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CONOCER A DON BOSCO

PASCUAL CHÁVEZ VILLANUEVA

2 LA CORDADA

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3 Del compromiso privado con los jóvenes

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4 a la construcción de una comunidad-familia;

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5 del carisma personal al carisma participado

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El primer gesto “oficial” de Jesús: «Iba Jesús bordeando el mar de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: Venid conmigo, y yo os haré pescadores de hombres» (Marcos 1, 16-17).

Ya desde los años del Convitto Don Bosco busca a jóvenes “colaboradores”: «Aunque mi finalidad fuera reunir solo a los chicos que peligraban más, y con preferencia a los salidos de las cárceles, pese a ello, para contar con alguna base sobre la que asentar la disciplina y la moralidad, he invitado también a algunos otros de buenas conducta y ya instruidos. Ellos me ayudaban a conservar el orden y también a leer y cantar alabanzas sagradas; porque ya desde entonces me di cuenta que sin la difusión de libros de canto y de entretenidas lecturas las reuniones festivas habrían sido como un cuerpo sin alma » (MO ed. 2011, p. 130).

Para Don Bosco el paso de la iniciativa personal a una acción coordinada coral se realiza pronto. El carisma personal revela desde el inicio una vocación comunitaria y una inclinación a la convocación.

Experimentó una colaboración operativa más regular entre 1844 y 1846, cuando fue acompañado por el teólogo Borel, por don Pacchiotti y otros. Pero eran cooperadores ocasionales, sujetos a exigencias prácticas. El Oratorio despega cuando él se instala en Casa Pinardi con la madre, transformando el edificio, que hasta ese momento ha sido simple centro de actividad, en una “casa”, en una familia apostólica consagrada a la misión, abierta día y noche para acoger a los jóvenes pobres y abandonados. Desde ese momento la obra desarrolla todas sus potencialidades, también porque Don Bosco, abandonado cualquier otro compromiso, se consagra exclusivamente a la misión juvenil. Es en esta situación que él se preocupa de reunir en torno suyo a una comunidad de pastores-educadores, no ya solo ocasional o funcional a las actividades, sino que en él reconozca al padre, al punto de referencia y al modelo.


Non solo “ayudantes”


Sobre todo después de la crisis de 1848-49, que alejó a muchos colaboradores animados por otro espíritu y método, Don Bosco trató de construir el prototipo de la comunidad educativa “salesiana”, formando a jóvenes que no fueran solo “ayudantes” sino “discípulos e “hijos”, parte viva de una familia unida por vínculos afectivos y espirituales, con tareas y papeles bien definidos y complementarios, que participaran de su carisma: Ascanio Savio, Rua, Cagliero, Buzzetti, Artiglia, Rocchietti, Bonetti… Ellos vivían en el Oratorio, decididos a quedar con Don Bosco para dedicar su vida a la misión juvenil. Eran el fruto del trabajo formativo de Don Bosco entre los oratorianos y de su dirección espiritual. No todos se hicieron religiosos. Muchos siguieron colaborando en los oratorios y en las escuelas, aun viviendo en su propia casa. Otros ofrecían ayudas ocasionales, colaboraciones económicas y apoyo moral. Pero todos se sentían parte activa de la obra salesiana, participaban de su método, de sus objetivos y elementos carismáticos.


Una “familia” que educa


Esa experiencia ha dado vida a un modelo carismático inconfundible de comunidad educativo-pastoral. En las casas salesianas la comunidad de los religiosos reunida junto al director (auténtico padre espiritual), coordinada en las tareas y en los deberes, es el corazón de la obra; pero necesita involucrar, para su eficacia formativa, la adhesión cooperativa y afectiva de los jóvenes mejores como activos animadores espirituales, educadores de sus compañeros, construyendo así una amplia red de colaboración activa y moral en varios niveles, en círculos concéntricos que a la obra impriman dinámica, eficacia y continuidad.

La institución salesiana ha podido llegar al mundo entero gracias a esta vocación comunitaria del carisma de Don Bosco, quien sabía que para educar bien a los jóvenes hay que ser muchos, acordarse en los mismos ideales y en el mismo espíritu como hermanos, estar dispuestos a cooperar cordialmente con el director, a entregar con alegría todo lo que uno es, cada cual según la propia condición de vida. La historia de la obra salesiana en todas partes del mundo ha demostrado que los cazadores sueltos, aunque muy capaces y eficientes, si faltos de pertenencia o desenganchados de la comunidad, han construido realidades caducas.

Por el contrario las comunidades salesianas unidas en el trabajo y en la fraternidad, aunque formadas por personas sencillas, cuando bien enraizadas en el territorio y preocupadas por involucrar y convocar, han llevado adelante con eficacia un trabajo con profundas y fecundas proyecciones en las comunidades civiles y eclesiales en las se encontraban.

6 Como afirman las Constituciones de los salesianos: «Vivir y trabajar juntos es para nosotros, salesianos, exigencia fundamental y camino seguro para realizar nuestra vocación » (Artículo 49a).

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