porque ahora no es solo la palabra pronunciada, sino la
persona misma de Jesús. Lo que Jesús nos comunica, él lo vive.
Cuando Jesús dice “no os resistáis al malvado; antes bien, si
alguien te da un golpe en la mejilla derecha, ofrece también
la otra” (Mt 5,39), esas mismas palabras las vivió en primera
persona. Seguramente no podemos decir de Jesús que predica
bien pero hace mal con su mensaje.
Volviendo a nuestros tiempos, estas palabras de Jesús corren
el riesgo de ser percibidas como las palabras de una persona
débil, reacciones de quien ya no es capaz de responder sino
solo de sufrir. Y, de hecho, cuando miramos a Jesús que se
ofrece completamente en la madera de la Cruz, esa es la
impresión que podemos tener. Sin embargo, sabemos muy bien que
con el sacrificio en la cruz es fruto de una vivencia que
parte de la frase “pero yo os digo”. Porque todo lo que Jesús
nos dijo, él terminó por asumirlo plenamente. Y asumiéndolo
plenamente logró pasar de la cruz a la victoria. La lógica de
Jesús aparentemente comunica una personalidad perdedora. Pero
sabemos muy bien que el mensaje que Jesús nos dejó, y que él
vivió plenamente, es la medicina que este mundo hoy realmente
necesita.
Ser profetas del perdón significa asumir el bien como
respuesta al mal. Significa tener la determinación de que el
poder del maligno no condicionará mi manera de ver e
interpretar la realidad. El perdón no es la respuesta del
débil. El perdón es el signo más elocuente de esa libertad
capaz de reconocer las heridas que el mal deja tras de sí,
pero que esas mismas heridas nunca serán una polvorienta que
fomente la venganza y el odio.
Reaccionar al mal con el mal no hace más que ampliar y
profundizar las heridas de la humanidad. La paz y la concordia
no crecen en el terreno del odio ni de la venganza.
Ser profetas de la gratuidad nos exige la capacidad de mirar
al pobre y al necesitado no con la lógica del beneficio, sino
con la lógica de la caridad. El pobre no elige ser pobre, pero