[II] En aquel momento apareció un hombre venerando, de aspecto varonil y noblemente vestido. Un blanco
manto le cubría todo el cuerpo, pero su rostro era tan luminoso que no podía fijar la mirada en él. Me llamó por
mi nombre y me mandó ponerme a la cabeza de los muchachos, añadiendo estas palabras: - No con golpes, sino
con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte ahora mismo, pues, a instruirlos
sobre la fealdad del pecado y la belleza de la virtud. Aturdido y espantado, repliqué que yo era un niño pobre e
ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos muchachos quienes, cesando en ese momento sus riñas,
alborotos y recogieron todos en torno al que hablaba.
[III] Sin saber casi lo que me decía, añadí: ¿Quién sois vos, que me mandáis una cosa imposible? Precisamente
porque tales cosas te parecen imposibles, debes hacerlas posibles con la obediencia y la adquisición de la ciencia.
¿En dónde y con qué medios podré adquirir la ciencia? - Yo te daré la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar
a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad. - Pero, ¿quién sois vos que me habláis de esta
manera? - Yo soy el hijo de aquella a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día. – Mi madre me dice
que, sin su permiso, no me junte con los que no conozco. Por tanto, decidme vuestro nombre. - El nombre,
pregúntaselo a mi Madre.
En ese momento, junto a Él, vi a una mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por
todas partes, como si cada punto del mismo fuera una estrella muy refulgente. Contemplándome cada vez más
desconcertado en mis preguntas y respuestas, hizo señas para que me acercara a Ella y, tomándome
bondadosamente de la mano, me dijo: - Mira. Al mirar, me di cuenta de que aquellos chicos habían escapado y
en su lugar, observé una multitud de cabritos, perros, gatos, osos otros muchos animales. - He aquí tu campo, he
aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales,
lo deberás hacer tú con mis hijos. Volví entonces la mirada y, en vez de animales feroces, aparecieron otros
tantos mansos corderos que, saltando y balando, corrían todos alrededor como si festejaran al hombre aquel y a
la señora. En tal instante, siempre en sueños, me eché a llorar y rogué al hombre me hablase de forma que
pudiera comprender, pues no sabía qué quería explicarme. Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza,
diciéndome: - A su tiempo lo comprenderás todo.
[C2] Dicho lo cual, un ruido me despertó. Quedé aturdido. Sentía las manos molidas por los puñetazos que había
dado y dolorida la cara por las bofetadas recibidas. Después, el personaje, aquella mujer, las cosas dichas y las
cosas escuchadas ocuparon de tal modo mi mente que ya no pude conciliar el sueño durante la noche. Por la
mañana conté enseguida el sueño. Primero a mis hemanos, que se echaron a reír; luego a mi madre y a la abuela.
Cada uno lo interpretaba a su manera. Mi hermano José decía: «Tú serás pastor de cabras, de ovejas o de otros
animales». Mi madre: «Quién sabe si un día llegarás a ser sacerdote». Antonio, con tono seco: «Tal vez termines
siendo capitán de bandoleros». Pero la abuela, que sabía mucho de teología aunque era completamente
analfabeta, dio la sentencia definitiva, exclamando: «No hay que hacer caso de los sueños». Yo era del parecer
de mi abuela, sin embargo nunca pude olvidar aquel sueño. Los hechos que expondré a continuación confieren
cierto sentido. No hablé más del asunto y mis familiares no le dieron mayor importancia. Las cosas que voy a
explicar a continuación le darán algún significado a esto. Siempre he mantenido todo en secreto; mis parientes
no se dieron cuenta. Pero cuando, en el año 185, fui a Roma para tratar con el Papa de la Congregación Salesiana,
me hizo narrarle con detalle todas las cosas que tuvieran algo de sobrenatural, aunque sólo fuera la apariencia.
Conté entonces, por primera vez, el sueño tenido a la edad de nueve a diez años. El Papa me mandó que lo
escribiera a pie de la letra, pormenorizadamente, y lo dejara para animar a los hijos de la Congregación, por la
que había realizado ese viaje a Roma.
Sería importante realizar un análisis narrativo detallado del texto, cosa que no tenemos tiempo
de hacer ahora, con el fin de poner de manifiesto algunas tensiones y dinámicas de gran interés. Por
lo tanto, me limitaré a resumir la estructura que revela el texto:
I] Situación inicial
1. ubicación espacial del sueño
2. comportamiento desviado de los niños
3. La reacción espontánea de Juan
Sección del Venerable Hombre
1. la aparición del venerable hombre y sus características
2. su orden/triple indicación:
a. colocarse a la cabeza de los niños (discurso indirecto)
b. no con palizas....
c. colocate entonces inmediatamente
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