El investigador usuario de los archivos históricos 195
“La Iglesia Católica y la Investigación
Señor Director:
Quienes durante más de dos décadas en nuestros trabajos de investigación, he-
mos sufrido la incompetencia e incomprensión de sacerdotes de la Iglesia Católica
Romana en el Uruguay, que creen que los repositorios documentales de los archivos de
las parroquias les pertenecen, nos causó profunda alegría enterarnos que el Arzobis-
pado de Montevideo había decidido concentrar la documentación en la Curia Ecle-
siástica, facilitando así la labor de los investigadores. Pero, cual mercaderes del tem-
plo, al mismo tiempo fueron fijadas tarifas que deberemos abonar puntualmente para
poder rescatar el pasado de nuestro país y de su gente.
Esta actitud me hizo acordar de una carta que le dirigiera mi padre, Lauro Ayes-
tarán, a su gran amigo Alberto Ginastera – uno de los más grandes compositores del
siglo XX-, de fecha 29 de febrero de 1964 y cuya copia obra en el “Archivo Lauro
Ayestarán” propiedad de mi madre. Transcribo de la misma el siguiente párrafo que
exime de todo comentario: “El problema más grave – aunque parezca absurdo – es el
de los sacerdotes que custodian esos archivos los cuales piden sumas abultadas en
dólares por el derecho de tomar una simple fotografía de la partitura. ¡Pobrecitos! Es
un problema de subdesarrollo mental En lugares subdesarrollados hasta la Iglesia cae
también en la volteada. En realidad, ellos deberían pagarnos a los investigadores pa-
ra que fotografiásemos, estudiásemos y publicásemos sus tesoros como es de lógica
elemental y como se hace en todas partes del mundo. Lo más cómico y hasta grotesco
es que algunos de estos sacerdotes venden por unos pocos dólares esos mismos ma-
nuscritos si creen que no tiene (sic!) valor. Así, por ejemplo, en Montevideo yo tengo
un montón de ellos adquiridos por la suma de 15 dólares. Es decir: si creen que tienen
valor cobran 100 dólares por el derecho a fotografiar una sola partitura (así se lo
exigieron a Robert Stevenson con la Misa de Zípoli). Si creen que no tienen valor le
venden a unos centenares de ellos por 5 o 10 dólares. El problema es delicadísimo y
hay que trabajar en el terreno con suma habilidad. En última instancia en beneficio de
ellos y A.M.D.G” (“Ad maiorem Dei gloria” – por “gloriam”! – sigla que utiliza la
Compañía de Jesús).
Agradeciendo la publicación de la presente, saludo al Señor Director con mi ma-
yor estima.
Ángel Ayestarán
C. I. (= Cédula de Identidad) 1.458.114-1”
Pequeño Comentario. Con toda humildad habría que tomar muy en cuenta en
los archivos eclesiásticos esta interesante carta. Habría que pedir perdón a Ángel Ayes-
tarán por todo lo que sufrió por “la incompetencia e incomprensión de sacerdotes de la
Iglesia Católica Romana en el Uruguay”.
Lástima que el investigador sufriente haya echado mano del archivo familiar pa-
ra publicar una carta de su padre, destacadísimo musicólogo, Lauro Ayestarán a un
amigo. No creo que él hubiera permitido a su hijo su publicación.
Tanto el padre como el hijo me parece que generalizan. Éste porque acusa a to-
do el clero parroquial del Uruguay. Yo mismo, que recorrí muchas parroquias del inte-
rior del país, no puedo firmar sus aseveraciones. Y en cuanto al padre, porque no creo
que muchas parroquias del Uruguay, ni siquiera las más antiguas, tengan documentos
para vender ni por 100 ni por 15 dólares. Me cuesta creer que las partituras del P. Do-