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CONOCER A DON BOSCO

PASCUAL CHÁVEZ VILLANUEVA

2 LA GALAXIA SE EXPANDE

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3 Del Oratorio a la casa anexa a las escuelas artesanales a los colegios

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«Ya cuando me encontraba en la iglesia de San Francisco de Asís, advertí la necesidad de una escuela. Hay muchachos, bastante avanzados en edad, que ignoran todavía las verdades de la fe. Para éstos, la pura enseñanza verbal resulta larga y, casi siempre, pesada, por lo que fácilmente terminan por abandonarla. Se intentó darles algo de clase, pero no se pudo por falta de locales y maestros aptos que nos quisiesen ayudar. En el Refugio y, más tarde, en la casa Moretta, iniciamos una escuela dominical estable e, incluso, una escuela nocturna regular al trasladarnos a Valdocco. Para obtener ciertos resultados se enseñaba una sola materia a la vez. Por ejemplo, un domingo o dos se impartía o repasaba el alfabeto y el silabeo; a continuación, se tomaba el catecismo elemental, en él, se hacían ejercicios con las sílabas hasta que fueran capaces de leer una o dos de las primeras preguntas del catecismo; y esto servía de lección durante la semana. De esta forma, pude conseguir que algunos lograran leer y estudiar por sí mismos páginas enteras del catecismo» (Memorias del Oratorio, 132).


La triada salesiana


Un patio, una iglesia, una escuela: la triada esencial de la casas salesiana era viva y eficaz desde el inicio.

La experiencia de la “casa anexa al Oratorio de San Francisco de Sales” transformó el Oratorio festivo de modelo romano (San Felipe Neri) y lombardo (San Carlos Borromeo), a que se había inspirado Don Bosco, en una realidad educativa mucho más compleja y articulada, en que la acción pastoral y catequística, integrada por manifestaciones lúdicas y expresivas, es potenciada por un aporte formativo integral, hecho de educación moral y cívica, instrucción, formación profesional, acogida y beneficencia, tensión social y misionera, experiencia de vida comunitaria que involucra profundamente. De ello brotó un modelo de ambiente y un conjunto educativo-cristiano totalmente nuevo, adaptado a las exigencias de los tiempos y de los nuevos jóvenes, capaz de injertarse en manera fecunda en los más diversos ambientes geográficos y culturales, de las grandes metrópolis y de los pequeños centros.

Mas el carisma salesiano, que halla en el Oratorio festivo su experiencia fuente y su paradigma (ver Memorias del Oratorio), de hecho ha podido extenderse en el mundo entero y dar frutos tan notables en los campos de la educación y de la formación, marcando las realidades sociales y eclesiales, gracias a su feliz inserción en el colegio y en la escuela católica tradicional, que ha renovado profundamente, y gracias a la escuela profesional y técnica organizada según el método de Don Bosco.


El paradigma imprescindible


El Oratorio festivo continuó siendo siempre la actividad más querida del corazón de Don Bosco, la más fresca y dinámica de sus instituciones, la más cercana al sentido popular y a los gustos de los jóvenes. Todas las demás obras salesianas, para poder mantener su vitalidad e inspiración pedagógica, han tenido que modelarse siempre en esa experiencia inicial, secreto de su vitalidad.

El Oratorio las ha inspirado sobre todo en cuanto a los destinatarios privilegiados (los hijos del pueblo); al tipo de relación educativa que mira a conquistar la confianza; a la espiritualidad y al celo que debe alimentar el educador (el cual no debe ser solo un buen profesional de la didáctica o de la pastoral); al cuidado del patio como lugar de encuentro educativo; a la dominante “festiva” y lúdica bien equilibrada con la religiosa, formativa y vocacional.

También la característica popular del Oratorio, la preferencia para los muchachos más pobres y “en peligro”, unida a su vocación misionera y social (alcanzar, si posible, a todos los jóvenes de un territorio, atraerlos y conquistarlos para “transformarlos”), que lo caracteriza sea frente a los oratorios parroquiales que a los círculos de recreo de cualquier tipo – y que pide la presencia de una comunidad salesiana como corazón vivo y una colaboración en varios niveles perfectamente coordinados, con mayoría de ayudantes jóvenes (como educadores, asistentes, catequistas, “reguladores de los recreos”… o “animadores”) –, sigue siendo un modelo, una piedra de comparación y un estímulo crítico para los salesianos de los colegios, de las escuelas técnicas, de las misiones y de las parroquias.


A la conquista del mundo


Con la fundación de la Sociedad Salesiana (una familia de consagrados a la educación cristiana de los jóvenes) el carisma oratoriano ha podido extenderse y expresarse en realidades educativas y pastorales formalmente diversas de las del Oratorio festivo de origen. Este esfuerzo de repensar y retraducir en forma operativa no ha alcanzado siempre un éxito pleno, pero fundamentalmente el proceso histórico obtenido ha sido fecundo. Basta pensar que el “sistema preventivo”, en la formulación dada por Don Bosco en 1877, es el intento reflejo para volver a narrar el modelo educativo oratoriano en función de una “casa de educación” clásica.

En una palabra, cabalmente las gemaciones sucesivas a la experiencia de Valdocco entre 1846 y 1861 (año de apertura de la casa de Mirabello dirigida por Don Rúa) se vuelven estímulo, eficaz, fecundo y providencial que imprime al carisma la ocasión para articularse, reforzarse y equiparse en difundirlo al mundo entero. A más de Don Bosco, ha sido el joven Don Rúa el artífice genial de esta re-traducción en llave de colegio del modelo oratoriano, re-traducción que seguirá durante todo su rectorado en el esfuerzo de mediación entre fidelidad a las raíces y apertura a las llamadas del Espíritu y a las exigencias de los tiempos nuevos.

El buen Don Ruffino en su “crónica” escribe simplemente: «Don Rúa se comporta en Mirabello como Don Bosco en Turín. Está siempre rodeado de jóvenes atraídos por su amabilidad y también porque siempre les cuenta cosas nuevas” (MB VII, 461).

En los suyos, Don Bosco en el fondo se exporta a sí mismo.