2.1. La acogida de los signos de los tiempos
Es necesario, ante todo, reflexionar sobre la urgencia de «abrazar el
tiempo y la historia». La historia que habitamos, con sus desafíos, debe
ser «afrontada» con empatía. Esta actitud expresa un gesto de amor activo
hacia la realidad que nos rodea. Como educadores y pastores creyentes,
no aceptamos caer en ese inmovilismo que solo nos hace sufrir
pasivamente los acontecimientos. La nuestra es una llamada a «reconocer»
los desafíos con inteligencia espiritual. Es un paso crucial y decisivo: el
reconocimiento es fruto del discernimiento, es decir de aquella capacidad
que sabe leer en profundidad lo que sucede. Solo de esta manera se evitan
lecturas catastróficas y destructivas.
Para nosotros, que estamos involucrados en procesos educativo-
pastorales, podemos decir que la imagen de la «historia como cofre que
acoge y revela la acción de Dios» es particularmente pertinente y
evocadora. El cofre sugiere que – mientras lo humano se revela ante
nuestros ojos – solo con la atención nos damos cuenta de cómo la acción
divina está presente aunque oculta, activa de manera amable. Son
necesarios ojos de fe para que la acción de Dios sea descubierta,
comprendida y asumida. Es un enfoque profundamente salesiano: Don
Bosco sabía captar la acción de la «providencia» en las historias más
complicadas, en las situaciones más difíciles. Era capaz de transformar
cada obstáculo y dificultad aparente en una oportunidad para el
crecimiento integral de los jóvenes y la propagación del Reino.
2.2. El arraigo en la fe
El segundo movimiento lleva directamente al corazón de la
experiencia cristiana. Leer los acontecimientos a la luz de Cristo es una
opción fundamental que solo se madura como fruto de un esfuerzo
constante. Jesucristo no puede ser percibido como «objeto» de fe.
Jesucristo, hijo de Dios hecho hombre por nosotros, es logos, es decir,
criterio que nos ayuda a comprender la realidad. Es un enfoque que,
iluminado por la fuerza del Espíritu Santo, supera toda forma de dualismo
entre lo sagrado y lo profano.
Solo esta sana relación con Cristo puede revelar a nuestra mente y
corazón lo divino en lo humano. Solo así se hace particularmente
significativa la llamada a descubrir cómo «la voluntad de Dios emerge de
los acontecimientos que vivimos». Este enfoque de fe madura reconoce que
no solo Dios habla a través de la Escritura y el Magisterio, sino (y esto toca
profundamente nuestra vocación) nos viene al encuentro también a través
de la historia concreta de los jóvenes y de las personas que encontramos
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