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NOTE E DOCUMENTI
LA VOCACIÓN DEL COOPERADOR SALESIANO
EN LA ANTIGUA LITERATURA SALESIANA
EN ESPAÑA (1879-1899)*
Ramón Alberdi
0. Introducción
0.1 Objetivo
Todos somos conscientes de que la imagen del Cooperador Salesiano ha
ido cambiando profundamente en los últimos años, en concreto desde el
CGE (1971-1972).
En algunas Inspectorías se ha optado por formar, junto a los antiguos
Cooperadores, los nuevos, manteniendo en un grado o en otro una línea de
continuidad. En otras, se ha preferido seguir lo que llamaríamos una política
de ruptura: es decir, se ha prescindido de los antiguos y se ha pasado a buscar
nuevos elementos, con criterios y exigencias de nuevo cuño. En ciertos sitios,
las fuerzas se han orientado hacia el movimiento de los « Cooperadores Jóvenes »,
con lo que la radicalidad del proceso renovador aparece aún con mayor evidencia.
Pero hay más todavía. Muchos salesianos y Cooperadores de hoy creen
que lo que se hacía antes estaba equivocado, por no corresponder al auténtico
pensamiento de Don Bosco, y que únicamente a partir del CGE se ha echado
a andar según una orientación correcta. Tienen, en consecuencia, la impresión
de estar superando felizmente un largo túnel de su historia que más vale
no recordar.
El hecho está ahí. Lo sabe cualquiera que haya seguido con un poco de
interés el desarrollo de los Cooperadores en los últimos años.
* Comunicación presentada en el XI Coloquio Internacional sobre la vida salesiana.
Barcelona, 23-28 de Agosto 1981.

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98 Ramón Alberdi
Todo ello no puede menos que llamar la atención del historiador. Aquí,
en España, hace más de un siglo que aparecieron los Cooperadores Salesianos.
¿Qué ha pasado durante estos cien años? ¿Cuál ha sido la evolución que se
ha operado? Y, más en concreto, ¿ha sido siempre idéntica la imagen que los
Cooperadores de España han dado de sí mismos? Por lo menos, esa imagen,
¿ha correspondido a una misma vocación? Las preguntas se multiplican fácil-
mente con sólo acercarse al tema con un mínimo de curiosidad y deseos de
conocer la trayectoria histórica de la Familia Salesiana.
Nosotros nos hemos situado en la España Salesiana del siglo pasado,
cuando el supremo gobierno de la vida salesiana estaba en manos de Don
Bosco y de Don Rua. Y nos hemos preguntado quiénes y cómo eran los
Cooperadores españoles de aquellos tiempos, a los que el Fundador, su primer
sucesor y los primeros salesianos los consideraban como tales. ¿Qué se exigía
entonces para ser Cooperador? ¿Qué características definían la vocación de un
Cooperador Salesiano?
El tema así enfocado es estrictamente histórico, y debe estudiarse con
las técnicas propias de esta disciplina. Tal viene a ser el objetivo del presente
trabajo.1
0.2 Fuentes
¿Dónde encontrar los testimonios que puedan servirnos en nuestro
empeño? La serie de fuentes literarias disponibles cabe agruparlas de la
manera que sigue.
1. La correspondencia epistolar. Don Bosco llegó a conocer a un grupo
al menos de los Cooperadores de España. Y también Don Rua. Hubo una
actividad epistolar entre Turín y España, en la que intervinieron no sólo los
aquí mencionados, sino también los Salesianos de primera hora, como, por
ejemplo, Don Juan Cagliero, Don Celestino Durando, Don Julio Barberis,
Don Juan Branda, Don Ernesto Oberti, Don Felipe Rinaldi. Y, junto a ellos,
por supuesto, los mismos Cooperadores y Cooperadoras cuyos nombres daremos
a conocer enseguida. Aunque las cartas se refieren, muchas veces, a diversas
cuestiones relativas a las fundaciones o son simplemente ocasionales pueden,
sin embargo, suministrar datos de interés.2
2. Los libros o folletos que aparecieron durante los primeros años al objeto
1 Como ambientación, resultará, provechoso dar siquiera una ojeada al libro de P.
STELLA, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica, I. Zurich, PAS-Verlag 1968, 209-227.
2 Estas cartas en parte están publicadas, aunque en forma muy dispersa. Pero la
mayoría no ha visto aún la luz pública. Consúltense en el Archivo Central Salesiano los
lugares pertinentes: AS 38, Utrera. Atti per la fondazione. AS, Dorotea corrispondenza.
AS 275, Branda Giovanni. AS 38, Barcellona-Sarrià. AS 38, Utrera corrispondenza.

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La vocación del Cooperador salesiano 99
de dar a conocer en España lo que era y pretendía la Obra Salesiana. Esta
clase de literatura nació de los mismos Cooperadores.3
3. La Crónica de Don Carlos Viglietti. Es un documento insustituible
no sólo para conocer la visita que Don Bosco efectuó a Barcelona en la primavera
del año 1886 (8 de abril - 6 de mayo), sino también para apreciar lo que era
entonces la realidad de los Cooperadores barceloneses que fueron los que, en
gran medida, protagonizaron aquellas jornadas del Fundador.4
4. Las biografías de los mismos Cooperadores o Cooperadoras. Al menos
una figura como la de Doña Dorotea Chopitea de Serra — la más eminente,
desde luego, entre todas las demás — nos brinda una magnífica oportunidad
para analizar lo que, en los años fundacionales de la Congregación en España,
significaba la cooperación salesiana.5
5. La colección del Boletín Salesiano. Resulta un lugar imprescindible
de consulta y estudio aunque, en más de una ocasión, sus contenidos y citas
deben ser adecuadamente contrastados con fuentes procedentes de otra parte.6
6. Revistas y periódicos. Hay que tener en cuenta que algunos artículos
o noticias que aparecen en las publicaciones periódicas se deben a los mismos
Cooperadores, o a personas muy cercanas a la Obra Salesiana. Estas personas
son las que, reinterpretando a su modo la vocación del Cooperador, la han
presentado públicamente en su dimensión eclesial y social.7
3 He aquí los dos libritos más importantes. El primero que tuvo el lector español
pensado y escrito en castellano fue el del OBISPO DE MILO [MARCELO SPINOLA Y MAESTRE],
Don Bosco y su Obra. Barcelona 1884. Aunque el autor era un ilustre prelado andaluz, el
folleto salió en la Ciudad Condal, a los pocos meses de haberse instalado los Salesianos
en sus Talleres de Sarria-Barcelona. Véase el juicio que le merece a un escritor moderno:
J.M. JAVIERRE, Don Marcelo de Sevilla. Barcelona, Juan Flors Editor 1963, pp. 182-183.
El escrito de Don Marcelo tuvo una amplia difusión y acuñó, por así decir, la antigua
literatura salesiana en España. A continuación se ha de citar el que, bajo el epígrafe de
« un cooperador salesiano » publicó CAMILO ORTUZAR, Don Bosco. Amenos y preciosos
documentos sobre su santa vida y admirables obras. Barcelona-Sarria, Tipografía de los
Talleres Salesianos 1890. Se inspira en Lemoyne, D'Espiney, Du Boys, Spínola y otros.
4 El ejemplar que el autor regalo a los señores Martí-Codolar lleva en la cubierta la
siguiente inscripción: Don Bosco. I quattro ultimi anni di sua vita. Omaggio di riconoscenza
alla famiglia Marti-Codolar. Cronaca scritta dal segretario Carlo M. Viglietti, 1,888. Desde
hace unos años (1975) se tiene, poligrafiada, la versión castellana realizada por Manuel Díaz
Ledo, con el título de Los últimos años de San Juan Bosco. Diario de Carlos María Viglietti,
1888. En el presente trabajo se cita esta fuente con la denominación de Crónica.
5 La mejor documentada sigue siendo la de J. NONELL, Vida ejemplar de la Excelentí-
sima señora doña Dorotea de Chopitea, Viuda de Serra. Barcelona-Sarriá, Tipografía y Librería
Salesianas 1892.
6 Comenzó a editarse en castellano, desde Turín, en octubre de 1886. Fue su primer
director Don Camilo Ortúzar (+ 1895).
7 Entre las publicaciones periódicas que con mayor asiduidad trataron de temas sale-
sianos cabe citar, sobre todo, la Revista Popular que, bajo la dirección de Don Félix Sarda
i Salvany, comenzó a hablar de Don Bosco ya en 1880.

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100 Ramón Alberdi
Tales son las apoyaturas documentales que tiene el presente trabajo.
Pensamos que, con toda probabilidad, es la primera vez que se afronta el
tema propuesto.
0.3 Límites cronológicos, âmbito literario
Nos hemos fijado en el segmento histórico que va desde 1879 hasta 1899;
es decir, desde que se llama a los Salesianos hasta la segunda gira que efectúa
a España Don Miguel Rua, como Rector Mayor de la Congregación. Las dos
visitas del primer sucesor de Don Bosco (1890, 1899) ejercieron un notable
influjo en la conciencia salesiana del país.8
Cuando hablamos de la « antigua literatura salesiana en España » enten-
demos referirnos a la que, dentro de ese lapso de tiempo, fue apareciendo en
España en lengua castellana.9
Como se ve, tanto desde el punto de vista cronológico como desde el
cuantitativo resulta un trabajo excesivamente grande para el espacio de que
se dispone aquí. Nos limitaremos, pues, a los aspectos más importantes.
1. Aparición de los primeros Cooperadores en España
No vamos a desarrollar por entero esta primera parte, ya que la estu-
diamos suficientemente en la ponencia que presentamos en el Encuentro de
Cooperadores celebrado hace poco en Campello (Alicante).10 Tan sólo vamos
a indicar los focos principales donde surgieron y maduraron los primeros
Cooperadores Salesianos en España. Tales centros coinciden con los lugares
en que se implantó, o se intentó implantar la Obra Salesiana.
8 Cfr. E. CERIA, Vita del servo di Dio Don Michele Rua, primo successore di San
Giovanni Bosco. Torino, SEI 1944, pp. 185-188, 295-298, 299-300, 302-307.
9 De las obras extranjeras que, al ser traducidas al castellano, tuvieron mayor difusión
hemos tenido en cuenta sobre todo el libro de CARLOS D'ESPINEY, Don Bosco. Ya en 1889
conoció la segunda edición (Turín, Tipografía y Librería Salesiana). La tercera es de 1894,
pulcramente preparada por la Tipografía y Librería Salesiana de Sarriá-Barcelona. En estas
ediciones se trae el llamado « Testamento » de Don Bosco a los Cooperadores, con la adjunta
carta de presentación de Don Miguel Rua (Turín, 24-V-1888). En cuanto al Reglamento de
los Cooperadores (Sanpierdarena 1877), hay que decir que ya fue traducido al castellano
en vida del santo Fundador. En fin, el conocido Manual Teórico-Práctico de los Decuriones
y Directores de la Pía Asociación de los Cooperadores Salesianos fue editado por la Tipo-
grafía Salesiana de Turín en 1897. Un año antes había aparecido inserto en el Boletín
Salesiano.
10 La presencia de los Cooperadores Salesianos en España. Análisis de la primitiva
literatura salesiana (1879-1899). Véase un extracto en BS, mayo 1981, 2-5.

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La vocación del Cooperador salesiano 101
1.1 Utrera (Sevilla). A partir del año 1880
Como es sabido, los Salesianos no vinieron a España por propia iniciativa.
Esta estuvo en manos de dos personajes que, pronto, fueron considerados
como verdaderos Cooperadores.
El primero de ellos es el Arzobispo de Sevilla, Fray Joaquín Lluch i Garriga,
que regentó la sede hispalense por los años 1877-1882. Este fue quien encauzó
hacia los Salesianos el plan de acción benéfica que se había propuesto el
Marqués de Casa-Ulloa, Don Diego María Santiago (+ 1886). La correspon-
dencia epistolar entre Sevilla y Turín empezó exactamente el día 7 de junio
de 1879, con una carta en que se le invitaba a Don Bosco a enviar a sus
Salesianos a Utrera, y empezar así en España la Obra Salesiana. Los primeros
titubeos quedaron superados cuando, en enero de 1880, llegaron a Sevilla los
dos primeros salesianos que pisaban tierra española. Venían en representación
de Don Bosco, al objeto de estudiar sobre el terreno las condiciones de la
futura fundación. Eran Don Juan Cagliero y Don José Rossi.
Fueron recibidos con toda cordialidad por el Arzobispo y el Marqués y
por otras personas a las que aquéllos habían interesado en el asunto. Don
Cagliero quiso aprovechar la fiesta litúrgica de San Francisco de Sales — día
reglamentariamente asignado a la conferencia salesiana — para lanzar oficial-
mente el mensaje de la cooperación en la Obra de Don Bosco. Habló en la
iglesia del Carmen. Al acabar la plática — según dice el historiador Ceria —
« inscrisse i primi Cooperatori Salesiani spagnuoli ».11 Nació entonces el primer
nucleo de la Unión de los Cooperadores en España. Entre éstos, en el afecto
y consideración de Don Cagliero, se destacaban naturalmente los dos prota-
gonistas: « el Sr. Arzobispo se ha constituido en el gran papá de los Salesianos
de España — escribía el P. Cagliero al Maestro de novicios, Don Julio Barberis —.
Nos ama y nos quiere y desea con un entusiasmo de veras salesiano, y como
buen amigo nuestro. El Sr. Marqués de Ulloa es otro padre que hemos encon-
trado (...). Todos son acá nuestros cooperadores y no ven el momento de
podernos ayudar en nuestra nueva vida española ».12
Hemos de pensar que Don Juan Cagliero — plenamente identificado con
Don Bosco — no hacía nada a la ligera. En toda su actuación en Utrera y
Sevilla « non dava un passo senza renderne conto a Don Bosco » — según
declara el biógrafo de éste —.13
Los dos salesianos tuvieron que dejar pronto España para volverse a su
patria. Era el consejo superior quien debía dar la aprobación definitiva de la
nueva fundación. Pero, mientras tanto, en Utrera y en Sevilla quedaron los
Cooperadores manteniendo vivo el ideal del salesianismo que en ellos había
11 MB 15, 319.
12 Carta desde Sevilla, 31-I-1880.
13 MB 15, 319.

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102 Ramón Alberdi
encendido la presencia contagiosa del P. Cagliero. Los Salesianos tardaron
todavía un año en venir a Andalucía para quedarse definitivamente.
¿Qué ocurrió entre tanto? Don Cagliero envió a los Cooperadores unos
ejemplares del Boletín Salesiano (italiano o francés), cuadernos de música com-
puesta por él y diplomas de Cooperador. « Mio carissimo Don Giovanni Bosco
— escribía el Arzobispo —: molto ho gradito il diploma di Cooperatore Sale-
siano ch'Ella ha avuto la degnazione d'offrirmi ».14 Y, en vísperas de tener
que abandonar Sevilla por el agobio de los primeros calores, volvía a escribir
a Don Bosco dándole a entender que, por parte del Arzobispo, las cosas estaban
preparadas: « Il Signore Marchese di Ulloa ed Io gli aspettiamo colle braccia
aperte. Abbia Ella la bontà di nominare cooperatore S.E. Mons. Don Marcial
de Avila (Ecija) ed il Conte Don José de Ibarra (Sevilla) rimettendo loro il
titolo ed i Bollettini ».15 Así, un poco a impulsos de Don Cagliero y otro poco
por la acción propagandística del Arzobispo, se fue tegiendo la red de los
primeros Cooperadores andaluces.
De la misma forma actuó también el Marqués de Casa-Ulloa: « Mi familia
y yo — escribía a Don Bosco contestándole a su última, del día 26 de febrero
de 1880 — recibimos con la mayor estimación el título de Cooperadores de
la Congregación Salesiana, acogiéndonos bajo su mandato a la participación de
sus oraciones ».16 Por él sabemos que Don Cagliero tomó en serio la consti-
tución en Utrera de un primer grupo de Cooperadores: « Adjunta envío a Ud.
— le decía — la aceptación del Diploma de Cooperador Salesiano que también
he recibido: hágame Ud. el favor de entregarla a nuestro Padre Don Bosco (...).
Todos los que cuando Ud. estuvo por acá le manifestaron deseo de formar
sus cooperadores han recibido también el Diploma, menos mi hijo Antonio,
lo que atribuimos él y yo a extravío del correo y esperamos se lo remita
de nuevo ».17
La correspondencia epistolar de los meses anteriores a la llegada de los
Salesianos demuestra a las claras el afecto creciente que, por Don Bosco y
Don Cagliero, se fue plasmando sobre todo en el corazón de Don Diego y
su familia.
Así se explica el carácter de « triunfo » 18 que revistió la entrada de los
Salesianos en Utrera el día 16 de febrero de 1881. «I suoi figli — notificaba
el Arzobispo a Don Bosco — sono arrivati a Utrera in mezzo alle dimostrazioni
di affetto e gioia di quei miei cari andalusi (...). Non dubiti, caro Don Bosco,
ch'io sarò leur grand Papà »19
14 Carta desde Sevilla, 3-V-1880.
15 Carta desde Sevilla, 17-VI-1880.
16 Carta desde Sevilla, 12-III-1880.
17 Carta desde Sevilla, 7-V-1880.
18 MB 15, 322.
19 Carta desde Sevilla, 22-11-1881.

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La vocación del Cooperador salesiano 103
La fiesta de San Francisco de Sales del año siguiente (1882) fue solemní-
sima y en ella participó otro de los grandes Cooperadores de la Obra Salesiana
en Andalucía. Nos referimos a Mons. Spínola y Maestre que era a la sazón
obispo auxiliar de Sevilla. Es otro de los « padres » de los Salesianos de los
primeros tiempos.20
Lluch i Garriga, aunque enfermo y aviejado durante los últimos años de
su vida trabajó, sin embargo, con empeño para implantar la institución sale-
siana en su querida ciudad de Sevilla. Y con este propósito le sorprendió la
muerte, el 23 de septiembre de 1882.21 El Marqués de Casa-Ulloa no pudo
al final ayudar a los Salesianos con la misma eficacia de antes. Así y todo, se
mantuvo en plena adhesión a los ideales salesianos.22 Falleció el 26 de diciembre
de 1886. Don Ernesto Oberti, superior de Utrera, confiesa: « No ya tan sólo
encontrábamos los Salesianos en él el bienhechor desinteresado, el Cooperador
activo y eficaz, sino también el amigo fiel y el padre providente y amoroso ».23
Don Marcelo Spínola pudo ayudar generosa y denodadamente a los Sale-
sianos cuando fue obispo de Málaga (1886-1895) y arzobispo de Sevilla (1895-
1906). El recuerdo de su acendrado amor a la Familia Salesiana quedó vivo
durante mucho tiempo en la conciencia de todos: « para los Salesianos fue
más que padre ».24
1.2 Sarriá-Barcelona. A partir del año 1882
Aquí radicó el segundo foco importante.25 La historia de los Cooperadores
comienza cuando, hacia el mes de agosto de 1882, Doña Dorotea Chopitea
de Serra llega a saber la existencia de los Salesianos: « Un instituto religioso
— se decía —, una orden que se dedique a enseñar oficios, ésta es la que
conviene a mi idea ».26 Escribió enseguida a Don Juan Branda, director de
Utrera, proponiéndole una fundación salesiana en los alrededores de Barcelona.
« Yo le contesté — recordaba el interesado aún muchos años después — que
no tenía personal suficiente para aceptarla; que acudiese directamente a Don
Bosco a Turin ».27 La señora, sin pérdida de tiempo, escribe al Fundador con
20 Cfr. [F. DE LA HOZ], Un gran cardenal hispalense con la Familia Salesiana. Discurso
de ingreso de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, pronunciado por el Reverendo
Sr. D... Sevilla 1947.
21 Su pensamiento social y religioso, en el folleto La Internacional. Barcelona 1872.2
22 Cfr. MB 17, 589-590.
23 Boletín Salesiano, febrero 1887, 14. En adelante, para designar esta fuente nos
serviremos de la signatura BS.
24 BS, marzo 1906, 83.
25 Preferimos escribir Sarriá-Barcelona y no Barcelona-Sarriá porque cuando llegaron
los Salesianos era un municipio independiente. La anexión al Ajuntamiento barcelonés se
efectuó en el año 1921.
26 J. NONELL, O.C., 111.
27 Carta de Juan Branda a José Recasens, 1920. Ver el BS, mayo 1980, 19.

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104 Ramón Alberdi
fecha del 20 de septiembre. Más o menos por el mismo tiempo debió de diri-
girse, por segunda vez, al Sr. director de Utrera que por aquellas fechas está
ultimando los preparativos para hacerse cargo de la dirección del Asilo de
Pobres Niños Huérfanos de Málaga. Fue entonces cuando Don Branda se acordó
de la predicción que Don Bosco le había hecho y, en consecuencia, le puso
a Doña Dorotea estas líneas: « Mi Superior General, Don Bosco, me dijo que
pronto nos llamarían de Barcelona y que allí tendríamos que levantar una de
las mejores casas de beneficencia. ¿Será Ud. la escogida por Dios a levantar
esa obra? Yo le daría la enhorabuena». Y le añadía, a modo de postdata:
« Me tomo la libertad de enviarle el Diploma de Cooperadora nuestra. Y si
las personas que le van a ayudar a levantar la obra quisieran aceptar lo mismo,
Ud. me mande los nombres, que se les enviará desde Utrera ».28
Fue ésta la primera proposición que se le formulaba para que tanto ella
como las personas que tuvieran las mismas ideas y propósitos pudieran inscri-
birse entre los Cooperadores Salesianos. Así de sencillo. Claro que, en la misma
carta, Don Branda le prometía enviar « unos boletines » para « conocer mejor
la marcha de nuestra Congregación y su tarea ». Queremos decir con ello que
Don Branda no procedía a la ligera a la hora de enviar el título de Cooperador.
Junto a la buena voluntad creía que debía haber también una adecuada infor-
mación sobre el quehacer y los objetivos de la Congregación de Don Bosco.
¿Qué pasó en los meses subsiguientes? Doña Dorotea anduvo nerviosa
hasta que, a finales del mes de marzo del año 1883, llegaron a Barcelona los
dos salesianos que el Fundador enviaba para estudiar las posibilidades concretas
de la fundación de Sarria. Don Juan Cagliero y Don Pablo Albera fueron
durante unos días huéspedes de Doña Dorotea. El primero — lo mismo que
en el caso de Utrera tres años antes — aprovechó la ocasión para contagiar
a la señora y a sus familiares con los ideales del Cooperador. Muy en especial,
las hijas de Doña Dorotea — Jesusita, Isabel, María Dolores, Luisa y Mariana —
y el yerno Don Narciso Pascual de Bofarull quedaron conquistados para la
causa salesiana.29
El P. Cagliero fue cultivando esta primera célula del salesianismo barcelo-
nés manteniéndola fundamentalmente adicta a su persona. « Voy a hacer a Ud.
una confianza — le escribía textualmente Doña Dorotea —, y es que me parece
conveniente, para la gloria de Dios, el que manden Uds. a mi yerno, Don Isidoro
Pons30 un nombramiento de Cooperador de los Salesianos. Y, al mismo tiempo,
el Boletín que haya en francés que sea más extenso y que explique bien los
28 Carta desde Utrera, 4-X-1882.
29 Era éste esposo de Doña Jesusita. Murió en 1902. « Absolutamente en nada se exagera
— leemos en la nota necrológica — al decir que fue siempre verdadero padre de los Sale-
sianos de Sarria (...). Don Narciso puede decirse que fue salesiano en cierta manera, pues
su vida se identificaba con la de los Salesianos de Sarriá » (BS, mayo 1902, 141-142).
30 Estaba casado con Doña María Dolores Serra i Chopitea. Conoció y obsequió a
Don Bosco en su casa (4-V-1886). Murió en 1889.

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La vocación del Cooperador salesiano 105
provechos de la Obra. Es bueno y católico, per no es de los que frecuentan más
los sacramentos. Está en posesión de una buena fortuna. Si Don Bosco rogase
por él, tal vez se obtendría la gracia de una perfecta conversión y de un buen
Cooperador para la Obra Salesiana ».31
Como se ve, a igual que en Utrera, las primeras células de Cooperadores
fueron extraordinariamente dinámicas.
Cuando, una vez aceptada por el consejo superior la fundación de Sarriá,32
se traslade aquí el superior de Utrera para ultimar los detalles pertinentes a
la apertura, no le costó mucho ampliar la lista. « Haga el favor de alistar entre
los Cooperadores a los siguientes — le rogaba a Don Juan Cagliero —: "Su
Ilustrísima, el Obispo de Vich [Dr. José Morgades i Gili]. Boletín francés. |
Señora Doña Isabel Serra, Viuda de Gispert (C. Cortes 276, 1o). | Señora Doña
Isabel Murray, Vda. de Villalonga (C. Cortes 276, 2o). | Sr. Don Manuel de
Gibert (Rambla 10, 3o). | Sr. Don José María Tejera (C. Cortes 280, 1o)"».33
Se constituyó así, en definitiva, el cuadro de los Cooperadores de Bar-
celona, antes de que los Salesianos se estableciesen en Sarria. Estas personas
no vivían en el término municipal de Sarriá, sino en el centro urbano de la
capital de Cataluña.
Después de superar los titubeos de última hora,34 Don Branda, acom-
pañado de algunos salesianos de la comunidad de Utrera, llegó a Sarria el
día 15, o, tal vez, el 16 de febrero de 1884. Los inicios de la nueva institución
fueron bien humildes y — digamos claramente — difíciles, sobre todo por la
falta de adaptabilidad de algunos sujetos. Menos mal que, en medio de aquellos
problemas internos, el director pudo contar con la ayuda de los Cooperadores:
« se multiplican los Cooperadores activos y nos dispensan recursos y pro-
tección ».35
Para la marcha general de los Talleres Salesianos — llamaban así a la Casa
de Sarria — fue una verdadera bendición de Dios la presencia personal de
Don Bosco en la primavera del año 1886. Los Cooperadores vieron también
satisfecha una de sus aspiraciones más profundas. ¡Habían deseado tanto conocer
a Don Bosco! Este les dedicó lo mejor de su tiempo y de sus energías.36 En
consecuencia, se amplió notablemente el círculo de los Cooperadores, con la
participación, por ejemplo, de la familia de Martí-Codolar,37 los Pascual38 y los
31 Carta del 15-IV-1883.
32 Ver carta de Doña Dorotea a Don Juan Cagliero, Barcelona 2-VII-1883.
33 Carta desde Barcelona, 30-XI-1883.
34 Muy significativa a este respecto la carta que escribe Don Ernesto Oberti a Don
Juan Cagliero desde Utrera, 28-11-1884.
35 Le escribía a Don Juan Cagliero con fecha 28-V-1884.
36 Cfr. R. ALBERDI, Una Ciudad para un Santo. Barcelona, Ed. Tibidabo 1966.
37 Una vez más, recordemos la frase de Viglietti: « Parecerá cosa extraña, pero creo
que no exagero al decir que en ningún lugar hemos encontrado tanto afecto y tanta venera-
ción por Don Bosco como en esta familia. Era el propio Don Bosco quien me lo decía »

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106 Ramón Alberdi
directivos de la Asociación de Católicos de Barcelona.39 Y caló en ellos mucho
más hondo el mensaje salesiano. Cuando estaban preparando la conferencia
salesiana que debía tener lugar el 30 de abril en la Iglesia de Nuestra Señora
de Belén, tenían esta consigna que se transmitían mutuamente: « A solis ortu
usque ad occasum Salesianis sumus » (« De la salida del sol hasta el ocaso,
para los Salesianos somos »).40 Don Bosco, por su parte, no dejó de instruir
a la Junta de las Cooperadoras en reuniones especiales para ellas.41
1.3 Otros enclaves
La marcha de la Congregación Salesiana en el primer decenio de su
existencia en España no fue demasiado rápida. La falta del personal salesiano
autóctono y de los medios económicos necesarios fueron las causas. Digamos
también que el fracaso del intento llevado a cabo por los años 1882-1883
de establecerse en Málaga frenó el ímpetu del primer expansionismo.
Así, pues, la vida de la primitiva Congregación Salesiana en España gravitó
fundamentalmente — según hemos estudiado — en Utrera (Sevilla) y en Sarria-
Barcelona. A estas dos fundaciones accedieron después la de Barcelona (barriada
de Hostafranchs, entre las calles Rocafort y Floridablanca, 1890), muy vin-
culada a la segunda, y la de Gerona (barriada de Pedret, 1891-1892).
A la altura de estos años, 1891-1892, la Casa de Sarria-Barcelona se
destacó de las demás por su importancia, ya que fue ampliada con una nueva
sección — el Colegio del Santo Ángel, anejo a los Talleres, 1891 — y se cons-
tituyó en residencia permanente del encargado general o inspector de los Sale-
sianos en España (1892). El primero que ejerció este cargo fue Don Felipe
Rinaldi, que era director de la Casa desde el 1889.
Es ahora cuando se da el segundo momento de la expansión (1892-1899),
bajo la inspiración y la gestión del citado Padre Rinaldi, verdadero fundador
de la Congregación en tierras de España. Luchando entre el heroísmo y la
temeridad, con la ilusión de acudir a los nuevos puestos a que eran llamados,
(Crónica, 3 mayo 1886, Barcelona). El Director de Sarrià nos da la medida del salesianismo
que alentaba al jefe de la familia: « Uno de nuestros más distinguidos Cooperadores, el
Sr. Don Luis Martí-Codolar, que se asoció a la Excma. Dorotea de Chopitea en las obras
de los Talleres » [Salesianos] (Carta de Don Juan Branda al director del Boletín Salesiano,
24-V-1887, BS, junio 1887, 69-70).
38 Ya hemos citado a Don Narciso Pascual de Bofarull, el primero que organizó la
Unión de los Cooperadores en Barcelona. Hermanos suyos — todos ellos muy adictos a la
Obra Salesiana — fueron: Don Manuel (que estentó el cargo de presidente de la Unión),
Osear (casado con Antoñita Puig, que tanto hizo por los Salesianos) y Policarpo (presidente
también, por más de veinte años, de los Cooperadores).
39 Sobre todo el presidente de la asociación, Don Bartolomé Feliú Pérez, se convirtió
en el portavoz de los primeros Cooperadores barceloneses.
40 Crónica, 29 abril 1886, Barcelona.
41 Cfr. Crónica, días 10, 15 y 24 de abril 1886, Barcelona.

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2.1 Page 11

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La vocación del Cooperador salesiano 107
los Salesianos saltaron de la periferia (Andalucía, Cataluña) hasta alcanzar el
centro mismo de la geografía española.
La onda expansiva — sin un solo compás de espera — siguió el camino
jalonado por estas fundaciones: Santander (1892), Sevilla (1893), Rialp (Lérida,
1893), Vigo (Pontevedra, 1894), Málaga (1895), Sant Vicenç dels Horts (Bar-
celona, 1895), Béjar (Salamanca, 1896), Carmona (Sevilla, 1897), Baracaldo
(Vizcaya, 1897), Ecija (Sevilla, 1897), Valencia (1898), Ciudadela (Menorca,
1899), Madrid (1899).
¿Y los Cooperadores? Lo mismo que en Utrera ó en Sarria fueron sur-
giendo en los nuevos enclaves. Cabe afirmar que, por regla general, precedieron
a los Salesianos, al menos en el sentido de que en todas partes hubo unas
personas que, identificadas más o menos con el espíritu y las obras de Don
Bosco, buscaron y facilitaron la presencia de sus hijos. El día en que dispon-
gamos de buenas monografías locales de la España Salesiana podremos conocer
debidamente este hecho.42
2. La vocación del Cooperador Salesiano
Una vez visto lo pertinente a la aparición y primer desarrollo de los
Cooperadores Salesianos en España, tratemos de analizar lo que, a la sazón,
significaba ser Cooperador, tal como se deduce de la antigua literatura sale-
siana en España. Es de advertir que en la exposición que acabamos de hacer
ya se contienen, con suficiente claridad, algunos trazos fundamentales. Los
tendremos en cuenta.
2.1 La « Tercera Orden »
Los autores de libros — Spínola, D'Espiney, Ortúzar — son los que dan
una descripción más completa al respecto. Para el primero, « faltaba sólo a
Don Bosco, para ser perfecta copia del Patriarca de Asís y del Fundador de
los Predicadores, instituir una Tercera Orden, y, en efecto, así lo ejecutó.
Los Cooperadores son, propiamente hablando, la Orden Tercera Salesiana ».43
Para el segundo, no se trata « estrictamente » de « una Orden Tercera ».
Porque « los Cooperadores y Cooperadoras no hacen noviciado, profesión, ni
votos ».44 Para el tercero, la Pía Unión de Cooperadores Salesianos brotó del
42 Cuando teníamos redactado este trabajo acaban de aparecer dos obras de interés
para nosotros. A. MARTIN GONZALEZ, LOS Salesianos de Utrera en España. Una institución
al servicio del pueblo. Inspectoría Salesiana de Sevilla 1981. J.L. BASTARRICA, LOS salesianos
en Santander. Pamplona, Ediciones Don Bosco 1981.
43 Don Bosco y su Obra, p. 60.
44 Don Bosco. Turín 1889 (segunda edición), p. 92.

2.2 Page 12

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108 Ramón Alberdi
alma generosa de Don Bosco para que, « a semejanza de las Venerables Ordenes
Terceras, pero sin las obligaciones de éstas, hombres y mujeres, ricos y pobres,
pudieran santificarse concurriendo de algún modo a la obra de regeneración
social ».45
Un artículo de fondo del Boletín Salesiano de 1895 usa un lenguaje
genérico al referirse a la Pía Unión de los Cooperadores, « que bien pudié-
ramos llamar — dice — la Orden Tercera de los Salesianos ».46
Como se ve, estas fluctuaciones no hacen más que reflejar la manera
de hablar del propio Don Bosco cuando explica en el Reglamento: « por esto,
el Sumo Pontífice ha considerado esta asociación como una de las antiguas
órdenes terceras, con la diferencia de que aquéllas se proponían llegar a la
perfección cristiana por el ejercicio de la piedad, y nuestro fin principal es
el ejercicio activo de la caridad hacia el prójimo, y muy especialmente hacia
la juventud expuesta a los peligros del mundo ».47
De todas maneras, queda bien en claro que el fundador de los Salesianos
es también el de la Unión de los Cooperadores. Todo el mundo lo veía y lo
manifestaba así. La Pía Unión no era algo añadido por otros a la obra de
Don Bosco; sino una realización concreta de la misma.
2.2 Una llamada para todos
La Congregación se hace universal con la presencia de los Cooperadores.
Da la impresión como si quisiera salirse de sí misma, abriendo para ello
puertas y ventanas, e, incluso, derribando las tapias de su propia institución.
Una inmensa red que se echa en el mar de la vida católica de cada Iglesia
local para encontrar adeptos con destino a una misma misión. Alma de esta
actitud era el propio sentido universalista del carisma salesiano. Monseñor
Spínola escribía que podían alistarse entre los Cooperadores « hombres y
mujeres de toda condición y de todo estado, con tal de que sientan en el
corazón un poco de amor de Dios ».48 El Boletín Salesiano, al glosar la convo-
catoria del primer Congreso Internacional de Cooperadores (Bolonia 1895),
recordaba que, en efecto, Don Bosco había reunido a su alrededor « a los fieles
de todas condiciones y de cualquier pueblo y edad ».49
El movimiento de los Cooperadores no podía ser un movimiento de
gentes si ponía muchas exigencias para la pertenencia al mismo. De una forma
u otra, las fuentes se hacen eco de lo que había dejado escrito Don Bosco
en el Reglamento: « cualquier persona que haya cumplido dieciséis años puede
ser cooperador, con tal de que tenga la firme voluntad de cumplir las reglas
45 Don Bosco..., p. 271.
46 Abril 1895, p. 74. El subrayado se encuentra en el texto.
47 Reglamento III.
48 Op. cit., p. 60.
49 Abril 1895, 74-75.

2.3 Page 13

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La vocación del Cooperador salesiano 109
de la Asociación ».50 De aquí que el Boletín Salesiano, para ilustrar la carta
que Don Rua dirigía a los Cooperadores al comienzo del año 1892, remarcara
las tres condiciones necesarias para ser Cooperador: « 1o. Tener 16 años de
edad. 2o. Gozar de buena reputación moral y religiosa. 3o. Hallarse en condi-
ciones de promover y sostener las obras de la Congregación Salesiana ».51 Pre-
cisaba, además, que podían asociarse a la Pía Unión aun « las personas de
institutos religiosos ».52 Y la Congregación, en sus primeros pasos por España,
defendió, como veremos, este carácter universalista de la vocación del Coope-
rador Salesiano.
2.3 Dimensión sobrenatural
¿Cómo y por qué nacía la vocación salesiana de los Cooperadores? Dejando
aparte la acción de Dios — que tiene siempre la iniciativa en las almas —,
la llamada a la cooperación salesiana venía del valor esquisitamente religioso
y humanitario que presentaban todas las obras salesianas. Aquí radicaba la
razón de ser del Cooperador Salesiano. « Por mi parte, señor Don Rua — le
escribía un malagueño que se consideraba "el último de los Cooperadores" —,
le prometo hacer cuanto pueda, porque veo en la obra salesiana, no solamente
una gran obra cristiana, sino también una obra que está llamada a hacer mucho
bien material a Málaga ».53
Quisiéramos que este punto quedara firmemente asentado. A los ojos de
todos era más que evidente que la obra de Don Bosco brotaba de la fe y de
la caridad, para ponerse, al propio tiempo, al servicio directo de la religión.
Esta transparencia religiosa — que hoy se da con mayor dificultad en el con-
texto social en que nos toca vivir — constituía la gran fuerza de atracción
vocacional. Y es que el hecho salesiano aparecía como una manifestación
irrefutable de la presencia salvadora de Dios en la Iglesia y en el mundo.
Esta era la idea que volvía una y otra vez a la pluma de los escritores,
a los labios de los oradores y al corazón de todos los Cooperadores. « Ha venido,
por fin, la Obra Salesiana — escribía el citado prelado de Sevilla, Don Marcelo
Spínola, sintetizando el pensamiento que había desarrollado a lo largo de
las páginas de su librito — a satisfacer necesidades apremiantes de nuestra
época desde el punto de vista religioso y desde el punto de vista social. Pode-
mos, pues, en conclusión decir: el dedo de Dios está aquí ».54
De esta persuasión y de esta seguridad surgía el deseo de la cooperación,
de pertenecer a un movimiento cuyo principio y fin era la gloria de Dios y
el bien de la sociedad. El cardenal de Sevilla, el mencionado Dr. Lluch i Garriga
que — como se ha explicado antes — llamó a los Salesianos a España, pro-
50 Reglamento V, 1o.
51 Enero 1892, 4.
52 Ibid.
53 Carta desde Málaga,-27-V-1895, BS, julio 1895, 154-155.
54 Don Bosco y su Obra, p. 102.

2.4 Page 14

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110 Ramón Alberdi
metía su ayuda a Don Bosco en una obra — en la salesiana — que Iddio vuole si
compia da loro.55 Y otro tanto le ocurría a Doña Dorotea: « Porque considero —
escribía a Don Juan Cagliero — que lo ha suscitado [el instituto salesiano]
la divina Providencia en los presentes días para ejercer una misión altísima
respecto de las clases obreras, a quienes la impiedad ha separado de Dios con
gravísimo daño de las almas y con gran peligro para el orden social ».56
Por supuesto que era Don Bosco quien mejor que nadie transparentaba
la acción del Espíritu. Su personalidad era todo un reclamo vocacional perma-
nente. Así le ocurrió a más de uno de los que le trataron en Barcelona en el
año 1886. « Cúpome, como todos sabéis — recordaba ante los Cooperadores
barceloneses Don Bartolomé Feliú —, por circunstancias bien singulares por
cierto, la dicha grande de conocer al insigne varón de Dios en el único viaje
que pudo realizar a Barcelona en los últimos años de su vida. Mi inclinación
a su veneranda persona fue desde el primer momento tan honda y tan vehe-
mente, como la que me inspiró su obra de regeneración, tan pronto como pude
conocerla. Verdad es que aquel hombre extraordinario gozaba de un privilegio
a pocos concedido: el de causar a todos la misma favorable impresión, la
impresión de la santidad ».57
Y otro gran Cooperador, ya nombrado en la primera parte de este trabajo,
Don Manuel María Pascual de Bofarull, confesaba: « Los que tuvimos la
dicha de conocerle no pudimos dejar de amarle, y amarle con todas las veras
de nuestro corazón. Los que, por la divina misericordia, conocemos su obra
no podemos dejar, así mismo, de amarla, admirarla y favorecerla. Haber cono-
cido a Don Bosco equivale a haber conocido al hombre de Dios, en quien
resplandecían los caracteres de la santidad ».58
He aquí la dimensión sobrenatural de la vocación de los Cooperadores.
La fuerza que, en definitiva, arrastra y conduce la entrega que se hace a la
causa de Dios, en el espíritu del carisma salesiano. Si la auténtica vocación
radica en una experiencia de Dios, aquellos Cooperadores del siglo pasado
encontraron en Don Bosco y en su Congregación la cercanía salvadora de Cristo
y de su Iglesia, y, en consecuencia, la razón de la cooperación salesiana.
2.4 Objetivo y medios
El gran objetivo de la cooperación salesiana era la regeneración espiritual
y social de la juventud y, mediante ésta, la de toda la sociedad. Las Escuelas
55 Carta desde Sevilla, 3-V-1880.
56 Carta desde Barcelona, 26-1-1883.
57 Discurso leído por Don Bartolomé Feliú, el 30 de mayo de 1892 en los Talleres
Salesianos de Sarria (Barcelona) en una velada literario-musical dedicada a conmemorar el
aniversario 50° de la fundación hecha por Don Bosco y para celebrar la inauguración de la
iglesia de María Auxiliadora. Barcelona-Sarriá, Tipografía y Librería Salesianas 1892, p. 6.
58 Discurso del Sr. Dr. Don Manuel Mª. Pascual [leído en la velada del 23-XII-1894],
BS, febrero 1895, 31-32.

2.5 Page 15

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La vocación del Cooperador salesiano 111
de Artes y Oficios ponían especialmente de relieve el valor transformante que,
sobre el plano social, tenían en general las obras de Don Bosco.
El fundamento de todas las reflexiones que escritores, predicadores y
oradores solían hacer para mover a la gente a inscribirse en el movimiento de
los Cooperadores consistía, en efecto, en presentar los males que sufría la
juventud y la necesidad de ponerles un remedio, en nombre de Dios y de
la caridad cristiana. « La obra que os recomiendo no es obra de Don Bosco,
¡no! — escribía el director de Málaga, Don Epifanio Fumagalli —; es de
vuestra ciudad. Son centenares de niños pobres que llaman a vuestros cora-
zones deseosos de hacerse hombres honrados; si despreciáis sus ruegos, mañana
sarán, tal vez, unos criminales ».59
En ocasiones, cuando se pretendía mover las voluntades más enérgica-
mente, se argumentaba, incluso, en nombre de la seguridad de la propia clase
burguesa, como lo hacía, por ejemplo, Don Matías Buil, desde Sevilla, diri-
giéndose a los Cooperadores: « Lo lastimoso que es el que las personas pudien-
tes no pongan remedio [a las necesidades de la juventud proletaria], obligando
con tal comportamiento a que el desvalido se encargue de ponerlo él mismo
por medio del hurto y de la dinamita ».60 Un poco después de él, insistiendo en
la misma línea de persuasión y amenaza, Don Felipe Rinaldi invitaba a los
Cooperadores de Gerona a que consideraran cómo la « escasez de medios
impide atender a muchas peticiones de niños pobres, los cuales, no habiendo
quien les eduque y enseñe a trabajar — nótese que en Gerona se estaba orga-
nizando una Escuela Agrícola —, crecen ignorantes y sin temor de Dios, aca-
bando en el anarquismo, y son los que después cometen acciones como la que
tiene consternada a Barcelona desde hace quince días ».61 Se refiere aquí Don
Rinaldi al famoso atentado que tuvo lugar el día 7 de junio de 1896 en la
calle Canvis Nous, de Barcelona, al paso de la procesión del Corpus: estalló
una bomba y, en consecuencia, hubo tres muertos, nueve heridos mortal-
mente y muchos heridos leves.62 Los dos salesianos mencionados últimamente
— director de la casa de Sevilla el primero, Inspector Provincial de los Sale-
sianos en España el segundo — se hacían eco así de las duras palabras que
Don Bosco pronunció ante la burguesía católica de Barcelona el día 15 de
abril de 1886.63
Los mismos Cooperadores eran conscientes de este planteamiento de cosas.
59 BS, febrero 1897, 42-43.
60 BS, marzo 1894, 38.
61 BS, agosto 1896, 180.
62 Cfr. F. SOLDEVILA, Un segle de vida catalana 1814-1930, II. Barcelona, Ediciones
Alcides 1961, pp. 837-838. A raíz de este hecho, vino una represión en masa por parte
del Gobierno. Es el famoso « proceso de Montjuich ».
63 Cfr. Acta de la sesión solemne celebrada en 15 de abril de 1886, por la Asociación
de Católicos de Barcelona, para imponer la insignia de la Corporación al ilustre y venerable
presbítero señor don Juan Bosco, Fundador de los Talleres Salesianos, 22-23.

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112 Ramón Alberdi
Las clases pudientes tenían que hacer algo para atender a la instrucción y
educación de tantos niños y jóvenes de familias proletarias que se hallaban
literalmente abandonados a su mísera suerte; si no por imperativos de con-
ciencia, al menos por interés propio. Las palabras que, en la velada del
día 23 de diciembre de 1894, dirigió Don Manuel Pascual de Bofarull a sus
campañeros — Cooperadores Salesianos como él — no tienen pérdida a este
respecto:
« Bien sé que podréis objetarme que son muchos los que piden y, desgracia-
damente, pocos los que dan, a lo que contestaré que es de oportunidad suma
la limosna con que contribuimos al sostenimiento y desarrollo de la Obra
Salesiana, pues, al favorecerla, construimos un antemural que defienda a nues-
tras familias y a nuestra propiedad; de suerte que el auxilio que se presta a
los Salesianos se asemeja al que demanda el ejército que defiende nuestras
fronteras, por cierto terriblemente amenazadas por los que, con infernal rabia,
maquinan contra el alcázar de nuestra fe, a la par que contra el santuario de
nuestras familias y la propiedad de nuestros bienes».64
Indudablemente, pues, la vocación del Cooperador Salesiano tenía siempre
como fundamento la opción que, desde muy diversas perspectivas, podía tomarse
en favor de los jóvenes en peligro. Por eso, la revista malagueña La Unión
Mercantil llamaba a los Cooperadores « las buenas personas amantes de la
juventud ».65 Y en el modo de entender de Don Felipe Rinaldi, tanto se iden-
tificaban los destinatarios de la actividad de los Salesianos con los de la coope-
ración salesiana que « los Cooperadores Salesianos — decía — con derecho
pueden llamar suyos a los niños que viven en las Casas de Don Bosco, porque
ellos, con sus limosnas, ayudan a mantenerlos ».66
Aquí precisamente se hacía radicar la universalidad de la vocación de los
Cooperadores, porque todos pueden hacer un poco de bien a los muchachos
necesitados: « Confiamos en que el pobre y el rico — leemos en el Boletín
Salesiano del año 1892 —, cada cual según le permitan sus recursos, vendrán
en nuestra ayuda con el interés de favorecer a los niños desvalidos ».67
Pero, como hemos insinuado al principio, al tomar la opción salesiana
por la juventud, se entendía ir más lejos. Se quería, en efecto, contribuir a
«la evolución pacífica del progreso humano»,68 a la renovación general de
la vida social, « por ser la Obra Salesiana — se les decía a los Cooperadores
de Santander — la destinada a resolver el gran problema social que agita a
todos los gobiernos europeos ».69 También en este punto los Cooperadores perci-
bían su vocación con amplitud de miras: ayudar a los Salesianos — pensaba
64 BS, febrero 1895, 31.
65 Citado en el BS, abril 1895, 82.
66 BS, agosto 1896, 180.
67 Enero 1892, 6.
68 BS, mayo 1895, 103.
69 BS, agosto 1893, 121.

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La vocación del Cooperador salesiano 113
el Doctor Feliú — equivalía a trabajar « por la juventud obrera, esperanza
de la Iglesia y de la patria ».70
En cuanto a los medios concretos de realizar la vocación del Cooperador
Salesiano estaban todos de acuerdo que eran múltiples y muy diversos, tantos
y tan variados que « sería punto menos que imposible señalarlos todos » — a
decir del Boletín Salesiano —. El articulista sigue explicando así su pensa-
miento: « Basta saber que todo cuanto directa o indirectamente redunde en
beneficio de la juventud desamparada que se alberga en los institutos sale-
sianos, de las misiones o de cualquiera de las múltiples obras que sostiene o
fomenta la Congregación Salesiana, todo deben tenerlo en cuenta sus Coope-
radores, y de todo ello pueden servirse en el cumplimiento de la noble misión
que, voluntariamente, y por amor de Dios se han impuesto ».71
El abanico de posibilidades y modos de cooperación se abría, por tanto,
con toda amplitud. Pero, dadas las circunstancias de los tiempos — tiempos
de implantación y asentamiento de la Congregación en España —, la coopera-
ción se entendía estrechamente ligada a las instituciones concretas de la misma:
las escuelas, los oratorios festivos, las misiones, la buena prensa, la promoción
de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Apenas había otra salida.
Por la razón indicada, y hablando en general, la limosna — en cuanto
expresión de la caridad cristiana — venía a ser de facto el medio más impor-
tante. El Padre Aime — el llamado « apostol de Hostafranchs »72 — decía en
Gerona a los Cooperadores: « Quien puede mucho, dé mucho; quien poco,
poco; quien nada, coopere con sus oraciones ».73 Y dirigiéndose a los Coope-
radores de Barcelona, reunidos en la iglesia parroquial de Santa Ana con motivo
de la conferencia reglamentaria, les señalaba por este orden los medios de
cooperación: 1. Con dinero. 2. Con trabajo. 3. Con oraciones.74
El hecho de que la Congregación no dispusiera en absoluto de rentas
para vivir — pensamiento éste repetido muchas veces75 —, y se entregara con
toda abnegación al bien de la juventud desamparada ofrecía la mejor garantía
de que los Salesianos sabrían emplear bien las limosnas. Apoyándose en estas
razones, Don Bartolomé Feliú argumentaba ante los Cooperadores con las
siguientes palabras: « ¿Es obra de Dios la de los hijos de Don Bosco? Pues
entonces, han de consentir también que a muchos les dirijamos una súplica.
La de que protejan esa obra como cosa de Dios. ¿Podrían dudar del buen
70 BS, agosto 1894, 101.
71 Marzo 1898, 59.
72 Así le llamó la directora de la revista titulada La Semana Católica, doña Antonia
Rodríguez de Ureta (Véase BS, junio 1897, 156). Después se hizo general este modo de
hablar. Hostafranchs era una barriada de gentes trabajadoras, dentro del término municipal
de Barcelona. Aquí se levantó el colegio salesiano de San José (1890).
73 BS, abril 1896, 45-46.
74 Cfr. BS, abril 1898, 104.
75 Véanse algunos pasajes, por ejemplo, en BS, enero 1895, 5; marzo 1895, 50.
8

2.8 Page 18

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114 Ramón Alberdi
empleo de sus limosnas allí donde con tanto lujo de caridad — permítasenos
la frase — se ampara y se dirige a centenares de hijos del pueblo, condenados
por el infortunio a todos los extravíos, sin la sombra providencial de los
Salesianos? ».76
Los Salesianos, en efecto, eran capaces de humanizar el dinero que se les
daba, o la ayuda moral que se les prestaba: « Dad a los Salesianos — exclamaba
un predicador en el pequeño pueblo de Ecija (Sevilla) — y ellos sabrán usar
en bien del pueblo la limosna que les déis, y harán de vuestros hijos honrados
ciudadanos ».77
Tal era la tarea suprema que Salesianos y Cooperadores debían llevar a
cabo conjuntamente.
2.5 Unidos en la misma misión
Salesianos y Cooperadores antes de tener conciencia de familia, tuvieron
conciencia de encontrarse unidos en un mismo proyecto de acción cristiana.
Don Bosco ya había expresado con suficiente claridad cuál era el campo
de actuación de los Cooperadores: « se les ofrece la misma mies que a la
Sociedad de San Francisco de Sales, a la cual entienden asociarse ».78 Ahora
bien, los Salesianos de primera hora en España estaban persuadidos de que
su misión era irrealizable sin la ayuda de los Cooperadores. « Todo lo espe-
ramos de vuestra caridad » — les decía el director de Sevilla, el heroico Matías
Buil.79 —. El Boletín Salesiano reconocía en ellos a los « dóciles instrumentos
de la divina Providencia », que « tanto cooperan y tanta parte toman, con
sus influencias y riquezas, en los triunfos y en la rapidez con que la humilde
Congregación Salesiana va extendiéndose ».80
Este modo de interpretar la acción de los Cooperadores fue muy propio
de Don Rua. Al referirse, por ejemplo, a la instalación de los Salesianos en
la calle Rocafort de Barcelona, daba la noticia con estas palabras significativas:
«Los Cooperadores y las Cooperadoras (...) han abierto una Casa...».81 Según
el primer sucesor de Don Bosco, la Congregación reconocía que, « después de
Dios », debía a los Cooperadores « la plantación, el sostén y el incremento
de sus obras de fe y caridad ».82
Por su parte, los Cooperadores se sentían unidos al apostolado que ejercía
la Congregación, y, hablando en público o escribiendo, ponían el acento en
esta adhesión que debía haber. Es de rigor citar aquí algunos que más se
76 Discurso leído por..., el 30 de mayo de 1892, 12-13.
77 BS, junio 1898, 159.
78 Reglamento IV, introducción.
79 BS, agosto 1894, 103.
80 Diciembre 1895, 269.
81 BS, enero 1891, 2.
82 Ibid., 3.

2.9 Page 19

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La vocación del Cooperador salesiano 115
destacaron como oradores: Bartolomé Feliú Pérez,83 Gustavo Gispert,84 Cayetano
Pareja,85 Manuel María Pascual de Bofarull,86 Narciso Pascual de Borafull (her-
mano del anterior).87 Con el mismo propósito de mantener encendida entre los
Cooperadores la llama del ideal salesiano solían intervenir en público: el
Doctor Juliá, en Barcelona,88 el Excmo. Sr. D. Vicente Santiago Sánchez de
Castro, en Santander89 y el Excmo. Sr. D. Benito Sanz y Forés, en Sevilla.90
Entre los escritores, quien mejor manejó la pluma en favor de los Salesianos
fue, junto a Don Marcelo Spínola, el Doctor Sarda i Salvany, sacerdote y
publicista de Sabadell (Barcelona).91 Citemos también a dos escritoras que
tantísimo trabajaron para esclarecer y difundir el mensaje salesiano: Aurora
Lista92 y Antonia Rodríguez de Ureta.93
Como hemos afirmado al inicio de este punto, la idea de la familia sale-
siana fue surgiendo lentamente a partir del mutuo conocimiento y trato entre
Salesianos y Cooperadores. Los primeros se hicieron eco de aquella frase que
Don Bosco dejó escrita en el Reglamento: « los miembros de la Congregación
Salesiana consideran a todos los Cooperadores hermanos en Jesucristo ».94 Y,
por tanto, se expresaban por ejemplo diciendo: « El Cooperador es para los
Salesianos ni más ni menos que un amigo, un hermano (...). En todo lugar,
en toda circunstancia, en todo tiempo, el Cooperador mira la causa de los
Salesianos como causa propia: y ella trata y por ella se interesa como de
los negocios de una misma familia a la cual Salesianos y Cooperadores perte-
necen ».95 Por su parte, los Cooperadores — los más entusiastas, al menos —
fueron adquiriendo conciencia de hallarse integrados en un mismo movimiento
al lado de los Salesianos.
83 Catedrático de universidad. Véase la nota necrológica en BS, enero-febrero 1919,
31-32.
84 Nieto de Doña Dorotea, doctor en Derecho y abogado de profesión.
85 Abogado y político, director del diario barcelonés Gaceta de Cataluña. Cfr. BS,
enero-febrero 1919, 31.
86 Doctor en ambos derechos, ejercía la abogacía. Cfr. BS, julio-agosto 1911, 230-232.
87 « Una inteligencia poderosísima y admirablemente disciplinada por el estudio más
profundo y la más vigorosa y amplia reflexión » (BS, mayo 1902, 141-142).
88 Profesor en el seminario conciliar y cura-párroco de la iglesia de Nuestra Señora
de los Angeles de Barcelona.
89 Obispo de Santander, 1884-1920. Llamó a los Salesianos a esta ciudad. « Honra y
prez de nuestro episcopado, al cual con justa razón puédese dar el título de Crisóstomo
español» (BS, junio 1895, 122).
90 Cardenal de Sevilla, 1892-1895. Gran protector de la Obra Salesiana en Sevilla.
Cfr. BS, diciembre 1895, 289.
91 Director de la Revista Popular, de Barcelona. Cfr. BS, marzo-abril 1916, 55.
91 No es fácil identificar a la persona que usaba este pseudónimo. Pero sus artículos
en la Revista Popular demuestran que la autora se había compenetrado perfectamente con
el espíritu y la misión de la Congregación.
93 Directora de las publicaciones La Semana Católica y El Archivo Católico, de Barcelona.
94 Reglamento VI, 1o.
95 Don Ernesto Oberti, director de los Salesianos de Utrera, BS, marzo 1891, 33.

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116 Ramón Alberdi
Hace uno días, hemos encontrado dos preciosas cartas escritas por Don
Luis Martí-Codolar. Una, dirigida a Don Antonio Aime — ya promovido a
regir la Inspectoría de Colombia — es del año 1903. La otra, con destino a
Don Felipe Rinaldi, prefecto general de la Congregación, es del 1915. Aunque
las dos piezas caen fuera del segmento cronológico en que se circunscribe el
presente trabajo, vale, al menos, la pena de transcribir un párrafo de la primera
carta (1903), ya que su contenido hace referencia al tiempo que ahora tomamos
en consideración. Lamentando la marcha de Don Aime al extranjero (« hasta
contaba que sería Ud. — le escribe — el que en un día, por razón natural
no muy lejano, me ayudaría en mis últimas preces al Señor en mi paso a
mejor vida ») le expone así su íntima actitud espiritual:
« De aquel querido grupo que, en días felices, me complacía en animar
personalmente en la modesta naciente Casa de Sarria, crecida a beneficio de
la protección de nuestra abogada María Auxiliadora, sólo me queda el bueno
de Calasanz,96 y éste, a precario, porque ya nos han enseñado que, en cuanto
a personas, la Congregación remueve hasta las piedras que a los legos nos
parecen fundamentales.
Pero estas tierras, que honró y bendijo con su presencia nuestro santo
padre Don Bosco, no han de quedar infecundas, y yo, con todos los míos, he
de ayudar, como buenos salesianos, a su prosperidad, secundando la voluntad
de nuestro querido Don Rua.
En lo humano, los juicios pueden ser erróneos, pero lo que en manos
del Señor se pone en El debemos fundar todas nuestras esperanzas.
Dios sabe si en esta mísera tierra volveremos Ud. y yo a vernos; pero
si Ud. no me olvida en sus oraciones — siempre meritísimas, pero mucho más
de hoy en adelante —, nos encontraremos en un mundo mejor para alabar allí
juntos y para siempre al Dios de la misericordia.
Consuelo y mis hijos le suplican igual favor en memoria de cuanto con-
tinuaremos queriéndole a Ud., a pesar de la distancia que nos separa en lo
material pero que nos une en espíritu ».97
¿Puede acaso un Cooperador expresar con mayor claridad y profundidad
su íntima vocación salesiana?
2.6 Espiritualidad y formación
Tal como se desprende de las fuentes que estamos consultando, es Coope-
rador Salesiano aquél que, atraído por el carisma salesiano e impulsado por
él, quiere servir a Dios y a los pobres. Don Bosco y los Salesianos fueron
plasmando la espiritualidad de los Cooperadores según unas directrices propias.
Y esto, ya desde los primeros tiempos de su presencia en España. Así ocurrió
— como nos cuenta Don Eugenio Ceria — en el caso del Marqués de Casa
Ulloa, Don Diego María Santiago.98
96 Una de las grandes figuras del salesianismo español. Cfr. Dizionario biografico dei
salesiani. Torino 1969, pp. 66-67.
97 Carta del 29-X-1903. El subrayado es nuestro.
98 Cfr. MB 15, 326.

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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La vocación del Cooperador salesiano 117
Siguiendo ahora la documentación disponible — que sobre todo se refiere
a los casos de mayor notoriedad —, podemos destacar algunos aspectos más
sobresalientes.
a) Ante todo, la caridad — en sus múltiples acepciones y aplicaciones —
viene a constituir la piedra de toque de la espiritualidad del Cooperador Sale-
siano. La cooperación salesiana sólo se explica en clave de caridad y genero-
sidad. Según Don Miguel Rua, el Cooperador Salesiano hacía consistir su
felicidad « en el ejercicio de la caridad ».99
b) De aquí, precisamente, arranca la ascética del Cooperador: « Vosotros
— les dice Don Rua en el Boletín Salesiano — no imitáis a aquéllos que, con
el oro, se fabrican una cadena — la más pesada de las cadenas — que los
encorba fatalmente hacia la tierra. Ellos sacan de los bienes del mundo un
principio de muerte; vosotros sacáis un elemento de vida ».100 Esa caridad en
favor de los Salesianos y sus niños era purificadora, liberadora y vivificante.
Por eso, los Salesianos, para mover a los Cooperadores a la generosidad, les
recordaban muchas veces que lo que se hace por el desvalido se hace al
mismo Cristo, y que éste, a la hora de rendir cuentas, juzgará sobre la práctica
de la caridad cristiana (Mt 25, 31 ss).
Los Cooperadores, persuadidos del imperativo de su vocación salesiana,
se sentían a veces culpables por su inercia y falta de entusiasmo: « Nos hemos
reunido, yo el primero — declaraba Don Manuel Pascual de Bofarull —, para
reconocer que no hemos hecho a favor de la Obra de Don Bosco, lo que de
los caritativos sentimientos de los barceloneses tenían derecho a esperar, ayer
su insigne fundador y hoy sus muy dignos hijos ».101 Prosiguiendo en la misma
línea, eclesiásticos y seglares trataban de excitar la generosidad de los Coope-
radores en nombre de las exigencias del amor al prójimo.102
c) La Congregación consideró siempre a sus Cooperadores como hombres
honrados, de solvencia moral y católicos ejemplares. Desde el Boletín Salesiano,
desde la prensa y desde el púlpito trató de orientar y animar su fe cristiana,
al propio tiempo que les proponía los rasgos típicos de la espiritualidad de
Don Bosco y de San Francisco de Sales. Asimismo, les recordó muchas veces
las ventajas espirituales que podían tener perteneciendo a la Pía Unión. Por
lo demás, los temas de la catequesis, de los sacramentos, de la devoción al
Señor, a la Virgen Santísima y a los Santos, las prácticas de piedad popular
etc., llenan por completo tanto las páginas del Boletín como el contenido de
las conferencias y pláticas que se dirigían a los Cooperadores. Evidentemente,
99 BS, enero 1895, 6.
100 Ibid.
101 Del discurso ya citado en la nota 58 (BS, febrero 1895, 31).
102 Consultar, por ejemplo, los artículos de Aurora Lista, Nuevo favor del cielo (Casa
salesiana en Gerona) y Una visita a la Granja Salesiana de San Isidro, BS, agosto 1892,
119-121; junio 1893, 85-87.

3.2 Page 22

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118 Ramón Alberdi
todo se desarrollaba dentro de los esquemas de la Teología tradicional de
la época.
Según este contexto, tal vez valga la pena de remarcar algunas peculiaridades.
Amor a María Auxiliadora
Dada la significación de la Virgen Auxiliadora en la vida y obras de Don
Bosco, se comprende que la dimensión mariana no podía faltar en la contex-
tura espiritual de los Cooperadores y Cooperadoras. Lo cual se ponía muy de
relieve en la celebración de las fiestas de la Virgen, en que Salesianos, Coope-
radores, jóvenes y niños se encontraban vibrando al unísono. El día 2 de junio
de 1895 salió por vez primera la estatua de María Auxiliadora por las calles
de Sevilla. « Procesión más solemne — comenta el Boletín Salesiano — no se
ha visto desde mucho tiempo a esta parte en la ciudad de San Fernando, pues,
sin exageración, pasaron de 50.000 las personas que a ella concurrieron ».103
¿Cómo se las arreglaban aquellos humildes salesianos — en buena parte extran-
jeros — para contagiarse y contagiar de este modo a las gentes?
Se dio también otra circunstancia que, en su materialidad, influyó extraor-
dinariamente en la devoción a María Auxiliadora. Nos referimos a la construc-
ción de iglesias y santuarios dedicados a la Virgen bajo esta advocación. Aquello
fue una auténtica empresa de devoción mariana. La capacidad de sacrificio y
la inventiva para allegar los recursos necesarios alcanzaban cotas muy elevadas.
Salesianos y Cooperadores entendían así imitar a Don Bosco cuando éste erigía
la básilica de María Auxiliadora en Turín.104
Amor al Papa
Es otro de los rasgos de la espiritualidad salesiana que encontró amplio
eco entre los Cooperadores españoles de finales de siglo, por todo lo que esta
devoción al Papa significaba en aquellos tiempos.105 Salesianos y Cooperadores,
imitando a Don Bosco, se esforzaban por presentar la Unión como una cosa
del Papa, como un movimiento aprobado y generosamente enriquecido por
los Pontífices con indulgencias extraordinarias. Y recordaban que tanto Pío IX
como León XIII habían querido ser Cooperadores de la Obra de Don Bosco.106
En consecuencia, el que se hacía Cooperador Salesiano entraba a formar parte
de una familia o grupo de predilectos del Vicario de Cristo en la tierra.
103 Octubre 1895, 225.
104 La primera piedra de la iglesia « interna » (o del internado) de Sarriá se puso el
24-V-1889. La inauguración tuvo lugar el 28-V-1892. La iglesia « externa », o santuario de
María Auxiliadora se bendijo solemnemente el 22-VI-1901. Por las mismas fechas (28-VI-1901),
se inauguró la de Gerona. « Las escenas de Valdocco, al construir nuestro buen Padre y
Fundador la Iglesia de María Auxiliadora, se han repetido ahora en España », comentaba
el BS (septiembre 1901, 252).
105 Cfr. R. AUBERT, Pío IX y su época, en Historia de la Iglesia bajo la dirección de
A. Fliche y V. Martin, 24. Valencia, Edicep 1974, pp. 318-323, 328-329.
105 Ver por ejemplo, BS, junio 1895, 123.

3.3 Page 23

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La vocación del Cooperador salesiano 119
Amor a Don Bosco y a su sucesor
Ya hemos adelantado algunos testimonios del afecto entrañable que
sentían los primeros Cooperadores por el Fundador. En vida de éste se lo
manifestaron de mil maneras. La correspondencia particular que conservamos
es una prueba emocionante. Todos pedían su benedición y oraciones. Una vez
desaparecido Don Bosco, los Cooperadores siguieron recordándole con admi-
ración y estima. La literatura que estamos analizando recoge, en efecto, un
sinfín de expresiones laudatorias. Se habla, por ejemplo, del « inolvidable
Don Bosco »,107 « admirable e insigne Don Bosco »,108 « adalid victorioso »,
« adalid invencible »,109 « inmortal Don Bosco »,110 « bienhechor insigne de la
humanidad y, quizá, el portento más grande de la caridad cristiana en este
siglo »,111 « héroe moderno de la caridad »,112 « varón providencial que Dios ha
suscitado en esta época (...) para salvar a la juventud»...113 Todas estas expre-
siones — y la lista se podría alargar in infinitum — las hemos encontrado
no en la boca o en la pluma de los Salesianos, sino de los mismos Coopera-
dores. Y es que Don Bosco era para ellos una figura fascinante, de enorme
fuerza de atracción y cohesión. Salesianos y Salesianas de los primeros tiempos
tienen el mérito indiscutible de haber sabido presentarlo, no tanto con las
palabras sino con el testimonio de su vida.
Todo este caudal afectivo y efectivo lo capitalizó después el sucesor.
Don Miguel Rua fue muy apreciado. Los viajes que realizó a España por los
años 1890 y 1899 constituyen una prueba fehaciente de ello.
Preguntémonos finalmente, antes de cerrar este punto, sobre cómo se
atendía a la formación espiritual y vocacional del Cooperador Salesiano.
La estructura organizativa solía ser entonces mínima y muy fluctuante.
La labor formativa se realizaba a través de la prensa y de los encuentros. En
cuanto a lo primero, el Boletín Salesiano jugaba un papel insustituible; pero
servían también las biografías de Don Bosco, la historia del Oratorio de San
Francisco de Sales y otras publicaciones promovidas, en concreto, por la Librería
Salesiana de Sarriá-Barcelona (desde el año 1888). En cuanto a lo segundo,
ocupaban un puesto relevante las dos conferencias anuales reglamentarias (en
torno a las fiestas de María Auxiliadora y de San Francisco de Sales): éstas
conferencias constituían el cauce principal de comunicación. Otros encuentros,
a raíz de las diversas efemérides (veladas, exposiciones) y de las fiestas reli-
giosas, iban configurando la mentalidad de los Cooperadores.
Nos atreveríamos a afirmar también que aquel mínimo contacto que
107 Desde Málaga, en BS, julio 1895, 153.
108 Desde Rialp (Lérida), en BS, julio 1895, 155.
109 Desde Barcelona, en BS, agosto 1895, 187.
110 Desde Barcelona, en BS, junio 1897, 156.
1 Desde Málaga, en BS, julio 1897, 164.
112 Desde Málaga, Ibid., 232.
113 Desde Ciudadela (Menorca), en BS, mayo 1898, 137.

3.4 Page 24

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120 Ramón Alberdi
establecía entre la Congregación y la familia del Cooperador la visita del
salesiano encargado de recoger las limosnas no era del todo inútil. Influían
también para mantener despierta la conciencia de la cooperación las hojitas
volantes que, de cuando en cuando, los señores directores en apuros econó-
micos u obligados a hacer gastos extraordinarios se decidían a enviar a sus
Cooperadores.
2.7 Un peligro a evitar
Tenemos testimonios suficientes para asegurar que, en el período que
analizamos, se dio algún desenfoque importante en el modo de entender la
cooperación salesiana. Y se comprende. En aquellos años de la implantación
de la Congregación Salesiana en España — años de miseria general, ya que
apenas existía una clase media importante en el país —, los Salesianos tuvieron
que buscar y asegurar el apoyo económico y moral de la burguesía católica.
Esto resulta evidente en Barcelona. Y también en Sevilla. La prensa católica
— por ejemplo, en Málaga (Andalucía), Santander (Cantabria), La Coruña
(Galicia) — acostumbraba a dirigirse, sobre todo, a las « clases pudientes »,
a las « clases directivas ».114 Efectivamente, si se quería hacer frente a los pro-
blemas de la juventud, había que crear unas instituciones adecuadas para su
instrucción y educación. Y esto exigía notables cantidades de dinero.115 Se fue
difundiendo así la idea de que a mayor número de Cooperadores, cuanto más
ricos y generosos fueran éstos, tanto mayor sería el número de chicos que
podrían recogerse y educarse. Para la prensa católica española, en efecto, los
Cooperadores eran los ricos buenos, que se compadecían del pobre y le ayudaban.
Todo esto tenía su grande justificación en la labor abnegadísima que
realizaban los Salesianos, con unos fines exclusivamente religiosos y humani-
tarios, y viviendo de la « pública caridad ».116 Pero ofrecía también sus aspectos
negativos, o, al menos, peligrosos.
De hecho, en el ámbito de la cooperación salesiana, se dio un corrimiento
hacia las capas más altas de la sociedad, y hacia la plasmación de una deter-
minada imagen de Cooperador que no podía ser válida para todos. Los Sale-
sianos se dieron cuenta del fenómeno que, por cierto, no fue una cosa exclusiva
de nuestro país. A los diez años de la llegada de los Salesianos a España, el
director de Utrera (Sevilla), don Ernesto Oberti — uno de los hombres más
capaces de la primitiva Congregación en esta tierra —, levantaba la voz diciendo:
« Muchos creen que el ser Cooperador quiere decir tan sólo recibir el diploma
114 Así se habla, por ejemplo, desde La Unión Mercantil (Málaga), El Diario de Málaga,
La Atalaya (Santander), Diario de Galicia.
115 Por eso, no debió de ser inusual el hecho de que un director tuviera dos listas
de Cooperadores: los que podían ayudar económicamente y los que no. Para la buena
marcha de la institución era imprescindible que no faltaran los primeros...
116 Otra expresión de uso frecuente para indicar que la Congregación Salesiana vivía
de la Providencia. Cfr. BS, enero 1892, 6; enero 1895, 10; octubre 1895, 224.

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La vocación del Cooperador salesiano 121
y el Boletín. Otros imaginan que el Cooperador tiene que dar una suma fija
cada año. Otros piensan que sólo el rico puede ser Cooperador. Todos éstos
están grandemente equivocados ».117 Y el Boletín Salesiano, siete años más
tarde, volvía a denunciar el mismo abuso, y hacía ver las consecuencias nega-
tivas que de tal proceder se seguían para la Congregación: « Es un error — muy
extendido por cierto — el creer que el dinero es cuando menos una de las
condiciones sine qua non para ser Cooperador Salesiano; de donde resulta que
muchísimas personas muy buenas, animadas de los mejores deseos y que podrían
obrar un gran bien, se retraen de dar su nombre a la Pía Unión ».118
Como se ve, se dieron desviaciones; pero no faltaron las voces de alarma.
Pero hay más aún. Dos ideas vinieron a añadirse a cuanto llevamos dicho, e
influyeron también en el modo de concebir la cooperación salesiana. La primera
insistía en que no había que ver tanto el bien que los ricos hacían a los pobres,
cuanto el que éstos hacían a los ricos, al brindarles un cauce concreto de dar
un destino religioso a sus haberes. Don Rua, por ejemplo, expuso más de una
vez este pensamiento que lo creía muy de Don Bosco.119 La otra idea consi-
deraba la cooperación salesiana como un medio para recoger y encauzar no
tanto la ayuda que venía de los poderosos, cuanto el pequeño esfuerzo de
todos los humildes para regenerarse a sí mismos. La Unión Católica de Madrid,
expresaba así sus puntos de vista: « Como en la parábola del Evangelio, en
que el anfitrión llama al convite a los lisiados de toda especie, a los pordio-
seros, ciegos, mancos y cojos, así la Congregación Salesiana quiere transformar
la sociedad de los ricos por medio de la sociedad de los pobres. Si los Cresos
no la hostilizan, bueno; si la ayudan, mejor; pero aun sin esos recursos, jamás
obra inútilmente la caridad cristiana ».120 En una palabra, se vuelve aquí a
defender la universalidad de la vocación del Cooperador.
Por lo demás, la Congregación nunca excluyó otras formas de coopera-
ción, como la prestación del trabajo personal y, sobre todo, la oración:121
Conclusión
De acuerdo con lo expuesto al comienzo del trabajo, hemos intentado
analizar, en la antigua literatura salesiana en España, el aspecto histórico-
vivencial de una de las dimensiones fundamentales de la vocación salesiana,
como es la vocación del Cooperador Salesiano. Porque estamos convencidos de
que la comprensión de aquélla pasa también necesariamente por ésta. La his-
toria de los Salesianos y la de los Cooperadores se integran mutuamente.
117 Conferencia reglamentaria a los Cooperadores, 30-1-1981, BS, marzo 1891, 33.
118 Marzo 1898, 59.
119 Cfr. BS, enero 1891, 5.
120 Citado en BS, noviembre 1895, 247.
121 Cfr. Cooperadores Salesianos, BS, marzo 1898, 59.

3.6 Page 26

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122 Ramón Alberdi
Aún nos encontramos lejos de conocer, con la profundidad y amplitud
deseables, la historia de la cooperación salesiana en los diversos países. Es una
de las tareas que debiera acometer la historiografía salesiana. El análisis que
acabamos de presentar no es más que una modestísima aportación. Pero pen-
samos que puede iluminar algo lo que, históricamente, ha sido — y debe ser —
la vocación del Cooperador Salesiano. En efecto, junto a las circunstancias con-
tingentes de la vida — que no pueden dejar de influir positiva o negativa-
mente en todas las manifestaciones del hombre —, hemos encontrado algunos
valores que son permanentes, por ser inseparables del carisma salesiano: tales
como la misión, la motivación sobrenatural, la inserción en un organismo
reconocido, la espiritualidad, etc.
Hace ahora un siglo, la Congregación Salesiana se presentó ante la opinión
pública española como una inmensa obra de caridad a nivel, incluso, inter-
nacional. Esto suscitó y justificó la existencia y actuación de los Cooperadores.
Con el apoyo de éstos, la Congregación pudo multiplicar más y más su acción
benéfica, la cual, pudo, a su vez, alumbrar nuevas vocaciones para la coopera-
ción salesiana. Tal fue la dinámica interna. En los tiempos fundacionales, los
Cooperadores no nacieron ni al margen de la Congregación ni para otras cosas
fuera del ámbito de la misma.
La caridad — entendida en su sentido profundo, religioso y humanitario —
unía a unos y otros para realizar una misión: la salvación de la juventud nece-
sitada, y, en definitiva, la regeneración de la sociedad. La Congregación Sale-
siana y la Pía Unión de Cooperadores eran, a un mismo tiempo, productos y
agentes de la caridad cristiana, aplicada a un mismo objetivo.
En la antigua literatura salesiana en España aparece muy bien el inter-
cambio vocacional entre Salesianos y Cooperadores. A veces, se hace ver cómo
los Salesianos, por medio de los Cooperadores, realizan el bien entre la juventud
y las clases populares; otras veces, se remarca el protagonismo de los Coope-
radores los cuales, por medio de los Salesianos, son los primeros agentes del
bien que la Congregación puede llevar a cabo. Don Miguel Rua reconoció este
protagonismo de los Cooperadores.122
Si, por una parte, el coraje y la valentía del salesiano entregado de lleno
al apostolado juvenil suscitaban la admiración y la adhesión del Cooperador,
por otra parte, también el salesiano se sentía confortado y estimulado por la
ayuda que recibía del Cooperador, tal como se expresaba el sucesor de Don
Bosco dirigiéndose a los Cooperadores en el año 1894: « vuestra generosidad
e interés por la gloria de Dios nos llena de aliento el corazón y nos da nuevos
bríos para hacer toda clase de sacrificios para trabajar por el bien de las almas ».123
De esta manera, fue haciendo su camino por la historia esa llamada de
Dios por medio de Don Bosco que decimos la vocación salesiana.
122 Carta del Sac. Don Miguel Rua a los Cooperadores y Cooperadoras, BS, enero 1891, 3.
123 Carta del Sac. Don Miguel Rua, Rector Mayor de la Pía Sociedad Salesiana, a los
Cooperadores del Instituto Salesiano, BS, enero 1894, 6.