292-306-Misiones-Cap 08


292-306-Misiones-Cap 08



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CAPÍTULO 8
PRESENTACIÓN EN JM
DE LAS MISIONES SALESIANAS
EN AMÉRICA DEL SUR
JM nació en un período de un pronunciado relanzamiento a
escala mundial de las misiones. Tuvo su época dorada en una era de
la historia de la Iglesia profundamente marcada por los esfuerzos
de los misioneros por llegar a nuevas tierras y pueblos. Los supe-
riores salesianos habían aprobado el inicio de la revista como pre-
paración de una celebración adecuada de las bodas de oro de la pri-
mera expedición misionera enviada por Don Bosco. Desde sus ini-
cios JM se proyectó como el instrumento de información, anima-
ción y formación de los miembros del movimiento misionero juve-
nil. Lejos de ser sólo un instrumento que satisfacía únicamente la
natural curiosidad de los jóvenes lectores, JM apelaba al corazón de
éstos, buscando la luz de la llama de celo misionero en ellos, esfor-
zándose por mantenerla viva y proponiendo abiertamente el ideal
del misionero religioso y la vocación sacerdotal a unos corazones
ardiendo en generosidad.
Uno de los métodos utilizados en la animación misionera y en
la formación de sus lectores fue incluir diferentes informes de
misiones de todo el mundo. Además de dar a conocer el sacrificado
trabajo en el que los misioneros estaban implicados, esos informes
exponían a los lectores la situación real en la que los misioneros tra-
bajaban. Proporcionaban una información, aunque limitada, de las
creencias, costumbres y cultura de la población indígena de las dife-
rentes zonas de misión. Esos informes, de alguna manera, crearon
un puente entre los lectores, la revista y los diferentes grupos de per-
sonas que viven en otras partes del mundo. Esas narraciones incre-
Presentación en JM de las misiones salesianas en América del Sur 293
mentaron la compasión de los lectores por las personas a las que no
había llegado todavía el Evangelio.
El objetivo de este capítulo y de los capítulos siguientes es
estudiar el contenido y la manera de presentar a la población indí-
gena de las misiones realizada por JM. Las preguntas a las que esta
sección del estudio trata de responder son: ¿Cómo perciben los
misioneros la realidad local? ¿Cuáles son las características de las
culturas locales que llaman su atención? ¿Cuál es la mentalidad de
los misioneros respecto a las costumbres locales? ¿Y cómo presen-
ta JM esas impresiones de los misioneros? Al mantener la perspec-
tiva general de la investigación, no es la veracidad de las narracio-
nes el centro de atención de esos capítulos; en su lugar, el objetivo
sería qué es lo que pensaban los misioneros de esos diferentes pue-
blos y de sus culturas y cómo presentaba JM finalmente la mentali-
dad de los misioneros.
JM no se limitaba a las misiones salesianas únicamente; hay
también mucho material publicado en ella sobre las misiones no
salesianas; sin embargo, esta sección del estudio se limita a las mi-
siones salesianas1. La carencia de material suficiente en lo que se
refiere a informes sobre las creencias, tradiciones y cultura de la
población de todas las misiones salesianas exige al presente estudio
limitarse aún más a algunos de ellos.
Desde el espacio que JM dedica a los informes sobre los terri-
torios de misión, sus poblaciones, sus creencias, supersticiones, cos-
tumbres y fiestas, es evidente que no era algo secundario a los con-
tenidos de la revista. Por un muestreo de varios años, podríamos
hacernos una idea del gran espacio que JM dedicaba a tales infor-
mes. En 1923, de un total de 240 páginas, 32 se dedican a informes
sobre la población de las diferentes misiones y a los aspectos cultu-
____________________
1 La inmensidad del material encontrado en JM requiere una clara demarcación
de los límites para un estudio viable. Las limitaciones del estudio de las misiones
salesianas están motivadas por el hecho de que la mayor parte de los informes de
las misiones parecen venir directamente de los propios misioneros, mientras que los
informes de las misiones de otras sociedades misioneras provienen obviamente de
otras publicaciones existentes.

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Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
rales y religiosos de su vida. De un total de 86 fotos en el mismo
año, 38 muestran modos de vivir de las personas en la misión, su
cultura y su religión. En 1933, de un total de 272 páginas, 45 llevan
informes sobre la cultura y las religiones de los diferentes grupos
étnicos en las misiones y de un total de 182 fotos, 51 están relacio-
nadas con estos informes. En 1943, de un total de 96 páginas, los
informes sobre los diderentes grupos de personas en las tierras de
misión ocupan unas 9 páginas. Y de un total de 102 fotos, en 14 se
muestran los aspectos culturales y religiosos de la población. En
1953, el número de páginas de la revista se incrementó hasta las 144
y también el tamaño de la revista. De ellas, 19 se dedican a varios
informes sobre las personas de las misiones. De un total de 237
fotos, 52 muestran varios aspectos de la vida de estas personas. En
1963, el total de páginas ascendió a 576 pero se redujo el tamaño.
De este total, los informes sobre las personas en las diferentes misio-
nes ocupan 70 páginas. Y de un total de 253 fotos, 67 muestran los
diferentes aspectos de la cultura y las creencias religiosas de la po-
blación.
Los Superiores salesianos intentaron hacer de JM un medio
para preparar a los salesianos y a los destinatarios de la revista para
la celebración de las bodas de oro de la primera expedición misio-
nera. Como resultado, especialmente en los años iniciales, 1923-
1924, se nota un predominio evidente en la revista de los informes
sobre las misiones de América del Sur. Sin embargo, a medida que
las misiones de Extremo Oriente se desarrollaban y se va estable-
ciendo un flujo regular de información sobre las nuevas misiones, se
nota también un retroceso en el espacio ocupado por las misiones de
América del Sur. No obstante, no desaparecieron de las páginas de
JM. En la presentación de la actividad salesiana en el continente, los
editores de JM parecen haberse decantado en favor de las diferentes
misiones entre varios grupos indígenas, casi excluyendo cualquier
referencia a otras obras, especialmente aquellas en favor de la pobla-
ción inmigrante.
En esta sección del estudio se sigue una división basada en las
diferentes tribus, en lugar de estar basada en los diferentes países,
siguiendo el modelo de presentación en la revista. A falta de sufi-
Presentación en JM de las misiones salesianas en América del Sur 295
ciente material en JM sobre todos los grupos étnicos con los que los
salesianos trabajaban, el estudio se limitará a los tres grupos princi-
pales.
Los bororos
En mayo, junio y julio de 1923, JM presentó un esquema his-
tórico de los comienzos de la misión salesiana entre los bororos del
Matto Grosso. El propósito de estos artículos parece ser el de dar a
conocer la realidad misionera en los bosques de las misiones de
América del Sur, la naturaleza salvaje de esta tribu y las dificultades
reales que los misioneros encontraron en la evangelización del
grupo. Viniendo probablemente de uno de los misioneros salesianos
pioneros en la región, estos informes reflejan la experiencia de los
misioneros con esta tribu y lo que éstos pensaban de los bororos2.
Los bari: principal obstáculo a la evangelización de los bororos
El primer artículo sobre los bororos trata de su creencia exage-
rada en el poder del diablo al que ellos llaman bope. El informe afir-
ma: “Los bororos atribuyen todo el mal que recae en los pobres hijos
del bosque a este espíritu y a sus tristes compañeros3. Y para libe-
rarse de esos malvados espíritus su único recurso es el bari (el
hechicero), que es un hipócrita y un mentiroso.
Evidentemente uno de los mayores obstáculos para el progre-
so de la obra de evangelización entre los bororos era el personaje del
bari. “La persona que inspira más terror y el más terrible entre los
Bororos es su bari”4, escribía una HMA en diciembre de 1924. Se-
gún el misionero, éstos conocían al diablo personalmente y eran
hombres del diablo.
El número de octubre de 1956 de JM habla de cómo una per-
sona se convierte en bari entre los bororos y cómo trata el misione-
ro con este temible personaje. Para convertirse en bari, se tiene que
____________________
2 Cfr. ALBISETTI C., La missione del Matto Grosso, en GM 1 (1923) 4, 55-56; 1
(1923) 5, 67-69; 1 (1923) 6, 85-86.
3 Bope e Marebba, en GM 1 (1923) 6, 87.
4 Lo stregone dei bororos, en GM 2 (1924) 12, 185.

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pasar un largo período de aprendizaje de visiones y sueños prove-
nientes evidentemente de un espíritu malvado. Al final de este perío-
do, el bari declara públicamente su obediencia a este espíritu que
desde ese momento toma posesión visible de él. Y de esta manera
es considerado una persona dotada de poderes sobrenaturales. El
misionero no puede permitirse intimidarse ante la autoridad domi-
nante del bari y el poder maligno que emana de él. Cuando el misio-
nero se enfrenta al reto del bari con coraje y fuerza, es éste quien
retrocede y desaparece de la escena5.
Naturaleza salvaje de los bororos: su rencor
Los primeros informes sobre la naturaleza de los bororos tra-
tan de describir la naturaleza salvaje y el primitivismo de su socie-
dad. Los esfuerzos del misionero por civilizar al grupo e intentar que
acepten el imperio del amor del Evangelio se encuentran con una
enconada resistencia del rencor profundamente arraigado que carac-
teriza a la tribu. Los recuerdos de viejas ofensas se transmiten de
padres a hijos, y la llama de la revancha se mantenía constantemen-
te viva. Había una enconada enemistad entre varios grupos. La des-
confianza y el temor gobiernan en las relaciones sociales. Incluso en
las decisiones de los líderes de la aldea, el hombre que se conside-
raba capaz de destruir al enemigo es el elegido para el puesto.
Tienen poca noción de lo que es la amabilidad, el afecto, el amor, la
belleza, etc.6
Tratamiento inhumano de los niños desafortunados
En octubre de 1945 JM publica un artículo de un misionero
informando de un caso de un sacrificio humano entre los bororos y
su creencia en ese rito. El informe afirma que los bororos creen que
si una mujer embarazada, en la víspera de dar a luz, tiene una pesa-
____________________
5 Cfr. Come si diventa bari, en GM 34 (1956) 10, 18; Il bari, en GM 34 (1956)
10, 18. El informe parece tratar de mostrar cómo una sociedad que está controlada
por una persona bajo tanto poder maligno necesita la liberación y la salvación.
6 Cfr. CONGIU F. M., Insidie di nemici, en GM 2, 1924) 7, 103-104; NERIGAR,
Discorso di un cacicco bororo, en GM 2, 24 (1924) 12, 184-185; Mons. Luigi
Lasagna, en GM 11 (1933) 5, 119-121.
Presentación en JM de las misiones salesianas en América del Sur 297
dilla, la criatura que nazca traerá algún tipo de mal a la aldea. Para
protegerse de tal desastre, el niño tiene que ser ahogado en el
momento de nacer. El artículo narra un incidente en el que la madre
ocultó a todo el mundo, incluso a su marido, una pesadilla que tuvo
antes de nacer el niño, y lo alimentó. Cuatro años después hubo una
epidemia en la aldea. Inmediatamente la atención se centró en los
niños que nacieron aquellos años. La mujer tuvo que confesar a su
marido la pesadilla que tuvo días antes de dar a luz. Según lo que
requería su primitiva costumbre, el niño fue ahogado7.
Ritos funerarios de los bororos
En noviembre de 1936 JM ofrece un extracto de la Biografía
de Don Balzola, escrito por Cojazzi, que trata de los ritos funerarios
de los bororos. Una vez más, según el informe, no hay nada huma-
no ni bello en estos ritos, sino el reflejo de la naturaleza salvaje de
este grupo.
Con frecuencia, después de que el bari haya declarado que una
persona moribunda va a fallecer definitivamente, los parientes sim-
plemente cubren la cara del moribundo, le cierran la boca y los ori-
ficios nasales y aceleran su muerte por ahogamiento. Entonces gri-
tan para señalar el fallecimiento del miembro de su familia. Se reú-
nen todas las posesiones y utensilios del fallecido y, tras el funeral,
se queman junto con la casa en la que vivía. Los familiares despe-
dazan el cuerpo del fallecido con trozos de cristal y otros le arran-
can el pelo. Se guarda el cadáver en la casa durante dos días. Al ter-
cer día se cubre con una estera y se entierra en el centro de la aldea.
La tumba nunca es profunda.
Durante veinte días, algunas mujeres van a llorar a la tumba y
vierten agua sobre ella para favorecer el proceso de descomposi-
____________________
7 Cfr. Un sacrificio umano, en GM 23 (1945) 10, 104-105. Evidentemente JM
no está informando de un acontecimiento actual. La intención es obviamente mos-
trar la terrible condición de los bororos antes de su evangelización y civilización.
De hecho las palabras que concluyen el artículo aluden a esto: “Qué terrible y cruel
fue la autoridad con la que Satán mantuvo a los pobres bororos bajo su dominio
antes de que los misioneros pudieran traerles la luz de la fe y la civilización.

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Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
ción. Después de esto, en un día señalado por el cacique, exhuman
el cadáver, lo llevan al río, y con palos e incluso con la ayuda de los
perros, destrozan los huesos, los lavan y los llevan a la aldea. Al ter-
cer día, se colocan los huesos en palmas y se sumergen en el río.
Cada fase del ritual está acompañada de bailes, canciones y grandes
banquetes8.
Los jíbaros
El informe de agosto de 1923 de Natale Strazzieri, misionero
entre los jíbaros, es el primero de su clase que narra la naturaleza de
éstos. Los describe de esta manera:
Los jíbaros son bellos, de una estatura media pero corpulentos, con
una cara redonda. Tienen el pelo grueso y lo llevan muy cuidado,
pero no tienen barba. Son los más inteligentes y astutos de los indios
[...] Están llenos de sentimientos de violencia. [...] Están en guerra
constante entre ellos. Las ofensas se resuelven con actos de revancha.
Y este instinto de venganza se cultiva desde la más tierna infancia9.
Según el mismo informe, las mujeres jíbaras llevan el taraci,
un tipo de vestido sin puños que llega hasta las rodillas. Los hom-
bres, en lugar de eso llevan el itipi, una especie de faja alrededor de
la cintura hasta las rodillas. Ambos, tanto hombres como mujeres,
perforan sus orejas y llevan en ellas palillos en los que cuelgan algu-
nas baratijas.
____________________
8 Cfr. Curiosi riti funebri tra i selvaggi, en GM 14 (1936) 11, 174-176; JM vuel-
ve a publicar un breve resumen de los ritos funerarios de los bororos en 1956. Cfr.
La sepoltura, en GM 34 (1956) 10, 18.
9 STRAZZIERI N., I jíbaros, en GM 1 (1923) 7, 100-102. Garneri ofrece una breve
historia de la misión salesiana entre los jíbaros en el mismo número de la revista.
Cfr. GARNERI D., La missione tra i jíbaros dell’Equatore, en GM 1 (1923) 7, 98-99.
En 1943 Zucchetti vuelve a presentar un relato corto de la misión entre los jíbaros.
La conclusión es totalmente diferente del informe de 1923. El apostolado salesiano
ha cambiado la manera de vivir de esas tribus salvajes. La región tiene sus propias
iglesias, escuelas, hospitales, etc. De ser cazadores de cabezas, los jíbaros han pasa-
do a ser cultos, píos, con una escala diferente de valores, con una visión diferente
de su futuro. Cfr. ZUCCHETTI D., Dopo cinquant’anni di lavoro, en GM 21 (1943)
10, 76-77.
Presentación en JM de las misiones salesianas en América del Sur 299
Naturaleza salvaje de los jíbaros:
pasión por una vida sin restricciones
En septiembre de 1923 Garneri ofrece una imagen de la vida
salvaje de los jíbaros. Comienza el informe con estas palabras:
La vida del pobre jíbaro es de una esclavitud temible. Poligamia, el
culto a Passuka (el anciano con la cara negra: el diablo), los brujos (el
hechicero-curandero), los cuales siempre están metiendo cizaña y las
creencias supersticiosas fomentan en los jíbaros unas complejas pasio-
nes características y el verdadero punto de partida de todas ellas es su
pasión por la venganza. Podría decirse que los jíbaros sólo se mueven
en este mundo por el propósito de revancha contra sus enemigos10.
La obra de evangelización y civilización de los misioneros de este
grupo se ralentizó aún más por otra característica propia: su apego a una
vida sin reglas ni obligaciones. Carlo Crespi escribe en abril de 1924:
La característica de los jíbaros es la libertad sin ataduras, la cual no
admite ningún elemento de opresión o imposición de ningún tipo de per-
sona. [...] Es el bosque en todo su esplendor y encanto lo que les atrae,
su éxito en la caza les seduce. El capricho, los instintos animales y sen-
suales son las únicas normas de sus vidas. Como pájaros que han huido
de sus nidos, ellos no reconocen ninguna autoridad paterna o materna11.
Y según el misionero, ésa es una característica adquirida desde
la más tierna infancia.
En el contexto de hablar sobre educar a los niños jíbaros, una
HMA escribe en abril de 1928 sobre la ansiedad de las hermanas por
los niños que están en sus casas. Después de decir que algunos de
ellos tienen 8, 9 o 10 años, la hermana continúa:
____________________
10 GARNERI D., Tra i jívaros dell’Equatore, en GM 1 (1923) 8, 116. Para mostrar
lo profundamente arraigada de esa característica en su carácter, Garneri continúa
describiendo la fiesta jíbara de la shanza. Esta fiesta merece el título de “cazadores
de cabezas”. Se ha pospuesto su tratamiento a la sección sobre las diferentes fies-
tas de los jíbaros.
11 CRESPI, C., Per i piccoli kivari, en GM 2 (1924) 4, 54-55. Mons. Domingo
Comin, de Méndez y Gualaquiza, corrobora lo que Crespi dice de esta tribu, en su
informe de julio de 1937. Comin habla de la gran dificultad de mantener a los niños
en albergues de la misión e imponerles cualquier regla o regulación. Todo tiene que
parecer mejor que en el bosque. Cfr. COMIN D., I piccoli figli della foresta, en GM
15 (1937) 7, 100-101.

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Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
Pero ellos nos causan mucha preocupación, porque en el momento en
que no están bajo supervisión, incluso en plena noche, huyen al bos-
que. Esos jíbaros tienen tan poca palabra que nunca podemos estar
tranquilas. Es muy difícil conducirlos a la civilización y a la religión12.
La familia y la vida social de los jíbaros
Según N. Strazzieri, es en el padre en quien reside la autoridad
absoluta en la familia jíbara. Él tiene poder absoluto sobre sus hijos.
Decide sobre la muerte de los desafortunados niños deformes. En lo
que respecta a la división del trabajo en la familia, la madre hace
todas las tareas del hogar y el trabajo en el campo mientras que el
padre se dedica a cazar y a pescar13.
Aunque los jíbaros viven en el interior de las regiones bosco-
sas, su sociedad no está desprovista de un orden, unas reglas y nor-
mas, sin vínculos sociales, totalmente libre. G. Ghinassi informa de
que tienen una configuración estrictamente tribal. Viven en peque-
ñas tribus, todas unidas entre ellas por relaciones estrechas. En la
tribu siempre hay un líder tribal. La rivalidad entre tribus y la ene-
mistad hace que éstas vivan alejadas entre sí. Una tribu no se aden-
tra en una región ocupada por otra14.
En marzo de 1936, L. Bogliolo afirmaba que los pasatiempos
tradicionales de los jíbaros son cazar y pescar. Sin embargo, el
misionero comenta que los jíbaros no participan en ellas por diver-
sión y relax, sino por el pescado y la carne. Su verdadero pasatiem-
po es simplemente estar ociosos y tenderse cerca del fuego en sus
casas. El método común de pescar es envenenar el agua en un tramo
considerable del río, con algunas raíces encontradas en la zona. Sus
instrumentos antiguos de caza eran el arco y la flecha15.
____________________
12 Vita kivara, en GM 6 (1928) 4, 65.
13 Cfr. STRAZZIERI N., I jívaros, en GM 1 (1923) 7, 100-102; en 1962 un misio-
nero que trabajaba entre los jíbaros habla del absoluto poder del padre en la fami-
lia, y cómo él decide la muerte de los niños débiles o deformes. Es una práctica
contra la que el misionero tiene que combatir incluso tan recientemente como en
1962. Cfr. D’HAENE R., Kivari, en GM 40 (1962) 4, 20.
14 Cfr. CHINASSI G., Lenta e difficile conversione e civilizzazione dei kivari, en
GM 9 (1931) 11, 204-206.
15 Cfr. BOGLIOLO L., Divertimenti kivari, en GM 14 (1936) 3, 48-49.
Presentación en JM de las misiones salesianas en América del Sur 301
Nociones religiosas de los jíbaros
En noviembre de 1927 JM publica un informe de Giulio Dati,
el Superior provincial. En él el autor afirma que los jíbaros tienen
unas ideas muy escasas sobre Dios o de su más obvios atributos.
Dati resalta el hecho de que los jíbaros ni siquiera tienen una pala-
bra en su idioma que signifique Dios, mientras que la palabra para
el diablo existe: iuanchi. Este hecho particular parece apuntar al
abandono de Dios en la tribu y su atención al espíritu malvado. No
tienen altares, estatuas, imágenes u otras representaciones físicas de
ningún tipo de divinidad. Ni tienen leyes, rituales, ni ningún tipo de
culto. Les causa sorpresa la idea de la inmortalidad del alma. Para
ellos, las ocasiones de alegría y de celebración son sus diferentes
fiestas y la causa de toda maldad son sus enemigos. El iuanchi reci-
be su atención antes de ninguna acción importante. G. Dati hace la
siguiente condena de la religión de los jíbaros: “Desafortunada-
mente la verdad simplemente es ésta: los jíbaros no adoran otra
cosa que no sea el diablo: en su honor celebran varias fiestas y or-
gías”16.
Fiestas de los jíbaros
La fiesta más importante de todas, fiesta que todo jíbaro anhe-
la celebrar una vez en la vida, y la más salvaje de todas, es la shan-
za. Shanza es la cabeza humana seca y reducida al tamaño de una
naranja, después de sustraer los huesos del cráneo. Obviamente sólo
la persona que ha conseguido la cabeza de un enemigo y ha hecho
la shanza puede celebrar tal fiesta. Para los jíbaros es una fiesta de
gran valor. El mismo Garneri describe en septiembre de 1923 los
detalles gráficos de la fiesta. Él la llama la glorificación de la ven-
ganza en la que el asesino es el rey de la fiesta.
La fiesta empieza con la llegada del brujo (el hechicero) y de
los invitados. El brujo da jugo de tabaco al asesino y a todos los
demás y todos se emborrachan con él durante varios días. Después
se da un período de estricto ayuno. Cuando acaba, se pinta la shan-
za de negro y se cuelga en un palo, objeto de una veneración fingi-
____________________
16 DATI G., Tra i kivaros, en GM 5 (1927) 11, 212-214.

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Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
da. Esta ceremonia inicial acaba con la distribución de bananas a
todos los presentes. Esto da lugar a un tipo de baile salvajísimo en
el que incluso las mujeres participan. Durante el baile, el asesino
lleva la shanza alrededor del cuello. El resto de la fiesta consiste en
comer y beber durante cinco días. La sexta noche son sacrificados y
cocinados un gran número de cerdos. El brujo distribuye una gran
porción de carne a cada uno para llevarla a casa y da por terminada
la fiesta de la shanza17.
Según el informe de G. Dati de febrero de 1928, los matrimo-
nios entre los jíbaros son otras ocasiones para la celebración social
sin acompañamiento de ceremonia religiosa alguna. El rito del ma-
trimonio consiste simplemente en la entrada de la novia en la casa
del novio. Es costumbre casarse a la edad de 17 o 18 años. La fies-
ta del matrimonio dura tres días y consiste en comer, beber y bailar.
Este informe también muestra la naturaleza no religiosa y materia-
lista de la sociedad jíbara.
Otra de sus fiestas, mencionada por Dati, es la de las mujeres.
Ésta también dura tres días. El motivo de la fiesta es la cosecha de
yuca y bananas plantadas por las recién casadas. El fin de la fiesta es
demostrar que la esposa que el marido ha traído a casa es trabajado-
ra, atenta a las necesidades de la casa y capaz de mantenerla. La fies-
ta consiste una vez más en comer mucho e ingerir una bebida estu-
pefaciente procedente de la yuca. ¡Una vez más, según el autor, no
hay nada espiritual, es simplemente comer y beber y nada más!
Según Dati, la fiesta del tabaco es una más de sus series de sal-
vajes orgías, que dura también tres días. Esta fiesta se basa en la cre-
encia de que cuanto más jugo de tabaco consuman los participantes
en la celebración, mayor será la prosperidad de la familia anfitriona
de la fiesta. Como resultado, la fiesta se caracteriza por el abundan-
te jugo de tabaco que se sirve18.
____________________
17 Cfr. GARNERI D., Tra i jivaros dell’Equatore, en GM 1 (1923) 8, 118-119; para
otras referencias sobre las fiestas de los jíbaros, cfr. STRAZZIERI N., I jivaros, en
GM 1 (1923) 7, 100-102; DATI G., Tra i kivaros, en GM 6 (1928) 2, 23-24.
18 Cfr. DATI G., Tra i kivaros, en GM 6 (1928) 2, 23-24.
Presentación en JM de las misiones salesianas en América del Sur 303
Costumbres funerarias entre los jíbaros
Isidoro Formaggio, misionero entre los jíbaros, hablando de las
diferentes costumbres de éstos, proporciona el siguiente informe de su
modo de entierro: entierran a sus muertos en sus propias casas y luego
las abandonan. El cadáver se coloca en una especie de ataúd y se pone
en un catafalco que se entierra luego en el suelo de manera que quede
orientado hacia la entrada de la casa. Los cadáveres de los niños, no
obstante, se introducen en botes de arcilla y se entierran en el suelo. El
hecho de que los misioneros no mencionen ningún rito religioso rela-
cionado con el entierro volvería a apuntar a la ausencia de algún ele-
mento espiritual en la cultura de los jíbaros19.
Los chavantes
Una de las primeras noticias sobre la naturaleza de los chavan-
tes aparece en enero de 1935 en un artículo publicado en el contex-
to de la investigación de los asesinatos, relizados por los miembros
de esta tribu, de dos misioneros pioneros: Pietro Sacilotti y Giovanni
Fuchs, que sucedió en noviembre del año anterior. En este artículo
el autor los describe de esta manera:
¡Terribles indios! ¡Nadie los conoce porque nadie ha traspasado su
territorio y ha vuelto vivo! Son ciertamente salvajes en el más com-
pleto significado del término. Son más feroces que los bororos y
viven exclusivamente de la caza, dando alcance a su presa en largas
caminatas a través de los bosques. Y sólo ellos conocen los laberin-
tos y los complicados recovecos de los caminos forestales20.
____________________
19 Cfr. FORMAGGIO I., I cacciatori di teste umane, en GM 37 (1959) 1, 18-19.
20 Pionieri di fede e di civiltà cristiana, en GM 13 (1935) 1, 4. (3-4). Por el infor-
me resulta obvio que los editores no sabían todavía las exactas circunstancias del
fallecimiento de los dos misioneros. En realidad un breve artículo de febrero com-
pleta el informe de enero, proporcionando los detalles del incidente. Cfr. A carat-
teri di sangue, en GM 13 (1935) 2, 36. Además de resaltar el carácter bárbaro de la
tribu, el acto manifiesta su desconfianza básica del extranjero. Debido a estos con-
tratiempos iniciales, la misión entre este grupo sólo pudo comenzar de verdad en
1951. En 1952 Zucchetti proporciona un largo informe sobre los diferentes esfuer-
zos al ponerse en contacto con los chavantes. Cfr. ZUCCHETTI D., Sulla pista dei
chavantes, en GM 30 (1952) 4, 5-7, 13. Guido Borra, misionero entre los chavan-
tes, da otra versión de los comienzos de la misión. Cfr. BORRA G., Nel paese dei
xavantes, en GM 37 (1959) 8, 18-26.

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Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
Guido Borra escribe en JM, en agosto de 1959, y explica el
gran odio y desconfianza que los chavantes albergaban contra las
personas de raza blanca. Cuando los primeros misioneros trabaron
contacto con ese grupo, algunos de ellos decidieron adoptar la civi-
lización. Llegaron a un asentamiento de personas de raza blanca,
pero éstas huyeron a la llegada de los miembros de la tribu salvaje
pues desconfiaban de sus motivos. Con la intención de matar a todo
el grupo, los pobladores blancos prepararon comida envenenada
para todos ellos. Muchos murieron, pero un grupo numeroso escapó
al bosque, con la feroz intención de vengar la muerte de sus seres
queridos21.
La impresión de Colbacchini sobre los chavantes
En 1953, Antonio Colbacchini, misionero salesiano entre los
chavantes, presenta una imagen de éstos bastante diferente a la de
los informes de 1935. Él explica que los misioneros han intentado
establecer una relación amistosa y cordial con esos salvajes, “tan
terribles y temibles”. En un corto período de tiempo, la tribu ha
superado todas las señales de desconfianza de las personas blancas.
De hecho, Colbacchini escribe: “La expansiva cordialidad de esos
salvajes, liberados de todos los indicios de desconfianza y sospecha,
me impresiona mucho”22. El pionero observa que, al contrario que
los bororos, los niños de los chavante siguen al misionero con con-
fianza y familiaridad. La familiaridad no sólo la muestran los niños
sino también los adultos. Invitan a los misioneros a sus casas y les
tratan con todo respeto y cariño. Al narrar los diferentes gestos de
aprobación y bienvenida hacia él, Colbacchini dice que estaba pro-
fundamente impresionado y conmovido por el afecto de esta pobla-
ción primitiva. El gran respeto y preocupación por los ancianos
manifestado por este grupo, según el misionero, apunta a la bondad
natural que anida en ellos.
____________________
21 Cfr. BORRA G., Nel paese dei xavantes. Evidentemente en el informe hay un
cierto matiz de la culpabilidad de los chavantes y una cierta explicación del odio
alimentado hacia las personas de raza blanca. Podría parecer que Borra dijese: “Si
los blancos les hubieran tratado de una manera diferente, sus actitudes también
hubieran sido diferentes”.
22 COLBACCHINI A., La resa dei xavantes, en GM 31 (1953) 7, 12-13.
Presentación en JM de las misiones salesianas en América del Sur 305
Vida familiar y social de los chavantes
Algunos de los informes sobre los chavantes en la década de
los años 50 y 60 habla de algunas de las costumbres y tradiciones de
esta población. En la familia, mientras que las hijas permanecen
bajo el control de la madre hasta que se casan, los hijos, al llegar a
los 8 o 9 años de edad, van a vivir a la casa común de la aldea. Allí
realizan un período de formación de cantar, bailar, cazar, etc.
Durante este período evitan todo contacto con las niñas. Cuando el
muchacho alcanza la edad de casarse, se le perforan las orejas, se le
ponen unos ornamentos rústicos en ellas y se les proporciona una
esposa. Y entonces él abandona la casa de formación y se va a vivir
con su esposa.
Sus casas son redondas y con un tejado en forma de cono. La
entrada es simplemente un agujero en la base. No hay ventanas. En
el centro de la cabaña hay una chimenea en la que arde constante-
mente el fuego. El espacio interior se divide en cuatro comparti-
mentos. No tienen utensilios de cocina y todo se asa. Visten parca-
mente y con muy pocos ornamentos.
El wayci es uno de sus bailes rituales. Rememora la victoria de
los buenos espíritus frente a los malos. Sólo los hombres participan
en él. Los chavantes creen que este baile ritual tiene el efecto de
dominar a los espíritus malignos que les atormentan individual o
colectivamente23.
Conclusión
Hoy, tal vez no quede mucho de esas tribus aborígenes en
América del Sur y menos de sus culturas primitivas. En todas las
culturas hay una mezcla de bien y mal. Pero en esas culturas primi-
tivas, en apariencia, los elementos negativos prevalecen sobre los
positivos. En consecuencia, en el proceso de civilización de esos
grupos, sus formas de vida tendieron a desaparecer. Más que de-
____________________
23 Cfr. COLBACCHINI A., La resa dei xavantes; FASSO, I., Prima residenza tra i
xavantes, en GM 32 (1954) 7, 18-19; BELMONTE E. C. y GIACCARIA B., La danza di
Waya, en GM 39 (1961) 11, 29-36.

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Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
saparecer, era simplemente una especie de liberación de prácticas
que en el fondo no eran humanas.
Particularmente en el caso de estos grupos primitivos sería
ingenuo negar el efecto civilizador del cristianismo. Actualmente se
admira el progreso realizado y se tiende a olvidar a los valientes pio-
neros misioneros que encontraron toda clase de problemas para lle-
varles el cristianismo y enseñarles modos de vida civilizados. JM ha
proporcionado un gran servicio al mantener viva la memoria de
estos héroes. Al mismo tiempo se han preservado para generaciones
posteriores los archivos de los patrones culturales de estos grupos
primitivos.
La totalidad de la humanidad está en constante proceso de
mayor y más extensa humanización. Mientras que nadie niega la
importancia y la urgencia del progreso material, el proceso en civi-
lización es más una cuestión de formación del corazón del ser huma-
no. No son las personas que poseen y controlan la mayor parte de
las riquezas del mundo las más civilizadas. Sin duda, éstas desem-
peñan su papel en el avance de la civilización. Una persona que viva
en la más avanzada población del siglo XXI, que posea y sea usua-
rio de los más complicados aparatos disponibles, símbolos de la
civilización contemporánea, puede ser tan “salvaje” como los aborí-
genes de América del Sur si su corazón es “salvaje”. La religión des-
empeña un papel importante en la verdadera humanización de la
persona, poniéndola en contacto con las realidades divinas.