Portami con te SPAGNOLO


Portami con te SPAGNOLO

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CENTRO STUDI «OPERA TABERNACOLI VIVENTI» (MILÁN) (ED.)
¡Llévame contigo!
La Obra de los Sagrarios Vivos
en los manuscritos originales de Vera Grita
Con las presentaciones de fray François Léthel OCD y de don Roberto Carelli SDB

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Portait de Véra avec les 13 manuscrits
Traduit de l’italien par le P. Morand Wirth

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Calogero Marino
Obispo de Savona - Noli
Se concede el nulla osta para la publicación del libro «¡Llé-
vame contigo!». La Obra de los Sagrarios Vivos en los manuscritos
originales de Vera Grita. Editado por el CENTRO STUDI
«OPERA TABERNACOLI VIVENTI» (MILÁN)
Savona, 25 de julio de 2017.
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SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES
CASA GENERALIZIA SALESIANA
Via della Pisana 1111 - 00163 Roma
El Rector Mayor
Prot. 17/0297
Roma, 29 de julio de 2017
Tuve la oportunidad de conocer la Obra de los Sagrarios Vivos,
fruto de la experiencia mística de Vera Grita (1923-1969), Salesiana
Cooperadora, y me informaron de la nueva edición del libro que con-
tiene los mensajes que le dictaba Jesús.
Por eso doy gracias de corazón al Señor por el don dado a la
Iglesia y a nuestra Congregación Salesiana para reavivar la fe y el
amor en la presencia eucarística de Jesús que desea alcanzar y trans-
formar la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Bendigo esta Obra para que pueda responder cada vez mejor al
propósito para el cual fue inspirada y suscitada.
Autorizo y encomiendo a nuestra Postulación General para que
acompañe todos los pasos necesarios para que la Obra, en colaboración
con el Centro Studi Opera dei Tabernacoli Viventi [Centro de Estudios
Obra de los Sagrarios Vivos], siga siendo estudiada, promovida en
nuestra Congregación y reconocida por la Iglesia, en espíritu de obe-
diencia y de caridad.
Que María Inmaculada-Auxiliadora, Primer Sagrario Vivo, y Don
Bosco, apóstol de la Eucaristía, intercedan y nos apoyen, para que
podamos ser signos y portadores del Amor eucarístico para los hombres
y para las mujeres de nuestro tiempo y, en particular, para los jóvenes.
Rector Mayor
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1.7 Page 7

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Premisa
Vera Grita (1923-1969), profesora y salesiana cooperadora,
fue llamada por el Señor a ser en la Familia Salesiana y en la
Iglesia la «Voz» del Dios Vivo, la voz de Jesús Eucaristía que, me-
diante el don de locuciones interiores, le dictaba «la Obra de los
Sagrarios Vivos» para la salvación de las almas. Los mensajes
fueron estudiados por el salesiano don Giuseppe Borra, quien es-
cribió la primera biografía de Vera1.
En 1989, por iniciativa de las hermanas de Vera, Giuseppina
y Liliana Grita, los Mensajes fueron publicados en el libro Opera
dei Tabernacoli Viventi2, con la aprobación eclesiástica del obispo
de Savona y Noli, monseñor Giulio Sanguineti. Es mérito de las
hermanas de Vera y de la Editrice Segno haber impreso en estos
años el libro sobre la Obra de los Sagrarios Vivos, una iniciativa
que hasta ahora ha permitido el conocimiento y la difusión del
mensaje del que Vera fue la portavoz, así como la consiguiente
formación de los primeros grupos de Sagrarios Vivos en Italia.
Nuestro agradecimiento también a Liliana Grita por haber publicado
el libro Mia sorella Vera di Gesù3, que contiene las cartas que Vera
escribió a los sacerdotes salesianos que la dirigieron espiritual-
mente: don Gabriello Zucconi, don Giovanni Bocchi y don Giuseppe
Borra. La publicación de la correspondencia entre Vera y los sa-
cerdotes salesianos, completada con las cartas de los tres sacer-
dotes, fue objeto de estudio para una siguiente publicación por el
Centro Studi «Opera dei Tabernacoli Viventi» de Milán4.
Vera escribió los mensajes de la Obra de los Sagrarios Vivos
1 G. BORRA, Grita Vera. Notizie biografiche, Editrice Terzo Millennio, Caserta
1984.
2 L. GRITA (a cura di), Opera dei «Tabernacoli Viventi», Il grande dono di Gesù
agli uomini tramite Vera Grita, Edizioni Segno, Tavagnacco (UD) 2014 (1989).
3 L. GRITA, Mia sorella Vera di Gesù, Edizione extra commerciale, Scuola Gra-
fica Salesiana, Torino, 1999.
4 Cf. CENTRO STUDI OPERA DEI TABERNACOLI VIVENTI (a cura di), Vera Grita,
una mistica dell’Eucaristia, Elledici, Torino 2018.
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en trece cuadernos que, tras su muerte, fueron confiados por su
madre, la señora Marianna Zacco della Pirrera, a la curia de Sa-
vona, donde todavía permanecen en la actualidad. Por cortesía
de la curia, el Centro Studi «Opera dei Tabernacoli Viventi» de
Milán ha fotocopiado los trece cuadernos originales que ahora se
publican íntegramente por primera vez en este libro, enriquecido
con los informes de dos teólogos autorizados, el carmelita Fran-
çois-Marie Léthel, y el salesiano don Roberto Carelli5. A diferencia
de la publicación anterior editada por Editrice Segno, que se basó
en el texto mecanografiado entregado a Liliana Grita por el director
salesiano don Buttarelli tras la muerte de don Borra, la publicación
actual se basa en la fotocopia de los cuadernos de Vera, reprodu-
ciendo íntegramente su contenido.
En Italia en los últimos años se han formado los grupos «Opera
dei Tabernacoli Viventi» formados por personas que, a partir del
mensaje del que Vera fue la inspiradora y guiados por un sacerdote,
han elegido profundizar en el misterio del Eucaristía y conformar
la vida espiritual y la actividad apostólica en relación con la llamada
recibida. Han surgido grupos en Lombardía, Versilia (zona noroeste
de Toscana), Liguria, Piamonte, Cerdeña, Véneto. En total partici-
pan más de cien personas. Entre ellos muchos son ministros ex-
traordinarios de la Comunión. El 11 de febrero de 2001, en la Ins-
pectoría salesiana de Milán, los salesianos don Enrico Mozzanica,
don Ermanno Montagnoli (1928-2014) y Maria Rita Scrimieri, sa-
lesiana cooperadora y consagrada a la Obra de los Sagrarios
Vivos, dieron vida al Centro Studi Opera dei Tabernacoli Viventi,
dedicado a Vera Grita y a don Gabriello Zucconi SDB, con el ob-
jetivo de estudiar la espiritualidad y hacer realidad el mensaje de
la Obra, de promover la formación espiritual de los miembros a
través de jornadas de estudio mensuales y de oración y los ejer-
cicios espirituales anuales, y proponiendo modelos de vida de san-
tos particularmente significativos por su carisma eucarístico.
En 1999 la curia de Turín, por iniciativa de Liliana Grita, que,
5 Don Roberto Carelli SDB, profesor de Teología sistemática en la Pontificia Uni-
versidad Salesiana, sección de Turín; padre François-Marie Léthel, profesor de Teología
dogmática y espiritual en la Pontificia Facultad Teológica Teresianum de Roma.
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en Turín, junto con el salesiano don Pietro Ceresa (1920-1997)
había creado el primer grupo de fieles reunidos en torno al mensaje
de Vera, aprobó la Asociación de los Sagrarios Vivos como grupo
de adoración eucarística. Un paso más hacia la realización de la
Obra, en sus diversos aspectos, se dio en enero de 2007 en la
curia arzobispal de Milán, donde fueron presentados por el Centro
Estudios los Estatutos y la Regla de vida de la Asociación Obra
de los Sagrarios Vivos.
Desde mayo de 2013, la Obra de los Sagrarios Vivos tiene
una sede en Balasar, Portugal, en el Centro Internacional Sale-
siano de Espiritualidade [Centro internacional salesiano de Espi-
ritualidad] creado con el objetivo de estudiar y difundir el mensaje
de las dos figuras de salesianas cooperadoras que hoy son espe-
cialmente significativas por su misión eucarística y mariana en la
Familia Salesiana y en la Iglesia, a saber, la portuguesa Alexandrina
Maria da Costa (Balasar 1904-1955), beatificada en 2004, y la ita-
liana sierva de Dios, Vera Grita.
En el 50 aniversario del primer mensaje escrito por Vera el 19
de septiembre de 1967, la iniciativa del Centro Estudios de publicar
una edición completa de la Obra pretende ser la expresión de
nuestro agradecimiento a la Santísima Trinidad por el don de Vera
y por la Obra de los Sagrarios Vivos a la Congregación Salesiana
y a la Iglesia. Con esta iniciativa esperamos contribuir al desarrollo
y plena realización de la Obra en la Iglesia, para mayor gloria de
Dios y el bien y salvación de todas las almas.
Nos gustaría agradecer a todos los miembros de la Obra de
los Sagrarios Vivos y a los amigos que nos apoyaron en este
trabajo con sus oraciones. Un agradecimiento especial a don Pier-
luigi Cameroni sdb, Postulador General para las Causas de los
Santos de la Familia Salesiana, que ha seguido con gran interés
la iniciativa y ha colaborado en la preparación de este libro.
Don Enrico Mozzanica sdb
María Rita Scrimieri
Centro Studi Opera dei Tabernacoli Viventi
Milán, 16 de julio de 2017
En la fiesta de Nuestra Señora del Carmen
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Introducción
La Obra de los Sagrarios Vivos,
don y misión
para la Congregación Salesiana
y para la Iglesia
María Rita Scrimieri
Centro Studi «Opera dei Tabernacoli Viventi», Milán
1. Sagrarios Vivos: una vocación eucarística para la vida del
mundo
La Obra de los Sagrarios Vivos se presenta como una nueva
vía de evangelización fundada en la presencia eucarística de Jesús,
camino, verdad y vida, que involucra a sacerdotes, religiosas de-
dicadas a obras de caridad, laicos y jóvenes llamados a entregarse
al Señor para ser su nuevo templo, su nueva morada en la sociedad
entre los hombres, a través de María, primer Sagrario Vivo.
La gracia carismática correspondiente al don de sí en esta lla-
mada es la «permanencia eucarística» de Jesús en el alma, a través
de la cual Jesús promete salvar a las almas que viven lejos de él
derramando la vida divina a través de su nuevo Sagrario.
Un precedente histórico en la vida de los santos de nuestro
tiempo lo encontramos en santa Faustina Kowalska, quien en va-
rios puntos de su Diario hace referencia a su experiencia respecto
de esta gracia eucarística: «Hoy he comprendido muchos misterios
de Dios. He llegado a saber que la santa Comunión dura en mí
hasta la siguiente santa Comunión. La presencia de Dios, viva y
sensible, dura en mi alma. Mi corazón es un Sagrario Vivo en el
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que se conserva la Hostia viva»1. Y también: «Durante la Santa
Misa he visto al Niño Jesús en el cáliz. Me ha dicho: “Así vivo en
tu corazón, como me ves en este cáliz”. Después de la santa Co-
munión he sentido en mi corazón los latidos del corazón de Jesús.
Como desde hace mucho tiempo soy consciente de que la santa
Comunión dura en mí hasta la santa Comunión sucesiva, hoy du-
rante todo el día he adorado a Jesús en mi corazón y le he rezado
para que con su gracia proteja a los niños del mal que los amenaza.
La viva presencia de Dios, también perceptible físicamente, me ha
acompañado durante todo el día, sin disturbarme, en absoluto, en
el cumplimiento de mis deberes»2.
Otro precedente histórico muy significativo lo encontramos en
el fundador de los Claretianos, san Antonio María Claret (1807-
1870), arzobispo de Santiago de Cuba, quien, en su autobiografía,
describe la Gracia eucarística recibida el 26 de agosto de 1861, a
la que llamó la gran Gracia: «... hallándome en oración en la igle-
sia del Rosario de La Granja, el Señor me concedió la gracia grande
de la conservación de las especies sacramentales, y tener siempre
día y noche el Santísimo Sacramento en mi pecho.
Este prodigio me exige estar constante e íntimamente medi-
tando, me exige, según la palabra del Señor, orar y afrontar todos
los males de España»3. Cuando, un año después, el 16 de mayo, el
santo obispo pensó en borrar de su diario lo que estaba escrito sobre
la gran Gracia recibida, la Santísima Virgen se lo impidió y «des-
pués, en la Misa, Jesucristo me dijo que me había concedido esta
gracia de permanecer en mí sacramentalmente». Comentando la
gracia suprema, los padres Viñas y Bermejo escriben: «La gran
Gracia, como él la llama, de la conservación de las especies euca-
rísticas de una comunión a otra, indica la llegada a un grado parti-
cular de la propia conformidad con Cristo. Vale la pena considerar
1 F. KOWALSKA, Diario di santa Maria Faustina Kowalska. La misericordia di-
vina nella mia anima, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1992, p. 435.
2 Ibidem, p. 597.
3 G. PAPASOGLI, F. STANO, Antonio Claret, l’uomo che sfidò l’impossibile, Li-
breria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1983, pp. 566-568.
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de ella dos aspectos importantes: 1) esta gracia tenía como objetivo
el cumplimiento de su misión, el apostolado, ahora más universal
y eficaz que nunca; 2) esta gracia le fue concedida casi con certeza
por intercesión de la Virgen María. Además, el gran milagro se pro-
duce en un momento que coincide con el máximo prestigio humano
del santo, pero también en una hora de preparación secreta y deci-
siva: el santo se encamina hacia los días de dolor y debacle terreno.
Siempre tendrá al Señor dentro de sí y pasará, como sagrario vivo,
por las tormentas terrenales»4.
Todas las imágenes relativas a su persona lo retratan con una
hostia luminosa en el pecho.
El santo obispo llevó a cabo un intenso apostolado misionero,
interviniendo para la moralización de las costumbres, para la for-
mación del clero, ayudando a los pobres.
La Obra de los Sagrarios Vivos se distingue también por otro
aspecto que, aunque tiene precedentes en la historia de la Iglesia,
cobra una nueva dimensión en los escritos de Vera Grita. De hecho,
entre los Sagrarios Vivos están aquellos (sacerdotes, religiosas de-
dicadas a obras de caridad, laicos preparados) que también están
llamados a ser «Portadores de Jesús en las especies eucarísticas»,
en los lugares de trabajo, en las escuelas, en la misión, para que
Jesús eucarístico irradie su vida divina y su amor que salva sobre
cuantos encontrará y mirará a través del nuevo Sagrario.
Encontramos un precedente histórico en esta dirección en la
carta que el siervo de Dios don Dolindo Ruotolo (1882-1970) es-
cribió a Pío XI el 23 de diciembre de 1924 en la vigilia del Jubileo
de 1924. En esa carta, el sacerdote presentó al santo padre algunos
deseos de Jesús como el aumento de las santas misas celebradas
durante el día, la comunión de los fieles por cada misa escuchada,
y finalmente: «Se podría conceder «escribe don Dolindo» que los
obispos lleven a Jesús Sacramentado en una teca (portaviático)
sobre el corazón y así sean pastores vivos en él y para él.
4 Idem.
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Vuestra santidad debería ser el primer templo Vivo de Jesús Eu-
caristía. Pío IX lo llevó consigo en su viaje a Gaeta, cuando huyó.
Que vuestra santidad lo lleve consigo, para irradiar Vida euca-
rística en el mundo. Con el tiempo también podría formar sacerdotes
más devotos y almas consagradas a Dios, templo vivo de Jesús...
Que este sea, beatísimo padre, el jubileo del amor de Jesús [...]5».
Un año antes de esta carta, el 28 de enero de 1923, nacía en
Roma Vera Grita, quien en los años 1967-1969, por voluntad del
Señor, sería la portavoz, en la Familia Salesiana y en la Iglesia, de
la Obra de los Sagrarios Vivos, a través de la cual el Señor extiende
a los sacerdotes, a los consagrados y a los laicos adecuadamente
preparados lo que fue solicitado de forma restringida al Papa en
1924 a través del siervo de Dios don Dolindo Ruotolo.
2. Sagrarios Vivos: al servicio de la caridad y de la misericordia
La Obra de los Sagrarios Vivos fue encomendada en primera
instancia a la Congregación Salesiana y esta, por deseo explícito
del Señor, debe promover su implantación y difusión en la Iglesia
(diócesis, parroquias, institutos religiosos...). Posteriormente, tam-
bién se señala a la Familia Carmelita, en los escritos de Vera, como
destinataria de los mensajes para su realización.
La Obra de los Sagrarios Vivos puede constituir una contribu-
ción preciosa en la Iglesia para afrontar los desafíos del tercer mi-
lenio en beneficio de la humanidad: la secularización cada vez más
extendida, la crisis de las vocaciones, las fuerzas desintegradoras
que atacan a la familia humana y a la sociedad, la paz en las na-
ciones, así como en la propia Iglesia, parecen requerir, hoy más
que nunca, no tanto y no solo soluciones humanas como la fuerza
unificante y santificante de la vida divina de Jesucristo en nuestras
almas, la irradiación de la vida eucarística en el mundo.
5 A cura dell’APOSTOLATO STAMPA, Fui chiamato Dolindo, che significa do-
lore… Pagine d’autobiografia del sac. Dolindo Ruotolo, Napoli, terza edizione 1973,
p.432.
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A la luz de los cambios que se han producido en la sociedad,
es necesario llevar la fuente de Vida, Jesús eucarístico y su Palabra,
allí donde viven los hombres, en medio de ellos, en la familia, en
los lugares de trabajo, en las escuelas, por las calles: Jesús tiene
sed de darse a las almas, tiene sed de dar Vida, la vida divina, y
por eso busca almas sencillas dispuestas a darse a él para ser como
la Virgen María y, en María, su nuevo Sagrario. Necesita renovar
el poder de su sacerdocio en los sacerdotes, entregándose entera-
mente en el don eucarístico a través del cual derramará fuerza, luz
y, sobre todo, amor que salva.
Por tanto, para ello y con la debida autorización del Papa, es
necesario dar la posibilidad, a los sacerdotes y a las almas llamadas
en esta misión, de llevar a Jesús en las sagradas especies en una
teca (portaviático), en el silencio y en el ocultamiento, para exten-
der los frutos del don eucarístico a cuantos viven alejados del Señor
y de la Iglesia; Jesús, con su presencia eucarística, puede extender
su acción vivificante y liberadora hacia todos aquellos con los que
se encontrará y sobre quienes dirige su mirada misericordiosa, to-
cando sus corazones y atrayéndolos hacia sí con la fuerza de su
amor. En otras palabras, se trata de dejar que la misericordia del
Señor llegue a las almas alejadas de él a través de esta «nueva vía
eucarística» a través de sacerdotes, religiosos y laicos llamados a
compartir más estrechamente con Jesús la obra de la redención y
la inquietud de salvación de las almas. Este aspecto fue el alma de
toda la misión de san Juan Bosco, que resumió en la célebre ex-
presión: «Da mihi animas, coetera tolle».
3. En el carisma de Don Bosco: «da mihi animas, coetera tolle»
La Obra de los Sagrarios Vivos fue confiada a la Congregación
Salesiana precisamente por el carisma de su fundador:
«Los padres Salesianos –se lee en el mensaje del 30.11.1967–
tendrán la oportunidad de difundir esta vía de amor entre las almas
para prepararlas para mi Liga. Ellos son los primeros llamados a
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revivirme6, tanto por mi propio sacerdocio como por el espíritu del
fundador que impregna su apostolado». Y también: «Para todos los
Salesianos, su fundador, san Juan Bosco, será, desde el lugar donde
esté en mi gloria, padre amoroso, protector, consuelo, apoyo... Sí,
Don Bosco vuelve a vosotros porque Jesús quiere renovar en vosotros
su vida, su amor, su sacerdocio, todo su ser. Yo en vosotros y vosotros
en mí, para dar “frutos” a mi Padre, para salvar las almas, para morir
por las almas. Yo, Jesús, vuestra vida, vuestro camino, vuestra verdad:
a vosotros amados sacerdotes; a vosotros todo y siempre yo». Men-
saje 4.2.1968
A imitación de Jesús buen pastor que da la vida por sus ovejas,
el Sagrario Vivo está llamado a entregarse totalmente al Señor para
que él, vivo y activo en el alma, pueda hacer de esta su nueva morada
entre los hombres y su nuevo templo, desde el cual él se ofrece con-
tinuamente al Padre para la salvación de los hombres: «[…] Y yo, al-
zaré mis manos al cielo en las pequeñas hostias para clamar
nuevamente, desde mis Sagrarios Vivos: “Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen”. Y el Padre a través de vosotros me verá en
cada uno de vosotros: su Hijo; me verá a mí, a muchos Jesús, a mu-
chos hijos; verá un cordero inmaculado en todos: su víctima, ¡Yo!
Amo mis Sagrarios Vivos; los amo ahora; los amé desde el momento
en que me entregué a vosotros como alimento del alma. Os he visto,
os veo, os busco. Acogedme: soy Jesús Eucaristía, soy el Amor que
dona y da». Mensaje del 14.5.1968.
6 Vera, en sus cuadernos, siempre que escribe un pronombre personal referido al
Señor, lo escribe con mayúscula (destacando mucho el «Mí», y lo hace cientos de
veces. En la presente traducción se ha preferido ponerlo en minúscula (siguiendo las
normas de la Academia, y que son normas que se emplean, por ejemplo, en los textos
litúrgicos oficiales: «Haced lo que él os diga» y no lo que «Él» os diga. Así «rivivere
Me» queda traducido en «revivirme». Y «vedrà Me», que está unas líneas más abajo,
queda «me verá». Salvo que sea necesario para evitar confusiones. Lo mismo ocurre
con palabras clave que (como Camino, Verdad, Vida, Cielo u otras) que Vera escribe
en mayúscula y que, en la Biblia dice: «Yo soy el camino y la verdad y la vida» (en
minúscula). Sin embargo, por ser expresiones propias de los libretos de Vera, se han
mantenido con mayúsculas: Obra de Amor, Liga, Sagrarios Vivos. Por otra parte, la
sintaxis que aparece en muchas frases es “mejorable”, pero se ha procurado respetar
la idea, las palabras, el ritmo marcado en los “dictados”. (Nota del traductor).
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2.7 Page 17

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Esto corresponde plenamente a la caridad pastoral, principio
interno y dinámico, recordado en las Constituciones salesianas, que
debe animar la vida de cada miembro de la Familia Salesiana: «La
caridad pastoral es la virtud por la que imitamos a Cristo en la do-
nación de sí mismo y en su servicio. Lo que muestra el amor de
Cristo a su grey no es simplemente lo que hacemos, sino nuestra
donación personal. Es la disponibilidad incondicional a la acción
del Espíritu que consagra el corazón del hombre al plan de Dios,
la entrega personal a la tarea de la salvación hasta el punto de dar
la propia vida, la búsqueda y construcción de la comunión como
donación y tarea del amor Cristo el Señor»7.
Y es aún del corazón sacerdotal de Cristo que nace la Obra de
los Sagrarios Vivos para llevar su misericordia a todas las partes
del mundo. La finalidad y el espíritu que la impregnan están bien
resaltados en el mensaje del 6 de noviembre de 1968 enviado al
papa Pablo VI. Aquí relatamos el pasaje en el que se da el mandato
a los Salesianos para realizar la Obra, y la invitación para que Pablo
VI sea el primer Sagrario Vivo, portador de Jesús Eucaristía.
Objetivo: alcanzar todas las almas, acercarlas, tocarlas, en lo
más íntimo de su corazón con mi amor de Padre.
Fin: preparar aquí abajo infinitos y santos Sagrarios Vivos que
cubran la tierra. Serán esos «cálices» que serán ofrecidos a Dios
Padre para la salvación de la humanidad.
Programa: Deseo que quienes han de convertirse en Sagrarios
Vivos sean almas consagradas. Sean sacerdotes de amor fer-
viente, de gran caridad: de puro amor. (...)
En los padres salesianos que mi obra de amor nazca, se desa-
rrolle y se difunda, porque mi Madre María Auxiliadora será
para cada alma, para cada Sagrario Vivo, guía y maestra (...)
Se elijan los Sagrarios Vivos también entre los jóvenes, entre
los laicos, para que yo vaya a las escuelas, en las familias, y
comparta la vida de la humanidad. (...)
Y tú, Pablo VI, tú que me representas en la Iglesia, como mi vi-
7 La Familia Salesiana de Don Bosco, Edición extracomercial, Roma 2000, p. 19.
17

2.8 Page 18

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cario recibe mis palabras con profundo espíritu de fe. [...] Liga
mi Obra de amor en la autoridad de la Iglesia, difúndela, emá-
nala, en el mundo entero. Tú, mi primer Sagrario Vivo, que vas
conmigo a visitar los lugares más lejanos de la tierra para darme,
haz que aumenten, crezcan los portadores de mí que, como tú,
siguiendo tu ejemplo secreto, alcancen la tierra, los mares y
también los cielos... Llévame contigo: es mi voz de amor.
Quiero quedarme contigo: es mi corazón el que te lo pide. Yo
en ti y sobre ti, para que tú en mí, puedas dar siempre grandes
frutos. Yo por ti, mi vicario, a todos los sacerdotes, a los sale-
sianos, a mis almas, a las almas pequeñas: pequeñas y humildes.
Yo, por ti, a toda la humanidad. Bendice y autoriza mi Obra de
Amor... Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, al papa Pablo VI, para
su gloria y el advenimiento de su reino de amor en las almas.
La Eucaristía y la Virgen María fueron los pilares de la vida
de Don Bosco, sacerdote y educador: el corazón de su sistema edu-
cativo, cuyo fin último era instaurar y desarrollar la vida trinitaria
en las almas de los jóvenes de sus oratorios, estaba basado en la
confesión frecuente, la sagrada comunión y la participación en la
misa diaria. Frente a un sistema educativo basado en la violencia
y la falta de respeto hacia los demás, encarnó la bondad del padre
que educa a sus hijos con «la amorevolezza, la razón y la religión»,
y en el corazón de Cristo Buen Pastor que da la vida por sus ovejas,
indicó el modelo de su propia vocación pastoral y educativa y la
de sus colaboradores. La Obra de los Sagrarios Vivos se sustenta
en las mismas «columnas» de Don Bosco: la Eucaristía y la Auxi-
liadora.
De todos es conocido el famoso sueño de las «dos columnas
en medio del mar» realizado por Don Bosco en mayo de 1862, en
el que la Eucaristía y la Virgen Inmaculada salvan a la Iglesia de
las diversas persecuciones después de que esta última, representada
por la nave, se ancla a Jesús eucarístico y a María, las columnas
del cuerpo místico de Cristo. En el mensaje del 3.12.68, dictado
por Jesús a Vera, se hace referencia explícita a una profecía dada a
la Familia Salesiana; es nuestra convicción que se trata precisa-
mente de la profecía de las «dos columnas» de Don Bosco:
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2.9 Page 19

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[...] A ti, pequeña alma, yo, Jesús, te he revelado mi Obra de Amor
en el don de los Sagrarios Vivos. Esta Obra mía es única y no
debe confundirse con otras obras. Debe permanecer íntegra
y en la luz de la gracia con que la he deseado y dictado. La
Obra de Amor de Jesús es fruto de mi amor eucarístico. Jesús en
la Palabra de gracia abre a través de él su misericordia por medio
de sí mismo sobre sus almas. Esta Obra es, por tanto, única y lleva
mi santo nombre: Jesús. Turín, en María Auxiliadora, será la cuna
de mi Obra de Amor. Roma será su madre. Los superiores sale-
sianos se alegren en mi santo nombre, Jesús; exulten porque son
grandes las gracias reservadas a ellos por mi Corazón sacerdotal.
Quiero que se desvanezcan las dudas en sus corazones y me vean;
que se apresuren a trabajar por mí. Añade, hija mía, esta revela-
ción. A su debido tiempo se les ha dado una profecía; ahora la pro-
fecía es verdad: soy yo, es mi Obra, son mis Sagrarios Vivos. Mi
Palabra es camino, es verdad, vida porque es yo: Jesús.
4. Pablo VI y la Obra de los Sagrarios Vivos
La Obra de los Sagrarios Vivos vio la luz en los años caracte-
rizados por grandes cambios sociales y la protesta juvenil que es-
tallaron en la sociedad en muchas partes del mundo a partir de
1968. Históricamente se desarrolla en un momento de «crisis» en
la sociedad y en la Iglesia: crisis de valores, crisis de fe, crisis de
disciplina. La hora de la contestación fue, en efecto, una hora fuerte
y tempestuosa también para la Iglesia que acababa de concluir el
Concilio Vaticano II.
La dura crisis se pagó con una notable disminución de voca-
ciones y con el abandono, por parte de muchos sacerdotes y con-
sagrados, de su vocación.
Durante las audiencias generales de aquellos años, Pablo VI
no dejó de dar voz a las inquietudes y a las tensiones del mundo
moderno y de la Iglesia. En la audiencia del 25 de abril de 1968 se
expresó de la siguiente manera:
«La hora histórica y espiritual que atraviesa la Iglesia, especial-
mente en algunos países, no es serena; y esto es, para los pasto-
19

2.10 Page 20

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res de la Iglesia y para nosotros, motivo de profunda aprensión
y a veces de gran amargura. Y esto no se debe solo a que todo
el mundo moderno se está desprendiendo del sentido de Dios,
completamente absorbido por la riqueza de sus conquistas en
el campo científico y técnico; no es que estas requieran “la
muerte de Dios” – como alguien ha dicho con expresión desa-
fortunada – es decir, exigen una mentalidad atea y alejada de
cualquier religión; tal progreso, característico del mundo mo-
derno, requeriría más bien un sentido de Dios más elevado, más
penetrante, más adorador, una religión más pura y más viva, en
las cimas del conocimiento humano; no solo, digamos, por esta
práctica apostasía religiosa tan extendida, sino también y, en
relación con la sensibilidad de quienes tienen responsabilidades
en la Iglesia, especialmente por la zozobra que inquieta a algu-
nos sectores del propio mundo católico. No es algo descono-
cido. Después del Concilio la Iglesia disfrutó y disfruta aún de
un gran y magnífico despertar, que somos los primeros en que-
rer reconocer y alentar; pero también la Iglesia ha sufrido y
sufre todavía un torbellino de ideas y de hechos, que ciertamente
no están de acuerdo con el buen espíritu y no prometen la reno-
vación vital que el Concilio prometió y promovió»8.
Y en la audiencia general del 17 de septiembre de 1969
observó:
«[..] bastantes síntomas parecen presagiar graves problemas
para la propia Iglesia. Algunos de ellos los hemos señalado no-
sotros mismos, como una cierta decadencia del sentido de la
ortodoxia doctrinal, en algunas escuelas y entre algunos estu-
diosos. Y no hay nadie que no vea el peligro que supone, para
la verdad religiosa y la eficacia salvadora de nuestra religión,
considerar solo el aspecto humano y social en detrimento del
aspecto primario, sagrado y divino, el de la fe y la oración. Así,
no se puede observar sin temor la facilidad con la que se con-
traviene esa virtud de la obediencia eclesial, que es un principio
constitutivo en el plan establecido por Cristo para la estabilidad
8 PABLO VI, Audiencia general del 25 de abril de 1968, http:w2.vatican.va/con-
tent/paul-VI/it/audiences/1968/documents/hf-p-vi-aud-19680425.html
20

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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y desarrollo de su cuerpo místico y visible, que es precisamente
la Iglesia. Quizás hayamos superado el límite permitido en el
esfuerzo, en sí loable, de incluir al sacerdote en la estructura so-
cial, secularizando completamente su hábito, su forma de pensar
y de vivir, empujándolo de nuevo a la senda de competencias
temporales que no es la suya, debilitando así su vocación y fun-
ción de ministro del Evangelio y de la gracia; su celibato ha sido
demasiado cuestionado; y el vigor del ascetismo cristiano y el
carácter irreversible de los compromisos sagrados asumidos
ante Dios y la Iglesia se están debilitando demasiado... Se ne-
cesitará tiempo para extraer lo que puede ser bueno incluso en
estas expresiones inquietas de la vida católica y reabsorberlas
en su propia armonía. Incluso hay quienes han hablado de su
descomposición; no somos de esta opinión, y confirmamos una
vez más nuestra confianza en la asistencia de Cristo y en la
ayuda de los buenos»9.
Pablo VI ocupa un lugar central en la Obra de los Sagrarios
Vivos no solo porque su bendición y autorización como sumo pon-
tífice era indispensable para la realización de la Obra, sino también
porque Pablo VI, como el papa Pío XI, en 1924, fue llamado a ser
el primer Sagrario Vivo, la primera «piedra» de la Obra, así como
san Pedro fue la primera «piedra» de la naciente Iglesia. En los
cuatro mensajes dirigidos expresamente a él, Jesús invita al Papa
a ser su primer Sagrario Vivo, es decir, lo invita a llevarlo consigo,
en las sagradas especies, en los viajes apostólicos que el santo
padre estaba a punto de realizar en Colombia (1968) y posterior-
mente en Uganda (1969). Reportamos por orden de fecha un resu-
men de los cuatro mensajes de la Obra dirigidos al papa Pablo VI.
En el Mensaje del 14 de mayo de 1968, Jesús, Sacerdote
Eterno, se dirige al primer sacerdote de su Iglesia, Pablo VI Pon-
tífice, para confiarle el mensaje de la Obra, don de amor y de mi-
sericordia para la Iglesia y por la humanidad atravesada y golpeada
por las tempestades sociales que precisamente en mayo de 1968
vieron su inicio histórico:
9 Idem.
21

3.2 Page 22

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Al Papa Pablo VI mi amadísimo Pastor. Pablo, mi hijo dilectí-
simo, elegido por la Santísima Trinidad, como timonel de mi barca
entre las tempestades de la humanidad azotada, pongo en tus manos
mi mensaje de amor y salvación para todas las almas. Mi Obra de
Amor dirigida por mí, Jesús, debe difundirse pronto y de ti deben
surgir aquellas luces cuya luz debe abrazar a la humanidad. Me
doy a las almas a mí consagradas, y por ellas yo seré, yo iré por los
caminos del mundo. He elegido nuevos templos: templos vivos...
¡Yo, Jesús, vendré con vosotros, sobre vosotros, en vosotros! Voy
bajo las Especies Eucarísticas a buscar lo que está por perderse;
voy a buscar las ovejas que no quieren buscar mi redil; voy a llamar
a los que ya no me escuchan... Confirma mi voluntad divina: dásela
a las almas consagradas, dásela al mundo y encomienda todo a
aquella que conmigo amas tanto. Jesús, Sacerdote Eterno, al Primer
Sacerdote de su Iglesia: Pablo VI Pontífice.
Un mes después, el 11 de junio de 1968, el Señor dictó a Vera
el segundo mensaje para el santo padre. Es el mensaje con el que
se presenta la Obra en su conjunto, los propósitos, se señala a la
Congregación Salesiana como iniciadora de la Obra y a Pablo VI,
como sumo pontíce, se le pide su bendición y autorización:
Jesús se dirige a nuestro sumo pontífice Pablo VI. Soy Jesús que
viene a ti en su gran amor eucarístico para ofrecerte la misericordia
de mi corazón de padre, de sacerdote, de amigo, de hermano. Esa
es por la humanidad, por la salvación de los pueblos, de las na-
ciones. Brota como un manantial de agua viva de mi corazón he-
rido. Desciende de los cielos como la nueva y definitiva luz para
iluminar los caminos oscuros del mundo, riega la tierra árida, re-
nueva las almas en el servicio del apostolado, reúne en el ejército
de la salvación a los llamados a mí. Esta luz, esta agua soy yo:
¡Jesús! Vengo a traer un nuevo “camino” de amor a la tierra, para
los hombres que me esperan y me aman. Camino fundado en la
verdad, que es mi realidad divina y humana en la presencia euca-
rística; camino que llevará la vida de la gracia a muchas almas ale-
jadas de mí. Mi camino está en la verdad y da mi vida. Este camino
soy yo: Jesús Eucaristía... Derramo mi Espíritu de Amor desde
los Sagrarios. Ahora he elegido nuevas iglesias, nuevos Sagrarios
para protegerme. Sagrarios Vivos que me llevan por los caminos
del mundo, que me conducen entre aquella gente que no piensa
22

3.3 Page 23

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en mí, que no me buscan, que no me aman... [De los Sagrarios
Vivos] derramaré mi gracia en gran medida para que los pecadores
se vuelvan sensibles a mis llamadas. Caminaré, como lo hice una
vez en la tierra de Palestina, llegaré hasta el fin de la tierra, ofreceré
mi gracia a todos, ofreceré la salvación a todos. [...] La Obra debe
investir la vida y la actividad salesiana, ya que de la Obra de san
Juan Bosco debe florecer mi Obra de Amor como “continuación”
de la primera... Yo por ti, mi Vicario, a todos los sacerdotes, a los
salesianos, a mis almas, a las almas pequeñas: pequeñas y humil-
des... Bendice y autoriza mi Obra de Amor... Jesús, Sumo y Eterno
Sacerdote, al papa Pablo VI, para su gloria y el advenimiento de
su reino de amor en las almas.
El santo padre se encuentra en vísperas de un nuevo viaje apos-
tólico que lo llevará a Colombia del 22 al 25 de agosto de 1968
para participar en el Congreso Eucarístico Internacional en Bogotá
y en la Conferencia General de los Obispos de América Latina en
Medellín. Es la primera visita del Papa a América Latina y, recor-
demos, en septiembre de 1965 había dado a la Iglesia la encíclica
«Misteryum Fidei» inherente a la doctrina y al culto de la Eucaris-
tía. Jesús tiene prisa por que el mensaje llegue al santo padre antes
de su partida porque desea partir con él, sobre él, en las sagradas
especies. Don Gabriello Zucconi, padre espiritual de Vera, trabajó
para que los dos mensajes dirigidos a él llegaran al santo padre y,
por indicación de los superiores, viajó a Roma a principios de
agosto de 1968. Aquí, a través del párroco de Castel Gandolfo, que
era salesiano, entregó dos cartas, una para el secretario personal
del Papa, monseñor Bossi, y otra para Pablo VI, que fueron entre-
gadas personalmente por el párroco. El Vaticano respondió escri-
biendo a la curia de Génova. Don Raineri, en aquel tiempo
Inspector de la Inspectoría Ligure-Toscana, solicitado para propor-
cionar noticias sobre don Zucconi, envió a la curia genovesa lo que
le pidió10. Dos meses después, el 20 de octubre, Jesús dicta el tercer
10 M. R. SCRIMIERI, Relazione sull’iter seguito da don Zucconi presso i Supe-
riori ed il Papa Paolo VI per l’Opera dei Tabernacoli Viventi. Centro Studi Opera
dei Tabernacoli Viventi (inédita).
23

3.4 Page 24

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mensaje para Pablo VI. Es un mensaje de gran valor espiritual en
el que emerge la unión mística sacerdotal entre el Corazón de Jesús
y el corazón de Pablo VI, herido por el amor y el dolor por la hu-
manidad. De esta herida, en el corazón de la Iglesia, que es el co-
razón del Papa, nacen los Sagrarios Vivos bendecidos por él.
Jesús a su primer portador Pablo VI sumo pontífice. Men-
saje de amor a mi amado vicario en la Tierra, Pablo. Si los Sa-
grarios Vivos deberán ser pronto expresión de mi tierno y
profundo amor de padre, de hermano, de amigo, de esposo, tú,
Pablo, eres y serás cada vez más mi corazón herido por el amor
y el dolor. Tus latidos son los míos, y ya no hay dos corazones,
sino mi único corazón que sufre, gime y ama en el tuyo. El la-
tido del amor eucarístico con el que anuncio mi muerte por los
hombres está en tu corazón de pastor de almas. Con este latido
de amor tú, Pablo, me entregarás a las almas consagradas para
que yo, Jesús Eucaristía, aumente en ellas la gracia. Tú me
darás, así como yo me entregué a mis apóstoles en la última
cena para que mis almas se conviertan en mis nuevas moradas,
mis nuevos templos a través de los cuales yo, Jesús, podré visi-
tar a toda la humanidad... He traído a la tierra una nueva cruz
de amor para regalar a mis llamados. Mira, lo pongo ahora en
tus manos como pontífice. Bendícela, dónala a mis almas para
que ellas, abrazándola con gratitud, respeto y amor, sean trans-
formadas por esta cruz de amor y sufrimiento en mí crucificado
que va, que busca sus almas por todos los caminos del mundo.
El nuevo año, 1969, comienza con el anuncio de que los men-
sajes serán los últimos. El último mensaje para el santo padre fue
dictado a Vera el 15 de julio, dos semanas antes de que Pablo VI
partiera para su viaje a Uganda con ocasión de la Primera Confe-
rencia Episcopal Panafricana (31.7 – 2.8.1969). Se trata de la pri-
mera peregrinación de un pontífice a tierra africana. El Papa viajó
a Uganda con ocasión de la consagración del santuario dedicado a
22 mártires ugandeses, laicos, a quienes había canonizado en 1964.
Vera fue preanunciado por Jesús: «Escribiremos pronto al Papa, a
mi amado vicario Pablo VI, antes de su viaje a Uganda. Quiero que
mi Sagrario lo acompañe». Mensaje 7.7.1969. Y, de hecho, una se-
24

3.5 Page 25

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mana después, Jesús dicta el mensaje al Papa. En este mensaje
Pablo VI está invitado a multiplicar sus viajes apostólicos por el
mundo.
Ahora, a mi vicario en la tierra, Pablo VI, deben llegar estas
palabras mías: tus viajes deben multiplicarse porque yo, Jesús
Maestro y Redentor, en ti que me representas, quiero también
con mi santa humanidad visitar todos los pueblos de la tierra
antes de que llegue el día en que Dios Padre hará justicia. Pí-
deme las gracias que yo Jesús he prometido en mi Obra de
Amor... Quiero que apruebes y autorices, para que yo, Jesús,
cumpla lo que he prometido. Tú vas, mi amado Pablo, y yo con-
tigo: en la Cruz, en la santa Cruz que te di, y con tu cabeza co-
ronada por mí y en mí de espinas; ve y llévame, dóname y, en
la Sagrada Eucaristía, difúndeme. Reúno a mis pequeñas vícti-
mas, y en mí, en mi holocausto perenne, las ofrezco a mi Padre
para que, a ti, sea dada la libertad de autorizar lo que es el latido
del amor, lo que es vida, verdad y camino: Jesús en las especies
sagradas en la Iglesia que va, que camina para avanzar y encon-
trarse y bendecir a todos antes de aquel día... Jesús, Sacerdote
Eterno, a su vicario en la tierra, Pablo VI. Te bendigo, y en ti
contigo bendigo, en la Santísima Trinidad, en mi gloriosa
Madre, la Inmaculada, en mis santos y en mis ángeles, a toda la
humanidad doliente que visitarás conmigo. Yo, Jesús crucifi-
cado, estoy contigo.
Al año siguiente, Pablo VI viajó al Extremo Oriente, a Austra-
lia y a Oceanía (1970).
5. El proceso de la Obra hacia el papa Pablo VI
Al sumo pontífice se le hicieron llegar los cuatro mensajes que
le fueron dirigidos, un resumen de los mismos primero y la Obra
completa después. Don Gabriello Zucconi, salesiano, director es-
piritual de Vera, se encargó de ello, obedeciendo tanto a su Inspec-
tor, don Giovanni Raineri, como al Rector Mayor, don Luigi
Ricceri, que aprovecharon sus consejos y sugerencias para enviar
25

3.6 Page 26

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la Obra al santo padre con la petición de la bendición apostólica y
la autorización necesaria.
Dos veces la Santa Sede se puso en contacto con la curia de
Génova pidiendo información sobre don Gabriello Zucconi y la se-
gunda vez con la curia de Savona pidiendo información sobre Vera
Grita y la Obra. El obispo de Savona, Mons. Perego, envió a la
Santa Sede una respuesta positiva sobre Vera: «Persona digna de
fe»11. Don Formento, canónigo de la catedral de Savona que cono-
cía muy bien a Vera, dio garantías por ella ante el obispo.
Sin embargo, no existen documentos escritos relativos a la au-
torización de los Sagrarios Vivos «Portadores de Jesús Eucaristía»,
mientras que está documentada en el diario personal de don Zuc-
coni la audiencia privada del 22 de septiembre de 1977, durante la
cual Pablo VI bendijo la Obra de los Sagrarios Vivos. Hay que sub-
rayar, sin embargo, que bajo el pontificado de Pablo VI, en 1972,
se instituyeron los Ministros extraordinarios de la Comunión, un
primer paso para llevar y dar a Jesús a los enfermos y a los ancia-
nos.
Serán necesarios otros pasos del santo padre para realizar ple-
namente la Obra según los deseos expresados por Jesús a Vera y
en obediencia a la madre Iglesia.
11 Cf. V. GRITA, Carta del 20.3.1969 a don Zucconi.
26

3.7 Page 27

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Vera Grita
en el «corro de los santos»
Fray François-Marie Léthel OCD
Los escritos de Vera Grita (1923-1969) publicados en este libro
nos ofrecen una espléndida espiritualidad eucarística, de gran re-
levancia y fuerza profética para la Iglesia del futuro. Son la expre-
sión de la experiencia mística de ella que vivió en los dos últimos
años de su vida, una experiencia que es testimonio, y en cierto
modo «verificación», de la gran verdad de la fe católica sobre la
Presencia Real de Jesús en el Eucaristía. En la hostia consagrada,
la Iglesia reconoce, ama y adora el verdadero Cuerpo del Hijo de
Dios, nacido de María Virgen, crucificado por nosotros, muerto y
resucitado: Ave verum Corpus natum de Maria Virgine, vere pas-
sum, immolatum in Cruce pro homine! (Ave, Verdadero Cuerpo,
nacido de la Virgen María, verdaderamente atormentado, sacrifi-
cado en la cruz por la humanidad). En la Eucaristía, Jesús llama al
discípulo a ser Sagrario Vivo, diciéndole: ¡Llévame contigo! Estas
son las expresiones más características de la espiritualidad de Vera.
La forma literaria de estos escritos es la de mensajes, es decir,
profecía bíblica en la que el mismo Señor habla en primera persona
a través de una persona elegida por él. Se trata también de una mo-
dalidad clásica de la experiencia mística cristiana, pero que hay
que interpretar bien y en cierto modo «descifrar».
Más precisamente, se trata del típico «profetismo femenino»,
tan importante en la historia de la Iglesia, con las figuras emble-
27

3.8 Page 28

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máticas de santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, y santa
Brígida de Suecia al final de la Edad Media. A través de estas mu-
jeres místicas, Jesús habla a la Iglesia y al mundo, especialmente
al Papa y a los pastores, y es un mensaje fuerte y audaz, de amor y
consuelo, y también de conversión y de llamada a la santidad (espe-
cialmente para los sacerdotes). Brígida deja a la Iglesia la gran co-
lección de sus Revelaciones, mientras que el principal escrito de
Catalina es el Diálogo, en el que la santa escucha la voz de Dios
Padre que responde a sus preguntas sobre el Misterio de Cristo y de
la Iglesia. La misma forma literaria del diálogo entre Jesús y su dis-
cípulo se encuentra en la Imitación de Cristo, el libro que marcó la
vida espiritual de muchos santos. Luego, hay muchos ejemplos de
tal profetismo femenino, con estas modalidades extraordinarias de
locuciones y visiones. Podemos mencionar los nombres de las santas
Juana de Arco, Margarita María de Alacoque, Catalina Labouré, Ber-
nadette Soubirous, Gemma Galgani, Faustina Kowalska, las beatas
Dina Bélanger y Alexandrina María da Costa (cooperadora sale-
siana), de la venerable Luisa Margarita Claret de la Touche, etc.
Es importante interpretar bien estos mensajes, son de gran
valor cuando provienen de personas cuya santidad es reconocida
por la Iglesia (santas, beatas y venerables), que hacen brillar en el
amor las grandes verdades de la fe cristiana, a través de su expe-
riencia mística. Con la apertura de la causa de beatificación de
Vera, los escritos y los testimonios reunidos en este libro de la
nueva sierva de Dios, nos permiten entrar en un alma bellísima, un
alma santa1, llena de caridad hacia el Señor y hacia los demás, tan
humilde y obediente, tan marcada por el sufrimiento físico y espi-
ritual, y siempre seguida y apoyada por los superiores y directores
salesianos. Mejor que las «Revelaciones privadas», estos mensajes
son la escucha personal de Vera de la voz interior de Jesús, que se
hace oír de muy diversas maneras en las oraciones de los santos,
1 Así, el padre Guido Roascio, carmelita descalzo, que conoció a Vera en el úl-
timo año de su vida, cuando era huésped en el Desierto de Varazze, no teme afirmar:
«¡Vera era una santa!».
28

3.9 Page 29

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según la personalidad de cada uno, su sensibilidad, su cultura. Así
explicó Benedicto XVI el mensaje de las santas videntes de Fá-
tima2. A este respecto hay que añadir que los mensajes publicados
en este volumen son la voz de Jesús escuchada por una típica mís-
tica italiana (como Catalina de Siena y Gemma Galgani) con mu-
chas palabras y repeticiones. En cambio, los místicos franceses
suelen ser más concisos y con pocas palabras (como Juana de Arco
y Bernadette Soubirous).
Para interpretar bien estos textos, es mejor recordar primero el
contexto histórico de la experiencia mística de Vera al final de su
vida, y luego considerarlo a la luz de algunos santos maestros de
la espiritualidad eucarística. De hecho, los santos se iluminan unos
a otros. Considerados en conjunto, no se suman, sino que se mul-
tiplican. Así, debemos contemplar a Vera en este «corro de los san-
tos» pintado por el beato Fra Angelico, donde los santos y los
ángeles se dan la mano, y también nos dan sus manos para ayudar-
nos a caminar hacia la santidad3. Vera está cerca de los santos que
acabamos de mencionar, pero, en cuanto a su espiritualidad euca-
2 He aquí sus palabras: «En el año 2000, en la presentación, había dicho que
una aparición, es decir un impulso sobrenatural, que no viene solo de la imaginación
de la persona, sino en realidad de la Virgen María, del sobrenatural, Que tal impulso
entra en un sujeto y se expresa en las posibilidades del sujeto. El sujeto está determinado
por sus condiciones históricas, personales, temperamentales, y luego traduce el gran
impulso sobrenatural en sus posibilidades de ver, imaginar, expresar, pero en estas
expresiones, formadas por el sujeto, se esconde un contenido que va más allá, más
profundo, y solo a lo largo de la historia podemos ver toda la profundidad, que era -
digamos - “vestida” en esta visión posible para las personas concretas» (BENEDICTO
XVI, Entrevista en el avión durante el viaje a Fátima, 11 de mayo de 2010).
3 Era el icono de los ejercicios espirituales que tuve la gracia de predicar en el
Vaticano para Benedicto XVI y la Curia romana en 2011. El mismo papa Benedicto
se refirió a esta imagen en su discurso espontáneo dirigido a mí al final de estos ejer-
cicios: «Usted nos ha puesto en el círculo de estos santos y nos ha mostrado que pre-
cisamente los santos “pequeños” son los santos “grandes”. Nos ha mostrado que la
scientia fidei y la scientia amoris van juntas y se completan, que la razón grande y el
gran amor van juntos, más aún, que el gran amor ve más que la razón sola» (Discurso
del 19 de marzo de 2011). La scientia fidei es la modalidad intelectual de la teología
de los santos (por ejemplo, en santo Tomás), mientras que la scientia amoris es la
modalidad mística. Así Juan Pablo II declaró a Teresa de Lisieux Doctora de la Iglesia
como «experta de la scientia amoris» (Novo Millennio Ineunte, n. 42)
29

3.10 Page 30

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rística específica, está aún más cercana a santa Teresa de Lisieux,
doctora de la Iglesia, y al venerable cardenal François-Xavier
Nguyn Văn Thun, quienes vienen a confirmar plenamente su es-
piritualidad eucarística de los Sagrarios Vivos.
El testimonio de Vera en el contexto de los años 1967-1969
Vera vivió esta experiencia mística en los dos últimos años de
su vida (septiembre de 1967 - diciembre de 1969), que representó
también un momento dramático en la vida de la Iglesia. Son los
años más característicos de la gran crisis de la Iglesia después del
Concilio, bajo el pontificado de san Pablo VI, principal destinatario
de los mensajes de Vera. Para el Papa, se trata de una profunda cri-
sis de fe en el seno de la Iglesia, y por este motivo quiso convocar
un año de la fe que comienza el 29 de junio de 1967, en la solem-
nidad de los apóstoles Pedro y Pablo, y que finaliza el año siguiente
para la misma fiesta.
En mayo de 1968 estalló la contestación en la sociedad y en la
Iglesia, y un mes después Pablo VI concluyó el año de la fe con su
gran Credo del Pueblo de Dios (30 de junio de 1968). Se trata de
una exposición clara y detallada de las principales verdades de la
fe, desarrollando particularmente aquellas que estaban más ame-
nazadas en su momento: Jesús Eucaristía, la Virgen María y la Igle-
sia. Ya en su encíclica Mysterium Fidei sobre la Eucaristía, firmada
el 3 de septiembre de 1965 (que era entonces la fiesta de San Pío
X), poco tiempo antes de la conclusión del concilio (8 de diciem-
bre) para promover el culto eucarístico, es decir, la espiritualidad
eucarística, insistiendo en los aspectos inseparables del sacrificio
de la Misa, del valor de la comunión diaria y su prolongación en
la adoración eucarística. A la crisis de fe en la Eucaristía estaba
ligada también una profundísima crisis del sacerdocio, con el aban-
dono de miles de sacerdotes. Por esta razón, justo en el 1967, Pablo
VI repropone una auténtica espiritualidad sacerdotal en su encíclica
Sacerdotalis caelibatus. Luego, con la Marialis cultus de 1974, el
30

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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Papa ofrecerá a la Iglesia una hermosa propuesta de espiritualidad
mariana. Así, en el magisterio de Pablo VI como en su testimonio
personal de santidad, fe y amor, Jesús en la Eucaristía, el Sacerdo-
cio, María y la Iglesia son inseparables, es decir, María en el Mis-
terio de Cristo y de la Iglesia (Lumen gentium, VIII). El amor de
Jesús tiene su centro en la Eucaristía y se experimenta con María
en la Iglesia. La auténtica espiritualidad católica testimoniada por
los santos es inseparablemente eucarística, mariana y eclesial.
Laica consagrada en la Familia Salesiana como cooperadora,
Vera vive esta espiritualidad en la escuela de Don Bosco, bajo la
guía de sus directores salesianos4, refiriéndose también a la ense-
ñanza mariana de san Luis María Grignion de Montfort (la «escla-
vitud de amor»). ) y a la espiritualidad carmelitana (especialmente
en el último año pasado en el Desierto de Varazze). Para Montfort
como para Don Bosco, María es por excelencia el Sagrario Vivo
del Verbo Encarnado. Es la Madre que da siempre a su Hijo, fruto
de su vientre, y que enseña a los fieles a acogerlo y cuidarlo con fe
y amor en la Eucaristía. Así, el Tratado sobre la verdadera devo-
ción a la Santísima Virgen de Montfort termina con un final euca-
rístico: vivir plenamente la santa comunión con María y en María
(n. 266-273). Aquí está el Totus Tuus respirado continuamente por
san Juan Pablo II5.
4 Principalmente don Gabriello Zucconi, pero también don Giovanni Bocchi y
don Giuseppe Borra que será su primer biógrafo (1984). Luego, el mismo padre Borra
será el padre espiritual de otra mística, la estigmatizada Teresa Musco de Caserta
(1943-1976) cuya vida escribirá en 1986, un año antes de su muerte. Son importantes
estas figuras de sacerdotes salesianos espirituales, con el ejemplo eminente del vene-
rable don Giuseppe Quadrio SDB (1921-1963), gran místico y gran teólogo.
5 Es la fórmula breve de la consagración a Jesús por María, a María para recibir
a Jesús. Benedicto XVI recordó la importancia de esto en toda la vida de Juan Pablo
II en su homilía de beatificación, el 1 de mayo de 2011: «El lema “Totus tuus” corres-
ponde a la célebre expresión de san Luis María Grignion de Montfort, en la que Karol
Wojtyła encontró un principio fundamental para su vida: “Totus tuus ego sum et omnia
mea tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor tuum, María - Soy todo tuyo
y todo lo que es mío es tuyo. Te tomo por todo mi bien. Dame tu corazón, oh María»
(L.M. GRIGNION DE MONTFORT, Tratado de la verdadera devoción a la Santa Virgen,
n. 266). Estas palabras en latín fueron copiadas continuamente por Karol Wojtyla en
las primeras páginas de sus manuscritos, ya cuando era seminarista clandestino.
31

4.2 Page 32

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En estos años de crisis, encontramos el mismo testimonio en
la sierva de Dios Chiara Lubich, fundadora de la Obra de María
(Movimiento de los Focolares), en el amor6 a Jesús, en la eucaristía
diaria, a María y a la Iglesia, en plena comunión con Pablo VI.
Antes del Concilio y de la Dei Verbum, Chiara subrayó el alimento
de la Palabra de Dios, «Palabra de Vida», inseparable del Pan de
Vida Eucarístico.
Por supuesto, la Obra de los Sagrarios Vivos iniciada por
Vera en los últimos años es una realidad humanamente pequeña
y escondida, pero en su verdad profunda es grande y profética.
Es como un nuevo desarrollo y una nueva aplicación de la fe en
la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía. Se trata de custodiar
en sí la presencia eucarística de Jesús recibida en la comunión,
para llevarla a los demás. Esta primera forma de ser Sagrario
Vivo ya puede ser vivida por todos en la Iglesia. Pero hay un se-
gundo camino que aún no es del todo posible: custodiar la hostia
consagrada y llevarla sobre sí en medio de los hombres. Para ello
habría sido necesario el permiso del Papa, y esto es lo que Vera
pidió en sus mensajes a Pablo VI. Vera fue apoyada discretamente
por los superiores salesianos y por algunos teólogos (salesianos,
dominicos y carmelitas) que transmitieron al Papa sus mensajes.
Pablo VI bendecirá la Obra tras la muerte de Vera. Sin embargo,
no existen documentos relativos a la autorización necesaria para
llevar a Jesús Eucaristía, pero, en el lado positivo, durante su pon-
tificado se instituyeron, en 1972, los ministros extraordinarios de
6 Puedo añadir también mi testimonio personal, porque estos dos últimos años
de la vida de Vera han sido también mis primeros años de vida religiosa. Me con-
mueve el hecho de que Vera haya recibido su primer mensaje el 19 de septiembre
de 1967, mientras yo entré al Carmelo dos días después, el 21 de septiembre, en la
fiesta de san Mateo. Hice mi profesión religiosa en 1968, y experimenté personal-
mente esta gran crisis de la Iglesia, escuchando siempre la voz de Pablo VI. ¡La ado-
ración eucarística era muy combatida, y por algunos llamada, también, “idolatría”!
Tuve que luchar dos años para obtener el permiso de una hora de adoración ante el
Santísimo expuesto una vez a la semana, y solo opcional, ¡para un pequeño grupo!
Ya no se hablaba de Sagrario, sino de “reserva eucarística” solo funcional para llevar
la comunión a los enfermos, y ya no como lugar de oración.
32

4.3 Page 33

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la Eucaristía: hombres y mujeres, laicos y consagrados, que tie-
nen la misión de llevar la Eucaristía a los enfermos y a los ancia-
nos. Estos ya pueden vivir plenamente las palabras de Jesús a
Vera: “¡Llévame contigo”!
Vera en el «corro de los santos», entre santa Teresa de Lisieux
y el venerable cardenal François-Xavier Văn Thun
En cuanto a la espiritualidad eucarística, ahora vale la pena ver
cómo Vera, en el «corro de los santos», tiende una mano a Teresa
de Lisieux (1873-1897) y la otra al venerable cardenal François-
Xavier Nguyn Văn Thun (1928-2002).
Teresa de Lisieux
En los escritos de santa Teresa de Lisieux, el tema del Sagrario
Vivo está muy presente pero, a diferencia de Vera, sin ningún fe-
nómeno extraordinario de mensajes o locuciones7. Son intuiciones
espirituales, luces profundas, casi siempre recibidas en un contexto
eucarístico, a menudo en el momento de acción de gracias después
de la comunión. Teresa es una de las más grandes místicas, pero
sin ningún fenómeno místico.
Recordemos que la santa vivió a finales del siglo XIX, cuando
la Iglesia aún no se había manifestado definitivamente a favor de
la comunión diaria. Así, en su Acto de Ofrenda al Amor Misericor-
7 Es otra modalidad, quizás más esencial, de la experiencia mística, en la escu-
cha de la Palabra de Jesús en el Evangelio: «Es sobre todo el Evangelio que me en-
tretiene durante las oraciones, en él encuentro todo lo que es necesario a mi pobre
alma. Siempre descubro en ellas nuevas luces, significados ocultos y misteriosos.
Comprendo y sé por experiencia “que el reino de Dios está dentro de nosotros”.
Jesús no necesita libros ni doctores para instruir a las almas. Doctor de los doctores,
él enseña sin rumores de palabras. Nunca lo he oído hablar, pero siento que él está
en mí, a cada instante me guía, me inspira lo que debo decir o hacer. Descubro, justo
cuando lo necesito, las luces que no había visto todavía: la mayoría de las veces no
es durante las oraciones que son más abundantes, sino entre las ocupaciones del día»
(Ms A, 83v).
33

4.4 Page 34

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dioso –texto esencial publicado al final de la Historia de un alma8
– la carmelita dice a Jesús:
Siento en mi corazón deseos inmensos, y te pido confiadamente
que vengas a tomar posesión de mi alma. ¡Ah! no puedo recibir
la santa comunión con la frecuencia que deseo; pero, Señor,
¿no eres todopoderoso?… Permanece en mí como en el Sagra-
rio, no te alejes nunca de tu pequeña hostia...».
Este es el «grito» más profundo de Teresa respecto a la comu-
nión, con el deseo de comulgar diariamente y de mantener en sí la
presencia eucarística de Jesús «como en el Sagrario», es decir,
¡como Sagrario Vivo! Se trata de una cuestión muy significativa,
frente a una concepción errónea, muy extendida en la época, según
la cual esta presencia eucarística sería «fugaz», de muy pocos ins-
tantes y desaparecería cuando los accidentes del pan se hubieran
disuelto en nuestro cuerpo, con la ridícula consecuencia de que
sería mejor hacer la comunión con una hostia grande que con un
pequeño fragmento, ¡para disfrutar de una presencia más larga! En
cambio, Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre per-
manece (o mora: menei, en el texto griego) en mí, y yo en él» (Jn
6,56). Y es la verdad que cree y vive Teresa.
En el Carmelo de Lisieux, Teresa no tenía permiso de recibir
la comunión todos los días9. Sufrió mucho por ello, con la espe-
8 Publicada ahora en el texto auténtico, exactamente como la había escrito la santa,
la Historia de un alma reúne los tres Manuscritos Autobiográficos (Ms A, B y C, con
los números de las hojas), con la adición de dos de sus oraciones más importantes: La
oración en el día de su Profesión (Pr 2), y su Ofrenda al Amor Misericordioso (Pr 6). Es
el texto principal de Teresa que ilumina todos sus otros escritos: Cartas (LT), Poesías
(P), Recreaciones Piadosas (PR) y Oraciones (PR) (Es el contenido de las Obras Com-
pletas, traducidas y publicadas en italiano en 1997 por la Libreria Editrice Vaticana, a
partir del original francés: Oeuvres Complètes, Paris, 1992, y Cerf/ DDB). Hemos pu-
blicado recientemente una nueva edición de la Historia de un alma, con el Prefacio de
Benedicto XVI (Roma, 2015, ediciones OCD).
9 Hubo, sin embargo, una excepción en el momento de la epidemia de gripe, que
provocó la muerte de varias hermanas: «Durante todo el tiempo en que la comunidad
fue probada así, pude tener el inefable consuelo de hacer todos los días la Santa Comu-
nión... ¡Ah, ¡qué dulce era!... Jesús me mimó durante mucho tiempo, más tiempo que
sus fieles esposas, porque permitió que me lo dieran sin que las otras tuvieran la felicidad
de recibirlo» (Ms A, 79v).
34

4.5 Page 35

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ranza de un cambio en el futuro. Y no estaba sola: en muchos santas
religiosas de su tiempo se ve el mismo deseo y el mismo sufri-
miento10. La influencia negativa del jansenismo había sido fuerte,
decididamente contraria a la comunión frecuente. Ya no era el Dios
cercano de los santos, sino al contrario un Dios lejano que no dejaba
que los fieles se acercaran a él. Fue un desastre para el pueblo de
Dios. Sin embargo, ya en la Edad Media, mientras la espiritualidad
eucarística destacaba la fe en la presencia real (contra los errores de
Berengario y los teólogos racionalistas), en forma de adoración, aún
no era recomendada una comunión frecuente. En este punto, santa
Catalina de Siena es una feliz excepción, como gran profeta de la
comunión diaria, algo que escandalizó a sus contemporáneos11. Te-
resa de Lisieux, los santos de su tiempo retoman e intensifican este
deseo profético, con la certeza de que la Iglesia se expresará a favor
de la comunión diaria, lo que sucederá unos años más tarde, con los
Decretos de San Pío X en 1905. En la espiritualidad eucarística de
Teresa, por tanto, la comunión está en el centro.
Para Teresa, la Eucaristía es por excelencia el sacramento del
amor misericordioso de Jesús, del amor divino que se abaja, que
se hace pequeño, que desea unirse a nosotros, vivir con nosotros y
en nosotros, pobres hijos pecadores. En pocas palabras, Teresa re-
sume toda su espiritualidad eucarística en su última carta escrita
para un futuro sacerdote, el seminarista Maurice Bellière, su primer
hermano espiritual. Se trata de una imagen que representa al Niño
Jesús en la hostia consagrada en manos del sacerdote, junto a la
10 Fue también el mayor sufrimiento de santa Juana de Arco (la santa más
amada por Teresa de Lisieux y junto con ella patrona de Francia): ser privada de la
comunión durante los cuatro meses de su proceso de condena. Hace varias veces la
solicitud, y recibe un rechazo. Solo la mañana de su muerte, el 30 de mayo de 1431,
antes de ser llevada a la hoguera, recibirá a Jesús Eucaristía en prisión.
11 En este sentido se pueden citar las palabras del dominico Tommaso Caffarini,
testigo y biógrafo de Caterina: «Mientras tanto debemos saber que, aunque la cos-
tumbre de los cristianos de su tiempo estaba orientada a evitar la comunión frecuente,
Catalina deseaba comulgar también cada día [...]. Si hubiera podido, habría comul-
gado todos los días, en cuanto sabía que el venerando Sacramento era el único medio
para unir alma y cuerpo con su eterno Esposo» (Legenda Minor, c XII).
35

4.6 Page 36

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cual Teresa escribió estas sencillas palabras: «¡No puedo temer a
un Dios que se hizo tan pequeño por mí! ¡Amo! ¡Porque es solo
Amor y Misericordia!» (LT 266). En definitiva, es como el testa-
mento eucarístico de la santa. En la Eucaristía, Jesús es el Dios
cercano, el Dios del amor misericordioso, el Dios que se hace pe-
queño, que no tiene miedo, pero que suscita nuestra respuesta de
confianza y de amor. ¡Es el verdadero cuerpo nacido de la Virgen
María siendo niño, es el crucificado y el resucitado!
En el relato de su primera comunión, Teresa expresa la intimi-
dad de su unión con Jesús, como una «fusión». Lo describe como
«el primer beso de Jesús a su alma». Es ya la experiencia del amor
esponsal, con la entrega total, mutua y definitiva entre el esposo y
la esposa. A Jesús, que «se entregó a ella con tanto amor», Teresa
responde: «Te amo y me entrego a ti para siempre» (Ms A 35rv).
Para el carmelita, la unión mística con Jesús, el matrimonio espi-
ritual, no será otra cosa que la comunión eucarística vivida plena-
mente con la ayuda de María12.
A María, Teresa le dice: «Tú me das a Jesús y me unes a él» (P
5). Al contemplarla encinta, la llama «el Sagrario que vela la divina
belleza del Salvador» (P 54). En el momento de la comunión, no
teme identificarse con María en la Anunciación, cuando el Hijo de
Dios descendió del cielo y se encarnó en su seno virginal:
Oh Madre amada, a pesar de mi pequeñez,
como tú poseo al omnipotente dentro de mí,
pero no temo viendo mi debilidad:
el tesoro de la Madre pertenece al hijo.
Y yo soy tu hija, ¡oh queridísima Madre!
Tus virtudes, tu amor, ¿no son míos también?
Así, cuando la hostia blanca desciende a mi corazón,
¡Jesús, tu dulce cordero cree descansar en ti! (ibídem).
12 Tenemos el ejemplo de esto en estas palabras de la santa: «Mi cielo está es-
condido en la pequeña hostia/ donde Jesús mi Esposo se vela por amor. / En este
fogón de amor voy a sacar la vida, / y allí mi dulce Salvador me escucha día y noche.
/ Ah, qué feliz instante cuando en tu ternura, / tú vienes, oh mi amado, transformarme
en ti. / Esta unión de amor, esta inefable ebriedad, / ¡he aquí mi cielo!» (P 32).
36

4.7 Page 37

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De la misma manera, el sacerdote debe aprender de María todo
su amor hacia el cuerpo de Jesús13. Como Vera, Teresa habla inse-
parablemente de Jesús en la Eucaristía, de María y de los sacer-
dotes. Como ministro de la Eucaristía, el sacerdote debe ser el
primer Sagrario Vivo que, junto con María, en la fe y en el amor,
acoge a Jesús y lo entrega a los hombres. En esta luz, la santa va
al corazón de la vida y de la vocación del sacerdote cuando escribe:
«Siento en mí la vocación del sacerdote. ¡Con qué amor, oh Jesús,
te llevaría en mis manos cuando a mi voz descendieras del cielo,
con qué amor te entregaría a las almas!» (Ms B 2v). Teresa es pa-
trona de las misiones, siempre con esta dinámica eucarística.
Respecto a la comunión, Teresa pone el acento principal, no
en nuestro deseo de recibir a Jesús, sino en el deseo de Jesús de
venir a nosotros, unirse con nosotros y habitar con nosotros y en
nosotros. Jesús no quiere permanecer encerrado en el frío sagrario
de piedra, sino que desea venir al sagrario de carne, al Sagrario
Vivo de nuestro corazón. Lo dice con gran claridad: «Él no baja
del cielo un día y otro día para quedarse en una píxide dorada, sino
para encontrar otro cielo que le es infinitamente más querido que
el primero: el cielo de nuestra alma, creada a su imagen y templo
vivo de la adorable Trinidad»14.
La santa ya había expresado este pensamiento cuando era no-
vicia, en su carta del 30 de mayo de 1889 a su prima María Guérin,
que había dejado de comulgar por sus escrúpulos (relativos a la
castidad). Aquí sus palabras más características:
¡Amada mía!, piensa, pues, que Jesús está allí en el Sagrario
expresamente para ti, para ti sola, y que arde en deseos de entrar
13 Así, orando por su hermano espiritual el seminarista Bellière, Teresa dice a
la Virgen: «Enséñale ya con qué amor tocabas al divino Niño Jesús y lo envolvías
en pañales, para que un día pueda subir al santo altar y llevar en sus manos al Rey
de los cielos» (Pr 8).
14 Ms A, 48v. De la misma manera escribe: «¡Oh misterio de amor! / Mi pan
diario, / Jesús, eres tú! / [...] Tu patena dorada, / favorita entre todas, / Jesús, soy
yo!» (P 24).
37

4.8 Page 38

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en tu corazón... ¡Anda, no escuches al demonio, búrlate de él y
vete a recibir sin miedo al Jesús de la paz y del amor...! Tu cora-
zón está hecho para amar a Jesús, para amarlo apasionadamente.
Pídele que los años más hermosos de tu vida no transcurran entre
temores imaginarios. No tenemos más que los breves instantes
de nuestra vida para amar a Jesús. El diablo lo sabe muy bien, y
por eso procura consumirla en fatigas inútiles... Hermanita que-
rida, ¡comulga con frecuencia, con mucha frecuencia...! Este es
el único remedio si quieres curarte [...]. No temas amar dema-
siado a la Santísima Virgen, nunca la amarás lo suficiente, y Jesús
estará muy contento pues la Virgen es su Madre (LT 92).
Esta carta le había gustado muchísimo a san Pío X. ¡La causa
de beatificación había sido abierta bajo su pontificado, y él
mismo había profetizado que Teresa sería ¡«la santa más grande
de los tiempos modernos»! Fue él quien, en 1905, se pronunció
definitivamente sobre el valor de la comunión diaria, según la in-
tención del mismo Jesús, que había elegido el pan, alimento dia-
rio del hombre. Según san Pío X, no solo estaba permitido, sino
también aconsejado, a cada fiel hacer la comunión cada día, si
no tenía un pecado grave en su conciencia (en ese caso, primero
debía acoger la misericordia en el sacramento de la reconcilia-
ción). Gracias a esta decisiva intervención del santo Papa, casi
todos los santos del siglo XX, incluso los laicos, son santos de la
comunión diaria. San Pío X también abrió la comunión a los
niños más pequeños. Así, la venerable Antonietta Meo («Nenno-
lina»), fallecida a los 6 años, ¡había hecho su primera comunión
a los 5 años!
El cardenal Văn Thun
El 4 de mayo de 2017, el papa Francisco reconoció las virtu-
des heroicas del cardenal François-Xavier Nguyn Văn Thun.
Este nuevo venerable es una figura excepcional de santidad, un
testimonio de Cristo particularmente cercano a san Juan Pablo II,
que lo creó cardenal en 2001, un año antes de su muerte. El Papa
38

4.9 Page 39

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lo había invitado a predicar los ejercicios espirituales en el Vati-
cano con motivo del gran jubileo del año 2000 sobre el tema de
la esperanza. Es un gran místico, testigo de una estupenda espi-
ritualidad eucarística y mariana, realizando plenamente en su
vida todo lo que Vera había profetizado sobre los Sagrarios
Vivos. Este hecho es tan impresionante porque probablemente
nunca haya oído hablar de Vera y de su Obra. En cambio, estuvo
muy cerca de Chiara Lubich, compartiendo la espiritualidad
del Movimiento de los Focolares, pero también profundamente
influenciado por Teresa de Lisieux y Luis María Grignion de
Montfort.
Precisamente en 1967, Pablo VI lo nombró obispo de Nha
Trang, Vietnam. Joven obispo de treinta y nueve años, estuvo to-
talmente comprometido al servicio de su pueblo en los dramáticos
años de la guerra. Muy estimado por Pablo VI, fue nombrado ar-
zobispo coadjutor de Saigón en abril de 1975, pero inmediata-
mente después, con la victoria de los comunistas, fue detenido el
15 de agosto de 1975 y, sin ningún proceso, tuvo que permanecer
en prisión durante más de trece años, de los cuales nueve en ais-
lamiento, hasta su liberación el 21 de noviembre de 1988. Para
él, estas dos fiestas marianas de la Asunción y la Presentación tu-
vieron un significado profundo al iluminar todo el dramático pe-
ríodo de su vida. Vive entonces una profunda experiencia mística
que tiene como centro la Eucaristía en todas sus dimensiones de
sacrificio, comunión, presencia y adoración.
Así, el 7 de octubre de 1976, después de un durísimo año de pri-
sión, escribió esta oración que resume su espiritualidad eucarística:
Amadísimo Jesús, esta noche, en el fondo de mi celda, sin luz,
sin ventana, con mucho calor, pienso con intensa nostalgia en
mi vida pastoral. [...] Antes celebraba con patena y cáliz dora-
dos, ahora tu sangre está en la palma de mi mano [...] Antes iba
a visitarte al Sagrario, ahora te llevo, día y noche, conmigo en
mi bolsillo. Antes celebraba la misa ante millares de fieles;
ahora, en la oscuridad de la noche, dando la comunión por de-
bajo de las mosquiteras. [...] Antes daba la bendición solemne
39

4.10 Page 40

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con el Santísimo en la catedral, ahora hago la adoración euca-
rística cada noche a las nueve, en silencio, cantando en voz baja
el Tantum Ergo, la Salve Regina15.
Muchos otros sacerdotes han celebrado la misa en condiciones
similares, en campos de concentración nazis o comunistas. Pero
quería resaltar el aspecto más original, que se refiere precisamente
a la espiritualidad de los Sagrarios Vivos, es decir, llevar sobre sí
la hostia consagrada. Lo vivió como sacerdote y obispo, pero, en
el mismo período de persecución comunista, los laicos más fer-
vientes vivían la misma experiencia. De hecho, los obispos de Viet-
nam habían dado permiso a los fieles, hombres y mujeres, para
llevar consigo la Eucaristía y dar la comunión en lugares donde los
sacerdotes no podían ir. Lo mismo ocurrió en la época de la Revo-
lución Francesa.
Este hecho de llevar consigo la hostia consagrada también
había llamado la atención de su arzobispo, quien en su informe en-
viado a Roma en 1978 escribía: «Se ha acostumbrado a llevar con-
sigo una pequeña hostia consagrada después de la misa». Al mismo
tiempo, vive momentos de sufrimiento extremo junto con Jesús en
Getsemaní. Según el testimonio de su hermana, «cuando vio con
él el sufrimiento de los presos y el suyo propio, se dio cuenta de
que solo la presencia de Jesús Eucaristía podía dar sentido y fuerza
a su situación de vida».
Văn Thun no tiene miedo de compartir esta espiritualidad eu-
carística del Sagrario Vivo con los demás. Esto es lo que testimonia
otro sacerdote, el rector del seminario diocesano que estuvo preso
con él:
Como señal de esperanza, me dio otro don que me pareció muy
precioso, y es que había hecho un anillo con latas de hojalata que
me entregó preguntándome qué era, y le respondí que era un juguete,
15 Muchos textos han sido publicados, otros se encuentran, junto con los testi-
monios, en la excelente Positio para la causa de beatificación y canonización.
40

5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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pero me dijo que en cambio era un anillo, en el cual había escondido
un pequeño trozo de hostia consagrada, para que yo llevara siempre
conmigo a Jesús en la Eucaristía, y lo encontré extraordinario, y to-
davía me conmueve al pensar lo que hizo por mí.
Fue el cumplimiento pleno de las palabras de Jesús a Vera: ¡Llé-
vame contigo! Más tarde, tras su liberación, Văn Thun testificó a
menudo sobre esta experiencia eucarística que vivió en prisión.
Así, a un grupo de sacerdotes les contó cómo, desde el inicio
de su encarcelamiento, había logrado tener un poco de vino en una
botella de «medicina contra el dolor de estómago», junto con pe-
queñas hostias escondidas. Por tanto, podía celebrar la misa todos
los días con tres gotas de vino en la palma de una mano y un frag-
mento de hostia en la otra. En el campo de reeducación celebraba
en secreto para los demás prisioneros, daba la comunión y distri-
buía estos humildes sagrarios clandestinos, llevando también con-
sigo a Jesús Eucaristía:
Fabricamos bolsitas con el papel de los paquetes de cigarrillos
para conservar el Santísimo Sacramento. Jesús Eucarístico está
siempre conmigo en el bolsillo de mi camisa. [...] Cada semana
se lleva a cabo una sesión de adoctrinamiento en la que debe
participar todo el campamento. En el momento de la pausa, con
mis compañeros católicos, aprovechamos para pasar un pe-
queño paquete a cada uno de los otros cuatro grupos de prisio-
neros: todos saben que Jesús está en medio de ellos, es él quien
cura todos los sufrimientos físicos y mentales. Por la noche, los
prisioneros se alternan en turnos de adoración; Jesús Eucarístico
ayuda enormemente con su presencia silenciosa. Muchos cris-
tianos retornan durante estos días al fervor de la fe; los budistas
y otros no cristianos también se convierten. La fuerza del amor
de Jesús es irresistible. La oscuridad de la prisión se vuelve luz,
la semilla ha germinado bajo tierra durante la tormenta. Ofrezco
la misa junto al Señor: cuando distribuyo la comunión me en-
trego yo mismo junto con el Señor para hacerme alimento para
41

5.2 Page 42

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todos. Esto significa que siempre estoy totalmente al servicio
de los demás. Cada vez que ofrezco la misa tengo la oportuni-
dad de extender las manos y clavarme en la Cruz con Jesús, para
beber con él el cáliz amargo. Cada día, al recitar o escuchar las
palabras de la consagración, confirmo con todo mi corazón y
con toda mi alma un pacto nuevo, un pacto eterno entre Jesús y
yo, a través de su Sangre mezclada con la mía (1 Cor 11, 23-
25). Jesús en la cruz inició una revolución. Vuestra revolución
debe comenzar desde la mesa eucarística y continuar desde allí.
Así podréis renovar a la humanidad.
Pasé 9 años en régimen de aislamiento. Durante este período
celebro misa todos los días alrededor de las tres de la tarde: el
momento en que Jesús muere en la cruz. Estoy solo, puedo can-
tar mi misa como quiera, en latín, francés, vietnamita... Llevo
siempre conmigo la bolsita que contiene el Santísimo Sacra-
mento: «Tú en mí y yo en ti». Son las más hermosas misas de
mi vida. Por la noche, de 21 a 22 horas, hago una hora de ado-
ración, cantando Lauda Sion, Pange lingua, Adoro Te, Te Deum
y canciones en vietnamita, a pesar del ruido del altavoz que dura
desde las 5 de la mañana hasta las 11.30 de la noche. Siento una
paz singular de espíritu y de corazón, y la alegría, la serenidad
de la compañía de Jesús, María y José. Canto Salve Regina,
Salve Mater, Alma Redemptoris Mater, Regina coeli... en unidad
con la Iglesia universal. A pesar de las acusaciones, las calum-
nias contra la Iglesia, canto Tu es Petrus, Oremus pro Pontifice
nostro, Christus vincit… Como Jesús alimentó a la multitud que
le seguía en el desierto, en la Eucaristía es él mismo quien sigue
siendo alimento de vida eterna
En la Eucaristía anunciamos la muerte de Jesús y proclamamos
su resurrección. En los momentos de tristeza infinita, ¿qué
hago? Mirar a Jesús crucificado y abandonado en la cruz. A los
ojos humanos, la vida de Jesús ha fracasado, es inútil, está frus-
trada, pero, a los ojos de Dios, en la cruz Jesús realizó la acción
más importante de su vida, porque derramó su sangre para sal-
var al mundo.
42

5.3 Page 43

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¡Cuán unido está Jesús a Dios cuando, en la cruz, ya no puede
predicar, curar a los enfermos, visitar a las personas, realizar
milagros, sino que permanece en absoluta inmovilidad!
María está siempre íntimamente presente en esta experiencia
eucarística. Después de darnos el don de su Cuerpo y Sangre, Jesús
nos entregó a su Madre:
Como hijo de María, particularmente durante la santa misa,
cuando pronuncio las palabras de consagración, me identifico
con Jesús, in persona Christi. Cuando me pregunto qué ha sig-
nificado María en mi elección radical por Jesús, la respuesta es
clara: en la cruz Jesús dijo a Juan: «¡Ahí tienes a tu madre!» (Jn
19, 27). Después de la institución de la Eucaristía, el Señor no
pudo dejarnos nada más grande que su Madre. Para mí María
es el Evangelio vivo, en formato de bolsillo, de más amplia di-
fusión, más cercano a mí que la vida de todos los demás santos.
María es mi madre: la que Jesús me ha dado. La primera reac-
ción de un niño cuando está enfermo o tiene miedo es llamar:
“¡Mamá!”. Esta palabra lo es todo para un niño. María vivió en-
tera y exclusivamente para Jesús.
Él mismo contó cómo en los momentos más extremos de de-
solación, solo podía repetir el Ave Maria16. En el período más duro
de aislamiento escribió esta oración de consagración, de entrega
total a Jesús por María:
María, Madre mía, Madre de Jesús, Madre nuestra, para sen-
tirme unido a Jesús y a todos los hombres, mis hermanos, quiero
llamarte Madre nuestra. [...] En mí, oh Madre, sigue obrando,
orando, amándome, sacrificándome; sigue cumpliendo la vo-
luntad del Padre, sigue siendo la Madre de la humanidad. Con-
tinúa viviendo la pasión y la resurrección de Jesús. ¡Oh, Madre,
16 En mi ministerio sacerdotal a favor de los enfermos terminales y moribundos,
pude experimentar este poder del Ave María, especialmente de las últimas palabras:
«Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte».
43

5.4 Page 44

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me consagro a ti, todo a ti ahora y para siempre! Viviendo en tu
espíritu y en el de José, viviré en el Espíritu de Jesús, con Jesús,
José, los ángeles, los santos y todas las almas. Te amo, Madre
nuestra, y compartiré tu fatiga, tu preocupación y tu combate
por el reino del Señor Jesús. Amén.
Es la misma consagración de Montfort, vivida por Juan Pablo
II y por Vera, la que lleva a una «identificación de los fieles con
María en su amor por Jesús, en su servicio a Jesús»17. Esta fuerte
espiritualidad eucarística y mariana es esencialmente apostólica:
llevar a Jesús contigo para comunicar su amor a los hombres, ami-
gos o enemigos. Văn Thun nos dejó un testimonio extraordinario
del amor de los enemigos. Hablando de sus duros captores comu-
nistas, escribe: «Había decidido amarlos». Y no era él, ¡era Jesús
siempre presente con él que los amaba y que progresivamente los
hacía amigos!
Un mensaje profético para la Iglesia de hoy y de mañana
Es la misma voz de Jesús que habla a su Iglesia a través del
magisterio y de los santos. El mensaje eucarístico de Vera está ple-
namente confirmado y fortalecido por santa Teresa de Lisieux y el
venerable Văn Thun. No son, pues, ilusiones ni exageraciones
piadosas de una persona exaltada, sino una poderosa profecía para
la Iglesia, una «palabra de vida» dirigida a todo el pueblo de Dios:
el Papa, los obispos y los sacerdotes, los diáconos, los ministros
extraordinarios de Eucaristía, religiosos y religiosas, y todos los
laicos que vivan en matrimonio o celibato. Es una manera maravi-
llosa de reafirmar la centralidad de la Eucaristía en la vida de la
Iglesia que peregrina. Jesús en la Eucaristía es como el sol que ilu-
17 Es la expresión de Juan Pablo II en su importante Carta a los religiosos y re-
ligiosas de las Familias Monfortianas del 8 de diciembre de 2003 (n. 5). Siguiendo
los pasos de Montfort, Chiara Lubich insistía también en este aspecto: «Ser otra
María, una pequeña María» CIT.
44

5.5 Page 45

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mina y calienta a todo el pueblo de Dios en su camino hacia la pa-
tria celestial. Así hablaba ya de ello santa Catalina de Siena.
Con su temática de los Sagrarios Vivos, Vera nos invita a re-
descubrir la maravilla de la presencia real de Jesús en la Eucaristía
como el gran misterio de la cercanía del Dios de amor con los hom-
bres. Como santa Catalina de Siena, Vera escucha la voz de este
Dios «loco de amor» por nosotros, que se acercó a nosotros de ma-
nera inefable e insuperable en los misterios de la Encarnación, la
Redención y la Eucaristía. ¡Él es verdaderamente Enmanuel, Dios
con nosotros! Él es quien nos dice esta palabra tan característica
en los mensajes de Vera: «¡Llévame contigo!».
Nos centramos en el período más reciente, considerando la es-
piritualidad eucarística de Teresa y Văn Thun, pero, en realidad,
hay toda una dinámica en el camino histórico de la Iglesia para acer-
car cada vez más la Eucaristía a los fieles y los fieles a la Eucaristía.
Y son a menudo los santos (y especialmente las santas) quienes dan
el empujón a la autoridad eclesiástica para dar nuevos pasos en este
camino de cercanía. En cuanto a la fiesta del Corpus Christi, el pri-
mer impulso vino de santa Juliana de Lieja en el siglo XIII. Luego
vendrá pronto la decisión del papa Urbano IV y la obra de santo
Tomás de Aquino, el gran teólogo de la Eucaristía. Fue la respuesta
de la fe del pueblo de Dios y de la verdadera teología, confirmada
por el Papa, ante opiniones erróneas sobre la presencia real.
El otro gran paso de cercanía fue la comunión diaria, muy de-
seada por Teresa de Lisieux y los santos del siglo XIX y aprobada
definitivamente por san Pío X a principios del siglo XX. Luego,
en este camino de cercanía, el ayuno eucarístico se redujo primero
a solo tres horas y luego a una hora antes de la comunión. Ante-
riormente era a partir de medianoche, lo que resultaba muy difícil
para los sacerdotes y fieles, e hacía prácticamente imposible la
misa vespertina.
San Pablo VI, que había guiado con tanta sabiduría el Concilio
Vaticano II, ofreció a toda la Iglesia una espiritualidad eucarística
renovada a la luz del Concilio, frente a los nuevos errores entonces
difundidos. Después de los años de la gran crisis, la adoración eu-
45

5.6 Page 46

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carística ha vuelto a florecer en la Iglesia, junto con la renovación
en el Espíritu Santo y la espiritualidad mariana en los movimientos
y nuevas comunidades.
Siempre en la misma dirección de una mayor cercanía a Jesús
en la Eucaristía, Pablo VI y sus sucesores dieron nuevos pasos, con
el restablecimiento del diaconado permanente, la institución de mi-
nistros extraordinarios de la Eucaristía, las celebraciones comuni-
tarias de la Palabra con la comunión eucarística (en ausencia del
sacerdote) y el permiso de la comunión en la mano a través del
cual los fieles pueden también tocar el verdadero cuerpo de Jesús
con fe y amor. Es la misma familiaridad con Jesús, amando y ado-
rando, experimentada por Teresa y Vera.
Hoy, muchos obispos han extendido el permiso para mantener
la Eucaristía en sus propios hogares: para los sacerdotes (en sus
rectorías), para los enfermos, para las pequeñas comunidades de
consagrados y consagradas, para las familias comprometidas al ser-
vicio de los pobres y de las personas más heridas, para las consa-
gradas del Ordo Virginum, para los ermitaños, siempre con
cuidadoso discernimiento de las situaciones para evitar abusos. De
esta manera la profecía de Vera sobre los Sagrarios Vivos se está
cumpliendo en la vida de la Iglesia, y ciertamente para afrontar
tiempos difíciles. Es en la persecución que Văn Thun pudo expe-
rimentar plenamente ser el Sagrario Vivo, y la persecución está
muy presente en la Iglesia hoy, en muchas formas diferentes.
Por otra parte, hoy no faltan nuevas dificultades y obstáculos
que tienden una vez más a alejar a los fieles del encuentro cotidiano
con Jesús Eucaristía. El mayor problema es evidentemente el nú-
mero insuficiente de sacerdotes, con una terrible crisis de vocacio-
nes en Europa y América del Norte, hasta el punto de que resulta
muy difícil para los fieles asistir a misa todos los días. Otro pro-
blema es la descristianización de las propias regiones del mundo,
con una enorme indiferencia religiosa. Las iglesias están vacías y
a menudo cerradas, porque muy pocos fieles van a orar delante del
sagrario. A esto se suma el problema de las cada vez más frecuentes
profanaciones eucarísticas por parte de sectas satánicas, que pro-
46

5.7 Page 47

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vocan la retirada del Santísimo Sacramento de muchas iglesias o
capillas. Aunque las profanaciones sean horrendas, lo más diabó-
lico es el alejamiento de Jesús Eucaristía, que se vuelve inaccesible
a quienes lo aman. Hay que añadir que el riesgo de estas profana-
ciones es mayor en las iglesias desiertas que en los hogares de los
fieles o en los pequeños santuarios escondidos de los ministros de
la Eucaristía.
Otro problema proviene también de una corriente teológica y
pastoral, bastante extendida hoy en día, que propone a fieles y sa-
cerdotes el llamado ayuno eucarístico, es decir, abstenerse volun-
tariamente de la Eucaristía al menos un día a la semana18.
Esta corriente insiste con razón en la importancia de la Euca-
ristía dominical, pero relativiza demasiado la Eucaristía diaria,
como si fuera una exageración. En primer lugar, hablar de ayuno
eucarístico en este sentido es un abuso del lenguaje, porque esta
expresión tradicional significa precisamente lo contrario: ¡renun-
ciar a cualquier alimento (ahora por el corto tiempo de una hora)
para recibir el alimento eucarístico!
La intención sería también evitar la rutina de la vida cotidiana,
pero basta escuchar a los santos de la comunión diaria (como santa
Gema Galgani), para ver todo lo contrario: ¡cada día es la celebra-
ción siempre nueva del Amor! El hambre eucarística, el deseo de
la comunión diaria, no es una «glotonería espiritual» que deba mor-
tificarse. Teresa de Lisieux nos mostró que es nuestra respuesta al
«gran deseo» de Jesús (cf. Lc 22, 15) para acompañarnos cada día,
para venir a nosotros y estar con nosotros. Por último, esta corriente
se opone frontalmente al magisterio de san Pío X, confirmado por
el Concilio y por Pablo VI, sobre el valor de la comunión diaria.
18 Ya había tenido la experiencia en los años setenta, antes de mi ordenación
sacerdotal (1975), en una de nuestras comunidades de carmelitas en Francia, donde
se practicaba este “ayuno eucarístico” un día a la semana. Pero justamente, el supe-
rior me ha permitido hacer la comunión solo. El padre René Voillaume estaba muy
preocupado por esta corriente, y me había hablado de ella en nuestro último encuen-
tro, poco antes de su muerte. Había sido invitado por Pablo VI a predicar los ejerci-
cios espirituales en el Vaticano, precisamente en 1968.
47

5.8 Page 48

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¡No es de ninguna manera un progreso, sino un retorno! Creo que
sería importante mantener un debate fraterno con los representantes
de esta corriente, que a menudo son personas espirituales implica-
das en la vida de la Iglesia.
A causa de todos estos problemas, muchos fieles vivirán la es-
piritualidad de los Sagrarios Vivos a la manera de Teresa de Li-
sieux, apropiándose de su oración: «¡Ah, no puedo recibir la
Sagrada Comunión con tanta frecuencia como quisiera! Pero,
Señor, ¿acaso no eres Omnipotente? Permanece en mí como en el
Sagrario: ¡nunca te alejes de tu pequeña hostia!». Como Teresa de
Lisieux, Vera nos ayuda a comprender no solo cuánto nos ama
Jesús, sino también «cuánto desea ser amado». Así la carmelita ex-
plicó el significado de su ofrenda al Amor Misericordioso (Ms A,
84r), que inmediatamente compartió con sus hermanas y luego con
todos los bautizados.
El mensaje de Vera es oportuno y precioso para todos, y sobre
todo para los sacerdotes, ministros de la Eucaristía, llamados a ser
los primeros Sagrarios Vivos, para ayudarles a crecer en el amor
de este gran sacramento, en la celebración diaria de la misa, en los
largos momentos de oración frente al sagrario (como lo hicieron
todos los santos sacerdotes), en la misión de llevar la comunión a
los enfermos y ancianos. Es también una llamada a cultivar la fra-
ternidad sacerdotal, en la que tanto insiste el papa Francisco, entre
los sacerdotes jóvenes y ancianos, entre los más conservadores y
los más innovadores. La Eucaristía, sacramento del amor de Jesús,
es sacramento del amor fraterno, de la unidad de la Iglesia; es el
sacramento de la fraternidad sacerdotal por excelencia.
También es un fuerte mensaje para los religiosos, las religiosas
y los laicos, para que experimenten mejor la Eucaristía diaria par-
ticipando en la misa (o solo en la comunión cuando el sacerdote
no está presente) y orando todos los días cerca del Santísimo Sa-
cramento. No hay duda de que el Papa y los obispos en comunión
con él podrán dar todos los nuevos pasos para acercar a todos los
fieles a Jesús en la Eucaristía, cada día, en la comunión y en la ado-
ración.
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5.9 Page 49

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En esta dirección, la propuesta de los Sagrarios Vivos es, por
tanto, de gran relevancia, y encuentra ya su realización en la misión
de los ministros extraordinarios de la Eucaristía, con la intención
profundamente mística y apostólica de Vera: llevar a Jesús consigo
para darlo a los hermanos. Es una propuesta amplia, abierta a
todos, a las «pequeñas almas» que quieren caminar hacia la santi-
dad. Allí nuevamente Teresa y Vera se dan la mano y nos dan la
mano para vivir plenamente la Eucaristía como gran sacramento
del Amor de Jesús.
Avon, 6 de julio de 2017,
en la fiesta de Santa María Goretti
49

5.10 Page 50

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6 Pages 51-60

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6.1 Page 51

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“Llévame contigo”!
Notas teológico-espirituales
sobre la espiritualidad de los Sagrarios Vivos
Don Roberto Carelli SDB
Sin perjuicio de los incuestionables decretos de Dios, cuyos
pensamientos no son nuestros pensamientos y cuyos caminos no
son nuestros caminos (cf. Is 55,8), hay mucha razón en que Dios
haya querido confiar la herencia de la misión de Vera Grita a los
hijos de Don Bosco. Por parte de Vera la petición fue más que ex-
plícita, pero la conveniencia teológica es igualmente reconocible.
La arquitectura teológico-espiritual de los mensajes recibidos por
Vera es, de hecho, manifiestamente eucarístico-mariana, es decir,
articulada sobre el núcleo constitutivo de la Iglesia, el que asegura
su perfil personal y escatológico, y su carácter de santidad y fe-
cundidad. En este sentido, los mensajes de Vera parecen ser la pro-
longación y la actualización del famoso sueño de las «dos
columnas». Es cierto que el eje Eucaristía-María ha sido siempre,
y especialmente en los tiempos modernos, la piedra angular prin-
cipal y el sello más inconfundible del catolicismo, pero su doble
proyección nupcial y apostólica es cosa de nuestros tiempos. El in-
terés del testimonio de Vera es, en este sentido, reconocible ya en
el hecho de que el tono mismo de los mensajes es íntimo sin ser
intimístico, espiritualmente exigente pero apostólicamente orien-
tado; y es un mensaje que pide mucho a los que están cerca, pero
apunta a los que están lejos. Hay algo hermoso y prometedor en la
espiritualidad de los «sagrarios»: porque, se entiende, una cosa es
pensar en la Virgen como baluarte de la fe, y otra pensar en ella
como Estrella de la evangelización.
Nuestra intención, en estas páginas introductorias, es propiciar
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6.2 Page 52

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un espacio teológico para el tema de los «Sagrarios Vivos», ver en
él una extensión de la obra redentora adecuada a los tiempos de la
nueva evangelización, y de esta manera ampliar el potencial del
carisma salesiano. En concreto, prevemos tres órdenes de consi-
deraciones inspiradas en los mensajes de Vera, en sintonía con las
indicaciones de los últimos Papas, y respondiendo a nuestras con-
vicciones personales. Aquí está el resumen:
1. La Iglesia puede redimir su rostro de esposa y de madre, y
así librarse del peso de una imagen predominantemente institucio-
nal, doctrinal y moralista (sin ceder a la tentación contraria de des-
vanecer los contornos de su realidad de cuerpo místico y de verdad
y vida de la que es portadora), solo si desarrolla teológica y pasto-
ralmente la convicción de que Jesús y María son juntos un único
principio de redención.
2. Bajo el impulso de la Evangelii gaudium, parece clara la in-
vitación a declinar toda acción eclesial en sentido misionero, ad
intra y ad extra. Superar el arraigo de la Iglesia y fortalecer su ex-
troversión misionera encuentran su foco en el desarrollo teológico
y práctico de lo que Juan Pablo II propuso en la encíclica Ecclesia
de Eucharistia, es decir, la comprensión del misterio eucarístico
como fuente de evangelización y primer paso de la misión.
3. La intuición mística de una realidad como los «Sagrarios
Vivos» pide a la teología sacramental explorar un posible desarro-
llo del delicado tema de la «presencia real», capaz de sacar su her-
menéutica de los bajíos de las interpretaciones fisicistas y de los
obstáculos apologéticos, y mostrar así que en el misterio de la Eu-
caristía lo real y lo simbólico no se excluyen, sino que se implican
mutuamente, no son alternativos, sino que se copertenecen y se co-
determinan.
1. El Arca de la Alianza y los «Sagrarios Vivos»
La importancia de las «dos columnas» de la Eucaristía y de
María para la vida cristiana era para Don Bosco objeto de la visión
52

6.3 Page 53

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diurna y nocturna, y sin duda encontró en él una extraordinaria im-
portancia pastoral. Pero en sí mismas, las dos columnas son nada
menos que el verdadero fundamento de la Iglesia como nueva hu-
manidad fundada en los arquetipos personales de Jesús y María
como el nuevo Adán y la nueva Eva, los dos resucitados en quienes
cada hombre puede encontrar redención y resurrección. Y es un
hecho ampliamente compartido por muchas espiritualidades.
Todo hombre necesita la gracia de Dios y la capacidad de aco-
gerla y aprovecharla. Por eso es necesario que Jesús y María sean
inseparables: Jesús es gracia y María es llena de gracia, Madre de
la gracia y Mediadora de toda gracia. En relación con la gracia,
María nunca pierde sus prerrogativas personales de virgen, esposa
y madre que caracterizan colectivamente a la Iglesia en sus modos
de ser y de hacer. En María están ya presentes en el fíat de Nazaret,
maduran dolorosamente en su stábat al pie de la Cruz, se cumplen
en la Asunción al Cielo y se distribuyen con corazón materno a
todo hombre que busca a Dios, o que lo ha encontrado, o que lo ha
perdido. En la Iglesia, a partir de María, las mismas prerrogativas
son respectivamente la integridad de la fe, la obediencia de la fe y
la fecundidad de la fe. Y aquí es bueno recordar cómo, en los es-
critos de Vera, la Virgen es invariablemente, de vez en cuando, In-
maculada, Dolorosa y Auxiliadora, títulos que corresponden
precisamente a la postura virginal, esponsal y materna con la que
Jesús modeló la Iglesia y al cual quiere conformar el corazón de
cada creyente.
Desde otro ángulo, María, como Madre del Sumo Sacerdote,
realiza plenamente el sacerdocio común de toda la Iglesia. En
efecto, si el sacerdocio es llevar a Dios a los hombres y a los hom-
bres a Dios, María realiza el ideal sacerdotal en su especificidad
femenina, y por tanto de manera virginalmente esponsal y virgi-
nalmente fecunda, es decir, esponsal y fecunda para la fe, precisa-
mente para la fe eucarística, fe en la presencia real y activa del
Señor en la historia. En este cuadro comprendemos la densidad de
ese «llévame contigo» que expresa el deseo y la petición de Jesús
hacia Vera y hacia quienes seguirán sus huellas.
53

6.4 Page 54

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Lo que está en juego aquí es el misterio de la Eucaristía en la
línea femenina-mariana-eclesial: «llevar» a Jesús consigo y lle-
varlo a los demás. La línea masculina-cristológica-apostólica es
diferente: Jesús, el que siempre ha existido en el seno del Padre,
no quiere obrar solo, sino con nosotros, y no quiere simplemente
«venir» al mundo o «ir» a los hombres, sino que quiere «ser lle-
vado», custodiado, exhibido, conducido, repuesto y expuesto. Dios
nunca actúa de manera solitaria, sino trinitaria, así como el hombre
no puede actuar de manera fructífera sin la mujer. Y de hecho Jesús
es llevado por primera vez por María, Arca de la Alianza, llevado
cada vez por los apóstoles en el sacramento de la Eucaristía, guar-
dado en el sagrario, expuesto en adoración, llevado en procesión,
colocado en los corazones y expuesto en la caridad.
Leyendo atentamente los mensajes de Jesús a Vera se ve inme-
diatamente – y es importante subrayarlo – que el «llévame contigo»
no es inmediatamente apostólico, sino, ante todo e inseparablemente,
esponsalicio: es un custodiar en sí mismo para llevar a los demás. Y
el contrapunto mariano de esta petición eucarística es puntual: las
disposiciones de ánimo, fundamentalmente la humildad y la caridad
necesarias para acercar a Jesús con total transparencia y sin opacidad,
no son cosas que se puedan improvisar, y sin la ayuda de María no
podríamos ser jamás capaces de darlo todo para recibirlo todo y de-
volverlo todo sin reservas. Esto es lo que Jesús le dice a Vera:
Tú representas a la humanidad frágil, pobre en virtud, atribu-
lada, sufriente; la humanidad miserable que anhela a Dios, pero
que nunca podría resucitar sin mí, sin mi Madre [...]. Dones del
corazón de mi Madre, y los unirás a tus miserias, a tu nada, a tu
corazón demasiado pequeño. Yo tomaré todo.
Solo gracias a María, la Iglesia y los cristianos pueden realizar
de forma cada vez más perfecta la dinámica fundamental de la his-
toria de la salvación, es decir, las formas de esa única polaridad
que es la gracia de Dios y la correspondencia del hombre: la con-
centración de la Navidad y la irradiación de la Epifanía, la ver-
güenza y gloria de la Cruz, la entrega que da la vida y la
54

6.5 Page 55

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Resurrección que la reencuentra, el permanecer en Jesús y el dar
fruto en él, la sístole y diástole de discipulado y apostolado, con-
sagración y misión, castidad y caridad, pureza y transparencia.
En los mensajes de Jesús a Vera se realiza el ideal cristológico-
mariano que desde Grignion de Montfort hasta Chiara Lubich es-
boza la maravillosa reciprocidad de ad Jesum per Mariam a través
de per Jesum ad Mariam. Respecto a esta reciprocidad, Jesús es
explícito y directo con Vera:
Te he dicho que te hablo en el corazón de mi Madre, y a través
de esa espada que traspasa su corazón de Madre, mi voz llega a
ti. Por «Ella» escúchame [...]. Para «este trabajo» debes confiar
en mi Madre, en particular, en la Dolorosa. Quiero que «seas la
humilde esclava de María Santísima». A ella te encomiendo y
tú con ternura de hija abandónate en ella.
Cosas similares, cuando Jesús se refiere a los Sagrarios Vivos
que seguirán:
Ahora muestro mi camino. Por María, Madre mía y suya, que
se abandonen en sus brazos maternos y aprendan con docilidad
la «esclavitud del amor» de esta dulcísima Madre. Dejaos tra-
bajar por ella, dejaros formar por esta admirable maestra de
almas. Ella preparará a sus hijos para mí, para que sean cada
vez más penetrados por mi gracia, por mi amor, para que, como
dijo mi apóstol Pablo, ya no sean ellos los que vivan, sino yo,
el Cristo en ellos.
Hasta ahora nada más que la confirmación de una fe plena-
mente eclesial. El elemento novedoso de la espiritualidad de los
Sagrarios Vivos es, en nuestra opinión, lo que podríamos llamar
un acortamiento de las distancias entre el corazón eucarístico de
María y el corazón eucarístico del cristiano. Es cierto que la sin-
gularidad de María es la de ser mujer eucarística ya por su encar-
nación (cf. Ecclesia de eucharistia, 53-58), y que su unión física
con Jesús es lo que la hace inimitable; y también es cierto que la
unión eucarística del cristiano es más bien místico-sacramental.
Pero esta primera y elemental consideración no puede ni debe re-
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6.6 Page 56

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ducir excesivamente la distancia entre nosotros y la Madre. El pri-
vilegio de María no nos perjudica, sino que nos beneficia: en su fe
también nosotros podemos tener fe, en su modo de estar unidos a
Jesús también nosotros podemos estar unidos a él, y en su mater-
nidad también nosotros podemos encontrar fecundidad.
Son las propias palabras de Jesús las que nos alientan. Sorprende
que Jesús no dedique ni una palabra a mitigar el «escándalo» de su
ofrenda eucarística: su cuerpo es verdadero alimento y su sangre es
verdadera bebida; su cuerpo y su sangre son el pan de vida y el pan
del camino, y el pan eucarístico es verdaderamente su cuerpo y su
sangre (cf. Jn 6). Hay que considerar también que, por un lado, la
Encarnación del Verbo se produce antes en el corazón que en el
cuerpo de María prius mente quam ventre, decía san Agustín y
esto la hace imitable; y por otro lado no se debe subestimar que la es-
pecificidad de la gracia eucarística, comparada con las otras dimen-
siones de la vida de la gracia, es precisamente la comunión con el
Señor en toda su plenitud pascual, incluyendo cuerpo, sangre, hu-
manidad y divinidad. En este sentido el ideal de los «Sagrarios Vivos»
se convierte en un subrayado y una profundización del realismo eu-
carístico que integra la figura bíblica del Arca de la Alianza y la figura
sacramental de la reserva eucarística con la sensibilidad personal y
afectiva, histórica y práctica que es propia de nuestro tiempo.
Los mensajes de Jesús a Vera atestiguan en cada página este
realismo sobrenatural de la vida de gracia como la morada de Jesús
en el alma creyente y del alma creyente en Jesús. Y esto significa,
ante todo, ser un «Sagrario Vivo». No se trata de una unión mental
o moral que no implique intimidad somática. Es una implicación
aún por desarrollar del misterio de la Encarnación.
2. «Déjame tratar con las almas»: Jesús en salida
Como es sabido, en el centro de la obra del anticristo está el
desconocimiento de Dios encarnado (cf. 1 Jn 2, 22; 2 Jn 7). Y de
hecho en los tiempos modernos el ataque del maligno ha tomado
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6.7 Page 57

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la forma de la contestación sobre los aspectos encarnatorios de la
fe; en la práctica, como diría el papa Francisco, se trata de un ata-
que conjunto a los «tres amores blancos», es decir María, la Euca-
ristía y el Papa, o sea, la negación del «Cuerpo de Cristo» en su
forma histórica, en su forma sacramental y en su forma eclesial.
Aquí es significativo que el tiempo de los mensajes y el tiempo de
la muerte de Vera fueran concomitantes, con ese punto de inflexión,
el mayo del sesenta y ocho, con el que ya no serían como antes, en
la Iglesia y en el mundo. La dictadura del «pensamiento único»,
que prolonga y agudiza las anteriores dictaduras del racionalismo
y del relativismo, busca por todos los medios neutralizar el signi-
ficado de los cuerpos, y pretende hacernos indiferentes a cualquier
tipo de diferencia: podemos hablar de Dios, pero no de Jesucristo,
hablar del hombre, sino como si Dios no existiera y como si el
hombre mismo fuera Dios; hablar de los cuerpos, pero no como
sexuados, o de los afectos, pero sin ataduras, o de la justicia, pero
sin misericordia, y de la misericordia, pero sin justicia; incluso los
límites entre hombre, animal y objeto se desdibujan. Muchos es-
tudiosos interpretan el nuestro utilizando la categoría de «posthu-
mano»: el fin de las pretensiones del hombre de excelencia sobre
todas las demás criaturas, el fin del hombre como imagen y seme-
janza de Dios. El hombre es solo un «animal ingenioso», que no
tiene que responder a ningún Dios, ya que él es simplemente «el
experimento de sí mismo».
A esta ola de «desencarnación» o «excarnación», que deter-
mina una difusa apostasía a la que corresponden trastornos menta-
les y conflictos sociales globalizados. Vera Grita, inspirada por el
Señor Jesús, responde con una indicación luminosa: «¡Sagrarios
Vivos»! Este relanzamiento del realismo eucarístico cristiano no
se ajusta, sin un aspecto novedoso, a los signos de los tiempos. Es
la conciencia de que la Eucaristía no puede ser válida solo como
confirmación de identidad, sino que debe ser reconocida como
fuente misionera: dado el nivel actual de conflicto entre Cristo y
Satanás, es necesario reconocer que ya no es tiempo de dar una
señal predominantemente apologética, sino de irradiar una presen-
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6.8 Page 58

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cia acogedora. El mismo Jesús quiere acercarse a quienes se han
distanciado, porque las palabras y las explicaciones, pero a me-
nudo también los gestos y los testimonios, son insuficientes e ine-
ficaces. Se sabe, que la evangelización se produce, ante todo, como
presencia y proximidad, a través de la irradiación y el contagio de
la santidad, pero nuestros tiempos exigen algo más, algo así como
la presencia y la irradiación del mismo Jesús, fuente de toda la san-
tidad de la Iglesia.
En torno a esta ampliación apostólica del misterio eucarístico
las palabras de Jesús a Vera son abundantes, y su mensaje funda-
mental es una profundización real de esa cercanía de Dios que los
Padres llamaron «divina condescendencia» y que matiza radical-
mente el rostro del Dios cristiano. La lógica que subyace a la espi-
ritualidad de los Sagrarios Vivos es, en otras palabras, la voluntad
divina de compartir con los creyentes más sensibles y disponibles
el hacerse prójimo de Jesús. Se trata, en nuestra opinión, de una
profundización de la obra redentora en su realismo eucarístico que
se pone en continuidad con los lentos y prudentes avances históri-
cos que desde la «reposición» tienden cada vez más hacia la «ex-
posición» eucarística: una mistagogia centrífuga como integración
necesaria de una mistagogia centrípeta, una aproximación del mis-
terio como desarrollo de la aproximación al misterio.
La idea es, pues, extender los frutos del don eucarístico desde
los que están cerca de los que están lejos. Es pensar en la Eucaristía
no solo como el alimento de los fuertes, sino también como el pan
de los pobres. Es sacar a Jesús del aislamiento en nombre de su vo-
luntad de Comunión. Como ha expresado el cardenal Parolin con
motivo del Congreso Eucarístico de Cesena (30 de mayo de 2016),
Jesús, vivo y presente en el pan y el vino consagrados, no pretende
permanecer aislado, central sí en los Sagrarios y en las iglesias, pero
casi periférico y desconocido para el mundo. Al contrario, desea salir
a la calle para ser encontrado y servido con un compromiso y una de-
voción que no pueden limitarse a lo íntimo de la conciencia, sino que
deberían traducirse en acciones concretas de caridad y misericordia.
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6.9 Page 59

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En este sentido, la novedad inherente al apasionado y supli-
cante «llévame contigo» de Jesús a Vera expresa ante todo el deseo
de exponer y extender la gracia eucarística desde quienes la reco-
nocen a quienes aún no pueden y no quieren hacerlo. Es el paso
del «llevar hacia Jesús» al «llevar a Jesús». Por ejemplo:
Oh hija mía, en ti he establecido mi morada: quiero hacer de ti
un Sagrario Vivo para ir a las almas... Voy bajo las especies eu-
carísticas para buscar lo que está por perderse; voy a buscar las
ovejas que no quieren buscar mi redil; Voy a llamar a los que ya
no me escuchan... déjame volver entre las almas, déjame tratar
con las almas... Aquí vuelvo al mundo, vuelvo entre las almas,
para hablarles, para acercarlas, tratarlas directamente, hasta que
el «velo caiga» y ellas me reconozcan en cada hermano.
En los mensajes de Jesús a Vera el corazón misericordioso del
Padre encuentra plena expresión:
Ninguna de las almas alejadas de mí me acoge espontáneamente
porque no me buscan, porque me han excluido de su vida. Soy
padre y amo, amo a todas mis criaturas; Quiero volver a esta tierra
en busca de almas que no busquen, que no piensen en mi redil.
En efecto, «llévame contigo» no representa una inversión de
la lógica eucarística de la intimidad a la extroversión, sino una pro-
fundización deseable y quizás necesaria. En efecto, el deseo de
Jesús, confiado místicamente a Vera, es radicalizar la fe de quienes
están cerca de él para reavivar la de quienes están lejos. Porque se
necesita mucha pureza y mucha fe para ser transparente acerca de
Jesús y suscitar o reavivar la fe en los demás. Aquí está el programa
en términos generales:
Ahora he elegido nuevas iglesias, nuevos Sagrarios que me cus-
todien. Sagrarios Vivos que me lleven por los caminos del
mundo, que me conducen entre aquella gente que no piensa en
mí, que no me busca, que no me ama [...]. Quiero pasar, a través
de las almas humildes y dispuestas, a otras almas aún insensi-
bles a mis llamadas [...]. mediante la abnegación, para que
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6.10 Page 60

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pueda vivir y actuar en ellas. Su objetivo es desaparecer para
hacerme lugar a Mí que quiero actuar en su alma y en otras
almas a través de ellas.
La confirmación de la lógica eucarística de reposición y expo-
sición, de intimidad y fecundidad, es inequívoca:
Soy yo, Jesús, quien deseo los Sagrarios Vivos, mis nuevas de-
moras Eucarísticas. Deseo vivir entre vosotros, por dos motivos:
1. Por vosotros mismos, para que yo sea guía, maestro más ín-
timo de vuestra alma, educador de vuestro corazón, para infun-
diros esa confianza en mí que deseo. de cada criatura mía. 2.
Para que yo en vosotros y sobre vosotros vaya al mundo, a otras
almas. El Sagrario Vivo debe aprender a darme, porque yo es-
taré sobre él para otras almas.
Es comprensible la necesidad de que las almas se alimenten
de la Eucaristía, para que la Eucaristía pueda llegar a las almas. Se
necesitan disposiciones de ánimo muy específicas, que solo Jesús
puede comunicar y María educar, para ser «portadores» de Cristo
a nuestros hermanos. Es el estilo de la misericordia, que implica
concretamente la identificación con los pobres, como implicación
de la identificación con Jesús (cf. Mt 25):
No busques al incrédulo, al presuntuoso, con hacer pesado y
obstinado. A veces bastará que se sienta amado por «una» de
estas almas, para que Mi Gracia surta sus efectos.
Se trata de una unión mística que requiere un considerable tra-
bajo ascético:
Me serviré de vuestra forma de hablar, de expresaros, para ha-
blar, para llegar a otras almas. Dadme vuestras facultades, para
que pueda reunirme con todos y en todas partes. Al principio
será para el alma un trabajo de atención, de vigilancia, para des-
cartar de sí todo lo que supone un obstáculo para mi permanen-
cia en ella.
60

7 Pages 61-70

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7.1 Page 61

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3. Presencia real y «permanencia eucarística»
Hablando con Vera y refiriéndose a futuros Sagrarios Vivos,
Jesús se expresa así:
Sin embargo, debe saberlo, porque quiero su adhesión a mi per-
manencia eucarística en su alma; Quiero que esta alma me dé
también su voz para hablar a los demás hombres, sus ojos para
que los míos encuentren la mirada de mis hermanos, sus brazos
para que pueda abrazar a los otros, sus manos para acariciar a
los pequeños, a los niños, a los que sufren.
Incluso desde este punto de vista, si el milagro cristiano es ya
la «presencia del misterio», y si su forma histórica eminente es la
«presencia real» de Jesús Eucaristía en los corazones de los cris-
tianos y en los Sagrarios de las iglesias, Parece que vemos un
avance notable. A la luz de los mensajes recibidos de la mística de
Savona, captados íntegramente y en detalle, parecemos ver una in-
vitación a pensar en la presencia real, desplazando el énfasis de la
«realidad» a la «presencia». El peso teológico de esta invitación
está enteramente en línea con la inclinación del pensamiento con-
temporáneo a repensar la metafísica en términos más personalistas,
la sustancia en términos de relaciones y, en teología, a repensar el
proyecto cristiano desde una perspectiva trinitaria. De hecho, la
función antignóstica del realismo eucarístico es una herencia ad-
quirida desde los tiempos de los primeros Padres y confirmada en
los tiempos de la Contrarreforma, pero el desarrollo de la unión
real con Jesús en términos de presencia, aunque encuentra su arrai-
gado en el dictado evangélico y en la experiencia eclesial, está ape-
nas en sus comienzos.
En este campo, es precisamente la experiencia de los santos y
los místicos lo que constituye el texto. Es necesario escuchar su
testimonio para llevar a cabo todas las implicaciones de la invita-
ción que Jesús dirige a sus discípulos a permanecer y trabajar en
él para encontrar la alegría, experimentar la eficacia de la oración
y dar mucho fruto (cf. Jn 15, 4- 11). La antropología contemporá-
61

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nea, por su parte, confirma lo que también experimenta el sentido
común: que la presencia, y sobre todo la calidad de la presencia,
marca realmente la diferencia. La presencia del amor, a veces in-
cluso en ausencia de palabras y gestos específicos, es en sí misma
comunicativa y operativa. La presencia física de la madre y la pre-
sencia autoritaria del padre consolidan la confianza del niño, de-
sarrollando en él la capacidad de afirmarse y entregarse. La simple
presencia es entonces el alimento básico de la amistad. La presen-
cia amorosa, vigilante y trabajadora de los educadores es el ele-
mento inevitable de la educación preventiva de Don Bosco. La
oración de simple presencia y mirada no es inferior a la oración
discursiva, y es el atrio de la oración contemplativa.
Ahora bien, si ya en las relaciones humanas la presencia es lo
que marca la diferencia respecto a otras formas de relación, que de
otro modo caen fácilmente en lo funcional y en lo asistencial, en
lo didascálico y en lo didáctico, en lo paternalista y en lo materna-
lista, tanto más será necesario conceder que la presencia de Jesús
en su plenitud eucarística puede tener una eficacia específica hacia
quienes entran en su esfera de presencia. Por tanto, a través de los
Sagrarios Vivos, Jesús quiere llegar a los corazones más lejanos,
aquellos que de otro modo no serían alcanzables por demasiadas
resistencias internas o externas que los alejan del encuentro con
Dios. La idea es llevar al extremo la misericordia de Dios en el
sentido de hacerla con los que están lejos, con los que no vienen
a él, ni se dejan llevar por él: para estos, que no lo reconocen, no
lo adoran y no se alimentan de él. ¡Jesús quiere ser llevado!
He aquí, pues, el elemento nuevo que parece sugerir la expe-
riencia mística de Vera: los Sagrarios Vivos, a diferencia de los
demás sagrarios, realizan y profundizan una forma de presencia
del Señor particularmente adaptada a los tiempos de la nueva evan-
gelización, allí donde el impacto de la novedad de la primera evan-
gelización está ahora agotado y neutralizado por el peso del juicio
histórico y del prejuicio ideológico, por las lentes distorsionantes
del progresismo y el conservadurismo, que corrompen el signifi-
cado auténtico de la tradición cristiana. Este nuevo elemento es la
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7.3 Page 63

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profundización de la presencia real de Jesús no solo en la caridad
que él comunica al creyente, sino en la presencia de su propia ca-
ridad, es decir, no solo en el fuego apostólico que brota de la co-
munión con él, sino de la sed de las almas que arde en su propio
Corazón.
Desde esta perspectiva, la presencia real se entiende más pro-
fundamente como la eficacia de la «permanencia» y de la «proxi-
midad» de Jesús en cuanto tales. Se trata, en definitiva, de una
aclaración y de una concreción del dictado del Concilio, donde
afirma que, en virtud de su Encarnación, y más aún de su Pascua
y de su irradiación eucarística, «Cristo con su encarnación se ha
unido, en cierto modo, con todo hombre» (cf. GS 22). La dirección
que podría tomar la reflexión teológica y pastoral es, en este sen-
tido, la de profundizar en la caracterización eucarística de la vida
cristiana, trazando una línea de conjunción entre el don sacra-
mental celebrativo y la acción eclesial caritativa a través del pro-
tagonismo directo del Señor, que en cada ocasión es inseparable
del co-agonismo de quienes creen en él.
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Perfil biográfico
y espiritual de Vera1
«Te he dado mi santo nombre,
y desde ahora te llamarás y serás
Vera de Jesús»2
Vera Grita, salesiana cooperadora, nacida en Roma el
28.1.1923 y fallecida en Pietra Ligure el 22.12.1969, es uno de esos
granos de trigo que el cielo ha dejado caer sobre la tierra para dar
fruto, a su tiempo, en el silencio y en la vida oculta. Don Giuseppe
Borra escribió sobre ella: «Con los mensajes y cartas, el alma de
Vera entra en las filas de aquellas almas carismáticas llamadas a
enriquecer la Iglesia con llamas de amor a Dios y a Jesús Eucarís-
tico para la expansión del reino»3.
Vera pertenece al grupo de las almas «pequeñas» y «pobres» que
recuerda san Juan Pablo II en la carta apostólica Divini Amoris Scien-
tia: «La ciencia del amor divino, que el Padre de las misericordias
derrama por Jesucristo en el Espíritu Santo, es un don, concedido a
los pequeños y a los humildes, para que conozcan y proclamen los
secretos del reino, ocultos a los sabios e inteligentes: por esto Jesús
se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y bendijo al Padre, que así lo
había establecido (cf. Lc 10, 21-22; Mt 11, 25-26)»4.
1 Contribución ya editada como: M.R. SCRIMIERi, Vera Grita y la Opera dei
Tabernacoli Viventi, Edición extracomercial, Milano 2000, pp.13-29 y aquí actuali-
zado con el acto de ofrenda de la vida de Vera, y los testimonios del padre G. Roas-
cio, don G. Bocchi, y la contribución de don P. Cameroni en lo que se refiere a la
Causa de Beatificación y Canonización de Vera.
2 Jesús a Vera, el 3.12.1968.
3 G. BORRA SDB Grita Vera. Notizie biografiche, Ed. Terzo Millennio Ca-
serta1984, pg112.
4 JUAN PABLO II, Carta apostólica Divini Amori Scientia, 19 ottobre 1997, 1.
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Precisamente en la pobreza y fragilidad de Vera se pudo cum-
plir el misterio del don de Dios que en ella se convirtió en la «Voz»
del alma, la «Voz» del Espíritu para dictarle, durante los dos últi-
mos años de su vida terrena, los mensajes que constituyen la Obra
de los Sagrarios Vivos.
Pasó desapercibida en su corta vida terrenal
Vera no realizó nada «grande» en su vida, según la perspectiva
humana, no construyó escuelas, hospitales, ni hubo nada en su ex-
periencia mística que llamara la atención de las multitudes. Pasó
desapercibida en su corta vida terrenal, enseñando en las escuelas
del interior de Liguria, donde se ganó el respeto y el cariño de los
alumnos y directores de las escuelas por su carácter ejemplar como
profesora y por su carácter bueno y amable que no cambió. con el
paso de los años cada vez más marcado por el sufrimiento físico.
Experimentó también el acontecimiento extraordinario que irrum-
pió en su vida con sencillez y fidelidad a los compromisos de su
vida diaria: el divino Maestro la llamó y la preparó para la misión
para la que había sido elegida desde la eternidad: ser la mensajera,
la portavoz de Jesús para la Obra de los Sagrarios Vivos. Su muerte
también se caracterizó por la sencillez y la «pobreza»: murió, a la
edad de 46 años, en una pequeña habitación de los «Ospedali Riu-
niti di Santa Corona» en Pietra Ligure (Savona), el 22 de diciembre
de 1969: su madre estaba a su lado, y su funeral tuvo lugar en un
día gris de diciembre, con la participación de sus seres queridos y
pocos amigos íntimos5.
Recorramos las principales etapas de su vida. Segunda hija de
cuatro hermanas, vivió su primera infancia en una familia tranquila
y con sólidos afectos familiares, pero preocupada por la crisis eco-
nómica que azotó a Europa en los años 1930, hundiendo a muchas
5 G. FORMENTO, Lettera a don G. Zucconi, en Grita Vera. Notizie biografiche,
op. cit. p.19
66

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familias en la ruina financiera. La de Vera también se vio afectada
y su padre Amleto, fotógrafo desde generaciones, y su madre,
Zacco Marianna della Pirrera, de familia noble, decidieron trasla-
darse de Roma a Savona.
La pérdida de bienestar económico provocó un nuevo cambio
en la vida de Vera: a los doce años, de hecho, experimentó el ale-
jamiento de la familia de la que se separó junto con su hermana
Liliana para reunirse con sus tías paternas en Módica, Sicilia, que
estaban solteras y emocionalmente disponibles para cuidar de sus
sobrinas. Poco después se unió también a sus hermanas Pina, la
mayor; Rosa, la menor, permaneció en casa con sus padres. Vera
vivió con sus tías durante cinco años durante los cuales continuó
sus estudios y completó su educación religiosa. «Las tías tuvieron
mucho cuidado – recuerda su hermana Liliana – de transmitirnos
valores y principios de la verdadera fe. Por la tarde, cuando toda
la familia estaba reunida, se rezaba el santo Rosario y por la ma-
ñana se rezaba juntos. En Modica, Vera y yo hicimos nuestra pri-
mera comunión y la santa confirmación en el Instituto de las Hijas
de María Auxiliadora. Con frecuencia nos acercábamos a la sa-
grada Eucaristía, pero las tías siempre nos hacían confesar primero.
Nos preparaban para la santa Pascua haciéndonos participar en
ejercicios espirituales. Luego mayo estaba enteramente dedicado
a la Virgen, Vera era particularmente devota de la Auxiliadora»6.
En 1940, a la edad de diecisiete años, se reunió con su familia
en Savona y aquí al año siguiente obtuvo el diploma del instituto
de formación de profesores de la ciudad.
Poco después, Vera experimentó una nueva pérdida mucho
más dolorosa que las anteriores: la muerte de su padre, ocurrida el
23 de septiembre de 1943, tras sufrir durante mucho tiempo una
enfermedad incurable. Vera tuvo que interrumpir sus estudios uni-
versitarios para ayudar económicamente a su familia trabajando
como empleada en el distrito militar de Savona.
6 L. GRITA, Mia sorella Vera di Gesù, op. cit, p. 40.
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La experiencia del despojo, después de haber tocado el ámbito
económico, la estabilidad de la familia y la continuidad de los afec-
tos, la aspiración en los estudios también tocó a Vera en el ámbito
del cuerpo, privándola para siempre de su salud de forma traumá-
tica, en el día en que la ciudad de Savona fue bombardeada.
El 4 de julio de 1944 Savona es bombardeada, Vera es aplas-
tada y pisoteada por la multitud que huía
Europa vive la hora trágica de la Segunda Guerra Mundial. El
4 de julio de 1944, Savona fue bombardeada durante un repentino
ataque aéreo contra la ciudad. Vera, con sus compañeros de trabajo,
corrió hacia un túnel cercano para buscar refugio; al mismo tiempo,
en la calle, una marea de gente despavorida huía hacia el mismo
túnel. En la confusión Vera cayó y en la caída fue arrollada y piso-
teada por la multitud que huía: permaneció en el suelo durante lar-
gas horas entre muchos heridos y muertos. Por la noche, cuando la
Cruz Roja la llevó a casa, tenía «la cara hinchada, el vestido hecho
jirones, estaba descalza, pero viva»7. Más tarde se descubrió que
tenía graves lesiones lumbares y dorsales.
Vera tenía 21 años y, a partir de ese momento, ningún trata-
miento logró curar sus dolencias físicas que comenzaron a ser parte
de su calvario, además muchas veces no podía utilizar ningún ali-
vio farmacológico porque padecía intolerancia a los fármacos. «Es-
tuvo mucho tiempo en cama por una pleuresía exudativa bilateral
– recuerda su hermana Liliana – y la fiebre no la abandonó ni un
solo día. A partir de entonces fue una sucesión de ingresos hospi-
talarios, operaciones, pruebas, dolores insoportables en la cabeza
y en todo el cuerpo. Se le diagnosticaron enfermedades terribles y
se intentaron diversos tratamientos. Los órganos afectados no res-
pondieron al tratamiento y, en ese inexplicable desorden, uno de
7 Ibidem, p. 41.
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sus médicos, asombrado, declaró: «No se entiende cómo es posible
que la paciente haya encontrado su equilibrio»8.
En el Misterio de la Cruz, Vera donó su «Fíat»
Había llegado para Vera el momento de encontrar a Jesús cru-
cificado que la preparó, a través del misterio de la cruz, para su mi-
sión: escribir lo que él le dictaría en los años siguientes mediante
el don de las locuciones interiores. Y en el misterio de la Vera Cruz
donó su «fíat» en el «fíat» de María. «Se refugió en largas medita-
ciones, continúa su hermana, en prolongadas adoraciones ante el
Santísimo Sacramento.
– Hágase tu voluntad, venga tu reino. El deseo de Vera, a estas
alturas, era solo estar ante Jesús, adorar a Jesús, contemplar su
cruz... Estaba dispuesta a entregarle todo como ofrenda y renuncia
de amor sublime y esto sucedió varios años antes de que la «Voz»
se le revelase»9.
Al pie de la cueva de Lourdes, donde Vera peregrinó varias
veces, no pidió la curación, sino que ofreció su sufrimiento, y a sí
misma, por la conversión de los corazones. «Todavía recuerdo
cuánto mi amiga hizo todo lo posible por la salvación de las almas,
recuerda su amiga y colaboradora María Mattalia, el ofrecimiento
generoso de sus sufrimientos, heroica de sí mismo por la conver-
sión de una persona, me confió un día en el hospital Santa Corona
de Pietra Ligure, donde fue internada varias veces»10.
A pesar de su precaria condición física, Vera quería participar
en un concurso para enseñar en escuelas primarias. Lo ganó y aban-
donó el distrito militar para empezar a enseñar en los pueblos del
interior de Liguria, sometiendo también su ya sufrido cuerpo al
cansancio de los viajes necesarios para ir a centros escolares lejos
8 Ibidem, p. 11.
9 Idem.
10 G. BORRA, Grita Vera. Notizie biografiche, op. cit., p. 104
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de Savona. Enseñó en escuelas primarias de Rialto, Erli, Alpicella,
Deserto di Varazze.
Desde lejos el Señor se me ha mostrado:
«Con amor eterno te amé» (cf. Jer 31,3).
En Alpicella, aldea de Varazze, el 6 de octubre de 1959 Vera
escuchó por primera vez la «Voz» que le dictaba el primer mensaje:
la mirada de misericordia del Padre la había mirado a través del
sacrificio del Hijo en la santa misa y en la inmensidad de su amor,
se posaba en ella, para atraerla hacia sí en el don de la llamada:
Hay una llamada del cielo: el cielo que se inclina sobre una de
sus criaturas para darle, en la tristeza, la mayor gracia. Está Dios
Padre, Espíritu puro, que en su perfección dirige su mirada de
misericordia sobre la imperfección más desconcertante y la mira
a través de un Lago de oro: el sacrificio de la víctima inocente,
la santa misa. El cielo, manto dulce y tierno de María santísima,
se abre y atrae un alma y allí arriba, mientras tanto, es una gran
víspera de fiesta, fiesta del amor, porque nada triunfa arriba que
no venga del amor. Una pobre alma siente este don inefable y
se pierde. Lejos e incluso próximo se acerca, lo divino se dis-
tingue a medida que se acerca. La pobre alma tiembla en su mi-
seria porque fuerte e inmenso es su Dios que la despierta y que
se le acerca a ella. La imperfecta no conoce más que esta dulce
fuerza que la ha tomado hoy más que ayer, que la llama y la
conduce donde él está en esta tierra, que la lleva a mirar allá
arriba, allá arriba. Y es allí arriba donde el Padre emana su
fuerza, su llamada, indefinida pero poderosa. Infinito como él,
su lenguaje es infinito: profundiza en el alma y deja huella. No
sabe nada, de qué sea el alma: sabe que su Padre la ha hecho
digna, la ha mirado. Aquí está el punto abrumador. Suspendida
a su llamada, el alma no sabe mirar hacia dónde ha descendido
hasta ella el lenguaje misterioso, compuesto de razones inefa-
bles. Y luego quisiera decir: ¿Qué es todo esto, Padre mío? «Es
amor, hija, amor prometido por mi Hijo». ¿Por qué me miras
así, Padre mío? «Porque en el Lago de oro vi tu alma». ¿Por
qué vivo, Señor? «Para morir dos veces en mi hijo. Yo soy el
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8 Pages 71-80

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que ha sido, es y será; quien guarda mi ley y me sigue tendrá
vida del que es eterno, pues el Eterno soy yo. Yo soy tu Padre,
tu Dios, yo soy la voz que habla en ti, te sacude, te salva. Ben-
dito el que viene en mi nombre y en el nombre de mi Hijo: le
abriré mis brazos y lo llamaré Hijo y lo pondré a la mesa con-
migo. Este debe ser humilde y compasivo, pobre de sí mismo y
rico solo de mí. Este tendrá que presentarse como pobre porque
es pobre, yo lo limpiaré y le daré un manto nuevo y lo introdu-
ciré en mi gloria. Entonces será la gran fiesta. Hoy apenas ha
comenzado la vigilia de esto. Humíllate y eleva alabanzas al
cielo qué gran gracia te está llegando en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo, en el nombre de ella que tanto
lloró por ti.
Por primera vez, Vera tiene la experiencia de sentirse mirada
y amada por Dios Padre, y en el encuentro con la mirada divina
que le revela el amor de predilección y la dignidad de ser hija, co-
mienza para ella la vigilia de la fiesta que la introducirá en la gran
fiesta de las bodas eternas con el Cordero inmolado. En el descon-
cierto y la confusión del abismo que Vera siente entre su propia
miseria y la inmensidad de Dios que se ha vuelto tan cercano a ella,
surge la certeza de esa mirada de amor que de ahora en adelante la
unirá definitiva y especialmente a su Señor y a su Dios.
Ser, es ser visto por Dios, escribía el cardenal Martini. Esta mi-
rada – continúa – es creadora, como la de los orígenes, que hace
la bondad que ama y ama la bondad que hace. Si uno existe en
la medida en que es a los ojos del otro, ser es ser visto por Dios.
En todas las escenas de vocación, el evangelista Marcos pone
su mirada antes de la palabra de Jesús (Mc 1,16.18; 2,14). Esta
mirada, que desencadena el dinamismo del seguimiento, es la
puerta de entrada en el reino. Solo quien encuentra y acoge esta
mirada puede saber quién es el Señor, amarlo con todo el cora-
zón y seguirlo, porque descubre que es un prodigio a los ojos
de quienes lo aman porque él lo ha hecho. De lo contrario, como
Adán, huye y se esconde de él. En el origen de toda respuesta a
la llamada al reino está siempre el descubrimiento de la perla
preciosa (Mt 13,45), el amor del Señor «por mí», su ojo en el
que veo quién es él para mí, viendo quién soy yo para él. Solo
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esto puede arrancarme de «mi» justicia y ponerme en el segui-
miento del Señor. Esto es lo que vio el pecador Leví (Mc 2,14)
y nos testimonia Pablo: «me amó y se entregó por mí»11.
Un largo silencio siguió a esta primera experiencia mística que
Vera vivió y guardó en el secreto de su corazón: este primer men-
saje fue solo el anuncio de la llamada a una misión que comenzó a
realizarse ocho años después, en septiembre de 1967 cuando Jesús
comenzó a dictarle la Obra de los Sagrarios Vivos.
Salesiana Cooperadora: 24 de octubre de 1967
Su vida continuó sin sufrir cambios, aparte del progresivo em-
peoramiento de sus condiciones de salud. Esto no le quitó la pasión
y el compromiso con la enseñanza, a la que se dedicó sin escatimar
esfuerzos, a pesar de un considerable sufrimiento físico.
Cuando estaba en Savona, antes de ir a la escuela, Vera siempre
asistía a la misa de la mañana en la iglesia de María Auxiliadora,
dirigida por los salesianos, levantándose a las 5.30 para poder par-
ticipar. En 1963, el salesiano don Giovanni Bocchi fue nombrado
rector de esta Iglesia: todos los sábados Vera se confesaba con él.
En ese período, cuando era posible, asistía a las reuniones de los
salesianos cooperadores, participando a veces también en las de
Acción Católica y de los Devotos de María Auxiliadora.
Sin embargo, fue en el verano de 1967 cuando la elección de
Vera se orienta definitivamente hacia la Familia Salesiana, ingre-
sando en ella como cooperadora. Sucedió en el mes de julio, du-
rante la semana de ejercicios espirituales en Finale Ligure,
dirigidos por el salesiano don Gabriello Zucconi y organizados por
don Bocchi. En aquellos días Vera expresó a don Bocchi su deci-
sión de ser salesiana cooperadora, y su certificado de pertenencia
11 C. M. MARTINI, Le virtù del cristiano. Meditazioni per ogni giorno, Piemme,
Segrate (MI)1988, pp. 295-296.
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a la Asociación, entonces llamada Pía Unión, está fechado el 24 de
octubre de 1967. Al mismo tiempo pidió a don Gabriello Zucconi
su dirección espiritual12.
A la luz de los acontecimientos posteriores, podríamos decir
que, desde lejos, la Auxiliadora había preparado este encuentro y
había reunido por primera vez a quienes, en los meses siguientes,
el Señor llamaría a la Obra de los Sagrarios Vivos: Vera, don Boc-
chi y don Zucconi, todos ellos pertenecientes a la Inspectoría sale-
siana Ligur-Toscana. A ellos se unirá el también salesiano don
Giuseppe Borra, entonces director en Lombriasco (Turín) llamado
para estudiar el mensaje de los Sagrarios Vivos. Una vez pasado
el verano, en el mes de septiembre Vera volvió a tener noticias de
la «Voz» que, ahora, no la volvería a abandonar hasta su muerte,
ocurrida dos años después.
Una pluma en la mano y Dios en el corazón
El 19 de septiembre de 1967, Vera escuchó nuevamente la
«Voz» mientras estaba en la iglesia, frente al Santísimo Sacramento
expuesto en el altar: «Jesús: El vino y el agua somos nosotros: yo
y tú, tú y yo. Somos uno. Cavo, cavo para construirme un templo;
déjame trabajar, no me pongas obstáculos». (El alma ahora invoca
al Espíritu Santo). «Jesús: … Y la voluntad de mi Padre es esta:
que yo permanezca en ti, y tú en mí, juntos daremos mucho fruto».
Este fue el primero de los mensajes que Vera escribió a lo largo
de, aproximadamente, dos años, y que transcribió y presentó fiel-
mente a don Gabriello Zucconi. A partir de ese momento Vera, lu-
chando con los temores del engaño y obedeciendo al padre
espiritual, sirvió al Señor poniéndose totalmente a su disposición,
aceptando humildemente su Voz y escribiendo lo que le dictaba
para ella misma, para los sacerdotes y para las almas.
12 Del testimonio de don G. Bocchi, en Vera de Jesus e a Obra dos Sacrarios
Vivos, editado M. R. SCRIMIERI, Edizioni Salesiane, Porto 2000.
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Jesús. ¡Pascua de Resurrección! [...] Te entrego mi amor, mi co-
razón herido, mis manos...; dame el tuyo para poder unirlos con
el mío. Yo, Jesús Crucificado y Resucitado, daré santidad a tus
pobres manos; las ligaré con el amor y la donación a la Iglesia,
a mí. Tú escribirás para la Iglesia, para mí, para las almas. Sí,
esta es la Voz de Jesús en el Espíritu Santo. Te doy estas luces.
Atraigo el alma a mí para que tú me oigas. Todavía vendrán para
ti días de tristeza y de dolor, para que tu alma sea purificada en
este lavado. Recógete en mi corazón como nido de amor y de
consuelo y de alivio. Mientras tanto, escribe por tu Jesús. Quiero
hablar a mis sacerdotes salesianos porque de ellos deseo el sur-
gimiento y florecimiento de mi Obra de amor. Quiero que lle-
guen a conocerla por mis mensajes de amor, ya que yo, Jesús,
daré gracias espirituales a quienes mediten en mis palabras. Por
eso que recen para que el santo padre os vincule a mi Obra de
amor. Quiero que mi efusión de amor pase de los sacerdotes a
las almas; quiero que los salesianos me entreguen a la juventud;
también quiero hacer mi morada en ella, aunque sea breve; por-
que quien me haya llevado con espíritu de amor, de reparación,
de entrega de sí a los hermanos a través de mí, recibirá la herida
de mi amor. Cuando el «manuscrito» sea conocido por mis sa-
cerdotes, me comunicaré a quien quiera por medio de ti, de mis
manos en ti. Luego desaparecerás, hija mía, para que mi palabra
viva. Ahora ofrécete a mí en mi inmolación. Yo te recibo.
Jesús en Vera, Vera en Jesús, «un solo corazón, una sola alma»,
una sola mano que escribe para la gloria del Padre y para el bien y
felicidad de las almas. Con la pluma en la mano y Dios en el cora-
zón, Vera corresponde fielmente a los deseos del Señor: continuó
escribiendo, viviendo escondida de todos en humilde servicio. Se
adhirió a la voluntad del Señor con el voto de obediencia a su padre
espiritual, don Zucconi, aceptó la separación de sus familiares, vi-
viendo primero con las hermanas canossianas y luego en el Yermo
de los carmelitas, para preservar mejor el necesario silencio inte-
rior. para escribir lo que Jesús le dictaba. Aceptó la triple corona
de espinas que Jesús le había ofrecido en la fiesta de Cristo Rey
en octubre de 1967, afrontando los sufrimientos físicos, morales y
espirituales a los que se enfrentó, sostenida únicamente por la fe
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en el Señor Dios que la llamaba para sus designios, por la espe-
ranza de que aquel que había iniciado la Obra la llevaría a término,
por la caridad que, envolviéndola en el fuego del amor, la trans-
formó en hostia Vivo, la pequeña víctima en la solo y única víctima
Jesucristo.
Así escribió al padre Gabriello Zucconi SDB en la carta del 2
de marzo de 1968: «En sus manos de sacerdote renuevo el voto de
pequeña víctima en Jesús13 para sus sacerdotes y les ofrezco la
obediencia de los dictados copiados. Como el agua y el vino: una
sola cosa en la copa ofrecida a Dios Padre. No tengo nada que darle
a Jesús más que sus propios dones ya que los votos de obediencia
no son más que la expresión del amor de Jesús por su indigna pe-
cadora. Jesús me ha dado todo sí mismo y yo le doy toda mí
misma»14. A lo largo de la ascesis que la transformó cada vez más
en alma eucarística, Sagrario Vivo, Vera permaneció sencilla y hu-
milde, guardó en silencio su experiencia mística, compartiendo el
secreto de aquella llamada solo con los sacerdotes llamados a la
Obra. De hecho, ninguno de sus familiares conoció su experiencia
y los sufrimientos que la acompañaban; solo Rosa, la hermana
menor, compartió más tarde el secreto de Vera, viviendo intensa-
mente la espiritualidad de los Sagrarios Vivos y ayudando a su her-
mana a transcribir los mensajes cuando las condiciones de salud
de Vera empeoraron. En parte, también con su amiga y compañera
de trabajo María Mattalia, Vera compartió el mensaje eucarístico,
revelando a la amiga el deseo de Jesús de encontrar almas dispues-
tas a entregarse totalmente a él para ser su nueva morada entre los
hombres. En torno a este deseo, Vera reunió el apoyo de su amiga
y de otras almas internamente dispuestas a realizarlo15. Para ellas
13 Había emitido el voto de «pequeña víctima» en los años inmediatamente an-
teriores, durante la dirección espiritual de don Bocchi.
14 L. GRITA, Mia sorella Vera di Gesù, op.cit, p.88
15 El 21.10.1967 Jesús había dictado a Vera: «Quiero pasar, a través de almas
humildes y dispuestas, a otras almas todavía insensibles a mis llamadas. Estas almas
deben purificarse para acogerme; deben ofrecerse en mí al Padre celestial, para que
viva en ellos. Volveré a las almas, buscaré aún las almas así».
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les esbozó el primer programa, definiendo la Obra como una «Liga
de almas que viven en gracia y llevan a Jesús en su corazón»16 y
su finalidad como «una respuesta de amor a la petición de amor
que viene del mismo Jesús»17.
Últimos años de docencia: 1967-1969
En el año escolar 1967-1968, Vera enseñó en Casanova di Va-
razze y todos los días tenía que viajar de Savona a Casanova y re-
gresar. Además del cansancio físico debido a sus precarias condi-
ciones de salud, Vera también sintió la dificultad de mantener la
necesaria concentración interior y el silencio cuando regresaba con
su familia. En diciembre, providencialmente, pudo trasladarse con
las hermanas canossianas de Casanova di Varazze y aquí, en el si-
lencio de su habitación y en el ambiente de la comunidad religiosa,
pudo emprender la tarea de escribir lo que el Señor le comunicaba:
«Jesús: Te llamo a cumplir una misión. No tengas miedo, tienes mi
fuerza. Te llevaré por caminos ásperos y tortuosos, pero al final me
reconocerás porque estaré allí esperándote... Te quiero para mí, te
saco del mundo, de los afectos. Pon todo y a todos en mis manos
de mi Padre, y yo pensaré en ellos; pero tú pienso solo y siempre
en mí. Tendrás que “partir” de este mundo, dejarlo por mí, separarte
por mí. Una esposa no es del esposo si no está crucificada con él.
Te atraigo a la locura de la cruz. Mira, te hago don de mis riquezas,
de mis pasiones: pasión de amor, de dolor; sacrificio, ofrenda, in-
molación de mi sangre». Mensaje 16.11.1967
«Sí, en la Santa Misa hay el encuentro divino, la unión. Te
atraigo a mí, te inmerjo en mi santo sacrificio y finalmente dejas
de vivir para ti misma, pero vives, más viva que nunca, para mí».
Mensaje 15.7.1968
16 G. BORRA, Grita Vera. Notizie Biografiche, op. cit., p.72.
17 Idem.
76

8.7 Page 77

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Al año siguiente, 1968-69, le fue asignada la sede escolástica
en el Desierto de Varazze, en el Yermo de San José de los carme-
litas descalzos, donde el ayuntamiento había alquilado una habita-
ción para los niños de la escuela primaria. Vera se mudó al Yermo,
regresaba con su familia el fin de semana y regresaba al Desierto
el domingo por la tarde, huésped de los padres carmelitas. Era el
último año de la vida de Vera y los mensajes que van desde sep-
tiembre de 1968 a junio de 1969 se refieren a este período.
La experiencia en el Desierto de Varazze
En el Desierto de Varazze, Vera conoció al padre Guido Roas-
cio18, un joven carmelita descalzo y asistente espiritual de los niños.
En el mensaje del 28 de febrero de 1969, Jesús señala por primera
vez también a la familia carmelitana, además de la salesiana, como
destinatarias de los mensajes de la Obra. Vera habló de la Obra al
padre Guido Roascio y también le entregó un manuscrito con los
mensajes recibidos.
Cuál fue la experiencia de Vera en el desierto se puede entender
por las cartas que escribió a don Gabriello Zucconi ese año. En
efecto, el Desierto era sacrificio, era soledad, era sufrimiento físico,
era entrega total a los niños; fue el encuentro con la bondad y la
disponibilidad de los padres carmelitas, del padre Benedetto Cec-
coni y del padre Guido Roascio, fue un lugar de paz y de oración,
pero, sobre todo, fue el encuentro profundo con Jesús Crucificado,
el corazón de la experiencia mística de Vera en este período y que
en el crucifijo milagroso del Yermo tuvo una fuente visible hecha
viva y vital por la «Voz» que hablaba a su corazón para atraerla
hacia sí y conducirla al «desierto» de Dios: el corazón sacerdotal
de Cristo agonizante, víctima del amor para devolver al Padre los
hijos perdidos y dar un padre a los «huérfanos» de todos los tiem-
18 Padre Guido Roascio OCD (1937-2015).
77

8.8 Page 78

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pos. Vera fue vista frecuentemente por el padre Guido Roascio,
arrodillada al pie del Crucifijo milagroso de la ermita de San José,
a pesar del frío, pasando mucho tiempo en meditación y oración.
Al pie del crucifijo, la «pequeña mártir de la palabra», como a Jesús
le gustaba llamarla, recibió más luz sobre el significado redentor
de las llagas, junto con la invitación a participar con Jesús y en
Jesús en la Obra de la redención en los modos que el mismo Señor
le indicaba de vez en cuando. Bajo la guía de Jesús Eterno Sacer-
dote, Vera realizó su maternidad espiritual a través del don de sí
misma vivido en comunión con la Virgen Inmaculada y Dolorosa,
«raíz y alimento» de toda maternidad espiritual. Iluminadores, en
este sentido, son los cinco mensajes sobre las llagas que Jesús dictó
a Vera desde el 26 de septiembre de 1968 hasta el 10 de enero de
1969, y que hemos llamado «Llagas luminosas», porque en estos
mensajes se subraya sobre todo la gracia que brota de las propias
llagas a través de adoración, la oración y la participación en la obra
de salvación. Jesús, mediante la donación de sí mismo en la santí-
sima Eucaristía, realizó en la frágil humanidad de Vera el último
milagro de su amor sacerdotal: hacer de ella la esposa en él cruci-
ficada por el regreso de los sacerdotes que habían abandonado el
sacerdocio, por el nacimiento de la Obra de los Sagrarios Vivos
para su difusión en el mundo. Etapas y fechas significativas del ca-
mino espiritual de este período son las del 5 de noviembre de 1968,
el 3 de diciembre de 1968 y el 6 de marzo de 1969.
En la primera, el 5 de noviembre, Jesús le dicta la hermosa ora-
ción de ofrecer su vida al Padre por el triunfo de Jesús en las almas,
«por los Sagrarios Vivos, por la difusión de la Obra de amor de
Jesús por el mundo»:
Oh Padre nuestro clementísimo, soy una pobre cosa sin ti, soy
todo en tu Jesús. Soy criatura tuya y te pertenezco, solo estoy
para darte honra y gloria. Oh Padre nuestro, por las manos de
Jesús, tu único Hijo y Señor nuestro, yo, ante mi Madre María
Auxiliadora, los nueve coros de los ángeles, san José, esposo
de María siempre Virgen, todos los mártires cristianos, todos
los santos, y en especial a mis santos protectores, me ofrezco
78

8.9 Page 79

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humildemente a ti, Dios Todopoderoso, en tu único Hijo Jesús,
en la única víctima digna de ti, en la única ofrenda que te es
agradable: una vez más humildemente me ofrezco a ti para tu
mayor gloria, para el triunfo del amor de Jesús Eucaristía, para
los Sagrarios Vivos, para la difusión de la Obra de amor de Jesús
en todo el mundo. Cuando tú, Padre bueno y clemente, me lla-
mes a ti, recuerda que, en el nombre de Jesús a ti, Dios mío, me
he entregado. Acógeme, oh Padre, a la sombra de tus alas para
que hasta la muerte de la más pobre e indigna y miserable de
tus criaturas, pueda en el santo nombre de Jesús, darte a ti, Dios
mío, uno y trino, toda la honra y la gloria, y a los hombres de
buena voluntad dar testimonio de la verdad de tu palabra. La
última de tus criaturas, a ti, Dios mío, Creador y Señor nuestro,
por las santas llagas de Jesús en las que espero, por tu bondad
paterna, verme y leerme, así como tú dejas a tu amado Jesús
disponer para tu gloria y la salvación de las almas. Oh Padre
nuestro, en Jesús te ruego, en Jesús escúchame, en Jesús per-
dona mis culpas; en Jesús bendice este pobrísimo instrumento
que te ofrece la vida en la Vida, porque Jesús la da a todas las
almas, porque él me la ha dado a mí, y te ofrezco la vida terrenal
en la Vida de Jesús19.
Un mes después, el 12.3.1968, Vera recibe de Jesús el nuevo
nombre, por su fidelidad y su amor: «Te he dado mi santo nombre,
y desde ahora serás llamada y serás Vera de Jesús».
Y en la tercera etapa, el 3.6.1968, Vera, por voluntad de Jesús,
está en Roma para ofrecerse en él al Padre, y para recorrer la Scala
Santa, preludio para recorrer poco después con Jesús su calvario,
su pasión20.
Y finalmente «Desierto» fue la agonía del alma de Vera, que
solo en la santa misa encontraba su resurrección en Jesús, vida y
llama de amor: «A través de tinieblas desoladoras donde estoy (me
parece) fuera de la vida íntima de Jesús y fuera del mundo, de vez
en cuando un poco de luz durante algún dictado donde todo me pa-
19 Mensaje del 5.11.1968 dictado en el desierto delante del SS. Sacramento (es
el mensaje escrito en la penumbra de la iglesia a la débil luz de una vela).
20 Cf. Mensaje del 6.3.1969 y siguientes.
79

8.10 Page 80

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rece irreal. Permanece la llama de la Santa Misa, la chispa divina
que me anima, me da vida, luego el trabajo, los chicos, la familia,
la imposibilidad de encontrar en ella un rinconcito tranquilo donde
aislarme para orar, o el cansancio físico después de la escuela todo
me supera y siento el alma que gime, sofocada. Como Jesús me ha
pedido, le ofrezco todo, pero esto es verdaderamente un “de-
sierto”... El domingo, cuando se acaba el descanso, vuelvo al De-
sierto para retomar la cruz de aquí»21.
Hacia la ofrenda total
El misterio de la santa misa provocaba cada día la muerte de
la vieja criatura y la resurrección de la nueva criatura: el nuevo Sa-
grario Vivo. Durante su última estancia en el hospital (junio de
1969), tras recibir de los médicos la noticia de la necesidad de una
intervención quirúrgica por un tuberculoma intestinal, Vera se ex-
presa así en la carta escrita al padre Gabriello Zucconi: «Este es el
don del amor de Jesús con el que prepara a la “pobrecilla” y puri-
fica “su” escuálido Sagrario. Soy feliz de no pertenecerme más a
mí misma, de sentir que él dispone de mí, según su inmensa mise-
ricordia. me consuela pensar que el templo de oro del Espíritu
Santo, la Inmaculada, mira con caridad a este pobre “sagrario
Vivo” e intercede ante su hijo para que sea purificado. Estoy muy
serena, también porque Jesús, de vez en cuando, me dice estas pa-
labras: – Vera de Jesús, Hija de Jesús –. Luego calla, pero yo lo
abrazo fuerte, fuerte»22.
Vera lo sufrió todo y se ofreció al Señor para el reconocimiento
de la Obra por parte de las autoridades eclesiásticas sin ver cum-
plido este deseo durante su vida. Murió el 22 de diciembre de 1969,
21 L. GRITA, Mia sorella Vera di Gesù, op. cit., p. 146.
22 L. GRITA, Mia sorella Vera di Gesù, op. cit., p. 149.
80

9 Pages 81-90

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9.1 Page 81

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en la habitación del hospital donde había cumplido el último tramo
de su calvario, permaneciendo allí hospitalizada los últimos seis
meses de su vida. Además del tuberculoma intestinal, a la enfer-
medad de Addison y a la adenomesenteritis, se añadió un absceso
estomacal que, una vez cortado, le provocó una terrible hemorra-
gia23 que le provocó la muerte. La «pequeña mártir de mi Palabra»,
como la había llamado Jesús, había cumplido su misión: escribir
lo que la «Voz» del Espíritu Santo le había dictado.
Don Borra, que estudió los mensajes de Vera, se expresa así
en su biografía: «Medité un rato en los mensajes y vi su doctrina
maravillosa. Cuántas almas podrán beneficiarse grandemente de
esta lectura. Los mensajes son una afirmación de los valores ge-
nuinos y de las verdades tradicionales de la Iglesia. El método ex-
positivo, sin embargo, es nuevo. Una perla tan maravillosa no
podía ni debía permanecer escondida por más tiempo. El Espíritu
– continúa don Borra – habita en la Iglesia y en el corazón de los
23 Hospitalizaciones de Vera Grita en los diferentes hospitales y clínicas:
Hospitales civiles de Génova: del 20.2.49 al 1.3.49; del 5.11.49 al 29.11.49; desde
el 27.10.51 al 28.10.51; del 8.4.57 al 12.4.57; del 25.10.57 al 20.11.57; del 6.10.60 al
27.10.60 por sospecha de enfermedad de Addison y hiposurrenalismo.
Clínica Villa dei Pini di Anzio: del 22.8.55 al 23.11.56 (enfermedad de Addison).
Hospital Santa Corona Pietra Ligure (Savona): del 31.1.58 al 10.8.58; del 14.7.59
al 20.8.59; del 7.11.60 al 20.2.61 diagnóstico: proceso genital morboso con una lesión
pleural de larga data como punto de partida.
Hospital Cívico S. Paolo de Savona: febrero 1959 intervención quirúrgica de la-
parotomía.
Hospital Carlo Forlarini de Roma: breves períodos verano 1961, abril 1962,
siempre la enfermedad de Addison, tenía una tolerancia muy baja a los medicamentos.
Clínica Due Riviere de Savona: en febrero de 1967 se le extrae el diente del juicio
porque está incluido y se le rompe la mandíbula. Le atan la boca y puede alimentarse
con una pajita. Quiere hacer la Sta. Comunión y, no se sabe cómo, los ligamentos que le
unen los dientes durante la noche se habían roto. Toma la Sta. Comunión y luego. le
hacen un casco de yeso. Cuando le quitan la mandíbula se ha soldado de forma que no
puede abrir más la boca y, por tanto, masticar. Así que más sufrimiento para poder ali-
mentarse normalmente.
Hospitales Reunidos de S. Corona Pietra Ligure (Savona): de diciembre 68 a
febrero 69 (operación) de junio 69 a 22 diciembre 69 (operación líquida desde la rodilla);
en esta última fecha Vera muere después de haber sido operada repetidamente. Un
absceso en el centro del estómago abrirá un agujero que no se cerrará y causará una he-
morragia incesante, a pesar de cada transfusión.
81

9.2 Page 82

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fieles como un templo y ora en ellos y da testimonio de la adopción
filial (1 Cor 3,16; Gál 4,6). El Espíritu Santo, distribuyendo a cada
uno sus dones como quiere (1 Cor 12,11), dispensa, entre los fieles
de cada orden, gracias especiales con las que los hace aptos y pre-
parados para asumir diversas tareas y misiones útiles a la Iglesia y
a su desarrollo. Estos carismas, extraordinarios o incluso más sim-
ples y más ampliamente experimentados, se adaptan a las necesi-
dades de la Iglesia y, por tanto, deben ser acogidos con gratitud y
alegría (Lumen gentium 12). El alma de Vera con los mensajes y
las cartas entra en las filas de aquellas almas carismáticas llamadas
a enriquecer a la Iglesia con llamas de amor a Dios y a Jesús Eu-
carístico para la expansión del Reino»24.
La vida de Vera, también como cooperadora salesiana, fue
breve, pero desde hacía algún tiempo, el espíritu que la animaba
en el trabajo, en la vida y en la oración, se reflejaba el rayo de la
espiritualidad salesiana. Lo podemos reconocer en el recuerdo de
su colega María Mattalia:
Nos vimos por primera vez en el aula de una pequeña escuela
en el interior de Liguria y en enseguida nos llevamos bien. Es-
tábamos junto a nuestros alumnos, a los chicos que Vera quería
mucho, se dedicó a ellos con todo esmero en su aprendizaje y
sobre todo en su educación religiosa, moral y social. Vera tenía
confianza en los niños y les daba confianza, especialmente a los
menos dotados. Con su amor estaba siempre cerca del niño en
dificultad, del que padecía un retraso en su desarrollo intelec-
tual, de una situación familiar difícil, debido a una enfermedad
o incluso por alguna pequeña preocupación que la maestra con
una caricia, su dulce sonrisa, con su afectuosa delicadeza, sabía
calmar. Seguía y admiraba a Vera en su vida humilde pero tan
preciosa, vi su fuerza de voluntad en el sacrificio, con el que
cada día afrontaba sus preocupaciones, su trabajo, su sufri-
miento. Noté en particular cómo el centro de toda la vida espi-
ritual de Vera era la Eucaristía, la misa, la comunión diaria; la
Eucaristía lo era todo para ella, era el inmenso amor de Jesús
24 G. BORRA, Grita Vera. Notizie biografiche, op. cit., p. 112
82

9.3 Page 83

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que permanece con nosotros y que se entrega él mismo a nues-
tras almas25.
De hecho, la Eucaristía siempre fue la fuente de la que Vera
extraía cada día la fuerza para sostener espiritualmente una situa-
ción que era difícilmente sostenible solo con las fuerzas humanas.
Su amor por Jesús Eucarístico y por la Auxiliadora, por quien Vera
sentía predilección desde niña, son también recordados por don
Bocchi de esta manera:
Fue en el confesionario donde conocí el espíritu de Vera Grita:
era muy piadosa, sencilla, serena, humilde, apasionada por Jesús
Eucaristía, celosa en su deber de maestra, muy devota de la Vir-
gen María, fiel a sus compromisos religiosos. Cuando estaba en
Savona, asistía todos los días a la primera misa de la mañana:
la veo en su lugar y en el banco de siempre, en el lado izquierdo
de la entrada de la iglesia, serena, absorta, contemplativa, a
veces con los ojos cerrados, a menudo con la corona del rosario
en la mano. Siempre se confesaba una vez por semana, el sá-
bado. En los tres años que estuve en Savona (1963-1966), Vera
siempre asistió a nuestra iglesia (María Auxiliadora): así pude
conocer su amor por Jesús Eucaristía y su devoción a la Virgen
Auxiliadora. Vera tenía una salud muy precaria, pero nunca la
escuché quejarse, de hecho, no conocía el calvario que pasaba
por su cuerpo desde hacía más de veinte años. [...] Iba a menudo
en peregrinación a Lourdes y cada vez me traía un pequeño re-
cuerdo: el rosario, las medallas, las imágenes de la Virgen26.
Y finalmente contamos el testimonio del padre carmelita
Guido Roascio, quien durante las jornadas de espiritualidad orga-
nizadas por el Centro de Estudios no dudó en repetir: «¡Vera era
una santa!».
Conocí a Vera Grita durante el año escolar 1968-1969 en el De-
25 G. BORRA, Ibidem, p. 103.
26 M. R. SCRIMIERI, Vera de Jesus e a Obra dos Sacrarios Vivos, Edizioni Sa-
lesiane, Porto 2000, pp.170-171
83

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sierto de Varazze, donde, dentro del convento, había una sección
estatal de escuelas primarias. Aquí Vera enseñó durante el úl-
timo año de su vida. Llegué a la comunidad del Desierto en abril
de 1968, después de haber completado mis estudios de teología
en Roma. Vera, que no tenía permiso de conducir y vivía en Sa-
vona, se quedaba en el Desierto, en la habitación de invitados,
de lunes a viernes por la tarde o el sábado por la mañana, y
luego regresaba con su familia para pasar el fin de semana.
Puedo decir inmediatamente que Vera era una santa. Tengo re-
cuerdos muy positivos de ella en cuanto a la manifestación de
su fe. Además de ser pequeña de estatura, era menuda y esbelta.
Tenía los ojos serenos y brillantes, aunque a veces trasluciera
en ellos mucho sufrimiento. Era muy dulce al hablar, nunca im-
petuosa. Mientras hablaba no agredía psicológicamente a su in-
terlocutor. Estaba tranquila, relajada. Capaz de amortiguar todo
con una sonrisa. Nunca la he visto reír desmesuradamente, tal
vez porque en el Desierto había poco de qué reírse. Muy refle-
xiva, con cinco minutos de charla se revelaba amable, bien dis-
puesta, atenta e interesada en los problemas de los demás,
sincera, abierta, disponible a la comunión con todos. Respetaba
mucho al prójimo; nunca la he oído hablar mal de alguien, ni
presentarlo de manera grosera. De carácter dulce, difundía miel
mientras iba desgranando el razonamiento. Estoy convencido
de que durante el año que pasó en el desierto de Varazze haya
sufrido mucho el frío y la soledad, especialmente durante el pe-
ríodo invernal. Era muy discreta, no andaba buscando con quién
hablar. Ciertamente estaba sola preparándose para las lecciones
y las oraciones. Frágil, anémica y enferma como estaba, parecía
devorada por el frío. Tenía una estufa eléctrica en su dormitorio,
pero ese aparato poco podía hacer contra los bisontes del hielo
invernal. ¿Y además? ¿Siempre estaba funcionando? ¿Y la co-
mida era la adecuada a las capacidades de su hígado? Realmente
no puedo decirlo, pero tengo mis dudas. Sin embargo, ella
nunca se quejó. La oración era su pan de cada día. Rezaba du-
rante largos ratos delante de la Eucaristía, o cerca de un hermoso
crucifijo milagroso, venerado en el desierto de Varazze: está
hecho de marfil, esculpido por un artista indio anónimo; sudó
sangre y fue llevado a Italia por el misionero padre Michelan-
gelo de la provincia religiosa genovesa. El centro de su piedad
era la santa misa con la acogida de Jesús en la Eucaristía. Amaba
a todos los chicos. Se dedicaba a su enseñanza con pasión. In-
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9.5 Page 85

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culcó en sus corazones un amor profundo por su amigo Jesús,
nutrido concreta y psicológicamente a través de un cuaderno
personal que cada niño tenía a modo de diario y de la conver-
sación con él. Nunca escuché gritos provenientes del aula en la
que enseñaba, como sucede en cambio. en casi todas partes,
cuando los niños hacen que sus profesores pierdan hasta la úl-
tima pizca de paciencia. En conclusión, recuerdo con mucho
gusto aquel año pasado en el Desierto, porque la humilde presen-
cia de Vera sigue, después de tanto tiempo, haciéndome bien27.
Son muchos los fieles que esperan y rezan para que algún día
la Iglesia pueda expresarse sobre la santidad de Vera. Le agrade-
cemos su heroico «sí» a la voluntad del Padre, sellado con el ofre-
cimiento de su vida por la Obra de los Sagrarios Vivos para generar
en María Santísima, primer Sagrario Vivo, muchos otros sagrarios
Vivos, almas eucarísticas que la imiten en su vida de comunión y
donación al Señor para el bien de la Iglesia y de los hermanos. Vera
es el «grano de trigo» que, habiendo caído en la tierra, no quedará
solo, sino que engendrará muchas otras «Veras», las nuevas «es-
posas pobres» de Jesús:
«Jesús Eucarístico a ti, pequeña esposa a mí prometida. ¡Sí-
gueme! Y ahora busco, buscaré “esposas pobres” como tú. Di que
busco a estas esposas que, de ti, con el tiempo, tomen fe y con-
fianza. Serás el primer ejemplo que revelaré a los hombres. Será
mayor gracia cuando para el mundo no seas más que una figura
meramente representativa sobre la cual otras almas podrán mirarse
y venir a mí confiadas, pues vuestro Dios ha revelado un amor
inexpresable por las criaturas, que de la tierra no pueden elevarse
a mí, sin que yo, Jesús Eucaristía, no “caiga” con ellas para levan-
tarlas, para hacerlas llegar a mí». Mensaje del 7.8.1968
El cuerpo de Vera reposa en el cementerio de Zinola, Savona,
y para la esposa del amor eucarístico, no hay flores sobre la tumba
sino espigas como deseaba Jesús: «Luego será el trigo, las espigas
27 CENTRO STUDI OPERA DEI TABERNACOLI VIVENTI, Magnificat! Anno 2-N.1
«Vera era una santa!» di P. Guido Roascio ocd, p. 2.
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9.6 Page 86

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doradas, el símbolo de mi predilección; y a vosotros, no flores
sobre vuestras tumbas, ni flores cerca del cuerpo inanimado, sino
granos que producen las sagradas partículas: aquellas que humil-
demente habréis llevado sobre vosotros, y recibidas en el alma».
Mensaje del 7.8.1968
86

9.7 Page 87

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Causa de beatificación
y canonización
de Vera Grita
El testimonio cristiano de Vera Grita, la misión a la que Jesús
la ha llamado y la Obra de los Tabernáculos Vivientes que en estos
años se ha difundido lentamente, han sido siempre acompañados
por una significativa fama de santidad sobre la sierva de Dios.
El 22 de diciembre de 2019, en el 50 aniversario del naci-
miento al Cielo de Vera Grita, se inició con la presentación del Sup-
plex libellus al obispo de Savona-Noli, Mons. Calogero Marino,
la solicitud oficial de apertura de la Investigación diocesana sobre
la vida, las virtudes, la fama de santidad y los signos de Vera Grita,
Laica, Salesiana Cooperadora.
El 10 de abril de 2022 se abrió la Investigación diocesana en
Savona, que se cerró el 15 de mayo del mismo año. El 14 de di-
ciembre de 2022, el Dicasterio de las Causas de los Santos reco-
noció su validez jurídica y actualmente la Causa ha entrado en la
fase romana.
El deseo es que el testimonio de la vida eucarística y mariana
de la Sierva de Dios y la herencia espiritual que nos ha dejado a
través de sus escritos, ahora publicados, puedan alcanzar los obje-
tivos para los cuales la Obra de los Tabernáculos Vivientes le fue
inspirada: es decir, ayudar al pueblo de Dios a reavivar la fe y el
amor a la Eucaristía, comprendiendo cada vez más profundamente
la riqueza del misterio que nos ha sido dado.
Como dijo el Papa Francisco en la homilía pronunciada con
ocasión del Jueves Santo de 2020: “La realidad que hoy vivimos,
en esta celebración: el Señor que quiere permanecer con nosotros
en la Eucaristía. Y nosotros nos convertimos siempre en taberná-
87

9.8 Page 88

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culos del Señor, llevamos al Señor con nosotros; hasta el punto que
Él mismo nos dice que si no comemos su cuerpo y no bebemos su
sangre, no entraremos en el Reino de los Cielos. Misterio, este, del
pan y del vino, del Señor con nosotros, en nosotros, dentro de no-
sotros”.
Además, pensamos que la traducción y publicación de los es-
critos de Vera Grita constituyen una propuesta para afrontar los de-
safíos del tercer milenio, es decir, un nuevo camino de apostolado
y evangelización basado en la real Presencia de Jesús Eucaristía,
“traído y dado” por la salvación de las almas que viven lejos de Él.
Roma, 5 de septiembre de 2024
Don Pierluigi Cameroni SDB
Postulador General de las Causas de los Santos
88

9.9 Page 89

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9.10 Page 90

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10 Pages 91-100

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10.1 Page 91

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Perfil biográfico
de los sacerdotes
Don G. Bocchi SDB, don G. Zucconi SDB,
don G. Borra SDB, padre G. Roascio OCD
Los salesianos don Bocchi, don Zucconi, don Borra y el padre
Guido Roascio, carmelita, fueron los sacerdotes que no solo cono-
cieron a Vera durante los años de su experiencia mística, sino que
también fueron los primeros llamados por el Señor para acoger y
realizar la Obra de los Sagrarios Vivos.
El padre Guido Roascio debía ser el primero entre los carme-
litas en conocer el «Mensaje» de la Obra, en meditarlo y custo-
diarlo en el silencio y en la oración.
En la vida de estos primeros sacerdotes no faltaron las dificul-
tades y las incomprensiones que acompañan siempre la realización
de las obras de Dios: «Mi Obra de amor entra al mundo por el ca-
mino angosto, por el camino santo. Esperadme: volveré para sos-
teneros, porque estoy con vosotros», le había dictado Jesús a Vera
en el mensaje del 28.9.1969. El Señor había predicho sufrimientos
y cruces a don Zucconi y don Bocchi: ambos fueron almas víctimas
por el nacimiento de los Sagrarios Vivos por la difusión y autori-
zación de la Obra en unión con otras almas víctimas por la Obra.
En esta parte presentamos un breve perfil biográfico, conscien-
tes de que cada sacerdote merece un estudio en profundidad que
nos reservamos el derecho de realizar en un futuro próximo.
Los presentamos por orden de «entrada» en la vida de Vera,
en el convencimiento de que cada uno realizó, en diferentes mo-
mentos y con diferentes funciones, una tarea única e irrepetible
tanto para ayudar a Vera a realizar la voluntad de Dios como para
acoger la Obra de los Sagrarios Vivos, cada uno respondiendo a
una llamada personal.
91

10.2 Page 92

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El agradecimiento de Vera hacia estos sacerdotes fue siempre
muy grande: las cartas que les escribió son un testimonio de cómo
Vera nunca dejó de reconocer en el sacerdote la acción sobrenatural
del Señor; por lo tanto, solo podía agradecer siempre y en todo caso
los dones de gracia que recibía a través de ellos. A veces, el agra-
decimiento y la alegría se transformaban en canto, como en el Mag-
níficat de la Virgen María, y Vera se expresa así en una carta a don
Bocchi: «Y no terminaría de decir “gracias” porque es un “gra-
cias” que comienza por Jesús, pasa a él y vuelve a Jesús en un
canto de amor y de gloria que no puedo decir pero Jesús sabe com-
prender y sentir»1.
Don Giovanni BOCCHI SDB
Pugliano di Minucciano (Lucca, Italia) 8.3.1929
La Spezia (Italia) 1.5.2016
Don Bocchi nació el 8 de marzo de 1929 en Pugliano di Mi-
nucciano (Lucca), en la corona de los Alpes Apuanos, en una na-
turaleza hermosa e incontaminada.
A los 13 años, por medio de su párroco entró en la casa sale-
siana de Collesalvetti (Livorno) sin «conocer nada a los salesia-
nos»2. Después de sus estudios secundarios fue admitido en el
noviciado de Varazze y allí emitió su primera profesión el 28 de
agosto de 1947.
Posteriormente completó sus estudios de filosofía en Roma en
la comunidad «San Callisto», el tirocinio entre los jóvenes de Alas-
sio y, en 1952, se consagró definitivamente al Señor. Su formación
sacerdotal se desarrolló con estudios teológicos en Bollengo de
Ivrea, donde fue ordenado sacerdote el 1 de julio de 1957. Don
Bocchi, sacerdote, trabajó en varias comunidades: como profesor
1 M.R. SCRIMIERI, Relazione «Cara figlia della Croce»– Carteggio inedito Don
Bocchi e Vera di Gesù, Centro Studi “Opera dei Tabernacoli Viventi”, Milano 2008.
2 OPERA SALESIANA DI LA SPEZIA, Lettera mortuaria, La Spezia Maggio 2016.
92

10.3 Page 93

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en escuelas salesianas y públicas y como educador en Pisa en vía
dei Mille (1958-1959), pero, sobre todo, estuvo activo en los Ora-
torios: en Livorno (1960-1963), en Génova Sampierdarena (1968-
1970) y en las parroquias. Ocupó el cargo de delegado inspectorial
para los Apostolados Sociales. Siguió cursos de especialización ca-
tequética en la Universidad Pontificia Salesiana de Roma en 1969-
1970.
De 1964 a 1966 don Bocchi fue director en Savona y poste-
riormente en La Spezia Canaletto (1970-1976); luego, siempre en
La Spezia, en la Casa de Nostra Signora della Neve (1981-1982).
Luego viene la llamada a África. Don Bocchi está entre los
fundadores de la misión en África como director y párroco en Ca-
merún: en Sangmélina (1982-1983), en Ebolowa (1983-1989) y,
posteriormente, en Yaundé, en el segundo período misionero.
En diciembre de 1989 don Bocchi regresó a Italia por graves
problemas de salud; tras ser operado de un infarto, se recuperó y
le pidieron que fuera director primero en Livorno (1990-1992) y
luego en Pietrasanta (1993-1995). Pero pronto regresó a África, a
la misión de Yaundé (1995-1996), donde fue nombrado párroco
(1996-1999). En 1999 don Bocchi regresó definitivamente a Italia:
el compromiso se había vuelto demasiado gravoso y su corazón
generoso ya no podía soportar el ritmo misionero. Primero trabajó
como colaborador en la parroquia de La Spezia Canaletto, luego
durante un breve período en la obra de Prato y nuevamente como
director y párroco en Pisa CEP (2000-2004).
Finalmente, don Bocchi regresa a La Spezia «San Paolo» en
2004, como colaborador en la Parroquia-Santuario de Nuestra Señora
de las Nieves, donde se pone al servicio de la comunidad con sencillez
y alegría, acogiendo continuamente a los penitentes en su confesio-
nario. Falleció el 1 de mayo de 2016 a la edad de 87 años3.
3 Noticias biográficas extraídas de la carta mortuaria de la Comunidad Salesiana
de “Nostra Signora della Neve”, La Spezia, maggio 2016.
93

10.4 Page 94

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Don Bocchi y la obra de los Sagrarios Vivos
Don Bocchi conoció a Vera en Savona en los años en que era
rector del santuario de la Auxiliadora (1963-1966), poco antes de
que comenzara la experiencia mística de Vera. En esos años fue su
confesor y director espiritual.
Fue durante la dirección espiritual de don Bocchi que Vera hizo
el voto de pequeña víctima, valorando así todo su sufrimiento, que
hasta ese momento había sido aceptado y vivido cristianamente.
A este respecto, son significativas y esclarecedoras las cartas,
en su mayoría inéditas, que Vera y don Bocchi comenzaron a es-
cribirse unos meses antes del traslado del sacerdote salesiano a
Sampierdarena (1966). No son muchas, pero tienen un gran valor
porque nos permiten comprender cómo, en esta fase, don Bocchi
guio sabiamente a Vera a aceptarse en la frágil humanidad sufriente
y la ayudó a valorar la cruz enraizándose en el amor al Jesús cru-
cificado, hasta recibir el carisma del sufrimiento a través del voto
de la pequeña víctima. No es casualidad que todas las cartas de don
Bocchi comiencen con la expresión: «Querida hija de la Cruz», o
«Vera crucificada con Jesús»4.
La preciosidad del ministerio sacerdotal de don Bocchi en esta
fase del camino espiritual de Vera se centra en este importante as-
pecto del sufrimiento, que prepara a Vera para la experiencia mís-
tica que está a punto de irrumpir en su vida: acoger la nueva cruz
de Jesús, su «Voz» que le dicta íntimamente la Obra de los Sagra-
rios Vivos. Corresponderá entonces a don Gabriello Zucconi, que
sucederá a don Bocchi en la dirección espiritual, ayudar a Vera a
acoger el don extraordinario del Señor en la palabra dada y a «lle-
var» esta nueva cruz, por amor y gratitud hacia Jesús La semilla
sembrada por don Bocchi se desarrollará plenamente, poco des-
4 La correspondencia entre Vera y don Bocchi se refiere a los años 1966-1969,
es decir, el período en que don Bocchi ya no era rector en Savona, porque fue trans-
ferido a La Spezia Canaletto.
94

10.5 Page 95

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pués, bajo la dirección espiritual de don Zucconi, fiel «guardián»
de la obra de amor y de misericordia del señor5.
Para don Bocchi, el Señor trazó un programa casi personal en el
mensaje del 4.2.1968: «Don Bocchi Giovanni, soy yo quien te es-
cribo, soy Jesús, confía en mí y me revelaré a ti. Quiero que inicies
mi obra de amor entre las almas de los sacerdotes de Sampierdarena;
quiero que deis a conocer mis mensajes de amor a vuestros hermanos,
quiero que ellos también me lleven, para transformarse en mí. Quiero
que mi liga de almas se fortalezca, quiero que se haga grande y tras-
pase las fronteras de Italia, quiero que se forme en tierra de misión, y
allí donde mi amado Juan Bosco ha fundado sus obras, allí donde yo
en él he establecido el reino del amor». Mensaje 4.2.1968.
Don Bocchi partió como misionero a Camerún en 1982, donde
fundó la misión salesiana apoyándose únicamente en Jesús Euca-
ristía, que siempre llevaba consigo y de quien recibía fuerza, coraje
y amor en las largas noches solitarias que pasaba en la selva: «¡Si
no hubiera tenido a Jesús!... ¡No habría sobrevivido al cansancio y
al desánimo!»6. Vive intensamente la espiritualidad de los Sagra-
rios Vivos: «Le entregué mi Corazón, dictó Jesús a Vera en otro
mensaje, para darlo a las almas. Le entregué mi propia sed de amor,
ya que mi amor nunca se acaba, y en él sigo teniendo sed de almas.
Que me busque entre los pecadores, que entre estos sufro y lloro.
Que él me dé almas, busque mis almas, porque espero de él una
gran cosecha». Mensaje 25/01/1968.
En los intervalos de su regreso a Italia creó en Versilia un pri-
mer cenáculo de laicos (1994), guiándolos a vivir el mensaje de
los Sagrarios Vivos. Habiendo regresado definitivamente a Italia,
en los últimos años creó otro grupo de laicos en torno a la espiri-
tualidad de los Sagrarios Vivos en la Obra Salesiana de La Spezia
«San Paolo».
5 M.R. SCRIMIERI, Relazione “Cara figlia della Croce”– Carteggio inedito Don
Bocchi e Vera di Gesù, Centro Studi “Opera dei Tabernacoli Viventi”, Milano 2008.
Inédita.
6 M.R. SCRIMIERI, Vera de Jesus e a “Obra dos Sacrarios Vivos”, Edizioni Sa-
lesiane, Porto, 2000 p.173.
95

10.6 Page 96

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En enero de 2017 la comunidad salesiana de La Spezia «San
Paolo» le dedicó una sala en la que un gran mural lo retrata en los
tres momentos significativos de su vida sacerdotal: salesiano, con
Don Bosco y bajo la mirada de María Auxiliadora. orienta nuevas
vocaciones para la Iglesia; misionero en África trae la buena noticia
del Evangelio y la alegría de Cristo resucitado; y finalmente en
adoración ante el Sagrario. Una inscripción relata un pensamiento
de Jesús tomado de la Obra de los Sagrarios Vivos que contiene la
unión de Jesús Sacerdote con sus sacerdotes y que era el programa
espiritual de don Bocchi. «Yo en vosotros y vosotros en mí, para
dar “frutos” a mi Padre, para salvar almas, para morir por las
almas». Mensaje 4.2.1968
Don Gabriello ZUCCONI SDB
Pistoia, 11 de mayo de 1919 – Roma, 5 de febrero de 1980
Director espiritual de Vera de Jesús
Don Gabriello Zucconi nació en Pistoya el 11 de mayo de
1919, pero vivió primero en Novara y luego en Génova, donde se
había trasladado la familia. Tras obtener la habilitación magisterial,
se matriculó en la facultad de magisterio. En septiembre de 1940
fue admitido en el noviciado salesiano de Varazze, que coronó con
su primera profesión trienal. De 1946 a 1949 asistió al estudiantado
de teología en Bagnolo y al año siguiente en Bollengo, para hacer
el cuarto año, donde emitió los votos perpetuos.
Como sacerdote fue consejero escolar en un internado en Pisa,
luego profesor en Borgo San Lorenzo, La Spezia, Vallecrosia, Li-
vorno, Florencia y Alassio de 1965 a 1967, cuando fue trasladado
a Florencia. En 1969 se trasladó a Bova Marina, donde ejerció
como párroco en Condofuri. Allí permaneció hasta octubre de
1976, cuando forma parte de la comunidad «Sacro Cuore» de
Roma y, desde 1977 hasta su muerte en 1980, estuvo en el «Don
Bosco» como colaborador de la parroquia.
96

10.7 Page 97

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«Apóstol predilecto de mi Obra de Amor»
Don Gabriello fue el padre espiritual de Vera desde septiembre
de 1967, cuando por primera vez Vera sintió la «Voz» divina que le
dictaba la Obra. Y fue gracias a la dirección sabia e ilustrada de don
Gabriello que Vera continuó escribiendo lo que Jesús le dictaba; lle-
vada por las dudas y por el temor de engañar, Vera estuvo tentada de
no escribir, pero don Zucconi se lo pidió por obediencia y amor a
Jesús. Esta indicación fue tan decisiva que Vera escribió en la primera
página del primer cuaderno de notas. manuscritos «Escrito por obe-
diencia a Jesús en el padre Gabriello, sacerdote salesiano». A lo
largo del desarrollo de la experiencia mística, don Zucconi la apoyó
en llevar la cruz de la «Voz», mostrándole su fe en los mensajes reci-
bidos, su alegría por un Dios tan cercano que hablaba a su corazón
sacerdotal a través de Vera, y el dolor de no poder responder a tal don.
Por deseo explícito del Señor, don Zucconi fue el «guardián»
de la Obra de los Sagrarios Vivos: a la muerte de Vera reunió y me-
canografió todos los mensajes, que envió a los superiores y a varios
hermanos. Se encargó de enviar los mensajes dirigidos a él y la
Obra completa al santo padre Pablo VI. Quedan más de 150 cartas
escritas por don Zucconi a Vera, de las que se desprende la gran-
deza espiritual de este sacerdote que desde el primer momento
abrazó y desposó la Obra de amor y misericordia de Jesús, adhi-
riéndose a ella con todas las fibras de su ser humano y sacerdotal.
Don Giuseppe Borra, que durante algún tiempo fue director
espiritual de don Zucconi, escribió sobre él: «La figura del padre
espiritual destaca como reflejo tanto en las cartas de Vera como en
los mensajes. Así como es difícil llevar a escena un personaje por-
que es demasiado grande, pero destaca porque otros hablan de él y
le dan vida desde varios ángulos, así don Gabriello emerge de los
discursos de Jesús y de las cartas de Vera en una dimensión lo que,
sin descuidar la faceta humana, le hace brillar por sus cualidades
de alma sacerdotal y de guía»7. ¿Quién fue Don Zucconi?
7 G. BORRA, Grita Vera Notizie biografiche op.cit., p 73.
97

10.8 Page 98

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Un sacerdote que vive su vocación sin desviaciones –continúa don
Borra–, solo los intereses de Dios y de las almas: así era don
Zucconi. ¿De dónde sacó la sed de almas que tanto lo distinguía?
Desde la formación familiar en su juventud, desde el estudio de
Don Bosco cuyas inquietudes eran también las suyas, hasta el punto
de que los jóvenes que lo conocieron encontraron en don Gabriello
un amigo, un válido director de conciencia. Recibió dones del
Señor que lo hicieron sensible a los problemas de los espíritus in-
quietos en el camino de la perfección. Vivió en varios colegios de
Don Bosco: su predilección, además de la escuela, era el trabajo
en la parroquia. El padre Gabriello fue con Vera alma víctima para
la Obra, para su nacimiento y difusión. Jesús se dirige a menudo a
su padre y le anima no solo a difundir los «mensajes», sino a obtener
de las autoridades eclesiásticas los permisos necesarios para los
«Sagrarios Vivos». Don Gabriello afronta las dificultades y sobre
todo los malentendidos derivados de la incredulidad y de la sospe-
cha. El camino está lleno de tropiezos. Sin embargo escribe a sus
superiores, escribe y se reúne con los obispos8.
Cuando comienza para don Gabriello la noche del espíritu, de
la prueba y de la cruz debido a la incredulidad y la incertidumbre
que encuentra, Jesús lo alienta dictando para él dos mensajes, hasta
ahora inéditos y de gran valor espiritual. Jesús llamó «cartas de
amor» a todos los mensajes que dictó a Vera específicamente para
don Gabriello y los sacerdotes.
Relatamos íntegramente el primero, escrito por Vera en víspe-
ras de la fiesta de san Juan Bosco: Jesús manifiesta su amor sacer-
dotal por todos los sacerdotes y su predilección por don Gabriello
por haber creído sin vacilar en la experiencia mística de Vera. Lo
anima a hablar de la Obra a los superiores salesianos, a los obispos,
a perseverar hasta ver la gloria de Dios:
Varazze 30 de enero de 1968
Jesús, Sacerdote Eterno, para el padre Gabriello.
He venido a ti con mi corazón abierto y herido para introducir tu
8 Ibidem p. 67.
98

10.9 Page 99

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alma en mi costado. Ahora yo la atraigo hacia mí y esa se acerca
a mí, está cerca de mi corazón. Tu sufrimiento, Gabriello, está
dado por el amor, por mi amor por ti. Escúchame, anhélame y mi
corazón se abre, aún está herido de amor para introducir tu alma,
tu corazón.
Así, yo te comunico mi amor, mi dolor, mis deseos, mi voluntad.
Te acerco a mí, Gabriello, te escondo en mí y contigo sufro, con-
tigo me regocijo; en ti me escondo; en ti y contigo voy por las
calles, contigo camino, contigo estoy, Gabriello.
¡Si supieras la inmensidad de MI AMOR por ti, por los sacerdotes
que me sirven, que luchan conmigo y para mí!
¡Si supieras lo que es para mí tu alma sacerdotal!
La cuido, la prevengo, la acaricio, la guío. Derramo en ella los
perfumes de mi santidad, mientras tu amor me consuela. Sí, ¡busco
consolaciones, Gabriello! Dámelas, dame muchas para ti, para
esos sacerdotes que todavía no saben amarme... Tu amor, Gabrie-
llo, es una fuerza, una fuerza que te he dado: pídela para tus Her-
manos, para todos. mis amados sacerdotes... Ven, ven Gabriello
al amor de tu Padre, de tu Dios, de tu Jesús y encontrarás siempre
mis manos heridas, pero, por eso, llenas de «gracias».
Ven Gabriello a mí y te hablaré de mi Obra de amor, de «nuestra»
Obra de amor.
Enviaré almas, almas que se inmolen como víctimas para que mi
Obra fluya, como un río de misericordia para el mundo y voso-
tros no dejéis de difundir, de difundirme en las almas.
Ve a Pistoya, ve a Siena, ve a los superiores y preséntate en mi
nombre: Jesús, Yo te iluminaré. ¿No he dicho que «veréis mi
gloria»? Vosotros llamados por mi Padre, vosotros mis sacer-
dotes, amados y santos, id, no vaciléis: yo estoy con vosotros,
es Jesús el que quiere ir, es Jesús el que quiere «hablar», es Jesús
el que quiere decir: quiero salir del templo, no, ya no quiero es-
perar a las almas que nunca me buscarán.
Yo soy el buen pastor, iré en busca de las «ovejas» que no entran
en mi redil.
Es Jesús quien desea caminar para buscar...
Ve, padre Gabriello, en mi nombre, inmérgete en mí, en mi gra-
cia, en mi vida para que en ti sea yo quien hable, persuada y
toque con mi gracia a quienes te escuchen.
Gabriello, hijo mío, mi Padre te abraza en mí, te bendice, te
atrae hacia sí.
Yo te consolaré, te sostendré en las luchas, en las incertidum-
99

10.10 Page 100

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bres. Yo te escribiré y tú serás consolado por mis palabras. Eres
tú quien ha tenido mayor fe en el miserable brazo humano; tú
has creído y yo correspondo a tu fe en mí, en mis palabras, con
estas cartas. Tú espérame. Oh Gabriello espérame. Quiero vol-
ver a vivir en ti y en ti inmolarme por mi Padre, por el reino de
mis almas.
Te llevo, Gabriello, con estas palabras, una fuente de gracias:
broten de mi corazón herido de amor por ti, por mis amados sa-
cerdotes y a ellos quiero comunicar mi amor, mis palabras, a
ellos mi abrazo de esposo, de hermano, de sacerdote eterno9.
Con el segundo mensaje, dictado a Vera dos meses después,
Jesús anima al sacerdote a perseverar sin desanimarse:
Te veo preocupado, preocupado por mi gloria... Son las dudas,
las incertidumbres del momento, porque «mi Obra de amor»
verá la luz a través de pruebas y sufrimientos, requerirá «vícti-
mas», será bañada por mi sangre, porque yo, Jesús Eucaristía,
para darme a vosotros he sido inmolado. Vosotros «llevad» el
cordero inmaculado sacrificado a mi Padre para que vuestras
almas vinieran a la luz y «vieran» la luz.
Quien me «lleva» tendrá que parecerse al cordero y ser inmo-
lado con él. El cordero inmolado por vosotros ya os ha resca-
tado, pero vosotros en mí debéis ser “pequeños corderitos”
mansos y confiados que en mí se dejan llevar al sacrificio. El
«vuestro» está comenzando ahora. Padre Gabriello, ve en mi
nombre a Siena, a Pistoya, ve a Sampierdarena y llama... Yo te
haré abrir la puerta de las almas sacerdotales. No te desanimes
por la incredulidad, no temas... porque siempre estaré contigo.
Tú me das gloria, y yo no recuerdo tus ofensas, yo recuerdo tus
sufrimientos, tu amor, tus sacrificios... Veo tu amor.
Yo, Jesús, te he hablado de «noche», tú estás entrando en la
noche y yo, en mi amor eucarístico seré tu única «luz». [...] Te
escribiré, te sostendré y como a un «niño» te tomaré por la mano
en la «noche». ¡Tu Jesús que te lleva en su corazón de padre,
corazón de Dios!”10 .
9 Mensaje inédito – Archivio Postulazione Generale delle Cause dei Santi della
Famiglia Salesiana – Roma.
10 Idem.
100

11 Pages 101-110

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11.1 Page 101

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En el verano de 1969, invitado por el obispo de Reggio Calabria,
Mons. Ferro, para trabajar en su diócesis, don Zucconi obtuvo el per-
miso de los superiores salesianos para trasladarse a Bova Marina, a
la casa salesiana, y le fue confiada la parroquia de Condofuri. en oc-
tubre del mismo año. El obispo, en los encuentros con don Zucconi,
había acogido bien la Obra de los Sagrarios Vivos, viendo la posibi-
lidad de realizarla después de haber estudiado el modo11.
Tres meses después del traslado de don Zucconi a Bova Ma-
rina, el 22 de diciembre de 1969 Vera falleció en la habitación del
Hospital Riuniti de Santa Corona.
Don Zucconi ejerció su ministerio sacerdotal en Condofuri du-
rante siete años y, al final de los siete años, pidió volver a la co-
munidad. Estos años no fueron fáciles, era tierra de misión.
Habiendo regresado a Roma en octubre de 1976, al año si-
guiente se le confió el cargo de vicepárroco en Cinecittà, donde
comenzó su ministerio el 8 de septiembre de 1977. Poco después,
el 22 de septiembre fue recibido en audiencia privada por Pablo
VI. Obedeciendo las indicaciones que el Señor había dado a través
de Vera, don Zucconi había enviado al santo padre los mensajes
dirigidos a él y posteriormente toda la Obra. El 22 de septiembre
Pablo VI bendijo la Obra de los Sagrarios Vivos.
Don Zucconi sufrió un infarto y tuvo que ser hospitalizado va-
rias veces. Después de su última hospitalización el 26 de noviem-
bre de 1979, que duró hasta el 14 de enero de 1980, y de regreso a
la parroquia, el 17 de enero escribió esta carta a un hermano en la
que daba su «fíat» en unión con Jesús Crucificado, para el éxito
del Capítulo inspectorial12:
Muy Rev.do hermano,
como si me viniera de Dios, acojo con alegría la invitación que
11 No tenemos en este momento una documentación sobre la actividad realizada
por el padre Zucconi en Condofuri, tampoco en relación con la Obra. Investigación
que se completará próximamente.
12 CENTRO STUDI OPERA DEI TABERNACOLI VIVENTI. Carta encontrada entre las
dadas por su hermano Sr. Augusto Zucconi.
101

11.2 Page 102

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usted me hace de ofrecer, en el período del capítulo inspectorial,
oraciones y sacrificios por su éxito.
Lo que puedo ofrecer personalmente es muy poco, sin embargo,
me uno enteramente a las intenciones de Jesús crucificado, e in-
voco toda bendición divina sobre todo lo que me recomendáis.
Por favor mantenme presente en tus oraciones.
Con cariño fraterno en Don Bosco
Su más devoto d. Gabriello Zucconi
La misión terrenal de don Zucconi había terminado. El Señor
agradeció su ofrecimiento y dos semanas después, el 5 de febrero
de 1980, don Gabriello pasó a la vida del Cielo, para continuar ocu-
pándose en plena gracia de la Obra de los Sagrarios Vivos con Vera
de Jesús, para la salvación de las almas, para el bien de la Iglesia
y de la Familia Salesiana. Su cuerpo reposa en el cementerio Ve-
rano de Roma.
La figura de don Gabriello Zucconi merece un estudio aparte, un
estudio que ponga de relieve todo el valor y la riqueza de su ministerio
sacerdotal desarrollado en años difíciles, así como su capacidad para
comprender la vida mística en las almas y los dones que recibió del
Señor durante la dirección espiritual de Vera de Jesús.
Las más de 150 cartas escritas a Vera en los años 1967-1969,
ahora disponibles en el Centro Studi Opera dei Tabernacoli Viventi
de Milán, constituyen una fuente muy rica y muy significativa para
futuros trabajos sobre este gran y santo hijo de Don Bosco.
Don Giuseppe BORRA SDB
Bene Vagienna (Cúneo) 5.10.1914 – Roma 8.7.1987
Don Borra nació en Bene Vagienna (Cúneo) el 5.10.1914, hijo
de Antonio y Agnese Borgogno, quienes supieron dar a sus hijos
el ejemplo de una vida trabajadora, honesta y llena de fe.
Habiendo terminado el bachillerato y expresado el deseo de
consagrarse al Señor en la vida salesiana y sacerdotal, Giuseppe
comenzó a recorrer las distintas etapas de su formación: el noviciado
102

11.3 Page 103

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en Monte Oliveto, que coronó con la primera profesión (1931); filo-
sofía en Foglizzo (1931-1933); el tirocinio en Valsalice y Valdocco
(1933-1939), durante el cual se consagró definitivamente al Señor
con profesión perpetua (1937) y asistió a la universidad estatal, licen-
ciándose en Letras (1939); luego teología en Roma en la Pontificia
Universidad Gregoriana y en Turín en el Estudiantado Internacional
de la «Crocetta» (1939-1942), que culminó con la ordenación sacer-
dotal. En 1954 fue elegido director, cargo que vivió con alma de mi-
sionero peregrino en las distintas inspectorías de Italia: en Faenza
(1954-1960), Alassio (1960-1966), en Lombriasco (1966-1968), en
Caserta (1968 -1974) y finalmente en «Don Bosco» de Roma (1982-
1987), después de un período de algunos años en el «Sacro Cuore»,
también en Roma, como director y ecónomo.
Don Borra amaba a Don Bosco como a un padre y modelo a
imitar con todas sus fuerzas: como Don Bosco, había puesto los
valores del Evangelio como fundamento de su vida; como Don
Bosco había seguido a Cristo obediente, pobre y casto para parti-
cipar más de cerca en el misterio de la Pascua; como Don Bosco,
se había consagrado enteramente al Inmaculado Corazón materno
de María para ser enteramente suyo para la redención del mundo,
y en particular para la salvación de la juventud.
Muchas almas, conociendo su valor como sacerdote ilumi-
nado, lo eligieron como padre espiritual.
Escribió en su Diario: «¡Pudiera siempre llevar en corazón el
deseo de la santidad e irradiarlo fuera de mí, en el mundo que me
rodea!»13. Y de nuevo: «Solo el amor puede salvar las almas.
Somos un pobre lienzo, una nada sobre la que Jesús se pinta a sí
mismo. Debemos dejarnos poseer por él y amar a las almas con él:
entonces podremos salvar. Sin embargo, unidos a Jesús, debemos
pagar un alto precio por las almas, aceptando el sufrimiento físico
o moral permitido por él...» (ibídem) Y concluye: «Jesús, te adoro
y te amo: también por aquellos que no te adoran y no te aman... Tú
13 Noticias biográficas extraídas de la: Lettera mortuaria – Don Ilario Spera -
Ispettoria Romana “San Pietro”, Roma, luglio 1987.
103

11.4 Page 104

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ves mi corazón, las espinas y los dolores de mi vida.” (ibídem)
«Y precisamente en esta línea escribió sobre él el inspector
don Ilario Sperapara imprimir más clara y profundamente en el
corazón de su ministro el sello redentor de la cruz, en los últimos
diecinueve años de su vida, el Señor lo puso en contacto con almas
privilegiadas.
En enero de 1968 se produjo el encuentro con Vera Grita, una
criatura maravillosa, «...sufriente, pero llena de amor a Jesús, es-
cribió don Borra en su diario».
Poco después, otro encuentro significativo con una curada por
un milagro en Lourdes, Maddalena Carini, fundadora en San Remo
de la Famiglia dell’Ave Maria.
Tercer gran encuentro en Caserta con Teresa Musco, la estig-
matizada, mártir de amor, crucificada con el Crucifijo. Se convirtió
en su padre espiritual y escribió su biografía.
El 8 de julio de 1987, sentado a la orilla del mar de Torvaianica,
miraba intensamente el cielo de esta tierra. De repente, un repentino
destello..., y se encontró contemplando el cielo de la Eternidad...
El Señor, puntual, le esperaba...».
Don Borra biógrafo de Vera y estudioso de los «Mensajes» de
la Obra de los Sagrarios Vivos
Don Borra conoció a Vera en enero de 1968 mientras era di-
rector en Lombriasco. Por deseo explícito del Señor, Vera copió
para él los mensajes escritos desde septiembre de 1967 hasta fe-
brero 1968 en cuatro cuadernos que envió a don Borra14: «Envía
mis dictados a aquellos sacerdotes a los que recurro. Para ellos
hablo, para otros, para muchos, para todos. Don Borra debe leer
todos los «libretos» y serán iluminados por mí para ver». Mensaje
25/01/1968
Ese mismo año fue trasladado al Instituto Salesiano de Caserta.
14 Carta de Vera a don Borra del 24.2.1968 en L. GRITA Mia sorella Vera di
Gesù op.cit., p. 84.
104

11.5 Page 105

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De las cartas que don Borra y Vera se escribieron, aunque no
numerosas y en su mayoría inéditas, surge no solo el don de afron-
tar la experiencia mística de Vera, sino también la profunda espi-
ritualidad y su grandeza de sacerdote al vivir el misterio del
sacrificio de Cristo en la santa misa: casi cada carta de don Borra
a Vera relata el profundo anhelo del sacerdote salesiano de unirse
a Cristo crucificado, con su corazón herido por el amor por la sal-
vación de las almas.
Como don Gabriello Zucconi, don Borra fue el consolador del
corazón agonizante de Jesús para los sacerdotes que habían aban-
donado el sacerdocio, y Jesús no dejó de enviar palabras de aliento
a su amado sacerdote a través de Vera: «Para don Borra, a ti, mi
amado sacerdote, el latido de mi amor eucarístico; para ti los latidos
de mi corazón. Ven y descansa sobre mi pecho. Tu Jesús que te es-
cucha». Mensaje 6.2.1969.
El traslado de Lombriasco al Instituto Salesiano de Caserta, en
el otoño de 1968, le causó muchos problemas y sufrimientos. Jesús
no dejó de confirmarle a don Borra que todo estaba dentro de su
voluntad y a través de Vera le envió el consuelo de su palabra para
apoyarlo en sus esfuerzos:
Escribe para don Borra: Quiero que ore, que se ofrezca y
ofrezca su sufrimiento por el triunfo de mi santa Obra de amor.
Entonces yo, Jesús, me revelaré a él, me comunicaré a él y haré
morada en él.
Deseo que abrace mi santa cruz de amor para que pronto se des-
pose con mi causa a través del santo sufrimiento. Este sufri-
miento que trae con tormento se convertirá en gozo cuando su
alma sacerdotal viva para mi triunfo. Está en Caserta por mi vo-
luntad15. Mi santa Madre lo guiará por el camino que lo lleve a
15 Mensaje inédito. «Él está en Caserta por mi voluntad». En Caserta don Borra
conoció a la mística Teresa Musco, (1943-1976) y se convirtió en su padre espiritual.
En 1951 la Santa Virgen ya había preanunciado a Teresa Musco, entonces niña, y
hecho escribir en un folio, que en 1968 dejaría a la familia e iría a vivir sola y cono-
cería y tendría como padre espiritual al padre Giuseppe Borra al cual le mostraría el
papel escrito de niña. Así fue y en 1968 Teresa Musco se trasladó de Caiazzo a Ca-
serta donde conoció a don Borra.
105

11.6 Page 106

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desposarse conmigo en la Obra de amor. Entonces seré generoso
y le daré un agradecimiento especial. Jesús a su amado sacer-
dote. Mensaje 17.10.1968.
En las cartas que don Borra escribió a Vera, durante su estancia
en Caserta, le confiaba sus dolores, las luchas diarias en el trato
con las personas, la constante preocupación y atención para no fal-
tar a la paciencia y a la caridad hacia ellos.
Jesús, una vez más, no dejó de consolar a su sacerdote y le
dictó a Vera mientras estaba internada en el Hospital Santa Corona:
Escribe a don Borra que Jesús conoce todas sus preocupaciones,
sus dolores, y que desea santa resignación por sus propias mi-
serias porque son estas las que adornan su alma con muchas vir-
tudes, entre ellas la humildad.
Por lo demás debe abandonarse confiadamente a mí, a mi divina
misericordia.
Su sacerdocio me es querido, bienvenido y precioso, pero deseo
que su alma, incluso entre las cruces, descanse en mí.
Él tiene a mi Madre como Madre y protectora, tiene el don más
grande que puedo darle a un amigo: mi propia Madre. Que en ella
se refugie y ella siempre en mi santo nombre, Jesús, lo acogerá.
Los sacerdotes «lejanos» son parte de la cruz que les he ofre-
cido. Tú también [Vera] ora por ellos. ¡Yo, Jesús, los amo!”.
Mensaje 9.11.1969
Un mes después de este mensaje, Vera pasó a la vida del Cielo.
En Caserta, don Borra se dedicó sobre todo a la dirección es-
piritual de la estigmatizada Teresa Musco y escribió su biografía.
Cuando regresó a «Don Bosco» en Roma en 1982, don Borra re-
cibió de un penitente de don Gabriello Zucconi, fallecido en 1980,
las cartas que Vera había escrito a don Gabriello:
Dado el contenido de las mismas – escribe don Borra y retro-
cediendo a los días lejanos –, cuando conocí a Vera Grita, habiendo
leído también los mensajes, tuve la oportunidad de darme cuenta
de la personalidad espiritual de Vera y lo sentí como un impulso,
o más bien un deber, tener que dedicarme a ella.
106

11.7 Page 107

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Medité un rato en los mensajes y vi su maravillosa doctrina.
Una perla tan maravillosa no podía ni debía permanecer es-
condida16 por más tiempo.
Así se cumplió lo que Jesús había preparado años antes, cuando
le había dictado a Vera: «Don Borra debe leer todos los libretos» y,
con los sacerdotes llamados a la Obra, sería «iluminado para ver».
Don Borra había «visto»: la perla preciosa dada por el Señor a
la Congregación Salesiana y a la Iglesia para el bien de la humani-
dad, estaba allí en sus manos y se puso a escribir la biografía de
Vera, donde también presentó una primera y preciosa estudio sobre
el concepto de Sagrario Vivo y la espiritualidad que se perfila en
el conjunto de los mensajes de la Obra17.
Tres años después, en 1987, habiendo concluido su misión te-
rrena, falleció a la orilla del mar mientras contemplaba el horizonte
infinito. Había escrito poco antes:
Hoy
he dejado
mi corazón
nadar en el infinito:
un mar me ha cubierto de tibias arenas
en las playas del tiempo18.
Su corazón, herido por el amor y el dolor de Cristo y unido a
él, pasó a contemplar, por la eternidad, la infinitud de Dios, ahora
en el corazón luminoso y radiante de Cristo resucitado.
Padre Guido ROASCIO OCD
Murialdo (Savona) 16.9.1937 – Arenzano (Génova) 28.10.2015
El padre Guido Roascio nació en Murialdo, en el interior pro-
16 G. Borra, Vera Grita, Notizie Biografiche, op.cit., p. 7.
17 Idem.
18 Don I. SPERA, Lettera mortuaria, Ispettoria Romana “San Pietro”, Roma, lu-
glio 1987.
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11.8 Page 108

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fundo de Savona, el 16 de septiembre de 1937. Ingresado en el se-
minario menor del desierto de Varazze, después de un año de no-
viciado en Loano (Savona), emitió la profesión religiosa temporal
el 23 de agosto de 1955 y la definitiva. en Sant’Anna de Génova
el 7 de octubre de 1958. Habiendo obtenido su diploma de escuela
secundaria clásica en el instituto Arecco de Génova, dirigido por
los jesuitas, comenzó el curso de teología en la Facultad Pontificia
«Teresianum» de Roma, donde fue ordenado sacerdote el 5 de abril
de 1964 y donde se licenció «cum Laude» en teología dogmática
en 1968.
De regreso a Liguria, durante 6 años ocupó el cargo de rector
del seminario de Arenzano, enseñando latín y matemáticas.
En el trienio 1975-1978 fue prior en el convento de Sant’Anna.
Desde 1978, dirige durante doce años la revista mensual del San-
tuario del Niño Jesús de Arenzano, asistiendo a un curso de perio-
dismo en Milán en 1981-1982.
En 1990 fue superior del convento de Monte Carmelo en
Loano durante tres años. En 1991, a petición del obispo y con per-
miso de los superiores, mientras vivía en el convento, ejerció el
oficio de párroco en Ranzi di Pietra Ligure (Savona). Desde 1999
es superior y párroco del convento-parroquia de San Pietro en Sa-
vona.
Desde 2011 se encuentra en Arenzano, donde falleció el 28 de
octubre de 2015 de un infarto. Su cuerpo reposa en la capilla de
los frailes del cementerio de Arenzano.
Fue en el año escolar 1968-1969 cuando el padre Guido Roas-
cio conoció a Vera en el Desierto de Varazze, donde ella enseñaba
a niños de escuela primaria en la ermita de los Carmelitas Descal-
zos y el padre Guido era joven asistente de los niños.
Fue durante los meses de estancia en el Desierto que el Señor
nombró por primera vez también a los carmelitas descalzos como
destinatarios de la Obra de los Sagrarios Vivos, y señaló al padre
Guido Roascio como quien en ese momento debía estar al tanto de
la Obra, meditar y salvaguardar en el silencio este don recibido.
En los diversos encuentros anuales celebrados en Savona con
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el padre Guido y organizados por el Centro de Estudios, con mo-
tivo del aniversario del nacimiento de Vera para el Cielo, este mos-
tró con la simpatía y un toque de humor, propio de su carácter,
cómo había cumplido con lo que el Señor le había indicado sobre
todo lo referente a «guardar silencio». Conservaba con mucho cui-
dado y cariño la hoja original que Vera le había regalado y donde
había escrito lo que Jesús le había dictado para él y para los car-
melitas descalzos. El padre Guido donó con alegría una fotocopia
del mensaje original al Centro de Estudios, que reproducimos ín-
tegramente:
Savona 28.2.1969
¡Viva Jesús Eucaristía!
¡Escribe, mi nombre es Jesús!
... Mi Obra de amor debe entonces extenderse también a
los «carmelitas descalzos» ya que yo, Jesús, he venido a dar mi
amor a todos.
Con la sumisión que le debes al sacerdote, recibe el con-
sentimiento para hablar de «mi don eucarístico» al padre Guido.
Por ahora debe escuchar, meditar y guardar en su corazón
sacerdotal mis palabras, palabras de Jesús para los pobres.
Mañana, cuando estés lejos de él... todo servirá para glori-
ficarme.
Deben ser partícipes de MÍ, a través de MI OBRA DE
AMOR en el tiempo establecido y deseado por mí.
Por ahora basta que uno de ellos sepa hasta el final y calle.
Esta es la voluntad establecida por mi Padre.
Después del consentimiento y obediencia al sacerdote, pre-
para al padre Guido y, al final, hazlo partícipe mediante un es-
crito mecanografiado.
En estos pocos meses de estancia en el Desierto debes
«darME», confiarME...
El padre Guido conservaba un recuerdo muy vivo e intenso de
Vera, aunque su encuentro fue breve, la duración de un año escolar;
pero la presencia de Vera en el Yermo y su experiencia mística ha-
bían dejado en el joven carmelita una huella que amaba recordar
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11.10 Page 110

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como un toque de gracia y de santidad recibido en el Desierto de
Varazze, que hacía bien a su alma cada vez que recordaba a Vera.
Un recuerdo personal: siguiendo los pasos de Vera y sus alum-
nos con el padre Guido Roascio19
El padre Guido Roascio no tenía dudas sobre la santidad de
Vera y esperaba y contaba con que algún día se pudiera abrir su
causa de beatificación y canonización.
Un día fuimos juntos a Casanova di Varazze y Alpicella, si-
guiendo la pista de los alumnos de Vera. En estos pequeños pueblos
del interior de Liguria no fue difícil bajar del coche, preguntar por
la profesora Vera Grita e inmediatamente encontrar a alguien que
nos ayudara a reconstruir el mapa de los alumnos de Vera. Así fue
en Casanova donde el padre Guido y yo fuimos acompañados a la
casa del exalumno Piero Molinari, quien, con su madre Ida, nos
recibió interrumpiendo su trabajo en el campo.
En ambos seguía vivo el recuerdo de Vera, que con su huma-
nidad sencilla y acogedora supo «entregarse» en la escuela, en los
encuentros con las madres de los niños, con sus colegas.
La señora Ida guardaba el rosario que Vera le había regalado a
Piero y que guardaba en su mesita de noche y con el que todavía
rezaba. A nuestra pregunta sobre lo que más le llamó la atención
de la profesora, la señora Ida respondió inmediatamente y sin du-
darlo: «su humildad... y su mirada. Los ojos tenían algo que te
decía cómo seguir adelante, que te daba coraje. Era muy humilde,
te hacía sentir bien cuando estabas ahí hablando. No era intimi-
dante, era sencilla y sufriente, tenía mucha fe. Le rezo y la recuerdo
siempre».
19 Testimonio de María Rita Scrimieri tomado de: Vera Grita, la “maestrina di
Savona”: testimonianze dal mondo della scuola. MAGNIFICAT! Notiziario del CENTRO
STUDI OPERA DEI TABERNACOLI VIVENTI, Anno 2, N.1 2002 p. 5.
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12 Pages 111-120

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En Alpicella, sin embargo, donde Vera enseñó en el curso
1959-1960, fue el párroco, don Lorenzo Caviglia, a quien encon-
tramos nada más bajar del coche, quien nos habló de ella: él tam-
bién se acordaba de Vera. muy bien, no se había olvidado de la
maestra, sobre todo por un detalle que desde niño le llamó la aten-
ción combinado con el asombro: durante el viacrucis que todos los
niños hacían con la maestra, Vera lloró. «Entonces este hecho me
sorprendió e incluso me pareció exagerado... Después, más ade-
lante lo entendí», nos confió don Caviglia.
El pequeño Lorenzo Caviglia, que se hizo sacerdote, fue el
mejor testimonio que pudimos encontrar para concluir nuestro día
tras las huellas de los alumnos de Vera: Vera amaba mucho a los
sacerdotes y para poder acompañarlos místicamente en sus labores
apostólicas, Jesús le había dado un amor de predilección. Por ellos
aceptó y ofreció todos los sufrimientos y penurias del colegio y
Jesús la guio y la llevó hasta la herida del costado, para unirla mís-
ticamente a él, el Sacerdote Eterno, en la inmolación final, el ofre-
cimiento de su propia vida por el nacimiento y desarrollo de la
Obra y por el regreso de los sacerdotes que habían abandonado el
sacerdocio en los años calientes de la contestación. Esto maduró
durante la estancia de Vera en el Desierto de Varazze, en el último
año de su vida y de su servicio de maestra.
De regreso a Savona, recordamos todo esto con el padre Guido,
que había conocido a Vera en este último año de su vida y de su
enseñanza.
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12.3 Page 113

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Cuadernos de
Vera de Jesús
«Estas palabras son luz y,
por ser mías, deben brillar
y no permanecerán escondidas».
Jesús a Vera, Mensaje 6.3.1969
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I LIBRETO1
Inicio el 19 de septiembre de 1967
Final el 24 de noviembre de 1967.
Escrito por obediencia a Jesús en el padre Gabriello,
sacerdote salesiano
Para la mayor gloria de Dios, beatísima Trinidad
«Hágase siempre tu santa y adorable voluntad»
«¡Oh Jesús mío, venga tu reino!»
1 «Primer Libreto»: término utilizado por Vera para los cuadernos empleados
para escribir los mensajes. En total los cuadernos originales son 13 y por cortesía de
la Curia de Savona han sido fotocopiados por el Centro Studi Opera dei Tabernacoli
Viventi y ahora son publicados íntegramente en esta nueva edición.

12.6 Page 116

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19-09-1967 11.05 horas (Ante el Santísimo Sacramento)
J2.: «El vino y el agua somos nosotros: Yo y tú, tú y yo. Somos
una sola cosa. Cavo en ti, cavo, cavo para construirme un templo:
déjame trabajar, no pongas obstáculos en mi camino. (El alma
ahora invoca al Espíritu Santo). J.: «...y la voluntad de mi Padre
es esta: que yo permanezca en ti, y tú en mí. Juntos daremos mucho
fruto».
20-9-’67 11,30 horas
J.: «Llévame contigo, llévame a Pina, a todos. Vamos “juntos”,
estemos siempre juntos. Si tienes dudas, haz nuevamente la señal
de la cruz y di: “Jesús”».
22-9-’67 (en la iglesia)
J.: «Te guardaré a la sombra de mis alas. Estás en el mundo, pero
no eres del mundo. Aquí, en el sagrario, quiero oraciones, quiero
consuelos de todas las almas. Llévame contigo: en tu corazón».
22-9-’67 (A las 11, en casa)
Jesús: «Yo estoy contigo, hija mía. Yo no te he dejado. Ahora
serás tú quien la que no me deje, la que no me abandone en mi so-
ledad: soledad del sagrario, soledad de almas. Escribe de nuevo:
quiero ser amado, quiero ser conocido por todos. Quiero dar, dar,
darme a las almas. Háblales de mí; llévame, dame a las almas. Hi-
jita mía, qué pequeña eres, cómo no eres nada sin mí. Déjame ha-
blar, déjame hacer: quiero almas, almas pequeñas, muy pequeñas,
quiero conquistarlas a mi amor. Estoy buscándolas en el mundo,
estoy recogiéndolas bajo mis alas. Ven conmigo por el mundo».
2 Inicial de Jesús.
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Alma3: Señor, quiero obedecerte, vengo, corro hacia ti, pero
sabes que no puedo nada sin ti: ordénamelo. Te ofrezco mi mano,
tómala en la tuya, vayamos juntos a donde quieras tú. Despójame
de todo para que no tenga sino a ti.
Jesús: «Es tuyo este nombre, es tuyo mi amor, tuya mi cruz,
mis sufrimientos, mis llagas, mi sangre: toma mis riquezas, mis
dones, son para los pecadores, para las almas. Escóndete en estas
riquezas, en estos dones, y ofrécete a Dios Padre según los deseos
de mi corazón. Juntos vamos por el mundo a recoger almas. Mira,
tú estás en mí en cada inmolación mía, sobre toda la faz de la tierra.
Yo en ti y tú en mí, como el vino se une al agua, como yo estoy en
el Padre, y el Padre está en mí, como el Espíritu Santo, amor, res-
plandece en nosotros. Te hago don gratuito de todo. ¿Estás con-
tenta? Es cruz; es amor: es mi cruz, es mi Amor. ¡Ven, sígueme!
Oh hija mía, en ti he establecido mi demora: quiero hacer de ti un
sagrario vivo para ir a las almas. Dame todo».
Alma: Oh Jesús mío, no tengo nada que darte, no encuentro
más que tus propios dones y te los ofrezco, pretendo ofrecértelos
a través del corazón de tu y mi dulce Madre junto con mi pobre
voluntad. Oh Jesús, hazlo tú, destrúyeme pero que no te resista,
hazme humilde, toma todo mi corazón: que bata solo por ti y pueda
decirte en cada latido que te ama, que detesta el pecado. Vida mía,
que no tenga otra vida que la tuya, ni otro suspiro que el tuyo, otro
aliento que el tuyo.
Jesús: «En el santo nombre de la obediencia escucha mi Voz:
es cruz, es amor. mi amor y mi cruz no te abandonarán nunca, así
será MI VOZ. Acéptala por obediencia, por amor y en espíritu de
humildad y de penitencia. Mira, yo estoy en ti en amor y dolor,
dolor amor. Esta voz, mi Voz, será el fuego que te purificará.
Quiero que MI TEMPLO arda, arda, se consuma por mí. Agradé-
3 Alma: se refiere a Vera.
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cemelo, hija mía, que el amor de mi Padre es grande para ti. Ma-
ñana, en la santa misa, llevarás mis dones, los dones del corazón
de mi Madre, y los unirás a tus miserias, a tu nulidad, a tu corazón
demasiado pequeño. Yo tomaré todo. Recuerda: el vino y el agua.
En este misterio está la unión, la donación. Solo conmigo la
ofrenda sube a Dios Padre. Oh hija mía, sumérgete en mi amor.
Solo mi gracia te sostendrá. Mírame en la cruz, ámame en la cruz,
fíjate en la cruz: yo te atraigo a mí, Jesús. Haz todo en mi nombre
y por mi amor. Cuando el cansancio te aplaste, invócame: ¡Yo te
ayudaré!
Alma: ¡Oh Jesús mío, bendíceme!
22-9-’67 (16:00 horas)
Jesús: «Os he unido en mí: p. Gab. (Gabriello)4 y d. B. (Boc-
chi)5 en el seno del santo padre, en sus sufrimientos, en sus cruces.
Buscaré otras almas, os reuniré bajo mis alas, y os pondré a los
pies del santo padre. quiero muchas almas víctimas: ¡búscalas!».
El Alma: ¿Cómo puedo hacer, mi Jesús, para encontrarlas?
Ayúdame, mándame porque quiero obedecerte.
Jesús: «Pregúntale a mi Mamá».
Alma: Te obedezco, Jesús, Te ofrezco mi pobre sufrir, mi vo-
luntad, todo, todo de mí, ¡acéptame como soy!
4 Don Gabriello Zucconi, salesiano (Pistoia, 11 de mayo de 1905 - Roma, 5 de
febrero de 1980). Vera conoció a don Zucconi en julio de 1967 durante los ejercicios
espirituales predicados por el sacerdote salesiano. En esa ocasión Vera le pidió a
don Zucconi su dirección espiritual y decidió también convertirse en Cooperadora
Salesiana.
5 Don Giovanni Bocchi, salesiano (Pugliano, 8 de marzo de 1929 - La Spezia,
1 de mayo de 2016), rector de la Basílica de María Auxiliadora en Savona. Delegado
de los Cooperadores Salesianos, fue confesor de Vera. Con el padre Zucconi pertenecía
a la Inspectoría Ligure Toscana, hoy Circunscripción de Italia Central. Fundó en Ca-
merún la Obra Salesiana, como le había predicho el Señor en el Mensaje del 4.2.1968.
118

12.9 Page 119

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Jesús: «Dame más».
Alma: No encuentro nada para darte, pero si tú ves alguna
cosa, tómala, es tuya.
Jesús: «Cada acción sea cumplida por obediencia y por amor;
no debes pertenecerte a ti misma, sino a mí por medio del prójimo.
No más deseos, afectos que no sean los míos; debes morir hora a
hora a la vida terrenal para avanzar en mí. Yo, Jesús, prometo no
abandonarte nunca».
4 de octubre, San Francisco6
Jesús: «Escribe al padre Gabriello. Yo estoy con él y él está
en mí. Él lleva la antorcha de mi amor a las almas que lo esperan.
Yo en él me doy a las almas y él en mí se da a mi Padre. Quiero
que arda de este amor divino. Él está en mi corazón como conso-
lador de mis agonías, como hermano, amigo. Él es el esposo que
va al encuentro de la esposa. En él yo me escondo para buscar mis
ovejas, para reunir mi rebaño. En él hablo, actúo, sufro y, sobre
todo, amo. Os he reunido bajo mis alas (padre Gabriello, a ti, pobre
criatura, don Bocchi); recogeré otras almas de mis pastos y haré
de ellas una fuerza: mi fuerza. Como soldados lucharéis, sufriréis
y como soldados míos caeréis en el campo, pero vuestra victoria
será escrita en los cielos. Di al P. Gabriello que su Jesús lo ama
tanto y que no dudaría ni un instante en devolverle toda su sangre.
Mira, lo envío por el mundo como un día fui yo por el mundo. Él
debe llevarme, debe darme, porque él, el padre Gabriello, está en
mí. Infórmale de cuanto te he dicho. Mira, ahora te he hablado para
que yo sea escuchado. No son estas palabras las que le traerán
6 En la carta del 5 de octubre de 1967 a don Zucconi Vera escribe: «Ayer, día
de San Francisco, le había suplicado a Jesús que se dignara decirme cuánto podía
concernir a ella y le ofrecí, muchas veces, la humildad del Santo para reparar mi so-
berbia. Sentí que Él estaba en mí y, a mi regreso, busqué la soledad de mi habitación.
Aún invoqué por ella y luego... he escrito», en L. GRITA, Mia sorella Vera di Gesù,
op. cit., p. 69.
119

12.10 Page 120

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gozo, sino la gracia que pongo en estas palabras, porque son, serán
yo. Tú, hija mía, espérame, vendré a ti».
16 de octubre del ’67
Jesús: «Don de Dios, don de amor. Mi amor no tiene fronteras,
ni barreras. No son vuestras miserias las que impiden mi gracia en
ti porque mi gracia es AMOR. Son tus dudas, tus incertidumbres,
los límites que tú pones a abandonarte en MÍ: ¡Jesús! ¡Qué frágil
eres, hija mía! Ven a mí: Yo soy la FUERZA, tu fuerza. Piensa en
el sagrario. Tú crees en MI PRESENCIA en el sagrario. Cree en
MI, tu Jesús no te engaña. ¡Soy yo, Jesús! Hablaría a cualquier pe-
cador si tuviera fe en mí, si creyera en mí, en mi amor. Me mostra-
ría a él como lo hice una vez, incluso en mi santa humanidad, pero
él todavía no creería porque no tiene fe. ¡Si la fe ha crecido en ti,
sábete que es un Don mío! Cree en mí que te hablo y no te pregun-
tes nada más, no te expliques el porqué: así le gusta a MI PADRE,
así me gusta a MÍ. Tu recibes en humildad y gratitud mi voz.
Vuelve a mí, abandónate a mi amor. ¡¿Sientes mi cruz, sientes mi
yugo?! Déjate traspasar por mí».
20 de octubre del 67 viernes
Jesús: «Yo te he dado luz en abundancia, camina sobre ella,
no te perderás: búscame, búscame solo a mí. Oh hija mía, hija de
la cruz, de mi cruz, escúchame: el camino es largo y breve, es le-
jano y cercano. No pienses en nada, no pienses en otros, piensa en
mí. Despégate de ti misma, de toda preocupación, piensa en mí.
Cierra las ventanas del mundo. Escribe, hija mía, para que no ol-
vides cuánto te amo. ¿Todavía no me ves en ti, no me descubres?
Estoy en la cruz, estoy en el dolor, estoy en tu nada: un hilo sus-
pendido que sostengo con amor. Mi voz no llega hasta ti con cla-
ridad porque escuchas tus preocupaciones».
Alma: ¡Ayúdame, Jesús mío, ayúdame!
120

13 Pages 121-130

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13.1 Page 121

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Jesús: «Busca a María, busca a mi dulce Madre, busca su
amor, busca sus brazos maternos. Sí, te peso, soy un peso, pero no
podrás evitarlo, y entonces seré tu peso: ¡Jesús! ¡Oh Vera, Vera,
¡¿cuánto me amas para aceptarme así?! Estás lejos del verdadero
AMOR. Sin embargo, yo, Jesús, quiero este amor de ti. Lo quiero
en cada respiración tuya, en el día y en la noche, en la serenidad y
en la tormenta. Ven a mí, abandónate en mí. Mañana te ayudaré a
llevar la cruz, pero no debes desprenderte de mi CRUZ porque para
ti es pan, luz, gozo, martirio. Dame tu compañía: ¡Estoy solo, yo,
Jesús! Precisamente porque no puedes darme nada, quiero estar
contigo. Te daré TODO: YO. Lleva MIS mensajes, lleva MIS pa-
labras, vendrán con MI GRACIA. Hoy es viernes y debéis sufrir
mucho por mi Voz. Escribe al padre Gabriello. Mañana a la misma
hora te espero aquí. Debes morir a todo para escucharme. No
temas, no tengas miedo, soy Jesús, Jesús, Jesús. Ora hija mía, ora
para que venga en ti, para que tú desaparezcas y yo viva en ti».
Alma: No soy capaz, Jesús, no soy capaz: todo me perturba y
cada pequeño ruido es suficiente para alejarme de ti. Ayúdame, ayú-
dame. Tú sabes que para mí es imposible... Pero si es TU VOLUNTAD
te digo con tu Mamá: FÍAT. Sola, no, no puedo, no puedo hacerlo...
Jesús: «Escribe, sí, escribe por obediencia, por penitencia. Oh
almas santas en mí, venid a MI CORAZÓN, venid a este corazón
de padre, de esposo, de amigo, de hermano, en el CORAZÓN de
DIOS. Almas mías, bañadas por el rocío de mi gracia, purificadas
por una fuente que mana sin cesar de mi corazón. Almas mías,
almas de Jesús, almas locura de mi amor, venid a mí, quiero daros
todavía mucho, mucho más: yo, Jesús, siempre con vosotras, vo-
sotras siempre conmigo. Nada separa al Padre del Hijo, excepto el
exilio y la carne, nada me separa del alma porque la inmerjo en mí,
sin cesar, en mi amor. Cubro miserias, preocupaciones, purifico,
santifico, para que el alma permanezca en mí y yo en ella. No, no
hay alivio para ti esta noche y casi no reconoces mi voz, sin em-
bargo, te he hablado a ti y también para ti. No temas, has hecho mi
voluntad. Yo permanezco en ti».
121

13.2 Page 122

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Alma: Oh Jesús, dame el dolor de los pecados, un puro y santo
AMOR, dame el don de la humildad y de la obediencia. Oh Jesús,
dame «todo» porque no tengo nada. Gracias.
21-10-’67
Jesús: «Mañana el P. Gabriello estará en comunión conmigo,
yo lo iluminaré sobre ti, tú recibes mis órdenes. En silencio te ha-
blaré, las voces del mundo no deben distraerte de mí. Quiero obrar
en ti con mi gracia. Acércate a mí, cada vez más a mí. Sé esperar...
la hora de la gracia se acerca... está próxima. Espérala con humil-
dad. Reza, sufre, ofrece en comunión conmigo, con las almas, con
mis SACERDOTES. Sufre por mi voz, sufre escribiendo, sufre.
No te prometo consuelos, sino sufrimientos. Escribirás solo por
obediencia7. En tu interior, yo, Jesús, te sostendré. No vine al
mundo para gozar, sino para sufrir, para hacer la voluntad de mi
Padre. No vuelvo en «ciertas» almas sino... para sufrir conmigo,
para hacer, como yo, la voluntad de Mi Padre. Así voy por el
mundo... y busco almas. Vamos, vamos juntos, busquemos almas
«juntos». Hazme sitio, limpia tu corazón de todo: déjame entrar en
ti. Dame todo, todo para tu que no existas, no seas que para mí.
Yo, tu Jesús, te bendigo. ¡Ahora ve!”.
Alma: ¡Gloria a Dios!
29-10-1967 «Fiesta de Cristo Rey»8
Después de las invocaciones al Espíritu Santo, a María Auxi-
7 «Tú escribirás solo por obediencia...». Vera escribió los mensajes en obedien-
cia a don Zucconi, que la apoyó en llevar la cruz de las dudas, de la incertidumbre,
de la oscuridad. En la carta del 10.11.1967 a don Zucconi, Vera escribe: «...todavía
otros mensajes, aunque mi pobre alma esté en la oscuridad más profunda». En L.
GRITA, Mi hermana Vera di Gesù, op. cit. , p.73.
8 Fiesta de Cristo Rey. De la carta de Vera a don Gabriello del 1 de noviembre
de 1967: «En el día de Cristo Rey, Jesús me dijo aproximadamente así: “¿Quieres
aceptar mi triple corona? Está hecha de sufrimientos, morales, espirituales y físicos”.
Sí la he aceptado, ¡pero como soy débil y como se ha perfilado en el horizonte otro
122

13.3 Page 123

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liadora, a Alexandrina9 y a mi Ángel de la Guarda, he leído estos
pasajes del santo Evangelio, habiendo abierto al azar el libro santo:
(san Juan)
«No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros. Un poco más y el
mundo ya no me ve. Pero vosotros me veis, porque yo vivo, y vo-
sotros también viviréis». De una imagen del padre Pío de San Gio-
vanni Rotondo, que estaba en esa página, he seguido una llamada
al Ángel Custodio de padre Pío a través de mi Ángel Custodio. En-
tonces, todavía pedí una palabra de Jesús en el santo Evangelio que
sostuviera mi fragilidad. Entonces leo: «No temas, hija de Sion, he
aquí tu rey que viene sentado sobre un pollino de asno» S. Jn. Des-
pués de la santa señal de la cruz y de haber pronunciado el santí-
simo nombre de Jesús, como me dijo el padre Gabriello, he dicho:
«Habla, Señor, que tu sierva te escucha».
Y Jesús: «Quiero que tú, hija mía, me obedezcas, no quiero
interferencias, por ahora. ¡Mi voz es una orden, un mandato, es la
voz del alma, es voz de Dios! Llega a ti a través de la oscuridad de
tu ser, y busco un corazón humilde dispuesto a escucharme.
¡¿Quieres recibirme en el amor?! No me impongo, pero quiero ser
buscado, ardientemente deseado. Yo soy Jesús, Jesús en la voz,
Jesús en la gracia santa. Acércate a mí, no temas, recibe el calor
de mi corazón. “Mis caminos” son infinitos, impredecibles y no
puedo actuarlos si no se tiene fe en mí. Cree en mi nombre Jesús,
cree en el nombre de la Santísima Trinidad, en nombre del Espíritu
sufrimiento! [... ]. En el mensaje del 7.11.1968 Jesús explica aún más la ofrenda de
la cabeza por la corona de espinas: «Esta ofrenda puede ser emitida por “mi alma”
en muchas formas. Tú, por ejemplo, inclinas tu cabeza ante todo dolor con humildad,
ofreces tu cabeza por una corona de espinas, para que rosas de gracias florezcan en
los pensamientos de los hombres... Necesito cabezas que se sepan humillar y llevar
conmigo, con su Rey, la misma corona que yo llevé por todos los hombres, que yo,
Jesús, he llevado por amor a ti para que en ti pudiera dominar, libremente querido y
amado mi pensamiento».
9 Alexandrina María da Costa (1904-1955), mística portuguesa, cooperadora
salesiana beatificada por Juan Pablo II el 25 de abril de 2004. Don Bocchi había re-
galado a Vera el libro Tu eres amor que todo lo vence, escrito por el salesiano don
Umberto Maria Pasquale, segundo director espiritual de la beata Alexandrina.
123

13.4 Page 124

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Santo, cree en nombre de mi dulcísima Madre, “Inmaculada Con-
cepción”. El padre Gabriello sufre, necesita mucho amor, mucho
amor todo mío, y yo, yo Jesús, se lo daré en relación a tu sufri-
miento. Quiero que aceptes “mis” dolores y te dejes penetrar por
estos. Vendrán a ti como el rocío sobre las flores, como la aurora
que precede a la mañana, como la “muerte” que precede a la ver-
dadera vida. Y vida quiero dar, vida, vida, vida, toda mi vida.
Quiero pasar, a través de las almas humildes y dispuestas, a otras
almas todavía insensibles a mis reclamos. Estas almas deben puri-
ficarse para acogerme, deben ofrecerse en mí a mi Padre Celestial,
para que yo viva en ellas. Volveré a las almas, seguiré buscando
almas así. Oh mi amada hija, ¿qué puedes darme? ¡Dame tu cora-
zón! El padre Gabriello está allí, a la espera de mí, de mis palabras.
Lo conduciré al monte sagrado y le contaré mis bellezas: luz del
amor, luz que arde e inflama, luz para su alma, luz para las demás
almas: ¡luz mía, luz de Dios! Un fuego ardiente os penetrará, a tra-
vés de vosotros penetraré en las almas, llegaré a las almas, volveré
a vosotros, volveré entre vosotros y os uniré de un extremo al otro
del mundo, y seréis mi LIGA, mi EJÉRCITO. El padre Gabriello
tendrá aflicciones y disgustos, tendrá penas y pruebas, pero él ten-
drá en compensación, solo y todo, a mí. Lo amo, ¡oh cuánto lo
amo! Y le pido amor, “puro y santo”, amor, mucho amor por mí,
por mis cosas, por mis almas. Su Jesús lo honra con su sacerdocio,
lo inviste con su MINISTERIO. Mira, yo estoy en él, pero él debe
llegar a ser como yo. Quiero servirme de él, de mi sacerdocio en
él, porque “debo trabajar” por mi reino, por mis almas. Que sea en
mis manos un junco maleable, fácil de doblar a mi voluntad, pero
no al mundo. Pronto haré en él una demora estable. Él sentirá mi
fuerza y el Espíritu Santo le hablará con una lengua no humana.
Sea dócil bajo la mano de Dios y confíe en mí: Jesús, sacerdote
eterno. A ti, pobre hija de la cruz, sea mi regreso marcado por las
llagas de mi corazón herido y sangrante. ¡Jesús en su gloria te ben-
dice!
124

13.5 Page 125

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10-11-1967 viernes
Jesús: «Escribe: Yo soy tu Jesús. Sí, escribe de nuevo para ti,
para los demás, para todos. Almas mías, almas santas, almas ben-
ditas de mi Padre, ¿dónde vais? Mi amor os alcanza, os persigue.
Deteneros, escuchad mi voz: ¡soy Jesús, vuestro Jesús! Abro mis
brazos, los extiendo en la cruz, los expando sobre toda la humani-
dad y os recojo, os llevo a mi corazón y os uno a mí. ¡Cuánto dolor
y cuánto amor en este abrazo! ¿Quién me da tanto dolor? ¿Quién
me da tanto amor? Y mi corazón sangra, gime, sufre y goza, y no
deja de recibiros, de acogeros. ¿Quién conducirá las almas a mi
corazón? ¿Quién las introducirá en la llaga del costado? El sacer-
dote sufriente en mí, de él acepto toda clase de alma, de él permito
que mi llaga se reabra sufriendo, muriendo en mí. Cuando él sea
todo yo, lo recibiré en mi costado con “sus” almas, atravesará mi
pecho e inmediatamente mi corazón los acogerá. ¿Quién podrá se-
pararme de él, de “nuestras” almas? Enseña también tú la “vía” del
amor a todos: grandes y pequeños, buenos y menos buenos. Jesús
sufriente os llama a su martirio: sé fuerte. Escribirás cosas mayores
que estas, y tú sufrirás, sufrirás en mi nombre, en el nombre de tu
Jesús; te tendrán por loca y más aún... Mi gracia no te abandonará
y estará contigo. Confía, hija mía, en el amor de tu Jesús. Abre los
brazos también tú, extiéndelos sobre la cruz junto conmigo y
aprende a abrazar a toda la humanidad conmigo. No te prometo
ayudas, salvo las necesarias, pero un padre siempre te compren-
derá, porque siempre alguien te hablará en mi nombre. Padre Ga-
briello recibirá “estas palabras” en mi nombre; Me verá, porque en
estas palabras yo, su Jesús, le hablaré. Mi gracia lo alcanzará con
estos mensajes y él los leerá como en mi corazón. No serás tú quien
“dé” mis palabras, sino que habrá quien te las pida: entonces obe-
dece. Ante el Santísimo Sacramento, dame tu corazón siempre, y
déjalo al calor de mi corazón. Sí, volveré a ti con el agua del sufri-
miento, con la sangre de mi sacrificio, con los frutos de “mi gra-
cia”. Dame todo, todo, todo porque yo, Jesús, te he dado todo y
me doy a ti. Amén».
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13.6 Page 126

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12-11-’67
Jesús: «Escribe, hija mía, un mensaje de amor, de luz y de
amor. Yo, Jesucristo, Hijo encarnado de Dios, amo a “mis” almas
con un amor particular. Por ellas doy “mis gracias” en abundancia.
No son mis siervos, sino “mis amigos”. En ellos habito con mi gra-
cia, y la gracia soy yo, yo soy Jesús. He aquí: mi “liga” aumenta,
“mi pequeño ejército” está avanzando y avanza conmigo y por mí.
Nosotros vamos juntos, vosotros venís conmigo. y estáis en mí.
Abandonad los reclamos del mundo, colocadlos ante mi altar. Vo-
sotros que todavía estáis en el mundo, que nunca seáis del mundo.
Por eso vivís todavía en el mundo: porque sois para mí, para que
vengáis a mí: ¡Jesús! Tu alma ahora está inmersa en mí, pero pronto
las tinieblas la recubrirán con su grisura. Mírame entonces, mírame
más y fíjame en la cruz. Escribe, hija mía, vuelve a escribir para ti
y para todos. En María, mi Madre se confíe tu corazón. Cuéntale
los gozos y los dolores, las miserias y las esclavitudes, levanta tus
manos hacia ella, para que trabajen solo con ella, tu mente hacia
ella, para que pienses solo con ella y como ella; tu alma a ella por-
que, perteneciendo a ella, seas de ella, inmersa en ella. Finalmente,
tu corazón. Ofréceme a ti misma, todo de ti y tu corazón, en el co-
razón de mi Madre, María Inmaculada. Hija mía, entonces déjame
sufrir en ti, déjame volver entre las almas, déjame tratar con las
almas. ¿Quieres? ¡Inclínate... y recibe mi cruz! Tu Jesús».
Alma: Oh Jesús, Vida de mi alma, todo lo acepto en María
Santísima y como soy nula y malvada, me escondo en el Inmacu-
lado Corazón de María. Gracias, oh mi buen Jesús.
12-11-1967
Jesús: «Te atraigo a mí, ¿no lo ves? ¿Siente la inmensidad de
mi amor? Te acojo en mi CASA10, bajo mi propio TECHO. Te alejo
10 Se trata del Instituto de las Hermanas Canossianas de Casanova de Varazze,
donde Vera se había trasladado a principios de noviembre: «Yo [a Jesús] he pedido
para mí un lugar tranquilo para esperar con serenidad mi trabajo que es “su trabajo”
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13.7 Page 127

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del mundo, estás bajo mis alas y mi sombra te protege. Aquí con-
migo, debes aprender a sufrir y amar como yo quiero; a buscarme,
a hablarme, a contarme todo. Yo estoy aquí, contigo. Estoy en la
capilla, estoy aquí mientras escribes, estoy en tu pobre alma. ¡Son
mías tus lágrimas, ¡yo te las he dado! Son lágrimas de amor, de
dolor, son lágrimas que brotan de mí, de mi amor. Aquí, en esta
casa, se te quiere bien, y te he puesto cerca de “mis almas”. Juntas
servid a mi gloria. Sí, estáis en el mundo, pero ya no para el mundo,
y de este, siempre os sacaré. Quiero construirme un templo de
amor, y te he elegido a ti porque eres “nada” demasiado nada. Te
quiero humilde, humildísima. Esta virtud, querida a mi corazón, la
obtendrás de mi Madre, pero no dejes de invocarla. Te quiero al
“servicio de todos”, dispuesta obedecer a todos, a servir a todos,
porque así me servirás a mí. Te quiero “misericordiosa y prudente”
con todos. Te quiero “buena y generosa”. Te quiero mártir de mi
amor, de mi gloria. Te quiero “mártir” de mí. Mi sangre te purifi-
cará, y en tu martirio, la sangre derramada será todavía y siempre
la mía. Entonces te consumirás por mí, y en mí, el sacrificio será
ofrecido a mi Padre y consumado. No temas, tienes y me tendrás
siempre a mí».
Varazze 16.11.67
Jesús: «Ahora, hija mía, escúchame: es voluntad de mi Padre
que estés recogida, humilde a la espera de mí. Te llamo a cumplir
una misión. No temas, tienes mi fuerza. Te guiaré por caminos ás-
peros y sinuosos, pero al final me reconocerás porque estaré AHÍ
esperándote. Sí, es Jesús de los sagrarios quien habla, quien llama:
“Soy yo”. Nada debes hacer, por ahora, solo esperarme. Preparo
y la escuela. El día 17 de octubre encontré una habitación en las Hermanas Canossianas
de Varazze. En el Instituto hay la Capilla de la Dolorosa y se celebra la santa misa
todos los días a las 16 horas. Viajar me cansa demasiado y a principios de noviembre
me estableceré en estas hermanas, volviendo a la familia los sábados y algunos días
de la semana para seguir a mi sobrinillo en la escuela». Carta del 1 de noviembre de
1967 a don Zucconi, en L. GRITA Mia sorella Vera di Gesù, op. cit. , p. 71
127

13.8 Page 128

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“mis caminos”, por los que tú y muchas otras almas se encamina-
rán. Te quiero para MÍ SOLO, te alejo del mundo, de los afectos.
Pon “todo y todos” en mis manos de padre; tus familiares y yo pen-
saremos en ellos, pero tú piensa solo y siempre en mí. Tendrás que
“partir” de este mundo, dejarlo por mí, separarte por mí. Una es-
posa no es del esposo si no está crucificada con él. Te atraigo a la
locura de la cruz. Mira, te hago “don” de mis riquezas, de mis pa-
siones: pasión de amor, de dolor; sacrificio, ofrenda, inmolación
en mi sangre. ¡Pobre hija mía, todavía no ves nada de todo esto!
Yo, Jesús, camino, verdad, vida, te anunciaré muchas cosas a su
debido tiempo. Permanece en la humildad, en mi amor, en mi gra-
cia. Con el perdón de tus culpas, te he redimido, en el lavatorio de
mi sangre, te he purificado ayer, hoy, siempre. Tú necesitas todos
los días de este bautismo de sangre y solo en mi SANGRE sucede
esto. Prepárate, hija mía, pronto vendré a ti. Así le gusta a mi Padre,
también le gusta servirse de las criaturas más pobres y desprecia-
bles, pero redimidas por mi sangre, para su voluntad. Eres dema-
siado “nada” y por eso temes. Te he dicho que te hablo en el
corazón de mi Madre, y a través de esa espada que traspasa su co-
razón de Madre, mi voz llega a ti. Por “ella” escúchame. Ahora
ora, ora a mi Padre para que tenga a bien contestar vuestras ora-
ciones. Cuando lleguen al trono de mi Padre, deben tener el olor
del incienso. Pídeme el incienso en sus oraciones y luego únelas a
las de la Iglesia, del Papa; llévalas al P. Gabriello para que me las
ofrezca. Pide mi reino, mi voluntad, mi amor, mi gracia, mi bendi-
ción para toda la humanidad. Al atardecer desciendo al mundo,
entre las almas y las miro, las busco... Sí, desciendo con mi gracia
a las almas que me han servido, infundo paz y serenidad en sus co-
razones: son “mi tesoro” en la tierra. El P. Gabriello hablará a las
almas a través de mi boca y mi voz pasará a los corazones. Por eso
vuestro corazón debe sufrir, debe sangrar. Envíalo al padre Gabrie-
llo para que me lo ofrezca en el corazón de mi Madre Dolorosa.
Escribe esto para que conozca mis deseos. A otras almas les diré
mi amor, me serviré de ellas para abrazar a todos. Concluye con
esta mi particular bendición: Os quiero a todos, os quiero salvados,
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13.9 Page 129

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os quiero en mi reino. Sí hija mía, soy tu amado Jesús, sí, sí, sí,
soy yo: Jesús».
20.11.’67
Jesús al alma: «Permanece en mí, fija en mí, una sola cosa,
una sola alma y vive de mí. Ahora te digo: el alma que se deja lle-
var solo por mí, no es de la tierra, sino de los cielos porque está in-
mersa en mí. Luego la dejo sola, la hago caminar sola para que
comprenda que el amor, santidad, humildad, gracia, vienen de mí.
No, no te dejaré caer porque mi Madre te sostiene, pero tú debes
experimentar siempre tus miserias por mi amor y por tu bien. Qué-
date en mí y espera de mí. Pronto regresaré para hablarte, prepara
tu corazón. Jesús, tu Vida».
21-11-’67 “Con María Auxiliadora”
Jesús al alma: «No me encuentras, no me escuchas, experi-
mentas tu nulidad, tus límites, tu incapacidad de todo. Sígueme en
la oscuridad, en las sombras porque conoces el “camino”. Te dejaré
por un tiempo. No temas, no estás sola: hay alguien que te guía.
Obedece, obedece a todos, y así me obedecerás a mí. Deja hacer a
mi amor y aumenta tu fe, tu esperanza. Te daré una recompensa:
¡mi amor! Tienes necesidad de mí, de mi amor en ti para amarme
de mi propio amor, para amarme en los demás, en las almas; para
amarme en la creación, para buscarme como creador, para elevar
al cielo tus alabanzas, para adorar en espíritu puro a Dios, tu Padre,
mi Padre, nuestro Padre. Sufres en el silencio, en el abandono;
ofrece en María Santísima, Madre mía, Madre tuya, Madre nuestra.
Escribe como orden mía; si dudas... sabe sufrir con humildad, si
tienes miedo sabe confiar en “quien” te guía y te ama; si te pierdes,
busca a ella y búscame a mí: tu Jesús. Permanece unida a mí ¿Quie-
res mi amor? ¿Quieres que crezca en ti? Sábeme esperar en el dolor
humilde y escondido, en el abandono de ti en mi Madre; sábeme
agradecer y bendecir en las tribulaciones, en las cruces, porque soy
yo quien te las mando».
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13.10 Page 130

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Jesús al alma: (Después de haber recomendado a Jesús, según
los deseos de María Auxiliadora, a don B. (Bocchi) y al padre G.
(Gabriello) Jesús dice: «Haré de ellos dos grandes sacerdotes.
Consuélame, Hija mía, por cuánto ellos y otros como ellos sufren
por mi culpa. Hay quien me ofende en ellos, hay quienes me per-
sigue en los buenos, en los justos. Repara, ofrécete por mí, por mis
sacerdotes, porque ellos son otros yo mismo».
Oh Jesús, tú les ayudarás en sus cruces, ¿verdad? Y tú, Jesús
mío, los querrás muchísimo, ¿verdad? Pero insisto: más, mucho,
mucho más amarás a don Bocchi y al padre Gabriello.
Jesús: «Recibe, recibe mi gracia, hija mía, no te limites en el
amor. Pídeme mucho amor, y, como has dicho, “mucho, mucho
más”, no solo para ellos dos, sino, igualmente, para los demás. Un
padre no ama a un hijo menos que al otro. Llegará el momento en
que ME PEDIRÁS “almas sacerdotales” separadas de mí11. A me-
dida que mi gracia crece en ti, así esa “semilla” de amor y dolor ya
está en ti. Debe macerar para que esta planta crezca en la tierra de
tu corazón. Entonces, solo entonces, por el don del amor, serás víc-
tima en mí, MÁRTIR de mi amor de sacerdote, pobre de todo y
rico solo de mí. Te he dado una Mamá para tu exilio, para tu alma,
para todo esto: ¡no te separes nunca de ella, te encontraré en su
corazón! Ahora sabes que estoy en ti, que hablo a tu alma; sabes
que Jesús emerge de dentro y habla a los humildes y te habla por-
11 «Me pedirás “almas sacerdotales” separadas de mí». Referencia a los sacer-
dotes que en gran número abandonaron el sacerdocio en los años inmediatamente
posteriores al Concilio, y la ofrenda de Vera como alma víctima por su regreso. Esto
sucedió un año después, durante la estancia de Vera en Desierto di Varazze cerca de
la ermita de los carmelitas descalzos. A los pies del crucificado milagroso custodiado
en la ermita, Jesús le dijo: «Ahora vas a mis pies. Debes traerme las almas mías.
Son los Sacerdotes que me han abandonado. A ellos les falta el conocimiento del
divino amor, es decir de mí. La pureza del espíritu da mi conocimiento, pero ellos
no ven, hija mía, el engaño y el error precisamente por este motivo. Mis sacerdotes
separados han reabierto todas mis llagas, y yo, Jesús busco y deseo almas pequeñas,
humildes y generosas, que se ofrecen en mí para el regreso a mi amor sacerdotal de
estas almas mías por mí siempre muy amadas y esperadas ardientemente» (Del Men-
saje del 5.10.1968).
130

14 Pages 131-140

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14.1 Page 131

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que es mi Madre quien teda el don de su humildad, de su docilidad.
Ten fe, soy tu Jesús».
24-11-’67 a las 17.20 horas
Jesús al alma: «Es viernes. Mi pasión se refleja en ti. Mi co-
razón gime en ti, todavía sufro en ti. Sufrimientos diferentes, su-
frimientos desiguales, que yo unifico y transformo en mí. Obra de
amor, obra de gracia. Maravillosa obra que la mente humana ape-
nas puede intuir, pero el alma que ya vive en mí, sabe, conoce este
misterio de fe, de purificación, de “entidad” de dolor. “esposa cru-
cificada” en mí. Este es mi “camino” para ti, esta es “nuestra meta”,
esta es “nuestra unión”. No veas en los dolores sino a mí, no tra-
bajes sino para mí, no pienses sino en mí, ama en todos a mí, anú-
late por mí, porque siempre me encuentras a mí. Soy más para ti
como ves, que para mis esposas (las hermanas), ya que las almas
pequeñas como la tuya tienen más necesidad de mí. Contigo voy
por el mundo, trabajo en ti para acercar a otras almas, me estoy
preparando un camino particular por el que hablaré, me acercaré
y... amaré sensiblemente a las almas. Para “este trabajo” tú debes
confiar en mi Madre, en particular, en la Dolorosa. Quiero que
“seas la humilde esclava de María santísima”. A ella te encomiendo
y tú con ternura de hija abandónate en ella. Sí, hija mía, que todo
sea para mi reino de amor. Y siempre repite conmigo: FÍAT. SOY
YO, JESÚS.”
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14.2 Page 132

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14.3 Page 133

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II LIBRETO
«Adveniat Regnum tuum»
FIAT VOLUNTAS TUA
A mi Jesús «todo», a mí nada

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29-11-1967 “Para María, con María, en María, por María…
escribo. ¡Oh Reina y Madre mía, tuya soy y todo lo que tengo es
tuyo”! Tu indignísima esclava de amor, Vera.
29-11-1967
Jesús al alma: «Mi conversación contigo es una preparación
de tu alma para recibirme y escucharme. Ahora estás en mí. El acto
de fe y abandono en mí, me conquista. Di al buen padre Gabriello
que la “Liga de mis almas” está lista. Se trata de reunirla. Tendrá
lugar a los pies del santo padre, en Roma. Tú no estarás allí, pero
yo, Jesús, estaré con ellos con mis almas, una sola cosa, una sola
alma. Tú eres la mano que escribe, un pobre instrumento que sirve
para darme gloria. Despégate de ti y dame todo de ti. No importa,
por ahora que entiendes todas mis palabras. Es importante que me
obedezcas, a mi voz. Te doy sequedad para que no te enorgullezcas,
pero al mismo tiempo te doy a mi Mamá. No hay más consuelos
para ti que mi gracia. Vendré a ti en muchos semblantes, pero la
santísima Virgen te ayudará a reconocerme. Todo servirá para mi
gloria, para mis almas. Que el padre Gabriello no tema: yo, su
Jesús, lo inspiraré, lo guiaré. Si no sufrieras al escribir estas pala-
bras, no tendrías mérito. ¡Soy Jesús! Me gustaría encontrarte dis-
puesta a recibirme con más frecuencia. Permanece recogida en mí
y haz cada esfuerzo para no dispersar el espíritu interior que yo,
Jesús, te doy. Pronto te daré un consuelo, un consuelo fugaz para
que tu fe crezca, para que tu pobre alma se abra a mi amor, a mi
gracia, y se disponga a recibirme. Tienes que sufrir, tienes que su-
frir mucho para que mis pensamientos sean comunicados a los
demás, para que el padre Gabriello los conozca. Te veo tan poca
cosa, pero todo lo que te falta, lo suplo yo, Jesús. Prepárate al re-
cogimiento, cultiva el espíritu interior, yo te ayudaré. Que mi ben-
dición sea la prenda de mi amor por ti. Sí, consuelo, aunque
pasajero, os lo daré con mi presencia eucarística. ¡Sí, dame, dame
gloria! Soy yo, soy Jesús».
Gloria tibi Domine.
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14.5 Page 135

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30-11-1967 ¡San Andrés, ruega por nosotros!
Jesús al alma: «Estoy en ti en tu pena, estoy en tu angustia,
estoy en tu aridez, en tu duda. Soy, soy, soy y conozco... Conozco
tu poquedad, tu nulidad, conozco tu extravío. Sé que me amas, pero
sé que tienes tanto miedo. Yo tu Jesús, ¿no basto para defenderte?
¡Oh Vera, hija mía, si conocieras mi grito de amor y de dolor que
desde la cruz dirijo a todas las almas, cómo no temerías luchar por
mí! Me sirve tu poquedad, tu nulidad, tus límites en un corazón
humilde y devoto. Es obra de mi amor sacar de la nada todas las
cosas, y crear, formar obras hermosas que den gloria a Dios. Soy
el divino reparador que no cesa de renovar las almas para hacerlas
cosas suyas para unirlas a él, para ofrecerlas al Padre celestial por
las mismas almas. Acércate a mi fuente y bebe el agua purificadora,
porque en ella te renuevas. Yo, Jesús, quiero almas humildes que
vivan en el mundo, que, habiendo pasado por el mundo, se con-
viertan a mí por mi gracia. Que sean personas de clase social hu-
milde o alta, no importa, yo miro el interior, el corazón. Estas
almas, porque son probadas por la vida o por sus propios errores
perdonados y olvidados por mí, sabrán por mi amor acercar otras
almas de mí apartadas y lejanas, sabrán comprender, amar, ayudar,
compadecer. Quiero almas que reproduzcan mi actitud hacia la
adúltera. Ninguna de las almas alejadas de mí me acoge espontá-
neamente porque no me buscan, porque me han excluido de su
vida. Soy padre y amo, amo a todas mis criaturas; quiero volver a
esta tierra en busca de almas que no busquen, que no piensen en
mi redil. Quiero buscarlas a través de “mis almas”, pequeñas, es-
condidas, insignificantes para el mundo. Deben tenerme a MÍ.
Ahora indico mi camino. Por María, Madre mía y suya, que se
abandonen en sus brazos maternos y aprendan con docilidad la “es-
clavitud del amor” de esta dulcísima Madre. Que se dejen trabajar
por ella, que se dejen formar por esta maravillosa maestra de almas.
Ella preparará a sus hijos para mí, para que sean cada vez más pe-
netrados por mi gracia, por mi amor, para que, como dijo mi após-
tol Pablo, ya no sean ellos los que vivan, sino yo, el Cristo, en ellos.
Mira, vuelvo al mundo, vuelvo entre las almas, para hablarles, para
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14.6 Page 136

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acercarlas, para tratarlas directamente, hasta que “caiga el velo” y
ellas reconozcan en cada hermano a mí. Todo esto se hace con la
caridad, con el heroísmo, con el martirio. Seguidme, queridas
almas redimidas por mi martirio; acordaos de la sangre que os he
dado, del martirio que os sobrevino como segundo bautismo: ¡mi
sangre! No cerréis vuestro corazón al egoísmo, no penséis solo en
vuestras almas, sino mirad las almas de vuestros hermanos. De-
jadme regresar al mundo, entre vosotras, dentro de vosotras. Os
doy mi ayuda, mi amor en grado sumo para que vuestro corazón
arda de caridad. Os entrego, alma por alma, a mi Madre tiernísima,
particular, única. Oh almas que me escucháis, abrid vuestra alma
a mi gracia, a mi regreso al mundo, a esconderme en vosotras, para
confundirme en la humanidad. ¡Ven, alma mía, tu esposo te espera!
El alma: Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y paz a los
hombres de buena voluntad.
30-11-1967 a las 21.30 horas
Jesús al alma: «Todas las almas están llamadas a esta obra de
amor, pero, en particular, aquellas que han recibido el don de la fe
en mayor grado. Son aquellas que habrían perecido sin mi inter-
vención directa y yo las he salvado de la ruina por mi misericordia.
Ellas son más agradecidas a mí ahora, más fieles que muchas almas
que me han seguido y, sobre todo, están más enamoradas de mi
amor. Son llamadas a esta obra todas las almas que anhelan morir
a sí mismas para transformarse en mí: Jesús en vosotras, y yo, a
través de vosotras, a otras almas. El Evangelio indicará a cada alma
su actitud hacia un hermano pecador. El alma que me asume debe
anularse, consciente de sus límites, de sus miserias. Debe despo-
jarse de todo lo que constituye un obstáculo para mi morada en su
alma. No debe perder el contacto con el mundo y la sociedad, pero
viviendo en él debe tratar, hablar, amar, animada por un espíritu
interior que refleje mi Espíritu. No busques al incrédulo, al pre-
suntuoso, de modales pesados y obstinados. A veces le bastará sen-
tirse amado por “una” de estas almas, para que mi gracia cumpla
136

14.7 Page 137

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sus efectos. ¿Cómo habrá amado el alma llamada a esta obra? En
la medida en que ella haya hecho lugar a mi amor en sí, habrá de-
jado que yo haya tomado morada en su corazón, en su alma. Este
que os he indicado es un camino misterioso, un hilo sutil que me
unirá al alma llamada a la “Liga”. Sí, “Liga de la caridad” y “ca-
mino del amor”. Los padres salesianos tendrán la oportunidad de
difundir este “camino del Amor” entre las almas para prepararlas
para mi Liga. Ellos son los primeros “llamados” a revivirme a mí,
a mi propio sacerdocio y por espíritu del fundador que impregna
su apostolado. Tú serás siempre una pobre criatura salvada por mi
amor, por mi misericordia. No temas, tienes mi gracia. Jesús, ca-
mino, verdad, vida».
12-2-1967 Primer sábado. “¡Oh María sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a vos!”
Jesús al alma: «Si estás dispuesta al recogimiento, yo vendré.
Cree, hija mía, cree, cree en mí. Ahora escribe, escribe para mí, es-
cribe para las almas. Si un alma escucha “mi Voz”, ya es mi deleite
hablarle, ya es consuelo para mi corazón. ¿Quién me escucha,
quién me sigue? Si busco consuelos entre los hombres es porque
mientras busco, doy. Mi amor es sin medida, sin igual. ¡Si el alma,
libre de las llamadas del mundo, se dejara penetrar por el esplendor
de mi gracia! Qué brillante, feliz y santa sería ella también aquí
abajo. No te vayas, resiste la tentación y escúchame. No, no es un
consuelo para ti mi voz. Te dije que era una “cruz” y será cada vez
más una cruz: mi Cruz. Esta es una cruz nueva para ti, diferente
pero muy saludable para tu alma porque me dará gloria. Sí, me has
visto, me has visto con los ojos del alma... Ahora sabes que era yo
porque yo mismo vengo, regreso para disipar las dudas. En el “via-
crucis” de ayer me has reconocido... Mira mi túnica, mira mi ropa,
tendrá que llegar a serte familiar y querida, preciosa, amada, de-
seada, porque te vestiré con mi propio vestido. Te daré un peso
enorme pero santo: mi túnica empapada de sangre. No temas, hija
mía, porque yo, Jesús, no te abandonaré y te daré las fuerzas que
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14.8 Page 138

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te faltan, te sostendré con mis consuelos, te purificaré con arideces.
Pero todo, todo acéptalo de mí, porque debes verme y reconocerme
en los días de tu vida, como si yo te estuviera sensiblemente pre-
sente. Ahora vete, y luego medita mis palabras, apriétalas al cora-
zón porque son mías, mías, de tu Jesús. Pondré la gracia en estas
palabras, también para ti, para que sean alimento de tu alma. Abrá-
zame a tu corazón porque busco, deseo mucho amor: amor de
almas, amor de hombres. Descansa en mí, hija bendita de mi cruz,
y encuentra en mí lo que buscas: mi amor, mi paz. Soy Jesús, y
Jesús es para todos, pero mucho para ti, camino, verdad, vida».
Savona 20-12-1967
Jesús al alma: «El que teme no escucha, el que cree se adhiere
a mí. No te he dado rosas ni consuelos, te he dado las espinas, las in-
certidumbres, las tinieblas. No te he dejado ni te he abandonado, pero
tus miserias te abruman. Yo te extiendo mi mano para levantarte, para
atraerte a mí ¡Que mi luz regrese a ti! Como la aurora, como el día,
mi luz avanza, pero... volverá pronto la tarde. Espérame en cada hora
del día y de la noche, porque siempre yo soy: ¡Jesús!».
Savona 21-12-1967
Jesús al alma (mientras escribía al P. Gabriello): «No debes
advertir, debes obedecer. Debes llevarme a las almas. Si has olvidado
la tarea que te he confiado, sabrás que yo proveo con la gracia. Es-
cribirás a veces la práctica de «mi camino de amor», y las luces
que te daré vienen y vendrán solo de mí. Yo he echado en ti las «se-
millas» y ahora deben hundirse en el terreno de tu alma, pudrirse y
echar las raíces. Poco a poco lo entenderás. ¿Si te he elegido? Porque
representas a la humanidad frágil, pobre en virtud, atribulada, su-
friente; la miserable humanidad que anhela a Dios, pero que nunca
podría levantarse sin mí, sin mi Mamá. Sacaré motivo para mi
gloria. Los desanimados podrán acercarse a mí. Todas las almas, y
cada alma que me reciba bajo las especies eucarísticas, pueden con-
vertirse en «Sagrarios Vivos». Mira, estoy en el alma que me recibe
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14.9 Page 139

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en la humildad, en la caridad con los hermanos. Ahora, que esta
alma comparta con otras almas mi don: de mí, de mi gracia. Yo
estoy en el alma, también para darme a otras almas. Sácame de los
muros de la iglesia, y en cada hermano con el que tratas, dame. Sí,
sonríe por mí, conmigo, habla con caridad y prudencia por mí, y
haz todo conmigo. Sea la jornada de esta alma, en que yo quiero
habitar como «Sagrario Vivo», penetrada de mí cada hora más. Por
la tarde yo consolaré a esta alma que tanto sitio me ha hecho en
ella y tanto me habrá dejado trabajar por medio suyo entre las otras
almas para que yo pudiera alcanzarlas, perseguirlas y hablarles.
Deben verme, deben conocerme, y vosotras, vosotras almas ben-
decidas por mi santo medio por mi Padre, sois los “sarmientos”,
sois las “semillas”, sois los “portadores de Jesús”. En esta escuela
nos preparamos cada día, hora por hora, pero el alma que me quiera
recibir no solo para sí misma, sino también para darme a otras
almas, debe volverse “pequeña” y semejante a un niño que confiado
se abandona en los brazos de su padre. ¡Cuánta humildad debe
haber en esta alma! Caridad, amor, humildad, obediencia a mis de-
seos. Estas virtudes son pilares fundamentales en el “portador de
Jesús Eucaristía”. Por lo demás, todo lo que le falta al alma, lo
supliré. Sí, Florencia, Turín, Roma... he aquí un surco trazado donde
pueden caer las “semillas” de mi Palabra».
Varazze 22/12/1967
Jesús al alma: «Ahora mi mirada está puesta en ti. Velo en el
dolor... Pocas almas me siguen, pocas me esperan. Déjame gritarte
mi dolor, que mirándote pueda llorar por las almas perdidas, los
corazones que no me aman, las mentes envueltas en tinieblas: má-
quinas que fabrican ideas, pensamientos que combaten y me ex-
cluyen. ¿Quién me busca? ¿Quién me espera? He dado mi vida por
mis “llamados”, por mis elegidos. Han huido, siguen huyendo1. Oh
1 Clara referencia a los sacerdotes que en gran número abandonaban el minis-
terio sacerdotal.
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14.10 Page 140

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almas que me escucháis, que me seguís, uniros en mi nombre, uni-
ros en mí, Jesús; hacedme lugar en vuestro corazón, en vuestra
alma, para que habite siempre en vosotras. Acordaos de mí, de mi
presencia eucarística en vuestra alma. Sed mis Sagrarios Vivos,
y dejadme ir hacia las almas de vuestros hermanos. Mantenedme
en vosotras presente en toda mi realidad divina y humana; así
que habladme, hacedme partícipe de vosotras, de vuestras cosas;
conversad conmigo, sí, conmigo, con Jesús. ¿Qué amigo, qué con-
fidente, qué amor es más deseable que el mío? Os prometo mi pa-
labra en vuestra alma, os prometo mi “coloquio” conmigo; bajo
para dialogar con el alma que me hace espacio. Esta alma siempre
me tendrá y cada día renovaré mi presencia eucarística en ella, la
aumentaré a través de la Santa Comunión. Si el alma participa de
mí, de todo mí mismo, también anhelo participar de ella para que
no sean dos seres separados, creador y criatura, o unidos por unos
instantes, sino un solo ser, una sola alma. ¿Quién me hará sitio?
¡Ay, mi Liga! La veo. Surge del dolor y del amor, surge de los co-
razones que sufren y aman, surge entre las almas que me están es-
perando. Vosotros las reunís de cada extremo del mundo, y mi
Padre las tendrá bajo sus alas, porque su único Hijo, Jesús, morará
en ellas, entre los hombres, en la Tierra. Mira, los granos de trigo
caen en mi Iglesia, entre mis almas. Los granos son mi palabra; yo
soy el buen sembrador, las almas son el terreno. En cada alma que
me haga lugar, haré descender mi palabra, que se renovará y co-
brará cada vez más fuerza a medida que el alma se haga mía, se
deje purificar, penetrar por el amor divino. Soy Jesús, Jesús, amor
del Espíritu Santo, Jesús bendiciente, Jesús que sufre y ama, Jesús
entre los hombres, Jesús con los hombres, Jesús aquí contigo. Jesús
que te llama, te persigue, te busca, te abandona a tus miserias; Jesús
que vuelve, Jesús que te espera, Jesús que te penetra y te hiere,
Jesús que te ha elegido solo porque te ama. Si realizas poco de mis
deseos, otros triunfarán mejor, mejor que tú. Tú sirves a la gloria
de mi Padre. Debes darme obediencia, tu esfuerzo, tu voluntad y
aceptar esta espada que es, para ti, mi voz, mi palabra en ti. ¡Ahora
reposa y escóndete en mí! ¡Tu Jesús te bendice en su gloria!»
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15 Pages 141-150

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15.1 Page 141

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Savona 26-12-1967
Jesús al alma: «Mañana será un día de fiesta en la tierra y en
el cielo. Mi obra tendrá su piedra angular. Aquí está “mi templo”,
aquí está mi Sagrario Vivo en vosotros. Así iremos juntos hacia
todas las almas. No permaneceré “cerrado”, ni olvidado porque tú
me llevarás a la plenitud de mi gracia. El alma que contiene en sí
misma el Sagrario Vivo debe comportarse así ante otro Sagrario
Vivo: uno saluda al otro, adorando “juntos”, a mí, a Jesús, y agra-
deciendo tal “don”. Cada alma permanezca en la más profunda hu-
mildad, renuncie a sí misma para dejarme el puesto a mí. Estaré
en cada alma en la medida en que me deje un puesto a mí. Mi gra-
cia cumplirá grandes cosas. Yo, vivo y presente en el alma, entro
en las familias, en vuestra casa, permanezco con vosotros. Esta ma-
ñana te dije que me llevases a tu familia; tu beso ha sido mi beso
para cada uno de ellos. Luego serán las “palabras”, serán vuestras
palabras. Me serviré de vuestra forma de hablar, de expresaros,
para hablar, para llegar a otras almas. Dadme vuestras facultades,
para que pueda reunirme con todos y en todas partes. Al principio
será para el alma un trabajo de atención, de vigilancia, para des-
cartar de sí todo lo que supone un obstáculo para mi permanencia
en ella. Mis gracias en las almas llamadas a esta obra serán gra-
duales. Hoy llevas de mí en familia, mi beso; otra vez, algo más y
cada vez más aún, hasta que casi al desconocimiento de la misma
alma, yo haré, actuaré, hablaré, amaré, a través de ella cuantos se
acerquen a esta alma, es decir a mí. Hay quienes actúan, hablan,
miran, trabajan sintiéndose guiados solo por mi Espíritu, pero yo
ya soy Sagrario Vivo en esta alma, y ella no lo sabe. Sin embargo,
debe saberlo, porque quiero su adhesión a mi PERMANENCIA
EUCARÍSTICA en su alma; quiero que esta alma me dé también
su voz para hablar a otros hombres, sus ojos para que los míos en-
cuentren la mirada de mis hermanos, sus brazos para que pueda
abrazar a los demás, sus manos para acariciar a los pequeños, a los
niños, a los enfermos. Sin embargo, esta obra se basa en el amor
y la humildad. El alma debe tener siempre ante sí sus propias mi-
serias, sus propias nulidades, y nunca olvidar de qué masa está
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15.2 Page 142

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hecha. Lo que doy al alma es un don, un don de Amor de mi Padre
Celestial, a través de mí a las almas. Es mi Padre quien me envía
a vosotros, entre vosotros, para confundirme entre vosotros, como
una vez en Belén, para llamaros a las cosas del cielo. Da todo, todo
de ti y cuanto pueda contrariarte, nunca es obra mía. Ahora distin-
gue los asaltos del enemigo. Ten cuidado. Yo, Jesús, te daré mi
fuerza. Sí, mis palabras son semillas y pronto deben caer en “mi
surco”. Los sembradores son mis sacerdotes. Entregarás mis pala-
bras al padre Gabriello. Él sabe qué hacer. Es necesario enviar in-
mediatamente, a las almas llamadas por mí, a esta escuela. Os doy
una maestra: mi Madre. Que cada alma se haga pasar por su alma,
y en su corazón de Madre de Dios y de los hombres, deposite ora-
ciones, ofrendas, consagraciones, gracias. Yo recibiré todo de mi
Madre. Que cada alma se consagre ella en la donación completa
de sí misma a mí por su medio. Por tanto, me hablas a través del
corazón de mi Madre. Que coloque en el corazón de la Inmaculada
las almas que encuentre y cuya salvación desee más ardientemente.
Yo leeré en el corazón de mi Madre estos nombres: voto de obe-
diencia, humildad profundísima, despojo del propio yo, pureza de
espíritu, pureza de intenciones, sencillez y abandono. Todo esto
germina en el amor, desde el amor, con el amor, para el amor. El
padre Gabriello recibirá mis palabras, trabajará por mi obra. Yo lo
iluminaré y él escribirá, hablará, negociará, luchará por mí, por mi
Liga. Su Jesús escucha sus súplicas y yo estoy con él porque hace
mi voluntad. En él debes obedecerme, porque soy yo quien te habla
en él. A través del padre Gabriello te pediré cuánto deseo de ti.
Obedece, obedece, obedece: es el camino más sencillo por el que
encontrarás paz, es el camino por el que te acercaré a mi cruz. Ven,
alma mía, ven y subiremos juntos al Monte del Calvario: yo y tú,
tú y yo, para que nada nos divida en esta tierra, sino que todo nos
una por el amor, y haga de nosotros una sola cruz, un sufriente cru-
cificado, para que ya no se distinga más la humana y miserable
criatura de su amor, de su Dios: Jesús. Esposa mía querida, te con-
duzco a estos esponsales. ¿Lo aceptas? Mañana, mañana… Oh hija
mía, mañana, mañana, mañana… yo y tú, tú y yo y el sacerdote.
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Mañana en el primer sacerdote de mi obra pondré mi piedra. Alé-
grate, hija de Sion, tu rey viene a ti, tu esposo avanza. No me dejes
sin tu amor, sin tu aliento, sin ti».
Mañana: 27 de diciembre de 1967. Por el amor de Dios, deja
de escribir y vete. Yo te doy a mí y llévame allí...
28-12-1967
Jesús al alma: «Oh hija mía, pronto, pronto estaré contigo.
Mira, tú ya participas de mi alegría, ya estás unida a mí de manera
singular. Oh alma mía, nada nos dividirá jamás: yo y tú, tú y yo,
una sola cosa, un solo amor, un solo amor. Ahora nuestras miradas
se encuentran y tú del sagrario recibes la inmensa ola de mi amor.
Espero a mi esposa al pie de mi altar, yo vendré a ella en una unión
mística. No sabes lo que pasará. Pobre alma, pequeña, limitada,
imperfecta... Mi Madre estará cerca de ti, y de ella te recibiré, por
ella vendré a ti, con ella haré mi morada en ti. Da gracias a mi
Padre, y en esto une a toda la creación, a mis santos, a los ángeles,
a los nueve coros, a la Iglesia purgante, a la Iglesia militante; únete
a mis sacerdotes, al papa Pablo VI. Luego ven a mí por el “camino
del amor y del dolor”, después recorreremos el mundo juntos.
Para el padre Gabriello: ya trabaja para mí, para mi obra, renun-
ciando a su voluntad, al apostolado que desea. Está en Florencia
por mi voluntad2 Él está en un período de prueba, por eso sembrará
las semillas de mi palabra entre sus hermanos, entre aquellos que
lo hacen sufrir. Él debe, a través de mí, renovar la obra salesiana
de Florencia. Debe entregarme a sus hermanos a mí: que copie mi
actitud, tome motivo de ejemplo del Evangelio, es decir, de mí;
ame, sufra, rece por vuestros hermanos. Tiene esta misión en Flo-
rencia. Mi palabra debe germinar donde vive, y con quienes com-
parte el día, con quienes se sienta a la mesa a comer, con quienes
tocan mis especies eucarísticas. Que soporte humildemente por mi
2 Don Gabriello Zucconi había sido transferido del Instituto Salesiano de Alas-
sio al de Florencia.
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amor y mi pasión esté siempre ante él en la formación, en la ense-
ñanza, en la escuela, en las lecciones. Solo a través de esta purifi-
cación sus hermanos vendrán a mí y a la unión a la que fueron
llamados. Por eso, con el permiso de sus superiores, difunda mi
obra de amor, para que surja en Florencia mi Liga de almas sacer-
dotales, entre los sacerdotes. Yo lo asistiré, lo consolaré, le enviaré
a su debido tiempo ayuda, un colaborador. Primero debe recorrer
el “camino” que le he indicado. Que no dude de su Jesús, él está y
estará siempre en él. Recorrerá este camino, asistido por mi Madre.
Por tanto, que acuda a ella y se ponga en sus manos; que se aban-
done a ella como un niño humilde, obediente, amoroso, puro e ino-
cente. Quiero también del padre Gabriel la “esclavitud del amor”
de María Santísima, ya que así ella será para él, además de tierna
Madre, Maestra, guía, consuelo, descanso. De mi Madre recibirá
mis inspiraciones. Todos sus familiares están llamados a mi obra
de amor ya que pertenecerán a mi liga de almas: nadie excluido.
Esto lo tendrán que lograr después de una cuidadosa preparación
que lleve el alma hacia mí, yo la atraeré a mi amor con mi gracia.
Hay almas sacerdotales listas para mi obra. Necesitará prepararlas
y yo haré el resto. Todo y siempre en el amor de la Virgen María,
que como “Maestra”, además de Madre, doy a cada alma bajo tres
formas: Inmaculada Concepción, María Auxiliadora, la Dolorosa.
Es decir, pureza, castidad para los portadores de Jesús en la Euca-
ristía; pureza, para todos; ayuda y apoyo en luchas y dificultades;
dolor y sufrimiento para todos. Mi obra tendrá sus víctimas en mí,
y para muchas almas habrá una espada que traspasará su corazón.
Acudid a ella, mis amadas almas, ya que yo, vuestro Jesucristo eu-
carístico, os prometo un amor indecible y para muchos, mi palabra
de consuelo y apoyo en las pruebas y tribulaciones. El padre Ga-
briello transmitirá mis mensajes a las almas sacerdotales, pero
actúe con prudencia. Mi obra de amor está casi toda revelada. Yo,
Jesús, anunciaré los otros surcos. Pide oraciones, reza, ofrécete en
mí a mi Padre para mi obra. Quiero almas víctimas para mi regreso
a la vida cotidiana de los hombres. Tengo que irme, tengo que ca-
minar por los caminos del mundo. Sí, el mundo: porque vine a la
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15.5 Page 145

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tierra por todas las almas, y por todas di mi vida. Sí, luchas, muchas
luchas antes de llegar a Roma, al Papa. El enemigo se interpondrá
y “mis almas” sufrirán. Que el padre Gabriello encomiende a la
Santísima Virgen, en su triple forma, mi obra, mis almas. Ella os
abrirá los caminos. El Papa os espera, el Papa aprobará, el Papa
estará con vosotros: ya que yo estoy en él y él en mí. ¡Jesús te ben-
dice desde todos los sagrarios! Sí, al padre Gabriello mis palabras,
mi amor sacerdotal, mi morada en él. Tú permaneces en mí y nin-
guna respiración se desperdicia a menos que sea para mí”.
Savona 1-1-1968
Jesús al alma: «Nada escapa al corazón de tu Jesús y vengo a
decirte que el amor es sufrimiento, cruz, aridez, santidad. Crucifi-
cada en mí está mi esposa, y quien me lleva, lleva mi cruz. Ahora
cada uno debe reflexionar para sí sobre estos pensamientos, medi-
tarlos y reconocer cuánto mi esposa ya comparte conmigo, cuánto
debe compartir para llegar a la unión conmigo. A Vera le hago una
exhortación: que persevere en la humildad y en la obediencia., que
no se desanime, no, no... A Lucía una advertencia: sé cauta y pru-
dente. Al padre Gabriello: que “mi don” dé abundantes frutos de
almas sacerdotales. Mi Mamá lo tendrá como a un hijo muy tierno
en sus santos brazos. A todas mis esposas mi beso de amor y per-
dón. A ti, hija mía, a ti que sufres y gimes bajo el peso aplastante
de tu fragilidad, a ti mi fortaleza cada día más; para ti “mi don”
para que recuerdes siempre que quien te ama está contigo y nunca
te abandona».
Varazze 4-1-1968
Jesús al alma: «Ahora estoy contigo, Sagrario Vivo de mi
amor. Quiero instruirte, prepararte para una misión... Tu alma debe,
por tanto, vivir de mí, inmersa en mí. La desataré de los lazos te-
rrenos, la purificaré. Te espero en la pila bautismal para otra puri-
ficación, la de la sangre. Todo don trae consigo un sufrimiento, una
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ofrenda, una renuncia. Cada alma que “viste” de mí, debe desapa-
recer en mí, debe darme todo, debe seguirme en mis caminos, he-
chos de senderos o atajos, pero siempre “mis caminos”. Que el
alma se abandone a mí y yo seré para ella confianza, consuelo, guía
y apoyo. ¿Por qué no lo haces todavía? Sí, estás en la prueba, una
prueba de amor. Prueba es tu aridez, prueba es tu incapacidad, tu
confusión, prueba tus rebeliones, prueba tu fragilidad. Persevera
en mi amor, ámame en el silencio de tu alma. ¿Tienes miedo de
mis palabras, Vera? Escríbelas, son de tu Jesús, de tu Jesús que ya
no sientes, ni cerca ni lejos, y sin embargo tanto en ti... No, hija
mía, quiero quedarme contigo, no temas».
Savona 6-1-1968
Jesús Eucaristía: «Has escrito correctamente: soy Jesús Eu-
caristía, vivo, presente en el santo sagrario; vivo y presente contigo,
sobre ti, y en ti con mi gracia. No, no te dejo, no te abandono, estoy
aquí, no he huido a causa de tus miserias porque estas también ser-
virán para mi gloria. Apóyate en mí, en tu Jesús: no temas, quiero
darte confianza, fuerza, luz. Vendrás, vendrás a mí por el camino
que he elegido para ti. Déjate guiar porque yo soy el camino, tu
camino. No está lejano el tiempo en que caminaremos juntos por
los senderos del amor. Ahora es sufrimiento y tribulación, desá-
nimo, pena. ¡¿Qué no te dará tu Jesús?! Sí, actos de amor, muchos,
muchos. Esta mañana te lo he explicado. En el prójimo, en tu pró-
jimo más cercano me encuentras a mí. Por eso, paciencia, amor,
cortesía, preocupación, comprensión hacia todos. Que todo se re-
suelva mediante actos de amor dirigidos hacia mí, a través del pró-
jimo. Por ahora, ocúpate de lo que te he dicho y explicado, porque
en ocasiones te enseñaré cómo se pone mi “túnica”. Te espero, te
esperaré por tus debilidades. Te he dado un dolor que te ayudará a
no olvidar mi presencia eucarística en ti. Aumentará cada vez más
porque no quiero ser olvidado. Será dolor y consuelo, será dolor
creciente que investirá todo tu cuerpo, para que no muevan ningún
miembro de su cuerpo sin mí. El alma recibirá de este sufrimiento
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un gran bien y se preparará para venir a mí. No hay ascensión del
alma y del espíritu sin sufrimientos sufridos en unión amorosa con-
migo. Sí, como el ciego de Jericó, te daré la vista de las cosas ce-
lestiales. No tengas miedo, no tengas miedo, porque yo, tu Jesús,
no te dejaré sola ni un instante. Vuelve… te espero… te espera tu
Jesús porque quiere “dictar”».
Savona 7-1-1968
Jesús Eucaristía. «Tanto en las cosas pequeñas como en los
grandes trabajos siempre, con mi gracia. Yo os reúno, os hago en-
contrar, os divido, pero os mantengo siempre unidos en mí, bajo la
sombra de mis alas. Es mi obra la que avanza, yo que desciendo
entre los hombres, yo que voy entre los hombres, yo que estoy en
vuestras familias, yo que os llamo. Jesús ama mucho al padre Ga-
briello. Él me da gloria, y en él soy consolado, amado y... no olvi-
dado. El padre Gabriello no debe desanimarse, él tiene mi gracia,
me tiene a mí. Si la lucha lo aplasta, que se apoye en mí, que ame
en mí, que sufra conmigo. Sentirá mi abrazo de padre, de hermano,
de esposo. Yo soy Jesús que bajé del cielo para estar entre los hom-
bres, para compartir con vosotros vuestra vida, para vivir de voso-
tros para que viváis de mí. Como los primeros cristianos, sois los
primeros portadores de Jesús, es decir, los primeros Sagrarios
Vivos. Sí, ha comenzado una nueva era mía, de cristianismo, de
Cristo en vosotros. Por tanto, también para vosotros las luchas, las
tribulaciones, pero también para vosotros la victoria, ya que yo,
Jesús Eucaristía, venceré, triunfaré. Sí, los hilos tejidos con mi gra-
cia en vuestras almas están iniciando la estupenda obra de la uni-
ficación sensible y visible: aquí está mi obra en vuestras almas.
Los hilos de mi gracia ahora se han encontrado en el plan de la di-
vina Providencia y mi secreto de amor es revelado a muchos, a los
llamados por mi Padre. Sí, el padre Gabriello recibirá muchas gra-
cias de mí. Dile que su confianza en mí debe ser sin límites, ya que
la mía es una obra de fe y de amor. Yo, Jesús Eucaristía, lo bendigo,
lo cuido, lo inmerjo en mi preciosa sangre para que su alma per-
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manezca en mí, aquí, en mi costado. Esto su Jesús, Jesús sufriente,
Jesús sacerdote eterno, Jesús hermano, Jesús esposo, ha dictado a
su pobre Vera, para que mi amor al padre Gabriello, mi predilec-
ción, le sea revelada también por la obediencia y fragilidad de la
más pobre de sus criaturas. Si esta era inmensamente indigna de
ello, ahora está purificada por mi sangre, por mi pasión, por mi
gracia. Ella es una esposa en Jesús en el sufrimiento, porque Her-
mana Sufrimiento será mi amor constante para ella. Que cada uno
saque un motivo de amor hacia mí, ya que todo es siempre obra de
mi misericordia. Elegí a Vera porque ella era el “mundo” con do-
lores, pecados, sufrimientos, desconfianzas... Mi Madre la salvó,
su alma fue lavada en mi preciosa sangre. Ahora bien, esto presenta
las cicatrices del pasado ante los ojos de Dios. Sí, ella está en el
sufrimiento y nunca la privaré de ello, ya que está esposada con
mi pasión. Ella sabe que el sufrimiento ha sido y será el primer don
de mí. Solo a ella le diré más, para que solo en mí encuentre con-
suelo. No a los demás, sino solo yo para ella, porque ella solo me
tiene a mí. Jesús, el Dios uno y trino, os abraza y os bendice. María
Santísima, mi dulce Madre, os ama, os bendice, os espera. Jesús».
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III LIBRETO
«Liga de almas» dirigida por Jesús,
para María, en María con María.
Oh María concebida sin pecado,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
«OBRA DE AMOR»
DIRIGIDA POR JESÚS

15.10 Page 150

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Varazze 8-1-1968
Jesús Eucaristía para el padre Gabriello. «Sus hermanos lo ama-
rán en mí. Quiero que sean sacerdotes buenos, santos; que esté entre
ellos yo, es decir, se comporte como yo entre mis apóstoles y discí-
pulos, y enseñe con bondad y dulzura: ame, comprenda y compa-
dezca. Estoy en él para vivir entre ellos, para compartir cada hora con
ellos. Quiero tomar su semblante para hablar con mis otros sacerdotes,
pues deseo todo el corazón, todo el amor. Él, el padre Gabriello, es
mi víctima, la víctima en mí de mis sacerdotes. Estoy en él también
para ellos, ya que los amo con el mismo amor. En el altar, en mi sa-
crificio ofrecido por él mismo a Dios Padre, él está en mí. Nada nos
divide porque me he escondido en él con mi divinidad y humanidad.
Ahora debe derramarla sobre los demás, ya que a través de este sar-
miento quiero renovar los frutos de mi sacerdocio. Son sacerdotes
queridos por mí, muy amados por mí, son otros yo. El padre Gabriello
debe despojarse de sí mismo, es decir, de los sentimientos personales,
humanos, que yo, Jesús, no poseo. Él, por tanto, debe liberarse de
estas últimas cadenas humanas, para que yo viva y obre en él con mi
gracia. Esta es mi víctima en la víctima inmaculada, en el Cordero
de Dios. Grandes serán mis consuelos para quien por amor quiere ser
todo yo y desaparecer para sí mismo. Dile al padre Gabriello que lo
espero en la noche, por las calles en busca de almas, ya que soy el
buen pastor que va en busca de las ovejas descarriadas. Aunque fuera
solo un alma, no sé alegrarme si no la tengo en mi redil. Ánimo, sos-
tendré sus fuerzas, alimentaré su fe. Cada uno de vosotros, Sagrarios
Vivos, ya ha comenzado mi trabajo, ya que, por poco que sepan poner
en práctica mis nuevas enseñanzas, ahora vivo cerca de muchas otras
almas, y, a través de vosotros, pongo mis ojos misericordiosos en
tanta humanidad. Llamaremos a otras almas para hacer otros Sagra-
rios Vivos y Vera se encontrará con el otro sacerdote preparado por
mí para esta obra. Recibirá de ello gran gozo y fruto, pues creerá que
el que le dicta ha sido, es y será siempre su Jesús. Orad por este “en-
cuentro” querido por mi Padre, para que él se complazca en acelerar
los tiempos. Trabajad en amor y santidad, orad, sufrid con humildad,
yo he venido en vosotros para “repetir” mi vida. Todo os lo pido por
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16 Pages 151-160

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16.1 Page 151

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amor, ya que solo el amor me hizo hombre, me hizo crucificado, me
hizo eucarístico. Solo por amor acepto un sacrificio, una renuncia,
una lágrima, una ofrenda. El amor del creador y su criatura viven de
mi luz, participan de la gloria de mi Padre. Es el Espíritu Santo quien
funde lo divino y lo humano, y a Dios, por medio mío, Jesús, sube de
cada alma de aquí abajo el honor y la gloria. ¿Dónde estás, hija mía,
cuando te pierdes? Estás en los brazos del padre, del esposo, del
amigo, del hermano. ¿Por qué me temes todavía? Dame confianza,
dame confianza. Quería escribir al padre Gabriello, y tu obediencia,
sostenida por mi gracia, se ha convertido en una obra meritoria muy
agradable a mí, a la Madre mía dulcísima. Os uniré bajo mi techo,
haré que os encontréis, portadores de mí, de Jesús, y me revelaré a
vosotros y cada uno hablará a través de mí al otro para que reconoz-
cáis que, en vosotros, con vosotros y por vosotros, ahí está todo Jesús.
¡Ánimo! Mi dulcísima Madre os ayuda, os bendice, está con vosotros.
Es ella quien conduce mi Obra de Amor, es ella quien forma la Liga
de mis almas: los Sagrarios Vivos. Sabed esperar en oración y humil-
dad lo que la divina providencia, en sus designios misericordiosos,
está preparando y desvelando. Sí, el Papa lo sabe, el Papa sufre, el
Papa espera, y vosotros con él esperáis, como os he dicho, mi regreso
entre vosotros, en el mundo. Sí, es una locura para tu pobre humani-
dad, una prueba que te aplasta... No, no enloquecerás por esto, pero
por mi amor sí, por mi amor, del amor de tu Dios, de tu Jesús. Es
amor la vigilia de la noche y yo la permito y a menudo la permitiré
porque yo no quiero ser olvidado. Si las ocupaciones diarias os han
apartado de mí, sabed que yo buscaré consuelo y vigilias en la noche.
Cada uno dé lo que pueda, pero con amor, porque yo recogeré cada
aliento vuestro. Sed humildes, sed sumisos a mí. Yo soy Jesús, Jesús
con vosotros».
Varazze 9-1-1968
Jesús Eucarístico: «Escribe, escribe y obedéceme, y ofrece
obediencia a mi Mamá. Quiero que los Sagrarios Vivos aumenten,
se extiendan por el mundo, por toda la humanidad. Quiero ir lejos,
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por las calles del mundo, de un punto a otro de la tierra, de los
mares. Orad para que mi misericordia se multiplique, para que mi
amor se extienda en las almas. Id, buscad almas preparadas por mí,
para mi Obra de Amor. Habla esta noche de mí, de mi Obra de
Amor a la otra alma que está cerca de ti, pide oraciones para este
fin: la uniré en espíritu a vosotros, mis Sagrarios, para que todos
podáis servir a mi causa. Dígale al padre Gabriello que apruebo su
apostolado en el seno de su familia y que de sus parientes sacaré,
con mi gracia, grandes frutos. La Obra debe ser llevada a Turín, a
los sacerdotes salesianos bajo la protección de mi Madre “Auxi-
liadora”, para que ella no deje de daros los auxilios celestiales que
os deben asistir para que yo, Jesús Eucarístico, pueda fundirme en
todo tipo de alma entre vosotros. Orad, orad para que las almas por
mí preparadas me reciban. Quiero que mi Obra se difunda entre
los sacerdotes salesianos de Turín y puedan preparar a otras almas
que viven en el mundo, pero no del mundo, para recibirme. Estas
me llevarán a las calles, a las casas, a las familias, para que viva
cerca de otras almas alejadas de mí, para que sientan constante-
mente mi presencia eucarística: caerá la voluntad rebelde, cederán
las ideas equivocadas, a la “verdad”, caerá la obstinación al mal,
la mentira, la falsedad. Todo esto sucederá porque yo, sin que ellos
lo sepan, estaré cerca de ellos, y mi gracia llamará con amorosa in-
sistencia a la puerta de su alma hasta que se abra a mi amor, a la
fe. Otras almas tendrán que partir de Turín para llevarme a otras
partes y a todas partes. En todas partes: es decir, en países, en otras
provincias y ciudades. De Florencia, a Liguria y luego a Roma. Sí,
el Papa os espera, el Papa lo sabe. Que las almas sacerdotales se
preparen para esta Obra que quiero extender por el mundo. Id a
Turín1. Presentar “mi Obra” a la obra salesiana. Quiero que empe-
cemos pronto allí, que empecemos de inmediato. Envía estos men-
sajes al padre Gabriello, a don Borra, les inspiraré qué hacer. Tú
1 En Turín Valdocco, en la Casa Madre de la Congregación Salesiana, estaba
también la Sede de la Casa Generalicia, que en 1972 fue trasladada a Roma en vía
del Pisana, 1111.
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16.3 Page 153

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dejarás todo por mí, por mi Obra, y esta herida te acompañará
mientras vivas. Entonces yo te daré la herida de mi amor ardiente.
Cuando llegue el momento, que sepas darme tu fíat, en el fíat de
mi Madre a mi Padre Eterno. Reza, reza para que reconozcas y en-
cuentres al sacerdote que te enviaré para trabajar, por un tiempo,
juntos. Pide oraciones, ofrece sacrificios, mortificaciones y todo
lo que, en tus miserias, sepas dar. Los surcos deben ensancharse,
para que “mi vida” fluya por ellos y encuentre siempre senderos
preparados, dispuestos a acogerme. Por ahora son suficientes estos
mensajes que tú, hija mía de la cruz, transmitirás a Florencia y a
Lombriasco2. Los dos sacerdotes ahora recordados por mí serán
inspirados para ir adonde los envíe en mi santo nombre, para mi
gloria entre vosotras, almas mías benditas. Ahora ve, y pide ora-
ciones. María, mi dulce Mamá, no te deja, nunca te dejará. María,
mi Mamá, te perdona. Ella te ayudará, te sacará de fondo donde
todavía estás, pero a través del sufrimiento, y sabes que sufrimiento
es Jesús, que Jesús, tu Jesús, está todo él en el sufrimiento, en la
cruz, en la cruz del amor, en la unión de la cruz. vivo de ti, y anhelo
que pronto vivas de mí. Sí, claro, no solo mi saludo al padre Ga-
briello, a don Borra, sino a ellos mi Corazón de eterno Sacerdote,
herido, sangrando de Amor por ellos, por todos mis sacerdotes.
Mira, ahora los escondo en mí y los envuelvo en la luz de mi ar-
diente amor. Jesús os ama, Jesús se alegra de estar con vosotros,
Jesús es consolado porque está con vosotros».
Varazze 10/1/1968
Jesús Eucaristía. «Quiero que leas, que te instruyas en mi
doctrina, en mi misericordia, en mis obras. Te daré los libros que
debes leer y consultar. Este sacrificio es necesario para ti y com-
2 Florencia y Lombriasco eran las sedes de don Zucconi y don Borra, director
allí. Vera por voluntad del Señor y en obediencia al padre espiritual copiaba los men-
sajes y los enviaba a don Zucconi, a don Borra y a don Bocchi, los primeros salesia-
nos llamados en la Obra.
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16.4 Page 154

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prenderás los motivos más adelante. Tu trabajo debe estar cada vez
más dirigido hacia mí, porque tú, en tu poquedad, sirves a la gloria
de mi Padre. Debes preocuparte por ahora de obedecerme a mí, a
mi Voz. Lo que te preocupa será resuelto por mi misericordia.
Quiero que hagas un acto de fe cada vez mayor porque tu vida debe
estar fundada en la fe. Es por la fe que te he dado además que has
sido llamada a trabajar en mi Obra de Amor. Aférrate a mí porque
yo no te abandono y mantengo mis promesas. Sé siempre humilde,
y esta virtud te será dada por mi Mamá: pídesela siempre, con fre-
cuencia. No mires el mundo, porque a ti solo te importa como
“almas”. No te dejes vencer por la desconfianza porque no sabes
cómo hacerlo, esta nulidad tuya es parte de mi diseño de amor, ya
que la uso para atraer otras almas el día de mañana. ¿No soy sufi-
ciente para ti? Sí, soy Jesús, Jesús que te recuerda que también está
en ti. Soy “uno” en muchas partículas, soy uno en una sola partí-
cula. Me avisarás, hija mía, ¡si supieras dónde quiero llevarte! Pero
no puedo si no te adhieres plenamente a mi voluntad. Necesito tu
fíat. Te entrego de manera especialísima a mi Madre, para que, a
través de ella, vengas a mí, por el camino que yo deseo. Como hija
humilde y devota de mi Madre, ya desde ahora dile a ella que de-
seas ponerte en sus brazos, dile que te tome pronto, dile que lo
desea su Jesús. Invoca así: “Madre de Jesús, Madre del Amor her-
moso, da amor a mi pobre corazón, da pureza y santidad a mi
alma, da voluntad a mi carácter, da luces santas a mi mente, dame
a Jesús, dame a tu Jesús para siempre”. Ve a ella en mi nombre, y
preséntate a ella en mi amor, y luego permanece en ella para que
ella fije sus santos ojos en tu alma, y a través de mí, por mí que
estoy sobre ti, ella no los aparte más. Copia en otra hoja de papel
esta invocación mía y recítala muchas veces al día y sentirás su
santa eficacia».
Oh Virgen Santa, arranca de mí este pobre corazón de piedra
y dame el corazón de Jesús para que pueda amar con el corazón de
tu Jesús. Te lo pido humildemente en el nombre y por el amor de
tu Jesús. Gracias, Madre de Jesús, Gracias Madre mía.
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16.5 Page 155

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Varazze 12-1-1968
Jesús Eucaristía: «Busco almas, almas humildes y ardientes
para la gloria de mi Padre. Te busco a ti para que triunfe mi mise-
ricordia. Solo yo puedo darte la gloria eterna, sacarte de las mise-
rias y tribulaciones que aún afligen tu alma. Quiero hacer de ella
un santuario donde tu alma esté en contemplación de la beata Tri-
nidad y en este santuario que formaré yo en ti, tu misma no debes
entrar sola, sino precedida y acompañada de mi Madre para que
seas recibida y admitida a la divina presencia. Esta debe ser la
meta de tu alma. ¡Qué obra de amor he preparado para ti! Agra-
décemelo, agradécemelo en mi Madre, en mis santos, en mis án-
geles que ven tanta gloria preparada para ti, para la esposa de mi
martirio, para la esposa del “Sagrario Vivo”. No dejes de invocar
a mis ángeles del cielo y a los que están junto a ti en la tierra, mis
santos del cielo, para que oren e intercedan por ti en el corazón
de mi Madre para que mi plan de amor se cumpla plenamente en
ti y en otras almas. Mi gracia os trae luz, os da luz y, aunque estéis
en las tinieblas, ya camináis en la luz. Hacia mí, hacia mi amor es
el “éxodo” de vuestra alma. Salid de vuestra esclavitud y venid a
mí, venid a la tierra prometida también vosotros: yo, Jesús, hizo
las raíces de su alma en mí. En mí hundid las raíces de vuestra
alma. Yo daré agua hasta saciedad, para que las raíces se hundan
y se alimenten de mí; yo os comeré, os sostendré en el invierno,
en las tinieblas del espíritu. La luz vendrá a iluminaros, y entonces
veréis las nuevas plantas, sus brotes, las flores, los frutos copiosos.
¿Quién de vosotros quiere morir al mundo para ser sumergida en
estas tinieblas? A todos, a todos llamo, pero los primeros llamados
sois vosotros, porque sois mis primeros Sagrarios Vivos. Tú no
tienes ninguna fuerza, ninguna virtud para ser sumergida en las
tinieblas. Pero yo tanto, tantísimo te amo para privarte de tanta
gracia. Yo proveeré a tus deficiencias, yo colmaré los insondables
vacíos y abismos de tu alma. ¿Qué no puede hacer el amor?
¡Quiero, quiero que ardas por mí, sí, solo por mí, y tengo celos de
tu pequeño amor porque en esto me he puesto, todo yo mismo!
Sí, quiero que escribas para que vuelvas a leer y no me olvides.
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16.6 Page 156

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Sí, esa “costumbre” también es esclavitud, es una cadena que
aprieta tus pies. Sin mí no lo lograrás. Yo quiero la perseverancia
en la oración con la intención de pedirme tu liberación. Solo si
perseveras lo obtienes, porque toda gracia debe ir precedida de
una virtud. Sí, siempre mi Madre te salvará. No, no peques, no
me ofendes, pero no eres toda mía, no eres toda para mí porque
ese “pensamiento” te distrae. Veo tu incapacidad en la lucha por-
que conozco sus causas, y por eso te repito: no podrás sin mí. Yo
quiero esta liberación tuya y tú haces lo que te he dicho antes, por
medio de mi Madre. Todavía no ha llegado el momento de que
vayas a Génova. Un poco más, unos días más de espera y luego
iremos juntos a ver a quien nos espera. Quisiera dictar para el
padre Gabriello, pero yo veo tu cansancio y tengo compasión, ya
que mis mensajes siempre te harán sufrir. Hija mía, hija mía de la
cruz, estoy contento por tu obediencia. Mantente siempre lista a
mis deseos, siempre dispuesta, para que yo haga llegar, a través
de ti, mi voz de amor. Sí, eres mi “portavoz”, y para que mi voz
se difunda sobre la humanidad, debes callarte. Te enseñaré a ca-
llar, y te llevaré a lugares donde siempre estoy cerca de ti, siempre
a tu alrededor y allí, yo hablaré. Yo hablaré mientras tú tengas
aliento, ya que solo hablarás por mí, de mí, en mí. Mi voz en el
mundo, mi voz para toda la humanidad, mi amor por ti, por toda
la humanidad. No tendrás otra voz que mi voz, no tendrás otras
palabras que mis palabras, porque de ti haré una voz: mi voz. Esto
es don, don de amor, don de crucifixión. Pero entonces en la cruz
estaremos juntos, tú y yo un solo ser, una sola víctima, un solo
corazón, y a través de ti, también al Padre mío las palabras de en-
tonces en el patíbulo: “Padre, perdónales porque no saben lo que
se hacen”. Sobre el patíbulo mi fíat en tu fíat, sobre el patíbulo
de la cruz mi último aliento en ti, mi Espíritu a Dios Padre en ti.
El esposo ama a la esposa, y sus dones son compartidos por la es-
posa; el esposo transforma a su esposa en sí para que no existan
dos entidades, sino una sola, ya que Jesús es uno solo, ya que es
siempre Jesús quien se entrega, se inmola y, en él, sus víctimas,
en él su pequeña víctima, su pobre Vera donde ha establecido su
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morada divina. De esta santa morada yo levanto mi voz, y correrá
tierra, mares y reunirá las almas, las abrazará de un solo abrazo,
las renovará, las amará de un amor que el alma todavía no conoce,
del amor de un Dios, vivo y presente en ella para siempre, ya de
esta vida como anticipo del reino de los cielos. Jesús te ama, Jesús
está contento contigo, Jesús está contento de los Sagrarios Vivos.
Jesús desea que tú le repitas muchas veces: “soy feliz oh Jesús,
porque te dignas de estar conmigo, soy feliz y te amo, te amo. Oh
Jesús, enséñame a amarte, a amarte con tu corazón”. Jesús te aca-
ricia».
Varazze 15-1-1968
Jesús Eucaristía. «Dame tu alma, dame tu alma, la esconderé
en el refugio seguro de mi corazón. Quiero defenderla de los ata-
ques del enemigo. Jesús Eucaristía te bendice, no te aleja de sí
como merecerías, no quiere infligirte castigos porque él es bueno.
Viene a ti María, mi dulce Madre, para sostenerte para que tú no
caigas todavía, no caigas más. Levántate, hija mía, en su amor ma-
terno, en su misericordia. No vengas a mí en el llanto, sino en la
alegría, porque hoy es día de alegría en el cielo. Una madre de la
tierra ha subido al cielo, y ahora contempla mi gloria. Mi Madre le
ha dado el hábito de Jesús, de su Jesús, el hábito de la inocencia.
Ahora ella es feliz con mis santos, con mis ángeles, en mí. Yo tam-
bién te he llamado a mi reino, y de ti espero toda renuncia por mi
gloria. Aunque tuviese que crucificarte, yo quiero todo, todo de ti.
No te atormentes por lo que todavía no te he pedido. Quiero por
ahora de ti tu alma, a través de mi Madre la Inmaculada; quiero
que recurras a ella con frecuencia, así como un niño que, no sa-
biendo caminar, ni sostenerse de pie, llama, por temor de caídas,
“mamá, mamá”. Tu alma crecerá en la gracia, solo a través de ella.
Quiero que dependas de ella, y de ella te dejes enseñar. Te quiero
hija humilde y devota de ella. En esta sumisión ella cambiará tu
corazón, y tus deseos de amor serán cumplidos. Sí, sábado y do-
mingo y todavía hoy, has dudado de mí, de mi amor, de mi mise-
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ricordia3. El miedo te ha hecho voluntariamente olvidarte de mí.
¡Qué error, hija mía! El desierto de tu alma fue el castigo natural
que yo no quería darte. Sí, Jesús es fuerte en el amor, fuerte en el
dolor que inflige, Jesús te pesa en su divinidad. Y yo estoy incli-
nado sobre ti con mi cruz, respiro de tu alma el dolor de mi amor.
Quisiera liberarte de las ataduras que te sofocan, pero por este mar-
tirio debes vivir y sufrir, de este martirio debes morir al mundo, a
ti misma, a tu “yo” sutil y prepotente. Estoy trabajando en ti a gol-
pes de cincel, ya que tengo un templo que preparar para mí. Las
arideces, las cruces pequeñas y grandes, son mi martillo. Entonces,
a intervalos vendrá el golpe, mi golpe. Debo quitarte muchas, mu-
chas cosas: la resistencia a mi amor, la desconfianza, los temores,
el egoísmo, ansias inútiles, pensamientos no cristianos, hábitos
mundanos. Escribe, escribe que Jesús es exigente contigo; escribe,
escribe, escribe, es mi voluntad que escribas hasta el último».
Varazze 19-1-1968
Jesús Eucaristía. «Te miro, hija mía, en los ojos de mi Madre:
son miradas de amor, de confianza, de certidumbre.
No temas, no estás aplastada por mí. Tu Jesús no quiere opri-
mirte. Estás en la prueba. Prueba de fe, de amor, de perseverancia.
Ella está contigo porque yo estoy contigo, y donde yo estoy, está
ella: mi Mamá. Si piensas caer, vacilar en la prueba, ella te sosten-
drá, porque yo te he dado a mi misma Mamá. Dame la tuya, para
que sea atraída por mí. Vendrás, Vera, vendrás a mí con el corazón
lleno de gozo, de mi gozo. Entonces serás feliz porque me posee-
rás, pero ahora debes creer sin sentir, amar sin sentir de amar; re-
3 Vera había recibido un mensaje en contraste con las nuevas direcciones de la
Iglesia después del Concilio. «En la Iglesia, en la explicación del S. Evangelio, tuve
confirmación de que lo que el sacerdote explicaba era al contrario de lo que había
escrito. Era el colapso. Terminada la misa, fui delante de la Auxiliadora con mi librito
en mano, lista para leerle “esa parte que contrasta” con las nuevas direcciones de la
Iglesia. Le pedía a mi Madre que no me moviese de allí si ella no me iluminara. Así
que hojeé el librito para encontrar ese “rasgo”, pero no lo encontré más...». Carta a
don Borra del 2.2.1968, en L.GRITA Mia sorella Vera di Gesù, op. cit., p. 80.
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fugiarte en mí mientras sabes que no encuentras consuelo ni con-
solación, porque sentirás que no me encontrarás. La fe en mí, en
tu Jesús, debe ser tu fuerza. No, no hables si no eres interrogada:
yo me revelaré a ti por el camino de mí establecido. No lo encuen-
tras, ni obtendrás consuelo. Debes volver serena para que puedas
ser dócil a mi voz, a lo que yo voy inspirándote, cuando tú te pones
a escribir. Solo entonces volveré a hablar de mi Obra. Quiero que
seas toda y solo para mí. No te pierdas si el Divino se inclina, se
humilla sobre la pobre criatura, y desciende en ti, porque yo busco
toda delicadeza para no turbar tu pequeñez. Y yo, Jesús, necesito
precisamente tu pequeñez por las otras almas. Sí, lo sé, preferirías
amarme en la normalidad, en la tranquilidad, pero no sois vosotros
los que elegís, sino yo, es el Padre quien os elige, y el alma, amo-
rosamente debe obedecer. Aquí está tu nuevo voto: obediencia.
Obediencia a mí, por medio de los sacerdotes, de mi sacerdote,
porque a través de esto, te manifestaré mi voluntad, el camino que
debes seguir. No haré violencia a tu naturaleza porque actúo con
dulzura, y verás... encomiéndate a mí, ya no tendrás miedo porque
este no viene de mí. Escribe al padre Gabriello. Él está preocupado
por ti, preocupado por mí, por mis deseos. Ahora he puesto un pe-
ríodo, aunque breve, de silencio para mi Obra; ahora quiero tu se-
renidad, tu confianza, tu abandono ya que, solo lanzándote a mis
brazos de Padre, tú encontrarás tu camino.
Y tu camino es mi camino, porque debes caminar en mi ca-
mino, en el camino de Jesús. Fuera de mí no encontrarás consuelo
ni paz, ni alegría; y si esto no sientes de encontrar en mí, duplica,
intensifica tus actos de abandono en mí, hasta que tu pequeño y
pobre corazón no me haya conquistado. Y sobre todo cree en mí,
cree que Jesús está contigo, que Jesús, aunque por muchas horas
olvidado por ti, está contigo, porque él, no, nunca te olvida. Oh
Vera, pequeña esposa mía, ¿no escuchas lo que te digo? ¿No es
acaso una estupenda carta de amor que el amado escribe a su
amada? Tú me has dado el brazo, la mano para escribir, pero yo te
he dado mi corazón para dictar esta vez solo a ti y por ti. ¿No estás
contenta de tener un esposo tan grande? Yo me encojo por ti, me
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16.10 Page 160

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pongo a tu altura en muchas cosas para que no tengas miedo del
esposo, sino solo de Dios. Yo soy Jesús, el mismo Jesús que raptó
el corazón de Magdalena, sin embargo, ella no tuvo miedo de mí;
yo soy Jesús que se manifestó visiblemente a Margarita Alacoque:
tampoco ella tuvo miedo de mí. Yo soy Jesús de Belén, de Nazaret,
de Galilea, de toda Palestina, pero quien me ha amado no ha tenido
miedo porque yo he escondido mi divinidad. Ahora bien, yo no te
la oculto a ti, sino en el misterio de fe en el que me he velado, tú
me conoces desde hace mucho tiempo, y ¿por qué no acoger sere-
namente la voz del amor? Mira, yo me hago pequeño, tan pequeño
para ti, he aquí yo me hago “niño”, y bajo forma el niño vengo a ti
para hablarte. ¿Quieres que sea un niño? Sí, quiero amarte como
un niño, y hablar contigo como un niño y jugar contigo como los
niños saben hacer. ¡¿Prefieres pensarme así?! Y búscame entonces
entre los niños, entre los corazones puros y humildes, porque entre
ellos me manifestaré a ti. Búscame, yo juego; búscame, yo me es-
condo; búscame hasta que me descubras allí donde me he escon-
dido. Tu Jesús niño».
21-1-1968
Jesús: «Quiero que tu alma me sirva, que me glorifique: es
mía, me pertenece, por eso en todas tus acciones ten la ferviente
intención de glorificarme. Me glorificas si no temes, si huyes de
los miedos; me glorificas si me amas, me glorificas si piensas en
mí, si te acuerdas de mí. Yo te hice para mi gloria, y esta gloria
debes dármela desde aquí abajo, desde este valle de lágrimas. Me
glorificas si no te dejas turbar, si aumenta tu fe y tu confianza en
mí. Me glorificas si me sirves en la aridez, en el abandono. ¿Y estás
segura de que te abandono? ¿No son tus oraciones recitadas cerca
de mí la señal de mi presencia? Sí, ¿cuándo te dejé, te abandoné
de verdad? Nunca. Sí, ahora ve a quien me espera, porque yo estaré
entre vosotros, y vosotros humildes, mis hijos, mis esposos, mis
esposas, vosotras encogidas, vosotras haceros y sed pequeños por
mí, porque yo deseo crecer en vosotros. Yo hablo ya al corazón de
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17 Pages 161-170

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17.1 Page 161

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mi sacerdote: don Bocchi. Tú desde hace tiempo sabes que yo estoy
en él, en su sacerdocio con plenitud de gracia, porque él es hu-
milde, porque él me ama, porque busca mi gloria, da testimonio
de mí, él es fuerte en mí, y tú eres siempre tan frágil. Tu fragilidad
te da sufrimiento, pero de esta quiero sacar tu bien: el abandono
completo en mí. Refúgiate en mí, en mi corazón de Padre, y en-
contrarás consuelo. Yo hoy te esperaré allí, ya que me verás en mi
amor de Padre, de Hermano, de Esposo. Hoy mi don se manifestará
a tu pequeñez, y tu alma exultará en el alma de mi Madre, ya que
nada viene a ti sin pasar por ella, y nada yo recibo de ti sin pasar
por mi Madre y por el sacerdote. Tú debes estar siempre sometida
a los sacerdotes y, en particular, a aquellos de quienes me sirvo
para mi Obra. Tú en ellos, en mis sacerdotes, estás sometida a mí,
eterno sacerdote. Por eso escribe al P. Gabriello, porque yo quiero
traerle serenidad a través de las cartas que yo te dicto, porque yo
te inspiro. Sí, es mi Espíritu, y sopla donde quiere... Te quiero en
la obediencia, en la docilidad; te quiero pura, te quiero joven para
jugar con tu Jesús Niño. Entre mis alumnos sé paciente, humilde,
desvístete de tu “yo”, y piensa en ellos que son míos. Cada alumno
es un Niño Jesús: para muchos niños siempre hay un solo maestro:
yo. Así que conviértete, vuelve a ser una “niña”, si quieres que tam-
bién para ti sea el único maestro. No, el reproche amoroso, no el
castigo; sigues mis sugerencias, y no... esos consejos. Quiero a tus
alumnos en mi corazón: ¡dámelos! ¿Por qué voy contigo? ¿Por qué
estoy contigo? Por las almas, por los pequeños, para que no se con-
viertan... en “adultos”, para que ellos crezcan en mí. Jesús Niño
estará ahora en la escuela en cada alumno... Déjate guiar por el Di-
vino Maestro, y ven a mí: visítame y trátame en cada niño. Ahora
en la escuela comenzamos una nueva vida: vida de amor, de en-
cuentros, de unión. Tu aridez encontrará fuerza y apoyo en este re-
novado encuentro entre los niños. Sí, Jesús Niño una vez te vino
cerca, porque tu alma lo ha visto. Yo quiero estar con los niños. Yo
vengo con vosotros en la forma de un niño, de un chico. Vera, dame
amor, dame tus fatigas, dame todo en esos niños, ya que, si la vida
humana se desvanece, la del alma va hacia la luz. Hoy nos encon-
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17.2 Page 162

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traremos allí, y yo seré Jesús de amor, Jesús el esposo. Mañana, en
cambio, en la escuela, seré Jesús niño y Divino Maestro. Quédate
en mí por medio de María, Reina de corazones. Yo te abrazo en mi
sangre preciosísima. Tu amado bien, a ti, pobre criatura mía, viene,
vuelve, porque los ojos santos de María están fijos en tu alma. Yo,
Jesús, te abrazo con ella, con mi Mamá, y de ella te recibo. ¡Esto,
Jesús, a la más pobre de las criaturas que han existido en este
mundo! Esto, Jesús misericordioso, por su alma, por todas las
almas pobres, pobres de toda virtud; esto, Jesús de amor, por esta
criatura que escribe por obediencia para sí y para todas las almas
que son y serán en el mundo. Estas palabras mías, llenas de mi gra-
cia serán siempre nuevas, siempre mías, siempre por los corazones
de buena voluntad, fuente de luz, de confianza, de renacimiento,
de amor, ya que yo las escribo por cada alma que me busca, que
espera ser amada por mí (sin embargo, ella ya es tan amada por
mí) que me busca a mí. Yo os saciaré de mi amor, y cada uno en-
contrará en estas palabras, las palabras que espera de mí. He aquí,
oh almas mías, yo os he hablado antes aún que me buscarais, antes
aún que la Tierra os acogiera en su seno; os he hablado, os hablo
mientras ahora vosotros me buscáis en este mundo, y yo os res-
pondo. Que mi voz llegue pronto a los confines del mundo, porque
yo estoy hablando, os estoy buscando en vuestras miserias, os estoy
llamando y quien me busca después de haberme olvidado, no sabe
que yo la he llamado así a esta tarea Vera y su docilidad, su obe-
diencia y su pobre mano a la que di mi mano para escribir. Quien
escribe es Jesús, Jesús que es amor, Jesús que es hermano, Jesús
que es esposo, Jesús que es padre para todos. ¡¿Qué no haría un
Padre para salvar a sus hijos en peligro?! No os sorprenda que no
os endurezca la mano de la criatura, para que yo con ella, por ella,
escriba; porque ella, tanto nada, está todo en mí, toda en su Jesús.
Yo, Jesús, por todas las almas, por quien me ama, por quien me
busca, por quien quiere seguirme. Lleva mis palabras, lleva mi voz
hoy. Tu Jesús, tu Jesús Niño, que espera a una niña para “jugar”: a
ti, pequeña alma mía».
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17.3 Page 163

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Varazze 22-1-1968
«Jesús, el amor. ¿Jesús Niño, o Jesús Maestro? ¿Jesús Crucifi-
cado, o Jesús Resucitado? Si tuvieras que elegir, ¿cómo te gustaría
que viniera a ti? Sí, vengo a ti como me deseas: niño. Quiero hacerte
sonreír, quiero llevarte lejos entre jardines llenos de flores, árboles
sombreados, aromas deliciosos... Ven, niña, conmigo. Un grupo de
almas nos esperan, almas doncellas. Yo estoy con vosotros en el jardín
del amor. No, no te preocupes; tú “ves”, y yo escribo, escribo por ti.
(Yo veo muchos “Jesús” en sus ojos, y mi alma no ve más). Ven, te
llevo más alto, entre mis ángeles. Ven, yo te hago bella con mi gracia.
aquí estoy el pequeño rey, el rey niño, y estos ángeles juegan con-
migo. Ven, te llevo a otra parte. Aquí hay pequeños soldados: han lu-
chado por mí y yo soy su pequeño líder. Te llevo a donde hay tantas
pequeñas “florecillas”: perfuman para mí: yo soy la flor por la que se
han humillado, por mí. ¿A dónde quieres ir? Ven, ven, te mostraré
mis jardines. Vamos al jardín de las “rosas”. ¿Qué rosas prefieres?
(Yo, a Jesús: la rosa con la gota de rocío). Aquí está, aquí está la perla
que destilan todas de sus pétalos: la perla de la pureza; aquí está el
color rosa hecho de amor, de delicadeza, impulso generoso hacia mí.
¡Siente qué perfume! Es su santidad. Yo soy el que les ha dado la san-
tidad: ahora perfuman para mí. Te llevo entre los lirios siempre blan-
cos e inmaculados, siempre fragantes. Acércate a ellos. Ellos te miran
y te esperan. Y luego avenidas, avenidas largas y arboladas, y perfu-
mes y cantos de pájaros. Todos cantan la alabanza al creador.
Ven, ven conmigo, y respira tu alma estos perfumes, ya que...
tu cuerpo no puede. No, aún no eres niña para jugar conmigo; pero
yo te enseñaré para que disfrutes en mis jardines, y entonces allí
me esconderé para que tú me busques... Luego te dejaré “adulta”
por el mundo, pero para mí siempre niña, para que me veas maes-
tro, tu divino maestro. Luego, a veces, subiremos el Gólgota con
mi Madre. Ves, todo haremos juntos, hasta que mi corazón no esté
todo en el tuyo. Por ahora te llevo de la mano; ven a jugar en mis
jardines, entre mis ángeles, ven donde están mis flores, ven donde
se respira mi perfume. Ven, te llevo lejos conmigo, y renace en mí.
Solo así volverás “niña”. Tu Jesús niño».
163

17.4 Page 164

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¡Oh Jesús, cuánto me eres querido! ¡Cuánta delicadeza, qué
amor inexpresable! Oh Jesús, haz que yo aprenda de ti a “renacer”
para ser una niña: la niña que tú quieres. También yo tengo ganas
de jugar contigo.
Varazze 23 de enero de 1968
A María, Madre de Jesús, la Inmaculada,
a María, Madre de Jesús, la Auxiliadora,
a María, Madre de Jesús, la Dolorosa, al pie de la cruz ofrezco
humildemente la obediencia de este «dictado» por amor de su Jesús.
Jesús: «Escribe, hija mía, aquel río de palabras que brota de
mi corazón. He aquí, mi corazón está abierto para vosotros, para
derramar en vosotros, mis criaturas queridas, mis pensamientos,
mis deseos. Acogedlos con humildad profunda, con júbilo, con gra-
titud. Hablo a todos los Sagrarios Vivos que están en el mundo, a
aquellos Sagrarios que estarán en el tiempo hasta la eternidad. Vo-
sotros sois mis templos de amor porque vosotros custodiáis el
amor. Vosotros me lleváis, vosotros me dais. No, no tus pensamien-
tos por ahora, sino los míos, ya que no hablo por ahora por ti, sino
por todos. Sí, “mis Sagrarios” son mi refugio entre los hombres,
mi deleite, y ellos ya saben cómo custodiarme. Ahora os digo a vo-
sotros que me lleváis: amadme, amadme, amadme, porque yo he
elegido en vosotros mi morada ya desde esta tierra. No temáis las
cruces, las arideces, las pruebas, porque estas son eficaces para
vuestra santificación. Un día renaceréis en mí, ya que vuestra alma
será investida por mi luz, y vosotros llegaréis a amar con mi cora-
zón, porque de vosotros yo tomaré todo. Cada sacerdote, Sagrario
Vivo, prepare con paciencia y humildad a otros sacerdotes para lle-
varme a mí. Yo los inspiraré, porque yo elijo las almas, pero ellos
son obedientes a mis inspiraciones. Me dirijo a don Borra y don
Bocchi, a otros sacerdotes que ya me llevan4. El padre Gabriello
4 Portadores de Jesús Eucaristía.
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ya conoce su misión. Quiero que “mi Liga de almas”, se extienda
también entre las almas “consagradas”, ya que es tiempo de que
crezca. El padre Gabriello se mueve inspirado por mí, y sus fraca-
sos son por ahora mi gloria. Pero yo le indicaré el camino a seguir,
ya que yo y él estamos juntos».
25-1-1968
«Jesús, el amor, quiere que tu alma descanse en mí; quiere que
mi OBRA se difunda. Preparad mis senderos donde hacer bajar mi
gracia. Hay almas, almas bellas, listas, preparadas para recibirme.
Id, id a los superiores, id a Turín, id a Milán, id, preparad mis ca-
minos, y todo sometido al Papa. Os espera, os espera y reza con
vosotros, reza conmigo. Al padre Gabriello le he explicado qué es
la “noche”, qué significa esperarme en la noche, en las calles... Yo
lo he elegido víctima en mí, por mis sacerdotes, por mis hermanos;
pero mi recompensa por él será grande. Que don Bocchi me busque
entre las almas a él encomendadas, me vea, me vea, y yo me reve-
laré a él entre los humildes, los mansos, los pequeños. Me busque
entre los pecadores, ya que entre estos yo sufro y lloro. Que me dé
almas, busque mis almas, porque de él espero una “gran cosecha”.
Yo le he dado ya mi corazón para darlo a las almas. Yo le he dado
mi misma sed de amor ya que mi amor no se agota nunca, y yo en
él continuo a tener sed de almas, en él me he establecido y en él
reviviré. Tú envía “mis dictados” al padre Gabriello, todos, para
que él sepa que Jesús aún habla, que Jesús te habla a ti, y a ti, por
tantas almas que son y serán. Envía mis dictados también a aque-
llos sacerdotes a los que me dirijo. Por ellos hablo, por otros, por
muchos, por todos. Don Borra debe leer todos los “libretos” y ellos
serán iluminados por mí para ver. Estáte serena y tranquila, ya que
tu trabajo aumentará. Este pequeño sacrificio es el acto de amor
que puedes ofrecerme porque tú sabes que eres muy pobre. Pero
yo tanto os amo, mucho os amo, que cubro vuestras miserias. He
aquí, yo, Jesús, te llamo, te llamo también si eres nada. No, no se
detiene mi amor frente a la “nada”, ya que yo supero la nada. ¿No
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te parece? Ven, hija mía, Jesús crucificado te perdona, te abraza y
repara siempre por ti, por todos vosotros... Es con mi sangre que
te bautizo, con la sangre de mi costado. ¿No me ves? Todo mi
cuerpo está ensangrentado, derramo sangre de cada poro. Toma,
esta sangre mía es tuya, es tuya, es de mis sacerdotes, es para todas
las almas. Cuando me inmolo sobre el altar, a mi Padre, vosotros,
junto a mí, recibís el bautismo de sangre para que mi Padre que
está en los cielos, os vea en mí, en mi sangre, y os reciba en su
seno de Padre. No dejéis de adheriros a mí, a mi inmolación; no
perdáis mis dones de amor. Venid e inmolaos en mí. Yo busco pe-
queñas víctimas; venid y ofreced en mí: yo me ofrezco por voso-
tros. Venid y entregaos todos a mí, porque yo he dado todo a
vosotros. Amad, amad, olvidaos en mí: Jesús, vuestro hermano, sa-
cerdote eterno, víctima inmolada por vosotros. A mis amados sa-
cerdotes envío, a través de ti, mi mirada de amor, de dulzura.
Escribe, escríbeles, porque yo quiero escribirles, porque con ellos
deseo ardientemente hablar. ¿Acaso no les agradará recibir una
carta de su amor, de su Jesús? Jesús escribe a través de ti, y quien
me ama acoge y espera y esperará siempre mis cartas, mientras
tenga este pobre medio que eres tú para escribir. Tú vives en este
mundo para escribir por mí. Obedéceme, escúchame, no temas:
soy tu Jesús».
28-1-1968
«Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, habla a su pe-
queña esposa».
(Jesús “dicta”, y yo lo escucho).
«Estoy mirando tu alma. Estoy purificándola. Estoy vertiendo
en ella mis gracias. Yo estoy penetrando en ella, y ella en mí, estoy
en ti y deseo que tú vivas de mí. He elegido la pobreza: a ti, tu
alma, y yo quiero darte todo, y todo te daré con mi sangre. Quiero
con mi amor separarte de la tierra, porque tú, mi esposa, te enca-
minas hacia mí, hacia mi luz, hacia lo alto.
Lo que pudiera decirte, en verdad, es divino, es paraíso. Pero
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incluso si te hablo del paraíso, te quedas turbada, y luego, sin mi
ayuda, no puedes volver serenamente a tu pequeñez. Yo te prepa-
raré al paraíso... Los sufrimientos de los días pasados, ahora son
un recuerdo. Tú me los has dado porque ya todo de ti es mío. No
trates de entender los motivos de las pruebas, porque debes con-
vertirte en “niña”. Otros entenderán, pero a ti debe importarte
amarme y obedecerme. Sí, estoy aquí, estoy contigo, estoy en tu
alma y estoy feliz de vivir cerca de ti. Yo, Jesús te miro y me mos-
traría a ti si no sufrieras mucho por ahora. Esta tu fragilidad, dada
por el humano, es el medio que conquistará para mí otras almas,
muchas almas. Quiero comunicarte la “sed” de las almas. Derra-
maré en ti gotas del agua y de la sangre de mi costado, porque
quiero que pienses en las almas. Cuando subamos al calvario, tú
me darás tu aridez, tu sed, yo te daré “mi sed”. Así nos encontra-
remos en mi Padre. Sí, confianza y fe en tu Jesús. Confianza en
mis palabras, en mis dictados. ¡Fe, fe, fe! Yo, Jesús, eterno sacer-
dote, confirmo a través del padre Gabriello mis deseos, y de este
sacerdote elegido por mí para mi Obra de Amor me recibirás.
Pronto le escribiremos, pues yo deseo comunicarme a él por es-
crito. Le escribiremos a don Borra, don Bocchi. Escribiremos
mucho porque para mis amados sacerdotes quiero derramar mucho
amor, mucho consuelo, mucho calor: el calor de mi corazón de sa-
cerdote eterno. También para ellos Jesús realiza una Obra de Amor
única: Jesús escribe a sus sacerdotes, a sus “Él mismo” en la tierra.
Ellos me sentirán así, muy, muy cercano, y mi gracia creciente en
ellos, mis cartas, serán de consuelo, de alegría, de paz. Sí, hija mía,
tanto los amo, y si quieres hacerme don agradable, reza por ellos:
por todos mis sacerdotes. Por ellos te he elegido víctima, pequeña
víctima en mí, y tú eres para ellos como ellos son para mí. Espera
en oración confiada el encuentro del Sacerdote de Savona: vendrá.
Yo lo enviaré a Savona para mi Obra de Amor. Yo dictaría por
mucho tiempo, pero estás sometida a tu deber, y esto debes cum-
plirlo con amor, mientras yo lo permita. Por eso deseo que dejes
de escribir, pero no te distraigas de mí. Deseo que permanezcas su-
mergida para que recibas de mí, fuerza, amor, calor. Yo quiero tu
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alma en mí, y en esta imprimir, a través de mi gracia, mi semblante.
Ámame, ámame y descansa en mí. Tu Jesús: el Amor».
Varazze 2-2-1968
Habla, oh Señor, que tu siervo te escucha.
Jesús: «Escribe por mí, escribe, hija mía, por mi gloria. se ra-
mifican mis “caminos” entre vosotros, en el mundo, entre “mis”
almas. La Obra debe desarrollarse entre vosotros que me conocéis,
y por medio de vosotros debe llegar a las almas que viven en el
mundo. Es hora de que las almas que yo llamo sean instruidas sobre
los fines de mi “mensaje”. Para ello es necesario que este sea co-
nocido lo antes posible por los superiores salesianos, y éstos pen-
sarán en presentar al Papa mi Obra. Es Obra de amor, de infinito y
misericordioso amor que yo, sacerdote eterno, derramo en mis sa-
cerdotes, y por medio de ellos, en las almas. Todos los dictados
son mensajes de amor; todas las palabras, las cartas dirigidas a ti
son mensajes de amor, de mi amor por ti, por todas las almas. En
cada palabra mía hay una doctrina de amor que leer, que profundi-
zar y yo la he dado a los que saben hacer fructificar los sarmientos
que están unidos a mí. Reuníos en mi nombre, invocad y tened a
María, mi dulce Madre, como Maestra de vuestras almas, guía a
vuestros pasos, luz en vuestras incertidumbres, esperanza y fe que
Yo soy, yo quiero la Obra de Amor, yo la quiero difundida. Estos
libretos deberán ser bien copiados en un libreto único y entregado
a don Borra, que deberá leer, deberá leer todo5. Tú permanecerás
en la sombra, en mi sombra: en mí. Tú siempre serás la mano que
escribirá bajo mi guía lo que yo te dicte. Quiero que se comience;
quiero que se luche por mí, por el triunfo de mi misericordia. Vo-
sotros lucháis por mí, vosotros que me lleváis. No dudéis. No te-
máis las derrotas, porque yo, Jesús, triunfaré. Los sacerdotes que
vendrán a formar parte de la “Liga de Almas de Jesús”, deberán
5 Para don Borra, Vera recopió en 4 cuadernos todos los dictados recibidos
desde septiembre de 1967 a febrero de 1968 y se los hizo llegar.
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preparar a los jóvenes a “vivir” de mí, a ser por amor, yo, para que
los jóvenes me den a otros jóvenes. Los jóvenes que formarán parte
de la Liga, según el juicio de los sacerdotes que guían sus almas,
podrán llevarme a mí, es decir, convertirse en Sagrarios Vivos. Si
los jóvenes serán llamados por mí a otro camino, como el matri-
monio, me entregarán a los pies del altar, al sacerdote: es cierto
que yo permaneceré espiritualmente más impreso en su alma, en
su semblante. En efecto, quien me haya llevado y no pueda más
por este u otros motivos, habrá impreso en el alma siempre a mí
en grado más profundo. Lo mismo se aplica a la juventud feme-
nina. Que se creen grupos de jóvenes, que se encuentren para
amarse en mí, y se esfuercen por conocer quién es su verdadero
maestro de vida, de santidad, de alegría. Elegí a los salesianos por-
que viven con los jóvenes, pero su vida de apostolado deberá ser
más intensa, más activa, más sentida. Esta Obra deberá extenderse
también entre los demás sacerdotes, en las parroquias de ciudades
y de países, ya que allí el sacerdote y las almas deberán formar un
lugar de paz y de descanso para mí cansado, para mí sediento, para
mí hambriento por mi largo peregrinar en busca de almas. El sa-
cerdote y las almas de un pueblo, aunque pocas, deberán ser una
“Betania”, es decir un lugar de paz, de consuelo, de descanso para
mi corazón. De estas almas deseo consuelos, oraciones, ofertas y
el don de su corazón. Vendré a ellos para encontrar estas consola-
ciones; a ellos les dejaré mis “lágrimas”, para retomar el camino
en busca de las almas fuera del redil. Con ellos, como un cami-
nante, me refrescaré, porque en ellos deseo encontrar el amor que
no me han dado las otras criaturas. Entonces volveré, pero ellas me
esperan listas y alegres porque el esposo vuelve a la esposa. En la
ciudad la Obra debe surgir en grupos, pero lo difícil debe ser tener
carácter unitario, porque yo os quiero unidas, que os conozcáis y
frecuentéis porque debéis amaros mucho en mí. Cada sagrario es
hermano del otro más que nunca, por eso cada uno se considera
hermano y actúa como hermano. Que cada uno tenga este pro-
grama de ascenso espiritual: asumirme a mí, mi semblante, para
que cada uno de vosotros sea yo y Jesús. Lo que he dictado desde
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el principio (septiembre-febrero), tendrá que ser leído, estudiado e
interpretado en mi luz de fe y verdad para ser tratado y puesto en
práctica. Turín y Florencia deberán tener un camino que los una:
el Papa que os establezca en su autoridad y que se adhiera como
portador de Jesús, como Sagrario Vivo ya en medio de vosotros,
en mi Liga de almas, él, Pablo VI, es la primera alma. Él ya la ha
fundado en su vida de pastor de almas; él ya la difunde, pero toda-
vía está solo, demasiado solo y por esto os espera. él sabe, él os
conoce en mí, y reza para que vayáis a él. Rezad y haced rezar para
que la hora de mi misericordia no tarde a venir, pero llegue pronto,
por todas las almas. Soy Jesús, pontífice eterno. Víctima inmacu-
lada por las almas dadas por mi Padre: Víctima por toda la huma-
nidad que ha sido, es, será. Soy Jesús, divino maestro: soy el
camino, la verdad, la vida. Soy el uno y trino: soy el Padre, el Hijo,
el Espíritu Santo. Soy Jesús: el amor infinito».
Varazze 4-2-1968
«Jesús «Jesús viene a ti con su amor. Amor de sacerdote. Ve a
mis sacerdotes, llévales mis mensajes de amor; llena sus manos con
mis palabras: estoy en la gracia, en mi gracia. Que me busquen, me
descubran en estos mensajes, en el amor vivo que yo quiero llevar
en medio de ellos, en medio de las almas. Ve con don Bocchi, y en
sus manos depones mis últimos dictados. En él yo obraré con mi
gracia para que la verdad sea manifiesta también a él, y me reciba
también a través de los escritos. Él es un sendero de mi camino, ele-
gido por mi Padre, por el cual “mi palabra” debe pasar, extenderse,
extenderse. Prepara los “copiados” también para él, y yo, Jesús, te
bendigo en el acto mismo que te dispones a escribir por mí ya que
estás en la obediencia. Sí, le habló directamente, y tú en humildad
escribes. Don Bocchi Giovanni, soy yo quien te escribe, soy Jesús.
Dame confianza y yo me revelaré a ti. Quiero que comiences en
Sampierdarena mi Obra de Amor entre las almas de los sacerdotes;
quiero que hagas conocer mis mensajes de amor a tus hermanos;
quiero que también ellos me traigan, para transformaros en mí.
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18 Pages 171-180

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18.1 Page 171

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Quiero que mi Liga de almas se fortalezca, quiero que se haga grande
y que supere los confines de Italia, quiero que se forme en tierras de
misión, y allí, donde mi amado Juan Bosco fundó sus obras, allí
donde yo he establecido en él el reino del amor. Por tanto, deben pre-
pararse muchos jóvenes, muchos sacerdotes que lleven, añadan a mi
amor, dado en el mundo por medio de Juan Bosco, otro amor, otro
don, que os ayudará a asumirme, a convertiros en mí.
Yo, Jesús Eucaristía, por medio de vosotros deseo alcanzar mis
almas en el mundo, comunicar con las almas; yo he elegido otro
templo: viviendas, calles, dondequiera vosotros vais. Yo he elegido
otros sagrarios, no en mampostería, sino “vivos”: ¡vosotros! Este
“don” debe ser conocido por mis amados sacerdotes, por los sale-
sianos primero, y mi Liga crecerá con vosotros; y vosotros con
otras almas, vosotros con la juventud, fundís vuestras almas en el
fuego de mi amor para que mi Liga sea fuerte, sana, gloriosa. Don
Bocchi Giovanni, Jesús te ha llamado: escúchalo. Don Bocchi Gio-
vanni, yo te he llamado a mi Obra: trabaja, trabaja entre los sacer-
dotes, trabaja entre los jóvenes. En la luz del Espíritu Santo, medita
estas palabras: son mías, del divino maestro, del sacerdote eterno.
Yo te haré entender más de lo que yo hago escribir. En el ferviente
don de amor yo a ti y tú a mí, yo estoy reviviendo en ti, y es por ti
que quiero revelarme a los demás sacerdotes. A ti la misma misión
confiada al padre Gabriello. Busca la asistencia materna de mi
Madre: María Auxiliadora. Busca en estas palabras para ti ese amor
íntimo y secreto que yo te doy; búscame en la verdad, porque estos
mensajes de amor son verdad, soy yo, soy Jesús. para todos los sa-
lesianos, su fundador, san Juan Bosco, será, desde el lugar donde
está en mi gloria, Padre amoroso, protector, consuelo, apoyo. Sí,
también Don Bosco quiere volver a vivir entre vosotros, a través
de mi Obra de Amor. Sí, Don Bosco vuelve a vosotros porque Jesús
quiere renovar en vosotros su vida, su amor, su sacerdocio, todo
su ser. Yo en vosotros, y vosotros en mí, para dar “frutos” a mi
Padre, para salvar las almas, para morir por las almas. Yo, Jesús,
vuestra vida, vuestro camino, vuestra verdad: a vosotros amados
sacerdotes, a vosotros todo y siempre yo».
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Varazze 9-2-1968
«Te dejo escribir a ti en mi nombre: Jesús».
[Vera] Jesús nos une en su santo nombre. Él desea que la Liga
de sus almas, hagan con él una sola alma. Las oraciones, las ofren-
das, los méritos que cada alma puede adquirir en Jesús, no son solo
para la propia alma, sino para todas las almas de la Liga; así los
vacíos de un alma más débil, son colmados por las virtudes del
alma más fuerte. Lo que sufre un alma unida a Jesús, es para que
otra alma reciba de Jesús las gracias particulares de que necesita.
«He aquí, yo te alabo de la tristeza de mi pasión. En esta tristeza
el alma sufre en mí, porque participas de la cruz de otra alma. Y yo
os limpio en este sufrimiento, os hago una sola alma, voy formán-
doos un solo corazón en mí. He aquí que la Liga se funde, y yo os
hundo en mí, y os purifico y soy yo, Jesús, que con mi amor estoy
trabajando en vosotros, estoy transformándoos en “Sagrarios Vivos”.
A vosotros se os dará una orientación particular que hay que practicar
con amor y fidelidad para que yo, Jesús, en las sagradas especies,
reciba amor, honor y gloria de vosotros que me lleváis. Yo te dictaré
cuánto me es querido, pero quiero de ti humildad, aún más humildad,
dolor y sufrimiento. Sí, vengo a pedirte tu “fíat”. Ponlo en las manos
de mi Madre, y ella te sostendrá. Lo unirá a él y me lo dará. Entonces
te hablaré y te diré cómo debes honrarme, amarme, llevarme. Toda
mi gracia brotará como chorro de agua pura y fresca de la roca, pero
toda gracia tendrá el sufrimiento, y del sufrimiento crecerá el amor.
Mi amor os ha redimido en mi sangre, y yo lo he dado a vosotros
sufriendo hasta la muerte. vosotros recibís mi bautismo de sangre a
través del amor y el sufrimiento. Oh almas mías benditas, yo os
aprieto a mi corazón para que vosotros seáis un alma sola y un co-
razón solo. Así os ofrezco a mi Padre en mí. Recibid mis dones, los
dones que les he dicho, y en ellos me recibirán cada vez más. Voso-
tros sufrís por vuestros fracasos: vosotros pobres, vosotros frágiles,
vosotros pequeños. Vosotros vais, vosotros perseveráis, vosotros os
hundís en mí; vosotros amad en mí, y yo, Jesús, yo, vuestro esposo,
vuestro hermano, vuestro sacerdote, vuestro misionero, trabajaré,
buscaré... a quien me escuche. Yo abriré los corazones humanos a
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mi amor, sus mentes a mí, para que a mi Padre ascienda el honor y
la gloria de los llamados de la tierra a los cielos ante el trono de Dios.
He aquí, yo estoy contigo. El árbol de la vida está en vuestra alma,
y en esta, hacia mi gracia. He aquí, yo la purifico, la ilumino, la pre-
paro para que sea recibida en el seno de mi Padre, cuando amor y
dolor os hayan dado la vestidura de la inocencia, y mi sangre os haya
dado mi martirio: mi último bautismo. Sí: amor, encarnación, puri-
ficación, luz y tinieblas; tinieblas y luces, pasión, resurrección, gloria.
Fortaleza de espíritu. Fidelidad. Confianza. Abandono. Obedien-
cia. Humildad. Paciencia. Inocencia. Yo me he encogido por vo-
sotros, para que vosotros podáis subir y venir a mí. No hay otro
camino que el amor. Desapareced en el abismo de mi inmenso amor.
Habló Jesús. Del alma de Vera ha derramado su palabra aquí para
que sea conocida. Soy Jesús en la Palabra».
Varazze 11 de febrero de 1968
«Yo soy Jesús. Escribe, escribe: he abierto en ti un canal por
donde puede fluir mi gracia, mis palabras. Sabes que estoy en ti,
que hablo por ti. Sí, es mi voz: surge de tu alma porque mi palabra
ha establecido su morada en ti. Serás fuerte en mí y la fe en mi pa-
labra crecerá en ti. Tienes que dormir y yo callo. Tu descanso me
es querido porque eres mi pobre y frágil criatura que en amor y
obediencia deberá servirme hasta que la quite del mundo para que
su desaparición sea testimonio de mi palabra para los hombres. Tú
reposa en mí. Hoy tu Jesús por ti ha sido glorificado en el seno de
mi Padre, porque lo que haces por mí es gloria a Dios, y yo te pro-
meto que ya toda tu acción, cada invocación tuya realizada con pu-
reza estará unida y ligada a mí. Ahora empiezo a vivir en ti. Esposa
de sangre, de mi sangre, abandónate a mí: mi corazón está abierto,
te espera... Tu Jesús, amor divino entregándose enteramente a la
más pobre de sus criaturas. Descansa en mí. Mañana regresaré con
mi palabra, pero mi amor te velará. Ahora tu obediencia es mía;
ahora sube a través de mí, hacia los cielos... Ahora estás en mí, en
mi obediencia. Jesús te abraza, Jesús te bendice».
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15-2-1968
«Jesús, en el abismo de su amor. Yo quemo, quemo las impu-
rezas, los defectos, la resistencia a mis gracias. Quemo y en este
fuego atraigo el alma a mí. Cuando ella recibe esta purificación,
don de mi amor, sufre porque es atraída por el divino. El alma me
anhela, el alma me busca ansiosa, mi amor, y nunca se sacia hasta
que esté aquí abajo. Comenzó así el “martirio de amor”. Quiero tu
alma llagada: yo la inmerjo en mí, yo la renuevo en mi sangre, yo
la hago pura, resplandeciente, blanca. Sobre tu alma descenderá
mi Sangre, y las manchas serán las “mías”: las que yo te doy a ti.
Uno a mí, a mi pasión, tu sufrimiento; tu corazón a mi corazón,
hasta que haya un solo sufriente, un solo corazón: yo, Jesús. Acép-
tame, porque vengo a ti como te he dicho. Yo he iniciado el don de
amor, por el cual el amado deberá ser encarnado por la amada. Es
el esposo quien prepara a la esposa para la unión mística; es el es-
poso quien da, mientras la esposa espera que el esposo venga a
ella. Tú eres pequeña para entender, pero no importa. A mí me basta
que tú me obedezcas por amor, y que quede siempre muy humilde
en tu poquedad. Abandona tu “yo” porque es del mundo, y tú ya
no eres del mundo; déjate levantar por mi amor, y ama solo en mí,
en mi amor, para que todo afecto humano sea, por mi medio, afecto
puro, santo, sea mi amor. Y así te saco del mundo, así preparo mi
templo, así te conduzco a mí. No pasará un año, no pasarán dos
años, no pasarán tres años, antes de que mis palabras sean mani-
festadas a todos. Quien dé testimonio de mi palabra en la tierra,
encontrará en los cielos, delante de mi Padre, el testimonio de mi
amor. Quien testifique con la vida, tendrá en los cielos la corona
de los mártires de mi palabra. Quien me testifique en el apostolado,
sembrando mi palabra, me tendrá en los cielos, sacerdote eterno,
en la visión gloriosa de Padre, de Hijo, del Espíritu Santo. Yo digo,
pues, a Vera, pobre y humilde esposa mía (más pobre no había en
la tierra) que testifique ante los hombres mi palabra, recibiendo en
humildad y obediencia como el Espíritu Santo dicta, por voluntad
de Dios, a ella; de dar testimonio de mi palabra con fe y confianza
de que su esposo la sostiene, la sostiene, la defiende; de dar testi-
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monio de mi palabra, aceptando en la obediencia cuanto yo, Jesús,
deseo que ella haga por mí, por mi obra de amor, aceptando por
amor todo dolor y sacrificio, toda burla o burla, toda alegría y dolor.
Tú escribe, tú obedece, tú ama, tú espera... al esposo. Yo, Jesús, he
aceptado de mi Madre tu vida y si esta yo la tomaré pronto por mi
gloria6, sabes que esta te será transformada en la vida que doy yo:
la vida en los cielos. Ahora trabaja: escribe, escribe, lleva y envía
mis mensajes, hasta que haya revelado a mis amados sacerdotes la
inmensidad de mi amor. Nosotros, yo y tú, tendremos que apoyar-
los, animarlos en las luchas que les esperan para que mi Obra sea
conocida. Yo dictaré mis cartas, tú escribirás y yo seguiré a mis sa-
cerdotes hasta que mi gracia sea recibida con gratitud por ellos. Tú
estás aquí en esta pequeña habitación para escribir por mí. Yo cui-
daré que siempre te sea asignado un lugar tranquilo para escu-
charme. Tú, te lo he dicho, ahora vives para mí, para escribir. Esta
es tu tarea y cuando se termine, saludarás la tierra por los cielos.
Te daré la fuerza para copiar, pero yo, Jesús, quiero estar contigo
también en el sufrimiento, porque tú debes, en mí, convertirte en
mi esposa de sangre. Un día te recibí esposa de mi pasión, un día
vendrá en que yo, sacerdote eterno, ofreceré a mi Padre, en mi san-
gre, la sangre de la criatura7 por la que en la cruz di cada gota de
mi sangre. La criatura en mí será mi esposa, y mi Padre la acogerá
en mí. “Te ruego, Padre mío, que la acojas en mí, porque yo a ti
la ofrezco en mí por tu gloria. Yo te ruego que reconozcas en mí el
alma que yo he lavado en mi sangre, y ese pobre medio del que yo
me he servido para hacer manifiesto a los hombres mi mensaje de
amor al mundo. Padre mío, yo le he dado todo porque es pobre;
yo le he dado mis gracias y mi palabra. Padre mío acógela en tu
gloria, porque ella, en mí, me ha dado la obediencia, la humildad,
6 «questa [...] io la prenderò presto»: Vera se apagó el 22.12.1969.
7 «Vendrá el día en que yo, sacerdote eterno, ofreceré a mi Padre, en mi sangre,
la sangre de la criatura...».
Vera se desangró durante la incisión de un absceso estomacal, un año y medio
después de este mensaje.
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me ha dado su pobre brazo. Padre mío, ahora te ruego que la aco-
jas en ti porque yo la ofrezco en mí, conmigo, por mí, a ti, Padre
mío, para que esta ofrenda te glorifique a ti y dé testimonio de mi
palabra aquí abajo a los sacerdotes, a los hombres, a las naciones,
al mundo entero. Acógela en mí, Padre mío, por la mayor gloria
tuya y el advenimiento de mi reino de amor entre las almas. Yo,
Jesús, te agradezco por haberme escuchado”8. Yo, Jesús, te he re-
velado mi amor por ti. Espera con confianza en mis palabras, y pre-
párate a escribir, a copiar por amor mío. Tú no estarás sola en el
esfuerzo, pero siempre tendrás a mi Mamá cercana que guiará tu
vida llevándola cada vez más hacia mí. Recuerda:
Confianza en tu Jesús, confianza en mi Madre, confianza en
mi palabra.
Empieza a copiar por don Borra. No deseo más sacrificios que
estos, y ofrecidos por amor y obediencia. Otros sacrificios te serán
perdonados ya que tú me sirves, de este modo, por la gloria de mi
Padre y la salvación de las almas. Pronto escribiremos a los sacer-
dotes. Cuando me inmolo en el altar, ofréceme tus escritos: mis
dictados, junto con la obediencia y el amor. A don Borra, al P. Ga-
briello les dices lo mismo porque de mis amados sacerdotes, todo
lo acojo. Debes decirles así: “Es Jesús quien lo desea, y yo lo deseo
tanto como él”. Recógete en mí, en mi amor, para que yo te de-
fienda de ti misma, del mundo, de las tentaciones. Quédate en los
brazos divinos: no tendrás miedo porque yo soy fuerza, coraje, se-
renidad, confianza, verdad. Pronto te enviaré un consuelo: un
amado sacerdote mío, como don de amor. Jesús que te ama y te
bendice».
8 Hermosa oración de Jesús al Padre para que acoja la ofrenda de la vida de
Vera en su ofrenda, por la gloria de Dios Padre y por el testimonio de su palabra en
la Obra de los Sagrarios Vivos.
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IV LIBRETO
Ofrezco obediencia a la Santísima Virgen,
María Auxiliadora

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Savona 18-2-1968
Jesús: «Escribe mi nombre! En este santo nombre, Jesús, te
hablo, yo dicto mi palabra. Te he guiado por caminos ásperos, y
he sostenido tu fragilidad; te he alimentado con mi gracia, te he
defendido de ti misma, te he ayudado a caminar hacia de mí. Todo
ha sido realizado en mi nombre: ¡Jesús! Ahora has visto la “luz”
en mis palabras; recíbelas siempre en mi nombre: Jesús. Ahora mis
palabras deben caer en los surcos como semillas que deben pu-
drirse en el terreno de vuestras almas. He llamado, por tanto, a las
almas preparadas, capaces de entender mi palabra. El “manuscrito”
debe ser preparado pronto y transmitido a don Borra. Del mismo
modo debe ser preparado otro para don Bocchi. Él recibirá, con el
manuscrito, mi gracia. Tendría mucho que dictar, pero yo deseo
que tú copies y me des a mí este trabajo que sirve y servirá para la
mayor gloria. Tú estás en la familia por mi voluntad. Yo te ayudaré
a llevar la cruz, ya que es tiempo de reparación, de renuncias, de
ofrendas. Mi Obra tiene sus víctimas en mí, pero verá la luz entre
los pecadores, dará la paz a los humildes, consuelo a los atribula-
dos, alivio a los que sufren, fuerza y ánimo a los débiles, confianza
a los oprimidos. Pero yo os digo que quien acoge estas palabras,
me acoge a mí, Jesús. Yo soy el “sembrador”, y las “semillas” que
vienen de mí son la palabra de Dios. Ahora es el momento de que
vosotros me llaméis, me escuchéis, me recibáis, me acojáis. Quiero
que copies, hija mía, el tiempo apremia. Quiero que te despidas de
mí para copiar. Yo permaneceré en ti con mi gracia. Este es mi
deseo: ejecútalo por obediencia, y yo te daré a mí mismo, Jesús.
En mi nombre, Jesús, te bendigo».
Varazze 27-2-1968
Jesús: «Hace mucho que quiero dictar... Pero tú me has elu-
dido. Ahora actúo en ti más directamente, y mis llamadas serán
más continuas, frecuentes. ¿No ves cómo te persigo? Ahora es mi
gracia, ahora mi desaprobación. Ahora, yo en ti, quiero correr hacia
otras almas, visitarlas, y solo a altas horas de la noche... ves, ves la
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verdad. Me ves en ti corriendo, sin saberlo, y vas a ver a tu hermana
que sufre. No sabes por qué estás ahí, no sabes por qué estás a su
lado besándola mientras ignoras todo. Y aún no ves, no me ves ac-
tuando a través de ti. Cuando intuiste, por temor a ser burlada, no
dijiste: “Fue Jesús quien me ha traído a Pina”. ¡Te has referido a
ti, y me has quitado la gloria1. ¡Oh mísera y pobre criatura! ¿Qué
haré yo de ti?! ¡Ahora escribe para que no olvides! Te daré dolor,
dolor abrasador para purificarte. Y mi voz será una espada que te
traspasará el alma. Escribe, escribe de rodillas y manifiesta a los
sacerdotes tu indignidad. Cierra con estas palabras: yo, Jesús, no
quiero muchas oraciones sino obras, obras de amor. Quiero de Vera
la humildad, la bondad. Quiero que se humille, y me dé cuenta de
su obra a mí, al padre Gabriello confesándose por escrito. Yo la le-
vantaré después de haber realizado este acto de humildad. Jesús
ofendido».
Varazze 28-2-1968
Jesús: «Escribe igualmente, aunque no me oigas. Vengo a ti
en la humildad de tu corazón. Yo lo he visto y ahora estoy conso-
lado. Ahora has entendido que tus defectos son tus miserias.
¡Nunca serás capaz de corregirte sin mí! ¡Fíjate en este monosílabo
que es todo: yo! Yo, es decir, mi gracia. Te he iluminado en la con-
fesión, te he hablado derramando en tu espíritu mi luz. Ahora sabes
lo que debes pedir: mi gracia. Debes preguntarle cómo el sediento
busca el agua, el hambriento, el pan, el que sufre, el alivio, el ciego,
la luz, el caminante, el descanso. Oh, Vera, hija mía querida, solo
mi gracia te salvará, solo mi gracia te dará la fuerza para escribir,
para obedecer; solo mi gracia transformará mi don en acto de amor
vivido y practicado; solo mi gracia me imprimirá en tu alma. En-
tonces yo viviré en tu alma. Yo te despojaré de ti porque, con mi
1 Referencia al episodio en el que Vera fue al hospital a la cabecera de la her-
mana Pina guiada por Jesús. No le dijo a la hermana que fue Jesús quien la llevó y
le indicó el lugar y la habitación donde estaba.
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gracia, mi morada en ti sea completa. ¿Sabes qué es mi gracia? Es
el amor del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Es Dios quien des-
ciende en “su” alma prisionera del cuerpo, y habita en él y la atrae
hacia sí, hacia su amor, hacia su holocausto. Todo lo haces pidiendo
mi gracia. ¡Oh, yo sufro al maltratarte... pero te amo demasiado, y
no quiero renunciar a los dones que he establecido para ti! Ven
alma mía, ven alma pequeña, y descansa sobre mi corazón. ¡Oh,
sí, veo tu sufrir... y me es querido! ¿Qué es lo que buscas? Sí, es
mi amor, es mi gloria, es tu Jesús».
(hora 21.30) Jesús: «Te llamo a tu tarea. Hay un horizonte le-
jano al que quiero llegar para sumergiros mis llagas, para derramar
mi sangre: sangre del cordero inmaculado. Mi sangre debe ser de-
rramada donde hay odio, rivalidad, ambiciones. Los hombres de-
rraman su sangre sobre los hombres, sacrificando sus vidas, y el
odio no se apaga. Yo, Jesús, iré a visitar esos lugares en ruinas,
esos hombres afligidos. Yo quiero darles también a ellos la sangre
del cordero inmaculado. Iremos ante Dios Padre y nos ofreceremos
a él por la paz entre los pueblos. Si los hombres han urdido sus
ligas para alimentar odios y desencadenar guerras, si ellos se com-
baten y se destruyen, yo tengo pena, tengo pena de los pobres, de
los infelices que sufren las tiranías de las ligas. A estas quiero opo-
ner “mi Liga de Almas”. Sí, os reuniré, mis benditas almas, en
torno a mí, y vosotros en mí os ofreceréis a mi Padre por la Paz
entre los pueblos, entre las naciones, entre las gentes. Vosotros se-
réis siempre mi ejército de Amor que quiero oponer al ejército de
los hombres: vosotros el ejército que avanza en mí delante de mi
Padre, y yo, como cordero inmaculado, quiero impetrar con voso-
tros, con mi Liga de Almas, la paz, como mensaje de amor a los
humildes, a los pobres, a los desposeídos de bienes, a los que aman
y esperan en mí. Mi Liga es ejército, ejército que lucha y lucha
conmigo, y yo siempre estaré con vosotros vuestro condotiero. Los
confines de la Tierra son extensos, y todos los comprendo y los
contengo en mi misericordia. Yo, Jesús, como Dios y Padre, dirijo
mi voz al mundo, a los pueblos, a los hermanos. Yo pasaré pronto
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a visitaros de un extremo al otro de la Tierra, para que mi mensaje
de amor esté dirigido a todos, para que las almas se dirijan a mí
que soy el autor de la vida. Pasará todavía mi vida entre vosotros,
como estremecimiento de amor y de perdón. ¡Oh, preparad mis ca-
minos para que me esperéis, me recibáis, me acojáis! Benditas
almas, ¿qué estáis esperando para dar a conocer mis palabras? Lle-
vad al Papa mi mensaje de amor, y haceros consagrar por el Papa,
establecer en el orden que es: orden de gracia, de salvación; orden
de paz y de amor. He aquí, os enviaré después como una vez envié
a mis apóstoles, entre las gentes, entre los pueblos, para que les
llegue el mensaje nuevo: el Evangelio, el último mensaje de amor
de Jesús, a través de los Sagrarios Vivos. He aquí, os enviaré, en
vosotros, por vosotros, iré a cumplir la obra de redención de toda
la humanidad. Comienza la cuaresma, el tiempo que me llevará a
la inmolación. Busco almas víctimas, muchas almas víctimas, para
que mi Liga crezca, el ejército aumente, para que en mí seáis ofre-
cidas a Dios por el rescate de la humanidad. Pronto vendrá la tarde,
luego la noche, y quedaremos nosotros solos para luchar: yo y mi
Liga, Jesús con su ejército, mi Madre con las almas por su medio
a mí consagradas. Pronto será oscuro, y mientras haya luz busco
almas, almas víctimas: os busco a vosotros que me esperáis, que
me buscáis. Yo me entrego completamente a vosotros, y vosotros
a mí, y juntos nos ofreceremos en el amor del Padre, del Hijo, del
Espíritu Santo. Sí, doy mi gracia en estas palabras: la gracia de
Jesús Eucaristía que quiere convertirse en el alimento de todas las
almas contenidas en el mundo; el alimento del alma, el consuelo y
la paz del mundo. Habló Jesús, Jesús Eucaristía que quiere ser co-
nocido, amado, llevado. Jesús, el rey de las almas; Jesús, rey de
los corazones. Jesús rey de sus criaturas».
Savona 2-3-1968
Jesús: «Y ahora escribe. Yo responderé al padre Gabriello en
particular. Quiero su adhesión perfecta a mi santa voluntad. Yo soy
Jesús que os guía, que permanece con vosotros para que vosotros
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seáis siempre movidos por mí. Yo estoy en el P. Gabriello para ha-
blar a las almas, a mis almas: los sacerdotes. Que en mi inmolación
se abandone a mí, para que yo atraiga su alma y la cubra de mi gra-
cia. En la ofrenda de mí a mi Padre, me dé todo él mismo, y las
almas que pastan en mi corazón por su medio. Ofrézcame a la
pobre Vera, ofrézcame a mis sacerdotes y a las almas víctimas. Yo
lavaré vuestras almas en mi sangre, y en este bautismo de gracia
os ofreceré a mi Padre por su gloria, por mi Obra de amor. Después,
que el padre Gabriello permanezca en mí, en mi corazón de sacer-
dote eterno, y yo guiaré sus pasos, yo moveré a los hijos de mi
amor herido para que se acerquen a la luz de mi llamada. Él hable,
hable en mi nombre, mientras ponga confiado su alma de sacer-
dote, de apóstol, en el alma luminosa de mi Madre. Estará cerca
de él la Madre de los niños: María Auxiliadora. Le dará ejemplo,
le infundirá confianza mi san Juan Bosco. Yo lo sostendré con mi
gracia, y mi Espíritu, Espíritu de amor, será, por mi voluntad, como
paloma sobre su corazón de sacerdote. Hable entonces, hable... y
diga de mí, que busco y quiero almas “víctimas” en mí, almas sa-
cerdotales que aumenten mi Liga. Diga cuanto he dictado, haga
leer todo, ya que mi voluntad, mis deseos no son manifestados en
un “dictado”, pero todos contienen y expresan en su continuidad
mi mensaje de amor por las almas todas, por las almas sacerdotales
y consagradas, y a través de ellos, al mundo. He deseado que la
pobre criatura, elegida por mí en la obediencia a escribir los dicta-
dos, copiara por orden de fecha cuanto poco a poco le he dicho a
ella, porque quien lee, debe leer todo: meditar, reflexionar y pedir
mis luces en santa humildad. El padre Gabriello debe tener un ma-
nuscrito único, sin el cual no puede manifestar completamente mis
divinos deseos. A Vera le pediré este sacrificio cuaresmal. No os
sorprenda la forma sencilla y pueril de mis palabras. Yo, Jesús, he
hablado a una pobre criatura, y me he puesto a su nivel. Quien
viene a mí con fe sabe ver la profundidad de mi doctrina de amor.
Y quien vea, será el humilde, el niño, el puro, que en mi corazón
ya tiene su lugar. Yo, Jesús, sacerdote eterno, dictaré otra vez, para
que mi voz llegue a los confines del mundo. Sí, escribiré al padre
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Gabriello y pronto. Le escribiré a don Bocchi para que mi voz lo sa-
cuda, lo atraiga a mí. Escribiré, dictaré yo, Jesús, por medio de la úl-
tima criatura que existe, porque también ella en su pobreza ya sirve,
y servirá para mi gloria. Mi voz es sufrimiento cuando el alma está
en la oscuridad. Ven, hija mía, subamos juntos ese monte del dolor,
para que mi cruz emane su luz de gracia en el mundo. Jesús, en el
don te ama, en el don te perdona, en el don te abraza. Yo bendigo
con mi Mamá tu obediencia, y por esta atraigo tu alma a mí: Jesús».
Varazze 3-3-1968
Jesús: «Yo hablo de mi Sagrario Vivo: ¡soy Jesús Eucaristía!
Todas las palabras que he dictado son mis “semillas”, pero los te-
rrenos capaces de acogerlos no tienen suficiente gracia. Yo pido
ofrendas, almas víctimas, porque en los “llamados” desciende
abundante mi gracia. Quien acoge las palabras de mi mensaje y se
inmola en mí, por mi causa, ha sido investido de mi gracia, y éste
a su vez ruega para que todas las almas sacerdotales reciban y se
adhieran a mi Obra de Amor. Me dirijo a los sacerdotes salesianos,
a los que están en la autoridad, porque deben recibirme en la hu-
mildad, en la gratitud, en la alabanza a Dios Padre a través de mí:
Jesús. Yo, desde los Sagrarios, derramaré la luz del Espíritu Santo
para que vuestras mentes vean. Mis surcos son y seguirán siendo
los mismos, ya que tal es la voluntad de mi Padre. Dios Padre ha
mirado por mi medio Turín, Florencia, Sampierdarena, Roma.
Desde estos lugares deben abrirse los otros senderos, los otros ca-
minos; pero quien es llamado no debe resistir a mi gracia. Yo Jesús
os escribiré, os tranquilizaré, y cuando yo haya venido a llamar a
vuestro corazón, no rechacéis el mío: ¡es el corazón de vuestro
Jesús! Orad, orad en cambio, para que yo me revele cada vez más
a vosotros, para que podáis conocer todos mis deseos de salvación
para toda la humanidad. Yo, Jesús, pontífice eterno, a vosotros mis
amados sacerdotes: en esta pascua de pasión, de muerte, de resu-
rrección, renovaré mi holocausto por vosotros al Padre, y aceptaré,
y uniré en mí a las almas víctimas, las que mi Madre me ofrece.
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Esta es la pascua, el sacrificio, la inmolación de los sacerdotes, por
los sacerdotes. Pronto vendré a vosotros, vendré y seré Jesús su-
friente, Jesús coronado de espinas, cubierto de escupitajos, de fla-
gelos, Jesús con la cruz, Jesús sobre la cruz, que expira, muere,
Jesús con el costado abierto... para vosotros, amados sacerdotes.
Quiero vuestro amor, quiero estar en vosotros, quiero que me lle-
véis, me deis, porque yo os he hecho otros “mí mismo”, para que
yo alcance todas mis almas. Leed, meditad todas mis palabras y
me veis, veis a Jesús en su plenitud divina y humana. Traedme,
dadme, hacedme lugar en vuestro corazón, dejadme actuar en vuestro
sacerdocio. Deseo ardientemente hacer morada estable en vosotros,
para que mi fuego purificador os caliente siempre, para que el sacer-
dote eterno y sacerdote sean un solo ser, un solo corazón, un solo sa-
cerdote. Orad almas mías que me esperáis, para que mis sacerdotes
vean el abismo del amor de su divino maestro, de su esposo, de su
Jesús Eucarístico que ellos ofrecen, consagran, inmolan. Esta pobre
criatura desaparecerá. Pero mis palabras, palabras de Dios, no pasarán
en eterno como mi amor por vosotros. ¡Jesús que sufre!».
Varazze 4-3-1968
Jesús: «Has mirado la noche. Ha descendido sobre los hombres.
Has mirado el cielo: es de noche, está oscuro, pero las estrellas brillan
como llamas de amor. Las estrellas, el cielo, la noche son orden: soy
yo. Mis Sagrarios Vivos son estrellas en la tierra, son orden: soy yo.
Ellos irán en la “noche” como llamas de amor, porque llevarán a
quien es amor y la noche del espíritu pasará en la luz que yo les doy.
Vosotros sois la noche estrellada. Vosotros permanecéis en mí, os en-
tregáis a mí, y me dais confianza, confianza cada vez más creciente,
ciega, porque esta la ponéis en vuestro Jesús, Jesús Eucaristía. ¿Por
qué, pues, he deseado venir a vosotros? ¿Por qué, pues, he deseado
venir a vosotros? ¿Por qué he deseado hacer de vosotros, almas mis
benditas, “mis Sagrarios”? Para que vosotros, los primeros en comen-
zar en estos tiempos el “don de amor de Jesús”, recibáis mi luz, mi
consuelo, mi calor que os purifique, os infle de mí. A vosotros he ve-
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nido yo, sin preparación, porque yo os prepararé. Yo os seré de maes-
tro, de amigo, de Padre y yo haré, día a día, comprender a vosotros
lo que de vosotros deseo, acepto, y lo que de vosotros rechazo. Yo os
haré sensibles a mis deseos, a mis llamamientos, porque deseo formar
en vosotros mi templo. Otras almas, en seguida, recibirán una parti-
cular preparación, pero para los primeros “portadores” de Jesús, yo
ofrezco y don todo, porque todo deseo obrar yo con mi gracia. Por
ahora empecemos así. Mi Obra tendrá sus víctimas en mí. Repito la
invitación dirigida al inicio de los “dictados”: deseo almas pequeñas,
víctimas, y muchas. Búscalas, pídeselas a mi Madre, María Auxilia-
dora. No temas a la burla humana, pues yo la permito, y sirve a mi
gloria. Dame todo: yo, tu Jesús, te consolaré. Otros como tú sufrirán
la misma pena, pero es cuando yo triunfaré. Te repito: no pasará un
año, dos años, tres años antes de que mi Obra vea la luz. Sí, vosotros
estáis en la noche, mis Sagrarios Vivos, pero es una noche con las es-
trellas, porque me habéis traído como don de amor. No, yo no saldré
de vuestro pecho, porque mi divina presencia quiere derramar en
vuestra alma, cada día y cada hora, mi gracia; porque yo deseo trans-
formar vuestros corazones y a éstos dar la herida de mi amor. Vosotros
id, id y dad mis palabras. Yo, Jesús Eucaristía, os prometo a mí mismo
y la fuerza del Espíritu Santo. Todos tus pobres sufrimientos me son
agradables y queridos: ya están en mí, en mi sacrificio, en mi sangre,
y yo las purifico y las ofrezco a mi Padre en mí. Son pequeñas flores
que perfuman de mí. Mi Padre las aprecia, y te une a los sacerdotes
por los que tú las ofreces en mí. El Padre y yo vendremos en el Espí-
ritu Santo a pedirte más flores para que la pequeña víctima sea inmo-
lada en el cordero inmaculado. ¡Eres esposa de sangre y no lo sabes!
Jesús Sacerdote Eterno te bendice. Jesús pide, Jesús da, Jesús te quiere
demasiado!».
Varazze 7-3-1968 Jesús:
«Quiero que él (el inspector) no mire a la criatura sino “vea”
solo mi misericordia. La criatura es débil, es defectuosa, pero a ella
le comunico mi pensamiento, mi palabra; a ella le revelo y seguiré
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revelando mi amor por vosotros, por las almas todas. La criatura
humana expresa como puede mi amor Eucarístico. Yo, en ella lo
derramo con plenitud para que ella lo revele a vosotros, mis sacer-
dotes. Yo, Jesús, he dado a la pobre criatura ninguna capacidad:
ella es siempre pobre. A ella yo, Jesús, me inclino, y a ella, como
soplo de vida, llega la gracia de mi palabra. Ella sufre cuando es-
cribe, porque mi pensamiento es Dios, y ella no sabe traducirlo...
Sí, soy yo, soy Jesús Eucaristía que obra en ella, en el contraste
entre lo divino y lo humano, entre lo perfecto y lo imperfecto. Yo,
Jesús, todo armonizo, todo uno, todo unifico por virtud de mi amor.
Ella ha escrito por obediencia a mí en el sacerdote. De sus miserias,
de sus incapacidades, haré, sacaré motivos de misericordia por otras
almas. Vera será, para otras almas pobres, la confianza, mi confianza.
Yo, Jesús, eterno sacerdote, deseo que vosotros, sacerdotes salesia-
nos, meditéis sobre las palabras de la criatura y, en ellas, leáis el
abismo de mi amor y reconocéis, a través de lo humano, el camino
que yo, Eucaristía, os he abierto y dado. Vosotros, mis amados sa-
cerdotes, poned en práctica mi mensaje de amor por las almas».
Soy Jesús Eucaristía que habla desde los sagrarios: «Quiero
salir de las iglesias, quiero ir por los caminos, por las calles, en
vuestras familias, para acercar, buscar aquellas almas que no me
buscan, no vienen a mí, no vienen en mi casa. Quiero alcanzar estas
almas por medio de mis sacerdotes, por medio de almas consagra-
das. Llevadme con vosotros, llevadme fuera: que mi presencia eu-
carística derrame fe, amor, paz a la humanidad. Vosotros en mí
seréis fuertes, vosotros con mí amaréis más, amaréis mejor, voso-
tros por mí seréis templos santos. Solo mi gracia os revelará la pro-
fundidad de mi amor eucarístico. Buscad en el pobre, en el pobre,
siempre a mí, porque al pobre, al pobre, yo doy todo mí mismo.
Yo, Jesús, os he dado el ejemplo”. Jesús Eucaristía».
Varazze 8-3-1968
Jesús: «Escribe, no temas, haz mi voluntad. Déjame hablar en
ti. Déjame repetir mil y mil veces mi amor por ti, por las almas.
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Ven en la “noche”. Es casi noche, pero las estrellas brillan. Queda
en la noche mi luz: está sobre ti la luz. La noche es necesaria para
que a otros les llegue la luz de la aurora. Apóyate en mí, y quédate
en mi amor. Yo te confirmaré la obediencia a través del padre Ga-
briello y en la obediencia estarás conmigo unida para siempre, por
la eternidad. Jesús quiere de ti ahora la prueba de tu amor en la
obediencia. Sé serena, sé humilde, estate siempre dispuesta a aco-
germe. Yo te he dado y te daré mis consuelos porque yo vengo a ti
y tu alma me ve. ¿No es suficiente para ti? Ahora descansa en mí
y ama mi palabra hecha fácil para ti; ama mis pensamientos de
amor repetidos por ti, por todas las almas; ama a Jesús que no se
cansa de buscar, de llamar a través de ti, a sus almas. Mi Madre os
ayudará: yo os la he dado. Mi Madre os sonríe: ¡id a ella! Yo, Jesús,
te bendigo. Yo te doy mi paz: la paz de mi corazón eucarístico. Tu
amor por mí, es el “don” que yo hago y acreciento en ti. Jesús
amado por ti».
Varazze 3-12-1968
«Jesús y su santa voluntad. Quiero otro manuscrito, único,
para enviárselo al padre Gabriello. Será el último escrito a mano
por ti».
Varazze 13-3-1968
Jesús en el silencio. «Escribe. Comienza. Yo te ayudo a supe-
rar las barreras de los hombres. En el mar tempestuoso sopla mi
gracia. Yo vengo del mar a vosotros que naufragáis en la tempestad
del alma. Ahora desciendo en vuestra alma con la gracia, y os in-
fundo luz y calor. En el viaje de la noche yo os conduciré al amor
del Padre. Inmolación, purificación, redención en los Sagrarios
Vivos para hospedarme. Ahora va en el lenguaje de amor mi pala-
bra por las almas, y sopla como aliento de viento donde descansa...
Yo soy Jesús en el corazón amado, oculto y en vosotros busco des-
canso. Jesús no habla a vuestros corazones afligidos, sino que per-
manece en vosotros: llama que arde, ilumina, arde. ¡Soy Jesús que
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construye el templo! Jesús a los Sagrarios Vivos en el silencio de
la “noche”. ¡Mirad a María!»
Varazze 14-3-1968
Jesús: «Escribe, hija mía, yo estoy aquí. Calla y escúchame.
Yo te doy el corazón: mi corazón, mi vida. Debes escribir cuanto
sientes. Tú participas de mí. Yo te guiaré. ¡Coraje, confianza... es
Jesús! El Espíritu Santo está aquí, en la luz y en el amor. Debes es-
cribir, debes... Hacia ti mi gracia, alimento y alimento tu alma de
mí, y a mí la atraigo. Yo te atraigo, te secuestro a mí. Arranco tu
alma de la carne y esta sangrará. Yo quiero que esté aquí, en mí,
en mi carne y en mi sangre: un solo alma. ¡Pequeña y pobre víctima
inmolada en mí: víctima por ti, por mis almas! Abandonadas a mí,
a tu Jesús. El Espíritu Santo viene a ti, desciende de los cielos y
mi Padre te lo da. Tú ya no piensas en el mundo, en la vida del
mundo, sino en la vida del cielo. Vives por mi amor y por mi reino
hasta que yo haya dicho todo. Yo estoy aquí contigo, y el alma
“ve”. He venido del mar a ti. Yo ahora permanezco contigo: Luz
de amor, mensaje de mi padre a vosotros, a ti, a las almas. Yo per-
manezco en ti en la luz del Espíritu Santo. Ahora arderás. Todo
cambiará. Ahora todo cambiará. Yo permanezco en ti, y tú serás
arrebatada a mí. No hay saludo, porque no te dejo, no me alejo de
ti. Yo en ti, y tú en mí: el vino y el agua. Jesús y el alma. Una sola
ofrenda, una sola inmolación, un solo sacrificio».
Varazze 15-3-1968
Jesús: «Quiero que tú escribas, que tú me obedezcas, que tú
sufras en mí del amor de tu Jesús. Yo soy fuego, fuego de amor.
Quiero que mi templo arda, arda con mi propio amor. Quiero se-
cuestrarte al mundo, a las preocupaciones, a los pensamientos, por-
que te quiero para mí: ¡en el mundo, pero no del mundo! Vengo a
ti como luz, como fuerza, como fuego que arde: amor que añora.
Sí, yo te secuestro para que tu alma venga a mí. Yo, Jesús, he su-
mergido tu alma en mi costado.... y te introduciré pronto en la he-
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rida de mi corazón. Yo te sustentaré en el amor de mi Madre.
Pronto vendré a ti: espérame. Jesús que arde».
Varazze 20-03-1968
Jesús: «Escribe, hija mía, mi nombre: Jesús. Busca descanso
y paz en mi nombre, busca mi gracia, busca el abandono. Ahora es
tiempo de que sufras esto, y en el abandono me ames, me sirvas y
me glorifiques. Yo vendré a ti de vez en cuando: es prueba por ti,
prueba por las almas sacerdotales. Sí, quiero que se lean mis men-
sajes, se mediten, porque estos producirán “gracias”. Volved a leer,
a meditar... hasta que yo, Jesús, vuelva a vosotros. El amor, para
ser recibido debe ser deseado. El amor que desciende en vosotros,
es espera de mí, de mi palabra. El amor que busco en vosotros es
continuidad de pensamientos, de obras, de sacrificios, de alegrías
dadas por mí a vosotros, y por vosotros a las almas. Escribe a mis
sacerdotes que Jesús Eucaristía pone sus almas a una prueba de
amor por la que ellas pasarán: prueba de fe. No serás excluida tam-
poco tú, pero fe y amor con mi gracia serán luz en las tinieblas, re-
fugio donde ya debes refugiarte como brazos paternos tendidos a
ti, a las almas en la prueba, que os acogerán en las horas difíciles.
Ahora me voy. Es tiempo de pasión, de penitencia. Pero con mí,
detrás de mí, venís vosotros, almas mías para que tanto de mí par-
ticipes en mi amor eucarístico, lo seáis de mi pasión. Yo no te he
dicho que no vuelvo, pero es bueno que tú, que mis sacerdotes me
reconozcas en los trabajos, en las luchas, en los obstáculos, en los
dolores que vas encontrando, recibiendo, probando ya que, como
os he dicho antes, mi palabra por vosotros, por las almas es dolor
y amor. Ahora vivís lo que os he anunciado para que me recono-
céis. Tú, hija mía, anhelarás mi palabra, y ella volverá a ti después
de la prueba, como agua en la tierra quemada, como lágrima lar-
gamente deseada. Ahora es tiempo de silencio, de recogimiento,
de oración. Cuando desees mi palabra, recuerda que yo te he dado
muchas: muchas por ti, por todos. Cuando vuelva a vosotros, ama-
dos sacerdotes, derramaré con anchura mi Espíritu para que voso-
tros me “veáis” a mí. Orad, orad para que yo, Jesús, me revele a
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vosotros. Oren por la “pobrecita” que escribe para que mi miseri-
cordia y mi amor no decaigan; oren por toda la humanidad, por la
paz, por los débiles, por los buenos y por los “tristes”; oren por vo-
sotros mismos para que se amen, se comprendan, se perdonen. No-
sotros permaneceremos vivos en la inmolación, víctima y sacerdote
y almas: encuentro de amor, de sacrificio. Unión de almas, unión
y fusión del Padre con los hijos por medio de su único Hijo. Cielo
y tierra entre los brazos de mi Padre: momentos de amor en que
Dios está en las almas, y las almas en Dios por mí. Esta es la efu-
sión de mi corazón que Jesús, Sacerdote Eterno, os deja a vosotros,
a los sacerdotes “Sagrarios Vivos” y a las almas portadoras de Jesús
Eucaristía. Ahora voy, y a Vera dejo un mensaje de amor. Llégate
a mi corazón con humildad, y espera en la puerta hasta que el es-
poso no abra. Yo, Jesús, me alegraré si sabes esperar con confianza
la llegada del amado. Te he dicho esta mañana al pie de la cruz:
“¿Dónde está tu fe?” Todo debes fundar en la fe. ¡Ánimo, ánimo!
Yo te espero, cada día, en mi ofrenda; te recibo, te uno a mí por
medio de mi sacerdote. ¡Ánimo! Estoy contigo, sobre ti. Dime, hija
mía, ¿cuándo te ha dejado Jesús sola? ¡Nunca! Ahora ha bajado la
tarde. Ahora es noche: la noche para ti, para los Sagrarios Vivos.
Sed siempre lámparas encendidas delante de mí. Lámparas de
amor. Jesús Eucaristía».
Varazze 25/03/1968
Jesús: «Te he anunciado el dolor y no la alegría. He aquí el
signo de mi amor por ti, alma pequeña; he aquí la herida en tu co-
razón: herida de amor, herida eucarística. En esta herida me verás,
y yo llevaré esto a mi corazón, porque quiero atraerte a mí en el
dolor que purifica, que inflama... Vosotros, Sagrarios Vivos, sois
las “víctimas” del triunfo de mí: ¡del triunfo de mí! Yo, Jesús, re-
velo mi ardiente deseo: quiero “ser llevado” por almas sacerdotales
y consagradas. Yo, Jesús, quiero ir por las calles del mundo. Yo,
Jesús, quiero que las almas den todo por mí, para que yo viva en
ellas, y por ellas yo busque, ame otras almas. ¡Jesús en vosotros y
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sobre vosotros! Yo me revelaré otra vez. Mi mensaje está sobre la
tierra, y quiero que sea acogido porque de esto se irradia nueva luz
para la humanidad».
Habla la Sma. Virgen: «Soy María, la Madre de Jesús; soy la
Sma. Virgen: la Inmaculada Concepción. Ve a confesarte y hazte
confirmar en la obediencia a la voz y a las inspiraciones del Espí-
ritu Santo. Ponte en la obediencia autorizada, sin la cual no serán
revelados los pensamientos y deseos de amor y salvación para vo-
sotros de mi Hijo. Jesús en las especies eucarísticas volverá a vo-
sotros... y la Iglesia se orientará hacia Jesús humanizado en el alma:
en el alma transformada en mi Jesús. Los Sagrarios se multiplica-
rán para la salvación de las almas; los Sagrarios serán templos sa-
grados para los cuales mi Jesús visitará otras almas. Los Sagrarios
no vivirán por sí mismos, sino para llevar y dar a Jesús a las almas;
y por eso ya no pertenecerán a sí mismos sino al Padre, a Dios, por
medio de mi Jesús. Yo, María, la Inmaculada Concepción, os he
hecho un don, como “signo” de mi amor y de mi predilección por
vosotros que habéis llevado a mi Jesús bajo las especies eucarísti-
cas. Un ángel del paraíso ha descendido sobre vosotros, y ahora
vuestra alma se alegra con la presencia pura de dos ángeles: el
ángel de la guarda y el ángel del amor eucarístico. Esto, para todos
los Sagrarios Vivos. Yo, María santísima, vuestra Madre, os he
dado hoy un consuelo, una guía, un signo de mi amor materno.
Permaneced en mi templo sagrado. Tranquilízate, hija mía, soy
María: la Madre de Jesús. Soy la Inmaculada Concepción. Yo te
bendigo, os bendigo. Confía, hija mía, yo soy tu Madre: la Madre
de tu alma. En mí encontrarás fuerza y confianza, y yo te llamaré
a corresponder al pensamiento de Dios. Antes de la Santa Pascua
va, preséntate en confesión porque la obediencia tiene valor si está
unida por el sacerdote. Yo te abriré el camino. Soy María, la Madre
de Jesús. La Inmaculada Concepción, para la gloria de Dios y para
la redención de las almas».
[Vera] Escribiendo al padre Gabriello
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29-3-1968 «Quizás sea bueno recitar el Magníficat de la Sma.
Virgen y unirnos a ella en alabar y dar gracias porque ella, en esta
caridad, está siempre con nosotros. Quizás cuando lo recitamos a
ella digamos que deseamos unirnos a las almas que han llevado su
Jesús Eucaristía para que todas las almas estén en sus manos una
sola alma que alaba, agradece y magnifica al Señor con ella, con
María, porque estas almas ya han visto la “nueva luz” para la hu-
manidad de ahora, de mañana. Si usted, como sacerdote, quisiera
comunicar esto a los Sagrarios Vivos de Carmagnola, para que sean
una sola alma siempre con la Sma. Virgen ante Dios por medio de
su Hijo Jesús. Yo empezaré esta noche. Debemos permanecer uni-
dos por medio de la Sma. Virgen y ofrendas todas a Jesús Eucaris-
tía, por las manos de la Inmaculada, para que la Obra de Jesús
(Sagrarios Vivos) vea la luz pronto. ¡Sí, padre Gabriello, ¡el Mag-
níficat, porque este es el canto que se debe sacar de nuestro corazón
a Dios! Informe a Carmagnola y a don Borra. Sí, también él: se
alegrará. Yo se lo diré a don Bocchi. Y usted, cuando está triste,
cuando sufre más, cuando se retira solo y mira... la noche con las
estrellas, cante con la santa Virgen: “Proclame mi alma la grandeza
del Señor y se alegre mi espíritu en Dios, mi Salvador...”. Jesús es-
tará con ella más, más. Jesús la quiere mucho y este amor lo con-
suele porque Jesús está en ella, siempre en ella. Ella debe ofrecer
en la santa misa a Jesús, por María Santísima, todos los Sagrarios
Vivos, “víctimas” en la víctima única y santa, como me ofrece por-
que somos la “Liga de almas” y es decir una sola alma. Tenga el
consentimiento por escrito de estas almas y luego hágalo. Mientras
tanto rezaremos. No somos diez u once almas sino una sola en
Jesús Eucaristía y en él sacrificadas. Jesús es amor que da, que
pide; Jesús es amor que arrastra al fuego. Vayamos juntos a este
fuego, juntos, padre Gabriello, es cielo, es paraíso, es dolor, es exi-
lio, es Jesús, es Jesús. Jesús nos ayuda, nos ayudará porque sabe
que somos pequeños, pequeños y no quiere que confiemos en no-
sotros, sino solo en él y en su Madre. ¡Es hermosa su Mamá, es
hermosa, mucho, tiene la belleza de Dios! La Santísima Virgen es
el amor de Dios. Ella es quien nos ayuda, ella la que intercede: no-
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sotros reconoceremos a la Santísima Virgen en los acontecimientos.
¡Por ahora unámonos por medio de los sacerdotes! ¡Alabanza,
honor y gloria a Dios por medio de la santa Inmaculada Concep-
ción! Dios, humildemente te alabo y te doy gracias con toda la
creación y los santos y ángeles porque tú eres bueno”.
Varazze 18 de abril de 1968
«¡Sígueme! Escribe, no temas. Estoy aquí, soy Jesús contigo.
Yo te he hecho sufrir por mi gloria, por mi triunfo. Mi cruz es pe-
sada, pero es cruz de amor: yo quiero darla a ti, que eres nada sin
mí porque yo me alegro al colmar a los pobres de bienes, de rique-
zas. Tú eres ahora partícipe de mí. Recibe de mí todo sufrimiento
por amor. Yo he continuado y sigo construyendo mi templo en ti
porque deseo volver a vosotros. Vosotros esperadme... en la acep-
tación del sufrimiento, de la renuncia. Esperadme en oración con-
fiada, esperadme en la ofrenda de vosotros a mí. Mi Obra tendrá
sus víctimas, pequeñas víctimas en mí. Os acojo en mi inmolación
al Padre para su gloria, porque del cielo desciende copiosa mi ben-
dición para los Sagrarios Vivos. Esta efusión de amor de mi Padre
a las almas por mi medio debe recorrer la tierra, los mares, los cie-
los... Debe llegar a mis almas dondequiera que estén. Dirijo mi in-
vitación al Papa, al santo padre Pablo VI, a quien Jesús comunica
su gracia, sus favores, sus deseos. El Papa está preparado para aco-
ger mi mensaje. ¡Rezad! Repito: ¡rezad! Sí, esta tarde te revelaré
otros deseos; deseos que tú no conoces».
Preparación del alma aspirante a convertirse en «Sagrario
Vivo».
«El alma consagrada2 a mí recibirá un amor particular, una
atracción toda mía hacia mí, vivo y presente en el altar. El sacerdote
2 «El alma consagrada.». referencia al alma del aspirante a sacerdote Sagrario
Vivo, por lo que en el mensaje hay una alternancia de términos masculinos y feme-
ninos según que Jesús se refiera al alma o al sacerdote. Además, “alma consagrada”
se entiende también en sentido general para todos los consagrados y consagradas.
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que seguirá esta alma, detectará un signo de llamada y, por tanto,
la llevará paso a paso al conocimiento del “don”. Comenzará la
preparación del alma con el desprendimiento de las cosas del
mundo y de las criaturas. Debe esperar un trabajo de purificación
que lo lleve a mí, lo prepare para mí, para mi morada sensible sobre
él. El período de preparación varía según el alma y el amor. En el
principio, él me llevará a mí por algunas horas, luego la duración
del tiempo variará. El alma convertida por mi gracia Sagrario Vivo
me llevará consigo por muchas, muchas horas del día y, a veces,
según los casos, de la noche. Me depondrá en el sagrario de la igle-
sia en otras horas del día. Pero yo deseo compartir con el alma cada
trabajo, cada ocupación, para que yo sea la guía del alma que a mí
toda se da. La agonía del sagrario, la agonía de la soledad en que
soy abandonado por muchas almas, debe ser compartida por el
alma de mí amante y que de mí desea convertirse en el ángel con-
solador, consolador. “portadores de Jesús Eucaristía” son ángeles
que nunca me abandonan; y yo no los abandonaré. Después, en se-
creto y con aprobaciones especiales, cuando las almas consagradas
aumenten, se convertirán en mis templos, me pondrán en su morada
con incienso y oración3. No, mi don no tiene un límite en el tiempo:
yo deseo que sea para siempre. Cuando baje del cielo con toda mi
gloria, yo buscaré, con mi corazón herido de amor por toda la hu-
manidad, mis Sagrarios Vivos por los que, a través de ellos, yo, Jesús
Eucaristía, me habré dado a muchas, muchas otras almas. Ellos, los
Sagrarios Vivos, serán aquellos cálices en los que yo, hasta el final,
me ofreceré por la salvación de las almas, de la humanidad. ¿Ahora
me has comprendido Vera?... ¿Comprendes mi mensaje de amor, de
salvación para las almas? No, mi mensaje no está proyectado en el
tiempo: yo hablo de la hora actual. Vosotros que trabajáis por mí,
uníos, quiero uniros: una sola alma en mí. Oren, ofrezcan, sufran por
amor de mi reino, para que mi misericordia triunfe. Quiero que me
espere con confianza, humildad, abandono. Yo vendré a ti porque
3 «En secreto y con aprobaciones especiales...»: la obra deberá realizarse me-
diante la aprobación eclesiástica.
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mi Padre me envía en tu alma en el amor del Espíritu Santo. Tú obe-
dece a la llamada como yo, Jesús, siempre obedezco a mi Padre. Sí,
tomé tus pobres manos en las mías. Las tomé de ti, del padre Ga-
briello. Deseo todavía otras manos, manos consagradas para unirlas
a las mías, para entregaros mis Dones. Cuánto has sufrido en el pa-
sado reciente ha sido permitido por mi Padre. Sí, has hecho mi vo-
luntad, aunque no me “veías” a mí. Todo ahora es como yo he
deseado para ti, para tu serenidad. Quiero que me sigas hasta el final.
Ahora, yo, en ti, tú vives de mí. Jesús por Vera, por todas mis almas
pequeñas, pequeñas, a las que da de más porque no tienen nada: da
todo. A estas almas abro mis brazos si ellas corren a mí como un
niño que desconfiando de si busca su Padre, su fuerza, su amor, y en
su corazón se abandona seguro que él sabe, y puede darle todo.
Almas pequeñas, tan pequeñas, venid a mí: mis brazos están a vo-
sotros extendidas para acogeros. Ven, pequeña alma, ven: aliméntate
de mí, y yo viviré en eterno en ti. Jesús que ama, ama sin fin a “sus
pequeños”».
Varazze 19-4-1968
Jesús: «Yo te doy mis luces para que escribas. Los dos panes son
el símbolo de las dos confesiones. El gris, similar a la ceniza, se re-
fiere a la primera confesión y ahora ya no existe. El pan que yo mo-
delaba es el símbolo de la segunda confesión. En mi corazón vive
esta última, y yo te he unido a mí en la obediencia de mi palabra.
Ahora estás atada a mí en el sacramento, y yo me serviré todavía de
ti para “hablar” a través de ti a los sacerdotes, a las almas “mías”. Re-
cíbeme siempre con humildad. Debes comunicar mis favores a los
hombres de buena voluntad, y tú vivirás solo para esto. Los sacerdotes
que he elegido son muchos, y a ellos llegará el feliz anuncio. Llévame
contigo, llévame en el dolor y en la alegría en ti, llévame en la vida
de todos los días, llévame a las otras almas. Llévame a los sacerdotes
en mis mensajes para que me esperen.
Donde soy derrotado, yo triunfo, donde no me buscan y no me
esperan, yo voy. Donde hay incredulidad, daré la fe que YO SOY.
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Quiero guiar tu alma para que pase por los senderos que yo he tra-
zado, y me siga por barrancos y por caminos llanos. A tu alma entre-
garé mi fuerza. Ven, hija mía, sígueme, ya que el camino ha
comenzado y nosotros ya vamos juntos. ¡Yo os conduzco... seguidme!
Jesús».
Varazze 22-4-1968
Jesús: ««Pascua de Resurrección! Ahora tú resucitas conmigo
a la vida nueva de la gracia, del sufrimiento y del amor. Hija mía,
mi amor es ciego: no ve los defectos, las miserias de la criatura.
Es mi amor que desborda, y quiere dar... dar. Te doy mi amor, mi
corazón herido, mis manos...; ofréceme las tuyas para que las una
a las mías. Yo, Jesús crucificado y resucitado, daré santidad a tus
pobres manos; las ataré con el amor y la donación a la Iglesia, a
mí. Tú escribirás por la Iglesia, por mí, por las almas. Sí, esta es la
voz de Jesús en el Espíritu Santo. Yo te doy estas luces. Yo atraigo
el alma a mí para que tú me escuches. Aún vendrán días para ti de
tristeza, de dolor, para que tu alma sea purificada en este baño.
Reúnete en mi corazón como nido de amor, de consuelo y de alivio.
Mientras esperas, escribe para tu Jesús. Quiero hablar a mis sacer-
dotes salesianos porque de ellos deseo el surgimiento y el floreci-
miento de mi Obra de Amor. Deseo que ellos conozcan mis
mensajes de amor, ya que yo, Jesús, daré gracias espirituales a
cuantos mediten sobre mis Palabras. Por tanto, oren para que el
santo padre os vincule a mi Obra de Amor. Quiero que mi efusión
de amor pase de los sacerdotes a las almas; quiero que los salesia-
nos me den a la juventud, quiero hacer morada también en ella,
aunque sea breve; porque cualquiera que me haya llevado con es-
píritu de amor, de reparación, de donación de sí a los hermanos por
mi medio, recibirá la herida de mi amor. Cuando el “manuscrito”
sea conocido por mis sacerdotes, yo me comunicaré a quien yo
quiera por medio de ti, de mis manos en ti. Luego desaparecerás,
hija mía, para que mi palabra viva. Ahora ofrécete a mí en mi in-
molación. Yo te recibo».
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Varazze 26-4-1968
Jesús: «No debes hacer nada sin mí. Yo te advertiré cuando
quiero hablarte a ti y a las almas. Ahora tienes el permiso, mi con-
sentimiento para escribir. Nadie vendrá a ti y pedirá mi palabra
sino el que será inspirado por mí. El Espíritu Santo te guía a ti y
amis almas. Tú debes dirigirte a mí en tus afanes. Yo veo, yo sé...
¡Confía en mí! Todo a tu alrededor debe ser silencio. No luz, no
consuelo, no otra cosa sino yo. Es Jesús quien va aislándote de
todos, porque tú buscas mi consuelo, mi ayuda, mi perdón, mi
amor. ¡Quiero que me busques! No estás sola; no te he dejado sola.
(Después de una pausa). Escribe, escribe hija mía. No mires alre-
dedor a quien escucha o cree en mí. Yo quiero tu fe, tu confianza.
Entra en mí, en mi pensamiento de amor. No debes afligirte si mis
palabras no fluyen como el agua del río. ¿Has visto alguna vez que
la tierra se eleve y suba? ¿O que el mundo se incline hacia arriba
y los mares, y la naturaleza? ¿Has visto el cielo inclinarse hacia la
tierra? ¿Y las estrellas y los planetas y el sol? Si esto ocurriera, la
armonía de la creación se rompería. Pero esto no sucede porque
todo sigue un orden: el Orden de Dios. Todo obedece a una voz: la
Voz de Dios. Todo obedece a Dios. En ti la armonía del alma es
confusa: no sabes obedecer a la voz de la Iglesia, y por eso a mí.
Debes acostumbrarte a las pruebas, porque a través de ellas me
verás a mí. Debes luchar contra ti misma, las dudas, las tentaciones,
para que puedas correr hacia mí. Sí, el vacío está a tu alrededor.
No, nada ha terminado porque yo empiezo a construir... en ti, fuera
de ti. Quiero formar en tu pobre corazón un templo donde sienta
que siempre me acoges. Cuando esté vacío: búscame, reza para
que yo venga a ocuparlo. Cuando yo esté en ti, procura buscar la
compañía de los ángeles para que supliquen la adoración que tú no
sabes hacer. Cuando el amado habla a la pequeña amada, escucha
con humildad y gratitud, y haz que el mundo no penetre y altere
nuestro coloquio. Si tú me recibes así yo puedo manifestar mi amor
porque yo quiero tu alma solamente en mi corazón, sin turbaciones,
sin temores. Entonces será el verdadero encuentro: yo y el alma, y
el alma recibe de mí mi luz. Cada día proponte este programa:
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tengo que vivir para Jesús. Así que busca, procura las circunstan-
cias que te hagan libre y dedicada solo a mí. Pídeme el tiempo para
que puedas darlo todo a mí: por mi gloria. Pregunta, insiste hasta
que yo te conceda. Ofréceme los propósitos, para que con mí se
conviertan en inmolación a la voluntad divina. Ahora espérame,
trabaja en tu corazón para prepararme un lugar hecho de mucho
amor. Yo volveré».
Varazze 3 de mayo de 1968
Jesús: «Debes escribir por amor mío. Debes hablar a los hom-
bres con mis palabras. Yo soy el mensajero de la paz en vosotros y
fuera de vosotros. Deseo que tomes esta cruz que te ofrezco con
mis llagas, para que de estas seas regenerada a nueva vida. Solo a
través de mis llagas llegarás a mi corazón herido de amor por ti y
por las almas todas. En cada llaga pones tus defectos tus vicios y
tus miserias. Yo, en tu esfuerzo, tomaré todo. Tengo que trabajar
mucho en tu alma para que vea la luz. Tú estás todavía en las ti-
nieblas que para ti son prolongadas por la purificación que necesita
tu alma. No debes confiar sino en mí y en mi Madre, ya que el bien,
la fuerza, el amor, la luz te vendrán de mí, de mi Madre. No te de-
tengas en el camino, y no te pierdas por los obstáculos: son permi-
tidos por mí, y tú con mi gracia debes luchar para superarlos. Te
quiero buena, humilde, paciente. Cállate con los hombres, y habla
conmigo. Quiero confianza, confianza de ti. Debes decirme todo:
ten la certeza de que siempre te escucho. Yo te recomiendo el en-
cuentro con mi Madre. En cada criatura trata a mi Mamá, habla
como si hablara a mi Mamá, da como si le dieras a mi Mamá. Será
difícil comenzar, pero ella tiernamente vendrá en tu ayuda. Fijados
en este camino: el camino de María, Madre de Dios. Comienza
ahora, y ella te ayudará a cumplir con las tareas que el cielo ha es-
tablecido para ti. A través de ella yo vendré a ti para que tengas
confianza y creas que Jesús te ama, te inspira, te habla. Yo no te
dejaría en el error después de tantas pruebas; no permitiría tu ruina:
Yo que te amo hasta lo imposible para el hombre. Si hoy escribes
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es porque yo lo quiero, lo deseo, lo permito. Ven, alma mía, ven a
tu Jesús: el esposo eucarístico prometido a ti, a mis Sagrarios. Vo-
sotros seréis los cálices que yo iré a llenar; vosotros los miembros
de mí mismo cuerpo. Yo soy Jesús, y en mi nombre santo recibís
mi don: me recibís. Ora, también sin fervor, sin luz, sin alivio. Yo
te escucho siempre. Tranquilízate porque yo te doy mi paz. Vendrá
en los consuelos, pero estos son fugaces, debes pasar por otras
pruebas. Luego, nosotros dos nos hablaremos, y yo no tendré más
secretos para ti. Ahora ve a María, ve con mi Madre y comienza
su camino, en el que con ella te encontrarás siempre. Mi don para
ti es mi María, el “camino de María”. Te prometo mi gracia. Ca-
mina con ella: piensa, cree, ten fe en conocerla, pero tú en cada
hombre la tratas, hasta que llegue el día en que vivirás por mi
Mamá, con mi Mamá. Jesús, amor del Espíritu Santo, te ha hablado
y ahora acoge estas palabras mías, en el nombre de mi Madre,
Madre de Dios. La Inmaculada Concepción está cerca de ti, y es
ella quien ha disipado tus miedos. Un día la verás porque es tu
Madre. Yo, Jesús, quiero tu amor, mucho amor. Quiero todo de ti.
Espero mucho amor. Tu Jesús».
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V LIBRETO
8 de mayo de 1968
Humildemente se lo ofrezco a la Sma. Virgen María:
Quiera ella gustarle y tomar en sus
manos de Madre este libreto.
¡Oh María, madre mía,
ayúdame por amor de Jesús!

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8-5-1968
Jesús: ««Quiero que le digas al P. Gabriello lo siguiente: que
no se deje llevar por fáciles entusiasmos, sino que persiga el fin
con amoroso esfuerzo y paciencia. Las pruebas no han terminado,
pero más allá de ellas surgirá la luz. Que no desista, sino que per-
severe. Debo exhortarle a ser aún más cauto, porque por ahora los
ojos de muchos están cerrados para mi voluntad. Debe aspirar a
mí, debe estar seguro de que yo he querido las pruebas, las incer-
tidumbres, para que vuestra fe triunfe. Vera también ha sufrido la
misma conmoción, pero si confiáis en mí, triunfaréis conmigo. Yo
vendré a vosotros con mi palabra, y tú escribirás, porque esta es
mi voluntad. Para ambos no habrá consuelo, porque vosotros sois
las víctimas de mi Obra. Vera escribirá porque yo dictaré, y tú Ga-
briello tranquilízate: mi palabra te llegará para que la guardes. Por
ahora haz así. Finalmente abriré mis caminos, y tú serás feliz de
mi triunfo, feliz de haberme servido en las pruebas. Gabriello, tran-
quilízate: Jesús te ha hablado. Yo te bendigo y espero tu amor, tu
fe en mí. Vera escribirá, te escribirá por deseo mío, para mi gloria.
Jesús sacerdote a ti, Gabriello!»
8 de mayo de 1968
Jesús: «¡Por ti, hija mía! Sí, soy padre y tengo pena por ti que
eres mi criatura. Yo quiero hacerte feliz, tan feliz en mi reino. Es
bueno por ahora que sufras las agonías de mi corazón, que tú com-
partas conmigo el dolor causado por el pecado. Ahora debes sufrir
por ti misma, por la purificación de tu alma. Mañana sufrirás los
mismos sufrimientos por otras almas, pero entonces serás más
fuerte, y sabrás ver, incluso entre las cruces y las arideces, mi ros-
tro. Secundas la gracia, porque yo soy para ti, sobre todo PADRE.
¿Por qué te hablo a ti, y a otras almas, aunque sean bellas y puras,
no les hablo? Yo he venido por los pobres, por los enfermos, por
los pecadores. ¿Hay algún punto en el que te sientas excluida? Eres
pobre, estás enferma, eres pecadora. Mi amor es tan inmenso, que
ha buscado, en este mundo llagado, a quien más necesitado estaba
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de mis cuidados. Yo soy el médico de tu alma: ¡quiero curarla! Yo
soy rico, y quiero hacerte partícipe de mis riquezas, de mis dones,
porque tú no tienes nada. Yo soy la víctima santa que puede borrar
tus pecados con mi propia sangre. Ahora sabes por qué te he bus-
cado sin ningún mérito por tu parte, y todo te ha sido dado y se te
da por don gratuito. Te encomiendo a mi Madre. Te llevaré a ella
cada vez más cerca, y tú, Vera, tú, hija mía, ámame y confía en mí:
aprende a confiar en mí. Yo no te engaño porque estas palabras flu-
yen del río de mi gracia. Mi Obra surgirá: yo te lo prometo. Irá a
todas partes del mundo, porque es parte de mi redención, porque
es mi voluntad. En el reposo custodiaré tu alma como un padre su
criatura. Ahora Jesús está contigo: ¡descansa alma mía, pobre y pe-
queña! Estoy contigo: no te dejo en este mes, porque yo siempre
sé obedecer a mi Madre. Yo te envío a ella, y ella te da mí. Ámala,
ámala mucho, honórala, hazla conocer y amar: Ella te amará más.
Yo te bendigo de la cruz, del santo sagrario, de la mano del sacer-
dote, para que tú vengas a mí».
9 de mayo de 1968
Jesús: «¡y no te dejo, te lo he prometido! Ahora, incluso entre
los dolores y los sufrimientos, eres más serena, eres menos débil,
sientes que yo vigilo sobre de ti. Te guío y tú eres dócil a mis lla-
madas. Déjate guiar también por tu ángel y yo derramaré mucho
amor, por los ángeles, en tu alma. Te darán fuerza en las pruebas,
te defenderán en los peligros. El ángel que está a tu lado te habla
en mi nombre, y te revela cuánto yo deseo que hagas por mí: obe-
dece con amor. Vendrás a Turín: yo te esperaré con mi Mamá allí
nos encontraremos por su materna mediación. Yo estaré allí, y tú
me reconocerás... ¡Confianza, fe, amor en mí! Ahora descansa: yo
he aceptado la obediencia a mi inspiración. Tendrás que escribir
mucho y completar tu tarea: el tiempo para ti no es largo, y todavía
tienes mucho que hacer. ¡Tú confía en mí y en ella: mi Mamá!
Ahora descansa: ¡me quedo contigo! Jesús, vida para ti! Y vida te
doy: ¡mi vida! Me das la tuya: yo la deseo. Dámela: día a día, hora
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a hora... Aprende a darme así tu vida, y yo derramaré en ti mi vida.
Vida para ti es Jesús: Don».
14 de mayo de 1968
Jesús: «Los Sagrarios Vivos se multiplican en mi pensamiento.
Estoy delante de ti en mi visión, y esperan mi palabra. Yo te espero
en Turín, en la tierra bendita, y allí, entre mis mártires, obtendrás
la fuerza y la fe1. Ve a ellos para que cada uno de ellos te dé fe,
valor, santidad. ¡Ellos son ricos de mí! Después lleva mis palabras
a mis sacerdotes, lleva el anuncio de mi don para que no se retrase.
El Sagrario Vivo, pronto, debe ser Jesús entre los hombres, Jesús
en vuestra vida cotidiana, para que no me olvidéis, sino que me
comuniquéis a los demás hombres. ¡Yo en vosotros, en vuestra
alma; ¡yo sobre vosotros, en comunión constante con el alma!
Cuando sean muchos, los enviaré lejos para que mi don llegue a
todos los hombres. Que se haga una cuidadosa elección de mis
“dictados”, y se hagan llegar al santo padre. Yo estaré con vosotros
con mi gracia».
Al papa Pablo VI, mi amadísimo pastor2. «Pablo, mi querido
hijo, elegido por la beatísima Trinidad, como timonel de mi barca
entre las tempestades de la humanidad golpeada, pongo en tus
1 «Te espero en Turín, entre mis mártires...»: referencia a Torino Valdocco
(valle de los muertos) y a los mártires Adventor, Octavio y Solutor que en Turín Val-
docco sufrieron el martirio. Formaban parte de la legión tebea y fueron martirizados
en el siglo III. Aquí se erigió la Basílica de María Auxiliadora y la Obra Salesiana.
En una noche de 1845 Don Bosco soñó con la Virgen María que le dijo: «En este
lugar donde los gloriosos mártires de Turín Adventor y Octavio, sufrieron su marti-
rio, sobre estas tierras que fueron bañadas y santificadas por su sangre, quiero que
Dios sea honrado de manera muy especial». (Memorias Biográficas) Después de
eso avanzó un paso y con el pie señaló a Don Bosco el punto exacto donde ocurrió
el martirio. Es interesante observar el vínculo entre la invitación de Jesús a Vera
para que fuera a Turín Valdocco, en la tierra de los mártires, y el mensaje del
7.6.1968 en el cual Jesús, entre los fines de la Obra, indica también el de “crear nue-
vos Mártires de la Fe que sepan preparar y esperar mi descenso desde los Cielos”.
Mensaje 7.6.1968
2 Al Papa Pablo VI, mi amado pastor...»: es el primero de los 4 Decretos diri-
gidos específicamente a Pablo VI.
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manos mi mensaje de amor y de salvación para todas las almas.
Mi Obra de Amor dirigida por mí, Jesús, debe ser difundida pronto,
y de ti deben brotar aquellas luces cuya luz debe abrazar a la hu-
manidad. Yo me entrego a las almas consagradas a mí, y por ellas
yo seré, yo iré por los caminos del mundo. Yo he elegido nuevos
templos: templos vivos. Yo prefiero el alma pequeña para que me
consuele y me ame y me dé. Yo anhelo el alma fuerte para que
muera en mí y sea solo yo. Yo formo nuevos templos, nuevas igle-
sias que vivan, que partan, que trabajen junto a mí: porque yo soy
siempre el maestro, la guía, el redentor. Soy Salvador y quiero sal-
var todas las almas. Cada alma que me llevará, tendrá “mi camino”
abierto a la santidad. Yo, Jesús, os he dado una vocación: pescado-
res de almas. Vosotros no pesquéis sin mí las almas lejanas. ¡Yo,
Jesús, iré con vosotros, sobre vosotros, en vosotros! Jesús, Uno y
Trino, se extiende en la inmensidad de su amor. Voy, bajo las es-
pecies eucarísticas, a buscar lo que está a punto de perderse... Voy
a buscar a las ovejas que no quieren conocer mi redil; voy a llamar
a los que ya no me escuchan. Que pronto se formen “mis templos”,
para que yo tome morada en ellos. Tú, mi primer Sagrario Vivo,
formas mi Liga de almas, para que sea contigo la fuerza y el ejér-
cito que lucha por mi gloria y la salvación de la humanidad. He
aquí, vuelvo a vosotros como comienzo de la hora que precederá
mi venida a la tierra. Confirma mi divina voluntad: dásela a las
almas consagradas, dónala al mundo, y todo lo encomienda a aque-
lla que conmigo amas mucho. Jesús, sacerdote eterno, al primer
sacerdote de su Iglesia: Pablo VI pontífice. En el Padre, en el
Hijo, en el Espíritu Santo, se cumpla mi voluntad también en
la Tierra.
Ángeles que lleváis a Dios los cálices3 para que Jesús os habite,
ofrecedlos con él a Dios Padre, delante de su altísimo trono para
que yo, Jesús, nunca sea separado de mi criatura: criatura humana
y criatura divina. Se funda el amor, se derrame la gracia, se cubra
3 Son los Sagrarios Vivos.
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la tierra de misericordia, porque yo, cordero inmaculado, he cu-
bierto la humanidad de templos, de mí. Y yo, levantaré en las pe-
queñas hostias mis manos al cielo para gritar de nuevo, por mis
Sagrarios Vivos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen”. Y el Padre por medio de vosotros me verá en cada uno de
vosotros: su Hijo, verá por mí muchos Jesús, muchos hijos; verá
un cordero inmaculado en todos, su víctima: ¡Yo! Amo mis Sagra-
rios, los amo ahora, los he amado desde el momento en que me he
dado a vosotros como alimento del alma. Os he visto, os veo, os
busco. Acogedme: soy Jesús Eucaristía, soy el amor que dona y
da. Soy Jesús, y miro a mi rebaño a través de mi pastor Pablo VI.
Jesús, sumo sacerdote, a ti, que me lees y conoces y me espe-
ras y sabes... Mírame: soy Jesús en el AMOR, en la MISERICOR-
DIA, en la GRACIA, en el PERDÓN. Mírame: tú estás herido de
mí; y en ti yo estoy para darme; mírame: soy Jesús y a ti te pide el
tuyo: “¡Sí, Señor!” Por la Gloria del Padre, del Hijo, del Espíritu
Santo que todo es Obra de Amor. ¡Mamá! ¡Invocad: ¡Mamá!
¡Mamá! Los brazos abiertos se extienden hacia ti: ¡llámala! Yo os
doy, os doy para esta Obra de Amor, a mi Madre, como nunca ha
sido para la humanidad Madre de hijos perdidos, y por ella encon-
trados, salvados, redimidos. Jesús a vosotros, mis Sagrarios ama-
dos, por medio de mi Madre a vosotros, por medio de vuestro
amado Papa, porque él atará en la tierra cuanto en el cielo es vo-
luntad, amor, perdón de Dios, Creador y Padre por todas sus cria-
turas. Que así sea».
14 de mayo de 1968
«Jesús te sonríe, te mira, te ama...; te atrae a sí. Quiere que tú
encuentres sus ojos, su mirada. Te da su mano: tómala y déjate
guiar por él. Él no anhela más que esto... Te conoció en el valle del
amor donde estabas herida y humillada. Ahora te ha tomado con
él, ahora te quiere en la respiración, en el latido del corazón, en el
día, en la noche, en el tiempo, por la eternidad. Ahora estáis “vis-
tos”, tú has reconocido a tu Jesús: Aquel a quien tu alma “ve”.
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Ahora lo ves, ahora sabes que era Jesús. No dudes. (Aquí, quien
escribe, anota entre paréntesis: “He preguntado quién dictaba”).
Soy Jesús en la voz del ángel que está cerca de ti: él te refiere por
mí. Confiesa, vendrás a Turín: yo te espero allí. Te quiero allí por-
que tienes que acostumbrarte a conocerme, a reconocerme. Te de-
fiendo de los peligros. ¡Confiesa! Sí, vendrás a Turín: ¡te lo
prometo! ¡Vendrás por mí, y al pie del altar de mi Madre, tú me
encontrarás a mí! En mi don está tu fuerza, tu vida, en mi don es
la herida de amor que yo te daré. Anhela mi don, anulado en mis
heridas. Te llevo mi cruz, esta cruz nueva y santa por ti: el libro de
los dictados, de los copiados; el libro de mi amor por las almas. En
este libro pondré mi nombre, Jesús, si tú lo has escrito con amor y
paciencia. De este libro se recogerán muchas flores: flores de prado
para las pequeñas almas; flores de jardín para almas cultivadas en
mi servicio. Debes recibir aún mucha luz, mucha inteligencia. El
Espíritu Santo te inundará de bienes a causa de mi Obra. Ahora tú
has permanecido allí donde mis santos, con mi madre te han visto,
y estás también en su pensamiento, porque yo soy Pensamiento en
ellos. Vives con mis santos, con mis mártires y de ellos recibes la
fuerza y el valor. Aprende a amarlos más, para que su martirio sea
la riqueza que te ofrecen. Donde están ellos, allí estás tú: quiero tu
alma mártir de mi amor. Quédate en ellos para venir a mí. Ven a la
tierra bendita: ¡la Santísima Virgen te espera!4 Pide en mi nombre
este favor único para ti a Sma. Virgen, a los santos mártires, a S.
Tarcisio. Espérame. Yo no te dejo más... Tanto es mi amor que ya
no te dejo en las tinieblas. Te doy otros santos como ves, por tanto,
otras ayudas, otros intercesores en el cielo por ti. Ama a Jesús, lo
has encontrado tal como él te prometió. Todavía nos encontraremos
en diferentes formas, hasta que apartes la mirada de mí, porque la
mía siempre estará sobre ti. El padre mira al pequeño y lo sostiene,
para que no se caiga más. Ahora lo abraza porque estaba desani-
mado, quizás se había considerado huérfano, sin el amor que le
4 Nueva invitación a ir a Turín Valdocco a la Basílica de M. Auxiliadora.
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arrancó del pecho. Ahora te doy dos dones más para que te sean
cuales alas preparar los vuelos que preceden al regreso del “Don”
eucarístico5. Apriétame fuerte a tu corazón. ¡Yo estoy en ti! Jesús,
Jesús, Jesús!».
Turín 17 de mayo de 1968 (En el Santuario de María Auxiliadora).
(Frente al cuadro del Sagrado Corazón). Jesús «No temáis: yo estoy
con vosotros».
Turín 18 de mayo de 1968 (En la Capilla de las Reliquias: al pie
del cuadro de la Aparición).
«Díganle a la multitud que el momento es serio. Se salvarán
solo por mi intercesión. He venido a propagar y difundir la devo-
ción a mi corazón materno y el amor a mi Hijo en la Santísima Eu-
caristía. Mi Hijo Jesús se entrega a las almas para que vivan de
Jesús. Los Sagrarios verán la luz en mi corazón maternal. Abrá-
monos al amor, a la gracia, al don de Dios para convertirnos en
templos de mi Jesús. El camino hacia los Sagrarios Vivos, soy yo:
el Consolador. ¡Desde Turín, en la Obra de S. Juan Bosco, que surja
la Obra! Del Papa, luz y aprobación. Se hagan oraciones y votos
para que pronto pueda llegar a vosotros para siempre. María Auxi-
liadora a Vera por intercesión de san Juan Bosco, en esta capilla
de la Aparición».
18 de mayo de 1968 Cerca de Jesús crucificado y de sus santos
mártires. Capilla de las Reliquias.
Jesús: «Y aquí la cuna de mi mensaje, de mi triunfo porque la
obra salesiana traerá al mundo mi luz. ¡De aquí partirán los prime-
ros Sagrarios Vivos con aprobación eclesiástica: mártires de la fe
y de mí! Yo, Jesús lo he dicho todo. Escribe, escribe antes de partir,
para el santo padre: “Que Roma sea entregada y ofrecida a mí, en
5 Don eucarístico. Vera tendrá consigo a Jesús Eucaristía en los últimos meses
de su vida terrena, mientras la hospitalización en Santa Corona, donde morirá.
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el sacrificio eucarístico, y por ti, pontífice máximo, partan y se
multipliquen por los caminos del mundo las llamas de mi amor, mi
pan de vida, vivo y presente en todos los rincones de la tierra. Turín
envíe a sus misioneros, a sus jóvenes, allí donde yo sufro, donde
gimo bajo las injusticias. Preparad mis templos para que yo, Jesús,
vaya a visitar, consolar, a sufrir con vosotros en el amor. Jesús en
el alma, con su gracia, Jesús sobre vosotros para que me ofrezcáis
vuestro cuerpo a mí: unión de criatura humana y divina a Jesús
Maestro, a Jesús Eucarístico. Que todo Sagrario Vivo diga al final
de su exilio terrenal: “no soy yo quien vive, sino que es Cristo
quien vive y obra en mi alma, que mueve mi corazón a la consu-
mación de la caridad; es Cristo quien llevo a los demás, que doy a
mis hermanos, que comunico. Yo le he dado el corazón y el alma,
yo le he prestado mi pobre cuerpo como templo que él ha erigido
desde la eternidad por su morada entre los hombres”. Pequeña Igle-
sia que va, pero toda la Iglesia, porque yo, Cristo, yo soy vuestra
cabeza, y cada alma es parte de mi cuerpo. Mis mártires...
A ti, Vera. Cuando el cuaderno esté terminado, será entregado
y depositado en las manos de un superior para la “elección” de los
medios más eucarísticos que llevarlos al Papa. Yo me revelaré en
mi voluntad, porque todo sacerdote que conozca mi Obra, me
amará con ardiente amor. Yo, en la gracia de la palabra, de la co-
munión íntima con el alma.
(12.30 horas tengo que salir porque se cierra la capilla de las
Reliquias)
Delante del cuadro del Sagrado Corazón, antes de dejar la Ba-
sílica): «Tú estás aquí por mi voluntad y deseo. Mañana surgirán
los frutos de gracia para mi gloria. Jesús te bendice y te sigue...».
21 de mayo de 1968
Jesús: «Ven a mí porque te atraigo al amor, a la gracia. Estate
en mí. ¡Confianza en tu Jesús! Alma mía predilecta por mi sangre,
pronto tendremos la misma herida de amor. Mírala: será tuya con
la cruz que te entrego. ¿Quieres tomarla conmigo? La llevaremos
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21.10 Page 210

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juntos, porque todo lo haremos juntos: yo, tú y las almas. Dime
que me amas, que me esperas siempre y solo a mí. La obediencia
te salva de los temores, de los escrúpulos. Será un arma poderosa
de defensa. Yo te la he dado porque soy obediente. Estate serena,
alégrate. Jesús está contigo, habita en ti por medio de su Madre.
Te ayudaré a copiar: no temas, nunca estarás sola. Jesús, tu vida,
te lo promete. Mañana, y pronto, vendrá la luz, vendrá el alba de
“nuestro día”. Recógete, reza, espérame: Jesús vendrá a visitarte.
Espera el amor en la humildad de la Mamá del cielo. Quédate cer-
cana a ella, y ella te custodiará por mí, por ti. Jesús que ama lo que
estaba perdido!».
Varazze 23-5-1968
Jesús: «Hijo mío, [don Gabriello] te he escuchado. Lo que me
dices en el corazón de la “pequeña” Vera, es bondad, es humildad,
es paciencia. Si me sirvo de ella, te gusta servirte del mismo pobre
instrumento. Yo, Jesús, pongo este instrumento en el corazón de
mi Madre; tú, por su medio, en mi sacrificio, para que en mí sea
ofrecido y consumido por mi gloria en el triunfo de mi Obra de
Amor. Ahora a ti, Gabriello, hijo mío, amado por el Padre, por el
Hijo, por el Espíritu Santo en gran medida. Tú, después de la no-
vena al Espíritu Santo, dedicándote al siguiente fin, harás con Vera
una elección entre los “dictados” que habrá recogido en el cua-
derno. ¡Seréis guiados por una sabia Maestra: María Auxiliadora!
No hagáis nada sin ella, pero con ella aguardad mi Obra. Sé pa-
ciente y actúa conmigo. Dirígete a tus hermanos con amor, con mi
amor, y dáselo a ellos. Ofrécelo en la mansedumbre de mi corazón,
y espera conmigo, en la oración, que ellos “vean”. Te enviaré a tus
hermanos con corazón humilde y lleno de amor, porque. la gran y
poderosa arma que conquista, es el amor. También los caminos
erróneos han sido permitidos por mí para mis fines, y tus otros her-
manos han sido medios diversos, pero útiles, para mi Obra. Os
salve siempre el amor por el que os he llamado a trabajar en mis
surcos, para que me sigáis por los senderos que os he preparado.
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22 Pages 211-220

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22.1 Page 211

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Te prometo el mensaje para el Papa, te prometo mi ayuda. Soy yo,
Jesús, que deseo los Sagrarios Vivos, estoy en el cielo, en mi gloria,
con mis santos y mis ángeles; estoy siempre con mi Madre. Estoy
con vosotros, en la tierra, estoy en vuestras almas, estoy en los sa-
grarios de las iglesias. Mi nueva morada seréis vosotros, almas que
esperáis vuestra salvación y la de vuestros hermanos en mi amor
de Padre. Yo deseo habitar también sobre vosotros, y por dos ra-
zones; primera: por vosotros mismos, para que yo sea guía, maestro
más íntimo de vuestra alma, educador de vuestro corazón, para que
os inspire e infunda la confianza que yo deseo de cada criatura por
mí. Segundo, para que yo, en vosotros y sobre vosotros, vaya al
mundo, a las otras almas. ¡Oh Gabriello, cuánto deseo esta unión
con el alma, cuánto deseo revelar a mis almas este ardiente deseo!
A cuántas almas diré, de mis Sagrarios Vivos: “¡Llévame contigo!”.
A cuantos diré, después de la santa comunión: “Hazme lugar en ti,
para que yo habite en tu alma, para que haga de ti una pequeña y
grande iglesia que va y camina por los caminos del mundo, que
me lleva a su habitación y me haga participar en su jornada donde
va y se encuentra”. “Llévame contigo”: esto le he preguntado a
Vera desde el pasado septiembre. Esto pediré, a través de ella, a
mis almas. ¡Llévame contigo, Gabriello! No te desanimes de la
lucha y no permitas la turbación a tu alma. Este es mi mensaje de
amor. Llévame contigo: tú, cáliz donde yo deseo estar; tú, “hostia”
a mí dada en la hostia que es todo y solo yo. Ves, mi amor es tan
inmenso que nada quiere guardar para sí, pero todo lo quiere dar.
La pequeña hostia en la gran Hostia: pequeña víctima, en la grande,
sola, única Víctima. Su alma, en mi Alma, su corazón, en mi Co-
razón. Entonces, ¡¿cómo no morar en ella?! ¿Por qué no atraer esta
pequeña alma, que toda querría ser mía, con el poder divino de mi
permanencia también sobre ella? ¡Por qué no ayudarla en las as-
perezas del día, no infundirle confianza y amor con la realidad de
mi presencia divina! Oh, sí que vivo en su alma, ¡pero cuántas
veces ella olvida mi presencia! yo, con mi morada sensible, os de-
fiendo, os infundo fuerza, os atraigo y os transformo en mí. Sí, Ga-
briello, tú sabes y conoces mi amor: y entonces lucha, lucha por
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22.2 Page 212

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mí, por mi triunfo. Yo soy, estaré siempre contigo. Cuando renue-
ves mi sacrificio sobre el altar de la cruz, pon mi Obra en el corazón
de María Auxiliadora, y todas las pequeñas víctimas. No importa
que conozcas quiénes son: yo las conozco. Tú, con Vera, en una
sola ofrenda: vida, sufrimiento, dolor, trabajo. Todo esto concé-
deme con amor. Dadme vuestros corazones para que vivan solo de
mi Amor, para que vivan de mi corazón. Quiero daros la herida de
mi corazón: es un don, es yo mismo en vuestro corazón, y vosotros
en el mío. Vuelve renovada la ofrenda a mi Padre en mí: el cielo
está abierto para acogerla, el Espíritu Santo para daros sus dones,
mi Padre para amaros en su paternidad. Ya se lo he dicho a Gabriel.
A ti, hija mía, una llamada del cielo a través de la basílica de Turín:
esta iglesia te acoge con sus brazos, mis santos, te lleva a su cora-
zón y al corazón de Dios, Jesús, te introduce. Tú siempre estarás
en esta iglesia, y en cada Sacrificio habrá un Ángel que me dirá:
Toma a Vera contigo para que puedas darla a los demás. Toma
Vera contigo para que tú, Jesús, diga todavía a muchas, muchas
almas lo que tú has dicho a ella: Llévame contigo”. Ven en espíritu
allí donde mi Madre acogerá la ofrenda para que los ángeles, los
mártires repitan por ti en la ofrenda: “Oh Padre, me entrego toda a
ti, en tu Jesús, para que Jesús sea de las almas, y haga que estas es-
cuchen y acojan también ellas la voz de Jesús: Llévame contigo”».
Savona 25-5-1968
Jesús: «Tendrás toda mi ayuda, mi apoyo. Será Jesús quien
dictará las palabras para el santo padre. En nombre de la santa obe-
diencia atada en el cielo como en la tierra por mi sacerdote, escri-
birás el mensaje que yo, Jesús, dirigiré al santo padre. Te doy mi
paz, la serenidad que viene de mi amor: te doy yo mismo. Estás
protegida por mis ángeles, socorrida por mis santos, eres amada
por mi Madre. Ahora mi cruz viene a ti: ¡tómala! La levanto sobre
el altar de mi sacrificio, y te invito, hija mía, ven a mí: no debes
temer, no puedes temer porque yo estoy y estaré contigo. Sí, te
quiero bendecir con el brazo de mi misericordia. Escribe, escribe
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22.3 Page 213

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que te amo, y en ti, como tú, amo todas mis criaturas, todas las
almas. Quiero que sepan cuánto amo yo. Quieres darme tu vida,
¿verdad? Dámela ahora por ahora, dámela toda: por mí, por mi glo-
ria, por mi triunfo, por mi Obra de Amor. Cuando se vaya al santo
padre, cantarás el Miserere, y en mí recogida y unida, esperarás
“mi hora”. Confía, hija mía, en mi amor: ¡yo te salvaré! Jesús, Jesús
de los Sagrarios, que desea salir, que busca otros Sagrarios, que te
busca a ti, que busca almas pobres y deseosas de mí. Jesús te ha-
blará de nuevo porque te quiere solo y para siempre consigo.
Ámame, Vera, ámame hasta el heroísmo, ámame en el sudario de
la cruz donde encontrarás toda la sangre que yo he dado a tu alma.
Ahora descansa y sabes que en Turín has recibido gracia, gracia
grande. En el cielo lo verás. Por ahora he terminado. Jesús con la
cruz, con el amor, a su pobre esposa».
Varazze 29/05/1968
Jesús: «Ven, ven a mi amor... Te rodeo de cuidados, me inclino
sobre ti. Escribe, hija mía, querida a mi corazón, escribe, y en la
obediencia yo estaré más contigo: en ti. Mi Obra de Amor brotará
de mi corazón, y todos mis deseos se cumplirán. Te he llamado a
mí en este camino y tú debes seguirla con prontitud, con generosi-
dad. Verás a otros “llamados” venir a mí, y ahora comenzaré a re-
velarme a través de mis promesas. Tú dame tu trabajo, tus fatigas,
tus molestias, tus pesos; dame tus pequeñas cruces, dame esas
cosas pequeñas que te cuestan, y yo recibo todo como las flores
que ahora están delante del santo sagrario. Ves, yo los he aceptado.
Tu amor está hecho de pequeñas cosas, pero conmigo se convierte
en un gran, gran amor.
Sí, ahora quiero hablar de mi Obra. Aquellos que ya han sido
Sagrarios Vivos deben reunirse y orar “juntos” para la realización
de mi Obra. Deben elevar a Dios Padre, por mi medio, fervientes
oraciones con triduos de adoración a mí en la Eucaristía. Espero
las ofrendas de las pequeñas víctimas, que a mí se dan, para que al
santo padre llegue mi mensaje y mi Obra. Que se preparen los “lla-
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22.4 Page 214

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mados” a recibir mi mensaje que yo doy al mundo como última
salvación ofrecida y dada por mi misericordia. Los llamados son
muchos y pocos. El ejército de la fe dirigido por mí debe prepararse
pronto. Sois ya una “Liga de Almas” todas mías, pero yo quiero
una sola alma en mi amor. Sí, volveré a llamar al corazón de mi
corazón: ¡mi sacerdote! Iré a él, lo visitaré. Vosotros rezad para
que me reconozca. Hoy he llamado a mi Obra a otro sacerdote. Mi
Espíritu de amor ha visitado su alma. Tú, espera con confianza.
Vendrán pruebas y sufrimientos para ti, para que los llamados es-
cuchen, distingan mi voz, pero esta vez serás menos débil que en
el pasado. También el padre Gabriello será visitado por el dolor, y
vosotros juntos me ofreceréis todo a mí. Todo, todos en las manos
de María Auxiliadora, vuestro poderoso intercesor S. Juan Bosco;
vuestro socorro: el Papa Bueno; vuestra pureza y humildad: la In-
maculada Concepción; vuestro consuelo en el dolor: mi Madre en
su único dolor. ¡Y vosotros, ¡Sagrarios Vivos, preparad el templo,
la iglesia a vuestro Jesús! Yo volveré, os lo prometo. Jesús os ha-
blará y os explicará. Vive con mi Mamá, yo lo deseo. Jesús a ti, y
por tu pobre medio, a todos los llamados».
Varazze 7-6-1968
Jesús: «Yo te hablo: ¡Jesús! ¡Estoy tan, tan afligido! Yo, vivo
y presente en vosotros, busco almas que oren y se unan a mí.
Quiero prepararos para recibirme a través de otras gracias. Sabéis
poco, pero os haré parte de mis planes divinos, para que sean re-
velados a muchos. Debéis orar, derramaros en mí en el amor que
os doy. Nada es para vosotros solo, sino para todas las almas. Las
he visto y las veo a través de ti. Sí, hija mía, nunca repetiré tu nada
lo suficiente. Y lo ves, lo sientes y te pesa en tus dificultades. Oh
Vera, solo tu Jesús dentro de ti puede allanar cada camino para ti.
Ven a mí y te abriré mis brazos de Padre. He venido a ti por todas
las almas; he venido por el padre Gabriello: ¡él me espera, me es-
pera! Iré a él, lo ayudaré con mi amor, que es el Espíritu Santo,
guiará mis pensamientos hasta llegar a él, para cerrarlo en mi amor.
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22.5 Page 215

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De aquí sacará fe, confianza, fuerza y yo renovaré en él mi misión
de apóstol de las almas. Debes ser humilde y saber esperarme.
Debo iluminarte sobre mi misión, para que vuestra pequeña alma
sea iluminada por mi Espíritu Divino. Debo prepararte para cum-
plir la última misión por mí, y en este mes tendrás un don de amor
que proviene de mi corazón sacerdotal para mis amados, amados
sacerdotes. Nunca dejaré de amarlos, confundiéndome en ellos si
son generosos, pacientes, humildes. Os amo, os amo, mis amadas
almas; consumo mi holocausto en vuestras manos sacerdotales y
soy todo vuestro. ¿Serán todos para mí, como yo soy para voso-
tros? Vera os hablará en mi nombre y me recibiréis en mis mensa-
jes, en las palabras que os llegarán. No olvidéis que os busco por
muchos “caminos”, os llamo a través de muchas “voces”, derramo
mis gracias en formas inesperadas, increíbles, pero verdaderas, por-
que provienen de mí que soy la verdad; os animan a un nuevo apos-
tolado que es vida, vida creciente de gracia; te muestran un nuevo
“camino”, si sigue siendo mi camino. Debemos alcanzar a toda la
humanidad para que ninguna parte de la tierra, de los mares, de los
cielos quede sin mí. Yo, Jesús, quiero cubrir la tierra de mí, y para
esta misión os he llamado a la renovación generosa del apostolado
entre las gentes de cada país.
Mi objetivo es crear los nuevos mártires de la fe que sepan pre-
parar y esperar mi descenso del cielo.
Mi objetivo es santificar el alma que me “lleva”, para que con
ella renueve el holocausto a mi Padre.
Mi propósito es, para el alma que me lleva: constantemente sa-
cará fuerza de mí, coraje, un motivo eterno de amor. Todo lo sacará
de mí, todo lo recibirá para que la unión mística sea para esa alma
una “preludio de la vida de mis cielos”.
Mi meta es el amor que quiero difundir a través de los “porta-
dores de mí”. Yo, repito, santifico en ti, con mi divina presencia,
los hogares en los que seré recibido, atraeré a mi amor las almas
que encontraré y con las que estaré a través de mis portadores: yo
derramaré la paz, calmaré los ánimos trastornados, y derramaré la
luz de gracia sobre los que veré a través de vosotros. “Llévame
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22.6 Page 216

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contigo, y por ti, y por las otras almas”. ¿Otros fines? Muchos.
Pero no todos por ahora podrán ser revelados. A ti te dictaré otra
vez. Estáte tranquila, estate serena. ¡Yo vivo contigo! ¿No lo sabes
todavía?! Hace mucho tiempo que yo he permanecido en ti, y tú,
por tanto, estás en mí. Yo no te engaño, porque soy Jesús a quien
amas, buscas, ves con el alma, porque amo, de vez en cuando, apa-
recer a esta, porque, además de lo divino que a ti se te escapa, tú
ves mi humanidad: Jesús, maestro, sacerdote, hermano; Jesús,
amor de Dios, amor que salva, que perdona, Amor que da. Diremos
a Jesús que nos conduzca a su reino bendito a través de su amor
eucarístico. Lo diremos juntos cada instante; y cuando olvides esto,
te prometo que haré por ti la invocación. Es voz de Dios, es voz
del Espíritu Santo: no temas. Jesús está cerca de ti. Jesús se hace
compañero tuyo para ayudarte, para hacer lo que no haces tú, lo
que olvidas, lo que descuidas... Es Jesús, es siempre Jesús, solo y
todo Jesús. Hablaremos, hablaré, te prepararé para mi venida,
donde el Espíritu del Señor te llevará, y a las almas, a la salvación.
Yo vendré. Te llevaré con mi palabra al Papa. Debo prepararte. Te
quiero en mi Madre, en su corazón deseo verte, aquí encontrarte
porque de su corazón herido yo hablaré al Papa. Jesús, en el amor
del Espíritu Santo, a ti, a las almas todas. Jesús, al padre Gabriello,
a mi sacerdote predilecto por mi Obra. ¡Dile que las amo, las amo,
lo amo, que confíe en mí! Yo estoy con él. Quiero volver sobre él.
Ábreme tu corazón, para que yo venga a ti para siempre Gabriello,
Jesús te ha hablado».
11 de junio de 1968
Jesús se dirige a nuestro sumo pontífice Pablo VI. «Soy Jesús
que viene a ti en su gran amor eucarístico para ofrecerte la miseri-
cordia de mi corazón de padre, de sacerdote, de amigo, de her-
mano. Es para la humanidad, para la salvación de los pueblos, de
las naciones. Brota como una fuente de agua viva de mi corazón
herido, desciende de los cielos como nueva y última luz para ilu-
minar los caminos oscuros del mundo, baña la tierra árida, renueva
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22.7 Page 217

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mis almas en el servicio del apostolado, reúne a los llamados a mí
en el ejército de la salvación. Esta luz, esta agua soy yo: ¡Jesús!
Vengo a llevar un “camino” nuevo de amor sobre la tierra, para los
hombres que me esperan y me aman: camino fundado en la verdad,
que es mi realidad divina y humana en la presencia eucarística; ca-
mino que llevará la vida de gracia a muchas almas lejanas de mí.
mi camino está en la verdad y da mi vida. Este camino soy yo:
Jesús Eucaristía. Sí, soy Jesús entre los hombres de las especies
sagradas, pero solo para aquellos que me buscan, que me aman.
Yo deseo ardientemente estar presente en mi realidad divina y hu-
mana, en todos los lugares de la tierra; deseo recorrer los caminos
del mundo, surcar los cielos y los mares e ir al encuentro de los
hombres: hacia los que no me buscan, no me aman, no me conocen.
La Iglesia custodia en el santo sagrario mis especies eucarísticas.
Yo habito en ella, habito en el alma con mi gracia. Yo desde los
Sagrarios derramo mi Espíritu de amor. Ahora he elegido nuevas
iglesias, nuevos sagrarios que me guarden; Sagrarios Vivos que
me lleven por los caminos del mundo, que me lleven entre esa
gente que no piensa en mí, que no me busca, que no me ama. Yo,
en el alma llamada por mí, a mí dada; yo con ella, en ella, sobre sí
misma, alcanzaré otras almas, viviré cerca de estas, compartiré las
fatigas de su vivir; yo las alcanzaré por mis Sagrarios Vivos. De
ellos derramaré, día a día, hora a hora, mi luz para que aprendan a
reconocer a Dios. Derramaré en gran medida mi gracia para que
los pecadores se hagan sensibles a mis llamadas. Yo caminaré,
como una vez en la tierra de Palestina, llegaré hasta el extremo de
la tierra, y a todos visitaré, a todos entregaré mi gracia, a todos
ofreceré la salvación. Objetivo: llegar a todas las almas, acercarlas,
tocarlas, en lo íntimo de su corazón con mi amor de Padre. Fina-
lidad: preparar aquí abajo infinitos y santos Sagrarios Vivos que
cubran la tierra. Ellos serán los “cálices” que serán ofrecidos a Dios
Padre para la salvación de la humanidad. Yo, Padre, en el Amor
del Hijo, yo, en el fuego del Espíritu Santo, estaré en esos cálices
levantados hacia el cielo, el grito de amor por mis hermanos, el ho-
locausto perenne agradable a Dios Padre. Yo consumido en mis
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almas, llevado y encerrado en el Sagrario Vivo... Cuando descienda
de los cielos en mi gloria, mi Padre verá mis Sagrarios, y las almas
atraídas, salvadas por mi presencia divina a través de mis nuevos
Sagrarios. Oh, cubran la tierra de Sagrarios Vivos: ¡cúbranse de
mí! Programa: Deseo que aquellos que se convertirán en Sagrarios
Vivos sean “almas consagradas”. Sean sacerdotes de amor fer-
viente, de gran caridad, de puro amor. En los padres salesianos
deseo que mi Obra de Amor nazca, se desarrolle y se difunda, ya
que mi Madre, María Auxiliadora, será para cada alma, para cada
Sagrario Vivo, guía y maestra. Ella enseñará en lo íntimo cómo
amar, adorar, llevar y dar a Jesús. Que ella sea proclamada Madre
de la Obra, madre de toda alma, Madre de la Victoria para que con
ella toda alma luche y venza; todo Sagrario Vivo triunfe sobre sí
mismo, sobre las insidias del enemigo; Madre de la Victoria que
precede mi regreso, mi triunfo, mi venida entre vosotros. Que los
Sagrarios Vivos se preparen con extrema humildad para la lla-
mada, mediante la renuncia a sí mismos, para que yo pueda vivir
y actuar en ellos. Su meta sea la de desaparecer para hacerme sitio
a mí que quiero obrar en su alma y en las otras almas por medio de
ellos. Que se elijan los Sagrarios Vivos también entre los jóvenes,
entre los laicos, para que yo vaya a las escuelas, a las familias, y
comparta la vida de la humanidad. Los llamados a mi Obra recibi-
rán un fervor particular a mi Amor Eucarístico, que los caracteri-
zará como predilectos de mi Amor. Deben abrirse los surcos por
los que deseo ir: Turín, Roma, Florencia, Génova, Savona.
Desde aquí, otros senderos, otras metas, pueblos, aldeas; otras
naciones, otros continentes... el Sagrario Vivo recibirá conmigo el
don creciente de mi amor, y, para muchos, la herida de mi corazón.
Él encontrará en mí, que con él comparto el pan divino, todo con-
suelo en la lucha, todo desapego del mundo, toda plenitud en mí.
En el Sagrario Vivo abriré el camino a la santidad, y en el ascenso,
él estará más que nunca conmigo. El Sagrario Vivo nunca actuará
sin mí, pero me pedirá a mí ayuda, luz, consejo, porque yo estaré
en él y sobre él para obrar juntos, para actuar juntos; nosotros ire-
mos, hablaremos, trataremos con el prójimo. Yo en él por la santi-
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ficación de su alma, yo sobre él, por las otras almas. Que surjan
así las almas para formar una Liga: “Liga de almas”, donde cada
uno en mí da lo que sabe dar con pobreza de espíritu y profundí-
sima humildad. Yo todo unificaré, fundiré en mi Corazón ardiente.
Yo, Jesús, vendré para consolar quien sufre, iré a visitar al enfermo
en el corazón... Yo diré, también en silencioso lenguaje, que Dios
es amor, es perdón, es bondad para todos. Nace de mi corazón he-
rido mi Obra de Amor por los pecadores, por aquellos que no me
ven, no me quieren, no me esperan. A ellos yo, Jesús, iré por medio
de mis almas, de las almas sacerdotales, de las almas consagradas.
La Obra, por tanto, debe desarrollarse entre los jóvenes, en las pa-
rroquias, en los institutos, pero debe asumir todo respetuoso silen-
cio, reserva que sea el distintivo que caracteriza al portador de mí.
La Obra debe invertir la vida y la actividad salesiana, ya que de la
obra de san Juan Bosco debe brotar mi Obra de Amor como “con-
tinuación” de la primera. Los sacerdotes se esfuercen con ferviente
amor por preparar a los llamados a mi Liga. Mis sacerdotes me den
el consuelo de hacerme volver a revivir en ellos. En cada Sagrario
Vivo yo, Jesús, pondré mi “piedra”, y esta será mi nueva Iglesia
que va, que irá, porque yo iré, yo estaré en todas partes. Y tú, Pablo
VI, que me representas en la Iglesia, como mi vicario recibe con
espíritu profundo de fe mis palabras. Yo, Jesús, maestro de las
almas, he dado mi pensamiento al pobre que nada tiene de sí, sino
solo de mí. He revelado mi mensaje de amor, mi último mensaje a
los hombres, por medio de una criatura que es pobreza, fragilidad,
nulidad, que es... la humanidad pobre, desolada, afligida. Ella será
para las almas pequeñas y generosas, confianza, ejemplo de con-
fianza en mí, confianza, abandono. Ella dirá en su pobreza, en su
miseria que yo busco almas pequeñas, almas víctimas en mí, en las
que derramo mis palpitaciones de amor. Unión e inmolación en mí,
para que sacerdote eterno y alma pequeña, sean una sola cosa como
el vino, yo, y el agua, el alma, ofrecida al Padre en un solo holo-
causto. Todo lo que hayas atado en la tierra, será atado al cielo. Tú,
mi vicario en la Iglesia, une mi Obra de Amor en la autoridad de
la Iglesia; difunde, emana en el mundo entero. Tú, mi primer Sa-
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grario Vivo, que vas conmigo a visitar las partes más lejanas de la
Tierra para entregarme, haz que aumenten, crezcan los portadores
de mí que, como tú, en tu ejemplo secreto, lleguen a la tierra, a los
mares y también a los cielos. ¡Oh Hijo mío querido, escucha mi
mensaje de amor! A ti, que sufres conmigo el dolor de la humani-
dad, pongo en tus manos de pontífice el extremo latido de amor
por todos los hombres. En mis palabras está toda mi santa gracia:
estoy yo, el fuego purificador del Espíritu Santo. A ti “mi voz”, a
través de una imagen de esa humanidad pobre pero que me espera
siempre a mí; a ti mi voz hecha pobre para que a ti te llegue del
pobre que espera y cree en mí, a ti mi palabra humanizada en las
almas pequeñas. Acoge todo en mí, Jesús, y encierra en tu corazón
de primer pastor mi voz. Haz que llegue a mis ovejas, a mis cor-
deros, porque sabrán reconocer mi Voz. Ellos la seguirán si tú les
haces llegar la voz de su pastor divino. Oh alma mía que me llevas
con humildad y amor, tú me conoces, tú sientes mis acentos de
Padre, tú ves cuánto yo soy en mi mensaje salvador y redentor. Tú
“me ves”. ¡Tú sabes que soy yo, Jesús! En tu diestra bendita reúne
a los llamados, traza los surcos establecidos, confirma mis almas
en el orden establecido por Dios por tu medio, derrama la gracia
que, por ti, yo, Jesús, daré a las almas todas. Me busca en mis men-
sajes de amor; busca el camino, la verdad, la vida en esas efusio-
nes de amor que el Espíritu Santo ha dado al pobre por todos los
pobres.
Búscame en los mensajes que te llegarán, para que tú, como
mi vicario, me des a la humanidad: al pobre, al rico, al fuerte, al
débil. Ha bajado la “noche”, pero yo vigilo contigo y sobre ti. Oh
Pedro, timonel de mi barca, conduce a mí mis almas, forma mi
ejército que contigo luche y en mí triunfe. Mi hora no está lejana
en el tiempo: yo deseo estar con vosotros, yo no quiero dejaros, yo
estaré con vosotros hasta el último. “Llévame contigo”, es mi voz
de amor. “Quiero quedarme contigo”, es mi corazón que te lo pide.
Yo en ti y sobre ti, para que tú en mí, pueda dar siempre grandes
frutos. Yo por ti, mi vicario, a todos los sacerdotes, a los salesianos,
a mis almas, a las almas pequeñas, pequeñas y humildes. Yo por
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ti, a toda la humanidad. Bendice y autoriza mi Obra de Amor, y
reúne a tus pies, ante mi Padre, “mis almas” para que por tu medio
sean ofrecidas en mí a mi Padre en el amor del Espíritu Santo. Pide,
pide y yo, Jesús, te daré esos signos de gracia que darán testimonio
de mi palabra. Ella es verdad, ella es mía. Que el Espíritu de amor
descienda en su plenitud en mi mensaje, para que tú en mí acojas,
bendiga todo lo que viene de mí. Soy Jesús, camino, verdad, vida,
a ti, mi vicario en la tierra. A ti, consumido en mi amor como ho-
locausto perenne ante mi Padre; a ti, a quien los cielos y la tierra
se dirigen para que les digas: ¡Sí, Padre! Sí, hijos míos, os doy a
Jesús como él desea ardientemente venir a vosotros para vuestra
santificación y la salvación de las otras almas. Y yo, Jesús, podré
pedir a muchas, muchas otras almas cuanto he pedido a una: “Llé-
vame, llévame contigo”. Jesús en ti, contigo, sobre ti, te bendice,
y en la herida de amor que hace de nuestros corazones un solo co-
razón, vierte su amor y su dolor. Jesús, sumo y eterno sacerdote, al
papa Pablo VI, por su gloria y la venida de su reino de amor en las
almas».
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VI LIBRETO
Oh Madre mía del Cielo, te ofrezco a ti,
con humildad este «libreto» y la obediencia recibida
como "voluntad de Dios" y a ti prometida.
Dame la santa gracia de obedecer con humildad
cada vez más profunda para Jesús,
hacer su voluntad hasta el final.
Dame el «don» de amar, amar, amar a Jesús
con pureza y en Jesús todos, a todos.
Gracias.
Tu sierva Vera.

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Varazze 15-6-1968
Jesús: «Y tú escribe, escribe en mi santo nombre: ¡Jesús! Te
quiero consolar porque yo vivo en ti y tú me llevas en tu alma, en
tu corazón. Vivo en la luz y en el amor del Espíritu Santo, y voy
alimentando tu alma de mi gracia. Te hablo, te ofrezco mi amor, te
guío, te llamo, te sugiero. Yo soy pastor, tú eres mi oveja que a me-
nudo recojo del suelo y la llevo en mis brazos. Mientras tú crees
de apretarme a tu corazón, soy yo el que te abrazo, te tengo con
ternura de Padre cerca de mi corazón. Pero no te resistes a esta ale-
gría espiritual, a esta efusión. Cuando las fuerzas de tu espíritu pre-
valecen sobre las de tu naturaleza, tú sientes que falta, y yo velo
mi efusión. No, no te alejo de mí. Yo he deseado y deseo hacer mo-
rada en ti. Mañana esta inmensa bondad mía salvará, alegrará mu-
chas otras almas. No temas si no comprendes todo de mi Obra. Por
ahora lo deseo así. Mi Obra va paso a paso, y solo en el espacio de
tres años será completamente manifestada a los hombres. Por ahora
deseo que se comience, y que los llamados se preparen, además de
recibirme como alimento del alma, a llevarme, a darme. El Sagrario
Vivo debe aprender a darme, porque yo estaré sobre él para las
otras almas. La misión del Sagrario es apostolado, es trabajo íntimo
y constante de espiritualización, es entrega completa de sí a los
hermanos por medio mío. Mira mi cruz, quiero que te inspire
mucho amor, todo el amor que me ha llevado a abrazarla. Por esta
cruz santa y amada yo me entrego siempre a vosotros, yo renuevo
mi sacrificio, yo me ofrezco al Padre por las almas. Por esta cruz
santa yo estoy con vosotros y vendré sobre vosotros. Quien me
lleve, llevará mi misma cruz. Ahora quiero que el alma llamada
por mí sea consciente de mi holocausto en ella y que se adhiera a
ella con amor. Deseo que, al recibirme, abrace con amor la cruz
nueva que yo le doy. Nosotros uniremos entonces los latidos de
amor y los ofreceremos al Padre por los corazones que aún no
aman. Sí, en el santo sacrificio renuevo mi pasión y mi muerte, y
me entrego a vosotros como en la última cena a mis apóstoles, en
la Eucaristía permanezco entre vosotros y vengo a vosotros. Para
que las almas llamadas a mi Obra se establezcan en el fin querido
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por mí, deben “llevarme”. Cada alma, recibiéndome en las sagradas
especies, debería darme a las otras almas, pero el hombre es pobre,
el hombre olvida, el hombre es débil y, aunque conoce mi manda-
miento nuevo – amor al prójimo – se deja desviar de sus pensa-
mientos y afanes. Yo, en el alma y sobre sí mismo, tendré esta voz:
dame a los otros, llévame a los otros, hazme actuar en ti para que
otros sean partícipes, aunque en menor medida, de aquellos frutos
espirituales que derivan del sacrificio de la santa misa, para el cual
el símbolo, la hostia que tú llevas, ahora es todo y solo yo porque
está consagrada. voz de amor, voz de Dios humanizada por mis
almas pequeñas, voz que da confianza, confianza, esperanza para
sí de santidad, de redención y de salvación para las almas todas.
Ahora ve, tu Jesús te ha hablado y te bendice. Yo permanezco en
ti para ayudarte a venir a mí. Estoy pensando en el padre Gabriello:
no temas su silencio. Confianza, confianza, confianza. ¡Yo triun-
faré! Nunca dudes de mí, de mis gracias de padre. Yo veo, yo re-
cibo tus dolores, tus ofertas, tu compañía. Yo vivo en ti, y este es
un don que yo te he anticipado porque sin mí no habrías vuelto a
escribir. Sí, estás en el cáliz que el sacerdote ofrece, estás conmigo,
en el agua y en el vino, estás en mi cruz, estás en mi amor. Dame
tu mano, Vera, para que tú te dejes llevar por la mía. Ven, sígueme,
camina conmigo hasta la meta. ¡Yo nunca te abandono! Cree y
acrecienta la fe en mí: en tu Jesús, en aquel que quiere hacer de ti
una esposa, una esposa de sangre. Jesús en ti».
Varazze 23-6-1968
Jesús: «Tu alma es visitada por la santa gracia, por mi luz. Yo
veo en ti a los “pequeños”, mis pequeños y los llevo a mi corazón.
Tú estás entre estos. A ellos dirijo mis ternuras, porque son peque-
ños, es decir, necesitados de cuidados. Quiero retenerlos en mis
brazos para defenderlos para que permanezcan en mí. Ahora ves
por qué con vosotros uso mucha caridad, mucha dulzura. Yo voy
en busca de almas pequeñas, y yo las llamo a través de ti. Por eso
mis palabras deben ser conocidas, deben correr por los caminos
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del mundo. Te he dado a mí, ahora dame todo de ti sin reservas.
Debemos cumplir “todo” “juntos”: Tú y yo, Jesús y el alma pe-
queña; Dios Padre Creador y su pobre criatura. En el seno de mi
Padre está amor por todos, y todos existen en él. En mí redime las
almas, por mí os atrae a sí, él os mira conmigo, porque juntos
somos una unidad: Cristo Jesús en la humanidad. Ahora te empiezo
a comprender más. Mira conmigo: un pobre está sentado en un
barco, los vientos arrastran su nave a la deriva. Él gime, se cree
que solo... Si se hunde es porque él no creyó en mi omnipotencia,
no esperó en mi bondad, no me ha buscado, no me ha invocado.
Sí, es cristiano, está bautizado, pero no cree en mí. ¿Ves ahora a
dónde quiere llegar mi Obra de Amor? A este pobre, a todos los
pobres. Los medios, los sarmientos unidos a la vid, a mí, seréis vo-
sotros: los Sagrarios Vivos. Yo, Jesús, prometo en la gloria de mi
Padre, en las efusiones de Amor del Espíritu Santo, lo siguiente:
A) Esparciré la santa gracia de mi divina presencia hacia aque-
llos que casualmente estarán cerca de mí por medio de vosotros.
M) Las casas que serán visitadas frecuentemente por mí, reci-
birán en sus huéspedes, el anfitrión divino.
O) Las gracias esenciales que yo daré a las almas que me hos-
peden en el mismo techo serán: aumento de fe, conversión a los
pecadores, serenidad y paz.
R) Ninguno de ellos morirá sin mí, porque yo estaré con ellos
en la hora de la última llamada.
E) Atraeré sus corazones humanos a mi amor divino. Antes de
que ellos me acojan como su huésped divino deseo que esa familia
sea consagrada en sus miembros al corazón inmaculado de mi
Madre para que, a acogerme, yo, Jesús, encuentre y encuentre
siempre a mi santa Madre. Ella limpiará vuestras almas, suplicará
por vuestras miserias y os guiará a mí. Cuando vais conmigo por
los caminos ya establecidos, os hacéis humildes, sois muy humil-
des porque grande, inmenso es el honor que recibís vosotros, los
pobres, los muertos una vez en la vida de mí, ahora habéis sido sal-
vados por mí. Este es mi perdón: haceros ahora partícipes de mí,
“darme y llevarme” a otros pobres. Yo en vosotros, sobre vosotros
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seré siempre el buen pastor en busca de las ovejas que quieren estar
fuera de mi redil. Yo las buscaré, yo iré a su encuentro para que
también ellas escuchen mi voz y me sigan. “Llévame contigo”: esta
voz que es mía, voz de Jesús para mis almas sacerdotales, para mis
pequeños, para mis pequeñas víctimas, esta voz resonará en mu-
chas almas. Ahora tú me pides: “Jesús, llévame contigo”. Tú no lo
habrías pedido si yo no te hubiera dado este deseo mío. Mientras
que tú en tu miseria, podrás llevarme a mí por mi gracia y mi vo-
luntad, piensa que no serás nunca tú la que me lleves a mí, sino
que yo, Jesús, te llevaré. Quiero entonces el alma humilde, sensible
a mis llamadas, a mis preferencias; quiero que ella se abandone
confiadamente en mí, y sobre todo en mi corazón divino de Padre.
Sí, pregunta, pregúntame desde ahora: ¡Jesús llévame contigo! Y
yo te responderé: dame tú misma para que puedas caminar y reco-
rrer conmigo los caminos del cielo ya desde esta vida. dame tu vo-
luntad, dame tu corazón, dame todas las facultades de tu alma,
dame tus manos para que estén atadas a mí. Dame los días, las
horas, los minutos, los momentos, todo el tiempo que te dejo, que
todavía te concedo. Dame el sufrimiento, dame el dolor, dame tu
vida, para que en último término éste sea, por mí, un don de amor a
mi Padre. Yo, Jesús, te prometo que, a ti, a mis Sagrarios Vivos, daré
la alegría del sufrimiento como la di a mi apóstol Pablo. Mañana,
después, vendré a ti. Sé fuerte en mí. Jesús en su santa gracia».
Savona 30 de junio de 1968
«Yo soy el camino, la verdad, la vida. Yo soy el que da y recibe
las almas en su inmolación perenne. ¡Yo soy Jesús que redime!
Quiero que mis almas vengan al santo altar para ofrecerme sus
dones: la vida del alma, su alma, su vida, su corazón, su voluntad,
sus pensamientos y afanes, sus gemidos y sus consuelos. Muchas,
muchas almas en esta unión de amor, de trabajo, de oraciones, de
ofrendas. Yo os espero, os tiendo mis manos para dar y para reci-
bir, para que la unión conmigo, víctima única, sea perfecta en mí,
insustituible; sea gracia que salva, gracia que se derrama sobre los
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demás hombres; sea gloria que sube de la tierra a los cielos. Enu-
mero los “llamados” a llevarme por los caminos del mundo, y todavía
los llamo con más voz, con más gracia. Ellos son: los religiosos, sa-
cerdotes, monjas entregadas a obras de caridad en medio del mundo;
almas consagradas a mí; juventud pura y preparada; “pobres pecado-
res” en mí resucitados. Que se prepare para los laicos consagrados
un pequeño sagrario de madera, símbolo de mi santa muerte en la
cruz, donde me guarden a mí en sus casas por necesidades oportunas.
Yo, Jesús, estaré más tiempo en el Sagrario Vivo, algunas horas en el
de madera. Allí se encenderán dos velas para llamar a alguien de la
familia a la adoración. Mis santos ángeles me coronarán y suplicarán
por la eventual soledad. Cada tarde el Sagrario Vivo deberá decir con-
migo a mi Padre: “Deseo consumirme en tu amado hijo Jesús, como
un cirio eternamente encendido ante el Santísimo Sacramento del
amor, en acción de gracias de tan inexpresable don”. Esta ofrenda,
esta inmolación de amor, en mí, a mi Padre, deberá atraer sobre la
humanidad sufriente la bondad de Dios porque de vosotros, conmigo
y en mí, llamas de caridad recorrerán los caminos, los senderos. Serán
llevados, dados a cualquiera los latidos de mi amor de padre, de her-
mano, de amigo. Vosotros amaréis conmigo, porque de mí aprende-
réis qué es el amor, la caridad por vuestros hermanos. Vosotros debéis
pareceros a mí, Jesús, y en mí desaparecer... Os doy otro rostro, el
mío; otras manos, las mías; os doy otro corazón, el mío. Me doy a mí
mismo: ¡Jesús! Seré antes para vosotros: amigo, hermano, esposo,
padre... Tierno. Dadme vuestro corazón y vuestra voluntad. No te-
máis a quien os hará sufrir a causa mía, sino glorificad a Dios, que en
el nuevo pentecostés os ha llamado a un martirio nuevo y santo: el
martirio del amor eucarístico. No temáis, y custodiaos celosamente
sobre vosotros mismos para que mi santa presencia sea para vosotros,
para la humanidad, el último testimonio de amor que yo vengo a dar
a todos mis hijos por medio de vosotros. Vosotros me dais testimonio
ante mi Padre y ante los hombres. Así enviaré mis almas por los ca-
minos del mundo, así esparciré mis gracias; así yo, Jesús, iré, así yo,
Jesús, iré con el alma que me es querida, con el corazón que ama. Así
“nosotros iremos”: Jesús y el alma. Yo, Dios en las tres personas de
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la Trinidad Santísima, creador y criatura en busca de “mis criaturas”:
¡todas! No quiero mi Obra al servicio solo de los sacerdotes, sino de
muchas almas elegidas por mí.
No quiero palabras, sino hechos impregnados de amor. Id, id al
santo padre. Yo, Jesús, preparo su santa alma a la luz que estoy tra-
yendo al mundo. Yo, Jesús, preparo a mi vicario para el encuentro
con mi Obra de Amor. Yo ya estoy con vosotros. El Espíritu Santo te
ha hablado, él derramará aún su palabra en los surcos para que las se-
millas de trigo se hundan en la tierra, echen raíces y den abundantes
frutos. El Espíritu Santo en el amor al Padre y al Hijo, Cristo Jesús,
da sus gracias a los pobres, a los pequeños y, por ellos, se manifiesta
a los grandes para afirmar que Dios es amor, es perdón, es paz. El Es-
píritu Santo recoge a los hijos que estaban perdidos, los purifica, los
salva y los convierte en pequeñas víctimas del amor eucarístico.
Cuando el santo padre haya aprobado mi ardiente deseo y yo
en “mi” alma y sobre “ella” seré e iré, difundiré mi Espíritu y (in-
terrupción...)».
Savona 1 de julio de 1968
Jesús: «Debes ser más cauta, y pronunciar mi santo nombre
Jesús varias veces en un día para que mi nombre, Jesús, te sirva de
llamada a la tarea que te he confiado. Mi Espíritu de amor debe
cubrir todas las almas, y quiero que lo difundas y hagas conocer.
Esta es la voluntad de Dios, y a sus divinas voluntades debes do-
blegarte. Por eso debes huir de las distracciones. Estas son vanas
y te alejan del recogimiento interior, es decir de mí. ¡No temas, a
tus miserias suplo yo, Jesús! Solo quiero encontrarte lista para mí.
Quiero que leas mi pasión, y allí medites... porque a lo largo del
camino doloroso me encontrarás. Debes acercarte a mí, a mi dolor,
porque con esta arma de amor purificaré tu alma, las otras almas
y, en particular, las almas de mis llamados. Os leeremos juntos.
Debes escribir al padre Gabriello en mi nombre Jesús, para que tus
cartas sean “mías”. Tú debes ser siempre un medio dócil en mis
santas manos, que sirva a la gloria de Dios y para sus planes divi-
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23.10 Page 230

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nos. No tienes nada de ti, sino todo de mí. Escribiremos otras cartas
y, para no turbar el alma sacerdotal, yo, Jesús, me velaré a mí
mismo en tu nombre. Por eso que todas tus cartas lleven inmedia-
tamente este escrito: “Jesús viene a ti”. Debes vivir por mí, debes
servirme en los otros, debes buscarme, mi misericordia profusa
sobre ti y sobre las almas. Trátame, acéptame, sígueme en el pró-
jimo, para que la unión sea constante, para que yo viva en ti con
mi gracia y mi amor. Solo así llegaremos juntos, en lo alto, a todas
partes. Que mi palabra de ahora en adelante te conforte y mi luz te
penetre. Pídele a mi Madre la ayuda espiritual, la ayuda temporal
para que no estés plagada de cargas inútiles, que no debe haber.
Estos dispersan el tiempo que yo he establecido para derramar mi
gracia y mis palabras sobre ti y sobre todas las almas. Hija mía,
obedéceme y yo recompensaré la obediencia con mucho amor.
Ahora relee y medita. Jesús te guía, te instruye; Jesús te enseña
cómo, día a día y hora a hora, se le entrega en los demás. Te ben-
digo en mi santa Madre, te ayudo y te protejo. Jesús, siervo de las
almas. ¿Por qué “siervo”? ¿No estoy listo para servir a mis almas
en sus necesidades? ¿No os encuentro en vuestras luchas, en vues-
tros trabajos, en la dureza de vuestra resistencia a mi gracia? Si yo,
Jesús, maestro, no sirviera a mis almas, ¿cómo podrían vosotros
servirme a mí para su salvación eterna, para mi Obra de Amor? Yo
os sirvo para que vosotros sirváis a mi Padre conmigo; le deis tes-
timonio con vuestra fe, vuestra caridad, para que vosotros seáis en
mí instrumentos de salvación. Si yo, Jesús, vuestro padre y dueño,
me vuelvo a hacer, por medio de mi santa humanidad, vuestro
siervo, aún más sed los siervos de Dios, y por él de todas las almas.
Que este servicio divino os enseñe la verdadera humildad: yo,
Jesús, en vosotros por un acto de amor de mi Padre; vosotros en
mí y para mí a mi Padre por un acto de amor mío. Vosotros sois
para mí. Vosotros, fuera de mí, sois una nada. Nada os turbó, por-
que quien vive de mí está en la luz, está en el camino, está en la
verdad. Os conduzco a mis pastos. Escuchad mi voz y seguidme.
Soy Jesús. Me revelo a ti, y por ti a todas las almas. Envía mis men-
sajes lejos. Difunde mi palabra, mi amor antes de que la humanidad
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24 Pages 231-240

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24.1 Page 231

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sea todavía probada por el hambre y el castigo. Date prisa, el tiempo
para vosotros es breve. Yo permanezco en ti. Nos encontraremos en
el santo sagrario, en la santa misa. Ven, tráeme tus ofrendas y yo,
Jesús, todo acepto, todo gusto y purifico y santifico y uno a mí, y
hago todo mío. Mi sangre os redime, y con mi sangre preparo a mis
esposas. Tú, en mi sangre inocente, serás mi primera esposa recogida
entre los pobres. Vives de mí, Vera; vives por mí, hija mía; vives en
mí, en mi eterno sacrificio. Jesús a ti, a todas las almas que son, que
estarán en el tiempo y que yo veo y amo y espero. Jesús al padre Ga-
briello y a todos sus sacerdotes; Jesús a sus llamados; Jesús a todos
para que todos estén en mí, en el amor del Espíritu Santo una sola
alma que glorifique a mi Padre. La Santísima Trinidad vive, perdona
y redime en las almas salvadas por mi sangre, en la humildad y ca-
ridad. Soy Jesús, la esperanza de los buenos, la confianza de quien
ama. Soy Jesús y vivo en el alma de Vera por ella y por las otras
almas. Jesús, esposo amantísimo de las almas».
Savona 5 de julio de 1968
Jesús: «Debes decirle al padre Gabriello que mi Obra de Amor
debe ser llevada a término por él. No sean otros promotores para
mí. Por ahora yo quiero que sea así. Debe confiar a mí mismo mi
Obra porque de mí deben brotar mis caminos. Que se dirija con
paso seguro a la diócesis, al obispo, a los superiores, hasta que me
encuentre en el santo padre: Pablo VI. Allí estaré yo a esperarlo y
él me verá, porque yo, Jesús, me revelaré a él en la plenitud de mi
gracia y de mi amor. Hasta ahora he dictado la primera parte de mi
Obra, y deseo que sea conocida, estudiada, acogida con inmensa
gratitud. Yo guiaré mis almas, y cuando sean para mí “Sagrarios
Vivos”, los instruiré de nuevo. Entonces comenzaré la segunda
parte de mi Obra que os revelará mis otros deseos. En la práctica
de la vida cotidiana el Sagrario Vivo recibirá nuevos guías y pro-
gramas particulares, casi individuales: caso por caso. (He sido in-
terrumpida...)».
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24.2 Page 232

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Savona 8 de julio de 1968
Jesús: «No estás sola cuando escribes y por eso no debes
temer. Piénsame, te he dicho antes, como un buen padre, para que
yo, como tu Dios, no te atemorice. Ahora, hija mía, debes escribir
mis pensamientos de amor. Quiero que los portadores de Jesús Eu-
caristía reciban a Jesús después de una santa misa en la que ellos
se habrán entregado totalmente a mí. Las sagradas especies euca-
rísticas que ellos llevarán deben ser consagradas en el mismo sa-
crificio. El copón debe estar lleno de hostias para consagrar, y las
consagradas que queden serán almas pequeñas y almas grandes
que yo llamaré para llevarme. Ojalá se repita el santo sacrificio
cada mes para renovar conmigo, en el sacerdote que celebra, la sa-
grada ofrenda y la mística unión de mí verdadera vida, con mi
alma. Preparad ahora mis caminos. Trabajad con confianza porque
yo, Jesús, soy y estaré siempre con vosotros, y en vosotros, por las
otras almas. Tú, pequeña, tan pequeña esposa de mi amor eucarís-
tico y de mi martirio eucarístico, seguirás el camino que yo, bondad
infinita, te he establecido. Vendrás a mí, te lo prometo, por este ca-
mino, y ni siquiera tus miserias podrán desviarte de mí. Ahora tú
estás en mí y yo estoy en ti. Ahora dame a las almas; ahora me das,
mi corazón, mi voz; ahora das cuanto te he dado, a las almas todas.
yo estoy aquí y tú ya me llevas. Amo tus fatigas humildes. Las
amaré más si las velaras con el silencio. Amo tus oraciones porque
en estas me buscas. Me compadezco de tu impaciencia que te re-
cuerda a tu nada. A Rosa, al niño, debes decirle que yo los amo, y
mucho, y que vosotros tres estáis juntos en mi corazón herido de
amor. Sí, lo salvaré: salvaré a Silvio para que nadie de tu familia
perezca1. Tu madre vendrá a mí. Vuestras madres os serán de ayuda
en el cielo. El P. Gabriello es bendecido, y yo te lo envío en mi
1 «A Rosa, al niño...»: Rosa es la hermana de Vera, la menor de cuatro herma-
nas; el niño es el hijo Fabio y Silvio el marido. Por voluntad del Señor, Rosa fue la
única hermana con quien Vera compartió su experiencia mística. Vivió intensamente
la espiritualidad de los Sagrarios Vivos y murió en Savona el 29.9.1974 a los 43
años, por un mal incurable.
232

24.3 Page 233

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nombre, Jesús, y tú lo escuchas por mí. Sí, mi abrazo de padre y
de esposo. Ahora copia para que en mis palabras veas que yo estoy
en ti para cavar y preparar mi templo de amor. Jesús en el alma.
Soy Jesús, soy el amor. Soy Jesús en la palabra y en la gracia. Soy
Jesús, camino, verdad, vida. Soy la paz, soy el perdón».
Savona 15-7-1968
Jesús: «Soy el manantial de agua viva. De mí sacarás la santa
gracia. Mira, yo derramo en tu alma esta agua para que te sacies, te
purifiques. Bañada por mi sangre divina es la esposa que yo conduzco
a mi altar, y allí estamos unidos, somos un alma [sola] y un corazón
solo. Este es mi don para ti, para mis “pequeñas víctimas”. Así noso-
tros nos preparamos para la gran ofrenda, para la última inmolación.
¡Yo, Jesús, en vosotros! No, no os dejaré, seréis cada vez más mías.
P. Gabriello es un fiel servidor mío. Yo, Jesús, encuentro en él mis
complacencias, y en él actúo en el misterio de mi amor. Ahora él va
con la cruz nueva que yo le he dado. En esta cruz de salvación, estoy
yo. Llévala, Vera, con él, con amor y gratitud. Es tuya, es mía. Lle-
vando esta cruz, me llevaréis a mí, y yo estaré con vosotros en esta
unión, en este lento calvario. ¡Y vosotros en mí, hasta el último! A
vosotros os lo doy todo, lo doy todo para que sirváis a mi Obra. Pedid,
pedid sufrimiento y amor, amor y sufrimiento, porque estos privile-
gios de mi corazón, amante de almas, se identifican. Llevadme con
amor. Custodiadme en vuestro interior. ¡Yo estoy en vosotros! Voso-
tros me lleváis a mí, hostias consagradas en mí. Vosotros, mis Sagra-
rios, sois mi nuevo templo. Vosotros me tenéis a mí. Mi Espíritu de
amor desciende sobre vosotros para daros la fortaleza. Recibid mis
dones con humildad. Ahora dadme, dadme mis palabras de amor y
de paz. Dad a los pueblos, dad a las naciones mi anuncio de otro amor.
Quiero que mi ejército esté preparado y pronto: con él yo, Jesús, triun-
faré. Alma mía, pequeña y bendita, mi Padre, en mi nombre te atrae
a sí. Te bendice, te bendice. Al sacerdote le das la obediencia que yo
te pediré. Por mí, por mis sacerdotes, serás mi pobre y pequeña esposa
de sangre: os he unido en mí.
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24.4 Page 234

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(Después de una interrupción de quien escribe, el “dictado” re-
toma así):
Siempre Jesús contigo. Debes profundizar mi mensaje de amor
para poderlo realizar. Debes llevarme y darme con humildad y sen-
cillez. No temas de nada: yo, Jesús, te protejo. Soy padre, y sé
cuántas gracias necesitas para hacer mi voluntad. Sígueme, bús-
came, y cuando me conozcas... abrázame en el semblante en el que
me revelo a ti. Recíbeme como mi Madre al pie de la cruz. De ella
aprende, de ella recibes su Espíritu de amor y de inmolación por
tu y por todas las almas. Iremos juntos ahora. Irá el P. Gabriello
por mi Obra de Amor, y tú en espíritu, tú en mí y conmigo, irás
con el sacerdote; porque nosotros iremos juntos. Deja que él
ofrezca todo de ti, y ponga la entrega total de ti misma sobre el
altar en cada uno de mis santos sacrificios renovados por él para
que yo me sirva de tu ofrenda. Quiero que seáis consumidos por
mi fuego de amor, para que otras almas sean encendidas del mismo
deseo purificador. Ámame en el silencio. Recíbeme de todos y de
todos los modos. Sí, en la santa misa está el encuentro divino, la
unión. Yo te atraigo a mí, te sumerjo en mi santo sacrificio, y tú
por fin dejas de vivir por ti misma, pero vives, más viva que nunca,
por mí. ¡Ah! Vera, a esta unión quiero conducirte porque ninguna
esposa es del novio si no hace así. Una santa misa continua que no
tiene fin en el tiempo, y que comenzó con mi encarnación. Al santo
padre Pablo VI, conduciré a mis “llamados”, mis Sagrarios Vivos,
porque él, en mi santo nombre, Jesús, en el glorioso nombre de la
Sma. Trinidad, bendice mis almas, y haz una corona de gloria para
ofrecer a mi Padre. Luego que él los encomiende a mí, a Jesús di-
vino maestro, al Espíritu Santo consolador, para que yo guíe mis
almas, las instruya ahora por ahora, las gobierne una por una, y
para que por cada alma yo pueda entregarme a otras almas. Voso-
tros, Sagrarios Vivos, iréis; y toda la tierra deberá ser habitada por
mí. Vera, dame tu pobre corazón; lo quiero solo por mí. Jesús pre-
gunta, pregunta a los pobres para que pueda dar a éstos sus rique-
zas. Ahora vete y llévales a ellos mi paz, mi perdón. Mira, yo les
ofrezco mi corazón herido. Haz que me reciban. Yo, Jesús, guía de
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24.5 Page 235

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mis almas; yo, fuego de amor que no se extingue nunca. Ahora
vete. Yo estoy y estaré contigo; ahora vete en mi santo nombre,
Jesús, y diles que yo seré pródigo de gracias porque yo, Jesús, os
salvaré. Jesús os bendice. Jesús por ti, Jesús por el P. Gabriello,
Jesús por todas las almas. ¡Vete! Yo volveré a hablarte. Yo, Jesús,
te dictaré para que mi palabra sea la nueva luz con la que quiero
iluminar el mundo. ¡Jesús en tu alma!»
Savona 20 de julio de 1968
Jesús: «Di a mis almas consagradas que yo, Jesús, desea una
santa misa celebrada por mi Obra de Amor. Las almas que están
cercanas al padre Gabriello se adhieran en espíritu de amor y se
ofrezcan a mí en el sacerdote celebrante para el mismo fin. Quiero
hacer una corona de almas consagradas para ofrecer a mi Padre en
mi sacrificio cuando el sacerdote llegue a los pies del santo padre.
Esta corona de almas santas en mí será formada por aquellos que
fueron mis primeros Sagrarios Vivos, porque mi Padre ya ve en
vosotros a mí, su Hijo Divino. El padre Gabriello me obedece, y
yo, Jesús, lo consolaré. Le aseguro que él es guiado y sostenido
por mi Espíritu de amor en todo el trabajo que realiza por mí. No
debe dejar de custodiar, en lo íntimo de sí, mi amor eucarístico,
que yo le he dado como premio y consuelo, como consumación de
sí en mí a mi Padre. Yo vendré a hablar a las almas para atraerlas
a mí, y por tanto no se asombre si otras oirán mi voz de amor. Tú
debes escribir por mí, por mi Obra de amor hasta que yo te deje en
vida. Debes decirle a Rosa que yo, Jesús, he aceptado sus oracio-
nes. Deseo que aprenda a conocerme, a amarme. Deseo que ella
no me olvide, pero que me busque siempre y en todas partes. Yo
apoyaré mi mano santa también sobre su cabeza, pero entonces ella
tendrá que acoger con amor inmenso mi voluntad, para que ella
viva en mí. Deseo venir a su alma porque en esta busco mi morada
eucarística. Ahora Rosa será consolada porque sabe que su Jesús
la ama mucho, mucho también a ella. Escribe con humildad. No
temas, no temas mis dones: yo te daré a ti la fuerza para recibirlos
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y custodiarlos. El año en curso llevará los signos de mi gracia en
mi amor eucarístico. El año terminará con el comienzo de mi Obra
de Amor con la cual vosotros seréis autorizados a llevarme a mí.
Con esta gracia de amor se terminará la primera parte. Comenzará
la segunda parte del modo y en el camino que yo, Jesús, maestro
de las almas, os indicaré. Yo trazaré luego el camino para cada
alma, porque yo quiero conduciros, a través de los caminos del
mundo, a mí. Tú escribirás, te lo prometo, hasta lo último, hasta el
final... ¡Sé fuerte! Jesús a sus almas, a su pobre alma, Vera. Jesús
en ti, en su santa gracia».
Savona 23-7-1968 23.05 horas
Jesús: «Vengo a ti en la luz de la santa gracia, y te llamo a tu
tarea. ¡Escribe! Las almas pequeñas tienen que sufrir penas peque-
ñas, pero profundas. Tú estás en estas penas. Yo, Jesús, te liberaré
de esta angustia cuando hayas aprendido a darme todo de ti, mo-
mento a momento. Ahora ya estás en otras pruebas; ahora debes
servirme con más ímpetu y generosidad, ya que sabes que yo, a
pesar de tus miserias, no te dejo. confía en mí. ¡Confía en Jesús!
Ven, pobre esposa mía, y abraza conmigo la cruz que yo te doy.
¡Jesús, a ti que sufres en el alma! Mañana recoge las ocasiones de
pequeñas pruebas que yo te iré presentando: son los dones que por
ahora te ofrezco a ti. Te ayudaré con mi gracia. Ahora recógete en
mí, y yo te daré fuerza y paciencia. Ámame y búscame, búscame,
llámame, repite mi santo nombre, Jesús, muchas veces, y yo estaré
cada vez más en ti. No temas, hija mía, si no me oyes: yo vivo con-
tigo y en tu alma. ¡Jesús queda contigo! Sí, te bendigo desde mi
cruz. Jesús al pobre!».
Savona 24-7-1968
Jesús: «Repite conmigo: “¡Oh Dios, ¡Padre nuestro, creador
del universo, de todas tus criaturas, nosotros te suplicamos! Envía
sobre los hombres tu Espíritu de amor, de fraternidad universal.
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24.7 Page 237

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Une a tus criaturas en tu amor de Padre, y danos hoy y siempre,
hoy más que nunca, tu Jesús en nuestro corazón. Haz que él sea el
invitado de amor al que todo hermano aspira... Haz que él esté entre
nosotros como los rayos del sol calientan la tierra e iluminan nues-
tros días; como los rayos penetran en nuestras casas para darnos
vida y calor, haz que Jesús sea la vida y la luz que da vida a nues-
tros corazones, luz a nuestras mentes, sol que envuelve en su luz
nuestras almas afligidas. Venga él en nuestras almas, venga a nues-
tras casas; venga con nosotros para compartir alegrías y dolores,
fatigas y esperanzas. Haz, Padre amoroso y clemente, que en toda
construcción vieja o moderna brille la luz, esa luz que tú, desde los
cielos, nos has dado en la iglesia: ¡Jesús amor eucarístico! Haz que
él venga entre nosotros, en nosotros, como padre, amigo, hermano.
Haz que los pobres sepamos, por sus méritos, amarlo, consolarlo,
honrarlo. Haz que a él todo lo sepamos ofrecerle. Haz que cada
día, cada hora, cada minuto, cada momento, sepamos ofrecerte a
ti, Padre nuestro clementísimo, en Jesús tu Hijo divino, nuestra vo-
luntad, nuestro corazón, nuestra vida. Así, cuando nos llames, sa-
bremos por tu misericordia darte los últimos latidos de nuestro
corazón en el latido de amor de tu divino Hijo, nuestra vida en la
vida de tu Jesús, nuestro fíat en Jesús. ¡Padre, bueno, míranos, ayú-
danos! En Jesús levantamos nuestras pobres manos, y tú las unes
en las de Jesús para que ellas operen por ti, por tu gloria, por el
amor de Jesús. Padre que estás en el cielo, perdona al mundo que
no sabe, no comprende. Perdona a los ricos y a los pobres, perdona
a tus criaturas en Jesús, nuestro hermano. Te pedimos, escúchanos.
Nosotros: Jesús y sus pobres almas que ha unido a sí, por su gran
amor, en su inmolación de sangre. Jesús y las almas el vino y el
agua; unión, ofrenda y consumación en Jesús: por la reparación de
toda la humanidad que gime, de los pobres que miran y esperan de
ti, Padre, tu perdón ahora y siempre”. Jesús busca almas pequeñas,
busca sus pequeñas víctimas a ofrecer en él al Padre. Quien me
ama me sigue. Yo os espero en mi inmolación. Vera, ¿me amas tú?
¡Sígueme! Yo, Jesús, vida, verdad, camino, espero a la más pobre:
¡Tú!»
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24.8 Page 238

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Savona 26-7-1968
Jesús. «Escribe a mi siervo fiel2. Gabriello, mi hijo, te hablo
de este pobre sagrario. Ha llegado mi hora. Debes subir conmigo
un calvario lento y fatigoso. Compartes tu cruz conmigo. Yo voy
contigo, yo te acompaño y Vera y las almas pequeñas estarán todas
con nosotros. Mi Mamá me las da, y en mí y por mí, tú serás, y ya
lo eres, partícipe de holocaustos en mí: ¡sola víctima de amor! Di-
rígete con confianza a los superiores de Turín ya que san Juan te
abrirá mis caminos. Mi santa Madre te cubra con su manto de amor,
y a ella le ofreces todo, todo consagra. Con ella cumples tus pasos,
con ella habla, con ella confiados. De ella hechos fiel su esclavo.
Deseo que la Madre y el hijo sean un solo corazón, una sola alma,
un solo amor para obrar juntos. Cielo y tierra están unidos solo por
él. Así mi Obra de Amor tendrá el camino abierto y trazado solo
para Ella: la Ayuda de los Cristianos. Así el cielo se inclina sobre
la tierra por ella. Yo, Jesús, en ti y contigo; mi Madre, María Au-
xiliadora, contigo para guiarte, iluminarte, consolarte. Un ángel
que te sostenga. A ti un ángel consolador. El tiempo es breve: breve
para vosotros. Para mí es el presente. Ve, despósate con mi causa
de amor, despósate con mi obra de amor. He aquí, yo, Jesús sacer-
dote eterno, la pongo en tus manos de sacerdote: es mi causa, mi
don de amor. ¡Soy yo!»
[En este punto, Vera anota]: “interrumpida, omitida para obe-
decer a Jesús en mi madre”. [Luego retoma] «Jesús, todavía por el
P. Gabriello: mi venida entre vosotros, almas mías comenzará en
el día que lleva mi santo nombre: Jesús. Este anticipo de mi gracia
es un don que te hago, Gabriello, para que tú, en mi santo nombre,
Jesús, seas sostenido por esta fe. Ahora ve en mi nombre. Sea en
tu corazón, en tu alma de sacerdote impreso mi nombre: Jesús.
¡Ahora vas, ahora vamos juntos, porque yo estoy contigo! Sí, irás
por los caminos marcados por mí. Y recuerda que por cada camino
2 Este Mensaje para don Zucconi no fue escrito en el cuaderno, sino que perte-
nece a la correspondencia entre Vera y don Zucconi y fue publicado en la edición
anterior: editado por G. y L. GRITA, Opera dei Tabernacoli Viventi, op. cit., p.107.
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debes ir e invocar a mi dulce Mamá: sí, la Auxiliadora por ti, por
todas las almas de los llamados. En cada camino me será dulce y
consolador encontrarme con ella contigo. Cada camino será mi ca-
mino, y todos te llevarán al último encuentro de mi Obra de Amor;
por mi vicario, el papa Pablo VI. No olvides la corona de mis
almas: estas deben ir contigo, y vosotros con mí, con mi Madre.
Esta corona de almas la encomienda a mi Madre, para que ella la
presente con su amor puro a mi Padre en mi amor y en mi nombre.
Tú la preparas, y me la ofreces en el santo sacrificio, la unes a mí,
y yo, en el amor del Espíritu Santo, la bañaré con mi sangre pre-
ciosa. Yo te he hablado, Gabriello, y mi corazón amante de las
almas, ha buscado y busca y buscará siempre el tuyo de sacerdote.
Dámelo cada vez más, yo quiero revivir en ti. Jesús sacerdote, en
el corazón de su sacerdote».
Savona 28/7/1968
Jesús: «Encontrarás solo en mi nombre, Jesús, paz y seguri-
dad. Yo te he dado mi nombre santo, Jesús, para que fuera por ti la
fuerza del espíritu que a ti te falta. Si el recogimiento te es siempre
más difícil, yo deseo que este sufrimiento lo aceptes con paciencia,
con humildad, y entonces me lo ofreces a mí: ponlo en el cáliz que
el sacerdote ofrece, ponlo en mí, para que yo la lleve a mi corazón
afligido, y lo eleves con mí hasta mi Padre. No temas si no logras
escribir, yo dispongo así para que ardas del deseo de mi palabra.
Te dije una vez y así será: mi palabra es para ti vida, sin mi palabra
te sientes apagada. Mi palabra es yo, es Jesús, es amor, es dolor, y
tú no puedes prescindir de mí: de mí en ti. Sé paciente y humilde,
yo te ayudaré, yo vendré a ti, a tu pobre alma, con más luz; derra-
maré un río de palabras: gracia por ti, gracia por mis almas. Me
busca de todos modos, pero nuestro encuentro, nuestra unión, co-
mienza, continúa, es sin fin, en mi sacrificio. Cuando tú participas
y te unes a mí por medio de mi sacerdote, “nuestra misa”, entonces
no ha tenido un inicio y ni tiene un fin: unión continua conmigo,
con las almas, con el cielo, con la tierra. Yo os abrazo y os contengo
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24.10 Page 240

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en la unidad. Ahora estás en mí, y yo en ti con la santa gracia, y
por mí, tú estás en el Padre y en el Espíritu Santo. Tú, en mí, estás
con todas las almas de los vivos, de los purgantes. Estás en los cie-
los, en la tierra, estás en todas partes, porque yo estoy en todas par-
tes. (Interrumpida)
Estoy en ti para bendecirte y darte fuerza y perseverancia.
Ofréceme este sufrimiento (la interrupción) para que yo te haga un
alma llena de fervor. No temas y déjate guiar por mí. Vuelve a la
santa misa, a mi sacrificio: allí obtendrás mi gracia, allí crecerá,
allí yo te atraigo y te sumerjo en mi amor, en mi sangre. Tú y Rosa
esperadme, y, mientras tanto, buscad mi amor. Seguidme. Tu Jesús,
te dirá muchas cosas cuando las pruebas sean superadas. Pide mi
gracia y mi fuerza para que tu alma mañana resplandezca de mi
luz. Yo te recibo en mi corazón de padre, hija mía, te abrazo, te
perdono, te conforto. Espera en tu Jesús siempre, siempre. Yo no
te dejo, te “pruebo”. Jesús que ama, Jesús piadoso con los pobres.
Selo tú con los otros. Jesús por todas las almas».
240

25 Pages 241-250

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25.1 Page 241

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VII LIBRETO
«Santa Virgen, María Auxiliadora,
haz que mi oferta sea sincera
en el nombre santísimo de Jesús,
por el triunfo de su amor y
de su don eucarístico».
«Oh Reina y Madre mía, haz que yo sea
cada vez más tuya y de Jesús».
Tu pobre sierva Vera

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Savona 31 de julio de 1968
Jesús: «Escribe, hija mía, estoy aquí. Tienes que soportar to-
davía otras “pruebas”, pero durante estas, no quiero tu desaliento:
¡es perjudicial para ti, para las almas! Me basta por ahora tu “su-
frir”. No temas, la ofrenda será pura, será sincera en mí. Yo, Jesús,
te daré la santa gracia de amar todas las almas: te lo prometo, y tú
vendrás, vendrás a mi amor como yo quiero. Mañana te confortaré.
El padre Gabriello está guiado por mi Espíritu de amor. Él debe
confiar en mí, aunque a los hombres todo por ahora les parece im-
posible. ¡El cielo está con vosotros, y yo contigo, Gabriello! Ve,
sobre mi palabra y en mi nombre santo, Jesús; lanza también tú tu
red: yo te daré gracia. Por ahora solo unas pocas palabras. Confía
en el rosario de María a lo largo del camino, para que ella te indique
el camino. Tú, Vera, ve por el camino que conduce a mi Madre
santísima y, solo con ella, no te perderás. Mido vuestras fuerzas.
Veo a Gabriello venir a mí, y mi corazón de padre es consolado
por su celo y por su amor. Te veo caer... ¡Bajo la cruz, y siento
pena, pobre hija mía! Tú eres el “mundo” y lo retratas en su miseria
y en su sufrimiento. Yo, Jesús, te amo también así. Yo amo todas
las almas, y aquellas como la tuya han sido el precio de toda mi
sangre divina. Levántate, hija mía, porque así lo deseo y vive de
mi amor, de mi misericordia. Jesús, que ama siempre y perdona.
Te bendigo, os bendigo con mi santa Madre, María Santísima».
Savona 3-8-1968
Jesús: «¿No te he dicho que si crees en mí verás mi gloria?
¡Ahora crees en mi amor, en tu Jesús! Mi gracia es como una leva-
dura que fermenta y dilata en vuestra alma mi espíritu de amor,
casi para acrecentar mi vida divina en vosotros. El padre Gabriello
debe llamar a otras puertas, debe llegar al Papa: ¡pronto! Quiero
que espere, espere que le abran la puerta. Tendrá ayudas. Ayudas
imprevistas. Quiero que deje al Papa mi mensaje, deseo y quiero
que él, el Papa, lo reciba y lo lea antes de su partida a Colombia.
Deseo que él, el Papa, me lleve, parta conmigo, trabaje conmigo:
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25.3 Page 243

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yo, Jesús Eucaristía, en él y sobre él. Deseo que el Papa, Pablo VI,
tenga conocimiento de este mensaje mío1. No hay tiempo para las
dilaciones. Escribe, escribe para mi gloria. ¡No lo dudes! Los días
9 y 11 de este mes deben traer mi anuncio. ¡Date prisa! Que el
padre Gabriello me escuche, confíe: yo, Jesús, estoy y estaré
mucho más con él y en él. Me encontrará, me reconocerá porque
Jesús, su Jesús, nunca lo abandona. Ahora obedece, copia mis pa-
labras. Haz que salgan y lleguen a tiempo. Ahora tú has encontrado
gracia en mí por medio de mi Madre. Vete, date prisa, yo, Jesús,
estoy contigo. Jesús Redentor».
Savona 4-8-1968 18.20 horas
«Jesús, Jesús, Jesús. ¡Escribe en mi nombre: Jesús, Jesús,
Jesús! La dulcísima y beatísima Trinidad: Dios uno y trino, goza
de las efusiones de amor de sus “pequeños”, y en sus tribulaciones
los visita con mayor gracia. Cuanto he dicho y te digo a ti sirve y
servirá para todas las otras almas. Yo, Jesús, nunca he hablado para
ti sola, sino para todos. Las tribulaciones, las aflicciones, el desa-
liento debido a mi aparente ausencia son el fruto de mi amor y de
mi dolor. Tú tienes parte conmigo de mis dolores porque mi amor
por ti es grande. Sin embargo, no es tu alma la llamada de mi amor,
sino es la santa gracia que recibes en medida creciente por medio
de aquella que te ha elegido y preferido por amor mío. Yo, Jesús,
veo en tu alma las lágrimas de mi Madre y estas perlas de gracia
atraen mi corazón herido. ¿Ves qué amor puro invoca el mío? ¡Oh
amor maravilloso de mi Madre que prepara todo, que piensa en
todo! ¡Qué morada no preparas tú, oh Madre ternísima para tu Hijo
Jesús, y para mi alma! Una morada purificada de tus lágrimas de
mártir, de Virgen, para que mi sangre divina no hubiera sido derra-
1 «... conozca este mensaje»: Don Zucconi fue a Roma y el 6 de agosto entregó al
párroco de Castel Gandolfo, un salesiano, dos cartas: una para el secretario del Papa y
otra para el Papa. CENTRO DE ESTUDIOS «OPERA DEI TABERNACOLI VIVENTI», Milán.
En otoño la Santa Sede responde pidiendo a la Curia de Génova información sobre
el padre Zucconi y la Ópera.
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25.4 Page 244

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mada en vano. Oh hija mía, agradecemos juntos a nuestra amada
Madre porque yo, en su corazón de Madre, te veo, te encuentro siem-
pre. Ahora tú no debes tener dudas sobre mi Obra de Amor. Debes
estar segura de que yo, Jesús Eucaristía, triunfaré... Tú eres demasiado
pequeña para comprender, pero debes acrecentar tu fe, tu confianza
en aquel que viene a ti con extrema sencillez: ¡yo, Jesús! ¡Padre Ga-
briello no tema! Yo, Jesús, apresuraré los tiempos. Rezad, rezad para
que el santo padre reconozca en él a mi “enviado”. Es tiempo de ora-
ciones, que elevaréis al cielo en el corazón de mi Madre, María Au-
xiliadora. Ella es vuestra guía para el santo padre. Yo, Jesús, os reuniré
luego para dar las gracias a ella, a mi Madre. El cielo y la tierra se
encuentran en la persona del santo padre, el Papa, y yo me revelaré a
su espíritu de pontífice. Ha llegado mi hora, la que dará a los hombres
todavía paz y perdón, y esto sucederá por la multiplicación de los Sa-
grarios Vivos. Haced que mi Obra de Amor cubra la tierra y envuelva
la humanidad de mi misericordia. Ahora escribe y envía mi mensaje
de amor a mis amados sacerdotes para que recen, me esperen, se pre-
paren. Yo iré a ellos. ¡Padre Gabriello confíe! Yo, Jesús, estoy con él.
Descienda sobre ti, sobre tus seres queridos mi bendición de padre.
Al pequeño Fabio le doy mi corazón: corazón de Jesús, corazón de
sacerdote, corazón de amor eucarístico por mi amado inocente. No
tema Rosa el amor de Jesús: yo doy y daré si, fe, confianza, amor,
abandono filial, residen en los corazones de mis llamados. Tú habla
de mi amor, tú da mi amor: ¡yo, Jesús lo deseo! Quedo contigo en mi
santa gracia. Jesús bendiciente».
Savona 7-8-19682
Jesús: ¡«¡He caído por ti, para levantarte en la fe y en la con-
fianza en mí, Jesús! Cree, Vera, cree en el amor de tu Jesús, aunque
2 En la Carta a don Gabriello del 9.8.1968, Vera escribe sobre este Mensaje:
«El último mensaje del día 7 de agosto está en relación con un episodio doloroso
ocurrido casualmente en la distribución de la S. Comunión al final de la S. Misa ce-
lebrada a las 18 horas en la iglesia de los salesianos... En el momento de la distribu-
ción de la Eucaristía, Jesús cayó de las manos del sacerdote. Lo que he sentido en
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25.5 Page 245

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eres tan poco y nada sin mí, sin tu Jesús. Yo, en la santa especie
de la Eucaristía, he caído en tierra, sobre ti para levantarte y lle-
varte a mí. ¡Ahora tú estás más en mí! ¡Jesús no te deja! En Roma
se lucha por mí, y tú eres una sola persona en mí y con ellos: mis
sacerdotes. Estas son las “horas de las agonías”. Tú eres la pri-
mera conmigo: tú, pecador por ti mismo, pecador por tus herma-
nos, y yo, Jesús en la pasión, contigo, con vosotros. Tú entrégate
a mí: no pienses en otra cosa. Los otros luchan y lucharán por mi
triunfo de misericordia, tú escóndete en mí: en mi martirio de
amor. Jesús Eucarístico a ti, pequeña esposa a mí prometida. Sí-
gueme: el camino para ti es renuncia y amor. Luego será aban-
dono, pero nunca de tu Jesús, porque demasiado ama a la “pobre”,
y yo ahora busco, buscaré “esposas pobres”, como tú. Di que
busco a estas esposas que, de ti, con el tiempo, tomen fe y con-
fianza. Tú serás el primer ejemplo que revelaré a los hombres.
Será gracia mayor cuando para el mundo no serás más que una
figura solamente representativa sobre la cual otras almas podrán
reflejarse y venir a mí con confianza, ya que vuestro Dios ha re-
velado un amor inexpresable por las criaturas, que desde la tierra
no pueden levantarse a mí, sin que yo, Jesús Eucaristía, caiga con
ellas para levantarlas, para hacerlas llegar a mí. Después será el
trigo, las espigas doradas, el símbolo de mi predilección; y a vo-
sotros, no flores sobre vuestras tumbas, no flores cerca del cuerpo
inanimado, sino espigas, trigo que produce pan, harina de trigo
crudo que produce las sagradas partículas: las que llevaréis hu-
mildemente sobre vosotros, y recibidas en el alma. Yo estoy en
vosotros, en el misterio del pan donde está velado mi sagrado
cuerpo; yo estoy en el vino fruto de la vid, y vosotros mis sar-
mientos, por los cuales yo he hecho correr mi savia vital: mi san-
gre inocente. ¡Beberéis todos, con mis sacerdotes, también del
ese momento no podría explicarlo. He llorado sin saber frenarme y sentía que me
decía: “He caído por ti, para darte fe...”. Mi alma estaba en la tierra y permaneció
con él hasta que él, mi amado Jesús, me habló diciéndome que escribiera». Carta a
don G. Zucconi del 9.8.1968 en L.GRITA, Mia sorella Vera di Gesù,op.cit. p.110.
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cáliz mi sangre, porque con los sacerdotes seréis mis almas sacer-
dotales con las que iré por los caminos del mundo para que el
mundo venga a mí, Jesús! Vosotras, esposas mías, desposadas a
mi causa, seréis otros sacerdotes que, con los sacerdotes “llama-
dos”, iréis lejos hasta tocar cada franja de tierra, cada trozo de
cielo. Este es mi amor, que os estoy dando a vosotros, al mundo,
y por vosotros mismos y por todas las almas. Ven, alma mía, mi
corazón herido se abre ahora por ti. Mañana te llamaré donde tú
no quieras, pero vendrás porque tú no puedes vivir más sin respi-
rar conmigo. Yo, Jesús Eucaristía, te hago mía: por mi amor in-
menso, por mi gloria. Tú, en el padre Gabriello, acogerás mis
deseos, y a él le das la obediencia que pronto, en mi nombre, él
te pedirá. Esta es una primera llamada a la que seguirán las otras,
y yo os uniré en mí en la misma ofrenda que él, Gabriello, ofre-
cerá consigo mismo en mí y en el amor sublime del Espíritu
Santo, a Dios Padre. En mi holocausto uniré a mí, unificaré, y mi
sangre os casará a mí crucificado, a mí apóstol, a mí víctima pura,
a mí redentor. Jesús inclinado y postrado sobre la tierra para le-
vantar sus criaturas, para llevarlas a su corazón eucarístico. Jesús
en la perenne inmolación por vosotros y con vosotros para que él
venga también sobre vosotros. Llévame contigo, Vera, pobre es-
posa mía; llévame contigo, Gabriello, sacerdote fiel; llévame con-
tigo: yo lo deseo. Jesús a sus llamados. Gloria, gloria, gloria a
Dios en lo alto de los cielos. Paz a los hombres de buena voluntad.
Paz y perdón a ti, pequeña víctima de mi inmenso amor, infinito
como soy yo: ¡tu Dios! Mi Madre, María Auxiliadora, está cerca
de vosotros, os bendice. Jesús por ti, por todas las almas».
Savona 16-8-1968
Jesús: «He aquí el anuncio de mi gloria: yo, Jesús, estoy en el
Papa, y mi Obra de amor y de misericordia ya se ha manifestado a
él mediante vuestros escritos por los que él me ha “visto”, a mí:
¡Jesús Amor! Ahora debes informar al padre Gabriello que espera
con confianza la llamada. La Secretaría del Vaticano lo llamará en
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audiencia privada con el santo padre3. En la espera: oraciones, hu-
mildad, amor y adoración eucarística, íntima unión conmigo en el
abandono filial a Dios Padre por medio mío, ¡Jesús!
Escribe para ti. Jesús.
Oh alma pequeña, mi cruz está sobre ti y contigo, y yo siempre
estoy en la cruz. Mi cruz es silencio, para que tu sufrimiento sea
puro. Mi cruz es lo que vas experimentando. Este camino es estre-
cho, anguloso. Este es el camino que me conduce. En el silencio
del sufrimiento excavo mi templo, preparo el lugar, mi morada di-
vina, y en ti imprimo mi santo nombre: ¡Jesús!».
(Gracias Jesús por haberte dignado dictarme ante el Santísimo
Sacramento).
Savona 16-8-1968
Jesús. «A mis amados sacerdotes. ¡La hora de la santa gracia
está por llegar a vosotros! Vosotros sois y seréis cada vez más los
depositarios y los custodios de los bienes de la santa Iglesia. Voso-
tros distribuís con sabiduría y amorosamente los tesoros de gracia
que la mano omnipotente y misericordiosa de mi Padre da a las
almas por medio de vosotros. Vosotros derramad y difundid mi
mensaje de amor; recogeos y reunid a los “llamados” bajo la auto-
ridad de mi vicario, y por tanto id y llevadme, y dadme a los her-
manos. Desde Roma, desde el corazón de la cristiandad, desde el
corazón del santo padre, dirigíos hacia esas cuatro direcciones
(este, oeste, norte, sur), que forman la cruz, esa santa cruz por la
que yo, Jesús víctima y redentor, os he salvado y os salvaré. A vo-
sotros mi mensaje de amor os llega por el amor del santo padre,
con las santas gracias y las santas bendiciones, que yo, Jesús, por
medio de él haré descender de los cielos sobre vosotros, mis sa-
cerdotes, y sobre todos mis llamados. Os recojo en mi corazón de
3 Don Zucconi se reunió con el papa Pablo VI en audiencia privada el 22 de
septiembre de 1977.
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padre y os preparo. De vosotros deseo amor, mucho más amor, de
vosotros caridad, generosidad, de vosotros que me inmoláis, que
me ofrecéis al Padre, me dais; de vosotros, todo vosotros: ¡como
yo, Jesús me entrego a vosotros, como yo, en vuestras manos sa-
cerdotales, vosotros sacerdotes en mis manos de Sacerdote Eterno!
Vosotros, dóciles a mi invitación, obedecéis en vuestro fíat, humil-
des por mí, porque habéis sido elegidos por Dios para consolar y
dar y llevar a aquel que es camino verdad vida. ¡He aquí, yo vengo
a vosotros para ir con vosotros y sobre vosotros, a todas partes,
para que todos los hermanos puedan venir a mí! ¡Jesús Salvador!
¡Jesús Eterno Sacerdote! A los “llamados” que acogen mi invita-
ción, repito las palabras que ya dirigí a los primeros llamados:
“Quien quiera venir detrás de mí, renuncie a sí mismo, tome su
cruz y me siga”. Jesús pide: amor, abandono confiado en él, fe que
crece, que forja, que fortalece bajo la acción de su gracia. Por lo
tanto, él nos pide docilidad para que pueda obrar en nuestra alma
según los deseos de su corazón. Jesús desea que cada alma aprenda
a hablar con él, porque Jesús anhela hablar con cada alma. Diga el
alma a Jesús: ¡Jesús, habla! Jesús, me enseñas a hablarte a ti, de ti,
porque viva solo de ti! Estas son las caricias de Jesús. ¡Gloria a
Dios!».
Savona 17-8-1968
Jesús: «Ama mi nombre, Jesús; ama mi nombre, Vera, porque
yo te lo doy. Ama todo de mí, todo por mí, y ama a todos en mí.
Sí, es Jesús quien te habla... Yo no dejo mis criaturas, mis almas.
Cuán feliz soy al encontrar un alma dispuesta a escucharme, tú no
puedes todavía entender. ¿De dónde viene a ti mi Voz? Mi Voz es
gracia. Gracia particular que yo deseo dar a todas mis almas si que-
rrán con humildad escucharla. Mi Voz es don del Espíritu Santo.
¿De dónde viene? Está en ti, es pensamiento, es palabra, es amor,
es Jesús en el alma. Si tú no sabes explicarla ni a ti misma ni a los
demás, di, cuando seas interrogada, las palabras del santo Evange-
lio: “... y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Los otros
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entenderán. Yo, Jesús, en efecto me he humanizado por vosotros y
continuo a humanizarme por ti, por todas las almas. Yo desciendo
en vosotros con mi gracia y os lleno de mí y el alma entonces viene
a ser introducida en mí. Mi palabra está en tu alma inundada por
mi luz; mi palabra está en tu pensamiento, y tu pobre corazón vibra
de mi sumo amor. Yo, Jesús, humanizado en mi pobre criatura para
que ella reciba de mí cuanto le falta. Yo así quiero descender en
todas mis almas para que cada criatura sienta su Creador en sí; cada
hijo humilde y confiado, el amor de su Padre celestial que lo aca-
ricia, lo guía, lo vigila. Nadie, nadie debe sentirse huérfano. Por
este, que tal se creyó, yo iré a él con mi Sagrario Vivo, para que yo
pueda abrazarlo con vuestros brazos, pueda hacerle descansar sobre
mi corazón. Busco a mis hijos perdidos, perdidos a través de vo-
sotros; busco a mis hijos alejados de mí, pero todos todavía viven
en mí hasta que yo, Jesús, los sigo amando. Yo, a través de voso-
tros, ya he comenzado a buscar las almas que no saben buscarme.
Ahora seré yo, y cada vez más, que iré a ellos mientras el mundo
exista. Vengo ya a visitaros, a visitaros, a llamaros, y mi voz silen-
ciosa toca vuestras almas. Abridme. Soy yo, Jesús, que llamo. Soy
la gracia, el perdón, el consuelo. Soy el padre que no olvida a su
hijo. Soy el amor, el mismo amor de antaño, el que me hizo aceptar
la amarguísima pasión. Soy el amor de Dios Creador. Soy el amor
que di y manifesté a Abrahán y a los profetas. Soy el amor por el
que os he creado, os he redimido. ¡Soy el amor que, sin interrup-
ción en el tiempo, se ofrece a la gloria de Dios por vosotros, mis
hermanos! Soy Jesús, y Jesús solo es el Amor. Ahora sabes cómo
hablo en ti. Ahora entenderán como “dicho” a ti. Así será para las
almas pobres y humildes, que aprenderán a buscarme en su alma,
a encontrarme en los hermanos, a ver por todas partes yo mani-
fiesto mi bondad, mi belleza, mi llamada de amor. Quien verdade-
ramente me busca, sabe en cuántos modos y en cuántos caminos
puede encontrar a su Jesús, ya que dondequiera y sobre todos yo
derramo mi mirada. ¡Buscadlo! Es la mirada de Amor».
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Savona domingo 18-8-1968
Jesús: «Prepara tu corazón para recibirme más íntimamente. Yo,
Jesús, estoy en ti en la medida en que tú me ames. Quiero que esta
“medida” aumente y que tu corazón se convierta para mí en un cáliz
que desborda... de amor. Entonces imprimiré en este nuevo cáliz mi
santo nombre: ¡Jesús! Quiero que hagas cada acción conmigo, que
aprendas a consultarme antes de tomar cada decisión tuya. Cada
alma debe proponerse vivir, momento a momento, su propio día con-
migo, si ella desea realmente estar en mi compañía. Solo así podré
ser el maestro de su vida, el pastor de su alma. Solo así yo puedo
conducirla por el camino establecido por la divina voluntad. El alma
que confiada a mí se abandona, nunca está sola, porque yo estoy con
ella. Aprenda el hombre a hablar con su Dios. Aprenda a hablar con
su Jesús, su hermano. Deseo también las oraciones que brotan de
vuestro corazón: desahogos, sentimientos expresados con vuestro
lenguaje, pensamientos dirigidos a mí continuamente. Yo soy amigo
amoroso para cada corazón que me busca. Venid, venid a mí que os
espero, os amo. Yo, Jesús, ya no recordaré el tiempo en que nunca
pensaron en mí; el tiempo en que, aunque vivieron en mi casa, no
supieron amarme ni a mí ni a sus hermanos; el tiempo en que os he
llamado... y no habéis venido. Yo olvido tan pronto como vosotros
me buscáis con pureza de espíritu, y olvidaré una y otra vez tan
pronto como el alma tenga confianza en mí y aprenderá, aunque tar-
tamudeando, el primer lenguaje de amor íntimo dirigido a mí: Jesús
Eucaristía. Tú habla con tu Jesús, no guardes nada para ti, sino que
dirige todos tus pensamientos a mí. Debes decirme todo, para que
yo viva en ti, para tú no me excluyas de tu día ni por un instante.
Esta es una unión de padre con el hijo, de hermano con el hermano,
de amigo con quien busca al amigo. ¡Oh Vera, qué alegría inmensa
viene a vosotros de esta unión! Ya desde aquí, vosotros podéis gustar
las alegrías del cielo. Entonces vuestras dificultades no os aparece-
rán, por mí, como símbolo de cruz penosa, sino de cruz gozosa; vues-
tros dolores serán el objeto que os hará agradecidos a mí, que os he
beneficiado de mis tesoros; la paz, la serenidad serán el fruto de
vuestro vivir junto a mí».
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26 Pages 251-260

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Porto Maurizio 22-8-1968
Jesús: «Hoy dejo mi palabra al Corazón Inmaculado de mi
Madre! Te doy a mi Mamá, te doy su corazón. Jesús por todas las
almas».
Porto Maurizio 22-8-1968
«Soy la Mamá de Jesús: la Inmaculada, concebida sin pecado
para “llevar a Jesús”. A vosotros, que pronto seréis los “portadores
de mi Jesús en las sagradas especies” yo, Madre de Jesús y Madre
vuestra, me dirijo para rogaros que aceptéis la gracia sin medida
que él ha preparado para la salvación del mundo. Vosotros, llama-
dos y prometidos a Dios Padre por Jesús, recogeos en confiada ora-
ción y espera. Yo, María santísima, he intervenido e intervendré
mucho más porque el amor de mi Jesús triunfe. Yo, María Auxi-
liadora, guiaré la Obra de Amor al santo padre, y le daré a él y
luego a los demás signos interiores y también exteriores para que
“vean” que quien obra es Jesús Eucaristía, su misericordia. Yo, con
mi corazón de Madre, mostraré la verdad. Al mundo trastornado
yo, Madre, quiero dar a aquel que es salvación y paz: ¡Jesús! Tú,
hija mía, no temas: yo te escucho, te sigo, te veo. Sé que temes el
error, el engaño, pero yo, la Inmaculada, aplasto al jefe del ene-
migo. Sé fuerte en mí, tu Madre; acrecienta la fe y la confianza en
esta Madre del Cielo que acude siempre piadosa a tus gemidos. La
Obra de Amor de mi Jesús cuesta, y mi Hijo pide a cada llamado
cuánto sabe dar. ¿Y a quién Jesús pide primero? A padre Gabriello,
servidor fiel de mi Jesús. A ti, pobre criatura, para que escuches la
voz, recibe los pensamientos de mi Hijo. Tú has recibido mucho
de Dios, por mi Jesús y por mi intercesión materna. Ahora él, Jesús,
se ha desposado contigo y con el padre Gabriello, en su Obra de
Amor. Vendrán los demás llamados, y a la palabra del santo padre
se derramará en la tierra la semilla de la nueva misericordia: los
Sagrarios Vivos. Entonces se delinearán los surcos aquí abajo, los
establecidos en el Cielo. Seréis recibidos bajo la autoridad del
Papa, para que Jesús, que es camino, recorra los caminos del
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26.2 Page 252

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mundo. Que se enderecen las calles sinuosas, se borren los calle-
jones oscuros, se purifiquen las almas en la oración y en el arre-
pentimiento. Mi Jesús viene a vosotros con inmensa gracia, como
nunca antes había sido dada al hombre. Jesús Eucaristía vendrá
sobre ti para buscar y salvar lo que estaba perdido. Entonces el
mundo será purificado por una visita de Dios, y yo, también vuestra
Madre, estaré con vosotros y con mi Hijo, Jesús Eucaristía, para
recibir junto con vosotros a Dios Creador en la revelación de su
amor y su justicia. En efecto, donde está Jesús allí estoy yo, su
Madre, la Pura y la Santa, la Inmaculada por voluntad de Dios.
Jesús, mi Hijo, te dictará sobre su Obra. Me corresponde guiaros,
animaros en las pruebas y conceder más: cuanto falta a causa de
vuestras miserias, y sobre todo de las tuyas, hija mía. Yo, Inmacu-
lada, concebida sin pecado por voluntad de Dios, os bendigo en
esta pequeña comunidad que ahora formáis. Bendigo a los sacer-
dotes, bendigo, bendigo al padre Gabriello y su acción apostólica.
Yo os bendigo con mi corazón de Madre de Jesús y de Madre vues-
tra. Ahora mi Espíritu de gracia te unirá más a mi Jesús, porque yo
tengo la misión de preparar tu pobre corazón para acoger a Jesús;
solo yo puedo preparar esta morada para él: un Sagrario íntimo
donde mi Jesús sea amado, ardientemente amado. Esta misión es
fruto del amor de mi corazón de Madre a ti y al padre Gabriello.
¡Abandono, confianza, fe, amor: yo estoy con vosotros!
Os uno en mi Corazón Inmaculado, y os ofrezco a mi Jesús.
Vuestra Madre: la Inmaculada, porque es Madre de Jesús, porque
es verdadera Madre de Dios».
Sv 26-8-1968
Jesús: «... y yo iré a él y haré morada en él. Tú me llamas, y
yo Jesús, vengo a ti, te hacia la santa gracia de mi divina presencia,
y tu alma es iluminada de mí. Sí, yo escucho el grito de mis almas
como el buen pastor oye y distingue el balar de sus ovejas y acude
a ellas y las socorre según las necesidades que necesiten, o el amor
del que yo soy objeto de su búsqueda, de su alegría y muerte, Del
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cual soy sujeto en el tema. Jesús el sujeto: Vida en la vida de “su
alma”, y el alma, el sujeto que se deja penetrar por el sujeto de
vida: yo. No siempre el alma advierte sensiblemente mi divina pre-
sencia. Yo me velo por varios motivos: ¡pruebas, pruebas! En
efecto quien me sigue en las pruebas me glorifica, quien persevera
en la confianza ciega en mí, me consuela, quien cree en mí cuando
la noche ha bajado y a brillar queda la única estrella de mi realidad
divina, la santísima Eucaristía, está en mí, y yo estoy en él. ¡Si
todas las almas fueran sensibles a mis llamadas! Hablo de almas
que me conocen, que me aman... pero no distinguen mi voz: ¡voz
del alma, voz mía! Sí, hija mía, quiero que el alma perciba el so-
nido de mi voz. ¡Yo, Jesús, he dicho, cuida bien, el alma, no el
oído! Este don, por ahora es para ti, y por tu pobre medio, a todas
las almas para que ellas conozcan mi amor en la intimidad de su
efusión. Yo, Jesús, hablaría a todas mis almas si ellas aprendieran
a distinguir mi lenguaje. Muchos no creen, no tienen fe, y rechazan
el verdadero consuelo del amigo. Muchos tienen prisa, no saben
recogerse en silencio y humildad. Aquí, en el templo de amor que
yo, Jesús Eucaristía, voy cada día construyendo para mi sagrada
morada, yo soy. En ella yo hacia la vida, y de ella soy el buen pas-
tor. En la humildad hablo al alma, y soy para ella el Divino Maes-
tro. ¿Quién te guía, te endereza, te exhorta, te amonesta, te
consuela? Aquel a quien tú abriste el alma para que fuera su dueño
absoluto: ¡yo, Jesús! Di a mis almas, dile al mundo que yo busco
“moradas estables” donde no sea solamente el huésped, sino el
dueño. En efecto, ¿no me has dado completamente tu alma? Por
tanto, yo, Jesús, soy el dueño de tu alma. Y el amo es libre de dar
cuanto a él le gusta. Yo, Jesús, soy libre de dar un sonido a mi voz.
Sí, Vera, llámala también “voz del alma”. Oh, si esta humanidad
apresurada aprendiera a percibir esta Voz, ¡la Voz de mi amor! Si
al menos “mis” almas aprendieran a buscarme en la humildad, den-
tro de sí mismas, descubrirían mi presencia divina, real, humana:
¡a mí, Jesús!».
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26.4 Page 254

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Sv. 27-8-1968
Jesús y los pobres. «Vosotros los encontráis por todas partes:
es el niño que pide respeto por su inocencia; es el viejo que sabe
verme; es la humanidad humilde que me sigue con corazón fiel. Qui-
siera que mis almas aprendieran a “ver” conmigo, para distinguir a
mis “pobres”. Con sus ojos no pueden, porque estas almas, aunque
me amen, abrazan todo y a todos, pero no saben encontrarme en el
pobre que yo les he puesto cerca. Tenéis un velo que nubla la vista
de mis realidades espirituales: orgullo, presunción... Pensad en abra-
zar y contener en el espíritu de vuestro apostolado, de vuestras ora-
ciones, a todos los hombres, y después no sabéis acoger al más
pequeño que está entre vosotros: el pobre. He dicho antes: pobre es
aquel que está privado de dones, de riquezas interiores. Al pobre,
que las alas del cielo han dado confianza y amor, yo doy, porque es
humilde, porque es generoso, porque es agradecido a Dios. Este
pobre encontró su tesoro en la sencillez: yo. Yo soy para él la riqueza,
yo lo visto de gracia como los lirios del campo. A él le procuro el
alimento del alma de que nutrir su espíritu: mis palabras. Él sabe
amar a los otros pobres, y sabe reconocerlos, ya que su ojo “ve” con
mi ojo. Él respeta a todos, sabe mantenerse en su lugar de pobre, sin
aspirar a nada más que a poseerme cada vez más. ¿Y vosotros, almas
mías, sabéis distinguir a estos pobres? Oh almas sacerdotales, dete-
ned la carrera. ¡No persigáis los tiempos! Seguidme a mí, buscadme
a mí, vedme a mí. Yo, Jesús, estoy en mis pobres. Jesús a una pobre».
Varazze 27-8-1968
Jesús: ¡«Quiero caridad entre mis sacerdotes! Que se amen
unos a otros como elegidos por mi amor por la gloria del Padre en
igual medida de predilección. Amo al sacerdote fiel y ferviente; amo
al sacerdote que no sabe o no quiere dar del mismo modo. Uno es
motivo de gloria, de reparación, de consuelo para mi corazón sacer-
dotal, el otro es causa de sufrimientos para otros sacerdotes, de gloria
no elevada a Dios por mí, por mi medio. Pero yo, Jesús, continuo a
amar, a ofrecer ocasiones de volver a mi corazón herido. Mi amor in-
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26.5 Page 255

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finito se extiende a cada sacerdote mío con inefable ternura. Soy el
buen pastor que con mis ovejas fieles sufro para contener en mi redil
a las ovejas que traman el abandono, la fuga. No hay redil en esta hu-
manidad donde sea verdad, sino en la Iglesia católica, apostólica. No
hay pastor en mi Iglesia, sino mi vicario: Pablo VI. Quien escucha y
pone en práctica su palabra, está conmigo. Quien no sigue a la Iglesia
en la palabra del pontífice, está fuera de mí y, por tanto, contra mí.
Vosotros, sacerdotes que queréis abandonar mi camino en nombre
de una supuesta justicia, cuidad vuestros pasos: cuando hayan tomado
direcciones falsas, habréis determinado el cisma. Entonces la huma-
nidad será sometida a los flagelos y a la ruina ya que Dios recogerá
a los “justos” para formar, con el Papa, el corazón sacerdotal de su
nueva Iglesia. Venid a mí, a Jesús; venid a vuestro pastor, acercaos a
mi amor, y por eso acudid a las fuentes infalibles de mi mensaje evan-
gélico: es el camino, contiene la verdad, os lleva mi vida. Nada ha
cambiado en sus valores y nada cambiará, porque estos son eternos
como eterno soy yo que, por amor y voluntad de mi Padre, os los he
transmitido. El sacerdote “nuevo”, moderno, se forme siguiendo el
ejemplo del sacerdote “viejo”. Custodie celosamente las verdades in-
falibles a la luz de la práctica de la espiritualidad del sacerdote de
pensamiento conservador, para que no corra el riesgo inconsciente
de ser arrollado por el catolicismo moderno. Sepa hacer una cuidada
selección del “nuevo” para integrarlo con el “viejo”. El sacerdote con-
servador sea guía humilde, paciente, activa, del sacerdote joven.
Acepte el bien de la renovación de la Iglesia. Que todos vuestros pen-
samientos, que se traducirán en actividad práctica de apostolado, ten-
gan dos faros de luz que vienen de mí: el santo Evangelio y la palabra
del santo padre. El resto conduce al error. Y amaos, amaos recíproca-
mente si queréis que yo esté con vosotros hasta el último. Jesús, a sus
sacerdotes».
Sv. 1 de septiembre de 1968
Jesús: «En vuestros discursos haya caridad, perdón y com-
prensión para con todos. Cuando amáis a los que os han hecho
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26.6 Page 256

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daño, yo, Jesús, me regocijo en vosotros. Cuando olvidáis las he-
ridas del pasado para amarme, yo revivo en vosotros mi santa gra-
cia. Cuando hablen de vosotros injustamente y vosotros, por mi
amor, sepáis callar para morir en mí, yo viviré en vosotros y el
mundo desaparecerá para vosotros. El alma que se entrega a mí,
víctima en la Víctima, es como un soldado en la lucha. Cada día
deberá conquistar terreno mientras se defiende de los ataques ene-
migos. A medida que avance deberá dejar cada día una parte de sí
mismo, del viejo hombre que aún sobrevive en él, y cuando yo en
él y él en mí sean una sola alma, me habrá hecho revivir en su hu-
manidad. En esta ascensión no están solos, nadie está solo, ya que
yo os doy a mí. Leed, leed el amor en los corazones humanos: amor
contenido, escondido, inconsciente. Leyendo en el hombre ese
canto de amor para el cual lo creé. Cada ser humano es la mani-
festación más confusa. Leyendo en el hombre ese canto de amor
para el cual lo creé. Cada ser humano es la manifestación más con-
creta de mi omnipotencia, la más sublime revelación de mi amor
de padre, habiéndole entregado mi imagen. El Hijo se parece al
Padre, pero tú distorsionas mi apariencia con el pecado... Escribe,
escribe otra vez, no pares: yo soy Jesús, quiero que améis a los que
no os aman. Quiero que reces por ellos. Reconocerás estas almas
por la forma en que se presentan ante ti: ingratitud, injusticia, aban-
dono... Yo, Jesús, te doy estas almas: abre tu corazón y recíbelas.
Cada alma que abraces en el sufrimiento y en el amor recibirá de
mí lo que le falta: mi Amor. Esta es la primera entrega que te hago,
alma mía. Sabes que no estás sola porque yo, Jesús, te lo repito,
nunca te he dejado y nunca te dejaré. Estoy preparando en tu alma
mi morada estable, para que mi Padre sea glorificado en mí con el
Espíritu Santo en tu alma. Quiero almas, quiero mis almas alinea-
das como un ejército contra el enemigo. Tenéis un estandarte de
gloria: mi santa cruz; un nombre que te hará fuerte, Jesús; una es-
peranza que es certeza porque es verdad: poseerme a mí. Yo soy la
verdad, seré vuestra gloria. No os desaniméis por la lucha. Ninguno
de vosotros está solo, ya que yo me renuevo en vosotros, vuelvo a
vivir en vosotros, me encarno en vosotros. Déjame entrar en ti y
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26.7 Page 257

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dejarme espacio. Preparad una lámpara que arda en vuestro cora-
zón: donde esté encendida, iré y plantaré mi tienda, para que el
mundo sepa que prefiero a los pobres y a los humildes, a los pa-
cientes y perseverantes, a los que sufren y a los misericordiosos.
Por ellos vuelvo a renovarme en su humanidad para que sean una
sola cosa en mí. Ahora es el tiempo de que los pobres sepan que
yo voy hacia ellos y que entre ellos he establecido mi morada di-
vina. Jesús.
Tú, Vera, has escrito por voluntad de mi Padre, por la efusión
del Espíritu Santo y yo, Jesús, te di “mi pensamiento y mi palabra”.
Para ti: tienes una llamada. Estate preparada, sé buena, misericor-
diosa. Estate preparada. “Juntos” preparamos el “don” para ofre-
cerlo a nuestra Madre, María Santísima. Une tus manos en oración,
entrégalas a la siempre Virgen María, para que trabajen para el
Sumo Bien. Jesús que te ama, que os ama, os espera...”.
257

26.8 Page 258

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26.9 Page 259

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VIII LIBRETO
JESÚS
Inicio de la segunda parte
de la Obra de amor de Jesús
3-5 de septiembre de 1968

26.10 Page 260

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Sv. 5 de septiembre de 1968
Jesús: «Quiero una casa toda para mí, para mi Obra de Amor.
Debe surgir en Roma como faro de luz que se difunda por todo el
mundo. Mi casa deberá acoger a los llamados para prepararse a ser
los “portadores de mí, de Jesús Eucaristía”. Esta casa, la “mía”,
será el lugar donde se alojarán los Sagrarios Vivos para turnos de
ejercicios espirituales abiertos todo el año. Aquí se enseñará a las
almas llamadas a ir a la tierra de misión. Aquí se fortalecerá y se
afinará la espiritualidad del Sagrario Vivo a la luz del santo Evan-
gelio. Mis “dictados” deberán ser integrados con mi mensaje evan-
gélico, y convertirse, en su unidad, en objeto de meditación y
norma de vida actual para todas las almas. Cada uno me encontrará
si se esfuerza en encontrarme en los mensajes de amor dirigidos a
los pobres. Por cada alma yo, Jesús, he abierto la herida de mi co-
razón para que el alma descubra, vea el camino íntimo, personal
que conduce a mí. Yo, Jesús, soy el camino en la efusión de pala-
bras a vosotros, consagrados a mí. Yo estoy en la palabra dada por
mi Padre para las almas que sinceramente me buscan y quieren se-
guirme en el ocaso del mundo corrupto, en la miseria de la huma-
nidad sufriente. Escribe: mi casa sea lugar de oración, de oraciones
fervientes y espontáneas; sea el recogimiento de almas en coloquio
conmigo. Aquí os recogeré, os uniré, y el Espíritu Santo, Espíritu
de Dios, os mantendrá a la sombra de sus alas, en el calor divino
de su amor. Esta será la casa fundadora de mi Obra. Otras seguirán
en Italia y luego en Europa, y en todas partes, y tendrán los mismos
fines, las mismas orientaciones: preparar las almas de los llamados
a asumir mí en el alma, en el corazón, en el espíritu de inmolación,
para llevar y darme a los hermanos, a todos los hermanos. Sacer-
dotes preparados esperarán a esta alta tarea. Ellos recibirán la gran
entrega de vicarios, obispos y altos prelados para que lo que sea
atado en la tierra también sea atado en el cielo. Luego los Sagrarios
Vivos serán enviados en las cuatro direcciones establecidas por
Dios en el signo de mi santa cruz: norte, sur, este, oeste. Suscitaré
muchas, muchas almas para que mis casas estén llenas. Muchos
Sagrarios Vivos vivirán en sus familias, muchos servirán a la casa;
260

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muchos irán en las direcciones dichas antes. Quiero que la tierra
sea cubierta de mí, de mi misericordia. Mi casa nacerá de la provi-
dencia de mi Padre, y yo, Jesús, prometo grandes gracias y favores
para los que me lo pidan por intercesión materna de la S. Virgen
Maria. Cuanto le pidáis a ella, según la voluntad y la mayor gloria
de Dios, yo, Jesús, os lo concederé por medio de mi Madre. Quiero
que todo pase por las manos de la Auxiliadora, todo unido a las lá-
grimas de la Dolorosa, todo purificado en la que Dios preservó de
toda sombra de pecado: la Inmaculada Concepción. Se reavive la
fe en mi Madre, se alimente el amor, la confianza, el abandono en
la que todo lo puede, cerca de mi corazón. Que se establezca la ca-
ridad entre los hermanos a la imagen de la caridad materna de
María santísima. Rezad con ella, trabajad con ella, confiad en ella.
Y lo que hayáis hecho con un mínimo de vuestros hermanos, lo
habréis hecho con ella. Que se liberen los corazones de toda estre-
chez humana, porque vuestro corazón podrá amar, mucho, mucho,
cuando hayáis aprendido a vivir con María santísima. Ella estará
llena de gracias particulares para vosotros, rica por los que pensa-
rán en hacer surgir mi casa, la casa de mi obra, de la obra de amor
de Jesús. Jesús, en la plenitud del amor y de las luces del Espíritu
Santo, a una pobre».
Sv. 14-9-1968
Jesús: «El amor, solo y todo el amor vierte en tu alma la dul-
zura de mi llamada. Estoy en ti, hija mía, soy yo, Jesús, que te visito
y te traigo mi fuerza para que escribas y no temas. Mis mensajes
deben ser revelados para que yo me manifieste a ti por las otras
almas, por tus hermanos. No temas a los que deben dirigir mi Obra
de Amor. A ellos se les dará una señal por la que creerán. Yo te lo
revelaré y te lo dictaré para que no seas presa del tormento de las
dudas. ¿Qué te importa a ti la opinión de los demás? Tú tienes mi
palabra, la palabra de Jesús. Ellos necesitan creer, tocar para creer.
Tú te entregas a mí, y pones todo en mis manos: dame completa
confianza. Yo necesito esto para seguir hablando contigo. A ti,
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como a la Magdalena, te doy el mensaje de mi visita, de mi venida,
de mi regreso entre vosotros. Habla a mis almas del “don” nuevo
que os traigo; grítalo a todos que yo, Jesús, busco las moradas de
mis criaturas, que yo, Jesús, quiere vivir su vida y no ser ya ex-
cluido ni olvidado. ¡Oh, que “mi voz” resuene pronto en la huma-
nidad! Abrid vuestro corazón a mí, Jesús. Yo os amo, yo os daré la
paz, mi paz. Yo me renuevo, me inmolo en mis almas porque yo,
Jesús, soy salvador. Llévame contigo. Jesús, hecho hombre, des-
ciende en la pobre alma y a esta manifiesta su amor de padre, de
hermano, de amigo, de esposo. El alma está en Jesús, y en él vive.
La criatura lo olvida porque es pobre y débil, la criatura es defecto.
Yo, Jesús, la visito, como la madre para el pequeño, y le digo: “llé-
vame también sobre ti”. Yo seré luz en tus dudas, yo, fuerza en
tus debilidades, yo llamo a “nuestro” pacto de amor. Esto hago por
el débil. “Concédeme a los demás, concédeme a todas las almas”:
esto le diré después a ella “y usa con los hermanos la mansedumbre
con la que yo, Jesús, he tratado y trato contigo”. ¡Vera, llévame
contigo! Pequeña alma mía, yo me entrego a ti, porque tú sin mí,
nada puedes hacer. Yo en ti y sobre ti, para que yo, Jesús, triunfe y
triunfe en ti. Jesús en su ardiente amor. Sí, tendrás el permiso del
papa Pablo VI, de llevarme. Yo, Jesús, te concederé este anticipo
a ti y al padre Gabriello, porque donde llega mi Voz, allí debe estar
mi morada, mi tienda».
Turín 18-9-1968 12,20 Horas
Jesús: «Mi nombre es Jesús, Hijo del Altísimo y de María San-
tísima siempre Virgen. Yo, Jesús, te llevo en mi divino corazón,
para que el tuyo sea nutrido, alimentado de mi sumo bien: ¡el
Amor! Tú no me elegiste, pero yo te miré, y mi mirada de amor te
alcanzó, te hirió. La herida de mi amor es la herida que busca mi
gloria. Es herida incruenta, pero herida, y tú la llevas. Yo, Jesús, te
la he dado. Ahora nuestros “corazones” se comunican mejor por-
que tú vives de mí, de mis deseos de amor, de salvación, de perdón,
de paz. ¡Te espero, vuelve!
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Ahora estás en mi paz, porque yo, Jesús, te libero de las turba-
ciones. Mi Madre está contigo y nosotros no abandonamos a sí
mismas a nuestras almas, a nuestros hijos. Son precisamente los
pobres los que más necesitan las riquezas del patrón. Precisamente
por las pequeñas y débiles como tu yo vuelvo a humillarme y “ol-
vido” de ser Dios. Vive en mí, Jesús, el hermano para los hermanos,
el amigo, el esposo, el padre. En el sacramento de la penitencia te
he bautizado con mi sangre divina y te he dado una nueva luz: luz
de gracia que crece, de gracia que fortalece. Ahora te he desposado
a mi Obra de Amor, y como signo de esta unión de gracia, recibes
mi cruz. Tú la llamarás Cruz de Amor de Jesús. Ella parte de
Turín por las manos de mi dulce Madre. A lo largo de este camino
doloroso y gozoso está y estará ella: María Auxiliadora, en el so-
corro, la ayuda, el consuelo; la Inmaculada por la pureza con la
que deseo sea llevada mi cruz de amor. Encontraréis a mi Madre a
lo largo del “camino”, y también a vosotros os dará consuelo, ale-
gría. Encontraréis muy a menudo su corazón de Madre. Lo que te
digo vale para el padre Gabriello, siervo fiel en quien he puesto mi
confianza. Otro mensaje será dirigido a él, para que no solo mi gra-
cia, sino también mi palabra, fortalezca su espíritu sacerdotal. Mira,
yo estoy en vosotros y en vosotros. De mi pueblo santo me sirvo
para difundir amor, mucho y mucho amor. Elegí a los pobres, para
confundir a los poderosos, elegí a los débiles para verter en ellos
mi fuerza, elegí los frágiles para revelar a los fuertes que ellos, en
mí... (interrumpida)».
Turín 18-9-1968 (16 horas en la Basílica de María Auxiliadora)
Jesús: «Escribe en mi nombre: ¡Jesús! La Obra está aquí, en
manos de los superiores. De Turín partirá mi triunfo. ¡Te lo pro-
meto! ¿Quieres escribir en mi santo nombre, Jesús? Escribe tres
veces mi nombre santo: Jesús, Jesús, Jesús. Cuando pidan el signo
del cielo, yo, Jesús, les daré prueba tangible de mi verdad en la
Obra de Amor».
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Savona 19-9-1968
«Jesús por ti, Jesús por las almas, Jesús por padre Gabriello.
El Espíritu consolador vendrá a consolar el alma en pena de mi
servidor. Yo, Jesús, desciendo en lo íntimo del corazón sacerdotal
e infundo paz y confianza, fortaleza y humildad, ciencia e intelecto.
El Espíritu Santo será luz, guía, consuelo para él. Él, el padre Ga-
briello, es mi soldado que lucha por mi causa, y yo, Jesús, le he
dado un gran ángel. Él aprenderá y experimentará el amor puro
que yo deseo siempre de él: la humildad de espíritu, y la dulzura
con que él debe moverse en mi santo nombre: Jesús. Tales virtudes
son y serán cada vez más reveladas a él por su ángel custodio. Dé-
jese guiar como un niño por este guía luminoso, para que yo, Jesús,
en Dios Padre, mire mi alma sacerdotal en la pureza del espíritu,
espíritu angélico, espíritu de Dios. Confíe en mi misericordia.
Acepte con fe y humildad las pruebas necesarias para que mi Obra
de Amor vea la luz sobre la tierra. Partirá de Turín, de la Auxilia-
dora, como faro de salvación para la humanidad que vive en la an-
gustia1, se difundirá por la tierra, por los cielos, por los mares. Yo,
Jesús, Hijo del Todopoderoso y de la bienaventurada María siem-
pre Virgen, os lo prometo. Parte de Turín mi cruz de amor y porque
cruz, será salvación. El memorial de mi pasión y muerte es mi di-
vina presencia en la santísima Eucaristía. No existe el Santísimo
Sacramento de mi amor, sin mi sacrificio renovado por el sacerdote
sobre el altar. Sin ofrenda, no hay sacrificio. No habría mi inmola-
ción incruenta, si yo, Jesús, no me hubiera entregado hasta el úl-
timo, hasta la muerte en la cruz. Por eso no habrá triunfo sin mi
cruz. No habrá Sagrarios Vivos, sin inmolaciones de víctimas, pe-
queñas víctimas en mí, única víctima que Dios acepta. Por eso os
digo: cada llamado acepte la cruz de amor que yo, Jesús, le doy, y
la encierre en su corazón con gratitud y sinceridad. Es un signo de
1 Cf. Sueño de Don Bosco conocido como el “Sueño de las dos columnas”: la
Eucaristía y la Inmaculada salvan de la tormenta de las persecuciones a la Iglesia y
a la humanidad después de haberse anclado en ellas como a dos columnas.
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predilección por mis almas. Almas mías, venid a mí: llevad con-
migo este signo de amor y dejad que esta cruz de amor os forme,
os purifique y os prepare a venir a mí. Después del sacrificio, la li-
bertad de espíritu, después de la muerte, la resurrección, después
del último aliento dado a Dios Padre en mi mismo aliento, yo,
Jesús, estaré delante de vosotros con mi dulce Madre, no para juz-
garos, sino para introduciros en la gloria de mi Padre. Bendecido
por mi Padre, ven: tú me has dado testimonio de fe y de amor ante
los hombres, yo, Sacerdote Eterno, Jesús, te reconozco delante de
mi Padre, y ya no eres siervo sino señor en mí en la casa de los cie-
los. Tú me fuiste fiel en la misión que te encomendé, ahora parti-
ciparás de mi gloria, y allí verás cuánta fiesta se hace en el cielo
por los pecadores que se convierten, por los pobres que han encon-
trado a Jesús en el hermano, por los lejanos que han sido visitados
por mí mediante la santísima Eucaristía traída por ti. Tú, Gabriello,
alma sacerdotal que me lees, eres ese medio, esa morada que yo
he elegido del cielo para ir a otras almas. ¿Quieres ofrecerme una
tienda, tu tienda? Soy Jesús, Dios uno y trino, Hijo de la Inmacu-
lada Concepción. Como para salvar a la humanidad me he hecho
hombre, y como tal para vuestra redención, he necesitado de los
hombres, de su testimonio para transmitir a vosotros el mensaje de
salvación, el Evangelio, así, mientras el mundo sea, para llevar y
dar la última misericordia, Necesito al hombre muerto al mundo,
el alma consagrada a mí, víctima en la víctima. Alma mía, ¿quieres
llevar a tu Jesús para siempre? ¿Quieres que yo vaya también sobre
ti, y por ti y por las otras almas? Hazme sitio, prepárate, recíbeme.
Acepta con generosidad mi nueva cruz de amor. ¡Soy Jesús, llé-
vame contigo! Jesús en la santa gracia, al alma pequeña y pobre.
Jesús dona, Jesús da. ¡Venid a mí!»
Santuario de Savona «Madre de la Misericordia» 22-9-1968
«Soy Maria, la Mamá de Jesús, la Mamá de vuestras almas, de
todas las almas. Estás bajo mi manto. Padre Gabriello está envuelto
por mi manto. No temas, no dudes. Yo, María Santísima, conduciré
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la Obra de Amor de mi Jesús: donde hay defecto, yo llevo la per-
fección, donde hay duda, yo llevo la certeza, donde hay confusión
yo, misericordia divina, llevo orden. No se turben vuestros cora-
zones, sino que confíen en mí, María santísima siempre Virgen,
que soy Madre, y deseo gloria, amor, honor, triunfo para mi hijo
Jesús, salvación y redención para todas las almas. Yo, hija del Dios
todopoderoso, Inmaculada Concepción, Madre del Unigénito,
Jesús, prometo para la mayor gloria de Dios, el triunfo de la Obra
de Amor de Jesús: los Sagrarios Vivos aprobados y autorizados por
el santo padre Pablo VI. A ti Gabriello, hijo de la santa cruz de mi
Jesús, mi llamada ante la Santa Sede, donde tú, por mi gracia, serás
introducido y recibido, y hablarás por mi inspiración. Yo, Madre
del Buen Consejo, estaré presente con vosotros. Recibid, tú y Vera,
mi bendición materna con la que yo, María santísima siempre Vir-
gen, permanezco a vuestro lado rezando. ¡Mi misericordia está con
vosotros! María Santísima».
Savona 25-9-1968 (por la mañana)
Jesús: «¡Mi santo nombre es Jesús, te lo he dado a ti! ¡Hija, mi
hija de la cruz! Quiero almas, almas pequeñas, crucificadas en mí
y por mí. Pequeños crucificados, crucificados por mi amor. Tú
estás a lo largo del camino del calvario con mi Madre y mi cruz de
amor; tú estás en esta crucifixión en mí. Por eso quiero “crucifica-
dos” que van, que avanzan a lo largo del camino. ¡Yo soy el ca-
mino! El camino de la cruz es para ti, para los primeros llamados,
el camino de mi Obra de Amor. ¡Ven adelante en este camino de
Amor y yo, Jesús, estaré cada vez más en ti, ya que yo soy el ca-
mino! Quien está desposado con mi Obra está crucificado por mí,
por mi gloria. Quisiera poder levantar de la tierra a todos los hom-
bres crucificados caídos, y darles la santa cruz del amor. A lo largo
del camino de la Obra, recoged a los “caídos”, y por la cruz santa
de amor que os he dado, pedid, pedid...”crucificados” caídos.
Cuando te dé más fuerza para recibir mi Espíritu de amor, te ma-
nifestaré otros deseos de redención. Te daré fuerza para recibirme.
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Pronto vendré a ti. Jesús que ama. Jesús que no te deja. Jesús en el
sufrimiento por ti, por muchas almas. Jesús te bendice, te absuelve,
te perdona. Jesús en los pequeños y para los pequeños. Ahora es-
cribe: ¡viva Jesús!»
Savona 25-9-1968 (19 horas)
Jesús: «Quiero hablar a los que sufren. El que sufre en el
mundo es el que ahoga en su interior mi Espíritu de amor. Se lo ve
ya en todas partes. Lo encontramos en los ojos apagados del aba-
tido, en la actitud irónica del presuntuoso y en el hombre que quiere
hacer por sí mismo. Sufre el deprimido porque está solo, no me
busca, sufre el creyente porque no me ve, sufre y se equivoca quien
confía solo en sí mismo. Hay otros que sufren, pero por ahora dirijo
mi pensamiento a estas criaturas. Estos son los “crucifijos caídos”
más comunes. Para ellos es más difícil la salvación porque están
heridos por un grave pecado: la soberbia. Mi Obra de Amor quiere
llegar hasta ellos por medio de “mis crucifijos’. En el Sagrario Vivo
quiero ir también “crucificado” para acercarme a estos pecadores.
Por lo tanto, en el silencio más místico, mi Sagrario debe vivir en
la sociedad, ya que yo, Jesús, quiero mi Divina Presencia entre
los hombres. Que los Sagrarios no sobresalgan en el “número”,
sino que sean los “llamados”, y no quien no haya recibido mi in-
vitación. Sean de espiritualidad profunda, aunque sean pobres. A
lo que falta daré yo, Jesús. Sepan que reciben conmigo mi cruz, y
en esta, crucificados por mí, por los hermanos. Esta cruz está ahora
sobre ti, sobre el padre Gabriello. ¡Llevadla con amor y gratitud, y
pedid por este don de amor, a los crucificados caídos! No dudéis:
has escrito mi pensamiento.
Ahora te digo: ¡Jesús! Los “caídos” son crucificados a causa
del pecado más grave. Ellos son los más “enfermos”, ya que su
alma es toda una llaga y no tienen ni médico ni medicamento.
Quiero ir entre estos que sufren, quiero que sientan que yo soy.
Quiero que crean, que vean el engaño y reconozcan el error. Me
bastará un acto de humildad para que yo me revele a su Padre. Así
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estarán aquellos “llamados” que irán donde se gobierne, donde se
discute por el bien de los pueblos, donde se busca acuerdo y armo-
nía. Se discute, he dicho, pero crece el desorden, crece en el
mundo. Oh hombres de poca fe, ¿podéis sin mí? Yo, Jesús, soy la
PAZ. Mi paz es para los humildes, para los que me siguen hasta el
último. Haceos humildes, sed humildes y misericordiosos, si que-
réis que mi Padre os use misericordia. Yo, Jesús, en mi santa Cruz
de amor, busco por mi infinita misericordia, a través de mis Sagra-
rios, los “caídos” para darles la cruz de mi amor: ¡salvación y re-
dención! Esta invitación se dirige a los llamados más fuertes en
mí. ¡Jesús en la santa gracia!»
Sv. 26-9-1968
Jesús: «Quiero que escribas, que me obedezcas. Acércate a mi
costado, y allí recibirás fuerza y gracia, y todo el calor de mi amor.
Me has visto crucificado. He mostrado mis pies clavados a la cruz
del sufrimiento. No tanto el sufrimiento era visible para ti, sino la
GRACIA, gracia de salvación y de perdón que yo, Jesús crucifi-
cado, doy a cuantos me invocan y adoran mis llagas. Difundes
entre las almas esta adoración. Ya nadie recuerda ni medita la pro-
fundidad del amor que me llevó a hacerme clavar. El pie derecho
fijo a la cruz ha mostrado mi sangre bermellona; la luz con que es-
taba iluminado el pie venía de mi sangre y por tanto era roja. El
pie izquierdo ha mostrado en el lugar del clavo una gran piedra
preciosa: la santa gracia que recibís por estas llagas santísimas, el
consuelo del perdón cuando con espíritu humilde os recogéis a mis
pies. Tal es la luz de la gracia, que vela la luz difundida por mi san-
gre: aquella sangre que yo te he hecho ver en el otro pie. La gracia
santa es como una piedra preciosa que ilumina y emana reflejos
brillantes en todas las direcciones. Luz viva, luz que viene del cielo
y trae a vuestras almas los reflejos azules y claros del firmamento.
Yo, Jesús, apasionado, no quiero perseguir a la humanidad recor-
dando mi amor sufrido, sino la gracia que, por esto, yo, Jesús,
quiero dar a todos. El alma que me sigue, tome enseñanza de mí.
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Todo sufrimiento queda velado si la gracia vive y crece en ella. El
sufrimiento es pasajero, pero la gracia permanece. El sufrimiento
es fuente de vida en mí, y genera la santa gracia. Venid a mis pies
con humildad, yo os daré cuanto vuestra alma necesita. Besad esos
pies santos, crucificados por amor, y permaneced allí. Haré brotar
entonces de las llagas de mis pies la contrición, el perdón, el amor.
Por las santas llagas de mis pies, yo, Jesús crucificado, te daré a ti,
a todas mis almas, la gracia de llegar a ser los verdaderos hijos de
mi pasión y de mi cruz de amor.
Ahora has revelado mi pensamiento, después que tu alma lo
ha visto y lo ha sufrido en mí. Estas últimas palabras son dictadas
por mí: Jesús. Yo te bendigo, quedo en tu alma con mi divina pre-
sencia. Ahora copia, me manifestaré de nuevo a ti. Espera a tu
Jesús».
Varazze Desierto 2-10-1968
Jesús: «En mi santo nombre escribe por obediencia y por
amor. Ofréceme tus sacrificios, tus sufrimientos: yo los veo y son
queridos a mi corazón. Mi corazón es el del esposo que espera los
abrazos de amor de la esposa. Cuando me buscas con humildad y
sufrimiento yo, desde la cruz donde estoy clavado, recibo consuelo.
Has sufrido el abandono, el mismo que yo recibo de mis almas.
Esto ha sido para reparar mi corazón desolado. Cuando seas más
fuerte, el abandono será más profundo o más prolongado hasta que
mis almas vuelvan a mí. No hay vida sin mí, y tú estarás como
muerta cuando yo, Jesús, sensiblemente abandone tu alma. Te será
de consuelo solo esta certeza: yo permanezco siempre en ti con la
santa gracia. Tú, sin mi Divina Presencia, estarás en la agonía. Esta
es la agonía que mi amor quiere darte aquí. Tú esperas con con-
fianza y humildad mi regreso. ¡Sin desconfianza, nunca! Tengo
muchas revelaciones que hacerte con respecto a mi Obra de Amor.
Deseo que estas sean precedidas por este sufrimiento. Tu cuerpo,
frágil también él y pobre, será sostenido por mi gracia. Tus tribu-
laciones diarias, aliviadas por el amor materno de mi Madre. Tus
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fatigas, ahora pesadas, llevan el signo de mi santa cruz y por ella
son bendecidas. No temas, yo, Jesús, te ayudaré a hacer mi volun-
tad para glorificar juntos a mi Padre. No fallarás, ni tu vida será
cumplida antes de haber cumplido conmigo, Jesús, con mi Madre,
María Santísima siempre Virgen, tu tarea. Tú estás en la tierra por
esta razón, y en la escuela, para sacrificar tu vida a mí en la víctima
inocente. Ahora confía y cada vez más. Yo te veo, te he visto antes
en la iglesia, y tus oraciones han consolado el abandono en que es
dejado mi corazón. Ahora ve, busca a los niños en mi nombre,
Jesús. Te bendigo del santo sagrario. Jesús que “ve”».
Desierto de Varazze 5-10-1968
Jesús: «Hija mía bendita, escribe en humildad y sencillez. Es-
cribe por mí, por mi suma gloria. Ven a mi cruz, reúnete a los pies
de ella y, metida en mis llagas santísimas, escúchame. Quiero llevar
tu alma hasta la herida de mi corazón divino a través del sufri-
miento y la gracia que yo voy dándote por las llagas santísimas que
yo he sufrido por tu amor. Ahora ve a mis pies, debes traerme mis
almas. Son los sacerdotes que me han abandonado. A ellos les falta
la humildad. A ellos les falta el conocimiento del divino amor, es
decir, de mí. La pureza del espíritu da mi conocimiento, pero no
ven, hija mía, el engaño y el error precisamente por este motivo.
Mis sacerdotes separados han reabierto todas mis llagas, y yo,
Jesús, busco y deseo almas pequeñas, humildes y generosas, que
se ofrezcan en mí para el retorno a mi amor sacerdotal de estas
almas mías, a mí siempre muy queridas, por mí siempre muy ama-
das y esperas ardientemente. A mis pequeñas víctimas me daré todo
yo mismo y vendré a morar en sus corazones, ya que en los humil-
des y perseverantes, en los “pobres”, yo, Jesús, encuentro mi con-
suelo. Este es el tiempo de los pobres que en mi gracia viven por
mí. No, ya no es el tiempo de las almas heroicas y fuertes. Es el
tiempo de los pobres que en mi gracia viven para mí. Es el tiempo
de los “pobres”, es decir de las espigas nacidas y germinadas de
las semillas de cebada. Estos han dado y dan lo que pueden, y yo,
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Jesús, todo acepto, aunque sea pobre y pobre. A lo que falta, yo
pongo, yo doy: ¡Jesús! Por eso os digo: venid a mí, almas pobres
y pequeñas, ya que yo, Jesús, soy rico y generoso por todas mis
criaturas. Quiero que reces por el santo padre con ofrendas espe-
ciales. Sí, el Espíritu Santo, por intercesión de mi Madre, la beata
María siempre Virgen, te ha dado un conocimiento nuevo cuando
tu alma ha visto. Ahora cuenta tú: “He visto con el alma (como
dice Jesús), al santo padre con las vestiduras sagradas, blancas,
como si hubiera tenido que celebrar, o ya lo hubiera hecho, la santa
misa. Estaba delante de los bancos donde estaban sentados los
niños, y detrás de él, la estatua de la santa Virgen parecía dominar
el cuadro. El Papa sonreía a los niños y les hablaba con afecto con-
movedor. Yo no entendía las palabras, pero intuía por la expresión
del Papa que seguía levantando los brazos, como si hubiera querido
acariciar a todos mis alumnos”».
Jesús. «Los sacerdotes deben ser como niños que se dejan guiar
por su padre. Así pues, deben conformarse a la voluntad de Dios,
ateniéndose con amorosa obediencia a la voz de mi vicario: el Papa.
Deseo ver en mis sacerdotes la humildad, la obediencia, la pureza
como sello de su sacramento; el amor como comunión perenne entre
yo y el sacerdote y, por medio de él, entre las otras almas; la bús-
queda de mi doctrina de amor a la luz del Espíritu Santo. Os he
dado una guía, os he dado una voz que viene de mí, que soy yo, que
es Dios Padre, es Dios Hijo, es Dios Espíritu Santo, en la persona
que me representa: el sumo pontífice, Pablo VI. Vuelvan, los sacer-
dotes al Papa; como niños confiados se dejen guiar y a través del
Papa, y solo por él, recibirán mi palabra de fe. El Papa sufre por
las profundas heridas de mi santa Iglesia. Tienes contigo niños. Llá-
malos en tu corazón “los niños del Papa”, y luego ofréceles lo que,
asistida por mi gracia, haces: trabajo, trabajo y oración. Todo en el
amor, en un amor de maternidad espiritual, que debe encontrar las
raíces y el alimento en la más pura maternidad que sea y sea: la de
mi Madre, la Inmaculada Concepción. Mientras “ofreces” el desierto
a mi Madre conmigo, Ella te ayudará en esta tarea, en esta intención.
Todos los días le habla así a mi santa Madre:
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“Es por ti, para reparar con Jesús el Desierto de tus almas, para
que vuelvan a ti. Este trabajo, estos niños son por ti; y tú, Madre
de Amor, piensa en el Papa, en los sacerdotes... que se hagan “niños
pequeños” para gloria de vuestro Jesús; que se hagan “niños pe-
queños” porque en la casa “de mi Padre” dice Jesús “solo hay
sitio para los pequeños, como los escolares que yo, Jesús, te he
confiado”.
Ahora te bendigo y te prometo una nueva visita en la revela-
ción del Espíritu Santo. Por ahora quiero serenidad en ti, en el
padre Gabriello y, por tanto, no hablo de mi Obra de Amor. Sufrís
en mí y gozáis. Os uno en mí, a mis llagas, a las llagas renovadas
en mi santa Iglesia. Esta oración, ofrenda, consagración, consuma-
ción debe vivir en mí y preparar el acceso a mi Obra de Amor ante
el santo padre. Padre Gabriello trabaje en los nuevos encargos la-
boriosos que le vienen de mi santa cruz de amor. Pronto señalaré
un camino particular a seguir. Rece, rece y haga rezar para que mi
corazón aumente mi divina misericordia. Yo estoy con él. Os ben-
digo con mano paterna. ¡Jesús que nunca os deja!»
Desierto 9-10-1968
«¡Viva Jesús, viva Jesús, viva Jesús! ¡Habla mi corazón! Por
la gloria de Dios, por la gloria de mi Padre, por ti, por los demás,
escribe estas palabras: soy Jesús, Jesús en su cruz nueva de amor;
Jesús por sus “llamados”, por sus “Sagrarios Vivos”. Soy Jesús, y
voy a mis almas, a las que me esperan. Mi corazón de padre, de
amigo, de hermano, de esposo, llama a vuestros corazones huma-
nos, emana una luz nueva que trae un fuego purificador, y se di-
funde un río de gracia. Nace de mi corazón divino y fluye en
vuestros corazones, riega vuestra carne con mi sangre para que
seáis atraídos al amor divino. Voy a “mis corazones” y doy, a uno
a uno, mi mismo latido para que no muera el día sin que vuestro
corazón, hecho mío, no haya latido al unísono, aunque por un solo
instante, con mi corazón. En uno de estos latidos en que ya no hay
dos corazones, sino un solo corazón, el mío, yo, Jesús, diré, y ya
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digo a mis almas: ¡”Llévame contigo”! Estos corazones ya me es-
peran, pero todavía no saben cómo ellos me podrán llevar. Y sin
embargo me esperan. ¡Los elaborados! ¡Sí, hágase pronto, muy
pronto! Yo, Jesús, deseo ardientemente el “Sagrario Vivo” y en-
contrar aquí mi tienda, mi nueva morada. Escribe, escribe al Papa
que se haga pronto, que se interese, que lea mi amor. Llevadle a él
mis palabras, las palabras de Jesús Eucaristía. Él me verá porque
yo, Jesús, estoy en él, y el Papa “me ve” a mí. Enviad mis palabras,
luego... le llegarán las opiniones de los teólogos. Por ahora mi amor
sea manifestado al Papa. Sea él mi “primer portador”, y os reciba
en mi santo nombre: Jesús. En Turín, en Génova, hágase pronto y
no se demore. Invoque al Espíritu Santo porque yo, Jesús, soy mi-
sericordioso con aquellos que me invocan en la persona del Espí-
ritu Santo. La paz vendrá de la devoción, del amor que toda la
Iglesia nutrirá hacia el Espíritu Santo. Este, en forma de paloma
pura y blanca, lleva sobre el pecho una cruz. Es una cruz de oro
porque es la cruz de la salvación, pero bajo las plumas doradas está
mi sangre. Pronto descenderá sobre los hombres, sobre los que in-
vocarán mi sangre divina a lavacro de la humanidad, y haré brotar
aún ríos de sangre sobre las almas para que se rediman y en mi
sangre preciosa tengan mi paz. He aquí de nuevo el Espíritu Santo
venir a vosotros en mi sangre para llevaros la paz. De mi paz en
vuestro corazón, el hombre volverá a encontrar la paz en el mundo.
He aquí, os he revelado la fuente a la que debéis acudir, para que
la humanidad vuelva a Dios. Los Sagrarios Vivos me traerán y
serán iluminados y guiados por el Espíritu Santo, porque cada por-
tador de Jesús actuará y hablará bajo la guía de este Espíritu Con-
solador. Deseo que mis portadores sean guía, luz, consuelo para
las otras almas. ¡A menudo, para que permanezcan en la humildad,
no se cumplen los “dones” que yo, Jesús, les daré, ya que quien
actúe en ellos será siempre mi gracia, es decir, ¡Yo, Jesús! Ahora
date prisa. Luego revelaré mis otros deseos. Jesús por ti, por el
padre Gabriello. Jesús por sus llamados, es decir, por los superiores
de Sampierdarena y de Turín. Repito contigo, por la gloria de mi
Padre: “¡Viva, viva, viva Jesús!”».
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Desierto 14-10-1968 (en la iglesia)
«Soy la Bienaventurada siempre Virgen María, la Madre de
Jesús. Escribe su santo nombre: ¡Jesús! Yo, María Santísima, de-
coro de mi Carmelo, te bendigo, os bendigo. No hay corazón que
me busque, que yo no lo escuche, no lo socorra. Tú me llamas, me
invocas. En la serenidad volveré a ti, y por ti y por mis almas. La
Madre del Divino Amor, María Santísima Inmaculada».
Más tarde en la habitación. «Es mi Madre, la santa Virgen
María que te habla. Soy Jesús. Te lo dice Jesús en cuerpo, sangre,
alma y divinidad: Jesús Eucaristía. “Soy María Santísima, la In-
maculada Concepción. Estoy a tu lado. Yo desciendo en tu alma
pequeña, y la visito y la conforto y doy fuerza, luces, paz. Te doy
mi Jesús. Soy yo, María Santísima que te lo doy a ti, a mis almas.
Yo os preparo a recibirlo en las sagradas especies. Yo lo recibo, yo
lo comunico. Yo, Madre del Amor Hermoso, voy preparando en ti,
en mis almas, los Sagrarios Vivos sagrados a Dios porque acogerán
al más santo de los santos: mi Jesús. Oh mi hija, os daré a Jesús,
os daré a Jesús, pero vosotros lucháis, rogáis, sufrís, amáis y bus-
cáis mi corazón de Madre para que yo sea la Madre de la Obra de
Amor de Jesús. Yo, por la voluntad de Dios, se lo di a los hombres.
Por misericordia de mi Jesús y gloria del omnipotente Dios lo daré
a las almas y haré con mi gracia de los templos sagrados que
‘verán’ a Jesús renovarse en los pobres, en los humildes. Amarán
y llevarán a mi Jesús para que él, antes de que el mundo vuelva al
fin, haya pasado por todos los caminos del mundo y haya visitado
a toda la humanidad. No temas hija mía, es voluntad de Dios.
Ahora no se debe retrasar la hora de la misericordia, y esto es muy
importante, aunque no se te dé saber el porqué. Por eso deseo que,
en nombre de la santa obediencia, el padre Gabriello prepare la
Obra de Amor a los superiores de Sampierdarena, y estos no pon-
gan más demora en leer con humildad y gratitud la palabra de mi
Jesús hecha pobre por los pobres. Que se envíen al santo padre los
mensajes de los Sagrarios Vivos. Por tanto, toda la Obra de Amor.
Antes de esta santa Navidad, el Papa, Pablo VI, debe estar al co-
rriente de la Obra de Jesús. Después se estudiarán los ‘mensajes’ a
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la luz y en el amor del Espíritu Santo. Esta es la salvación que parte
de mí: María Auxiliadora. Del fundador, san Juan Bosco, recibiréis
el impulso que él pide a sus salesianos para el triunfo de mi Jesús.
San Juan Bosco volverá a revivir en el espíritu de los sacerdotes
cuando cada sacerdote salesiano haya abrazado y desposado la
santa Obra de Amor. Yo, María Auxiliadora, os seré, ahora y siem-
pre, madre, guía, maestra, dispensadora de gracias. Os bendigo y
os exhorto: haced pronto, por amor y gloria de mi Jesús, haced
pronto por la salvación de las almas. El tiempo apremia y mi Jesús
busca sus nuevas moradas. Yo os preparo y con Jesús os bendigo.
María santísima, siempre Virgen, Madre de Jesús, Madre vuestra”.
Jesús a Vera en el corazón, en el amor de su Madre muy
tierna».
Con mi ángel custodio y con los ángeles custodios del P. Ga-
briello y de tus llamados, te doy las gracias, oh Jesús mío, en el
corazón de la Santa Virgen y con ella me uno a los nueve coros de
los ángeles y a los santos para repetir juntos, cielo y tierra: “¡Santo,
santo, santo es el Señor, Dios del universo!”.
14 de octubre de 1968 Desierto
Jesús «y yo vendré a él y haré morada en él». «Ven, hija mía,
la hora se acerca: la hora del amor, de la crucifixión, de la consu-
mación. Yo vendré también sobre ti. Prepárate a llevar el amor:
¡Yo, Jesús! ¡Cree! ¡Cree! ¡Cree! Espérame con confianza y hu-
mildad: Jesús Redentor».
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IX LIBRETO
JESÚS
Se revela a los «pequeños» y a los «pobres»
(¡Así lo ha dictado Jesús!)

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Desierto 15-10-1968
«Escribe tres veces mi santo nombre, Jesús: a gloria de Dios
Padre, Jesús a gloria de Dios Hijo, Jesús a gloria de Dios Espíritu
Santo.
Amor a Dios Padre, amor a Dios Hijo, amor al Espíritu Santo
revelador de amor, de mí, de Jesús. Pronto volveré a ti por mis sa-
cerdotes. Espérame en humildad, prepárate. Soy Jesús en la santa
pasión. Te ofrezco mi cruz de amor, abrázala conmigo. Jesús por
ti, por sus “llamados”. ¡Escribe, no temas, yo soy Jesús y mi pala-
bra es gracia!»
Desierto 17-10-1968
Jesús: «Soy Jesús! Con una mano extiendo mis santas gracias,
con el otro don mi cruz de amor: el sufrimiento. El sufrimiento vi-
vido y llevado por mí. Mis brazos, extendidos sobre la cruz que
yo, Jesús, antes había abrazado y llevado por amor a vosotros,
ahora se abren a mis pequeñas víctimas en este abrazo de unión.
Toma, recibe por la santa llaga de mi mano derecha la gran gracia
que te concedo: misericordia, perdón por vuestras miserias. Yo,
Jesús crucificado, me inclino para recoger mis almas, y con mi san-
gre las purifico, las elevo, las llevo a mí. Cuando ellas están en mi
amor, es decir en mí, abro las riquezas de la santa llaga de mi mano
izquierda. Ofrezco mi cruz por amor. Tú acepta todo por mi amor.
Así mis brazos, extendidos sobre la santa cruz, abrazan las almas
“pequeñas”. Y en este abrazo divino, invito a mis pequeñas vícti-
mas a la mesa eucarística de su esposo Jesús. Una hostia grande:
yo, Jesús; muchas, muchas pequeñas hostias: mis almas pequeñas.
Vosotros así estáis en mí y yo, Jesús, estoy en vosotros; vosotros
ya os conocéis en mí porque sois una sola cosa conmigo: Jesús. A
esta mesa invito a muchas, muchas almas, y las espero con pacien-
cia y bondad. Espero a Rosa, espero a otras almas. Tú las conocerás
en mí. A esta invitación se responde solo por amor, ya que esta es
una invitación especial de mi corazón de esposo. Sí, elijo a los po-
bres, y a los perseverantes, a los que aman con humildad, y en ver-
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dad. Yo, Jesús, soy también y sobre todo el “padre de los pobres”,
y siempre por estos yo vuelvo, y tengo un cuidado particular por-
que a la casa de mi Padre no quede ningún lugar vacío, y el pobre
como el rico sirvan para glorificar a Dios y amarlo eternamente.
Ahora has escrito mi pensamiento de amor: el pensamiento de
Jesús. Yo, Jesús, ilumino tu pobre alma por la gloria de mi Padre y
el bien de las almas. Te dije: “si crees verás mi gloria”. El día no
está lejos, pero en la espera deseo de ti paciencia, perseverancia,
humildad, amor. Yo te socorro: ¡Jesús! Escribe en mi santo nombre:
Jesús. Guarda en tu corazón lo que te dije antes en la iglesia. Ahora
descansa en mí: Jesús. Y para terminar escribe: “El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán para siempre”. Escribe, es-
cribe de nuevo, hija mía: “Viva el santo nombre de Jesús”. “Viva
Jesús en ti, viva en sus almas, en sus llamados. ¡Viva Jesús en la
humanidad!”. Jesús».
Desierto 17-10-1968
Jesús: «Escribe para don Borra: deseo que él rece, que él se
ofrezca y ofrezca su sufrimiento por el triunfo de mi santa Obra de
amor. Entonces yo, Jesús, me revelaré a él, me comunicaré con él,
y habitaré en él. Deseo que él abrace mi santa cruz de amor para
que pronto esté desposado con mi causa por medio del santo sufri-
miento. Este sufrimiento que trae con tormento, se volverá alegre
cuando su alma sacerdotal vivirá por mi triunfo. Él está en Caserta
por mi voluntad1.
Mi santa Madre lo guiará en el camino que lleva a desposarme
en la Obra de Amor. Entonces yo seré prodigo de gracias particu-
lares por él. Jesús a su amado sacerdote».
1 Mensaje inédito: «Él está en Caserta por mi voluntad». Don Borra a Caserta
será padre espiritual de la estigmatizada Teresa Musco.
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Savona 20-10-1968
«Hija mía, escribe, escribe y no temas: ¡soy Jesús en la santa gra-
cia!
Jesús, a su primer portador, Pablo VI sumo pontífice.
Mensaje de amor a mi amado vicario en la tierra: ¡Pablo!2
Si los Sagrarios Vivos van a ser pronto la expresión de mi más
tierno y profundo amor de padre, de hermano, de amigo, de esposo,
tú, Pablo, eres y serás cada vez más mi corazón herido por el amor y
el dolor. Tus palpitaciones son las mías, y ya no hay dos corazones,
sino mi solo corazón en ti, herido por el amor y la ofensa, mi solo co-
razón que sufre, gime, y ama en el tuyo. El latido del amor eucarístico
con el que anuncio mi muerte por los hombres está en tu corazón de
Pastor de almas. Con este latido de amor Tú, Pablo, me entregarás a
mis almas consagradas para que yo, Jesús Eucaristía, viva y acredite
la gracia. Tú me darás, así como yo me he dado a mis apóstoles en
la última cena para que mis almas se conviertan en mis nuevas mo-
radas, mis nuevos templos por los que yo, Jesús, podré visitar a toda
la humanidad. Yo, Jesús, quiero amor, busco amor, doy siempre amor
a mis pobres. Dame al mundo como yo, Jesús, te he dicho para que
mis pequeños, mis pobres, nutridos y enriquecidos de mí, se difundan
sobre la tierra como estrellas del firmamento dejadas caer por la bó-
veda del cielo por voluntad y misericordia de mi Padre. Mira, yo,
Jesús, vivo en ti, Pablo, y en ti, alma mía, conduzco mi rebaño, mi
Iglesia. En ti recojo mis almas y formo una liga de ellas, liga de almas,
y la preparo como ejército que, de la Santa Sede, el Vaticano, partirá
bendecido de mí en ti en el signo de la santa cruz hacia todas las di-
recciones: norte, sur, este, oeste. Yo me revelaré a ti en toda la santa
Obra de Amor que yo, Jesús, he dictado, y el Espíritu Santo descen-
2 El 25 de octubre de 1968, don Zucconi envió al papa Pablo VI una carta con
los mensajes hasta ese momento dirigidos al pontífice, con la petición de la Bendi-
ción Apostólica para la Obra. En noviembre el párroco salesiano de Castel Gandolfo
confirmó a don Zucconi la llegada del paquete para el Papa. CENTRO DE ESTUDIOS
«OPERA DEI TABERNACOLI VIVENTI», Milán.
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29 Pages 281-290

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29.1 Page 281

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derá en ti. He traído a la tierra una nueva cruz de amor para darla a
mis llamados. He aquí, yo, Jesús, ahora la pongo en tus manos de
pontífice. Bendícela, dónala a mis almas para que ellas, abrazándola
con gratitud, respeto y amor, sean de esta cruz de amor y de sufri-
miento transformados en mí crucificado que va, que busca sus almas
por todos los caminos del mundo. Tú, en mí, amado Pablo, abrazas
la cruz de toda la humanidad y yo vivo, sufro, me alegro en ti. Tú co-
noces el lenguaje de mi amor, tú conoces el amor por el pobre, por el
pobre. Tú sabes que yo, Jesús, me sirvo del pobre para hablar y buscar
al otro pobre. Yo, Jesús, por tanto, me he hecho todavía pobre en la
palabra para que el humilde, el hombre de la calle me comprendiera
y se familiarice con su hermano: Jesús. Tú, Pablo, comprendes este
lenguaje de amor porque yo vivo en la plenitud de mi amor en ti. Tú
sabes, tú ya lo sabes todo y esperabas... tú esperas. Este es mi mensaje
de amor, de tu Jesús, de Jesús “hecho palabra”. Que mi palabra, pa-
labra de Dios uno y trino, se convierta pronto en Obra, la Obra de
amor de Jesús. En efecto, sin las obras, serían vanas mis palabras. En
tus manos pongo mi Obra, y deseo que esta llegue a ti completa
cuanto antes. Entonces me recibes en esa efusión de amor que quiero
dar a mis hijos, para que con ellos pueda volver a recorrer el mundo
y visitarlo y salvarlo antes de que esto... Con este mensaje de amor
dirigido a ti, como mi vicario, yo, Jesús, he abierto el camino por el
cual tú pedirás mis mensajes. Yo, Jesús. La Santísima Trinidad, en el
don de la sabiduría del Espíritu Santo, te será de maestra, y yo, Jesús,
te digo: pide a mi Madre, María Santísima Auxiliadora, el signo re-
velador de mi palabra, y yo, por la gloria de mi Padre, en el amor del
Espíritu Santo, Te lo daré a ti y a toda mi iglesia. Yo, Jesús Sumo Sa-
cerdote en ti, Pablo, para que tú en mí seas uno con mí por la gloria
de mi Padre y del reino de mi amor y de mi misericordia aquí abajo
entre los hombres, mis hermanos. Palabra de Jesús, camino, verdad,
vida».
Desierto 28-10-1968
Jesús: «Escribe mi santo nombre: ¡Jesús! ¡Te dará consuelo!
Oh Vera, hija mía, no temas, me tienes a mí, Jesús. Nadie podrá
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dañarte como tú piensas: yo, Jesús, no lo permitiré. Soporta estos
sufrimientos por mí, por mi gloria, por mi santa Obra de Amor. Los
Sagrarios Vivos deben ver la luz, y tú debes en esta hora de prueba,
de decisión, sufrir en el escondimiento lo poco y lo tanto que yo,
Jesús, permito, ya que tú en mí eres parte viva de mi Obra. En esta
oscuridad del Desierto, en ti y a tu alrededor, en esta falta de estima,
crece y avanza mi luz. Tú eres un pobre soldado que combate pa-
rado en un lugar sin más armas que mi misericordia. Otros luchan
haciéndose los fuertes contra mí, Jesús. Tú eres poco, eres nada sin
mí; eres todo en mí. Verás mi gloria cuando salgas del desierto de
tu alma, y serás feliz de haber sufrido y resistido por amor de mi
gloria, de mi triunfo. No temas, tú eres mi pobre oveja y conoces
mi Voz. Es la Voz de tu pastor, Jesús. Ahora descansa y deja hacer.
Yo, Jesús, te defiendo si no tratas de justificarte. Solo yo conozco
la verdad, porque solo yo, Jesús, soy la verdad. Yo, Jesús, te guiaré,
te inspiraré en el trabajo para que lo dirijas solo y siempre a mí, a
tu Jesús. Esta unión de almas, vida, trabajo, acciones, pensamien-
tos, es un don de tu Jesús. Todo es don y todo será don. Espera y
espera el mayor don que todavía puedo darte aquí abajo: ¡Yo! Des-
pués yo estaré contigo, sobre ti, y temerás menos, cada vez menos,
hasta que no temas más, porque llegarás a comprender, a sentir que
quien me posee en el alma, quien me lleva, como Sagrario Vivo,
se convierte en un verdadero soldado capaz de toda lucha y de toda
inmolación por su rey. Yo, Jesús, soy tu rey, y tú mi pobre esposa
de sangre, sangre mía, sangre de tu Jesús. Jesús a Vera, aplastada
por el tormento de la escuela. Jesús te bendice, Jesús bendice tu
pobre trabajo, tu esfuerzo; sostiene tus fatigas, viene en ayuda de
tus incapacidades. Confía, hija mía, yo siempre te he salvado. Con-
fía en tu Jesús: ¡el Amor!».
¡Gracias, Jesús mío!
Desierto 29-10-1968 Viva Jesús
Jesús: «¡Sí, escribe “Viva Jesús”! Estoy en ti en el amor del
Espíritu Santo. Escribe todo lo que digo, todo lo que escuchas. He
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venido esta tarde porque yo, Jesús, te lo he prometido. Ahora tú
estás en mí, pobre y pequeña cosa. ¡Ves cómo eres nada sin mí!
¿Qué te enseña esto? Que tú existes, tú eres, tú vives y actúas solo
porque yo, Jesús, lo quiero. Sin mí estás en el vacío, estás en tu
nada. Ahora que me has conocido, mi aparente ausencia es para ti
el dolor más abrasador ya que quedas sola, perdida. Y yo quiero
que tú nunca te acuestes en mi silencio, sino que con oraciones y
sufrimientos me busques, y hasta que yo no esté conmovido por
tus lágrimas no descansarás ya que por ti no hay descanso sino en
mí. ¡Estoy celoso, oh, cuán celoso estoy del amor de mis almas!
Incluso su respiración emitida fuera de mi pensamiento me duele.
Es verdad, soy un esposo celoso, pero yo te he dado toda mi sangre.
Mira mis llagas: las he padecido por ti, y ahora te las doy. Mira
aquel crucifijo sin cruz: viene a ti para darte todas sus llagas. Tó-
malas, Vera, son tuyas, y aprende de mí a darlas a las otras almas.
Yo te enseñaré porque yo soy maestro y del modo como yo enseño
y actúo contigo, tú enseñas y actúas en humildad con las otras
almas. Aprenderás a través de la experiencia mística. Ahora Rosa
será consolada por mis palabras, ya que estas son también para ella,
soy para el padre Gabriello, soy para las almas que desean y anhe-
lan abrazar mi santa cruz de amor. Llevo sufrimiento, sufrimiento
de amor porque no hay amor que crezca si no es en el dolor, y ni
dolor puro y santo que no se lea en el amor. En mi corazón euca-
rístico hay lugar para todos. Ven, alma mía, y descansa sobre mi
corazón. Tu Jesús te llama, te espera. Ven alma mía, alma pequeña.
Yo, Jesús, desde la eternidad te he mirado, te he amado, te he es-
perado. ¿Todavía quieres hacerme esperar? Dime que me esperas,
dime que quieres vivir solo por mí, dime que quieres morir por mí
como yo, Jesús, he hecho por ti. Dime que me quieres como rey
de tu pequeño corazón. He aquí, yo elijo un reino pequeño y mo-
desto y me hago pequeño para ti para que puedas contenerme. Yo
te trato como hermano, como amigo; te hablo como esposo en dul-
zura y bondad. Dime alma mía si esperas a tu esposo, dime si quie-
res preparar el lugar en ti, sobre ti, a tu rey. He aquí que mi corte
de ángeles me hace corona, pero yo desciendo en el alma en silen-
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cio, no visto, pero circundado por mis mensajeros. Este es mi templo:
yo lo haré sagrado y esta nueva morada se convertirá en mi iglesia
donde todos irán, se entretendrán, y yo seré visitado y visitaré. Yo es-
taré con vosotros, y vosotros estarán más cerca de mí. Oh Vera, oh
alma pequeña, oh almas pequeñas: llevadme, llévame contigo. Yo,
Jesús, Hijo del Padre, en mi Padre lo deseo, y juntos daremos amor
y paz en el Espíritu Santo. Primera gracia para ti será la paz de tu
alma, ya que nada más te turbará. Primera gracia para mi fiel Gabrie-
llo, será la paciencia. Orad, esperad, luchad por el triunfo de vuestro
rey, Jesús. Yo querré venir sobre vosotros en la gracia de mi santo
nombre: Jesús. Jesús ha estado aquí, contigo. Estate segura. Él te lo
dijo en nombre de otros. Jesús también visitó esta pequeña habita-
ción3. Todo él ha bendecido, y todo y todos darán frutos de bien, con
tal de que partan de la vid los sarmientos atados a él. Tú eres un pe-
queño sarmiento querido y amado por el buen Jesús porque él es
bueno contigo, con todos. El Espíritu Santo, el Espíritu de amor te ha
hablado. en el santo signo de la cruz estas palabras serán escritas y
entregadas a todos, y en este santo Signo triunfarán. Jesús a ti, a Rosa,
a las pequeñas almas que lo aman, lo esperan. Jesús al padre Gabrie-
llo, a los sacerdotes, Jesús a don Borra, Jesús a don Bocchi, a Jesús a
sus sacerdotes salesianos, y por ellos, un día no lejano a sus jóvenes
“llamados”; Jesús a los hombres de buena voluntad; Jesús a sus almas
en su vicario Pablo VI. Jesús en el Papa, para toda la humanidad.
Jesús Vida, Jesús Vida, Jesús Vida. Jesús vive en el santo sagrario,
Jesús también vivirá en sus Sagrarios Vivos. Viva Jesús en ti, viva
Jesús sobre ti, viva Jesús contigo. Uno y trino en la gloria del Padre
y del Espíritu Santo en eterno. ¡Viva Jesús!».
5 de noviembre de 1968 ante el santo Sagrario en el Desierto (es-
taba casi oscuro. ¡Viva Jesús!
Jesús: «Quiero hablar a los hombres de buena voluntad, quiero
3 «Stanzetta»: es la habitación de Vera en el Yermo San José de los Carmelitas
en Deserto di Varazze.
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recordarles que yo, Jesús, voy a las almas para que estas vengan a
mí. Es decir, yo voy e iré para repartir mis dones, mis gracias para
que todas las almas sean partícipes. Por eso vivir con mi santa pre-
sencia eucarística también sobre mis llamados quiere decir buscar
a mis ovejas, Las de mi rebaño que se han perdido. Ser llevado por
vosotras, almas mías, quiere decir ir por los caminos y los caminos
del mundo, donde todavía no está mi Iglesia. Llevar a Jesús Euca-
ristía quiere decir inmolarse con Jesús, por Jesús en la obra vivifi-
cante de la redención. Yo, Jesús, no vengo sobre vosotros por
vuestras almas solamente, ya que por esto os basta la gracia santi-
ficante que vosotros recibís en la santa comunión. Llevarme signi-
fica darme. Este es vuestra finalidad, vuestro programa. Cada uno
de vosotros se esfuerce por “dar” de manera que yo sea maestro
de cada alma, y a la luz del santo Evangelio. Se esfuercen en darme
en el ambiente donde viven. A otras almas les daré las alas del cielo
para difundirme en la humanidad. Quiero que no quede un trozo
de tierra sin mí: Jesús. Que el “pequeño” se deje conducir por el
“grande”: es decir, que el alma pequeña se deje formar y guiar por
mí, porque verdaderamente yo, Jesús, podré con mis manos ben-
ditas, hacer de cada portador mío, una Iglesia que camina, Es decir,
yo divino maestro que vuelvo por vuestros caminos para encontra-
ros. Hoy ha descendido mi bendición del cielo sobre mi Obra.
Ahora está en el corazón de mi Iglesia. Ahora sucede el encuentro
tan esperado entre yo, Jesús, y mi vicario. Ahora él “ve” mi amor,
mi misericordia y... llora. Hija mía, yo estoy en Roma, yo estoy
aquí contigo, yo estoy con Gabriello, yo estoy con las almas repa-
radoras que me esperan. Yo vivo en mis almas para que ellas pue-
dan vivir de mí: Jesús. Yo soy la vid, y vosotros mis sarmientos,
vosotros mis canales por los que pasará mi gracia a otras almas.
No temas. Estás aquí ante mí, ante el santo sagrario y todo lo que
escribes viene de mí, de Jesús Eucaristía. Yo te he puesto como
signo de prueba de mi palabra, y tú en mí verás coronado tu más
íntimo deseo de unión con Jesús, sacerdote eterno. También este
es don de mi inmenso amor eucarístico. Ven, frágil criatura mía,
sostenida solo por mi gracia, por mi amor, ven ruega conmigo así:
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“Oh Padre nuestro clementísimo, soy una pobre cosa sin ti, estoy
todo en tu Jesús4; soy una criatura tuya y pertenezco a ti; soy solo
para darte honor y gloria. Oh Padre nuestro, por las manos de Jesús,
tu único Hijo y nuestro Dios, yo, delante de mi Madre dulcísima,
Maria Auxiliadora, a los nueve coros de los ángeles, a san José, es-
poso de Maria siempre Virgen, a todos los mártires cristianos, a
todos los santos, y especialmente a mis santos protectores, me
ofrezco humildemente a ti, Dios Todopoderoso, en tu único Hijo
Jesús, en la única víctima digna de ti, en la única ofrenda que te
agrada: una vez más humildemente me ofrezco a ti por tu mayor
gloria, por el triunfo del amor de Jesús Eucaristía, por los Sagrarios
Vivos, por la difusión de la Obra de Amor de Jesús en todo el
mundo. Cuando tú, Padre bueno y clemente, me llames a ti, re-
cuerda que, en el santo nombre de Jesús a ti, Dios mío, me he en-
tregado. Acéptame, oh Padre, a la sombra de tus alas para que
también la muerte de la más pobre y miserable de tus criaturas,
pueda en el nombre santo de Jesús, darte a ti, Dios mío, uno y trino,
todo el honor y la gloria, y a los hombres de buena voluntad dar
testimonio de la verdad de tu palabra. La última de tus criaturas, a
ti, Dios mío, nuestro Creador y Señor, por las santas llagas de Jesús
en las que espero, por tu bondad paterna, verme y leerme, así como
tú dejas a tu amado Jesús disponer para tu gloria y la salvación de
las almas. Oh Padre nuestro, en Jesús te ruego, en Jesús escúchame,
en Jesús perdona mis culpas; en Jesús bendice este pobre instru-
mento que te ofrece la vida en la Vida, porque Jesús la da a todas
las almas; porque él me la ha dado a mí, y te ofrezco la vida terrenal
en la vida de Jesús”. Desciende en ti mi gracia, y vives de mí, de
tu Jesús. Pronto vendré (interrumpida porque fue llamada al telé-
4 Oh nuestro Padre misericordioso...»: Oración con la que Vera sella su camino
de alma víctima y esposa de sangre de Jesús con la ofrenda de la vida en unión con
Jesús Víctima, para la mayor gloria de Dios, para los Sagrarios Vivos, para la difu-
sión de la Obra en el mundo, para el triunfo de Jesús Eucaristía. Es el último acto de
amor de Vera, la «pequeña mártir de mi palabra», como la llamaba Jesús, que se ex-
tinguirá poco después tras 6 meses de ininterrumpida estancia en el Hospital de Santa
Corona.
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29.7 Page 287

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fono). Reanudas. ¡Escribe “Jesús” y escribe “Viva Jesús”! Ahora
soy yo, Jesús, en el Espíritu consolador, pero siempre Jesús en la
gracia vivificante, en la palabra, en la paciencia, en la bondad. Has
escrito así porque así he querido yo: no temer, no dejarte llevar por
los turbamientos. Soy yo quien obra y no tú. ¿Has entendido?
Ahora espérame, volveré más a menudo. Volveré, debo volver y
dictar otra vez. Te ayudaré en la escuela, y tú trabajas para mí, para
mi gloria5. Tú estás aquí para mí, para escribir, para trabajar, para
ser de mí, aunque no me busques en la palabra. ¡Oh hija mía, no
temas, no temas: no estás engañada! En cambio, espérame cada
vez más, hasta que yo no esté siempre contigo. Ponte en mis manos
santas de padre; confía a mí, y haz que yo disponga de ti según mi
amor inmenso por ti y por todas las almas. ¡Tu Jesús crucificado!»
Desierto 6 de noviembre de 1968
Jesús: «Soy Jesús, estoy aquí contigo. Tú has escrito mi nom-
bre, Jesús, porque yo lo he deseado. Quiero anunciarte mi paz: la
paz que viene de mi corazón. Quiero darla al mundo, a la humani-
dad afligida, por mi Obra de Amor. Cuando el santo padre, Pablo
VI, me haya dado a mis almas y yo vaya por las calles del mundo,
yo, Jesús, daré la paz, paz de amor. Este es un don que vendrá de
mí a los hombres por las oraciones y sufrimientos de mi vicario. A
él, al santo padre, le haré este don, y por él, a la humanidad. Este
será mi agradecimiento de amor dirigido al papa Pablo VI, por ha-
berme dado a las almas. Esto es cuanto quise que escribieras por
amor de tu Jesús. Y ahora te contentaré con decir: “Viva Jesús” en
ti, alma mía bendita. Ahora has obedecido, y yo te daré gracia,
amor y paciencia con todos. Sí, escribe: estoy en Roma en mi Obra
de Amor y en las manos del santo padre. Reza, reza porque ahora
5 «Te ayudaré en la escuela...»: Por sus precarias condiciones de salud y siempre
con fiebre, Vera tenía muchas dificultades para enseñar y copiar los mensajes que
se enviaban a don Zucconi, a don Borra y a don Bocchi. Jesús la sostenía durante
las horas de enseñanza, lo testimonian los registros de clase y los excelentes juicios
de sus directores escolares.
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29.8 Page 288

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él sufre más en mí. Nuestra conversación ahora se ha abierto, y
pronto él me verá. Tú, siéndole cercana con la oración, la ofrenda,
el trabajo y en la santa misa, mañana, ofrécete a mí, Jesús, por mi
vicario. Yo, Jesús, limpiaré y transformaré todo en incienso para
que suba al cielo, delante de mi Padre. Sí, habrá otras revelaciones,
espéralas. Por ahora yo estoy en ti y fuera de ti; cerca de ti como
será cuando me lleves en tu alma y sobre ti. Así por cada alma mía.
A Silvio le daré la luz de mi santa gracia en la santísima Eucaristía.
Este será el don para tu familia. Tú no pidas nada para ti sino amor,
amor, amor y perdón y paz. Solo me pide a mí, y siempre me ten-
drás más. Espérame para que te lleve a donde quiero llegar. En esta
semana estás en mí, en mi santa Obra de Amor en Roma y vivirás
de mí y del dolor que aflige el alma pastoral de mi amadísimo vi-
cario. Soy yo, Jesús, que te llevo. Tú sígueme: ahora el camino se
acorta. Pronto vendré a decirte: “llévame contigo”. Escribe al padre
Gabriello. “Jesús dijo: llévame contigo”. Recibidme de las manos
del santo padre Pablo VI. Esta es mi voluntad. Jesús Eucaristía».
Desierto 7 de noviembre de 1968
Jesús: «Mira mis manos, te las muestro. Observa mis llagas.
Estas emanan luz por las mentes oscurecidas por los placeres del
mundo. Yo quisiera poner mis manos sobre la cabeza de los hom-
bres para disipar las tinieblas producidas por la materia. Hay un
medio, y por esto busco almas que me ofrezcan a mí, Jesús, coro-
nado de espinas, la cabeza. Esta oferta puede ser emitida por “mi
alma” en muchas formas. Tú, por ejemplo, inclina tu cabeza frente
a todo dolor con humildad, ofrece tu cabeza por una corona de es-
pinas, para que las rosas de gracias florezcan en los pensamientos
de los hombres. Si la mente no está iluminada, el espíritu langui-
dece. Si los pensamientos terrenales dominan en el hombre, el co-
razón permanece cerrado y el alma continúa en el mar tempestuoso
una íntima lucha ya que la mente, la razón no aceptan estas cosas.
Necesito jefes que sepan humillarse y llevar conmigo, con su rey,
la misma corona que yo llevé por todos los hombres, que yo, Jesús,
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he traído por amor tuyo para que en ti pudiera dominar, libremente
querido y amado, mi pensamiento. Ahora dame tu cabeza, hija
mía, para que yo, Jesús, tu esposo, tu amigo, tu hermano, disponga
según mis deseos. Yo te ayudaré siempre, y nunca faltará en ti mi
gracia, mi ardiente amor, aunque a ti te parecerá quedar sola, sin
mí. Sabes que yo estoy por un amor aún más grande y ferviente.
Quiero la humildad de ti, del padre Gabriello en grado máximo, y
la sencillez. Mira mis manos: yo, Jesús, os las ofrezco a vosotros.
Venid a mí como yo deseo, para que os lleve a mi corazón de es-
poso y sacerdote eterno. Sí, mi túnica es ahora blanca, y no sabes
por qué. Otra vez te lo diré. Ahora me alegro de que me hayas obe-
decido a escribir prontamente. Yo te he dicho, te he recordado, que
te bendigo en el mismo acto en que te pones a escribir para mí. Por
tanto, esta tarde tengo las gracias que provienen de las llagas de
mis manos por todos los hombres del mundo: la luz por las manos
cerradas a las “cosas del cielo”. Deseo que se pida mi luz por las
llagas de mis manos, y yo, como tu alma ahora ve, no estoy ante ti
crucificado, sino resucitado, ya que deseo que la humanidad co-
nozca las riquezas de mi pasión y los dones de la resurrección y de
la redención. Soy Jesús resucitado, ¿entiendes? Yo no mostré, ex-
cepto a Tomás, mis llagas porque él necesitaba creer. Al mundo
muestro los dones de mis estigmas perennes como mi amor, eterno
como yo, por todas las almas. Ahora busco mis almas; aquellas que
desean permanecer a mi alrededor, como los apóstoles por los ca-
minos de Palestina. Busco apóstoles, mártires, víctimas por los
“nuestros hermanos” lejanos. ¿Quién quiere venir conmigo en este
camino de amor? A ti, hija mía, te pido tu cabeza. Dámela en la
santa misa, dámela a través del sacerdote que de mí recibe, y a ti
me da. Ahora, Vera debe ser según mis deseos, crucificada en mí,
ya que ella es la esposa de mi santa Obra de Amor. A ti. Gabriello,
la misma invitación de amor de vuestro Jesús resucitado. Ahora es
tarde, pero vendrá la aurora de mi día, y cuando yo, Jesús, triunfe,
tú descenderás al misterio de mi coronación. Ánimo, hija mía, el
tiempo es corto para ti, y todo debe desarrollarse con rapidez, como
rápidamente mi Obra de Amor debe progresar y triunfar. Ahora te
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bendigo de nuevo para darte fuerza y ánimo y mucho amor por tu
Jesús, por las almas, para que no me olvides. Yo soy celoso, y no
quiero ser olvidado por ti que eres pequeña y pobre y tienes nece-
sidad de mí. Jesús que te quiere y te espera pronto...»
Desierto 12 de noviembre de 1968 “Viva Jesús”
«Sí, mi hija, tu Dios en la Palabra: ¡Jesús! Te llene de gozo
este nombre santo que yo doy a las almas por consuelo en el llanto.
El alma pobre, el alma pequeña en mi alma, es decir en mí. Esto
yo sé hacer de ti, de los pequeños que se esfuerzan de venir a mí,
de seguirme. A estos he abierto la puerta de mi corazón. Yo soy la
puerta por la que están entrando en mi redil mis ovejas: los llama-
dos. Que se preparen las almas consagradas para recibirme en gru-
pos en las diversas diócesis. La Obra de los salesianos se extiende
a las parroquias donde hay vida espiritual, intenso transporte hacia
Dios y dedicación a los hermanos. Quiero que mi Obra sea un soplo
impetuoso de gracia que sacuda las almas de los sacerdotes recos-
tados en el hábito. Quiero que renazcan a mi gracia, a la vocación
de su ministerio: de mi ministerio sacerdotal. Pronto, durante el
nuevo año, la Obra se extienda por la península italiana. Salga de
Roma, de las manos de mi vicario Pablo VI y se ramifique en todas
las direcciones de los salesianos a los párrocos de campo, a los con-
ventos donde la vida sacerdotal y mística es ahora estéril. Haré flo-
recer frutos de gracia, de fervor. Deseo una profunda preparación
de los religiosos. De los laicos un comportamiento ejemplar, un si-
lencio sepulcral porque nadie del mundo debe intuir mi presencia
eucarística en el Sagrario Vivo, pero a través de esto, debe recibir
mi luz de gracia. Después se supera la nación, y los preparados de
Italia van a Europa, a Asia, a América, y donde haya una criatura
humana, allí yo deseo llegar. Los Sagrarios de las familias servirán
para santificarlas. Cada recuerdo que se convertirá en Iglesia: mi
Iglesia de amor. Ahora estoy en manos de altos prelados con mi
Obra de Amor en Roma. Se lee, se discute, se medita, y yo, Jesús,
en la más imprevista sencillez penetro las almas de los consejeros
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y quedo en ellos con mi nueva gracia. El momento es difícil, pero
yo puedo, con mis pequeñas víctimas, revelarme a quien quiera.
El santo padre espera su opinión, pero él no ha hecho esperar a su
Jesús en su corazón. Él ya me ha dicho: “Sí, Padre”. Ahora dame
tu “sí” en lo que te he pedido en la Iglesia ante mi presencia euca-
rística. Di también tú como el santo padre: “Sí, Padre”. Ahora te
bendigo, os bendigo, y esta bendición alcance mis pequeñas almas,
mis llamados al amor, al banquete nupcial eucarístico, y os reunáis
en mi santo nombre, Jesús. A ti, pobre esposa eucarística, una cruz
de amor y de dolor que llevará el nombre de tu esposo Jesús: Cruz
de Amor Eucarístico. Descienda sobre ti como signo de mi pre-
dilección y de mi misericordia. Ve ahora a ayudar al padre. Yo te
tengo en mí Jesús».
Padre Guido encargado de los muchachos6.
6 Padre Guido Roascio, carmelita descalzo, asistente de los chicos en la comu-
nidad carmelita de Deserto di Varazze (Savona)
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X LIBRETO
Gloria a Dios en los cielos, paz a los justos,
esperanza para los pobres, júbilo para los «fuertes».
Jesús!
Vivo en ti con mi santa gracia,
mi amor eucarístico,
mi insondable misericordia,
para que las almas vengan a mí,
¡Al feliz banquete del amor de Dios!
Jesús por ti, Jesús por todas las almas.

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Desierto 13 de noviembre de 1968
«Estás en mi santa gracia. Escribe: ¡Jesús, viva Jesús en ti,
alma pobre y pequeña! Jesús viene a ti. Escribe para mis amados
sacerdotes. Estoy de un lado al otro de la tierra. Estoy despertando
su espíritu apostólico, pero los más cercanos a mí están todavía li-
gados a la creencia de un “Jesús” no familiar, de un “Jesús” que
no desciende hasta su criatura, y especialmente en el sacerdote,
para encarnarse y revivir en ella. Sí, Jesús viene, Jesús baja al alma
del peregrino que va en busca siempre de mí. Yo hago morada en
el alma, y transformo las acciones en oraciones, las palabras en
instrumentos de verdad, de paz. Si mi alma creyera al poder y a la
misericordia de mi amor... Jesús en las lágrimas... para los sacer-
dotes que no saben acoger mi invitación de amor. Jesús ofrece sus
lágrimas al Padre porque aún no es creído por sus amigos más ín-
timos. Jesús triunfará, pero el sacerdote que haya resistido a mi lla-
mada sufrirá mucho, porque yo, Jesús, vine a llamar a su corazón
de amigo y a él le pedí: “Ábreme, soy Jesús”. Ahora es tiempo de
ofrendas, de sacrificios, de renuncias para mis llamados. Cada uno
dé ahora en la medida en que yo pido. Hija mía, el Padre está en el
Hijo: yo soy el Padre, Jesús. Así, en los brazos del Padre abando-
nados y dejados “llevar por mí”. Mis sacerdotes “verán”, pero yo
sufro porque ellos, algunos de ellos, todavía no están agradecidos,
por tanto, tanto amor, porque son incrédulos. También sobre su ca-
beza debería poner mis santas manos para que la santa gracia, que
viene de mis llagas, dé la luz: mi luz, luz de Jesús Eucaristía. Es-
pero a mis pequeñas víctimas como ovejas blancas cercanas al cor-
dero inmaculado. Yo, Jesús, elegiré. Ahora deseo que no te ahorres
las fatigas, aunque a ti te parezcan pesadas. Vamos, da siempre
como puedas. Dame, porque yo, Jesús Eucaristía, estoy espiritual-
mente por encima de ti. Tú, amada esposa de mi amor eucarístico,
llevas espiritualmente a tu Jesús. Este es un don que ofrece mi co-
razón, a ti y al padre Gabriello. ¡Sí, he elegido mis moradas, pero
cuántas, cuántas de ellas, ve y contiene mi corazón! Vendré a bus-
carte a las 8 para llevarte a la iglesia conmigo. Jesús llorando por
sus sacerdotes amados. Escribe: Jesús Eucaristía quiere amor, fer-
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vor, quiere a su amigo sacerdote abandonado en sus brazos de
padre. Desea confianza, confianza, transportación y mucha, mucha
humildad. El amor busca al amor. Quien me ama verdaderamente
me busca y me sigue. Jesús que espera».
«¡Viva Jesús!».
Hora 20:35 Desierto 13 de noviembre de 1968
«Soy Jesús en la santa gracia, en la palabra. Jesús Eucaristía
de sus santos Sagrarios, a los sacerdotes llamados.
Vivo con vosotros en las sagradas especies: realidad divina-
humana y mística. Os busco, busco en vosotros un amor totalmente
renovado, vivo, ferviente. Quiero que vuestros corazones se en-
ciendan de amor para inflamar las almas de otros sacerdotes, las
almas de los fieles. Vosotros no llegáis a tanto amor y misticismo,
también, porque vivís en tiempos tristes y difíciles. También vo-
sotros, como las personas del mundo, sois débiles y os distraéis
con mi pensamiento, con ese pensamiento de comunión continua
conmigo. Yo os ayudo, yo, Jesús, deseo venir sobre vosotros para
que no olvidéis a vuestro esposo, vuestro verdadero maestro, para
que vosotros os dejéis guiar por mí, tomaros de la mano y condu-
ciros por esos senderos de gracias y de predilección que, desde
hace tiempo y desde siempre, yo, vuestro hermano y amigo, quiero
daros a vosotros. Ahora soy yo, Jesús, el Eterno Sacerdote, quien
llama al corazón de su sacerdote. Una vez más os digo: “Abrid,
soy Jesús Eucaristía que habla, que solicita, que pide: llévame con-
tigo, en ti, sobre ti. Mi corazón de esposo rebosa siempre de ar-
diente amor por vosotros, amigos míos. No hiráis mi corazón con
vuestra incredulidad o indiferencia”. Eso es lo que pido por amor.
Mis ojos están llenos de lágrimas porque pocos me aman de puro
amor, pocos me aceptan en este imprevisto don de amor. Sed puros,
castos, sed míos, para que yo esté siempre en vosotros, viva en vo-
sotros. Ahora abrid la mente a las bellezas del amor y apuntad en
el firmamento a Dios. Desde esta bóveda celestial descenderá vues-
tro esposo en un tiempo no lejano, y allí, donde él estará, seréis vo-
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sotros si me habéis seguido hasta el último. Yo, con mis sacerdotes,
con mis almas quiero visitar a toda la humanidad. Yo, Jesús, quiero
ser “Iglesia” que va, que camina, y busco almas generosas, almas
puras y pequeñas, almas enamoradas de mi amor. Haré de vosotros
un ejército, una “Liga de almas”, por la cual podré encontrar y
abrazar a todos los hombres. Mi invitación se dirige en primer lugar
a mis amigos sacerdotes y, los primeros entre todos, los salesianos,
porque mi Santa Madre, María Auxiliadora, os sirve y os servirá
de ayuda, de apoyo, de maestra y guía individual de vuestra vida;
porque san Juan Bosco guiará las almas de los jóvenes a mi en-
cuentro eucarístico y preparará a estos jóvenes a “llevarme a mí”;
porque a S. Juan Bosco deberán ser confiados los muchachos, y a
él, por medio de mi santa Madre, la elección de los llamados. Mi
invitación se dirige a todos los sacerdotes que anhelan una unión,
comunión y consumación continua en mí. Por ellos, yo pasaré
luego a las almas de todos mis hijos. He invitado a todos a mi ban-
quete nupcial. ¿Quién aduce pretextos para no aceptar la invitación
de amor? Yo, Jesús, soy paciente y humilde. Yo sé esperar a los
“mis llamados”. Jesús, sacerdote eterno, Jesús que invita a sus ami-
gos a su mesa. Jesús que ya no quiere estar solo y abandonado en
las Iglesias, en los sagrarios de piedra. Jesús que busca el sagrario
nuevo, su Sagrario: ¡a ti! Vera, grítalo a mis almas: Jesús quiere
venir contigo y sobre ti, Jesús no quiere ser descuidado más. Jesús
quiere vivir con nosotros!».
¡Oh Jesús mío, ven, te esperamos, ven!
Desierto 19 de noviembre de 1968
«Jesús en la santa gracia. ¡Viva Jesús! Lo han cantado mis án-
geles por mí, es el coro de amor que une cielo y tierra: el alma del
pequeño a su Padre creador y el alma vibra porque una nota, la di-
vina, la ha tocado. Y así que el alma encuentra a su Dios, encuentra
a Jesús en lo íntimo. “Encuentra” porque ella lo ha buscado. Pero
el alma me ha buscado con ansiedad y fervor porque yo buscaba
“mi” alma. Tú me buscas porque yo, Jesús, te miro con profunda
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ternura. Te dejo para que me busques, te dejo para que reconozcas
cada vez más tu nulidad, el vacío que queda en ti sin mí. ¿Qué eres
sin mí? Pobre alma pequeña, ¿qué hará el Padre por esta pobrecita?
Duplicará sus cuidados, sus atenciones para que no tropiece en
rocas grandes. La misma grava es suficiente para hacerla caer.
Ahora sabes cómo sabe amar a Jesús. Quisiera que todas las almas
pequeñas se dejaran conducir por mí: día a día, hora a hora, mo-
mento a momento. ¡Cómo me consolaría si aprendieran a vivir la
paternidad de su Jesús! Siempre me tendrían a mi lado, siempre
cerca. Yo te guío, te corrijo, te recojo, te acaricio, te abandono, y
luego vuelvo a ti, hija mía, con más gracia que antes. Por eso no te
sorprendas si tú “sientes” que yo estoy aquí contigo, cerca de ti:
¿por qué un padre no puede ir al hijo? Soy yo, Jesús, que vengo a
pedirte que vengas a la iglesia, que te pares ante el sagrario donde
yo estoy aún más. Yo, Jesús, anulo el tiempo: una hora es como un
instante, un instante es como una hora cuando tú estás en mí. Ven,
ven todas las tardes a verme antes de la noche. Yo, Jesús, volveré
a tomarte todas las noches. Te llevaré allí donde estoy solo y aban-
donado sin almas que recen y adoren1. Busco confortadores, busco
los corazones de los hombres por los que yo, Jesús Eucaristía, per-
manezco vivo y presente en la Iglesia. ¿Quién se acuerda de mí?
¿Quién piensa venir a mí? Busco con infinito y profundo amor mis
nuevos Sagrarios. ¿Entiendes ahora por qué yo también los deseo
tan ardientemente? Ya no quiero ser abandonado, ni descuidado,
ni olvidado. Mis almas deben tener siempre a mí, su Esposo, el
amor eucarístico que va preparando la nueva Iglesia de Dios. Yo
quiero anunciarte en mi santo nombre Jesús, este don, don sin me-
1 «Te llevaré allí donde estoy solo y abandonado...» Vera escribe a don Borra
en la carta del 20 de noviembre de 1968: «Regreso del santo sagrario donde Jesús
permanece durante mucho tiempo solo, solo. He sentido todo el dolor de Jesús por
este abandono. A ella también Jesús hace sentir este dolor como me escribió. [...]
Jesús sufre mucho por la indiferencia de sus sacerdotes, me hace sentir esta pena
tanto que me hace llorar. Yo les disculpo porque ellos, quizás, no han conocido el
verdadero amor de Jesús y ruego para que les dé este don: su Amor». L. GRITA Mi
hermana Vera de Jesús, op.cit. ,p. 121.
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dida que desborda de mi corazón: la santa gracia de la llamada de
Roma. A vosotros, a ti, al padre Gabriello, Jesús os da este anuncio.
Hijos míos, la palabra del Papa es mi palabra: yo, Jesús, ahora la
doy a vosotros en la autoridad de mi Iglesia. Quien me espera se
regocijará en mí, y pronto iré a aquellos que han tenido fe en mí.
Pronto habitaré en mis almas. Todo hay que hacerlo rápido porque
la humanidad no puede esperar... Y yo me inmolo y me consumo
y, conmigo, mis almas, para que la misericordia salve, perdone, re-
dima. Di a mis almas que en la espera no me dejen solo en el Sa-
grario. Si me amáis tanto, vendré en vosotros y sobre vosotros, y
haré morada cerca de vosotros. Sí, Jesús con los hombres, Jesús
con sus hermanos y sus amigos, Jesús en sus almas, Jesús en sus
corazones. Jesús que espera, Jesús que viene.
¡Escribe, hija mía! Te enseño la “red de Jesús”. La red de Jesús,
son mis “mensajes” de Amor, mi santa Obra de Amor. Vosotros
sois los pescadores que lanzan, en mi santo nombre, Jesús, esta red
santa en el mar de la humanidad. Cada vez que difunden un men-
saje de amor, han lanzado la red. Cuando mis almas hagan esto
entre los hombres, seréis como aquellos pescadores que invité a
seguirme para que se convirtieran en “pescadores de almas”. En
mi santo nombre, Jesús, echad la red, tirad la red y acoged a mis
nuevos llamados en el seno de la nueva familia eucarística. Esta
familia se compondrá en el seno de la Sagrada Familia, donde
María Santísima, la Inmaculada, la Pura, será Madre de toda alma
y de todas las almas eucarísticas, y san José el humilde protector.
Ambos os enseñarán cómo llevarme y cuidarme en vuestras fami-
lias. Ambos harán de mis Sagrarios Vivos la sagrada familia divina
y humana que deberá atraer gracias del cielo sobre muchas familias
cristianas. Ahora yo, Jesús, te he explicado la visión de tu alma.
Revelo su significado solo en el momento oportuno. Han pasado
muchos días, es verdad, pero yo me a mí mismo imprimo en tu
alma, los mensajes, las revelaciones, como me gusta a mí. Tú, re-
cibe, agradece, permanece humilde y sumisa, y semejante a un niño
que acepta y acoge todo de su padre, aunque no lo comprende todo.
A ti te basta obedecer, amar, amar y... en el silencio y en la humil-
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dad, vivir, sufrir y morir por mí. Yo acrecentaré este deseo por
amor, dándote la sed de las almas. Recibe con el aumento de gracia,
este divino mensaje. Lanza mi red a Florencia y Gabriello acoja
con humildad y alegría mis palabras dirigidas del mismo modo a
él y, por él, a mis amados sacerdotes, a mis almas. Rezad, rezad
para que toda la Obra sea difundida, y en breve tiempo. Rezad para
que mi misericordia llegue a todos. Jesús del sagrario a sus nuevos
Sagrarios».
Desierto 25-11-1968
«Yo te bendigo en mi santo nombre: ¡Jesús!
No temas, no te engañes. Yo no habría permitido el error du-
rante tanto tiempo. Yo te doy la verdad, porque soy la verdad. Tú
estás en la verdad porque estás en mí: Jesús. Las pequeñas hostias
consagradas están cerca de mí y en mí. Piensa en el santo sagrario.
Cerca de la hostia grande hay muchas pequeñas partículas: yo,
Jesús Eucaristía, con mis pequeñas almas, esposas de mi nutri-
mento de amor. En cada pequeña hostia estoy yo, Jesús y mi alma.
Yo en todas las almas. Yo por todas y con todas las almas. El tor-
mento de mis dictados te seguirá a todas partes. Yo, Jesús, no te lo
quito a razón de la humildad en que debe hundirse tu alma. A cam-
bio, mi querida hija, te concederé mis mismos deseos. Anhelarás
ardientemente conmigo los Sagrarios Vivos y la difusión de mi
Obra de Amor. Tú anhelarás unirte a mí, sumo bien, a medida que
tu pobre sacrificio se realiza en mi: sacrificio de Jesús sacerdote
por sus sacerdotes, por sus almas. Me llevarás, me tendrás, pero
mis palabras serán alegría y dolor, consuelo y angustia. Esto a
causa de tus miserias, en beneficio de la humildad. No explicaré
más allá como es mi palabra en tu alma. No serviría más. Cuando
seas llamada tranquilízate que mi santa gracia está en ti. Responde
solo en mi santo nombre, Jesús. Sé siempre sincera, no omitas por
temor. Yo, Jesús, padre, estaré a tu lado, yo, Jesús maestro te ense-
ñaré. Yo, Jesús Espíritu Santo, descendido en tu alma pequeña, ha-
blaré la lengua que sabe hablar el pobre. Lo que debe triunfar es
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mi amor, mi misericordia, en todas partes y siempre. Lo que otros
deben ver es la verdad de mis mensajes, y no la “forma”, la sus-
tancia y no el “estilo”. No, hija mía, nunca repito lo suficiente mi
amor por las almas ya que no lo escuchan. ¡Mi amor, mi pensa-
miento por vosotros en estos libretos como un río de agua límpida,
refrescante, y tiene su manantial en la roca, yo, Jesús! Ven alma
pequeña, no temas repetir mi amor, mi mensaje de amor: es de
Jesús, de tu Jesús. No temas si me extiendo: tal es la sed de hablar
a mis almas consagradas. Mañana estas me bendecirán por la abun-
dancia de mi gracia. No tema, Gabriello, a sus superiores: ellos
vendrán a mí, a Jesús. Pequeña mártir de mi palabra, ahora Jesús
vuelve en el silencio y en el santo sagrario os espera. Jesús Euca-
ristía.
A Rosa2. Su Jesús la espera a los pies del altar, con su niño.
Jesús llama, llama su alma. Di a Rosa: “Deseo que ella viva de mí.
He elegido su pobre corazón y deseo morar allí. Asegúrale que yo,
Jesús, ya no la he dejado sola y prometo mi santa gracia creciente
en su alma por cada acto, por cada pensamiento de amor a mí di-
rigido en el santo sagrario, para que por amor yo viva siempre en
ella. Jesús (escríbelo) la abraza, Jesús abraza sus pobres almas,
Jesús es de las pobres almas. Rosa está en mí: ¡tranquilízala! Jesús
que ama, Jesús que espera”».
¡Viva Jesús, triunfe Jesús para la gloria de su santo nombre,
Jesús!
Savona 3-12-1968
Jesús: «¡Escribe en el amor y en el abandono de tu alma al Es-
píritu de gracia, al Espíritu confortador, ¡Espíritu Santo, Amor! No
eres tú quien habla, sino yo en ti, en tu alma. Es certeza de fe in-
vocar al Espíritu Santo, es don gratuito, hecho solo por amor, ma-
2 Rosa, hermana de Vera.
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31 Pages 301-310

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31.1 Page 301

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nifestarme al alma, tratar con ella, hablar con ella como hago con-
tigo. No temas, pequeña alma, porque así le gustó a Dios Padre ir
al humilde, al pecador por mí, Jesús, y entregarse a ti en la luz del
Espíritu Santo. Tú, la pequeña oveja que he recogido entre las zar-
zas, tú la pequeña llama que yo he mantenido ardiente con mi ali-
mento de amor. ¡Hija mía, cuántas veces tu Jesús ha atraído tu alma
y la ha hecho descansar sobre su corazón! Escribe, deseo que tú
escribas ahora por amor. Todo el amor que yo, Jesús, he dado y
voy aumentando, creciendo en ti, quiero verterlo y derramarlo en
mis almas. La simplicidad y el abandono son los caminos más fá-
ciles. Debes decir que yo, Jesús, me manifiesto al alma solo si me
deja abiertas estas dos vías donde deseo encontrar un amor ardiente
y una exquisita humildad. Entonces es el esposo quien sale al en-
cuentro de la esposa y todo con ella hace, todo obra, todo ama, todo
acepta, acoge y sacrifica porque en ella vive ya el esposo. Muchas
almas me esperan a mí, la palabra de Jesús, la llamada. De Dios
Padre, por mí, bajará a ti y a mis almas, pero el tiempo es breve. A
ti, pequeña alma, yo, Jesús, te he revelado mi Obra de Amor en el
don de los Sagrarios Vivos. Esta Obra es, en sí misma, y no debe
confundirse con otras obras. Debe permanecer íntegra y en la
luz de gracia con que la he deseado y dictado. La Obra de
Amor de Jesús, es el fruto de mi amor eucarístico. Jesús en la
palabra de gracia abre a la humanidad entera su misericordia por
medio de sí mismo sobre sus almas. Esta obra es, pues, única y
lleva mi nombre santo: ¡Jesús! Turín, en María Auxiliadora, será
la cuna de mi obra de amor. Roma, será la madre. Los superiores
salesianos se alegren en mi santo nombre, Jesús; exultan porque
son grandes las gracias reservadas a ellos por mi corazón sacerdo-
tal. Quiero que las dudas desaparezcan en sus corazones, y que me
vean, que se apresuren a trabajar para mí. Añade, hija mía, esta re-
velación: una profecía les ha sido dada en su tiempo, ahora la pro-
fecía es verdad: soy yo, es mi Obra, son mis Sagrarios Vivos3.
3 «Profecía»: creemos que se trata del sueño de las dos columnas de Don Bosco.
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Mi palabra es camino, verdad, vida porque soy yo: Jesús.
Vera de Jesús, yo te he llamado a mi Obra de Amor, yo te he
hecho la esposa de mi Obra. No temas, yo te he elegido. Ahora tú
vienes cada vez más a mí. Acércate a tu esposo, a Jesús Eucaristía.
Ven pequeña alma, yo vengo a tu encuentro. Mañana, cuando mi
luz de gracia sea derramada en el mundo, te regocijarás en mi glo-
ria. Vera de Jesús, espera siempre a tu esposo, él desea venir a ti,
hacer morada en ti. Te he dado mi nombre santo, y de ahora en ade-
lante te llamarás y serás “Vera de Jesús4. Escribe sobre el papel
este dictado y lanza mi red a Florencia en mi santo nombre, Jesús,
y en el corazón de mi Madre».
Savona 13-12-1968
Jesús: «Te conforte mi cruz. Hija mía, apóyate a ella y ve con
ella. Estás con Jesús, estás conmigo. Yo, Jesús, no te dejo, no te aban-
dono. Estás en la prueba, es el tiempo de “dar” en mí. Todo sufri-
miento es signo de amor, y yo, Jesús, tu esposo, te llevo por el
camino de mi amor5. Al final del camino, “me verás” y allí estaré
esperando a mi pobrecita. Ánimo, hija mía, este camino no es largo
4 «Te he dado mi santo nombre...»... En la Carta a don Zucconi del 1 de di-
ciembre de 1968 Vera describe la experiencia mística en la que Jesús le cambia el
nombre: «Ayer Jesús estaba cerca de mí, siempre se hace ver por mi pobre alma.
Siempre lleva las vestiduras sagradas de sacerdote, ayer eran rojas. Vino cerca de
mi cama, sosteniendo el copón lleno de partículas consagradas. Sentía que mi alma
recibía su Sagrado Cuerpo. Luego Él me dijo “quiero darte mi Nombre, Vera de
Jesús”». Carta en L. GRITA Mia sorella Vera di Gesù, op. cit., p. 124.
5 «Todo sufrimiento es signo de amor...»: Vera sufre un dolor en la rodilla y
tiene dificultades para caminar. Tendrá que internarse durante las vacaciones de Na-
vidad para ser operada. En la carta a don Zucconi del 16.12. ‘68, escribe: «Retomo
la escuela después de un período de cura, he pasado por un período de fuerte sufri-
miento. Mientras escribo, recuerdo que ayer Jesús, al lado de mi cama, ponía sus
manos sobre la manta. Yo le preguntaba qué quería decirme y después de un rato Él
dijo: “Quiero ayudarte, haremos todo juntos”. Hace unos días Jesús me dijo: “Tienes
una moneda, gástala, dámela a Mí”. Es una intervención de poca importancia, pero
dolorosa, suero en una rodilla. Pensé que podía mejorar con el descanso y la atención,
pero nada ha cambiado, tengo que operarme”. Carta 6.12. ‘68 en L. GRITA Mia so-
rella Vera di Gesù, op. cit. p. 126.
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31.3 Page 303

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ni corto, sino próximo. Yo te llamo, te llamo a sufrir conmigo. Aquí,
en mi corazón herido, hay lugar para todos. Ven a mi corazón, mués-
trame tu amor: quiero verlo, quiero sentirlo, quiero recibirlo.
Los “mensajes”, palabra de Jesús, dada al pobre deben llegar
al santo padre. Él debe conocer el designio de amor de toda la Obra
de Jesús. Los sacerdotes salesianos deben rezar y ofrecer súplicas
y novenas para que yo, Jesús, venga a ellos y entre sus jóvenes
como lámpara invisible que da a todos luz y calor. Yo, Jesús, soy
la lámpara, y vosotros el templo donde yo deseo habitar. Vosotros
la ventana abierta al mundo por la que yo veré. Escribe al padre
Gabriello: “Yo vengo a ti en la gracia, en el amor, en la sencillez.
Quédate en mí, en mi llamada de amor para que esta realice la lla-
mada apostólica. Los frutos del amor vienen de mí. Tu sufrimiento
es fruto de mi amor sacerdotal por ti. Mantén tu mirada fija en mí,
Jesús. Yo te escucharé, yo te llamaré. Deponed las dudas y las in-
certidumbres, y recibid mi fuerza, mi sufrimiento, mi paz. Yo,
Jesús, pronto estaré con vosotros. ¡Jesús con vosotros!».
Savona 24-12-1968
«¡Viva Jesús! Sí, mi hija, es así: ¡Viva Jesús! Jesús ahora dicta,
ahora habla. Escribe en mi nombre santo: ¡Jesús! ¡Tanto silencio
en los cuadernos! Pero no por ti. Sufriente, te he custodiado en mi
corazón de padre, te he dado el maná del desierto. Pero tú estás
más viva que antes en mí, y cada día avanzas en mi cruz de amor.
Este silencio es símbolo del misterio en el que debe vivir el alma
eucarística que va encarnándome. Este silencio precede mi venida
sobre vosotros. En generoso recogimiento esperad mi hora. El
padre Gabriello debe escribir mis mensajes para hacerlos llegar
con urgencia al santo padre. Sean enviados a Roma por medio de
la persona que yo le hice conocer6. Yo, Jesús, soy el Camino, yo
6 «Persona que yo le hice conocer»: se trata del dominico padre Colosio. En
febrero de 1969 don Zucconi enviará al Papa una presentación de los Mensajes de
la Obra, acompañados por una petición de bendición y autorización a través del
303

31.4 Page 304

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iré al Papa, yo, Jesús, me manifestaré aún más en la Palabra. Haz
rezar a los “pobres” por la gracia que esperan. Tú ora también con
el sufrimiento del que te revisto como una esposa. Acepta todo por
amor mío, y sé cierta: yo soy y estaré siempre en ti y contigo. Sí,
daré la luz de mi gracia a los llamados; te daré también a ti más
luz, más fuerza, pero tú y otras almas pequeñas tendréis que sufrir
mucho. Te daré Mí Crucificado. La luz vendrá a través de la reve-
lación de Mí realizada en Mis Mensajes, y después de las pruebas
me manifestaré en espíritu de verdad, y lo que por boca del profeta
he anunciado, haré. Mi gracia no tendrá en la tierra fronteriza. Los
hombres, los pobres vivirán de Mí y conmigo. Yo, Jesús, me anun-
ciaré al santo padre con otro mensaje de amor7. Vive recogida, en
oración, en sufrimiento, en humildad, y espera. Te daré fuerza para
escribir, pobreza de espíritu para permanecer en Mí, sensibilidad a
mi Voz Para que la Vera de Jesús sea siempre ese pequeño instru-
mento del que Jesús pueda servirse para escribir. No temas, no has
escrito por mi voluntad. El silencio es voz que habla. Si me amaras
mucho entenderías este mudo lenguaje. ¡¿A quién le diré mi amor
si no a ti, a los pobres, a los pobres, a los inocentes que viven solo
por Mí?! “Si tú me amaras mucho, me revelaría a ti. Pues bien haré
Don, porque mi Corazón es rico de amor. Haré Don de capacidad
de más ferviente amor para que “mi” alma8 sea sumergida en Mí.
Jesús que enseña en el silencio. Jesús que atrae, Jesús que da su
luz. Vendré a ti, pronto, con mi Palabra»9.
padre Colosio, indicada por el Inspector salesiano don Ranieri. El padre Colosio
hará llegar la mecanografía a un hermano suyo de Roma, el padre Lenzetti, especia-
lista en materias teológicas que entregará personalmente al santo padre las cartas el
miércoles de Ceniza de 1969, después de haber examinado el contenido y expresado
su opinión positiva (M. R. SCRIMIERI, Relazione sull’iter seguito da don Zucconi
pres so i Superiori Salesiani ed il Santo Padre per l’Opera dei Tabernacoli Viventi,
Centro Studi, Inédita.
7 Mensaje del 15.7.1969 para el papa Pablo VI.
8 «Mi alma»: Vera en una nota en el cuaderno específico: «el alma del llamado».
9 Después de este mensaje, Vera tiene una experiencia mística de la que habla
a don Zucconi en la Carta del 29.12. ‘68: «Después de este mensaje vi con el alma
dos cosas: la aurora era observada por mí desde una ventana en la montaña. El sol
se levantaba y su luz me lastimaba los ojos, pero la luz se alejaba para poder abrir
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31.5 Page 305

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Santa Corona 6-1-1969 ¡Viva Jesús!
«Sí, hija mía, escribe, escribe mi santo nombre: ¡Jesús! No eres
tú quien habla, que piensas, pero yo Jesús, en ti, en tu alma doy mi
luz: esta es palabra, la palabra de Jesús por los pobres como ti... Que
el padre Gabriello continúe por el camino emprendido, y persevere
en mi santo nombre, Jesús. Repito: persevera con confianza. Esta es
la “noche” de la prueba, y yo, en el silencio, espero que él venga a
mí por el camino que le está delante». * Desde este punto, mientras
copiaba el dictado en el papel, Jesús dice lo siguiente10: «Esta es la
espera. Yo, Jesús, espero en el silencio al llamado. Me desprendo de
mi cruz, y voy a su encuentro. Alma mía, alma mía sacerdotal, ven
a mí: yo, Jesús, estoy listo para abrazarte. ¡Ven, abandónate a mí, a
Jesús Eucaristía, a Jesús eterno sacerdote en ti, mi hermano! ¡Que la
fuerza de mi amor te conquiste! Libérate, quítate de los pensamientos
terrenales y ven a mí. Mírame, quiero que me descubras, que me
veas en los mensajes eucarísticos que te he dirigido. Ven, deja todas
las cosas que te preocupan, y sígueme, sigue a tu maestro, Jesús.
Ámame en el santo Evangelio. Realiza el mandato que te he confiado
y búscame en las palabras que yo, Jesús, ahora he querido dar a los
pobres. Tú las harás conocer, me darás en una luz íntima que pondrá
a las almas en relación de unión y de confianza como nunca ha sido
sino para los santos. Este “don” quiero hacerlo primero a ti. Ven, y
como Juan, acerca tu cabeza sobre mi pecho: sentirás mi palpitación
de amor. Yo te lo doy si tú, hijo mío, hermano mío, amigo mío, te
abandonas con confianza, con fe en mí.
los ojos. Había preguntado a Jesús: “Oh Jesús ¿qué hace el santo padre, no hace
nada por la Obra tuya?”. Vi, estábamos en una majestuosa iglesia, una larga mesa,
una especie de altar con un mantel blanco y a un lado estaba el santo padre sentado
y frente a él, muchos ostensorios con la hostia santa: eran una fila sin fin. Jesús me
ha explicado un poco pero pienso que dirá más. Diga usted, padre, reflexione sobre
el significado de los ostensorios. A ella, querido padre, feliz año con Jesús y que
Jesús le haga el don precioso: “Llévame contigo”. Carta del 29.12.1968 en L. GRITA,
Mia sorella Vera di Gesù, op.cit. p 128.
10 A veces, mientras Vera copiaba los mensajes para enviarlos a don Gabriello
Zucconi, Jesús intervenía dictando un pensamiento adicional para integrar en el men-
saje, como en este caso.
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31.6 Page 306

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“Estas son palabras de Jesús para sus sacerdotes salesianos
‘llamados’. Así dictó Jesús”.
«Ahora continúa copiando del trazo donde yo, Jesús, he inte-
rrumpido el copiado para dictar y expandir mi amor. Recupérese, por
tanto, de este punto. Por ahora espere a su misión, a la misión que yo,
Jesús, maestro de vida, le he confiado. Deseo que la cuide en santa
humildad, y Yo me manifestaré a los otros llamados. A Vera, Jesús
promete el amor de su Madre, María SS. Siempre Virgen. ¡Vera de
Jesús, levántate! Soy yo quien te lo digo: tu Jesús. Y esperen confia-
dos mí. Yo vendré sobre vosotros, Yo, Jesús Eucaristía, estaré pronto
sobre vosotros. ¡Creedme, creedme, creedme! Mi palabra es gracia,
es luz, es alivio para todos. Esperad con amor humilde y agradecido.
Vera de Jesús, no temas Yo estoy contigo. Yo estoy también con vo-
sotros en el silencio. Vera de Jesús, tu amor, tu vida, nunca te ha aban-
donado, y por eso eres Vera en mí, Vera en Jesús, Vera para Jesús.
Ahora te bendigo, y en ti permanezco como sacerdote eterno para
mis sacerdotes y sacerdotes llamados. Te bendigo, os bendigo y os
doy a mi Madre, la santa Virgen María, para que seáis confortados
en las pruebas y en la espera de su amorosa maternidad. Obedece al
P. Gabriello y escribe lo que tu alma ve por mí, Jesús. Yo lo deseo11.
Jesús por todas las almas! Te alcanzaré pronto».
Santa Corona 10-1-1969
¡Jesús! «Yo, Jesús, deseo que tú escribas de nuevo. Tenemos
que “hablar”, “tratar” con nuestros sacerdotes. Por ellos quiero ma-
11 «Escribe lo que tu alma ve por Mí»: Se trata de una experiencia mística que Vera
describe así: «He aquí la obediencia que desea Jesús. Esta mañana después de unos 15 mi-
nutos de la Santa Comunión que recibo en cama, he “visto” a Jesús cerca de mi cama con
el planeta negro. Se quitó el hábito de sacerdote y me mostró la herida del costado. Esta
primera estaba cerrada, pero luego, estaba abierta y después de la Sangre, el agua que salía
de ella brillaba. Me pedía acercarme a esta herida». Carta de Santa Corona del 6.1.1969 en
L GRITA, La mia sorella Vera di Gesù op.cit., p.129 Santa Corona: Hospital donde está in-
ternada Vera. Se quedará allí durante dos meses aproximadamente y todos los Mensajes
de este período indican Santa Corona como el lugar desde donde Vera escribe.
306

31.7 Page 307

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nifestarme nuevamente en el anuncio que os doy. Escribe, mi que-
rida hija, escribe que yo así deseo: no eres tú sino yo, Jesús, en ti,
que actúo, hablo, vivifico, hago... acepta la santa cruz de amor. Yo
te inspiraré como movida por un estremecimiento de gracia, de per-
dón y de luz. Todo lo que te doy a ti, quiero darlo a “mis” almas, a
“mis llamados”. Debo abrir la herida de mi corazón divino, debe
todavía ser lacerada para que brote mi sangre viva. Yo la volveré a
abrir pronto para atraer a las almas sacerdotales a un amor más
nuevo, más vivo, más eucarístico. Sacará mi sangre preciosa de
esta herida para vivificar a mi sacerdote. Lo quiero nuevo, lo quiero
santo, lo quiero todo mío. Quien quiera recibir este bálsamo divino,
corre a mí: ¡yo lo espero! Quiero atraer a mí las almas pequeñas,
las almas grandes y en mí formar una sola alma, un solo corazón.
Estad preparados para este anuncio de gracia que parte de los cie-
los, de la casa de mi Padre, recorre el universo y desciende a la tie-
rra. Os aseguro que mis ángeles en el cielo se estremecen de alegría
y glorifican con hosanna al Padre mientras los ángeles en la tierra
esperan ansiosos esta hora: la hora en que yo me revelaré a mis sa-
cerdotes. Entonces vendrá orden: mi orden en las casas, en las pa-
rroquias, en las asambleas de laicos. Entonces veréis que nadie es
maestro de sí mismo y de los demás si no ha sido mi verdadero
discípulo. Entonces abrid el Evangelio, leedlo y meditadlo porque
allí yo soy maestro. Solo en la verdad buscadme, en la obediencia
seguidme, en la humildad revestid vuestra misión. A esto llegarán
solo por amor y amor puro, amor de Jesús. Ahora mi corazón está
listo a renovar la herida de amor para que todas mis llagas estén
completas en la ofrenda a mi Padre y en el don de amor para mis
hijos atribulados, pobres y sufrientes. Ahora Jesús crucificado os
ha renovado las gracias de sus llagas. Ahora vosotros rezad y haced
rezar porque quien pide tendrá, quien llama encontrará la puerta
entreabierta, quien golpea verá una mano que abrirá la puerta. En
el curso de los dictados he revelado las gracias de mis llagas y
deseo que se rece y se invoque como he dicho. Mis mensajes deben
llegar a Turín. Al santo padre, toda la Obra de Amor. Yo soy:
¡Jesús! Ahora Jesús te bendice desde su morada celestial».
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31.8 Page 308

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Santa Corona 11-1-1969 ¡Viva Jesús!
Jesús: «Hija mía, hija de mi cruz de amor, hija de Jesús Euca-
ristía, hija de mi Madre, María santísima siempre Virgen. No eres
tú quien ama, sino que yo en ti estoy amando, y con este amor di-
vino desarraigo tu alma de la tierra y la elevo. Solo purificándote,
solo transformándote en mí, conocerás cuál es el verdadero, el
puro amor. Quiero darte la alegría de amar, quiero comunicarte
esta delicia de los santos. ¿Quieres, Vera, Vera de Jesús, amar a tu
esposo eucarístico de puro amor? Dejaos llevar por MÍ. Padre Ga-
briello, lo repito, actuó por mi inspiración: ahora no tema porque
yo estoy con él. Franco de Mondovì12 escriba a Vera para que sea
confirmada en la fe, en mi palabra. Rece Vera por los que sufren y
los moribundos para que al menos en espíritu me deseen. Rosa esté
unida a mí en el sacrificio eucarístico porque solo de mí sacará luz,
consuelo y gracia. No temas, sino reza y confía porque yo, Jesús,
la veo. Liliana, Pina, Raffaella13, son las almas en las que quisiera
siempre habitar, Silvio es la llamada de mi renovado sacrificio.
Para almas como su yo, Jesús, busca almas pequeñas, almas vícti-
mas. Ahora, este mensaje te concierne, pero Gabriello vea que yo
soy siempre, soy, soy Jesús y no otros. No tú, pobre criatura, nada
de interferencias, porque yo no las permito (¡eres demasiado frá-
gil!); nada de pensamientos tuyos. Yo en ti, así, como en el santo
sacrificio, el agua está unida al vino: una sola cosa. Cuando mi pa-
labra desciende en tu alma, Es imposible separarla de ti, así como
es imposible dividir el agua y el vino que se han mezclado for-
mando un solo conjunto: Yo. Espera mi hora, la hora de mi gracia.
No anunciaré otra cosa, también para no turbar a los débiles, pero
a todos los que me esperan, digo: confiad, yo, Jesús, triunfaré. A
Vera la paciencia en la prueba. En el sufrimiento estará en mí y
más para mí, luego mis llagas brillarán. Hija mía, hija de Jesús
crucificado, ahora mi abrazo desciende de la cruz. Espérame, ven-
12 Franco Mondino, hijo espiritual del padre Pío.
13 Liliana, Pina: hermanas de Vera. Raffaella: sobrina de Vera.
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31.9 Page 309

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dré en la palabra, te purificaré en el sufrimiento y en ti permanezco
como te he dicho antes, el agua y el vino del santo sacrificio. Ven-
dré a ti porque deseo dirigirme individualmente a mis sacerdotes
llamados. Sé buena, humilde y confiada. Padre Pío te protege, es-
tate segura de ello. Jesús en ti te bendice y en ti permanece. Vera
de Jesús, no temas: estás conmigo porque yo vivo en ti y a tu alre-
dedor. Tu Jesús».
Santa Corona 20-1-1969
«Escribe mi santo nombre tres veces a gloria de las personas de
la Santísima Trinidad: Jesús en el Padre, Jesús el Hijo, Jesús en el Es-
píritu Santo. Yo vengo a ti, alma bendita mía, y te infundo mi paz.
Deseo que los “llamados” salesianos sean los templos del Espíritu
Santo. Deseo que ellos me lleven a mí, Jesús Eucaristía, sobre sí mis-
mos en la teca para darme a todos. He enumerado las gracias que de-
rramaré por medio de mis Sagrarios Vivos. Quisiera que fueran
meditadas ya que en este “don eucarístico” yo, por medio de vosotros,
encontraré, trataré, abrazaré a todos los pobres. Llegará el momento
en que en la urna bendita se llevarán muchas hostias; tiempo en que
yo iré a buscar almas para entregarme a ellas, para ser recibido por
estas. Mi Obra de Amor debe comenzar pronto, inmediatamente, pero
su desarrollo será en el tiempo no ciertamente lejano. Preparaos. Yo
desciendo de los cielos y ya estoy con vosotros para que juntos se
prepare la hora de mi Padre. Yo conduzco la Obra, yo guío vuestros
pasos hacia la luz. El padre Gabriello se dirija al padre Colosio para
el envío de la Obra al santo padre. Rece por la pobre que escribe para
que sea fuerte, pura y santa. A Vera le he dictado cosas nuevas y cosas
viejas para que sean integradas en mi designio de amor. Yo, Jesús,
deseo para las almas pequeñas, para las almas víctimas, la esclavitud
de amor hacia mi santa Madre14. He recogido en mi Obra los frutos
más santos y fáciles para que encontréis de qué nutrir vuestro espíritu.
14 Referencia a L.M. GRIGNION DE MONFORT, Tratado de la verdadera devoción
a la Virgen.
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31.10 Page 310

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De mis llagas os he dado otra luz de gracia ya que mi misericordia
quiere abrazar a todos. Ahora id y con el santo Evangelio difundid el
lenguaje fraterno de amor entre los pobres por los que yo, Jesús, estoy
hablando, estoy dictando. A Rosa deben llegar mis palabras. A Silvio
mi bendición. ¡Al pequeño Fabio una invitación de amor: ¡ven, alma
pura, Jesús Eucaristía quiere descender en ti! Padre Gabriello trabaja
con serenidad y confianza. Pronto estará inmerso en mí, en mi Obra,
y por esta santa cruz de amor está inmolado en mí. Al Papa iremos,
iremos y mi Sagrario será como yo, Jesús, lo deseo. Ahora estás aquí
por mi voluntad. Me revelaré a ti en la medida en que hayas amado
a los pobres. Emilia Massoleni15 está en mí, díselo. Pide la aprobación
del padre Gabriello por haberla hecho partícipe de mi designio de
amor. Hija mía, apartada, ven a mí. Hija mía, Vera de Jesús, ofréceme
todo: tu indigencia, tu enfermedad, tu gris. En el cielo en mi sacrificio,
todo brilla, todo es gloria en mí a mi Padre. Prepárate para cada lla-
mada, porque yo, Jesús, deseo que aceptes mi voluntad día a día y
hora por hora. Prepárate, Jesús está cerca de ti. Para el santo padre,
para los sacerdotes, más mensajes: los últimos. Escribe, escribe de
nuevo: Jesús viene a ti. Vera de Jesús, te atraigo a mí. Jesús que ama».
Santa Corona 2-2-1969
Jesús: «Escribe mi nombre santo, Jesús. Escribe que yo, Jesús,
amo todas mis almas, que yo veo, que yo sufro... y me inmolo con
vosotros y con vosotros me ofrezco a mí, Jesús víctima, a mi Padre.
Escribes que las llamas de amor me consumen en el eterno sacrificio.
Escribe que la sacrificio, donde mi sangre renovada y ofrecida a Dios
Padre por vosotros desciende sobre estos que yo llamo y amo todavía
como hermanos. Revela este amor mío inagotable con el que quiero
eternizar vuestras almas en mi holocausto. Daré de comer a los po-
bres, aliviaré los sufrimientos del enfermo, derramaré gracia, perdón,
paz sobre los obstinados. Yo, Jesús, vendré sobre vosotros y por vo-
15 Escribía a Vera en nombre de Padre Pío.
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32 Pages 311-320

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32.1 Page 311

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sotros, y por vosotros querré ir como Iglesia que va y que camina por
todas partes. De las manos del santo padre me pondré sobre mis Sa-
grarios y en estos templos vivos formaré mi templo. Ahora hay tinie-
blas, pero pronto serán dispersadas por la luz. Yo, Jesús, soy la luz
del mundo y en vosotros, con vosotros y por vosotros, nosotros se la
daremos a los hermanos. Que los Sagrarios se preparen a este don
para que mi venida entre vosotros se manifieste a los buenos por esta
unión mística, por la que nos disponemos a esperar la “hora de Dios”.
Revelaré este amor inexpresable a mis llamados y les revelaré este
misterio de fe y de amor. Intervendrá en este designio de amor mi
Madre ante el santo padre y ella os dará, por Pablo VI, a mí. Esperad
con confianza, con paciencia, con humildad estos acontecimientos.
Las pruebas sirven para mi Obra, os fortalecen; los sufrimientos sos-
tenidos por mi gracia sirven para purificaros. El abandono es saluda-
ble porque os hace constatar vuestra nulidad e imposibilidad de
servirme sin mí. Os quiero, por tanto, humildes y misericordiosos,
vuelvo a deciros: en el mundo, pero no del mundo. Estad preparados
para acoger toda mi llamada que viene a vosotros bajo diversas for-
mas pero que brota siempre de mí, Jesús. Cada uno la acoja con pro-
fundo amor porque es don, don de mi corazón para cada uno de mis
llamados y sirve para abrir los caminos a mis mensajes, sirve para re-
velarme. Cuando yo me manifieste, me habré entregado a los hom-
bres en su vida diaria y caminarán por mi camino, porque yo, Jesús,
soy el camino. Jesús a sus hermanos».
Santa Corona 6-2-1969
Jesús: «Escribe: mi Obra de Amor brota de la herida de mi cos-
tado. Es amor misericordioso, es salvación, es Obra redentora. Es-
cribe que Jesús quiere, desea su Obra instituida, autorizada por el
santo padre. Di a tus superiores que es Jesús quien desea, quien
quiere sus Sagrarios Vivos. Soy yo, Jesús, que quiero entregarme,
la luz, al mundo por mi medio. Soy yo, Jesús Eucaristía, la luz que
disipa y hace huir las tinieblas. Cuando yo, bajo las sagradas espe-
cies, vaya también sobre vosotros, además de en vosotros, yo lle-
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32.2 Page 312

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varé la luz a las otras almas. Este es un misterio para vosotros
ahora, y por ahora aceptadlo por fe. Mañana este acto de fe dará
innumerables gracias. Preparad los caminos del Señor y mis cami-
nos para que yo viva con vosotros y os enseñe a vosotros y, por
vosotros, a nuestros hermanos, el precepto de mi amor. Preparaos
para acogerme, porque yo, Jesús, vendré... La hora de Dios se
acerca, y deseo estar con vosotros y sobre vosotros para que donde
yo soy, y mi Padre es, sea también mi siervo. Preparaos para aco-
germe con amor. A cada uno y por cada uno yo soy y seré vuestro
amigo, vuestro hermano, vuestro Redentor. No se turben vuestros
corazones a estas predicciones: los buenos esperen confiados y hu-
mildes, los pecadores se arrepientan, los lejanos vuelvan a mí, a
mi mesa. Yo, Jesús Eucaristía, os espero. A Vera de Jesús una pro-
mesa: en la aceptación de mi voluntad la ofrenda será pura y sin-
cera y humilde. A Vera de Jesús mi fuerza y mi amor. A Vera de
Jesús mi corazón en mis amados sacerdotes por los que yo, Jesús,
Sacerdote Eterno, desposo mi pequeña alma. Ahora el silencio
vuelve en ti, pero mi voz, voz de Jesús, volverá en el amor gratuito
del Espíritu Santo, y el Padre y el Hijo estarán en ti para nuestra
gloria, para la revelación y manifestación de mi amor hacia mis sa-
cerdotes. Vendré, vendré, alma pobre y pequeña, por ti y por todas
las almas. Vendré para abrazarte, para abrazaros. Yo, Jesús su-
friente, desde la santa cruz os miro y os uno a mí. Tú no tienes nada
y tienes todo en mí. Abandonados a mí y haz que tu Jesús traiga a
su esposa, Vera de Jesús. Ahora yo os he bendecido, y vosotros
vivís de gozo, de amor, de mí, de Jesús. Este pensamiento se dirige
también a Emma16 y a ti. Desciendo en lo íntimo de vuestro espíritu
16 Emma, no se conoce el apellido. Es una enferma, internada en S. Corona. De
ella escribe Vera en la carta a don Zucconi del 31.1.1969: “Emma... empeora: es el alma
víctima que se ha ofrecido a Jesús, única Víctima Inmaculada por amor. ¡Ella ya está
en la paz de Jesús! Emma le agradece y le envía sus saludos. Le pide que la recuerde
en sus oraciones como ella lo hará por usted. Emma lo recuerda por haberla oído pre-
dicar por los capuchinos, en Alassio, y a veces por los salesianos”. Carta de 31.1.1969
a don Zucconi en G. BORRA, Grita Vera Notizie biografiche, op., cit. p. 129. Pocos días
después, por Emma, Jesús dictará a Vera: «A Emma estas palabras del Esposo: “Él ven-
drá, se manifestará y será alegría, será luz, será felicidad eterna”». Mensaje 13.2.1969
312

32.3 Page 313

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y en vosotros permanezco en la luz del Espíritu Santo. Estoy en ti,
estoy en vosotros, permanezco en vosotros: ¡yo, Jesús!»
Se reanuda. «Habla, Jesús mío, y tu pobre siervo te escucha».
«Jesús: Tú pides, porque yo, Jesús, desea “hablar”. Habla, mi
hija, de mi amor, habla de mi misericordia. Los quiero salvos, los
quiero redimidos en mí. Escribe, escribe para mis sacerdotes, es-
cribes para tus superiores de Turín, de Sampierdarena, de los que
ya dependes. En María Auxiliadora, en Turín, quiero que mis men-
sajes de amor sean meditados. Pedid la asistencia del cielo por mi
madre María Auxiliadora, para que ella sea maestra y os enseñe la
sencillez y la grandeza de mi Obra. Quiero que invoquéis y tengáis
en gran veneración a vuestro santo fundador, san Juan Bosco. Él
debe ser para vosotros padre amoroso que os guíe en el camino de
la humildad a verme a mí, Jesús, en la voluntad de mi Padre a tra-
vés de estos escritos. Mi mano que escribe en la pobrecita es signo
de unión entre mí, Jesús, y las almas pobres. ¿Quién escribe? No
importa. Lo que está escrito viene de mí, de Jesús, y por eso es ver-
dad, es vida, es camino de salvación. En Turín se mediten los es-
critos con humildad. Invocad a mi Padre para que renueve en
vosotros un nuevo pentecostés, y el Espíritu Paráclito difunda luz
de gracia, luz de intelecto, luz de sabiduría, de amor. Ahora, el rec-
tor y vicerrector confíen en esta gran y universal misión, en mis
mártires, en los apóstoles y, vuelvo a recordarlo, en S. Juan Bosco.
Vosotros hacéis triduos para este fin con la intención de que yo me
revele y se haga mi voluntad. Los triduos deben ser triduos de ado-
ración eucarística, colectiva e individual, ya que yo, Jesús, daré
todas las gracias a través de mi amor eucarístico. Cuanto más me
honréis en el santo Sagrario, más permanecéis en mi compañía,
más yo, Jesús, vendré a vosotros, descenderé sobre vosotros.
Para don Borra. A ti, mi amado sacerdote, el latido de mi
amor eucarístico, a ti los latidos de mi corazón. Ven y descansa
sobre mi pecho. Tu Jesús que te escucha.
Escribe, escribe otra vez. En la santa obediencia me honras.
En la santa obediencia me glorificas con mis criaturas y mis santos.
En la santa obediencia yo estoy en ti y contigo.
313

32.4 Page 314

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A Gabriello, apóstol predilecto de mi Obra de Amor. Lo sos-
tengo, lo ayudo, lo conforto y lo ilumino. Para Gabriello mi herida
de amor, para que el mismo amor, la misma sed de bien, el mismo
ardor por las almas, nos consuma “juntos”.
A don Bocchi Giovanni le revelaré mi amor y el mandato de
amor que yo quiero poner en sus manos consagradas. También él
con Vera diga: “Habla, oh Señor, revela tu voluntad, que yo te obe-
dezca por amor”.
Y luego también escribiremos a los superiores, y el corazón de
Jesús llamará, golpeará con insistencia el corazón de sus llamados
para decirles: “¡Ábreme, soy Jesús! Mírame, reconóceme: ¡soy tu
Jesús!”».
Santa Corona 13-2-1969
«Jesús, por ti, por todos. Escribe, sé fuerte en mí.
Ahora mi pensamiento eucarístico es dado y revelado a los
hombres. Ahora debe ser acogido por mis llamados: ellos serán los
cálices que yo, Jesús, colmaré de mi sangre, de mí. Roma será
Madre en mi Madre, ya que toda luz es dada a los hombres por la
Virgen Purísima. Ella que concibió al Hijo del Altísimo por el amor
del Espíritu Santo, ella, la Inmaculada, llevó y lleva en su corazón
la Obra de mi misericordia y de mi amor. Ella, la Madre que dará
una y otra vez y siempre la luz al mundo, me dará y revelará a mí,
su Jesús, la palabra de Jesús, a través de su Divina Maternidad:
Maternidad de María Santísima siempre Virgen. Esta es la mater-
nidad de la Obra de Amor de Jesús, porque nada es dado a la hu-
manidad, por el Altísimo, sino por María Inmaculada. En Roma mi
Madre me revelará, pero en Turín María Auxiliadora formará la
cuna de la Obra, donde nacerán, de donde partirán, por los caminos
del mundo, mis Sagrarios. Irán, y yo, Jesús Eucaristía, estaré en
ellos y sobre ellos, y mientras ellos me llevarán y me darán, luz del
mundo, luz para las otras almas, yo, Jesús, les llevaré así amorosa-
mente como un padre lleva su criatura entre sus fuertes brazos. ¡Oh
almas que me escucháis y me escucháis, preparad la cuna de vuestro
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32.5 Page 315

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corazón a vuestro Jesús Infante, y aprended de aquella que os he
dado Maestra Espiritual de mi Sagrario Vivo! ¡Hija mía, ¡Vera
de Jesús, todo viene de mí! Confiesa, no temas. Me serviré todavía
de tus miserias para dar misericordia, para atraer los corazones a la
confianza y a la confianza. Entonces Jesús te librará de la maraña
de inquietudes humanas, te desatará de los lazos que ahogan tu es-
píritu y entonces vivirás de mí, de espíritu, de mi paz. Aguántate y
no te amargues. Es cruz tu miseria, cruz más pesada mientras vienes
y procedes en mi camino, cruz útil para tu santificación, para tu hu-
mildad. El padre Gabriello debe confiar más en mí. Yo vivo en mi
sacerdote, y este debe “abandonarse a mí”. Escribe, escribe todas
mis palabras. Escribe y obedece al padre Gabriello, y haz como él
te dice. En Roma mi obra será examinada pronto, y el Papa dispon-
drá tras mi misericordioso discurso. Si perseveráis en la fe, en la
confianza, os daré a conocer los motivos de silencio por los que la
Santa Sede ha callado. Ahora intervendré yo, Jesús, en mi Madre.
¿Qué quiero de Vera de Jesús por este? Que crea sin temor, pues yo
no permitiré que escriba lo que de Mí no viene. En lo escrito es la
verdad, porque en lo escrito es Jesús. Obediencia, fidelidad, perse-
verancia, humildad y actos, actos de amor continúen teniendo pre-
sente que yo, Jesús, estoy en su corazón y nunca, nunca la dejo. A
Emma estas palabras del esposo: “Él vendrá, se manifestará y será
alegría, será luz, será felicidad eterna”. Sí, escribe, Vera de Jesús,
habla a tu Jesús, y ven adelante, y mientras avanzas por mi gracia,
muéstrame tu corazón herido. Transformaré estas heridas en heridas
de amor, de mi amor eucarístico. Este libreto ha terminado y ofreces
a la gloria de la Santísima Trinidad, y por cada persona, para que el
Hijo, Jesús, sea glorificado en el Padre, y engendre el Amor, el Es-
píritu Santo, en la unidad divina que desciende tan leve como el
vuelo de una paloma sobre tus almas, ardiente como mi corazón en
el amor, puro en los pensamientos de que deseo penetran vuestras
mentes. He aquí, yo Jesús, envío también sobre vosotros mi Espíritu
de gracia y en este don me recibís a mí, Jesús Eucaristía, en voso-
tros, sobre vosotros, por vosotros. Yo quiero permanecer en mis Sa-
grarios hasta el final. Jesús que gotea sangre».
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XI LIBRETO
Y tú que lees...
Párate... medita las palabras de Jesús.
¡No tengas prisa!
Jesús a las almas

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Savona 24-2-1969
Jesús: «Estoy en tu pecho, en tu alma. Escribe en la santa obe-
diencia cuanto voy dictando. Tienes demasiado miedo, signo de tu
debilidad y de tu miseria. Si escribes es porque yo, Jesús, lo quiero.
No eres tú quien piensa, quien actúa, sino yo en ti con mi gracia.
Y gracia significa también luz, luz de Dios, luz celestial, amor de
mi corazón ultrajado por los hombres y siempre amante de su co-
razón, de su amor. Así que yo vengo a ti y conquisto el corazón
más pequeño que existe entre todos mis hijos. ¿Ves, hija mía, qué
hace tu Jesús en ti? ¿Sientes cómo Jesús Eucaristía impregna este
pobre corazón humano de sí mismo, de su amor? Mi amor, como
lo sientes, es también dolor, dolor de amor. Si sufres es porque yo,
Jesús, te amo, y este amor es la llama que debe consumir mis nue-
vas moradas. Ahora no temas, y sobre todo no dudes de mis pala-
bras. Las revelaciones que yo, Jesús Eucaristía, te he dado en mi
santa gracia, deben ver la luz. Deben resplandecer como faro de
salvación para mi Iglesia. El silencio del Papa. Está hecho de ora-
ción, recogimiento, espera confiada de la revelación de mí, Jesús,
es decir, de la verdad. Pablo VI espera el signo desde el cielo de
mi Amor Eucarístico, y yo, Jesús, lo daré a través del Corazón In-
maculado de mi Madre para que comprendáis cada vez más que
nada hago sin ella. la redención de los hombres está confiada a su
corazón de Madre. A ella acudís siempre... Ahora mis santos rezan
y en la Santísima Trinidad ven mi Obra de Amor. A ellos recurrid,
en la comunión de los santos uníos. Quiero que mis almas vivan
también del amor de los santos, para que cielo y tierra sean una
sola cosa al invocar mi misericordia. Has escrito en mi santo nom-
bre, Jesús, en la obediencia que te ha confirmado el sacerdote, en
la obediencia que yo, Jesús, Hijo del Altísimo, te renuevo siempre,
así como renovación, sobre el altar, mi Sacrificio de Amor. Esta
mañana en la iglesia, durante la celebración, mi Madre intercedió
por ti, y tu fragilidad me dio pena. Ninguna esposa será tan débil
y frágil como tú: ¡te lo aseguro! No temas, la Reina del Cielo te
ayudará a cumplir tu misión para la que debes vivir. Te anuncio
dolores y sufrimientos y, sobre todo, mucho amor. Sí, te daré esta
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llama de amor que ya arde en ti, pero crecerá mientras vienes a mí.
Cuando seas ridiculizada, consuélate y exulta en mí, porque es
señal de que yo, Jesús, te hago semejante a mí. Cuando yo, Jesús,
triunfe, serás escondida y negada, disfruta de mi gloria en ese
tiempo. Pronto todo habrá terminado para ti. Ahora es el tiempo
de las pruebas, de las contradicciones que preanuncian mi triunfo
eucarístico. El Papa cree, si es cierta, pero mi revelación es nece-
saria para dar a mis almas el sacramento del amor. En Turín hay
poco interés por mi causa, pero en la casa de mi Madre, María Au-
xiliadora, muchos corazones sacerdotales serán “comunicados” por
la Sma. Virgen María. Escribe Vera, Vera de Jesús, escribe y obe-
dece. Mis llagas te recogen y te guardan. Escribe por amor y gloria
de tu Jesús. Mañana estas palabras traerán mucho, mucho consuelo
a los corazones de nuestros hermanos afligidos. La agonía que
sufre y en la que vive Gabriello, es consuelo para mí. Dile a Ga-
briello que necesito estos sufrimientos suyos, la fidelidad de su
alma sacerdotal, para mi Obra de Amor. Dile a Gabriello que Jesús,
en el nombre de la santa obediencia, vino a la tierra y se hizo cru-
cificar. Por eso, en mi santa obediencia, he llamado al alma más
pequeña que existe a obedecerme a mí, a Jesús, escribiendo mis
revelaciones, mi palabra, en el uso corriente que ella usa. En mi
santo nombre, Jesús, no se dude más, no se dude más. Yo había
anunciado pruebas, dificultades y otras... Sed fuertes y no temáis.
Mi voluntad será hecha en la tierra como es hecha en los cielos.
Jesús, Padre vuestro».
Savona 28-2-1969
¡«Escribe, mi nombre es Jesús! Pobre alma mía, te vacío de ti
y te lleno de mí, de Jesús, de mi ardor. La llamada es mía, viene de
Jesús: tú la reconocerás por los frutos. Deseo que me descubras y
me reconozcas en los acontecimientos ahora alegres, ahora tem-
pestuosos. Pero recuerda que después de la tormenta viene la
calma. Mi Obra de Amor por ahora es amada solo por unos pocos
sacerdotes, mientras que yo, Jesús, he deseado y sigo deseando que
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32.10 Page 320

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muchos de mis llamados estuvieran preparados para recibirme
mientras en Roma se lee, se discute, se medita y se espera mi re-
velación. Si se hubiera creído yo, Jesús, habría revelado a cada uno
llamado mi plan de amor particular, le habría hablado así, de cora-
zón a corazón, y el nuestro habría sido un coloquio íntimo de amor
eucarístico. ¿Por qué no me crees? ¿Por qué no se cree tan incon-
cebible amor de Padre? ¿Oh hombres de poca fe, hasta yo, Jesús,
os compadezco? Ahora ve a la Scala Santa1 y en mi sangre precio-
sísima asumirás el rostro de la pequeña víctima en mí. Entonces
yo, Jesús, te ofreceré a mi Padre, para que él te vea siempre en mí.
Yo en ti, y tú en mí en la pasión que pronto te daré para adornarte
como esposa que se prepara a las bodas más místicas de su amante.
(Interrupción...)
¿Quieres que revele mi amor a los “pequeños”, así como yo,
Jesús, te lo revelo a ti? Haceos una sola cosa en mí, estad unidos,
sed humildes, y el hermano se ame en el hermano mismo. Quiero
daros un consuelo, un consuelo constante: la llama de mi amor eu-
carístico. Cada alma que con pura intención siga nutriéndose de
mis carnes eucarísticas será despertada a nueva vida, a vida de
unión y de intimidad mística conmigo por obra de mi santa gracia.
Sentiréis que el Espíritu Santo actúa en lo íntimo para acrecentar
en vosotros la fe y la caridad hacia los hermanos. Tened la seguri-
dad de que cuanto yo, Jesús, doy a un alma, daré a todas las almas
si saben seguirme. Mi Obra de Amor deberá extenderse también a
los carmelitas descalzos, ya que yo, Jesús, he venido a dar mi amor
a todos2. Con la sumisión que debes al sacerdote, recibe de él el
consentimiento para hablar de mi don eucarístico al padre Guido.
1 «Ahora ve a la Scala Santa...»: Vera viajará a Roma unos días después, recorrerá
la Scala Santa llevando consigo los libretos escritos hasta ese momento. Recibirá la
gracia de unión con Jesús Víctima y se ofrecerá al Padre para que todos los llamados
reciban la gracia y los dones que le son otorgados: la gracia de la permanencia euca-
rística en el alma, el don eucarístico, la palabra interior.
2 Por primera vez los carmelitas son indicados como destinatarios adicionales del
Mensaje de la Obra, además de los salesianos. El padre Guido Roascio era asistente
de los niños en la ermita de San José del desierto de Varazze, donde Vera enseñaba.
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Él, por ahora, debe escuchar, meditar y conservar en su corazón
sacerdotal mis palabras, palabras de Jesús para los pobres. Mañana,
cuando te vayas, todo me glorificará. Deben ser partícipes de mí
por medio de mi Obra de Amor en el momento establecido y que-
rido por mí. Por ahora es suficiente que uno de ellos sepa hasta el
final y calle. Esta es la voluntad establecida por mi Padre. Después
del consentimiento y la obediencia al sacerdote, prepara al padre
Guido y, al final, hazle partícipe por medio de un mecanografiado.
En estos pocos meses de permanencia en el Desierto, debes
“darme”, confiarme (interrupción...)».
Roma 4-3-1969 Jesús, Jesús, Jesús.
«Mi palabra ha descendido en ti como fruto de gracia grande
que “tu Jesús Eucaristía” te da. Estás aquí a mi servicio, por mi
causa. Yo, Jesús, te he llamado, ahora estás aquí porque yo lo he
querido. Estás en mi santa gracia. A pie haremos el camino reco-
rrido: el que conduce al calvario. Estás aquí para recibir mayor gra-
cia, más fuerza interior; estás aquí porque yo, Jesús, deseo volver
a ver tu alma en mí pasar por el “camino” que yo, un tiempo, ro-
ciarás de sangre por ti. Ahora puedes, por esta sangre preciosa mía,
venir a mí y rehacer el mismo camino, el “mío”. Estás aquí por mí,
por ti, por las almas pequeñas, por las almas de mis sacerdotes. El
cielo te asiste: ¡créelo! Palabra de Jesús. ¡Hija mía, hija mía, no
hay engaño, créelo! Yo te he visto con mis palabras apretadas al
pecho, y así te he recibido en mí en la aceptación de mi voluntad,
del mandato que te he confiado. Ahora, la Vera de Jesús debe de-
fender el don del amado. Pronto tendrás un ángel que te guiará por
el camino3. Lo he elegido por ti para que sostengas tu debilidad, y
pronto serás parte de ella. Después, revela al sacerdote lo que te
3 «Pronto tendrás un Ángel»: será San Rafael Arcángel que permanecerá al lado
de Vera en los últimos meses de su vida terrena, durante el ingreso hospitalario, cuando
por voluntad del Señor Vera será Sagrario Vivo, portadora de Jesús Eucaristía, y en
ella Jesús renovará su Holocausto para el nacimiento de la Obra. Mensaje 27.1.1969
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sucederá. Este don es necesario para disipar las dudas que forman
el objeto de tus angustias. Entonces sostendrás con firmeza y sere-
nidad las otras pruebas, las vicisitudes, que tendrás que encontrar.
No temas, quédate en mí, en tu Jesús, porque yo he vencido al
mundo. Mañana te espera un día intenso, todo a “mi servicio”, y
tú, pobre cosa, podrás conmigo honrar a mi Padre. Te serán reser-
vadas sorpresas, sorpresas de amor. Atesoradas para ti y para las
otras almas. Ahora te dejo descansar. Yo permanezco en ti, yo,
Jesús, vivo en ti. Copia, y envía en el nombre santo de la obedien-
cia por la cual yo, Jesús, te uno y te desposo con mi cruz de amor.
Jesús sufriente».
Copiando Jesús añadió: «y te desposo» es decir, «te uno y te
desposo con mi cruz de amor».
Roma 6-3-1969 Viva Jesús Eucaristía
¡«Mi querida hija, escribe: es Jesús quien lo quiere! Yo estoy
aquí contigo, delante de ti, en el sacramento del amor. No hay en-
gaño, sino Jesús: la Verdad. Mi Obra de Amor, en su cruz, avanza.
En el cielo mis ángeles, mis santos rezan a mi Padre en mí para
que no tarde la hora de mi revelación. Gran gracia te ha sido con-
cedida esta mañana en el Vaticano, en la Ciudad santa. Mis após-
toles Pedro y Pablo, y Juan XXIII y Pío XII, te han beneficiado de
su protección. Nadie recurre a ellos en vano, si a mis santos vais
con profunda fe y profunda humildad. Mi voluntad es esta: yo,
Jesús, daré a las almas pequeñas y generosas los mismos dones que
voy dando a ti. Ninguna de estas almas tendrá que sentirse sola y
perdida porque tendrá en su íntimo a mí. Llevará por los hermanos
a mí, en las sagradas especies eucarísticas. A estas almas pequeñas
y humildes, dóciles a la acción de mi gracia santificante, hablaré,
y guiaré sus pasos. Las ayudaré a superar las incertidumbres, las
dificultades, ya que “todo” lo haremos juntos: yo, Jesús, y el alma
humilde. Seremos “uno” como el agua y el vino en el santo sacri-
ficio. Doy mis gracias sin medida a los pobres que me buscan con
pureza de espíritu. Tú eres la primera alma sobre la cual yo opero
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33.3 Page 323

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con mi gracia santificante, y realizo mi designio de amor. Tú sabes
por qué te elegí, por tus miserias y debilidades. No son tus pecados,
porque yo, Jesús, ya no los recuerdo; son tus angustias, tus inca-
pacidades, tus aflicciones, la nulidad de tu ser, que te empujan a
mí y te hacen un alma toda “mía”. A tu corazón pequeño he reve-
lado la inmensidad de mi corazón y ahora también mi herida de
amor. Y yo, Jesús, me inclino sobre de ti y te abro mi corazón.
Ahora te hablo a ti, mañana hablaré a otras almas puras, santas y
fuertes. Pronto Jesús estará con vosotros en la palabra, para que el
coloquio interior sea para cada alma mi revelador de Jesús maestro
que guía, que enseña, que conduce a la santidad el alma que al es-
poso todo quiere y desea dar. Oh almas pequeñas y débiles pero
todas mías, oh almas fuertes y grandes en mí, yo os doy mí en la
palabra interior como don de amor del Espíritu Santo. No temas,
Vera de Jesús, los silencios. Los superiores hablarán, entenderán4.
El Papa llamará... no te especifico las fechas para que tu paz sea
completa. Yo, Jesús, te daré una señal. Esto te dirá que Roma, en
su Madre Iglesia, abre la puerta. Cuando él descienda en ti, rego-
cíjate en la tribulación porque yo, Jesús, te absorbo, te completo
en mí. Jesús Eucaristía te hace don de sí, de sus méritos y te hace
partícipe de su Inmolación. La ofrenda está ahora en los cielos, de-
lante del trono de mi Padre, y mi Madre la acompaña con sus sus-
piros de amor. Mis ángeles se estremecen y se regocijan, mis santos
alaban y dan gracias al Creador, Dios Padre, por tanto, inmenso
amor por ti, por la humanidad de hoy. Que el padre Gabriello sea
paciente y prudente. Su Jesús mucho, mucho lo ama y está contento
con su ministerio.
Escribe, Vera de Jesús. A los incrédulos, a los dudosos Jesús
les dice: no me habéis elegido a mí, sino que yo, Jesús, os he ele-
gido a vosotros. No eres tú quien persigue piadosas ilusiones, sino
4 «Los superiores hablarán, entenderán...». Palabras proféticas: la carta del Rec-
tor Mayor D. Ángel Fernández, publicada en este libro por primera vez, abre la
puerta de la Congregación Salesiana a la Obra de los Sagrarios Vivos para su reali-
zación y difusión.
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33.4 Page 324

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yo, Jesús, que te comunico mi palabra: palabra de Dios para los
“pobres”. Aquí, ante mí, en el Santísimo Sacramento de mi amor,
donde yo estoy vivo y verdadero, verdadero Dios y verdadero hom-
bre, confirmo mi palabra, palabra de Jesús, y mi voluntad. Y mi
voluntad es esta: difundir mi Obra de Amor, hacerla conocer a las
almas pequeñas porque ellas me esperan. Estas palabras son luz y,
porque mías, deben resplandecer y no permanecerán ocultas. El
mundo me necesita, y yo voy al mundo en mis Sagrarios Vivos.
Quiero abrazar a todo el mundo, porque el hombre no me conoce,
no me ama, no me desea. Busco mis templos, mis iglesias que ca-
minan, y que me lleven y me den. Y esta es la voluntad de mi
Padre: que el esposo descanse en el pecho de la esposa. “Sagrario
Vivo la esposa” y Jesús Eucaristía, consolado, amado, glorificado,
ya que él encuentra sus delicias viviendo, sufriendo, luchando
amando con “sus” criaturas. Dios Creador. Sagrarios Vivos, luz de
mis ojos, llama ardiente de amor que sube a Dios en mí, invocad
mi misericordia, entregaos a mí para el advenimiento de mi reino.
Yo soy la luz que disipa las tinieblas. Yo soy el camino, yo la ver-
dad, yo la vida: ¡Jesús!».
Roma 7-3-1969
«Soy Jesús Eucaristía. Un último saludo de esta ciudad que en
su Iglesia te ha sido Madre misericordiosa. Ahora ve y continúa tu
tarea hasta que se complete. Has hecho lo que yo, Jesús, he querido.
No todos los fines por ahora te son evidentes, pero sea en ti esta cer-
teza: tenías que estar aquí para ofrecerte en mí a mi Padre en mi san-
gre preciosa, para recibir la bendición que mis santos pontífices te
han concedido desde el cielo. Ahora continúa tu viaje y completa
“mi mandato”. Sí, mis palabras son estas: te espero allá arriba, con
mis santos, con mis ángeles cuando hayas cumplido toda mi volun-
tad. Te saludo así desde esta ciudad santa: “a vernos de nuevo en el
paraíso”! Jesús que ama a los pequeños. La Santísima Trinidad vive
siempre en ti, en mis almas, porque yo, Jesús, lo deseo por amor.
¡Repite a menudo e invoca así: “viva Jesús Eucaristía”! Te conforte
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33.5 Page 325

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pronunciar estas palabras mías que expresan toda mi Obra de Amor.
Mañana vendré, y tú espérame y sígueme. Jesús».
Savona 10-3-1969
Jesús Eucaristía
«La obediencia que te he confiado es fruto de la santa gracia
que no merecías. ¡Oh Vera de Jesús, si tú comprendieras cuál es y
cuánto es mi amor por ti, por las almas pobres! Oh hija mía, sea
bendecida otra vez en mi santo nombre: ¡Jesús! Contigo, bendigo
ampliamente a Gabriello y a los que creen en mi inexplicable amor
por los pequeños y pobres. Bendito sea, por tanto, don Borra que
cree en mí; benditos sean los sacerdotes que se adhieren en silen-
cio, en humildad a mi designio de amor. Bendita sea Rosa, tu her-
mana, porque en mí ha creído y cree. Yo, Jesús, acrecentaré esta fe
para que, cuando llegue la hora de mi llamada del Vaticano, vuestra
alegría sea completa en mí. Tú perteneces a mi Obra: esta es mi
voluntad, la voluntad de Jesús sacerdote eterno. ¡Escribe, hija mía,
sé fuerte! El santo padre cree, cree en mí, en Jesús, en mis palabras,
en mis mensajes. Vera de Jesús, sé humilde y paciente, y espérame.
Paciencia en la espera de mi palabra, paciencia en familia, pacien-
cia con el prójimo tuyo. Para tus hermanos escribe, para las almas
que tomarán fe e impulso de fervor eucarístico. Paciencia en la es-
pera del ángel que yo, Jesús, te he prometido. Sí, vendrá. Vendrá
del cielo enviado por mi Padre para que mi voluntad se cumpla
hasta lo último en ti. Paciencia en la espera del “signo” revelador
de mi amor y de mi voluntad al santo padre. La paciencia que os
pido será virtud adquirida por vosotros con sufrimiento, pero me-
ritoria. ¡Sed pacientes y humildes como yo! Yo, Jesús, estoy con
vosotros y en vosotros: os guío, os sostengo, os animo, os enseño.
Si me invocáis con fe y amor, yo no dejaré de hacerme sentir en
vosotros, para que vuestra paz, turbada, vuelva a vosotros por mi
Espíritu consolador. He aquí, yo no os dejo, estoy con vosotros en
la santa gracia santificante; estoy con vosotros con mi palabra hasta
el último. Yo soy el buen pastor que no abandona a “sus” ovejas.
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Vera de Jesús, Gabriello, mi amado sacerdote, almas mías, escu-
chadme, seguidme. El alma que vive de mí y por mí en mi místico
sacrificio, debe ser sometida a mi Iglesia, al sumo pontífice. Debe
darse en mí a mi Padre por medio de mi Madre. Debe darse en mí
al hermano. Cada uno de vosotros me abraza en las circunstancias
cotidianas, en la caridad hacia los hermanos. Que el esfuerzo cons-
tante sea el de ver en todos y en todo, a mí, Jesús. Así desciendo
yo entre vosotros, así vengo y me revelo a vosotros. Entonces me
llevarás dentro de ti, y me tendrás sobre ti. Sí, quiero mis Sagrarios
Vivos porque ellos serán en la humanidad la luz para hermanos
alejados de mi ser, Dios, su Padre y Creador. Vera de Jesús, com-
promete tus fuerzas por mí, por tus hermanos. En estas palabras
mías, en estos mensajes míos, está toda la caridad que puedes dar
a tu prójimo, viviendo, sufriendo, escribiendo por él. Tú, por la
gloria de mi Padre, tú por los hombres tus hermanos. Di a las
almas, di al mundo entero mi amor de Salvador, mi gracia. Repite
conmigo, con mis ángeles:
“Viva Jesús Eucaristía. Venga pronto el reino del amor de Dios
por Jesús Eucaristía. Oh María, Madre de Jesús, enséñanos a encarnar
a Jesús hostia consagrada, a llevar a Jesús, a dar a Jesús. María San-
tísima Auxiliadora, sé nuestra Madre, nuestra Maestra, nuestra Reina.
Te elegimos junto con tus santos, ante el trono de la Santísima Trini-
dad, en la adoración de los ángeles a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios
Espíritu Santo, Madre de nuestra alma eucarística para que la prepares
y la disponga a convertirse en ese Sagrario Vivo deseado y querido
por tu Jesús. En tu mano de la Reina de los cielos y de la tierra, nos
ponemos a nosotros mismos. Ten piedad, María, de nuestras debili-
dades, de nuestras miserias, de nuestras incapacidades. Levántanos
de la tierra para que desde aquí vivamos y seamos para el Cielo, para
el Reino de tu hijo. En tu mano está nuestra pequeña ofrenda: lávala
con tus lágrimas, sumérgela en la sangre preciosa de tu Jesús y únela
a la de tus Santos, de todas las almas purgantes, de todas las almas
que viven en la tierra. Entonces en tu fíat, oh María, sube nuestro fíat;
haz que sea puro haz que sea santo, haz que seas digno de Jesús.
Ahora, María santísima Madre nuestra, disponte a aceptar cuanto
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33.7 Page 327

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Dios Padre, en Jesucristo, ha establecido para nosotros, para que su
voluntad sea manifestada al santo padre, para que la Obra de amor
de Jesús, nacida de la herida de su divino corazón, sea manifiesta a
sus llamados, por esa espada de dolor que atravesó tu alma. Oh María,
escúchanos, oh María escucha, oh María socorre a tus hijos. A ti nues-
tra vida, para que la pongas en Jesús y, en él, sea vida que salva las
almas, sea vida que renueves y transformes la vida de los hombres
aquí abajo. A Jesús vida, nuestra vida, humildemente la ofrecemos
por María Santísima en unión con nuestros amados santos, en la
única, en la única ofrenda de víctima que es Jesucristo Nuestro
Señor.”
Estás en mi santa gracia, has escrito en mi santo nombre:
¡Jesús! La obediencia viene de mí, Jesús, y está unida a mi obe-
diencia a mi Padre, en el “fíat” de mi Madre. Jesús a Vera, para
asegurarle que todo viene de mí: ¡Jesús!».
Savona 12-3-1969
¡«¡Escribe en mi nombre santo, Jesús!
¡Obediencia, caridad, amor! Tres flores de la santa gracia con
las cuales el alma “mía” debe venir a mí.
Estas son tres vestiduras, entre las más brillantes, de las que
me encanta ver adornar a mi esposa. Vera de Jesús, estas vestiduras
no se llevan, sino que se asumen hasta convertirse en alma orante
que ora conmigo y en mí, obedeciendo al Padre hasta llegar a ser
yo, porque nada ha quedado ya en el alma “vieja”, hasta convertirse
en “llama” que arde y quema porque yo, en la plenitud de mi amor,
vivo eternamente en vosotros. Haz el camino de tu vida pasada, y
sufrirás las penas de la agonía que yo, Jesús, sufrí por tu amor.
Ahora, poco a poco, tu alma será sumergida en tu pasado de pecado
porque así yo, Jesús, deseo por el bien tuyo y de otras almas. Ahora
que conoces mi amor, verás en mi atroz pasión y muerte todos tus
pecados, y mis carnes martirizadas por amor tuyo, y mi sangre,
sobre todo mi sangre preciosa, que he derramado sobre la tierra,
es decir sobre ti. Te dije en Roma: “haremos juntos el camino de
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33.8 Page 328

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la Santa Cruz y de mi Calvario”. Ahora te sumerjo, aunque en mi
luz, en esa criatura que eras antes. Si en el pasado tu dolor y arre-
pentimiento ha sido sincero y profundo, hoy debe llevarte a agoni-
zar conmigo, por ti y por tus hermanos para que también ellos sean
partícipes de mí. Ánimo, Vera de Jesús, yo estoy contigo. Me reci-
bes, así como yo deseo unirte a ti, pobre alma pequeña, a mí, en
mi pasión. Esta renovación te dará la virtud de la humildad que yo
quiero ver brillar en ti como una perla preciosa. Por lo tanto, te
llevo a revivir, sufriendo, el largo tiempo en que, no amándome,
estabas en el mundo, manchada de mundo. Así remontamos juntos
el calvario, y la cruz de este penoso sufrimiento sea, por mi sacri-
ficio renovado por ti, la expiación aquí abajo de tus pecados. Vera
de Jesús, pequeña hostia a mí consagrada por el sacerdote: no hay
holocausto sin expiación, no hay ofrenda sin dolor, dolor que ma-
cera, que destruye toda sombra de pasado. Yo, Jesús, he perdonado,
yo, Jesús, he olvidado, y nada recuerdo sino tu corazón amante. Tú
no sufrirías mi pasión si no sufrieras por tus propias culpas. Por
eso vuelvo a abrir en ti las heridas de tu pasado. Cuando tu alma
encuentre alivio en mí, revela al padre Gabriello lo que he permi-
tido ver a tu alma. No ahora porque estás inmersa en la agonía de
mi pasión. A Vera confirmo mis palabras por esa obediencia con
la que ella, pobrecita, está unida a mí en la santa cruz, en la cruz
de amor de su Jesús. Vera de Jesús ha escrito por mi voluntad, para
él y por las otras almas. Yo soy la puerta por la que mis almas en-
tran en el reino de mi Padre. Yo soy la Vida: permaneces en mí, en
la vida para que la vida terrena se extinga en mí, y des frutos de
gracia, dones a la vida humana mi Vida. Otras almas hicieron por
ti todo esto, en mí; ahora tú en mí, por mis sacerdotes y por siem-
pre. Jesús te bendice, Jesús víctima en ti, ahora pequeña hostia.
Jesús te quiere mucho, mucho. Jesús os ama. Jesús por todos!».
Sv. 16-3-1969 Viva Jesús Eucaristía.
«Escribe mis palabras porque solo estas pueden devolver la
confianza a los hombres. Mi Obra verá la luz si se sabe esperar con
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33.9 Page 329

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confianza y serenidad. Llegará el momento en que reconocerán el
cumplimiento de mis revelaciones. Estén listos y no duden. ¿Por
qué dudan? ¡De quién dudan! Mi Obra es lanzada y yo, Jesús, abro
el camino de amor. Te he dado, antes de la llamada local, el signo
revelador del Papa. Sé que creíste eso, y has esperado. Sé que Ga-
briello sufre de incertidumbres. Vera de Jesús, si me quedara sola
a creer y a luchar, ¿me seguirías hasta el último? Yo te daré amor,
mucho amor para dar a mí, Jesús, a mis almas, a todas las almas.
Ven, pobre y pequeña esposa, y descansa en mí: sobre mi corazón
eucarístico. El mecanografiado tuvo que ser preparado a su tiempo.
Pero yo, Jesús, siempre seré el divino reparador. ¡No temas, y con-
fía en mí, Jesús! Yo estoy contigo. ¡Seré contigo hasta el fin!».
Savona 20-3-1969
Jesús: «Vera, Vera de Jesús, escribe. Debes proclamar al
mundo mi divinidad y mi humanidad encerrada en las sagradas es-
pecies: ¡la Eucaristía! De este pan quiero alimentar vuestras almas,
por este pan vosotros viviréis, porque él es yo: Jesús. Perseverad
en mi palabra, en mi precepto de amor, y alimentaos de mí. ¡Yo,
Jesús, os transformo en mí! Sí, los llamados a mi mesa son muchos,
pero pocos recogen la invitación de su rey. Piensa Vera de Jesús,
es un rey que os invita porque él es soberano y tiene su reino en
los cielos. Es un rey velado en su esplendor, humilde para vosotros,
pequeño para vosotros de aquí abajo. Este rey eucarístico es Jesús,
es Dios, es la Trinidad Santísima, es el Espíritu Santo, el Amor.
Ahora yo estoy en ti, en tu alma, uno y trino, y hacia mi gracia.
Cuanto más vacío está el alma de sí, libre del mundo, más yo des-
ciendo en esta y resido allí. Habita en ti, por tanto, el rey, el rey del
universo y, sobre todo, el rey de tu alma. Pero yo no busco súbditos,
sino herederos de mi reino que os entrego mediante mi cruz de
amor. Mi cruz de amor ahora es la Obra de los Sagrarios Vivos. La
difundiré en mis almas, suscitaré en mis Llamados el ardor euca-
rístico ya que los invitados serán muchos. ¿Cuántos aceptarán la
invitación de su rey? Sin embargo, por el camino de mi Obra de
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33.10 Page 330

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Amor, yo, su rey, deseo hacerlos más partícipes de mí, herederos
de mi reino de los cielos. Vera de Jesús, ¿cuántos me seguirán?
¿Cuántos me encarnarán? ¡Si mis almas se entregaran más confia-
das a mi amor de Padre, como cubriría sus miserias con mis rique-
zas, con mis Dones! No temas al Sagrario Vivo la nada de su ser.
¡Pido, diría casi exijo, abandono, confianza en mí, y a todo lo que
falta a mi miserable Sagrario, daré yo, Jesús! Pido humildad, ge-
nerosidad, amor, amor, amor. He elegido un Sagrario quizás des-
preciable para el mundo, pero no para mí. ¡Yo lo hago hermoso
con mi gracia! A ella estoy dando todo porque yo, Jesús, me alegro
en dar. Vaciad vuestro corazón de vosotros mismos, para que pueda
descender mi amor. Quiero buscar y encontrar descanso en ti, hija
mía, en tu pobre corazón. ¿Por qué te afliges si no sabes amar? Es
necesario aislar el alma, separarla de la tierra para que sea sumer-
gida en mí. Entonces sentirás quererme un poco. Sentirás amar a
Jesús de puro amor. Incluso este amor sería limitado ya que atraigo
el alma a la plenitud del amor puro. Por eso amarme quiere decir
por ahora sufrir, sufrir de no saber amarme. También esto es amor.
Ahora el amor puro es como una gota de miel que yo derramo en
el alma a través de la Eucaristía. Yo, viniendo a vosotros, hago tra-
bajo de purificación, trabajo de redención, trabajo de sublimación
del alma en mí. Ahora nadie llegará a este amor sensible sin mí, es
decir, sin la Eucaristía. Ahora mi Sagrario se refugie en mí, en su
Jesús Eucarístico: Yo prepararé su alma para “llevarme”. ¡Confía
y no se turbes! ¡Yo soy Jesús!».
Desierto 25-3-1969 horas 22 y 45
«Vera de Jesús, escribe, escribe por obediencia, obediencia de
amor y de fe. Yo soy Jesús, hijo del Altísimo, encarnado en el seno
de la Virgen María. Te doy un anuncio de paz y de bien para tu
alma: bajará el ángel de la promesa, y tú lo llamarás el ángel de la
cruz de amor de Jesús. Él te ayudará a llevar mi cruz, y contigo
vendrás a mí. Yo he prometido, yo, Jesús, mantengo. Palabra de
Jesús a su pobre esposa. Jesús».
330

34 Pages 331-340

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34.1 Page 331

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Desierto 28-3-1969
«¡Vera de Jesús, escribe, soy Jesús Eucaristía! Escribe que, en
mi gracia, es el Amor. Te doy paz, te doy serenidad, te me doy:
¡Jesús! ¡Ahora estoy consolado porque has escuchado mi voz! Tú
eres “mi” oveja que tengo en mis brazos de padre. Tú, pobre y su-
friente estás en mi amor. Como te llevo a mí, como te atraigo, to-
davía no lo sabes, ni lo sabrás nunca aquí abajo. No debes temer.
El que te defiende, el que te protege es Jesús. Yo haré luz donde
hay tinieblas, yo proveeré a todo y a todos. Estas tribulaciones pre-
sentes son el bálsamo de mi sufrimiento. Verás, yo las recibo en
mi sangre preciosa, y a lo largo del camino doloroso del calvario,
tú me acompañarás con tu pobre crucifixión. Te he mirado entonces
como alma a rescatar, te he mirado todavía como alma a conquistar.
Ahora estás entre “mis” Marías. Ahora así yo, Jesús apasionado,
te veo. Vienes, alma mía, te entrego siempre mi cruz de amor. Es
tuya, es para las almas a mí consagradas, es para las almas que bus-
can en pureza de corazón, en generosa humildad, mí, mi vida ín-
tima, mística, de fusión de alma con mí, Jesús. Os he visto, almas
mías, a lo largo del calvario, y ya desde entonces vuestro amor me
consoló. Ahora busco este amor que yo he pagado con mi sangre,
pido esta ofrenda en mí misma Inmolación al Padre. Recuerda,
alma mía, y no olvides que hoy tú puedes amar en mí al Padre, ser
consumida por mí, por mi gloria, porque yo me he consumido por
ti. Ahora mira a tus hermanos, nuestros hermanos lejanos, y no
quieras negarles lo que yo, Jesús, te he dado gratuitamente. No
querer negar la alegría eucarística que viene de recibirme, y las
efusiones de amor y de gracias que yo sé dar a mis hijos afligidos
y atormentados. En el abrazo eucarístico me verán, me asumirán y
se salvarán. Hija mía, derramaré tesoros de gracias por mis llama-
dos, por mis Sagrarios, si ellos quieren seguirme, Jesús».
Savona 30-3-1969 Domingo de Ramos.
«Jesús Eucaristía en ti.
¡Escribe, Vera de Jesús, soy Jesús Eucaristía en ti! Vivo en tu
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alma, en ella habito y he fijado aquí mi morada. Sí, es verdad, me lle-
vas porque me tienes. Juntos debemos ir a visitar a los hermanos para
atraerlos a los pensamientos de paz y de eternidad. Escribe, Vera de
Jesús, me manifiesto. He visitado esta casa con la santa gracia. Yo,
Jesús, he tomado morada en las sagradas especies en este Sagrario,
pero hay quien me resiste. Yo, Jesús, os he mirado y os miro porque
estáis en mi pensamiento. ¡Ahora, mi Madre María santísima hará
obra de persuasión por cada una de vuestras almas para que entendáis
el lenguaje de Dios! Rosa me sigue a tu lado, con la mirada fija en la
meta. Indulgente en los límites, limpia la mente y el corazón de los
pensamientos terrenales. Que se eleve a mí, a su Jesús, por medio de
mi gracia eucarística. Yo, Jesús, quiero sacarla de las tribulaciones
que ahogan el espíritu. Yo quiero que venga a mí por el camino que
te he enseñado a ti. Por eso, con la ayuda de mi gracia, quite con fir-
meza los obstáculos que le impiden venir a mí, Jesús eucarístico. Si
me anhela, me busca, y si me busca yo, Jesús, me haré encontrar. El
esfuerzo realizado para alcanzar la meta, será de Jesús enormemente
recompensado. Tienes que decir que yo, Jesús, he vencido también a
la muerte. Quien permanece en mí y persevera hasta el final, vencerá
en mí, porque juntos venceremos el espíritu de este mundo. Entonces,
como Lázaro, resucitará el alma que le es querida, que me es querida.
Pero todo esto no sucederá si el alma de Rosa no está en mí, no vivirá
sino por mí, por la gloria de mi reino. Ahora Rosa tiene una guía ín-
tima que seguir, y que su Jesús le revela para derramar en ella ondas
de ternura, amor filial, consuelo y luz. Quiero que camine en la Luz;
quiero que vea que yo, Jesús, tanto la amo porque, aunque en las mi-
serias, tanto la prefiero. ¡Oh Vera de Jesús, escribe otra vez! Llévame
contigo, Vera. ¡Llévame a los pequeños, llévame a quien muere sin
mí! Llévame en tus dolores, llévame en humildad y en caridad. Yo,
Jesús, me quedo siempre contigo. Jesús en ti».
Desierto 1-4-1969
Jesús: «Hija, hija mía, es Jesús quien te habla. Vengo a ti, desciendo
en ti, y mi divina presencia, como en el santo Sagrario, es real. Ahora,
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34.3 Page 333

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en este momento, me llevas, y te conviertes en mi Sagrario santo para
hospedarme a mí, Jesús Eucarístico. Esto sucede cuando te hablo, te
digo, me revelo a ti. En mi sagrado templo busco mi alma para atraerla
a mí, la elevo, le doy consuelos para que su espíritu encuentre en mí
la fuerza, la fuerza que solo puede sacar de mi amor. Viernes Santo te
daré una pena por amor mío. ¿Quieres que el esposo prive a la esposa
de sí en ese mismo día? Tú me esperas en humildad y en silencio. Eso
beneficiará a tu alma y será de consuelo para mí. Debes alabar a Dios
que en mí te cubre de gracias, fruto de mi misericordia. Cuando haga
residencia estable en ti, te enviaré mi ángel: ¡el ángel de la cruz de
amor de Jesús! Será pronto, porque yo, Jesús, quiero con mis manos
formar mi Sagrario: un Sagrario pobre para los pobres, un Sagrario
todo mío donde morar junto a los pobres, un Sagrario pequeño, muy
pequeño, para ir a visitar a los pequeños. Consuélate, alma mía, porque
yo pronto vendré por ti y por los que sufren, que necesitan de mí. Tú
me debes “dar”, tú me debes “llevar”, porque esta es mi voluntad. ¡Tú
me esperas confiada! Ahora no estás sola: me tienes, tienes los ángeles
que me adoran. Permaneceré todavía en ti, en tu alma, sensiblemente.
Prepárate a acogerme en el sacramento de la Eucaristía, en mi don de
amor a las almas. Escribe, Jesús en ti por las almas, para salvar las
almas, para buscar las almas. Jesús te espera, Jesús os espera. Ven a
mí, alma mía, yo, Jesús, te busco, te busco con amor. Estas palabras,
palabras de Jesús para los pobres, se difundirán por todas partes, y
llevarán mi alegría. No, no temas, tú no estarás porque yo, Jesús, te
defenderé de ti misma. Te sustraeré al mundo como te dije, y en mí
será consumada tu vida. Tanto te he prometido, tanto mantendré yo,
Jesús. Para Gabriello valen las mismas palabras dirigidas a ti, Vera,
Vera de Jesús. ¡Yo estoy con vosotros! Jesús Eucaristía».
Savona 6-4-19695
«Soy Jesús, Jesús en la santa gracia. Escribe. Escribe que yo
he dicho. Mi presencia eucarística en ti, es querida por Dios que
5 6.4.1969. Santa Pascua.
333

34.4 Page 334

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cubre sus pobres criaturas del manto de mi misericordia. Por eso
no temas: estás en mi santa gracia y en la obediencia. Ahora la pena
cesa, y yo, Jesús Resucitado, resucitaré en tu alma para sacarla de
la opresión a la alegría, a mi alegría: ¡alegría de Jesús Eucaristía!
Ahora estás enferma. Has sufrido en mí, pero el hombre viejo ape-
nas muere. ¡Vera de Jesús, confianza! Escribe, escribe, mi querida
hija, soy yo quien derrama la gracia de mis palabras. Si mi Sagrario
Vivo existe6, yo vivo mi Obra de Amor. Esto no induzca en abso-
luto a los demás a extender este anticipo, ya que solo por vosotros
yo, Jesús, hago una excepción. Los demás esperarán la autorización
de la Santa Sede. Padre Gabriello y tú, sois mis pobres “piedras” sobre
las que pretendo elevar la Obra de los Sagrarios Vivos. Si estas pie-
dras no me llevan, no edificarán mi Obra de Amor. Repito: es un pri-
vilegio para vosotros, pobrecitos que trabajáis por mí y en mí. Yo
estoy consolado en vosotros, y vosotros estad en mí: en Jesús Euca-
ristía. Este don de amor es para Vera, para que no se turbe más, y crea
que su Jesús nunca la ha dejado y nunca la dejará. Jesús ahora contigo,
con las almas pobres y débiles para atraerlas a sí. Bendigo, sí bendigo
a todos, también a quien no me ama. Bendigo y espero que todos
vuestros corazones vengan a mí, a Jesús Eucaristía. Jesús Resucitado
os da la paz, la paz que yo he adquirido con mi sangre. Esto es lo que
os doy: que se difunda en vuestro espíritu para verme, para buscarme,
para haceros felices en mí. Jesús Resucitado con su gracia en ti. Re-
sucitado por ti, por todas las almas. Ve en paz. Yo permanezco en ti
para atraerte, hora por hora, a mí. Jesús».
Sv. 12-4-1969
Jesús Eucaristía «Escribe mi amor por ti, por las almas todas.
Me revelo a los pequeños ya que ellos tienen necesidad de mí. Al
pequeño le enseño cómo se ama a su hermano, y le ayudo a llevar
6 «Si mi Sagrario Vivo existe...». Don Gabriello Zucconi y Vera como piedras
fundacionales de la Obra llevaron durante un cierto período a Jesús en las Sagradas
Especies. Una excepción para ellos, para todos los demás llamados es necesaria la
autorización de la Santa Sede.
334

34.5 Page 335

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la carga de sus propias miserias. Si él me escucha encontrará en
mí el camino que lo hará subir hasta mí: ¡el Amor! Del amor hu-
mano, sentido y vivido por mí, él será arrebatado al amor divino.
Entonces él será libre, será feliz, todo estará en mí. El pequeño
abrazo entonces con ternura a los propios pequeños, aunque hagan
sufrir, y busque en ellos, siempre y solo, a mí. Este es el único
medio para venir a mí, para permanecer todavía en el mundo y no
ser del mundo. Os doy un precepto nuevo: “Amaos los unos a los
otros”, os dije una vez. Os recuerdo con amor, con amor insistente,
el mismo precepto ya que vosotros sois las almas electas de mi
reino eucarístico. He elegido entre los pobres mi morada, y aquí
quiero habitar en la paz y en la caridad. Yo estoy aquí para esto,
para ayudaros en el amor, para uniros en el amor, para que todos
seáis “míos” como yo, Jesús, soy del Padre. Estoy aquí por ti, estoy
aquí por tus familiares, y mis gracias, gracias por el alma, vendrán,
porque los frutos madurarán a su tiempo. Yo vengo a vosotros por
amor y os abrazo y os bendigo. Bendigo tu alma, bendigo el alma
de tus hermanos del mismo modo. Bendigo al pobre y al rico, al
justo y al pecador porque ahora es la hora de mi misericordia. Tal
y tanta misericordia, de estar aquí, pan vivo bajado del cielo para
regeneraros en mi gracia constantemente. Fruto del amor es mi
eterna consumación en las almas. Yo quiero eternizarla entre las
paredes domésticas, para que mi Vida, mi Luz no os falte nunca,
no os falte más. Vera de Jesús, escribe, escribe: tienes esta tarea.
Debes cumplirla porque soy yo quien lo dice, tu Jesús Eucarístico.
La pena que me ofreces, yo la veo. Te enseñaré, Vera de Jesús, a
acompañarme, a secundarme, a dejarte llevar por mí. Tú no podrás
hacer nada sin mí. Déjate guiar también en el silencio, y en esto
espérame humilde y confiada. En el silencio, para servirme, debes
confiar más en mí, y permanecer en la humildad. Si estás árida,
mira con más amor al cielo: esta es tu patria, la patria que te espera.
Que esta promesa te sirva de consuelo entre las tinieblas que ahora
vendrán por ti. Después será la luz, la luz de mi inmenso amor eu-
carístico. ¿¡Ves, ¿¡Vera de Jesús, como te miro, te sigo!? ¿¡Ves
cuánto y cómo te quiero!? Ahora vas en paz, yo estoy en ti, contigo,
335

34.6 Page 336

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y no te dejo. He prometido, y contigo he establecido este pacto de
amor: Jesús y el alma eucarística. Renovaré este pacto de amor por
cada alma que se alimenta de mí, y esto será hasta el juicio univer-
sal. En este pacto, Jesús Eucaristía y el alma se fusionarán. No ol-
vides, el vino y el agua. Así, cada alma en mí, y yo en cada alma,
hasta el último. Mi mano bendiciendo ahora sobre ti, sobre los po-
bres de esta casa, sobre los pobres del camino. Jesús por todos!».
Desierto 14-4-1969
«Jesús en la santa Gracia, Jesús en el Amor, dictado a ti, pobre.
Escribe, mi amor es amor eucarístico, es don eucarístico. Te lo re-
velo por todas las almas. Quiero almas “pobres” que me sigan, que
me lleven. Las busco entre los pobres, los deprimidos, los calum-
niados, los ofendidos, los puros, los sencillos. Quiero que ellos ten-
gan la certeza de mi gran amor de Padre, porque ni siquiera estos
pequeños yo, Jesús, pretendo dejar huérfanos. ¡Cuántas veces he
repetido y explicado mi amor por los pobres! No me cansaré de re-
petirlo hasta que mis hijos me necesiten, hasta que ellos me tengan.
Todavía descenderá la noche sobre ti, pero tú sabes esperarme: yo,
Jesús Eucaristía, volveré para siempre. El año en curso dará tam-
bién consolaciones a vosotros que me esperáis, y la luz de mi Obra
de Amor estará en ti, estará en mis llamados. Roma, en S. Pedro,
bendecirá la primera piedra de mi gran edificio eucarístico Porque
el año de la gran gracia se acerca. Este otoño llegará la primera
aprobación de la Santa Sede, cuando mi obra, en su contenido, lle-
gue a su fin. Sí, hija mía, acéptame en la cruz, acéptame en el dolor,
acéptame en el amor. Tu Jesús que vive en ti».
Sv. 18-4-1969
¡«¡Mi nombre es Jesús, hijo del altísimo omnipotente Dios!
Segunda persona de la Santísima Trinidad, pan vivo bajado del
cielo para alimentar a los pobres, para alimentar a los dudosos de
los tesoros de la verdad, para llevar a cumplimiento la obra de sal-
vación de los hombres, mis hermanos, que me ha entregado mi
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34.7 Page 337

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Padre. Yo, Jesús, en el cielo en mi gloria: Dios uno y trino, con mi
Madre santísima, la Virgen Inmaculada, mis santos, mis ángeles.
Yo, Jesús aquí con vosotros, en vosotros, sobre vosotros, por la sed
de almas que está en mí. Yo soy Jesús Eucaristía. Hablo desde un
Sagrario nuevo y miserable. Quisiera que esto se convirtiera en
parte de mí, entregándose totalmente a mi Madre. Ella es el Sagra-
rio de oro capaz de “llevarme”. Lleva tu alma, lleva tu corazón,
lleva este Sagrario a María7. Ella te recibirá en mi amor, en el amor
de su Hijo, Jesús. Ella, Madre tuya y mía, remediará, suplicará, pu-
rificará y con su amor puro preparará mi nido eucarístico. En ella
vendrás a mí, en ella me llevarás a mí y yo, Jesús, me dejaré acunar
por la más dulce de las madres: mi Madre, María siempre Virgen.
Cuanto más viva María santísima en el Sagrario Vivo, más alabado
y glorificado seré. Si me amas, Vera de Jesús, conviértete en la es-
clava de amor de mi Madre. Ella podrá y sabrá ser madre, maestra
y reina de tu alma, de tu vida terrena. Haz que mi obra lleve el
nombre de María santísima. Haz que yo viva en mi Obra con ella,
la Inmaculada Concepción. Cada alma, templo del Espíritu Santo,
puede tener a María Santísima como Sagrario puro y agradecido a
Dios, si de ella el alma se convierte en humilde esclava de amor.
Entonces descansaré como un niño en los brazos de mi Madre. A
todo esto, llegarás por gran gracia mía, por sufrimiento vivido, por
piedad filial de aquella que tanto, tanto te amó y te ama. Ahora te
ve, ahora te mira, ahora más que antes te asiste. Reúne todas tus
fuerzas y ponlas a su servicio: Ella las gobernará y las guiará al
cielo. El Sagrario será santo, será agradable a Dios en ese Sagrario
puro y radiante que acogió al Verbo. Ahora estoy en ti en la palabra
custodiada por mi Madre. Deseo que esta sea siempre custodiada
por la fuente de toda gracia porque siempre para ella, yo, Jesús,
Verbo encarnado, me des al mundo. Vive la vida de amor y de
unión con mi Madre y vivirás de mí y por mí; anulados en el sa-
grario de oro que es mi Madre y sabrás “custodiarme”. La devoción
7 «Ella te recibirá...»: desde este punto hasta el final del mensaje parte inédita.
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34.8 Page 338

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a mi preciosísima sangre debe ser difundida en la Eucaristía porque
mi carne y mi sangre son mi sacrificio por vosotros al Padre, son
mi amor por vosotros, son mi don de amor. Me encanta daros mi
sangre, me encanta ver que buscáis, deseáis, honráis la sangre que
os doy. Invocadlo como bendición amorosa sobre vuestras almas:
yo daré a estas el esplendor de mi gracia, el fervor del impulso que
os hace subir hasta mí, a la herida de mi corazón. Yo en ti he ha-
blado y en mi sangre, sangre de Jesucristo, bendigo, bendigo, ben-
digo. Triunfe mi amor, triunfe por mi sangre preciosísima. ¡Jesús
vivo en ti!».
338

34.9 Page 339

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XII LIBRETO
«Viva Jesús Eucaristía»

34.10 Page 340

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Desierto 20-4-1969
«Mi nombre santo: ¡Jesús! Te doy mi fuerza, mi bendición.
Jesús en el alma, presente en ti, pobre esposa de Jesús. Ahora des-
cansa, la obediencia a mi palabra ha terminado así por ahora. ¡Jesús
Eucarístico!»1.
Savona 27-4-19692
«Soy Jesús. ¡Viva Jesús Eucaristía! El padre Colosio debe
hacer llegar mi Obra de Amor completa a las manos del santo
padre. Deseo que sea entregada personalmente a él y luego leída y
examinada por los demás. El santo padre Pablo VI conducirá desde
Roma mi Obra y guiará “mis Sagrarios”. Él es el timonel de mi
barca y en medio de las tempestades impetuosas que se abaten
sobre esta, llevará a mar abierto, en aguas tranquilas, a mis hijos
“llamados”. Con mis mensajes de amor, yo, Jesús, quiero poner en
las manos de mi vicario en la tierra los destinos de la Iglesia de
mañana, de la nueva Iglesia. Él, Pablo VI, está lleno de mí, del Es-
píritu Santo; Él “ve” y “verá” y en mis palabras nos reconocere-
mos. Ahora preparad el camino para mí, es decir, trabajad con
ahínco y dad pronto al mundo, a mis almas, las palabras de vida
que yo os he dado. No lo guardéis solo para vosotros, son para
todos. Trabajad para que mi Obra de Amor sea entregada pronto a
aquel que, por mi voluntad, en mi iglesia ata y autoriza y difunde
esta cruz nueva de amor que es mi Sagrario Vivo.
A Vera, mi ángel: S. Rafael, arcángel de Dios, para que en el
camino sea guiada por un “enviado de Dios” con el cual ella podrá
llevar a cabo la tarea que le ha sido asignada por Dios Padre por
mi medio, Jesús. Este ángel te guiará, te protegerá hasta el final de
tu vida terrena, hasta conducirte a mí: en la patria, en mi morada
del paraíso.
1 Mensaje inédito.
2 Mensaje inédito.
340

35 Pages 341-350

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35.1 Page 341

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He aquí3 que tú, Vera de Jesús, has recibido este privilegio por
la gloria de Dios, para que se cumpla su voluntad hasta el fin. Él
ha sustituido a tu precedente ángel custodio, que ahora, conmigo,
está en adoración de la Santísima Trinidad dondequiera que yo esté
en las sagradas especies eucarísticas. Ahora entiende, lee y me-
dita... Rafael no habla como tu anterior ángel, Rafael te lleva, te
guía, te enseña inspirando mis deseos mi voluntad. No busques sus
palabras, serán raras, sino hazte dócil a las inspiraciones buenas y
místicas: vienen de Rafael. Ahora está contigo, en tu camino y aquí
permanecerá, a tu lado. Yo, Jesús, prometo y mantengo. Luego ven-
drá la luz, luego te daré mi luz, la que quieres decir porque la luz
es sagrada, es santa es yo. Te prometo mi palabra con más frecuen-
cia. Ámame, Vera de Jesús, quiero ser amado, mucho, mucho,
mucho. Ámame y olvídate en mí. Yo, Jesús Eucaristía, quiero per-
manecer en ti. Soy yo, Jesús, que lo deseo. Tienes mi palabra, pa-
labra de Jesús. ¡Hija mía, te bendigo! Jesús en la santa gracia».
Sv. 30-4-1969
«¡Escribe, hija mía querida, es tu Jesús que te habla! Ven, hija
mía, acércate a mí a mi costado. Aquí está el amor, el verdadero
amor. Sí, por obediencia escribes y en nombre de esta santa obe-
diencia vendrás a mí. Te acercas cada vez más al amor, al amor
puro mediante la obediencia y la humildad. Ahora, ríndete a mí.
No quieras ver en el mundo si no a mí, a través de mí. Yo, Jesús,
te haré gracia: ver todo y todos en mí. Debo formar mi templo
nuevo, debo purificarlo, pero a eso valdrá mi sangre. Escribe, soy
yo, Jesús, que guío tu alma. Yo, Jesús Sacerdote Eterno, pastor de
almas. Yo erijo mi templo con mi gracia de tu pequeñez, y sobre
esta construyo mi Iglesia. Soy yo, Jesús, quien la forma, la adapta
según los tiempos y según la verdad. Yo soy siempre el camino, la
verdad, la vida. Evangelio de vida, para la vida de mañana donde
3 Desde «He aquí...» hasta «Santa gracia»: Mensaje inédito.
341

35.2 Page 342

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yo, Jesús, sigo enseñando como siempre es posible venir a mí. Tú
eres un pobre ejemplo en el cual mi Padre se ha complacido co-
menzar. Rosa tu hermana, será otro ejemplo. Y habrá otros ejem-
plos para convencer a las almas que yo, Jesús, en el amor y en la
acción del Espíritu Santo, soy aquel que apacienta sus ovejas. Los
guío, los persigo, y si saben que son sensibles a mi Voz, nunca ca-
minarán en la oscuridad porque me tendrán como Luz. Lo que has
escrito viene de mí, no pienses en los demás. Solo piensa que me
has hecho feliz obedeciendo. No quiero en ti esta preocupación; tú
me sirves como eres, sirves a mi Obra de Amor. Además de la obe-
diencia a los superiores, al sacerdote, no habrá para ti comprensión,
ni guía, ni refugio espiritual. Repórtalo todo a mí, a mi gloria, y
convéncete de que, ya desde esta tierra, tú has comenzado conmigo
a vivir para el cielo. Si no lo ves, yo lo preparo para ti, para mis
almas en particular. ¡Ánimo y confianza! Vera de Jesús, mi corazón
herido de amor es un corazón de esposo por tanto es también celoso
de la más pobre y miserable esposa como eres tú por mí. Tú me
llevas y yo te conduzco y juntos nos acercamos a la morada celes-
tial. ¡Quédate en mí, esposa de mi sangre! Yo, Jesús, he querido
revelar mi presencia divina a través de mi palabra, para testimoniar
a los hombres de buena voluntad que, a través de la gracia santifi-
cante de la Santísima Eucaristía, yo, Jesús, doy mi palabra a los
pobres pequeños. Jesús uno y trino en las sagradas especies».
Desierto 6-5-1969 ¡Viva Jesús Eucaristía!
«Vera, soy yo, Jesús, ¡no temas! ¿Me reconoces? Ahora es-
cribe. A Gabriello debe llegar mi aliento por el trabajo emprendido.
Yo lo secundo con mi gracia, lo dirijo según mi voluntad que es
deseo de exteriorizar mi amor a él y a mis almas. Soy prisionero,
prisionero por amor. No, no quiero dejarte, dejaros, quiero que-
darme contigo, con las almas, siempre. Por ahora es así: silencio,
silencio, silencio. Camina conmigo. Yo soy la luz que guía tu alma,
aunque no veas, no escuches, no sepas más que yo en ti vivo, vivo.
Mi amor hecho de caridad te perdona, te levanta, te atrae. ¡Espera
342

35.3 Page 343

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en Mí, espera en Jesús! Vuelve, te espero, te daré fuerza, te ayu-
daré, y no temas. Jesús a ti, pequeña alma eucarística!».
Desierto 9-5-19694
«¡Escribe mi santo nombre, Jesús! Escribe porque yo dicto.
Yo, Jesús, conduce tu mano como conduzco tu alma. Al pobre y al
pequeño siempre querré hablar porque por él yo hablo y me mani-
fiesto. Oh Vera de Jesús, quiero a través de ti escribir a mis almas.
Quiero dirigirme a los sacerdotes que me esperan, son: padre Co-
losio, don Borra, don Bocchi, son los que me tienen como a ti. Es-
cribe para el padre Colosio: “Tú eres el camino por donde debe
caminar mi Obra de Amor. Tú eres el camino más corto para llegar
a Roma. Padre Colosio es mi relevo: ¡el relevo de Jesús! Llévame
a mi Obra de Amor en Roma, a la sede de Pedro. Jesús que se sirve
de ti”.
A don Borra Jesús dice: “tú eres el abogado de mis almas ante
el corazón de mi Madre. Tú defiende la salvación, mi luz para las
almas sacerdotales. Tu Jesús te prefiere en la continua inmolación
de la cruz por la causa sacerdotal. Jesús en ti siempre”.
A don Bocchi un saludo, una llamada que parte de lo profundo
de mi corazón: “soy Jesús en la palabra a los pequeños y a los po-
bres, soy Jesús en tus pequeños, en los que me das, en los que me
das, en los que me formas, en los que me preparas5. Soy Jesús en
el mandato de amor que te renuevo. Esta es la voluntad de mi
Padre: acéptame”. “A ti, Franco, mi palabra, mi bendición. Tendrás
que recorrer un largo camino conmigo, pero en ti viviré y venceré.
A Franco debes decirle que yo, Jesús, lo amo mucho, mucho,
mucho; que estoy en él como él está en mí. Esta certeza sea fe que
crece, sea fuerza que lo anime, sea valentía que mueva a cosas más
grandes. Jesús en la santa cruz y en el amor.
4 Mensaje inédito.
5 Don Bocchi había formado un cenáculo de niños que preparaba para la Pri-
mera Comunión que luego los continuaba siguiendo.
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Todavía escribiremos, Vera de Jesús, una y otra vez a todos los
sacerdotes antes de que mi Obra de Amor termine en mí. Jesús hoy
te acaricia. Vete, hija mía, permanezco cerca de ti. Jesús en la santa
gracia».
Santuario de la Virgen de la Misericordia de Savona 11-5-1969
«Escribe, yo dicto: soy Jesús en mi sangre preciosísima, en mi
inmolación al Padre por vosotros, para inspirar en vosotros pensa-
mientos y deseos buenos de amor, de caridad, de pureza. Estoy en
las sagradas especies la eterna víctima que se ofrece y repara por
vosotros. Hoy mi misericordia se expande por aquella que ante
Dios invoca por ti, por las almas todas: misericordia. Extenderé un
velo con el cual (interrumpida)».
Desierto 12-5-1969
«Escribe: ¡Habla Jesús Eucaristía! ¡Viva Jesús Eucaristía!
¡Viva Jesús Eucaristía, uno y trino! Estoy aquí en mi palabra de
amor para consolarte, para consolaros. Debes decirle a Rosa que
yo, Jesús, la amo mucho, mucho. Que mis mensajes de amor están
dirigidos a ella, a almas, sobre todo, como la suya. Debes decir que
yo, en mi inmensa bondad, la he elegido como mi esposa eucarís-
tica. Vera, Vera de Jesús, busco almas que abracen mi santa cruz
conmigo. Busco en los pequeños este amor en la ofrenda constante
en mí. Te busco, busco tu dolor, tu miseria, busco a quien me ama;
busco a los afligidos, a los sufridores, a los oprimidos; busco a los
desposeídos de los bienes del mundo, busco estas almas. ¿Con qué
ejército lucharé yo, Jesús, contra el enemigo de las almas? Sois vo-
sotros, hijos míos amados, la Liga de almas: son vuestras lágrimas,
vuestros dolores; ¡es la aceptación de mi voluntad, es Yo en voso-
tros en la santa cruz! El silencio no os oprima, no os desanime. Yo,
Jesús, estoy con vosotros. Vera de Jesús, no abandono las almas
por sus miserias, porque por vosotros he venido y con vosotros
quiero permanecer. Los Sagrarios Vivos son la revelación más
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audaz de mi amor: el Padre que nunca abandona al hijo, el esposo
que no sabe separarse de la esposa, el amigo que quiere al amigo
con quien conversar y derramar su amistad. Mientras la humanidad
se pierde, yo avanzo con mis pobres, y con ellos yo, Jesús, venceré,
triunfaré. Te enseñaré que es la cruz, la cruz aceptada con amor, la
del Sagrario. La experiencia es más dura ahora que en el pasado,
pero tú, a través de las inspiraciones de tu ángel, aprenderás. Para
ti es dolor “llevarme”, y lo será por mucho tiempo. Te he enviado
un ángel, el ángel de la cruz de amor de Jesús, para que te ayude a
llevarme: ¡la Eucaristía! Ellos adoran, ellos reparan, ellos te guían.
Mi bendita hija, ven a mí. ¡Tu esposo te espera! Nuestro encuentro
es en mi santo sacrificio. Aquí yo, Jesús, te sumerjo en mí, aquí tú
estás en mí y en mi santa gracia, yo te ofrezco en mí a mi Padre.
¡Venid almas mías, el esposo espera! Vera de Jesús, soy yo, soy tu
Jesús: no temas, no seas víctima de la depresión, ofrécele a mí,
ofrécete en mí. Todo acepto, todo tomo y todo purifico. Ofrecerte
por el trabajo de Gabriello, ofrecerte por mi Obra, para que llegue
pronto a manos del santo padre. Después de las “ofertas”, escribi-
rás, escribiremos, trabajaremos juntos: tú y yo. Tú sé humilde y
paciente y agradece a Jesús que difunde en tu vida también la gra-
cia del sufrimiento. Quedo en ti, y te destilo los perfumes de mi
amor. Hija mía bendita, descansa en mí. Jesús que ve!»
Deserto 13-5-1969
«Soy Yo, soy tu Jesús en el alma. Quiero estar contigo, quiero
conversar contigo. Hablo a tu alma y tú me respondes. Vera de
Jesús, escribe mi amor, el que yo te doy. ¿Quién te lleva, quién te
conduce a los verdes pastos? – Tú, mi Jesús. ¿Quién te sostiene en
las incertidumbres? Ahora yo respondo: mi gracia. En las tinieblas
en que te dejo, ¿cómo caminas? Ahora tú respondes. – No camino,
me siento firme y sofocada. En cambio, caminas y sobra, a pesar
de tus miserables caídas, porque yo crucificado me ofrezco por ti
a mi Padre, y rezo y reparo. Si vacilas, Vera de Jesús, me inclino y
te levanto. En las tentaciones, cuando la inquietud te asalta, yo te
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conduzco de nuevo a la oración. Si no sabes enseñar, yo te miro y
sufro de este amor que no sabes dar. Vera de Jesús, ¡cuánto eres
nada, cuánto eres pequeña y cuánto te amo, yo, Jesús! Te renuevo
y te purifico todos los días; te preparo siempre para mí. Es este don
el latido de mi corazón eucarístico. Así tú debes saber escucharlo
porque mi ternura penetra tu corazón. ¿Quieres escribir para mí
otra vez? – Sí, Jesús, enseguida. – Escribe a un salesiano que me
sea muy querido, así. No pienses quién es, porque su nombre te lo
revelaré al final. “Tú me representas en la Iglesia, tú estás por mi
voluntad en la autoridad eclesiástica, por tanto, cada palabra tuya
se refleja sobre los otros mis amados sacerdotes”. Vera de Jesús,
escribe en la obediencia estas palabras, palabras de Jesús. “Abs-
tengámonos de comentarios desfavorables aquellos que no abren
la mente y el corazón a mi Obra de Amor. Por eso os digo: es mejor
callar que expresar pensamientos contrarios a mi voluntad. Ahora
yo, Jesús Eucaristía, os digo: las palabras dirigidas a los pobres en
mis mensajes de amor no pasarán porque, como las del S. Evangelio,
vienen de mí, de mi Amor eucarístico. Deseo que tú y los demás
oréis para que mi Luz descienda en vosotros; deseo que os dirijáis
a mi Madre para alcanzar este fin. Deseo que vosotros, los llamados,
los primeros elegidos, vengáis a mí por el camino de amor que yo,
Jesús Eucaristía, os he dado. Ahora orad, orad y sed humildes, pro-
fundamente humildes como yo, Jesús. En Roma mi voluntad será
hecha, pero yo deseo que en aquel día también en vosotros mi alegría
sea completa. Quien me haya esperado, quien haya creído y orado,
este estará más en mí, será una sola cosa que yo no separaré más: el
agua y el vino de mi sacrificio. Todo sacerdote que conozca mis men-
sajes se refiera a sí mismo estas exhortaciones amorosas, y venga a
mí, vuelva a mí con humildad. Yo lo escucharé si es sincero. Todavía
os llamo, os espero. Jesús de los pobres”».
Desierto de Varazze 15-5-1969 Ascensión de Jesús.
«Ven alma mía bendita, ven a mi amor eucarístico. Estoy en
ti, te inspiro y te hablo. Hoy atraigo mis almas al cielo. Hoy yo, en
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mi gloria, os asumo en mí y, como pequeñas hostias eucarísticas,
estáis en la hostia consagrada una sola hostia, una ofrenda ante el
trono de mi Padre: aquí y en los cielos. Por eso ya vivís de la vida
de los santos conmigo. ¡Hoy es gran fiesta! Mi Padre es glorificado
en mí, y con amplias manos derramamos el Espíritu de Amor sobre
vosotros: recibidlo con alegría, con humildad. Estoy en ti para co-
municarte mis pensamientos para que dirijas los tuyos a mí, al
cielo, a la mesa eucarística y a la morada del Padre donde nosotros
te esperamos. Todavía un poco, Vera de Jesús, un poco más y des-
pués estaremos en la meta, porque yo, Jesús crucificado, te abra-
zaré de mi cruz de amor. ¡Los salesianos vendrán a mí! En el cielo
se reza para que mi voluntad sea hecha también en la tierra. Yo en
mis santos, y ellos en mí, en una sola oración dirigida al Padre. Yo
en vosotros, en mis pobres esposas eucarísticas, en una sola oración
ofrenda consumación al Padre: “Venga tu Reino, la fusión eu-
carística (Jesús y el alma) en el don y en la luz del Espíritu Santo”.
Cuando mi Reino de Amor se haya extendido así, yo bajaré en los
corazones más duros porque mis almas se habrán consumido en
mí. Ahora ve, y da al mundo mis mensajes de paz, de amor y de
perdón. Vive la vida que te ofrezco, y mañana todo será transfor-
mado en alegría. Ahora ve conmigo y siempre porque, a través de
ti, quiero confirmar mi voluntad: la que he explicado en mi Obra
de Amor. Son los Sagrarios Vivos, la luz de la Iglesia que en mí
Eucaristía resucitará renovada. Vosotros sois los primeros sen-
deros, las primeras piedras, pero pronto se multiplicarán por virtud
de mi Madre que al santo padre conducirá todas las cosas. Entonces
quiero que vuestra alegría sea completa en mí. Jesús en el cielo,
Jesús aquí contigo: en el alma, en la mente, en el corazón, en la
santísima Eucaristía. ¡Te bendigo, os bendigo, os bendecimos con
mi Madre! Jesús».
Desierto 20-5-1969
¡«¡Escribe, Vera de Jesús! Yo soy el Padre todopoderoso y
bueno. Yo te perdono tus pecados y te perdono en la llaga del sa-
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grado costado de mi Hijo. Yo te quiero pura porque el mundo a ti
ya no pertenece, te quiero en mi Jesús y en su corazón herido por
el amor. Aquí debe albergar tu alma mientras sea peregrina sobre
la tierra. Entonces no temerás, y mi mismo Jesús será tu roca.
Ahora has llorado, y yo, tu Dios, te he limpiado, te he bendecido.
Camina segura porque las manos de la Santísima Virgen te guían
por el camino de mí, Dios Padre, querida. La sombra de la tierra
es fugaz, porque yo envío la luz desde arriba. Ahora sigue a mi
Hijo amado en la pasión, saca fuerza, virtud y méritos en él. Des-
pués de la pasión es la muerte y la vida verdadera. Después del ca-
mino de la esperanza y de la espera habrá victoria. Yo soy el Padre
de mi Hijo, y a vosotros lo doy en la santísima Eucaristía para que
lo améis cada vez más, para que vosotros seáis transformados por
la santa gracia, por su perenne presencia, en almas suyas: ¡almas
eucarísticas! Llevad a Jesús y llevadme a mí, el Padre, y el Espíritu
Santo se derrame en vuestro Espíritu. Te hablo, Vera de Jesús, en
el nombre del Padre del que dependes, de su amor infinito brota y
a él vuelves por mí, por Jesús. Es el Padre providente, dador de
gracias, que da las “pruebas”. Es el Hijo quien lava, purifica e in-
tercede ante el Padre. Desciende el Espíritu consolador porque es
consuelo, alivio, amor. ¡Qué trabajo realiza Jesús en tu alma! Hija
mía, bendita en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu Santo, porque
yo Jesús soy el Amor».
Desierto 20-5-1969
«Escribe por amor y por obediencia, tres veces mi santo nom-
bre: Jesús, Jesús, Jesús. Después vuelve a cama. Te doy un anuncio
de paz: las almas por las que imploras, están en el pensamiento de
Dios Padre, y en Dios viven. ¡Tu Jesús!».
Desierto 21-5-1969
«¡Sí, viva Jesús Eucaristía! Soy yo: ¡Jesús para Gabriello!
¡Trabajo contigo, vivo con ti y sufro contigo! Tú me tienes, y yo te
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tengo en tu sacerdocio donde te hago santo por mí, por el reino de
las almas mis eucaristías. Por este reino te he dado mi cruz de
amor: abrázala con amor conmovedor hasta el final. ¡Ánimo! Te
repito: vivo en ti y en tu sacerdocio me renuevo, me consumo y
me entrego. Por ti, yo paso a las almas, y tú por mí te acercas al
Padre. Desciende mi gracia para comunicarte mis dones que en el
cercano pentecostés te renuevo. Id a María, id a pedir luz para los
superiores: esto será don de su Corazón Inmaculado. ¡Rezad, in-
vocad! Quiero que se recurra a ella, que se honre a ella, la Mamá
del alma. ¡Jesús por ti!»
Desierto 1-6-1969 Santísima Trinidad6
«Hija mía, mi hija predilecta de mi cruz, y cruz de amor euca-
rístico, escribe en el santo nombre de la Santísima Trinidad y en la
obediencia con que tú estás unida a mí, a mi don eucarístico en mi
sangrienta pasión. Tu alma está en el estado de la purificación, y
tus íntimos sufrimientos se profundizarán. No temas, tu alma viene
más a mí, avanza aunque sea en las tinieblas, en la Luz. Te doy una
señal: cuando ames a todas las criaturas en mí y el mundo no te
pertenezca, porque libremente por mi amor lo habrás dejado;
cuando, criatura todavía viva, vivirás solo de mí y del cielo, enton-
ces mi Obra de Amor estará casi terminada en mi Sagrario Vivo.
Mi pequeño templo será purificado y ofrecido, víctima sola en la
víctima, en el último sacrificio. Entiéndelo bien, pequeña esposa
eucarística, la purificación del Sagrario. Es sagrado, es morada de
Dios, es Dios. Obra de Amor, en mi Sagrario; Obra de Amor, mis
escritos, mis mensajes. Yo estoy en mi Obra de Amor, como en las
sagradas especies eucarísticas, por una sola alma y por todas las
almas. Yo me entrego en la palabra a una sola alma como a todas
las almas. Yo he descendido en la palabra en un alma para confor-
tarla, asistirla y transformarla en mí. Este amor de Padre será re-
6 Fiesta de la Santísima Trinidad.
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novado en todas las almas que a mí vendrán en el abrazo eucarís-
tico y en la santísima Eucaristía me darán honor, gloria, amor.
Tengo una esposa, ya tengo muchas esposas eucarísticas prepara-
das por mi Madre, pero quiero dar a profusión mis gracias sobre
otras, sobre muchas, muchísimas almas. Ahora Jesús te muestra su
ardiente deseo: permanecer siempre contigo, permanecer siempre
con su criatura, en su Sagrario, aunque sea pobre y miserable. Yo,
Jesús, camino - verdad - vida, estoy y estaré en la hostia consagrada
que tú llevas. Esta sagrada partícula dirá a mis almas cuánto y
cómo yo quiera unir mi divinidad y humanidad también a sus vidas.
Les dirá que Jesús Eucaristía es amor infinito, es don, es promesa
de paz, es paz. Oh, ¡cuántas cosas dirá mi divina presencia en esta
misma hostia consagrada! Ten esto siempre para mí, por amor mío,
por obediencia. Pon toda la confianza en mí, en tu esposo eucarís-
tico, y cree en el que está en ti: ¡Jesús! Yo soy el Padre, yo el Es-
píritu Santo, yo soy tu Dios. Jesús en su santa palabra a Vera,
pequeña esposa eucarística».
Desierto 3-6-1969
«Escribe, mi querida hija, soy Jesús: hostia consagrada. Quiero
bajar en ti y levantarte. Te relevo la cruz por amor. Te santifico con
mi palabra y te doy la luz. Los sufrimientos de hoy son permitidos
por mi Padre, y en mí se transformarán pronto en luz de piedad.
Estás en mis manos santas y traspasadas, y yo ahora dispongo de
ti, de tu vida íntimamente eucarística. Sí, escuchaste bien lo que
dije ayer el otro. ¡El brazo, tú eres mi brazo! Déjame hacer, y yo
actuaré por ti, a través de ti. Eres un humilde, pobre pero gran ins-
trumento en mis manos, y tú me sirves a mí, a mi Obra de Amor.
Confía en Jesús, y cada vez más. De las postraciones te levanto yo,
Jesús, atrayendo tu alma cada vez más a mí, a mi corazón. ¿Oh
Vera de Jesús, no buscas esto para amarme? ¡Mi costado va abrién-
dose también por ti, y un día tu pobre corazón verá el mío! Será el
encuentro, será la unión. Ahora dame tu pobre brazo, dámelo en el
silencio porque así yo opero, y tú eres humilde, no me preguntes
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36 Pages 351-360

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como has hecho hasta ahora ¿a qué te sirve Señor? Yo te repito:
Me sirve a mí, a tu Jesús Eucarístico, a su triunfo. Ahora en el cielo
se reza por ti, por Gabriello, por los salesianos. Se ruega por voso-
tros y con vosotros, para que tengáis que obedecer y corresponder
a mi gracia. No temas las espinas que aquí te traspasan: también
estas son preciosas en mi sangre eucarística. Acepta todo sufri-
miento, yo lo permito, y tú dámelo en mi altar, en mi sangre. Luego
espera. Jesús está aquí, está contigo, está cerca de ti, y tu alma me
ve porque yo me muestro a ti. Te ayudaré a terminar la escuela, te
ayudaré, os ayudaré. Sé generosa y concédeme lo que te he pedido.
Vera de Jesús, quiero hablarte de nuevo. Escribe por amor y por
obediencia. El agua que yo derramo de mi costado en el santo sa-
crificio es por las almas sufrientes como la tuya, la sangre que de
él brota, os atrae a las dulzuras íntimas de mi corazón. Con una,
lavo, purifico, levanto, infundo confianza, con la otra, os llamo al
amor, a la unión. Ahora, si me das tu alma después de la elevación,
también haré con tu voluntad lo que ya hago de mí. Ven, venid a
mí, almas mías, porque yo doy a todas, son para ti aquí, pero son
para todos. ¿Has entendido bien? ¡Te ayudaré! Jesús Padre».
Savona 8-6-1969
«Escribe, hija mía querida, es Jesús quien te lo dice. La aurora
de un nuevo día no está lejos; las tinieblas se disipan, y dejan lugar
a las primeras luces, a los primeros destellos de un gran día: el de
los “míos” predestinados a cumplir en mí y con mí la nueva era
del cristianismo. Como entre las nubes más densas yo os vuelvo a
dar el sol, os muestro el azul de mi cielo, así entre las tinieblas de
los tiempos vendrá, casi improvisa pero esperada, mi luz para
todos. Yo soy el sol que te he dado esta mañana; te di el cielo en su
azul porque me lo pediste con amor filial. Pide la luz de mi Obra
por las almas, pídeme almas eucarísticas y sed las llamas de mis
Sagrarios. Un poco más, hija mía, un poco más y luego vendrás a
mí, serás toda de tu Jesús. Te quiero buena y obediente y paciente.
¡Sé serena, yo actúo, trabajo en ti! Vera de Jesús, ya estás crucifi-
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cada conmigo, y cuanto tú sufres es ahora mío. Sé feliz de mi don.
Este es el primer don de tu esposo eucarístico. Habrá otros de igual
medida, pero el último está en mi corazón, en mi palpito de vida
por ti y por las almas. Sé bendecida por mí, por mi Padre, por el
Espíritu Paráclito para que sea él para ti consolador y apoyo. No
tengo amor más inmenso que aquel de reunir, bajo mis alas, mis
esposas eucarísticas, lo que deseo con ardor es mi Sagrario, es la
unión de mí con el alma: la fusión del agua y del vino del santo sa-
crificio. Ardo de vivir también sobre vosotros para transformaros
más en mí, para secuestrar vuestros corazones a mi amor, incesan-
temente. ¡Ardo, Vera, ardo! Tengo un fuego que quema vuestras
miserias. Tengo una llama que os envuelve y quiere penetrar... Ardo
en mi Sagrario, y así será para ti a medida que esto va purificán-
dose. Ardo y espero... Ahora, Vera de Jesús, estate siempre en mí:
en el amor, en la cruz, en el sufrimiento, en los dolores, en los con-
suelos, en las intensas uniones que te doy, en las pequeñas mani-
festaciones de paterna bondad que te alegra, en la alabanza, en el
sueño, en el descanso, en el trabajo y en el tiempo. Estate siempre
conmigo, Vera de Jesús, ahora y siempre. Yo, Jesús, lo deseo, lo
quiero. ¡Jesucristo, tu Dios!»
Sv. 14-6-1969
«Vera de Jesús, escribe: ¡soy Jesús, Jesús Eucaristía! Escribe:
estoy aquí por ti, por Rosa, por Silvio, por Fabio. Estoy aquí por
tu madre, estoy aquí por mis almas, para no dejarlas más, para vivir
con ellas, para defenderlas, para custodiarlas, para abrirles mis sen-
deros de gracia. Soy padre, soy puro Espíritu, soy Dios, Dios con
vosotros. Vera de Jesús, ahora estás desposada conmigo, en mi cruz
de amor, y tú por ella vives. Todavía un poco, un poco más en tu
Jesús crucificado... Estás en mí, en mi pasión, en mi sufrimiento,
en mi amor. Luego estarás en mi costado, en mi corazón. Estáte
serena, confiada, confiada de tu Jesús. Vendré pronto, me manifes-
taré pronto para apoyarte y consolarte. Vendré a ti, de modo nuevo
y diverso, interiormente. Te llevaré conmigo, luego te llevaré a mí.
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36.3 Page 353

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Ven alma mía, Jesús te abraza y bendice a todos. ¡Viva Jesús Eu-
caristía por todos!»
Desierto 18-6-1969
«Sí, hija mía, te hablo a ti que estás en la tribulación por amor
mío, te hablo a ti para darte fuerza, fuerza. Estoy contigo, vivo con-
tigo, y yo, Jesús, te llevo en mí. Estás en mi costado, cerca de la herida
de mi corazón: pronto te haré conocer los tesoros de mi corazón di-
vino. Te daré serenidad, te daré más a mí mismo en lo íntimo y por
este día yo, Jesús Eucaristía, te lo estoy preparando. Ven a mí, a tu
Jesús, alma mi bendita, yo te abrazo y te tengo cerca de mí. Tú no
me dejes... Vera de Jesús, cuánto amor hay en mí por ti, por mis almas
benditas. ¡Tú ni lo imaginas! Quisiera manifestarlo a todas, si ellas
pensaran verdaderamente en mí. Yo doy estas palabras, mis palabras,
a todas. Te hablo a ti, alma pequeña, te hablo a ti, alma grande, hablo
al pecador y al justo. A todos atiendo, a todos espero, y con este fin
he buscado mis nuevas moradas. No puedo esperar a que los Sagra-
rios Vivos sean aprobados por el santo padre. Anhelo la hora en que
estaré con todas las gracias prometidas en mis portadores. Para este
fin es necesario todavía luchar y sufrir, pero la prueba será pronto su-
perada por la intervención de mi Madre María Auxiliadora. Ella erra-
dicará las fuerzas enemigas, defenderá como madre, su criatura, mi
Obra y el Sagrario nuevo. Por tanto, deberá ser proclamada “Madre”
de mi Obra de Amor. Ahora Jesús te abraza, Jesús te bendice, Jesús
te espera. Jesús Eucaristía».
Savona, 23-6-1969 «El momento de la conclusión lo diré yo».
Santa Corona 7-7-19697
«¡Viva Jesús Eucaristía! Yo, Jesús sufriente, te uno a mí y, en
7 Después de un paréntesis de tres meses durante los cuales Vera ha reanudado
la enseñanza, en el mes de junio es nuevamente ingresada en el Hospital de Santa
Corona, donde sufrirá más de una intervención quirúrgica y donde morirá el 22 de
diciembre, después de 6 meses ininterrumpidos de hospitalización.
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36.4 Page 354

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mi costado, te recibo a ti sufriente. Te bendigo desde mi santa cruz
de amor, y con ella, me inclino sobre ti para absolverte y bende-
cirte. Escribiremos pronto al Papa, a mi amado vicario Pablo VI,
antes de su viaje a Uganda. Quiero que mi Sagrario lo acompañe
y sea».
(Interrumpida para ser sometida a un examen radiológico)
Santa Corona 15-7-1969
«Vera de Jesús, escribe: soy Jesús en la palabra. “Y el Verbo
se hizo carne y habitó entre nosotros”. Precisamente así, mi hija.
También en ti, en mis pobres criaturas, ya que yo, Jesús Eucaristía,
habito en vuestra alma y la tengo en mis manos sufrientes y llaga-
das. ¿Sientes, alma mía, este amor de tu Dios? Soy yo, soy Jesús,
que te llevo y te acompaño hacia alegre morada. Deja que yo te
conduzca, y tú acepta en mi nombre: ¡Jesús! Yo conduzco todo y
a todos. También mi Obra de Amor tiene su guía. No temas, Vera
de Jesús, ya está en buenas manos, en justas manos.
Ahora a mi vicario en la tierra, Pablo VI, deben llegar mis santas
palabras: “Tus viajes deben multiplicarse porque yo, Jesús Maestro
y Redentor, en ti que me representas, quiero también con mi santa
humanidad visitar a todos los pueblos de la tierra antes de que llegue
el día en que Dios Padre haga justicia. Pídeme las gracias que yo,
Jesús, he prometido en mi Obra de Amor. Pídeme la Iglesia nueva,
renovada en mi sacrificio, purgada en mi sangre. Pídeme las peque-
ñas y nuevas moradas que yo, por amor y misericordia, me he ele-
gido: los Sagrarios Vivos. Deseo que tú apruebes y autorices, para
que yo, Jesús, mantenga lo que he prometido. Que los sacerdotes sa-
lesianos sean confirmados en mi mensaje de amor, y su incredulidad
sea mañana motivo de profunda renovación interior por el bien y el
amor que ellos me deberían a mí, Jesús. Tú vas, mi amado Pablo, y
yo contigo, en la cruz, en la santa cruz que te di, en tu cabeza coro-
nada por mí y en mí de espinas; tú vas, y me llevas, me das a mí, y
en la santísima eucaristía me difundes. En mis Sagrarios Vivos deseo
ser, y con ellos vivir con los hombres, los justos y los pecadores. Re-
354

36.5 Page 355

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cojo mis pequeñas víctimas, y en mí, en mi perenne holocausto, las
ofrezco a mi Padre para que te sea dada libertad de autorizar lo que
es pálpito de amor, lo que es vida, verdad, camino: Jesús en las sa-
gradas especies en la Iglesia que va, que camina para que avance y
encuentre y bendiga a todos antes de ese día. Este pobre Sagrario
elegido por mi Padre porque el más pobre, ahora te acompaña en mi
cruz de amor8. Yo, Jesús, quiero estar con vosotros hasta el final.
Jesús, Sacerdote Eterno, a su vicario en la tierra, Pablo VI. Te ben-
digo, y en ti y contigo bendigo, en la santísima Trinidad, en mi glo-
riosa Madre, la Inmaculada, en mis santos y en mis ángeles, toda la
humanidad sufriente que visitarás conmigo. Yo, Jesús crucificado,
estoy en ti”. Jesús Eucaristía».
Santa Corona 21-7-1969
«Jesús, viva Jesús Eucaristía! Hay que escribir poco para la
Obra, pero hay que reflexionar y meditar, y por tanto trabajar.
Ahora te confirmo en la santa obediencia, porque eres temerosa.
Tranquilízate, soy Jesús cerca de ti. ¿Quieres escribir a Gabriello
estas palabras mías, estas palabras de Jesús?
Estate tranquilo, a pesar de las duras pruebas, mis Sagrarios
Vivos serán aprobados por la Santa Sede. A ti te pido humildad y
sencillez, sobre todo con los hermanos incrédulos. Tu palabra no
será tan disuasoria como los acontecimientos y mi gracia. De ti
exijo confianza en mis palabras, en mis promesas, aunque tarden
en venir. Es la hora más difícil para mis Sagrarios, y cada uno de
vosotros en mí debe dar su parte de la manera y en el día y la hora
que yo, Jesús, he establecido. Ahora vosotros ya no os pertenecéis
a vosotros mismos, sino a mí. Desposaros con mi Obra de Amor y
estáis inmolados en mí, cada uno de la manera que yo he querido.
Vera escribirá un poco más, la conclusión está cerca9. Hablaré con
Vera, me serviré de ella porque de su pobreza hice un medio, pero
8 «Este pobre Sagrario»: es Vera de Jesús hospitalizada en el hospital.
9 Los mensajes terminan el 9.11.1969.
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36.6 Page 356

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los “dictados” vuelven al final. Son suficientes para mi doctrina de
amor dirigida a la práctica de la vida del alma, a la meditación pro-
funda y confidencial a la que yo, Jesús, quiero suscitar mis almas
eucarísticas. Quería llegar a los corazones de muchos amados sa-
cerdotes salesianos, pero su incredulidad mañana será motivo de
profunda humildad. Que don Formento10 sea pronto un Sagrario
Vivo, pues en él deseo con ardor poner mi morada. Le doy la santa
cruz, mi santa cruz de amor, porque yo, Jesús Eucaristía, lo amo
mucho. Él cree en mí, y yo, Jesús, iré pronto a él. Ahora me has
obedecido a mí, Jesús, estás en la obediencia conferida a ti en el
nombre de Dios, por el sacerdote. Has hecho mi santa voluntad.
Jesús que sufre en ti, vive en tu íntimo contigo. Ámame, Vera de
Jesús, ámame, ámame, ámame. ¡Jesús, en la hostia consagrada que
llevas! Viva Jesús Eucaristía siempre».
Santa Corona 25-7-1969
«¡Soy yo, Jesús! Escribe ahora y siempre: ¡viva Jesús Euca-
ristía, en “mis” almas, almas consagradas! Quisiera que de vuestras
almas se elevara un canto, un himno de amor capaz de llegar a los
cielos, y ante mi Padre escuchara de vosotros el eco de amor que
vosotros desde la tierra elevadas al cielo. “Jesús viva en nuestros
corazones, en nuestro espíritu, descanse en nuestro pecho. Viva
Jesús, Jesús Eucaristía que ha rescatado mi alma”. De la intensidad,
del fervor de vuestro amor yo, Jesús, seré consolado por los ultrajes
recibidos en mi Iglesia, en mi vicario Pablo VI. Quien se ofrece en
mí por los pecadores y por él, consuela mi corazón, y yo comunico
gracias de fervor por él y salvación por otras almas. Quien se ofrece
en mí al Padre por mis amados sacerdotes, este no es solo amigo,
sino hijo del amor que desborda de mi costado en los dos signos
exteriores: sangre y agua. ¿Qué haré con mi pobre hijo? Me entre-
10 Canónigo de la Catedral de Savona, conocía a Vera y le garantizó al Obispo
de Savona que respondiera a la Santa Sede que había pedido información sobre Vera
y la Obra de los Sagrarios Vivos.
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garé a él, mi corazón, mi pasión, mi cruz y la resurrección inme-
diata en mí. Él me busque, solo por amor mío y de las almas, solo
por mi gloria. El resto os será dado siempre en exceso. Vera de
Jesús e hija espiritual del padre Pío, el cielo te asiste y yo te per-
dono, te compadezco, te veo y aun así te amo. Ánimo, tendrás que
sufrir, pero yo estaré contigo hasta el último. Escribe mañana, es-
cribe mientras puedas. Jesús Eucaristía lo permite. Di con los án-
geles: “Viva Jesús Eucaristía” por cinco veces, las mismas que son
mis santas llagas que conocéis. En estos refugiados busca des-
canso. Jesús sufriente en ti».
Santa Corona 26-7-1969
«Vera de Jesús, hijita mía, escribe. He prometido que habría dic-
tado y hablado. Tú has obedecido, y yo gozo en revelarme a ti. No
estarás donde estás mucho tiempo. Pronto haremos morada en otro
lugar. Por ahora llévame así. El lunes testificarás por mí. Te enviaré
un enviado mío11. Escribe: Jesús está también en ti, en tu alma. Los
temores cesarán cuando te haya dado gracia... yo Jesús. Jesús al
padre Gabriello dice que recemos mucho por la Vera de Jesús. Mi
obra debe concluir con mi triunfo eucarístico. Yo, Jesús, os exhorto
a perseverar y tú das a tu Jesús Eucarístico el sufrimiento que te pu-
rifica y te une a mí. Luego, del sufrimiento que tú aceptaste serena-
mente, pasarás al ofrecimiento de tu vida en mi vida, para que mis
palabras eucarísticas fluyan como ríos sobre la tierra12.
Vera de Jesús, estoy en tu alma y nunca te he abandonado. Sé
humilde y paciente. Espera con fe que Jesús concluya con su amor
misericordioso la obra de amor de los Sagrarios Vivos. Sí, dictaré
más. Por un poco más. Luego te hablaré. Jesús Eucaristía en tu
alma con la santa gracia santificante. Mi Madre, la Inmaculada, te
sigue y está cerca de ti. Ella te va protegiendo y tú tendrás el con-
11 Don Formento.
12 Vera ofrece su vida en la vida de Jesús para que la Obra nazca y se difunda
(ver acto de ofrenda de la vida del 5.11.1968).
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suelo agradable de descubrir y advertir su maternidad divina en las
circunstancias y en los acontecimientos que se preparan para tu
alma. Todo debe servir a mis amados sacerdotes, a mi Pablo; todo
debe contribuir a llevar a término mi anhelo divino: los Sagrarios
Vivos. Di siempre así: “¡es por ti Jesús mío, por tu mayor gloria!”
Tú habla, me hablas. Yo te escucho, aunque pienses que yo callo,
que no quiero escucharte. Jesús es amor, es vida, y yo soy la vid
que comunica la savia: mi vida. Vera de Jesús, no temas nunca, yo
permaneceré en ti. Jesús en tu alma».
Santa Corona 14-8-1969
«Escribes, es Jesús que habla. Estás en mí, te sumerjo en mí,
te absorbo en mi amor que es luz, es gracia, es vida. Camina de
nuevo e irá lejos, muy lejos, mi gracia transfirió en la Obra de
Amor. Tal es la Voluntad de mi Padre, tan inmensa es mi miseri-
cordia que yo quiero llegar a abrazar y a visitar a todos antes que
todo se cumpla. Por eso tendrás alegrías y dolores, espinas y cru-
ces, porque tú, porque Gabriello estáis crucificados en mi cruz de
amor. Ánimo, yo estaré siempre con vosotros hasta el último mo-
mento, y vuestros días serán contados y santos en mí. Ahora in-
forma al padre Gabriello que yo trabajo y actúo en él. No tema, él
hace mis deseos y cumple mi voluntad. Veremos almas incrédulas
sacerdotales “volver” a mí, a mi amor eucarístico con impulso ge-
neroso. Todo vuestro sufrimiento unido a mí da gran fruto y los
frutos que yo deseo ver madurar de mis sarmientos son mis almas,
mis sacerdotes. Ahora la Obra es lanzada, y hace falta que los ca-
nales se multipliquen, para que mi gracia, como savia, fluya entre
la humanidad. Rezad, y sed cercanos y unidos a mi vicario Pablo
VI. Yo, Jesús, os bendigo en él. ¡Jesús sacerdote!».
Santa Corona 2-9-1969
«Soy Jesús en mi santa palabra. Doy a los pobres más de
cuanto ellos puedan merecerse porque mi amor es puro y santo y
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36.9 Page 359

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mira la eternidad. Te doy dones sublimes que solo verás en mi mo-
rada celestial. Te llevo en mi corazón como una cosa pequeña y
preciosa, y esto lo debes tú a tu Madre divina. Voy con Gabriello,
camino con mi sacerdote, y en él me transformo y actúo y opero.
Yo estoy con vosotros, así como con mi real presencia divina y eu-
carística, y albergo en vuestro corazón. Ahora, esto debe ser com-
pletamente mío. Me dirijo, sobre todo a ti, y así serás elegida mi
esposa para siempre. Gabriello espere con confianza y paciencia
las decisiones de la Santa Sede. Vosotros, mis primeros Sagrarios,
todavía seréis probados, pero yo, Jesús, os daré mucha, mucha gra-
cia y fuerza. Que Vera de Jesús sea prudente al llevar la teca, y el
ángel S. Rafael también te ayudará en esto. Os he dado dos ángeles
para custodiaros y para acompañaros en la tarea y en el camino de
la Iglesia que va... Habéis recibido ayudas divinas extraordinarias,
y nunca desaparecerán, pero según las circunstancias, aumentarán.
Todo debe cumplirse según la voluntad de mi Padre, y la salvación
de tantos, tantos hijos míos. Acepta con paciencia y humildad las
pruebas. El sufrimiento que sientes por la imposibilidad de reco-
gerte y esperar a mi palabra, es permitido por Dios para que ames
aún más, y adores mis palabras, las palabras de Jesús. Por ahora es
así. Mañana serás libre, serás para mí, para tu esposo eucarístico.
Pero entonces tu exilio estará casi terminado. Hablaré del trabajo
que tendrá que comenzar en Calabria13 el padre Gabriello. Yo,
Jesús, deseo que él, bajo la autorización de la Iglesia, forme “mis
Sagrarios”14. Esta misión no debe limitarse a un solo centro, sino
que en todos los pueblos de Italia deben surgir estos núcleos euca-
rísticos de los que surgirán los Sagrarios Vivos. Por eso repito a
Gabriello: no irá solo a Calabria, sino a muchas regiones, cuando
el santo padre haga las primeras concesiones. Tú permaneces con-
migo en el sufrimiento y en el amor. Yo, Jesús, te he predilecto por-
que te he dado toda mi Vida. Ahora, Vera de Jesús, no dudes en
13 En Bova Marina.
14 Mons. Giovanni Ferro (1901-1992), arzobispo de Reggio Calabria-Bova Ma-
rina, siervo de Dios, había llamado a don Zucconi en su diócesis
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darme la tuya como te la pido. Te bendigo con Gabriello, con mis
Sagrarios Vivos. Te bendigo con mis llamados y tú sabes quién
soy te bendigo donde estás, con aquellos con quienes vives y por
quienes yo, Jesús, quiero quedarme. Te bendice mi Madre, te ben-
dice Padre Pío, te bendice el papa Juan. Interceden por vosotros
todos los santos, y los ángeles adoran también por vosotros mi di-
vinidad. Jesús ha complacido al padre Gabriello por amor, dictando
a su pobre sierva Vera de Jesús. Estoy contigo, estoy con vosotros,
quiero estar con mi criatura. Permanezco contigo para siempre.
Jesús que ama locamente».
¡Gracias, Jesús mío, gracias! ¡Gloria a Ti!
Santa Corona 5-9-1969
«Jesús a ti, a mis almas consagradas. Quiero que mi amor eu-
carístico alcance los confines de la tierra. Quiero salvar mis hijos.
Por eso os digo, almas mías, sed “mis” portadores ya que por
medio de vosotros he establecido mi triunfo eucarístico por el cual
muchas almas vendrán a mí y pasarán de la muerte a la vida. ¡Abra-
zad con amor y prudencia mi cruz de amor, es decir, a mí eucarís-
tico sobre vosotros! Venid a mí por los senderos que os serán
marcados, y en la profunda humildad y reconocimiento recibís el
“mandato eucarístico”, en la obediencia a la santa Madre Iglesia
en obediencia a mi vicario, el Papa. Ahora añado: llegará el día en
que mi Iglesia en la tierra seréis vosotros, los Sagrarios Vivos. Lle-
gará la hora en que mi sacrificio eucarístico será ofrecido a Dios
Padre junto con vosotros, por los caminos, por las calles y por todas
partes habrá un sacerdote preparado para celebrar. Esto será más
posible si yo, Jesús, estoy con vosotros en las sagradas especies, y
por mi divina intervención habrá vino y agua. El vino será siempre
mi sangre, derramada por vosotros, el agua será mi alma consa-
grada, que por amor mío se ha convertido en sagrario, templo del
Espíritu Santo. Si el alma eucarística es víctima en mí, el sacrificio
será concelebrado, y por mí se encontrarán los elementos que serán
transustanciados: el vino y el agua. Vosotros comprendéis cuánto
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me es querida y preciosa mi alma, ofrecida en mí, conmigo y por
mí. Buscáis almas pequeñas, sufrientes, almas víctimas. Es lo más
precioso que deseo para salvar a mis hijos, a todos mis hermanos,
a todos los hombres. Almas eucarísticas, preparadas mis caminos.
Yo seré para vosotros pródigo de gracias y de consuelos. Vera de
Jesús, has obedecido y te bendigo. Estoy en ti y cerca de ti. Ahora
iremos juntos a visitar a los enfermos. Te dará fervor y es decir
fuerza. ¡Vera de Jesús, dile al padre Gabriello que Jesús Maestro
lo bendice y le dará mucho... mar!15
Jesús, Hijo del Altísimo y Todopoderoso Dios y de la biena-
venturada Virgen María».
Santa Corona 28-9-196916
«Son las pruebas de amor, de mi amor al padre Gabriello. Son
predilecciones que brotan de las heridas de mi costado. Heridas
que se renuevan, se vuelven a abrir para mis sacerdotes... (él, feliz
de dar estas pruebas...)... irá, irá en mi santo nombre. Yo lo quiero,
lo deseo. Su ardor y su pena me glorifican. Díselo. Debe seguir te-
niendo confianza en mí que sigo siendo crucificado para que él
vaya, camine y trabaje y actúe en mí y con mí. De las dudas, de las
incertidumbres de sus hermanos sacaré motivo para derramar mi
gracia sobre los llamados. Oh hijos míos tan amados y consumidos
en mí, llevadme por vuestros hermanos y no dudéis de mi amor
eucarístico. En el momento de la institución de la santísima euca-
ristía, en mi última cena, estabais presentes en mí y ya conmigo.
Vosotros erais las futuras lámparas ardientes que ya me custodia-
ban, y la luz de mi cuerpo y sangre místicos os anulaba... yo os
veía resplandecer con mi luz, con mi gracia, porque yo, Jesús,
amándoos hasta consumiros en mí, os transformaba en aquellas lla-
15 Don Gabriello, ligur, amaba mucho el mar y Bova Marina, donde se mudará,
es una ciudad de mar.
16 Este Mensaje no se encuentra en el cuaderno, pero Vera lo escribió directa-
mente en la Carta del 28 de septiembre de 1969 dirigida al padre Gabriello.
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mas de amor de cielo y de vida que ahora quiero difundir sobre la
tierra. ¿De qué iluminará esta tierra sino de mí, luz eucarística?
¿De qué fuego quemaré los pecados de la humanidad sino de mi
fuego de amor? ¿Quién me dará a sí mismo? ¿Quién libremente
aceptará convertirse en mi “brazo”? Oh mi alma eucarística, oh
Gabriello, mi amado sacerdote, va, prepara mis almas, abre mis
senderos. No te aflijan las pruebas, sino que cree en aquel que te
ha desposado con su divino sacerdocio: Jesús, tu eterno sacerdote.
Ve, hijo mío, mi amor de Padre te acompaña, te sigue, te bendice,
te inspira. Acepta con fe y humildad este contratiempo. Seguirán
otros, pero en mí vencerás. Te lo repito: todo sirve para mi gloria.
Mi obra de amor entra en el mundo por el camino estrecho, por el
camino santo. Esperadme, volveré para apoyaros, porque yo estoy
con vosotros, y juntos haremos todo. Te confío a la pobre Vera, llé-
vala a mi altar de la mano, y dámela a mí. Mi voz está aquí, yo
estoy aquí y he dictado casi sin el conocimiento de quien escribe.
Ella es pobre, es débil: ¡ayúdala! Escribe que amo a estos pobres.
Eres más pobre que antes, Vera de Jesús, eres rica de mí, solo y
todo de mí. Sí, he dictado, te he absorbido en mi gracia, por tanto,
tus sentidos se han anulado. Tanto, tanto te doy porque incompren-
sible es este amor por ti, por mis almas. Quédate en mí, búscame
en humildad creciente. Vendré a ti, te aislaré de los demás para que
me escuches a mí, el esposo de tu alma. Una vez más bendigo a
Gabriello, mi fiel sacerdote, y la misión que le espera. ¡Ella traerá
cada día, cada noche, mi santo nombre, así que yo, Jesús, trabajaré,
amaré, me manifestaré! ¡Jesús, Jesús, Jesús! Regocijaos: estoy con
vosotros, estaré con vosotros hasta el final, y por toda la eternidad.
Escribe, escribe, escribe a mis llamados. Yo haré todo, tú me
remites a mí, Jesús. Tranquiliza y conforta a Gabriello porque estas
palabras mías, de Jesús Eucarístico, le llevarán mi gracia: aumento
de fe y de confianza que yo, Jesús, he vencido y venceré. La paz,
mi paz sea con vosotros siempre».
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XIII LIBRETO
Jesús

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Santa Corona 5-10-1969
«Jesús en su santo costado custodia las “sus” almas. Así es para
Gabriello, así para sus seguidores, para los que abrazan y abrazarán
esta sublime cruz de amor que es mi Obra de Amor eucarística vi-
vida, amada, sufrida por mi “portador y dador de mí” a las almas.
Ahora el cielo se abre y ya deja penetrar sobre la tierra la luz de
mi misericordia divina. Mientras aquí se comienza a difundir mi
amor eucarístico por vosotros, en la Santa Sede, yo, Jesús, revivo
y renuevo mi pasión de amor y dolor en quien me representa, el
santo padre Pablo VI. Él es mi amada víctima que como yo se
ofrece libremente en mí al Padre para que mi voluntad se cumpla,
mi misericordia sea manifestada, mi mensaje de amor llegue hasta
el extremo del globo terrestre. Por tanto, yo, Jesús, os exhorto a
perseverar hasta el fin. Días tenebrosos podrían engañar vuestra
fe. Permaneced firmes en mí, porque es bueno que mi Obra de
Amor nazca, tome vida del sufrimiento. Yo permaneceré en voso-
tros, con vosotros, para ayudaros a superar las dificultades, porque
vosotros, pobrecillos, sois mis criaturas predilectas. Sí, Vera de
Jesús, las pruebas serán de corta duración, pero intensas. Tú sufri-
rás tanto en el cuerpo como en el espíritu, pero tu alma quedará
aquí, en mí, en mi costado. A Gabriello daré pruebas, pruebas de
amor junto con mucha gracia. Gracia que crece, que lo identifica a
mí. De la nada haré surgir mis cosas, a las pequeñas almas inspiraré
el amor eucarístico. Él recogerá mis ovejas en mi redil, y yo me
entregaré a ellas por él. Sabed que es hora de reuniros, de reuniros
en mi casa de padre porque el ejército con el que yo, Jesús, lucharé,
sois vosotros. De Roma tendréis muchas sorpresas, pero, como en
el firmamento tímidas y temblorosas aparecen las estrellas, las
aprobaciones vendrán a paso, y solo mi santa gracia dará vigor a
las primeras concesiones. Por cada consentimiento que os dé el
santo padre, tendré bendiciones que dar y frutos que madurar.
Serán estos los que me revelarán misericordiosamente a mí, Jesús
Eucaristía, y que dirán que yo, Jesús, quiero para la salvación de
las almas los Sagrarios Vivos. Estamos en la tercera parte de mis
revelaciones que concluirán con la aprobación de la santa madre
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37.5 Page 365

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Iglesia. En este mes, dedicado a mi Madre, comienza a vivir, con
permiso eclesiástico, mi Obra de Amor. Todo debe llevar el nombre
y la bendición de aquella que os asiste desde el cielo. ¡Y ahora, es
la hora de mis Sagrarios Vivos! Es hora de que mi reino se dilate,
es hora de que vaya con vosotros para buscar “juntos” a los her-
manos perdidos. Jesús, a las pequeñas hostias consagradas. Jesús
te bendice, os bendice».
Santa Corona 21-10-1969
Viva Jesús Eucaristía. Mientras escribía al padre Gabriello.
«Di a Gabriello estas palabras: “yo soy el buen pastor que vela
sobre sus ovejas para que el lobo no las arrebate. Yo estoy en él y
con él para obrar juntos. Vera de Jesús, escribe para mi gloria. Di,
repite que la noche es larga y breve también para ti. Os he unido a
mi dulce pasión eucarística. El viento disipa vuestros pensamientos
porque sois pobres, pero yo, Jesús, permanezco en vosotros y sobre
vosotros. No temas, mi pequeño rebaño, porque así agrada a Dios
Padre elegir entre vosotros a los que me difundirán. Estáis en mi
camino, estáis en mí. Ángeles y santos os asisten para cumplir mi
mandato. Cada uno de vosotros me glorifica si acepta mi cruz de
amor como yo se la doy. Gabriello en el apostolado, tú en el sufri-
miento a mí querida y agradable. Yo te ungí con el crisma del su-
frimiento. Gabriello sea fuerte, sea humilde, sea pobre en mí.
Vendré, y conmigo, las gracias deseadas, suspiradas y promesas.
Jesús os bendice a vosotros y a cuantos trabajan para difundir mi
reino de amor eucarístico. Estáis en mí, parte viva de mí y en mi
sacerdocio os consagro. Vera de Jesús, sé fuerte. Debes vivir de
mí, solo de mí. Escribe que solo el amor, el amor os vivifica, os
salva, os une al amor, y os hace a mí: ¡Jesús! Jesús, Jesús, Jesús”».
Santa Corona 26-10-1969 Fiesta de Cristo Rey
«Escribe, Vera de Jesús, yo te daré luz. El árbol que floreció
en primavera dio sus frutos. Muchos árboles tendrán que florecer
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en la estación apropiada para que los frutos sean copiosos. Por
tanto, es necesario que tú y otras de mis almas consagradas den lo
que les estoy pidiendo. No temas pobre alma, este sacrificio es per-
mitido por mi Padre, y ya vive de mí, de Jesús. Sé fuerte y buena,
paciente y humilde. Yo te asisto con mi santa gracia. Para que Ga-
briello camine y avance llevando mi Cruz de amor, mi mensaje eu-
carístico, es bueno que estés quieta, sufriendo en mí. Este es mi
camino por el que serás purificada y, así avanzando, te acercarás
cada vez más a mi altar. Todo aquí es cruz. Te pido que aceptes con
fe cada prueba, cada dolor por mí. Verás los frutos, los primeros
frutos de la nueva floración. Yo soy Jesús, rey de tu corazón, yo
soy Jesús, rey de la palabra, yo soy rey, tu Rey: Jesús. ¡Paz, paz,
paz!».
Santa Corona 9-11-1969
¡«Soy Jesús! Viva Jesús Eucaristía en mis almas pequeñas y
débiles como eres tú, Vera de Jesús. Yo, Jesús sufriente y crucifi-
cado, te embellezco con mis dolores y te hago partícipe de mí.
Estás en mi cruz de amor, en mi holocausto ofrecido por mí, en el
sacerdote celebrante, a mi Padre Eterno. Ahora te miro desde mi
cruz, y te envío mis miradas de amor y de dolor. Tú ya has cono-
cido mis ojos, y tú los ves porque yo te los sigo mostrando. Leerás
en mi mirada, y en esto te hablaré. Te mantendré cerca de mí. En-
tonces verás mis ojos, y el pasado de dolor desaparecerá. Verás mi
mirada que refleja la gloria de los cielos, de mi Padre. Por ahora,
Vera de Jesús, yo, Jesús sufriente, sigo mirándote desde mi cruz
de amor. Nos separaremos por poco, porque pronto volveré a ti.
Confía, y reconocerás mi intervención divina. Yo, en las sagradas
especies, vivo sobre ti. En lo íntimo de tu alma estoy formando y
purificando mi templo, y la luz que ves es el reflejo de mi gracia,
de mi presencia divina. Estoy en ti y contigo. Ama, hija mía, ama
este amor inmenso que yo te voy dando. Ama a mis salesianos, a
mis sacerdotes, a todos como son. Ellos son parte de mí. Escribe a
don Borra que Jesús conoce todos sus afanes, sus penas, y que
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desea santa resignación por sus mismas miserias porque son estas
las que adornan su alma de muchas virtudes, entre ellas la humil-
dad. Por lo demás él debe abandonarse confiado a mí, a mi divina
misericordia. Me es querido, grato, precioso su sacerdocio, pero
deseo que su alma, incluso entre las cruces, descanse en mí. Él
tiene a mi Madre como madre y protectora tiene el don más grande
que yo pueda hacer a un amigo: mi misma Madre. En ella se refu-
gie, y ella siempre en mi santo nombre, Jesús, lo acogerá. Los “sa-
cerdotes lejanos” forman parte de la cruz que yo le he ofrecido.
También tú ora y ofreces por ellos. ¡Yo, Jesús, los amo! Ahora deja
de escribir y ofréceme esta renuncia a mí. Yo la pondré en mi cáliz.
Cuando eres perturbada por el ambiente, debes descuidar, para que
tu alma escuche en el silencio mi palabra. Jesús te bendice, os ben-
dice. ¡Jesús está con vosotros y vive en vosotros!
¡Vuestro Jesús Eucaristía!»
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37.9 Page 369

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INDICE
Premisa 7 .............................................................................................................................................................................
Introducción 11 ...........................................................................................................................................................
Vera Grita en «corro de los santos» 27 ...................................................................................
«Llévame contigo»! Notas teológico-espirituales
sobre la espiritualidad de los Sagrarios Vivos. 51 .................................................
Perfil biográfico y espiritual de Vera 65 ...............................................................................
Causa de beatificación y canonización de Vera Grita 87 ............................
Perfil biografico de los sacerdotes: don G. Bocchi,
don G. Zucconi, don G. Borra y padre G. Roascio 91 ....................................
Libreto I 115 ...................................................................................................................................................................
Libreto II 133 ................................................................................................................................................................
Libreto III 149 ..............................................................................................................................................................
Libreto IV 177 .............................................................................................................................................................
Libreto V 201 ................................................................................................................................................................
Libreto VI 223 .............................................................................................................................................................
Libreto VII 241 ...........................................................................................................................................................
Libreto VIII 259 ........................................................................................................................................................
Libreto IX 277 .............................................................................................................................................................
Libreto X 293 ................................................................................................................................................................
Libreto XI 317 .............................................................................................................................................................
Libreto XII 339 ...........................................................................................................................................................
Libreto XIII 363 ........................................................................................................................................................
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38 Pages 371-380

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