Desarrollo


Desarrollo



1 desde el punto de vista

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2 de la Evangelización

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3 y del Carisma Salesiano

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(Don F. Alencherry)


1. Introducción


Estamos reunidos en este seminario como discípulos de Cristo y como salesianos. La mayor parte de nosotros somos salesianos en virtud de la profesión religiosa, mientras que otros lo son por la participación en la misión salesiana. Para iniciar nuestra reflexión sobre el tema Oficinas de Planificación y Desarrollo, es bueno que comencemos desde las raíces cristianas y salesianas de esta actividad.

Por esta razón pretendo reclamar brevemente los principios desde los cuales todos nuestros programas y proyectos deberían tomar origen y acompañar siempre el funcionamiento de nuestras Oficinas de Planificación y Desarrollo.

En varios documentos importantes el magisterio de la Iglesia trata cuestiones inherentes a la promoción humana y al desarrollo integral. No es necesario recordarlos todos en este momento, puesto que marcan una línea de constante crecimiento, y cada uno de ellos confirma, refuerza y desarrolla lo dicho por los anteriores.

Como salesianos debemos leer los documentos de la Iglesia sobre la naturaleza de la evangelización y desarrollo a partir del punto de vista del carisma salesiano. Nuestra predicación del evangelio tiene características específicas que debemos conservar si queremos ser fieles a nuestra vocación y misión.

Al comienzo de esta sintética presentación, creo útil recordar un principio fundamental que el actual Rector Mayor, Don. Pascual Chávez no se cansa de repetir: No somos simples trabajadores sociales ni meros filántropos; somos ante todo “signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres”. Somos evangelizadores y pastores que buscan implantar el Reino de Dios en los cielos nuevos y en la tierra nueva. El nuestro, es un compromiso apostólico dirigido a implantar el evangelio en nuestro tiempo. Todas nuestras actividades están pues, guiadas por este principio fundamental.


2. I Documentos de la Iglesia


Como ya hemos dicho, no pretendemos citar detalladamente todos los documentos de la Iglesia que tratan temas de desarrollo y de promoción humana; me limitaré a algunas ideas esenciales, que me parecen más acordes con el tema de este seminario. Me referiré sobre todo a las encíclicas Evangelii Nuntiandi (=EN) del 1975, y Redemptoris Missio (=RM), del 1990. Sus ideas fundamentales se encuentran también en otros documentos.


2.1 Evangelii Nuntiandi


En la EN Pablo VI, mientras trata del importante tema de la evangelización, desarrolla su íntima relación con la promoción y liberación humana. La Iglesia, afirma, “tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización” (EN 30). “Entre evangelización y promoción humana -desarrollo, liberación- existen efectivamente lazos muy fuertes” (ibid.). Precisamente por eso los problemas de justicia, desarrollo y paz revisten una gran importancia en el tema de la evangelización.

Después de tan importante afirmación, Pablo VI se refiere a la tentación de muchas personas, incluso cristianos generosos, de reducir la misión de la Iglesia a dimensiones de orden meramente temporal, y evidencia que esto la privaría de su elemento más importante: el fin religioso y espiritual de la evangelización. Su pensamiento al respecto está sintetizado sobre todo en dos artículos del documento:

“Acerca de la liberación, que la evangelización anuncia y se esfuerza por poner en práctica, más bien hay que decir:

  • no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al absoluto, también al Absoluto, que es Dios;

  • va por tanto unida a una cierta concepción del hombre, en una antropología, que no puede nunca sacrificarse a las exigencias de una estrategia cualquiera, de una praxis o de un éxito a corto plazo (EN 33).

Por eso, al predicar la liberación y al asociarse a aquellos que actúan y sufren por ella, la Iglesia no admite el circunscribir su misión al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre, sino que reafirma la primacía de su vocación espiritual, rechaza la sustitución del anuncio del Reino por la proclamación de la liberación humana y proclama también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo” (EN 46).


No obstante, no hay duda alguna sobre el compromiso de la Iglesia para construir una sociedad mejor, trabajando por el desarrollo de todos los pueblos:


“La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la persona, menos opresivas y menos avasalladoras, pero es consciente de que aún las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas, si no hay conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en estas estructuras y las rigen” (EN 36)


2.2 Redemptoris Missio


En este documento fundamental, publicado 15 años después de la EN, en los números 58-59 Juan Pablo II trata del tema del desarrollo: “Hoy los misioneros, más que en el pasado son conocidos también como promotores de desarrollo por gobiernos y expertos internacionales, los cuales se maravillan del hecho de que se consigan notables resultados con escasos medios” (RM 58). El trabajar por el desarrollo integral de las personas, ha llegado a ser, por así decir, parte integrante de toda acción misionera.


Viene así esclarecido el concepto de desarrollo: Sobre todo a través de la proclamación del Evangelio es como la Iglesia se compromete en el desarrollo de los pueblos. Efectivamente, la misión de la Iglesia “consiste esencialmente en ofrecer a los pueblos no un “tener más”, sino un “ser más”, despertando las conciencias con el Evangelio. “El auténtico desarrollo humano debe echar sus raíces en una evangelización cada vez más profunda” (ibid).


Incluso cuando la Iglesia se compromete en el desarrollo, la educación , la salud, y otras iniciativas, ella sostiene que “el desarrollo de un pueblo no deriva primariamente ni del dinero, ni de las ayudas materiales, ni de las estructuras técnicas, sino más bien de la formación de las conciencias, de la madurez de la mentalidad y de las costumbres. Es el hombre el protagonista del desarrollo, no el dinero ni la técnica” (ibid).

La formación de las conciencias se realiza esencialmente a través de la proclamación del Evangelio.

“Con el mensaje evangélico la Iglesia ofrece una fuerza liberadora y promotora del desarrollo precisamente porque lleva a la conversión del corazón y de la mentalidad; ayuda a reconocer la dignidad de cada persona, dispone a la solidaridad, al compromiso, al servicio de los hermanos, inserta al hombre en el proyecto de Dios, que es la construcción del Reino de paz y de justicia, a partir ya de esta vida. Es la perspectiva bíblica de “los cielos nuevos y la tierra nueva” (cf. Is 65,17; 2Pt 3, 13; Ap 21,1), la que ha introducido en la historia el estímulo y la meta para el progreso de la humanidad. El desarrollo del hombre viene de Dios, el modelo de Jesús Dios y hombre, y debe llevar a Dios. He aquí por qué entre el anuncio evangélico y promoción del hombre hay una estrecha conexión” (RM 59).


El compromiso de la Iglesia por el desarrollo abarca no sólo al que vive en áreas pobres y subdesarrolladas, sino también a quien está “expuesto a la miseria moral y espiritual causada por el “superdesarrollo” (ibid). En tales ambientes la Iglesia trata de poner un alma al desarrollo a través de la proclamación del Evangelio. De aquí el tema de la “Nueva evangelización”.


El documento resume así este doble aspecto del desarrollo:


“La actividad misionera lleva a los pobres luz y aliento para un verdadero desarrollo, mientras la nueva evangelización debe crear en los ricos, entre otras cosas, la conciencia de que ha llegado el momento de hacerse realmente hermanos de los pobres en la común conversión hacia el “desarrollo integral”, abierto al Absoluto” (ibid).



3 I Documentos salesianos


Los documentos salesianos se inspiran en los documentos de la Iglesia y desarrollan los temas, sacando consecuencias de los principios generales.


3.1 Las Constituciones


El art. 31 de las Constituciones SDB es el primero del capítulo sobre “nuestro servicio educativo pastoral” y esboza los principios fundamentales que regulan y juzgan el servicio que prestan los salesianos. Se puede decir que este artículo resume todos los restantes, por eso conviene transcribirlo totalmente:


“Nuestra misión participa de la misión de la Iglesia, que realiza el plan salvífico de Dios, la venida de su Reino, llevando a los hombres el mensaje del Evangelio en íntima unión con el desarrollo del orden temporal.


Educamos y evangelizamos siguiendo un proyecto de promoción integral del hombre, orientado a Cristo, hombre perfecto. Fieles a la idea de Don Bosco, nuestro objetivo es formar “honrados ciudadanos y buenos cristianos”.


El art. 33 desarrolla las implicaciones de este carismático compromiso. La actividad educativa tiene necesariamente una implicación social, sobre todo porque, fieles a nuestro carisma, “trabajamos en ambientes populares y a favor de los jóvenes pobres, (…) y contribuimos a la promoción del grupo y del ambiente” colaborando en educar a los jóvenes “para las responsabilidades morales, profesionales y sociales”.

Este artículo afirma además: “Manteniéndonos independientes de toda ideología y política de partido, rechazamos cuanto favorece la miseria, la injusticia y la violencia, y cooperamos con quienes construyen una sociedad más digna del hombre”, y se cierra recordando el fin último de nuestras actividades educativas y de desarrollo: “La promoción, a la que nos dedicamos con espíritu evangélico realiza el amor liberador de Cristo y es signo de la presencia del Reino de Dios”.


3.2 Don Luis Ricceri


Lo dicho en las Constituciones puede ser considerado como la síntesis que tuvo lugar en el Capítulo General Especial (=CGE) y en los años inmediatamente anteriores y siguientes. En efecto, ya desde julio de 1970 Don Luis Ricceri, Rector Mayor trató el tema del “subdesarrollo” (Cf. ACS 261).

Escribiendo en la línea de las reflexiones provenientes de la Asamblea de los Obispos Latinoamericanos en Medellín, declaró enfáticamente: “La lucha contra el subdesarrollo pertenece a la esencia misma de la Congregación salesiana. Ella se siente por lo tanto comprometida a fondo en la misma. Pero lo debe realizar conforme a su carisma, o sea, en la línea, en el estilo, en el espíritu de D. Bosco y luego con valor, con inteligencia, con realismo y siempre con caridad” (ACS 261, p. 18). Seguía considerando las varias implicaciones que se derivan de este deber para todos los salesianos y evidenciaba cómo la “educación liberadora” que forma “liberadores” sea la respuesta adecuada a los problemas del subdesarrollo (Cf. ACS 261 p.31)


3.3 II Capítulo General Especial (CGE)


El CGE desarrolló y propagó posteriormente las ideas presentadas por Don Ricceri en su carta sobre el subdesarrollo, y las dotó de una ulterior autoridad capitular.

Afirmó: “Uno de los problemas más palpitantes de nuestro mundo, tanto por sus aspectos cuantitativos y cualitativos, como por las gravísimas tensiones sociales que de él se desprenden, es el del subdesarrollo y el de la desigualdad entre los hombres” (CGE, 32). Proseguía observando que tal situación es “el fruto de estructuras económico-sociales y de políticas dominadoras” y que “la opresión y la explotación de los pobres son como el resultado de decisiones deliberadas que han tomado los grupos detentadores del poder y de la riqueza” (CGE, 32). El Capítulo observó que aún poniendo remedio a estas situaciones la Iglesia y la Congregación tienen necesidad de “una actitud decisivamente evangélica a favor de los pobres: hay que desechar lo que sería un compromiso con cualquier forma de injusticia social”; el deber positivo de “despertar las conciencias frente al drama de la miseria y las exigencias de justicia social del Evangelio y de la Iglesia”: un amor concreto y privilegiado hacia los pobres, ya sea con la presentación de auxilios directos, como, y sobre todo con la educación al sentido de su dignidad y, en fin, con el testimonio de nuestro personal desapego de los bienes de esta tierra.


Todo esto debe hacer vibrar intensamente a nuestra Congregación que ha nacido para dedicarse preferentemente a los jóvenes más pobres (y a los adultos de las clases populares) con miras a ayudarles, consagrándose a Dios en la pobreza evangélica, han sido invitados a escuchar “el grito de los pobres”, como una llamada urgente a la acción” (CGE, 32).

El CGE hizo notar que para educar a los jóvenes pobres es necesario trabajar el ambiente del que provienen. “En muchos casos, la educación de los jóvenes está tan íntimamente unidas a las condiciones concretas del ambiente familiar, social, e incluso político, que no se puede llegar a hacer nada útil para ellos, si no se trabaja también en pro de la promoción colectiva de estos ambientes y, por tanto, de los adultos(CGE, 53). Para llegar a los jóvenes debe involucrarse el mayor número de personas en este esfuerzo. Con frecuencia es necesario trabajar con adultos y con organizaciones que se interesan por la juventud. Así el CGE respondió enfáticamente: “¡SÍ!” a la pregunta sobre si es necesario trabajar con los adultos en el servicio de los jóvenes (cf. CGE, 55). Es evidente que esto tiene notables repercusiones en el tema del desarrollo integral de los jóvenes y tiene influjos directo e indirectos sobre la acción misionera de la Congregación, pues es uno de los aspectos esenciales desde los tiempos de D. Bosco (cf. CGE, 56; Cont. 30).


El CGE retoma el Proemio de la Gravissimum Educationis , y afirma “La Iglesia tiene el deber de ocuparse de la vida total del hombre, incluida la vida terrenal en cuanto relacionada con su vocación divina” (CGE, 60) para observar que debemos responsabilizarnos de la salvación integral de los jóvenes y de los pobres . Para expresar esta idea, usa dos expresiones complementarias: “Promoción integral cristiana” que se refieren tanto al orden temporal como el espiritual, y “Educación liberadora cristiana” que es medio imprescindible para llevar a cabo el desarrollo integral (Cf. CGE, 61).


Este compromiso está estrechamente relacionado con nuestro deber de promover la justicia en el mundo, y también con nuestros métodos de desarrollo. Conviene entonces citar por entero lo que el Capítulo dice al respecto:


“El subdesarrollo, el analfabetismo la miseria y el hambre en el mundo, han cobrado hoy día tal amplitud y gravedad que no bastan los remedios inmediatos, sino que hace falta actuar sobre las causas profundas de tal situación. Se trata, en efecto, de estructuras, que con frecuencia obstaculizan gravemente o incluso van contra la esencia del Evangelio predicado y vivido: no permiten a los pobres y a los oprimidos descubrir la imagen de Dios, ni creer que el Reino ha llegado ya a este mundo, ni mucho menos encaminarse hacia la salvación integral. Son, por tanto, estructuras de pecado.


Por otra parte, la promoción humana de los pobres, para que sea tal, requiere que sean ellos los que tomen conciencia de la situación y que los cambios sean realizados por ellos mismos, colectivamente unidos. Lo cual significa que ha de ser ayudados por personas e instituciones que trabajen por la justicia. Aquí tienen un papel de importancia primordial las comunidades cristiana. (…)


Nuestra respuesta hoy, en la línea del compromiso por la justicia en el mundo, se sitúa en un contexto cultural nuevo: no viene reclamada por motivos contingentes de sectores políticos o ideologías transitorias, sino por las exigencias que plantea hoy al educador cristiano la educación integral del “perfecto cristiano y honrado ciudadano”: La Iglesia y el mundo nos piden que formemos hombres capaces de establecer la justicia en este mundo lleno de tan graves problemas” (CGE, 67).


El CGE añade que en la lucha contra el subdesarrollo la Congregación debe actuar coherentemente con el propio carisma: “La lucha contra el subdesarrollo pertenece a la esencia misma de la Congregación Salesiana. Ésta se siente, por tanto, comprometida a fondo en esta lucha. Pero lo debe hacer según su carisma, es decir, en la línea, en el estilo y en el espíritu de D. Bosco, y por tanto, con arrojo e inteligencia, con realismo, y siempre con caridad” (CGE, 72).

Incluso si nos remontamos 33 años (?) atrás, las observaciones del Capítulo sobre las condiciones del subdesarrollo y de la pobreza en el mundo hoy no son menos actuales que las de entonces. Bajo muchos aspectos la situación de los pobres ha empeorado: el fenómeno de la pobreza y del subdesarrollo ha crecido proporcionalmente al crecimiento demográfico de los Pueblos en Vías de Desarrollo y a los efectos negativos de la globalización económica. Por eso no haría falta decir que el compromiso de los Salesianos en el desarrollo integral de los pobres especialmente de jóvenes es tan necesario hoy como hace 33 años y como en tiempos de D. Bosco.


Nos hemos detenido largamente en las enseñanzas del CGE a propósito de nuestro tema, porque los documentos siguientes (de los CG y de los Rectores Mayores) están habitualmente conectados y dependen los unos de los otros. No obstante conviene recordar brevemente lo que han dicho.


3.4 II Capítulo General XXI (CG 21)


El CG 21 hace referencia a los documentos de la Iglesia y especialmente a la EN afirmando: “La evangelización auténtica se actúa dentro de un proyecto que mira a la promoción total del hombre, al desarrollo integran del individuo y de los grupos” (CG 21, 81). El Capítulo observa además que las dos ideas de “promoción integral cristiana” y “educación liberadora cristiana” susodichas, corroboran el deseo de D. Bosco de formar “buenos ciudadanos y honestos cristianos” (Cf. Ibid.). Efectivamente, no puede haber separación entre evangelización y promoción humana, porque en el pensamiento y en la acción de la Congregación, a partir de D. Bosco mismo, forman “un único movimiento de caridad” (CG 21, 140, b).


En relación con el estilo salesiano de acción misionera, el CG 21 subraya, entre otras cosas, “la unión íntima entre el empeño de evangelización y el de promoción humana; la atención preferencial a los jóvenes pobres y a las clases populares(CG 21, 146, 4.2.3)


3.5 II Capítulo General XXIII (CG 23)


El CG 23 trató ampliamente los temas de pobreza y desarrollo. Mientras observa que la “tragedia de los pobres” constituye “un desafío continuo”, el Capítulo toma conciencia de que “la pobreza material parece dilatarse sin medida en muchos países”, y que estallan “nuevas tragedias y formas de pobreza: desvío, marginación, explotación de personas y droga” (CG 23, 203).


Hace notar cómo el problema sobrepasa la pobreza simplemente material y pide, por tanto, “preparar una generación capaz de construir un orden social más humano para todos” (CG 23, 204); “la dimensión social de la caridad se presenta, pues, como “manifestación de una fe creíble” (ibid.).


El desafío a los educadores consiste en “educar al valor de la solidaridad contra la praxis de la competencia exacerbada y del provecho individual” (CG 23, 205). Es importante que la gente no se rinda a la mentalidad de “acomodarse a sus propios intereses” descuidando el preocuparse del resto de la humanidad, especialmente de los pobres y de los desafortunados.


Este reto, subraya el Capítulo, afecta sobre todo a los educadores de aquellos que viven “en situaciones de pobreza y subdesarrollo. Aquí la esperanza se hunde día a día, porque se tiene la convicción de que hay mecanismos perversos de explotación. La corrupción a todos los niveles engendra nuevas y trágicas situaciones de pobreza” (CG 23, 206). La respuesta a esta siempre deteriorada situación no se encuentra en la “violencia, lo utópico, o bien en formas de religiosidad intimista, que las sectas ofrecen con abundancia y a buen precio” (ibid.). Al mismo tiempo es necesario proteger a los jóvenes del riesgo de sucumbir “ a las tentaciones del consumismo o de la explotación de sus hermanos” (ibid.).


El CG 23 observa que, siguiendo el ejemplo de Don Bosco, la comunidad salesiana es consciente de “que la lucha contra la pobreza, la injusticia y el subdesarrollo forma parte de su misión(CG 23, 208). Realizando esta misión, ante todo, da testimonio de justicia y de paz como medios de comunicación de la fe. Especialmente donde trabajan en contexto de pobreza los Salesianos hacen todo esfuerzo por “motivar, mediante la educación, a los jóvenes y a la gente del pueblo, para que sean protagonistas de su propia liberación” (ibid.). Trabajan para que “los jóvenes y el pueblo sean responsables de su propio desarrollo, superando la resignación con conciencia viva de la propia dignidad y haciéndose cargo no sólo de su miseria, sino también de la de quienes están a su lado.


En cambio, para las comunidades que actúan en contexto de bienestar, se tratará de introducir físicamente a los jóvenes en el mundo de aquellos hombres y mujeres que reclaman solidaridad y ayuda(CG 23, 211), y esto debe hacerse con auténticas actitudes de solidaridad en sentido cristiano (cf. CG 23, 213).


3.6 Don Juan E. Vecchi


En Marzo de 1997 el entonces Rector Mayor, Don Juan Vecchi, escribió una carta titulada “Sintió compasión de ellos (Mc 6,34). Nuevas pobrezas, misión salesiana y significatividad(ACG 359). En ella tomó en consideración algunos de los argumentos indicados anteriormente, e hizo ver más claro, una vez más, la necesidad de afrontar los problemas de la pobreza y de la marginación de una manera más orgánica.

Después de tomar conciencia de los desafíos de la pobreza en el mundo de hoy, Don Vecchi afirma: “El corazón de la nueva evangelización es el Evangelio de la caridad que asume los problemas y las situaciones humanas que tiene necesidad de la fuerza transformadora del amor. Es una caridad que se manifiesta en lo inmediato y, sobre todo, se compromete en un proyecto social y cultural de vasta y larga importancia en el cual la persona se considera siempre según su vocación y dignidad, a la luz de cuanto nos ha sido revelado en Cristo” (ACG 359, p. 12) .


En la educación, afirma Don Vecchi, es necesario tomar conciencia del mundo en el que vivimos. Algo que nos molesta y que nos llama a una seria reflexión es el hecho de que “desde algunos años para acá se está repitiendo que nos encontramos frente a un fenómeno de empobrecimiento más bien que de simple pobreza. No se trata de una etapa transitoria, un accidente del camino, consecuencia del pasado, sino un resultado de las actuales estructuras económicas, sociales y políticas, aún reconociendo que otras muchas causas influyen en la extensión de la pobreza” (ACG 359, p. 22)


Es importante recordar que las diversas formas de pobreza ”nacen y se difunden en un mundo intercomunicado e interdependiente(ACG 359 p. 32); en este mundo en el que también la pobreza está globalizada.


El esfuerzo contra la marginación es tanto más eficaz, cuanto más penetra y transforma el conjunto de percepciones y sentimientos que forman el pensamiento y la conducta de una sociedad o de un grupo hacia sí mismos. No es pues suficiente el compromiso de ayuda o de asistencia a favor de algunos, aunque esto también es importante.


Se requiere un trabajo de animación social que suscite cambios de criterio y visiones por medio de gestos y obras. Tales gestos y obras crean nuevas formas de relaciones y modelos de conducta que encarnan valores distintos de aquellos que rigen gran parte de nuestras costumbres, como el individualismo posesivo, la satisfacción de los intereses personales, la condena de quien sufre la dependencia y el abandono de los más débiles.


Se trata de promover la cultura del otro, (…) de la justicia entendida como atención al derecho de todos a la dignidad de la vida y, más directamente, de implicar personas e instituciones en un trabajo de amplia prevención, de acogida y ayuda a quien tiene necesidad.


Nuestros ambientes educativos pueden ser centros de elaboración y puntos de irradiación de tal cultura hacia la familia, los grupos, los círculos y las instituciones relacionadas y, a través de la comunicación social, hacia la sociedad en general” (ACG 359, p. 33).


Don Vecchi hace referencia al gran potencial de la Congregación salesiana para contribuir a la creación de una nueva mentalidad en el campo del desarrollo, cuando afirma:

Éste es un campo en el cual nosotros, salesianos, organización internacional, con múltiples recursos y con un rico patrimonio espiritual, tenemos grandes posibilidades y al mismo tiempo una importante responsabilidad. Debemos hacer un esfuerzo de pedagogía colectiva para ofrecer vías y proyectos concretos en los cuales implicar a mucha gente dispuesta a asumir, como humilde avanzadilla evangélica, un estilo de vida solidaria y generosa(ACG 559, p. 34).


En el pensamiento de Don Vecchi es evidente que es indispensable involucrar un vasto movimiento de personas para afrontar el problema de la pobreza. Los Salesianos no pueden ya pensar en trabajar solos o como comunidad, sino que deben hacerse promotores de más amplios movimientos de solidaridad y de mutua ayuda que puedan favorecer una genuina transformación de la realidad.


4. Conclusiones y consecuencias


De este rápido reclamo de las enseñanzas de la Iglesia y de la Congregación, podemos sacar algunas conclusiones que tienen gran importancia para orientar el trabajo de nuestras Of. de Planificación y desarrollo.


1. La evangelización y la promoción humana están íntimamente unidas y son inseparables: juntas forman lo que podemos llamar el desarrollo integral de las personas por las cuales y con las cuales trabajamos. Efectivamente, el desarrollo económico y social puede considerarse como el sustrato y el aspecto de la evangelización, que no estará completa hasta que no haya prestado la adecuada atención a la liberación del hombre del yugo de toda clase de esclavitud y opresión. El Evangelio es guía y luz en este complejo esfuerzo.


2. Para los Salesianos, trabajar por el desarrollo no es simplemente un mero trabajo social: debe tener un alma, sostenida por una activa y entusiasta proclamación del Evangelio. No se puede negar que existe el constante riesgo de transformar nuestras actividades en activismo o simple acción social en detrimento de los contenidos religiosos y espirituales. En una intervención de 1998, Don Luciano Odorico comentaba: “En la praxis misionera a veces se nota un desequilibrio en los servicios de acción pastoral: por una parte, un exagerado asistencialismo, una administración demasiado compleja y, por otra, una escasa atención a la evangelización explícita y a la urgencia de la acción itinerante en los poblados” (ACG 362, p. 41).


3. El carisma salesiano debe ser comprendido en el contexto de la compleja actividad de evangelización que abarca la entera realidad humana. Los jóvenes son nuestros principales destinatarios; son el objeto de nuestra predilección. De todos modos, ciertamente los jóvenes no viven fuera de la sociedad en la que han nacido y crecido. Si queremos llevar adelante el desarrollo de la juventud, debemos igualmente interesarnos del desarrollo integral de sus familias y contextos sociales. Por eso, nos dedicamos también a los adultos, dedicándonos, ya sea a lo mismos jóvenes, ya sea sirviéndonos de ellos, de modo que lleguen a ser transformadores de toda la sociedad. Sin semejante planteamiento educativo olístico, todos los años de cuidados y atenciones que prestamos a los jóvenes, en los ambientes educativos dedicados a ellos, corren el riesgo de no tener el efecto deseado en el crecimiento de la sociedad.


4. La Congregación está ciertamente empeñada en actividades de desarrollo, pero a partir de la particular perspectiva de nuestro carisma: la educación es el medio principal a nuestra disposición; los medios de comunicación también constituyen un gran instrumento en la consecución del desarrollo. Además, nuestro sistema educativo está encaminado sobre todo a la formación de los jóvenes comprometidos en la causa de la justicia, de la paz y de la creación de una sociedad fraternamente igual; esto, no sólo libera a las personas, sino que suscita “liberadores” comprometidos en la lucha contra la injusticia y por un ambiente más humano como centro unificador.


5. No puede haber dicotomía entre la organización para el desarrollo y la pastoral juvenil en una inspectoría; ni pueden trabajar por separado, porque en la misión salesiana todas las actividades misioneras y pastorales tienen a los jóvenes como centro unificador.


6. El asistencialismo no es expresión del compromiso salesiano a favor del desarrollo integral de aquellos por quienes trabajamos: buscamos planes, programas y proyectos con efectos globales y a largo plazo; la coordinación de los esfuerzos en este sentido y el trabajo en red con quien tiene los mismos objetivos, es indispensable para conseguir estos objetivos.


7. Involucramos y animamos a la gente para conseguir su desarrollo: ellos son los protagonistas principales, no nosotros. Nuestros centros tienen que ser centros de animación y coordinación de diversos programas. En la realización de tales proyectos debemos poner en marcha un vasto movimiento de personas que trabajen acordes juntamente con nosotros por la transformación de la sociedad, la erradicación de las causas de la pobreza, de la injusticia y de la desigualdad. Nuestro papel consiste esencialmente en acompañar mentalidades nuevas en nuestros jóvenes, en los pobres y en la sociedad en general, ya que el proceso de transformación encontrará la propia vía de expresión. Así, incluso en nuestros planes de desarrollo, permanecemos sobre todo educadores.



Pisana, Roma

30 Marzo 2005





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