Actas_1993_346.ACG


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del consejo general
año LXXIV
octubre-diciembre de 1993
n.º 346
órgano oficial
de animación
y comunicación
para la
congregación salesiana
Direzione Generale
Opere Don Bosco
Roma

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del consejo general
de la sociedad salesiana
de san juan bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
N.º 346
año LXXIV
octubre-diciembre de 1993
página
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
¡SEAMOS «PROFETAS-EDUCADORES»! 3
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES La lnspectoría organiza el sector de la Co-
municación Social
36
3. DISPOSICIONES Y NORMAS
4. ACTIVIDAD DEL C. GENERAL
5. DOCUMENTOS Y NOTICIAS
(No se dan en este número)
4.1. De la crónica del Rector Mayor
46
4.2. De la crónica del Consejo General 46
5.1. Simón Srugi, venerable: decreto
50
5.2. Luis Variara, venerable: decreto
53
5.3. Circunscripción de estatuto especial
para Piamonte y Valle de Aosta
56
5.4. Circunscripción de estatuto especial
para Zambia, Malawi y Zimbabwe 58
5.5. Nuevo procurador general de la
Sociedad Salesiana
59
5.6. Nuevos inspectores
60
5.7. Nuevos obispos salesianos
61
5.8. Salesianos difuntos
(3.ª relación de 1993)
67

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Central Catequística Salesiana
Alcalá, 164 - 28028 Madrid
Edición extracomercial
Imprime: Gráficas Don Bosco - Arganda del Rey (Madrid)

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
¡SEAMOS «PROFETAS-EDUCADORES»!
llntroducción.- Dimensión profética de la Vida Consagrada.- Fermento en la significación.- Contem-
poraneidad de Cristo.- Clave de lectura conciliar.- Con san Juan Sosco, según nuestra consagra-
ción apostólica: en la alianza, en la misión, en la comunión y en la radicalidad.-Que nos guíe Nues-
tra Señora, la Virgen del Rosario.
Roma, memoria de Nuestra Señora, la Virgen del Rosario,
7 de octubre de 1993
Queridos hermanos:
Celebramos hoy la memoria de Nuestra Señora, la
Virgen del Rosario. Es una invitación a dar importancia
a la práctica -personal y comunitaria- del piadoso ejerci-
cio que nos sumerge en los acontecimientos del gran
misterio de Cristo; es una práctica piadosa fácil y popu-
lar, muy recomendada por Juan Pablo II; es una manera
realmente profunda, y al alcance de todos, de contem-
plar las personas y los hechos de la hora central de la his-
toria de la salvación. Aproxima a Cristo e intensifica la
familiaridad con él, el solo y auténtico profeta de verdad
en la alianza definitiva del tiempo de la Iglesia.
He pensado que esta memoria mariana, que nos
ayuda a contemplar el misterio de Cristo, puede sugerir-
nos también la reflexión sobre un tema particularmente
ligado a la Vida Consagrada en la Iglesia: el de su
dimensión profética. En estos años posconciliares se ha
hablado más de una vez de la función profética de los
consagrados, puestos como levadura en el pueblo de
Dios para iluminar, estimular, corregir y relanzar creati-
vamente la vocación común a la santidad. Urge desper-
tar a los consagrados en este su servicio, don del Espíri-
tu para todos.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
4
Oírse llamar «profeta» es un estímulo fuerte a la res-
ponsabilidad de la propia vocación. La profecía es abso-
lutamente imprescindible, pero no resulta fácil. Existe,
además, el peligro de interpretaciones no auténticas:
siempre ha habido «falsos profetas», que no representa-
ban la autenticidad de la intervención de Dios en la his-
toria. Para valorar como es debido la realidad y autenti-
cidad de nuestro servicio eclesial, hay que partir de la
meditación del acontecimiento de Cristo.
La preparación del Sínodo de 1994, que tratará de la
Vida Consagrada, nos estimula a considerar este servicio
en armonía con los demás aspectos generales de los ins-
titutos de Vida Consagrada en la Iglesia.
Asistimos estos meses a numerosas iniciativas presi-
nodales patrocinadas por conferencias episcopales y
organismos de los consagrados. Están apareciendo estu-
dios y aportaciones de reflexión que crean un clima de
interés y esperanza. Pronto verá la luz también un
Manual
de
Teología
de
la
Vida
Religiosa
1
,
obra
de
algu-
nos especialistas, pedida por la Comisión mixta de obis-
pos y superiores mayores de Italia, que ciertamente ser-
virá para iluminar las mentes.
Es cierto que el Sínodo se mueve en una órbita
intencionadamente «pastoral» y no directamente doctri-
nal; pero cabalmente por eso necesita con urgencia algu-
na~ clarificaciones de principio, como base para actuali-
zar mejas la comunión, la acción apostólica y el
testimonio de vida.
¡Quiera Dios que el próximo Sínodo sirva para faci-
litar una mejor consideración y valoración de los caris-
mas en la Iglesia y que los institutos de Vida Consagra-
da desarrollen con mayor conciencia orgánica e
incisividad profética su pertenencia vital al pueblo de
Dios en el aspecto conciliar de «sacramento de salva-
ción» en estos tiempos nuevos!
En los meses que faltan para la asamblea sinodal, os
invito a meditar también la «dimensión profética» de
nuestra vocación de consagrados.
1. wc, Turín.

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5
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Dimensión profética de la Vida Consagrada
El profeta es un creyente elegido por el Señor para
hablar a los hombres en su nombre. Para cumplir esta
función, vive en intimidad con Dios, a fin de escuchar,
entender y transmitir bien su mensaje. Lo que comuni-
ca no es propio, procede del corazón de Dios: un Dios
que no es simplemente una especie de gran arquitecto
del mundo, sino el Señor de la historia, que ama inmen-
samente al hombre y lo acompaña de modo increíble en
las aventuras de su libertad.
El profetismo es uno de los fenómenos que mejor
revelan la trascendencia de la historia de la salvación;
caracteriza el realismo religioso del judaísmo y del cris-
tianismo: aporta novedad y denuncia de parte de Dios.
El misterio de Cristo es el apogeo de tal fenómeno.
Jesús no dio por concluida la época de los profetas, sino
que sublimó y transformó su función. Él es, por exce-
lencia, «el gran profeta», el mayor y definitivo, y legó a
su Iglesia un papel profético de nuevo cuño, bajo la
poderosa animación del don de su Espíritu. Hoy, con el
surgir de tantas novedades y, lamentablemente, también
con el difundirse de no pocas desorientaciones, se siente
una necesidad grande de profetas auténticos, que lleven
adelante una evangelización verdaderamente nueva.
De esa necesidad tan vital surge un interés especial
por la función profética de la Iglesia y, en ella, de la Vida
Consagrada.
A veces se atribuye a la Vida Consagrada la caracte-
rística específica de ser, por vocación, «la» dimensión
profética de toda la Iglesia. Tal afirmación es, obvia-
mente, exagerada; pero tiene el mérito de querer mos-
trar un aspecto vital no suficientemente destacado. La
Vida Consagrada no puede apropiarse, en exclusiva, una
cualidad que corresponde a todo el pueblo de Dios.
Dice, efectivamente, el Concilio, hablando de los segla-
res: «Cristo, el gran profeta, que proclamó el reino del

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
6
Padre con el testimonio de su vida y con la fuerza de su
palabra, realiza su función profética hasta la plena mani-
festación de su gloria. Lo hace no sólo a través de la
jerarquía, que enseña en su nombre y con su poder, sino
también por medio de los seglares. Él los hace sus testi-
gos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra
para que la fuerza del Evangelio brille en la vida diaria,
familiar y social». 2 El reciente «Catecismo de la Iglesia
Católica» habla incluso de todo un pueblo profético
como luz y sacramento de la humanidad en camino:
«Jesucristo es aquel a quien el Padre ungió con el Espíri-
tu Santo y lo constituyó 'sacerdote, profeta y rey'. Todo
el pueblo de Dios participa de esas tres funciones de
Cristo y tiene las responsabilidades de misión y servicio
que se derivan de ellas». 3
No parece, pues, conveniente ni exacto presentar la
Vida Consagrada como una especie de institucionaliza-
ción de la dimensión profética de la Iglesia. De todos
modos, es indudablemente justo y urgente poner de
relieve e intensificar, en particular, el aspecto peculiar-
mente profético de la Vida Consagrada. Los fundadores
y fundadoras, que están en el origen de los institutos,
desempeñaron un verdadero papel profético en la Iglesia
y en la sociedad de su tiempo y legaron a sus seguidores
un dinamismo profético que deben «vivir, custodiar,
profundizar y desarrollar constantemente en sintonía
con el Cuerpo de Cristo que nunca deja de crecer». 4
El aspecto carismático de la Vida Consagrada impli-
ca una presencia y creatividad continua del Espíritu
Santo; pertenece a la dimensión profética de la Iglesia,
para proclamar a todos «que sin el espíritu de las biena-
venturanzas no se puede transformar este mundo ni
ofrecerlo a Dios». 5
El hecho de que la Vida Consagrada «no forme parte
de la estructura jerárquica de la Iglesia, pero pertenezca
de manera indiscutible a su vida .Y santidad», 6 le da un
carácter profético especial para todo el pueblo de Dios.
2. Lumen gentium 35.
3. Catecismo de la Iglesia
Católica, núm. 783.
4. Cf. Mutuae re!ationes I l.
5. Lumen gentium 31.
6. Lumen gentium 44.

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7
7. Lumen gentium 46.
8. Mutuae relationes 12.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Así lo reconoce el Concilio cuando declara: «Los religio-
sos han de procurar con empeño que la Iglesia, por
medio de ellos, muestre cada ,vez mejor a Cristo a cre-
yentes y no creyentes: Cristo en oraci6n en el monte, o
anunciando a las gentes el reino de Dios, curando a los
enfermos y lisiados, convirtiendo a las pecadores en
fruto bueno, bendiciendo a los niños, haciendo el bien a
todos, siempre obediente a la. voluntad del Padre que lo
envi6». 7
El documento «Mutuae relationes» toca de algún
modo este punto cuando presenta los rasgos de autenti-
cidad de un carisma: «Revisi6n continua de su fidelidad
al Señor, de la docilidad a su Espíritu, de la atenci6n
inteligente a las circunstancias y de la mirada cuidadosa-
mente atenta a los signos de los tiempos; revisi6n tam-
bién de su voluntad de inserci6n en la Iglesia, de la con-
ciencia de obediencia a la jerarquía sagrada, de la
audacia en las iniciativas, de la constancia en el darse y
de la humildad en soportar los contratiempos». 8
De acuerdo con tan autorizadas orientaciones, los
institutos religiosos están llamados a cumplir su funci6n
profética, no de modo uniforme e indistinto, sino de
acuerdo con el proyecto carismático indicado por el
Espíritu de Cristo en el fundador e identificado por
quienes, en cada instituto, realizan esta delicada y com-
prometida tarea de discernimiento.
El problema, ahora entre nosotros, no consiste en
indicar las diferencias o complementariedad de la fun-
ci6n profética de la Vida Consagrada en los diferentes
grupos eclesiales -laicales y jerárquicos-, sino en pro-
fundizar e intensificar el propio papel profético en la
6rbita carismática del fundador.
Hay que reconocer que el tema de la dimensi6n pro-
fética de la Vida Consagrada no lo ha afrontado todavía
a fondo ningún documento del Magisterio universal,
aunque se haya puesto de relieve en algunas zonas más
sensibles (por ejemplo, Iberoamérica) y en diversas

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
8
intervenciones de las conferencias de religiosos. De
todos modos, es un tema de actualidad, que puede con-
tribuir a romper la lentitud en el camino de la renova-
ción, a medir su calidad y a alentar iniciativas de cambio
sin caer en interpretaciones erróneas; ayuda a convivir
con la gente desde la perspectiva de una esperanza que
ya no se halla en el clima ambiental.
El profetismo indica una opción permanente de
Dios: la de intervenir personalmente en las vicisitudes
humanas. El profeta es su embajador, que no vive en
una esfera atemporal, sino comprometido a fondo con
sus contemporáneos: se siente enviado de Dios y desti-
nado a transmitir su mensaje no sólo de palabra, sino
también con las obras, con su vida y con gestos simbóli-
cos, a veces paradójicos; es un transmisor vivo de la luz
salvífica de Dios; manifiesta, corrige, estimula, predica,
prepara, construye, sufre y da testimonio. «El Espíritu
del Se.fi.or -dice Isaías- está sobre mí, porque me ha
ungido; me ha enviado para dar la buena noticia». 9 El
profeta no es un extraño, sino un centinela: «Te he pues-
to de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches pala-
bras de mi boca, les darás la alarma de mi parte». 10
El Dios de los profetas se introduce, por ellos, en la
historia para salvar. En su nombre indican metas, dan
criterios para alcanzarlas, introducen novedades positi-
vas, se.fi.alan males que hay que remediar, insisten con
constancia en el sentido del pecado, muestran caminos
concretos de conversión y denuncian desviaciones y
errores.
La actual aceleración de los cambios sociales y cultu-
rales tiene una necesidad especial de la luz de un Dios
que se encarnó precisamente para guiar a la humanidad
hacia la salvación. Las muchas novedades que se suceden
con ritmo vertiginoso pueden contribuir a hacer olvidar
la función profética o instrumentalizarla de cara al solo
ámbito sociocultural; en este sentido oímos, a veces,
subrayar ciertos aspectos de los profetas del Antiguo
9. Isa1as61, 1.
10. Ezequiel 33, 7.

2 Pages 11-20

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2.1 Page 11

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9
11. Mateo 5, 14-16.
12. juan 1,9.
13.Juan 1, 7.
14. 2 Cor 4, 5.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Testamento sin ninguna referencia específica a Cristo; es
un modo de hacer que puede conducir a arbitrariedades
peligrosas. También por este motivo la consideración
genuina de la dimensión profética ocupa un puesto
prioritario en la renovación de los institutos y en la bús-
queda de compromisos eficaces con miras a la nueva
evangelización.
Un pueblo de Dios sin profecía no tendría capacidad
para fermentar la actual marcha del mundo; sería infiel
a la extraordinaria presencia del Espíritu de Cristo
manifestada en el Vaticano II y en muchos aconteci-
mientos, eclesiales y sociales, que le siguieron: «Vosotros
sois la luz del mundo -dice el Señor-, ... alumbre vues-
tra luz a los hombres»; 11 pero sabiendo que «la luz ver-
dadera, la que alumbra a todo hombre», 12 sólo es Jesu-
cristo.
Hoy toda la Iglesia está llamada con urgencia a pro-
fetizar a Jesucristo; como Juan Bautista, debe «dar testi-
monio de la luz, para que por él todos vengan a la fe». 13
Con razón proclama el apóstol Pablo: «No nos pre-
dicamos a nosotros, predicamos que Cristo es Señor». 14
Si toda la Iglesia está invitada con fuerza a hacerlo,
quiere decir que, en ella, la Vida Consagrada debe cui-
dar su propia función profética, de forma muy peculiar
e intensa, por su mismo estado de vida, «que libera
mucho más a sus miembros de las preocupaciones terre-
nas, manifiesta también mucho mejor a todos los cre-
yentes los bienes del cielo, ya presentes en este mundo.
También da testimonio de la vida nueva y eterna adqui-
rida por la redención de Cristo y anuncia ya la resurrec-
ción futura y la gloria del reino de los cielos. Este mismo
estado imita más de cerca y hace presente continuamen-
te en la Iglesia aquella forma de vida que escogió el Hijo
de Dios al venir a este mundo para hacer la voluntad del
Padre y que propuso a los discípulos que le seguían.
Finalmente, revela de manera especial la superioridad
del reino de Dios sobre todo lo creado y sus exigencias

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
10
radicales. Muestra también a todos los hombres la gran-
deza extraordinaria del poder de Cristo Rey y la eficacia
infinita del Espíritu Santo, que realiza maravillas en la
Iglesia». 15
15. Lumen gentium 44.
Fermento en la significaci6n
En Jesucristo se realiza la nueva y definitiva Alianza,
no ya con un solo pueblo de una determinada cultura y
organización religioso-social (Israel), sino con toda la
humanidad en la variedad de sus pueblos y culturas,
dando así un significado profundamente nuevo a la
intervención de Dios por medio de la profecía, el sacer-
docio y la realeza.
En el Antiguo Testamento la función del profeta
-suscitado de forma personal por Dios mismo- era dis-
tinta y separada de la institucional del sacerdote y del
rey; no recibía su legitimación de ellos, sino de una rela-
ción directa, íntima y personal con Yavé, en cuyo nom-
bre hablaba.
En Cristo quedaron unificadas indisolublemente las
tres funciones de profeta, sacerdote y rey, y así las legó
como patrimonio a su Cuerpo Místico en la historia, a
fin de que se ejercieran de múltiples modos y con diver-
sos ministerios. El concilio Vaticano II recordó que en la
Iglesia la «comunión» tiene un valor central y caracterís-
tico, que también se manifiesta en la compenetración
mutua de las tres funciones: juntas sirven para edificar el
Reino -no terreno-, que es de Cristo por los siglos hasta
que lo entregue al Padre al final de los tiempos.
En el actual momento histórico, el ejercicio de la
función profética es una de las prioridades pastorales
más urgentes. El Vaticano II dio explícitamente el pri-
mer puesto al servicio de la Palabra, de la actividad evan-
gelizadora y de la formación de la conciencia en los cre-
yentes. Los cristianos deben ser un pueblo de profetas

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11
16. Constituciones 2.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
con creatividad, inteligente audacia y capacidad de testi-
monio hasta el martirio, siguiendo el ejemplo generoso
e incisivo de los Apóstoles.
Si miramos el contexto en que actuaron los profetas
del Antiguo Testamento, nos hallamos con un Israel en
situaciones graves de infid_elidad social a la Alianza; por
eso, la obra del profeta stiele manifestarse con fuerza
como denuncia simultáneamente religiosa y social. Hoy
se está produciendo en el mundo, para el futuro de
todos los pueblos con sus culturas y religiones, un cam-
bio de época que no podrá encontrar el buen camino sin
la luz de Cristo.
Es cierto que el contexto actual se presenta con
muchos males que necesitan corrección. Pues bien, la
profecía de Cristo está llamada a iluminar y discernir las
continuas novedades, a fin de tomar lo que tienen de
valor y prevenir y enmendar sus peligrosas desviaciones,
a fin de que el complejo giro antropológico no termine
en antropocentrismo fatal.
En tal contexto, nuestra específica función profética
de salesianos debe realizarse en la «opción por la educa-
ción», que da un tono característico a toda nuestra voca-
ción: no estamos llamados a ser «agitadores de los jóve-
nes», sino a ser luz para su conciencia en cuanto «signos
y portadores» 16 del amor y bondad de Cristo. El contex-
to juvenil presenta hoy retos exigentes; en el XXIII
Capítulo General vimos su alcance mundial, que des-
pués cada inspectoría ha ido concretando en su situa-
ción local.
En los areópagos del mundo se hace propaganda de
numerosos sucedáneos de la luz de la fe cristiana; se
separan el camino del conocimiento humano y el cami-
no del Evangelio de Cristo, como si fueran dos vías con
metas inconciliables; faltan indicaciones válidas de ruta;
es una hora de afanosa búsqueda de maestros para la for-
mación de la personalidad.
En estos años, nosotros hemos tratado de formular

2.4 Page 14

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
12
globalmente nuestro esfuerzo de renovación con el tér-
mino «significación»: volver a ser, entre los jóvenes, ver-
daderos «signos» de «nueva evangelización» precisamen-
te por medio de una «nueva educación». Estamos
avanzando con pasos concretos, pero hay que perseverar,
profundizar e intensificar.
Tenemos que convencernos de que la dimensión
profética de nuestros compromisos es el núcleo central
de nuestra significación. El comentario oficial al artícu-
lo 2 de las Constituciones («ser signos y portadores»)
afirma claramente que se trata de un «compromiso tre-
mendamente exigente, porque afecta a toda la persona,
vida y acción de los salesianos, desasiéndolos de sí mis-
mos para hacerlos girar, simultáneamente, en torno a
dos polos: Cristo vivo y la juventud, y para lograr el
encuentro de uno y otro en el amor. Compromete a los
salesianos a ser doblemente servidores de Cristo -que
los envía- y de los jóvenes -a quienes son enviados-;
revelar el amor-llamada de Cristo y suscitar el
amor-respuesta de los jóvenes. ¡Tal es el significado últi-
mo de todas sus 'obras de caridad espiritual y corpo-
ral'!». 17
Tal es precisamente la función profética del salesia-
no: ¡Seamos, pues, «profetas-educadores»!
La significación tiene una esfera más amplia que la
profecía; pero ser profeta auténtico de Cristo es su fer-
mento vital, de modo que sin él pierde sentido la misma
significación. No obstante, este papel profético se sitúa
«dentro de» las exigencias actuales de la nueva educa-
ción, en la comunión y armonía de objetivos: Cristo en
su encarnación eligió el giro antropológico cabalmente
para que su luz venciera, desde dentro, al antropocen-
trismo. Hacer profecía hoy no significa, para nosotros,
hacer exhibiciones socioculturales, sino anunciar con
eficacia el acontecimiento supremo de Cristo como
medida de todas las novedades, haciendo ver con clari-
dad sus dinamismos de futuro, proclamando su proce-
17. El Proyecto de Vida de los
Salesianos de Don Rosco,
Roma 1986 (edición
española), págs. 111-
112.

2.5 Page 15

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13
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
ciencia divina e irradiando sus potentes haces de luz, los
únicos que permiten ver lo que es realmente el hombre.
Se trata de hacer sentir a los jóvenes la presencia y
fuerza del amor de Cristo con una fidelidad clara a sus
iniciativas. Esta actividad profética no es fantasía indivi-
dual, sino servicio activo y creativo a su misterio; no se
reduce a simple observancia religiosa, sino que es comu-
nicación de energías de salvación; no favorece en primer
lugar algún tipo de revolución estructural, sino que se
concentra en la formación de las mentalidades y en la
conversión de las personas, y, cuando sea necesario,
también sabe hacer denuncia cultural y social, aunque
no con métodos de carácter horizontal y temporal.
Así pues, debemos intensificar una dimensión profé-
tica que dé dinamismo e intensidad a la significación
salesiana.
Contemporaneidad de Cristo
En el Antiguo Testamento, la función profética per-
tenecía a un período de la historia de la salvación que
caminaba hacia la meta de Cristo; las intervenciones de
Yavé se movían gradualmente en un proceso de prepara-
ción cada vez más claro, hasta llegar al testimonio del
Bautista, que señala la presencia del Mesías.
La historia de la salvación alcanza su plenitud en
Cristo; en adelante ya no crecerá la revelación de Dios,
pues en Jesús se hizo presente para siempre toda su Pala-
bra; en él vive la profecía definitiva: él es el hombre
nuevo, el Señor de la historia, centro y fuente de cual-
quier nueva función profética; Cristo es el «novísimo»
(«ésjaton»), el vértice absoluto de la intervención de
Dios en el devenir humano.
Es obvio que el devenir humano sigue progresando y
creciendo después de la Pascua del Señor; pero es un
progreso y crecimiento en la línea de la creación, no en

2.6 Page 16

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
14
la de la revelación. Ello implica novedad de interpela-
ciones y retos, pero no una Palabra de Dios verdadera-
mente nueva, pues «la economía cristiana, por ser la
alianza nueva y definitiva, nunca pasará; no hay, pues,
que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa
manifestación de Jesucristo nuestro Señor». 18
Esta intervención definitiva en Cristo no ignora,
pues, los dinamismos del devenir humano en la línea de
la creación; al contrario, los tiene en cuenta de forma
explícita; Jesucristo instituyó la Iglesia, su Cuerpo Místi-
co por los siglos, con la misión de llevar a todos los tiem-
pos la luz pascual de aquel acontecimiento definitivo.
Por otra parte, el mismo devenir humano está ligado
radicalmente a Cristo, en cuanto que él es su «creador»
inicial («por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella
no se hizo nada de lo que se ha hecho» 19) y en cuanto
que él envía continuamente -en todos los espacios de
tiempo- al Espíritu Santo, que mueve todo hacia el
Reino («él me glorificará, porque recibirá de mí lo que
os irá comunicando» 20).
Hay, pues, todavía crecimiento humano, como
demuestran hoy los numerosos signos de los tiempos,
pues cambian las cul~uras, la mentalidad de la gente, las
situaciones y estructuras sociales, la percepción de los
valores, los retos apremiantes y la búsqueda de una ver-
dad que sirva de guía.
El acontecimiento de Cristo, en cuanto novísimo, es
por sí mismo contemporáneo de cualquier tiempo pos-
terior, pero necesita que la Iglesia acierte a descubrir esa
contemporaneidad. Aquí entra el papel profético, que
debe presentar como contemporánea, es decir, como
revelación de Dios para hoy y para los tiempos nuevos,
toda la luz del acontecimiento de Cristo.
Saber presentar a Cristo como «el gran Profeta» del
presente, hacer que aparezca como Maestro actualizado
aunque desconcertante, como Luz que no puede ser
eclipsada por ningún signo de los tiempos y como
1s. Dei Verbum4.
19.Juan 1. 3.
20. Juan I6, 1s.

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15
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Novedad absoluta que mide, asume y juzga todas las
novedades que emergen. Es la tarea de la nueva evange-
lización, llamada a hacer que el Evangelio suscite simpa-
tía y aceptación.
No es tarea fácil; comporta una función profética
imprescindible y urgente. La Iglesia, y en ella la Vida
Consagrada, debe comprometerse con «nuevo ardor».
Clave de lectura conciliar
21. Cf. Perfectaecaritatis2.
Como hemos dicho, muchos fundadores y fundado-
ras de institutos religiosos realizaron una función profé-
tica especial con formas nuevas respecto a situaciones
precedentes: quién con el testimonio de la vida eremita,
cenobítica y contemplativa, para indicar lo absoluto de
Cristo en la existencia humana; quién con la enseñanza,
para iluminar las inteligencias, hacer madurar la fe y
poner un dique al error y a la herejía; quién testimo-
niando con una caridad rica en obras el interés de Cris-
to por todas las categorías de necesitados; quién con
otras formas de amor.
Toda la Vida Consagrada debe relanzar hoy este
aspecto desde los múltiples aspectos que la constituyen.
Para renovarse al respecto, tenemos que partir de
una óptica segura, que respete el propio carisma.
El Vaticano II indica autorizadamente una clave de
lectura al hablar de la renovación de los institutos reli-
giosos. El decreto «Perfectae caritatis» afirma que en pri-
mer lugar hay que considerar «el seguimiento de Cristo
tal cual lo propone el Evangelio» y que, además, es
imprescindible una fidelidad dinámica «al espíritu de
los fundadores, a los fines propios y a las sanas tradicio-
nes». 21
Ambas afirmaciones conciliares no son dos claves de
lectura separadas, sino una sola, porque los fundadores
fueron suscitados por el Espíritu de Cristo para hacer

2.8 Page 18

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
16
actual, según las épocas, su misión portadora de salva-
ción. Cabe considerarlos como una página viva de la
contemporaneidad de Cristo, y se esforzaron por pro-
clamar su profecía en el momento histórico con respec-
to a sus destinatarios.
Para hacer contemporánea la gran profecía de la
Nueva Alianza, vivieron «dentro» de su actualidad, dóci-
les al Espíritu del Señor y en sintonía con él, a fin de
comprender dónde se situaba la urgencia de la salvación,
cuáles eran sus interpelaciones y retos y el porqué de las
wnas negras donde reinaban la ausencia, la indiferencia
y el rechazo de la luz pascual, pues sólo «desde dentro» es
posible hacer el discernimiento de contemporaneidad.
Sin embargo, en este punto es importante hacer
notar que la función profética de la Nueva Alianza no es
sólo respuesta a exigencias nacidas en el devenir huma-
no. Es obvio que la profecía de Cristo ofrece grandes y
adecuadas respuestas a muchas demandas; pero el Evan-
gelio no es sólo respuesta, es también iniciativa de Dios
que revela e instruye, propone, interpela, previene, ense-
ña, corrige y también denuncia.
La renovación profética, pues, no se limita a ocupar-
se del polo de la cultura emergente y su contexto de
vida, su lenguaje y sus métodos -cosa evidentemente
imprescindible-, sino que va, en primer lugar y a fondo,
a escrutar de nuevo, y con sensibilidad por el interior de
la cultura, el luminoso polo del acontecimiento de Cris-
to, para captar con mayor claridad los núcleos vitales de
influencia más penetrante y así saberlos comunicar con
verdadera actualidad.
A san Juan Bosco y a nosotros el Espíritu Santo nos
tiene asignado, en la misión profética de la Iglesia, un
campo que, como decíamos, se caracteriza por la
«opción educativa» en favor de la juventud necesitada y
también con relación a los ambientes populares.
¡Nos ha llamado a ser «profetas-educadores»! La
renovación de la función profética de nuestro carisma

2.9 Page 19

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17
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
no puede ser una especie de invitación a cambiar de
«oficio», es decir, a abandonar la opción por la educa-
ción; al contrario, según la clave de lectura indicada, es
un estímulo a despertarnos, a reforzar la valentía de la fe
y a buscar con más audacia vías pedagógicas que hagan
contemporáneo, para los jóvenes, el misterio de Cristo.
Nuestra función profética la realizamos con una
educación cristiana nueva, a medida de las categorías de
jóvenes con que vivimos y actuamos, mediante itinera-
rios educativo-pastorales trazados directamente para
ellos aprovechando adecuadamente experiencias del
pasado y creando otras nuevas.
Con san Juan Bosco, según nuestra
consagración apost6lica
22. XXIII Capítulo Gene-
ral, sobre todo en la 1ª
parte.
23. XXIII Capítulo Gene-
ral, sobre todo en la 2•
parte.
Siguiendo la clave de lectura señalada, podemos ver,
aunque con brevedad, el sentido y modo con que nues-
tro carisma participa en la función profética de la Iglesia
para bien de los jóvenes y de los ambientes populares en
las distintas culturas y situaciones geográficas.
El XXIII Capítulo General nos orientó con serio dis-
cernimiento hacia la inserción en contexto de nuestras
actividades 22 y hacia la lectura de la contemporaneidad
del misterio de Cristo. 23
Quiero recordar aquí algunos de los datos más
importantes para nuestra función profética en su aspec-
to de presentación de Cristo, relacionándolos con los
elementos constitutivos de nuestra consagración apostó-
lica según la describe el artículo 3 de las Constituciones.
Son cuatro los elementos fundamentales que señala
dicho artículo: la alianza (estar con Cristo), la misión
(apóstoles de los jóvenes), la comunión (comunidad fra-
terna) y la radicalidad evangélica (vivencia de los conse-
jos). Elegimos, para cada uno de ellos, algunos aspectos
de mayor urgencia profética, a fin de intensificar su tes-

2.10 Page 20

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
18
timonio. Sefi.alo, aquí, los que me parecen más incisivos
en el actual esfuerzo de renovación.
En la alianza
La alianza de nuestra profesión religiosa requiere un
testimonio de intimidad especial con Cristo, de forma
vital y constante. Aquí está el secreto de toda profecía: es
necesario que los jóvenes comprendan que somos
«sacramentos de Cristo», signos y portadores de su
amor, y que vivimos de él y con él para ellos.
Cabe recordar, al respecto, la intensidad de las rela-
ciones personales con Yavé por parte de los profetas del
Antiguo Testamento; aquí tenemos la condición básica:
no es fruto de temperamento psicológico ni de simple
simpatía humana. Es vocación: «Antes de formarte en el
vientre, te escogí; antes que salieras del seno materno, te
consagré: te nombré profeta de los gentiles»; 24 «me
sedujiste, Sefíor, y me dejé seducir; ... sentía dentro
como un fuego ardiente encerrado en los huesos: hacía
esfuerzos para contenerlo y no podía». 25
En el Nuevo Testamento, el entusiasmo místico del
apóstol Pablo declara rotundamente: «Para mí la vida es
Cristo» 26; «ya no vivo yo, vive en mí Cristo»; 27 «el que
vive con Cristo, es una creatura nueva; lo viejo ha pasa-
do, ha llegado lo nuevo». 28 La alianza de la profesión
religiosa es una amistad personal que transforma: nos
hace vivir en Cristo, por él y con él.
Nuestra dimensión profética tiene un carácter cris-
tocéntrico muy marcado. La amistad e intimidad coti-
diana con Cristo hacen vivir en su novedad. Tanto que
hace capaz de mostrar adecuadamente la contempora-
neidad de su misterio: «Éste es el plan que había proyec-
tado realizar por Cristo, cuando llegase el momento cul-
minante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y
de la tierra». 29 Bajo esta luz, será posible captar, desde las
24. Jeremías I, 5.
25. jeremías 20, 7, 9.
26. Filipenses 1, 21.
27. Gálatas 2, 20.
28. 2 Corintios 5, 17.
29. Efesios!, 10.

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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19
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
mentalidades culturales, el aspecto cristiano de numero-
sos temas de interés actual: amor, solidaridad, libera-
ción, justicia y paz, verdad y conciencia, sentido del
pecado, bondad y perdón, voluntariado y entrega perso-
nal, personalidad y sacrificio, universalidad, diálogo
intercultural, significado de la historia, etcétera.
Recomiendo, sobre todo, tres aspectos donde con-
centrar la función profética a partir de la óptica de nues-
tra alianza: la comunicación de la palabra de Cristo, su
novedad pascual en la Eucaristía, y la vivencia de su
bondad infinita en la Reconciliación.
En ellos se ha de concentrar nuestra atención peda-
gógica. Son aspectos centrales del Sistema Preventivo
que debemos relanzar proféticamente con audacia e
inteligencia y con métodos y ritmos incisivos según las
posibilidades de cada persona y grupo.
- Comunicación de la palabra de Dios
30. Cf. Memorias Biogrdfi-
cas IX, 61.
Preguntémonos: ¿Tenemos hoy una interioridad de
alianza con el Señor, tal que nos haga ser catequistas
puestos al día? El primer oratorio de san Juan Basca fue
una sencilla catequesis; 30 nuestro Fundador siempre
consideró la comunicación de la palabra de Dios como
el fin principal de sus obras. El Capítulo General Espe-
cial (año 1971) redactó un documento importante
sobre «Evangelización y Catequesis», que no ha perdido
actualidad. En sus orientaciones prácticas afirma al res-
pecto: 1.0 La Congregación Salesiana está hoy en estado
de misión evangelizadora; 2. 0 la inspectoría es una
«comunidad al servicio» de la evangelización; 3.0 toda
comunidad es una comunidad evangelizadora, es decir,
una comunidad en escucha y búsqueda, insertada en la
Iglesia local, educativa y animadora.
También el XXI Capítulo General (año 1978) estu-
dió, en su primer documento («Los Salesianos, evange-
lizadores de los jóvenes»), este mismo tema prioritario.

3.2 Page 22

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
20
La actualidad de sus orientaciones, que se prometían
una «nueva presencia salesiana» en este campo, se ha ido
plasmando en el proyecto educativo-pastoral, ya fami-
liar en las inspectorías y en las casas.
El XXII Capítulo General (año 1984) preparó el
texto definitivo de nuestra Regla de Vida. Repasemos su
artículo 34: «La evangelización y la catequesis son la
dimensión fundamental de nuestra misión. Como Don
Bosco, estamos llamados, todos y en todas las ocasiones,
a ser educadores de la fe. Nuestra ciencia más eminente
es, por tanto, conocer a Jesucristo, y nuestra alegría más
íntima, revelar a todos las riquezas insondables de su
misterio. Caminamos con los jóvenes para llevarlos a la
persona del Señor resucitado, de modo que, descubrien-
do en él y en su Evangelio el sentido supremo de su pro-
pia existencia, crezcan como hombres nuevos». 31
Por último, el XXIII Capítulo General (año 1990)
está íntegramente dedicado a la educación de los jóvenes
en la fe y guía actualmente nuestra renovación. Me place
subrayar que el destinatario directo de este documento
es la comunidad salesiana en cuanto primer sujeto de la
actividad pastoral. Como escribí al presentar dicho
Capítulo, la comunidad «vive con intensidad gozosa el
seguimiento de Cristo, confiesa su misterio mediante el
testimonio consagrado, sintoniza y escruta atentamente
el contexto donde actúa, descubre en él las semillas del
Evangelio, interpreta los deseos de fe, intuye los pasos
que hay que dar en el camino, lo recorre y lo verifica
continuamente a la luz de la palabra de Dios». 32
Es sintomático que los principales documentos de
los últimos, grandes e históricos capítulos generales con-
centraran el esfuerzo de renovación en la capacidad de
escuchar y comunicar el Evangelio de Cristo. En ese
mismo sentido se han cuidado también importantes y
válidas instituciones en nuestra Congregación para
fomentar el estudio, enseñanza, comunicación y difu-
sión de todo lo relacionado con la evangelización y la
catequesis. Se camina y se trabaja...
31. Constituciones 34; cf.
también: 6, 17, 20, 38,
43, etc..
32. XXIII Capítulo Gene-
ral, pág. 12.

3.3 Page 23

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~,
21
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Todo ello se vio y fomentó a partir, sobre todo, de la
misión. Aquí lo revisamos desde la óptica de la alianza,
que subraya en las personas el aspecto profético de su vita-
lidad interior, individual y comunitaria. En efecto, hoy día
urge intensificar y mejorar el aspecto de «nuevo ardor»,
que es el manantial y fermento de la dimensión profética.
¡Que este punto tenga un puesto de privilegio en la
revisión y en los objetivos de toda comunidad!
- La novedadpascual en la Eucaristía
33. Presbyterorum ordinis 5.
34. Actas del Consejo Ge-
neral núm. 324, alío
1988.
35. XXIII Capítulo Gene-
ral, núm. 148.
36. XXIII Capítulo Gene-
ral, núm. 175.
La cumbre del misterio de Cristo es su Pascua. Es el
centro de toda la historia de la salvación y se hace conti-
nuamente presente en el tiempo y en el espacio por la
Eucaristía. «La sagrada Eucaristía contiene todo el bien
espiritual de la Iglesia ... Aparece como la fuente y la
cumbre de toda evangelización ... Los fieles, marcados
ya por el sagrado Bautismo y por la Confirmación, se
insertan plenamente en el Cuerpo de Cristo por la
recepción de la Eucaristía. La celebración eucarística es,
por tanto, el centro de la asamblea de los fieles». 33
Hace unos años meditamos este aspecto central: «La
Eucaristía en el espíritu apostólico de san Juan Bosco». 34
Aquí, desde la óptica de la alianza, se trata de revisar las
convicciones, el testimonio y nuestro servicio profético,
de forma concreta, en las actividades educativas.
No es posible concebir la autenticidad de la alianza
salesiana, sin la centralidad, como meta alcanzada o por
alcanzar, de la celebración eucarística. Creo que tene-
mos mucho que revisar en este campo de la educación
de los jóvenes en la fe. El XXIII Capítulo General reco-
noce que, en este sentido, estamos atravesando un
momento de estancamiento 35 y exhorta a remediarlo. 36
No podemos ser profetas-educadores con san Juan
Bosco sin una,recuperación explícita, inteligente y entu-
siasta de un camino pedagógico que avance hacia la
Eucaristía.

3.4 Page 24

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
22
- La experiencia personal de su perdón
Hoy tenemos que combatir con un cuidado especial
la pérdida del sentido del pecado. Hay que recuperar, en
la educación, la conciencia de la dignidad cristiana de
sentirse «penitente» y de experimentar los valores tera-
péuticos del sacramento de la Reconciliación. Desde
este punto de vista, evangelizar es narrar la historia de la
misericordia de Dios. No se concibe la vida de san Juan
Bosco sin una dedicación constante, entre los jóvenes, a
este ministerio: es «uno de los pilares fundamentales del
edificio educativo». 37 Se trata de «un momento privile-
giado del encuentro personal con el joven»; por ello,
dice también el XXIII Capítulo General: «Cuide el ins-
pector la preparación de los salesianos para este ministe-
rio, tan importante en la pedagogía salesiana». 38
También aquí, lo repito, estamos hablando del papel
profético de los salesianos, de nuestras convicciones, ini-
ciativas y programas de acción en la educación. Los sale-
sianos sacerdotes tienen que hacer un serio examen de
conciencia sobre su práctica personal y sobre su disponi-
bilidad para el ministerio de la Reconciliación, que ali-
menta en el corazón la paternidad espiritual; los salesia-
nos no sacerdotes deben revisar su práctica personal al
respecto y su colaboración en crear un ambiente de
recuperación del sacramento de la Penitencia. Recorde-
mos lo que escribe san Pablo a Timoteo: «Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores ... Por eso se compa-
deció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cris-
to toda su paciencia». 39
37. XXIII Capítulo Gene-
ral, nú.m. 174.
38. XXIII Capítulo Gene-
ral, núm. 289.
39. 1 Timoteo l, 15-16.
- Resumiendo, desde la óptica de la alianza, nuestro
servicio profético en los quehaceres de una educación
completa no puede en absoluto prescindir de la comu-
nicación del Evangelio, de la convocación a la Eucaristía
como cumbre real de la vida del hombre nuevo y del
encuentro personal con Cristo como aproximación tera-

3.5 Page 25

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23
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
péutica que forma la conciencia en el sentido del pecado
y la hace consciente de una amistad personal con Cristo.
El cuidado profético de esos tres aspectos requiere iti-
nerarios pedagógicos concretos, que toda comunidad y
todo salesiano debe trazar con una atención particular a fin
de poder ser, como san Juan Bosco, «profeta-educador».
¿Qué se hace al respecto en cada casa? ¿Cuáles son las
iniciativas prácticas para conocer la palabra de Dios,
para preparar y participar en el supremo acto de amor de
la Pascua y para denunciar la pérdida del sentido del
pecado a la luz de la inefable e infinita bondad miseri-
cordiosa de Cristo?
En la m.isi6n
El tema de la misión ofrece numerosas y fecundas
posibilidades de opciones proféticas, en las que ya debe-
ríamos encontrarnos comprometidos. Aquí me limito a
subrayar dos que creo particularmente urgentes: la apli-
cación generosa del criterio oratoriano en la elecci6n de los
destinatarios y la gracia de unidad entre evangelizaci6n y
educaci6n.
- El criterio oratoriano de san juan Bosco
40. Cf. Actas del Consejo
General, núm. 345.
41. XXIII Capítulo Gene-
ral 105.
Este criterio nos lleva a los jóvenes pobres. Lo
recuerdan los últimos capítulos generales; de ello habla-
mos en la última circular sobre la pobreza; 40 es un aspec-
to central para revisar la significación de nuestras obras.
El XXIII Capítulo General, al presentarnos el cami-
no de educación de los jóvenes en la fe, afirma explícita-
mente que «la opción salesiana de dar la preferencia a los
más pobres es condición previa para dialogar con todos,
incluso con quienes están menos informados acerca del
acontecimiento cristiano». 41

3.6 Page 26

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
24
Dice también en otro lugar: «Su pobreza se presenta
en formas diversas: pobreza de condiciones de vida, de
sentido, de perspectivas, de posibilidades, de conciencia,
de recursos. Es la vida misma la que se encuentra depau-
perada al faltarle sus principales recursos. No aflorará
ninguna vivencia religiosa mientras no se descubra la
vida en su verdadero significado. Y, viceversa, toda expe-
riencia de vida verdadera despierta una tensión religio-
sa» 42• La sensibilidad profética incluye también la bús-
queda de respuestas a las nuevas pobrezas, como
expresión del afán de san Juan Bosco por ir al encuentro
de los más necesitados en la propia época y zona. El
XXIII Capítulo General exhorta a organizar «alguna
presencia, como 'signo' de nuestro ir a los jóvenes que
están más lejos de la fe». 43
La dedicación a nuestros primeros destinatarios lleva
en sí misma un carácter vital de fidelidad al Espíritu del
Señor, que así lo quiso en san Juan Bosco. No es una
opción secundaria; influye en el significado global de
nuestro servicio profético en la Iglesia, pues constituye
un rasgo característico de nuestra fisonomía carismática.
He visto que, en varias inspectorías, este con:ipromiso
concreto ha producido iniciativas fecundas y actitudes
espirituales fervorosas que están renovando a los salesia-
nos y son muy apreciadas por los obispos y las Iglesias
locales; tales presencias son un don providencial que
influye también con eficacia en la misma renovación
social.
42. XXIII Capítulo Gene-
ral, núm. 120.
43. XXIII Capítulo Gene-
ral, núm. 230.
- La gracia de unidad entre evangelizaci6n y educaci6n
Esta gracia muestra claramente que el estilo de nues-
tra misión ayuda de forma positiva a superar el distan-
ciamiento de Evangelio y cultura. La competencia sobre
lo que hay de válido en la cultura y en los signos de los
tiempos, escrutado con la óptica del misterio de Cristo,

3.7 Page 27

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25
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
44. XXIII Capítulo Gene-
ral, núm. 45.
45. Cf. Actas del Consejo
General, núm. 344:
"Educar en la fe en la
escuela".
debería constituir un elemento de profesionalidad edu-
cativa al servicio de nuestra consagración apostólica.
Cristo mismo nos impulsa en tal dirección. Como
hemos visto, él es el creador de la realidad humana y su
Espíritu es el alma de su dinamismo. El XXIII Capítulo
General proclama con inteligente profundidad: «Cree-
mos que Dios ama a los jóvenes ..., que el Espíritu se
hace presente en ellos y que por su medio quiere edificar
una comunidad humana y cristiana más auténtica. Él
trabaja ya en cada uno de ellos y en los grupos: les ha
confiado una tarea profética para que la realicen en el
mundo, que es también el mundo de todos nosotros.
Creemos que Dios nos está esperando en los jóvenes ...
La tarea educativa resulta ser, así, el lugar privilegiado de
nuestro encuentro con él». 44
No es arte fácil el saber intercambiar entre ellos esos
valores; en la caridad pastoral de nuestro carisma se nos
ofrece una gracia especial de unidad por la que «evange-
lizamos educando y educamos evangelizando».
Por desgracia, hoy es frecuente separar valores cultu-
rales y principios evangélicos, no necesariamente para
oponerlos, sino para ignorar de hecho su conexión. Es
propio de nuestra misión saber mostrar pedagógicamen-
te su inseparabilidad mediante el testimonio de vida, el
diálogo cotidiano y la seriedad de una docencia adecua-
da. 45 Es un aspecto vital, no sólo de una escuela verda-
deramente católica, sino de cualquier actividad educati-
va. Pienso que nos ayudará a hacerlo mejor el hecho
concreto de implicar a buenos seglares en nuestras acti-
vidades educativas.
Un frente de atención particular en este campo es la
dimensión social de la vida. El proceso de socialización,
siempre en devenir, ha llevado y lleva a grandes innova-
ciones en la convivencia civil; por otra parte, el influjo
de no pocos egoísmos en las actividades políticas y en el
orden económico ha provocado terribles desigualdades e
injusticias sociales, que exigen con urgencia un cambio

3.8 Page 28

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
26
profundo de mentalidad y una reestructuración de los
sistemas con perspectiva mundial.
Es urgente formar en una responsabilidad política
cristiana, incorporar la Doctrina Social de la Iglesia en
los programas concretos de la evangelización y replan-
tear constantemente el fundamental precepto evangéli-
co de la caridad. Así se participa de manera activa en el
ejercicio profético de la Iglesia, realizado abundante-
mente en estos decenios por el Sucesor de Pedro y por
los pastores.
La revisión, en este campo, es delicadamente com-
pleja y tiene que ser permanente.
En la comunión
El XXIII Capítulo General dio fuerte relieve a la
comunidad en cuanto sujeto de nuestra misión. Lo que
ella debe profetizar con su testimonio de cada día y con
sus actividades es el mensaje proclamado por Cristo
acerca de la «comunión».
Para nosotros esta profecía de la .comunión se ha de
aplicar sobre todo en dos niveles: en la comunidad reli-
giosa y en la implicación apostólica de numerosos fieles
seglares.
- Comunión en la comunidad religiosa
Gracias a Dios, en nuestra Congregación hay una
comunión viva en los ámbitos mundial, inspectorial y
local. Aquí nos referimos, ante todo, a los grandes valo-
res del misterio de Cristo en las comunidades locales:
hacer que los salesianos los vivan de modo que la comu-
nidad local resulte esencialmente «signo» y «escuela» de
fe: una fe viva que, existiendo necesariamente en cada
persona, la mueve a la comunión con las otras, amplian-'

3.9 Page 29

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27
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
46. Cf. Hechos 2, 42-47; 4,
32-35.
47. Sínodo extraordinario a
los veinte afias del
Concilio: Documento
final, II, C, l.
do así su capacidad de testimonio («signo») y multipli-
cando su fecundidad de transmisión («escuela») en una
comunidad claramente significativa en la órbita de su
papel profético.
La práctica de la comunión es propia de toda la Igle-
sia, aunque con modalidades diferenciadas de realiza-
ción. De ello dan ya fe los Hechos de los Apóstoles
cuando hablan de los primeros cristianos 46 y, después, el
Vaticano 11, para el que «la eclesiología de comunión es
la idea central y fundamental». 47
Todo lo que se hace en nuestras casas y se haga en
adelante para que la comunidad sea verdaderamente
núcleo de animación como «signo y escuela de fe» es
indudablemente un auténtico servicio profético de efi-
cacia segura en esta hora de nueva evangelización.
Recomiendo a cada inspectoría y a cada casa que den
importancia al providencial «día de la comunidad» para
una revisión continuada y constructiva con miras a que
reinen (comunión) entre los salesianos los valores evan-
gélicos de nuestra vocación.
- La implicación apostólica de los fieles seglares
Ésta tiene su realización práctica en la comunidad de
acción más amplia que llamamos «comunidad educati-
va». La tarea de los salesianos, como su núcleo anima-
dor, es cuidar y estimular en ella el intercambio conti-
nuo de los valores de nuestro proyecto educativo, de
modo que se logre una auténtica comunión de acción en
los grandes principios y llegue a ser verdadero sujeto
eclesial para la maduración humana y cristiana de los
jóvenes.
Llevamos tiempo tratando de hacer realidad este
proyecto. Lograr tal comunidad educativa intensifican-
do en ella la robustez de los grandes dinamismos de la
pedagogía de san Juan Bosco, para lanzar una profecía

3.10 Page 30

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
28
con fuerte perspectiva de futuro, supone una capacidad
imprescindible de implicar a seglares idóneos. Se trata
de tomar en serio la eclesiología conciliar: transformará
nuestra presencia evangelizadora y educativa abriendo
las obras a una nueva vitalidad y a un porvenir más pro-
metedor.
En la radicalidad
Hemos visto que nuestra vivencia de los consejos
evangélicos es ya, por sí misma, una presencia profética
en la Iglesia y en la sociedad. El problema está en saber
darle una significación más actual con vistas a la misión
y comunión de nuestro objetivo evangelizador. No se
trata sólo de vivir obedientes, pobres y castos, sino de
mostrar que tal radicalidad nos hace ser «signos y porta-
dores» visibles del amor de Cristo a los jóvenes.
Las Constituciones afirman: «Los consejos evangéli-
cos, al favorecer la purificación del corazón y la libertad
de espíritu, hacen solícita y fecunda nuestra caridad
pastoral»; 48 «la práctica de los consejos evangélicos,
vivida según el espíritu de las bienaventuranzas, hace
más convincente nuestro anuncio del Evangelio»; 49 los
consejos evangélicos «hacen del salesiano un signo de la
fuerza de la resurrección [y], al orientar todo su corazón
hacia el Reino, le ayudan a discernir y acoger la acción
de Dios en la historia; y, en la sencillez y laboriosidad
de cada día, lo transforman en educador que anuncia a
los jóvenes un cielo nuevo y una tierra nueva y, de ese
modo, aviva en ellos los compromisos y el gozo de la
esperanza». 5º
Os invito a dar hoy testimonio de esta nuestra pro-
fecía de la radicalidad, cultivando de forma especial dos
aspectos complementarios de verdadera urgencia: la
educación de los jóvenes en el amor y la perseverante y
valiente denuncia contra ciertos ídolos de moda.
48. Constituciones 61.
49. Constituciones 62.
50. Constituciones 63.

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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29
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
51. Cf.xxm Capítulo Ge- -Educaci6n de los j6venes en el amor51
neral, núms. 192 ss.
Es ciertamente uno de los puntos clave de la educa-
ción en la fe. Si hay un aspecto donde los cambios cul-
turales han provocado un desastre en la conducta y, a la
vez, la necesidad de nuevo planteamiento, es precisa-
mente éste. Por su visión distorsionada del amor,
muchos jóvenes ya no son capaces de vivir la gracia de
Cristo; he ahí un obstáculo deletéreo para crecer en la fe
y para orientar la vida hacia metas vocacionales.
La vivencia «salesiana» de los consejos evangélicos,
que reafirma la alianza, la misión y la comunión, hace
de nuestro testimonio cotidiano de vida un estilo de
bondad, de acogida educativa y de espíritu de familia en
la sinceridad y constancia de las relaciones personales,
en la alegría de la convivencia y en el cultivo de grandes
ideales, que ofrecen un clima sumamente favorable para
una formación auténtica en el amor. La modalidad sale-
siana de una vida obediente, pobre y casta, de la que se
da testimonio en la alegría de una convivencia rica en
obras, muestra la belleza y satisfacción de una vocación
de amor que en Cristo sabe hacerse donación a los
demás, ayudando a experimentar existencialmente las
razones de las exigencias y capacidad de sacrificio que
supone el amor de Cristo.
El acento profético de esta vivencia debe recaer en la
fidelidad a Cristo sin subterfugios ni compensaciones;
ella nos ayuda a renovar el clima de convivencia orato-
riana que hizo de san Juan Basca «un genio del cora-
zón». En tal clima procuramos entender y guiar la afec-
tividad de los jóvenes, dar relieve educativo a su
orientación vocacional, abrirlos a experiencias de dona-
ción de sí mismos en el servicio y hacer que crezcan en
la solidaridad.
Creo importante que se reflexione comunitariamen-
te sobre este aspecto, meditando las Constituciones y
haciendo exámenes de conciencia concretos, conside-

4.2 Page 32

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
30
rancio con particular atención el tema de la pureza sale-
siana. El progreso de las disciplinas antropológicas hace
necesaria la revisión de cierta mentalidad del pasado,
pero simultáneamente exige la profundización de una
castidad consagrada que sea realmente signo del miste-
rio de Cristo, en quien siempre tenemos la mayor reve-
lación de lo que es el amor.
- Denuncia contra los ídolos de moda
Esto nos recuerda el audaz estilo profético del Anti-
guo Testamento; el mismo Jesucristo denunció, más de
una vez y con dureza, ciertas mentalidades y abusos
morales que desnaturalizaban el concepto profético del
Reino que proclamaba. 52
Existen hoy algunos ídolos de moda que ciertamen-
te debemos desenmascarar: giran en torno al poder, a la
riqueza y al placer. Los denunciamos ya existencialmen-
te con la vivencia de los consejos evangélicos: «En un
mundo tentado por el ateísmo y por la idolatría del pla-
cer, de la posesión y del poder, nuestro modo de vivir
testimonia, especialmente ante los jóvenes, que Dios
existe y que su amor puede llenar una vida, y que la
necesidad de amar, el ansia de poseer y la libertad para
decidir de la propia existencia alcanzan su sentido supre-
mo en Cristo Salvador». 53
No obstante, puede haber en ciertas casas un modo
aburguesado de vivir o una forma liberaloide de juzgar y
hablar o algún salesiano imprudente y nada edificante
que, en vez de colaborar en la denuncia de los ídolos,
oculte, niegue o reste de hecho fuerza profética a la radi-
calidad evangélica, como si ésta ya no influyera o, al
menos, ya no tratara de ser comunitariamente signo efi-
caz contra las desviaciones mundanas. Por desgracia, el
secularismo se introduce también en las comunidades
consagradas y amortigua sus dinamismos proféticos y
52. Cf., por ejemplo, Ma-
teo 23, 13 ss.; Marcos
9, 42 ss.; Lucas 19, 41-
45.
53. Constituciones 62.

4.3 Page 33

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31
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
quita "!- la educación su capacidad de propuesta evangé-
lica de nuestra existencia camuflándola con novedades
no evangélicas.
Es importante saber denunciar pedagógicamente
ciertas idolatrías invasoras, haciendo brillar, ante todo, las
motivaciones y la alegría de nuestra profesión salesiana.
¡Que toda comunidad se sienta invitada a hacer un
examen de conciencia serio sobre el aspecto profético de
su radicalidad evangélica en oposición a las idolatrías del
individualismo, del aburguesamiento y del hedonismo!
Tenemos que saber desenmascarar, incluso con la ayuda
de las disciplinas antropológicas, ciertas orientaciones
antievangélicas acerca del sexo, del matrimonio, de la
promoción de la personalidad, de la dignidad de la
mujer, de la constitución de la familia, del carácter
sagrado de la vida, del uso de los bienes, de la indispen-
sabilidad de la política, del perjuicio del egoísmo, de la
irracionalidad de muchos conflictos, del sentido del
pecado, etcétera. Denunciar educativamente es una
tarea delicada y nada demagógica, que exige competen-
cia, estudio y reflexión; es expresión de un servicio pro-
fético concreto del que la juventud tiene una necesidad
especial.
54. Cf. Romanos 12, 1 ss.
- He ahí, pues, algunas reflexiones sobre la dimen-
sión profética de nuestra vida salesiana. «Os exhorto
-dice san Pablo- a presentar vuestros cuerpos como
hostia viva, santa, agradable a Dios ... Y no os ajustéis a
este mundo, sino transformaos por la renovación de la
mente ... En el cuerpo, no todos los miembros tienen la
misma función. Si hemos recibido el don de ser profe-
tas, ejérzase en proporción a la fe». 54
A primera vista, puede parecer que son demasiadas
las cosas en que hemos concentrado nuestra atención y
que, por tanto, es fácil la dispersión práctica. No obs-
tante, si miráis con atención, cada una de las cosas indi-
cadas es ya realidad junto a otras muchas señaladas por

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
32
los últimos Capítulos Generales. De hecho, el punto
sobre el que se insiste en esta circular es sólo uno: nues-
tro ardor profético en todo lo que procuramos hacer:
tener conciencia de que somos profetas de Cristo y saber
en qué debemos insistir para serlo de verdad y sin even-
tuales exhibiciones de moda no auténticas.
El papel profético que nos corresponde en la Iglesia
es vivir con nuevo ardor la autenticidad del carisma de
san Juan Bosco, a fin de que toda nuestra evangelización
aparezca con la verdadera novedad cristiana que pide
nuestro tiempo. Ello implica, en la base de todo, un
renovado testimonio de intimidad personal con Cristo
que nos impulse a revisar, valorar, considerar, relanzar y
acentuar aspectos, concentrar esfuerzos y suscitar la crea-
tividad pastoral partiendo verdaderamente de él. En defi-
nitiva, se trata de mostrar eficazmente la contemporanei-
dad de Cristo para conducir a las nuevas generaciones
hacia un futuro mejor.
San Pablo nos diría: ¡Es urgente que lleguéis a ser
Cristo para los jóvenes!
Sentirse profetas es para nosotros un gran despertar
espiritual que nos hace tomar en serio la clave de lectura
conciliar que hemos seguido en estas reflexiones. «La
adecuada renovación de la vida religiosa -afirma el Vati-
cano II- comprende, al mismo tiempo, un retorno ince-
sante a las fuentes .de toda vida cristiana y a la inspiración
originaria de los institutos, y una adaptación de éstos a
las condiciones de los tiempos, que han cambiado ... Las
mejores adaptaciones a las necesidades de nuestro tiem-
po no surtirán efecto si no las anima una renovación
espiritual. Ésta ha de jugar el papel principal siempre,
incluso cuando se trata de impulsar obras externas». 55
55. Perfecraecaritatis2.
Que nos guíe Nuestra Señora, la Vrrgen del Rosario
El evangelista Lucas dice, hablando de María, madre
de Jesús, que «conservaba en su interior el recuerdo de

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56. Lucas 2, 51.
57. Mateo 13, 52.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
todo aquello»: 56 no sólo de los hechos extraordinarios de
la concepción de Jesús y de su nacimiento e infancia,
sino de su vida entera, de su ascensión a la derecha del
Padre y de sus maravillosas intervenciones en la historia.
Así lo prueba el cántico del Magníficat, espejo del cora-
zón de María, a quien podemos considerar el modelo de
interioridad y de visión global que debe cultivar en sí
todo verdadero profeta de la Nueva Alianza. Pidamos a
la Santísima Virgen que nos ayude a cultivar a diario en
nuestro corazón su misma óptica, la propia de la espe-
ranza cristiana.
La memoria mariana de hoy, 7 de octubre, nos invi-
ta a descubrir en el rezo del Rosario un modo práctico
de conservar en nuestro interior los diferentes aspectos
del acontecimiento de Cristo: son quince y los llama-
mos «misterios». En ellos alimentamos nuestras relacio-
nes de amistad con Cristo y, al considerar en ellos la
inefable riqueza de la Encarnación y de la Redención
frente a los graves problemas que nos rodean en este
cambio de época, podemos día a día percibir y comuni-
car su contemporaneidad. Son manantial abundante de
luz salvífica y recuerdan cuál es el secreto para la fun-
ción profética de todo discípulo, que debe ser «como
padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo
antiguo». 57
Hay que aprender realmente a «ir sacando» del arca
de Cristo los urgentes mensajes evangélicos que sugiere
el Espíritu del Señor en la meditación de los quince mis-
terios. La preocupación profética puede mejorar la prác-
tica y el aprecio de este ejercicio piadoso, dándole de
nuevo verdadera actualidad para alimentar la nueva
evangelización.
Cabe recordar también la importancia que daba san
Juan Bosco al Rosario. Así respondía al marqués Rober-
to d'Azeglio, que intentaba disuadirle de hacerlo rezar a
sus muchachos: «Tengo metida en el alma esta [prácti-
ca], y puedo decirle que mi institución se apoya en ella:

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 346
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estaría dispuesto a dejar otras muchas cosas muy impor-
tantes, pero ésta no». 58
Nuestra atención no va tanto a la laudable observan-
cia de una práctica, cuanto al aspecto de un corazón
mariano permanentemente concentrado con afecto pro-
fético en los diversos aspectos del acontecimiento de
Cristo, centro vital de la nueva evangelización. Hacer
memoria contemplativa de Cristo no es simplemente
recordar una antigua visita de Dios, sino considerar su
permanencia de revelación y salvación, entrando en
familiaridad con su aspecto escatológico,es decir, de
novedad para cada época, en cuanto que está llamado a
ser levadura en la historia de hoy.
Es un modo de cultivar la experiencia de lo divino
tal como la vivió Cristo. El profeta no está constituido
en autoridad para mandar, sino para comunicar la luz
del misterio que ha vivido personalmente; es contrario a
esta vocación el caer en la rutina; el profeta no puede
aparecer como «habituado» a Cristo, sino como amigo
de su actualidad salvadora y como su inteligente y fiel
mensajero, que lleva dentro de sí la atención a su peren-
ne novedad y el don de la «parresia», es decir, de la fran-
queza y audacia al comunicarla; antes de alinearse en
opciones sociales, procura anunciar su Evangelio
poniéndose totalmente de parte de Cristo; más que a la
rebelión, invita a la conversión; no es un experto en el
calendario de acontecimientos futuros, sino que explica
el sentido del futuro; lleva la buena noticia, que incluye
el perdón de los pecados, y, por consiguiente, insiste en
la conversión y denuncia el mal con franqueza; ama las
novedades porque es portador de la mayor novedad.
Para ser profeta, hace falta fuego, vitalidad siempre
fresca, fantasía audaz, docilidad cotidiana al Espíritu del
Señor y entusiasmo y valentía hasta el martirio. Lo
demuestran los santos de todos los siglos, hombres y
mujeres, que hicieron de Cristo la razón de su vivir y de
su obrar.
58. Memorias Biográficas,
III, 294.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Que María nos obtenga a cada salesiano y a cada
comunidad una interioridad apostólica que haga brillar
proféticamente, para los jóvenes, la plenitud de luz de
Cristo.
Un saludo fraterno a todos.
Cordialmente en san Juan Bosco,
EGIDIO VIGANÓ

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