celebrar durante este mes un 
funeral?... íEstaremos a la espera! 

»Y volvió al primer tema, dejándonos a todos estupefactos por su desacostumbrado modo de hablar». 

«6 de mayo. Resulta imposible explicar el gran afecto que don Bosco siente por la Santa Sede y por el Papa. Hacía observar hoy a sus 
muchachos cómo el Papa Pío IX, aunque preocupado por los asuntos de todo el mundo, dirigía con frecuencia su pensamiento y sus 
solicitudes a los pobrecitos muchachos del Oratorio, escondidos en un rincón de Turín, enviándoles su apostólica bendición y 
colmándoles con toda clase de favores. Aprovechó la ocasión para estimularles a amarlo y no tanto como a Pío IX, sino más bien como a 
Papa, establecido por Jesucristo sobre la Iglesia. Concluyó diciendo: 

»-Quisiera que Pío IX ((160)) tuviese en cada alumno del Oratorio un ardoroso defensor en cualquier rincón de la tierra donde se 
encuentre. 

»Unos días después, hablaba a los miembros de su Congregación, y les decía: 

»El catolicismo va perdiendo poco a poco cada día los medios materiales para hacer el bien, el apoyo de los Estados, y le son 
arrebatadas muchas almas por la perfidia de sus enemigos. Es hora de que nos apretemos cada vez más alrededor de Pío IX y combatamos 
con él, si es preciso hasta la muerte. Dirán los necios que ciertas ideas no son más que un terco capricho de Pío IX; no importa: mejor 
será ir al paraíso con Pío IX por semejante capricho que caer en el infierno con todos los encantos y grandezas del mundo». 

«8 de mayo. Esta noche reunió don Bosco en su habitación, después de las oraciones, a los sacerdotes, clérigos y jóvenes que sabe están 
dispuestos a permanecer con él en el Oratorio y formar parte de la Pía Sociedad. Empezó describiendo cuán noble, meritoria, y divina es 
la misión de los llamados a salvar almas; probó el gran amor de Jesucristo a los niños; nos animó a trabajar sin descanso por los jóvenes; 
nos hizo presente que la mies era abundantísima y que la divina Providencia bendeciría prodigiosamente nuestras fatigas. Después nos 
propuso hacer una prueba, uniéndonos al divino Salvador con lazos más estrechos de amor, es decir, prometiendo a Dios la observancia 
de las Reglas, haciendo voto de pobreza, castidad y obediencia por tres años. 

«Ya hacía un año que nos habíamos preparado a este gran acto; 
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así que a la invitación de don Bosco, nadie puso la menor dificultad, y se decidió que el próximo miércoles emitiríamos nuestros votos». 

La Virgen había preparado a don Bosco en el mes a Ella consagrado el mayor de los consuelos. El siervo de Dios emitiría también su 
voto, que ya había hecho de niño, de entrar en religión. 

14 de mayo de 1862. íDía memorable! Se lee en las actas ((161)) del Capítulo: 

«Los hermanos de la Sociedad de San Francisco de Sales fueron convocados por el Rector y la mayor parte de ellos se vincularon a la 
naciente Sociedad pronunciando formalmente los votos trienales. Esto se realizó del modo siguiente: 

»Don Bosco, Rector, revestido de roquete, invitó a todos a arrodillarse, y se arrodilló él mismo. Comenzó a recitar el Veni Creator, que 
se prosiguió alternativamente hasta el fin. Recitó el Oremus del Espíritu Santo, se rezaron las letanías de la bienaventurada Virgen María 
con su Oremus. Luego se rezó un padrenuestro, avemaría y gloria a san Francisco de Sales y se añadió el versículo propio y el Oremus. 
Terminadas estas oraciones, los hermanos ordenados in sacris: don Victor Alasonatti, don Miguel Rúa, don Angel Savio, don José 
Rocchietti, don Juan Cagliero, don Juan Bautista Francesia y don Domingo Ruffino; los clérigos Celestino Durando, Juan B. Anfossi, 
Juan Boggero, Juan Bonetti, Carlos Ghivarello, Francisco Cerruti, Luis Chiapale, José Bongiovanni, José Lazzero, Francisco Provera, 
Juan Garino, Luis Jarac y Pablo Albera; los seglares, caballero Federico Oreglia di Santo Stefano y José Gaia pronunciaron en alta voz y 
claramente todos juntos la fórmula de los votos que comienza: Conociendo la inestabilidad de mi voluntad etc... Después de esto, cada 
cual firmó en un libro a propósito». 

Escribe Bonetti: 

« 14 de mayo. Esta noche después de desearlo muchos, se emitieron por primera vez los votos de pobreza, castidad y obediencia por los 
miembros de la Pía Sociedad, recientemente constituida, que habían hecho el año de noviciado y se sentían llamados a ella. íQué hermoso 
sería describir la humilde forma con que se celebró este acto memorable! Estábamos apretados en una angosta habitación, donde no había 
bancos para sentarse. La mayor parte de los miembros se encontraba en la flor de la edad, alguno en el curso de retórica, otros en primero 
y segundo año de filosofía, varios en los primeros cursos de teología y pocos habían recibido algunas órdenes sagradas. íAlgún seglar 
((162)) habría podido llevar una vida feliz en el 
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seno de la propia familia! íUn delicioso porvenir se nos presentaba delante, el mundo nos llamaba con sus promesas, con sus halagos! 
Pero ante nuestros ojos, colocado sobre una mesa entre dos cirios, se elevaba el crucifijo, esperando la ofrenda de nuestro corazón, el 
sacrificio de nuestra vida. Sí, Jesús con sus atractivos celestiales nos llamaba hacia El. 

»Formábamos un pequeño rebaño, ignorado a los ojos del mundo y casi desconocido por la mayoría de los de la misma casa. A pesar de 
ello, estos humildes orígenes no nos hacían perder el entusiasmo, antes abrían nuestro corazón a las más elevadas esperanzas, 
conocedores de lo que dice el apóstol san Pablo, que Dios elige a los débiles para abatir a los fuertes, a los necios para confundir a los 
sabios, a los humildes y despreciables y a los que no son para destruir a los que son. 

»Eramos veintidós, sin incluir a don Bosco, los que hicimos los votos según el Reglamento. El estaba arrodillado en medio de nosotros 
junto a la mesita sobre la que presidía el crucifijo. Como éramos muchos, recitamos la fórmula juntos, a medida que don Miguel Rúa la 
leía. 

»Después se puso don Bosco en pie. Se dirigió a nosotros, que seguíamos arrodillados, y nos dijo unas palabras para nuestra 
tranquilidad y para infundirnos valor, de cara al futuro. Nos dijo entre otras cosas: 

»-Los votos que ahora habéis hecho, entiendo que no os impongan más obligaciones que las de observar lo mismo que hasta ahora 
habéis observado, es decir las reglas de la casa. Mucho deseo que ninguno se inquiete ante cualquier temor o preocupación. Venga pronto 
cada uno en toda circunstancia a abrirme su corazón, y exponerme sus dudas, sus angustias. Os digo esto porque podría ocurrir que el 
demonio, al ver el bien que podéis realizar viviendo en esta Sociedad, os tiente buscando cómo haceros salir de ella contra la voluntad de 
Dios. Mas si yo fuere enseguida informado por vosotros, podréis estar en situación de examinar la cuestión y poner paz ((163)) en 
vuestros corazones y hasta dispensaros de los votos cuando viese que ésa era la voluntad de Dios y el bien de las almas. 

»Pero alguno dirá: -Don Bosco »ha emitido también estos votos? Escuchad: mientras vosotros hacíais ante mí estos votos, yo los hacía 
ante este crucifijo para toda mi vida; me ofrecía en holocausto al Señor, dispuesto a todo para procurar su mayor gloria y el bien de las 
almas especialmente las de la juventud. Ayúdenos el Señor a mantenernos fieles a nuestras promesas. 
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»Pronunciadas estas memorables palabras, nos pusimos en pie y él siguió diciendo: 

»-Queridos míos, vivimos tiempos turbulentos y parece casi una presunción que en estos calamitosos momentos queramos organizar 
una nueva comunidad religiosa, cuando el mundo y el infierno se empeñan con todas sus fuerzas por arrancar de la tierra las que ya 
existen, pero no importa; yo tengo pruebas seguras de la voluntad de Dios para que se funde nuestra Sociedad y persevere. 

»Son muchos los esfuerzos que ya se han hecho para impedirlo, pero todos resultaron inútiles y los que más obstinadamente se 
quisieron oponer, lo pagaron caro. No hace mucho que un personaje distinguido, a quien por diversos motivos no nombro, se opuso 
grandemente, quizá por celo, a esta sociedad. Pues bien; cayó víctima de una grave enfermedad y en pocos días pasó a la eternidad. 

»No acabaría esta noche, si quisiera contaros los sucesos especiales de protección que hemos recibido del cielo, desde que empezó 
nuestro Oratorio. Todos nos demuestran que Dios está con nosotros. íPodemos caminar hacia adelante en nuestra empresa con plena 
confianza, pues sabemos que cumplimos su santa voluntad! 

»Pero no son éstas las razones que me animan a confiar en esta Sociedad; hay otras mayores entre las que está el fin que nos hemos 
propuesto, buscar la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas. Quién sabe si el Señor no querrá servirse de nuestra Sociedad para 
hacer mucho ((164)) bien en su Iglesia? De aquí a veinticinco o treinta años, de seguir el Señor favoreciéndonos como hasta el presente, 
nuestra Sociedad se extenderá por distintas partes del mundo y llegará al número de mil socios. Unos estarán predicando para evangelizar 
al pueblo humilde, otros educarán a los niños abandonados, aquéllos darán clase, éstos escribirán y propagarán libros buenos, todos, en 
suma, sostendrán como generosos cristianos la dignidad del Romano Pontífice y de los ministros de la Iglesia: ícuánto bien se hará! 

»Pío IX cree que nosotros estamos ya preparados en todo aspecto; henos aquí dispuestos esta noche, a combatir con él por la causa de la 
Iglesia que es la de Dios. Llenémonos de valor y trabajemos de corazón porque Dios nos pagará, como un buen amo. La eternidad será 
bastante larga para descansar...» 

«Hemos observado que esta noche don Bosco mantenía una alegría inexplicable, no sabía separarse de nosotros y nos aseguraba que se 
habría pasado toda la noche en piadosa conversación. Nos narró muchas cosas preciosas de los comienzos del Oratorio y nos contó el 
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trágico fin de algunas personas que querían impedirle que reuniese a los muchachos». 

«23 de mayo. Después de las oraciones anunció don Bosco la muerte de nuestro compañero Luis Marchisio, de veintidós años, natural 
de Calliano, que había pasado a la eternidad en su propia casa, el día 19 del corriente mes». 

«Así, de acuerdo con su pensamiento, que, una noche nos manifestó de una forma desacostumbrada, no había terminado el mes de 
María sin un funeral por un compañero nuestro». 

«Quién sabe si, en aquel instante, no recibía don Bosco alguna luz particular? Parece que se podría deducir por lo acaecido. Este 
nuestro amigo ya estaba enfermo cuando marchó a su pueblo. Don Bosco nos contó un diálogo sostenido con él hacía algún tiempo, que 
demuestra que aquel joven estaba resignado a morir, y así mismo la maña de don Bosco ((165)) para infundir en el corazón de los 

enfermos el amor al paraíso y hacerlos partir de esta vida con el vivo deseo del cielo. 

»He aquí el coloquio: 

»-Marchisio, le dijo don Bosco, cuando llegues al paraíso, hazme un encargo. 

»-Sí, con mucho gusto, si yo puedo, contestó el joven. 

»-Apenas llegues a la gloria celestial, saluda a la Virgen María de mi parte y de la de todos los jóvenes del Oratorio. 

»-Lo haré, y qué más? 

»-Dile que derrame desde el cielo toda suerte de bendiciones sobre el Oratorio. 

»-También se lo diré. 

»Don Bosco prosiguió: 

»-Ven pronto a hacernos una visita, para contarnos qué hacen y cómo se encuentran los jóvenes del Oratorio. 

»-Me dejará venir el Señor? 

»-Se lo preguntarás: si te lo consiente, bien; y si no, te contentarás con mirarnos desde el cielo y rogar por nosotros, para que podamos 

ir pronto todos a hacerte compañía. 

»En suma, él hablaba de tal modo que consolaba a cualquiera que le oyese. El párroco mismo, que escribe y comunica su muerte, dice 
que iba a visitarle de vez en cuando, no tanto para edificarle cuanto para edificarse. Fue grande su paciencia hasta el último instante y 
mantuvo una gran devoción a la Virgen hasta los últimos latidos. Así aprenden a morir los jóvenes afortunados que tienen la suerte 
envidiable de vivir con don Bosco». 
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«La muerte de este joven, explica la crónica de Ruffino, había sido señalada por una de las acostumbradas profecías de don Bosco. A 
principios de marzo, una noche después de cenar, se encontró don Bosco en el comedor en medio de un apretado corro de jóvenes y 
manifestó que uno de la casa pasaría a la eternidad a fines de mayo. Todos preguntaron quién era, pero don Bosco no quiso decirlo. 
Entonces le pidieron que escribiera el nombre en un papelito para ((166)) encerrarlo en un sobre y abrirlo solamente transcurrido el 
tiempo fijado. A los ruegos de los jóvenes, don Miguel Rúa agregó los suyos y entonces don Bosco no supo negarse. Escribió el nombre, 
lo cerró en un sobre sellado y lo entregó a Fernando Imoda, hombre de confianza para guardar secretos. No pasó mucho tiempo y 
Marchisio cayó enfermo. En abril murieron Fornasio y Maestro en extraordinarias circunstancias; pero no se abrió el papel de don Bosco. 
Mas, tan pronto como se supo la muerte de Marchisio, corrieron los alumnos a Imoda para que abriese el misterioso sobre. Se hizo en 
presencia de don Miguel Rúa. En el papel apareció escrito por mano de don Bosco: Marchisio». 

Volvamos a la crónica de Bonetti. 

«24 de mayo. Don Bosco comunica aquella noche, con inmensa alegría, la prodigiosa aparición de una imagen de María en las 
cercanías de Spoleto». 

Existe en la extensa llanura sobre la cima de una pequeña colina una columna con un nicho, en el cual fue pintada al fresco en 1570 una 
imagen de la Santísima Virgen en actitud de abrazar al niño Jesús. Todavía se conserva un trozo de muro, por lo que se ve existió allí, en 
tiempos antiguos, una iglesia. Aquel lugar, totalmente olvidado, se había reducido a una cueva de reptiles y particularmente de culebras. 

Un buen día de aquel año, un niño llamado Enrique, que aún no había cumplido los cinco años, estaba jugando por entre aquellas ruinas 
cuando oyó que le llamaban por su nombre. Volvió en días sucesivos por aquel lugar y oyó varias veces una voz dulcísima que repetía: 

-íEnrique, Enrique! 

Perdióle un día su madre y por más que le buscaba no daba con él hasta que finalmente lo halló entre las ruinas de la iglesia junto a la 
columna. El niño ya le había hablado de la voz que había escuchado y de una Señora que se le había aparecido, mas no sabía explicar de 
qué modo la había visto. Se comentó entre los aldeanos lo que decía Enrique, pero no le dieron el crédito y la importancia 
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que merecía. ((167)) Pero la Santísima Virgen había señalado el sitio donde quería favorecer a los cristianos con sus gracias y esto atrajo 
la atención del pueblo el día 19 de marzo. Un joven campesino, aquejado de varias enfermedades crónicas y desahuciado por los médicos, 
se sintió inspirado para ir a venerar la citada imagen. Fue, se encomendó a la Santísima Virgen y, sin más, regresó totalmente curado. A 
partir de aquel momento, comenzó una ingente peregrinación de fieles, hasta de las diócesis vecinas, de forma que los días festivos se 
veía alrededor del famoso pilar de cinco a seis mil personas arrodilladas. Los mismos enemigos de la Iglesia se veían obligados a 
confesar, que no podían dar explicación de aquel fervoroso entusiasmo de los pueblos. 

Era un continuo sucederse de milagros y extraordinarias gracias espirituales y corporales. Algunos incrédulos fueron a visitar a la 
imagen para denigrarla; pero, al llegar al lugar, en contra de todas sus ideas, sintieron la necesidad de arrodillarse y rezar. Y volvieron con 
muy distintos sentimientos, hablando públicamente de los prodigios de María. El arzobispo de Spoleto encargó a insignes artistas los 
planos para un hermoso templo; y, como la devota imagen no tenía ningún título especial les pareció bien que fuese venerada bajo el de 
Auxilium Christianorum 1. 

«25 de mayo. La fama de la ciencia y santidad de don Bosco le atrae muchísimos penitentes, aún de poblaciones lejanas. Hoy se 
encontraron en la sacristía del Oratorio cuatro personas procedentes: una de Chieri, otra de Fossano, la tercera de Verzuolo, y la cuarta de 
Mondoví, para confesarse con el siervo de Dios». 

«26 de mayo. Por la noche, después de las oraciones, don Bosco nos recomendó que a la mañana siguiente rogásemos a la Virgen para 
que nos auxiliase siempre durante la vida, pero que desplegase de modo especial su protección en el punto de nuestra muerte. Nos 
exhortó vivamente a todos a terminar santamente el mes de María, e ((168)) insistió de modo especial para que se preparasen con buena 
voluntad los que, si bien eran pocos, se habían mantenido obstinados hasta entonces. Dijo que todo lo bueno que al día siguiente se 
realizara, se ofreciese a María con el fin de que se ablandaran los corazones de aquellos individuos, les hiciera entrar en sí mismos y se 
convirtieran sinceramente y con firme resolución a Dios. Nos prometió al final contarnos algo bonito el último o el penúltimo día del 
mes». 

1 Don Bosco imprimía más tarde este hecho prodigioso en un libro titulado: Maravillas de la Madre de Dios. 
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«29 de mayo. Día de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo al cielo. Esta mañana don Bosco explicó, como de costumbre, en el 
púlpito, la historia eclesiástica y nos habló de las vestales entre los paganos. Nos entretuvo con la virtud de la pureza. Son siempre 
hermosas sus palabras y siempre encantadoras sus pláticas; pero, cuando habla de la reina de las virtudes, no parece un hombre, sino un 
ángel: Querría escribir alguno de sus pensamientos, mas temo menoscabar la hermosura, la fuerza que él pone y no me atrevo a hacerlo. 
Baste decir que no sólo lleva el nombre del discípulo predilecto de Jesús, sino también su celestial candor; y por esto no hay que 
sorprenderse, si sabe hablar de un modo tan sublime de esta preciosa virtud. Hace siete años que obtuve del cielo la suerte de ser su hijo 
espiritual, de vivir con él, de escuchar de sus labios celestiales palabras de vida. Le he oído muchas veces desde el púlpito hablar de este 
tema; pero siempre, unas veces más que otras, lo declaro, experimenté la fuerza de sus palabras y me sentí lanzado a todo sacrificio, por 
amor a tan inestimable tesoro. No soy yo sólo quien lo dice, tengo como testigos a todos cuantos conmigo le escuchaban. 

»Al salir de la iglesia venían muchos maravillados para exclamar conmigo y con otros: 

»-íOh qué hermosas cosas dijo esta mañana don Bosco! íMe pasaría el día y la noche escuchándole! íCuánto desearía que Dios me 
concediese el don de poder yo también, cuando sea sacerdote, enamorar de este modo el corazón de la juventud y de todos por esta 
hermosa virtud». 
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((169)) 

CAPITULO XVIII 

SUEÑOS: LOS FUTUROS ACONTECIMIENTOS DE LA IGLESIA; LAS DOS COLUMNAS EN MEDIO DEL MAR; LA NAVE 
DEL PAPA ASALTADA Y SU GRAN VICTORIA -EXPLICACION DEL SUEÑO -DIFICULTADES QUE ENCUENTRAN LOS 
FIELES RECOPILADORES DE LAS PALABRAS DE DON BOSCO -UNA CUESTION SIN RESOLVER RESPECTO AL SUEÑO 
-EL PADRE PASSAGLIA Y LA INTENTADA REBELION DEL CLERO CONTRA EL PAPA -DON BOSCO, EL PADRE 
PASSAGLIA Y NICOMEDES BIANCHI -RETRACTACION DE UN SACERDOTE APOSTATA 

DON Bosco había prometido a los muchachos el 26 de mayo contarles algo bonito el último o el penúltimo día del mes. 

Y el 30 de mayo por la noche les refirió una parábola como él quiso llamarla. 

«Os quiero contar un sueño. Es cierto que el que sueña no razona; con todo yo que os contaría a vosotros hasta mis pecados si no 
temiese que salieseis huyendo asustados, o que se cayese la casa, os lo voy a contar para vuestro bien espiritual. Este sueño lo tuve hace 
algunos días. 

Figuraos que estáis conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escollo aislado, desde el cual no divisáis más tierra que la que tenéis 
debajo de los pies. En toda aquella supeficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas 
terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar. Dichas naves 
están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros, y se dirigen 
contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño 
posible. 

A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas ((170)) navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las 
oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga. El viento le es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos. 

En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distantes la una de la otra. Sobre 
una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium 
Christianorum. (Auxilio de los cristianos). 

Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro 
cartel con estas palabras: Salus credentium. (Salvación de los que creen). 
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El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en 
que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la 
conducta a seguir. Todos los pilotos suben a la nave capitana y se congregan alrededor del Papa. Celebran consejo; pero al comprobar que 
el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves 
respectivas. 

Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la 
borrasca se torna nuevamente espantosa. 

El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos 
columnas, de cuya parte superior penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas. 

Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras 
con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo; otras con los 
cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella 
violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca 
nave prosigue segura y serena su camino. 

A veces sucede que, por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura; pero, 
apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen. 

Disparan entre tanto los cañones de los asaltantes, y, al hacerlo, revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y 
espolones. Muchas naves se abren y se hunden en el mar. Entonces, los enemigos, llenos de furor, comienzan a luchar empleando el arma 
corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate. 

Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente. Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le sujetan. El Pontífice 
es herido por segunda vez, cae nuevamente y muere. Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de 
sus naves reina un júbilo indecible. Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido 
inmediatamente de suerte que la ((171)) noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor. Los enemigos comienzan 
a desanimarse. 

El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y, al llegar al espacio 
comprendido entre ambas, las amarra con una cadena que pende de la proa a una áncora de la columna de la Hostia; y con otra cadena 
que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. 

Entonces se produce una gran confusión. Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada 
por el Papa, se dan a la fuga, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. Unas al hundirse procuran hundir a las demás. 
Otras navecillas, que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan 
amarradas. 

Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los 
acontecimientos, hasta 
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que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, y allí 
permanecen tranquilas y serenas, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. En el mar reina una calma absoluta. 

Al llegar a este punto del relato, don Bosco preguntó a don Miguel Rúa: 

-Qué piensas de esta narración? 

Don Miguel Rúa contestó: 

-Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo. Los que 
defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan 
aniquilarla. Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía. 

Don Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y don Bosco nada dijo tampoco sobre este particular. Solamente añadió: 

-Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión. Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días 
difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación de lo que tiene que suceder. Los enemigos de la 
Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. íSólo quedan dos medios para 
salvarse en medio de tanto desconcierto! Devoción a María. Frecuencia de sacramentos: comunión frecuente, empleando todos los 
recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y, en todo momento. íBuenas noches!». 

Las conjeturas que hicieron los jóvenes sobre este sueño fueron muchísimas, especialmente, en lo referente al Papa; pero Don Bosco no 
añadió ninguna otra explicación. 

((172)) Entre tanto los clérigos Boggero, Ruffino, Merlone y el señor César Chiala escribieron este sueño y conservamos sus 
manuscritos. Dos de ellos fueron escritos al día siguiente de la narración de don Bosco y los otros dos, más tarde; pero están 
perfectamente de acuerdo y solamente varían en algún detalle que uno omite y otro señala. 

Aún así, hay que observar cómo en este caso y en otros semejantes, si bien lo expuesto por don Bosco fuese redactado enseguida con la 
mayor fidelidad posible, no obstante, podía escaparse alguna imperfección. 

Un discurso de media hora de duración, y a veces de una hora, naturalmente debía quedar resumido en pocas páginas, y anotando las 
ideas principales y precisas. Alguna frase no había sido bien percibida por el oído, otra no se recordaba; la cabeza se cansaba, el orden de 
los hechos se confundía y, por consiguiente, más bien que hacer al azar una amplificación, se omitía aquello de lo que no se estaba cierto. 

De ahí procedían algunas oscuridades en los temas, poco claros 
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por su naturaleza en muchos puntos, particularmente cuando se referían a cosas futuras: de ahí las discusiones y explicaciones diversas y 
contradictorias. Y esto ocurrió también respecto al sueño o parábola por nosotros referida. Dijo alguno que los papas que se sucedieron 
en el gobierno de la nave fueron tres y no dos. De este parecer es el canónigo Juan María Bourlot, que fue párroco de Cambiano, el cual, 
siendo estudiante de filosofía en 1862, se hallaba presente cuando don Bosco contó el mencionado sueño. Vino éste al Oratorio el año 
1886 y, hablando con don Bosco durante la comida sobre las impresiones de la juventud, después de afirmar que estaba seguro de la 
fidelidad de su memoria, empezó a describir el sueño de las dos columnas en medio del mar y afirmó que los papas caídos fueron dos. 
Que a la caída del primero, gritaron los pilotos: ''-íDémonos prisa! íHay que reemplazarlo pronto!''Y que a la caída del segundo, 
acudieron los pilotos, mas sin pronunciar esta frase. 

Quien redacta estas memorias estaba distraído en aquel instante ((173)) conversando con su vecino de mesa y don Bosco le dijo: 

-Escucha y atiende a lo que dice Bourlot. 

Aquél contestó que conocía bastante bien el hecho por los documentos que poseía, y que, según él, los papas de la nave eran solamente 
dos. Don Bosco le replicó: 

-Te digo que no sabes nada. 

En 1907 volvió el canónigo Bourlot por el Oratorio y repitió con exactitud, señal de su buena memoria, después de cuarenta y ocho 
años, la narración del sueño y sostuvo que el número de los papas eran tres, recordando nuestra respuesta a sus afirmaciones y las 
palabras que don Bosco nos dijo. 

Con todo esto, cuál de las dos versiones es la legítima, la de la Crónica o la del canónigo Bourlot? Tal vez los acontecimientos den la 
solución de la duda. Debemos concluir diciendo que César Chiala con los otros, y son sus precisas palabras, lo entendió como una 
auténtica visión y profecía, aun cuando don Bosco no pareció tener más objeto al contarla, que inducir a los jóvenes a rezar por la Iglesia 
y por el Sumo Pontífice y atraerles a la devoción del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada. 

Había necesidad de estas plegarias y devociones eficacísimas, porque crecía sin tregua la guerra contra la Santa Sede; y era preciso que 
el clero fiel continuase sosteniendo los derechos del Papa, contestados y combatidos hasta por cierto número de sacerdotes indignos. El 
jesuita padre Carlos Passaglia, por soberbia de espíritu, a causa de prelaturas y cargos ambicionados y no obtenidos, se pasó 
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al partido liberal romano, y fue expulsado de la Compañía. Acudió a Turín invitado por Cavour y se pusieron de acuerdo hasta sobre lo 
que se debería hacer cuando, muerto Pío IX, se reuniese el Cónclave para elegir al sucesor; y, de regreso a Roma, intentó corromper, 
aunque inútilmente, a algunos prelados para que fueran cómplices en la consecución de inducir al Papa a la renuncia de sus derechos. A 
mediados de 1861 publicó en Florencia un llamamiento a los Obispos, titulado ((174)) Pro causa itálica, pretendiendo enseñarles sus 
principios sobre el dominio temporal de los Papas. Después abandonó el hábito eclesiástico y regresó a Turín para ponerse a la cabeza de 
los contrarios a aquel dominio. 

Consiguió la cátedra de filosofía moral en el Ateneo Real y fundó la publicación del Mediador para arrastrar al engaño al clero que, por 
liberal, o por ingenuo, pensaba que pueden conciliarse Iglesia y revolución. 

Publicó un manifiesto al clero para que firmase una instancia al Papa, con amenaza de cisma, a fin de inducirle a abandonar el poder 
temporal. Un grupito de apóstatas formado en Turín, bajo la égida y dirección del Gobierno, puso manos a la obra. Las autoridades 
subalternas debían impulsar, con su apoyo, a los sacerdotes rebeldes, a los propios obispos y a la Santa Sede. Distintos emisarios, con 
sotana unos y sin ella otros, corrían por toda Italia con un modelo de petición, que presentaban a los sacerdotes de todas las ciudades y 
pueblos; y con el arma en la mano, con amenazas de cárcel, con infames seducciones, con promesas y con dinero contante, consiguieron 
la firma de algunos centenares de eclesiásticos. Su periódico oficial publicó una lista con mil novecientos cuarenta y tres, pero muchos 
protestaron de no haber dado su nombre, y de otros no se pudo saber nada, porque todo era mentira; muchos habían sido engañados y 
muchos se retractaron al saber la condena fulminada por la Iglesia. 

Se habían formado también en muchas ciudades asociaciones clérigo-cismático-liberales-italianas, compuestas por apóstatas reunidos 
de acá y allá y metidos en el fango de las miserias humanas. El 21 de diciembre de 1861 fue elegido presidente honorario de todas ellas 
monseñor Miguel Caputo, obispo de Ariano, el cual aceptó. Era Capellán mayor de Garibaldi y fue el único obispo rebelde al Papa. Se 
temía con fundamento que fuera nombrado jefe de la soñada Iglesia Nacional, con la celebración de la misa en lengua italiana y con 
máximas que olían a agnosticismo y a ((175)) protestantismo, pero Dios se lo llevó de este mundo el 6 de septiembre de 1862, día en que 
murió impenitente en Nápoles. 
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Cuando don Bosco oía hablar de defecciones en la Iglesia de personas respetables o de otros escándalos públicos decía a sus discípulos: 

-No debéis sorprenderos de nada; donde hay hombres, hay miserias. La Iglesia no tiene nada que temer y, si se diera el caso de que 
todos se conjurasen contra ella para echarla abajo, siempre está el Espíritu Santo para sostenerla. 

Continuaba sin desalentarse acercándose a aquellos extraviados, en quienes esperaba poder sembrar una buena semilla de conversión. Y 
en aquel mes de mayo buscaba ganarse a dos sacerdotes y a un seglar, para restituirlos a Dios. Uno de ellos correspondió a las 
invitaciones de su caridad, y los otros dos tornaron al fin de la vida. Influirían sus oraciones y las de sus jóvenes para su salvación eterna? 

El primero fue Passaglia. Escribe así Bonetti en su crónica: 

«Ardía en mayo un loco afán para inducir al clero a rebelarse, cuando el profesor de retórica, señor Dini, otrora protestante y hoy 
ferviente católico, habiendo hablado de don Bosco con el afamado Passaglia, éste le dijo con una de sus ampulosas frases: 

»-Don Bosco posee todos los carismas del Espíritu Santo. 

»Y añadió que le gustaría ir a visitarle a Valdocco, pero que lo dejaba para más adelante, porque ahora temía quedar vencido. 

»Refirió el profesor estas palabras a don Bosco y él hizo observar a 
los clérigos: que Passaglia necesitaba un golpe extraordinario de la gracia; que las palabras de los hombres no le servían, y que rogasen al 
Señor para que lo condujera de nuevo al buen camino». 

Con todo, como se trataba del alma de un sacerdote que tanto escándalo producía en la Iglesia, hizo con Passaglia lo mismo que ya 
había hecho con Grignaschi y otros más. Intentó acercárselo y sostuvo varias conversaciones con él, llevadas con exquisita prudencia para 
no ((176)) irritarle. El pobrecito reconocía que andaba por un camino falso, pero don Bosco comprendió que no se determinaría a 
reconocer públicamente su error. Como le vio ávido de alabanzas y respetuosas demostraciones de aprecio, elogió generosamente su 
docto y célebre Comentario sobre la Inmaculada Concepción, editado en 1854, y cuando se encontraba con él por las calles más 
frecuentadas de la ciudad, le saludaba cortésmente. 

Fue elegido diputado y propuso en el Parlamento una ley obligando al clero a jurar fidelidad al Rey y al Estado y a no oponerse a la 
unidad de Italia. Mas se retiró a la vida privada, y desde su cátedra de ética, ya no habló contra la Iglesia y sus derechos. Compuso y 
publicó 
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diversas obras utilísimas, como la refutación de la Vida de Jesús del impío Renán y una conferencia contra el divorcio: Sin embargo, 
aunque agitado por vivos remordimientos, no se le podía convencer para formular una súplica de perdón al Papa. Finalmente en 1887, al 
verse próximo a la muerte, hizo una amplia retractación, recibió los sacramentos con mucha piedad y dejó esta vida el 12 de marzo. 

El segundo fue Nicomedes Bianchi, de Módena, quien, después de haber conspirado contra su Soberano y servido a las sectas, fue a 
Turín, donde desempeñó algunos cargos en el Ayuntamiento y actuó como director de los archivos del Estado. 

«El 12 de mayo, por la tarde, se representó en el Oratorio la comedia latina Minerval, dice la Crónica. Se repartieron invitaciones como 
otras veces y se esperaba a la flor y nata del profesorado de la ciudad que ciertamente habría acudido; pero llovió a mares durante toda la 
jornada». 

Nicomedes Bianchi, escribía al día siguiente a don Bosco esta carta: 

((177)) PRESIDENCIA DEL LICEO DEL CARMEN 

Reverendísimo Señor: 

El mal tiempo del jueves 12 del corriente, me privó del placer de gozar en el instituto de V.S. Ilma. de un agradable entretenimiento. 
Deseo, pues, acepte mi más cordial agradecimiento por su atentísima invitación. Aprovecho la ocasión para profesarme con todo aprecio. 

13 de mayo, 1862. . 

Su seguro servidor
NICOMEDES BIANCHI


Durante algunos años tuvo don Bosco con este señor, gran enemigo de los centros religiosos de educación, problemas espinosos, 
relacionados con sus obras; pero personalmente le trató siempre con aquella amable cortesía que le ganaba tantos amigos, aun entre los 
adversarios. 

Nicomedes Bianchi escribió la historia de la Diplomacia Italiana en Europa para uso de la revolución y antipapal. Con la misma 
intención comenzó a escribir la Historia de la monarquía Piamontesa, mas no pudo teminarla. Con todo, hacia el ocaso de sus días se 
arrepintió, frecuentó los templos y murió cristianamente. 

El tercero fue un eclesiástico al que don Bosco devolvió al seno de la Iglesia, como lo atestigua el siguiente documento. 
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Creo un deber de conciencia hacer pública esta mi retractación. Engañado por el pastor valdense de Turín, abandoné la religión católica 
romana y me agregué a su iglesia en la que participé como evangelista. Pero bien ponderados estos puntos: 

1.° La carencia total de caridad cristiana en la Iglesia Valdense: y sea muestra de ello la escandalosa división reinante entre los dos 
principales pastores de Turín; 

2.° Visto que predican que el bautismo no es necesario para nuestra eterna salvación y por tanto la Iglesia Valdense no sería cristiana; 

3.° Conocidos todos los demás errores que admiten contra el mismo santo Evangelio: 

((178)) Entiendo abandonar esa Babilonia de Iglesia Valdense, volviendo a la Iglesia Católica Romana, sacrificando por la profesión y 
mantenimiento de la misma, si fuera necesario, la vida, las posesiones y el honor. 

Y en prenda de ello me declaro. 

Turín, 22 de mayo de 1862. 

Sacerdote Católico Romano ANDRES TARANELLI 

JOSE BARLONI-DINI 
Estuve presente y fui testigo. 

Testigo de cuanto antecede FEDERICO OREGLIA 
Caballero di Santo Stefano. 

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((179)) 

CAPITULO XIX 

LOS VIAJES DE DON BOSCO SON APOSTOLICOS -LAS ORACIONES MANTIENEN LA PAZ EN ROMA -LA 
CANONIZACION DE LOS MARTIRES JAPONESES -SAGRADA ORDENACION SACERDOTAL DE DON JUAN CAGLIERO, Y 
DE DON JUAN BAUTISTA FRANCESIA; ALEGRIA DE LOS JOVENES; LECTURA DE UNA COMPOSICION MEMORABLE 
-CHARLAS FAMILIARES DE LOS ALUMNOS CON DON BOSCO; DUDA SOBRE EL CUMPLIMIENTO DE UNA PROFECIA; 
SI EN ALGUN CASO LLEGA A CONSIDERARSE LIBRE LA VOCACION AL ESTADO ECLESIASTICO; EL AGUINALDO DE 
LA VIRGEN, LUZ MISTERIOSA EN EL DORMITORIO Y CONSECUENCIAS; MISERICORDIAS DEL SEÑOR PARA QUIEN 
INGRESA EN EL ORATORIO; EL BIEN SE PROPAGA FUERA DE LA CASA; CONVERSION DE PROTESTANTES; EL 
ORATORIO MARCHA MEJOR CUANTO MAS SE OCULTA -RETORNO A LA IGLESIA CATOLICA 

HEMOS visto durante los años pasados a don Bosco ausentándose de vez en cuando del Oratorio para ir a la ciudad y pueblos del 
Piamonte y Lombardía. De aquí en adelante sus peregrinaciones serán más frecuentes y duraderas, pero siempre impulsadas por los 
intereses de la gloria de Dios y la salvación de las almas. En efecto, adonde quiera que fuese se encontraba con personas que deseaban 
confesarse con él. Por esto, aunque el Papa le había concedido de viva voz facultad para confesar en cualquier punto del mundo, no 
obstante él creyó conveniente pedir a Roma la licencia para absolver de los casos reservados por la Sagrada Penitenciaría; su petición fue 
atendida el 3 de mayo de 1862. En cuanto a la facultad para los casos reservados por los Obispos, ya hacía tiempo que, o por petición 
((180)) o espontáneamente, muchos se la habían otorgado ampliamente o se la concedían apenas ponía el pie en su diócesis. 

Mientras don Bosco programaba sus viajes, se preparaban en Roma solemnísimas fiestas para la canonización de los mártires 
japoneses; y la condesa de Camburzano le escribía desde Niza el 4 de junio: 
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«Ciertamente habéis hecho, señor abate, un gran sacrificio no yendo a Roma; pero vuestras fervorosas oraciones y las de vuestros 
alumnos contribuyeron sin duda a la paz que goza la Santa Ciudad, y a este primer triunfo de la Iglesia. Es imposible no reconocerlo en 
esta imponente asamblea de obispos, sacerdotes y fieles, y nos parece una garantía del triunfo del papado, que deseamos con todo nuestro 
corazón». 

La canonización se celebró el 8 de junio. Asistieron cuarenta y tres cardenales, cinco patriarcas, y primados, cincuenta y dos arzobispos 
y ciento sesenta y ocho obispos. Faltaron todos los italianos porque el Gobierno les prohibió acompañar al Papa. Pero ellos proclamaron 
su fidelidad, respeto y afecto a la cátedra de Pedro con cartas y escritos en los que manifestaban su pesar por habérseles cerrado el paso 
para postrarse ante el Vicario de Jesucristo. 

Al júbilo que don Bosco experimentó con las fiestas de Roma y las nuevas glorias de la Iglesia Católica, se sumó el de un suceso 
anhelado por toda la familia del Oratorio. El 14 de junio, sábado de las cuatro témporas, eran ordenados sacerdotes, por monseñor Balma, 
sus tres diáconos: don Bartolomé Fusero, don Juan Cagliero y don Juan Bautista Francesia. Este leyó al Obispo una composición para 
darle gracias en nombre de los ordenados religiosos o inscritos en la diócesis, que se lo habían pedido. En estas ocasiones tocaba siempre 
a algún salesiano semejante encomienda, porque decían que los hijos de don Bosco estaban muy fuertes en literatura. 

((181)) Al día siguiente, mientras el nuevo presbítero Fusero, celebraba la primera misa en Caramagna su pueblo, don Juan Bautista 
Francesia y don Juan Cagliero, con júbilo de toda la comunidad celebraban en el Oratorio la misa de comunión general, el primero, y el 
segundo la misa cantada solemnemente. 

Por la tarde les ofrecieron una academia músico-literaria bajo los pórticos. Músicas, cantos, poesías, discursos y aplausos frenéticos 
testimoniaban el afecto y aprecio de los alumnos a los nuevos sacerdotes. El clérigo Berruti, hoy obispo de Vigevano, comenzó un saludo 
con el texto de Isaías: «Dedi te in lucem gentium ut portes nomem meum usque ad fines terrae». (Te voy a poner por luz de las gentes 
para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra)1. Fue un presagio del futuro, que ciertamente se apoyaba en el dinamismo 
de don Juan Cagliero y en la preeminencia que siempre había gozado sobre los compañeros; ya desde los primeros cursos se había ganado 
de tal forma su cariño y su confianza que, por la noche, 

1 Is. XLIX, 6. 
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después de dar las buenas noches a don Bosco, pasaban a dárselas también a él. 

Durante el recreo de después de vísperas, rodearon a don Bosco muchos jóvenes, clérigos y sacerdotes. Ya hemos hecho mención, en 
otra parte, de los interesantes diálogos familiares que se desarrollaban en estas ocasiones. Los alumnos siempre tenían preguntas que 
hacer y que se sucedían sin ningún nexo lógico, sino conforme a las ideas que bullían en la mente de quien preguntaba; a veces, 
meditadas hacía tiempo y a la espera de una oportunidad para exponerlas al siervo de Dios. Eran una prueba de que no olvidaban ninguna 
de sus palabras, de modo que él no podía arriesgarse a ser pillado en error, lo que, por otro lado, su propia conciencia le habría vedado. 
Las preguntas eran tan espontáneas como la libertad y la confianza concedidas por un padre amantísimo. 

Por consiguiente los muchachos, después de haber comentado la simpática fiesta de poco antes, comenzaron a proponer su duda sobre 
una predicción de don Bosco del año pasado, porque estaban seguros del cumplimiento de todas las anunciadas durante ((182)) el año. Y 

pusiéronle a prueba recordándole la pregunta del 10 de septiembre de 1861. 

La crónica de Ruffino nos cuenta por extenso la desordenada conversación: 

«Uno de los muchachos preguntó a don Bosco: 

»-Recuerda usted que el día 3 de junio del año pasado, con ocasión del ejercicio de la buena muerte, dijo que uno de nosotros no 

volvería a hacerlo otra vez? Cómo se ha cumplido su anuncio? Nosotros no nos hemos dado cuenta. 

»Don Bosco respondió: 

»-Aquél no hizo el ejercicio de la buena muerte, yo no tuve más noticias suyas; pero estoy esperando a ver en qué irá a acabar. Después 

te lo diré todo. 

»Habló con seriedad; pero concluyó bromeando y sonriendo: 

»-Y si no se cumpliese, qué importa? 

»Rieron los muchachos, trataron otros temas diversos hasta que uno de los mayores preguntó: 

»-Permite usted, don Bosco? 

»-Habla, di lo que quieras. 

»-A nuestro pobre entender, nos parece que, a veces, la elección de nuestra vocación no es totalmente libre, o que al menos hay alguna 
presión moral; por ejemplo: su sobrino Luis no se sintió llamado al estado eclesiástico y fue obligado a trabajar en el campo, sin 
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dejarle ningún camino para otra carrera. Otro ejemplo: cuando Rigamonti se fue a casa, diciendo que no se sentía llamado al estado 
eclesiástico, sus padres le contestaron: 

»-Bueno, entonces te pondrás a trabajar con nosotros. 

»Usted aprobó esta decisión, asegurando: 

»-Esta es la verdadera forma de obrar. 

»Don Bosco escuchó y luego replicó: 

»-La elección de estado, aquí en casa, es totalmente libre; de tal forma que no se admite a ninguno para vestir la sotana sin los 
requisitos necesarios. El que la recibe tiene una señal de vocación; mas el que no es llamado a este estado en los difíciles tiempos que 
corremos, yo creo que es mejor que trabaje la tierra. Por lo que ((183)) concierne a los ejemplos aducidos: a Luis Bosco se le presentaron 
las normas sobre la elección de estado; al acabar el curso de retórica dijo que no se sentía con ánimo para hacerse sacerdote, fue a casa, se 
puso a trabajar en el campo, y tampoco entonces supo decidir qué carrera le gustaba. Rigamonti, por otro lado, tiene a sus padres 
campesinos, esto hay que pensarlo, porque si se tratase de un muchacho nacido en la ciudad, no sería conveniente ponerle a trabajar en el 
campo; pero a uno salido del campo y puesto a estudiar para ver si el Señor lo llamaba, dado que no aprovechaba, no se le hace mengua, 
y es mejor para él que vuelva a cultivar la tierra. 

»El recuerdo y el fruto del aguinaldo dado al principio del año, perduraba; así que otro alumno, cuando don Bosco terminó de hablar, le 
dijo: 

»-Sobre el aguinaldo, no se puede saber nada más que lo que nos dijo? Quiere de veras sepultarlo todo? íDígame alguna cosa! 

»Don Bosco respondió: 

»-Todo lo que era necesario para la mayor gloria de Dios, ya se ha dicho; si yo no estuviera comprometido, añadiría algo más, pero 
como son cuestiones personales no conviene decirlas. 

»-Diga al menos: el hecho de la luz, tiene conexión con el aguinaldo? 

»-íBueno...! Puede ser... El hecho es que la Virgen quiere la casa limpia y por eso, después de Navidad, salieron del Oratorio casi veinte 
sin ser despedidos. Batt... realmente era una espina para la casa; desgraciadamente existían motivos para no poderlo expulsar: contaba 
con la protección del Conde X y su estado era un serio impedimento, porque si se le despedía, se quedaba en mitad de la calle. Esto no 
me permitía tomar la determinación de alejarlo, aun cuando su ejemplo perjudicaba a los demás y fingía continuamente. Pero sucedió 
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que se marchó por su cuenta... Hay otros a quienes nada les valió cuanto se hizo y dijo durante todo el año pasado; avisos generales, y 
privados: todo ((184)) para nada. Pero se persuadieron con los papelitos del aguinaldo y se decidieron a ajustar su conciencia. 
»-Hay que confesarlo, exclamó un muchacho, el Señor concede muchas gracias al que es admitido en esta casa. 

»-Realmente hay que agradecérselo a la misericordia de Dios. Os acordáis de Delma...? Vino hace poco a casa. A mí ya me habían 
prevenido sobre su conducta pasada; tal como se puede imaginar de uno que se había enrolado y había militado a las órdenes de 
Garibaldi. Cuando llegó aquí, daba vueltas por acá y por allá; vigilaba si era espiado, calculaba con quién podía hablar en confianza, pero 
encontraba por todas partes un aire y un ambiente que no le iba. Se veía observado por doquier. Finalmente vino una noche a charlar 
conmigo. Yo le pregunté: 

»-Cómo te llamas?
»-Delma..
.
»-Cómo te llamas?
»-Delma..
.
»-Cómo te llamas?
»-Delma..
.
»-Y quién soy yo?
»-íDon Bosco!
»-Y quién soy yo?
»-íDon Bosco!
»-Dímelo otra vez, quién soy yo?
»-No es usted don Bosco?
»-Sabes por qué te hago repetir tres veces estas palabras? Porque tres son las palabras que te dice el Señor, éstas son: abandona el


pecado, arregla los líos de tu conciencia, entrégate a Dios que ya es hora. Adiós, hasta luego. 
»Delma... se retiró completamente preocupado, se fue a dormir y pasó todo el día siguiente absorto en los pensamientos, que yo le había 
expresado. Por la noche le vi aparecer en mi habitación completamente fuera de sí. Creí al verle que se hubiese peleado ((185)) con 

alguien, pero él llorando, me dijo: 
»-Don Bosco, estoy en sus manos, ayúdeme a salvar el alma. 
»-Mas el bien no para en casa, observó otro joven: y las Lecturas Católicas? Y los protestantes convertidos...? 
»-Es verdad. Necesitaría un poco de tiempo, libre de los cuidados de la casa, para trabajar entre los protestantes. Hay entre ellos un 

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gran movimiento hacia el catolicismo. El otro día recibí una cartita de uno de sus jefes, en la que me decía que él había abandonado la 
verdadera Iglesia a la edad de dieciocho años y que al presente quería confesarse. El sábado tengo que ir a visitar a otro por el mismo 
motivo. Serán acaso unos veinte los que harán su retractación a la par. 

»-De este modo el Oratorio adquirirá un buen nombre, saltó de súbito un chaval, cuando todo esto se sepa. 

»-He experimentado, contestó don Bosco, que cuanto más oculto vive el Oratorio, tanto mejor marcha. Con frecuencia hay cosas que, 
publicadas, parecen promover la gloria de Dios, pero, después, veo que causan perjuicio.» 

Así terminaba esta conversación, que nos dejó también recuerdo del celo de don Bosco por la conversión de los herejes. He aquí la 
abjuración de uno de ellos: 

«El abajo firmante, habiendo conocido que había caído en una Iglesia de horror y superstición, muy distinta de la Santa Madre Iglesia 
en la cual había sido educado por mis padres, tanto yo, como toda mi familia, estamos dispuestos: primero, a pedir perdón a Dios de 
corazón, para que nos conceda su santa gracia y poder hacer una nueva profesión de fe; y después, a observar los mandamientos de la Ley 
de Dios y de la Santa Madre Iglesia y a creer todo lo que Dios ha revelado. Por esto, proponemos y prometemos, mediante la gracia del 
Señor y de María Santísima su Madre, querer vivir y morir en la santa Religión Católica y Apostólica en la que hemos nacido y hemos 
sido bautizados. Así, pues, queremos confiar que usted (don Bosco) nos encomendará en sus oraciones y en la Santa Misa a Dios, para 
que tenga misericordia de nosotros y nos perdone los pecados cometidos al abandonar su Iglesia. Por esto queremos y esperamos por la 
bondad del Señor ser todavía admitidos en el seno de su Iglesia, en la asamblea de sus fieles. 

Me reafirmo. 

JUAN ROVEDA 

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((186)) 

CAPITULO XX 

COMEDIA LATINA -CAPITULO DE LA PIA SOCIEDAD Y ADMISION DE SOCIOS -DIA ONOMASTICO DE DON BOSCO; 
LOS HOMENAJES MAS GRATOS; UNA CARTA AFECTUOSA HECHA ESCRIBIR POR DON BOSCO A UN ALUMNO, 
ENFERMO EN SU CASA, COMO CONTESTACION A SU FELICITACION -CONFERENCIAS DE DON BOSCO POR LA 
NOCHE; REPRENSION FRUCTIFERA A UN BLASFEMO; UNO QUE SE BURLA DE SU HERMANA, GRAVEMENTE 
ENFERMA, PORQUE SE CONFIESA, CASTIGADO MISERI-CORDIOSAMENTE POR EL SEÑOR -LA FIESTA DE SAN LUIS: 
LA DEVOCION A LA VIRGEN QUE RECOMPENSA A UNO QUE TIENE UNA LAMPARA ENCENDIDA EN SU HONOR 
-AVISOS A LOS SACERDOTES: PREVENIR A LOS MUCHACHOS DE LOS PELIGROS QUE LES AGUARDAN A 
DETERMINADA EDAD: COMO REGULARSE CON LOS REINCIDENTES Y CON LOS ESCANDALOSOS; PENITENCIAS 
MEDICINALES; PEDIR A DIOS LA GRACIA PARA LOGRAR SALVAR LAS ALMAS MEDIANTE EL SAGRADO MINISTERIO; 
CONFESIONES SACRILEGAS -PREVISIONES DE DON BOSCO MANIFESTADAS AL PAPA -GARIBALDI Y ASPROMONTE 

POR aquellos días hacíase en el Oratorio la seisena de domingos en honor de San Luis Gonzaga y se empezaba con toda ilusión la 
novena para la fiesta del angélico joven. Esta se celebraba el 29 de junio, para que hubiese cierto intervalo con la de San Juan Bautista. 

Pero, como don Bosco no quería que pasase inadvertido el día 21, la noche precedente recomendó a los muchachos la ((187)) santa 
comunión para la mañana siguiente, con tanto entusiasmo que resultó casi general. 

Estaba preparada para después de la comida la representación de una comedia latina, a la que asistieron eximios literatos de la ciudad. 
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La invitación estaba redactada en latín por don Juan Francesia 1. 

El tercer día de la novena de San Luis, que cayó en domingo, hubo una modesta y agradable reunión. Léese en las actas del Capítulo. 

El día 22 de junio de 1862 el rector don Bosco reunió el Capítulo y, después de la acostumbrada plegaria al Espíritu Santo, propuso la 
admisión de dos jóvenes estudiantes, José Cagliero, de Castelnuovo, hijo de Santiago, y Luis Peracchio, natural de Vignale, hijo de Juan. 
Ambos obtuvieron los votos favorables y fueron recibidos en la Sociedad. 

El día siguiente por la tarde, vigilia de la fiesta de San Juan Bautista, se celebraba el día onomástico de don Bosco. He aquí cómo 
describe el comendador Carlos Bianchetti, abogado, el jubiloso acontecimiento de cada año, en el discurso pronunciado en la solemne 
conmemoración del 24 de junio de 1903. 

«-íNos parece contemplar todavía al venerado y venerando don Juan! Todo el interior del edificio estaba engalanado; inscripciones, 
((188)) y gallardetes, macetas, focos luminosos y farolillos a colores atestiguaban el común alborozo. Acá y allá se agrupaban sacerdotes, 
estudiantes y aprendices; después se sumaban los bienhechores, los cooperadores, los amigos y un numeroso tropel de curiosos. Oíase un 
dulce susurro, un suave cuchicheo, un júbilo universal. De pronto el estrepitoso sonar de la música, con trompas y trombones, timbales y 
tambores indicando la aparición del amado festejado, humilde 

1 EL SACERDOTE JUAN BOSCO AL LECTOR 
íSALUD! 

Mis hijos, que se dedican a las mansas musas, 
representarán en breve, el día veintiuno de 

(junio, 
dedicado a San Luis, Patrono de los jóvenes, 
una comedia latina. 
La misma novedad nos presagia la asistencia 
de los más doctos espectadores, 
entre los que gozo contarte a ti. 
Si asistes, y mi amor no me traiciona, 
tú, juntamente con otros, aprobarás 
con gran acierto la costumbre que 
adopté hace algunos años de ejercitar 
en este género de ocupación a mis hijos. 
Haz todo lo posible por venir. Salud. 
La presente sirve de tarjeta de presentación 
para ti y para los tuyos. 

JOANNES BOSCO SACERDOS
LECTORI SALUTEM


Pueri mei musis mansuetioribus 
Operam qui navant, latinam fabulam 
Propediem, prima et vigesima Junii, dabunt 
Aloysio sacra, Juvenum potenti. 
Et jam res nova, sane nobis praesagit 
Multos doctiores spectatores fore, 
Quos inter gaudeo te adnumerarier. 
Verum si adsies, meus ni obficiet amor, 
Tu nostrum cum aliis optime adprobaveris 
Morem quem sumpsi, abhinc aliquot jam an 

(nos, 

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In hac studiorum pueros ratione 
Meos exercendi. Fac venias. Vale 
Et haec valet tessera tuis et tibi 

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y casi mortificado. Estallaban los aplausos, las salvas de alegría y los vivas, mientras sombreros y pañuelos se agitaban por el aire 
electrizado. Se iniciaba un discurso y seguían los aplausos; después un dialogo, con más aplausos; y luego poesías y músicas, con las 
repetidas aclamaciones. Y don Bosco estaba allí humilde, confundido, radiante de modestia y de gracia; sonriendo a todos, casi oprimido 
por tanta fiesta. 

»No sabía qué decir, movía la cabeza de uno a otro lado, miraba como quien sueña a derecha e izquierda, sonreía, saludaba, daba las 
gracias; al fin juntaba dos palabras apropiadas para asegurar a todos y a cada uno que aquella fiesta le había llegado al corazón y que no 
sabía cómo manifestar su agradecimiento». 

Entre los regalos de alumnos y bienhechores de aquel día, el que más gustó a don Bosco fue el Certificado del Seminario con el éxito 
de los exámenes finales de sus clérigos, en parte salesianos y en parte a él confiados por distintas diócesis. Veintitrés estudiaban teología, 
veintinueve filosofía y diez alcanzaron egregie (matrícula), nueve peroptime (sobresaliente), dieciocho optime (notable), cuatro fere 
optime (bien) y siete bene (aprobados). Uno sólo había merecido media (regular) y éste no era salesiano 1. Don Juan Cagliero había 
preparado, como homenaje, su famosa partitura de la misa de difuntos, considerada todavía como una joya de fe y de armonía. 

No es para decir cuán conmovido quedó don Bosco ante las muestras de reconocimiento y afecto que le manifestaron sus queridos 
alumnos y es una prueba de ello la carta que hizo redactar (28 de junio de 1862) al clérigo Luis Jarac para el joven Severino ((189)) 
Rostagno 2. Este buen joven, ya nombrado otras veces, murió en Pinerolo el 12 de marzo de 1863. 

1 Calificaciones: Es un tanto arbitraria la equivalencia que damos a las calificaciones latinas y somos conscientes de ello, pero... (N. del 
T.) 

2 Querido hermano en Jesús: 

Cuando el Rvdo. don Bosco recibió tu muy apreciada carta, quedó satisfechísimo al leer las palabras que, salidas de lo más íntimo de tu 
corazón, dirigías a quien tanto te aprecia. Hubiese constituido un placer para él, que profesa tan tierno afecto a sus hijos, tomar la pluma y 
contestar, con paternales palabras de consuelo, un gracias de su puño y letra; habría sido el mejor regalo, estoy seguro, que podría 
hacerte; pero qué quieres? Las mil ocupaciones que le rodean, los asuntos que resolver, las preocupaciones que le apremian, le 
imposibilitaron satisfacer sus deseos y los tuyos. Por eso me encargó a mí contestarte y decirte que su corazón está lleno de cariño para ti, 
que reza por ti, que no te olvida en sus plegarias y que suplica a María que te conserve suyo. Permíteme que te haga otro ruego en nombre 
de este tan tierno padre, es decir, que seas siempre su hijo como lo eras un día entre nosotros, cuando participabas en todo y pasabas tu 
vida en el Oratorio; y te suplica que reces de manera particular por él y le recuerdes en tus comuniones y pidas a María que le ayude. 
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En tanto llegaba la novena de San Luis a su fin. Cada noche contaba don Bosco una encantadora narración que conmovía a los jóvenes. 
El 25 de junio, escribe Bonetti, nos decía: 

Viajaba un día en coche e iba sentado en el pescante junto a un cochero, que con frecuencia profanaba el santo nombre de Jesucristo. 
Le advertí varias veces, con toda delicadeza, que no blasfemara de aquel modo. Pero el pobrecillo repetía que no era capaz de lograrlo 
porque la inveterada costumbre le llevaba a ello. Entonces le prometí que le daría una mutta 1 si no profería semejantes palabras hasta la 
llegada a Turín. 

-Haré la prueba, dijo el cochero, y se lo propuso en serio. 

De cuando en cuando asomaba a su boca la primera sílaba, pero acordándose, al momento truncaba la palabra por la mitad, y tanto se 
esforzó que llegó a Turín sin que se le escapase ni una blasfemia. En consecuencia, le entregué la moneda prometida y le dije: 

-Piénselo un poco: para ganar cuarenta céntimos ha podido abstenerse de blasfemar; por qué no va a hacer otro tanto para ganarse el 
paraíso? íQué cuenta tendra que dar al Señor, si no se corrige de este vicio! 

((190)) Estas palabras produjeron tal efecto en el corazón de aquel hombre que, pasado un tiempo, vino al Oratorio a confesarse. 

Las malas costumbres pueden vencerse por quien se decide a ello con buena voluntad. 

El jueves 26 de junio por la noche, anota Ruffino en la crónica, don Bosco narraba el hecho siguiente: 

A principios de este mes fui llamado para asistir a una enferma. Mientras ella se confesaba, entró en casa su hermano, el cual, por 
desgracia, no era muy religioso. Se dió cuenta de que trataban de distraerle hasta que su hermana se hubiera confesado, pero él no quiso 
saber nada de ello. 

-Y aunque estuviese aquí el Emperador, a mí qué me importa? 

Y así diciendo, penetró en la habitación donde yacía la hermana. Cuando me vió a mí, comenzó a insultarla, por querer calentarse la 

cabeza, con la enfermedad encima. Pero la hermana le suplicaba que la dejase ajustar las cuentas de su conciencia. 

-Le has hecho venir tú? 

-Sí, yo le he llamado; me encuentro próxima a la eternidad, deseo arreglar mis cuentas. 

El otro, refunfuñando y vomitando cuanto le venía a la boca contra los curas y la religión, dejó que la hermana acabase de confesarse. 

Me levanté yo después, pasé a la otra habitación y aquel desgraciado me dijo: 

-Si yo caigo enfermo, espero no darle tanta molestia. 

-Fortuna la tuya -exclamó desde la otra estancia la hermana, al oirle-;si el 

Una cosa más de parte de don Bosco y es, que, puesto que no puedes convivir con nosotros y habitar dentro de estos muros todo el año, 
vengas ahora al menos a pasar unos días, siempre con la libertad de permanecer y de marchar, según tu conveniencia, etc. 

1 Mutta: Era una moneda que valía ocho perras chicas (cuarenta céntimos). (N. del T.) 

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Señor te otorga la gracia de morir con un sacerdote junto a tu lecho. Pídele no te suceda que lo necesites, y no lo encuentres. 

Esto pasaba, según creo, el 31 de mayo, sábado. El domingo siguiente aquel hermano salió de viaje a un pueblo lejano. Llegó allí por la 
noche y le acometió una fiebre tan alta que le puso en peligro de muerte. 

En aquel trance comenzó a gritar que le llevasen un sacerdote, porque el mal le destrozaba, y se veía en el infierno. Llegó el párroco del 
lugar, le consoló, le confesó y cuando ya se despedía, el otro le detuvo rogándole que por caridad no le abandonase en medio de las 
llamas y de los demonios. 

El lunes por la tarde era cadáver. Nos figuramos que Dios haya tenido misericordia con él, dados los sentimientos con que expiró. 

-Predique -decíale al párroco-, predique este suceso. La otra tarde, escarnecía yo a mi hermana por haber llamado a un sacerdote para 
confesarse; me avisó que no tomara a juego la cosa, porque podría suceder que yo tuviese que morir pidiendo un sacerdote, sin poderlo 
tener a mi lado. El Señor no lo ha querido así; ha tenido compasión de mí. Predique que se burlen de todo, mas, por caridad, que no se 
burlen de nada tocante a religión. 

((191)) El párroco escribió lo ocurrido a la hermana y ella me hizo leer hoy la carta. También yo os digo: 

-No os burléis ni habléis mal de lo que se relaciona con el culto de Dios. No critiquéis los pareceres, la frecuencia de los sacramentos, 
el alejamiento de los compañeros disipados que encontraréis en medio de los buenos. Todas estas burlas atraen la maldición de Dios. 

El 29 se celebra por los muchachos del Oratorio de San Francisco de Sales la festividad de San Luis Gonzaga. Dedicóse un soneto, que 
se conserva en nuestros archivos, al benemérito mayordomo don Juan Trivella, y según la costumbre, que nunca se interrumpió, se 
verificó la procesión y se dispararon fuegos artificiales. 

Por la noche, prosigue Ruffino, don Bosco habló de la devoción de San Luis a la Virgen, de las gracias sin número que él alcanzó de 
esta buena madre, y de las que están preparadas para los jóvenes, si saben pedirlas con fe, y pronunció estas palabras: 

-Ayer me contaron este caso. Una buena madre de familia se encontraba atribulada por una enfermedad. Prometió a la Virgen 
encenderle todos los sábados una vela y gastar un sueldo en aceite, si la libraba de aquellos dolores. En efecto, curó. Su marido no veía 
con buenos ojos aquel gasto; tanto, que el sábado pasado empezó a darle la lata, diciendo: 

-íBien, y ahora que has gastado el aceite, te lo devolverá la Virgen? 

-íPues, sí! Mira, hace diez meses que enciendo todos los sábados esta lucecita y nunca más he estado enferma; creo que, entre el 
médico, que no ha vuelto a visitarme, las medicinas que nunca más compré, el tiempo que no perdí en la cama, la Virgen me ha devuelto 
sobradamente la cantidad que gasto por Ella cada semana. 

-íEs verdad, tienes razón! -exclamó el marido. 

El mismo me contó ayer su altercado y me decía: 
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-Estoy contento de que mi mujer me haya dado aquella respuesta: realmente me la merecía; y ahora declaro y bendigo la protección de 
María. 

Esto nos debe servir de estímulo para confiar en la Virgen y no pensar que no somos escuchados porque no vayan las cosas según 
nuestros deseos. De otra manera, obraríamos como aquel esposo que esperaba que la Virgen devolviese la moneda a la mujer y no 
consideraba que la Virgen se lo restituía con creces preservandola del médico y de las medicinas. 

((192)) Así, con el nombre de la Virgen terminaba la fiesta de San Luis, porque don Bosco quería que sus hijos fueran dignos de Ella; y 
por esto se entretenía frecuentemente también con sus sacerdotes. La crónica de Bonetti expone los consejos que les daba a ellos: 

«30 de junio 1862. Hay que prevenir a los jóvenes para cuando lleguen a los diecisiete o dieciocho años, diciéndoles: 

»-Mira, vendrá una edad muy peligrosa; el demonio te prepara lazos para hacerte caer. Te dirá, en primer lugar, que la comunión 
frecuente es cosa de niños y no de mayores y que basta recibirla alguna vez. Luego, hará todo lo posible para mantenerte alejado de la 
predicación y para que te canses de la palabra de Dios. Te hará creer que ciertas cosas no son pecado. Después, vendrán los compañeros, 
el respeto humano, las lecturas, las pasiones, etc. íAlerta! No permitas que el demonio te robe la paz y el candor del alma, que hoy 
mantiene tu amistad con Dios. 

»íLos jóvenes no olvidan estas palabras! Cuando sean mayores y nos los encontremos por el mundo, les diremos: 

»-Recuerdas lo que antaño te decía? 

»-íEs muy cierto! -responden. 

»Y este recuerdo les hará mucho bien. 

»Algún tiempo antes, reunidos los confesores de la casa, les recomendó mucha cautela al preguntar a los muchachos sobre materias 
lúbricas, para no enseñarles lo que ignoran; no negar la absolución a los reincidentes, si manifiestan alguna disposición de enmendarse; 
pero negar la absolución y comunión cuando este medio sirva para despertarles y hacerles entrar en sí; usar mucha severidad y hasta negar 
la absolución al cómplice agente, y en esto andar todos de acuerdo para impedir que los lobos causen estragos en el rebaño; ordenar al 
cómplice, víctima o seducido, que descubra a los superiores el lobo o los lobos en la forma que la prudencia sugiera para impedir la 
ofensa de Dios y el escándalo y la ruina de los demás. 

»Sugirió así mismo dos advertencias: que no les doliese ((193)) emplear el tiempo necesario para preparar con celo a los penitentes que 
no estuviesen preparados: que reflexionaran sobre la tremenda situación 
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del alma que está en pecado mortal aunque no sea más que una sola hora. En conclusión, recomendó a los confesores no imponer suaves 
penitencias por pecados graves, pero fijar alguna adaptada para curar el mal y prevenirlo. Por ejemplo: una meditación de las que se 
encuentran en El Joven Instruído (El Joven Cristiano) para cada día de la semana; o cualquier otra consideración, como el ejercicio de la 
buena muerte, o una práctica de piedad, como sería el Vía Crucis, la Visita al SS. Sacramento, la corona de los dolores de María 
Santísima, etc., que se encuentran en el mismo libro. Se busque, en resumen, formar su espíritu sobre algún principio o verdad allí 
contenida. De este modo, las penitencias resultarán eficaces». 

»En la primera semana de julio, entreteniéndose de nuevo con sus sacerdotes les recomendaba una gran caridad y paciencia al confesar 
a los muchachos para no perder su confianza; y al mismo tiempo les aseguraba que la prudencia necesaria y la eficacia de la palabra para 
ganar los corazones, eran dones del Señor que se obtenían con la oración frecuente, con la más perfecta pureza de intención y con actos 
de penitencia y sacrificio, como hacen los confesores celosos. 

»Después, siguió hablando de las confesiones sacrílegas de los jóvenes al callar de propósito cosas que se han de manifestar 
necesariamente y les contaba el siguiente hecho que le había sucedido a él mismo. 

»Una noche soñé y vi en el sueño a un joven que tenía el corazón roído por lo gusanos y que él mismo se quitaba y arrojaba de sí 
aquellos animales con la mano. No hice caso del sueño. Mas he aquí que a la noche siguiente veo al mismo joven, que tenía junto a sí un 
perro que le mordía el corazón. No dudé de que el Señor quería conceder alguna gracia a aquel muchacho y que el pobrecito tenía algún 
embrollo en la conciencia. 

«Cierto día le dije de improviso:
»-Quieres hacerme un favor?
((194)) -»Sí, sí... Si de mí depende.
»-Si quieres, puedes hacérmelo.
»-Pues bien; dígame lo que desea, que lo haré.
»-Estás seguro?
»-íSeguro!
»-Dime: no has callado ningún pecado en la confesión?
»Quiso negármelo, pero inmediatamente añadí:
»-Y éste y este otro, por qué no lo confesaste?
»Entonces me miró al rostro, comenzó a llorar y me dijo:


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»-Tiene usted razón: hace dos años que me quiero confesar de eso y dejándolo de una vez para otra no me he atrevido a hacerlo. 

»Entonces lo animé y le dije lo que tenía que hacer para ponerse en paz con Dios». 

Así habló don Bosco en aquella ocasión, dando sabios consejos a sus colaboradores para que ejerciesen con éxito el difícil arte de 
salvar las almas; por su parte se dedicaba en cuerpo y alma a hacer de sus jóvenes otros tantos hijos de Dios, si aparecía una nueva 
tempestad contra la nave de Pedro. 

En marzo de 1861, narra la Crónica, don Bosco había escrito a Pío IX, que sería una gracia especial de la Virgen si no debiera 
abandonar Roma. Y en efecto en 1862, el 28 de junio, desembarcaba Garibaldi en Palermo con dirección a Caprera y era recibido por la 
plebe con un torbellino de aclamaciones. 

Sus mítines eran repugnantes por su impiedad, cuando se referían a la religión y al Papa. Contando con las promesas del gobierno 
inglés, juraba él que muy pronto se obtendría la entrega de Roma. El gobierno italiano, que parecía oponérsele, le enviaba a escondidas 
barcos cargados de armas y municiones. Desde Londres había recibido un subsidio de tres millones de liras y un millón de Turín. De 
todas las partes de Italia se enrolaban jóvenes aventureros bien pagados. 

Entre tanto los batallones del ejército real atravesaban Toscana y se aproximaban a los territorios de las provincias que le quedaban al 
Pontífice, para entrar en Roma, con el fin de reprimir los previstos abusos de los garibaldinos, si conseguían penetrar y hacerse ellos los 
dueños. 

((195)) Pero Garibaldi, escoltado por los principales jefes de la secta mazziniana, se había echado la cuenta de servirse de la 
complicidad del Gobierno y de su dinero para sublevarse él primero y después conquistar para sí y para el partido republicano Italia, 
Roma y todo. 

Los aplausos frenéticos de sus partidarios en Palermo le trastornaron la cabeza y, perdido todo freno, acabó profiriendo muchas veces 
furiosas injurias contra el Emperador de los franceses, porque ocupaba Roma. Sus bravatas levantaron grandísimo revuelo en París y en 
Turín; los ministros del Rey reprobaron a toda prisa sus altaneras palabras y se vieron obligados a invitar a Garibaldi a deponer las armas, 
mientras Víctor Manuel lo declaraba rebelde en una proclama pública. 

Entonces los mazzinianos, que comenzaban a tener una clara 
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ventaja en Sicilia, se disponían a sublebarse, si el Gobierno se oponía a la marcha de Garibaldi. Y éste avanzaba con quinientos 
voluntarios hacia el interior de la isla, visitando las poblaciones para excitarlas con violentos discursos contra el Papa, al grito 
constantemente repetido de: íRoma es nuestra! íRoma o la muerte! Y las turbas asalariadas repetían tumultuosas este grito en las ciudades 
del interior para hacer creer al mundo que ésa era la voluntad de toda la nación. Se quería poner a Napoleón en la necesidad moral de 
abandonar Roma a merced de los revolucionarios. Entre tanto, las tropas regulares con orden de evitar todo choque, fingían perseguir a 
Garibaldi, el cual, recibido con toda suerte de honores por los representantes del Gobierno y de los municipios, llegaba a Catania el día 18 
de agosto. Allí asumió en pleno las funciones de Dictador y de esta forma se presentaba el peligro de una revolución republicana contra la 
monarquía. Entonces el Ministerio decretó, y publicó el día 20, el estado de sitio y el bloqueo marítimo efectivo de toda Sicilia, 
comunicándolo oficialmente a los ministros de las potencias extranjeras. 

((196)) El 25 de agosto desembarcaba Garibaldi en Calabria con dos mil hombres, porque la flota que maniobraba en el estrecho, so 
pretexto de impedir el desembarco, tenía la consigna de dejarle pasar. El había publicado un bando con la protesta de querer obedecer al 
Rey y no a un ministerio que traicionaba a la nación y de estar resuelto a entrar como vencedor en Roma o a morir junto a sus murallas. 

El general La Màrmora, que se enteró de esto, reforzó la guarniciones con muchos miles de soldados y proclamó el estado de sitio en 
todas las provincias de Nápoles, de acuerdo con las órdenes recibidas de Turín. 

Estaba en claro cómo Napoleón, para no enemistarse con los católicos franceses, cuyo voto favorable necesitaba para las nuevas 
elecciones de 1863, aseguraba al Papa que él no permitiría nunca se tocase el actual Estado de la Iglesia; que ordenaría al general 
Montebello, comandante de los franceses en Roma, que uniera sus soldados a los zuavos pontificios para rechazar cualquier asalto. 
Proseguir por consiguiente la empresa era lo mismo que tirarlo todo por la borda y, por otra parte, se tenía certeza de que Garibaldi no 
desistiría de su propósito. Por eso se decidió poner resistencia a aquel torrente amenazador. 

Pero Garibaldi, sin convencerse de que el Gobierno obrase en serio, apoyándose en una carta un tanto oscura recibida del Rey, según él 
andaba diciendo, ilusionado con la esperanza de que los regimientos 
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franceses se alejaran de Roma, confiado con la promesa de que en efecto el Comité de acción hubiese revolucionado Roma y de que 
saliera a su encuentro con el pueblo, se puso en marcha con los suyos hacia Reggio. Mas, al encontrar aquí a las tropas dispuestas a 
rechazarlo, se echó a la montaña; el 29 de agosto fue atacado en Aspromonte por unos batallones de infantería y de bersaglieri, y tras un 
breve tiroteo, cayó herido gravemente en el tobillo, y fue llevado prisionero a La Spezia. Allí fue tratado con todo cuidado, se restableció, 
alcanzó libertad por una amnistía y regresó a Caprera. 

((197)) De este modo el influjo amenazador que había adquirido el partido mazziniano y republicano, alguna advertencia de Napoleón 
ofendido, más la necesidad que tenía el Gobierno del Rey de mostrarse fuerte para reprimir aquellos abusos y cubrir su complicidad, 
fueon las causas por las que Roma se salvó entonces. 

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((198)
)


CAPITULO XXI 

Tómbola del 1862 -Notas y documentos 

SE REANUDA LA TOMBOLA -ALIENTOS: ARMONIA: CARTAS DEL OBISPO DE IGLESIAS Y DE LOS CARDENALES 
VANNICELLI Y MARINI -OBSEQUIOS DEL PAPA -CIRCULAR DE DON BOSCO EXPLICANDO LOS BILLETES ROJOS DE 
LA TOMBOLA -PETICION DEL PERMISO AL GOBERNADOR PARA ABRIR LA EXPOSICION DE PREMIOS Y AUMENTAR 
EL NUMERO DE BOLETOS -DECRETO FAVORABLE Y SU ANUNCIO A LOS BIENHECHORES -FOLLETO CON LA LISTA 
DE LOS PREMIOS -APERTURA DE LA EXPOSICION -VISITA DEL ALCALDE Y SU RESPUESTA AL SALUDO DE UN 
ALUMNO -LOS BIENHECHORES SON INVITADOS A VISITAR LA EXPOSICION -EL ALCALDE RECOMIENDA LOS 
BOLETOS DE LA TOMBOLA POR MEDIO DE CIRCULARES A LOS ALCALDES DE LA PROVINCIA Y A VARIOS 
GOBERNADORES DEL REINO: SU EXPEDICION Y ENTREGA EN EL GOBIERNO CIVIL DE TURIN -CARTAS DEL MISMO 
CON SERIES DE BILLETES AL MINISTRO DE TRABAJO, DE INSTRUCCION, DE MARINA, DE GOBERNACION Y DE 
HACIENDA; SUS RESPUESTAS -CARTA DE DON BOSCO OFRECIENDO BOLETOS A LOS PRINCIPES DE LA CASA DE 
SABOYA Y RESPUESTAS: EL PRINCIPE TOMAS, DUQUE DE GENOVA; EL PRINCIPE DE CARIGNANO; LA PRINCESA PIA 
-EL REY VICTOR MANUEL ACEPTA MIL BOLETOS 

LA Tómbola autorizada en favor de los heridos de la guerra italiana se cerraba el 18 de junio, por lo que don Bosco no podía abrir la 
exposición de premios de la suya antes de esa fecha. 

Pero él no había cesado un sólo instante de trabajar ((199)) y recibía constantemente cartas que le animaban y prometían ayuda. Entre 
los más ilustres personajes del patriciado figuró el conde 
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Federico Sclopis; y entre los obispos, los de Tortona, Mondoví e Iglesias 1. 

Los periódicos habían vuelto a hablar de la obra de los Oratorios y Armonía, en su número del 28 de mayo, presentaba la lista de los 
miembros de la Comisión de la Tómbola y el precio de los billetes: 

Tómbola a favor de los Oratorios de don Bosco. No necesitan nuestros lectores que les expliquemos quién es don Bosco y qué son los 
Oratorios. Es sabido que este dignísimo sacerdote está totalmente dedicado a sacar de la miseria y del abandono a los muchachos pobres 
que, abandonados a sí mismos, habrían arruinado su alma y su cuerpo. Para alimentar, alojar y vestir a varios centenares de muchachos no 
cuenta don Bosco con más subsidios que su confianza en Dios y la caridad de los buenos cristianos. Acaba de obtener la necesaria 
aprobación para hacer una tómbola de objetos que se expondrán al público en la casa del Oratorio de Valdocco de esta Ciudad. Se ha 
organizado para este fin una Comisión... Estamos seguros de que este sencillo anuncio procurará al celoso sacerdote una lluvia de objetos 
y un enorme despacho de boletos. 

((200)) Se dignaron responder a las cartas de don Bosco dos cardenales, el Eminentísimo Vannicelli, arzobispo de Ferrara y el 
Eminentísimo Marini 2. 

Iglesias, 15 de mayo de 1862 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

Comunico a V. S. Ilma., que he recibido ciento veintiocho boletos para la tómbola en favor de los muchachos del Oratorio de San 
Francisco de Sales y procuraré apresurarme para colocarlos. Siento no poder concurrir de otro modo a la piadosa obra, organizada por su 
caridad. También yo me encuentro en semejantes circunstancias con motivo de la erección de parroquias en esta mi diócesis, y tengo una, 
casi a la mitad, cuyos trabajos no puedo seguir por falta de medios. Dígole esto para que se convenza de mi buena voluntad. 

Quedo enterado de cuanto me indica en su apreciadísima circular, en nombre de los jóvenes por usted favorecidos, lo mismo que de la 
tipografía inaugurada y de la indulgencia plenaria, concedida por el Sumo Pontífice reinante in artículo mortis con su apostólica 
bendición, para todos los bienhechores y lo celebro. 

Acepte mis palabras de respetuoso aprecio con las que me profeso. 

De su S. I. y Rvdma. 

Afectísimo seguro servidor
» JUAN BAUTISTA, Obispo.


2 Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

Hace ya algún tiempo que me llegaron dos circulares de V.S. Ilma. y Rdma., una de las cuales no lleva fecha y la otra es del 24 de abril 
ppdo., y me dispongo a contestarle. 

Veo, por la primera, con gran satisfacción, que ese Oratorio de San Francisco de Sales marcha cada día mejor para bien de la juventud, 
y gozo enormemente al saber la generosidad del Santo Padre, no sólo en favor de dicho Oratorio, sino también en favor de cuantos le 
ayudan. 

Me entero, por la segunda, de que la tómbola en favor de ese piadoso instituto ha sido diferida, pero que, a pesar de ello, ha querido 
enviarme 125 boletos. 

Estos me llegaron incluidos en sus cartas, y de buena gana me los hubiera quedado, si no fuera porque imperiosas necesidades de esta 
diócesis, particularmente ahora, me lo impiden. 

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((201 )) También el Sumo Pontífice quiso dar una señal de aprobación a las empresas de don Bosco. Armonía publicaba la noticia el 
martes 24 de junio. 

Pío IX y la tómbola de don Bosco. El corazón de Pío IX es el de un padre ternísimo. Todo el mundo sabe lo necesitado de socorros que 
anda y, sin embargo, acude allí donde se trate de promover una obra de caridad o de ayudar a los pobres. En efecto, apenas se enteró de la 
tómbola que se organizaba en Turín en favor de los Oratorios de san Francisco de Sales, san Luis y el Angel Custodio, se ha dignado 
enviar, junto con sus paternales expresiones de aliento, dos objetos preciosos por sí mismos y por la mano de la que proceden. Se trata de 
dos hermosos camafeos, con marco de oro, exquisitamente labrados sobre magnesita, colocados en elegantes estuches, y que representan 
a San Pedro uno y a San Pablo el otro. Queremos esperar, o más bien, creer que la piedad de muchos buenos católicos, que leerán 
nuestras páginas, aguijoneada por tan noble ejemplo, tendrá a gala y querrá verse colocada junto a los regalos del Padre común de todos 
los fieles repartiéndose de este modo los sentimientos y las obras. 

Y como nacieran dudas entre los compradores de boletos sobre el valor de éstos, escribió don Bosco la siguiente circular que pasó a la 
imprenta: 

Sin embargo, deseando darle un pequeño testimonio de mi cariño por ese Oratorio, le incluyo un giro postal de veinte liras, pero al mismo 
tiempo le devuelvo los ciento veinticinco boletos, de los que puede disponer libremente; no he intentado ponerlos a la venta aquí por la 
confluencia de asociaciones. 

No me queda más que congratularme con usted por la incansable caridad que despliega en favor de una porción tan elegida de la grey 
de Jesucrito como es la juventud, y augurarle los más abundantes frutos por sus apostólicos trabajos, mientras con verdadero y 
distinguido aprecio tengo el gusto de profesarme. 

Ferrara, 7 de junio de 1862 

Afectísimo seguro servidor
Card. VANNICELLI, Arzbpo.


Reverendísimo Señor: 

No me canso de alabar y admirar el espíritu de verdadera caridad cristiana que le inflama para dar gloria a Dios y ayudar al prójimo. Le 
agradezco que en su especial obra de caridad de socorrer a los jovencitos abandonados, haya pensado en recurrir a mí, invitándome a 
ofrecer algún regalo para la tómbola que usted ha organizado en favor de su caritativo Instituto. Le envío dos medallas de plata con la 
efigie de nuestro venerado Pontífice Pío IX, encerradas en un estuche. Es un mezquino regalo y siento no poder corresponder como yo 
querría; pero acéptelo como prenda de mi buen querer y como signo de mi gran simpatía por la Obra que usted dirige, y del profundo 
aprecio, con que me es grato profesarme, 

De V.S. Reverendísima. 

Roma, 23 de junio de 1862. 

Su atento y seguro servidor 

P. Card. MARINI 
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Benemérito Señor: 

Creo prudente dar unas explicaciones sobre los boletos rojos de la Tómbola, encomendados a su caridad, para salir al paso de las dudas 
que algunos tienen. 

Cada taco de boletos contiene veinticinco, es decir, una serie equivalente a 25 billetes amarillos que, a 50 céntimos cada uno, hacen 
12,50 liras que es el montante de un billete con premio seguro. 

Los primeros veinticuatro números incluidos en el taco con billete rojo gozan de la posibilidad de ganar o no ganar, como todos los 
demás de la tómbola en general; el vigésimo quinto, el último de los 25, tiene premio seguro. Por esto, después del sorteo, a todo el que 
presente un billete rojo, se le entregará, sin más requisitos, un objeto más o menos precioso, según la suerte que haya tenido. 

En esta misma ocasión le participo que está ya imprimiéndose la lista de los promotores y el catálogo de objetos de la Tómbola, que 
espero poder enviarle pronto, con la indicación del día fijado por la Comisión para la exposición pública de los objetos. 

Con gran satisfacción le comunico que los objetos ya llegados a ((202)) la Tómbola son muy considerables por su cantidad y su valor. 
Ello nos hace esperar un feliz éxito en nuestra caritativa empresa. 

Finalmente, si V.S. u otras personas de su amistad tuviesen algún objeto destinado para esta obra de caridad, rogaríale humildemente lo 
hiciera llegar al lugar destinado para su exposición por el medio que le sea más fácil. De este modo se podrá tomar buena nota de los 
objetos para las oportunas incumbencias y para colocarlos debidamente el día dé nuestra exposición. 

Tenga la bondad de aceptar este nuevo inconveniente junto a los augurios de toda suerte de bien, mientras, con el mayor 
agradecimiento, tengo el honor de profesarme. 

De V.S. Ilma. 

Turín... de junio de 1862. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Pero lo que en aquel momento interesaba era el permiso para abrir la exposición de los premios, aumentar el despacho de boletos y 
pedir algunos favores. Con este fin se dirigía don Bosco al Gobernador Civil. 

Ilmo. Señor Gobernador de la Provincia de Turín: 

La Comisión organizada para promover la Tómbola ya iniciada en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, de 
San Luis en Puerta Nueva y del Angel Custodio en Vanchiglia, respetuosamente expone que, por la prórroga de otra lotería del mismo 
género, no pudo realizarse la proyectada exposición pública. Que habiendo cesado la dificultad que a ello se oponía, espera ahora que 

V.S. Ilma., con su reconocida bondad, querrá conceder los siguientes favores: 
1.° Que la exposición pública pueda comenzar el día 3 dejulio próximo de 1862 y que dure dos meses. 

2.° Que se nos faculte para aumentar la emisión de billetes ya presentados, dado 

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que se han ofrecido muchos otros regalos que, unidos a los anteriores, alcanzan el número de 1.820, los cuales, de acuerdo con el precio 
anotado al margen por los peritos, alcanzarían la cantidad de 64.133,60 liras, correspondientes a 128.268 boletos. 

3.° Para facilitar la venta de los boletos, dado que el undécimo es gratuito, se querría la disminución del diez por ciento sobre el precio 
de los objetos; por tanto se suplica, a título de especial favor, poder aumentar en un diez por ciento el valor de los regalos, que por tanto, 
en vez de 64.133,60 liras sería de 70.546 correspondientes a los 141.092 boletos. De este modo ((203)) se alcanzaría una compensación 
para cubrir los gastos ocasionados por la imprenta y la organización de la Tómbola. 

4.° La Comisión ruega humildemente alcanzar el mismo favor que en las anteriores loterías (decreto del Intendente General del 7 de 
marzo de 1854) se le concedió para sustituir con el sello de la Comisión el de Hacienda, a fin de facilitar los muchos trámites. 

La parte tan favorable que V.S. Ilma. ha tomado siempre en todo lo que se refiere al bien de estos pobres muchachos desamparados, 
hace esperar a la Comisión que quiera ayudarla a llevar a buen fin la obra benéfica que no tiende más que a mejorar a la parte más 
necesitada y más esencial de la sociedad humana. 

Con el mayor de los agradecimientos. 

Turín, 17 de junio de 1862. 

En nombre de todos los miembros de la Comisión.
JUAN BOSCO, Pbro.


A esta súplica unía una segunda lista de los premios desde el número 
384 hasta el 1.820, registrados en un cuaderno de papel sellado de cincuenta céntimos, con los necesarios peritajes oficiales 1. 

La solicitud fue acogida favorablemente: 

Turín, 9 de julio de 1862 GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN 
Div. 5 -N.° 8839 -309. 

Habiendo aprobado el Ministerio de Hacienda, de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 8 del reglamento de 4 de marzo de 1855, el 
Decreto de este despacho del 2 de julio2 por el cual se autoriza la realización de la ((204)) proyectada Tómbola de 

1 «Visto se compulsa por 5.625 liras -17 de junio de 1862. Profesor Juan Volpato». 

«El abajo firmante, a petición del señor don Juan Bosco, procedió a la valoración de los objetos descritos en la lista anterior, por la 
cantidad de 23.569 liras. Doy fe. Turín, 17 de junio de 1862. José Buzzzetti». 

2 N. 55 -Div. 5.ª. 
EL GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Vistos los recursos presentados por el sacerdote don Juan Bosco pidiendo autorización para abrir una tómbola de objetos que le han 
sido dados por la generosidad ciudadana, cuyo producto está destinado a favor de los Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, 
de San Luis en Puerta Nueva y del Angel Custodio en Vanchiglia; 

Visto el programa adjunto y el plano de la Tómbola; 

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objetos entregados en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales, de San Luis y del Angel Custodio organizados en esta ciudad, el 
que suscribe tiene el honor de transmitir el correspondiente escrito al sacerdote don Juan Bosco para su norma. 

El Gobernador F. PASOLINI 

((205)) Pero don Bosco no aguardó a recibir el Decreto, sino que apenas tuvo noticias del mismo, mandó imprimir otra circular: 

Muy Señor mío: 

Con gran satisfacción participo a V.S. que los objetos destinados para la Tómbola recomendada a su caridad, de acuerdo con la 
deliberación tomada por los beneméritos señores de la Comisión a tenor del Decreto del Gobierno Civil de esta provincia, empezarán a 
exponerse públicamente el día 3 del próximo julio. 

Vistos los catálogos de los objetos entregados que alcanzan a mil ochocientos veinte, cuyo valor ascendería a sesenta y cuatro mil 
ciento treinta y tres liras con sesenta céntimos, de acuerdo con la peritación de los profesores Juan Volpato y José Buzzetti con fecha del 
14 de marzo y del 17 de junio pasados; 

Vista la nota del Ministerio de Hacienda (Dirección General del Patrimonio del Estado y de las Tasas) con fecha de 28 de junio p.p. N. 
20971, 2277, 1595, Div. 2.ª (Loterías); 

Visto el Reglamento anejo al R. Decreto del 4 de marzo de 1855, n.° 606; 

Visto el primitivo decreto de este Gobierno con fecha 21 de marzo del corriente año; 

DECRETA 

Art. 1.° Se autoriza la apertura de dicha Tómbola de conformidad con el plano presentado y con la emisión de ciento cuarenta mil 
noventa y dos boletos al precio de cincuenta céntimos cada uno, los cuales deberán, antes de ser separados de la matriz y distribuidos, ser 
numerados y debidamente sellados en la oficina real de loterías en el Ministerio de Hacienda, y firmados por un miembro de la Comisión 
de la Tómbola. 

Art. 2.° El producto de los boletos se irá ingresando en la caja de la Comisión para ser destinado al uso señalado en el correspondiente 
programa. 

Art. 3.° Al anunciar al público la Tómbola, se deberá dar a conocer el presente decreto. 

Art. 4.° El sorteo de la Tómbola se hará el día 3 se septiembre, del corriente año, en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales 
de Valdocco, en presencia de los miembros de la Comisión y del Alcalde de la ciudad de Turín, a quien corresponde velar por la exacta 
observancia de las condiciones anteriormente señaladas, y de las que en el porvenir se creyere oportuno dictar, cuyo incumplimiento 
anularía y dejaría sin ningún efecto dicha Tómbola. 

Art. 5.° No se podrá aumentar el número de boletos ni tampoco diferir el sorteo de la Tómbola sin previa aprobación de la Autoridad. 

Turín, 2 de julio de 1862. 

EL Gobernador F. PASOLINI 

El Ministro de Hacienda, visto el presente decreto con los correspondientes documentos, lo aprueba en el sentido dispuesto por el 
artículo 8, del reglamento del 4 de marzo de 1855. Desde el Ministerio de Hacienda. 

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Turín, 5 de julio de 1862. 
182 
Por el Ministro 
SCIALOJA 

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Nos haría un gran favor y sería muy útil para la Obra que V. S. promueve, si quisiera honrarnos con su presencia en tal ocasión. 

La sala de la exposición permanece abierta al público todos los días desde las nueve hasta las doce de la mañana y desde las cuatro y 
media hasta las siete de la tarde. 

Lo mismo la cantidad de regalos que la venta de boletos son muy satisfactorias; y usted se unirá a nuestras esperanzas, cuando nos 
honre con su visita personal. 

Si todavía tuviese en su poder algún regalo destinado a este fin, le ruego humildemente lo haga llegar a su destino para colocarlo entre 
los demás para su pública exposición. 

Ruégole acepte los sentimientos de mi más vivo agradecimiento, con el que tengo el honor de profesarme. 

De V.S. 

Junio, 1862. 

Su seguro servidor por la Comisión JUAN BOSCO, Pbro. 

Durante este tiempo hizo don Bosco imprimir al tipógrafo Speirani el catálogo de los objetos recibidos como regalo y puestos en la 
Tómbola, con el nombre de los donantes. Lo encabezaba un llamamiento de don Bosco a todas las personas generosas, el plan de 
Reglamento para la Tómbola, el nombre de los miembros de la Comisión, la lista y la dirección de los promotores y promotoras. Era un 
folleto de ciento cuatro páginas que se entregaba por cincuenta céntimos. Fue publicado a finales de junio cuando los regalos llegaban al 
número de dos mil cuatrocientos treinta. Los regalos que se recibieron posteriormente se imprimieron en otro catálogo aparte y fueron 
((206)) casi 570. Había entre ellos dos artísticos candelabros, ofrecidos por los alumnos de los Oratorios de San Luis y del Angel 
Custodio. Hubo también objetos regalados para el uso de los Oratorios, los cuales no se computaron entre los premios de la Tómbola. 
Se indicaba a los visitantes de la Exposición que el Oratorio de San Francisco de Sales se encontraba al final de la calle Cottolengo. 

El día 2 de julio, fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen, se inauguró la Exposición. Narra Armonía del 3 julio: 

Tómbola de don Bosco. Ayer, 2 de julio, a las nueve y media de la mañana, el marqués Lucerna de Rorá, Alcalde de la ciudad de Turín 
y presidente de la Comisión de la Tómbola en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, de San Luis en Puerta 
Nueva y del Santo Angel Custodio en Vanchiglia, juntamente con los demás miembros de la Comisión acudió a inaugurar la Exposición 
pública de los objetos para la Tómbola, en la casa del Oratorio de San Francisco de Sales de Valdocco. Esta quedará abierta durante dos 
meses, desde las nueve a las doce de la mañana y desde las cuatro y media hasta las siete de la tarde. 
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Se había convenido, narra la Crónica, que en esta ocasión se celebrara una fiestecita de inauguración, ya que, a causa de la nieve, había 
tenido poco éxito la primera, celebrada en el mes de marzo. Hizo un tiempo precioso. El Alcalde fue recibido a la puerta por don Bosco. 
Después de visitar la exposición, la casa y los talleres pasó a los pórticos donde estaban preparados los alumnos en formación y había un 
sillón para él. Sonaron los instrumentos de la banda y se cantó un himno. A continuación el alumno Ramognini se presentó ante el 
Alcalde y leyó una graciosa y corta composición escrita por don Bosco: 

Ilustrísimo Señor Alcalde y beneméritos señores: 

Antes de partir de nuestro humilde recinto, Ilustrísimo Señor Alcalde y beneméritos señores, permitidme que yo, en nombre de mis 
queridos compañeros, os manifieste los sentimientos de la más sincera gratitud, que todos nosotros experimentamos en este afortunado 
momento. Mis superiores y todos mis compañeros querrían deciros algo. Unos querrían agradeceros el honor que nos habéis tributado 
((207)) en este día, otros recordaros los beneficios que en tantas ocasiones nos habéis hecho, quiénes pediros que continuéis siempre 
vuestra protección, vuestra benevolencia. Todos ansiarían suplicaros que queráis acordaros de nosotros; que sigáis favoreciéndonos, 
asistiéndonos, y protegiéndonos. 

En medio de este deseo común de manifestar los afectos del corazón, permitidme, Ilustrísimo señor Alcalde, y vosotros beneméritos 
señores, que en nombre de mis venerados superiores sea yo quien recoja y exponga los pensamientos de mis queridos compañeros. Sepan 
sus señorías que, en medio de la alegría, estamos confundidos porque nuestra condición (somos unos pobres muchachos), el tiempo y el 
lugar no nos han permitido haceros el deseado recibimiento, porque nosotros hubiéramos querido que los caminos estuvieran cubiertos de 
alfombras, las paredes y todos los rincones de la casa engalanados con flores para significar las hermosas virtudes que adornan a sus 
señorías. No hemos podido hacerlo así, no por falta de voluntad, que es muy grande en nosotros, sino por nuestra insuficiencia. No 
podemos ofreceros más que estas pocas flores y con ellas entendemos presentaros los más afectuosos deseos de nuestro corazón; 
añadimos una medalla de san Luis para aseguraros que no dejaremos un solo día sin pedir al Cielo las más selectas bendiciones sobre vos, 
ilustrísimo señor Alcalde y sobre cada uno de vosotros, beneméritos señores; en medio de nuestra confusión nos consuela el pensamiento 
de que la bondad, que sus señorías han tenido al venir hasta nosotros, suplirá nuestra poquedad. Una cosa más podemos aseguraros, y es 
que consideraremos siempre este día entre los más hermosos de nuestra vida y que siempre bendeciremos a la bondadosa Providencia que 
se dignó traeros hasta nosotros. 

El Alcalde escuchó con visible complacencia y dirigió luego a los jóvenes un corto, pero estupendo discurso. Era él un valioso orador. 
Hablando de don Bosco dijo: -Prepara él fiestas para los demás, pero quién las merece más que él? Atribuye él a los demás el mérito 
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de estas grandiosas empresas pero no es acaso él quien lo hace todo? Es generoso para elogiar a los demás, pero a quién sino a él se 
deben atribuir los elogios? Yo estoy satisfecho de poder darle gracias en nombre de Turín, a quien él favorece con tanta generosidad. 

Terminó diciendo: -Muchachos queréis ser un día buenos ciudadanos? íObedeced a don Bosco! 

Inaugurada la Tómbola, difundía don Bosco un nueva invitación a sus bienhechores. 

((208)) Muy señor mío: 

En nombre de la Comisión de la Tómbola invito respetuosamente a V. S. benemérita a visitar la exposición pública de los objetos, que 
permanecerá abierta en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales hasta los primeros días de septiembre. 

Aprovecho la ocasión para participarle que para empezar la organización de la correspondiente contabilidad, y más aún para hacer 
frente a algunas urgentes necesidades de la Obra de los Oratorios, sería un gran placer, o mejor aún, un verdadero acto de caridad, si se 
dignase hacerme llegar lo antes posible el importe de los billetes que usted pudo ya cobrar, por el medio que le parezca más fácil y 
económico, aunque fuera por giro postal. 

Persuadido de su reconocida solicitud en corresponder a los deseos de la Comisión, se lo agradezco en nombre de la misma, mientras 
me profeso con todo aprecio. 

De su Señoría Ilustrísima. 

Su seguro servidor
Cab.° OREGLIA DI STEFANO, Secretario


Habían sido colosales los trabajos para escribir cartas y enviar boletos de la Tómbola a las distintas personas no sólo de Turín, sino de 
las provincias. El Gobernador y el Alcalde ayudaban a ello. 

El Alcalde de Turín envió una carta impresa en el Oratorio a los alcaldes de esta Provincia. 

Ilustrísimo señor Alcalde: 

En mi condición de Presidente de la Comisión establecida para la Tómbola, cuyo programa le adjunto, me atrevo a recurrir a V.S. 
Ilustrísima para una Obra de Beneficencia Pública. 

A fin de ultimar esta Tómbola de la que todavía quedan billetes por vender, se resolvió recomendar X... decenas a V. S. Ilustrísima y 
por su medio a los señores de ese Ayuntamiento. La Comisión se ha decidido a ello, porque la obra que se pretende beneficiar tiene por 
fin favorecer a los muchachos de los pueblos y de las ciudades de la provincia. Esperamos que nuestra recomendación tenga éxito: si, por 
lo que fuere, creyere usted que debe devolver parte de los billetes adjuntos, le suplico haga con ellos un paquete sellado con el sello 
municipal y nos lo envíe con la simple 

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dirección de: Al Ilustrísimo Señor Gobernador de la Provincia de Turín. Lo mismo puede hacer con el importe de los billetes, salvo que 
le resultare más cómodo enviarlo a alguna ((209)) de las direcciones anotadas en el citado programa; o mejor aún, si usted u otros de sus 
conocidos quisieran aprovechar la ocasión para venir a visitar la exposición pública; serían ciertamente bienvenidos y recibidos con 
satisfacción. 

La exposición se encuentra en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco. No tuvo lugar en el momento señalado 
por el programa, y sólo pudo abrirse el 3 del corriente julio: durará dos meses. Para norma de la Comisión y para el bien de la Tómbola, 
le suplico devuelva los boletos sobrantes dentro de los quince días siguientes a la recepción del paquete: 

La Comisión, llena de confianza en su bondad, le anticipa las debidas gracias mientras tengo el honor de profesarme de V.S. 
Ilustrísima. 

Turín, julio de 1862
Seguro servidor
Marqués MANUEL DE RORA


Otra carta semejante enviaba el noble señor a los Gobernadores de las provincias de los antiguos estados. 

Ilustrísimo señor Gobernador: 

Habiendo autorizado el Gobierno de S.M. una Tómbola para una obra de Beneficencia pública, cuyo programa le adjunto, fue ésta 
confiada a una Comisión a propósito, presidida por el Alcalde de esta Capital. Animado por la cortés colaboración del Gobierno y 
particularmente por el señor Gobernador de Turín, que se tomó el encargo de entregar algunas decenas de boletos a los Alcaldes de la 
Provincia por parte de la misma Comisión, me atrevo a rogarle semejante favor entre los Alcaldes de su circunscripción, a fin de que 
puedan gozar del favor de la franquicia postal. 

Así lo espero de su atención, por lo cual le adjunto copia de la carta dirigida a los señores Alcaldes. Si usted determinase devolver 
algún paquete de los billetes adjuntos, le rogaría lo dirigiese al señor Gobernador de la provincia de Turín. En nombre de toda la 
Comisión le agradezco etc., etc. 

El conde de Radicati, primer consejero del Gobierno Civil y gran amigo de don Bosco, le ayudaba con su influencia y con todas sus 
fuerzas. Había puesto en el Gobierno Civil un empleado a propósito para los asuntos de la Tómbola. 

((210)) El marqués de Rorà escribió también a los Ministros del Estado para que tomasen parte en la Tómbola. 

A Su Excelencia el Ministro de Trabajo: 

Turín, 1 de agosto de 1862 
Excelencia: 

Sabedor de la parte que V.E. suele tomar en las obras de beneficencia pública, particularmente cuando tienden a ayudar a la clase más 
necesitada del pueblo, me 

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atrevo a recurrir a usted para invitarle a colaborar en una que, como puede ver por el adjunto programa, tiene la noble finalidad de alejar 
del camino del desorden a los muchachos más abandonados de nuestra Capital para prepararlos al trabajo y a una vida moral. 

Ya sé que ese Ministerio ayudó en diversas ocasiones a esta Obra, a la que favoreció siempre que se le presentó una ocasión; por eso, 
en mi calidad de Presidente, y en nombre de la Comisión, humildemente invito, pero con todo ardor, a V. E. para que envíe alguna 
pintura o cualquier otro regalo que, de acuerdo con su conocida filantropía, le pareciese bien. 

La Casa Real, S.A.R. el Príncipe Eugenio y el Príncipe Tomás, ya tomaron parte generosamente. Con la confianza de que también usted 
quiera corresponder a esta invitación le envío trescientos billetes rogándole se los quede para distribuir entre las secciones de ese 
Ministerio. 

Lleno de esperanza y con el más sentido agradecimiento tengo el alto honor de poderme profesar con toda estima y respeto. 

De V.E. 

Su seguro servidor
RORA


El Ministerio de Trabajo adquiere cien billetes de la Tómbola a que se refiere la presente y devuelve doscientos, correspondiendo el 
importe de los adquiridos a cincuenta liras, de las cuales pide recibo. 

18 de septiembre de 1862. 

Por orden
PAUTRIER


Otros ministros respondían también a las cartas del Alcalde. 

((211)) REINO DE ITALIA 
Ministerio de Inspección Pública 
Div. 1.ª -Secc. 1.ª -N.° de posic. 2 -N.° Prot. gen. 20540 
N.º de salida 3691 

Turín, 11 de agosto de 1862. 

Mucho siente el que suscribe, dado el estado en que se encuentra el Balance de. este Ministerio, la imposibilidad de hacer todo lo que 
se querría, especialmente en favor de esa verdaderamente santa y cívica institución. El que suscribe no puede quedarse más que con 20 de 
los boletos que V.S. envió y que serán pagados en breve al Cajero del Oratorio. Los 130 restantes se devuelven. Con lo cual declara el 
que esto escribe su singular consideración para con V.S. 

Por el Ministro
BRIOSCHI


MINISTERIO DE MARINA 
Gabinete del Ministerio 
N.º 2131 

Turín, a 12 de agosto de 1862 

Este Ministerio no puede quedarse más que con veinte billetes de los ciento cincuenta de la Tómbola de que se trata en la carta de V.S. 
Ilma. del 1.° del corriente y ello por razones económicas. 

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Y a la par que, unido a la presente, le envía el importe de 10 liras, le devuelve también los restantes 130 billetes. 

Por el Ministro
El Secretario General MONTANO


REINO DE ITALIA 
MINISTERIO DE GOBERNACION 
Secretario General Turín, a 21 de agosto de 1862 Div. 3.ª-Secc. 1.ª-N.º 15-13469 

El que suscribe, al participar a V.S. que el Ministro se queda los 600 billetes de la Tómbola para el Oratorio de San Francisco de Sales, 
le hace saber que se dieron las oportunas disposiciones para que sea entregado su valor de 300 liras a V. S., cobrables dentro de diez o 
doce días en la Tesorería central. 

Por el Ministro
CAPRIOLO


((212)) MINISTERIO DE HACIENDA 
Secretaría General Turín, 11 de agosto de 1862 3.ª Div. -Gabinete y servicio interior 
N.º 22525 -3893 

Aun cuando el que suscribe desea los mejores resultados a la obra benéfica del Oratorio de San Francisco de Sales de Turín, que V.S. 
Ilma. dirige, sin embargo, por las ya conocidas circunstancias que atraviesa el erario público, siente no poder contribuir más que dentro de 
una discreta medida, por falta de fondos disponibles a tal fin. Se retienen por tanto, con cargo a este Ministerio, 100 de los billetes 
enviados, cuyo importe será pagado por esta Tesorería a favor del Cajero de la Obra pía arriba dicha; y al devolver a V.S. Ilma. los 200 
billetes restantes, declara también el que esto escribe que el Ministerio de Hacienda, por no tener objetos a ofrecer para la Tómbola en 
favor del Oratorio arriba nombrado, se encuentra en la imposibilidad de poder concurrir también de este modo al fin presentado por el 
señor Alcalde. 

El Ministro 

A. SELLA 
El Marqués de Rorà había comunicado a los Ministros cómo la Casa Real había tomado parte en la Tómbola del Oratorio. En efecto, 
don Bosco había enviado una instancia a los Príncipes y alcanzado su propósito. Presentamos las respuestas, pero se han perdido algunas 
cartas. 

CASA DE S.A.R. 
EL PRINCIPE TOMAS DE SABOYA 
DUQUE DE GENOVA 
N.º 91 Turín, 25 de junio de 1862 

Muy Reverendo Señor: 

Al concurrir la Casa de S.A.R. el príncipe Tomás de Saboya, duque de Génova, a la Tómbola benéfica que V.M.R.S. organiza en favor 
del utilísimo Instituto por 

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usted fundado, le comunico los objetos que han sido señalados para premios y al mismo tiempo le prevengo que se tomarán trescientos 
billetes. 

Objetos para premios: 1.° Cesta de mimbre. 2.° Un par de vasos de cristal. 3.° Un tintero. 4.° Una estatuita de San Vicente de Paúl. 5.° 
Un servicio de café en porcelana. 6.° Una ((213)) cajita para sellos en cuero. 7.° Una jardinera montada en bronce y dorada. 

Con la expresión de mi más distinguido aprecio y consideración. 

El Intendente General RANDONE 
AL PRINCIPE EUGENIO 

Alteza: 

La Tómbola, que con gran munificencia favoreció Su Alteza con tan preciosos regalos, está llegando a su término con satisfactorio 

resultado. Pero aún nos queda una cantidad notable de boletos por colocar. 

Me permito enviar a la en tantas ocasiones experimentada caridad de V. A. un paquete con sesenta decenas, con el ruego de que lo 
quiera aceptar en favor de estos pobres muchachos, a los que ya ha ayudado muchas veces, asegurándole que no podremos olvidar los 

beneficios recibidos y que todos los días invocaremos sobre S.A. copiosas bendiciones del Cielo. 

Permítame finalmente el alto honor de poderme profesar con pleno reconocimiento. 

De Vuestra Alteza. 

Turín, 20 de agosto de 1862. 

Seguro servidor 
JUAN BOSCO, Pbro. 
Al Caballero CAMPORA, intendente de la Casa de Su A.R. el Príncipe Eugenio. 
La bondad con que ha favorecido nuestra Tómbola, con los regalos enviados por S.A. gracias a su intercesión, me animan a pedirle que 
siga prestándonos sus buenos oficios ante Su Alteza misma a fin de que se digne aceptar los adjuntos boletos. 
Los Reales Príncipes mandaron a buscar cien decenas y yo incluyo aquí sesenta. Quién sabe si una buena inspiración de Su Alteza 
unida a una buena palabra de V.S. Ilma. no logrará que se los quede? 
Con esta confianza le auguro todo bien del Cielo para usted y Su 
Alteza, mientras, muy reconocido y lleno de gratitud, me profeso. 
De V. S. Benemérita. 

Turín, 21 de agosto 1862
Su s.s.
JUAN BOSCO, Pbro.


((214)) CASA DE S.A.R. 
EL PRINCIPE DE CARIGNANO 
Turín, a 29 de agosto 1862 Ilmo. y M. Rdo. Señor: 
Habiendo determinado S.A.R. tomar doce decenas de billetes de la tómbola que usted dirige, devuelvo a V.S. Ilma. el paquete con las 
sesenta enviadas por usted, rogándole 

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entregue al portador de la presente dichas doce decenas, con el billete gratuito adjunto, de acuerdo con el programa, contra el pago de 72 
liras, su importe, como está ordenado. 

Tengo el honor de repetirme con todo aprecio. 

Su seguro servidor
CARLOS CAMPORA


La familia reinante estaba de fiesta por haberse cerrado el compromiso de bodas entre la princesa María Pía de Saboya y el Rey de 
Portugal don Luis I. Y don Bosco enviaba los boletos de su tómbola a la nueva Reina. 

A LA PRINCESA PIA 

Alteza Real: 

En medio de la común alegría de los festejos nupciales que con justo motivo se preparan para V.A.R. me atrevo a recomendaros una 

obra de beneficencia sostenida por la caridad de su augusto padre, su siempre llorada madre, y la munificencia de Vuestra misma Alteza. 

Se trata de sesenta decenas de billetes que humildemente entrego a su ya experimentada caridad, rogándole humildemente quiera 
aceptarlos en favor de estos pobres muchachos que, además de sentir el más vivo agradecimiento, invocarán cada día sobre su persona y 
la de su augusto esposo copiosas bendiciones del cielo. 

Que Dios le bendiga y le colme de sus gracias y permita que también en nombre de los jóvenes, tantas veces beneficiados, tenga el alto 

honor de profesarme con toda veneracion. 

De V.A.R. 

Turín, 21 de agosto de 1862. 

Su seguro servidor 
JUAN BOSCO, Pbro. 
((215)) A S.E. LA CONDESA DE VILLAMARINA 
Excelencia: 
La bondad con que V.E. promovió varias veces el bien de estos pobres muchachos, me anima a esperar la continuación de sus favores 
en la presente necesidad. 
Ruégole, por consiguiente, tenga la bondad de recomendarnos a S.A.R. la Princesa Pía para que se digne aceptar los billetes de la 
Tómbola adjuntos. 
Los Príncipes Reales tomaron ya cien decenas; yo incluyo aquí setenta, que encomiendo a su eficaz protección y a la caridad de la 
Princesa Real. 
Con la esperanza de ser favorecido, ruego al Señor conceda salud y gracia a usted y a toda su respetable familia, mientras tengo el 
honor de profesarme de V.E. 

Turín, 21 de agosto 1862.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


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Turín, 15 de septiembre 1862. 
Ilmo. Sr. Caballero Oreglia: 
La persona a quien encargué remitir a V.S. Ilma. el paquete con los boletos de la Tómbola en favor de los Oratorios, que me envió con 

fecha 20 de agosto, es el secretario privado de S.R.A. como ya dijimos; y esto se hizo por orden mía, dado que S.A. no tenía fondos 
destinados a este fin como ya lo hicieron saber. 

Puede usted, señor Caballero, si así lo cree oportuno, dirigirse al Ministerio de la Casa Real donde podrán ser aceptados en nombre de 
suA. R. 

La dama Gobernadora de las Princesas Reales. 

Condesa CAROLINA DE VILLAMARINA 

Don Bosco dirigió también su petición al Rey Víctor Manuel, el cual accedía a su petición. 

GABINETE PARTICULAR DE SU MAJESTAD 

Turín, 15 de octubre 1862 
Muy Rdvo. Sr.: 

He tenido el honor de presentar a S.M. el deseo de V. S. Muy Reverenda para que aceptase los mil boletos enviados para la ((216)) 
Tómbola abierta en favor de los Oratorios masculinos de esta Ciudad, que usted dirige; y me gozo al comunicarle que su Real Majestad 
se dignó aceptarlos. 

En cumplimiento de la generosa determinación de nuestro munífico Soberano me apresuro a notificarle que ya han sido dadas las 
órdenes oportunas para la entrega del envío de quinientas liras, importe de los mil billetes arriba señalados, que podrá retirar a su gusto en 
la Tesorería de la Real Casa. 

Ofrézcole, en tanto, muy reverendo Señor, mi más distinguido aprecio. 

El Ministro de la Casa Real NIGRA 

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((217)) 
CAPITULO XXII 
DON BOSCO ANUNCIA UN FUNERAL PARA EL MES DE JULIO -SUEÑO: EL CABALLO ROJO -REVOLUCION: DISIPAR 
SUS FURIAS INSPIRANDO A LOS PUEBLOS ESTIMA Y AMOR AL PAPA -COMO JUZGAR SI UN LIBRO ES BUENO O 

MALO -NO PUEDE ESCRIBIR SOBRE DON BOSCO QUIEN NO HAYA ESTUDIADO SU AMOR AL PAPA -PRUDENCIA DE 
DON BOSCO AL HABLAR DE POLITICA ECLESIASTICA 
LAS crónicas del mes de julio relatan nuevas maravillas sobre don Bosco. 

Escribe Ruffino en la suya: «1 de julio de 1862. Don Bosco dijo a algunos que le rodeaban después de la comida:
-Este mes tendremos que asistir a un funeral.
En distintas ocasiones repitió lo mismo una y otra vez, pero siempre ante un reducido número de oyentes»
.
Estas confidencias despertaban en los clérigos una gran curiosidad, de forma que, en las horas de recreo, cuando las ocupaciones se lo


permitían, rodeaban al siervo de Dios con la esperanza de oír de sus labios alguna novedad, y una de ellas fue, como lo comprendieron 
más tarde, la intención de don Bosco de fundar una institución para atender a las niñas. En efecto, así lo consignaron por escrito Bonetti y 
César Chiala. 

El 6 de julio narró don Bosco a algunos el siguiente sueño que tuvo en la noche del 5 al 6 de dicho mes. Estaban presentes Francesia, 
Savio, Rúa, Cerruti, Fusero, Bonetti, el caballero Oreglia, Anfossi, Durando, Provera y algún otro. 

Esta noche tuve un sueño singular. Soñé que me encontraba con la marquesa de Barolo y que paseábamos por una plazuela situada 
delante de una llanura extensísima. Veía a los jóvenes del Oratorio ((218)) correr, saltar y jugar alegremente. Yo quería dar la derecha a la 
Marquesa, pero ella me dijo: 

-No; quédese donde está.
Después comenzó a hablar de mis muchachos y me decía:
-Es muy bueno que usted trabaje con los muchachos. Pero déjeme a mí el cuidado de las jóvenes; así iremos de acuerdo.
Yo le repliqué:


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-Pero, dígame: Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo para redimir solamente a los muchachos o también a las muchachas?
-Sé, respondió, que Nuestro Señor ha redimido a todos: niños y niñas.
-Pues bien; yo debo procurar que su sangre no se haya derramado inútilmente, lo mismo para los muchachos que para las muchachas.
Mientras sosteníamos esta conversación, he aquí que comenzó a reinar un extraño silencio entre mis muchachos, que estaban en la


plazuela. Dejaron sus juegos y se escaparon unos hacia una parte, otros hacia otra, muy espantados. 
La Marquesa y yo detuvimos el paso y quedamos durante unos momentos inmóviles. Buscando la causa de aquel terror, dimos unos 
pasos hacia adelante. Levanté un poco la vista y he aquí que, por el fondo de la llanura, vi descender a la tierra un caballo grande..., 

tremendamente grande... Se me heló la sangre en las venas. 
-Sería tan grande como esta habitación?, preguntó Francesia. 
-íMucho mayor!, replicó don Bosco. Sería tan grande y tan alto como tres o cuatro veces el palacio Madama 1. Era algo extraordinario. 

Mientras yo quería huir por miedo a la inminencia de una castástrofe, la marquesa de Barolo perdió el sentido y cayó al suelo. Yo casi no 
podía tenerme en pie de tanto como me temblaban las piernas. Corrí a esconderme detrás de una casa, que había cerca, pero me echaron 
de allí diciendo: 

-íFuera, fuera; no venga aquí!
Y yo decía entre tanto para mí:
-íQuién sabe qué diablos será este caballo! No quiero escapar; quiero quedarme para verlo más de cerca.
Y, aunque temblaba de pies a cabeza, me armé de valor, volví atrás y me acerqué.
-íOh! íQué horror! íAquellas orejas tiesas! íAquel morro descomunal!
Me parecía a veces ver mucha gente sobre él; otras, que tenía alas; de forma que exclamé:
-Pero íesto es un demonio!
Mientras lo contemplaba, como estaba en compañía de algunos, pregunté a uno de ellos:
-Qué es este enorme caballo?
Uno me respondió:
-Este es el caballo rojo, equus rufus, del Apocalipsis.
Después me desperté y me encontré en la cama muy asustado. Durante toda la mañana, mientras celebraba la misa, lo mismo que en el


confesonario, tenía siempre delante aquel animalazo. 
Ahora deseo que alguno averigüe si a este equus rufus, se le nombra verdaderamente en las Sagradas Escrituras, y cuál es su 
significado. 

((219)) Y encargó a don Celestino Durando buscase la solución del problema. Don Miguel Rúa observó que, verdaderamente el 
Apocalipsis, en el capítulo VI, versículo IV, habla del caballo Rojo, símbolo de la persecución sangrienta contra la Iglesia, según explica 
en las notas de la Sagrada Escritura, monseñor Martini. Dice textualmente el Libro Sagrado: Et cum aperuisset sigillum secundum, 

1 Palacio Madama -Es uno de los grandes palacios de la ciudad de Turín (N. del T.) 

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audivi secundum animal, dicens: Veni et vide. Et exivit alius equus rufus: et qui sedebat super illum datum est ei ut sumeret pacem de 
terra; et ut invicem se interficiant et datus est ei gladius magnus. (Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Ser que decía: «Sal». 
Entonces salió otro caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz, para que se degollaran unos a otros; se le dio 
una espada grande). 

En el sueño de don Bosco parece que el caballo representase a la democracia sectaria, que procediendo furiosamente contra la Iglesia 
avanzaba atentando contra el orden social, sin detenerse un solo paso; se imponía a los gobiernos, en las escuelas, en los municipios, en 
los tribunales, anhelando realizar la obra destructora comenzada con el apoyo y complicidad de las autoridades constituidas, en perjuicio 
de la sociedad religiosa y de todo piadoso instituto y del derecho común de propiedad. 

Don Bosco, decía: 

-Sería necesario que todos los buenos y nosotros en nuestra pequeñez procurásemos con celo y entusiasmo poner un freno a esta bestia 
que irrumpe por doquier alocadamente. 

De qué manera? Poniendo en guardia a los pueblos mediante el ejercicio de la caridad y con la buena prensa que contrarreste las falsas 
doctrinas de semejante monstruo, orientando el pensamiento de los pueblos y los corazones hacia la Cátedra de Pedro. En ella está el 
fundamento indudable de toda autoridad que procede de Dios, la llave maestra que conserva todo orden social; el código inmutable de los 
deberes y los derechos de los hombres; la luz divina que disipa los errores de las más encadenadas pasiones; aquí el fiel guardián y el 
defensor poderoso de la moral evangélica y de la ley natural; aquí la confirmación de la sanción inmutable de los premios eternos 
reservados a quienes observen la ley del Señor y las penas, igualmente eternas, para los transgresores de la misma. 

Pero la Iglesia, la Cátedra de San Pedro y el Papa, son una misma cosa. Por tanto, para que estas verdades fuesen acatadas por todos, 
don Bosco quería que se hiciese toda suerte de esfuerzos por acabar con las calumnias contra el Papa y que se diesen ((220)) las pruebas 
de los inmensos beneficios aportados por él a la vida social y se procurase avivar en todos, sentimientos de gratitud, fidelidad y amor 
hacia él. Así se conducía don Bosco que se mostraba verdaderamente grande en el amor al Sumo Pontífice, con hechos y palabras. Decía 
que habría besado una por una las páginas de la historia eclesiástica de Salzano, precisamente porque este historiador 
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italiano se manifestaba en ella amante del Papa. Conversando con los clérigos acerca de los libros sospechosos, dábales, entre otras, esta 
norma para juzgar si un libro era bueno o malo: 

-Cuando veáis que un autor escribe menos bien del Papa, sabed que su libro no se debe leer. 

«Cuando habla a los jóvenes de los Papas, escribe Bonetti en este mismo año 1862, no acabaría nunca; siempre tiene algo que decir en 
su alabanza y cuenta cosas tan maravillosas y tan atrayentes que enfervoriza a todos los que le escuchan. Hay dos temas especiales en los 
que resulta admirable al hablar: cuando toca la virtud de la modestia y los Papas, uno queda entonces estupefacto, inundado de maravilla. 
Puede fácilmente convencerse de ello quien lea sus obras y sobre todo las vidas de los Sumos Pontífices, a las que remitimos a quien 
fuere destinado por la divina Providencia a escribir la biografía de este su fiel siervo». 

Procuraba mantener cierta reserva al hablar con personas hostiles al papado, ubi non est auditus, nec effundas sermonem (no malgastes 
palabras donde no eres escuchado), y también porque racionalmente temía que esos tales fuesen enviados a interrogarle ut caperent eum 
in sermone (para pescarle en una palabra). 

Entre tanto oíase por toda Italia: Roma o muerte. Era casi imposible poder esquivar cuestiones sobre el poder temporal del Papa. 

«Nosotros, clérigos y sacerdotes, se lee en la crónica de Bonetti, el 7 de julio por la noche, después de la cena, estando con don Bosco 
tratamos de hacerle entrar en el tema, con el fin de aprender cómo debíamos regularnos al hablar en estos ((221)) tiempos tan 
calamitosos; y, sin que él lo advirtiese, conseguimos sonsacarle cuanto sigue: 

»-Hoy me encontré en una casa rodeado de un grupo de demócratas, algunos de ésos de Passaglia y con sotana. Después de hablar de 
cosas indiferentes, recayó la conversación sobre la política del día. Aquellos liberalotes querían saber qué pensaba don Bosco sobre la 
marcha de los piamonteses a Roma y le preguntaban abiertamente sobre ello. Don Bosco, que entendía que discutir de tales asuntos y con 
semejante gente era lo mismo que desgañitarse sin ningún provecho, contestó concisamente: 

»-Les diré brevemente lo que pienso: yo estoy con el Papa, soy católico y obedezco ciegamente al Papa. Si el Papa dijese a los 
piamonteses: ívenid a Roma, yo diría: en marcha! Si el Papa dice que la marcha de los piamonteses a Roma es un latrocinio, entonces yo 
digo lo mismo. 

»Pero se pusieron a gritar: 
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»-Sit rationabile obsequium vestrum! (íSea razonable vuestro obsequio!). 

»-Sí; sea en efecto razonable vuestro obsequio, mas de la forma que dice san Pablo: esto es, sea razonable el culto que prestáis a Dios, 
que consiste en el espíritu de los ritos y en la santidad de la vida. Sea razonable en el modo, por ejemplo, con que debemos rezar nuestras 
oraciones de la mañana y de la noche, en el modo de hacer un poco de meditación cada día, en oír o celebrar la misa; en estas y otras 
cosas semejantes sit rationabile obsequium vestrum; (sea razonable vuestro obsequio), pero en lo tocante a un dogma de fe o a un 

precepto de moral, si queremos ser católicos, debemos pensar en creer como piensa y cree el Papa. 

»-Pero diga al menos lo que usted piensa acerca de la posibilidad de esta marcha. 

»-He aquí mi pensamiento y lo que les digo: es una quimera que los piamonteses marchen sobre Roma; es una quimera que los 

piamonteses, aún cuando entraran en ella puedan permanecer allí; y por último digo que algunas veces, aun soñando, puede uno romperse 
la cabeza. 

((222)) »Todos se echaron a reír y quedaron satisfechos. 

»-Esta es la forma de triunfar sin entrar en cuestiones, de las que uno que sea contrario a vuestros principios, sale con la cabeza caliente 
y con el ánimo aún más obstinado. 

»Hubo otra vez alguno que quería razonar conmigo sobre el poder temporal del Papa. Era un hombre de gobierno, pero de poco 
ingenio. Yo le pregunté enseguida: 

»-Quiere que tratemos el tema en sentido histórico, teológico, filosófico o en sentido oratorio? 

»El me contestó: 

»-No entiendo qué quiere decir con esas palabras. 

»-Mire, repliqué; es una cuestión que puede tratarse según la historia, según la teología, según la filosofía o según el arte de la oratoria. 

»Mi opositor añadió: 

»-Pero yo no he estudiado esas materias. 

»Entonces le respondí: 

»-Pues bien; procure instruirse sobre tal cuestión, venga después y hablaremos; porque ponernos a discurrir seriamente de una cosa de 
la que no tenemos conocimiento, es colocarse en el peligro de cometer errores muy gordos. Si le apeteciese estudiar la cuestión, yo podría 
señalarle autores que hablan de ello. 

»Y así se calló aquel señor». 
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((223)) 

CAPITULO XXIII 

ALEGRE TRANQUILIDAD DE DON BOSCO EN LOS SUFRIMIENTOS -DON BOSCO VA A SAN IGNACIO DE LANZO 
-ANUNCIA EN FORMA INEXPLICABLE LA MUERTE DEL JOVEN CASALEGNO EN CHIERI -VE DESDE AQUELLOS 
MONTES A TRES ALUMNOS EN TURIN, QUE VAN A BAÑARSE -CARTA A LOS ALUMNOS DEL ORATORIO: NARRA SU 
VIAJE A SAN IGNACIO -DESCUBRE LO QUE SUCEDE EN CASA -OTRA CARTA SUYA -NOTA SECRETA CON LOS 
NOMBRES NO DECLARADOS EN LA CARTA -REGRESA AL ORATORIO -EXPLICA A LOS MUCHACHOS LO QUE VIO Y 
ESCRIBIO DESDE LANZO: LOS ZURRIAGAZOS A LA ESPALDA DE LOS QUE NADABAN -SEÑALES DE ESTOS GOLPES 
DE UNA MANO INVISIBLE -DON BOSCO DESCRIBE EN UN SERMON LA CONVERSION DE UNA EXTRAVIADA 
MORIBUNDA -BUENA Y CONMOVEDORA MUERTE DE UN JOVENCITO ESCANDALIZADO POR UN COMPAÑERO 
-PLATICA DE DON BOSCO AL TERMINO DEL CURSO -DAR BUEN EJEMPLO EN LA FAMILIA -REGLAMENTO DE VIDA 
PARA LAS VACACIONES 

A pesar de que don Bosco aparecía tan jovial y desenvuelto por aquellos días, sin embargo no andaba muy bien de salud. 

«Su paciencia, escribe Bonetti, es realmente la de un santo. 
Basta verle en tal estado y conservar el rostro siempre alegre, para sentirse uno estimulado a abrazar pacíficamente los más duros 
sufrimientos. En esta ocasión le indicó algún joven que pidiese al Señor le librara de aquellas molestias y él replicó: 

»-Si supiese que bastaba solamente una jaculatoria para curarme, no la diría. 

((224)) »A pesar de este malestar, sigue escribiendo Bonetti, el 15 de julio partió don Bosco hacia San Ignacio de Lanzo para hacer los 
ejercicios. Sucedieron allí varias cosas dignas de mención. Ya, a primeros de julio, había dicho don Bosco que un muchacho de casa 
debía partir en este mes para la eternidad. Ahora bien, mientras don Bosco se encontraba en San Ignacio, moría con la muerte del justo 
Bernardo Casalegno el viernes 18 de julio, en Chieri su pueblo: contaba 
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sólo dieciocho años. Don Bosco declaró el mismo viernes a los muchachos de la casa que habían subido con él a San Ignacio, que él 
había estado a la cabecera de Bernardo y le había asistido en los últimos momentos. Nosotros en Turín aún no sabíamos nada y él ya 
escribía a don Víctor Alasonatti la muerte de Casalegno, ordenando plegarias. Cuando volvió a casa, yo (Bonetti) pregunté a los que 
habían estado con él durante los ejercicios y, tras varias preguntas, pudimos saber que don Bosco había anunciado aquella muerte a la 
hora de haber sucedido: lo cual era humanamente imposible saberse, a la distancia de más de veintiuna millas que separaban a los dos 
lugares. 

»No debe extrañar que Dios haya querido renovar, en esta circunstancia, lo que hizo con otros muchos santos; y lo creo fácilmente 
sabiendo cuán vivo era el deseo de aquel excelente joven por ver una vez más a don Bosco antes de morir, y por tenerlo al lado en la hora 
de su muerte; y cuánto le quería don Bosco». 

Nosotros añadimos que su mismo padre, el caballero José Casalegno, topógrafo de profesión, confirmó al sacerdote Bartolomé Gaido 
cómo don Bosco, encontrándose lejos, anunció públicamente la muerte del hijo en el mismo momento en que expiraba. 

«No es menos maravilloso el hecho siguiente. Unos jóvenes de la casa, los aprendices Davit, Tinelli y Panico, al saber que don Bosco 
no estaba en el Oratorio y esperando, por tanto, poder hacerlo más fácilmente, no fueron el domingo día 20 de julio a las funciones 
religiosas de la tarde. Salieron a escondidas ((225)) de casa y fueron a bañarse en las aguas del canal junto al Dora. 

»A pesar de la vigilancia de don Víctor Alasonatti y de los asistentes, ninguno se dio cuenta, pues eran muchos los internos y externos. 
Pasó aquel día y el siguiente, y en el Oratorio nadie se había enterado de la fuga extraordinaria. Los culpables estaban tan tranquilos, pero 
se engañaron con su confiada impunidad. Habían sido vistos y observados por don Bosco, quien el lunes 21, muy de mañana, remitía una 
hermosísima carta para todos los jóvenes, en la cual entre otras cosas se refería a los tres culpables, sin nombrarlos». 

He aquí la carta de don Bosco: 

Queridísimos amigos: 

Sé que vosotros, hijos amadísimos, deseáis mis noticias, y yo también, dado que tuve que salir de casa sin poder despedirme de todos; 
siento por ello la necesidad de comunicarme con vosotros a través de esta carta. Os hablaré con la sinceridad de un padre que abre su 
corazón a sus tiernos y amantes hijos. Hay para reír y hay para llorar. 
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La tarde del 15 del corriente mes de julio, algo delicado de salud, tomé el coche de San Ignacio. Hasta Caselle pude disfrutar del sol, 
que me proporcionaba baños de calor gratuitamente ya que viajaba en el pescante del ómnibus. Desde Caselle a San Mauricio me 
acompañó el viento, primero fresco, luego frío, después borrascoso y finalmente con truenos, relámpagos y lluvia. Desde San Mauricio a 
Cirié la lluvia, mezclada con granizo, resultó solamente una broma. Pero, desde Cirié a Lanzo, que son cinco millas, llovió 
torrencialmente; el granizo, los truenos y un viento friísimo no dejaban respirar. Los caballos a duras penas arrastraban el carruaje a paso 
lento. Yo seguía siempre en el pescante, sin saber cómo apañarme. Conmigo viajaban otros más. Llevaban abiertos dos paraguas que 
amparaban a los que los tenían en la mano; pero yo, que me encontraba en medio del asiento, no tenía más ventaja que la de recibir sobre 
mis espaldas el goteo o mejor la lluvia de los dos paraguas, de manera que llegué a Lanzo helado de frío y totalmente calado. 

Hubierais visto, queridos jóvenes, a don Bosco bajar del coche hecho una sopa, igual que esas grandes ratas que a menudo veis salir del 
arroyo de detrás del patio. De haber estado don Juan Bautista Francesia hubiera hallado un bonito tema para hacer algunas rimas sobre un 
personaje chorreando agua. 

((226)) Debía estar en Lanzo a las siete y no llegué hasta las ocho cuarenta y cinco, de modo que, no pudiendo proseguir el viaje a San 
Ignacio, pregunté en el despacho de coches si habría un rincón donde cambiarme de ropa. Me contestaron que no había más que la 
oficina. Entonces ordené que me llevaran la bolsa a la parroquia y allí me dirigí. Yo llegué, pero la bolsa no llegaba; entonces el párroco 

(V. Albert), lleno de bondad y generosidad, me suministró cuanto necesitaba, mas como no tenía una sotana a mi medida, me puse una 
especie de frac con el que parecía un Abad de profesión. En cuanto me sequé, me conforté con una buena sopa y me fui a acostar, pues 
sentía suma necesidad. Entre el viaje, el cansancio, la inflamación de la nariz y el dolor de cabeza no pude dormir, pese a que, en verdad, 
tenía una buena cama, buena habitación y que estaba bien arropado. 
A las siete de la mañana me levanté. Me buscaron un borriquillo, que pronto se puso a mis órdenes y le conduje por mi camino hasta 
San Ignacio, a donde se llega después de tres millas por un atajo de la montaña. El miércoles, el jueves y el viernes los pasé muy mal; 
pero por la tarde de este día mi hinchazón comenzó a supurar y logré descansar un poco. El sábado me hallé mucho mejor y la Santísima 
Virgen me auxilió de tal manera, que el domingo volví a ser el don Bosco de siempre, sin dolencias de importancia. 

Hasta ahora he hablado de mí; ya es hora de que hable de vosotros. Comencemos por Bernardo Casalegno, nuestro querido amigo. Tras 
muchas angustias, después de haber recibido los santos sacramentos de manera verdaderamente ejemplar, sin dejarse espantar por la 
muerte, lleno de confianza en la protección de la bienaventurada Virgen María, cesaba de vivir el viernes 18 del corriente. Se preparaba 
hace mucho tiempo a este paso y la serenidad de su rostro, la sonrisa dibujada en los últimos instantes, su vida, su preparación para el 
paraíso, nos dan fundamento para esperar que ha ido a encontrar a Domingo Savio en el cielo. Su cadáver era conducido el sábado a la 
sepultura. En Chieri se rezó por él; ayer hicisteis vosotros otro tanto en el Oratorio y yo he ofrecido el primer día de este mes todo el bien 
que se hace en esta casa por el eterno descanso de este compañero nuestro que el Señor quiso llevarse consigo. Requiescat in pace. Dios 
nos ayude a que también nosotros tengamos una buena muerte. 

He ido varias veces a visitar el Oratorio y he encontrado de todo: bueno y malo. 
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He visto cuatro lobos, que corrían de un lado para otro en medio de vosotros, y de cuyas dentelladas fueron víctimas algunos. Quizá ya no 
se hallen todos estos lobos rapaces en el Oratorio, pero, si aún estuvieren, quiero arrancar de su espalda la piel de cordero con que se 
quieren revestir. En otra visita he visto a algunos que, durante las oraciones de la noche, estaban charlando en la terraza junto al 
campanario. Otros, arriba de la escalera pequeña de la casa nueva. Provera echó fuera a los que estaban en la planta baja, mas no vió a los 
que se hallaban en los pisos superiores. 

((227)) He visto también algunos que salieron el domingo por la mañana y perdieron parte de las funciones religiosas. Pero me disgustó 
mucho que varios se escaparan durante las funciones de la tarde, para ir a nadar. íPobres muchachos! íQué poco piensan en su alma! 

Igualmente he visto a muchos que tenían una serpiente retorciéndose alrededor de su cuerpo y a punto de morderles en la garganta. 
Algunos de ellos lloraban diciendo: Inique egimus (Hicimos mal). Otros reían cantando: Fecimus hoc: quid accidit nobis? (Hicimos eso: 
y qué nos pasó?) Mas entre tanto, apretándoles la garganta, casi les faltaba la respiración. Hoy veo, además, que el demonio hace mucho 
mal con el ocio. 

Animo, amigos míos; pronto estaré con vosotros y, a una con don Víctor Alasonatti, los demás sacerdotes y clérigos, y hasta con las 
barbas del Caballero, acabaremos con lobos y serpientes y el ocio de nuestra casa. Después os lo contaré todo. 

Querría deciros aún más cosas, pero no tengo tiempo. He recibido bastantes cartas vuestras, las cuales me han gustado muchísimo: 
siento no poder responder a cada uno. Se lo agradezco a todos y, si me queda un trocito de tiempo, les daré la correspondiente respuesta. 

El viernes por la mañana (25), con la ayuda del Señor espero hallarme de nuevo en vuestra compañía. La gracia de Nuestro Señor 
Jesucristo esté siempre con vosotros y la santísima Virgen nos conserve siempre suyos. Amén. 

San Ignacio de Lanzo, 21 de julio 1862. 

Vuestro afectísimo en el Señor JUAN BOSCO, Pbro. 

NB. Don Miguel Rúa o don Víctor Alasonatti lean esta carta a todos, después de las oraciones. 

Unida a ella, había otra para el caballero Oreglia di Santo Stefano. 

Amadísimo Señor Caballero: 

He recibido sus dos cartas. Todo muy bien. Busque dinero, coloque boletos, recoja objetos y eso marchará estupendamente. 

Usted anímese, y mucho. Rumores fuge (Huye de los ruidos), de lo contrario se queda uno sordo. 

Entre tanto, ruégole comunique mis nuevas a la señora Gastaldi y a la señora Massarola, saludándoles y agradeciéndoles de mi parte 
cuanto hacen por la Tómbola. Diga lo mismo al benemérito señor Grosso. Un saludo para Boggero, Bonetti, Cuffia, los dos Peruccati, 
Morando, Bongiovanni el mayor, Pelazza y don Juan Bautista Francesia que me han escrito. 

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((228)) Diga a don Víctor Alasonatti que prepare dinero, etc. 

El paseo a Morialdo tal vez no sea oportuno. 

Dios mediante, el viernes estaré con usted en el Oratorio, ya bien de salud. Vale in Domino. 

Lanzo, 21 de julio 1862. 

Afectísimo amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Aquella noche don Víctor Alasonatti leyó la carta de don Bosco a la comunidad reunida. Sus noticias asombraron a todos, que no 
sabían explicarse cómo hubiese podido saber desde San Ignacio tales cosas. Aunque no daba el nombre de los culpables, ellos estaban 
con mucho miedo. 

Indicaba sin embargo sus nombres en papel aparte y divididos en dos categorías: deceptores et illusi (engañadores y engañados). Por su 
número se comprende que un superior no debe jamás engañarse con la persuasión de que en una comunidad no exista nada malo; al 
contrario, a veces una calma aparente puede ser indicio de que se está fraguando una tormenta. 

Todos le esperaban con ansias para oírle explicar cuanto decía en la carta. 

El viernes 25 de julio llegó don Bosco al Oratorio. Después de las oraciones de la noche subió a su pequeña cátedra. 

Tomó la palabra don Miguel Rúa, dice la Crónica, rogándole nos aclarase su carta. Dijo él rotundamente que desde San Ignacio había 
visto a aquellos tres jóvenes salir del Oratorio, faltar a las funciones e irse a bañar. Pero al caer en la cuenta de que nosotros quedábamos 
altamente admirados ante tal declaración prosiguió, sonriendo: 

«-Acaso alguno de vosotros preguntará: cómo ha hecho don Bosco para saber todo eso? -Y yo le contesto: me enteré por mi telégrafo. 
Yo, aunque esté lejos, establezco comunicación por medio de mi hilo telegráfico y veo y conozco todo lo que puede redundar en honra y 
gloria de Dios y en la salvación de las almas. 

((229)) »Os digo ahora cosas que no debería contaros, pero creo conveniente decíroslas, pese a todo, a fin de que nadie crea poder hacer 
una pifia cuando yo estoy ausente del Oratorio: porque se equivoca del todo, si cree que no va a ser visto. Sin embargo, tened en cuenta 
que no pretendo que os abstengáis del mal, sólo por miedo a ser vistos y descubiertos por don Bosco, sino porque os ve Dios, que en el 
día del juicio os pedirá rigurosísima cuenta. 

»Necesitaría hablar con cada uno de vosotros y deciros muchas cosas, pero advierto que me falta tiempo. Os diré brevemente que 
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desde San Ignacio he visto quién es el principal enemigo de todos y cada uno de mis muchachos. Procuraré, a medida que tenga algún 
ratito, charlar con cada uno en particular y darle los avisos oportunos. Es tan grande el amor, queridísimos hijos, que tengo a vuestras 
almas, que no terminaría de hablar y deciros muchas cosas hermosas que pudiesen contribuir a vuestra salvación. 

»El caballero Oreglia quiso, con todo, arrancar a don Bosco si, a través de su hilo telegráfico, no habría podido desde lejos hacer algo 
más que ver. Don Bosco, riendo, respondió: 

»-Claro; habría podido dar un zurriagazo a esos tales, un golpe de cable eléctrico sobre sus espaldas. Y este zurriagazo, ya fuera de hilo 
misterioso, ya fuera de otro instrumento, lo sintieron aquellos tres, los cuales, mientras se encontraban dentro del agua, recibieron sobre 
su piel un golpe que les hizo saltar fuera; preguntaron a un soldado, que se bañaba con ellos, qué había pasado y por qué les había 
golpeado. 

»Mientras don Bosco concluía de hablar, el joven Tinelli se volvió a un amigo que tenía al lado, y a quien ya había confesado el secreto 
de su escapada, y le dijo en voz baja: 

»-Ahora he sabido quién me dio en la espalda aquellos golpes tan fuertes y dolorosos. Yo que me reñí con un soldado, que se bañaba 
algo distante, sospechando que había sido él. 

»Yo (Bonetti), que estaba detrás, al oír estas palabras, le ((230)) agarré del brazo y le llevé a don Víctor Alasonatti: Tinelli narró 
detalladamente el hecho, y descubrió el nombre de los dos compañeros. De los tres se obtuvo la confirmación de la charla de don Bosco, 
pues confesaron haber recibido los golpes, haber salido rápidamente del agua sin ver a nadie y, sobrecogidos de espanto, se pusieron la 
ropa y volvieron al Oratorio. 

»Dios es admirable para ayudar a sus siervos, especialmente a los que se consumen de celo por su amor y por la salvación de las almas. 

»Tinelli dejó el Oratorio a los pocos días, cuando los estudiantes hacían sus exámenes finales». 

Don Bosco, prosigue la Crónica, solía hacer en los últimos días del curso escolar un triduo: durante tres días consecutivos predicaba por 
la tarde en la iglesia. Esto servía para enviar a los jóvenes a vacaciones, preparados y prevenidos. En una de estas pláticas del año 1862, 
contaba el siguiente caso, ocurrido en la misma semana. 

Un día, después de comer, mientras estaba aún de recreo, entró en el Oratorio un hombre, y acercándose a él, le suplicó se diese prisa 
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para asistir a una pobre moribunda que estaba ya en las últimas. Don Bosco clavó sus ojos en aquel hombre y sospechando algo le dijo: 
-Es un lugar adonde pueda ir un sacerdote? 
-Se trata de una desdichada, pero está sola en casa. 
Don Bosco fue y apenas entró en la habitación vio a una enferma, agotada, hecha un esqueleto, que alzó los brazos y dijo: 
-íOh, un sacerdote! El Señor tiene todavía misericordia de mí; 

así podré salvar mi alma. 
Daba profunda compasión el estado de aquella pobrecita, que no tenía más que dieciocho años. 
Don Bosco hizo salir a la mujer que la asistía, reanimó las esperanzas de la enferma en la bondad infinita de Dios y la confesó. 
Ella, con los sentimientos del más profundo dolor, ((231)) empezó a gemir y a orar a Dios. De cuando en cuando era presa de un 

paroxismo convulsivo; se le ponían lo cabellos de punta y empezaba a gritar y maldecir a los que la habían traicionado. Imprecaba 
especialmente a la mujer, que había vuelto a entrar después de la confesión, y que había sido instrumento de su ruina. 
-Sí, criminales, la venganza de Dios debe caer sobre vosotros y los rayos del cielo deberían aniquilaros; a vos también, a vos que 
fuisteis la causa de todas mis desventuras. 
Don Bosco quería calmarla. 
-No, hija mía, no; no pensemos en venganzas; el pasado ya no existe. El Señor te ha perdonado: perdona también tú. 
La pobrecita volvía en sí y respondía: 

-Tiene usted razón; he perdonado y perdono de corazón. Pero recuerdo el día en que me escapé de casa, abandoné y deshonré a mis 
padres. Apenas estuve aquí, quise regresar junto a mi madre en lo primeros días y lloraba; pero vos, dirigiéndose a la mujer, me lo 
impedisteis, me agarrasteis por un brazo sin soltarme. Y ahora, por causa vuestra, experimento tanto remordimiento... 

Y así seguía lamentándose hasta que don Bosco logró con sus palabras hacerla pensar solamente en el Señor.
Entraba en agonía. Silencio en la habitación. La enferma, con la cabeza hundida en la almohada, inmóvil y casi sin respiración. De


pronto, sentóse sobre la cama, giró en torno los ojos, ya casi apagados, alzó en alto el crucifijo que tenía en la mano derecha y gritó: 
-íEscandalosos, os aguardo ante el tribunal de Dios! 
Y volvió a caer sobre la almohada. Estaba muerta. 

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Describió don Bosco este suceso, con voz tan trémula, que hasta los sacerdotes quedaron aterrados. 

Ya había contado otro caso semejante algún tiempo atrás. Había sido llamado a toda prisa para confesar a un jovencito de unos dieciséis 
años, que había frecuentado el Oratorio festivo y que se hallaba en los últimos momentos, consumido ((232)) por la tuberculosis. Vivía en 
una casa próxima a San Roque. Don Bosco acudió. El pobrecito le recibió lleno de alegría, se confesó. Seguidamente entraron en la 
habitación su padre y su madre y se colocaron al lado de la cama. Don Bosco siguió a la cabecera. En la mirada del moribundo apareció 

una expresión de profunda melancolía. Se volvió a su madre y le dijo: 

-Le ruego que llame a ese muchacho, amigo mío, que vive en la planta baja de la casa, para que venga a hacerme una visita enseguida. 

-Para qué quieres verlo?, preguntó la madre. 

-Yo sé por qué. Tengo que decirle una palabra. 

Como le parecía a don Bosco que la visita desagradaba a los padres, intervino: 

-No te pongas así; para qué necesitas que venga? 

-Quiero saludarle por última vez. 

No tardó éste en llegar. Clavó una mirada casi de terror sobre el enfermo y se acercó a los pies de la cama. El moribundo se esforzó por 

incorporarse. Los padres le ayudaron, colocándole un cojín tras las espaldas. Entonces, fijó sus ojos con angustia indescriptible sobre el 
compañero, tendió su mano derecha hacia él, apuntóle con el dedo índice y con voz temblorosa le dijo: 

-Tú... 

Y tomó un poco de aliento después de un violento asalto de tos... 

-Tú, prosiguió, eres el que me ha matado... Maldito sea el momento en que te encontré por vez primera. Culpa tuya es que yo muera tan 
joven... Tú me enseñaste lo que yo no sabía... Tú me traicionaste... Tú me hiciste perder la gracia de Dios... Tus conversaciones, tus 
malos ejemplos me lanzaron al mal y ahora llenan de amargura mi alma... Si hubiese seguido el consejo, el mandato de quien me exhortó 
a dejarte... 

Todos lloraban con sus palabras. 

El pobre compañero temblaba y, más pálido que el mismo agonizante, sintiéndose desfallecer, se agarraba a los hierros de la cama. 

((233)) -Basta, basta, cálmate, dijo don Bosco al enfermo. Para qué afligirte ahora de este modo? Lo pasado, pasado está, ya no existe... 

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No pienses más en ello... Tú te has confesado bien y no tienes nada que temer... Todo está borrado y olvidado. íDios es muy bueno!... 
-Sí, es cierto. Mas, entre tanto, de no haber sido por él yo sería inocente... Yo sería feliz... No me encontraría así... 
-Bueno, perdónale, añadió don Bosco. El Señor también te ha perdonado a ti. Tu perdón obtendrá misericordia para él. 
-íSí, sí, le perdono!, exclamó el pobrecito. 
Y, cubriéndose el rostro con las manos, rompió a llorar y cayó sobre la almohada. 
Nadie podía aguantar la desgarradora escena. Don Bosco hizo señas a los padres para que sacaran al muchacho, que sollozaba sin poder 

articular palabra. Como no se tenía en pie, hubo que sostenerlo. Don Bosco, con palabras que sólo él sabía decir, devolvió la tranquilidad 
al corazón del pobre traicionado y lo asistió hasta el último instante. 
Una de las últimas charlas que don Bosco dirigió a los jóvenes, antes de que marchasen a su casa, fue la del 27 de julio. 
Les recomendó dar buen ejemplo cuando estuvieran en sus casas: 

-Testimoniad vuestra fe; ahora que vivimos en tiempos de libertad, 
emplead la libertad de hacer el bien, profesándoos verdaderos cristianos, con la exacta observación de los preceptos de Dios y de la 
Iglesia. Quiero exponeros el resultado del buen ejemplo de un estudiante nuestro, aún bastante joven. Al terminar el curso fue a su casa 
de vacaciones. El primer día, al sentarse a la mesa con sus padres, hizo antes la señal de la santa cruz. Sus padres, al ver el acto religioso 
de su hijo, se sorprendieron y se dijeron entre sí: 

-He aquí a nuestro hijo que nos da buen ejemplo; lo que deberíamos hacer nosotros ((234)) los primeros, lo hace él y nos enseña.
Y desde aquel día, los padres tomaron la santa costumbre de santiguarse también ellos, al sentarse a la mesa.
Una vez acabado el curso con el reparto de premios, todos los alumnos recibieron de don Bosco el siguiente recuerdo:


Norma de vida para vacaciones
1.° Cada día. Ayudar la santa misa, si se puede; meditación y un poco de lectura espiritual; huida del ocio y buen ejemplo en todas


partes. 
2.° Cada semana. Confesión y comunión. 
3.° Los días festivos. Misa, sermón y bendición. 
4.° En cada momento. Fuga del pecado: Dios os mira; Dios os juzgará. 
Las clases se reanudarán el 16 de agosto. 

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((235)) 

CAPITULO XXIV 

DON BOSCO Y EL DIA ONOMASTICO DE LOS ALUMNOS -PREDICCION DE ENFERMEDADES -SOLO EL AMOR DE DIOS 
PUEDE UNIR A DON BOSCO CON SUS ALUMNOS -DON BOSCO NARRA LA MUERTE DE UNA PECADORA PUBLICA QUE 
SE CONVIERTE: SUGIERE A LOS JOVENES LA MORTIFICACION DE LOS SENTIDOS Y UNA PLEGARIA -UNA MUERTE 
QUE ACAECERA DESPUES DE TRES LUNAS: DON BOSCO ASEGURA A UN ENFERMO GRAVE QUE NO MORIRA 
-SUEÑO: LA SERPIENTE Y EL ROSARIO -EXPLICACION DEL SUEÑO -EL REZO DEL SANTO ROSARIO, RECOMENDADO 
SIEMPRE Y QUERIDO POR DON BOSCO -LOS HIJOS CONTINUAN LAS TRADICIONES PATERNAS 

AUN durante las vacaciones se quedaban muchos alumnos en el Oratorio y Bonetti y Ruffino recogían en sus crónicas algún párrafo 
interesante de sus conversaciones con don Bosco. También don Juan Garino y don Francisco Provera nos legaron algunos recuerdos 
importantes de este mes. 

Escribe Bonetti: «El 3 de agosto dijo el clérigo Domingo Bongiovanni a don Bosco: 

»-Mañana es mi santo. Hágame, pues, un regalo en honor de Santo Domingo, como costumbra hacer a sus muchachos en tal ocasión. 

»Y don Bosco le respondió: 

-El regalo que te hago es una corona de espinas. 

»Aquel día por la noche se acostó Bongiovanni con cierto malestar que a la mañana siguiente resultó ser una seria enfermedad: le dolía 
la cabeza todo alrededor, a manera de cerco, y estuvo delirando varios días. 

((236)) »No fue la única vez que advirtió a diversos jóvenes que se preparasen para sufrir enfermedades. Entre otras, la del clérigo 
Ballesio, a quien, bajo el disfraz de un vestido negro, pronosticó una enfermedad, que se apoderó seriamente de él tres o cuatro días más 
tarde. 

»Siempre que baja don Bosco al comedor, cuando los otros superiores 
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han acabado de comer y han salido al patio, los muchachos se cuelan en el refectorio. Puede decirse que, le oprimen con sus apretujones. 
Un día, mientras don Bosco comía y hablaba, cierto clérigo estiró la cabeza hasta la suya, para oír mejor lo que decía. Don Bosco 
extendió la mano, tocó la cabeza del clérigo sin querer, de modo que la hizo chocar con la suya. El clérigo le dijo: 

»-Eso es; una las dos cabezas. 

»Y don Bosco respondió: 

»-Sólo el amor de Dios las puede unir». 

Y escribe Ruffino: 

Charla de don Bosco a los jóvenes, en la noche del 6 de agosto. 

-Hoy, a las doce y media, fue uno a mi habitación a llevarme un papelito con la dirección de una persona gravemente enferma. 

Tenía el portador una cara desconocida para mí. Salí y, después de cumplir otro encargo de corta duración, me acerqué al lugar 

indicado. 

Entré y vi que era una casa de mala vida. Pregunté: 

-Hay aquí un enfermo, que me ha hecho llamar? 

-Sí, pase. 

Y me acompañaron a una habitación. Yo tenía miedo, porque era evidente que el demonio era dueño de aquella casa. Penetré en la 

habitación y vi a una enferma, que extendió las manos, tomó las mías, y me dijo: 

-Salve mi alma... Me salvaré yo? 

-Lo espero, contesté. 

Indicó después a las otras mujeres que se apartaran y la oí en confesión. Era el momento preciso, porque enseguida se halló en las 

últimas. 

Apenas acabé, salí de la habitación y me rodearon las compañeras. 

-Y... curará? 

-Sí, curará... íUnos instantes todavía y pasará a la eternidad! 

-íPobre chica! íDesgraciada...! 

Y empezaron a angustiarse y a llorar. 

-No la llaméis desgraciada, añadí; desgraciadas vosotras que os halláis en la antesala del infierno. 

Y comencé a hacerles una plática como jamás habían oído. 

Y me decían: 

-Cómo hacer? Cómo hacer? Lleva usted razón, pero cómo hacer? 

-Lo primero, huid de aquí. 

((237)) -Pero la traerán los sacramentos? 

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-Lo creéis vosotras? Si entrase aquí el Señor, temo que se hunda toda la casa con cuantos viven en ella.
-Y entonces?
-Ahora voy a buscar al párroco y él hará lo que mejor crea.
Dicho esto, salí, corrí en busca del párroco y le conté lo sucedido.
-Deje el asunto en mis manos, me dijo; yo me ocuparé de ello.
Fue a la enferma. Tuvo todavía tiempo para administrarle la santa unción y, pocos momentos después murió. Por la noche ya no había


nadie en la casa. Dichosa aquella mujer a quien Dios concedió tiempo para hacer su confesión. Los sentimientos 

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que manifestó hacen confiar en su eterna salvación. Pero hubiera sido menester haber estado allí y ver a sus compañeras desmelenadas, 
con los labios lívidos, y los ojos vidriosos, para comprender, qué terrible azote es el pecado cuando uno lo lleva dentro. Sobre todo 
cuando se tiene la muerte delante. Decía don José Cafasso que, si el pecado no tuviese más castigo que el remordimiento que deja en 
quien lo comete, sólo por ello habría que apartarse de él. Es imposible que un hombre pueda permanecer en un estado tan inquietante 
como el de un alma, que deteniéndose unos instantes a meditar en sus desórdenes, siente la conciencia deshecha por el remordimiento de 
sus pecados. 

Esta noche don Bosco sugirió para el futuro ofrecer algo en honor de la Virgen, como sería huir de las miradas peligrosas o de las malas 
lecturas y rezar con este fin todos los días una salve. íAmén! 

Don Juan Garino anota: «El día 15 de agosto moría en el hospital de San Juan (Turín) el alumno Juan Petiti, de Fossano; tenía catorce 
años. De él había predicho don Bosco algún tiempo atrás, hablando a algunos en privado, entre los que estaba yo presente, que no habrían 
pasado tres lunas sin que uno de los alumnos muriera. Pues bien, en aquellos tres meses, hubo un aprendiz de sastre, nacido en Novara en 
1843, llamado David Quadrelli, que enfermó gravemente. Como conocía la profecía, temía ser él quien iba a morir. Don Bosco fue a 
verlo para animarle, y ver si era el caso de administrarle los sacramentos. Apenas le vió Quadrelli exclamó: 

»-íYo no quiero morirme...! 

»Don Bosco le miró amablemente y le respondió: 

»-Bien, tú sanarás. Otro morirá en tu lugar... 

»Después le bendijo. Y Quadrelli recobró plenamente la salud». 

Y escribe don Francisco Provera: «Don Bosco tuvo una nueva prueba de los ((238)) constantes asaltos promovidos por el demonio 
contra las almas, de los perjuicios que ocasionan, de la necesidad de emplearse en continuas batallas para rechazarlo y arrancarle sus 
víctimas. Militia est vita hominum super terram (la vida del hombre sobre la tierra es una batalla). 

Un centenar de alumnos había regresado de casa para el mes de repaso y preparación al nuevo curso escolar. El 20 de agosto de 1862, 
después de rezadas las oraciones de la noche y de dar unos avisos relacionados con el orden de la casa, dijo don Bosco: 

-Quiero contaros un sueño que tuve hace algunas noches. (Tal vez se trate de la precedente a la festividad de la Asunción de María 
Santísima). 

Soñé que me encontraba en compañía de todos los jóvenes en Castelnuovo de Asti, en casa de mi hermano. Mientras todos hacían 
recreo, vino hacia mí un desconocido y me invitó a acompañarle. Le seguí y me condujo a un prado próximo al 
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patio y allí me señaló entre la hierba una enorme serpiente de siete u ocho metros de longitud y de un grosor extraordinario. Horrorizado 
al contemplarla, quise huir. 

-No, no, me dijo mi acompañante; no huya; venga conmigo y vea. 

-Y cómo quiere, respondí, que yo me atreva a acercarme a esa bestia? 

-No tenga miedo, no le hará ningún mal; venga conmigo. 

-iAh! exclamé; no soy tan necio como para exponerme a tal peligro. 

-Entonces, continuó mi acompañante, aguarde aquí. 

Y seguidamente fue en busca de una cuerda y con ella en la mano volvió junto a mí y me dijo: 

-Tome esta cuerda por una punta y sujétela bien; yo agarraré el otro extremo y me pondré en la parte opuesta y así la mantendremos 
suspendida sobre la serpiente. 

-Y después? 

-Después la dejaremos caer sobre su espina dorsal. 

-íAh! No; por favor. íAy de nosotros si lo hacemos! La serpiente saltara enfurecida y nos despedazará. 

-No, no; déjeme a mí, añadió el desconocido, yo sé lo que me hago. 

-No, de ninguna manera; no quiero hacer una experiencia que me pueda costar la vida. 

Y ya me disponía a huir. Pero él insitió de nuevo, asegurándome que no había nada que temer; que la serpiente no me haría el menor 
daño. Y tanto me dijo, que me quedé donde estaba, dispuesto a hacer lo que me decía. 

El, entretanto, pasó al otro lado del monstruo, levantó la cuerda y con ella dio un latigazo sobre el lomo del animal. La serpiente dio un 
salto volviendo la cabeza hacia atrás para morder el objeto que la había herido, pero en lugar de clavar los dientes en la cuerda, quedó 
enlazada en ella como por un nudo corredizo. Entonces el desconocido me gritó: 

-Sujete bien la cuerda, sujétela bien, que no se le escape. 

Y corrió a un peral ((239)) que había allí cerca y ató a su tronco el extremo que tenía en la mano; corrió después hacia mí, tomó la otra 
punta y fue a amarrarla a la reja de una ventana de la casa. 

Entretanto la serpiente se agitaba, movía furiosamente sus anillos y daba tales golpes con la cabeza y anillos en el suelo, que sus carnes 
se rompían saltando a pedazos a gran distancia. Así continuó mientras tuvo vida; y, una vez que hubo muerto, no quedó de ella más que el 

esqueleto descarnado. 

Entonces, aquel mismo hombre desató la cuerda del árbol y de la ventana, la recogió, formó con ella un ovillo y me dijo: 

-íPreste atención! 

Metió la cuerda en una caja, la cerró, y después de unos momentos, la abrió. Los jóvenes habían acudido a mi alrededor. Miramos el 

interior de la caja y quedamos maravillados. La cuerda estaba dispuesta de tal manera que formaba las palabras: íAve María! 

-Pero cómo es posible?, dije. Tú metiste la cuerda en la caja a la buena de Dios y ahora aparece de esa manera. 

-Mira, dijo él; la serpiente representa al demonio y la cuerda el Ave María, o mejor, el Rosario, que es una serie de Avemarías con el 

cual y con las cuales se puede derribar, vencer, destruir a todos los demonios del infierno. 

-Hasta aquí, concluyó don Bosco, llega la primera parte del sueño. Hay otra segunda parte más interesante para todos. Pero ya es tarde y 
por eso la contaremos mañana por la noche. Entretanto, tengamos presente lo que dijo mi amigo respecto 

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al Ave María y al Rosario. Recémosla devotamente ante cualquier asalto de la tentación, seguros de que saldremos siempre victoriosos. 
íBuenas noches! 

Al llegar aquí séanos permitido hacer algún comentario, ya que don Bosco no dió ninguna interpretación a esta escena. 

El peral que aparece en el sueño es el mismo al que don Bosco niño amarrara una cuerda asegurando el otro extremo de la misma a otro 
árbol poco distante, para entretener con juegos de destreza a sus paisanos, obligándoles de esta manera a escuchar sus lecciones de 
catecismo. Nos parece poder comparar este peral con aquel árbol del cual se lee en «El cantar de los Cantares», capítulo II, versículo 3: 
Sicut malus inter ligna silvarum, sic dilectus meus inter filios. (Como el manzano entre los árboles silvestres, así mi Amado entre los 
mozos). 

El comentarista Tirino y otros renombrados intérpretes de la Sagrada Escritura hacen notar que el manzano representa aquí a cualquier 
árbol ((240)) frutal. Dicha planta, productora de una sombra agradable y salutífera, es símbolo de Jesucristo, de su cruz, de la virtud de la 
cual dimana la eficacia de la oración y la seguridad de la victoria. Será éste el motivo por el que un extremo de la cuerda, fatal para la 
serpiente, fue atada al peral? Y la otra punta, amarrada al enrejado de la ventana, podría simbolizar que al morador de aquella casa y a sus 
hijos les había sido confiada la misión de propagar el Rosario por todas partes. 

Así parece que lo comprendió don Bosco. 

En I Becchi instituyó la fiesta anual del Santo Rosario; quiso que los alumnos de sus casas rezasen todos los días la tercera parte del 
mismo; en sus pláticas y mediante la publicación de numerosos folletos, procuró resucitar esta devoción en el seno de la familia. 
Defendía siempre que el Rosario era una arma capaz de proporcionar la victoria, no sólo a los individuos, sino a toda la Iglesia. Por eso 
sus discípulos publicaron todas las encíclicas de León XIII sobre esta oración tan del agrado de María; y con el Boletín Salesiano 
animaron al cumplimiento de los deseos del Vicario de Jesucristo 1. 

1 Reverendísimo Padre (don Miguel Rúa): 

A mi regreso a Roma, después del Congreso Eucarístico de Nápoles, veo con mucho agrado que la exhortación dirigida a los párrocos 
en el Boletín Salesiano comienza a producir sus frutos. Doy por ello las gracias a V.S. Rdma. y le aseguro que ha realizado una obra muy 
grata al Santo Padre, el cual desea muchísimo se mantengan vivas sus encíclicas sobre el Rosario mediante la creación de la Cofradía del 
mismo título. 

A los sentimientos de gratitud, añado además una súplica; y es que, de cuando en cuando, 
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renueve con breves líneas su recuerdo a párrocos y rectores de iglesias, para que el olvido no les haga perder de vista la fundación de la 
Cofradía del Santo Rosario. 

Dios ayude siempre a V.S. Rdma. de quien me profeso. 

Seguro servidor en Jesús y María. 

Roma, Palacio del Santo Oficio. 27 de noviembre de 1891.
» Fr. VICENTE LEON SALLUA Arzobispo de Calcedonia


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((241)) 

CAPITULO XXV 

DON BOSCO CUENTA LA SEGUNDA PARTE DEL SUEÑO -LA CARNE DE LA SERPIENTE ENVENENA A QUIENES LA 
COMEN -REMEDIO QUE PUEDE DEVOLVER LA VIDA -LA VERDAD EN LA HISTORIA -NUESTRAS REFLEXIONES SOBRE 
LA SEGUNDA PARTE DEL SUEÑO -FLORECILLAS PARA LA NOVENA DE LA NATIVIDAD DE MARIA SANTISIMA: NO 
COMETER PECADOS, DAR UN BUEN CONSEJO; CORREGIR LAS MALAS COSTUMBRES Y TENER CONFIANZA CON LOS 
SUPERIORES; CONFESION GENERAL PARA QUIEN NO LA HIZO AUN; AMEMOS A JESUS PARA SER AMADOS POR LA 
VIRGEN; COMPOSTURA EN LA IGLESIA; OBEDIENCIA -DON BOSCO ES INVITADO A PREDICAR Y A BENDECIR UN 
CUADRO DEL SAGRADO CORAZON DE MARIA EN MONTEMAGNO: PIDE INFORMACIONES POR CARTA Y SUGIERE 
LAS PREVISIONES NECESARIAS -PREDICACION EN MONTEMAGNO DEL CANONIGO GALLETTI Y DE DON BOSCO 
-ELOGIOS DE DON BOSCO A LA SANTIDAD Y APOSTOLICA PALABRA DEL CANONIGO -SACRILEGIO PUBLICO EN 
TURIN -DISCURSO FAMILIAR DE DON BOSCO: SE VERA A ALUMNOS DEL ORATORIO ELEVADOS AL HONOR DE LOS 
ALTARES; EL MEDIO MAS FACIL PARA HACERNOS SANTOS -SU SOLICITUD POR EL BIEN DEL ALMA DE LA 
JUVENTUD -TERCERA EDICION DE LA HISTORIA DE ITALIA Y LA CIVILTA CATTOLICA 

EXPUESTAS a los lectores de estas páginas nuestras pobres ideas sobre el significado de la casita de Morialdo y del árbol de su era, 
volvemos a la crónica de don Francisco Provera, que nos ofrece otras diversas circunstancias del sueño y cita algunas palabras de don 
Bosco. 

«El 21 de agosto por la noche, rezadas las oraciones de la comunidad, estábamos todos impacientes por oír la segunda parte del sueño 
que ((242)) don Bosco había anunciado proclamándola de gran interés y provecho para todos; pero nuestros deseos no quedaron 
satisfechos. Don Bosco subió, como de costumbre, a su tribuna y dijo: 
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»-Ayer noche os anuncié que hoy os iba a contar la segunda parte del sueño, pero muy a pesar mío creo que no debo mantener mi 
palabra. 

»Seguidamente, se oyó por todas partes un murmullo que indicaba la contrariedad y el disgusto general. Don Bosco, después de dejar 
que se serenasen los ánimos, prosiguió: 

»-Qué queréis? Lo pensé ayer noche, lo he pensado hoy y me he convencido de que no es conveniente contar la segunda parte del 
sueño, pues contiene cosas que no querría se supiesen fuera de casa. 
Contentaos, pues, con sacar algún provecho de lo que os dije al narraros la primera parte. 

»Al día siguiente, 22 de agosto, le rogamos insistentemente que si no quería hacerlo en público, al menos nos contase en privado la 
segunda parte del sueño. Se resistía a condescender con nuestros deseos, mas después de reiteradas súplicas accedió y nos aseguró que 
por la noche continuaría el relato. Así lo hizo. Rezadas las oraciones, continuó: 

-Dadas vuestras continuas peticiones, narraré la segunda parte del sueño. Si no todo, al menos os diré lo que puedo referiros. Pero antes 
es necesario que os ponga una condición, a saber, que nadie escriba ni diga fuera de casa lo que voy a contar. Comentadlo entre vosotros, 
tomadlo a risa si queréis, haced lo que os plazca, pero sólo entre vosotros. 

Mientras hablábamos aquel personaje y yo, sobre el significado de la cuerda y de la serpiente, me volví hacia atrás y vi algunos jóvenes 
que recogían pedazos de carne de la serpiente y se los comían. 

Entonces les grité inmediatamente: 

-Pero qué es lo que hacéis? Estáis locos? No sabéis que esa carne es venenosa y que os hará mucho daño? 

-No, no, me respondían los muchachos; está muy buena. 

Pero, después de haberla comido, caían al suelo, se hinchaban y se tornaban duros como una piedra. 

Yo no sabía qué hacer, porque a pesar de aquel espectáculo, cada vez era mayor el número de los que comían de aquellas carnes. Yo 
gritaba a uno y a otro; daba bofetadas a éste, un puñetazo a aquél, intentando impedir que comiesen; pero era inútil. Aquí caía uno, 
mientras allá comenzaba otro a comer. Entonces llamé a los clérigos en mi auxilio y les dije que se mezclasen entre los jóvenes y se 
industriasen de manera que ninguno comiese aquella carne. Mi orden no tuvo el efecto deseado, sino que algunos de los ((243)) mismos 
clérigos se pusieron también a comer carne de la serpiente y cayeron al suelo igual que los demás. Yo estaba fuera de mí, al ver a mi 
alrededor a tan gran número de muchachos tendidos por tierra en el más miserable de los estados. 

Me volví entonces al desconocido y le dije: 

-Pero qué quiere decir eso? Estos jóvenes saben que esa carne les ocasiona la muerte, y con todo la comen. Cuál es la causa? 

El me contestó: 
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-Ya sabes que animalis homo non percipit ea quae Dei sunt: (el hombre animal no capta las cosas del espíritu de Dios) 1.
-Pero no hay remedio para que esos jóvenes vuelvan en sí?
-Sí, que lo hay.
-Y cuál sería?
-No hay otro más que el yunque y el martillo.
-El yunque? El martillo? Y cómo hay que emplearlos?
-Hay que someter a los jóvenes a la acción de entrambos instrumentos.
-Cómo? Acaso debo colocarlos sobre el yunque y luego golpearlos con el martillo?
Entonces aquél explicando su pensamiento, dijo:
-Mira: el martillo significa la Confesión; el yunque, la Comunión; hay que usar estos dos medios.
Puse manos a la obra y comprobé que los indicados eran unos remedios eficacísimos, mas no para todos. Muchísimos recuperaban la


vida y curaban, pero el remedio era inútil para algunos. Estos son los que no se confesaban bien. 

»Cuando los jóvenes se retiraron a los dormitorios -continúa Provera-, pregunté a don Bosco por qué su orden a los clérigos, para que 
impidiesen a los muchachos comer la carne de la serpiente, no había conseguido el efecto deseado. Y me respondió: 

»-No todos obedecieron; por el contrario, vi a algunos de los clérigos, como ya dije, que también comían de aquella carne». 

Estos sueños representan, en resumidas cuentas, la realidad de la vida. Con las palabras y con los hechos don Bosco refleja el estado 
interior de una, de cien comunidades en las que, en medio de grandes virtudes, también existen miserias humanas. Y no hay que 
maravillarse de ello, tanto más que el vicio, por su propia naturaleza, tiende a expandirse más que la virtud, de donde nace la necesidad de 
una vigilancia continua. 

Alguien podrá objetar que habría sido más conveniente atenuar u omitir alguna descripción ((244)) un tanto enojosa, pero nuestro 
parecer no es el mismo. Si la historia ha de cumplir su noble oficio de maestra de la vida, debe describir el pasado tal y como fue en 
realidad, para que las generaciones futuras puedan animarse ante el ejemplo del fervor y de la virtud de los que les precedieron y, al 
mismo tiempo, conocer sus faltas y errores, deduciendo de ellos la prudencia con que debe regular los propios actos. Una narración que 
sólo presentase un lado de la realidad histórica, conduciría irremisiblemente a un falso concepto de la misma. Errores y defectos, 
repetidas veces cometidos, al no ser reconocidos como tales, volverían a ser causa de nuevas transgresiones sin gran esperanza de 
enmienda. Una mal entendida apología 

(1) I Cor. II, 14. 
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de nada sirve a los benévolos, ni convierte a los mal dispuestos; en cambio, una franqueza ilimitada engendra crédito y confianza. 

Por tanto, nosotros, al exponer nuestra manera de pensar, diremos además, que don Bosco dió al sueño las explicaciones más adecuadas 
para las inteligencias de los jóvenes, dejando entrever otras de no menor importancia. No las presentó con toda claridad, porque no creyó 
llegado el momento oportuno para hacerlo. En efecto: vemos que en lo sueños habla no solamente del presente, sino también del porvenir 
lejano, como sucede en el de la Rueda y en otros que iremos exponiendo. 

Las carnes podridas del monstruo no podrían significar el escándalo que hace perder la fe; la lectura de los libros inmorales, 
irreligiosos? Qué indican la desobediencia al Superior, la caída al suelo, la hinchazón, la dureza de los miembros, sino la culpa, la 
soberbia, la obstinación en el mal, la malicia? 

El veneno es el mismo con que ha contaminado aquella comida maldita el dragón descrito por Job en el capítulo XLI, que aseguran los 
Santos Padres ser figura de Lucifer. El versículo 15 de dicho capítulo, dice así: Su corazón es duro como roca. Y así se trueca el corazón 
de los miserables envenenados en rebelde y obstinado en el mal. 

-Y cuál será el remedio contra tal dureza? Don Bosco emplea un símbolo un tanto oscuro, pero que señala un remedio sobrenatural. A 
nosotros se nos ocurre esta explicación: es necesario ((245)) que la gracia preveniente, obtenida mediante la oración y con los sacrificios 
de los buenos, encienda los corazones endurecidos y los haga maleables; se necesita que los dos sacramentos, es decir, el martillo de la 
humildad que golpea y el yunque de la eucaristía sobre el que recibe una forma constante y artística, para ser después enfriado, ejerzan su 
eficacia divina y concurran a realizar la obra de templar un corazón llagado y dócil a la par. Será entonces cuando éste, rodeado de un 
nimbo de espléndidos rayos de luz, vuelva a ser lo que fuera en otro tiempo. 

Así expresada nuestra idea, volvemos a las crónicas. Con la protección de María Santísima, don Bosco estaba seguro de recibir y vencer 
los ataques del enemigo infernal y, en consecuencia, preparaba a sus alumnos para la fiesta de la Natividad de la Madre de Dios. El 29 de 
agosto dió la primera florecilla y otras cinco en las noches sucesivas. Bonetti las escribió. 

1.ª Hagamos todos un esfuerzo para pasar esta novena sin cometer pecado alguno, ni morral ni venial, 
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2.ª Dar un buen consejo a un amigo. 

En la noche siguiente lo dió él a todos en general y dijo que nos hiciésemos generosa violencia para corregir nuestros malos hábitos 
mientras somos jóvenes; y que tuviésemos con los superiores gran confianza, lo mismo para las cosas del alma que para las cosas del 
cuerpo. 

3.ª Pensar si sería bueno hacer una confesión general, y esto para los que aún no la han hecho; los que ya la hicieron, rezar un acto de 
contrición por todos los pecados de la vida pasada. 

4.ª Nos contó lo que una vez dijo don José Cafasso a un comerciante que le preguntó qué era lo que más le gustaba a la Virgen. 
Replicóle él: 

-Qué es lo que más gusta a las madres? 

El otro contestó: 

-A las madres les gusta mucho que se acaricie a sus hijos. 

-Bravo, respondió don José Cafasso, has contestado bien; si, por tanto, quieres hacer algo muy agradable a la Virgen, haz muchas 
caricias a su Divino Hijo Jesús; primero, con una santa comunión, y después, teniendo lejos de tu corazón toda clase de pecado aunque 
sólo sea venial. 

Así dijo don José Cafasso y lo mismo os digo yo a vosotros. 

((246)) 5.ª Mañana, durante las oraciones, haced todo lo posible para no apoyaros sobre los talones, ni sobre los bancos o buscar 
cualquier otra comodidad; y lo digo especialmente para los acostumbrados a estar de otra manera. La flor para todos será ésta: hablar 
siempre en italiano y recordarlo a quien se olvide. 

6.ª Obediencia perfecta y en todo. Mañana obremos de tal modo que no tengan que avisarnos sobre el cumplimiento de las normas de la 
casa y de los propios deberes. Si, además, le fuese mandado particularmente a alguno realizar alguna cosa, ejecútela con gusto y 
prontitud. Os aseguro que ésta será la flor más bella que podamos ofrecer a nuestra Madre celestial. Obrando así, mereceremos el título de 
hijos suyos y, como Madre amorosa, nos enseñará el santo temor de Dios que Ella misma nos promete por boca de la Iglesia: Filii audite 
me; timorem Domini docebo vos (hijos, oídme; os enseñaré el temor del Señor) 

Así hablaba don Bosco a sus hijos de quienes debía separarse unos días para ir a Montemagno, donde el día 8 de septiembre se 
celebraba la fiesta del Sagrado Corazón de María. 

La marquesa de Fassatti había regalado un magnífico cuadro, pintado por Lorenzoni, para el altar de la Virgen y fundaba una capellanía 
de cuatrocientas liras al año para entregar al cura párroco, en favor de un sacerdote por él escogido, que cada sábado celebrase de 
madrugada una función en aquel altar. Esta debía consistir en la celebración de la santa misa, el canto de las letanías de la Virgen María y 
la bendición con el Santísimo Sacramento. Se había también establecido erigir la cofradía del Sagrado Corazón de María y se deseaba un 
triduo predicado, a modo de ejercicios espirituales, como preparación para este gran acto. 

La Marquesa había tratado el asunto con don Bosco a principios 

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de agosto y él aceptó de buen gana y contestó a una carta de la marquesita Acelia, que le había escrito por orden de la madre: 
Amadísima en Jesús y María: 
Ya estoy de acuerdo con el canónigo Galletti para ir a Montemagno a honrar a María. 
Necesitamos solamente saber: 
1.° Cuándo se comienza y cuántas son las pláticas. 
((247)) 2.° Si es costumbre predicar en italiano o en piamontés. 
Mucho le agradezco las preciosas noticias que me da; siento no poder escribir más. Le recomiendo solamente que sea el consuelo de 

papá y mamá y un modelo para Manuel, con su conducta verdaderamente cristiana. El enemigo de las almas querrá también ponerla a 
prueba; mas no tema, obedezca y ponga su esperanza en Jesús Sacramentado y en María Inmaculada. 
La bendición del Señor para usted, papá y mamá y para mi gran amigo Manuel. Rueguen por mí, que me profeso de todos. 

Turín, 15 de agosto de 1862. 

Seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Y enviaba a la Marquesa la siguiente carta: 

Benemérita Señora Marquesa:
Todo de acuerdo con la suya. Pero tenga la bondad de aclararnos:
Si saliendo de aquí a las once del día 6 de septiembre, llegaremos aún a tiempo para la plática de aquella tarde.
Si el párroco cree oportuno que el domingo y el lunes haya tres sermones.
Si el párroco prefiere que se predique en italiano o en piamontés; por nosotros es indiferente.
El párroco tenga la bondad de entenderse con el Señor Vicario General para las oportunas licencias, ya que nosotros pertenecemos 
a


otra diócesis. 
Piense también el mismo señor párroco en los confesores, ya que en tal ocasión hay escasez de tiempo y de sacerdotes para atender a las 
confesiones. 
Que la Santísima Virgen Inmaculada nos guarde a todos y la gracia de Nuestro Señor Jesucristo descienda abundante sobre usted, el 
señor Marqués y toda su respetable familia. Mientras, con la máxima gratitud, tengo el honor de profesarme de V.S. Benemérita. 

Turín, 29 de agosto 1862. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


El canónigo Eugenio Galletti y don Bosco llegaron, pues, a Montemagno el día fijado y comenzaron su predicación, que fue, no es 
menester decirlo, rica de mies abundante, como ((248)) cabía esperar de la palabra de dos santos sacerdotes. Don Luis Porta nos contó 
que el canónigo Galletti parecía un serafín hablando de María. 

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También don Bosco, afirmó don Miguel Rúa, hablaba con viva admiración de la virtud, de la austeridad y de la unción de las pláticas del 
canónigo, y creyéndose él muy lejos de la perfección de aquel siervo de Dios. Sin embargo, sus sermones eran escuchados con 
entusiasmo por la multitud que llenaba la iglesia. 

Pero, al mismo tiempo que don Bosco bendecía en Montemagno el cuadro del Sagrado Corazón de María, un horrendo suceso afligía a 
la ciudad de Turín el 8 de septiembre. Una inmensa muchedumbre de fieles abría, desde la catedral, el desfile de la procesión que, según 
prescripción del Estado, se hacía anualmente en esta fecha para conmemorar la liberación de Turín del asedio francés en 1706. 
Improvisamente un hombre se abalanzó sobre el trono, donde estaba la estatua de María Santísima con el Niño en brazos, que se debía 
llevar procesionalmente. Sacó de debajo de la ropa una pequeña hacha y empezó a golper furiosamente la imagen de la Virgen María con 
el Niño, en cobre plateado. La cabeza y un brazo del Niño cayeron por tierra. Resulta imposible describir los gritos, los sollozos, la 
confusión, el alboroto que se armó en el amplio templo. Acudió un guardia y de un culatazo derribó por tierra a aquel infeliz, que 
continuaba golpeando la estatua. Derramando sangre, maniatado y defendido por los guardias, ya que el pueblo se agolpaba contra él para 
despedazarlo, gritaba: 

-Me han obligado a hacerlo, me han pagado para ello. 

Aunque el preso no había estado nunca loco, la Autoridad pública, que necesitaba ocultar las perfidias de cierto partido al que temía, 
hizo que se le declarase tal y lo encerró inmediatamente en el manicomio. 

Celebróse un triduo solemne expiatorio por la profanación, primero en la catedral y después en el Santuario de Nuestra Señora de la 
Consolación. Don Bosco participó en éste a su regreso de Montemagno. 

((249)) Los alumnos del Oratorio le habían esperado y don Bosco era feliz teniéndolos a su lado. Anota Bonetti en su Crónica: 

«13 de septiembre. Cuando se está al aldo de don Bosco siempre se aprende algo; una sola palabra de su conversación reporta grandes 
estímulos para correr por la senda de la virtud. Un día, después de comer, nos encontrábamos reunidos a su alrededor con ansias de oír 
alguna de sus magistrales enseñanzas. La conversación recayó sobre la manera de hacernos santos y observábamos cómo todos los 
auténticos siervos de Dios amaban y practicaban la penitencia, como lo hacía nuestro Domingo Savio. 
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»Después de extenderse durante un buen espacio sobre esto, recordando el ejemplo de unos y de otros, vino a decir don Bosco: 

»-Lo que os aseguro es que nosotros tendremos algunos de la casa elevados al honor de los altares. Si Domingo Savio prosigue 
haciendo milagros, yo no dudo ni un instante, si aún estoy con vida y puedo promover su causa, que la Santa Iglesia permita el culto al 
menos para el Oratorio. 

»-íDía venturoso!, exclamaron todos. íMenuda fiesta será la nuestra! 

»Entonces don Bosco preguntó al clérigo Anfossi: 

»-Qué medio crees que es el más fácil para hacernos santos? 

»Se le dijeron unos cuantos, pero él, después de haber oído en 
silencio y sin interrumpir, prosiguió: 

»-Es éste: reconocer la voluntad de Dios en la de nuestros superiores, en todo lo que nos mandan y en todo lo que nos acontece a lo 
largo de la vida. Algunas veces nos parece realmente, continuó, que las cosas no deban ser así. Entonces es el momento para animarnos y 
decirnos a nosotros mismos: así me lo dijeron, pues vamos adelante. Otras veces nos sentimos oprimidos por alguna calamidad o molestia 
del cuerpo o del espíritu: no nos desanimemos, confortémonos con el dulce pensamiento d e que todo está ordenado por ese bondadoso 
Padre nuestro, que está en los cielos, para nuestro bien; ofrezcámoselo todo a El, nosotros y nuestras cosas. Este es el medio más 
adecuado para llegar fácilmente a la más alta perfección. Habrá, por ejemplo, quien quiere hacer penitencia, ((250)) ayunar; el Superior, 
le aconseja que no lo haga: pues bien, obedezcamos y así estaremos seguros de hacer la voluntad de Dios y subiremos una grada más en 
la escala de la santidad. 

»Una vez, hablando del deseo que tenía de salvar el alma de sus muchachos, llegó a decir: 

»-Si yo pusiese tanta diligencia por el bien de mi alma como la pongo 
por el de las de los demás, estaría seguro de salvarla. 

»Otra vez, hablando de cómo deseaba poseer el corazón de sus jóvenes, añadió: 

»-Todo lo daría por ganar el corazón de los muchachos para podérselo regalar al Señor.» Entre tanto, aquel año de 1862, don Bosco 
había hecho imprimir la tercera edición de su Historia de Italia en la tipografía de Luis Ferrando, con un mapa de la península. La Civiltà 
Cattolica, serie V, vol. III, pág. 474, daba de ella este juicio: 
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En un tiempo como el nuestro, en el que la mentira histórica se convierte en un manjar exquisito para envenenar las mentes juveniles, 
importa mucho dar a conocer las obras que en la educación de la juventud pueden servir de antídoto para anteriores corruptelas. No es 
necesario demostrar que tal resulta este libro del conocidísimo don Bosco. Refiriéndonos a él ya indicamos en otro lugar los méritos 
particulares que en sí contiene 1 y que han aumentado muy mucho con la nueva edición que anunciamos. 

Por el fin que el autor se propone, que es el de enseñar la historia de la Patria a los muchachos italianos con facilidad, brevedad y 
claridad, no vacilamos en afirmar que el libro no tiene igual en su género en Italia. Está redactado con sumo esmero y con una amplitud 
rara en tales compendios. 

Todo el trabajo está dividido en cuatro épocas: la primera comienza con los primeros habitantes de la península, y la última llega hasta 
el fin de la guerra de 1859. Un breve estudio de historia antigua, con un cotejo de los nombres geográficos de la antigua Italia con los 
nombres modernos, cierra el libro a manera de apéndice. La pluma excelente de don Bosco no cambia la historia, so pretexto de propagar 
ideas de una política subversiva y principios de una hipócrita libertad, como sucede muchas veces con ciertos compiladores de Epílogos, 
Sumarios y Compendios, que corren ((251)) por Italia y pululan todavía en muchas escuelas que gozan de buena reputación. A la 
veracidad de los hechos, al acopio de la materia, a la claridad de estilo, a la armonía del orden añade el autor una perfecta pureza de 
doctrinas y máximas morales, religiosas y políticas. Y ésta es la cualidad que nos mueve a recomendar calurosamente este hermoso libro 
a aquellos padres de familia, a aquellos maestros, y a aquellas instituciones que ambicionan tener hijos y discípulos eruditos en la 
verdadera historia de la Patria, pero no atosigados por falsas historias. 

He aquí cómo explica el eximio autor el método por él observado para coleccionar, seleccionar y ordenar su precioso compendio. 
«Ateniéndome a los hechos ciertos y más ricos en moralidad y provechosas enseñanzas, omito lo incierto, las conjeturas frívolas, las citas 
demasiado repetidas de autores, lo mismo que las discusiones políticas muy encumbradas, las cuales resultan inútiles y a veces 
perjudiciales para la juventud. Puedo, a pesar de ello, asegurar al lector que no escribí ni un período sin confrontarlo con los más 
acreditados autores y, por cuanto me fue posible, contemporáneos o cercanos al tiempo a que se refieren los acontecimientos. Tampoco 
ahorré fatiga en leer los recientes escritores sobre las cuestiones de Italia, recogiendo de cada uno cuanto parecía conveniente a mi 
intento.» 

Es oportuno decirlo ya que es, para nuestra desgracia, demasiado verdadero. El aluvión de escritos elementales y pedagógicos, que 
actualmente inunda nuestra península, está en su mayor parte inficionado por los errores modernos contra el papado, contra la Iglesia, 
contra el clero y contra la autoridad divina y humana. Una diabólica conjuración de los hijos de las tinieblas contra la Luz eterna trabaja 
incansablemente para roer en raíz las tiernas almas de la juventud. Por consiguiente, nosotros queremos hacer un acto de amistad 
sugiriendo a los católicos, nuestros lectores, un libro elemental, que no procede de un adversario contra la verdad, ni contiene las 
imperfecciones que corrompen las mentes inexpertas entre los nuestros. 

Como demostración de dichas atenciones y en prueba del espíritu sólidamente católico que anima este trabajo, ponemos a la vista de los 
lectores los jugosos y sapientísimos avisos con los que concluye el autor su exposición. 

1 La Civiltà Cattolica, tercera serie, vol. V, pág. 482. 
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«Nosotros, pues, pondremos fin a las narraciones sobre la historia de Italia; mas, a modo de conclusión de cuanto hasta ahora hemos 
expuesto, querríamos grabarais bien en vuestra mente algunos recuerdos que no debéis olvidar jamás y que podéis aplicar a cualquiera 
otra historia que os propongáis leer. 

»Recordad que la historia es una terrible y gran maestra del hombre. Maestra terrible, porque expone las acciones de los hombres tal y 
como se realizaron, sin miramiento alguno a la dignidad, grandeza y riqueza de aquéllos a quienes se refieren. Hecha una acción, la 
historia tiene derecho a exponerla, aprobarla o condenarla, según lo merezca. Por esto, debemos temer mucho lo que otros puedan ((252)) 
decir acerca de nuestras obras y vivir de modo que los hombres se vean obligados a hablar bien de nosotros. 

»La historia es también una gran maestra que enseña. Enseña cómo se ha amado la virtud en todo tiempo y cómo siempre fueron 
venerados los que la practicaron; por el contrario, siempre fue condenado el vicio y fueron menospreciados los viciosos. Esto debe 
servirnos de estímulo para huir constantemente del vicio y ejercitar la virtud. 

»Finalmente, quede profundamente enraizada en vuestro espíritu la idea de que la religión fue considerada en todo tiempo como sostén 
de la sociedad humana y de la familia y que, donde no hay religión, no existe más que inmoralidad y desorden; y que por eso nos 
debemos afanar para promoverla, amarla y hacerla amar por nuestros semejantes y librarnos cautelosamente de quienes no la honran o la 
desprecian. 

»Jesucristo, nuestro Salvador, fundó su Iglesia y únicamente en esta Iglesia se conserva la auténtica religión. Esta religión es la católica, 
única verdadera, única santa, fuera de la cual nadie puede salvarse. 

»Amemos, por tanto, esta religión, lo repito, y practiquémosla: amémosla con firmeza creyendo y practiquémosla observando sus 
preceptos. Y porque tenemos un solo Dios, una sola fe y una sola religión, unámonos también nosotros en un solo vínculo de fe y de 
caridad para ayudarnos en las necesidades de la vida presente; y así, confortados mutuamente en cuerpo y espíritu, podamos llegar un día 
a reinar eternamente con Dios en la patria de los bienaventurados del cielo.» 
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((253)) 

CAPITULO XXVI 

Tómbola 1862 -Notas y Documentos 

TERCERA REPETICION DE LA TOMBOLA -PETICION AL GOBIERNO CIVIL DE TURIN DE UNA SEGUNDA PRORROGA 
PARA EL SORTEO DE LA TOMBOLA Y EL AUMENTO DE BILLETES -DECRETO FAVORABLE DEL MINISTERIO DE 
HACIENDA Y DEL GOBIERNO CIVIL -ARMONIA: UNA VISITA A LA EXPOSICION DE PREMIOS -LA OBRA PIA DE SAN 
PABLO Y EL AYUNTAMIENTO DE TURIN NO PUEDEN ACEPTAR BOLETOS DE LA TOMBOLA -APORTACION DEL 
OBISPO DE GUASTALLA -GRACIOSA CARTA DE DON BOSCO A UN SEÑOR A QUIEN SE LE HABIAN MANDADO POR 
SEGUNDA VEZ MUCHOS BILLETES DE LA TOMBOLA -GENEROSIDAD DEL ARZOBISPO DE FLORENCIA -SE 
RECOMIENDA LA TOMBOLA A LOS EMBAJADORES DE LAS CORTES EXTRANJERAS ANTE EL REY DE ITALIA 

A primeros de septiembre debía cerrarse la tómbola, pero don Bosco, que quería aprovecharse al máximo de las favorables circunstancias 
que secundaban sus planes, de acuerdo con el Alcalde Presidente, ordenó escribir al Gobierno Civil de la provincia la siguiente carta: 

Ilustrísimo Señor Gobernador: 

La favorable aceptación que el público presta a la Tómbola aprobada por V. S. Ilma., por decreto del 2 de julio del corriente, y el 
vistoso número de objetos ofrecidos para la misma, obligan a la Comisión a recurrir de nuevo a su reconocida bondad para conseguir más 
favores. 

1.° Que sea aprobada la valoración de los objetos comprendidos del número 1821 ((254)) al 2835 incluído, sumándose a los 1014 
objetos, que alcanzan un total de 28014 liras, según la tasación de los peritos nombrados y abajo firmantes: añadiendo el décimo para el 
billete gratuito en cada decena, según se concedió en el decreto antes citado de ese Gobierno Civil, que importaría un total de 30815 liras, 
equivalente al número de 61630 boletos, para cuya edición se pide autorización. 

2.° Que se conceda permiso para tener abierta la exposición pública hasta el 23 del próximo septiembre, para poder colocar los boletos 
cuya autorización se pide. 

Con la confianza de ser atendida, la Comisión presenta a V. S. Ilma., 
su más 
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profundo agradecimiento, mientras en nombre de la misma, me profeso con distinguida estima y consideración, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 26 de agosto de 1862 

Por el Presidente ausente El Secretario 
Cab.° FEDERlCO OREGLIA 

Adjunta a esta petición iba la: tercera lista de objetos en papel 
timbrado, desde el número 1821 al 2835, con las correspondientes tasaciones 1 

También fue acogida favorablemente esta solicitud. 

GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN 
División 5.ª 
Prot. n.° 12129 -Reg.° n.° 664 

Turín, 25 de septiembre de 1862 

Debidamente autoruizado por el Ministerio de Hacienda, el que suscribe tiene el honor de transmitir al reverendo don Bosco el Decreto 
de este departamento del 21 del mes en curso 2 por el que se autoriza un aditamento ((255)) de premios, un aumento de boletos y 
prórroga para el sorteo de la Tómbola en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales y otros establecidos en Turín, como se pedía en 
el recurso del día 26 de agosto pasado. 

1 Objetos de arte, 2.100 liras. Profesor José Volpato -Por los objetos 
quincallería y de fantasía expuestos en la presente lista, 25.914 liras, José Buzzetti 

2 EL GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Visto el recurso precedente; 

Vista la lista tercera de objetos, de nuevo regalados para la Tómbola en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales y otros, 
instalados en Turín, que suman 1.014, que alcanzan, con el décimo billete gratuito añadido a cada decena, según decreto de este 
departamento del 2 de julio, la suma de 30.815 liras, equivalentes a los 61.630 billetes a emitir; 

Vista la declaración de los señores peritos jurados, profesores Juan Volpato y José Buzzetti; 

Visto el nombrado decreto de este despacho junto con las actas anteriores de rutina; 

Visto el Reglamento anejo al R. Decreto de 4 de marzo de 1855, n.° 606, 

DECLARA 

Que la Comisión encargada de la Tómbola del Oratorio de San Francisco de Sales y otros, instalados en Turín, está autorizada para 
llevar a cabo el día 30 de septiembre corriente y emitir 61.630 billetes, sumados a los ya distribuidos, por el fijado valor de 50 céntimos 
cada uno, ateniéndose a lo demás a las precedentes descripciones y advertencias, conforme al primer Decreto de este departamento. 

Turín, 21 de septiembre de 1862 

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Por el Gobernador, RADICATI 
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Se incluye asimismo la correspondiente tercera lista de los objetos regalados para ulteriores medidas al respecto. 

Por el Gobernador, RADICATI 

Se ganaba un mes, lo cual no era poco para don Bosco, y Armonía, del 3 de octubre, publicaba un artículo titulado: 

Magnífica Exposición de una Tómbola. -Ayer hemos visitado con agrado la exposición pública de los objetos para la Tómbola en favor 
de los tres Oratorios masculinos de San Francisco de Sales, San Luis y Santo Angel Custodio. Quedamos admirados y sorprendidos al 
contemplar la elegante, numerosa y variada cantidad de donativos procedentes de diversas regiones y de toda clase de personas. 
Sobresalen, entre todos, dos preciosísimos que representan uno a San Pedro y otro a San Pablo, ofrecidos por la generosidad del Papa Pío 

IX. Abundantes y ricos son, de manera especial, los regalos de Su Alteza el príncipe Eugenio, los del príncipe Tomás, duque de Génova, 
del Alcalde de Turín y de muchos otros que no es posible nombrar y menos describir. 
((256)) Hemos sabido que sus Altezas los príncipes, antes de salir de la Capital, quisieron adquirir un considerable número de boletos. 
También el Ministro de Gobernación participó adquiriendo generosamente una buena cantidad. Muchos beneméritos promotores y 
muchas fervorosas promotoras concurrieron a la colecta de premios y venta de billetes. 

Queda todavía a la venta gran cantidad de boletos, dado que el sorteo que debía tener lugar hoy, día 3, se difirió hasta el 23 del corriente 
septiembre. Esperamos que los amantes de los pobres hijos del pueblo, participarán en esta obra de beneficencia. Todos saben que estos 
Oratorios se preocupan de preparar para el bien y el trabajo a los jóvenes más abandonados. Qué obra puede resultar más útil a la 
sociedad humana? El precio de cada boleto es de cincuenta céntimos; quien compra una decena recibe uno más, gratuito; quien adquiere 
25 tiene un premio asegurado. El taco con 25 boletos tiene premio seguro, es decir, la serie de 25 boletos que es de color rojo y que 
cuesta 12,50 liras. 

Era incansable la solicitud de don Bosco para hacer enviar y recomendar a la Comisión los paquetes de sus boletos a personas o 
instituciones que hubieran sido olvidadas; y aun a quienes sabía que no iban a quedarse con ellos. Si no conseguía dinero, al menos tenía 
la ventaja de dar a conocer la Obra de los Oratorios. 

La dirección de las Obras Pías de San Pablo devolvía los boletos al secretario de la Comisión. 

Hay que advertir, sin embargo, que su Director, que era amigo de don 
Bosco y miembro de la Comisión, ya había adquirido y pagado antes varios tacos de 10 boletos. 
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Turín, 30 de agosto de 1862 

Ilustrísimo Señor: 

Esta Dirección colabora con subvenciones a promover la formación religiosa en centros de beneficencia, por lo que, en más de una 
ocasión, ya se atendieron favorablemente peticiones transmitidas con esta finalidad por ese Oratorio, lo mismo que por los de San Luis y 
del Angel Custodio. 

No pudiendo participar en la Tómbola, que se hace en favor de los mismos centros, mientras no tenga en el balance cantidades que 
puedan invertirse en tal sentido, el que suscribe se encuentra obligado, muy a pesar suyo, a devolver a V.S.Ilma. los 216 billetes de la 
lotería abierta en ((257)) favor de los tres Oratorios antedichos, que usted dirige, los cuales fueron enviados a esa Dirección junto con un 
ejemplar del programa. 

Se honra mientras tanto el que esto escribe en declararse, con distinguida consideración, 

De S.V.Ilma. 

Seguro servidor: 
Por el Presidente de la Dirección, El Director, DUPRE 

También se hacía un envío de billetes al Ayuntamiento de Turín: 

Ilustrísimo Señor Alcalde: 

Siempre que en el pasado me encontré en graves necesidades y recurrí a ese respetable Ayuntamiento obtuve válido apoyo. 

Graves necesidades me aconsejaron acudir ahora a la beneficencia pública, por medio de una lotería de objetos, que ya ha llegado a su 
fin, y quedándome todavía por colocar algunos billetes, me animo a recomendarle 60 decenas, con el ruego de que las quiera aceptar en 
favor de los pobres muchachos que frecuentan los Oratorios y que son la razón de esta Tómbola. 

Confiando en su favor, auguro a usted y a todos los señores de ese Ayuntamiento todo bien del cielo, mientras me profeso con la más 
sentida gratitud, 

De V.S.Ilma. 

Turín, 5 de septiembre de 1862. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

El Ayuntamiento respondía: 

CIUDAD DE TURIN 
Desp. 3.° 
Protocolo del Desp. n.° 824 
Respuesta a la carta del 5 de septiembre 

Turín, 12 de septiembre de 1862: 

La instancia presentada por esa dirección de la Tómbola benéfica en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales y de San Luis, 
dirigida para alcanzar del Ayuntamiento 

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la adquisición de 60 decenas de boletos para dicha Tómbola, fue transferida por el que suscribe a la Junta Municipal. 

Esta Junta, en sesión del 9 de los corrientes, considerando que en razón ((258)) del continuo sucederse de semejantes loterías de 
beneficencia la Administración Civil nunca compró billetes; y ante la conveniencia para el interés del erario municipal (que de otro modo 
se sobrecargaría con graves y repetidos gastos imprevistos) de mantener semejante criterio en práctica, deliberaba no atender la instancia 
presentada. 

El que suscribe, al comunicarle la determinación tomada, devuelve las sesenta decenas de boletos de la Lotería y tiene el honor de 
declararse, 

Por el Alcalde, FARCITO, Ass. 

No estando impedido por compromisos económicos, el buen Obispo de Guastalla, monseñor Pedro Rota, contestaba a la llamada del 
Marqués de Rorà: 

Módena, 10 de septiembre de 1862 

Ilustrísimo Señor: 

Habiendo recibido un respetuoso envío, impreso el próximo pasado agosto, con cien billetes de la Tómbola en favor de los tres 
Oratorios, para los muchachos de esta Ciudad, envío a V.S.Ilma. que me los mandó, y que tan merecidamente preside la Comisión 
organizada para esa Lotería, un cheque de banco de cincuenta liras, correspondiente al valor de los mismos billetes. 

Con el deseo de que sean abundantes los frutos que se recaben por medio de esta piadosa industria, para sostener esos tan útiles centros, 
aprovecho gustoso la oportunidad de manifestarle mi viva satisfacción al ver a tan digno personaje ocupado en esos santos y 
verdaderamente cristianos ideales, y profesarme con suma estima y profundo respeto, 

De V.S.Ilma. 

Humilde y seguro servidor,
» PEDRO, Obispo de GUASTALLA


Pero don Bosco, que no había acabado de colocar todos los boletos, enviaba una segunda remesa a muchos de sus generosos 
bienhechores. Unos los aceptaron, otros los rehusaron. Alguno que los aceptó, no por eso dejó de dirigir un afectuoso reproche al siervo 
de Dios. Don Bosco excusó la propia indiscreción con cartas que reflejan una sorprendente y simpática amabilidad. Conservamos una 
recibida en Cúneo por el barón Feliciano Ricci. 
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((259)) «Charitas benigna est, patiens est (La caridad es bondadosa y paciente.) (San Pablo.) 

Turín, 5 de septiembre de 1862
Queridísimo Señor Barón:


Su reprimenda iba dirigida a mí; con todo, estoy contento, porque ha aceptado los boletos en favor de nuestros pobres jóvenes. 

La señora Baronesa, nos ha devuelto los boletos. Piénselo bien; si me encontrase en absoluta necesidad, recurriría nuevamente a su 
caridad y usted en su bondad no sabría negarse. Así usted me mandará más dinero sin que yo le pueda dar más billetes de lotería. 

Acepto al joven Cavallo que usted me recomendó, por la cuota mensual de quince liras a pagar por la madre. Usted se brinda a añadir 
algo más de su bolsillo. Yo no fijo nada: acepto como limosna lo que quiera y en la cantidad que desee para nuestros pobres jóvenes. 

Junto con esta carta recibirá... boletos de la Lotería. íQué disparate, ya olvidaba la amonestación de hace poco! 

Perdone la broma. Dios bendiga a usted y a su piadosa señora y me considere siempre con gratitud de V. S. muy apreciada, 

Su seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.


Una sorpresa, semejante a la del barón Ricci, le había tocado al Arzobispo de Florencia. Don Bosco y el Marqués de Rorà, ambos por 
cuenta propia, le habían enviado circulares y boletos: el generoso Prelado se quedó con los boletos del uno y del otro y escribió a don 
Bosco: 

Muy Reverendo y Estimado Señor: 

Hace algún tiempo me remitió usted diez decenas de boletos para la Tómbola en favor de los tres Oratorios dirigidos por usted, más un 
billete equivalente a veinticinco billetes y en total 125 billetes. Por otra parte, el Presidente de esa Comisión me mandó otros cien. Envío 
el valor de éstos y de aquéllos en un solo giro postal, del que usted podrá retirar ahí en Turín las 62,50 liras que suman el importe de los 
125 billetes. 

Con sumo placer participo en esta obra tan caritativa, aunque no son pocas ni pequeñas las necesidades que a diario van también en 
aumento en esta Ciudad, y que requieren no pequeños sacrificios. 

((260)) Mas me consolaré con el pensamiento de que nuestro divino Salvador se dignará hacer de tal modo que también en este caso se 
realicen aquel las sus hermosas palabras: Beati misericordes quoniam misericordiam consequentur. (Bienaventurados los misericordiosos, 
porque ellos alcanzarán misericordia.) 

Deseándole todo bien y recomendándome a sus oraciones me reitero con todo aprecio y respeto, 

De usted, muy apreciado Señor, 

Florencia, 21 de septiembre de 1862. 

Su seguro servidor 
» JOAQUIN, Arzobispo de Florencia 

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Al mismo tiempo enviaba otra carta al marqués Manuel de Rorá Presidente de la Comisión de la Lotería 1. 

A una sola clase de personas todavía no se había invitado a participar en la Tómbola; a los Ministros de las Cortes extranjeras ante Su 
Majestad el Rey de Italia. El caballero Federico Oreglia se encargó de escribir una carta al señor Demetrio Kalergis, enviado 
extraordinario y Ministro plenipotenciario de Grecia. 

((261)) 

Turín, 20 de septiembre de 1862. 

Se ha abierto una tómbola en favor de los centros masculinos de esta Ciudad organizados con el nombre de Oratorios. Por el programa 
adjunto podrá V. E. apreciar la gran utilidad que tienen para las clases pobres, a cuyo alivio tienden. 

El señor Alcalde de la ciudad de Turín, como presidente de la Comisión para la tómbola indicada, me encarga pedir respetuosamente a 

V. E. que acepte y se quede diez decenas de boletos, con destino a la misma. 
Confiado en que la conocida filantropía de V. E. atenderá debidamente esta súplica, le expreso las más rendidas gracias en nombre del 
señor Alcalde y de la Comisión entera y me profeso con todo aprecio y respeto, 

De V. E., 

Seguro sevidor,
Cab. FEDERICO OREGLIA, Secretario de la Comisión


Dirigió otros escritos semejantes a varias Legaciones, algunas de cuyas respuestas se conservan. 

1 

Protocolo general n.° 5971 

Ilustrísimo Señor: 

Con carta impresa del pasado agosto en sobre timbrado con sello de la Secretaría Real del Estado, para asuntos interiores, usted, en su 
calidad de Presidente de la Comisión de la Tómbola, en favor de los tres Oratorios de Turín, dirigidos por el sacerdote Juan Bosco, me 
envió diez decenas de boletos al precio de cincuenta céntimos cada uno. Ya había recibido otros directamente del mencionado sacerdote, 
a finales del pasado mayo, pero entre las necesidades que no son pocas en esta Ciudad, y por los ya escasos recursos en esta población, no 
era facil satisfacer sus deseos. Mas, tratandose de una obra tan piadosa y caritativa, como es la de los Oratorios nombrados, he hecho un 
gran esfuerzo y me complazco en mandarle por giro postal cincuenta liras, precio de los cien boletos enviados. 

Aprovecho esta ocasión para ofrecerme con todo respeto, 

De V. S. Ilma. 

Florencia. Arzobispado, a 21 de septiembre de 1862. 

Su seguro servidor, » JOAQUIN, Arzobispo de 
Florencia. 
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LEGACION DE LOS PAISES BAJOS EN TURIN 
Prot. General n.° 5925 
Turín, 21 de septiembre de 1862 
Señor Presidente: 

Tengo el honor de devolver adjuntos los cincuenta billetes de la Lotería en favor de los Oratorios que, con fecha de ayer, ha tenido a 
bien enviarme en su nombre el señor Secretario de la Comisión, Federico Oreglia. 

Sintiendo, señor Presidente, que otras necesidades que se han de atender no me permitan asociarme a la buena obra que usted patrocina, 
aprovecho con gusto esta ocasión para ofercerle la seguridad de mi más distinguida consideración. 

HELDERWIER IKHR 

LEGACION DE ESPAÑA EN TURIN 

Turín, 28 de septiembre de 1862 

Ilustrísimo Señor: 

Siempre que se ha tratado de hechos filantrópicos en favor de la clase necesitada, la Legación de España no ha dejado nunca de ((262)) 
colaborar con sus ofrendas, por lo que acepto con mucho gusto los cuarenta billetes de la Lotería que V. S. Ilma, se dignó incluir en su 
carta del 20 de los corrientes y me satisface enviarle aquí adjuntas las veinte liras, importe de dichas cuatro decenas. 

Agradezca mientras tanto los sentimientos de mi más distinguida estima y consideración. 

El encargado de negocios de España, 

A. DE DURO 
PORTUGAL, LEGACION DE S.M.F. EN TURIN 

Turín, 21 de octubre de 1862
Señor:


Las innumerables ocupaciones de estos últimos días me han impedido responder una gran cantidad de cartas recibidas. Hoy puedo 
acusar recibo de la suya, del 20 del mes pasado, lo mismo que de cinco decenas de billetes de la Lotería en favor de los Institutos 
masculinos llamados Oratorios, y cuyo importe de treinta liras le envío. 

Satisfecho de poder colaborar al bienestar de los desgraciados, ruégole, Señor, acepte la expresión de mis más distinguidos 
sentimientos. 

CASTRO 

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((263)) 

CAPITULO XXVII 

Tómbola del 1862 -Documentos y Notas 

LA COMISION DELIBERA SOBRE EL SORTEO DE LOS PREMIOS DE LA TOMBOLA Y PRESENTA AL ALCALDE SU 
DESEO -RESPUESTA DEL ALCALDE -CIRCULAR, Y UN ARTICULO DE ARMONIA ANUNCIANDO EL DIA DEL SORTEO 
-ACTA DEL SORTEO REALIZADO -CIRCULAR ANUNCIANDO LOS NUMEROS DE LA SUERTE -ARMONIA PUBLICA EL 
TIEMPO HABIL PARA RETIRAR LOS PREMIOS -DESAGRADABLE SORPRESA -UN BOLETO DUPLICADO CON EL MISMO 
PRIMER PREMIO PARA DOS AGRACIADOS -LA COMISION SE REUNE Y PROPONE LA MANERA DE RESOLVER EL 
INCIDENTE -DON BOSCO ENTREGA CINCO MIL LIRAS A UNO DE LOS PREMIADOS -ENTREGA DE LOS OTROS 
PREMIOS: BOLETO DE LA DUQUESA MELZI SARDI DE ROMA -DON BOSCO NO ACEPTA LA PROPOSICION DE HACER 
RECONOCER POR EL GOBIERNO AL ORATORIO COMO OBRA PIA 

FINALMENTE se terminó el tiempo para la venta de boletos y se reunió la Comisión a deliberar sobre el día y el lugar del sorteo de los 
números que obtendrían premio. El Secretario se lo notificaba al Alcalde para obtener su consentimiento e interpelarlo sobre el modo de 
realizar el importante acto con cierta solemnidad. 

Turín, 22 de septiembre de 1862 

Ilustrísimo Señor Alcalde: 

Reunida la Comisión de la Tómbola en favor de los Oratorios existentes en Turín el 16 del corriente mes, fijó el día 30 para el sorteo de 
los premios, de las nueve a las diez de la mañana. 

((264)) Igualmente, para uniformarse con cuanto se practicó en las anteriores tómbolas y para mayor satisfacción del público, manifestó 
el deseo de que el sorteo se verificase en un salón del Ayuntamiento, a condición de que V. S. Ilma. pudiera dar consentimiento a este 
ruego. 

A tal fin, le suplico se digne concedernos dicho favor, como así mismo permiso 
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para que los músicos del Oratorio puedan inaugurar el sorteo con algunas piezas de su repertorio. 

Con la confianza de que se nos conceda la anhelada gracia, me profeso con la mayor consideración. 

Su seguro servidor,
Cab.° FEDERICO OREGLIA


El Alcalde le respondía: 

CIUDAD DE TURIN 

Prot. del Dpto. n.° 849 
Respuesta a la carta del 22 de septiembre 

Turín, 26 de septiembre de 1862 

Como respuesta a la nota anterior, el abajo firmante participa a V. S. que, por parte de este Ayuntamiento no hay dificultad para 
permitir que el sorteo de la Tómbola se realice en un salón del Palacio Municipal; solamente es preciso que, dos días antes del sorteo, se 
presente en este despacho una persona encargada por V. S. para los correspondientes acuerdos. 

Lamenta el que suscribe no poder condescender a la segunda petición, esto es, a la de permitir que los músicos del Oratorio inauguren 
el sorteo con algunas piezas de música. 

Este permiso aumentaría el desorden entre los empleados, que desde hace tres meses ven de continuo interrumpida su labor a causa de 
los trabajos de restauración que se realizan en las oficinas municipales. 

El Alcalde, 

RORA 

Las decisiones de la Comisión fueron anunciadas al público por medio de una circular, difundida por millares de ejemplares. Decíase 
en ella: 

Benemérito Señor: 

La Comisión establecida para la Tómbola en favor de los Oratorios masculinos de esta Ciudad, reunida el 16 del corriente mes, tomaba 
las siguentes decisiones, que me apresuro a comunicarle para su norma. 

1.° La exposición de objetos sigue abierta al público hasta el 23 del corriente mes de septiembre. Después habrá cuatro días para retirar 
((265)) el producto de los boletos y recoger los que no hubieran sido vendidos. 

2.° Si usted puede todavía despachar algunos de los que tiene, o de los que existen en la sala de la exposición, tendría tiempo útil hasta 
el 27 del corriente. 

Los boletos no entregados durante ese espacio de tiempo se entiende que quedan a beneficio de la Tómbola. 

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Si no contase con otro medio más fácil para hacernos llegar cuanto es del caso, puede usted enviarlo en un pliego al Señor Gobernador 
de la Provincia de Turín. 

3.° Del 27 al 30 se harán los oportunos preparativos para el sorteo público. Por tanto, el día 30 del corriente en un salón del 
Ayuntamiento de esta Ciudad, en presencia del Alcalde, el señor marqués de Rorà, benemérito y celoso Presidente de la Tómbola, se 
procederá a la extracción de los números premiados, de acuerdo con las normas establecidas para los sorteos de la Deuda Pública. Los 
objetos a sortear son tres mil. 

Mientras le comunico estas determinaciones me encarga la Comisión de expresarle las debidas gracias por las solicitudes desplegadas 
en esta obra de beneficencia, rogándole continúe su colaboración hasta llevarla a feliz término. 

Con los sentimientos de mi mayor aprecio tengo el honor de profesarme. 

Su seguro servidor
FEDERICO OREGLIA DI S. STEFANO


Armonía del 19 de septiembre publicaba también una circular que le había sido enviada por el Caballero Oreglia 1. 

((266)) Finalmente se hizo el sorteo, cuya acta dice: 

En el año del Señor 1862, el día 3 del mes de septiembre, conforme a la autorización y normas fijadas por el Señor Gobernador de esta 
Provincia para la Tómbola realizada en favor de los Oratorios de San Francisco de Sales en Valdocco, de San Luis en Puerta Nueva y del 
Santo Angel Custodio en Vanchiglia, se procedía al sorteo público de los números premiados con los objetos destinados a dicha 
Tómbola. 

A tal fin, el benemérito señor Marqués de Rorà, Presidente de la Comisión, el cab.° José Luis Duprè, Vicepresidente, el cab.° Federico 
Oreglia di S. Stefano, Secretario, el sacerdote Juan Bosco, Director de los Oratorios, se reunían en un salón del Palacio Municipal y 
procedían a su ejecución de acuerdo con el Reglamento de la Lotería. 

Se prepararon seis bombos. Cinco destinados a las bolas con los números hasta doscientos ocho mil, que corresponden al número de 
boletos aprobados; se comprobaron 

1 Tómbola de don Bosco. Recibimos la siguiente carta que muy gustosamente publicamos. «Ruego a V.S. se digne publicar como 
mejor crea, una nota en su apreciado periódico sobre las deliberaciones tomadas por la Comisión de la Tómbola en favor de los Oratorios 
de San Francisco de Sales, de Vanchiglia y de Puerta Nueva, existentes en esta Capital, en sesión del 16 del mes corriente. 

1.° La exposición de objetos sigue abierta al público hasta el 23 del corriente mes de septiembre. Después habrá cuatro días para retirar 
el producto de los boletos y recoger los que no hubieren sido vendidos. 

2.° El tiempo útil para la devolución de los billetes se cierra con el 27 del corriente mes de septiembre. Los boletos no entregados 
durante ese espacio de tiempo se entiende que quedan a beneficio de la Tómbola. 

3.° El sorteo público se celebrará el día 30 de septiembre, de las nueve a las diez de la mañana, en el salón del Palacio Municipal, en 
presencia de la Comisión. 

4.° Ocho días después del sorteo, se publicarán en los periódicos los números premiados. Y entonces empezará la distribución de 
premios». 

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los bombos, las bolas y se hallaron perfectas en cuanto al número y al resultado de la combinación fortuita de los números que habían de 
formarse. 

El sexto bombo fue preparado para los boletos de premio seguro y como éstos fueron separados de su respectiva matriz y dieron por 
resultado la cantidad de mil seiscientos, fueron así colocados en el bombo antes dicho otros tantos billetes, cada uno de los cuales era 
extraído con los otros y estaban seguros de premio. 

Así dispuestas las cosas, el benemérito señor Marqués de Rorà, como Presidente de la Comisión y encargado por el Ministerio para 
presidir en su calidad de Alcalde de la Ciudad, abría la sesión y declaraba abierto el sorteo, que continuó hasta las diez de la noche con 
una breve interrupción para descansar. 

No habiéndose podido terminar en dicho día el sorteo, se continuó el día 1 de octubre, a las siete de la mañana, previa verificación de 
los bombos y bolas que fueron reconocidas en todas sus partes. 

A las once de la misma mañana se extraía el último número. Cumplida la operación del sorteo, se levantó esta Acta para presentarla al 
Excelentísimo Señor Gobernador de la Provincia de Turín, reservándose también la presentación de una copia auténtica de los números 
extraídos, apenas cumplidas las normas para la ordenación progresiva de los números premiados. 

Turín, 3 de octubre 1862. 

RORA
JOSE DUPRE
JUAN BOSCO, Pbro.
Cab.° FEDERICO OREGLIA, Secretario


((267)) La Gaceta Oficial del Reino publicó, en un suplemento al número 245, los números premiados en la Tómbola en favor de los 
tres Oratorios de don Bosco, el cual mandó inmediatamente un ejemplar a todos los interesados. 

Muy Señor mío: 

Ha terminado satisfactoriamente, lo mismo por el número de objetos que por los boletos vendidos, la Lotería encomendada a la caridad 
de V. S. Envíole la lista de los números agraciados en el sorteo; por ella, lo mismo usted que sus amigos, podrán comprobar si los billetes 
adquiridos resultaron favorecidos por la suerte. 

Puedo asegurarle en mi nombre y en el de la Comisión que se hicieron los posibles para que todo el mundo quedara satisfecho. Sin 
embargo, si involuntariamente hubo algún fallo o no se vió realizado algún deseo, atribúyase solamente a los imposibles, hijos de tantas 
cuestiones como hubo que resolver, y yo le pido perdón por todas las molestias causadas y por todo lo que pueda haber habido de menor 
agrado. 

En esta misma ocasión celebro poder asegurarle que cuanto usted hizo en favor de esta Obra benéfica, jamás será olvidado por mí ni por 
los muchachos beneficiados; más aún, todos juntos invocaremos las bendiciones del Señor sobre usted y sobre todos aquéllos a quienes 
usted desee augurarles los bienes del cielo. 

Antes de cerrar las relaciones ocasionadas con la Tómbola, deseo todavía pedirle respetuosamente que prosiga sus favores mediante sus 
caritativos donativos, y que ruegue por mí y por estos jovencitos que la divina Providencia me ha confiado, a fin de que, con la ayuda de 
Dios, puedan todos llegar a ser buenos ciudadanos y 

Fin de Página 233 


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buenos cristianos en esta vida, para dar gracias un día personalmente a sus bienhechores en la patria de los bienaventurados en el Paraíso. 

Permita finalmente que, con todo mi aprecio y mi más sentida gratitud, tenga el honor de profesarme ahora y siempre. 

De Vuestra Señoría Benemérita. 

Turín, 10 de octubre 1862. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Armonía publicaba un importante aviso el miércoles día 12 de noviembre. 

Se advierte, a quien interese, que el tiempo útil para retirar los objetos premiados en la Tómbola de los Oratorios Masculinos de 
Valdocco, de Vanchiglia ((268)) y de Puerta Nueva, expira con el corriente mes de noviembre. La Comisión se impone el deber de 
advertir a todos los interesados, que los objetos no retirados en esta fecha se entiende que son regalados a la Pía Obra, en cuyo beneficio 
se organizó la Tómbola. 

La Tómbola resultó magnífica y provechosa; pero como no hay rosas sin espinas, había sucedido un serio inconveniente. Se presentaron 
dos señores para retirar el primer premio, consistente en un magnífico cuadro de San Antonio, obsequio del Cab.° Federico Peschiera, 
profesor en la Academia Ligurina de Génova. Estaba valorado en 5.000 liras. Ambos poseían un boleto auténtico, evidentemente 
duplicado por quienes lo habían impreso. 

Tenemos una relación, que a continuación presentamos, de cómo anduvo la cuestión. 

Por invitación del Ilustrísimo Señor Alcalde de la Ciudad de Turín, el marqués de Lucerna de Rorà, en su calidad de Presidente de la 
Comisión de la Tómbola, en favor de los tres Oratorios de San Francisco de Sales de Valdocco, de San Luis en Puerta Nueva y del Angel 
Custodio en Vanchiglia, se reunió el día 23 del corriente noviembre dicha Comisión en un salón del palacio municipal de esta ciudad. 
Abrióse la sesión a las tres de la tarde con asistencia de los siguientes miembros: el cab.° José Dupré, Vicepresidente; el comendador José 
Cotta, senador del reino, Cajero; 
el marqués Ludovico Scarampi de Pruney; el cab.° Ludovico Lorenzo Galleano de Agliano; el comerciante José Migliassi, el sacerdote, 
don Juan Bosco, Director de los Oratorios y el cab.° Federico Oreglia, Secretario. 

Abierta la sesión a las tres de la tarde, leyóse una carta del señor Alcalde excusando su ausencia a la sesión, por causa de ocupaciones 
imprevistas. 

Dió el Vicepresidente a conocer el motivo de la reunión: consistía en que habían aparecido, al distribuir los premios de la Tómbola, dos 
talonarios de billetes vendidos con la misma numeración. Y precisamente en esta serie se encontraba el número del primer premio, que, 
por consiguiente, tenía dos premiados. Eran el señor Negro, comerciante de telas en la calle del Seminario y el señor Silvetti, comerciante 
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también en la esquina de las calles San Mauricio y Barbaroux. Ambos pretendían el premio para sí y, como se trataba de un cuadro de 
valor que no era posible duplicar, al igual que se hizo con otros premios de la misma serie, se invitaba a los miembros de la Comisión 
((269)) a dar su parecer para solventar la cuestión a satisfacción de ambos pretendientes. 

Dió el Secretario las oportunas aclaraciones y presentó la matriz de los dos talonarios, que se reconocieron como auténticos, aun cuando 
uno de ellos llevaba una corrección sobre el número que demostraba su identidad. Hizo constar el Secretario que la corrección había sido 
hecha después del sorteo, cuando los billetes estaban ya separados de la matriz y distribuidos. Oído el parecer de cada uno de los 
miembros, se deliberó si sería conveniente adoptar las conclusiones expuestas por el comendador José Cotta: 

1.° Que los dos talonarios con matriz, siendo iguales los billetes de los señores Negro y Silvetti, tienen el mismo derecho al premio 
designado por tal número. 

2.° Que había que intentar la posible conciliación de los dos señores premiados sacando a suerte entre los dos el premio en cuestión y 
asegurando al que no fuere favorecido por la suerte las quinientas liras 1 que la Comisión se reservaba por el trabajo, después de la 
donación expresamente hecha y que formaba parte del primer premio, según resulta por el artículo quinto del reglamento. 

3.° Que si la proposición de conciliación no tenía éxito había que hacer valorar el cuadro por profesores de la Academia o por algún 
técnico nombrado por el tribunal; y, colocando junto a la pintura la cantidad estipulada, se llegase al sorteo, el cual definiría, por la vía 
más recta y legal posible, quién era el premiado con el cuadro. 

4.° Finalmente se delegaba por unanimidad al comendador José Cotta, para que se encargase de comunicar a los señores Negro y 
Silvetti estas decisiones, confiando en su gran caridad que llevaría a buen término aquel desafortunado incidente. 

Cab.° FEDERICO OREGLIA 

Como no se pudo llegar a un acuerdo, uno de los premiados se quedó con el cuadro y don Bosco entregó cinco mil liras al otro. Fue 
para él una pérdida sensible, pero la divina Providencia quería ponerle a prueba para concederle posteriormente inesperadas 
compensaciones. 

Mientras tanto, aún tuvo que soportar durante varios meses las secuelas de la Tómbola, pues le tocó responder a las cartas y enviar los 
premios obtenidos. Prueba de ello es la carta de una bienhechora que él conservó: 

((270)) La duquesa de Melzi Sardi saluda respetuosamente al reverendo don Juan Bosco y, al enviarle, de parte del marqués Juan 
Patrizi, cien liras, desearía saber si entre los números premiados de la Tómbola, cuyos boletos le mandó desde Turín, hay alguno entre el 
701 y el 750 que él posee. Podrá responder al acusar recibo al 

1 Quinientas liras. Supone el traductor que se trata de un error de imprenta, pues, lo mismo antes que después del Acta, se habla de 

5.000 liras. (N. del T.) 
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marqués Patrizi y, si hubiera algún premio, rogar a la señora marquesa de Fassatti que se lo guarde en depósito. Se encomienda a sus 
oraciones. 

Roma, 7 de febrero 1863. 

Pero en vista de la ampliación del Oratorio y del éxito de la Tómbola, muchos personajes y algunos políticos, quisieron persuadir a don 
Bosco de que le convenía reconocer su Institución y sus Oratorios como un ente moral aprobado por el Gobierno, del cual ya había 
recibido instigaciones y casi molestias a tal fin. Insistieron en lo mismo el banquero comendador Cotta y otros amigos suyos. Ponían ante 
sus ojos los inmensos beneficios que de ello se seguirían: la protección asegurada de las Autoridades; el crédito que adquiriría la Obra 
entre los ciudadanos; la mayor confianza de los donantes al dejar legados y testamentos; la seguridad de que ninguno podría dificultar las 
herencias so pretextos legales; la disminución de los derechos del fisco en los trapasos; la exención de ciertos tributos y tasas. Ponían 
después de relieve un aumento incalculable de ayudas, como cada día sucedía con la Pía Obra del Cottolengo. Añadían cómo los párrocos 
y notarios podrían recomendar con mayor franqueza su Institución a los que deseaban dejar algún legado en favor de las obras de caridad 
al morir. Le hacían además observar que durante su vida sería administrador único y libre, y que, por consiguiente, podría alcanzar una 
forma de vivir más cómoda y más tranquila, con mayor abundancia de medios. 

Pero don Bosco no se dejó convencer, de tal forma que ello hizo nacer cierta frialdad entre él y estos sus buenos amigos. Pero los 
sucesos hicieron ver claro con cuánta prudencia de ((271)) orden superior había sabido conducirse en tal asunto. En efecto, entrevió, y 
quizá también en la aparición del Caballo rojo, los tiempos que se avecinaban. Amando a Dios, y no a sí mismo, amaba la pobreza y sabía 
que se vería obligado a conservar las casas, terrenos o capitales que le llegaran a favor del Oratorio, con peligro de excitar la codicia de 
los demócratas. Temía que los gobernantes, por medio de la Comisión Legal, acabasen por adueñarse de su casa cambiándole la dirección 
y la finalidad. Preveía el despilfarro de los bienes de las Obras Pías y quizá también la ley Crispi del 1892, que terminaría ordenando la 
concentración de las diversas Instituciones que tuvieran la misma finalidad. 

Sobre todo don Bosco quería para sus Obras toda la posible independencia y libertad y se negaba a someterse a ninguna influencia 
ajena a la de la Santa Sede, para ayuda y defensa de la cual él había 
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puesto totalmente su Congregación. Y era algo tan evidente, que jamás heredó socorros de importancia por el único espíritu de humana 
filantropía. «Distinguidos personajes, afirma don Miguel Rúa, quisieron inducirle a cambiar la dirección de sus obras, reduciéndolas a 
una finalidad filantrópica, pero él no se dejó convencer; y por esta razón perdió en varias ocasiones herencias importantes que, de otro 
modo, ciertamente hubiera alcanzado». 

Por esta regla que don Bosco seguía hubo muchos superiores de otras instituciones religiosas, de diversas partes del mundo, que 
frecuentemente se presentaban a él para tener un concepto justo de su modo de pensar y de obrar en cuestión tan importante. 

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((272)) 

CAPITULO XXVIII 

LA EXCURSION DE OTOÑO -FALLA EL PROYECTO DE IR A VIGEVANO -SEVERA Y PATERNAL LECCION A UN 
DESCARADO -DON BOSCO CONSUELA A LOS QUE NO PUEDEN TOMAR PARTE EN LA EXCURSION -I BECCHI: 
MEMORABLE SERMON DE DON JUAN CAGLIERO; UNA VOZ MISTERIOSA; OJO VIGILANTE -CASTELNUOVO -UN DIA 
LLUVIOSO Y REFUGIO EN PIEA -VILLA SAN SECONDO; LA COMPAÑIA DE SAN LUIS -CALLIANO; GENEROSA 
HOSPITALIDAD NO PREVISTA; UN ALUMNO EN VACACIONES -MONTEMAGNO: LUIS LASAGNA -VIGNALE: UN 
SERMON DE DON BOSCO EN HONOR DEL SAGRADO CORAZON DE MARIA; PROFECIA CUMPLIDA DE UNA MUERTE 
INMINENTE; UNA GRAN BIENHECHORA DE LAS OBRAS SALESIANAS -CASORSO: UN SACERDOTE QUE NO VISTE LA 
SOTANA -CONCESION GRATUITA DE DOS VAGONES DE LOS FERROCARRILES DEL ESTADO -CAMAGNA 
-MIRABELLO: ULTIMAS DISPOSICIONES PARA LEVANTAR EL COLEGIO -CASTELLETTO -ALESSANDRIA: VISITAS A 
LAS IGLESIAS, A LA CIUDADELA Y AL CAMPO DE LA BATALLA DE MARENGO -EN TURIN 

ACABADA la Tómbola, organizaba don Bosco la gran excursión de otoño. Primeramente había pensado llegar hasta Vigevano, y había 
enviado la siguiente carta: 

Al Canónigo Arcipreste Ludovico Colli Cantone, de Vigevano. 

Hace alguna semana escribí a usted una carta que, tal vez, no le llegó por culpa de una dirección inexacta. El año pasado me hablaba 
usted de la posibilidad de dar un paseo hasta ahí, con un grupo de ((273)) nuestros muchachos. Necesitaría saber si se podrían alojar al 
estilo militar, esto es, sobre un jergón, unos setenta muchachos durante cuatro o cinco días y si podría suministrarles pan y sopa, ya que 
lo demás se puede comprar fácilmente en otro lugar. 

Mucho le agradeceré su respuesta con cierta urgencia. El chiquito Albasio marcha bien y goza de buena salud. 

Le deseo toda suerte de bienes del cielo y me profeso agradecido. 

De usted. 

Turín, 20 de septiembre 1862. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


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Informado, sin embargo, de que no era posible alcanzar aquel hospedaje, por razones que ignoramos, hubo de cambiar de plan. Así, 
pues, el 25 de septiembre salía del Oratorio un grupito con algún clérigo y algún sacerdote hacia I Becchi, para empezar la novena del 
Santo Rosario. El grueso de la comitiva llegaría la víspera de la fiesta. 

Esta excursión era un medio elegido por don Bosco para premiar a los mejores de sus alumnos; para ejercitar en la virtud de la 
obediencia y de la mortificación a los que debía dejar en el Oratorio y para dar un merecido castigo a quien no había tenido buena 
conducta durante el año. 

Entre los que acostumbraban a acompañar a don Bosco había uno, trabajador incansable e industrioso, mecánico, cocinero, barbero, y 
que había aprendido los elementos de varios oficios para atender las necesidades del Oratorio. Resultaba un verdadero factótum para los 
paseos porque era cantor, músico, cómico, preparador de las mesas, bienquisto por todos los compañeros y bien recibido doquiera se 
presentara. Pero, tanta habilidad estaba oscurecida por grandes defectos, que don Bosco no podía dejar impunes, como el mismo joven 
nos confesó por escrito. 

Estábamos a primeros de junio de 1862, cuando don Bosco me llamó un día y me dijo: 

-Mi querido Pedro, no estoy contento de ti: he oído muchas quejas sobre tu comportamiento. 

((274)) Ya me había avisado varias otras veces y, aunque yo sufría mucho al oír aquellas correcciones, siempre me había contenido y 
guardado silencio. Pero aquel día no sé qué me pasó por la cabeza y, en vez de responderle que en adelante me portaría de forma que no 
le causase ningún disgusto, me enojé de un modo vulgar y estallé. 

-Bueno, pero usted no sabe que estoy harto de verme siempre vigilado y de oír tantas riñas? Estoy arrepentido de haber aprendido a 
hacer tantos oficios para servir al Oratorio. 

Cualquier otro Superior, al oír tales insolencias me habría abofeteado y echado de casa; pero don Bosco, que amaba mi alma, se 
contentó con decirme: 

-íPues desaprende los oficios aprendidos! 

Y se retiró a su habitación, dejándome que pensara sus palabras. Apenas se alejó, la mar de apurado, me dije: 

-íPero qué es lo que yo he hecho! íInfeliz de mí! íResponder de ese 
modo a un padre tan bueno! 

Aquel día tuvo que salir don Bosco de Turín para recoger limosnas y despachar billetes de la Tómbola, por lo que estuvo fuera algún 
tiempo. Cuando volvió, salimos a su encuentro y él sonreía y saludaba a todos. Tomé su mano para besarla, pero él aparentó no verme, y 
dirigiéndose a otro le dijo una palabra amable. Al darme cuenta de que no se fijaba en mí, me persuadí de que no era digno de aquella 
gracia y de su amor; me fui a mi habitación y me estuve llorando todo el día. 
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A partir de entonces don Bosco no me llamó para afeitarle, como solía hacer cada semana. Dos meses más tarde me hizo llamar para 
ello, sin decirme una sola palabra. Yo sufría, pero aún no había pensado reparar mi error pidiéndole perdón. 

Llegó el otoño y el momento de la gran excursión, en la que yo había tomado parte los años anteriores, como miembro de la banda y de 
la compañía teatral. José Buzzetti presentó a don Bosco la lista de los que parecían merecer ser distinguidos. Don Bosco la examinó, vio 
mi nombre y lo tachó. 

La víspera de la partida hacia Castelnuovo se leyeron por la noche, según costumbre, los nombres de los que debían acompañar a don 
Bosco; pero no se oyó el mío, que todos esperaban oír. No se puede imaginar cómo quedé yo al verme excluido, sobre todo cuando supe 
por Buzzetti que don Bosco mismo me había tachado. Era la primera vez que me sucedía esto. Pero don Bosco no dijo la razón de mi 
exclusión y ninguno lo supo. Yo tuve que quedarme en el Oratorio. 

Partieron los felices excursionistas en compañía de José Buzzetti, Andrés Pelazza, Carlos Gastini y algunos Superiores y cuando don 
Bosco llegó al primer pueblo, quizás Chieri, encargó a un amigo mío que me escribiera una carta en su nombre en estos términos: 
«Querido Pedro, no tengo nada contra ti, ((275)) don Bosco sigue siendo siempre tu amigo, te aprecia mucho y no busca más que la 
salvación de tu alma. Lo que he hecho es para que aprendas a hablar. Acuérdate de que no hay que responder nunca con insolencia a tus 
Superiores. Ruega por mí, que te encomiendo todos los días en la santa misa. Que sigas alegre». Esta carta calmó algo mi dolor, pero 
continuaba diciéndome: 

-íPero cómo he podido tratar así a un padre tan bueno! 

El 2 de octubre llegaba don Bosco a I Becchi; el 5 celebraba la fiesta del Santo Rosario y escribía al caballero Oreglia a quien había 
invitado para ir a I Becchi: 

Muy querido Señor Caballero: 

La invitación que le he hecho sólo valía para el caso en que las circunstancias se lo permitieran; pero, dado cuanto me expone, siga su 
trabajo con nuestro querido Suttil. 

Los no comprendidos en la excursión, clérigos o no, que no se inquieten: hacían falta en casa o existía algún motivo para disponerlo así. 

Mientras escribo llega Suttil, así que usted se las arregle como pueda. 

Dios le ayude a perseverar en el bien obrar, y créame. 

Castelnuovo, 5 de octubre de 1862 
Su afectísimo en Jesucristo. 
JUAN BOSCO, Pbro. 

Por la tarde, antes de la bendición con el Santísimo Sacramento, don Juan Cagliero predicó ante una multitud de sus paisanos, las 
glorias del Santo Rosario, sobre un púlpito improvisado en el patio de delante de la casa paterna de don Bosco. 

Al llegar a cierto punto de su popular sermón lleno de vida, dijo que aquella colina debía ser contemplada por todos con amor y que 

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un día sería renombrada por haber nacido en ella su venerado don Bosco. 

-íPues qué!, exclamó; puedo yo ser considerado como un admirador ciego de aquél, a quien debo llamar mi segundo padre? No quiera 
el Señor que exagere al reconocer sus méritos, pero veo en vuestra asistencia a este lugar cierta razón y esperanza de lo que yo creo 

((276)) harán nuestros seguidores. 

Agradó mucho a la gente la feliz alusión a otro tiempo aún más glorioso para don Bosco y fue sabiamente interpretada y aplaudida. 

Por aquellos días tuvo lugar un hecho sorprendente. Cierto alumno salió de casa y totalmente solo entró en el bosque. En él se tropezó 
con una persona que le dirigió vergonzosas palabras. El muchacho medio atontado entendía y no entendía; pero de repente oyó una voz 
que le repitió claramente su nombre dos veces. Como la voz le pareció de su profesor, corrió al instante a él, y le preguntó por qué le 
llamaba. Respondió el profesor que él no había llamado a nadie. Entonces se iluminó su mente, entendió el peligro que había corrido, 
comprendió que la voz salvadora no había sido simplemente una voz humana, y se presentó a don Bosco que estaba entre los muchachos. 
Fijó éste en él su mirada con tal insistencia y expresión, acompañada de una sonrisa tan signifivativa, que el muchacho se persuadió de 
que don Bosco había visto todo lo sucedido. 

Otra vez, cuando los alumnos rodeaban a don Bosco mientras tomaba su pobre cena, dijo él de repente: 

-Id a llamarme a Marcora, Salvi y Daniele. 

Corrieron algunos en su busca: habían salido sin permiso de nadie, a jugar fuera de casa. Don Bosco había dicho esto para hacerles 

comprender que no se le escapaba nada de cuanto sucedía; y los alumnos, después de haberse preguntado unos a otros, para enterarse de 
si alguno había avisado a don Bosco, exclamaron: 

-Cómo ha hecho para saberlo? 

íEn cuántas otras circunstancias similares, se oyó repetir la misma exclamacion! 

El lunes, día 6 de octubre, era la fecha fijada para la gran excursión. Amaneció un día nublado y cerrado; llovía. Los muchachos 
estaban impacientes y dijeron a don Bosco al salir de la capilla: 

-Y ahora qué hacemos? 

((277)) -Lo que hacían nuestros abuelos, respondió don Bosco. 

-Y qué hacían? 

-Dejaban caer el agua. 

A las nueve se repartió el desayuno. Brilló un poco el sol y fue 
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saludado con un aplauso general. Los ojos de todos se clavaron en don Bosco: 

-Entonces salimos? 

Reflexionó un momento don Bosco y luego, sonriendo, dijo: 

-Tengo unos soldados valientes: sin miedo; íen marcha! 

-íViva don Bosco! gritaron; íempiece la música! 

Y se echaron a andar. A las once llegaban a Castelnuovo. 

El teólogo Cinzano, lleno de alegría, había preparado espléndidamente las mesas y, acabada la comida, los viajeros emprendieron el 
camino hacia Villa San Secondo. Durante aquel tiempo había llovido y el cielo estaba amenazador. Por lo cual algunos alumnos, de 
constitución más débil, recibieron orden de quedarse en Castelnuovo y volver después a Morialdo. 

En esto que se vió a don Bosco montado en un tílburi, al que le había hecho subir un buen señor para que no fuera a pie por aquellos 
caminos fangosos. Los muchachos se apartaron a los lados para dejarlo pasar, entre vítores y aplausos: él saludándoles y agitando el 
sombrero les decía: 

-Os adelanto para ir a preparar la cena. 

Aquellos buenos muchachos siguieron camino de la meta. Volvió el sol a alegrarles, pero, una vez pasado Mondonio comenzó a llover 
a cántaros. La lluvia duró varias horas. El camino se convirtió en un arroyo y el barro arcilloso hacía difícil la marcha, ya que se pegaba 
fuertemente a los zapatos; pero a pesar de ello aquellos valientes muchachos llegaron a Piea ya de noche; temían perder el camino, si 

seguían hacia Villa San Secondo en medio de aquella oscuridad. 

-Qué hacemos ahora?, preguntaron algunos. 

-Oíd, dijo un sacerdote, al que don Bosco había dado las instrucciones necesarias por si acaso: Piea es un pueblo ((278)) que 

conocemos. Vayamos al Castillo a pedir hospedaje. 

-Vamos, respondieron todos. 

El castillo está colocado en la cima de una colina caliza, así que la subida resbaladiza y empinada fue lenta y pesada y causa de más de 

una voltereta. Pero de repente se oyeron voces amigas que invitaban a subir: desde la puerta, abierta de par en par, gritaban los criados a 
los muchachos: 

-Don Bosco os espera. 

Había llegado una hora antes, anunciando al caballero Gonella la visita de sus alumnos. 

El Caballero los recibió con alegría y, junto con su familia, preparó 
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todo para que se cambiaran la ropa, totalmente empapada. Abriéronse los armarios de la casa, del administrador y de los colonos. Los 
muchachos aparecieron disfrazados de las formas más extrañas. Uno con zuecos, otro con chancletas, quien con botas de montar, y quien 
con zapatos más grandes que su pie. Este llevaba una chaqueta de campesino, aquél un batín. Uno vestía de casaca, otro con una blusa de 
obrero y estotro con un largo abrigo. Alguno iba envuelto con una colcha, esotro con un gabán de viaje. Se encendió un gran fuego y 
colocaron sus ropas a secar. Reían todos a más no poder al contemplarse vestidos de aquel modo. Mientras tanto se preparaba en la 
cocina sopa, carne y un gran plato de polenta, que asaltaron todos con apetito devorador. Hacia las diez, como había cesado la lluvia, don 
Bosco quería partir, pero el Caballero no quiso de ningún modo, e hizo subir a todos los muchachos a una gran sala de la planta superior. 
En ella cantaron, tocaron y Bongiovanni hizo el Gianduia. Suttil entonó una canción veneciana y una romanza por él compuesta que se 
titulaba el Puente de la Piedad. Se charló familiarmente hasta media noche, con gran placer de aquellos nobles señores, que habían 
preparado mantas en abundancia, para que los muchachos no pasaran frío durante la noche. 

Mientras tanto dos de los muchachos mayores habían ido a Villa San Secondo, ((279)) donde se esperaba a don Bosco para una función 
religiosa organizada para la mañana siguiente. Así salió del apuro el pobre párroco al saber que, a pesar de la lluvia, don Bosco y sus 
muchachos llegarían a la hora convenida. 

En efecto, el martes salieron de Piea. El tiempo había mejorado. Y, hacia las diez, ya sonaba la banda a la entrada en Villa San 
Secondo. Brillaba el sol en medio de un cielo azul. 

Celebróse en la iglesia una función para la Compañía de San Luis, compuesta por muchos jovencitos del pueblo. Don Bosco bendijo un 
cuadro del angélico patrono de la juventud, pintado por Tomatis, y predicó demostrando la satisfacción que ahora debía tener San Luis 
por haber amado a Dios durante su juventud. Por la noche hubo una pequeña representación teatral, interrumpida por la lluvia. 

El miércoles, 8 de octubre, al mediodía, don Bosco salió de Villa San Secondo, después de rezar el ángelus. Lucía el sol sus galas. A las 
tres y media subían sudorosos los muchachos una colina. Pasaba por el camino un señor, que había colaborado activamente en las 
anexiones de 1860 y al ver a don Bosco lo llamó desde la cerca de su huerto. Reconoció don Bosco la voz pero, volviéndose a uno de sus 
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sacerdotes, que iba a su lado, le dijo: 

-No miremos, no respondamos. No nos conviene pararnos. 

Finalmente se oían los sones de la banda a la entrada de Calliano. El párroco, doctor José Sereno con su coadjutor, salió al encuentro de 
don Bosco, quien aquella misma mañana le había enviado un mensaje rogándole buscara el pan necesario para los que le acompañaban. 
El párroco ofrecióle cordialmente su nueva casa parroquial, cuya construcción se había terminado aquel año, para alojar a los muchachos. 
Hizo preparar allí en un momento mesas y sillas para comer. Y presentó un verdadero banquete con una buena menestra. Pero quiso que 
don Bosco fuera a comer con él en la casa vieja. El siervo de Dios deseaba partir ((280)) poco después, pero aquel excelente sacerdote no 
se lo permitió. Así que, por la tarde, se impartió la bendición solemne con cantos ejecutados por coro y orquesta; y, a las nueve, se dio 
una función teatral para toda la población en un patio iluminado con antorchas y lámparas de aceite. Los muchachos del pueblo 
particularmente pasaron una velada inolvidable. Mientras tanto, el párroco preparaba en la casa nueva el dormitorio con una gran cantidad 
de paja. 

A la mañana siguiente, 9 y jueves, los muchachos del Oratorio ofrecieron al pueblo un espectáculo edificante en la iglesia, oyendo 
devotamente la santa misa y comulgando en gran número. 

A las diez partieron y, hacia las doce, junto a la aldea de San Desiderio, se encontraron los jóvenes con un compañero suyo que estaba 
de vacaciones. Se oyó por todas partes: 

-Accomasso, Accomasso... 

Y aquél, abriéndose paso entre sus compañeros que lo aplaudían, llegó ante don Bosco, besó su mano e invitóle en nombre de sus 
padres a entrar un momento en su casa, mostrándose muy satisfecho de tener consigo a don Bosco. Había él además preparado para sus 
amigos una buena merienda al aire libre. 

Reemprendida la marcha, pasaron por Grana y se dirigieron hacia Montemagno, para visitar al marqués Domingo de Fassati y a la 
señora Marquesa. 

Mientras la comitiva se acercaba a la población un muchacho de unos doce años, lleno de vida, y de familia acomodada, estaba en aquel 
momento jugando en un valle con otros compañeros, junto a la ermita de Nuestra Señora de Valino. De repente oyó el redoble del tambor 
y a continuación el tañido de las trompas. 

-Qué es esto?, exclamó. íVamos a ver! 

Y sin más, dejando en el prado el sombrero, los zapatos, y la chaqueta, 
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que se había quitado, corrió sin parar con los compañeros hacia el lugar donde se oía la música. Don Bosco acababa de entrar en el 
pueblo y se había detenido en la plaza. El muchacho se abrió paso entre la multitud y, a fuerza de empujones, llegó a primera fila y se 
plantó ante don Bosco. El santo sacerdote se ((281)) impresionó por la fuerza de su mirada y por su cara, que dejaba traslucir una alma 
abierta, y le dijo: 

-Quién eres tú?
-Luis Lasagna.
-Quieres venir conmigo a Turín?
-Para qué?
-Para estudiar con todos estos muchachos.
-Y por qué no?
-Si quieres venir, dile a tu madre que venga a hablar conmigo, mañana por la mañana en Vignale, en casa del señor Cura.
La banda de música y los muchachos subían mientras tanto al castillo, de donde bajaba ya el Marqués para recibir a don Bosco,


satisfecho de que hubiese querido darle aquella sorpresa. Hizo su hijo que prepararan un refresco abundante para los viajeros. Su madre, 
la señora Marquesa, le había dicho: 
-Manuel, íque quedes bien! 

Don Juan Cagliero tocó el piano, se cantó, se recitaron algunos versos de agradecimiento a aquellos queridos señores, y la banda que ya 
había hecho oír sus sinfonías en el patio, las continuó mientras salía de la casa el insigne bienhechor y recorría el camino que se dirigía 
hacia Vignale. Este pueblo está en frente de Montemagno, colocado sobre una de las más altas colinas del Monferrato. 

En Vignale esperaban a don Bosco en su castillo el conde y la condesa de Callori. Esta noble señora, en 1861, había estado comiendo 
en Montemagno con la marquesa de Fassatti a tiempo de llegar don Bosco. Fue allí donde la Condesa le invitó a ir a Vignale con sus 
muchachos, al año siguiente. Don Bosco le respondió: 

-Pero usted me invita de verdad?
-Claro que sí; y será para mí una gran satisfacción.
-Pues iré.
Después, la Condesa, que sufría diversas cruces y molestias, dijo a don Bosco:
-Ruegue para que se acaben mis tribulaciones.
Levantó don Bosco los ojos al cielo un momento, según era su costumbre, y respondió:
-íAh, no; yo no ruego por usted para ese fin!


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-Entonces quiere decir que seguirán? 

((282)) -Seguirán. 

-Y a lo mejor crecerán? 

-Crecerán. 

-íPaciencia! 

Don Bosco había predicho su porvenir: 

Así las cosas, don Bosco fue a Vignale hacia las ocho de la tarde. 
Acudió tal cantidad de campesinos que desordenaron las filas de los muchachos: el conde Federico Callori que salió a su encuentro, no 
pudo llegar hasta él, y colocándose a la cabeza de los músicos, volvió a subir guiándolos hasta el castillo, con mucho esfuerzo. Don 
Bosco iba en medio de aquella gente, que lo apretujaba de tal modo, que apenas si podía moverse, escoltado por unos cuantos jóvenes 
robustos, que impedían con sus espaldas que fuera empujado de un lado para otro. Muchas antorchas encendidas iluminaban el camino. 
Finalmente el primogénito, condesito Julio César, con grandes esfuerzos de sus codos, abrió paso a don Bosco y lo acompañó con todos 
los suyos hasta el magnífico castillo, cuyas salas y corredores estaban tenuemente iluminados. El mismo llevó a los alumnos hasta unas 
mesas magníficamente preparadas, y después los hizo subir a las habitaciones de la última planta, donde estaba todo preparado para que 
pudieran dormir cómodamente. 

El viernes, día 10, celebró don Bosco la misa en la hermosísima capilla del castillo. Asistieron a ella los nobles huéspedes y los 
alumnos, los cuales se situaron en el salón contiguo ante la puerta, ya que no había espacio para todos. 

Durante aquellos días el profesor Celestino Durando examinó a los muchachos que habían sido presentados a don Bosco para ingresar 
como estudiantes en el Oratorio, en una sala que le asignó el Conde. 

Entre éstos estaba el jovencito Luis Lasagna, cuya madre le había acompañado a Vignale. El párroco de Montemagno, don Evasio 
Beccaris, lo presentó a don Bosco con tres compañeros más. Don Bosco les contempló y dijo: 

-De los otros tres no puedo decir nada: pero puedo asegurar que el del cabello rubio (Lasagna) dará buen resultado. 

((283)) Aquellos muchachos fueron aceptados por don Bosco para estudiar. 

El sábado acompañó el condesitso a los alumnos a visitar las ruinas del antiguo castillo, donde está el panteón de la noble familia de los 
Callori, cercado de altos cipreses. 
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El domingo 12 de octubre, se celebró en la parroquia la fiesta del Sagrado Corazón de María. Don Bosco y otros sacerdotes estuvieron 
confesando durante cuatro largas horas. Hubo comunión general. A las diez, misa cantada por un sacerdote del Oratorio, servido por diez 
monaguillos del clero infantil. Don Juan Cagliero dirigió el coro. Después de vísperas, predicó don Bosco en piamontés. La iglesia, de 
una sola nave amplia y majestuosa, estaba abarrotada de fieles. Don Bosco narró la historia de la Archicofradía del Sagrado Corazón de 
María para la conversión de los pecadores, e hizo observaciones tan eficaces sobre este tema que el auditorio quedó profundamente 
conmovido. 

El párroco don José Goria, que asistía revestido de muceta, estaba atentísimo sobre manera y no apartaba sus ojos, arrasados en 
lágrimas, del predicador, que habló durante más de una hora sin que a nadie le pareciera largo. Al terminar el sermón, bajó don Bosco del 
púlpito, entró el párroco en la sacristía atestada de gente, se presentó ante él llorando y le besó la mano, agradeciéndole el bien que había 
hecho a sus feligreses y particularmente a su alma. 

Después del sermón se cantaron las letanías, se impartió la bendición, y luego hubo teatro, fuegos artificiales y suelta de globos 
aerostáticos. 

Un hecho aún más memorable sucedía aquella misma noche. Un buen número de muchachos rodeaba a don Bosco; estaban entre ellos 
José Buzzetti y el estudiante Modesto Davico. Cuando he aquí que don Bosco, después de un momento de ensimismamiento, dijo: 

-Pongámonos de rodilllas y recitemos una Avemaría y un De profundis por aquél de vuestros compañeros que morirá esta noche. 

íEs fácil imaginar el estupor de los muchachos! Pusiéronse de rodillas ((284)) y recitaron aquellas oraciones. Davico se levantó y dijo a 
don Bosco: 

-íCaramba! Esta si que es buena. Nos trae de paseo y nos dice que tenemos que morir... 

Y don Bosco dirigiéndose a todos ellos, replicó: 

-Davico tiene miedo, eh? Teme que le toque a él. 

-Yo no tento miedo; pero, claro está, no son noticias como para ponerse a cantar. 

-Tranquilos; ninguno de vosotros está destinado a morir. El que tiene que morir está ahora en el Oratorio sano y satisfecho, corriendo 
por el patio con los demás compañeros y no sabe que, antes de que amanezca, deberá presentarse ante el tribunal de Dios. 
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«Después de cenar, nos escribe Jerónimo Suttil en 1888, estábamos todos en la capilla para rezar las oraciones. Nos acompañaban los 
señores de la casa. 

»Al terminar las oraciones de costumbre, don Bosco que estaba arrodillado en la grada del altar, se levantó, se volvió a nosotros y dijo 
con voz clara; 

»-Recemos por uno de los nuestros que se encuentra gravemente en el Oratorio. 

»A la mañana siguiente nos enteramos de un suceso que nos asombró. Eran las diez de la noche, cuando don Bosco encomendó a 
nuestras oraciones el moribundo. De noche los carteros no reparten el correo. En Vignale no había telégrafos. Pues bien, a pesar de eso, a 
la mañana siguiente, a las cinco, reunidos todos en la capilla para las oraciones, don Bosco, antes de revestirse para celebrar la misa, 
volvióse como la noche anterior y nos dijo: 

»-Recemos un De profundis por el alma del muchacho que murió esta noche en el Oratorio. 

»Al día siguiente, esto es el martes, llegaba una carta de don Víctor Alasonatti en la que contaba la muerte sucedida durante la noche 
señalada. Garantizo la precisión del hecho, que nunca he podido olvidar, de tanto como me impresionó. También monseñor Cagliero y 
otros de los que estuvieron en el paseo se acuerdan de ello y darán testimonio conmigo.» 

((285)) Leemos en las páginas necrológicas del Oratorio: «12 de octubre de 1862: muere de repente Rosario Papalardo, natural de 
Giarre, provincia de Catania». Era un muchacho de diez años, gordo, rubio, bajito de estatura que vestía uniforme de artillero. Tal lo 
describe José Sandrone, conocido y compañero suyo, el cual estuvo presente a la profecía de don Bosco y confirma el maravilloso caso. 
Se había acostado aquella noche sano y despabilado y amaneció muerto en la cama. 

El día 13 de octubre, después de comer, se dio permiso a los muchachos organizados en pequeños grupos para visitar los alrededores de 
Vignale. El 14, fueron todos con don Bosco a Casorzo, invitados por el párroco, don Félix Bova, hombre celosísimo, el cual los recibió 
con una benevolencia y generosidad inimaginables. Alegraron a la población con cantos, música y una representación teatral. Don Bosco 
tuvo ocasión de ejercitar su celo no sólo en favor de los muchachos, y de toda suerte de personas, sino también en favor de los sacerdotes. 

Estaba ya a punto de salir de Casorzo cuando se le presentó con 
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ansias de conocerle, cierto sacerdote de familia rica, elegantemente vestido, más como un seglar que como un sacerdote, con zapatos de 
charol, corbata y alfiler de oro, a la última moda. Comenzó dándole el parabién por el agradable conjunto de sus muchachos y por su 
buena conducta, y le presentó sus felicitaciones y elogios por la educación que les daba. Don Bosco dejó caer aquella elocuente lluvia de 
alabanzas sin mirarle a la cara, ni prestar atención a sus palabras y, cuando acabó, como si no le hubiera visto ni escuchado, le dijo: 

-Quién es usted? De dónde viene? 

-Soy de Asti, respondió, y al haberme enterado de su paso por este pueblo, me creí en la obligación de conocer a un hombre tan grande. 

-íCómo!, exclamó don Bosco, y usted se ha atrevido a venir hasta aquí desde Asti, vestido de ese modo? 

((286)) -Sí; hace ya mucho que visto así y nadie me ha dicho nada. 

-Y el Vicario Capitular de Asti, replicó don Bosco, no le ha prohibido ir de este modo? 

Y empezó a demostrarle, con toda vehemencia, el mal que hacía yendo así. Fue un diálogo largo, tras el cual, con diversas razones y 
excusas, terminó aquel sacerdote por aceptar reverentemente las advertencias de don Bosco. Al día siguiente, se presentó en Vignale 
vestido de sotana y se entretuvo un rato con don Bosco, para asegurarle que en adelante seguiría sus saludables consejos. 

Mientras tanto don Bosco, que buscaba la manera de retornar a Turín, envió al clérigo Juan Bautista Anfossi al comendador Bona, 
director general de ferrocarriles, para pedirle dos vagones de tercera clase y gratuitos, para el destino que requiriese el itinerario del paseo. 
El comendador lo recibió amablemente, oyó la petición y dijo al clérigo que volviese a la mañana siguiente para saber la respuesta. Esta 
fue una carta en la cual, recordando las benemerencias de don Bosco con la Sociedad y el Estado, le concedía aquel favor. Debía 
presentar su carta a cualquier Jefe de Estación, a quien se le ordenaba que pusiera a disposición del Oratorio dos vagones gratuitamente, 
para cualquier línea que le fuere indicado. Este favor se renovó en los paseos de 1863 y 1864. 

En cuanto don Bosco recibió la carta del comendador Bona, decidió partir de Vignale, donde se había ganado los corazones con su 
amabilidad y firmeza en el hablar. 

Estos sus generosos huéspedes deben contarse entre los más grandes y constantes bienhechores de todas las obras salesianas. La señora 
Condesa había prometido a don Bosco colaborar con una importante 
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cantidad de dinero para la construcción del colegio de Mirabello y cumplió su palabra con largueza. Fue siempre una verdadera madre 
para él. Solía pedirle consejo para muchas cosas y, por lo general, siempre iban de acuerdo, ((287)) porque ella conocía perfectamente el 
espíritu y las intenciones del siervo de Dios. 

Cuando él se decidió a levantar el templo de María Auxiliadora, le habló de ello sin darle a conocer el título y le preguntó: 

-A quién dedicaremos esta iglesia? 

-A María Auxiliadora de los Cristianos, respondió inmediatamente la Condesa. 

Lo mismo sucedió con la iglesia de San Juan Evangelista, en la Avenida del Rey, cuyo título ya tenía don Bosco proyectado en su 
corazón. En cambio, mientras él soñaba con levantar un monumento a Pío IX, ella tenía la intención de perpetuar el nombre de don 
Bosco. 

Así las cosas, el martes, avanzada la mañana, partía de Vignale. La Condesa le había entregado mil liras en oro para los gastos del viaje. 
El párroco de Camagna, don Pedro Varvelli, había preparado un refresco para toda la comitiva, que llegaba a Mirabello al atardecer, 
donde dormía una noche, albergada por el señor Provera. Con él, que ya había hecho preparar los planos del nuevo colegio y acopiado 
muchos materiales, determinó don Bosco que se acelerasen los trabajos, de forma que estuvieran terminados para el año siguiente. 

El día 15 se hizo el recorrido de Mirabello a Alessandria. Hubo una parada a mitad de camino, en Castelletto Scazzoso, donde ya tenía 
preparado un refresco en casa del párroco. 

Llegaron entrada la noche a Alessandria. Silenciosamente fueron al Seminario. Allí les aguardaba el Rector, Pedro Parnisetti, el cual 
recibió alegremente a don Bosco y le declaró dueño y señor de la casa. Cenaron y se asignó a cada uno para dormir una celda de los 
seminaristas, que estaban todavía de vacaciones. 

El día 16, jueves, celebraron sus devociones de costumbre en la hermosísima capilla del Seminario y fueron luego a visitar todas las 
iglesias y monumentos de la ciudad. Mientras tanto, iba don Bosco a saludar al Vicario general, doctor ((288)) Felipe Ansaldi, que era 
párroco de la Catedral, y a otros conspicuos personajes seglares y del clero. 

El 17, viernes, por la mañana, gracias a un permiso extraordinario del conde Radicati, General de la plaza, visitaron la formidable 
ciudadela de la Ciudad. Después de comer, los muchachos fueron hasta Marengo, para contemplar el campo de la famosa victoria de 
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Napoleón Bonaparte sobre los austríacos el 14 de junio de 1800 1. Entraron en el palacio donde se guarda, juntamente con la carroza de 
Napoleón I, todo un museo de armas y objetos del suceso histórico, que don Bosco les contó detalladamente. Entrada la tarde, se dio un 
espectáculo teatral al que asistieron muchos invitados. 

El sábado por la mañana, 18 de octubre, fue don Bosco con todos sus alumnos a saludar a la Virgen llamada de la Salve. Y después de 
comer, al son de la música por las calles, se trasladaron hasta la estación de ferrocarril. Iba delante con su bastón, como un tambor mayor, 
el párroco de san Pedro, teólogo Lorenzo Grossi. Era él quien había invitado a don Bosco a ir a Alessandria con sus alumnos, quien había 
obtenido el permiso para tocar por las calles de la ciudad y quien había salido a su encuentro a la llegada. Don Bosco se presentó 
acompañado de muchos sacerdotes, de los canónigos Víctor Bolla y Carlos Braggione, sus amigos y cooperadores, e inmediatamente fue 
a saludar al Jefe de Estación. Cuando llegó el tren, subieron los muchachos a él y se despidieron de Alessandria con vítores y música. 

Al caer de la tarde entraban los viajeros en el Oratorio al son de las trompetas. Estaba ya el Oratorio repleto de alumnos, que habían 
vuelto de vacaciones, más los nuevos, los cuales salieron a recibir a don Bosco y besarle la mano. Luego rodearon a los que volvían de la 
excursión, les quitaron de la espalda sus fardos. y empezaron las mil preguntas, que siguieron durante varias semanas, para enterarse de 
sus aventuras. 

Mientras don Bosco cenaba le informaron de que el pobre Pedro... que, como ya hemos dicho, no había podido participar en ((289)) la 
excursión, estaba enfermo con fiebre desde hacía algunos días. Aquella misma noche fue don Bosco a visitarle en la enfermería. 

«Vino enseguida, escribió el joven, me consoló, me confesó, me dió su bendición y no me habló de mi falta. Seguí enfermo varios 
meses, siempre con el pesar de haber disgustado a don Bosco, pero finalmente me rehíce.» 

1 14 de junio de 1800. -Así reza en cuantos libros de historia y enciclopedias universales he consultado. El texto original de las 
Memorias dice el 17 de junio. (N. del T.) 
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((290)) 

CAPITULO XXIX 

RECONOCIMIENTO DE LOS RESTOS MORTALES DEL VENERABLE DON JOSE CAFASSO -DON BOSCO HA SIDO 
ENVIADO POR DIOS PARA LA JUVENTUD -LECTURAS CATOLICAS: RECUERDOS A LOS JOVENES: DESGRACIA DEL 
HOLGAZAN -AMENA NARRACION DE UN VIEJO SOLDADO DE NAPOLEON -DON DOMINGO PESTARINO VA AL 
ORATORIO Y SE ENTREGA TOTALMENTE A LAS OBRAS DE DON BOSCO -QUIEN ERA DON DOMINGO PESTARINO 
-DON BOSCO PREVEE EL FUTURO INSTITUTO DE LAS HIJAS DE MARIA AUXILIADORA -DON BOSCO PRESENTA AL 
MINISTERIO DE GOBERNACION UN PROYECTO DE CONSTRUCCION PARA UN HOSPICIO DE NIÑOS POBRES MENORES 
DE DOCE AÑOS -FINALIDAD DE ESTE PROYECTO -EL MINISTERIO DE LA GUERRA REGALA AL ORATORIO 
INDUMENTARIA MILITAR 

LA necesidad de hallarse presente para la apertura del curso escolar y asistir a un acto triste, pero muy querido, reclamaron a don Bosco 
en Turín. Había parecido a los admiradores de don José Cafasso que no era conveniente que sus restos siguieran sepultados en una fosa 
común de tierra y pensaron recubrirla con un muro. Se obtuvo la autorización de las autoridades competentes y se desenterró el ataúd. Se 
encontraba en óptimo estado. Cantando el Miserere se llevó a la capilla del Cementerio, donde permaneció toda la noche. 

A la mañana siguiente se cantó una misa de réquiem y las correspondientes exequias, ante un numeroso público, provisto de la oportuna 
entrada. Después, se entonó de nuevo el Miserere y se llevó el ataúd al lugar primitivo. Durante la función se rodeó totalmente de un 
muro la fosa y se forjó una ((291)) bancada, para que la caja no descansara sobre la misma tierra y se guardase mejor de la humedad. Allí 
mismo se renovaron las absoluciones y se descubrió el cadáver. Con maravilla de todos estaba intacto, lo mismo que se le había colocado 
dos años y cuatro meses antes, salvo una oreja algo deteriorada y los cabellos que habían crecido unos centímetros. El canónigo Galletti 
pronunció unas palabras de homenaje, se cubrió 
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de nuevo el ataúd, se cerró con llave y volvió a colocarse en su lugar, mientras los presentes arrojaban sobre él las flores que habían 
llevado consigo. Alguna semana más tarde se colocó una lápida con una inscripción. 

El año 1891 se celebró el segundo reconocimiento y no se encontró más que el esqueleto. 

Mientras don Bosco demostraba su filial cariño al santo y venerado maestro, se terminaba la expedición de las Lecturas Católicas de 
noviembre y entregaba a la imprenta el original de las del mes de diciembre, cuyas pruebas había examinado y corregido durante la 
excursión otoñal. 

Léese en la crónica de Ruffino, al día 28 de octubre: «Don Bosco ha dicho: -El Señor me ha enviado para los muchachos, por tanto es 
preciso que abandone todo lo demás y conserve mi salud para ellos. -Pero, qué debía abandonar, si todo lo suyo, directa o indirectamente 
no se refería nada más que a los muchachos?». 

Por ellos también imprimía las Lecturas Católicas. Paravía había publicado para el mes de noviembre: Germán el ebanista o los efectos 
de un buen consejo 1. La conclusión de este relato era que en las familias de los obreros practicantes de la religión reina la felicidad y, 
por el contrario, impera la miseria y la desolación en las que no aman a Dios. 

Don Bosco añadía un apéndice dirigido al bien de los jóvenes que viven en familia y en medio de los peligros del mundo. 

((292)) RECUERDOS 

1.° Procurad vencer la ilusión que suelen padecer los muchachos de vuestra edad pensando: que aún tenéis mucho tiempo por delante. 
Esto es muy incierto, queridos amigos míos, y; en cambio, es cierto y seguro que habréis de morir y que, si morís mal, estáis perdidos 
para siempre. Preocupaos, por tanto, de prepararos para la muerte, procurando más que ninguna otra cosa estar en gracia de Dios. 

2.° Si hacéis algún bien, el demonio y vuestra pereza os dirán que es demasiado y quizá el mundo os tachará de beatos y escrupulosos; 
pero vosotros pensad que en la muerte todo os parecerá poco y mal hecho, y entonces veréis el engaño que sufristeis. Esforzaos por 
reconocerlo ahora. 

3.° Una de las cosas que deberían considerar y estudiar siempre los jóvenes es la elección de estado. Por su desgracia piensan poco en 
ello y por eso la mayor parte se equivoca; se hacen unos infelices para toda la vida, y corren el riesgo de serlo por toda la eternidad. 
Vosotros reflexionad en ello, pedid siempre a Dios que os ilumine y no os equivocaréis. 

4.° Hay dos cosas contra las que no se lucha y que nunca se superan suficientemente: 

1 Armonía, 27 de noviembre de 1862. 
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nuestra carne y el respeto humano. Dichosos vosotros, si os acostumbráis a combatir contra ellas y a vencerlas en vuestra tierna edad. 

5.° Un poco de diversión no es malo; pero resulta difícil escogerla y después moderarse. Haced, pues, así. Que vuestras distracciones y 
vuestras diversiones estén aprobadas por vuestro confesor y no lleguéis nunca hasta la saciedad; y cuando os abstengáis de ellas para 
venceros, sabed que habéis obtenido una gran victoria y una hermosa ganancia. 

6.° Hasta que no vayáis a gusto a confesaros y a comulgar, y hasta que no os agraden los libros piadosos y los compañeros devotos, no 
creáis tener todavía una sincera devoción. 

7.° El muchacho que todavía no es capaz de soportar una injuria sin vengarse de ella, y que no tolera las reprensiones, aun injustas, de 
sus Superiores, y más aún de sus padres, está todavía muy atrás en el camino de la virtud. 

8.° No hay veneno más perjudicial para los jóvenes que los libros malos. Hay que temerlos mucho en nuestros tiempos, porque son muy 
numerosos y descarados en cuanto a religión. Si amáis la fe, si amáis vuestra alma, no los leáis, sin que antes hayan sido aprobados por el 
confesor u otras personas de reconocida doctrina y esclarecida piedad; pero reconocida y esclarecida, entendedlo bien. 

9.° Mientras no tengáis miedo y no huyáis de las malas compañías no sólo debéis pensar que os encontráis en gran peligro, sino incluso 
temed ser malos vosotros mismos. 

10.° Elegid siempre los amigos y compañeros entre los buenos conocidos, y de éstos, los mejores; más aún, imitad lo bueno y lo mejor 
de éstos y huid de sus defectos, porque todos los tenemos. 

((293)) 11.° No seáis obstinados en vuestro obrar, pero tampoco seáis inconstantes. Siempre he visto que los inconstantes, que 
fácilmente cambian de resolución sin graves motivos que les determinen a ello, acaban mal en todo. 

12.° Una de las mayores locuras de un cristiano es la de aguardar siempre a ponerse en el buen camino, diciendo después, después; 
como si estuviese seguro del tiempo venidero y como si le importase poco el hacerlo pronto y ponerse a salvo. Sed, pues, prudentes y 
poneos en regla enseguida como si tuvierais la certeza de no poderlo hacer después. Confesaos cada quince días a más tardar; haced un 
poco de meditación y de lectura espiritual cada día; el examen de conciencia todas las noches; la visita al Santísimo Sacramento y a la 
Virgen; cumplid con la Congregación; haced el ejercicio de la buena muerte; pero sobre todo, tened una devoción a la Santísima Virgen 
grande, tierna, verdadera y constante. íOh, si supieseis la importancia de esta devoción, no la cambiaríais por todo el oro del mundo! 
Tenedla, y espero que un día diréis: Venerunt mihi omnia bona pariter cum illa (Todos los bienes me vinieron con ella). 

Se mienta en estos recuerdos la Congregación; se refiere a las reuniones de los estudiantes durante los días festivos para cumplir en la 
propia iglesia o en la parroquia con la obligación de la santa misa y la de la instrucción religiosa. En muchas escuelas aún públicas, 
todavía estaban con vida aquel año, pero languidecían por el descuido de la autoridad eclesiástica; y muy pronto el soplo de la revolución 
debía extinguirlas, sobre todo en las grandes poblaciones. 
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La imprenta de Armonía, calle de la Zecca, casa Birago, imprimía en el mes de diciembre el opúsculo El trabajo, discurso del famoso 
orador en la catedral de París, padre Félix, de la Compañía de Jesús, a la juventud estudiantil, con motivo de una solemne distribución de 
premios. Se exponen en él los mismos razonamientos que tantas veces repetía don Bosco a sus alumnos. El trabajo, ya sea material ya sea 
intelectual, obliga a todos los hombres: con el sudor de tu frente comerás tu pan. El ocio es el padre de todos los vicios y de desgracias 
sin cuento. Si el trabajo forma al hombre, el ocio lo coloca en la imposibilidad de prever, debilitando el entendimiento y disminuyendo la 
voluntad. El Espíritu Santo describe al ocioso en el libro de los Proverbios: -El perezoso quiere y no quiere. -Los deseos ((294)) matan al 
perezoso, porque sus manos no han querido hacer nada. -El perezoso esconde su mano bajo el brazo y no la lleva ni a su boca. -Lo mismo 
que la puerta gira sobre sus goznes (sin moverse de su lugar), así hace el perezoso en su lecho. -La pereza hace venir el sueño y el alma 
negligente pasará hambre. -El (vano) temor abate al perezoso; y dice (para excusar su gandulería): ahí fuera hay un león: me matará en 
mitad de la plaza. El camino de los perezosos está casi todo él rodeado de espinas. 

El Padre Félix, después de citar las sentencias de la Escritura, añadía la suya a los jóvenes estudiantes deseosos de enriquecer su propia 
inteligencia. 

«La ciencia amplia, clarividente y profunda no se adquiere sin un trabajo constante. El hombre no sabe más que lo que retiene; no 
retiene más que lo que aprende y no aprende más que lo que acumula y hace suyo con el trabajo de su mente: he ahí, si yo no me 
equivoco, cuál es el verdadero y filosófico sentido de esta palabra tan simple y tan profunda: aprender.» 

Para completar el número de páginas programado de este opúsculo, añadió el fascículo, impreso en el Oratorio, titulado: Amena 
narración de un antiguo soldado de Napoleón I, por el sacerdote Juan Bosco. Se trata de uno de los muchísimos relatos que don Bosco 
hacía a los muchachos durante los recreos, al que añadió a manera de apéndice unas breves notas sobre la vida y martirio de dos católicos 
anamitas 1. 

Mientras tanto, tuvo don Bosco la satisfacción de encontrarse con don Domingo Pestarino, apenas volvió al Oratorio. Es necesario dar 
unos datos biográficos de este excelente sacerdote, nacido en Mornese, 

1 Anamita: natural de Anam, región de la Indochina. (N. del T.) 
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diócesis de Acqui, el 5 de enero de 1817. De jovencito, dotado de mucha bondad, ingresó en el seminario de Génova, donde cursó 
estudios elementales, humanísticos, filosóficos y teológicos. Era todo un modelo de mortificación y profesaba apasionado amor a Jesús 
crucificado y a la Virgen de los Dolores. Siendo clérigo, y más tarde sacerdote, ejerció el cargo de prefecto de los seminaristas y supo 
ganarse el corazón de todos ellos con su dulzura, al extremo de que logró hacer florecer la piedad y la ((295)) frecuencia de los 
sacramentos. Sus íntimos amigos, el docto sacerdote Cayetano Alimonda, el prior de Santa Sabina, Frassinetti, el celoso misionero Sturla, 
siempre hablaban de él como de un sacerdote ejemplar. Los sectarios le tenían entre ojos, por lo que en 1849 volvió a su pueblo; pero se 
encontró con que en Mornese se había apagado la devoción y era muy escasa la frecuencia de los Sacramentos y, lo que es peor, había 
graves desórdenes entre la juventud con gran escándalo de todo el pueblo. 

Su celo apostólico cambió en poco tiempo el ambiente, hasta tal punto que monseñor Modesto Contratto se vio obligado a decir, en su 
visita pastoral a aquella población: 

-Mornese es el jardín de mi diócesis. 

Cuando don Domingo Pestarino volvió a Mornese, era extraño que alguien comulgara entre semana; pocos años después la mayor parte 
de hombres y mujeres acudían a diario a la sagrada mesa. Era todo para todos, pero tenía un entusiasmo especial por la juventud. Baste 
señalar los ardides que empleaba en los últimos días de Carnaval, para alejar a los jóvenes de toda suerte de desórdenes y peligros. 
Reunía a todos en su propia casa, preparaba a su costa cuanto fuere menester para entretenerlos con juegos honestos, cánticos y teatro. 
Sacaba botellas, dulces y todo lo necesario para una sana alegría y estaba siempre con ellos. A una hora discreta de la tarde iban todos 
juntos a la iglesia parroquial a rezar las oraciones y, después, se marchaba cada cual a su casa a descansar, no sin haber sido invitado para 
asistir a la santa misa de la mañana siguiente, para rezar el rosario y acercarse a los sacramentos. Procuraba los mismos entretenimientos 
para las muchachas, en otra casa, bajo la dirección de la maestra Maccagno, y todo por su cuenta. 

Esta buena maestra, a la que él guiaba espiritualmente, ya en 1850, a la edad de dieciocho años, había determinado entregarse 
totalmente a Dios, sin hacerse religiosa y permaneciendo en el siglo. Buscó otras compañeras dispuestas a seguir su ((296)) plan de vida y 
formó la Pía Unión de Hijas de María Inmaculada, que empezó el 8 
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de diciembre de 1855. Era un Instituto secular, cuyas asociadas, aun permaneciendo en sus casas, en medio del mundo, por cuanto les 
fuera posible, debían buscar los medios más oportunos para alcanzar la perfección cristiana y ejercitar su celo para la salvación eterna de 
las personas en medio de las cuales tenían que vivir. 

La pía unión estaba fundada con la intención de suplir la imposibilidad de muchas doncellas para ser admitidas en los Institutos 
religiosos por falta de dote o por otros impedimentos personales o familiares. Solamente debían inscribirse en ella las doncellas deseosas 
de alcanzar la perfección cristiana con la práctica de los tres consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, mas sin hacer votos 
y sin adquirir ninguna obligación de conciencia, faltando a la cual no pudieran cometer ni siquiera pecado venial. La pía unión tenía un 
reglamento sencillo, que comprende los deberes de las doncellas para alcanzar su doble fin; las normas para sus reuniones, que debían ser 
privadas a manera de conversaciones espirituales; y el sistema de vida que debían llevar. El 20 de mayo de 1857, monseñor Modesto 
Contratto, obispo de Acqui, otorgaba su pleno consentimiento a la piadosa asociación y aprobaba sus Capítulos. Esta se propagó con tal 
rapidez que en 1862 estaba establecida por casi todas las provincias de Italia 1. 

Don Domingo Pestarino había encomendado a la fundadora el cuidado de toda la juventud femenina de Mornese, que le quería y 
obedecía lo mismo que los jóvenes. Era incansable para predicar y confesar, lo mismo de día que de noche. Sucedióle en alguna ocasión 
((297)) que se pasó quince horas seguidas en el confesonario. Quería a todos, hacía el bien a todos, y era enormemente querido por todos. 
En verdad podía ser llamado el verdadero amigo del pueblo. Sus paisanos le eligieron en varias ocasiones concejal del Ayuntamiento. Y 
él correspondió a su confianza promoviendo sin cesar el bienestar espiritual y material. Y esto no fue sólo con los habitantes de Mornese: 
hasta en los pueblos vecinos no se tomaba decisión alguna de importancia, sin contar con don Domingo. 

Así era don Domingo Pestarino, el cual, habiendo oído hablar de don Bosco, se empeñó en conocerle. Pero antes de partir para Turín, 
fue al Santuario de la Virgen de la Rochette en compañía del teólogo Ramón Olivieri, arcipreste de Lerma, que era quien le había 
sugerido aquella peregrinación para pedir a la Madre celestial que le 

1 Vida e Institución de Santa Angela de Merici, por José Frassinetti, Prior de Santa Sabina en Génova. Tipografía Salesiana. Turín. 
Véanse también las obras del mismo autor: Rosa Cordone, Rosina Pedemonte, La monja en casa. 
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manifestase su voluntad. Y se sintió inspirado para dedicar su vida y sus bienes, que eran abundantes, a don Bosco. Llegó a Turín con tal 
fin. Y quedó tan admirado del celo y de la caridad de don Bosco, que trabó amistad con él. Se enamoró del espíritu de la Sociedad 
Salesiana y quiso formar parte de ella inmediatamente, empezando a practicar sus reglas de un modo ejemplar. Prometía ilimitada 
obediencia a don Bosco, y estaba dispuesto a quedarse en el Oratorio. Pero el siervo de Dios, en vista del bien que realizaba en el siglo, 
quiso que siguiera viviendo en su pueblo. 

Había comprendido también la necesidad de no privar a la Unión de las Hijas de María Inmaculada de Mornese y otros lugares de un 
Director tan piadoso y prudente. 

Previó entonces don Bosco que, a la vuelta de diez años, elegiría algunas de las más virtuosas de aquellas jóvenes de Mornese para 
comenzar la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora? 

Parece que sí, puesto que en 1863, la señora Carolina Provera, de Mirabello, hermana de nuestro Francisco, deseosa de entrar en una 
congregación religiosa, habló de ello con don Bosco y éste le respondió: 

-Si quiere esperar un poco, también ((298)) don Bosco tendrá religiosas Salesianas, igual que ahora tiene sus clérigos y sus sacerdotes. 

Pero ella no creyó oportuno esperar y se fue a Francia, donde profesó en la Congregación de las Fedeli compagne (Fieles compañeras). 
Don Evasio Rabagliati la encontró en París el año 1890, entre las Superioras de la calle de la Santé, y la buena religiosa le contó las 
palabras oídas de labios de don Bosco. 

Don Domingo Pestarino volvió a Mornese, mientras don Bosco esperaba contestación a una instancia dirigida al Ministro de 
Gobernación, Urbano Rattazzi, que le había entregado quinientas liras para la tómbola. En su mente prodigiosa siempre encontraba 
nuevos planes para ayudar a los muchachos, y nuevos aspectos dentro de un mismo plan, para ampliar su obra y renovar los medios para 
obtener ayuda. 

Excelencia: 

El abajo firmante respetuosamente expone a S.E. una necesidad que hace tiempo se hace sentir gravemente entre nosotros: se refiere a 
los muchachos menores de doce años. 

Esta casa del Oratorio y otras similares de beneficencia pública atienden a los que ya llegaron a esta edad. Pero a menudo se encuentran 
niños totalmente pobres y 
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abandonados, a quienes no se puede atender, lo mismo que ese Ministerio se encontró varias veces en el mismo caso. 

El que esto expone, movido por el vivo deseo de proveer a tal necesidad, desearía abrir un internado junto a esta casa, pero con un 
reglamento y disciplina propios y distintos de los empleados con estos muchachos, que ya son mayorcitos. 

En dicho internado se recogerían muchachos de seis a doce años. En él se prepararían con una instrucción y educación conveniente para 
el arte u oficio al que se sintieran más inclinados y que fueran más compatibles con su condición. 

Al llegar a los doce años pasarían al Oratorio de San Francisco de Sales. 

La principal dificultad está en encontrar medios para las primeras instalaciones, por lo que pediría a ese Ministerio un préstamo de 
cinco mil liras, que se pagaría con los niños pobres que fueran enviados al mismo por ese Ministerio. 

La cantidad calculada se limitaría a 65 céntimos diarios por cada muchacho, comprendida enseñanza, comida, vestido y asistencia. 

((299)) El Gobierno no pagará más que 40 céntimos diarios; y bastarían veinticinco muchachos para cubrir la deuda contraída con él. 

Su Excelencia, que tanto ama y promueve el progreso moral de la 
juventud pobre, agradecerá el presente proyecto que usted mismo podrá modificar a su gusto. 

En todo caso, ruégale el que esto expone quiera dispensar benigna indulgencia a esta molestia, asegurándole que le ha llevado a ello 
únicamente el deseo de hacer el bien a sus semejantes. 

Con el mayor aprecio, tiene el honor de profesarse de S. E. 

Turín, 2 de octubre 1862. 

Su humilde y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Probablemente don Bosco estaba persuadido de que su proyecto no sería tomado en consideración, como en efecto no lo fue; pero su 
petición iba dirigida a un Ministro que le profesaba muchísimo aprecio y siempre había protegido sus Oratorios y su internado. No se 
trataba, pues, más que de la exposición de unos pensamientos, que él sabía ciertamente no serían criticados. Así como, en muchas 
ocasiones, se veía obligado a no aceptar muchachos pobres recomendados por el Ministerio y a no poder atender sus repetidas instancias, 
porque no habían alcanzado la edad prescrita por el reglamento; así proponía un medio fácil para posibilitar la aceptación de aquéllos 
que, por varios motivos, no podían juntarse con los demás alumnos mayores. Como ya hemos narrado, había cedido al maestro Miglietti 
un apartamento, en la casa Bellezza, tomada por él en arriendo: podía añadir a éste otras habitaciones y de este modo comenzar la 
ejecución de su plan. Para el cuidado de los alumnos ya contaba con algún asistente clérigo o seglar. Al mismo tiempo, y sin parecerlo, 
don Bosco ponía las condiciones para la pensión a pagar por aquellos muchachos con menos de doce años; y el resultado fue 
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que, aunque no se aceptara la proposición, sin embargo se admitían y enviaban al maestro Miglietti no pocos niños recomendados. 

((300)) Había cursado también una instancia al Lugarteniente general el conde Agustín Petitti, Ministro de la Guerra, pidiendo vestuario 
abandonado por los soldados para librar a sus internos de los rigores del invierno. Y el Ministro respondía cortésmente a su petición. 

MINISTERIO DE LA GUERRA 

N. 10483 
Turín, 25 de noviembre 1862. 

Le es grato a este Ministerio poder acudir en socorro del Pío Instituto dirigido por V.S. y por ello se apresura a participarle que ha sido 
ordenado a la Dirección del Almacén general de esta Ciudad que ponga a su disposición las prendas que a continuación se describen. 

Sábanas......................... 13
Toallas......................... 
9
Capotesdepaño..................... 100
Capotestournon..................... 50 Pantalones........................ 80
Mantasdelanagris................... 100
Mantasdecampo..................... 100


Cuide V. S. de hacerlos retirar por persona debidamente autorizada. 

El Mayor General 
encargado de la Dirección general de los servicios administrativos 
INCISA 
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((301)) 

CAPITULO XXX 

EL ORATORIO SE REPUEBLA -ALGUNAS NOTABLES ACEPTACIONES DE MUCHACHOS -SON MUCHOS, PERO EL 
SEÑOR NOS MANTENDRA -DON BOSCO LOS PRUEBA Y SELECCIONA: REPITE QUE UNO DE ELLOS LLEGARA A SER 
OBISPO -LUIS LASAGNA -UN MUCHACHO QUE NO SIRVE PARA EL ORATORIO -SE ABREN LAS ESCUELAS: MAESTROS 
NO DIPLOMADOS -TOLERANCIA DE LA AUTORIDAD ESCOLASTICA DURANTE EL AÑO ANTERIOR -DON BOSCO HACE 
QUE LOS CLERIGOS SE PREPAREN PARA OBTENER TITULOS LEGALES -ESCRIBE CON ESTA FINALIDAD AL 
PROVICARIO, PARA QUE DISPENSE AQUEL CURSO A SUS MAESTROS DE LOS EXAMENES DE TEOLOGIA -PROCURA 
EL PATRIMONIO ECLESIASTICO PARA LOS ORDENANDOS -CONFIA LA PREDICACION DE LOS DOMINGOS POR LA 
TARDE A DON JUAN CAGLIERO -EMPLEO DEL DIALECTO EN EL PULPITO -DON BOSCO VA A ALBA PARA UN 
SERMON: AVARA HOSPITALIDAD CONVERTIDA DESPUES EN GENEROSA -LA VIEJA CONDESA -EL HOMBRE DE BIEN: 
DEJA DE HACER PROFECIAS 

A la vuelta de don Bosco se llenaba el Oratorio de alumnos, cuyo número pasaba de los seiscientos. Estaba entre ellos el jovencito 
Joaquín Berto, de Villar Almese, a quien don Bosco conocía de fama desde su infancia, y que después, ya sacerdote salesiano, destinaba 
la divina Providencia a ser secretario y familiar de don Bosco, como persona de íntima confianza, desde 1866 hasta 1886. A él deberá la 
Congregación muchas memorias en torno a la vida del venerable Siervo de Dios. Entraban también los aceptados por don Bosco 
personalmente en Montemagno, en Vignale y otros pueblos, por donde él había pasado durante la excursión otoñal. ((302)) Y ahora se 
acordaba de un pobre muchacho de Turín, a quien había prometido ayudar. 

Segundo Bernocco trabajaba de camarero en un café de la plaza Carlina, y don Bosco envió una tarde a Domingo Belmonte, que 
cursaba 
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retórica, para decirle que viniese al Oratorio. Belmonte fue; y, preguntando por el joven, le dijo: 

-Toma tus cosas y ven conmigo al Oratorio. 

-Te envía don Bosco? 

-Sí. 

Y sin más, el muchacho vino al Oratorio, estudió y se licenció en letras, obteniendo después una cátedra en Roma. Murió a fines de 

1889. 

Al contemplar aquella multitud de jóvenes, alguno de la casa preguntó a don Bosco: 

-Pero, cómo hará para mantenerlos? 

Don Bosco sonriendo dijo: 

-íEh! El Señor que me los envía me los mantendrá. 

Y le gustaba bajar al patio, mezclarse con ellos y entretenerles con sus admirables ocurrencias. Estudiaba mientras tanto atentamente su 
índole, sus inclinaciones, sus deficiencias, su progreso, su retraso en el bien, la vocación que aparecía en cada uno. Era este estudio, 
creemos nosotros, como el primer grado de esa gracia que regala el Señor a un siervo suyo para la dirección de los espíritus. Y ésta se 
obtiene con la prudencia, la oración y la paciente caridad. Por esto, don Bosco se servía de aquella expresión de san Pablo a los 
Tesalonicenses, que repetían a menudo sus labios, como de un aviso para sus colaboradores en toda circunstancia y asunto: Omnia 
probate, quod bonum est tenete (examinadlo todo y quedaos con lo que es bueno) 1. 

El tenía siempre un episodio, una palabra que interesaba y distraía a sus pequeños amigos. 

Nos escribía Jerónimo Suttil, a propósito de una palabra dicha por él el 21 de noviembre del año 1884. «A fines de otoño del año 1862, 
una tarde, antes de las dos, estaba don Bosco apoyado en el pilar situado entre la escalera y el pórtico, precisamente bajo el mechero del 
gas. Estábamos varios muchachos en derredor suyo. No puedo precisar quiénes estaban conmigo; me parece poder asegurar que don Juan 
Cagliero, ((303)) los clérigos Durando y Jarac, el muchacho Lasagna y otros. Don Bosco (aún me parece verlo) movió el dedo índice en 

derredor, sin detenerse ante ninguno y dijo estas precisas palabras: 

-Uno de vosotros un día será Obispo. 

Estas palabras quedaron impresas en mi mente, como todas las 

1 Tes. V, 21. 
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suyas, y cuando don Miguel Rúa me escribió a París comunicándome la partida de don Juan Cagliero para América, me acordé 
inmediatamente de la profecía y exclamé: -íHe aquí el Obispo profetizado por don Bosco! íDe tal forma se me había grabado la profecía 
de aquel día! Pero como yo no puedo saber la explicación de las profecías de don Bosco, y no podría asegurar que don Juan Cagliero 
estuviese presente, aquella profecía podría referirse a otros, incluso a algún muchacho, quizá al mismo Lasagna. íQuién sabe!» 

Estaba presente Luis Lasagna, muchacho de doce años, el cual, siempre que el buen padre aparecía en medio de sus hijos, se sentía 
inmediatamente atraído hacia él, y se tenía por muy dichoso si le dirigía la palabra o al menos una mirada bondadosa. Pero durante los 
primeros días, como era de índole vivacísima y casi indomable, quería, en los recreos, ser el amo de los juegos en medio de aquel mundo 
de avispados jovencitos, de tal forma que frecuentemente daba lugar a clamorosas contiendas para sostener sus razones. Acostumbrado a 
la vida libre de los campos, le pareció pesado el yugo del reglamento que le marcaba el tiempo para sus deberes y tal vez comunicó a los 
compañeros su repugnancia. Como era sensibilísimo y poseía una viva imaginación, víctima de la nostalgia de su pueblo, encontró la 
manera de huir del Oratorio y volver a Montemagno. Pero sus padres le devolvieron inmediatamente a Valdocco. Don Bosco lo aceptó 
sin regañarle por su escapada; le trató con tanta amabilidad de alientos y de avisos paternos que lo conquistó para Dios y para la salvación 
de sus hermanos. 

Don Bosco había entrevisto desde el principio sus raras dotes. Era franco, ingenuo, generoso, de una fuerza de voluntad extraordinaria 
((304)) de un corazón afectuosísimo, de gran memoria e ingenio. 
Frecuentemente se le oyó repetir a don Bosco desde entonces: 

-Es de buena madera, ya lo veréis. 

Era de la madera con la que se hacen los obispos. 

Resultaba admirable la perspicacia de don Bosco para discernir y juzgar quiénes eran los muchachos que servían para su casa y quiénes 
no. Nos dejó escrito don Francisco Provera: 

«Cierto señor deseaba colocar a su hijo en el Oratorio, pero don Bosco no lo quería aceptar de ningún modo. Sin embargo, llegaron a 
ser tan grandes las instancias, que casi se vio obligado a decir que sí. 
Acompañó el padre al muchacho, que parecía bueno, y don Bosco le llamó aparte y le dijo: 

»-Te gustaría estar aquí conmigo? 

»-Sí, sí, respondió el muchacho: lo he pensado mucho. 
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»-Pues bien, escucha.
»E, inclinándose, le dijo al oído:
»-Para estar aquí es preciso que no hagas esto ni aquello..
.
»El muchacho alzó la cabeza, como espantado, y replicó:
»-Pero quién le ha dicho a usted eso?
»-Quién me lo ha dicho? íYo que lo sé!
»-íAh! íNo quiero quedarme aquí: no!
»-Y por qué?
»-Porque, si usted sabe eso, yo no quiero quedarme.
»Y corrió junto a su padre y no hubo modo de que se quedara»
.
El día establecido empezaron las clases y don Bosco puso como Director de estudios a don Miguel Rúa. Pero los profesores no tenían


los títulos legales. Anteriormente las autoridades escolásticas, no habían molestado a don Bosco, pero en el curso escolar 1861-62 
empezaban a dar razón de su existencia. Había sido avisado con la siguiente carta del Delegado provincial de enseñanza, Juan Francisco 
Muratori. 

((305)) R. DELEGACION DE ENSEÑANZA DE LA PROVINCIA DE TURIN 

N. 613. -Objeto Estadística -Circular N. 19, Serie 2.ª 
Turín, 28 de marzo 1862 

En los dos módulos adjuntos a la presente circular se indican los detalles que el Ministro de Instrucción Pública urge se le presenten, lo 
mismo en cuanto al personal directivo docente y de servicio de ese colegio, que en cuanto al número de alumnos y oyentes de cada clase, 
la cuota y el origen de los fondos del mismo. 

Ruega, por tanto, el abajo firmante a V.S. se digne rellenar dichos módulos y enviarlos dentro de un plazo no superior a los cinco días 
de la recepción del presente oficio. 

En el caso de que no haya espacio para anotar todos los detalles y observaciones que usted estime oportuno comunicar, corre de su 
cuenta hacer una relación especial sobre el particular. 

El R. Delegado de enseñanza MURATORI 

Así las cosas, don Bosco envió al Delegado una relación detallada de sus escuelas privadas, según la cual resultó que los maestros no 
poseían ningún título legal para enseñar. Pero le dejó en paz durante algún tiempo, de acuerdo con su declaración de que estaba dispuesto 
a recibir los maestros que le fueran asignados por el Ministerio: haciendo, sin embargo, observar que no podría asignarles más estipendio 
que un puesto en el paraíso, si trabajaban para la mayor gloria de Dios. 

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El Delegado se conformó con la promesa de que don Bosco procuraría ponerse de acuerdo con las leyes. No consta que ninguno de los 
dos ministros de Instrucción Pública, que durante aquel año estuvieron al frente del mismo, Mancini primero y Matteucci después, 
pensaran en tomar medidas odiosas contra el Oratorio. Quizá Urbano Rattazzi, Presidente del Ministerio desde el 4 de marzo, con la 
cartera de Asuntos Exteriores y de Gobernación, había hecho valer en el Consejo su opinión favorable a la obra de don Bosco. 

Este no tuvo, pues, que sufrir ninguna molestia durante el curso escolar 1861-62. Mas, previendo que las leyes de Instrucción Pública le 
podrían poner de un momento a otro ((306)) en grandes apuros, ya había dispuesto que algunos clérigos estudiasen las materias necesarias 
para la enseñanza del bachillerato y para alcanzar el diploma correspondiente. 

Había ya mandado sacar la licenciatura a los clérigos Celestino Durando y Juan Bautista Anfossi en julio de 1857 y al clérigo Francisco 
Cerruti en 1859, a los que presentó, a continuación, como oyentes en la Universidad Real de Turín. Don Juan Bautista Francesia ya la 
frecuentaba desde hacía algún tiempo. Eran profesores: de literatura latina el profesor Tomás Vallauri, de literatura italiana Miguel 
Coppino y de literatura griega Bartolomé Prieri. Los clérigos de don Bosco, habiendo sido preguntados públicamente sobre varios temas 
de las materias enseñadas, habían dado siempre una buena prueba de su aprovechamiento. Los profesores les habían entregado satisfechos 
los certificados de asistencia. 

Estaba decidido que también durante el curso 1862-63, continuarían asistiendo a la Universidad como oyentes y, digámoslo enseguida, 
también este año académico debía servirles para su provecho en los estudios y para un gran aprecio por parte del profesorado. Pero don 
Bosco necesitaba que estos sus colaboradores tuviesen más tiempo para ocuparse de los clásicos de las tres literaturas y en consecuencia 
escribía sobre ello al canónigo Vogliotti, Rector del Seminario y Provicario. Al mismo tiempo pedía varios permisos y favores para los 
clérigos y para otros jóvenes aspirantes al estado eclesiástico. 

Ilustrísimo y Muy Reverendo Señor: 

Hubiera querido ir a hablarle personalmente porque tengo mil cosas que exponerle, pero no me fue posible en estos días. Se lo diré todo 
aquí, brevemente. Diga usted sí o no, tal y como le parezca para mayor gloria de Dios. 

1.° Los clérigos Durando, Anfossi y Cerruti (juntamente con don Juan Bautista 
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Francesia) piensan examinarse de Letras este año, empezando el próximo noviembre. A tal fin pedirían ser dispensados de los exámenes, 
concediéndoles estudiar los tratados oportunos en las próximas vacaciones del 1863. 

2.° Ghivarello, por tener ya veintiocho años, suplica poder añadir para el próximo examen los tratados del quinto curso de teología, con 
la ((307)) esperanza de ser admitido a las sagradas órdenes durante el año en curso, que corresponde a su cuarto de teología. 

3.° El clérigo Lazzero pediría autorización para poder añadir algún tratado más a los prescritos, para el próximo examen, por cuanto ya 
tiene veintiséis años. Ambos son de laudable y ejemplar conducta moral y están preparados para la materia de examen. 

4.° El clérigo Racca, que tiene veinte años, suplicaría poder añadir para los próximos exámenes, los tratados de física, que él ha 
estudiado durante el tiempo de las pasadas vacaciones, para así poder empezar el curso de teología en el nuevo año escolástico. 

5.° Entre los nuevos clérigos estarían aquí en el Oratorio Baracco, Cagliero, Do, Antonio Ferrero de Airasca, Peracchio, de la diócesis 
de Casale, Giuganino y Pignolo que son seminaristas de Chieri. 

6.° Piden ir a clase al Seminario, vestidos de paisano, porque no pueden comprarse el traje talar, Chicco, Cinzano, Croserio, De Paoli, 
Righetti y Rebuffo. Algunos de ellos puede que tengan la sotana durante los primeros meses del curso. 

7.° Entre los estudiantes de Física está Bourlot que, por no poder pagar la pensión, solicita permanecer en el Oratorio. 

8.° No sé si Sona ha pedido ir al Seminario o bien quiere pedir quedarse aquí. Se habló de ello, pero no se quedó en nada. 

9.° El portador de la presente es el clérigo Rolle, muy loable por su piedad y aplicación. Este necesita que se le conceda pensión 
totalmente gratuita en el Seminario o que usted me ayude con una pequeña cuota, para tenerlo aquí en casa. El no puede pagar nada. 

Y por lo que a mí toca, ya está hecho; añada ahora su paciencia y yo, en compensación de la molestia, rezaré una Avemaría, 
augurándole las más copiosas bendiciones del cielo y profesándome 

De V.S. Ilma. y Rvdma. 

Turín, 30 de octubre 1862. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


A medida que estos clérigos debían recibir las órdenes mayores, no dejaba don Bosco de proveer del patrimonio eclesiástico a aquéllos 
cuyas familias, que eran mayoría, vivían en pobreza. Mientras pudo, no dejó de hacer las gestiones para conseguirlo del Ministerio de 
Gracia y Justicia. Por esto, el clérigo Ruffino, por consejo de, don Bosco, ((308)) dirigió una instancia al ministro Conforti para obtener 
el título o beneficio eclesiástico de la Caja del Economato o por cualquier otro medio que pareciese bien a la bondad de Su Excelencia. 
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Don Bosco acompañaba la instancia del Clérigo con el siguiente certificado: 

El que suscribe declara que el clérigo Domingo Ruffino, natural de Giaveno, que mora en esta casa hace siete años, observó siempre 
laudable conducta. Se prestó siempre con todo celo para enseñar catecismo y dar clase a los muchachos pobres que acuden a este Oratorio 
y ayudó a la casa con la asistencia prestada, y que todavía presta, a los muchachos internos y aprendices en los diversos talleres de este 
establecimiento, con provecho moral y material de los alumnos. En medio de sus serias ocupaciones, siempre encontró tiempo para 
distinguirse entre sus compañeros en los estudios y alcanzó calificaciones de elogio en sus exámenes. 

Por estos motivos se recomienda a su reconocida clemencia para que se vea favorecido en su demanda, tanto más que el favor 
concedido al suplicante sería útil para todos los pobres jóvenes de esta casa. 

Turín, 29 de octubre 1862. 

JUAN BOSCO, Pbro., Director 

Sus preocupaciones resultaban beneficiosas para la diócesis de Turín. Don José Rocchietti se quedó en el Oratorio durante un año, 
después de la ordenación, pero tuvo que salir de él por su delicada salud. A pesar de ello, volvió por el amor que profesaba a don Bosco, 
se inscribió en la Pía Sociedad, y permaneció en ella mientras se necesitó de su trabajo. Confesaba a los muchachos y predicaba la 
instrucción dominical de la tarde. Era admirable la sencillez y el orden de sus pláticas. Al no poder adaptarse a la vida común, por la 
creciente dureza de sus males, se vio de nuevo obligado a retirarse con el permiso de don Bosco y a inscribirse en el clero diocesano. La 
Curia le envió en diciembre de 1862 al Seminario Menor de Giaveno, como director espiritual. El Oratorio había dado un apóstol a la 
diócesis. Fue después destinado a la pequeña parroquia de San ((309)) Gilio, en la que estuvo muchos años como párroco celosísimo y 
donde también promovió las vocaciones eclesiásticas. Acabó sus días santamente, pocos meses después de haber entrado en el noviciado 
de los Lazaristas de Chieri. 

Cuando don José Rocchietti dejó el Oratorio, don Bosco encargó a don Juan Cagliero de la plática dominical de la tarde. Este comenzó 
su predicación en la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los fieles difuntos con tal éxito que demostró ser un valioso 
orador. Continuó desarrollando esta labor todas las tardes de los domingos, hasta partir para las misiones de la República Argentina. 
Durante los tres primeros años, de acuerdo con la costumbre general del Piamonte, predicó en dialecto; después, cuando don Bosco 
prescribió que se abandonase el dialecto en el Oratorio, empleó la lengua 
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italiana. En aquel momento, lo mismo las clases de los estudiantes que las de los aprendices, daban la impresión de un colegio perfecto. 
También don Bosco aquel mismo año de 1865, hasta el cual había predicado en piamontés, empezó a hacerlo en italiano exponiendo la 
vida de los Papas. 

El 2 de noviembre, que cayó en domingo, hizo don Bosco una corta excursión, acompañado por don Angel Savio que es quien nos 
cuenta lo que sucedió. Fue a predicar a un pueblo de la diócesis de Alba, alejado de la línea del ferrocarril Turín-Cúneo. Al volver, bajaba 
con su sacerdote de aquellas colinas para ir a la estación de Bra, pero perdieron el camino; se hacía tarde y comenzó a llover. Al darse 
cuenta don Bosco de que ya no llegaban con tiempo para tomar el tren, pensó pedir hospitalidad en casa de un capellán, cuya iglesia se 
levantaba sobre un cerro junto al camino. Fue, pues, a llamar a la puerta, que tardó en abrirse. Llovía a cántaros. Le recibieron con un 
poco de malhumor. Pidió él sus excusas, mostró su disgusto por la incomodidad que daba, y manifestó la apremiante necesidad que le 
había obligado a pedir albergue juntamente con su compañero. Aquel señor les hizo tomar asiento y luego preguntó quiénes eran. 

((310)) -Dos pobres sacerdotes de Turín.
-Cuál es su ministerio?
-Yo soy sacristán en una iglesia de los barrios de Valdocco.
-Y aún no habrán cenado?
-Si, por caridad, quiere darnos algo, muy a gusto lo tomaremos.
-Siento no tener nada en casa: les daré un poco de queso y pan..
.
-Bien, hasta demasiado: de acuerdo; le estaré muy agradecido.
El capellán dio órdenes a la sirvienta, y ésta presentó cuanto se le había mandado. Se sentaron a la mesa y comenzaron la mezquina


cena, mientras siguió diciendo el dueño: 
-Y cuentan con quedarse a dormir aquí esta noche? 
-Si le parece bien, respondió don Bosco, ya que con este endiablado tiempo no sabría a dónde ir en busca de otro albergue. 
-íComprendido!... Lo malo es que no dispongo de camas y no sabría dónde colocarles para dormir. 
-Eso se remedia enseguida: bastan dos sillas, tanto más que contamos salir mañana temprano. 
-Si es así, acomódense; me sabe mal tener que tratarles de este modo. 
Luego prosiguió: 

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-Así que ustedes vienen de Turín... 

-Sí, señor. 

-Tal vez conozcan a un tal don Juan Bosco? 

-Un poquito, respondió don Bosco, mientras don Angel Savio, que estaba molesto por tan mezquina acogida, empezaba a sonreír a flor 

de labios y miraba al siervo de Dios. 

Aquel sacerdote, que no se había dado cuenta de nada, porque la pantalla de la luz proyectaba su sombra sobre la cara de don Angel 
continuó: 

-Nunca me he encontrado yo con don Bosco; pero ahora estoy en circunstancias tales que debo pedirle un favor. Es fácil para prestar un 

servicio a quien se dirige a él? 

((311)) -Siempre que puede, respondió don Bosco, le gusta ser útil a los demás. 

-Yo había pensado escribirle mañana una carta. 

-Puede ahorrarse el trabajo de escribirla, se atrevió a decir don Angel Savio. Diga a este sacerdote qué es lo que desea pedir a don 

Bosco. 

-Entonces usted es muy amigo de don Bosco? 

-Bastante, respondió don Bosco sonriendo. 

-íPero si es don Bosco en persona! replicó don Angel Savio, que no podía contener la risa. 

-Usted es don Bosco?, exclamó el capellán maravillado, ruborizándose de vergüenza -íDon Bosco! Si me lo hubiera dicho apenas entró 

en casa... Perdóneme si no le he tratado bien... Su llegada fue tan imprevista e inesperada... Deje ese queso. Me acuerdo ahora de que 
tengo guardado algo del mediodía... Déjeme hacer a mi. 

Y corrió hacia la alacena, sacó medio pollo asado, mandó a la sirvienta preparar unos huevos estrellados y cubrió la mesa con un 
mantel. 

Don Bosco sonreía graciosamente y don Angel Savio gozaba contemplando con qué afán preparaba todo aquello su huésped. 

Terminóse la cena, llegó la hora de acostarse y el capellán encontró un colchón, que colocó sobre unas sillas, y preparó un sofá para 
cama. 

Don Bosco con su amabilidad había borrado en la mente de aquel sacerdote toda preocupación; le preguntó qué deseaba de él y se 
mostró totalmente dispuesto a favorecerle. Se trataba de internar a un muchacho en el Oratorio y se lo aceptó. Pero él no perdía la ocasión 
de dar un aviso, cuando lo creía necesario para bien de los 
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demás. A la mañana siguiente, al despedirse, le tomó de la mano y dándole gracias afectuosamente, mientras el otro repetía sus excusas, 
le dijo: 

-Mire, a don Bosco no hay que pedirle excusas, pero aprendamos la lección de todo lo que nos sucede. Si nada tenemos, no demos 
nada; ((312)) si tenemos poco, demos poco; si tenemos mucho, demos lo que parezca necesario; pero dejémonos guiar por la caridad, la 
cual, en fin de cuentas, siempre resultará ventajosa para nosotros. 

Cuando don Bosco llegó a Bra, tomó con don Angel Savio el tren para volver a Turín y, después de haber rezado y leído alguna carta, 
quiso contar a su compañero un suceso ameno que le había ocurrido algún tiempo antes en aquella misma línea. Había oído hablar 
muchas veces de cierta condesa, persona muy rica y religiosa, y deseaba ganársela para que le ayudara en sus obras; pero las 
circunstancias habían impedido trabar amistad con ella. Padecía ésta de una excusable debilidad femenina. Se molestaba enormemente 
sólo con que alguien se refiriese a su avanzada edad: y, como tenía una hija que pasaba de los treinta años, le resultaba algo insoportable 
oírse llamar la Condesa Vieja. 

Sucedió un día que, habiendo don Bosco tomado el tren, se encontró en el mismo compartimento con la tal condesa. A solas con sus 
pensamientos, sentóse sin advertir su presencia. Mas ella, apenas se puso el tren en movimiento, le dijo: 

-Perdone: no es usted don Bosco? 

-Para servirle, señora. Con quién tengo el gusto de hablar? 

-Soy la condesa X... 

Entonces don Bosco añadió: 

-íQué suerte encontrarla! Y su madre, la señora Condesa, cómo está? 

-Mi madre? Hace mucho tiempo que se la llevó el Señor consigo. 

-Cómo es eso? Hace pocas semanas, supe que estaba muy bien. 

-Sufre usted un error, sabe? Seguramente me confunde con mi hija. íYo soy la Condesa Madre! 

Don Bosco replicó: 

-De veras? Está usted tan llena de vida y tiene tan buen aspecto, que es comprensible la equivocación. 

-íQué dice! Añadió la Condesa sonriendo, con visible complacencia; me mantengo lo mejor que puedo; nunca he ((313)) llevado una 
vida desordenada y, por eso, gozo de perfecta salud. 
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-Y yo ruego al Señor, concluyó don Bosco, que se la conserve todavía muchos años. 

El diálogo se prolongó hasta la siguiente estación, en la cual bajó don Bosco. A partir de aquel momento la Condesa X... fue toda para 
don Bosco, a quien ayudó mientras vivió. 

A primeros de noviembre publicaba don Bosco el Almanaque para 1863, titulado: El Hombre de Bien y sus noticias 1. En él hay una 
breve relación, escrita por el clérigo Celestino Durando, sobre los veintiséis mártires japoneses canonizados el día 8 de junio de 1862, 
con la descripción de esta solemidad. Tres bonitos cuentos y dos canciones estupendas del sacerdote G. Peragallo; la romanza El 
Huerfanito, puesta en música por don Juan Bautista Cagliero, y unos cuantos datos sobre el nuevo servicio de correos completaban el 
librito. 

Después del índice, leíase la siguiente nota: «El Hombre de Bien de este año, por distintas razones, no presenta la interpretación de sus 
profecías, ni expone las que le podría dictar su cacumen fuera de serie». 

Razones de prudencia habían dictado esta nota. Si los vaticinios de los años anteriores habían suscitado rumores en Turín y en otras 
ciudades del Piamonte, los del 1861 habían sido ocasión de muchos dicterios y habían puesto de mal humor a determinados círculos de 
liberales y aumentado las sospechas de que en algunos Ministerios hubiera empleados infieles o imprudentes. Se veía que don Bosco 
sabía más de lo que se hubiera querido y no se podía conocer por qué medios penetraba en los secretos gubernativos y sectarios. Nosotros 
sabemos cómo, al menos en gran parte, aprendía sus previsiones a través de los sueños; y cómo, antes de publicarlas, había contado 
algunas a sus muchachos, dando de ellas explicaciones claras y precisas, y los sucesos no desmintieron sus anuncios. Todavía tenemos de 
ello testimonios vivos. 

((314)) El Gobierno, preocupado, le había advertido a fines del 1859 que no se comprometiera con ciertas revelaciones y don Bosco 
prometió ser prudente. Sin embargo, en 1860 y 1861 había continuado, aunque con ciertos miramientos, según se desprende de ciertas 
predicciones un tanto oscuras, y de ciertas aplicaciones de los hechos sucedidos con las profecías, que están un poco diferidas. Por 
ejemplo, cuando el Hombre de Bien había predicho para 1860: Veréis el vino a mejor precio, pero el pan más caro parece que la 

1 Armonía, 27 de noviembre de 1862. 
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explicación más natural debiera haber sido: que, a causa de las mortíferas guerras, la escasez o falta de bebedores habría hecho vender el 
vino a mejor precio; y que los campos, incultos o devastados, no habrían producido el trigo necesario. Pero don Bosco sabía lo que decía 
y tenía sus razones al decirlo. 

En el Hombre de Bien del 1861 afirma claramente: Motivos de prudencia y de respeto me obligan a diferir mis relatos para un tiempo 
más sereno, en el que no haya peligro de tormentas, granizo, turbiones y huracanes. Pero, a pesar de esta declaración, había dicho 
demasiado; por lo que el Gobierno, antes de que acabase aquel año, quiso asegurarse de que el Hombre de Bien no le daría ninguna otra 
preocupación. Por esto, el caballero A. Buglione di Monale había hecho llamar a don Bosco, en nombre del Presidente del Consejo de 
Ministros, y le había dicho: 

-Oiga, don Bosco: todos le apreciamos mucho, pero su Hombre de Bien nos molesta. Por todas partes nos preguntan: cómo hace don 
Bosco para conocer ciertas cosas? Se levantan castillos en el aire, se sacan consecuencias extrañas; se quiere saber, se preguntan unos a 
otros, en fin, se arma una batahola insoportable. Por consiguiente, acepte mi consejo: es mejor que no escriba ciertas cosas en su 
almanaque. 

Don Bosco entendió que se trataba de una prohibición en plena forma, aunque con palabras corteses, y, a partir de aquel momento, dejó 
e imprimir sus previsiones. 
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((315)) 

CAPITULO XXXI 

NUEVAS MOLESTIAS -LOS ADVERSARIOS PRETENDEN CLAUSURAR EL BACHILLERATO EN EL ORATORIO -EL 
CABALLERO GATTI, JEFE DE LOS ENEMIGOS: MALIGNA CORTESIA -PETICION DE DON BOSCO AL MINISTERIO PARA 
QUE SEAN ADMITIDOS A EXAMEN DE IDONEIDAD LOS MAESTROS DEL ORATORIO, NO ADMITIDA -EL MINISTRO DE 
INSTRUCCION PUBLICA NO CONCEDE AUDIENCIA -BASTONAZOS Y VIDA DEL ORATORIO -MAXIMAS HUMILDES Y 
CONFORTADORAS DE DON BOSCO -EL COMENDADOR SELMI NUEVO DELEGADO DE ESTUDIOS: SUPLICAS Y 
NEGATIVAS -DON BOSCO SE PRESENTA A SELMI -DIALOGO: BIOGRAFIA DE DOMINGO SAVIO; HISTORIA DE ITALIA; 
EL DUQUE DE PARMA -PETICION, VISITA OFICIAL, APROBACION DE LOS MAESTROS 

DON Bosco, informado por claros indicios y avisos secretos, preveía una tempestad a punto de caer sobre el Oratorio. El Ministro 
Rattazzi, a causa de las continuas invectivas, las acusaciones y amenazas de sus adversarios y rivales políticos, no podía durar mucho; 
más aún, se esperaba que abandonara el poder de un día para otro. Por tanto su apoyo, fuera el que fuera, íbale faltando a don Bosco. 

Ya hemos narrado el grave peligro que don Bosco sufrió con las calumnias de algunos mal intencionados, que le acusaron de militar en 
una política contraria al Gobierno; y hemos expuesto al mismo tiempo, cómo aunque él pudo defenderse personalmente ante los mismos 
Ministros, se liberó de la amenazadora violencia a sí mismo y a todos ((316)) sus alumnos con gran confusión y despecho de los que se 
habían confederado para hundir el Oratorio. 

Pero éstos, que en parte luchaban contra él por norma y para servir a la revolución, y en parte para hacerse notar y progresar en la 
carrera, no se dieron por vencidos; por eso, después de dos años de tregua, quisieron tomarse la revancha contra don Bosco y a fines de 
1862 volvieron de nuevo a proporcionarle nuevas molestias y angustias. Sentimos tener que publicar ciertos actos poco honrosos para 
algunos de ellos, pero lo hacemos sin ninguna mala intención y solamente 
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para servir a la Historia. Más aún, nos consuela el pensamiento de poderlos excusar, al menos en parte, diciendo que no sabían lo que se 
hacían. En verdad algunos de ellos, apenas conocieron mejor las cosas, de enemigos se trocaron en amigos, y alguno hasta se convirtió en 
abogado de don Bosco y de sus muchachos. Pero sigamos adelante. 

A la cabeza de los adversarios estaba el caballero Esteban Gatti, Jefe de División en el Ministerio de Instrucción Pública, ya bastante 
conocido por nuestros lectores. 

En esta ocasión no tomaron los enemigos como pretexto la política, sino la legalidad de la enseñanza que se daba en las escuelas del 
Oratorio. Razonaban de este modo, al presentar su batalla: 

-Don Bosco se sirve de profesores faltos del diploma legal para sostener abiertas sus escuelas; no puede en este momento pagar, ni 
sobre todo encontrar titulados, porque su Institución vive de la caridad y el curso escolar ya está en marcha; por consiguiente, 
obliguémosle a proveerse de tales profesores, y así lograremos que tenga que cerrar las escuelas. 

Una vez que establecieron su plan, aquellos señores, que tenían en su mano el poder, esperaron el momento oportuno para comenzar su 
fácil ejecución. 

Pero don Bosco, conocedor de sus intenciones y oliéndose el poste, creyó oportuno ir a hablar con el caballero Gatti e intentar 
ablandarlo. Recibióle éste con fingida afabilidad y cortesía y sugirióle que presentase sus maestros al examen de capacidad para la 
enseñanza, que estaban esperando. ((317)) Respondió éste así, porque creía que los maestros del Oratorio andaban a mil kilómetros de 
distancia de la preparación necesaria para pasar con seguridad unos exámenes dificilísimos, y cuando supo que ellos estaban dispuestos a 
la prueba y pedían someterse a ella, felicitó calurosamente a don Bosco. Pero, a partir de aquel momento, se calentó la cabeza buscando 
pretextos para que no fueran admitidos a los exámenes, como vamos a ver a continuación. 

Don Bosco no se había dejado ilusionar por aquellas lisonjas, sino que había entendido muy bien que no había más que un solo camino 
abierto para conseguir su fin. Ya se lo había previsto por carta al canónigo Vogliotti, y ahora dirigía una instancia al Ministerio para que 
autorizase a sus maestros a presentarse a un examen que juzgase de su idoneidad. 
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Excelencia: 

Respetuosamente expongo a V.S. Ilma. cómo, con el vivo deseo de proporcionar la enseñanza media a la clase menos acomodada del 
pueblo, he abierto, hace algunos años, además de las clases elementales que se dan a los muchachos pobres, una pequeña sección para el 
bachillerato. 

Falto de rentas fijas, y dado que generalmente los muchachos asistentes están gratuitamente atendidos o con una muy módica pensión, 
no habría podido proseguir esta Obra sin la ayuda material y personal de los demás. 

Cuatro jóvenes bastante instruidos vinieron en mi ayuda y aceptaron gratuitamente el peso de enseñar en las distintas clases. 

Sus nombres son: 

El sacerdote Juan Bautista Francesia, hijo de Santiago, natural de San Giorgio, estudiante del segundo año de teología, para el quinto 
curso. 

El clérigo Francisco Cerruti, hijo de Luis, natural de Saluggia, estudiante de cuarto año de teología, para el cuarto. 

El clérigo Celestino Durando, hijo de Francisco, natural de Farigliano, estudiante de cuarto año de teología, suplente del quinto y 
maestro del segundo. 

El clérigo Juan Bautista Anfossi, hijo de Luis, natural de Vigone, estudiante del cuarto año de teología, suplente del cuarto de 
bachillerato y maestro del segundo. 

Los resultados obtenidos fueron tan satisfactorios como no se puede imaginar. Su solicitud, su celo fueron siempre dignos de alabanza 
por encima de todo. Estos beneméritos regentes, a la par que cumplían con sus deberes de maestros, encontraron forma y manera para 
frecuentar las clases de literatura griega, latina e italiana en nuestra Regia Universidad. 

((318)) La disciplina observada en nuestras escuelas ha corrido parejas con las disposiciones oficiales y siempre se siguieron los 
programas publicados por el Ministerio para el Bachillerato. Los Delegados reales de estudios, los Inspectores y otros insignes Profesores 
se complacieron en visitar varias veces nuestras clases y siempre quedaron satisfechos de ellas. 

Su Excelencia el Ministro de Instrucción Pública ha visto también con bondad este esfuerzo de difusión de la enseñanza media entre los 
muchachos menos acomodados, pero dignos de ser tenidos en cuenta por su talento y su virtud; ha pronunciado en varias ocasiones 
palabras de aliento para mí y para los maestros de las clases, ha proporcionado subsidios económicos, y en ocasiones escribió cartas 
benévolas asegurando que estaba dispuesto a favorecer estas escuelas con todos los medios a su alcance. Pero el mismo señor Ministro 
me ha animado muchas veces a estudiar la manera de poner al frente de las respectivas clases maestros diplomados, a fin de que, decía él, 
pueda este Ministerio ayudar más regularmente con medios materiales y morales. 

Para secundar dicho deseo del señor Ministro, esto es, de poseer maestros titulados para la enseñanza, se atendieron ya todas las clases 
elementales, gracias a los exámenes realizados por ciertos jóvenes de esta misma casa, algunos de los cuales son maestros por los 
pueblos, y otros continúan como maestros patentados prestando gratuitamente su labor en favor de los muchachos pobres que asisten a 
estas escuelas. Queda todavía por cumplir la sugerencia del señor Ministro respecto a las clases de bachillerato: y precisamente por esto 
suplico humildemente que dichos beneméritos maestros, aprobados indirectamente por el Ministerio, sean considerados 
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como Regentes y se les conceda la facultad de presentarse al examen en la sección de Letras de esta Regia Universidad. 

Ellos han cursado regularmente sus estudios de bachillerato y universitarios, y a juicio de sus profesores están preparados para sufrir el 
examen, al que piden ser admitidos. 

Este es el favor que pido a Su Excelencia, favor que será un verdadero estímulo y en cierto modo una compensación para estos 
beneméritos maestros, y al mismo tiempo un nuevo beneficio, que con gratitud recordará esta casa, que solamente se sostiene gracias a la 
beneficencia privada y pública. 

Que Dios derrame sus abundantes bendiciones sobre Su Excelencia y sobre todos los que trabajan por la educación e instrucción de la 
juventud, mientras tengo el alto honor de poderme profesar, con la más sincera gratitud, 

De Su Excelencia. 

Turín, 11 de noviembre de 1862. 

Seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.


((319)) Su carta no recibió contestación. Intentó entonces obtener una audiencia con el Ministro de Instrucción Pública, profesor Carlos 
Matteucci, Senador del Reino, mas no la consiguió. 
Uno de aquellos días se le oyó a don Bosco hacer esta verídica observación: 
-El Oratorio de San Francisco de Sales nació a bastonazos, creció a palos y en medio de golpes prosigue su vida. 

En efecto, con ocasión de los malos tratos y los cañazos del sacristán de San Francisco de Asís en Turín a un pobre muchacho, inició 
don Bosco la obra de los Oratorios en favor de la juventud abandonada y en peligro. Cuando esta misma obra, gracias a su solicitud y a la 
caridad de los biehechores se iba desarrollando, fue combatida y perseguida por personas privadas y públicas hasta el punto de que, como 
ya hemos referido, estuvo en un tris de extinguirse. De entonces acá, a intervalos más o menos cortos, no le faltaron asaltos ni otros 
adversarios más audaces y poderosos. 

Pero don Bosco solía decir a algunos de los suyos, desanimados frente a tantas dificultades y persecuciones:
-No dudemos por nada; he experimentado que cuanto más me faltan los apoyos humanos, tanto más pone Dios el suyo.
Otras veces decía:
-En las pruebas más duras se requiere gran fe en Dios.
A menudo repetía esta invocación:
-Si la obra es vuestra, Señor, Vos la sostendréis; si la obra es mía, estoy contento con que se desmorone.
Mientras tanto, el 1 de diciembre anunciaba Rattazzi a la Cámara


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que había presentado al Rey su dimisióm con todo el Ministerio y que había sido aceptada. El Rey llamaba para formar nuevo Ministerio 
a Carlos Farini y a José Pasolini y el 8 de diciembre ya estaba constituido. Farini fue su Presidente, pero sin cartera. El Senador profesor 
Miguel Amari, obtuvo la cartera de Instrucción Pública. Al profesor Muratori, Delegado de estudios en la provincia de Turín, le sucedió 
el Comendador Francisco Selmi ((320)) farmacéutico en Módena, a donde había sido llevado por Carlos Farini, dictador en Módena. 

El nuevo Delegado Real, que juntamente con el caballero Esteban Gatti había concebido el triste plan contra don Bosco, comenzó en 
seguida la lucha contra el Oratorio, exigiendo los títulos legales de sus maestros. Don Bosco envió sus nombres y apellidos y respecto al 
título observó que estaban en camino de alcanzarlo porque ya asistían a clase de literatura latina, italiana y griega en la Regia Universidad 
de Turín. Así mismo hacía notar que, por ser escuelas de caridad y de beneficencia para muchachos pobres, habían sido por espacio de 
varios años recomendadas y aplaudidas por la autoridad escolástica, por los Delegados del reino y por el mismo Ministro de Instrucción 
Pública, dejando plena libertad a los maestros para enseñar, sin exigir que fueran titulados. Citaba a continuación una carta del Ministro 
Juan Lanza en la cual, con fecha del 20 de abril de 1857, se decía que: aquel Ministerio deseaba colaborar con todos los medios a su 
alcance, para que estas escuelas adquiriesen el mayor desarrollo. Aducidos estos motivos, don Bosco pedía al Delegado que se dignara 
aprobar para la enseñanza a aquellos mismos profesores, al menos hasta que hubiesen realizado los exámenes a que aspiraban. Mas Selmi 
no atendió a razones, se mantuvo inflexible a los ruegos, rechazó con desdén a quien quería hacer de mediador e insistió para que don 
Bosco se proveyese, para fines de aquel año, de maestros titulados o clausurase las escuelas. 

Pero don Bosco resolvió intentar de nuevo la prueba ante Selmi. Pensaba: 

-Si podemos defendernos del golpe mortal por un año, el tiempo y la necesidad nos inspirarán la forma de esquivarlo en adelante. 

Por consiguiente, no escribió nada más, ni envió intermediarios, sino que, rezada su acostumbrada Avemaría, se presentó en persona 
ante el Delegado Regio. Era uno de los primeros días del mes de diciembre. Tras varias horas de espera, finalmente pasó don Bosco 
((321)) a su presencia. Más tarde, gracias a una paciente búsqueda y por medio de persona que se encontró fuera del hecho, hemos sabido 
detalles, que nos permiten narrar la esencia del coloquio. 
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Pomposamente sentado en un gran sillón, el Delegado ordenó al pobre sacerdote que se colocara de pie ante él. Luego comenzó así:
-Así que... Así que tengo el honor de que esté ante mí un famoso jesuita, qué digo, el maestro de los jesuitas.
Y con ello quería decir que don Bosco era un enemigo de las modernas instituciones.
Después de este preámbulo, prosiguió hablando largo espacio de sacerdotes y frailes, del Papa, de don Bosco, de sus escuelas y sus


libros, y lo hacía con tanta acritud y usaba tales términos que habría hecho perder la paciencia al mismo Job. Don Bosco, recordando tal 
vez las palabras de Jesucristo con las que exhortaba a sus seguidores a gozar ante los insultos que se recibieran por su amor, recogía 
aquella tempestad de improperios con ánimo sereno y dulce sonrisa en los labios. La digna actitud de don Bosco, tan opuesta a la suya, 
excitó los nervios de Selmi, que clavándole en el semblante dos ojos como brasas, le dijo furiosamente: 

-Cómo? Con que yo deliro de rabia y usted se ríe de mí?
-Señor Comendador, respondió don Bosco, yo no me río por desprecio de usted, sino porque habla de cosas que no se refieren a mi.
-Pues qué? No es usted don Bosco?
-Sí, lo soy.
-No es usted el Director de las Escuelas de Valdocco?
-Ciertamente lo soy.
-No es usted don Bosco, el famoso jesuita lleno de jesuitismo?
-No le entiendo.
-Acaso es un imbécil?
-Dejo a Vuestra Señoría el juzgar. Pero si yo quisiese usar los mismos términos, tendría materia y razones suficientes ((322)) donde


inspirarme; pero mi condición de honrado ciudadano, el respeto debido a todas las autoridades, la necesidad de atender a centenares de 
pobres huérfanos me aconsejan callar; más aún, a tomar todo con indiferencia y suplicar a V.S. tenga la bondad de escucharme. 
Estas palabras, que destilaban el perfume de una paciencia y caridad admirables, calmaron un poco el ánimo exaltado del Delegado, 
que, adoptando mejores sentimientos, empezó a decir: 
-Qué son entonces estas sus escuelas para las que pide ayuda? 

-Son una agrupación de muchachos pobres, procedentes de diversas partes de Italia y de otras naciones, encaminados unos a los 
estudios y otros a un arte u oficio, con que poder ganarse algún día honradamente el pan. 
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-Tiene muchos? 

-Contando a los externos, suman más de un millar. 

-íQué diablos!... íMás de mil...! Y quién le paga a usted para albergar a tantos muchachos? 

-Nadie me paga; mi recompensa la espero sólo de Dios, justo remunerador de las obras buenas. Ni siquiera cuento con rentas para 
mantener a estos muchachos, y, por esto, trabajo de la mañana a la noche para proveerles de comida y vestido. 

Al llegar a estas palabras, el Delegado recobró su calma y cortesía e hizo sentar a don Bosco. Y prosiguió: 

-Escuche, don Bosco: yo le creía un imbécil, pero caigo en la cuenta de que estoy equivocado, porque un imbécil es incapaz de dirigir 
tal empresa. Pero, dígame: por qué se opone de ese modo al Gobierno y a sus Autoridades? 

-Me encuentro, señor Comendador, en el deber de protestar contra su última afirmación. Hace más de veinte años que vivo en esta 
ciudad y siempre he gozado de la benevolencia de mis compatriotas y de toda clase de ciudadanos y nunca se me acusó de insubordinado 
a las ((323)) Autoridades. Pongo por testimonio de ello mi vida, mis palabras, mi predicación, mis libros. Hasta que la revolución no se 
adueñó de mis compatriotas y los cargos públicos estuvieron en sus manos, mi obra fue siempre apreciada por todos; sólo desde que 
muchos destinos cayeron en manos extranjeras (y no me refiero a usted) me convertí en el blanco de los amargados. Estos, incapaces de 
proveer ellos mismos a la miseria de los hijos del pueblo, obstaculizan y menosprecian a los que les atienden; y, aún más, conspiran para 
destruir obras que nos costaron dinero, fatigas y sudores. 

Ante estas palabras, demasiado claras para no ser comprendidas, el Delegado, que era precisamente extranjero, interrumpió a don 
Bosco y le dijo: 

-Espere un momento; piensa usted que, por ser forastero, yo soy un adversario suyo? 

-No, señor Comendador, y por eso yo le he exceptuado. Yo entiendo hablar de ciertos señores, que sacrifican el bienestar de sus 
conciudadanos propagando mentiras, con el fin de dar un paso adelante en el cargo o para enriquecerse. Estos hombres indeseables son la 
ruina de la sociedad civil. 

Al llegar a este punto, advirtió Selmi que don Bosco iba tocando ciertas teclas que no sonaban bien a sus oídos; buscó desviar la 
conversación y, verificando un diestro cambio, dijo: 
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-Usted dice bien; en esto estoy perfectamente de acuerdo; pero le notifico que me gustan muy poco sus libros. 

Como puede ver el lector los libros de don Bosco aquí no venían a colación y sentaban, como vulgarmente se dice, igual que a un 
santocristo un par de pistolas. Con todo, con la confianza de poner un rayo de luz en medio de las tinieblas y atraer a su interlocutor a 
buen terreno, secundó el cambio de conversación y respondió: 

-Siento que mis pobres escritos no tengan la fortuna de complacerle, pero si V.S. se dignase señalarme los defectos, los tendría en 
cuenta para futuras ediciones. 

((324)) -Es usted el autor de la biografía del jovencito Domingo Savio? 

-Ciertamente. 

-Pues bien, ese libro está lleno de fanatismo; lo leyó mi hijo y quedó tan impresionado que a todas horas pide que se le lleve a don 
Bosco y casi temo que se le trastorne el juicio. 

-Esto querría decir que los hechos en él contenidos están claramente expuestos o, por lo menos, pueden ser fácilmente comprendidos 
por los jovencitos e interesar su gusto. Era precisamente mi intención. Mas, con relación al lenguaje y al estilo ha encontrado usted algún 
defecto que corregir? 

-De esto no; más bien he notado pureza y propiedad de lenguaje y un estilo fácil y popular. Pero, dejando de lado este librito de poca 
monta, no puedo pasar por buena su Historia de Italia, que corre en manos de todos. Para desaprobar este su libro bastaría recordar cuanto 
usted escribió sobre Carlos Fernando III, Duque de Parma 1. ((325)) De aquel criminal, que las hizo de todos los colores, 

1 Para la más clara inteligencia del hecho, creemos oportuno reproducir aquí lo que don Bosco escribió de él: 

«Por la tarde del día 26 de marzo de 1854, regresaba este príncipe al palacio real después del paseo. Al llegar a una esquina de la calle, 
un desconocido de mediana estatura y melenudo, que estaba allí al acecho, le robó, le clavó un puñal en el pecho y, dejando el puñal en la 
herida se dio a la fuga. Cayó el príncipe como muerto. Su ayudante le levantó, extrajo el puñal de la herida y, entre la multitud allí 
reunida, fue conducido al palacio. El golpe se consideró mortal y, en efecto, a las pocas horas, el príncipe se hallaba en inminente peligro 
de muerte. Antes de ningún otro remedio, recordando los principios del buen cristiano, pensó en proveer a la salvación de su alma. Pidió 
él mismo confesarse y recibió los demás sacramentos con gran edificación de sus súbditos. Preguntado si había podido reconocer al 
asesino, respondió: 

-Su figura no es parmesana; hace tres días que me persigue, le vi mirarme de frente, por detrás y de perfil; pero, yo le perdono de 
corazón: y, si alguna vez fuese descubierto, no quiero que reciba más castigo que el destierro. Cúmplase la voluntad de Dios. Yo acato la 
muerte en reparación de mis pecados. 

Cuando supo que ya no había esperanza de vida, convocó en derredor de su lecho a todos los palaciegos y siervos de la corte y les pidió 
perdón de los disgustos y malos ejemplos que 
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usted ha forjado un héroe, un mártir. Puedo asegurarle que eran dos mil los que se habían ofrecido y ligado con juramento para asesinarle, 
uno a falta de otro. 

-Yo ignoraba este último detalle; mas, aunque lo hubiese conocido, no podría asegurar que lo hubiera escrito, pues mi compendio de 
historia es para uso de la juventud y por esto debía restringirme a ciertos límites y elegir solamente aquellos hechos que pudieran servir de 
provecho moral a mis lectores. Por lo demás, no he tejido una biografía de aquel príncipe, sino que he narrado solamente su trágica 
muerte, que declaré muerte de buen cristiano, porque en efecto murió resignado a la volundad divina, fortalecido con los auxilios de la 
religión y perdonando a su asesino. 

-Basta, yo le aconsejaría que corrigiese esa historia, antes de reimprimirla. 

-Si usted, señor Comendador, quisiera ser tan amable que me indicara o advirtiera las modificaciones o correcciones a hacer, le aseguro 
que lo tendría muy en cuenta para la nueva edición. 

-Me agrada su condescendencia; usted no es obstinado en sus ideas; y esto me gusta. Mas ahora pasemos a otro asunto, y dígame qué 
impedimento tiene para sus escuelas y qué dificultad halla para someterse a la Autoridad escolástica. 

-No tengo ninguna dificultad, sólo suplico a V. S. quiera concederme que los actuales maestros puedan continuar su enseñanza en las 
clases de las que están actualmente encargados. 

-Quienes son esos maestros? 

((326)) -Son Francesia, Durando, Cerruti y Anfossi. 

-Y por quién son pagados? 

-Por nadie. Ellos también fueron alumnos del Oratorio y ahora disfrutan dedicando sus propias fatigas en favor de los demás, como 
otros las emplearon antaño para ellos. 

-No veo ninguna dificultad en ello. Si eso es así, yo lo apruebo sin más. Envíeme solamente una petición formal indicando el nombre 

les había dado. Luego comendó a los hijos obediencia a la duquesa su madre y el cumplimiento de todos sus deberes. Recitó varias veces 
en voz alta el Padrenuestro, pronunciando con profundo sentimiento las palabras: Perdónanos nuestras deudas así como nosotros 
perdonamos a nuestros deudores. Estrechando el crucifijo entre las manos, lo besaba a menudo con tales muestras de cristiana piedad que 
todos los presentes estaban profundamente conmovidos. Así moría un príncipe herido a traición en la flor de sus años: perdonando al 
propio asesino. Expiró veintitrés horas después del asesinato, a la edad de treinta y un años, dejando heredero a su primogénito de seis 
años, bajo la regencia de la Duquesa su esposa». (V. Historia de Italia de don Bosco). 
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de los maestros y la clase que atienden y yo expediré inmediatamente el necesario decreto de aprobación. 

-Se lo agradezco de corazón, señor Comendador, y guardaré profunda gratitud por tal favor. Pero antes de despedirme, quisiera pedirle 
un favor y es que se digne tomar a mis muchachos bajo su protección, y que, un día u otro, venga a honrarnos con su presencia. Estoy 
persuadido de que V.S., amante como es de los pobres, experimentará una gran satisfacción al contemplar allí reunidos a un millar de los 
más necesitados de ellos. 

Estas palabras de don Bosco llegaron al alma de Selmi, que mirándole con ojos de complacencia, dijo: 

-Querido don Bosco, usted es un ángel en la tierra. Le doy mi palabra de que, en adelante, haré cuanto yo pueda en favor de sus 
muchachos y que pronto visitaré su Instituto con mi familia. Espero también que en el porvenir nuestras conversaciones tendrán mejor 
talante que el de esta primera. Estoy contento de haberle conocido y tratado. Nos hemos entendido y nos despedimos hasta tener el gusto 
de volvernos a ver. 

Así concluyó, gracias a Dios, la citada visita, que amenazaba en un principio doloroso desenlace. Desde entonces, el delegado Selmi, 
convencido del bien que el Oratorio prestaba a la gente pobre, siempre lo trató con mucha bondad y lo favoreció hasta donde alcanzaban 
los límites de su autoridad. 

((327)) En llegando a casa, don Bosco envió la demanda formal para la aprobación de los maestros, de acuerdo con las anteriores 
aclaraciones. 

Ilmo. Sr. Delegado: 

Respetuosamente expongo a V.S. Ilma. que, deseoso de promover la enseñanza secundaria entre la clase popular menos acomodada he 
iniciado los cursos de bachillerato para los muchachos pobres internados en esta casa, con el fin de dar estudios a unos y un arte u oficio a 
otros, como medio para ganarse honradamente el sustento. En el pasado siempre se uniformaron las enseñanzas a los programas y 
disciplinas estatales. Pero, ahora, deseando obtener reconocimiento oficial de estas escuelas, acudo a usted, Ilmo. Sr. Delegado, 
respetuosamente a fin de que sean aprobadas como Instituto privado, de acuerdo con el artículo doscientos cuarenta y seis de la ley de 
Instrucción Pública. 

La enseñanza seguirá los programas y disciplinas oficiales, conforme al artículo mencionado, tal y como se ha practicado hasta ahora. 

Respecto a los maestros propongo, para el 1.° de bachillerato, al sacerdote Víctor Alasonatti, diplomado para el 4.° de latín, según la 
anterior nomenclatura. 

Para la aritmética al sacerdote Angel Savio, profesor diplomado para la cuarta elemental. 
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Para el 2.° de bachillerato, al clérigo Juan Anfossi. 

Para el 3.° de bachillerato, al clérigo Celestino Durando. 

Para el 4.° de bachillerato, al clérigo Francisco Cerruti. 

Para el 5.° de bachillerato, al sacerdote Juan Francesia. 

Para los cuatro últimos no poseo más títulos que la declaración de sus profesores, pero además de la clase que imparten, desde hace seis 
años, en la clase respectiva, asisten también a las lecciones de letras griegas y latinas en nuestra Regia Universidad. Sus jóvenes alumnos 
consiguieron brillantes resultados. Ninguno de ellos recibe paga alguna y todos desarrollan caritativamente su trabajo. Para los cuatro 
últimos suplico una aprobación provisional reservándome, para el tiempo que se me fije, el presentar a esos mismos u otros, pero con 
todos los títulos exigidos por la Ley. 

Además, los estudios seguirían bajo la dirección del benemérito profesor de retórica don Mateo Picco, como siempre lo estuvieron 
hasta el presente. 

Advierto, de paso, que la finalidad de esta Casa es que estas escuelas de bachillerato sean una especie de Seminario menor, donde 
puedan realizar estudios aquellos jovencitos que poseen ((328)) talento y virtud, pero están privados o escasean de medios de fortuna. 

Confiando en que mi humilde petición alcance su benigna consideración, tengo el honor de poderme declarar. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 4 de diciembre, 1862.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


El Delegado, antes de conceder la aprobación que se pedía, acaso para proceder con pleno conocimiento de causa y dar a conocer que él 
no se dejaba conducir a ciegas, escribía a don Bosco: 

Turín, 11 de noviembre, 1862. 

Habiendo delegado al Secretario de este departamento, doctor Camilo Vigna, para visitar los locales de ese Centro, cuya aprobación 
pide usted, el que suscribe participa a V. S. Ilma. disponga como le plazca, a fin de que si se presentara un día coincidiendo con que V. S. 
esté ausente no encuentre obstáculo para el cumplimiento del encargo encomendado. 

El R. Delegado 

F. SELMI 
El doctor Camilo Vigna fue y quedó satisfecho de las escuelas y del aspecto de los alumnos. A continuación, el Delegado, con fecha 21 
de diciembre, envió el prometido decreto por el cual las escuelas del Oratorio estuvieron durante aquel año al seguro de cualquier 
contratiempo. 

El R. Delegado pidió poco después una estadística del Bachillerato en el Oratorio durante el año escolástico 1861-62, que don Bosco no 
tardó en remitirle 1. 

1 Véase el apéndice n.° 2, al final del Volumen. 

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((329)) 

CAPITULO XXXII 

DEL DOLOR SANTIFICADO NACEN GRANDES COSAS -LECTURAS CATOLICAS: DATOS HISTORICOS SOBRE LA VIDA 
DE LA BEATA CATALINA DE MATTEI, NATURAL DE RACCONIGI -ELOGIO DE ARMONIA -LA NOVENA DE LA 
INMACULADA: FLORECILLAS RECOMENDADAS POR DON BOSCO -NOCHES PAVOROSAS DE UN JOVEN QUE NO 
QUIERE CONVERTIRSE -LAS CUESTIONES ESCOLARES IMPIDEN A DON BOSCO IR A CUMIANA -DON BOSCO 
DESCUBRE A ALGUNOS DE SUS CONFIDENTES LA INSPIRACION DE COMENZAR LA CONSTRUCCION DE UNA 
IGLESIA EN HONOR DE MARIA AUXILIADORA -LA FIESTA DE LA INMACULADA -PLATICA FAMILIAR: EL PROXIMO 
AÑO SE ABRIRA EL COLEGIO DE MIRABELLO: INSCRIPCION VISTA EN SUEÑOS SOBRE LA CASA DE VALDOCCO; 
DURAS CONTRARIEDADES SUFRIDAS EN OS PRIMEROS TIEMPOS DEL ORATORIO -UNA CONFERENCIA DE DON 
BOSCO A LOS SALESIANOS: UN SUEÑO; UN EMPINADO MONTE QUE ESCALAR; ESPLENDIDAS MESAS PREPARADAS 
EN LA CUMBRE; SUS PRIMEROS COLABORADORES CANSADOS SE NIEGAN A SUBIR; LLEGARAN A LA CIMA LOS 
MUCHACHOS EDUCADOS POR EL -ORDENES SAGRADAS 

JESUS crucificado da solemnes enseñanzas a quien es capaz de comprenderlas: del dolor nacen las grandes cosas y surgen los caracteres 
valientes como las flores de las espinas. Don Bosco, que tenía siempre los ojos fijos en lo alto en su divino modelo, comprendió y 
practicó aquellas enseñanzas, sufrió y se fatigó durante casi toda la vida; fortificó su carácter en los padecimientos, nunca se apartó de la 
senda que le había sido trazada y así pudo realizar grandes y maravillosas ((330)) empresas. Soportaba el dolor con la tranquilidad 
imperturbable y la paciencia que lo convierten en mérito y en fortaleza, pues por él se conforma el hombre con el querer de Dios. 

Tenemos también prueba de nuestra afirmación en las últimas semanas del año 1862, que habrían acarreado un mortal desaliento a las 
almas débiles. 
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Diremos primeramente que don Bosco andaba con la edición de un opúsculo de las Lecturas Católicas para los meses de enero y 
febrero de 1863, que se imprimía en el taller del Oratorio. Su título era: Datos históricos sobre la vida de la beata Catalina de Mattei, 
natural de Racconigi, perteneciente a la Orden de Penitentes de Santo Domingo, por el sacerdote Juan Bosco. 

Es una biografía maravillosa impregnada de hechos sobrenaturales. Don Bosco advertía de ello al lector en estos términos: «El lector 
hallará ciertamente cosas nada corrientes en las vidas de los santos. 
Pero en las más estrepitosas obras que Dios realiza en sus siervos, manifiesta su infinita santidad en favor del género humano... 

...Haga El, por intercesión de esta Beata, que se multipliquen sus favores, especialmente en estos tiempos, para que gocen de paz los 
príncipes cristianos, sea extirpada la herejía, triunfe la santa Iglesia Católica de Jesucristo, se reúnan respetuosos los hombres de todo el 
mundo en torno al Sumo Pontífice, se forme en la tierra un sólo rebaño bajo un solo pastor». 

Don Bosco recomendaba a sus lectores fervorosa oración, obras buenas, comunión frecuente y filial devoción a María Santísima, como 
medios para mantenerse fieles a Dios, y observaba: 

«La vida del hombre es corta, nuestros días pasan como una sombra, como una ola, como un relámpago, cosas todas que no vuelven 
más. Ea, no perdamos inútilmente los días que Dios nos da para ganarnos los bienes eternos; hagamos el bien mientras tengamos 
tiempo». 

Don Bosco sentía devoción a la beata Catalina e iba a ((331)) Caramagna para venerarla en las habitaciones donde habitó durante 
muchos años y murió, donde se conserva un brazo suyo en un precioso relicario. Armonía hacía el elogio de este opúsculo el 28 de enero 
de 1863 1. 

Mientras tanto había comenzado la novena de la fiesta de la Inmaculada 

1 «Decir que este librito se escribió de modo que se pudiera decir que en él están contenidas por igual la piedad y la ciencia, no es más 
que decir la pura verdad. Pero esto no basta. Nosotros debemos añadir que estos datos históricos han sido recogidos y ordenados por el 
sacerdote Juan Bosco y con esto estamos seguros de haber hecho la mejor alabanza de este libro, porque cuanto sale de la pluma de este 
insigne hombre de Dios no sólo está bien redactado, sino que está escrito tan bien como para dejarse leer hasta por los más melindrosos. 
No dudamos, pues, que esta vida de nuestra paisana, la beata Catalina de Mattei, será leída con sumo gusto y aprovechamiento por 
nuestros suscriptores. No obstante queremos recomendarla particularmente a las jóvenes cristianas, convencidos de poner en su mano un 
modelo, que será fácilmente imitado por estar unido a ellas con los lazos de la nacionalidad y casi diremos de la ciudadanía». 
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Concepción de la Santísima Virgen María, y don Bosco exhortaba a sus alumnos a celebrarla con mucha piedad y escribía las florecillas 
para practicar durante aquellos días. Cada noche presentaba y explicaba una de ellas, ya él mismo, ya don Miguel Rúa, si don Bosco no 
podía. 

He aquí el manuscrito de don Bosco. 

NUEVE GUARDIANES DE LA SANTA VIRTUD DE LA PUREZA 

1.° Fuga del ocio.
2.° Fuga de los malos compañeros.
3.° Trato con buenos compañeros.
4.° Confesión frecuente.
5.° Comunión frecuente.
6.° Oración frecuente a María.
7.° Oír bien la santa misa.
8.° Revisión de las confesiones pasadas.
9.° Pequeñas y frecuentes mortificaciones en honor de María.


El mayor y más poderoso guardián de la pureza es el pensamiento de la presencia de Dios. 

La Virgen aceptaba las oraciones y florecillas de los buenos chicos y, de diversos modos alejaba en todas sus novenas ((332)) del 
Oratorio, al que no merecía su protección. Esto sucedió también en aquélla a un infeliz, que con la fantasía agitada por los 
remordimientos, con todo no quería resolverse a obrar bien. 

Don Domingo Belmonte nos contó que, siendo él estudiante, un muchacho de su curso, por nombre Ton... y de pésima conducta, no 
había querido nunca ir a confesarse. Huía siempre de don Bosco e inútilmente intentaban los buenos compañeros acercarlo al superior. 
Una tarde le hizo a Belmonte una confidencia: 

-Escucha, voy a contarte en secreto lo que me sucede desde hace varias noches. A cierta hora me parece como si una mano agarrara mis 
mantas y las tirara hacia los pies de la cama: yo me despierto e intento en vano ponérmelas bien. De nuevo me las quita de encima poco a 
poco. Tengo un miedo que no puedo explicar. 

-Será un sueño, una imaginación, contestó Belmonte. 

-Un sueño? Yo estoy despierto como ahora. Mira, he probado resistir no sólo con las manos sino que hasta he agarrado con los dientes 
el borde de la manta, pero todo inútil. A fuerza de tirar se ha roto la manta por la parte del borde. 

Belmonte fue a cerciorarse y vió que, en efecto, la manta estaba rota de aquel modo. 
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Ton... le dijo:
-Pregunta tú a don Bosco la causa de este fenómeno.
-Pregúntaselo tu mismo, respondió Belmonte; ya sabes cuánto desea que tú le hables.
-Preguntárselo yo? Jamás... Pero, qué será?
-íVaya una gracia, el diablo!
-Y qué tengo que hacer?
-Una buena confesión, replicó Belmonte.
Mas el joven se marchó del Oratorio.
Era ya el cuarto día de la novena y todo se conjuraba para obligar a don Bosco a cerrar sus clases de bachillerato. Había prometido al


conde Javier Provana di Collegno ir a Cumiana al día siguiente, por ser la fiesta del apóstol de las Indias. ((333)) Mas, no pudiendo en 
circunstancias tan críticas ausentarse de Turín, le escribió una carta En ella se transparenta la paz de su espíritu. 

Amadísimo Señor Conde: 

El caballero Oreglia, mi afortunado representante, le dirá los diversos motivos que me impiden ir a Cumiana a pesar de la hermosa 
jornada de san Francisco Javier. Paciencia: espero poder hacerlo más tarde, cuando esté usted con su familia en Turín. 

Con todo, no quiero que mi permanencia en el Oratorio le resulte inútil; también nuestros muchachos tienen gran devoción a este santo 
y, por tanto, esta tarde y mañana por la mañana habrá muchas confesiones. Las comuniones de mañana y la misa que, con la ayuda del 
Señor espero celebrar, serán ofrecidas a Dios según su santa intención. Este es el humilde ramillete que los muchachos de esta casa y yo 
le ofrecemos para honrar su hermoso día onomástico. 

Le adjunto unas cuantas estampas, para repartir como le plazca. 

Acepte, señor Conde, estos pequeños signos de mi afecto y gratitud para con usted y toda su familia. Deseando a todos las bendiciones 
del cielo, tengo el honor de profesarme con el mayor aprecio. 

De V. S. muy apreciada. 

S.S. y buen amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
Pero se calmó la tempestad escolástica y la Santísima Virgen cumplía su gracia con la nueva inspiración de una obra inmortal. Así nos 
lo contaba don Pablo Albera. 

Un sábado del mes de diciembre, quizás el día 6, terminó don Bosco de confesar a los muchachos hacia las once de la noche y bajó a 
cenar al comedor próximo a la cocina. Estaba pensativo. Sólo el clérigo Albera se encontraba con él. Súbitamente don Bosco comenzó a 
decirle: 

-He confesado tanto que, la verdad, casi no sé lo que he dicho o 

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hecho. Tanto me preocupaba una idea que me distraía y me sacaba de quicio. Yo pensaba: nuestra iglesia es demasiado pequeña, no 
caben en ella todos los muchachos y están apiñados unos sobre otros. Por consiguiente, haremos otra más bonita y más amplia, que sea 
magnífica. ((334)) Le daremos el título de: Iglesia de María Auxiliadora. No tengo un céntimo, no sé de dónde sacaré el dinero, pero eso 
no importa. Si Dios la quiere, se hará. Yo lo intentaré y, si no se hace, que la vergüenza del fracaso sea toda para don Bosco. Que diga la 
gente: Coepit aedificare et non potuit consummare. (Empezó a edificar y no pudo terminar). 

El clérigo Albera guardó la confidencia para sí, mas poco tiempo después, en 1863, le dijo don Víctor Alasonatti, a quien hacía de 
secretario: 

-Sabes una cosa? Me ha dicho don Bosco que quiere edificar una gran iglesia. Y ya ha comenzado a trabajar en ello. Aquí hay una 
petición de ayuda al gran Maestre de la Orden de San Mauricio y San Lázaro para esta obra. Hazme el favor de copiarla. 

Reveló igualmente este su propósito a don Juan Cagliero, quien afirmaba: 

«En 1862, me dijo don Bosco que pensaba construir una grandiosa iglesia, digna de la Santísima Virgen. Hasta el presente, añadía, 
hemos celebrado con solemnidad y pompa las fiestas de la Inmaculada y en este día comenzaron nuestras primeras obras de los oratorios 
festivos. Pero la Virgen quiere que la honremos con el título de María Auxiliadora: corren unos tiempos tan tristes que ciertamente 
necesitamos que la Santísima Virgen nos auxilie para conservar y defender la fe cristiana. Y sabes por qué? 

»-Creo, respondí yo, que será la iglesia madre de nuestra futura Congregación y el centro de donde surgirán todas nuestras obras en 
favor de la juventud. 

»-Lo has adivinado, me dijo: María Santísima es la fundadora y será la sostenedora de nuestras obras». 

La fiesta de la Inmaculada de aquel año se celebró en el Oratorio con gran alegría, especialmente porque el problema de las escuelas 
estaba solucionado por el momento. 

«En la noche de este día, escribe Bonetti en su crónica, hallándose don Bosco con algunos de sus jóvenes y clérigos, habló de más cosas 
referentes al Oratorio. Adviértase que desde el principio de su fundación, ((335)) don Bosco dió siempre, el día de la Inmaculada, una 
conferencia especial a sus colaboradores. Como se hablara del colegio que debía inaugurarse para el año siguiente en Mirabello, si 
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Deus dederit (si Dios quisiera), el clérigo Provera le preguntó si contaba ya con alguna persona externa y de mérito para unirse a sus 
colaboradores y a la Congregación. Don Bosco respondió que el Señor lo haría todo por medio de los jóvenes que habían sido alumnos 
del Oratorio y en tanto nos contó (y lo hemos descrito ampliamente a su tiempo) cómo él, estando todavía en el Refugio, había visto una 
casa fabricada en la misma forma que la actual y sobre ella escrito con caracteres cubitales: Hic nomen meum. Hinc inde exibit gloria 
mea. (Aquí está mi nombre. De aquí saldrá mi gloria). 

»Al preguntarle nosotros de quién eran aquellas palabras, nos contestó que del Señor, y que él ya las habría hecho escribir sobre esta 
casa, si no fuese por no dar ocasión a alguno a tildarnos de soberbios. De estas palabras procedía aquella su constancia, que él llamaba 
testarudez, por la cual, aunque se viera abandonado por todos, puesto en ridículo, hasta por los más íntimos amigos, jamás cedió. 
Finalmente, que el Señor le había concedido aquella casa que había visto, que es la actual. 

»Nos contó así mismo las luchas sostenidas: cómo los mismos que un día habían sido colaboradores para reunir a los muchachos 
hicieron después lo posible para quitárselos; cómo lo habían conseguido, pues de los quinientos y más jóvenes que tenía en los días 
festivos, no le quedaron más que siete u ocho; estas luchas habían empezado en 1848, cuando don Bosco no quiso de ninguna manera 
participar con sus muchachos en ciertas fiestas denominadas nacionales. 

»En aquellos tiempos hubo alguno de sus colaboradores que acompañó a dichas fiestas a los muchachos del Oratorio de Puerta Nueva, 
y don Bosco le hizo saber cómo quería que la casa tuviese un solo ideario; que se cumpliesen sus órdenes, y que no necesitaba ((336)) de 
su ayuda, ya que las habían transgredido de aquel modo. De aquí las oposiciones, las calumnias, y toda suerte de villanías sobre su 
conducta, la más suave de las cuales era decir que don Bosco estaba medio loco». 

Don Bosco repetía a menudo que el Señor llevaría todo a cabo por medio de los jóvenes que habían sido formados en el Oratorio. 

El había continuado sus conferencias a los hermanos de la Pía Sociedad. Don Pablo Albera recuerda una de aquellos tiempos que 
produjo profundo efecto entre los reunidos. Narró que había tenido un sueño en el cual le pareció verse rodeado de jóvenes y sacerdotes. 
Habiéndoles hecho la propuesta de escalar una alta montaña poco distante, todos condescendieron. En la cumbre estaban preparadas 
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las mesas para un magnífico banquete, que debía ser alegrado con música y espléndidas fiestas. Emprendieron todos el camino. La subida 
era escarpada y pesada, se encontraron diversos obstáculos a veces difíciles de superar y a veces molestos para quien ya iba cansado, de 
modo que a un cierto punto todos se sentaron. También don Bosco se sentó y, después de arengar a sus acompañantes para animarles a 
proseguir la subida, se levantó y prosiguió la marcha a paso ligero. Mas, a poco, se volvió para mirar a sus seguidores y observó que 
todos se habían vuelto atrás y se había quedado solo. Descendió al momento del monte y fué a buscarse otros compañeros. Los encontró, 
los guió hacia aquellas alturas, a veces abruptas, y de nuevo desaparecieron todos. 

-Entonces, dijo don Bosco, yo pensé: sin embargo debo llegar hasta arriba y no solo, sino acompañado de muchos otros... Esa es mi 
meta... Es mi misión... Y cómo haré para cumplirla?... íYa lo entiendo! Los primeros fueron seguidores piadosos, virtuosos, con buena 
voluntad, pero no probados y según mi espíritu, no acostumbrados a superar las sendas difíciles, no vinculados entre sí y conmigo, con 
lazos especiales... Y por esto me abandonaron. Mas yo remediaré el fallo. ((337)) Fué demasiado amargo mi desengaño... Veo lo que 
debo hacer... No puedo contar más que con los que yo mismo haya formado. Por tanto, volveré a la falda del monte, reuniré a muchos 
niños, haré que me quieran, les adiestraré a aguantar con entusiasmo pruebas y sacrificios. Me obedecerán de buena gana... Subiremos 
juntos al monte del Señor. 

Y volviéndose de repente a los congregados, les dijo que había puesto en ellos sus esperanzas, y, durante una larga hora, les animó 
fogosamente a ser fieles a su vocación, en vista de las gracias sin número que la Virgen les concedería y del premio seguro que el Señor 
les tenía preparado. 

Entre los muchos que habían respondido hacía tiempo con santo entusiasmo a la llamada de don Bosco se hallaba el diácono José 
Bongiovanni, promotor de la Compañía de la Inmaculada, fundador y presidente de la Compañía del Santísimo Sacramento y del Clero 
Infantil, que debía ordenarse de sacerdote en las próximas témporas, el 20 de diciembre. Aquel año había un retraso para Bongiovanni y 
otros clérigos por parte del Ministerio de Cultos que tardaba en conceder el Placet regio, por lo que don Bosco escribía al canónigo 
Vogliotti: 
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Ilustrísimo Señor: 
He ido esta mañana al Ministerio de Gracia y Justicia para saber si hubo ya deliberación sobre los rescriptos pontificios de los 
ordenandos; se me prorrogó la respuesta hasta esta tarde. 
Por el momento se me ha asegurado que no hubo dificultad para ninguno y que, no habiéndose podido extender el correspondiente 

decreto real, mañana (viernes) se enviará oficialmente una carta de conjunto al señor Vicario General. 
Le notifico esto para su norma, mientras con toda estima y gratitud tengo el honor de profesarme 
De V. S. Ilma. 

Turín, 11 de diciembre, 1862. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


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((338)) 

CAPITULO XXXIII 

ULTIMAS VISITAS DEL HERMANO DE DON BOSCO AL ORATORIO: SU BONDAD Y SU PIEDAD -JOSE CAE ENFERMO Y 
MUERE EN I BECCHI ASISTIDO POR DON BOSCO -LA FAMILIA DEL HERMANO -EL ORATORIO RECIBE LA FACULTAD 
DE CONSERVAR Y ADMINISTRAR LOS SANTOS OLEOS -PREVISIONES Y CONSECUENCIAS DE DOS VOCACIONES NO 
SEGUIDAS -SUEÑO DE DON BOSCO MIENTRAS SE CUMPLE SU PREDICCION SOBRE LA MUERTE DE UN ALUMNO 
-NUEVAS DISPOSICIONES CIVICAS PARA LOS ENTERRAMIENTOS -NAVIDAD: DON BOSCO LEE EN LA CONCIENCIA 
DE UN MUCHACHO -OTRA PREDICCION DE MUERTE CUMPLIDA EN INOLVIDABLES Y CONMOVEDORAS 
CIRCUNSTANCIAS -EL ROSAL FLORECIDO DURANTE EL INVIERNO EN LA VENTANA DE UNA HABITACION DONDE 
DON BOSCO ESTA HOSPEDADO 

YA hemos dicho, en otro volumen, lo mucho que se querían los dos hermanos Juan y José Bosco. También los alumnos del Oratorio 
profesaban gran afecto a José y, lo mismo cuando ellos iban a I Becchi que cuando él venía a Turín, siempre estaban a su alrededor. 
Querían oírle contar sucesos amenos de don Bosco y sus virtudes de cuando todavía era niño; y José recordaba centenares de anécdotas. 
Pintaba a su hermano Juan conduciendo las vacas al pasto, cavando las viñas, podando las vides, dallando la hierba, segando el trigo, 
agavillando, trillando y beldando las mieses en la era. 

-Pero siempre y en todas partes, añadía él, llevaba consigo un amigo inseparable; un libro, lo mismo que guiara o que guardara la 
vacada ((339)) en el pastizal, que fuera o volviera del campo, a pie o en el carro, siempre se le veía con el libro en la mano. En las horas 
en que los demás tomaban un bocado y descansaban, él hacía lo mismo, pero sostenía con una mano el panecillo y con la otra el libro que 
leía. Al final de la jornada regresaba a casa, merendaba y, mientras todos descansaban, él se metía en su cuartito y se pasaba varias horas 
estudiando. Durante algún tiempo se iba por la mañana 
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temprano a clase con el capellán de Morialdo y hacía los deberes por la noche. 

José recordaba, además, las escuelas de Castelnuovo, el colegio y el Seminario de Chieri, pero ocultaba los grandes sacrificios, 
realizados por él mismo, para que don Bosco llegase a ser sacerdote. 

Estaban ávidos los alumnos de aquellas narraciones, siempre instructivas, pero podían disfrutar de ellas pocas veces, porque José 
solamente iba al Oratorio en dos o tres ocasiones al año y por pocos días. El trabajo y los múltiples quehaceres le tenían atado en 
Morialdo. Era considerado en Castelnuovo y sus alrededores como hombre de singular talento, virtud y generosidad sin igual. En 
consecuencia le presentaban los más difíciles y complicados pleitos, que se arreglaban amigablemente según su dictamen, pues todos se 
rendían sin replicar a su decisión. Cuando alguien estaba agobiado por las deudas, si él podía, satisfacía al acreedor, por lo que era muy 
querido de todos y reputado como el ángel consolador de las familias. La educación cristiana recibida de su madre había hecho germinar 
en su corazón las más amables virtudes. El no vivía para las cosas de la tierra, sino que suspiraba por las riquezas del paraíso. Se puede 
decir que había previsto su muerte. Un día del mes de noviembre apareció inesperadamente en el Oratorio. Tenía en Turín alguna 
pequeña cuenta que liquidar y la pagó; aquel mismo día quiso confesarse y comulgar. 

-Mas por qué, le dijo don Bosco, has venido en este tiempo en el que no acostumbras alejarte de casa? 

-Porque, contestó José, sentía un gran deseo ((340)) de saldar todas mis deudas y de confesarme. Me parece... me parece... que una voz 
me dice que me dé prisa. 

Don Bosco quiso retenerlo consigo unos días, pero él se empeñó en marchar. Sin embargo, poco tiempo después, regresó: 

-De nuevo estás aquí?, exclamó don Bosco al verle; ocurre algo en casa? 

-No; he venido para pedirte un consejo. Ya sabes que me hice fiador de fulano: ahora me viene una duda. Si vivo no me retracto; estoy 
pronto a pagar y pagaré: pero y si muriese? 

-Si mueres, todo está acabado, observó don Bosco sonriendo; 
pague el que queda. 

-Pero yo no querría que perdiese el acreedor, después de haber confiado en mi palabra. 

-En cuanto a eso descansa tranquilo. Si tú no pudieras pagar, saldría yo fiador. 
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-Te lo agradezco; así está bien; ya no pienso más en nada. 

Volvió a casa y puso todo en orden, como quien está seguro de partir para la eternidad. Estaba perfectamente bien. Cuando he aquí que, 
transcurrida una corta semana, se vió obligado a acostarse y, a poco, llegó el fin de sus días. Ante la dolorosa noticia, recibida en la tarde 
del día 11 de diciembre, don Bosco alquiló inmediatamente un coche y marchó a I Becchi para asistirle, acompañado del alumno 
Francisco Cuffia. Apenas entró en la habitación del enfermo, éste le preguntó: 

-Don Bosco, qué me traes de Turín? 

Y le contestó: 

-Te traigo el Reino de Dios. 

Le asistió hasta los últimos momentos. Tuvo el consuelo de administrarle los auxilios de la religión y José, serenamente, como un 
santo, pasó de los brazos del hermano a los de Dios, el 12 de diciembre de 1862. 

Todavía se conserva en I Becchi su retrato, dibujado por Tomatis, con perfecto parecido. 

Don Bosco se encargó de los hijos del primogénito de José ((341)) proporcionándoles en sus colegios una instrucción y educación 
adecuada a su estado; el hijo resultó, como su padre, un buen campesino y de las cinco hijas, tres se consagraron al Señor como Hijas de 
María Auxiliadora, una se casó y la otra murió joven. 

El otro sobrino, Luis, educado en el Oratorio y vuelto a la casa paterna para cuidar los campos, no quiso adaptarse a aquella vida 
trabajosa. Como deseaba emprender una carrera civil, su padre lo mandó a estudiar a una ciudad vecina y llegó a ser escribano del 
juzgado. Don Bosco no dejó nunca de aconsejarle y de darle alguna vez las convenientes reprensiones, cuando vió que no cumplía con los 
deberes de buen cristiano; mas no quiso nunca ayudarle en nada, afirmando que no contaba con medios para tal fin. 

Al volver don Bosco de Castelnuovo vio satisfecha por la Curia una petición muy deseada. El párroco de San Simón y San Judas, bajo 
cuya jurisdicción estaba el Oratorio, había escrito al Vicario Capitular. 

El párroco, abajo firmante no tiene objeciones en contra para que el Ilustrísimo y Reverendísimo Superior Eclesiástico, mientras en su 
prudencia lo juzgue para mayor bien, conceda al Oratorio de Valdocco, bajo la denominación de San Francisco de Sales, la facultad de 
conservar y administrar los Santos Oleos: solamente desearía que, a la gracia implorada, se unieran las siguientes condiciones: 
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1.° Que la facultad sea concedida únicamente para dentro del Instituto, para evitar abusos.
2.° Que el Oratorio se provea de los Santos Oleos en la Semana Santa en la iglesia parroquial, como señal de dependencia.
3.° Que el Oratorio se obligue a avisar a la parroquia, cuando en el mismo se encuentre alguna persona gravemente enferma, y esto para


el ejercicio de los derechos y responsabilidades. 
El que suscribe, no obstante, se atiene en todo a las apostólicas y prudentes disposiciones del Ilmo. y Rvdmo. Sr. Vicario General. 

Borgo Dora, 13 de diciembre, 1862.
GATTINO, párroco.


((342)) Esta concesión, con carácter de privilegio, que ya no sería revocada nunca, descargaba a don Bosco de muchas preocupaciones, 
especialmente en los casos de urgencia. El gran número de alumnos, cada vez mayor, hacía del Oratorio casi una parroquia. 

Entre tanto había empezado la novena de Navidad, que debía solemnizarse el día 21, cuarto domingo de adviento, con la primera misa 
de don José Bongiovanni. La seguridad que don Bosco tenía sobre la perseverancia en la Congregación de éste su excelente alumno le 
consolaba ante la poca correspondencia de otros dos clérigos, a quienes quería y por quienes se sacrificaba para su bien. Tal vez fue este 
pensamiento el que inspiró un diálogo entre don Bosco y uno de sus salesianos, el cual nos lo transmitió escrito en un pliego. Monseñor 
Cagliero, que estaba presente, nos aseguró la exactitud de esta relación y don Pablo Albera nos confirmó el cumplimiento de cuanto don 
Bosco narró. 

Transcribimos el escrito: 

«Son frecuentes los hechos que nos dan a conocer que don Bosco está dotado de espíritu profético, sobre todo en lo que se refiere a lo 
espiritual o también a asuntos temporales ligados con lo espiritual. El 19 de diciembre de 1862, durante la comida, le dijo: 

»-Tenemos al clérigo Da..., que no marcha bien. 

»-No sé nada, contestó don Bosco. 

»-Me dijo el doctor que lo visita en Bra, en cuyo Seminario se encuentra, que está amenazado por una fístula en la boca y que por eso 
había venido a Turín, para consultar con algún dentista experto, porque la causa del mal estaría en un diente picado. 

»-Y no dijo nada más el médico? 

»-Me dijo solamente que le había dirigido a los Capuchinos del Monte. Cree usted que este mal empeorará? 
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»-Ciertamente: Da..., quiere obrar a su aire, pero no logrará su intento. 

»-Le rogaría me explicara estas palabras. 

((343)) »-Sabe ya los precedentes? 

»-Bastante confusamente. 

»-Mire; quiso ingresar en la Congregación y lo admití, estuvo aquí hasta que, vestida la sotana, encontré una persona que lo tomó bajo 
su protección y le proporcionaba todo cuanto necesitaba para ropa, libros, etc. Hasta tuvo la generosidad de prometerle que le dotaría a su 
tiempo con el patrimonio para su ordenación sacerdotal. Cuando se creyó seguro de estar temporalmente provisto, quiso salir de la 
Congregación. Conocí su equivocación; se lo advertí e hice que algunos compañeros y particularmente don Juan Cagliero, del que era 
íntimo amigo, le advirtiera que el Señor le castigaría en lo temporal, si persistía en su error. Pero él se mantuvo firme en su propósito y el 
Señor le avisó con una inflamación de glándulas, con supuración larga y dolorosa. Sufrió durante todo el otoño de 1861 y el invierno de 
1862. Repetí las advertencias y, finalmente, al verse tan atormentado, me preguntó si se curaría del todo doblegándose a mi palabra. Lo 
invité a probar la bondad del Señor con este consejo: 

»-Ponte en el camino al que te llama el Señor y yo te prometo que en ocho días curarás completamente de todos tus males. 

»Cedió y enseguida se acomodó a seguir mis consejos; efectivamente, se curó al cabo de ocho días. Siguió sano y en el nuevo propósito 
por algún tiempo; pero, quizás, al verse tan estupendamente, olvidó sus promesas y de nuevo se retractó de sus compromisos. Y he aquí 
que, por segunda vez, le volvió el mal de garganta, que prosiguió aún cuando fue a casa y cuando ingresó en el Seminario de Bra, hasta 

hoy, en que oigo que se encuentra amenazado por una fístula. 

»-Pobrecito, dije yo; quiera Dios que no acabe mal. 

»-Salvo su error, por lo demás es un buen muchacho. 

»-íMas quién sabe, si no se cansará el Señor y, abandonándole, termine por ser un mal sacerdote! 

»-Oh, esto no sucederá nunca. 

((344)) »-Colgará los hábitos? 

»-No. 

»-Morirá? 

»-Morirá antes de dejarlos. 

»Y pronunciando estas palabras, hizo una señal afirmativa con la cabeza. 

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»Viéndole tan dispuesto a conversar, pensaba yo cómo hacerle otra pregunta, cuando él añadió: 

»-Pronto tendremos un terrible ejemplo de otro clérigo que acabará peor. 

»-Podría saber quién es? 

»-íYa lo creo! Es el clérigo Ca... También él pertenece a la Congregación y en las vacaciones pasadas, mientras estaba en su casa, le 
escribí por mediación de don Miguel Rúa que remediara su caso, porque yo sabía que no estaba contento en la Congregación. Me 
contestó que, por el contrario, se encontraba contentísimo y quería continuar por el camino emprendido. Le dejé venir y él, que ahora se 
comporta muy mal, cree que nadie sabe sus cosas y pretende pegársela a don Bosco. 

»-Me apena, dije yo: será acaso un mal sacerdote? Perderá la vocación? Será un mal seglar? Se hará protestante? 

»-íQuerrá terminar mal! concluyó don Bosco». 

Nosotros observamos que este segundo clérigo fue despedido más tarde del Oratorio por don Bosco, porque era insoportable cuando 
estudiaba la filosofía; ingresó en el Seminario, se ordenó de sacerdote, se licenció en teología y acabó por marcharse a América del Norte 
sin que tuviéramos más noticias de él. Pero del primero podemos hacer constar que se cumplió la profecía. Conservó la sotana, fue 
sacerdote, profesor de teología moral, encargado de la dirección de las almas, piadosísimo y de vida ejemplar, pero le tocó llevar su cruz 
temporal predicha, pues progresó la tuberculosis y murió agotado, siendo joven todavía. 

Otras predicciones debía revelar don Bosco por aquellos días. Escribe Jerónimo Suttil: «El sábado, 20 de diciembre, don Bosco dijo a 
los muchachos estas ((345)) textuales palabras, concluidas las oraciones de la noche: 

»-El día de Navidad uno de nosotros irá al Paraíso. 

»La enfermería estaba totalmente vacía y cada uno de nosotros pensaba con cierta inquietud en su propia vida. El domingo 21 
transcurrió sin novedad; la enfermería seguía vacía; muchos fueron a verla para cerciorarse. Por la tarde se representó el drama: Cosme II 
visita las cárceles. El día 22, al terminar la función de iglesia de la novena de Navidad, José Blangino, óptimo muchacho de diez años, 
natural de San Albano, empezó a sentirse mal y fue a la enfermería. En pocas horas la enfermedad se agravó y el médico perdió toda 
esperanza». 

Don Francisco Provera prosigue la narración por escrito: 

«Por la tarde del 23 de diciembre se administró el Viático al 
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alumno Blangino. Hacia las diez de la noche, don Bosco estaba en la enfermería y hablaba del peligro de muerte en que se hallaba el 
enfermo. Don Miguel Rúa le dijo: 
»-Si don Bosco quiere que yo pase aquí la noche, por si este chico llegase a necesitar los últimos auxilios de la religión, estoy dispuesto 
a ello. 
»-No es necesario, respondió don Bosco; hasta las dos de la madrugada no hay peligro; vete, pues, a acostarte tranquilo; ordena sólo 
que a las dos te vayan a llamar porque entonces será menester. 
»A las dos, en efecto, recibió el muchacho la unción de los enfermos y a las dos y media ya había entregado su alma a Dios. 
»Cuando fue de día, don Bosco contó que aquella noche había soñado con el niño moribundo y dijo: 

»-Soñé que el prefecto don Víctor Alassonatti, mi madre, muerta hace seis años y yo asistíamos a Blangino. Don Víctor rezaba de 
rodillas, mi madre arreglaba algunas cosas alrededor de la cama y yo estaba sentado un poco distante de la misma. Mi madre se acercó al 
jovencito y exclamó: 

»-íEstá muerto!
»-Ha muerto?, dije yo.
»-Sí, ha muerto.
»-Mirad a ver qué hora es.
((346)) »-Pronto van a dar las tres.
»Entonces el Prefecto exclamó:
»-íPluguiera al Señor que todos nuestros jóvenes muriesen con tanta tranquilidad!
»Después de esto me desperté. Inmediatamente sentí un golpe fortísimo, como si alguien diese con un cartel contra la pared. Yo al


instante grité: 
»-Blangino parte ahora para la eternidad. 
»Abrí los ojos para ver si había luz, pero no vi nada. Recé entonces el De profundis, persuadido de que el muchacho había muerto y, 

mientras rezaba, sonaron las dos y media (1). 

1 Léese en el necrologio del Oratorio: 1862. Nuevo sistema para presentar la notificación en la oficina del registro civil de defunciones. 
Horas de oficina, desde las ocho y media hasta las cuatro de la tarde. 

Dos testigos mayores de edad pidan, en el momento de dar la notificación, el ataúd, pagando diez liras. Si es por caridad, basta que el 
Superior envíe el acta con las debidas indicaciones y firmada por él mismo y por otro mayor de edad que servirá de segundo testigo, con 
la petición gratuita del ataúd. 

Hay que indicar el nombre del padre, de la madre y su profesión y domicilio; fecha de nacimiento, lugar y profesión del difunto. 

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»En la noche de Navidad un número consolador de comuniones sufragó el alma del querido difunto; como ocurría en tales casos, los 
muchachos se estrechaban siempre más en torno a don Bosco. 

»El 28 de diciembre uno de ellos se acercó a él y le suplicó: 

»-Déme un consejo. 

»Don Bosco sonrió y contestó: 

»-Qué consejo quieres? 

»-Déme un consejo para mi alma. 

»-Bien, escucha: hace tres años y medio que vives en pecado mortal. 

»-Es posible? íSi yo voy a confesarme siempre con don Angel Savio! 

»-Pues oye. 

»Y le dijo casi cincuenta cosas que siempre había callado en la confesión. A cada pecado que don Bosco le recordaba, el muchacho 
confuso respondía: 

»-Sí, es cierto; lo he cometido y no lo he confesado. 

»Concluyó prometiendo que se confesaría de todo». 

((347)) Hasta aquí don Francisco Provera. 

Un hecho más ruidoso sucedió a últimos del año 1862. Lo mismo que en la predicción sobre Blangino, hay más de seiscientos testigos. 

Estudiaba en el Oratorio un joven fuerte y robusto de dieciséis años: Alberto C... de..., el cual había cambiado su comportamiento de 
otro tiempo y andaba por mal camino. Un compañero suyo, Félix G..., su paisano y condiscípulo en el Oratorio fue la causa de su 
perversión. Conforme solía ocurrir en tales casos, Alberto huía de don Bosco, que, repetidas veces, le mandó llamar a su aposento, más él 
nunca acudió. Finalmente, un día se encontró con don Bosco, que subía por las escaleras mientras él bajaba precipitadamente. Le salieron 
los colores a la cara, intentó evadir el encuentro, pero no pudo. Don Bosco le tomó por la mano y le dijo: 

-Alberto, por qué escapas siempre que me ves? íPobrecito! Te escapas de don Bosco que quiere hacerte bien. Necesitas confesarte y lo 
antes posible. 

Y viendo que no contestaba, añadió con aire severo. 

-No quieres? Vendrá tiempo en que me buscarás y no me encontrarás. Piénsalo seriamente. 

Esto sucedía en noviembre. 

El primer lunes de diciembre don Bosco subió a la tribuna después de las oraciones de la noche y recomendó a los jóvenes hacer 

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bien el ejercicio de la buena muerte, porque un alumno de la casa moriría antes de repetir otra vez este piadoso ejercicio. 

-El interesado está aquí presente entre vosotros, dijo, y siempre me esquiva; está lejos de mí. He intentado hablarle de su alma, mas 
nunca lo he logrado. Y, sin embargo, vendrá un día en que me llamará y yo no estaré. En los últimos momentos buscará a don Bosco y no 
lo encontrará. En vano lo deseará, porque en aquel instante se encontrará lejos y morirá sin verle. Necesitaría hablarle para ayudarle a 
hacerse bueno en este poco tiempo, mas no se deja ((348)) ver. Pero yo pondré junto a él un ángel custodio que me lo conducirá y se 
colocará a su lado sin que él lo advierta. El no sabe ni quiere saber nada de morir, pero la sentencia es ésa y no se cambiará. Nosotros le 
prepararemos, le avisaremos. Se celebran en este mes la fiesta de la Inmaculada y la de Navidad; son dos oportunidades y esperamos que 
en la una o en la otra se dejará prender para hacer una buena confesión. Pero recuerde éste muy bien, que el ejercicio de la buena muerte 
del próximo mes no tendrá tiempo para hacerlo. 

Al día siguiente, no se hablaba en el Oratorio más que de esta profecía, que había impresionado enormemente a todos. Don Bosco, en 
tanto, encargó al estudiante y enfermero Francisco Cuffia que anduviese prudentemente alrededor de Alberto, para vigilarle e intentar 
inducirlo a recibir los sacramemtos: más aún, a hacer que se confesara lo antes posible, pues tal vez no llegaría a tiempo. Cuffia entendió 
el secreto que se le confiaba, procuró cumplir su papel de ángel custodio, pero vió que caían en el vacío sus recomendaciones e 
invitaciones. 

Alberto, a pesar de aquel terrible anuncio, vivía tranquilo. Razonaba así: 

-Se asegura que don Bosco es un profeta: ahora bien, él ha dicho que el que debe morir le será presentado por alguien, a quien él mismo 
avisará; pero yo no me dejaré atrapar, no me dejaré conducir ni avisar; por tanto, no soy yo el que debe morir. 

Consiguió en efecto su desgraciado propósito. Don Bosco no logró encontrarlo, ni verlo, ni decirle una sola palabra en todo el mes. 
Pasó la fiesta de la Inmaculada, pasó la de Navidad y Alberto no pensó en cambiar de vida, ni se confesó. El ejercicio de la buena muerte, 
según la antigua costumbre, se hacía el primer día del año. Don Bosco estaba alerta; esperaba al menos acercárselo en los últimos 
instantes, cuando he aquí que la duquesa de Montmorency, insigne bienhechora del Oratorio, para complacer al párroco de Borgo 
Cornalense, aldea de su propiedad y residencia, le invitó a 
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predicar allí ((349)) las cuarenta horas, que se celebraban el 31 de diciembre de 1862 y los días 1 y 2 de enero de 1863. 

Era una simple invitación, pero en realidad un mandato, puesto que esta señora no admitía negativas. 

-Mire, le dijo don Bosco; esta vez no puedo; llevo entre manos varios asuntos muy urgentes... perdóneme; otra vez me apresuraré a 

obedecerla, mas ahora circunstancias imprevistas... 
-Entonces, no lo olvide, interrumpió la duquesa; cuando venga pidiéndome ayuda para sus muchachos, también yo le responderé: íno 

puedo! 

Aún se atrevió don Bosco a replicar: 

-Tengo en casa el ejercicio de la buena muerte, debo confesar a todos los jóvenes, si usted tuviese la bondad... 

-No, no, concluyó imperiosamente la Duquesa. 

Entonces don Bosco agachó la cabeza y respondió: 

-Si es así, iré. 

Por la mañana del miércoles 31, don Bosco llamó al caballero Oreglia y a don Víctor Alasonatti, ya enterados de su salida a Borgo, y 

les dijo: 

-Me voy de paseo por tres días. Puedo irme? Hay alguno en la enfermería? 

-Vaya tranquilamente, no temenos enfermos. La enfermería está desierta. 

Don Bosco partió. 

Era, pues, el miércoles 31 de diciembre. Alberto se encontraba muy bien, estaba alegre. Pero, hallándose en el dormitorio recibió una 

carta de un amigo suyo seminarista que había salido el año anterior del Oratorio, y que se llamaba Moisio, el cual le escribía: «Estás vivo 

o muerto? Y si estás vivo por qué has dejado pasar tanto tiempo sin darme noticias tuyas?». Alberto leyó la carta a los compañeros, 
diciendo: 
-Voy a escribirle que estoy muerto. 

Y así lo hizo: escribió y mandó la carta al correo. Todos los compañeros se reían. Estaba tranquilo; después de comer fue de paseo con 
los demás, fue a cenar, fue a clase de canto. A la hora de la merienda, encargado como era de ir a buscar el pan para repartirlo a los 
jóvenes, ((350)) como lo encontrara reciente, comió una gran cantidad con pescado salado y encima bebió mucha agua. Tocaron para las 
oraciones de la noche. Acudió a ellas con los demás, pero hacia el término de éstas, sintió un malestar que le dejó sin fuerzas. 
Colocáronle en una cama y, apenas acostado, le sobrevinieron atroces 
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dolores de vientre y se le hinchó el cuello. Llamóse al médico, hízose cuanto la ciencia sugiere, pero el mal avanzaba a grandes pasos, de 
manera que el mismo doctor afirmó que no había tiempo que perder para administrarle los sacramentos. El enfermero avisó rápidamente 
al enfermo para que se preparase, pero el pobrecito, sintiéndose morir, arrepentido de la conducta tenida hasta entonces, pidió confesarse. 

-Voy a llamar a don Víctor Alasonatti?, preguntó el que le asistía.
-No, respondió Alberto; quiero que venga don Bosco.
Algunos corrieron en su busca por toda la casa, mientras él seguía repitiendo:
-íQue venga don Bosco, que venga don Bosco...
!
Grande fue su consternación cuando le comunicaron que don Bosco estaba fuera de Turín. Lanzó un grito de amargo dolor, rompió 
a


llorar, acordándose de lo que don Bosco había predicho un mes antes, y exclamó: 
-Estoy perdido; muero sin poder ver a don Bosco. Yo siempre huía de su vista, tenía repugnancia de hablar con él y Dios me castiga. 
Pidió entonces otro sacerdote. 
Félix G... corrió entonces a llamar a don Miguel Rúa que acudió enseguida y Alberto se confesó con él con viva contrición. Avisaron 

también a don Víctor Alasonatti, que se plantó en la enfermería. 
Una vez arregladas las cosas de su alma, Alberto se dirigió a los dos superiores que estaban a los lados de la cama y lamentándose 
añadió: 
-Digan a don Bosco que muero arrepentido, díganle que no merezco su perdón, pero espero que me lo concederá, como confío en el de 

la misericordia de Dios. Muero arrepentido. Pido perdón a todos... 
Hacia las once y media se le administró el santo Viático y recibió ((351)) los santos óleos y la bendición papal de un modo edificante. 
El compañero que en tanto había ido de un lado para otro llamando a los demás, se quedó parado en el pasillo y, de cuando en cuando, 

asomaba la cabeza a la puerta, para ver lo que ocurría y cómo seguía el compañero. Alberto le vió y le llamó: 
-íFélix, pasa! 
Félix entró y se puso a los pies de la cama. El tono de voz del moribundo expresaba reproche. Y continuó: 
-Culpa tuya es, si yo muero sin ver a don Bosco. Te perdono lo 

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mismo que deseo el perdón de Dios porque tú sabes quién fue el causante de haberme hecho malo... Pero, basta de esto... Tú verás a mi 
padre, a mi madre y les dirás que he muerto arrepentido y que les espero en el paraíso; pero tú... tú... Por tu culpa no me consuela don 
Bosco en este momento. 

Félix estaba pálido, extrañamente pálido y no profirió palabra. 

Alberto moría hacia las tres de la madrugada del 1.º de enero de 1863. Aquel mismo día recibía en Casale el amigo Moisio la carta en 
que le decía: 

«-íEstoy muerto!». 

El cadáver permaneció en casa cuarenta y ocho horas. El sábado a las cuatro y media de la tarde debía verificarse el entierro, pero don 
Juan Cagliero y don Juan Bautista Francesia suplicaron a la parroquia lo adelantase una hora, para que al regresar don Bosco de Borgo, 
no se encontrase con el féretro. Cuando éste entró en el Oratorio reinaba la tranquilidad. 

Fue enseguida a confesar, porque el ejercicio de la buena muerte se había trasladado al domingo, por causa de las cuarenta horas de 
Borgo. Después de las confesiones subió a la habitación, donde le sirvieron la cena. Había sido informado de todo: vertían lágrimas sus 
ojos y estaba muy triste. Don Miguel Rúa, el caballero Oreglia y otros le acompañaban. Se necesitó tiempo para tranquilizarle. El señor 
Oreglia dijo al fin: 

-Si estas muertes le dan pena cuáles le consolarán? Cuáles serán las muertes preciosas si ésta le deja tan afligido? 

Tras muchas explicaciones don Bosco se calmó. 

((352)) Félix marchó a su casa y algún tiempo después, herido por un rival, moría perdonando al homicida, pidiendo perdón a Dios y 
con una carta muy conmovedora rogando a don Bosco que le perdonara. 

Declararon por escrito el suceso mencionado los siguientes testigos: monseñor Juan Cagliero, don Miguel Rúa, don Francisco Cerruti, 
don Francisco Dalmazzo y Pedro Enría. 

Otro hecho maravilloso ocurrido por aquellos mismos días cerró el año 1862. Don Bosco había ido de visita al castillo de la marquesa 
de Sommariva. Le instalaron para dormir en una habitación, a cuya ventana se encaramaba, por la parte exterior del muro, un magnífico 
rosal, totalmente desnudo y seco en aquella rígida estación. Había nevado mucho. Pero, a la mañana siguiente, apareció el rosal florido 
con asombro de todo el mundo. Cuando fue el criado a abrir la ventana de la habitación, mientras don Bosco celebraba la santa misa, y 
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lo vio, corrió a notificar el portento a su noble señora, la cual acudió y contempló una eflorescencia como no se vio en muchos años. 

Nunca oímos a don Bosco narrar este hecho. Sólo mucho más tarde corrió una voz confusa sobre el mismo. Pero una vez muerto el 
hombre de Dios, don Juan Garino preguntó a la señora condesa Carolina de Soresina Vidoni Soranzo, el 19 de abril de 1888, sobre 
algunas anécdotas portentosas relativas a don Bosco y conocidas por dicha señora, la cual le respondió entre otras cosas.: 

«Respecto al milagro del rosal florido en diciembre de 1862, si no me equivoco, o a más tardar en 1863, estoy segurísima de ello, por 
habérmelo contado mi difunta tía la marquesa de Sommariva del Bosco, mujer dignísima de ser creída». 

También monseñor Appollonio, dotado de feliz memoria, obispo de Treviso, amigo de las dos nobles familias y de don Bosco, contó a 
don Tulio de Agostini, párroco de San Pedro, en Padua, el hecho maravilloso del rosal. El estaba totalmente persuadido de la realida del 
milagro, como de algo indiscutible. 
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((353)) 

CAPITULO XXXIV 

1863 -NUMERO DE LOS MIEMBROS DE LA PIA SOCIEDAD-SUPLICAS DE AYUDA AL MINISTERIO DE GRACIA Y 
JUSTICIA; A LOS PRINCIPES DE LA CASA REAL; AL REY; 
AL LIMOSNERO DEL REY -AGUINALDO ESPIRITUAL DE DON BOSCO A LOS ALUMNOS -SUEÑO: LA MADRE DE DON 
BOSCO; LA ESTATUITA DE LA VIRGEN; UN ELEFANTE EN EL ORATORIO, EN LA IGLESIA, EN EL PATIO DONDE HACE 
ESTRAGOS CON LOS JOVENES; EL MANTO DE LA VIRGEN REFUGIO DE LOS AMENAZADOS Y HERIDOS; LOS 
PARTIDARIOS DEL MONSTRUO Y LOS DEFENSORES DE LOS ALUMNOS; EL MONSTRUO Y SUS COMPLICES 
HUNDIDOS EN UN ABISMO; LETREROS EN EL MANTO DE LA VIRGEN; EL ESTANDARTE DE UNA PROCESION; 
PALABRAS DE MARIA SANTISIMA A LOS JOVENES -SALUDABLES EFECTOS DEL AGUINALDO; LOS JOVENES 
COMPRUEBAN QUE NO ES UN SUEÑO, SINO UNA VISION -DON BOSCO REVELA EL SECRETO DE UNA CARTA -UN 
ANTIGUO ALUMNO ATESTIGUA EL CUMPLIMIENTO DE UNA PROFECIA QUE LE HIZO DON BOSCO REFERENTE AL 
SUEÑO -TRES ACTAS DEL CAPITULO: ADMISION DE NUEVOS NOVICIOS Y PROFESIONES TRIENALES 

EL primero de enero de 1863 la Pía Sociedad de San Francisco de Sales contaba treinta y nueve miembros, comprendido don Bosco. La 
mayoría eran clérigos; veintidós de ellos consagrados a Dios con votos trienales. Añádanse cinco sacerdotes profesos y un novicio. 

Don Bosco comenzaba el año pidiendo limosna. El producto de la Tómbola, aunque considerable, no bastaba por sí sólo para pagar los 
gastos de la nueva construcción a lo largo de la calle de la Jardinera, para proveer a la manutención de tantos ((354)) jóvenes internados y 
para llevar a cabo algunos proyectos grandiosos que, desde cierto tiempo, rondaban por su cabeza. En primer lugar se dirigió a eminentes 
personajes del Estado exponiendo diversos motivos, según la condición de las personas. Escribió, pues, en papel sellado de 
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veintidós céntimos, al Ministro de Gracia y Justicia y Culto; y, en papel corriente especial, a cada uno de los Príncipes de la Casa Real, al 
Rey Víctor Manuel y al abad Camilo Peletta de Cortanzone, limosnero mayor del Rey 1. 

1 Excelencia: 

El sacerdote Juan Bosco respetuosamente expone a V.E. que se halla en la grave necesidad de pagar los gastos de alquiler, de 
reparación y de culto que se acumulan en el Oratorio de San Luis en Puerta Nueva, del Santo Angel Custodio en Vanchiglia y de San 
Francisco de Sales en Valdocco, donde se practican en los días festivos, mañana y tarde, las funciones religiosas. 

No sabiendo a quien recurrir en tan apremiante apuro, y teniendo además necesidad las respectivas iglesias de ser provistas de 
ornamentos y de otros objetos, que se precisan para el altar, recurre humildemente a la reconocida y probada caridad de V.E. suplicandole 
quiera concederle, con cargo a la caja del Economato, el mayor subsidio que en su bondad creyere conveniente para estas iglesias, 
privadas de toda clase de medios y que sobreviven únicamente de la beneficencia. 

Confiando ser atendido, augura todas las gracias del cielo para V.E. y para todos los que de modo particular prestan su benéfica ayuda 
para bien moral de la juventud. 

De V.E. 

Turín, 1863. 

Su humilde y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Alteza Serenísima: 

Respetuosamente expongo a V.A. Serenísima la grave necesidad en que se encuentra un númeroso enjambre de pobres muchachos, ya 
atendidos otras veces por su gran caridad. 

Ademas de la urgencia de tener que suministrarles los ordinarios alimentos, estan faltos de ropa con que vestirse y de las 
imprescindibles ropas de cama para defenderse contra el frío de la cruda estación actual. 

No sabiendo a quien recurrir para alcanzar alguna ayuda en estas estrecheces, acudo humildemente a la probada bondad de V.A. 
esperando se digne continuar sus favores con la caritativa ayuda, que su paternal bondad crea conveniente. Entre tanto me asocio a los 
jóvenes beneficiados para pedir sobre V.A. copiosas bendiciones del cielo a fin de que viva muchos años y felices días, con la gloriosa 
recompensa que, después de una larga vida, acostumbra a dar el Señor a quien emplea sus riquezas en favor de los pobrecitos de 
Jesucristo. 

En mi nombre y en el de los jóvenes socorridos, tengo el alto honor de poderme profesar de V.A.S. 

Turín, 1 de enero, 1863. 

Su humilde y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Augusta y Real Majestad: 

El augusto padre de S.M., Carlos Alberto, de gloriosa memoria, y Su misma Majestad, socorrieron ya otras veces a los pobres 
jovencitos internados en esta Casa, cuando se encontraron en necesidades excepcionales, como lo estan actualmente. 

Además del pan necesario para la vida, se hallan faltos de camisas, pantalones, sábanas, mantas y otras ropas indispensables en la actual 

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cruda estación invernal. 

No sabiendo a quien acudir el solicitante, para cubrir las necesidades de estos pobrecitos, suplica humildemente a V.S.R.M. se digne 
ayudarles con bondadosa consideración y otorgarles un socorro extraordinario con el que puedan ser aliviados en su presente necesidad. 

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((355)) Entre tanto don Bosco tenía una deuda que saldar con sus muchachos y al mismo tiempo sentía la necesidad de revelarles 
((356)) algo extraordinario para el bien de sus almas. Las muertes profetizadas, al terminar el año, habían triunfado sobre los enemigos 
del alma en muchos corazones, pero no en todos. Algunos alumnos nuevos, y otros de los antiguos, todavía no habían querido ponerse en 
paz con Dios y seguían viviendo alocadamente, mientras el Señor abundaba con ellos en misericordia. «Bueno y recto es Yahvéh, se lee 
en los salmos; por eso muestra a los pecadores el camino (para volver a El). Conduce en la justicia a los humildes (mas no a los 
soberbios) y a los pobres enseña su sendero» 1. Es lo que ya hemos visto y todavía veremos. 

Como don Bosco no había podido dar el último día del año el aguinaldo a sus alumnos, al regresar de Borgo Cornalense, el día 4, 
domingo, les había prometido dárselo por la noche de la fiesta de Epifanía. 

Era el 6 de enero de 1863 y todos los alumnos, aprendices y estudiantes reunidos, esperaban ansiosos el aguinaldo. 

Recitadas las oraciones, subió el buen padre a la tribuna de costumbre y empezó a hablar así: 

Esta es la noche del aguinaldo. Todos los años, por las fiestas de Navidad, acostumbro elevar oraciones a Dios para que se complazca 
inspirarme un aguinaldo que os pueda ser útil. Pero este año he redoblado las plegarias considerando el crecido número de alumnos. 
Transcurrió el último día del año, llegó el jueves, el viernes, y nada de nuevo. La noche del viernes fui a descansar, cansado por los 
trabajos del día, y no pude dormir durante la noche, de modo que por la mañana me levanté 

No dejará de profesar la más profunda gratitud y reconocimiento hacia V.S.R.M. por el favor que esperan y se unirán todos para 
implorar cada día las copiosas bendiciones del cielo sobre su Augusta persona y sobre la familia real. Confiando alcanzar la gracia, se 
profesa. 

Turín, 1863. 

Su humilde y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Benemérito Señor (Abate Peletta): 

El pasado año me las arreglé de forma que no tuve que recurrir al Limosnero de S.S.R.M.; pero este año me veo obligado por muchas y 
urgentes necesidades. 

Todo lo recomiendo a su probada caridad y ruego a Dios le conserve 
largo tiempo para bien de la religión, mientras tengo el honor de profesarme con plena estima y gratitud. 

De V.S. 

Turín, 29 de enero, 1863. 

Seguro Servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Sal. XXV, 8 y 9. 

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postrado y medio muerto. No me apuré por esto, antes al contrario me alegré, porque sabía que ordinariamente cuando el Señor está para 
manifestarme alguna cosa, lo paso muy mal la noche anterior. Proseguí por tanto mis habituales ocupaciones en el pueblo de Borgo 
Cornalense y el sábado por la tarde llegué entre vosotros. Después de confesar me fui a dormir, y debido al cansancio motivado por las 
pláticas y las confesiones de Borgo, y lo poquísimo que había descansado la noche precedente, me quedé dormido. Y aquí comienza el 
sueño que me ha de servir para daros el aguinaldo. 

Mis queridos jóvenes, soñé que era un día festivo, a la hora del recreo después de comer y que os divertíais de mil maneras. Me pareció 
encontrarme en mi habitación con el caballero Vallauri, profesor de bellas letras. Habíamos hablado de algunos temas literarios y de otras 
cosas relacionadas con la ((357)) religión. De pronto, oí a la puerta el tantán de alguien que llamaba. 

Corrí a abrir. Era mi madre, muerta hace seis años, que me decía asustada:-Ven a ver, ven a ver. 

-Qué hay?, le pregunté. 

Y sin más, me condujo al balcón desde donde vi en el patio en medio de los jóvenes un elefante de tamaño colosal. 

-Pero cómo puede ser eso? exclamé. íVamos abajo! 

Y lleno de pavor miraba al caballero Vallauri y él a mí como si nos preguntásemos la causa de la presencia de aquella bestia 
descomunal en medio de los muchachos. Sin pérdida de tiempo bajamos los tres a los pórticos. 

Muchos de vosotros, como es natural, os habíais acercado a ver al elefante. Este parecía de índole dócil; se divertía correteando con los 
jóvenes; los acariciaba con la trompa; era tan inteligente,que obedecía los mandatos de sus pequeños amigos como si hubiese sido 
amaestrado y domesticado en el Oratorio desde sus primeros años, de forma que numerosos jóvenes le acariciaban con toda confianza y le 
seguían por doquier. Mas no todos estabais alrededor de él. Pronto vi que la mayor parte huíais asustados de una a otra parte buscando un 
lugar de refugio, y que al fin penetrasteis en la iglesia. 

Yo también intenté entrar en ella por la puerta que da al patio, pero al pasar junto a la estatua de la Virgen, colocada cerca de la fuente, 
toqué la extremidad de su manto como para invocar su patrocinio, y entonces Ella levantó el brazo derecho. Vallauri quiso imitarme 
haciendo lo mismo por la otra parte y la Virgen levantó el brazo izquierdo. 

Yo estaba sorprendido, sin saber explicarme un hecho tan extraño. 

Llegó entretanto la hora de las funciones sagradas y vosotros os dirigisteis todos a la iglesia. También yo entré en ella y vi al elefante de 
pie al fondo del templo, cerca de la puerta. 

Se cantaron las Vísperas y después de la plática me dirigí al altar acompañado de don Víctor Alasonatti y de don Angel Savio para dar 
la bendición con el Santísimo Sacramento. Pero en el momento solemne en que todos estaban profundamente inclinados para adorar al 
Santo de los Santos, vi, siempre al fondo de la iglesia, en el centro del pasillo, entre las dos hileras de los bancos, al elefante arrodillado e 
inclinado, pero en sentido inverso, esto es, con la trompa y los colmillos vueltos en dirección a la puerta principal. 

Terminada la función, quise salir inmediatamente al patio para ver qué sucedía; pero, como tuviese que atender en la sacristía a alguien 
que me quería comunicar una noticia, hube de detenerme un poco. 
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Salí poco después bajo los pórticos, mientras vosotros reanudabais en el patio vuestros juegos. El elefante, al salir de la iglesia, se 
dirigió al segundo patio, alrededor del cual están los edificios en obra. Tened presente esta circunstancia, pues en aquel patio tuvo lugar la 
escena desagradable que voy a contaros ahora. 

((358)) De pronto vi aparecer al final del patio un estandarte en el que se leía escrito con carácteres cubitales: Sancta María, succurre 
miseris. (Santa María, socorre a los desgraciados.) 

Los jóvenes formaban detrás procesionalmente. Cuando de repente, y sin que nadie lo esperara, vi al elefante que al principio parecía 
tan manso, arrojarse contra los circunstantes dando furiosos bramidos y agarrando con la trompa a los que estaban más próximos a él, los 
levantaba en alto, los arrojaba al suelo, pisoteándolos y haciendo un estrago horrible. Mas a pesar de ello, los que habían sido maltratados 
de esta manera no morían, sino que quedaban en estado de poder sanar de las heridas espantosas que les produjeran las acometidas de la 
bestia. 

Las dispersión fue entonces general: unos gritaban; otros lloraban; algunos, al verse heridos, pedían auxilio a los compañeros, mientras, 
cosa verdaderamente incalificable, ciertos jóvenes a los que la bestia no había hecho daño alguno, en lugar de ayudar y socorrer a los 
heridos, hacían un pacto con el elefante para proporcionarle nuevas víctimas. 

Mientras sucedían estas cosas (yo me encontraba en el segundo arco del pórtico junto a la fuente) aquella estatuita que veis allá (don 
Bosco indicaba la estatua de la Santísima Virgen) se animó y aumentó de tamaño; se convirtió en una persona de elevada estatura, levantó 
los brazos y abrió el manto, en el cual se veían bordadas, con exquisito arte, numerosas inscripciones. El manto alcanzó tales 
proporciones que llegó a cubrir a todos los que acudían a guarecerse bajo él: allí todos se encontraban seguros. Los primeros en acudir a 
tal refugio fueron los jóvenes mejores, que formaban un grupo escogido. Pero al ver la Santísima Virgen que muchos no se apresuraban a 
acudir a Ella, gritaba en alta voz: 

-Venite ad me ommes! (iVenid todos a mí!). 

Y he aquí que la muchedumbre de los jóvenes seguía afluyendo al amparo de aquel manto, que se extendía cada vez más y más. 

Algunos, en cambio, en vez de refugiarse en él, corrían de una parte a otra, resultando heridos antes de ponerse en seguro. La Santísima 
Virgen, angustiada, con el rostro encendido, continuaba gritando, pero cada vez eran menos los que acudían a Ella. 

El elefante proseguía causando estragos, y algunos jóvenes, manejando una y dos espadas, situándose a una y otra parte, dificultaban a 
los compañeros, que aún se encontraban en el patio, que acudiesen a María, amenazando e hiriendo. A los de las espadas el elefante no 
les molestaba lo más mínimo. 

Algunos de los muchachos que se habían refugiado cerca de la Virgen, animados por Ella, comenzaron a hacer frecuentes correrías; y 
en sus salidas conseguían arrebatar al elefante alguna presa, y transportaban al herido bajo el manto de la estatua misteriosa, quedando los 
tales inmediatamente sanos. Después, los emisarios de María volvían a emprender nuevas conquistas. Varios de ellos, armados con palos, 
alejaban a la bestia de sus víctimas, manteniendo a raya a los cómplices de la misma. Y no cesaron en su empeño, aun a costa de la propia 
vida, consiguiendo poner a salvo a casi todos. 

El patio aparecía ya desierto. Algunos muchachos estaban tendidos en el suelo, casi muertos. Hacia una parte, junto a los pórticos, se 
veía una multitud de jóvenes 
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bajo el manto de la Virgen. Por la otra, a cierta distancia, estaba el elefante con diez o doce muchachos que le habían ayudado en su labor 
destructora, esgrimiendo aún insolentemente en tono amenazador sus espadas. ((359)) Cuando he aquí que el animal, irguiéndose sobre 
las patas posteriores, se convirtió en un horrible fantasma de largos cuernos; y tomando un amplio manto negro o una red, envolvió en 
ella a los miserables que le habían ayudado, dando al mismo tiempo un tremendo rugido. Seseguidamente los envolvió a todos en una 
espesa humareda y, abriéndose la tierra bajo sus pies, desaparecieron con el monstruo. 

Al finalizar esta horrible escena miré a mi alrededor para decir algo a mi madre y al caballero Vallauri, pero no los vi. 

Me volví entonces a María, deseoso de leer las inscripciones bordadas en su manto, y vi que algunas estaban tomadas literalmente de 
las Sagradas Escrituras, y otras un poco modificadas. Leí éstas entre otras muchas: Qui elucidant me, vitam aeternam habebunt: qui me 
invenerit, inveniet vitam; si quis est parvulus veniat ad me; refugium peccatorum; salus credentium; plena omnis pietatis, mansuetudinis 
et misericordiae. Beati qui custodiunt vias meas. (Los que me honran tendrán la vida eterna; el que me encuentre, encontrará la vida; si 
uno es niño venga a mí; refugio de los pecadores; salud de los que creen; toda llena de piedad, de mansedumbre y de misericordia. 
Dichosos los que guardan mis caminos). 

Tras la desaparición del elefante todo quedó tranquilo. La Virgen parecía como cansada de tanto gritar. Después de un breve silencio 
dirigió a los jóvenes la palabra, diciéndoles bellas frases de consuelo y de esperanza; repitiendo la misma sentencia que veis bajo aquel 
nicho, mandada escribir por mí: Qui elucidant me, vitam aeternam habebunt. Después dijo: 

-Vosotros que habéis escuchado mi voz y habéis escapado de los estragos del demonio, habéis visto y podido observar a vuestros 
compañeros pervertidos. Queréis saber cuál fue la causa de su perdición? Sunt colloquia prava: las malas conversaciones contra la pureza, 
las malas acciones a que se entregaron después de las conversaciones inconvenientes. Visteis también a vuestros compañeros armados de 
espadas: son los que procuran vuestra ruina alejándoos de mí; los que fueron la causa de la perdición de muchos de sus condiscípulos. 
Pero quos diutius expectat durius dammat. Aquéllos a los que Dios espera durante más largo tiempo, son después más severamente 
castigados; y aquel demonio infernal, después de envolverlos en sus redes, los llevó consigo a la perdición eterna. Ahora vosotros, 
marchaos tranquilos, pero no olvidéis mis palabras: huid de los compañeros amigos de Satanás; evitad las conversaciones malas, 
especialmente contra la pureza; poned en mí una ilimitada confianza, y mi manto os servirá siempre de refugio seguro. 

Dichas estas y otras palabras semejantes, se esfumó y nada quedó en el lugar que antes ocupara, a excepción de nuestra querida 
estatuita. 

Entonces vi aparecer nuevamente a mi difunta madre; otra vez se alzó el estandarte con la inscripción: Sancta Maria, succurre miseris. 
Todos los jóvenes se colocaron en orden detrás de él y así procesionalmente dispuestos, entonaron la canción: Load a María. 

Pero pronto el canto comenzó a decaer; después desapareció todo aquel espectáculo y yo me desperté completamente bañado en sudor. 
Esto es lo que soñé. 

((360)) Hijos míos: deducid vosotros mismos el aguinaldo. Los que estaban bajo el manto, los que fueron arrojados a los aires por el 
elefante, los que manejaban la espada se darán cuenta de su situación si examinan sus conciencias. Yo solamente os repito las palabras de 
la Santísima Virgen: Venite ad me, omnes, recurrid todos a 
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Ella; en toda suerte de peligros invocad a María, y os aseguro que seréis escuchados. Por lo demás, los que fueron tan cruelmente 
maltratados por la bestia, hagan el propósito de huir de las malas conversaciones, de los malos compañeros; y los que pretendían alejar a 
los demás de María, que cambien de vida o que abandonen esta Casa. Quien desee saber el lugar que ocupaba en el sueño, que venga a 
verme a mi habitación y yo se lo diré. Pero lo repito: los ministros de Satanás, que cambien de vida o que se marchen. íBuenas noches!. 

Estas palabras fueron pronunciads por Don Bosco con tal unción y con tal emoción, que los jóvenes, pensando en el sueño, no le 
dejaron en paz durante más de una semana. Por las mañanas las confesiones fueron numerosísimas y después de la comida un buen 
número se entrevistó con el siervo de Dios, para preguntarle qué lugar ocupaba en el sueño misterioso. 

Que no se trataba de un sueño, sino más bien de una visión, lo había afirmado indirectamente don Bosco mismo, al decir: 

-Cuando el Señor quiere manifestarme algo, paso... etc... Suelo elevar a Dios especiales plegarias para que me ilumine... 

Y después, al prohibir que se bromease sobre el tema de esta narración. 

Pero aún hay más. 

En esta ocasión el mismo siervo de Dios escribió en un papel los nombres de los alumnos que había visto heridos en el sueño, de los 
que manejaban la espada y de los que esgrimían dos; y enseñó la lista a don Celestino Durando, encargándole de vigilarlos. Este nos 
proporcionó dicha lista, que tenemos ante la vista. Los heridos son trece, a saber: los que probablemente no se refugiaron bajo el manto 
de la Virgen; los que manejaban una espada eran diecisiete; los que esgrimían dos, se reducían a tres. La nota al lado de algún nombre 
indica un cambio de conducta. Hemos de observar también que el sueño, como veremos más adelante, no se refería solamente al tiempo 
presente, sino también al futuro. 

Sobre la realidad del sueño, ((361)) los mismos jóvenes fueron los mejores testigos. Uno de ellos decía: «No creía yo que don Bosco 
me conociese tan bien; me ha manifestado el estado de mi alma, y las tentaciones a que estoy sometido, con tal precisión, que nada podría 
añadir. 

»A otros dos jóvenes, a los cuales don Bosco aseguraba haberlos visto con la espada, se les oyó exclamar: ``íAh, sí, es cierto; hace 
tiempo que me he dado cuenta de ello; lo sabía!'' Y cambiaron de conducta. 

»Un día, después de comer, hablaba de su sueño y tras haber manifestado 
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que algunos jóvenes ya se habían marchado y otros tendrían que hacerlo, para alejar las espadas de la casa, comenzó a comentar la astucia 
de los tales, como él la llamaba; y a propósito de ello refirió el siguiente hecho: 

»Un joven escribió hace poco tiempo a su casa endosando a las personas más dignas del Oratorio, como superiores y sacerdotes, graves 
calumnias e insultos. Temiendo que don Bosco pudiese leer aquella carta, estudió y encontró la manera de que llegase a manos de sus 
parientes sin que nadie lo pudiese impedir. La carta salió por la tarde, lo llamé; se presentó en mi habitación y tras de hacerle recapacitar 
sobre su falta, le pregunté el motivo que le había inducido a escribir tantas mentiras. El negó descaradamente el hecho; y yo le dejé 
hablar; después, comenzando por la primera palabra, le repetí toda la carta. 

»Confundido y asustado, se arrojó llorando a mis pies, diciendo: 

»-Entonces mi carta no ha salido? 

»-Sí, le respondí; a esta hora está en tu casa; pero debes pensar en la reparación. 

»Algunos preguntaron al siervo de Dios cómo lo había sabido; y don Bosco respondió sonriendo: 

»-íAh, mi astucia... !». 

Esta astucia debía ser la misma del sueño, que no sólo se refería al momento presente, sino a la vida futura de cada alumno, uno de los 
cuales, que sostenía estrecha relación con don Miguel Rúa, le escribía así a la vuelta de muchos años. Es de advertir que la carta lleva el 
nombre y apellido del comunicante con el nombre de la calle y el número de su casa en Turín. 

((362)) Queridísimo Padre (don Miguel Rúa): 

...Recuerdo entre otras cosas una visión que tuvo don Bosco en 1863, do yo estaba interno en su casa. Vio en ella el futuro de todos los 
suyos y él mismo nos lo contó después de las oraciones de la noche. Fue el sueño del elefante (Describe aquí cuanto hemos expuesto y 
sigue): don Bosco, al terminar la narración, nos dijo: 

Si deseáis saber dónde estabais, venid a mi habitación, y yo os lo diré. 

Yo también fui. 

-Tú, me dijo, eras uno de los que corrían junto al elefante, antes y después de las funciones religiosas, y naturalmente, te apresó, te 
lanzó por los aires con la trompa y al caer quedaste malparado, de forma que no podías escapar aunque hicieras esfuerzos. Luego, un 
compañero tuyo sacerdote, desconocido por ti, se acercó, te agarró por un brazo y te trasladó hasta el manto de la Virgen. Te salvaste. 

Esto no fue un sueño, como expresaba don Bosco, sino una verdadera revelación del futuro, que el Señor hacía a su Siervo. Acaeció 
durante el segundo año de mi estancia en el Oratorio, en una época en la que yo era modelo de mis compañeros, lo 
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mismo en el estudio que en la piedad, y, sin embargo, don Bosco me vio en aquel estado. 

Llegaron las vacaciones de 1863. Marché para descansar, por mi maltrecha salud y no regresé más al Oratorio. Tenía trece años 
cumplidos. Al año siguiente mi padre me puso a aprender el oficio de zapatero. Dos años después (1866) me trasladé a Francia, para 
perfeccionarme en mi profesión. Allí me contré con gente sectaria y poco a poco abandoné la iglesia y las prácticas religiosas, comencé a 
leer libros escépticos y llegué al extremo de aborrecer la santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, como la más dañosa de las 
religiones. Dos años más tarde regresé a la patria y seguí lo mismo, leyendo siempre libros impíos y alejándome cada vez más de la 
verdadera Iglesia. 

Con todo, durante este tiempo nunca dejé de pedir a Dios Padre, en nombre de Jesucristo, que me iluminase y diese a conocer la 
verdadera religión. 

Durante estas circunstancias, al menos trece años, realizaba todo esfuerzo para levantarme, pero estaba herido, era presa del elefante, no 
me podía mover. 

A fines del año 1878 se dio una misión en una parroquia. Asistían muchos a las instrucciones y también yo empecé a ir, para oír a 
aquellos famosos oradores. 

Escuché cosas hermosas, verdades irrefutables, y finalmente la última plática, que trataba precisamente del Santísimo Sacramento, el 
último y principal punto que me quedaba en duda (pues yo no creía ya en la presencia ((363)) de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, 
ni real ni espiritual). Supo el predicador explicar tan maravillosamente la verdad, confutar los errores y convencerme, que yo, tocado por 
la gracia del Señor, decidí confesarme y retornar bajo el manto de la Virgen María. 
Desde entonces no dejo de agradecer a Dios y a la bienaventurada Virgen el favor recibido. 

Advierto que, para afirmación de la visión, supe después que aquel predicador misionero era compañero mío del Oratorio de don 
Bosco. 

Turín, 25 de febrero, 1891. DOMlNGO N.... 

PS. Si V.R. cree conveniente publicar esta mi carta, le otorgo plena facultad hasta para retocarla, a condición de que no se cambie el 
sentido, porque es la pura verdad. Respetuosamente beso su mano, amado padre Rúa, entendiendo que, al hacerlo, beso la de nuestro 
querido don Bosco. 

Mediante este sueño don Bosco ciertamente recibió también luz para poder juzgar las vocaciones al estado religioso o eclesiástico, las 
aptitudes de unos y de otros para realizar el bien. Había visto a aquellos valientes que combatían al elefante y a sus partidarios para salvar 
a los compañeros, curarles las heridas y llevarlos bajo el manto de la Virgen. El, por tanto, continuaba aceptando las peticiones de los que 
entre éstos, deseaban formar parte de la Pía Sociedad, o admitiendo, a los que ya eran novicios, a pronunciar los votos trienales. Será su 
eterno título honorífico el haber sido elegidos por don Bosco. Algunos de ellos no pronunciaron los votos o, cumplida la promesa trienal, 
salieron del Oratorio; pero es una realidad que perseveraron casi todos en su misión de salvar e instruir a la juventud 
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como sacerdotes diocesanos o como profesores seglares en las escuelas del Estado. 

El 12 de enero de 1863, el Capítulo de la Sociedad de San Francisco de Sales, previa la acostumbrada oración, admitió formalmente a 
los siguientes individuos, propuestos por el señor Rector don Bosco: Juan Lagorio, Juan Bautista Finino, Domingo Bongiovanni, Esteban 
Chicco, Juan Bautista Nasi, ((364)) Félix Alessio, Francisco Cuffia, Luis Delú, Juan Ravetti, Juan Pellegrini, Chiaffredo Ricchiardi. 

El 18 de enero de 1863, el señor Rector, don Bosco, reunió a todos los hermanos de la Sociedad de San Francisco de Sales para la 
ceremonia de la emisión de los votos de cinco socios. Don Bosco, revestido de roquete, invitó a los hermanos a arrodillarse y, alternando 
con ellos, recitó el Veni Creator, tras el cual rezó la oración del Espíritu Santo, las Letanías de la bienaventurada Virgen María, un 
Padrenuestro, Avemaría y Gloria a San Francisco de Sales con la invocación propia y la oración. 
A continuación, don Bartolomé Fusero, de rodillas, en medio de los profesos don Víctor Alasonatti y don Miguel Rúa, ante una imagen 
de la Virgen con dos candelabros encendidos, pronunció en presencia del Rector, con voz clara y alta, la fórmula de los votos. Luego 
firmó en el libro de los profesos. 

Lo mismo hicieron sucesivamente el clérigo Antonio Rovetto, José Mignone, Pedro Racca, Alejandro Fabre, todos los cuales, después 
de pronunciar la fórmula prescrita delante del Rector, firmaron en el libro de los profesos. 

El día 8 de febrero, 1863, el Capítulo de la Sociedad de San Francisco de Sales, después de haberse reunido y rezada la invocación al 
Espíritu Santo, admitió, de acuerdo con las reglas, a los siguientes jóvenes: José Fagnano, Augusto Croserio, Domingo Belmonte, José 
Morielli, Angel Nasi y Vicente Buratto. 
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((365)) 

CAPITULO XXXV 

DIFUSION DE LIBROS BUENOS -TERCERA EDICION DE LA HISTORIA SAGRADA -ALOCUCION DEL PAPA Y SALUDO 
DEL EPISCOPADO EN LA CANONIZACION DE LOS MARTIRES JAPONESES -OTRA EDICION DE LA HISTORIA DE 
ITALIA: ARMONIA -LECTURAS CATOLICAS DE MARZO: AVISO A LOS SUSCRIPTORES -ATENCIONES QUE QUIERE 
DON BOSCO SE USEN CON LOS PRELADOS QUE SE SUSCRIBEN A ESTAS LECTURAS -CARTAS DE DON BOSCO A LOS 
ORDINARIOS DE MUCHAS DIOCESIS DE ITALIA PARA RECOMENDAR ESTA SUSCRIPCION Y SUS RESPUESTAS 

EL mismo interés que don Bosco se tomaba por la salvación eterna y el progreso de sus muchachos en la virtud y por el progreso de la 
Pía Sociedad de San Francisco de Sales, era el que le animaba a escribir buenos libros y difundirlos por todos los medios. 

Aquel año de 1863 encontró tiempo para reimprimir la Historia Sagrada publicando su tercera edición, con sus correspondientes 
grabados, para uso de las escuelas, de acuerdo con el programa del ministerio de Instrucción Pública. Además de bastantes correcciones 
de frases, añadiduras de períodos, parágrafos y algunos hechos, aumentó con cinco capítulos totalmente nuevos la séptima época. Con 
este trabajo defendía la verdad de la Iglesia Católica y confutaba las mentiras y aberraciones de los herejes. Escribía al final: 

«San Pedro, cabeza de la Iglesia, salió de Antioquía y dirigiéndose a Roma, entonces capital del mundo entero, estableció allí su sede. 
Sus sucesores continuaron residiendo allí y por causa de las persecuciones estuvieron en las catacumbas. Después del tercer siglo de la 
era cristiana el emperador ((366)) Constantino abrazó la religión de Jesucristo, fundó iglesias en Roma y las dotó de bienes. Más tarde 
trasladó su trono imperial a Constantinopla por él fundada. Desde entonces los emperadores y los reyes que dominaron en Italia, no 
residieron en Roma, sino que solamente la atravesaron como viajeros, y residieron en Rávena, en Pavía o en Milán. De este modo Roma 
vino a ser, por divina Providencia, la ciudad del Vicario de Jesucristo». 
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En esta reedición don Bosco suprimió en el prólogo la cita de Feccia y de Aporti, reprodujo la lista de los nombres geográficos 
sagrados, confrontados con los nombres modernos, con muchas añadiduras sobre los del año 1855. 

Completó el volumen con un cuadro de las monedas, pesos y medidas hebreas comparadas con las monedas, pesos y medidas del 
sistema métrico decimal; con un tratadito sobre la geografía de Tierra Santa y países limítrofes, una relación de los imperios que la 
dominaron y con un mapa geográfico de Palestina. 

Hubo otras ediciones posteriores a ésta, siempre con añadiduras y correcciones de don Bosco, que indican el amor con que él distinguía 
esta historia. 

Entre tanto, lleno de gozo por la unánime adhesión del episcopado a los deseos del Santo Padre; por la admirable unión del clero y del 
laicado católico prusiano con Roma, unión de la que debía surgir el Centro Parlamentario que tantas victorias legislativas debía alcanzar 
en favor de la Iglesia; por el óbolo de San Pedro, que desde todas las partes del mundo trataba de levantar con millones la lamentable 
pobreza del Pontífice, hacía imprimir en el Oratorio un opúsculo anunciado por Armonía el 5 de Marzo. 

El discurso del Papa y la salutación del Episcopado, con ocasión de la canonización de los Mártires Japoneses, son dos documentos que 
marcan una época en la historia. Por tanto creemos conveniente que sean conocidos y difundidos entre los fieles. Con este fin se ha 
impreso una hermosa edición de ellos en italiano en la tipografía del Oratorio de San Francisco de Sales en Turín, al precio de veinte 
céntimos libre de impuesto de correo. 

((367)) Al mismo tiempo publicaba otra edición de su Historia de Italia, encargando la venta, para comodidad de la juventud turinesa, 
además del Oratorio, a las imprentas de Paravía, del caballero Pedro Marietti, de Jacinto Marietti y a la librería de José Moglia, en la calle 
Barbaroux. El periódico Armonía la anunciaba el 5 de abril. 

La Historia de Italia narrada a la juventud. Sólo el título bastaría para recomendar el valioso trabajo del óptimo sacerdote don Bosco. 
Este nombre es en verdad muy conocido por toda Italia y el poder decir que esta historia tuvo ya, en tan breve tiempo, el honor de cuatro 
ediciones es tan alto, que muchos lo pueden ambicionar, pero pocos conseguir. No quiero, sin embargo, anticipar que los valores 
grandísimos de esta historia recibieron las más halagadoras alabanzas de la Civiltà Cattolica que la encomió muchas veces y, aún no hace 
mucho tiempo, con uno de aquellos sus incomparables artículos; y también las de un autor, cuya opinión en nada sospechosa resulta muy 
autorizada, principalmente en esta materia, y nos referimos al ilustre señor Nicolás Tommaseo. 
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Añádase que la presente obra tiende, además, a procurar la ocasión de cumplir un acto de la caridad más exquisita, pues se vende 
exclusivamente a beneficio de los Oratorios de San Luis, del Angel Custodio y de San Francisco de Sales. Se agrega en fin que, si se 
miran el tamaño del volumen, la claridad de los caracteres, la corrección de la impresión y la belleza de la edición, el precio no podía ser 
más bajo. Este es sólo de dos liras con cincuenta céntimos en Turín, y dos con setenta y cinco en provincias, por el correo. 

Otros trabajos tenían a don Bosco atado a su mesa, como pronto veremos; pero lo que más apremiaba era el opúsculo de las Lecturas 
Católicas para el mes de marzo. 

Estas presentaban a sus lectores el folleto: Diálogos populares sobre algunos errores actuales referentes a religión. Los diálogos son 
cuatro, y rebaten los conocidos errores que los protestantes divulgaban por las aldeas contra las verdades católicas. El librito está impreso 
en la tipografía Paravía, y en la portada se lee: -Turín, 1863 -Dirección de las Lecturas Católicas, calle de Santo Domingo, n.º 11. 

En la última página, bajo la palabra suscripción, se indica que los giros postales deben enviarse a la Dirección. 

El folleto llevaba una comunicación para los suscriptores. 

((368)) A nuestros beneméritos suscriptores y amables lectores: 

Con gran satisfacción, beneméritos suscriptores y amables lectores, os comunicamos el término del décimo año de las Lecturas 
Católicas. Creemos que la satisfacción sea común, porque nuestros cuidados y los vuestros fueron coronados por el éxito, con el aumento 
de lectores, y el fruto que esperamos haya beneficiado a las almas. 

Y como, por otro lado, desde un tiempo acá, se agrava el mal que se va produciendo con las malas publicaciones, al notificaros el año 
undécimo de nuestra publicación nos animamos, beneméritos suscriptores y amables lectores, a exhortaros queráis redoblar vuestro celo e 
interés. Por nuestra parte, nada ahorraremos de cuanto pueda contribuir a la buena presentación de imprenta, a la puntual expedi ción, a la 
amenidad de la materia, a la utilidad y selección de los temas. Para conseguir este objeto podéis coadyuvar eficazmente, sobre todo 
animando a los ya suscritos a continuar su ayuda y estudiando el modo de difundir estos folletos por aquellos lugares donde todavía no 
fuesen conocidos, especialmente allí donde los protestantes hubiesen intentado o pretendiesen derramar el veneno del error entre los 
pueblos católicos 

Por el programa adjunto se observará que no se ha cambiado nada de los años pasados. Creemos oportuno reproducir las palabras del 
supremo jerarca Pío IX y algunos fragmentos pastorales de los Obispos y Vicarios Generales 1 que se complacieron 

1 De la pastoral de monseñor Losana, obispo de Biella. 

Lo mismo que en años anteriores, también en el presente, a la par que nos alegramos de la buena obra de los que se suscriben y 
distribuyen las Lecturas Católicas, como freno y compensación 
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en recomendar a los fieles la mayor difusión posible de las Lecturas Católicas. Dios bendiga a todos aquéllos que, en estos calamitosos 
tiempos, se prestan a la difusión de los buenos libros y os bendiga particularmente a vosotros, beneméritos suscriptores y amables 
lectores; y mientras os ofrecemos los sentimientos de nuestra más viva gratitud, rogamos al cielo os conceda la plenitud de sus favores. 

Turín, 1 de marzo, 1863. 

LA DIRECCION 

((369)) Don Bosco publicaba, como lo había hecho en años anteriores, la lista de folletos editados por las Lecturas Católicas, para que 
fuesen distribuidos y vendidos o regalados en las poblaciones. Al mismo tiempo, para recomendar sus Lecturas, enviaba una carta a diez 
Cardenales, a ochenta y cinco Obispos y sesenta Vicarios Generales o Capitulares de toda Italia. Se conserva la nota hecha escribir y 
corregida por él. Recomendaba entretanto a sus encargados que no enviasen nunca la cuenta de la suscripción a los bienhechores insignes, 
a los obispos y a los cardenales; y por esto exigía que sus nombres fuesen anotados en registros aparte. 

-Estos, decía, quedarían ofendidos al presentarles las facturas, cuando con un solo donativo pagan ampliamente a la Casa. 

He aquí, pues, la circular, cuya dirección variaba, de acuerdo con la dignidad de los personajes que debían recibirla. 

Ilustrísimo y Reverendísimo Monseñor: 

La necesidad, que cada día parece más grave, de difundir buenos libros, me anima a escribir a V.S. Ilma. y Rvdma. buscando un apoyo. 
Creo sea de su conocimiento 

de los graves daños que acarrean los libros y folletos malos que desgraciadamente se van difundiendo cada día más, os animo de nuevo a 
continuarlas e iniciarlas allí donde todavía no sean conocidas, ya sea en razón del bienestar de las familias como de la moralidad pública. 

De la pastoral de monseñor Moreno, obispo de Ivrea. 

Renovamos insistentemente a los reverendos párrocos y sacerdotes nuestras exhortaciones para que promuevan las buenas lecturas con 
la suscripción a las Lecturas Católicas. 

Extracto de la circular del canónigo Luis Viani, Vicario General Capitular de Sarzana. 

Verdaderamente son muchas las obras de religión que al presente salieron a la luz; pero las Lecturas Católicas, que yo recomiendo y 
que están abundantemente difundidas por todas las diócesis, sirven para llenar un vacío que existía con mengua para las clases populares. 

Palabras del Vicario General Capitular de Alba. 

Muy a gusto aprovechamos esta ocasión para recomendar calurosamente a nuestros hermanos y a los fieles a ellos encomendados la 
lectura de los libros que un estupendo sacerdote turinés saca mensualmente a la luz, bajo el título de Lecturas Católicas, recomendadas y 
alabadas por el mismo Sumo Pontífice, nuestro padre y señor Pío IX. 

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que hace diez años ((370)) se publican en esta ciudad unos folletos mensuales con el título de Lecturas Católicas. Lo módico del precio, 
la popularidad y selección de los temas, la recomendación de los Obispos y, más aún, la bendición y aprobación del mismo Sumo 
Pontífice reinante Pío IX, lograron que fueran numerosas las suscripciones y quedaran muy satisfechos los lectores. 

Deseo ahora ardientemente que sean mucho más difundidas en esa diócesis, confiada a sus apostólicos cuidados por la divina 
Providencia; por eso, si en su gran prudencia y experiencia estimase oportuno decir una palabra en favor de estas Lecturas, creo que haría 
una cosa útil para la gloria de Dios, ayudaría a oponer un antídoto a las lecturas inmorales e irreligiosas, que de tantas maneras se 
propagan, y sería al mismo tiempo de gran impulso para los que trabajan en la publicación y en la difusión de las mismas. 

Cuanto aquí le expongo es un simple ruego que presento en nombre de la dirección; yo estaré satisfecho con lo que en la práctica 
juzgue más conveniente. 

Por mi parte le suplico respetuosamente admita que de corazón le presente los mejores deseos de bienestar y abundancia de gracia, 
mientras me encomiendo a la caridad de sus fervorosas oraciones y considero mi mayor honor el poderme profesar con total estima. 

De V.S. Ilma. Rvma. 

Turín, 20 de enero, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Los diversos obispos no tardaron en responder a la llamada de don Bosco. Conservamos todavía algunas de sus cartas 1 

1 Véase el apéndice n.° 3, al final del presente volumen. 
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((371)) 

CAPITULO XXXVI 

DON BOSCO EMPIEZA A HABLAR DE LA CONSTRUCCION DE UNA NUEVA IGLESIA EN VALDOCCO Y DE SU TITULO 
SEÑALA EL TERRENO DONDE SERA EDIFICADA Y PREDICE LA COLABORACION DE LOS FIELES -LA VIRGEN 
SUMINISTRARA LOS MEDIOS -EL CAMPO DE LOS SUEÑOS NO PERTENECE A DON BOSCO -SE PIENSA CONSTRUIR LA 
IGLESIA EN OTRO LADO, MAS NO SE CONSIGUE COMPRAR EL TERRENO -TRAMITES FALLIDOS PARA LA 
ADQUISICION DEL CAMPO DE LOS SUEÑOS -FLORECILLAS PARA LA NOVENA DE SAN FRANCISCO DE SALES 
-CONVERSACIONES PRIVADAS DE DON BOSCO: 
SU INDIFERENCIA A LA ALABANZA Y AL DESPRECIO; UNA EMPRESA TENDRA EXITO SI TIENE POR FIN LA 
VERDADERA GLORIA DE DIOS; NO LE QUEDAN MAS QUE DOS AÑOS DE VIDA Y SE LA PODRAN PROLONGAR LA 
AYUDA DE LOS SALESIANOS COMBATIENDO CONTRA EL PECADO Y LAS ORACIONES DE LOS JOVENES -COMUNICA 
A TODA LA COMUNIDAD UNA VICTORIA SOBRE EL DEMONIO -RUEGOS PARA RECAUDAR SUBSIDIOS PARA LA 
IGLESIA AL CONDE CIBRARIO Y A LA ORDEN DE SAN MAURICIO, AL MINISTRO DE GRACIA Y JUSTICIA Y CULTO, AL 
ALCALDE DE TURIN -CIRCULARES CON EL MISMO FIN A LOS FIELES DE ITALIA -ALGUNOS TEMEN QUE DON BOSCO 
NO LO CONSEGUIRA OTROS ESTAN PERSUADIDOS DE QUE PARA EL NO HAY IMPOSIBLES -DON BOSCO TOMA 
POSESION DEL CAMPO DE LOS SUEÑOS -TESTIMONIO DE LA CONFIANZA DE LOS FIELES EN LAS ORACIONES DE 
DON BOSCO Y EN SU PODEROSA INTERCESION ANTE MARIA SANTISIMA 

YA se había corrido por el Oratorio la voz de que don Bosco estaba decidido a construir un nuevo templo, y, encontrándose cierto día 
entre sus muchachos, les había preguntado con qué título habría que invocar a la Virgen a quien sería dedicado. Uno respondió: 

((372)) -A la Inmaculada Concepción. 
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Otros dijeron:
-A la Virgen del Carmen. A la del Rosario.
Don Bosco dejóles hablar y, transcurrido un pequeño intervalo, manifestó la idea de invocarla con el título de Auxilium Christianorum.


Y, por diversas frases que añadió, pudieron persuadirse los jóvenes de que él quería reavivar así en el pueblo cristiano la fe en el triunfo 
de la Iglesia, en medio de la lucha que sostenía en aquellos tiempos. 

«Otro día, cuenta el canónigo Anfossi, me encontré con él en la calle que corre junto a nuestra casa y le pregunté dónde construiría el 
templo de María Auxiliadora. Me señaló el sitio en un campo vecino, casi enfrente de nuestra iglesia de san Francisco de Sales y con un 
gesto me indicó amplias porciones de terreno. Adviértase que una calle separaba aquella área del Oratorio. 

-Y por dónde pasaremos, le pregunté, para entrar en el Oratorio?
-Esta calle en la que vivimos será suprimida y nosotros entraremos por la calle Cottolengo prolongada.
Yo repliqué:
-Pero será muy amplia la iglesia?
Y él constestó:
-Sin duda, y aquí vendrán muchos a implorar el auxilio de la Virgen María.
Y como yo siguiera insistiendo para saber si ya poseía el dinero necesario, me respondió:
-Como es la Virgen quien quiere la iglesia, ya pensará Ella en pagar»
.
Juan Villa le oyó repetir en medio de los muchachos:
-Yo no tengo dinero, pero estoy seguro de que María Santísima me ayudará a levantarla.
Todo lo que dijo se cumplió punto por punto: y el templo llegaría a ser en breve uno de los primeros santuarios de la cristiandad.
Don Bosco se mantenía en sus trece ante la grandiosa idea de levantar un templo en Valdocco en honor de María Auxiliadora. Lo había


visto en sueños diecisiete años antes. 
Pero el campo de los sueños ya no era de su propiedad desde hacía ocho años, por haberlo vendido a los Rosminianos el 10 de abril de 
1854. Sobre este terreno, donde se había proyectado construir un edificio para imprenta, debía levantarse una casa para el ((373)) Instituto 
de la Caridad; pero después de la muerte del abate Rosmini, sus religiosos habían abandonado el proyecto. 
Don Bosco estaba decidido a volver a comprar aquel terreno; 
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pero don Angel Savio, ecónomo del Oratorio, de primera intención había pensado, y así lo había sugerido a otros, construir el sagrado 
edificio en un lugar más a la vista y más cómodo para la población; esto es, al fondo de la avenida de Valdocco, donde se alzaba una 
linda quinta de los señores Filippi con un amplio patio, contigua por levante con la propiedad que estos mismo señores habían vendido a 
don Bosco. Efectivamente, aquí habría terminado una ancha calle que, partiendo del espacioso Rondó, denominado entonces de san 
Máximo, rodeado de altísimos y frondosos árboles, hubiera prestado una majestuosa entrada a la iglesia; por el contrario, para llegar al 
terreno de los Rosminianos no había entonces más que callejuelas o senderos, algunos de los cuales lo atravesaban; y alrededor acequias 
y zanjas. 

-A pesar de todo, nos dijo años después don Bosco, yo había visto que la iglesia debía levantarse en el preciso lugar del martirio de los 
santos Solutor, Adventor y Octavio; había contemplado también aquí todo el futuro Oratorio con la fachada en forma de herradura de 
caballo y la iglesia en medio. Pero no dije nada de esto a don Angel Savio y le permití que fuese a hablar con los señores de Filippi. 

Se iniciaron los trámites para la compra. El contrato ya estaba terminado verbalmente ante testigos, se había fijado el día para firmar la 
escritura, y ya se había avisado al notario; pero he aquí que a los propietarios se les ocurrió decir que no estaban conformes con las 
condiciones establecidas. Se rompieron por consiguiente los tratos. 

Añade la crónica de Bonetti: «Nos hemos dado cuenta en estos días de la gran paciencia de don Bosco en las contrariedades y cuánto 
desea mantener la paz con todos. Apenas supo tal noticia, exclamó: 

»-íPaciencia! íEl Señor nos ayudará de otro modo! 

»Se le aconsejaba acudir a los tribunales, dado que los señores Filippi no podían negar que habían comprometido su palabra en el 
contrato. Pero don Bosco respondió a don Angel Savio: 

»-No, no; hazles sólo saber que me sabe muy mal esta su resolución, ((374)) pero, con todo, que deseo mantener siempre con ellos mis 
buenas relaciones. 

»Algunos días después, habiéndole yo preguntado qué pensaba sobre el caso, respondió: 

»-iEh, mira! Nuestra casa siempre ha tenido que caminar a través de la contradicción, y también en esta ocasión viene el demonio a 
enredar las cosas. Mas el Señor nos ayudará». 
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Y así era; no soñaba ninguno de los que estaban metidos en ello que eran instrumentos de la Providencia. 

En efecto, don Angel Savio, forzado por la necesidad de contar con una área espaciosa junto al Oratorio, se dirigió a los Rosminianos. 
Existían, sin embargo, diversas dificultades que superar y era la más seria una muy costosa condición, que quería poner el procurador de 
aquellos religiosos. Como quiera que el valor del terreno, debido a las modificaciones de los proyectos municipales en la zona de 
Valdocco, había disminuido casi en ocho décimas, desde la fecha en que don Bosco lo había vendido, ahora se exigía que el comprador, 
además del precio estimado, reembolsase una buena compensación. Don Angel Savio se retiró. Cuanto hemos narrado sucedía en las 
primeras semanas de enero. 

Entre tanto el 23 de este mes comenzaba la novena de san Francisco de Sales. La fiesta se celebraba aquel año el 1 de febrero, esto es, 
el primer domingo siguiente al 29 de enero, según la tradicional costumbre de los años precedentes. Don Bosco escribió y explicó a los 
alumnos las siguientes florecillas espirituales: 

Florecillas para la novena de san Francisco de Sales en el año 1863. 

1.° Quiero abandonar el pecado; haré un acto de contrición proponiendo evitar la ocasión de pecado.
2.° Una vez dada la señal, me levantaré enseguida de la cama.
3.° Quiero cumplir exactamente todos mis deberes y hacer con gusto las cosas que me desagradan.
4.° Obediencia pronta a todas las cosas que me manden.
5.° Buen ejemplo en la iglesia, como reparación del mal ejemplo dado en el pasado.
6.° Perdonar todos los insultos recibidos; rezar un padrenuestro por los que me han molestado.
((375)) 7.° Examinar y ajustar las cosas de la vida pasada, como si me encontrase en punto de muerte.
8.° Imitar a san Francisco de Sales en la huida de los malos compañeros y en la compañía de los buenos.
9.° Tres salves a María para obtener su asistencia en punto de muerte.


EL DIA DE LA FIESTA
Confesión y comunión en honor del Santo, pidiéndole la gracia de perseverar en el bien.


Durante esta novena empezaron a llegar a don Bosco cartas de los Obispos, respondiendo a su llamada en favor de las Lecturas 
Católicas. 

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Bonetti dejó escrito en su crónica, con fecha 31 de enero, sábado: 

«Esta noche nos encontrábamos muchos en la habitación de don Bosco, mientras él cenaba, después de haber confesado desde las cinco 
hasta las nueve y media. Se hacía leer una carta del Obispo de Spoleto. En ella rendíale el Prelado grandes elogios, diciendo entre otras 
cosas que, si bien no tenía el honor de conocerle en persona, no obstante la fama de su nombre había llegado a sus oídos y reconocía su 
gran celo por la gloria de Dios y su espíritu totalmente sacerdotal. Don Juan Bautista Francesia, que casi siempre está a su lado, le 
preguntó sonriendo: 

»-Y no se ensoberbece al escuchar esos panegíricos? 

»Y él respondió: 

»-Mira; estoy acostumbrado a oír de mí toda suerte de cosas: 
lo mismo me da leer una carta llena de alabanzas, que otra plagada de insultos. Cuando recibo una carta que me alaba, alguna vez me doy 
el gusto de compararla con otra de cualquier atrevido, cubierta de villanías, y después me digo: he aquí cuán diferentes son los juicios de 
los hombres. Pero digan un poco lo que quieran; yo no soy más que lo que soy delante de Dios. 

»Pasando aquella misma noche a tratar de la iglesia que pretende edificar, alguien le dijo: 

((376)) »-Don Bosco posee un estómago capaz de digerir las piedras: no tiene un céntimo y quiere edificar una iglesia, en un siglo tan 
egoísta e interesado como el presente. íEsto es desafiar a la Providencia! No tiene miedo a quedarse a la mitad de la obra? 

»El respondió: 

»-Cuando queremos hacer algo, pensemos antes si es para mayor gloria de Dios; y, si resulta que es así, vayamos adelante, sin 
detenernos; y lo conseguiremos. 

»Nos contó muchas otras cosas que demuestran su grande e ilimitada confianza en Dios». 

Admiraba esta su confianza al emprender una obra colosal, haIlándose mal de salud y gastado por tantos trabajos. El, en efecto, sentía 
cada día más que disminuían sus fuerzas. 

Seguía Bonetti escribiendo: 

«El primero de febrero, día de la fiesta de San Francisco de Sales, estaba don Bosco con algunos clérigos y jóvenes seglares cuando 
pasó a hablar de la muerte: con gran pena nuestra nos aseguró que pronto tendra que abandonarnos, ya que su vida estaba limitada a corto 
plazo. 
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»-No tengo más de dos años de vida, nos dijo. 

»Ya anteriormente, ora con uno, ora con otro, había ido repitiendo las palabras del apóstol san Pablo: Ego jam delibor, et tempus 
resolutionis meae instat (yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente)1. Nosotros le dijimos 
que rezase al Señor, para que le concediese, al menos para nuestro consuelo, veinte años más de vida, y le preguntamos qué deberían 
hacer sus muchachos para conseguir esta longevidad. 

»El nos contestó que le ayudásemos en la batalla que debe sostener contra el enemigo de las almas; y luego añadió: 

»-Si me dejáis solo, me agotaré antes, porque he resuelto no ceder aun a costa de caer muerto en la batalla. Ayudadme, pues, a hacer 
guerra al pecado. Os aseguro que, quedo tan oprimido cuando veo al demonio esconderse en un rincón de la casa para hacer cometer el 
pecado, que no sé si puede haber martirio más terrible que el que yo sufro entonces. ((377)) Yo soy así: cuando veo la ofensa de Dios, 
aunque tuviese todo un ejército en contra, no cedo. 

»Y entonces, al ver a sus fieles hijos angustiados, entre ellos algunos clérigos próximos a recibir las órdenes sagradas, concluyó: 

»-Rogad al Señor y tengo la esperanza de poder asistiros a todos, cuando celebréis la primera misa. 

»Estas palabras, divulgadas rápidamente por la casa, estimularon verdaderamente a los muchachos, que se decidieron a hacer de todo 
para conservar la vida de su padre y maestro. 

»Se realizaba un bien inmenso que se palpaba con las manos y que ponía en evidencia cuán grande era la autoridad moral de don Bosco 
sobre los alumnos del Oratorio. 

»Por la noche de aquel día solemne, don Bosco comunicó, a toda la comunidad reunida, una eminente victoria contra el enemigo de las 
almas con estas palabras: 

»-Se trata nada menos que de hacer rezar el suspiciat 2 al diablo. 
Por ahora no dejéis la oración; espero explicaros todo más tarde». 

Y él, con fecha de este mismo día, empezaba resueltamente los primeros trámites para la nueva iglesia. Aunque no poseía todavía el 
terreno donde edificarla, enviaba un gran número de circulares, pidiendo ayuda a sus bienhechores. Comenzaba dirigiéndose a las 
autoridades y presentaba una súplica al conde Cibrario. 

1 II Timoteo, IV, 6. 

2 Suscipiat (Reciba ((el Señor))): Es la primera palabra de la contestación del pueblo al Orad, hermanos, del sacerdote, en la misa. Se 
trata de una latinismo, usado por don Bosco, para decir que el diablo tendría que resignarse hasta a orar con él al Señor. (N. del T.) 
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Excelencia: 

Uno de los sectores de esta ciudad donde ha crecido la población extraordinariamente es Valdocco. Desde la iglesia parroquial de 
Borgo Dora, doblando hacia el manicomio hasta el Borgo de san Donato y la Forja Real de Fusiles, las manzanas de casas y caseríos 
forman como un solo conjunto de edificios, casi todos de reciente construcción. 

Pero en este amplio y populoso espacio no hay iglesia, ni capilla pública, donde los ciudadanos puedan asistir a las prácticas del culto 
divino. Existe, es cierto, el Oratorio de san Francisco de Sales, que, por algún tiempo, se mantuvo indistintamente abierto al público; pero 
al presente está de tal modo ocupado por ((378)) los jóvenes que allí se reúnen, que resulta incapaz para atender a los adultos. 

Para satisfacer esta necesidad pública, había imaginado el que suscribe intentar la construcción de una iglesia en terreno de su 
propiedad, situado en la calle Cottolengo, en el rellano de la bajada del Círculo 1 de Valdocco. Esta iglesia estaría especialmente 
destinada a los alumnos externos que podrían asistir libremente, pero que, por su amplitud, podría servir así mismo para los adultos. 

Ya hay algunos bienhechores dispuestos a dar limosna para semejante proyecto; y con tal finalidad recurro también humildemente a 

V.E. rogándole ardientemente nos ayude con el mayor caritativo subsidio que a usted le pareciere bien, para el caso excepcional de la 
construcción de una iglesia pública. 
La solicitud que a vuestra Excelencia caracteriza en todo lo que mira a la utilidad pública moral y material, como esta casa ha 
experimentado ya muchas veces, me hace esperar una benévola acogida a mi súplica. 

Invocando del cielo copiosas bendiciones sobre usted, sobre nuestro augusto Soberano y sobre todos los señores de la Orden de san 
Mauricio, me cabe el gran honor de poderme profesar. 

De V.S. 

1 de febrero, 1863. 

Su humilde y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Una carta similar dirigió al Ministro de Gracia y Justicia, suplicándole su ayuda, asignándole con cargo a la Caja del Economato Real el 
mayor caritativo subsidio que juzgase conveniente Su Excelencia. 

Al mismo tiempo presentaba un ruego al Alcalde de Turín, pidiéndole calurosamente su ayuda para el caso extraordinario de la 
edificación de una iglesia pública, e imploraba abundantes bendiciones del cielo sobre todos los componentes del Ayuntamiento. 

Además se apresuraba a expedir la siguiente circular a cuantos señores conocía en Turín y en otras poblaciones de Italia. 

1 Círculo de Valdocco.-Quiero imaginar que se refiere al famoso Rondó. (N. del T.) 
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((379)) INVITACION PARA CONCURRIR A LA CONSTRUCCION DE UNA IGLESIA EN HONOR DE LA BIENAVENTURADA 
VIRGEN MARIA BAJO 

EL TITULO DE «MARIA AUXILIUM CHRISTIANORUM» 

Maria Auxilium Christianorum. Ora pro nobis. 

Benemérito Señor: 

Ciertamente todo católico experimenta una gran satisfacción cuando puede contemplar un gran número de fieles, congregados en la 
casa de Dios, asistiendo a los divinos oficios y escuchando la divina palabra. Pero se tiene también una sensible pena cuando acuden los 
fieles a las sagradas funciones y se ven excluidos por falta de sitio. Soy precisamente un espectador que se duele de ello. 

Hace cerca de diez años que se colocaban los cimientos de un templo junto a esta casa; con la ayuda de caritativas personas pronto se 
terminó y se consagró al culto divino. Pero, aquel edificio, que entonces parecía suficiente, ahora no puede contener más que una porción 
de muchachos dispuestos a asistir, la mayor parte no tiene cabida. Además, hay por estos alrededores una población de más de veinte mil 
habitantes y no existe en la zona ni una sola iglesia, ni una capilla, ni siquiera una escuela pública, donde, a excepción de la nuestra, se 
celebren las sagradas funciones o se imparta enseñanza religiosa. 

En vista de esta necesidad moral y religiosa, me vino la idea de intentar levantar un nuevo edificio destinado al culto divino, en honor 
de la bienaventurada Virgen Inmaculada, con el título de Maria Auxilium Christianorum, exento de toda elegancia, pero de bastante 
capacidad para reunir a los jovencitos que quisieran asistir y con espacio suficiente para las personas adultas del vecindario, y hasta para 
ser convertido en parroquia si el Superior Eclesiástico lo juzgase conveniente. 

Este sería el plan proyectado mediante el cual se podría cubrir una pública y grave necesidad. Sólo que, para efectuarlo, habría que 
afrontar cuantiosos gastos, por lo que en este momento no sabría qué partido tomar. Usted ya me hizo experimentar los efectos de su 
beneficencia. Quién sabe si, en esta ocasión, le inspirará el Señor acudir una vez más en socorro de una obra eminentemente católica, que 
ciertamente puede contribuir a la salvación de muchas almas? 

No pretendo invitarle a cargar sobre sí el peso de toda la construcción; haga solamente lo que sus posibles y su caridad le sugieran. En 
cualquier medida que coopere, yo le profesaré siempre la mas profunda gratitud, rogando al Señor le recompense generosamente en la 
celestial Jerusalén cuanto usted realizó por el decoro de su santa casa en la tierra. 

((380)) Le suplico perdone bondadosamente la molestia que le causo, y permita le presente, a la par, los mejores augurios de bienestar y 
gracia del cielo, mientras tengo el honor de profesarme con todo mi aprecio. 

De V.S. benemérita. 

Turín, 1 de febrero, 1863. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Circulares impresas e innumerables cartas escritas a mano prosiguieron difundiendo la noticia del gran proyecto por todas partes. Ante 
esta novedad, los mismos antiguos alumnos que sabían de sus 

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apuros económicos, al ver su continuo afán de agrandar el Oratorio y sus demás obras, si alguna vez habían pensado que se aventuraba 
demasiado, viéndose obligado a desistir por falta de medios, ahora no sabían qué decir. 

Muchos personajes de la ciudad, hasta eclesiásticos, le creyeron temerario al emprender siempre nuevas obras, y alguno le escribió: 

-Mientras usted viva, con su fama sostendrá sus obras, mas cuando el Señor le llame a la otra vida, éstas se vendrán abajo o quedarán 
sin acabar. 

Pero otro gran número de personas tenía confianza ciega en las palabras de don Bosco. Entre ellos estaba el profesor de retórica don 
Mateo Picco, el cual le conocía íntimamente y profesaba al siervo de Dios un gran aprecio y le consideraba un hombre extraordinario. Se 
maravillaba sobre todo al verle salir a flote en asuntos que parecían imposibles. Por esto, cuando oía a don Bosco manifestar alguno de 
sus grandes proyectos, por ejemplo el de la nueva iglesia, solía exclamar: 

-Es posible?... Pero si don Bosco lo dice, así será. 

Y así debía ser, porque su obra era obra de Dios y porque, como le dijo a don Miguel Rúa el cardenal Agostini, Patriarca de Venecia, 
Dios no acostumbra realizar obras grandiosas si no es a través de sus santos. 

En tanto los Rosminianos se habían determinado a vender su ((381)) parcela de Valdocco, porque, no sólo no les proporcionaba 
provecho alguno, sino que debían pagar la contribución. Publicaron el precio de venta, mas como era un poco elevado, no se presentó 
ningún comprador. Sin embargo, su procurador y algunos otros habían decidido no ceder nunca la propiedad en favor de don Bosco, 
hacia el cual conservaban cierta frialdad, por no haberse plegado don Angel Savio a sus propuestas. 

Entonces don Bosco se sirvió del señor Francisco Tortone, su insigne amigo, quien llevó a cabo los trámites como si él quisiera 
comprarlo, pero en realidad lo hacía para cederlo a don Bosco. El mismo fijó el precio y las condiciones a su gusto y los otros 
consintieron. Llegó el día del contrato. El señor Tortone y el delegado de los Rosminianos se presentaron en el despacho del notario 
Turvano. De improviso apareció don Bosco. Entonces el delegado protestó que no era con don Bosco con quien él había entendido tratar; 
más aún, que el propietario se oponía a la venta del terreno, si se trataba de don Bosco. 

El señor Tortone dijo: 
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-El que compra esta finca soy yo, no tendré derecho a cederla a quien me parezca? 

El encargado respondió que, tratándose de un contrato de semejante género, él no tenía las instrucciones oportunas y no podía firmarlo. 

-Pues bien, replicó el señor Tortone; escriba usted a sus mandantes pidiendo instrucciones. 

-Escribiré a Stressa, concluyó el delegado. 

Y escribió, pero el asunto había adquirido tanta publicidad, que los interesados no quisieron cayera sobre ellos el borrón de ser 
enemigos de don Bosco. Hubiera sido por su parte una mezquindad que habría causado muchas murmuraciones. Respondieron, por 
consiguiente, al delegado que firmase el contrato con las condiciones puestas por el señor Tortone. 

Y así, con escritura firmada el 11 de febrero de 1863, el teólogo Pedro Bertetti, como heredero del abate Antonio Rosmini, vendía a don 
Bosco el terreno situado en Valdocco con una superficie de ((382)) diecinueve áreas con cuarenta y ocho centiáreas por el precio 
declarado de mil quinientas cincuenta y ocho liras con cuarenta céntimos. De esta forma aquel terreno volvió a ser propiedad de don 
Bosco. 

Entre tanto, las respuestas de aquéllos a quienes habían llegado las circulares, testimoniaban no sólo su devoción a María, sino también 
la confianza en las plegarias de don Bosco. 

«En efecto, afirma el canónigo Ballesio, don Bosco tenía fama de alcanzar de María Santísima Auxiliadora muchas gracias y favores, 
para los que se encomendaban a él. Y esta confianza tenía un fundamento cierto, puesto que por lo que yo recuerdo, de mis ocho años en 
el Oratorio, y por cuantas veces tuve que tratar en adelante con el siervo de Dios, conocí que él tenía plena confianza en la Virgen y que 
con su auxilio estaba seguro de obtener muchísimo, aun lo que humanamente hablando, parecía imposible. La Virgen fue siempre su 
tesorera, su defensa y su auxilio, lo mismo en favor de los que recurrían a Ella por medio del siervo de Dios, que en favor de las obras 
salesianas». 
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((383)) 

CAPITULO XXXVII 

DON BOSCO ESCRIBE PARA QUE LE MANDEN DE ROMA EL DICCIONARIO ECLESIASTICO DE MORONI -LA 
BIBLIOTECA DEL ORATORIO -DA LAS GRACIAS POR EL ENVIO DE MORONI -LA CARTITA DE UN AMIGO -CARTA DE 
DON BOSCO A PIO IX -LECTURAS CATOLICAS: PONTIFICADO DE SAN CAYO PAPA Y MARTIR -OPINION DE DON 
BOSCO SOBRE LA HISTORIA POPULAR DE LOS PAPAS POR CHANTREL -SU ADVERTENCIA PARA EL USO EN LAS 
ESCUELAS DE LAS HISTORIAS SAGRADAS TRADUCIDAS DE LENGUAS EXTRANJERAS 

DON Bosco debía estar satisfecho de haber adquirido el terreno de los sueños. Después de tantas vicisitudes de gestiones, de 
compraventas y vueltas a comprar; de proposiciones exorbitantes de hipotecas y rechazos, la promesa de la Virgen se había cumplido; y 
su celestial proyecto iba a realizarse. A lo que parece, el demonio había recitado el suscipiat. 

Terminado aquel asunto, don Bosco pasaba a otros que le acuciaban, y consignaba dos cartas a la marquesa y al marqués de Landi, que 
salían para Roma. Una de ellas iba dirigida al barón Ricci, que ya se encontraba en la Ciudad Eterna, para pedirle una obra famosa que le 
era necesaria para compilar algunas de sus Lecturas Católicas; y la segunda, para el Romano Pontífice: 

Decía la primera: 

Turín, 13 de febrero, 1863. 

Carísimo Señor Barón: 

Aprovecho la ocasión de que la señora marquesa de Landi va a Roma para pedirle unos favores que deseaba suplicarle antes de su viaje. 
((384)) Necesitamos en esta casa la obra de Moroni, cuyos primeros volúmenes ya tenemos. Encarecidamente le ruego quiera tomarse 
esta molestia y completarla, de acuerdo con la notita que le adjunto. El traerla consigo es una gran molestia; por tanto le ruego se sirva del 
medio con que acostumbran enviar la Civiltà Cattolica y así evitará muchos fastidios. El reverendo padre Oreglia espero le ayudará. Mi 
petición está limitada a la molestia; a su regreso será indemnizado por cuanto haya gastado. 

Le ruego presente mis respetuosos saludos a la señora Baronesa, su esposa. 

Procuraré recompensarle en mi poquedad, rogando al Señor quiera derramar 
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sus copiosas bendiciones sobre usted y sobre toda su querida familia, para que conceda a todos salud y gracia, en la vida presente y la 
futura. 

Acepte bondadosamente mi más sentida gratitud, mientras me profeso en el Señor. 

De V.S. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Pero, además de la necesidad que don Bosco tenía de la obra de Moroni para sus trabajos, había resuelto dotar poco a poco al Oratorio 
de una biblioteca, que pudiese estar a la altura de las de otros institutos religiosos. Y lo consiguió con la ayuda de los amigos y también 
con sus sacrificios, de modo que sus sacerdotes y clérigos tuvieron a mano las obras necesarias, y también las simplemente convenientes 
para todas las ramas de sus estudios. 

No pasaron muchos años hasta llenar dos amplias salas y tres habitaciones, con cerca de treinta mil volúmenes. Todas las ciencias 
tuvieron su propio armario y éstos llegaron a veintidós. 

Además de esto, recibió don Bosco, como donativo, muchas obras en lenguas extranjeras sobre distintos temas, y algunas raras y 
preciosas. 
Ya en 1863 la biblioteca del Oratorio, aunque la realización de este proyecto estuviese en sus comienzos, contaba con una vasta sala bien 
provista de volúmenes. Un libro más era para él un tesoro. Se echa esto de ver en otra carta al barón Ricci. 

((385)) Turín, abril, 1863. 

Benemérito y Carísimo Señor Barón: 

He recibido finalmente la caja que usted me anunció y que hizo muchas paradas antes de llegar a la capital. Sin embargo, todo ha 
llegado como había escrito y enseguida hice las debidas separaciones, enviándolas a su destino. 

Le agradezco el Moroni, pero mi idea es conservarlo para servicio de esta casa, ya sea por el precio a que pudo adquirirlo, ya sea por la 
necesidad que verdaderamente tenemos de él. Por ello le agradezco las molestias causadas y me declaro deudor de cuanto ha gastado en 
Roma para todo. 

Los portes, las comisiones, la aduana, han sido ya pagados por nosotros aquí en Turín. 

Que la Santísima Virgen les asista a usted y a la señora Baronesa su esposa y otorgue a toda la familia un viaje feliz a la patria. 

Con la mayor estima tengo el honor de profesarme. 

De V.S. Benemérita. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


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A este envío de libros iba unida la tarjeta de un apreciado amigo suyo. 

Muy Reverendo Señor: 

Ruégole acepte esta pequeña muestra de la veneración y aprecio que a V.S. profeso. 

Le suplico, a título de gracia, que rece por mí una Avemaría a María Santísima, sede y maestra de la verdadera sabiduría. 

Créame con cordial afecto. 

De V. Rvda. S. 

Roma, Col. Rom., 21 de marzo, 1863. 

Su seguro servidor ANTONlO ANGELINI 

P. de la Compañía de Jesús. 
NB. Con dos paquetes de libros y los saludos de Protasi. 

El marqués de Landi había presentado al Santo Padre la carta de don Bosco, con caligrafía de Juan Cagliero, en la cual ((386)) resalta la 
profunda veneración, el afecto filial, la intimidad con el Vicario de Jesucristo y, al mismo tiempo, el vivísimo sentimiento de su 
pertenencia a la Iglesia, cuya vida, dolores y triunfos eran suyos. 

Beatísimo Padre: 

Dígnese Vuestra Santidad usar su acostumbrada bondad permitiendo que este pobre, pero muy devoto hijo de la santa madre Iglesia, 
tenga, por medio del fervoroso católico marqués de Landi, la gratísima satisfacción de postrarse a sus sagrados pies y expresar los filiales 
afectos de su corazón. 

Ante todo presento mis más vivas muestras de agradecimiento, junto con las de mis ayudantes y numerosos jovencitos, por los muchos 
favores espirituales que en diversas circunstancias nos ha concedido. Estos nos sirvieron de poderoso estímulo para esmerarnos en 
corresponder, con oraciones y esfuerzos, a promover, dentro de nuestra poquedad, la gloria de Dios y el bien de las almas. 

Los asuntos de la religión y sus sagrados ministros se vieron expuestos, de dos años acá, a serias pruebas en nuestro país, ya sea por los 
acostumbrados sobornos de los protestantes, ya sea por las amenazas y también las opresiones de la autoridad, ya sea por el extravío de 
muchos de los puestos por Dios para custodia de la casa del Señor. A esto se agrega la enseñanza acatólica de la juventud en las escuelas 
primarias y secundarias; lo cual ha producido dos tristísimas consecuencias: contribuyó a la insensatez de leer escritos seductores e 
irreligiosos y a rechazar lo que es fundamental en la religión, y como consecuencia una sensibilísima disminución de las vocaciones 
eclesiásticas y religiosas y el escarnio de aquéllos que se sienten llamados a ella. Los periódicos y libros impíos siguieron editándose, 
multiplicándose, difundiéndose aunque con mucho menos éxito para los enemigos de la religión. Esto se consiguió con el aumento de 
periódicos y libros buenos y con la mayor solicitud de los católicos para promover la buena prensa y propagarla. 

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Pero, en medio de tanto motivos de aflicción, tenemos también de qué consolarnos. Creció mucho el respeto y la veneración de Vuestra 
Santidad entre los buenos; se mantuvo y aumentó bastante, aun entre los mismos adversarios de la fe. Esto es debido a la conducta 
intachable, a las buenas obras, a la firmeza de Vuestra Santidad. Omnia ad majorem Dei gloriam. (Todo a la mayor gloria de Dios). 

La muerte, el destierro de bastantes obispos, sembró el desaliento entre los menos fervorosos e hizo ciertamente que el clero se uniese 
más entre si, llevando exclusiva y directamente el pensamiento al centro de la verdad, al Vicario de Jesucristo. Los obispos siguen 
siempre unidos; el clero de las otras provincias, flens dico, (lo digo llorando) se ha desprestigiado en gran número. El único consuelo ante 
este desastre es la firmeza y la prudencia de los obispos con la que lograron impedir la caída de muchos más y consiguieron el 
arrepentimiento de otros. Diré algo extraño, pero que juzgo verdad. En este momento, parece que los obispos hagan más bien desde el 
destierro y desde las cárceles, que tal vez no harían en sus diócesis; porque, con su testimonio, publican y defienden el principio de la 
autoridad divina en su cabeza visible que es la base de nuestra santa religión católica. Aunque somos testigos de frecuentes expoliaciones 
de lugares y personas sagradas, no obstante nada faltó, hasta ahora, de cuanto se refiere al culto divino. Se levantaron muchas iglesias o 
se van restaurando. Solamente en Turín se están construyendo cuatro iglesias destinadas a Parroquias, una en honor de María Auxilium 
Christianorum. 

Y puesto que Vuestra Santidad tuvo ya otra vez la gran dignación de oírme hablar de los oratorios, contaré algo de los mismos. Son 
actualmente cinco, en los que hay una satisfactoria asistencia de jóvenes, que van a oír la palabra de Dios y recibir los santos 
sacramentos. El número de los que asisten en los días festivos, pasa regularmente de tres mil. En el oratorio de san Francisco de Sales 
encuentran asilo, escuelas, y se reúnen jóvenes de todas las partes de la ciudad en los días festivos. Los internos de esta nuestra casa son 
setecientos, de ellos quinientos cincuenta aspiran al estado eclesiástico; todos los años llegan unos cuantos al sacerdocio y marchan a 
distintos pueblos a ejercer el santo ministerio. 

Entre tanto, Beatísimo Padre, los jóvenes de nuestro Oratorio siguen rezando por la conservación de los preciosos días de Vuestra 
Santidad y por el triunfo de la santísima madre Iglesia. Todos los días se distribuye un considerable número de comuniones; mañana y 
tarde se elevan plegarias a la bienaventurada Virgen Inmaculada; durante el día se hacen frecuentes visitas al Santísimo Sacramento y 
todo para implorar de la divina misericordia que se digne mitigar los males que, desde varios años, se hacen sentir gravemente en nuestros 
pueblos, y renueve los hermosos días de paz para la Iglesia y para el mundo. 

Mas, a pesar de todo, Beatísimo Padre, hemos de hacer todavía el gran camino per ignem et aquam, (a través del fuego y del agua), y 
este viaje que parecía lejano, ahora está muy próximo. Vuestra Santidad secunde la gran inspiración que Dios sugiere a su corazón 
proclamando por todas partes la veneración al Santísimo Sacramento y la devoción a la Virgen bienaventurada, que son las dos áncoras 
de salvación para la pobre humanidad. Muchos fieles ruegan por Vos, Beatísimo Padre, para que, en el tiempo de la prueba, la Santísima 
Virgen le sirva de seguridad y apoyo; y Jesús sacramentado le libre de los peligros. 

((388)) Habiendo tenido el gran consuelo de hablar por la presente con Vuestra Santidad, ruego compadezca benignamente el 
atrevimiento al que me lanzó el gran afecto que aquí sentimos por su sagrada persona. 

Dígnese, en fin, añadir aún un rasgo de especial bondad, impartiendo su santa 
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bendición sobre el gran número de sacerdotes, clérigos, seglares y jovencitos que se unen a mí para invocarla humildemente, mientras, en 
nombre de todos, me cabe la gran satisfacción de poderme postrar a los pies, 

De Vuestra Santidad. 

Turín, 13 de febrero, 1863. 

Su humilde y afectisimo hijo
JUAN BOSCO, Pbro.


El Venerable Siervo de Dios, mientras se había consolado con el Papa del mayor desarrollo conseguido por la buena prensa, escribía el 
opúsculo de las Lecturas para abril. Se titulaba: Pontificado de san Cayo Papa y mártir, original del sacerdote Juan Bosco (N). Describe 
también el martirio de muchos contemporáneos ilustres confesores de la fe. 

Mientras don Bosco trabajaba sobre la Historia Eclesiástica, salía de la tipografía de la Inmaculada en Módena, la segunda edición de la 
Historia Popular de los Papas, escrita por G. Chantrel, y popularizada por A. Somazzi. Don Bosco ya había leído la primera edición y le 
había escrito el editor rogándole se ocupara de promover la suscripción y difusión de estos veinticuatro pequeños volúmenes. Don Bosco 
le respondió: 

Carísimo Señor: 

Con gusto me ocupo de promover la suscripción y difusión de la obra: Historia Popular de los Papas, por Chantrel, pero desearía que 
alguien se preocupase de mejorar el texto, que sigue sólo las huellas de los autores franceses y en varios lugares, con buena voluntad si se 
quiere, disfraza la verdad y omite cosas muy importantes. En una carta no puedo notificarle muchas cosas; mas, por ejemplo, la Iglesia 
Católica compuso el Oficio con lecciones, misa, tiempo y hechos diversos acerca ((389)) de san Cleto y san Anacleto y él hace uno sólo 
con un embrollo que coloca la historia de los Papas en una verdadera confusión. Véase a este propósito: Baronio, Vol. I, Navaes, Vol. I, 
el libro del Pontifical Romano, etc. 1. 

Sigue la cronología de los Galicanos, por eso va en contra de los eruditos italianos, Baronio, Giaconio, Sandini, Orsi, etc. 

Se pierde en relatos amenos, pero que no son importantes, y olvida después, se puede decir, cosas verdaderamente esenciales de todos 
los papas; por ejemplo, omite las actas del martirio de san Clemente I y de san Alejandro I, que son consideradas como auténticas por los 
Bolandistas, Surio, Ruinart, etc. 

Chantrel ni siquiera menciona las hermosas gestas que san Ambrosio escribe sobre san Cayo, y que son recordadas en las actas de san 
Gabino, Susana, Sebastián y compañeros. 

Digo sólo esto en general, porque en una carta no cabe más; pero confrontando este autor con fuentes históricas, como son Eugenio de 
Cesarea, Teodoreto, Sócrates, 

1 En esta controversia don Bosco se atiene a la doctrina más común y revalente en aquel momento. 
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Sozomeno, Nicéforo, Calixto, Evagrio y otros, que escribieron más tarde, se observa hasta la evidencia, que se requiere una modificación 
radical en el texto del autor. 

El traductor podría rendir este importante servicio a la historia, si siguiera a Baronio y a su continuador, especialmente para la 
cronología; a Giaconio, que ha recogido con criterio lo más acreditado referente a las acciones de los pontífices; a Surius, Brevis notitia 
Summorum Pontificum, donde aparecen brevemente expuestas las enseñanzas de los Papas; a Bernini, Historia de las herejías, donde se 
señalan los trabajos de los Pontífices para combatir las herejías. 

Resumiendo a Chantrel, de acuerdo con estas fuentes, el trabajo puede aguantar la crítica; de otro modo nos ponemos en gran peligro de 
ser censurados por los protestantes, sin que se les pueda dar una respuesta convincente. 

Como usted bien ve, yo le hablo con el corazón en la mano y expongo mi pobre parecer, dejando todo para un juicio mejor. 

Por mí estoy satisfecho con que me conceda benigna compasión, así como pido y deseo para usted todos los bienes del cielo, mientras 
tengo el honor de profesarme. 

De V.S. 

Turín, 8 de abril. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


((390)) En otra carta contestaba a cierto profesor, que le preguntaba sobre las historias sagradas traducidas de lenguas extranjeras. 
Advertía en ella que se debe proceder con cautela para discernir tales escritos, porque, generalmente, carecen de alguna cualidad y sobre 
todo de la prudencia necesaria para un libro que ha de ir a parar a manos de los jóvenes 1. 

1 Conjunto de observaciones sobre el empleo que hay que dar en las escuelas a las Historias Sagradas, traducidas de lenguas 
extranjeras. 

Nadie puede negar que la comunicación científica de una nación a otra reporta gran utilidad para la civilización, las ciencias y la moral; 
pero también es verdad que, para hacer la selección de los libros extranjeros, se requiere un discernimiento sutil, a fin de no caer en 
ciertos defectos y a veces en errores dominantes en determinados países y propagados de escrito en escrito. La historia de la Biblia es la 
más sujeta a estos avatares, porque muchos autores apoyaron sus escritos en libros no originales y han bebido lo que los otros bebieron 
sin más miramientos. 

No pretendo con esto hacer el escrutinio de todas las Biblias que llegan a nosotros traducidas de lenguas extranjeras; yo solamente me 
refiero a las impresas sin el original y que son resumidas en compendios para la juventud; y como éstas son muchas, me limito a dar una 
idea sobre las más acreditadas, tal como se desea: la Historia Sagrada de Schmid, que lleva el título de: Sucesos sacados de la Sagrada 
Escritura y la Historia Sagrada para uso de los centros de educación, impresa por Marietti en 1847. 

Una Historia Sagrada destinada a las escuelas, me parece que rigurosamente debe poseer tres cualidades. Debe ser: 1.° Veraz; 2.° 
Moral; 3.° Prudente. 

1.° Veraz. Se trata de la palabra de Dios: por consiguiente debe callarse lo que no está en los libros santos, o indicarlo al lector, para 
que no tome por palabra de Dios lo que es palabra de los hombres. 

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2.° Moral. Esto es, que la narración sirva de norma segura del creer y del obrar virtuosos: por tanto no serviría para la juventud una 
Historia Sagrada que contuviese expresiones erróneas o que pudieran parecerlo. 

3.° Prudente. Es evidente, dice el señor Bonavino, que hay en la Historia Sagrada hechos que, revelados inoportunamente, podrían 
contaminar la inocencia y suscitar las pasiones de los niños. por consiguiente, un libro hecho para ellos debe prever tan gran peligro y 
callar del todo o cubrir sagazmente lo que puede escandalizar en la tierna edad. 

Estos tres caracteres fundamentales faltan en las historias de que hablamos. 1.° No son veraces. Schmid, pág. 36, edición de Milán, 
dice: Noé predijo a aquel hijo (Cam) que durante toda su vida setía un desgraciado. El texto no dice nada sobre la maldición de Cam, y de 
su vida desgraciada, sino sólo maldito Canaam (hijo de Cam); El será siervo de los siervos para sus hermanos. Martini. pág. 85. Moisés 
condujo el rebaño hasta las faldas del monte Oreb, donde no apatecían más que zarzas de espinos; allí fue acometido Moisés, mas que 
nunca por el pensamiento de la opresión ((391)) a que se veían reducidos sus hermanos en Egipto y rogó encarecidamente al Señor que 
viniese en su socorro. Mientras estaba absorto en este pensamiento, etc. Yo no sé de dónde ha sacado Schmid todo este párrafo de 
historia: no lo encuentro en el texto. 

En la otra Historia Sagrada para uso de los centros de educación se dice que Dios no dejó a nuestros primeros padres sin un cierto rayo 
de esperanza de salvación en el futuro Mesías. Yo digo que dejó seguridad; por otra parte, ípobre Adán! Cómo habría podido salvarse? 
(pág. 94). 
El hecho de Alejandro en Jerusalén no está en los libros santos, sino que lo refiere solamente Flavio Josefo (pág, 96). Los hebreos 
liberados de los elefantes, etc. Esta narración está tomada del tercer libro de los Macabeos, que no es sagrado, ni auténtico (pág. 103). En 
la página 105 dice que con el nacimiento de Cristo termina la historia del pueblo de Dios. podría señalar varios hechos y muchísimas 
maneras de hablar que presentan el aspecto de historia sagrada sin serlo. De donde se sigue que el niño toma por sagrado lo que realmente 
no lo es. 

2.° Moral. Todo el Antiguo Testamento debe ser una preparación continua para el Nuevo. Schmid se pierde en muchísimas buenas 
reflexiones, pero, sin decir palabra de muchas cosas que conciernen al Salvador. Refiere ciertamente algunas profecías, pero de un modo 
muy oscuro; por ejemplo, (pág. 15). El Señor dijo a la serpiente: uno de los descendientes de la mujer te quebrantará la cabeza y tú le 
herirás el calcañar. (pág. 35) Dios dijo a Abraham: Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra. Estas y otras profecías, puestas sin la 
menor referencia, superan la capacidad de cualquier docto filósofo que no vaya guiado por la luz de la revelación. Nada, por tanto, 
conducente al punto esencial, al conocimiento del Mesías, centro de toda la revelación. 

Estos defectos aún son más notables en la otra Historia para uso de los centros de educación. En la página 7 define la historia sagrada 
como Historia de la religión. A mí me parece que es lo mismo decir historia sagrada que historia de la religión. Así que no define nada. 
En la misma página: La historia sagrada tiene dos señaladas ventajas sobre la historia profana: la certeza y la antigüedad; y se olvida de la 
ventaja señaladísima de que contiene la divina Voluntad manifestada a los hombres. 

Página 8. El Antiguo Testamento consiste en la alianza hecha por Dios con los Israelitas al dar la ley a Moisés. Entonces sólo el 
Pentateuco es el Antiguo Testamento y los demás libros no existen. Este es un error condenado para aquellos herejes que sólo tienen por 
sagrado y canónico el Pentateuco. En la misma pagina: El Nuevo Testamento es la alianza hecha por Jesucristo con todos los hombres al 
dar la ley evangélica. Esta definición favorece maravillosamente a aquella secta de los protestantes que admiten el Evangelio, pero 
rechazan los hecho y escritos de todos los demás apóstoles. Con estos principios, cada uno puede deducir qué moralidad puede sacar de 
ello la juventud. O ninguna ventaja, o conocimientos erróneos. 

3.° Prudente. He sido preguntado muchas veces por los muchachos sobre hechos y palabras a los que no he podido responder para no 
ofender su inocencia. Leénse en estas historias los hechos de Noé cuando se excedió en la bebida; de José con la mujer de Putifar; de 
David y de Urías; de Susana y los dos viejos, etc., y hay que convenir que son tristes lecciones para el candor de los niños. Alguno podrá 
decir que soy yo demasiado delicado, pero la experiencia de 

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muchos años me hace hablar de este modo: y estas materias se deberían haber dejado o expuesto ((392)) de otro modo; éstos son también 
los sentimientos de otros maestros, que justamente se lamentaron de la poca prudencia de tales escritores. 

Solamente he señalado algunos defectos de dichas historias, dejando al lector la observación de muchísimos más que a menudo se dan. 
Se me puede oponer que mis observaciones pueden interpretarse en mejor sentido: pero yo respondo que estoy íntimamente persuadido 
de cuanto he dicho: tal es el parecer de distinguidos personajes: y aun cuando lo expuesto pudiera ser impugnado, es ciertamente una 
realidad que diversos muchachos, a quienes hice leer y explicar cuanto hemos visto, entendieron las cosas en el sentido indicado. Tenían 
esos autores buena o mala fe? Yo creo que buena y que el mal se debe a que se fiaron de otros autores, sin consultar los textos originales 
y los buenos y acreditados autores por su práctica. 

Valgan estas mis observaciones, como quiera que sea, para poner sobre aviso a los maestros de escuela y a los Directores de las casas 
de educación a la hora de introducir en sus clases Iibros extranjeros; y para elegir entre los mismos nacionales aquéllos que, a juicio de 
los buenos y celosos maestros, son veraces, morales y prudentes. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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((393)) 

CAPITULO XXXVIII 

CIRCULARES DEL DELEGADO PROVINCIAL DE ENSEÑANZA -DON BOSCO RESPONDE CON LA LISTA DE LOS 
PROFESORES DEL ORATORIO Y LA ESTADISTICA DE SUS ALUMNOS -VISITA AL SEÑOR GATTI QUE NO ADMITE 
MAESTROS SIN TITULO -GATTI EN CONTRA DEL DELEGADO PROVINCIAL QUE APROBO POR UN AÑO A LOS 
MAESTROS DEL ORATORIO -ENTRE DOS PRETENDIENTES, EL TERCERO EN DANZA SE ALEGRA -EL MINISTERIO Y EL 
CONSEJO SUPERIOR DE INSTRUCCION PUBLICA NIEGAN A DON BOSCO Y A SUS HIJOS LA ADMISION A LOS 
EXAMENES DE IDONEIDAD -DON BOSCO EXPONE POR CARTAS SUS RAZONES LEGALES AL MINISTRO AMARI 
RENOVANDO SU PETICION -NUEVO RECHAZO DEL MINISTERIO -REPULSAS CON MENTIROSAS CORTESIAS Y 
MUESTRAS DE APRECIO 

A juzgar por lo escrito en los precedentes capítulos sobre los primeros meses del año 1863, se diría que don Bosco había pasado sus días 
muy ocupado, sí, pero tranquilo en cuanto al porvenir de sus escuelas. El Delegado Provincial de enseñanza habíale enviado dos 
circulares pidiendo Datos para el anuario y Datos estadísticos. Eran de orden general para todos los bachilleratos y colegios de la 
Provincia. 

He aquí copia de la segunda circular. 

REAL DELEGADO DE ENSEÑANZA DE LA PROVINCIA DE TURIN 
N.° 251 

Turín, 31 de enero, 1863
El que suscribe invita a V. S. Ilma. a enviar a este departamento, con la mayor diligencia posible:


1.° Situación del personal del bachillerato con la indicación de ((394)) nombre, apellido, título y distinciones ecadémicas y de nobleza 
de cada persona, rellenando el adjunto módulo. 

2.° Relación numérica de alumnos para el 1862-63, dividida en los cinco cursos. V. S. cuidará que la compilación de estos datos se 
haga con la mayor diligencia y precisión, de modo que se pueda contar plenamente con su exactitud. 

El Delegado 

F. SELMI 
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Don Bosco respondía el 4 de febrero, y de su carta se puede deducir la situación del Oratorio aquel año, en lo concerniente a los 
estudiantes. 

Después de un breve párrafo en el que expresaba su respeto al Delegado de enseñanza, le comunicaba los datos estadísticos. 

MAESTROS: 

Director. Mateo Picco, Sac. Prof. 

5.° curso. Juan Francesia, Sac. 

4.° curso. Francisco Cerruti, clérigo. 

3er. curso. Celestino Durando, clérigo. 

2.° curso. Juan Bautista Anfossi, clérigo. 

1er. curso. Víctor Alasonatti, Sac. maestro. 

Aritmética y Geografía. Angel Savio, Sac. maestro. 

ALUMNOS: 

5.°curso................ 64
4.°curso................ 40
3er.curso............... 94
2.°curso................ 53
1er.curso............... 90


Nota. Estos maestros prestan gratuitamente su labor en favor de los alumnos inscritos; y están autorizados según el Rescripto de ese R. 
Departamento del pasado diciembre para el corriente año escolar. 

Aunque por el mencionado decreto de la Autoridad escolástica de la Provincia desapareciese el peligro próximo de cierre de las 
escuelas del Oratorio, sin embargo don Bosco no descuidó los medios que la prudencia sugería para prevenirse, y, por esto, reanudó los 
trámites iniciados a fin de gozar también del apoyo del Ministerio y de que pronto adquiriesen el título oficial los profesores presentados. 
Aunque sabía la mala intención del caballero Gatti; que en aquel momento ((395)) hacía y deshacía a su gusto, en los despachos del 
Ministerio, sin embargo a primeros del 1863, se había presentado a él pidiendo respuesta a la solicitud enviada al Ministerio de 
Instrucción pública el 11 de noviembre del año anterior. Tan pronto como le oyó, respondió Gatti: 

-Lo siento mucho, querido don Bosco; hice cuanto pude en su favor, pero no se puede ir contra el imperio de la ley. Sus actuales 
maestros no pueden ser aprobados, ni admitidos a exámenes oficiales. 

-Y por qué razón?, preguntó don Bosco. 
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-Porque no han asistido regularmente a las clases de la Real Universidad. 

-Sí que han asistido, y en este Departamento existen certificados donde se corrobora su asistencia durante más de cuatro años. 

-Sí, más sólo como oyentes, y sin matrículas normales y sin pagar las tasas prescritas. 

-Antes bastaba asistir regularmente a clase para ser admitido a los exámenes y hay muchos ejemplos de ello. Y, si es preciso pagar las 

tasas requeridas por la ley, estoy dispuesto a hacerlo cuando sea. 

-Ya no es tiempo. Los ejemplos son favores excepcionales que no pueden aducirse contra lo ordenado por la ley. 

-Cómo, pues, puede entenderse esto? El Ministro, por su medio, avisó hace tiempo a mis maestros para presentarse a los exámenes 
oficiales, para ser habilitados para la enseñanza que imparten, y ahora no se les quiere conceder que se examinen. Perdóneme V. S., pero 
yo descubro aquí una verdadera contradicción. 

-Cuando el Ministerio dio la orden mencionada, no había estudiado a fondo la cuestión; pero ahora se ha determinado que, para ser 
admitido a exámenes oficiales, se requiere no sólo haber asistido a las clases de los respectivos cursos universitarios, sino haberlo hecho 
después de presentar la matrícula ordinaria. 

-Si es así, ruégole, caballero, me dé un consejo ((396)) de verdadero amigo. Qué deberé hacer yo ahora? 

-Buscarse profesores titulados durante cuatro años y matricular inmediatamente en la Universidad a los maestros actuales. Sólo de este 

modo puede usted continuar con sus escuelas. 

-Pero no es posible hallar en un instante cuatro profesores titulados y, aunque los encontrase, no tendría con qué pagarlos. 

-Lo siento. 

-Y entonces? 

-Cierre las escuelas. 

-Por este año yo creo que puedo tenerlas abiertas; para el año próximo ya proveeré. 

-Y con qué autoridad querría usted tenerlas abiertas durante este año? 

-Con la autorización del Real Delegado Provincial de enseñanza. 

-Y el Real Delegado Provincial de enseñanza podrá concederle lo que no puede el Ministerio? El Delegado no puede entremeterse en 
este asunto. 
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-Sin embargo el Delegado me autorizó los actuales profesores para el año olástico en curso. 

-El no puede hacer esto: tiene usted algún escrito? 

-Sí, he aquí una copia de su decreto. 

-Pero si él no puede, repitió Gatti leyendo varias veces, no puede, no puede; esto no es de su competencia. Voy a escribirle enseguida 
reprobando su abuso de poder. Es un ignorante y hay que ponerle al corriente. 

-Yo desconozco los límites de sus poderes, concluyó don Bosco; pero sé que en los asuntos escolásticos de la provincia de Turín, todos 
tienen por jefe al Delegado Provincial de enseñanza. Por consiguiente, de momento me retiro a casa tranquilo, pero de todos modos, si V. 

S. tuviera alguna orden contraria a este decreto, le ruego tenga la bondad de advertírmelo para mi norma. 
Al ver la indignación de Gatti, don Bosco entendió que podía temer de él cualquier dolorosa sorpresa; así que al salir ((397)) del 
Ministerio fue inmediatamente al Delegado Provincial, a quien contó todo. Este, al oír las palabras de Gatti contra él, montó en cólera. 

-Yo ignorante? comenzó a decir Selmi; yo ignorante...? El sí que es un imbécil. Siempre le suspendían en los exámenes, obtuvo el título 
de profesor no por mérito, sino por gracia y recomendación real. Alcanzó el puesto que ocupa a fuerza de reverencias y cortesanías y se 
atreve a llamar ignorantes a los demás: Pero dejemos de lado todo esto. Don Bosco, vuelva tranquilo a su casa. Al autorizar a sus 
maestros, hice lo que podía y debía. Si alguien diera órdenes contra mi aprobación, no tema, que ya sabré yo sacarle del atolladero. 

Como se ve, sucedió entonces todo lo contrario de lo que acaeció entre Herodes y Pilatos, que de enemigos se hicieron amigos. Gatti y 
Selmi, por el contrario, se convirtieron en adversarios; pero esta enemistad, no prevista ni queriada por don Bosco, resultó, por divina 
disposición, de gran utilidad para el Instituto, cumpliéndose lo de la fábula: «En estas disputas llegando los perros, pillan descuidados a 
los dos conejos». Y el que salió ganando fue el Oratorio. En efecto, Gatti escribió varias cartas resentidas a Selmi y éste le devolvió la 
pelota; pero, mientras los dos funcionarios del Gobierno se tiraban de los pelos entre sí, las escuelas de Valdocco marchaban hacia 
adelante y el decreto de aprobación obtenía su pleno vigor. 

En cuanto a la admisión a los exámenes de aptitud, don Bosco recibió una negativa del Ministerio, basada en las fútiles razones ya 
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alegadas verbalmente por Gatti; circunstancia que dejaba suponer que la respuesta había sido dictada por él mismo, aunque no llevase su 
firma; aún más, para quitar toda esperanza a don Bosco, el caballero Gatti, hizo presentar en confirmación de la denegación, el parecer 
del Consejo Superior de Instrucción Pública sujeto a su querer. 

((398)) 
Turín, a 2 de marzo, 1863. 

Atendido el parecer del Consejo Superior de Instrucción Pública sobre la petición de V. S. para que los jóvenes sacerdotes y clérigos 
maestros en el Centro de su dirección en esta Capital sean admitidos a exámenes universitarios para obtener el título de profesores en las 
materias de enseñanza secundaria, este Ministerio, muy a su pesar, debe informarle que no es posible acceder a la petición por los 
motivos siguientes: 

1.° La ley del 13 de noviembre de 1859 y sucesivos reglamentos disponen que ninguno puede ser admitido a los exámenes 
universitarios sin haberse matriculado previamente y asistido a los cursos prescritos, mientras que los individuos, cuya admisión se pide, 
sólo asistieron a los cursos de las tres lenguas, como simples oyentes. 

2.° Por la ley Casati se derogó la carta Real del 12 de diciembre de 1835 que habilitaba los estudios privados de filosofía y literatura, 
como título para ser admitido a exámenes para la obtención de patente de enseñanza. 

3.° El poder discrecional del Magistrado de la Reforma para admitir a dichos exámenes, no puede ya usarse o asumirse por el 
Ministerio, ni le será consentido por el actual sistema. 

4.° Sería inevitable un desconcierto económico de la actual organización, si fuera suficiente encargarse sin idoneidad legal de la 
enseñanza privada por haber irregularmente atendido a los estudios con el fin de ser admitido a un examen para alcanzar el título de 
profesor. 

5.° No sirve para la petición escrita el Decreto de autorización provisional emitido por el Real Delegado con fecha 21 de diciembre 
ppdo. (posterior a la petición) porque al mismo se oponen los artículos 246, 247 y 254 de la ley del 13 de noviembre de 1859, según los 
cuales no puede abrirse un centro privado sin que, además de las condiciones prescritas por el artículo 246, se junte la idoneidad de los 
profesores. 

Mientras por las mencionadas razones el abajo firmante no puede aceptar la súplica de V.S., ha querido sin embargo, indicárselas 
detalladamente, para que mejor se persuada V.S. de la imposibilidad del que esto escribe para atender la petición hecha y no quiera 
atribuirlo a una negativa, más desagradable aún para el Ministerio mismo, de cuya benemerencia se hace digna su Reverencia con la 
dirección tan laudatoria de este filantrópico Instituto. 

Por el Ministro
REZASCO


((399)) Pero con esta negativa don Bosco no se desanimó y, con la esperanza de hacer llegar su voz a oídos del Ministro Amari, envió 
una nueva instancia. 
342 

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Excelencia: 

Ruego respetuosamente a V.E. lea bondadosamente este escrito dirigido para suplicar un favor en beneficio de la juventud estudiantil 
pobre. 

Con el vivo deseo de promover la enseñanza secundaria entre los muchachos pobres o menos dotados, inicié una especie de seminario 
menor o bachillerato en pro de los jóvenes internados en la casa denominada Oratorio de San Francisco de Sales. De este modo se 
añadían las letras a las artes mecánicas como un nuevo medio, con el que estos muchachos pudieran ganarse el pan de la vida. 

El Ministerio de Instrucción Pública vio siempre con buenos ojos estas escuelas: les dirigió muchas veces expresiones laudatorias; las 
socorrió con subsidios pecuniarios y con una carta, fechada el 29 de abril, 1857, n.° 1585, me comunicaba que ese Ministerio deseaba que 
estas nuestras escuelas adquiriesen el mayor desarrollo, dispuesto a cooperar con los medios a su alcance. 

El año pasado (1862), siempre por consejo del Ministerio, se pidió la aprobación legal, y el regio Delegado Provincial de enseñanza, 
atendiendo benignamente la petición, aprobaba por decreto del 21 de diciembre pasado, estas escuelas con los actuales maestros. Estos 
maestros prestan gratuitamente su trabajo, desde hace más de 7 años, en beneficio de nuestros asilados, que consiguieron progresar en los 
estudios de un modo verdaderamente halagüeño, de forma que muchos se ganan al presente un honesto sustento, como maestros de 
escuela, tipógrafos, militares graduados, sacerdotes, y algunos también como empleados públicos. Mas, al mismo tiempo que se dedican a 
la enseñanza, asisten desde hace cinco años a las clases universitarias en calidad de oyentes, como lo manifiesta el certificado adjunto. 

Y, dado que la aprobación del Delegado es sólo provisional por falta de maestros titulados, sería de absoluta necesidad que estos 
maestros rindiesen un examen oficial, para el cual se juzgan preparados, en opinión de sus respectivos profesores. 

Para este fin yo suplicaba obtener la conveniente facultad. Pero por carta, fechada el 2 del corriente marzo, se me respondía que dichos 
maestros no pueden ser admitidos a los exámenes solicitados, porque asistieron a los cursos universitarios de literatura griega, latina e 
italiana como simples oyentes, sin la obligatoria matrícula. No se realizaron semejantes matrículas por el único motivo de que estos 
maestros son pobres y ((400)) trabajan y viven en una casa que se sostiene de la beneficencia, por lo que no podían pagar las tasas 
establecidas por la ley del 13 de noviembre de 1859. 

Teniendo esto en cuenta, suplico a V.E. considere benignamente: 

1.° El apoyo moral, y también material, que el Ministerio de Instrucción Pública prestó siempre a estas escuelas. 

2.° La aptitud reconocida por el Delegado Provincial de enseñanza en los maestros de las respectivas clases de bachillerato 

3.° Las declaraciones de los respectivos profesores de la Universidad, que atestiguan la asistencia y el aprovechamiento reportado por 
los mismos. 

4.° El servicio caritativo que desde hace más de siete años prestan en favor de los jóvenes pobres de esta Casa. 

Ante estas reflexiones y más aún con la gran propensión que V.E. tiene a favorecer a personas y organizaciones que se cuidan de 
promover la instrucción pública, pediría humildemente que la asistencia de dichos jóvenes a la regia Universidad fuese convalidada, 
aunque no se hayan hecho las necesarias matrículas y que, por tanto, puedan se admitidos a los exámenes de Letras. 

Si por otras razones creyese V.E. que es demasiado grande el implorado favor, 

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conceda, al menos por vía de excepción, a estos maestros lo que la ley 719, artículo 5.° otorga a la Universidad de Nápoles donde se 
determina que: «Quien e en aquella universidad presentarse a los exámenes para conseguir grados académicos, sin haberse antes 
matriculado para los cursos universitarios, podrá ser admitido mediante el desembolso de una suma igual a la de las matrículas 
correspondientes»», con tal de que con el pago de estas tasas sean dispensados del tiempo material, que deberían repetir asistiendo a los 
cursos, que ya han frecuentado como oyentes. 

Confiando que V.E. atienda este mi humilde ruego, le aseguro que los jóvenes beneficiados conservarán un grato e imperecedero 
recuerdo de V. E.; mientras, unido a ellos, le auguro de corazón todo el bien del cielo, profesándome con todo mi aprecio. 

De V.E. 

Turín, 9 de marzo, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Esta misma instancia era apoyada por las recomendaciones del Ministro Peruzzi, a quien don Bosco se había dirigido; pero no obtuvo 
mejor suerte. El Ministro de Gobernación le informaba el 23 de marzo. 

((401)) Desagrada a este Ministerio, que no hayan podido alcanzar el deseado efecto las calurosas recomendaciones, con las que se 
acompañaba al de Instrucción Pública la instancia presentada por usted a fin de que los jóvenes sacerdotes y clérigos profesores en ese 
Centro fueran admitidos a los exámenes universitarios para su habilitación para la segunda enseñanza. 

También dolió al Ministerio de Instrucción Pública no haber podido otorgar para tal objeto un permiso favorable al que se oponen las 
leyes y el parecer del Consejo Superior de Instrucción Pública, al cual se transmitió el asunto, como ya consta que le fue directamente 
significado. 

Con esta indicación, el abajo firmante cumple contestando por su parte a la instancia en cuestión y devolviendo adjuntos los 
correspondientes escritos. 

Por el Ministro 

S. SPAVENTA 
Era desesperante la cortesía, la urbanidad calculada con la que continuamente eran rechazadas las instancias de don Bosco. Hasta el 
caballero Gatti le trataba con gran afabilidad; aprobaba y ponía por las nubes su bachillerato, pero a condición de que los profesores 
poseyeran los títulos legales. Don Bosco se encontraba entre la espada y la pared. Sus maestros estaban ob ligados a rendir exámenes 
públicos, so pena del cierre de las escuelas, mientras una prohibición del propio Ministro, es decir del caballero Gatti, había dispuesto que 
no fuesen admitidos a tales exámenes. Don Bosco iba pacientemente de la Universidad al Delegado Provincial de enseñanza, del 
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Ministerio de Instrucción Pública al de Gobernación. Realizó innumerables visitas a los más ilustres personajes del Estado. Mas, si 
aquellos señores querían cerrar a toda costa sus escuelas, él estaba resuelto a toda costa a mantenerlas abiertas: 

-íAnimo! decía de cuando en cuando a sus colaboradores, no tengáis miedo; íla misericordia de Dios es infinita! 

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((402)) 

CAPITULO XXXIX 

DON BOSCO ANUNCIA QUE DOS ALUMNOS SERAN LLAMADOS A LA ETERNIDAD ANTES DE HACER OTRA VEZ EL 
EJERCICIO DE LA BUENA MUERTE -PALABRAS DE DON BOSCO: HAY QUE PREFERIR LA COMPAÑIA DE LOS JOVENES 
MAS ABANDONADOS A LA DE LOS DEMAS: NECESIDAD DE UN MANUAL PARA LOS CONFESORES DE JOVENES; 
CONFERENCIA ACERCA DE LA POBREZA RELIGIOSA; NO MOLESTAR A LOS COCINEROS POR FALTA DE 
PUNTUALIDAD A LAS COMIDAS; UN ALUMNO APENADO POR HABER ABANDONADO EL ORATORIO -DON BOSCO, 
AGOBIADO POR EL CANSANCIO, CONFIESA EN LA HABITACION A UN VIEJO OBRERO -SUPLICA AL SANTO PADRE, 
QUE LE RESPONDE CON UN AUTOGRAFO -LOS CLERIGOS DEL ORATORIO AYUDAN DURANTE LA SEMANA SANTA 
EN LA CATEDRAL Y EN OTRAS IGLESIAS -EL CLERIGO LEGGERO SANA DE EPILEPSIA CON LA BENDICION DE DON 
BOSCO -PRUDENTES PALABRAS DE DON BOSCO PARA HACER CESAR UN DESAGRADABLE MALHUMOR EN LA 
COMUNIDAD -SE CONSTRUYE EL COLEGIO EN MIRABELLO -DON BOSCO EN ASTI -SU CARTA AL VICARIO 
CAPITULAR QUE LE RECOMIENDA LOS CLERIGOS Y JOVENES DE ASTI, RESIDENTES EN EL ORATORIO, CONVERTIDO 
PARA ELLOS EN UN SEMINARIO MENOR. 

LA tranquila seguridad de don Bosco, hija de quien sabe lo que dice, se comunicaba al espíritu de cuantos le ayudaban en el Oratorio. Por 
razones que ignoramos y probablemente por la ausencia extraordinaria de don Bosco durante los últimos días del carnaval, no se había 
hecho, al menos en debida forma, el acostumbrado ejercicio de la buena muerte. Así que, al volver a casa, el siervo de Dios el miércoles 
de ((403)) ceniza, ordenó que la sección de aprendices hiciese aquel ejercicio el día 22 de febrero, primer domingo de cuaresma. 

Leemos en la crónica de Bonetti: «18 de febrero. Don Bosco recomendó a los aprendices que hicieran bien el ejercicio de la buena 
muerte y añadió: 
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»-Sobre todo porque hay un joven que no lo volver a hacer otra vez. Yo sé quien es y podría decir su nombre, pero no lo digo. Por tanto 
que se prepare cada uno de vosotros. 

»Ahora esperamos a ver si, como las otras veces, adivina». 

Y don Bosco adivinó. Leemos, en efecto, en las listas necrológicas del Oratorio: «El 23 de marzo fallece en su casa Juan Bautista 
Negro, natural de Frassinetto Po, a la edad de quince años». 

Para la sección de estudiantes ordenó que el ejercicio de la buena muerte tuviese lugar el jueves cinco de marzo, y don Bosco lo 
notificaba en el segundo domingo de cuaresma. 

Escribe Ruffino en su crónica: «1.° de marzo. Por la noche anuncia don Bosco públicamente a los estudiantes que vive en casa uno que 
hará solamente una vez más el ejercicio de la buena muerte». 

Y nuestro necrologio narra: «El día tres de abril pasó a la eternidad, en su pueblo, el alumno Jose Scaglietti, de Camagna, a la edad de 
trece años». 

Mientras los alumnos esperaban el cumplimiento de las previsiones de don Bosco, éste como si el Oratorio no estuviese amenazado por 
ningún adversario, no descuidaba sus ordinarias ocupaciones. 

Narra la crónica de Bonetti con toda sencillez: 

« 1.° de marzo. En una conferencia que don Bosco dio este domingo a 
todos los clérigos, al hablar del celo que debemos desplegar para hacer el bien a la juventud, nos exhortó con gran efusión de corazón a 
buscar con preferencia a los muchachos que nos parecen más abandonados por los demás a causa de sus defectos; y que no nos 
negáramos a entretenernos con aquéllos cuya ((404)) compañía pudiera causarnos molestia y fastidio. Terminó con estas palabras: 

»-También ellos tienen una alma, que debemos salvar a toda costa. 
Habiéndome quedado una tarde a solas con don Bosco en su habitación, empecé a hablarle de la buena acogida que todos daban a su 
Historia de Italia, y dije: 

»-Don José Cafasso hizo bien cuando le aconsejó que escribiera la Historia de Italia, mejor que el manual que usted pensaba escribir 
sobre el modo de confesar a los muchachos. 

»Y don Bosco me respondió: 

»-Seguí el consejo de mi venerado maestro. No obstante también es necesario este manual. íPobre de mí! Yo veo que las confesiones de 
muchos chicos no pueden regularse por las normas que da la teología. Generalmente no se tienen en cuenta las faltas cometidas desde los 
ocho a los doce años; y, si un confesor no trata de averiguar, 
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preguntándoles, ellos pasan por encima y caminan hacia adelante construyendo sobre un terreno falso». 

Y sigue Ruffino: 

«Cinco de marzo. Hubo conferencia para la Pía Sociedad. Después de leer algunas reglas, se le preguntó a don Bosco si uno, al entrar 
en la Sociedad, puede conservar la propiedad de algo que haya llevado consigo. Don Bosco respondió: 

»-De lo que no fue puesto en común, sí; de lo que fue puesto en común, ya se comprende que no. Es necesario que quien quiera servirse 
de ello, reteniéndolo como suyo, lo comunique al Superior, el cual difícilmente concederá permiso, porque sería gravoso a la casa. 

»Se preguntó también si un sacerdote podría aplicar alguna misa por sus familiares sin recibir el estipendio. Don Bosco contestó que 
no, salvo que pida permiso al Superior. 

»Hablóse después de los que, por ir a predicar a las iglesias de la ciudad durante la Cuaresma, molestaban a los encargados de la cocina 
llegando tarde a la comida de la comunidad, y don Bosco respondió: 

»-Si esta molestia cargase sobre mí, podría pasar y soportarla con gusto; ((405)) pero sobre los cocineros, no lo puedo permitir; su 
trabajo es ya demasiado penoso». 

«7 de marzo, sábado. Hacia las diez de la noche, concluidas las confesiones que habían durado cerca de cuatro horas, don Bosco 
contaba a los clérigos y sacerdotes, que le habían esperado para acompañarle durante la cena, según su costumbre, algo que pudiera 
instruirles y servir para la salvación de las almas. Su conversación cayó casualmente sobre un muchacho que había salido del Oratorio por 
capricho y se encontraba en Toscana. Nos contó que estaba arrepentido de su paso imprudente y que le escribía cartas de dolor y de 
desesperación por haberse alejado de quien podía salvarlo de los peligros del mundo. 

»-íOh, añadió don Bosco, yo preveía todo esto y, para detenerle, le había concedido cuanto podía desear; hice todo cuanto pude para 
que no se marchase del Oratorio, pero se empeñó en irse. Y helo ahora la mar de angustiado explicándome todo lo que yo preveía». 

«8 de marzo, domingo. El celo de don Bosco aparece en todas sus acciones. Cansado de confesar desde la mañanita hasta casi las 
nueve, aunque sólo con mucha dificultad podía hablar, a las diez subía al púlpito para continuar la narración de la vida de los Papas, que 
con tanta maestría expone a sus jóvenes. 
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»Terminó la instrucción hacia las diez cuarenta y cinco, y apenas entró en la habitación desde la cual se bajaba al púlpito 1, caía falto de 
fuerzas sobre una silla. Tras un brevísimo reposo, sin proferir un lamento, subió a su aposento, mas no pudiendo tenerse en pie y al 
mismo tiempo queriendo trabajar, se metió en cama y comenzó a corregir pruebas de imprenta. Daban las once y treinta, cuando oyó 
llamar a la puerta. Bajó a abrir pero se vio obligado a sentarse de nuevo en la cama que es muy baja. Era un viejo obrero que deseaba 
confesarse. ((406)) Don Bosco conmovido, le atendió gustoso y le despidió satisfecho». 

Por la noche de aquel mismo día hacía que algunos de sus sacerdotes dirigieran al Papa la siguiente súplica. 

Beatísimo Padre: 

Los sacerdotes Angel Savio, Miguel Rúa, Juan Cagliero, Juan Francesia, Bartolomé Fusero y José Bongiovanni, de la diócesis de Turín 
(Piamonte), con el deseo de poder dedicarse principalmente al sagrado ministerio para gloria de Dios y la salvación de las almas, 
arrodillados para besar su santo pie, humildemente imploran a Su Santidad poder celebrar una hora antes de la aurora y una después del 
mediodía, cuando se presente una justa y razonable causa. 

Igualmente, con el deseo de promover el espíritu de devoción en los fieles, los referidos sacerdotes, juntamente con el sacerdote Víctor 
Alassonatti, también de la diócesis de Turín, solicitan a Su Santidad la facultad de bendecir rosarios, crucifijos, medallas, estampas y 
cosas similares. Dada además la dificultad de comunicaciones solicitan la mencionada facultad ad septennium (para un septenio). 

De la bondad... 

Turín, 8 de marzo, 1863. 

Esta súplica proporcionó a don Bosco una de las más emotivas satisfacciones, puesto que el Sumo Pontífice la firmaba de su propio 
puño, como puede verse por el precioso autógrafo que pidió y obtuvo el Ilmo. Sr. conde Alerame Bosco di Ruffino. 

Día 26 de abril, 1863. 

Pro gratia juxta petita. 

PIUS, P.P. IX 

En el intervalo don Bosco había hecho los trámites para que su clérigo Pedro Leggero fuese admitido a las órdenes sagradas, y le 
respondían desde la curia arzobispal: 

1 Desde la habitación, que aún se encuentra a la derecha del altar mayor, se bajaba al púlpito por medio de una escalerita. 
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((407)) Turín, 9 de marzo, 1863. 

Muy Reverendo Señor mío: 

Debo participar a V. S. que el Señor Vicario General, después de considerar atentamente el asunto del clérigo Leggero, y, tenidas en 
cuenta las informaciones según las cuales resulta que por línea materna hubo casos de epilepsia, ha creído que debe dejar de escribir a la 

S. R. Congregación; puesto que, exponiendo las cosas en toda su extensión, tendría ciertamente una respuesta negativa, esto es, no 
deberse ordenar, por estar sujeto a probables recaídas de epilepsia, y siendo por tanto, irregular. Es por consiguiente necesario, que V.S., 
con delicadas maneras y buenas razones, persuada a dicho clérigo que emprenda otra carrera más conveniente para él. Yo lo siento 
muchísimo; sin embargo no puedo menos de unirme al juicio del señor Vicario General y soy del mismo sentir. 
Ruego a V.S. que no deje de destinar, como en años precedentes, a dos de sus clérigos para servir en las sagradas funciones de la 
semana santa en la catedral, deseando que sean de los más expertos en ceremonias. 

Ruego también a V.S. en nombre del Monasterio del Buen Pastor que destine dos y si es posible hasta tres clérigos, para el servicio de 
la misma semana santa como ya hizo (con dos) en años anteriores, avisándole que, como allí las funciones se celebran temprano, dichos 
clérigos podrán ir más tarde a ayudar en alguna otra iglesia. 

Le recuerdo que el miércoles por la tarde empiezan los ejercicios para todos los clérigos de Turín; procure que también sus alumnos 
asistan en el mayor número posible, pues se conceden vacaciones para este fin. 

Entretanto, con el mayor aprecio se profesa. 

Su seguro servidor
AL. VOGLIOTTI, Prov. General


PS. He pensado concurrir con algunas docenas de ladrillos a la iglesia en honor de María Santísima Auxilium Christianorum, cuando se 
comience. 

Transcribimos esta carta porque nos recuerda una de tantas curaciones repentinas operadas con la bendición de don Bosco. A fines del 
1861 había llegado al Oratorio el clérigo Pedro Leggero, procedente del Seminario de Bra. Enfermo de epilepsia, por el gran susto 
ocasionado con la caída de un rayo, tuvo que abandonar los estudios por los frecuentes ataques ((408)) de aquella triste enfermedad. Sin 
embargo, él mantenía aún en su corazón una viva confianza de que el Señor le ayudaría y le libraría de su mal, de modo que podría 
reanudar los estudios. Presentóse al siervo de Dios, éste le aceptó en casa y le dijo: 

-Hagamos juntos una novena; reza tú y yo rezaré también; ya verás cómo María Santísima nos concede la gracia. 

Después le bendijo. Y, a partir de aquel instante, el buen clérigo comenzó a mejorar de tal modo que, al poco tiempo, se encontró 
curado y durante un año no hubo más señales de la grave enfermedad. 

Don Bosco estaba seguro de que la Virgen le había concedido 
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una gracia duradera y le obtuvo de la Curia el permiso para reanudar los estudios teológicos. Por consiguiente, a pesar de la antedicha 
respuesta negativa del Provicario, previendo el éxito que tendría en el campo evangélico este buen clérigo, tanto se empeñó que, al fin, le 
vio ordenado sacerdote. Y resultó un buen sacerdote piadoso y docto. Fue, primero, párroco en Candiolo. León XIII quería nombrarlo 
Obispo, pero admitió las razones aducidas por Leggero para ser dispensado de aquel honor con demasiada responsabilidad. Finalmente en 
1887, fue nombrado canónigo párroco de la catedral de Turín y ocupó un sitial del coro, con el mismo canónigo Vogliotti. Nos atestigua 
el canónigo Anfossi: 

-Yo mismo fui testigo de este hecho, que me fue confirmado por el reverendísimo Leggero, quien reconocía que su curación había sido 
un auténtico milagro del siervo de Dios, y añadía: «íDon Bosco fue para mí un segundo padre!» 

En estos días sumaba don Bosco a las pruebas de su bondad las de su prudencia y justicia. No toleraba las faltas de respeto a quien 
estaba revestido de autoridad. Sucedió, pues, que un asistente, que no era bien visto por los muchachos, fue despreciado por algunos de 
éstos, e, irritado, levantó la mano. Aquella violencia suscitó una gran agitación en la comunidad, no acostumbrada a tales reprensiones. 
Entre los muchachos había aquella noche viva curiosidad por lo que diría don Bosco, ((409)) el cual, después de haber amonestado en 
privado al asistente, subió a la pequeña cátedra. 

Con la faz muy seria comenzó a decir que ya sabían todos el disgusto que le causaba, no sólo saber que un muchacho hubiese recibido 
un golpe, sino también que fuese reprendido con excesiva severidad. El prohibía absolutamente semejantes formas. Luego pasó a explicar 
que ciertas faltas de respeto y ciertas burlas habían irritado a un pobre clérigo, al que no podía exigírsele, aunque se hubiese equivocado, 
soportar lo que era fruto de una virtud casi heroica. Por otro lado, los actos y las palabras de un alumno debían juzgarse como una 
auténtica insubordinación, que, en otras circunstancias, no hubiera podido quedar sin castigo. Sin embargo, que era mejor remediar 
pacíficamente aquel desorden. Y así, por una parte no se empleen jamás villanías ni por la otra violencias. 

Al llegar a este punto, suspendió el discurso, se serenó su semblante y, con amable sonrisa, continuó: 

-Querría, por el afecto que os tengo a todos, hacer lo imposible... Me duele la zurra que habéis recibido... pero no os la puedo quitar. 
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Con esta conclusión rieron todos, desapareció el malhumor, y puede decirse que: justitia et pax osculatae sunt (la justicia y la paz se 
besaron). 

Aunque el caso carece por sí mismo de importancia, hemos querido traerlo aquí para afirmar, una vez más, que estos centenares de 
testigos de la vida de don Bosco eran despabilados, valientes, poco amigos de las ofensas, conscientes del respeto que les era debido. En 
el Oratorio no podía imperar más medio de gobierno, que una palabra poderosa de persuasión. 

Entre tanto se levantaba en Mirabello un vasto edificio para colegio internado, o Seminario Menor para la diócesis de Casale, tal como 
don Bosco había proyectado. En otoño de 1862 se habían comenzado las excavaciones y se habían puesto los cimientos, y en marzo de 
este año el maestro de obras, Josué Buzzetti, comenzaba a construir los muros para terminar la edificación en el mes de agosto. Los 
gastos debían ascender a más de ((410)) cien mil liras: pero don Bosco se había abandonado en los brazos de la divina Providencia. La 
familia Provera cubrió algunos gastos y acudió en su ayuda la condesa de Callori con generosos donativos. 

Don Bosco, que había estado por aquellos lugares, bajaba a Asti para elogiar la conducta de los jovencitos y clérigos del Oratorio, 
pertenecientes a aquella diócesis, ante monseñor Sossi, Vicario General Capitular, a quien después escribía: 

Muy querido señor Vicario: 

Deseaba el otro día haber podido hablar con vuestra apreciada Señoría, pero la coincidencia de tener que venir usted a Turín en el 
mismo momento de mi llegada, me lo impidió en gran parte. He ido también varias veces a ver al teólogo Magnone, pero no he tenido la 
suerte de encontrarle en casa, por lo que le comunico hoy por escrito lo más esencial, respecto a nuestros intereses. 

En su carta de octubre de 1861, concedía al clérigo F... la pensión entera de cuarenta liras y a los hermanos P... veinticinco por cada 
uno. 

En el pasado otoño, no sé si por carta o verbalmente, se concedía también la pensión entera a estos dos últimos. Referente a Preda, todo 
como se acordó por el teólogo Magnone. Además el párroco de Tigliole me escribió una carta en la que me dice que usted, según la 
conversación sostenida, enviaría a esta casa cien liras anuales en favor del jovencito natural de ese pueblo, Domingo Gay, que estudia 
segundo de latín en nuestras escuelas. 

Con relación a éstos, creo quedamos de acuerdo, en el poco tiempo que tuve el honor de poder hablarle, que por este año no se hacen 
cambios; pues yo no podría, a mitad de año, realizar nuevos acuerdos con los padres de los jóvenes. Para años sucesivos el seminario de 
Asti hará lo que pueda, y yo también me prestaré hasta donde alcancen mis finanzas, siempre menguadas. 

Además de los mencionados jóvenes tengo otros treinta y dos de Asti, todos de 
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buenas esperanzas; la mayor parte de ellos están gratis; algunos pagan una parte de la pensión, ninguno la paga entera. Era mi plan 
rogarle ayudase a estos jovencitos de los que se espera mucho; pero, dados los apuros económicos en que me indicó se hallaba la 
administración del Seminario, no he vuelto a decir nada. Solamente propondría al joven Luis Prete, de Agliano, que estudia segundo de 
retórica, que arde en deseos de vestir la sotana lo antes posible. Años atrás pagaron sus padres cierta pensión; pero este año vinieron para 
((411)) retirarlo y llevárselo a casa, porque no podían pagar nada. Escribí una carta y después otra a V. S. exponiendo el caso y 
suplicando una ayuda y protección para él, mas se me dijo que esas cartas no le llegaron; espero que ésta le llegue y con ella se lo 
recomiendo. 

El curso próximo 1863-64, puesto que usted abre un seminario menor, podrá organizar las cosas de otro modo; también yo haré mis 
cálculos quid valeant humeri (hasta donde aguanten mis hombros), que si el teólogo Magnone pudiese por ahora saldar la nota que le he 
hecho enviar, por medio del canónigo Ballario, me hará un gran favor considerando los apuros en que actualmente se encuentra esta casa. 
Dios le conceda salud y gracia, y créame tal y como con todo mi aprecio tengo el honor de profesarme. 

De V. S. muy apreciada. 

Turín, 30 de marzo, 1863. 

Su afectísimo servidor y amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


El Oratorio era, por consiguiente, desde hacía tres años, el Seminario Menor de la diócesis de Asti. 
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((412)) 

CAPITULO XL 

LA SEMANA SANTA -DON BOSCO SE DESMAYA EN LA SACRISTIA -SU RESPUESTA A QUIEN LE ACONSEJA 
DESCANSAR -RECUERDA QUE UN HOMBRE, SOLO VALE POR UNO -VIRTUD DE ALGUNOS JOVENES -ORACIONES 
ESCUCHADAS DE UNO QUE ESTA PRESTO A ACEPTAR SU MAL PARA DESCANSO DE DON BOSCO -TESTIMONIOS DE 
ESTE HECHO -DON BOSCO PRESIDE LA CONFERENCIA DE LA COMPAÑIA DE LA INMACULADA Y LES EXHORTA A 
QUE CUIDEN DE LOS ALUMNOS QUE REGRESAN DE VACACIONES -UNA CARTA DEL CARDENAL MARINI CONFIRMA 
EL AFECTO QUE EL PAPA TIENE POR DON BOSCO -EL CANONIGO GASTALDI Y LOS CLERIGOS DEL ORATORIO; SU 
LECTURA CATOLICA; EL CANONIGO REPRENDE A LOS QUE CRITICAN A DON BOSCO -DON BOSCO NO ESPERA LA 
RECOMPENSA DEL MUNDO -SOCORRE LAS SANTAS EMPRESAS QUE NO LE PERTENECEN -PIDE SOCORROS POR 
CARTA AL MARQUES DE FASSATI -LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES EN EL ORATORIO: AVISOS Y CONSEJOS DE DON 
BOSCO A LOS JOVENES; HORARIO -UNA CONCIENCIA TRANQUILIZADA POR LA VIRGEN -DON BOSCO PRONOSTICA 
EL PORVENIR DE ALGUNOS ALUMNOS -SU PLATICA DE LA NOCHE: EXPLICACION DE UN GLOBO DE FUEGO VISTO 
SOBRE EL ORATORIO; ALGUNO NO HIZO BIEN LOS EJERCICIOS; EL CONOCIO CLARAMENTE EL ESTADO DE TODAS 
LAS CONCIENCIAS -TESTIMONIOS -RECUERDOS A UN JOVEN QUE HA HECHO LA PRIMERA COMUNION -SUFRAGIOS 
POR DOS ALUMNOS DIFUNTOS -NUEVOS HERMANOS ACEPTADOS POR EL CAPITULO 

DESDE el 25 de febrero se había dado con gran celo apostólico la catequesis cuaresmal en los Oratorios festivos y el 29 de marzo 
coincidía con el domingo de Ramos. El miércoles, primero de abril, gran parte de los alumnos salía de vacaciones a ((413)) sus pueblos 
durante ocho días, después de haber cumplido con el precepto pascual. Hacía bastantes años que se celebraban regularmente 
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las funciones de la semana santa en la iglesia de san Francisco de Sales, en las que don Víctor Alasonatti actuaba siempre de celebrante 
devoto y apasionado. Don Bosco se reservaba para sí la misa del Jueves Santo y el lavatorio de los pies, y a las otras ceremonias asistía 
puntualmente. 

Aquel año, extremadamente fatigado por la confesiones sin fin de los externos, el Sábado Santo se desmayó en la sacristía. Pero, apenas 
volvió en sí, fue a tomar un poco de leche y prosiguió sus ocupaciones, aunque los médicos le ordenaron que permaneciera algún tiempo 
en su habitación. 

-íPodría descansar un poco!, decíanle los jóvenes. 

-Cómo queréis, replicaba, que descanse, si el demonio no descansa jamás? 

Y añadía a los clérigos: 

-Un hombre, sólo vale por uno. Ninguno debe esforzarse para trabajar por dos, porque se estropea muy pronto y se convierte en un ser 
incapaz, precisamente cuando sería el momento de hacer mayor bien. 

Mas su ejemplo estaba en contradicción patente con sus palabras; con todo, de vez en cuando le aliviaba notablemente la caridad de sus 
alumnos. Ya hemos dicho que, en años anteriores, don Bosco, al ver a alguno oprimido por graves dolores, para aliviarle rogaba al Señor 
que le pasara a él aquellos males; y que fué escuchado. Ahora sucedió que los muchachos compensaban sus antiguos sacrificios por sus 
alumnos, cuando veían que sus enfermedades le impedían continuar sus pesados trabajos. 

Se lee en la crónica de Bonetti. «La noche del 9 de abril, hablaba don Bosco de que había mejorado su salud y dijo: 

»-Las plegarias de los jóvenes son poderosas. Hay uno sobre todo que, sólo con rezar, obtiene al momento que se marche la enfermedad 
de mí y pase a él. Yo después lo encomiendo ((414)) a Domingo Savio para que lo sane y, en poco tiempo, nos encontramos los dos bien. 

»Aún dijo más: 

»-Tenemos en casa unos muchachos, y clérigos también, tan virtuosos que dejan atrás al mismo san Luis, mientras sigan por el camino 
que llevan. Casi cada día veo en casa tales actos de virtud que no se creerían ni leyéndolos en los libros; sin embargo, Dios se complace 
en realizarlos entre nosotros». 

Y anota don Juan Bonetti en sus memorias: «Yo sé quién es ese joven afortunado que tiene la envidiable suerte de obtener de Dios la 
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curación temporal de nuestro amantísimo Padre y de cargarse con su mal. Es muy amigo mío, y al verle de cuando en cuando delicado de 
salud, hablé de él una vez a don Bosco, y entre otras cosas le dije: 

»-Temo que usted no atienda a este joven y lo pierda pronto. 
Joven como es, y ya tan endeble de salud, no puede durar mucho. 

»Aquel mismo día por la tarde animaba yo a mi apreciado amigo, y él me dijo: 

»-Mañana estaré curado, me lo dijo don Bosco. 

»-Y así fue; al día siguiente asistió a clase y fue a comer con todos, a pesar de que el día anterior apenas si podía tolerar el café. Quedé 
maravillado de ello, ya que conocía, más de cerca que los otros compañeros, su pésimo estado de salud. No sospechaba yo todavía que él 
estuviese enfermo con el mal de don Bosco, cuando una tarde, hallándome con don Bosco en su habitación y habiéndole preguntado 
cómo se encontraba de salud (pues el día anterior estaba muy fastidiado) me respondió que se sentía mejor y añadió: 

»-Está N. N. que se carga con mi mal. 

»Entonces comencé a entender un poco mejor los repentinos cambios de salud de uno y de otro y me convencí de que Dios se complace 
a veces en jugar con las almas que le quieren». 

Don Juan Francesia da fe de un hecho semejante. Una mañana padecía don Bosco de los ojos y poco después de comer estaba 
totalmente sano. Le preguntamos la causa de tan ((415)) repentina curación y respondió que su mal había ido a parar a los ojos de otro, 
que había rogado al Señor se lo pasase a él para aliviar a don Bosco. 

Don Antonio Sala quiso tener una prueba de tan singular fenómeno. Nos contó muchas veces lo que le sucedió a él mismo. Se 
encontraba en Roma con don Bosco, el cual debía dar una conferencia, cierta mañana. Pero, víctima de un violentísimo dolor de cabeza, 
se sentía tan abatido que no se atrevía a salir de casa. Debía tratar asuntos sumamente importantes, y al verle don Antonio Sala en aquel 
estado le dijo: 

-Don Bosco, si bastara rezar al Señor para que me traspasara a mí su dolor, yo lo aceptaría gustoso, con tal de que usted quedara libre. 

-Pobre de ti, respondió don Bosco; bueno, te cedo mi malestar hasta que concluya la conferencia. 

Don Bosco salió de casa y don Antonio comenzó a padecer un atroz dolor de cabeza, que no cesó hasta el regreso de don Bosco. Lo 
mismo les sucedió varias veces a otros. 

«El mismo día 9 de abril, jueves, prosigue Bonetti, mientras los 
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alumnos volvían de las vacaciones de Pascua, don Bosco fue a presidir la conferencia de la Inmaculada Concepción. Tomó al final la 
palabra y, entre otras cosas, nos recomendó estas dos para bien de nuestros clientes 1. 

» 1.º Cada uno de vosotros esté atento cuando llegue su compañero de vacaciones; sea el primero en acudir a saludarle y reanudar las 
relaciones de amistad. Observe si su patrocinado necesita alguna advertencia y se la dé: esto hay que hacerlo especialmente en estos días. 
Además, durante los días de vacación, y el jueves de modo particular, procure cada uno buscar el modo de entretenerse más a menudo 
con su cliente; y en general cuando conozca que le conviene un aviso, no lo descuide y vaya, búsquelo, llámele aparte y con caridad 
dígale lo que conviene. 

»2.º Otra cosa más os recomiendo, y es que, cuando vayáis vosotros a confesaros, tratéis de llevar con vosotros a vuestro cliente. 
Decidle, por ejemplo: «-Tengo ganas de ir a confesarme, pero no me gusta ir ((416)) solo, ven tú y acompáñame.-» Generalmente él irá y 
así le ponéis en la ocasión de hablar con su confesor y, si por no estar bien dispuesto, no recibiese la absolución, al menos oirá algunos 
consejos del confesor que siempre le harán bien. 

»Para concluir agregó que consideraba a la Compañía como a su guardia imperial; y que, así como un emperador se cree siempre seguro 
en el trono y pone en fuga a sus enemigos, mientras se mantiene en pie y fuerte la guardia imperial, así él esperaba con nuestra ayuda, 
desbaratar a los enemigos de las almas y mantener en casa el trono del Señor». 

Diversos nobles señores piamonteses y sacerdotes habían vuelto en aquellos días de Roma, donde, por recomendaciones de don Bosco, 
habían podido presenciar a su gusto las ceremonias de la Semana Santa en san Pedro. 

De uno de ellos, que se había quedado todavía en Roma, escribía el cardenal Marini a don Bosco: 

Mi Reverendo Señor: 

Las personas que se me presentan recomendadas por V. S. me son queridas como el mismo don Juan Bosco; por esto, he recibido con 
mucho gusto al canónigo Davicino, el cual, me hizo de caudatario para mejor presenciar las funciones de la Semana Santa. 

1 Cliente. (Tomo V, pág. 346). Los miembros de la Compañía tenían, a veces, asignado un compañero poco cumplidor para vigilarle y 
ayudarle a portarse bien: a este tal, le denominaban cliente. (N. del T.) 
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El próximo lunes espero presentar al Santo Padre a su recomendado. Le agradezco me haya dado oportunidad de conocer a tan digno 
eclesiástico. 

Me congratulo de la constante feliz prosperidad de las obras de verdadera caridad que usted promueve y sostiene en Turín. Ya que no 
puedo contribuir de otro modo, pido al Señor que siempre le bendiga. El Santo Padre se dignó hablarme con gran afecto de su persona y, 
al contarle yo que el canónigo Davicino había querido prestarme el servicio de caudatario, el Santo Padre lo llamó: Pro Bosco. 

Siempre dispuesto a servirle en cuanto pueda valer mi pobre persona, acepte la manifestación de mi más sincera estima, con la que me 
repito. 

De V.S.R. 

Roma, 18 de abril, 1863. 

Su seguro servidor y buen amigo 

P. Cardenal MARINI 
((417)) Mientras tanto, el canónigo Lorenzo Gastaldi, que había dejado la Congregación Rosminiana, acudía con frecuencia a Valdocco 
para predicar allí los domingos. Hacía mucho bien. Y, tras la invitación y ruego de don Bosco, estuvo por espacio de dos meses, yendo 
una vez por semana a dar clase de sagrada elocuencia a los clérigos y sacerdotes. Su enseñanza era muy útil por las ideas exactas y claras 
que exponía. 

Le gustaba, a veces, tratar de polémicas religiosas. Durante sus misiones en Inglaterra había tenido ocasión de profundizar sus estudios 
sobre las actuales condiciones del protestantismo, sobre el estrecho parentesto de la revolución y la herejía, sobre la índole de los tiempos 
presentes y sobre los males morales que afligen a la sociedad moderna. 

Clérigos y sacerdotes educadores, con el asentimiento de don Bosco, visitaban frecuentemente la casa del canónigo para recibir de él 
orientaciones en los estudios teológicos, para repasar moral y también para confesarse. Estaban entre ellos don Juan Anfossi y don 
Domingo Bongiovanni. 

El canónigo Gastaldi mostraba gran benevolencia hacia don Bosco y sus instituciones. 

Por satisfacer los deseos de don Bosco, había preparado el número de las Lecturas Católicas correspondiente a mayo y junio: Datos 
históricos sobre la vida del sacerdote Juan María Vianney, párroco de Ars, por el sacerdote Lorenzo Gastaldi, doctor en teología. Tenía 
un apéndice con muchos pensamientos sobre las principales verdades de nuestra santa religión, manifestados por aquel siervo de Dios en 
sus catequesis y pláticas. 

«El Canónigo, escribe Bonetti, era uno de esos personajes distinguidos por sus méritos, superiores a todo encomio, que apreciaba 
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muchísimo a don Bosco. Un día de la semana siguiente al domingo in albis, se encontró en una reunión de eclesiásticos y seglares. 
Después de variados temas cayó la conversación sobre don Bosco y empezaron a criticar y desaprobar lo que hacía. El Canónigo 
guardaba silencio. Cuando vió que todos habían ((418)) dicho cuanto se les antojaba, tomó la palabra: 

»-Perdonen un momento; me parece conveniente responder con brevedad a cuanto han dicho hasta ahora. Yo conozco a don Bosco hace 
mucho tiempo, frecuento su centro y por eso, con toda franqueza, les replico: todo cuanto han dicho es falso. He estado atento por si 
alguno decía algo cierto; pero nadie lo ha dicho. Por tanto, una de dos: o ustedes no conocen a don Bosco y sus obras, o son unos pobres 
calumniadores. Qué corazón tienen sus señorías para criticar de ese modo a un hombre que se sacrifica por el bien de la juventud? íHagan 
ustedes otro tanto, si son capaces de ello! 

»Los clérigos al saber el suceso, refirieron a don Bosco que algunos hablaban mal de él. Y don Bosco, sin turbarse, exclamó: 

»-No me extraña. Quién es más santo que el canónigo Anglesio? Desafío al más riguroso teólogo a que encuentre en este hombre una 
acción digna de reproche. Y sin embargo, muchas veces he oído hablar en su contra del peor de los modos: que es un soberbio, que es un 
duro, que no tiene compasión y cosas semejantes. Es imposible agradar al mundo. El mejor consejo es hacer el bien que podamos y no 
aguardar la recompensa del mundo, sino solamente de Dios». 

Con estas ideas realizaba todo el bien que podía. Escribe Ruffino, en el mes de abril de 1863, la siguiente nota: «Son innumerables los 
gastos a los que debe hacer frente este año don Bosco. Nuevos edificios en el Oratorio de Valdocco; la nueva iglesia, cuyos cimientos van 
a colocarse, el colegio de Mirabello en vías de construcción, sin contar con los gastos ordinarios. Pese a ello, cuando se creería que don 
Bosco no debe buscar nuevos modos para gastar dinero, aún encuentra medios para ayudar a otras obras pías. En el barrio de san Salvario 
se está levantando un templo parroquial con las limosnas de personas generosas. Se trata de cooperar a salvar almas; de proveer ((419)) el 
alimento espiritual necesario para muchas personas, que, en la tan populosa ciudad de Turín corren grave peligro de su salvación 
espiritual por falta del mismo. Tal motivo es más que suficiente para que don Bosco, sin mirar a sus propias necesidades, envíe al 
párroco, teólogo Arpino, cuanto puede arrebañar en su bolsillo; esto es, doscientas liras, más muchos boletos adquiridos y 
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pagados a la Comisión de la Lotería, organizada en favor del nuevo templo». 

Una prueba de los apuros económicos de don Bosco es su carta al marqués de Fassati. 

Ilustrísimo y queridísimo Señor Marqués: 

Si quiere ganar el jubileo, señor Marqués, se ofrece una ocasión oportunísima; me encuentro en la necesidad de pagar tres mil liras al 
panadero mañana por la mañana, antes de las diez, y hasta el momento no tengo ni un céntimo. Me acojo a su caridad, para que haga lo 
que pueda ante esta excepcional necesidad; se trata de dar de comer a pobres hambrientos. Durante el día pasaré a visitarle y usted me 
dará lo que el Señor y la Santísima Virgen le inspiren. 

Dios bendiga a usted, señor Marqués, y a la señora Marquesa y a Acelia y conceda a todos salud y gracia con un hermoso premio en la 
patria de los bienaventurados. Amén. 

Con todo aprecio me profeso. 

De V.S. 

Turín, 18 de abril, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Al día siguiente de escribir don Bosco esta carta al Marqués, y quién sabe cuántas otras a sus bienhechores, debían comenzar en el 
Oratorio los santos ejercicios espirituales. 

Dice la crónica de Ruffino: «El domingo por la tarde del 19 de abril, empezaban los ejercicios. Don Bosco habló después de las 
oraciones de la noche. Recomendó riguroso silencio, salvo a las horas de recreo, en las cuales prohibía los juegos clamorosos, 
comprendido el de pelota; pero permitió ((420)) el marro. Una cosa ordenó a los jóvenes y fue que, durante los ejercicios, deseaba que 
todos le escribiesen un papelito en el que anotasen dos cosas: 1.ª Lo que cada uno quiere evitar; 2.ª Lo que quiere practicar. 

»Y añadió: 

»-Yo guardaré estos papelitos como recuerdo de los ejercicios; y además, para cuando alguien no cumpla los propósitos tomados, 
entonces sacaré el papelito y se lo haré leer. Conservo todavía los que me escribieron los alumnos en año 1845. Y ahora los voy leyendo 
de vez en cuando. 

»-Finalmente, os recomiendo mucha exactitud en el cumplimiento del horario, en ir a la iglesia; y, luego, haced de forma que los 
predicadores, que han venido aquí para vuestro bien, queden contentos de vosotros. Ellos están dispuestos a favorecer a la casa, no sólo 
espiritualmente, sino también materialmente, y necesito que 
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vean que estáis bien educados. Por tanto, al encontrarles en el patio o por los corredores, saludadles, no con aire arisco, sino con 
semblante alegre. Mirad, yo soy un poco soberbio y quiero que se diga que mis alumnos son buenos y bien educados; mas para eso es 
preciso que os presentéis como tales y, en consecuencia, que procuréis serlo de verdad. 

»-Respecto a lo que hay que hacer, sujetaos a lo que os dirán los predicadores y atended especialmente al canónigo Gastaldi, uno de los 
predicadores, el cual durante los recreos interrogará a lo mejor a alguno sobre la plática y no me gustaría que no supierais contestar» . 

((421)) Los ejercicios se hicieron con gran fervor: un alumno mantuvo el propósito de no hablar. 

Como recuerdo de estos días de salvación se nos comunicó un papelito escrito por un buen joven, hoy sacerdote, en el año 1863. 

«Durante los tres días de ejercicios espirituales de los alumnos estudiantes de este mismo año, cursaba yo primero de bachillerato. 
Aunque don Bosco me había dicho en confesión, que no pensara más en el pasado, que estuviese totalmente tranquilo, y descargase sobre 
él toda responsabilidad, sin embargo yo seguía con una honda inquietud, por miedo a que los pecados de mi vida pasada no me hubieran 
sido perdonados. Pero en la noche siguiente a mi confesión, se me apareció en sueños una Señora de hermoso aspecto, vestida de 
campesina, y con semblante risueño y alegre. Al verme tan triste me dijo: 

»-Desde el instante en que prometiste ser mi devoto y resolviste consagrarme tu vida, todo te ha sido perdonado. No te inquietes más 
por el pasado. Procura ser siempre fiel a tu promesa y nada temas. 

1 HORARIO DE LOS EJERCICIOS 

Por la mañana: 

A las 5,30. Levantarse. 

A las 6. Oraciones. Prima. Veni Creator. Meditación. Miserere. Misa. Tercia. Desayuno. 

A las 9,30. Sexta. Instrucción. Canción: Load a María. Reflexión en retiro. 

A las 11,30. Visita al Santísimo Sacramento con la corona del Sagrado Corazón de Jesús. 

Nona. Examen de conciencia. Regina Coeli. 

A las 12. Comida y recreo. 

Por la tarde: 

A las 2. Letanías de los Santos. Retiro con lectura espiritual privada. 

A las 3,30. Vísperas y completas. Instrucción. Canción: Ea, niños, las voces. Merienda y recreo. 

A las 5,15. Maitines y laudes. Meditación. Miserere. Rosario. Reflexión. Regina Coeli. 

Dios, alma, eternidad. 

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»Dicho esto, desapareció y yo me desperté. Esto no es más que un sueño, pero me quedó impreso, me consoló y me tranquilizó mucho 
porque era una confirmación de las palabras de don Bosco». 

«El 20 de abril, prosigue Ruffino, después de comer, estaba don Bosco en el refectorio próximo a la cocina, rodeado, según costumbre, 
de una multitud de jóvenes y clérigos ansiosos de oír su palabra. Entreteníales él en amena recreación con sus donaires y bromas morales: 
cuando, de repente, cortó la conversación de cosas indiferentes, les miró sonriente y exclamó: 

»-íOh, cómo gozo pensando en el bien que realizaréis en la Iglesia!
((422)) »Uno de los jóvenes le preguntó:
»-Habrá alguno de nosotros que se distinguirá de un modo particular?
»Don Bosco dirigió la mirada alrededor observando a los que allí estaban, miróles frente a frente, y respondió:
»-íEscuchad! De entre los que ahora están aquí, dos se distinguirán por su ciencia y piedad, otros dos por el mal.
»Todos quedaron maravillados y él añadió:
»-Para juzgar sobre lo que he dicho hay que esperar diez años. Entonces diréis: cuando vivía don Bosco un día nos dijo esto y esto;


y entonces veréis quiénes se distinguirán. 
»Los jóvenes quedaron un poco contristados al oír estas palabras,-dos se distinguirán en el mal -y Joaquín Berto, estudiante de primero 

de bachillerato, casi llorando, se aproximó a don Bosco y le preguntó al oído: 
»-Acaso soy yo uno de los que deberán destacar en el mal? 
»Don Bosco, estrechando entre sus manos y su corazón la cabeza del muchacho con gran ternura, le contestó sonriente al oído: 
»-Al contrario, de ti espero mucho». 
Ruffino, añade a esta su relación del diálogo de don Bosco con los jóvenes, la siguiente nota: 
«Los jóvenes que estaban presentes son: Jose Bongiovanni, de Turín; Domingo y Santiago Ruffino, hermanos; Esteban Chicco, clérigo, 

de Sommariva; Pedro Racca, de Volvera; Simón Lupotto, de Cambiano; Augusto Costa, de Pinerolo; Juan Costa, de Spezia; Julio
Barberis, de Mathi; Cottino (aprendiz); Joaquín Berto; Odón Ternavasio, de Bra; Selvático Buratto, clérigo; José Pittaluga, de Tortona;
Guillermo Gorelli; Ecclesia, de None; Tamietti, Baccolla, Sandrone, Felipe Patarchi, de Roma; Martina, Augusto Croserio; clérigo Gallo,
procedente de Chivasso, donde es asistente Nasi»
.
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«El 23 de abril, anota don Domingo Ruffino, concluimos los ejercicios espirituales; don Bosco habló por la noche a los jóvenes, 
después de las oraciones y comenzó así: 

((423)) Ayer por la noche se contempló sobre nuestra casa un globo de fuego. Muchos me piden explicación de esto. Diré que, 
antiguamente cuando caía fuego sobre alguno, era una señal de castigo. Pero yo no puedo pensar que el Señor quiera castigar a nuestra 
casa. Mas, si deseáis que deduzca algún significado, os lo puedo dar, y es que algunos no hicieron bien los ejercicios espirituales. Acaso 
esto sea una señal de que el Señor todavía quiere darles tiempo para que se conviertan. 

Tengo otra cosa que contaros y es que, durante estos ejercicios, me encontré, en relación con los jóvenes, en un estado en el que jamás 
estuve anteriormente, salvo en una ocasión. Veía estos días en el corazón de los muchachos como si leyera en un libro: veía clara y 
distintamente todos sus pecados y sus enredos. Así que, igual me daba escuchar sus pecados que decirlos yo mismo; con la diferencia de 
que, si les dejaba decirlos, era como si leyera una palabra del principio y otra del final de un libro que tenía delante; en cambio, si hablaba 
yo, podía manifestarles todos sus pecados ordenada y claramente. Más aún, al acabar la confesión podía sugerirles un recuerdo que era la 
verdadera definición de todas sus necesidades. Pasados estos días, volví a la oscuridad: hice la prueba esta tarde, y ya no era así: sigo en 
las tinieblas. 

-Alguno me preguntará: 

-Se acuerda todavía de lo que vio en el corazón de cada uno? 

Y yo contesto que no recuerdo más que algo confuso, como cuando uno ha leído un libro una sola vez y no recuerda más que en 
confuso lo leído. Por eso ahora os recomiendo que cada uno recuerde bien los avisos o el único consejo que de mí recibió en la confesión 
estos días y procure ponerlo en práctica. Si este hecho me acarreó grandes consuelos, tuve también un serio disgusto y es que muchos, a 
quienes yo esperaba, no se presentaron; les hice buscar pero no me fue posible encontrarles; otros, invitados por mí, prometieron venir y 
no vinieron. No quiero decir de ningún modo que ésos hayan hecho mal los ejercicios; pero si hubieran venido a mí, yo hubiera podido 
ajustarles mejor los negocios de su alma. 

»En confirmación de cuanto don Bosco dijo, yo Domingo Ruffino, puedo atestiguar que un joven me refirió que fue a confesarse con 
don Bosco con la intención de hacer la confesión ordinaria, pero que don Bosco le dijo que sería mejor hacerla general. Aquel joven 
respondió que la haría, pero que no estaba preparado. Entonces don Bosco le dijo: 

»-No te inquietes por ello, lo que tú no digas, lo diré ((424)) yo. 

»Y luego comenzó don Bosco a enumerarle los pecados y los hizo pasar todos, sin dejarse uno. 

»Otro joven me aseguró también que, habiendo ido a confesarse de un pecado, que le causaba mucha vergüenza decir, no sólo se lo 
descubrió sino que además le declaró determinadas circunstancias, que era imposible fueran conocidas por ciencia humana». 
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Y continúa Ruffino: «25 de abril. Pregunté a don Bosco si su leer e en el corazón de los jóvenes era algo que le sucedía solamente a la 
hora de la confesión o también en otros momentos. El respondió: «-A cualquier hora del día, aun fuera de la confesión». 

Por aquellos días escribía don Bosco a un hijo del caballero Javier Collegno de Provana: 

RECUERDOS DE LA PRIMERA COMUNION 

1.° Fuga del ocio. Diligencia en los propios deberes. 

2.° Obediencia a los superiores y especialmente al padre. 

3.° Devoción en la iglesia, caridad en casa, respeto a todos. 

4.° Confesión y comunión frecuente. 

Turín, 23 de abril, 1863. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Don Bosco, después de la fiesta del Patrocinio de san José, recomendaba a las oraciones de sus alumnos el alma de dos de sus 
compañeros. 

El 27 de abril había expirado en el Hospital de Cottolengo, Pablo Cucco, natural de Chivasso, de dieciocho años; y en el mismo mes 
moría en Villafaletto José Damasco, de veinte años. 

Al comenzar el mes consagrado a María, algunos alumnos pedían formar parte de la Pía Sociedad. En las actas del Capítulo se lee: «El 
día 8 de mayo de 1863 fueron admitidos por el Capítulo José Callo, Baracco, Juan Antonio Birocco, Andrés Pelazza y Juan Tamietti». 
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((425)) 

CAPITULO XLI 

DON BOSCO HACE CONSTRUIR UN EDIFICIO DESTINADO A CLASES -INSCRIPCIONES EN LOS PORTICOS DEL MISMO 
-CONTINUAN LAS DIFICULTADES PORQUE LOS MAESTROS DEL ORATORIO NO SIGUEN LEGALMENTE LOS CURSOS 
DE BELLAS LETRAS: SE LES EXIGE EL DIPLOMA DE LICEO -EL EXAMEN DE FILOSOFIA EN EL SEMINARIO 
EQUIVALENTE AL DIPLOMA DE LICEO -SUPLICA DE LOS MAESTROS DEL ORATORIO AL RECTOR DE LA 
UNIVERSIDAD -CERTIFICADO DEL EXAMEN DE FILOSOFIA -DECLARACION Y RECOMENDACION DE DON BOSCO 
DIRIGIDAS AL RECTOR DE LA UNIVERSIDAD-PETICION RECHAZADA -RICOTTI Y DON BOSCO -UN INTERCESOR -SON 
OTORGADOS LOS EXAMENES DE ADMISION A LA UNIVERSIDAD 

YA dejamos dicho que don Bosco estaba resuelto a mantener abiertos sus cursos de gimnasio o bachillerato a cualquier precio ya que se 
sentía sostenido por una fuerza sobrenatural. En efecto, cosa sorprendente: mientras hervía la cuestión con la autoridad escolástica, don 
Bosco, impertérrito, construía un nuevo edificio destinado a clases. La tapia de levante, que separaba la propiedad del Oratorio del vasto 
patio de la quinta del señor Filippi, formaba hasta la mitad un ángulo obtuso abierto hacia poniente; y desde allí seguía recta hasta el 
extremo de la construcción recientemente levantada a lo largo de la calle de la Jardinera, donde se había instalado la nueva portería. 

Así, pues, desde la casa donde estaba el gran salón de estudio hasta el ángulo mencionado se edificaban las escuelas. 

((426)) El edificio, de 14,24 metros de altura, medía 39 de largo por 10 de ancho. Tenía dos plantas, además del sótano y la planta baja, 
que se dividía en toda su longitud, la mitad en salas y la otra mitad en pórticos. Durante los recreos los muchachos transportaban 
alegremente los ladrillos a los andamios y luego las tejas para el tejado. La obra siguió durante todo el año y acabó a principios de 1864. 

Don Bosco hizo escribir cuatro letreros bajo aquellas arcadas. 
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I 

Ne tradas bestiis animas confitentes tibi et animas pauperum tuorum ne obliviscaris in finem. (Psal. LXXIII, 19). 

(No entregues a la bestia el alma de tu tórtola, no olvides para siempre la vida de tus pobres). 

II 

Praeoccupem us faciem ejus in confessione et in psalmis jubilemus ei. (Psal. XCIV, 2). 

(Con acciones de gracias vayamos ante El, aclamémosle con salmos). 

III 
Qui abscondit scelera sua non dirigetur: qui autem confessus fuerit et reliquerit ea, misericordiam consequetur. (Prov. cap. 
XXVIII, 13). 
(Al que encubre sus faltas, no le saldrá bien; el que las confiesa y abandona, obtendrá piedad). 

IV 

Non confundaris confiteri peccata tua et ne subjicias te omni homini pro peccato. (Eccl. cap. IV, 31). 

(No te avergüences de confesar tus pecados, y no te aplanes ante el hombre insensato) 1. 

Mientras se trabaja a toda velocidad para levantar el edificio, don Bosco, en medio de aquellos nebulosos tiempos, y después de recibir 
((427)) el 23 de marzo la última respuesta del Ministerio, veía que el único medio para conservar sus escuelas era atenerse a la legalidad. 
Se resolvió, pues, a matricular a sus clérigos regularmente en la Universidad. Pero entonces se declaró necesario que los alumnos de don 
Bosco se sometiesen al examen de licenciatura liceal 2. 

1 Los textos latinos están de acuerdo con la Biblia Vulgata (Colunga-Turrado), y la traducción castellana con la Biblia de Jerusalén 
(Desclée de Brower), que, en el cuarto, se corresponde con los versículos 26 y 27. (N. del T.). 

2 Los estudios oficiales italianos comprendían: enseñanza primaria (cuatro cursos), enseñanza media o gimnasio (cinco cursos), liceo 
(tres cursos) y universidad. 

Los españoles de la misma época eran: enseñanza primaria bachillerato (seis cursos), al que precedía un examen de ingreso, y 
universidad, con su correspondiente examen de ingreso 
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Las dificultades surgían una tras otra a medida que se presentaban nuevas razones. Calculadamente se oponían obstáculos para que don 
Bosco se cansase y desistiera. 

Pero él hallaba otro camino, y conforme a la ley, que le sacara de aquellas angustias. Los maestros del bachillerato en el Oratorio 
habían terminado los cursos de filosofía en el Seminario, con profesores graduados por la Real Universidad; parecía, por tanto, que el 
examen de dicha materia sufrido en el Seminario pudiera ser suficiente, según ciertas disposiciones legales antiguas, o al menos conforme 
a la interpretación que se les daba, desde bastantes años atrás, para suplir el examen de licenciatura liceal. En efecto, varios sacerdotes 
habían sido admitidos al curso académico con este solo título. 

Además de esto, don Bosco pensaba acortar, por cuanto las leyes lo 
permitían, los cursos de sus maestros. Y en este sentido les hizo presentar un recurso al Rector de la Universidad 1. 

((428)) A esta súplica unía él un certificado en papel timbrado y 

en la misma. Exigían, por tanto, a los clérigos de don Bosco el examen de liceo, o preparación para ingresar en la Universidad, que él 
pretendió resolver con la equiparación del liceo oficial y los cursos de filosofía del Seminario. (N. del T.) 

1 ESQUEMA DEL RECURSO ESCRlTO POR EL MISMO DON BOSCO 

Ilustrísimo señor Rector: 

Los abajo firmantes, todos pertenecientes a la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco, y todos habilitados como 
profesores de las clases gimnasiales (de bachillerato) que se imparten en favor de estos muchachos pobres (A), con el vivo deseo y la 
necesidad de llegar con el tiempo a presentarse regularmente a los exámenes de Letras, suplican a V.S.Ilma. tome benignamente en 
consideración y les conceda los beneficios señalados en la ley del 3 de octubre de 1851, art. 4.°, según la cual V. S. podría reducir en 
algún año los cursos de sus estudios; sometiéndose por su parte al examen de cada curso, al que ya asistieron en calidad de oyentes. (B). 

Si a V.S. pareciese demasiado este favor, cuando menos tenga en cuenta los estudios realizados, en su calidad de habilitados, y 
dispensarlos del examen de licenciatura y de ingreso, con el fin de que puedan matricularse normalmente para los cursos que desean 
seguir. 

De todos modos ellos abrigan gran confianza en su reconocida bondad y se remiten por entero a cuanto disponga con respecto a ellos, a 
las más benévolas normas que estime oportuno emplear en pro de una obra de beneficencia pública, a la que desde hace siete años 
consagran sus energías con gran satisfacción. 

No desconocen los suplicantes que el Reglamento del 14 de septiembre de 1862 ya no concede los mencionados beneficios ni a los 
maestros habilitados ni a los oyentes; pero en él no se encuentran expresiones que señalen la supresión, ni parece que un Reglamento 
pueda derogar una ley. Por otra parte, habiendo realizado sus estudios con anterioridad a este Reglamento, parece que no deben estar 
sujetos a él sino para aquellos cursos que hubieran de realizar desde que tal Reglamento entró en vigor. 

Con la esperanza de favor, tienen el honor de firmar etc... 
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con el sello del Capítulo de la Iglesia Arzobispal, de los estudios realizados por los firmantes en el Seminario. 

José Zappata, Doctor en Teología, Canónigo Arcipreste de la Catedral de Turín, Oficial de la Orden de san Mauricio, y Vicario General 
Capitular de la sede vacante Arzobispal. 

Para cuanto fuere necesario certificamos y atestiguamos que los señores Juan Francesia, natural de San Giorgio, y los seminaristas 
Francisco Cerruti, de Saluggia; Celestino Durando, de Farigliano, y Juan Anfossi, de Vigone, han terminado los cursos de filosofía, 
asistiendo a las clases de este Seminario Arzobispal y nos consta que los mismos realizaron con éxito los exámenes prescritos, tanto a la 
mitad como al final de cada curso y se comportaron siempre de un modo laudable e irreprensible. 

Turín, 27 de marzo, 1863. 

JOSE ZAPPATA, Vicario General Cap.
Teólogo GAUDE, pro Canciller.


A este certificado agregó don Bosco una declaración suya, también en papel timbrado, dirigida al Rector de la Universidad. 

DECLARACION 

El que suscribe declara que los maestros Juan Francesia, Francisco Cerruti, Celestino Durando y Juan Anfossi ((429)) prestan 
gratuitamente su servicio desde hace siete años, como profesores, en beneficio de los jóvenes pobres recogidos en esta casa, denominada 
Oratorio de San Francisco de Sales. Ellos son recomendables particularmente por su ejemplar conducta moral y por los muchos trabajos 
soportados puesto que, al mismo tiempo que enseñaron en las respectivas clases, hicieron regularmente sus estudios teológicos y 
asistieron durante cinco años, en calidad de oyentes, a las clases de literatura griega, latina e italiana, y durante un año también a la de 
historia. 

Por estas razones se encomiendan encarecidamente a la reconocida bondad del Ilustrísimo Señor Rector de la Real Universidad de 
Turín, a fin de que les conceda todos los favores que en su prudencia y sabiduría reconozca compatibles con las leyes vigentes. 

Se recuerda respetuosamente a V. S. Ilma. que toda gracia otorgada a los suplicantes redunda totalmente en favor de una obra de 
beneficencia pública, que pretende emplear todos los medios posibles para colocar a la juventud pobre o menos acomodada en situación 
de poderse ganar honradamente la vida. 

Turín, 28 de marzo, 1863. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Director 

Contestáronle a este nuevo recurso que las disposiciones citadas de los antiguos reglamentos se debían tener por abrogadas. 
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El Rector de la Universidad de Turín, Hércules Ricotti, profesor de historia moderna y de arte crítico, no fue el último en ser visitado 
por don Bosco. Ricotti, autor de muchas obras históricas, de una Historia de Europa y especialmente de Italia, gozaba de gran fama en el 
campo liberal. Había leído la Historia de Italia para uso de la juventud, publicada por don Bosco y había tildado de pobreza de ingenio y 
escasa cultura, lo que era áurea sencillez de estilo y dicción, como dijo de ella Tommaseo. Velaban además su mente las ideas opuestas a 
la Iglesia. Don Bosco fue varias veces a visitarle en la Universidad y en su domicilio, pero siempre se le negó la audiencia. Ricotti se 
consideraba personalmente ofendido por ciertos juicios de don Bosco sobre sus obras, que algunos empleados le habían calumniosamente 
referido. 

((430)) Intentando una última prueba fue a verle a la Universidad. 
Esperaba, como de costumbre, oír que el Rector estaba ocupado y no podía recibirle, cuando he aquí que una circunstancia favorable vino 
en su ayuda. Abrióse en aquel instante la puerta del despacho del Rector y apareció Ricotti en persona, para dar una orden al bedel. Don 
Bosco se plantó con toda rapidez ante la puerta por la que debía volver el Rector. En efecto, no tardó en aparecer. Conocía a don Bosco 
con quien, más de una vez, se había entretenido en tiempos pasados, pero aparentó ignorarlo. Don Bosco, apenas lo tuvo delante, le dijo: 

-Me permite una palabra? 

-Con quién tengo el honor de hablar? 

-Soy el pobre don Bosco. 

-íAh! Sí, sí, ídon Bosco! Ese sacerdote que ha hablado mal de mí y ha desacreditado mi Historia de Europa. 

-íSeñor profesor! Usted se equivoca del todo. Yo no he hablado nunca mal de su obra. 

-Sí, sí, íusted ha publicado que mi historia es mentirosa...! No recurramos a subterfugios, ea, hablemos claro... entendámonos de una 
vez y... confiese sin ambages cuanto yo afirmo... 

Y diciendo esto introdujo a don Bosco en su despacho. Hízole sentarse y colocándose a su lado, prosiguió: 

-Es verdad, sí o no, que usted se ha permitido proferir palabras inconvenientes respecto a mi obra? 

-Le aseguro que nunca hice, dije, ni escribí cosa alguna contra su obra. 

-Pero entendámonos, replicó el Rector; aprueba usted, sí o no, lo que yo expongo en mi Historia de Europa? 
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-íOh! Eso claro que no, señor profesor. 

-íAquí...! Aquí le quería yo, continuó Ricotti; aquí; y por qué, don Bosco, da su desaprobación? 

-Porque usted contradice abiertamente la verdad. Sin discurrir vagamente en general, vengamos rápidamente a algún ((431)) detalle. 
Vea, señor profesor: cuando usted habla de León X, afirma que, consiguió ocupar el pontificado con engaños; y que, aunque llevase una 
vida hipócrita e inoperante, sin embargo alcanzó el nombre de Magno, por parte de sus cortesanos; y, en contra de sus méritos, su siglo 
tomó de él el nombre. Y bien conoce usted a Voit? Es un autor protestante y, con todo, al hablar de este Pontífice dice que, por su vida, 
llena de obras magníficas y buenas, honró grandemente al Pontificado, que nadie mereció como él de su siglo, que justa y necesariamente 
debió tomar nombre de él; y le tributa homenaje y elogios admirables. Ahora, dígame, señor profesor, a quién debo creer con preferencia? 
A usted, que se profesa cristiano y desacredita a un Pontífice tan grande, o bien a uno que, teniendo todo interés en desprestigiarlo, lo 
eleva y lo sublima con los panegíricos más entusiastas? 

El profesor quedó confuso para contestarle; buscó razones y excusas, mas debió convenir que don Bosco no se equivocaba. 

Luego pasó a cantar las maravillas de la nunca bastante apreciada, como él decía, obra de don Bosco sobre la Historia de Italia y le 
ponderaba: 

-Cómo V. S., con tantas y tan serias ocupaciones ha podido idear y dar a luz de tan admirable modo un trabajo tan bello y tan difícil? 

Pero don Bosco que no había ido para oír elogios, que entendía no eran sinceros, no tardó en hablar de sus escuelas que se querían 
cerrar, de sus profesores a quienes no se quería admitir a examen y de su necesidad de contar cuanto antes con profesores titulados. 
Ricotti le escuchó con mucha bondad y prometió toda protección por su parte, protestando que la obra providencial emprendida en favor 
de los jóvenes pobres y abandonados, se merecía y gozaba de toda su benevolencia. 

Don Bosco esperó contar con su apoyo, mas la respuesta tardaba, porque Ricotti no aceptaba como legal el examen de ((432)) filosofía 
realizado en el Seminario y el reducir los cursos de Universidad. 

Pero cuando todo obstáculo parecía insuperable, el Presidente de la Facultad Filosófico-Literaria, Bartolomé Prieri, profesor de 
literatura 
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griega, intercedió ante Ricotti para que los alumnos de don Bosco, en atención a su asistencia a las clases de la Universidad, quedaran 
dispensados del examen de liceo; y con su influencia hizo desistir a los adversarios del Oratorio de tal pretensión. 

En efecto, en contestación a la súplica presentada por los profesores del Instituto de San Francisco de Sales en Valdocco, llególe a don 
Bosco la siguiente determinación de la Real Universidad: 

Vista la votación del Consejo académico y la propuesta del señor Rector de esta Real Universidad, el Ministerio de Instrucción Pública 
permite que los recurrentes sean admitidos a los cursos de la Facultad de Letras, con dispensa de la obligación de presentar la licencia 
liceal, a condición de que rindan con éxito el examen de ingreso. 

Se restituyen los documentos y títulos presentados como prueba. 

Turín, 3 de mayo, 1863. 

El Rector
RICOTTI


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((433)) 

CAPITULO XLII 

CORTESIA DE DON BOSCO AL RECOMENDAR A SUS CONOCIDOS A LOS EMIGRANTES DE OTRAS REGIONES -SU 
LONGANIMIDAD DECEPCIONADA, PERO PACIENTE, ESPERA QUE LOS PROPIOS DEUDORES MANTENGAN SU 
PROMESA -LECTURAS CATOLICAS -DON BOSCO SIGUE PREPARANDO LIBROS SOBRE LAS VIDAS DE LOS PAPAS 
-REGALA EJEMPLARES DE SU HISTORIA DE ITALIA A PERSONAJES DEL GOBIERNO -CONTESTACIONES A LAS 
CARTAS DE DON BOSCO SUPLICANDO LIMOSNAS: DEL SECRETARIO GENERAL DEL MINISTERIO DE GRACIA Y 
JUSTICIA Y CULTOS; DEL CONDE CIBRARIO PRIMER SECRETARIO DE SU MAJESTAD EN EL GRAN MAESTRAZGO DE 
LA ORDEN DE SAN MAURICIO; DEL DIPUTADO SPAVENTA, POR EL MINISTRO DE GOBERNACION -DON BOSCO PIDE 
Y NO CONSIGUE DEL MINISTERIO EL TITULO DE BARON PARA UN SEÑOR DISPUESTO A AYUDAR AL ORATORIO -EL 
REY ASEGURA UNA IMPORTANTE SUMA PARA LA CONSTRUCCION DEL TEMPLO EN VALDOCCO -TRIBULACION DE 
LA IGLESIA EN ITALIA 

A comienzos del mes de mayo, con tanto amor dedicado a María Santísima por don Bosco, se habían calmado un poquito las cuestiones 
escolásticas. No hay en las crónicas del Oratorio recuerdo de florecillas espirituales, de pláticas, de hechos que rememoren la devoción de 
don Bosco y de sus alumnos a la Madre Celestial. 

Nos limitamos, por consiguiente, a referir algunas cartas, recibidas o escritas por él en este mes, y que descubren sus amables virtudes, 
no menos hermosas ((434)) por ordinarias, y utilísimas para la buena vida social. 

Recurrían a él muchísimas personas en busca de recomendaciones y direcciones porque eran conocidas sus amplias relaciones. 

Y él, con aquella gallardía y cordialidad que le hacían tan amable, no se negaba nunca; al contrario, frecuentemente se ofrecía a prestar 
este servicio a toda suerte de personas. Así se comportó durante toda su vida, según pruebas que de ello conservamos, pero 
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todos pueden comprender que resultaría demasiado pesado referirlas. Esto no obstante nos lo recuerda una carta escrita a don Bosco, en 
los primeros días de mayo, por un canónigo de Niza, quizá el mismo que en 1858 debía hospedarle, cuando había pensado volver a 
Roma. Don Bosco le había recomendado al conde de Ciriè1. 

((435)) Otra virtud de don Bosco, nunca suficientemente señalada, era su calma al tratar asuntos materiales. Ya hemos publicado 
bastantes cartas escritas por él, que confirman lo que decimos. Esta calma no se alteraba, ni siquiera cuando herían o defraudaban sus 
intereses, ni tampoco cuando le desilusionaban con la espera de un tiempo señalado para un remuneración, aun cuando se encontrase en 
serios apuros económicos. Su corazón no sentía el menor apego al dinero, pese a que no dejara de hacer valer su justo derecho, cuando se 
lo imponía la justicia. Esta justicia tendía siempre a impedir un daño para sus internados. Sin embargo, cada año se amontonaban sumas 
incobrables de pensiones reducidas al mínimo, que no eran pagadas por los padres o tutores, frecuentemente por desgracias sobrevenidas 
a la familias y también por mala voluntad. No obstante, los internos de buena conducta no eran enviados a sus casas. 
Consentía a veces en aceptar alumnos de instituciones y asociaciones civiles o benéficas que, de otro modo, habrían quedado 
abandonados, aun previendo tratos enojosos, negativas de pagos, peticiones 

1 Distinguido y amabilísimo Señor mío: 

Le agradezco de todo corazón haberme dado la preciosa ocasión de conocer al señor conde de Ciriè. No podía haberme recomendado 

V. S. un personaje más completo en todos los aspectos y mas digno de respeto. Siento, sin embargo, muchísimo tener que ausentarme por 
cuarenta días de Niza, lo que me impide tener el placer y el honor de ser útil durante ese intervalo al mencionado Conde. Trataré, no 
obstante, de compensarlo a mi regreso, ya que pienso estará a nuestro lado algunos meses. Entre demócratas, como nosotros, no debe 
haber misterios. El 20 del corriente, bajo los auspicios de la mística estrella del mar, zarparé otra vez de este puerto hacia la ciudad 
eterna. Apenas si hace diez neses que dejé Roma y el corazón me pide volver de nuevo. Me parece que ha pasado un siglo sin ver al 
Santo Padre y ya me tarda la hora de deleitarme con la dulcísima presencia de tan gran Pontífice. Cuando me postre a sus pies santísimos, 
imploraré una bendición especial para usted y para su casa, que tanto estimo y amo. 
Mil gracias por la estampa de san José, que conservo como precioso recuerdo de V.S. queridísima. 

Le ruego acepte a cambio la imagen de la Dolorosa, que le presento juntamente con los sentimientos más sinceros de mi perfecta 
adhesión y afecto, profesandome en el Señor. 

Niza, 4 del mes mariano, 1863. 

Su íntimo amigo
C.° BARRAJA, Prot. Apost.


P.S. Y por qué no podría tomarse unos días de vacación el próximo julio y venir a Niza a casa Barraja?. 
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de cuentas, intenciones dudosas, desconfianzas, garantías prestadas y no mantenidas. Mas su gran bondad lo soportaba todo. Hasta algún 
Seminario, que le había mandado seminaristas y muchachos como alumnos, a veces se encontraba en la imposibilidad de mantener 
compromisos con don Bosco a causa de los malos tiempos, los impuestos gravosos, la incautación de bienes eclesiásticos, las apremiantes 
necesidades de las diócesis a las que había que proveer. Pero él, aunque debiese cubrir con lo propio muchos gastos, era de una 
longanimidad sorprendente. 

Por esto escribía al Ilustrísimo y Reverendísimo canónigo Sossi, Vicario General Capitular de la ciudad y diócesis de Asti. 

((436)) Carísimo amigo: 

Me encuentro en una verdadera necesidad; si puede saldarme el año 1862, y el semestre del año en curso, me hará un favor y al mismo 
tiempo una caridad. Si de todas formas no pudiere, procure, al menos, pagar lo atrasado. 

Me sabe mal proporcionarle estas molestias; y si supiera que podía hablar con el señor canónigo Magnone, iría enseguida a Asti; pero, 
ante la inseguridad de poderle ver o de que le lleguen las cartas, me he decidido a escribir directamente a usted. 

Animo, querido señor Vicario, estamos en la batalla. íOremos, esperemos y adelante!. 

Reciba los saludos de don Víctor Alasonatti, del caballero Oreglia y de todos los de nuestra casa, en cuyo nombre me profeso. 

De V.S. 

Turín, 4 de mayo, 1863. 

Afectísimo seguro servidor y amigo JUAN BOSCO, Pbro. 

Por esta época, andaba buscando y ordenando los originales de las Lecturas Católicas que debían publicarse. 

Para julio: Vida e Instituto de Santa Angela Merici, por José Frassinetti, Prior de Santa Sabina en Génova. En el apéndice habla de la 
Pía Unión de las Hijas de María Inmaculada, fundada en Mornese en 1855 y difundida en poco tiempo por toda Italia. Concluye 
exponiendo en qué consiste la Asociación del Rosario Viviente, solemnemente aprobada por Su Santidad Gregorio XVI, y enriquecida 
con preciosas indulgencias. 

Para agosto: Antonio, o el buen padre de familia. Traducción italiana, por el sacerdote Pedro Bazetti. Es la vida conmovedora de un 
pobre obrero, fiel a los deberes de su estado, plenamente confiado en la divina Providencia, que soporta la miseria, las enfermedades, el 
abandono de un hijo ingrato y, finalmente, sin salir de su humilde condición, recibe la recompensa de sus virtudes. 
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Para septiembre: La presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, por el padre Huguet y otros acreditados autores. ((437)) 
Demuestra este dogma con la Sagrada Escritura y los milagros sucedidos, a través de los siglos. Don Bosco corrigió las pruebas de 
imprenta y estampó en el prólogo una máxima consoladora: «Después de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción parece 
que se ha despertado de forma maravillosa por todas partes la veneración y la confianza en el Santísimo Sacramento». 

Para octubre: Datos históricos del joven Aecio Gherardi, de Lucca. Fue un santo seminarista que murió subdiácono a los veintiún años, 
en 1861. Se había dedicado especialmente a enseñar la doctrina cristiana a los niños. Iba los domingos a instruirlos en la iglesia 
parroquial y ayudaba todos los días en las escuelas nocturnas de Nuestra Señora del Estandarte, ahora denominada de la Cruz, por 
traslado de lugar. 

Armonía anunciaba este librito el 6 de de octubre con un artículo que don Bosco había enviado, y que terminaba bellamente así: 
«Jóvenes seminaristas italianos, he aquí un compañero vuestro, un hermano vuestro, que, envuelto en la misma carne y expuesto a los 
mismos peligros que vosotros, no obstante, como un rayo de sol en medio del fango, llevó una vida inocente y piadosísima. Generosos y 
queridos jóvenes, miraos en este espejo, como en un bello modelo y confiando en aquel Dios, al que él os llama, adornaos también 
vosotros de las estupendas y encantadoras virtudes que merecieron a Gherardi acelerar el vuelo hacia la otra vida». 

Pero, mientras don Bosco hacía imprimir estas obritas, de diversos autores, en la tipografía del Oratorio, pensaba en preparar él mismo 
otras, que siempre eran bien recibidas por los suscriptores. 
Y así escribía al reverendo Frattini, prefecto de los Tomasinos en la Pequeña Casa de la Divina Providencia en Turín. 

Muy querido Frattini: 

En mi trabajo sobre la vida de los Papas, sigo como texto a Baronio. Me encuentro ahora mismo al principio del siglo IV; he buscado 
en la Residencia Sacerdotal el tercer tomo de este autor, continuación del que tengo ahora sobre la mesa ((438)) y me han dicho que se 
encuentra en la Pequeña Casa. Así las cosas, me declaro poseedor del segundo tomo, pero necesitaría que tú pidieses de mi parte al Padre 
Superior me hiciera a mí y a los Papas, cuyas glorias me esfuerzo en escribir, el favor de prestarme el tercer tomo. Advierte, además, que 
yo lo empleo con mucho cuidado, pero que necesito tenerlo aquí para servirme de él durante la época comprendida en este volumen. 
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Que toda suerte de venturas desciendan sobre ti, sobre el venerado Padre Angleio y sobre toda la Pequeña Casa.
Turín, 12 de mayo, 1863.
Tu afectísimo amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


Finalmente, por aquellos mismos días respondían las autoridades civiles a las instancias presentadas por don Bosco escritas en el mes 
de febrero. 
MINISTERIO DE GRACIA, JUSTICIA Y CULTO 

Turín, 23 de mayo, 1863. 
Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 
Tengo el honor de responder a V. Rvda. S. sobre la instancia dirigida al Alcalde de esta ciudad y asegurarle que celebraré mucho poder 

conseguirle, como espero, de fondos del Economato, el subsidio necesario para desarrollar la utilísima y benéfica obra por usted señalada. 
Acepte mi más sincero agradecimiento por el apreciadísimo regalo que tuvo la cortesía de hacerme. Leeré el docto volumen con sumo 
gusto y así aprenderé a amar y apreciar cada vez más a un hombre que, por su virtud, su ingenio y sus dotes angelicales, es uno de los más 
ricos ornamentos de nuestro Turín. 
Reciba, Señor, los sentimientos de mi respetuoso aprecio y téngame por, 
Su afectísimo y seguro servidor EULA, Secretario General. 

La obra pía, a la que alude en el primer período, es la iglesia a construir; y el regalo a que se refiere es la Historia de Italia, cuarta 
edición. 

También el Ministro Pisanelli recibía como obsequio el mismo regalo. 

((439)) MINISTERIO DE GRACIA, JUSTICIA Y CULTO 

Turín, 28 de mayo, 1863.
El Ministro Guardasellos, me ordena agradecer a V.S. su delicada atención al enviarle un ejemplar de su Historia de Italia.
Cumplo gustoso esta obligación y le ruego me tenga por,


Su atento y seguro servidor L. BRANCACCIA 

Silvio Spaventa, diputado por Vasto, siempre alto empleado en el Ministerio de Gobernación, agradecía también a don Bosco algún 
tiempo después, una doble cortesía tenida con él. 

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MINISTERIO DE GOBERNACION 

Turín, 30 de agosto, 1863.
Reverendísimo Señor:


Le estoy muy agradecido por la atención tenida conmigo, al enviarme la Historia de Italia, redactada por usted en favor de la juventud; 
y así mismo agradezco la nota comunicándome la admisión de Copperi en esa benéfica Casa. 

Reciba un nuevo testimonio de mi plena estima y consideración, con la que me honro profesándome. 

Su seguro servidor 

S. SPAVENTA 
Resulta admirable la franqueza con que don Bosco seguía regalando ejemplares de su Historia de Italia a los primeros personajes 
políticos, hasta a sus adversarios. Aquella Historia había sido perversamente atacada por la Gaceta del Pueblo, criticada por los 
principales católicos de las Autoridades del Estado; y con todo era aceptada con placer por ellos. 

La segunda carta que don Bosco recibía, como respuesta a la suya de febrero, era la siguiente. 

((440)) GRAN MAESTRAZGO DE LA ORDEN DE SAN MAURICIO Y SAN LAZARO 

N.° 2152 
Turín, 19 de mayo, 1863. 

Los muchos donativos ya concedidos este año para restauración y construcción de iglesias, más los ya prometidos a la basílica de Pavía 
y a la iglesia católica de Londres, han acabado los fondos permanentes del Balance Mauriciano para piadosas subvenciones: me 
encuentro, por tanto, al presente, en la imposibilidad de conseguir de su Majestad el Rey, Gran Maestre General, un donativo del tesoro 
de esta Orden para la construcción de una iglesia en Valdocco. 

El año próximo, sin embargo, veré el modo de complacer su deseo obteniendo de Su Majestad la concesión de un subsidio sobre el 
balance de 1864, como cooperación de la Orden Mauriciana para la consecución de la piadosa empresa de V.S.Ilma. y M.R. 

Tengo en tanto el honor de renovar mi distinguida consideración. 

El Ministro del Estado Primer Secretario de S. M.
Senador del Reino.
CIBRARIO


Hasta el momento no había obtenido don Bosco más que promesas, pero no cesaba de golpear en el mes de junio a las puertas del 
Ministerio y a las del Palacio Real. 

El Ministro Peruzzi encargaba le contestasen: 

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REINO DE ITALIA 
MINISTERIO DE GOBERNACION 
Div. VI, Sec. II, N. º 3773 

Turín, 13 de julio, 1863. 

El favor que V.S. ha pedido, en carta del 26 del pasado junio, para el subsidio de una cantidad, capaz de descargarle de los apuros en 
que se encuentra, sobrepasa totalmente la facultad del Ministerio, el cual cuenta con una cantidad demasiado pequeña para atender a los 
institutos de toda Italia y entre ellos al de san Francisco de Sales, que ya recibe anualmente una parte considerable. 

Habría querido poder acudir en su socorro, conocedor como soy de la caridad con que usted trabaja de mil maneras para dar 
hospitalidad, alimento y educación a cuantos jóvenes se le presentan invocando su protección, en un número tal vez mucho mayor ((441)) 
al que le permitirían sus fuerzas y las de los generosos cooperadores de costumbre que le ayudan con sus importantes donativos. 

He debido, no obstante, considerar que habría pecado de grave injusticia con otros centros, que no están en mejores condiciones que el 
suyo, y a los cuales hasta me he visto obligado a negar la ayuda que me piden, con el fin de reservar para casos extremos lo poco que 
resta al Ministerio. 

En cuanto a mí, creo no haber dejado de corresponderle con alguna subvención, cada vez que usted ha admitido a un joven pobre por 
mí recomendado: Y si hubiese habido algún olvido, usted no tiene más que recordármelo. En adelante no dejaré de hacer otro tanto, 
cuando se presente el caso, aún con mayor cantidad en las ocasiones que se ofrecieren y no pudiese librarme de proponerle la admisión de 
un abandonado. 

Por el Ministro 

S. SPAVENTA 
Don Bosco intentaba otro camino para el mismo Ministro, probablemente por consejo del conde Cibrario, es decir, que viniese 
compensada la generosa oferta de un bienhechor del Oratorio, con un título de nobleza. El ministro Peruzzi transmitía la respuesta a 
través del Gobierno Civil. 

GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Turín, 17 de julio, 1863. 

El Ministro de Gobernación, con fecha 13 de los corrientes, ha determinado no tomar en consideración la súplica elevada al mismo por 
el sacerdote Juan Bosco con el fin de otorgar el título de Barón al señor G... G... de Saluzzo, que por tal honor habría entregado la suma 
de diez mil liras para el Oratorio de san Francisco de Sales en Turín, al mencionado sacerdote y actual director. 

Así se comunica a dicho sacerdote don Juan Bosco, en respuesta a su antedicha petición. 

Por el Gobernador
RADICATI


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Aunque no conseguía don Bosco con sus misivas obtener subsidios, lograba al menos dar razón de su existencia en las esferas sociales, 
((442)) como representante de la beneficencia pública, y las respuestas que le llegaban podían, en su momento y lugar, valerle para una 
recomendación. Además, su humilde insistencia, hecha por amor y caridad, no permitía que siempre fuese despedido con las manos 
vacías. En efecto, su recurso al Rey para el nuevo templo, obtuvo al fin una agradable respuesta. 

El 30 de julio comunicaba a don Bosco el Limosnero general, abate Vacchette: 

Su Majestad se ha dignado concederle, con cargo a la Tesorería del Economato General, la cantidad de seis mil liras para ayudarle en la 
construcción de una iglesia en Valdocco. Se entregará la mitad, cuando los cimientos se hallen a ras del suelo y la otra mitad cuando 
llegue a cubrirse la iglesia. Para ello deberá nombrarse una Comisión a propósito por la autoridad competente y darla a conocer al 
Ecomomato General. 

La primera parte de esta cantidad no se entregaría hasta 1865, y la segunda hasta 1866, de manera que don Bosco no percibía de esta 
asignación ninguna ventaja inmediata; y además era una donación sometida a la censura del Ministro de Gracia, Justicia y Culto. El 
Ministro Pisanelli remitía la carta del Rey al Ecónomo general el 27 de julio y le comunicaba: 

Las asignaciones, (indicadas en la mencionada carta), no se entregarán sino después de notificar a este Ministerio el nombramiento 
hecho por la autoridad competente de las adecuadas comisiones; además, esas asignaciones serán entregadas en dos plazos: el primero, 
cuando los cimientos estén a ras del suelo, y el segundo, cuando las dos iglesias estén techadas, etc. 

Por este pliego se viene a conocer que también el teólogo y párroco Arpino, que estaba construyendo la iglesia de san Pedro y san Pablo 
de Puerta Nueva, en Turín, había recibido del Soberano un donativo semejante, con las mismas condiciones impuestas a don Bosco. 

Pero al mismo tiempo que se prometían favores a ((443)) don Bosco, se comenzaban las obras de una sinagoga para los judíos en Turín, 
junto al teatro dedicado a Víctor Manuel, en un terreno cedido por la Dotación de la Corona. El Ministerio favorecía con todas sus 
fuerzas la erección de templos y asambleas protestantes. El abogado Pisanelli, Ministro de Gracia, Justicia y Culto, seguidor de las 
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doctrinas de Tanucci1, perseguía rabiosamente por toda Italia al clero, que se conservaba fiel a las leyes y a la disciplina de la jerarquía 
católica. Había amenazas, registros, prisiones y multas por no cantar el tedéum en ciertas ocasiones, por omitir el oremus pro rege en la 
Semana Santa, por negarse a absolver sacramentalmente a los indignos, por negar la sepultura eclesiástica a un excomulgado, por maligna 
interpretación, dada por cualquier estafador, a máximas evangélicas expuestas en el púlpito. En cambio se concedían beneficios 
eclesiásticos, rectorías de iglesias vacantes, canonjías, pensiones, cátedras, títulos, cruces de caballero y de comendador a aquellos 
desventurados sacerdotes que habían firmado el escrito de Passaglia al Papa y estaban suspendidos a divinis por su obstinación en la 
rebeldía. Se llegó hasta a amenazar con proceso criminal a algún Obispo, si les imponía penas canónicas, y fueron después encarcelados 
el Arzobispo de Spoleto y el de Urbino. Se tramaba un cisma. 
Señalaremos, además, que el fisco había desterrado, desde el principio de 1861 hasta junio de 1863, cerca de catorce mil religiosos y 
monjas de ochocientos tres conventos, apoderándose de sus bienes, lo mismo que de los de ciento cuatro colegiatas. Sólo Sicilia se 
encontraba todavía inmune de este saqueo, porque el Gobierno temía una terrible resistencia opular. 

1 Bernardo Tanucci ( 1698-1783) jurisconsulto y estadista italiano. En Nápoles fue ministro de Carlos de Borbón, futuro Carlos III, que 
al ser proclamado en España, le encargó del Consejo de Regencia de su hijo Fernando; abolió el Santo Oficio y limitó el número de 
conventos. 

(N. del T.) 
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((444)) 

CAPITULO XLIII 

INSPECCION DEL ORATORIO PROVOCADA POR EL CABALLERO GATTI -VISITA A LAS ESCUELAS -DANTE, G\_ELFOS Y 
GIBELINOS Y EL DOMINIO TEMPORAL DE LOS PAPAS -HERMOSAS PALABRAS Y TRISTES HECHOS -DON BOSCO SE 
PRESENTA AL MINISTRO DE INSTRUCCION PUBLICA -CAREO ENTRE DON BOSCO Y SUS ACUSADORES Y SU 
FRACASO -LOS CONSEJOS DEL MINISTRO -TRANQUILIDAD ASEGURADA 

DURANTE la época de los allanamientos de 1860, hubo un alto funcionario que dijo a don Bosco, después de haberle oído hablar sobre 
derechos civiles y leyes escolásticas: 

-íUsted sabe más que un abogadoí Ha estudiado leyes? 

-He leído algo, respondió don Bosco. 

Efectivamente, aunque lleno de confianza en Dios, no dejaba nada al acaso, sino que había leído algo en 1863. Como ya hemos visto, 
en las últimas cuestiones sobre títulos, había estudiado sus razones y los medios para hacerlas valer. Este fue el motivo del decreto de 
aprobación concedido por el Delegado Real Selmi en favor de sus escuelas, y en gran parte también del otorgado examen de admisión a la 
facultad de letras para sus maestros. 

Pero estos triunfos de don Bosco parece que le quitaban el sueño al caballero Gatti, quien, con la esperanza de descollar, provocó en el 
Ministerio una nueva inspección del Oratorio. Era a fines de mayo, cuando una mañana, hacia las nueve, se presentó en el Oratorio 
((445)) un señor elegantemente vestido y preguntó por don Bosco. Era el señor Ferri, profesor de filosofía e inspector de las escuelas 
secundarias clásicas en la sección de ciencias. Después de los primeros saludos, comunicó el profesor que había sido enviado por el 
Ministro de Instrucción Pública para hacer una inspección en las escuelas del Instituto. Y presentó la orden. 

Don Bosco no dejó de hacer unas reflexiones sobre la conveniencia de tan repetidas inspecciones en casa de un ciudadano libre, que 
albergaba caritativa y gratuitamente e instruía a centenares de pobres hijos del pueblo. 

-Pero, por respeto a la autoridad que V. S. representa, añadió, 
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paso por encima de toda observación y cumpla usted la orden recibida. Ruego solamente que no se hagan preguntas inoportunas a los 
jóvenes y no se les asuste. 

Y con corteses palabras se lo prometió. 

Sería demasiado largo referir las preguntas que hizo el inspector y las respuestas que dieron los alumnos en cada uno de los cinco 
cursos de bachillerato; haremos un sencillo resumen. 

Señalamos en primer lugar que, aunque el profesor se mostrase cortés y educado, lo mismo con don Bosco que con maestros y alumnos, 
daba sin embargo a entender que hacía una visita con un plan preconcebido, no tanto para examinar, cuanto para indagar. No le interesaba 
saber si los alumnos estaban instruidos, sino sorprenderles y conocer, más que la legalidad de la enseñanza, las ideas y opiniones políticas 
que profesaban. Dejando, pues, de lado la literatura latina, eligió tratar de materia más apta a su capciosa inspección. En las clases 
superiores preguntó sobre Dante Alighieri, y en las inferiorees sobre geografía de Italia; en algunas clases hizo que se acercasen a la 
cátedra algunos alumnos e indagó hasta en el santuario de la conciencia. 

En los cursos primero y segundo de retórica, o sea en cuarto y quinto curso de bachillerato, se entretuvo mañana y tarde con el primer 
canto de la Divina Comedia, y en los demás prefirió aquellos cantos y aquellos tercetos, ((446)) donde el poeta ataca injustamente, por 
miras políticas y personales, a los Papas y especialmente a Bonifacio VIII, a quien consideraba la causa de su expulsión de Florencia. 
Preguntó, por tanto, el origen de Güelfos y Gibelinos, las ideas de unos y otros, con qué partidos de la actualidad italiana se 
corresponderían, a cuál de los dos pertenecía Dante, qué opinión tenía acerca del dominio temporal del Papa, si los Papas habían hecho 
bien o mal a Italia y otras preguntas parecidas, más o menos insidiosas. Parecía que trataba de arrancar a los alumnos alguna respuesta 
menos prudente, que le sirviese, al menos de pretexto, para denunciar que la enseñanza impartida en el Oratorio, era contraria a las 
modernas instituciones. Mas la gracia de Dios y la correcta conducta y prudencia de profesores y alumnos hicieron desvanecer su 
esperanza. 

En las clases del bachillerato elemental, al preguntar sobre geografía de Italia, encontró al fin algo con qué alegrarse. A un alumno de 
primer curso, que exponía la división de la Alta Italia se le escapó, casi por costumbre, la antigua denominación de Lombardo Véneto, 
como perteneciente al Imperio Austríaco. Cuando el Inspector 
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oyó aquello, manifestó su estupor y desaprobación, diciendo: 

-Cómo? Y no sabe todavía que desde 1859 Lombardía está separada de la comarca de Venecia y pertenece al reino de Italia? Tan poco 
le importa conocer las glorias de la patria común? 

Le explicó enseguida el maestro que aquello había sido un error involuntario, hijo de la mala costumbre más que de la ignorancia y el 
Inspector mostró creerlo; pero, luego, a falta de otras cosas, no dejó de anotar este caso inocentísimo en su informe y así agraviar al 
Oratorio ante el Ministerio. 

Pero una cosa, tal vez contra su voluntad, llamó poderosamente su atención y fue el silencio, la disciplina, el orden que reinaba en todas 
las clases. Sobre todo el tercer curso, que tenía ((447)) ciento veinticuatro alumnos, le. convenció de que aquella disciplina no era algo 
pasajero y ficticio, sino sólido y real. Terminada la visita, quiso el maestro, por cortesía, acompañarlo a otra aula, y el inspector intentó 
disuadirle diciendo que la ausencia de la clase, aunque fuera sólo momentánea, daría ocasión a tantos picaruelos para alborotar y romper 
el orden. 

-No tema, señor, repuso el maestro; estoy seguro de que ninguno abrirá el pico ni se moverá del sitio. 

-Esto me parece imposible, replicó el Inspector; es imposible que 
ciento treinta estudiantes guarden silencio en ausencia del maestro. 

Permitió no obstante que le acompañara un trecho y dijo: 

-Volvamos atrás, y veamos si guardan el silencio que usted dice. 

Y así diciendo, se acercó de puntillas a la puerta de la clase, escuchó, espió por el ojo de la cerradura y comprobó que, en efecto, todos 
los alumnos permanecían quietos y en silencio como si el profesor estuviese sentado en la cátedra. Ante aquella realidad se alejó, 
repitiendo: 

-íJamás lo hubiese creído, jamás lo hubiese creído! íEsto es maravilloso y honra a usted y a sus alumnos! 

Era profesor el clérigo Celestino Durando. 

Lo que resultaba maravilloso para el Inspector gubernativo era algo natural y corriente para los de la casa, en todas las clases, puesto 
que los alumnos del Oratorio aprendían a hacer el bien y huir del mal, no por respeto al hombre, sino por respeto a Dios; no por el premio 

o castigo del maestro o del superior, sino por deber de conciencia. 
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La inspección de aquel profesor duró dos días completos. Al despedirse mostró a don Bosco su gran satisfacción con expresiones que 
hacían pensar que su relación al Ministerio sería muy favorable. Por encima de este testimonio, tenía don Bosco motivos para esperarlo 
así, porque los muchachos habían respondido adecuadamente y porque dicho inspector gozaba de fama de hombre honrado y se le 
consideraba incapaz de hacer intencionadamente una injusticia. 

((448)) Pero las buenas palabras no estuvieron en armonía con los hechos. Porque es lo cierto que unos días después, con gran asombro 
y dolorosa sorpresa, supo don Bosco por persona amiga, que el Inspector iba a presentar al Ministro un perverso informe. Según éste, en 
el Oratorio no había más que desorden, inmoralidad y rebelión. 

-Advierta, Su Excelencia, escribía el relator entre otras cosas al señor Ministro, que encontré un espíritu tan hostil al Gobierno, que en 
todo el amplio establecimiento no se halla el retrato de nuestro augusto Soberano y Señor. 

Al oír esto, hubo quien exclamó al instante: 

-Si eso dice el informe, no hay duda de que ahí entra la mano de Gatti. 

No era éste un juicio temerario, porque encima de lo que ya había hecho contra el Oratorio, daba motivo para sospechar de él, decía un 
íntimo y confidente suyo, que con frecuencia le reprochaba y trataba de hacerle mudar de opinión. Este, aseguró a don Bosco que cuando 
Gatti lograba romper una lanza contra instituciones dirigidas por sacerdotes o por monjas, se gloriaba como de una proeza y lo celebraba. 

Pero, fuera quien fuera el principal autor de aquellas falsedad, don Bosco apenas se enteró, estudió cómo prevenir las consecuencias, o 
apagar las llamas, como él decía, antes de que estallase el incendio, y alejar el temporal antes de caer el granizo. A tal fin se dirigió al 
Ministerio y pidió audiencia con el Ministro de Instrucción Pública, Miguel Amari, a quien debían presentar el famoso informe. Era un 
día del mes de junio. Obtenida con dificultad la audiencia hacia la caída de la tarde, tuvo lugar el siguiente diálogo, acompañado de un 
gracioso episodio. 

-En qué podría servirle, mi querido abate?, preguntó el Ministro. 

-Se me molesta constantemente con inspecciones, respondió don Bosco, e ignoro las razones. Ruego, por tanto, a S.E. me las diga. He 
sido siempre un ((449)) súbdito fiel a mi Soberano, y si he cometido algún yerro, deseo vivamente saberlo, para poder evitarlo. 
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-Por favor, quién es usted? 

-Soy el sacerdote Juan Bosco, director del centro llamado Oratorio de San Francisco de Sales, cuya finalidad es la de recoger 
muchachos pobres para educarlos, instruirlos y darles un honrado porvenir. 

-Celebro conocerle y le felicito por el noble ministerio que desarrolla; pero usted no debe alejarse de la laudable misión que se ha 
fijado. Se dice que su filantrópico instituto ha degenerado y que se ha convertido en un conciliábulo de reaccionarios y que usted no 
quiere someterse a las órdenes de la autoridad escolástica. He aquí la razón por la que se ordenó una visita a sus escuelas. Creo, por lo 
demás, que el señor inspector habrá tenido las debidas atenciones con usted y sus alumnos, como precisamente ordené. 

-Desconozco las órdenes dadas por Su Excelencia, pero puedo asegurarle que la inspección llegó hasta las interioridades de los 
alumnos; se hicieron preguntas más relacionadas con la política que con los programas de enseñanza, y algunos alumnos fueron 
interrogados hasta sobre cosas de confesión. Ya había hecho algo parecido el señor Gatti hace tres años, por lo que mereció la 
desaprobación del mismo ministro Mamiani. 

-No era esta la misión de Gatti, ni la del profesor que yo he enviado. Ellos deben presentarme el informe de la inspección por mí 
ordenada; y podré obtener de ellos las informaciones que espero. 

Al llegar aquí tocó el Ministro la campanilla, presentóse un ujier, y le mandó llamar a los dos mencionados señores. Llegaron uno tras 
otro y, con el crepúsculo del anochecer, no advirtieron la presencia de don Bosco. Después de la invitación del Ministro, se sentaron 
junto a él para dialogar. Este, dirigiéndose al inspector, preguntó: 

((450)) -Cómo resultó la visita hecha a las escuelas de don Bosco? 

-Como era de esperar, Excelencia. Por el informe que tendré el honor de entregarle, podrá Su Señoría hacerse una idea del mal espíritu 
que reina en aquel Centro. 

-Yo le encargué, por medio del señor Gatti, que examinara la situación legal de los maestros y de las materias impartidas; ahora bien, 
cómo resultaron estos dos puntos? 

-Poco satisfactorios, Excelencia; piense que en ese Centro ni siquiera encontré el retrato de nuestro augusto Soberano. 

-Pero, qué ha de decir acerca de la legalidad de los maestros y de la enseñanza?, replicó el Ministro un poco enojado, al ver que el 
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inspector se iba artificiosamente por los cerros de Ubeda, sin responder a tono. 

-En cuanto a ello, don Bosco ha sonsacado un decreto de aprobación al Delegado Real, el cual tolera por este año aquellas escuelas. Así 
que, por cuanto atañe a la ley, no tengo nada que replicar. 

-Estamos en relación, dijo entonces el señor Gatti, con el Delegado Real, y parece que el decreto por el que autorizó a don Bosco, no 
sea legal. 

-Si sólo parece que no sea legal, quiere decir que todavía no se ha decidido que no lo sea, y mientras la cuestión está pendiente no 
debemos molestar a nadie. Mas don Bosco se ha lamentado de que se hicieron a sus muchachos preguntas indiscretas o inoportunas y esto 
me desagrada. 

-Vuestra Excelencia tendrá ocasión de convencerse de que eso no es cierto, añadió el inspector. 

-Aquí tenemos al mismo don Bosco, agregó el Ministro; dejémosle hablar y así se pondrá en claro la verdad; pero, ay de los 
embusteros, repitió con energía, ay de los impostores; jamás toleraré que me engañen. 

Puede cada cual imaginar la turbación del inspector y de Gatti, cuando advirtieron la presencia de don Bosco y ((451)) oyeron las 
resueltas palabras del señor Ministro. No es hipérbole decir que el primero se puso rojo como la grana, por la vergüenza de haberse 
mostrado como hombre de dos caras por su propia boca, al poner por la nubes las escuelas del Oratorio en presencia de don Bosco y sus 
maestros y cubrirlas luego de infamia ante el Ministro. Y que al segundo le acometieron los escalofríos de la fiebre, por miedo a que se 
descubriesen sus truhanerías contra el Oratorio y tantos otros centros similares. El hecho es que Gatti, no pudiendo aguantar aquel 
inesperado encuentro, pidió salir un momento, so pretexto de despachar asuntos urgentes y no apareció más, dejando sólo en el apuro a su 
compañero. 

Y aquí acaeció un episodio que queremos recordar para mostrar lo poco que cuesta al Señor humillar a un hombre soberbio, aunque sea 
poderoso. Fue tal la confusión que en aquel instante invadió al pobre Gatti, que, al salir de la sala, equivocó la dirección y, en lugar de 
abrir la puerta, abrió un armario. Ante este hecho sonrió el Ministro y dijo: 

-Despacio, despacio, caballero, que eso es un armario; vuelva atrás. 

Y, levantándose, fue él mismo a abrirle la puerta. El profesor, al 
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querer cambiar de lugar y apartarse un poco de don Bosco, tropezó con el pie en la pequeña alfombra y, de milagro, no cayó. 

Salió Gatti, ocupó su lugar el inspector y don Bosco, invitado por el señor Ministro, tomó la palabra. 

-Excelencia, le agradezco el permiso que me da para hablar. Yo no pretendo acusar a nadie, sino defender mi causa y la de mis 
muchachos. Estos fueron interrogados indiscretamente, fueron torturados con preguntas insidiosas, con indignas insinuaciones contra sus 
superiores y con palabras que es mejor callar. Una investigación así va contra la Constitución, contra la misma honradez natural y, de ser 
conocida, excitaría la pública reprobación. Añado algo más y es: el señor Inspector, delante de mí y ((452)) de otras personas del Centro, 
confesó que nuestras escuelas podrían proponerse como modelos de estudio, de moralidad y de disciplina, y que no había encontrado 
nada que desmereciese; más aún, añadió que sería de desear que las escuelas públicas funcionasen como las nuestras; y luego, aquí 
delante de vuestra Excelencia, afirma todo lo contrario. Dice que en mi instituto no se encuentra el retrato del Soberano, cuando 
contempló tres, en tres aulas distintas. 

-Sí, pero son fotografías feísimas, replicó el profesor. 

-Si son feas, añadió don Bosco, no es por mi culpa, sino por la del que las grabó o pintó; si fuesen más bonitas también a mí me 
gustarían más. Pero hay una cosa que no puede complacer a ninguno y es esconder la verdad y tergiversar los hechos ante las autoridades 
públicas, con daño para quien consagra su propia vida al alivio de las miserias humanas, y sobre todo en favor de la juventud abandonada. 
Esta es una conjuración contra la verdad y la justicia, una opresión de la inocencia, un engaño al Estado. 

Por la franqueza con que hablaba don Bosco y las contradicciones y sofismas de los relatores, el Ministro no tardó en comprender de 
qué lado estaba la razón, y dijo: 

-íBasta, basta ya! Todo lo he comprendido. He visto que fueron violadas mis órdenes y que encima se me quería engañar. Esto de 
ningún modo. Usted, señor profesor, vaya a su despacho; hablaremos en otro momento. 

Cuando salió el Inspector, el señor Ministro siguió dialogando con don Bosco y dijo: 

-No creía estar tan mal servido. Además, me vale de norma para saber quiénes me rodean. Pero, cambiando de tema, dígame don 
Bosco, en qué se fundan todas esas habladurías tan desfavorables que corren contra usted y su Instituto? Cualquier secreto, cualquier 
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hecho, aún comprometedor, confíemelo como a ((453)) un amigo y yo le aseguro que no sufrirá ningún perjuicio, antes bien, si es preciso, 
le daré el oportuno consejo. 

-Mil gracias, Excelencia, agradezco su cortesía y la bondad con que me habla. Confianza por confianza. Por cuanto ha oído hace poco a 
los informadores, puede usted discurrir sobre las demás imputaciones. La malignidad y la ignorancia acumularon mentira sobre mentira; 
éstas fueron publicadas por la prensa adversa a los sacerdotes y a los institutos de educación cristiana; algunos empleados gubernativos 
las recogieron y quisieron retenerlas como verdad, y así se fue formando una opinión falsa con perjuicio para mí o mejor dicho, para mis 
muchachos a quienes querrían separar de mí, para verlos desperdigados por la calle. Esa es la raíz, ese el fundamento de tanta patraña. 
Hasta ahora no he sido ni soy combatido más que con las armas de la calumnia y lo digo y lo afirmo, sin miedo a ser desmentido. Hace 
muchos años que vivo en Turín: desafío a quien quiera citarme una sola palabra, una línea, un acto que merezca reproche ante las 
autoridades, ante las leyes, y allí donde se cite y se pruebe, celebraré ser castigado severamente. Debo, en cambio, añadir con dolor, que 
no soy dignamente correspondido por quien debiera ser, si no remunerado, al menos respetado y dejado en paz. No hablo de los jefes del 
Gobierno, no hablo de S.E.; sino de ciertos subalternos que, por vanagloriarse de ser tenidos como adictos y progresar en la carrera, por 
un frívolo pundonor o por una mísera ganancia, se valen de su puesto para atribular a honrados conciudadanos, aun a costa de 
comprometer a los administradores del Estado... 

El Ministro le miraba conmovido. Cuando don Bosco sentía dentro de sí alguna pena, parecía que la naturaleza se quejaba y tomaba su 
acento cierto tono, tan dulce y tan afectuoso, que inclinaba a su voluntad a quien le escuchaba. 

-Me complace, prosiguió el Ministro, su sincero hablar. Le repito que su confianza no quedará sin efecto: pero no ha publicado usted 
una Historia de Italia que, según me dicen, ((454)) contiene principios y máximas incompatibles con nuestros tiempos? 

-La Historia de Italia a que se refiere S.E. fue escrita, con la mejor voluntad de un ciudadano. Apenas impresa, envié un ejemplar al 
ministro de Instrucción Pública, Juan Lanza, el cual la hizo examinar, y habiéndola hallado preferible a todas las que corrían por las 
escuelas, la alabó, concedió un premio de mil liras a su modesto autor y poco después figuró en el número de los libros a repartir como 
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premio en las escuelas nacionales. Fue examinada y alabada por hombres competentes en la materia, entre otros por Nicolás Tommaseo. 
No comprendo cómo un libro, tan bien visto por el Ministerio y alabado por hombres de tanto renombre, se haya convertido en peligroso 
para el Estado. 

-Yo he leído una parte y, la verdad, no he encontrado lo malo que algunos van criticando. Advertí no obstante, un capítulo en favor del 
poder temporal de los Papas. 

-Yo he narrado la historia exponiendo el origen de este poder, su consiguiente crecimiento, los beneficios proporcionados por los Papas 
a Italia. Desafío a desmentirme de ello; y no hay en mi exposición ni una palabra contra el actual estado de las cosas. 

-Está bien; sin embargo, desde que salió la primera edición los tiempos han cambiado radicalmente, las ideas tomaron nuevas formas y, 
me parece, que estaría igualmente bien, que cada vez que se presenta el pollo en la mesa, estuviera diversamente condimentado y 
acompañado de una nueva salsa. Qué le parece a usted? 

-No tengo nada que decir en cuanto a los pollos que se presentan en la mesa; pero creo que no se puede hacer esto con los hechos 
históricos. La historia es siempre la misma, porque lo verdadero no puede ser falso, como lo blanco no puede ser negro. Los sucesos 
acaecidos una vez, no cambian con el andar de los tiempos, y, por eso se presentan al público como sucedieron, sin desnaturalizarlos o 
envolverlos con ropajes o salsas que los hagan parecer distintos de lo que son; de otro modo, resultaría que la historia, cambiando con el 
cambiar del gusto o de la cabeza de quien la cuenta ((455)) o de quien la escribe, en vez de ser estable y maestra veraz de la vida, 
resultaría una máscara, una contradicción, una conjura contra la verdad. 

-Es cierto; las ideas de los hombres varían, mientras que los acontecimientos, propagados por una historia verídica e imparcial, no 
cambian. Con todo, aconsejo a V.S. que relea su historia y, compulsando ciertas ideas que chocan demasiado abiertamente con las 
actuales, las modifique de modo que no ofendan la susceptibilidad de algunos. Me entiende? 

-He comprendido perfectamente, señor Ministro; y si S.E. se digna hacerme notar las cosas que piden modificación, le doy palabra de 
tenerlo en cuenta para la primera reedición de mi humilde trabajo. 

-Estamos, pues, de acuerdo; y ahora váyase usted tranquilo, que ninguno volverá a molestarle. Si surge alguna dificultad respecto a sus 
escuelas, venga directamente a mí sin dudarlo. Mientras yo 
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permanezca en el Ministerio de Instrucción Pública, gozará usted de mi apoyo y protección. 

-Doy gracias a S.E., concluyó don Bosco, por su gran bondad, y, ya que no puedo hacer más, rogaré y haré rezar a mis muchachos para 
que Dios le conceda en recompensa una vida larga y feliz y, a su tiempo, una preciosa muerte. 

-Adiós, mi querido abate, concluyó el Ministro, estrechándole la mano. 

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((456)) 

CAPITULO XLIV 

DON BOSCO MODELO POR SU FORTALEZA DE CARACTER -CLAUSURA DEL COLEGIO DE SAN PRIMITIVO -LOS 
PERIODICOS CONTRA LAS ORDENES RELIGIOSAS DE ENSEÑANZA -RESUMEN DE CARTAS DIRIGIDAS POR DON 
BOSCO A LOS MINISTROS DE GOBERNACION Y DE INSTRUCCION PUBLICA PARA SU JUSTIFICACION -EL DULCE DE 
LO AMARGO -APRECIO DE LOS JOVENES A DON BOSCO, GUIA DE SUS ESTUDIOS -DON BOSCO COLABORA PARA 
TRAZAR EL MAPA GEOGRAFICO POSTAL DEL REINO -LA FIESTA DE SAN JUAN -ESTUPENDO EXAMEN DE LOS 
CLERIGOS EN EL SEMINARIO -BRILLANTES EXAMENES DE ADMISION EN LA UNIVERSIDAD DE LOS MAESTROS DEL 
ORATORIO 

POR cuanto hemos narrado hasta aquí, queda patente la fortaleza de carácter de don Bosco, aguantando durante toda su vida tantos 
reveses: era ésta tan evidente que la reconocían hasta las personas del mundo profano. «Siempre recuerdo, escribe don Francisco Cerruti, 
que un día mi profesor de retórica, don Mateo Picco, nos exponía la historia antigua de Roma y propuso a don Bosco, ante todos sus 
alumnos, como modelo de fortaleza. La misma alabanza le tributaron también otros ilustres personajes. Por ejemplo, Alfani, en su libro 
Batallas y Victorias, tiene un capítulo sobre don Bosco y lo presenta como un modelo de fortaleza de carácter». 

La verdad es que jamás se dejó vencer ni desviar por las corrientes de opinión del día. Se había trazado un plan de acción desde el 
principio de su apostolado, lo ((457)) siguió durante las épocas de movimientos liberales y lo continuaba también cuando todo amenazaba 
repentinos trastornos. 

En cuanto a sus obras, acostumbraba decir: 

-Cuando tropiezo con una dificultad, por grande que ella sea, hago como el que va por la calle y de repente la encuentra interceptada 
por una gruesa piedra. Si no puedo quitarla de en medio, paso por encima o doy la vuelta por un sendero más largo. O bien, dejo sin 
acabar la obra comenzada, para no perder inútilmente el tiempo esperando, y paso inmediatamente a otra. Pero no pierdo nunca de 
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vista la obra primera interrumpida. Entre tanto, con el tiempo maduran las uvas, cambian los hombres y se allanan las dificultades. 

Su constancia por la gloria de Dios era la típica de los santos y nuestro Venerable alcanzaba la meta, porque su espíritu de sacrificio no 
temía incomodidades, fatigas y humillaciones; su alma generosa no se espantaba, mientras un cobarde se habría atemorizado muy mucho 
en aquellos tiempos. 

En efecto, en Turín acontecía un lamentable suceso. La Gaceta oficial del 16 de junio, había publicado un decreto del ministro Amari, 
por el que se cerraba el floreciente colegio internado de san Primitivo, perteneciente a los Hermanos de la Doctrina Cristiana. No se 
presentaban más razones que el parecer del Consejo provincial escolástico y del Consejo superior de instrucción pública. Hacía años que 
se manipulaba toda suerte de maniobras para expulsar de Turín a los Hermanos. Los muchos registros verificados para su acusación, 
lograron poner cada vez más a la luz su mérito y su virtud. Pero la pericia de educar cristianamente a la juventud, dedicada a los estudios 
propios de las artes y la industria, se ganaba todo el odio de los enemigos de la Iglesia. 

Ante la inutilidad de los expedientes, se recurrió a lo que siempre suele resultar eficaz, es decir, a la vil acusación. Centenares de 
familias de los alumnos protestaron en favor de los acusados. ((458)) Hubo procesos y condenas. Pero el verdadero motivo era que el 
brillante éxito de los alumnos del colegio disgustaba a los moralistas de la Gaceta del Pueblo y les resultaba de un peso intolerable, 
puesto que ellos querían hacer de la enseñanza un monopolio del Gobierno. El periódico Derecho, en su número ciento sesenta y cuatro, 
después de alabar ampliamente la medida tomada contra el Colegio de san Primitivo, añadía: Si por algún lado es menester comenzar la 
conquista de Roma, empecemos por quitarle la mente y el espíritu de nuestros hijos. Pedimos la supresión de las órdenes religiosas de 
enseñanza. Se quería apartar a los eclesiásticos de la docencia para impedir que la juventud fuera formada según la fe y la moral católica, 
pues la razón de Derecho era igual para los buenos sacerdotes que para los religiosos. 

Don Bosco entonces, aun superada la última conspiración de sus adversarios, queriendo asegurarse cada vez más la benevolencia del 
ministro Amari y del ministro Peruzzi, con quien también había tenido una audiencia, escribía al primero una carta y enviaba un 
memorial al segundo. De estos dos escritos, no nos quedaron más que algunos esbozos sin concluir, ni corregir, pero nos parece útil 
reproducirlos 
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para que se posea una razón más, referente a cómo sabía don Bosco defenderse en tiempos tan desastrosos para los buenos; con qué 
habilidad refutaba a sus acusadores y con qué táctica esquivaba ciertos problemas para no tropezar en cualquier escollo. 

Exponemos, pues, primero el bosquejo del memorial enviado a Peruzzi, ministro de Gobernación. 

Excelentísimo Señor: 

Aunque vivo tranquilo, después de cuanto su Excelencia me dijo de que si hubiera alguna dificultad y observación a hacer referente a 
esta Casa, me la haría a mí personalmente, no obstante, habiéndome usted hablado de algunas relaciones mal intencionadas que le habían 
sido presentadas, y habiendo sido publicadas en los periódicos, juzgo oportuno advertir que algunas voces vagas y sin fundamento 
llegaron a preocupar al Delegado provincial ((459)) de estudios, al Ministro de Instrucción Pública y también a V.S. Expondré las 
habladurías y les daré una respuesta. 

1.° Los estudios y el espíritu de nuestros clérigos no está en armonía con las actuales instituciones gubernativas. 

R.-Los programas, estudios y disciplinas de los clérigos es la misma de la diócesis, y nuestros clérigos asisten regularmente a la clases 
del Seminario de Turín, excepción hecha de algunas materias científicas que, no pudiendo tenerlas en el Seminario, acuden a los cursos 
de nuestra Real Universidad. Creo que no habrá en ello nada que reprobar. 

2.° No se ve allí la efigie del Rey. 

R.-Podría decir que tampoco se ve la del Papa, ni la del Obispo; y 
podría también decir que no hay ninguna ley que lo ordene o aconseje. Pero puedo decir, y digo, que esta segunda habladuría está 
totalmente privada de fundamento. El retrato del Rey preside varias salas y en los tres despachos hay en todos ellos un cuadro con la 
misma imagen de nuestro Soberano. Está impreso este retrato en los millares de jóvenes que, salidos de esta casa, sirven hoy 
honradamente a la patria en las filas del ejército; está en todos los corazones de los alumnos de esta casa que, mañana y tarde, recitan 
especiales plegarias en común por su Soberano y por quienes trabajan con él en bien del Estado. 

3.° Que la Historia de Italia no se presenta según el espíritu que se desea. 

R.-Esta Historia de Italia no es un libro escolar. Además yo la escribí invitado por el Ministro de Instrucción Pública; se ha editado bajo 
su dirección y me entregó un donativo de trescientas liras por el primer ejemplar que se le presentó. Se han hecho ya cuatro ediciones, 
siempre a la vista del Ministerio, el cual, no hace mucho, la reconocía, o mejor la enumeraba entre los libros de premio en un decreto 
oficial. 

Es cierto que en las ediciones anteriores había expresiones a retocar, después de los acontecimientos de 1860, 61, 62 y estas 
expresiones fueron modificadas, como puede verse en la cuarta edición, que se ha publicado este año. 

No obstante, si todavía hubiese algo que mereciese desaprobación, dígaseme y se corregirá en la próxima edición... 

Al presente yo no pido al Gobierno empleo, honores, ni dinero; pido solamente su apoyo moral y su ayuda, a fin de que, de común 
acuerdo, pueda yo desarrollar y promover una obra que tiende únicamente a que los jovencitos abandonados no acaben en las cárceles y 
que los que salen de ellas no tengan que volver más. Y esto me parece necesario y de interés para el Gobierno, etc., etc., etc... 

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Los cambios introducidos por don Bosco en la Historia de Italia, y los que estaba dispuesto a introducir, no eran tales que modificasen 
ni una tilde sus principios religiosos y su adhesión ((460)) al Romano Pontífice. Ya hemos visto cómo, una vez impresa la primera 
edición, se sometía a cualquier gravísima pérdida antes que suprimir algunos períodos que le habían sido indicados. En este punto jamás 
habría transigido; y lo dió a entender con bastante claridad al ministro Amari en el diálogo sostenido con él, lo mismo que en la carta, 
cuyo borrador conservamos. 

Excelencia: 

Hace pocos días, dignóse S.E. recibirme en audiencia y demostrarme una especial bondad, al confiarme lo que le habían comunicado 
como no conveniente y antipatriótico. 

La estima y el respeto que tengo a S. E. no me permitieron exponerle las cosas en su verdadero sentido y por ello le ruego lea ahora 
benignamente cuanto entonces le expuse con brevedad. 

Me indicaba usted, en cuanto a la Historia, que había cosas que no eran verdad. Conversando con personas de ciencia puedo decir que 
usted entiende el el no eran verdad del modo como debe entenderse; porque en cuanto a la verdad histórica le diré que he seguido 
escrupulosamente los autores más acreditados, ya fueran antiguos o modernos. En cuanto al modo de entender las cosas, o sea al espíritu 
de la historia, le diré que entre los diversos libros impresos con mi nombre, están la Historia Sagrada, la Historia Eclesiástica y la Historia 
de Italia. Las tres obritas fueron escritas con la revisión del Gobierno. Entregué un ejemplar de cada edición, apenas terminada, a todas 
las autoridades; y como mi intención, que todos pueden ver en cada capítulo, es la de infundir ideas morales y conducir al joven lector a 
la meditación de la ley divina, que obliga a todo hombre a la observancia de la ley humana, no obtuve más que palabras de aliento. Los 
augustos hijos de Víctor Manuel aceptaron con gusto el humilde regalo de estos escritos etc., etc. 

Aquí probablemente seguía exponiendo lo que había escrito al Ministro de Gobernación. 

Estas cartas, y sobre todo la conversación con el Ministro de Instrucción Pública, no sólo disiparon la amenazadora tempestad, sino que 
coronaron la obra o, por mejor decir, aseguraron el fruto del triunfo a los cursos de Bachillerato de Valdocco y a todo el Oratorio. Puesto 
que el profesor Amari ((461)) se persuadió de que don Bosco no tenía más mira que la de socorrer a la juventud pobre y abandonada, y de 
que no era hombre para infundir temor al Gobierno. Entre tanto se previno contra los calumniadores. Gatti, a su vez, empezó a 
experimentar la verdad del proverbio que dice tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe, y pudo comprender que si aquel día se 
confundió hasta casi entrar en un armario, habría podido 
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en otra ocasión caer de una silla y romperse la cabeza; y por tanto aminoró, aunque no cesó, la guerra injusta y vil al mismo tiempo, que 
sostenía contra el Oratorio. 

Al preguntar a don Bosco sobre los sucesos referidos, se le oyó decir muchas veces: 

-Dios es bueno, Dios es grande, Dios es omnipotente. Permite con frecuencia las tribulaciones para sacar el bien de ellas y mostrar su 
misericordia y su poder. Los registros nos trajeron graves disgustos, pero fueron de utilidad, y el amargor se trocó en dulzura. 

Así fue en realidad. Ante todo las autoridades se mostraron menos obstinadas en sus sospechas y, si no favorecieron siempre a don 
Bosco, al menos le dejaron bastante libre para realizar el bien según sus ideales. 

Una ventaja que no debe pasarse en silencio es, en verdad, el gran crédito que, a partir de entonces, fue adquiriendo el Oratorio ante la 
opinión pública. Los buenos, al verle maltratado, al igual que a tantas otras renombradas y excelentes instituciones, conservaron y 
aumentaron la estima en que ya le tenían; y los malos y los enemigos, al advertir que, pese al gran alboroto organizado por la prensa y los 
minuciosos registros realizados por el mismo Gobierno, en fin de cuentas no se había encontrado nada reprochable, depusieron la actitud 
que de buena o mala fe habían adoptado contra él, y le reconocieron merecedor de su simpatía. 

De este modo, por la bondad divina, pudo don Bosco continuar recogiendo millares de jovencitos, que reconocían en él al hombre de 
Dios y también al hombre de ciencia, al ((462)) director de sus estudios, al creador de su feliz porvenir. 

Escribió el canónigo Ballesio, haciéndose eco de todos sus compañeros: 

«Don Bosco había estudiado mucho la literatura, especialmente la latina. Cuando hablaba con nosotros recitaba con la mayor 
naturalidad versos de Horacio, de Ovidio, de Virgilio, etc. etc., aun cuando su mente debía estar llena de todo un mundo de cosas muy 
distintas de las poéticas. Los clérigos, muchos de ellos dotados de gran ingenio y muy estudiosos, alternaban con el siervo de Dios y le 
encontraban al corrriente de todo: música, aritmética, gramática, poesía italiana y latina, historia eclesiástica y civil, teología dogmática y 
moral. Era para nosotros como el modelo del bienvivir cristiano y por eso se convertía en maestro y juez de nuestras discusiones 
juveniles, científicas y literarias. Hasta en las materias que parecían más alejadas de su competencia, merced a su talento versátil y a su 
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intuición especial, sabía mantenerse en buen lugar y no se nos venía a las mientes hallarlo ignorante o ponerlo en un aprieto». 

Gracias a sus conocimientos geográficos aseguró una espléndida colocación social al joven Marchisio, alumno del Oratorio. Se 
publicaba en Turín en el mes de julio de 1863 un mapa general de Italia, con indicación de todas las oficinas de correos, las vías de 
ferrocarril y marítimas, a través de las cuales se comunican entre sí, compuesto para uso de los funcionarios de correos, por cuenta de la 
Dirección general de correos del reino. La guía de las comunicaciones postales contenía ocho mapas que comprendían todas las 
provincias del Reino. Estos mapas con sus indicaciones eran fruto de largos años de paciente trabajo de Marchisio. Don Bosco le había 
aconsejado acometer aquel trabajo y le había impulsado a llevarlo a cabo. Marchisio acudía con frecuencia a Valdocco para dibujar sus 
mapas bajo la guía de don Bosco. Alcanzó la recompensa de la Dirección de Correos, a la que se presentaron; los aceptó, los aprobó, los 
imprimió, los declaró ((463)) edición oficial y más tarde confirió al autor el cargo de Director General de Correos en Roma. 

Los alumnos habían manifestado su correspondencia a los beneficios de don Bosco con las demostraciones de cristiana alegría por la 
ordenación sacerdotal de don Domingo Ruffino, con fervorosa piedad al celebrar los seis domingos en honor de san Luis y con la fiesta 
sobre manera alegre de san Juan Bautista. 

Los clérigos estudiantes de filosofía y teología, se habían examinado el día 23 de junio en el Seminario de Turín. Eran cincuenta y 
cinco. Siete habían merecido egregie (matrícula); veintiocho, óptime (sobresaliente); once, fere óptime (notable); y uno sólo, bene (bien), 
Cuatro estaban ausentes y cuatro enfermos. 

Pero aún le esperaba a don Bosco otra satisfacción mayor 

Los maestros del Oratorio, ya varias veces nombrados, Francisco Cerruti, Celestino Durando, Juan Bautista Francesia y Juan Bautista 
Anfossi se presentaban a examen el seis de julio en la Universidad para ingresar en la facultad de Letras. Abrían ellos un nuevo camino a 
los alumnos del Oratorio y por el amor que le tenían se habían impuesto serios trabajos. Eran compadecidos por ciertos profesores y 
considerados como víctimas generosas de una idea, pero siempre víctimas. Se había dicho que don Bosco tenía de ellos un concepto 
demasiado alto, pero que, en realidad, apenas si habían sido alumnos de los primeros cursos de bachillerato. Sin embargo, las dos 
Comisiones organizadas para ellos solos, a su modo de ver tan mal preparados, debieron cambiar de opinión muy pronto. Por la gracia 
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de Dios, todos hicieron un examen estupendo. Presentóse primero el clérigo Cerruti, el cual dejó maravillados a los examinadores por sus 
contestaciones, que manifestaban la amplitud y profundidad de su saber. 

El famoso pedagogo, abate Rayneri presidía una de las Comisiones examinadoras. Cuando vio en el aula al profesor Vallauri, abandonó 
su asiento y se acercó a él. Como se decía que Vallauri estaba demasiado ligado a don Bosco, habían acordado que él no examinase a los 
maestros del Oratorio, como le habría correspondido. 

((464)) Rayneri le preguntó ávidamente algo extraño:
-Dígame, profesor, dígame, qué calificación debo dar a los maestros de don Bosco?
-íQué gracia! contestó Vallauri; no les habéis examinado vosotros?
-íEl busilis está en que saben, comprende, saben!
-Me lo decís a mí? añadió el célebre latinista; son los mejores de mi curso.
Los cuatro candidatos obtuvieron la mejor calificación y a Francesia y Cerruti les dieron, además, matrícula de honor.
Estos buenos hijos de don Bosco fueron luego objeto de una imprevista y cordial ovación al salir del aula, por los numerosos


compañeros estudiantes de Universidad que se congratulaban sinceramente de su brillante éxito. 
Era una especie de compensación para el corazón de don Bosco, que sentía aquellos días en su interior las ansiedades y angustias de sus 
hijos, que compartían con él el trabajo y la humilde gloria de su misión. Este examen produjo un poco de ruido hasta fuera de la 
Universidad, y no cesaban los profesores de admirar el éxito alcanzado. El profesor Prieri, presidente de la Facultad de la segunda 
Comisión, entusiasmado por la hermosísima prueba de saber, a la que había asistido, salió del aula con uno de sus examinados 
diciéndole: 
-íAh, sí; con don Bosco se estudia! Pero, mirad, creedme, no todos vuestros enemigos están solamente en la Universidad. También los 

tenéis en otra parte... y muy poderosos... 
Casualmente pasaba por allí el poeta Prati. 
-Juan, le dijo el profesor Prieri, venga y escúcheme. Es una lástima que esta mañana no se haya encontrado en la Universidad: habría 

presenciado el maravilloso examen de este señor. Sepa que con don Bosco se estudia y se estudia de veras. 
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((465)) 

CAPITULO XLV 

IGLESIA DE MARIA AUXILIADORA: LA QUIERE DIOS -EL ARQUITECTO SPEZIA PREPARA LOS PLANOS -GRATA 
SORPRESA DE DON BOSCO -EL DINERO VENDRA POR SI MISMO -ESTIMULOS DEL AYUNTAMIENTO A DON BOSCO -A 
ALGUNO LE GUSTARIA QUE CAMBIASE EL TITULO DE LA IGLESIA -EL PLANO ES APROBADO POR LOS CONCEJALES: 
PALABRA OCURRENTE DE DON BOSCO -ANTIGUA DEVOCION DE TURIN A MARIA AUXILIADORA -CONTRATISTA 
PARA LA NUEVA IGLESIA Y PRIMEROS GASTOS -DON BOSCO ORDENA QUE COMIENCEN LOS TRABAJOS PORQUE LA 
DIVINA PROVIDENCIA HARA ALGO -PRIMERAS EXCAVACIONES -AYUDA DE LA VIRGEN PARA PAGAR LA PRIMERA 
QUINCENA A LOS OBREROS 

YA se habían terminado las obras del colegio de Mirabello y estaban muy adelantadas las del edificio para escuelas en el Oratorio. Pero 
lo que durante todo aquel año no había olvidado don Bosco ni un instante, en medio de tantas ocupaciones y molestias, era el propósito 
de levantar un grandioso templo en Valdocco en honor de María Auxiliadora. Había reunido a primeros de año una comisión de 
arquitectos amigos suyos, para que hiciesen y presentasen un diseño del edificio. Hubo varios proyectos, se celebraron muchas reuniones; 
pero cada arquitecto rechazaba el boceto de los demás compañeros y absolutamente quería que se siguiese el suyo. Ninguno aceptaba 
hacer modificaciones. Las cuestiones duraron unos meses sin resultado alguno. Pasaba el tiempo inútilmente. Don Bosco andaba ((466)) 
preocupado. Un día le dijo a uno de aquellos señores, amigo íntimo suyo, que casi encontraba conveniente el retraso y le aconsejaba no 
arriesgase demasiado en aquella obra: 

-Qué quiere? También yo lo veo así; pero siento que el tiempo urge, que Dios la quiere y quiere que la haga yo. 

Por tanto, rompiendo resueltamente toda duda y sin decir nada a nadie, llamó al experto arquitecto Antonio Spezia y le encargó que 
hiciera el plano de la iglesia, con tales proporciones que tuviera capacidad para gran número de devotos que honrasen debidamente a 
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la augusta Reina de los cielos. Spezia era aquel joven que, recién terminada la carrera, se había encontrado con don Bosco en Valdocco y, 
porque él le invitó, había calculado cuánto podía valer la casa Pinardi. Don Bosco le había dicho entonces: 

-Mire, otro día necesitaré de usted. 

Este otro día llegaba doce años después. El buen arquitecto, sin convenir retribución alguna, preparó un hermoso proyecto de acuerdo 
con el amplio concepto de don Bosco y lo desarrolló con planta de cruz latina sobre una superficie de mil doscientos metros cuadrados. 

Dos bajos campanarios flanqueaban la fachada que resaltaba. Se entraba en la iglesia por un atrio que sostenía el coro. Una majestuosa 
cúpula con dieciséis ventanales sobresalía por encima del edificio. De la base a la máxima altura había setenta metros. De una a otra parte 
del altar mayor, detrás del cual giraba un estrecho ambulatorio, había una sacristía, por cuya puerta se entraba en el imponente presbiterio. 
En los extremos del brazo transversal dos grandes altares; y otros dos, en capillas, a mitad del brazo inferior. 

Don Bosco examinó el proyecto, se alegró muchísimo y exclamó: 

-Sin que yo señalase al arquitecto ninguna intención mía especial que regulase la construcción de la nueva iglesia, advertí que una 

capilla se levantará en el lugar preciso que la bienaventurada Virgen María me había señalado. 

Y en ella se colocó un altar a los santos mártires de Turín. 

((467)) Alguno de sus más allegados le presentó todavía alguna duda y le aconsejó no comenzase una empresa tan grande sin dinero en 

casa; pero él contestó enseguida: 

-No, no hay que tener miedo; es menester que nos adelantemos y, luego, Dios nos ayudará; vendrá el dinero por sí mismo. 

Presentóse don Bosco en el Ayuntamiento para los primeros trámites. Expuso su proyecto a los concejales del Municipio y no sólo 

obtuvo la aprobación y estímulo, sino también la promesa verbal de que el Ayuntamiento contribuiría con treinta mil liras, que era el 
subsidio que acostumbraba conceder para toda construcción de una nueva iglesia parroquial en Turín. 

Se dirigió después a la oficina técnica, con un croquis del proyecto con el título de Iglesia de María Santísima Auxiliadora. El jefe de 
arquitectos, al ver el título, movió la cabeza diciendo que era impopular, inoportuno y que sabía demasiado a santurronería. 

-Por qué este título? íQué dirán! íMaría Auxiliadora! 

Don Bosco replicó: 
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-Señor arquitecto, seguramente que usted con sus muchas ocupaciones no ha tenido tiempo de estudiar el origen de este nombre. 
Recuerda la victoria de los italianos y los españoles en Lepanto, contra los turcos; recuerda además la liberación de Viena, y el nombre 
del príncipe Eugenio de Saboya. 

-Así será, pero no parece adecuado para estos tiempos.
-Pues bien, dígame otro mejor.
-No podría titularla iglesia del Carmen, del Rosario, de la Paz?
-Eso es cosa fácil de arreglar.
-Sí, sí, cambie el título. Eso de Auxiliadora parece que no suena demasiado bien. Es un título nuevo en Turín y además podría hacer


suponer... en fin íla Virgen tiene muchos títulos! 
-Es verdad: todos los títulos gloriosos que se den a la Virgen, le van bien; y, por mucho que se diga, nunca se dice bastante. Por lo 

demás ya lo estudiaremos. 
((468)) -Sí, busque otro título; cámbielo, siga mi consejo. 
Se dejó la aprobación del proyecto para otro tiempo, porque querían tener a la vista los planos completos y no un simple boceto, como 

el que don Bosco había presentado en su impaciencia por comenzar los trabajos. 
Pero, entre tanto, aquel título sonaba en ciertos oídos como una especie de desafío. Se entreveía un no sé qué de oposición a las 
máximas de la revolución y a sus triunfos. Parecía que se levantaba una nueva bandera en el campo de la Iglesia. 
Don Bosco, que calculaba más allá de cuanto le habían dicho, dejó transcurrir unas semanas, hizo completar el proyecto a Spezia y 
volvió a presentarlo en el Ayuntamiento. No se mencionaba en él a María Auxiliadora; era tan sólo una iglesia en Valdocco, sin ningún 

título. Los ediles se maravillaron ante aquella grandiosidad, la aprobaron y dijeron a don Bosco: 
-Para esto se requiere un millón; cómo se las arreglará usted, que no posee nada, para llevar a cabo semejante obra? 
-Dejen de mi cuenta la cuestión, respondió don Bosco. Yo no pido dinero, sino la autorización. 
-Y qué título llevará esta iglesia? 
-El título me atañe a mí buscarlo y ya pienso en ello. A ustedes solamente les toca conceder que se construya este edificio en este 

determinado lugar. 
El plano fue aprobado en su totalidad y llegó al Oratorio el permiso por escrito para construir el templo. Fue entonces don Bosco a dar 
las gracias al jefe de arquitectos, quien le dijo: 
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-Ya me parecía a mí que don Bosco no sería tan terco en sus opiniones y que se avendría a cambiar un título, que suena demasiado mal. 

-Señor, replicó don Bosco; al ver que usted no estaba satisfecho con aquel título, no le he dado ninguno a esta iglesia; lo cual quiere 
decir que soy libre de darle el nombre que me parezca mejor. 

((469)) -Pero esto, desde luego, es un engaño. 

-Aquí no hay ningún engaño. Usted no quería aprobar aquel título y no lo aprobó; yo quería dárselo y se lo doy. Los dos contentos, 
porque los dos hemos conseguido nuestro propósito. 

El arquitecto sonrió, y se mostró satisfecho, seguramente sin ganas. Mas la razón estaba de parte de don Bosco, y los del Ayuntamiento 
lo entendiron perfectamente. La iglesia, en efecto, recibió el título de María Auxiliadora. Don Bosco no renunciaba a aquel título, porque 
era el querido por María Santísima. 

Con ello despertaba una gloria piamontesa. La devoción a María Santísima Auxiliadora era antigua en Turín. Esta ciudad había sido 
una de las primeras en agregarse a la archicofradía de Munich, en Baviera, erigida con este título para conmemorar la liberación de Viena. 
Por el número extraordinario de archicofrades se instituyó en la iglesia de san Francisco de Paula otra cofradía especial, que Pío VI 
aprobó y enriqueció con muchas indulgencias y favores espirituales por rescripto del 9 de febrero de 1798. Además, en la misma iglesia 
se hizo construir una capilla, con altar y una bellísima imagen de mármol precioso, dedicada a María Auxiliadora por el cardenal 
Mauricio, príncipe de Saboya, muerto en 1657. 

Por esto debía ser proclamada desde Turín en estos últimos tiempos y llegar a ser mundial por los ruidosos e innumerables favores que 
la Virgen Santísima concedería a quien la invocase con aquel título. 

Apenas obtenido el permiso municipal, don Bosco confió a Carlos Buzzetti la empresa y enseguida se comenzaron los trabajos de 
preparación. 

El terreno donde había de levantarse debía estar vallado por tres lados y abierto sólo por el que da a la calle de la Jardinera para el 
tránsito de los carros. En el mes de mayo, entre la ((470)) compra del terreno y la provisión de tablas para la valla, ya se habían gastado 
cuatro mil liras. 

Don Bosco llamó al administrador, don Angel Savio, que ya había examinado el grandioso proyecto, y le dijo que hiciese empezar las 
obras. 
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-Pero cómo haré, don Bosco? le respondió. No se trata de levantar una capilla, sino una iglesia grandísima y muy costosa. Esta mañana 
no teníamos en casa ni para pagar los sellos del correo. 

Y don Bosco replicó: 

-Comienza a abrir los cimientos: cuándo hemos empezado una obra contando primeramene con el dinero? Hay que dejar hacer algo a la 
Divina Providencia. 

Don Angel Savio ejecutó las órdenes. Pero, como había que dejar bajo el pavimento de la iglesia un subterráneo, resultaba que además 
de las excavaciones para los cimientos, se debía excavar enteramente, con dos metros y medio de profundidad, una superficie de casi mil 
doscientos metros cuadrados. Dado el enorme transporte de tierras, por medio de carros, al lugar fijado por el Ayuntamiento, resultó que 
aquel año sólo se pudo realizar una parte del trabajo. 

Mientras tanto, la Providencia hacía algo. Al principio hubo varios acomodados ciudadanos que prometieron notables donativos, pero 
algunos cambiaron de parecer y dedicaron a otra cosa su beneficencia. Otros querían hacer sus ofrendas, pero una vez avanzados los 
trabajos. Don Bosco pasaba sus apuros. Habían empezado las excavaciones y se echaba encima el pago de la primera quincena. 
Necesitaba mil liras. De pronto, con motivo del sagrado ministerio, don Bosco fue llamado al lecho de una persona gravemente enferma. 
Estaba en cama imposibilitada desde hacía tres meses, aquejada de tos y de fiebre, con grave debilidad de estómago. 

-Si yo pudiese, comenzó a decir, recuperarame un poco, estaría dispuesta a cualquier rezo, o cualquier sacrificio; sería para mí una 
señalada gracia si tan sólo pudiese levantarme de la cama. 

((471)) -Qué se le ocurriría hacer?, preguntó don Bosco. 

-Lo que me diga. 

-Haga una novena a María Auxiliadora. 

-Qué debo rezar? 

-Durante nueve días rece tres padrenuestros, avemarías y glorias al Santísimo Sacramento con tres salves a la bienaventurada Virgen 
María. 

-Lo haré y qué obra de caridad? 

-Si le parece bien y si consigue una verdadera mejoría, haga una ofrenda para la iglesia de María Auxiliadora que se está edificando en 
Valdocco. 

-Sí, sí, con mucho gusto. Si durante esta novena consigo solamente poderme levantar de la cama y dar unos pasos por esta habitación, 
haré un donativo para la iglesia de que me habla. 
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Empezó la novena y estábamos ya en el último día. Don Bosco debía entregar aquella tarde no menos de mil liras a los obreros. Fue a 
visitar a la enferma. Abrióle la doncella y con gran gozo le anunció que su señora se encontraba perfectamente curada; había dado ya dos 
paseos y había ido a la iglesia para dar gracias al Señor. 
Mientras la criada le contaba rápidamente todo aquello, salió jubilosa la misma señora, exclamando: 

-Estoy curada, ya he ido a dar gracias a la Virgen Santísima; 
tenga el paquete que le he preparado. Esta es la primera limosna, pero ciertamente no será la última. 

Don Bosco tomó el paquete, volvió a casa, lo desenvolvió y halló cincuenta napoleones de oro, que eran precisamente las mil liras que 
necesitaba. 

Desde este momento, como veremos, fueron tales y tantas las gracias de la Virgen, para quienes cooperaban a la construcción de su 
iglesia en Valdocco, que bien puede asegurarse que Ella misma la edificó. Aedificavit sibi domum Maria. 
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((472)) 

CAPITULO XLVI 

SUEÑO: CADA ALUMNO EXTRAE UN PAPELITO DE UNA BOLSA QUE SE LE PRESENTA; DON BOSCO REVELA LO QUE 
ESTA ESCRITO EN LOS PAPELITOS -NECESIDAD DE ALCANZAR UNA PRORROGA A LOS PROFESORES DEL ORATORIO 
PARA DAR CLASE -COLOQUIO DE DON BOSCO CON SELMI: ADVERTENCIAS Y EXPLICACIONES; POLITICA; 
LECTURAS CATOLICAS -CARTA DE DON BOSCO A SELMI -INCERTIDUMBRES -ESPERANZAS Y AFLICCIONES -PIO IX 
SE LAMENTA DE QUE DON BOSCO NO LE ESCRIBE -DON BOSCO LE PREDICE EN UNA CARTA LA FUTURA SUERTE DE 
ROMA -CARTA DEL PAPA A DON BOSCO 

EN la mente y en el corazón de don Bosco sobresalía siempre la amabilísima figura de María Santísima. Una noche, en los primeros días 
de julio, notificaba que había visto en sueños una persona (y parece que fuera la Santísima Virgen) pasando por entre los jóvenes y 
ofreciéndoles una bolsa ricamente bordada, para que cada uno sacase en suerte un papelito de los muchos que había dentro. Don Bosco se 
colocó al lado. A medida que cada muchacho extraía el papelito, él anotaba la frase o la palabra escrita en el mismo. Concluyó su breve 
narración diciendo que todos sacaron su papelito, menos uno que no se acercó y estuvo alejado; y queriendo don Bosco ver lo que estaba 
escrito en el papelito que quedaba en el fondo de la bolsa, leyó: Muerte. 

Entre tanto invitó a que cada uno le preguntara qué había escrito en su papelito. Lo cual maravilló a todos. Eran en casa casi setecientos 
jóvenes y repitió a cada uno una palabra ((473)) de consejo o profecía, variadísima, concisa y según su necesidad. Y lo que más sorprende 
es que, después de muchos años, se acordaba de lo que había dicho a cada uno. 

Don Sebastián Mussetti, de la Colegiata de Carmagnola, alumno entonces, supo de don Bosco que en su papelito estaba escrito 
Constancia; y habiéndole encontrado muchos años después, le oyó repetir con solemnidad: «-Recuérdate: constancia.» 

Pero aún hay más, asegura el Canónigo. Un grupo de muchachos 
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se puso en guardia y llevaba nota de los que se presentaban a don Bosco para preguntarle sobre su propio papelito y hubo uno que no 
acudió. Este era un muchacho de Ivrea, que concluía los estudios de bachillerato. 

El reverendo Mussetti está dispuesto a prestar juramento, si le fuese pedido, para testificar estos hechos. 

Don Bosco, apoyado en la protección de la Madre celestial, meditaba en la manera de hacer renovar las concesiones obtenidas de la 
Autoridad escolástica. La aprobación de los maestros de su bachillerato era temporal, sólo para el año escolástico 1862-63 y con 
obligación de proveer profesores con el título oficial para el curso 1863-64. Los exámenes de ingreso en la Universidad, aun cuando 
habían demostrado un auténtico saber literario en los cuatro candidatos a los grados académicos, no conferían derecho para enseñar. Era 
necesario, por consiguiente, no dejar pasar un tiempo demasiado precioso para conseguir un nuevo permiso. 

Don Bosco fue a visitar al Delegado Provincial y vio que Selmi seguía prestándole su benevolencia. Empezó, pues, a hablarle de sus 
problemas escolásticos; pero él, que había leído el informe del profesor Ferri, le avisó que no diera motivo para ninguna de las 
acusaciones que le habían sido achacadas y que cambiara algún juicio en la Historia de Italia. 

Don Bosco repitió lo que le había dicho otra vez; esto es, que él y sus ayudantes sabían conciliar el deber de buenos católicos ((474)) 
con el de honrados ciudadanos; que nunca había tenido relaciones comprometedoras, contrarias a la tranquilidad del Estado, con el Papa, 
con los Obispos, y con los Jesuitas, y que era invención de embusteros solemnes el que estos personajes hicieran cosas reprochables a su 
condición; que él había observado el principio de no mezclarse en política, ni en pro ni en contra, porque la política no es pan para los 
muchachos y porque un superior, un maestro, un jefe de taller no debe ser hombre de un partido, sino tener por único fin de su profesión, 
la sabia instrucción y la educación moral de sus alumnos. 

El Delegado quiso también aconsejarle que abandonara la difusión de las Lecturas Católicas, como algo inconveniente con la dignidad 
de educador. 

-Y por qué?, le preguntó don Bosco. 

-Mire, respondió Selmi, sus libritos, especialmente las biografías de ciertos jóvenes no están de acuerdo con los ideales de nuestros 
días. Y, desgraciadamente, su manera de escribir, la importancia que da a los muchachos alabando su sencillez, y poniendo de relieve sus 
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pequeñas y tiernas virtudes, les hacen complacerse tanto de sí mismos, que quedan como fascinados, hacen propias sus opiniones y 
envidian a quienes viven con usted. 

-Esto no es un mal, replicó don Bosco; por otra parte, si V.S. 
quiere tener la bondad de leer esos libros con atención, se persuadirá de que no se trata de política. Si encontrase, en cambio, errores 
gramaticales, ortográficos y de sentido, le doy palabra de caballero, que eso lo corregiré todo. 

Selmi no replicó a la agudeza de don Bosco. En todas las acusaciones de aquellos señores siempre entraba la bendita política, que, 
según ellos, contenía serias cuestiones religiosas; mas, para don Bosco, la política era simplemente política y ésta en un país donde se 
proclamaba la libertad de pensamiento y de opinión. En el Oratorio, sin embargo, no se hacía caso de semejante conquista moderna. Cada 
cual era libre de tener en política una opinión u otra, con tal de que fuera admitida ((475)) por la Iglesia, pero a nadie le era permitido en 
casa discutir o tratar de ello públicamente con los muchachos. Fuera de casa, tocaba a tiempos y lugares y a la prudencia, el sugerir 
cuándo tales prescripciones debían modificarse, porque es demasiado fácil, y más en épocas de partidos, dejar escapar expresiones, que 
pueden dar pretexto para pensar mal contra un Instituto entero a quien forma parte del Gobierno. 

Don Bosco, que unía una amable firmeza a una suma prudencia, volvió al Oratorio después de su visita a Selmi, y escribía: 

Ilustrísimo Señor Delegado: 

Doy gracias de todo corazón a V. S. Ilma. que se dignó comunicarme claramente las cosas que, puestas en la realidad, colocarían las 
escuelas de nuestros pobres muchachos en contra de las estructuras gubernativas. Yo creo que también usted admite la sinceridad de mis 
observaciones y que, por consiguiente, las divergencias, como usted se complacía en expresarme, se reducirían a cosas accidentales y que 
me parece no deben ocasionar ninguna inquietud. 

Sin embargo, deseando que usted comprenda bien lo que yo decía de paso, en cuanto a sus estimadas advertencias, le suplico me 
permita resumir aquí en pocas líneas mi profesión de fe política. 

Hace veintitrés años que estoy en Turín y siempre he gastado mis pocos haberes y mis fuerzas en las cárceles, en los hospitales, en las 
plazas, en favor de los muchachos abandonados. Pero, ni en la predicación ni en los escritos, que, desde luego, todos han sido editados 
con mi nombre, ni de ningún otro modo, quise jamás mezclarme en política. Por esto la suscripción a periódicos de cualquier color está 
prohibida sistemáticamente en esta casa. Todo lo que se diga en contra, no son más que habladurías sin sentido y faltas de fundamento. 

En cuanto a las cosas accidentales que me señalaba, le diré: 
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1.° La enseñanza de los clérigos, que se afirma ser opuesta al Gobierno, no lo es, porque no reciben más instrucción que la griega y 
latina. Para lo que se refiere a filosofía, hebreo, Biblia y teología, van normalmente al Seminario. 

2.° La Historia de Italia no se utiliza en nuestras clases más que para la historia de Roma. Respecto al duque de Parma, y otros 
personajes, de quienes silencié algunas actuaciones reprochables, lo hice para secundar el principio establecido por los célebres 
educadores Girard y Aporti, quienes recomiendan callar, en los libros destinados a los niños, todo lo que puede ((476)) causar mala 
impresión en las tiernas e inconstantes mentes de los jovencitos. Esto no obstante, en la próxima edición, modificaré y hasta suprimiré 
aquellos períodos que usted me ha señalado o que quiera indicarme. 

3.° Los programas de las escuelas son los mismos del Gobierno, como pudieron observar el Inspector caballero Ferri y el doctor Vigna, 
su secretario. 

4.° Las Lecturas Católicas no se pueden llamar antipatrióticas, puesto que en ellas no se habla nunca de política. Si hay algo que a 
alguno le parezca inexacto, habrá que perdonárselo a un pobre historiador que hace cuanto puede para escribir la verdad y, con 
frecuencia, no puede satisfacer al lector, porque las cosas no son de su gusto o porque fueron sacadas de fuentes no bastante depuradas. 
Mas, también en esto, me someto a cuanto verbalmente le indiqué. Considere, además, que yo no soy más que un simple colaborador de 
las Lecturas Católicas. La oficina está en Turín y la Dirección está formada por otros individuos. No tengo parte alguna, sino la de la 
imprenta, que sirve para dar trabajo a nuestros pobres jóvenes. 

5.° Se nos acusó de que no tenemos el retrato del Rey. Es totalmente inexacto, pues existe en varios lugares: en las tres salas de oficina, 
secretaría y locutorio hay uno en cada una. Será difícil encontrar un centro educativo donde se rece más que en el nuestro por el Rey y por 
toda la familia Real. 

En cuanto a las clases, si se me concediese continuar así hasta que los actuales maestros hayan ultimado sus exámenes, será un bien que 
se hace a los jóvenes pobres; de lo contrario debo buscar titulados y, en consecuencia, rehusar alojamiento a un determinado número de 
pobres muchachos. Mas confío mucho en la continuidad de su favor. 

Por lo demás, considere que los dos somos personas públicas: usted por autoridad, yo por caridad. Usted no me necesita para nada; yo 
le necesito mucho a usted. Pero los dos podemos merecernos la bendición de Dios, la gratitud de los hombres, beneficiando y apartando 
de las calles a los pobres muchachos. 

Derrame el cielo copiosas bendiciones sobre usted y sobre toda su familia. Perdone la nueva molestia y téngame con todo aprecio por, 

Turín, 13 de julio, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO,Pbro.


La respuesta del Delegado Provincial no sería totalmente satisfactoria a sus deseos. Es probable que la camarilla del caballero Gatti, 
muy numerosa, buscase a Selmi para hacerle desistir de la protección acordada a don Bosco; ((477)) acaso también los rabiosos artículos 
de la prensa contra los Hermanos de la Doctrina Cristiana, le hacían temer que se levantase contra él la llamada opinión pública. 
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Puede darse, por tanto, que Selmi no quisiera tomar entonces una decisión y aguardara con cautela. También es posible que el mismo don 
Bosco recibiese noticias poco tranquilizadoras a través de los amigos empleados en los ministerios. 

El caso es que vivió en penosa incertidumbre, como consta por su carta a la marquesa de Fassati: 

Benemérita señora Marquesa:
Diversas ocupaciones me han impedido, una tras otra, contestar rápidamente a la carta que la virtuosa Acelia me escribió en su nombre.
Le diré que Savio puede venir cuando quiera, con tal que no sea después del 20 del próximo octubre. Respecto a Marchisio yo no había


dado contestación definitiva, diciéndole que la recibiría de usted. 

Efectivamente, puede usted decirle que venga con el mismo Savio; la Divina Providencia que nos socorrió en tantas ocasiones nos 
ayudará también para este nuevo aspirante levita. 

Señora Marquesa, si en alguna ocasión necesité de sus plegarias, nunca como ahora. El demonio ha declarado guerra sin cuartel a este 
Oratorio, y está amenazado de cierre, si no lo pongo a la altura de los tiempos, de acuerdo con el espíritu del Gobierno. La Santísima 
Virgen ha asegurado que esto no se verificará; no obstante, Dios puede encontrarnos dignos de castigo y, entre otros, permitir éste. 

Hace unas semanas que vivo de esperanzas y de aflicciones. Le ruego, pues, que añada sus fervorosas oraciones a las que hacemos en 
esta casa y pongámonos en manos de la Providencia. 

La Santísima Virgen le regale en esta su solemnidad, la rosa de la caridad, la violeta de la humildad a Acelia, y el lirio de la modestia a 

Manuel, y nos conserve a todos bajo su poderosa protección. Amén. 

Muy agradecido, me profeso con todo aprecio. 

De V. S. benemérita. 

Turin, 3 de septiembre, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


PS. He visto algunas veces al Marqués, que goza de buena salud. Nos prometió venir un día a hacer una buena comida con nosotros, pero 
hasta ahora no ha venido. 

((478)) Por aquel tiempo, sin embargo, experimentaba don Bosco uno de aquellos consuelos que tanto le gustaban. Pocos días después 
de haber escrito al Delegado Provincial de estudios, le llegaba una carta del Sumo Pontífice, en respuesta, si no erramos, a una suya de la 
que nos conviene hacer aquí un poco de historia. 

Pío IX deseaba recibir con frecuencia de don Bosco, además de algunos consejos, también predicciones sobre los futuros combates de 
la revolución respecto a Roma. 

Un domingo del mes de junio, el marqués de Scarampi, a su 

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vuelta de Roma, fue al Oratorio para enseñar el catecismo a los jóvenes, pues era el más asiduo de los catequistas. Don Bosco charló con 
él pidiéndole noticias del Santo Padre. Al saber que Su Santidad había hablado y pedido noticias de él, lamentándose de que hacía ya dos 
meses que no le había escrito ni una línea, le respondió don Bosco: 

-Cuándo volverá a Roma, señor Marqués? 

-Dentro de quince días. 

-Pues bien, yo prepararé una carta para el Santo Padre. 

En efecto, el Marqués volvió llevando una carta de don Bosco a Pío IX. El Pontífice la abrió enseguida y la leyó en presencia del 
Marqués. Después exclamó, dando vueltas y más vueltas entre sus manos a la carta. 

-íQué me escribe don Bosco! íNo me esperaba semejante carta! 

Luego quedó pensativo, dobló el papel y no dijo más. 

El marqués de Scarampi, impresionado ante aquella exclamación, apenas regresó de Roma, se dirigió al Oratorio, expuso a don Bosco 
lo de la carta presentada al Papa y el asombro manifestado por Su Santidad al leerla; y añadió que, si la pregunta no era indiscreta, tenía 
viva curiosidad por saber el contenido de la carta. 

Don Bosco respondió: 

-Se lo digo enseguida. He escrito al Papa que no se ilusione con estas apariencias de paz; que se prepare para hacer el sacrificio de su 
Roma, porque será presa de la revolución. 

((479)) Estas palabras también fueron oídas por don Juan Bautista Francesia y don Juan Cagliero; y llamaban la atención por cuanto no 
parecía entonces verosímil que los sectarios pudieran lograr sus intentos. 

El Papa estaba tranquilo en medio del afecto y la veneración de los romanos y la afluencia de millares de peregrinos que acudían a 
Roma. La revolución había detenido su marcha. Los acontecimientos de Italia dependían del Emperador francés, que nunca manifestaba 
por entero sus designios, pero que estaba indignado contra Inglaterra, la cual, para contentar los deseos de Italia, había declarado 
necesaria la desaparición de las tropas francesas de Roma; y había ofrecido Malta al Papa para su residencia, con promesa de su generosa 
y espléndida hospitalidad. El Papa estaba defendido por la presencia del ejército imperial; y cuando visitaba las pocas provincias que le 
habían quedado, se unía al entusiasmo de los pueblos la escolta de la brillante oficialidad francesa, que acompañaba la carroza. El 
periódico France publicaba: 
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«Nunca tendrá Italia una capital a costa de la independencia del Papa... El Ministro de asuntos exteriores anuncia que Francia está 
resuelta a mantener el actual territorio de la Santa Sede». 

En el senado francés se había declarado que era mejor una confederación honrada italiana que una violenta unidad. En una 
comunicación del Cuerpo legislativo al Emperador, se leía: 

«-No dejéis de amparar la independencia del Santo Padre». 

Y O Quin, miembro de la comisión de la Cámara de Diputados que había ajustado dicha comunicación, declaraba que un gran interés 
religioso y político exigía a Francia que conservara Roma para la Santa Sede. 

La postura del Gobierno francés, las declaraciones del ministro Billault, los documentos oficiales publicados por el Moniteur y los 
votos de la Cámara legislativa y del Senado, y tal vez una voz llegada de París, parecieron consagrar este principio; y habían quitado toda 
esperanza a los moderados no menos que a los seguidores de Mazzini. 

Los periódicos de las sectas habían lanzado amenazas atroces contra Napoleón; ((480)) pero habían desaparecido de las fronteras 
pontificias las bandas armadas. 

He aquí la carta que el Santo Padre escribió a don Bosco: 

PIO, PAPA IX 1. 

Amado hijo -Salud y Bendición Apostólica. 

Nos era conocida por muchos y preclaros motivos tu piedad y tu celo; por ello recibimos con viva complacencia el nuevo testimonio de 
tu devoción y nos alegramos también al saber que con la delicadísima cooperación de almas piadosas se publiquen óptimos libros, 
adaptados para promover la piedad y pedimos al Señor secunde estos principios y los corone con el resultado que se desea. 

En verdad no nos parecieron nuevas y extrañas las cosas que nos escribes sobre la guerra rabiosa que se mueve contra la Iglesia. Pero, 
como muy bien sabes, Nos debemos colocar toda nuestra confianza en Dios que cuida de nosotros. El no abandona nunca a los que 
confían en El; por eso en ((481)) El descansa toda nuestra esperanza, corroborada especialmente por la intercesión de la Virgen Madre, en 
cuyo auxilio tenemos ilimitada confianza. 

1 PIUS P.P. IX 

Dilecte Fili, Salutem et Apostolicam Benedictionem. Perspecta jam Nobis fuerat pietas ac religio Tua multis ac praeclaris argumentis, 
quocirca testimonium devotionis Tuae litteris obsequentissimis expressum perlibenter accepimus. Gratulati sumus etiam audientes 
piorum hominum cura et industria gieri, ut libri optimi ad provehendam pietatem idonei in lucem edantur, Deumque adprecamur ut bonis 
faveat incaeptis, optatoque exitu conatus eorum coronet. Quae de bello infensissimo adversus Eclessiam Dei instaurando conscribis ea 
quidem 

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Mientras exhortamos tu piedad para acudir en nuestra ayuda con fervientes plegarias, como prenda de nuestro paternal afecto, 
impartimos de corazón para ti y para todos los que, como escribes, se comprometen a difundir las sanas doctrinas, la Apostólica 
Bendición. 

Dado en Roma, junto a san Pedro, el 15 de julio de 1863. 

Año XVIII de nuestro pontificado. 

PIO P.P. IX 

Al amado hijo sacerdote Juan Bosco. Turín. 

neque nova neque inopinata ad aures Nostras pervenerunt. Verum, ceu probe animadvertis, omnis sollicitudo Nostra projicienda est in 
Deum, cui cura est de Nobis. Ipse enim non fallit in se sperantes, adeoque firmiter in Eo spes collocanda est, interposita praesertim 
deprecatrice Deipara Virgine, cuius praepotenti praesidio summopere confidimus. Dum itaque hortamur pietatem Tuam, ut enixis Nos 
precibus adiuvet, Apostolicam Benedictionem signum Pontificiae charitatis Nostrae, Tibi, aliisque quos memoras sanis doctrinis 
effundendis addictos, peramanter impertimur. 

Datum Romae apud S. Petrum, die 15 Julii, 1863.
Pontificatus Nostri Anno XVIII.


PIUS P. P. IX. 

Dilecto Filio Ptesbytero JOANNI BOSCO 
Augustam Taurinorum. 
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((482)) 

CAPITULO XLVII 

RECUERDO DEL SUEÑO DE LA RUEDA Y DEL CAMPO DE TRIGO -DON BOSCO IRA A OROPA PARA LA ELECCION DEL 
PERSONAL QUE HA DE ENVIAR A MIRABELLO: EN EL ORATORIO TODOS SEÑALAN A DON MIGUEL RUA COMO 
DIRECTOR -DIFICULTADES POR LA FALTA DE TITULOS -EL MINISTRO DECRETA UNA SESION EXTRAORDINARIA DE 
EXAMENES PARA QUIENES QUIERAN OBTENER EL DIPLOMA DE PROFESORES PARA LOS TRES PRIMEROS CURSOS 
DE BACHILLERATO -DON BOSCO ANIMA A ALGUNOS DE LOS SUYOS A PREPARARSE -ESTUDIOS GENEROSOS E 
INFATIGABLES -PALABRAS MEMORABLES DE DON BOSCO SOBRE EL TRABAJO INCESANTE POR LA GLORIA DE 
DIOS -CARTAS DE DON BOSCO DESDE SAN IGNACIO A DOS CLERIGOS -NUEVOS GOLPES MISTERIOSOS A UNOS QUE 
VAN AL DORA Y UN BOFETON DE MANO INVISIBLE: TESTIMONIOS -DON BOSCO REGRESA DE LANZO -UNA CARTA 
DE CONSEJO A UN SEÑOR CONOCIDO EN SAN IGNACIO 

ENTRE tantas incertidumbres y disgustos manteníase firme la esperanza. La crónica de Ruffino atestigua: «En el mes de julio recordaba 
don Bosco el famoso sueño de la lente sobre la rueda y del campo de trigo cubierto de espigas, y nos confirmó que aquello era una 
manifestación del querer divino, que nos aseguraba su protección sobre la Pía Sociedad. 

»Dijo también que, después de los ejercicios de san Ignacio, iría a Biella, al santuario de la Virgen de Oropa, para hacer allí la elección 
de las personas que había de enviar al colegio de Mirabello». 

Aquel año había que abrir el colegio, cuya construcción estaba terminada. Como la última ((483)) planta estaba aún muy húmeda, se 
preparó para las habitaciones la casa lindante para el colono, que era propiedad de don Bosco. 

Necesitaba, por tanto, nombrar el personal dirigente y docente. Los ojos de todos señalaban a don Miguel Rúa como director; ninguno 
mejor que él para reproducir el espíritu y la voluntad de don Bosco de modo que fuese él otro don Bosco en Mirabello. 
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Pero también aquí surgía el problema de los profesores. Se había acordado con monseñor de Calabiana que el colegio se llamaría 
Seminario Menor y por tanto, con exclusiva dependencia del Obispo de Casale, y mientras, andando el tiempo, si fuese preciso se 
mandarían personas con título oficial. Se temía, sin embargo, que esta idea no sirviese para nada y se preveía que, para la aprobación del 
Colegio, la autoridad escolástica exigiría al menos dos con el diploma de profesor u otro título equivalente. Varios clérigos y sacerdotes 
poseían los conocimientos necesarios para rendir el examen de maestro y ya habían hecho las prácticas de enseñanza, pero estaban 
desprovistos de los necesarios requisitos. Cómo apañárselas entonces? Hacía bastantes años que no había exámenes extraordinarios para 
la adquisición de tales diplomas. Era menester tener paciencia y hacer la carrera de Letras en la Universidad, que exigía un período de 
cuatro años al menos, antes de poder establecer regularmente el bachillerato. Dios vino en su ayuda. 

En el mes de julio, cuando nadie se lo esperaba, se publicó un anuncio por el que, en vista de la carencia de profesorado para el 
bachillerato, en aquel año de 1863 y en los siguientes, habría un cursillo extraordinario, durante el mes de septiembre, para quien desease 
conseguir el diploma de profesor. Ante tal noticia, don Bosco no dejó de reconocer la intervención de la divina Providencia y animó a 
varios del Oratorio para que se preparasen. Urgía el tiempo, no quedaban ni dos meses para hacer al menos una preparación inmediata 
((484)) sobre las muchas materias prescritas y si bien estuviesen, quien más quien menos, al corriente de aquellos estudios, sin embargo, 
desanimaba algo el corto plazo para los exámenes. 

Pero era aquella una época en la que todos, por amor de Dios, por amor a la causa del Oratorio, sacrificaban gustosos su vida, si era 
necesario, por tan laudable fin. Por eso don Bosco encontró varios que se entregaron con ardor a repasar lo necesario para tales exámenes, 
a pesar de hallarse cansados por las fatigas del curso escolar recién terminado. Uno de ellos se puso a la cabeza y se encargó de asignar 
las lecciones y ejercicios de cada día, se comunicaban unos a otros lo que diariamente estudiaban y a primeros de septiembre se 
encontraron preparados para poder presentarse con tranquilidad. 

Habían seguido el ejemplo de su amado padre y modelo, don Bosco, el cual, invitado a descansar un poco de sus incesantes tareas y 
ocupaciones, solía decir: 

-Lo que puedas hacer hoy, no lo dejes para mañana. 
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Daba también este otro consejo: 

-Hay que trabajar como si no se debiese morir nunca y vivir como si se debiese morir cada día. Quotidie morior. 

«Cuando nos hallaba cansados y agobiados, escribe monseñor Cagliero, nos decía: 

»-Animo, trabajemos, trabajemos siempre, porque allá arriba descansaremos eternamente, Y cuando suceda que un salesiano deje de 

vivir, trabajando por las almas, entonces diréis que la Congregación ha obtenido un gran triunfo, y sobre ella descenderán copiosas 
bendiciones del cielo». 

Don Francisco Dalmazzo estuvo presente a un diálogo, que transcribimos de sus notas de colegio. Mas se debe advertir que don Bosco 
hablaba del trabajo absolutamente necesario para cumplir los designios de Dios. 

-Sus hijos trabajan demasiado, decía un bienhechor a don Bosco. 

-Vivimos aquí para trabajar, sabe? replicó don Bosco. 

((485)) -Está bien, pero la cuerda demasiado tensa, se rompe. Necesitarían descansar de vez en cuando. 

-Descansarán en el Paraíso. 

-Pero entre tanto pierden la salud por el excesivo trabajo. 

-No es una pérdida, sino una ganancia. 

-Mas no ve que abreviarán la vida y morirán jóvenes? 

-Antes recibirán el premio. Bienaventurado el que muere por tan hermoso ideal. 

Con estas palabras describía don Bosco verdaderamente el espíritu generoso de sus valientes colaboradores, a quienes recordaba con 
frecuencia las palabras de san Pablo en sus cartas: «No es Dios tan injusto que se olvide de vuestras obras y de vuestra caridad. Cada cual 
recibirá su premio en proporción a sus fatigas». 

Don Bosco marchó por fin a Lanzo y escribía desde san Ignacio una carta al clérigo Juan Bonetti en Turín. Algunas de sus frases se 
refieren a luchas internas por la vocación. 

Muy querido Bonetti: 

No te inquietes lo más mínimo acerca de cuanto me escribes. El demonio ve que quieres escapar definitivamente de sus manos, por eso 
se esfuerza en engañarte. 

Sigue mis consejos y camina adelante con tranquilidad. En tanto podrás dejar pasar la melancolía cantando con san Pablo: Si delectat 
magnitudo praemiorum, non deterreat multitudo laborum. Non coronabitur nisi qui legitime certaverit. Esto bonus miles Christi et ipse 
coronabit te. (Si te deleita la magnitud del premio, no te 

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espante la multitud de trabajos. No recibe la corona, más que el que ha competido, según el reglamento. Sé buen soldado de Cristo, y él te 

coronará). 
O también canta con San Francisco de Asís: 
Tanto è il bene che io m'aspetto (Tanto es el bien que yo espero 
il dolor si fa piacere, el dolor se hace deleite, 
ogni affanno è un bel godere, todo afán, dulce gozar, 
ogni angoscia allegra il cuor. toda angustia alegra el 
che ogni pena m'è diletto que la pena es un placer, 
corazón). 

Por lo demás, reza por mí, que yo no dejaré de rezar por ti y hacer cuanto pueda para que seas feliz en el tiempo y en la eternidad. 
Amén. 

San Ignacio, 20 de julio, 1863. 

Tuyo afectisimo en Cristo 
JUAN BOSCO, Pbro. 

((486)) Además de esta cartita, escribió don Bosco otras a clérigos y jóvenes, pero solamente hemos obtenido una de ellas. 

Queridísimo Garino: 

Tu última carta ha dado en el clavo. Haz como has escrito y verás que los dos estaremos contentos; pero, como ya te dije otra vez, 
necesito de ti una confianza ilimitada, lo que ciertamente me otorgarás si consideras los cuidados que tuve y, más aún, que tendré en el 
futuro para todo lo que puede contribuir al bien de tu alma y a tu bienestar temporal. 

Recuerda entre tanto tres avisos: huye del ocio, huye de los compañeros disipados y trata con los compañeros piadosos; para ti esto es 
todo. 

Ruega por mí, que siempre seré, 

San Ignacio, 1863. 

Afectísimo en Cristo 
JUAN BOSCO, Pbro. 

También este año de 1863 se renovó un hecho misterioso e inexplicable, mientras don Bosco hacía los ejercicios espirituales en san 
Ignacio. 

«Diríase, escribió don Miguel Rúa, que don Bosco tuvo más de una vez el don de la bilocación. El domingo dos muchachos del 
Oratorio se marcharon a escondidas, durante el tiempo de la plática, a bañarse en el Dora, cerca de la forja de armas. Quitáronse la ropa y 
después de chapotear en la poca agua corriente, se echaron sobre la arena. De repente sintieron sobre la espalda los golpes de una mano 
pesada que les dejó señalados los dedos en la piel. Miraron alrededor y no vieron a nadie, sintieron arder las espaldas con vivo dolor, se 
acordaron, aunque demasiado tarde, de lo ocurrido el año anterior 

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por aquellos lugares a tres de sus compañeros y gritaron los dos: 

»-íEs don Bosco! 

»Se vistieron enseguida y regresaron corriendo al Oratorio, creyéndose perseguidos. Llegaron a casa pálidos como la muerte; entraron 

con precaución por la puerta de la iglesia y fueron a esconderse en un dormitorio». 

((487)) A la mañana siguiente, nos contó don Francisco Dalmazzo, llegó desde san Ignacio una cartita de don Bosco dirigida a don 
Víctor Alasonatti: 

«He visto en este instante a los jóvenes Bastia y Vezzetti, escapándose hoy domingo del Oratorio para ir a bañarse en el río Dora. Oí 
allí que comenzaban conversaciones poco convenientes y les di un recuerdo que deberá durar un rato. Usted, señor Prefecto, llámeles y 

pregúnteles si no han sentido o recibido nada mientras estaban a orillas del río». 

Don Víctor Alasonatti, con la carta en la mano, fue en busca de los dos culpables y se la leyó: 

-Don Bosco me ha escrito, les dijo: íla habéis hecho buena! Habéis sentido en el Dora algo que os hizo poca gracia? 

Los dos jóvenes confesaron que todavía les dolían las espaldas. 

También el clérigo Bonetti les preguntó e igualmente se convenció de que don Bosco había escrito la verdad. También le confirmaron 

las caricias recibidas a Pedro Enría, que les conocía personalmente. 

Don Víctor Alasonatti dijo a Vezzetti: 

-Prepara la maleta y vete a tu casa. 

Cuando el joven bajaba las escaleras de la Prefectura se encontró con el joven Fiocchi, muy amigo suyo por ser del mismo pueblo, y le 

contó su caso; después le preguntó cómo don Bosco había conocido su escapada, cuando era imposible de todas las maneras que le 
llegase la menor noticia del Oratorio. 

Y le añadió: 

-Sabes?... Me dieron en la espalda, sin que yo viera a nadie, tres golpes; y el tercero fue verdaderamente terrible y doloroso. 

Los dos jóvenes, no obstante, fueron readmitidos y entraron en razón. 

«Yo fui testigo del caso narrado, escribió don Francisco Dalmazzo. Recuerdo también, como confirmación de estos hechos, que don 
Bosco preguntó una vez a un joven: 

»-No te acuerdas de la bofetada de mano invisible que recibiste tal día? 
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»El muchacho confesó que sí, sorprendido de que don Bosco lo supiese y agregó. 

»-Y qué hacías en aquel momento? 

((488)) »Como el joven se pusiera rojo como una brasa, don Bosco le tomó aparte y le dijo una palabrita al oído. 

»Se encontraban presentes conmigo algunos compañeros míos». 

Don Bosco volvió de san Ignacio, donde siempre se tropezaba con viejos amigos y contraía nuevas amistades con muchísimos que iban 
a confesarse con él. Esto le acarreaba una viva correspondencia en demanda de consejos espirituales, que naturalmente se perdió. Sin 
embargo, se nos entregó alguna carta suya y una de las de este año fue escrita al ilustrísimo caballero Grimaldi de Bellino, de la nobleza 
de Asti. Este señor iba asiduamente a los ejercicios espirituales de san Ignacio, donde conoció a don Bosco, y mantenía con él estrecha y 
afectuosa familiaridad. Residía en Maretto, diócesis de Asti, donde estaba de párroco don Juan Ciattino. 

Amadísimo Señor: 
Tenga paciencia si no contesto, como quisiera a sus cartas: me falta verdaderamente tiempo. Usted está en Maretto y vive con un santo 
varón; siga sus ejemplos y consejos y cumplirá la voluntad del Señor. 
He leído y dado a leer las famosas profecías, pero no parece que sean para la gloria de Dios. Yo no entro ni salgo en el valor de las 
mismas, pero no veo en ellas el espíritu del Señor, que es todo caridad y paciencia. Las enviaré adonde usted me indique. 
Quiere que hagamos una prueba con el joven Vaianeo? La mitad cada uno. La pensión ordinaria de treinta liras la reduciré a quince y 
usted piense en el resto. Si da buenas esperanzas, le haremos seguir adelante. Por lo demas, se hará lo que el Señor nos dé a conocer para 
su mayor gloria. 
Rezamos por usted; rece usted también por nosotros. Presente mis afectuosos saludos al querido don Juan Ciattino, su párroco. Que la 
Santísima Virgen de la Merced nos bendiga a todos en la tierra y nos haga dignos de la eternidad en el cielo. Amén. 
Turín, 24 de septiembre, 1863. 
JUAN BOSCO, Pbro. 

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((489)) 

CAPITULO XLVIII 

FIN DE CURSO -UNA MIRADA RETROSPECTIVA -EL CAFE DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACION: 
DESCORTESIA Y CARIDAD -UN ALUMNO MAS EN EL ORATORIO: TRES AÑOS CON DON BOSCO; RECONOCIMIENTO; 
PERSEVERANCIA EN EL BIEN -FRANCISCO BESUCCO: SUS PRIMEROS COLOQUIOS CON DON BOSCO; EL 
RECONOCIMIENTO A LOS BIENHECHORES; INGENUIDAD; ALGUNAS DE SUS VIRTUDES -DON BOSCO NO PERMITE 
LOS PASEOS EN LAS VISPERAS DE FIESTA 

CON los exámenes finales y la solemne distribución de premios terminaba el curso de 1862-63, en los últimos días de julio. Muchos 
alumnos debían volver a sus casas para regresar después al Oratorio, en el tiempo fijado: otros dejaban aquel asilo de paz para ingresar en 
el Seminario, para dedicarse a una profesión liberal o comercial, o bien a empleos ya prometidos. Todos reconocían que don Bosco les 
había abierto un camino honrado para entrar en sociedad y les había asegurado el porvenir. Muchos habían recibido durante varios años el 
alimento del cuerpo, de la inteligencia y la vida del alma. Por eso se estrechaban a su alrededor con vivo afecto al despedirse. 

Había uno entre ellos que parecía sentir más gratitud que los demás, porque durante tres años había encontrado en el siervo de Dios un 
verdadero padre. Y ahora debía dejarlo. Daremos algunas noticias de este joven porque es como el representante de cientos de 
compañeros que, como él, fueron salvados por la caridad de don Bosco; correspondieron a la educación recibida y vivieron y murieron 
como buenos cristianos. Vengamos al caso. 

Entró don Bosco, en otoño de 1860, en un café ((490)) llamado de la Consolación, por estar junto al célebre Santuario de tal nombre, y 
se colocó en un salita apartada para leer tranquilamente la correspondencia que solía llevar consigo. Había en el establecimiento un 
mocito de café, desenvuelto y cortés, que servía a los que llegaban. Se llamaba Juan Pablo Cotella, natural de Cavour (Turín) y tenía trece 
años de edad. Se había escapado de casa en el verano de aquel mismo año, porque no aguantaba las riñas y la severidad de sus padres. 
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El mismo narraba así su encuentro con don Bosco a don Francisco Cerruti. 

«Una tarde, me dijo el dueño: 

»-Lleva un café a aquel sacerdote que está en esa salita. 

»-Yo llevar el café a un sacerdote?, repliqué al momento asombrado. Los curas eran entonces mal vistos como ahora, más que ahora. 

Había oído y leído cosas de todos los colores sobre ellos y, por tanto, me había formado un concepto pésimo de los sacerdotes. 

»Me acerqué a él con aire burlón: 

»-Qué quiere usted de mí, señor cura?, dije duramente a don Bosco. 

»Y él, clavando en mí sus ojos: 

»-Deseo, amigo, que me sirvas una taza de café, contestó amablemente; pero con una condición. 

»-Cuál? 

»-Que me la traigas tú mismo. 

»Sus palabras y su mirada me cautivaron y dije para mí: 

»-Este cura no es como los demás. 

»Le serví el café, una fuerza oculta me retenía junto a él, que empezó a preguntarme, siempre con gran amabilidad, dónde había nacido, 

cuántos años tenía, cuáles eran mis ocupaciones y, sobre todo, por qué me había marchado de casa. Después me dijo: 

»-Quieres venir conmigo? 

»-Adónde? 

»-Al Oratorio de don Bosco. Este sitio y este oficio no te van. 

»-Y cuando esté allí? 

((491)) »-Si te gusta, podrás estudiar. 

»-Pero usted me tratará bien? 

»-Imagina, allí se juega, se está alegre y uno se divierte... 

»-Bueno, respondí: voy. 

»-Pero cuándo? 

»-Enseguida? Mañana? 

»-Esta tarde, añadió don Bosco. 

»Me despedí del dueño, que habría querido que me quedase todavía unos días más, y yo, con mis pocos enseres, fui aquella misma 
tarde al Oratorio. A la mañana siguiente escribió don Bosco a mis padres, para tranquilizarles sobre mi persona e invitarles a visitarle para 
regular las formalidades necesarias sobre su concurso en cuanto a la comida y demás gastos. En efecto vino mi madre, y después de 
haberla escuchado cuanto expuso sobre las condiciones familiares, concluyó don Bosco: 

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»-Bueno, hagamos así; usted pague doce liras al mes y lo demás lo pondrá don Bosco. 

»Admiré en esto la exquisita caridad de don Bosco y su prudencia. Mi familia no era rica, pero gozaba de pasable bienestar. Si, por 
tanto, me hubiera aceptado totalmente gratuito, no habría hecho bien, pues habría sido con perjuicio de otros más necesitados que yo». 

Durante dos años mantuvieron sus padres lo acordado con don Bosco en cuanto a la pensión; pero, al empezar el tercero, cesaron de 
pagar y no quisieron saber más de ello. El muchacho, aunque vivaracho en sumo grado, era abierto, francote, de buen corazón, de 
ejemplar conducta y muy aplicado en los estudios. El año escolar de 1862-63 estaba para pasar al cuarto curso y, por miedo a tener que 
interrumpir los estudios, se abrió a don Bosco, quien le respondió: 

-Y qué importa que los tuyos ya no quieran pagar? No estoy yo? Ten por seguro que don Bosco no te abandonará. 

Y así fue; mientras permaneció en el Oratorio, don Bosco le proveyó de todo lo necesario. 

Acabado el cuarto curso, y superados felizmente los ((492)) exámenes, se colocó. Los primeros dineros que pudo ahorrar, a fuerza de su 
trabajo, los envió, a base de privaciones y en pequeñas cantidades, a don Bosco, para satisfacer la pequeña pensión que sus padres 
dejaron de pagar durante su último año en el Oratorio. 

Vivió como buen cristiano. Fue un apóstol de la difusión de las Lecturas Católicas; uno de los primeros que se asociaron a la unión de 
Antiguos Alumnos y mantuvo constante relación con sus antiguos superiores. Murió en mayo de 1908 queriendo tener a su lado a su 
veterano profesor, el doctor don Francisco Cerruti, y al venerando don Miguel Rúa. 
Si es verdad que, a la par de Cotella, veía don Bosco alejarse de su lado a tantos otros queridos y buenos hijos, adquiría otro que 
ciertamente pudo llamarse una flor de paraíso. 

El 2 de agosto ingresaba como alumno del Oratorio Francisco Besucco, de trece años, natural de Argentera, pueblecito de las montañas 
del Piamonte. Por su respeto y afecto a los padres, por su insigne piedad e inocencia de vida, por su aplicación en la escuela había sido la 
admiración de sus paisanos. Oyó hablar del Oratorio y deseaba ser admitido en él. Veía que no era cosa fácil, dada la extrema pobreza de 
sus padres; pero un día, después de la santa comunión, suplicaba a María Santísima y oyó una voz misteriosa que le llenó de inmensa 
alegría: 
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-Animo, Francisco, tu deseo será satisfecho.
Don Bosco describe su primer encuentro con Besucco.
«Hacía ya unos días que estaba en el Oratorio y yo no le había visto todavía, ni sabía de él más que lo que el arcipreste Pepino me había


comunicado por carta. Un día, a la hora de recreo, estaba yo entre los muchachos de la casa, cuando vi a uno, vestido a estilo montañés, 

de mediana estatura, aspecto pueblerino y cara pecosa. Contemplaba boquiabierto cómo jugaban sus compañeros. De pronto cruzóse su 

mirada con la mía, dibujó una respetuosa sonrisa y se aproximó a mí. 
((493)) »-Quién eres tú?, le dije sonriendo. 
»-Soy Francisco Besucco, de Argentera. 
»-Cuántos años tienes? 
»-Pronto hare los catorce. 
»-Has venido para estudiar o para aprender un oficio? 
»-Yo deseo mucho estudiar. 
»-Qué estudios has hecho? 
»-Hice las clases elementales en mi pueblo. 
»-Por qué querrías seguir los estudios en vez de aprender un oficio? 
»-Porque mi mayor deseo es abrazar el estado eclesiástico. 
»-Quién te ha dado este consejo? 
-»Lo he sentido siempre en mi corazón y siempre he pedido al Señor que me ayude a alcanzar mi deseo. 
»-Te has aconsejado ya con alguien? 
»-Sí, he hablado muchas veces de ello con mi padrino; sí, con mi padrino... 
»Al decir esto se conmovió y asomaron unas lagrimillas a sus ojos. 
»-Quién es tu padrino? 
»-Mi padrino es mi párroco, el Arcipreste de Argentera, que me quiere mucho. El me ha enseñado el catecismo, me dio clase, me ha 

vestido, me ha mantenido. Es muy bueno, me ha hecho muchos favores y después de haberme dado clase durante casi dos años, me ha 

recomendado a usted, para que me admitiera en el Oratorio. íQué bueno es mi padrino! iCuánto me quiere! ' 
»Después de estas palabras se echó a llorar. Esta sensibilidad por los beneficios recibidos, este afecto a su bienhechor me hicieron 

concebir una buena idea sobre la índole y la bondad del corazón de aquel jovencito. Recordé entonces las hermosas alabanzas que me 

había hecho de él su párroco y el lugarteniente Eysautier, y dije para 

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mí: -Este jovencito, con una buena formación, conseguirá éxito en su ((494)) educación moral. 

»Ciertamente está probado por la experiencia que la gratitud en los niños generalmente presagia un feliz porvenir; y, en cambio, los que 
olvidan con facilidad los favores recibidos y los cuidados prodigados por su bien, permanecen insensibles a los consejos, a la religión y 
por ello son reacios a la educación y de incierto destino. Dije, por consiguiente, a Francisco: 

»-Estoy muy contento de que aprecies tanto a tu padrino, pero no quiero que te aflijas. Amale en el Señor, reza por él y si quieres 
ofrecerle algo verdaderamente grato, procura observar tal conducta que yo pueda enviarle buenas noticias, o bien pueda quedar satisfecho 

de ti cuando venga a Turín. Ahora ve con tus compañeros a divertirte. 

»Enjugándose las lágrimas me saludó con una afectuosa sonrisa y se fue a jugar con sus compañeros. 

»Pocos días después le vi de nuevo que salía a mi encuentro un poco cariacontecido. 

»-Qué te pasa, le dije, mi querido Besucco? 

»-Que me encuentro aquí en medio de tantos compañeros buenos y querría ser como ellos, pero no sé cómo hacer y necesito que usted 

me ayude. 

»-Te ayudaré con todos los medios que me sea posible. Si quieres ser bueno, practica sólo tres cosas y todo irá bien. 

»-Cuáles son esas tres cosas? 

»-Son éstas: alegría, estudio y piedad. Este es el gran programa: 

cumpliéndolo podrás vivir feliz y proporcionar mucho bien a tu alma. 

»-íAlegría, alegría...! Yo soy muy alegre. Si estar alegre basta para ser bueno, jugaré de la mañana a la noche. Haré bien? 

»-No de la mañana a la noche, sino sólo a las horas de recreo». 

Y Besucco, persuadido de que hacía algo grato a Dios jugando, se metía con toda su alma en medio de los setecientos compañeros 

entretenidos en distintos ((495)) juegos. Pero, que ocurría? Que al no estar práctico en ciertos juegos, se sucedían a menudo los choques, 
las caídas, los resbalones, que eran el final de sus diversiones. 

«Un día, prosigue don Bosco, se me presentó cojeando y preocupado. 

»-Qué te pasa, Besucco?, le dije. 

»-Tengo el cuerpo molido, me contestó. 

»-Qué te ha ocurrido? 
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»-Como no conozco bien los juegos de aquí, me caigo y me doy golpes en la cabeza, en los brazos o en las piernas. Ayer corriendo me 
di de cara con la de un compañero y los dos hemos sangrado por las narices. 

»-íPobrecito! Vete con más cuidado y moderación. 

»-Pero usted me asegura que el recreo agrada al Señor y yo quisiera aprender bien todos los juegos que hacen mis compañeros. 

»-No es así, querido; los juegos y ejercicios deben aprenderse poco a poco, a medida que vayas siendo capaz, y siempre de forma que 
sirvan de entretenimiento, pero no de molestia al cuerpo. 

»La primera vez que entró en mi habitación leyó un letrero con estas palabras: cada minuto de tiempo es un tesoro. 

»-No entiendo, dijo con ansiedad, qué quieren significar estas palabras. Cómo podemos ganar nosotros un tesoro a cada minuto? 

»-Realmente es así. En cada minuto podemos adquirir un conocimiento científico o religioso, podemos practicar una virtud, hacer un 
acto de amor de Dios y estas cosas son ante el Señor otros tantos tesoros, que nos ayudan para el tiempo y para la eternidad. 

»No dijo nada más, pero escribió sobre un trozo de papel la frase y luego añadió: -He entendido». 

Ofrecemos sólo estas páginas para resaltar ((496)) la encantadora familiaridad de don Bosco con sus alumnos. Para conocer las 
admirables virtudes de Besucco remitimos a los lectores a la biografía que de él escribió el mismo don Bosco. 

Poseía en sumo grado el espíritu de oración y acostumbraba arrodillarse en el mismo lugar donde Domingo Savio oraba ante el altar de 
la Virgen María. Como le prohibieron las penitencias corporales, realizaba los trabajos más humildes de la casa y prestaba a los 
compañeros toda suerte de ayuda material y espiritual, inspirado por la caridad. Al mismo tiempo, además de la mortificación de los 
sentidos externos, especialmente de los ojos, consideraba como penitencia la diligencia en el estudio, la atención en clase, la obediencia a 
los superiores, el soportar las incomodidades de la vida, como el calor, el frío, el viento, el hambre, la sed. Formaban sus delicias los 
actos de adoración al Santísimo Sacramento, la confesión y la comunión. 

Su ardiente amor a Jesús Sacramentado era consecuencia, como ya hemos referido muchas veces, de las encendidas instrucciones de 
don Bosco y de su celo para apartar cualquier obstáculo que pudiese disminuir la frecuencia de los sacramentos. 

1 El pastorcito de los Alpes, por el presbítero Juan Bosco, capítulo XX. 
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Escribió don Joaquín Berto: 

«Como sucediera alguna vez que, durante las vacaciones otoñales, salieran los jóvenes de alguna clase a dar un paseo el sábado o en 
vísperas de alguna solemnidad y llegasen por eso un poco más tarde de lo acostumbrado para ir a confesar, don Bosco preguntaba 
repetida e insistentemente la razón y después, al oír el motivo, muy enojado solía decir: 

»-Esto es una locura... Cómo es posible que los jóvenes puedan recogerse para las confesiones después del paseo y no estén distraídos? 
Esto es un serio inconveniente, es un desorden que ha de ser absolutamente remediado. 

»Mandaba, por tanto, al encargado que no se repitiese más». 

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((497)) 

CAPITULO XLIX 

DON BOSCO VA AL SANTUARIO DE OROPA -SU CARTA A LOS ESTUDIANTES DEL ORATORIO; GRAN CONCURRENCIA 
DE DEVOTOS EN AQUEL SANTUARIO; PLEGARIAS POR SUS MUCHACHOS -DON BOSCO EN ASTI: CONFIESA, DA 
UNAS CONFERENCIAS, CONSUELA A UN ENFERMO -DON BOSCO EN MONTEMAGNO -ACEPTA A DOS JOVENES 
RECOMENDADOS POR EL GOBIERNO CIVIL Y EL MINISTERIO DE OBRAS PUBLICAS -PRIMERA SUPLICA A LA 
DIRECCION DE FERROCARRILES PARA LA REBAJA DE TARIFAS EN EL TRANSPORTE DE LOS MATERIALES PARA LA 
NUEVA IGLESIA 

COMO lo había establecido, don Bosco fue en peregrinación al santuario de Oropa para encomendar a la Virgen la fundación de su 
primer colegio en Mirabello. Allí, ante la imagen taumaturga, celebró la santa misa y oró largo rato. Tal vez oyó en su interior una voz 
confortante y hasta imperiosa, que le recordaba el dicho de los Proverbios: Deriventur fontes tui foras et in plateas aquas tuas divide (se 
desbordan por fuera tus arroyos y las corrientes de agua por las plazas)1. Y sus aguas de sabiduría cristiana y de caridad empezarán a 
extenderse desde el Oratorio hasta Mirabello y seguirán corriendo por todas las partes de la tierra en numerosos colegios. 

A los pies de María pidió don Bosco consejo para la elección de los que debía enviar a dirigir la casa de Mirabello y se resolvió según 
la inspiración recibida. 

Mientras daba desahogo por unos días a su devoción, escribía de este modo a los jóvenes del Oratorio: 

((498)) Queridísimos amigos estudiantes: 

Si vosotros, queridos amigos, os encontrarais en esta montaña, ciertamente quedaríais conmovidos. Un gran edificio, en cuyo centro 
hay un devoto templo, forma lo que conmúnmente se llama Santuario de Oropa. Es un continuo entrar y salir de gente. Uno da gracias a 
la Santísima Virgen por los favores obtenidos; otro ruega verse libre de un mal espiritual o temporal; éste invoca a la Santísima Virgen 
para 

1 Proverbios, V, 16. 
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que le ayude a perseverar en el bien, aquél para alcanzar una buena muerte. Se ven continuamente muchos jóvenes y viejos, ricos y 
pobres, campesinos y señores, caballeros, condes, marqueses, artesanos, comerciantes, hombres y mujeres, vaqueros y estudiantes de toda 
condición que se acercan a los santos sacramentos de la confesión y comunión y van después a los pies de la hermosa imagen de María 
Santísima para implorar su celestial protección. 

En medio de tanta gente mi corazón experimentaba un vivo pesar. Por qué? Porque no veía a mis queridos muchachos estudiantes. íAh, 
sí; porque no puedo tener aquí a mis hijos para llevarlos a los pies de María, ofrecérselos a Ella, colocarlos bajo su poderoso auxilio y 
hacerlos a todos nuevos Domingos Savio u otros tantos San Luises. 

Para consolar mi corazón, me coloqué ante su milagroso altar y le prometí que, al regresar a Turín, haría todo lo posible para insinuar 
en vuestros corazones la devoción a María. Y encomendándome a Ella, he pedido estas gracias especiales para vosotros. 

-María, le dije: bendecid a toda nuestra casa, alejad del corazón de nuestros muchachos hasta la sombra del pecado. Sed guía de los 
estudiantes, sed para ellos el asiento de la verdadera sabiduría, que todos sean vuestros, siempre vuestros, y tenedlos siempre por vuestros 
hijos; conservadlos siempre entre vuestros devotos. 

Creo que la Santísima Virgen me haya escuchado y confío en que vosotros me ayudaréis para que podamos corresponder a la voz de 
María, a la gracia del Señor. 

Que la Santísima Virgen María me bendiga a mí y os bendiga a todos vosotros; que Ella desde el cielo nos ayude mientras nosotros 
pondremos todo nuestro esfuerzo para merecer su santa protección en la vida y en la muerte. Así sea. 

Desde el Santuario de Oropa, 6 de agosto, 1863. 

Afectísimo amigo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.


Don Bosco, según narra la crónica, visitó al obispo de Biella, monseñor Losana, y regresó a Turín, para salir de nuevo hacia 
Montemagno. Había sido invitado para predicar allí un triduo ((499)) de preparación a la fiesta de la Asunción de María al cielo. Llegó a 
Asti, donde le esperaban muchos, en el primer tren de la mañana. Fue a visitar enseguida al párroco de Santa María la Nueva, donde tuvo 
que sentarse en el confesonario y atender a un crecido número de penitentes. Fue, luego, a casa de su amigo el señor Cerrato; confesó a 
algunas personas antes de comer y a continuación pronunció una conferencia de propaganda de las Lecturas Católicas. Después de comer 
le llamaron a una iglesia próxima, donde también quisieron confesarse con él varias personas. Don Bosco les atendió, sintiendo negarse a 
continuar porque debía apresurarse para tomar el coche, que partía a las tres para Montemagno. Pero resultó que éste, después de haberle 
esperado un rato, ya se había marchado. Iban a dar las cuatro. 

Don Bosco había pagado ya su billete y le esperaban sin falta 
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aquella misma tarde en Montemagno para la primera plática del triduo. Estaba preocupado y entró en el despacho de los coches, para ver 
si había modo de encontrar un vehículo. 

Se buscó, pero de momento no se pudo conseguir y el jefe le indicó que, aun saliendo a aquella hora, no le era posible llegar a tiempo 
para subir al púlpito; tanto más que una empinada y larga cuesta impedía correr a los caballos; y que, por consiguiente, era preferible 
dejar la salida para el día siguiente. 

Una hora duraron estos intentos y el señor Cerrato, que aguardaba pacientemente, contento de que don Bosco no pudiese partir, le llevó 
a visitar a un pobre enfermo. Este, que se había enterado por la mañana de la llegada de don Bosco, envió una persona para que lo 
acompañase a su casa; pero don Bosco, resuelto a marchar, se había excusado. Ante su negativa, el enfermo había quedado sumido en 
gran tristeza, de manera que los familiares no sabían cómo calmarlo. Mas la Providencia había dispuesto los acontecimientos a fin de 
consolarlo, y no puede expresarse con qué satisfacción fue recibido don Bosco por el enfermo. Lloraba de alegría; la presencia ((500)) de 
don Bosco era para él como la presencia de un ángel; se confesó, arregló tranquilamente sus asuntos y declaró que, una vez visto a don 
Bosco, nada más podía desear en este mundo. 

Aquella tarde fue aún a visitar a la señora Pulciani, en cuya casa dió una conferencia sobre la obra de los Oratorios; y despachó varios 
asuntos para los cuales le esperaban. Todavía tuvo que confesar antes de acostarse y, a la mañana siguiente, partía hacia Montemagno, 
donde fue recibido con regocijo por el pueblo y por la familia del marqués de Fassati, en cuya casa siempre le hospedaban cariñosamente. 
La víspera de la fiesta llegó don Miguel Rúa para ayudarle a confesar. 

De vuelta al Oratorio, presentáronle a don Bosco dos recomendaciones para el ingreso de dos muchachos: una del Gobierno civil, y otra 
del Ministerio de Obras Públicas. Las mencionamos aquí, porque no está fuera de lugar el recordar, de vez en cuando, las buenas 
relaciones del siervo de Dios con los diversos Ministerios del Estado y con las autoridades provinciales o municipales para aceptar 
jóvenes a pesar de que en épocas tan borrascosas surgían frecuentemente por diversas partes duras oposiciones a su obra. 

La carta del Gobierno civil de la provincia de Turín, división 5.a, N.° 12974-847, estaba redactada en estos términos: 
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Turín, 17 de agosto, 1863. 

Se encuentran en la ciudad de Savigliano dos hermanos huérfanos, Tomás y José Trabucco, con doce años el primero y diez el segundo, 
los cuales, por hallarse sin bienes de fortuna y pobres, viven recogidos temporalmente con su tío materno José Mina. Mas, hallándose 
también éste imposibilitado para poder socorrer por largo tiempo a sus desgraciados sobrinos y no existiendo en Savigliano un 
establecimiento adecuado para ellos, recurrieron a este Gobierno civil para su internamiento en cualquier establecimiento de Turín. 

Secundando de buen grado semejante instancia, el abajo firmante se dirige al benemérito sacerdote don Bosco, director del Instituto de 
san Francisco ((501)) de Sales en esta ciudad y, presentándole los documentos acreditativos de la mísera situación y la edad de dichos 
huérfanos, le ruega tenga la bondad de indicarle si le fuese posible, y mediante alguna oferta a tal fin, desde luego bastante pequeña, 
recibir en su Instituto a dichos dos huérfanos Tomás y José Trabucco o al menos uno de ellos. 

Por el Gobernador 

RADICATI 

Don Bosco admitió al mayor, sólo por cien liras una sola vez, pero a condición de que la cama y la ropa fueran provistas por los 
parientes. Otro huérfano, también aceptado por él, llegaba acompañado de su madre, que le entregaba la siguiente carta: 

MINISTERIO DE OBRAS PUBLICAS 
Dirección General de Ferrocarriles 

Turín, 15 de septiembre, 1863. 

La portadora es la viuda de Nattino, que se presenta para dejar a su hijo Federico de diez años, admitido en el Oratorio de san Francisco 
de Sales. 

El Director Jefe de la División de Personal de Ferrocarriles, EVRARD. 

Don Bosco aceptaba con gusto entre sus alumnos a los huérfanos de los empleados de ferrocarriles, mientras pensaba en el material de 
construcción para la nueva iglesia y en su transporte a Turín. Había hablado de ello con el Director General de Ferrocarriles, comendador 
Bartolomé Bona, que le tenía en gran aprecio, para conseguir rebajas de tarifas, y la respuesta había sido favorable. 
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((502)) 

CAPITULO L 

PLATICAS DE DON BOSCO A SUS MUCHACHOS: MOTIVOS PARA TENER CONFIANZA CON EL SUPERIOR; FACILIDAD 
PARA HACER EL BIEN EN EL ORATORIO; NO MENTIR DENIGRANDO AL ORATORIO Y NO DESHONRARLO CON LA 
MALA CONDUCTA; UNA ALMA QUE SALVAR; UN CONSEJO, UN AMIGO, UN PENSAMIENTO -ATENCIONES 
PATERNALES DE DON BOSCO PARA LOS ALUMNOS: COMO NOTIFICA A UNO DE ELLOS LA MUERTE DE SU PADRE 
-VARIAS RECOMENDACIONES A LOS MAESTROS Y ASISTENTES -TOMAR EN BUEN SENTIDO UN AVISO EQUIVO 
CADO DE LOS SUPERIORES -PERJUICIO POR NO OBSERVAR EL REGLAMENTO -TRES CARTAS DE DON BOSCO AL 
CANONIGO VOGLIOTTI, SOBRE LOS JOVENES QUE ASPIRAN A VESTIR LA SOTANA; EL SERVICIO DE LAS SA GRADAS 
FUNCIONES EN LA CATEDRAL; LA AYUDA A UN SACERDOTE NECESITADO Y A ALGUN CLERIGO -DON BOSCO 
MANDA ASISTENTES A OTROS INTERNADOS Y HOSPICIOS 

EN los primeros días de agosto ingresaron en el Oratorio al menos cien alumnos nuevos, que necesitaban una clase preparatoria para el 
primer curso de bachillerato. En muchos pueblos no había maestro más que para la tercera elemental y, por consiguiente, tenían que hacer 
una serie de ejercicios de la cuarta. A éstos se añadieron otros que interrumpían las vacaciones del 15 de agosto al 15 de septiembre y 
acudían a reparar asignaturas o a prepararse para pasar a una clase superior a la que ya habían aprobado. Otros, además, no se habían 
movido del Oratorio. Formaban entre todos un número considerable. 

Y don Bosco proseguía sus pláticas a la comunidad, reunida ((503)) por la noche, teniendo muy en cuenta a los alumnos nuevos, por 
quienes se tomaba gran cuidado para prepararles a la frecuencia de los sacramentos. 

Don Juan Bonetti nos dejó unos esbozos de las mismas, mas sin señalar fecha. 
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I


Estamos todos juntos para realizar una carrera y ganarnos un buen premio.Todos deseáis alcanzar feliz resultado: pongámonos, pues, en 
marcha. Yo os guiaré y vosotros me seguiréis. Pero antes es precio establecer algunas condiciones. Cuanto más amigos, más claros, dice 
el proverbio. Yo no estoy aquí para ganar dinero, para adquirir renombre, para gloriarme de vuestro número, estoy aquí solamente para 
haceros el bien. Por esto, comprended que todo lo que yo soy, es todo vuestro: día y noche, mañana y tarde, en cualquier momento. Yo no 
tengo más preocupación que procurar vuestro aprovechamiento moral, intelectual y físico. Mas para lograrlo necesito vuestra 
cooperación. Si me la prestáis, os aseguro que la del Señor no nos faltará y, entonces, estad ciertos de que realizaremos grandes cosas. 

No quiero que me consideréis como vuestro superior, sino como vuestro amigo. Por tanto, no me tengáis ningún miedo, ningún temor; 
antes al contrario, mucha confianza, que es lo que yo deseo, lo que os pido, lo que espero como de amigos verdaderos. Os lo digo 
claramente: aborrezco los castigos, no me gusta dar un aviso con amenaza para quien falte: no es éste mi sistema. Cuando uno ha faltado 
y puedo corregirle con una buena palabra; cuando alguien ha cometido un fallo y se enmienda, yo no pretendo más. Pero si tuviese que 
castigar a uno de vosotros, el castigo más terrible sería para mí, porque yo sufriría mucho. Cuando un padre tiene un hijo insubordinado, 
con frecuencia se enfada y toma, si es preciso, la correa, que en determinados casos es necesario emplearla y hace bien, porque qui parcit 
virgae odit fýlium suum (quien ahorra la vara, odia a su hijo). Así y todo, mi corazón no aguantaría golpear, ni el verlo. No porque yo 
tolere los desórdenes, no; especialmente si se tratase de algunos que escandalizaren a los compañeros: en este caso, por fuerza debería 
decirles: 

-Tú no puedes estar con nosotros. 

Pero hay un medio para prevenir todo disgusto mío y vuestro. íFormemos todos un solo corazón! Yo estoy dispuesto a serviros en toda 
circunstancia. Tened vosotros buena voluntad. Sed francos, sed sinceros, como yo lo soy con vosotros. El que estuviese en peligro déjese 
guiar y me lo diga. El que hubiere faltado no busque encubrirse, sino procure remediar el mal hecho. Si yo sé las cosas por vosotros 
mismos, entonces buscaré los remedios, a fin de que todo sea para vuestro mayor bien espiritual y temporal. Yo no quiero condenar a los 
que Dios hubiese perdonado, etc. etc. 

((504)) II 

Tengo que deciros algo muy importante: que me ayudéis en una empresa, en un asunto que me interesa mucho: salvar vuestras almas. 
Este no es sólo el principal motivo sino el único por el que estoy aquí. Pero sin vuestra ayuda, no puedo hacer nada. Necesito que nos 
pongamos de acuerdo y que reine entre nosotros verdadera amistad y confianza. 

Considerad qué fortuna habéis tenido al haber sido admitidos en el Oratorio. En vuestra casa, si queríais asistir a misa, había que andar 
mucho, levantarse pronto o esperar a muy tarde; aquí, en cambio, estáis a pocos pasos de la iglesia, y podéis oírla todos los días sin tener 
que sufrir ninguna molestia. 

En casa, si queríais confesaros teníais que esperar al domingo y en ocasiones había que caminar bastante, porque no se podía encontrar 
sacerdote: aquí, por el contrario, todos los sábados, todos los domingos y todos los días tenéis al sacerdote 
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dispuesto a escucharos. En casa, si queríais comulgar, con frecuencia no se presentaba nadie en el comulgatorio y había que esperar o 
llamar al sacerdote; a veces, había compañeros que no aguardaban más que reírse de vosotros si ibais a comulgar: aquí, podéis ir siempre 
que queréis: no hay ninguno que se burle, ni que os observe o se fije cuándo vais y cuándo no vais. En el pueblo, si queríais hacer una 
visita a Jesús Sacramentado, había que salir de casa con lluvia, con sol; a veces, la iglesia estaba cerrada; a veces, gritaban los padres 
porque os necesitaban para un recado: aquí, en cambio, quién os impide, en tiempo de recreo, entrar en la iglesia para visitar a Jesús 
Sacramentado, a María Santísima, rezar un padrenuestro y una avemaría y luego volver a jugar? Aquí tenéis amigos buenos, ejemplos 
santos, consejeros seguros; los teníais en vuestra casa? Aquí hay toda suerte de comodidades para hacer un poco de bien a vuestra alma, 
los superiores no tienen más compromiso que ayudaros. 

Alguno podrá preguntar: -Para qué servirán estos medios? 

Y yo os respondo: 

-El que no los aprovechare, sería como aquél que se encontrase ante una mesa donde le sirven los más ricos manjares y las más 
exquisitas bebidas... y él, en lugar de comer y beber, se quedase mirando las moscas y al techo. 

-Pero por qué no comes? 

-Sí, sí... ya comeré mañana. 

-Pero mañana no tendrás esta mesa. 

-Dejadme en paz, íqué aburrimiento! 

Mis queridos muchachos: me preguntáis si os sirven para algo las prácticas de piedad? Podéis dudar de ello? Ante todo os sirven para 
salvaros eternamente e ir al paraíso; después, os ayudan muchísimo para estudiar. Yo ya he notado esto ((505)) hace muchos años. Hay 
un muchacho diligente en sus deberes de piedad? Es querido por sus compañeros, por sus superiores; se distingue en la clase; es la alegría 
de sus padres y del párroco en el pueblo. Por el contrario, los que no quieren saber de piedad son la desesperación de los superiores, no 
son apreciados por sus compañeros, porque a éste le quitan una cosa, con ése se enfadan, a aquél le insultan, le maltratan; en el pueblo 
son el desprestigio de la familia, el desprecio de todos...Y cuando sean mayores? Habrán perdido sus años y se encontrarán con las manos 
vacías... 

III 

Tengo que advertiros una cosa y es que, cuando escribáis a casa, no contéis mentiras, sino que digáis las cosas como son. Aunque se 
reparte pan a voluntad y pese a que se encuentran mendrugos y panecillos a medias por todas partes, hay quien se atreve a escribir que 
aquí se hace pasar hambre a los muchachos. 

Hay algunos que, sin estudiar y sin haber aprobado, escriben a los padres diciendo que se han cometido injusticias contra ellos, que los 
maestros y asistentes le tratan mal. Otros, hartos del reglamento, gandules, amigos solamente de comer y de beber tienen algo que decir 
de todo, porque nada les satisface. 

Pero por qué obrar así, queridos míos? Por qué decir lo contrario de la verdad? Si tenéis la vista turbia y lo veis todo oscuro qué 
podemos hacer nosotros? Yo no defiendo la casa porque no lo necesita, y hay centenares de muchachos que están contentísimos de 
hallarse aquí con nosotros; ícon don Bosco! Además, si uno no se encuentra bien aquí, sepa que no tenemos a nadie por la fuerza. El que 
no esté contento 

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de la primera mesa diga a los padres que le pongan a la otra pensión 1 escriba a los de su casa que vengan a sacarlo. No hay en ello 
ningún mal, hagan como más les guste. Quédense, váyanse, pero procédase siempre con sinceridad. 

No hablo esta noche solamente de los murmuradores, sino también de los que no lo dicen de palabra, mas sí con los hechos; el Oratorio 
no es lugar para ellos. Escuchadme. Dice un proverbio: tantas veces va el cántaro a la fuente que al fin se rompe. Hay muchachos que 
tratan de hacer las cosas a escondidas para que queden ocultas sus trampas. Se esconden aquí o allá para librarse de la clase o del estudio, 
van robando a los compañeros lo que tienen guardado en el baúl; se permiten conversaciones que un joven cristiano no debería tener; y 
viven seguros de sí mismos diciendo: nadie nos ha visto. 

Entiendan estos tales que, aunque ningún superior lo haya advertido, está Dios omnipotente que les ha visto y les pedirá estrecha 
cuenta. Además, será verdad que los superiores no sabrán nada? Estén seguros de que acaso callarán por la primera vez y aún por la 
segunda, pero no más. Hay muchos ojos aquí en el Oratorio para no verlo, y el diablo hace la olla pero no la ((506)) tapadera. Por 
consiguiente, también éstos piénsenlo, porque todavía están a tiempo, y demuestren con sus obras que están contentos en el Oratorio; de 
otro modo, es preciso decirles que se marchen a casa. 

Por tanto, unos y otros se dispongan a obrar con la mayor lealtad. Yo os abro a todos mi corazón: si tengo algo que no me agrada, lo 
manifiesto; si tengo un aviso que daros os lo doy enseguida en público o en privado. No ando con misterios: lo que llevo en el corazón lo 
pongo en los labios. Haced vosotros igual, queridos hijos míos.Si hay algo que os desagrada, decídmelo, se arreglará como mejor se 
pueda; si habéis cometido un disparate, confiádmelo, antes de que nadie lo sepa, y trataremos de arreglarlo todo. 

Si me escucháis y lo hacéis así, sabéis qué sucederá entonces? Sucederá que, mientras estéis en el Oratorio, os encontraréis satisfechos 
y cuando volváis a vuestro pueblo, iréis contentos, conservaréis buen recuerdo de unos y de otros y seremos siempre amigos. 

IV 

Léese en la historia que un poderoso emperador envió al Pontífice Inocencio XI unos embajadores, rogándole se adhiriese a ciertas 
aspiraciones suyas contra la justicia. Desplegaron éstos toda su elocuencia para demostrar al Papa la conveniencia de no disgustar a tan 
poderoso príncipe. El Papa escuchaba en silencio. 

-Santidad, dijo uno de los mensajeros; mi soberano promete hacer mucho bien a la religión y amparar a la Iglesia. 

-No puedo, respondió el Papa. 

-Santidad, pensad que posee inmensas riquezas y dotará abundantemente las basílicas y podrá prodigarse igualmente con Vos, si lo 
necesitáis. 

-No puedo. 

-Santidad, si vuestros enemigos os insultasen, él está dispuesto a defenderos con todas su tropas. 

1 Hubo antaño en los colegios dos tipos de menú, acomodados a dos distintas clases de pensión, una mas elevada que otra: la diferencia 
era pequeña, pero existía. Imagino que a estas «dos mesas» se refiere el texto. (N. del T.) 
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-No puedo. 

-Santidad, mi soberano podría ofenderse y os arrepentiríais más tarde de haber incurrido en su indignación. 

-No puedo. 

-Por consiguiente... 

-Por consiguiente, pues tanto insistís, volved a vuestro emperador y habladle así: el Papa dice: «Si yo tuviese dos almas le daría con 

gusto una a él para perderla; y me conformaría con salvar la otra; pero no tengo más que una». 

íQué gran pensamiento y que digno de un Papa! Lo mismo os digo yo a vosotros, amigos míos. Tenemos una sola alma. Si tuviéramos 
dos, podríamos entregar una sola al demonio, dando gusto a nuestras pasiones. Pero ítenemos una sola! Cuál será, pues, nuestra 
conclusión? Dársela al demonio ((507)) para que se la lleve? íAh, no! Dársela al Señor para que nos la salve eternamente: por tanto, para 
entregársela al Señor, como hay muchas cosas que cumplir y muchas que dejar, nuestra obligación es estudiar estas cosas para cumplirlas 

o dejarlas. Yo os las he enseñado en gran parte y espero que aprovecharéis mis consejos. Debéis, pues, responder al demonio cuando os 
pide algo que va contra la conciencia: 
-No puedo, no puedo, porque tengo una sola alma. 
Esta es la verdadera lógica cristiana, éste es un razonamiento mejor que todos los de los sabios según el mundo. Pero advertid que 
también razona el demonio. El sabe filosofía, historia, teología, geografía y sabe argumentar con sutilezas que presenta bajo un aspecto 
seductor a fin de engañar. El concede que tenemos una sola alma, pero añade: 

-El hombre ha nacido para gozar; el tiempo para gozar es especialmente el de la juventud, por tanto coronemus nos rosis (coronémonos 
con rosas). 

Mas preguntémosle un poco: 

-Qué será de nosotros en el porvenir? 

-Oh, contesta él; deja el futuro y piensa en el presente. 

-Y cuando te haya complacido qué me darás en la otra vida? 

-No hablemos de esto. 

Y con esta palabra él sobreentiende: haz el mal ahora y en la otra vida yo sabré lo que hay que hacer; sabré como pagarte. 

Así razona el demonio y muchos se dejan convencer. 

Pero nosotros, por el contrario, razonamos con el Señor, que nos paga en esta vida y en la otra. Cuando san Nazario fue a convertir a los 
genoveses les hablaba del alma, de la religión y del paraíso, pero no querían saber nada de ello. Entonces, dijo el Santo: 

-Escuchadme, si servís al verdadero Dios, os dará el ciento por uno. 

Los genoveses, que eran negociantes, exclamaron: 

-Cómo? Nosotros nos fatigamos para ganar el cinco por ciento y este Dios nos dará el ciento por uno? 

Y sin más, se hicieron cristianos. También nosotros, amigos míos, pensemos en el ícéntuplo espiritual que Dios nos tiene preparado! 
Qué afortunados seréis si, durante el curso de vuestra vida, tenéis fija en la mente esta idea: tenemos una sola alma. Si ésta se salva, está 
salvada para siempre; si ésta se pierde, está perdida para siempre. 

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V


Don Bosco dió tres recuerdos con estas palabras: un consejo, un amigo, un pensamiento. 1.°, confesión frecuente; 2.° Jesucristo y todo 
cuanto a él se refiere; 3.°, el paraíso. 

Sus palabras penetraban en los corazones, porque la verdad que anunciaban y la gracia que las acompañaba, eran valoradas por una 
caridad que se preocupaba de todas las necesidades de los alumnos. No escapaban a sus ojos, siempre atentos, las enfermedades, las 
tristezas, los desalientos, y procuraba proporcionar ((508)) a todos el alivio necesario. Si le llegaban noticias tristes de la familia de sus 
hijos, él mismo se las comunicaba con incomparable delicadeza. Cientos de veces se encargó de notificar a algún jovencito la muerte de 
su padre o de su madre. 

A últimos de septiembre moría, casi de repente, en su pueblo Monticelli d'Olgiate, el padre del joven Antonio Sala, que aquellos días 
atendía a la portería. Don Bosco, después de comer, mandó llamarle paraque fuera al refectorio. Sorprendido Sala, fue corriendo y le 
preguntó: 

-Qué desea? 

-íQuiero tomar café contigo! 

Y le acercó una taza amablemente. Tomado el café, poquito a poco le dió la dolorosa noticia. Sala rompió a llorar y don Víctor 
Alasonatti, sosteniéndole, le susurraba al oído: 

-Se te ha muerto un padre y te queda otro. 

Don Bosco acabó asegurándole que, si su familia no pudiese pagar la módica pensión, él estaba dispuesto a tenerlo consigo 
gratuitamente durante todo el tiempo de sus estudios. El joven marchó enseguida a su casa para la solución de varios asuntos y desde allí, 
escribía a don Bosco: 

«Créame: las lágrimas que derramo por la pérdida de mi padre, al pensar en usted se cambian en lágrimas de consuelo y alegría». 

Antonio Sala llegó a sacerdote, fue Ecónomo General de la Pía Sociedad; y repetía las admirables muestras de bondad que don Bosco 
tuvo con él en tan dolorosa circunstancia. 

Además de las pláticas que don Bosco dirigió a los jóvenes, Bonetti recogió algunos importantes consejos que dio a los sacerdotes y 
clérigos, lo mismo en conferencia, que encontrándose con ellos en el comedor o en el patio: 

-Cuidad, dijo, de no hablar despectivamente de un joven por alguno de sus defectos, y sobre todo en su presencia o ante los 
compañeros. 
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Si debéis hacer una advertencia, hacedla a solas, en secreto y con la máxima amabilidad. En general, exceptuado algún caso raro, no se 
permita multiplicar los actos defectuosos,antes de hacer una correción. ((509)) Háblese pronto y claro. Alábese a quien se corrige y 
anímese a los indolentes. Para conservar la paz de casa, sed humildes y tolerantes. Aun cuando un superior, por informes recibidos, avise 
de una cosa exagerada, mal entendida o falsa, acéptese siempre con respeto su observación y en estos casos considérese el aviso como un 
remedio preventivo. Un superior debe ser padre, médico, juez; pero dispuesto a soportar y a olvidar. 

Un día recomendó el cumplimiento de las reglas y no descuidar, por vanos pretextos, ninguna de ellas, si se quería obtener la bendición 
de Dios sobre el Oratorio. Como prueba, leía el trozo de una carta que le había escrito el 2 de septiembre una benedictina del Monasterio 
de Santa María del Fiore, cerca de Florencia: «Para conservar la salud de las monjas se han modificado las reglas referentes al coro; y la 
salud del convento, desde entonces en adelante, se ha ido deteriorando, especialmente la de las religiosas jóvenes. Hace más de cinco 
años que no ha habido ninguna toma de hábito, y en ese tiempo han muerto trece, y varias están gravemente enfermas. Casi parece 
palparse con la mano que tales cambios de las reglas no sean gratos al Señor». 

En septiembre tocábale también a don Bosco pensar en los alumnos que habían elegido abrazar el estado eclesiástico. Eran la pupila de 
sus ojos, al igual de los clérigos pertenecientes a la diócesis de Turín, que no sabiendo a dónde retirarse durante sus vacaciones o no 
pudiendo ser atendidos por sus padres pobres, iban a don Bosco en demanda de asilo. El les acogía paternalmente; y durante casi cuatro 
meses les proporcionaba gratuitamente lo necesario para la vida. 

Escribía en tanto al reverendísimo canónigo Vogliotti, rector del Seminario y provicario de la Archidiocésis, excusándose de un 
reproche que le había hecho el mismo canónigo. 

((510)) Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Rector: 

Le adjunto nota de las calificaciones escolares obtenidas por los candidatos para la imposición de sotana, según manifestación de todos 
los superiores de esta casa reunidos. En el caso de que Antonio Ghella no sobrepase con mucho el número de faltas determinadas, 
suplicaría benevolencia con él, por su ejemplar conducta, y por la certeza moral que ofrece para la continuación de sus estudios. 

Los jóvenes Antonio Birocco, Francisco Cuffia, Angel Nasi de la diócesis de Ivrea y Félix Alessio le ruegan, por mi medio, ser 
agregados a la diócesis de Turín. 
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Aunque son pobres, no causarían molestia alguna, pues yo les tendría con mucho gusto en casa y les proveería de cuanto necesitasen, a 
cambio del servicio que podrían prestar en el Oratorio. 

Aprovecho esta ocasión para hacer presente que los garrafales defectos de ceremonias en la catedral (apoyar los codos sobre el altar y 
no ayudar a quitarse las capas pluviales en la sacristía) no hay que imputárselos a los de nuestro Oratorio, sino a dos del Seminario de 
Chieri, que están actualmente en esta casa. Así me fue dicho. De todas formas, no dejaré de animar enérgicamente a nuestros clérigos y 
maestros, a fin de que se esmeren para ser cada día más hábiles en todo lo que se refiere al divino servicio. 

Que la Santísima Virgen le guarde. Créame con todo mi aprecio. 

De V.S. Ilma. y Rvdma. 

Turín, 2 de septiembre, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Pero no sólo se interesaba por sus alumnos, sino también por los sacerdotes extradiocesanos, como consta por las dos cartas siguientes, 
dirigidas al mismo canónigo Vogliotti, poco tiempo después. 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

El joven Berardi, de quien ayer hablaba V.S. Ilma., es ciertamente el mismo que yo recordaba. Estuvo en esta casa y observó una 
conducta bastante buena en lo que respecta a los estudios y en lo tocante a la moralidad. Por su propia voluntad salió de esta casa, 
diciendo que quería dejar los estudios. ((511)) Después no he sabido nada de él. Me satisface saber que se haya presentado al examen de 
los seminaristas, porque es señal de que se ha conservado bueno. 

Don F... me visita casi todos los días pidiéndome apoyo y dinero. Si su gestión llegara a algún buen resultado, me haría un favor y sería 

una verdadera caridad para este sacerdote que está en peligro. 

Le incluyo la carta del clérigo Antonio Duina, en otro tiempo alumno de esta casa. Haga como mejor le parezca ante el Señor. 

Siempre miserias, siempre miserias. El Señor le enriquezca con sus gracias, y bendiciones y le conceda un día los bienes del Paraíso, 

amén. 

Me crea siempre suyo. 

Turín, 21 de octubre, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

Hoy sábado no puedo ir a la Curia como querría; y como tengo que ordenar algunas cosas urgentes, permítame suplique mediante el 
presente escrito: 

1.° Que tenga la bondad de leer la carta de monseñor Caccia y de añadir unas líneas de recomendación o al menos legalizar la firma 
para el asunto F... a fin de terminar con un problema que ya nos ha dado tantos y tantos fastidios. 

2.° Mire si puede alcanzar la dispensa para el clérigo Segundo Provera, que me 

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vuelve a pedir el señor Obispo de Casale; acepte bondadosamente esta molestia y yo haré que esta noche todos nuestros muchachos recen 
una Avemaría por usted, mientras con verdadera gratitud me profeso. 

De V.S. Ilma. 

Turín, 14 de noviembre, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO,Pbro.


La crónica señala todavía otra caridad suya. 

«Con frecuencia recurrían a don Bosco en estos tiempos directores de colegios y de hospicios en demanda de maestros y educadores. El 
atendía sus peticiones, siempre que podía; así colocaba a clérigos, que no se sentían llamados a la vida del Oratorio y no pertenecían a la 
diócesis de Turín, o que andaban dudosos en su vocación. El canónigo Domingo Costa le pide un educador para su internado de san 
Felipe en Chiavari y le propone al clérigo Turletti, de Vernante, estudiante de Primero de filosofía con dieciocho años de edad». 
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((512)) 

CAPITULO LI 

EXAMENES EXTRAORDINARIOS EN LA UNIVERSIDAD, PARA CONCEDER DIPLOMAS DE PROFESOR PARA EL 
BACHILLERATO ELEMENTAL -RICOTTI NO ADMITE A EXAMEN A LOS CLERIGOS Y SACERDOTES DEL ORATORIO 
-UN VIAJE PROVIDENCIAL AL CAMPO -EL PRESIDENTE SUPLENTE CONSIDERA VALIDOS LOS CERTIFICADOS DEL 
SEMINARIO -CINCO DIPLOMAS DE PROFESOR OBTENIDOS POR LOS DEL ORATORIO -TRES DIFICILES, PERO 
BRILLANTES EXAMENES DE INGRESO EN LA UNIVERSIDAD Y NUEVAS ADMISIONES A LA UNIVER SIDAD -DON 
BOSCO HONRA GRANDEMENTE LOS ESTUDIOS -SUS ALUMNOS Y SUS MEMORABLES EXAMENES PARA EL GRADO 
DE BACHILLER: TESMONIOS DE ILUSTRES PROFESORES -DESGRACIAS Y MUERTE DEL COMMENDADOR GATTI 

ENTRE tanto se aproximaba el tiempo de los exámenes extraordinarios en la Universidad, para los que quisieran obtener el diploma de 
profesor para los tres primeros cursos del bachillerato. Se habían preparado con esperanza de éxito los sacerdotes Miguel Rúa, Bartolomé 
Fusero, Domingo Ruffino y dos clérigos, Juan Bonetti y Jacinto Ballesio. Ellos mismos se habían encargado de buscar todos los 
certificados necesarios, entre los cuales se requería el de aprobado en el examen de ingreso a la Universidad. Los cinco aspirantes se 
habían examinado, con éxito, de filosofía en el Seminario de Turín, examen que, como ya hemos dicho, se había considerado durante 
muchos años, como equivalente al de ingreso universitario. Y, por tanto, presentaban los certificados de la Curia. 
Pero el comendador Ricotti, Rector de la Universidad, que seguía manteniendo sus prevenciones contra la obra de don Bosco, no los 
reconoció como válidos y ((513)) no quiso admitirlos. Quizás les molestaba, a él y a algún otro, el haber dispensado del examen de 
ingreso en la Universidad a los cuatro admitidos al curso de Letras en el mes de julio. Así se desvanecía la esperanza de que el Oratorio y 
Mirabello pudieran tener maestros según ley. 

Qué hacer? El tiempo apremiaba. No era posible conseguir 
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otros certificados. Sólo la oración podía allanar esta dificultad y, en efecto, la allanó. Unos días después se llegó a saber que el Rector 
había salido al campo y, por consiguiente, debía sucederle al frente de la Universidad, durante su ausencia, el decano más antiguo de las 
varias facultades. Y le tocó al de la facultad teológica Angel Serafín, profesor de teología especulativa. Se intentó de nuevo la prueba: el 
suplente, persona muy sensata y bondadosa, revisó la documentación de los candidatos del Oratorio y no creyó hallar dificultad alguna. 
Más aún, añadió: 

-Sé que en el Seminario se hacen los estudios más concienzudamente que en algunos centros estatales. 

Fueron admitidos todos. Los exámenes se celebraron del 15 al 20 de septiembre. Alguno consiguió la máxima puntuación y los otros 
obtuvieron calificaciones muy satisfactorias. 

Era éste un segundo triunfo para el Oratorio. Pero don Bosco, persuadido de que sería imposible servirse en el futuro de los certificados 
de filosofía del Seminario, y que por tanto había que conseguir el diploma o ingresar en la Universidad, decidió presentar en lo sucesivo 
sus alumnos al examen de ingreso universitario. 

Y comenzó en 1864, destinando a esta prueba a Luis Tomás Jarac, a Plácido Perucatti y a Constancio Rinaudo. 

Mas, sabiendo que encontraría impedimentos para su plan, dada la mala intención de sus adversarios, fue a visitar a Nicomedes 
Bianchi, director entonces del Liceo del Carmen, para hacérselo menos hostil. Cuando don Bosco le dijo que iba para recomendar a su 
bondad a tres alumnos, él, haciendo gala de imparcialidad, respondió que no podía aceptar recomendaciones ((514)) y que no había más 
recomendaciones que la ciencia y el estudio de los jóvenes examinandos; que la ley era clara, y él se atenía estrictamente a ella; que los 
jóvenes se atuviesen a cuanto ella prescribe y tenían asegurado el éxito de su examen. 

Don Bosco replicó que precisamente había ido para rogarle que tutelara a los jóvenes en conformidad con la misma ley; que él estaba 
informado de que en la comisión examinadora había alguien prevenido contra sus alumnos y por eso se recomendaba a la reconocida 
lealtad y rectitud del director, para que disipara todo prejuicio de la mente de los examinadores; que se había presentado también para dar 
las aclaraciones que se juzgasen necesarias sobre el sistema de su enseñanza y la legalidad de sus maestros; y concluía diciendo que no 
tenía necesidad de favores, ni quería excepciones, porque estaba persuadido de que sus muchachos no habían menester de ello. 
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-Siendo así, observó Nicomedes Bianchi, todo irá bien. Esté tranquilo, anime a los jóvenes: y yo le aseguro que no habrá parcialidad de 
ninguna especie. 

Entretúvose con don Bosco un poquito muy afablemente, haciéndole diversas preguntas sobre el Oratorio y renovó sus promesas al 
despedirse. Pero existían algunas sospechas. 

En efecto, Rinaudo se presentó a los ejercicios escritos de lengua latina y su trabajo fue rechazado. Se preguntó el motivo, y se obtuvo 
por respuesta que, como estaba demasiado bien, sin duda había sido copiado. Negó don Bosco la aserción y, ante su fuerte insistencia, 
Rinaudo fue admitido al examen oral, pero en él le volvieron a repetir que el ejercicio escrito no era obra suya. Rinaudo afirmó y protestó 
que era suyo y, ante sus vivas instancias, decidieron los examinadores que repitiese la redacción en aquella misma sala. Rinaudo tomó 
enseguida la pluma. El tema era el mismo y él lo repitió, mas con nuevas razones, nuevo desarrollo de ideas, nuevas frases, de tal modo 
que la segunda prueba resultó mucho mejor que la primera. Entonces los examinadores asombrados ((515)) se vieron obligados a 
aprobarle con la máxima calificación. El examen fue igualmente severo para los otros dos y también ellos obtuvieron estupenda 
calificación. 

Más adelante se presentaron estos tres al examen de ingreso para la rama de Letras y superaron la prueba con gran brillantez. Estos 
hechos demostraban, a quien quería entenderlo, que en el Oratorio ocupaban un lugar muy elevado los estudios clásicos y eran un 
solemne mentís a ciertos periódicos y determinados inquisidores. 

Y para demostrar el entusiasmo con que se estudiaba en el Oratorio, vamos a hacer aquí una digresión. Durante los años siguientes 
hubo otros alumnos de don Bosco que se presentaron en los liceos de Turín y causaron la admiración de los examinadores. Además de 
esto, aunque entonces no era obligatorio el examen de reválida de bachillerato, enviaba frecuentemente al terminar el curso a los más 
sobresalientes de sus estudiantes a examinarse de retórica1 en los institutos estatales, donde siempre alcanzaban espléndidas 
calificaciones. Dió testimonio de ello el profesor Carlos Bacchialoni, Director del Gimnasio2 de san Francisco de Paula. Cuando 
posteriormente se impuso legalmente el examen de reválida de bachillerato para ingresar en el Liceo, todos los años se presentaban los 
alumnos 

1 Retórica. Se correspondía en la enseñanza clásica con el quinto y último curso de gimnasio o bachiller. (N. del T.) 

2 Gimnasio. Instituto Nacional de Enseñanza Media. (N. del T.) 
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del Oratorio, en número de treinta, cuarenta y más, ante los examinadores oficiales y con frecuencia salían los primeros, superando sus 
calificaciones a las que alcanzaban los alumnos de todas las escuelas públicas y privadas de Turín. 

El profesor Antonio Parato, director del Gimnasio Monviso, hoy Máximo D'Azeglio, estaba entusiasmado por el resultado de los 
estudiantes del Oratorio, que en su mayoría se examinaban en su tribunal. Además de estar diligentemente preparados en todas las 
asignaturas, había algunos que, animados por sus propios profesores con algún libro de premio, habían aprendido de memoria autores 
clásicos, prosistas y poetas, El estudio constituía su continua ocupación. 

El mencionado profesor repitió muchas veces a don Celestino ((516)) Durando, hablando sobre exámenes de aquellos alumnos del 
Oratorio, que no podía imaginarse la inmensa utilidad que proporcionaron a los alumnos de las escuelas públicas, despertando su 
emulación: aunque éstos no llegaron a superar a aquéllos. 

Los que habían organizado o realizado los registros y allanamientos del Oratorio eran espectadores de su gran florecimiento y de la 
evidente bendición de Dios. Hemos descrito ya las desdichadas aventuras que entristecieron las vidas de algunos de ellos. No nos parece 
fuera de lugar señalar aquí un suceso, en el que se advierte cómo la justicia de Dios dejó caer el tremendo peso de su mano sobre aquél, 
que culpablemente intentó destruir la obra de don Bosco. Al narrar las desgracias que le acaecieron, lo hacemos con profunda compasión 
y con el único fin de que sirvan de provechosa enseñanza para quien lea y para aquéllos que, pública o privadamente, quisieran oponerse 
a las obras de Dios. 

Uno que desplegó contra el Oratorio un celo verdaderamente digno de mejor causa fue el caballero, y más tarde comendador, Esteban 
Gatti. Comenzó a dar pruebas de ello en 1860, como hemos referido en su momento, y ciertamente don Bosco no debió a su benevolencia 
el que entonces y después no fueran clausuradas sus escuelas y dispersados centenares de muchachos pobres del Oratorio. Siempre 
pródigo en palabras de cortesía y promesas de protección, hizo en secreto todo el mal que pudo. Publicó calumnias en periódicos hostiles 
a la religión y a la moral. Pidió ejemplares de la biografía de Domingo Savio «para edificarme, escribía, con sus heroicas virtudes» 
cuando en realidad lo hacía para burlarse y despreciarle, con muchos artículos publicados en el periódico de Asti titulado Il Cittadino (El 
Ciudadano). Se gloriaba de llevar a la 
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ruina al Oratorio, como por desgracia había logrado con otros institutos semejantes, pero el pobrecito malogró sus esperanzas. Desde 
aquel día en que, turbado, no dio con la puerta de salida y fue a meter la cabeza en el armario, parece que la fortuna le volvió ((517)) las 
espaldas. Un poeta diría que el armario fue para él como la caja de Pandora1 con todas las desgracias del mundo. En efecto, algún tiempo 
después, comenzó a sufrir una dolorosa desdicha con su esposa que, cayendo por una escalera, se quebrantó para toda la vida. 

Con el traslado de la capital de Turín a Florencia, y luego a Roma, Gatti esperaba mejorar su suerte, y su dinamismo lo hubiera 
merecido, pero tenía cuentas pendientes con la divina Providencia. Es el caso que cayó en desgracia de sus superiores e iguales y, no sólo 
no progresó en la carrera, sino que fue bajando cada día más. Después de algún tiempo, y por los manejos de un competidor, viose 
privado de empleo y quedó cesante. El inesperado contraste, el cruel desengaño influyó siniestramente en sus facultades mentales; y el 
pobre hombre, primero, quedó taciturno y melancólico; luego, idiota y loco, y finalmente perdió por completo la cabeza. En este estado lo 
mismo lloraba como un niño, que sufría arrebatos como un energúmeno, de manera que movía a la más profunda compasión de cuantos le 
veían o le oían. 

Tenía permanentemente ante sí la sombra de su enemigo, al que no terminaba de gritar: íAh, me has arruinado! e intentó suicidarse 
varias veces. 

Condujéronle a una casita cerca de Felizzano, su patria chica, que en otros tiempos le había servido para veranear y en vez de mejorar, 
el mentecato empeoró hasta el frenesí. Allí, en un momento de la máxima furia, dió un terrible puntapié a su propia esposa, la agarró 
después por la cabeza, la arrojó varias veces y tan fuertemente contra la pared, que la mató, destrozándola el cráneo. Poco después 
acababa él su vida, privado de todo consuelo humano. 

Podríamos ahora recordar la dolorosa cadena de desventuras caídas sobre la cabeza de los que con más iracundia atacaron la existencia 
del Oratorio; pero ponemos punto por ahora. Basta ((518)) lo ya expuesto hasta aquí para reafirmar el juicio ya expresado en otros 

1 Pandora. Fue, según la mitología griega, la primera mujer terrenal, llena de gracia y talento; recibió de Zeus una caja, donde estaban 
guardados todos los males; Pandora la abrió imprudentemente y se escaparon todas las calamidades que afligen al género humano; sólo 
quedó en el fondo la esperanza. (N. del T.) 
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lugares, es decir, que parece como que Dios hubiera prometido también a don Bosco lo que ya prometió al Patriarca Abraham: 
-Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Benedicam benedicentibus tibi, et maledicam maledicentibus tibi1. 

1 Génesis, XII, 3. 

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((519)) 

CAPITULO LII 

EL SEMINARIO MENOR DE MIRABELLO -DON BOSCO ESCRIBE EL PRIMER REGLAMENTO PARA SUS 
COLEGIOS-IMPORTANCIA EN QUE ESTE DEBE SER TENIDO -ESPIRITU DEL MISMO -EL PROGRAMA Y SU DIFUSION 
-SELECCION DEL PERSONAL Y CONSEJOS DADOS POR DON BOSCO -EL CUADERNO DE LA EXPERIENCIA -EL 
SEMINARIO MENOR EN ORDEN -AVISOS POR ESCRITO PARA UN DIRECTOR, DADOS POR DON BOSCO A DON MIGUEL 
RUA -LECTURAS CATOLICAS -EL HOMBRE DE BIEN: UN PROLOGO UN TANTO MISTERIOSO -DON JOSE AMBROGIO 
-PEDRADAS CONTRA EL ORATORIO 

UN proyecto de don Bosco para aquel año, y no el último, había sido la fundación del colegio de Mirabello. Había escrito su reglamento, 
teniendo como base el del Oratorio, especificando los deberes de superiores y alumnos, modificando lo que no se adaptaba a la naturaleza 
del instituto; y conservando, además de los capítulos que se refieren a los asistentes de dormitorio y a las personas de servicio1, todos los 
capítulos de la segunda parte que tratan de la disciplina2. Este reglamento debía ser como el ((520)) estatuto fundamental para todas las 
otras casas que con el tiempo se fundarían3. 

Exigía que se tuviese en gran consideración. 

Determinaba que al empezar el curso escolar, siguiendo la costumbre del Oratorio, se leyese el reglamento a los alumnos del colegio 
reunidos en el salón de estudio, en presencia de todos los superiores y profesores; y que no se omitiesen los artículos que se referían a las 
funciones y deberes de cada uno de los superiores, 

1 Añadía este artículo para la servidumbre: 

7. Ninguno se exima de cualquier trabajo humilde y recuerde que Dios pide cuenta del cumplimiento de las obligaciones del propio 
estado, y no de si se han desempeñado empleos y cargos brillantes. En las cotidianas ocupaciones recuerde cada uno que, lo mismo el que 
anda ocupado en servicios humildes como el que consume su vida predicando, confesando o cumpliendo los más sublimes cargos del 
ministerio sacerdotal, tendrán en el cielo la misma recompensa, con tal de que trabajen por la mayor gloria de Dios. 
2 V. Apéndice, Volumen IV. 

3 Véase Apéndice, N.° 4. 
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comprendidos los del mismo Director. Don Bosco afirmaba que los alumnos debían reconocer que también los superiores están sujetos al 
Reglamento, que cumplían su deber y no actuaban a su capricho cuando exigían obediencia, tomaban medidas de cuidado, reprendían y 
hasta obligaban si era menester. Esta lectura debía constituir a los alumnos en testigos de la fidelidad de los superiores y sus obligaciones, 
de modo que éstos, como modelos, pudiesen decirles francamente: 

-Yo obedezco; obedeced también vosotros. 

A algunos no les cuadraba esta disposición, pero don Bosco, preguntado más tarde por nosotros, confirmó que él quería esta lectura y 
que la practicó en el Oratorio mientras pudo. 

Pero el reglamento debía ser interpretado de acuerdo con el espíritu de las tradiciones del Oratorio, las cuales ponían como base de la 
educación de los alumnos la frecuencia de los sacramentos. Y a fin de que ésta tuviese primacía de honor en un colegio, don Bosco había 
establecido que el Director espiritual, en la persona del Superior, fuese la primera dignidad y autoridad. A él correspondía predicar, dar 
clase de teología, dirigir la platiquita de la noche después de las oraciones. Era el confesor ordinario de la comunidad. Debía hallarse 
puntualmente en el confesonario cada mañana durante la misa y por la tarde de cualquier ((521)) víspera de día festivo, o del ejercicio de 
la buena muerte, es decir, copiar en sí mismo el celo de don Bosco por la salvación de las almas. 

Al mismo tiempo había que invitar a confesores externos cada semana y en ciertas ocasiones con más frecuencia. Los muchachos 
gozaban de plena libertad para elegir confesor; no se les obligaba a recibir la santa comunión, sino que se les animaba proporcionándoles 
toda facilidad. Con motivo de comuniones generales no se prescribía ningún orden para salir de los bancos y acercarse al altar, a fin de 
que no fuese advertido quien no comulgaba. 

La función de Director era paternal y, por tanto, apta para ganarse el corazón y la confianza de los muchachos y no debía asumir por 
ningún motivo la más mínima incumbencia odiosa. Estas correspondían a los otros superiores. 

El Prefecto estaba encargado de la gestión administrativa, la disciplina de todo el colegio, recibir y distribuir, despachar la 
correspondencia postal y despedir a un alumno. Para evitar ciertos compromisos entre el Director y los padres de los alumnos, solamente 
el Prefecto tenía despacho junto a la portería, donde conservaba todos los registros y atendía a las visitas. 
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Al Catequista estaba confiado el cuidado de la conducta moral y religiosa; la iglesia, los dormitorios, la enfermería; la administración 
escolástica, los paseos y el teatro correspondían al Director de estudios. 

Estos tres superiores, juntamente con otros auxiliares, daban las calificaciones de conducta; y nunca asistía el Director a esta reunión, 
detalle advertido por los alumnos, los cuales le veían entre ellos durante aquel tiempo. 

Parecía éste un procedimiento óptimo. Fruto especial y constante del mismo fue la maravillosa e incondicional confianza de los 
alumnos con el Director, la consoladora frecuencia de los sacramentos y las numerosas vocaciones eclesiásticas y religiosas. Mas lo que 
fue necesario para establecer la Pía Sociedad, no lo creyó conveniente, después de la muerte de don Bosco, el poder ((522)) supremo de la 
Iglesia, y como la palabra del Pontífice es palabra de Dios, sus órdenes fueron obedecidas. 

Don Bosco, una vez preparado el Reglamento, que durante varios años permaneció manuscrito, se ocupó en redactar el programa del 
nuevo colegio. Lo imprimió y envió ejemplares a todos los párrocos de la diócesis de Casale y de los alrededores1. 

Este sirvió más tarde de modelo para muchos otros de sus colegios. 

Después de estos preliminares, y ya de vuelta del Santuario de Oropa, don Bosco seleccionaba a los que debían dirigir el nuevo colegio, 
luego de haber estudiado sus caracteres y habilidades, para asignar a cada uno los cargos convenientes. Poseía para ello un tacto finísimo 
y, en efecto, las personas destinadas respondieron a la expectación de todos. 

A pesar de sus buenos y calculados planes, quiso aconsejarse con su Capítulo, como hizo siempre en semejantes ocasiones. 

Fue nombrado Director don Miguel Rúa; Prefecto, el clérigo Francisco Provera; Catequista, el clérigo Juan Bonetti y Director de 
estudios, el clérigo Francisco Cerruti. 

Fueron destinados como compañeros los clérigos Pablo Albera, Francisco Dalmazzo, Francisco Cuffía y los jóvenes aspirantes al 
estado eclesiástico Domingo Belmonte, Angel Nasi y Félix Alessio. 

Encargaba don Bosco a estos sus queridos hijos que cuidaran particularmente las vocaciones eclesiásticas. Les encomendaba que fueran 
obsequiosos y afectuosos con el señor Obispo, que se prestasen gustosos a cuanto se les ofreciese y que se esmerasen para poder 

1 V. Apéndice, N.° 5. 
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ganar el respeto y la obediencia de los diocesanos. Recomendaba plena deferencia a la autoridad del párroco, invitándole, por ejemplo, a 
ir en persona o enviar algún sacerdote suyo para confesar, celebrar la misa, asistir a alguna función, a las instrucciones catequísticas, a las 
veladas, a las representaciones teatrales; prestar los cantores a la parroquia si lo pedían ((523)) en la fiesta patronal, y así mismo los 
sacerdotes para el servicio del altar o de las almas. En resumidas cuentas, que hiciesen cuanto fuese compatible con el orden del colegio, 
y se guardasen bien de toda envidia. Indicaba además a los superiores el deber de presentarse, apenas llegados a su destino, al Obispo y al 
párroco para saludarles; y también tratar con el debido respeto a las autoridades civiles. 

Daba además a don Miguel Rúa y a sus compañeros otro importante consejo que él practicaba continuamente. Llevar un cuaderno 
titulado Experiencias, donde anotar todos los inconvenientes, los desórdenes, los fallos, a medida que ocurren en las clases, en los 
dormitorios, en los paseos, en las relaciones entre los alumnos, entre superiores e inferiores, entre los mismos superiores; en el trato del 
colegio con los familiares de los alumnos, con las personas externas, con las autoridades eclesiásticas, escolásticas y civiles. Anotar 
también las disposiciones que parecieran necesarias para evitar desórdenes en las fiestas extraordinarias y así sucesivamente. Asimismo 
llevar cuenta de los motivos de cambios de horario, de funciones, de vacaciones o de clase en determinadas circunstancias. Luego, leer de 
vez en cuando y repasar las propias notas; especialmente en circunstancias parecidas, repasar lo que se hizo en otra ocasión a fin de 
regularlo todo con prudentes medidas, y los errores en que se incurrió y el modo de remediarlos. Recomendó además que, para convidar a 
las fiestas o al teatro, se tuviesen registradas las direcciones de aquellas personas a quienes era necesario o conveniente invitar. 

A don Miguel Rúa en particular dióle normas sapientísimas para desempeñar bien el importante cargo de Director, y le prometió que al 
cabo de alguna semana se las mandaría escritas de su puño y letra. 
Ofrecemos al lector este interesante documento: 

((524)) El sacerdote Juan Bosco saluda en el Señor
a su amantísimo hijo don Miguel Rúa.


Puesto que la divina Providencia dispuso poder abrir una casa destinada a promover el bien de la juventud en Mirabello, he pensado 
que será para la mayor gloria de Dios confiarte la dirección. 

Pero como no puedo estar siempre a tu lado para darte, o mejor, repetir lo que 
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tú poco más o menos ya has visto practicar, creo agradarte escribiendo algunos avisos que podrán servirte de norma de conducta. 
Te hablo con la voz de un tierno padre que abre el corazón a uno de sus más queridos hijos. 
Recíbelos, por consiguiente, escritos por mi mano en señal del afecto que te profeso y como acto externo de mi vivo deseo de que ganes 

muchas almas para el Señor. 

Contigo mismo 

1.° Nada te turbe.
2.° Te recomiendo evites las privaciones en la comida y duermas por lo menos seis horas cada noche. Es necesario para la salud y para


trabajar por el bien de las almas. 
3.° Celebra la santa misa y recita el breviario píe, devote, attente. Esto procura practicarlo tú e insinuarlo también a tus subalternos. 
4.° Cada mañana un poco de meditación. Durante el día una visita a Jesús Sacramentado. El resto, tal y como está ordenado por las 

reglas de la Sociedad. 
5.° Trata de hacerte querer más que temer. Al mandar y corregir haz siempre saber que tú buscas el bien y nunca tu capricho. Toléralo 
todo, cuando se trata de impedir el pecado; todos tus esfuerzos vayan dirigidos al bien de las almas de los muchachos a ti confiados. 
6.° Piensa antes de tomar una decisión en asuntos de importancia, y en las dudas decídete siempre por lo que parezca mejor para la 
gloria de Dios. 
7.° Si acusan a alguien, infórmate bien antes de juzgar. Muchas veces lo que parece una viga se convierte en una pajuela. 

Con los maestros 

1.° Procura que no falte a los maestros lo necesario para el alimento y el descanso. Repara en su cansancio. Si cayesen enfermos o 
((525)) se sintieran indispuestos, manda enseguida un suplente a su clase. 

2.° Habla a menudo en público o en privado con ellos. Vigila para que no estén sobrecargados de trabajo, que no les falte nada, ni ropa, 
ni libros. Observa si andan tristes o enfermos; si están preocupados porque tienen en clase alumnos que necesitan corrección, cambio de 
grado o de modo de enseñanza. Remedia sus necesidades apenas las conozcas. 

3.° En conferencias a propósito recomienda que pregunten indistintamente a todos los alumnos de la clase, que lean por turno algún 
trabajo; que no tengan amistad particular ni parcialidad con sus alumnos; cuando se presente una solemnidad, una novena, o una simple 
fiesta en honor de María Santísima comuníquese en clase con un sencillo anuncio. 

Con los asistentes o jefes de dormitorio 
1.° Lo dicho para los maestros se puede aplicar en gran parte a los asistentes y jefes de dormitorio. 
2.° Cuida de que no les falte nada para que puedan continuar sus estudios. Haz de modo que alguien les dé clase y tengan tiempo para 

estudiar. 
3.° Procura hablar con ellos para escuchar su parecer sobre la conducta de los 

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jóvenes a ellos confiados; que sean puntuales a su deber y vayan a recreo con los alumnos. 

4.° Si descubrieres que alguno de ellos sostiene una amistad particular o adviertes, aun de lejos, que su moralidad corre peligro, 
cámbiale con prudencia de lugar y, si es preciso, dale otra ocupación; si pusiere en algún riesgo la moralidad de un compañero o de un 
alumno, apártalo rápidamente de la ocupación y comunícamelo enseguida. 

5.° Reúne de vez en cuando a los maestros, a los asistentes, a los jefes de dormitorio y de paseo y dí a todos que impidan las malas 
conversaciones, y que alejen los libros, revistas, grabados, hic scientia est (aquí está la ciencia) y cualquier otra cosa que ponga en peligro 
la reina de las virtudes, la pureza. Den buenos ejemplos, tengan caridad con los muchachos y, si conocen un alumno peligroso para sus 
compañeros, que te lo digan y sea objeto de las solicitudes de todos. 

Con las personas de servicio 

1.° No tengan demasiada familiaridad con los alumnos y haz de modo que puedan oír la santa misa cada día y acercarse a los santos 
sacramentos cada quince días o una vez al mes. 

2.° Emplea mucha caridad para mandar y haz saber en toda circunstancia que deseas el bien de su alma. No se permita que entren 
mujeres en los dormitorios de los jóvenes o en la cocina, ni traten con ninguno de la casa, si no es por razón de caridad o de necesidad. 

3.° Si surgen disensiones entre las personas de servicio y los alumnos u otras personas ((526)) del Seminario, escucha a cada uno con 
bondad; mas, por vía ordinaria, di separadamente tu parecer de manera que uno no sepa lo que se dice al otro, salvo que hubiere 
circunstancias que persuadan a obrar diversamente. 

4.° Póngase un encargado para las personas de servicio de honradez conocida; vigile éste especialmente el trabajo y la moralidad de los 
subalternos y se encargue con celo de que no se cometan robos ni se mantengan malas conversaciones. 

Con los alumnos 

1.° No aceptes jamás por ningún motivo a un muchacho expulsado de otros colegios o que te conste es de malas costumbres. Si, a pesar 
de las debidas precauciones, se admite a uno de este género, dale siempre un compañero seguro y que no le abandone. A la primera falta 
que haga corrígele, y a la segunda sea inmediatamente expulsado del Seminario. 

2.° Haz recreo con los alumnos siempre que puedas y aprovecha ese momento para decirles alguna palabrita afectuosa que tú sabes, al 
oído, a medida que se ofrezca la ocasión y adviertas la necesidad. Este es el gran secreto para adueñarte del corazón de los muchachos. 

3.° Ofrécete para confesarlos, pero dales libertad de hacerlo con otros, si lo desean. Procura alejar hasta la sombra de sospecha de que 
recuerdas lo que te fue dicho en confesión. No exista sombra de parcialidad entre quien se confiesa con uno antes que con otro. 

4.° Funda la compañía de la Inmaculada Concepción, pero deja la dirección en manos de los mismos socios. 
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Con los externos 

1.° La bondad y la cortesía deben ser las virtudes características de un director, de cara a los de dentro y de cara a los de fuera. 

2.° Frente a una dificultad material cede cuanto puedas, aun a precio de perder; lo importante es conservar la caridad. 

3.° Si se trata de dificultades de orden espiritual o moral, entonces hay que resolver el conflicto en favor de la mayor gloria de Dios y la 
salvación de las almas. Todo debe sacrificarse a este doble bien: compromisos, puntillos, espíritu de venganza, amor propio, gustos 
personales, caprichos y hasta el propio honor. 

4.° Si, por otro aspecto, la cosa fuese de gran importancia, es bueno pedir tiempo para rezar y aconsejarse con alguna persona piadosa y 
prudente. 

((527)) Don Miguel Rúa, debía partir para Mirabello después de la fiesta del Rosario, acompañado de su buena y generosa madre, que 
se cuidaría del lavado de la ropa de los alumnos. Entre tanto el clérigo Francisco Provera preparaba durante el mes de septiembre los 
muebles y utensilios necesarios, enviados desde Turín para aquel amplio local, hacía contratos con los proveedores, aceptaba e inscribía a 
los alumnos. El pueblo esperaba a don Bosco que había determinado visitarlo al hacer la excursión de otoño. Mas él, antes de partir, 
dejaba ordenadas las Lecturas Católicas. 

En la imprenta trabajaban preparando los números para los últimos dos meses del año. 

Para noviembre: Dialoguitos sobre los preceptos de la Iglesia, por el presbítero José Frasinetti, Prior de Santa Sabina en Génova. 

Para diciembre: El hombre propone y Dios dispone, traducción al italiano por el sacerdote Pedro Bazetti. Se cuenta la devolución de 
una herencia usurpada, causa principal de los castigos de Dios a una familia, y motivo de paz y de consuelo para el culpable, que cumple 
su deber. En un apéndice agrega don Bosco dos curaciones milagrosas, obtenidas por intercesión de Domingo Savio. El tenía gran 
confianza en este santo jovencito: exhortaba a quienes querían encomendarse a él a que hicieran una novena rezando todas las noches un 
padrenuestro y una avemaría en honor del Santísimo Sacramento y una salve a la bienaventurada Virgen María, de la cual Domingo Savio 
era gran devoto; y les animaba a confiar en la bondad del Señor. 

Con estos dos números se publicaba El Hombre de Bien, aguinaldo para los católicos italianos; Almanaque para el año bisiesto de 
1864. He aquí la introducción: 

El Hombre de Bien, que este año se presenta vestido de fiesta y tan gordinflón que es una delicia, espera un cortés recibimiento. 
Aunque mantiene relaciones con 
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el respetable público desde hace once años, todavía sigue siendo tímido y asustadizo. Si alguno le hiciese visajes, podría espantarse, y 
ípobrecito, hasta morir de dolor! En cambio, si se le permite tomar parte en el banquete de primero de año, (y quién podría ((528)) mirar 
con malos ojos a un hombre de bien?) promete volver el año próximo para manifestar su agradecimiento; y, si no se le da motivo para 
enfurruñarse, asegura llegar festivo y alegre. No le agrada reñir de ningún modo y desearía estrechar la mano a todos como quien posee 
las mismas ideas y afectos. Haga Dios que pueda gozar el año próximo de tan dulce consuelo. 

Queridos amigos, que tengáis salud y satisfacción con todo bien de Dios. Leedme, hacedme leer y vivid felices. 

Fácilmente se desprende de este prólogo que seguía viva la cuestión de la propiedad de las Lecturas Católicas. La dirección continuaba 
en manos de los de Ivrea, los cuales administraban las entradas sin control, y no podían resignarse a que la impresión de las mismas se 
hiciese en el Oratorio de san Francisco de Sales. De ello nacían ciertas voces que se hacían correr sobre estas disensiones que se 
consideraban perjudiciales para la continuación de aquellas buenas lecturas. 

Pero el Hombre de Bien, sin cuidarse de estas mezquindades, después de la introducción con variados, bellísimos cuentos e importantes 
máximas, más una recomendación a los fieles para la obra de las lámparas encendidas ante los altares donde reside el Santísimo 
Sacramento, y con doce reflexiones, una para cada mes, que exponían verdades combatidas por los herejes y profanos, publicaba un 
solemne llamamiento al pueblo. 

Conviene saber que en aquella época había un sacerdote de la diócesis de Mondoví, don José Ambrogio, que daba y siguió dando 
durante muchos años un triste espectáculo de sí mismo, por calles y plazas. Medio vestido de sacerdote y de seglar, con la barba híspida y 
larga, con aire de profeta, vagaba impunemente de ciudad en ciudad y hasta por los pueblos, calentando los cascos de la chusma contra la 
religión y desacreditando al sacerdocio. En algún lugar fue recibido como se merecía y le hicieron huir ignominiosamente. Los guardias, 
encargados de su defensa, hubieron de trasladarle muchas veces a la cárcel para ponerle al seguro de las iras del pueblo, hastiado de su 
descaro y sus blasfemias. Tenía intención de ir a Castelnuovo, pero no se atrevió a entrar. Apenas supieron los castelnovenses que el 
apóstata se encaminaba hacia ((529)) su pueblo para contaminarlo con sus doctrinas, se acordaron de la escena de 1857 contra los 
protestantes. Así que le comunicaron que pensase en tomar otra dirección, si no quería ver repetidos los recibimientos sufridos en otras 
partes y si estimaba en algo su pellejo. 
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No se habló en balde: el mensajero del diablo cambió de parecer y llevó a otro sitio sus necios insultos contra la Iglesia. 

Pero en las ciudades populosas, respaldado por los sectarios, que le pagaban cinco liras al día, y por la gentecilla, se entretenía mucho. 
En Turín se le permitió despotricar durante muchos años contra la autoridad pontificia, el purgatorio, la confesión y la misa. Cuando se 
celebraba una fiesta solemne o una procesión aparecía don José Ambrogio en la plaza de la iglesia o por los alrededores. Más de una vez 
se exigía a la policía que le hiciera callar o alejarse. 

El Hombre de Bien para rebatir las muchas blasfemias de aquel desgraciado, exponía la vida de don José Ambrogio, y decía que 
ciertamente no era la de un santo sacerdote, porque estaba suspendido hacía largo tiempo por su Obispo a causa de gravísimos motivos; 
daba algunos datos acerca de su doctrina y señalaba cómo sus errores, fruto de la soberbia y la ignorancia, no eran novedades y ya habían 
sido refutados victoriosamente por los escritores católicos. Descubría la estupidez de ciertas diatribas suyas contra el Papa y concluía con 
una magnífica apología del sacerdocio católico por él calumniado, recordando especialmente las maravillosas obras del canónigo 
Cottolengo. 

Este llamamiento debió saber muy mal a los patronos de don José Ambrogio por lo que un tropel de gente de baja ralea, a la que él con 
su conducta se había enrolado, bajaba de noche a las proximidades de la calle de la Jardinera y hacían víctima de sus pedradas el 
dormitorio colocado encima de la imprenta. Esta molestia duró casi un mes. Una de las primeras noches quedaron rotos casi todos los 
cristales y hubo que defender las ventanas con rejas. 
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((530)) 

CAPITULO LIII 

CARTA DE DON BOSCO A UN JOVENCITO DE LA NOBLEZA QUE VA AL COLEGIO -DON BOSCO VA A I BECCHI CON 
SUS ALUMNOS PARA LA FIESTA DEL ROSARIO -SU CARTA DE EXCUSA A UN EXIMIO BIENHECHOR -LA EXCURSION 
OTOÑAL: LA DIRECCION DE FERROCARRILES CONCEDE GRATUITAMENTE DOS VAGONES -EN ASTI Y TORTONA -SE 
HOSPEDAN EN EL SEMINARIO -CON EL OBISPO -VISITA DE LAS IGLESIAS Y DE LAS RUINAS DE LA ANTIGUA 
FORTALEZA -REPRESENTACIONES TEATRALES -JORNADA EN UNA CASA NOBLE -EN BRONI Y TORRE GAROFOLI -EN 
VILLALVERNIA: UNA BIENHECHORA -EN MIRABELLO -REGRESO A TURIN -LA VIRGEN PAGA LA QUINCENA A LOS 
OBREROS DE LA NUEVA IGLESIA -PREDICCIONES DE DON BOSCO EXACTAMENTE CUMPLIDAS -TRISTE DESPEDIDA 
DE LOS CLERIGOS QUE VAN A MIRABELLO -TODO EL PERSONAL EN SU PUESTO EN EL SEMINARIO MENOR -LAS 
CLASES: DUROS PRINCIPIOS; CELO ADMIRABLE; FRUTO ABUNDANTE DE VOCACIONES ECLESIASTICAS -LOS HIJOS 
IMITAN AL PADRE -CARTA DE DON BOSCO A DON MIGUEL RUA 

EL primero de octubre entregaban al hijo del Marqués de Fassati una carta que don Bosco le había escrito desde Montemagno. Debía 
estar en sus manos el día de su viaje al colegio de Mongré, en Francia, para iniciar los estudios correspondientes a su posición social. Se 
educaban allí casi cuatrocientos jóvenes de diversas nacionalidades, especialmente italianos, todos de familias señoriales. 

((531)) Querido Manuel: 

Antes de partir, querido Manuel, escucha dos palabras de un amigo íntimo. 

Cuando estés en el colegio, que la prudencia de tus padres te ha buscado, procura cumplir con tus superiores. 

1.° Ten gran confianza con tus superiores. 

2.° Afánate para cumplir los consejos del confesor. 
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3.° Huye del ocio y de aquellos compañeros a quienes quizá oyeres hablar mal. 

4.° Pide todos los días a la Santísima Virgen que te permita cualquier mal, antes de cometer jamás un pecado grave. 

Que Dios te bendiga y te conserve con salud y gracia hasta volvernos a ver en agosto de 1864, si aún nos mantenemos en vida. Amén. 

Desde tu quinta de Montemagno, 1 de octubre, 1863. 

Tuyo afectísimo en Cristo
JUAN BOSCO, Pbro.


Al Señorito Manuel Fassati -Montemagno. 

El 3 de octubre por la mañana temprano salieron de Turín muchos de los jóvenes seleccionados para la excursión otoñal con parte de 
los músicos. A su paso por Chieri se detuvo la comitiva en casa del caballero Marcos Gonella, que, bajo un amplio y comodísimo 
soportal en el patio de su palacio, les había dispuesto las mesas para comer. 

Unas horas más tarde del mismo día, iba don Bosco a la estación de Puerta Nueva con treinta alumnos más. 

El senador Bona les había concedido gratuitamente dos vagones de tercera clase para todo el tiempo de la excursión. La meta era 
Tortona. Don Bosco con los suyos subió a uno de los vagones, se bajó en Villanova de Asti y por los senderos de las colinas llegó a I 
Becchi. 

El sobrino Francisco, que había salido a su encuentro, le recibió cariñosamente. Don Bosco recordó conmovido a su hermano José y 
dijo al sobrino: 

-Ahora somos tus huéspedes; procura quedar bien sabes? Porque nosotros venimos aquí para pasarlo bien a tu costa. 

((532)) Don Bosco visitó la capilla y la casa y lo halló todo en orden. Don Juan Cagliero había predicado la novena con abundantes 
confesiones y comuniones, cada mañana, y había insistido en el rezo diario del santo Rosario en familia. Tenía que hacer el panegírico al 
día siguiente, y aquellos buenos campesinos estaban tan entusiasmados con él, que parecía no quisieran oír a ningún otro. 

El domingo, 4 de octubre, se celebraba en I Becchi la fiesta del Rosario. El lunes fueron todos los muchachos a pasar el día en 
Castelnuovo, para contentar al señor Vicario, el teólogo Cinzano, que los esperaba. Con la acostumbrada generosidad había preparado 
una gran comida para ellos y para don Bosco e invitado a los sacerdotes de la Vicaría. Al volver a I Becchi, don Bosco remitía una carta a 
Cúneo, dirigida al barón Feliciano Ricci. 
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Benemérito y queridísimo señor Barón: 

He recibido las 60 liras que V.S. me ha enviado para el jovencito Pasquale, de parte de su tutor. He ordenado que, si aún no están 
concluidos los libros de que hablamos, lo estén, cuanto antes; y, que, si todavía no los han enviado, lo hagan lo más pronto posible, al 
menos en parte, de no poder ser todos. 

Tiene razón: he proyectado muchas veces ir a visitarle, pero hasta ahora no he podido; lo haré en breve. Con todo no he dejado nunca, y 
sigo haciéndolo, de pedir cada día salud y gracias del cielo para usted, para su respetable esposa y para sus hijos. 

La Santísima Virgen nos conserve a todos suyos y siempre suyos. Amén. 

Tenga la caridad de rezar por mí y por mis muchachos y créame siempre suyo en el Señor. 

Castelnuovo de Asti, 5 de octubre, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


PS. Sea indulgente con esta carta, escrita con la habitación repleta de muchachos por lo que, etc... 

A la mañana siguiente todo el batallón, de casi cien alumnos, abandonó I Becchi y, descendiendo por las colinas, durante seis 
kilómetros, llegó a la estación de ((533)) Villanova de Asti. Allí estaban preparados los dos vagones, que fueron enganchados al primer 
tren con dirección a Alessandria. Se apearon en Asti y fueron a visitar la ciudad, especialmente la catedral. Les acompañaba el señor 
Cerrato, en cuya casa comieron. 

En Alessandria la banda de música saludó al jefe de estación y don Bosco bajó para saludarle y ponerse de acuerdo con él. Finalmente 
llegaron a Tortona, meta del viaje. 

En la estación esperaba el Rector del Seminario, canónigo Ferlosio, para dar la bienvenida a don Bosco en nombre propio y en el del 
señor Obispo Juan Negri. También estaba allí el profesor Anfossi, que había sido enviado por don Bosco a casa del barón Garofoli, para 
dar clase de repaso a sus hijos durante el tiempo de vacaciones. 

Entraron en la ciudad al son de la banda, aunque era hora algo avanzada, y acudió bastante gente al paso de los hijos de don Bosco. 
Se alojaron en el Seminario. Allí cenaron y, después de las oraciones, cada cual ocupó una celda. Por la mañana, después de la santa 
misa, quiso don Bosco que diesen una vuelta por la ciudad y visitaran las iglesias, mientras él iba a saludar al Obispo que le esperaba. 

Después de comer, acompañó a sus alumnos a contemplar el asiento de la antigua fortaleza, célebre por su heroica resistencia en 1170 a 
Federico Barbarroja. Después de examinar las ruinas que todavía 
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existen, comenzó don Bosco a narrar cómo los franceses, tras la victoria de Marengo, habían destruido la ciudadela y el cerco de sólidas 
murallas con sus nueve torreones. Habló de la antigüedad de Tortona. Describió el asedio de Barbarroja, narró la alianza Lombarda y 
concluyó diciendo que el Papa había sido la salvación de Italia en los siglos pasados y que al presente era su única verdadera gloria. 

Al atardecer representaron los alumnos en el Seminario un drama grandioso; y gustó inmensamente la romanza de don Juan Cagliero: 
El hijo del desterrado. Entre los numerosos espectadores estaba el barón Cavalchini Garofoli, el cual invitó a comer a don Bosco y a sus 
muchachos. 

((534)) El palacio Guidobono Cavalchini Garofoli, que una semana antes había hospedado al Ministro de la Guerra Della Róvere, al 
general La Mármora, a Gualterio, Doria, y los hijos de Cárdenas, recibía aquel día a los pobres alumnos del Oratorio. El Barón era 
admirador de don Bosco y de sus obras; la Baronesa decía que era un santo. 

Recibieron con sumo placer y generosidad a don Bosco y a los suyos, que llevaban su vivaz alegría a aquellos nobles muros, casi 
desiertos. Habían partido aquellos días al colegio de Mongré los hijos del Barón y se había celebrado la boda de la señorita Antonia 
Garofoli con el conde Luis Cays, hijo del conde Carlos, eximio bienhechor y amigo de don Bosco. 

Quiso el Barón organizar él mismo los preparativos de las mesas para que los muchachos fueran bien servidos y, luego introdujo a don 
Bosco, a sus sacerdotes y clérigos al salón comedor. Sentáronse sin más los señores; en cambio don Bosco se santiguó y rezó la oración 
de costumbre. Entonces aquellos señores se levantaron e imitaron su ejemplo. Había en la sala un gran retrato del cardenal Cavalchini y 
don Bosco, hacia el final de la comida, hizo grandes elogios del ilustre purpurado, el cual, de no haber puesto Austria el veto hubiera sido 
elegido sumo Pontífice, a la muerte de Pío VII. Después de la comida hubo una academia musical, porque la lluvia impedía a los alumnos 
solazarse en el jardín. 

Durante aquellos días don Bosco hizo con los jóvenes varias excursiones, como nos describió el canónigo Anfossi. Fueron en tren hasta 
Broni, pasando por Voghera, donde les había invitado el arcipreste de la Colegiata; a Torre Garofoli, donde están las tumbas de la noble 
familia de este nombre; a Villalvernia, situado entre Tortona y Novi. De aquí subieron al castillo de la marquesa de Passalacqua, 
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viuda del general muerto en la batalla de Novara. La Marquesa, que vestía siempre de luto y no vivía más que para orar y hacer buenas 
obras, había apremiado dulcemente a don Bosco ((535)) para que quisiera honrarla con toda su familia. El siervo de Dios había 
condescendido con sentimiento de verdadera gratitud por los generosos socorros recibidos de ella. Acompañado por la Señora, su primera 
visita fue a la capilla del castillo, donde rezó por el eterno descanso del buen general, quien tenía la piadosa costumbre de rezar todas las 
noches el rosario aun en medio del fragor de las armas. La Marquesa mostró a los muchachos el rosario que había sido encontrado sobre 
el cuerpo del general y entregado a ella por una mano amiga. Al mediodía los criados habían dispuesto la comida y la comitiva salió 
enseguida, porque aquella tarde debían dar una representación teatral en el Seminario. 

Por la noche del lunes, después de la cena, don Bosco anunció que al día siguiente saldrían. 

Fue a dar las gracias al señor Obispo y, hacia las nueve de la mañana, los excursionistas emprendieron la marcha hacia Alessandria y de 
allí a Mirabello, donde se encontraba don Miguel Rúa desde el día 12. El colegio estaba todo en orden y todavía sin alumnos. Así que los 
jóvenes del Oratorio pudieron descansar cómodamente. Quedáronse allí dos días y fueron tratados con afectuosa cortesía por el párroco, 
la familia Provera y la población. Por su parte entretuvieron al pueblo con una representación teatral en el colegio. 

El 17 de octubre don Bosco y los suyos poníanse de nuevo en marcha hacia Alessandria y al mediodía llegaban a Turín. 

Toda la comunidad del Oratorio, capitaneada por el reverendo Arró, que había inflamado con su palabra los corazones en santo 
entusiasmo, esperaba a don Bosco para celebrar su regreso. Pero él, apenas descendió del tren, se fue a la ciudad para visitar a una señora. 
Esta, que padecía sordera total, le había mandado llamar cuando él estaba a punto de partir hacia Morialdo. El siervo de Dios la bendijo 
invocando a María Auxiliadora y por señas le prometió que, a su regreso, la encontraría curada. Así había sucedido y la buena señora 
entregaba a don Bosco la cantidad necesaria para que ((536)) Carlos Buzzetti pudiera pagar la quincena a los obreros, que trabajaban en 
las excavaciones para los cimientos de la iglesia. 

Don Bosco retornaba a casa anochecido, cuando los jóvenes estaban en el estudio: uno de ellos le vió casualmente por la ventana, y dijo 
en voz baja: 

-Ahí está don Bosco. 
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La noticia produjo el efecto de una chispa eléctrica. Se volvieron todos hacia el Jefe de estudios: dio éste una señal de asentimiento y 
todos corrieron escalera abajo. Le rodearon, aplaudían, besándole la mano, y repetían: 

-íViva don Bosco! 

Cuántas veces hemos presenciado estos improvisados estallidos de entusiasmo irrefrenable. Los aprendices se agolparon a las puertas 
de los talleres y hacían eco a los estudiantes. 

En medio de la alegre turba llegó don Bosco hasta los pórticos, dio a entender que quería hablar y dijo: 

-íQueridos míos! Mañana es la fiesta de la pureza de María Santísima y hay que celebrarla bien; voy a presentarme al Prefecto y bajo 
enseguida al coro. 

Entonces unos corrieron a la iglesia para confesarse y otros volvieron al estudio. 

La tarde del domingo 18 de octubre, don Bosco, para completar el personal de Mirabello, a medida de la necesidad, imponía la sotana a 
los jóvenes Belmonte, Alessio y Nasi. Asistió a esta devota ceremonia la madre de Domingo Belmonte, la cual, profundamente 
conmovida, dijo a don Bosco: 

-He tenido hoy una gran satisfacción, pero seguro que no tendré la de oír su primera misa. Temo no llegar a ver a mi hijo sacerdote. 

Don Bosco, sonriendo, le respondió: 

-No lo tema; le verá celebrar la santa misa y hasta se confesará con él. 

A la buena mujer y al hijo les pareció, en efecto, extraña e imposible aquella predicción. Llegó el tiempo de las sagradas ordenaciones y 
el 15 de septiembre de 1870 Belmonte fue ordenado sacerdote, estando todavía en el colegio de Mirabello. Su madre exteriorizaba su 
alegría al asistir a la primera misa del hijo. Muchas otras veces tuvo esta fortuna y debió reconocer ((537)) que la primera parte de la 
profecía de don Bosco se había cumplido. Parecía, sin embargo, bastante más difícil la realización de la segunda porque don Domingo 
Belmonte se hallaba siempre en lugares lejanos de la casa paterna y raras veces veía a sus padres. 

Mas he aquí que en 1878, siendo director del colegio de Borgo San Martino, su madre, que gozaba de buena salud, subió al desván de 
la casa para tender la ropa, le picó un insecto y le transmitió el carbunco. Don Domingo Belmonte fue llamado por telégrafo y acudió a 
toda prisa a Genola. La enfermedad duró apenas dos días. La enferma había recibido todos los sacramentos, pero próxima a morir 
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rogó al hijo sacerdote que llamara a su confesor, pues tenía todavía alguna cosa que confiarle. Pero el párroco estaba fuera de casa y no se 
le encontró. Entonces dijo ella al hijo: 

-Bueno, escúchame tú. 

Se confesó con el hijo. Y poco después murió. Don Domingo Belmonte maravillado, recordó entonces la profecía de don Bosco, que 
veía cumplida tan inesperadamente y nos narró a nosotros repetidas veces este hecho conmovedor. 

Don Bosco también le había predicho cuánto duraría su vida. Decía en 1900 el padre Belmonte a don Pedro Cogliolo: 

-No me queda más que un año de vida, porque don Bosco me dijo que viviría cincuenta y siete años. En efecto fallecía el 18 de febrero 
de 1901 inesperadamente de meningitis. Había nacido el 8 de septiembre de 1843. 

Otras predicciones de diverso estilo hizo don Bosco por aquellos tiempos. 

El profesor teólogo Félix Alessio, uno de los que fueron destinados a Mirabello con don Domingo Belmonte, nos transmitió la siguiente 
noticia con fecha 2 de marzo de 1891. 

«Me apresuro a escribirle un hecho del incomparable y santo don Bosco que tengo siempre presente en la mente y en el corazón. El 
caso que refiero es la pura verdad y lo describo, tacto pectore (con la mano en el pecho) por mi condición sacerdotal. 

»En el 1863 había concluido los cursos de bachillerato en el Oratorio ((538)) y debía tomar los hábitos; por mandato de don Bosco pedí 
permiso a mi Obispo. Este no me lo dio. Me quería en la diócesis, rehusaba concederme, como hubiera tenido derecho, una plaza gratuita 
en el Seminario y tampoco me permitía que gozara de la caridad de don Bosco. Más aún (y fue el mismo don Bosco quien me lo dijo en 
el comedor de los clérigos una noche de octubre), comenzó a clamar contra don Bosco diciendo que le quitaba los seminaristas y encima 
escribió una carta contra él. Este, al narrar lo sucedido, añadió: 

»-Yo le perdono, pero no Dios, que inutilizará sus manos. 

»Y entonces, por desgracia, el Obispo contrajo la enfermedad de la quiragra (gota de manos) en forma aguda y murió con este mal. Este 
suceso siempre lo he considerado una predicción de don Bosco. 

»Añado a esto que, si bien pasé en mi época de clérigo una vida llena de obstáculos y estuve empujado a dejar la sotana con la promesa 
de un buen empleo, siempre lo rechacé, porque tenía no sé qué 
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especie de convicción de que aquél a quien don Bosco había impuesto el hábito, como a mí, nunca debía quitárselo». 

El canónigo Ballesio, párroco en Moncalieri, escribió también: 

«Una mañana, le acompañaba mientras tomaba el café; hacía yo el primero o el segundo curso de filosofía y no pensaba lo más mínimo 
en salir del Oratorio; hablábamos como de costumbre sobre los estudios, y de sopetón me dijo: 

»-Tú serás párroco y canónigo. 

»Sus palabras nos hicieron reír a mí y a mis compañeros. Las recuerdo muy bien, como si ahora mismo (1906) las oyese. Las olvidé, 
pero volvieron a mi memoria cuando, por disposición de la divina Providencia, se convirtieron en realidad». 

Proseguimos la narración: 

Después de don Miguel Rúa llegaron los demás a su destino. Fue conmovedora y acompañada de lágrimas la escena de despedida de 
aquellos buenos hijos de su padre. Fueron muchas las veces que la víspera de la partida acudieron a su habitación para verle, hablarle 
todavía, y despedirse. Era ((539)) la primera vez que ellos, a quienes parecía imposible vivir sin don Bosco, salían del Oratorio para 
establecerse durante un tiempo considerable lejos de él. 

El día 20 de octubre se abrió el colegio de Mirabello y comenzaron las clases. Estaban distribuidas así: cuarto y quinto de bachillerato, 
Cerruti; Bonetti, tercero; Cuffía, segundo; y primero, Nasi. Dalmazzo dirigía el tercer grado elemental y Alessio el segundo. 

Los maestros pusieron manos a la obra con celo admirable. Todos eran jóvenes; pero, como dijo don Bosco, tenían el espíritu de 
Jesucristo, el cual, por ser eterno, hace prudente la actividad generosa de la juventud. 

Eran pocos y jóvenes. Sólo era sacerdote Miguel Rúa, y Juan Bonetti se ordenaba en mayo de 1864. Así que tuvieron que sudar mucho 
para que todo procediese con orden, pero el espíritu de sacrificio no se desalentaba; les tocaba hacer de todo y estar en todas partes: lo 
mismo atendían las múltiples materias de las clases, que asistían continuamente por falta de personal, o cuidaban la limpieza de la casa, 
escoba en mano, cuando era menester. 

Sólo en 1876, afirmó don Bosco, puede decirse que se superaron las dificultades y se aliviaron los trabajos del personal. No obstante, el 
colegio fue tan bien encarrilado y dirigido que, en poco tiempo, produjo maravillosos frutos. Cuando se abrió, no tenía el Seminario 
Mayor de Casale ni siquiera veinte seminaristas, entre estudiantes de filosofía y teología; y pocos años después, gracias a los alumnos de 
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Mirabello que abrazaron el estado eclesiástico, llegaban a ciento veinte. 

Entretanto, a mediados de octubre, don Bosco destinó a Mirabello a unos cuantos de los mejores alumnos del Oratorio, para que fuesen 
como la levadura de la nueva comunidad; y a don Angel Savio para que juzgase sobre la conveniencia de ciertos trabajos. Y después, 
escribía esta carta a don Miguel Rúa: 

((540)) Queridísimo Miguel: 

Te lamentas de que todavía no te he escrito, cuando voy todos los días a visitarte. 

Te envío otra pequeña caravana. Si es menester, te enviaré más, de acuerdo con lo que digas. En asuntos de este género, camina 

adelante como mejor te parezca en el Señor y, cuando escribas, dime siempre el número de alumnos y de peticiones. 

Amplía el local. 

Boido no va y se dio su número a Razzetti el pequeño, que irá ahí el viernes o el sábado: Hoy o mañana van también los dos Bioglio, 

uno de los cuales es el gigante Goliat. 

Don Juan Cagliero promete proveer cuanto pides. 

Siento que Peracchio esté enfermo; es necesario hacerle curar. 

En caso de necesidad se podría colocar en Mirabello una docena más de jovencitos? 

Los sastres y zapateros pueden trabajar en una sola dependencia. Si sucediese que un número estuviese repetido en la ropa de alguno, 

añádase a uno el bis. 

Hablamos continuamente de Mirabello y los mirabelleses; y nos unimos a ellos para augurarles todo bien del cielo. 

En este momento llega don Angel Savio y me da buenas noticias. Deo gratias. Eleva los ingresos hasta ciento y ya verás que, entre los 

que no se presentan, los que deberán retirarse y los que se marchan voluntariamente, te quedarás con unos ochenta. Como principio 
establece no aceptar a ninguno durante el año, si no es en casos verdaderamente excepcionales. 

Si entre los que ya están, los que van o irán, hay alguno que no sirva para el seminario o bien hubiera demasiados, házmelo saber 
enseguida o envíamelo con una cartita y se le dará ocupación y se le atenderá aquí en la casa convenientemente. 

Hasta vernos pronto; todos los santos del paraíso hagan santos a los que habitan o habitarán en esa casa. Amén. 

Todo tuyo en el Señor. 

Turín, 28 de octubre, 1863.
Afectísimo


JUAN BOSCO, Pbro. 
Saludos especiales para toda la familia Provera y para tu maman. 
Narra la crónica de Ruffino: 
«Don Miguel Rúa, se comporta en Mirabello como don Bosco en Turín. Está siempre rodeado de jóvenes atraídos por su amabilidad 

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y también porque siempre les cuenta cosas nuevas. Al comienzo del curso recomendó a los maestros que no fuesen ((541)) por el 
momento demasiado exigentes, que no empezaran a gritar a los alumnos por cualquier negligencia o ligereza, sino que tolerasen mucho. 
Después de comer va al recreo con los muchachos y juega o entona canciones. Todos los maestros y asistentes tienen su puesto en el 
estudio general, en una mesa reservada para ellos. Los decuriones tienen un cajón cerrado con llave. 

»Los alumnos salen de paseo todos juntos, de dos en dos. Son cerca de noventa. Les acompañan un asistente y un profesor. Con 
frecuencia son invitados por los pueblos de alrededor para ir a casa de uno o de otro a merendar o beber algo. 

»Mas don Miguel Rúa no permite ir a nadie, porque el ir todos es un inconveniente demasiado grave; y el ir solamente algunos es causa 
de enfado y malhumor. 

»El predica en las fiestas dos veces. Por la mañana cuenta la historia sagrada y por las tardes explica las virtudes teologales. Es de 
advertir que cuando habla por la noche a los jóvenes se expresa de un modo siempre alegre y sonriente. 

»...El clérigo Belmonte comenzó la clase de canto y sus alumnos no tardarán en formar una escolanía». 
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((542)) 

CAPITULO LIV 

NUEVO DESTINO DE LOS LOCALES PARA LOS TALLERES EN EL ORATORIO; PERSONAL DIRIGENTE; COMPAÑIAS -LA 
IMPRENTA Y UN BONITO LIBRO -EL SEMINARIO METROPOLITANO ES DEVUELTO A LA DIOCESIS -EL DELEGADO 
PROVINCIAL PIDE LAS ESTADISTICAS DEL BACHILLERATO -DON BOSCO LE PRESENTA LA ELECCION DE MAESTROS 
-EL DELEGADO PIDE DOCUMENTOS Y TITULOS -DECRETO DE APROBACION PARA EL CURSO 1863-64 -HEROISMO DE 
DON VICTOR ALASONATTI -DESINTERES DE DON BOSCO -REGALO DE ROPA POR EL MINISTRO DE LA GUERRA -EL 
ARZOBISPO DE CAGLIARI Y EL TEOLOGO MARGOTTI -DON BOSCO SUEÑA QUE ACOMPAÑA UN FERETRO A LA 
SEPULTURA -RECOMIENDA ORACIONES POR UN ALUMNO QUE DEBERA PASAR A LA OTRA VIDA -EJERCICIO LA 
BUENA MUERTE Y MONSEÑOR LOSANA -SUEÑO: LA SERPIENTE EN UN POZO; REFLEXIONES 

TAMBIEN en el Oratorio se organizaba todo para el nuevo curso. El edificio terminado para las clases debía albergar muy pronto a todos 
los estudiantes de bachillerato. El Director de estudios y sucesor de don Miguel Rúa era don Domingo Ruffino, encargado de la compañía 
de la Inmaculada. Don José Bongiovanni presidía las compañías de san Luis, del Santísimo Sacramento y el clero infantil y se ocupaba 
con vivo ardor en el ejercicio del sagrado ministerio. Aunque la voz no le favorecía mucho, conseguía con todo hacerse oír con agrado en 
pláticas y conferencias, por los variados y hermosos temas y por la unción con que se expresaba. 

((543)) La compañía de san José animaba a ser mejores a los aprendices para quienes se prepararon nuevos y más amplios talleres. 

El colegio de Mirabello y las obras del Oratorio, habían proporcionado mucho trabajo a los carpinteros y cerrajeros, y mucho más les 
esperaba con la iglesia de María Auxiliadora. En las dependencias de la vieja portería, que había quedado desalojada, colocáronse 
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zapateros y sastres, que andaban muy ocupados para calzar y vestir a sus muchos compañeros. Les asistía José Rossi. 

La imprenta, confiada al caballero Oreglia, había sido trasladada a una sala en la planta baja de la construcción, a lo largo de la calle de 
la Jardinera. Se habían comprado, y colocado en su lugar, tres nuevas máquinas y se pensaba en añadir otras dos. Urgía la necesidad de 
hacer un gasto tan importante. Además de la impresión de las Lecturas Católicas y las ediciones comenzadas de libros escolares, los 
defensores de la causa católica se dirigían a don Bosco para que publicase sus escritos históricos o polémicos. Y en aquellos mismos días 
se estaba componiendo un trabajo, dedicado a la promoción vocacional de los muchachos y hacer conocer a los clérigos la dignidad a la 
que el Señor les había llamado. 

Armonía lo anunciaba el 11 de noviembre de 1863. 

De la tipografía del Oratorio de San Francisco de Sales ha salido a la luz un gracioso ejemplar sobre la Excelencia del Sacerdocio 
católico, en el que, a la variada erudición y a la preciosa disposición de razonamientos, se unen la dulzura del afecto y no pocas bellezas 
retóricas. 

Nos congratulamos muy de veras con su autor don Juan Bautista Fontana, párroco de Saluggia 1 y tanto más cuanto que sabemos que 
((544)) ha dedicado la ganancia a beneficio del óbolo de san Pedro y del Oratorio de San Francisco de Sales. Se vende, al precio de 
setenta céntimos en dicho Oratorio, en la librería Barberis en Vercelli y en casa del autor en Saluggia. 

En cuanto a los clérigos, diremos que el Gobierno devolvió el Seminario de Turín con sus rentas a la diócesis, y en noviembre empezó 
éste a recoger a los pocos seminaristas que se alojaban en casas particulares y a los que ((545)) en mayor número se habían trasladado al 
Oratorio. Algunos dejaron a don Bosco plantado y tuvieron que ser sustituidos en su cargo; él siguió enviando a los que se quedaron con 
él a las clases que allí daban doctos y maduros profesores, que ya hemos mencionado en otra parte. Entre los alumnos del Seminario y los 
de don Bosco reinaba perfecta armonía. 

«Recuerdo, dice el canónigo Ballesio, que nosotros teníamos muchas deferencias y atenciones con los clérigos de la diócesis, de 
acuerdo con las normas que don Bosco nos había inspirado y es de notar que, aún en los años siguientes, muchos de los seminaristas 
diocesanos habían vivido de niños en la casa de Valdocco». 

1 Nos fueron presentadas las dos cartas siguientes de don Bosco a este buen sacerdote, cuando estaba ya impreso nuestro sexto 
volumen. 
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Las disposiciones que daba don Bosco en septiembre y octubre se complicaban con las exigencias de la autoridad escolástica y los 
trámites para alcanzar la autorización de enseñanza a dos profesores que aún no tenían diploma. 

El 9 de septiembre recibía don Bosco un escrito, con el número 2185, invitándole a presentar la estadística de su bachillerato. 

En el documento en que se transmiten los módulos para la estadística, como se determinó este año por la Autoridad, se invita a V.S. 
Ilma. a responder adecuadamente a las preguntas en ellos expresadas, advirtiendo que los datos estadísticos del 1861-62 estén en hoja 
distinta de los del 1862-63 y que se indique en las columnas de observaciones dentro de qué límites extremos se halla la edad de los 
alumnos de cada curso. 

El que suscribe agradecerá a V.S. Ilma. la mayor solicitud posible. 

Por el Delegado Real
VIGNA


Muy reverendo Señor: 

Nada te turbe, tenía (don Cafasso) siempre escrito en un papelito en su breviario. Los ejercicios espirituales que con tanto gusto mío 
esperaba ir a predicar en Saluggia, se me han presentado con algunas dificultades que acaso no podré superar. 

El teólogo Borel, predicador ordinario de esta casa, ha caído enfermo; yo he querido realizar mi acostumbrada parte y además la que le 
correspondía a él. Esto me cansó y me descompuso el estómago. Desde el día de Todos los Santos me vinieron de nuevo los esputos de 
sangre de otras veces, seguidos de pequeña fiebre. Mi familia ignora este mi mal; pero ciertamente no me permite responsabilizarme y 
asegurar una tanda de ejercicios espirituales, tanto más que los internos de la casa se aproximan a los quinientos. 

Si usted acepta que me haga suplir por otro, creo poder tenerlo seguro y cambiaremos de bueno en mejor. Pero personalmente no podría 
asegurárselo. 

Perdone, en tanto, la mala partida de don Bosco, pero créame por cuanto yo pueda, ahora y siempre, suyo en el Señor. 

Turín, 9 de noviembre, 1860 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Carísimo Señor Cura: 

Creo no haya dificultades para recibir en esta casa al joven Bracco, y tal y como usted escribe. No obstante, como veo por su carta que 
va a hacer pronto un viaje a Turín, preferiría concluir la cuestión charlando con usted. Tanto más cuanto que tendríamos que tratar 
algunos detalles para bien de los de Saluggia internados en esta casa. 

En el caso de que no pudiese usted venir por algún tiempo, diga al antedicho Bracco si está dispuesto a venir para hacer cuanto se 
necesita en la casa, sin más ganancia que la comida, el vestido y el paraíso al fin de la vida, si es bueno. De acuerdo con esto, podemos ir 
adelante. Me complace mucho que la confesión de los chicos siga bien; anímese; si surgen dificultades, no se desaliente; busque la 
manera de superarlas. 

El Señor nos conserve a todos en su santa gracia y me crea con entera estima. 

De V.S. 

Turín, 4 de abril, 1861. 

Su afectísimo amigo 

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VOLUMEN VII Página: 465 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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Entre tanto don Bosco escribía al Delegado: 

Ilmo Sr. Delegado: 

El curso 1862-63 obtenía la aprobación provisional para poder instruir en los cursos de bachillerato (gimnasio) a los jóvenes pobres 
internados en esta casa, llamada Oratorio de San Francisco de Sales. Poníase la condición de que ((546)), pasado el curso, se debían 
presentar maestros titulados; pero como los profesores provisionalmente aprobados, no pudieron conseguir el favor de ser admitidos a los 
exámenes finales de Letras, debieron limitarse al de ingreso, al cual realmente se presentaron y fueron matriculados en el curso de Letras. 

Dado que ahora se trata de proseguir las mismas clases, se hace la respetuosa petición para que los maestros destinados para cada clase 
sean aprobados, como sigue: 

Para el quinto de bachillerato, el sacerdote Juan Francesia, aprobado el año pasado para el mismo curso y oyente hace cinco años en las 
clases de Letras en nuestra Real Universidad y admitido con aplauso al curso normal. 

Para el cuarto de bachillerato, el clérigo Celestino Durando, del quinto cúrso de teología, también aprobado, oyente como el anterior y 
admitido al curso de Letras con la máxima puntuación. 

Si al señor Delegado le pareciere mejor, se propondría para la misma clase al profesor Jacinto Ballesio, diplomado para la enseñanza 
del bachillerato elemental. 

Para el tercer curso, a Juan Anfossi, del quinto curso de teología, aprobado, oyente y admitido también como los anteriores con la 
máxima puntuación para el curso de Letras. 

Si hubiese dificultad para este profesor, se propone al sacerdote Bartolomé Fusero, maestro del cuarto grado elemental y profesor del 
bachillerato elemental, aprobado con diploma. 

Para el segundo curso, el sacerdote Domingo Ruffino, maestro del cuarto grado elemental, diplomado para el bachillerato elemental. 

Para el primer curso, el sacerdote Víctor Alasonatti, maestro elemental y diplomado para la enseñanza de los primeros cursos de latín. 

Para aritmética, el sacerdote Angel Savio, maestro del cuarto grado elemental. 

Se advirtió así mismo el año anterior que una de las aulas no tenía suficiente altura para dar buena ventilación, según las reglas 
higiénicas, y esto se ha resuelto con la construcción de un local a propósito, a donde serán trasladados los alumnos, en cuanto las paredes 
del mismo estén suficientemente secas. 

Habiendo cumplido, por cuanto fue posible, lo que V.S. Ilma. se complacía prescribir el pasado año, espero obtener para el presente una 
nueva aprobación: tanto más, si usted se dignara considerar el fin benéfico al que tienden estas clases, que sólo pretenden favorecer a 
muchachos pobres, que gozan del don de la inteligencia y sana moral, pero están privados del todo, o casi del todo, de medios de fortuna 
para cultivar el ingenio con que les ha enriquecido la divina Providencia. 

Así, mientras una parte considerable de los alumnos de esta casa tiende al trabajo manual para aprender un oficio, otros ((547)) trabajan 
para adquirir un grado del saber que les sirva con el tiempo para ganarse honradamente el pan de la vida. 

Con todo mi aprecio cábeme el honor de profesarme de V. S. Ilma. 

Octubre, 1863.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


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El Delegado regio le contestaba con un oficio, que llevaba el número 2564. 

Turín, 20 de octubre, 1863. 

Se invita a V. S. a remitir a este despacho los siguientes documentos: 

Para el sacerdote Juan Francesia, propuesto para el quinto curso de bachillerato: 

1.° El certificado de admisión para el curso de Letras. 

2.° El certificado de los profesores comprobando su asistencia a las clases de Letras, en calidad de oyente. 

Para el clérigo Celestino Durando, propuesto para el cuarto curso de bachillerato, los mismos certificados que el anterior. 

Para los sacerdotes Bartolomé Fusero, para el tercer curso, Domingo Ruffino para el segundo y Víctor Alasonatti para el primero, sus 
diplomas de habilitación para la enseñanza que quieren atender. 

El Delegado Regio 

F. SELMI 
Se mandaron rápidamente los documentos requeridos y el Delegado no tardó en responder con el siguiente decreto, con el número 
2743. 

Turín, 2 de noviembre, 1863. 

El infrascrito, oído el informe del Consejo Provincial sobre los colegios en la sesión del 16 de octubre último, aprueba para el corriente 
curso, a condición de que debe conformarse enteramente a la ley, para el año académico próximo, al personal docente cuyos nombres 
siguen: 

Para el quinto curso, al sacerdote Juan Francesia. 

Para el cuarto curso, al clérigo Celestino Durando. 

Para el tercer curso, al sacerdote Bartolomé Fusero. 

Para el segundo curso, al sacerdote Domingo Ruffino. 

Para el primer curso, al sacerdote Víctor Alasonatti. 

El Delegado Regio 

F. SELMI 
((548)) Don Bosco tenía un gran descanso para todo, con el prefecto don Víctor Alasonatti, lo mismo para la dirección material interna 
y externa que para la disciplina de la casa. El siervo de Dios, sin embargo, como ya dijimos en otro lugar, procuraba descargarle cuanto 
podía de su fatigosa labor. Pero, al multiplicarse el número de alumnos, aumentaban también las preocupaciones del Prefecto, que no 
ahorraba fatigas, ni penitencias para alcanzar de Dios toda suerte de bendiciones sobre el Oratorio. Don Bosco se vió obligado a 
prohibirle toda clase de abstinencias, tuvo que mandarle que tomara 

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vino y obligarle, en virtud de santa obediencia, a que cuidara de su salud, al menos para poder trabajar por más tiempo para la gloria de 
Dios: y, como tenía la cama en la oficina, siempre ocupada por los visitantes, y no podía por tanto tomarse un minuto de reposo durante 
el día, le obligó a instalarla en otra habitación menos incómoda y más tranquila. 

Don Bosco dividía con él algunas ocupaciones, especialmente la de escribir cartas y recibir las visitas de los padres y bienhechores que 
se presentaban para recomendar el ingreso de alumnos. Fue precisamente en esta circunstancia, según cuenta la crónica, cuando a fines de 
octubre, hablándole un sacerdote de la exigua cantidad que pagaría mensualmente un buen señor por un protegido suyo, si le aceptaba en 
el Oratorio, él respondió: 

-Cuanto más me dan, más me ayudan para ir adelante: pero no es el dinero lo que cuenta: vivimos de la Providencia. 

Y en efecto, unos días después el Ministro de la Guerra, general Della R\_vere, le hizo un apreciable regalo que él mismo había pedido. 

MINISTERIO DE LA GUERRA 
DEPARTAMENTO DE VESTUARIO -N.° 13342 

Turín, 14 de noviembre, 1863. 

Este Ministerio, deseando aliviar de algún modo las necesidades de los numerosos muchachos internados en la benéfica casa que V. R. 
dirige, ha dado las órdenes oportunas para que del Real ((549)) Almacén de la Intendencia militar de esta ciudad, se ponga a su 
disposición el vestuario señalado al pie de la presente. 

Tenga, por tanto, la bondad de ordenar la recogida de dichas prendas en el mencionado almacén, mediante la entrega del 
correspondiente recibo. 

Lo que me complace comunicarle en constestación a su escrito del 26 del pasado mes de septiembre. 

Capotes depaño. .. . .. . .. . .. . .. . .200. 

Mantas diversas .. . .. . .. . .. . .. . .. 200. 

Camisetasdepunto............... 120.


El Comandante General encargado de la dirección general 
de los servicios administrativos. 

INCISA 

Entre tanto, se habían ordenado, con los mejores auspicios, los cursos de bachillerato. 

Llegaba al Oratorio el Arzobispo de Sassari para conocer personalmente 
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a don Bosco, con quien mantenía correspondencia epistolar hacía tiempo: visitó la casa y se entretuvo durante largo tiempo con los 
muchachos que se agolpaban para besar su mano. 

El teólogo Santiago Margotti, valiente y docto defensor del Papa y de la Iglesia, que hacía dos meses había dejado de escribir en 
Armonía, fundaba La Unidad Católica y notificaba a don Bosco que ponía a su servicio la propia pluma y el periódico. La Unidad 
comenzó a publicarse el 1 de noviembre. 

Por aquellos mismos días uníase a don Bosco un nuevo colaborador, no tanto para estar con él en el Oratorio, cuanto para inducirle a 
abrir un colegio en su patria. Era el abogado sacerdote Ignacio Arr\_-Carroccio, de Lanzo, el cual podía cosechar una mies abundante de 
almas con la palabra viva y ardiente que salía impetuosa de su pecho. Los efectos que ella producía en el pueblo pueden comprobarse por 
la misión que juntamente con el canónigo Gastaldi dió en la catedral de Asti. Según los más viejos del país jamás se había visto un 
espectáculo semejante, realizado por la mágica, franca y animada palabra de este sacerdote. 

((550)) Mientras tanto don Domingo Ruffino reanudaba la crónica él solo, porque don José Bonetti, destinado a Mirabello, había 
dejado de tomar sus notas. No obstante quedaron muchos otros testimonios que le suplieron. 

«El 28 de octubre, moría en el hospital de san Luis, a la edad de veinticuatro años, el estudiante Sebastián Brunerotto, natural de 
Lucerna». 

«El 1 de noviembre por la noche contó don Bosco a los jóvenes, casi en broma, un breve sueño: 

»-No sé si a causa del recuerdo de la fiesta de Todos los Santos y de 
la conmemoración de los difuntos, lo cierto es que la noche pasada soñé que había muerto un joven y que yo lo acompañé hasta la 
sepultura. No quiero decir que esto sea señal de que alguno de vosotros deba morir; pero ya tuve varios sueños de éstos y casualmente 
siempre se cumplieron». 

«Dos días más tarde (el 3), volvió don Bosco a hablar sobre el tema de la muerte y dijo: 

»-Acostumbramos a hacer un poco de bien preparando un tesoro de plegarias por aquél de nosotros que ha de ser el primero en morir. 
También hoy debemos hacerlo. No quiero decir que vaya a suceder muy pronto que pase a la eternidad aquél a quien servirá este depósito 
espiritual, pero muy tarde tampoco. Por eso, preparémosle a éste un capital que le produzca gran fruto. El que permanezca 
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estará contento de seguir viviendo; el que debe morir, estará contento de encontrarse bien preparado». 

Por la noche del 13, habló don Bosco así: 

Ayer por la mañana hicimos el ejercicio de la buena muerte. Todo el día anduve pensando en los frutos que de él nacerían. Temo, sin 
embargo, que alguno de vosotros no lo haya hecho bien. Tuve esta noche un sueño que voy a contaros. 

Me encontraba en el patio con todos los alumnos de la casa, que se entretenían en saltar y correr. Salimos del Oratorio para ir de paseo 
y, después de algún tiempo, nos detuvimos en un prado. En él los muchachos reanudaron sus juegos y cada uno iba a porfía con los 
demás ((551)) para ver quién era el que más saltaba. En esto que descubrí, en medio del prado, un pozo sin brocal. Me acerqué para 
examinarlo y asegurarme de que no ofrecía peligro alguno, cuando vi en el fondo una horrible serpiente. Su grosor era como el de un 
caballo, mejor dicho, como el de un elefante; su cuerpo informe y todo cubierto de manchas amarillentas. 

Inmediatamente me aparté lleno de miedo y comencé a observar a los jóvenes que, en buen número, habían empezado a saltar de una a 
otra parte del pozo y, cosa extraña, sin que me viniese a la mente la idea de prohibírselo o de avisarles del peligro a que se exponían. Vi a 
algunos pequeños, tan ágiles que lo saltaban sin dificultad alguna. Otros, mayores, como eran más pesados, saltaban con más brío, pero 
alcanzaban menor altura y a veces iban a caer en el mismo borde; y he aquí que entonces asomaba y volvía a desaparecer la cabeza de 
aquel espantoso monstruo que mordía a éste en un pie, a aquél en una pierna, a otros en distintos miembros. A pesar de esto, aquellos 
incautos eran tan temerarios que seguían saltando sin parar, y casi nunca quedaban ilesos. Entonces un joven me dijo, señalando a un 
compañero: 

-Mira, éste saltará una vez y lo hará mal; saltará la segunda y quedará allí. 

Me daba lástima ver entretanto a muchos jóvenes tendidos por el suelo, uno llagado en una pierna, otro con un brazo malherido y 
alguno con el corazón desgarrado. Yo les iba preguntando: 

-Por qué saltáis sobre ese pozo exponiéndoos a tan gran peligro? Por qué, después de haber sido mordidos una y otra vez, volvéis a 
repetir ese juego funesto? 

Y ellos respondían, mientras suspiraban: 

-No estamos acostumbrados a saltar. 

Yo les decía: 

-Y qué necesidad había de saltar? 

Y ellos replicaban: 

-Qué quiere? No estamos acostumbrados. No creíamos que íbamos a padecer este mal. 

Pero entre todos uno me llamó la atención y me hizo temblar: era el que me había sido señalado. Saltó de nuevo y cayó dentro del pozo. 
Después de unos instantes, el monstruo lo arrojó fuera, negro como el carbón; pero aún no estaba muerto, y seguía hablando. Los que 
estábamos allí le contemplábamos espantados y le preguntábamos. 

Así termina don Domingo Ruffino, cuya crónica no añade más. 

Nada dice sobre la interpretación del sueño ni de los avisos que, a buen seguro, daría don Bosco a los jóvenes en general y en 
particular, 

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tanto más necesarios cuanto que comenzaba el curso. Y qué diremos nosotros? Nos aventuraremos a dar una explicación? 

El pozo es aquél que el libro de los Provervios denomina: Fovea profunda, ((552)) puteus angustus y que termina en puteum interitus, 
como asegura el Salmo LIV. Fosa profunda, pozo estrecho, pozo de perdición. En él está el demonio de la impureza, como explica san 
Jerónimo en la Homilía XI de la primera epístola de san Pablo a los Corintios. 

En el sueño no parece que se trate de almas ya esclavas del pecado, sino de las que se exponen al peligro de cometerlo. Comienza con 
la bagatela y la alegría de un recreo, pero pronto cambia la escena. 

Los pequeños saltan el pozo sin dificultad y con toda seguridad, porque en ellos aún no están vivas las pasiones, nada entienden del 
mal, la diversión absorbe todos sus pensamientos y el ángel del Señor protege su inocencia y sencillez. Pero no se dice que volvieran a 
saltar, pues tal vez obedecieron al aviso de un amigo. 

Los otros mayores se disponen a saltar. No tienen experiencia, no son ágiles como los pequeños; sienten el peso de las primeras luchas 
para conservar la virtud: la serpiente está escondida. Parece que se preguntaran: 

-Acaso existe un peligro mortal en arriesgarse a saltar el pozo? 

Y sin más, comienzan a saltar. Un primer brinco consiste en contraer ciertas amistades particulares; aceptar un libro no aprobado por la 
censura; en dar cabida en el corazón a un afecto demasiado vehemente. Es un salto, el acostumbrarse a ciertos tratos demasiado libres, el 
separarse de los buenos compañeros, el faltar a ciertas reglas o avisos, a los que los superiores conceden mucha importancia para las 
buenas costumbres. 

Pero el primer salto ocasiona la primera herida de la serpiente venenosa. Algunos salían incólumes, y adoctrinados por la prudencia no 
repetían la prueba; pero había también quienes, despreciando el peligro, volvían a afrontarlo, para su daño, de una manera temeraria. 

El que cayó en el pozo y fue arrojado fuera, parece simbolizar la caída en pecado mortal, quedando la esperanza de volver a sanar 
mediante los Sacramentos. 

Del que queda en el pozo sólo hay que decir: qui amat periculum in illo peribit. (El que ama el peligro, perece en él). 
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((553)) 

CAPITULO LV 

NUEVO TESTIMONIO DE QUE DON BOSCO LEE EN LAS CONCIENCIAS -CONFIANZA DE LOS JOVENES EN SU 
DIRECCION ESPIRITUAL -ORDEN ADMIRABLE EN EL ORATORIO: EL SALON DE ESTUDIO GENERAL; DOS VISITAS 
ILUSTRES -ELECCION DEL CAPITULO DE LA CASA DE MIRABELLO -NOMBRAMIENTO DE DOS NUEVOS MIEMBROS 
PARA EL CAPITULO DE LA CASA DE TURIN EN SUSTITUCION DE LOS DESTINADOS A MIRABELLO -ACEPTACION DE 
SOCIOS Y EMISION DE VOTOS 

LAS palabras de don Bosco inspiraban también tanta confianza en él a los alumnos recientemente ingresados en el Oratorio, que la mayor 
parte le había elegido como confesor fijo, especialmente para conocer y conservar la vocación. 

Escribe don Joaquín Berto: 

«Esta afortunada elección fue mi apoyo para siempre. Precisamente porque don Bosco me conocía, seguí confesándome con él desde mi 
entrada en el Oratorio hasta la víspera de su última enfermedad. En mis tiempos, había la persuasión general entre los alumnos de que 
quien iba a confesarse con don Bosco estaba seguro de confesarse bien, a causa de las luces sobrenaturales que él recibía de Dios para 
leer en la frente o en la conciencia los pecados de sus penitentes, si acaso se les olvidaban. 

»Un domingo por la mañana, del año 1863, fue a confesarse con don Bosco un muchacho a quien yo conocía mucho, el cual calló algo, 
en lo que entonces no pensaba o de lo que no se acordaba. Cuando terminó de acusarse, díjole don Bosco: 

»-Arrepiéntete ((554)) y pide perdón al Señor de tal pecado. 

»El muchacho, al ver descubierta tan clara y específicamente la culpa de la que no se había acusado, tal vez por descuido, reconoció que 
don Bosco, sin una luz particular del Señor, no podía haberla sabido. Quedó tan sorprendido y conmovido que me aseguraba no haber 
hecho jamás una confesión con tanto dolor y una comunión tan fervorosa como en aquella ocasión. 

»Un día me encontré en el patio, después de las funciones de iglesia, con un jovencito que hacía poco había llegado al Oratorio. 
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Al ver pasar al siervo de Dios, le siguió por un buen rato con los ojos fijos en él, y después, volviéndose a mí, un poco turbado, me dijo: 

»-Quién es ese sacerdote? 

»-Por qué lo preguntas?, añadí yo. Aún no lo conoces? 

»-Es que esta mañana fuí a confesarme con él y me dijo todos los pecados cometidos en mi casa. 

»-Ese sacerdote, amigo mío, es don Bosco, nuestro padre y superior; el mejor y mayor amigo de los muchachos, especialmente de los 

que quieren ser buenos. 

»Recuerdo todavía que durante mis tres años de bachillerato, de 1862 al 1865, después de comer y de cenar, don Bosco estaba siempre 
rodeado de alumnos estudiantes que paseaban con él durante el recreo. De vez en cuando, miraba fijamente a la cara de alguno que 
parecía distraído y luego le daba un cachete. Ante aquel inesperado ademán quedábase el muchacho como atontado, pero don Bosco, 

riendo, tomaba su cabeza entre las manos y le decía al oído: 

»-Tranquilo; no te he pegado a ti, sino al demonio. 

»Un muchacho, cosa que sucedía todos los días, le declaró que era atormentado con malos pensamientos y don Bosco le dijo bajito: 

»-No temas; quédate a mi lado. 

»Otras veces repetía a alguno que también encontraba angustiado: 

»-No tengas miedo, esos pensamientos e imaginaciones ((555)) no son pecado. Atento a las obras. De los pensamientos hay que hacer el 

mismo caso que si fueran moscas, que zumbaran en tus orejas; o el rumor de un avispero. Estas cosas son hijas de tu imaginación 
demasiado aprensiva, pero vendrá un tiempo en el que con un solo acto de voluntad podrás desecharlas y no te molestarán más. 

»Por esta razón los muchachos aceptaban, con la mayor facilidad, los mandatos, consejos, y hasta reprensiones de don Bosco, lo cual 
no sucedía siempre con cualquier otro superior. 

»Una vez dijo don Bosco a un alumno, íntimo amigo mío: 

»-Mira, necesitaría que tuvieras una obediencia ciega. 

»-Sí, a don Bosco siempre le he prestado esta obediencia y siempre lo haré con todas las órdenes y deseos que vengan directamente de 
él, pero no a los demás. 

»-Por qué a mí sí y a los otros no? 

»-Porque sé que usted tiene luces sobrenaturales y poseo pruebas de ello; pero los otros superiores, aunque buenos y santos, no gozan 
por ahora, que yo sepa, de estas inspiraciones y, por consiguiente, al no conocer mi carácter, me perjudicarían y me harían 
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cometer solemnes disparates. Por esto, con ellos pondré en práctica el rationabile obsequium vestrum de san Pablo. 

»Había alguno que no tenía confianza en él, pero no podía ocultarle su corazón. Alguna vez me dijo don Bosco: 

»-Mira, yo conozco a los hipócritas cuando se acercan. Apenas está uno junto a mí, siento tan sensiblemente su presencia, que me 
produce un malestar y unas náuseas que no acierto a explicarme, a pesar de todas sus bonitas palabras. 

»Para conocer, además, a los inclinados al vicio de la impureza, me basta poder mirar una vez a un muchacho a la cara. Lo mismo me 
pasa con los inmodestos. Estoy seguro de no equivocarme. 

»Y éstos, para no ser conocidos y descubiertos, huían solapadamente del encuentro con don Bosco y se alejaban de él. ((556)) Esto era 
tan notorio en tiempo de mi bachillerato por los indicados jóvenes, que no se dejaban ver por don Bosco, según decían, a fin de que no 
pudiese leer los pecados en su frente. San Felipe los conocía por el olfato, don Bosco también por la vista». 

La estima, el amor y el respeto a don Bosco mantenían el orden en el Oratorio, en todo lugar y tiempo; y particularmente el silencio 
prescrito, cosa no fácil de obtenerse, dada la vivacidad juvenil. Nos baste recordar el salón de estudio. Era tenido casi por un lugar 
sagrado. Desde el comienzo del Oratorio reinó en él solemne y religioso silencio. Hasta en invierno, cuando el frío era excesivo, y don 
Bosco permitía a los muchachos entrar en el estudio para desayunar, jamás se turbaba el silencio por respeto al lugar. Diríamos que casi 
se penetraba de puntillas y, con la gorra en la mano, se colocaba cada cual en su puesto. Se rezaba una avemaría, se respondía Ora pro 
nobis a la jaculatoria Sedes sapientiae, que en 1867 se sustituyó por la de María Auxilium Christianorum. Don Bosco iba también de vez 
en cuando al salón de estudio, para dar buen ejemplo, y estudiar con los demás. 

Resultaba un espectáculo maravilloso. Entrara quien entrara, no importaba de qué dignidad, nadie se movía de su puesto, ni volvía la 
cabeza o daba señal de curiosidad. 

Hablaremos, por ahora, de dos visitas. De la primera nos dejaron memoria don Bosco mismo y Pedro Enría. 

«Dos señores ingleses, uno de los cuales era Ministro de la reina Victoria, acompañados por un noble de Turín, llegaron al Oratorio y, 
después de visitar la casa, fueron acompañados por don Bosco al salón donde estudiaban cerca de quinientos muchachos. Admiráronse 
mucho al contemplar a tantos jóvenes en perfecto silencio, 
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con un solo asistente sobre una tarima. Creció más su maravilla cuando supieron que, quizá en todo el año, no había habido que lamentar 
una palabra de verdadero desorden, ni un motivo para infligir o ((557)) amenazar con un castigo. 

-Cómo es posible, preguntó el Ministro, conseguir tanto silencio y tanta disciplina? Decídmelo; y vos, agregó al compañero que era su 
secretario, escribid cuanto diga este sacerdote. 

-Señor, respondió don Bosco, el medio que se emplea entre nosotros no se puede utilizar entre ustedes. 

-Por qué? 

-Porque son arcanos descubiertos solamente a los católicos. 

-Cuáles? 

-La frecuente confesión y comunión y la misa diaria bien oída. 

-Tenéis realmente razón. A nosotros nos faltan estos poderosos medios de educación, no se pueden suplir con otros? 

-Si no se emplean estos elementos religiosos, hay que recurrir a las amenazas y al palo. 

-íTenéis razón, tenéis razón! O religión o palo; quiero contarlo en Londres». 

La segunda visita la narró el profesor Maranzana, al escribir su homenaje a don Bosco en 1893. 

«Una tarde de invierno, no recuerdo el año, todos los muchachos habían dejado sus juegos y se habían reintegrado al trabajo. De 
pronto, entró en la habitación de don Bosco uno de sus primeros amigos, monseñor Ghilardi, obispo de Mondoví; le presentó otros dos 
prelados, llegados de países lejanos, que deseaban conocer a don Bosco y su Oratorio, cuya fama se extendía ya fuera de Europa. Helos, 
pues, dando una vuelta por la casa. Pasan de un taller a otro, con visibles muestras de satisfacción y maravilla. Les impresiona el orden, la 
limpieza, el silencio y el alegre semblante de los jóvenes aprendices. Al llegar los egregios visitantes a la puerta del estudio y contemplar 
aquella larguísima y amplia sala, llena totalmente de estudiantes inclinados sobre sus libros, en el más profundo silencio, se detuvieron al 
momento como extasiados por la inesperada visión. Querían volverse atrás, ((558)) por miedo a turbar con su presencia la tranquilidad y 
el recogimiento de los muchachos; pero, a una resuelta indicación de don Bosco, avanzaron de puntillas hasta la cátedra del Director y 
entonces monseñor Ghilardi, llamando la atención con un golpe de campanilla, abarcó con la mirada aquella encantadora escena y, 
levantando las manos al cielo, improvisó un discursito y exclamó: 
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-íMaravilloso espectáculo! íEspectáculo verdaderamente asombroso! 

Y nuestro buen padre, humilde en medio de tanta gloria, sonreía complaciente ante el estupendo elogio tributado a sus pilluelos, 
quienes no acertaban a explicarse el asombro de un hombre que ya debía haber visto tantos colegios y tantos centros de educación; así 
que, la mayor parte tomó aquellas palabras como un gentil estímulo y nada más. Pero la exclamación de admiración se repitió muchas 
otras veces por distintos varones, muy entendidos en la tarea de educar a la juventud, y nosotros mismos amaestrados por la experiencia, 
nos persuadimos con el tiempo de que el entusiasmo de Monseñor estaba bien justificado». 

Y don Bosco, en medio de aquella joven asamblea, organizaba su Pía Sociedad, aumentaba el número de sus miembros y les preparaba 
nuevos guías y nuevos maestros. 

Entresacamos de las Actas del Capítulo cuanto sigue: 

«El 12 de noviembre de 1863 se reunían los miembros de la Sociedad de San Francisco de Sales para elegir y establecer en la nueva 
casa de Mirabello un nuevo capítulo. Por esto, don Bosco, Rector y fundador empezó él mismo, como está prescrito por las reglas de la 
Sociedad, por elegir el Director, que es don Miguel Rúa. Después nombró Prefecto, al clérigo Francisco Provera, a quien confió también 
el cargo de Ecónomo. Eligió después como Catequista, al clérigo Juan Bonetti. Finalmente, por unamimidad de votos, se eligieron como 
consejeros, Francisco Cerruti y Pablo Albera. Así se estableció el nuevo Capítulo de la casa de Mirabello, compuesto de Director, 
Prefecto que tiene también el cargo de Ecónomo, Catequista y dos consejeros». 

La primera elección de don Bosco miraba solamente al personal que debía dirigir el Seminario Menor como colegio; ((559)) pero esta 
segunda elección formaba de él una casa religiosa, y por consiguiente imponía dirección y obediencia religiosa a los miembros de la Pía 
Sociedad enviados desde Turín. Don Bosco, ordenaba que se mandase a Mirabello comunicación oficial de ello. 

La gracia del Señor sea con vosotros. 

Turín, 13 de noviembre, 1863. 

Queridísimos hermanos: 

Ayer por la tarde, se reunieron aquí en la Casa Madre los miembros de la Sociedad de San Francisco de Sales para elegir y establecer 
ahí, en la nueva casa de Mirabello, un nuevo Capítulo. Por esto, con gran placer de mi parte y creo que también de la vuestra, os participo 
esta noticia. Nuestro amadísimo don Bosco empezó, como está prescrito en el reglamento, por elegir el Director, que es don Miguel Rúa; 
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después nombró Prefecto a nuestro querido Francisco Provera, que ya desempeñaba tal oficio y le añadió además el cargo de ecónomo; 
eligió después como Catequista, al querido hermano Juan Bonetti. Finalmente se eligieron consejeros y son nuestros queridos hermanos 
Francisco Cerruti y Pablo Albera. 

Me complazco en enviaros saludos de parte de don Bosco, del Capítulo y de todos los hermanos de la Casa Madre. Nos encomendamos 
a vuestras oraciones, a fin de que todos unidos formemos un solo corazón y una sola alma, para servir a Dios que un día será, como 
esperamos, nuestra felicidad para siempre. Y augurando a todos copiosas bendiciones me profeso. 

Vuestro Humildísimo Hermano CARLOS GHIVARELLO, Clérigo. 

N.B. Se ruega al señor Director lea la presente a todos los hermanos reunidos. 
Para el señor don Miguel Rúa. 

Después de esto, era preciso completar el Capítulo del Oratorio; 
y las actas de éste nos aportan la relación. 

El 15 de noviembre de 1863 se reunieron en la Casa Madre de Turín los miembros de la Sociedad de San Francisco de Sales para la 
elección del Director Espiritual y del Segundo Consejero, dado que los que antes ocupaban ese cargo, fueron a formar un nuevo capítulo 
((560)) en la casa de Mirabello. Don Bosco, Rector, después de la acostumbrada invocación y plegaria al Espíritu Santo, nombró Director 
Espiritual al sacerdote Domingo Ruffino, que fue reconocido como tal por todos. Como el Consejero debía ser elegido por votación, 
hízose ésta; en ella obtuvo mayoría el sacerdote don Juan Francesia, que fue reconocido y constituido segundo Consejero. 

En las siguientes semanas se reunía una vez más el Capítulo para aceptar nueve miembros en la Pía Sociedad y admitir a algunos para 
emitir los votos trienales. He aquí las Actas: 

El 18 de noviembre de 1863, se reunió el Capítulo de la Sociedad de San Francisco de Sales para la aceptación del sacerdote abogado 
Arró, de Lanzo Torinese, el cual fue admitido con gusto por todos para el año de prueba. 

El 30 del mismo mes se reunió dicho Capítulo y, recitada la invocación al Espíritu Santo, se aceptó y admitió para el año de prueba al 
clérigo Monateri. 

El 13 de diciembre de 1863, el Rector de la Sociedad de San Francisco de Sales se reunió con todos los hermanos y tuvo lugar la 
ceremonia de los votos, que emitieron los clérigos R. Constanzo y A. Tresso. El acto se realizó según el ceremonial prescrito por las 
reglas de la Sociedad. 
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)


CAPITULO LVI 

CAUSAS QUE RETARDAN LOS TRAMITES PARA LA APROBACION DE LA PIA SOCIEDAD -DON BOSCO PIDE AL 
VICARIO CAPITULAR DE TURIN Y A VARIOS OBISPOS CARTAS COMENDATICIAS PARA LA SAGRADA 
CONGREGACION DE OBISPOS Y REGULARES -LA DEL OBISPO DE CUNEO -ALGUNAS FLORECILLAS PARA LA 
NOVENA DE LA INMACULADA -MUERE UN MUCHACHO Y DON BOSCO AFIRMA QUE NO ES EL SEÑALADO POR EL 
-DOS CARTAS DE DON BOSCO AL PROVICARIO; LE ENVIA LA CARTA COMENDATICIA DEL OBISPO DE CUNEO; DA 
NOTICIAS DE UN SEMINARIO; SE LAMENTA DE QUE LE FUE QUITADO UN SEMINARISTA; PIDE QUE SUS 
SEMINARISTAS SEAN DISPENSADOS DEL SERVICIO EN LA CATEDRAL; LES ENVIARA A LAS CLASES DEL SEMINARIO 
-DON BOSCO PRESENTA AL CONGRESO DE ORDINARIOS DE LA PROVINCIA ECLESIASTICA DE TURIN UN MEMORIAL 
SOBRE EL PROSELITISMO DE LOS PROTESTANTES -SU CARTA A DON MIGUEL RUA: LE DICE QUE AGRADEZCA AL 
DELEGADO DE ESTUDIOS LA OFERTA DE UN HONROSO CARGO, QUE ESTA EN LA IMPOSIBILIDAD DE ACEPTAR; DA 
UN CONSEJO; PROMETE ORACIONES; ANUNCIA QUE PRONTO ESCRIBIRA LO QUE MENTALMENTE HA VISTO EN 
MIRABELLO -EL CIPIO DE TURIN NO PUEDE CONTRIBUIR A LA CONSTRUCCION DE LA IGLESIA 

DURANTE aquellos años, don Bosco llevaba fijo en su mente el desarrollo de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales. 

Ya hemos dicho lo mucho que estudió para la redacción de sus reglas y el método que empleó para practicarlas él mismo y hacerlas 
practicar. Desde había trazado algunas normas maestras, que debían ser la base de todo el organismo. Mas, tratándose de una ((562)) 
vasta y complicada empresa, como le habían hecho entrever los distintos sueños, una vez asociados sus primeros colaboradores, había 
dejado a la misma institución, con entera confianza en el Señor, el cuidado de constituirse y organizarse definitivamente bajo la prueba 
del tiempo y de la experiencia. 
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En efecto, constituida una sociedad homogénea de miembros ligados por un vínculo fácilmente aceptable de común solidaridad, había 
ido poco a poco añadiendo con su filial consentimiento lo que requería su vida, su actividad y su necesidad. El se había aproximado cada 
vez más a su ideal, pero siempre con suma prudencia. No escribía un artículo de sus Reglas sin antes haberlo experimentado, pero a cada 
experimento seguía su artículo. Estaba persuadido de que los artículos escritos, sin haberlos probado antes, pueden quedar en letra 
muerta, y hasta impedir las pruebas que de otro modo se podrían hacer. 

Esto se aprecia por las notas añadidas, las modificaciones y también las variaciones de los párrafos de las reglas antes de ir a Roma, y 
después de haber conversado con el Sumo Pontífice en 1858. 

Una vez puestas las constituciones en manos de Pío IX esperaba obtener en breve tiempo de la Santa Sede el decreto general de 
aceptación, que era el primer paso necesario para llegar después a la aprobación definitiva. Pero los trámites iniciados en Roma en 1858 
se habían interrumpido con la muerte del cardenal Gaude. Monseñor Fransoni, después de leer el Reglamento del nuevo instituto, y pese 
al parecer en contra de algún examinador sinodal, lo había enviado de nuevo con cartas de satisfacción a Turín, a su Vicario General a fin 
de que lo examinase atentamente para aprobarlo canónicamente después. Pero la divina Providencia había llamado al venerando 
Arzobispo del terrenal destierro a la patria de los bienaventurados, y el Vicario Capitular, que le sucedía en la administración de la 
diócesis, caminaba despacio para dar su juicio. 

La paciencia de don Bosco era admirable. ((563)) Imperturbable e incansable marchaba con constancia, como quien se sabe seguro en 
su camino. 

En agosto del año 1863, fueron enviadas por segunda vez a Roma, dichas constituciones, pero se tuvo por respuesta que eran necesarias 
las cartas comendaticias de cierto número de Obispos en favor de la Pía Sociedad y la aprobación de la autoridad diocesana. 

Con este fin dirigió don Bosco su primera súplica al Vicario Capitular de la diócesis de Turín. 

Turín, septiembre, 1863. 

Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Vicario General: 

Respetuosamente expongo a V.S. Ilma. y Rvdma. que en el año 1858, hice llegar a manos de nuestro Exmo. y Rvdmo. Arzobispo, de 
feliz memoria, el proyecto de una Congregación, con el título de Sociedad de San Francisco de Sales, destinada a 
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conservar el espíritu y los medios que de acuerdo con la práctica parecieron más útiles en el ejercicio del sagrado ministerio, para 
favorecer a los muchachos más pobres y abandonados. 

Su Excelencia se dignó leerlo y con ligeras observaciones lo transmitió al canónigo Fissore, por aquel entonces nuestro Vicario 
General. Este lo hizo examinar a personas peritas y conocedoras de semejantes materias; monseñor Manzini, obispo de Cúneo, S.E. el 
cardenal de Angelis se complacieron también en leerlo y emitir su prudente opinión, y lo leyeron varios más después. Cada cual hizo sus 
advertencias y se tuvieron en gran consideración, por cuanto hacían el reglamento más conforme con el espíritu de la Iglesia, y por cuanto 
facilitaban la práctica. En este proyecto tenía la finalidad de realizar un consejo que S.E. me había dado varias veces y de llevar a cabo 
una sugerencia, más aún, todo un plan de Sociedad, sugerido por Su Santidad reinante Pío IX. 

En la extensión de cada capítulo y sus artículos he seguido en muchas cosas a otras sociedades ya aprobadas por la Iglesia con un fin 
semejante a éste. Tales fueron, por ejemplo, las reglas del Instituto Gavanis de Venecia, del Instituto de la Caridad, de los Somascos y de 
los Oblatos de María. 

Mi finalidad es la de instituir una Sociedad que conserve todos los derechos civiles de sus individuos ante las autoridades gubernativas, 
a la par que constituya un verdadero cuerpo moral, o sea una Sociedad Religiosa ante la Iglesia. 

((564)) Ahora bien, considerando que podrían nacer graves inconvenientes, si la muerte me sorprendiese antes de que esta Sociedad 
estuviese aprobada por el Superior Eclesiástico: 

Teniendo en cuenta el experimento de estas reglas hecho por espacio de quince años, durante los cuales se pudieron introducir las 
modificaciones que, de acuerdo con prudentes consejos, parecieron oportunas: 

Considerando el notable número de socios inscritos en la misma que llega a sesenta entre sacerdotes, clérigos y coadjutores: 

Teniendo también en cuenta la variada y abundante mies evangélica que se presenta en esta Capital, tanto por parte de los muchachos 
albergados en esta casa, que suman setecientos, como por parte de las escuelas diarias y de las reuniones festivas que se celebran en el 
Oratorio de San Francisco de Sales de Valdocco, en el del Santo Angel Custodio en Vanchiglia, en el de San Luis en Puerta Nueva y, por 
tanto, con mayor necesidad de un vínculo seguro y regular que una los espíritus y se conserven invariables las prácticas que pudieron 
tenerse por más fructíferas para el bien de las almas: 

Teniendo también en cuenta la ocasión en que me encuentro de una casa nueva que se está preparando y que, si Dios quiere, se abrirá 
con su beneplácito en el próximo mes de octubre en Mirabello, cerca de Casal-Monferrato: 

Por todos estos motivos, en nombre de los miembros de esta Sociedad, ruego humildemente sean atendidos lo antes posible nuestros 
comunes deseos, dignándose aprobarla con todas aquellas cláusulas, observaciones y condiciones que a usted parezcan para mayor gloria 
de Dios y bien de las almas. 

Todos unidos agradecemos anticipadamente el favor que esperamos y rogamos con todo nuestro corazón al Señor que le conceda salud 
y gracia para poder promover el bien de esta nuestra archidiócesis, mientras tengo el alto honor de poder profesarme en nombre de todos. 

De vuestra Señoría Ilma. y Rvdma. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

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Mientras tanto se había esforzado, durante los meses de septiembre y octubre, para alcanzar las cartas comendaticias de algunos 
obispos, enviándoles súplicas según el modelo de la del Vicario Capitular de Turín, con ligeras modificaciones. Escribió más cartas, hizo 
visitas, adujo razones para sus humildes peticiones y presentó copias de las Reglas, para que fueran examinadas y juzgadas si merecían 
benigna consideración. 

«El, escribe Ruffino, se encomendaba a las oraciones ((565)) de sus alumnos para asuntos importantes y recibía la primera carta 
comendaticia, la del Obispo de Cúneo, con fecha del 27 de noviembre». 

Entre las instituciones religiosas que Dios ha hecho surgir en medio de su Iglesia, en estos tiempos de materialismo, de corrupción, de 
incredulidad, debe contarse, más aún, admirarse la Sociedad, o sea Congregación de San Francisco de Sales, instituida en Turín, en el 
suburbio de Valdocco, por el ejemplar sacerdote don Juan Bosco, cuya principal finalidad es la de instruir y educar cristianamente a la 
juventud pobre y albergar en casas a propósito a muchachos abandonados y desperdigados. Nacida ésta, como todas las obras de Dios, de 
humildes principios en 1841, creció hasta hoy de tal suerte que posee, a más de la casa madre de Turín, junto al Oratorio de San 
Francisco de Sales, otros dos Oratorios en la misma ciudad de Turín, el de San Luis Gonzaga y el del Angel Custodio, más la casa de 
Génova y la de Mirabello y cuenta sesenta socios o hermanos entre sacerdotes y clérigos, y alberga en Turín setecientos sesenta jóvenes, 
cien en Génova y otros tantos en Mirabello y recoge en los días festivos, en los tres Oratorios de Turín, más de tres mil muchachos. 

La Sociedad está regulada por un conjunto de normas o estatutos, redactados por el piadoso fundador, llenos de celestial sabiduría y 
prudencia y enteramente adaptados a la misma. El bien que la citada Sociedad produce entre la juventud de todas las diócesis del 
Piamonte es grandísimo y causa satisfacción y admiración a todos los buenos, los cuales desean que se consolide y propague; lo cual 
conseguirá infaliblemente, si obtiene la aprobación de la Santa Sede Apostólica y la bendición del Vicario de Jesucristo. 

Por todo esto y por el gran aprecio que el que suscribe profesa al piadoso Fundador y por la íntima convicción que tiene, de que esta 
institución será uno de los principales medios ordenados por Dios para remediar el espantoso desconcierto, que hoy ocasionan las sectas a 
la inexperta y pobre juventud y por las grandes ventajas que con ella experimenta hasta ahora también su diócesis, se atreve a recomendar 
a la Santa Sede Apostólica dicha Sociedad con su piadoso Fundador, implorando con el mismo que se aprueban las reglas o estatutos, con 
las modificaciones y añadiduras que a la Santidad de nuestro Señor plazca ordenar. 

Cúneo, a veintisiete del mes de noviembre de mil ochocientos sesenta y tres. 

» Fr. CLEMENTE, Obispo de Cúneo. 

((566)) Esta carta comendaticia le llegaba a don Bosco al comenzar la novena de la Inmaculada, que él celebraba con toda devoción. 
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La crónica de Ruffino nos da alguna noticia de don Bosco en aquellos días. 

«Don Bosco propuso cada noche a los muchachos la práctica de una florecilla. La primera que recomendó fue la de orar en sufragio de 
las almas del purgatorio. Había muerto el 25 de noviembre, en el colegio de Mirabello, el joven de dieciocho años Antonio Boriglione, 
zapatero, que hacía dos meses había sido enviado allí desde el Oratorio para cuidar su delicada salud y realizar al mismo tiempo algún 
trabajo manual. Don Bosco insistió en que tampoco era Boriglione el designado por él para la eternidad y que aquél a quien se refería a 
primeros de noviembre ya estaba avisado, al menos indirectamente, para que se preparase. 

»El segundo día les propuso hablar en lengua italiana. Otra noche dió como flor: tratar con respeto a los clérigos y, por tanto, no 
tutearlos, y tener esta atención especialmente con los maestros, los jefes de dormitorio y con el asistente del estudio. Exceptuó don Bosco 
de esta norma solamente a los que ya antes tenían la costumbre de tutearse con determinados clérigos, cuando eran aún sus condiscípulos. 
A éstos les permitió continuar con la antigua familiaridad. 

»Era necesario este aviso, para que el creciente número de alumnos terminase con un lenguaje que no era compatible con el respeto 
debido a la edad y a la condición de los superiores subalternos». 

En estos días comunicaba don Bosco al Provicario, canónigo Vogliotti, la carta comendaticia recibida del Obispo de Cúneo. El 
Canónigo le invitaba a llevársela a la Curia y, al mismo tiempo, le rogaba confidencialmente le contase cuanto hubiese oído sobre el 
Seminario de Chieri. 

Don Bosco le remitía la carta comendaticia acompañada de la siguiente: 

((567)) Turín, 6 de diciembre, 1863. 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

Transmito a V.S. Ilma. y Rvdma. la carta comendaticia que el Obispo de Cúneo ha tenido a bien escribir en favor de la Sociedad de San 
Francisco de Sales. Quería llevarla personalmente, mas no habiendo podido, la incluyo en la presente. 

Me indicaba que, si hubiese llegado a mi conocimiento alguna noticia que pudiera contribuir al bien moral del Seminario de Chieri, se 
la comunicase. Con este fin le adjunto una carta del seminarista Strumia, no porque haya en ella nada grave, sino para que vea el espíritu 
que reina en alguno de los seminaristas. Desearía que esta carta y las que vinieren a mis manos le sirvan de norma y no para daño 
individual de quien la escribe. 

Bellagarda fue requerido por el Seminario y yo lo celebro, pero lamento decirle 
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que siento el peso de esta pérdida. Es el único a quien yo reclamaría, aunque casi todos los que hasta ahora entraron en el Seminario 
salían de esta casa. 

Deberé encomendarme necesariamente a los obispos de otras diócesis para tener asistentes en casa ya que afortunadamente encuentro 
en ellos mucha condescendencia. Debido a los que fueron a Mirabello, más los que fueron llamados al Seminario, ha quedado bastante 
reducido el número de clérigos, por lo que espero querrá dispensarlos del servicio que solían prestar años pasados en la catedral de san 
Juan. 

Le ruego acepte un ejemplar de la Historia Sagrada, recientemente publicada por nuestra pequeña tipografía. Pido a la Santísima Virgen 
le otorgue de su divino Hijo mucha salud; ruegue también por mí que de corazón me profeso. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Esperaba don Bosco la devolución de la carta comendaticia, cuando, con gran sorpresa, le escribía el Provicario que no la había 
recibido. Inmediatamente le contestó: 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

Tenga la bondad de dar una ojeada por si tuviese consigo la carta comendaticia del señor Obispo de Cúneo, porque de otro modo deberé 
buscarla no sé dónde. En mi mesa no está, a lo mejor la ((568)) encerré en otro sobre, ignoro con qué dirección. Creo, sin embargo, que 
me la devolverán. De todos modos le envío copia de la misma, que había hecho previamente. 

Mañana se presentarán a clase nuestros clérigos; y si no pudieran asistir también los que visten de paisano, me hallaría en un verdadero 
aprieto, pues ya está el curso más adelantado de lo establecido para ser admitidos en otros institutos; pero también esto se arreglará de 
alguna manera. 

Me es siempre grato desearle todo bien del Señor y profesarme con entera gratitud. 

De V.S. Ilma. 

Turín, 8 de diciembre, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Otra idea preocupante de don Bosco durante aquel mes era la de impedir el daño que acarreaban los protestantes en la viña evangélica. 
Debían congregarse en Turín todos los Obispos y Vicarios generales Capitulares de la provincia eclesiástica, para tratar de los asuntos de 
sus diócesis. 

Don Bosco, por tanto, escribió una memoria para los augustos prelados y se la mandó copiar a Juan Cagliero, el cual, después de 
quedarse con una copia para el archivo del Oratorio, escribía al pie de la misma la siguiente apostilla: 

«Esta relación escrita de puño y letra por el Rvdo. don Bosco, me 

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fue entregada para enviar una copia al señor obispo de Acqui, Fray Contratto, capuchino, con ocasión de que debía presidir la reunión 
celebrada por los reverendísimos señores Obispos y Vicarios Generales Capitulares de la Archidiócesis de Turín durante los días 10 y 11 
de diciembre de 1863. 

JUAN CAGLIERO, Pbro.». 

Además de los Ordinarios de la Provincia, participaron los obispos de Savona, Biella, e Iglesias. Monseñor Contratto presidía como 
decano que era, tras la muerte, poco antes acaecida, del Obispo de Saluzzo. Las principales deliberaciones, que entonces se tomaron, 
fueron las de presentar al Senado un memorial contra el plan del matrimonio civil, como ellos hicieron después ((569)) en noviembre de 
1864; y la de conducirse unánimemente frente a las nuevas pretensiones del Gobierno acerca de los seminarios, publicadas por el 
Ministro Pisanelli en carta circular del 13 de septiembre de 1863. 

El 9 de diciembre presentaba don Bosco su memorial. 

Al congreso de Obispos de la provincia eclesiástica de Turín, reunidos por el Decano Obispo de Acqui. 

TRABAJO DE PROSELITISMO DE LOS PROTESTANTES 

En el pasado los protestantes trabajaban ruidosamente a través de la prensa, con promesas y lisonjas de todo género; actualmente han 
cambiado de sistema y trabajan clandestinamente por cuanto les es posible. 

Tres son los medios que ellos emplean: 

1. Donaciones; 2. Catecismos; 3. Libros. 
Por donaciones se entienden los empleos en el comercio, en oficinas, en servicios, en trabajos, suministros o entregas de dinero, y las 
promesas de toda clase. 

Por catecismos se entienden las conferencias que dan los evangelistas en la ciudad y en los pueblos de la provincia; las escuelas 
infantiles, escuelas elementales, explicaciones de la Biblia en los días festivos. 

Por libros se entienden los impresos en periódicos, libros, folletos, almanaques, biblias de Diodati, cuyos vendedores (llamados 
propagandistas) de acuerdo con los evangelistas locales, despachan por doquiera y a cualquier precio. Los principales libreros sostenidos 
por la Evangelización Inglesa son como sigue. (V. la portada del Amico di casa). Los vendedores ambulantes son numerosísimos, y 
andan esparcidos por muchos pueblos. Por ejemplo, en Cúneo trabajan el profesor Botta, y el padre Bonelli, ex-fraile y secretario del 
Rector de la Real Universidad. No pueden hacer reuniones regularmente hasta ahora, pero trabajan para conseguirlas. 

En Saluzzo está el... Comandante de los Carabinieri (guardias civiles), y secretamente (se dice) el padre Francisco... 

En Alesssandria, el evangelista Fanini, que sostiene reuniones regulares y una escuela elemental diaria detrás de la hostería del 
Universo, en la calle Marengo. 

Pietra Marazzi y Montecastello son los pueblos más atendidos por los protestantes en la diócesis de Alessandria. 

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En Acqui no hay todavía reuniones regulares. Va con frecuencia un tal Musso, que fue hermano de las Escuelas Cristianas en 
Montechiaro; cuenta ya con unos treinta adeptos. El mismo Musso y un tal Gay trabajan normalmente en la ciudad y diócesis de Asti. El 
pueblo donde más trabajan es ((570)) Piea, donde el presidente de las reuniones es un tal Vercelli, veterinario: todos los miércoles va 
Musso a dar una conferencia. 

Estas reuniones (especialmente en Alessandria) las prepara o preside el señor Bruschi, ex-canónigo de Intra, amancebado y residente en 
Génova. Pero todo esto no es nada en comparación de cuanto se hace en la ciudad y diócesis de Turín. Damos una breve nota sólo de la 
capital. En Borgo San Donato, en casa del señor Caffarelli, hay una escuela y catequesis. Lo mismo en Borgo Nuovo, en la plaza Víctor 
Manuel, etc. Al lado de la iglesia valdense hay una escuela elemental con cincuenta alumnos, de los que sólo diez son valdenses y los 
demás católicos. 

En la calle del Arco existe otra escuela del evangelista Rossetti, sucesor de De Sanctis, con cerca de ochenta alumnos. A poca distancia 
de ésta, hay otra escuela del mismo estilo con unas setenta chicas; luego otra, sostenida por el ministro Bert y por Meile, con cerca de 
sesenta. En su escuela infantil tienen más de ciento. A estos muchachos les dan pan, sopa, harina, carne, y ropa como atractivo. Dicen los 
padres que son pequeñitos y por tanto que no corren peligro. Pero no es así. Muchos rondan ya los diez y los doce años, están obligados 
en las fiestas a asistir al templo para recitar algunos versículos de Diodati, que se los explican con graves errores contra la religión 
católica. 

El ministro Guicciardini, residente en Florencia, y Lord Stuart, pastor inglés que vive en Livorno, sostienen estas escuelas. 

Don José Ambrogio está pagado al presente por el partido de acción y se encuentra en Voghera y en Stradella. 

Parece que sería muy útil, que los obispos se hiciesen con otras informaciones y que diesen instrucciones a sus vicarios foráneos y a sus 
párrocos. 

En general no se tienen normas a seguir: 

1.° Para combatir las tres armas de los protestantes, es decir, 
donaciones, libros, catecismos; 

2.° Qué debe hacer un párroco cuando llega a saber que se quieren introducir en su parroquia? 

3.° Cómo debe regularse si ya existen? 

Dios inspire a sus pastores para cuanto deben realizar. La Santísima Virgen nos conserve nuestra santa religión. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

Don Bosco terminaba este escrito durante la novena de la Inmaculada Concepción y recibía en aquellos días una carta de Mirabello, que 
le daba una prueba más del aprecio que la autoridad escolástica manifestaba a sus alumnos. El Delegado Real de estudios de Susa, 
conocedor de los méritos literarios de don Miguel Rúa, pensó ofrecerle ((571)) una cátedra en el bachillerato del estado. Don Miguel Rúa 
había informado a don Bosco, quien, conociendo su intención, le respondió así: 
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Queridísimo Miguel: 

Contesta al Delegado que se lo agradeces de todo corazón, pero que, habiendo aceptado el cargo de Director del Seminario menor 
episcopal, propuesto por el Obispo de la diócesis, no eres libre, al menos por ahora, para aceptar el honorable encargo que te proponen. 

En cuanto a la Sup. 1 toma la medicina de San Bernardo que dice: «Unde venis, quid agis, quo vadis» (de dónde vienes, qué haces, 
adónde vas). Estas palabras pensadas con la mente humana, pueden producir, como en el pasado, grandes santos. 

En esta hermosa solemnidad de María Inmaculada he rezado por ti y por tus alumnos y confio que la Santísima Virgen los conservará 
siempre bajo su santa y eficaz protección. 

Dios te bendiga, mi querido Miguel, bendiga a tu madre, a la familia Provera y a todos tus hijos. Amén. 

Escribiré pronto una carta en la que quiero señalar cuanto he visto en las diversas visitas que he hecho mentalmente, en diversos días a 
la semana y a distintas horas del día. 

Reza por mí y por tus amigos y considérame. 

Turín, 10 de diciembre, 1863. 

Afectísimo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.


Al día siguiente le fue remitida una contestación poco satisfactoria del Ayuntamiento de Turín al que había pedido, hacía siete meses, 
que le ayudara en la edificación de la iglesia de María Auxiliadora. Las excavaciones de los cimientos estaban muy adelantadas, pero 
paradas por la estación invernal. Había esperado el subsidio de treinta mil liras, porque parecía muy probable que la iglesia tuviera un día 
el título de parroquia. 

CIUDAD DE TURIN
DEPARTAMENTO DE OBRAS PUBLICAS. N.° 993.


Turín, 11 de diciembre, 1863. 

La Junta Municipal toma en cuenta la instancia presentada al Ayuntamiento, en el mes de mayo próximo pasado por el muy reverendo 
((572)) señor don Juan Bosco, pidiendo una subvención para la construcción de una iglesia, que trata de levantar en terreno de su 
propiedad en la calle Cottolengo, y habría experimentado una gran satisfacción de haber podido secundar la petición; mas, no pudiéndose 
apartar de la norma establecida por el Consejo Municipal, de concurrir solamente a la erección de iglesias parroquiales, ha debido, con 
pena, dejar sin atender la súplica. 

El infrascrito confía que el mencionado reverendo señor don Juan Bosco se hará cargo de esta razón y quiere esperar que no faltará el 
concurso eficaz de los ciudadanos para la realización de esa beneficiosa obra. 

El Alcalde
RORA


1 Es de suponer que quiere decir Superbia, (soberbia, vanagloria, vanidad). (N. del T.) 

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((573)) 

CAPITULO LVII 

DON BOSCO VA A MIRABELLO: ALEGRE RECIBIMIENTO; REPITE EL ANUNCIO DADO EN TURIN DE QUE UN JOVEN 
DEBE MORIR; EJERCICIO DE LA BUENA MUERTE -DON BOSCO DICE A LOS ALUMNOS DEL ORATORIO QUE NECESITA 
SE PREPARE EL QUE HA DE MORIR -PLATICAS: VOLUNTAD DE OBRAR EL BIEN; ETIMOLOGIA DE LA PALABRA 
PAGANO -PETICION DE AYUDA A UNA BIENHECHORA -INSTANCIA AL MINISTERIO DE GOBERNACION PARA QUE SE 
PAGUEN ALGUNAS PENSIONES -LO QUE SUCEDERA ANTES DE QUE SE CELEBRE DOS VECES LA FIESTA DE LA 
INMACULADA -NO APRENDER NADA DE LO QUE HAYA QUE ARREPENTIRSE EN LA VEJEZ -NECROLOGIO -DON 
BOSCO ANUNCIA LA MUERTE PREDICHA Y DICE QUE OTRO COMPAÑERO SERA LLAMADO A LA ETERNIDAD; 
PROMETE EL AGUINALDO; RECOMIENDA LA HUMILDAD -CARTA DE DON BOSCO A LOS ALUMNOS DE MIRABELLO: 
LES AGRADECE SU FILIAL RECEPCION; LES HIZO OTRAS VISITAS EN ESPIRITU Y OBSERVO COSAS QUE LE 
AGRADARON Y COSAS QUE LE DISGUSTARON; DA ALGUNOS AVISOS; PROMETE PLEGARIAS; NOTIFICA QUE SE HA 
CUMPLIDO LA MUERTE ANUNCIADA, PERO AÑADE QUE OTRO QUIERE IR AL PARAISO -FELICITACIONES AL 
MINISTRO DE GOBERNACION EN NOMBRE DE LOS ALUMNOS POR EL RECOMENDADOS -CARTA DE FELICITACION A 
UN AMIGO -DON BOSCO TIENE SIEMPRE ANTE SI EL FUTURO -ULTIMA PLATICA DE DON BOSCO A LOS MUCHACHOS 
EN 1863: PREVISIONES DEL PORVENIR; QUE PIDE, PROMETE, ACONSEJA PARA EL AÑO VENIDERO; UN GLOBO 
SOSTENIDO POR DOS COLUMNAS; EL AGUINALDO PARA LOS MUCHACHOS, PARA LOS SACERDOTES, PARA LOS 
CLERIGOS; ESTA VEZ NO DA AGUINALDOS PARTICULARES -UN AGUINALDO DADO A DON BOSCO 

((574)) 

DESPUES de la fiesta de la Inmaculada, encargó don Bosco al padre Arró que diera la plática de la noche a los muchachos porque él iba 
a visitar por vez primera a los alumnos de Mirabello. 
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Era una decisión improvisada, inspirada por el corazón y, por consiguiente, no había avisado a don Miguel Rúa. Le acompañaba don Juan 
Cagliero. Había nevado copiosamente, así que llegaron a Giarole ya de noche y, como no encontraron coches en la estación, se vieron 
obligados a buscar hospedaje en el pueblo. Fueron, por tanto, a llamar a casa del párroco. Eran las ocho. Les acompañaron hasta el 
despacho del párroco y le pidieron albergue. 

-De dónde vienen?
-De Turín.
-Han cenado?
-No, todavía no.
-Y adónde van?
-A Mirabello.
-Son acaso sacerdotes de don Bosco?
-Precisamente, respondió don Bosco.
-Y don Bosco está aquí presente, continuó don Juan Cagliero señalándole.
El párroco se alegró mucho, porque nunca se había encontrado con don Bosco y tenía grandes deseos de conocerle.
-Mire, le dijo; estaba a punto de escribirle para recomendarle un muchacho del pueblo; con su permiso mandaré a llamar a su padre.
Y entre tanto hizo preparar la cena. vino el padre de Luis Bussi, y el muchacho fue aceptado.
Al día siguiente insistía el párroco a don Bosco para que no se marchase, porque los caminos estaban en malas condiciones, pero don


Bosco, que quería hacer una visita tanto más agradable cuanto menos esperada al nuevo colegio, exclamó: 
-íNosotros no tenemos miedo a la nieve! 
Y se puso en camino con don Juan Cagliero. 
Al llegar a Mirabello tuvieron un recibimiento ((575)) entusiástico. 

Fue un día de fiesta inolvidable. Los alumnos, con aquel admirable instinto por el que conocen quién les quiere de veras, no acertaban a 
separarse de él. Por la noche habló a todos. Había entre los alumnos cierto número de ellos enviados desde el Oratorio. Para éstos 
principalmente repitió lo que había anunciado en el Oratorio, esto es, que uno de ellos sería pronto llamado por Dios a la eternidad; y que, 
por tanto, estuviesen todos preparados y rezasen. Al día siguiente se hizo el ejercicio de la buena muerte y una comunión general. 

Don Bosco volvió a Turín. Los muchachos del Oratorio esperaban con curiosidad que, al igual de otras veces, les contase lo ocurrido 
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en el viaje; pero don Bosco lo dejó para otro día. Dice la Crónica: 

«Por la noche dijo don Bosco en público: 

»-Tendría algo que contaros, pero ahora no dispongo de tiempo. Tan sólo os digo que necesito que el que debe morir, se prepare. 
íRezad!». 

«El 15 de diciembre dijo don Bosco por la noche, después de haber dado la florecilla para la novena de Navidad, que los muchachos 
debían hacer como los volatineros sobre la cuerda. Ellos sostienen en la mano un balancín y caminan sin mirar a derecha ni a izquierda. 
Nuestro balancín es la voluntad de obrar bien. 

»16 de diciembre. Don Bosco habló por la noche del gran misterio de la redención del mundo y del paganismo. Luego explicó la 
palabra pagano. La palabra pagano, dijo, etimológicamente significa los habitantes en las aldeas (pagos): por eso se llamaban paganos los 
que no estaban inscritos en las listas de los soldados; de ellos se decía que estaban in pagánico, es decir, relegados a los campos y 
alejados del gran mundo. Por esto algunos, acogiéndose al sentido de esta ley, dicen que se daba el nombre de paganos a los gentiles, 
porque no estaban enrolados en la milicia cristiana. Baronio, al explicar el significado de esta palabra, dice que en tiempo de los 
emperadores cristianos, al empezar a desaparecer la idolatría y a no ser permitida más que en las aldeas, los gentiles más apegados a las 
tradiciones de sus ((576)) padres y más difíciles a cambiar de religión y dejar sus supersticiones, se retiraron a sus casas del campo donde 
profesaban libremente con los campesinos, vinculados también a los ídolos, su culto y sus fiestas que se denominaban festa paganalia, 
(fiestas paganas). Y dicen otros que la palabra pagano se deriva de pagus, aldea, y se dió este nombre a los idólatras, no porque se 
retirasen al campo, sino porque los discípulos del Salvador habiéndose puesto primeramente a predicar en la ciudad, los habitantes de ésta 
se convirtieron antes que los del campo. 

»Con estas digresiones etimológicas, históricas y otras de diverso estilo, don Bosco alternaba en sus pláticas los temas espirituales, con 
cuestiones agradables o instructivas que quitasen la monotonía de un mismo argumento, que tal vez podía resultar aburrido para una parte 
del auditorio». 

La Crónica no dice nada sobre otras pláticas de esta novena, pero alude a las cartas que escribía para proveer de lo necesario a la vida 
de sus muchachos. 
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Benemérita Señora Marquesa (Fassati)
:
Le mando una cartita para Manuel y le ruego la incluya en alguna carta en caso que usted le escriba en estos días.
He recibido el paquete de la señora condesa de Callori y le doy gracias. Ayer por la mañana comencé el novenario de misas y haré rezar


a los muchachos por esta necesidad espiritual. 

Señora Marquesa, andamos muy apurados en estos días. Usted ya me ha prestado ayuda alguna vez. Si puede, pasaré esta tarde y usted 
llámelo pensión o donativo, para nosotros es siempre caridad que se recibe con gratitud, para pagar el pan consumido por nuestros pobres 

muchachos. 

Dios bendiga a usted y a toda su familia. Créame. 

De V.S. Benemérita. 

Turín, 22 de diciembre, 1863. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
((577)) Por esta misma razón, dirigía una carta al Secretario del Ministerio de Gobernación.


Ilustrísimo Señor: 

Ante el crecido número de jóvenes que urgentemente suplicaban ser admitidos en esta casa, no se pudo dar curso regular a la benévola 
recomendación de ese Ministerio en favor de ciertos pobres muchachos; sin embargo, se dieron los pasos oportunos y así están las cosas: 

1.° Carlos Enrique Malabaila, recomendado en carta del 22 de septiembre, 6.ª div., 2.ª secc., N.° 5826, fue admitido el 1 de noviembre 
y aprende un oficio. 

2.° Juan Bautista Benna, de Biella, recomendado en carta del 8 de octubre, fue admitido el 20 del pasado noviembre y, como estaba 
muy deficiente de instrucción, se le ha puesto a estudiar. 

3.° José Grassero, recomendado en carta del 13 de octubre, N.° 6522, ha sido admitido e ingresará el día 12 del próximo enero. 

4.° Lorenzo Ferrero, recomendado en carta del 5 de noviembre, dada la grave necesidad en que se encuentra, ha sido admitido y entrará 
el día 24 en esta casa. 

Aprovecho la ocasión para repetir lo que a mediados de octubre escribí, respondiendo a la carta del 22 de septiembre, referente al joven 
Pivetta. Su madre adeudaba entontes trescientas treinta liras: ahora habría que añadir dos meses más a quince liras cada uno, que 
sumarían trescientas sesenta liras. 

Adjunto también la nota que se refiere a Jesualdo Rissoli, de Nápoles, y Durazzo, de Turín, los cuales no pudieron ingresar en esta casa 
por falta de edad y de acuerdo con carta ministerial los coloqué con el maestro Miglietti, por sesenta y cinco céntimos diarios cada uno. 
Atendiendo la necesidad y petición del mismo he debido anticiparle la suma vencida, aunque yo paso mis apuros. 

Con la esperanza de poder contar con su aportación para proveer de pan a los pobres muchachos que en número de más de setecientos 
están aquí alojados, ruégole tenga a bien comunicar de mi parte a S.E. el Ministro de Gobernación, que 

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procuraré afectuosamente recibir a los muchachos abandonados y especialmente a los que de cualquier modo quiera él recomendar. 

Acepte en fin, en estos días de felicitaciones, mis deseos de todo bien del cielo, mientras me profeso con todo mi aprecio. 

De V.S. Ilma. 

Turín, 22 de diciembre, 1863. 

Su seguro servidor 

JUAN BOSCO, Pbro. 

((578)) Como aclaración de esta carta, recordaremos que, próxima al 
Oratorio y por medio del maestro Santiago Miglietti, había abierto una pequeña residencia, para la que había buscado el apoyo, o mejor la 
cooperación del Ministro de Gobernación. En ella se hospedaban unos treinta muchachos que, sobre todo por la edad, no reunían las 
condiciones necesarias para ingresar en el Oratorio. 

El Ministro por su parte, no tardaba en responderle. 

MINISTERIO DE GOBERNACION 
Div. 6.ª, Sec. 2.ª, N. ° 8856. 

Turín, 31 de diciembre, 1863. 

Con la intención de satisfacer todos los compromisos asumidos por este Ministerio durante el pasado año y dejados hasta ahora sin 
cumplimiento, he dispuesto, por decreto fechado al día de hoy, que se pague a esa Institución, con cargo a la Tesorería de esta ciudad, la 
cantidad de seiscientas treinta y una liras. 

Con la entrega de esta cantidad se compensa a Vuestra Señoría por el alojamiento que se ha dignado prestar al joven Carlos Enrique 
Malabaila, mediante la retribución de ciento cincuenta liras, y queda saldada con creces la promesa que se le hizo de contribuir en parte al 
pago de la pensión del joven Pivetta, cuya madre está en deuda con ese piadoso centro. 

La concesión de la indicada cantidad está también destinada a pagar la deuda al maestro Miglietti, por la pensión de los muchachos 
Rissoli y Durazzo, de acuerdo con la cuenta presentada en la nota del 26 del mes que termina, aunque no pueda decirse que el Ministerio 
tuviese con este último una obligación positiva, ya que, sólo de un modo indirecto, intervino para su admisión, cuyos gastos debería haber 
cubierto el Alcalde de Turín, que se interesa por él. 

Queda así atendida la instancia dirigida por Vuestra Señoría el 22 del pasado diciembre, respecto a la cual conviene además manifestar 
que, al recomendar el ingreso del joven José Grassero, el Ministerio había declarado que los bienhechores particulares pagarían por tal 
ingreso la suma de ciento cincuenta liras a favor del Pío Instituto. En el caso, por tanto, que no se haya verificado dicho pago, tenga la 
bondad de dirigirse al Ministerio, que no dejará de cumplir las formalidades pertinentes, con quien corresponda, a fin de recibir la 
prestación de la subvención prometida. 

Por el Ministro 

S. SPAVENTA 
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((579)) Pero don Bosco no dejaba sin solución una cuestión, especialmente cuando se trataba de los derechos e intereses de sus 
subordinados. 

Ilustrísimo Señor: 

He comunicado al señor Miglietti la carta en la que V.S. Ilma. (28 del pasado diciembre, n.° 9724) indicaba que, con la cantidad 
decretada el 31 de diciembre de 1863, entendía satisfacer lo referente al jovencito Durazzo. Lo acepta enteramente, pero me hace 
observar que con ello sólo se pagó la nota presentada que cubría hasta el 1.° de noviembre de 1863 y no más; por lo cual le transmito de 
nuevo la misma nota, que es correcta, y que, atendidas las necesidades especiales del mencionado maestro, esta Casa tuvo que adelantarle 
hasta ahora. 

Con esta misma ocasión repito la observación de que las doscientas liras indicadas en la carta del 13 de octubre de 1863, 
correspondientes al joven José Grassero, no han sido todavía pagadas. El joven aún está en casa. 

Tengo también el honor de participarle que el huérfano Domingo Giaccio, de Agnone, (Abruzzo citerior) admitido por carta del 27 de 
septiembre próximo pasado, fue definitivamente internado. Retrasó su venida porque durante el viaje le atacó la viruela, de la que sigue 
todavía enfermo. 

Recomiendo a su conocida bondad a todos los alumnos de esta casa, que son cerca de setecientos, mientras tengo el alto honor de 
profesarme. 

De V.S. Ilma. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Durante este tiempo había continuado Ruffino su crónica.
«26 de diciembre. Suplicaron los clérigos y sacerdotes a don Bosco que les dijera algo sobre el futuro y él manifestó sus previsiones:
»-Antes de que se celebre dos veces la fiesta de la Inmaculada Concepción, se solucionarán los asuntos políticos de Italia.
»Advierto que casi un mes antes dijo don Bosco en casa Losana:
»-Antes de que se celebre tres veces la fiesta de la Inmaculada Concepción se arreglarán los asuntos de Italia.
»Lo mismo había repetido en Tortona, ((580)) en octubre, en presencia del Obispo y de varios sacerdotes, y respondió a algunos que le


interrogaban si el tiempo debería contarse a partir del próximo 8 de diciembre: 
»-Tres, tres. 
»Don Bosco prosiguió: 
»-Habrá guerra, peste y hambre; puede que el Señor entienda bajo el 

signo de estos azotes cosas distintas de las que nosotros entendemos; pero ese es el lenguaje de Dios. 
»Agregó que se cantaría en la tierra un solemne tedéum 
»El Vicario de Asti y otros le enviaron unas profecías para que 

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las publicase: don Bosco las leyó y después las devolvió, diciendo que no las imprimieran, porque eran patrañas, y que, si no le hacían 
caso, él se pondría a escribir en su contra». 

En 1865, en efecto, se fijaron los nuevos destinos del Véneto. El núcleo mayor de las sectas anticristianas estaba hacía algún tiempo en 
Berlín. Los gobernantes italianos sabían que el proyecto de la masonería era destruir o al menos debilitar a Austria; por consiguiente, 
esperaban alcanzar más fácilmente de la amistad prusiana, Venecia y acaso también Roma. Napoleón III, por razones secretas, conocía y 
aprobaba los tratados comenzados en agosto de 1865 entre Italia y Prusia para declarar la guerra a Austria. 

En octubre iba Bismark a París, donde sostenía una larguísima conferencia con el ministro Drouyn de Lhuys y luego se dirigía a 
Biarritz donde fue recibido en audiencia por Napoleón. No declaró nada de estos coloquios. Pero se corrió la voz de que en Biarritz se 
hacía por Alemania lo que en Plombières se había hecho por Italia. 

La conclusión de estos tratados daba toda la razón a las previsiones de don Bosco. En cuanto a la guerra veremos el 1866; respecto a la 
peste nos lo dirá el cólera de 1865, 1866 y 1867. Y en cuanto al hambre en Italia léanse las dolorosas crónicas de los periódicos en 1866 y 
1867. En 1867 tenemos el centenario del martirio de san Pedro y de san Pablo, celebrado ((581)) en el Vaticano en presencia de más de 
quinientos obispos con el himno de acción de gracias. 

Prosigue Ruffino: 

«El 26 de diciembre muere en Lombriasco, su patria, el estudiante 
Teresio Robasto, a la edad de diecinueve años cumplidos». 

Pero no es éste el señalado por don Bosco. 

«27 de diciembre. Don Bosco dijo por la noche a todos los jóvenes que quería comenzar dando un recuerdo para fin de año, pero no el 
aguinaldo todavía. Helo aquí. Agesilao, rey de Atenas, fué un día a visitar una escuela. Al despedirse, le rogaron los alumnos que les 
dejase un recuerdo de su visita. Entonces dijo el Rey: 

»-Procurad aprender aquello de lo que no tengáis que arrepentiros cuando seáis viejos». 

«29 de diciembre. Precisamente hoy llegó al Oratorio la noticia de la muerte del joven Luis Prete, natural de Agliano, de veinte años. 
Estaba enfermo en su casa desde hacía algún tiempo. Había pasado a la eternidad el 5 de diciembre. Don Bosco dijo al anunciar a la 
comunidad el suceso: 

»-Será Prete aquél cuya muerte os predije? No digo que sí, ni que no. Sólo os digo que en esta casa los jóvenes mueren siempre de 
493 

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dos en dos. No quiero decir con esto que ahora vaya a suceder así, sino que en el pasado acaeció de esa manera. Moría uno y, después de 
diez o quince días, moría otro. Ahora está por ver, si muerto uno, después de diez o quince días, acaso menos de veinte, no morirá otro. 

»Mañana por la noche os daré el aguinaldo. Vendrán aquí también los aprendices, porque yo desearía estar con vosotros y a la vez 
encontrarme en medio de ellos. Por lo tanto, como no puedo dividirme en dos, vendrán aquí los aprendices. 

»Mientras tanto empezad vosotros por recibir este recuerdo particular: no os ensoberbezcáis jamás de lo que sabéis. Cuanto más sabe 
uno, más cuenta se da de que es un ignorante: Sócrates decía: Hoc unum scio me nihil scire (sólo sé una cosa, que no sé nada). Por tanto, 
sed humildes: 1.° persuadiéndoos de que no sabéis nada; 2.° no sirviéndoos mal de la ciencia; 3.° sabiendo lo que nos enseña Jesús 
crucificado: ((582)) perdonad las injurias recibidas, perdonad a los enemigos». 

«30 de diciembre. Don Bosco escribía a sus nuevos alumnos de Mirabello: 

A mis queridos amigos del Seminario Menor de San Carlos en Mirabello. 

La gracia de N.S.J.C. esté siempre con vosotros. Amén. 

Las muestras de filial afecto que me habéis dado, queridos amigos, cuando tuve la suerte de visitaros, me habían determinado a volver 
de nuevo hasta vosotros en estos días de fiesta y de felicitaciones. Mas, ya que mis especiales ocupaciones no me lo permiten, me limito a 
escribiros una carta y manifestaros algunos pensamientos de mi paternal corazón. 

Ante todo, os agradezco lo que hicisteis por mí, los saludos enviados, oraciones elevadas a Dios por la salvación de mi alma; os 
agradezco también el afecto que tenéis a don Miguel Rúa y a los demás superiores de ese seminario. Desde que estuve con vosotros, a 
más de otras veces que he ido a veros espiritualmente, creo oportuno deciros lo que he observado en particular (con tal motivo escribo 
unos papelitos a parte) y en general. 

Con verdadera satisfacción he observado vuestra mayor frecuencia de los santos sacramentos de la confesión y comunión, vuestra 
compostura más devota en la iglesia y en la oración, especialmente la de la noche, vuestra mayor caridad para soportar las molestias de 
los compañeros; y en muchos un gran esfuerzo para adelantar en los estudios y combatir los defectos y las malas linaciones. He 
observado esto con gran satisfacción; con todo, si me lo permitís, debo deciros muchas cosas que afligen bastante mi espíritu. 

Noté que algunos van a la iglesia sin dar muestra alguna de entrar en un lugar sagrado; escuchan la predicación (y no son pocos) 
distraídos continuamente, sin sacar ni siquiera una máxima para practicarla en bien de su alma. Observé que algunos comienzan las 
oraciones y llegan al fin, sin saber que las han dicho y generalmente 
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sin abrir los labios; encontré unos que riñeron y otros que, no do garse, alimentaron el rencor y el odio hacia sus rivales por mucho 
tiempo. 

Hay, además, toda una serie de ellos que huye del trabajo, como de un enorme peñasco suspendido sobre su cabeza; pero lo que más me 
ha dolido es que algunos se las arreglaron para introducir máximas deshonestas y conversaciones que san Pablo no quiere que se nombren 
entre cristianos. Hubo también unos pocos, que deberé decirlo?, se acercaron indignadamente a los sacramentos. 

Esto es, mis queridos amigos, lo que he advertido sobre la marcha del Seminario Menor de Mirabello. 

((583)) Creéis, tal vez, que escribo todo esto para reprenderos? No, lo escribo sólo para avisaros, de modo que los buenos se animen a 
perseverar, los fríos procuren encenderse y calentarse en el amor de Dios y los que lo necesiten se levanten del estado en que se 
encuentran. Tendría mucho más que escribiros, pero me reservo decirlo en la próxima visita que os haré. Os diré, además, lo mucho que 
Dios nuestro Señor espera de vosotros, durante este año, para ganaros sus bendiciones: 

1.° Fuga del ocio y, por tanto, suma diligencia en el cumplimiento de los propios deberes escolares y religiosos. El ocio es el padre de 
todos los vicios. 

2.° Comunión frecuente. íQué gran verdad os digo en este momento! La comunión frecuente es una enorme columna que sostiene al 
mundo moral y material, para que no vaya a la ruina. 

3.° Devoción y asidua invocación a María Santísima. Jamás se ha oído decir en el mundo que uno haya recurrido con confianza a esta 
Madre celestial, sin que haya sido prontamente escuchado. 

Creedlo, mis queridos amigos, pienso no exagerar asegurando que la comunión frecuente es una gran columna sobre la cual se apoya un 
polo del mundo; y que la devoción a la Virgen es otra columna sobre la que se apoya el otro polo. Por consiguiente, digo a don Miguel 
Rúa, a los otros superiores, maestros, asistentes, a todos los alumnos: que recomendéis, practiquéis, insistáis con todas las fuerzas del 
amor de Jesucristo, para que jamás se olviden estos tres recuerdos que os mando para mayor gloria de Dios, para bien de vuestras almas, 
tan queridas por nuestro Señor Jesucristo, que, con el Padre vive y reina en la unidad del Espíritu Santo. Así sea. 

Mientras os aseguro que todos los días os recomendaré al Señor en la santa misa, encomiendo mi alma a la caridad de vuestras 
oraciones. Los alumnos de esta casa se encomiendan también a vuestras oraciones y os desean todo bien del cielo. 

La Santísima Virgen os conserve a todos suyos y siempre suyos. Amén. 

Turín, 30 de diciembre, 1863. 

Vuestro afectísimo en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.


P.S. Estad tranquilos sobre el joven que debía partir hacia la eternidad. Era Luis Prete. Pero observad que las partidas de nuestros jóvenes 
van siempre de dos en dos; por tanto, queda todavía otro compañero que quiere seguirlo a la patria de los bienaventurados. 
»En esta carta iban incluidas quince cartitas autógrafas, dirigidas a varios asistentes y alumnos en particular. 

»EI mismo día, don Bosco hizo escribir también una ((584)) carta 

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de felicitación del año nuevo al Ministro de Gobernación, en nombre de los alumnos por él recomendados». 

Además él, que andaba todo el mes escribiendo cartas de agradecimiento a amigos y bienhechores, dirigía una a aquel rosariero de 
Roma, con quien sostenía íntima amistad desde 1858. 

Turín, 30 de diciembre, 1863. 

Queridísimo señor Canori Focardi: 

La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros. Esté seguro que no dejaré de enviarle algún amigo que vaya a Roma, 
como ya lo hice en años pasados. Ruego cada día por usted, por su familia y les bendigo de todo corazón. 

Es portador de la presente el señor Piola, amigo nuestro y muy piadoso, que desea saludarle. 

Sigamos rezando: el Señor está con nosotros; no temamos. 

El paraíso pagará todo. La Santísima Virgen nos guarde a todos en el santo temor de Dios. Amén. 

Si viere a don Javier Bacchi, al canonigo Bertinelli y a monseñor Lenti, salúdeles de mi parte. Dígales lo mucho que les aprecio en el 
Señor y que recen por mí. 

Le saluda en el Señor. 

Su afectísimo amigo
JUAN BOSCO, Pbro.


P.S. Don Miguel Rúa está bien; predica, confiesa y es Director de una casa con doscientos alumnos, a todos los cuales quiere hacer 
santos. 
La verdad es que los alumnos de Mirabello no eran precisamente doscientos el primer año, pero muy pronto sobrepasarían ese número y 
lo mantendrían durante muchos años. Hacemos esta observación para advertir que don Bosco no exageraba las cosas al escribir o hablar, 
como a alguno le pareció. El abrazaba con su mirada el futuro como si fuese presente, y todo lo maravilloso que ahora vemos y veremos 
nosotros en el desenvolvimiento de la Pía Sociedad, y lo sorprendente en el número de sus alumnos, él lo previó y nosotros somos 
testigos. ((585)) Sin embargo, para no darse aires de profeta, alguna vez contaba graciosamente el dicho de un viejo director de 
instituciones. 

-Tenéis casi cien alumnos? Decid que tenéis ciento y la gente creerá que no tenéis más que cincuenta. Si tenéis cien decid que tenéis 
ciento cincuenta y la gente pensará que tenéis cien y creerá la verdad. 

Y henos por fin en el 31 de diciembre. Escribe Ruffino: 

Don Bosco dió el aguinaldo a todos los alumnos, aprendices y estudiantes, y comenzó así: 

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-Durante estos días se ve en el mundo un permanente reiterarse de visitas y augurios. Termina un año y comienza otro. Este 
pensamiento provoca en los hombres dos sentimientos: hemos perdido muchos amigos; empezamos otro que no sabemos cómo será para 
nosotros. íQuién sabe los amigos que perderemos! Estos sentimientos producen la agitación que se descubre en el mundo. 

Este año habrá en el mundo graves catástrofes. No quiero decir que vengan a turbar esta casa, pero perturbarán al mundo; serán pestes, 
guerras u otras desgracias; dejémoslo en manos del Señor. 

Pero ciñámonos a nosotros. Os decía el año pasado que, casi con toda seguridad, al término del año no nos encontraríamos todos vivos; 
y así fue. íCuantos compañeros pasaron a la eternidad! Con frecuencia recitábamos el rosario, el de profundis por alguno. Lo mismo 
decimos ahora, al empezar el 64. Muchos de nosotros no estarán el año 1865. Qué debo pediros al comenzar este año? Qué puedo 
prometeros y aconsejaros? Tres cosas. En cuanto a pedir, no puedo pediros más que lo que constituye el programa de esta casa, que está 
escrito en mi habitación: da mihi animas caetera tolle. Yo no pido sino vuestras almas, no deseo más que vuestro bien espiritual. 

Prometer? Os prometo y os doy cuanto soy y tengo. Por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros vivo y por vosotros estoy 
dispuesto a dar la vida. 

Aconsejar? Estad atentos para entenderme. Imaginaos ver un gran globo con sus dos polos apoyados en dos columnas. Sobre una está 
escrito: Regina mundi, en la otra: Panis vitae. Pero notad que el polo apoyado en la columna Regina mundi, está separado de ella, 
mientras el otro está unido a la columna Panis vitae. Sobre este globo caminan muchos hombres en todas direcciones. Pero los que se 
encuentran junto a las dos columnas gozan de una luz vivísima mientras los que se sitúan distantes de ellas, es decir, en medio del globo, 
permanecen en oscuras tinieblas. ((586)) Ahora quisiera que alguien me explicase qué quiere decir esto; por ejemplo, ídiga fulano! 

Y después de alguna respuesta poco precisa y embrollada, don Bosco Proseguía diciendo: 

-El globo representa el mundo. Las dos columnas son: una, María Santísima;otra, el Santísimo Sacramento. Ellas sostienen 
verdaderamente el mundo; si no fuese por María Santísima y el Santísimo Sacramento, a estas horas el mundo estaría destruido. Y los 
hombres que quieren caminar a la luz, esto es por la senda del paraíso, es preciso que se acerquen a estas dos fuentes de luz o al menos a 
una. Los que se apartan de ellas caminan in tenebris et in umbra mortis (en tinieblas y en sombra de muerte). He aquí lo que os aconsejo 
que practiquéis vosotros y hagáis practicar a los demás con el ejemplo, el consejo y la predicación. Advertid que, al indicaros la devoción 
al Santísimo Sacramento, quiero decir comulgar, visitar la iglesia, oír la santa misa, decir jaculatorias, etc... Si, además, queréis que os 
sugiera algo a evitar, es el ocio. 

En tanto os aconsejo que penséis siempre en vuestra alma. 

A los sacerdotes, a los clérigos y a todos los asistentes, que tengan celo y paciencia. 

Le preguntaron qué significaba que el globo estuviera sujeto por una parte a la columna y por la otra suelto. Respondió que significaba 
que una sostiene al mundo por virtud propia y la otra sólo por apoyo. 

Algunos pidieron que, siguiendo la costumbre de años anteriores, diese un aguinaldo a cada uno en particular. 
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Don Bosco respondió que no: 

-Porque necesito, dijo, que me ayudéis a cumplir el que di en general. 

Así acababa el año 1863 y, aunque don Bosco no hubiese dado un aguinaldo a cada uno en particular, muchos jóvenes, al estilo de otros 
años, le entregaban su propio aguinaldo en un papelito que él recibía con agrado. Uno sólo de ellos llegó a nuestras manos, el de César 
Chiala, el cual le ayudaba, como ya hemos dicho, en la redacción de las Lecturas Católicas. No es ninguna amonestación, sino más bien 
la exposición y aprobación de una norma de conducta recibida de don Bosco. Dice así: Interroga libenter et audi tacens verba sanctorum: 
nec displiceant tibi parabolae seniorum: sine causa enim non proferuntur. (De Imitatione Christi, Lib. I. Cap. V.). Pregunta de buena gana 
y escucha en silencio las palabras de los santos: no te disgusten las parábolas de los ancianos: pues no se profieren sin causa). (De La 
Imitación de Cristo, Libro I, Capítulo V). 
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((587)) 

CAPITULO LVIII 

1864 -NUMERO DE SOCIOS EN LA PIA SOCIEDAD -EL PRIMER DIA DEL AÑO -AFICION DE LOS MUCHACHOS AL 
ESTUDIO -LECTURAS CATOLICAS: LA UNIDAD CATOLICA -CARTA DE DON BOSCO AL CANONIGO VOGLIOTTI PARA 
OBTENER LA CARTA COMENDATICIA DEL VICARIO CAPITULAR EN FAVOR DE LA PIA SOCIEDAD SALESIANA 
-ACEPTACION DE NUEVOS SOCIOS -ENVIDIABLE MUERTE DE FRANCISCO BESUCCO -CONFERENCIA GENERAL: EL 
AGUILA Y EL BUEY -ENTIERRO DE BESUCCO -DON BOSCO DICE EN PRIVADO QUE EN TRES MESES MORIRAN OTROS 
TRES ALUMNOS 

AL comenzar el año 1864 contaba la Pía Sociedad de San francisco de Sales sesenta y un miembros. Se habían sumado a los del año 
anterior ocho clérigos, nueve estudiantes y cuatro coadjutores. Un sacerdote y seis clérigos habían emitido los votos trienales. Los 
sacerdotes eran nueve. 

El nuevo año debía ser, para este selecto escuadrón de salesianos y para sus alumnos, un año, como siempre, de estudio y de trabajo, 
que constituía el espíritu transfundido por don Bosco. Por eso anota la Crónica: 

« 1.° de enero, viernes, 1864. Clases, mañana y tarde. Por la tarde, no obstante, lectio brevis, que acaba a las tres y media. A las siete y 
cuarto bendición, previa lectura espiritual. Este es el horario de todas las fiestas suprimidas». 

Parece que el primer día del año se debería haber distinguido con gran solemninidad, pero las fiestas que lo precedieron y las 
inminentes que se echaban encima, con sus largos recreos, distraían mucho a los alumnos. Por eso los más ((588)) aplicados pedían a los 
profesores que les asignaran nuevos trabajos, por haber acabado los de la clase; y más adelante, se conformaron con una hora más de 
estudio en los días festivos, fijada antes de la misa de comunidad. Durante muchos años, en las fiestas, el tiempo que había desde las siete 
y cuarto en que se levantaban, se dedicaba a la limpieza de la persona y de la ropa y en bajar a la iglesia para las confesiones, libertad que 
no se impedía en tiempo de estudio. 
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La Crónica nos da una prueba de este entusiasmo por el estudio. 

«Durante el frío intenso de este invierno no hubo clase de canto; 
por el frío y por la falta de gas. Pero no cesaba el entusiasmo por el estudio. A los que lo desean y piden levantarse más temprano para 
estudiar, don Bosco suele concedérselo, pero con algunas condiciones, entre ellas que no se levanten antes de las cuatro. 

»Y el cuatro de febrero, como los clérigos debían prepararse para los exámenes en el Seminario, los jóvenes salieron de paseo. Como el 
año anterior no había habido paseo en tal día, la orden ocasionó habladurías, porque también los alumnos debían preparar sus exámenes». 

El ejemplo de don Bosco servía de estímulo a los jóvenes para cumplir su propio deber. Cualquier instante era un tesoro para él. Por 
aquellos días ordenaba la expedición del ejemplar de las Lecturas Católicas que servía para los meses de enero y febrero. Se titulaba: La 
autoridad del Romano Pontífice, instrucción catequística por el teólogo Lorenzo Gastaldi, canónigo honorario de la Santísima Trinidad. 

La Unidad Católica del 10 de marzo hacía grandes elogios de este ejemplar. 

El opúsculo de enero y febrero de las Lecturas Católicas, que publica el reverendo don Bosco, contiene un precioso escrito acerca de la 
autoridad del Sumo Pontífice; con brevedad, precisión, claridad y solidez se exponen los atributos principales de la autoridad del Sumo 
Pontífice, lo mismo en materia de dogma y de moral que en la disciplina ((589)) de los asuntos políticos. 

Si decimos que el autor de esta obra es el teólogo y canónigo Lorenzo Gastaldi, enseguida comprenderán nuestros lectores que un tema 
de tanta importancia en nuestros días no podía encontrar pluma más competente, tanto para tratarlo debidamente, respecto al fondo, como 
para hacerlo con provecho para toda suerte de personas por su forma. 

El docto y celoso autor llama Instrucción catequística a su opúsculo que ha escrito a modo de diálogo, como la forma más conveniente 
para lograr que esta materia resulte menos árida y más inteligible a la mayoría del pueblo cristiano. El canónigo Gastaldi se ha propuesto 
solamente la instrucción del pueblo: sin embargo, conviene entender por pueblo no sólo la plebe sencilla y vulgar, sino también aquéllos 
que se precian de cultos, eruditos y científicos. Puesto que estamos seguros de que nueve décimas partes de los que se creen instruidos, 
hallarán el libro, en su mayor parte, nuevo para ellos. Queremos señalar, de modo especial, el capítulo noveno titulado: El romano 
Pontífice recibe de Jesucristo el derecho de vigilar el estado político de los cristianos donde el autor demuestra que la Iglesia, como 
maestra de moral, también es maestra de la verdadera política. Añadiremos que, en el sólido y jugoso libro del teólogo Gastaldi, hasta los 
predicadores de la divina palabra encontrarán preparados y bien dispuestos los argumentos para hablar al pueblo sobre un tema de tanto 
interés en nuestros tiempos, como la autoridad del Sumo Pontífice. 
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Don Bosco, que ya había recibido la carta comendaticia del Obispo de Acqui, esperaba la del Vicario Capitular de Turín para su Pía 
Sociedad; pero, hasta entonces, no había tenido más que una promesa de palabra. Escribía, por tanto, al canónigo Vogliotti, Rector del 
Seminario y Provicario diocesano. 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

Todavía en pie la promesa, que a V. S. Ilma. y Rvdma. y a mí, se nos hizo, de enviar una carta comendaticia en favor de la Sociedad de 
San Francisco de Sales, me remito a su bondad para que me obtenga del Señor Vicario General, satisfaga mi deseo antes de que la muerte 
venga a romper mis designios. Dado que fue el reinante Pío IX mismo, quien me hizo el primer esbozo y me sugirió la Pía Sociedad, creo 
que el reglamento será benévolamente acogido por él. Si, por cualquier razón, encontrase alguna dificultad ante el citado señor Vicario 
General, le suplico respetuosamente me lo comunique para mi norma; ya que deseo de todo corazón ((590)) que este reglamento consiga 
alguna aprobación de un modo u otro, es decir del Ordinario o del Pontífice. 

Con la mayor estima me cabe el honorde profesarme. 

De V.S. Ilma. y Rvdma. 

Turín, 6 de enero, 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Tomaba a pechos llevar a término los trámites porque crecía constantemente el número de jóvenes que pretendían abrazar su institución 
y vestir la sotana. En las Actas del Capítulo; consta que: 

El 8 de enero de 1864 fueron admitidos en la sociedad de San Francisco de Sales:Julio Barberis, Miguel Bertinetti, Juan Bautista 
Bertocchio, Guillermo Garelli, Alfonso Finocchio, Francisco Lambruschini, Simón Lupotto, José Manassero, Lorenzo Marengo, 
Francisco Paglia, Luis Rostagno y Domingo Vota. 

Entre tanto se cumplía la predicción hecha por don Bosco el 29 de diciembre, después de la muerte de Prete, con estas palabras: 

-Ahora está por ver si, muerto uno, después de diez o quince días, lo más antes de veinte, no morirá otro. 

Francisco Besucco, por amor a la penitencia, dejó que aumentara el frío sin abrigarse convenientemente en la cama y agarró una 
congestión catarral de estómago. Comenzó su enfermedad el 3 de enero y duró solamente siete días, que fueron para él de ejercicios 
espirituales y para los compañeros de ejemplo de paciencia y cristiana resignación. El mal oprimía su respiración y le ocasionaba agudo y 
continuo dolor de cabeza. Pero todas las prescripciones de los médicos y todos los cuidados no lograron aliviarlo. 
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Estábamos en el cuarto día de su enfermedad, cuando el médico empezó a temer por la vida de nuestro Francisco. Para comenzar a 
hablarle de este último momento, le dijo don Bosco: 

-Mi querido Besucco: te gustaría ir al paraíso? 

((591)) -íCómo no me va a gustar ir al paraíso! Pero hay que ganarlo. 

-Supón que se trata de elegir entre sanar o ir al cielo qué elegirías? 

-Son dos cosas distintas, vivir para el Señor, o morir para ir con el Señor. La primera me gusta, y bastante más la segunda. Pero quién 
me asegura el paraíso, después de tantos pecados como he cometido? 

-Al hacerte esta propuesta, supongo que estás seguro de ir al paraíso; por lo demás, si se tratara de ir a otro lado, yo no quiero que por 
ahora nos abandones. 

-Cómo podré merecer el paraíso? 

-Te merecerás el paraíso por los méritos de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. 

-Iré, por tanto, al paraíso? 

-Seguro, cierto; claro que cuando le plazca al Señor. 

Entonces dió una mirada a los que estaban presentes y luego, frotándose las manos, dijo con gozo: 

-El contrato está hecho: el paraíso y nada más; al paraíso y no a ningún otro sitio. No se me hable más que del paraíso. 

Don Bosco prosiguió entonces: 

-Me gusta que desees el paraíso, pero quiero que estés dispuesto a cumplir la santa voluntad del Señor... 

Interrumpió él aquellas palabras y dijo: 

-Sí, sí, hágase la santa voluntad de Dios en todo, en el cielo y en la tierra... 

Por la tarde del día 5, escribe don Bosco: «se le preguntó si tenía algo que recomendar a alguien. 

«-Sí, me dijo; diga a todos que recen por mí, para que sea breve mi purgatorio. 

»-Qué quieres que diga a tus compañeros de tu parte: 

»-Dígales que huyan del escándalo, que procuren confesarse siempre bien. 

»-Y a los clérigos? 

»-Dígales que den buen ejemplo a los muchachos ((592)) y que se esmeren para darles buenos avisos y consejos, siempre que tengan 
ocasión. 

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»-Y a tus superiores?
»-Dígales que agradezco a todos la caridad que han tenido conmigo; que sigan trabajando para salvar muchas almas; y cuando esté en el


paraíso, rogaré por ellos al Señor. 

»-Y a mí, qué me dices: 

»Al oír esta palabras se conmovió y me miró fijamente: 

»-A usted le pido, continuó, que me ayude a salvar mi alma. 

Hace mucho tiempo que ruego al Señor para que me deje morir en sus manos; le ruego cumpla esta obra de caridad, y que me asista 

hasta el último momento de mi vida. 

»Yo le aseguré no abandonarle, lo mismo si mejoraba, que si seguía enfermo, y más aún, si se hallaba en punto de muerte. Después 
tomó un aspecto muy alegre, y ya no pensó más que en prepararse para recibir el Santo Viático». 

Después de la comunión, se puso a rezar para dar gracias. Preguntado si necesitaba algo, sólo respondió: Recemos. Tras una prolongada 

acción de gracias, llamó a los presentes a su lado y les encomendó que no le hablaran más que del paraíso. 

«Algún tiempo después, viéndole tranquilo, le pregunté, prosigue don Bosco, si tenía algún encargo que darme para su Arcipreste. 

A estas palabras se entristeció. 

»-Mi Arcipreste, respondió, me ha hecho mucho bien; hizo cuanto pudo para salvarme; dígale que nunca he olvidado sus avisos. 

Ya no tendré la satisfacción de verle en este mundo, pero espero ir al paraíso y pedir a la Santísima Virgen que le ayude para conservar 

buenos a todos mis compañeros y para que un día le pueda ver con todos sus feligreses en el cielo. 

»Al llegar aquí la emoción le cortó el habla. 

((593)) »Tras un poco de reposo, le pregunté si no deseaba ver a sus padres. 

»-No puedo verles, respondió, porque están muy lejos, son pobres y no pueden hacer el gasto del viaje. Además, mi padre está fuera de 

casa, trabajando en su profesión. Hágales saber que muero resignado, alegre y contento. Que recen por mí, que espero ir al paraíso y que 
allí les espero a todos... A mi madre... 

»Y suspendió la conversación. Poco más tarde le dije: 

»-Tienes, acaso, algún recado para tu madre? 

»-Dígale que su oración fue escuchada por Dios. Ella me dijo muchas veces: -Querido Paquito, deseo que vivas mucho tiempo en este 
mundo, pero deseo que mueras mil veces antes de verte convertido en enemigo de Dios por el pecado. Espero que mis pecados 
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hayan sido perdonados y confío ser amigo de Dios y poder ir pronto a gozarle eternamente. Dios mío, bendecid a mi madre, dadle valor 
para soportar con resignación la noticia de mi muerte. Haced que la pueda ver con toda la familia en el paraíso, gozando de vuestra gloria. 

»El, quería seguir hablando, pero le obligué a callar para que descansara un poco. Por la tarde del día 8 empeoró y se decidió 
administrarle la Santa Unción. Al preguntarle si quería recibir este sacramento contestó: 

»-Sí, lo deseo con todo mi corazón. 

»-Tienes acaso algo que apene tu conciencia? 

»-Sí, tengo una cosa que me da mucha angustia y me remuerde bastante la conciencia. 

»-Qué es? Deseas decirla en confesión o de otra forma: 

»-Tengo una cosa en la que he pensado siempre, pero nunca habría imaginado que pudiera causar tanto pesar a punto de morir. 

((594)) »-Y qué es lo que te produce esa pena y ese remordimiento? 

»-Experimento el más amargo disgusto, porque en mi vida no he amado bastante al Señor, como él se merece. 

»-Tranquilízate a este respecto, porque en este mundo nunca podremos amar al Señor como se merece. Aquí es necesario hacer cuanto 
podamos, pero el lugar donde le amáremos como debemos es en la otra vida, en el paraíso. Allí le veremos como él es en sí mismo. Allí 
conoceremos y gozaremos su bondad, su amor y su gloria. Dichoso tú, que dentro de poco tendrás esta inefable suerte. Ahora prepárate a 
recibir la Santa Unción, que es el sacramento que borra las reliquias de los pecados y nos otorga también la salud corporal, si conviene a 
la salvación del alma...». 

Para recibir la Santa Unción, quiso rezar él mismo la oración del Yo pecador y las preces de este sacramento, y dijo una jaculatoria 
especial a la unción de cada sentido. Al fin pareció tan fatigado, y tenía el pulso tan débil, que se temió diese el último suspiro. Poco 
después se rehizo un tanto y, en presencia de todos, dirigió a don Bosco estas palabras: 

-He pedido mucho a la Santísima Virgen que me hiciese morir en un día dedicado a Ella, y confío que seré escuchado. 

El sábado 9 de enero fue el último día del querido Besucco. Conservó el perfecto uso de los sentidos y de la razón durante todo el día. 

Hacia las diez y media de la noche parecía que no le quedaban 

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más que unos minutos de vida, cuando sacó las manos intentando levantarlas en alto. Don Bosco se las tomó y las juntó para que 
nuevamente las apoyara sobre la cama. El las soltó y las elevó de nuevo a lo alto sonriente, y con los ojos fijos, como quien mira un 
objeto de suma satisfacción. Creyendo que tal vez desease el crucifijo, don Bosco se lo puso en las manos, y él lo tomó, lo besó y lo 
colocó sobre ((595)) la cama, levantando enseguida con impetuosa alegría los brazos al aire. En aquel instante su rostro parecía más sano 
y sonrosado que en su estado normal de salud. Brillaba su rostro con tal y tan hermoso resplandor que hizo desaparecer las luces de la 
enfermería. 

Todos los presentes, que eran diez, quedaron asustados y atónitos; en profundo silencio tenían su mirada fija en el rostro de Besucco. 
Pero aumentó la maravilla cuando el enfermo, levantando un poco la cabeza y alargando las manos cuanto podía, como quien estrecha la 
mano de una persona querida, comenzó a cantar con voz alegre y sonora: Load a María, la Reina del cielo. 

Luego, hacía esfuerzos para elevar más el cuerpo, que en realidad se iba levantando, mientras, con las manos juntas, se puso de nuevo a 
cantar devotamente: íOh, Jesús, de amor encendido! Yo quisiera no haberte ofendido. 

El enfermo parecía convertido en un ángel con los ángeles del paraíso. 

Para romper el estupor de los presentes, dijo don Bosco: 

-Creo que en este momento nuestro Besucco recibe alguna gracia extraordinaria del Señor o de su Madre celestial, de la cual fue tan 
devoto en vida. Acaso vino Ella a invitar a su alma para llevarla al cielo. 

Besucco prosiguió su canto, mas sus palabras se paraban e interrumpían como quien contesta a amorosas preguntas: Después se dejó 
caer lentamente sobre el lecho. Cesó la luz maravillosa, su rostro se puso como antes; aparecieron las otras luces y el enfermo no daba 
señal de vida. Pero, advirtiendo que no se continuaba rezando y que no le sugerían más jaculatorias, se volvió a don Bosco diciéndole: 

-Ayúdeme, recemos. 

Eran las once: quería hablar pero no pudo más, sólo dijo esta palabra: ««El crucifijo»». Con ella reclamaba la bendición del crucifijo 
con la indulgencia plenaria in artículo mortis, gracia pedida por él muchas veces. 
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((596)) Después de darle esta última bendición, don Víctor Alasonatti comenzó a rezar el Profýciscere (Sal, alma cristiana) mientras los 
otros oraban de rodillas. A la once y cuarto miró Besucco a don Bosco, y se esforzó por sonreírle a modo de saludo, luego alzó los ojos al 
cielo, indicando que se iba. Pocos instantes después abandonaba su alma el cuerpo y volaba gloriosa, como fundadamente esperamos, a 
gozar de la gloria del cielo. 

No se puede expresar el dolor y la pena de todos los de casa por la pérdida de un compañero tan querido. Se hicieron muchas plegarias 
en aquel momento alrededor de su mismo lecho. Al despuntar el día, se reunieron todos los alumnos en la iglesia para rezar en sufragio de 
su alma. Era domingo y todas las comuniones, el rosario, la misa, las prácticas de piedad de un día festivo fueron elevadas a Dios por el 
eterno reposo del buen Francisco. 

Los condiscípulos subían durante el recreo a contemplar el cadáver y todos decían que les parecía ver un ángel del cielo. Su fisonomía 
había quedado tan agraciada y su rostro tan rubicundo que no parecía un muerto. Todos iban a porfía para buscar algún objeto que le 
hubiese pertenecido y conservarlo como preciosa reliquia. 

Por la noche habló don Bosco de las virtudes de Besucco y, derramando muchas lágrimas, narró sus últimas palabras: Me muero con la 
pena de no haber amado a Dios como se merecía. Es imposible decir el efecto que éstas produjeron en los muchachos. 

«Cuando los jóvenes se retiraron a sus dormitorios, dice la Crónica, se celebró la conferencia general de los miembros de la Sociedad 
de San Francisco de Sales. Don Bosco leyó un artículo sobre el fin de la Sociedad y luego habló muy bien del vínculo de la caridad que 
debe unir a los hermanos. Presentó la comparación del carro de Ezequías, tirado por una águila y un buey uncidos, deduciendo que quien 
tiene un temperamento demasiado fogoso y quiere volar se modere un poco y ayude al compañero, ((597)) demasiado flemático y lento 
para tirar del carro; mientras, quien tiene un temperamento frío y tardo se mueva un poco y se esfuerze para avanzar más. El uno soporte 
y ayude al otro. Habló también de la caridad que deben tener los que mandan y los que obedecen, unos respecto de los otros». 

»El lunes, 11 de enero, sus compañeros cantaron una misa por Besucco y muchos recibieron por él la comunión. Concluido el funeral, 
acompañaron los condiscípulos el féretro a la parroquia y de allí al camposanto. La fosa donde fue enterrado el querido difunto 
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estaba señalada con el número ciento cuarenta y siete, en la línea encuadrada hacia poniente. 

»Cuando volvieron a casa, después del entierro, don Bosco dijo privadamente a algunos, que en aquel mes moriría un aprendiz y, al 
cabo de tres meses, otros dos alumnos del Oratorio». 

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((598)) 

CAPITULO LIX 

DON BOSCO SIGUE TRABAJANDO PESE A SUS MALES -PLATICAS DE DON BOSCO POR LA NOCHE: UN ALUMNO IRA 
AL PARAISO ANTES DE QUE ACABE EL CARNAVAL; UN HOLGAZAN ENVIDIOSO DE LA SUERTE DE LOS ANIMALES 
EN EL PASTO; CONSECUENCIAS FUNESTAS DE LOS PEQUEÑOS DEFECTOS; EL PRECEPTO DE LA CARIDAD MUTUA; 
IMITAR A LAS ABEJAS PARA GANAR MERITOS -CORAZON DE DON BOSCO -NO SE PREOCUPA DE SU COMIDA Y 
RECONOCE LAS NECESIDADES DE LOS DEMAS -DON BOSCO ENFERMO POR UN ALIMENTO INDIGESTO -EL 
DELEGADO DE ESTUDIOS DE ALESSANDRIA PONE DIFICULTADES AL COLEGIO DE MIRABELLO -DON MIGUEL RUA 
PIDE CONSEJO A DON BOSCO, QUE LE RESPONDE POR MEDIO DE DON DOMINGO RUFFINO -OTRA CARTA DE DON 
BOSCO A DON MIGUEL RUA: ESPERA IR A MIRABELLO A MEDIADOS DE CUARESMA 

DON Bosco estaba extraordinariamente cansado: tenía vómitos de sangre y digería con dificultad los alimentos. Pero él, siempre jovial, 
no abandonaba el tribunal de la penitencia, cada vez más lleno de gente por sus predicciones; y continuaba cada noche dando sus 
paternales advertencias. 

«El 11 de enero, cuenta la Crónica, después del entierro de Besucco, don Bosco habló a los muchachos al acabar las oraciones de la 
noche y dijo: 

»-Besucco se ha llevado todo el poco bien que habíamos reunido; ahora debemos preparar algo para otros. Entonces, diréis vosotros, 
debe morir algún otro? Sí, hay otro que quiere ir a terminar el carnaval en el paraíso. A algunos les duele que yo diga estas cosas y 
querrían, ((599)) por ejemplo, que sólo las comunicase a aquél a quien le toca partir; así él se prepararía y los demás vivirían tranquilos. 
íPero no! Yo no cumpliría con mi deber si no lo dijese. Algunas veces sé que uno debe morir pero no sé de quién se trata; otras veces, sé 
quién es y no conviene decirlo». 

Dio don Bosco durante este mes pláticas a los jóvenes; la Crónica nos conservó algunas, mas sin indicar la fecha. 
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Había en Turín un maestro que debía educar a unos muchachos. 

Un día, yendo con ellos de paseo, se encontraron por el camino con un pastor que conducía ciertos animales a pastar. Uno de los 
muchachos miró atentamente a los animales y dijo a los compañeros: 

-Estos animales, al menos, no están obligados a ir a la escuela, a hacer todos los días las tareas y estudiar la lección. íAy de nosotros, si 
no cumpliésemos nuestro deber! La escuela es un aburrimiento. 

Y siguió con sus lamentaciones, como si aquellos animales fueran más afortunados que él. El que hablaba de este modo vive todavía, es 
ya un hombre, tuvo un cargo en Turín, pero sólo porque es rico; por lo demás, su cargo le hace cometer frecuentemente errores tan 
grandes que ha de avergonzarse de sí mismo, dando ocasión de risa a los demás. 

He querido contaros esta anécdota para haceros reír también a vosotros y haceros ver hasta qué punto conduce a un joven la 
repugnancia de someterse a un poco de disciplina que, por otra parte, le ayuda a adquirir una suma de conocimientos necesarios para 
cumplir los propios cargos en el estado a que el Señor le destina. Pero, entretanto, os pregunto: -Las palabras de aquel botarate no estarían 
bien a lo mejor en boca de alguno de nuestros muchachos? Es decir; íquién sabe si, entre los nuestros, no habrá alguno que se sujete de 
mala gana a la disciplina, que está a disgusto en el Oratorio! Espero que no; sé que a todos vosotros os gusta el orden y cumplir con 
vuestro deber. Mas, si lo hubiera, ese tal, merecería ser conducido a pastar, en vez de ir a clase. Emplead, pues, bien vuestro tiempo y así, 
a la hora de morir, tendréis una gran satisfacción y, mientras viváis, podréis llevar siempre la frente alta y ser apreciados por la sociedad. 
Dad gloria a Dios con vuestra conducta, consuelo a vuestros padres, a vuestros superiores. De otro modo, un joven gandul, 
indisciplinado, será un desgraciado, una carga para sus padres, un peso para sus superiores y para sí mismo. 

((600)) 
II 

Necesito que me deis un permiso, pero es preciso que me lo otorguéis todos desde el primero hasta el último; consiste en que me dejéis 
hacer de peluquero y cortaros el cabello a todos. El peluquero no es bastante hábil y necesitáis que os lo corte yo. Si no lo hiciese así, os 
crecerían tanto los cabellos que sería imposible cortarlos, porque, unidos entre sí formarían una cuerda con la que alguien podría lanzaros 
a un precipicio. Recordaréis lo que se lee en la historia: que los romanos quitaron las armas a los cartagineses, y como éstos no tenían 
cuerdas para poner a sus arcos, cortaron el cabello a sus mujeres, que lo tenían larguísimo, lo trenzaron e hicieron cuerdas. Ahora bien, yo 
no quiero que vuestros cabellos se conviertan en cuerdas. Vosotros me preguntaréis: 

-Qué quiere decir esto? 

-Mirad, santa Teresa dice que también el espíritu tiene sus cabellos, que, dejados crecer, se convierten en cuerda. Los cabellos del alma 
son los defectos que tiene cada uno. Son pequeños al principio, finos como un pelo; mas, si no se cortan cuando empiezan a despuntar, al 
poco tiempo se hacen tan gruesos y tan largos, que el demonio hace cuerdas con ellos para llevaros a la ruina. Estos defectos, estos vicios 
ahora pueden cortarse fácilmente; pero, si siguen adelante, se convierten en hábito, 
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echan profundas raíces, se truecan en cuerdas y entonces: cómo cortarles con unas tijeras? 

Por ejemplo: uno se encapricha con fumar y fuma a escondidas. Es un pequeño cabello que crece. Si me escucha, si se persuade de que 
es perjudicial, si abandona este capricho, el cabello está cortado. Pero si quiere continuar, y se esconde a la vista del superior, se oculta en 
lugares apartados, se acostumbra a los engaños, llega un día en que encuentra algún diablo y he aquí el cordel que lo arrastra a la 
perdición; sin contar el daño que con ello puede recibir la salud. 

A otro le gustan los licores y los almacena en el baúl, y, de vez en cuando, bebe un sorbito. Ahí está el pelito. Si se deja guiar por quien 
bien le quiere, entenderá que con eso se enciende la sangre, y que no son convenientes esas bebidas para un jovencito bien educado, y he 
ahí el pelo cortado. Si, por el contrario, quiere seguir, a pesar de los avisos, vendrán los desórdenes, arde la sangre, tal vez se achispa un 
poco, asaltan las tentaciones, se cede y he aquí la soga. 

Un tercero es feliz cuando puede conseguir algo de comer, salchichón, fruta, queso; come a toda hora; procura tener siempre abundante 
provisión; si no tiene pide a los padres que le manden. He ahí el pelo. Si obedece al superior que le aconseja comer a la hora con cierta 
moderación, no sufre indigestión, ni enfermedades; mas, si se deja vencer por el apetito, con el estómago lleno no puede estudiar; y poco 
a poco aborrece el estudio, porque eso le molesta, se entrega a la gandulería; el ocio es el padre de todos los vicios, y ahí está la cuerda. 

Puede que haya un joven ((601)) el cual tenga cierto respeto humano para estar bien compuesto en la iglesia, para hacer bien la señal de 
la cruz, para acercarse con frecuencia a los sacramentos. íPobrecito si no cambias! Sábete, en primer lugar, que Dios conoce el interior de 
tu alma y, además, que este respeto humano te hará transgredir la obligación de la misa, y guardar la abstinencia, cuando estés fuera del 
Oratorio; íhe ahí la cuerda, y qué cuerda! Y así seguía discurriendo. Se empieza por poco y se acaba por mucho. Se comienza mintiendo y 
se acaba calumniando a los compañeros cuando no se sabe cómo excusarse. El pelo de la desobediencia termina con las cuerdas de ciertas 
conversaciones. En fin, ayudadme a corregiros de las faltas pequeñas con vuestra buena voluntad. Dejadme cortar estos cortos cabellos y 
el demonio no conseguirá ligaros y arrastraros. 

III 

Esta noche os diré una sola palabra y luego os dejo libres. Recordad el aviso que daba san Juan Evangelista a sus discípulos: Diligite 
alterutrum (amaos unos a otros). Este amor no es un simple consejo; es un precepto, y por eso peca quien no lo observa. Por consiguiente, 
no haya entre vosotros palabras injuriosas, riñas, envidias, venganzas, desprecios, maldad. Haceos bien unos a otros y así demostraréis 
que os amáis recíprocamente como hermanos. 

íOh, qué hermoso paraíso terrestre sería esta nuestra casa! Cuántos actos virtuosos admirarían los ángeles, cuántas más bendiciones 
enviaría el Señor sobre nuestras cabezas, qué consuelo tendría María Santísima, si todos nos comprometiésemos a compadecernos, 
ayudarnos, soportarnos y perdonarnos para que triunfase siempre la caridad. !Ah! Ojalá que todos se empeñasen en imitar a Magone y 
tratando de aumentar en los demás el amor de Dios y apartar a los incautos del pecado. Todos pueden impedir las malas conversaciones 
de un compañero, como hacía Savio; todos pueden calmar con buenos modos los ánimos encendidos de 
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quien quisiese armar camorra o ya hubiese empezado una pelea. Por qué no hacerse amigos de los más disipados para llevarlos a 
confesarse, invitarlos a hacer una visita a Jesús Sacramentado? Esta era la caridad que hacía amables a Savio y Besucco. Echaban el ojo a 
ciertos compañeros, cuyas almas querían atraer al Señor, y, unas veces, explicaban con paciencia los problemas no entendidos en clase; 
otras, les prestaban sus guantes al ver que no podían escribir por el frío; ponían su capa sobre las espaldas de un compañero poco 
abrigado; regalaban una pera, una nuez al que comía pan a secas... Son naderías, se dirá, que poco cuestan; sin embargo, con ellas 
impedían altercados, se recibían con cariño sus buenos consejos, cesaban las murmuraciones, se aceptaban bien ((602)) los avisos de 
quien les pedía la observancia del reglamento. Naderías, pero más de un joven que de otro modo se hubiera perdido se salvará gracias a 
ellas. íNaderías que revelan almas nobles, bellas, santas! Si todos imitasen a Savio y Besucco, qué hermoso paraíso sería el Oratorio. 
Estoy seguro de que entonces conseguiría haceros a todos santos, como es mi deseo. 

Deseo que aprendáis a fabricar la miel como la fabrican las abejas. Sabéis cómo hacen para producirla? De dos formas principalmente: 

1.ª No la hace cada una por sí misma, sino que están bajo la dirección de una reina, a la que obedecen en toda circunstancia; y, además, 
están todas unidas y se ayudan mutuamente. 

2.ª La segunda es que van recogiendo de una a otra parte el jugo de las flores; pero, advertid que no recogen todo lo que encuentran, 
sino que vuelan sobre una flor, se posan sobre otra y toman de cada una solamente lo que sirve para hacer la miel. 

Vengamos a la aplicación. La miel representa lo bueno que vosotros hacéis con la piedad, el estudio y la alegría, porque estas tres cosas 
os darán muchas satisfacciones, que serán tan dulces como la miel. Pero debéis imitar a las abejas. Primero obedeced a la reina, esto es, al 
reglamento y a los superiores. Sin obediencia se produce el desorden, el descontento y no se hace nada que valga la pena. En segundo 
lugar, el estar todos unidos sirve mucho para fabricar esta miel de alegría, piedad y estudio. Esta es la ventaja de vivir en el Oratorio. Al 
estar muchos juntos, aumenta la alegría de los recreos, se aleja la tristeza, siempre que esta fea bruja intentase penetrar en vuestro 
corazón. El ser muchos anima para aguantar las fatigas del estudio y sirve de estímulo ver el aprovechamiento de los demás: uno 
comunica a otro los propios conocimientos, las propias ideas, y de este modo uno aprende del otro. El vivir entre muchos que practican el 
bien, nos estimula, sin apenas darnos cuenta. 

Debéis, pues, imitar a las abejas tomando sólo lo que es bueno y no lo que es malo. Observe cada cual en la conducta de sus 
compañeros lo que tienen de bueno y luego procure imitarlos. De uno aprenderá a ser humilde y a no hablar tanto de sí mismo. De otro 
que es de los primeros de la clase, aprenderá a cumplir exactamente los propios deberes. Si ve a un compañero que es piadoso, recogido 
en la iglesia, sigue su buen ejemplo. Así, uno brillará por su amabilidad, y otro por su mortificación, éste por una gran prudencia al 
hablar, aquél por un candor que no oculta nunca la verdad; e id discurriendo por este estilo. Pues bien, diga cada uno resueltamente: 
quiero hacer mía aquella virtud. 

También se recoge la miel de otro modo. Haced un cuadernito para anotar vuestros secretos. Escribid en él los avisos que ((603)) os da 
el director o el profesor, lo que 
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más impresión os hizo en las predicaciones; anotad los hechos más fáciles de imitar, las máximas necesarias para practicar que halléis en 
los libros que se leen en el estudio, en el comedor, en el dormitorio o en la iglesia. De esta forma no tardaréis en enriqueceros con miel, 
esto es, con buenos pensamientos, buenas obras y santa alegría, producida por la paz del corazón. 

Estas palabras salían de un corazón lleno de indescriptible ternura para los que la divina Providencia le había confiado. Tendríamos 
ejemplos sin número, pero recordamos uno solo que nos ofrece la crónica de Ruffino. 

«Don Bosco me dio cincuenta liras para mis familiares, cuando yo le presentaba el semestre del patrimonio eclesiástico y prometió 
dármelas siempre que hiciese este cobro. Yo no le había pedido nada. Me preguntó un día sobre el estado de mi familia y comprendió que 
estaba necesitada». 

íQuerido don Bosco, cuánta atención para con los demás y qué pocos cuidados para sí mismo! Quería siempre que le sirviesen la misma 
comida que a la comunidad y no consentía que le preparasen ningún alimento especial. 

«No obstante, narra el canónigo Anfossi, don Bosco tenía cuidados amorosos con los demás. Cuando yo daba clase en el Oratorio y al 
mismo tiempo iba a la universidad, regresaba a mediodía algo cansado y no me determinaba a comer la polenta de maíz que algunas veces 
preparaban como sopa. Don Bosco, que no estaba menos cansado que yo, comía aquel plato y, al ver que yo titubeaba en llevar la cuchara 
a la boca, ordenaba al clérigo que servía que me llevaran caldo o sopa. 

»Algunos profesores protestaron por el mismo motivo y, don Bosco reconociendo su necesidad, mandó recado al cocinero para que 
diese caldo a los que lo pidieran; pero sólo a ellos a fin de que no sobreviniesen abusos. 

((604)) »En tanto cayó él enfermo y hubo de guardar cama por haber comido de aquella polenta. A pesar de eso, no cambió de sistema». 

Con la enfermedad llegaron nuevas contradicciones y consiguientemente se sumaron nuevas preocupaciones. El seminario menor de 
Mirabello, como dependiente que era de la autoridad eclesiástica de Casale, reconocido y aprobado por monseñor Calabiana, no había 
pedido la autorización del Delegado Real de estudios de Alessandria, ni le había notificado su apertura. Para los seminarios menores 
dejaba el Gobierno libertad a los obispos en lo tocante a la enseñanza y programación de estudios que creyesen conveniente al fin 
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propio de las vocaciones eclesiásticas y no exigía títulos para el profesorado. Se reservaba solamente ordenar inspecciones para la higiene 
y para asegurarse de que se respetaban las instituciones patrias. Ahora bien, el Delegado Real, abogado caballero Ambrosio Damasio, se 
encontró en San Salvador un dormitorio de alumnos y, al preguntar a qué centro pertenecían, se enteró de la existencia de la casa de 
Mirabello. Pidió inmediatamente por carta explicaciones a don Miguel Rúa, el cual escribió a don Bosco y éste encargó a don Domingo 
Ruffino de la contestación. 

Turín, 16 de agosto, 1864. 

Amadísimo hermano: 

Don Bosco no puede responderte sobre lo que le escribiste, porque guarda cama hace tres días. La causa del mal fue una indigestión; 
está mejor y creo que mañana se levantará. 

Mientras tanto, su parecer sobre el problema del Delegado es que el mismo Obispo de Casale le escriba diciendo que, si se permiten los 
seminarios abiertos desde hace mucho tiempo, quiere decir que no existe ninguna ley en contrario. De todos modos, si el señor Delegado 
cree que un Obispo no puede abrir un seminario menor, tenga la bondad de manifestarlo y entonces él se dirigirá a la Autoridad Superior, 
para que le sea otorgado por favor, lo que le es negado por ley. En tal caso ruega tú al señor Delegado que tenga consideración, si se le 
pidiesen semejantes aclaraciones. 

Como don Bosco mantiene relaciones especiales con el Inspector de Alessandria ((605)) le ha dirigido una carta referente a las escuelas 
elementales y al mismo tiempo le suplicó investigara la última voluntad del Delegado. La carta la escribió el pasado miércoles y espera 
respuesta en breve. Apenas pueda, escribirá también una carta al señor Obispo de Casale. 

En estos días ha muerto el alumno Francisco Besucco. Las circunstancias fueron tan preciosas ante el Señor, que don Bosco piensa 
escribir su biografía. 

El clérigo Do está muy grave; ya ha recibido los santos Sacramentos y también la santa Unción y acaso no sean muchos sus días... 

DOMINGO RUFFINO 

Pero el Delegado opinaba de otro modo y no quería admitir que el colegio de Mirabello fuese un Seminario menor. Don Miguel Rúa 
sufrió muchas molestias para rebatir sus razones, pero no daba un paso sin antes consultar a don Bosco, de quien poseemos la siguiente 
carta: 

Mi querido Rúa: 

Está bien que vayas con el conde Radicati a visitar al Delegado. Procura que lo esencial de tu conversación, sea que te disgusta la 
molestia causada y que agradeces su cortesía: que Monseñor cuenta con el Seminario menor de Mirabello como 
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continuación del que se cerró, o mejor, fue ocupado para servicios militares en Casale. Que este seminario de Mirabello encontraba 
muchas dificultades, pero que la beneficencia vino en su ayuda; que Monseñor pidió a don Bosco en Turín el personal, que le fue enviado 
y provisto gratuitamente, y que gratuitamente se mantiene todavía. 

Lo demás te lo inspirará el Señor. He hablado con A... y creo cumplirá mejor su deber. Tu comportamiento con él ha sido bueno. 

He escrito ya al señor Crova sobre el particular. 

Mediada la cuaresma espero dar una vuelta por ahí, mas di a tus alumnos que quiero que estén muy alegres aquel día. 

Que Dios os bendiga a ti, al prefecto, a los maestros a los asistentes y a todos los alumnos. Amén. 

Turín, 5 de febrero, 1864. 

Tu afectísimo en Cristo
JUAN BOSCO, Pbro.


((606)) Acabaremos indicando que los largos trámites con la autoridad escolástica de Alessandria alcanzaron por el momento un gran 
éxito para don Bosco. Pero, a no tardar, el Delegado, profesor Joaquín Rho, aunque condiscípulo suyo en Chieri, no quiso reconocer en 
aquel colegio el carácter de Seminario menor y le obligó inexorablemente a proveerse de profesores titulados. 

Aún le tocó aguantar a don Bosco otros fastidios y molestias desde el principio, por parte del cobrador de contribuciones que le impuso 
y mantuvo una tasa considerable de renta sobre las exiguas pensiones que pagaban los alumnos. Pero volveremos a hablar en otro lugar 
de estos contrariedades soportadas por el siervo de Dios. 
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((607)) 

CAPITULO LX 

MUERTE DE LA MARQUESA DE BAROLO -SU CARIDAD CON DON BOSCO A LOS COMIENZOS DEL ORATORIO 
-GRATITUD DE DON BOSCO Y SU CONTINUA BENEVOLENCIA CON LOS INSTITUTOS FUNDADOS POR LA MARQUESA 
-CARTA DE DON BOSCO AL CANONIGO VOGLIOTTI: LE RUEGA VENDA UN TROZO DE TERRENO DEL SEMINARIO 
PARA SU IGLESIA E INSISTE PARA CONSEGUIR LA CARTA COMENDATICIA DEL VICARIO CAPITULAR -LA 
BENDICION DEL PAPA -DON BOSCO EN BUSCA DE SUBSIDIOS PARA EDIFICAR EL SANTUARIO DE MARIA 
AUXILIADORA -DONATIVO DEL REY POR CUENTA DEL TESORO MAURICIANO -RAZONES POR LAS QUE EL 
MUNICIPIO DE TURIN NO PUEDE AYUDAR -PROPUESTA GENEROSA DEL CANONIGO GASTALDI -RECURSO A LA 
DIRECCION DE FERROCARRILES PARA CONSEGUIR EL TRANSPORTE GRATUITO DE MATERIALES -DON BOSCO 
COMUNICA AL ENFERMERO EL NOMBRE DE DOS APRENDICES QUE MORIRAN ANTES DE PASCUA -MUERE UN 
MUCHACHO ANTES DEL CARNAVAL, TAL COMO ESTABA PROFETIZADO -HORARIO DE LA CASA DURANTE LOS 
PRIMEROS DIAS DE FEBRERO -PLATICA: MANERA DE SANTIFICAR EL CARNAVAL; DOS ALUMNOS QUIEREN IR AL 
PARAISO ANTES DE PASCUA -ESTUPENDOS EXAMENES DE LOS CLERIGOS EN EL SEMINARIO -UN DRAMA: SAN 
EUSTAQUIO -LISTA DE INVITADOS PARA EL TEATRO -EL CARNAVAL -EL CATECISMO DE CUARESMA 

ERAN días de luto. El 19 de enero moría en su palacio de Turín la marquesa Julieta de Barolo con gran sentimiento de toda la ciudad, 
muy favorecida por ella de mil modos. Sus últimas palabras fueron las siguientes: 

-Hágase la voluntad de Dios en mí y por mí, en el tiempo y en la eternidad. 

((608)) Había sido la primera bienhechora de don Bosco. Una carta de Silvio Péllico, que nos fue entregada últimamente, manifiesta 
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la atención que la Marquesa le prestaba en los primeros tiempos, durante su permanencia en el Refugio 1. 

Las cordiales relaciones entre la Marquesa y don Bosco habían desaparecido por causas expuestas en los precedentes volúmenes; 
hacía tres años que no se habían visto, ni había recibido el Oratorio ningún socorro de la ilustre señora, la cual había empleado todo su 
colosal patrimonio en la fundación de obras de caridad. 

No obstante, don Bosco mostró su agradecimiento yendo con sus jóvenes al Refugio, al funeral de trigésima, en el que cantaron la misa 
fúnebre de don Juan Cagliero. Al mismo tiempo ((609)) ya antes de la muerte y después, hasta el fin de su vida, don Bosco siguió dando 
pruebas de benevolencia a las religiosas de las instituciones de la Marquesa. Baste por ahora la siguiente carta dirigida a don Bosco: 

Muy reverendo Padre: 

La singular bondad de V. R. al aceptar a mi anciano padre en su Oratorio, fue la causa de su salvación. Hizo también lo posible por mi 
hermano orientándole por el camino del cielo, y hasta ahora él no ha correspondido, por lo que le encomiendo a sus santas oraciones. 
También le agradezco la caridad con que me enseñó aritmética. Todos estos favores me imponen la obligación, para toda mi vida, de la 
más viva gratitud, de que yo sea capaz. 

Tendría ahora necesidad de una doble gracia, es decir, espiritual y temporal, y 

1 Muy apreciado señor Burdizzo: 

Me encarga la señora Marquesa que le escriba para que haga el favor de pasar el siguiente encargo al teólogo Borel. 

Se ha informado del delicado estado de salud que atraviesa don Bosco actualmente y, de la necesidad que, tal vez, tiene de un tiempo de 
reposo para mejor cuidarse. Ella está dispuesta a entregar a don Bosco los honorarios que le han sido asignados, dejándole que vaya a 
pasar una temporada con sus parientes y hacer lo posible para restablecerse. El teólogo Borel tendrá la amabilidad de comunicarle esta 
disposición de la señora Marquesa y aconsejarle que la aproveche. Ella espera que el descanso restablecerá a este buen sacerdote, de 
modo que pueda reemprender su actividad en el servicio de Dios. Con esta esperanza, se ruega al teólogo Borel que busque para este 
tiempo otro celoso eclesiástico que reemplace por el momento a don Bosco: la señora Marquesa dará al suplente la misma asignación que 
tiene don Bosco. 

La señora Marquesa se interesa por su recuperación y le saluda, a la par del teólogo Borel y del reverendo Pacchiotti. También yo 
presento mis respetos a los tres. 

Les daré las noticias de la señora Marquesa: sigue con una ligera fluxión en los ojos, oídos, dentadura y toda la cabeza, lo que le 
produce un poco de fiebre. Ha mejorado del estómago. Combate este reuma general con medicamentos suaves, vesicantes, etc., esperando 
que se podrán acabar las extracciones de sangre. 

Se ruega al teólogo Borel tenga la bondad de comunicar estas noticias a las religiosas y alumnas, para que la encomienden con 
fervorosas oraciones al Señor. 

Les saludo a usted y al señor Velasco y me honro profesándome con todo aprecio. 

Roma, 23 de diciembre, 1845. 

Su seguro sevidor
SILVIO PELLICO


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por eso imploro una avemaría suya. Además, nosotras tenemos la suerte de contar con una óptima madre superiora, a la que amamos 
tiernamente y deseamos toda felicidad. El día 23 del corriente es su día onomástico: ojalá pudiera ser que la madre Manuela tuviese la 
fortuna de la madre Eulalia de que vuestra reverendísima paternidad alegrase la fiesta con unas palabras a la comunidad y reservase luego 
un cuartito de hora para oír a nuestra buena Madre, que ciertamente tendrá muchas cosas que decirle. En el caso de que le fuera imposible 
el día 23, esté seguro V. R. de que aún llegaría a tiempo, si puede disponer de unos minutos el día de Navidad. 

Le suplico haga lo posible: se trata de consolar a una comunidad y de liberar a la Superiora de un vicio capital (envidia, pero santa). 
Concluyo ofreciéndole mis cordialísimos augurios de unas felices fiestas navideñas, buen fin y mejor principio de año. Dígnese 
impartirme su paternal bendición, para que acierte en mi cargo de Maestra de las Magdalenitas, para gloria de Dios, bien del prójimo y 
salvación de mi alma. Beso respetuosamente su mano y me profeso, con la mayor veneración. 

De vuestra Reverendísima Paternidad. 

Turín, 16 de diciembre, 1864. 

Su humilde hija y sierva en Cristo
Sor TERESA MAGDALENA


Don Bosco había recibido la carta comendaticia del Obispo de Susa el día 19 de enero, pero esperaba con vivo ((610))deseo la del 
Vicario Capitular de Turín. Este se hallaba frente a un problema por resolver, que debía interesar grandemente a toda la diócesis, por 
muchos motivos fáciles de comprender. Tampoco hay que olvidar que algún respetable eclesiástico y consejero suyo no veía con buenos 
ojos a la Pía Sociedad. Por ello, don Bosco, que había rogado al canónigo Vogliotti que le cediese, mediante la correspondiente 
retribución, una parcela de prado en Valdocco perteneciente al Seminario, le escribía en estos términos: 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

Cuénteme también a mí entre los muchos que de continuo le molestan y tenga paciencia. Si pudiera llevar a cabo los trámites del 
terreno, que todavía se necesita para la edificación de la deseada iglesia, me causaría mucho gozo: se lo ruego encatecidamente. 

Encomiendo también a usted la carta comendaticia en favor de nuestra pobre Sociedad; porque temo mucho que un nicho del 
camposanto venga a echar por tierra mis proyectos. 

Perdone la molestia y acepte mis augurios de todo bien del Señor, mientras me profeso con todo aprecio. 

De Vuestra Señoría Ilma. y Rvdma. 

Turín, 26 de enero, 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


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Por aquellos días tenía la satisfacción de recibir, además de la carta comendaticia del Obispo de Susa, otra de un gran amigo suyo. 

Sea alabado Jesucristo en el Santísimo Sacramento 

Roma, 21 de enero, 1864. 

Muy Reverendo Señor don Bosco: 

Salgo de la audiencia con el Santo Padre, que se encuentra muy bien, y me entretuvo largamente en varias conversaciones. Me encargó 

que escribiera a Vuestra Señoría, enviándole de corazón su santa bendición que yo pedí para usted, querido don Bosco, y para todos sus 
hijos espirituales. 

Juntamente con ella le mando también cordialísimos ((611)) saludos y me encomiendo a sus oraciones. Si en algo puedo servirle, 
escríbame antes de la cuaresma y será complacido. 

El padre Oreglia, en cuya habitación escribo a toda prisa, me ruega le salude a usted y al hermano Cavaliere 1. 

De todo corazón suyo en Jesucristo.
Su seguro servidor
EMlLlANO MANACORDA, Pbro.


Casa Colombo, calle Pane Perna. 

La bendición del Papa y la esperanza de la suspirada aprobación de la Pía Sociedad aumentaban el ardor que le animaba por su nueva 
iglesia. Apenas lo permitiese el tiempo, se reemprenderían los trabajos. 

Desde entonces se ingeniaba para alcanzar los socorros necesarios. Recordaba una antigua promesa al conde de Cibrario, el cual le 
contestaba: 

MAESTRAZGO GENERAL 
DE LA ORDEN DE LOS SANTOS MAURICIO Y LAZARO 

Turín, 21 de enero, 1864. 

Como respuesta a mi proposición y en audiencia de hoy, Su Majestad el Rey, Gran Maestre General, se ha dignado conceder un 
donativo extraordinario de doscientas cincuenta liras, con cargo al Tesoro Mauriciano, como participación de la Orden a la construcción 
de la nueva iglesia en Valdocco. 

Mientras me complazco en comunicar a Vuestra Señoría Ilustrísima este nuevo favor de la Real Munificencia, le prevengo que la 
referida orden de pago, expedida a su nombre, será entregada dentro de pocos días en esta Tesorería. 

Aprovecho esta oportunidad para renovarle mi mas distinguida consideración. 

El Ministro de Estado
Primer Secretario de


S.M. Senador del Reino ClBRARlO 
1 Hermano Cavaliere. Se refiere, probablemente al Hno. Federico Oreglia di Santo Stefano, que poseía el título de Cavaliere. (N.del 
T.). 

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Don Bosco había reiterado también sus súplicas al Ayuntamiento de Turín para conseguir el subsidio que acostumbraba destinar para la 
construcción de una nueva iglesia parroquial: Pero no obtuvo respuesta favorable. 

((612)) CIUDAD DE TURIN 
III Oficina. Protocolo N. 126 
Respuesta a la carta del 24 de diciembre p.p. 

28 de enero, 1864. 

El Ayuntamiento no se ha comprometido hasta ahora a ayudar a la construcción de iglesias no parroquiales. Ni fue bastante que los 
constructores abrigasen el plan o la esperanza de conseguir de la Curia Arzobispal la erección en parroquia de sus iglesias, para inducir a 
la Administración Municipal a prestar su apoyo. El mismo subsidio, votado en favor de la iglesia de Vanchiglia, fue precedido de la 
promesa formal de que la iglesia se habría de convertir en parroquia y el señor cura párroco de la Santísima Anunciación, dio toda suerte 
de garantías. 

Por tanto el infrascrito, no pudiendo apartarse de los acuerdos tomados por el Consejo, debe comunicar con sentimiento al honorable 
señor don Bosco que, según están las cosas, no puede acoger favorablemente su petición. 

El asesor 

BARlCCO 

Esto no había sido más que una tentativa con poca probabilidad de éxito. La esperanza de don Bosco se apoyaba en la caridad de los 
fieles. 

Fue uno de los primeros el canónigo Lorenzo Gastaldi, el cual le hacía una generosa propuesta. 

Calle Julio, Turín, 28 de febrero, 1864. 

Muy Reverendo y queridísimo amigo: 

Prometí prestar a V.S. cinco mil liras durante veinte años sin interés alguno, con el fin de edificar una iglesia pública junto al Oratorio 
de San Francisco de Sales y mantengo, sin lugar a dudas, mi palabra. Mas qué diría V.S. si, a cambio, le ofreciese dos mil liras en 
propiedad, a entregar dentro del próximo mes de junio, a condición de que ya se hubieran comenzado los cimientos de la iglesia? 
Prepáreme por favor, una respuesta para el viernes, día 6 de marzo, hacia las siete de la tarde. 

Siempre con todo el respeto y afecto. 

De V. S. Ilma. y Rvdma. 

Su seguro servidor 

LORENZO GASTALDI, Can. 

((613)) Pero don Bosco, mientras buscaba limosnas, estudiaba la manera de disminuir los gastos. Se dirigió, pues, al comendador Bona, 
Director general de Ferrocarriles, animado por una promesa 

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que le había hecho. El Comendador y el Ministro de Obras Públicas seguían recomendándole muchachos 1. 

Recurro a V.S. Ilma. para una obra de pública beneficencia. Hay en el pobladísimo barrio de Valdocco una gran cantidad de 
edificaciones, habitadas por casi treinta mil ciudadanos, que carecen de iglesia, grande o pequeña, para el culto divino. 

Empujado por la necesidad y el deseo de proveer a esta grave deficiencia, he intentado la construcción de una iglesia capaz para los 
muchachos que suelen reunirse aquí en los días festivos y para el público que desee acudir a ella. A tal efecto, se compraron ya los 
terrenos y se presentaron al Municipio los planos correspondientes. 

Todo se inició confiando en la caridad ciudadana y son ya muchos los 
que han participado. Trátase ahora de comenzar la construcción; se adquirieron para ello dos mil toneladas métricas de piedra en 
Borgone. En nombre propio y de los habitantes de Valdocco acudo a su reconocida bondad implorando el transporte gratuito de esta 
piedra desde Borgone a Turín. 

Se trata de un trabajo en favor del público por quien usted se preocupa con tanto gusto. Por tanto, confiando ser atendido, le aseguro el 
reconocimiento de todos los beneficiados y especialmente por mi parte, que estimo siempre el máximo honor cada vez que tengo la 
oportunidad de desearle todo bien del cielo y profesarme. 

De V.S. Ilma. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Las tareas de la iglesia que ocupaban a don Bosco no entorpecían la marcha normal del Oratorio, aunque fuera tan maravillosa. Don 
Bosco esperaba cartas comendaticias y subsidios, mientras los jóvenes aguardaban la realización de sus predicciones. El 11 de enero 
había dicho que aquel mismo mes moriría ((614)) un aprendiz y tres meses más tarde le seguirían otros dos alumnos. Había añadido, en 
cuanto al primero, que iría a concluir el Carnaval en el paraíso. 

Pues bien, el 29 de enero descubría al enfermero que le asistía una circunstancia del tiempo referente a los otros dos alumnos, de la que 
poseemos un precioso documento confirmatorio: 

Memorandum: Oratorio de San Francisco de Sales, 30 de enero, 1864. 

He aquí por escrito las palabras textuales que me dijo el Ilmo. y Rvdmo. señor don Bosco, mi superior y director de mi alma, la noche 
el 29 de enero, mientras se acostaba: 

1 V. Apéndice N.° 6. 
520 

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-Querido Mancardi: toma buena nota: dos de los aprendices, antes de acabar la próxima e inmediata cuaresma, deberán ir al paraíso. 
Son Tarditi y Palo. Presta atención. 

IGNACIO MANCARDI
Enfermero.


Esta nota fue sellada y entregada, el mismo día en que se escribió, en la Prefectura con esta dirección:
Al M.I. Señor Don Víctor Alasonatti, Prefecto -MANCARDI.
Don Víctor Alasonatti, recibió la plica, supo confidencialmente el contenido y escribió encima: Predicciones de don Bosco, para abrirse


después de Pascua-1864. 

Pero una primera confirmación de la veracidad de don Bosco se tuvo aquel mismo día. Se lee en las listas necrológicas. 

«30 de enero. Muere en el Hospital de Cottolengo el joven Esteban Cavaglia, de Santena, a la edad de dieciocho años». El 9 de febrero 

era el último día de Carnaval. 

Y ahora seguimos la crónica de Ruffino hasta en sus más nimios detalles: 

«l de febrero. Durante esta semana, clases regulares». 

«2 de febrero. Purificación de María Santísima. Bendición de las candelas». 

«3 de febrero. San Blas. Bendición de la garganta». 

«4 de febrero. Dijo don Bosco por la noche a los jóvenes: 

((615)) »-Quiero que hagamos tres carnavales. Dos para nosotros y uno para los demás. El primero para nosotros, será del cuerpo. 
Quiero que en estos días tengáis alguna cosa más en la mesa, pero dejemos que se ocupe de ello don Angel Savio. El segundo para 
nosotros, será para resarcir al Señor de las ofensas que recibe en estos días. Santa Gertrudis vio a Jesucristo al lado de san Juan 
Evangelista pluma en mano. Preguntó qué escribía el Apóstol y se le contestó que anotaba las obras que practican los buenos cristianos 
durante estos días. El tercer carnaval será para las almas del purgatorio, aplicándoles las santas indulgencias. Hay todavía una cosa que no 
debería decir, pero es preciso que cumpla mi deber. Hay en casa jovencitos que quieren ir al Paraíso antes de Pascua y íson en número 
plural! 

»Ya había dicho privadamente: 

»-Hasta el presente la muerte trabajó entre los estudiantes; ahora lo hará entre los aprendices. 

»Y añadió después: 

»-Son los que quieren ir al paraíso antes de Pascua». 

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«5 de febrero. Don Bosco envía una carta a Mirabello para los asuntos con el Delegado Provincial de estudios de Alessandria». 

«6 de febrero. Veintisiete clérigos se presentan a exámenes en el Seminario y obtienen: uno, matrícula; tres, sobresaliente; quince, 
notable; seis, suficiente; dos, aprobado. Es indecible el interés que ponen los muchachos en sus oraciones para el buen resultado de los 
exámenes de sus maestros y asistentes». 

En esta década el Oratorio tuvo sus especiales expansiones. 

«El 7 de febrero, domingo de Quincuagésima, se representó en el teatro San Eustaquio, tragedia o drama sacro en verso, original de 
monseñor Allegro. Resultó tan maravillosamente que no podía desearse más. La representación acabó a las nueve y media, según el deseo 
de don Bosco». 

Esta apreciadísima obra anteriormente puesta en escena sólo una vez en el Seminario de Allegre, se había quedado en el olvido. Pero 
don Bosco la hizo representar varias veces también en sus otros colegios, la imprimió en varias ediciones y consiguió que alcanzara la 
fama imperecedera que merecía 1. Asistía a las representaciones teatrales de la tarde en el oratorio la flor y nata de la ciudad de Turín y 
de otras ciudades. 

En el 1864 hizo don Bosco redactar una lista de los invitados a la Comedia Latina y fiestas principales que se celebran a lo largo del 
año en el Oratorio de San Francisco de Sales de Turín -Valdocco. Leemos en ella hasta doscientos cuarenta y cinco nombres de los 
personajes más importantes del clero, tales como obispos, canónigos, superiores de órdenes religiosas, directores de centros, párrocos y 
sacerdotes; nombres de las más nobles familias; de los más distinguidos por sus títulos, cátedras en escuelas públicas y en la Real 
Universidad; los de las primeras autoridades del Ministerio de Instrucción Pública y de otros Ministerios. Figuran en ella banqueros, 
profesores, abogados, médicos, notarios, jueces y periodistas católicos. Junto a cada nombre, está anotada la dirección, y la invitación 
comprendía también a la familia. Incluía esta lista el nombre de los que antes habían pertenecido al Oratorio, como el teólogo Carpano, 
Rector de San Pedro ad Víncula; don Juan Turchi, profesor en Valsálice; don Juan Bautista Grassino, Director del Seminario de Giaveno. 

El que enviaba las invitaciones para la representación se servía 

1 San Eustaquio: Esta obra teatral apareció más tarde, traducida al castellano, en la Galería Dramática Salesiana de Barcelona -Sarriá. 

(N. del T.). 
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de esta lista, que se modificaba cada año, en razón de fallecimientos o ausencias, y así no se corría el peligro de olvidar a ninguno de los 
que debían ser invitados. 

De este modo resultaba que los hijos del pueblo iniciaban su carnaval acompañados de los ciudadanos más notables de Turín. 

Continúa la Crónica: 

«8 de febrero. Levantarse a las seis; entrada en clase media hora más tarde, esto es, a las nueve y media de la mañana; por la tarde, clase 
desde las dos y media hasta las cuatro. No se tuvo el ejercicio de la buena muerte, porque el último se había hecho recientemente. No 
obstante, don Bosco confesó por la tarde a los jóvenes y recomendó, después de las oraciones, que al día siguiente hiciesen todos la 
comunión sacramental o espiritual. Y agregó: 

((617)) »-Procuren todos mañana ir a la iglesia a visitar al Santísimo Sacramento; pero no una visita larga: cuatro o cinco minutos a lo 
sumo, no quiero que os perdáis el recreo. 

»No hubo clase de canto después de cenar. Don Bosco había ordenado primero que se diese, pero luego, al oír que faltaban algunos 
maestros, revocó la orden. Le interesaba que los jóvenes estuvieran esta noche juntos y no dispersos por el patio». 

«9 de febrero. Día de carnaval. Por la mañana, después de la santa misa, hubo una hora y media de recreo. Para comer dieron potaje, 
vino, un plato de carne y fruta. Después de comer, el juego de la piñata. Para dar gusto a todos, cada curso rompió su olla, y los maestros 
sacaron a suerte en clase los nombres de quienes deberían romperla. A las tres se fue a la iglesia: vísperas, diálogo entre el teólogo Borel 
y don Juan Cagliero, bendición con el Santísimo Sacramento. El teatro terminó a las nueve. En la cena sirvieron a todos vino y carne, 
además del potaje. Las oraciones se rezaron en el comedor». 

«10 defebrero. Miércoles de Ceniza, que se impuso en la frente a los muchachos. Vacación como el jueves». 

«11 de febrero. Jueves: día lectivo normal. Los que deben salir para enseñar el catecismo de Cuaresma a los externos, comen media 
hora antes que los demás y luego van a las clases que les son asignadas. Los estudiantes, en lugar de salir de clase al medio día, salen un 
cuarto de hora más tarde. En los cursos primero y segundo de bachillerato, además de la lección semanal de catecismo, se dan otras dos 
cada semana». 
523 

Fin de Página 523 


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((618)) 

CAPITULO LXI 

DON BOSCO SE LAS INGENIA PARA QUE LA PIA SOCIEDAD SEA APROBADA POR ROMA -HACE COPIAR LAS REGLAS 
-RECIBE CARTAS COMENDATICIAS DE CINCO OBISPOS -ESCRIBE AL CANONIGO VOGLIOTTI Y SE LE ENTREGA LA 
CARTA COMENDATICIA DEL VICARIO CAPITULAR DE TURIN -CONFERENCIA DEL CAPITULO DEL ORATORIO Y 
ADMISION DE NUEVOS SOCIOS -DON BOSCO ENVIA UNA CARTA AL SANTO PADRE CON LAS REGLAS, LAS CARTAS 
COMENDATICIAS Y ALGUNOS FOLLETOS RELATIVOS A LA PIA SOCIEDAD -EL CARDENAL ANTONELLI RECIBE EL 
ENVIO CON UNA CARTA DE DON BOSCO -RESPUESTA DEL CARDENAL -LOS DOCUMENTOS MANDADOS POR DON 
BOSCO SON ENTREGADOS AL PAPA, EL CUAL LOS REMITE A LA SAGRADA CONGREGACION DE OBISPOS Y 
REGULARES -RELACION DEL CONSULTOR SOBRE LAS REGLAS DE LA PIA SOCIEDAD A LA SAGRADA 
CONGREGACION 

DURANTE el carnaval y los días siguientes anduvo don Bosco entretenido en una seria, pero agradable ocupación. 

«El 9 de febrero, narra la Crónica, manda don Bosco copiar las Reglas de la Pía Sociedad para enviarlas al Papa y obtener su 
aprobación» 1. 

Sus Instituciones, sin embargo, no estaban todavía del todo completas: debía dar el último paso en 1875, con la obra de los 
cooperadores. 

Mientras tanto se habían añadido a las cartas comendaticias de los Obispos de Cúneo, de ((619)) Acqui y de Susa las de los Obispos de 
Mondoví y de Casale 2. 

Por eso mismo don Bosco, forzado por la necesidad, se dirigía una vez más al canónigo Vogliotti. 

1 Apéndice, N.° 7. 

2 Apéndice, N.° 8. 
524 

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Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Rector: 

El próximo viernes por la mañana tendré ocasión propicia para hacer llegar mi escrito a manos del Santo Padre; no me falta más que la 
implorada carta comendaticia en que V.S. Ilma. y Rvdma. me hacía confiar. Si, por tanto, usted me la puede obtener, me haría un doble 
favor, por la cosa en sí misma, y por la oportunidad que se me presenta. Ruégole me disculpe las repetidas molestias y créame, como con 
sincera gratitud tengo el honor de profesarme. 

De V. S. Ilma. y Rvdma. 

Turín, 10 de febrero, 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Con la respuesta recibía el suspirado documento. 

CARTA COMENDATICIA DEL VICARIO GENERAL DE TURIN 

En la presente y grave necesidad de enseñanza y educación lo mismo religiosa que civil, nos resulta de gran satisfacción ver que el 
Oratorio de San Francisco de Sales, fundado hace tres lustros por el benemérito sacerdote don Juan Bosco, en la zona de Valdocco de 
esta ciudad, no sólo se conserva, sino que florece y amplía su casa y personas. 

En este internado, o bien Oratorio, se albergan muchos jóvenes que, por falta de padres o de fortuna, estarían casi abandonados o al 
menos sin medios para recibir una educación cristiana y cívica, adaptada a sus condiciones. Muchos de estos jóvenes aprenden un arte u 
oficio, con que poderse ganar la vida honradamente; otros son preparados en los estudios elementales e instruidos en bellas letras, para 
emprender después un curso regular de estudios conforme a su condición y capacidad. 
Bastantes de ellos abrazaron el estado eclesiástico y, acabados ((620)) los estudios teológicos, recibieron la ordenación sacerdotal y 
colaboran con celo en las obras de su padre común. 

De dicho Oratorio dependen otros dos, a saber, el del Angel Custodio, en el barrio de Vanchiglia, y el de San Luis en Puerta Nueva; en 
ellos, se reúnen en los días festivos muchos fieles para oír la santa misa y la instrucción de la doctrina cristiana, y son exhortados a la 
santificación de las fiestas y la frecuencia de los santos sacramentos. Todos esos cuidados y fatigas, desplegados por este insigne 
sacerdote para alentar a los muchachos buenos por el sendero de la virtud y apartar a otros del camino del error y del vicio; todo este celo 
por la salud espiritual y aun temporal del prójimo y para enderezar hacia el Santuario a jóvenes de buenas esperanzas, ciertamente 
merecen especiales elogios del Superior Eclesiástico. 

Además, estos nuevos sacerdotes, y colaboradores del loado sacerdote viven bajo ciertos reglamentos y con tan ejemplar conducta, que 
causan edificación a los alumnos confiados a su cuidado. Por este motivo, creo digno a este pío sacerdote de ser recomendado a la Santa 
Sede, a fin de que alcance aquellas gracias y favores que pueden procurar incremento al Oratorio y familia religiosa y conseguir mayor 
bien espiritual a la ciudad y diócesis de Turín. 

Por todo ello le recomendamos humildemente y con afecto a la bondad del Santo 
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Padre gloriosamente reinante, persuadidos de que nuestras recomendaciones serán benignamente acogidas y que las bendiciones del 
Santo Padre aportarán al Oratorio los mayores beneficios. 

Desde la Curia Arzobispal de Turín, a 11 de febrero, 1864. 

JOSE ZAPPATA, Vicario General Capitular T. G. GIUSTETTl, Secretario 

Una vez satisfecho su deseo, reunió don Bosco en su despacho el mismo día once del mes a los miembros del Capítulo para 
comunicarles la consoladora noticia de los trámites realizados hasta el momento, y presentarles algunos alumnos que deseaban formar 
parte de la Congregación. Léese en las Actas del Capítulo: 

El día 11 de febrero de 1864 se reunió el Capítulo de la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, y aceptó para la prueba a: Bernardo 
Ansaldi, Enrique Bonetti, Félix Cerruti, Juan Grassi y Pedro Norza. 

Al día siguiente entregaba a un mensajero especial las cartas comendaticias de los Obispos, las Reglas y una carta suya dirigida al Sumo 
Pontífice. 

((621)) Santísimo Padre: 

Con el único fin y deseo de promover la gloria de Dios y el bien de las almas, me postro humildemente a los pies de Su Santidad, 
suplicando la aprobación de la Sociedad de San Francisco de Sales. Es éste un proyecto que he meditado mucho y que anhelo hace 
tiempo. Cuando el año 1858 tuve la suerte de poder presentarme ante Su Santidad, al comprender los esfuerzos que hacían la herejía y la 
incredulidad para insinuarse en los pueblos y sobre todo en la pobre e inexperta juventud, recibía con evidente gratitud la idea de una 
Sociedad que se cuidase particularmente de esta porción de la grey de Jesucristo. Vuestra misma Santidad dignóse trazarme las bases, que 
he tratado de desarrollar en cuanto he podido en este plan de reglamento. Mas, pese a mi firme voluntad y a haber dedicado mis débiles 
fuerzas para llevar a la práctica los consejos de Su Santidad, sin embargo, temo haberme alejado demasiado de cuanto me había 
propuesto al ejecutar el trabajo, aun en cosas esenciales. Por este motivo pido más bien la corrección de estas proyectadas constituciones 
que su aprobación. 

Por tanto ruego a Su Santidad o a quien se dignare encargar, que corrija, añada, suprima cuanto crea sea para mayor gloria de Dios. Yo 
no haré la menor observación, antes me ofrezco a dar las explicaciones que se crean oportunas y necesarias. Desde ahora me profeso 
deudor de quien me ayude a perfeccionar los estatutos de esta Sociedad y lograr que sean lo más posible permanentes y conformes a los 
principios de nuestra santa católica religión. 

Se componen las constituciones de dieciséis capítulos, divididos en breves artículos, cuya copia adjunto. En hoja aparte se da razón de 
algunas cosas más importantes. 
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Los obispos de Acqui, Cúneo, Mondoví, Susa, Casale y el Vicario Capitular de esta nuestra Archidiócesis tuvieron la bondad de 
escribir cartas comendaticias en favor de la misma Sociedad. Esta tiene actualmente más de setenta y cinco socios, todos dispuestos a 
entregar vida y bienes para la gloria de Dios y la salvación de las almas. 

Mientras todos nosotros esperamos las decisiones del Supremo Jerarca de la Iglesia, de Su Santidad, nos postramos suplicando quiera 
adelantar el señalado favor impartiendo a cada uno su santa bendición apostólica. 

En nombre de todos tiene el máximo honor de poderse declarar a los pies de Su Santidad. 

Turín, 12 de febrero, 1864. 

Humilde servidor, afectísimo hijo de la Santa Iglesia y de Su Santidad. 
JUAN BOSCO, Pbro. 

((622)) A la carta unía la siguiente nota: 

OBSERVACIONES EN TORNO A LAS CONSTITUCIONES DE LA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES 

El fin de esta Sociedad, si se atiende a sus miembros, no es más que una invitación a unirse en espíritu entre sí para trabajar por la 
mayor gloria de Dios y la salvación de las almas impulsados por aquellas palabras de san Agustín: Divinorum divinissimum est in lucrum 
animarum operari. (Lo más divino de lo divino es trabajar en favor de las almas). 

Si luego se estudia en sí misma, tiene por fin la continuación de cuanto se realiza en el Oratorio de san Francisco de Sales desde hace 
casi veinte años. Porque puede decirse que aquí no se ha hecho más que reducir la disciplina, practicada hasta ahora en este Oratorio, a 
unas ordenadas constituciones, según el consejo del Supremo Jerarca de la Iglesia. 

En este reglamento no se habla explícitamente del Sumo Pontífice, aunque sea objeto principal del mismo el sostener y defender su 
autoridad con todos los medios que los tiempos, lugares y personas permitan prudentemente emplear. La causa por la que se señala menos 
explícitamente es porque esta casa ha sido registrada varias veces por la Autoridad Civil, con el fin de encontrar (según decían) relaciones 
comprometedoras con Roma, y, por consiguiente, la Sociedad correría el riesgo de ser puesta en peligro, si este Reglamento cayera en 
manos de alguno y hallase en él expresiones poco oportunas. 

En cuanto a la constitución de las reglas, he consultado y, por cuanto era oportuno, he seguido también los estatutos de la Obra Cavanis 
de Venecia, las constituciones de los Rosminianos, las reglas de los Oblatos de María Virgen, todas ellas corporaciones o sociedades 
religiosas aprobadas por la Santa Sede. Los Capítulos 5.°, 6.° y 7.°, que se refieren a la materia de los votos, fueron sacados casi del todo 
de las constituciones de los Redentoristas. La fórmula de los votos fue tomada de la de los Jesuitas. 

En el capítulo 8.°, artículo 2.°, se pide que los clérigos se coloquen bajo la jurisdicción del Superior General de la Sociedad: 

1.° Porque esta Sociedad, al estar formada por casas situadas en diversas diócesis, 
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no podría disponer de sus miembros según las distintas necesidades, ya que podrían ser enviados a otros lugares a voluntad del Ordinario. 

2.° En nuestros Estados han sido suprimidas legalmente las órdenes religiosas y, en consecuencia, las pocas que han sido exceptuadas 
no pueden ya gozar de ningún privilegio para el reclutamiento militar y deben recurrir a los Obispos, los cuales, conforme a las leyes 
hasta ahora vigentes, pueden reclamar algunos, a saber, un clérigo anualmente por cada veinte mil habitantes. Por lo cual, es necesario 
que los miembros aspirantes al estado eclesiástico se ((623)) puedan destinar de una casa a otra según que el Obispo Ordinario de la 
misma pueda o no pueda reclamarlos del servicio militar. 

3.° Hay todavía una tercera razón que se refiere al sagrado ministerio. Los miembros de esta Sociedad tienen por fin ejercerlo en favor 
de la juventud, que es un trabajo delicado y difícil, el cual generalmente no se aprende más que con la experiencia y larga dedicación, 
especialmente viviendo y tratando con los mismos a quienes se quiere cuidar. Difícilmente se podría conseguir y mantener esta 
experiencia, esta unidad de espíritu, si el Superior General no tuviera plena jurisdicción sobre los miembros de la Sociedad. 

Apenas llegó a Roma la persona de confianza, de acuerdo con las instrucciones recibidas, entregó al cardenal Antonelli la plica y una 
carta de don Bosco. En ella se recomendaba al eminentísimo purpurado que se dignara presentar al Papa los documentos que le enviaba; 
y, al mismo tiempo, le mandaba un manuscrito con algunos datos sobre la Pía Sociedad, dirigido a la Sagrada Congregación de Obispos y 
Regulares 1. 

Ilustrísimo Señor: 

El deseo manifestado por Vuestra Señoría Ilustrísima, en carta del 12 del corriente mes, fue rápidamente cumplido al poner en las 
veneradas manos del Santo Padre el reglamento por V. S. enviado, acompañado de algunas cartas relativas a la Congregación Religiosa, 
cuyo proyecto ya alabó él, cuando vino V.S. para tratar de ello. 

La complacencia entonces expresada por el Augusto Pontífice es suficiente para imaginarse con cuánto interés hayan sido ahora 
aceptados por él los documentos presentados. 

Por mi parte no necesito decirle el agrado y la premura con que he realizado la recomendada y honrosa entrega; puede usted apreciarlos 
perfectamente por mi participación desde el principio en su recomendable empresa, como V.S. mismo lo recuerda en la mencionada carta. 

Al implorar del Altísimo en favor de usted las bendiciones y gracias correspondientes al piadoso y fervoroso celo con que se entrega al 
servicio de la Religión y de la Iglesia, me es grato confirmarle los sentimientos de mi distinguido aprecio. 

De V.S. Ilma. 

Roma, 19 de febrero, 1864. 

Su seguro servidor 

G . C . ANTONELLI 
1 Apéndice, N.° 9. 

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((624)) El Papa, en efecto, demostró con su acostumbrada bondad, una deferencia especial por aquellos documentos, y los transmitió al 
cardenal Quaglia, Prefecto de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares. El Cardenal los hizo entregar al Pro-Secretario de dicha 
Sagrada Congregación, acompañados de la siguiente carta. 

Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Pro-Secretario: 

Cumpliendo las veneradas órdenes del Santo Padre me doy prisa para remitir, aquí incluida, a V.S. Ilma. y Rvdma. una plica que 
contiene los estatutos de la Sociedad de San Francisco de Sales, esbozados por el sacerdote Juan Bosco de Turín, que es el fundador. 

De acuerdo con el pensamiento de Su Santidad, precisa que usted señale un consultor de esa Sagrada Congregación para examinarlos y 
después se sirva dar la debida relación a Su Santidad misma. 

Con tal ocasión me honro en reiterar los sentimientos de mi distinguida y respetuosa estima. 

De V.S. Ilma. y Rvdma. 

A 18 de febrero, 1864. 

Se seguro servidor
LUCAS PACIFlCI


Detrás de esta carta se escribió: Die 18 feb. 1864. P. Savini Consultori pro voto. -S. Svegliati Pro-Secretarius. (En el día 18 de febrero 
de 1864. Al P: Savini Consultor para que opine. -S. Svegliati, prosecretario). 

El Consultor examinó las reglas y presentó su juicio a la Sagrada Congregación, con el siguiente escrito. 

RELACION DE FRAY A. SAVINI
SOBRE LAS REGLAS DE LA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES


Hace cerca de seis años que el benemérito sacerdote Juan Bosco principió en Turín el instituto denominado Sociedad de San Francisco 
de Sales, con el fin de atender a la juventud, principalmente pobre, con socorros espirituales y temporales. Se compone éste de 
sacerdotes, clérigos y laicos, ligados por los votos simples de pobreza, castidad y obediencia, primero temporales y después perpetuos, 
gobernados por un Rector mayor de por vida, asistido por consultores. Actualmente cuenta tal Sociedad con tres casas y más de setenta y 
cinco socios. 

Habiendo pedido el fundador a la Santa Sede la aprobación del Instituto y los correspondientes estatutos, mi señor el Pro-Secretario ha 
querido encargar ((625)) el estudio al Consultor fray Angel Savini, carmelita. Parécele al mismo un tanto precipitada la petición de 
aprobación para una Sociedad de reciente nacimiento, todavía no robustecida con un cuerpo completo de reglamentos, ni acompañada por 
un decreto 

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de alabanza. Decreto que podría sin más concedérsele a la misma, en consideración de su santísimo fin, y de los encomios que el Sumo 
Pontífice reinante impartió en dos Breves a las buenas obras de los socios y al Instituto, y por las cartas comendaticias de los superiores 
eclesiásticos de Turín, Casale, Mondoví, Susa, Cúneo y Acqui, y entretanto, comunicar las observaciones sobre los reglamentos 
presentados. 

Estatuto N.° 3 -& 1. -I. La educación del clero joven es atribuida en exclusiva a los Obispos, por disposición canónica. Esta ley está 
hoy en Italia en su pleno vigor, y si no lo estuviese, convendría por todos los medios reclamarla. Parece que la introducción de un 
Instituto, que tiene como fin la formación del clero joven, puede originar con el tiempo serias dificultades. 

Estatuto N.° 3 -& 7. -II. No parece prudente prohibir a los socios tomar parte en algo que puede comprometerles en política y sería 
mejor dejarlo según las normas del derecho común. 

Estatuto N.° 4 -& 9. -III. Parece demasiado que el Superior tenga facultad para dispensar de los votos aun perpetuos; será mejor 
obligar a los socios a recurrir a la Santa Sede, que de este modo podrá conocer mejor el estado interno de la Corporación. 

Estatuto N.° 5 -& 3. -IV. El parágrafo tres, del número cinco, en el que se determina cuándo el mandato del Superior obliga bajo culpa 
mortal, tal vez podría en la práctica acarrear dificultad, y parecería bien cancelarlo enteramente. 

Estatuto N.° 8 -& 4. -V. Parece demasiado, por ahora, conceder a un Instituto naciente el privilegio de las Sagradas Ordenes, propio de 
las Ordenes aprobadas. Les ha sido negado a otros nuevos Institutos. 

Estatuto N.° 9 -& 2. -VI. No se mienta a las Constituciones Apostólicas para contratos y enajenaciones. Parece bien recordarlas e 
inculcar su observacia, concediendo cierta amplitud durante un tiempo determinado. 

Estatuto N.° 9 -& 4. -VII. Para los casos de corrección y también de deposición del Rector Mayor, en lugar de convocar el Capítulo, 
sería conveniente para un nuevo Instituto prescribir, como único remedio, el recurso a la Santa Sede, de la que obtendría las oportunas 
disposiciones reclamadas por el caso. 

Estatuto N.° 10 -& 2. -VIII. Igualmente la confirmación del nuevo elegido Rector Mayor, dado que es de por vida, es mejor que sea 
presentada a la Sagrada Congregación y no al Obispo de la Casa Madre. 

Estatuto N.° 12 -& 1 y 2. -IX. Para la fundación de nuevas casas, aceptación de Seminarios Diocesanos, toma de hábito y profesión de 
los novicios (N.° 13 -& 1 y siguientes) no se mencionan las licencias necesarias de la Santa Sede: sería mejor recordarlas y añadir la 
petición. 

((626)) Estatuto N.° 14 -& 4.-X. Parece poco una sola hora de oración al día, entre la mental y la vocal, y estaría bien determinar el 
número, que no se expresa, de días destinados a ejercicios espirituales. 

Estatuto N.° 16 -XI. Me parecería bien hacer desaparecer todos los artículos de este número 16, como los que presentan la novedad de 
afiliar al Instituto personas extrañas, lo cual es un verdadero peligro, teniendo en cuenta los tiempos que corren y los lugares poco 
seguros. 

Estatuto N.° 17 -XII. No estaría mal que en la fórmula de profesión se pusiese el nombre y apellido del Rector Mayor y se suprimiesen 
las palabras -quererme mandar sin reserva -que podrían cambiarse por éstas: -quererme mandar de acuerdo con nuestro reglamento. 
530 

Fin de Página 530 


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XIII. Se podría prescribir a este Instituto, igual que a otros, la rendición trienal de cuentas a la Santa Sede, lo mismo en cuanto a los 
bienes materiales que en lo tocante al espíritu. 
Traspontina, 6 de abril, 1864.
Fr. ANGEL SAVlNI, carmelita.


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((627)) 

CAPITULO LXII 

CARTA A DON BOSCO DEL SUPERIOR DE LOS CONCEPCIONISTAS HOSPITALARIOS -LA SOCIEDAD DE SACERDOTES 
SECULARES DE SAN PABLO EN ROMA; DON BOSCO Y LA COFRADIA DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS -LA 
CUESTION DE LA PROPIEDAD DE LAS LECTURAS CATOLICAS -DON BOSCO TRASLADA LA DIRECCION AL 
ORATORIO: SUS MOTIVOS EL OPUSCULO DE MARZO Y PRIMER ANUNCIO DE LA NUEVA ORGANIZACION -ARTICULO 
DE LA UNIDAD CATOLICA -CIRCULAR A LOS SUSCRIPTORES -OPUSCULO DE ABRIL: EL PONTIFICADO DE SAN 
MARCELINO Y DE SAN MARCELO, PAPAS Y MARTIRES -DIFUSION DE PROGRAMAS -CARTAS DE DON BOSCO SOBRE 
NEGOCIOS -DONATIVO DEL VICARIO CAPITULAR 

DON Bosco había expedido a Roma las cartas necesarias para conseguir la primera aprobación de la Pía Sociedad, mientras le llegaban 
de allí dos cartas importantes. Una se refería a la Congregación Religiosa de los Concepcionistas, que dependían, en cuanto al espíritu y a 
la disciplina regular, del Padre General de los Capuchinos; y la otra, a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. 

El padre Angel María de Jufo, capuchino, escribía con fecha 9 de marzo de 1864 a don Bosco que había oído, con sumo agrado, que él 
había fundado en Turín un Centro de instrucción especial para muchachos pobres y huérfanos con el fin de prepararlos para la sociedad y 
para nuestra santa religión. Al mismo tiempo le rogaba que, si entre ellos encontrase vocaciones para el Instituto, del que él era Director, 
le estaría muy reconocido. 

((628)) El fin de esta institución nacida bajo los augustos auspicios del Sumo Pontífice Pío IX, era servir y asistir a los enfermos pobres 
de cualquier enfermedad, prodigándoles todos los auxilios de la caridad. 

La otra carta se podía considerar como un augurio de la futura misión de don Bosco y de sus salesianos en Roma. Con fecha 20 de 
marzo de 1864, la Asociación de sacerdotes seculares de san Pablo Apóstol, con domicilio en la iglesia de Santa María de la Paz en 
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Roma, concedía a don Bosco el oportuno diploma, que le facultaba para agregar a la Cofradía del Sagrado Corazón de Jesús a los fieles 
de la Iglesia Católica Romana en cualquier parte del mundo y conferirles los bienes espirituales e indulgencias de la Santa Sede 
Apostólica concedidas a los socios. 

Además de los trabajos por la Pía Sociedad, tenía don Bosco los de las Lecturas Católicas. Aún no estaba resuelta la cuestión de quién 
era el verdadero propietario, porque el obispo de Ivrea y el teólogo Valinotti no admitían las razones en las que apoyaba don Bosco su 
derecho. El Obispo, de buena fe, rechazaba abiertamente este derecho, pero él, con su acostumbrada calma y sin apresurarse, había 
intentado persuadirlo, resuelto con todo a reivindicar para sí lo que realmente era suyo. 

Ya hemos dicho que en julio de 1862, don Bosco había determinado, después de varias gestiones con el Prelado, que se escogiese la 
tipografía del Oratorio para imprimir las Lecturas Católias, sin excluir de momento y por entero, al antiguo tipógrafo, el cual ya había 
recibido de él algunos originales. No faltaron reclamaciones, pero él hizo callar a los descontentos, dejando que la dirección siguiera 
todavía en manos de los representantes del Obispo de Ivrea y que continuase la oficina de la administración en la calle de Santo 
Domingo, número 11, como hasta entonces. 

Durante dos años, la tipografía del Oratorio había impreso los opúsculos y casi todos los gastos habían corrido a cargo de don Bosco. El 
mandaba las cuentas al teólogo Valinotti, el cual respondía con frecuencia ((629)) que no había en caja las cantidades exigidas por haber 
tenido que pagar una parte de la gran deuda existente con los antiguos tipógrafos y con aquéllos a quienes se les había pedido dinero 
prestado. Por éstos y otros gastos accesorios, su balance no arrojaba ningún activo. 

Don Bosco aguantó pacientemente, hasta que José Buzzetti pudo examinar sin prisas los libros de contabilidad. Se encontró con que, 
durante los primeros cuatro años, de 1853 a 1857, no se entendía nada en cuanto a las entradas, mientras se reconocía una gran deuda con 
el tipógrafo De Agostini, por los opúsculos de dos años. De 1857 a 1864 las cuentas parecían más claras. Buzzetti comunicó enseguida a 
don Bosco y también a don Juan Cagliero los resultados de su investigación. Aquellas irregularidades no podían atribuirse a falta de 
escrúpulos de los empleados, sino en parte, a negligencia o ineptitud y, en parte, a diversas causas, que no corresponde investigar aquí. 

Cuando don Bosco se enteró del estado de las cuentas y de que 
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crecían las deudas del teólogo Valinotti con la tipografía del Oratorio, como se viera en quiebra, pidió una revisión de las cuentas de 
ingresos. El Obispo de Ivrea se dio por ofendido ante tal demanda y se opuso radicalmente, sosteniendo que no se debía hacer tal afrenta 
a su representante. Pero don Bosco no acusaba a nadie; sólo quería que se pagase a su tipografía el trabajo y los gastos de papel e 
impresión. Por consiguiente; insistía y añadía que, puesto que no se le quería reconocer el derecho de propiedad y no era atendido en sus 
justas demandas, podría negarse a prestar su trabajo y su material tipográfico. Respondiéronle que, habiendo tomado por su propia 
voluntad la impresión de los opúsculos, podía correr el peligro de una citación ante los tribunales. Declaró él que estaba dispuesto a 
aceptar el pleito, pues se trataba de los intereses de sus muchachos, y los opositores se aquietaron. 

La controversia se llevó a cabo por ambas partes ((630)) a través de mediadores especiales y más verbalmente, que por escrito. 

El reverendo Gallenga, secretario del Obispo y amigo de don Bosco en lo espiritual, buscaba mediar entre ambas partes; pero el Obispo 
no quería admitir transacciones en lo que pudiese menoscabar ni un solo punto el derecho de propiedad que creía tener. 

También el Vicario General, canónigo Pinoli, era muy amigo de don Bosco, pero naturalmente debía cumplir órdenes. 

Así las cosas, como quiera que la tipografía necesitaba dinero para seguir imprimiendo las Lecturas Católicas, y promover un pleito 
hubiera resultado deshonroso e irritante, don Bosco tomó una firme resolución. 

Remitiendo, pues, para otros tiempos, la cuestión de la propiedad; no exigiendo por el momento la rendición de cuentas que, por otra 
parte, no sería dada por la dirección de la calle Santo Domingo; dejando a ésta los asuntos en curso, las responsabilidades ya contraídas y 
las ganancias eventuales, y sin descubrir de ningún modo al público la medida y sus causas, don Bosco puso en ejecución su plan, que 
venía a ser como una nueva fundación de las Lecturas Católicas: Imprenta y Dirección en el Oratorio, excluida toda persona extraña. 
Había dado de antemano aviso a Ivrea. Con el mes de marzo comenzaba la suscripción anual y a fines del mes de febrero distribuía el 
primer opúsculo de este año. Se titulaba: Luisa y Paulina. Conversaciones entre una joven católica y una protestante. En la cubierta de 
este ejemplar notificaba don Bosco que cesaba la sede de la dirección de las Lecturas Católicas en la calle de Santo Domingo, número 11. 
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AVISO IMPORTANTE 

Dos cosas participamos a nuestros benévolos corresponsales y suscriptores: 

1.ª Que, en lo sucesivo, se remitirán los opúsculos por la tipografía de San Francisco de Sales y que todo pedido, todo envío de giros 
postales, cartas, libros, etc..., deberá hacerse únicamente: AL DIRECTOR ((631)) DE LAS LECTURAS CATOLICAS EN EL 
ORATORIO DE SAN FRANCISCO DE SALES -TURIN (Valdocco). 

2.ª Que las Lecturas Católicas, al cumplir su undécimo año continuarán durante el duodécimo con el mismo programa y sin variación de 
precio: aún más, prometemos amenidad de temas, regularidad de impresión y puntualidad en la expedición. 

El día 23 de marzo publicaba Unidad Católica el siguiente artículo: 

Lecturas Católicas. En el número del mes corriente de las Lecturas Católicas del sacerdote Juan Bosco, vemos anunciado con agrado 
que este mes se celebra el duodécimo año de vida de esta publicación. La verdad es que, en medio de la abundancia de pésimos libros de 
hoy, nos consuela ver que la publicación de los buenos persista y se aumente cada día para combatir a los enemigos de la religión 
católica. 

El tema que trata dicho opúsculo es una amena conversación de dos jovencitas, católica una y protestante la otra, quienes, después de 
haber dialogado en diversos encuentros sobre la verdad de la fe católica y sobre los errores de los evangelistas, al fin la jovencita 
protestante reconoce sus errores, abjura de ellos y se convierte. 

Esta obrita del celosísimo monseñor Devie, Obispo de Belley, está traducida por el sacerdote Juan Bosco. 

Recomendamos calurosamente a todos los católicos suscribirse a estas Lecturas Católicas que, por el insignificante precio de dos liras 
con veinticinco céntimos al año, se pueden recibir por quien lo desee, sin gastos de correo para todo el Estado, y con mayor interés aún 
recomendamos a los que las reciben, que las pasen a leer a cuantos más amigos o conocidos puedan, porque en esto consiste el mérito 
principal del suscriptor. 

Para impedir posibles convenientes, se previene a todos los que hayan de enviar cartas, encargos, peticiones de suscripción o giros 
postales, se sirvan, de ahora en adelante, dirigir todo a la Dirección de las Lecturas Católicas en el Oratorio de San Francisco de Sales en 
Turín -Valdocco, a donde se ha trasladado la oficina, con objeto de facilitar los envíos, bajo la inmediata dirección del mencionado 
fundador de las mismas. 

A los señores suscriptores residentes en Turín se remitirán regularmente los opúsculos a domicilio, con tal de que manden a la oficina 
de Valdocco la dirección Precisa de su casa. 

Dos días después mandaba don Bosco una circular a los suscriptores y corresponsales, un buen número de los cuales se encontraba ya 
disperso por Francia, Suiza, Austria y Alemania. 
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((632)) Turín, 25 de marzo, 1864. 

Benemérito Señor: 

El sacerdote Juan Bosco agradece a V.S. Ilma. y benemérita el infatigable celo con que colabora a la divulgación de las Lecturas 
Católicas. Espera y confía obtener la continuación de su válido apoyo este año y los venideros, mientras cumple el deber de comunicarle 
que, para simplificar y atender más directamente todas las operaciones para la buena marcha de las Lecturas, se ha trasladado la oficina de 
la Dirección al Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco, donde ya se imprimen los opúsculos y desde donde se hará el envío en lo 
sucesivo. Por tanto, de hoy en adelante, tenga la bondad de dirigir sus cartas, encargos, peticiones de suscripción y giros postales a la 
Dirección señalada sobre la cubierta del fascículo que recibe. 

Si no tiene usted dificultad, se le suplica envíe los giros postales a nombre del sacerdote Juan Bosco, para que puedan ser cobrados 
enseguida por quien está encargado de ello. 

Implorando todas las bendiciones del Señor le presento nuestros humildes respetos y con la mayor consideración me profeso. 

Su seguro servidor 

por don Bosco: 

FEDERICO OREGLIA 

Al mismo tiempo se imprimía el opúsculo de abril, en cuya cubierta se 
repetía el importante aviso publicado en el ejemplar de marzo. El librito resultaría muy agradable para los suscriptores: El Pontificado de 
san Marcelino y san Marcelo, Papas y Mártires, por el sacerdote Juan Bosco (O). Se exponían en él noticias topográficas de la ciudad de 
Roma; observaciones sobre la supuesta caída de san Marcelino; los milagros obrados por las reliquias de san Marcelo. Al final tiene un 
apéndice sobre los mártires de la legión Tebea, en el que se anota el nombre de muchos que escaparon de la matanza general y 
derramaron su sangre por las diversas regiones de Piamonte y Lombardía. A este folleto y a otros dos, unió también un plan de 
suscripción con las nuevas señas de la Dirección. 

Después, imprimió el programa en otro opúsculo con millares ((633)) de ejemplares, escribió en muchos, de su puño y letra, estas 
palabras: Se suplica encarecidamente la difusión y las envió a todos los lugares donde había suscriptores. El artículo noveno decía: «Las 
suscripciones se reciben en Turín en la oficina de las mismas Lecturas, que se encuentra en el Oratorio de San Francisco de Sales en 
Valdocco, y también en la librería de Carlos Ceretto, calle Doragrossa, número treinta y nueve». 

Los suscriptores respondían a su llamada. De este modo, después de dos años de pacientes gestiones con el Obispo de Ivrea y el teólogo 
Valinotti, don Bosco consiguió tener en sus manos toda la 
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dirección moral, material y económica de las Lecturas Católicas, encargando de su administración exclusivamente a personas de la Pía 
Sociedad. 

De hecho, él era tenido por el propietario de las Lecturas Católicas, aun cuando la cuestión de derecho durase todavía durante otros tres 
años, y sólo transcurrido este tiempo, se liquidasen las cuentas de la primera administración. 

Mientras resolvía este asunto tan importante para él, debía estudiar también el modo de proveer al sostenimiento de su Comunidad. 
Tenemos dos cartas suyas, dirigidas al barón Feliciano Ricci, de Cúneo, de las que se desprende que éste trataba de realizar la donación 
de una finca, de colocar unos valores en favor de un asilo, de contraer un préstamo y de vender al Gobierno dos casitas heredadas junto al 
Dora, donde se iba a construir un arsenal. Presentamos, de vez en cuando, a nuestros lectores alguna carta del siervo de Dios, que trata de 
intereses materiales, para que se vea también en ello su diligente actividad. Escribía, pues: 

Carísimo Señor Barón: 

Con el deseo de hacer una excursión a Cúneo he diferido contestar sobre el resultado del asunto con el señor Toselli. 

Como quiera que él mismo escribió a vuestra muy apreciada Señoría y ya habrá podido entenderse sobre el particular, dejo de tratarlo 
más largamente. Más bien le hablo de la continuación de labene ficencia. Este caritativo ((634)) estaría dispuesto a legar desde ahora 
veinte obradas 1 de un terreno, limítrofe al que piensa dar para Cúneo, y lo daría a favor de este Oratorio, reservándose sólo el fruto 
durante su vida, con alguna carga a cumplir cuando ya no se le retribuya el usufructo. Al terreno juntaría también una parte de edificio, lo 
suficiente para montar una alquería. 

Necesitaría que usted, señor Barón, me ayudase a aprovechar esta donación. Habría alguien que comprase por su precio estas veinte 
obradas de terreno? No se podrían unir con las diez que daría para el asilo y para montar una alquería? No sería esto de alguna utilidad 
para el señor Barón? 

Todo esto es lo que yo quería ir a comunicarle en persona, pero un pequeño malestar me lo ha impedido. Se trata de uno que quiera 
comprar, asegurar su dinero sobre el terreno, a la par que la obra serviría para sostener los gastos de esta casa y también para construir el 
asilo proyectado. 

Perdone la molestia, y acepte los augurios de todo bien del cielo para usted, la señora Baronesa y toda la familia, al tiempo que me 
encomiendo a mí y mis muchachos 

1 Obrada. Es la labor que en un día hace un hombre cavando la tierra, o una yunta arándola. Tiene diversas equivalencias según en qué 
provincias: 53 áreas y 832 miliáreas en Palencia y 39 áreas, 303 miliáreas en Valladolid. Ignoro la equivalencia piamontesa. (N. del T.). 
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a la caridad de sus santas plegarias. Tengo el grato placer de profesarme con gratitud. 

De Vuestra Señoría Carísima en el Señor. 

Turín, 15 de marzo, 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Carísimo Señor Barón: 

He recibido su carta de manos del señor Giraudi, que me dejó algunas cédulas para colocarlas. Me uniré al caballero Oreglia para 
distribuir las suyas y las mías. No sé, sin embargo, si podremos repartirlas todas, dadas las quejas que todo el mundo lanza por la miseria 
reinante. 

En cuanto al préstamo que usted está dispuesto a realizar en favor de estos pobres muchachos, no sería de más de cinco mil liras, sino 
solamente de dos mil. Puesto que en esta época hemos tenido alguna limosna y también hemos cobrado una cantidad que era poco segura. 
Ahora, deseando que el préstamo se efectúe con las fórmulas por usted requeridas, le rogaría lo haga y yo lo firmaré con mucho gusto. 

En cuanto al tiempo, ponga un año si quiere; pero es probable que transcurran sólo algunos meses y quizás semanas, para poder realizar 
la restitución, puesto que la venta de las dos casitas al Gobierno ya está hecha y hay que firmar la escritura cuanto antes. 

((635)) Gracias por toda su caridad; no dejaré de rezar por usted, la señora Baronesa y familia, mientras con gratitud tengo el honor de 
poderme profesar. 

Mayo, 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Pero antes de tratar sobre asuntos que siempre tenían por fin la beneficencia, en los primeros días de marzo se dirigía al Ministerio de 
Gracia y Justicia para obtener un subsidio en favor de sus clérigos. La respuesta, con sorpresa suya, le llegó del Pro-Vicario Rector del 
Seminario. 

SEMINARIO ARZOBISPAL DE TURIN 

Turín, a 31 de marzo de 1864
Muy Reverendo Señor:


Debo participar a V.M.R.S. que, habiendo transmitido el Ministerio de Gracia y Justicia al Ilmo. y Rvmo. señor Vicario General 
Capitular la súplica por usted presentada para obtener una ayuda en favor de los clérigos del Oratorio, con ruego al mencionado señor 
Vicario de hacer para tal objeto una asignación sobre los fondos de este Seminario, la Administración aunque ha encontrado esta 
propuesta, por muchas razones, no muy de acuerdo con la índole de este Instituto, sin embargo acordó, solamente para este año, 
concederle un subsidio de cuatrocientas liras en favor de los clérigos diocesanos, residentes en ese Oratorio; y esto especialmente ante la 
idea de que, al terminarse el próximo verano, las obras de restauración de este Seminario, 

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los clérigos necesitados de ayuda podrán ser recibidos en él y así gozar los beneficios, sin que se hayan de distraer fondos de otro modo. 

En atención, pues, a la deliberación tomada por el susodicho señor Vicario con la administración mencionada, he preparado a nombre 
de Vuestra Muy Rvda. Señoría, una orden de pago de las cuatrocientas liras dichas, que usted podrá retirar en la secretaría de este 
Seminario mediante recibo. 

Aprovecho la propicia ocasión para reiterarme, con el más distinguido aprecio. 

Su seguro servidor
Canónigo A. VOGLIOTTI, Rector.


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((636)) 

CAPITULO LXIII 

PLATICA DE DON BOSCO: COMO SANTIFICAR EL MES DE SAN JOSE -DON BOSCO ANUNCIA TRES MUERTES PARA 
ANTES DE PASCUA -PRIMER CUMPLIMIENTO -ADMISION DE SOCIOS Y CONFERENCIA -EL EXAMEN SEMESTRAL -EL 
ORATORIO AGREGADO AL APOSTOLADO DE LA ORACION DE PUY EN FRANCIA -LA FIESTA DE SAN FRANCISCO DE 
SALES -SEGUNDO Y TERCER CUMPLIMIENTO -OTRA ADMISION DE SOCIOS -VACACIONES DE PASCUA: AVISOS A 
LOS ALUMNOS -DON BOSCO REGALA ESTAMPAS DE LA VIRGEN -ENFERMEDADES PREVISTAS -AUTORIZA A DOS 
JOVENES PARA IR AL PARAISO: SU SANTA MUERTE -PREDICE A UN ALUMNO LARGA VIDA ENTRE LOS SALESIANOS 
-JESUCRISTO MANIFIESTA CUANTO LE AGRADAN LAS COMUNIONES DE LOS JOVENES. 

VAMOS a contemplar a los alumnos del Oratorio a través de la guía de la crónica de Ruffino, que es la mejor manera para conocer con 
evidencia el cumplimiento de algunas predicciones de don Bosco y, al mismo tiempo, para señalar lo que sucedía en aquella bendita casa 
durante los meses de febrero y marzo. 

«La noche del 17 de febrero hablaba así don Bosco a los muchachos: 

»-Mañana empieza el mes de san José y deseo que todos vosotros os pongáis bajo su protección: si se lo pedís de corazón, él os 
alcanzará cualquier gracia que necesitéis, ya sea espiritual, ya sea temporal. 

»Entre las prácticas de piedad en honor de este gran Patriarca, esposo de María, padre putativo y custodio de Jesucristo, recomienda 
santa Teresa, ((637)) como medio muy eficaz para obtener su protección, dedicarle el mes de marzo, en el cual cae su fiesta. Desearía que 
hiciésemos algo en común, mas por ahora me limito a invitar a cada uno de vosotros a rezar un padrenuestro, avemaría y gloria en su 
honor, antes o después de la visita que os recomiendo hacer cada día al Santísimo Sacramento. Si queréis que os sugiera alguna cosa más, 
ofreced alguna comunión en favor del alma del purgatorio que 
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en vida fue más devota de san José. Podríais, además, invocarle con alguna jaculatoria: por ejemplo, diciendo de corazón en el estudio: 
San José, ayudadme a emplear bien el tiempo en clase. Si se presenta una tentación: Sancte Joseph, ora pro me. Al levantaros por la 
mañana: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía. Por la noche, al ir a acostaros: Jesús, José y María, asistidme en mi última 
agonía. 

»No olvidéis, mientras tanto, que él es el protector de los estudiantes y, si queréis salir bien en los exámenes, rogadle que os ayude». 

«24 de febrero. Hora de levantarse, a las cinco y media. Se sigue tocando la campana para la cena de los asistentes a las siete y media: 
la clase de canto comienza a las ocho y treinta y cinco de la noche y se termina a las nueve y diez». 

El aspecto que ofrecía el Oratorio a aquella hora era singular: 
desde los patios, iluminados con unas pocas farolas, cubiertas con frecuencia de nieve o envueltas por la niebla, se oían por todas partes, 
en diversos lugares, las notas musicales. La banda repetía alegres sinfonías; los aprendices se ejercitaban en el manejo de los 
instrumentos, o en el monótono redoble del tambor; los cantores expertos aprendían nuevas misas y nuevas vísperas y los estudiantes de 
solfeo modulaban difíciles ejercicios; se oía la clase de canto gregoriano dividida en varias sesiones, presididas por don Víctor Alasonatti: 
escalas musicales por un lado y antífonas y salmos por otro, unos paraban y otros empezaban; por momentos resonaba una confusión 
general de música indescriptible. 

Aquello parecía la escuela de levitas que describen las Crónicas: 

((638)) »Todos ellos se hallaban bajo la dirección de su padre, para el canto de la Casa de Yahvéh, con címbalos, salterios y cítaras al 
servicio de la Casa de Dios» 1. 

»25 de febrero.-Don Bosco anunció públicamente: -Diremos todavía, durante algún tiempo, el Padrenuestro por un compañero enfermo 
y después rezaremos el De profundis. Luego nos detendremos un poquito y repetiremos el Padrenuestro y el De profundis. 

»27 de febrero.-Muere en el Hospital de san Luis el joven Pedro Palo, de Lagnasco, a la edad de dieciséis años. Había estado cuatro o 
cinco meses en la casa, pero casi siempre malucho. Es de advertir que, antes de la Cuaresma, don Bosco había dicho que no morirían 
solamente dos antes de Pascua, sino tres». 

1 I Crónicas, XXV, 6. 
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Se lee en las actas del Capítulo: 

«En la noche del 27 de febrero fueron admitidos a prueba en la Pía Sociedad José Mazzarello, Pedro Guidazio, José Dalmazzo y Juan 
Delfino. Don Bosco comunica a los hermanos una consoladora noticia por la que se pueden concebir buenas esperanzas para la 
aprobación del Instituto Salesiano. Nueve días después de salir las Reglas de Turín, fueron presentadas al cardenal Antonelli, el cual las 
entregó al Santo Padre». 

«28 de febrero.-Empiezan los exámenes semestrales. Hoy se dio, en los dos cursos de retórica, el trabajo de prueba en lugar del de los 
puestos de orden. Las clases comenzaron a las ocho y tres cuartos. Los temas fueron enviados por el profesor don Mateo Picco». 

«Los orales se hicieron después en cada clase, en los diez días correspondientes a la enseñanza de la materia sobre la que se 
examinaban los alumnos. Hubo numerosísimas confesiones y comuniones en estos días». 

«1 de marzo.-El Oratorio de San Francisco de Sales era agregado a la Asociación del Apostolado de la Oración, ((639)) que tiene por 
objeto rezar por la iglesia universal y en particular por el Sumo Pontífice. Esta asociación fue erigida canónicamente en Le-Puy, en 
Francia, y enriquecida con indulgencias por Pío IX en 1849 y 1861. Su Director envió el diploma a don Bosco directamente, desde 
Le-Puy. En esta ciudad se venera a Nuestra Señora de Francia; en ella se levantó una estatua colosal de la Virgen con el bronce de los 
cañones rusos apresados en Sebastopol». 

«6 de marzo.-IV domingo de Cuaresma.-Se celebra solemnemente la fiesta de san Francisco de Sales trasladada a este día, por no haber 
podido asistir don Bosco a la que debería haberse celebrado en el Domingo de Sexagésima, 31 de enero». Lo cual consta también en la 
invitación remitida a los bienhechores. 

«12 de marzo.-Muere en el Hospital de Cottolengo el joven Vicente Tarditi, de Saluzzo, a la edad de dieciséis años». 

«14 de marzo.-Acaba sus días en Vigone, su pueblo, el clérigo Luis Do, miembro de nuestra Congregación, a los veintidós años». 

El 15 de marzo, don Bosco reúne al Capítulo, que admitió a prueba en la Congregación a Segundo Merlone, Antonio Sala, Antonio 
Ghella, Juan Gandini y José Scappini. 

«22 de marzo.-Martes Santo. Comienzan las vacaciones de Pascua. Para la marcha de los alumnos a su casa, se ordena que cada 
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uno dé su nombre a un sacerdote o clérigo, señalado para las distintas líneas de ferrocarril. 
»A la salida se entregaron a cada uno dos medallas de la Virgen y antes se habían dictado en la clase los siguientes recuerdos, dados por 

don Bosco. 

«Al llegar al pueblo se observen los siguientes avisos: 

1.° Saludar a los padres, al párroco, al maestro. 

2.° Dar buen ejemplo. 

((640)) 3.° Asistir a las sagradas funciones con el devocionario. 

4.° Comulgar el día de Pascua. 

5.° Volver el primer martes después de Pascua. Una lira de multa por cada día de retraso. 

«Los jóvenes que se quedaron en el Oratorio salieron de paseo cada día, salvo el Viernes Santo». 

Las vacaciones de don Bosco, una vez que preparó a todos sus alumnos para la comunión pascual el lunes de la semana santa, 
consistían en prestarse a confesar a las personas que llegaban de la ciudad a su confesonario. En los momentos de descanso, entre una y 
otra función religiosa, escribía cartas a las familias de los bienhechores, y enviaba alguna estampa de la Virgen a sus hijos con su 
autógrafo: «Te conceda en abundancia sus santas gracias». 

Una de éstas la destinó a la noble familia Fassati. 

Ilustrísima Srta. Acelia: 

Para no olvidarme de nuevo de la estampita prometida, la envío incluida en esta carta; y espero que con ella tendrá usted la bendición 
del Santo Padre y la del Altísimo. 

Que la Virgen le obtenga de su divino Hijo salud y gracia. Felices Pascuas para usted, Papá y Mamá. Y encomendándome a las 

oraciones de todos, me profeso en el Señor, 

De V. S. Ilma. 

Turín, 25 de marzo de 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


«27 de marzo, Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.-Hoy abría don Víctor Alasonatti el sobre sellado, que le había 
entregado en custodia el enfermero Mancardi, en presencia de los hermanos de más edad, y les leyó los nombres de Palo y Tarditi». 

En el Oratorio estaba enfermo el jovencito José Pittaluga, todo un ángel por su piedad y costumbres, uno de los más ejemplares del 

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clero infantil, cuya virtud ponderaba don Bosco ((641)) poniéndola a la altura de la de Domingo Savio. Pues bien, en este mismo día, 27 
de marzo, escribía don Domingo Ruffino en su crónica: 

«Hace un mes que don Bosco dijo a Pittaluga: 

»-Quieres ir al Paraíso? 

»-Iría con mucho gusto, contestó el jovencito. 

»-Pero antes, hay que hacer algo de penitencia, agregó don Bosco; y luego irás. 

»Unos días después caía enfermo Pittaluga, víctima de una ciática, enfermedad de la que no había notado ningún síntoma 
anteriormente». 

«Esta tarde precisamente, hablando don Bosco conmigo sobre varias cosas, narró el casual accidente de la enfermedad de Pittaluga y 
añadió: 

»-Si me dejo llevar por mi presentimiento, este muchacho no volverá al Oratorio. (Estaba en vísperas de ir a su casa, en Tortona.) 
Parece que, si supura la pierna, debiera curar enseguida; pero, creo que no curará». 

«Otro hecho. Cuando el joven Siravegna llegó al Oratorio gozaba de óptima salud. Don Bosco le decía casi siempre que le encontraba: 

»-Siravegna, pide al Señor que te conceda la salud. 

»El joven, que se encontraba bien, respondía siempre: 

»-íNo necesito esa gracia! 

»Pero, a poco, un mal le atacó de improviso y le postró en cama». 

El 29 de marzo regresaban al Oratorio los alumnos que habían ido a su casa; pero dos de ellos no comparecieron. También había 
previsto don Bosco su fin. Don Domingo Tomatis, salesiano y hoy misionero en Chile, era aquel año alumno del Oratorio y muy amigo 
de dos condiscípulos suyos, Francisco Vicini y Pablo Aiachini, ambos modelos de virtud. 

Un sábado por la tarde salieron los tres juntos del estudio para ir a confesarse y se encontraron con don Bosco que entraba en el 
Oratorio. 

Don Bosco puso su mano sobre la cabeza de Vicini y le preguntó: 

-Eres amigo de don Bosco? 

((642)) -Imagine, don Bosco, si lo soy, respondió Vicini. 

-Quieres ir al paraíso? Bueno, te doy permiso. 

Luego puso la mano sobre la cabeza de Aiachini: 

-Y tú, eres amigo de don Bosco? 

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-Sí que lo soy, contestó Aiachini.
-Y también tú quieres ir al paraíso? Con gusto te doy permiso.
Dicho esto, se volvió a Tomatis:
-También tú eres amigo de don Bosco? Nosotros dos, todavía tenemos que comer juntos muchos panecillos.
Después dijo a los tres:
-Y adónde ibais?
-A la iglesia a confesarnos, respondieron.
-Voy, pues, a la habitación a dejar el sombrero y bajo enseguida.
Aiachini, después de los exámenes semestrales, cayó enfermo y fue enviado a su pueblo natal para recuperar la salud. Y he aquí que el


último día de marzo por la noche subió don Celestino Durando a la tribuna y dijo: 
-Ha fallecido un compañero vuestro, Aiachini. Ha tenido una santa muerte. 
Una carta había llevado a don Bosco la triste noticia 1. 
((643)) Tomatis, apenado por la muerte del amigo, esperaba la vuelta de Vicini, que no acababa de llegar. El, en tanto, impelido por la 

Providencia, se disponía sin saberlo a comer muchos panecillos con don Bosco. Como no pensaba en hacerse sacerdote consideraba inútil 
para él el estudio de la lengua latina, y así mientras en los exámenes de todas las asignaturas había obtenido las mejores calificaciones, en 
latín había sacado suspenso. El jesuita padre Tomatis, su tío, le reprendió y le hizo comprender la importancia de saber latín para 
cualquier género de profesión. 

Entonces el muchacho, que tenía mucho talento y memoria, 

1 Ilmo. y Rvmo. Señor Don Bosco: 

La muerte conduce mi mano temblorosa al escribir estas líneas. 
Pablo Antonio Aiachini, tan despabilado alumno de su Oratorio, expiró ayer a las diez y media de la noche en brazos del Señor, en 
Castelferro, a donde había sido trasladado hace seis días para ver si mejoraba su convalecencia con los aires del pueblo. Pero aquí la 
fiebre tifoidea consumió rápidamente a la pobre víctima. El Señor que le dio vida se apresuró a arrancarlo de la malicia humana y del 
amor y las esperanzas de padres y parientes. 
Cuántas veces decía el querido sobrino: -Si hubiese sabido que me iba a ir no me hubiera movido del Oratorio, para tener la satisfacción 

de expirar bajo la mirada de don Bosco. iEs un santo! 
Estas palabras, venerando hombre de Dios, suavizan el acervo dolor que aflige mi corazón. 
íAh! Ayude, buen sacerdote, el alma del confiado muchacho y ofrezca por él el Santo Sacrificio... 
Y aquí hago punto, porque las lágrimas velan mis ojos. 

Su apenado servidor 

P. JULIO AIACHINI 
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aprendió por entero el Donato 1 en un solo mes; rindió el examen final ante don Celestino Durando y obtuvo sobresaliente. Volvió al 
Oratorio, al comenzar el curso, y quedó maravillado de que Vicini no se había dejado ver todavía. Qué había ocurrido? Vicini había 
manifestado la intención de hacerse sacerdote, y su padre, protestando de que jamás lo permitiría, no quiso que volviese al Oratorio. A 
partir de aquel momento empezó el muchacho a perder la salud de tal modo que daba lástima. El médico, después de unos días de 
cuidados, dijo a su padre: 

-Yo no le encuentro ninguna enfermedad; el corazón, los pulmones y las demás vísceras están sanísimos; el médico no tiene nada que 
ver con esta enfermedad. Le toca por tanto a usted, que es su padre, investigar cuál sea la causa moral de esta postración de fuerzas. 

El padre lo entendió, entró en la habitación del hijo y le dijo para tranquilizarle: 

-Antes de verte en este estado, prefiero que vuelvas al Oratorio. 

Unos días después, el muchacho estaba totalmente restablecido, pero el padre dejaba pasar el tiempo sin cumplir su palabra, esperando 
que el hijo hiciera su voluntad. 

Vicini calló por algún tiempo y después renovó su petición de volver al Oratorio y hacerse sacerdote. 

-Pero no sabes, respondió el padre irritado, que no quiero que se deshonre nuestra casa, con un hijo que se hace fraile? 

((644)) El jovencito no replicó, mas al poco tiempo recayó en el estado de antes. El médico repitió al padre: 

-Le advierto que su hijo no tiene más mal que algún grave disgusto. Sólo usted puede hallar remedio, si quiere conservarlo en vida. 

El padre, que con todo amaba apasionadamente a su hijo, esta vez se dio por vencido, se acercó al lecho de su Francisco y volvió a 
prometerle que le daría, mejor aún, que le daba permiso para seguir su vocación. 

-Demasiado tarde, respondió el hijo. Vaya a llamar al párroco, porque me siento morir. Un solo favor le pido: que, apenas muera, 
escriba al Oratorio para que mis compañeros recen por mí. 

El padre, que no creía que su hijo se encontrase en tal extremo, no se apresuró a avisar al sacerdote, pero al anochecer se agravó tanto, 
que fue a llamar al párroco. Vicini murió en paz, con toda la asistencia religiosa, como había pedido al Señor. 

1 Donato: así se llamaba el libro elemental de la gramática latina, original del célebre gramático del siglo V, un tal Donato. (N. del T.). 
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Durante el mes de noviembre subió don Juan Bautista Francesia una noche al estrado para hablar después de las oraciones y Tomatis le 
oyó anunciar la hermosa muerte de Vicini y recomendarlo a las oraciones de todos. A esta noticia, como si un relámpago iluminara su 
mente, recordó Tomatis las dos profecías de don Bosco, cuya relación nos hizo y que aquí fielmente hemos expuesto. Otras cosas 
tendríamos que añadir, pero las contaremos a su tiempo. 

Por ahora indicaremos que Francisco Vicíni había sido testigo en los primeros meses de aquel curso de un hecho sorprendente. 
Celebraba don Bosco un día la santa misa después de la ya tenida para la Comunidad. Vio al principio que el copón no tenía hostias 
consagradas, mas persuadido de que no quedase ninguno más para comulgar, empezó sin más el santo sacrificio. Pero al llegar el 
momento de la comunión, dos o tres muchachos fueron a arrodillarse en la grada del altar. Don Bosco dio una mirada para asegurarse de 
su número, partió en tres o cuatro partes la hostia grande del viril, ((645)) y, luego, con la patena se puso a distribuir la comunión a los 
jóvenes. Primero, a Francisco Vicini. José Sandrone, que estaba arrodillado al lado, y el que llevaba la palmatoria vieron con asombro 
que otros diez o doce muchachos se acercaban al comulgatorio. Entonces don Bosco partió de nuevo las sagradas especies restantes y 
siguió dando la comunión a todos con trocitos de hostia bastante grandes e iguales a los primeros. Constataron esto porque las partículas 
deberían haber sido cada vez más pequeñas. 

Se habló de ello entre los muchachos, pero estaban tan acostumbrados a ver en don Bosco al hombre de los portentos, que no dieron 
gran importancia al caso. 
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((646)) 

CAPITULO LXIV 

DON BOSCO ANIMA A SUS SACERDOTES A TRABAJAR -AFIRMA QUE NO ACEPTARA NUNCA COLEGIOS PARA RICOS 
-EJERCICIOS ESPIRITUALES EN EL ORATORIO: MODO DE HACERLOS CON FRUTO: HORARIO -CARIDAD DE DON 
BOSCO PARA CONFESAR -PERSUADE A UN JOVEN A ARREGLAR SU CONCIENCIA -SECRETOS DEL ALMA 
DESCUBIERTOS EN ESTOS DIAS -DOS SUEÑOS: CUERVOS QUE HIEREN A LOS JOVENES Y EL UNG\_ENTO PARA 
CURAR LAS HERIDAS -SE PROSIGUEN DE NUEVO LAS EXCAVACIONES PARA LA NUEVA IGLESIA -DON BOSCO HACE 
PUBLICAR EN LA GACETA OFICIAL Y EN LA UNIDAD CATOLICA UNA INVITACION A LA PUBLICA BENEFICENCIA 
-COLOCA LA PRIMERA PIEDRA DE LOS CIMIENTOS -SE JUZGA TEMERARIA SU EMPRESA -OBSERVACIONES DEL 
CANONIGO GASTALDI SOBRE EL PLANO DE LA IGLESIA -CIRCULAR DE DON BOSCO A LOS FIELES PARA OBTENER 
LIMOSNAS: BOLETOS DE SUSCRIPCION; CELO DE LOS PARROCOS -LLAMAMIENTO A LAS SEÑORAS -PRIMEROS 
DONATIVOS -OFERTA DE PIO IX -SUBSIDIO DEL ECONOMATO GENERAL -LECTURAS CATOLICAS -EPISODIOS 
AMENOS Y CONTEMPORANEOS RECAVADOS DE LOS MONUMENTOS PUBLICOS 

LEESE en la Crónica que hacía más de un mes que don Bosco sufría continuo mal en los ojos y, como no podía resistir la claridad de la 
luz, llevaba anteojos azules. Sin embargo, seguía trabajando y decía a sus sacerdotes y clérigos, animándoles al trabajo y al sacrificio: 

-íAnimo! Trabajemos con ahínco por el bien de la juventud; cuidemos la gloria de Dios y la salvación de las almas, porque allá arriba 
nos está preparado un gran premio, el que fue prometido ((647)) a Abraham: Ego ero merces tua magna nimis (yo seré tu premio sin 
medida). A veces nos encontramos cansados, deshechos, agobiados por algún malestar; pero reanimémonos; allá arriba descansaremos 
para siempre. 
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Y, como acostumbraba a hacer, levantaba la mano derecha hacia el cielo, indicando su plena confianza en el Señor. 

«Por esto sus discípulos se entretenían con él sobre las probabilidades del campo al que el Señor les mandaría a trabajar. El 3 de abril 
conversaban sobre distintos proyectos y entre otros el de tener, con el tiempo, un colegio para muchachos pertenecientes a la nobleza. 
Don Bosco escuchaba y, a un cierto punto, cortó la conversación. 

»-íEso no, eso no será nunca, mientras yo viva! íPor cuanto de mí dependa, jamás! Si sólo se tratase de encargarse de la administración 
de semejante colegio, entonces sí que se aceptaría; pero, de otro modo, no. Esto sería nuestra ruina, como lo fue para varias ilustres 
órdenes religiosas. Tenían por fin primario la educación de la juventud pobre y, luego, la abandonaron y se arrimaron a los ricos. De aquí 
las envidias, los celos, la manía de suplantarlos. Las riquezas y la entrada en casa de los ricos engolosinan a todos; mientras nosotros nos 
dediquemos a los muchachos pobres, estaremos tranquilos; si no por otras razones, al menos porque parte del mundo nos tendrá 
compasión y nos tolerará y parte nos alabará. Nadie nos envidiará, porque no sabrán qué hacer de nuestros harapos». 

«El 4 de abril don Bosco anunció a los jóvenes que los ejercicios espirituales comenzarían el 11 del mes corriente. En resumidas 
cuentas les dijo: 

»-Para sacar fruto de los ejercicios, debéis empezar a prepararos y, a fin de que no sean humo de paja, es necesario que comencéis 
desde ahora a determinar qué queréis hacer. Uno dirá: -Yo quiero aprovechar este tiempo para dormir. Otro: -Yo quiero estudiar la 
manera de pasármelo lo mejor posible con lecturas amenas y alguna merienda. Un tercero: -Quiero aprovechar la ocasión para repasar la 
gramática. Un cuarto: -Yo quiero dar frutos de santidad y pensar en mi vocación. Este último razona como un hombre cuerdo. Pero de 
esos otros qué ((648)) -se podrá decir? Qué aconsejarles? Mis queridos amigos: íestos ejercicios pueden ser los últimos de vuestra vida! 
íReflexionad!». 

El día 11 se anunció el horario de los ejercicios 1. Fue una de las 

1 HORARIO PARA LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES 

MAÑANA 

A las 5,30. Levantarse. 

A las 6. Oraciones. Prima. Veni Creator, etc. Meditación. Miserere. Misa. Tercia. Desayuno. 
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últimas veces que los aprendices asistieron a los mismos; el gran número de alumnos obligó a hacer para ellos una tanda aparte. Predicó 
el padre Carroccio Arró. 

Don Bosco estuvo horas en el confesonario. «Su bondad con los muchachos y con los mayores fue excepcional, constante y admirable, 
asegura monseñor Cagliero; casi todos se confesaban con él, conquistados por su dulzura y su caridad siempre benigna y paciente. Era 
más indulgente que severo, y nos animaba a confiar en el perdón del Señor, mientras infundía en nuestros corazones un saludable temor 
de Dios». 

Durante este tiempo, cuenta Ruffino, residía en su casa el ((649)) joven P..., que no quería saber nada de sacramentos, ni de prácticas de 
piedad y estaba de por fuerza en el Oratorio. Finalmente un día le llamó don Bosco aparte y le dijo: 

»-Cómo se entiende que siempre tienes delante un perro, que parece rabioso, rechina los dientes y se diría que quiere morderte: 

»-Yo no lo veo. 

»-íPues yo sí! Dime: cómo andan las cosas de tu conciencia? 

»El jovencito bajó la cabeza, y don Bosco añadió: 

»-Ea, valor; ven y lo arreglaremos todo. 

»El pobrecito se hizo amigo de don Bosco; hoy está muy animado y cumple bien los propios deberes». 

A las 9,30. Sexta. Instrucción. Cántico. Reflexión en retiro (Los estudiantes en su aula, los aprendices en su locutorio). 

A las 11,30. Visita al Santísimo Sacramento con la Corona al Sagrado Corazón de Jesús. Nona. Examen de conciencia. Regina Coeli, 
etc. 

A las 12. Comida y recreo. 

TARDE. 

A las 2. Letanías de los Santos. Retiro con lectura espiritual privada. 

A las 3,15. Vísperas y completas. Instrucción. Cántico. Merienda y recreo. 

A las 5,30. Maitines y Laudes. Meditación. Miserere. Rosario. Reflexión. Regina Coeli, etc. 

Se recomiendan tres cosas: 

1.° Riguroso silencio, salvo en tiempo de recreo. 

2.° Puntualidad a las prácticas religiosas. 

3.° Pensar que es una gracia grande del Señor el poder hacer ejercicios espirituales. 

DIOS -ALMA -ETERNIDAD 

Et haec omnia ad maiorem Dei gloriam.
(Y todo esto a la mayor gloria de Dios)
.


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RECTOR
JUAN BOSCO, Pbro.


Día 11 de abril, 1864. 

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«Terminaron los ejercicios el día 13. Por la noche se lamentó don Bosco de que algunos alumnos no los hubiesen aprovechado para 
bien de su alma. 

»-Yo, dijo, veía estos días pasados, tan claramente los pecados de cada uno de vosotros, como si los tuviera escritos delante de mis 
ojos, de manera que algunos, al hacer la confesión general, querían decir ellos mismos los pecados, sin atender a mis preguntas, y me 
embrollaban las cosas. Es una gracia singular que el Señor me ha concedido en estos días para vuestro bien. Algunos, reacios a mis 
consejos, me preguntarán ahora si no veo como antes su interior. 

»-Eh, no; debo responderles. No vinieron entonces, y ahora ya no están a tiempo para disfrutar de este favor». 

«El 14 de abril habló a los estudiantes y la noche siguiente a los aprendices. Narró los dos sueños siguientes, tenidos el uno antes, y el 
otro después de los ejercicios. Como él mismo indicó, había quedado asombrado. 

Era la noche precedente a la Dominica in Albis, 3 de abril, y me pareció encontrarme en el balcón, mirando cómo los muchachos se 
divertían. Cuando he aquí que vi aparecer un enorme lienzo blanco que cubría todo el patio, debajo del cual continuaban todos jugando. 
Mientras los contemplaba, apareció ((650)) una gran cantidad de cuervos, que comenzaron a volar sobre el lienzo, a girar por una parte y 
por otra hasta que, introduciéndose por la extremidad del mismo, se arrojaron sobre los muchachos para picarles. 

El espectáculo que se ofreció a mi vista fue desolador: a uno le sacaban los ojos; a otro le picaban en la lengua, y se la hacían mil 
pedazos; a éste le daban picotazos en la frente y a aquél le desgarraban el corazón. Pero, lo que más estupor causaba, como yo decía entre 
mí, era que ninguno gritaba o se lamentaba, sino que todos permanecían indiferentes, como insensibles, sin intentar siquiera defenderse. 

-Estoy soñando, decía entre mí, o estoy despierto? Es posible que éstos se dejen herir sin lanzar un grito de dolor? 

Pero al rato sentí un clamor general y después vi a los heridos que comenzaban a agitarse, que gritaban, chillaban y se separaban de los 
otros. Maravillado ante aquel espectáculo comencé a pensar en el significado de cuanto veía. 

-Tal vez, pensaba, como es el sábado in Albis, el Señor quiere darnos a entender que quiere cubrirnos a todos con su gracia. Esos 
cuervos serán los demonios que asaltan a los jóvenes. Mientras pensaba así, sentí un rumor. Me desperté. Ya era de día y alguien había 
llamado a la puerta de mi habitación. 

Pero cuál no fue mi sorpresa, al ver que el lunes disminuían las comuniones, el martes mucho más y el miércoles de una manera 
alarmante; hasta el punto de que, mediada la misa, ya había terminado de confesar. 

Nada quise decir, pues estando próximos los ejercicios espirituales, esperaba que todo quedaría solucionado 

Ayer, 13 de abril, tuve otro sueño. A lo largo del día había estado confesando; por tanto, mi imaginación andaba ocupada con el 
pensamiento de las almas de los jóvenes, como lo está casi siempre. Por la noche fui a dormir, pero no podía conciliar 
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el sueño; estaba medio dormido, medio despierto, hasta que al fin me quedé dormido. 

Entonces me pareció encontrarme otra vez en el balcón contemplando el recreo de los muchachos. 

Vi a todos los que habían sido heridos por los cuervos y los observé atentamente. Mas, de pronto, apareció un personaje con un vasito 
lleno de bálsamo en una mano. Iba acompañado de otro, que llevaba un lienzo. Ambos se dedicaron a curar las heridas de los jóvenes, las 
cuales, apenas les aplicaban el bálsamo, quedaban curadas. Hubo, sin embargo, algunos que, al ver acercarse a aquellos dos personajes, se 
apartaron de ellos y no quisieron ser curados. Y, lo que más me desagradó fue que los tales formaban un número bastante considerable. 
Me preocupé de escribir sus nombres en un trozo de papel, pues los conocía a todos, pero mientras lo hacía me desperté y me encontré sin 
el papel. 

Con todo, hice un esfuerzo para retenerlos en la memoria, y al presente los recuerdo a casi todos. Tal vez me podría olvidar de algunos, 
pero creo que serían contados. Ahora iré hablando, poco a poco, con los interesados y procuraré inducirles a sanar de sus heridas. 

((651)) Dad a este sueño la importancia que queráis; lo que os puedo asegurar es que, si le prestáis plena fe, no causaréis perjuicio 
alguno a vuestras almas. 

Os recomiendo encarecidamente que estas cosas no salgan del Oratorio. 

Yo os lo cuento todo, pero deseo que permanezca en casa. 

Entre tanto se habían reemprendido los trabajos de la nueva iglesia a principios de marzo. Ya estaban acabadas las zanjas para los 
cimientos, con la profundidad reglamentaria, y a punto de echar las primeras piedras y la primera cal, cuando el maestro de obras se 
percató de que los cimientos se iban a apoyar sobre terreno de aluvión y,por tanto, incapaz para aguantar las bases de un edificio de 
aquella envergadura. Hubo, por tanto, que ahondar mucho más los fosos y formar un fuerte emparrillado, de acuerdo con las dimensiones 
de la proyectada construcción. 

Esto ocasionó mayores gastos porque aumentaron los trabajos y la cantidad de traviesas empleadas. Sin embargo, se prosiguieron los 
trabajos rápidamente y don Bosco escribía el 5 de abril una invitación a la beneficencia pública para la construcción de la nueva iglesia y 
la envió para publicarla en la Gaceta Oficial. Fue publicada el 12 de abril de 1864 y resumida por la Unidad Católica, al día siguiente. 

Construcción de una nueva iglesia en Valdocco. 

Se nos pide publicar las siguientes líneas. 

Uno de los barrios de esta capital que, desde algunos años, se ha superpoblado, ciertamente es el de Valdocco. Desde la parroquia de 
Borgo Dora y la de la Consolata (Santuario de Nuestra Señora de la Consolación) hasta el Borgo San Donato, está todo cubierto de 
edificios, donde habitan más de treinta mil habitantes; pero en toda esta vasta extensión no existe una iglesia pequeña ni grande. 
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Frente a esta necesidad, el sacerdote Juan Bosco se ha determinado a construir un sagrado edificio en un terreno comprado 
precisamente para ello entre la calle Cottolengo y el Oratorio de San Francisco de Sales. 

Hace catorce años que este Oratorio atiende a muchos jóvenes y personas mayores; pero, teniendo en cuenta la mayor necesidad, por el 
aumento de la población, tal iglesia no puede atender de ningún modo ni a la tercera parte de jovencitos que allí acuden especialmente en 
los días festivos. La nueva iglesia, por consiguiente, debe tener capacidad y ser lo suficientemente espaciosa para satisfacer la necesidad 
de los jovencitos y adultos que quisieran utilizarla. A la iglesia iría también unido ((652)) un local para escuelas nocturnas y dominicales 
y un recinto para juegos y diversiones en los días festivos. Gracias a algunos beneméritos ciudadanos, que ya tendieron su benéfica mano, 
se ha preparado el lugar, los planos y abundante cantidad de materiales. Confiamos que estos primeros donantes contarán con generosos 
imitadores y que el edificio podrá concluirse tan rápidamente como se llevaron a cabo otras obras de pública beneficiencia, que tanto 
honran a esta nuestra capital. 

Al terminar abril estaban acabadas las excavaciones, casi emparrillados los fosos y todo se hallaba pronto para iniciar los trabajos de 
mampostería. El maestro de obras, Carlos Buzzetti, se presentó a don Bosco para que le complaciera colocando él la primera piedra. El 
siervo de Dios fue, acompañado de sus sacerdotes y numerosos alumnos, a la sencilla ceremonia. Apenas terminada, quiso manifestar su 
satisfacción y, dirigiéndose a Carlos Buzzetti, le dijo: 

-Quiero darte ahora mismo un anticipo por los grandes trabajos. No sé si será mucho, pero será todo lo que tengo. 

Y así hablando sacó el portamonedas, lo abrió y lo volcó en las manos del maestro de obras, que se imaginaba se le iban a llenar de 
marengos 1. íCuál no fue su asombro y el de todos los que le habían acompañado, al no aparecer más que ocho pobres moneditas de 
cinco céntimos. Don Bosco sonriendo añadió: 

-Estáte tranquilo, la Virgen pensará en proveer el dinero necesario para su iglesia. Yo no seré más que el instrumento, el cajero. 

Y volviéndose a los que le rodeaban, concluyó: 

-íYa veréis! 

El marqués de Fassati fue a contemplar la grandiosidad de los planos y le dijo: 

-Verdaderamente, usted es más valiente que yo para aprestarse a construir. 

Personas sensatas le preguntaban con cuánto dinero contaba y qué 
donativos podría calcular que recaudaría, tratándose de un gasto que se juzgaba pasaría del medio millón, y él respondió: 

1 Marengo: Antigua moneda de oro francesa. (N. del T.) 
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-La verdad es que he buscado por todos mis cajones y no he hallado más que cuarenta céntimos. 

El, sin embargo, decía que bastarían doscientas mil liras; pero, al acabar la obra, había desembolsado cerca de un millón. Solamente las 
excavaciones ((653)) medidas por el agrimensor J. B. Elia el día 6 de julio, y los cimientos importaban la suma de treinta y cinco mil 
liras. 

La noticia de la nueva construcción se difundió por la ciudad. La gente acudía a Valdocco para ver y cerciorarse por sus propios ojos. 

Mas no todos creían la cosa tan sencilla. 

-Cómo se las arreglará don Bosco para ir adelante?, preguntaba uno. 

-Se cargará de deudas, decía otro. 

-Pío IX le dará dinero, agregaba aquél. 

-íSalvo que haya encontrado un tesoro! exclamaba éste. 

-Se arruinará, concluían. 

Todos tenían algo que decir. Mil habladurías corrían a cuenta de don Bosco. Pero él seguía los trabajos sin cuidarse de los chismes. 

Apenas empezó las obras, le llegó una carta del canónigo Gastaldi. 

íViva Jesús! 
Calle de Julio, 20 Turín, 5 de mayo, 1864. 

Carísimo don Bosco: 

Siento bastante que V.S. haya empezado las obras sin antes saber mi parecer de palabra o por escrito, pues al presente no se pueden 
hacer las cosas según nuestras previas intenciones. Y siento también que hoy mismo, a pesar de nuestro acuerdo de encontrarnos ambos 
con el arquitecto, se haya ausentado Vuestra Señoría de Turín; de este modo no podremos entendernos nunca en nada. 

Yo, no obstante, me entrevisté con el arquitecto, y determiné con él: 1.° Suprimir los dos campanarios que figuran ahora en el diseño; 
2.° Dejar abierto el paso a las capillas laterales por la puerta de las sacristías; 3.° Incorporar el atrio de la iglesia, sosteniendo el coro con 
dos columnas de piedra. Respecto al tambor de la cúpula y a las ventanas en la bóveda de la nave ya tendremos tiempo para pensar en 
ello. 

Lo que V.S. debe decidir inmediatamente es el emplazamiento del campanario; ello depende de la parte en que se piensa establecer la 
sacristía, con vistas a que el campanario debe estar al lado y casi incorporado a ella para que sea fácil tocar las campanas, y por cuanto 
sea posible, sin salir de la sacristía y para que el sacristán no tenga que pasar con demasiada frecuencia por delante del ((654)) altar del 
Santísimo Sacramento. Desde luego, la sacristía de esta iglesia debería estar situada en la parte de poniente, pues, si no me engaño, V. S. 
levantará una tapia desde la iglesia hasta el extremo del edificio actual y por tanto el público no tendrá acceso por levante 

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a la sacristía desde fuera, sino que, por el contrario, entrará desde fuera sólo a la sacristía por el lado de poniente: por consiguiente se 
deberá colocar el campanario de esta parte. 

Hable V.S. enseguida con el arquitecto, y créame siempre. 

Su afectísimo servidor y amigo 

L. GASTALDI 
El día 7 de mayo el buen canónigo escribía otra carta a don Bosco desde Bolonia, en cuya catedral había empezado una misión: insistía 
en que adoptara sus propuestas, que habían sido aceptadas por el arquitecto Spezia. Defendía, pues, que se colocaran las puertas de las 
dos sacristías de modo que se pudiera ir desde ellas al coro y de una a otra sin necesidad de atravesar el presbiterio, como sucedería si las 
entradas de la sacristía hacia el altar mayor se dejaban como están actualmente. «Que ir de la sacristía al coro y de una sacristía a otra sin 
cruzar el presbiterio, era algo clarísimo por dos razones principales: la 1.ª, porque distrae las funciones sagradas y es feo ver a la gente 
que va y viene por el presbiterio; la 2.ª, porque no se puede nunca conseguir que quien va y viene ante el Santísimo Sacramento haga 
siempre la genuflexión del modo debido, etc. etc...». 

Don Bosco condescendió, en parte, con los consejos del amigo, añadiendo en el plano otras dos puertas a las sacristías junto al altar 
mayor, de manera que se pudiese ir de la una a la otra pasando por el estrecho espacio entre éste y el muro. Sin embargo, para evitar otros 
inconvenientes, él pensaba edificar el coro con dos nuevas sacristías laterales, trabajo no señalado todavía en el plano y que se realizaría 
cuando se terminara la iglesia. Incorporó el atrio, pero no suprimió los dos campanarios, practicando en ellos un pasillo para ir a las 
capillas. 

((655)) Así arreglado el plano de la iglesia, escribía una circular para los fieles, que enviaba impresa a casi toda Italia septentrional y 
central. 

Benemérito Señor: 

A la par que van creciendo cada día más las edificaciones en la ciudad de Turín, aumentando naturalmente su población, crece la 
urgencia de nuevas construcciones dedicadas al culto de nuestra religión. Esta necesidad se deja sentir vivamente en el barrio denominado 
Valdocco 1 más que en otros puntos de la ciudad. Tiene más de 

1 Esta barriada se llama Valdocco por las iniciales Val. Oc. Vallis occisorum o sea Valle de los occisos como antiguamente se 
denominaba este valle, por haber sido martirizados aquí los 
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treinta mil habitantes y no hay más iglesias de cierta capacidad que la iglesia parroquial de Borgo de Dora 1, en la cual no hay cabida para 
más de mil quinientas personas. 

Ciertamente existen en el distrito de esta parroquia las iglesitas de la Pequeña Casa de la Divina Providencia y del Oratorio de San 
Francisco de Sales, en las que se da entrada al público los días festivos; pero ni la una ni la otra bastan para atender a las muy numerosas 
comunidades para las que fueron erigidas y apenas si queda espacio para algunos fieles más. 

Deseando, por consiguiente, proveer a la urgente necesidad de los moradores de Valdocco y de muchos jóvenes, que en los días festivos 
acuden al Oratorio desde varios puntos de la Ciudad y que no caben en la iglesia actual, he determinado poner manos a la obra de la 
construcción de una iglesia bastante amplia para atender a este doble fin y que pueda, con el tiempo, convertirse en parroquia, cuando la 
autoridad eclesiástica lo juzgue oportuno. Un benemérito ingeniero trazó ya el plano con planta de cruz latina y fue aprobado por la 
autoridad competente; la superficie interior será de casi mil metros cuadrados y el coste subirá alrededor de doscientas mil liras. 

La iglesia se levantará en la calle Cottolengo, sobre un terreno que fue comprado gracias a la generosidad de algunas piadosas personas 
y que está situado junto al actual edificio del Oratorio de San Francisco de Sales. Las zanjas ya están hechas y se han empezado a 
construir los muros de los cimientos. 

Como carezco de los medios necesarios para llevar a cabo esta santa obra, no puedo hacer más que poner toda mi confianza en la divina 
Providencia y encomendarme a la caridad de los devotos de María, entre los cuales considero con razón poder contar con V. S. 

Hablo de los devotos de María, porque precisamente se levantará este sagrado edificio en honor de la Inmaculada Madre de Jesucristo, 
bajo el título de Auxilium Christianorum es decir, auxilio de los cristianos. 

Mientras se espera que para muchos será instrumento de eterna salvación, constituirá también ((656)) un homenaje de nuestra gratitud a 
María Santísima por los beneficios recibidos y una invitación a esta nuestra piadosa Madre para que nos proteja siempre en lo porvenir y 
nos ayude a mantener en nuestra ciudad la fe y la práctica de todas las virtudes cristianas. 

Acudo, pues, a usted humildemente. Se recibirá con toda gratitud cualquier cantidad de dinero, cualquier objeto, cualquier material para 
la construcción. Harán falta tres años para llevar a término esta obra; por tanto, si Vuestra Señoría no puede hacerlo al presente, tal vez 
pueda concurrir más adelante. 

Le adjunto, por consiguiente, algunas hojas de suscripción para usted y para aquellas personas caritativas que usted creyese que pueden 
colaborar en esta obra de 

santos Adventor y Octavio. He aquí por qué esta parte de la ciudad es tan bendecida por Dios que está cubierta de piadosas y caritativas 
instituciones: fue regada con la sangre de los mártires. 

1 Si se traza una línea desde la iglesia parroquial de Borgo Dora hasta las iglesias de la Consolata (N. Sra. de la Consolación) y la de 
San Donato, circundando después la real fábrica de fusiles hasta el río Dora, hay una superficie edificada donde habitan más de treinta y 
cinco mil personas, para las cuales no existe ninguna iglesia pública. 
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pública beneficencia. Cuando tenga alguna rellenada, conforme al modelo anexo, le ruego humildemente tenga la bondad de enviarla a mi 
dirección, para el buen gobierno de los trabajos a realizar. 

Si no tuviese otro medio para hacer llegar a destino lo que su caridad le inspira, podría verificarlo por el camino seguro del giro postal. 

Le aseguro que tengo plena confianza de que cuanto usted haga en este caso excepcional, le atraerá ciertamente abundantes bendiciones 
de la bienaventurada Virgen María en lo espiritual y también en lo temporal. Le ruego, en fin, perdone bondadosamente la molestia que le 
ocasiono y acepte mis augurios de todo bien del cielo, mientras con la más sentida gratitud tengo el honor de poderme profesar. 

De V.S. 

JUAN BOSCO, Pbro. 

((657)) A esta circular unía don Bosco una hoja de suscripción 1. 

Todavía conservamos cartas de párrocos y otros sacerdotes, que respondían enseguida y enviaban a don Bosco sus generosos donativos. 
El, en ciertas direcciones, había empleado títulos y frases, que les habían conmovido, como se ve por algunas cartas que poseemos. En 
una hoja de suscripción se lee: María Santísima Auxiliadora se encomienda a su fiel siervo... para que le ayude a construir su iglesia. 

Al expedir el paquete de circulares a quienes había escogido para distribuirlas, dirigía a las señoras más distinguidas por su bondad y 
religiosidad, el siguiente papelito. 

«María Auxiliadora se encomienda a su devota, para que se sirva repartir las cartas y hojas adjuntas (de suscripción) y retirarlas 
firmadas por sus devotos. Esta Madre celestial no se dejará ganar en generosidad por las hijas que por su honor trabajan en la tierra, y a 
quienes ella espera premiar un día en el cielo». 

Los devotos de María correspondieron generosamente; don Bosco, como acostumbraba en estos casos, llevaba un registro de las cartas 
enviadas, donde luego anotaba las cantidades recibidas o prometidas. 

1 DONATIVOS 

Para la iglesia de María Santísima Auxiliadora, que se construye en Valdocco. 

El que suscribe, con domicilio en número piso ofrece para el fin arriba indicado, por una vez sola, o a plazos, la limosna 
siguiente: 

En1864 ..................liras.
En1865 ..................liras.
En1866 ..................liras.


A del mes de de 186 

El suscriptor 

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Entre los bienhechores que este año cooperaron a los primeros gastos de la iglesia encontramos: 

SeñorAnglesio,farmacéutico. . .. . .. . .. . .. . .. . 2.000L.
((658))MarquesaMaríaFassati . . .. . .. . .. . .. . .. 1.000L.
ReverendoFrancodeTroffarello................ 100L.
CaballerodeVillanova ysusamigos......... ....3.000L.
SeñoraRaimondo................... ....1.000L.
MarquésDomingoFassati............... ....1.000L.
SeñoraTeresaVallauri.................. ...500L.
CondesadeCallori .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 900L.
SeñoraPrato.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 500L.
CondeCarlosdeMaistre.................. ..800L.
CondesaSofíadelaPiere................. ..100L.
MarquésBrignoleSale................... ..100L.
DoñaAngelaDupraz.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .1.000L.
Marqués DomingoFassati, pagará. . .. . .. . .. . .. . .. 8.000L.
CanónigoGastaldi, dará.. . .. . .. . .. . .. . .. . .. 2.000L.
Barón Bianco de Barbania pagará la puerta principal con su correspondiente herraje.
Conde Carlos Cays, la campana del campanario.
Miguel Nico, todas las vidrieras.
El caballero Alerano Bosco de Rufino el altar mayor.


Omitimos los donantes de menor cuantía para no ser demasiado prolijos. 

Hay que contar, entre los primeros donantes, al Sumo Pontífice Pío IX, quien, informado por don Bosco de la necesidad y el proyecto 
de construir una iglesia en Valdocco dedicada a María Santísima, había enviado rápidamente su preciosa oferta de quinientas liras, 
advirtiendo que el título de María Auxiliadora, sería ciertamente grato a la Augusta Reina del cielo. 

Acompañaba al donativo una especial bendición para todos aquéllos que, con sus limosnas, colaborasen a la edificación y al esplendor 
de la nueva iglesia, añadiendo: 

«Que nuestra pequeña, pero cordial ofrenda, tenga más generosos competidores y que la Inmaculada Virgen María derrame desde el 
cielo sus bendiciones sobre todos cuantos ayudan a la construcción de la casa del Señor. Colabórese para promover la gloria de la Madre 
((659)) de Dios en la tierra y crezca así el número de los que un día le harán gloriosa corona en el cielo». 

La Unidad Católica del 1.° de mayo anunciaba la aportación de Pío IX y concluía el artículo con estas palabras: 
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«Se espera que en el mes de mayo estarán puestos los cimientos del sagrado edificio, que será consagrado a María Auxilium 
Christianorum, para rendir gracias a la Augusta Madre de Dios por los beneficios recibidos y para merecer cada día más su eficaz 
protección en el futuro. Todo el que quisiese hacer alguna ofrenda para este objeto puede enviarla, por giro postal o por el medio que le 
sea más cómodo, al sacerdote Juan Bosco». 

Hasta el Gobierno de Su Majestad, aunque por otro fin, enviaba un subsidio. 

REAL ECONOMATO GENERAL 
DE BENEFICIOS ECLESIASTICOS 

El Ecónomo general, abajo firmante, comunica con diligencia a V.S. que el Gobierno de Su Majestad se ha dignado concederle, con 
cargo a la tesorería de este Economato General, la cantidad de quinientas liras, con destino a los tres Oratorios por usted dirigidos, con la 
obligación de hacer constar al Ecomomato General el empleo de la cantidad concedida para el objeto arriba indicado... 

Turín, 21 de junio, 1864. 

El Ecónomo general
FENOGLIO


El abogado Fenoglio había sucedido en el cargo al caballero Vacchetta, el cual, presionado por perversas acusaciones y los insultos de 
la Gaceta del Pueblo, había presentado su dimisión en febrero de 1864. No se quería a ningún sacerdote en la administración del 
Economato, y así se pagaban los servicios por él prestados al Estado con grave daño para la Iglesia y para su conciencia. Sin embargo él 
había favorecido al Oratorio. Aunque era ambicioso vasallo del Gobierno y altanero con todos, se había mostrado ((660)) humilde y 
respetuoso con don Bosco, de cuya única mediación quiso servirse para ciertos recursos en Roma. No le faltaron las advertencias del 
hombre de Dios; y ahora, disgustado por tan grave afrenta y vuelto en sí, pedía y obtenía, después de algunos días de piadoso retiro, la 
absolución de las censuras. Y fue su gran suerte, porque la muerte segaba su vida el 21 de agosto de aquel mismo año. 

Entretanto los suscriptores de las Lecturas Católicas recibían el opúsculo de mayo: Episodios amenos y actuales recavados de los 
monumentos públicos, por el sacerdote Juan Bosco. Léese, entre otras cosas, la conversión al catolicismo del protestante Juan Enrique 
Beher; algunos breves rasgos de la vida del canónigo José Cottolengo; varios hechos de Pío IX; algunas gracias de la Virgen y 
especialmente el milagro del Rey, en Valle Vigezzo. 
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Para el mes de junio se estaba imprimiendo el opúsculo titulado: El buscador de la Fortuna (en las minas de oro de California). La 
conclusión de la narración era: «Las riquezas no hacen felices a los hombres». 

Como apéndice hay una pequeña tabla cronológica de la Historia Sagrada y de la Historia de la Iglesia, y una gracia obtenida por 
intercesión de Domingo Savio. También en esta obrita se ve la mano de don Bosco. 

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((661)) 

CAPITULO LXV 

LAS ESCUELAS ELEMENTALES DIURNAS, NOCTURNAS Y DOMINICALES, Y LAS DE CANTO EN EL ORATORIO -EL 
MES DE MAYO -DON BOSCO HABLA EN PUBLICO Y PREGUNTA SI TODOS LOS MUCHACHOS HONRAN DURANTE 
AQUEL MES A LA VIRGEN -EN UNA CONFERENCIA GENERAL PARTICIPA A LOS SOCIOS LA MISION QUE EL CIELO LE 
HA CONFIADO -COMUNICA QUIENES SON LOS ALUMNOS QUE NO MERECEN ESTAR EN EL ORATORIO -ADMITE EN 
LA CASA A UN HUERFANO RECOMENDADO POR EL CONDE CIBRARIO -LA COMEDIA LATINA -DON BOSCO HABLA 
DE UN NIÑO CURADO POR LA VIRGEN DE SPOLETO -ORDENACIONES SACERDOTALES -RECONOCIMIENTO DE UNA 
GRACIA CONCEDIDA POR MARIA AUXILIADORA, MEDIANTE LA BENDICION DE DON BOSCO -PLATICA DE DON 
BOSCO: UN JOVEN CAUSA LA MUERTE DE LA PROPIA MADRE; UN ALUMNO PREPARA UNA SUERTE SEMEJANTE A 
SU PADRE 

EL Municipio de Turín promovía por todos sus medios la instrucción popular y se complacía en comprobar los progresos, también con 
las estadísticas de los institutos privados de la ciudad. Por eso el Asesor Municipal Baricco pedía a don Bosco datos sobre las escuelas 
elementales del Oratorio. 

Ilustrísimo Señor: 

Deseando hacer con exactitud la estadística de las escuelas del año actual, espero de la cortesía de V. S. Ilma. las siguientes 
indicaciones: 

1.ª Nombre y apellido, lugar de nacimiento y edad de los profesores de las clases elementales ahí organizadas, en las escuelas nocturnas 
y en las festivas. 

2.ª Número total de alumnos y de clases. 

((662)) No es necesario que los maestros de las escuelas nocturnas y festivas tengan títulos: éstos sólo se requerirían para las clases 
elementales diurnas; aún más, me basta que haya uno sólo. 

Le doy gracias anticipadamente y me profeso. 

De V.S. 

Turín, 10 de abril, 1864. 

Su seguro servidor
El Asesor BARICCO


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La respuesta de don Bosco, con fecha del 20 de abril, nos ofrece una idea pormenorizada del Oratorio y de su organización. El director 
de todas las clases elementales era don Domigo Ruffino, de Giaveno, que poseía el título de maestro elemental superior. Las escuelas 
nocturnas, divididas en tres clases, con sus propios maestros, contaban ciento cinco alumnos. 

Las dominicales tenían cuatro clases, graduadas según un progresivo período de instrucción, y llegaban a ciento ochenta y cinco 
alumnos. La escuela elemental diurna era una sola y se dividía en dos secciones con noventa escolares, en una de las cuales enseñaba 
Santiago Miglietti, de Occhieppo. 

Las clases nocturnas de música vocal, dirigidas por el maestro don Juan Cagliero, de Castelnuovo de Asti, eran cuatro, con ochenta y 
tres alumnos y, las de canto gregoriano seis, con ciento sesenta y un cantores. 

La de música instrumental tenía treinta alumnos; su maestro era Francisco Massa, de Turín, miembro de la banda de la Guardia 
Nacional, y el director José Buzzetti, de Carron Ghiringhello. 

Don Bosco, después de haber complacido con su acostumbrada cortesía, al asesor municipal, en los primeros días de mayo tuvo que 
ausentarse por unos días de Turín, mientras en el Oratorio se celebraba el mes de María con la lectura del acostumbrado librito, las 
florecillas y jaculatorias de cada día. El santo rosario seguía rezándose por la mañana, y por la tarde, a las siete, se iba a la iglesia para la 
bendición. 

Así leemos en la Crónica, la cual prosigue contando lo que sucedió en el mes de mayo: 

«Apenas volvió a ((663)) a casa, comenzó don Bosco a hablar a los muchachos por la noche, cuando las ocupaciones se lo permitían. 
He aquí uno de sus discursitos. 

Quién sabe, si todos hacéis bien el mes de María? Si la Santísima Virgen hablase desde aquella estatuita diría que muchos lo hacen 
bien, son fervorosos y su número es enorme, muy superior al de los menos amantes de esta buena Madre. Otros hacen algo para honrarla, 
pero poco: un día arden de fervor y otro son un témpano; lo mismo practican una florecita, que descuidan sus deberes; lo mismo rezan, 
que hablan y estorban en la iglesia; querrían servir a dos señores. Hay otros que no hacen nada bueno: no blasfeman porque nadie les da 
motivo para enfadarse, no riñen porque no saben con quién, no molestan en la iglesia, pero tampoco rezan. Otros, finalmente van más 
allá: no sólo hacen poco, o nada, sino que obran mal. Si pueden escaparse de las prácticas de piedad, lo hacen a gusto; si encuentran un 
compañero de la misma ralea, no tardan en ponerse enseguida a murmurar de los 
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superiores, de los reglamentos y de todo cuanto a ellos no les agrada. Si se trata de desobedecer, no tienen escrúpulos de conciencia. 

Pues bien, María anima a los primeros y les promete un magnífico premio. A los segundos les dice: -Trabajad, teméis acaso que yo no 
voy a pagaros bien? A los terceros les dice casi lo mismo que a los segundos: -No os canséis, perseverad y estaréis contentos. A los 
últimos no les dice nada, sino que, volviendo el rostro hacia atrás, mira a su divino Hijo, llora y le suplica que tenga misericordia de ellos. 

»El domingo 8 de mayo, don Bosco dio la conferencia general a todos los miembros de la Sociedad de San Francisco de Sales. Fue una 
sesión que hace época, puesto que don Bosco manifestó lo que hasta ahora nunca había declarado: 

»-Os he reunido esta noche para deciros algo que se refiere al origen de nuestra sociedad: a saber, lo que fue causa de su nacimiento y le 
dio impulso. Os adelanto, sin embargo, que entiendo obligar a cada uno de vosotros a no hablar de ello con los ajenos a la Sociedad. 

»Luego siguió contando cómo, de chico primero, y siendo seminarista después, comenzó a cuidarse de los muchachos porque desde 
entonces conoció la necesidad que tenían de ser formados, y con qué facilidad se dejan convencer, cuando advierten que se busca su bien. 
Describió el principio de los Oratorios festivos en san Francisco de Asís, su traslado al Refugio, y después su despido, los sueños ((664)) 
(que llamó visitas) los cuales le señalaban la casa Pinardi, el traslado a los Molinos de la ciudad, a san Pedro ad Víncula, a casa Moretta, 
al prado Filippi: la tienda plantada definitivamente en casa Pinardi. Narró cómo la mano de Dios había castigado a cuantos se habían 
opuesto a su empresa. Contó los dos sueños en los que había visto sacerdotes, clérigos y muchachos que la Providencia colocaría bajo su 
dirección: el primer sueño con la iglesia que tenía escrito en la fachada: Haec est domus mea: inde exibit gloria mea (ésta es mi casa: de 
ella saldrá mi gloria) y el segundo sueño del camino y la pérgola de rosas. Enumeró todas las dificultades surgidas al principio y 
superadas con la ayuda de Dios; dijo cómo, por vez primera, le llamó el arzobispo Fransoni para exhortarle a continuar la obra de los 
Oratorios y cómo Pío IX, en 1858, le había puesto él mismo la base de nuestra Sociedad. Y concluía: 

»-Conté al Papa todo lo que os cuento a vosotros. Nadie más lo supo jamás. Quizá diga alguno: ítodo esto redunda a gloria de don 
Bosco! Nada de eso: a mí sólo me toca rendir una cuenta tremenda de lo que haya hecho para cumplir la voluntad divina. Con este plan 
revelado por el Señor, yo he caminado siempre adelante y éste 
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fue el único fin de cuanto hasta hoy he realizado. Esta es la razón por la que, en las contrariedades, en las persecuciones, en medio de los 
más grandes obstáculos, nunca me he dejado acobardar y el Señor estuvo siempre con nosotros». 

«Imposible describir, prosigue la Crónica, la profunda impresión que causó y el entusiasmo que produjo semejante revelación». 

«Al día siguiente, daba don Bosco a los alumnos un aviso importante para que los botarates fueran juiciosos y reflexionasen. 

No nos queda más que la tercera parte del curso y yo deseo que la pasemos bien. Para ello creo oportuno participaros lo que haremos 
durante este tiempo, a fin de que nada os resulte nuevo, y estéis bien informados; deseo además que vosotros me lo digáis todo y por eso 
yo os lo digo a vosotros. 

((665)) Os diré, por tanto, que en este mes hay en el Oratorio la costumbre de que los profesores, asistentes y demás superiores, 
exceptuado don Bosco, se reúnan para un asunto particular. Que cuál es este asunto particular? preguntaréis. Se reúnen para dar su 
opinión y su voto sobre los alumnos que no son para esta casa y que, por consiguiente, no serán aceptados en el Oratorio el curso 
venidero. Yo confío, no obstante, que no haya ninguno entre nuestros jóvenes que merezca este feo regalo. 

-Y quiénes son, preguntaréis, los que pueden ser contados en el 
número de los que desentonan en la Casa? Os lo diré: 

1.° Los que hubiesen hecho alguna gorda, por insubordinación, robo u otras cosas. Parece, a veces, que a ciertos individuos se les 
aguanta demasiado, que se cierra un ojo, que no se les aplica el rigor de la justicia. 

Dad tiempo al tiempo; a cada cerdo le llega su san Martín. A veces, ciertos miramientos debidos a los padres, a los bienhechores, a la 
condición del joven, obligan a que los superiores obren con longanimidad. 

2.° Los que fuesen de escándalo a los demás con palabras o acciones. 

3.° Los que demuestran no tener voluntad de seguir en el Oratorio. Y, quiénes son los que prefieren estarse en su casa? Los que están 
aquí de mala gana. Se entiende que están de mala gana los que siempre tienen algo que criticar: hoy una orden de los superiores; mañana 
un artículo de los reglamentos; ahora se quejan de la comida, después del Oratorio; los que buscan escapar de la presencia de los 
Superiores, que no quieren de ningún modo estudiar o producen destrozos en un lado u otro de la casa. Todos éstos se encuentran en el 
número de los que no sirven para el Oratorio y que no se pueden admitir para el próximo curso. 

La causa de nuestra decisión es ésta: nosotros caminamos hacia adelante con esta regla; no queremos que ninguno esté a la fuerza. El 
que quiera estar que esté a gusto: y no basta estarlo interiormente; hay que demostrarlo exteriormente, haciendo ver que se está satisfecho 
de todo lo que disponen los superiores. Si don Bosco estuviese aquí para ganar dinero, se podría comprender que admitiera muchachos 
mal educados y malos. Pero, como nosotros no trabajamos por interés, por eso queremos que todos los alumnos sean buenos, o al menos 
manifiesten la buena voluntad de serlo y que estén contentos. 

Mas espero, como os decía, que no habrá ninguno que vaya a casa a vacaciones y vea después llegar una carta dirigida a los padres, 
invitándoles a colocar en otra parte a su hijo, por no haber ya lugar para él aquí. De todos modos no quiero asustaros 
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con mis palabras. Sólo quiero que estéis avisados. Aquéllos, a quienes la conciencia remordiese de merecer semejante apreciación, no 
podrían colocarse con todo su esfuerzo en el buen camino y cambiar totalmente de conducta: Haced la prueba, encomendaos a la Virgen. 
Y quién sabe, si al final del curso, no podréis libraros de hacer una figura tan fea. 

((666)) El día 10 se presentó a don Bosco un muchacho y le entregó una tarjetita de recomendación. 

«El conde Cibrario recomienda vivamente al reverendo don Bosco la súplica del portador, cuya petición es digna de todas las 
atenciones que suele usar en los casos de verdadera necesidad la inspirada piedad del ilustre sacerdote antes dicho. 10 de mayo. 
Cibrario». 

El Conde trataba a don Bosco con una amistad confidencial, que no temía negativas. En efecto, don Bosco aceptó a aquel jovencito, 
pues no podía negar nada a un bienhechor como aquél, que en tantas circunstancias, le había socorrido, y prestaba buenos servicios en su 
favor ante el Rey y ante las demás autoridades. 

«Jueves 12 de mayo. Los alumnos de las escuelas del Oratorio de San Francisco de Sales del óptimo don Bosco representaron una 
comedia latina, original de monseñor Rosini, que fue obispo de Pozzuoli. La comedia se titula Phasmatonices o lo que es lo mismo el 
vencedor de los fantasmas, y había sido corregida, principalmente en cuanto a la métrica, por el egregio filólogo latino padre Palombo, de 
la Compañía de Jesús. 

»Honraron el espectáculo con su presencia varios conspicuos personajes, entre los cuales estaba monseñor Balma, obispo de 
Tolemaida. Todos quedaron maravillados al oír el latín claro y puro que brotaba de los labios de aquellos inteligentes jovencitos. Parecía 
que hablasen en su lengua nativa, tanta era la naturalidad y el desparpajo con que recitaban los diálogos. Sabemos que gran parte del 
mérito debe atribuirse al joven sacerdote don Juan Bautista Francesia, asiduo cultivador de la lengua latina, que preparó a los jóvenes 
actores para aquella representación. Ante la decadencia de los estudios clásicos hemos de congratularnos con don Bosco, que con tanto 
celo los promueve entre los alumnos de su Oratorio». Tomado de la Unidad Católica del 14 de mayo de 1864. 

Por la noche siguiente, narra la Crónica, contaba don Bosco: 

((667)) Un niño de una gran hacienda boloñesa, de familia acomodada, con poco más de nueve años, fue acometido por una fiebre 
sinocal tan violenta al iniciarse la primavera del año pasado, 1863, que, en pocos días le llevó a las puertas de la 
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muerte. De nada valieron los cuidados médicos, dada la gravedad de la enfermedad y dado que no había modo de hacer tomar 
absolutamente nada al niño. Las cosas llegaron a tal extremo que creían los mismos médicos que no le quedaban al chico más que unas 
pocas horas de vida. Los padres, que nada tenían en el mundo a quién querer más que a aquel hijo, sin esperanza de salvarlo, se 
entregaron a un llanto inconsolable. Cuando he aquí que una idea iluminó la mente de su madre ciertamente inspirada por la Virgen 
Santísima. Mujer de fe y de piedad singular había leído la narración de los prodigios de la imagen de María en las cercanías de Spoleto, 
escrita por aquel ilustre Arzobispo, que hace más de ocho meses está encerrado en la cárcel, por odio a la religión. Ella pensó enseguida 
que sólo la Virgen podría salvar la vida de su amado hijito y, llena de fe, se acercó al enfermo y le dijo: 

-Promete a la Virgen de Spoleto, que, si te otorga la curación, irás a visitarla en su capillita. 

Apenas había acabado el niño de repetir con dificultad las palabras sugeridas por la madre, cuando el agravarse del mal y perder el 
sentido fue la misma cosa. Pero, en su continuo delirio no hablaba más que de este viaje. Y ya pedía la ropa para la partida, ya creía estar 
en camino, ya divisaba el altar y veneraba la santa imagen. Mas, de repente, callóse y quedóse inmóvil como un muerto. Así lo creían 
todos; y he aquí que, como si despertase de un profundo letargo, sonrió a los presentes, movió los ojos llenos de vida y se recuperó tan 
rápidamente que, en menos de dos días, los médicos asombrados le vieron curado. Fue luego llevado por los padres locos de alegría a 
cumplir la promesa. María Auxilium Christianorum, ora pro nobis. 

El 21 de mayo ordenaba monseñor Balma de sacerdotes, en la iglesia de los Paúles de Turín, a don Carlos Ghivarello, don Juan 
Boggero, don Juan Bonetti y don Juan B. Anfossi. El mismo día recibía el presbiterado don Celestino Durando en Mondoví, de manos de 
monseñor Ghilardi. 

Entre tanto proseguían los trabajos de los cimientos de la iglesia y María Auxiliadora continuaba concediendo gracias a sus devotos. La 
condesa Cravosio Anfossi escribía así a don Miguel Rúa en 1891. 

((668)) El año 1864, después de varias contrariedades, sufrí una fortísima hemorragia por la nariz, que se renovó varias veces, pero la 
segunda parecía que se hubiese roto una vena. Como no cesaba la pérdida de sangre, me confesé en la cama. A fuerza de remedios cesó el 
mal, pero al menor cambio de aire o al más pequeño descuido, se renovaba la hemorragia, que me ocasionaba un gran mal físico y moral. 
Fui a ver a don Bosco y le rogué que me diese la bendición de la Virgen. Don Bosco me dijo: 

-Y si, al cesar esta efusión, viniese otra enfermedad? 

-Don Bosco, le respondí; póngase usted de acuerdo con la Virgen, porque, si me concede la gracia, como espero, la hará completa. 

Don Bosco entonces encendió dos velas; yo me arrodillé y oía que el venerable Siervo de Dios, decía oraciones en latín, rezaba para 
que la Santísima Virgen me librase de todos los peligros de la sangre. Llena de confianza en la bondad de la Madre de Dios y en las 
oraciones de su predilecto don Bosco, estaba segura de alcanzar 
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la gracia. En efecto, nunca más sufrí hemorragias por la nariz: de vez en cuando, al llegar los cambios de estación, me caían dos o tres 
goterones de sangre y luego se paraban al momento sin más consecuencias ni daño para mi salud. 

Muchas veces he oído hablar de curaciones verdaderamente milagrosas a personas de autoridad y dignas de fe. La iglesia de María 
Auxiliadora se edificó a base de gracias extraordinarias, otorgadas por la Virgen, mediante la intercesión de nuestro venerable padre don 
Bosco. 

Que esta humilde exposición, hecha con toda sinceridad y conciencia, pueda contribuir para alcanzar lo que tantos desean de corazón, 
esto es, ver cuanto antes al siervo de Dios don Juan Bosco venerado en los altares y honrado con el culto de los santos. 

CRAVOSIO ANFOSSI 

Aquel mes hubo un alumno que cometió una falta grave y se escapó del Oratorio. Volvió el padre con él y como no se lo admitían, 
consiguió, por medio del párroco, que los Superiores tuvieran clemencia. Fue en esta ocasión cuando don Bosco dirigió a los alumnos 
uno de aquellos sus excepcionales discursos que justificaban la conducta de los superiores en aquel caso, daban el merecido reproche al 
culpable e infundían en los demás alumnos un saludable aborrecimiento de todo lo que deshonra a un joven cristiano. 

((669)) Hace doce años que un muchacho, educado cristianamente por su madre, salía de la casa paterna para ir a la capital a estudiar. 
Cómo se oprimía el corazón de aquella buena madre con esta despedida. 

Temía mucho que su hijo se desviara de los rectos senderos de la piedad y de la religión. Intentó el muchacho tranquilizarla y le 
prometió que no olvidaría sus advertencias. Fue, estuvo algún tiempo y luego regresó a casa. Al primer encuentro con la madre todo 
fueron abrazos, besos, demostraciones de cariño de una y otra parte. Pero el hijo no era ya el de antes; los malos compañeros y las malas 
lecturas habían corrompido al inexperto joven. No tardó la madre en darse cuenta de ello. 
Ya no obedecía, no quería estarse en casa, ni acercarse a los sacramentos. La pobre y desolada madre intentó corregirle, pero inútilmente. 
Volvió a los estudios y a los antiguos amigos. La madre se angustiaba, lloraba, con frecuencia le enviaba los consejos más afectuosos, 
pero en vano. La madre se consumía; tanta fue su pena, que cayó enferma. Esta noticia conmovió un poco al muchacho, pero luego volvió 
a sus diversiones y a su disipación. Retornó a casa imaginando que la madre curaría, mas una noche, mientras dormía, oyó abrir la puerta 
de su habitación y a su hermana gritarle: 

-Ven aprisa, si quieres ver todavía una vez más a tu madre, antes de que muera. 

Saltó de la cama, se vistió, corrió junto al lecho de la madre y la contempló casi en agonía y sin sentido. 

Su corazón se conmovió: el pensamiento de haberla ocasionado tantos disgustos, de ser, tal vez, el causante de su muerte lo asaltó y se 
fue apoderando de él; miró a la madre llorando a lágrima viva, la llamó, estrechó su mano y exclamó: 

-íMamá, mamá! Me perdonas mis faltas?... Dime una palabra, dime que me perdonas. 
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Luego la miraba, se volvía a los presentes y preguntaba con viva ansiedad: 

-Ha dicho algo? Ha dicho alguna palabra? 

Pero ninguno hablaba, porque la madre no había respondido más que con el estertor de la agonía. Entonces él, cada vez más exaltado y 
con voz estremecedora, dijo: 

-Mamá, dime solamente que me perdonas. 

Mas en aquel instante la madre expiraba. El infeliz sintió como si le cayera encima un gran peso. La idea de haber acelerado la muerte 
de su madre le acompañaba por todas partes, buscaba distraerse, emprendía viajes, se entregaba a diversiones, pero teniendo siempre ante 
sí el triste aspecto de su madre moribunda. Ya han pasado seis años en los que va repitiendo continuamente que no puede olvidarlo. 

También nosotros tenemos uno de estos muchachos que ciertamente será la causa de la muerte de su padre. íPobre padre! Había que 
verle esta mañana pidiendo compasión para su hijo, que debía volver a casa porque no es posible que siga más tiempo aquí. Vino a mi 
habitación, casi quería ponerse de rodillas, con todo el corazón suplicaba que fuese perdonado y admitido de nuevo su hijo. Este, que 
estaba a su lado, ((670)) parecía insensible, despreocupado, como si no se tratase de él. Yo, que veía tanto disgusto reflejado en el 
semblante del padre y ninguno en el del hijo, consideraba que el escándalo dado había sido tal, que no admitía perdón. Pero me venían las 
lágrimas a los ojos y tuve que enviarlo al señor Prefecto. Aquel pobre padre se encomendaba a todos, a los maestros, a los asistentes, 
hasta al portero. 

Amigos míos, recordad que es una gran desgracia ser motivo de dolor para los propios padres. Dios castiga a quien los hace llorar. 

Finalmente el pobre padre regresó al pueblo y, tanto rogó al Vicario parroquial, que le indujo a interponer su mediación, y se volvió a 
admitir al joven, a condición de reparar el escándalo con un desagravio y cambiar de conducta. Pero actualmente estará convertido? Si el 
Señor no le cambia el corazón, volverá a escaparse apenas se le presente ocasión. Las lágrimas del padre conmovieron a todos; sólo él no 
se conmovió; y así acabará por ser la causa de la muerte de su padre y de su propia perdición. íPobre muchacho! Da lástima. Recemos por 
él, para que el Señor toque su corazón. Su mal está todo ahí: tuvo la desgracia de juntarse con malos compañeros que le enseñaron el 
camino de la perdición. Sólo una gracia del Señor podrá cambiar esta cabeza. Mañana, por tanto, y pasado mañana, reciba alguno de 
vosotros la santa Comunión por este compañero extraviado, y quién sabe si el Señor no tendrá en cuenta vuestra caridad y lo convertirá. 
Esta sería para vosotros una rica adquisición. 
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((671)) 

CAPITULO LXVI 

HORARIO DE VERANO EN EL ORATORIO -DON BOSCO NO RIÑE A NINGUNO SIN DARLE ANTES TIEMPO PARA 
REFLEXIONAR -CURA DE LOS OJOS POR INTERCESION DE BESUCCO -CONCLUSION DE UNA PLATICA: NADIE ESTA 
CONTENTO EN PUNTO DE MUERTE DEL MAL QUE HA HECHO -NOVENA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONSOLACION 
-EPITAFIO PARA UNA BIENHECHORA -PLATICA DE DON BOSCO: CAUSA DE LA FRIALDAD DE LOS MUCHACHOS 
PARA LAS PRACTICAS DE PIEDAD Y PARA HONRAR A MARIA -ANUNCIA EL EJERCICIO DE LA BUENA MUERTE, QUE 
SERA EL ULTIMO DE SU VIDA PARA UN ALUMNO -RECOMIENDA TRES PENSAMIENTOS -ALGUNOS ALUMNOS HAN 
HECHO MAL EL EJERCICIO DE LA BUENA MUERTE; EL QUE NO LO ESTE, PONGASE EN GRACIA DE DIOS; LOS 
BUENOS SEAN PERSEVERANTES;NINGUNO CRITIQUE A LOS COMPAÑEROS POR SUS PRACTICAS DE PIEDAD 
-SEVERAS PALABRAS A DOS ALUMNOS -EXPLICA POR QUE ALGUNOS HACEN POCO CASO DE LA CONFESION 
-EXPONE CON QUE FRECUENCIA DEBE COMULGAR UN JOVEN -AVISA LA FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LA 
CONSOLACION; LOS EXAMENES FINALES; EXHORTA PARA QUE SE PIDA A MARIA SANTISIMA LA GRACIA DE 
RECIBIR SIEMPRE BIEN LA COMUNION Y A SAN LUIS PARA TENER DESPRENDIDO EL CORAZON DE LAS COSAS 
TERRENALES -RECUERDA EL DEBER DEL AMOR Y RESPETO MUTUOS: EL NO DESPRECIAR A NADIE; EL SER 
CORTESES CON TODOS, EXCEPTO CON LOS QUE HABLAN MAL -OBSERVACIONES PARA LA FIESTA DE SAN JUAN 
-DON BOSCO DEMUESTRA CON UN HECHO LA CADUCIDAD DE LOS HONORES MUNDANOS -ENSEÑA LA MANERA DE 
VENCER LAS PROPIAS PASIONES 

((672)) 

LEEMOS en la Crónica: 

«El 1.° de junio se cambió el horario. La hora de levantarse sigue siendo a las cinco. No hay novedad por la mañana. 
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Después de comer, estudio libre en las clases de las dos a las tres: a las cuatro y tres cuartos, final de clase; a las cinco y media, estudio 
hasta las siete y media con la habitual lectura de un libro: a las ocho y cuarto, clase de canto hasta las ocho y treinta y siete minutos. 

»La hora de levantarse en los días festivos es a las seis menos cuarto: a las siete y media, a la iglesia y primera misa; a las nueve, 
segunda misa y plática de don Bosco; a las once, estudio. Después de la bendición hasta la hora de cenar, ya no hay más estudio. 

»Don Bosco suele conceder permiso para levantarse temprano a estudiar a los que lo desean, con tal de que no sea antes de las cuatro. 

»Fácilmente permite ciertas razonables dispensas, pero no consiente de ningún modo que se modifique el horario sin saberlo él, se 
quebrante el reglamento o se descuide cualquier prescripción suya, a fin de tutelar la moralidad. Nunca deja de avisar o corregir a los 
transgresores, pero lo hace con mucha calma y se guarda de amonestar cuando siente que su espíritu está agitado. 

»Había pensado durante toda una noche una carta de reconvención, que quería escribir a uno por cierta falta cometida. Al levantarse por 
la mañana se puso a redactarla, pero luego se dijo: 

»-Estoy irritado; esta carta no sería mía, sino hija de la indignación; por tanto no es éste el momento. 

»En consecuencia dejó de escribir y pasó a otra cosa. Varias veces durante el día se sentó a la mesa para aquel fin, pero nuevamente lo 
dejó. Llegó la noche y aún no había escrito nada, pero conoció después, que había hecho bien, en no manifestar por carta su enojo. 

»A mí mismo (dice Ruffino) me declaró don Bosco por qué no la había escrito. 

»2 de junio. Hace unos meses que don Bosco sufre de los ojos ((673)) sin esperanza de una próxima curación. Ha dicho que no reza 
para alcanzarla; los muchachos, por el contrario, rezan pero no ven ningún indicio de mejora». 

«El 7 de junio, martes, dijo a algunos que quería poner a prueba a Besucco, y encargó a quien hablaba por la noche, ocupando su lugar 
en el estrado, que dijera de parte suya: 

»-Si curo dentro de tres días, será señal segura de que Besucco, apenas muerto, fue derecho al cielo; si no curo, tendré esta razón de 
menos para mi persuasión. 

»A muchos les pareció algo temeraria esta prueba, como si fuera tentar al Señor; y como era corto el tiempo, todos estaban en ansiosa 
espectativa. Había hecho además esta promesa, o mejor, había dado esta señal: 
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»-Si el viernes por la noche voy a hablar a los muchachos, querrá decir que se alcanzó la gracia; si no lo hago, será señal de que las 
cosas no han cambiado». 

«El día 8, miércoles, sus ojos iban peor; el 9 iban mal, el 10 a mediodía, mejor. Era el viernes y después de comer, a las dos, pudo 
trabajar y siguió toda la tarde leyendo y escribiendo sin anteojos. Pasada la cena, se presentó a hablar a los muchachos, y apenas le 
vieron, hubo una conmoción general. 

»-íEstá curado, está curado!, se oía repetir por todas partes. Subió a la tribuna y todos aplaudieron elegremente. 

»El comunicó la gracia obtenida y, como prueba, fijó sus ojos por algún instante en la llama del mechero de gas, lo que durante mucho 
tiempo no había podido hacer. Tan sólo le quedaba un poco de inflamación exterior. Por la noche, sin embargo, no consiguió conciliar el 
sueño y a la mañana del sábado, primer día de la novena a Nuestra Señora de la Consolación, sus ojos habían empeorado algo; pero el 
domingo 12 de junio se hallaban de nuevo tersos». 

«Este domingo terminó don Bosco su plática de esta manera: 

»-Quiero que esta mañana os hagáis la reflexión que yo me hago. Mirad, yo ya he visto morir a muchos, he leído la muerte de muchos 
más, pero nunca he visto a nadie que, en punto de muerte, se arrepintiese de haber hecho ((674)) demasiado bien. Por el contrario, nunca 
he oído que uno haya estado satisfecho del mal que había cometido. La razón de esto es evidente. Pensad, amigos míos; el mal satisface 
durante el breve momento en que se comete, pero luego no deja más que remordimiento. El bien, por el contrario, satisface el corazón 
mientras se ejecuta y luego deja una alegría que dura por toda la vida. En punto de muerte cuál de los dos nos dará mayor satisfacción? Al 
recuerdo desconsolador de haber practicado el mal, se añadirá el temor o al menos la duda del tremendo castigo de Dios. El bien, al revés, 
nos traerá en aquel instante la esperanza cierta del premio. Entonces, no nos dejemos engañar por el demonio. Mirad; aunque el demonio 
es muy sagaz, no obstante en esto es tan tonto que, después de habernos hecho cometer el pecado, trata de hacernos comprender su 
fealdad para envilecernos y no dejarnos el valor de levantarnos. Pero vosotros, queridos míos, volved contra él sus propias armas. Os 
habéis envilecido? Retornad con una buena confesión a reconquistar la gloria perdida de hijos de Dios y la culpa ya no os será imputada 
jamás. Habéis perdido la gracia? Basta una palabra dicha al confesor para recuperarla totalmente y, después, decid al demonio: 
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»-Si ahora que estoy bien, el pecado me produce tanta vergüenza, tanto remordimiento, tanta angustia, qué sería en punto de muerte? 
Qué pasaría, si yo me presentase en este estado ante el tribunal de Dios? 

»Dijo por la noche el padre Arró: 

»-Hoy es el segundo día de la novena del hallazgo de la milagrosa imagen de la bienaventurada Virgen de la Consolación. La flor que 
os doy para mañana es la de recitar tres Avemarías para conseguir la gracia de tener plena confianza con los superiores». 

«En estos días daba don Bosco una demostración de afecto a don Santiago Bellia, el cual, de jovencito, le había ayudado en los 
principios del Oratorio y había sido uno de sus primeros cuatro clérigos. 

»El 10 de junio moría su madre. Esta buena ((675)) señora había sido penitente y cooperadora de don Bosco y le pidió que escribiese un 
epitafio para su tumba en Pettinengo Biella. Don Bosco condescendió 1. 

»13 de junio. Don Bosco habló sobre la novena de Nuestra Señora de la Consolación. 

Tengo una cosa muy importante que comunicaros. Quién sabe decirme la razón de lo que voy a exponeros? Después de que el demonio 
se metió entre nosotros disfrazado de inmundo animal, veo notablemente disminuida la frecuencia de los Santos Sacramentos. Hay una 
frialdad en toda la casa, que ciertamente no es general sino particular; pero este particular ha llegado a tantos que casi parece general. Yo 
sé que, otros años, siempre ha habido gran fervor durante esta novena y, en cambio, este año no se ve nada que indique especial afecto a 
María. Por tanto no será ya posible, ahora, encender este fuego? No ya en los dormitorios o en el salón de estudio, sino en el corazón de 
los jóvenes? Quién sabe si don Bosco posee un secreto para encenderlo? Pues, sí que lo tengo, y es infalible; pero, necesitaría poder hacer 
una cosa, penetrar en el corazón de todos como entro en el corazón de muchos y quitaros una idea para meteros otra. La idea que quisiera 
meter es ésta: -íAmigo mío, sólo tienes una alma! Y la idea que quisiera arrancar es esta otra: -No penséis salvar esta alma, viviendo en 
pecado. Si yo pudiese hacer esto, estoy seguro de que encendería un poco el fuego del amor a Dios, del odio al pecado, de la frecuencia 
de los sacramentos. Este fuego bastaría para la reforma de toda la casa, lo primero, y después para la de cada uno de vosotros 
individualmente. Yo querría que mañana os detuvierais todos un instante para hacer esta reflexión: 

-Qué he hecho en el pasado por mi alma? Cómo estoy al presente ante los ojos del Señor? Adónde iré si muero? Qué quiero hacer para 
el futuro? 

1 Al alma -de María Magdalena Bellia Tirosso -espejo de caridad -modelo de vida cristiana -nacida en Altessano, Venaria -el XXVII de 
marzo MDCCCV -con muerte preciosa pasó a mejor vida -el X de junio de MDCCCLXIV -Su esposo Luis Antonio -y los hijos Santiago, 
José y Teresa -apenados piden por su eterno reposo -con la esperanza de volver a verla un día -en la patria de los bienaventurados -Amén. 
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Sea esta la flor para mañana. Pensad en ello por algunos momentos en la iglesia, después de la meditación, o sea, de la lectura. 

«14 de junio. Don Bosco anunció el ejercicio de la buena muerte y dijo después: 

((676)) -Tenéis muchos motivos para hacerlo bien: para obtener del Señor la salud, la ayuda para salir felizmente en los exámenes... y 
además... porque uno de vosotros no volverá a repetirlo. Quién será? íSeré yo, o será alguno de vosotros! Lo cierto es que se trata de uno 
de casa. Tal vez vosotros penséis: -íQuién puede saberlo! Yo os lo podría revelar, pero sólo os digo que, a su debido tiempo, lo sabréis y 
entonces diréis: 

-íNo creía yo que tuviese que morir aquél! 

»El 15 de junio, después de haber confesado muchas horas, tanto por la mañana como por la tarde después de comer, hablaba así don 
Bosco a los muchachos: 

-Anteayer os dejé un pensamiento para meditar, que debería serviros para toda la vida. Ah, si considerásemos que tenemos una sola 
alma y que, perdida ésta, queda perdida para siempre, sería posible que un joven tuviese el pecado en su conciencia? 

Yo sé que, en general, los jóvenes reflexionan poco; a veces cometen el mal con una ligereza inconcebible y hasta duermen con él 
durante mucho tiempo, con un horrible monstruo que podría despedazaros de un momento a otro. Pero cuál será el despertador que nos 
recuerde a cada instante este gran pensamiento del alma? íHe aquí otra idea: ese despertador es la muerte! Vendrá tiempo en que debo 
morir: Será pronto? Será tarde? Será breve o será largo? Será este año, este mes, hoy, esta noche? Y en tanto, qué será de esta alma en 
aquella hora faltal? Si la pierdo, quedará perdida para siempre. Mañana haremos este ejercicio espiritual, que se llama ejercicio de la 
buena muerte. Tenemos muchos motivos para realizarlo bien. El mes pasado no pudimos hacerlo y, por tanto, conviene que en éste 
pongamos más empeño. 

Estamos en la novena de Nuestra Señora de la Consolación; por consiguiente debemos procurarnos su patrocinio siendo todos amigos 
de Dios. Necesitamos las gracias del Señor, a fin de que él nos conceda salud, inteligencia y nos ayude también a salir bien de los 
exámenes. Si queremos estos favores, recurramos a María; mas, para que ella interceda, es preciso que nos mostremos sus verdaderos 
hijos, odiando el pecado y teniéndolo lejos de nosotros. Ella entonces será generosa con nosotros regalándonos dones temporales y 
espirituales, será nuestra guía, nuestra maestra, nuestra madre. Todos los bienes del Señor nos vienen por mediación de María. 

Santa María Magdalena de Pazzi contempló a todos los devotos de la Virgen n una barquilla que tenía por piloto a la reina de los 
ángeles. Soplaba el viento, se agitaba el mar, pero la nave bogaba tranquila y segura. 

Un santo tuvo una visión. Vio dos escalas que, partiendo de la tierra, llegaban a tocar el cielo; una era roja, y la otra blanca. En lo alto 
de la primera estaba Jesucristo 
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y arriba de la segunda, María Santísima. Muchas personas empezaban a subir por la escala roja, pero después de subir algunos peldaños 
((677)) caían abajo. Uno desde el tercero, otro desde el cuarto, alguno desde el décimo. Volvían a probar y de nuevo caían. Ninguno pudo 
llegar hasta la cima. Entonces se les dijo que pasasen a la otra escala y todos lograron llegar a la cumbre fácilmente. Recordadlo. Es casi 
imposible ir a Jesús, si no se va por medio de María. Encomendadle, pues, todas vuestras cosas y especialmente el alma. Hacedme caso 
en lo que os digo; sea vuestra obediencia pronta, alegre, puntual; sea vuestra voluntad querer lo que quiere el superior; su opinión sea la 
vuestra y vuestro su modo de sentir. Formemos un solo corazón y una sola alma para amar a María y salvarnos. 

»El 16 de junio por la mañana se hizo el ejercicio de la buena muerte; y se distribuyó a continuación el consabido companage 1 en el 
desayuno. Don Bosco pronunció estas palabras, antes de ir los jóvenes a dormir: 

Esta mañana habéis hecho el ejercicio de la buena muerte, y yo he estado contento mientras permanecíais en la iglesia, pero cuando 
salisteis de ella, dejé de estarlo porque vi salir a varios con hocico de cerdo. Esto indica que algunos no han hecho el ejercicio de la buena 
muerte o lo han hecho mal... Por eso, lo que yo quiero deciros es esto: los que tienen enredos de conciencia por arreglar, háganlo durante 
esta novena de Nuestra Señora de la Consolación. Ya sabéis que éste es un aviso que se da en todas la novenas. Los que no tengan nada 
que arreglar, den gracias al Señor y pídanle que les conceda la santa perseverancia; porque non qui incoeperit sed qui perseveraverit 
usque in fýnem, hic salvus erit (no se salvará el que empezare, sino el que perseverare hasta el fin). Y como explica un gran santo: 
Incipientibus praemium promittitur, perseverantibus datur. (Se promete el premio a los que empiezan, se da a los que perseveran). 

Otro aviso quiero daros y es que se deje a todos máxima libertad para las prácticas de piedad. Desearía que cuando uno frecuenta los 
Sacramentos, va a hacer una visita a la iglesia, reza al salir o entrar en el estudio etc., no se echara a chacota el modo, el tiempo, o la 
persona; valórese esto como se crea conveniente, pero no se desprecie, ni se ponga en ridículo, porque podría el Señor castigar a ciertos 
criticadores. Evítense, pues, esos apodos que algunos acostumbran a poner a otros, etc. 

»Cuando ya se iba a dormir, me dijo a mí (don Domingo Ruffino) que le acompañaba: 

-Di a fulano... que procure traducir bien estas palabras: lupus rapax (lobo rapaz). Y a zutano... estas otras: Olim angelus, nunc sus. 
(Antes ángel, ahora cerdo)». 

«Don Bosco siguió hablando en las noches sucesivas: 

1 Companage. Es lo que se come para acompañar el pan; como queso, fiambres, etc. (N. del T.). 
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17 de junio 

((678)) Yo hablo a muchachos que aprecian, aman y frecuentan el sacramento de la confesión. Y hacéis algo muy bueno. Caminando 
por el mundo encontraréis a menudo individuos que no dan el valor que vosotros dais a este sacramento. Pero no os extrañéis. Suponed 
un borracho que está dormido al borde de un precipio; id a gritarle que se levante, porque puede caer en él; no os entenderá. Para hacerle 
comprender el peligro, hay que librarle de la borrachera, hay que quitarle el vino de encima. Así sucede a muchos en este mundo. Están 
ebrios con los pecados y preocupaciones del mundo y no ven los peligros del alma. Para hacérselo comprender sería preciso apartarles un 
poco de las ocupaciones e intereses, darles alguna medicina que los libere de la esclavitud de ciertos pecados, es decir, hacerles oír un 
poco de la palabra de Dios y entonces también ellos conocerían que la confesión es algo precioso y comprenderían la necesidad de 
alejarse, mediante este sacramento, del peligro de perder el alma. 

En efecto, hay algo más hermoso y mejor que la confesión? Con qué nos ha beneficiado más el Señor que con esto? Si tenemos un 
pecado mortal en la conciencia, estamos destinados al infierno en ese momento y, hasta que no nos liberemos de él confesándolo, nuestro 
puesto es siempre el infierno. Por consiguiente, por más que se diga, tienes tiempo para confesarte, lo harás luego cuando seas viejo, 
resulta que uno está suspendido sobre la boca de este infierno horrible y es el Señor quien le sostiene por pura misericordia. Si continúo 
ofendiéndole, puede disgustarse y dejarme caer. 

18 de junio 

Me preguntáis, tal vez, con qué frecuencia debéis comulgar? Escuchad. Cuando los hebreos estaban en el desierto comían el maná que 
caía todos los días. Ahora bien, el Evangelio nos dice que el maná era figura de la Eucaristía y por eso, también nosotros debemos 
comerle todos los días en esta tierra, que está figurada por los cuarenta años que el pueblo hebreo pasó en el desierto. Cuando hayamos 
llegado a la tierra prometida, no necesitaremos comer, porque veremos y tendremos a Dios con nosotros en su esencia. 

Los primeros fieles comulgaban todos los días y cuando iban a misa, los pocos que, por cualquier circunstancia, no podían comulgar, a 
un determinado punto de la misa debían salir. Aún más tarde, pero siempre durante los tres primeros siglos, ninguno iba a misa sin 
acercarse a la Comunión. La santa Iglesia, reunida después en el Santo Concilio de Trento, declaró que era su deseo que todos los fieles 
que asistían a la misa se acercasen a ((679)) la sagrada mesa. Efectivamente, si el alimento del cuerpo se debe tomar a diario por qué no la 
comida del alma?. Así lo dicen Tertuliano y san Agustín. 

Entonces, me interpeláis vosotros, tendremos que comulgar todos necesariamente cada día? Os contestaré que no hay precepto de 
comulgar todos los días.Jesucristo lo desea, pero no lo ordena. Sin embargo, para daros un consejo proporcionado a vuestra edad, 
condición, devoción, preparación y acción de gracias, que sería necesario, yo os diré: poneos de acuerdo con el confesor y obrad según su 
consejo. Si de todos modos queréis saber mi deseo, helo aquí: comulgad todos los días. »Espiritualmente? El Concilio de Trento dice: 
Sacramentaliter (sacramentalmente). Entonces? Entonces, obrad así: cuando no podáis comulgar sacramentalmente, comulgad al menos 
espiritualmente. 
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Antes de dejaros ir a descansar, quisiera libraros de un gran engaño que está en la mente de los jóvenes. Dicen algunos que para 
comulgar con frecuencia es necesario ser santos. íNo es verdad! íEso es un engaño! La comunión es para quien quiere hacerse santo, no 
para los santos; las medicinas se dan a los enfermos, se da el alimento a los débiles. íOh, qué feliz sería yo, si pudiera ver encendido en 
vosotros el fuego que vino el Señor a traer a la tierra! Ignem veni mittere in terram et quid volo nisi ut accendatur! (He venido a traer 
fuego sobre la tierra y ícuánto desearía que ya estuviera encendido!). 

19 de junio. 

Mañana es la fiesta de Nuestra Señora de la Consolación y quiero recomendar a ella el éxito de vuestros exámenes. He de deciros que 
este año, puesto que las escuelas están legalmente aprobadas, hay que rendir los exámenes con toda regularidad. Así que nadie espere 
obtener favores; no habrá rigor, pero tampoco indulgencia, se realizarán las cosas paternalmente pero con justicia. En lo que habrá menos 
indulgencia será en las calificaciones de conducta. Por esto, la gracia que pediréis a María Santísima ha de ser: que os ayude en los 
exámenes. Por mi parte deseo que todos seáis aprobados y que podáis pasar bien y alegremente vuestras vacaciones, a satisfacción vuestra 
y de vuestros padres. 

Os doy todavía la flor para mañana. Pedid a María Santísima la gracia de comulgar frecuentemente, pero siempre bien y con el alma 
dispuesta. No digo que mañana comulguéis todos, no; sino que os preparéis para comulgar siempre bien. Y para ello imaginaos que no es 
el sacerdote, sino la misma Virgen Santísima quien viene a entregaros la Hostia Santa. Ninguno tendrá el atrevimiento de herir al corazón 
de Jesús que está en los brazos de María. 

((680)) 20 de junio. 

Mañana es la fiesta de san Luis. Aunque nosotros trasladamos para otro día la solemnidad, con todo mañana es el día de su muerte. 
Ciertamente se le podrán pedir gracias el día en que celebremos nuestra fiesta, pero como puede suceder que en el aniversario de su 
entrada en el paraíso nos estén preparadas gracias especiales, yo desearía muchísimo que pidieseis a san Luis una gracia especial, a saber, 
la de apartar vuestro corazón de las cosas de la tierra. 

Parece que no tenga mucho interés para vosotros esta petición, porque ordinariamente los jóvenes no tienen el corazón apegado al 
dinero; más aún, cuando contáis con una moneda vais enseguida a gastarla en cerezas. Y, sin embargo, esta petición importa muchísimo 
también para vosotros. Por desasimiento del corazón de las cosas de la tierra, entiendo el alejamiento de las personas menos buenas, de 
los placeres ilícitos, de las amistades particulares; la templanza en las comidas y bebidas que para vosotros son ocasión de glotonería; el 
desprendimiento, aunque no fuese más que de un vestido, de cuatro trapos por los cuales os dejáis dominar con el afán de figurar y 
presentaros elegantes y la ambición de parecer unos señoritos. Si tenéis el corazón apegado a todo esto, es un gran mal para vosotros. 
Pedid, pues, esta gracia a san Luis. 

íAh! Qué bien describe aquel infensus hostis gloriae 1 el desasimiento del corazón 

1 Infensus hostis gloriae (Gran enemigo de la gloria mundana): son las primeras palabras del himno de la fiesta de san Luis Gonzaga. 

(N. del T.). 
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de san Luis de todas las vanidades del mundo. Suplicadle, por tanto, que os libre de ellas y levante vuestro corazón hacia las cosas del 
cielo. 

Mirad, querría yo que hicierais como los pajaritos, cuando van a salir del nido. Comienzan por revolotear sobre el borde, luego agitan 
las alitas, intentan elevarse un poquito y van probando sus fuerzas. Así debéis obrar vosotros: agitar un poco las alas para volar hacia el 
cielo. No pretendo que subáis a la copa de un árbol y después os dejéis caer al suelo; empezad por cosas pequeñas y por las que son 
necesarias para la salvación eterna. 

Yo quiero que agitéis dos alas espirituales. Cuáles son? Una es ésta: quieres alas de fervor? / Sea la Virgen tu amor. / Un corazón fiel al 
cielo / te puede llevar hasta Ella... 

íCuántas veces habéis cantado esta estrofa! Pues bien, ésta es la primera ala. 

La otra es la devoción a Jesús Sacramentado. Con estas dos alas, es decir con estas dos devociones, María y Jesús Sacramentado, estad 
seguros de que no tardaréis en elevaros al cielo. Advertid que los pájaros, cuando emprenden el vuelo, no vuelan nunca hacia abajo sino 
hacia arriba. Así tenéis que hacer vosotros; guardaos de volar por la tierra con esas alas, esto es, cuidaos de no practicar estas dos 
devociones con fines mundanos, para alcanzar estima, para contentar a los superiores, para ser vistos por los compañeros. Ah, si yo 
pudiera infundir un poco en vosotros este gran amor a María y a Jesús Sacramentado, íqué dichoso sería! Fijaos, diré ((681)) un disparate, 
pero no importa. Estaría dispuesto, para alcanzar esto, a restregar mi lengua por el suelo desde aquí hasta Superga. Es un disparate, pero 
yo estaría dispuesto a hacerlo. Mi lengua se haría pedazos, mas eso no importa nada: yo tendría así muchos jóvenes santos. 

21 de junio. 

Me urge recomendaros una cosa: que tratéis de amaros mutuamente y que no despreciéis a nadie. Por consiguiente, aceptad a todos sin 
excepción en vuestra compañía y dejad con gusto que participen en vuestros juegos. Lejos de vosotros toda suerte de antipatía, carente de 
razón con algún compañero. Tal vez porque carece de buenos modales? Quizás porque no viste elegantemente? O porque es de poco 
ingenio, de aspecto desagradable, soso en el hablar? Pero acaso no regala el Señor sus dones a quien quiere? Qué culpa tiene el pobrecito, 
si Dios le ha dado menos que a vosotros? Es una injusticia la vuestra. Con frecuencia no se quiere aceptar a un compañero en la 
conversación; si se aproxima a nosotros nos vamos, y le dejamos allí plantado, sonrojándole; si está solo, nadie se le acerca. Y esto es 
caridad? Oídme: es un deber de muchachos, no sólo bien educados sino cristianos, el recibir bien a todos y ser corteses con ellos. 
Emplear buenos modales y no alejarse cuando se acercan a nosotros. Usar amabilidad y hacerlos partícipes de nuestras conversaciones y 
diversiones. Sólo hago una excepción y quiero que no la olvidéis. Digo que recibáis bien a todos, pero vigilad si se acerca un joven que 
sabéis está acostumbrado a hablar mal y a querer induciros al pecado, entonces apartaos de él, que hacéis bien. Y, si está lejos de 
vosotros, dejadle solo. Con ése no debéis emplear ninguna cortesía o atención, como no estaríais obligados a tratar con un apestado. He 
aquí, pues, el pensamiento que os dejo esta noche. Atended bien y con amabilidad a todos, salvo a los que sostienen malas 
conversaciones. 
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«El 22 de junio, antevíspera de la fiesta de san Juan Bautista, hablaba el padre Arró de la gratitud que los muchachos debían a don 
Bosco y, advirtió dos cosas: 

1.ª No hay que creer que se requiera esta virtud solamente por los beneficios materiales, no. No sólo hace limosna el que da pan a los 
pobres. También reclaman gratitud los favores intelectuales y espirituales. 

2.ª La gratitud no debe acabar en las personas, sino que debe llegar a Dios, representado por las personas mismas, ya que, por medio de 
ellas, nos beneficia el Señor. 

((682)) »Añadió más: 

»-En todos los que secundan los planes de Dios se distinguen grandes rasgos de semejanza con los santos de quienes llevan el nombre; 
lo que demuestra una especial bendición de aquel Santo. Por eso exhorto a cada uno de vosotros a ganaros esta bendición y, a amar y 
suplicar a vuestro santo patrón y protector, y estudiarlo para encarnar en vosotros sus virtudes». 

Con el acostumbrado entusiasmo se celebró en el Oratorio el día onomástico del bienhechor y padre de tantos jovencitos. El 25 de junio 
por la noche hablaba él de este modo a la comunidad: 

Un hecho acaecido este año en Turín, durante el mes de marzo, nos demuestra lo vanas que son las cosas del mundo. Una señora tenía 
un hijo que era su encanto, su tesoro. Se acercaba ya a los veintiocho años, gozaba de buena presencia, se dedicaba con ilusión a los 
estudios y era aficionado a practicar el bien. Pero al hacerlo, no se preocupaba más que de la recompensa de los hombres. Por esto 
deseaba ardientemente verse condecorado con la cruz de san Mauricio y san Lázaro, y a fuerza de ruegos y de influencias, le fue 
concedida. Escribió entonces rápidamente a su madre, la cual ansiaba ver a su hijo titulado caballero, dándole la fausta noticia. La madre, 
que residía en un pueblo de la provincia, mientras él pasaba el invierno en Turín, acudió al momento a la capital para participar de la 
alegría de su hijo en la feliz circunstancia de ser condecorado. Mas las cosas tomaron otro rumbo. El lunes santo debía llegar el decreto 
de concesión, y tres días antes la pobre madre moría víctima de un ataque apoplético. Presentaron al hijo el suspirado título, y no tuvo 
tiempo ni para proveerse de la condecoración; porque pocos días después, una pulmonía cortaba sus días: Sic transit gloria mundi (Así 
pasa la gloria del mundo). 

27 de junio. 

Querría poder hablaros todas las noches para daros algún aviso que os ayude, no sólo durante el tiempo que estáis en el Oratorio, sino 
para la temporada de las vacaciones. Vino una vez desde lejos una persona para hablar con don José Cafasso y preguntarle cómo debería 
hacer para vencer las propias pasiones. Don José Cafasso no le dijo más que una palabra: mortificarlas. Fue suficiente para que aquel 
hombre se marchara contento. Yo quise, después, examinar prácticamente la fuerza de este 
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consejo y lo encontré siempre un medio exacto, infalible para conseguir tal fin. Se figuran algunos, cuando son tentados por violenta 
pasión, que el medio para calmarla es satisfacerla. Esto es un engaño; ((683)) el hidrópico siente más sed cuanto más bebe. Las pasiones 
son como perros rabiosos, que con nada se satisfacen y se encienden más cuando se las secunda. El que tiene muchas ganas de beber 
vino, cree que emborrachándose le pasará el deseo; y sucede al contrario, que cuanto más vino bebe, más quiere. Deseáis, pues, dominar 
la intemperancia? íAyunad! Queréis vencer la pereza? íTrabajad! Queréis quitaros los pensamientos deshonestos? íMortificad los ojos, la 
lengua, los oídos, absteneos de ciertas conversaciones, de ciertas lecturas. Sólo con esta condición acallaréis las pasiones, alcanzaréis la 
victoria y viviréis más tranquilos. 

«El 29 de junio, fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, se recordó también, con gran pompa y con la acostumbrada procesión, a 
san Luis Gonzaga». 

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((684)) 

CAPITULO LXVII 

LECTURAS CATOLICAS: BIOGRAFIA DE FRANCISCO BESUCCO EL PASTORCILLO DE LOS ALPES -RECOMENDACION 
DE DON BOSCO A LOS JOVENES -EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y EL CONFESOR FIJO -GENEROSIDAD DE DON 
BOSCO PARA DIFUNDIR LOS BUENOS LIBROS -EL DELEGADO DE ESTUDIOS Y LA GIMNASIA EN EL ORATORIO -DON 
BOSCO PIDE LOS APARATOS DE GIMNASIA AL ARSENAL -EL MINISTRO DE INSTRUCCION PUBLICA ORDENA QUE SE 
LE REMITA UNA RELACION SOBRE LAS ESCUELAS PRIVADAS, LAS DIRIGIDAS POR ENTES MORALES Y RELIGIOSOS 
Y LOS SEMINARIOS MENORES -DECRETOS, CIRCULARES, LEY CONTRA LAS ORDENES RELIGIOSAS, SEMINARIOS Y 
SEMINARISTAS, A QUIENES YA NO SE LES CONCEDE LA EXENCION DEL SERVICIO MILITAR 

DURANTE este año don Bosco pasó muchos días las horas de la siesta en la Residencia Sacerdotal de san Francisco de Asís, tratando 
asuntos de moral con el teólogo Juan Bautista Bertagna, a quien le unía una íntima familiaridad, y preparando los opúsculos de sus 
Lecturas Católicas. 

A más de los dos anteriormente mencionados, escritos aquel año de 1864, acababa de componer en el mes de junio un tercero, 
destinado a los meses de julio y agosto. En sus páginas había puesto todo el corazón de un padre, que cuenta las virtudes de un hijo 
queridísimo. Lo declara el título. 

Biografía de Francisco Besucco, el pastorcillo de los Alpes, por el sacerdote Juan Bosco. Al pie del retrato de la portada, se leía: Muero 
con la pena ((685)) de no haber amado a Dios como se merecía. Hay un apéndice sobre el bendito Crucifijo de Argentera. 

Así presenta don Bosco el nuevo trabajo a sus alumnos. 

Muy queridos jóvenes: 

Cuando me disponía a escribir la vida de un compañero vuestro, la muerte inesperada de Francisco Besucco me hizo suspender este 
trabajo para ocuparme de él mismo. Para satisfacer las vivas instancias de sus coterráneos y amigos, y para secundar 
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vuestras peticiones, pensé en recoger las noticias más interesantes de este vuestro llorado compañero y en presentároslas ordenadas en un 
librito, persuadido de hacer algo útil y agradable para vosotros. 

Podría preguntar alguien en qué fuentes bebí las noticias para aseguraros que las cosas aquí narradas realmente sucedieron. 

Satisfaré vuestro deseo en pocas palabras. Para los años en que el joven Besucco vivió en su pueblo, me atuve a las relaciones que me 
enviaron su párroco, su maestro, sus padres y amigos. Se puede decir que no he hecho más que ordenar las memorias que con este fin me 
remitieron. Para el tiempo en que vivió entre nosotros, procuré reunir con esmero las cosas ocurridas en presencia de testigos oculares; 
cosas todas escritas y firmadas por personas dignas de fe. 

Es verdad que hay hechos que causan asombro al lector, pero ésta es precisamente la razón por la que las narro con especial empeño, 
pues, si fueran cosas de poca monta, no merecerían ni siquiera ser publicadas. Cuando notéis que este jovencito muestra en sus 
conversaciones un grado de ciencia ordinariamente superior a su edad, debéis considerar que la gran diligencia de Besucco en aprender, 
su feliz memoria en retener las cosas oídas y leídas y el modo especial con que Dios le favoreció con sus luces, contribuyeron 
poderosamente a enriquecerlo con conocimientos ciertamente superiores a su edad. 

Os ruego que tengáis presente una cosa respecto a mí mismo. Notaréis quizá demasiada complacencia al exponer las relaciones que 
ambos mantuvimos. Es verdad, y pido benévola comprensión; ved en mí al padre que habla de un hijo tiernamente amado; a un padre que 
da libre curso a los paternales afectos mientras habla a sus amados hijos a quienes abre enteramente el corazón para contentar su petición 
y también instruirlos en la práctica de la vírtud, de la que Besucco alcanzó a ser modelo. 

Leed, pues, estas páginas, queridísimos jóvenes, y si, al leerlas, os sentís movidos a huir de algún vicio o a practicar alguna virtud, 
agradecédselo a Dios, único dador de los verdaderos bienes. 

((686)) El Señor nos bendiga a todos y nos conserve en su santa gracia aquí en la tierra, para que podamos un día bendecirlo 
eternamente en el cielo. 

En estos preciosos datos biográficos no dejó don Bosco de recomendar a los jóvenes, como hacía en toda ocasión, los sacramentos de la 
Penitencia y de la Eucaristía y la manera de recibirlos con provecho, presentando al querido Besucco como ejemplar y modelo. 

En cuanto a la confesión, después de haber contado cómo el buen joven aconsejó por carta a un amigo que se confesase cada ocho días, 
prosigue, dando un aviso importantísimo. 

Mientras alabo grandemente a Besucco por este comportamiento, recomiendo vivamente a todos, pero de un modo especial a los 
jóvenes, que desde pequeños elijan un confesor fijo, y que no lo cambien nunca, si no es en caso de necesidad. Evítese el defecto de 
algunos que cambian de confesor casi cada vez que se confiesan o que, debiendo confesar cosas de mayor relieve, acuden a otro para 
luego volver al de antes. Obrando de este modo no cometen pecado alguno, pero no tendrán jamás un guía seguro que conozca 
debidamente el estado de su conciencia. Les pasaría lo 
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que al enfermo que cambiara de médico a cada visita. Difícilmente podría éste conocer el mal que aqueja al enfermo, y dudaría, por lo 
tanto, al prescribir los remedios oportunos. 

Y, si por casualidad, este librito fuere leído por quien está destinado por la divina Providencia a la educación de la juventud, le 
recomendaría encarecidamente en el Señor tres cosas. Inculquen, en primer lugar, con celo la frecuente confesión, como apoyo de la 
inestable edad juvenil, brindando todos los medios que pueden facilitar la asiduidad a este sacramento. Insistan, en segundo lugar, en la 
gran utilidad de elegir un confesor estable, que no ha de cambiarse sin necesidad; pero haya, por otra parte, disponibilidad de confesores 
para que cada uno pueda elegir a quien le parezca más apropiado para el bien de su alma. Tengan siempre presente que quien cambia de 
confesor no obra mal, y que es mejor cambiarlo mil veces antes que callar un pecado. 

No dejen, en tercer término, de recordar frecuentemente el gran sigilo de la confesión. Digan explícitamente que el confesor está 
obligado por secreto natural, eclesiástico, divino y profesional, en virtud del cual, por ningún motivo, aun a costa de cualquier mal, hasta 
de la misma muerte, puede ((687)) manifestar a nadie cosas oídas en confesión, o servirse de ellas; que ni siquiera puede pensar en las 
cosas conocidas en este sacramento; que el confesor no se sorprende ni disminuye afecto a nadie por graves que sean las cosas que oye en 
confesión y que, por el contrario, aumenta su afecto por el penitente. 

Así como el médico, cuando descubre toda la gravedad del mal, se alegra en su corazón porque puede aplicarle entonces el remedio 
oportuno, así también pasa con el confesor, médico de nuestra alma, que en nombre de Dios, al impartirnos la absolución, sana todas las 
llagas del alma. 

Estoy convencido de que, si se recomiendan y explican debidamente estas cosas, serán grandes los resultados morales que se obtendrán 
entre los jovencitos y se comprobará con los hechos qué elemento maravilloso de moralidad posee la religión católica en el sacramento de 
la penitencia. 

La vida de este admirable jovencito fue recibida con entusiasmo por los asociados a las Lecturas Católicas y al igual que las de 
Comollo, Savio, Magone, puesta en venta por poco dinero, fue arrebatada de las manos. Don Bosco se interesaba con toda su alma por 
los opúsculos dirigidos a la juventud. Escribió don Domingo Ruffino: 

«Un día reprochó al regente de la imprenta que hubiese puesto un precio demasiado alto a la biografía de Besucco. El tipógrafo 
respondió que era el precio ordinario de las Lecturas Católicas. Entonces don Bosco replicó: 

«-Yo no miro el precio, tan sólo miro que se difundan buenos libros. Nosotros dos no nos entendemos todavía; usted sabe que don 
Bosco necesita dinero y quiere dárselo; pero también sé que es necesario que se difundan libros buenos y no miro el dinero». 

Mientras estaba don Bosco para concluir este su trabajo recibía dos circulares del Delegado Provincial de estudios. He aquí la primera. 
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REAL DELEGACION DE ENSEÑANZA 
DE LA PROVINCIA DE TURIN 
Circular N.° 41, serie 3.ª. 

Turín, 3 de junio, 1864. 

El Ministro, apreciando justamente los benéficos efectos que se derivan de la gimnasia para la educación de la juventud, la impuso 
obligatoriamente en todos los centros y obtuvo satisfactorios resultados. 

((688)) Mas, para poder conocer cómo y cuánto sea apreciada dicha enseñanza por la opinión pública, desea saber en cuáles y cuántos 
colegios privados se haya establecido. 

A tal objeto se transmite a V.S. Ilma. el adjunto formulario, rogándole que conteste a las preguntas en él contenidas y que lo devuelva 
firmado por V.S. a esta oficina. 

En la columna décima dígnese señalar de qué aparatos y cuántos está provisto ese centro. 

El R. Delegado 

F. SELMI 
Al Director del Colegio -Internado del Oratorio de San Francisco de Sales en Valdocco -Turín. 

No tenía el Oratorio muchos aparatos de gimnasia, limitándose tan sólo a las paralelas, al columpio, al trampolín y al disco volante, 
pero suplían los juegos de carreras en los recreos, que eran preferidos por los alumnos, más higiénicos y más morales. El 17 de junio, 
respondía don Víctor Alasonatti al Real Delegado, y don Bosco, considerando que el gasto para proveer de los aparatos completos de 
gimnasia resultaría muy elevado para él, y que en los almacenes del Gobierno encontraría cuanto era preciso para satisfacer las exigencias 
del Ministerio, escribió, con fecha 15 de agosto, al coronel Audisio, Director del Arsenal. Le exponía su caso y le mandaba la lista de 
aparatos que le faltaban. El Coronel le respondió que en el Arsenal no existían los aparatos pedidos, y que, además, hubiere sido 
necesaria la autorización del Ministerio de la Guerra. 

Pero don Bosco, como veremos, consiguió por otro camino lo que había solicitado. 

La segunda circular del Delegado trataba de otro tema más serio. 

((689)) REAL DELEGACION DE ENSEÑANZA 
DE LA PROVINCIA DE TURIN 
Circular N.° 43, serie 3.ª. 

Turín, 10 de junio, 1864. 

Por reciente disposición del Ministro de Instrucción Pública, obligando al que suscribe a transmitir al Ministerio, no más tarde del 10 de 
agosto próximo, una relación 

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sobre la enseñanza privada y sobre las escuelas dirigidas por entes morales, familias religiosas y sobre seminarios de estudios 
secundarios, debe éste rogar a V.S. Ilma. se digne transmitir a esta oficina, antes de que termine el mes de julio próximo, la relación del 
propio Centro. 

El R. Delegado 

F. SELMI 
Estas peticiones hacían sospechar que el Ministerio tenía proyectos hostiles contra los educadores eclesiásticos. Los periódicos de la 
revolución insistían para que fuesen suprimidas las corporaciones religiosas docentes. El ministro Pisanelli, a través de decretos y 
normas, tomaba continuamente odiosas medidas contra la Iglesia; en enero había intentado, con diversas vejaciones, la secularización de 
los seminarios, había hecho cerrar el de Caltanisetta, y prohibía en junio a las órdenes religiosas recibir novicios. Las sospechas de los 
católicos aumentaban desde que el ministro Amari ordenaba, por decreto del 20 de julio, que se cerrasen las escuelas secundarias anejas 
al Seminario de Bérgamo, a la par que se intentaba suprimir con inacabables persecuciones dos colegios diocesanos de la misma 
provincia de Bérgamo. El 13 de septiembre enviaba Pisanelli una circular a todos los obispos pretendiendo le dieran cuenta exacta de los 
Seminarios, de sus profesores, del número de alumnos seminaristas y no seminaristas, de las pensiones, de las rentas, del número de 
ordenaciones durante un decenio; y con la explicación del funcionamiento en todos los aspectos, de cada Seminario, desde su fundación 
hasta el momento presente. Mas la caída del Ministerio el 23 de septiembre cortaría los desafueros de aquel triste abogado; y al mismo 
tiempo dejaba a un lado el odioso proyecto de la ley que hacía meses se iba incubando. 

((690)) El 28 de abril había presentado a la Cámara el Ministro de la Guerra, general De la R\_vere, el proyecto para abolir la exención 
del servicio militar en favor de los clérigos; y en junio, la Comisión encargada de revisar el proyecto, encontraba justas las prisas del 
Gobierno y sus intenciones. 

El 8 de julio se aprobaba la Ley en la Cámara de diputados por ciento sesenta y un votos contra cuarenta y cinco. No se hizo el menor 
caso de muchísimas peticiones en contra, firmadas por millares de ciudadanos, ni de las reclamaciones de los obispos. 

Mas el 16 de julio, por haberse terminado las sesiones del Senado, no se pudo discutir y aprobar definitivamente la ley. 
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((691)) 

CAPITULO LXVIII 

GESTIONES DE DON BOSCO CON EL MUNICIPIO DE LANZO PARA LA APERTURA DEL COLEGIO -EL VICARIO ALBERT 
-DON BOSCO VA A LANZO Y FIRMA EL CONVENIO -CAPITULO Y ACEPTACION DE NUEVOS SOCIOS -CONFERENCIA 
DE DON BOSCO: MERITOS QUE ADQUIERE EL RELIGIOSO OBEDIENTE -SU CHARLA A LOS JOVENES: TENER EN 
CUENTA LAS PROHIBICIONES DE LOS SUPERIORES -PIDE AL DELEGADO DE ESTUDIOS LOS TEMAS DE EXAMENES 
POR ESCRITO -PREDICCION CUMPLIDA -DON BOSCO TRANQUILIZA A UN MORIBUNDO -NOTA HISTORICA DE DON 
BOSCO SOBRE EL CASTILLO DE LANZO -DON BOSCO ELIGE DIRECTOR PARA EL NUEVO COLEGIO Y LE ACOMPAÑA 
A SAN IGNACIO -NUEVAS CONSTRUCCIONES EN AQUEL SANTUARIO -EL TEOLOGO GOLZIO SUCEDE AL CANONIGO 
GALLETTI EN LA DIRECCION DE LA RESIDENCIA SACERDOTAL -DON BOSCO ESCRIBE A LOS MUCHACHOS DEL 
ORATORIO Y CUENTA LAS AVENTURAS DE SU VIAJE A SAN IGNACIO -DECRETO DE LA DIPUTACION PROVINCIAL 
QUE APRUEBA EL CONTRATO ENTRE DON BOSCO Y EL MUNICIPIO DE LANZO -ULTIMOS TRAMITES Y 
DISPOSICIONES RESPECTO AL COLEGIO -DISTRIBUCION DE PREMIOS EN EL ORATORIO Y CLAUSURA DEL CURSO 
ESCOLAR 

LA rueda del sueño había comenzado a girar. Hacía muchos meses que los de Lanzo trataban con don Bosco para que abriese en la 
población un centro de educación para la juventud. 

Sobre la cima de una colina, cercada por dos ríos y entre los contrafuertes de los Alpes, en la desembocadura de tres valles, existía un 
antiguo convento de capuchinos, cerrado a principios del siglo XIX ((692)) por el gobierno francés. A la caída de Napoleón I, ocupó el 
Municipio el convento, la iglesia y el jardín anexo. En este local había florecido durante casi cincuenta años, bajo distintas y sucesivas 
direcciones, un colegio internado, pero hacía algún tiempo que, por haberse retirado el último director y por falta de alumnado, se había 
cerrado. 
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Se trataba ahora de abrirlo de nuevo. El dignísimo Vicario de Lanzo, teólogo Federico Albert, santo apóstol de aquellos valles y de todo 
el Piamonte, pensó inmediatamente en don Bosco. Veía él con gran pena que la juventud se alejaba cada vez más del templo y advertía 
que el único medio para enraizar sus corazones en la fe, era proveerles de una instrucción religiosa, por la que se vieran obligados a 
asistir. El catecismo en la escuela y en la iglesia del colegio en los días festivos, les estimularía a acercarse a los sacramentos. Por eso él 
había visitado muchas veces el Oratorio y había tratado de este importantísimo asunto. A sus reiteradas súplicas se habían unido los 
ruegos del padre Arró y al fin se obtuvo de don Bosco la promesa de que se haría cargo de aquel asunto. Al mismo tiempo el vicario 
Albert trataba con el Municipio, el cual condescendió a examinar las condiciones del proyecto. 

Tras prolongadas discusiones, se aprobó lo principal y se formuló un convenio entre ambas partes, cuyos artículos más importantes 
presentamos, referentes a la juventud de la población: 

El Municipio se compromete a pagar a don Bosco anualmente la cantidad de tres mil liras por las escuelas elementales y de 
bachillerato, hasta los dos cursos de retórica inclusive; más otras cien liras para la adquisición de los premios anuales. Le otorga el uso 
del mencionado local del colegio con sus habitaciones, capilla, patios y jardines anexos para uso de las escuelas. Se obliga a todas las 
reparaciones necesarias para el uso y conservación del edificio y sus locales. No podrá despedir a don Bosco sin previo aviso de cinco 
años. Todos los gastos de instalación correrán a cargo de don Bosco. El Ayuntamiento ((693)) hará un préstamo de doce mil liras a don 
Bosco, el cual ofrecerá la conveniente garantía. Don Bosco proveerá tres maestros para los grados elementales, dotados del respectivo 
título, y profesores idóneos para los cinco cursos de bachillerato. Los alumnos de los cursos de bachillerato pagarán una cuota, salvo los 
de Lanzo, reconocidos como pobres por la Junta. Los alumnos de los grados elementales, no pertenecientes al Municipio, pagarán 
también una cuota. Las escuelas se inaugurarán al principio del curso escolar 1864-1865. 

El importe de la cuota se reducía a poco, dada la escasez de estudiantes de bachillerato en la población; el préstamo resultaba una carga, 
y la suma fijada por el Municipio no era suficiente para el mantenimiento de profesores, maestros y personal restante. 

La provisión de muebles para un local falto de todo suponía, como en Mirabello, un gasto elevado. Pero don Bosco lo sacrificó 
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todo para satisfacer el celo del Vicario Albert, quien, para conseguir su santo fin, ya había superado dificultades materiales y pecuniarias 
de todo orden. 

Después de la fiesta de san Luis, fue don Bosco a Lanzo. El vicario Albert y el alcalde Pablo Tessiore le acompañaron a visitar el 
Colegio. Don Angel Savio, enviado anteriormente para hacer una inspección, no había informado demasiado satisfactoriamente. El viejo 
edificio necesitaba reparaciones, porque hacía algunos años estaba deshabitado, a excepción de algunas habitaciones asignadas a los 
maestros municipales, y las aulas. Sin embargo, don Bosco no se echó atrás de su compromiso; también él deseaba poseer, como fuese y 
aun a costa de cualquier sacrificio, una tercera casa para la Pía Sociedad. El Alcalde prometía hacer ciertas reparaciones y el Vicario se 
encargaba de construir tres pequeñas habitaciones, levantando el techo de un lado del atrio interior. Don Bosco se contentó por el 
momento. En 1851 había escalado aquella cumbre en compañía de José Brosio, il bersagliere 1, como ya hemos ((694)) narrado y, al 
admirar el estupendo panorama de los alrededores, había exclamado: 

-íQué hermosa posición para un colegio! 

El 30 de junio se reunió la Junta Municipal en sesión extraordinaria, autorizada según acotación del Gobernador Civil del 16 del mismo 
mes, para deliberar sobre la propuesta presentada por don Bosco para la reapertura del antiguo colegio. Don Bosco asistió a la reunión en 
la que se acordaron y estipularon las condiciones anteriormente expuestas. El convenio, firmado por don Bosco, el Alcalde y dos 
Concejales, se expidió sin más a la Autoridad correspondiente del Gobierno Civil para ser aprobado. Una vez realizado todo, don Bosco 
regresó al Oratorio. 

El 14 de julio por la noche se reunió el Capítulo; aceptó a prueba a Espíritu Rossi y a Esteban Orsi, quienes habían pedido ser inscritos 
en la Pía Sociedad. En estos mismos días dio don Bosco una conferencia a los hermanos. La Crónica refiere el contenido de sus palabras. 

La obediencia es el compendio de la perfección de toda vida espiritual; es el camino menos trabajoso y menos peligroso; el más seguro 
y más corto que exista para enriquecerse con todas las virtudes y llegar al paraíso. Santa Teresa estaba tan persuadida de esta verdad que 
llegó a decir: que si todos los ángeles juntos le hubiesen 

1 Il bersagliere: Hay que remontarse a los volúmenes anteriores, singularmente al tercero y cuarto, para recordar la ayuda y testimonios 
que este ex-soldado bersagliere (tropas ligeras del año 1836) prestó a don Bosco los primeros tiempos del Oratorio. (N. del T.) 
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dicho una cosa y el Superior le hubiese ordenado lo contrario, habría seguido sin vacilar el mandato del Superior. 

Porque, añadía, la obediencia al Superior está mandada por Dios en las Santas Escrituras y por tanto no puede haber engaño. 

Se lee en la vida de san Luis que no faltó jamás a la más pequeña regla del colegio donde se encontraba; y decía él mismo que nunca 
había desobedecido la más minima disposición o mandato del Superior. Quién sabe si nosotros podríamos decir lo mismo? La razón por 
la que no se practica rigurosamente la obediencia es porque no se conoce el gran valor de esta virtud. Escuchad el ejemplo de san 
Dositeo. 

Era éste un joven noble y delicado: había llegado a sentir un gran temor de la estrecha cuenta que Dios le pediría al final de su vida, e 
ingresó en religión para prepararse al gran juicio. Tenía una débil complexión y no podía seguir la vida común: no podía levantarse a 
media noche para rezar maitines con los demás, ni comer los alimentos que los otros tomaban. Mas ya que no podía observar aquellas 
reglas, hizo cuentas consigo mismo y resolvió entregarse por completo a la obediencia y, con la mayor prontitud y diligencia, a los oficios 
más humildes del monasterio que le ((695)) confiara el Superior. Transcurridos cinco años murió, y el Señor reveló al Abad, que Dositeo 
había conseguido un premio igual al de san Antonio y san Pablo ermitaño. El Abad declaró la revelación a los monjes, los cuales, poco 
persuadidos de ello, andaban diciendo: 

-Es posible que un hombre que jamás ha ayunado, crecido en medio de comodidades y delicadezas, tenga en el Paraiso el mismo trato 
que los que durante cincuenta, sesenta y más años soportan el peso de las asperezas, penitencias, privaciones, fatigas de la vida religiosa? 
Qué más hemos ganado entonces nosotros, después de cansarnos tanto y haber hecho tantas cosas, mientras Dositeo se pasaba los días 
tranquilos en la hospedería? 

Y el Señor, por medio del Abad, les contestó: 

-Vosotros no conocéis el mérito y el valor de la verdadera obediencia. Por esta virtud, Dositeo ganó en poco tiempo más que otros con 
largos sacrificios y fatigas. 

Su obediencia era de cumplimiento, de voluntad y de juicio. De cumplimiento pronto, alegre, puntual; de voluntad, no queriendo más 
que lo que quiere el Superior; de juicio, haciendo propio el mismo sentir del Superior. 

Con esta perfección de obediencia consiguió Dositeo un premio tan espléndido... Ved, pues, cuántos méritos hemos perdido siempre 
que hemos hecho nuestro capricho; siempre que hemos violado una regla de la Casa, de la Congregación o hemos dejado de cumplir 
nuestro deber; siempre que hemos murmurado, juzgado de una cosa, de una orden, no aprobando el parecer del Superior... 

Don Bosco daba también a los alumnos avisos y consejos durante este último período del curso escolástico. Habló varias noches pero la 
Crónica solamente nos conservó una de sus alocuciones. 

«-Hace mucho tiempo que cierto desgraciado llevó tan a mal una amorosa amonestación del Obispo de Saluzzo que pensó vengarse. 
Para realizar su designio, estudió el modo de envenenarlo. Un día, en que el Obispo debía celebrar una función pública y solemne, aquel 
hombre perverso le invitó a comer en su casa para tener facilidad 
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de acabar con él. A un punto determinado de la comida, un criado presentó al Obispo un vino como para hacérselo probar diciéndole que 
era una bebida sumamente deliciosa. Apenas lo hubo gustado, exclamó el Obispo: 

»-Qué vino más bueno; no recuerdo haber probado en mi vida otro igual. 

((696)) »Al oír esto los comensales, pidieron que les sirviesen a ellos también, pero el sirviente tenía orden de que, apenas hubiera 
servido al Obispo, fuese al momento a arrojar la botella a un profundo canal. Los comensales seguían insistiendo para que también a ellos 
se les sirviese de aquel vino y, al no verse complacidos, comenzaron a ofenderse seriamente. Pero fue un bien para ellos, que no lograran 
beberlo, pues les hubiese tocado la misma suerte que al Obispo, quien, poco después, sintió que se le destrozaban las entrañas con 
acerbos dolores y murió. 

»Cuando leí este suceso pensé que era un bonito ejemplo de lo que les ocurre a los jóvenes. íAy de ellos, si se les concediese lo que con 
frecuencia piden con palabras y con hechos! íCuántas veces se envenenarían! Y dígase esto especialmente en lo que se refiere a la 
modestia. Querrían ir con ciertos amigos, desearían seguir con ciertas amistades y los Superiores no quieren. En realidad hay alguno que 
tiene su aquel de malicia, la deja entrever a los otros y los inocentes, por curiosidad, piden enseguida explicaciones y por desgracia las 
entrevén para su daño, y son dadas por aquellos desgraciados que hacen el oficio de demonios; y, en tanto, los incautos beben el veneno. 
Si reflexionasen en el ejemplo de Domingo Savio e hiciesen como él, no serían engañados. Este muchacho, invitado a ir a bañarse, 
respondió: 

»-Pediré permiso a mis padres. 

»-íAh no!, replicaron los compañeros: no te lo darían. 

»-Entonces es señal de que es malo el hacerlo; así que no voy. 

»-Mis queridos amigos, tened en cuenta las prohibiciones de vuestros Superiores y, si prevéis que les disgusta la acción que estáis a 
punto de ejecutar, no la hagáis nunca. Cae en vuestras manos un libro? Antes de leerlo, pensad: estará contento don Bosco de que lo lea? 
La conciencia os responderá. Recibís un papelito de un compañero? Preguntaos: qué concepto se formarían de mí los superiores si lo 
viesen? Rompedlo inmediatamente o mejor ((697)) presentadlo al asistente; será una prueba de vuestra bondad; pero no contestéis nunca 
a semejantes billetitos. Veis a algunos en un corro, que hablan misteriosamente, mirando a hurtadillas si se aproxima un 
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Superior? Huíd de ellos, como de la peste: allí hay veneno, allí está la muerte. Recordad mis palabras. A veces, este veneno no conduce 
inmediatamente a la muerte eterna, aunque siempre lleve la muerte del alma. Uno puede resucitar con la santa confesión; pero este veneno 
deja siempre terribles consecuencias: remordimiento, cansancio de las prácticas de piedad, flaqueza, malas inclinaciones que antes no 
existían, deplorable facilidad para nuevas caídas, recuerdos que amargan toda la vida, temor a los castigos de Dios, mayor dificultad para 
cumplir los propios deberes, a veces deshonra y menosprecio de los compañeros. Meditad, por tanto, antes, para no caer en tal estado. 
Que os basten los avisos de los Superiores sin buscar la razón. Si ellos os prohiben algo, decid también: 

»-Es veneno, es muerte y yo no quiero morir.». 

Entretanto don Bosco pensaba en los exámenes finales y tal vez deseaba que se pudiese comparar el aprovechamiento en los estudios de 
los alumnos del Oratorio y el de los estudiantes de los centros estatales. 

El 10 de julio escribía al Delegado Provincial de enseñanza y, por la respuesta de éste, se comprende cuál era su pensamiento. 

Turín, 13 de julio, 1864. 

El abajo firmante no puede condescender con la petición de los temas, enviada por V.S. muy apreciada, porque la circular ministerial 
número ciento cuarenta y nueve, no concede facultad para transmitirlos más que a los centros estatales y equiparados. 

Agradece la invitación para asistir a la distribución de premios en ese Centro y, de no estar impedido por los asuntos, no dejaré de 
acudir. 

El Delegado Real 

F. SELMI 
Don Bosco anotaba al margen: Recordarlo la víspera del reparto de premios. 

((698)) Dos días después, el viernes 15 de julio, a las cuatro de la mañana, moría en el Hospital Mauriciano, Luis Vallino, natural de 
Turín, a la edad de quince años. Así se cumplía la predicción hecha por don Bosco el 14 de junio. Vallino no tomaba parte en el segundo 
ejercicio de la buena muerte. 

A éste, aunque sin nombrarlo, parece que se refiere una hoja separada de la Crónica, en la que se narra un hecho que oímos contar 
repetidas veces a José Buzzetti y a Juan Bonetti. 

«El joven, que sospechaba ser el designado, fue llevado al hospital. Se agravó su enfermedad, hinchósele extrañamente la cabeza y 
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comenzó a delirar. Las palabras que profería manifestaban su persuasión de que iba a morir; llamaba a don Bosco y le pedía perdón y 
ayuda. Ni los médicos, ni las monjas podían sacar partido de sus frases inconexas. Al saber su estado, don Bosco fue enseguida a 
visitarlo. Contáronle las monjas el extraño delirio del muchacho. Don Bosco respondió: 

»-Yo sé de qué va; dejen que le hable y verán cómo se tranquiliza. 

»Se aproximó al lecho y, cuando el enfermo oyó su voz, se incorporó: 

»-Don Bosco, le dijo, no me lea la sentencia. 

»-Pero qué estás diciendo? He venido porque te quiero, deseo que vivas, entendido? Ahora dime: quieres confesarte con don Bosco? 

»-Sí, sí, no deseo otra cosa, pero a condición de que no me lea la sentencia. 

»-íQué sentencia, amigo mío! Quiero que estés contento. 

»E inclinándose, díjole una palabra al oído que lo serenó y le quitó todo temor. Luego le confesó, hizo que le administraran el Viático y 
la Unción de los enfermos, que recibió con gran fe, y finalmente expiró tranquilo». 

Se acercaba el tiempo de los ejercicios espirituales en San Ignacio y don Bosco sacaba de varios autores, especialmente ((699)) de 
Casalis algunas notas históricas sobre Lanzo y algún otro pueblo más importante de aquellos valles para entregárselas al nuevo Director. 

En el siglo XII se construyó el Castillo de Lanzo para defensa del valle y de sus pasos. Pero fue conquistado en 1551 por los franceses. 
Al fin del año, el capitán Gonzaga, de los ejércitos imperiales, expulsó a los franceses y recuperó el Canavese. Pero también la guarnición 
española debió abandonarlo en 1552, tras un furioso asalto de los adversarios. Entretanto, el general francés Brisacco ordenó la 
destrucción del Castillo en 1557. Volvió Manuel Filiberto a sus estados, hizo señor, en 1570, del marquesado de Lanzo a don Felipe del 
Este. Cincuenta años después de la destrucción del Castillo, un tal Bartolomé Bonesio puso sobre sus ruinas los cimientos del convento 
de los Capuchinos, asignándole como primer capital dos mil escudos. También hizo edificar la iglesia, en la que se celebró misa por vez 
primera el día de Todos los Santos del año 1615. 

El eremitorio fue fundado por los Granieri, antigua familia de Lanzo; y ésta lo donó en el 1661 a los Padres Camaldulenses. 

A este eremitorio perteneció Columbano Chiaverotti. A él vinieron en 1839 los Carmelitas. 

Forno de Groscavallo está a seiscientos sesenta y siete metros sobre el nivel del mar. La Virgen se apareció en 1630 en un bosque de 
hayas, plátanos y fresnos. La fuente del Arzobispo Rorá. 
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Balangero (Berengarii Castrum-castillo de Berengario), la Virgen de los mártires (Tebeos), Pié (plebis Castrum). Berengario II, 
marqués de Ivrea y después rey de Italia hizo construir allí un castillo, y otro en la otra orilla del Tanaro, también llamado Berengarium y 
denominado después Balangio Blanqua. 

Vallis de Amatis (actualmente Mathi). Este nombre era común a todo el Valle de Lanzo (Matigis). 

Cirié. Cerreto. Bosquecillos llenos de quegigales de los que ahora quedan pocos. 

Antiguamente se usaba elegir como patronos, santos con un nombre parecido al del lugar. Por eso es San Ciriaco el patrono. Algunos 
aseguraban que aquí pasó el invierno Federico I. 

El lunes 18 de julio partía don Bosco para Lanzo, después de haber encargado al P. Arró que hablara a los jóvenes por la noche. 
Llevaba consigo al sacerdote Domingo Ruffino, a quien había escogido para Director del Colegio de Lanzo, el cual, al marcharse, 
escribió una notita a su compañero Rebuffo. 

((700)) Este mi viaje a San Ignacio no sé si debo considerarlo como motivo de alegría o de tristeza. Ciertamente, si miro la gran 
necesidad del alma de retirarme un poco para arreglar los asuntos de mi conciencia, hasta el presente tan descuidados y maltrechos, no 
puedo por menos de dar gracias a Dios y a don Bosco de haberme dado esta ocasión. Si, por otra parte, pienso que debo dejar el Oratorio, 
abandonar a los amigos, dejarte a ti; si considero, además, que esta breve ausencia será tal vez el principio de otra más larga, me siento 
conmovido de una manera que nunca la sentí, ni al salir de mi propia casa paterna dejando a mis hermanos y hermanas carnales. íAh! 
íCuanto más estrechos resultan los lazos de la unión espiritual! Ya lo sabía antes, pero ahora lo experimento. Querido Rebuffo, estaremos 
separados unos días personalmente, pero no lo estaremos nunca espiritualmente. 

Llegó don Bosco a San Ignacio. Estaban construyéndose nuevos edificios y había sido nombrado un nuevo rector al frente de la obra de 
los Ejercicios Espirituales. 

Al canónigo Eugenio Galletti, que se retiraba a trabajar en la Pequeña Casa de la Divina Providencia, le sucedía en la dirección de la 
Residencia Sacerdotal de San Francisco de Asís el teólogo Félix Golzio, confesor de don Bosco, que continuó también en el Santuario de 
San Ignacio la obra de don José Cafasso desde 1864 hasta 1873. Galletti y Golzio terminaban la carretera que llegaba hasta el Santuario y 
construían un nuevo y magnífico refectorio en el resto del edificio, gracias a los generosos donativos de la marquesa de Barolo. Los 
rectores pusieron allí un capellán fijo todo el año, con la obligación de recibir a los forasteros, atender el confesonario y celebrar las 
funciones festivas, en favor de los habitantes de la Borgata de Tortore, de más abajo, y la escuela de los muchachos. 

Mientras don Bosco atendía los ejercicios en aquellas alturas, no 
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olvidaba a sus muchachos del Oratorio y les escribía una carta contándoles las aventuras vividas durante el viaje. 

((701)) Al señor abogado Arró, si tiene a bien leérsela a todos los estudiantes y aprendices reunidos. 

A mis queridos amigos del Oratorio de San Francisco de Sales: 

Convencido de que os gustará que os escriba algo divertido, he pensado contaros algún detalle de mi viaje de Turín a San Ignacio, 
donde gracias a Dios me encuentro al presente. 

El lunes, 18 del corriente, a las cuatro, fui al coche para partir; como mi estómago sufre algún tanto dentro del ómnibus, yo había 
reservado puesto en la imperial o sea, sobre la cubierta del ómnibus. Pero mi plaza estaba ocupada por otro. Qué hacer? El señor abogado 
Arró reclamó mis derechos, mas no obtuvo resultado. Finalmente, un individuo que estaba sentado en la imperial con aire serio me dirigió 
unas palabras que generosamente decían: 

-íEa! Yo estoy dispuesto a cambiar mi puesto; no por gusto, que no lo haría; sino por una gratificación. 

Yo le dije: 

-Si el dinero arregla las cosas, le contentaré. Baje, pues; tenga una moneda que le gustará. 

Y así fue. 

Sentado en mi puesto, tomé un poco el sol, luego el aire y el polvo; y, mientras contaba a los viajeros que, dos años antes, en aquel 
mismo día había disfrutado de un tremendo temporal desde Caselle a Lanzo, he aquí que en un instante se nubló el cielo, tronó, 
relampagueó y comenzó a llover precisamente en el pueblo de Caselle. De los ocho que íbamos en la baca, sólo yo tenía paraguas, de 
modo que todos amigablemente se apretaron junto a mí; como hacéis vosotros, mis amigos, cuando nos encontramos juntos en recreo, o 
tengo algún regalito que ofreceros. Pero, si antes estábamos animados para charlar, mucho más lo estuvimos entonces al vernos obligados 
a estar pegaditos uno a otro. 

Dos eran médicos, otros dos abogados, uno literato y había dos más. Nuestra conversación giraba en torno a la historia de Egipto, 
Persia, Grecia e Italia, pero ellos siempre atacaban a don Bosco contra la Historia Sagrada. Claro que, hablando sinceramente, cuando los 
puse a prueba me persuadí de que sabían muchos disparates pero no sabían historia; por eso, después de algunos gritos, tuvieron que 
batirse en retirada. 

Entramos entonces en cuestiones de filosofía y teología; querían sostener el panteísmo de Spinoza, el dualismo de Manes, etc., etc... 
pero tuvieron que desistir muy pronto de sus argumentaciones; entonces se pusieron a gritar y vociferar tan fuerte contra la existencia de 
Dios, que me pareció mejor dejarles desahogarse para poder responderles. Cuando se calmaron un poco, a modo de broma, les conté el 
cuento de la gallina y el gallinero y después les pregunté: 

-Qué le parece a usted?, pregunté a un médico; qué se hizo antes el huevo o la gallina? 

-Ciertamente primero la gallina, que después puso el huevo. 

((702)) -De dónde nació la gallina? 

-Del huevo... 

-Quién hizo, pues, el primer huevo del que nació la gallina? 

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Entonces el médico quería responder, pero no sabía. 

-Digan ustedes algo, dije a los acompañantes. 

Pero ninguno hablaba. 

-Digan al menos lo que les parece más exacto. 

Y continué: 

-Fue primero el huevo o la gallina? 

En aquel momento montó él en cólera y en el arrebato dijo: 

-Al diablo con el huevo y la gallina; no sé qué responder. 

Entonces todos se pusieron a reír y a aplaudir. Después, uno de ellos empezó a hablar: 

-Yo pondría el huevo y la gallina en mejores manos que las del diablo. Daría la gallina y el huevo a un buen cocinero para freírlos y 
servirnos una buena merienda después de esta lluvia. Usted, señor Doctor, vaya del huevo a la gallina cuanto quiera, pero deberá concluir 
que hay un Dios que ha creado el huevo o la gallina, de la cual vino después el huevo. Por tanto, vamos de padre a hijo, pero debemos 
concluir con un hombre creado por Dios, esto es con Adán, que es el primer hombre del mundo. 

Aquí acabaron las discusiones; ellos me pidieron mi nombre y yo les pedí el suyo; y a continuación hablamos sobre el Oratorio, hasta 
llegar a Lanzo. 

Contaba con pasar la noche allí, pero el teólogo Bertagna y el maestro de obras Felice habían determinado proseguir el camino, y como 
había disminuido la lluvia, me uní a ellos camino de San Ignacio. Eran las ocho cuando empezamos a subir la elevada montaña. Al poco 
rato oscureció el cielo y se hizo de noche, perdimos la senda y nos encontramos entre rocas y peñascos. Mientras estábamos pensando 
qué camino tomar, he aquí que se disiparon las nubes y apareció la luna que nos marcaba nuestra dirección. Entonces emprendimos el 
camino y entre cantos y montones de piedras llegamos a la cumbre. Nada nos intimidó, salvo cuando Felice se extravió y no volvimos a 
verle hasta llegar a la cumbre. Estábamos cansados y molidos; eran las diez. Mas cuál fue nuestra sorpresa cuando llegamos al Santuario 
y no nos encontramos ni una alma para que nos abriera. A fuerza de llamar, de golpear y hasta de romper, al fin nos vinieron a abrir y nos 
prepararon una buena cena que, teniendo en cuenta nuestro voraz apetito, resultó estupenda. Después nos agarró el sueño y como era 
medianoche, nos fuimos a descansar. 

Buenas noches también para vosotros. 

Mañana espero escribir cosas más importantes. Rogad por mí, queridos amigos, que yo rezo también por vosotros. La Santísima Virgen 
nos conserve a todos suyos y siempre suyos. Haced una comunión espiritual o sacramental según mi intención. Amén. 

San Ignacio, 22 de julio, 1864. 

Vuestro afectísimo en el Señor
JUAN BOSCO, Pbro.


((703)) No debió escribir don Bosco la segunda carta prometida, pues no hay rastro de ella en ningún documento. Quizá el sagrado 
ministerio le tuvo ocupado todos aquellos días. El presbítero Arró hizo que los aprendices fueran al recibidor de los estudiantes y leyó a 
todos juntos lo que había escrito don Bosco. 

Hay que advertir que, hacía ya algún año que las dos secciones 

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de alumnos tenían un lugar o sala aparte, para rezar las oraciones de la noche y para recibir los avisos de su propio superior. Sólo se 
reunían todos cuando había que darles alguna comunicación extraordinaria. Terminados los ejercicios, don Bosco bajó de San Ignacio y, 
como lo había prometido, volvió a Lanzo para entenderse con el Alcalde y acabar los trámites con las autoridades escolásticas. 

El Gobierno Civil de Turín había enviado el decreto de la Diputación Provincial. 

Vista el acta del Consejo Municipal de Lanzo, con fecha 20 de junio próximo pasado, comunicando la reapertura del colegio y el 
convenio con don Juan Bosco; 

Oído el Relator; 

Considerada la conveniencia y utilidad de un colegio público en Lanzo: 

La Diputación Provincial otorga la aprobación del mencionado acuerdo, únicamente en lo referente a los gastos, debiendo la parte que 
concierne a la enseñanza y al convenio particular verificado con don Bosco, ser aprobada por la Autoridad escolástica competente, de la 
que debe totalmente depender, de acuerdo con las leyes sobre instrucción pública. 

Turín, 15 de julio, 1864. 

El Gobernador Presidente
PASOLINI
El Secretario
ZORRO


Por tanto urgía enviar con presteza al Inspector provincial de las escuelas primarias y al Real Delegado de estudios, todos los 
documentos requeridos por la ley. Don Bosco les presentaría los diplomas de los profesores y maestros allí destinados. ((704)) Mas por 
aquel año, en atención a que no había alumnos para las clases de humanidades y de retórica, el Municipio se conformaba con tres 
profesores para el bachillerato. En cuanto al préstamo, declaró don Bosco que no tenía ninguna prisa. Al volver a casa, hizo imprimir y 
divulgar el programa, similar al de Mirabello. 

Don Domingo Ruffino, por su parte, como director de estudios, organizaba los exámenes finales en el Oratorio. 

El día 31 de julio se celebró solemnemente el reparto de premios y se clausuró el curso escolástico. Muchos personajes distinguidos 
acudieron a aquella genial solemnidad. Don Bosco había invitado también al conde Cibrario, de quien recibió el siguiente escrito: 

«Muy agradecido al amabilísimo don Bosco, pero, muy a mi pesar, no puedo, por razón de salud, aprovechar su atenta invitación. 

20 de julio. 

Conde Luis Cibrario». 

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((705)) 

CAPITULO LXIX 

DECRETO DE APROBACION DE LA SAGRADA CONGREGACION DE OBISPOS Y REGULARES EN FAVOR DE LA 
INSTITUCION SALESIANA -TRECE OBSERVACIONES SOBRE LAS REGLAS DE LA MISMA -CARTA DE DON BOSCO AL 
CARDENAL QUAGLIA AGRADECIENDO EL DECRETO -MEMORANDUM DE DON BOSCO A LA SAGRADA 
CONGREGACION, ACERCA DE LAS TRECE OBSERVACIONES -TRADUCCION DE LAS REGLAS A LA LENGUA LATINA 
UNA gran alegría le esperaba a don Bosco por aquellos días. 

La Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, después de haber oído el parecer de varios consultores, tras un minucioso examen, 
publicaba el 23 de julio de 1864, juntamente con la autorización del Sumo Pontífice, el Decreto llamado de alabanza o de aprobación, 
autorizando la existencia y el espíritu de la nueva Sociedad. Se difería, no obstante, para tiempo más oportuno la aprobación de las 
Constituciones y, teniendo en cuenta las especiales circunstancias de tiempos y lugares, se designaba a don Bosco Superior General de 
por vida, fijando por doce años la duración en el cargo de su sucesor. 

Este decreto, con la carta de costumbre, fue enviado al Vicario Capitular de Turín, el cual lo transmitió a don Bosco. 

DECRETO 

De la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares para la Institución Salesiana. 

Compadecido de la condición de los muchachos más pobres, el sacerdote Juan Bosco, de la diócesis de Turín, comenzó desde 1841, 
con la ayuda de otros sacerdotes, a recogerlos y enseñarles los primeros elementos de la Fe Católica, y a socorrerlos con ayudas 
materiales. De aquí surgió la Pía Sociedad, que, tomando nombre de San ((706)) Francisco de Sales, consta de sacerdotes, clérigos y 
laicos. Los socios hacen profesión de los tres tradicionales votos simples de pobreza, obediencia y castidad; están bajo la dirección del 
Superior General, que es llamado Rector Mayor, y, además de la propia santificación, se proponen como fin principal atender a las 
necesidades tanto materiales como espirituales de los jovencitos, especialmente los más pobres. 

Desde el principio de la Pía Congregación, se preocuparon con tal atención y diligencia de cuanto juzgaron que podía ayudar a su 
finalidad, que todos conocieron 
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la gran utilidad que con sus fatigas proporcionaron a la Religión Cristiana; y muchísimos Obispos los llamaron a sus respectivas diócesis 
asociándolos como solícitos y laboriosos obreros para cultivar la viña del Señor. Pero el ya nombrado sacerdote Juan Bosco, que es el 
fundador y a la par Superior General de la Pía Sociedad, creyó faltarle mucho a él y a sus socios, si no se añadía a la misma Sociedad la 
Aprobación Apostólica. 

Recomendado por tanto por bastantes Obispos, ha pedido hace poco con humildísima súplica la referida aprobación a la Santidad de 
nuestro Señor Pío IX y presentó las constituciones para su autorización. Su Santidad, en la audiencia tenida con el que suscribe, 
Monseñor Pro-Secretario de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, con fecha 1 de julio de 1864, alabó y recomendó 
ampliamente la mencionada Sociedad, atendidas las cartas comendaticias de los referidos Obispos, como con el presente Decreto la alaba 
y recomienda como Congregación de votos simples, bajo la dirección del Superior General, salva la jurisdicción de los Ordinarios, según 
lo prescrito por los Cánones y Constituciones Apostólicas, dejando para tiempo más oportuno la aprobación de las Constituciones. 
Además, Su Santidad, consideradas las circunstancias especiales concedió, de la misma forma que este Decreto concede, que el actual 
Superior General, o Rector Mayor, permanezca para toda la vida en su cargo, si bien está establecido que el Superior General de la Pía 
Sociedad permanezca en el cargo solamente durante doce años. 

Dado en Roma por la Secretaría de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares, el día 23 de julio de 1864. 

A. Cardenal QUAGLlA, Prefecto ESTANISLAO SVEGLIATI, Pro-Secretario 1 
1 DECRETUM 

Pauperum adolescentulorum miserans conditionem sacerdos Ioannes Bosco e Dioecesi Taurinensi, iam ab anno 1841 aliorum 
Presbyterorum etiam auxilio fretus, illos in unum colligere, Catholicae fidei rudimenta edocere, et temporalibus subsidiis levare instituit. 
Hinc ortum habuit Pia Societas, quae a Sancto Francisco Salesio, nomen habens, ex Presbyteris, Clericis et Laicis constat. Socii tria 
consueta simplicia vota obedientiae, paupertatis et castitatis profitentur; Superioris Generalis, qui Rector Maior nuncupatur, directioni 
subsunt, et praeter propriam sanctificationem, praecipuum hunc habent finem, ut quum temporalibus, tum spiritualibus adolescentium 
praesertim miserabilium commodis inserviant. 

Iam inde a Piae Congregationis principio, quae ad huiusmodi consilii rationem pertinere arbitrati sunt, adeo studiose deligenterque 
curarunt, ut maximun ex eorum laboribus Christianae Reipublicae fractum accessisse exploratum omnibus sit; et quamplures Antistites in 
proprias eos Dioceses advocaverint, quos tamquam solertes strenuosque operarios in vinea Domini excolenda sibi adiutores adsciscerent. 
Verum, praenominato sacerdoti Ioanni Bosco, qui Fundator simulque Superior Generalis Piae Societatis est, multum sibi suisque sociis 
deesse visum est, nisi eidem Societati Apostolica accederet confirmatio. 

Commendatus idcirco a pluribus Antistitibus praefatam confirmationem a SS. Domino Nostro Pio Papa IX humillimis precibus 
nuperrime postulavit, et Constitutiones approbandas exhibuit. Sanctitas Sua in audientia habita ab infranscripto Domino pro Secretario 
Sacrae Congregationis Episeoporum et Regularium sub die prima Iulii 1864, memoratam Societatem, attentis Litteris Commendatitiis 
praedictorum Antistitum, uti Congregationem votorum simplicium, sub regimine Moderatoris Generalis, salva Ordinariorum 
iurisdictione, ad praescriptum sacrorum Canonum et Apostolicarum Constitutionum, amplissimis verbis laudavit 
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((707)) Al mencionado Decreto de alabanza a la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, unía la Sagrada Congregación de Obispos y 
Regulares las siguientes trece observaciones sobre las constituciones. 

Animadversiones in Constituciones Observaciones a las Constituciones 
Sociorum sub titulo S Francisci de la Sociedad de S. Francisco de 
Salessi in Dioecesi Taurinensi. Sales en la diócesis de Turín. 

1.° Munus Rectoris Majoris seu 1.° El cargo de Rector Mayor, o superioris Generalis ad duodecim Superior General, durará 
doce 
annos erit duraturum, nec in eo doce años, y no podrá ser 
poterit confirmari sine venia confirmado sin el consentimiento 

S. Sedis. de la Santa Sede. 
|palabras 
(708))2.° Consultius erit expungere 2.° Sería mejor suprimir las 
in Constitutionibus verba quibus de las Constituciones, según las 
sociis prohibetur ne in rebus cuales se prohíbe a los socios 
politicis partes assumant. tomar parte en los asuntos 

políticos. 

3.° Vota quae in hujusmodi 3.° Los votos que se emiten en 
Institutis emittuntur sunt Institutos de estas características 

S. Sede reservata, son reservados a la Santa Sede; 
ideoque delendum por consiguiente debe quitarse de 
in Constitutionibus de las Constituciones |dispensados 
praedicta vota dispensari posse a que dichos votos pueden ser 
Superiore Generali. por el Superior General. 
4.° Permittendum non est, ut 4.° No se ha de permitir que el 
Superior Generalis Superior General 
relaxare possit sociis pii pueda conceder a los socios |para 
Instituti Litteras Dimissoriales ad del Pío Instituto las dimisorias Ordines suscipiendos, recibir las ordenes sagradas; 
idque pariter in Constitutionibus lo cual quítese también de las 
deleatur. Constituciones. 

5.° Reservandum erit Beneplacitum 5.° Debe reservarse al Beneplácito 
Apostolicum pro alienationibus ac Apostólico el enajenar y contraer 
debitis contrahendis ad praescriptum deudas, según lo prescrito por los 
sacrorum canorum. Sagrados Cánones. 

6.° Non expedit remittere arbitrio 6.° No conviene dejar al arbitrio 
Sociorum depositionem Rectoris de los Socios la deposición del 
Maioris,seu Superioris Generalis,sed Rector Mayor, o Superior General, 
praescribendum erit, ut depositio sino que se 
effectum habere 

atque commendavit, prout praesentis Decreti tenore laudat atque commendat: dilata ad opportunius tempus Constitutionum approbatione. 
Insuper Sanctitas Sua, attentis peculiaribus circumstantiis, indulsit, veluti huius Decreti tenore indulget, ut hodiernus Moderator 
Generalis, seu Rector Maior, in suo munere, quoad vixerit, permaneat; quamvis constitutum sit, ut eiusdem Piae Societatis Superiot 
Genetalis duodecim tantum annis suum officium exerceat. 

Datum Romae ex Secretaria Sacrae Congregationis Episcoporum et Regularium hac die 23 lulii 1864. 
Loco sigilli. 

A.Card. QUAGLIA, Praef. 

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VOLUMEN VII Página: 598 
STANlSLAUS SVEGLlATI Pro-Secretarius. 

Loco sigilli. 

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re nequeat inconsulta hac Sacra debe prescribir que no puede tener 
Congregatione. efecto su deposición sin previa 
consulta a esta Sagrada Congregación 

7.° Pro fundatione novarum 7.° Para la fundación de nuevas 
domorun, et pro suscipienda in casa, y para recibir de los 
posterum ab Ordinariis directione Ordinarios, en lo porvenir, la 
Seminariorum recurrendum erit in dirección de los Seminarios, habrá 
singulis casibus ad S. Sedem. que recurrir, en cada caso, a la Santa Sede. 

8.° Optandum est ut socii plusquam 8.° Es de desear que los socios se 
unius horae spatio orationi vocali dediquen cada día a la oración vocal 
et mentali quotidie vacent, et ut y mental durante más de una hora, y 
quolibet anno per decem dies que cada año hagan ejercicios 
spiritualia peragant exercitia. espirituales durante diez días. 

9.° Approbandum non est, ut 9.° No se puede aprobar que personas 
personae extraneae pio Instituto ajenas al Pío Instituto sean 
adscribantur per ita dictam inscritas en él, por la así llamada 
affiliationem. afiliación. 

10.° In formula Professionis 10.° En la fórmula de la Profesión 
addendum erit nomen Rectoris coram hay que añadir el nombre del Rector, 
quo emittitur Professio, et verbis ante el cual se emite la misma, y 
«volermi comandare senza riserbo» las palabras quiera mandarme sin 
substituantur sequentia alia verba: reserva han de sustituirse por las 
«e volermi comandare a tenor delle siguientes:y quiera mandarme a tenor 
nostre Costituzioni». con nuestras Constituciones. 

11.° Quolibet triennio Rector Major 11.° El Rector Mayor o Superior 
seu Superior Generalis relationem General deberá enviar, cada trienio, 
status proprii Instituti ad hanc una relación del estado del propio 
Sacram Congregtionem trasmittere Insitituto a esta Sagrada 
teneatur, quae quidem relatio Congregación; esta relación deberá 
complecti debet tam statum comprender tanto la situación 
materialem et personalem, nempe material como la personal, a saber, numerum domorum mat et sociorum, el número de casas y 
socios y la 
quam disciplinarum, scilicet situación disciplinar, es decir, la 
Constitutionum observantiam, observancia de las Constituciones, 
nec non quae respiciunt así como lo tocante a la 
administrationem oeconomicam. administración económica. 

12.° Prout moris est penes pias 12.° Según es costumbre en las Pías 
Praesbyterorum Congregationes Congregaciones Clericales, hágase la 
Constitutionum traductio e traducción de las Constituciones de 
vernacula in latinam lenguam fiat. la lengua vernácula a la latina. 

13.° Ne scrupulis et anxietatibus 13.° Para evitar escrúpulos y 
detur locus, deleantur in ansiedades, quítense de las 
Constitutionibus verba, quibus Constituciones aquellas palabras, 
Superioris praeceptum obligare sub según las cuales, se establece que 
culpa statuitur. que el mandato del Superior obliga 

bajo pecado. 

STANISLAUS SVECLIATI Pro-Secretarius. ESTANISLAO SVECLIATI,Pro-Secretario 

Una vez que don Bosco recibió el precioso Decreto de la Curia Arzobispal de Turín, dirigió la siguiente carta al cardenal Quaglia. 

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((709)) Eminencia Reverendísima: 

Con gran satisfacción de mi parte he recibido el Decreto de aprobación de la Sociedad de San Francisco de Sales, que con singular 
bondad se dignó enviarme V. E. Reverendísima. Siento la obligación de agradecérselo vivamente y, no pudiendo expresarle de otro modo 
mi gratitud, me uniré a todos los miembros de esta Pía Sociedad y a todos los jovencitos recogidos en esta casa, para pedir diariamente las 
bendiciones del cielo sobre su persona a fin de que pueda continuar ad multos annos (por muchos años) en sus graves trabajos para mayor 
gloria de Dios y de su Santa Iglesia. 

Entretanto me interesaré para dar curso a las observaciones hechas sobre las Constituciones de esta Sociedad: luego me encomendaré de 
nuevo a su reconocida bondad para que se digne llevar al deseado témino la obra ya iniciada bajo sus benévolos auspicios. 

Le rogaría añadir un nuevo favor a los ya otorgados y es el suplicarle exprese, en mi nombre y en el de todos los miembros de la 
Sociedad, el más sentido agradecimiento, que todos nosotros sentimos en nuestro pecho hacia la amada persona de Su Santidad. Le 
aseguro que todos los latidos de nuestro corazón van dirigidos a amar a un padre tan tierno que tanto nos quiere en el Señor. 

Portador de esta carta es el teólogo y abogado Emiliano Manacorda, celoso colaborador de esta casa. Es persona acomodada, muy 
adicto al Santo Padre y deseoso de emplear su vida en favor de la Santa Religión Católica. Si acaso usted necesitara servirse de él para 
algún trabajo, él se ofrece de todo corazón a servirle. 

Finalmente en su gran caridad tenga la bondad de impartir su santa bendición sobre mí, sobre todos los alumnos de esta casa, mientras 
con toda estima considero como el más alto honor besar su sagrada púrpura y profesarme. 

De V. E. Rvdma. 

Turín, 25 de agosto, 1864. 

Su humilde y seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Era un gran paso en el camino de su organización el que había dado la Pía Sociedad en virtud de este decreto; pero don Bosco debía 
examinar las trece observaciones hechas a las Reglas, para ver cómo podrían adaptarse a las exigencias de los tiempos y lugares, a las 
dificultades que debían surgir por parte del Gobierno y por la naturaleza misma del nuevo Instituto. ((710)) No parecía que la Sagrada 
Congregación quisiese imponer obligatoriamente todas las correcciones. En efecto, en un folio, firmado por monseñor Svegliati, se 
advertía que algunas de ellas, especialmente la cuarta referente a las dimisorias, se habían hecho porque la Pía Sociedad no estaba todavía 
definitivamente aprobada. También se había invitado a don Bosco para que viera el modo de incluirlas en el lugar oportuno. Se 
necesitaba, además, probar su posibilidad con la práctica. 

Y él preparaba muy despacio el memorial que habría de presentar 
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más tarde al juicio de los Padres de la Sagrada Congregación. Ofrecemos su manuscrito. 

Supra Animadversiones in A propósito de las Observaciones a 
Constitutiones Sociorum sub titulo las Constituciones de la Sociedad 

S. Francisci Salesii in Dioecesi de San Francisco de Sales en la 
Taurinensi. diócesis de Turín. 
Anno Domini 1864 die prima julii El día primero de julio del año 
Sanctitas Domini Nos. Pii Papae IX del Señor de 1864, la Santidad 
precibus humillime exhibitis, benigne de Nuestro Señor el Papa, Pío IX, 
annuens, Societatem S. Francisci dando benignamente su 
Salesii laudare atque commendare asentimiento, se dignaba alabar 
dignabatur ad praescriptum SS.Canonum, y encomendar la Sociedad de San 
dilata tamen ad opportunius tempus Francisco de Sales, de acuerdo 
Constitutionum adprobatione. Insuper con las prescripciones de los 
Sanctitas Sua attentis peculiaribus Sagrados Cánones, dejando, sin 
circumstantiis, indulsit, ut Bosco embargo, para tiempo más 
Ioannes Sacerdos, sicuti Superior oportuno la aprobación de las 
Generalis in suo munere permaneret Constituciones. Además Su 
quoad vixerit, eodemque tempore Santidad, atendidas las 
constituit ut ejusdem Societatis peculiares circunstancias, 
Superior Generalis in posterum duodecim|concedió que el sacerdote Juan 
tantum annis munus suum exerceat. Bosco, permaneciese, mientras 

viviere, en su cargo de Superior
General y determinó al mismo
tiempo que, en lo sucesivo, el
Superior General de esta Sociedad
ejerciese su cargo solamente
durante doce años.


Memorato decreto adnectebantur Añadíanse trece observaciones al 
terdecim animadversiones supra ejusdem|susodicho decreto, sobre las 
Societatis constitutiones. Orator constituciones de esta Sociedad. 
gratissimo animo supra dictum decretum El peticionario recibió de buen et animadversiones idem annexas grado las observaciones 
presentada 
accepit, statimque animum intendit, en dicho decreto, e inmediatamente 
ut ejusdem animadversiones ad praxim se preocupó de poner en práctica 
traduceret, ut si qua difficultas tales observaciones, para que, si 
adpareret, cognosceret, cognitamque apareciese alguna dificultad, ésta 
explanaret. se conociera, y, una vez conocida, 
Omnibus itaque perpensis quae ad se explicase. Sopesado todo lo que 
majorem Dei gloriam et lucrum animarum le pareció relacionado con la 
conferre sibi visum est, supra mayor gloria de Dios y el bien de 
memoratis animadversionibus hac de las almas, cree que deben 
ratione censetur esse obtemperandum. acomodarse de este modo las 

observaciones anteriormente
recordadas.


Animadversio prima. «Munus Rectoris Primera observación. «El cargo de 
Maioris, seu Superioris Generalis Rector Mayor o Superior General 
ad duodecim tantum annos erit durará doce años y no podrá ser 
duraturum,nec in eo poterit confirmado, sin el consentimiento 
confirmari sine venia S.Sedis». de la Santa Sede». 

Adnotatur. Animadversio haec integra Se responde. Se admite íntegra y 

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et absque ulla observatione sin dificultad alguna esta 
admittitur. Ideo adjunctum fuit quod observación. Por eso y se puso en 
in constitutionibus ad hoc erat las Constituciones lo que se 
adjungendum atque mutandum. debía añadir y cambiar sobre el 

particular. 

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Animadversio secunda. « Consultius Segunda observación. «Sería mejor 
erit expungere in constitutionibus suprimir las palabras de las 
verba quibus socii prohibentur, ne Constituciones, según las cuales 
in rebus politicis partes assumant». se prohíbe a los socios tomar 

parte en los asuntos políticos». 

((711)) Adnotatur. Expuncta haec Se responde. Se quitaron estas 
verba fuerunt; nam hic articulus palabras porque este artículo 
eo tantum spectabat, ut sólo miraba a la evitación 
devitarentur vexationes si forte de vejaciones, si por casualidad 
Constitutiones in manus quorundam cayeran las Constituciones en 
laicorum inciderent. Qua propter manos de algunos laicos. En 
in animadversionis obsequium consecuencia se eliminó el 
integer articulus expunctus est. artículo íntegramente en 

obsequio de la observación hecha. 

Animadversio tertia. « Vota quae Tercera observación. «Los votos que 
in ejusmodi Instituto emittuntur se emiten en Institutos de estas 
sunt Sanctae Sedi reservata, características son reservados a la 
ideoque delendum in constitutionibus Santa Sede, por consiguiente debe 
praedicta vota dispensari posse a quitarse de las Constituciones que 
Superiore Generali». dichos votos pueden ser dispensados 

por el Superior General.» 

Adnotatur. Quod de meliori bono est, Se responde. Admitimos con sumo 
quod magis magisque animos cum gusto que es mejor, y que vincula 
Supremo Ecclesiae Antistite más y más las voluntades con el 
strictius vincit, libentissime Supremo Jerarca de la Iglesia. 
admittimus. Adnotatio tantum modo La propuesta sólo se hace para los 
fit circa vota triennalia. Pro votos trienales. Para la utilidad y 
utilitate et speciali Congregationis especial comodidad de la 
commoditate petitur, ut Superior Congregación se pide que el 
Generalis a votis triennalibus Superior General posea la facultad 
dispensandi facultate polleat. Non de dispensar de los votos 
gravis momenti hujusmodi favor trienales. No parece que la 
videtur, cum a temporariis votis concesión de este favor ofrezca 
facultas dispensandi a S. Sede gran dificultad, ya que la Santa 
facillime simplici confessario Sede otorga fácilmente a un simple 
concedatur. confesor la facultad de dispensar 

de los votos temporales. 

Animadversio quarta. «Admittendum Cuarta observación. «No se ha de 
non est ut Superior Generalis permitir que el Superior General 
relaxare possit sociis pii pueda conceder a los socios del 
Instituti litteras dimissioriales Pío Instituto las dimisorias para 
ad ordines suscipiendos. Id pariter recibir las órdenes; lo cual 
in Constitutionibus deleatur». quítese también de las 

Constituciones». 

Adnotatur. Haec conditio si Se responde. De admitirse esta 
admitteretur, maximae equidem condición, se crearían en la 
difficultates pro praxi inde práctica muchísimas dificultades, 
exurgerent, quae hujusmodi que turbarían la existencia de 
societatis modum existendi esta Sociedad, y casi la harían 
turbarent, atquefere impossibilem imposible. 
redderent. 

Enimvero: En efecto: 

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1. ° Regiminis et administrationis 1.° Muy difícilmente se conservaría 
unitas conservari difficillime la unidad de régimen y de 
posset, cum Episcopus jus habeat administración, si el Obispo tiene socios a societate et ab el derecho de apartar a los socios 
officiis revocandi et ad alia de la Sociedad y de sus cargos y de 
ecclesiastica munera obeunda confiarles otros oficios. 
constituendi. 

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Quo in casu contingeret, ut eclesiásticos. En este caso 
administrator alicuius domus, sucedería que el administrados de 
ab Episcopo alio evocetur dum una casa podría ser destinado por 
ipse per obedientiae votum el Obispo a otra casa, mientras 
Superiori suo obedire teneatur. él, por voto de obediencia, está 
Quae quidem vota sunt S. Sedi obligado a obedecer a su Superior. 
reservata. Nec Generali Superiori Por eso, estos votos se han 
jus competeret suos subditos ad reservado a la Santa Sede. Y no 
particulares domos regendas competería al Superior General el 
mittendi praesertim si domus in derecho de enviar a sus súbditos a 
diversa dioecesi essent constitutae. regir sus casa particulares sobre 

Quid vero esset agendum si todo si las casas estuvieran 
Ordinarius volens uti sua establecidas en diversas diócesis. 
jurisdictione ut pluries contigit, »Qué habría que hacer en verdad, 
mitteret unum aut plures socios aut si un Ordinario, queriendo hacer 
eumdem Superiorem Generalem ad aliqua uso de su jurisdicción, como con 
Sacri Ministerii munera obeunda vel frecuencia acontece, enviara a uno 
ad paroecias regendas deputaret? o a varios socios o al mismo 

Superior General a desempeñar 
algunos cargos del sagrado 
ministerio o los nombrase para 
regir parroquias? 

2. ° Neque spiritus unitas servari 2.° Ni puede conservarse la unidad 
potest; nam ut quisque perdifficile de espíritu; pues para que uno 
ministerium sacrum pro adolescentulis ejerza el dificilísimo sagrado 
pauperibus et derelictis exerceat, ministerio en favor de los 
debet apposite rebus, libris, monitis adolescentes pobres y abandonados, 
studere. Haec autem obtineri nequeunt debe formarse con los medios, 
nisi longa experientia edoceatur,quid libros y normas correspondientes. 
et quomodo agendum, evitandum, Todo esto no puede obtenerse, si 
mutandum; haec omnia difficillime no es enseñado por una larga 
disci poterunt si incertum esset experiencia sobre lo que hay que 
tempus quo Socius manere possit in hacer, y cómo, y acerca de los que 
congregatione, antequam a proprio hay que evitar y cambiar: todo lo 
Episcopo alio evocetur. cual muy difícilmente se podría 
aprender, si fuera inicierto el 
tiempo que cada socio pudiera 
permanecer en la Congregación, 
antes de que sea destinado a otro 
menester por el propio Obispo. 

3. ° Nec servare quidem potest 3.° Y no se puede conservar la 
doctrinae et disciplinae unitas. unidad de doctrina y disciplina. 
Namque quisque Socius dum studiis Pues cada socio, mientras se 
vacat, debet scholas, caeremonias, dedica al estudio, debe atender 
collationes in Seminario statutas a las clases, ceremonias y 
frequentare. Episcopus vero id reuniones establecidas en el 
exigere debet, ut de vita et moribus Seminario. Además el Obispo debe 
illius informetur quem suo tempore exigirlo, para estar informado 
((712)) ad sacros ordines admittere sobre la vida y costumbres de 
debet. At hora, tempus, locus aquél a quien en su día ha de 
Seminarii poterunt congruere admitir a las sagradas órdenes. 
cum muneribus et rebus quae in A más »podrían armonizarse el 
Societate quotidie exercentur? horario, el tiempo y el lugar del 
Praeterea unusquisque praeceptor Seminario con las cargas y cosas 

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et antecessor tractatus ad libitum que cada día se realizan en la 
conficit, atque mutare et substituere Sociedad? 
potest, imo novo praeceptore Además cada maestro y predecesor succedente alii et novi tractatus elabora los tratados a su 
placer y introducuntur, quae puede cambiar y sustituir; más 
mutationes aún se introducen 

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unitatem doctrinae et dis iplinae otros y nuevos tratados con el 
difficillime et pene dicam maestro que sucede, cambios que 
impossibilem redderent. Idem harían muy difícil, por no decir 
dicatur de caeremoniis, imposible, la unidad de doctrina y 
collationibus et sermonibus, quae disciplina. Dígase lo mismo de las 
in seminariis fiunt ad erudiendos ceremonias, reuniones y sermones que 
clericos in saeculo viventes, non se tienen en los Seminarios para 
eos qui vitam religiosam ducunt. educar a los clérigos que viven en el 

siglo y no a los que se consagran a 
la vida religiosa. 

4. ° Generatim quomodo conciliari 4. ° Y en general »cómo puede 
potest obedientia proprio Episcopo conciliarse la obediencia al propio 
cum obedientia Superiori debita, Obispo con la obediencia debida al 
cui vi votorum S. Sede reservatorum Superior, a la que está sometido en 
devincitur? fuerza de los votos reservados a la 
Santa Sede? 

5. ° Alia difficultas ratione 5. ° Otra dificultad aparece en 
locorum exurgit, nam nostris razón de los lugares, pues en 
regionibus, Sede vacante, etiamsi nuestras regiones, «Sede vacante», 
annus vacationis transegerit, non aunque pasara el año de vacancia, no 
potest Vicarius Capitularis tradere puede el Vicario Capitular conceder 
litteras dimissoriales, et hoc ob las dimisorias, y esto según las 
civiles constitutiones, quo fit ut constituciones civiles, por lo cual 
quisque ordinandus recurrere debeat sucede que todo ordenado debe 
ad S. Sedem pro singulis recurrir a la Santa Sede para cada 
ordinationibus, quod magnum gignit ordenación, lo cual engendra una 
incommodum et dispendium sicuti grave incomodidad y pérdida de 
impraesentiarum quotidiana tiempo como por el momento lo 
experientia docet. enseña la experiencia cotidiana. 
6. ° Tandem apud nos lex usque dum 6.° Finalmente, la ley vigente entre 
viget, ut Episcopi juvenes in sortem nosotros hace que los Obispos puedan 
Domini vocatos a saeculi militia librar del servicio militar a los 
revocare possint, ratione numeri in jóvenes llamados a la heredad del 
propria Dioecesi habitantium. At Señor, en razón del número de 
non raro contigit ut numerus habitantes de su diócesis. Pero 
revocandorum jam numerum a lege frecuentemente sucede que el número 
concessum excedat, dum alter de los que han de ser eximidos 
Episcopus abundanter hujusmodi supera al concedido por la ley, 
favorem praestare potest. Haec mientras otro Obispo puede prestar 
difficultas de medio tolleretur per este favor con amplitud. Esta 
litteras dimissoriales quibus socios dificultad desaparecería a través de 
transmittere potest ad alios las dimisorias, según las cuales 
Episcopos penes quos peculiares puede transferir los socios a otros 
domus possidentur, vel Obispos en cuya diócesis se posean 
administrantur. o administren determinadas casas. 
7. ° Specialis vero difficultas 7.° Una dificultad especial aparece 
exurgit ex natura Salesianae por la naturaleza de la Sociedad 
Societatis quae ex omnibus terrae Salesiana, que recibe socios de 
partibus socios excipit. todas las partes de la tierra. Lo 
Quo fit ut saepe saepius litterae cual hace que, cada vez con más 
dimissoriales requirendae essent frecuencia, habría que pedir las 
per loca dissitissima cuius dimisorias a lugares muy distantes, 
Ordinarius vel ignoratur vel non cuyo Ordinario se desconoce o no es 
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facile reperiri possit. fácil encontrar. 

8. ° Hoc privilegio generatium 8.° Generalmente gozan de este 
gaudent privilegio 
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Ordines Religiosi et Regularium las Ordenes Religiosas y 
Congregationes. Huiusmodi sunt Congregaciones de Regulares. Así 
Oblati B. M. Virginis justa los Oblatos de la Bienaventurada 
Brevem: Etsi Dei Filius, datum a Virgen María, según el Breve: Etsi 

S. Memoria Leonis Papae XII, mense Dei Filius, dado por el Papa León 
Septembris 1828. XII, de santa memoria en septiembre 
de 1828. 
Hoc idem dicatur de Instituto Dígase otro tanto del Instituto de 
Charitatis adprobato a felice la Caridad, aprobado por Gregorio 
recordatione Gregorii XVI. XVI, de feliz memoria. 

Congregatio autem Praesbyterorum También la Congregación de 
Missionis adprobata a S. P. Urbano Sacerdotes de la Misión, aprobada 
VIII per Bullam: Salvatoris Nostri por el S.P. Urbano VIII, por la 
die duodecima januarii 1632. Bula: Salvatoris Nostri, del 12 de 

enero del 1632. 

Tandem ipse S. P. Pius Papa IX Finalmente el mismo Papa Pío IX (a 
(Quem diutissime Deus sospitem quien Dios conserve largos años) 
servet) per Brevem: Religiosas por el Breve Religiosas Familias, 
Familias, die decima tertia Maji del 13 de mayo de 1859, además de 
1859 praeter facultatem jam primitus la facultad ya otorgada para 
concessam litteras dimissoriales conceder de un modo general las 
generatim concedendi, addit ut dimisorias, añade lo siguiente: 
sequitur: 

((713)) «Clerici Congregationis «Los clérigos de la Congregación 
Missionis, dummodo necessariis de la Misión, mientras cuenten con 
praediti sint requisitis suorumque los requisitos necesarios y las 
Superiorum litteris dimissorialibus, dimisorias de sus Superiores, 
extra tempora a Canonibus instituta pueden recibirlas libre y 
a quocumque catholico Episcopo lícitamente, cumplido lo que es de 
gratiam et Communionem Apostolicae ley, fuera del tiempo señalado por 
Sedis habente, suscipere Iibere los cánones, de cualquier Obispo 
licite, servatis servandis, possunt católico en paz y comunión con la 
et valent». Sede Apostólica». 

Itaque supra memoratis rationibus Por consiguiente, sopesadas las 
perpensis quae ad tempora, loca, razones arriba expuestas, que se 
constitutionem peculiarem hujusce refieren a tiempos, lugares y 
societatis spectant, humillime, peculiar constitución de esta 
exposcitur ut pro litteris Sociedad, humildemente se pide que 
dismissoriis ipso communi en cuanto a las dimisorias pueda 
privilegio fruatur, quo gozar del mismo privilegio común, 
domus, Congregationes atque de las casas, Congregaciones y 
Ordines regulares, habentes domorum Ordenes Regulares que tienen 
communionem, gaudent. comunión de casas. 

Animadversio quinta. «Reservandum Quinta observación. «Debe 
erit beneplacitum Apostolicum pro reservarse al Beneplácito 
alienationibus ac debitis Apostólico el enajenar y contraer 
contrahendis ad praescriptum S.S. deudas, según lo prescrito por los 
Canonum». Sagrados Cánones». 

Adnotatur. Animadversio haec maxima Se responde. Con mucha dificultad 
cum difficultate nostris puede conciliarse esta observación 
constitutionibus conciliari potest; con nuestras constituciones; pues 
nam cum socii in particulari, non siendo los socios en particular, 
ipsa Societas, possideant, nunquam no la misma Sociedad, los que 
adesset casus quo sanctae Sedi esset poseen, no existe el caso para 

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recurrendum. Insuper cum apud nos tener que recurrir a la Santa Sede. 
vigeat ita dictum Regium Placitum, Más aún, estando vigente entre 
pro rebus externis, sequitur nosotros el llamado Regiun Placitum 
rescripta Pontificia foro civili (Plácet Regio) sobre los bienes 
esse sublemittenda. externos, se sigue 

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Quo facto nostra Societas tanquam que los rescriptos pontificios se 
Institutum legale coram civili han de someter al foro civil.Por 
societate haberetur, proinde sub este hecho, dado que nuestra 
legum civilium tutelam, quod idem Sociedad sería considerada como un 
est sub alienam potestatem cederet. Instituto legal ante la sociedad 
Quapropter humillime postulatur, civil, consiguientemente se pondría 
ne haec conditio actu perficiatur. bajo la tutela de las leyes civiles, 
Veruntamen sicut contingere potest, a saber bajo potestad ajena. Por 
ut Superiori vel alii socio bona tanto, humildemente se pide, que 
proveniant quae vel in foro esta condición no se exprese. Sin 
conscientiae, vel coram Eclessia embargo, como puede suceder que, al 
tanquam bona Ecclesiastica ad ipsam Superior o a otros socios le lleguen 
societatem spectantia considerari bienes que, ya sea en el foro de la 
possint, ideo humillime exposcitur conciencia ya sea ante la Iglesia, 
ut Superiori Generali una cum suo puedan ser considerados como bienes 
Capitulo simul collecto, ejusmodi eclesiásticos que se refieren a la 
negotia, si quae forte erunt, misma sociedad, por eso humildemente 
tractandi ac perficiendi facultas se pide que se conceda al Superior 
concedatur. Hoc modo adprobata General, juntamente con su Capítulo, 
fuit Congregatio Scholarum la facultad de tratar y realizar 
Charitatis a felici recordatione asuntos de esta suerte, si por azar 
Gregorii XVI per Breve: existieran. De este modo se aprobó 
Cum Christianae etc. die 21 Iunii la Congregación de las Escuelas de 
1836. la Caridad, por Gregorio XVI, de 

feliz recuerdo, con el Breve:
Cum Christianae, etc. del 21 de
junio de 1836.


Animadversio sexta. «Non expedit Sexta observación. «No conviene remittere arbitrio Sociorum dejar al arbitrio de los socios 
depositionem Rectoris Majoris, la deposición del Rector Mayor, o 
seu Superioris Generalis, sed Superior General, sino que se debe 
praescribendum erit ut depositio prescribir que no puede tener 
effectum habere nequeat inconsulta efecto su deposición sin previa 
hac Sacra Congregatione». consulta a esta Sagrada Congregación 

Congregación». 
Adnotatur. Animadversio haec Se responde. Esta observación está 
undequaque admissa atque in totalmente admitida y acomodada en 
Constitutionibus accommodata. las Constituciones. 
Animadversio septima. «Pro Séptima observación. «Para la 
fundatione novarum domorum et pro fundación de nuevas casas y para 
suscipienda in posterum ab Ordinario recibir de los Ordinarios, en lo 
Directione Seminariorum recurrendum porvenir, la dirección de los 
erit in singulis casibus ad Sanctam Seminarios habrá que recurrir en 
Sedem». cada caso a la Santa Sede». 
Adnotatur. Animadversio haec Se responde. Esta observación 
summopere negotia retardaret, imo retardaría notablemente los asuntos, 
Pontificia rescripta ad forum ya que los rescriptos pontificios, 
externum spectantia cum ad praxim referentes al foro externo, no 
traduci nequeant absque Regio pudiendo ser llevados a la práctica 
Placito, non parvo discrimini sin el Plácet Regio, se expondría a 
administratio societatis ipsaque una situación crítica la 
Societas exponeretur. administración de la Sociedad y la 

misma Sociedad. 
Videtur satius esse, ut in Parece bastante, que en el momento 
fundatione aut in suscipienda de la fundación o de encargarse de 
administratione ((714)) novarum la administración de las casas 
domorum recurratur ad Episcopum nuevas se recurra 
loci, quemadmodum in constitu 

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expositum est. Haec praxis quam al Obispo del lugar, como ya se 
hucusque secuti sumus videtur expone en las Constituciones; 
congruenter satisfacere esta praxis, que hasta ahora 
opportunitatibus locorum, temporum hemos seguido, parece que 
atque personarum: satisface adecuadamente las 
Quod spectat ad rerum temporalium disposiciones de lugares, tiempos 
immobilium gestionem fere ad verbum y personas. Por lo que se refiere 
excerptum est a constitutionibus a la administración de los bienes 
Instituti Scholarum Charitatis de temporales inmuebles, se ha 
quibus supra dictum est. tomado casi al pie de la letra 
de las Constituciones del Instituto de las Escuelas de la 
Caridad, de las que más arriba se ha hablado. 
Animadversio octava. «Optamdum est Octava observación. «Es de desear 
ut socii plusquam unius horae spatium que los socios se dediquen cada 
orationi vocali et mentali quotidie día a la oración vocal y mental 
vacent, et ut quolibet anno per decem durante más de una hora y que 
dies spiritualia peragant exercitia». cada año hagan ejercicios espirituales durante diez días». 

Adnotatur. Cum haec animadversio de Se responde. Como esta meliore Societatis bono sit, libenti observación es para mayor 
bien de 
animo admittitur, atque hoc sensu in la Sociedad, se admite con agrado 
constitutionibus accomodatur. y se acomodan las Constituciones 

en este sentido. 

Animadversio nona. «Approbandum non Novena observación. «No se puede 
est ut personae extraneae Pio aprobar que personas ajenas al 
Instituto adscribantur per ita Pío Instituto sean inscritas en 
dictam affiliationem». él, por la así llamada 

afiliación». 

Adnotatur. Cum fere omnes Se responde. Como casi todas las 
Congregationes et Ordines religiosi Congregaciones y Ordenes 
habeant tertiarios quos amicos vel Religiosas tienen sus terciarios, 
benefactores vocamus, quique que llamamos amigos o 
specialiter bonum Societatis bienhechores, los cuales, al 
promoventes sanctiorem vitam promover especialmente el bien de 
appetunt, atque constitutiones la Sociedad, ansían una vida más 
religiosas in saeculo, quoad fieri santa, y por cuanto es posible se 
poterit, observare satagunt, ideo preocupan de observar las 
humiliter postulatur ut hoc caput constituciones religiosas en el 
si non in textu saltem in finem siglo, humildemente se pide que 
constitutionum tanquam appendix este capítulo sea aprobado, si no 
approbetur. en el texto, al menos como un 

apéndice al final de las 
Constituciones. 

Animadversio decima. «In formula Décima observación. «En la 
professionis addendum erit nomen fórmula de la Profesión hay que 
Rectoris coram quo emittitur añadir el nombre del Rector ante 
professio, et verbis volermi el cual se emite la misma y las 
comandare senza riserbo, palabras quiera mandarme sin 
substituantur sequentia alia verba: reserva han de sustituirse por 
Volermi comandare a tenore delle las siguientes: y quiera mandarme 
nostre costituzioni». a tenor con nuestras Constituciones». 

Adnotatur. Haec duo animadversiones Se responde. Se admiten estos dos 
absque observatione admittuntur reparos sin ninguna observación y 

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VOLUMEN VII Página: 607 

atque hoc sensu in constitutionibus se acomodan las Constituciones en 
accomodantur. este sentido. 

Animadversio undecima. «Quolibet Undécima observación. «El Rector 
triennio Rector Major seu Superior Mayor o Superior General deberá 
Gerra enviar 

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relationem status proprii cada trienio una relación del 
instituti ad hanc sacram estado del propio Instituto a 
Congregationem transmittere esta Sagrada Congregación; esta 
teneatur, quae quidem relación deberá comprender 
relatio complecti debet tanto la situación material 
tam statum materialem et como la personal, a saber, el 
personalem, nempe numerum número de casas y socios, y la 
domorum et sociorum, quam situación disciplinar, es 
disciplinam scilicet decir, la observancia de las 
constitutionum observantiam, Constituciones así como lo 
nec non quae respiciunt tocante a la administración 
administrationem oeconomicam». ecónomica». 

Adnotatur. Cum haec animadversio Se responde. Como quiera que 
eo tendat ut totum societatis corpus esta observación tiende a que 
cum suprema Ecclesiae autoritate la Sociedad entera esté 
strictius vinciatur, ideo libentissime estrictamente unida con la 
admittitur, atque in hoc sensu in suprema autoridad de la 
constitutionibus fuit accomodata. Iglesia, se admite con mucho 

gusto, y ya fue introducida 
en este sentido en las 
Constituciones. 

Animadversio duodecima. «Prout moris Duodécima observación. «Según 
est penes Pias praesbyterorum es costumbre en las Pías 
Congregationes, constitutionum Congregaciones Clericales, 
traductio e vernacula in hágase la traducción de las 
latinam linguam fiat». Constituciones de la lengua 

vernácula a la latina». 

Adnotatur. Animadversio haec Se responde. Ya se mandó 
executioni jam mandata fuit cumplir esta observación según 
sicuti in exemplari adnexo puede verse en el ejemplar 
cerni potest. adjunto. 

Animadversio decimatertia. «Ne Décimatercera observación. 
scrupulis et anxietatibus detur «Para evitar escrúpulos y 
locus, deleantur in constitutionibus ansiedades quítense de las 
verba quibus Superioris praecepta Constituciones aquellas 
obligare sub culpa statuitur». palabras según las cuales se 

establece que el mandato del 
Superior obliga bajo pecado». 

((715)) Adnotatur. Hoc in Se responde. Esto ya fue 
constitutionibus accommodatum fuit, corregido en las Constituciones 
et sicuti in supradicta animadversione y así como en esta observación 
non notantur verba expungenda, ideo si no se señalan las palabras a 
quid mutandum vel delendum est corregir, por tanto, si hubiere 
amplissima corrigendi facultas que cambiar o quitar algo, se 
benevolo Relatori conceditur, concede amplísima facultad para 
quemadmodum in Domino bonum corregir al benévolo Relator, 
meliusve judicaverit. según lo juzgare mejor en el 

Señor. 

Este era el estilo de su memorial. Como se ve, él quería presentar respetuosamente a la Santa Sede, algunas dificultades serias, que 
saldrían al paso al llevar a la práctica algunas de aquellas observaciones. Por tanto, pedía que se conservase en las Reglas, o mejor, se 

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concediese a la Congregación Salesiana, la facultad de dispensar de los votos trienales, de conceder las dimisorias para la promoción a las 
órdenes sagradas, la dispensa condicionada para pedir licencia a la Santa Sede sobre arriendos y préstamos, y el conferir al Ordinario el 
derecho a autorizar la fundación de nuevas casas. 

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Con otras nueve observaciones, modificaba él sin más, las Constituciones, cuya traducción al latín se cuidó de hacer cuando fue 
necesario mandarlas de nuevo a Roma. 

Lo que en el número nueve proponía suprimir el Consultor eran los artículos referentes a los externos, que dejan entrever la idea de los 
Cooperadores Salesianos. 

Vea el lector el Apéndice seis, título dieciséis. 

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((716)) 

CAPITULO LXX 

VARIAS CARTAS DIRIGIDAS A DON BOSCO: PERSUASION DE QUE CONOCE EL ESTADO DE LAS CONCIENCIAS; 
RECUERDO DE UNA VISITA AL VENERABLE, SUS RELACIONES CON UN NOBLE SEÑOR, Y SUS CARTAS, QUE HACEN 
VER EN EL UN HOMBRE PREDILECTO DE DIOS; SUS PALABRAS AL IMPONER EL VELO A UNA RELIGIOSA 
-ATENCIONES PARA LAS RELIGIOSAS DEDICADAS A LA EDUCACION DE LAS NIÑAS -CARTAS A DON BOSCO DE LOS 
ALUMNOS EN VACACIONES -DON BOSCO VE EL PELIGRO DE UN JOVEN LEJANO Y LE LIBRA DE EL -SUS CHARLAS A 
LOS NUEVOS ALUMNOS: RESUMENES MORALES QUE PITAGORAS EXIGIA A LOS ALUMNOS; IMPORTANCIA DE NO 
PONERSE LAS MANOS ENCIMA -LECTURAS CATOLICAS -DON BOSCO VA A MONTEMAGNO: 
PREDICA UN TRIDUO DE PREPARACION A LA FIESTA DE LA ASUNCION DE MARIA AL CIELO -PROMETE LA LLUVIA 
AL PUEBLO DESOLADO POR LA SEQUIA, SI TODOS SE RECONCILIAN CON DIOS -MARIA SANTISIMA CONCEDE LA 
GRACIA -MUERTE DE UN SOCIO CLERIGO -REFLEXION SOBRE LAS REPETIDAS MUERTES DE JOVENES BUENOS 

LA correspondencia ocupaba a don Bosco todo el tiempo que le quedaba libre, entre los múltiples e importantísimos asuntos que debía 
resolver. Se referían a diversas cosas, relacionadas con la vida espiritual y la conciencia. Innumerables personas, aun de mucha cultura 
civil y religiosa, tenían la persuasión de que don Bosco gozaba de luces especiales de Dios, las cuales no se vieron disminuidas durante 
toda su vida; tan evidente era la sabiduría de sus consejos y tan frecuente la revelación de los más ocultos secretos. ((717)) Pocas de estas 
cartas nos quedan, ya que las que él escribía se las guardaban los que las recibían. Las peticiones se rompieron después, salvo pocas 
excepciones. Y de alguna, de las que quedaron, sacaremos frases honoríficas para don Bosco. 

La condesa Isabel Gerini escribía a don Bosco, desde Florencia, el 30 de julio de 1864. 
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«Siento confusión ante la gran caridad que V.S. ha tenido conmigo, y no encuentro palabras para agradecérselo como quisiera. 

»He quedado verdaderamente sorprendida y muy admirada de la infinita misericordia de Dios, que se ha dignado iluminarle tan 
prodigiosamente, para darme consejos sumamente necesarios para mi alma, sin que yo le hubiese todavía manifestado de algún modo mis 
pensamientos, dudas y temores. 

»Doy gracias a Dios por tan gran bondad, y también agradezco sin medida a V. S. que me haya alcanzado un favor tan grande de 
Nuestro Señor... 

»Yo conservo su preciosa carta como un tesoro y quiero tenerla siempre como norma de mi vida...». 

Una noble dama, la señora Carolina María S., enviaba a don Bosco, desde Venecia, las siguientes líneas el 11 de agosto de 1864. 

«La bondad con que usted se dignó recibirme, cuando tuve la fortuna de hablarle en Turín, me anima a dirigirle estos pocos renglones 
suplicándole se interese por mi pobre alma... Querría abrirle cándidamente mi pobre corazón, pero es imposible hacerlo. Espero, sin 
embargo, que el Señor le dé a conocer toda mi gran miseria y le inspire emprender la curación... Yo quisiera amar y servir a Jesús, pero... 
No añado más porque estoy segura de que usted lee en mi corazón y me comprende». 

E iban a consultarle desde Roma. 

Precisamente en este mes don Bosco conoció al marqués Angel Vitelleschi, que iba por vez primera a Turín con su esposa y un hijo. 
Fueron al Oratorio y se confesaron con él. Desde aquella fecha se estableció entre ((718)) don Bosco y aquellos señores una gran amistad. 
En el 1865 le escribía el Marqués recomendando a sus oraciones la propia familia y añadía: 

«Esperamos a la Marquesa de Villarios, que tiene intención de pasar unos meses en Roma. Vivo siempre ilusionado con que usted 
pueda venir a Roma. Cuánto nos gustaría; pero temo que ello no se realice por el momento». 

Y después escribió a don Miguel Rúa, el 4 de febrero de 1888: 

«Nosotros recibimos siempre de don Bosco testimonios de amabilidad y de caridad. Conservo algunas cartas suyas como precioso 
recuerdo y, una entre todas, que me ha proporcionado el convencimiento de que don Bosco era un hombre extraordinario y 
verdaderamente amado por Dios». 

Desde un monasterio de Turín, escribía sor Magdalena Verónica una carta diciéndole a don Bosco: 
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«Faltaría a mi deber si no le dirigiese unas líneas para agradecerle la gran bondad que tuvo conmigo al recibir mi profesión religiosa... 
Al entregarme el santo velo, me dijo que lo llevara sin mancha hasta el tribunal de Dios; ayúdeme por favor a conservarlo limpio. 
Dígnese, a tal fin, visitar el pino que ha plantado y examinar si en su tronco ha brotado alguna ramita, que le impida crecer muy alto; yo 
procuraré preparar alrededor un jardín, del que emane el suavísimo perfume de la rosa y de la violeta... Me esforzaré por imitar al 
girasol». 

Repetía ciertamente las palabras proferidas por don Bosco en el momento de la sagrada ceremonia. 

Aquí hacemos una digresión, advirtiendo cómo don Bosco se interesaba por las Religiosas del Refugio, y además por otras hermanas 
que se dedicaban a la salvación y educación de la juventud femenina. 

Don Bosco había dispuesto que uno de sus sacerdotes fuese a celebrar diariamente la santa misa en el Instituto de San Pedro, donde por 
entonces eran internadas las pobres muchachas recién salidas de la cárcel. Esta obra, fundada por don Pedro Merla, a quien habíamos 
visto atender a los muchachos del Oratorio en 1846, tenía como Director al ((719)) teólogo Vola. Prestaban su ayuda algunas Hermanas 
de San Vicente del Cottolengo. 

Del mismo modo atendía a las religiosas del Buen Pastor, privadas de Capellán por una detestable deliberación de la Comisión de la 
Obra Pía; las proveía diariamente de la santa misa; de dos misas los domingos y de confesor para las muchachas allí internadas o 
encerradas y vigiladas; y también de clérigos para el servicio de las funciones religiosas. 

Y ahora volvamos a los muchachos. 

Además de las cartas de los de fuera de casa, don Bosco recibía las de muchos de sus alumnos, que estaban de vacaciones en aquel mes, 
a las que no dejaba de responder. En ellas preguntaban, pedían consejo, describían cómo pasaban sus días y le hacían encomiendas en 
nombre del párroco, de los padres, de los bienhechores y de otras personas que querían ser recomendadas al siervo de Dios. En una de 
ellas se lee: 

«Una pobre madre de familia me encarga le diga si quiere hacer el favor de bendecirla, porque padece dolores hace mucho tiempo». 

Un joven escribe: «Me dice una buena mujer que le pida, por amor de Dios, la bendiga junto con su familia, pero ruega especialmente 
que le bendiga sus ojos muy enfermos, pues siempre teme 
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quedarse ciega y no poder volver a ver a sus hijos, que se encuentran lejos de casa». 

Otro alumno: «Mi madre le ruega que rece por ella a fin de que pueda llevar a toda su familia al cielo». 

Resulta graciosa la petición de un estudiante de primer curso: «Le ruego que me bendiga a mí, a mis padres, a mi hermano, a mis 
hermanas, a todos mis parientes, a los animales y a los campos». 

Don Bosco rezaba, bendecía y parecía seguir con su mirada, aun de lejos, a algunos de sus muchachos. Uno de éstos, con el permiso de 
don Víctor Alasonatti, ya que don Bosco se hallaba ausente, fue a pasar unos días de vacaciones con unos parientes. Mas allí le tendieron 
un lazo, que al principio no advirtió el pobrecito. Un día muy caluroso, ((720)) dormitaba al pie de un árbol y de pronto le despertó un 
fuerte ruido que retumbaba como si fuera un trueno. En aquel momento advirtió que le tendían asechanzas a su virtud, y, sin más, regresó 
al Oratorio. 

Habiendo entre tanto regresado don Bosco a casa, había preguntado enseguida dónde estaba aquel muchacho, y se le veía tan agitado e 
impaciente que causaba admiración. 

El jovencito se presentó a don Bosco apenas llegó. Este se serenó, le miró con aquella su mirada singular y penetrante, y exclamó: 

-íHola, muy bien! 

-íAh, don Bosco! Si usted supiese... 

-Lo sé todo, respondió don Bosco, y he rezado por ti. 

Este alumno estuvo siempre persuadido de que don Bosco había visto su peligro por inspiración sobrenatural. Y actualmente ya 
anciano, doctor en letras, sacerdote, religioso, nos contó muchas veces el hecho con todas las circunstancias que hemos señalado. El es 
uno de aquéllos, cuyo hermoso porvenir vio don Bosco en el sueño de la rueda. 

A principios de agosto entraban en el Oratorio los alumnos nuevos que se preparaban para las clases de bachillerato. Cada año pasaban 
éstos del centenar. Había que informarles sobre el reglamento de la Casa, acostumbrarles a la obediencia, a una compostura más 
decorosa, y orientarles en la vida de cristiana piedad. Era esta una ocupación que don Bosco cumplía hablándoles con frecuencia por la 
noche. Tenemos dos de estas charlas de agosto, que nos conservó don Domingo Ruffino. 
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I


Es mi costumbre aconsejar a los alumnos que entran nuevos en la Casa lo mismo que Pitágoras (célebre filósofo italiano 1 de la 
antigüedad), exigía de sus discípulos.Cada vez que se le presentaba uno nuevo, quería para admitirlo en su escuela, que antes le hiciese en 
confianza una minuciosa declaración, o sea una especie de confesión, de toda su vida pasada. Notad que ((721)) era un filósofo pagano, el 
cual, sin embargo, buscaba merced a los muchos conocimientos adquiridos, ser útil a sus semejantes. Pedía, pues, tal manifestación y 
daba la razón de ello diciendo: «rque si no sé todo lo que han hecho en el pasado, no puedo aconsejar los remedios que requiere su estado 
y la moralidad de sus costumbres». Después cuando un joven era admitido en su escuela como alumno, quería que le abriese el corazón 
en todo:«Porque, añadía, si no conozco su interior, me resulta imposible hacerles el bien que deseo y que ellos necesitan». 

Lo mismo os aconsejo a vosotros, queridos muchachos. Creen algunos que basta abrir plenamente el corazón al director espiritual para 
comenzar una vida nueva, y que han hecho una confesión general cuando lo dicen todo... Eso es una gran cosa, pero no lo es todo... Se 
trata no sólo de remediar el pasado, sino también de prevenir el futuro con firmes resoluciones... En cuanto al porvenir, para caminar con 
seguridad debéis revelar vuestros defectos habituales, las ocasiones en que solíais caer, las pasiones dominantes; cumplir los consejos y 
avisos que se os darán poniéndolos fielmente en práctica; y después perseverar teniendo abierto vuestro corazón con entera confianza, 
exponiendo de tanto en tanto las necesidades, las tentaciones, los peligros, de modo que quien os dirige pueda guiaros con seguridad. 

Pero quede bien entendido que debéis poner como fundamento una buena confesión... En cuanto al pasado, declarad todo el mal que 
habéis hecho, no sólo para que el confesor pueda conocer vuestra alma, sino sobre todo para asegurar las confesiones de la vida pasada y 
poder decir después: -En cuanto al pasado estoy tranquilo; así podré en adelante vivir más alegre. De este modo tendréis la seguridad de 
la ayuda del Señor en todas las circunstancias de vuestra vida, siendo con vuestro amor y humildad sus verdaderos hijos y amigos. 

II 

Esta noche tengo que recomendaros una cosa muy importante. San Felipe, san Carlos Borromeo, san Francisco de Sales, san Sebastián 
Valfré la recomendaban a todos los jóvenes. La recomiendan los señores por urbanidad y educación; la recomiendan todos los buenos 
cristianos para evitar el mal. Se trata de no poner nunca las manos encima. Parece cosa de poca monta, y sin embargo es muy importante, 
y el demonio, que es un pícaro, se sirve de ello para tenderos asechanzas. 

Entonces no hay que ponerse las manos encima en ninguna ocasión? íEntendámonos bien! Si uno debe ayudar a un enfermo, levantar 
del suelo a quien se ha caído, no tan sólo puede, sino que debe. Dos muchachos que vuelven de vacaciones se estrechan la mano. Pase: no 
hay ningún inconveniente. Más aún, para mayor claridad; al ir por la noche al dormitorio, dos, al cruzarse, se ((722)) dan la mano para 
augurarse una buena noche: no les reñiré. Pero eso de poner las manos cruzadas sobre 

1 Pitágotas: No comprendemos -salvo error tipográfico-cómo podía don Bosco decir, según el original italiano, que Pitágoras, el 
filósofo y matemático de Samos, fuera italiano. (N. del T.) 
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las espaldas, eso de agarrarse tres o cuatro de bracete y pasear así, arriba y abajo, descaradamente, eso de saltar sobre los lomos, eso de 
echarse por tierra, es algo mal hecho y contrario a la buena educación y la buena crianza. 

El demonio es aprendiz y maestro; aprendiz por la experiencia que tiene desde hace muchos siglos, y maestro por su refinada malicia, y 
él se sirve de esto para arrastrarnos al mal. Como aprendiz, sabe los males que siguen a estas maneras vulgares: ha visto millares de casos; 
como maestro, pone malicia donde no la hay. Así, de un gesto que parecía una simple inconveniencia viene un peligro, del peligro la 
tentación y de la tentación la caída. Uno cae y se arruina. No sigo con este razonamiento; creed en mi palabra, más aún, en la de los 
santos y en la de todos los educadores. 

Acaso alguno piense: y don Bosco...? Ya dije que hay algunos casos en los que ciertas reservas no serían a propósito, por ejemplo 
cuando hay utilidad o necesidad. Ahora vengamos a mi caso. Si yo no hiciese alguna vez una caricia a uno, no diese la mano a otro, si no 
pusiese la mano sobre la cabeza de un tercero, no tendría modo para manifestar a ese tal mi benevolencia. Se presentaría después otro que 
se ofendería, quedaría mortificado al acercarse a mí. Diría: 

-Quién sabe por qué don Bosco ya no me aprecia? Habré cometido alguna falta? 

Mirad, lo que es inconveniencia en otros, tal vez es para mí una necesidad y una ventaja. Todavía hay otro motivo que me obliga a 
comportarme así. Muchas veces algunos huyen de mí como el diablo de la cruz. Entonces, si por desgracia, o mejor, por suerte, encuentro 
a uno subiendo las escaleras, le tomo por la mano, se la estrecho, le digo una palabra, y muchas veces basta esto para que aquel individuo 
cambie de criterio y de manera de vivir. Si, por el contrario, él me saluda a una prudente distancia, y yo le devuelvo simplemente el 
saludo, el amigo que está en guardia, sospechoso y contrariado de aquel encuentro, se me escapa y no puedo decirle nada. Si, en cambio 
le tengo agarrado de la mano, que haga la prueba de escaparse. Lo que digo de mí, lo digo de todos los sacerdotes... superiores de la casa. 

Habéis comprendido?... Quién sabe si pondréis en práctica mi aviso?... Veremos... Yo lo espero... Buenas noches, mis queridos amigos. 

Los cuidados que don Bosco tenía con los muchachos andaban a la par con su diligencia para sostener las Lecturas Católicas y ganar 
suscripciones. El conseguía su fin preservando a los católicos de la peste herética. Don Segundo Golzio le escribía desde Pinerolo el 6 de 
agosto, pidiendo que le mandasen, como ((723)) en tiempo pasado, sesenta y seis ejemplares mensuales de aquellas Lecturas para sus 
asociados. La aceptación que en aquel pueblo tenían sus opúsculos le proporcionaba gran consuelo, ya que Pinerolo estaba situado en la 
boca de los Valles de los misioneros Valdenses. 

Y la imprenta los preparaba con presteza. 

Tenía a punto para septiembre y octubre: La Vida de San Atanasio el Grande, Obispo de Alejandría y Doctor de la Iglesia, narrada al 
pueblo por el sacerdote José Re. Este pequeño volumen 
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demuestra que los herejes fueron tan crueles perseguidores de la Iglesia como los paganos. 

Incluía un importantísimo aviso al final: «La Dirección de las Lecturas Católicas ruega a los señores sucriptores tengan la bondad de 
enviar lo antes posible el importe de los recibos vencidos, ya sean del corriente año o de los anteriores». 

Tratábase de regular las cuentas de la pasada Administración. Se imprimía el opúsculo de noviembre que se titulaba: Aventura de los 
huérfanos Urbano y Paula. Son dos hermanos de noble familia, que, perseguidos por hipócritas y brutales enemigos, se salvan 
maravillosamente y consagran a Dios la flor de su juventud inmaculada. 

Una vez organizados los trabajos de imprenta, don Bosco se disponía a salir para Montemagno, a casa del marqués de Fassati, para 
celebrar la fiesta de la Asunción de María al cielo, confesando y predicando en aquella parroquia: y respondía a la invitación que le había 
hecho la Marquesa: 

Turín, 8 de agosto, 1864. 

Muy bondadosa Srta. Acelia: 

He recibido a tiempo la carta, que tuvo la bondad de escribirme en nombre de Mamá. El sábado por la tarde, Dios mediante, creo que 
estaré en Montemagno, juntamente con don Miguel Rúa y algún otro confesor. Tal vez no venga el abogado Arró, porque le toca cantar y 
llevar la cruz aquí en el Oratorio. 

He escrito a Monseñor indicándole mi ida ahí e invitándole, solamente por cortesía, mas sin hablar de especial solemnidad; ((724)) y no 
irá; pero si fuera, avisaría al momento a Papá y Mamá. 

Ruegue, señorita Acelia, por mí y por mis muchachos. Yo no dejaré de pedir al Señor para usted salud y temor de Dios juntamente con 
la perseverancia en el bien. 

Humildes saludos para Papá y Mamá, y créame en el Señor. 

De V.S. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


En otra carta daba a la hija de la Marquesa noticias más precisas sobre el día de su llegada. 

Muy bondadosa Srta. Acelia: 

Nuestras cartas se han cruzado; de todos modos le digo que don Miguel Rúa va desde Mirabello y llegará con tiempo para predicar la 
noche del 13. 

Yo, con un acompañante, saldré de Turín y estaré en Montemagno la misma tarde, si no antes. No se preocupe del coche; si no pudiese 
tomar el ómnibus, ya me apañaría. 

Siento mucho que mamá esté enferma; anímela; yo la recomendé al Señor, y es necesario que la Virgen la cure a toda costa para el día 
de su fiesta de la Asunción. 

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Dios la bendiga a usted y a toda la familia y nos conserve a todos en el santo temor de Dios. Amén.
Turín, 10 de agosto, 1864.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


Don Miguel Rúa salió de Mirabello el día señalado y se encontró en Montemagno con don Bosco, acompañado de don Juan Cagliero, 
que habían llegado a tiempo para el triduo predicado. 
Mas aquella población estaba desolada por un gran desconsuelo. 
Hacía tres meses que un cielo plomizo negaba la lluvia a los campos abrasados e inútilmente se habían hecho muchas oraciones 
públicas y privadas. Toda la cosecha estaba perdida. 
Don Bosco subió al púlpito y dijo en su primera plática ((725)) al pueblo: 

-Si venís a los sermones de estos tres días, si os reconciliáis con Dios por medio de una buena confesión, si os preparáis todos, de modo 
que el día de la fiesta haya realmente una comunión general, os prometo, en nombre de la Virgen, que una lluvia abundante vendrá a 
refrescar vuestros campos. 

Su fervorosa exhortación venció los corazones. En el fervor de la alocución no tenía él intención de hacer una promesa absoluta, sino 
más bien una exhortación eficaz, apoyado en la bondad de María: 
no obstante la Virgen había hablado por su boca. 

Cuando don Bosco volvió a la sacristía observó que la gente le miraba maravillada y conmovida.
El párroco, el reverendo Clivio, se acercó y le dijo:
-íBravo! íPero hace falta valor!
-Que valor?
-íPara anunciar al pueblo que llovería infaliblemente el día de la fiesta!
-Yo he dicho eso?
-Ciertamente, ha dicho estas precisas palabras: en nombre de la Virgen os prometo que si todos vosotros hacéis una buena confesión,


obtendréis la lluvia. 
-Pero no; habrá entendido mal; yo no recuerdo haberlo dicho. 
-Pregunte entonces uno a uno a los oyentes y verá cómo todos han entendido lo mismo que yo. 
En efecto, así había sido y el pueblo estaba tan persuadido de ello que se dispuso resueltamente a ajustar las cuentas de la propia 

conciencia. No bastaban los confesores para los penitentes. Desde por la 

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mañana temprano hasta avanzada la noche, y ya tardísimo, los confesonarios estaban asediados. Don Miguel Rúa, y especialmente don 
Juan Cagliero, recuerdan aún el cansancio de aquellos días. 

Por los pueblos vecinos se comentaban las profecías y reían. En el, pueblo de Grana, para festejar la contradicción que el tiempo daría 
al sacerdote, prepararon un gran baile. Durante los tres días permaneció el cielo abrasador. 

((726)) Don Bosco seguía predicando y, al ir y venir de la iglesia, los aldeanos le preguntaban: 

-Y la lluvia? 

-Quitad el pecado, respondía don Bosco. 

El día de la Asunción, que aquel año caía en lunes, hubo una comunión general tan numerosa, como hacía tiempo no se había visto. 
Aquella mañana apareció el cielo más sereno que nunca. Y don Bosco se sentó a comer con el marqués Fassati, pero antes de que los 
convidados hubieran concluido, se levantó y se retiró a su habitación. Sufría cierta angustia porque su predicción había producido 
demasiado rumor. El viento traía a sus oídos el sonido lejano de los instrumentos del baile público de Grana. Algunos liberales del mismo 
Montemagno habían organizado una demostración hostil contra él. 

Tocaron las campanas a Vísperas y comenzó el canto de los salmos en la iglesia. Don Bosco, apoyado en la ventana, interpelaba al cielo 
que parecía inconmovible. Reinaba un calor sofocante. Reflexionaba qué diría desde el púlpito, si la Virgen no otorgaba la gracia. 

«Mientras tanto, nos contó el señor Luis Porta, hoy sacerdote y salesiano, iba yo a la iglesia con el Marqués y hablábamos precisamente 
de la lluvia prometida; el sudor resbalaba por nuestras frentes, a pesar de que del palacio a la iglesia no había más que diez minutos de 
camino. Cuando llegamos a la sacristía, al concluir el rezo de Vísperas, he aquí que también llegaba don Bosco. El Marqués dijo: 

»-Esta vez, don Bosco, fracasa. Ha prometido la lluvia, pero todo menos eso. 

»Entonces don Bosco llamó al sacristán: 

»-Juan, le dijo; vaya detrás del Castillo del barón Garofoli, observe cómo se pone el tiempo y si hay algún indicio de lluvia. 

»Fue el sacristán, volvió, y dijo a don Bosco: 

»-Terso como un espejo; apenas si se ve una nubecilla, como la suela de una zapatilla, hacia Biella. 

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»Era acaso como la nubecilla del Carmelo en tiempos de Elías?
»-Bien, ((727)) le respondió don Bosco, déme la estola.
»Algunos de los muchos hombres, que estaban en la sacristía, le rodearon y le preguntaron:
»-Y si no llueve?
»-Es señal de que no lo merecemos, respondió don Bosco»
.
Acabado el Magnificat, subió lentamente al púlpito, diciendo en su corazón a María:
-No es mi honor el que peligra en este instante, sino el vuestro.
Qué dirán los difamadores de vuestro nombre, cuando vean deshechas las esperanzas de estos cristianos que han hecho todo lo mejor


para agradaros? 
Apareció don Bosco en el púlpito. Una densa muchedumbre, que ocupaba hasta los rincones de la iglesia, clavó los ojos en él. Rezó el 
Ave María y le pareció que la luz del sol se había oscurecido ligeramente. Comenzó el exordio, dijo las primeras frases y se oyó el 
prolongado rumor de un trueno. Un murmullo de alegría corrió por toda la iglesia. Don Bosco suspendió un instante la plática, víctima de 

la más viva conmoción. 
Se sucedían los truenos y una lluvia torrencial y persistente golpeaba contra las cristaleras. 
Imaginad las elocuentes palabras que salieron del corazón de don Bosco, mientras se desencadenaba la lluvia; fue un himno de acción 

de gracias a María y de alivio y alabanza para sus devotos. Y el auditorio lloraba. 
Después de la bendición, la gente se quedó todavía en la iglesia y bajo el gran atrio exterior, porque la lluvia seguía sin cesar. Todos 
reconocían el milagro. Pero en el pueblo de Grana cayó una granizada tan espantosa que arrasó las cosechas y, cosa digna de memoria, 

fuera de los límites de este ayuntamiento no cayó ni siquiera una piedrecita de granizo en ningún pueblo colindante. 
Nuevamente nos expusieron el hecho, unos meses después del suceso, el Vicepárroco reverendo Marchisio, y otros testigos. 
Don Bosco regresaba al Oratorio para asistir a los últimos momentos del clérigo José Morielli, de Prasco, joven de grandes virtudes y 

miembro de la Pía Sociedad. Moría el ((728)) 21 de agosto a la edad de veinticuatro años: Siempre alegre y contento, había edificado a 
los compañeros con sus virtudes y admirado con la mortificación de sus sentidos y la práctica de la humildad. Sobresalía brillantemente 
en los estudios y le gustaba asistir a los aprendices. El primer síntoma de la enfermedad fue la pérdida de su tenaz memoria. 
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Habiendo acudido a don Bosco para recibir su bendición, el siervo de Dios le dijo: 

-Querido Morielli, trata sólo de no olvidarte del paraíso y, por lo demás, paciencia. 

Las últimas palabras del buen clérigo a don Bosco fueron: 

-Diga a mis compañeros que les espero en el paraíso. 

Ya siete jóvenes habían sido llamados por Dios a la eternidad durante aquel año, y aún veremos a algún otro que les siguió al cabo de 
poco tiempo. 

En ciertos años el número de muchachos del Oratorio, que Dios llamaba a la eternidad, era bastante considerable, si bien no había 
desproporción entre las estadísticas públicas de difuntos y la de los internos o residentes en Valdocco. Pero don Bosco, sus sacerdotes, 
nosotros mismos, salvo poquísimas excepciones, hemos comprobado que la mayor parte de los llamados a la eternidad, eran causa de 
gran consuelo. Se podía afirmar con las palabras de la Sabiduría, en el capítulo IV: 

«El justo, aunque muera prematuramente, hallará el descanso... Halló gracia ante Dios, y Dios le amó, y como vivía entre pecadores, le 
trasladó. Se lo llevó para que la maldad no pervirtiera su inteligencia, o el engaño sedujera su alma... Alcanzando en breve la perfección, 
llenó largos años. Su alma era del agrado del Señor; por eso se apresuró a sacarle de entre la maldad. Lo ven las gentes y no lo 
comprenden; no caen en cuenta que los elegidos del Señor encuentran gracia y misericordia y que él visita a sus santos. El justo muerto 
condena a los impíos vivos y la juventud pronto consumada condena la larga ancianidad del injusto». 
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((729)) 

CAPITULO LXXI 

TESTIMONIO DE APRECIO A DON BOSCO DE ILUSTRES SACERDOTES -DON JOSE AMBROGIO FRENTE AL ORATORIO 
-UN OPUSCULO CONTRA EL APOSTATA SECTARIO -EL BIEN QUE PODRAN HACER LOS COLEGIOS SALESIANOS 
-EXAMENES EN LA UNIVERSIDAD Y DIPLOMAS OBTENIDOS -ESTIMULOS A UN PROFESOR -EL DELEGADO DE 
ENSEÑANZA AUTORIZA LA APERTURA DEL COLEGIO DE LANZO -INDUSTRIAS DE DON BOSCO PARA AUMENTAR Y 
SOSTENER SUS CASAS EN TIEMPOS TAN DIFICILES -CONVENCION ENTRE NAPOLEON Y EL GOBIERNO ITALIANO; 
TRASPASO DE LA CAPITAL A FLORENCIA -MANIFESTACIONES Y TUMULTOS EN TURIN -DON BOSCO RECOMIENDA 
REZAR -MORTANDAD EN LA PLAZA DE SAN CARLOS -TURIN CIUDAD PROVINCIANA -COMO RECIBIO PIO IX AL 
EMBAJADOR DE FRANCIA QUE LE PRESENTABA LA CONVENCION 

SON muchas las cartas y testimonios escritos, existentes en nuestros archivos, que demuestran cuánto se quería a don Bosco en Italia, por 
el bien que hacía a la juventud. Seleccionamos tan sólo dos. Don José Apollonio, sacerdote veneciano, que fue sucesivamente Obispo de 
Adria y de Treviso, escribía a don Bosco, desde Venecia, el 3 de septiembre de 1864: 

Queridísimo don Bosco: 

íQué satisfacción más grande experimenté anteayer al recibir sus saludos por medio de personas queridas del Señor! Salvo que, 
precisamente en esta ocasión, me clavaron una espina en el corazón, cuando oí ((730)) que vuestra reverencia cree que sólo va a durar un 
par de años en este triste y pícaro mundo. Ah, no, no; queridísimo don Bosco, no se muera, no. Ya sé que si usted no es necesario (lo que 
no se podría decir de nadie) la verdad es que resulta sumamente útil aquí, en las circunstancias que atravesamos. Mis plegarias valen 
poco, pero quiero pedir mucho al Señor para que no le haga caso, si desea morir pronto. Ruegue también usted íea! y diga con san Martín 
al Señor: Domine, si adhuc populo tuo sum necessarius, non recuso laborem. (Señor, si todavía soy necesario a tu pueblo, no rechazo el 
trabajo). 

íCuánto bien ha hecho usted en estos años y cuánto puede hacer todavía! Anímese, pese a tantas aflicciones y miserias. íQuién sabe, 
pobrecito, lo que sufre su espíritu! También yo, sépalo, procuro animarme todo lo que puedo, aunque haya 
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días en los que no aguanto más. íAmado Jesús, qué tiempos más tristes nos habéis reservado! 

En verdad que la guerra sangrienta que agitó durante tres siglos a la inmaculada esposa de Cristo, puede considerarse como nada frente 
a la que se le hace actualmente. íQué horrible desconcierto en los corazones y en las mentes! Yo tengo confianza, y hasta diría que me 
parece estar seguro de que no transcurrirán muchos años, ni quizás muchos meses, sin que, al menos exteriormente, las cosas vuelvan a 
los caminos del orden; pero esto es demasiado poco, si no se enderezan las cabezas; y en las cabezas hay tal veneno de principios 
morales, sociales y religiosos, que la mayor parte están viciadas hasta los tuétanos, de forma que se necesitará un verdadero milagro, de 
aquéllos que el Angélico llamaría ratione sui (por sí mismos) para que se rectificaran en pocos lustros. 

No puedo decirle, querido don Juan, cuánto sufro hasta físicamente; pero me despabila y presta vigor el deseo que siento de cumplir lo 
mejor que pueda los múltiples y espinosos cargos que han puesto los Superiores sobre mis hombros. Pero, a decir verdad, no todo son 
amarguras, porque nuestra buena Madre María y su amado Hijo, en medio de las fatigas, nos proporcionan también grandes consuelos. 

Le estoy entreteniendo demasiado con esta larga charla. Vengamos pues a nosotros. Sepa, mi querido don Bosco, que estuvo y está 
usted frecuentemente en mi memoria, y que muchas veces en este tiempo, aunque indignamente, he rezado por usted. Rece usted también 
por mí... 

No me atrevo a pedirle unas líneas, pero imagínese de cuánto gozo serían para mí. 

Que Dios le bendiga a usted y sus trabajos y se los recompense siempre con el más feliz éxito. 

Su seguro servidor en Jesús y María JOSE APOLLONIO, Sacerdote. 

Concepto semejante al de don José Apollonio, era el que tenía de don Bosco el canónigo Lorenzo Gastaldi. En este mes de septiembre 
se había retirado a la Casa de los Señores de la Misión, para hacer los ejercicios espirituales. Con el mismo fin se hallaba con él ((731)) 
don Francisco Giacomelli, quien nos contó: 

«-Una tarde el Canónigo, que conocía mucho el Oratorio, que lo frecuentaba, que predicaba y confesaba allí, dialogando conmigo sobre 
las obras de don Bosco, le aplaudía y aprobaba, y decía de él muchas cosas lindas. Terminó aplicándole lo que la Sagrada Escritura 
afirma de David: Et Dominus erat cum illo. (Y el Señor estaba con él). 

»Los ejercicios acabaron un día antes de lo establecido, porque don José Ambrogio, con blasfemias y escondido entre la plebe, estuvo 
armando alboroto durante más de una hora ante la puerta de la Residencia de los Lazaristas». 

Este emisario de la herejía y de las sectas ya había realizado semejantes asquerosas escenas contra otros institutos religiosos, y seguía 
vomitando, por las plazas y ante las iglesias, impiedad y necias 
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invectivas contra cuanto hay de más sagrado. No le faltaban los aplausos de los asalariados asiduos clientes de tabernas. 

Un día bajó hasta Valdocco, seguido de esa multitud de gente que acostumbra reunirse alrededor de los charlatanes. Sermoneó ante el 
portón del Oratorio y acometió grotescamente contra don Bosco hasta que empezó a perder el aliento. El populacho voceó, rió 
groseramente, insultó y menospreció a los sacerdotes y también al orador, que ciertamente no había dado muchas pruebas de retórica. 

Pero los alumnos del Oratorio no hicieron acto de presencia: don Bosco estaba fuera de casa. Cuando regresó y se enteró de lo 
sucedido, dijo: 

-Y por qué no habéis tocado la música? Para otra vez colóquese la banda tras el portón cerrado y de repente atruene los aires con una 
ruidosa marcha de tambores y bombo. 

El tocaba una música de otro género, muy suya: era un librito con el título: Quién es don José Ambrogio? Diálogo entre un teólogo y un 
barbero. 

Pintaba en él la vida ((732)) nada sacerdotal ni moral del apóstata, y la obligación de los fieles de no escucharlo y abandonarlo. Este 
opúsculo se repartió por millares y millares de ejemplares en las provincias del Piamonte, al precio de cinco céntimos. En los años 
siguientes se hicieron y distribuyeron varias ediciones más. 

Don Bosco estaba siempre dispuesto a combatir la herejía y desenmascarar a sus pregoneros, al mismo tiempo que atendía a la 
consolidación y desarrollo de sus escuelas y colegios. Era su firme intención la de que, a su tiempo, se convirtiesen en faros que 
iluminasen a la juventud de los pueblos y ciudades donde se fundarían, a través de los oratorios festivos. 

Secundaban con ardor sus proyectos aquéllos que había destinado a la enseñanza. Don Juan Francesia y el clérigo Francisco Cerruti, 
habían superado con matrícula de honor el examen del primer curso de Letras. Pidieron enseguida ser admitidos para el tercer curso y se 
les concedió, siempre y cuando se sometiesen a previo examen sobre las materias de segundo curso, el cual resultó igualmente 
espléndido. 

Sacaban en la Universidad los títulos para dar clase a tercero de bachillerato, los cléridos Pedro Barberis, Juan Tamagnone y José 
Fagnano. 

Desde el Seminario Menor de Mirabello, se presentaron a examen de magisterio en Alessandria, el 10 de octubre, para las clases 
elementales superiores, los clérigos Pablo Albera, Gabriel Momo y 
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Francisco Dalmazzo; y para las clases elementales inferiores, los clérigos Angel Nasi, Francisco Cuffía y Domingo Belmonte. Todos 
ellos, y sólo ellos, fueron aprobados. 

Don Bosco animaba a los suyos a capacitarse para la enseñanza y a no tener aversión a la hermosa y necesaria misión de las escuelas. 
Escribía a don Juan Bonetti, que había sido en Mirabello profesor del tercero de bachillerato y que deseaba hacer sus estudios teológicos: 

((733)) Al Muy Reverendo Señor don Juan Bonetti, Profesor. 

Mirabello. 
Queridísimo Bonetti: 
Sigue adelante, como habíamos determinado, y harás la voluntad del Señor. Todo se arreglará de modo que puedas realizar tus estudios. 
Confía en el Señor; yo le pediré por ti. Pide tú también por mí, que soy de corazón, tuyo: 
Turín, 29 septiembre, 1864. 

Afectísimo in Xto. 
JUAN BOSCO, Sac. 
Había presentado a las Autoridades escolásticas los nombres y los diplomas de los maestros destinados a Lanzo y recibía por aquellos 
días la autorización para abrir el Colegio. 

REAL DELEGADO DE ESTUDIOS DE LA PROVINCIA DE TURIN 

Vista la solicitud del sacerdote Juan Bosco para abrir en Lanzo, con el concurso del Municipio, un colegio-residencia para escuelas 
elementales y de chillerato; 

Visto el convenio firmado por dicho sacerdote Juan Bosco con la alcaldía de Lanzo el 30 de junio pasado, según el cual don Bosco se 
ha comprometido a atender a las escuelas elementales obligatorias del Municipio; 

Visto el decreto del Inspector de las escuelas primarias de esta Provincia, con fecha 27 del pasado agosto, en el cual declara no haber 
inconveniente su parte a la implantación de tres clases elementales mediante la labor de los señores maestros, clérigo Pedro Capra para la 
tercera y cuarta, Pedro Barberis para la segunda y Nicolás Cibrario para la primera, a condición que se suprima la obligación del pago de 
la retribución del profesorado indistintamente a todos los alumnos, nacidos o no en el Ayuntamiento de Lanzo, que quieran asistir a 
dichas escuelas elementales, como contrario al artículo trescientos diecisiete de la ley del 13 de noviembre de 1859, N.° 3.725, que 
declara gratuita y obligatoria la enseñanza elemental a los ayuntamientos; 

Vistos los artículos doscientos cuarenta y seis y doscientos cuarenta y siete de dicha ley; 

Vista la nota con los títulos del personal directivo y docente, la favorable relación higiénica del local y el plano del mismo: 
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SE AUTORIZA:


Al reverendo sacerdote Juan Bosco para abrir en el local ya existente del colegio de Lanzo, un colegio-residencia, donde, además de las 
clases elementales inferiores ((734)) y superiores, totalmente gratuitas, se dará, en conformidad con los programas oficiales, la enseñanza 
de los tres primeros cursos de bachillerato, bajo la dirección del teólogo caballero Albert, Vicario Foráneo de Lanzo y con la ayuda de los 
siguientes profesores sacerdotes: 

Domingo Ruffino, para el tercer curso; 

Bartolomé Fusero, para el segundo curso; 

Juan Bonetti, para el primer curso. 

Esta autorización está vinculada al cumplimiento de las condiciones arriba expuestas y a las disposiciones relativas a los centros 
privados de enseñanza, y a la obligación de comunicar a la autoridad escolástica los cambios que se produjesen en el personal. 

Turín, 14 de septiembre, 1864. 

Por el Real Delegado
VIGNA


El Colegio de Lanzo era su tercera casa; y veía claramente que, tras ella, habría de fundar muchas otras; colegios internados, hospicios, 
escuelas profesionales de artes y oficios, seminarios, escuelas agrícolas, etc... Por eso pedía a diversas partes programas de los centros de 
educación destinados a una clase especial de alumnos. Y nosotros hemos hallado en su escritorio programas del Hospicio de los 
artesanitos pobres de Ivrea; del Refugio para muchachos pobres y abandonados en la ciudad de Alba; del Colegio-Residencia Episcopal 
de Mondoví; del Colegio-Residencia, técnico-comercial, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Turín; del Seminario Menor de la 
Pequeña Casa de la Divina Providencia; del Colegio elemental para mediopensionistas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en 
Turín; del Colegio Católico de Menzingen para la educación de muchachos destinados al comercio; del Colegio-Residencia de Pinerolo; 
y de otros que ya no recordamos. 

Pero se informaba sobre todo de las leyes, decretos, programas y circulares oficiales acerca de la instrucción clásica y elemental. 
Estudiaba la interpretación que se daba a ciertos artículos, o la amplia aplicación que las Autoridades ((735)) se permitían en 
determinadas circunstancias. Le costaba la habilitación legal de sus maestros y pensaba que no siempre lograría retenerlos consigo, una 
vez obtenido el diploma. Los títulos autorizados, las facultades otorgadas por los Delegados provinciales, las suplencias permitidas, 
formaban parte de sus proyectos para superar las dificultades cada vez mayores que impedían el desarrollo de sus escuelas. Buscaba, en 
fin, conciliar el 
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cumplimiento de las prescripciones de la ley con la obligación que él tenía de proseguir su misión. 

Y además, como quería que sus casas marcharan bien, se aconsejaba a menudo con los más distinguidos profesores de los centros 
estatales sobre los programas de enseñanza, con médicos doctos y experimentados sobre la higiene y con excelentes abogados sobre la 
administración material y los asuntos legales. 

Se lee en los Proverbios (I, 5): «Que atienda el sabio y crecerá en doctrina, y el inteligente aprenderá a hacer proyectos». 

Mas los estudios pacíficos eran turbados en Turín por graves y deplorables tumultos. El 15 de septiembre estipulaba Napoleón una 
convención con el Gobierno Italiano, representado por el ministerio Minghetti y Peruzzi, cuyo texto decía: 

1.° Italia se obliga a no atacar el territorio actual del Santo Padre, y a impedir, aun con la fuerza, cualquier ataque procedente del 
extranjero contra dicho territorio de los Estados Pontificios. 

2.° Francia retirará sus tropas gradualmente a medida que el ejército del Papa vaya organizándose. De todos modos la evacuación 
deberá estar acabada dentro de dos años. 

3.° El Gobierno Italiano, no reclamará contra la organización de un ejército Pontificio, aunque se componga de voluntarios católicos 
extranjeros, suficiente para mantener la autoridad interior y fronteriza del Estado, con tal de que esta fuerza no pueda degenerar en un 
medio de ataque contra el Gobierno Italiano. 

((736)) 4.° Italia se declara dispuesta a entrar en tratos para tomar a su cargo una parte proporcional de la deuda de los antiguos estados 
de la Iglesia. 

Y en un protocolo adjunto se decía: «La convención... no será firme hasta que su Majestad el Rey de Italia no haya decretado el traslado 
de la capital del Reino al lugar que más tarde será determinado por su Majestad». 

Pareció que esta convención, según la calificaron todos los periódicos franceses, ingleses e italianos, era un acto solemne de entrega a 
Italia de Roma y del Papado y el preludio de una nueva guerra contra Austria. íY era así! 

Pero, cuando se vino a saber el decretado traslado de la capital a Florencia, un inmenso descontento empezó a invadir a la mayoría de 
los ciudadanos; unos, porque presentían la propia ruina; otros, por indignación, al ver tan mal pagados los enormes sacrificios hechos por 
el Piamonte, y sobre todo por Turín, en favor de la causa italiana; algunos, por espíritu sectario. Los agentes de Mazzini, provocadores 
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de la rebelión, empujaban al pueblo a alborotar. Por Turín se repartía un grandísimo número de cartas amenazadoras con el epígrafe: Viva 
Garibaldi, muera Víctor Manuel, viva la República. Cerca de seis mil personas se reunieron el 20 de septiembre con banderas en la plaza 
del Castillo gritando: Abajo el Ministerio, abajo la convención francesa, viva Garibaldi y se dirigieron a la plaza de San Carlos haciendo 
una demostración hostil ante la tipografía de la Gaceta de Turín, diario ministerial que había aplaudido la Convención. Pero todo acabó 
en gritos y silbidos ensordecedores. 

El 21, a eso de las dos de la tarde, una multitud portadora de banderas, salió de Puerta Nueva y se dirigió a los pórticos de San Carlos, 
silbando y vociferando contra la Gaceta de Turín. En la plaza se agolpaban millares de personas. De repente, sin provocación alguna, 
apareció por todas partes la policía de orden público con los sables desenvainados, ((737)) golpeando a diestro y siniestro. Algunos 
heridos murieron. La multitud se dispersó atemorizada, pero poco más tarde volvió mucho más numerosa y más furibunda; atacó la 
Comisaría General de policía, situada en la misma plaza, junto a la iglesia de Santa Cristina, y descargó sobre la puerta una tremenda 
pedrea. Los guardias no se arriesgaron a salir. 

Entre tanto, en la plaza del Castillo un escuadrón de guardias impedía una manifestación pacífica y legal, que había sido convocada el 
día anterior. El gentío avanzaba y, como no sabía por qué le cerraban el paso, gritaba, protestaba y alguno quizá profirió amenazas. De 
repente los guardias dispararon y resultaron diez ciudadanos muertos y varios heridos. 

Hacia las ocho el tropel de gente arremetía de nuevo contra los talleres de la Gaceta con una espantosa granizada de guijarros, 
originando un destrozo considerable en la tipografía. 

Saquearon varias armerías, se cerraron todas las tiendas, la población consternada, triste y silenciosa, llenaba las calles. Llamados por el 
Ministerio, llegaban desde el campo de San Mauricio veintiocho mil hombres con más de cien cañones y ocupaban la ciudad. Las mechas 
estaban encendidas: sobre el monte de los Capuchinos, que domina Turín, se apostaron gruesas piezas de artillería. Los Ministros querían 
dominar la situación y estaban dispuestos a bombardear la ciudad y ahogar en sangre toda resistencia. 

Aquella noche del 21 de septiembre, quiso don Bosco que todos los muchachos, reunidos bajo los pórticos, rezasen antes de retirarse a 
dormir, por la ciudad de Turín, por sus habitantes, y por los bienhechores, 
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exhortándoles a que los recomendasen con fe a la bondad de la celestial patrona, la Virgen María. 

El día 22 transcurrió tranquilo y también las primeras horas de la noche; pero, a eso de las nueve, se reunían en la plaza de San Carlos 
grupos de alborotadores. Una gran multitud movida por la curiosidad, les seguía. Una compañía de infantería, con guardias y agentes de 
policía, estaba alineada ante la Comisaría; un batallón del 17.° regimiento guarnecía la plaza por el lado de ((738)) levante; en frente, al 
lado opuesto, estaba un batallón del 66.° de infantería. 

Hacia las nueve y media comenzaron los manifestantes a lanzar piedras al interior del portón de la Comisaría: dos soldados cayeron 
gravemente heridos. Los guardias, sin toque de trompetas, abrieron fuego contra el grupo de los agresores, y unas balas hirieron al 
coronel y a algunos soldados del 17.° de infantería. Cuando los soldados vieron caer a sus compañeros, creyeron que los disparos habían 
salido del pueblo y dispararon. Pero también entonces, para colmo de desgracias, ellos mismos causaron muertos y heridos en la tropa 
que tenían en frente, la cual, cayendo en el mismo error, descargó los fusiles contra la gente apiñada. 

La multitud se encontró en un instante entre el fuego cruzado desde tres partes y buscó la salvación en la fuga. Los sacerdotes, sin 
preocuparse del peligro, corrieron a asistir a los agonizantes y a levantar a los heridos. 

Hubo veintiséis muertos y el total de heridos registrados, según la estadística del Municipio, fue de ciento ochenta y siete: los 
transportados al propio domicilio y no registrados fueron todavía más. 
Casi todos estaban heridos por la espalda, no se encontró a ninguno de los caídos provisto de armas, la mayoría eran obreros jóvenes, 
algunos niños y seis mujeres. 

Exponemos estos hechos siguiendo la relación compilada por el Consejero Casimiro Ara y publicada a expensas del Municipio. 

Los ciudadanos estaban exasperados. Por suerte, un personaje pudo llegar hasta el Rey y exponerle la verdadera situación de las cosas. 
El Rey aterrorizado, temiendo cualquier estrago más espantoso, invitó por dos veces a los Ministros a presentar su dimisión: se negaron a 
ello diciendo que no debían ceder a las violencias de la plebe, y que solamente cambiarían de propósito ante una orden expresa y formal 
del Rey; y entonces Víctor Manuel les dió la orden de dimitir del cargo. Los Ministros obedecieron. 

El cambio de Ministerio, la prisión de los agentes provocadores, que se habían colocado a la cabeza de la manifestación, la presencia 
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de nuevas tropas y la llamada al servicio militar, hecha por la guardia nacional, ((739)) calmó a la multitud. Pero se equivocaban de 
medio a medio los turineses esperando que el nuevo Ministerio de La Mármora sería capaz de cambiar las resoluciones firmadas por 
Napoleón III, que era el verdadero soberano de Italia. Y, en efecto, poco después se trasladaba la capital a Florencia. 

«Turín, no sólo cruelmente, sino villanamente ultrajada, volvía a ser una capital provinciana, como en los tiempos del rey Arduino, y 
experimentaba los dolores del destronamiento como Parma, Módena y Nápoles» 1. 

Pero quien más debía sufrir era el Papa. La Convención era por su naturaleza evidentemente ilusoria. Roma y su minúsculo territorio, al 
dejar de ser defendido por las fuerzas insuperables de Francia, quedaba aislada en medio de un vasto reino, que continuamente la 
amenazaba y que esperaba el momento de que se presentasen situaciones que le abriesen el campo para violar sus promesas. Además de 
esto, la Convención estaba en abierta oposición con la dignidad y los derechos de la Santa Sede; y sin embargo Napoleón no había tratado 
ni con el Sumo Pontífice, ni con las Potencias Católicas, en cuyo nombre Francia había ocupado Roma. 

El 3 de diciembre los sacerdotes y clérigos de casa pidieron noticias del Papa a don Bosco, el cual respondió: 

-El se encuentra tranquilo, porque los destinos de la Iglesia están en manos de Dios. íQué triste figura hizo De Sartiges, embajador en 
Roma, al presentar a Pío IX la Convención, y una nota del ministro Drouyn de Lhuys en la que se pretendía demostrar la moderación y la 
necesidad de las decisiones imperiales: el embajador hablaba de la Convención y aseguraba que Napoleón era un devoto y leal defensor 
de la Iglesia, pero Pío IX, sin poner atención a lo que decía, le pedía repetidamente noticias sobre a salud de s familia. 

1 Cantú: Los últimos treinta años, página 61. 
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((740)) 

CAPITULO LXXII 

DEVOCION A LA VIRGEN -NARRACION DE UNA GRACIA -COMPRA DE UN TERRENO DEL SEMINARIO PARA LA 
CONSTRUCCION DE LA IGLESIA -DOS PETICIONES DE DON BOSCO AL ALCALDE DE TURIN: UNA PARA LA 
ALINEACION DE LA CALLE COTTOLENGO Y OTRA PARA UNA NUEVA CONDUCCION DE AGUA -CIRCULAR A LOS 
BIENHECHORES PARA LA IGLESIA -INSTANCIA AL PRINCIPE TOMAS, DUQUE DE GENOVA, Y AL PRINCIPE EUGENIO 
DE SABOYA -CARTAS ENVIADAS A ROMA -RESPUESTAS Y OFRENDAS DE UN RELIGIOSO PARA EL TEMPLO -CARTA 
DESDE ROMA DE UN AMIGO, CON VARIAS NOTICIAS DE SU LABOR EN FAVOR DE LA PIA SOCIEDAD Y DEL NUEVO 
TEMPLO -AFECTO DE DON BOSCO A SUS BIENHECHORES Y SUS CARTAS ALENTADORAS 

EN estos días de miedo, también en el Oratorio, especialmente para los alumnos aprendices, que tenían la familia en Turín, don Bosco 
insistía para que se pusiesen ellos y su familia bajo la protección de María Santísima, que no abandona jamás a sus devotos en los 
peligros. A esta confianza les estimulaba con sus pláticas. Cualquier noticia que le llegase de gracias singulares, concedidas por la 
Virgen, constituía para él un piadoso deber narrarlas a sus alumnos. Las glorias pasadas y recientes de la Madre de los Cristianos las tenía 
siempre a flor de labios. En este mes, cuenta Ruffino hacia el final de su Crónica, don Bosco exponía el siguiente hecho. 

La señora Luisa de los Marqueses de Garofoli, dama octogenaria, tras una larga y seria enfermedad quedó afectada de parálisis total 
((741)) de las piernas. Acudieron médicos eminentes, pero éstos, después de emplear inútilmente los remedios que la ciencia sugería, 
declararon unánimemente que la enferma no podía, dada la gravedad del mal y su avanzada edad, curarse con remedios humanos de la 
parálisis que padecía. 

Desahuciada por los médicos, la piadosa señora pidió socorro, y no en vano, a la Santísima Virgen. Pertenecía a la Archicofradía de 
Nuestra Señora de las Gracias, en cuya iglesia se celebra todos los 
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años con gran solemnidad la fiesta de los Dolores de la Virgen María. Es costumbre antiquísima que, en tal ocasión, las archicofrades 
más antiguas de la asociación adornen personalmente la estatua de la Dolorosa con ricas vestiduras. Como la enferma era una de las 
archicofrades más veteranas quiso que la llevaran a la iglesia, donde, colocada sobre una silla junto a la imagen, cumplió, como mejor 
pudo, el devoto oficio. Trasladaron después la imagen adornada a su propio lugar; ella quiso seguir detrás, sostenida, o mejor, llevada en 
peso por dos de sus nietas. Dio unos pasos y comenzó a decirles: 

-íApartaos, apartaos! 

Y como no dejaran de sostenerla, insistió exclamando con fuerza -íDejadme, dejadme, siento que mis piernas se sueltan; la Virgen me 
ha obtenido la gracia. 

Y, sobrecogidas de religioso temor, las dos nietas se separaron de la enferma que, sin apoyo, siguió a la estatua hasta el lugar donde fue 
colocada. Arrodillada luego a los pies del altar, más con lágrimas que con palabras, dio gracias a la Santísima Virgen por el favor 
concedido. Llena de afectuoso reconocimiento y de gozo, regresó a casa, subió por sí misma la escalinata y paseó por los salones en 
medio del estupor y las aclamaciones de un grupo de nobles amigos y parientes que glorificaban a Dios y a la Santísima Virgen. Esto 
ocurrió en Toledo. 1 

Y no sólo con palabras, sino principalmente con los hechos, proseguía promoviendo el culto y el amor a la Reina del cielo y de la tierra, 
especialmente con la construcción de la nueva iglesia en Valdocco. Los trabajos marchaban estupendamente. 

((742)) El 26 de enero de 1864 había suplicado al Vicario General Capitular, monseñor Zappata, que le cediese una parcela de terreno, 
necesario para completar el área de la iglesia, y la respuesta había sido favorable. Con escritura del 23 de agosto de 1864, otorgada ante el 
notario Turvano, el Seminario Arzobispal de Turín vendía a don Bosco una parcela de 0,25.6.10 obradas, iguales a 0,09.71 hectáreas, por 
el precio declarado de 1.221,17 liras. 

Firmado el contrato, don Bosco se dirigió al Alcalde para poder ocupar con la fachada del templo un espacio de la calle Cottolengo, que 
era irregular y casi solamente trazada en los campos. 

1 Toledo: Debe tratarse del nombre de algún pequeño poblado, parte de otro pueblo, en la región de Lombardía, por donde debieron 
andar los tercios españoles (N. del T.). 
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Ilustrísimo Señor Alcalde: 

Creo recordará todavía V. S. Ilma. el proyecto aprobado por el Municipio para un templo en construcción, destinado particularmente a 
los habitantes de Valdocco. Tengo ahora el placer de poder comunicarle que esta iglesia ya ha comenzado a levantarse y asoma a flor de 
tierra la mayor parte de los cimientos. Una dificultad momentánea paraliza los trabajos y es la alineación de la calle Cottolengo. Se me 
dijo repetidas veces que esta obra debería hacerse cuanto antes, y si ahora no se realiza, me encuentro en la necesidad de continuar la 
fachada de la iglesia de un modo y situación insegura, y quizá sin la regularidad que conviene a un edificio público. 

Ruégole, pues, por cuanto sé y puedo, que promueva esta operación que, a la par que embellece la calle y presta comodidad a los 
ciudadanos, me asegura también el orden y la uniformidad de la iglesia en construcción con la futura alineación de la calle. 

Ya que el Municipio estima que no puede colaborar a esta obra de beneficencia pública con una ayuda pecuniaria, confío que usted se 
brindará a dar los pasos para que al menos me ayude con la aprobación de los trabajos arriba mencionados. 

Con esta esperanza tengo el alto honor de profesarme con el mayor aprecio, 

De V. S. Ilma. 

Turín, septiembre de 1864. 

Su seguro servidor.
JUAN BOSCO, Pbro.


((743)) Exponía al mismo tiempo al Alcalde la necesidad que tenía de 
mayor cantidad de agua para uso del Oratorio, ya que las obras de albañilería consumían muchísima. 

Ilmo. Señor Alcalde: 

En el pasado otoño pedía humildemente a V. S. Ilma. el aumento de la acometida de agua potable en favor de los muchos jovencitos, 
que en los días laborales y especialmente en los festivos, se reúnen en el lugar llamado Oratorio de San Francisco de Sales. Dignóse V. S. 
contestarme que conservaría la petición y la tendría en especial consideración, cuando se prolongase la oportuna tubería hasta cerca de 
nosotros. 

Esto ya se ha realizado. Pero hay más: la necesidad es tan urgente que, si no se provee por la beneficencia municipal, me veré obligado 
a hacerlo de otro modo, lo antes posible. 

La obra de los Oratorios está totalmente organizada en favor de los muchachos que andarían errantes por la ciudad; me tranquiliza 

esperar que, al menos en este caso particular, querrá venir en mi ayuda. 

Lleno de confianza por el favor, ruégole acepte que, con los sentimientos de la más viva gratitud, tenga el honor de poderme profesar. 

De V. S. Ilma. 

Turín, septiembre de 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


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El Ayuntamiento se declaró dispuesto a favorecerle. Mientras tanto él seguía estudiando nuevos modos para que las personas caritativas 
y religiosas aceptaran las papeletas de suscripción para la iglesia, cuyo formulario ya presentamos a nuestros lectores en el capítulo 

LXIV. Algunos sacerdotes las habían recomendado desde el púlpito, y él ya había distribuido un buen número de ellas, incluidas en sus 
primeras circulares; ahora renovaba la súplica a los fieles 1. 
((744)) En septiembre escribía también una carta de la que sacaba dos copias: una para el príncipe Tomás, duque de Génova, y otra para 
el príncipe Eugenio de Saboya. 

1 Bondadoso Señor: 

Es ciertamente muy consolador ver la gran cantidad de fieles que acude al lugar santo para cumplir sus deberes religiosos; pero 
ocasiona gran pena cuando no pueden realizarlos por falta de lugar donde reunirse. 

Esto ocurre precisamente en Valdocco, barrio de esta ciudad de Turín. Desde la iglesia parroquial de Borgo-Dora hasta la de San 
Donato existe una serie ininterrumpida de viviendas donde habitan muchísimos miles de personas 1, en medio de las cuales no hay 
ningún templo, pequeño ni grande, donde se celebren públicamente los sagrados cultos. 

Es verdad que existe la iglesia denominada Oratorio de San Francisco de Sales, pero apenas si puede contener una parte de los 
numerosos jovencitos que acostumbran reunirse en ella en los días festivos. 

En vista de estas serias y crecientes necesidades, he decidido intentar la construcción de una iglesia bastante espaciosa para recoger a 
los muchachos, que suelen venir desde diversos ángulos de la ciudad; y que, al mismo tiempo, estuviese abierta a los adultos de cualquier 
edad y condición que quisieran utilizarla; y aún más, que pudiera erigirse en parroquia, cuando con el andar del tiempo, la autoridad 
eclesiástica lo estimase oportuno. 

Un benemérito arquitecto ha hecho ya los planos con forma de cruz latina; el espacio interior es de mil metros cuadrados; y se calcula 
un gasto total aproximado a las doscientas mil liras. 

A tal fin ha habido ya piadosas personas que extendieron su benéfica mano, de modo que se pudo comprar un terreno adaptado, entre el 
actual Oratorio de San Francisco de Sales y la calle Cottolengo; ya están ultimadas las excavaciones y se trabaja con celeridad en los 
muros de los cimientos que en este año llegarán a la superficie. 

Aunque se hayan empezado los trabajos, no se cuenta con rentas ni capital determinado para cubrir esta necesidad; todo está confiado a 
la divina Providencia y a la caridad de los devotos de la Virgen María, entre los cuales creo poder contar con V. S. Benemérita. 

A usted, por tanto, recurro humildemente. 

Cualquier cantidad de dinero; cualquier objeto; o también materiales de construcción, serán recibidos con la máxima gratitud. Los 
trabajos deberán realizarse en tres años; por tanto, quien no pudiese colaborar actualmente, podrá hacerlo más tarde. 

Si no tuviese otro medio para hacer llegar a su destino lo que su caridad le inspira, puede efectuarlo por la vía segura del giro postal. 

Le aseguro que tengo la viva esperanza de que cuanto usted piense proporcionar en este caso excepcional, le acarreará ciertamente 
copiosas bendiciones de la Virgen María, en los asuntos espirituales y también en los materiales. 

1 Tirando una línea desde la iglesia parroquial de Boro-Dora, hasta la iglesia de la Consolata (Ntra. sra. de la Consolación) y la de San 
Donato, girando después por la Fábrica Real de Fusiles hasta el rio Dora, hay una superficie cubierta de casas, donde habitan cerca de 
treinta y cinco mil personas, sin que exista en ella ninguna iglesia pública. 

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((745)) Alteza Serenísima: 

La bondad con que V. A. S. acostumbra a colaborar en todas las obras de beneficencia pública, me anima a mí también a recurrir para 
que ayude a proseguir las obras de una iglesia en construcción, en el popularísimo barrio de Valdocco, destinada especialmente a atender 
a los muchachos pobres de esta ciudad. 

Adjunto un impreso a fin de que, si le complace, pueda conocer mejor la necesidad y finalidad de esta nueva iglesia. 

Ya he experimentado en otras ocasiones la caridad de V. A. S., y confío que también en la presente circunstancia no querrá desoírme. 

Con esta esperanza auguro copiosas bendiciones del cielo sobre la 
amada persona de V. A. S., a fin de que Dios le conceda largo tiempo de amor de todos los ciudadanos y especialmente de sus 
beneficiados, mientras tengo el alto honor de poderme profesar con la mas profunda gratitud. 

De V.A.S. 

Turín, septiembre de 1864. 

Su seguro
y humilde servidor JUAN BOSCO, Pbro.


Había escrito otras cartas que entregó al sacerdote Emiliano Manacorda, que estaba a punto de regresar a Roma desde Casale. Este 
joven sacerdote, que emprendía por consejo de don Bosco la carrera diplomática, se doctoró en Teología y Derecho Canónico, y más 
tarde era nombrado abreviador de los Breves en el Parco Maggiore 1. El, pues, llevó a Roma varias cartas de don Bosco, entre las cuales 
una dirigida al Papa y otra al padre José Oreglia. Había aceptado también el encargo de ofrecer a los nobles romanos boletos de 
suscripción para la iglesia de María Auxiliadora, de alcanzar algunos permisos para leer libros prohibidos, y de explorar el ánimo de los 
encargados en la Congregación de Obispos y Regulares, respecto a la facultad sobre las dimisorias para los ordenandos. 

Supo don Bosco por la respuesta del padre Oreglia, la llegada de don Emiliano Manacorda a Roma. 

En fin, le suplico me conceda benévolo perdón por la molestia que le ocasiono y que acepte mis augurios de todo bien del cielo, 
mientras con la más sentida gratitud, tengo el gran honor de poderme profesar. 

De V.S. Benemérita. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


1 Parco Maggiore: Una de las oficinas pontificias (N. del T.). 

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((746)) Reverendo Señor: 

A su debido tiempo he recibido su atenta carta, por medio del teólogo Manacorda, a quien no pude ver por encontrarme en cama con 
gastritis. Le vi más tarde, cuando bondadosamente volvió. Ahora me encuentro muy bien, gracias a Dios. 

Hablaremos en la Crónica según la oportunidad, en este o en el próximo opúsculo, de su obra para bien espiritual de una gran parte de 
la población de Turín. 

Y como también nosotros queremos concurrir, he dado (con las debidas licencias) el encargo a Pedro de Jacinto Marietti de enviarle a 
este fin cien liras con una sola y estricta condición: que nos deje en el anonimato; y la razón es que hemos negado nuestra cooperación a 
otras iglesias, y se podría ofender quien recibió la negativa: aunque lo haría sin motivo, pues a nuestro parecer estaba fundada en la 
inutilidad de la obra, siendo ésta, en cambio, necesaria... 

Roma, 20 de septiembre de 1864. 

Su seguro servidor
JOSE OREGLIA, S. J.


El mismo Manacorda escribió poco después a don Bosco: 

Roma, 25 de septiembre de 1864. 

Barrio de Sta. Agueda N. 23 

Junto a la Virgen de los Montes. 

Reverendo Señor don Bosco: 

Qué habrá dicho por mi largo silencio desde que salí de Casale? Cualquier suposición contra mí sería acertada; pero Vuestra Señoría, 
todo bondad, habrá pensado benévolamente. Y yo se lo agradezco. 

Estamos en vacaciones y no puedo conseguir nada. Aún no he podido visitar al Santo Padre, porque, desde su vuelta del Castello, anda 
muy ocupado y recibe a poquísimos; temo, además, que monseñor Pacca haya extraviado mi súplica. De todos modos, si en la semana 
entrante no tengo la suerte de besar el pie del Papa, presentaré, por medio de otros, la carta de V. S. a su misma Santidad. En cuanto a las 
licencias para leer libros prohibidos para sus buenos hijos, quiso encargarse el mismo padre Tosi, el cual me recogió la lista de los que la 
pedían y luego marchó a pasar unos días al campo y todavía no ha vuelto. Tomemos las cosas como venidas de la mano de Dios, y lo que 
no sirve para esta vida, servirá para la otra... 

El cardenal Quaglia se mostró muy interesado por usted, lo mismo que monseñor Pacifici; ambos harán todo lo necesario para satisfacer 
a V. S. mientras me encargan enviarle muchos saludos. 

Por doquiera ofrezco papeletas de invitación para cooperar ((747)) a su esia y hablo con frecuencia de ello, ateniéndome a las normas 
que V. S: paternalmente se dignó darme al marchar. Respecto a la iglesia pensé abrir en Roma una suscripción; muchos periodistas 
hablarían de ella y yo escribiría un artículo a propósito. Sería deseable, pero no daré comienzo antes que V. S. me escriba encargándome 
hacer sus veces y autorizándome para recibir en su nombre las ofertas que la caridad de los romanos se digne entregar a su favor. 

Escríbame, pues, a mí, o también al Director del Osservatore Romano (con 

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quien ya estamos de acuerdo) manifestando su confianza en mí, el deseo de que haga todo lo que pueda en su favor... 

De otros asuntos, no hay nada nuevo por el momento. 

EMILIANO MANACORDA 

Así, pues, hasta desde Roma empezaban a llegar a don Bosco donativos para su nueva iglesia; y él los recibía con humilde 
reconocimiento y oportunamente sabía pagar con creces a sus bienhechores con bienes de todo género, espirituales y materiales, en 
nombre de la Virgen. No resulta fácil describir cómo les quería; la bondad de su corazón agradecido era una de las razones por la que 
muchísimos eran generosos con él. El tomaba por suyos sus intereses, sus alegrías y sus penas. A uno, perteneciente a nobilísima familia, 
le escribía: 

Amadísimo y Benemérito Señor Conde: 

En cuanto he recibido, por medio del reverendo Tortone, la noticia de que vuestra muy apreciada y benemérita Señoría deseaba un 
maestro para sus hijos, a quienes tanto quiero, he pensado en un sacerdote que me parece posee los títulos y dotes necesarias. Pero 
actualmente se encuentra fuera de Turín y no puedo hablarle hasta mitad de octubre, por lo que, hasta aquella fecha, no me es posible 
darle una contestación definitiva. 

Le escribo esto para su norma y para no dejarle en la incertidumbre. 

Son ya varias las veces, señor Conde queridísimo, que he participado en las cosas que de algún modo turban los asuntos de su familia, y 
siempre he rogado al Señor para que le ayudase y guiase, conforme a su mayor gloria. Usted, por consiguiente, no se inquiete, tenga 
paciencia. Nuestro paraíso no está aquí, ni los bienes fugaces de la tierra pueden hacernos felices. Sé que usted dice en su interior: -No 
podré hacer la beneficencia de antaño. 

((748)) -Es cierto, pero el Señor pagará igualmente su buena voluntad. 

Dios, rico en misericordia, derrame copiosas bendiciones sobre usted, sobre la señora Condesa su esposa, sobre su creciente prole y les 
haga a todos ricos del santo amor de Dios. 

Me encomiendo a mí y a mis muchachos a la caridad de sus santas oraciones, y contento de servirle en cuanto pueda, me profeso con 
todo mi aprecio. 

De V. S. Carísima. 

Turín, 28 de septiembre de 1864 
Su afectísímo y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

Carísimo Señor Conde: 

He hablado con el sacerdote en quien pensaba para la enseñanza de sus amados hijitos. Habría esperanza de solucionarlo; solamente 
que no sabe griego. Si esta dificultad no fuere exclusiva, lo pondré en relación con su muy apreciada Señoría, para que puedan verse y 
hablar. 

Dios le bendiga, Señor Conde, le conceda salud, gracia y paciencia. Per ardua 

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transimus, sed magna haereditas nos expectat. (Pasamos momentos difíciles, pero nos espera una gran heredad.) 

La Santísima Virgen asista y proteja a usted y a su familia. Créame todo suyo en el Señor. 

Turín, 20 de octubre de 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Amadísimo Señor Conde:


Como usted decía en su última carta, antes de entrar definitivamente con otro maestro, es necesario atender la deliberación de si el 
actual preceptor, a quien usted encomia, cesa en su cargo, y si usted vendrá, según su costumbre de otros años, a pasar el invierno a 
Turín, o si permanecerá durante la estación invernal en el campo. Ciertamente, dadas las comodidades que usted encuentra en Turín, la 
compañía de amigos con quienes podría tratar, consultar y aconsejarse, serían razones para venir. Yo lo desearía de corazón, porque así 
podría entretenerme libremente con un antiguo e insigne bienhechor de los Oratorios. 

Creo que, al ver sus asuntos más de cerca, le puede también ayudar para la salud y para sus intereses materiales. Anímese, señor Conde, 
non habemus hic manentem civitatem, sed futuram inquirimus (no tenemos aquí morada permanente, sino que andamos buscando la del 
futuro). Dios no nos abandonará; las cruces que nos manda son presagio de que nos quiere por el camino del paraíso. 

Dios bendiga a usted y a su familia, rece por mí que, con toda estima 
y gratitud, respetuosamente me ofrezco. 
De V. S. Carísima. 
Turín, 9 de noviembre de 1864. 
Su afectísimo y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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((749)) 

CAPITULO LXXIII 

DISPOSICIONES PARA LA EXCURSION OTOÑAL -LLEGADA DE LOS JOVENES A I BECCHI -CARTA DE DON BOSCO AL 
CANONIGO VOGLIOTTI: EXAMEN DE CONFESION PARA DON DOMINGO RUFFINO; ASUNTOS CON EL ECONOMATO 
REAL: COMO COMPORTARSE CON DON JOSE AMBROGIO: RECLAMACION DE UN CLERIGO AL ORATORIO -LA FIESTA 
DEL SANTO ROSARIO: CONFIANZA ESPIRITUAL CON DON BOSCO -EN CASTELNUOVO Y EN VILLANUOVA 
-RECIBIMIENTO EN GENOVA: HOSPEDAJE EN EL SEMINARIO -VISITA A LA CIUDAD -REPRESENTACIONES 
TEATRALES -SANTA MARIA DEL CASTILLO Y EL PADRE COTTOLENGO -LA VILLA PALLAVICINI EN PEGLI 
-AFECTUOSO RECIBIMIENTO DEL MARQUES IGNACIO PALLAVICINI A DON BOSCO -GENEROSIDAD DEL ARZOBISPO 
-CARTA DE DON FRANCISCO MONTEBRUNO, DIRECTOR DE LOS ARTESANITOS, A DON BOSCO 

YA estaba determinado el itinerario del paseo otoñal: Castelnuovo, Génova, Mornese, Ovada, Acqui, Turín. Don Domingo Pestarino, que 
se había puesto totalmente en manos de don Bosco, le había invitado a ir a Mornese con su simpática comitiva. Don Bosco había 
aceptado y al mismo tiempo se había preguntado: 

-Por qué no ir a Génova donde tenemos tantos amigos? 

Don Juan Cagliero, que había sido huésped de don Francisco Montebruno, fundador del Colegio de los Artesanitos, había sido 
encargado este año, por orden suya, de algunos asuntos. Por consiguiente, comunicaba al siervo de Dios que una visita suya resultaría 
muy grata al arzobispo, monseñor Andrés Charvaz, y que el Seminario hospedaría gustoso a sus alumnos. 

((750)) Don Bosco pudo entonces comunicar públicamente: 

-íEste año veréis el mar! 

El 25 de septiembre, primer día de la novena de la Virgen del Rosario, un pequeño grupo marchó hacia I Becchi, donde don Juan 
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VOLUMEN VII Página: 639 

Cagliero predicaba todas las tardes y pasaba largas horas en el confesonario. 

El primero de octubre, sábado, llegaba un segundo grupo de casi ochenta jóvenes, los cuales hicieron una breve parada en el seminario 
de Chieri, cuyo Rector, el canónigo Manuel Cavalià, les había preparado un piscolabis. Don Juan Cagliero y los compañeros les 
esperaban. Don Bosco, cansado de tanto hablar con los muchachos, se retiró a la habitación para leer la correspondencia. Aquella tarde 
escribió una carta al canónigo Vogliotti y, entre otras cosas, le informaba de que don Domingo Ruffino, destinado como director a Lanzo, 
se presentaría a los exámenes de moral para conseguir las licencias de confesor, y le indicaba quién habría podido darle explicaciones 
sobre el opúsculo impreso contra don José Ambrogio. El tipógrafo había olvidado, tal vez, presentarlo al censor eclesiástico. Tampoco 
faltaban observaciones sobre la materia del libro. A alguno le había parecido que hubiera sido mejor no preocuparse del tal Ambrogio, y 
abandonarlo al desprecio de la baja plebe, a la que se había mancomunado con su conducta; tanto más cuanto que los errores por él 
predicados no eran nuevos y ya habían sido combatidos victoriosamente mil veces por escritores católicos. Aquellos señores críticos 
temían acaso soportar algún fastidio con aquella publicación. 

Ilmo. y Revdmo. Señor: 

Don Domingo Ruffino se presentará al señor Vicario General para el examen previo antes del examen final. No sabía que se diese tal 
examen, pero don Domingo va de buena gana porque siempre tendrá normas de prudencia que aprender del señor Vicario General. 

Referente a las cuentas con el Seminario, estamos de acuerdo en cerrarlas y con ese fin he ido ya dos veces al Economato para que me 
diesen ((751)) nota del último pago: siempre me la prometieron, pero nunca me la dieron. Apenas vuelva a Turín me ocuparé 
definitivamente de este asunto. 

Respecto a don José Ambrogio dije al caballero Oreglia que le diese las explicaciones deseadas, ya que la impresión se efectuó mientras 
yo estaba en San Ignacio. Pero, de todos modos, no manifieste temerle, pues él lo pone todo en desorden. 

No deje de presentar quejas a la Comisaría, anime a otros, si es el caso, a hacer lo mismo. Sería mejor todavía elevarlas al Ministerio de 
Gobernación. Pero no demos jamás razón de lo que hace o quiere hacer la autoridad eclesiástica. De los impresos es responsable el autor 
y, a falta del mismo, la tipografía. La autoridad eclesiástica responda, si es interrogada por la autoridad superior. 

De esta forma se quita de en medio todo pretexto de hostilidad. 

Ya he ordenado que se rectifique la fórmula de Revisión eclesiástica por la de Aprobación eclesiástica. 
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Que el Señor le conceda salud y gracia y le conserve ad multos annos para bien de la Iglesia, y me crea, 

De V. S. Ilustrísima y Reverendísima. 

Castelnuovo de Asti, 1 de octubre de 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


P.D.: Durante este año fueron ocho los profesores del Oratorio que, por propia conveniencia o del Oratorio, salieron de la casa; 
necesitaría, por tanto, al clérigo Nicolas Cibrario, quien dejaría de este modo a favor de otros la pensión que actualmente disfruta. -Creo 
no encontrará dificultad para el permiso que respetuosamente le suplico. 

El 2 de octubre, domingo del Santo Rosario, los sacerdotes de Castelnuovo, y alguno del Oratorio, se pusieron a confesar, y hubo 
muchísimas comuniones. También confesaba don Bosco, el cual departió sobre los asuntos del alma con muchos de sus antiguos amigos. 
Es siempre digna de señalar la confianza duradera que sabía inspirar, en cuantos trataban con él. Dijo el mismo don Bosco en sus últimos 
años: 

-Cuando yo iba a Chieri y a Castelnuovo, todos los que años antes habían pertenecido a mi Oratorio festivo, o ya habían estado aquí en 
la Casa de Valdocco, corrían a encontrarme y cumplir con sus ((752)) devociones; llegaban también de pueblos distantes cuatro o cinco 
millas. Añado que, cuando los alumnos del Oratorio iban de vacaciones, entonces venían a confesarse conmigo, hasta de veinte o treinta 
millas. Hoy podría parecer una exageración mía, mas por aquellos tiempos era el caso de muchos, y no de pocos. 

Aquel domingo cantó la santa misa el vicario don Antonio Cinzano y la orquesta se colocó en el patio. Hacia las tres de la tarde se 
reunió una gran multitud de fieles para escuchar la predicación, que fue en la era, recibir la bendición y gozar de la música, del 
espectáculo de los fuegos artificiales y otras diversiones. 

El 3, lunes, don Bosco y sus muchachos fueron con tiempo a la acostumbrada comida en Castelnuovo, que preparaba el señor Vicario; 
y, cargada de provisiones, la alegre compañía llegó hasta la estación de Villanuova. Hacia el medio día, salieron de Turín los últimos 
destinados a tomar parte en aquella placentera excursión. Ocuparon dos vagones de tercera clase, que el senador Bona había puesto a 
disposición de don Bosco para todo el tiempo de la excursión. Al llegar a Villanuova, saludaron con vítores a los compañeros, alineados 
en el andén con la banda de música, los cuales 
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subieron al tren con don Bosco. Formaban en el grupo Luciano, Bersano, don José Lazzero, don Juan Bautista Francesia, Gastini, quienes 
con sus cantos, poesías y músicas, harían más alegre la excursión y la hospitalidad de los bienhechores. 

A las ocho y media llegaron a Génova, en cuya estación unos sacerdotes les dedicaron los primeros agasajos. En el seminario, situado 
en la otra parte de la ciudad, les esperaba a la puerta el rector don Juan Bautista Bernardis, doctor en leyes, con don Angel Fulle, 
ecónomo y corresponsal de las Lecturas Católicas para cien suscriptores, y el célebre profesor de retórica Rebuffo. Recibieron 
jubilosamente a don Bosco y a los suyos. Les tenían preparada una gran cena y cada muchacho ocupó para dormir una celda de los 
seminaristas que se encontraban de vacaciones. 

((753)) A la mañana siguiente, martes 4 de octubre, después de la misa celebrada en la bonita capilla del Seminario, don Bosco mismo 
acompañó a los muchachos hasta el mar, el puerto y el faro. Fue también con ellos don José Frassinetti, prior de Santa Sabina, a quien 
había pasado a saludar en la casa parroquial. 

Vieron el palacio, o mejor alcázar, del famoso príncipe Andrés Doria, construido por el emperador Carlos V; a lo largo de las bajas 
murallas junto al mar contemplaron la arboladura de los mástiles de centenares de barcos y pasearon por la gran terraza de mármol, hoy 
deshecha, que domina los muelles de desembarco. Visitaron también varias iglesias. 

Después de la comida, en el Seminario, algunos socios de las Conferencias de San Vicente de Paúl se presentaron para llevar la 
comitiva al puerto. Aquí se les unió don Bosco, que había ido a saludar al Arzobispo, el cual le recibió muy cordialmente. Tenían 
preparadas diez o doce lanchas en las que les llevaron a visitar un gran barco de guerra. 

Por la tarde, hacia las seis, en el gran salón del Seminario donde se había preparado un escenario, se dio una representación teatral a la 
que acudieron muchísimos invitados, especialmente sacerdotes, y con la asistencia del Arzobispo. 

Se representó una graciosa comedia, en dialecto piamontés, con Gianduja como protagonista. Se titulaba Antonio o Una lección de 
moral, tenía tres actos y era original de don José Bongiovanni. Su argumento es el de un señor que quiere apartar a su sobrino de la mala 
vida, que finge querer gastar su patrimonio entregándose al buen vivir. Se cantó después la nueva romanza de don Juan Cagliero Il fýglio 
dell'ésule (El hijo del desterrado). 
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El miércoles, 5 de octubre, asistieron a la misa en la iglesia de Santa María del Castillo, que pertenece a los dominicos, invitados por el 
párroco, hermano del venerable Cottolengo. Tanto él como el célebre literato y escritor, padre Marchese, no sabían separarse de don 
Bosco, que casi no pudo despedirse de ellos hasta las diez y media. Durante el resto del día, los alumnos fueron ((754)) a visitar la 
catedral, su rico tesoro, el hospital mayor y la iglesia aneja, donde se venera el cuerpo incorrupto de santa Catalina de Génova, y el 
Cementerio monumental de Staglieno. Y don Bosco hizo algunas visitas, entreteniéndose largamente con don Francisco Montebruno para 
realizar la unión de las dos Obras. Este le escribía, unos días después, la siguiente carta: 

OBRA DE LOS ARTESANITOS 
Muros de Santa Clara 
junto a las RR. Monjas Crucificadas. 

Génova, 12 de octubre de 1864 

Muy agradecido en Cristo: 

Renuévole la súplica de que me envíe un ejemplar de su Reglamento, con la parte correspondiente en particular al Portero, ya que 
verdaderamente necesito instituir en nuestro reglamento interno lo referente a este importante oficio. 

Le envío, por la presente, copia de la sección que se refiere a los cargos de los Vice-directores, según hablamos personalmente. 

Vea si hay observaciones que hacer y hágamelas con libertad de padre. Confío después que el Señor, por quien pretendo y quiero 
realizar todo, proveerá las personas adecuadas a la necesidad. 

Debiendo yo, a tenor del reglamento orgánico, nombrar mi sucesor, quisiera que usted me indicase si juzga conveniente que en mi 
testamento secreto le tenga nombrado a usted o más bien si debo sustituirlo por otro de los suyos. Desearía que me escribiese pronto algo 
respecto a este propósito y con la mayor confianza, pues querría disponer pronto todo para cualquier eventualidad. 

Rece sobre todo por mí y para que todo se cumpla según la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, por quien totalmente soy. 

Su seguro servidor
FRANCISCO MONTEBRUNO


Don Bosco encargaba a don Víctor Alassonatti que leyera el reglamento 
de los Vice-directores y le informara. 

Por la tarde del día 5 hubo otra representación teatral en el seminario con nuevos cantos, y una concurrencia de ciudadanos invitados, 
igual a la del día anterior. También asistió el Arzobispo, entusiasmado con la habilidad de los actores. 
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El rector De Bernardis y el ecónomo Fulle que trataban ((755)) a don Bosco con extraordinaria bondad, se entretuvieron con él, con el 
mismo interés que si se tratara de cosas propias, hasta hora muy avanzada, para oírle contar la historia del origen y principios de su 
Oratorio, y del internado de Valdocco. 

El 6 de octubre, jueves, se efectuó la excursión a Pegli, para visitar la famosa Villa Pallavicini, a la que acuden los viajeros que van a 
Génova desde todos los países del mundo. Es una colina convertida en jardín. El marqués Ignacio Pallavicini, senador del reino, planeó y 
empezó en un año de carestía aquellas obras, que costaron millones. Admitía para los trabajos manuales a todos los que se presentaban y 
les pagaba cada tarde el jornal. El Marqués conocía a don Bosco, había elogiado su obra en el Senado, y, siempre que iba a Turín, solía 
enviarle una limosna. Enterado de su llegada, dispuso todo para que fuese bien recibido. El tren de Génova llegó hacia el mediodía. EI 
señor José Canale, hermano de un ilustre canónigo de la catedral, dueño de un café, había dirigido la caravana, ya que la iniciativa del 
paseo era suya. Apenas descendió don Bosco del tren, recibió el saludo de bienvenida del Marquesito que, enviado por el abuelo, le 
esperaba. A mitad del camino salió al encuentro su padre, el marqués Durazzo, con una turba de criados que debían servir de guías a los 
muchachos. Unos instantes después llegaba el anciano marqués Ignacio, impaciente por ver a don Bosco. Se le aproximó y dijo: 

-Tenía que venir usted con sus muchachos, para que yo saliera hoy de palacio... Quiero ser el que le acompañe a visitar estos lugares. 

Y así hablando, se colocó a su lado y entró con él en el palacio, seguido de todos los muchachos. Desde una amplia terraza 
contemplaron la vista del mar, bajaron a la explanada y, por una subida sombreada con altas plantas, llegaron a un pequeño templo de 
estilo clásico. Recitaron allí una breve oración y luego, divididos los jóvenes en grupos, visitaron las maravillas de la finca, donde el arte 
competía en belleza con la naturaleza. 

En el recorrido de casi dos millas había bosquecillos ((756)) con toda clase de plantas, jardines con arriates de las más raras flores, 
caminos con copudos árboles, glorietas cubiertas, explanadas con aparatos de juegos populares, senderos que llevaban a rincones donde 
se podían contemplar siempre nuevas perspectivas, puentecillos sobre el agua corriente de los barrancos. Y caía el agua por las rocas, 
brotaba a chorros en los prados, se reunía en estanques llenos de peces, 
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corría formando pequeños lagos y penetrando en cuevas, de cuya bóveda pendían enormes estalactitas. En lugares elegidos con verdadero 
gusto artístico se admiraba un arco triunfal, un castillo medieval, un obelisco, una capilla gótica, una torre demolida, una pagoda china, 
un quiosco moruno y otros monumentos. 

Los muchachos estaban entusiasmados ante aquel espectáculo. Finalmente atravesaron en barca un lago, en medio del cual surgía una 
bóveda de mármol blanquísimo, bajo la cual, sostenida por columnas, se alzaba una estatua de la Virgen María. Bajaron a tierra, frente al 
Templo de Flora, linda construcción octogonal, que se levanta sobre un promontorio cubierto de flores entre estatuas y bosquecillos. 

En este pabellón solían los visitantes poner su firma. Allí dentro, el centenar de muchachos se reflejaba y centuplicaba en los espejos 
que cubrían todas las paredes, de forma que parecía como si un gran ejército rodease la sala. Era un espectáculo verdaderamente 
sorprendente: 

-Mire, dijo el marqués Ignacio a don Bosco, de quien no se había separado un momento; mire cuántos muchachos tiene. 

-íAh, exclamó don Bosco, mis muchachos son infinitamente más! 

Luego, a su invitación, tomó la pluma y firmó con la siguiente máxima: «Dios otorgue en su día el paraíso del cielo al caritativo señor 
que ha sabido crear este paraíso terrestre y, que con tanta bondad, nos hizo disfrutar de tan admirables maravillas.» 

Los jóvenes se dispersaron un rato, pero enseguida un criado los volvió a reunir para que se dirigieran hacia un copudo árbol de grueso 
tronco, que estaba allí cerca. Corrieron los muchachos ((757)) y, con grata sorpresa, vieron sobre unas mesas pan, diversos manjares, 
frutas y botellas de vinos generosos. El marqués Ignacio, que les aguardaba con don Bosco, hizo que se sentaran sobre la hierba, y quiso 
servirles él mismo distribuyendo la merienda, satisfecho de su sincera alegría. 

Una vez concluida, tocó la banda unas piezas de música y luego fueron a la capilla de la quinta, donde los músicos cantaron el Tantum 
ergo, y se dio la bendición con el Santísimo Sacramento. 

Se ponía ya el sol, y no había que perder el tren. Hubiera querido don Bosco dar las gracias a los guías, pero habían desaparecido, 
porque el Marqués les había prohibido recibir propinas en aquella ocasión. Despidióse del noble señor y de la marquesa Durazzo, su hija, 
que acercándose le dijo: 
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-Gracias, don Bosco, por su visita; con ella ha proporcionado un gran bien a papá; ya ha visto cómo no sabía separarse de usted. 
Damos, pues, a usted las gracias y nos despedimos hasta volver a verle. 

Ya se alejaba don Bosco con todos los suyos, cuando se vio al marqués Ignacio, que trataba de alcanzarle a toda prisa. Don Bosco lo 
esperó y fueron juntos hasta la estación. El Marqués le habló en confianza, puso generosamente en su mano una limosna y no regresó a 
casa hasta que no se cerraron las portezuelas del tren. En Génova entraron, previo permiso del Alcalde, al son de la banda. Don Bosco la 
seguía con sus sacerdotes y clérigos y su nombre hacía que resultara simpático a todos los ciudadanos aquel batallón de muchachos. 

Aquella misma tarde fue don Bosco a despedirse y dar gracias al Arzobispo, quien le aseguró de corazón que estaba satisfecho de su 
viaje y que esperaba volver a verle con sus muchachos en otras ocasiones. Ya en el Seminario, pidió al ecónomo la cuenta, pues quería 
pagar al Seminario todo cuanto había gastado con sus alumnos. El ecónomo, sonriendo, le presentó la factura firmada ya, con el recibí. 
Fue un gesto de gran bondad de Su Excelencia. 
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((758)) 

CAPITULO LXXIV 

PARTIDA HACIA SERRAVALLE: DON DOMINGO PESTARINO -EN GAVI: GENEROSA INVITACION DEL CANONIGO 
ALIMONDA -EN MORNESE -LAS HIJAS DE LA INMACULADA -EL ARCIPRESTE RAIMUNDO OLIVIERI -EN PARODI: UN 
FAMOSO PREDICADOR -FRANCISCO BODRATO -DON BOSCO Y DON DOMINGO PESTARINO DECIDEN FUNDAR UN 
COLEGIO EN MORNESE -SOLEMNE FIESTA: CELO DE DON DOMINGO PESTARINO -REGALOS DE LA POBLACION A 
DON BOSCO -DON VICTOR ALASONATTI -VISPERAS: PLATICA DE DON BOSCO -ALEGRE Y CRISTIANA VELADA 
-CARTA A UNA INSIGNE BIENHECHORA: NOTICIA DEL DIA -CASALEGGIO -LERMA -UN NUEVO DISCIPULO DE DON 
BOSCO -PARTIDA DE MORNESE 

EL día 7 de octubre, viernes, a las cuatro y media de la mañana, ya estaban a punto los muchachos y tenían preparado todo el attrezzo 
teatral. Fueron a la estación, y, hacia las ocho, llegaba el tren a Serravalle Scrivia. Les esperaba don Domingo Pestarino, quien les 
acompañó hasta un collado donde había una iglesia y un convento de franciscanos. Oyeron la santa misa, desayunaron y, a las diez, se 
pusieron en camino hacia la pequeña ciudad de Gavi. A mitad del trayecto, encontróse don Bosco con el canónigo Cayetano Alimonda, 
famoso por sus conferencias en la catedral de Génova, y que veraneaba en Gavi. Don Domingo Pestarino presentó el siervo de Dios al 
Canónigo, que sólo conocía a don Bosco de nombre, y, juntos, se dirigieron a la ciudad. La comida estaba preparada en Mornese, pero 
dijo el Canónigo a don Bosco: 

-Mornese está todavía lejos: es preciso tomar algo si quiere usted ((759)) aguantar hasta allí. Además, sus muchachos ya han digerido el 
desayuno. Déjelo de mi cuenta. Usted no se preocupe, que yo me encargo de todo. 

Y, paso a paso, llegaron a las primeras casas de Gavi. Entraron al son de la banda y fueron así hasta la casa del Canónigo, el cual, con el 
concurso generoso de algunas familias distinguidas y del párroco de San Jaime, Jerónimo Denegri, les hizo sentarse y celebrar un alegre 
banquete. Después de comer se dirigieron a la parroquia, 
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precedidos de la banda. Se reunió una ingente muchedumbre y don Bosco, invitado por el Canónigo, pronunció un sermoncito y se 
impartió solemnemente la bendición con el Santísimo Sacramento. 

Caía ya el sol cuando don Bosco agradeció al canónigo Alimonda su hospitalidad y se despidió con los suyos, porque aún había que 
hacer dos buenas horas de camino entre colinas. Don Bosco montó un hermoso caballo blanco de don Domingo Pestarino y algún cantor, 
flojo de piernas, montó a horcajadas sobre un borrico. 

El canónigo Alimonda, no obstante, que deseaba ver de nuevo a don Bosco, alcanzó a don Juan Cagliero, que caminaba con los 
últimos, y subió hasta el Santuario de la Virgen de la Guardia de Gavi intentando encontrarse con él; pero ya no le vio. Determinó 
entonces desandar el camino y dijo a don Juan Cagliero: 

-íAh, he de ver todavía a ese hombre providencial! íSólo las montañas no se encuentran en este mundo! 

A media milla de Mornese se encontraron con muchos jovencitos del pueblo, vestidos de fiesta, que aguardaban a don Bosco. Era ya 
anochecido cuando don Bosco se apeó del caballo. Todo el pueblo salía a su encuentro precedido por el cura párroco, reverendo Valle, y 
don Domingo Pestarino, que se había adelantado a la comitiva. Repicaban las campanas, disparaban los morteretes sus salvas y había 
iluminación general. La gente salía de sus casas con luces y candelas encendidas. La banda lanzaba al aire sus armonías. Todos se 
arrodillaban al paso de don Bosco, le pedían la bendición y se santiguaban. Con él entraron en la parroquia: se dio la bendición con el 
Santísimo, ((760)) se rezaron las oraciones de la noche, y, después de cenar, a descansar. 

Los muchachos se alojaron en los cobertizos de una casa de campo, arreglados dentro de un patio cerrado, que debían servirles de 
dormitorio, comedor y lugar de recreo. 

El sábado, 8 de octubre, don Bosco celebró la santa misa 
inmediatamente después del toque del Ave María. Todas las mañanas estaba la iglesia abarrotada como si fuese un día festivo. Los 
muchachos no pudieron acercársele, porque en cuanto entró en la sacristía, se vio rodeado de un gran grupo de hombres, y tuvo que estar 
confesando hasta después de las diez. 

Cuando terminó, don Domingo Pestarino le presentó un numeroso grupo de niñas y mozas del pueblo, conducidas a la piedad y 
asistidas por la Congregación de las Hijas de María Inmaculada. Ya hemos hablado anteriormente de esta institución, fundada por la 
maestra Maccagno. Ella estaba presente con sus compañeras más 
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antiguas, entre las que se contaba María Mazzarello, destinada por el Señor a ser la primera Madre General de las Hijas de María 
Auxiliadora. Don Domingo Pestarino había conseguido, tras cálidas instancias, que fuese don Bosco a su pueblo, especialmente para 
bendecir aquella Congregación de doncellas; y ahora le rogaba encarecidamente que las adoptase como su familia espiritual. Don Bosco 
aceptó. Veía el buen espíritu, la piedad y la mutua caridad que reinaba en ellas y el gran bien que realizaban con las niñas de Mornese; y 
las bendijo. 

Aquella mañana recibió don Bosco la inapreciable visita de don Raimundo Olivieri, arcipreste de Lerma, pueblo próximo, el cual, tan 
pronto como terminó sus funciones en la parroquia, salió para ir a saludarle. Una antigua amistad unía a estos dos santos varones, y, a 
ruegos del Arcipreste, don Bosco consintió en modificar su itinerario e ir el lunes a Lerma con toda la comitiva. 

Don Domingo Pestarino había preparado la mesa a don Bosco ((761)) invitando a sus amigos, y el maestro del pueblo, Francisco 
Bodrato, hombre sobre los cuarenta años, se había encargado de organizar lo necesario para toda la comitiva del Oratorio. Durante la 
comida se mantuvo en pie detrás del asiento de don Bosco para atender al servicio. El, conocedor de la juventud, había admirado el porte 
familiar y afectuoso de los alumnos con su superior, a la menor indicación del cual, guardaban respeto y obediencia, no sólo los 
estudiantes, sino también los aprendices. Observaba también la afabilidad de don Bosco con ellos y no pudo por menos de reconocer la 
poderosa atracción de la caridad, y lo mucho que había que aprender de aquel sistema educativo. 

A este fin pidió a don Bosco una entrevista particular y la obtuvo al momento. Preguntóle qué secreto tenía para dominar de aquel 
modo a tantos jóvenes, por naturaleza rebeldes a una disciplina. Don Bosco le respondió: 

-Religión y razón son los dos resortes de todo mi sistema educativo. El educador debe ciertamente persuadirse de que todos o casi todos 
estos queridos muchachos tienen una natural inteligencia para conocer el bien que se les hace personalmente y al mismo tiempo están 
dotados de un corazón sensible, fácilmente abierto al reconocimiento. Cuando se haya obtenido, con la ayuda del Señor, hacer penetrar en 
sus almas los principales misterios de nuestra santa Religión, que, todo amor, nos recuerda el inmenso amor que Dios ha tenido con el 
hombre; cuando se llegue a hacer vibrar en su corazón la cuerda de la gratitud, que se le debe en correspondencia a los 
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beneficios que tan abundantemente nos ha otorgado; cuando, finalmente, con el resorte de la razón se hayan persuadido de que la 
verdadera gratitud al Señor debe manifestarse cumpliendo su querer, respetando sus mandamientos, especialmente los que inculcan la 
observancia de nuestros recíprocos deberes, crea ciertamente que gran parte del trabajo educativo ya se ha cumplido. La religión en este 
sistema hace el oficio del freno colocado en la boca del fogoso corcel, que ((762)) lo domina y gobierna; la razón hace de brida que 
oprime las fauces y produce el efecto que se pretende conseguir. Religión auténtica, religión sincera que gobierne los actos de la 
juventud, razón que rectamente aplique los santos dictámenes como norma de todas sus obras, he aquí sintetizado en dos palabras el 
sistema que yo empleo, cuyo gran secreto desea usted conocer. 

A continuación Bodrato, tras una breve reflexión, respondió sonriendo a su vez: 

-Reverendo señor, con el símil del hábil domador de los jóvenes potros, usted me hablaba del freno de la religión y del buen uso de la 
razón para dirigir todas las acciones. Esto va muy bien; pero me parece que me ha silenciado un tercer medio, que siempre acompaña al 
oficio del domador de caballos y, quiero decir, el inseparable látigo que es como el tercer elemento de su éxito. 

Ante la observación del maestro Bodrato, agregó don Bosco: 

-Querido amigo, me permito indicarle que, en mi sistema, el látigo, que usted dice indispensable, o sea la amenaza saludable de futuros 
castigos, no está totalmente excluido; piense que son muchos y terribles los castigos con que amenaza la religión a los que, no teniendo 
en cuenta los preceptos del Señor, se atreven a despreciar los mandamientos; amenazas severas y terribles que, recordadas con frecuencia, 
no dejarán de producir su efecto, tanto más justo cuanto que no se limita a los actos externos, sino que castiga también los más ocultos y 
los pensamientos más secretos. Para hacer penetrar más íntimamente la convicción de esta verdad, añádanse las prácticas sinceras de la 
religión, la frecuencia de los Sacramentos y la insistencia del educador; y es seguro que, con la ayuda del Señor, se conseguirá más 
fácilmente que vuelvan a ser buenos cristianos hasta los más endurecidos. Por otro lado, cuando los muchachos llegan a persuadirse de 
que quien les dirige desea sinceramente su verdadero bien, basta muchas veces, como eficaz remedio para los recalcitrantes, ((763)) 
mostrar un aspecto más reservado, que les manifieste el disgusto interno de ver mal correspondidos sus paternales cuidados. Crea 
asimismo, mi querido señor, que este sistema es quizá más fácil, 
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y seguramente el más eficaz, porque con el ejercicio de la religión, será además el más bendecido por Dios. Para darle una prueba 
palpable, me atrevo a invitarle a que venga a pasar unos días con nosotros y confío que al final del experimento pueda asegurarme que 
cuanto le he dicho es experimentalmente el sistema más práctico y más seguro. 

Esta invitación, parte en broma y parte en serio, causó grata impresión a Francisco Bodrato, el cual, íntimo amigo de Pestarino, ya había 
deliberado en su corazón agregarse a la Pía Sociedad. 

Los alumnos del Oratorio fueron después de la comida a Parodi, invitados por el párroco que les había preparado la merienda. 

Cuando iban a entrar en el pueblo, salió a su encuentro el sacristán para avisarles que no tocaran: se celebraban en la parroquia las 
cuarenta horas y estaba allí reunido todo el pueblo. La comitiva entró, por tanto, silenciosamente en la iglesia, mientras estaba a punto de 
acabar la plática. Los sacerdotes y clérigos salesianos fueron a ayudar a la bendición y los cantores subieron al coro y cantaron el Tantum 
ergo con la banda. Cuando el pueblo salió de la iglesia, los músicos tocaron unas marchas que obtuvieron muchos aplausos. 

En Parodi tuvieron una gran suerte. El brillantísimo orador de los mejores púlpitos de Italia, reverendo Verdona de Gavi, totalmente 
ciego, predicaba allí el triduo de las cuarenta horas. Su palabra clara para el pueblo y su ardiente piedad le ganaban la atención universal. 
Informado de la llegada de los muchachos de don Bosco, se puso muy contento y quiso saludarles. El había estado en el Oratorio cuando 
((764)) predicó la Cuaresma en Turín, en la iglesia de San Felipe. A Parodi le había acompañado su hermana, la señora Jerónima, quién 
cobró desde aquel día tanto afecto a las obras salesianas que, en adelante, fue una bienhechora insigne. 

Los muchachos regresaron a Mornese, ya avanzada la noche, y no tuvieron el consuelo de ver a don Bosco porque estaba en la iglesia 
confesando. 

El no se había movido de Mornese. En aquellos días sostenía largos coloquios con don Domingo Pestarino. Le había aceptado entre los 
miembros de la Pía Sociedad, como él ardientemente deseaba, pero quiso que siguiese con la dirección de las Hijas de María Inmaculada, 
mientras el Señor le conservase en vida, prometiéndole la ayuda del consejo y de los medios. 

Don Domingo manifestaba también a don Bosco su propósito de establecer en Mornese una institución que recordase a sus buenos 
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paisanos, aun después de su muerte, el afecto que les tenía, y estaba dispuesto a entregar para ello todo su importante patrimonio. Ya se 
había puesto de acuerdo con las autoridades locales y obtuvo el consentimiento de don Bosco. Se decidió, pues, poner los cimientos de un 
majestuoso edificio de utilidad pública, para destinarlo a colegio de niños, según el deseo de todos. La población colaboraría en los días 
festivos a la construcción, acarreando materiales. Don Domingo Pestarino estaba dispuesto a recompensarles generosamente, como lo 
hizo, preparando vino y merienda para los transportistas y pienso para los borricos y los bueyes. Y don Bosco le prometió que, terminado 
el edificio, volvería a Mornese para inaugurarlo. 

El domingo, 9 de octubre, era la fiesta de la Maternidad de María Santísima y se celebró en la parroquia con gran solemnidad. Don 
Bosco dijo la misa de comunión general, y le ayudaron dos muchachitos del pueblo, revestidos de sotana. Don Domingo Pestarino, que se 
había sentado en el confesonario la tarde anterior, siguió confesando durante toda la noche, y a las nueve de la mañana aún no había 
salido. Don Bosco fue testigo de aquel acto de tanto celo, ((765)) que repetía muchas veces al año, a pesar de que, casi todos los días, 
dedicaba varias horas, mañana y tarde, a este sagrado ministerio. 

Había vuelto don Bosco de la iglesia, estaba tomando un poco de café, cuando don Domingo Pestarino le avisó de que alguien quería 
verle y hablarle, por lo que le rogaba que saliera. Dejó el siervo de Dios la mesa y, apenas llegó a la puerta, resonó un grito atronador de 
íViva don Bosco! Todo el pueblo se había reunido en el patio de la casa de don Domingo y ocupaba también el espacio de una viña suya 
contigua. Los chavales estaban formados en dos filas y detrás de ellos sus padres. Cada uno tenía un regalo para ofrecer; unos huevos, 
otros mantequilla, éste uvas selectas, aquél un pollo, quiénes fruta y quiénes queso. Varios llevaban un garrafón bajo el brazo o una 
canasta de botellas de vino exquisito, y hubo quien tenía delante un barril con cincuenta litros de vino. Don Bosco pasó por entre aquellas 
filas agradeciendo y dirigiendo a cada uno una afectuosa palabra. Volvió atrás, subió unas gradas del umbral de la casa, y, mirando al 
pueblo, dio a todos las gracias por cuanto habían querido hacer por él, aunque todavía no le conocían. Y añadió: 

-Vuestra caridad me confunde. Sé que habéis querido honrar en mí al ministro del Señor y eso me hace ver vuestra fe. Que el Señor os 
la conserve siempre en vuestros corazones, porque ella sola nos puede hacer felices en esta vida y en la otra. 
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Al llegar aquí, hizo don Bosco ademán como para retirarse, pero se levantó por todas partes una voz: 

-íBendíganos, bendíganos! 

Don Bosco añadió: 

-Sí, os bendigo de todo corazón, y bendigo a vuestras familias, a vuestros campos para que Dios tenga lejos toda desgracia y que podáis 
estar realmente contentos. Rezad también vosotros por mí y por mis muchachos, para que un dichoso día podamos formar una sola 
familia en el paraíso. 

Entonces muchos se apretujaron a su alrededor para besarle la mano. 

Hacia el mediodía, concluida la misa solemne, se oyó a los muchachos del Oratorio que vitoreaban a don Víctor Alasonatti. El buen 
Prefecto, ((766)) aunque delicado, había venido de Turín para comunicar cosas de importancia a don Bosco y se encerró con él en la 
habitación unos instantes. Después regresó rápidamente. 

A los primeros toques de las campanas para vísperas, la iglesia se llenó al completo, hasta en los rincones más escondidos. Predicaba 
don Bosco. Habló como inspirado sobre la eficacia de la protección de la Virgen y narró muchos ejemplos, que produjeron un gran bien 
en el auditorio. 

-Sólo los santos, decían, pueden predicar así. 

Al salir de la iglesia todo el pueblo siguió a la banda de música, que fue a tocar en la plaza; se elevaron varios globos aerostáticos y se 
iban iluminando las casas. Hubo también una corta y bonita representación teatral; pero la gente se retiró pronto, porque en todos los 
hogares reinaba la piadosa costumbre de rezar cada noche el santo rosario. 

Don Bosco escribía a la marquesa Fassati señalando el día en que se hallaría en Turín, pero la insistencia de los amigos le obligó a 
cambiar su itinerario. 

Benemérita Señora Marquesa: 

Estoy de excursión con mis muchachos; hasta el 14 de este mes no regresaré a Turín. Aunque el comienzo de nuestras clases sea más 
tarde, me temo que en Mongré se abran antes y que a mi llegada no me encuentre ya a nuestro querido Manuel. Si esto fuese así y bastase 
llegar a Turín unos días antes, ruégole me avise con una sola palabra e iré enseguida ahí. 

Mi paradero será el Seminario de Acqui, adonde iré pasado mañana con toda mi brigada. Había previsto hacerle una visita en 
Montemagno, pero los alborotos acaecidos en la Capital me obligaron a no moverme por entonces. 

Me encuentro en Mornese, diócesis de Acqui, donde contemplo a un pueblo 
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que, por su piedad, su caridad, y su celo, parece todo un claustro de personas consagradas a Dios. Esta mañana he repartido la comunión 
y sólo en mi misa han comulgado unos mil fieles. 

Quiera, señora Marquesa, aceptar los sentimientos de respeto y gratitud extensivos al venerado señor Marqués, a Acelia y a Manuel, a 
quien dirá que yo nunca le olvido en mi misa, y que él no olvide lo que le recomendé en Montemagno. 

((767)) Ignoro dónde se encuentran Papá y Mamá, mas si estuviesen con usted le suplico les salude respetuosamente de mi parte. 

Dios conceda a todos salud y gracia y nos conserve en la senda del paraíso. 

De V.S.B. 

Mornese, 9 de octubre de 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


El lunes, 10 de octubre, don Bosco y toda su comitiva hicieron una excursión a Lerma, donde les esperaban el arcipreste Raimundo 
Olivieri y cuatro alumnos del Oratorio que estaban de vacaciones en aquel pueblo. A mitad del camino, a la izquierda, después de una 
pequeña llanura, sobre un cerro cubierto de bosques se levanta el castillo de Casaleggio, perteneciente a la noble familia Ristori, 
distinguida por su caridad y compasión en favor de los pobrecitos. En aquella cumbre se alineaba el pueblo con la vieja y pequeña iglesia 
parroquial, edificada en tiempos del feudalismo. A la derecha del camino, un poco más alta que ésta se levanta solitaria la nueva 
parroquia con la casa rectoral y un atrio delante de la puerta principal, mirando hacia el castillo. Aquí aguardaban a don Bosco para 
obsequiarlo la anciana marquesa Ristori, los marqueses Horacio y Pedro, sus hijos, y dos hijas suyas. El párroco, ya muy anciano, don 
Juan María Pastore, estaba sentado en un sillón. 

Don Bosco subió a saludarles. La banda se paró con toda la comitiva e hizo sonar sus instrumentos. 

Después de breve parada, los muchachos continuaron la marcha. Cuando llegaron frente a Lerma, situada sobre una colina, apenas les 
vieron, dispararon los morteretes, se oyó un alegre campaneo y sonaron las notas de la banda musical del pueblo. Los del Oratorio se 
pusieron en orden en el valle y respondieron con una pieza musical. Cuando éstos acabaron, comenzó otra desde lo alto del cerro. Y así, 
alternándose la música, llegaron los alumnos de don Bosco a la entrada de Lerma. El siervo de Dios saludó al párroco, que lo esperaba 
con un gran gentío, y pronunció unas ((768)) palabras de agradecimiento a la banda de música del pueblo. Todos los habitantes estaban 
fuera de sus casas. 
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Se entró triunfalmente en la población. 

Hubo un espléndido banquete, ofrecido por el Arcipreste, al que asistieron los músicos de las dos bandas. Carlos Gastini, en la 
sobremesa, como acostumbraba hacer en todos los pueblos durante la época de excursiones, se presentó vestido de payaso para 
representar el papel de mendigo; y, cantando y declamando, suscitó la hilaridad de los convidados. 

Luego fueron los músicos a tocar bajo las ventanas de la casa del Alcalde y de las de otros distinguidos personajes para obsequiarles. 

Después de la bendición solemne en la parroquia, los alumnos salieron en fila con las dos bandas a la cabeza. Al llegar donde 
comenzaba la bajada, los de Lerma se pararon, don Bosco les dio nuevamente las gracias, manifestó la esperanza de encontrarse de nuevo 
un día todos juntos en el paraíso gozando de las armonías celestiales, e inició con los suyos el descenso al valle. 

A la vuelta del camino, que giraba alrededor de una colina que ocultaba a Lerma, se oyeron por última vez los instrumentos de los 
nuevos amigos, que daban el último adiós a los que se alejaban. Estos respondieron con una sinfonía y tras un entusiástico viva, gritado 
por un lado y repetido por el otro, marcharon a Mornese. 

Don Bosco, como ya había hecho al ir, volvía a pie. Durante todo aquel largo trayecto caminaba a su lado un sacerdote joven, forastero, 
que por suerte se había quedado solo con él. El arcipreste Olivieri, su amigo, se lo había presentado en Mornese; don Bosco, mirándole 
amorosamente, preguntóle su nombre y su patria. Y después le dijo: 

-Bueno..., venga conmigo a Turín. 

-Y por qué no?, respondió el sacerdote, como fascinado por la bondad del siervo de Dios. Don Bosco no le dijo nada más 1. 

En Lerma también se encontraba él entre los invitados y el Arcipreste le había colocado ((769)) en la mesa al lado de don Bosco, que 
casi siempre habló con él del Oratorio de Turín y de los medios que había que emplear para salvar a la juventud de tantos peligros como 
se le echaban encima. El sacerdote, totalmente absorto escuchándole, le había dicho: 

-Yo iría con mucho gusto a Turín, si usted me admite. 

-Y con qué intención vendría? 

1 Se trata, ni más ni menos, que de don JUAN BAUTISTA LEMOYNE. Así de simple y candorosamente hace su autopresentación el 
carísimo Lemoyne, autor de estas Memorias Biográficas de San Juan Bosco, el más rico tesoro del bosquianismo, mina de oro inigualable 
que posee la Congregación Salesiana, gracias a su laboriosa entrega y a su buen hacer. (N. del T.). 
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-Con la de ayudarle en lo poco que pueda.
-No; replicó don Bosco: las obras de Dios no necesitan la ayuda de los hombres.
-Yo iré, y usted me dirá qué tendré que hacer.
-Venga sólo para hacer el bien a su alma.
-Así lo haré, respondió el sacerdote.
Este volvió con don Bosco hasta Mornese y le habló durante hora y media de su vida pasada, de cuanto había realizado y pensado hasta


aquel día y de sus proyectos para el futuro. Fue un paseo inolvidable. 
A la mañana siguiente, martes día 11 de octubre, fue la partida. 
Después del desayuno, entre los aplausos de la multitud, se alejaba don Bosco con su caravana de Mornese camino de Capriata, donde era 
esperado. Había aceptado diez chicos del pueblo para Turín o para Lanzo. A cierto punto el camino se bifurcaba: por una parte se iba a 
Gavi y por la otra a Montaldeo. El joven sacerdote, antes mencionado, que debía ir a Serravalle Scrivia, se despidió de don Bosco. El 

siervo de Dios le dijo con una encantadora sonrisa: 
-Cuándo vendrás a Turín? 
Y luego añadió: 
-Verdad que me permite le trate de tú? 
-íSí, sí! Tráteme como a un hijo suyo. Dentro de ocho días estaré con usted. 

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((770)) 

CAPITULO LXXV 

CAMINO DE MONTALDEO Y DE CASTELLETTO DE ORBA -CAPRIATA: IGLESIA Y TEATRO -LLEGADA A OVADA: DON 
TITO BORGATTA Y EL ALCALDE -ENTUSIASMO DEL PUEBLO POR UNA REPRESENTACION TEATRAL -COMUNIONES 
EDIFICANTES -ADVERTENCIAS DE DON BOSCO A DON TITO BORGATTA -CREMOLINO: INVITACION NO PREVISTA 
DEL MARQUES SERRA: UN GRAN DOLOR ALIVIADO -EN PRASCO: MUERTE DEL ALCALDE: TRISTE PARADA 
-LLEGADA AL SEMINARIO DE ACQUI -CARTA DE DON EMILIANO MANACORDA -LOS ALUMNOS DE DON BOSCO 
PRESENTADOS AL OBISPO -REPRESENTACION TEATRAL EN EL SEMINARIO -DON BOSCO VENCE CON SU BONDAD 
LA ASPEREZA DE UN CLERIGO -OFICIO FUNEBRE -DON BOSCO Y LOS SEMINARISTAS -EN STREVI CON EL OBISPO 
-SOLEMNE FUNCION EN LA CATEDRAL -REGRESO A TURIN -EL BIEN REALIZADO POR DON BOSCO EN LAS 
EXCURSIONES -CARTA DE PIO IX A DON BOSCO -OTRAS CARTAS DE ROMA: UNA LOTERIA A CONSEJADA: LA 
DISPENSA DEL BREVIARIO:INSTANCIAS PARA LAS DIMISORIAS -DON BOSCO OFRECE REGALOS A QUIENES LE 
AYUDARON EN LA EXCURSION: AGRADECIMIENTO DE UN BUEN SEÑOR 

A través de hermosas y fértiles colinas fueron caminando los muchachos del Oratorio hasta Montaldeo, donde se encontraron, en plena 
calle, con un refresco preparado por cortesía del conde Tornielli. Desde Montaldeo bajaron a Castelletto de Orba, donde comieron. Y 
desde aquí, don Bosco en calesa y los demás a pie, fueron a Capriata. 

Este gran pueblo está emplazado sobre unas amenísimas colinas, por cuyas laderas pasa la carretera provincial. 

((771)) Un grupo de muchachos, alumnos del colegio de Mirabello que estaban de vacaciones, los cuales ya le conocían y habían 
hablado mucho de él a sus padres, más otros seis o siete que habían sido admitidos por don Miguel Rúa para el nuevo curso, le agasajaron 
cuanto pudieron. 
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Invitados por el párroco fueron a la parroquia, donde se impartió la bendición solemne y al llegar la noche, se representó en un amplio 
patio una obra teatral para todo el pueblo reunido. Bongiovanni recitó a las mil maravillas Osti e non osti (Fondistas y no fondistas) en 
dialecto piamontés. Los muchachos cenaron y durmieron en casa de un sacerdote admirador de don Bosco y amigo de Juan Bisio, 
coadjutor del Oratorio. Este joven contó de sí mismo: 

«Era yo soldado y leía las obritas de don Bosco, especialmente El Joven Cristiano: quedé impresionado y, al terminar el servicio 
militar, me informé a través de un sacerdote de Capriata, mi pueblo, sobre quién era don Bosco. El me lo describió como a un santo, y yo 
me empeñé en conocerle. Me presenté, pues, a él en 1864 y, atraído por sus buenas y santas palabras, me quedé en el Oratorio». 

Por la mañana del miércoles, 12 de octubre, fueron a Ovada. Don Bosco era esperado por un sacerdote, dueño de un importante 
patrimonio, que conocía hacía muchos años al siervo de Dios y sus obras. Era don Tito Borgatta. Había alquilado un hotel entero y se 
encargó durante dos días de proveer de todo lo necesario a los muchachos del Oratorio. Estos, acompañados por tantos sacerdotes y 
clérigos, aunque tocó la banda de música, fueron recibidos por el pueblo con frialdad y casi a silbidos. Una vez instalados los muchachos, 
don Tito quiso que don Bosco y los sacerdotes fueran a su casa. 

Se fue a cantar para la bendición en la magnífica iglesia parroquial. El Alcalde, abogado Carlos Oddini, acudió acompañado de 
muchísimos señores para saludar a don Bosco, y, al oír durante la conversación, que en varios pueblos los muchachos del Oratorio habían 
representado obras teatrales, rogó a don Bosco se dignara proporcionar a la población el placer de una función en el teatro municipal. 

((772)) Don Bosco condescendió y se organizó una para aquella noche. Se comunicó rápidamente la noticia al pueblo. Don Tito cedió a 
la instancia del Alcalde, que deseaba tener el honor de hospedar en su casa a don Bosco. 

El teatro fue invadido por el público; los palcos estaban ocupados por todos los señores de la ciudad, y caso único, hasta asistió el clero. 
Cuando el Gianduia de la compañía, Bongiovanni, salió al proscenio a saludar al público con unos versos en dialecto, las risas, los 
aplausos, los vivas fueron tales que parecía venirse abajo el salón. Se representó la comedia Antonio. 

En los entreactos se cantaron canciones y romanzas napolitanas. 
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Cuando se anunció que todo había terminado, se levantó un señor y gritó: 

-íViva don Bosco! íViva su escuela! 

Los espectadores hicieron un eco prolongado a su grito. 

Cuando los actores llegaron a su hotel encontraron preparado un vino de honor, que el hostelero les presentó en nombre de los señores 
del pueblo. El entusiasmo de la población era tal que, habiéndose acercado algún joven al café o al estanco, se le sirvió gratuitamente. 
Aquella noche fue el siervo de Dios, hacia las nueve, en busca de sus alumnos, para recitar con ellos las oraciones. 

El jueves, 13 de octubre, por la mañana, los muchachos se dirigieron a la parroquia para oír la santa misa. Con el permiso del párroco se 
rezaron las oraciones en alta voz, se tocó el órgano y se cantó un motete. Las muchas personas que estaban en la iglesia a aquella hora se 
admiraron al contemplar tan numerosas comuniones. Una señora se aproximó a un muchacho y le dijo: 

-Qué fiesta celebráis hoy? 

-Por qué, señora? 

-Porque he visto comulgar a muchos de vosotros. 

-Lo hacemos todos los días sabe? 

La señora quedó conmovida y se retiró exclamando: 

((773)) -Bendita la juventud que crece en tal escuela. 

Después del desayuno había que ir a Acqui. Pero, antes de partir, quiso don Bosco advertir con prudente caridad a don Tito, que se 
había mostrado demasiado generoso con él y sus alumnos. Aquel sacerdote empleaba sus riquezas para favorecer a los pobrecitos, pero 
emprendía demasiadas cosas y casi siempre por intereses materiales. Había fundado un banco que suministraba pingües beneficios, había 
organizado una gran panadería, había levantado un magnífico edificio para colegio elegante de chicas, dirigidas por sus religiosas, cada 
una de las cuales había llevado consigo una rica dote. 

En vano le amonestaban don Domingo Pestarino y otros amigos para que no corriera demasiado tras las ganancias del banco. Don 
Bosco dialogó con él familiarmente y hablóle de aquellas empresas: le indicó que no olvidara que el mundo odia a los religiosos y que si 
no logra hacerles daño hoy, se lo hará mañana; que, por tanto, es mejor que el sacerdote se ocupe de las cosas sagradas, dejando a los 
seglares las cosas del siglo. Le recordó las palabras de San Pablo: Nemo militans Deo implicat se negotiis saecularibus (Nadie que se 
dedica a la milicia de Dios se enreda en los negocios de la vida) 
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1. Acabó suplicándole que cambiara de sistema, si no quería terminar mal. 
Don Tito miró a don Bosco y sonrió, porque su fortuna parecíale indestructible. Pero las palabras de don Bosco fueron después 
proféticas. Un socio, en quien el pobre sacerdote había puesto toda su confianza, le traicionó, llegó la bancarrota con sus consecuencias y 
luego el deshonor y la ruina de todo. 

Hacia las nueve, al son de la música y entre los aplausos de toda la población, los alumnos del Oratorio salieron de Ovada y se 
dirigieron a Cremolino. La carretera pasa junto al cerro sobre el cual se levanta en Cremolino el estupendo castillo del marqués Serra. En 
su torreón estaba izada la bandera como en los grandes días. Al pie de la subida se presentaron a don Bosco los dos hijos del Marqués 
invitándole a ir al castillo en nombre del padre, que deseaba ardientemente hablar con él. Aunque no era una parada establecida, don 
Bosco condescendió. 

((774)) Salió el buen Marqués a su encuentro hasta el puente levadizo, tomóle de la mano, como a persona de antigua amistad, y lo 
introdujo en el castillo. 

Como era sabedor de que don Bosco iba a pasar por aquellos lugares, había preparado una abundante comida para toda su compañía. 
Llevaron a los muchachos a un magnífico salón, dejaron los intrumentos musicales, se colocaron en círculo y el mismo Marqués empezó 
a servirles pan, condumio y vino excelente. Después los dejó al cuidado de su segundo hijo, mientras su primogénito hacía sentar a la 
mesa en otra sala a los sacerdotes y clérigos. El se retiró con don Bosco a otro aposento, donde les sirvieron, a ellos solos, un déjeuner 
(almuerzo). El Marqués quería hablar con don Bosco confidencialmente, pues se hallaba muy afligido por la muerte de la Marquesa, 
acaecida poco antes. Necesitaba consuelo y lo encontró en las palabras del siervo de Dios. Insistió para que siguiese en su casa hasta el 
lunes, pero se resignó al saber que el Obispo de Acqui le esperaba aquella misma tarde. 

Cuando reapareció ante los muchachos, llevando a don Bosco de la mano, parecía rejuvenecido. íTan feliz se encontraba! Como en 
otros lugares, también aquí hubo cantos, música y poesías del simpático cantor ambulante. Una corta pero graciosa velada. Se 
reemprendió la marcha repitiendo a gritos: íViva el señor Marqués! 

1 Il Tim II,4. 
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Iban hacia Prasco, invitados por el párroco don Jorge Bobbio, varón de mucha prudencia e iluminado celo que, desde hacía mucho 
tiempo, estaba relacionado con don Bosco y enviaba al Oratorio alumnos, feligreses suyos, de acrisolada bondad. 

A las tres llegaban a las puertas del pueblo; un mensajero del párroco les comunicó que acababa de fallecer el alcalde. El señor 
Próspero Deguidi, excelente cristiano, no había estado enfermo más que dos días. Así que los muchachos se dirigieron silenciosamente a 
la parroquia y entraron ((775)) en el jardín. Pero no encontraron nada preparado para la comida. Llegó el buen párroco y se excusó, por 
haber debido asistir a su amigo moribundo. 

Se buscó pan y Buzzetti y Enría hicieron preparar a toda prisa una abundante polenta, mientras don Bosco iba a la iglesia con los 
demás. Dijo unas palabras al pueblo sobre la muerte y la obligación de estar preparados, y se dio la bendición. Se comió deprisa y 
partieron en silencio al caer de la noche, cuando la luna llena alumbraba el camino. A las nueve llegaron a Acqui y fueron recibidos por 
unos pocos amigos sin demostraciones públicas de fiesta. El entusiasmo se desató en el Seminario, donde los Superiores y los 
seminaristas, de vuelta de vacaciones, aguardaban a los deseados huéspedes. 

Aquí encontró don Bosco el correo con la siguiente carta. 

Roma, 8 de octubre de 1864. 

Barrio de Santa Agueda N.° 23 P. 1.ª. 

Muy Rvdo. señor don Bosco: 

Ayer tarde, a las siete, el Santo Padre se dignó recibirme en audiencia privada. Me entretuvo durante casi tres cuartos de hora y me 
habló de muchas cosas con gran afabilidad. Deo gratias. 

Pedí su bendición para V. S., tan apreciada para mí, para los sacerdotes de su Oratorio y para todos los jóvenes que tienen la fortuna de 
ser educados en su escuela cristiana. Rogué en su nombre que concediera al Seminario de Mirabello los mismos privilegios ya otorgados 
al Oratorio de San Francisco en Turín, en el día de su patrono, San Carlos. El Santo Padre, lleno de bondad y de amor paterno, 
condescendió a todos mis ruegos, extendiendo, para el día de San Carlos en el Seminario de Mirabello, los privilegios ya concedidos al 
Oratorio de Turín en la fiesta de San Francisco. Impartió la bendición papal para V. S. y para todos sus alumnos, encargándome a mí que 
se la comunicara a usted para que la haga extensiva a su querida y santa familia, que con alegría y asombro supo que pasa de los 
setecientos. Leyó por entero su carta y quedó muy satisfecho, afirmando que guardaba siempre un afectuoso recuerdo de usted; y añadió: 
que conservaba como dulce recuerdo suyo la cajita con las ofrendas enviadas por los muchachos de su Oratorio. 

Hablé de su templo en construcción y quedó muy satisfecho: me indicó que se 
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podría abrir a tal fin una suscripción para hacer después ((776)) una lotería: respondí que yo mismo había hablado y combinado el modo 
con los directores de los principales periódicos de Roma, y que esperaba contestación de una mía que le escribí a propósito. Entonces el 
Santo Padre dijo: Muy bien, estupendo; ayudad a ese santo varón, yo por mi parte os daré dos cositas. Se levantó y me dio dos pequeños 
objetos muy bonitos, que, aunque no sean de gran valor, podrán muy bien servir de estímulo a los demás para seguir su ejemplo y así 
haremos buena colecta para la casa del Señor. 

Dijo más: Si no se llegara a hacer dicha lotería, don Bosco permitirá que uno de estos objetos lo retenga usted como recuerdo mío; o 
bien, si usted quiere ofrecer algo a don Bosco, él, que le estima a usted tanto, se lo dejara. El objeto que yo conservaría gustoso, como 
recuerdo de Su Santidad, sería una crucecita de oro. 

Conversamos mucho rato sobre su casa y le informé de todo, según las instrucciones que V. S. me dio antes de mi partida. 

Qué dice, pues, mi querido don Bosco? Debemos hacer esta suscripción o no? Mi opinión sería afirmativa. Si luego no resultase muy 
abundante, paciencia; algo conseguiremos; la bendición del Santo Padre, impartida con tanto cariño, no será estéril y fructificará, sobre 
todo si va unida al ejemplo. 

Tenga por tanto la bondad de comunicarme su parecer sobre este asunto y yo pondré todo el cuidado e interés posible... 

EMILIANO MANACORDA 

El 14 de octubre, viernes, don Bosco fue a saludar al Obispo, monseñor Modesto Contratto, capuchino, y, por su expreso deseo, le 
presentó a sus alumnos con quienes él se entretuvo afablemente. La comida estaba preparada en el Seminario, pero el Obispo quiso en su 
mesa a don Bosco y a sus sacerdotes. Por la tarde, hubo una representación teatral en el gran salón del Seminario. También asistió 
Monseñor. Se repitió el programa de Ovada. 

Este día ocurrió un pequeño suceso, que nadie advirtió, pero que da una idea característica del sistema de don Bosco. Había un clérigo 
muy aficionado a la música, dotado de muchas cualidades, pero de carácter difícil para obedecer; don Bosco le había propuesto, tiempo 
atrás, para formar parte del personal destinado al colegio de Lanzo. El clérigo, que no pertenecía todavía a la Pía Sociedad, se opuso, 
porque no se resignaba a dejar el Oratorio. Don Bosco no se dio por ofendido y le inscribió en la lista de ((777)) los que debían 
acompañarle en la excursión. Al partir de I Becchi hacia Villanova, don Bosco le invitó a acompañarlo, pero él se excusó con un pretexto. 
En Génova, Mornese y Ovada buscaba de mil modos poder hablarle, mas el clérigo siempre conseguía escapar, temiendo oír repetir la 
molesta propuesta. Por fin, cuando estaban todos los jóvenes en el palacio del Obispo, escuchando a Monseñor, de repente se encontró 
junto a don Bosco, el cual tomándole de la mano le dijo: 
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-Entonces, qué me respondes? 

Confuso el clérigo, respondió casi tartamudeando: 

-Esta noche, o en Turín, le daré contestación. 

Al acabar el teatro subió al dormitorio, destinado al descanso de los jóvenes, y vio a don Bosco en persona que, con sus propias manos 
le preparaba la cama, que por la mañana no había hecho. Le dio las buenas noches y se retiró a su habitación, que estaba junto al 
dormitorio. Ante aquel rasgo, el clérigo no pudo conciliar el sueño, lloró toda la noche y por la mañana fue a escuchar a la puerta de don 
Bosco. Oyendo que paseaba, pidió entrar y sollozando exclamó: 

-Mándeme donde quiera, no puedo aguantar más. 

Así vencía don Bosco aquella resistencia y se ganaba cada vez más a un joven, destinado a hacer un bien inmenso en las misiones 1. 

El 15 de octubre, sábado, celebróse en la capilla del Seminario un 
funeral solemne por los difuntos de cierta asociación eclesiástica. El Obispo estaba presente. Cantó la misa don Juan Cagliero. Y don 
Bosco predicó una conmovedora alocución. 

Después de comer quiso Monseñor llevar a don Bosco y a sus muchachos a su casa de campo en Strevi y les causó gran impresión su 
paternal bondad. Estuvo siempre en medio de ellos y les sirvió una abundante merienda. 

El 16 de octubre, domingo, fiesta de la pureza de María Santísima, se celebró una gran fiesta en la Catedral, y los muchachos cantaron 
la misa. 

((778)) Durante los tres alegres días, pasados en Acqui, visitaron la hermosa catedral de cinco naves, sus diversas iglesias, las 
antiquísimas fuentes sulfurosas de agua termal y los alrededores de la ciudad. Vieron las ruinas del acueducto romano, las termas de lodo 
y al antiguo castillo de los marqueses de Monferrato. Don Bosco, en cambio, atendió a sus ocupaciones; aceptó nuevos alumnos para el 
Oratorio y para sus dos colegios, y propagó la suscripción a las Lecturas Católicas. Cuando iba por las mañanas a la sacristía para 
celebrar la misa, le esperaban para confesarse sus alumnos y también los seminaristas. Más de uno de éstos experimentó cómo el Siervo 
de Dios leía en los corazones. Durante la jornada daba, además, audiencia a los que deseaban hablarle sobre la vocación. 

Finalmente, por la noche del domingo, don Bosco, que ya se había despedido del buen Obispo, anunció a los muchachos que, a la 

1 Se trata del que fue, más tarde, misionero, primer inspector-provincial de América y obispo, monseñor Santiago Costamagna (N. del 
T.) 
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mañana siguiente, sería el regreso a Turín. Después de haber descrito el viaje realizado y la gran caridad de los bienhechores, concluyó 
diciendo: 

-Todo pasa, mas no pasará nuestra gratitud, porque siempre elevaremos preces al Señor para que colme de bendiciones a los que nos 
han hecho algún bien. 

El 17, lunes, después de la misa, en el patio del Seminario, se despedía la banda de los seminaristas de Acqui y se dirigía tocando a la 
estación. Allí ejecutaron una bonita sinfonía, entre los aplausos del público apiñado, y ocuparon su puesto en los vagones, con los 
compañeros que gritaban, agitando los sombreros por el aire: 

-íViva Acqui! 

En Alessandria se engancharon sus vagones al tren directo procedente de Génova; el jefe de estación se acercó a la ventanilla para 
saludar a don Bosco y dio la señal de partida. En Asti se apeó don Bosco, porque le esperaban varios bienhechores de la ciudad con 
quienes debía permanecer durante unos días. La comitiva llegaba a Turín poco después del mediodía. 

Esta fue la última excursión otoñal, la más solemne, ((779)) la más larga de todas las realizadas en diez años. 

Produjeron un bien incalculable, porque Dios mismo se manifestaba en don Bosco. íCuántos muchachos admitió en el Oratorio, que 
hoy son celosos sacerdotes! íA cuántos pecadores colocó en el buen sendero! íA cuántas familias devolvió la paz o infundió una serena 
resignación en las dificultades de la vida! íCuántos enemigos del sacerdote antes de conocerle, empezaron a respetarle después de haberle 
visto! íEn cuántas poblaciones había recobrado Dios su puesto con su palabra apostólica! 

Pero ahora don Bosco debía cesar en esta extraordinaria misión. Sus nuevas ocupaciones ya no le permitirían ausentarse del Oratorio 
por tan largo tiempo y de aquel modo. Por esto se decidió a conformarse con mandar a I Becchi, y no a ningún otro lugar, un grupo de 
cantores y de músicos cada año, para la fiesta del Rosario, a la cual, no obstante, él asistiría. 

Don Bosco, entretanto, volvió de Asti al Oratorio, donde le aguardaba una preciosa carta. 
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PIUS PP. IX PIO PP. IX 

Dilecte Fili, Amado hijo,
Salutem Salud
et Apostolicam Benedictionem y Apostólica Bendición


Ex Tuis observantissimis litteris Por tu muy respetuosa carta del die 25, proximi mensis Augusti 25 de agosto pp. y llegada 

ahora 

scriptis, ac nuper ad Nos perlatis a nuestras manos, sabemos que te 

intelligimus, Tibi gratum admodum ha sido muy grato el decreto 

fuisse decretum a Nostra emanado por nuestra orden de 

Congregatione negotiis et nuestra Congregación encargada 

consultationibus Episcoporum et de los asuntos y consultas de 

Regularium praeposita, Nostro Obispos y Regulares, referente a 

jussu editum de ista S. Francisci la Sociedad de San Francisco de 

Salesii Societate, instituta Sales, establecida para educar a 

adjuvenes in timore Domini ac los ((780)) jóvenes en el temor 

pietate educandos atque etiam de Dios y en la piedad. Por ella 

novimus, operam a Te impendi in conocemos que te propones 

exequendis, quae expressa ac realizar todo cuanto fue 

statuta fuerunt in animadversionibus señalado y determinado con las 

ab ipsa Congregatione eidem Decreto observaciones dadas por la misma 

adiectis. Libentissime autem ex Congregación. 

eisdem Tuis litteris agnovimus Con alegría hemos sabido que la 

eamdem Societatem, Deo bene misma Sociedad, con la ayuda de 

adiuvante, in dies augeri, eamque Dios, va creciendo cada día, que 

a pluribus cujusque ordinis et a ella se asocian muchos jóvenes 

conditionis juvenibus frequentari, de toda clase y condición y que 

et Dilectum Filium Aemilianum nuestro amado hijo Emiliano 

Manacorda in ejusdem Societatis Manacorda pone todo su empeño 

bonum curandum suum omne studium para serle útil. 

conferre. Equidem si unquam alias, Ciertamente, si antes era 

hisce praesertim asperrimis necesario, mucho más en estos 

temporibus omnia sunt adhibenda tiempos dificilísimos, se deben 

consilia, et studia, ut adolescentes dirigir las solicitudes y 

tot undique periculis ac nefariis cuidados para arrancar de las 

inimicorum hominum insidiis misere insidias de los hombres 

circumventi a pravis illorum conatibus pervesos a los jóvenes, que 

eripiantur, ac sanctissimis divinae nosotros vemos rodeados de 

nostrae religionis praeceptionibus tantos peligros, e instruirlos 

sedulo imbuantur, et ad pietatem, con empeño en los mandamientos 

honestatem omnemque virtutem de nuestra santa Religión y 

diligentissime formentur. Quocirca formarlos con solicitud en la 

animos Tibi addimus, ut divino auxilio piedad, la honestidad y todo 

fidens in tam salutarem rem procurandam, género de virtudes. Por 

omni cura, opera et studio quotidie consiguiente, te animamos a 

magis incumbas. Perge vero perseverar, confiando en la 

ferventissimas Deo adhibere praeces ayuda de Dios una obra tan 

pro Eclesiae suae sanctae triumpho, saludable, poniendo en ella día 

et omnium errantium conversione. tras día todo cuidado, esfuerzo 

Denique paternae Nostrae in Te y estudio. Continúa, pues 

charitatis pignus Apostolicam elevando a Dios fervorosas 

Benedictionem toto cordis affectu, oraciones por el triunfo de su 

Tibi ipsi, Dilecte Fili, cunctisque santa Iglesia y por la 

commemoratae S. Francisci Salesii conversión de todos los 

Societa extraviados. Por fin, como 
prenda de nuestro paternal 

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afecto, con toda la efusión de 
corazón, impartimos la 
Apostólica bendición a Ti, amado hijo y a todos los jóvenes 
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tis juvenibus peramanter impertimur. pertenecientes a la antes dicha 
Datum Romae, apud S. Petrum, die Congregación de San Francisco de 
13 Octobris Anno 1864, Pontificatus Sales. 
Nostri anno Decimonono. Dado en Roma junto a San Pedro, el 

13 de octubre de 1864 año decimonono de nuestro Pontificado. 

PlUS PP. IX PIO PP. IX Dilecto Filio Presbitero Al amado hijo sacerdote 
Ioanni Bosco Juan Bosco -Turín Augustam Taurinorum 

((781)) También le habían llegado a don Bosco otras cartas de Roma, de don Emiliano Manacorda, a quien él había encargado diversas 
comisiones. La primera era la de buscar donativos para la construcción de la iglesia en Valdocco, y el buen Manacorda acariciaba el 
proyecto de una lotería para conseguirlos. La segunda se refería a las dimisorias para las ordenaciones sagradas; la tercera a la dispensa 
del rezo del breviario. El Sumo Pontífice le había dispensado de palabra, a condición de que, pudiendo, recitase una parte cualquiera 
diariamente; mas don Bosco deseaba poseer un documento escrito, presentable en cualquier circunstancia para su justificación. Don 
Emiliano Manacorda le fue dando las noticias esperadas, a intervalos. 

El 18 de octubre, manifestando el deseo de conocer su voluntad con respecto a la lotería, preguntaba: 

«Debemos recoger las ofertas de los romanos? Debemos inaugurar una lotería cuando tengamos objetos suficientes? Después del 
ejemplo del Santo Padre parece que debería ser así. Piénselo bien V. S. y escríbame. Si pudiera saber qué día van a ofrecer sus jóvenes la 
comunión por mí, qué contento estaría. Será para mí un día de gran solemnidad... Pienso que usted estará satisfecho del articulito que 
mandé insertar en Armonía...» 

El 27 de octubre, después de recomendar encarecidamente a don Bosco unos muchachos, agregaba: 

«En cuanto a la dispensa del rezo del Oficio, me dijo monseñor Pacifici que era necesario aducir las causas especiales y no tan sólo el 
ministerio de la confesión. Me parece que se podría exponer la enfermedad de los ojos qué le parece? Referente a la otra súplica para las 
dimisorias, me dijo que esto concierne totalmente a la Congregación de Obispos y Regulares, ahora cerrada. Se hará más tarde.» 

Un mes después, el mismo Manacorda escribía a don Bosco sobre los apuntes de las cartas anteriores. 
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((782)) Roma, 29 de noviembre de 1864. 

Amadísimo don Bosco: 

Por mediación del reverendo padre Crescentino le envío la deseada conmutación del rezo del oficio. Está concebida en este sentido: que 

V. S. escoja un confesor, el cual abra la enviada facultad de conmutar a vuestra señoría el rezo del breviario por cualquier otra oración 
vocal, aunque sea brevísima; tal me dijeron que era el estilo de dispensar en circunstancias similares. 
En cuanto a las dimisorias, tenga paciencia por ahora; me aseguraron que es un asunto inoportuno, tanto más que entre los artículos de 
nuestra Congregación está también el de someter los miembros de la misma al Ordinario del lugar donde residen: por consiguiente 
ofrezcamos al Señor la privación de lo deseado y agradezcámosle lo obtenido. 

Acerca de la lotería, he aquí mi parecer. No creo conveniente determinar, al anunciarla, el lugar donde se hará, esto es, si en Turín o en 
Roma. Si recogiéramos mucho se podría hacer también en Roma, mas sólo cuando la generosidad de los romanos iguale a la de algunos 
otros, entonces creería fuera de lugar el exponer los dos objetos del Santo Padre sin imitadores... Esto según mi pobre parecer; S. V. sabrá 
juzgar mejor. 

La facultad de leer libros prohibidos para sus sacerdotes la he alcanzado absolutamente como para grandes doctores; sin embargo, para 
los clérigos, se pensó de otro modo; esto es, que el Santo Padre conceda a V. S. una facultad amplísima para conceder dicha licencia a sus 
jóvenes, vez por vez, y a quien crea conveniente, y se encargó el mismo padre Módena de dirigirse a Su Santidad y pedirla; y, apenas 
conseguida, ya me daré prisa por trasmitírsela a V. S... 

EMILIANO MANACORDA 

Don Bosco recibió con agrado, también para mayor tranquilidad de su conciencia, el indulto de la conmutación del Breviario. No 
obstante él siempre procuraba rezarlo por entero o en parte, de acuerdo con el tiempo que le quedaba en medio de las continuas 
ocupaciones. Por eso lo tenía siempre sobre el escritorio y lo llevaba consigo en sus viajes. Cuando más tarde crecieron las 
indisposiciones físicas y la debilidad de su vista, aún entonces tuvo por norma leer al menos alguna breve parte cada día. Al fin, en los 
últimos años, cuando no podía de ninguna manera, se informaba ((783)) por los demás del oficio del día y a veces se hacía leer las 
lecturas. Así lo afirmaban monseñor Cagliero, don Miguel Rúa y don Joaquín Berto. 

Mas don Bosco, apenas llegó a casa, quiso cumplir su deuda de gratitud con todos los que, durante la excursión, habían recibido y 
atendido tan amablemente a sus alumnos. Escribió cartas a todos y les regaló libros por él escritos. Naturalmente obtuvo respuestas, 
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pero sólo se conserva una de ellas 1. Es una carta del señor Canale, de Génova, constante bienhechor de los Artesanitos de don Francisco 
Montebruno, miembro de la Sociedad de los Hijos de la Inmaculada de don José Frassinetti, perteneciente a las Conferencias de San 
Vicente de Paúl y a otras obras pías, y amigo de don Bosco. Durante los días en que los alumnos del Oratorio habían estado en Génova, 
había sido él su guía y cicerone en todos los lugares que visitaron. 

1 Muy señor mío y Reverendísimo don Bosco: 

Permita que le agradezca de todo corazón el magnífico obsequio que me ha hecho, que en verdad tendré por muy valioso, y me servirá 
de feliz recuerdo de su querida persona, deseando en mi mezquindad y condición poder augurarme siempre la ocasión de serle útil en 
cualquier cosa. Sírvase de mí con toda libertad y confianza en cuanto pueda serle útil; es cuanto deseo de su bondad. Con gusto he 
abrazado a dos de sus amadísimos hijos y les he oído ratificar su excursión a Monferrato, y dentro de mí mismo he gozado del cordial 
recibimiento que tuvieron y solamente envidié no haber podido participar. 

Deseo con toda mi alma ir a Turín para poder volver a ver a tantos buenos muchachos e inflamarme cada vez más en su escuela y 
ejemplo, para amar la virtud y trabajar, no por el tiempo que pasa, sino por la eternidad que nos aguarda y que jamás tendrá fin. No se 
olvide de serme generoso siempre con el alivio de sus oraciones que tanto necesito, y saludándole respetuosamente, tenga la amabilidad 
de extender mis afectuosos saludos a todos los suyos; y besándole la mano tengo el gusto de repetirme. 

De V. S. Revma. 

Génova, 21 de octubre de 1964. 

Su humilde hijo en Jesucristo JOSE CANALE 

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((784)) 

CAPITULO LXXVI 

NUMERO DE ALUMNOS EN EL ORATORIO -LA DIVINA PROVIDENCIA NO FALTA NUNCA -CRITERIO DE DON BOSCO 
AL TRATAR DE LA ADMISION DE ALUMNOS -IMPOSICION DE SOTANA -EXAMENES DE LOS CLERIGOS -DON BOSCO 
RECOMIENDA UN SEMINARISTA AL RECTOR DEL SEMINARIO PARA PENSION GRATUITA -LOS MAESTROS DEL 
ORATORIO -LECTURAS CATOLICAS -APERTURA DE LA LIBRERIA SALESIANA -UN OPUSCULO SUPLEMENTARIO DE 
LAS LECTURAS -LA SUSCRIPCION ANUAL COMENZARA EN EL MES DE ENERO -EL HOMBRE DE BIEN 

EL número de alumnos estudiantes durante el curso 1864-1865, fue de trescientos cincuenta. Así lo sacamos de una nota de don Bosco 
enviada al Delegado Provincial de Estudios; pero el total sobrepasaba los setecientos. 

Habían llegado de todas las partes de Italia, hasta de Sicilia, con destino a las escuelas o con el deseo de aprender un oficio. 
Abarrotaban todos los rincones del Oratorio con buena voluntad y los mejores propósitos. Los Superiores, sacerdotes y clérigos decían a 
Don Bosco que eran demasiados los gastos que debía hacer para tantos chicos; pero él contestaba que había en el Oratorio una bomba, o 
sea, una bomba hidráulica, que arrojaba continuamente marengos 1, y que por eso jamás había dejado de aceptar muchachos pobres por 
falta de dinero. 

Y probaba lo dicho con los hechos. Estaba el 18 de octubre, hacia las nueve de la noche, después de las oraciones, rodeado de un grupo 
de clérigos, que le pedían les contase algo ((785)) divertido y don Bosco les refirió cómo había sido socorrido providencialmente por el 
cielo durante el último invierno. 

-Era un día, dijo, en el que mi bolsa estaba totalmente vacía; de pronto se presentó el panadero. Me pedía que le pagara el pan que había 
suministrado al Oratorio. Me quedé un instante en silencio y le respondí: 

1 Marengo: antigua moneda de oro francesa (N. del T.) 
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-Vuelva mañana y le pagaré todo. 

-Se me escapó esta respuesta sin casi saber lo que me decía, pero de repente advertí que en mi interior se reavivaba una fuerte confianza 
en la divina Providencia. Llegó el día siguiente y yo no tenía un céntimo. Bajé a la iglesia dándole vueltas al problema de mi deuda. Fui a 
celebrar la santa misa: en aquel momento entró en la sacristía un joven muy agraciado, preguntando por mí. Vio a un sacerdote, le entregó 
una carta para dármela y se retiró. Al terminar la misa me dieron el sobre que estaba sellado. Lo abrí y me encontré tres billetes de mil 
liras cada uno, que era precisamente la cantidad a que ascendía la deuda. Notad que yo no había manifestado a nadie mi necesidad y no 
conozco al joven portador de la carta. íVed cuán grande es la divina Providencia! 

Mas don Bosco sabía administrar como siervo fiel los tesoros de la divina Providencia, distribuyéndolos con sumo cuidado, de tal 
forma que la verdadera necesidad recibiese alivio y, al mismo tiempo, no quedasen ofendidos los que le importunaban ante una concesión 
que él consideraba inconveniente. Las instancias por escrito para que aceptase alumnos eran diez veces mayores que los puestos 
disponibles en el Oratorio. Sin embargo, no dejaba una sin respuesta, mostrando el gran aprecio en que tenía al que le escribía, el cuidado 
de la cuenta en que tendría su recomendación y sus más favorables disposiciones para contentarle tan pronto como pudiera. 

Con la misma respetuosa cortesía contestaba también a los que no contaban con las condiciones impuestas por el Reglamento para 
((786)) la aceptación de un alumno. El, en efecto, sabía que a muchos señores les importaba muy poco que un muchacho fuese admitido o 
no, y que, a veces, apoyaban una petición sólo para librarse de la molestia de las insistentes súplicas; y otros no tenían más preocupación 
que la de aparentar protección y hacer ver a la gente la importancia de su nombre: y don Bosco, con buenas razones, persuadía a los 
recomendados para que esperaran y confiaran en la Providencia. Mas, si preveía que el que se había dirigido a él, se podía ofender con 
una negativa, no eran raros los casos en que para bien de sus protegidos hacía notables excepciones. 

A veces, después, pedía en compensación al protector un servicio que podía prestarle con facilidad. Entre tantas recomendaciones 
estaba la del diputado Amílcar Marazio, que conseguía la admisión del joven Gho, prometiendo, sin embargo, interesarse para que el 
Ministerio de Gracia y Justicia concediese un subsidio para la construcción de la iglesia de María Auxiliadora. 
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Pero cuando, por fin, la necesidad de un pobrecito era evidente, don Bosco le abría las puertas de su Oratorio y se lo comunicaba a 
quien había hecho la recomendación con expresiones tan cumplidas que se ganaba un amigo más 1. 

((787)) Pero lo que más apremiaba a don Bosco eran sus clérigos. 
Apenas llegó a casa aquella misma noche, reunió en la iglesia a toda la Comunidad, y, después de las oraciones, bendijo e impuso la 
sotana a algunos jóvenes, entre los cuales estaba Francisco Bodrato. Era éste viudo: dejaba arreglados los intereses de su casa, y, atendida 
la educación de sus dos hijos, que había entregado a don Bosco, abrazaba la vida salesiana. 

Que el siervo de Dios conociese a los alumnos, llamados al estado eclesiástico, lo demostraba con los que ya le ayudaban en el 
Oratorio. Aquellos días se preparaban con presteza a los exámenes que debían rendir en el Seminario, y su aplicación consiguió la 
merecida recompensa. El 3 de noviembre, excepto cuatro que obtuvieron un bene, los demás tuvieron egregie, óptime o fere óptime 2. 
Dieciséis de ellos pertenecían a los cursos de Teología y seis a los de Filosofía. Puede parecer que su número había disminuido en 
comparación con los del año anterior; pero hay que considerar que se habían dotado de personal los colegios de Mirabello y de Lanzo, y 
que alguno se encontraba enfermo. 

Otros cinco habían ingresado en el Seminario y don Bosco no les olvidaba. En efecto él escribía al canónigo Vogliotti, Rector del 
Seminario: 

1 Ilustrísimo Señor: 

He recibido una carta en la que V. S. Ilma. me recomendaba al pobre muchacho Santiago Cenuà, de Roretto. 

Con gusto le participo que, vistas las circunstancias que rodean la necesidad del muchacho, y más aún la persona que le recomienda, le 
admito cuando y como sea, a fin de que goce de salud y esté atendido en su persona. Ruégole solamente lo advierta a quien corresponda, 
para que lo traiga, y sin más será recibido y destinado a estudiar o a aprender un oficio, según la capacidad y aptitudes del mismo. 

Me complace en esta primera ocasión en que escribo a V. S. Ilma. recomendar a su bondad y benevolencia a los pobres muchachos de 
esta casa (que son cerca de ochocientos) y ofrecerme a sus servicios en cuanto me sea posible. 

Tengo el alto honor de poderme profesar con la mayor estima. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 19 de octubre de 1864. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

2 Bene, egregie...: así se llamaban las calificaciones de exámenes, que podían equivaler a las nuestras de bien, notable, sobresaliente y 
casi sobresaliente (N. del T.) 
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Ilustrísimo y Reverendísimo Señor: 

El clérigo Francisco Sargiotto se recomienda por mi medio a la reconocida caridad de V. S. Ilma. para que le conceda plaza gratuita en 
el Seminario. Siempre he visto en él un joven de buena voluntad y de óptimas costumbres; y por eso le recomiendo; su padre, hasta ahora, 
no pudo ni puede pagar nada. 

Me limito a recomendarle; usted obre según juzgue su saber sobre el particular a la mayor gloria de Dios. 

Acepte mis augurios de todo bien del cielo, mientras me profeso con sincera gratitud. 

De V. S. Ilma. y Rvma. 

Turín, 22 de octubre de 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


((788)) Al mismo tiempo había pensado en la organización de las escuelas y en designar los maestros, así distribuidos: don Celestino 
Durando, encargado del quinto de Bachillerato, don Juan Francesia, encargado del cuarto; profesores diplomados, el clérigo Pedro 
Barberis para tercero, don Víctor Alasonatti para segundo, el clérigo Juan Tamagnone para primero. 

La enseñanza de la aritmética era confiada a don Angel Savio, maestro elemental del curso superior. Don Bosco envió la lista de estos 
nombres al Delegado Provincial de estudios, que se la había pedido el 26 de noviembre, en carta señalada con el número tres mil 
cincuenta y siete. 

La Autoridad escolástica nada tuvo que objetar. 

Don Bosco estaba a punto de concluir otros trabajos por aquellos días, a saber, los de las Lecturas Católicas, que en gran parte las había 
escrito él mismo. 

Para el mes de diciembre se había impreso el opúsculo del Prior de Santa Sabina de Génova, José Frassinetti: Dos alegrías escondidas o 
sea la Comunión frecuente y diaria, y la castidad perfecta. En las últimas páginas aparecía la carta pastoral del Obispo de Mondoví, que 
prevenía a los fieles contra los errores que esparcía por la diócesis y los escándalos que ocasionaba el desgraciado don José Ambrogio. 

En un folleto adjunto se da a conocer que don Bosco ha inaugurado este año una librería. En efecto, se comunica que se han puesto a la 
venta: las obras latinas del Profesor Vallauri, propiedad de la tipografía editora del Oratorio; obras teológicas de fama tenidas en 
depósito; todos los opúsculos de las Lecturas Católicas desde 1853; los libros escritos por don Bosco y otros volúmenes sobre diversos 
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temas; fotografías de arte sacro y profano, recopiladas de los originales de los mejores artistas italianos y extranjeros; las partituras 
musicales, profanas y religiosas del sacerdote Juan Cagliero. Esta librería, que un día alcanzaría tan vastas proporciones, abría un nuevo 
campo de actividad a cierto número de jóvenes e instauraba una escuela de comercio. 

Una novedad anunciaba el fascículo de diciembre con el título: 

((789)) NOTICIAS IMPORTANTES 

Para satisfacer las repetidas súplicas de beneméritos corresponsales y suscriptores de las Lecturas Católicas, la Dirección ha deliberado 
comenzar la publicación anual de las mismas en el mes de enero. 

Por tanto se establece: 

1.° Con el presente opúsculo finaliza el año XII de estas publicaciones y con el del próximo enero comenzará el año XIII. 

2.° Los suscriptores serán obsequiados con un librito suplementario, con el cual tendrá cada uno un total de doce fascículos de ciento 
ocho páginas, como se les prometió. 

3.° Todo lo demás proseguirá de acuerdo con el programa seguido hasta ahora. 

El librito suplementario se titulaba: La Blasfemia; lo que se lleva a casa desde la taberna, en dos opúsculos del abate Isidoro Mullois, 
misionero apostólico y primer capellán de Napoleón III. Llevaba un apéndice, con ocho amenas narraciones, sobre los valores de la 
religión católica y su moral. 

En cuanto acabaron estos dos opúsculos, los impresores prepararon: El Hombre de bien y sus aventuras. Almanaque nacional para el 
año 1865. Aguinaldo para los católicos italianos. Hay en este librito varias anécdotas edificantes y amenas, intercaladas con hermosas 
poesías y artículos importantísimos. Algunos se titulaban: -El clero y la educación de la juventud -La lámpara del Santísimo Sacramento 
-Rezad por los misioneros -Manera fácil para estar contento de todo y con todos y para vivir siempre alegre -»Quién es don José 
Ambrogio? Diálogo entre un barbero y un teólogo. 

Para cada mes del calendario hay una paginita de reflexiones, en las cuales, con mucha paciencia, se previene a los fieles contra los 
errores y calumnias de los protestantes, de los incrédulos y de los ignorantes contra la Iglesia. 

Al final el Hombre de bien da a sus amigos unas normas para el cultivo de huertas y jardines, mientras, al principio, parece que de 
nuevo se refiere, este año en plan gracioso, al problema ya expuesto 
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por nosotros en otro lugar, sobre la propiedad de las Lecturas Católicas, o también a ciertos avisos recibidos de las Autoridades Civiles. 

((790)) 

PROLOGO 

En el que hablando de zanahorias, patatas y coles, se cuentan en confianza a los lectores algunos sucesos del Hombre de bien. 

«Quien se deja manejar por sus semejantes sepa que no hallará más que dificultades», dijo un sabio en nuestros días. Y dijo bien, 
excelentemente, estupendamente bien. 

Vosotros, queridos lectores, pensáis que el Hombre de bien, como es un ser que no hace mal a nadie, tampoco habla mal de ninguno y, 
quiere, mejor aún, busca el bien de todos, que se disfrute de una vida feliz en el mundo y que todos vayan a porfía en bendecir su propia 
existencia. 

Queridos lectores, dispensadme, pero estáis en un gravísimo error. Para convenceros, oíd la dolorosa historia que puso en peligro la 
supervivencia del aguinaldo del Hombre de bien. 

Era a fines del pasado diciembre, cuando estando el Hombre de bien acurrucado junto al fuego, con un par de enormes anteojos a 
caballo de la nariz, leyendo una antigua miscelánea del año mil dos y medio, oyó en el exterior una repetida llamada, como de un hombre 
con muchas prisas y sin ganas de esperar. El Hombre de bien dejó su cuento sobre la mesa y corrió a abrir. Era un viejo amigo que 
llegaba de la ciudad, donde había oído hablar mucho del almanaque del Hombre de bien, que es un buen hombre, como sabéis, que ama 
la tranquilidad y la paz por encima de todo. Las conversaciones oídas por el amigo eran muy diversas: unos alababan, otros criticaban, 
éstos despreciaban y aquéllos auguraban al pobre Hombre de bien la paz de los cementerios. 

-íCrueles! Sobre todo después de que el año pasado ya había advertido que nadie se permitiese ponerle mala cara, porque podía 
asustarse y morir de pena. Después que el buen viejito le hubo contado cuanto le habían dicho a propósito del Almanaque: 

-Mira, le dijo, cumplidos aparte, tú harías mejor dedicándote a plantar coles y sembrar zanahorias que no fabricando almanaques. 
Ganarías más y vivirías mas tranquilo. 

Era, como veis, un modo terrible y tremendamente claro de hablar. Estas palabras, sumadas a alguna otra observación, hirieron en lo 
más íntimo el corazón de nuestro Hombre de bien, el cual, tras un profundo respirón, que retumbó por toda la casa, desde el techo hasta 
lo sótanos, íay, dolor! decretó inexorablemente la muerte del almanaque. 

Como consecuencia de esto, y para seguir al pie de la letra el consejo del amigo el Hombre de bien se las arregló para adquirir un 
campito y dedicar en adelante su vida al cultivo de patatas y coles. Adiós, pues, almanaques, adiós aguinaldos. Si un afortunado accidente 
no hubiese mandado por los aires este proyecto, el mundo entero habría esperado en vano este año la aparición del Hombre de bien como 
almanaque; ((791)) a lo más, habría podido recibir de él alguna patata o algún cardo bendito, pero saber por el Hombre de bien los días 
del mes, las fiestas del año, la salida 
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del sol, etc., etc..., eso ya no, jamás. ílmaginad qué desconcierto! En lugar de descansar y santificar el domingo, muchos, por ignorancia 
del día en que estaban, habrían descansado el lunes. Otros se habrían abstenido de comer carne el jueves y la habrían comido sin 
escrúpulos el sábado; en vez de ayunar en Cuaresma, habrían ayunado en Carnaval (íhay ayunos de muchas formas!) y siga la rueda. La 
verdad es que también en el pasado sucedía esto alguna vez. Pero la causa era precisamente porque éstos no leían el almanaque del 
Hombre de bien y, por consiguiente, ignoraban el modo de vivir y el día y el tiempo en que vivían. Creedme, es algo muy importante 
saber en qué día se vive y esto sin calendarios sería imposible. 

El mundo habría corrido el riesgo de arruinarse si el Hombre de bien hubiese persistido en no querer publicar nunca más su almanaque. 
Y entonces, íqué hecatombe! íMisericordia! Mas, para alejar el fatal acontecimiento, proveyó aquel mismo viejecito que había originado 
la determinación del Hombre de bien. 

Apenas supo la futura muerte del almanaque, se apresuró a comunicarla a todo hijo de vecino y, de vuelta en la ciudad, lo notificó a 
cuantos se encontró. Bastó esto para que un diluvio de cartas inundara la casa del Hombre de bien; cartas de color de rosa, de color verde, 
de color canario, en las cuales, en nombre de todo lo nominable, se le conjuraba a continuar la publicación del benemérito almanaque. 
Estaban las cartas tan llenas de patéticas expresiones, tan conmovedoras, que el Hombre de bien no pudo resistir tanta elocuencia y, 
renunciando a su campo, renunciando a la satisfacción de cultivar zanahorias, renunciando a la tranquilidad de la vida privada, se decidió 
a proseguir su vida pública, únicamente por el bien de la Sociedad. 

Pero puso condiciones a sus lectores, a fin de persuadirles de la utilidad de elaborar un almanaque. En primer término, así como el 
almanaque está hecho para distinguir los días festivos de los que no lo son, así todos pongan el máximo empeño en santificar aquéllos 
con ejercicios de piedad y ocupar éstos con un trabajo concienzudo y de provecho para todos. Segundo, que así como el almanaque señala 
los días de abstinencia de carnes, así todos tomen conciencia de ello y se abstengan. Tercero, que cuando señala tiempo pascual sirva para 
recordar a todos el precepto de recibir en aquel tiempo los santos sacramentos, sin cuya observancia es imposible que uno consiga amar a 
Dios y al prójimo como debe hacer un católico Cuarto, que se aprovechen de todo lo que juzgue conveniente contarles. Y todo esto el 
Hombre de bien lo dice en serio, porque aunque él sea el hombre más gracioso del mundo, ((792)) en lo tocante a religión, no se permite 
ninguna broma, porque sabe que con Dios no se juega y que la broma, la burla en materia de religión es lo más indigno y más loco que 
pueda haber. 

Dicho esto, debo contaros todavía otro suceso, ocurrido el año pasado al Hombre de bien, pero sólo quiero contároslo a vosotros en 
confianza, encargándoos no comunicarlo a ningún otro. 

Vosotros no ignoráis, queridos lectores, que el Hombre de bien llevaba, por respeto a la memoria y al buen ejemplo de su abuelo un 
mechón de cabello, envuelto desde el cogote en una cinta en forma de cola que la caía sobre la espalda, y que se llamaba coleta. Pues 
bien, hace más de un año que se la ha quitado irremisiblemente. íQué queréis! Le dijeron que aquello ya no estaba de acuerdo con los 
tiempos y que era atrasado, retrógado, oscurantista íqué se yo! Pobre Hombre de bien, le hicieron abrir un par de ojos como dos platos, y 
arrugar la nariz media hora. íPobrecito, no entendía nada! El llevaba coleta, porque con ella en el cogote, cuando iba por las calles de la 
ciudad y de los pueblos, arrastraba tras de sí a los chavales, y cuando 
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había reunido un buen número se volvía a ellos, les daba un regalito, acompañado de un buen aviso, como por ejemplo, consolar a sus 
padres con su buena conducta, quererse bien entre ellos como otros tantos hermanos, ayudarse mutuamente, amar a Dios de todo corazón; 
les contaba alguna historieta, y les despedía la mar de contentos a su casa; y nunca supuso que unos pelos, conservados más largos que 
los otros, equivaliesen a una profesión de fe política. 

-íPolítica! Decía entre sí, ípolítica! »Qué es la política? Si me hubiesen hablado de esto cuando era pequeñito habría creído que era la 
ciencia para hacer la polenta, pero ahora sé muy bien que la política no tiene nada que ver con la polenta, aunque alguna vez pudiera 
hacer disminuir la polenta, pero en suma, yo no me he ocupado nunca de esto y no entiendo de política un comino, y es curioso que mi 
coleta sepa de ello más que yo. En resumidas cuentas, ya que es tan indiscreta, que quiere meter la nariz donde no le importa, mañana la 
mando a tomar vientos. 

Y mantuvo la palabra; a la mañana siguiente, a pesar de los enfados de su vieja hermana, la coleta sufrió el corte fatal y el telégrafo 
podía comunicarlo a las cuatro partes del mundo. No es para decir la impresión que el hecho produjo en todas las clases sociales 
principalmente en la de los peluqueros, y el Hombre de bien tuvo que oír de todo. 

Un día salió a divertirse. y se encontró con un antiguo amigo que, al verle sin su fiel compañera: 

-íCómo!, exclamó, »también tú te has hecho masón? 

Al oír el título de masón tuvo un nuevo estupor el Hombre de bien. 

-Esta es gorda, dijo; »yo masón o qué sé yo? »Debería llevar la coleta hasta la muerte? Y dicen después que hay libertad para ((793)) 
todos... Libertad, un rábano. Si llevo coleta hago mal, si no la llevo, peor. íVayan todos a que les bendigan! 

Y como era precisamente entonces cuando le habían propuesto i r a cultivar patatas y retirarse de la vida pública, esto sirvió para 
reafirmarlo en su opinión. 

Suerte para vosotros, mis queridos lectores, que llegando yo a su casa en aquel momento, le hice comprender que era ridículo 
convertirse en esclavo de las habladurías de algunos charlatanes, y que desde el momento en que él no se ocupaba ni quería ocuparse de 
política, debía vivir tranquilo y echar pelillos a la mar. 

-íQué política, ni qué narices!, refunfuñaba. »De qué serviría que yo me dedicase a ella? Yo confío en la Providencia. Suceda lo que 
suceda, Dios sabrá sacar buen partido de todo para practicar la caridad y conducir a la humanidad a su destino. 

Gruñó aún media hora, mientras lanzaba miradas de fuego a su coleta cortada, que su anciana hermana había colocado en señal de 
honor sobre un armario de la habitación, envuelta en papel dorado. 

-Eres tú, mi coleta, la causa de todo esto, decía entre dientes; suerte que estás ahí arriba muy alta, de otra forma te arreglaría para las 
fiestas. 

Yo proseguí insistiendo, hasta que finalmente entre mis palabras y las muchas cartas que le animaban a ello, se atrevió a publicar este 
año también su acostumbrado almanaque. 

Y vosotros, queridísimos y nobilísimos lectores, miradle con buenos ojos y, sobre todo, al leerlo y hacerlo leer, procurad que el Hombre 
de bien se convenza cada vez más de que, publicando su aguinaldo, hace una obra buena. 

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((794)) 

CAPITULO LXXVII 

UN NUEVO CRONISTA -PLATICA DE DON BOSCO: CADA CLERIGO TRABAJE COMO SI FUESE EL DIRECTOR: SEAMOS 
HUMILDES PARA ALCANZAR LA AYUDA DE DIOS: 
COMO REGULARSE EN LAS TENTACIONES -CONSEJO A LOS JOVENES PARA PEDIR PERDON A LOS PADRES POR LAS 
FALTAS COMETIDAS EN CASA -DONES DEL SEÑOR PARA QUIEN ES FIEL -EL SUEÑO DE LAS DIEZ COLINAS 
-PREVISIONES DE UN JOVENCITO -EXPLICACIONES DEL SUEÑO: LONGEVIDAD DE DON BOSCO: EXTENSION DE LA 
PIA SOCIEDAD DESPUES DE SU MUERTE -DON BOSCO VA A MIRABELLO PARA LA FIESTA DE SAN CARLOS 
BORROMEO: AFECTO DE LOS ALUMNOS -DON BOSCO PRESCRIBE A DON JUAN BONETTI UNAS PRECAUCIONES 
PARA RECOBRAR LA SALUD -UNA CARTA SUYA A LA INSIGNE BIENHECHORA DE MIRABELLO: DON JUAN 
CAGLIERO EN VIGNALE: EDICION DE UN LIBRO ESPERADO: LA AGRADABLE VISITA, HECHA POR LA BIENHECHORA, 
AL SEMINARIO: LA FIESTA DE SAN CARLOS: EL 15 DE DICIEMBRE EL ESTARA EN CASALE 

DON Domingo Ruffino, destinado a Lanzo como Director, ya no podía redactar su Crónica. Pero el recopilador de estas memorias 
biográficas del Venerable Siervo de Dios, aunque desconocedor del trabajo comenzado por Ruffino y Bonetti tuvo la inspiración y la 
suerte de continuarlo durante casi dos años. Por consiguiente, lo que escribimos lo vimos con nuestros ojos, lo escuchamos con nuestros 
oídos y lo pasamos al papel. 

Comenzamos con un sermoncito de don Bosco. 

((795)) 18 de octubre de 1864. -Cada uno de los clérigos de la casa debe trabajar como si fuera el mismo Director en persona, reprender 
a los que vea que faltan de algún modo, dar buenos consejos y en sus conversaciones familiares enamorar a los jóvenes de la Santa 
Comunión, que es el eje de la buena marcha de la casa. 

Animémonos a cumplir nuestros deberes, pero seamos humildes: Deo bene adiuvante (con la ayuda de Dios); por tanto no hay que 
temer nada; si nuestra obra es de Dios, irá adelante: el individuo en la casa no es un cualquiera; es un instrumento que debe trabajar sólo 
por Dios sin esperar recompensa alguna sobre la tierra. Aunque muchos nos abandonen, no importa; es Dios quien nos debe ayudar. 
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Procuremos, sin embargo, serle fieles. En las tentaciones recurrid a un medio que yo, en mi larga experiencia, he encontrado 
poderosísimo para vencer al demonio: besad la medalla de la Virgen. Si os hallareis en un lugar donde no fuese oportuno besar la 
medalla, decid la jaculatoria: -Jesús, José y María os doy el corazón y el alma mía. Si la tentación no cesa, repetid el beso o la jaculatoria 
y la tentación será superada. 

Estos avisos iban dirigidos particularmente a los clérigos. A los muchachos acostumbraba a darles públicamente, al comienzo del curso 
escolar, un aviso, que proporcionaba a las propias familias los primeros frutos consoladores de su educación. 

Así el 19 de octubre, recordó a los alumnos a sus padres ausentes, que tanto cariño tenían a sus hijos, los sudores, los gastos que habían 
hecho y hacían para ayudarles y proporcionarles una esmerada educación; el respeto, la obediencia, y el amor que los hijos estaban 
obligados a devolverles por mandamiento de Dios. Luego les exhortó a escribir todos una cartita a los padres, en la que manifestasen el 
afecto que por ellos sentían y pidiesen perdón de los disgustos que de alguna manera les hubiesen causado. 

Después de estas dos sencillas pláticas, les contó un magnífico sueño: 

Se lee en el Libro de Daniel Profeta, en el capítulo I, versículo 17, que cuatro jóvenes de familias nobles, que habían sido llevados 
esclavos de Jerusalén a Babilonia por el rey Nabucodonosor, como permaneciesen fieles a las leyes del Señor, pueris his dedit Deus 
scientiam et disciplinam ((796)) in omni libro et sapientia; Danieli autem inteligentiam omnium visionum et somniorum. Daniel recibió 
de Dios la gracia de saber distinguir los sueños, inspirados por el Señor, de los que eran accidentales y fortuitos y de conocer lo que Dios 
quería decirle en ellos. 

Tal, y por el mismo motivo, fue, en gran parte al menos, la gracia que el cielo concedió a don Bosco, con los sueños que hasta aquí 
hemos narrado; como también evidentemente, según nuestro parecer, con el que seguidamente vamos a exponer y que fue narrado por el 
siervo de Dios en la noche del 22 de octubre de 1864. 

Don Bosco había soñado la noche precedente. Al mismo tiempo, un joven llamado C... E..., de Casal Monferrato, tuvo también el 
mismo sueño, pareciéndole que se encontraba con don Bosco y que hablaba con él. Al levantarse estaba tan impresionado que fue a 
contar cuanto había soñado a su profesor, el cual le aconsejó que se entrevistara con el siervo de Dios. El joven obedeció inmediatamente 
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y se encontró con don Bosco, que bajaba las escaleras en su busca para hacer lo mismo. 
Parecióle encontrarse en un extensísimo valle ocupado por millares y millares de jovencitos; tantos eran, que el siervo de Dios no creyó 
nunca hubiese tantos muchachos en el mundo. Entre aquellos jóvenes vio a los que estuvieron y a los que están en la casa y a los que un 
día estarían en ella. Mezclados con ellos estaban los sacerdotes y los clérigos de la misma. 
Una montaña altísima cerraba aquel valle por un lado. Mientras don Bosco pensaba en lo que haría con aquellos muchachos, una voz le 

dijo: 
-»Ves aquella montaña? Pues bien, es necesario que tú y los tuyos ganen su cumbre. 
Entonces, él dio orden a todas aquellas turbas de encaminarse al lugar indicado. Los jóvenes se pusieron en marcha y comenzaron a 

escalar la montaña a toda prisa. Los sacerdotes de la casa corrían delante animando a los muchachos a la subida, levantaban a los caídos y 
cargaban sobre sus espaldas a los que no podían proseguir a causa del cansancio. Don Miguel Rúa, con las ((797)) bocamangas de la 
sotana arremangadas, trabajaba más que ninguno y, tomando a los muchachos de dos en dos, los lanzaba por el aire en dirección a la 
montaña, sobre la cual caían de pie, y correteaban después alegremente por una y otra parte. 

Don Juan Cagliero y don Juan Bautista Francesia recorrían las filas gritando:
-íAnimo, adelante! íAdelante, ánimo!
En poco más de una hora aquellos numerosos grupos de jóvenes habían alcanzado la cumbre; don Bosco también había ganado la meta.
-»Y ahora qué hacemos?, dijo.
Y la voz añadió:
Debes recorrer con tus jóvenes esas diez colinas que contemplas ante tu vista, dispuestas una detrás de otra.
-Pero »cómo podremos soportar un viaje tan largo, con tantos muchachos tan pequeños y tan delicados?
-El que no pueda caminar con sus pies, será transportado, se le respondió.
Y he aquí que, en efecto, apareció por un extremo de la colina un magnífico carruaje. Tan hermoso era que resultaría imposible


describirlo, pero algo se puede decir. Tenía forma triangular y estaba dotado de tres ruedas que se movían en todas direcciones. De los 
tres 
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ángulos partían tres astas que se unían en un punto sobre el mismo carruaje formando como la techumbre de un cobertizo. Sobre el punto 
de unión se levantaba un magnífico estandarte en el que estaba escrita con caracteres cubitales, esta palabra: Inocencia. Una franja corría 
alrededor de todo el carruaje formando orla en la cual aparecía la siguiente inscripción: Adjutorium Dei Altissimi Patris et Filii et Spiritus 
Sancti (Ayuda del Altísimo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo). 

El vehículo, que resplandecía como el oro y que estaba guarnecido de piedras preciosas, avanzó hasta colocarse en medio de los 
jóvenes. Después de recibida la orden, muchos niños subieron a él. 
Eran quinientos. íApenas quinientos, entre tantos millares de jóvenes, eran todavía inocentes! 

Una vez ocupado el carro, don Bosco pensaba por qué camino habría de dirigirse, cuando vio abrirse ante sus ojos un camino ancho y 
cómodo, pero todo cubierto de espinas. De pronto aparecieron seis jóvenes que habían muerto en el ((798)) Oratorio, vestidos de blanco y 
enarbolando una hermosísima bandera en la que se leía: Penitencia. Estos fueron a colocarse a la cabeza de todas aquellas falanges de 
muchachos que habían de continuar el viaje a pie. 

Seguidamente diose la señal de partida. Muchos sacerdotes se lanzaron a los varales del carruaje, que comenzó a moverse, tirado por 
ellos. Los seis jóvenes vestidos de blanco les siguieron. Detrás iba toda la muchedumbre de muchachos. Acompañados de una música 
hermosísima, indescriptible; los que iban en el carruaje entonaron el Laudate, pueri, Dominum (Alabad, niños, al Señor). 

Don Bosco proseguía su camino como embriagado por aquella melodía del cielo, cuando se le ocurrió mirar hacia atrás para comprobar 
si todos los jóvenes le seguían. Pero íoh doloroso espectáculo! Muchos se habían quedado en el valle y muchos otros se habían vuelto 
atrás. Con indecible dolor, decidió rehacer el camino para persuadir a aquellos insensatos a que continuasen en la empresa y para 
ayudarles a seguirle. Pero se le prohibió terminantemente. 

-Si no les ayudo, estos pobrecitos se perderán, exclamó él. 

-Peor para ellos, le fue respondido; fueron llamados como los demás y no quisieron seguirte. Han visto el camino que hay que recorrer 
y eso basta. 

Don Bosco quería replicar; rogó, insistió, pero todo fue inútil. 

-También tú tienes que obedecer, le dijeron. 

Y tuvo que proseguir el camino. 
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Aún no se había rehecho de este dolor, cuando sucedió otro lamentable incidente: 

Muchos de los chicos que se encontraban en el carruaje, poco a poco, habían caído a tierra. De los quinientos, apenas si quedaban 
ciento cincuenta bajo el estandarte de la inocencia. 

A don Bosco le parecía que el corazón le iba a estallar en el pecho por la insoportable angustia. Abrigaba, con todo, la esperanza de que 
aquello fuese solamente un sueño; hacía toda clase de esfuerzos para despertarse, pero cada vez se convencía más de que se trataba de una 
terrible realidad. Daba palmadas y oía el ruido producido por sus manos; gemía y percibía sus gemidos resonando en la habitación, quería 
disipar aquella terrible pesadilla, pero no podía. 

-íAh, mis queridos jóvenes!, exclamó al llegar a este punto de la narración del sueño, ((799)) yo he visto y he reconocido a los que se 
quedaron en el valle; a los que se volvieron atrás y a los que cayeron del carruaje. Os reconocí a todos. Pero no lo dudéis: haré toda suerte 
de esfuerzos a mi alcance para salvaros. Muchos de vosotros invitados por mí a confesarse, no respondisteis a mi llamada. Por caridad, 
salvad vuestras almas. 

Muchos de los chicos que cayeron del carro fueron a colocarse poco a poco entre las filas de los que caminaban detrás de la segunda 
bandera. 

Entretanto, la música del carro continuaba siendo tan dulce, que el 
dolor de don Bosco fue desapareciendo. 

Habían pasado ya siete colinas y al llegar a la octava, la muchedumbre de jóvenes llegó a un bellísimo poblado en el que se tomó un 
poco de descanso. Las casas eran de una riqueza y de una belleza indescriptibles. 

Al hablar a los jóvenes sobre aquel lugar, exclamó don Bosco: 

-Os diré con santa Teresa lo que ella afirmó del Paraíso: son cosas que si se habla de ellas pierden valor, porque son tan bellas que es 
inútil esforzarse en describirlas. Por tanto, sólo añadiré que las columnas de aquellas casas parecían de oro, de cristal y de diamante al 
mismo tiempo, de forma que producían una grata impresión, saciaban a la vista e infundían un gozo extraordinario. Los campos estaban 
repletos de árboles en cuyas ramas aparecían, al mismo tiempo, flores, yemas, frutos maduros y frutos verdes. Era un espectáculo 
encantador. 

Los jovencitos se desparramaron por todas partes; atraídos unos por 
una cosa, otros por otra, y deseosos al mismo tiempo de probar aquellas frutas. 
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Fue en este poblado donde aquel joven de Casale se encontró con don Bosco y sostuvo con él un largo diálogo. Ambos recordaban 
después las preguntas y respuestas de la conversación que habían mantenido. íSingular combinación de dos sueños! 

Don Bosco experimentó aquí otra extraña sorpresa. Vio de pronto a sus jóvenes como si se hubiesen tornado viejos; sin dientes, con el 
rostro lleno de arrugas, el cabello blanco; encorvados, caminando con dificultad, apoyados en un bastón. El siervo de Dios estaba 
maravillado de aquella ((800)) metamorfosis, pero la voz le dijo: 

-Tú te maravillas; pero has de saber que no hace horas que saliste del valle, sino años y años. Ha sido la música la que ha hecho que el 
camino te pareciera corto. En prueba de lo que te digo, observa tu fisonomía y te convencerás de que estoy diciendo la verdad. 

Entonces le fue presentado un espejo a don Bosco. Se miró en él y comprobó que su aspecto era el de un hombre anciano, de rostro 
cubierto de arrugas y de boca desdentada. 

La comitiva, entretanto, volvió a ponerse en marcha y los jóvenes manifestaban deseos, de cuando en cuando, de detenerse para 
contemplar aquellas cosas nuevas. Pero don Bosco les decía: 

-Adelante, adelante, no necesitamos nada; no tenemos hambre, no tenemos sed; por tanto, prosigamos adelante. 

(Al fondo, en la lejanía, sobre la décima colina despuntaba una luz que iba siempre en aumento, como si saliese de una maravillosa 
puerta.) Volvió a oírse nuevamente el canto, tan armonioso, que solamente en el Paraíso se puede oír y gustar una cosa igual. No era una 
música instrumental, ni parecía de voces humanas. Era algo imposible de describir, y tanto fue el júbilo que inundó el alma de Don 
Bosco, que se despertó encontrándose en el lecho. 

He aquí cómo explicó el siervo de Dios su sueño: 

-El valle es el mundo. La montaña, los obstáculos que impiden despegarnos de él. El carro, lo entendéis. Los grupos de jóvenes a pie, 
son los que, perdida la inocencia, se arrepintieron de sus pecados. 

Don Bosco añadió también que las diez colinas representaban los diez mandamientos de la ley de Dios, cuya observancia conduce a la 
vida eterna. 

Después añadió que, si había necesidad de ello, estaba dispuesto a decir confidencialmente a algunos jóvenes el papel que 
desempeñaban en el sueño, si se quedaron en el valle o si se cayeron del carruaje. 

Al bajar don Bosco de la tribuna, el alumno Antonio Ferraris se 
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acercó a él y le contó ante nosotros, que oímos sus palabras, que en la noche anterior había soñado que se encontraba en compañía de su 
madre, la cual ((801)) le había preguntado que, si para la fiesta de Pascua, iría a casa a pasar unos días de vacaciones, y que él había dicho 
que antes de dicha fiesta habría volado al Paraíso. Después, confidencialmente, dijo algunas palabras al oído de don Bosco. Antonio 
Ferraris murió el 16 de marzo de 1865. 

Nosotros escribimos el sueño inmediatamente, y la misma noche del 22 de octubre de 1864, añadimos al final la siguiente apostilla: 
«Tengo la seguridad de que don Bosco en sus explicaciones procuró velar lo que el sueño tiene de más sorprendente, al menos respecto a 
algunas circunstancias. La explicación de los diez mandamientos no me satisface. La octava colina sobre la cual don Bosco hace una 
parada y se contempla en el espejo tan anciano, creo que quiere indicar que el siervo de Dios moriría pasados los sesenta años. El futuro 
hablará». 

Este futuro es ya pasado y hemos de ratificar nuestra opinión. El sueño indicaba a don Bosco la duración de su vida. Confrontemos con 
éste el de la Rueda, que sólo pudimos conocer unos años después. 

Las vueltas de la rueda proceden por decenios: y así se avanza de una a otra colina, de diez en diez años. Las colinas son diez, 
representando unos cien años, que es el máximo de la vida del hombre. 

En el primer decenio vemos a don Bosco, aún niño, comenzando su misión entre sus compañeros de I Becchi, dando así principio a su 
viaje; después comprobamos cómo recorre siete colinas, esto es, siete decenios, llegando, por tanto, a los setenta años de edad, sube a la 
octava colina y en ella descansa: contempla casas y campos maravillosos, o mejor dicho, su Pía Sociedad, que ha crecido y producido 
frutos por la bondad infinita de Dios. El camino a recorrer en la octava colina es aún largo y el siervo de Dios emprende la marcha; pero 
no llega a la novena colina porque se despierta antes. Y así finalizó su carrera en el octavo decenio, pues murió a los setenta y dos años y 
cinco meses de edad. 

»Qué opina el lector de todo esto? Añadiremos que a la noche siguiente, ((802)) habiéndonos preguntado don Bosco a nosotros 
mismos, cuál era nuestro pensamiento sobre este sueño, le respondimos que nos parecía que no se refería solamente a los jóvenes, sino 
que también quería significar la dilatación de la Pía Sociedad por todo el mundo. 
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-Pero »cómo?, replicó uno de nuestros hermanos; tenemos ya los colegios de Mirabello y de Lanzo y se abrirá alguno más en el 
Piamonte. »Qué más quieres? 

-Son muy diferentes los destinos anunciados por el sueño. 

Y don Bosco aprobaba sonriente nuestra opinión. 

Don Bosco, después de la solemnidad de Todos los Santos, marchaba a Mirabello para celebrar la fiesta de san Carlos Borromeo, titular 
del colegio. Asistió el Obispo de Casale, monseñor de Calabiana, el cual no faltaba nunca en tales fechas e iba cada año para examinar a 
los clérigos de Filosofía y Teología. 

Fue aquella una festividad de las más bonitas. Don Bosco entusiasmó a los alumnos con el sueño de las diez colinas, les preparó para la 
comunión general, recibió en audiencia uno por uno a todo el personal de la casa, y se informó de las necesidades individuales y de las 
dificultades que encontraban en sus cargos. 

Por necesidad había debido cambiar a alguno de los maestros y había destinado al prefecto Francisco Provera con el mismo cargo a 
Lanzo. Le había suplido en Mirabello don Juan Bonetti. 

Todo arreglado, don Bosco se dispuso a marchar. Mas era y fue siempre cosa difícil separar de él a los alumnos. Muchos lloraban, cada 
uno tenía todavía que decirle una palabra en confianza, de forma que él se despedía con dificultad, prometiendo que pronto volvería. 

Al llegar a Turín escribió enseguida una carta a don Juan Bonetti. Le había encontrado afligido por algún mal entendido, como sucede 
de vez en cuando a quien vive en comunidad, y algo débil de salud, pues hacía algún tiempo que era molestado por la tos. Le pesaba 
también el cargo de Prefecto. 

((803)) Al señor don Juan Bonetti, Prefecto del Seminario Menor de Mirabello. 

Mi querido Bonetti: 

Apenas recibas esta carta preséntate al momento a don Miguel Rúa y dile francamente que te obligue a estar alegre. Además, ni hablar de 
breviario hasta Pascua, es decir, se te prohíbe rezarlo. Celebra tu misa despacio, para no cansarte. Queda vedado todo ayuno y toda 
mortificación en el alimento. En suma, el Señor te prepara trabajo, pero no quiere que lo inicies, hasta que no te encuentres en perfecto 
estado de salud y principalmente hasta que dejes de toser. Haz esto y cumplirás lo que agrada al Señor. 

Puedes suplir todo con jaculatorias, ofreciendo al Señor tus molestias, y con tu buen ejemplo. 
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Olvidaba una cosa. Pon un colchón en tu cama, y arréglala bien como se haría para una persona cansada; abrígate bien en ella y fuera de 
ella. Amén. 

Dios te bendiga. 

Turín, 1864. 

Tu afectísimo en Jesucristo JUAN BOSCO, Pbro. 

En otra carta, que escribe a la condesa Callori, hace alusión a la fiesta de san Carlos en Mirabello. A los donativos de esta dama se 
debía aquel seminario. Por eso había ido ella a visitarlo y se lo había notificado por correo a don Bosco, manifestándole sus impresiones. 
Le hacía observar el estado de don Juan Bonetti y le advertía si no sería preferible llevarlo al Oratorio. El estaba encargado de escribir un 
libro que la condesa deseaba fuese publicado lo antes posible. Don Bosco la contestaba: 

Benemérita señora Condesa: 

Creo habrá recibido los libritos que en su bondad se dignó pedir; si no le han llegado todavía, estarán ciertamente en Casale. 

Don Juan Cagliero ya está informado sin previo aviso, es decir, sabe la importancia que tiene la predicación en Vignale e irá bien 
preparado y lleno de buena voluntad. 

He pensado en el Prefecto de Mirabello; pero creo que se encontraría ((804)) bastante más preocupado aquí que en otra parte, tanto más 
que, en la actualidad, al estar las clases en marcha, sus ocupaciones han disminuido mucho. El me asegura que, antes de terminar este 
mes, me enviará, si no todo, al menos una buena parte del material para el libro que llevará el título: »cuál? 

Usted desea que se publique pronto y yo lo deseo igualmente; es sorprendente que ya me han hecho muchas preguntas en este sentido 
personas de autoridad, sin que sepan que se comenzó el trabajo. Espero que el próximo febrero se empiece a imprimir. 

Cuando escriba al pobre don Bosco nunca diga: Temo decir demasiado..., es temeridad hablar así, etc... Sus advertencias, sus 
amonestaciones, sus consejos serán siempre recibidos con filial respeto y reconocimiento. 

Don Miguel Rúa se alegró mucho con su visita, pero se quedó un poco mortificado porque le pilló de repente y en un momento en el 
que todo el Seminario estaba patas arriba. La fiesta resultó muy devota y encantadora; el Obispo quedó muy satisfecho y sus trufas 
llamaron la atención. 

El jueves por la noche estaré en Casale, donde permaneceré hasta el viernes por la noche; creo que usted se encuentra todavía en 
Vignale, no obstante pasaré por su casa para tener noticias de su familia. 

Que Dios bendiga a usted, señora Condesa, y a toda su respetable familia, singularmente 
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al Señor Conde; rece también por mí, que con la más viva gratitud me profeso. 
Turín, 13 de diciembre de 1864. 

Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

A la muy distinguida señora 
Condesa Callori Sambuy. 
Vignale 

El libro que interesaba a la Condesa era El Católico Instruido, cuyo manuscrito preparaba don Bosco hacía tiempo, aguardando la 
ocasión para entregarlo a la imprenta. Habiendo ido un día la Condesa a visitarlo, le había dicho: 

-Don Bosco, usted ya ha editado un libro admirable, para los jóvenes, mas para los adultos se requeriría algo más. Me parece necesario 
que haga otro con este fin. 

Don Bosco, que no esperaba más, tomó la pelota al vuelo y contestó: 

-Yo tendría pronto el libro que desea, mas para mí ((805)) resultan demasiado fuertes los gastos de imprenta. Si alguien me ayudase, la 
cosa estaba hecha. 

-Hágalo; aquí estoy yo. 

-íPero el gasto no es cualquier cosa! 

-No será superior a mis fuerzas, espero... 

-íOh!, no... 

-Pues bien, cuente conmigo. En cuanto imprima el libro, dígame cuánto importa el total. 

Este fue de tres mil liras. 
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((806)) 

CAPITULO LXXVIII 

DON DOMINGO RUFFINO ABRE COMO DIRECTOR EL COLEGIO DE LANZO -SUS EXCELENTES COMPAÑEROS 
-LOCALES DESPROVISTOS DE TODO Y TRABAJOS PARA PREPARARLOS -TIRANTEZ DE LOS MUCHACHOS DEL 
PUEBLO -INAUGURACION DE LAS ESCUELAS -LOS ALUMNOS INTERNOS -DIFICULTAD PARA MANTENER LA 
DISCIPLINA DE LOS ALUMNOS EXTERNOS -DON BOSCO EN LANZO -ESPIRITU DE SACRIFICIO EN LOS CLERIGOS 
-ESTUDIO CONTINUO DE DON BOSCO PARA ATENDER A LAS NECESIDADES DE SUS JOVENES -INSTANCIAS AL 
MINISTERIO DE HACIENDA PARA RETIRAR GRATUITAMENTE UNAS MANTAS REGALADAS Y RETENIDAS EN LA 
ADUANA -PETICION AL MINISTRO DE LA GUERRA PARA CONSEGUIR PRENDAS MILITARES, QUE LE SON 
CONCEDIDAS -VISITA DE DON BOSCO AL MINISTRO PARA DARLE LAS GRACIAS: AMABLE RECEPCION Y NUEVO 
REGALO DE ROPAS -CORTESIAS DE CONFORTI A DON BOSCO -EL ORATORIO VIGILADO POR ORDEN DEL 
MINISTERIO DE GOBERNACION 

DON Bosco no tardaría en ir a visitar el Colegio de Lanzo. Después del 15 de octubre, el director, don Domingo Ruffino, y el prefecto, 
don Francisco Provera, se habían dirigido a este nuevo destino. Serían sus compañeros de fatigas, entre otros, algunos que más tarde 
dejaron su nombre glorioso en la Pía Sociedad: los clérigos Pedro Guidazio, Francisco Bodrato, José Fagnano, Nicolás Cibrario, Santiago 
Costamagna, Antonio Sala. 

Pero el Municipio no se había dado prisas para ejecutar los trabajos necesarios en la reparación de locales. El clérigo Antonio Sala 
describe así la toma de posesión. 

((807)) «Fuimos a abrir este colegio, otrora Liceo Imperial, con un solo sacerdote, don Domingo Ruffino, que era el director. Llegados 
a Lanzo, nos creíamos que todo estaría acondicionado y que nosotros no tendríamos más responsabilidad que la de recibir a los alumnos. 

»En cambio nos encontramos con un local vacío y, lo que es peor, con algunas paredes deshechas en más de su mitad. No sabíamos 
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VOLUMEN VII Página: 687 

dónde comer, porque no había ni sillas, ni mesa. Nos arreglamos con dos caballetes sobre los cuales se colocó una puerta, y, así, se tuvo 
enseguida la mesa. No teníamos cocinero y encargamos al camarero Givone que preparara el rancho. Arroz y carne cocida en la misma 
olla fue nuestro menú durante aquellos días. Las ventanas no tenían cristales; más aún, algunas no tenían ni marco. La primera noche se 
taparon los huecos con toallas y mantas, sujetas con clavos al cerco. Así logramos defendernos contra la intemperie del mes de octubre. 

»Pero faltaban camas: »cómo hacer? El vicario Albert hospedó a los que pudo; los demás buscaron paja, y con ella arreglaron su yacija 
para alguna noche, hasta que llegaron las camas olvidadas en Turín por quien debía realizar la expedición. 

»Mientras tanto, lo mismo don Domingo Ruffino que nosotros los clérigos, íbamos todos con un delantal ceñido a la cintura de un lado 
para otro preparando locales; uno barría, otro quitaba el polvo, éste ordenaba los bancos de las clases, aquél ayudaba a la cocina. 

»El clérigo Guidazio, que había sido un buen carpintero antes de ingresar en la Congregación, hizo los marcos para algunas ventanas y 
ajustó las puertas. Varios de nosotros trabajamos en el huerto convertido en floresta, con lo que habían crecido los retoños, los espinos y 
las acacias; y lo roturamos en parte. 

»Aumentaba la tarea la colocación de los muebles enviados por el Oratorio. Como ya había en el colegio algunos alumnos, resultaba 
difícil destinar alguno para asistirles y darles clase. Añádase que los muchachos de la población, incitados tal vez por alguien, nos eran 
contrarios; nos recibían a pedradas y molestaban el domingo nuestras funciones religiosas, con gritos y golpeando la puerta ((808)) 
exterior de la iglesia. Hasta algunos internos nos tenían preocupados por haber sido expulsados de otros colegios.» 

Este fue el inicio de un internado que, en pocos años, gracias a las nuevas construcciones hechas por don Bosco, debía contar más de 
doscientos alumnos. 

Entre tanto, el colegio, puesto bajo la protección de san Felipe Neri, estaba dispuesto para aceptar cincuenta alumnos y los maestros 
habían dado comienzo a las clases. Los internos eran pocos y muchísimos los de las escuelas municipales. Don Domingo Ruffino escribía 
a don Bosco: 
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VOLUMEN VII Página: 688 

Amadísimo Padre: 

No deseamos más que verle pronto. Todos los muchachos le esperan con los brazos abiertos. Ya han entrado veintiocho; hay 
matriculados treinta y siete, casi todos para las clases elementales y primero de bachillerato. Dos para el tercero, más dos del segundo y 
uno del primero de retórica. Hay dos que proceden de otros colegios... 

Para las confesiones viene todos los sábados el Vice-párroco. El que daba la clase primera elemental no podía tener orden, porque eran 
muy numerosos los chicos del pueblo en esta clase y demasiado enredones, y con ningún medio se lograba nada. Hemos pensado, por 
tanto, poner al frente de ella, al menos por algún tiempo, a Bodrato, quien con su práctica sabe obtener mejor el orden... 

Haga el favor de encomendarme al Señor a fin de que no sea infructuoso mi ministerio. Si tarda todavía algún día más en venir a 
vernos, espero que ya se habrán incorporado todos los matriculados. 

Considéreme siempre como, 

Su agradecido hijo
DOMINGO RUFFINO, Pbro.


Don Bosco fue a Lanzo, donde le recibieron y despidieron entre conmovedoras manifestaciones de afecto salesianos y alumnos. Lo 
mismo que en Mirabello, su caridad llevó la paz y el consuelo a las almas. Monseñor Costamagna y monseñor Fagnano recuerdan los 
preciosos frutos de esta visita. También don Bosco había sentido una gran satisfacción al comprobar el espíritu de sacrificio que animaba 
a sus clérigos. 

((809)) Don Domingo Ruffino da cuenta de esta visita a Lanzo en carta a don Vicente Pol, profesor de bachillerato en el Seminario 
Menor de 
Giaveno, cuando don Bosco llevaba la dirección del mismo 1. 

1 Muy apreciado don Vicente: 

Recibí su última y no tuve que esperar para satisfacer su ruego. Vino don Bosco a visitarme a Lanzo y le hablé del huerfanito que usted 
recomendó. No pudo hasta ahora aceptarlo en su Oratorio de Turín porque el número de internos era y es aún muy superior a la capacidad 
de la Casa, de tal forma que debió enviar algunos al Seminario Menor de Mirabello y otros a este colegio, donde propiamente no se 
admite más que a los que pagan pensión. Añada las innumerables peticiones, que continuamente le asedian, a las cuales su caridad no le 
permite dar un no rotundo: 

Puede, por tanto, estar seguro de que, si don Bosco le está haciendo esperar mucho, no es por falta de voluntad. Y entonces »en qué 
quedamos? El muchacho está admitido, pero el momento de su ingreso queda diferido un poco más. En la novena de Navidad vaya con 
su hatillo y lo demás, si algo se convino; preséntese a don Bosco o a don Víctor Alasonatti con esta carta mía y será recibido. 

Lanzo, 16 de octubre de 1864. 

Suyo afectísimo
DOMINGO RUFFINO, Pbro.


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VOLUMEN VII Página: 689 

Don Bosco pensaba continuamente en sus jóvenes y cómo procurarles lo necesario para la vida; no dejaba escapar la más mínima 
oportunidad que le ofreciese aun una pequeña probabilidad de conseguir socorros. Nada le detenía: ni visitas, ni viajes, ni cartas, ni 
buscar subsidios, ni molestias, ni sacrificios de amor propio, ni críticas, ni negativas. Ciertamente una heroica virtud le sostenía en todo 
ello. No buscaba para sí, sino para los pobrecitos que el Evangelio llama miembros de Jesucristo. 

De entre los muchos hechos conocidos por nosotros mismos, exponemos el siguiente. El señor Guenzati de Milán, comerciante en telas, 
juntamente con su esposa, tuvo este año la suerte, por medio de Antonio Sala, de conocer al venerable siervo de Dios, y de convertirse en 
un gran amigo y bienhechor. Sucedió, pues, que un representante extranjero rechazó y devolvió una cantidad de mantas que permanecían 
depositadas y ((810)) retenidas en la aduana. Como a dicho señor no le interesaba pagar los derechos de entrada de una mercancía, que 
sabía estaba averiada, se la ofreció como regalo a don Bosco para sus muchachos pobres. Don Bosco aceptó y recurrió al Ministro de 
Hacienda, señor Sella, invocando la exención de aduanas en favor del Oratorio. Pero el 2 de agosto de 1864, el secretario Beccari 
devolvía su instancia con carta N.° 7954, del protocolo particular, en la que manifestaba: «el sentimiento del departamento por no tener 
facultad ante las leyes en vigor, para atenderle favorablemente y secundar así el acto generoso y filantrópico de que se trataba». 

A don Bosco no le sorprendió la respuesta, pero quiso todavía realizar otra tentativa dirigiéndose al Director General de Recaudación 
de Impuestos 1. 

No sabemos si tuvo éxito esta segunda petición pero don Bosco, aún antes de expedirla, había enviado otra súplica al general Petitti, 
Ministro de la Guerra, con la seguridad de ser atendido. 

1 Ilustrísimo Señor 

El sacerdote Juan Bosco, director del Oratorio de San Francisco de Sales, a V. S. respetuosamente expone que en marzo de 1862 habían 
sido devueltas al señor Guenzati, de la razón social Canónica, setecientas veinte mantas de lana por defectuosas y apolilladas. De estas 
mantas, quinientas cincuenta están en la aduana de Turín y ciento setenta en Génova, en el puerto franco. Ahora bien, este caritativo 
señor estaría dispuesto a regalarlas a los muchachos pobres internados en esta casa, pero sin pagar los gastos de aduana. 

Por este motivo, el abajo firmante ruega humildemente a V. S. Ilma. sean condonados los mencionados gastos de aduana y permita sean 
retiradas en favor de estos pobres muchachos, que se encuentran en graves estrecheces frente a la próxima temporada invernal por falta de 
ropa y de mantas. 
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((811)) Excelencia: 

Ruego respetuosamente a V. E. acepte bondadosamente la presente súplica en favor de los pobres muchachos internados en esta casa, 
llamada Oratorio de San Francisco de Sales. 

Una nueva necesidad se nos ha añadido este año con los muchos jovencitos recomendados por las autoridades civiles, que por otra parte 
cesaron de conceder los subsidios que en otro tiempo nos venían suministrando de vez en cuando. 

Por las especiales estrecheces en que se encuentra esta casa y por el considerable aumento de internos que se debieron aceptar, me hallo 
en la mayor penuria de ropas y de mantas para resguardarles del frío en la próxima estación invernal. Por eso hago esta humilde, pero 
ferviente petición, con el fin de que conceda objetos de cualquier género, como sábanas, camisas, calzoncillos, camisetas, pantalones, 
calcetines, botas, almillas, capotes y prendas similares, que estén fuera de uso y que ese Ministerio suele proporcionar a las obras de 
beneficencia pública, como lo he experimentado en años anteriores. 

Aunque semejantes prendas estén viejas y deterioradas, yo las recibo igualmente con gratitud, ya que procuro hacerlas remendar y 
servirán para abrigar a estos pobres muchachos. 

Lleno de confianza en su reconocida bondad, le aseguro la más sentida y constante gratitud de mi parte y de la de los beneficiados, 
mientras le auguro todo bien del Cielo, y me profeso con la mayor estima. 

DeV. E. 

Turín, 20 de octubre de 1864. 

Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.


El Ministro no tardó en contestarle. 

Ministerio de la Guerra 

N.° 9898. 

Turín, 31 octubre 1864. 

Habiéndose interesado este Ministerio, también este año, en favor de los internados en los Centros benéficos de esta ciudad, ha 
dispuesto que ese Oratorio de San Francisco de Sales sea subvencionado con las siguientes prendas que le serán suministradas por el 
Almacén principal de Intendencia Militar de este departamento, a saber: 

A más de profesar su profunda gratitud, no dejarán de implorar todos los días las bendiciones del cielo por todos sus bienhechores y de 
un modo particular por V. S. Ilma. 

De V. S. Ilma. 

Turín, 10 de noviembre de 1864. 

Su humilde y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. 

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VOLUMEN VII Página: 691 

-Mantasdecampo........... .....100


-Capotesdepaño ................100


-Pantalones depaño. .. . .. . .. . .. . .. . 80 

De todo lo cual informo a V. S. para su conocimiento y para que se digne disponer su oportuna recogida. 
Por el Ministro, G. PARODI 
((812)) Don Bosco, después de retirar estas prendas de vestir, se presentó el 3 de diciembre al Ministro para agradecerle aquel favor y 
también por haber librado a algún clérigo del servicio militar. Hay que decir, en honor a la verdad, que don Bosco halló siempre, o casi 

siempre, favorable apoyo en el Ministerio de la Guerra. 

Don Bosco comenzó a agradecer al Ministro lo que había hecho en favor de sus jóvenes y añadió: 

-Excelencia, vengo a agradecérselo y a pedirle. 

Y, presentándole otro escrito, le expuso la necesidad en que se encontraba de mayor cantidad de ropa. El Ministro sonrió y después 

preguntó cuántos muchachos residían en el Oratorio. 

-Cerca de ochocientos, respondió don Bosco. 

-Entonces habrá más de cincuenta educadores... 

-Hay poquísimos, pero bastan. 

-Al menos la disciplina será muy rigurosa. 

-Castigos establecidos para cada falta no los hay, y cuando se trata, aunque rara vez, de castigar a alguno, se le da el castigo que en 

aquel momento puede parecer conveniente. 

-Pero, entonces, serán expulsados rápidamente de casa los culpables... 

-Nada de eso. Si alguien falta a las buenas costumbres, por lo regular se marcha él solo, pues ve y advierte que es incompatible su 

presencia en el colegio. Por lo demás, el sentimiento del honor tiene una gran fuerza en el ánimo de nuestros alumnos. 

Mientras tanto el Ministro tomaba la pluma y se disponía a firmar una carta; pero, deteniéndose, preguntó: 

-»Hay alguno de sus muchachos en el ejército? 

-Hay muchísimos en las bandas militares y como soldados, y muchos tenientes y dos capitanes, que supieron ganarse el aprecio de sus 

superiores. 

El Ministro preguntó qué oficios y estudios se daban en el Oratorio y 
quedó contento por todo y muy satisfecho ((813)) de que floreciesen las letras clásicas. Prometió que seguiría ayudando al Oratorio y que 
él mismo iría a visitarlo apenas pudiese. 

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VOLUMEN VII Página: 692 

Cuando don Bosco regresó al Oratorio, estaban cenando; contó a sus sacerdotes y clérigos que le rodeaban, que había sido recibido en 
audiencia por el Ministro y la promesa que le había hecho de un nuevo donativo. 

En efecto, unos días más tarde recibía don Bosco la siguiente carta: 

Ministerio de la Guerra 

N.° 10679. 

Turín, 10 de diciembre de 1864. 

Este Ministerio, habiendo tomado en consideración las circunstancias expuestas por V. S. en la nota presentada con fecha del 3 del 
corriente y queriendo, por cuanto le es posible, aliviar las enormes estrecheces en que se halla ese centro de Beneficencia, ha ordenado 
nuevamente al Almacén principal de Intendencia militar en esta ciudad, que ponga a disposición de la persona, que V. S. encargare de 
recibirlas, las siguientes prendas: 

-Capotesdepaño ................50


-Mantasdecampo ................50


-Pantalones depaño.. . .. . .. . .. . .. . 40 

De lo que informo a V. S. para su oportuna norma 

Por el Ministro, INCISA 

Resultaba así que la finalidad de la Institución de don Bosco, sus maneras de tratar los asuntos con calma y serenidad, sus 
informaciones sobre las necesidades, la bondad, la vivacidad de sus muchachos en sus ruidosos recreos, le ganaban la benevolencia de 
toda suerte de personas. La virtud es amada por todos. Habiendo ido poco tiempo antes a visitar, por asuntos privados, a Conforti, 
apodado el rojo, no sólo le recibió cortésmente sino que le invitó y forzó a quedarse a toda costa a déjeuner (comer) con él. 

((814)) Sin embargo, no hay que creer que don Bosco pudiese vivir tranquilo con tales actos de cortesía. El Ministro de Gobernación le 
vigilaba. Durante los años 1864, 1865, 1866, hubo un confidente secreto de la policía, hombre serio, de pocas palabras y maduro en años, 
encargado de vigilarle. Este se relacionó con don Bosco e iba al Oratorio como un amigo, se movía por el patio entre los muchachos, a 
veces subía por las escaleras interiores, lo observaba y lo anotaba todo; sin embargo, nada pudo ver, ni oír, o sospechar que fuese 
peligroso o de oposición a las instituciones de la patria. No demostraba una curiosidad demasiado viva, ni interrogaba a los alumnos. Don 
Bosco había sido advertido por un alto empleado del 
692 

Fin de Página 692 


VOLUMEN VII Página: 693 

Gobierno y dejaba a sabiendas que aquel señor espiase a su gusto;
cuando le encontraba se entretenía con él como con un amigo; y alguna vez le invitaba a comer. Mas este hombre fue leal y jamás hizo
denuncias calumniosas.


Fin de Página 693 


VOLUMEN VII Página: 694 

((815)) 

CAPITULO LXXIX 

EJERCICIO DE LA BUENA MUERTE -DON BOSCO PREDICE QUE UN ALUMNO SERA LLAMADO A LA ETERNIDAD 
ANTES DE QUE CONCLUYA EL AÑO -LA FIESTA DE SANTA CECILIA Y LA REPRESENTACION DE UNA COMEDIA DE 
DON BOSCO -LECTURAS CATOLICAS: LA CASA DE LA FORTUNA -PLATICAS DE DON BOSCO -MEDIOS PARA 
TRIUNFAR EN LOS ESTUDIOS: 1. ° EL TEMOR DEL SEÑOR;2. ° NO PERDER NUNCA NI UN MOMENTO DE TIEMPO; 3. ° 
ESTUDIAR DE MEMORIA LAS LECCIONES TODOS LOS DIAS; 4. ° COMER A SU DEBIDO TIEMPO; 5. ° FRECUENTAR LA 
COMPAÑIA DE LOS JOVENES ESTUDIOSOS -LA NOVENA DE LA INMACULADA -CUMPLIMIENTO Y NARRACION DE 
LA MUERTE PREDICHA POR DON BOSCO -DON BOSCO NOTIFICA QUE LA MUERTE DE UNO ANUNCIA LA MUERTE DE 
OTRO -OIR Y AYUDAR LA MISA CON ESPECIAL DEVOCION -OTRO MEDIO PARA SALIR BIEN EN LOS ESTUDIOS; 6. ° 
EL RECREO MODERADO -JOVENES BUENOS, TIBIOS Y MALOS EN LA NOVENA DE LA INMACULADA: CUENTAS QUE 
DON BOSCO DEBERA DAR A DIOS -LA VIRGEN ABORRECE LA INMODESTIA; 7. ° MEDIO PARA SALIR BIEN EN LOS 
ESTUDIOS: VENCER LAS DIFICULTADES QUE SE ENCUENTRAN EN EL ESTUDIO DE LOS AUTORES Y RECURRIR A LA 
AYUDA DEL SEÑOR Y DE MARIA SANTISIMA -EL OBISPO DE ACQUI Y DON DANIEL COMBONI EN EL ORATORIO. 

LA visita de don Bosco a Mirabello y a Lanzo había ocasionado en Valdocco un retraso de la piadosa práctica del ejercicio de la buena 
muerte, que se acostumbraba tener al comienzo del mes. Apenas volvió, el 15 de noviembre anunció por la noche que dicho ejercicio se 
haría ((816)) el jueves 17, y que un alumno del Oratorio iría a la eternidad antes de acabar el año: por esto exhortaba a todos a prepararse 
de modo que no tuviesen miedo alguno a la muerte, si les sobreviniese. 

Los jóvenes pusieron en práctica sus avisos, mientras la vida del Oratorio, llena de honestos esparcimientos, alegraba sus espíritus. 
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VOLUMEN VII Página: 695 

El día en que se celebraba la fiesta de santa Cecilia, se representó en el Oratorio una bonita comedia en dos actos, obra sencilla, llena de 
ingenuidad, original del siervo de Dios. Cómicos y espectadores quedaron muy satisfechos, por lo que, visto el éxito de la primera 
representación, se pensó en imprimirla, para que se pudiera leer y también recitar públicamente en otros sitios. 

Don Bosco añadió un prólogo histórico, que decía en síntesis: se trata de una hija, la cual, contra la voluntad del padre, rico campesino, 
se casa con un joven pobre, pero honrado. Este abandona el pueblo natal, la lleva a Turín, donde él se dedica al comercio y hace una 
fortuna más que regular. Pero diversas contrariedades le reducen a la indigencia. Muere y poco después muere también la mujer, dejando 
faltos de medios a sus dos hijitos. Las aventuras que llevan a los nietos a casa del abuelo forman la trama de la comedia. 

Con este opúsculo comenzaba, en enero de 1865, el año XIII de la publicación mensual de las Lecturas Católicas. Tenía éste por título: 
La casa de la fortuna, representación dramática por el sacerdote Juan Bosco, con un apéndice: El buen hijo, por el abate Mullois. 

El éxito de ésta y tantas otras representaciones, lo mismo latinas que italianas, era indicio del progreso de los alumnos en el estudio, 
siguiendo las normas que don Bosco les daba. Nosotros continuaremos cronológicamente la serie de avisos que el buen Padre dio a sus 
hijos durante varias noches. 

((817)) 24 de noviembre. -Quiero indicaros, mis queridos amigos, algunos medios para triunfar en los estudios y os diré uno cada 
noche. 

El primer medio para triunfar en ellos es el temor a Dios. Initium sapientiae timor Domini (Principio de la sabiduría es el temor a Dios). 
»Queréis ser verdaderamente doctos y sacar fruto en la escuela? Temed al Señor, guardaos de ofenderle, porque in malevolam animam 
non introibit sapientia nec habitabit in corpore subdito peccatis (en alma perversa la Sabiduría no entra, no habita en cuerpo sometido al 
pecado). La ciencia de los hombres dimana de la de Dios. 

Y además, »qué gusto pretendéis que experimente en el estudio quien tiene el corazón agitado por las pasiones? »Cómo queréis que 
supere las dificultades, que se presentan en la clase, sin la ayuda de Dios? Omnis sapientia a Domino Deo est (Toda sabiduría viene del 
Señor Dios). Un solo pecado mortal ofende tan grandemente a Dios que todos los ángeles y los hombres juntos no podrían repararlo. Y 
Dios »va a ayudar en los estudios a quienes le ofenden tan gravemente? Los hombres verdaderamente sabios nunca fueron de los que 
ofendían al Señor. Mirad a santo Tomás, a san Francisco de Sales. La experiencia enseña de continuo que los que aprovechan en el 
estudio son los que viven alejados del pecado. Existen, es cierto, malvados que brillan por su ingenio y su saber. Mas tal vez merecieron 
del Señor en otros tiempos por su buena conducta y sus obras buenas este gran don del que más tarde abusaron. Por lo demás, la mayor 
parte de ellos no poseen la verdadera 
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sabiduría: tienen la mente repleta de errores que enseñan a otros. Y si a alguno de estos malvados le ha permitido el Señor avanzar en la 
ciencia, a pesar de ser su enemigo, ello servirá para mayor castigo y mayor maldición por haber abusado. 

25 de noviembre. -El segundo medio para triunfar en los estudios es no perder nunca un minuto de tiempo. El tiempo, mis queridos 
amigos, es oro. Fili, conserva tempus (Hijo conserva el tiempo). El tiempo que se debe dar al estudio, dádselo por entero. No busquéis 
jamás pretextos para ausentaros de clase. Es doloroso ver muchachos que van buscando subterfugios de enfermedades o permisos 
arrancados a los superiores para escapar de este deber. 

No leáis libros, que no pertenecen a los programas escolares, en tiempo de estudio o de clase. 

Frenad la fantasía. »Veis a ése que parece tan atento sobre su libro? »Creéis que estudia? íNada de eso! Tiene la mente a mil leguas. 
íMirad! íSonríe! Le parece que está de recreo jugando a la peonza; y piensa que ha ganado a su compañero. Este otro piensa en las 
castañas y el salchichón que guarda en el cajón. Aquél tiene el proyecto de comprarse determinado libro, de lograr hacer una trampa, de 
dar aquella broma, o ir a una excursión. No hablo de jóvenes que piensan en ofender a Dios, porque confío que aquí en el Oratorio no los 
hay. 

A estudiar, pues, y a no perder el tiempo. 

((818)) 26 de noviembre. -Tercer medio para triunfar en los estudios. Acostumbrarse a no saltar de un capítulo a otro de la ciencia que 
sea, de una a otra regla de gramática, de uno a otro tema, sin haber comprendido el anterior. Por tanto, retened en la memoria cuanto 
vayáis estudiando. Ya lo dijo Cicerón: tantum scimus quantum memoriae mandamus (tanto sabemos cuanto recordamos). Estudiad cada 
día de modo que quede fija en la mente la lección o el trozo del autor clásico que el maestro os señala para aprender. Digo cada día: 
porque si hoy descuidáis el aprender, deberéis doblar el trabajo mañana, si no queréis retrasaros. Quien descuidase esta diligencia durante 
una semana deberá remediar el atraso de siete lecciones, advirtiendo que el deber diario es bastante para ocupar toda una jornada. Por no 
tener esta norma, hay muchos cargados de lagunas en la mente, con muchas cosas que no quedaron entendidas, y en los últimos meses del 
curso se matan a estudiar por miedo a ser suspendidos. Por el contrario, el que siempre fue diligente tiene seguros sus conocimientos y el 
día del examen no le proporciona la menor molestia. 

27 de noviembre. -Cuarto medio para estudiar con éxito. Comer a su debido tiempo. Mata más la gula que la espada. »Queréis 
instruiros? No viváis para comer; comed para vivir. Haced un desayuno y una merienda ligeros. No comáis hasta atracaros. Si guardáis 
algún buen bocado en vuestro baúl, no os dejéis vencer por la gula, no lo comáis todo de un golpe, como para reventar; guardad algo para 
los días siguientes y no os hará daño. No creáis que os lo digo por interés particular; de veras que no: la experiencia demuestra que si 
tomáis un bocado menos al desayunar, tomaréis luego más de tres en la comida. Quien va a clase o al estudio con el estómago demasiado 
lleno, muy pronto queda con la cabeza cargada e indispuesto, sin ganas; combate inútilmente el sueño y no hace nada, porque nada o casi 
nada entiende y no puede prestar atención. Si después realiza un esfuerzo para trabajar, peor que peor. Sobreviene el dolor de cabeza, ya 
no hace nada durante unos días y algunas veces se gana una fuerte indigestión. 

28 de noviembre. -Quinto medio para estudiar con éxito. La compañía de muchachos 
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aplicados. Es éste el medio más adecuado para aprovechar en el estudio. 
Cuando estáis de recreo, acercaos a los clérigos o a los compañeros más instruidos y pedidles un detalle de geografía, explicación sobre 
ciertas frases de autores clásicos, sobre alguna regla de gramática, o sobre algún punto de historia. Hablando entre vosotros con 
frecuencia de cosas referentes a los ejercicios, a las lecciones, a las traducciones, sacaréis mucho provecho. Durante los paseos 
entreteneos también en semejantes razonamientos y dejad la compañía de ciertos ((819)) holgazanes y necios que ciertamente harían 
perder más que conquistar la ciencia. Las conversaciones inútiles o frívolas no sirven más que para disipar la mente y enfriar el corazón. 
Dice el Sabio: Si quieres llegar a sabio, trata con los que lo son. 

El día 29 comenzaba la novena de la Inmaculada Concepción y don Bosco había preparado las florecillas en honor de María Santísima. 
Pero aquella noche daba a los alumnos la noticia de la muerte de un compañero, que confirmaba su predicción. El 26 de noviembre había 
fallecido en Lingotto, entonces suburbio de Turín, el joven Bautista Saracco, de Alba, a la edad de dieciséis años. 

Don Bosco describía el doloroso acontecimiento. 

El pasado año Saracco se portaba muy bien, frecuentaba los Sacramentos y estaba siempre cerca de don Bosco. Llegaron las 
vacaciones, fue a su casa, regresó al Oratorio para proseguir los estudios, pero muy distinto del de antes. Ya no le vio don Bosco 
acercarse a los Sacramentos, escapaba de su presencia; y, llamado muchas veces por medio de algún compañero, no quiso nunca 
condescender a las paternas invitaciones. Su salud empezó a empeorar poco a poco; se ausentaba a veces de clase por una rara debilidad 
que sentía; pero nada hacía presagiar una seria enfermedad. 

Entretanto don Bosco había anunciado el ejercicio de la buena muerte y que un alumno del Oratorio volaría a la eternidad. Saracco oyó 
las palabras de don Bosco y aproximándose a un compañero, bribón como él, le preguntó si pensaba ir a confesarse. íQué suerte! El 
amigo respondió que sí y entonces él decidió también recibir los Santos Sacramentos, como realmente lo hizo. Si hubiese dirigido la 
pregunta a otro compañero que le hubiese contestado que no, acaso hubiese descuidado ajustar las cuentas de su alma. 

Habían transcurrido ocho días; cuando vio que no podía atender a los estudios, se presentó, por vez primera este año, a don Bosco para 
pedirle permiso para ir a su casa. 

((820)) «Le vi entrar en mi habitación, son palabras de don Bosco, tímidamente y avergonzado; le pregunté qué deseaba de mí, y me 
contestó: 

»-Permiso para ir a casa. 
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»Le añadí: 

»-»Volverás al Oratorio? 

»Y me contestó que sí; pero quizá no fuera ese su deseo. Tomándole entonces por la mano, le dije: 

»-Mi querido Saracco: vas a casa, que el Señor te bendiga; pero escucha: antes de partir, confiésate que será mejor para ti. 

»Me respondió: 

»-Me confesaré el domingo en mi parroquia. 

»-Y »por qué no hacerlo aquí e ir a casa con el alma tranquila? Mira, ahí hay un reclinatorio. Arrodíllate y, en un momento queda todo 

arreglado. 

»-No estoy preparado. 

»-Pues bien, prepárate. Aquí está El Joven Cristiano. 

»-No me siento con ganas. 

»Yo repliqué: 

»-Mira, dame este gusto, confiésate. Si no quieres conmigo ve a cualquier sacerdote de casa. 

»Me contestó de nuevo: 

»-Me confesaré el domingo en el pueblo.» 

Pero el sol del domingo no brillaría más para Saracco. Marchó y fue a casa de un pariente para esperar allí a que pasara su padre y se 
hiciera cargo de él. Mas, apenas llegó, le asaltó un dolor a las costillas, se sintió sin fuerzas y se metió en cama a descansar. Sus 
familiares le prepararon un caldo que tomó, pero nadie temía que el mal se agravase. No obstante, por precaución, llamaron al médico, el 
cual juzgó que se trataba de un dolor ligero, y ordenó un remedio. Pero el mal aumentó de improviso. El dolor de costillas subió a la 
garganta con extrema violencia. Saracco entonces se dio cuenta del peligro y pedía un confesor, besaba un crucifijo que le habían puesto 
en las manos, pedía perdón al Señor, se encomendaba con jaculatorias a la Santísima Virgen María. íCuánto deseaba tener a su lado a don 
Bosco! íCómo se arrepentía y lamentaba no haberle escuchado! 

((821)) Llegó el sacerdote, pero demasiado tarde porque los parientes no le encontraron en casa. Saracco había perdido el habla. El 
sacerdote le absolvió y le administró la unción de los enfermos. Pareció que en aquel momento tuviese un instante de conocimiento. El 
jueves salía del Oratorio y el sábado había muerto sin poderse confesar. Su padre llegaba el lunes para acompañarlo al pueblo y Saracco 
ya estaba en el cementerio. 

Cuando don Bosco acabó la narración, rogó a los jóvenes, que todo lo bueno que realizaran al día siguiente, lo ofreciesen en sufragio 
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del pobre Saracco; y que los misterios del rosario se cerrasen con el réquiem. Luego advirtió a todos que consideraran que los de la casa 
iban a la eternidad de dos en dos y que la muerte de uno anunciaba la de otro; por tanto, se preparasen porque pronto, antes de acabar el 
año, otro debía morir. Añadió que éste, a lo mejor no hacía ya el ejercicio de la buena muerte del mes de diciembre. Acabó avisando de 
modo especial a los pobres jóvenes que rara vez se acercan a los sacramentos y viven solamente para pasarlo lo mejor posible. 

Cuando quedó a solas con los sacerdotes, exclamó: 

-íSi hubiese podido preparar a Saracco como yo deseaba! íPero él quiso marcharse! 

Don Bosco sabía que Saracco tenía que morir. íPobre Saracco, que el Señor haya tenido misericordia de ti! 

Al subir las escaleras para retirarse a su habitación se volvió a un sacerdote que le besaba la mano y le dijo sonriendo: 

-Esto paratus (Que estés preparado). 

La florecilla que don Bosco había pensado dar este día la trasladó para el día siguiente, 30 de noviembre: 

-Ayer, dijo, pensamos en los muertos; hoy, dejamos los muertos para pensar en los vivos. La flor mañana será ésta: Oír la misa y 
ayudarla con especial devoción. 

Después se dirigió a los profesores y les rogó que el próximo sábado dieran como lección de clase, el modo de ayudar a misa, para que 
fuera servida con el respeto que se merece. Inculcó que no se contentaran con que ((822)) los muchachos lo supieran mientras lo recitan, 
sino que lo aprendieran bien de memoria sin equivocación alguna; en suma, que lo asimilaran perfectamente. 

Llamó por su nombre al director espiritual, don Juan Cagliero, y le exhortó para que proveyera a fin de que se dieran con exactitud las 
clases de liturgia para el servicio de la santa misa. 

Dijo al director de las escuelas, don Juan Francesia, que, de acuerdo con el encargado de la sacristía, dispusiera que todos los días se 
presentaran dos jóvenes por turno en la sacristía, mientras hubiera misas para ayudar; que empezaran el servicio los alumnos de segundo 
de retórica, continuando los de primero, y así seguidamente hasta el primero de bachillerato. Los clérigos, un día cada uno, asistieran a la 
sacristía sucediéndose por turno, para ayudar a los sacerdotes a revestirse y despojarse de los ornamentos sagrados, para aprender a plegar 
roquetes y albas, registrar los misales, etcétera. 

Terminó aconsejando a los muchachos aprendieran bien las oraciones 
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y las ceremonias para servir santamente al augusto sacrificio del altar. 

Al día siguiente sugería don Bosco un sexto medio para que los alumnos triunfasen en los estudios. 

1 de diciembre. -Por la noche, cuando suena en el locutorio la campanilla para avisar que el superior va a hablar, guardad silencio. 
Imaginad que yo os cierro la boca a todos con mi mano, y a callar. 

Y ahora sigamos con los medios para estudiar con éxito. El sexto medio es el recreo moderado. El recreo hay que hacerlo por entero, 
porque divirtiéndoos aumentaréis vuestras fuerzas para estudiar mejor al llegar la hora de la clase. No convirtáis la hora de recreo en hora 
de estudio, porque luego, cuando queráis estudiar en el tiempo fijado por el reglamento, tendréis la cabeza cansada y aprovecharéis poco. 

Evitad, además, el recreo sin medida y excesivo. Hay algunos que, a la hora del recreo, corren arriba y abajo con tal frenesí que no 
parece que hagan recreo, diríase más bien que se matan. Agarran y tiran por tierra a los compañeros, se rompen la nariz, se magullan el 
cuerpo, se dan puñetazos para pasar el tiempo; y después, cuando acaba el recreo, totalmente sudados, cansados y jadeantes van al 
estudio: pero sí..., la cabeza está todavía revuelta y ((823)) necesitan reposo: y viven tan metidos en el juego que siguen pensando en él 
durante la clase. No hablo de los que gritan hasta tener dolor de cabeza para todo el día. 

Recuerdo también a los que, paseando o en corro, hablan de paseos, fiestas, meriendas, comidas, vacaciones con tal ensusiasmo que 
después, en clase, no tienen otra cosa en la cabeza. 

Y de aquellos otros que durante el recreo se permiten malas conversaciones; sólo diré que donde no hay temor de Dios, es imposible el 
verdadero progreso. 

Por tanto, sed también moderados en los recreos. No digo que no juguéis a la trompa, al marro, etc., etc..., saltad, divertíos, pero 
guardaos de los excesos. También yo, cuando no tengo en qué entretenerme con las personas que vienen a verme, hago recreo y me 
solazo con vosotros, bromeo, río, pero no pierdo la cabeza por la diversión. Así, pues, el sexto medio para tener éxito en los estudios es 
un recreo moderado, como lo requieren los jóvenes estudiantes bien organizados. 

Pero otro tema importantísimo venía a su mente, con la novena de la Inmaculada, en las dos noches siguientes, aun cuando todavía 
insistía en otro medio a no echar en olvido para aprovechar los estudios. , 

2 de diciembre. -»Habéis pensado alguna vez, mis queridos amigos, lo que sucede con los pavos, cuando se abre el gallinero? Unos 
vuelan fuera a toda prisa; otros salen corriendo a más no poder; éstos salen, ciertamente, pero desganados, miran a un lado y a otro, se 
paran, se vuelven atrás como si les disgustase haber salido; aquéllos finalmente, en vez de salir, van a ver si queda algo en el comedero. 

Lo mismo sucede, mis queridos amigos, en esta novena dedicada a nuestra querida Madre. Unos, lo mismo estudiantes que aprendices, 
volaron, al menos corrieron con gran brío y es de esperar que su carrera no acabe hasta las puertas del paraíso. Algunos salieron del 
estado infeliz en que se encontraban, pero casi por 
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fuerza, con desgana y casi a disgusto. A éstos les digo: amigos míos, no seáis como el perro que después de haber comido lo vomita, 
según dice la Sagrada Escritura. El perro, después de haber comido, busca cierta hierba, que masticada, le produce vómito. Igual que esta 
hierba es para vosotros cierto tipo de compañeros con los cuales sabéis que fácilmente perderéis la gracia de Dios. Por consiguiente, 
cuidad ((824)) de no acercaros jamás a estos amigos. Como esta hierba son para vosotros ciertas lecturas, que sabéis los tristes efectos 
que producen en vuestras almas. Entregad, pues, ciertos libros a vuestros superiores. 

Los últimos, finalmente, son infelices amigos que no sienten el valor de combatir sus pasiones y siguen revolviéndose en el fango del 
envilecimiento. Sepan ésos, que su senda conduce derechamente a la eterna perdición. Vosotros me preguntaréis: 

-»Por qué en las novenas de la Virgen tú nos das estas pláticas, nos sugieres ciertas florecillas? Os responderé que porque las novenas 
de la Madre celestial son días de propiciación y salvación y, íay de los que no se benefician de ellas! Yo espero, mejor, estoy seguro de 
que el noventa por ciento de mis amigos sacarán partido de todas estas gracias y que la buena Madre Inmaculada les recibirá en el 
paraíso. Pero los que no quisieran aprovecharse, sepan que las llamas eternas del infierno les aguardan, si no se convierten. 

Cuando el Señor me llame a su tribunal y me pida estrechísima cuenta de mis obras me dirá: 

-»Anunciaste a tus alumnos que los días de las novenas de mi celestial Madre son días propicios para la gracia? »Les has dicho que 
quien no se aprovecha de estos días insulta imperdonablemente a María, y que yo los castigaré con todo rigor? 

Yo espero que mi respuesta satisfaga al Juez Supremo. 

Pero, si será muy estricta la cuenta que habré de dar si no digo cuanto el Señor quería que os comunicase, no menos rigurosa será la 
cuenta que deberéis rendir vosotros si no me escucháis. Los que aman a su Madre celestial y practican lo que he dicho, ya tienen dada la 
respuesta al Señor. Pero los que rechazaron la gracia y no siguieron cuanto les aconsejé, preparen la contestación desde ahora, si se 
atreven; 
prepárenla, si saben qué responder. 

Recordad el hecho del Faraón. Era un impío obstinado. Dios le mandó a Moisés y a Aarón para que le comunicasen su voluntad, pero 
inútilmente. Las palabras de Aarón y Moisés no tuvieron más efecto que endurecer cada vez más su corazón, de manera que ni siquiera 
los más tremendos castigos bastaron para convertirle. »Sabéis cuál fue el fin del Faraón? Murió golpeado por la mano de Dios, ahogado 
por las aguas del Mar Rojo. Buenas noches: 

4 de diciembre. -Mis queridos amigos. La novena de la Inmaculada camina hacia su fin y quiero que estos tres últimos días estén 
especialmente dedicados a María. Para honrar a esta buena Madre deseo que huyáis de todo cuanto es contrario al sexto mandamiento, y 
cumpláis todo lo que sirve para adornar vuestra alma con la virtud, opuesta a este vicio, la modestia. María es Inmaculada y odia todo lo 
que se opone a la pureza. Un joven impuro no puede ser ((825)) amado por María y no hará ningún progreso. He determinado que durante 
estos tres días, después de la misa comunitaria, en vez de hacer la meditación, se tenga la bendición con el Santísimo Sacramento. 
También me habría gustado que se diese en la iglesia una platiquita, pero he pensado que es mejor no restar nada a las horas de estudio. Y 
a propósito de estudios, quiero daros esta noche el séptimo medio para estudiar bien y es éste: superar las dificultades que se encuentran 
en el estudio de los autores. 
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Cuando halléis dificultades no debéis desanimaros. »Para qué vinisteis al Oratorio? íPara estudiar! Por tanto es lógico que hay que 
aprender lo que no sabéis. Y aprender lo que se ignora, supone un esfuerzo de la mente, más o menos grande, según el mayor o menor 
ingenio. Por consiguiente, ánimo; no se puede dejar la obra a la mitad. No hacen bien los que, al encontrar una dificultad, la saltan, 
diciendo: esto no lo entiendo, y pasan a otra cosa; no, no hay que pasar adelante hasta que la dificultad no esté vencida y superada. Y para 
conseguir esto, primero recurrid a Jesús y a María con alguna devota jaculatoria y veréis cómo desaparecen los obstáculos. No lo olvidéis 
nunca, mis queridos amigos; éste es el medio más eficaz para superar todos los escollos en el estudio, porque sólo Dios es el dador y 
padre de la ciencia y la da a quien quiere y como quiere. A María Santísima le decís todos los días en las letanías: Sedes Sapientiae, ora 
pro nobis. Ella es la sede de la sabiduría. Dirigíos a los maestros, a los asistentes, ellos se apresurarán a ayudaros y os darán todas las 
nociones y explicaciones que necesitáis. 

Os diré más: que no sólo os esforcéis y seáis perseverantes en vencer las dificultades, sino que os alegréis al encontrarlas, porque ellas 
aumentan el ingenio y hacen experimentar una dulce satisfacción cuando se logra superarlas. 

»Qué ventaja hay en aprender lo que fácilmente se comprende? Añadid, además, que lo que se aprende con fatiga no se borra nunca de 
la mente. Así, pues, ánimo y buenas noches. 

La Crónica continúa: «Hoy (4 de diciembre), vino al Oratorio a dar la bendición con el Santísimo Sacramento, monseñor Modesto, 
Obispo de Acqui. Son muchos los Prelados e ilustres personajes que pasan este año para hablar con don Bosco». 

Don Daniel Comboni, el gran misionero de Nigeria, después de haber estado en Roma a los pies de Pío IX para presentarle su proyecto 
para la regeneración de Africa, de viaje a París, pasó por Turín y se hospedó en el Oratorio de San ((826)) Francisco de Sales. Despertó 
gran entusiasmo en los jovencitos, que le escuchaban maravillados al hablarles de sus misiones y sentían nacer en su corazón grandísimos 
deseos de acompañarle. También él se llevó una consoladora impresión y empezó desde entonces a admirar las obras de don Bosco y a 
amar tiernamente a sus numerosos hijos. Lo que más se grabó en su pensamiento sobre los Salesianos fue el hecho siguiente, que él 
llamaba milagroso. 

Encontró un sacerdote en el Oratorio, que estaba todavía conmovido con lo que les había contado la primera noche, y como le halló 
bien dispuesto, le invitó a partir con él al Africa. Aquel religioso, sin desconcertarse, le dijo: 

-Mire, Padre, si mi Superior me lo permite, yo tomo el breviario y su bendición y marcho enseguida. 

-»Pero no tiene nadie más en quien pensar? 

-Tengo padre, madre y una hermana; pero si fuera a decirles 
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que me voy a misiones, encontraría mil dificultades. Salir enseguida, sería mejor: 

Retuvo en la memoria el buen misionero la pronta resolución de aquel sacerdote y la recordaba a menudo como un título de honor, 
augurando mucho bien para la obra del Oratorio, que tenía tales hijos: cuando supo después que este sacerdote había ido a América, dijo 
muchas veces: 

-íOh, si le hubiese podido tener conmigo, cuánto bien habría hecho! 

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((827)) 

CAPITULO LXXX 

PLATICAS DE DON BOSCO -MEDIOS PARA TRIUNFAR EN LOS ESTUDIOS: 8.° OCUPARSE EXCLUSIVAMENTE DE LO 
QUE A ELLOS SE REFIERE -EL PRIMER MEDIO PARA CONOCER LA PROPIA VOCACION ES UNA CONDUCTA 
INTACHABLE -PREPARARSE A LA ETERNIDAD CON UNA BUENA CONFESION -UN SACERDOTE DESCUBRE LOS QUE 
SE ACERCAN A LA SAGRADA MESA CON PECADO EN EL ALMA -LA FIESTA DE LA INMACULADA Y EL SILABO 
-OTRAS DOS NORMAS PARA CONOCER LA VOCACION; EL TESTIMONIO FAVORABLE DE LOS FAMILIARES Y EL 
CONSEJO DEL CONFESOR -SE ADMINISTRA EL VIATICO AL HERMANO LAGORIO: USAR BIEN LA SALUD 
-VERG\_ENZA Y DOLOR DE LOS ALUMNOS QUE POR SU CULPA DEBEN SALIR DEL ORATORIO: íAY DE QUIEN MUERE 
EN PECADO!: GRITAR, AL LOBO: REZAR POR LAGORIO MORIBUNDO -LA MUERTE DE LAGORIO: IMPORTANCIA DE 
LAS ORACIONES POR LOS DIFUNTOS -LA NOVENA DE NAVIDAD: AVISO PARA QUIEN TIRA EL PAN: DAR UN BESO AL 
NIÑO JESUS -MEDIO PRINCIPAL PARA TRIUNFAR EN LOS ESTUDIOS; LA DEVOCION A MARIA SANTISIMA; 
ENTREGAR EL CORAZON A JESUS 

DON Bosco seguía exponiendo los medios que creía servían a los jóvenes para triunfar en los estudios; pero la ya inminente fiesta de la 
Inmaculada le indujo a comenzar otro tema. Días atrás había prometido enseñar a cada uno cómo conocer la propia vocación: al mismo 
((828)) tiempo exhortaba a todos a honrar a María Santísima, acercándose a los sacramentos con el pensamiento de la eternidad, 
recordando la muerte casi imprevista de un compañero acaecida poco antes. 

5 de diciembre.-El octavo medio para estudiar con éxito es: Ocuparse exclusivamente de lo que toca a nuestros estudios. Pluribus 
intentus minor est ad singula sensus. No se alcanza una ciencia manejando al mismo tiempo muchos libros. Interrogado santo Tomás de 
Aquino cómo se las había arreglado para llegar a ser tan docto, contestó: 

-Leyendo un solo libro. 
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Es preciso meterse en la cabeza que los estudios ajenos a nuestras asignaturas, hay que dejarlos. Si uno, que estudia latín, quisiera 
estudiar al mismo tiempo inglés y francés, »qué lengua sabría al fin del año? El programa de la clase de latín ya es tal como para ocupar 
un ingenio despierto durante todo el tiempo de estudio. Hay jóvenes que leen mucho, pero no advierten que, con tanto leer, no hacen más 
que embrollar su mente. Hay muchos que leen poesías, novelas, narraciones, historias, libros clásicos no prescritos; son cosas buenas, si 
queréis, pero, en tanto descuidan demasiado su deber y dejan de adquirir los conocimientos necesarios. 

»Pero, cómo ocupar el tiempo, cuando se ha terminado el trabajo y aprendido la lección? Cuando hubierais cumplido vuestro deber, si 
todavía sobra tiempo, repasad las explicaciones de los autores estudiados, volved sobre ciertas reglas de gramática que se os olvidaron, 
leed una página del libro de texto asignado, pero leedla con atención. En fin, no perdáis el tiempo leyendo las aventuras de Guerrin 
Meschino 1, la vida de Gianduja, o la de Bertoldo. 

Al daros estos consejos no ignoro la importancia y las ventajas de moderadas y juiciosas lecturas; pero es preciso que, al leer, observéis 
estas dos reglas: 

1.ª No hay que leer otros libros hasta después de haber cumplido los deberes de clase. 

2.ª No se lean, sin haber pedido consejo al propio maestro o a otros capaces de darlo, para que no os suceda que leáis libros inútiles, o 
que, además de ser inútiles, estén escritos en mal lenguaje, o que sean reprobables y dañen vuestra mente y vuestro corazón, insinuándoos 
máximas perversas. 

Aún tendría otra cosa que añadir. Prometí hablaros de los medios necesarios para conocer vuestra vocación. Esta noche os diré muy 
poco, reservándome para otra ocasión hablaros de ello extensamente. Muchos de vosotros llegarán a sacerdotes, muchísimos serán 
seglares. Mas no basta que vosotros digáis: me haré sacerdote, para llegar a serlo; o que, porque vosotros decís: yo no quiero hacerme 
sacerdote, vais a ser seglares. No y no; muchas veces Dios llama para sacerdotes a ciertos jóvenes ((829)) que jamás lo soñaron, y muchas 
veces, jóvenes que se creían llamados al sacerdocio, ya clérigos con sotana, cambiaron de pensamiento. Por consiguiente, mientras 
tengamos tiempo, pidamos al Señor que nos enseñe el camino por donde debemos ir. Y la primera norma para acertar en nuestra vocación 
es la que nos sugiere san Pedro: Fratres, satagite ut per bona opera certam vestram vocationem et electionem faciatis (Hermanos, poned el 
mayor empeño para afianzar vuestra vocación y vuestra elección.) Llevad una vida llena de buenas obras, una vida en el santo temor de 
Dios. Todo cuanto hagamos, hacerlo a la mayor gloria de Dios, y entonces el Señor nos dirá lo que quiere de nosotros, por qué camino 
debemos marchar y qué carrera debemos elegir. 

La noche siguiente volvió don Bosco al tema de la muerte de Saracco, insistiendo de nuevo en la gran necesidad de estar preparados al 
gran paso, no descuidando la frecuencia de los Sacramentos. 

-«El expiró el sábado, dice don Bosco, sin poder confesarse y pidiendo un confesor repetidas veces con voz lastimera. El domingo 

1 Guerrin Meschino: héroe caballero, de arte menor, que debía de hacer furor entre los aficionados a la lectura de aquellos días. (N. del 
T.). 
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fue conducido su cadáver al cementerio. Pregunté con ansiedad si el pobrecito había hecho el ejercicio de la buena muerte y me dijeron 
que sí: esto me consoló mucho y esperamos que desde la última confesión no haya cometido ninguna culpa grave; y, además, el sincero 
deseo que tuvo de confesarse antes de morir, confiamos que le haya servido para alcanzar el perdón. 

ȒAh, mis queridos amigos! El que tiene tiempo, no espere tiempo. Dum tempus habemus operemur bonum (Mientras tengamos 
oportunidad, hagamos el bien). Todos nosotros debemos hacer un largo viaje. Ibit in domum aeternitatis suae (El hombre se va a su eterna 
morada). Dispongámonos, pues, a este gran viaje. Saracco aguardaba el domingo y éste no llegó para él. Con ocasión de la solemnidad de 
María Santísima Inmaculada ajustemos las cuentas del alma, recibamos bien los santos sacramentos de la confesión y comunión. 
Queridos amigos, »estamos seguros de que, retardando nuestra confesión, el Señor tendrá la bondad de esperar a nuestra comodidad? Por 
tanto, pasado mañana honremos a María y asegurémonos el paraíso.» 

Un hecho singular se repetía entre tanto en estos meses. 

((830)) Narró don Bosco que acaecía a veces que alguno se acercaba al comulgatorio para recibir la hostia santa, y que el sacerdote le 
dejaba de lado y pasaba a otro sin darle la comunión. Si el interesado se encontraba a dicho sacerdote en el patio y le preguntaba por qué 
no le había dado la comunión, oía esta respuesta: 

-Y tú, »te atreves a ir a comulgar con el pecado en el corazón? »No ves qué fea y negra está tu alma? 

Aquel sacerdote lo advertía por el color que tomaba la lengua en aquel momento y avisó bastantes veces a don Bosco para que reparase 
los daños de las confesiones mal hechas. 

Y henos ya ante el 8 de diciembre, que aquel año señalaba un nuevo triunfo para la Iglesia y ocasionaba una gran alegría a don Bosco. 
El Papa publicaba una Encíclica condenando los principales errores de la época moderna, no solamente respecto a las verdades 
sobrenaturales, sino también a las naturales, por su perversidad herética y el inmenso daño que también acarrean en el orden filosófico, 
social y político. Con la Encíclica concedía el jubileo para todo el año 1865, y le añadía un Sílabo, esto es, un elenco de ochenta 
proposiciones condenadas. 

Pío IX proseguía con indómita firmeza, con su magisterio infalible la obra de Jesucristo. Ego in hoc natus sum et ad hoc veni in 
mundum ut testimonium perhibeam veritati (Para esto he nacido yo 
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y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad)1. 
Se había divulgado que las doctrinas de la Santa Sede ya no producían frío ni calor en la moderna civilización y resultó que ante la 
palabra del Papa, transmitida a todas las iglesias del mundo, la sociedad entera se conmovió profundamente. Miles de periódicos, aun los 
liberales, publicaron la Encíclica y el Sílabo; las sectas, atrozmente diabólicas, vomitaron furiosos insultos y blasfemias en sus revistas y 
asambleas. 

Los gobiernos de Francia y de Italia intentaron en vano sofocar la palabra del Pontífice con reuniones de Ministros, circulares 
amenazadoras a los Obispos, decretos prohibiendo publicaciones y comentarios pastorales, cartas diplomáticas, instrucciones 
inquisitorias a la policía, ((831)) mientras millones de auténticos católicos y sus Obispos gritaban con inmenso aplauso: 

-No con Belial, sino con Jesucristo y su Vicario. 

La Santísima Virgen había recibido entre tanto los debidos honores por parte de los muchachos de don Bosco, quien seguía hablando 
todavía de las vocaciones en los días siguientes. 

10 de diciembre.-Habíamos dicho que el primer medio para saber a qué estado nos llama Dios son las buenas obras. El segundo es 
aquél del cual dice san Pablo: Oportet autem illum et testimonium habere bonum ab iis qui foris sunt (Es necesario también que tengan 
buena fama entre los de fuera). »Quiénes son ésos que, estando fuera, deben dar su testimonio? Son el padre, la madre, el párroco, sus 
paisanos, el director del colegio o centro de educación donde nos encontramos. Por director, por ejemplo aquí en nuestro Oratorio, no 
entiendo hablar sólo de mí sino de todos los que aquí tienen cuidado de vosotros. 

Los muchachos demuestran muy pronto con su comportamiento dónde les llama Dios y, de acuerdo con esta conducta, los que foris 
sunt (los de fuera) dan su opinión. Cuando se ve a ciertos muchachos, que están devotos en la iglesia, que son reservados en el trato y 
afables con todos, oís que se dice de ellos: 

-íQué buen sacerdote será ése! 

Lo mismo que se oye de aquel otro: 

-íQué buen militar resultará! 

Y de un tercero: 

-De éste haremos un excelente panadero. 

-»Os reís? Pues bien, decidme: ciertos muchachos holgazanes, que están aquí en el Oratorio, los cuales, a pesar de comer pan a dos 
carrillos en la comida y en la cena, de desayunar una cantidad mayor que la que se da en otros colegios, de zampar otro zoquete a la 
merienda, todavía, no satisfechos, se esconden a la comida y a la cena cinco o seis panecillos, como si temiesen morir de hambre. Decid 
vosotros:»éstos, no presentan claras señales de que su vocación es la de panadero? »Y sabéis para qué hacen esta recolección de pan? Os 
lo diré. No han hecho el trabajo o no saben la lección, y por este o por cualquier otro motivo, no quieren ir a clase; se hacen 

1 Juan: XVIII, 37. 
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los enfermos, y para manifestar que les falta el apetito, no desayunan; pero luego van al dormitorio y allí tranquilamente comen el pan 
amontonado el día anterior. »Creéis que semejante conducta favorece su fama?... 

Estemos atentos para cumplir todo, hasta los deberes más pequeños, con diligencia, si queremos que el Señor nos dé a conocer el 
camino por el que El quiere que vayamos. 

Puede darse que haya un muchacho en el pueblo de quien todos saben que tiene la intención de hacerse sacerdote; pero estudia poco, va 
a la iglesia lo menos ((832)) que puede y está allí con poca devoción, enreda de buena gana, tiene ciertos amigos, suelta ciertas 
palabrotas. El pueblo habla de él y da su opinión: 

-íQué mal sacerdote va a ser éste! 

Este jovencito viene al Oratorio, enviado por los padres, y tal vez sin pedir consejo del párroco. íPero, válgame, qué frialdad! Tomad la 
cartilla de calificaciones. En la iglesia regular, en la clase regular, en el comedor regular, en el estudio regular, en el dormitorio regular, 
etc., etc... »Tantos regulares pueden dar un sobresaliente? íJamás! 

Amigos míos, comportaos bien para que los superiores puedan exponeros francamente su parecer sobre vuestra vocación: Estad atentos 
a lo que ahora os digo, porque esto no se encuentra en los libros o se escribe en libros que vosotros no podéis comprar en vuestro actual 
estado. Confiad en vuestros superiores, id a consultarles, porque es de nuestro mayor agrado ayudaros en cuanto podamos. 

Hay muchachos que en todo el año no se acercan a los Superiores y no se preocupan lo más mínimo de su vocación. Llegan las 
vacaciones, se presentan al párroco y le piden consejo sobre si deben hacerse sacerdotes o emprender otra profesión. El párroco les 
pregunta: 

-»Qué te ha dicho don Bosco? 

-No me ha dicho nada, responden. 

-Y yo desafío a quien quiera a decirles algo, si nunca se dejan ver. Y luego, con los ojos vendados eligen un estado, se hacen 
sacerdotes, por ejemplo, y sin considerar ni un instante si Dios les ha llamado. »Qué será después de ellos, faltos de las gracias 
necesarias? 

Diré, por último, a quiénes se debe pedir consejo. Primero, a los padres. Ellos, empero, no siempre son consejeros sinceros, porque 
muchas veces no toman como guía de su consejo el provecho espiritual del hijo, ni la voluntad del Señor, sino más bien el interés de su 
bienestar temporal. Si tienen esperanza de una buena prebenda, lo empujan al sacerdocio; de lo contrario, lo dirigen hacia otra carrera, y, 
a veces, se oponen resueltamente si él manifiesta voluntad de hacerse sacerdote. 

Mas, si los padres viven como buenos cristianos, entonces son los mejores consejeros que se pueden desear. Ellos han observado 
atentamente muchos años de vuestra vida y su consejo no puede dejar de ser sensato y justo. De cualquier modo, pedid siempre este 
consejo a vuestros padres, que, en general, si lo pedís como se debe, se os dará cual conviene. Trataré otra vez del testimonio interior de 
vuestra vocación. 

12 de diciembre.-La última vez, hablamos del testimonio de los qui foris sunt. Hoy hablaré del único que puede juzgar las cosas 
internas de nuestra alma y éste es el confesor. A él, pues, debemos abrir claramente nuestra conciencia y él sabrá decirnos adónde nos 
llama el Señor. Cuando hayamos elegido confesor, debemos ir a él con asiduidad, porque de otro modo, »qué juicio ((833)) podrá hacer 
de nuestra vocación, 

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si no nos conoce perfectamente? Por eso, es preciso que no tengáis dos confesores, uno para diario y otro para las fiestas; que cuando 
pesa sobre la conciencia algo más grave de lo acostumbrado, o que al menos os lo parece, vayáis a confesaros con otro distinto del 
ordinario; de este modo sucederá que vuestro confesor espera tratar con un angelito, cuando por el contrario lo hace con un diablillo y 
dará un juicio muy distinto del verdadero. En consecuencia marcharéis hacia un destino que el Señor no quería para vosotros. 

Peor aún, si hacéis como algunos muchachos que, cada vez que se confiesan, cambian de confesor y parece que van a probarlos a todos 
para conocer de qué gusto son. Entonces, mis queridos amigos, os digo sinceramente: mi deseo es que elijáis un confesor y que vayáis 
siempre con el mismo, si queréis saber lo que el Señor desea de vosotros. Confesores extraños a la casa vienen pocos, pero tenéis tantos 
en ella que podéis elegir uno que os agrade. 

Esta regla no es necesaria para los aprendices. Su vocación ya está determinada; se trata del martillo, la sierra, los tornillos, la aguja y 
qué sé yo. Mas, para los estudiantes, cuya vocación no está todavía bien definida, se precisa otra regla. No obstante, no quiero decir con 
esto que quien cambie de confesor haya faltado. Esto no. Antes bien advierto que, si alguno tuviese, por desgracia, un grave pecado en el 
alma y no tuviese valor de confesarlo a su confesor ordinario, es mucho mejor, antes que hacer una confesión sacrílega, que vaya a otro 
confesor, y que lo cambie aunque sea todas las veces. Es mejor estar incierto sobre la propia vocación que cometer un sacrilegio, callando 
un pecado en confesión. Mas este tal, antes de decidir su vocación, haga al fin del año una buena confesión general. El confesor le 
escuchará con caridad, le ayudará a decir lo que tiene vergüenza de declarar y le indicará cuál es su vocación. Recordad, pues, que el 
primer juez de vuestra vocación es el confesor. Si vuestros padres, si el párroco, si el director del centro de educación os aconsejaren 
haceros sacerdotes; si vosotros mismos sintierais inclinación de serlo, pero el confesor os dijese: -Hijo mío, este estado no es para ti, nada 
valen todas las demás opiniones; ésta sólo es la que debéis seguir. 

En el estado seglar hay además mucha diversidad de oficios, profesiones, grados sociales. También en esto es mejor someterse a lo que 
indique el que conoce bien vuestro interior. Os podrá aconsejar, por ejemplo: ser maestro no es para ti; ser abogado, médico, o militar no 
te conviene. Elige, en cambio, esta o aquella profesión o arte. El confesor, hombre de experiencia, sabe de ello más que vosotros. El os 
puede sugerir los medios para realizar vuestra carrera. Ciertamente que, si quisierais ser, por ejemplo, abogado y no dispusierais de los 
medios, él no os los podrá suministrar, mas al menos muchas veces podrá señalaros la forma para conseguir vuestro fin. 

((834)) Las charlas que don Bosco dirigió en los días siguientes, prevenían a los muchachos contra la maldad de los escandalosos y 
comunicaban los últimos momentos y la muerte de un hermano laico de la Pía Sociedad. Cumplíase la profecía, hecha por el siervo de 
Dios unas semanas antes. Los sufragios por las almas del purgatorio, la novena de Navidad, el último aviso para triunfar en los estudios y 
el pensamiento de la muerte le sugerían también temas para sus charlas. 

La Crónica anota el 13 de diciembre: «Esta noche la campanilla 
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avisó que se llevaba el santo viático a Juan Lagorio, perteneciente a la Congregación y ocupado en la ropería. Los alumnos se reunieron 
en la iglesia para pedir a la Santísima Virgen que concediera al pobre enfermo las gracias que necesita. 

»Don Bosco, apenas dio la bendición, subió a la tarima del altar y habló así: 

»-Mis queridos amigos; acabamos de llevar el santo Viático a un hermano nuestro, gravemente enfermo. Aunque haya pocas esperanzas 
de curación, como todavía puede vivir algún tiempo, lo mismo que puede morir pronto, rogad al Señor para que le proporcione la fuerza 
de sufrir con resignación la enfermedad y la gracia de morir santamente. Para ello empezaremos mañana a rezar un Pater y Ave por el 
enfermo, Pater y Ave, que acaso cambiaremos pronto por un Requiem aeternam. 

»-Amigos míos, pensemos en este instante en nuestro máximo deber, y es que debemos emplear bien la salud para el servicio y la gloria 
de Dios. La salud es un gran regalo del Señor, que debemos emplear totalmente para él. Los ojos deben ver por Dios, los pies caminar por 
Dios, las manos trabajar por Dios, el corazón latir por Dios; en fin, todo nuestro cuerpo debe servir a Dios mientras tenemos tiempo, de 
manera que cuando Dios nos quite la salud y nos acerquemos a ((835)) nuestro último día, la conciencia no tenga que reprocharnos de 
haberla usado mal.» 

La noche siguiente subió don Bosco a la tribuna y habló con voz muy conmovida: 

14 de diciembre.-Esta noche, mis queridos amigos, he de comunicaros algunas noticias dolorosas. Vosotros debéis saberlas; y, si no las 
sabéis, os advierto que en las principales novenas que celebramos, algunos alumnos dejan el Oratorio para marcharse a sus casas. Nadie 
les manda irse; son ellos mismos quienes se van, es decir, es la misma Virgen quien los aleja. Algunos, a los que se quería todavía retener 
por compasión, prefirieron escaparse antes que permanecer, y huyeron. Y lo más doloroso es que debieron marcharse porque no podían 
estar más a nuestro lado, porque ofendieron las buenas costumbres. Esos no podrán jamás olvidar, mientras vivan, por qué abandonaron 
el Oratorio; su corazón sangrará con sólo pensarlo y deberán decir: 

-El culpable de todo soy yo. 

En el pueblo les preguntarán: 

-»Por qué dejaste el Oratorio? 

Y »qué podrán contestar? Nada. Sentirán gravitar sobre su espíritu la única respuesta que deberían dar: 

-Abandoné el Oratorio porque cometí la más fea de las culpas. 

Recordarán haber interrumpido sus estudios, no haber podido alcanzar lo que 
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deseaban, haber visto desvanecerse de un golpe la más bella esperanza de su vida y deberán responderse dolorosamente a sí mismos: 

-Yo sólo fui la causa. 

Si, ya adultos, se encontraren con algún antiguo compañero, la dolorosa espina nuevamente volverá a hincarse en su corazón, pues 
verán delante el testimonio de su culpa y de su vergüenza. Y, si tan amargo es el recuerdo de esa culpa, cuando aún están fuertes y sanos, 
»qué será cuando las fuerzas empiecen a faltarles, cuando estén enfermos en la cama y contemplen la espantosa fealdad de su culpa? 
Deberán contestar: 

-El responsable de todas mis penas soy yo. 

Esto ante los hombres. »Y frente a Dios, que es pureza infinita? íCuántos casos podría citar, sucedidos hace pocos días, si me fuese 
lícito contároslos! 

íOh, qué tremendos son los castigos del Señor contra los inmodestos; os narraré uno sólo, ocurrido esta noche en Turín. Murió un joven 
de muerte repentina, mientras pecaba. El murió y su alma »dónde está ahora? Fueron al amanecer a llamarle los amigos, le sacudieron y 
lo encontraron cadáver; y todos eran testigos de cómo murió. No os digo más, porque son cosas demasiado horribles y sucias. 

Mis queridos amigos, ayudaos unos a otros a guardar la bella virtud de la pureza. Pactad con vosotros mismos no realizar jamás el más 
mínimo acto, ((836)) no decir nunca la más mínima palabra, no echar la más insignificante mirada que pueda ofender esta hermosa virtud. 
Si veis que un compañero está en peligro de caer, por caridad, corred a socorrerlo, alejadle de ciertos amigos, avisadle, rezad por él, en 
suma, salvadlo. Tendréis mérito delante de Dios y de María. Si además veis que un compañero trata de perder a otros, moveos enseguida 
contra él, arrancad de entre sus uñas la presa, y gritad: íal lobo! 

»Qué haríais si en vuestro rebaño se metiese el lobo y comenzase a devorar vuestras ovejas y no tuvierais fuerzas suficientes para luchar 
y salvar vuestro ganado? Pediríais auxilio y gritaríais: íal lobo, al lobo! Obrad también así contra esos lobos infernales que devoran las 
almas de vuestros compañeros. Gritad: íal lobo, al lobo!, gritádselo a vuestros compañeros y, si no es suficiente, gritádselo a vuestros 
superiores y ellos sabrán combatirlos. 

Otra noticia triste he de daros, y es que nuestro hermano Juan Lagorio se acerca cada vez más a su última hora. El está perfectamente 
resignado; más aún, no tiene otro deseo que el de volar al cielo y así librarse de muchas penas del cuerpo y del espíritu. Tenemos la 
máxima confianza para esperar que, cuando el Señor lo llame, irá a gozarlo al paraíso. 

Es hombre de mucha virtud. Otro día os contaré algunas cosas de él. De todas las maneras recemos para que su tránsito sea feliz. Esta 
noche guardad el mayor silencio por las escaleras y en los dormitorios; y, al acostaros, rezad una Salve a la Virgen para que le ayude en el 
gran paso que va a realizar. Tal vez mañana, después del Pater y el Ave que por él rezamos, en vez del Gloria, recitemos el Réquiem. 
Buenas noches. 

15 de diciembre.-Hacia las dos de esta mañana nuestro hermano Juan Lagorio pasaba a la eternidad. Hace dos años que vino a casa, 
atacado ya por la enfermedad de que ha muerto. Hasta ayer creyó poder restablecerse, pero al anochecer advirtió que la muerte era 
inminente. Me repitió con voz débil lo que me había dicho otra vez. 

-Diga a los muchachos que recen por mí, para que se me conceda ver pronto el 
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rostro del Señor: dígales que allá arriba, en el cielo, rogaré continuamente a María Santísima para que interceda por ellos ante Dios y les 
alcance las gracias que necesiten. 

Yo le prometí que os referiría sus palabras y le encargué, que, apenas llegado al paraíso, saludase a María Santísima de parte de todos 
nosotros y le pidiera que haga de forma que todos nos podamos encontrar un día reunidos para glorificarla y bendecirla en el cielo. El me 
aseguró que lo haría. Recemos, pues, por él, por si tuviese aún alguna pequeña mancha que purificar, para que pueda pronto ser liberado 
de las penas del purgatorio. Ha dicho el Señor que, con la misma medida con que hayamos medido a los demás, seremos tratados 
nosotros, y que, si hemos tenido misericordia con los demás, el Señor ((837)) la tendrá también con nosotros. 

Y san Agustín escribió que, rezando por las benditas almas del purgatorio, mientras las sacamos de aquellas penas, preparamos a la par 
uno más breve para nosotros. Si oramos por los difuntos, cuando muramos también nosotros, habrá quienes, inspirados por el Señor, 
rezarán por nuestras almas. Que, si nosotros estamos obligados a pedir por todos los difuntos en general, mucho más lo estamos por quien 
paseaba con nosotros en el mismo Oratorio, rezaba con nosotros en la misma iglesia, comía con nosotros el mismo pan; en fin, era 
nuestro hermano. Mañana por la mañana se celebrará el funeral, se cantará la misa y se recitará el rosario de difuntos. Todo el bien que 
mañana se hará en casa, servirá de sufragio para el alma de Lagorio. Todas las comuniones se reciban con este fin; el que no pueda 
comulgar sacramentalmente, hágalo espiritualmente, pues el Señor la aceptará también en satisfacción de las penas de las almas del 
purgatorio. Puesto que llueve, y no os conviene para la salud que vayáis todos al entierro, sólo algunos, designados por el Prefecto, 
acompañarán el cadáver hasta la sepultura. 

16 de diciembre.-Hoy ha comenzado la novena de Navidad. Vosotros sabéis la importancia que yo doy a estas novenas. 

Tengo que comunicaros un aviso. Se desperdicia mucho pan en casa. Se encuentra pan bajo las camas, pan por las escaleras, pan por los 
patios, pan en las clases, pan por todas partes. Yo aprecio demasido el pan necesario para la vida, sé cuánto cuesta ganarlo, sé que es un 
don de la Providencia y haré cualquier esfuerzo para que no se estropee de esta manera. Por consiguiente, cuando tenéis un pedazo de 
pan, que por estar duro o por cualquier otro motivo, queréis tirarlo, prefiero me lo entreguéis a mí, yo lo guardaré en el bolso y lo 
emplearé como estime mejor. 

Por último, si queréis una florecilla, os la doy. Mañana comulgad sacramentalmente o espiritualmente, y besad al niño Jesús que viene a 
vuestro corazón. 

18 de diciembre.-Siguiendo con los medios para triunfar en los estudios, os diré hoy el principal. Recurrid siempre a la protección de 
María Santísima. María es el trono de la sabiduría; por tanto, antes de estudiar la lección, antes de empezar la explicación de los autores, 
antes de hacer la redacción, nunca os olvidéis de decir una Avemaría a la Santísima Virgen y después añadir: Sedes sapientiae, ora pro 
nobis. 

Esta noche debo comunicaros una triste noticia. Un carpintero, que hace tiempo frecuentaba la casa por asuntos de su oficio, había 
puesto su taller; esta mañana fue a distribuir el trabajo a sus obreros y a mediodía fallecía atacado de apoplejía. No va bien anunciar 
muertes durante una novena tan bonita: »pero qué queréis? Al hablar de vida viene enseguida a la mente la muerte. Y, aunque no se 
piensa en ella, no deja ((838)) de venir. Inocencio III era un gran Papa y de vida santa, pero tenía 
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mucho miedo a la muerte y no quería nunca oír hablar de ella. Y así, cuando en la capilla del palacio Vaticano se predicaba, prohibía al 
orador tratar de este tema; si se hacía leer un libro ordenaba suprimiesen los capítulos que hablaban de ella; si leía él a solas, saltaba los 
capítulos que la mentaban. 

Cuando murió, el escultor que construyó su panteón, le esculpió magníficamente sobre el sarcófago, tomando la idea de su temor. El 
Papa está en el momento de expirar. La muerte está agazapada bajo el lecho y, sacando la descarnada cabeza, extiende la mano 
esquelética para agarrarlo. El Papa brinca, estando sentado, asustado por aquella fea figura, pero no puede huir. 

Hay muchos en el mundo que no quieren recordar la muerte. Amigos míos, no penséis en ella, pero queramos o no, ha de llegar. 

Acabo con una flor. Mañana pidamos al buen Jesús la gracia de que nos 
haga un pequeño hurto; »y sabéis cuál? Que venga a robar el corazón de todos vosotros y también el mío; porque sería demasiada 
desventura para mí, si vuestro corazón estuviese lleno de amor de Dios, y el mío, frío como el mármol, en desgracia suya. 
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((839)) 

CAPITULO LXXXI 

CARTAS A DON BOSCO AGRADECIENDO SUS FELICITACIONES DE NAVIDAD -DON BOSCO EN VERCELLI: ELOGIO 
QUE DE EL HACE MONSEÑOR DE GAUDENZI -PLATICAS DE DON BOSCO A LOS ALUMNOS: LOS JOVENES QUE 
ROBAN A LOS COMPAÑEROS: DESDE VERCELLI A TURIN: SUS RESPUESTAS A UN OFICIAL SOBRE EL SACRAMENTO 
DE LA PENITENCIA Y SOBRE O TRAS CUESTIONES -SANTIFICAR LOS ULTIMOS DIAS DEL AÑO:DESGRACIADA 
MUERTE DE UNO QUE QUERIA SEGUIR A DIOS Y AL MISMO TIEMPO CONTENTAR AL MUNDO -DON BOSCO EXPLICA 
A LOS MUCHACHOS CIERTAS PALABRAS OSAS QUE A VECES LES DIRIGE -CARTAS DE DON BOSCO A UN 
MONSEÑOR DE ROMA Y A DON JUAN BONETTI -AGUINALDOS A LOS SALESIANOS Y A LOS ALUMNOS -SUERTE DE 
QUIEN SE ENCUENTRA CON UN SANTO SIERVO DEL SEÑOR -ARTICULO DEL PERIODICO DE FLORENCIA, ARCHIVO 
DEL ECLESIASTICO, EN ALABANZA DE LA OBRA DE DON BOSCO 

POR aquellos días, don Bosco recibía muchas cartas en contestación a sus felicitaciones de Navidad y Año Nuevo. Personajes de la alta 
nobleza le expresaban sus sentimientos de gratitud, veneración y confianza. Señalamos entre éstos, al marqués Ignacio Pallavicini 1 y a la 
condesa Alejandrina de Camburzano que ((840)) con fecha del 26 de diciembre de 1864 avisaba a don Bosco, 

1 M. R. y Respetable Padre: 

Estoy muy satisfecho con su muy atenta de antesdeayer en la que galantemente se com place comunicarme que usted y los mil 
muchachos confiados a sus paternales cuidados comulgarán según mi intención en la Nochebuena. Es sin duda un gran regalo, que 
agradezco muchísimo, hijo sólo de su eximia bondad para conmigo, que no merezco de ningún modo tan gran favor. Al mismo tiempo le 
estoy reconocidísimo por las plegarias especiales, que elevarán al cielo por toda mi familia y en particular por mi querido nietecito 
Durazzo, a quien Dios guarde siempre para sí, como de todo corazón deseo. Déjeme, pues, que por todo ello testimonie mi más sincera 
gratitud, rogándole acepte la seguridad del agradecimiento que le profeso por el piadoso acto en el que me complazco ser parte 
interesante, deseando a V. M. R. S. y a 
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desde Fossano, que iría a visitarle uno de sus sobrinos que deseaba muchísimo conocerle 1. 

Entre tanto, después de Navidad, se ausentaba dos días de Turín, e iba a pasarlos en Vercelli. Parece que en esta ocasión se paró unas 
horas en Casale, adonde no había podido ir, a causa de la muerte de Lagorio, el día 15 del mes. 

En Vercelli, como en otras ocasiones del año, se entretenía largo y tendido con el Arcipreste de la catedral, el canónigo Pedro De 
Gaudenzi, ((841)) el cual fue consagrado obispo de Vigévano en 1871. Tenemos testimonio de la importancia de estos coloquios en una 
carta del arcipreste Pedro Poltronieri, director espiritual del Seminario de Vigévano, escrita a don Miguel Rúa en 1888, para darle el 
pésame por la muerte de don Bosco. Describe el solemne funeral, hecho en el Seminario, en sufragio del siervo de Dios por mandato y 
con asistencia de monseñor De Gaudenzi. 

«Después del oficio, la misa cantada in Pontificalibus y la bendición del túmulo, Su Excelencia, como todos esperaban, no quiso cerrar 
la triste ceremonia sin presentar, en breves pero emocionantes palabras, a la consideración de su Seminario y de su clero, la veneranda 
figura del sacerdote turinés, con quien había tenido personales e íntimas relaciones; lo hizo con palabras y hechos característicos 

todos sus muchachos las mayores felicidades que por mí quieran pedir al sumo Hacedor de todo bien, mientras me repito. 

De V.M.R.S. 

Génova, 22 de diciembre de 1846. 

Su atento y seguro servidor 

I. PALLAVICINI. 
1 «Este joven conde, escribía ella, y la condesa edifican a todo el mundo con su piedad y su intachable conducta. Poseen todo lo que 
constituye la felicidad, según el mundo: unión, fortuna, salud y juventud; pero no tienen herederos de su nombre. Sea por esto, sea por 
otra causa desconocida, el joven conde padece una persistente melancolía que preocupa a sus familiares y amisos. Me atrevo a reclamar 
sus oraciones en su favor y mas aún su benévolo y afectuoso recibimiento que tanto bien puede hacerle. Los amigos de Dios tienen 
palabras que consuelan a las almas afligidas. Su voz cala fácilmente en el corazón. Por esto confío mucho en el bien que harían a nuestro 
joven pariente. 

Invítelo a ir a visitarle alguna vez durante su estancia en la capital. En Turín encontrará muchos amigos mundanos, los cuales creen que 
los bailes y teatros distraen y producen bienestar. Yo pienso que para esta alma pura, lo más satisfactorio será pasar algún momento con 
usted y en medio de sus celosos colaboradores. 

La salud del señor conde de Camburzano sigue siempre a prueba. No puede salir de casa y, a pesar de esta vida retirada, sufre 
habitualmente de dolores de cabeza y otros malestares. Le encomiendo encarecidamente a sus oraciones y a sus misas. Estoy persuadida 
de que pronto curaría, si usted se lo pidiese al Señor...» 
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del mismo, de los cuales Monseñor había sido testigo, y lo mostró como un ejemplar de observancia en el cumplimiento de los deberes 
sacerdotales, de profundísima humildad y de celo apostólico por la salvación de las almas. 

«Da mihi animas, caetera tolle (Dame almas, quítame lo demás); 
he aquí, dijo para acabar Monseñor, el carné de identidad para conocer a don Bosco, el lema que le animó en sus empresas, un tolle 
(quítame) que le lanzó a una gloria inmortal... Da mihi animas, caetera tolle, me decía el santo varón un día en Vercelli, mientras nos 
comunicábamos nuestros respectivos problemas; he aquí, Arcipreste, lo que debemos decir al buen Dios nosotros los sacerdotes.» 

«Haced vuestra, amadísimos míos, esta gran sentencia, recibidla como una preciosa herencia de don Bosco, como él la recibía del 
Obispo de Ginebra, y el Obispo de Ginebra del gran san Juan Crisóstomo, y proseguiréis así en vuestra persona la gloriosa serie de esos 
sacerdotes santos que saben hacer amar la virtud y respetar el carácter sacerdotal hasta por los enemigos del nombre cristiano.» 

A la vuelta de Vercelli, reanudaba don Bosco sus pláticas a los muchachos. 

((842)) 27 de diciembre.-Me desagrada tener que decir esta noche algo que honra poco a ciertos jóvenes. Ya hace algún tiempo que 
desaparecen, ora a uno, ora a otro, libros, dinero, fruta, corbatas, papel, etc... También el año pasado hubo ladronzuelos en casa, pero 
fueron descubiertos. Unos fueron expulsados enseguida; otros tuvieron que irse porque los demás compañeros les sacaban a la vergüenza 
pública y hacían chacota llamándoles ladrones. Así, pues, los autores de estos hurtos, cambien de costumbre, porque de otro modo, si son 
desenmascarados, pagarán también la pena. Encargo, por consiguiente, a los clérigos y a todos, vigilar para descubrirlos. 

»Queréis que os dé pistas para pillarlos? Los que continuamente comen por gula, y en particular los que tienen el descaro de comer 
carne los viernes o el sábado ante sus compañeros; los que, en lugar de ir a clase andan dando vueltas por el Oratorio; los que, por el más 
mínimo pretexto, se quedan en los dormitorios, sospechad también de ellos; no es una sospecha temeraria, sino bien fundada. Puede que 
alguno de estos infractores de los reglamentos sea inocente, pero tiene todas las apariencias de culpable. Estos hurtos me disgustan, 
porque ofenden a Dios, mas por otro lado me complace que algunos desobedientes experimenten qué les sucede a quienes no entregan el 
dinero al Prefecto, a pesar de mis repetidos avisos. íSon unos testarudos! íPeor para ellos! 

Pero a los ladronzuelos les diré que muchos de los que se pierden por robar, comenzaron por adueñarse de lo ajeno en pequeña 
cantidad, adquirieron el hábito y ya no se corrigieron. Hoy un libro, mañana dos monedas, unos cuadernos una vez, unos sellos otra, e id 
añadiendo, poquito a poco se van sumando las cosas y, casi sin darse cuenta, se llega a materia grave. 

Y tened en cuenta que cuando uno llega a materia grave, aunque no hubiese advertido 
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o pensado cometer pecado mortal, está obligado a la restitución por injusta detracción. 
Y a propósito de robar, añadiré que son ladronzuelos los que, no satisfechos con tener el pan suficiente a la hora de comer y de cenar, lo 
apañuscan en la despensa; los que rompen sillas, cristales, sobre todo si lo hacen con mala intención; y están obligados a resarcir el daño 
que producen en el Oratorio con una restitución. 
Pero conozco a algunos de estos ladronzuelos que roban a los compañeros, y les digo que dejen de robar y que devuelvan lo hurtado. Si 
quieren que yo les ayude, vengan a decírmelo en confianza y prometo arreglarlo todo sin que nadie se entere; les aseguro que no tendrán 
ningún castigo: mas, si rehúsan cambiar de conducta y son descubiertos por otros, sepan que no dudaré en llamarles ladrones delante de 
todos. 
((843)) Y ahora, dejando de lado estas miserias, que agradan muy poco a los buenos, os diré algo que os alegre. Voy a contaros lo que 
me ocurrió hoy, mientras venía de Vercelli a Turín. Había en el vagón en que yo entré, un señor, que estaba hablando de la confesión. 
Tan pronto como me vió, se dirigió a mí y exclamó: 

-íHola, señor cura! Diga usted algo de esto. 

Me senté y le pregunté: 

-»Sabría usted, señor, »quién inventó la confesión? 

-Es sabido, contestó él; el Concilio de Trento. 

-»Y sabría decirme en qué época se celebró este Concilio? 

-En tiempos de san Bernardo, respondió. 

-»Y san Bernardo en qué época vivió? 

-En la de san Agustín. 

Ante aquella gala de erudición histórica estalló una carcajada general en el vagón. Entonces yo proseguí. 

-Mire, el Concilio de Trento se celebró hace cerca de trescientos años. San Bernardo murió hace seiscientos; desde que existió san 

Agustín han transcurrido mil cuatrocientos, y hace cerca de mil ochocientos cincuenta años Jesucristo instituyó este gran sacramento. 
Mi contrincante quedó calladito y después agregó: 
-Lo digo sinceramente; a mí no me gusta confesarme. 
-Muy bien, yo le enseñaré cómo. 
-Así me agrada: es el primer cura que enseña la manera de no confesarse, »como es? 
-No cometiendo pecados. 
-Yo no los cometo. 
-Le felicito, pero le advierto que, a las primeras palabras que usted dijo, ya pronunció el nombre de Dios en vano. 
-Es verdad, no lo pensé. 
-Y, si usted me permitiese que le preguntara, ya vería cómo tiene alguna cosa más en la conciencia. 
-Pregunte, se lo autorizo. 
-En público no, porque le molestaría a usted y ofendería los oídos de estos señores. 

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VOLUMEN VII Página: 717 

-Pregunte tranquilamente, yo no lo tomaré a mal.
-En público no; será mejor que lo que quiero decirle se lo diga al oído.
-íSí! íSí!
Le dije encontes en voz baja lo que quería decirle y él me contestó en alta voz:


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-Tiene razón; pero sepa, señor, que yo soy de Palermo.
-Lo celebro, »pero, acaso Palermo es una ciudad distinta de las demás? »No está el Señor en Palermo?
Callóse y, tras una breve pausa, agregó:
((844)) -Me han llamado a Turín para enseñar contabilidad a los militares piamonteses, que no la conocen.
Esta fanfarronada me disgustó vivamente y pensé para mí:
-»Cómo? Consideras a los piamonteses tan borricos que necesitan de tus clases?
Y dije fuerte:
-»Señor, qué entiende por contabilidad? »El álgebra, la aritmética, el libro de cuentas, el de partida doble?
Y él contestó:
-Por contabilidad entiendo contabilidad.
Y, agregando pocas palabras más, comenzó él a desconcertarse y los demás a reírse.
-Mire, le dije seriamente con aire magistral; por contabilidad se entiende el libro mayor, la partida doble, sencilla.
En suma, le dí pruebas de mis conocimientos referentes a las primeras nociones de contabilidad.
Los viajeros se miraban entre sí y decían:
-Este cura sabe de todo, hasta de contabilidad militar.
Y, dirigiéndose a mí, añadieron:
-Parece que haya sido usted soldado.
-No sólo lo he sido, sino que lo soy todavía.
Me miraron todavía más maravillados y dijeron:
-Usted va vestido de sacerdote; a lo mejor es un soldado disfrazado.
-Ah, no; éste es mi uniforme, y además no soy un simple soldado, sino graduado; más aún, general de la armada.
Se comprendió la burla, y dirigiéndome a mi interlocutor añadí:
-Vea, señor; antes de hablar piense bien con quién, porque podría


encontrarse con alguien que le haga hacer un mal papel. 
Callé, y después de unos instantes, repliqué: 
-Confieso, señor, que yo sé poco de contabilidad militar; pero quedé ofendido de que usted dijese así sin más, que nosotros, los 

piamonteses, no sabemos nada de contabilidad mi litar. Si yo, que no la he estudiado, sé mucho más que usted, piense lo que sabrán los 
piamonteses que han hecho sus estudios exprofeso. 
El pobre contable no habló más y otro caballero me dijo: 
-Desde Milán nos trae aburridos con sus malas conversaciones; su llegada, Reverendo, ha sido una bendición de Dios; se requería 
precisamente a vuestra señoría para taparle la boca. 

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Mi adversario era un oficial vestido de paisano: después me pidió excusas y prometió venir a visitarme al Oratorio. 

Mis queridos amigos, sacad de este hecho una lección. Si os encontraseis con alguien que habla mal de la religión, por lo general no le 
combatáis, si no estáis bien instruidos en ella; pero, si os preguntan, no os dejéis amilanar y vencer, sino empezad a preguntarle con 
calma y caridad, como si quisierais ser instruidos por ellos. De ordinario estos calumniadores y enemigos de la religión son ignorantes, y 
les confundi réis a las primeras preguntas: así volveréis contra ellos las mismas armas con que querían combatiros. 

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((845)) 28 de diciembre.-Sólo tres días más y se acabó el año. El 1864 habrá pasado y no volverá más. Si no lo comenzamos bien, al 
menos terminémoslo bien; si lo habíamos empezado bien, acabémoslo mejor. Santifiquémonos estos días y reparemos al Señor por las 
faltas cometidas durante este año. No se trata de que descuidéis los deberes de clase con oraciones o funciones de iglesia extraordinarias, 
sino de que procuréis hacer con más fervor y diligencia las prácticas de piedad acostumbradas. 

Esta noche, para instruiros en el temor de Dios, quiero narraros un hecho sucedido hace pocas semanas. Con él aprenderéis que no se 
puede servir al Señor y al mundo a un mismo tiempo, y que el Señor no está con quienes pretenden contentar al mundo y servir a Dios. 

Había aquí en Turín un ilustre personaje que seguía este mal sistema. Oía la santa misa todos los domingos, venía con frecuencia a 
escuchar mis sermones, cuando estaba conmigo hablaba muy bien de religión, pero cuando se hallaba con otras personas criticaba y 
despreciaba al Papa, a los sacerdotes y a la Religión. Cierto día un conocido suyo, al oírle soltar ciertos disparates, le dijo: 

-Señor, usted habla mal del clero y de la Religión: vaya con cuidado no sea que un día le vayan a faltar el uno y la otra. 

El caballero se rió de la advertencia, que desgraciadamente era una profecía. 

Una noche, en una tertulia, derrochaba su elocuencia contra el Papa, el poder temporal, el clero, etc., etc... De pronto le asaltó una sed 
invencible. Pidió de beber y le sirvieron una botella de agua. Bebió un vaso y aumentó su sed; bebió otro, vació la botella, pero la sed no 
se apagaba. Dejó la tertulia, subió a su coche y volvió a casa. Inmediatamente llamó al médico, y éste le recetó una bebida refrescante. 
Bebió y se acostó. Al verle tan preocupado, preguntáronle los criados si quería que le acompañasen. 

-íNo!, contestó, id a dormir,que estaréis cansados del trabajo del día. 

Los criados se retiraron, pero determinaron que uno de ellos hiciese guardia en la antesala. A eso de las dos de la madrugada, el 
vigilante oyó un ruido en la habitación del amo, como de un cuerpo que cae. Acudió y se encontró un terrible espectáculo. El dueño, en 
camisón, sentado en tierra, con la lengua totalmente negra, fuera de la boca, le miraba con ojos desencajados fijamente. Se aproximó el 
criado y le preguntó si quería volver de nuevo a acostarse. Pero el amo no respondía, indicaba con la mano que no podía hablar. Entonces 
el criado le levantó, le acostó y mandó llamar a un sacerdote. Mas el enfermo no podía hablar, la hinchazón de la lengua y de la boca 
aumentaba y, finalmente quedó ((846)) sin aliento y murió. »Estaría arrepentido? Así lo esperamos, íPero qué terribles son los juicios de 
Dios! 

Amigos míos, aprended de éste a hablar con respeto del Papa, de los sacerdotes y de la Religión. íAy, de quien habla mal! Lo ha dicho 
el Señor: Nolite tangere Christos meos et in prophetis meis nolite malignari (Guardaos de tocar a mis ungidos, ni mal alguno hagáis a mis 
profetas). Si no queréis hablar, callad, pero si habláis, hablad siempre bien; porque el Señor castiga a los que hablan mal de ellos, y la 
experiencia enseña que la mayor parte de éstos termina siempre con una mala suerte. 

29 de diciembre.-Dos días más y se acabó el año. Santifiquemos estos días, que no volveremos a ver. 

Son muchos los jóvenes y profesores que me preguntan constantemente qué 
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quiero dar a entender cuando digo a veces a los jóvenes íánimo, amigo mío! Voy a contestarles hoy. 

Cuando les dirijo la palabra ánimo, pero sin repetirla, quiero decir que el demonio da vueltas a su alrededor buscando derribarles. 
Cuando digo ánimo y levanto este dedo, que el diablo ya les ha vencido, y es preciso que se rehagan. Fijaos, queridos amigos; alguna vez 
digo esta palabra para reír, pero en general la suelto porque estoy seguro de lo que digo, porque si vosotros vieseis lo que yo veo, lo que 
yo he visto ya de algunos de vosotros, gritaríais de miedo. De ahora en adelante evitaré deciros ánimo, en broma. Pero vosotros, a partir 
de hoy, íalerta! Siempre que yo os diga: ánimo, amigo mío, ánimo, es que veo al demonio a vuestro alrededor o en vuestras almas, y 
entonces estad atentos para combatirle. 

A aquéllos que escapan de mi presencia, que parece tienen miedo de mí, les añado: 

-»Amigos míos, por qué huís? A vosotros no os diré cuatro veces ánimo, sino hasta quince veces, pues todo es necesario para salir del 
estado en que os encontráis. 

Acostumbro también a repetir otra frase de cuando en cuando a algún muchacho. Cuando yo os digo: 

-Amigo mío, »quieres que hablemos de tu alma?, significa que en vuestra alma hay algún lío, alguna confesión mal hecha, o acaso 
algún enredo inminente. Recordadlo. 

Mis queridos jóvenes, escuchad por caridad mis palabras, servíos de los medios extraordinarios que el Señor os ofrece. Os lo digo 
porque os amo y lo que digo es verdad. 

De los días 29 y 30 de diciembre, no tenemos más que dos cartas de don Bosco: una dirigida a Roma, a un Monseñor de la Sagrada 
Congregación de Obispos y Regulares, y otra a Mirabello para don Juan Bonetti. 

((847)) Reverendo Monseñor: 

Un buen eclesiástico amigo mío, que ya estuvo encarcelado por la buena causa, va a Roma. No necesita más que algún buen consejo 
para que pueda ver las principales maravillas de la Urbe, a satisfacción y con fruto. 

Creo que el reverendo Mentasti ya le habrá dado las veinticinco liras que usted se dignó entregar para las dispensas y rescriptos de estos 
pobres clérigos. Es la tercera vez que las envío. Quería yo quedar bien ante usted con mi puntualidad; mas no he podido. Creo que V. S. 
Revma. es enemigo del dinero y que por eso no quiere ir a su casa, que yo imagino toda llena de oro celestial y de virtud. De todos modos 
yo se lo agradezco y le deseo todas las bendiciones del cielo. Si alguna otra vez ocurriese cualquier cosa de este u otro género, el 
sacerdote Piola, portador de la presente, está encargado de hacer y pagar cuanto fuere preciso. 

El conde y la condesa Bosco agradecieron sumamente sus cristianas felicitaciones y me encargan especialmente agradecérselo y 
desearle los mejores auspicios para su apreciada persona. 

Yo me encomiendo juntamente con mis muchachos a la caridad de sus santas 
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oraciones, e implorando del cielo largos años de vida feliz para usted, tengo el alto honor de poderme profesar con toda estima. 

De V. S. Ilma. y Rvdma. 

Turín, 29 de diciembre. 

Su seguro servidor.
JUAN BOSCO, Pbro.


Al señor don Juan Bonetti, Prefecto del Seminario Menor de Mirabello. 

Mi querido Bonetti: 

Te envío unas cartas del canónigo Ghemone. He recibido con mucho gusto tu carta. Animo; tus esfuerzos vayan dirigidos a conservar la 
unidad de voluntad entre los superiores, a fin de que todos ansíen una sola cosa: salvar muchas almas y entre ellas la propia. 

Dios te bendiga y considérame todo tuyo. 

Turín, penúltimo día de 1864. 

Afectísimo en Cristo.
JUAN BOSCO, Pbro.


El aviso que daba a don Juan Bonetti era el aguinaldo que don Bosco entregaba a todos sus salesianos: Salvar muchas almas y entre 
ellas la propia. A los alumnos, después de recordar a ((848)) los compañeros fallecidos durante el año, y entre ellos a Lorenzo Marenco, 
perteneciente a la Pía Sociedad, que murió apenas cumplidos los dieciséis años, repetía y comentaba las palabras de Isaías a Sión en el 
capítulo XXX, versículo 6: «Et erit fides in temporibus suis: divitiae salutis, sapientia et scientia: timor Domini ipse est thesaurus ejus». 
(Sean tus días estables; las riquezas que salvan son la sabiduría y la ciencia, el temor de Yahvéh sea tu tesoro.) 

Así acababa el año 1864. 

Todo el que tuvo la fortuna de encontrarse con un santo siervo del Señor, se sintió siempre penetrado por un sentimiento de profunda 
alegría e irresistiblemente impulsado a estudiar de cerca su vida y sus obras. Este estudio es uno de los mejores consuelos del alma, que 
así puede apartar la mirada del triste espectáculo de los errores, delitos e infamias del mundo, para gozar en la suave búsqueda y 
contemplación de una virtud que en esta tierra no es más que un reflejo de los bienes eternos. Nosotros hemos logrado este año semejante 
consuelo, y lo hemos experimentado durante veinticuatro años, viviendo al lado de don Bosco; desde entonces nos hemos persuadido de 
que su nombre vivirá en la historia de la Iglesia, de Italia y del mundo entero. Lo hemos examinado atentamente, 
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pero hemos de confesar que no hemos logrado conocer la milésima parte de sus maravillosas virtudes: nos pasa como a Cristóbal Colón, 
que avanzando de isla en isla, yendo de descubrimiento en descubrimiento, apenas si tocó un punto del continente americano. 

Terminemos con un cuadro en el que se contempla su vida de estos primeros años, y donde se admira, aunque con alguna inexactitud, el 
resplandor de la verdad. 

El periódico, Archivo del Eclesiástico, año I, Volumen II del 1864, editado en Florencia, en el artículo I Monellini (Los Pilluelos), 
después de haber hablado de lo que se hizo en las diversas ciudades de Italia en favor de los pobres muchachos abandonados, dice así de 
don Bosco, en la página trescientos nueve. 

((849)) Turín cuenta con su don Juan Bosco, cuya obra en favor de los pilluelos es muy digna de ser descrita aquí brevemente. 

Don Juan Bosco es un auténtico sacerdote, que no posee un céntimo, pero que es rico de una fe que obra prodigios, de una esperanza 
que dispone de los tesoros de la Providencia y de una caridad benigna y paciente, que no trabaja en vano, sino que siempre alcanza su 
meta. Desde su primera juventud se sintió movido por una especial compasión por los pilluelos, y decidió salvarles; y así, una vez 
ordenado sacerdote, se entregó a su empresa. Conoció, además, sagacísimo como es, que para hacerles el bien no bastaba quererlos sino 
que era necesario dejarse querer por ellos, y que, por ningún otro camino, se podría llegar a hacerse querer sino dándose totalmente a 
ellos. 

Comenzó, por consiguiente, a alternar con ellos, mostrando un semblante sonriente y no huraño y severo, y mezclándose en sus juegos 
de muchachos parecía hacerse su discípulo, para hallar el modo de hacerse su maestro. Habiéndose hecho amigos a un buen número, se 
fue a vivir con ellos dentro de un almacén alquilado que les servía de dormitorio, de escuela, de capilla y de todo. No pasó mucho tiempo 
hasta que, como don Bosco contraía cada día nuevas amistades con los pilluelos, el inmueble ya no era suficiente para albergarlos y se 
vio obligado a trasladarse con ellos de casa en casa, pasando siempre de una pequeña a otra mayor. Al fin, cansado de mudanzas tan 
frecuentes, y de las interminables quejas del vecindario, que no podía aguantar el pequeño aalboroto de las diversiones de los chicos, 
resolvió comprar un campo en las afueras de Turín, en Valdocco, y levantar allí, desde los cimientos, un asilo para sus muchachos, que ha 
llamado: Oratorio de San Francisco de Sales. 

Cuando la casa está repleta, don Bosco no se desanima; hace nuevos planos de edificios y los levanta como por encanto. En este 
instante, como ya no caben sus chicos en el antiguo Oratorio, por él edificado, está construyendo una magnífica iglesia que quiere dedicar 
a María Auxiliadora de los Cristianos. En esta casa, pues, admite a cuantos muchachos pobres se presentan, y sin recibir un céntimo de 
ellos, les provee de alimento y de vestido, y les da instrucción completa, según la capacidad y la vocación de cada uno. No hay que 
suponer de ningún modo que les imponga a todos elegir un oficio manual: él les deja ante todo plena libertad para dedicarse a las bellas 
artes, a las letras, o al estado eclesiástico, como si perteneciesen a la más acomodada familia. 
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Actualmente sus internos son cerca de ochocientos, trescientos de los cuales aprenden un oficio manual, mientras los otros quinientos 
estudian humanidades, para luego consagrarse unos a la música, otros al dibujo, éstos a la ciencia, y aquéllos al servicio del altar. 

Cuando don Bosco ha conocido y aprobado la vocación de estos últimos, visten la sotana y siguen viviendo mezclados con los demás 
compañeros, hasta que están preparados para ingresar en su Seminario diocesano para cursar los estudios superiores. ((850)) De estos 
clérigos siempre tiene unos sesenta. Pero esto no es todo; cada tarde recibe don Bosco en el mismo local otros ochocientos muchachos 
pobres, que viven con sus padres y van allí para aprender todo lo que enseña a los internos. 

Para los días festivos, ha abierto, además, otros dos locales, llamados igualmente Oratorios, en otros dos puntos de la ciudad, donde 
junta y hace pasar la jornada, entre diversiones y oración, a todos los muchachos que, instruidos por él, ya están colocados: de modo que, 
entre todos, en los días festivos llega a reunir unos tres mil muchachos. 

Cuando uno lee esta descripción se ve tentado a pensar que es un sueño, o al menos, si cree en la verdad del hecho, se imagina que el 
Oratorio de San Francisco de Sales, repleto de un número tan enorme de chicos llenos de vida, no contenidos por sargentos, con sable y 
palo, sino disciplinados por el pacífico don Bosco, debe ser una verdadera Babilonia, o sea, el modelo de la confusión y del desorden. 
íTodo lo contrario! Don Bosco posee el gran poder de amar y la rara dote de saber desarrollar este mismo poder en los corazones de los 
demás. Apenas un joven ha conocido a don Bosco, se siente atraído a quererle, y don Bosco, a su vez, sabe aprovecharse de esta 
benevolencia para conducir al muchacho a llevar a cabo espontáneamente todo lo que debe hacer. De donde nace que las órdenes 
prudentísimas y discretas, dadas por don Bosco, son observadas por todos con tal exactitud y tan buena voluntad que no hay cuidado de 
que nadie perturbe el orden. Es algo maravilloso, pero también muy cierto, que demuestra lo grande que es la fuerza de la caridad, 
dirigida por la fe católica. 

Encontramos en la historia eclesiástica al gran san Antonio que fundó comunidades con dos y tres mil monjes en los desiertos de la 
Tebaida. Pues bien, hoy vemos a don Bosco que realiza otro tanto, en medio de Turín. Aquel mismo espíritu del Señor que unía a los 
monjes y les hacía dóciles a la dirección de san Antonio, une entre sí a estos jóvenes y les hace dóciles a la dirección de don Bosco. 

Cuando uno entra en el Oratorio de San Francisco de Sales, queda sorprendido al ver aquel tropel de muchachos que corren y se cruzan, 
por así decir, en todas las direcciones sin tropezar; mas, a poco que los estudiemos individualmente, pronto advertimos la presencia del 
Espíritu del Señor, que mueve ordenadamente aquella enorme máquina. La alegría y la satisfacción, que se admira dibujada en los 
sonrientes rostros de aquellos chicos, revela la paz de la inocencia que palpita en sus corazones; sus modales, tan educados y corteses, 
como pueden desearlo los jóvenes de noble prosapia, demuestran con qué ánimo se doblegan al freno de la educación; la ansiedad y la 
atención con que atienden a las palabras de don Bosco, a quien nunca se cansan de escuchar, dan a conocer con qué dimensión se va 
desarrollando su inteligencia; el respeto confidencial, que es justamente amor y veneración hacia don Bosco, a quien consideran un 
Santo, disipa la admiración y descubre ((851)) el secreto de la buena marcha de aquella casa. Se diría que aquellos muchachos quieren 
tanto a don Bosco que se guardan de ofender a Dios, para no apenar a su bienhechor. De este modo, sin látigo, sin palo y sin castigos de 
ninguna clase, la familia camina con 
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orden y tranquilidad inalterables. Don Bosco ha llegado al momento feliz de no tener que castigar a ninguno de sus muchachos, porque 
ninguno lo merece. Y si alguna rara vez, uno se hace digno de corrección, bástale a don Bosco no dirigirle, como acostumbra hacer con 
todos, una mirada bondadosa, o no permitirle que le bese la mano, para conseguir que el culpable se arrepienta con el más vivo dolor. Si, 
en rarísimos casos, ha prolongado don Bosco esta actitud durante tres días, se ha visto siempre que el muchacho caía enfermo de pura 
pena. 

Después de esto, si alguien volviese a alabar y magnificar el progreso de la civilización llegado al colmo en Inglaterra, en virtud del 
principio protestante, no debemos hacer otra cosa para responderle de modo concluyente, más que insinuarle que vaya a visitar los centros 
abiertos para los pilluelos por el gobierno inglés, y los abiertos en Italia, no por el gobierno, sino por la caridad de los Lazaristas, de los 
Montebruno y de los don Bosco, dignos imitadores de nuestro Felipe Franci 1. 

íOh! Quiera el Señor suscitar también en Florencia un nuevo Franci, semejante a éstos, que extienda su benigna mano amparadora a los 
golfillos y golfillas tan multiplicados en nuestros días. Existen ya algunas almas piadosas, las Hermanas de la Caridad, las de Santa 
Dorotea, las de las Santas Llagas y las del Crucificado, que hacen cuanto pueden para salvar niñas y jovencitas; pero no bastan más que 
para redimir una parte. El mayor número queda todavía por las calles y espera una alma generosa que las recoja. También los muchachos 
empiezan a tener en Florencia sus bienhechores. Hay una asociación de sacerdotes en san Lorenzo, que ha abierto para ellos unas escuelas 
nocturnas; existe la Asociación de San Francisco de Sales, que les atiende y lleva en el corazón nuevas empresas; está asimismo la 
Conferencia de San Vicente de Paúl, que extiende una mano amorosa; pero todo esto es poco todavía. Se necesita otro Franci, otro don 
Bosco. Aguardamos que el Señor los haga surgir, tal vez entre los mismos que con tanto amor consagran ya su vida en favor de los 
golfillos. 

1 Felipe Franci. Debió ser alguien que se distinguió mucho por sus obras de caridad locales. Es el hecho que no he logrado obtener la 
menor noticia de él. Lo siento. (N. del T.). 
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((853)
)


APENDICES 
APENDICE N.° 1 
ESCUELAS ELEMENTALES DIURNAS Y NOCTURNAS 
( Véase página 58) 

CAPITULO 
I
Clases y condiciones de aceptación


1.° Las escuelas del Oratorio comprenden todo el curso elemental anual. Las nocturnas, desde el primero de noviembre hasta la Pascua, 
más las otoñales. 

Las materias son las prescritas por los programas oficiales. 

2.° Todos pueden ingresar en estas escuelas, salvo los que no han cumplido todavía los seis años o que padezcan algún mal contagioso, 
según el reglamento del Oratorio festivo (2.ª parte, capítulo 1, art. 4). 

3.° En el momento de la aceptación deben indicar nombre, apellido, filiación, lugar de nacimiento, edad y domicilio, si han recibido la 
primera comunión y si están confirmados. 

Todos los alumnos están formalmente obligados a asistir a las funciones del Oratorio festivo. 

4.° La escuela es gratuita, pero cada uno se obliga a proveerse de libros, cuadernos y todo lo necesario para la clase, y aquél que, por 
extrema pobreza, no pudiere proveerse de lo necesario, podrá pedirlo al Director, el cual no dejará de ayudarle siempre y cuando, 
comprobada la necesidad, el alumno haya observado buena conducta. 

5.° Aunque estas escuelas estén abiertas para todos, sin embargo, en los casos de limitación de plaza, son preferidos los más pobres y 
abandonados, y aquéllos que ya asisten al Oratorio en los días festivos. 

((854)) 

Avisos generales 

1.° Todo alumno debe respetar a los Superiores y a los maestros; y aquél que no pudiese continuar en la escuela avise de ello al 
Director o al propio maestro. 

2.° A principio de curso se entregará a cada uno una libreta, en la que se anotará 

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la asistencia a las funciones del Oratorio festivo. Cuídese de hacerla sellar mañana y tarde todos los domingos, y llévela consigo los lunes 
a fin de poderla presentar al Superior, en el caso de que la pidiere. 

3.° Los padres deben cuidar de enviarlos limpios en la persona y en los vestidos y acudir de vez en cuando a informarse sobre la 
conducta del alumno. 

4.° Está rigurosamente prohibido a todos los alumnos: 1.°, hacer recados para los internos; 2.°, introducir libros, periódicos, escritos, o 
grabados de cualquier género, sin que antes hayan sido revisados por el Director del Oratorio. 

5.° Está rigurosamente prohibido tirar piedras, reñir o alborotar al entrar o al salir de la escuela. 

CAPITULO II
El portero


1.° Constituye una obligación de primer orden para el portero encontrarse a tiempo en la portería, recibir atentamente a los alumnos y a 
todo el que se presente en ella. 

2.° Cuando llegue un muchacho nuevo, recíbalo amablemente, infórmele sobre la marcha del Oratorio, diríjalo al Director o a quien le 
supla, para que sea inscrito en el registro de los alumnos y se le asigne una clase. 

3.° Está rigurosamente prohibido dejar pasar a personas extrañas, con el fin de penetrar en el Centro. En tales casos se les deberá dirigir 
al portero de la casa, o bien al del internado. 

4.° Cuando los padres de los alumnos se presenten para informarse sobre sus hijos, si son mujeres, hágaselas esperar en el fondo del 
patio. 

5.° Debe impedir la comunicación de las personas internas con las externas, los regalos, las compras y las ventas de todo género. 

6.° Los muchachos, una vez que entran en el patio, ya no deben salir, y si hubiese algún motivo razonable para ello, obtengan el 
permiso del Superior, o al menos del respectivo maestro. 

7.° Está severamente prohibido dejar salir a ningún interno por la puerta del externado. 

8.° El portero debe velar para que nadie introduzca en el patio libros, periódicos, impresos de cualquier género, si antes no han sido 
revisados por el Director. Repita constantemente la prohibición de fumar o masticar tabaco en los patios o en otros lugares del Oratorio. 

((855)) 
CAPITULO III 

Escuelas nocturnas de comercio y de música 

1.° Las clases de comercio y de música son gratuitas; pero quien desee 
entrar en ellas, está obligado a asistir a las prácticas de piedad del Oratorio festivo; los alumnos 

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deberán haber cumplido los nueve años de edad. Para la escuela de canto hay que saber al menos leer el latín y el italiano. 

2.° En el momento de la aceptación se deberá indicar nombre, apellido, filiación, lugar de nacimiento, profesión, edad y domicilio, si 
han recibido la primera comunión y si están confirmados. 

3.° A todo alumno músico se le exige promesa formal de no ir a cantar ni a tocar en teatros públicos, ni en otros lugares donde puedan 
comprometerse la religión o las buenas costumbres. 

4.° Al principio de la clase se rezará el Actiones nostras etc., con el Avemaría. Al terminarla se dirá el Agimus con el Avemaría y la 

jaculatoria María Auxilium etc. y, después, cada uno se retirará a su casa. 

5.° Si alguno tuviere que ausentarse de la clase por cualquier motivo, avisará al maestro o al Director. 

6.° A fin de curso, habrá pública distribución de premios, para los que se hayan distinguido por su buena conducta y aprovechamiento 

escolar. 

CAPITULO IV 

Los maestros 

1.° Procure el maestro encontrarse puntualmente en el aula para evitar toda suerte de desórdenes antes y después de clase.
2.° Procure ir bien preparado sobre la materia de la lección; ello ayudará mucho a resolver las dificultades de los temas y será de menor


fatiga para el propio maestro. 

3.° Ninguna parcialidad, ninguna animosidad; avisos y reproches si es del caso, pero perdone fácilmente. 

4.° Los más cortos de la clase sean objeto de su solicitud; anime, pero no humille nunca. 

5.° Pregunte a todos sin distinción y frecuentemente, y demuestre gran aprecio y afecto a todos sus alumnos. 

6.° Los castigos serán impuestos dentro de la escuela; nadie sea expulsado de ella por castigo. Pero tengase como rigurosamente 

prohibido dar bofetadas, golpes o pegar de ninguna forma a los alumnos. Si se presentan casos graves, llámese al Director o envíesele al 
culpable. 

((856)) 7.° Cuando haya que tomar una deliberación de importancia respecto a un alumno, hable antes de ello con el Director. 

8.° Recomiéndese cuidado en los cuadernos, regularidad y perfección en la caligrafía; limpieza en los libros y en las páginas, que se 
deben presentar al maestro. 

9.° Al menos una vez al mes dése un ejercicio de prueba, y después de corregido, pásese al Director. 

10.° Tenga organizada la decuria, de modo que pueda presentarla cada día a quien preguntare por ella, y siempre que alguna persona de 
autoridad visitare las escuelas. 

11.° Vele sobre las lecturas de libros malos, recomiende e indique los autores que se pueden leer y tener, sin que estén comprometidas 
la religión y la moral. 

12.° Cuídese de sacar las consecuencias morales de los clásicos sagrados y profanos, cuando la oportunidad de la materia presente 
ocasión, pero sin afectaciones. 

Fin de Página 727 


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13.° Se prohíbe a los maestros que hagan visitas a los padres de los muchachos. 

14.° Cuando algún pariente se presente para pedir informes sobre el alumno, atiéndale, pero hágalo en el patio o en el recibidor y no en 
la clase. 

APENDICE N.° 2 

ESTADISTICA DEL GIMNASIO (BACHILLERATO)
DEL ORATORIO


( Véase pág. 283) 

El Delegado de estudios en Turín, de acuerdo con las disposiciones del Ministerio de Instrucción Pública, envió a don Bosco un 
formulario, dividido en cuatro cuadros, para la estadística del año escolar 1861-62 del «gimnasio» de Valdocco, en los que se formulaban 
múltiples preguntas a responder por escrito y con precisión. 

Don Bosco respondió de su propio puño; y presentamos las anotaciones porque interesan a nuestra historia. Omitimos las preguntas, 
porque se adivinan a través de las respuestas. 

Preguntas preliminares.-Don Bosco empieza por corregir el título de su Institución con estos términos: Albergue o bien gimnasio 
llamado Oratorio de San Francisco de Sales, en Valdocco. 

A la primera pregunta: »Cuándo se estableció el gimnasio y por quién?, responde: -La catequesis comenzó en 1841. Las escuelas 
nocturnas y dominicales en 1845. La casa-albergue en 1846. Luego prosigue: -El local ((857)) destinado a los cursos de bachillerato, que 
siguen después, es propiedad del sacerdote Juan Bosco. -No es gubernamental ni equiparado, pero fue aprobado provisionalmente por el 
Real Delegado de estudios, con decreto de diciembre de 1862. -En el albergue se da alojamiento, comida y vestido. -No hay ningún liceo. 
-No hay libros especiales de texto, sino los indicados por los programas oficiales. -Desde el primero de enero, el horario diario de clases 
abarca de las ocho y media a las once y media de la mañana; y de las dos a las cuatro y media de la tarde. Desde el primero de junio, 
media hora menos por la mañana y por la tarde. -Como enseres científicos hay algunos mapas y algunas tablas sinópticas. -Imposible 
valorar los premios, porque son donativos eventuales de los bienhechores. -No hay fecha fija para los exámenes de entrada. A medida que 
existen muchachos que merecen ser aceptados en el albergue por su moralidad y por su ingenio, se les somete a un examen y después son 
admitidos al primer curso, siempre que salgan bien del examen. Los alumnos no pagan ninguna cuota; todos están exentos de la tasa 
escolar.-Hay exámenes en la fecha fijada para las escuelas públicas; pero la casa está abierta todo el año, dada la condición de los 
muchachos que en ella se albergan. 

Situación del personal docente. -Mateo Picco, sacerdote, de cincuenta y dos años, licenciado en Letras, profesor de retórica. -Juan 
Francesia, sacerdote, de veinticinco años, responsable, maestro de griego, latín, italiano, admitido como estudiante de Letras. -Francisco 
Cerruti, clérigo, veinte años, responsable, maestro de griego, latín, italiano, admitido como alumno de Letras.-Celestino Durando, clérigo, 
de veintidós años, responsable, maestro de griego, latín, italiano, admitido para el estudio de Letras. :Juan Anfossi, clérigo, de veintidós 
años, responsable, maestro de latín e italiano, admitido para el estudio de Letras. -Víctor Alasonatti, sacerdote, de cincuenta y un años, 
maestro de gramática latina e italiana. -Angel Savio, sacerdote, de veintisiete años, maestro de la cuarta elemental, profesor de 
728 

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aritmética. -Solamente Picco, Alasonatti y Savio poseen título académico. -Estos beneméritos docentes, no sólo enseñan gratuitamente, 
sino que tienen la máxima solicitud para el bien moral y científico de sus alumnos, ya sea con medios personales, ya sea con medios 
materiales. 

Situación de los alumnos de bachillerato.-Primer curso: 98 internos, 3 externos; 83 aprobados en los exámenes, 10 suspendidos, 93 se 
presentaron a examen, 11 premiados, 2 dejaron voluntariamente de asistir, 2 expulsados, 1 se retiró por enfermedad. Horas de clase 
durante la semana, 27 en todos los cursos. 

Segundo curso: 65 internos, 3 externos; 56 aprobados en los exámenes, 2 suspendidos; 58 se presentaron a los exámenes, 7 premiados, 
6 dejaron de asistir voluntariamente, 4 por enfermedad. 

Tercer curso: 83 internos, 4 externos; 71 aprobados en los exámenes, 2 suspendidos; se presentaron a los exámenes 73, premiados 9; 6 
dejaron de asistir voluntariamente, 1 por expulsión, 7 por enfermedad. 

((858)) Cuarto curso: internos 36, externos 2; aprobados en los 
exámenes 29, suspendidos 2; 31 se presentaron a los exámenes, premiados 5; 3 cesaron voluntariamente, 4 por enfermedad. 

Quinto curso: internos 37, externos 2; aprobados en los exámenes 26, se presentaron a los exámenes 26; premiados 5, cesaron 
voluntariamente 7; por expulsión 2, por enfermedad 4. 

Total: internos 318, externos 14; aprobados en los exámenes 265, suspendidos 16; presentados a los exámenes 281; premiados 37; 24 
cesaron voluntariamente, 5 por expulsión, 19 por enfermedad. 

Observaciones.-1.° Entre los alumnos, todos pobres, hay dos muchachos de más elevada condición en la Casa y son hijos del caballero 
Turletti y del caballero Antonelli, bienhechores de esta Casa. 

2.° El número de alumnos varía bastante a menudo, debido a los que, durante el año, pasan a la tipografía y a los que son provistos de 
otro modo de vida. 

3.° Cinco se presentaron a exámenes en el Colegio del Carmen. 

En cuanto al estado económico del bachillerato no tiene éste rentas propias, procedentes de legados privados ni de ninguna otra suerte, 
no goza de ninguna ayuda del Estado, de la Provincia, del Ayuntamiento, de asociaciones privadas, ni de tasas escolares. 

Don Bosco terminaba su relación con estas palabras: «La condición de los muchachos admitidos en esta Casa, los medios materiales 
excepcionales que la sostienen, hacen que no se sepa qué responder a algunas preguntas, por lo que se suplica bondadosa compasión a 
quien corresponda». 

APENDICE N.° 3 

ADHESIONES DE LOS OBISPOS A LA INVITACION DE DON BOSCO
PARA LA DIFUSION DE LAS LECTURAS CATOLICAS


(Véase pág. 319) 

Ilustrísimo Señor: 

Mucho me agradó la estimada carta de V.S. Ilma., con fecha del 20 de enero corriente, recomendando la máxima difusión de las 
Lecturas Católicas, a través de las cuales esa benemérita Dirección se empeña con tanto celo y fervor religioso por 

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oponerse a la prensa subversiva con toda suerte de sanos principios y máximas religiosas. 

((859)) Ya el eximio periódico Armonía ha hablado de ellas repetidas veces elogiándolas y animando a aprovecharse de las mismas. 

Tampoco yo he dejado de buscar suscriptores en mi paupérrima diócesis, aunque no haya tenido mucho éxito, en razón de que hay más 
inclinación a los periódicos Armonía y Osservatore Romano que a la lectura de los opúsculos, que en el fondo serían más provechosos, 
particularmente a la juventud y a las familias. 

Añádase a esto que, ausente desde hace dos años (por la situación) de mi residencia episcopal et inter angustias (y entre dificultades) no 
me ha sido posible influir como hubiera deseado en la cuestión. No obstante, por cuanto me sea posible, no dejaré de recomendar nueva y 
encarecidamente las suscripciones antedichas. 

Muy reconocido a las atentas y cordiales expresiones con que su bondad ha tenido a bien honrarme en su carta, no dejaré, en medio de 
la pobreza de mi espíritu, de tener presente a V. S. y a todos los que colaboran en la difusión de tan gran bien. 

Con los sentimientos del más distinguido aprecio. 

Roma, 29 de enero del 1863. 

El Vicario Episcopal de Poggio Mirteto. 

Reverendísimo Señor: 

Lamentablemente es verdad que en estos tristísimos tiempos, es muy necesaria la difusión de buenos libros, que sirvan de dique y de 
preservación del pestilencial contagio de tantos otros obscenos y heréticos, como aparecen por doquiera, con los cuales se intenta 
pervertir y arruinar espiritualmente a los pueblos. No puedo, por tanto, dejar de aplaudir la saludable idea y el celo de la Dirección de esas 
Lecturas Católicas en favor de las cuales no descuidaré la oportunidad de favorecer los deseos que usted me manifestaba por cuenta de la 
misma Dirección. 

Envíole, mientras tanto, un cheque de siete liras con veinte céntimos, rogándole me mande cuatro ejemplares de dichas Lecturas 
Católicas... 

Al anticiparle mi agradecimiento, tengo el gusto de profesarme. 

» FRANCISCO MARIA Obispo de S. Miniato 

S. Miniato, 29 de enero de 1863. 
((860)) 

Muy Reverendo Señor: 

Aunque ya me preocupo de ayudar cuanto puedo a otras buenas y útiles obras que ven la luz periódicamente por esta zona, pláceme, sin 
embargo colaborar de algún modo con el piadoso deseo expresado por V. S. M. R. en su muy atenta del 20 del corriente y le envío 
incluido un cheque de 22,50 liras rogándole me inscriba como suscriptor para un año con diez ejemplares de las estupendas Lecturas 
Católicas que se publican en esa su Ciudad. 

Agradeciéndole vivamente... 

Afectísimo de corazón » Card. G. BALUFFl 

Imola, 30 de enero de 1863. 

Fin de Página 730 


VOLUMEN VII Página: 731 

Apreciadísimo Señor: 

Verdaderamente que Dios Nuestro Señor, en sus inescrutables y providenciales designios, parece que hoy haya soltado la Bestia, 
descrita por el Desterrado de Patmos, y que entre las artes de toda suerte, que ella emplea como las más refinadas y astutas para herir al 
mayor número posible de víctimas, no es ciertamente menos insidiosa y poderosa la de tantos impresos irreligiosos e inmorales, que libre 
e impunemente corren hoy por todas partes indistintamente por las manos de todos. Fue, por tanto, un santo pensamiento el de disponer 
un antídoto, frente al lodazal de tantos libros malos e impíos, la mayor difusión posible de libros buenos. Y gracias a Dios llegan aquí en 
abundancia desde Bolonia y especialmente desde Módena, por no citar otras partes más en contacto. Pero no obstante, como aprecio las 
solicitudes de V. S. R. dignas de toda atención, por sus buenos resultados, no dejaré por mi parte de colaborar en favor de las Lecturas 
Católicas, que tan útilmente se publican ahora. 

Acepte, pues, al menos mi buen sentir... 

Afectísimo de corazón
» A. B. Card. ANTONUCCI. Arz. Ob.
°


Ancona, 5 de febrero de 1863. 

Muy Reverendo Señor: 

Nunca se encomendará bastante el celo y el fervor de esas personas doctas que se dedican con toda el alma a la santa publicación y 
propaganda de los libros buenos, con los que contraponer una barrera a la desenfrenada ((861)) distribución de escritos pestilenciales que 
se venden y hasta se regalan. Por eso, con gusto me preocuparé de la difusión de los opúsculos que pone a la luz la benemérita sociedad 
de las Lecturas Católicas, algunos de cuyos libritos, que tantas hermosas y diversas cosas contienen, ya poseo. 

Pero estas beneméritas sociedades se han multiplicado ahora de tal forma, tanto en Italia como fuera de ella, que resulta difícil hallar 
aficionados a los buenos escritos, cuando sería de desear encontrarlos en las manos de todos. 

Sin embargo, si usted quisiera enviarme alguna propaganda a través de la cual se conozca la índole de las publicaciones y el importe de 
las mismas, me daré prisa para preocuparme de que también mi diócesis tome parte en un bien tan grande... 

»D. Card. LUCCIARDl, Ob.° 

Sinigaglia, 5 de febrero de 1863. 

Muy Reverendo Señor: 

El cheque de seis liras, que incluyo, es para un semestre de suscripción, desde enero en adelante, a las Lecturas Católicas, por cinco 
ejemplares. Uno debe enviarlo al dignísimo monseñor Pedro Pablo Trucchi, Obispo, a quien usted dirigió su apreciada carta del 20 
próximo pasado enero y que me ha encargado saludarle muy atentamente... 

Celebro se me haya presentado esta ocasión para poderme congratular con usted 

Fin de Página 731 


VOLUMEN VII Página: 732 

por tanto celo como demuestra en la difusión de los buenos escritos y singularmente por la hermosa Historia de Italia, tan a propósito en 

los tiempos presentes para la juventud, y de la que ya hace tiempo adquirí varios ejemplares para estos seminaristas. 

Mande como guste, si en algo valgo, etc... 

Seminario de Forlí, 11 de febrero de 1863. 

CHEREMONE CREMONESI, Rector. 

Muy Reverendo Señor: 

Ya hace tres años que, con el fin de poner un antídoto a los impresos irreligiosos e inmorales, me determiné a animar a algunos 
eclesiásticos de esta Ciudad, para crear también en esta diócesis una sociedad en favor de las buenas lecturas. Hicieron y hacen todo lo 
que pueden a costa de muchas contradicciones, que nunca faltan a las obras que tienden a la gloria de Dios y al bien del prójimo. Siempre 
que se me presenta la ocasión no dejo de recomendar de viva voz, y en especial a los párrocos, a esta Sociedad Pisana, pero hasta ahora 
no he llevado a cabo ((862)) a favor de la misma, ningún acto público. Por ello puede usted concluir que no podré recomendar 
públicamente la Sociedad de Turín. Sin embargo, me preocuparé de hacerla conocer al Clero, y la recomendaré también más vivamente a 
los Directores de esta Sociedad, los cuales adquieren, para su difusión, buenos libros de todas partes. Más aún, sé que ya han empezado a 
comprar muchos ejemplares de la Novella amena d'un vecchio soldato di Napoleone I (Amena narración de un viejo soldado de Napoleón 
I). Lo mismo que han hecho con ésta, rogaré e insistiré para que también lo hagan con otras publicaciones que juzguen a propósito para 
ser distribuidas en esta diócesis. Creo que de esta forma se llegará más fácilmente a la finalidad a la que usted tiende recomendando la 
Sociedad de Turín. 

Encomiéndeme y haga que me encomienden a Dios y a la Inmaculada Concepción. 

Pisa, 11 de febrero de 1863. 

» Card. CORSI, Arz. de Pisa. 

Reverendísimo Señor: 

Para corresponder lo mejor que me es posible al santo fin que V. S. Rvdma. se ha propuesto con la Asociación de las Lecturas 
Católicas, de las que me habla en su humanísima carta del 20 del pasado mes, incluyo un cheque correspondiente al precio de dos 
ejemplares y una suscripción para seis meses. Me preocuparé de buscar suscriptores para dichas Lecturas y espero que el Señor se dignará 
bendecir mi acción. Con toda la efusión del corazón rogaré por usted, como le suplico ruegue por mí y con todo el aprecio... 

Osimo, 10 de febrero de 1863. 

Canón.° FRANCISCO INNOCENZI, Vic. Cap. 

Fin de Página 732 


VOLUMEN VII Página: 733 

Ilustrísimo Señor: 

Cumplo la promesa de mi última, mandando a V. S. Ilma. un cheque de cincuenta liras por valor anual anticipado de veinticinco 
ejemplares de esas Lecturas Católicas, importe por cuenta y orden del señor Obispo, mi dignísimo superior. Aprovecho la ocasión para 
agradecer a V. S. Ilma. los veinticinco ejemplares de la vida de la Bta. Catalina De Mattei y para profesarme... 

Gubbio, 27 de febrero de 1863. 

ANIBAL RIGUCCI, Sec. Episcop. 

((863)) 

APENDICE N.°4 

REGLAMENTO PARA EL COLEGIO INTERNADO DE SAN CARLOS,
EN MIRABELLO


( Véase pág. 444) 

CAPITULO I 

Finalidad del Colegio 

La finalidad de este Colegio es la educación moral, literaria y cívica de la juventud que aspira a la carrera de los estudios. La educación 
moral se dará con la enseñanza de los principios y de las máximas de nuestra Santa Religión Católica. La educación literaria o científica, 
se extiende a las clases elementales y de bachillerato. Esta enseñanza se impartirá de acuerdo con los programas oficiales de instrucción 
pública. 

Condiciones de aceptación 

1.° Todo alumno debe presentar a su ingreso la partida de nacimiento, bautismo, certificado de vacunación contra la viruela, de escuela 
y de moralidad, extendido por el propio párroco. 

2.° Debe haber cumplido los ocho años y no pasar de los catorce, y no 
haber sido expulsado de ningún otro centro de educación. El Director examinará con la máxima prudencia aquellos casos en los que 
deberán modificarse estas condiciones. Otros detalles pueden leerse en programa aparte. 

CAPITULO II 

El Director 

El Director es la cabeza del colegio; a él corresponde recibir y expulsar a los alumnos, y es el responsable de los deberes, de la 
moralidad de cada uno de los empleados y de los alumnos del Colegio. 

Fin de Página 733 


VOLUMEN VII Página: 734 

Solamente al Director compete la facultad de determinar las ocupaciones de cada uno: nadie puede introducir cambios de horario o de 
disciplina sin su expreso consentimiento. 

((864)) 

CAPITULO III 

El Prefecto 

1.° El Prefecto o ecónomo, tiene a su cargo toda la marcha material del Colegio, y hace las veces del Director en su ausencia, en la 
administración y en todo aquello de que estuviere encargado. 

2.° Atiende a los contratos, lleva cuenta de las entradas y salidas, provee de todo lo necesario para la comida, vestido y combustibles, 
siempre dentro de los límites establecidos por el Director. 

3.° De acuerdo con las normas de administración admitidas en nuestra Casa, llevará el libro mayor, sobre el cual anotará nombre y 
apellido de los alumnos y sus condiciones de aceptación. 

4.° Se cuidará de que los alumnos nuevos sean presentados inmediatamente al Catequista para que sean informados sobre el reglamento 
del Colegio. 

5.° Cuando un alumno deje de pertenecer al Colegio, anote el día de su salida, y los motivos por los que salió. 

6.° El Prefecto velará por la exacta observancia de la disciplina de todo el Colegio, especialmente de los colaboradores, esto es, de 
aquéllos a quienes se les han encomendado los trabajos materiales del establecimiento. 

7.° No perdone ocasión, lugar o personas, para dar avisos, consejos o correcciones, siempre que ello sea conveniente o se presente 
oportunidad. 

8.° Provea de todo lo necesario; mas procure evitar los gastos inútiles y superfluos. Las reparaciones, compras de ropa y de muebles, los 
viajes no necesarios son puntos susceptibles de muchas economías. Dígase lo mismo sobre el gasto de luces, comestibles, maderas y 
similares. 

9.° Procure obtener cada mes las calificaciones de cada alumno, a través del Director de las escuelas y del Catequista, para poder dar 
avisos o hacer correcciones de acuerdo con la necesidad. 

10.° Por la noche reúna a todos los empleados a una hora establecida, les dirija y asista durante el rezo de las oraciones, y déles siempre 
algún pensamiento cristiano. 

11.° El Prefecto seguirá las órdenes del Director en su administración, y si debe modificar algo, póngase de acuerdo con el mismo 
previamente. 

CAPITULO IV 

El Catequista 

1.° El Catequista está encargado de velar por los alumnos y atender a sus necesidades espirituales; por cuanto sea posible debe ser un 
sacerdote ((865)) de conducta ejemplar e intachable ante todos los alumnos del Colegio. 

Fin de Página 734 


VOLUMEN VII Página: 735 

2.° A él corresponde dar al nuevo alumno un puesto en la iglesia, en el comedor, en el dormitorio; acompáñelo después al Director de 
Estudios, para que le asigne el lugar correspondiente en la clase y en el estudio. Tanto el Catequista como el Director de Estudios, obren 
de modo que ningún alumno quede abandonado a sí mismo sin libros y fuera de clase. 

3.° Dé a conocer a los alumnos las normas del Colegio y averigüe, de la forma más suave y caritativa, la instrucción religiosa que 
necesitan particularmente y cuídese de amaestrarlos. 

4.° Toca a él preocuparse de que todos los alumnos del Colegio aprendan el catecismo breve de la diócesis. A tal fin, dará 
semanalmente una lección de catecismo por lo menos. Llevará nota de los que ya recibieron la primera comunión y la confirmación, y de 
los que deben ser tomados aparte para aprender el catecismo y las oraciones de la mañana y de la noche. 

5.° Vele atentamente sobre sus defectos para estar en condición de corregirlos oportunamente y de dar al fin de mes la calificación 
sobre la conducta moral de cada alumno. 

6.° Vigilará para que todos lleguen a tiempo a las oraciones y a las demás prácticas de piedad, y para que asistan a ellas devotamente y 
recen en voz alta y clara. 

7.° Señalará cada semana una lección del Nuevo Testamento a los clérigos, la explicará brevemente y la hará recitar, salvo que el 
Director quiera ocuparse él mismo de este asunto. 

Enseñará las ceremonias para el servicio de la iglesia. 

8.° Se cuidará de los ornamentos, la cera, el vino, la limpieza de la sacristía y de la iglesia. Organizará, de acuerdo con el Director, lo 
necesario para el canto, la predicación y el catecismo; y en los días festivos dará él mismo la explicación del Evangelio, o bien una breve 
instrucción, a gusto del Director. 

9.° Procurará que todos los alumnos aprendan a ayudar bien la santa misa, pronunciando clara y distintamente las palabras y realizando 
en el altar las distintas ceremonias necesarias en este acto religioso. 

10.° Procurará que los jefes de los dormitorios sean diligentes en sus deberes, tengan buena conducta; y haga de modo que ninguno 
falte a las funciones religiosas, lo mismo en los días festivos que entre semana, para lo cual se hará ayudar por los decuriones. 

11.° Está confiado al mismo Catequista el cuidado de la enfermería y procurará, cuando alguno caiga enfermo, que no le falte nada, ni 
en lo espiritual ni en lo material; pero irá con mucha cautela antes de proponer ningún remedio sin orden del médico. 

12.° Alabará con todo celo y promoverá las Compañías de San Luis, del Santísimo Sacramento, de la Inmaculada, y del Clero Infantil. 

((866)) 

CAPITULO V 

El Despensero 1 

1.° El Despensero está encargado de todos los pequeños suministros que necesitan los estudiantes: libros, cuadernos y otros objetos de 
escritorio. Tendrá una lista 

1 Despensero: éste es el título que, desde un principio, se da en los colegios salesianos al ayudante del ecónomo, encargado 
normalmente de distribuir las pequeñas cosas necesarias 

Fin de Página 735 


VOLUMEN VII Página: 736 

de los alumnos que se suministrarán de todo o en parte en el Colegio y anotará la calidad, el valor del objeto, el nombre y apellido del 
alumno que lo recibe y hará cada mes la cuenta de gastos de cada uno. 

2.° Llevará su gestión de tal modo, que pueda rendir cuentas al Prefecto, al menos una vez al mes. 

3.° Cada semana observará la cabeza de los alumnos para asegurarse de que la tienen limpia, cuidando de que ninguno lleve la cabellera 
demasiado larga, porque eso influye mucho para producir insectos. 

4.° A todos los que reciben la ropa blanca de la casa, hará que el ropero les entregue cada sábado una camisa y una toalla, dos sábanas 
cada mes y pañuelos y medias según necesidad. 

5.° El domingo por la mañana hará retirar la ropa sucia cuidando de que no se pierda ninguna prenda por los dormitorios o habitaciones 
privadas. 

6.° Pondrá mucho empeño para que todas las prendas de vestir, lo mismo del Colegio que de los alumnos, estén debidamente marcadas, 
a fin de que no se confundan las de los unos con las de los otros. 

7.° Será de su incumbencia recibir de los alumnos la ropa o calzado en mal estado; y cuando sepa que alguno necesita traje y calzado 
nuevos, dará cuenta de ello al Prefecto para su provisión. 

8.° El Despensero depende totalmente del Prefecto, el cual puede modificar sus atribuciones del modo, tiempo y manera que juzgue a 
mayor gloria de Dios. 

CAPITULO VI 

El Director de Estudios 

1.° El Director de estudios o de las escuelas, está encargado de cuanto se refiere a los alumnos, a los maestros, y a todo lo que a ellos 
toca. 

2.° Una vez ingresado un alumno, cuidará el Director de estudios de que sea colocado en la clase que le corresponda, y de que tenga en 
ella y en el estudio su puesto correspondiente. 

3.° Los alumnos se dirigirán al Director de estudios cuando necesiten 
algo para la escuela, en las cuestiones entre estudiantes, o en las quejas de los maestros. 

((867)) 4.° Pondrá mucho cuidado para que los alumnos vayan aseados cuando salen de paseo, disponiendo la asistencia de tal modo 
que ninguno pueda alejarse de las filas. Cuente como falta grave el separarse de ellas, ir a comprar libros, comestibles, bebidas, o 
cualquier otra cosa en las tiendas. 

5.° De acuerdo con el Director del Colegio proveerá o hará reparar los bancos, las mesas, los asientos, los escritorios, las verjas del 
estudio y de las clases; y entregará una nota, cuando sean menester estos trabajos, al Prefecto, para su pronta ejecución. 

6.° De acuerdo con el Director del Colegio, determinará los profesores para los cursos principales, los suplentes, los maestros de los 
cursos accesorios, los asistentes, los decuriones y vicedecuriones del estudio, los jefes de los dormitorios y de 

para la escuela y la vida ordinaria, dentro del colegio. Lo de la ropa pasó muy pronto al dominio del ropero. (N. del T.) 

Fin de Página 736 


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paseo. Sostenga además frecuentes relaciones con sus subordinados, para oír sus opiniones respecto a la disciplina y moralidad de los 
alumnos, y también para aconsejarles lo que entienda ser de su utilidad. Recuerde a menudo a los maestros, que trabajan por motivos 
sobrenaturales; por tanto, mientras enseñan las ciencias literarias, no dejen de recordar la ciencia que mira a la salvación del alma. 

7.° Es de su competencia, pero siempre de acuerdo con el Director del Colegio, fijar la época de los exámenes semestrales y finales, los 
cambios en los días lectivos, las vacaciones, las dispensas en todo lo que se refiere a la enseñanza, los repasos que fueren menester y sus 
correspondientes maestros. (Parte 1.ª) 

APENDICE N.° 
5
PROGRAMA DEL SEMINARIO MENOR EPISCOPAL DE
SAN CARLOS, EN MIRABELLO
( Véase pág. 446)
Condiciones de aceptación


1.° Todo alumno, a su entrada, debe presentar la partida de nacimiento y de bautismo, certificado de vacunación contra la viruela, de 
escuela y de moralidad, en la que explícitamente conste la asistencia a las funciones parroquiales. 

2.° Debe tener ocho años cumplidos y terminada al menos la primera elemental. 

3.° La enseñanza comprende la segunda y tercera elementales y los cinco cursos de bachillerato, hasta la filosofía exclusivamente. 

((868)) En cada curso se seguirán los programas y materias correspondientes a lo establecido por el Ministerio de Instrucción Pública. 
Toda solicitud será poca a fin de que no falte a los alumnos nada de cuanto pueda contribuir a su aprovechamiento moral, sanitario y 
científico. 

4.° Hay dos tipos de pensión. Por la menor, se pagarán veinticuatro liras mensuales; ésta comprende: pan al desayuno y a la merienda; 
pan, vino, sopa y un plato Para comer; pan y sopa para cenar. 

Por la otra pensión se pagarán treinta y dos liras mensuales; y le corresponde pan como a la otra, vino, sopa y dos platos para comer; 
vino, sopa y un plato para cenar. 

5.° Se pagarán veinte liras anuales, por semestres anticipados, para jergón y almohada, peluquero, tinta, luz y calefacción en el invierno. 

6.° La pensión se paga también por trimestres anticipados. 

El que reside solamente unos días en el Seminario, pagará la mitad del mes; el que sobrepase la mitad del mes, abonará la pensión 
mensual entera. 

No se hará ninguna reducción al que permanece fuera del Seminario menos de quince días. 

Se hará también un depósito para los gastos pequeños. 

Los alumnos no pueden tener dinero consigo, sino que deben consignarlo al Prefecto, el cual lo devolverá cuando se le pida. 

7.° Los gastos de lavado, planchado y remiendo de ropas y zapatos, corren a cargo de los padres. 

Fin de Página 737 


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Los que quisieran liberarse de estos trabajos, pueden confiarlos al Seminario, que se ofrece a ejecutarlos a su cargo. 

8.° Con el pago normal de la pensión, se tiene la facultad de, además de recibir la instrucción correspondiente a cada clase, asistir a la 
de canto gregoriano, de música vocal, a los primeros ejercicios de declamación y, también, a los repasos que pueden darse a aquéllos a 
quienes el respectivo maestro creyere necesario, 

Equipo 

1.° No hay uniforme obligatorio; pero se recomienda un traje negro para los paseos, los días de fiesta y salidas. 

2.° Todos deberán traer lo necesario para vestir y para la cama, salvo la almohada y el jergón. 

3.° El equipo ordinario constará al menos de 4 sábanas; 6 camisas; 2 pares de calzoncillos; 2 pares de zapatos; 4 pares de medias; 6 
servilletas; 8 toallas; jarro y palangana; peines, cepillo para la ropa; otro para los zapatos; 2 trajes en buen estado: uno, para cada día y 
otro, para las salidas del Seminario. 

((869)) 

Indicaciones necesarias 

1.° La época del comienzo de curso y de los exámenes en las diversas 
clases estará de acuerdo con cuanto se establece para las escuelas del Estado. 

2.° Todos procurarán que sus prendas estén marcadas con el número fijado el día de la admisión. 

3.° Las peticiones se harán a S. E. Mons. Luis de Calabiana, Obispo de Casale, Senador del Reino o bien al Director del Seminario 
Menor de San Carlos, en Mirabello. 

Se llega a esta población por el ferrocarril de Alessandria y Casale, con parada en la estación de Giarole, desde donde hay un ómnibus 
que transporta regularmente equipajes y pasajeros a Mirabello, en veinte minutos. 

Observaciones para 1864-1865. 

«Las vacaciones otoñales se darán durante los primeros quince días de agosto, después de los exámenes finales, y durante los quince 
días antes del comienzo del nuevo curso escolar.» 

APENDICE N.° 6 

RECOMENDACIONES DEL MINISTRO DE TRABAJO Y DE LA
DIRECCION DE FERROCARRILES


( Véase pág. 520) 

Ministerio de Trabajo 

Secretario General 
División N.° 2 -N.° 132 

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Turín, 20 de febrero de 1864. 

La imprevista caída desde un puente de servicio, sufrida por el Sobrestante del Cuerpo de Ingenieros Civiles, Antonio Grattarola, 
durante el mes de diciembre pasado, 

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mientras dirigía los trabajos de adaptación de los nuevos locales en el palacio de los Museos Reales de Turín, dejaba sin padre a una 
familia compuesta por su mujer y ocho hijos, la mayor parte de corta edad y uno todavía lactante. 

La viuda Grattarola, falta de todo recurso, eleva una instancia para obtener sea internado uno de sus hijos, Jaime Grattarola, de doce 
años, en el Centro por V. S. Rvda. fundado y dirigido para sacarlo de la ((870)) miseria común a sus hermanos, educarlo en la virtud y en 
el trabajo y lograr que un día sea útil para sí mismo y para su madre. 

El que suscribe, en vista de las especiales condiciones verdaderamente críticas que atraviesa la familia Grattarola, celebraría se viera 
cumplido su deseo, con lo cual se proporcionaría una gran ayuda a la misma. 

Con tal motivo se permite recomendar este muchacho a la compasión de V. S.rogándole vea si le es posible admitir en ese Instituto al 
nombrado muchacho Santiago Grattarola, y para que pueda serle más fácil, este Ministerio se anticipa a anunciarle que está dispuesto a 
asignar a dicho Instituto la cantidad de doscientas liras, a título de donativo y por una sola vez, lo que se dará prisa en entregar por 
mandato regular a V. S., en el caso de que, como espera, quiera responder afirmativamente. 

A don Bosco. 

Por el Ministro, 

BOLLA 

Ministerio de Trabajo 

Secretario General 
División N.° 2 -N.° 338 

Turín, 30 de marzo de 1864. 

Por el presente escrito, manifiesta el abajo firmante su satisfacción por la bondad con que V. S. quiso secundar las instancias hechas 
para la admisión en ese Instituto del muchacho Santiago Grattarola, según consta en su respetable carta del 29 de febrero último, y se 
complace en anunciarle, que, de acuerdo con las disposiciones manifestadas anteriormente, con fecha del 20 del mismo mes, ha 
preparado, para que llegue a las manos de V. S. la cantidad de doscientas liras, a título de donativo de este Ministerio. 

Usted podrá, por tanto, cobrar dicha suma dentro de ocho o diez días en esta Pagaduría central, ya que en este momento se emite la 
correspondiente orden de pago. 

A don Bosco. 

Por el Ministro, 

BOLLA 

Santiago Grattarola, hijo del finado Antonio, nacido en 1852 en Carignano, entra en el Oratorio el 27 de marzo de 1864. 

El Director General de ferrocarriles, Senador Bartolomé Bona, comunica el 18 de marzo de 1864 a don Bosco que le enviará dos 
hermanos huérfanos, Ernesto y Camilo Canfari de Turín. 

El joven Francisco Bettancini, natural de Génova, admitido en el Instituto, se presenta con una carta sellada, con fecha del 25 ((871)) de 
julio de 1864, firmada en nombre del Director General Bona, por un Director Jefe de división. En ella se comunica 

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VOLUMEN VII Página: 740 

que, como el joven está desprovisto de equipo, la Dirección General de ferrocarriles del Estado pagará al Oratorio cien liras, según lo 
convenido con don Bosco; y que el decreto ya está firmado. 

El senador Bona recomienda a don Bosco, y es aceptado, al joven Pozzo, que se presenta con una carta de la dirección, firmada el 30 de 
agosto de 1864. 

La Dirección General de ferrocarriles, del Ministerio de Obras Públicas, recomendaba también a los muchachos: Víctor Pola, hijo de 
Juan, nacido en 1853 en Turín, artesano, que entra en el Oratorio el 4 de agosto de 1864; Tobías Chiesa, hijo de Juan, de Sale, nacido en 
1849, admitido el 24 de octubre de 1864; Antonino Ciencia, hijo de Antonio, de Caprile Biella, nacido en 1853, ingresado el 4 de 
noviembre de 1864. 

Con fecha 19 de noviembre de 1864 se escribió la siguiente carta: 

Considerando el albergue que don Bosco está dispuesto a conceder en su propio Centro a los huérfanos Enrique y Francisco Gramegna, 
se concedió por decreto del señor Ministro, con fecha 14 del corriente, el pago a favor de dicho Instituto, de doscientas cincuenta liras por 
una sola vez, a título de concurso de la Administración de Ferrocarriles para los correspondientes gastos. 

Por el Director General,
SOLDI


APENDICE N.° 7 

REGLAS DE LA PIA SOCIEDAD SALESIANA 

( Véase pág. 524 

CAPITULO I 

Sociedad de San Francisco de Sales 

En todo tiempo hubo una especial solicitud por parte de los ministros de nuestra santa religión católica para dedicarse celosamente a 
promover el bien espiritual de la juventud, ya que de la buena o mala educación de ésta, depende el bueno o triste porvenir de las 
costumbres de la sociedad. El mismo divino Salvador nos dio prueba evidente de esta verdad cuando cumplió en la tierra su divina 
misión, invitando con afecto singular a los niños a acercarse a él: Sinite parvulos venire ad me (Dejad que los niños vengan a mí). Los 
Obispos, y especialmente los Sumos Pontífices siguiendo las huellas del Pontífice Eterno, el Divino Salvador, cuyas veces hacen en la 
tierra, promovieron en todo momento de palabra y por escrito la buena educación ((872)) de la juventud. Pío IX reinante, a quien Dios 
guarde mucho tiempo para gloria de la Iglesia, además de los continuos trabajos llevados a cabo en favor de la juventud en peligro, 
favoreció con especiales medios materiales y morales a las instituciones que dedican sus cuidados a esta parte del sagrado ministerio. En 
nuestros días es mucho más sentida su necesidad. El descuido de muchos padres, el abuso de la prensa, los esfuerzos de los herejes y 
sectarios para aumentar el número de sus secuaces, demuestran la necesidad de unirnos todos para combatir por la causa del Señor bajo el 
estandarte del Vicario de Jesucristo, para conservar la fe y las buenas 

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costumbres sobre todo en esta clase de jóvenes, que, por ser pobres, están expuestos a mayor peligro de su eterna salvación. Este es el fin 

de la Sociedad o Congregación de San Francisco de Sales. 

CAPITULO II 

Origen de esta Sociedad 

A partir del año 1841, el sacerdote Juan Bosco se unía a otros sacerdotes para reunir en determinados lugares a los muchachos más 
abandonados de la ciudad de Turín, con el fin de entretenerlos con juegos y al mismo tiempo darles el pan de la divina palabra. Todo se 
hacía de acuerdo con la autoridad eclesiástica. 

El Señor bendijo estos sencillos principios y el concurso de jóvenes llegó a ser tan grande, que el año 1844, monseñor Fransoni, nuestro 
venerado Arzobispo de feliz memoria, autorizaba convertir un edificio en capilla 1, facultando para realizar en ella las sagradas funciones 
necesarias para la santificación de los días festivos, y para la instrucción de los muchachos que acudían cada vez en mayor número. Allí 
estuvo varias veces el Arzobispo para administrar el sacramento de la confirmación. El año 1846 concedía que todos los que asistían a 
aquella catequesis pudieran recibir allí la santa comunión y cumplir el precepto pascual, y permitía que se cantara la santa misa, se 
hicieran triduos y novenas siempre que se creyese oportuno. Todo esto se hizo hasta el año 1847 en el Oratorio de San Francisco de 
Sales. Aquel año creció tanto el número de los jóvenes asistentes y resultaba tan pequeña la capilla que, con el permiso de la Autoridad 
Eclesiástica, se abrió en otra punta de la ciudad, calle de los Plátanos de Puerta Nueva, un segundo Oratorio, dedicado a san Luis 
Gonzaga, con el mismo fin del anterior. Como estos dos locales resultaran insuficientes, el año 1849 se abría ((873)) un tercero en 
Vanchiglia, otro barrio de esta ciudad, dedicado al Angel Custodio. 

Al hacerse los tiempos cada vez más difíciles para la religión, el Superior Eclesiástico aprobó con un gesto de gran bondad de motu 
proprio el Reglamento de estos Oratorios, y nombró Director Jefe al sacerdote Bosco, concediéndole todas las facultades que pudieran ser 
necesarias y oportunas para este fin. 

Muchos obispos adoptaron el mismo plan de reglamento y se industriaron para introducir estos oratorios festivos en sus diócesis. Pero 
se presentó una gran necesidad para la atención de tales oratorios. Muchos jóvenes, ya crecidos en edad, no podían ser suficientemente 
instruidos sólo con la catequesis dominical, y fue necesario montar escuelas diurnas y nocturnas, que estuvieran abiertas durante la 
semana. Más aún, muchos de ellos se encontraban tan pobres y abandonados que, para sacarlos de los peligros, instruirlos en religión y 
prepararlos para el trabajo, no se halló otro medio más que el de internarlos en lugares a propósito y suministrarles todo lo necesario para 
la vida. Que es lo que se realiza en Turín en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales, donde habitan casi setecientos. 

En el año 1863 se abrió otra casa en Mirabello de Monferrato, con el título de 

1 Dos habitaciones destinadas a alojamiento de los sacerdotes capellanes en la Pía Obra de Santa María del Refugio. El año 1846 se 
transfería el Oratorio al centro de la zona de Valdocco, donde existe al presente. 
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Seminario Menor de San Carlos, donde se educan cerca de cien muchachos según el Reglamento de esta Sociedad. 

Debido a las acostumbradas reuniones de muchachos en los Oratorios festivos, a las escuelas diurnas y nocturnas y al número siempre 
creciente de internados, la mies del Señor se hizo más abundante. En consecuencia, para conservar la unidad de espíritu y de disciplina, 
de las que depende el éxito de los Oratorios, ya desde 1844 se reunieron algunos eclesiásticos en una especie de Sociedad o 
Congregación, ayudándose mutuamente con el ejemplo y el estudio. 

No hacían éstos ningún voto, y se limitaban a la simple promesa de dedicarse a la instrucción de la juventud y a otros ministerios que 
les pareciesen útiles para la mayor gloria de Dios y la salvación de la propia alma. Y reconocían como superior al sacerdote Juan Bosco. 
Aunque no emitían votos, sin embargo, observaban prácticamente, poco más o menos, las reglas que aquí se exponen. 

CAPITULO III 

Fin de esta Sociedad 

1.° El fin de esta Sociedad es la perfección cristiana de sus miembros, toda obra de caridad espiritual o corporal en bien de los jóvenes, 
especialmente pobres, y, además, la educación de seminaristas. La Sociedad se compone de sacerdotes, clérigos y laicos. 

((874)) 2.° Jesucristo empezó trabajando y enseñando; así también los socios salesianos empezarán por perfeccionarse a sí mismos con 
la práctica de todas las virtudes internas y externas y con la adquisición de la ciencia; después se consagrarán al bien de los demás. 

3.° El primer ejercicio de caridad consistirá en acoger a los jóvenes más abandonados para formarlos en la religión católica; 
particularmente en los días festivos, como se hace en esta ciudad de Turín en los tres oratorios de san Francisco de Sales, de san Luis 
Gonzaga y del santo Angel Custodio. 

4.° Encontrándose con frecuencia jóvenes tan abandonados que, si no se recogen en un internado, resultan del todo ineficaces cuantos 
cuidados se les prodiguen, se abrirán, en cuanto sea posible, casas en las que con la ayuda de la divina Providencia se les dará 
alojamiento, alimento y vestido. En ellas, a la par que se forman en la fe católica, se les preparará para un arte u oficio, como actualmente 
se hace en la casa aneja al Oratorio de San Francisco de Sales en esta Ciudad 1. 

5.° Estando, por otra parte, expuestos a muy graves peligros los jóvenes que aspiran al estado eclesiástico, esta Sociedad pondrá 
esmerado empeño en cultivar en la piedad y en la vocación a los que demuestran capacidad para el estudio y se distinguen por sus buenas 
costumbres. Cuando se trate de admitir jóvenes para estudiar, prefiéranse los más pobres, precisamente porque no lo podrían realizar en 
otra parte, con tal de que den fundada esperanza de buen resultado para el estado eclesiástico. En la Casa de Valdocco hay cerca de 
trescientos cincuenta y cinco y, en Mirabello más de ciento, que cursan los estudios clásicos con este fin. 

1 El sacerdote don Francisco Montebruno, miembro de esta Sociedad, ha abierto en el año 1855 en Génova la casa llamada Obra de los 
Artesanitos. Hay en ella casi cien muchachos internos y acuden más de ciento en los días festivos. 
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VOLUMEN VII Página: 743 

6.° La necesidad de sostener la religión católica se hace sentir seriamente hasta en los adultos de las bajas esferas y sobre todo en las 
pequeñas poblaciones del campo. Por esto, los socios salesianos se consagrarán con celo a predicar ejercicios espirituales, se esforzarán 
en difundir buenos libros entre el pueblo, usando todas las industrias que inspira la caridad cristiana. Finalmente, con la palabra y con los 
escritos tratarán de oponer un dique a la impiedad y la herejía, que de tan variadas maneras intentan insinuarse entre los rudos e 
ignorantes. Esto al presente se realiza dando de cuando en cuando ejercicios espirituales, con triduos y novenas, con la publicación de las 
Lecturas Católicas y con la tipografia, hace dos años iniciada en la Casa de Valdocco para imprimir buenos libros. 

7.° Es un principio tomado, y que será inexorablemente practicado, que todos los miembros de esta Sociedad vivan ajenos a cuanto 
mira a la política. Por tanto, ni de palabra ni por escrito, con libros o con impresos tomarán nunca parte en aquellas cuestiones que, 
aunque sólo fuera indirectamente, puedan comprometer en política. 

((875)) 

CAPITULO IV 

Forma de esta Sociedad 

1.° Todos los socios viven en común unidos únicamente por el lazo de la caridad fraterna y de los votos simples, que de tal manera los 
junta que forman un solo corazón y una sola alma para amar y servir a Dios con la virtud de la obediencia, de la pobreza, de la castidad, y 
con el exacto cumplimiento de los deberes de un buen cristiano. 

2.° Cada uno, al entrar en la Congregación, no pierde los derechos civiles, ni tampoco después de hechos los votos; por consiguiente 
conserva la propiedad de sus cosas, la facultad de heredar y de recibir herencias, legados y donativos. Pero durante el tiempo que 
permanezca en la Congregación no podrá administrar sus bienes, si no es dentro del modo y los límites marcados por el Superior Mayor. 

3.° Los frutos de los bienes estables y muebles aportados a la Congregación deben cederse en favor de la misma, durante todo el tiempo 
que se permanezca en ella. Puede, sin embargo, disponer libremente en ella de cuanto posee fuera de la Congregación, pero siempre con 
el consentimiento del Superior. 

4.° Los clérigos y los sacerdotes, aun después de los votos, podrán retener sus bienes patrimoniales eclesiásticos y los beneficios 
simples; pero no podrán administrarlos, ni usufructuarlos. 

5.° La administración de los bienes patrimoniales, de los beneficios y de todo cuanto se traiga a la Congregación corresponde al 
Superior General, quien, personalmente o a través de otros, los administrará y dispondra de los réditos o frutos mientras el socio 
permanezca en la Congregación. 

6.° Al mismo Superior deberá entregar cada sacerdote el estipendio de la misa. Todos, sacerdotes, clérigos o laicos le entregarán todo 
dinero o regalo que por cualquier razón llegue a sus manos, para beneficio común. 

7.° La Sociedad proveerá a cada uno de todo lo necesario para la comida, vestido y cuanto pueda necesitar en las distintas 
circunstancias de la vida, lo mismo en 

Fin de Página 743 


VOLUMEN VII Página: 744 

salud que en enfermedad; más aún, ante un razonable motivo, puede el Superior poner a disposición de cualquier socio el dinero u objetos 
que creyere oportuno para mayor gloria de Dios. 

8.º Si alguno muriese sin haber hecho testamento, le sucederá aquél a quien correspondiere en derecho. 

9.º Los votos obligan al individuo mientras permanece en la Congregación. Si alguno, por razonable motivo o prudente juicio de los 
superiores, debiera salir de la Congregación, puede ser dispensado de los votos por el Superior General de la Casa Madre. 

10.º Procure perseverar cada cual en la vocación hasta la muerte, recordando siempre las gravísimas palabras del divino Salvador: 
Nemo mittens manum ad aratrum et respiciens retro, aptus est regno Dei (Ninguno que pone la mano al arado y mira atrás, es apto para el 
reino de Dios). 

((876)) 11.º Con todo, si alguno saliere de la Congregación, no podrá exigir ninguna compensación por el tiempo que vivió en ella, sea 
cual fuere el cargo que hubiere ocupado y el lucro que haya proporcionado a la Sociedad. Recobrará, sin embargo, el pleno derecho sobre 
todos sus bienes inmuebles y también sobre todos los objetos muebles, cuya propiedad se hubiese reservado al entrar en la Congregación. 
Pero no podrá exigir fruto alguno ni pedir cuentas al Superior de su administración, por el tiempo que pasó en la Sociedad, salvo que 
haya habido acuerdos particulares con el Rector Mayor. 

CAPITULO V 

Voto de obediencia 

1.º El profeta David rogaba a Dios que lo iluminase para poder cumplir su voluntad. Nuestro Salvador nos aseguró que él había venido 
al mundo, no para hacer su voluntad, sino la del Padre, que está en los cielos. Si nosotros profesamos precisamente el voto de 
obediencia, es para tener la certeza de cumplir en todo la santa voluntad de Dios. 

2.º Este voto obliga a no ocuparse más que de aquello que el propio Superior juzgue para la mayor gloria de Dios y bien del alma propia 
y del prójimo, de acuerdo con el Reglamento de esta Sociedad. 

3.º La observancia de este voto no obliga bajo pena de pecado, salvo en aquello que sea contrario a los mandamientos de Dios y de la 
santa madre Iglesia o a las disposiciones de los Superiores, que expusieran su mandato con esta fórmula: Os mando en virtud de santa 
obediencia. 

4.º La obediencia nos asegura que hacemos la voluntad de Dios. Esté cada uno sujeto al Superior y considérelo en todo como Padre 
amoroso y le obedezca totalmente, con prontitud, alegría y humildad como a quien representa el querer del mismo Dios en la práctica. 

5.º Nadie se afane en pedir o rehusar. Si uno sabe que algo le es dañoso o necesario, manifiéstelo con reverencia al Superior, el cual 
pondrá el mayor empeño en que se atienda a su necesidad. 

6.º Todos tengan gran confianza con su Superior, no haya ningún secreto del corazón con él. Téngasele la conciencia abierta, siempre 
que se juzgue ha de ser para mayor gloria de Dios y bien de la propia alma. 
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Fin de Página 744 


VOLUMEN VII Página: 745 

7.° Obedezca cada uno sin la menor resistencia de palabra, de obra, de corazón. Cuanto más repugna un mandato al que lo ejecuta, 
tanto mayor mérito tendrá ante el Señor, si lo lleva a cabo. 

((877)) 
CAPITULO VI 
Voto de pobreza 
1.° La observancia del voto de pobreza en nuestra Congregación consiste esencialmente en el desprendimiento de todos los bienes de la 
tierra, lo cual lo practicaremos con la vida común en cuanto al alimento y vestido, no reservando nada para el propio uso, sin especial 
permiso del Superior. 
2.° Entra dentro del voto de pobreza tener la celda con la mayor sencillez, procurando adornar el corazón con la virtud y no la persona o 

las paredes de la misma. 

3.° Nadie, por ninguna razón, guarde dinero dentro de casa ni fuera de sin permiso del Superior. 

4.° En caso de viaje o de que el Superior envíe a abrir o administrar una casa de beneficencia o a cumplir cualquier ministerio sagrado, 

y se precisen gastos, el Superior dará las disposiciones oportunas de acuerdo con las exigencias de los tiempos, de los lugares y de las 
personas. 

5.° Está prohibido hacer préstamos, recibir o repartir lo que está en la propia habitación o en la casa, firmar contratos de cualquier 
género, no solamente con los externos sino también con los de la Sociedad, sin permiso del Superior. 

CAPITULO VII
Voto de castidad


1.° Quien se dedica a la juventud abandonada debe tener gran empeño en adornarse de todas las virtudes. Pero la virtud que con mayor 
esmero se ha de cultivar es la virtud de la castidad, la virtud angélica, la más agradable al Hijo de Dios. 

2.° El que no abriga fundada esperanza de poder guardar, con la ayuda de Dios, esta virtud en palabras, obras y pensamientos, no 
profese en esta Sociedad, pues constantemente se hallaría en medio de grandes peligros. 

3.° Las palabras, las miradas, aun indiferentes, son a veces maliciosamente interpretadas por los jóvenes que ya han sido víctimas de las 
humanas pasiones. Por lo tanto hay que tener cuidado esmeradísimo al hablar o tratar de cualquier tema con jóvenes de toda edad y 
condición. 

4.° Evítese el trato con seglares cuando se vea peligrar esta virtud, y sobre todo las conversaciones con personas de otro sexo. 

5.° Ninguno vaya a casa de conocidos o amigos sin permiso del Superior, el cual, en lo posible, le asignará un compañero. 

((878)) 6.° Medios eficaces para guardar esta virtud son: la frecuente confesión y comunión, la práctica exacta de los consejos del 
confesor, la fuga del ocio, la mortificación de todos los sentidos, visitar a menudo a Jesús Sacramentado y dirigir 

Fin de Página 745 


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frecuentes jaculatorias a María Santísima, a san José, a san Francisco de Sales y san Luis Gonzaga, que son los principales protectores de 
esta Congregación. 

CAPITULO VIII 

Gobierno religioso de la Sociedad 

1.° Después del Romano Pontífice, los socios reconocerán como a su Superior al Obispo de la diócesis, donde reside cada casa. 

2.° Todo socio ofrézcase a ayudar con todos los medios posibles la promoción del bien de la religión, especialmente en la educación de 
los muchachos pobres. 

3.° Para todo aquello que se refiere a la administración de los santos sacramentos, la predicación y lo tocante al ejercicio público del 
ministerio, los socios reconocerán también como a su Superior al Obispo de la diócesis, donde radica la casa a que ellos pertenecen, 
mientras sea compatible con las reglas de la Sociedad. 

4.° Para las ordenaciones, los socios serán ordenados por el Obispo de la diócesis donde se encuentren los candidatos, como hacen las 
otras congregaciones, que tienen unión de casas, esto es, de acuerdo con la costumbre y privilegio de las congregaciones consideradas 
como órdenes regulares. 

CAPITULO IX 

Gobierno interno de la Sociedad 

1.° Para su régimen interno, la Sociedad depende de la Casa Madre, que está gobernada por un Capítulo que se compone de Rector, 
Prefecto, Ecónomo, Director espiritual o Catequista y tres consejeros. 

2.° Corresponde al Rector proponer o no la aceptación de los postulantes; señala a cada uno las incumbencias correspondientes para la 
vida espiritual y temporal. No podrá cerrar contratos sobre inmuebles sin el consentimiento del Capítulo. 

3.° Ninguno, salvo el Rector y los miembros del Capítulo, puede escribir o recibir cartas sin permiso del Superior. 

4.° El Rector permanece en su cargo toda la vida. Pero si, quod Deus avertat (lo que Dios no permita) descuidase gravemente sus 
deberes, el Prefecto y el Catequista pueden reunir de común acuerdo el Capítulo y los Directores de las casas para avisar eficazmente al 
Rector. Si esa ((879)) amonestación no bastara, el Consejo presentará el caso al Superior eclesiástico de la Casa Madre, tras cuyo parecer 
se puede llegar a la deposición. 

5.° El mismo Capítulo así reunido tiene autoridad para elegir otro Rector, pero en todo caso la elección debe recaer siempre en un socio 
que ya haya emitido los votos perpetuos. 

6.° El Rector convoque después una vez al año al Capítulo y a los Directores de las otras casas para conocer y proveer a las necesidades 
de la Sociedad; y dar las disposiciones que se juzguen oportunas de acuerdo con los tiempos, lugares y personas. 

7.° El Capítulo así reunido podrá también añadir al presente Reglamento los artículos que juzgue oportunos para el bien de la Sociedad; 
pero siempre dentro de un sentido conforme a las reglas ya aprobadas y nunca en sentido contrario. 

Fin de Página 746 


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Si hubiere alguna duda sobre el entendimiento de algún artículo del presente Reglamento, el Rector Mayor está autorizado para dar al 
mismo la interpretación que le parezca ser de la mayor gloria de Dios y más conforme al espíritu de la Sociedad. 

8.° El Rector nombrará un Vicario entre los socios de la Congregación y lo designará por su nombre y apellido en sobre cerrado, que 
deberá guardar en secreto y bajo llave. En el sobre escribirá: Rector provisional. 

9.° A la muerte del Rector, el Vicario hará sus veces hasta que sea elegido sucesor; mas nada podrá cambiar en la disciplina ni en la 
administración durante el tiempo de su gobierno provisional. 

10.° El Vicario dará inmediatamente noticia a los socios de todas las casas de la muerte del Rector, a fin de que cada uno procure 
aplicar enseguida por su alma los sufragios prescrítos. Después convoque a los Directores de las mismas casas para asistir a la elección 
del sucesor. 

CAPITULO X 

Elección del Rector Mayor 

1.° Para que uno pueda ser elegido Rector, se requiere que haya vivido al menos ocho años en la Congregación, que haya cumplido 
treinta años de edad, que haya dado pruebas de una conducta ejemplar a todos los hermanos. Si concurrieren todas las otras dotes en 
grado eminente, puede el Capítulo disminuir la edad hasta los veintiséis años. 

2.° El Rector no quedará definitivamente elegido hasta que no se haya presentado al Superior eclesiástico del lugar donde se encuentra 
la Casa Madre ((880)) y haya prometido al mismo obediencia y dependencia en todo lo que toca al ejercicio externo del sagrado 
ministerio. 

3.° La elección del sucesor del Rector difunto se hará así: no antes de los diez días ni más tarde de los treinta, después de la muerte del 
Rector, se reunirán el Prefecto, el Ecónomo, el Director Espiritual, los tres consejeros, el Vicario y los Directores de las casas que pueden 
intervenir. Recitado el De profundis en sufragio del Rector difunto, invocada la asistencia del Espíritu Santo con el himno Veni Creator 
Spíritus, se hará la votación secreta. El que obtuviere los dos tercios de los votos será el nuevo Rector. 

4.° Terminada la elección, el Vicario la comunicará a todas las casas, a fin de que la noticia del nuevo Rector llegue a conocimiento de 
todos los miembros de la Sociedad. Con esto termina toda la autoridad del Rector provisional. 

5.° Si el Rector Mayor muriese sin haber nombrado antes un Vicario provisional, el Capítulo de la Casa Madre está autorizado para 
elegir a uno que se pondrá al frente de la Sociedad hasta que se haya realizado la elección del nuevo Rector Mayor. 

CAPITULO XI 

Los demás Superiores 

1.° Las atribuciones de cada uno de los Superiores de la Casa, serán señaladas por el Rector según convenga. 

Fin de Página 747 


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2.° El Director espiritual, sin embargo, se cuidará de los novicios y empleará la máxima diligencia para darles a conocer y practicar el 
espíritu de caridad y el celo que debe animar a quien desea dedicarse enteramente al bien de las almas durante la vida. 

3.° Es también deber del Director espiritual avisar respetuosamente al Rector cuando se descubriese en él notable negligencia en 
practicar y hacer observar las Reglas de la Congregación. 

4.° Pero pondrá además el Director un cuidado especial para vigilar la conducta moral de todos los socios. 

5.° El Prefecto y el Director espiritual serán elegidos por el Rector; el Ecónomo y los tres Consejeros serán elegidos por mayoría de 
votos de los profesos congregados. 

6.° El Prefecto, en ausencia del Rector, hará sus veces, ya en el gobierno ordinario de la Sociedad, ya en las cosas que a él le han 
encargado de un modo particular. 

7.° Llevará cuenta de las entradas y salidas, y anotará las mandas y donaciones de alguna importancia hechas a la casa y el destino de 
las mismas. Todos los frutos de los bienes muebles e inmuebles quedarán bajo la vigilancia y responsabilidad del Prefecto. 

((881)) 8.° El Prefecto es como el centro de donde debe partir y a donde debe converger la administración de todo. El Prefecto está 
sometido al Rector, al que deberá rendir cuenta de su gestión siempre que se la pida. 

9.° El Ecónomo administra los bienes materiales de la Casa. 

10.° Los Consejeros intervienen en las deliberaciones referentes a la aceptación o a la dimisión de algún miembro de la Casa, a hacer 
contratos de compra o venta de bienes inmuebles. En general son llamados además a dar su parecer en las cosas de mayor importancia 
para la Congregación. El Rector debe suspender las deliberaciones sobre cualquier punto, si en el escrutinio no ha obtenido al menos la 
mayoría de los votos. 

11.° Cada uno de los Superiores, excepto el Rector, durará en su cargo tres años y puede ser reelegido. 

CAPITULO XII 

De cada casa en particular 

1.° Cuando, por gracia especial de la divina Providencia, haya que abrir una casa fuera de la Casa Madre, lo primero de todo el Superior 
General procurará obtener el consentimiento del Obispo de la diócesis en que ha de abrirse la nueva casa, y de ese obispo dependerá en 
todo lo que se refiere al sagrado ministerio, que sea compatible con la observancia de las Reglas de la Sociedad. 

2.° Si la nueva casa fuese al mismo tiempo seminario menor, o seminario para clérigos adultos, entonces, además de la dependencia en 
el sagrado ministerio, habrá una total dependencia del Superior eclesiástico, en la elección de asignaturas y libros de texto, en la 
disciplina y también en la administración temporal en la forma establecida con el Rector Mayor. 

3.° Los socios destinados a una casa nueva no deben ser menos de dos, uno de los cuales debe ser sacerdote. El Superior tomará el 
nombre del Director. Pero su autoridad está limitada a la casa que le ha sido asignada. 

Fin de Página 748 


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4.° Toda casa poseerá y administrará los bienes dados y aportados por la Congregación a aquella determinada casa, pero siempre dentro 
de los límites fijados por el Superior General. 

5.° El Rector Mayor visitará las casas, al menos una vez al año, para examinar diligentemente si se cumplen los deberes impuestos por 
la Sociedad y observar si la administración de la misma tiende realmente al fin propuesto, que es promover la gloria de Dios y el bien de 
las almas. 

6.° El Director por su parte debe conducirse de tal modo en su cargo que pueda, en cualquier momento, dar cuenta de su administración 
a Dios y al Rector Mayor, en cuya sumisión debe ver el querer divino. 

((882)) 7.° Tocará al Rector Mayor elegir el Director de la casa que desea abrir; luego se establecerá un Capítulo de acuerdo con el 
número de socios que allí haya. 

8.° Este Capítulo estará formado por el Rector Mayor, por el Director de la nueva casa y por el Capítulo de la Casa Madre. 

9.° El primero en elegirse será el Catequista, después el Ecónomo o Prefecto, a continuación los Consejeros, de acuerdo con el número 
de socios que regularmente haya en la casa. El Catequista se cuidará de todo lo espiritual de la casa, y estará además obligado a dar los 
oportunos avisos al Director si fuere necesario. 

11.° Si la distancia, el momento, el lugar pidieran excepción en cuanto a la forma de este Capítulo o a las atribuciones de sus miembros, 
el Rector Mayor goza de plena autoridad para hacerlo, previo consentimiento del Capítulo de la Casa Madre. 

12.° El Director no puede comprar ni vender inmuebles sin el consentimiento del Rector Mayor; sólo tiene plena autoridad en la 
administración; pero en los asuntos de mayor relieve se le aconseja reúna a su Capítulo y no delibere sin haber obtenido su 
consentimiento. 

CAPITULO XIII 

Admisión 

1.° Si alguno hace la petición de entrar en la Congregación, el Director Espiritual obtendrá los debidos informes, que pasará al Rector. 

2.° Después, el Rector lo presentará o no para ser admitido, según lo que mejor le parezca ante el Señor. Pero una vez propuesto al 
Capítulo, queda definitivamente aceptado, siempre que obtenga la mayoría de votos. 

3.° La prueba para ser admitido a los votos, durará un año; pero ninguno los podrá hacer, si no ha cumplido los dieciséis años de edad. 

4.° Los votos serán renovados dos veces, de tres en tres años. Después de los seis años cada uno es libre de continuarlos de tres en tres 
años o de hacer los perpetuos, esto es, de obligarse al cumplimiento de los votos para toda la vida; pero ninguno es admitido a hacer los 
votos perpetuos hasta haber cumplido los veinticuatro años. 

5.° Para que un socio pueda ser recibido en la Sociedad, además de las cualidades morales en el grado exigido por las Reglas, debe 
confirmar su conducta anterior: 1.°, con un certificado de nacimiento y de bautismo; 2.°, de soltería y de buena conducta extendido por el 
Obispo de la Diócesis a la que pertenece; 3.°, de estar libre de deudas; 4.°, de no haber sido nunca procesado; 5.°, de no tener ningún 
impedimento físico ni moral que le haga ((883)) irregular para el estado eclesiástico; 6.°, consentimiento de los padres antes de hacer los 
votos. 

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6.° Sea tal la salud que, al menos durante el año de prueba, pueda observar todas las Reglas de la Sociedad sin ninguna excepción. 

7.° Todo socio, si está destinado a los estudios, al entrar deberá llevar consigo: 1.°, equipo conforme a la nota que presentará el 
Director; 2.°, quinientas liras a la entrada para los gastos de manutención y de vestido durante el año de prueba;3.°, trescientas liras a fin 
de año, antes de emitir los votos. 

8.° Los hermanos coadjutores solamente llevarán el equipo y trescientas liras a su entrada, sin ninguna obligación más. 

9.° El Rector podrá dispensar de las condiciones de los artículos séptimo y octavo, cuando hubiere motivos razonables para hacer 
excepciones más o menos restringidas. 

10.° A todos se les recomiendan encarecidamente dos cosas; 1.°, guardarse atentamente de contraer hábitos de ningún género aun de 
cosas indiferentes; 2.°, poner mucho cuidado para evitar la afectación y la ambición. El hábito más estimable de un religioso es la 
santidad de vida, junto con su porte edificante en todas sus acciones. 

11.° Estén todos dispuestos a soportar, cuando sea necesario, el calor, el frío, el hambre, la sed, las fatigas y los desprecios, siempre que 
esto redunde a mayor gloria de Dios, provecho espiritual de los demás y salvación de la propia alma. 

CAPITULO XIV 

Prácticas de piedad 

1.° La vida activa a la cual se dedica principalmente nuestra Sociedad, hace que los socios no tengan comodidad para realizar muchas 
prácticas de piedad en común. Súplanlo, pues, los socios siendo unos para otros luz de buen ejemplo y cumpliendo con perfección los 
deberes generales del cristiano. 

2.° Cada socio se acercará al sacramento de la penitencia con el confesor establecido por el Rector. Los sacerdotes celebrarán 
diariamente la santa misa y, cuando no puedan, procuren oírla. Los clérigos y hermanos coadjutores asistirán cada día a la santa misa y 
procurarán recibir la santa comunión al menos una vez a la semana. 

3.° La compostura exterior, la pronunciación clara, devota e inteligible en los divinos oficios, la modestia en el hablar, mirar y andar, en 
casa y fuera de ella, deben brillar de tal manera en los socios que en esto se distingan de los demás. 

4.° Cada día habrá al menos una hora de oración entre la mental y la ((884)) vocal, a no ser que se lo impida el ejercicio del sagrado 
ministerio. En este caso lo suplirá con jaculatorias más frecuentes y ofrecerá con mayor fervor a Dios las obras que le impidan asistir a las 
prácticas de piedad establecidas. 

5.° Cada día rezarán los coadjutores la tercera parte del rosario de María Santísima y harán, por algún tiempo, lectura espiritual. 

6.° El viernes de cada semana se ayunará en honor de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo. 

7.° Cada mes habrá un día de retiro espiritual: esto es, cada uno hará en él el ejercicio de la buena muerte, disponiendo sus asuntos 
espirituales y temporales como si debiera dejar el mundo y emprender el camino de la eternidad. 

8.° Todos harán cada año los ejercicios espirituales, que terminarán con la confesión 

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anual. Cada uno, antes de ser admitido en la Sociedad, hará algún día de ejercicios espirituales y la confesión general. 

9.° El Rector podrá dispensar de estas prácticas por algún tiempo a aquéllos a quienes creyere oportuno en el Señor. 

10.° Cuando la divina Providencia llame a la vida eterna a un socio, laico o sacerdote, los hermanos de toda la Sociedad celebrarán una 
misa en sufragio del alma del difunto. Los que no sean sacerdotes procurarán ofrecer al menos una comunión con el mismo fin. 

11.° La misma obra de piedad se hará a la muerte del padre o de la madre de cada socio, pero solamente en la casa donde mora el socio 
que ha sufrido tal pérdida. 

12.° Al morir el Rector Mayor se hará doble sufragio y esto por dos motivos: 1.°, como tributo de agradecimiento por las 
preocupaciones y trabajos tenidos en el gobierno de la Sociedad; 2.°, para aliviarle de las penas del purgatorio que quizá deba sufrir por 
causa de otros. 

CAPITULO XV
Vestido


1.° El modo de vestir de nuestra Sociedad será diverso según la diversidad de las regiones en que hayan de vivir los socios. 

2.° Los sacerdotes vestirán traje talar, a no ser que razones de viaje u otro justo motivo aconsejen lo contrario. 

3.° Los socios coadjutores, vestirán de negro. La levita deberá llegar al menos por debajo de la rodilla.. 

((885)) 
CAPITULO XVI 
Externos 

1.° Cualquier persona, aun viviendo en el siglo, en su propia casa o en el seno de la propia familia puede pertenecer a nuestra Sociedad. 

2.° No hace ningún voto; pero procurará practicar aquella parte del Reglamento que es compatible con su edad, estado y condición, 
como sería organizar o enseñar el catecismo a los niños pobres, promover la difusión de los buenos libros; procurar que se celebren 
triduos, novenas, ejercicios espirituales y otras obras de caridad especialmente dirigidas al bien espiritual de la juventud o del pueblo 
sencillo. 

3.° Para participar de los bienes espirituales de la Sociedad, es preciso que el socio haga al menos una promesa al Rector de dedicarse a 
aquello que juzgara ser para mayor gloria de Dios. 

4.° Esta promesa no obliga ni siquiera bajo pena de pecado venial. 

5.° Todo miembro de la Sociedad, que por cualquier motivo razonable saliera de la misma, es considerado como miembro externo y 
puede todavía participar de los bienes de la Sociedad, con tal de que practique la parte del Reglamento prescrita para los externos. 

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CAPITULO XVII 
Profesión y fórmula de votos 
Todo socio, antes de emitir los votos, hará ejercicios espirituales especialmente dirigidos a reflexionar sobre la vocación y a instruirse 
en torno a la materia de los votos que pretende emitir, siempre que conozca claramente que esto es según la voluntad del Señor. 
Terminados los ejercicios espirituales, se reunirá el Capítulo, y si es posible, todos los socios de la Casa. 
El Rector, revestido de estola y roquete, invitará a todos a arrodillarse, e invocarán las luces del Espíritu Santo recitando el himno Veni 

Creator Spiritus, etc. 

Emitte Spiritum tuum, etc. 

Oremus -Deus qui cordafidelium, etc. 

Letanías de la Virgen respondiendo: Ora pro nobis, etc. y con el Oremus: Concedenos, etc. 

A san Francisco de Sales: Pater, Ave, Gloria. 

Ora pro nobis, sancte Francisce. 

((886)) Ut digni efficiamur, etc. 

Oremus: Deus, qui ad animarum salutem, etc. 

A continuación el socio y, si son varios, uno a uno, se colocará de rodillas en medio de dos profesos ante el Rector y, a continuación, 

con voz clara e inteligible pronunciará la siguiente fórmula de los votos: 

Con pleno conocimiento de la fragilidad e inestabilidad de mi voluntad, deseoso de hacer constantemente en lo porvenir aquello que 
puede ser a mayor gloria de Dios y salvación de las almas N. N. me pongo, en vuestra presencia, omnipotente y sempiterno Dios; y, 
aunque indigno de vuestra mirada, confiado, sin embargo en vuestra bondad y misericordia infinita, movido únicamente por el deseo de 
amaros y serviros; en presencia de la Bienaventurada Virgen María Inmaculada, de san Francisco de Sales y de todos los santos del cielo, 
según el Reglamento de la Sociedad de san Francisco de Sales, hago voto de castidad, pobreza y obediencia a Dios y a Vos, mi Superior, 
por el espacio de tres años, o bien para toda mi vida. 

Os ruego, por tanto, humildemente queráis mandarme sin reserva lo que os parezca para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. 
Vos en tanto, oh Dios de bondad, por vuestra inmensa clemencia, por la sangre de Jesucristo, dignaos aceptar este sacrificio en acción de 
gracias por los muchos beneficios que me habéis hecho y en expiación de mis pecados. Vos que me habéis inspirado el deseo de hacer 
este voto, concededme la gracia de cumplirlo. 

Sancta María, Virgo Inmaculata, S. Francisce Salesi, omnes Sancti et Sanctae Dei, intercedite pro me, ut Deum meum diligens, eique 
soli in noc mundo serviensiens ad aeterna praemia merear pervenire. 

Responden todos: Amén. 

A continuación el nuevo socio irá a firmar en un libro donde lo hará bajo la siguiente fórmula: 

El que suscribe ha leído y comprendido las Reglas de la Sociedad de San Francisco de Sales y promete observarlas de acuerdo con la 
fórmula de los votos que acaba de emitir. 

Turín a.... del mes de ........ del año ....... N.N. ................
.


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Después se recitará alternativamente el Tedéum tras el cual, si el Rector lo creyere oportuno, hará una breve exhortación moral y se 
terminará con el salmo: Laudate Dominum, omnes gentes, etc. 

APENDICE N.° 8 

CARTAS COMENDATICIAS PARA OBTENER DE LA SANTA SEDE
LA APROBACION DE LA PIA SOCIEDAD SALESIANA


( Véase pág. 524) 

Del Obispo de Acqui 

El abajo firmante, después de haber leído atentamente las Reglas para la institución de una Pía Sociedad bajo el título de San Francisco 
de Sales, no puede por menos de recomendar, con plena satisfacción, el espíritu y el fin a que tiende esa Sociedad, y de reconocer la gran 
utilidad que se derivaría de ella para la Iglesia y para la sociedad civil, si fuera debidamente aprobada. 

Se une, por tanto, al ilustre Obispo de Cúneo para suplicar a la Santa Sede se digne acoger benignamente las humildes plegarias del 
celoso y piadoso fundador de la misma Sociedad, para la aprobación de las Reglas antes dichas; con las modificaciones, añadiduras y 
variantes que la alta sabiduría de S.S. creyere oportunas. 

Acqui, 18 de diciembre de 1863. 

» Fr. MODESTO, Obispo de Acqui. 

Del Obispo de Susa 

Para consuelo de los Pastores y ministros sagrados y de todos los buenos, sumamente afligidos por el gravísimo daño que en estos 
calamitosos tiempos sufre la Iglesia con la difusión de libros malos y periódicos antirreligiosos, con las calumnias de tristes y público 
escándalos, el Señor ha suscitado al venerando sacerdote Juan Bosco, el cual hace muchos años se distingue, sobre todo, por su 
incansable y amoroso cuidado de la pobre e incauta juventud y es punto de mira especialísimamente de los sectarios y de muchísimos 
otros que son sus ciegos instrumentos. 

En efecto él ha instituido una Sociedad o Congregación de piadosos sacerdotes con el fin de instruir a los muchachos ignorantes en la 
religión católica, de alejarlos de los caminos del vicio, encaminarlos a la piedad, mantenerlos en el sendero de la virtud cristiana, en fin 
educarlos y encaminarlos a cualquier ((888)) profesión y arte honesta; y más aún, si tuvieren divina vocación para la milicia eclesiástica, 
dando albergue además a los que lo necesitan o también en la circunstancia de poder gozar de esta singular beneficencia. Esta Sociedad 
fue bendecida por Dios, gracias al cual ha progresado ya tanto que, además del Oratorio de san Francisco de Sales, primeramente 
establecido y existente en ia Casa principal de Turín, se erigieron en la misma ciudad otros dos Oratorios, uno dedicado a san Luis 
Gonzaga y otro al santo Angel Custodio y a la vez una casa en Génova y otra en Mirabello, diócesis de Casale con el mismo altísimo fin. 
Estos establecimientos cuentan ya con sesenta socios 

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eclesiásticos entre sacerdotes y simples clérigos, todos seguidores de las huellas del arriba mencionado don Bosco para la educación de 
los muchachos, los cuales, cuanto a los internados en la ya dicha casa principal, son casi setecientos sesenta, ciento en la de Génova y 
ciento también en la de Mirabello; y en cuanto a los que reciben instrucción cristiana en los días festivos y son entretenidos largo tiempo 
con santas industrias en la Casa principal y en los tres dichos Oratorios de Turín, pasan con mucho de los dos mil. 

Hemos visto y examinado el Reglamento propuesto a esta Sociedad por el citado sacerdote y nos parece dictado por un verdadero 
espíritu de celo y conducente de una manera fácil al sublime fin al que tiende la misma, por lo que resulta general en estas regiones la 
maravilla y la satisfacción que dicho establecimiento produce a nuestra juventud, a las personas que quieren bien a la santa Iglesia; 
desean estas y nosotros también deseamos con ardor que se haga estable y duradera, tanto más que algunos jovencitos de nuestra diócesis, 
estudiantes y aprendices, ya han disfrutado y otros disfrutan actualmente de los buenos cuidados de esta excelente Sociedad. Por esto nos 
creemos en el deber, para la necesidad de la Iglesia especialmente, y también para el verdadero bien de la sociedad civil, recomendar, 
obsequiosa y vivamente a la Santa Sede, la Institución de que se trata y los sentimientos expresados en dicho Reglamento por el insigne 
sacerdote antes nombrado, para que sea aprobado su proyecto, en tanto y en cuanto su Santidad, dirigida por luces superiores del Espíritu 
Santo, crea oportuno decretar. 

Susa, 18 de enero de 1864 

» G. ANTONIO, Obispo de Susa.
CHlAPEROTTI, Pbro., Secretario.


((889)) 

Del Obispo de Mondoví 

FRAY JUAN TOMAS GHILARDI, 
de la orden de predicadores, 
por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica Obispo de Mondoví y Conde Prelado doméstico de S. S. y Asistente al Solio 
Pontificio, Abate Comendatario perpetuo de San Dalmacio. 

El nombre del venerando sacerdote don Juan Bosco es admirado y bendecido no sólo en Piamonte sino en muchas otras partes de Italia, 
particularmente por los trabajos de todo orden que dedica a la santa educación e instrucción de la juventud de toda suerte. Para este fin 
fundó hace muchos años en Turín los Oratorios de san Francisco de Sales, de san Luis Gonzaga y del santo Angel Custodio; el primero 
de ellos, que es como la Casa Madre, alberga hoy a casi ochocientos jóvenes de varias diócesis, que bajo su dirección se preparan, unos 
para honestos oficios y profesiones a los que se sienten inclinados, y otros a la carrera eclesiástica, cuando demuestran inequívocos signos 
de vocación. Otras dos casas con el mismo fin fueron abiertas en Génova y en Mirabello, diócesis de Casale. 

Mas para atender a tan gran número de alumnos, como también a los muchachos que reúne por millares en los días festivos en dichos 
Oratorios, donde tenerlos alejados de los peligros e insinuar en sus corazones buenos y religiosos principios, 
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sabiamente instituyó una Congregación de piadosos y celosos eclesiásticos que condividen con él los cuidados y trabajos indispensables 
para la marcha regular de una Obra de tanto peso e importancia. 

No hay duda de que esta Congregación, que ya cuenta con unos sesenta miembros, animados todos por el mismo espíritu del fundador, 
será de gran ayuda para la Iglesia y para la sociedad, singularmente en estos tristísimos tiempos en los que una y otra son tan fieramente 
combatidas en sus más caras esperanzas, los jóvenes, que de mil modos se busca corromper y seducir. 

Consiguientemente, por la persuasión que tenemos y por el conocimiento que poseemos de dicho establecimiento que hemos visitado 
muchas veces en sus escuelas y talleres, lo mismo que por el Reglamento propuesto a su Congregación por el benemérito fundador, 
también conocido y admirado por nosotros, no podemos por menos de recomendar encarecidamente a la Santa Sede esta Congregación, 
para que sea aprobada con las modificaciones y variaciones que al Santo Padre parecieren bien. 

Mondoví, 10 de febrero de 1864 

(Hay un sello) 

» Fr. JUAN TOMAS, Obispo. 

C. JOSE MARTINI, Secr. Ep. 
((890)) 

El Obispo de Casale 

El Obispo de Casale Monferrato, a la par que declara su satisfacción de que también en su diócesis se ha abierto poco ha por obra del 
ilustre y pío sacerdote don Juan Bosco un internado para la instrucción y educación de los jóvenes aspirantes principalmente a la carrera 
eclesiástica, une sus votos a los de varios otros Obispos del Piamonte, para que el nombrado sacerdote pueda aumentar y conservar en 
vida sus diversos institutos con la fundación de una Pía Congregación, cuyo fin, como se desprende del Reglamento propuesto, tiende 
únicamente a promover la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas. 

En estos tiempos tan funestos para las instituciones religiosas, resulta una obra providencial que se abran casas en las que se preparen 
doctos y buenos eclesiásticos, que un día puedan ser capaces de prestarse para la educación de la juventud y para el ministerio de la 
predicación. 

Oh, qué gran consuelo experimentará el ánimo paternal del inmortal Pío IX de cuyo venerado oráculo se espera el fiat. 

Casale, 11 de febrero de 1864 

(Hay un sello) 

Su humilde servidor
» LUIS, Obispo de Casale.


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APENDICE N.° 9 

BREVE INFORME DE LA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES 

(Véase pág. 528) 

El Superior Eclesiástico de la Diócesis de Turín 

A partir del año 1841, cuando comenzaba la obra de los Oratorios con una sencilla catequesis en la iglesia de san Francisco de Asís, 
todo se hizo siempre con el consentimiento y bajo la dirección de monseñor Luis Fransoni, arzobispo de Turín. Tres años más tarde, en 
1844, al ir yo a tomar parte en la dirección de la Obra Pía del Refugio, empezaron los muchachos a celebrar allí sus reuniones festivas. 

((891)) Para dar estabilidad al lugar y a la acción, el Superior Eclesiástico, por decreto del 6 de diciembre de 1844, concedía se 
bendijera y destinase a capilla un edificio, con la facultad de celebrar en él la santa misa, dar la bendición con el Santísimo, celebrar 
triduos, novenas, etc. 

Pero esta capilla llegó a no poder satisfacer la necesidad, por lo cual, con otro decreto del 10 de abril de 1846, se trasladaba el Oratorio 
a un lugar más adaptado y espacioso en Valdocco, donde nació el templo y la casa que actualmente se habita. 

Vista la insuficiencia del Oratorio existente, el Superior Eclesiástico, por decreto de 18 de diciembre de 1847, concedía el permiso para 
abrir en otro barrio de la Capital un nuevo Oratorio dedicado a san Luis, con las mismas facultades anteriormente concedidas. Aquí, en 
los días festivos se celebran todas las funciones sagradas como en las parroquias. Además, durante la semana hay un número considerable 
de muchachos que asisten a las escuelas elementales. 

Dos años después se concedían las mismas facultades para un tercer Oratorio levantado en Vanchiglia, y dedicado al santo Angel 
Custodio. 

Omito los decretos con que se concedieron los favores pedidos; adjunto solamente una copia de aquél por el cual el Superior 
Eclesiástico aprobó lo que se hacía por los sacerdotes y clérigos de los Oratorios y se dignó constituirme Director de los mismos con las 
facultades oportunas. Decreto del 31 de marzo de 1852. 

El Superior Eclesiástico veía y promovía esta obra con la autoridad y también con medios materiales, pero recomendaba calurosa y 
repetidamente que se proveyese para el caso de muerte de quien estaba constituido en director jefe. Expresé muchas veces el vivo deseo 
de ver constituida una sociedad, apta para promover cada día más el desarrollo de la educación de los muchachos pobres y conservar el 
espíritu y la tradición de aquello que generalmente se suele aprender únicamente por la experiencia. Pero pasaron los tiempos felices: el 
Arzobispo tuvo que abandonar la diócesis y salir desterrado. Sin embargo, no dejaba de recomendarme la necesidad de atender a los 
Oratorios en caso de mi muerte. De acuerdo con su consejo fui a Roma, en el año 1858, para saber el parecer del Supremo Jerarca de la 
Iglesia sobre el particular. Cuando se enteró de que, después de los alientos del siempre glorioso y reinante Pío IX, había yo escrito el 
ansiado Reglamento, experimentó una gran alegría; lo leyó él mismo y después lo envió, acompañado de una carta llena de satisfacción, a 
su Vicario General de Turín para que lo examinase atentamente a fin de llegar a la aprobación canónica. Mientras sucedía todo esto, la 
divina Providencia llamaba al venerando Prelado desde el destierro terrestre a la patria de los bienaventurados. 
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El actual Superior Eclesiástico, en su calidad de Vicario General Capitular, juzga que sobrepasa su autoridad, aprobar definitivamente 
el proyectado reglamento y cree oportuno limitarse a una carta comendaticia en favor de la Sociedad ante la Santa Sede, y que se une a la 
presente. 

((892)) 

El Pontífice reinante Pío IX en favor
de esta sociedad


Podríamos decir que cada uno de los años del pontificado de este grande y siempre glorioso Pontífice está marcado por favores y signos 
de benevolencia con la obra de los Oratorios. Autorizó las tres misas en la noche de Navidad con la comunión, concedió indulgencias 
parciales y plenarias en varias solemnidades y a muchos ejercicios de piedad cristiana, y en diversas ocasiones otorgó benignamente la 
donación de objetos materiales. Sería demasiado largo referir los Rescriptos con los que fueron concedidos estos favores. 

Anoto solamente que el año 1858, habiendo ido a Roma para obtener instrucciones y consejos sobre la Sociedad de San Francisco de 
Sales, Su Santidad, después de haber oído con paternal bondad los resultados conseguidos con dichos Oratorios, expresaba el deseo de 
buscar un medio para conservarlos, diciendo con paternal afecto: 

-Querido don Bosco, vos sois un hombre y tenéis que hacer el viaje de todos los demás hombres. »Habéis previsto ya algo para estos 
Oratorios? 

Cuando luego oyó que mi ida a Roma tenía precisamente esa finalidad, me dijo que orase y que volviese de nuevo a él, después de unos 
días. Así lo hice y, en una audiencia particular, me trazó todo el plan para una nueva sociedad. Dijo entre otras cosas: 

-Esta Sociedad o Congregación debe ser tal que satisfaga las necesidades religiosas de los Oratorios; por consiguiente, debe tener los 
votos a fin de que exista un vínculo apto para conservar la unidad de espíritu y de obra; pero estos votos deben ser simples y fácilmente 
dispensables, a fin de que la mala voluntad de alguno no turbe la paz y la unión de los demás. Esta Sociedad debe ser tal que, de cara a la 
Iglesia constituya una verdadera Congregación religiosa y al mismo tiempo deje libres a sus miembros de aquellos lazos que pudieran 
molestarlos de cara a las leyes civiles: es decir, que frente a la Autoridad Civil, todos sus miembros sean libres de gozar del favor de las 
leyes como cualquier otro ciudadano. 

Me señaló a continuación algunas congregaciones, cuyas constituciones tenían una analogía especial con la sociedad de que hablamos. 

De acuerdo con las bases que se dignó trazarme S. S. extendí en Roma un plan de reglamento que S. E. Rvdma. el Cardenal Gaude (de 
feliz y cara memoria) leyó con reflexiones a propósito. 

El Santo Padre se inclinaba a que aquel Reglamento fuese entregado inmediatamente a una Comisión encargada expresamente de 
estudiarlo; pero yo le pedí que permitiese practicarlo literalmente tal como estaba durante algún tiempo, para presentarlo después a Su 
Santidad. Así se hizo. Han pasado ya seis años y se ha practicado por los miembros de la Sociedad de San Francisco de Sales. Este 
Reglamento encierra la disciplina y el espíritu que hace veinte años guía a los que dedican sus 
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trabajos a los Oratorios, que yo he reducido a una forma regular, de acuerdo con las bases sugeridas por Su Santidad. ((893)) Pero, como 
al redactar cada uno de los capítulos de este trabajo habré errado ciertamente en muchas cosas según la norma propuesta, pongo todo en 
las manos de S. S. y de quien El se dignare nombrar para leer, corregir, añadir, quitar, cuanto sea juzgado para mayor gloria de Dios y 
bien de las almas. 

El mismo Santo Padre con dignación, que no tengo palabras para expresar, me animó a la obra de los Oratorios con varias cartas. 
Adjunto solamente la copia de tres que tienen especial relación con el tema que tratamos. 

Si además de los favores que ya me fueron concedidos por la bondad del Santo Padre, se me permitiera añadir una nueva demanda, 
haría la siguiente: Yo dejaría estas obras con no pequeñas dificultades, si la muerte me sorprendiera antes de que esta Sociedad estuviese 
regularmente constituida, ya sea en lo tocante a la administración temporal y espiritual, ya sea en lo relativo a la sucesión legal de las 
diversas casas. Así, mientras concedo amplia facultad, y recomiendo que se añada, se quite, se cambie cuanto se juzgue ser para mayor 
gloria de Dios, ruego humildemente que esto se haga con la solicitud, compatible y posible con la multitud e importancia de los negocios 
de la Santa Sede. 

APENDICE N.° 10 

ALGUNAS CARTAS DE RECOMENDACION
DEL MINISTERIO DE GOBERNACION


Durante los años 1862, 1863, 1864 a don Juan Bosco para la admisión de muchachos internos, que fueron aceptados en el Oratorio 

Muchachos recomendados por S. E. el Ministro RICASOLI. 

Ministerio de Gobernación 
Div. N.° 2, Sec. I 
N.° 2295-585 

Turín, 28 de enero de 1862. 

Como respuesta a su estimada carta del 22 del corriente mes, el que suscribe tiene la satisfacción de participar al reverendo sacerdote 
Bosco que, a título de compensación por el albergue concedido en el centro de San Francisco de Sales, por él dirigido, al jovencito José 
Mantino, este Ministerio ((894)) ha dispuesto por decreto de hoy el pago de ciento cincuenta liras a favor del mismo Director sacerdote 
Bosco, mediante la emisión de una orden en la Pagaduría de esta Ciudad. 

El Director General, SALINO 

Ministerio de Gobernación 
División N.°2, Sec. I 
N.° 2963-777 

Turín, 31 de enero de 1862. 

El jovencito Juan Fissore, hijo menor del difunto Santiago Fissore, jefe de porteros en este Ministerio, sufrió recientemente la desgracia 
de perder también a su madre, único sostén de su familia. 

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No pudiendo ser recibido en el colegio militar de Racconigi por su débil constitución física, su hermana Ursula Fissore, viuda de Mina 
(con domicilio en la calle Dora Grossa número 23, planta 2.ª) ha presentado a este Ministerio una instancia para que sea internado, con 
una retribución anual, en el establecimiento de San Francisco de Sales de esta Ciudad. 

El Ministerio, convencido de la precaria condición de este huérfano no puede negarse, en atención a los méritos de su difunto padre 
aquí contraídos, a recomendarlo encarecidamente a la reconocida bondad del muy reverendo Director don Bosco, rogándole vea el modo 
de albergar a dicho huérfano en el Pío Instituto por él dirigido y proporcionarle una respuesta para norma de los interesados. 

El Director General, SALINO 

Muchachos recomendados por S. E. el Ministro RATTAZZI 

Ministero de Gobernación 
División N.° 2, Sec. 1.ª 
N.° 6914-1943 

Turín, 8 de marzo de 1862. 

Juan Boeris, de Turín, recurre a ese Ministerio para obtener que un hijo suyo de doce años, llamado José, sea internado en el Instituto 
de San Francisco de Sales de esta Ciudad, en razón de no poder subvenir por sí solo a la educación de sus cuatro hijos, todos en tierna 
edad; y por la falta de medios económicos, pues sólo percibe 60 liras mensuales ((895)) como empleado en la Oficina de la Gaceta Militar 
y por la muerte recientemente sucedida de su mujer que con la profesión de sastra le ayudaba. Convencido el que esto escribe de la triste 
condición de este desgraciado, y animado, por los favorables informes tenidos sobre su actuación, para acudir en su socorro por cuanto le 
es posible, interesa la conocida caridad del reverendo sacerdote don Bosco en favor del niño de que se habla, rogándole vea la manera de 
recibirlo en el Instituto por él dirigido, y estando dispuesto este Ministerio a entregar la acostumbrada cantidad de ciento cincuenta liras 
en el momento de su admisión, que será indicada a su tiempo por el Director. 

Por el Ministro, SALINO 

Ministerio de Gobernación 

Administración 
División N.° 5, Sec. 3.ª 
N.° 543 

Turín, 12 de mayo de 1862. 

El que suscribe recomienda vivamente a la filantrópica caridad del reverendo don Bosco, Director del establecimiento de San Francisco 
de Sales en Valdocco, la adjunta solicitud de Luisa Gola para la admisión de su hijo Adriano, de doce años. 

Dado que la recurrente es digna de especiales atenciones, el Ministerio, apenas sea recibido el jovencito en el internado, corresponderá 
por una sola vez con la cantidad de ciento cincuenta liras. 

Por el Ministro, CAPRIOLO 

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Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 

Secretariado General 
División N.° 2, Sec. 2 
N.° 1604 

Turín, 15 de junio de 1868. 

Domingo Fano, mozo en el café Fiorio de esta Ciudad, implora favor para su hermano Teodoro de casi dieciséis años, el cual, falto de 
madre y abandonado por el padre, sin guía ni freno, anda privado de todo medio de susbsistencia y educación. 

El interés casi paternal y, poco frecuente, que el recurrente se toma por la suerte del propio hermano, a quien no puede ayudar de modo 
alguno con los propios medios, y las otras circunstancias referidas, ciertamente dignas de compasión, inducen al abajo firmante a 
recomendar encarecidamente ((896)) a la conocida filantropía de V. S. la recepción de Teodoro Fano en ese Instituto de Valdocco. 

Cuando tenga lugar la aceptación propuesta, dispondrá el Ministerio la entrega de la acostumbrada cantidad de ciento cincuenta liras en 
favor de esa Obra Pía. 

Por el Ministro, CAPRIOLO 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 

Secretariado General 
División. 5, Sec. 2.ª 
N.° 2112 

Turín, 30 de junio de 1862 

El Alcalde de San Miguel de Asti recomienda encarecidamente a este Ministerio que atienda al amparo del huérfano Miguel Garassino, 
de nueve años, de aquel ayuntamiento, el cual, falto del hermano que hace el servicio militar, no tiene más sustento que el que saca de la 
limosna. 

La poca edad del niño, incapaz de ganarse el pan, y la falta absoluta de centros adaptados en aquella provincia donde pueda ser 
albergado, anima al abajo firmante a dirigirse de nuevo a la conocida cortesía de V. S. rogando quiera admitirle en ese establecimiento, 
dispuesto por su parte a lograr que aquel ayuntamiento desembolse, en el momento de su ingreso, la acostumbrada cantidad de ciento 
cincuenta liras en favor del Instituto. 

Acompaño la partida de nacimiento de Garassino. 

Por el Ministro, CAPRIOLO 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División. 5, Sec. 2.ª 
N.° 2489 

Turín, 8 de julio de 1862. 

Concepción Galante, de Nápoles, domiciliada en Turín, recurre con la adjunta documentación a este Ministerio, para obtener sea 
albergado su hijo, de ocho años, Jesualdo Risoli. 

Debe por consiguiente el que suscribe, a fin de facilitar dicho albergue, acudir de nuevo a la filantropía de V. R. S. en favor de este 
desgraciado, señalando que el Ministerio, 

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VOLUMEN VII Página: 760 

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por su parte, está dispuesto a ofrecer en favor del Establecimiento la acostumbrada cantidad de ciento cincuenta liras, una vez que haya 
sido aceptado el tal Risoli. 

Por el Ministro, CAPRIOLO 

((897)) Muchachos recomendados por S. E. el Ministro PERUZZI. 

Reino de Italia.
Ministerio de Gobernación.
Secretariado General
División N.° 5, Sec. 2.
ª
N.° 9617


Turín, 5 de enero de 1863. 

El abajo firmante ha informado, de acuerdo con la carta del 30 del pasado diciembre de esta Dirección, por medio del Gobierno Civil de 
Turín, a Concepción Galante, madre de Jesualdo Risoli, de la decisión tomada a su favor y la invita a presentarse con su hijo para los 
últimos pasos a seguir... 

En cuanto a las partidas de Bagiolla y de los hermanos Vicente y Carlos Bartolini no se encontró ni rastro de las mismas, ya que no 
quedó indicado el número del protocolo, ni el de la Dirección que lo notificó y se esperan estas indicaciones, necesarias para dar las 
ulteriores disposiciones de pago. 

La instancia que se adjunta del jovencito Juan Prina, de Cavoretto, se recomienda encarecidamente, y no duda el que esto escribe que la 
buena conducta y la triste condición del jovencito son merecedores de las posibles atenciones por parte de esta Dirección, dispuesta a 
hacer el acostumbrado ofrecimiento al Establecimiento una vez que sea aceptado. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 5, Sec. 2.ª 
N.° 10899 

Turín, a 8 de febrero de 1863. 

Con el adjunto recurso se ha dirigido a este Ministerio, para que sea colocado en ese Instituto, el pobre huérfano Juan Bautista Martina 
de Campiglione. 

El que suscribe, que conoce la mísera condición del recurrente, lo recomienda encarecidamente a.la caridad de V. R. S. para que lo 
acepte en su Establecimiento, añadiendo que el Ministerio está dispuesto a colaborar en el asilo de Martina con una subvención de ciento 
cincuenta liras por una sola vez. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

((898)) 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 

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VOLUMEN VII Página: 761 

División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 5783-291 

Turín, a 20 de marzo de 1863. 

El Alcalde de esta Ciudad recomienda al Ministerio, para ser internado en alguna Casa Pía a un tal José Durazzo, de once años, que 
acaba de perder a su madre y 

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que no puede estar convenientemente asistido por el padre, el cual es de edad avanzada y trabaja para mantenerse a sí mismo y al resto de 
la familia. 

El que suscribe, confiado en la filantropía del Director de ese Instituto, ruégale vea el modo de colocar en su Establecimiento a dicho 
joven y espera solícitamente una respuesta a la presente. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N,° 6, Sec. 2.ª 

Turín, 16 de abril de 1863. 

Don Juan Musso, maestro en la ciudad de Turín, ha recurrido a este Ministerio para obtener sea internado gratuitamente en ese Instituto 
un alumno suyo, llamado José Copperi, natural de Balangero, de casi catorce años, huérfano de padre y de madre, que ha sido mantenido 
y educado hasta ahora por el sacristán de las Huerfanitas. 

El que suscribe, conocedor de la precaria situación que atraviesa el pobre Copperi, confía que V. S. podrá ejercer un nuevo acto de 
beneficiencia internando al mismo en su Instituto y declara que está dispuesto a corresponder a dicho albergue con la suma de cien liras 
por una sola vez. 

Ruégale en tanto una contestación a la presente. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 23673-1416 

Turín, 27 de abril de 1863. 

Un tal Esteban Siccardi, de trece años, huérfano de padre y habitante en esta Ciudad, se ha dirigido al Ministerio pidiendo ser internado 
((899)) en alguna Institución de beneficiencia pública, como por ejemplo el Oratorio de San Francisco de Sales. Terminadas las 
informaciones tomadas sobre el particular y constándome que el recurrente es digno de atención por su infeliz estado, transmito a V. S. la 
adjunta instancia con el documento de referencia, para darle ocasión de ejercer un nuevo acto de filantropía con el joven Siccardi, 
internándolo en su Instituto. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Gobierno Civil 
de la provincia de Turín 
División N.° 5 -N.° Prot. 7929, Reg. 519 
Respuesta a la nota del 24 de abril de 1863 

Turín, 26 de mayo de 1863. 

Al participar el contenido de la carta del reverendo sacerdote Juan Bosco, Director del Instituto San Francisco de Sales de esta ciudad, 

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VOLUMEN VII Página: 762 

el abajo firmante hizo preguntar a Sebastián De-Luigi de Alessandria, padre del muchacho Carlos Francisco, si estaría dispuesto a pagar 
la pensión mensual de veinticuatro liras para la admisión de éste en dicho instituto, o si, en el caso de comprobada pobreza, él, o algún 
pariente o bienhechor, haría una oferta a tal objeto. 

Fin de Página 762 


VOLUMEN VII Página: 763 

Por la respuesta tenida a través de una nota del Gobernador de Alessandria el 15 del corriente, resulta que dicho Sebastián De-Luigi, 
padre, se encuentra en la absoluta imposibilidad de pagar esa mínima pensión, o de hacer alguna oferta a propósito y que no conoce 
persona caritativa que quiera suplirle. 

Habiendo recibido con la citada nota un certificado de pobreza absoluta, suscrito por la Junta Municipal de Alessandria, el abajo 
firmante lo envía de nuevo al dicho sacerdote don Bosco para que él vea lo que cree poder hacer con el pobre recurrente De-Luigi. 

Por el Gobernador, RADlCATI 

Nota: El joven fue aceptado gracias a la recomendación del Ministro. 

((900)) 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 49599-3139 

Turín, 18 de junio de 1863. 

Un tal Mateo Gennero, campesino de Carignano, habiendo sacado de la maternidad de Turín en el año 1851 un muchacho llamado 
Hércules Ballio, abandonado a los dos años por sus propios padres, encontrándose, por el aumento de la propia familia y la falta de 
medios necesarios de subsistencia, en la imposibilidad de tener consigo al abandonado Ballio, se dirige al Alcalde de Carignano pidiendo 
se proceda a colocar a dicho joven en cualquier centro de beneficencia pública. 

La Junta Municipal de Carignano en su deseo de evitar que el desgraciado Ballio, al salir de la familia que dividió con él gratuitamente 
su pan durante diez años, pueda resultar funesto para la sociedad, determinó ofrecer la cantidad de cien liras al reverendo teólogo Bosco, 
si aceptaba, con un nuevo acto de caridad, recibir al joven mencionado en su Instituto. 

Contando con el ánimo caritativo de V. S. ruégole yo también quiera aceptar favorablemente los deseos de la Junta Municipal a fin de 
alejar de los peligros a los que fácilmente se expondría Ballio, todavía en tierna edad. 

Ruégole una respuesta a la presente. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 48922-3069 

Turín, 21 de junio de 1863. 

Domingo Negro, de esta Ciudad, manifiesta que por la muerte de una hija suya, casada con un tal Domingo Chiappero, de sesenta y un 
años, se ha visto obligado a llevarse consigo a los hijos de dicha difunta por cuanto el trabajo del padre no es suficiente para mantenerlos 
y pide, en vista de sus escasos medios, la admisión del primogénito de su dicha hija, llamado Juan, con doce años, en el Oratorio de San 
Francisco de Sales. 

Fin de Página 763 


VOLUMEN VII Página: 764 

Por ser digno de particular consideración el mísero estado del recurrente, lo recomiendo a V. S. para que vea cómo secundar de algún 
modo sus deseos. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

((901)) Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 78496-5035 

Turín, 4 de septiembre de 1863. 

La señora Ana Miaredora, viuda del difunto José Malabaila, de Turín, confitero, falta de bienes de fortuna, se ve obligada a pedir, por la 
adjunta instancia documentada, la admisión gratuita de su hijo Carlos Enrique en algún colegio donde pueda ser convenientemente 
instruido. 

Dado que la mísera condición de la recurrente es sin duda alguna digna de atención, recomiendo a V. S. la admisión de su hijo en ese 
Instituto, declarándole que, en el caso de ser internado, estoy dispuesto a colaborar en beneficio de la Pía Obra con una limosna de ciento 
cincuenta liras, sólo por una vez. 

Agradeceré a su tiempo una respuesta a la presente. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 4, Sec. 2.ª 
N.° 5395 

Turín, 16 de septiembre de 1863. 

En carta del 23 de agosto pasado, pide V. S. se le otorgue algún subsidio por haber admitido en el Establecimiento, por usted dirigido, a 
cuatro muchados desgraciados, de acuerdo con las instancias de este Ministerio. 

Celebro poder declararle sobre el particular que el Ministerio no dejará pasar la ocasión propicia para entregarle algún socorro por el 
asilo prestado al joven Angel Chiapparo, pero en cuanto a los otros tres no cree estar obligado a hacerlo... 

En cuanto a Juan Onorato, no hay constancia de que el Ministerio haya dado ninguna disposición para que fuera internado en dicho 
Instituto. 

De todos modos V. S. podrá dar más noticias en cuanto a éste último, indicando quién lo presentó y qué razones se han dado para 
alcanzar su admisión. 

Con tal ocasión V. S., aprovechando lo expuesto, podrá recordar a este Ministerio las obligaciones por él tomadas durante el corriente 
año, por las cuales no le haya sido entregado nada. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

((902)) Reino de Italia 

Fin de Página 764 


VOLUMEN VII Página: 764 

Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 32246-5788 

Turín, 18 de septiembre de 1863. 

Me llega una instancia del abogado Bernardo Romero, residente en esta ciudad, con los documentos adjuntos, dirigida para obtener una 
plaza gratuita en el Instituto 

Fin de Página 764 


VOLUMEN VII Página: 765 

de V. S., en favor de un tal Luis Bossolasco, natural de Bossolasco, distrito de Alba, hijo de la viuda María Giuliano. 

Dado que, por los documentos adjuntos, parece digna de atención la situación de la María Giuliano, por su pobreza y por su numerosa 
familia, presento mis mejores oficios ante V. S. a fin de que, secundando la propia caridad, pueda aceptar en su Instituto al arriba 
nombrado Luis Bossolasco. 

Le transmito, por tanto, dicha instancia con los documentos que se adjuntan. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Reino de Italia
Ministerio de Gobernación.
División N.° 6, Sec. 2.
ª
N.° 94411-5912


Turín, 22 de septiembre de 1863. 

La madre de un tal Alejandro Pivetta, oriundo de Dalmacia, residente 
en Milán, ha dado a conocer al Ministerio cómo, por sus graves apuros económicos, no se halla en situación de compensar a V. S. el 
mantenimiento y educación del hijo, ni tampoco los gastos anticipados por el Establecimiento, de los años en que el hijo se encuentra 
internado. 

Informado de la condición verdaderamente excepcional de esa pobre viuda con el peso de otro hijo, aunque no pueda satisfacer por 
entero su deseo, me limitaré a contribuir, en parte a título de subsidio, en favor de esa Casa en una de las ocasiones en que yo pueda 
disponer de algo en su favor, en cuya ocasión no dejará usted de recordarme la presente con la nota de la fecha y del número. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

((903)) Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 80795-5172 

Turín, 8 de octubre de 1863. 

A fines del pasado agosto, un tan Juan Bautista Benna, natural de Biella, dirigía a este Ministerio una instancia, acompañada de una 
recomendación del Señor Alcalde, para alcanzar el asilo gratuito de su hijo, de trece años, en el Instituto de San Francisco de Sales de 
esta Ciudad. 

Por medio del señor Gobernador de la provincia de Novara, participó el Ministerio al Alcalde de Biella, y al peticionario que, no 
ejerciendo ninguna ingerencia directa sobre dicho Instituto, solamente podría apoyar su petición ante V. S., si las Obras Pías del distrito 
de Biella y el Ayuntamiento se comprometiesen a pagar una pensión anual en favor del Pío Centro, o al menos un subsidio notable por 
una sola vez. 

El recurrente Benna, informado que fue de dichas disposiciones ministeriales, presentó otra instancia en la cual comunica que el 
Municipio y las obras benéficas de Biella no pueden comprometerse al pago de la pensión para el Pío Centro, pero que algunas personas 
privadas estarían dispuestas a entregar un subsidio de ciento cincuenta liras y el equipo para su hijo, por el cual suplica la admisión del 
mismo en dicho Centro. 

Fin de Página 765 


VOLUMEN VII Página: 766 

Todo lo cual celebro notificar a V.S. rogándole me dé a conocer las determinaciones que tomará respecto a la cuestión para poder 
informar al interesado. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 6522 

Turín, 13 de octubre de 1863. 

Una tal Magdalena Basso, viuda de Bartolomé Grassero, encontrándose en la imposibilidad, por su estado de indigencia, de atender a 
los gastos necesarios para el mantenimiento de su familia, se ha dirigido a este Ministerio implorando el asilo gratuito de su hijo José en 
el Instituto dirigido por V. S. 

Unidos a la presente, le adjunto la carta de recomendación del Alcalde de Saluzzo y el certificado de pobreza de la recurrente, 
rogándole ((904)) me haga saber si, mediante el subsidio de ciento cincuenta liras por parte del Ayuntamiento o de las Obras Pías de 
Saluzzo, estaría usted dispuesto a aceptar al joven Grassero en su Instituto. 

Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 7149 

Turín, 5 de noviembre de 1863. 

No pudiendo rechazar la recomendación que me hace una ilustre persona, me apresuro a enviarle adjunta la instancia de Lorenzo 
Ferrero, el cual pide ser internado en ese Instituto benéfico. 

Ruego a V. S. me dé a conocer las determinaciones que haya creído oportuno tomar sobre dicha instancia. 

Por el Ministro, SALINO 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 6, Sec. 2.ª 
N.° 6191 

Turín, 30 de junio de 1864. 

Una tal Mariana Ferrari comunica que su hijo mayor fue caritativamente recibido en el Establecimiento fundado y dirigido por V. S., y 
que le faltan los medios para preparar el pequeño equipo del muchacho. 

Informado de las especiales condiciones de esa mujer, me he determinado a destinar a V. S. un subsidio de cien liras, por una sola vez, 
a título de ayuda para los gastos correspondientes a tal equipo. 

Fin de Página 766 


VOLUMEN VII Página: 766 

El mandato será admitido cuando V. S. tenga a bien comunicar el ingreso del joven Ferrari en el Centro. 
Por el Ministro, S. SPAVENTA 

Fin de Página 766 


VOLUMEN VII Página: 767 

((905)) Muchacho recomendado por S. E. el Ministro LANZA. 

Reino de Italia 
Ministerio de Gobernación 
División N.° 2, Sec. 2.ª 
N.° 8206 

Turín, 21 de octubre de 1864. 

Agradézcole la adhesión cortésmente prestada a la petición que le dirigí para la admisión en el Instituto de San Francisco de Sales del 
huérfano Santiago Cencia de Rovetto de Cherasco. 

Ya he comunicado al interesado la buena acogida que ha tenido su petición. 

Apenas se encuentre efectivamente en el Establecimiento dicho Cencia, tenga la bondad de comunicármelo para poder ordenar el pago 
del subsidio prometido en el despacho del 15 del corriente, número 803. 

Por el Ministro, C. AVETA 

Fin de Página 767