Actas_1994_349.ACG


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del consejo general
año LXXV
Julio-septiembre de 1994
n.º 349
órgano oficial
de animación
y comunicación
para la
congregación salesiana
Direzione Generale
Opere Don Bosco
Roma

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del consejo general
de la sociedad salesiana
de san juan hosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
N.º 349
año LXXV
julio-septiembre de 1994
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
EN EL AÑO DE LA FAMILIA
página
3
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES 2.1. El Proyecto Educativo-pastoral
de las lnspectorías
31
2.2. A propósito de los Cooperadores
Salesianos: reflexiones...
39
3. DISPOSICIONES Y NORMAS
(No se dan en este número)
4. ACTIVIDAD DEL CONSEJO GENERAL 4.1. De la crónica del Rector Mayor
48
4.2. De la crónicas de los miembros
del Consejo General
49
5. DOCUMENTOS Y NOTICIAS
5.1. Salesianos difuntos
(2.ª relación de 1994)
68

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Central Catequística Salesiana
Alcalá, 164 - 28028 Madrid
Edición extracomercial
Imprime: Gráficas Don Sosco - Arganda del Rey (Madrid)

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
EN EL AÑO DE LA FAMILIA
lntroducción.-lnterpelaciones de nueva evangelización.-Dificultades actuales.-Carta del Papa a
las familias.-EI gran misterio.-Genealogía de la persona.-Formación y animación de la alianza con-
yugal.-Educación sexual.-Preparación para el matrimonio.-EI carisma de san Juan Sosco y la fa-
milia.-La Sagrada Familia de Nazaret.
Roma, solemnidad del Sagrado Corazón,
10 de junio de 1994
Queridos hermanos:
Durante los últimos meses he podido comprobar la
bondad del Señor con nosotros en varias partes del
mundo: en algunas nos ayuda a empezar con vitalidad
(por ejemplo, en algunas zonas de lo que fue Unión
Soviética), en otras hace crecer y da vigor a nuestra fi-
delidad a san Juan Bosco con una creatividad valiente
(es el caso de Paraguay, Argentina, Brasil, España e Ita-
lia, donde estuve no hace mucho). Han sido largos via-
jes de animación y comunión, algunos de ellos para vi-
sitas de conjunto que, en Argentina y Brasil, han hecho
ver la calidad extraordinaria de las primeras raíces plan-
tadas personalmente por Don Bosco con una opción
previsora y con una audacia magnánima.
Tanto si miramos al futuro (verbigracia, en Rusia),
como si contemplamos el desarrollo de la siembra de
ayer (en América, España e Italia), uno siente la predi-
lección del Señor y da gracias a Cristo resucitado y as-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
4
cendido al cielo, que nos regala continuamente al Espí-
ritu Santo con todo su poder, creatividad y original
propuesta de la verdad salvífica para iluminar un cam-
bio de época que está exigiendo una nueva evangeliza-
ción.
Nuestra Congregación en el mundo está claramente
bajo la acción del Espíritu Santo, que le conserva su
naturaleza carismática con una forma vivaz de renova-
ción o de comienw, como si san Juan Bosco viviera en
las distintas situaciones geográficas para responder con
generosidad a las interpelaciones de la juventud necesi-
tada. Así me ha parecido, por lo menos, en las visitas
que he hecho últimamente.
Junto con la vitalidad del crecimiento, el Espíritu
nos mueve a entender cada vez mejor el misterio de la
cruz y a sentirnos discípulos de Cristo con la mirada
del corazón puesta en el mismo martirio.
Estamos acompañando con intensa solidaridad a
nuestros hermanos de Ruanda y seguimos, desconcer-
tados pero esperanzados, la terrible desventura de aquel
pueblo, especialmente de su juventud, mientras pedi-
mos al Espíritu del Señor que nos indique pronto un
modo concreto de ayuda y nueva presencia en aquella
querida nación.
Sintámonos todos llamados a rezar, a renovarnos, a
participar con sacrificios y a colaborar.
Interpelaciones de nueva evangelización
Queridos hermanos, como sabéis, estamos viviendo
en la sociedad y en la Iglesia el Año de la Familia. Me
he preguntado qué puede significar eso para nosotros, y
siento la responsabilidad de invitaros a reflexionar con-
migo sobre la importancia y exigencias que supone
para nuestra renovación educativa y pastoral.
¿Por qué la Organización de las Naciones Unidas

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5
l. Constituciones 6.
2. Constituciones 7.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
ha proclamado 1994 Año Internacional de la Familia?
Ciertamente para hacer ver lo fundamental que es para
los Estados la cuestión familiar.
La Iglesia ha acogido con alegría su iniciativa y se
ha adherido a ella oficialmente: con la solemne celebra-
ción presidida por el Legado Pontificio el día de la Sa-
grada Familia de 1993 (26 de diciembre) hiw real su
adhesión a tema tan vital para la comunidad eclesial
del mundo.
En los últimos meses hemos asistido a múltiples ac-
tividades que han centrado nuestra atención en la fa-
milia actual. Muchas inspectorías salesianas han tenido
también iniciativas dignas de encomio.
¿Bastará esa sensibilización un tanto genérica? El
tema de la familia es demasiado importante para noso-
tros como para dejarlo a un lado cuando termine este
Año. Debemos considerar 1994 como una ventana
abierta a un amplio horizonte que afecta a la actualidad
de nuestro carisma y ofrece numerosos aspectos nuevos
y urgentes a nuestra misión de nueva evangelización.
Es, por tanto, oportuno que nos entretengamos se-
riamente para ver cómo el tema de la familia entra a
fondo en nuestro proceso de renovación. Nos ayudará
a sentirnos más situados «en el corazón de la Iglesia» 1 y
de forma más solidaria «con el mundo y con su histo-
ria». El Espíritu del Señor nos ha suscitado en el Pue-
blo de Dios para una tarea específica de "pastoral juve-
nil" 2• Sabemos, y lo hemos dicho repetidas veces, que
no se puede hacer una pastoral juvenil auténtica sin
una relación concreta y armónica con la "pastoral fami-
liar".
Preguntémonos: ¿Puede hoy un educador formar la
persona de sus jóvenes sin profundizar, iluminar y ha-
cer vivir los valores de la familia? ¿Es posible hacer en
la Iglesia nueva evangelización sin retomar a fondo y
con novedad los temas de la sexualidad, del matrimo-
nio y de la vida conyugal?

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
6
Dificultades actuales
Es fácil oír hablar hoy de desmoronamiento de la
familia, aunque en realidad no todo sea ruina. Es ver-
dad que, si miramos alrededor, nuestros ojos se en-
cuentran con una situación muy triste. La crisis nos
impresiona aún más si con la memoria volvemos a
nuestras familias de ayer, llenas de amor cristiano y
desbordando vida y testimonios de sabiduría en su sen-
cillez. Ciertamente han cambiado los tiempos y es pre-
ciso reconsiderar también las modalidades de la convi-
vencia familiar, siempre que no se destruya la
naturaleza perenne de la familia.
Si miramos a ciertas formas nuevas de convivencia,
a la elasticidad del vínculo matrimonial tan celebrada
en los medios de comunicación, al alarmante fenóme-
no de la disminución de nacimientos, a la mentalidad
permisiva en el aborto, al continuo aumento de "huér-
fanos de padres vivos" y al reconocimiento legal de pa-
rejas homosexuales, se entiende por qué no se quiere
definir ni dar, para uso legislativo y social, un concepto
oficial de familia: muchos no aceptan que ésta se .ci-
miente en el amor conyugal de un hombre y una mujer
unidos en matrimonio indisoluble como santuario de
la vida. Sin embargo, si la familia pierde su identidad,
ya no podrá ser considerada como la célula fundamen-
tal de la sociedad.
Ya el XXIII Capítulo General recordaba: «No pocas
familias, en los diferentes contextos, se sienten hoy
afectadas por una crisis grave, que se caracteriza por el
debilitamiento de los lazos internos y por una exagera-
da búsqueda de autonomía. Muchos jóvenes sufren las
consecuencias de este desarreglo familiar, causado por
la infidelidad, por la superficialidad de las relaciones,
por el divorcio, por la miseria, por el alcoholismo y por
la droga. Aumenta el número de personas psicológica-
mente no preparadas para la paternidad o maternidad e

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7
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
3. XXIII Capitulo General
55.
4. Romanos 1,24 ss.
5. JUAN PABLO Il, Carta a
las familias, 2.
incapaces de dar afecto a sus hijos o al cónyuge. Esas si-
tuaciones producen, en muchos jóvenes, graves conse-
cuencias, que se manifiestan en vistosas carencias afec-
tivas, inseguridades, inadaptaciones y peligro de
desvío»3.
Desgraciadamente, se abre la puerta a una falsa mo-
dernidad con peligrosas concesiones permisivas, des-
concertantes cambios éticos, convivencias pasajeras, li-
bertinaje sexual, carencias de responsabilidad
educativa, etc., con la grave perdida de los llamados
"derechos de la familia'', íntimamente unidos a "los de-
rechos del hombre". Asistimos, pues, a una decadencia
social de efectos negativos irreparables; debemos temer
un poscristianismo, es decir, una situación social de pa-
ganismo que, tras veinte siglos de Evangelio, renuncia a
la luz y a la gracia de Cristo. Viene espontáneo recordar
la página tan negra de la Carta de san Pablo a los Ro-
manos: «Los ha entregado Dios a la bajeza de sus de-
seos, con la consiguiente degradación de sus propios
cuerpos» 4. El Apóstol ofrece una dura descripción de la
Roma pagana de hace muchos siglos; pero también hoy
se asiste, en no pocos ambientes (por desgracia, cada
vez más numerosos, especialmente cuando se descono-
ce la función específica de la familia), a condiciones de
vida indignas e inhumanas: una "anticivilización''.
Las dificultades de nuestra época ponen de relieve
la urgencia de acudir a remediarlas; la familia debe se-
guir siendo el horizonte vital de ser persona; su crisis
supone para el mundo una pérdida de humanidad.
Con razón «la Iglesia ve en el servicio a la familia una
de sus tareas esenciales. En este sentido, tanto el hom-
bre como la familia son "el camino de la Iglesia''» 5•
Estamos asistiendo hoy a un verdadero choque, so-
bre este tema, entre el Vaticano y la ONU. El objeto del
contraste es la presentación del documento final de la
tercera Conferencia sobre Población y Desarrollo, que
se inaugurará en El Cairo el próximo 5 de septiembre.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
8
Tenemos, por parte del Papa y de la Sede Apostóli-
ca, una serie de intervenciones públicas y de iniciativas
para criticar sin paliativos el borrador de dicho docu-
mento final. Escribe Juan Pablo II: «Es para mí causa
de gran preocupación»; «existe la tendencia a promover
el derecho, reconocido internacionalmente, de poder
abortar por simple petición»;, «la visión de la sexualidad
que inspira el documento es individualista»; «se ignora
el matrimonio como si fuera algo del pasado»; «la fami-
lia no puede ser manipulada...».
Si en la Conferencia de El Cairo prevalece la orien-
tación del comité preparatorio, se legalizará un estilo
de vida lejano del Evangelio que facilitará la anticon-
cepción, el aborto, la unión libre y la homosexualidad,
todo ello en contraste con la renovación de la familia
según el Evangelio.
Los salesianos debemos seguir con corazón pastoral
esta disputa "cultural" y saber difundir con vigor la iden-
tidad de la familia, tal como la presentan la verdad de
Cristo y las exigencias de nuestra profecía de educadores.
Lastimosamente, está apareciendo una fuerte crisis
de verdad, sobre todo de la verdad salvífica: «El racio-
nalismo moderno no soporta el misterio. No acepta el
misterio del hombre, varón y mujer, ni quiere recono-
cer que la verdad plena sobre el hombre quedó revelada
en Jesucristo» 6•
Nos será, pues, provechoso repasar sintéticamente
la verdad cristiana sobre la familia.
6. lbldem 19.
Carta del Papa a las familias
El 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor,
S. S. Juan Pablo II mandó a las familias una carta de
mucho valor (un centenar de páginas), que empieza
precisamente con la afectuosa expresión de «amadísi-
mas familias».

2 Pages 11-20

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2.1 Page 11

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9
7. Ibídem 23.
8. Ibídem 23.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
En ella el Papa afronta con valentía, profundidad y
claridad los complejos y desagradables problemas ac-
tuales de la familia y ofrece una robusta síntesis de la
verdad cristiana al respecto. Es imprescindible que su
rico contenido emerja en nuestra conciencia de educa-
dores. Tenemos que leer y estudiar esta carta. No tiene
sentido atrincherarse en las excusas de siempre: "dema-
siados documentos", "reflexiones difíciles", "estilo com-
plejo", "mensaje no destinado directamente a noso-
tros" ...
La familia es ciertamente una de las "nuevas fronte-
ras" de la evangelización, y, como hemos dicho, está li-
gada profundamente a la misión juvenil y popular de
nuestro carisma. Pero es que, además, el Santo Padre se
dirige también a nosotros: «A las familias religiosas y a
las personas consagradas, a los movimientos y asocia-
ciones de seglares» 7• El tema de la familia es demasiado
importante para todos y, de forma ciertamente privile-
giada, para los educadores en la fe.
Impresiona la declaración de alta responsabilidad
que hace el Papa: «Hablo con la fuerza de la verdad de
Cristo al hombre de nuestro tiempo, para que com-
prenda la grandeza de los bienes del matrimonio, de la
familia y de la vida, y el gran peligro que supone no
respetar tales realidades y una menor consideración de
los valores supremos en los que se fundamentan la fa-
milia y la dignidad del ser humano» 8•
Asegura el Papa que la doctrina cristiana sobre la fa-
milia es un verdadero «tesoro de la Iglesia»; es «la gran
relevación: el primer descubrimiento del otro»; está
«realmente en el centro de la Nueva Alianza». Y advier-
te con aguda visión pastoral que «la familia se halla en
el centro del gran combate entre el bien y el mal». Ahí
brilla la verdad de Cristo; pero ahí también pernocta la
mentira del error.
Se trata, pues, de una carta particularmente impor-
tante, que ofrece, a quien debe educar en la fe, los

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
10
principales elementos orientadores para una nueva
evangelización (y, por tanto, para una nueva educa-
ción).
Veamos, pues, cuáles son esos elementos básicos.
Los deducimos del texto de la carta de forma con-
centrada y estimulante, que nos induzca a meditar con
más atención y directamente la palabra del Papa. Es
doctrina conocida y presentada también en el Catecis-
mo de la Iglesia Católica; pero, reunida sintéticamente
en torno a este tema, se convierte en un "Evangelio de
la familia" para el hombre de hoy en un aspecto con-
creto de su vida que se halla «en el [mismo] centro del
gran combate entre el bien y el mal».
El gran misterio
Es sintomático comprobar que en el principio de la
creación del hombre y de su redención está la familia.
Mirándola se comprende de verdad lo que es el hom-
bre y en qué consiste su misterio.
La carta del Papa habla de "misterio", no sólo con
referencia al hombre en cuanto individuo, sino tam-
bién y fundamentalmente con referencia a la familia.
Es el "gran misterio" a que alude san Pablo en su Carta
a los Efesios 9• El Apóstol da al tema un planteamiento
nuevo, fundado ciertamente en Adán y Eva para la tra-
dición del Antiguo Testamento, pero referido propia-
mente al amor esponsal de Cristo a su Iglesia.
«No se puede comprender a la Iglesia como Cuerpo
Místico de Cristo [...], en cuanto sacramento universal
de salvación -comenta el Santo Padre- sin hacer re-
ferencia al "gran misterio" unido a la creación del hom-
bre varón y mujer y a su vocación al amor conyugal, a
la paternidad y a la maternidad. No existe el "gran mis-
terio" qué es la Iglesia y la humanidad en Cristo, sin el
"gran misterio" expresado en el ser "una sola carne" (cf.
Efesios 5,32·

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11
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
10. Carta a las familias 19.
11. Cf. Génesis 1,26.
12. Génesis 1,27.
13. Carta a las familias 6.
Gn 2, 24; Ef5, 31-32), es decir, en la realidad del ma-
trimonio
y
de
la
familia»
10
Cuando se comprende la doctrina cristiana de la fa-
milia, se halla también la respuesta a la fundamental
pregunta de qué es el hombre.
El "misterio" del que partimos es Dios, no simple-
mente como Ser supremo captado por la razón, sino en
la intimidad de su esencia y vida divina captada por re-
velación mediante la fe. Para nosotros "misterio" no
significa enigma ni problema, sino la verdad más bella,
más intensa, más iluminadora y más cautivadora; no
podemos contemplarla en una visión directa donde ad-
mirar todos sus tesoros, pero sin ella toda realidad re-
sulta oscura.
Esta verdad suprema es el Amor trinitario, mucho
más rico y sobreabundante de lo que pueden decir las
reflexiones sobre el ser metafísico del Ente supremo. A
esa íntima realidad divina se refiere la "imagen" y la
"semejanza'' de la realidad humana 11: una originalidad
absoluta que trasciende la analogía del "ser subsistente"
y asciende a una analogía del "amor trinitario".
Pero Dios no tiene cuerpo; es puro espíritu; es la
vida. Las características humanas de la masculinidad y
feminidad, de la paternidad y maternidad son expresio-
nes de su misterio, que se manifiestan de forma analó-
gica y complementaria en el varón y en la mujer: «Creó
Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó;
varón
y
mujer
los
creó»
12
«Ninguno de los seres vivientes, excepto el hombre
-afirma el Papa- fue creado "a imagen y semejanza
de Dios". La paternidad y maternidad humanas, aun
siendo biológicamente parecidas a las de otros seres de
la naturaleza, tienen en sí mismas, de manera esencial
y exclusiva, una "semejanza" con Dios, en la que se
funda la familia, entendida como comunidad de vida
humana, como comunidad de personas unidas en el
amor» 13•

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
12
Esta dualidad originaria -varón y mujer- exige
una alianza conyugal en el amor, totalmente orientada
a la plenitud de la vida: «Creced, multiplicaos, llenad la
tierra y sometedla» 14•
Este misterio originario de Adán y Eva es asumido
y perfeccionado por el segundo Adán (Cristo) y por la
segunda Eva (María y la Iglesia). Aquí el "esposo" es
Dios mismo, hecho hombre que ama a la Iglesia «hasta
el extremo» 15; su "esposa" es la Iglesia, que va regene-
rando a la humanidad con el don sacramental de la vida
nueva, sobre todo mediante el Bautismo y la Eucaristía,
que «son los frutos del amor con que el Esposo amó
hasta el extremo, amor que se difunde constantemente,
concediendo a los hombres una creciente participación
en la vida divina»16,
Debem~s concluir que el gran misterio consiste en
ver a la familia como una participación peculiar en el
amor divino que se profundiza en la dimensión sexual
de cada individuo, en la alianza conyugal del matrimo-
nio y en la fecundidad de la vida con una paternidad y
maternidad responsables. Con razón habla el Papa de la
construcción de una "civilización del amor" que parta
de la renovación profunda de las familias, que son pre-
cisamente "el centro y el corazón" de dicha civilización.
Para ello, hay que estar convencido de que «sin la
conciencia de que Dios es ''Amor" y de que el hombre
[,creado a su imagen,] es la única criatura en la tierra
que Dios ha llamado "por sí misma'' a la existencia»,
nunca se logrará el verdadero amor en la familia y en la
sociedad. «El hombre, creado a imagen y semejanza de
Dios, sólo puede "encontrar su plenitud" mediante la
donación sincera de sí mismo. Sin este concepto del
hombre, de la persona y de la "comunión de personas"
en la familia, no puede haber civilización del amor; re-
cíprocamente, sin la civilización del amor es imposible
este concepto de persona y de comunión de perso-
nas» 17•
14. Ghiesis 1,28.
15. Cf.]uan 13,1.
16. Carta a las familias 19.
17. Ibídem 13.

2.5 Page 15

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13
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Sin la verdad cristiana, se abre la puerta (por des-
gracia, ya está abierta de par en par) a una "anticiviliza-
ci6n" que destruye el verdadero amor «en los ámbitos
en los que se expresa, con inevitables repercusiones en
el conjunto de la vida social».
Genealogía de la persona
18. Ibídem 9.
19. Catecismo de la Iglesia
Católica 366.
20. Ibídem 365.
21. Cf. Gaudium et spes
14.
22. Catecismo de la Iglesia
Católica 364.
La carta del Papa nos introduce en el tema de fon-
do sobre el misterio de cada hombre: el de su ser perso-
na. «En la biología de la generaci6n -dice- está ins-
crita la genealogía de la persona» 18• Como afirma el
Catecismo de la Iglesia Cat6lica, sabemos que «cada
alma espiritual es creada directamente por Dios -no
es "producida" por los padres- y es inmortal» 19• Por
otra parte, «la unidad del alma y del cuerpo es tan pro-
funda, que debemos considerar al alma como la "for-
ma" del cuerpo; es decir, gracias al alma espiritual, el
cuerpo compuesto de materia es un cuerpo humano y
viviente; en el hombre, el espíritu y la materia no son
dos naturalezas unidas; su uni6n constituye una única
naturaleza» 2º.
El cuerpo del hombre representa la cumbre del
mundo material 21 y «participa de la dignidad de "ima-
gen de Dios"; es cuerpo humano precisamente porque
está animado por un alma espiritual» 22•
La persona está constituida por todo lo que es hu-
mano, incluida ciertamente también la sexualidad (la
persona-var6n y la persona-mujer); pero se caracteriza
por una dimensi6n de trascendencia, que la refiere di-
rectamente a Dios-Amor porque está hecha a su ima-
gen y semejanza.
Así, la paternidad y maternidad de los padres, aun
teniendo evidentemente su raíz en la biología, la supe-
ran por la calidad espiritual que reciben del alma. La
generaci6n humana se distingue de cualquier otra ge-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
14
neración en la tierra: «es la continuación de la
creación» 23•
En la paternidad y maternidad humanas está pre-
sente Dios mismo. Por ello afirma el Papa: «En la bio-
logía de la generación está inscrita la genealogía de la
persona [...] El nuevo ser está llamado, igual que sus
padres, a la existencia como persona y "a la vida en la
verdad y en el amor". Dicha llamada se refiere no sólo
a lo temporal, sino también a lo eterno. Tal es la di-
mensión de la genealogía de la persona que Cristo nos
reveló definitivamente derramando la luz de su Evange-
lio sobre el vivir y el morir humano y, por tanto, sobre
el significado de la familia humana» 24.
Tenía razón el concilio Vaticano II al afirmar con
claridad meridiana que el hombre «es la única criatura
a la que Dios ama por sí misma» 25•
"Ser hombre", varón o mujer, es la vocación funda-
mental de toda persona, que existe "por sí misma",
aun cuando temporalmente esté en una familia y en la
sociedad. Todo hijo es la coronación del amor conyu-
gal y un don inestimable para la familia; así, colma el
anhelo de los padres; pero éstos deben amar a su hijo
como lo ama su Creador: "por sí mismo". «La genealo-
gía de la persona -repite el Papa- está unida ante
todo a la eternidad de Dios, y en segundo término a la
paternidad y maternidad humanas, que se realizan en
el tiempo» 26•
Como es obvio, de esta visión mistérica de la fami-
lia se derivan consecuencias importantes para la perso-
na del hijo y para los padres y la familia, para la socie-
dad y para la Iglesia.
Aquí se presenta todo un campo concreto de acción
educativa y evangelizadora, que exige considerar mejor
algunos aspectos de nuestro quehacer apostólico en
una hora de nueva evangelización.
Podemos fijar nuestra atención en tres puntos rela-
cionados con la pastoral de la familia; son tres aspectos
23. Carta a las familias 9.
24. Ibídem 9.
25. Gaudium et spes 24.
26. Carta a las familias 9.

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15
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
delicados que afectan directamente a nuestra misión y
que me parece que no siempre se han atendido sufi-
cientemente en nuestra tarea educativo-pastoral. Son
ciertamente una frontera de la nueva evangelización y
de la nueva educación.
Son los siguientes: la formación y animación de la
alianza conyugal entre los esposos; la educación sexual
en los jóvenes, y la preparación para el matrimonio en
la pastoral educativa.
27. Gaudium et spes 48.
Formación y animación de la alianza conyugal
A nosotros nos corresponde, por distintas razones
(parroquias, asociaciones de cooperadores y de anti-
guos alumnos, actividad con colaboradores seglares,
etc.), acompafi.ar con espíritu evangelizador a diversos
grupos de esposos: no podemos eludir la animación de
su alianza conyugal según el Evangelio; se trata de su
vida de cada día. Es un servicio apostólico que estamos
llamados a ofrecerles interesándonos también por sus
problemas, especialmente en lo que se refiere a la edu-
cación de los hijos.
Como fundamento y base de toda familia, está el
pacto del matrimonio, por el que un hombre y una
mujer «se entregan y aceptan mutuamente» 27 en una
profunda alianza conyugal de servicio a la vida. Su
amor recíproco se confirma y perfecciona mediante la
respectiva paternidad y maternidad, que los hace cola-
boradores del maravilloso poder creador de Dios. La
alianza conyugal implica una "donación de sí" plena e
irrevocable del uno al otro. Lastimosamente, la expe-
riencia ensefi.a que proyecto tan sublime del Creador
está herido por los egoísmos del pecado. Así, a lo lar-
go de la historia la sexualidad, el matrimonio, la fami-
lia y la educación de los hijos han sufrido fuertes des-
v1ac1ones.

2.8 Page 18

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
16
En este Año de la Familia la Iglesia nos llama a ser
evangelizadores de la alianza conyugal.
El Evangelio de Cristo proclama explícitamente
que la donación personal de un cónyuge al otro es tan
profunda e íntima, que lleva consigo «el carácter indi-
soluble del matrimonio, como fundamento del bien
común
de
la
familia»
28
El matrimonio es una "comunión de personas"
abierta a la "generación de personas": «sólo las personas
son
capaces
de
existir
en
comunión»
29
Dicha comunión se orienta, en el matrimonio, a la
paternidad y maternidad, cuya raíz se halla en la biolo-
gía del varón y de la mujer, pero que se humanizan y
subliman por el hálito espiritual de sus almas y son lan-
zadas a metas aún más sublimes por la fe en el plan de
Dios salvador, según lo podemos contemplar en la Sa-
grada Familia de Nazaret.
Hace tiempo que los salesianos hablamos de nues-
tro "Proyecto Seglares" y el próximo XXIV Capítulo
General va a afrontar precisamente ese tema. Al decir
"seglares", indudablemente nos referimos también a no
pocas familias. Pienso, por ejemplo, en las asociaciones
de padres en nuestras obras, en las madres catequistas y,
entre los cooperadores, en muchas parejas jóvenes que
han formado (por ejemplo, en Espafi.a) grupos especia-
les de "Hogares Don Bosco", es decir, hogares que ani-
man algunos salesianos para que comprendan y crezcan
en los valores humanos y cristianos del matrimonio;
está también la inmensa labor pastoral que hay que ha-
cer en nuestras numerosas parroquias.
Tiene, pues, razón el Papa cuando, hablando en su
exhortación apostólica Familiaris consortio de la aporta-
ción de los religiosos y religiosas a la familia, dice:
«Quisiera añadir mi exhortación más apremiante a los
responsables de los institutos de Vida Consagrada, para
que consideren --dentro del respeto sustancial al pro-
pio carisma original- el apostolado familiar como una
28. Carta a !.as familias 7.
29. Ibídem 7.
35. Constituciones 25.

2.9 Page 19

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17
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
30. Familiaris consortio 74.
31. Catecismo de la Iglesia
Católica 1656.
32. Catecismo de la Iglesia
Católica 1657.
de sus tareas prioritarias, requeridas más urgentemente
por la situación actual» 30•
Nuestra formación permanente debe incluir oportu-
namente en sus programaciones este aspecto de nueva
evangelización; en todas partes se siente su necesidad.
«En nuestros días -dice el Catecismo de la Iglesia
Católica-, en un mundo frecuentemente extrafi.o e in-
cluso hostil a la fe, la familias creyentes tienen una im-
portancia primordial en cuanto faros de una fe viva e
irradiadora. Por eso el concilio Vaticano II llama a la
familia, con una expresión antigua, "Ecclesia domesti-
ca'' [Iglesia doméstica]. En el seno de la familia, "los
padres han de ser para sus hijos los primeros anuncia-
dores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han
de fomentar la vocación personal de cada uno y, con
especial
cuidado,
la
vocación
a
la
vida
consagrada''»
31
La familia es una de las tareas esenciales en la mi-
sión de la Iglesia: es realmente "su camino". La familia
es la "primera escuela'' del ser humano; los esposos son
"educadores" precisamente porque son padres; la pater-
nidad y la maternidad son un quehacer, una responsa-
bilidad y un derecho incluso cultural y espiritual. Dios,
que crea a la persona por sí misma, después la confía de
hecho y en plenitud a la familia.
Es aquí donde «se ejerce de manera privilegiada el
sacerdocio bautismal del padre, de la madre, de los hijos
y de todos los miembros de la familia, "en la recepción
de los sacramentos, en la oración y en la acción de gra-
cias, con el testimonio de una vida santa, con la renun-
cia y el amor que se traduce en obras". El hogar es así la
primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico
humanismo". Aquí se aprende la paciencia y el gozo
del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, in-
cluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio
de
la
oración
y
la
ofrenda
de
la
propia
vida»
32
Las relaciones mutuas entre los cónyuges y con sus
hijos «se inspiran y guían por la ley de la "gratuidad",

2.10 Page 20

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
18
que, respetando y favoreciendo en todos y cada uno la
dignidad personal como único título de valor, se hace
acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad
desinteresada, servicio generoso y solidaridad
profunda» 33•
En la alianza conyugal se halla el ambiente primero
y más propicio para "humanizar y personalizar", cola-
borando así en la construcción de la sociedad y de la
Iglesia. En el Sínodo de 1980 los obispos pidieron al
Papa que encargara a la Sede Apostólica la redacción de
una "Carta de los Derechos de la Familia''. El Santo Pa-
dre aceptó su petición 34, y la "carta'' pudo publicarse en
1983 con doce artículos. Es un documento muy orien-
tador, sobre todo para los responsables de la sociedad.
Vale la pena volverlo a leer hoy. Al presentarlo, la Sede
Apostólica «hace un llamamiento especial a todos los
miembros de la Iglesia para que den testimonio claro
de las convicciones cristianas acerca de la misión insus-
tituible de la familia y procuren que ésta y los padres
reciban el necesario apoyo y aliento para cumplir la ta-
rea que les ha confiado Dios» 35•
En nuestra tradición salesiana hay un peculiar cli-
ma de convivencia que nos capacita para ser expertos
en la comunión de personas. Pensamos en el "espíritu
de familia'' que debe modelar cada una de nuestras "ca-
sas" con el afecto y la acogida y compartiendo todo:
«En un clima de mutua confianza y de perdón diario,
se siente la necesidad y la alegría de compartirlo todo, y
las relaciones se regulan no tanto recurriendo a la ley,
cuanto por el movimiento del corazón y por la fe» 36•
Debemos considerar este simpático aspecto de
nuestro espíritu, no como tesoro que se oculta, sino
como un don precioso que deseamos compartir con
otros. No sólo se beneficiarán de él muchas familias,
sino que nosotros mismos nos veremos enriquecidos
con valores que son culturalmente nuevos y están cre-
ciendo en las mejores familias.
33. Fami!iaris consortio 43.
34. Ibídem 46.
35. L 'Osservatore Romano,
25 de noviembre de
1983.
36. Constituciones 16.

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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19
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Por desgracia, más de una ve:z no pocas familias se
encuentran de hecho (acaso independientemente de la
voluntad de uno de los cónyuges y de la preparación
tenida) en una situación no ideal y dolorosa. Nuestra
experiencia de vida comunitaria de perdón y de pacien-
cia puede ayudar a que esas personas vivan su situación
sacando de ella el mayor bien posible, sin alejarse del
Evangelio y de la Iglesia.
Es una labor pastoral muy delicada y bastante fre-
cuente. Se trata de salvar a las "personas" incluso en los
peligros de naufragio.
Educación sexual
37. Familiaris consortio 37.
Como fruto del Sínodo de 1980, dedicado explíci-
tamente a la familia, se subrayaba ya entonces la nece-
sidad urgente de saber evangelizar la educación sexual
de los jóvenes. «Ante una cultura que trivializa en gran
parte la sexualidad humana -escribe el Papa en su ex-
hortación apostólica Familiaris consortio-- porque la
interpreta y vive de manera reductiva y empobrecida,
relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer
egoísta, el servicio educativo de los padres [y, por subsi-
diariedad, de los otros agentes de educación] debe ba-
sarse en una cultura sexual que sea verdadera y plena-
mente personal, pues la sexualidad es una riqueza de
toda la persona -cuerpo, sentimiento y espíritu- y
manifiesta su significado íntimo llevando a la persona
hacia la donación de misma en el amor» 37•
Tenemos que reconocer que resulta parcial y reduc-
tiva la interpretación simplemente biológica del sexo,
porque prescinde de la unidad fundamental de la per-
sona y de su promoción integral en cuanto imagen y
semejanza de Dios. La visión cristiana pone en la cum-
bre de la perfección personal la capacidad de "amar"
superando los egoísmos y desviaciones del campo eróti-
co. La auténtica educación sexual debe cultivar clara-

3.2 Page 22

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
20
mente la educación más amplia en el amor como dona-
ción de sí. Es cierto que existe todo un delicado campo
en el ámbito biológico y psicológico del sexo, cierta-
mente muy importante y del que no se debe hacer
tabú; sin embargo, no será auténticamente humano si
sólo se considera en el ámbito animal.
La s~xualidad es una fuerza que está y actúa en
todo el ser del varón y de la mujer; la persona humana
es plenamente sexuada, aunque la sexualidad sólo sea
uno de sus aspectos constitutivos. El sexo caracteriza al
yo de todo ser humano e influye en su desarrollo como
una fuerza primordial, especialmente para guiar la for-
mación de la personalidad hacia el verdadero amor has-
ta el nivel de donación de sí de forma oblativa.
De todas maneras, cuando se piensa en el aspecto
de "imagen y semejanza'' de Dios, hay que recordar
que la analogía implica una distancia incalculable y
que, por tanto, se ha de aplicar con criterio: Dios, con
su amor, "crea" el bien, mientras que, cuando el hom-
bre ama, se siente despertado y atraído por el bien en
sus múltiples niveles de solicitación.
Afortunadamente, el Verbo de Dios se hizo hom-
bre, y nos enseñó el amor oblativo del hombre-imagen
de Dios. Pero si hay un campo donde la tragedia del
pecado sembró la ruina, es precisamente el del amor.
De aquí la importancia y necesidad de una cuidadosa
educación sexual con referencia a la formación de cada
persona en el amor.
Aquí surge también el delicado problema de la coe-
ducación, planteado hoy día en muchas culturas: es
una modalidad educativa pedagógicamente más com-
pleja. Los dos sexos, complementarios entre sí, requie-
ren que las personas se formen, por una parte, según
las exigencias específicas de cada uno de ellos y, por
otra, que se cultive un tipo de reciprocidad que refuer-
ce y haga posible el desarrollo de la sexualidad según la
dignidad específica de las personas.

3.3 Page 23

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21
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
38. Familiaris consortio 37.
39. XXIII Capítulo Gene-
ral 195.
La experiencia dice que esto no será efectivo sin
una espiritualidad juvenil: el amor, la sexualidad y la
espiritualidad deben ir íntimamente unidas en el pro-
ceso de educación en la fe. Aquí entra necesariamente
la educación en la vocación, que, para cualquier estado
de vida, es precisamente una formación concreta en el
amor como donación de sí.
El Santo Padre afirma en su exhortación apostólica
Familiaris consortio, refiriéndose a la educación sexual:
«En este contexto resulta absolutamente irrenunciable
la educación en la castidad como virtud que desarrolla la
auténtica madurez de la persona y la capacita para res-
petar y promover el "significado esponsal" del cuerpo.
Más aún, los padres cristianos [y los educadores] deben
prestar una atención y un cuidado especiales para dis-
cernir los signos de la llamada de Dios, a fin de educar
en la virginidad, como forma suprema de la donación
de sí, que es el sentido mismo de la sexualidad
humana» 38•
La educación sexual, considerada desde esta visión
integral, reúne y hace concretos varios aspectos de la
formación en la fe propios de nuestra misión y tradi-
ción. Recordemos lo que recomendaba el XXIII Capí-
tulo General al hablar de la educación en el amor. Vale
la pena volver a leer sus números del 192 al 202: Edu-
cación en el amor. Así, por ejemplo, el 195 dice: «El sa-
lesiano, atento en su labor educativa a favorecer y pro-
mover la maduración de los jóvenes, siente un
compromiso especial para educar en el amor. Está con-
vencido de que el misterio de Cristo, su vida y sus he-
chos, son propiamente la revelación plena y normativa
del amor auténtico. La típica vivencia de Don Bosco y
el contenido educativo espiritual del Sistema Preventi-
vo le orientan hacia algunas opciones sencillas pero efi-
caces» 39.
Alguien, un tanto sabidillo, ha hecho notar que la
"preocupación que demostraba san Juan Bosco por la

3.4 Page 24

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N.º 349
22
pureza de los adolescentes y jóvenes ya no tendría hoy
un valor de primer plano". ¡Es un error grave! Desgra-
ciadamente, ha habido al respecto (por los cambios
culturales) una inflexión; pero es imprescindible una
revisión y recuperación, aunque naturalmente en sinto-
nía con la evolución cultural. Si, al tratar de la "forma-
ción en la pureza'', hablamos con competencia de la
"educación sexual" en el sentido global con que lo hace
el Papa y la incluimos en la "espiritualidad juvenil",
para que la persona madure en amor oblativo, creo que
volveremos a la insistencia de san Juan Bosco, de forma
actualizada, sobre un aspecto tan central del bien de los
jóvenes.
Sí, la nueva evangelización sobre la educación se-
xual, sobre la formación para la amistad, sobre la guar-
da del corazón y sobre la valoración del matrimonio y
de la virginidad o el celibato, es para la juventud el me-
jor servicio para educarla en el amor, y demuestra dia-
riamente, a lo largo del proceso educativo, que toda
persona humana es "vocación" y que la tendencia se-
xual no es un tabú, sino una fuerza querida por Dios
en el contexto global de la grandeza y dignidad de la
persona.
Tiene razón el Catecismo de la Iglesia Católica
cuando reconoce que «la sexualidad abarca todos los
aspectos de la persona humana, en la unidad de su
cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la
afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de
manera más general, a la aptitud para establecer víncu-
los de comunión con otro» 40•
40. Catecismo de la Iglesia
Católica 2332.
Preparación para el matrimonio
La mayor duración de la edad juvenil ha hecho que
en nuestras presencias educativas (oratorios, parro-
quias, residencias, asociaciones de seglares, etc.) se pres-

3.5 Page 25

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23
41. Gaudium et spes 48.
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
te más atención a la preparación para el matrimonio.
Ya antes del noviazgo, y más allá de dicho aspecto, la
formación de la persona en el amor, que es la esencia
de toda educación, debe orientar el proyecto educativo
hacia una buena preparación para el matrimonio.
Es un aspecto de la pastoral vocacional (el matri-
monio es la vocación ordinaria de la mayoría de los jó-
venes) que se ha de considerar, aunque con acentuacio-
nes y modalidades distintas, junto con la vocación a la
vida consagrada.
Para el desarrollo de cualquier vocación es impres-
cindible una buena y constante formación en el amor,
ya que éste es una fuerza fundamental e innata, pero
puede desviarse fácilmente con perjuicio para la perso-
na; en vez de donación oblativa de sí, puede convertirse
en egoísmo, dominio, avidez y pasión. El desastre pro-
vocado por el pecado hiw estragos, sobre todo, el cam-
po del amor, e inauguró el imperio del egoísmo.
Ahora bien, el matrimonio es una comunidad de
amor entre dos personas: un varón y una mujer; se or-
dena al bien común de su alianza conyugal estable y al
cuidado y desarrollo de la vida mediante la procrea-
ción.
El matrimonio no es, en su origen, una institución
meramente humana, «no depende del arbitrio huma-
no. Dios mismo es el autor del matrimonio, al que ha
dotado de varios bienes y fines, todo lo cual es suma-
mente importante para la continuidad del género hu-
mano, para el progreso personal y la suerte eterna de
cada miembro de la familia y para la dignidad, estabili-
dad, paz y prosperidad de la misma familia y de toda la
sociedad humana» 41
De tan autorizada descripción se deduce inmediata-
mente que el matrimonio supera el ámbito simplemen-
te biológico y los impulsos del instinto y de las pasio-
nes; es una realidad que implica a toda la persona para
encaminarla a una donación de sí sin egoísmo y abierta

3.6 Page 26

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
24
a responsabilidades íntimas directamente relacionadas
con la vida y la sociedad. Si, además, se piensa en su
valor de sacramento en la Iglesia, se comprenderá aún
mejor su importancia y dignidad.
Resulta, pues, evidente que la preparación para el
matrimonio exige una larga dedicación, que supone ac-
ctu1.oa' nr.en los vastos ámbitos de la pedagogía de la voca-
Toda maduración vocacional requiere una educa-
ción en el amor, es decir, en la donación de sí por la
dedicación al prójimo, por el sacrificio, siendo porta-
dor de alegría, sabiendo perdonar, siendo solidario, ali-
mentándose de grandes ideales y superando la tenta-
ción del hedonismo, venciendo el desaliento, siendo
valiente en el arrepentimiento y generoso en las inicia-
tivas de mayor comunión, etc.
Como veis, se trata de la educación de una voca-
ción cristiana que tiene una base común para todos los
bautizados, pero también valores peculiares que hay
que asegurar. La donación de sí es una meta a la que
hay que llegar en el matrimonio y en el celibato por la
Iglesia. «Estas dos realidades --dice el Catecismo de la
Iglesia Católica-, el sacramento del Matrimonio y la
virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mis-
mo. Es él quien les da sentido y les concede la gracia
indispensable para vivirlos conforme a su voluntad. La
estima de la virginidad por el Reino y el sentido cristia-
no del matrimonio son inseparables y se apoyan mu-
tuamente» 42•
Así pues, en la pastoral juvenil hay valores específi-
cos que hay que cultivar intensificando la espiritualidad
de lo cotidiano, que tanto recomendaba el XXIII Capí-
tulo General.
Sin embargo, conviene recordar que, aunque se tra-
ca de cultivar la vocación cristiana, existen importantes
diferencias que hay que tener en cuenta y que necesitan
atenciones pedagógicas apropiadas: las diferencias pro-
42. Catecismo de la Iglesia
Católica 16200.

3.7 Page 27

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25
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
cedentes del sexo masculino o femenino, la preparación
específica para el matrimonio y la pedagogía del celiba-
to, el discernimiento de las múltiples posibilidades vo-
cacionales, las diferentes fases de maduración en el
amor; por ejemplo, el período del noviazgo o la deci-
sión ya tomada por una determinada vocación de con-
sagración eclesial.
Lo que importa subrayar aquí es que la preocupa-
ción de preparar verdaderamente para el matrimonio
no lleve a marginar el cuidado de las otras vocaciones,
pero también que el cuidado de las vocaciones al celi-
bato no subestime o descuide la preparación para el
matrimonio. Insistiendo en el contenido específico de
la formación en el amor, no será difícil encontrar un
sano equilibrio en la programación educativa.
Donde hay que insistir, para lograr una renovación
concreta en el mayor intercambio entre pastoral juvenil
y pastoral familiar, es en poner precisamente, en el cen-
tro de los proyectos educativos, la programación de ini-
ciativas continuas para desarrollar y reforzar la dona-
ción de sí según las exigencias de las diferencias
sexuales y vocacionales. De aquí nuevamente la necesi-
dad de dar a toda la actividad educativa una espirituali-
dad juvenil auténtica, en la que se cuide también una
adecuada pedagogía ascética y un sentido práctico de
recuperación personal y de reconciliación con Dios.
No hay que olvidar que la presencia de algunas formas
de egoísmo en el ámbito de la vida juvenil se opone, de
hecho, a una válida educación en el amor. En definiti-
va, es preciso reconocer que una mejor preparación
para el matrimonio exige que nuestras actividades edu-
cativas (no sólo parroquiales) sepan dar un puesto de
privilegio a toda una programación concreta de espiri-
tualidad juvenil.
También en este delicado quehacer hay que consi-
derar muchas nuevas exigencias de realismo: junto a la
doctrina de fondo y a los atractivos ideales cristianos

3.8 Page 28

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
26
del amor conyugal, es necesario también preparar con-
cretamente a los jóvenes para afrontar y superar las de-
masiado frecuentes crisis de matrimonios, tan aireadas
por los medios de comunicación social.
El carisma de san Juan Bosco y la familia
Puede sernos iluminador hacer algunas reflexiones
sobre el sentido profundo y vital de continuidad que
hay, en la experiencia histórica y personal, entre la vida
en la propia familia y la vida en la Congregación.
Muchos de nosotros lo han experimentado perso-
nalmente, notando cabalmente una especie de conti-
nuidad de clima, de bondad y de espontaneidad, aun-
que con modalidades distintas, entre la "casa'' paterna y
la "casa'' salesiana; ello ha favorecido un tipo de relacio-
nes mutuas entre la comunidad religiosa y la familia
que, de hecho, caracterizan nuestro espíritu.
Es hermoso ver en las inspectorías interesantes ini-
ciativas de reuniones de padres y familiares de salesia-
nos, la asociación de madres de consagrados salesianos
(nacida en Uruguay) y la insistencia en la relaciones
mutuas por parte de nuestra misma Regla de vida. Ya
hemos recordado el artículo 29 de las Constituciones;
podemos añadir lo que dicen los Reglamentos Genera-
les: «La comunidad mantiene relaciones de cordialidad
con la familia de cada hermano y le da pruebas de
amor y gratitud. El salesiano, que ha dejado su casa
para seguir a Cristo, conserva íntegro el amor a sus fa-
miliares, sobre todo a los padres. Lo demuestra con la
oración, con las relaciones epistolares y con las visi-
tas» 43• Cuando más adelante se refieren al servicio del
director a la comunidad religiosa, le recomiendan ex-
plícitamente que se interese «por los padres de los sale-
sianos [y que los considere] especialmente unidos a la
comunidad» 44•
43. Reglamentos Generales
461.
44. Reglamentos Generales
176.

3.9 Page 29

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27
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Este estilo simpáticamente "familiar" tiene su ori-
gen en la vida del Fundador, en la experiencia de su fa-
milia, guiada por la madre, Margarita. Su heroico tras-
ladarse a Valdocco sirvió para dar al ambiente de
aquellos pobres jóvenes el mismo estilo familiar del que
brotó la sustancia del Sistema Preventivo y muchas
modalidades tradicionales vinculadas a él. Don Bosco
había experimentado que la formación de su personali-
dad tenía su raíz vital en el extraordinario dima de en-
trega y bondad ("donación de sí") de su familia en los
Becchi, y quiso reproducir sus características más signi-
ficativas en el oratorio de Valdocco con aquellos jóve-
nes pobres y abandonados.
Estaba plenamente convencido de que su misión
debía saber reproducir la de los mejores padres de fami-
lia, bajo el signo vivo y manifiesto del amor auténtico.
En una carta de 1883 a los salesianos para hablar de la
bondad peculiar del Sistema Preventivo, les decía: «Es
preciso que no olvidéis nunca que sois los representantes
de los padres de esta querida juventud, que siempre ha
sido el afectuoso objeto de mis ocupaciones, de mis es-
tudios, de mi ministerio sacerdotal y de nuestra Con-
gregación Salesian-a. Si, por tanto, vais a ser verdaderos
padres de vuestros alumnos, es necesario que tengáis
también su corazón [...] El corazón de padre que debe-
mos tener desaprueba ese modo de hacer [el actuar pa-
sional] [...] Miremos como a hijos a aquellos sobre
quienes tenemos que ejercer alguna autoridad. Pongá-
monos a su servicio, igual que Jesucristo, que vino a
obedecer y no a mandar, avergonzándonos de lo que en
nosotros pueda tener aire de dominadores, y nuestra
autoridad sea sólo para servirlos con más gusto [...]
Puesto que son hijos nuestros, depongamos toda cólera
cuando debemos corregir sus faltas, o al menos mode-
rémosla de forma que parezca completamente extingui-
da: que no haya agitación de ánimo, ni desprecio en los
ojos, ni injuria en los labios, sino compasión en el mo-

3.10 Page 30

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
28
mento y esperanza para el futuro; así seréis verdaderos
padres y lograréis una verdadera conversión [...] Recor-
dad que la educación es cosa de corazón [...] Procure-
mos hacernos querer» 45•
Pienso sinceramente que todos estamos convenci-
dos de este nuestro trato evangélico con las familias. El
problema está hoy en las exigencias de la nueva evange-
lización, que precisamente coloca a la familia en el pri-
mer puesto de las atenciones pastorales. Tenemos que
revisar con una atención especial este sector de nuestro
trabajo, que afecta vitalmente a nuestras actividades
educativas, al cuidado de los seglares en nuestras aso-
ciaciones y a la colaboración en las prioridades pastora-
les de la Iglesia local.
La carta del Papa a las familias debe incidir en
nuestro sentido de fidelidad a la misión del Fundador y
hacer más dinámicos los proyectos y programas educa-
tivo-pastorales de la presencia salesiana incluso después
de 1994, afio de especial celebración para la ONU y
para la Iglesia.
La educación en la dimensión social de la caridad 46
contribuye ciertamente a asegurar en la familia la
unión interna y la iniciativa de tareas transfamiliares
que fortalecen de manera concreta el amor como dona-
ción de sí.
45. Epistolario di San Gio-
vanni Hosco, SEi, Tu-
rfn 1959, vol. 4, págs.
201-209.
46. Cf. XXIII Capítulo
General 203 y ss.
La Sagrada Familia
Para concluir, pensemos en la Familia de Nazaret.
En ella veremos iluminarse de modo maravilloso la in-
tensidad de la alianza conyugal, la donación oblativa de
sí, el perfeccionamiento de la sexualidad en el amor y
el específico clima educativo familiar. Nos sumerge en
el misterio de la genealogía de las personas, y aparece el
cuidado de la vocación en la educación.
Si queremos contemplar la plenitud de la fidelidad
62. Cf. Constituciones 44.

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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29
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
63. Constituciones 175.
64. XXIII Capítulo Gene-
ral, núms. 215 y SS,
y de la paz en el hogar doméstico, hay que volver los
ojos a Nazaret. Y lo mismo si se quiere admirar la satis-
facción y el gozo de la convivencia, la disponibilidad
cotidiana al sacrificio, la dedicación al trabajo, el senti-
do vivo de la oración, la inmensa gratitud por las ini-
ciativas de Dios, la adhesión sencilla e incluso heroica a
sus planes concretos, su actuación constante en las per-
sonas y en la historia, su presencia central en casa.
Nazaret nos descubre, en el gran misterio del matri-
monio, la función del alma espiritual, en cuanto que
viste a los cónyuges con la imagen y semejanza de Dios
por encima de los valores meramente biológicos. Pero,
sobre todo, uno se abre a los horizontes de la fe, que
suscita en el alma una participación inefable en la vida
misma de Dios al infundir en la persona de los esposos
el don más alto del amor oblativo, tanto en la materni-
dad "virginal" de María como en la paternidad "espe-
cial" de José.
Las riquezas de su sexualidad aventajan gozosamen-
te a su empleo biológico, para expresarse en un amor
conyugal, materno y paterno, que resulta modélico
para todos los creyentes en la vida matrimonial y en la
consagrada. La fe perfecciona la sexualidad elevándola
a las sublimes experiencias del amor trinitario.
La generación y educación del Hijo lleva, en la fa-
milia de Nazaret, la genealogía de la persona a la cum-
bre más elevada del amor, introduciendo la fe de los
cónyuges en la fecundidad divina del supremo misterio
de Dios.
La fe de María y de José ("los que creyeron'') desem-
boca en una espiritualidad familiar que impregna y per-
fuma el hogar de Nazaret como admirable "casa de Dios
en la historia'': de allí procede la humanidad nueva, allí
tiene su origen la victoria sobre el mal, sobre los egoís-
mos y las concupiscencias; allí se revela todo el misterio
del hombre con la novedad del Segundo Adán, que
conducirá a todos a la meta de la resurrección.

4.2 Page 32

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 349
30
La originalidad de la Familia de Nazaret nos invita
a considerar que la perfecci6n de la persona humana de
María y de José es la plenitud del amor y que la educa-
ci6n en la fe y en el amor es la preocupaci6n de Dios
en la historia; por eso, el Señor ha confiado a la Iglesia
esa misi6n y hoy coloca nuestro carisma en la vanguar-
dia de la nueva evangelizaci6n.
San Juan Bosco espera de nosotros una verdadera
renovaci6n operativa a la luz de este Año de la Familia.
Que la Sagrada Familia de Nazaret ayude a la Igle-
sia a renovar el amor humano y nos obtenga a nosotros
la gracia de saber colaborar en una misi6n tan urgente
mediante el servicio de una educaci6n especializada.
Os saludo cordialmente con mis mejores deseos de
bien.
Afectísimo en san Juan Bosco,
EGIDIO VIGANÓ

4.3 Page 33

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