ACTAS DEL CONSEJO GENERAL
* CARTA DEL RECTOR MAYOR
Ángel Fernández Artime
“Perteneciendo más a Dios, más a los Hermanos, más a los jóvenes”
Roma, 16 Agosto de 2014
Bicentenario del Nacimiento de Don Bosco
Mis queridos Hermanos:
Han transcurrido ya tres meses y medio desde que finalizó del CG27, y, si bien he podido comunicarme con vosotros por escrito o en mensaje audiovisual, la Carta del Rector Mayor que se publica en las Actas del Consejo General es también un momento especial.
He elegido, para esta mi primera Carta, el mismo título de mi intervención en la clausura del CG27, porque creo que en el contenido del Capítulo encontramos todo un programa de reflexión y acción para este sexenio sobre el que hemos de profundizar en momentos y modos diversos. Quiero referirme a algunos núcleos del Capítulo General, pero, en primer lugar y sobre todo, quiero expresaros a todos y cada uno de vosotros, Hermanos salesianos, todo mi afecto deseando que algún día, y en algún lugar de nuestro ‘mundo salesiano’, podamos encontrarnos. Será un verdadero regalo y alegría para mí.
Y quiero deciros también que, para expresaros lo que significa para mí este momento y este servicio que la Congregación me ha pedido, he leído la primera comunicación de cada uno de los Rectores Mayores precedentes. Tengo que deciros que ha sido un verdadero regalo para mí encontrarme con estos testimonios, y me parece muy oportuno compartir con vosotros lo que he percibido, porque habla por sí mismo.
TRAS LAS HUELLAS DE MIS PREDECESORES
Os confieso que solo el escribir este enunciado me emociona, justamente pensando en los Rectores Mayores que nos han precedido. Todos ellos manifiestan que este inicio de su servicio ha sido algo muy especial.
Don Miguel RUA (Beato), escribe su primera Carta como Rector Mayor el 19 de marzo de 1888, después del reconocimiento y decreto de la Santa Sede confirmándolo como Rector Mayor. Se expresa diciendo que, después de la Carta enviada por el mismo Capítulo Superior, él, por primera vez, les escribe en su nueva encomienda como Rector Mayor en la que “a pesar de mi indignidad, vino llevado por la Divina Providencia en el modo en que se os ha comunicado a todos vosotros”1. A continuación, Don Rua comunica cómo, después de la audiencia personal con el Papa León XIII, el cardenal Vicario le expresó estas últimas palabras: “Le recomiendo la causa de Don Bosco; le recomiendo la causa de Don Bosco”2 . Seguidamente, expresa su convicción profunda de que los salesianos deben ser dignos hijos de un Padre como lo fue Don Bosco, de modo que el mayor empeño debe ser el sostener, y, en su tiempo, desarrollar todavía más, las obras iniciadas por él, siguiendo fielmente los métodos practicados y enseñados por el mismo Don Bosco. A continuación agradece todas las cartas recibidas llenas de sentimiento de respecto y de afecto, y reconoce que todo ello alivia su dolor (se entiende que por la pérdida de Don Bosco), e infunde en su corazón la confianza de encontrar menos escabroso su camino; “pero a pesar de esto no puedo esconder, ni a mí ni a vosotros, la grande necesidad que tengo de vuestras oraciones. A vuestra caridad, por tanto, me encomiendo, a fin de que todos me sostengáis con vuestras fervientes oraciones. Por mi parte, os aseguro que teniéndoos a todos en mi corazón, cada día en la Santa Misa, os encomendaré al Señor, para que os asista con su gracia, os defienda de todo mal y, sobre todo, nos conceda encontrarnos un día, todos juntos, sin exclusión de nadie, cantando sus alabanzas en el Paraíso, donde nos espera, como lo escribió nuestro amadísimo Padre Don Bosco”3.
Don Pablo ALBERA escribe su primera Carta en Turín el 25 de enero de 1911. El XI Capítulo General había terminado el 31 de agosto de 1910. En esta Carta llena de sencillez, Don Albera sabe que estaban esperando con una cierta impaciencia la primera Circular del nuevo Rector Mayor y reconoce que, apenas terminado el Capítulo General, habría debido informar de las elecciones de los Superiores y de otros asuntos importantes4.
Con esa sencillez que hemos conocido en Don Albera, en la Carta manifiesta que la escribe en fecha cercana al aniversario de la muerte del Venerable Don Bosco, en una fecha que frecuentemente Don Rua elegía para escribir alguna de sus ‘admirables circulares’; y está convencido de que “esta memorable fecha, más que por otra cosa, vendrá autorizada y dará eficacia a mi pobre y desordenada palabra. Por eso, queridos hermanos, me presento a vosotros no con el lenguaje de un superior o de un maestro, sino con la sencillez y con el afecto de un hermano y de un amigo. Es mi manera de revelaros mis pensamientos con el corazón en la mano y con la confianza en que mi voz encontrará un eco fiel en todos los salesianos, y que a todos servirá de estímulo para mostrarnos siempre más dignos hijos de nuestro Venerable Fundador y Padre”5. Dicho esto, en la misma Carta, con el título “…. Bajo el peso de la responsabilidad”, escribe Don Albera una bellísima página donde expresa que se siente bajo un gran peso, y que habría querido rehusar “un encargo que yo conocía de un alcance superior a mis debilísimas fuerzas físicas, intelectuales y morales”6.
Se veía rodeado, según palabras suyas, de otros muchos salesianos mejor preparados para asumir el gobierno de nuestra Pía Sociedad, ricos en virtudes y sabiduría… Tan pronto pudo quedar libre, corrió a Valsálice para postrarse a los pies de Don Bosco, lamentándose de que dejara en sus manos el timón de la navecilla salesiana… exponiéndole, más con el llanto que con las palabras, sus ansias, temores y debilidad….7
Don Felipe RINALDI (Beato) envía su primera Carta en las Actas del Capítulo Superior, (Actas que con Don Albera ya habían visto su aparición tres años antes y con 13 números publicados). En la primera frase de la Carta escribe: “Es la primera vez que os escribo como Rector Mayor, y me sería muy grato poderos manifestar en toda su plenitud los sentimientos y los afectos que la nueva y grande responsabilidad ha suscitado en mi corazón en estos días memorables. Pero es fácil entender que esto no me será posible: en nuestra vida suceden, a veces, acontecimientos tan inesperados y enormes que las palabras no alcanzan a expresar de modo adecuado lo que éstos despiertan en nosotros. Dejo por eso a vuestra experiencia y bondad el interpretar estos mis sentimientos y afectos”8.
Seguidamente Don Rinaldi expresa cómo, no pudiendo agradecer uno a uno a cada salesiano, ni siquiera con una sencilla palabra, manifiesta su agradecimiento en estas pocas líneas que escribe para todos, y añade que el 24 del pasado mes de abril, acompañado por Inspectores y Delegados del Capítulo General, y rodeado de Hermanos y de los jóvenes del Oratorio, se postró, conmovido, delante de la sonriente imagen de nuestra Auxiliadora en su bello Santuario, sintiendo que todos le eran confiados en su corazón como hijos muy queridos.9
Don Pedro RICALDONE escribe su primera Carta y saludo el 24 de junio de 1932, comenzando de la siguiente manera: “Mi primer saludo es una oración. Nuestra Sociedad no está más en las manos expertas y santas del Beato Don Bosco, de Don Rua, de Don Albera, de Don Rinaldi: ayudadme, pues, a obtener del Señor que, en las manos de vuestro nuevo Rector Mayor no vaya a apagarse el fervor de su celo y el ritmo de su expansión”10.
Se disculpa Don Ricaldone por no haber podido escribir antes su afectuoso y paterno saludo, aunque pronto su pensamiento voló hacia todos ellos, pero el Capítulo General y los asuntos urgentes que debía tratar con los Inspectores, además del viaje a Roma, se lo habían impedido. Agradece las adhesiones recibidas tan cordiales y acompañadas de la promesa de tenerle presente ante el Señor, y de mantenerse fieles a la observancia de las Constituciones y fuertemente apegados al espíritu de nuestro Beato Don Bosco.
Con fecha del 24 de agosto de 1952, Don Renato ZIGGIOTTI escribe su primera Carta diciendo que ha esperado a que terminase el XVII Capítulo General, y que fuesen solemnizadas las fechas del 15 y 16 de agosto con las nuevas profesiones en recuerdo del nacimiento de nuestro querido Padre y Fundador, “antes de enviaros mi primera Carta, que pongo bajo la especial protección de nuestra Madre María Santísima Auxiliadora, en el día dedicado a su conmemoración mensual”11.
Como Rector Mayor, agradece seguidamente las felicitaciones que le han enviado con motivo de su nombramiento, y les asegura su recuerdo en la oración por todos y cada uno, especialmente si, entre tantas cartas, alguna no hubiese tenido la respuesta por descuido.
Luego informa a los Hermanos del momento de su elección en ese 1º de agosto: “Y fue hacia las 13 horas de ese día cuando, completados los largos trámites necesarios, el juramento de los electores y el escrutinio solemne, recayó sobre mi pobre persona que suscribe el honor incomparable para un salesiano, con la gravísima responsabilidad de ser el quinto sucesor de San Juan Bosco.
No os digo, queridos Hermanos, mi confusión y mi emoción al verme aplaudido, festejado, abrazado con visible conmoción por parte de todos los Miembros del Capítulo General y de manera especial por varios de mis anteriores y amados Superiores y compañeros, por los ancianos y los jóvenes, que veían cerrado el período de luto e iniciado un nuevo Rectorado”.12
Don Luis RICCERI escribe sus primeras palabras en un glorioso aniversario, con fecha del 16 de agosto de 1965: “Me presento por primera vez ante vosotros, en un día tan querido en nuestro corazón de hijos. Hoy es el 150 aniversario del nacimiento de nuestro dulcísimo Padre”.13
Narra seguidamente la emoción experimentada al celebrar la Santa Misa en la Iglesia inferior del templo del Colle, rodeado de Don Ziggiotti, Don Antal, las Madres del Consejo General de las Hijas de María Auxiliadora, hermanos, novicios, hermanas, cooperadores, ex alumnos, devotos y amigos de Don Bosco, en una misa transmitida para millones de personas en once naciones, por medio de la Televisión en Eurovisión, y su pensamiento volaba en contraste con aquel humildísimo y desconocido nacimiento de nuestro padre, 150 años antes. Pensaba en la Providencia y entonaba con el corazón el Magníficat.
Más adelante, bajo el epígrafe de motivos de confianza, expresa: “Ciertamente, mirando a Don Bosco, y también a sus Sucesores, siento toda mi pequeñez y qué inadecuado sea ponerme a su lado”14. Manifiesta Don Ricceri cómo le da cierto alivio, ante este sentimiento de pequeñez, el pensar que ha sido llamado a este puesto en la Congregación por medio del voto expreso de los Capitulares. Y que el Señor que tiene caminos diversos de los de los hombres, ha dispuesto que fuese llamado a gobernar la Congregación. “Hagamos juntos su voluntad. A mí no me queda más que ser siempre más dócil, como modesto instrumento en las manos del buen Dios”15.
Manifiesta sentirse confortado por la afectuosa y sincera caridad y la gran confianza de quienes están al lado del nuevo Rector Mayor para ayudarlo, confortarlo y ser, de verdad, hijos y hermanos, sus cordiales y efectivos colaboradores.
Finalmente, expresa su Corazón de Padre diciendo: “Por mi parte, abriéndoos todo mi corazón deseo deciros que estoy al servicio de cada uno de vosotros, con el corazón de un padre. La autoridad, estoy profundamente convencido de ello, hoy especialmente, no es un servicio de poder sino un ejercicio de aquella caridad que llega a ser servicio, como el que un padre y una madre dan a sus hijos…. Querría, en una palabra, hacer sentir a cada uno de vosotros mi vivísimo deseo, mi voluntad de ser y mostrarme siempre padre; para esto, ruego insistentemente a Don Bosco y Don Rinaldi, que me den algo de su corazón”16.
En la solemnidad de la Anunciación, el 25 de marzo de 1978, Don Egidio VIGANÓ escribe su primera Carta a los Hermanos diciéndoles: “Os saludo con alegría y esperanza y deseo compartir fraternalmente con vosotros algunos pensamientos que tengo en el corazón… La Providencia ha trastocado hace algunos meses mi vida con el hecho de la designación como vuestro Rector Mayor. Es ahora cuando estoy tomando conciencia de la grave responsabilidad inherente a este “servicio de familia”, que exige verdadera paternidad espiritual en profunda sintonía con Don Bosco”17.
Don Viganó hace hincapié, seguidamente, en que el Señor le ayuda, no obstante, a percibir la belleza y la abundancia de la gracia de este servicio, y, en particular, la ayuda materna de María que acompaña este ministerio, con el gozo de poder entrar en comunión con cada uno de los Hermanos y cada comunidad para reflexionar y crecer juntos en la gratitud y en la fidelidad.
Y refiriéndose a sí mismo, expresa cuanto sigue:” Querría tener el estilo sencillo y penetrante de Don Bosco y la inmediatez de comunión que poseían los demás sucesores, pero que, en la falta de simpatía y de simplicidad, haya, al menos, sinceridad y solidez”18.
A Don Juan Edmundo VECCHI le correspondió, en su servicio como Vicario, transmitir el mensaje de esperanza en Memoria de Don Viganó, acaecida su muerte el 23 de junio de 1995. Lleva adelante no sólo el sereno adiós al séptimo sucesor de Don Bosco, sino conducir la Congregación para la celebración del 24CG, que se iniciaba con la sesión de apertura del 18 de febrero de 1996 y su clausura el 20 de abril, ya como Rector Mayor.
Por eso, es comprensible que, habiendo asumido la conducción de la Congregación, anterior al Capítulo, su primera Carta del 8 de septiembre sobre la Exhortación Vida Consagrada no tiene referencia alguna al inicio de su servicio como Rector Mayor. En este sentido hay una diferencia respecto de todas las situaciones anteriores.
Finalmente, Don Pascual CHÁVEZ, elegido Rector Mayor en el CG25, comienza su primera Carta a todos los Hermanos después de un tiempo de la clausura de Capítulo que califica como de fuerte experiencia espiritual salesiana. Los documentos capitulares ya han llegado en ese momento a las Inspectorías y desea ponerse “en comunicación con vosotros a través de esta mi primera Carta circular. Escribir cartas ha sido la forma apostólica adoptada por san Pablo para superar la distancia geográfica y la imposibilidad de estar presente en medio de sus comunidades, para dar acompañamiento a sus vidas. Con las debidas diferencias, también las Cartas del Rector Mayor pretenden crear cercanía con las Inspectorías a través de la comunicación, compartiendo cuanto sucede en la Congregación e iluminando la vida y la praxis educativo-pastoral de las comunidades”19.
La fecha de la Carta es la víspera de la Asunción de María, y a dos días de la fecha del nacimiento de Don Bosco. En ella Don Pascual desea expresar su deseo de estar cercano a todos: “No os escondo que me gustaría tanto estar cercano a vosotros y compartir vuestro trabajos actuales y vuestros mejores sueños; de manera particular siento en lo profundo del corazón el deseo de rezar por cada uno de vosotros. El Señor os llene de su Don por excelencia, el Espíritu Santo, a fin de que os renueve y os santifique a imagen de nuestro Fundador”20.
Después de manifestar este deseo, Don Pascual hace explícita su intención de querer hablar a la Congregación en esta primera Carta, sobre la Santidad, no tanto como si se tratara de un pequeño tratado, cuanto de presentarla como Don de Dios y urgencia apostólica.
UN PRESENTE para ser vivido DESDE LA FE, ESPERANZADO con REALISMO Y HACIENDO CAMINO JUNTOS
Puedo deciros con total sinceridad, mis queridos Hermanos, que me he conmovido en diversos momentos haciendo este recorrido por nuestra Historia de Congregación. Este recorrido después de aquel 31 de enero de 1888, cuando Don Bosco nos dejaba, me invita y nos invita a una profunda Acción de Gracias por todo lo que ha sido nuestra historia. Una historia en la que sería una ligereza contemplarla con triunfalismo, aunque sí debemos leerla con una mirada de Fe que nos habla de cómo el Señor ha querido escribir páginas bellas en favor de los jóvenes por medio de tantos Hermanos que nos han precedido.
Pensando en mi pobre persona,
puedo deciros que quisiera para mí mismo
y para servir mejor a
la Congregación y a la Familia Salesiana de la que formamos parte,
todos y cada uno de los rasgos
más importantes que
han distinguido a cada uno de los Rectores Mayores anteriores, dentro
de su contexto teológico, social y de desarrollo de la Congregación.
No se puede expresar en pocas líneas el recorrido que hemos tenido en nuestra Congregación. Sería necesaria una publicación histórica bien cuidada, pero, incluso los estudiosos de la historia de nuestra Congregación admitirían que se puede hablar de momentos como los siguientes: Fundacional, de Consolidación y Estructuración (con un fuerte crecimiento y expansión); de Revisión Postconciliar y Definición Teológica, de Proyección Pastoral de la Misión, y la etapa de la Identidad Salesiana y Radicalidad Evangélica de nuestra vida de Consagrados. Todo ello, como se puede comprender, enriquecido con tantos subrayados y opciones como hacen los Capítulos Generales, y que posteriormente hacen suyos los diversos Rectores Mayores.
Es hermoso y muy rico el patrimonio recibido, y hace más grande la responsabilidad ante el Señor, ante Don Bosco y también ante quienes, en épocas anteriores, han dado lo mejor de sí mismos.
Os preguntaréis cuál es mi situación ante esta realidad y qué programa de animación y gobierno se vislumbra. Pues bien, en lo personal puedo compartir con vosotros lo que expresé el 25 de marzo. Con la gracia del Señor: Desde la Fe, me abandono en el Señor.
Porque sé que no estoy solo, ya que verdaderamente uno vive esa ‘fuerza interior’ que viene del Espíritu (“Te basta mi gracia”), y que es presencia de Madre (“Hijo, ahí tienes a tu madre”……). Y tampoco estoy solo, porque se experimenta esa comunión fraterna y de ayuda de los Hermanos Salesianos (los que estáis a mi lado en la cotidianeidad, y los que estáis por todo el mundo haciendo de ‘Don Bosco hoy’ para los jóvenes que os esperan). Y no estoy solo porque experimentaré también el calor afectivo y el cuidado de nuestra gran Familia Salesiana.
Y vivo con los jóvenes en el corazón. Así lo siento muy vivamente y, de manera especial, con los más pobres, los más necesitados, los últimos.
En cuanto al Programa de Animación y Gobierno del sexenio, nos viene espléndidamente definido por el CG27, y no me cabe duda de que todo lo que podamos pretender, ya está contenido en él de una u otra manera.
El Programa del sexenio será:
Seguir cuidando Nuestra Identidad Carismática en la fidelidad a Don Bosco, una identidad nueva en las formas y expresiones a los 200 años de su nacimiento, pero idéntica en lo más puro y esencial de su carisma, recibido en herencia.
Garantizar en toda la Congregación, nuestra condición de Consagrados, como Hombres que optamos verdaderamente por estar en la Trama de Dios, por ser Místicos en nuestra cotidianeidad.
Cuidar la realidad humana, afectiva y vocacional de cada Hermano y de nuestras Comunidades. Queremos soñar de verdad con la Utopía de una Fraternidad irresistible desde el Evangelio.
Testimoniar, de una manera más elocuente y evidente, nuestra sobriedad y austeridad de Vida, nuestra Pobreza que es Trabajo y Templanza.
Llegar hasta las últimas consecuencias que se presenten en la opción por la juventud más pobre. Con humildad, sin triunfalismos, pero, como lo fue en tiempos de Don Bosco, tenemos que ser reconocidos principalmente por estas opciones, decisiones y acciones.
Y esto no lo hacemos nosotros solos. Formamos parte de la gran Familia Salesiana que también ha de crecer en Identidad y Pertenencia, y contamos además con la gran fuerza de un laicado bien formado y comprometido en la Misión Compartida. Traduzco en expresión propia lo que expresó, en su contenido, el CG24 hace ya dieciocho años: Llegado este momento, la misión compartida con los laicos ya no es opcional, es exigencia carismática.
PERTENENCIENDO MÁS A DIOS
Debo confesaros, Hermanos, que expresiones como Primado de Dios, Místicos en el Espíritu, Trama de Dios, Cercanía de Dios, Unión con Dios, Buscadores de Dios…. son expresiones que me llegan hondamente el corazón diciéndome que aquí hay algo importante, que ésta es la clave, y que todo lo demás, en lo que tantas energías ponemos, ‘se da por añadidura’ o ‘cae como fruto maduro’; es decir, es consecuencia, está garantizado.
Al mismo tiempo, no os oculto sinceramente un temor que he experimentado ya en mis años de servicio como Inspector: Es posible que al hablar de esto pueda haber Hermanos que sencillamente desconecten, que lo califiquen ya ‘a priori’, como teología trasnochada, como paradigma que ‘ya no sirve’, que ‘ya está desfasada’…. Y, sin embargo, estas mismas reflexiones las encontramos en los más diversos lugares, escritos teológicos y revistas de actualidad en los que se toma el pulso a la vida religiosa.
En nuestro Capítulo General 27, recogiendo la experiencia de toda la Congregación, el diagnóstico era coincidente entre nosotros y con otras miradas.
Creo verdaderamente, Hermanos, que la vida espiritual debe estar en el primer puesto21, una vida espiritual que es, ante todo, búsqueda de Dios en lo cotidiano, en medio de todo lo que hacemos y de lo que nos ocupa. Y digo esto, porque la salvación para nosotros, como lo fue para Don Bosco en la búsqueda de lo mejor para sus jóvenes, y para toda vida religiosa de hoy, el elemento básico de la misma ha sido, sigue siendo y será, la persona del Señor Jesús y su mensaje. En definitiva, la centralidad de Jesucristo en nuestra vida. Posiblemente no se haya puesto nunca en duda, pero no es lo mismo que hacerlo vida y criterio de la propia vida.
Nuestra vida religiosa, por no ser solo salesiana, sino también vida religiosa como consagrados Salesianos, no encuentra su razón de ser en lo que hacemos, ni en las maneras de organizarnos, ni en la eficacia de nuestros programas y planificaciones. O nuestra vida religiosa como consagrados nos devuelve al signo (una comunidad de hombres creyentes al servicio del Reino), o corremos el peligro de que nos preocupe más nuestra fuerza (si es que la tuviéramos), que el mensaje de Dios.
El peligro en toda vida religiosa está en perder la frescura carismática. Es posible que nos envuelvan los trabajos, las actividades, las tareas (pastorales o no)…, y podemos perder el valor simbólico de nuestra vida. Por ejemplo, cuando escucho, como recientemente me ha acontecido, que en un determinado país, con gran presencia de obras salesianas, tenemos un gran reconocimiento por nuestras obras sociales, y, en cambio, se valora poco nuestra condición de salesianos como hombres creyentes de vida consagrada. Debo confesaros que me preocupa y me hago preguntas pregunto: ¿qué no hacemos bien?, ¿en qué falla nuestro testimonio?
Por eso, cuando tratamos de saber qué es lo esencial en nuestra vida, el camino es encontrarnos con Aquel que da razón en cada instante, el por qué, para qué y por quién hacemos las cosas; optamos por lo que optamos y vivimos como vivimos.
Por todo ello, podemos decir que el núcleo de nuestra identidad y la razón de ser de nuestra vida religiosa es, en definitiva, la experiencia de Dios. Y la pregunta por la calidad de vida en la vida religiosa se convierte, en definitiva, en la pregunta por la calidad de esta experiencia de fe”22. Y es en este marco y contexto en el que nuestro Capítulo, en el número 32, hace el subrayado de que lo mismo que para Don Bosco, también para nosotros la primacía de Dios es el punto de apoyo que da razón de nuestra existencia en la Iglesia y en el mundo. Tal primacía da sentido a nuestra vida consagrada, evita el riesgo de dejarnos absorber por la actividad, olvidando ser esencialmente ‘buscadores de Dios’ y testimonio de su amor en medio de los jóvenes y de los más pobres.
Por eso, una vez más debemos ayudarnos, mutuamente, a creer de verdad que es ésta la experiencia en que se fundamenta nuestra vida de Dios en nosotros, o, dicho de otra manera más teológica, nosotros vivimos todo nuestro acontecer, ‘en Dios’. Hermanos, con las palabras con que queramos expresarlo, …. la raíz de nuestra vida salesiana, como toda vida consagrada, es mística, porque, si lo que nos sostiene y lo que nos mueve no es una experiencia real y nutritiva del Señor, todo lo demás no nos llevará muy lejos. Y a diario, los cansancios, las personalidades rotas, los vacíos existenciales –aun creyendo que todo lo vivíamos para Dios- etc…, que tan frecuentemente vemos en Hermanos nuestros, es prueba dolorosa, pero irrefutable, de que es así.
Quiera el Señor concedernos el Don de ser, en verdad, más ‘buscadores de Él’ dando pleno sentido a nuestro Ser, primeramente, y, después, a nuestro vivir y hacer.
HACIENDO REALIDAD LA ‘UTOPÍA’ DE LA FRATERNIDAD SEGÚN EL EVANGELIO
‘Casa’ y ‘familia’ –leemos en el número 49 de nuestro CG27-, son dos palabras frecuentemente utilizadas por Don Bosco para describir el ‘espíritu de Valdocco’ que debe resplandecer en nuestras comunidades.
La Asamblea capitular ha hecho una lectura esperanzada, pero también realista (con sus luces y sombras), de nuestra vida comunitaria, dimensión de nuestra vida que pudiendo tener la mayor fuerza profética, seguramente es la que tiene una ‘salud más frágil’ en el mapa de nuestra Congregación.
Se dice en el Documento capitular que, desde el CG25 en adelante, está creciendo el empeño por vivir en forma más auténtica nuestra vida comunitaria (n.8), si bien se constatan, tras el ‘respeto’ y la ‘tolerancia’, indiferencias y ausencia de cuidado del hermano (n.9). La comodidad y el activismo hacen percibir el tiempo dedicado a la comunidad como un tiempo ‘robado’ ya sea al ámbito de la ‘esfera privada’ o a la misión (n.9). Si respondemos con dificultad a la llamada de Dios de manera radical, se debe, en parte, a una débil convicción … en realizar la comunión en comunidad (n.36).
Al mismo tiempo, y con mirada positiva y esperanzada, reconocemos que la vida de comunidad es uno de los modos de hacer experiencia de Dios. Vivir la “mística de la fraternidad” es un elemento esencial de nuestra consagración apostólica (n.40).
Y vivir la espiritualidad de la comunión… y construir la comunidad supone pasar de la vida en común a la comunión de vida (n.37).
Estas y otras constataciones las encontramos en la reflexión capitular que, sin duda, estamos ya leyendo y meditando. No abundo más en ello. No es necesario recoger más citas para mostrar todo un mosaico de luces y sombras. La pregunta, a la luz de nuestro CG27, es ¿qué debemos cuidar, qué debemos cambiar, qué debemos seguir haciendo y qué no, para que realmente nuestra vida comunitaria tenga toda la fuerza de atracción que tiene la Fraternidad vivida desde el Evangelio, hasta el punto de ser ‘irresistible’ en su atracción?
Lo cierto es que la vida comunitaria, tiene, como ha escrito un autor, “todo el encanto de lo difícil y de lo posible; de la gracia y de la debilidad. Solo se permanece en comunidad y se ahonda en esa experiencia por la gracia de Dios... Es penitencia y ascesis que purifica y se ejercita en la colaboración, la participación y la comunión. Pero es también, y sobre todo, un encanto. Se vive en comunidad para ser feliz, y son muchos los que lo consiguen (…); y si queremos hablar del encanto de la vida comunitaria, hay que decir una palabra sobre las distancias cortas del amor fraterno. Esto supone presencia, cariño mutuo y corrección fraterna, interés de unos por otros, y ayuda mutua; en definitiva, el amor fraterno en toda su extensión. El corazón pide y exige. La vida comunitaria del futuro será fraterna o no será.23 Este es uno de los elementos que más buscan los candidatos hoy; y no siempre es el que más encuentran”24.
Esta dimensión de la vida religiosa es hoy, sin duda, una gran fuerza testimonial. Como en gran parte de nuestros contextos sociales, existen, junto a realidades positivas, una creciente incomunicación, aislamiento, un individualismo que va en aumento y una soledad que, en muchas culturas, es la gran enfermedad de nuestro tiempo, al igual que su semejante, la depresión. El testimonio de las comunidades religiosas, también de las nuestras, debería ser un verdadero anuncio evangélico, buena noticia, auténtica provocación o interpelación.
Por eso, os manifiesto, que una de mis grandes inquietudes es la de pensar, ver, imaginar y comunicarnos de qué manera podemos caminar en la dirección adecuada ante esta realidad un tanto débil de no pocas de nuestras presencias. Hermanos, ¡cuántas veces nuestra comunión de vida queda sacrificada por otras cosas ajenas a nuestra vocación! Me pregunto, por ejemplo, por qué motivo, quienes deberíamos ser expertos en Humanismo, máxime por nuestra condición de educadores de jóvenes, tenemos a nuestro lado en nuestras comunidades, a veces en el comedor o en habitaciones contiguas, a Hermanos heridos en su corazón, Hermanos lacerados tal vez por la soledad y el desencanto, Hermanos que han buscado la felicidad como salesianos y no lo son. Ciertamente esa no es la realidad de nuestra Congregación, muy al contrario; pero también existe, y debería bastarnos un solo Hermano herido, para que nos sangrara el corazón un poco a todos.
Creo que se podría calificar de pecado, si de palabra o con hechos, o con silencios, respondiéramos como Caín ante la pregunta del Señor: “¿Dónde está tu hermano? No lo sé –respondió-. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Gn 4,9). Sí lo somos. No guardianes, pero sí cuidadores.
Nuestro gran desafío, Hermanos, para Inspectores, Consejos, Directores y todos los Hermanos en cada una de las comunidades salesianas del mundo es éste: Hacer de nuestra Comunidad un verdadero espacio de vida de comunión. ¿Cómo pasar de una vida en común con momentos acordados, programados, planificados –que sin duda nos pueden ayudar-, a una vida de comunión. Sin duda, esa decisión supone conversión personal, y por lo mismo comunitaria, va a exigir un compromiso afectivo y efectivo para llevarlo adelante. Es un proceso que pide de nosotros aceptar que cada una de las etapas de nuestra vida sea una oportunidad para crecer, para abrirse a lo nuevo de un encuentro más auténtico con los Hermanos, para hacer más visible la presencia de Dios entre nosotros.
CON LOS JÓVENES, POR LOS JÓVENES “NUESTROS DUEÑOS”
La expresión no es mía, es de Don Bosco, tan frecuente en él: ‘los jóvenes son nuestros dueños’25 y ante ellos siempre mantuvo una actitud de auténtico servidor.
Es fascinante, queridos Hermanos, todo lo que tenemos escrito como patrimonio de nuestra Congregación, desde el mismo Don Bosco hasta hoy, en relación a nuestra prioridad: los jóvenes y especialmente los más pobres. Esto se debe a que lo llevamos muy en el corazón, en nuestro ADN como he dicho más veces. Y también se debe a que, en ocasiones, tenemos que recordárnoslo, para que sea más evidente esta predilección nuestra, recordarlo y recordárselo a otros, para que lo tengamos siempre muy presente.
Don Bosco, nos recuerda el mismo XX CGE, daba una consigna muy especial entre los recuerdos a los primeros misioneros, que sigue teniendo plena actualidad para todos nosotros: “Procurad que el mundo conozca que sois pobres en el vestir, en el comer, en las habitaciones, y seréis ricos ante Dios, y os adueñaréis de los corazones de los hombres”26.
Si ha sido así en toda nuestra historia de Congregación, a la luz del CG27, Hermanos, y con una decidida opción por ser servidores de los jóvenes, ésta opción, y en especial por los más pobres, se convierte, y ha de convertirse de manera imperativa, en el esfuerzo máximo y el rasgo distintivo de la Congregación en este sexenio, con un profundo sentido de Dios y en verdadera manifestación de fraternidad, donde nuestra opción por los más necesitados sea tan evidente que no haya necesidad de palabras para explicarlo. “El mundo nos recibirá siempre con gusto mientras nuestras atenciones estén dirigidas a los niños más pobres, más amenazados de la sociedad. Esta es para nosotros la verdadera riqueza que nadie podrá quitarnos”27.
La opción por los pobres será así la versión más evangélica de nuestro voto de pobreza, y nos ayudará, sin duda, a superar la inclinación tan natural que tenemos los humanos, personas e instituciones, a estar asociados con el poder y los poderosos, a tener y poseer en exceso, inclinación totalmente contraria al Evangelio y a la praxis de Jesús.
Hermanos, cuando nuestro Capítulo General último manifiesta que queremos ser una Congregación de pobres y para los pobres, porque como Don Bosco creemos que éste debe ser nuestro modo de vivir con radicalidad el Evangelio y la manera de estar más disponibles a la exigencias de los jóvenes, no está pensando solamente en una sugerencia para los salesianos más sensibles o un poco más generosos, sino que lo plantea como un auténtico éxodo en nuestra vida28. Ha de ser algo esencial a nuestro ser de Salesianos de Don Bosco, y lo que debemos llevar en el corazón cada salesiano. La excepción deberá ser la de aquellos Hermanos que no se sienten capaces –porque algo no anda bien en sus vidas-, y entonces seguirán contando con nuestra fraternidad y ayuda; pero nunca debería ser una opción la tibieza, la entrega a medias, la indefinición en la opción por los más pobres, y, menos aún, que un niño, niña, adolescente o joven tuviera que dejar la casa de Don Bosco. porque no cuente con recursos económicos para pagar esto o aquello.
Habrá quien piense que eso sería bonito pero irrealizable; y habrá alguien que diga que hemos de sostener escuelas, reformas, gastos, y yo les digo que, con la claridad de la opción, con la generosidad, con la búsqueda de ayudas, con recursos para becas, con la capacidad que realmente tenemos de generar solidaridad cuando se trata de ayudar a los que menos tienen, podremos hacer realidad que una casa salesiana nunca sea inaccesible para aquellos que menos tienen (ya sea una escuela, un oratorio, una casa de acogida, un centro juvenil…).
Quisiera recordar lo que ya manifesté en las palabras finales del Capítulo General: Son los jóvenes, especialmente los jóvenes más pobres, quienes nos salvarán. Ellos son un don para nosotros; son en verdad “nuestro rostro ardiente” ante el cual nos quitamos las sandalias29. Esta es la clave de nuestra paternidad como educadores, dadores de vida, hasta dar la vida, la de entregarla por los últimos ya que, en respuesta a la llamada del Señor, hemos decidido entregarla. Y si hemos sido capaces de lo más (el sí de por vida), no es para quedarnos en lo menos, en no ser alternativa para nadie ni signo de ninguna cosa.
Estoy convencido –sin conocer todavía toda la Congregación-, que es mucha la entrega y generosidad que existe, pero lo que no está bien centrado en Dios y en los más necesitados no puede tranquilizarnos ni compensar las realidades existentes en las que no estemos respondiendo a lo que Don Bosco haría hoy. Es en este sentido en el que animo a todos los Hermanos a ponernos en una verdadera actitud de conversión a Dios, a los Hermanos y a los jóvenes, como nos pide el Capítulo General 27.
Seamos para los jóvenes verdaderos padres y hermanos, como lo fue Don Bosco y como nos recordó, en su día, el papa Juan Pablo II, cuando nos dijo en el CG23: “Que en el centro de vuestras atenciones figuren siempre los jóvenes, esperanza de la Iglesia y del mundo, hacia los que todos miran con confianza y estremecimiento. En las naciones más ricas, lo mismo que en los países más pobres, estad siempre atentos a su servicio, atentos particularmente a los más débiles y marginados. Llevad a cada uno de ellos la esperanza del Evangelio, que los ayude a afrontar con valentía la vida, resistiendo a las tentaciones del egoísmo y del desaliento. Sed para ellos padres y hermanos, como os enseñó San Juan Bosco”30
CONGREGACIÓN MISIONERA : CUANDO LA DIVERSIDAD ES RIQUEZA
Bajo este título o epígrafe quiero decir algo tan sencillo y claro como lo siguiente: La dimensión misionera forma parte de nuestra IDENTIDAD y la diversidad cultural, la multiculturalidad y la interculturalidad es una riqueza hacia la que queremos caminar durante este sexenio.
Según la Evangelii Gaudium31 el anuncio del Evangelio es misión de todo el pueblo de Dios y es anuncio para todos, donde “no hay judío ni griego (…) porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Ga 3,28). Supone ser fermento de Dios en medio de la humanidad, una humanidad y un Pueblo de Dios con muchos rostros, con muchos acontecimientos históricos y culturas diversas donde todos somos discípulos misioneros.
El Papa hace una llamada a la Evangelización de todos los pueblos, y nosotros dirigimos la mirada, siempre para reconocernos en nuestra identidad, hacia el carácter misionero de nuestra Congregación. Don Bosco quiso que la Sociedad Salesiana fuese decididamente misionera. Eligió en el 1875, de entre el pequeño grupo de los primeros salesianos, a los diez que habrían de ir a América. Antes de su muerte ya había enviado 10 expediciones misioneras y 153 estaban ya en América en el momento de su muerte; casi el 20 por ciento de los salesianos del momento, según el catálogo de la Congregación de 1888.
Esta identidad misionera, conservada y cuidada con el paso de los años, llevó al Capítulo General Especial a hacer una especial llamada que yo quisiera renovar hoy, a las puertas del Bicentenario del nacimiento de Don Bosco y como homenaje vivo a su memoria: “El Capítulo General Especial lanza un llamamiento a todas las Inspectorías, aún las más pobres de personal, para que, obedeciendo a la invitación del Concilio y siguiendo el audaz ejemplo de nuestro Fundador, contribuyan con su personal, en forma definitiva o temporal, al anuncio del Reino de Dios”32.
Creo sinceramente, Hermanos, que esta llamada tiene hoy plena actualidad en la realidad de nuestra Congregación. Cuando hablo de homenaje a Don Bosco en la celebración del Bicentenario de su nacimiento, no lo digo en un contexto celebrativo vacío, o para hacer estadísticas, sino porque creo verdaderamente, y ha sido también la sensibilidad del CG27, que una gran riqueza de nuestra Congregación es justamente la capacidad misionera, la posibilidad de estar allí donde más se nos necesite en la Evangelización, si bien todas las fuerzas son muy válidas en cualquiera de los lugares donde nos encontramos. En este sentido aprovecho esta oportunidad para invitar a todos los salesianos sdb, y de corazón haré extensiva mi invitación a toda la Familia Salesiana, en su momento, para que la Evangelii Gaudium sea leída, meditada y compartida. Sin duda nos hará mucho bien, y todavía no es conocida en muchos sitios.
PORQUE HAY CAMPOS DE MISIÓN PASTORAL DONDE SOMOS MUY NECESARIOS EN ESTE MOMENTO…
En este sentido, y no solo para el año 2015, sino en todo el sexenio, queremos hacer realidad lo siguiente:
La ayuda real a algunos campos de misión que tienen una mayor fragilidad en estos momentos, como son, entre otros:
La tarea misionera en la Amazonía, especialmente de Manaus, Campo Grande y Venezuela…
La tarea misionera en el Chaco Paraguayo.
La tarea misionera en algunas regiones de la Pampa y la Patagonia Argentina.
La presencia misionera con comunidades de inmigrantes en los Estados Unidos.
La presencia misionera en Medio Oriente, tremendamente castigada además por diversos conflictos bélicos, como bien conocemos.
La presencia misionera en zonas de misión entre musulmanes, desde el norte de África hasta los países del ‘Golfo Árabe’ o Pakistán…
La nueva presencia misionera que supone el Proyecto Europa y que tiene mucho que ver con la llegada de los últimos llegados por las diversas migraciones.
El fortalecimiento de las jóvenes presencias misioneras de primera Evangelización en Asia y Oceanía: Mongolia, Camboya, Bangladesh, Laos…
… Y PORQUE LA DIVERSIDAD ES RIQUEZA
He escuchado, en más de una ocasión, decir a quienes más vocaciones tenían que, ellos, en su país, en sus Inspectorías, no necesitaban ninguna ayuda porque tenían suficientes vocaciones. Pero, precisamente por eso, y porque la diferencia, la diversidad, la multiculturalidad e interculturalidad es riqueza, cada vez se hace más necesario, incluso para garantizar la identidad del carisma salesiano, y que éste no sea monocolor, es necesario favorecer el intercambio de Hermanos entre las Inspectorías por unos años, ofrecer temporalmente Hermanos a las Inspectorías más necesitadas, además de aquellos que como Misioneros ‘Ad Gentes’ se ofrezcan en respuesta a esta llamada y a otras venideras. De igual manera, hay que preparar a los Hermanos, en todas las partes del mundo, con una mirada más global y universal. Los salesianos de Don Bosco, si bien tenemos una organización jurídica que se concreta en las Inspectorías, no hacemos profesión religiosa para un lugar, una tierra o una pertenencia. Somos salesianos de Don Bosco en la Congregación y para la Misión, allá donde más se nos necesite y donde sea posible nuestro servicio.
Soy consciente de que este mensaje puede resultar sorprendente, pero hemos de ser atrevidos en el soñar, Hermanos, y no tener miedo a la novedad, por más exigente que sea, si es buena en sí misma. Una concreción sencilla pero inmediata de esto que digo es, por ejemplo, la necesidad de preparar a los jóvenes salesianos en el aprendizaje de los idiomas, cuantos más mejor. Ya ha quedado atrás el tiempo, que yo mismo viví, donde aprender una lengua extrajera era algo superfluo y donde pisar el país vecino, aunque la frontera estuviese a cincuenta kilómetros, era ‘ir al extranjero’ y resultaba muy difícil obtener los permisos al interno de nuestra Congregación. Hemos de preparar a nuestras jóvenes generaciones por tanto en el aprendizaje de lenguas, y entre ellas el aprendizaje de la lengua italiana para que no ocurra, en el tiempo, que el acceso a las fuentes y a los escritos primeros de nuestro Fundador y de la Congregación sea algo prohibitivo por desconocimiento.
De igual manera deseo subrayar que no hemos de tener miedos ni resistencias en que nuestros Hermanos jóvenes estudien fuera de la propia Inspectoría. No se quiere menos la propia tierra, las propias raíces y los propios orígenes por no estudiar en el mismo lugar. No es cierto, y no hay ningún peligro de pérdida del sentido de la realidad. Por el contrario, se amplía mucho la mirada y la capacidad de entender la diversidad y la diferencia, algo esencial en nuestro mundo de hoy y del mañana.
CELEBRANDO EL BICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON BOSCO
Cuando estéis leyendo esta Carta, ya habremos inaugurado el año del Bicentenario del nacimiento de Don Bosco. El 15 de agosto en Castelnuovo Don Bosco, y el 16 de agosto en Colle Don Bosco. Bajo la guía de nuestro Rector Mayor Emérito, P. Pascual Chávez, hemos tenido un intenso trienio de preparación en toda la Congregación, profundizando la realidad histórica, la pedagogía y la espiritualidad de nuestro Fundador.
Creo que es oportuno decir que el año de celebración que hemos iniciado tiene un doble rostro. Uno exterior, más público y oficial, y otro interior, más íntimo.
Doscientos años desde el nacimiento de Don Bosco, suscitado por el Espíritu Santo con la intervención de María (Cfr. Const. 1), es un tiempo suficiente para ver y comprender lo que hemos heredado. En primer lugar, la vida de un hombre de Dios, un Santo que con corazón de padre vivió lo que prometió: “He prometido a Dios que hasta mi último suspiro sería para mis queridos jóvenes pobres”33. Y hemos heredado la responsabilidad de vivir, y hacer realidad, la autenticidad de un carisma que ha nacido no de un proyecto humano, sino de la iniciativa de Dios para contribuir a la salvación de la juventud (Cfr. Const. 1).
Celebrar en la sociedad, en las ciudades, con el pueblo de Dios, el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco nos permite reconocer qué significa para nosotros tener como Padre a Don Bosco:
Es una oportunidad para sentirnos agradecidos al Señor porque, doscientos años después del nacimiento de Don Bosco, nos encontramos aquí, como regalo de Dios para los jóvenes. Oportunidad para reconocer a Dios presente en medio de nuestra historia, pues constatamos que Él (el Dios de la Vida) siempre ha ido por delante.
Es un compromiso más con la fuerza del Evangelio que ha de llegar de manera especial a los jóvenes, y entre ellos a los últimos, a lo que, sin haber hecho nada para ello, han sido excluidos de la fiesta de la vida.
Es un momento adecuado para rejuvenecer la actualidad de un carisma que se coloca en el centro de los problemas del mundo de hoy, especialmente del mundo de los jóvenes. Porque Don Bosco sigue teniendo hoy palabras y propuestas, para los jóvenes del mundo, ya que, aunque han cambiado las situaciones y los contextos, el corazón de los jóvenes, de todo joven sigue teniendo los mismos latidos de entusiasmo y apertura a la Vida.
El Carisma salesiano ha sido, y es, el regalo que nuestro Dios hace al mundo, habiendo elegido a Don Bosco para ello. Por eso insistimos tanto, por convicción, en que Don Bosco es un bien de la Iglesia y de toda la Humanidad34. Él se ha formado en el tiempo, desde los primeros momentos en los brazos de Mamá Margarita, hasta la amistad con buenos maestros de vida y, sobre todo, en la vida cotidiana con los jóvenes que, modelando desde la cotidianeidad su corazón, lo han ayudado a ser más de Dios, más de los Hombres y más de los mismos jóvenes.
Y celebrar el Bicentenario hacia el interior de nuestra Congregación y nuestra Familia Salesiana, significa vivir aquello que San Pablo recomienda a Timoteo al pedirle que ‘tenga vivo en él aquel Don que ha recibido’. Por eso, cada vez que un salesiano, un miembro de nuestra Familia Salesiana, vive en plenitud su vocación, es a su vez un don de Dios al mundo.
Celebrar el Bicentenario en la intimidad del Hogar (hogar que han de ser todas y cada una de nuestras comunidades), es dejarnos interpelar por nuestro ser y nuestro vivir, hasta poder decirnos, con mirada limpia y transparente que “La santidad de los hijos sea prueba de la santidad del Padre”35.
Y esta celebración significa también evocar doscientos años de historia de hombres y mujeres que han dado su vida por este ideal, tantas veces de manera heroica, en condiciones difíciles, y a veces extremas. Esto es un tesoro inestimable que solo Dios puede valorar en su justa medida y a Él se lo encomendamos.
Nosotros somos de los que hoy creemos que aquel 1815, con la llamada a la vida de Juanito Bosco y su elección de parte del Señor, ha sido solo el comienzo de una larga cadena de testigos que, al igual que Don Bosco, queremos comprometernos en ayudar a escribir el futuro de vida, y vida creyente, de los jóvenes, y entre ellos los más necesitados, con el color de la esperanza.
Acabo brevemente para no extenderme más, deseando subrayar la singularidad que tiene el Carisma salesiano en nuestro distintivo, conocido como Sistema Preventivo y que es mucho más que un método educativo. Es una verdadera y rica forma de espiritualidad, un modo extraordinario de concebir el sentido de la vida desde Dios, siendo así un gran don de nuestra Congregación y Familia a la Iglesia. Pero sobre este tema escribiré más ampliamente en la Carta del Aguinaldo al final del año.
“PRENDIAMO LA MADONNA IN CASA”.
“ACOJAMOS A LA SEÑORA EN CASA”
“Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19,27)
He querido terminar mi primera Carta circular con las mismas palabras que usó Don Viganó en su primera Carta sobre María que renueva la Familia Salesiana de Don Bosco36. Don Viganó cuenta cómo mientras escuchaba en la tarde de un Viernes Santo la narración evangélica de la Muerte del Señor según Juan, con María y el Discípulo a los pies de la cruz, queda especialmente sensibilizado por esta convicción que le lleva a decir ¡sí!, debemos repetirnos mutuamente como programa para nuestra renovación la afirmación del evangelista: “Prendiamo la Madonna in casa”.
Don Bosco tuvo una vivísima consciencia de la presencia personal de María en su propia vida, en su vocación y en su misión apostólica. “María Santísima es la fundadora y será la sostenedora de nuestras obras”37, y nosotros Salesianos, como parte de nuestra Familia Salesiana, estamos convencidos de la intervención indiscutiblemente especial que María ha tenido en la vida de Don Bosco y de la Congregación. María ha sido para Don Bosco la Madre cuidadosa de sus jóvenes y su educadora interior. Y ha sido siempre para él, Madre a la que ha tenido una devoción tierna y viril, sencilla y verdadera.
Al mismo tiempo, Don Bosco, como verdadero educador y catequista, consiguió de una manera excepcional que en casa, en la casa de sus jóvenes, Valdocco, la atmósfera de familia estuviera envuelta siempre en una presencia materna: María.
Hoy, doscientos años después del nacimiento de Don Bosco, podemos decir que la devoción a María, para nosotros especialmente Auxiliadora, resulta, de hecho, un factor integrante del ‘fenómeno salesiano’ en la Iglesia, y forma parte imprescindible de nuestro carisma: moldea su fisonomía y le da vitalidad.
Que María, que es Mujer de la Escucha, Madre de la comunidad nueva y Sierva de los pobres nos acompañe y bendiga. A ella nos dirigimos con la misma oración del Papa Francisco38:
“Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y del amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio
viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
Amén. Aleluya.
Con todo afecto y fraternidad os saluda,
Ángel Fernández Artime, sdb
Rector Mayor
1Lettere Circolari di Don Michele Rua ai Salesiani, DirezioneGenerale delle Opere Salesiane, Torino, 1965, 25
2Idem, p.26
3Idem, p. 27
4Lettere Circolari di Don Paolo Albera ai salesiani, Direzione Generale delle Opere Salesiane, Torino, 1965, 7
5 Idem, p.8
6 Idem, p.13
7Cfr. Idem, p.13
8 ATTI DEL CAPITOLO SUPERIORE della Pia Società Salesiana, Anno III, nº 14, 1922, p.4
9 Cfr. IDEM, p. 4-5
10 ATTI DEL CAPITOLO SUPERIORE della Società Salesiana, Anno XIII, Nº 58, 1932, p.2
11 ATTI DEL CAPITOLO SUPERIORE della Società Salesiana, Anno XXXII, nº 169, 1952, p.2
12 IDEM, p.3
13 ATTI DEL CAPITOLO SUPERIORE della Società Salesiana, Anno XLVI, 1965, nº 262, p.2
14 IDEM, p. 4
15 IDEM, p. 5
16 IDEM, p. 5
17ATTI DEL CONSIGLIO SUPERIORE della Società Salesiana, Anno LVII, 1978, nº 289, p. 3
18 IDEM, p. 2
19 ATTI DEL CONSIGLIO GENERALE DELLA SOCIETÀ SALESIANA DI SAN GIOVANI BOSCO, Anno LXXXIII, nº 379, 2002, p. 3
20 IDEM, p. 4
21 CG27, Introduzione, p.21 citando a Giovanni Paolo II: “La vida espiritual debe estar en el primer puesto (…). De esta opción prioritaria, desarrollada en el empeño personal y comunitario, dependen la fecundidad apostólica, la generosidad en el amor por lo pobres e incluso la atracción vocación sobre las nuevas generaciones” (GIOVANNI PAOLO II, Vita Consecrata, 93)
22 La cita textual es: “El núcleo de la identidad y la razón de ser de la vida religiosa y de toda vida cristiana es la experiencia de Dios. Se puede hablar de experiencia de Dios, de fe radical, de dimensión carismática de la vida, de vida en el Espíritu, de experiencia del Absoluto o de la Trascendencia, de la prioridad absoluta del Reino de Dios y su justicia, de vivir la vida en clave escatológica…. Poco importan los nombres. Lo importante es tener claro que esa experiencia nuclear es la que da sentido a todo en este género de vida, es la que proporciona calidad de vida a sus miembros y hace que esto sea verdaderamente una vocación y no una simple profesión. La pregunta por la calidad de vida en la vida religiosa es la pregunta por la calidad de esta experiencia de fe”. En Fernando PRADO (ed): Adonde el Señor nos lleve, Publicaciones Claretianas, Madrid 2004, 31
23 Esta frase escrita en cursiva es opción personal mía por la importancia que le doy. El autor no la ha resaltado de manera especial.
24 Arnaiz, José María. ¡Qué ardan nuestros corazones. Devolver el encanto a la vida consagrada! Publicaciones claretianas, Madrid, 2007, 95
25 XX CAPÍTULO GENERAL ESPECIAL SALESIANO, n.351
26 IDEM, n. 597, citando MB. 11, 389-390
27 IDEM, n.597, citando MB. 17, 272
28 El marcado en negro es opción mía. Cfr. CG 25. n. 55
29 CG 27, n.52, citando Es 3,2 y Evangelii Gaudium, 169
30 CG23, n.331, Discurso de su S.S. Juan Pablo II a los Capitulares
31Cf. Evangelii Gaudium, n.111, 115 y 120
32 CGE, n.477
33 Const. 1, Cfr MO, 16
34 Como dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudim n.130, “El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a un grupo que lo custodie; (…). Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para bien de todos”.
35 Consejo dado por un piadoso y benévolo cooperador y que Don Rua cita y pone como palabra de orden en carta del 8 de febrero de 1888, a los ocho días de la muerte de Don Bosco, en carta dirigida a los directores de las casas salesianas comunicando los sufragios por Don Bosco. LETTERE CIRCOLARI DI DON MICHELE RUA AI SALESIANI, Direzione Generale delle Opere Salesiani, Torino, 1965, p.14
36 ATTI DEL CONSIGLIO SUPERIORE DELLA SOCIETÀ SALESIANA, Anno LVII, nº 289, p.4
37 Sistema Preventivo. Reglamento, n.92
38Evangelii Gaudium, n.288