Siervos buenos, fieles y valientes

Siervos buenos, fieles y
valientes
En este año Jubilar, en este mundo difícil, estamos invitados
a ponernos de pie, reiniciar y recorrer en novedad de vida
nuestro camino de hombres y de creyentes
.


El profeta Isaías se dirige a Jerusalén con estas palabras:
«Levántate, revístete de luz, porque viene tu luz, la gloria
del Señor brilla sobre ti» (Is. 60,1). La invitación del
profeta a levantarse porque viene la luz parece
sorprendente, porque se grita al día siguiente del duro exilio
y de las numerosas persecuciones que el pueblo ha
experimentado.
Esta invitación, hoy, resuena también para nosotros que
celebramos este año Jubilar. En este mundo difícil, también
nosotros estamos invitados a ponernos de pie, reiniciar y
recorrer en novedad de vida nuestro camino de hombres y de
creyentes.
Tanto más ahora que hemos tenido la gracia, sí porque se trata
de gracia, de celebrar en el recuerdo litúrgico la Santidad de
Juan Bosco. No nos acostumbremos: don Bosco es un gran hombre
de Dios, genial y valiente, un incansable apóstol porque
discípulo enamorado profundamente de Cristo. ¡Para nosotros un
padre!


En la vida tener un padre es importantísimo, en la fe, a la
sequela de Cristo, es igual: tener un gran padre es un don
inestimable. Lo sientes dentro de ti y su experiencia creyente
mueve tu vida. Si es así para don Bosco, ¿por qué no puede ser
así también para mí?
Una pregunta existencial que nos pone en movimiento y nos
cambia, en el espíritu del Jubileo, convirtiéndonos en
personas renovadas, cambiadas. Este es el sentido profundo
de la fiesta de don Bosco que acabamos de celebrar, para todos
nosotros: ¡imitar no solo admirar!




En este año Jubilar que estamos viviendo, con el tema de la
Esperanza, presencia de Dios, que nos acompaña, don Bosco es
un referente claro y fuerte. Hablando de la Esperanza don
Bosco escribe, como he retomado en el texto de la Strenna para
este año:
«El salesiano» decía don Bosco, y hablando del salesiano
habla a cada uno de nosotros que leemos «está dispuesto a
soportar el calor y el frío, la sed y el hambre, las fatigas y
el desprecio cada vez que se trate de la gloria de Dios y de
la salvación de las almas»; el sostén interior de esta
exigente capacidad ascética es el pensamiento del paraíso como
reflejo de la buena conciencia con la que trabaja y vive. «En
cada uno de nuestros oficios, en cada uno de nuestros
trabajos, pena o desagrado, nunca olvidemos que Él tiene
minucioso cuidado de cada cosa más pequeña hecha por su santo
nombre, y es de fe que a su tiempo nos compensará con
abundante medida. Al final de la vida, cuando nos presentemos
ante su divino tribunal, mirándonos con rostro amoroso, Él nos
dirá: Bien, siervo bueno y fiel; porque en lo poco has sido
fiel, te haré dueño de lo mucho; entra en el gozo de tu Señor
(Mt 25,21)».
«En las fatigas y en los sufrimientos nunca olvides que
tenemos un gran premio preparado en el cielo». Y cuando
nuestro Padre dice que el salesiano agotado por el demasiado
trabajo representa una victoria para toda la Congregación,
parece sugerir incluso una dimensión de comunión fraterna en
el premio, ¡casi un sentido comunitario del paraíso!
¡En pie, Salesianos! Así nos lo pide don Bosco.


«Salve, salvando salvados» Don Bosco ha sido uno de los
grandes de la esperanza. Hay muchos elementos para
demostrarlo. Su espíritu salesiano está todo impregnado de las
certezas y de la operosidad características de este audaz
dinamismo del Espíritu Santo.
Don Bosco supo traducir en su vida la energía de la esperanza
en los dos aspectos: el compromiso por la santificación
personal y la misión de salvación para los demás; o mejor y




aquí reside una característica central de su espíritu la
santificación personal a través de la salvación de los otros.
Recordemos la famosa fórmula de las tres S: «Salve, salvando
salvados». Parece un juego mnemotécnico dicho así simplemente,
a modo de eslogan pedagógico, pero es profundo e indica cómo
los dos aspectos de la santificación personal y de la
salvación del prójimo están estrechamente ligados entre sí.
Monseñor Erik Varden afirma: «Aquí y ahora, la esperanza se
manifiesta como un destello. Esto no quiere decir que sea
irrelevante. La esperanza tiene un contagio bendecido que le
permite difundirse de corazón a corazón. Los poderes
totalitarios siempre trabajan para borrar la esperanza e
inducir a la desesperación. Educarse en la esperanza significa
ejercitarse en la libertad. En un poema, Péguy describe la
esperanza como la llama de la lámpara del santuario. Esta
llama, dice, ha atravesado la profundidad de las noches. Nos
permite ver lo que es ahora, pero también prever lo que podría
ser. Esperar significa apostar nuestra existencia a la
posibilidad del devenir. Es un arte que hay que practicar
asiduamente en la atmósfera fatalista y determinista en la que
vivimos».
¡Que Dios nos conceda vivir así este año Jubilar!
Que todos podamos caminar en este mes con esta visión que
brilla en las tinieblas, con la Esperanza en el corazón que
es la presencia de Dios.
Les encomiendo, en este mes, la oración por nuestra
Congregación Salesiana, que se reúne en Capítulo General,
acompáñenos todos con su oración y su pensamiento, para que
podamos ser fieles, como Salesianos, a lo que quería don
Bosco.