BS-agosto-2025-es


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Profetas del perdón y de la
gratuidad
En estos tiempos, donde las noticias, día tras día, nos
comunican experiencias de conflicto, de guerra y de odio, cuán
grande es el riesgo de que nosotros, como creyentes,
terminemos involucrados en una lectura de los acontecimientos
que se reduce únicamente al nivel político o nos limitemos a
tomar partido a favor de una u otra parte con argumentos que
tienen que ver con nuestra manera de ver las cosas, con
nuestra forma de interpretar la realidad.
En el discurso de Jesús que sigue a las bienaventuranzas hay
una serie de “pequeñas/grandes lecciones” que el Señor ofrece.
Siempre comienzan con el versículo “habéis oído que se dijo”.
En una de ellas, el Señor recuerda el antiguo dicho “ojo por
ojo y diente por diente” (Mt 5,38).
Fuera de la lógica del Evangelio, esta ley no solo no es
cuestionada, sino que también puede ser tomada como una regla
que expresa la manera de ajustar cuentas con quienes nos han
ofendido. Obtener venganza se percibe como un derecho, incluso
como un deber.
Jesús se presenta ante esta lógica con una propuesta
completamente diferente, totalmente opuesta. A lo que hemos
oído, Jesús nos dice: “Pero yo os digo” (Mt 5,39). Y aquí,
como cristianos, debemos tener mucho cuidado. Las palabras de
Jesús que siguen son importantes no solo por sí mismas, sino
porque expresan de manera muy sintética todo su mensaje. Jesús
no viene a decirnos que hay otra forma de interpretar la
realidad. Jesús no se acerca a nosotros para ampliar el
espectro de opiniones sobre las realidades terrenales, en
particular las que tocan nuestra vida. Jesús no es otra
opinión, sino que él mismo encarna la propuesta alternativa a
la ley de la venganza.
La frase “pero yo os digo” es de fundamental importancia

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porque ahora no es solo la palabra pronunciada, sino la
persona misma de Jesús. Lo que Jesús nos comunica, él lo vive.
Cuando Jesús dice “no os resistáis al malvado; antes bien, si
alguien te da un golpe en la mejilla derecha, ofrece también
la otra” (Mt 5,39), esas mismas palabras las vivió en primera
persona. Seguramente no podemos decir de Jesús que predica
bien pero hace mal con su mensaje.
Volviendo a nuestros tiempos, estas palabras de Jesús corren
el riesgo de ser percibidas como las palabras de una persona
débil, reacciones de quien ya no es capaz de responder sino
solo de sufrir. Y, de hecho, cuando miramos a Jesús que se
ofrece completamente en la madera de la Cruz, esa es la
impresión que podemos tener. Sin embargo, sabemos muy bien que
con el sacrificio en la cruz es fruto de una vivencia que
parte de la frase “pero yo os digo”. Porque todo lo que Jesús
nos dijo, él terminó por asumirlo plenamente. Y asumiéndolo
plenamente logró pasar de la cruz a la victoria. La lógica de
Jesús aparentemente comunica una personalidad perdedora. Pero
sabemos muy bien que el mensaje que Jesús nos dejó, y que él
vivió plenamente, es la medicina que este mundo hoy realmente
necesita.
Ser profetas del perdón significa asumir el bien como
respuesta al mal. Significa tener la determinación de que el
poder del maligno no condicionará mi manera de ver e
interpretar la realidad. El perdón no es la respuesta del
débil. El perdón es el signo más elocuente de esa libertad
capaz de reconocer las heridas que el mal deja tras de sí,
pero que esas mismas heridas nunca serán una polvorienta que
fomente la venganza y el odio.
Reaccionar al mal con el mal no hace más que ampliar y
profundizar las heridas de la humanidad. La paz y la concordia
no crecen en el terreno del odio ni de la venganza.
Ser profetas de la gratuidad nos exige la capacidad de mirar
al pobre y al necesitado no con la lógica del beneficio, sino
con la lógica de la caridad. El pobre no elige ser pobre, pero

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quien está bien tiene la posibilidad de elegir ser generoso,
bueno y lleno de compasión. Cuánto sería diferente el mundo si
nuestros líderes políticos en este escenario donde crecen los
conflictos y las guerras tuvieran la sensatez de mirar a
quienes pagan el precio en estas divisiones, que son los
pobres, los marginados, aquellos que no pueden escapar porque
no pueden.
Si partimos de una lectura puramente horizontal, hay que
desesperarse. No nos queda más que quedarnos encerrados en
nuestras murmuraciones y críticas. ¡Y sin embargo, no!
Nosotros somos educadores de los jóvenes. Sabemos bien que
estos jóvenes en nuestro mundo están buscando puntos de
referencia de una humanidad sana, de líderes políticos capaces
de interpretar la realidad con criterios de justicia y paz.
Pero cuando nuestros jóvenes miran a su alrededor, sabemos
bien que solo perciben el vacío de una visión pobre de la
vida.
Nosotros, que estamos comprometidos con la educación de los
jóvenes, tenemos una gran responsabilidad. No basta con
comentar la oscuridad que deja una ausencia casi completa de
liderazgo. No basta con comentar que no hay propuestas capaces
de encender la memoria de los jóvenes. Corresponde a cada uno
y a cada una de nosotros encender esa vela de esperanza en
esta oscuridad, ofrecer ejemplos de humanidad lograda en la
cotidianidad.
Realmente vale la pena hoy ser profetas del perdón y de la
gratuidad.