ESP - Salesiani Cap Gen Valdocco 2020


ESP - Salesiani Cap Gen Valdocco 2020



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A los participantes en el Capítulo General de los Salesianos
Valdocco, 16 de febrero - 4 de abril de 2020
¡Queridos hermanos!
Os saludo con afecto y doy gracias a Dios por poder, aunque sea desde
la distancia, compartir con vosotros un momento del camino que estáis
recorriendo.
Es significativo que, después de algunos decenios, la Providencia os
haya conducido a celebrar el Capítulo General en Valdocco -el lugar de la
memoria- donde el sueño fundador se concretizó y dio los primeros pasos.
Estoy seguro de que el rumor y el griterío de los oratorios serán la mejor
música, la más eficaz para que el Espíritu reavive el don carismático de
vuestro fundador. No cerréis las ventanas a este ruido de fondo... Dejad
que os acompañe y que os mantenga inquietos e intrépidos en el
discernimiento; y permitid que estas voces y estos cantos, a su vez,
evoquen en vosotros los rostros de muchos otros jóvenes que, por diversas
razones, se encuentran como ovejas sin pastor (cf. Mc 6,34). Este grito y
esta inquietud os mantendrán atentos y despiertos ante cualquier tipo de
anestesia autoimpuesta y os ayudarán a permanecer en una fidelidad
creativa a vuestra identidad salesiana.
Reavivar el don que habéis recibido
Pensar en la figura del salesiano para los jóvenes de hoy implica aceptar
que estamos inmersos en un momento de cambios, con toda la
incertidumbre que esto genera. Nadie puede decir con certeza y precisión
(si alguna vez se ha podido hacer) lo que sucederá en el futuro próximo a
nivel social, económico, educativo y cultural. La inconsistencia y la "fluidez"
de los eventos, pero, sobre todo, la velocidad con la que las cosas se siguen
y se comunican entre sí, hace que cada tipo de previsión se convierta en
una lectura condenada a ser reformulada lo antes posible (cf. Const. Ap.
Veritatis gaudium, 3-4). Esta perspectiva se acentúa aún más por el hecho
de que vuestras obras están orientadas de una manera particular al
mundo juvenil, que en sí mismo es un mundo en movimiento y en continua
transformación. Esto os pide una doble docilidad: docilidad a los jóvenes y
a sus necesidades y docilidad al Espíritu y a todo lo que Él quiera
transformar.
Asumir responsablemente esta situación -tanto a nivel personal como a
nivel comunitario- implica salir de una retórica que nos hace decir
continuamente "todo está cambiando" y que, a fuerza de repetirla y
repetirla, termina fijándose en una inercia paralizante que priva vuestra
misión de la parresia propia de los discípulos del Señor. Esta inercia
también puede manifestarse en una mirada y en una actitud pesimistas

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hacia todo lo que nos rodea y no solo con respecto a las transformaciones
que tienen lugar en la sociedad, sino también en relación con la propia
Congregación, a los hermanos y a la vida de la Iglesia. Esa actitud que
termina "boicoteando" e impidiendo cualquier respuesta o proceso
alternativo, o por hacer emerger la posición opuesta: un optimismo ciego,
capaz de disolver la fuerza y la novedad evangélica, impidiendo que
aceptemos concretamente la complejidad que las situaciones requieren y la
profecía de que el Señor nos invita a llevar adelante. Ni el pesimismo ni el
optimismo son dones del Espíritu, porque ambos provienen de una visión
autorreferencial capaz solo de medirse con las propias fuerzas, capacidades
o habilidades, evitando mirar lo que el Señor actúa y quiere realizar entre
nosotros (cf. Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 35). Ni adaptarse a la
cultura de moda, ni refugiarse en un pasado heroico, pero ya
desencarnado. En tiempos de cambio, es bueno atenerse a las palabras de
san Pablo a Timoteo: " Por esta razón te recuerdo que reavives el don de
Dios que hay en ti por la imposición de mis manos, 7pues Dios no nos ha
dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de
templanza"(2Tm1,6-7).
Estas palabras nos invitan a cultivar una actitud contemplativa, capaz
de identificar y discernir los puntos clave. Esto ayudará a adentrarse en el
camino con el espíritu y la contribución propia de los hijos de Don Bosco y,
como él, a desarrollar una "válida revolución cultural (Enc. Laudato si',
114). Esta actitud contemplativa os permitirá superar y sobrepasar
vuestras propias expectativas y vuestros programas. Somos hombres y
mujeres de fe, lo que presupone ser apasionados por Jesucristo; y sabemos
que tanto nuestro presente como nuestro futuro están imbuidos de esta
fuerza apostólica-carismática llamada a continuar impregnando las vidas
de tantos jóvenes abandonados y en peligro, pobres y necesitados,
excluidos y descartados, privados de derechos, de casa... Los jóvenes
esperan una mirada de esperanza capaz de contradecir cualquier tipo de
fatalismo o determinismo. Están esperando encontrarse con la mirada de
Jesús, quien les dice "que en todas las situaciones oscuras y dolorosas [...]
hay una salida" (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 104). Allí es donde vive
nuestra alegría.
Ni pesimista ni optimista, el salesiano del siglo XXI es un hombre lleno
de esperanza porque sabe que su centro está en el Señor, capaz de hacer
nuevas todas las cosas (cf. Ap 21.5). Solo esto nos salvará de vivir en una
actitud de resignación y supervivencia defensiva. Solo esto hará que
nuestra vida sea fecunda (cf. Homilía, 2 de febrero de 2017), porque hará
posible que el don recibido continúe siendo experimentado y expresado
como una buena noticia por y con los jóvenes de hoy. Esta actitud de
esperanza es capaz de instaurar e inaugurar procesos educativos
alternativos a la cultura predominante que, en no pocas situaciones -tanto
por indigencia y pobreza extrema como por abundancia, en algunos casos
incluso extrema-, terminan por asfixiar y matar los sueños de nuestros
jóvenes condenándolos a un conformismo ensordecedor, rastrero y a
menudo narcotizado. Ni triunfalistas ni alarmistas, hombres y mujeres

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alegres y esperanzados, no automatizados sino artesanos; capaces de
"mostrar otros sueños que este mundo no ofrece, para testimoniar la
belleza de la generosidad, del servicio, de la pureza, de la fortaleza, del
perdón, de la fidelidad a la propia vocación, de la oración, de la lucha por
la justicia y el bien común, del amor por los pobres, de la amistad social
"(Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 36).
La "opción Valdocco" de vuestro 28º Capítulo General es una buena
oportunidad para confrontarse con las fuentes y pedir al Señor: "Da mihi
animas, coetera tolle"1. Tolle, sobre todo, lo que, durante el camino, se ha
ido incorporando y perpetuando y que, aunque en otro tiempo podría haber
sido una respuesta adecuada, hoy os impide configurar y plasmar la
presencia salesiana de manera evangélicamente significativa en las
diversas situaciones de la misión. Esto requiere, por nuestra parte, superar
los miedos y las aprensiones que pueden surgir de haber creído que el
carisma se redujese o se identificase con determinadas obras o estructuras.
Vivir fielmente el carisma es algo más rico y estimulante que el simple
abandono, retiro o reajuste de casas o de actividades; implica un cambio de
mentalidad frente a la misión que hay que realizar2.
La "opción Valdocco" y el don de los jóvenes
El Oratorio salesiano y todo lo que surgió a partir de él, como dice La
biografía del Oratorio, nació como una respuesta a la vida de los jóvenes
con un rostro y una historia, que pusieron en marcha ese joven sacerdote
incapaz de permanecer neutral o inmóvil ante lo que estaba pasando. Fue
mucho más que un gesto de buena voluntad o de bondad, e incluso mucho
más que el resultado de un proyecto de estudio sobre la "viabilidad
numérico-carismática". Pienso en ello como un acto de conversión
permanente y de respuesta al Señor que, "cansado de llamar" a nuestras
puertas, espera a que vayamos a buscarlo y a encontrarlo... O que lo
dejemos salir, cuando golpea desde adentro. Conversión que involucró (y
complicó) toda su vida y la de quienes lo rodeaban. Don Bosco no solo no
elige separarse del mundo para buscar la santidad, sino que se deja
interpelar y elige cómo y qué mundo habitar.
Eligiendo y acogiendo el mundo de los niños y de los jóvenes
abandonados, sin trabajo ni formación, les permitió experimentar de
manera tangible la paternidad de Dios y les ha proporcionado los
instrumentos para contar su vida y su historia a la luz de un amor
1 Lema impreso a fuego en los primeros misioneros. Recuerdo la carta de don Santiago
Costamagna a Don Bosco donde, después de haberle contado las dificultades del viaje y los
diversos fracasos que tuvieron que afrontar, concluye diciendo: "Pedimos unánimemente una sola
cosa: poder ir a la Patagonia pronto para salvar innumerables almas". La conciencia de ser
enviado a buscar almas en las periferias y permanecer superando cualquier aparente fracaso, es
una nota de identidad sobre la base de la cual comparar y medir el carisma: "Da mihi animas,
coetera tolle".
2 Recordamos la advertencia del Señor: "Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a
la tradición de los hombres” (Mc 7,8).

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incondicional. Ellos, a su vez, ayudaron a la Iglesia a re-encontrarse con su
misión: "La piedra rechazada por los constructores se ha convertido en la
piedra angular" (Sal 118.22). Lejos de ser agentes pasivos o espectadores
de la obra misionera, ellos que en muchos casos eran "analfabetos
religiosos" y "analfabetos sociales", se convirtieron -a partir de su propia
condición- en los principales protagonistas de todo el proceso de
fundación3. La salesianidad nace precisamente de este encuentro capaz de
suscitar profecías y visiones: acoger, integrar y hacer crecer las mejores
cualidades como don para los demás, especialmente para aquellos
marginados y abandonados de quienes no se espera nada. Ya lo dijo Pablo
VI: "Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma… esto
quiere decir que la Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si
quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el
Evangelio" (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 15). Todo carisma debe ser
renovado y evangelizado, y en vuestro caso, sobre todo, por los jóvenes más
pobres.
Los interlocutores de Don Bosco ayer y del salesiano hoy no son meros
destinatarios de una estrategia planificada de antemano, sino vivos
protagonistas del oratorio a realizar4. A través de ellos y con ellos, el Señor
nos muestra su voluntad y sus sueños5. Podríamos llamarlos cofundadores
de vuestras casas, donde el salesiano será experto en convocar y generar
este tipo de dinámicas sin sentirse dueño de ellas. Una unión que nos
recuerda que somos "Iglesia en salida" y nos moviliza a esto: Iglesia capaz
de abandonar posiciones cómodas, seguras y, en algunas ocasiones,
privilegiadas, para encontrar en los últimos la fecundidad típica del Reino
de Dios. No se trata de una elección estratégica, sino carismática. Una
fecundidad sostenida en base a la base de la cruz de Cristo, que siempre es
injusticia escandalosa para quienes han bloqueado la sensibilidad ante el
sufrimiento o han llegado a un acuerdo con la injusticia hacia los
inocentes. «No seamos una Iglesia que no llora frente a estos dramas de
sus hijos jóvenes. Nunca nos acostumbremos, porque quien no sabe llorar
no es madre. Nosotros queremos llorar para que la sociedad también sea
más madre" (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 75).
3 Gracias a la ayuda del sabio Cafasso, Don Bosco descubrió quién era a los ojos de los jóvenes
prisioneros; y esos jóvenes prisioneros descubrieron una nueva cara en la mirada de Don Bosco.
Así, juntos, descubrieron el sueño de Dios, que necesita que estos encuentros para manifestarse.
Don Bosco no descubrió su misión frente a un espejo, sino en el dolor de ver a jóvenes que no
tenían futuro. El salesiano del siglo XXI no descubrirá su propia identidad si no es capaz de sufrir
con «la cantidad de muchachos sanos y robustos de ingenio que estaban en prisión atormentados
y completamente desprovistos de alimento espiritual y material ... En ellos estaba representado el
oprobio de la patria, el deshonor de la familia "(Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales,
48); y nosotros podríamos añadir: de nuestra propia Iglesia.
4 Hoy vemos cómo, en muchas regiones, los jóvenes son los primeros en levantarse, organizarse y
promover causas justas. Lejos de evitar este despertar, vuestras casas salesianas están llamadas
a convertirse en espacios que puedan estimular esta conciencia de cristianos y ciudadanos.
Recordamos el título del Aguinaldo del Rector Mayor este año: "buenos cristianos y honrados
ciudadanos".
5 Os invito a tener siempre presente a todos aquellos que no participan en estas reuniones pero
que no podemos ignorar si no queremos convertirnos en un grupo cerrado.

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La "opción Valdocco" y el carisma de la presencia
Es importante sostener que no somos capacitados para la misión, sino
que estamos formados en la misión, de la cual gira toda nuestra vida, con
sus opciones y prioridades. La formación inicial y la permanente no puede
ser una instancia previa, paralela o separada de la identidad y sensibilidad
del discípulo. La misión inter gentes es nuestra mejor escuela: a partir de
ella rezamos, reflexionamos, estudiamos, descansamos. Cuando nos
aislamos o nos alejamos de las personas a las que estamos llamados a
servir, nuestra identidad como consagrados comienza a desfigurarse y
convertirse en una caricatura.
En este sentido, uno de los obstáculos que podemos identificar no tiene
mucho que ver con ninguna situación fuera de nuestras comunidades, sino
que es lo que nos afecta directamente por una experiencia distorsionada
del ministerio..., y que nos hace tanto mal: el clericalismo. Es la búsqueda
personal de querer ocupar, concentrar y determinar espacios minimizando
y anulando la unción del Pueblo de Dios. El clericalismo, vivir el llamado de
manera elitista, confunde la elección con el privilegio, el servicio con el
servilismo, la unidad con la uniformidad, la discrepancia con la oposición,
la formación con el adoctrinamiento. El clericalismo es una perversión que
favorece lazos funcionales, paternalistas, posesivos e, incluso,
manipuladores con el resto de las vocaciones en la Iglesia.
Otro obstáculo que encontramos -generalizado e incluso justificado -
especialmente en este tiempo de precariedad y fragilidad- es la tendencia
hacia el rigorismo. Confundiendo autoridad con autoritarismo, pretende
gobernar y controlar los procesos humanos con una actitud escrupulosa,
severa e incluso mezquina frente a las limitaciones y a als debilidades
propias y ajenas (especialmente ajenas). El rigorista olvida que el trigo y la
cizaña crecen juntos (cf. Mt 13,24-30) y "que ‘no todos pueden todo’, y que
en esta vida las fragilidades humanas no son sanadas completa y
definitivamente por la gracia. En cualquier caso, como enseñaba san
Agustín, Dios te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no
puedas"(Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 49). Santo Tomás de Aquino con
gran finura y sutileza espiritual nos recuerda que "el diablo engaña a
muchos. Algunos atrayéndolos a cometer pecados, otros, sin embargo, a la
excesiva rigidez hacia el que peca, de modo que, si no puede tenerlos con
un comportamiento vicioso, conduce a la perdición de los que ya tiene,
usando el rigor de los prelados, quienes, sin corregirlos con misericordia,
los llevan a la desesperación, y así es como se pierden y caen en la red del
diablo. Y esto nos sucede a nosotros, si no perdonamos a los pecadores»6.
Quienes acompañan a otros a crecer deben ser personas con grandes
horizontes, capaces de poner juntos límites y esperanza, ayudando así a
mirar siempre en perspectiva, en una perspectiva salvífica. Un educador
"que no teme poner límites y, al mismo tiempo, se abandona a la dinámica
6 Super II Cor., Cap. 2, lect. 2 (al final). El pasaje comentado por santo Tomás es 2 Cor 2, 6-7
donde, con respecto a aquellos que lo han entristecido, san Pablo escribe: "Más vale que lo
perdonéis y animéis, no sea que se hunda en una tristeza excesiva".

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de la esperanza expresada en su confianza en la acción del Señor de los
procesos, es la imagen de un hombre fuerte, que guía lo que no le
pertenece a él, sino a su Señor”7. No nos es lícito sofocar e impedir la
fuerza y la gracia de lo posible, cuya realización esconde siempre una
semilla de Vida nueva y buena. Aprendamos a trabajar y a confiar en los
tiempos de Dios, que son cada vez más grandes y sabios que nuestras
medidas miopes. Dios no quiere destruir a nadie, sino salvar a todos.
Por tanto, es urgente encontrar un estilo de formación capaz de asumir
estructuralmente el hecho de que la evangelización implica la participación
plena y con plena ciudadanía, de cada bautizado -con todas sus
potenciales y sus límites- y no solo de los así llamados "actores
cualificados" (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 120); una participación
donde el servicio, y el servicio al más pobre, sea la piedra angular que
ayude a manifestar y a testimoniar mejor a nuestro Señor, "quien no vino
para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mt
20,28). Os animo a seguir trabajando para hacer de vuestras casas un
“laboratorio eclesial” capaz de reconocer, apreciar, estimular y alentar las
diversas llamadas y misiones en la Iglesia8.
En este sentido, estoy pensando concretamente en dos presencias de
vuestra comunidad salesiana, que pueden ayudar como elementos para
comparar el puesto que ocupan las diferentes vocaciones entre vosotros;
dos presencias que constituyen un "antídoto" contra cualquier tendencia
clericalista y rigorista: el hermano Coadjutor y las mujeres.
Los hermanos Coadjutores son una expresión viva de la gratuidad que
el carisma nos invita a custodiar. Vuestra consagración es, ante todo, signo
de un amor gratuito del Señor y al Señor en sus jóvenes que no se define,
principalmente, con un ministerio, una función o un servicio en particular,
sino a través de una presencia. Incluso antes de hacer cosas, el salesiano
es un recuerdo vivo de una presencia en la que la disponibilidad, la
escucha, la alegría y la dedicación son las notas esenciales para despertar
procesos. La gratuidad de la presencia salva a la Congregación de cualquier
obsesión activista y de cualquier reduccionismo técnico-funcional. La
primera llamada es la de ser una presencia gozosa y gratuita entre los
jóvenes.
¿Qué sería de Valdocco sin la presencia de Mamá Margarita? ¿Habrían
sido posibles vuestras casas sin esta mujer de fe? En algunas regiones y
lugares "hay comunidades que se han sostenido y han transmitido la fe
durante mucho tiempo sin que ningún sacerdote pasara por allí, incluso
durante decenios. Esto ha sido posible gracias a la presencia de mujeres
fuertes y generosas: mujeres que han bautizado, catequizado, rezado,
enseñado a rezar, han sido misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas
por el Espíritu Santo. Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia
en pie en esos lugares con admirable entrega y ardiente fe "(Exhortación
apostólica postsin. Querida Amazonia, 99). Sin una presencia real, efectiva
7J. M. BERGOGLIO, Meditaciones para religiosos, 105.
8 Una vocación eclesial, antes de ser un acto que diferencia o hace complementarios, es una
invitación a ofrecer un don particular en función del crecimiento de los demás.

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y afectiva de las mujeres, vuestras obras carecerían del valor y de la
capacidad de declinar la presencia como hospitalidad, como casa. Ante el
rigor que excluye, debemos aprender a generar la nueva vida del Evangelio.
Os invito a llevar adelante dinámicas en las que la voz de la mujer, su
mirada y su actuación -apreciada en su singularidad- encuentren eco en la
toma de decisiones; como actor no auxiliar sino constitutivo de vuestras
presencias.
La "opción Valdocco" en la pluralidad de las lenguas
Como en otros tiempos, el mito de Babel intenta imponerse en nombre
de la globalidad. Sistemas enteros crean una red de comunicación global y
digital capaz de interconectar los varios ángulos del planeta, con el grave
peligro de uniformar monolíticamente las culturas, privándolas de sus
características esenciales y de sus recursos. La presencia universal de
vuestra Familia Salesiana es un estímulo y una invitación para custodiar y
preservar la riqueza de muchas de las culturas en las que estáis inmersos
sin tratar de "homologarlas". Por otro lado, esforzaos para que el
cristianismo sea capaz de asumir la lengua y la cultura de la población
local. Es triste ver que en muchas partes la presencia cristiana todavía se
está experimentando como una presencia extranjera (especialmente
europea); situación que también se encuentra en los itinerarios de
formación y estilos de vida (cf. Exhortación apostólica postsin. Querida
Amazonia, 90)9. Al contrario, actuaremos como nos inspira esta anécdota
con la que Don Bosco, cuando se le preguntó en qué lengua le gustaba
hablar, respondió: "La que mi madre me enseñó: es con la que puedo
comunicarme más fácilmente". Siguiendo esta certeza, el salesiano está
llamado a hablar en la lengua materna de cada una de las culturas en las
que se encuentra. La unidad y comunión de vuestra familia es capaz de
asumir y aceptar todas estas diferencias, que pueden enriquecer todo el
cuerpo en una sinergia de comunicación e interacción donde cada uno
puede ofrecer lo mejor de sí mismo para el bien de todo el cuerpo. De esta
forma, la salesianidad, lejos de perderse en la uniformidad de las
tonalidades, adquirirá una expresión más bella y atractiva... sabrá
expresarse "en dialecto" (cf. 2 Mac 7,26-27).
Al mismo tiempo, la irrupción de la realidad virtual como lenguaje
dominante en muchos de los países donde lleva a cabo su misión, requiere,
en primer lugar, reconocer todas las posibilidades y las cosas buenas que
produce, sin subestimar o ignorar el impacto que posee en la creación de
relaciones, sobre todo, en el plano afectivo. De esto no somos inmunes ni
siquiera nosotros, adultos consagrados. La tan generalizada (y necesaria)
"pastoral de la pantalla" nos pide que habitemos las redes de manera
9 Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 116: “Como podemos ver en la historia de la Iglesia, el
cristianismo no tiene un único modo cultural, sino que, «permaneciendo plenamente uno mismo,
en total fidelidad al anuncio evangélico y a la tradición eclesial, llevará consigo también el rostro
de tantas culturas y de tantos pueblos en que ha sido acogido y arraigado”.

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inteligente, reconociéndolas como un espacio de misión10, que requiere, a
su vez, poner todas las mediaciones necesarias para no permanecer
prisioneros de su circularidad y su lógica particular (y dicotómica). Esta
trampa -incluso en nombre de la misión- puede encerrarnos en nosotros
mismos y aislarnos en una virtualidad cómoda, superflua y poco o nada
comprometida con la vida de los jóvenes, de los hermanos en la comunidad
o con las tareas apostólicas. Las redes no son neutrales y el poder que
tienen para crear cultura es muy alto. Bajo el avatar de la cercanía virtual
podemos terminar ciegos o distantes de la vida concreta de las personas,
aplanando y empobreciendo el vigor misionero. El repliegue individualista,
tan extendido y propuesto socialmente en esta cultura ampliamente
digitalizada, requiere atención especial no solo con respecto a nuestros
modelos pedagógicos sino también con respecto al uso personal y
comunitario del tiempo, de nuestras actividades y de nuestros bienes.
La "opción Valdocco" y la capacidad de soñar
Uno de los "géneros literarios" de Don Bosco fue el de los sueños. En
ellos, el Señor se abrió paso en su vida y en la vida de toda vuestra
Congregación, ampliando la imaginación de lo posible. Los sueños, lejos de
mantenerlo adormentado, lo ayudaron, como le sucedió a san José, a
tomar otra profundidad y otra medida de la vida, las que surgen de las
entrañas de la compasión de Dios. Era posible vivir concretamente el
Evangelio... Lo soñó y le dio forma en el oratorio.
Deseo ofreceros estas palabras como las "buenas noches" de cada
buena casa salesiana al final del día, invitándoos a soñar y soñar a lo
grande. Sabed que el resto se os dará por añadidura. Soñad con casas
abiertas, fecundas y evangelizadoras, capaces de permitir que el Señor
muestre su amor incondicional a muchos jóvenes y que os permita
disfrutar de la belleza a la que habéis sido llamados. Soñad... Y no solo
para vosotros y para el bien de la Congregación, sino para todos los jóvenes
privados de la fuerza, de la luz y de la consolación de la amistad con
Jesucristo, privados de una comunidad de fe que los sostenga, privados de
un horizonte de sentido y de vida (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 49).
¡Soñad... y haced soñar!
Roma, San Juan de Letrán, 4 de marzo de 2020.
10 Hoy, de hecho, "se impone una evangelización que ilumine los nuevos modos de relación con
Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite los valores fundamentales. Es necesario llegar
allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 74).