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Introducción |
SALESIANOS DE DON BOSCO
CAPÍTULO GENERAL XXIX
APASSIONADOS
DE JESUCRISTO,
DEDICADOS A LOS JÓVENES
Por una vivencia fiel y profética
de nuestra vocación salesiana
DOCUMENTO FINAL
Traducción provisional
TURÍN - VALDOCCO, 16 DE FEBRERO - 12 DE ABRIL DE 2025
1. Ser apasionados de Jesucristo y dedicados a los jóvenes es el corazón de nuestra identidad y la energía que mueve nuestra vida. Estos dos rasgos esenciales de la vocación salesiana no solo han sido el argumento del Capítulo General 29°, sino el alma profunda de lo que hemos vivido en el compartir y en la oración. Han sido la perspectiva desde la que hemos mirado el mundo de hoy, con sus riquezas que nos fascinan y los muchos desafíos educativos y pastorales que nos interpelan.
2. Nos hemos reunido en Valdocco, en la casa de nuestro padre y fundador, donde hemos podido detenernos durante mucho tiempo en oración y en recogimiento. Las meditaciones que nos ofreció el Rector Mayor emérito, don Pascual Chávez, durante los primeros días, dedicados a la espiritualidad, nos han ayudado a profundizar la mirada sobre nuestra identidad carismática. También la visita del Colle Don Bosco, de Chieri y de otros lugares en los que Don Bosco dejó el signo de su presencia, han alimentado en nosotros la conciencia de nuestras raíces y la gratitud por cuanto hemos recibido. En particular en este 150 aniversario de la primera expedición misionera, la visita a Génova Sampierdarena y el recuerdo de la partida de los primeros hermanos hacia Argentina, han reavivado en nosotros la conciencia de que el carisma de Don Bosco es un don para toda la Iglesia y para todas las culturas. Con este espíritu, ha resonado el llamamiento para desarrollar aún más nuestra presencia misionera en Oceanía. Unidad en las raíces y pluralidad en las expresiones son la gran riqueza de nuestra Congregación que debemos custodiar con sabiduría y promover con creatividad.
3. El alto encargo que el Santo Padre ha confiado al Rector Mayor emérito don Ángel Fernández Artime, cuando su mandato estaba aún en curso, adelantó un año el habitual plazo de seis años del Capítulo. A pesar de su ausencia, las perspectivas de la Carta de convocación y el Informe sobre el estado de la Congregación han dado una dirección clara a nuestros trabajos. Queremos, por tanto, renovarle la expresión de nuestra sentida gratitud por el generoso servicio de animación y gobierno, junto con los deseos para la nueva misión que está desarrollando en la Santa Sede al servicio de la Iglesia universal.
4. El Capítulo se ha desarrollado en un tiempo marcado por grandes referencias eclesiales. Estamos viviendo, ante todo, el Jubileo de la esperanza, del que hemos sentido especialmente la inspiración en la semana de las elecciones y en la peregrinación conclusiva a la tumba de Pedro con el paso de la Puerta Santa. La reciente celebración del Sínodo, «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión», ha ofrecido preciosas orientaciones eclesiológicas y espirituales a nuestro trabajo. Hemos intentado, en efecto, practicar la conversación en el Espíritu como forma de realizar el discernimiento comunitario. La enfermedad del Santo Padre nos ha movido cada día a rezar por él, con el afecto sincero y filial que Don Bosco nos enseñó a tener para el Papa.
5. También los acontecimientos del mundo han tejido nuestras reflexiones y nuestras oraciones. Las guerras que siguen devastando muchos países; el drama de los migrantes y de los refugiados; la persecución de tantos hermanos en la fe y de minorías étnicas y religiosas, los disturbios y las violencias, que impiden en muchas regiones, la serena y pacífica convivencia; las calamidades naturales nos han llegado no solo a través de las noticias de los medios de comunicación, sino sobre todo, gracias al testimonio directo de tantos hermanos que viven en las zonas más difíciles del planeta y trabajan al servicio de los más pobres y necesitados. Escuchar sus palabras ha sido una verdadera lección de vida.
6. Los jóvenes, sobre todo, han estado en el centro de nuestros pensamientos. Frente a la frescura de sus sueños, a la generosidad con la que saben comprometerse, a la creatividad con la que miran al futuro seguimos maravillándonos. Con su entusiasmo nos ayudan a no ceder al peso de la costumbre y a mantener el dinamismo interior y la pasión apostólica. Viviendo cada día con ellos conocemos de cerca también las dificultades que encuentran, junto con las fatigas y decepciones que experimentan para llegar a ser adultos responsables. Muchos de ellos cargan con heridas dolorosas, de las que a menudo no son responsables. Por ellos damos cada día la vida y nuestro mayor deseo es ayudarlos a descubrir cuánto los ama Dios y cuán cerca está de sus corazones.
7. En el desarrollo del tema capitular, nos hemos inspirado, sobre todo, en dos referencias, que con mucha frecuencia han vuelto a nuestros diálogos. El misterio de la Eucaristía, acogido, recibido y celebrado, nos ha recordado el amor con que el Señor dio su vida por nosotros y su ardiente deseo de reunirnos en comunión. Cada día sacamos de su sacrificio la energía para dar la vida y la fuerza para no ceder al mal. El misterio de su presencia en los signos humildes y cotidianos del pan y del vino nos ha recordado que nuestra presencia entre los jóvenes debe ser signo e instrumento de la suya. Al detenernos en el tabernáculo donde santo Domingo Savio vivió su éxtasis, pensamos en lo centrales que son la Eucaristía y los sacramentos en nuestra pedagogía, y verdadera fuente de santidad. Por eso en varios momentos hemos recordado la necesidad de celebrarlos con amor y de prolongar en la vida su gracia y su don.
8. Junto con el tema eucarístico, la invocación del Espíritu Santo ha caracterizado, con particular intensidad, nuestra experiencia capitular. Conversar «en el Espíritu» nos ha recordado que Él es el gran protagonista del discernimiento y que solo con su luz podemos reconocer los signos que Dios nos da para manifestar su voluntad. En la semana de las elecciones, en particular, hemos experimentado su guía y nos hemos alegrado por el don del undécimo Sucesor de Don Bosco, en la persona de don Fabio Attard, y de su Consejo. El Espíritu dador de los carismas y artífice de la santidad es el fuego que arde en nuestro corazón: de él dependen la pasión por Cristo y la dedicación a los jóvenes.
9. El documento que hemos elaborado contiene los frutos de nuestro trabajo. Los dos primeros núcleos desarrollan respectivamente el tema «Animación y cuidado de la vida verdadera de cada salesiano» y «Juntos salesianos, Familia Salesiana y laicos 'con' y 'para' los jóvenes». Están estructurados según los tres pasos que nos son familiares de la escucha, en los cuales se da una descripción de la realidad, de la interpretación, en el cual se intenta profundizar las razones y ofrecer criterios para iluminar su comprensión, y de las opciones propuestas a los hermanos, a las comunidades, a las inspectorías y al Rector Mayor con su Consejo. La sección de opciones ofrece un amplio abanico de indicaciones, que no se ha querido restringir. En efecto, corresponde a cada una de las inspectorías y regiones identificar las prioridades más urgentes y los pasos concretos más oportunos para el propio contexto. También esto es una manera de salvaguardar al mismo tiempo unidad del camino y especificidad de los itinerarios.
El tercer núcleo informa de las Deliberaciones aprobadas por el Capítulo. Algunas modifican artículos de las Constituciones o de los Reglamentos, otras piden al Rector Mayor con su Consejo la atención a cuestiones de particular importancia. Estas deliberaciones son el fruto de una reflexión amplia y articulada, que ha abarcado también temas pendientes del Capítulo General 28 debido a su cierre anticipado.
10. María Auxiliadora ha sido, durante el Capítulo, una presencia materna, discreta pero constante. Nos ha acogido en la basílica, dedicada a ella, en las celebraciones más solemnes y en el silencio de la oración personal. Ante el altar de Don Bosco nos hemos parado varias veces, en un diálogo filial con él. Le hemos agradecido su presencia en nuestra vida, le hemos confiado penas y preocupaciones pastorales, le hemos hablado muchas veces de nuestros chicos, de sus sueños y esperanzas. A María y a Don Bosco confiamos los frutos del Capítulo General, para que puedan convertirse en un mapa de camino para el futuro de las comunidades y de las inspectorías y un don para nuestro servicio a los jóvenes. Que el Señor nos dé fuerza para ser coherentes con lo que hemos expresado aquí y mantenga viva en nosotros la llama de la caridad apostólica.
Los Hermanos del Capítulo General 29°
NÚCLEO 1
ANIMACIÓN Y CUIDADO DE LA VIDA VERDADERA
DE CADA SALESIANO
Centralidad de cristo y cuidado de la vocación salesiana.
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1 Escucha |
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11. Reconocemos que nuestra consagración salesiana está profundamente enraizada en Jesucristo. Con ánimo agradecido constatamos que muchos hermanos, con gozosa fidelidad, mantienen una relación personal y apasionada con el Señor, siguiéndole con generosidad por el camino trazado por Don Bosco. A pesar de estos signos de esperanza, parece claro que la sociedad contemporánea, marcada por el vértigo de la aceleración, por el imperativo de la eficacia, por el individualismo, por la seducción del consumismo, tiende a relegar a los márgenes la dimensión transcendente de la existencia, y esto acaba por tener un impacto incluso en la vida de los consagrados. Vivimos un tiempo marcado por los conflictos bélicos, incertidumbres económicas y profundos cambios culturales y crisis ambientales, pero queremos servir a este mundo con una escucha humilde y una mirada cordial, reconociendo los muchos valores que hablan de la presencia de Dios en la historia.
12. El Rector Mayor emérito en el Informe que preparó para el Capítulo General ha subrayado «una cierta debilidad o fragilidad en el modo de vivir la vida espiritual y la relación con Dios. Es un factor muy presente en toda vida consagrada, pero también en la nuestra, como salesianos, que afecta a nuestra identidad carismática» (A. F. Artime, Informe del Rector Mayor al Capítulo General 29, p. 10). Se trata de una enfermedad sutil, presente en todo el cuerpo de la vida consagrada y que, incluso entre nosotros salesianos, afecta como el óxido que corroe nuestra fidelidad. Se percibe en alguna parte una deriva hacia una vida burguesa, hábitos embotados y tibios, que revelan una falta de esa radicalidad evangélica que debería ser nuestro sello distintivo. La gestión de nuestras estructuras constituye, a veces, una carga pesada que puede absorber demasiadas energías. A pesar de estas dificultades, hay signos positivos. En algunas regiones e inspectorías hay una significativa vitalidad vocacional acompañada de formas creativas de inculturación del carisma, que resultan particularmente significativas en este 150º aniversario de la primera expedición misionera salesiana.
13. La Eucaristía, culmen y fuente de la vida cristiana, constituye «el acto central para toda comunidad salesiana» (Const. 88). Sin embargo, el discernimiento capitular nos ha llevado a reconocer luces y sombras en la vida litúrgica de las comunidades salesianas. Mientras en algunas casas la celebración de la Eucaristía se vive con fervor y se convierte en generadora de comunión y de misión, en otras se notan rutina y formalismo.
La escucha de la Palabra de Dios y la práctica de la meditación diaria son fundamentos de nuestra espiritualidad, pero en más de un contexto se sacrifican por actividades consideradas más urgentes. El activismo, desafío permanente de la vida salesiana, sigue amenazando el equilibrio entre oración y trabajo, revelando no solo un problema de organización del tiempo, sino una cuestión más profunda de interpretación del carisma y de vida de fe.
La «gracia de unidad», ese hilo invisible que debería entrelazar nuestra misión apostólica, la vida comunitaria y la práctica de los consejos evangélicos, corre el peligro de deshilacharse, de perder esplendor y fuerza, como consecuencia de una vida espiritual apagada y cansada.
14. «Da mihi animas, cetera tolle» ⸻el lema que inspiró a Don Bosco⸻ sigue interpelando nuestra identidad carismática. El Rector Mayor emérito ha manifestado su sorpresa al constatar que «algunos hermanos me han planteado dudas sobre nuestra identidad carismática, o sobre nuestra identidad salesiana como consagrados; o sobre lo que debería ser esencial y radical en nuestra vida salesiana» (A. F. Artime, Informe del Rector Mayor al Capítulo General 29, p. 10).
Las salidas de hermanos ya sacerdotes o candidatos al sacerdocio, que piden pasar al clero diocesano, así como las dificultades para comprender, promover y acompañar la vocación del salesiano coadjutor constituyen signos preocupantes de una crisis identitaria más profunda. A veces se trata de la comprensión del carisma, otras veces del proceso formativo de asimilación. En un contexto cultural en el que Dios es percibido por muchos como el gran Ausente y en el que prevalece la desorientación, nuestro testimonio aparece a menudo desvaído y falto de incisividad. A algunos hermanos les cuesta reconocerse plenamente en el carisma salesiano, viviendo la consagración como una pertenencia formal más que como una identidad sustancial. Esta fragilidad identitaria se manifiesta también en la escasa capacidad de transmitir a los jóvenes la belleza de la vocación salesiana. Los frecuentes abandonos indican que el proceso formativo no logra tocar el corazón en profundidad ni consolidar suficientemente la identidad carismática, dejando a los hermanos vulnerables frente a los desafíos y seducciones del contexto contemporáneo. Es particularmente preocupante la tendencia de algunos salesianos a buscar reconocimiento y gratificación, alimentando actitudes que contradicen la radicalidad evangélica de nuestra consagración.
La figura del salesiano coadjutor, expresión original del carisma de Don Bosco, atraviesa un momento particularmente difícil en muchas regiones. A pesar de los esfuerzos y de las declaraciones oficiales, persiste en muchos ambientes una mentalidad clericalista que no logra hacer emerger el proprium de la vocación del coadjutor. La drástica disminución de vocaciones de salesianos coadjutores en varias inspectorías representa una grave pérdida para la riqueza y plenitud del carisma.
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2 Interpretación |
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15. Junto a elementos alentadores de fidelidad y de entrega, la escucha de la vida de nuestras comunidades nos ha permitido reconocer dificultades e incertidumbres que nos parece posible englobar en un núcleo central: la dificultad de una existencia verdaderamente unificada, en la que oración y trabajo, servicio a los jóvenes y profundidad espiritual, misión y contemplación no sean yuxtapuestas, sino que se alimentan mutuamente. Si la gracia de unidad constituye el don vital que hemos recibido en el carisma salesiano, la dispersión interior se presenta como la gran tentación de la que debemos cuidarnos, como individuos y como comunidad.
No es difícil reconocer que, por muchas razones, esta tentación es hoy más insidiosa que en el pasado. La influencia omnipresente de la tecnología digital, si por una parte ofrece oportunidades de comunicación y educación, por otra también presenta un grave riesgo de individualismo, superficialidad y aislamiento dentro de las comunidades. La aceleración de los ritmos de vida, la creciente complejidad de la realidad, el impulso hacia el activismo y el individualismo afectan fuertemente a nuestra vida. Alimentan la fragmentación interior y amenazan la capacidad de hacer silencio, de descender en profundidad y de vivir una auténtica experiencia de Dios. Además, a estas razones externas, se suman otros factores, más relacionados con el desarrollo de nuestras obras y nuestra organización de la vida comunitaria, como la desproporción entre las responsabilidades pastorales y el número de hermanos, el exceso de tareas encomendadas a una misma persona, el descuido en el cuidado de la oración comunitaria, el escaso compromiso con la reflexión y el estudio.
16. Sin embargo, no queremos ser derrotistas ni buscar justificaciones. Al contrario, estamos convencidos de que, incluso en el agitado mundo de hoy y en medio de tantas situaciones difíciles en las que muchos hermanos viven su misión, Dios sale a nuestro encuentro, nos habla y nos ofrece la posibilidad de unificar nuestra vida en Cristo. Esto es lo que experimentamos cada día en la oración y en la escucha de la Palabra, que culmina en la celebración de la Eucaristía. Frente a nuestra fragmentación, pues, hay una respuesta muy clara: entrar en la gracia que la Eucaristía nos ofrece cada día. Cuando nos acercamos al altar, nos hacemos eco interiormente de las palabras que Jesús pronunció en la Última Cena: «He deseado mucho comer esta Pascua con vosotros» (Lc 22,15). Como ha escrito el papa Francisco, a través de estas palabras «se nos ofrece la sorprendente posibilidad de intuir la profundidad del amor de las Personas de la Santísima Trinidad hacia nosotros» (Francisco, Carta Apostólica Desiderio desideravi 2).
En la Eucaristía experimentamos que oración, fraternidad y misión nacen juntas y proceden de un don que nos precede y que no merecemos. La única respuesta que nos pide este don es abandonarnos al amor, renunciando a la pretensión de poner en el centro nuestro ser, nuestros proyectos y nuestras obras. Se trata, como nos recuerda el Papa Francisco, de la «ascesis más exigente» (Ibid. 6), pero es sin duda el secreto profundo de una vida consagrada auténtica.
Nuestro activismo, a veces, pretende arrastrar al Señor detrás de nosotros, pero en una dirección que no siempre es aquella en la que sopla el Espíritu. Esto ocurre, por ejemplo, cuando nos identificamos más con nuestro rol que con nuestra vocación. La Eucaristía, en cambio, nos hace realizar la transición pascual de una vida que se afana en correr tras sus propias ideas a una vida que sigue con serena confianza el soplo del Espíritu. Como afirma el artículo 88 de las Constituciones, «la presencia de la Eucaristía en nuestras casas es para nosotros, hijos de Don Bosco, motivo para visitar frecuentemente al Señor». La adoración eucarística vivida en comunidad y la práctica de la «visita al Santísimo Sacramento», recomendada por Don Bosco, alimentan la unión con Dios y avivan la amistad con el Señor.
17. Reconocemos, por tanto, que en la base de la dispersión y de la fragmentación interior no está solo el mucho trabajo que tenemos, sino también ⸻y quizá sobre todo⸻ la tendencia a vivirlo de manera desordenada, confiando más en nosotros mismos que en el Señor. Don Bosco, de hecho, tenía una actividad impresionante, que se desarrollaba en muchos frentes y exigía mucho esfuerzo y, sin embargo, quienes le conocieron tuvieron la impresión de encontrarse con un hombre profundamente pacificado, que irradiaba la presencia de Dios. Para seguirle en este camino de santidad, percibimos, por tanto, la necesidad de profundizar en su experiencia espiritual. No podemos contentarnos con conocer su historia y sus actividades, sino que necesitamos redescubrir el secreto de su continua unión con Dios, el itinerario espiritual que le llevó a vivir la gracia de unidad. Necesitamos alcanzar, casi tocar, el fuego interior del Da mihi animas, en el que oración y trabajo se unifican en la participación en la caridad pastoral del Resucitado. ¡Esto es ser apasionados por el Señor!
Nos ayudará a ello la valiosa enseñanza espiritual de san Francisco de Sales, del que hemos celebrado recientemente el cuarto centenario de su muerte. En efecto, él ha enseñado que la santidad se alcanza en las circunstancias concretas de la vida cotidiana y, al proponer una auténtica mística de la acción apostólica, puso las bases de una sólida espiritualidad del don de sí. Las palabras con las que el Santo Padre recuerda su doctrina espiritual en la encíclica Dilexit nos, nos animan a redescubrir sus enseñanzas para vivir la centralidad de Jesucristo y el cuidado de nuestra vocación.
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3 Opción |
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18. A la luz de la escucha y de la interpretación, optamos por
Renovar con decisión la centralidad de Jesucristo, redescubriendo la gracia de unidad y huyendo de la superficialidad espiritual. |
Esta opción implica, para los hermanos, las comunidades, las inspectorías y el gobierno central de la Congregación, compromisos concretos que a continuación ejemplificamos.
El salesiano
elabore el proyecto personal de vida, actualizándolo anualmente;
cuide la oración personal y comunitaria, con especial atención a la lectio divina, a la centralidad de la Eucaristía y a la devoción mariana;
cultive el acompañamiento espiritual como elemento esencial de crecimiento, en una verificación seria y sistemática;
desarrolle una lectura crítica, profética y constante del contexto socio-cultural en el que trabaja, para vivir un testimonio evangélico significativo, captando los signos de los tiempos.
La comunidad
celebre la Eucaristía como autentico «acto central» de la vida comunitaria, proponga momentos de adoración eucarística y garantice tiempos y espacios adecuados para la oración personal y comunitaria;
valore la meditación cotidiana, adaptándola a los ritmos apostólicos sin sacrificarla nunca, y programe momentos para compartir la Palabra de Dios y la lectio divina;
renueve la tradición de la conmemoración mensual de María Auxiliadora como ocasión para intensificar y difundir la devoción mariana;
favorezca el conocimiento profundo de Don Bosco y de san Francisco de Sales, valorando su espiritualidad;
testimonie con opciones concretas la sobriedad evangélica y la solidaridad con los pobres;
valore con convicción la vocación del salesiano coadjutor como expresión original y preciosa del carisma salesiano;
La inspectoría
promueva la profundización en la identidad carismática a través de iniciativas oportunas y desarrolle itinerarios formativos que ayuden a los hermanos a vivir la «gracia de unidad» en el contexto contemporáneo;
valore los centros de estudio, en la UPS y en las IUS, para el estudio teológico espiritual sobre la experiencia de Don Bosco;
garantice que en la inspectoría haya, al menos, un salesiano con la licenciatura en espiritualidad salesiana, para la animación de los hermanos y de las comunidades educativo-pastorales;
invierta recursos significativos en la promoción y formación del salesiano coadjutor;
promueva modos creativos de inculturación del carisma en los diversos contextos culturales;
cuide la calidad y la animación de los ejercicios espirituales anuales, para que sean realmente tiempo de recuperación espiritual y de renovación.
Fraternidad y atención a los pobres
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4 Escucha |
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19. Los patios de Valdocco durante las semanas capitulares han puesto de manifiesto cómo la variedad de rostros, colores, lenguas y tradiciones son la fotografía más evidente de una Congregación con rostro mundial. En pocos días, el deseo de comunión y fraternidad ha dado forma al «vivir y trabajar juntos», al deseo de conocerse, encontrarse y escucharse profundamente. Se puede decir que esta dimensión de fraternidad está en el ADN de nuestra llamada y muchos hermanos son ejemplares en vivir y testimoniar el espíritu de familia típico de nuestra espiritualidad.
20. Nuestras comunidades están habitadas por muchos salesianos generosos y valientes en la vivencia de la fraternidad; algunas comunidades se abren a nuevas formas de vida con los jóvenes, manifestando el deseo de compartir y servicio, y testimoniando el gozo de estar juntos. Constatamos que estas comunidades tienen un estilo más vivo, profético y atrayente, y permiten un compartir entre salesianos y laicos en la espiritualidad y en la misión. La interculturalidad presente en muchas de nuestras casas se ve como un don precioso y delicado para el que son necesarias una preparación y una actitud constante de conversión y acogida.
A este canto de gratitud se unen también algunas notas discordantes en nuestra identidad comunitaria salesiana: la falta de comunión y de corrección fraterna, la rutina, el aislamiento de algunos en espacios privados, la rigidez al cambio, la negligencia en las relaciones y la falta de compartir, algunas inmadureces afectivas, la poca atención a situaciones de hermanos fatigados y sufrientes, la dificultad en la transformación de estructuras, la poca atención a la consistencia cuantitativa y cualitativa; la exclusión o autoexclusión de algunos hermanos por edad y salud del trabajo con los jóvenes, el impacto del mundo digital en la vida comunitaria.
Algunos hermanos arrastran profundas «heridas» en su historia de vida que no han sido afrontadas ni resueltas, causando sufrimiento al individuo y a la comunidad. Para estos no se puede improvisar un acompañamiento genérico y, a menudo, nos encontramos impreparados ante tales situaciones.
La consistencia cualitativa y cuantitativa de nuestras comunidades es un elemento esencial para una vida religiosa regular, y la gestión seria y oportuna de los casos de irregularidad favorece un clima sereno y ordenado en la casa.
21. En este contexto de luces y sombras, resulta evidente el papel clave del director como padre de la comunidad, de la que es el centro como «hermano entre hermanos, que reconocen su responsabilidad y autoridad» (Const. 55). Él desempeña un papel fundamental para promover la fraternidad y garantizar la fidelidad carismática. Se constata que las condiciones en las que viven y trabajan muchos hermanos llamados al servicio de la autoridad no son favorables: a menudo se encuentran sobrecargados de compromisos y responsabilidades dentro y fuera de la Obra, y no siempre están adecuadamente preparados para su servicio. En algunas inspectorías es evidente la dificultad para seleccionar y formar hermanos para este servicio. Por otra parte, los instrumentos y organismos ordinarios de participación, como “Animación y gobierno de la comunidad. El servicio del director salesiano”, el consejo de casa, el consejo de la comunidad educativo-pastoral, la asamblea de la comunidad y otros órganos de animación, no siempre son valorados y preparados adecuadamente.
22. Nuestra fraternidad nos abre a la misión y nos lleva al servicio de los jóvenes. En el Informe al Capítulo General 29 el Rector Mayor emérito escribe: «a pesar de la complejidad del mundo de hoy en términos de pobreza, que no tiende a disminuir, la opción por los jóvenes, y entre ellos los más pobres, se concreta en una gran variedad de servicios, proyectos y obras, todas ellas expresiones de nuestra identidad carismática en nombre de Don Bosco» (A.F. Artime, Informe del Rector Mayor al Capítulo General 29, p. 19).
Reconocemos cómo el trabajo con los pobres renueva la comunidad, acerca a Dios y refuerza la vida fraterna. También en el Informe del Rector Mayor al Capítulo General 29, leemos: es verdad que hay muchos hermanos con una gran sensibilidad. Pero no todos somos así. (...) Nos ocupamos de los pobres, pero no estamos “con los pobres” ni “somos pobres”, y con poca capacidad de testimonio personal e institucional. Y donde ⸻junto a salesianos santos⸻ hay salesianos “burgueses” que desean más vida social que vida misionera, atraídos por el carrerismo y con una actitud de fachada, con diversas distracciones y comodidades y ⸻peor aún⸻ todo se considera normal» (Ibid. p. 20). Esto tiene el riesgo de dejar a pocos hermanos carismáticos con el trabajo con los pobres y no a la comunidad: la opción por los pobres existe, pero falta la audacia misionera cayendo en una peligrosa inercia pastoral.
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5 Interpretación |
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23. La primera comunidad salesiana nació en el oratorio y del oratorio. Esta es la luz fundamental que nos orienta en la interpretación de cuanto hemos subrayado acerca de nuestra vida fraterna y de la apertura a los pobres. Naciendo de la experiencia oratoriana de Valdocco, nuestras comunidades han llevado en sí mismas, desde el inicio, el sello del Sistema Preventivo y se caracterizan por el espíritu de familia que anima «el trabajo y la oración, las comidas y los tiempos de distensión, los encuentros y las reuniones» (Const 51). Para nosotros salesianos, el espíritu de familia es el modo concreto de practicar el amor fraterno que nos enseña Jesús y el signo más elocuente de la presencia de Dios entre nosotros. La vida comunitaria no solo tiene un valor funcional y organizativo, sino que pertenece al alma de la vida salesiana.
Antes de ser fruto de nuestros esfuerzos, la vida fraterna en comunidad es un don de Dios y un fruto de la Eucaristía que celebramos; «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1Cor 10,17). Esta afirmación de san Pablo nos recuerda que la comunión, hecha posible por la Eucaristía, supera infinitamente nuestras mejores disposiciones naturales y, al mismo tiempo, nos recuerda que no podemos creer que estamos unidos a Cristo si estamos divididos entre los hermanos. Don Bosco era muy consciente de ello cuando en 1861 decía al clérigo Albera, futuro Rector Mayor: «Querido Pablito, verás cosas curiosas con el tiempo; te tocará ver que están juntos en la misma balaustrada para la Comunión […] y meten en el mismo saco odio, Sacramentos, oraciones y pecados: ¡todo una sola cosa!» (A. Caviglia, Conferenze sullo spirito salesiano. Conferenza n. 10). Son palabras amargas, que nos hacen reflexionar sobre los riesgos del formalismo, que lleva al corazón a endurecerse y no percibir ya las contradicciones en las que vive.
24. Convencidos del valor de la fraternidad, queremos tomar conciencia nuevamente de que, la participación convencida y generosa en la vida de la comunidad, no es de ningún modo algo opcional de lo que se pueda prescindir. De hecho, «Vivir y trabajar juntos, es para nosotros salesianos una exigencia fundamental y un camino seguro para la realización de nuestra vocación» (Const. 49) En la comunidad salesiana no hay sitio para el individualismo ni para una gestión autónoma de la vida y del trabajo. Nos damos cuenta, por otra parte, de que frente a los cambios realizados en la configuración de muchas comunidades (distinta relación entre comunidad y obra, cambios en el equilibrio generacional, interculturalidad), para garantizar las condiciones efectivas del encuentro fraterno es necesario en algunos casos repensar las prioridades. Sin este replanteamiento comunitario, de hecho, corremos el riesgo de ser absorbidos de tal manera por las tareas, que no encontremos nunca tiempo para el diálogo, la lectio divina y para compartir la Palabra, la evaluación, estar juntos de forma gratuita, como Don Bosco sabía hacer con los primeros hermanos. Si creemos de verdad en la vida fraterna, debemos tener una sana imaginación y cuidar el espacio para las relaciones no solo en el corazón, sino también en el calendario de la comunidad.
25. Todo esto respecta, sobre todo, a la figura del director, a menudo sobrecargado de tareas excesivas que obstaculizan la dimensión principal de su servicio de animación y gobierno: el acompañamiento de los hermanos y el cuidado de su vocación. Hace referencia a los organismos de participación de la comunidad como el consejo de la casa y la asamblea comunitaria. Se trata de estructuras codificadas en las Constituciones y en los Reglamentos de los que hay que cuidar la calidad, para que no se reduzcan a encuentros estériles que generan desafección. El documento final del Sínodo de la sinodalidad ofrece ideas preciosas para realizar los procesos de discernimiento para la misión de modo más maduro y participativo. La articulación de los procesos de decisión y el cuidado de la transparencia, del diálogo y de la evaluación (cf. Francisco - XVI Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. Documento final, parte tercera). El mismo documento, al tiempo que aprecia el testimonio de la vida fraterna de los religiosos, les invita a no ser autorreferenciales y a vivir con los demás miembros del Pueblo de Dios un auténtico intercambio de dones dentro de las Iglesias locales.
26. La vida fraterna reclama, indudablemente, una adecuada madurez relacional, que no puede ser considerada nunca un dato por descontado o adquirido de una vez para siempre. De hecho, sin el compromiso de continuar caminando, todos corremos el riesgo de ceder a formas de cansancio, replegamiento, desilusión y cerrazón en nosotros mismos. La presencia de algunos hermanos heridos, que con el paso de los años se vuelven más rígidos y menos disponibles al encuentro, constituye un desafío importante para no pocas comunidades y una advertencia para prestar atención a las formas de malestar relacional y de inmadurez afectiva que se pueden manifestar desde los primeros años de vida salesiana. A veces las dificultades relacionales hacen referencia a una crisis de fe y a una debilitación de la oración; otras veces ahondan las raíces en vivencias familiares que no han sido revisadas durante el proceso formatico y se manifiestan en la relación con la autoridad, con los hermanos, con los jóvenes, con el mundo femenino. Es importante que, al menos a nivel inspectorial, haya personas preparadas para el acompañamiento requerido por la inmadurez más marcada y que las comunidades no se rindan en la ayuda a quien atraviesa situaciones difíciles. La fraternidad es al mismo tiempo don de Dios y taller de humanidad: cuidar la vida fraterna significa favorecer una maduración humana equilibrada y armónica.
27. El espíritu de familia que nos caracteriza también tiene una profunda validez apostólica y vocacional (cf. Const. 57) La comunión fraterna es el signo más elocuente del amor de Dios del que queremos ser signos portadores para los jóvenes, sobre todo los más pobres. Precisamente por eso es importante que la dedicación a los chicos más necesitados no sea tarea exclusiva de algunos hermanos, sino que sea expresión de toda la comunidad y criterio de sus opciones. Puede pasar de hecho que la sola o excesiva preocupación por la sostenibilidad económica de las obras termine por traducirse en opciones que alejen de los pobres y demuestren poca confianza en la Providencia. El papa Francisco nos ha recordado muchas veces que el contacto con el cuerpo eucarístico del Señor en la Eucaristía no puede separarse del contacto con el cuerpo de los hermanos necesitados. Solo dentro de esta doble relación ⸻con el Señor y con los jóvenes pobres⸻ el cuerpo de la comunidad salesiana crece sano, evita la mundanidad espiritual y testimonia el amor de Dios también en los lugares de mayor conflicto y sufrimiento. Y permanece así fiel a la inspiración inicial del Oratorio, del que ha nacido.
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6 Opción |
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28. A la luz de la escucha y de la interpretación, optamos por
Revitalizar la vida fraterna en las comunidades y potenciar el servicio a los jóvenes más pobres como expresión auténtica del carisma salesiano. |
Esta opción implica, para los hermanos, las comunidades, las inspectorías y el gobierno central de la Congregación, compromisos concretos que a continuación ejemplificamos.
El salesiano
contribuya a hacer de la comunidad una verdadera familia (cf. Const. 83), luchando contra lo que descubre en sí mismo de anticomunitario y participando generosamente en la vida y el trabajo común (cf. Const. 52);
evite toda forma de mundanidad y de vida burguesa, buscando la autenticidad evangélica en las relaciones y en las opciones.
La comunidad
garantice un sano equilibrio entre trabajo y vida fraterna, preservando tiempos de calidad para las relaciones y el compartir gratuito;
valorice la aportación de experiencia y sabiduría de los hermanos mayores y les ofrezca atenciones y cuidados adecuados;
preste particular atención a los hermanos heridos y en dificultad, creando un ambiente acogedor y que no juzgue; el director se interese en particular, cuando sea necesario, de ofrecer apoyo especializado.
adopte el criterio oratoriano como estilo comunitario, compartiendo con los jóvenes momentos significativos de vida diaria y de crecimiento;
relance el día de la comunidad como ocasión para celebrar todos juntos la Eucaristía y vivir momentos de diálogo y de compartir;
cuide la calidad de la asamblea comunitaria y de las reuniones del consejo como ocasiones para la sinodalidad y la corresponsabilidad;
elabore con estilo sinodal el Proyecto Comunitario, en sintonía con el Proyecto Educativo-Pastoral Salesiano local y el camino de la Comunidad Educativo-Pastoral, y prevea su evaluación periódica.
La Inspectoría
garantice la consistencia cualitativa y cuantitativa necesaria para una vida fraterna auténtica; asegurando, en la medida de lo posible, la complementariedad entre hermanos sacerdotes y coadjutores (cf. Const. 45);
asuma la opción por los jóvenes más pobres como criterio fundamental para el discernimiento comunitario e inspectorial;
ofrezca ocasiones de formación sobre la dimensión afectiva y relacional de los hermanos y forme personas específicamente preparadas para este acompañamiento;
promueva un fuerte sentido de solidaridad interna, sosteniendo concretamente a las comunidades más implicadas en obras de frontera;
active procesos de evaluación del impacto social de las obras;
promueva un estilo de vida sobrio y contra corriente;
favorezca la inserción vital de la comunidad en la Iglesia local, en el espíritu de la sinodalidad eclesial.
El Rector Mayor con su Consejo
continúe con el compromiso para garantizar la consistencia cuantitativa y cualitativa de las comunidades;
promueva comunidades de frontera para los jóvenes abandonados;
promueva la recepción del camino sinodal de la Iglesia;
promueva la defensa de los jóvenes pobres en las instituciones internacionales;
ofrezca orientaciones claras para prevenir y contrastar la vida burguesa;
desarrolle un servicio salesiano específico para los migrantes y otros jóvenes en situación de vulnerabilidad.
Formación del salesiano
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7 Escucha |
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29. Reconocemos con gratitud que, en los últimos años, la Congregación ha emprendido un camino significativo hacia la personalización del acompañamiento, subrayando que la formación no hace referencia a los programas y las estructuras principalmente, sino a las personas; es un proceso que mira al crecimiento de los hermanos en su pasión por Cristo y por los jóvenes. No esquemas rígidos, sino relaciones vivas.
En la escucha ha surgido la importancia de figuras de referencia que sepan ser padres, hermanos y guías. Numerosos testimonios han puesto en evidencia cómo muchos salesianos deben su perseverancia en la vocación al encuentro con hermanos que han sido para ellos maestros, capaces de sacar a relucir sus talentos y su vocación.
La reciente institución de la Escuela Salesiana de Acompañamiento, promovida por el Sector de la Formación, y las otras propuestas existentes para la formación de los formadores, representa un recurso precioso que está produciendo buenos resultados. La creciente demanda de participación en esta iniciativa da testimonio de una mayor sensibilidad en la Congregación a entender la formación en términos de acompañamiento continuo.
Aun así, constatamos que no todos los hermanos se dejan acompañar, mostrando cerrazones personales y escasa conciencia de las propias necesidades. Al mismo tiempo, no siempre encontramos guías espirituales y directores preparados y comprometidos que den prioridad al acompañamiento. En algunas realidades, el acompañamiento no se entiende como una relación que desea el bien del otro con atención particular al cuidado y la creación de lazos de confianza, sino que se reduce a un cumplimiento formal.
30. Dios sigue bendiciendo la Congregación con nuevas vocaciones. La Congregación se está comprometiendo a garantizar la calidad de la formación inicial y la preparación de los formadores y de los docentes, aunque queda mucho trabajo por hacer para consolidar los equipos formadores y los centros de estudio. Por otro lado, la internacionalización representa un camino profético para la formación de hermanos que provienen de distintos contextos.
Junto a estos aspectos positivos, quedan desafíos significativos. Las fatigas experimentadas por algunos jóvenes hermanos en los primeros pasos de la vida salesiana plantean preguntas sobre la calidad de la animación vocacional en la pastoral juvenil y sobre la propuesta ofrecida en los aspirantados y en los prenoviciados. Ha surgido una cierta distancia entre las comunidades de formación inicial y las comunidades apostólicas, así como entre la formación y la misión. La formación inicial parece, a veces, desconectada de la realidad pastoral y del mundo de los jóvenes, poco inculturada y algunas casas de formación están poco integradas en el territorio.
31. Queda mucho por hacer para personalizar los procesos formativos. La formación inicial encuentra obstáculos allí donde los formadores no conocen en profundidad a los hermanos y las estructuras no favorecen un crecimiento personalizado en libertad y responsabilidad. Un adecuado crecimiento en libertad requiere, también en los formadores, un constante camino de autoconocimiento para evitar que eventuales formas de inmadurez personal entren en conflicto con el acompañamiento de los formandos. El reto es reforzar «el hombre interior», es decir, la actitud de conversión continua, evitando un formalismo estéril que no ayuda a madurar.
Durante la formación inicial es importante acompañar con cuidado a los jóvenes hermanos en las experiencias apostólicas, para que aprendan a madurar motivaciones profundas, a reflexionar sobre los criterios educativos y pastorales con los que trabajan y a alcanzar una síntesis personal entre formación y misión.
Algunos hermanos muestran «señales de debilidad» desde el inicio de la formación en cuanto a fragilidades específicas e inmadurez (la gestión del tiempo, de los instrumentos de comunicación, la dispersión...) que no siempre se afrontan adecuadamente. Además, en la formación inicial falta un proyecto de formación afectivo-sexual: el tema de la afectividad no siempre se trata de modo orgánico, con el riesgo de que los afectados no sean adecuadamente educados.
Preocupa el riesgo de desresponsabilizar en las casas de formación, que puede quitar responsabilidad a los hermanos y alejarlos de la realidad de muchos iguales y sus familias. En algunos contextos, el proceso formativo parece favorecer el clericalismo y la búsqueda de poder, influidos por un ambiente sociocultural que anima a la autorrealización y la autorreferencialidad.
32. Se reconoce la buena disponibilidad y el gran compromiso de los hermanos que prestan su servicio en la formación, llevado a cabo con competencia, generosidad y dedicación total. Sin embargo surge la necesidad de individuar con más cuidado a los hermanos que puedan ser preparados para ser formadores de calidad, a través de la experiencia apostólica y la capacidad de acompañamiento y el arraigo en el carisma salesiano.
Una crítica relevante es que los hermanos que han tenido la oportunidad de especializarse no siempre trabajan directamente en las casas de formación y en los centros de estudio. En algunos contextos la formación no parece que se considere una prioridad, dada la constante rotación de los formadores y la falta de estabilidad del equipo formativo. En la raíz de esta dificultad se evidencia la necesidad improrrogable de clarificar la coordinación de este ámbito.
Otra tensión. aún no suficientemente resuelta, se refiere al equilibrio entre la inculturación del carisma y la interculturalidad de los procesos formativos a nivel de la Congregación. Este reto pide una coordinación estratégica por parte del Sector Formación para garantizar una mayor identidad carismática entre las distintas regiones.
33. La formación permanente se ha enriquecido con propuestas de calidad a nivel local e inspectorial, con la implicación de salesianos y laicos. A esto han contribuido distintas iniciativas interinspectoriales realizadas en las Regiones y en las Conferencias, junto a las propuestas culturales y académicas de distintos centros de estudio y de nuestras instituciones académicas.
Sin embargo no siempre hay continuidad entre la fase inicial de la formación y la permanente, de la que no siempre se entiende el contenido ni el valor. Notamos una debilidad para vivir los momentos ordinarios de formación previstos por las Constituciones (meditación, escucha de la Palabra, retiro mensual, coloquio con el director) y el día de la comunidad. El papel del director como animador está a menudo debilitado por la multiplicidad de tareas y la sobrecarga de responsabilidades. En una cultura que exalta la autonomía del individuo, el sentido del coloquio con el director no siempre es comprendido y su práctica es a menudo descuidada.
Las cuestiones afectivas a veces no resueltas influyen sobre la capacidad de servir eficazmente a los jóvenes. La conciencia de la fragilidad y de la necesidad de curación dentro de los individuos y de las comunidades reclama la capacidad de responder con empatía y valentía, también con una ayuda profesional competente.
34. No podemos ignorar los dolorosos casos de abuso sexual que han arruinado vidas enteras, dejando heridas indelebles, y han provocado en el ambiente civil y eclesial escándalo y desconcierto. Aunque con ritmos diferentes, las inspectorías han reaccionado con valentía y firmeza, tanto en el acompañamiento de las víctimas como en la elaboración de directrices para la prevención. La determinación de garantizar, para todos los que frecuentan nuestras obras, ambientes seguros impulsa a intensificar el compromiso formativo con los hermanos, los laicos y los mismos jóvenes, para evitar todo tipo de abuso, acoso y comportamiento inapropiado.
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8 Interpretación |
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35. «Para contribuir a la salvación de la juventud […], el Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a san Juan Bosco. Formó en él un corazón de padre y maestro, capaz de una entrega total» (Const. 1). Con estas palabras el primer artículo de nuestras Constituciones presenta la acción de Dios en la vida de Don Bosco y en la fundación de nuestra Congregación. Don Bosco no llegó a ser padre y maestro de la juventud solo, sino que el Espíritu Santo es el que formó su corazón; y eso no sucedió solo en los años del seminario, sino a lo largo de toda su vida. Esta visión, claramente expresada de ese modo al principio de nuestra Regla de vida, constituye el punto de referencia para comprender nuestro camino formativo y para interpretar y evaluar lo que hemos reconocido en la escucha. No en vano, el mismo artículo termina pasando de la acción del Espíritu en Don Bosco a la acción del Espíritu en nosotros: «De esta presencia activa del Espíritu sacamos la energía para nuestra fidelidad y el apoyo de nuestra esperanza» (Const. 1). Por tanto, el compromiso formativo no es otro que la continua correspondencia a la llamada del Señor. De ese modo lo presenta el artículo 96 de las Constituciones: «Respondemos a esta llamada con el esfuerzo de una formación adecuada y continua, para la que el Señor nos da a diario su gracia».
Si se sale de esta perspectiva vocacional, la formación se entiende como una etapa preparatoria más o menos alcanzada, que deja poco espacio a la vida salesiana real. Esta es probablemente la razón profunda de la resistencia o de la infravaloración del acompañamiento personal por parte de no pocos hermanos. Hecha la profesión perpetua o recibida la ordenación sacerdotal se piensa que se ha alcanzado una meta que no necesita más discernimiento interior y que nos vuelve ya autónomos e independientes. Es impresionante la distancia de esta mentalidad de la actitud de Don Bosco, que cuando llegó a ser sacerdote, continuó buscando en don Cafasso, en el Convictorio eclesiástico y en medio de toda la actividad pastoral, el guía iluminador que lo ayudase a discernir la voz del Espíritu. No podemos evitar preguntarnos cómo la mentalidad extendida en muchos hermanos esté tan lejana a la de nuestro Padre.
36. Para superar esta mentalidad, que divide claramente el tiempo de la formación y el de la misión, desde hace unos años hemos comenzado a hablar de «formación en la misión». Entendida correctamente esta fórmula indica que la misión que se nos ha encomendado da el tono (cf. Const. 3) a todo el recorrido formativo, orientado a formar un educador pastor de los jóvenes, y que en el encuentro con los jóvenes estamos llamados a aprender concretamente el ejercicio de la caridad pastoral y la gracia de unidad que nos hace encontrar a Dios en ellos y a través de ellos. Por tanto, la formación en la misión es un elemento que caracteriza todo el recorrido formativo, no solo la fase inicial. Se trata de no contentarse con estar en medio de los jóvenes con simpatía y con una disposición filantrópica, sino de contemplar la presencia de Cristo que se hace presente en ellos y entre ellos. Lo que Juanito vio en el sueño de los nueve años, contemplando a Jesús y a María en un patio, en medio de los chicos necesitados de ayuda, es lo que debemos aprender a vislumbrar también nosotros, en el ejercicio cotidiano de la caridad apostólica. Y puesto que esta actitud no se desarrolla de modo automático, todos necesitamos acompañamiento espiritual y pastoral. La Virgen María, desde aquel sueño, fue para Juan la maestra que lo acompañó en su itinerario vocacional. Bajo su guía aprendió a obedecer al Señor con un «aquí estoy» total. También nosotros, siguiendo su ejemplo, «nos confiamos a Ella, humilde sierva en la que el Señor hizo obras grandes, para ser, entre los jóvenes, testigos del amor inagotable de su Hijo» (Const. 8). Solo así alcanzaremos una síntesis auténtica interior y una verdadera identificación carismática.
37. Naturalmente tenemos que empezar esto, sobre todo, en los años de la formación inicial, con una pedagogía adecuada, atenta al camino de cada persona, y debidamente contextualizada en su horizonte cultural. Eso es lo que entendemos con la expresión «personalizar la formación». Esta fórmula se ha entendido a veces como si secundara la lógica individualista de la autorrealización; en cambio trata de implicar a la persona en la profundidad de sus convicciones y a promover una respuesta libre y responsable a la llamada de Dios.
En otras palabras, no podemos contentarnos con la corrección formal de los comportamientos observables desde fuera, sino que debemos ayudar a cada hermano a releer la propia vida, para reconocer a la luz de la Palabra de Dios las motivaciones auténticas que guían sus elecciones cotidianas y a madurar una verdadera docilidad a la acción del Espíritu. Sin un acompañamiento personal, se puede pasar por todas las etapas de la formación inicial sin alcanzar una verdadera síntesis interior, que resista a las pruebas de la vida y que alimente el ardor por la misión.
Por tanto no basta con ofrecer en la formación contenidos sólidos, sino que es necesario también ofrecer instrumentos concretos de camino personal. Esto se refiere a todos los ámbitos de la vida salesiana, pero de modo particular al de la maduración afectivo-sexual, para vivir de manera más alegre y consciente el consejo evangélico de la castidad. Se trata de una dimensión que «afecta a inclinaciones de las más profundas de la naturaleza humana» (Const. 82) y que está desafiada particularmente por los cambios de la cultura afectiva. Por tanto, es urgente que la Congregación prepare, sobre todo, a los formadores para acompañar también esta dimensión del crecimiento personal y que reflexione sobre la posibilidad de ofrecer instrumentos e itinerarios específicos.
38. La formación de los formadores constituye un desafío de la Congregación desde hace muchos años. Aunque ya ha sido indicada como una prioridad, reconocemos que, a pesar de los pasos dados, no se ha hecho aún una inversión formativa adecuada. Una primera dificultad es la poca claridad en la asignación de las tareas de coordinación en este ámbito. La naturaleza de las casas de formación inicial, cada vez más interinspectorial, pide una colaboración en el envío de hermanos para el papel de formadores y profesores que a menudo se encuentra con resistencias, retrasos e incertezas. La misma estructura del Curatorium, a veces no funciona bien. Es realmente urgente, por tanto, definir un sistema claro y bien coordinado que permita llegar a una nueva etapa en este campo.
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8.1 Opción |
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39. A la luz de la escucha y de la interpretación, optamos por
Renovar los procesos formativos cuidando el acompañamiento y la formación en la misión |
Esta opción implica, para los hermanos, las comunidades, las inspectorías y el gobierno central de la Congregación, compromisos concretos que a continuación ejemplificamos.
La comunidad de formación inicial
favorezca la personalización del proceso formativo, educando en el reconocimiento de la acción del Espíritu en el camino de crecimiento gracias al acompañamiento espiritual y pastoral;
no se limite a proponer contenidos, sino que ofrezca instrumentos para la elaboración del proyecto personal de vida, el crecimiento en la oración, en la lectio divina y en la meditación;
proponga caminos específicos sobre el tema de la madurez afectiva, también con la ayuda de expertos;
ayude a vivir de forma crítica, ética y creativa en la cultura digital;
prevea la presencia de figuras femeninas idóneas en los procesos formativos;
integre la formación sobre la protección de los menores y las personas vulnerables (safeguarding) mediante protocolos específicos;
promueva la cultura del diálogo como metodología formativa y asegure la formación de los hermanos jóvenes en el liderazgo con estilo sinodal;
esté abierta al territorio y a las realidades juveniles locales y supere la distancia entre formación y misión, integrando de modo estable experiencias pastorales significativas acompañadas y revisadas;
prevenga el riesgo de aburguesamiento y clericalismo, educando en la sobriedad evangélica a la cultura del trabajo.
La inspectoría
garantice equipos formativos consistentes, cualificados y de calidad;
asegure a los coadjutores una formación y un título profesional adecuado; promueva la vocación del salesiano coadjutor, a través de estrategias específicas de propuesta vocacional y de la valoración de su contributo único;
promueva la formación conjunta de salesianos y laicos;
organice la formación de los directores en el liderazgo con estilo sinodal;
prevea que los hermanos, entre los 40 y los 50 años, vivan un tiempo adecuado de renovación espiritual y pastoral;
ofrezca ayuda psicológica a los hermanos que la necesiten y desarrolle programas de formación para afrontar los desafíos relacionales y afectivos;
revise de modo crítico las estructuras formativas para garantizar un ambiente que favorezca realmente el crecimiento integral de la persona;
analice las causas de los abandonos vocacionales y revise de modo crítico los procesos de animación vocacional y de formación inicial para reforzar la identidad carismática;
cuide la redacción, la puesta en práctica y la evaluación de las «Directrices de protección de los menores y de las personas vulnerables» para la prevención de casos de abusos.
El Sector Formación
coordine con los consejeros regionales tareas y roles en el Curatorium y los introduzca en la nueva Ratio;
amplíe la escuela de acompañamiento en colaboración con los centros regionales y prepare a los formadores para el acompañamiento espiritual y pastoral;
desarrolle un plan de formación para formadores que integre la tradición salesiana y los desafíos del mundo contemporáneo;
promueva la formación de los inspectores en el liderazgo con estilo sinodal;
estudie las posibilidades y los contenidos de la propuesta de renovación espiritual y pastoral para los hermanos entre 40 y 50 años;
elabore directrices de formación sobre la protección de los menores y las personas vulnerables (safeguarding) para las casas de formación inicial, con la ayuda de los sectores;
elabore orientaciones para una formación adecuadamente contextualizada en las distintas regiones, respetando las culturas locales pero manteniendo la unidad carismática y garantice la continuidad entre las diversas fases formativas;
desarrolle instrumentos específicos para la educación en la afectividad y en la sexualidad, formando adecuadamente a los formadores en este ámbito.
NÚCLEO 2
JUNTOS SALESIANOS, FAMILIA SALESIANA Y LAICOS "CON" Y "PARA" LOS JÓVENES
A. Compartir espiritualidad y misión en la CEP
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9 Escucha |
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40. Nuestra misión al servicio de los jóvenes lleva hoy la impronta imprescindible de la colaboración entre salesianos y laicos. Muchas de nuestras obras, en efecto, no existirían sin esta comunión y este compartir que se configura como auténtico signo de los tiempos. Reconocemos que en numerosas inspectorías la comunidad educativo-pastoral se ha convertido en una realidad viva y consolidada, auténtico espacio de crecimiento donde florece el compartir de la vida, de la fe, de la pasión por Cristo según el espíritu de Don Bosco y del amor por los jóvenes. Los laicos que recorren con nosotros este camino son verdaderos corresponsables, parte integrante y vital de ese nuevo sujeto de la misión constituido por salesianos, laicos y jóvenes juntos, en una sinergia que enriquece a todos y da nuevo vigor al carisma.
41. La figura de Don Bosco y nuestro carisma mantienen intacta su atracción especial y son capaces de suscitar simpatía y adhesión hacia la misión salesiana. En diferentes partes del mundo, asistimos a una fecunda integración entre el carisma salesiano y las culturas locales, a menudo gracias a la mediación de laicos profundamente identificados con la misión de educar y evangelizar en el estilo del Sistema Preventivo. La fuerza atractiva del carisma salesiano ha generado experiencias significativas de colaboración, también con personas de otras confesiones religiosas y no creyentes, que reconocen en nuestro método educativo un patrimonio de valores que contribuyen al bien de los jóvenes y que, precisamente por ello, sienten que comparten.
42. La mirada atenta a la realidad, sin embargo, revela, junto con las luces, también algunas sombras que no podemos ignorar. En algunas comunidades persisten resistencias más o menos explícitas a delegar responsabilidades reales a los laicos, con el riesgo de empobrecer la vida y la misión. La confianza y la apertura son necesarias para superar la vacilación en integrar plenamente a los laicos en las funciones de decisión y liderazgo, respetando al mismo tiempo el papel específico del director salesiano de la comunidad.
Debemos constatar, además, que no siempre se conoce el magisterio de la Congregación sobre el tema de la comunidad educativo-pastoral y que se siguen planteando interrogantes también sobre cuestiones que ya han recibido respuestas y orientaciones precisas. Esto está sin duda ligado a la diversidad de las situaciones locales y de los ritmos de aplicación de las opciones de la Congregación, pero quizás también a procesos no adecuados de acompañamiento de las inspectorías en asimilar las orientaciones de los Capítulos Generales.
43. Todavía existe en algunas regiones una cierta ambigüedad alrededor del concepto de «laico» en nuestro contexto salesiano. Cuando hablamos de «laicos» nos referimos en sentido propio a los «Christifideles laici», es decir, a la gran mayoría de los miembros del pueblo de Dios: hombres y mujeres que por el bautismo han renacido a vida nueva y siguen al Señor como miembros de la comunidad eclesial. En un sentido más amplio, sin embargo, utilizamos este término para referirnos también a otras personas que, a diferentes niveles, colaboran con nosotros, a menudo reconociendo el estilo educativo que Don Bosco nos transmitió.
El panorama laical en el ámbito salesiano es, por tanto, extremadamente variado y requiere una atención diferenciada: hay voluntarios y empleados contratados, adultos de larga experiencia y jóvenes al inicio de su camino, miembros de la Familia Salesiana y amigos de Don Bosco, católicos y cristianos de diferentes confesiones, personas de otras religiones o sin una afiliación religiosa definida. A partir de esta complejidad, que refleja la riqueza de nuestras presencias en el mundo, vemos emerger tres niveles de implicación que delinean un posible camino de crecimiento en la misión compartida: la colaboración profesional (voluntarios y empleados que trabajan en nuestras obras), la corresponsabilidad educativa (voluntarios y empleados que eligen conscientemente adherirse al proyecto educativo-pastoral), y el compartir profundamente la espiritualidad salesiana (aquellos que, por vocación personal, forman parte del núcleo animador de la CEP o de la Familia Salesiana). Esta distinción no expresa una jerarquía de valor de las personas, sino más bien diferentes grados de identificación con el carisma, que deben ser reconocidos y respetados.
44. La formación en el camino de comunión y de «compartir el espíritu y misión de Don Bosco» (CG 24) no es un elemento accesorio, sino el corazón palpitante de una misión compartida que quiere ser auténtica y duradera. Numerosas Inspectorías y Regiones han iniciado programas de formación sistemáticos y de calidad, dirigidos tanto a los laicos como a salesianos y laicos juntos, creando valiosas ocasiones de intercambio y enriquecimiento mutuo. Estas iniciativas, aun siendo cualitativamente válidas y bien estructuradas, necesitan de un ulterior fortalecimiento y continuidad para convertirse en parte integrante de nuestra cultura organizativa.
En diversos contextos, por desgracia, la formación resulta todavía insuficiente o fragmentaria, impidiendo un verdadero arraigo del carisma más allá del grupo de los salesianos consagrados. Entre las principales dificultades encontramos: una atención predominante al aspecto operativo en detrimento de propuestas de espiritualidad apostólica; una transmisión inadecuada y poco sistemática del carisma salesiano a los laicos; la escasez de recursos humanos y económicos destinados a una formación de calidad; la elevada rotación del personal laico que hace difícil construir itinerarios continuos y eficaces. También hay que señalar honestamente que, a veces, los mismos hermanos no están adecuadamente preparados para la colaboración con los laicos, al no haber recibido durante la formación inicial las herramientas necesarias para valorar este aspecto esencial de la misión contemporánea. La formación conjunta debe ir más allá de los programas: es un camino de discipulado compartido que requiere un profundo compromiso personal tanto por parte de los salesianos como de los laicos.
45. Dentro de la reflexión sobre la comunidad educativo-pastoral surge también la cuestión de la sostenibilidad de las obras y de la transparencia económica. La participación de laicos preparados y competentes en la gestión económica de las obras ha traído más profesionalidad, rigor y transparencia, favoreciendo el desarrollo de una mentalidad proyectual y de rendición de cuentas que encuentra expresión concreta y operativa en las Oficinas inspectoriales de planificación y desarrollo. Este proceso ha contribuido en muchos contextos a hacer más sólidas las bases económicas de nuestras presencias, garantizando continuidad incluso en tiempos de incertidumbre.
Hay que reconocer y subrayar con gratitud que, a pesar de las recientes y difundidas dificultades financieras globales, las Inspectorías salesianas han mantenido con fidelidad su compromiso hacia los más pobres, viendo, a menudo, desarrollarse de manera sorprendente el apoyo de la Providencia a través de bienhechores y contribuciones públicas, signo de que la fidelidad al carisma atrae bendiciones también materiales.
46. En algunos contextos geográficos y sociales, se hace cada vez más difícil competir económicamente con otras organizaciones públicas y privadas, perdiendo así valiosos colaboradores cualificados e identificados con nuestro carisma. Este problema es particularmente agudo en algunos sectores especializados y en las economías más avanzadas. Sobre este tema son notables las diferencias vinculadas al contexto geográfico, cultural y eclesial y a la presencia numérica de los salesianos.
Se observan también importantes problemas organizativos que merecen una atención especial: la naturaleza y las tareas del Consejo de la casa (Const. 178) llamado a apoyar eficazmente toda la misión en contextos complejos; relaciones no siempre claras y bien definidas entre este y el consejo de la comunidad educativo-pastoral, con consiguiente confusión de papeles y responsabilidades; y la ausencia, en algunos contextos, de esa mentalidad proyectual y participativa que es absolutamente necesaria para una verdadera corresponsabilidad.
Es indispensable crecer en una cultura de responsabilidad y transparencia a todos los niveles, especialmente en un tiempo histórico marcado por el cambio, la creciente desconfianza hacia las instituciones eclesiales, en algunos contextos, y por el riesgo de perder el apoyo de los bienhechores, con el consiguiente peligro para la sostenibilidad futura de nuestros proyectos educativos, sobre todo los dirigidos a los más pobres.
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10 Interpretación |
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47. Para interpretar y evaluar el camino hecho en las inspectorías encontramos una referencia sólida e imprescindible en el Documento del Capítulo General 24, que ha identificado en la experiencia de Don Bosco y en la eclesiología del Concilio Vaticano II las bases sólidas sobre las cuales se funda el compartir del carisma con los laicos.
Como señala el artículo 5 de las Constituciones, «de Don Bosco deriva un vasto movimiento de personas que, de diferentes formas, trabajan por la salvación de la juventud». Nuestro padre y fundador ha implicado, desde el principio, a muchos laicos en su misión juvenil y popular, convencido, como estaba, de que se debían unir las fuerzas para socorrer a los chicos más necesitados y hacerles descubrir el amor de Dios. Los primeros en involucrarse fueron, precisamente, los mismos jóvenes, a quienes Don Bosco supo transformar en apóstoles de sus compañeros y verdaderos protagonistas de la vida oratoriana.
Al mismo tiempo, el Capítulo General 24 asumió con valentía y convicción la inspiración eclesiológica del Concilio Vaticano II, reconociendo la tarea misionera confiada a cada bautizado, la naturaleza de comunión del pueblo de Dios y la reciprocidad entre las diversas vocaciones en la Iglesia. La clara visión conciliar se enriquece hoy con el magisterio del papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti, con el aporte del reciente Sínodo «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión», que del Concilio Vaticano II ha querido prolongar la inspiración y relanzar la fuerza profética. La sinodalidad resulta en este sentido la traducción del Concilio en un «estilo» de vida y de acción (modus vivendi et operandi) que requiere conversión en las relaciones, actuación de procesos y renovación de estructuras.
48. La perspectiva sinodal nos lleva a reconocer, ante todo, la necesidad de convertir nuestras relaciones. Nuestras obras no son empresas basadas en relaciones funcionales y lógicas de poder, sino comunidades de fe que viven de la acogida recíproca, del compartir profundo y de la atención a los más pobres. Es fundamental, por tanto, redescubrir el «gusto espiritual» (Francisco, Evangelii gaudium, 268) de caminar juntos, es decir, la «mística» de la fraternidad tantas veces recordada por el papa Francisco. La comunidad educativo-pastoral está viva cuando en ella se experimentan las relaciones nuevas generadas por el Evangelio. Los jóvenes, sobre todo los más heridos, tienen una gran necesidad de estas relaciones.
Cuando las relaciones son auténticas, es posible vivir dentro de la comunidad educativo-pastoral procesos reales participativos y sinodales, el más importante de los cuales es el «discernimiento eclesial para la misión». Consiste este en la búsqueda compartida de la voluntad de Dios, aprendiendo a leer a la luz de su Palabra los desafíos que debemos afrontar y los pasos que estamos llamados a dar. El documento sinodal ofrece valiosas indicaciones al respecto, que no se limitan a indicar pasos metodológicos, sino que proponen una verdadera espiritualidad para vivir juntos, en la docilidad a la acción del Espíritu. Antes de organizar actividades y de distribuir encargos debemos ponernos juntos a la escucha del Señor: esta es la mejor actitud para elaborar un proyecto educativo-pastoral que nazca realmente de la pasión apostólica del Da mihi animas.
El discernimiento comunitario en estilo sinodal constituye también la palanca para mejorar el funcionamiento de los organismos participativos y para reconocer, a nivel local, los cambios estructurales que son necesarios para responder a las necesidades de los jóvenes de hoy con valentía y creatividad. La resignificación de nuestras presencias, que es el sentido profundo del rediseño, no puede hacerse en una mesa, sino que encuentra en el discernimiento de la comunidad educativo-pastoral el lugar más adecuado para ser profética y generativa.
49. No es posible compartir espiritualidad y misión sin compartir también la formación. La formación conjunta entre salesianos y laicos constituye, por tanto, una prioridad, en la que se deben invertir recursos y energías. El mismo documento final del Sínodo insistió «sobre la necesidad de una formación en la que participen juntos hombres y mujeres, laicos, consagrados, ministros ordenados y candidatos para el ministerio ordenado, que les permita crecer en el conocimiento y estima mutuos y en la capacidad de colaborar», recordando que la formación que se necesita debe ser «integral, continua y compartida. Su finalidad no es solo la adquisición de conocimientos teóricos, sino la promoción de la capacidad de apertura y encuentro, de compartir y colaborar, de reflexión y discernimiento en común, de lectura teológica de las experiencias concretas. Por tanto, debe cuestionar todas las dimensiones de la persona (intelectual, afectiva, relacional y espiritual) e incluir experiencias concretas debidamente acompañadas» (Francisco - XVI Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. Documento final, 143).
Naturalmente, para los creyentes la formación no es puramente el desarrollo de sus propios talentos, sino que es correspondencia al amor de Dios que con su Espíritu nos hace partícipes de la vida del Resucitado. Como escribió el papa Francisco: «La plenitud de nuestra formación es la conformación a Cristo [...]: no se trata de un proceso mental, abstracto, sino de llegar a ser Él» (Francisco, Carta apostólica Desiderio desideravi, 41). Precisamente por esto, la experiencia fundamental de la que la comunidad educativo-pastoral -⸻y ante todo el núcleo animador⸻ saca formación es la celebración de la Eucaristía: en ella se renuevan continuamente el don de la comunión y de la misión, y nada puede sustituir su eficacia.
A esta raíz sacramental, se añaden la reflexión, el estudio, el diálogo, el compartir sobre Don Bosco, el carisma salesiano y la experiencia educativo-pastoral vivida diariamente. La experiencia confirma que es muy positivo confiar a equipos mixtos, compuestos por salesianos, laicos y miembros de la Familia Salesiana, la organización de las diversas iniciativas de formación, para que no resulte unidireccional e integre competencias y enfoques diferentes. Precisamente por esto, la formación inicial de los hermanos ya deberá incluir experiencias compartidas con los laicos, proporcionadas a los objetivos de las distintas etapas de maduración, y favorecer el aporte específico que pueden dar a un sano crecimiento vocacional.
50. También en la vertiente de la sostenibilidad económica de las obras, el aporte de profesionales laicos bien identificados con el carisma es a menudo indispensable. La confianza en la Providencia, que Don Bosco nos ha testimoniado de manera heroica, y el claro destino de nuestros bienes para el servicio de los pobres son criterios fundamentales para guiar nuestra acción en este ámbito. Ante normativas cada vez más complejas, el recurso a la competencia específica de expertos del sector es un gesto de responsabilidad al que no podemos sustraernos. Una preparación insuficiente y un proyecto deficiente pueden comprometer el servicio a los pobres y poner en dificultad nuestras instituciones. La competencia especializada, sin embargo, no exime de valoraciones que, en su profunda inspiración, deben ser evangélicas y carismáticas. De aquí también deriva la exigencia de transparencia, de rendición de cuentas y de evaluación de la gestión económica, así como la educación a la sobriedad de vida y a la corresponsabilidad.
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11 Opción |
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51. A la luz de la escucha y de la interpretación, optamos por
Compartir, en cada comunidad educativo-pastoral, espiritualidad, misión y formación con los laicos y con los miembros de la Familia Salesiana. |
Esta opción implica, para los hermanos, las comunidades, las inspectorías y el gobierno central de la Congregación, compromisos concretos que a continuación ejemplificamos.
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11.1 La comunidad |
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11.2 haga operativo el Consejo de la comunidad educativo-pastoral como órgano de discernimiento, formación y corresponsabilidad y, donde no exista, lo instituya; |
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11.3 elabore un plan de formación conjunta de salesianos y laicos que prevea el compartir la vida y la oración y la reflexión educativo-pastoral; |
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11.4 promueva una cultura de sencillez, transparencia financiera e implicación activa de los laicos en la gestión económica, buscando fuentes nuevas y diversificadas de financiación. |
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11.5 cuide la elaboración de los presupuestos y de los balances y la solidez financiera de la obra, con la guía de administradores salesianos o laicos y de consultores externos, asegurando transparencia y responsabilidad. |
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11.6 La inspectoría |
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11.7 incremente el compromiso por una misión conjunta entre los miembros de la Familia Salesiana presentes en el territorio; |
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11.8 prepare un plan sistemático y diferenciado de cualificación de los laicos sobre el carisma salesiano; |
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11.9 promueva profesionales competentes en la administración y en la economía; |
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11.10 identifique formas concretas y actuales para la búsqueda y el acompañamiento de bienhechores; |
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11.11 cree una comisión de acompañamiento del inspector y de su consejo para la evaluación regular de los recursos y de la gestión económica; adopte estrategias financieras éticas diversificando la recaudación de fondos y reforzando la responsabilidad. |
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11.12 El Rector Mayor con el Consejo |
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11.13 dé indicaciones para referirse de manera apropiada y unívoca a las diferentes tipologías de laicos implicados, por diversos motivos, en nuestras obras; |
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11.14 a través del sector Formación y del sector de Pastoral Juvenil ofrezca directrices e instrumentos oportunos para la formación conjunta, salesianos y laicos, e involucre a la UPS y a los demás centros de formación en la organización de itinerarios idóneos; |
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11.15 favorezca la recepción del documento final del Sínodo sobre la sinodalidad en la Congregación y en la Familia salesiana; |
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Educar y evangelizar
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12 Escucha |
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52. Don Bosco no temía manifestar, siempre y en todas partes, su identidad sacerdotal, sin embargo vivió el sacerdocio en favor de los jóvenes con una profunda atención educativa. Confesaba todas las mañanas, celebraba con profunda fe la Eucaristía, predicaba, pero al mismo tiempo recorría las calles de Turín en busca de ayuda, abría escuelas y talleres, publicaba libretos para la instrucción popular, escribió el tratado sobre el Sistema Preventivo para la educación de la juventud. Siguiendo su ejemplo, nuestra vocación salesiana se caracteriza profundamente por el binomio inseparable de educación y evangelización. Son dos caras de la misma moneda, bien sintetizadas por la afortunada expresión «educamos evangelizando y evangelizamos educando».
Con gratitud constatamos que, en los desafíos del contexto contemporáneo, muchos hermanos continúan testimoniando con pasión y creatividad esta doble dimensión de nuestro carisma. Los contextos en los que trabajamos no son homogéneos: algunos secularizados, otros multirreligiosos, otros, aun, predominantemente ateos. Esta pluralidad de situaciones nos obliga a afrontar desafíos diferentes en la evangelización y a aprovechar las posibilidades específicas de cada ambiente manteniendo la unidad de nuestra misión en contextos tan diversificados.
53. El universo juvenil es muy variado. A pesar de que la globalización tiende a uniformar los estilos de vida, cada contexto presenta peculiaridades específicas. Pero un rasgo los une: todos los jóvenes llevan en su corazón una profunda pregunta ⸻a menudo silenciosa⸻ sobre el sentido de la vida. De manera más o menos consciente ellos se preguntan sobre su futuro, sobre lo que les importa, sobre qué podrá hacerlos felices. La tecnología que les fascina, el flujo continuo de información, la trama de relaciones y conexiones en las que están inmersos son su mundo, que parece ignorar, o ser indiferente, al anuncio de la fe. Los modelos familiares se han vuelto múltiples y las relaciones que deberían darles calor y seguridad a menudo se convierten en lugar de conflictos y no de afectos.
Sin embargo, a pesar de todo, estamos convencidos, como Don Bosco que «en cada joven hay un punto accesible al bien». El deseo de Dios sigue siendo una necesidad fundamental en el corazón del hombre, que no está satisfecho con vivir «solo de pan». Creemos que los jóvenes están abiertos a la novedad del Evangelio si éste se presenta en un lenguaje que sepa llegar a su corazón. Pero sobre todo estamos convencidos de que no permanecen insensibles ante el testimonio de aquellos que han tocado con sus manos la Palabra de vida (cfr. 1 Jn 1,1) y han sido transformados por ella.
En este panorama, variado de luces y sombras, de expectativas y esperanzas, la piedad popular sigue siendo un espacio significativo en el que muchos jóvenes viven su fe. El atractivo de los lugares de oración, los caminos de la fe y las peregrinaciones juveniles, el fuerte compromiso con la ecología, el voluntariado en sus diversas formas, nos dicen que el fuego no se apaga, sino que espera ser reavivado y alimentado.
54. Como salesianos reconocemos que nuestra misión requiere un equilibrio constante entre el compromiso por la educación y la pasión por la evangelización. El trinomio de «razón, religión y amorevolezza» no es un eslogan, sino una fuente inspiradora permanente que ayuda a tener presente la meta alta de la santidad juvenil y la gradualidad del camino, los recursos educativos poderosos de los Sacramentos y de la Palabra de Dios y la pedagogía del patio y del camino que nos hace encontrar a los jóvenes «en el punto donde se encuentra su libertad».
Esta síntesis vital no siempre está presente en el corazón de todos los hermanos y de los miembros de nuestras comunidades educativo-pastorales. Quien nos observa nos hace notar ⸻no sin razón⸻ que corremos el riesgo de reducir nuestra misión a la gestión de actividades educativas o socio-asistenciales. La pastoral juvenil corre el riesgo de transformarse en gestión de servicios para los jóvenes. Evangelizar, como nos recuerda nuestra tradición, es acompañar a lo largo de un camino de fe en el Señor Resucitado, ofreciendo itinerarios.
Reconocemos con gratitud los puntos fuertes de nuestra presencia educativa y pastoral. Somos apreciados como buenos educadores en la Iglesia y punto de referencia para otras instituciones eclesiales. En algunas realidades somos particularmente proactivos y bien preparados en el plano educativo. La acogida de nuestras propuestas de fe es para nosotros un signo de esperanza en un mundo a menudo indiferente o hostil.
Los laicos son apreciados y participan activamente en la evangelización, ya sea de manera directa o indirecta, a través del testimonio evangélico de su vida. Muchos educadores, salesianos, laicos y miembros de la Familia Salesiana, siguen sintiendo pasión por esta vocación y saben ver los desafíos como oportunidades de crecimiento y renovación.
55. La propuesta cristiana está en el centro de nuestros esfuerzos pastorales y se traduce en múltiples iniciativas diversificadas según los contextos y territorios. Muchos jóvenes encuentran al Señor Jesús en nuestras casas y experimentan la alegría de la fe y la pertenencia a una comunidad. No pocos colaboran con nosotros en la animación de los jóvenes, sobre todo en las experiencias de verano, en el servicio misionero y en la actividad caritativa. Sienten que Don Bosco y la espiritualidad juvenil salesiana les ofrecen una inspiración para el crecimiento y una guía para su futuro. Muchos adultos, que han asistido a nuestras obras, recuerdan con alegría y gratitud la educación recibida y tratan de concretar las enseñanzas en su vida cotidiana.
Reconocemos, sin embargo, que a veces nuestro compromiso no se traduce en itinerarios sistemáticos de educación para la fe. La propuesta evangelizadora parece a veces tímida e incapaz de llegar en profundidad al corazón de los jóvenes. En algunas regiones, a pesar de intentar nuevas propuestas de catequesis de iniciación cristiana, se constata con tristeza el alejamiento de muchos adolescentes de la comunidad eclesial.
La gestión y la organización de numerosas actividades a veces corren el riesgo de alejarnos de los jóvenes y del contacto directo con ellos, haciéndonos perder de vista la centralidad de la relación educativa que está en la base del Sistema Preventivo. La pregunta de Valfré, antiguo alumno del Oratorio en el sueño de la carta de Roma de 1884, resuena todavía hoy: "¿Dónde están los Salesianos?".
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13 Interpretación |
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56. Nuestras Constituciones identifican con claridad el «criterio permanente de discernimiento y renovación de toda actividad y obra», encontrándolo en la experiencia pastoral del primer oratorio, «que para los jóvenes fue casa que acoge, parroquia que evangeliza, escuela que encamina hacia la vida y patio para encontrarse como amigos y pasarlo bien» (Const. 40). En la experiencia vivida por Don Bosco con los primeros muchachos de Valdocco, el entrelazamiento de educación y evangelización se presenta como una feliz síntesis originaria, que llamamos Sistema Preventivo.
Según esta inspiración, el compromiso por la educación se asume como expresión del amor de Dios que acompaña a cada joven en su crecimiento y el anuncio del Evangelio se realiza con atención a la gradualidad pedagógica de las etapas y a los lenguajes juveniles. El artículo 38 de las Constituciones nos lo recuerda cuando afirma: «Imitando la paciencia de Dios, acogemos a los jóvenes tal como se encuentra el desarrollo de su libertad. Los acompañamos, para que adquieran convicciones sólidas y progresivamente se vayan haciendo responsables del delicado proceso de crecimiento de su humanidad en la fe».
La relación entre educación y evangelización es para nosotros tan central que la Congregación ha reflexionado sobre ella varias veces, para mantenerse fiel a la misión que el Señor confió a Don Bosco y para asumir los desafíos propuestos por el cambio de tiempos y contextos. El Capítulo General 26°, por ejemplo, llamó la atención a «salvaguardar juntas la integridad del anuncio y la gradualidad de la propuesta», en la convicción de que «la evangelización propone a la educación un modelo de humanidad plenamente lograda y que la educación, cuando llega a tocar el corazón de los jóvenes y desarrolla el sentido religioso de la vida, favorece y acompaña el proceso de evangelización» (CG 26, n. 25). El «Cuadro de referencia» de la pastoral juvenil ofrece una visión global de la problemática y orientaciones valiosas para la práctica.
57. Las referencias carismáticas y la reflexión a su respecto, por tanto, no faltan. Son más bien ricas, abundantes y actualizadas. El desafío consiste en asumirlas con valentía y creatividad activando itinerarios graduales y diferenciados y evitando el riesgo de multiplicar actividades y eventos que no siempre afectan a la vida real de los jóvenes. Las diferentes regiones en las que trabajamos presentan grandes diferencias de cultura, economía, estructura social, experiencia familiar, relaciones intergeneracionales, Pero todos los jóvenes tienen en común el deseo de ser escuchados en la singularidad de su historia y acompañados para abrirse a un futuro prometedor.
Esto requiere naturalmente una competencia pedagógica y pastoral, que debe actualizarse constantemente en los hermanos y en los corresponsables de la misión. También requiere esa familiaridad con los jóvenes, que se adquiere solo estando entre ellos y compartiendo su mundo. La lógica de la encarnación nos empuja a partir de la cotidianidad de su existencia para leerla con mirada educativa y sabiduría pastoral. Cuando comparten con nosotros su búsqueda de felicidad o su malestar, manifiestan, a menudo sin saberlo, una necesidad de salvación que debemos saber interceptar. En los pliegues de lo humano un educador-pastor sabe reconocer la acción del Espíritu que, con gemidos inexpresables, conduce a cada conciencia a abrirse a la verdad y al amor.
No debemos olvidar que en los deseos más profundos de los jóvenes, en su sensibilidad por la paz, la justicia, la ecología, la dignidad de cada persona, hay también una profecía que debemos captar. Los jóvenes que comparten la fe y se apasionan por Don Bosco a menudo manifiestan un entusiasmo del cual tenemos mucho que aprender: ellos mismos nos evangelizan, mostrándonos el rostro joven de la Iglesia en el que se refleja la perenne juventud de Dios.
58. Algunas grandes cuestiones antropológicas de hoy, en particular, requieren nuestra atención, porque constituyen un verdadero desafío para nuestra propuesta educativo-pastoral. Pensamos en particular en las transformaciones de la cultura afectivo-sexual, que afectan a un ámbito muy sensible y delicado en el crecimiento y requieren nuevas competencias para acoger y acompañar con delicadeza a cada persona. Pensemos en la cultura digital y en cómo modifica los procesos de aprendizaje, la percepción del tiempo, del espacio, del cuerpo, de las relaciones interpersonales y últimamente toda forma de pensar y estar en el mundo. Pensemos, por último, en los fenómenos migratorios, a menudo determinados por conflictos e injusticias, que exponen a muchísimos jóvenes a la precariedad y a la necesidad de vivir de espejismos, hiriendo su dignidad. Frente a estas situaciones, comprendemos con mayor conciencia que no se puede anunciar el Evangelio del Señor sin hacerse cargo de las apremiantes necesidades educativas de los jóvenes y que no se les puede indicar una esperanza fiable sin indicar la luz del Amor que viene de Dios y que tendrá su plenitud en el cielo. Como decía Don Bosco, queremos formar «buenos cristianos, honrados ciudadanos y algún día afortunados habitantes del cielo» (Il giovane provveduto, 1847, p. 7).
59. En algunos contextos, fuertemente secularizados o marcados por la desconfianza hacia la institución eclesial, se experimenta un cierto cansancio en el anuncio de la fe y se corre el riesgo de renunciar a transmitir, de modo gozoso y propositivo, la luz del Evangelio. En otras situaciones, por el contrario, la enseñanza de Jesús es acogida con alegría, como una palabra que da esperanza a los pobres y a los pequeños, renueva la sociedad y abre al sentido último de la existencia. La piedad popular, sobre todo mariana, constituye, en muchas regiones, un recurso extraordinario para la transmisión de la fe encarnada en el contexto de la sensibilidad de un pueblo. Donde no es posible un anuncio explícito de Jesucristo, nuestra presencia como educadores cristianos asume un significado profético y siembra la semilla de la Palabra de Dios con el testimonio de la vida y el ejercicio de la caridad. Algunas comunidades trabajan en contextos donde los cristianos conocen no solo obstáculos, sino también persecución: demuestran que nada puede impedir el testimonio apasionado por Cristo y su Evangelio. El compromiso por el diálogo entre las religiones y la edificación de una verdadera fraternidad entre los hombres forma parte, según la enseñanza actual de la Iglesia, de la misión cristiana. En cualquier caso, un corazón apasionado por Cristo no se avergüenza de hablar de él y compartir la belleza de haberlo conocido. Como ha escrito el papa Francisco: «Hablar de Cristo, con el testimonio o la palabra, de tal manera que los demás no tengan que hacer un gran esfuerzo para quererlo, ese es el mayor deseo de un misionero de alma. No hay proselitismo en esta dinámica de amor, son las palabras del enamorado que no molestan, que no imponen, que no obligan, solo mueven a los otros a preguntarse cómo es posible tal amor. Con el máximo respeto ante la libertad y la dignidad del otro, el enamorado sencillamente espera que le permitan narrar esa amistad que le llena la vida» (Francisco, Dilexit nos, 210).
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14 Opción |
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60. A la luz de la escucha y de la interpretación, optamos por
Ofrecer itinerarios graduales y sistemáticos de educación en la fe y renovar la práctica del sistema preventivo, garantizando en todas partes ambientes seguros. |
Esta opción implica, para los hermanos, las comunidades, las inspectorías y el gobierno central de la Congregación, compromisos concretos que a continuación ejemplificamos.
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14.1 La comunidad educativo-pastoral |
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14.2 promueva itinerarios graduales y sistemáticos de educación en la fe y cuide con audacia el primer anuncio del Evangelio; |
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14.3 promueva una planificación compartida con los jóvenes, ofreciéndoles espacios de participación activa y responsabilidad en la planificación pastoral y educativa, según el método de la sinodalidad. |
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14.4 La inspectoría |
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provea la creación de una escuela de formación pedagógica, espiritual y carismática para salesianos, laicos y miembros de la Familia Salesiana para conocer y vivir el binomio evangelización y educación;
desarrolle comunidades misioneras en el mundo digital, compuestas por jóvenes, laicos y salesianos, que puedan crear contenidos educativos y evangelizadores;
acompañe a las comunidades educativo-pastorales para que adquieran el estilo sinodal, valorando la conversación del Espíritu y el discernimiento comunitario;
promueva las vocaciones a la vida consagrada salesiana.
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14.5 El Rector Mayor con su consejo |
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14.6 promueva una reflexión sobre el binomio educación y evangelización que tenga en cuenta la diversidad de los contextos geográficos y culturales y multirreligiosos; |
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14.7 potencie en el Consejo General un trabajo por proyectos y no tanto por sectores; |
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14.8 promueva investigaciones y estudios para profundizar y relanzar el Sistema Preventivo como espiritualidad y método integral de educación y evangelización |
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14.9 promueva la revisión y actualización de los textos sobre la espiritualidad juvenil salesiana, haciendo más explícita la dimensión misionera y el valor del acompañamiento. |
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Nuevas expresiones del carisma
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15 Escucha |
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61. La vida de la Congregación está llena de experiencias que representan nuevas expresiones del carisma. Muchas presencias son auténticos lugares de salvación para jóvenes pobres y marginados. Las inspectorías responden con sensibilidad a las necesidades de los más pobres: migrantes, refugiados, niños de la calle y discriminados. En muchas casas salesianas existen experiencias ejemplares de acogida, por ejemplo con la creación de migrant desk (departamentos de migración) que coordinan múltiples iniciativas de solidaridad. La colaboración con organizaciones gubernamentales y no gubernamentales ha permitido compartir proyectos y construir redes en favor de menores en situación de precariedad.
Como educadores y evangelizadores somos conscientes de los nuevos desafíos que nos plantean los jóvenes: la falta de puntos de referencia, la soledad y el aislamiento, la emergencia de la fragilidad psico-afectiva, la difusión de adicciones de todo tipo, el aumento del fenómeno de los NINI (ni estudia ni trabaja), la falta de una educación a la ciudadanía y al pensamiento político en un mundo radicalizado, la presencia de ideologías que crean desorientación.
62. Hay en la Congregación experiencias prometedoras de renovación de la vida comunitaria, caracterizadas por una mayor participación con los jóvenes. Algunos de ellos vienen a vivir en nuestras casas, participando con nosotros en la misión, en la vida fraterna y en la oración. Sería importante reflexionar sobre estas experiencias, evaluar su alcance y reconocer cómo pueden enriquecer nuestras vidas, sin permanecer esporádicas y ocasionales.
En la historia de nuestras inspectorías ha habido hermanos que han iniciado iniciativas pastorales innovadoras, pero no siempre ha sido posible lograr su integración en el proyecto orgánico inspectorial para asegurar su continuidad. Cuando la comunidad es capaz de dar espacio a nuevas intuiciones, en un diálogo humilde y en un discernimiento ponderado, se experimenta que la renovación pastoral es posible y fecunda.
63. Reconocemos la urgencia de desarrollar un enfoque más sistemático y crítico de la cultura digital, que tiene un profundo impacto en la visión del mundo y de las relaciones. Aunque el mundo digital y el desarrollo de la inteligencia artificial tienen un gran potencial de progreso, también plantea interrogantes de naturaleza antropológica y ética e invita a una profunda reflexión educativa. Además de ofrecer un gran potencial de crecimiento, también puede causar daños y heridas como el acoso, la desinformación, la explotación sexual y la adicción. Nuestros hermanos en formación inicial son ya «nativos digitales»: si son acompañados y formados con sabiduría pueden ayudar a toda la Congregación a abrirse para utilizar las nuevas tecnologías para la misión. Hay ya en la Congregación experiencias positivas de comunidades digitales, pero no pocos educadores reconocen que no tienen una formación adecuada y utilizan los espacios digitales solo con fines informativos.
64. La ecología integral emerge como un campo privilegiado de trabajo educativo-pastoral. El papa Francisco ha hecho de este tema una parte sustancial de su magisterio: su voz nos interpela a ser más solícitos en escuchar el grito de la tierra y de los pobres y en promover una auténtica espiritualidad ecológica, que reconozca la creación como don de Dios y eduque a una mirada contemplativa y a un estilo de vida sobrio.
En las comunidades educativo-pastorales está creciendo la atención a los temas ambientales, pero, a menudo, falta un plan integral y sistemático; por esto las iniciativas corren el riesgo de tener una vida corta y no influir en el cambio de mentalidad. Apreciamos las diversas propuestas de formación en este ámbito ya presentes en la Congregación, pero reconocemos la necesidad de comprender mejor el cambio de paradigma que implica la asunción de la ecología integral.
65. La dimensión sociopolítica de la educación salesiana necesita ser revitalizada. Ha crecido nuestra presencia en los ámbitos sociales, políticos y eclesiales donde se toman las decisiones que afectan la vida de los jóvenes a través de nuestros representantes ante instituciones y organismos internacionales. Sin embargo, todavía no estamos suficientemente comprometidos en ayudar a los jóvenes al compromiso sociopolítico, ofreciéndoles una formación adecuada según la doctrina social de la Iglesia.
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16 Interpretación |
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66. Las experiencias de compartir la vida con los jóvenes, además de reflejar lo vivido por Don Bosco en Valdocco, son también una respuesta a la petición del Sínodo para los jóvenes de ofrecer «un tiempo destinado a la madurar en la vida cristiana adulta». Esta propuesta debería construirse en torno a, al menos, tres pilares indispensables: «una experiencia de vida fraterna compartida con educadores adultos que sea esencial, sobria y respetuosa de la casa común; una propuesta apostólica vigorosa y significativa que se viva conjuntamente; y una propuesta de espiritualidad radicada en la oración y en la vida sacramental» (XV asamblea general ordinaria. Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, Documento final 161).
67. Ante la actividad incontrolada del ser humano que amenaza con destruir la naturaleza, «el desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (Francisco, Laudato si' 13). El grito expresado en la encíclica Laudato si' nos interpela como educadores y pastores de los jóvenes. Si en el Capítulo General 23 describimos nuestra actividad educativa a través de los tres núcleos de la educación a la conciencia moral, al amor y a la dimensión social de la caridad, ha llegado el momento para nosotros de integrar también la dimensión de la espiritualidad ecológica. Esta novedad requiere «el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida» (Ibid. 202).
Una ecología que sea verdaderamente «integral» debe comprender «claramente las dimensiones humanas y sociales» (Ibid. 137) consideradas no por separado, sino en sus interacciones: en este sentido se puede hablar de una ecología social (Ibid. 142). No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un ser humano nuevo, a la luz de una antropología bíblica. Se trata, en definitiva, de «seguir haciendo de toda esta realidad el objeto de reflexión y de decisiones prácticas en cada presencia, uniendo las dimensiones pastoral, formativa, social, económica y ambiental» (A.F. Artime, Informe del Rector Mayor al CG29, 27).
68. Reconocemos que el mundo digital no es solo una herramienta, sino una cultura que plasma la forma en que los jóvenes interactúan, aprenden y forman su propia identidad. Si bien ofrece oportunidades de educación, conexiones globales y contenido religioso, expone a los jóvenes a la desinformación, al ciberacoso y a comportamientos adictivos que debilitan las relaciones. Sin una formación adecuada, corremos el riesgo de dejar a los jóvenes solos para afrontar estos desafíos. El llamamiento del papa Francisco en la encíclica Laudato Si' a la responsabilidad ecológica se extiende al mundo digital, que, como el medio ambiente natural, está contaminado por la desinformación y la negligencia ética. Es necesaria una sólida preparación bíblica, teológica y carismática, técnica para comprometernos no solo a utilizar los espacios digitales, sino a transformarlos en lo posible en lugares de verdad, de encuentro auténtico y de evangelización. Sin embargo, un enfoque inadecuado también puede llevar a una menor profundidad pastoral, a interacciones superficiales y a descuidar la vida comunitaria y de oración. Sin disciplina, el compromiso digital puede cambiar gradualmente las prioridades, distraer de la misión principal y diluir la esencia de la identidad salesiana.
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17 Opción |
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69. A la luz de la escucha y de la interpretación, optamos por
Estar presentes en las nuevas fronteras de la misión: el ambiente digital, la ecología integral, las nuevas expresiones del carisma. |
Esta opción implica, para los hermanos, las comunidades, las inspectorías y el gobierno central de la Congregación, compromisos concretos que a continuación ejemplificamos.
La comunidad
realice un estudio sobre las formas de pobreza emergentes en su barrio, creando planes de acción concretos con su propia comunidad educativo-pastoral para afrontarlas;
evalúe la posibilidad de acceder a las energías renovables, donde sea posible.
La inspectoría
programe la especialización de los salesianos y de los laicos para los nuevos desafíos emergentes para la misión salesiana (inteligencia artificial, diálogo interreligioso, bioética, migrantes, refugiados, safeguarding, etc.);
promueva obras para jóvenes en situaciones de malestar y marginación, también con los laicos y con los grupos de la Familia Salesiana;
estudie un plan concreto para comunidades más abiertas a los jóvenes, invitándolos a compartir la vida comunitaria, también desde el punto de vista vocacional;
experimente nuevas formas de comunidades con Familia Salesiana, familias, jóvenes, y garantice la verificación y continuidad de las experiencias innovadoras ya existentes;
promueva la formación en ecología integral, la educación ecológica de los jóvenes y la presencia en el mundo digital como testimonio evangelizador y acción educativa.
El Rector Mayor con su consejo
a través de los sectores de la Formación, de la Pastoral Juvenil y de la Comunicación Social, ofrezca a las inspectorías líneas de formación y acción para estar presentes en el mundo digital;
a través de los sectores de la Formación y de la Pastoral Juvenil desarrolle directrices para la educación socio-política, ecológica y económica en las instituciones salesianas;
promueva una plataforma para compartir las mejores prácticas de ecología integral, evangelización digital y respuestas a las nuevas formas de pobreza presentes en la Congregación;
favorezca una colaboración entre las inspectorías para un mejor acompañamiento de los jóvenes migrantes y desplazados;
fortalezca nuestra presencia institucional en los organismos civiles y eclesiales, así como en las instituciones gubernamentales a todos los niveles (internacional, nacional, regional y local) para promover la defensa de los jóvenes más pobres.
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18 NÚCLEO 3 |
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19 UNA VALIENTE VERIFICACIÓN Y REDISEÑO DEL GOBIERNO DE LA CONGREGACIÓN |
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20 A TODOS LOS NIVELES |
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Aquí se incluirán todas las resoluciones aprobadas