¿Por qué escribe Don Bosco las Memorias del Oratorio?
¿Por qué Don Bosco se lanzó a esta empresa en un período tan intenso trabajo y en
un momento tan duro para su existencia como el vivido entre 1873 y 1875?
La razón expuesta en la introducción de las Memorias –el «mandato de una persona de
suma autoridad, a la que es imposible oponer ningún tipo de dilación»–, se debe tener
en cuenta; pero acompañada, al menos, por otras dos motivaciones importantes. La
primera remite a la convicción de que el Oratorio era una institución querida por Dios
como instrumento de salvación de la juventud en los nuevos tiempos, y había llegado el
momento de dar a conocer sus orígenes, finalidad y método. La segunda motivación o
estímulo impulsor brota del contexto y situación que vivía en aquellos años: mientras se
perfilaba la conclusión del proceso de reconocimiento jurídico de la Sociedad salesiana
con la aprobación de las Constituciones, resultaba difícil a Don Bosco gozar de plena li-
bertad de acción ante los obispos, por no haber logrado la concesión de las facultades y
privilegios, habitualmente concedidos a otras familias religiosas.
Era una actitud habitual en él –narrador por vocación– remitir a la génesis y desarrollos
sucesivos del Oratorio, siempre que se proponía estimular el apoyo de las autoridades, la
simpatía de la opinión pública y la cooperación económica.8 Conformaba, no obstante,
un método o modo de proceder usado con preferencia y casi instintivamente en el ámbi-
to formativo, con los muchachos, de modo particular en las conversaciones de la tarde –
las «buenas noches»–, en los sermones y en la intimidad de los encuentros con sus Sale-
sianos.
Los años de composición y de revisión de las Memorias del Oratorio albergan, pues, el
mayor empeño de Don Bosco en las cuestiones «histórico-informativas», sea por las ra-
zones externas aludidas, sea, sobre todo, por motivos internos relativos a sus institucio-
nes. Múltiples razones lo empujaban a revisitar su experiencia de cara a la formación de
los discípulos y a la focalización de la identidad específica de su obra. En aquel lapso
preciso de tiempo, entre 1873 y 1875, se veía obligado a repensar la idea de «Salesianos
externos» –rechazada por la Santa Sede– y a transformarla en el nuevo proyecto de Aso-
ciación o Unión de Cooperadores Salesianos. Por otra parte, la expansión de su Congre-
gación fuera de los confines del Piamonte, asentada en el éxito de los colegios, le exigía
precisar los aspectos de identidad y método que debían caracterizarla delante de insti-
tuciones análogas, retomando la génesis y acontecimientos que habían dado vida al Ora-
torio, considerado y proclamado como la matriz de toda otra realización. De este modo
se inaugura la estación fecunda de reflexiones y puntualizaciones que producirá, además
de las Memorias del Oratorio, documentos de grande importancia para la identidad sale-
siana, como El sistema preventivo en la educación de la juventud.9
8 Recordamos, por ejemplo, la carta del Vicario de Ciudad (13 marzo 1846), la carta a los ad-
ministradores de la Obra de la «Mendicità Istruita» (20 febrero 1850), la circular sobre una lote-
ría en favor de la erigenda iglesia de S. Francisco de Sales (20 diciembre 1851), en Giovanni
BOSCO (S.), Epistolario. Introduzione, testi critici e note a cura di Francesco Motto. I: (1835-
1863), Roma, LAS, 1991, 66-67, 96-97, 139-141.
9 Edición crítica en Giovanni BOSCO (S.), Il sistema preventivo nella educazione della gioventù.
Introduzione e testi critici a cura di P. Braido, Roma LAS, 1985.
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