Indicaciones y sugerencias para la meditaci%C3%B3n diaria en la sociedad de san Francisco de Sales_es


Indicaciones y sugerencias para la meditaci%C3%B3n diaria en la sociedad de san Francisco de Sales_es



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GIUSEPPE BUCCELLATO SDB
INDICACIONES Y SUGERENCIAS
PARA LA MEDITACIÓN DIARIA
EN LA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES
CATANIA 2020

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1.3 Page 3

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Sumario
INTRODUCCIÓN
PARA COMENZAR EL CAMINO
Oración vocal, mental, meditación, contemplación
Las enseñanzas sobre la meditación en los orígenes de la Sociedad
Con Don Bosco y con los tiempos
Oración personal y oración litúrgica
Valor antropológico de la meditación
LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO
De una circular de don Pablo Albera
SUGERENCIAS Y REFLEXIONES GENERALES SOBRE EL «MÉTODO»
Los tres momentos fundamentales de la meditación
El papel del cuerpo en la oración
Los criterios adoptados para la elección de los métodos propuestos
LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO
De una circular de don Luis Ricceri
LOS MÉTODOS PROPUESTOS PARA LA MEDITACIÓN
1. MÉTODOS SENCILLOS
Repetición sencilla
La oración de Jesús u oración del corazón (hesicasmo)
Composición viendo el lugar (San Ignacio de Loyola)
Una palabra sobre el papel de la imaginación en la meditación
Mira que te mira (Santa Teresa de Ávila)
Examen del día venidero
LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO
De una circular de don Egidio Viganò
2. MÉTODOS ESTRUCTURADOS
La Lectio Divina (según el método de Guigo el Cartujo)
La Lectio Divina (según Carlo Maria Martini)
La Lectio Divina. Síntesis de don Pascual Chávez
La meditación ignaciana
Método ignaciano simplificado
El método enseñado en el Vade mecum de don Giulio Barberis
Método de los «siete pasos» (Lumko Africa)
El método de la ruminatio (según Clodovis M. Boff)
El método de la Centering Prayer del P. Thomas Keating
LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO
De una circular de don Juan Vecchi
CONCLUSIONES

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Introducción
«Necesito hacer una recomendación muy especial y bien distinta, en torno a un medio que
creo indispensable para que, cualquier método de trabajo espiritual, pueda resultar eficaz. Me
refiero a hablar de meditación... Si el Señor no está con nosotros y no trabaja con nosotros,
nuestro trabajo estará, inexorablemente, condenado a la esterilidad. Todo esto significa que es
necesaria la oración y el espíritu de unión con Dios: debemos orar y meditar mucho; debemos
hacer rezar a los novicios y enseñarles a tiempo a meditar bien. Nuestros novicios cuando
vienen al noviciado ya aman la oración en general... Pero no podían tener ni idea de
meditación. Por eso, al inicio del noviciado, sea vuestra primera gran preocupación la de
enseñar a meditar, convencidos de que, solo cuando los novicios hayan comenzado a tener
gusto por la meditación, podrán iniciar verdaderos progresos en la vida espiritual» (Don
Filippo Rinaldi).
Hemos optado por comenzar nuestro subsidio con una cita, extraída de una carta de
1930, dirigida, por el entonces Rector Mayor, a los Queridos Maestros de los Adcritos
[novicios], porque nos parece que resume bien el objetivo fundamental que nos hemos
propuesto: dar algunas indicaciones y sugerencias concretas para volver a hacer vital y eficaz
esta práctica de piedad que prescriben nuestras Constituciones y que la Iglesia sigue
señalando como esencial en la formación inicial de los jóvenes seminaristas y de los
religiosos.
«Para formarse en el espíritu del Evangelio se lee en la ratio de la Congregación para el
Clero de 2016, titulada El don de la vocación presbiteral, el hombre interior necesita un atento
y fiel cultivo de la vida espiritual, centrado prioritariamente en la comunión con Cristo a
través de los misterios celebrados a lo largo del año litúrgico y alimentado en la oración
personal y en la meditación de la Palabra inspirada. A través de la oración silenciosa, que le
dispone a una relación auténtica con Cristo, el seminarista aprende a ser dócil a la acción
del Espíritu, que progresivamente lo configura a imagen del Maestro»1.
Esta renovada exhortación de la Iglesia a la oración silenciosa y al arte de meditar, como
recursos que nos permiten preservar nuestra identidad, nos llega en un momento particular
de nuestra experiencia de creyentes y de religiosos. Hace unos años, el padre Clodovis Boff
escribía: «El trajín cotidiano nos deja descentrados y dispersos. Perturbados, vivimos
volcados hacia fuera. Somos como una pensión popular, atravesada constantemente por
todo tipo de gente. De ese modo corremos el riesgo de perder nuestra identidad. Nos
quedamos sin saber quiénes somos y hacia dónde vamos. Nos vamos quedando vacíos y
subjetivamente empobrecidos. De ahí viene la falta de paz interior, la angustia, cuando no
el desánimo y la depresión»2.
La dificultad que ha atravesado la práctica diaria de la meditación, sin embargo, no es
reciente, puesto que ya en 1971 otro Rector Mayor, don Luigi Ricceri, afirmaba, en la Relación
sobre el estado de la Congregación presentada al Capítulo General Especial: «Nos parece que
podemos afirmar, sobre la base de los datos externos que poseemos, que en la Congregación
se ha producido una notable caída, un descenso muy sensible del nivel espiritual, sobre todo
en el sector de la piedad y de la vida espiritual»3; y, dos años después, escribía en la circular
1 CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, El don de la vocación presbiteral. Ratio fundamentalis institutionis studiorum, 8 de
diciembre de 2016, 42.
2 CLODOVIS M. BOFF, Cómo hacer meditación. El método de la “rumia”, PPC, Madrid 2016, 6.
3 CGE, Relación general sobre el estado de la Congregación, 32.

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La oración, problema vital: «La dolorosa síntesis de todo, sin embargo, está aquí: se reza poco
y mal»4.
Esta intervención autorizada y valiente del magisterio salesiano está en consonancia,
como tendremos ocasión de decir, con otras voces que la han precedido y seguido. El mismo
Don Bosco, en la segunda edición italiana de las Constituciones (1877), quiso insertar en un
lugar central, después de la introducción A los socios Salesianos, y antes del texto
constitucional, una larga carta de san Vicente de Paúl a sus religiosos ( ¡de vida activa!) sobre
la importancia de la meditación en común y sobre la necesidad de levantarse a la misma
hora para hacerla; una referencia evidente a la importancia de una práctica de piedad que, es
legítimo hipotetizar, que, desde entonces, resultaba problemática en la joven Congregación.
«La gracia de la vocación está ligada a la oración»5, había escrito san Vicente a sus religiosos;
y con la autoridad de este santo de la caridad, Don Bosco hace suyo, insertándolo en un lugar
de gran importancia, el mensaje del santo francés y lo confía a la naciente Congregación.
Este subsidio nuestro, dirigido a todos los hermanos pero, en particular, a los que
comparten la responsabilidad de la formación inicial, a los novicios y a los jóvenes
Salesianos, nace del deseo de contribuir a hacer más vitales y compartidas algunas reglas de
juego que están a la base de una sana pedagogía a la oración, en línea con las enseñanzas
actuales de la Iglesia y con nuestra tradición.
Nos parece especialmente importante subrayar la necesidad, durante la primera
formación a la vida religiosa salesiana, de esta iniciación a la oración de la que depende, a
menudo de forma permanente, la actitud misma con la que viviremos, durante el resto de
los años, los diversos acontecimientos de nuestra vida comunitaria y nuestra personal vida
de oración. La falta de esta gradual pedagogía, unida a una práctica centrada en las
obligaciones de la vida religiosa, más que en la autenticidad de una relación de amor que pueda
llenar de sentido todas y cada una de nuestras prácticas de piedad, puede hacer fatigosa y
poco vital la experiencia de la oración, a veces de manera indeleble.
Después de algunas aclaraciones iniciales, necesarias para emprender el camino, hemos
dedicado unas páginas al papel y a la oportunidad de un método, que haga más eficaz y
fecunda la meditación prevista por nuestras Constituciones. Pasaremos, luego, a la
descripción práctica de algunos métodos, desde los más sencillos e inmediatos hasta otros
más estructurados, que nos ha proporcionado la experiencia de la Iglesia y de la
Congregación.
Por su propia naturaleza y para el propósito que se pretende lograr, este subsidio debe
ser «experimentado» personal y comunitariamente, además de leerlo con atención. Los
diferentes métodos propuestos deben ser verificados gradualmente en la práctica,
preferiblemente con la ayuda de un guía, de cara a la maduración de un método personal y
eficaz.
En la carta para convocar el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco, el entonces
Rector Mayor, don Pascual Chávez, exhortaba: «Urge conocer, profundizar y vivir la
espiritualidad de Don Bosco. El conocimiento de los aspectos exteriores de la vida de Don
Bosco, de sus actividades y de su método educativo no basta. En la base de todo, como
fuente de la fecundidad de su acción y de su actualidad, hay algo que muchas veces se nos
4 ACS n. 269, 12.
5 Regole o costituzioni della società di S. Francesco di Sales secondo il decreto di approvazione del 3 aprile 1874, Torino
1877, 47.

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escapa: su profunda experiencia espiritual»6. La preciosa herencia carismática que hemos
recibido se revive para nosotros en la tarea de volver a leer el pasado, en particular a nuestro
precioso magisterio, para escribir un futuro que sea coherente con el don que se nos ha dado.
En esta perspectiva hemos querido insertar, en el texto, algunos fragmentos de magisterio
salesiano sobre el tema de la meditación.
Escribió Don Bosco en la biografía de san Vicente de Paúl, publicada por primera vez
en 1848, y luego reeditada en 1876 y 1877, cercanas a las primeras ediciones italianas de
nuestras Constituciones: «No hay cosa más conforme con el Evangelio como reunir luces y
fuerzas a través de la oración, la lectura y la soledad y, luego, dar parte a los hombres de
este pasto espiritual. Es una imitación de lo que hizo nuestro Señor, y después de él, los
apóstoles; es una unión del oficio de Marta y del de María; es seguir el ejemplo de la paloma,
que digiere la mitad de la comida que ha ingerido, y luego con el pico pasa el resto a sus
pichones para alimentarlos»7.
Esperamos que este preciado alimento espiritual siga alimentando y haciendo cada vez
más fecunda la misión encomendada a nuestra Congregación.
6 ACG n. 394, 13.
7 GIOVANNI BOSCO, Il cristiano guidato alla virtù ed alla civiltà secondo lo spirito di San Vincenzo De' Paoli, Torino
1848, 39-40.

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Para iniciar el camino
«El Señor conduce a cada persona por los caminos que Él dispone y de la manera que Él
quiere. Cada fiel, a su vez, le responde según la determinación de su corazón y las
expresiones personales de su oración. No obstante, la tradición cristiana ha conservado tres
expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación, y la oración de
contemplación. Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta
actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en presencia de Dios hace de estas
tres expresiones tiempos fuertes de la vida de oración» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.
2699).
Lo primero que debemos hacer, antes de iniciar nuestro camino, es intentar entendernos
sobre los términos que usaremos: oración mental, meditación, contemplación… ¿Son sinónimos
o se necesita alguna aclaración? Estas primeras aclaraciones nos permitirán acercarnos con
mayor conciencia a nuestra tradición menos reciente, e interpretar algunos textos que nos
ha legado nuestro magisterio. En efecto, toda memoria auténtica se traduce en una tarea, en la
responsabilidad de permanecer fieles a nosotros mismos y al don que hemos recibido.
Nuestras Constituciones actuales, en el número 93, afirman: «Una forma indispensable
de oración es, para nosotros, la oración mental. Esta refuerza nuestra intimidad con Dios,
salva de la sostiene la entrega al prójimo. Para Don Bosco es garantía de gozosa
perseverancia en la vocación». En cambio, en los Reglamentos dice: «Los socios harán todos
los días en común media hora, por lo menos, de meditación y algún tiempo de lectura
espiritual».
Aclaremos de inmediato que la lectura personal de un buen libro puede ser un gran
recurso para nuestra vida espiritual; en rigor, sin embargo, no puede sustituir
habitualmente el tiempo reservado a la meditación que, como diremos es, ante todo, oración
silenciosa, diálogo personal e íntimo con Dios.
Estas primeras precisaciones, aunque nos obliguen a hacer, por unos instantes, la
profesión de farmacéutico, son indispensables para acercarnos con mayor consciencia a la
tradición de la Iglesia, e interpretar algunos textos que nos ha entregado la historia de la
espiritualidad cristiana.
Oración vocal, mental, meditación, contemplación
En su acceción más común y general, el adjetivo mental atribuido al término oración (o
rezo) es antitético al adjetivo vocal; por tanto, no hace referencia a una oración que implique
un razonamiento lógico, sino a una oración que implica los afectos, la interioridad del hombre,
y que no necesita palabras para expresarse. El padre carmelita Albino del Bambino Gesù
escribe, en su «Compendio de Teología Espiritual»: «La oración se llama mental cuando se
desarrolla en las potencias del alma sin ninguna manifestación externa. Cada acto de fe, de
esperanza, de amor, cada pensamiento y afecto espiritual es oración mental, es decir, un
encuentro con Dios»8.
El cardenal Giacomo Lercaro, sin embargo, en su texto Métodos de oración mental,
atribuye este significado a la expresión oración mental difusa, que por tanto define como «todo
pensamiento piadoso que tenga por objeto a Dios o las cosas en relación con Dios»9,
8 ALBINO DEL BAMBINO GESÙ, Compendio di Teologia Spirituale, Torino 1966, 336.
9 GIACOMO LERCARO, Metodi di orazione mentale, Milano 19693, 3 [Edición española: Métodos de oración mental,
Studivm, Madrid 1961].

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distinguiéndolo de la oración mental formal que, para él, es «ese ejercicio particular de la vida
espiritual, con el que, diariamente o con regular frecuencia, consagramos, con exclusión de
cualquier otra ocupación, un determinado espacio de tiempo para entretenernos con Dios,
sin el uso de fórmulas verbales prefijadas»10.
La oración mental formal, por tanto, sería aquella práctica de piedad a la que se refiere
nuestros Reglamentos. «La oración, que las Constituciones prescriben para alimentar el
espíritu afirmaba don Paolo Albera en una circular suya titulada Don Bosco modelo del
Sacerdote Salesianoes la mental, que según santa Teresa es «una pura comunión de amistad,
por medio de que el alma se entretiene a solas con solo Dios»11.
La oración mental difusa, la atención constante y actual a la presencia de Dios, es, por tanto,
ese don particular que le fue reconocido a nuestro Fundador y que de ordinario llamamos
unión con Dios, o incluso gracia de unidad.
En nuestro subsidio, sin embargo, consideraremos las dos expresiones oración mental y
meditación como sinónimos. De hecho, en la historia de la espiritualidad cristiana, se han
utilizado, la mayor parte de las veces indiferentemente12 y, ambas, para indicar, según la
terminología de Lercaro, la oración mental formal, es decir, aquella práctica particular de
piedad, recomendada o prescrita en la vida religiosa o presbiteral, distinta a la oración mental
difusa, que puede considerarse la costumbre de pensar en Dios, que debe acompañar también
a la oración personal y, de manera más general, a toda nuestra vida. En cualquier caso,
reiteramos que la expresión oración mental no pretende hacer referencia a una oración en la
que solo quede implicada la mente, la inteligencia, sino a una oración que no se reduce a la
sola expresión vocal, sino que involucra a todas las interioridades del orante. «Este pueblo
me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí» (Mt 15, 8).
Sin embargo, observamos que, en algunos casos, el término «meditación» se ha
reservado para el aspecto reflexivo, más que para el orante, de la práctica religiosa; en esta
acepción, por ejemplo, se utiliza, como veremos, para describir el segundo momento del
método de la Lectio Divina de Guigo el Cartujo, del que hablaremos.
El uso del término meditación13 es común a muchas tradiciones espirituales y/o
religiosas de diversos orígenes. Lo que tienen en común estas diferentes perspectivas es la
búsqueda de un tiempo o de una técnica particular que concentra las energías de la persona
en su vida interior.
El término contemplación, entonces, utilizado a menudo también en nuestra primera
tradición salesiana, se refiere, de manera más clara, al objetivo fundamental de cada
experiencia de oración y, en última instancia, al fin de la vida del creyente, que es la unión
con Dios, la deificación de la que hablan los Padres y a la que hace referencia, con más
frecuencia, la tradición ortodoxa. Don Egidio Viganò escribió: «La oración mental pasa
gradualmente de la meditación a la contemplación; es una actitud interior por la que se entra
en relación con el amor de Dios. Santa Teresa la describe como un trato de amistad con el
Señor»14.
10 Ibidem.
11 PAOLO ALBERA, Lettere circolari ai salesiani, Torino 1922, 443. Por cierto, la frase exacta de santa Teresa es: «No
es otra cosa oración mental, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos
nos ama».
12 Cf. GIACOMO LERCARO, Metodi di orazione mentale, cit., 3.
13 Para evitar equívocos, cada vez que hagamos referencia a la particular práctica de piedad, prevista en los
Reglamentos, usaremos, en cursiva, meditación.
14 ACG n. 338, 13.

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El mismo Don Bosco narra en la biografía de Domingo Savio: «Su preparación para
recibir la santa eucaristía era la más edificante. La noche anterior a la comunión, antes de
acostarse hacía una oración con ese fin... Por la mañana hacía una preparación suficiente;
pero la acción de gracias era sin límite. Ordinairiamente, si no se le avisaba, olvidaba el
desayuno, el recreo, y a veces hasta la clase, estando en oración o, mejor, en contemplación
de la divina bondad que de modo inefable comunica a los hombres los tesoros de su infinita
misericordia».
«La oración contemplativa se lee en el Catecismo de la Iglesia Católicaes mirada de fe,
fijada en Jesús. “Yo le miro y él me mira”, decía a su santo cura un campesino de Ars que
oraba ante el Sagrario Esta atención a Él es renuncia a “mí”. Su mirada purifica el corazón.
La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la
luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres»15.
Se trata, por tanto, en todo caso, de la misma caritas que, en ele momento en que nos
hace más íntimos con Dios y con nosotros mismos, nos devuelve la consciencia de la tarea
que nos ha sido confiada: la de ser «un buen regalo» para todos nuestros compañeros de
viaje...
Las enseñanzas sobre la meditación en los orígenes de la Sociedad
Los testimonios más evidentes de la importancia otorgada por Don Bosco y por la
naciente Congregación a esta particular práctica de la piedad son probablemente las
enseñanzas sobre la importancia de la meditación y el modo de hacerla que se darán desde el
primer noviciado canónico, que tendrá su sede, durante los primeros cinco años, en la casa
madre de Valdocco bajo la mirada paterna de Don Bosco, tras la aprobación oficial de las
Constituciones de la Sociedad, que tuvo lugar el 3 de abril de 1874. En el Archivo Salesiano
Central se conservan los cuadernos autógrafos donde el primer maestro de novicios, don
Giulio Barberis16, transcribió, de manera ordenada y clara, el texto de las conferencias
impartidas a los novicios a partir de 187517. Las primeras páginas del primer cuaderno están
dedicadas a una larga conferencia titulada Meditación y forma de hacerla; podríamos decir que
este tema representa precisamente la puerta de ingreso a la experiencia del noviciado.
Una breve cita, extraída de estas páginas, expresa bien los sentimientos y las profundas
convicciones de este precioso maestro de la espiritualidad bosquiana: «Oh si pudiera, un poco,
hoy, atraeros a ella [a la meditación]; si pudiera, un poco, haceros penetrar en el corazón la
utilidad que se deriva de ella, podría enseñaros muy bien a hacerla; para que saliera de esta
conferencia todo contento y consolado y pudiera decir: Oh Señor, he puesto a muchos en el
buen camino, he dado en mano la llave de la perseverancia a muchos otros; he reavivado el
fuego del fervor en quien no lo tenía. Haga el Señor que así sea»18.
El método enseñado por don Barberis desde aquellos primeros años, como veremos,
luego retomado y perfeccionado en su Vade mecum de los jóvenes Salesianos, es,
sustancialmente, ignaciano; esto no supone ninguna sorpresa, teniendo en cuenta que,
pocos años después, el primer Capítulo General de la naciente Congregación (1877),
afrontando la cuestión de la elección de un texto para la meditación de los hermanos, reiterará
15 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2715.
16 Don Giulio Barberis a partir del 1874 y, prácticamente, durante todo el resto de su vida tendrá
responsabilidades formativas en la Congregación: maestro de novicios hasta el 1900, luego fue Inspector,
durante nueve años y, por último, Director.
17 Cf. ASC B 509.03.01.
18 Ibidem.

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la oportunidad de seguir utilizando el texto del padre jesuita Luis de la Puente19. «Es
recomendable se lee en las actas, especialmente, la introdución. Introdución que conviene
leer cien veces y aprender de memoria ya que vale como el oro. Quien siga bien lo que en
ella se dice encontrará inmensamente facilitado el modo de hacer la meditación; pero hay
que tener paciencia; a los principiantes se les debe enseñar bien; debemos asegurarnos de
que todos tengan el libro en mano y hacerles que aprendan según ese método»20.
El historiador don Eugenio Ceria escribió, en el contexto del año 1875: «Aquel año
adelantó mucho el noviciado en los caminos de la normalidad... En el trabajo de
normalización, la piedad representaba la piedra fundamental del edificio religioso, y dentro
de la piedad hay dos prácticas que son de capital importancia: los ejercicios espirituales
anuales y la meditación diaria»21.
La fidelidad al carisma conlleva, como diremos en el párrafo siguiente, la conciencia de
la importancia dada por el Fundador a la oración mental en la vida religiosa, pero no implica
una rígida repetición de formas y métodos que son hijas e hijos de un preciso momento
histórico. Se trata, como subrayaba la Optiones Evangelicae, «de una fidelidad dinámica
abierta al impulso del Espíritu, que pasa por los acontecimientos eclesiales y los signos de
los tiempos»22.
Con Don Bosco y con los tiempos
El mandato que el Concilio Vaticano II ha encomendado a la vida consagrada es el de
un continuo retorno a las fuentes y a la primera inspiración de los institutos23. En la misma línea,
la exhortación apostólica Vita Consecrata afirmaba: «Ante todo, se pide la fidelidad al carisma
fundacional y al consiguiente patrimonio espiritual de cada Instituto. Precisamente en esta
fidelidad a la inspiración de los fundadores y fundadoras, don del Espíritu Santo, se
descubren más fácilmente y se reviven con más fervor los elementos esenciales de la vida
consagrada» (n. 36).s
El carisma del fundador, sin embargo, se presenta como una realidad viva que prolonga sus
efectos en la historia, actualizando de manera creativa la experiencia fundacional, en
fidelidad al don recibido. Progreso y regreso a los orígenes, renovación y fidelidad son
binomios que deben conjugarse juntos. Podemos decir que cada carisma está destinado a
permanecer fiel a su propio patrimonio genético, a su ADN, pero también a crecer y
desarrollarse, como un organismo vivo que crece permanenciendo fiel a sí mismo.
En relación a nuestro tema, nos parece que podemos identificar claramente como
elemento carismático indispensable la atención prestada, desde los orígenes, a la meditación que
Don Bosco recomendaba constantemente a los primeros Salesianos pero también a los
seglares y a los jóvenes.
Al cavaliere Ugo Grimaldi di Bellino, en 1862, le escribió: «Cada mañana misa y
meditación. Una pequeña lectura espiritual después del mediodía». A don Giovanni
Anfossi, antiguo alumno del Oratorio de Valdocco, le escribió en 1867: «La meditación y la
visita a las SS. Sacramento será para ti dos salvaguardias muy poderosas: aprovéchalas».
19 Su muy difundida obra Meditaciones de los misterios de nuestra santa fe, con la práctica de la oración mental sobre
ellos, publicada por primera vez en Valladolid en 1605, conoció numerosísimas ediciones en varias lenguas.
20 ASC D 578, 116-117. En la edición italiana de 1875 que hemos consultado, editada por la Marietti, esta larga
Introduzione ocupa 36 páginas.
21 MBe XI, 234. 235.
22 Optiones Evangelicae, 29.
23 Cf. Perfectae caritatis, 2.

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«Te recomiendo tres cosas: le escribió al clérigo Luigi Vaccaneo ese mismo añoatención
en la meditación de la mañana; frecuencia de compañeros más dados a la piedad; templanza
en las comidas». Al cavaliere Federico Oreglia, otro amigo y benefactor del oratorio, le
escribió en 1868: «No olvide hacer su meditación y su lectura espiritual todos los días».
«Mientras estéis en casa recomienda a los jóvenes que se van de vacacionesal menos,
recibid la santa comunión en los días festivos. Durante la semana, no olvidéis, cada mañana,
vuestra,meditación»24.
Nótese que Don Bosco distingue constantemente, aquí como en otros lugares, la
meditación de la lectura espiritual personal; esta última, como decíamos, es ciertamente útil
para la vida espiritual, pero no es, en sentido estricto, oración, rezo. Esta consideración nos
permite subrayar que el uso habitual de un texto durante todo el tiempo previsto por las
Constituciones para la meditación diaria puede asimilarse a una lectura espiritual personal muy
útil, pero no absuelve, estrictamente hablando, la indicación de dedicar, al menos media hora,
de nuestra jornada, al diálogo íntimo y personal con Dios.
En los años anteriores a la fundación de la Sociedad de San Francisco de Sales y la
aprobación definitiva de las Constituciones, Don Bosco supo aplicar, a los religiosos de la
naciente Congregación, el principio de gradualidad, en relación con las exigencias de la vida
religiosa. No debemos olvidar que, en el año en que se inició el camino hacia la
institucionalización, algunos de sus «religiosos» ni siquiera llegaban a los dieciséis años de
edad25. Un sano realismo, así como el deseo de no sobrecargar la conciencia de ninguno de
ellos con obligaciones morales superiores a sus propias fuerzas inspiró, probablemente, a
Don Bosco una sana prudencia.
Sin embargo, como hemos visto, en todos esos años hay referencias explícitas a la
importancia de la meditación diaria, cuya duración establecerán definitivamente las
Constituciones, aprobadas en 1874: saltem per dimidium horae26. Se lee, por ejemplo, en una
hoja manuscrita de 1866, que Don Bosco utilizó varias veces en la predicación de los
primeros cursos de ejercicios espirituales de la naciente Congregación, a partir de 1866:
«Meditación: más breve o mas larga, hacerla siempre. Que sea un espejo para nosotros, dice
San Nilo, para conocer nuestros vicios y la falta de virtudes; pero nunca se omita. El hombre
que no tiene oración es un hombre de perdición (Santa Teresa). In meditatione mea exardescet
ignis [en mi meditación se encenderá fuego]. Es para el alma como el calor para el
cuerpo»27.
Oración personal y oración litúrgica
En esta primera parte de nuestro subsidio también hemos querido mencionar una de
las posibles razones de la pérdida de interés, en la vida presbiteral y religiosa, por la práctica
de la meditación en el período posterior a la conclusión del Concilio Vaticano II y, en
particular, el redescubrimiento de la Liturgia como fuente y cumbre de la vida de la Iglesia.
24 Las cartas a las que hacemos referencia se pueden encontrar en el segundo volumen del Epistolario editado
por don Francesco Motto, en las páginas. 526, 446, 458, 494-495, 407.
25 El 18 de diciembre de 1859, cuando se firmó el acta de adhesión a la Società di S. Francesco di Sales, Francesco
Cerruti tenía quince años, Luigi Chiapale dieciséis, Antonio Rovetto diecisiete. La edad media de este primer
grupo di adherentes, excepción hecha de Don Bosco y de don Alasonatti, era de menos de veintiún años.
26 Regulae seu Constitutiones Societatis S. Francisci Salesii juxta approbationis decretum die 3 aprilis 1874, Torino
1874, 37.
27 ASC A 225.04.03.

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Si es innegable que las distintas formas de la oración metódica nacieron y se desarrollaron,
principalmente, en determinados periodos de la historia de la espiritualidad, en los que la
liturgia y la reflexión teológica, sobre la experiencia celebratoria, habían perdido relevancia
y profundidad, también es cierto que, en ningún caso, la reforma litúrgica, iniciada por el
Concilio Vaticano II, ha querido disminuir la importancia de la oración personal y todas las
demás expresiones de piedad cristiana.
Los padres conciliares escribieron, en el número 12 de la Sacrosanctum Concilium: «Con
todo, la participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el
cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar
al Padre en secreto; más aún, debe orar sin tregua, según enseña el Apóstol».
Muchos años antes, en la Mediator Dei, Pío XII había afirmado: «Sin duda, la oración
litúrgica, siendo oración pública de la ínclita Esposa de Jesucristo, tiene una dignidad mayor
que las oraciones privadas; pero esta superioridad no quiere decir que entre estos dos
géneros de oración hay contraste u oposición. Las dos se funden y se armonizan, porque
están animadas por un espíritu único».
La cuestión, sin embargo, no se resuelve discutiendo sobre la mayor o menor dignidad de
las dos formas de oración, sino partiendo de la convicción de que la oración personal, la
meditación, las devociones y los ejercicios piadosos preparan a la oración litúrgica y tienen
origen en ella. La liturgia, en efecto, «la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y
al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC n. 10).
El corazón de la espiritualidad litúrgica, al que se refiere la carta apostólica Spiritus et
Sponsa, en el cuadragésimo aniversario de la promulgación de la Sacrosanctum Concilium, no
está en el uso exclusivo de los medios ofrecidos por la liturgia, sino en la conciencia de que
todos los demás medios están orientados y subordinados a ella.
En esta perspectiva, afirmamos firmemente que la meditación diaria es un recurso
extraordinario para valorar los textos de la liturgia eucarística y para hacer más efectiva y
auténtica la participación en ella, fuente y cumbre de la vida de todo creyente.
Por tanto, el hábito de utilizar el tiempo de la meditación para la recitación personal del
Oficio de Lecturas, práctica a veces extendida entre los hermanos, corre el riesgo de
desnaturalizar, debido a la extensión y variedad de los textos propuestos, la identidad
misma de este tiempo destinado, por nuestras Constituciones, a la oración mental, a un,
familiar y silencioso, trato con Dios. En el plano estrictamente jurídico, entonces, las dos
obligaciones son distintas y requieren, cada una por sus características particulares, energías,
modalidades y tiempos propios.
Valor antropológico de la meditación
Una última reflexión, de esta parte introductoria, está dedicada a una cuestión
fundamental. La referencia inicial a nuestras Constituciones, de hecho, podría correr el
riesgo de enmarcar el tema de la meditación en una perspectiva jurídica, la que también
hemos insinuado en la última parte del párrafo anterior.
En realidad, la experiencia nos enseña que, si mantenemos la mirada fija en la obligación,
aquí como en cualquier otro lugar, corremos el riesgo de perder de vista el valor y los
beneficios que se derivan de este hábito saludable.

2.3 Page 13

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«¡Guardar silencio! ¡Qué palabras más extrañas! le hace decir Bernanos al protagonista
del Diario de un cura ruralCuando es el silencio quien nos guarda»28.
La constatacion de la pérdida de interés, por parte de algunos, en la práctica de la
meditación diaria no debe traducirse en una exhortación moralista. Tal enfoque llevaría las
de perder, porque dependería de un voluntarismo incapaz de captar el significado profundo
de las cosas y las motivaciones que deberían iluminar nuestras acciones.
El riesgo que seguimos corriendo nosotros, los religiosos, en los intentos periódicos de
hacer revisión de nuestra vida espiritual, es el de entregarnos obstinadamente a una ética de
la obligación, en lugar de buscar las verdaderas motivaciones que deben sustentar nuestra
experiencia humana y espiritual. En otras palabras, parece que a veces nos cuesta mucho
preguntarnos si algo nos «hace bien», pero seguimos atormentándonos pensando que
«tenemos el deber de hacerlo.
Por tanto, el hábitode hacer la meditación en común, desde los primeros años de nuestros
itinerarios formativos, probablemente, ha dificultado el desarrollo de convicciones
personales sobre la importancia de considerar nuestra meditación como un precioso recurso,
más que como un deber. El resultado es que, en la mayoría de los casos, cuando falla el
apoyo de un horario comunitario, la práctica de la oración mental personal entra,
progresivamente, en crisis.
Sería cuestionable, incluso más radicalmente, si la oración en nuestra religión puede
considerarse una obligación. Sabemos que esto ocurre en otros contextos religiosos, mientras
que en el catolicismo el deber de rezar, en sentido estricto, parece ser una prerrogativa de los
clérigos y de los religiosos. En el pasado reciente, pues, se intentaba aprovechar la llamada
virtud de la religión para mostrar que de la virtud de la justicia hacia Dios brota, para todo
creyente, la obligación moral de respetar a Dios, «restituyéndole» la gloria y el honor que le
pertenecen.
Hoy entendemos que tal perspectiva es insuficiente para sostener nuestra vida de
oración. El diálogo y la intimidad entre dos personas que se aman debería surgir de una
exigencia profunda, de la inmediatez de una relación que debe ser custodiada y alimentada
por momentos y tiempos oportunos, pero que, incluso, podría verse amenazada por normas
rígidas y hábitos que no se han interiorizado suficientemente.
Nuestros itinerarios de formación inicial ponen a menudo en primer plano la obligación
de respetar, desde la primera entrada en la comunidad religiosa, los tiempos de oración
común y sus diversas modalidades sin haber dejado crecer suficientemente la relación que
debe hacer gozoso este diálogo y sin haber aplicado el principio de gradualidad que está a la
base de toda auténtica pedagogía de la oración; también la oración diaria del salterio, en los
primeros años de la experiencia religiosa, es impuesta, frecuentemente, sin una adecuada
formación bíblica; parece que lo importante sea decir (o cantar) las palabras juntos, sin
preocuparnos demasiado por cuidar nuestra oración vocal involucrando la mente y el
corazón.
El ejercicio periódico de la libertad, que sostiene y motiva toda relación profunda, podría
acompañar el crecimiento del joven hermano en la conciencia de la belleza y la gratuidad de
una vida de oración que pueda sostener el don de nosotros mismos y renovar las
motivaciones que están a la base de nuestra opción de ser religiosos por amor de...
Aquí habría que apelar a una ética de la felicidad, querida para Aristóteles, como para
santo Tomás, que ponga en el primer puesto la profunda convicción de que la virtud y la
28 GEORGES BERNANOS, Diario de un cura rural, Luis de Caralt, Barcelona 1960, 217.

2.4 Page 14

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felicidad viven en la misma dirección, o a los temas del magisterio del papa Francisco y su
continuas llamadas a la alegría; o, más bien, a los numerosos estudios científicos, cristianos
y no cristianos, que relacionan la práctica meditativa con la salud física y psicológica, además
de la espiritual.
Se debería anunciar con fuerza, incluso en un contexto puramente antropológico, que
meditar hace bien y que la tarea del camino de la formación es restituir a cada hermano la
conciencia del valor y del gozo que surgen de la oración personal, más que hacerla un
elemento de verificación o de evaluación.
Este es el ideal al que intentamos tender.

2.5 Page 15

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LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO: De una circular de Don Paolo Albera
La circular titulada Don Bosco modelo del Sacerdote Salesiano de don Pablo Albera, de 1921 es, sin duda, una de
las más interesantes para «reconocer» algunos rasgos de la espiritualidad y de la piedad salesiana de los
orígenes. Los dos párrafos centrales de esta larga carta, los números 15 y 16, llevan respectivamente el título:
Cómo debe ser nuestra oración y Método para hacer bien la oración.
15. Cómo debe ser nuestra oración
La oración, que las Constituciones nos prescriben para alimento del espíritu, es la mental, que
según Sta. Teresa es «una pura comunión de amistad, mediante la cual el alma se entretiene a solas
y solo con Dios, y no se cansa nunca de mostrar su amor a Aquel por quien se sabe amada» ; y según
S. Alfonso de Ligorio es «el horno donde las almas se inflaman de amor de Dios». «Si es útil, dice San
Agustín, vivir con hombres sabios, porque de su conversación hay siempre que ganar; ¿qué deberá
decirse de los que viven habitualmente en compañía de Dios?». Por eso nosotros, queridos míos, para
conformarnos al espíritu de las Constituciones, debemos dar a la oración mental el carácter de
verdadero trato íntimo, de conversación sencilla y afectuosa con Dios, tanto para mostrarle nuestro
amor, como para llegar a conocer mejor las obras necesarias para nuestra santificación y animarnos
a practicarlas con mayor generosidad. Este ejercicio, tomado en su sentido más amplio, no solo es
moralmente necesario para la conservación de la vida espiritual conveniente a un sacerdote, sino
absolutamente indispensable al progreso de la vida sobrenatural. Por tanto, debemos atenderlo con
constancia, no dejándonos desanimar por las dificultades que allí podamos encontrar; y posiblemente
hacerlo en común, durante toda la media hora prescrita.
16. Método para hacer bien la oración
Al hacer la oración mental seguimos el método aprendido durante el noviciado y los años de
nuestra formación religiosa, y las normas contenidas en el folleto: «Prácticas de piedad en uso en las
Casas Salesianas». Evitemos agravar la mente y el corazón con diminutas divisiones y subdivisiones:
estas cosas obstaculizan la obra del Espíritu Santo y quitan al alma la libertad de movimientos que es
necesaria para elevarse a Dios. Nuestra meditación, sin embargo, sea activa, es decir, verdadera obra
de las potencias del alma, que sin embargo no degenera en árida especulación, sino que limita la
actividad del intelecto solo a las consideraciones necesarias para mover la voluntad y excitar en ella
afectos sobrenaturales. Los maestros del espíritu declaran que es doctrina común de los santos que, a
cada grado de perfeción, corresponde un modo especial de oración. Por tanto, mientras nuestra alma
esté absorta en preocupaciones y ocupaciones externas, por buenas que sean, mientras esté expuesta
a los graves peligros del pecado, y al mismo tiempo poco experta en las cosas espirituales,
necesitaremos muchas reflexiones y consideraciones para elevar nuestra mente y nuestro corazón a
Dios, y mover nuestra voluntad hacia resoluciones santas y fuertes. Sin embargo, a medida que la
fuerza de las pasiones disminuya en nosotros, se hace más vivo el deseo del progreso espiritual y más
ardiente el amor de Dios, el trabajo del intelecto jugará un papel cada vez menor en nuestra oración,
y prevalecerán los movimientos del corazón, los santos deseos, las peticiones suplicantes y las
resoluciones fervientes. Esta es la llamada oración afectiva, que es superior a la oración mental, y que,
a su vez, conduce a la oración unitiva, llamada oración contemplativa ordinaria por los maestros del
espíritu.
Quizás alguien piense que un Salesiano no deba apuntar tan alto, y que Don Bosco no haya
querido esto de sus hijos, ya que al principio ni siquiera les impuso la meditación metódica en común.
Pero puedo aseguraros que siempre fue su deseo ver a sus hijos elevarse, mediante la meditación, a
esa unión íntima con Dios, que tan admirablemente había realizado en sí mismo; a esto no se cansaba
de incitarnos en cada ocasión propicia.

2.6 Page 16

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Sugerencias y reflexiones generales sobre el "método"
«”¡Señor, enséñanos a orar!" (Lc 11, 1). Los discípulos quieren orar, pero no saben cómo hacerlo.
Puede convertirse en un gran tormento querer hablar con Dios sin saber cómo, verse obligados a
quedarse mudos ante él, darnos cuenta de que, el eco de cada una de nuestras invocaciones, queda
confinado en nuestro yo, que el corazón y la boca hablan un lenguaje distorsionado, a la que Dios no
presta escucha. En esta dolorosa situación recurrimos a hombres que puedan ayudarnos, que sepan
algo de oración. Si alguien que sabe cómo orar nos involucrara y nos permitiera participar en su
oración, ¡tendríamos una ayuda! Ciertamente aquí nos pueden ayudar mucho aquellos cristianos
que ya han recorrido un largo camino, pero solo a través de quien debe ayudarlos también, y a quien
ellos nos dirigirán, si son auténticos maestros de oración, es decir, por medio de Jesucristo». (Dietrich
Bonhoeffer).
La oración es diálogo, encuentro, intercambio de sentimientos. La iniciativa es siempre de
Dios, de su Espíritu. Nadie puede llegar a este encuentro si Dios no lo «eleva». «¿Quién se
podrá librar exclama San Juan de la Cruzde los modos y términos bajos si no le levantas
tú a ti en pureza de amor, Dios mío?»29.
La oración cristiana, en su expresión más profunda, no es, por tanto, el resultado del
esfuerzo o de una técnica humana, sino más bien un don. Sin embargo, esto, como cualquier
otro don de la Gracia, requiere una aceptación activa, una colaboración a la acción de Dios en
nosotros. Además de esto, este don se «inscribe» en nuestra naturaleza, respeta las leyes
fundamentales y los dinamismos.
Por tanto, como acto humano, la oración es «educable». Los mismos evangelios dan
testimonio de esta posibilidad; muchas son las enseñanzas sobre la oración contenidas en
ellos.
Desde esta perspectiva, es posible una pedagogía de la oración que nos ayude a alcanzar
«el umbral del misterio»; el resto está «más allá», es Gracia, es un don del Espíritu.
La historia de la espiritualidad cristiana, desde sus orígenes hasta nuestros días, es rica
en indicaciones y enseñanzas sobre la oración y, más en particular, sobre la meditación u
oración mental. Santos, fundadores, maestros del espíritu han dado vida a escuelas de
espiritualidad, enseñando también métodos para la oración personal profunda.
El método, sin embargo, no es la oración; no es posible ningún automatismo. Sin
embargo, respetando las exigencias de la naturaleza humana y de sus leyes, puede
presentarse como una eficaz introducción a la oración, una ayuda, un comienzo; no es menos
cierto que, cuando la oración, en algunos momentos de nuestra vida, surge de manera
espontánea e inmediata, el uso forzado de un método se convertiría incluso en un obstáculo
para la oración.
Es oportuno repetirlo. El método está inscrito en la concreción de nuestra vida. Su tarea
fundamental, su propia naturaleza, es la de ayudarnos a organizar el
tiempo de la oración respetando nuestros dinamismos
antropológicos.
En este sentido, es significativo releer el comienzo de la
conocida carta de Guigo el Cartujo a su amigo Gervasio. «Cierto día,
durante el trabajo manual, había comenzado yo a reflexionar sobre
el ejercicio espiritual del hombre, cuando de pronto se presentó a
mi mente la escala de los cuatro grados espirituales: la lectura, la
29 JUAN DE LA CRUZ, Oración del alma enamorada, 25.

2.7 Page 17

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meditación, la oración y la contemplación». Mientras se dedicaba al trabajo manual… Es en este
contexto práctico y concreto donde encaja la intuición de Guigo, reconocido creador del
método de la Lectio Divina.
La elección de un método es subjetiva y, en nuestra vida, temporal, nunca definitiva.
«Todos los fieles se indica en nel número 29 del documento Orationis formasdeberán
buscar y podrán encontrar el propio camino, el propio modo de hacer oración, en la
variedad y riqueza de la oración cristiana, enseñada por la Iglesia».
Por tanto, no existe un método que pueda ser universal (para todos) e inmutable (para
siempre). Cada uno de nosotros está llamado, de manera dinámica, a construir su propia y
personal pedagogía a la oración.
El conocimiento de algunos de los métodos que nos ha dado la tradición, sin embargo,
nos permite conocer las «reglas del juego» y elegir las indicaciones que mejor se adaptan a
nuestra situación actual o nuestras dificultades.
Se podría añadir, paradójicamente, que la función de estos métodos de oración mental es
la de… llevarnos a prescindir de un método, introduciéndonos gradualmente en un estado
de oración teologal que puede marcar el final de toda complicación metodológica.
San Francisco de Sales escribe, a propósito de esto, en la Introducción a la vida devota: «Te
ocurrirá, alguna vez, que, inmediatamente después de la preparación, tu afecto se sentirá en
seguida movido hacia Dios; entonces, dale rienda suelta, Filotea, sin empeñarte en seguir el
método señalado; pues, aunque ordinariamente la consideración debe preceder a los afectos
y resoluciones, si el Espíritu Santo te concede los afectos antes de la consideración, no debes
ir en busca de esta, ya que su fin es promover los afectos. En una palabra, cuando
experimentemos el influjo de los afectos, debes aceptarlo y hacerle lugar, aparezca antes o
después de todas las consideraciones»30.
En nuestra tradición, este particular don carismático, recibido por el fundador e
invocado diariamente, se define como unión con Dios. Como afirmó don Luigi Ricceri, «para
nosotros continúa siendo un vértice, un ideal hacia el cual aspirar, todavía no conseguido
plenamente; por eso, estas verdades no deben ser pretexto para privar a nuestra alma del
alimento que le pueda dar ese encuentro con Dios»31.
Queremos reiterar, a la luz de lo dicho hasta ahora, que el método no añade nada, desde
el punto de vista teológico, a nuestra concepción de la oración, sino que representa, en otro
nivel, el antropológico, una ayuda válida, especialmente en el tiempo ordinario o en el de la
aridez, o en el del cansancio.
Sería imposible adentrarse, en poco tiempo, en el detalle de los innumerables métodos de
meditación que la tradición de la Iglesia nos ha entregado32 y de los que, incluso en la historia
30 FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota, II parte, capítulo VIII. (en SAN FRANCISCO DE SALES, Obras
selectas I. Introducción a la vida devota. Sermones escogidos. Conversaciones espirituales [texto preparado por
EUGENIO ALBURQUERQUE], BAC, Madrid 2010, 65).
31 LUIGI RICCERI, La oración problema vital, en ACS 269 (1973), 46.
32 El instrumento más idóneo para conocer los métodos clásicos de la tradición católica sigue siendo, todavía
hoy, el texto del cardinal Giacomo Lercaro (1891-1976) tituado Metodi di orazione mentale [Edición española:
Métodos de oración mental, Studivm, Madrid 1961], publicado por primera vez en Génova en 1947 por los
editores Bevilacqua&Solari-Apostolato. Existen muchos textos interesantes, más recientes y sistemáticos. En
lengua italiana: GIAMPIERO COMOLLI, La senti questa voce? Corpo, ascolto, respiro nella meditazione biblica, Torino
2014; FRANZ JALICS, Esercizi di contemplazione, Milano 2018; SALLY WELCH, Mindfulness cristiana. 40 semplici eser-
cizi spirituali, Cantalupa 2018; FRÉDÉRIC LENOIR, Rallenta, ascolta, respira - La meditazione che apre il cuore al mondo,
Milano 2020. Entre los autores españoles: NURIA CALDUCH-BENAGES, Saboreando la Palabra. Sobre la lectura orante
o creyente (lectio divina), Verbo Divino, Estella (Navarra) 2012; GARCÍA M. COLOMBÁS, La lectura de Dios.
Aproximación a la Lectio divina, Monte Casino, Zamora 1986; ANTONIO MARÍA MARTÍN, La lectio divina ayer y hoy.

2.8 Page 18

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más reciente, constituyen la preciosa aportación que, fundadores y hombres de espíritu,
proponen en las diversas escuelas, a los movimientos que hayan tenido su origen en ellas.
Nuestra tarea será, simplemente, delinear algunos principios generales y proponer
algunos métodos que consideremos más adecuados a nuestra espiritualidad y coherentes con
nuestras tradiciones, con la sensibilidad de la Iglesia en el posconcilio y el progreso de las
ciencias antropológicas.
Los tres momentos fundamentales de la meditación
Un primer intento por unificar estos métodos, y reducirlos a lo esencial, nos lleva a
darnos cuenta de que, en la mayoría de los casos, el tiempo de la meditación esta organizado,
ordinariamente, en tres momentos: preparación, cuerpo de la meditación, conclusión:
1. PREPARACIÓN: la preparación constituye una especie de ingreso en la oración. Podríamos
decir que la esencia de este primer momento es la adquisición de la conciencia de la
presencia de Dios. Es una suerte de reapropiación de nuestras energías interiores, que
vienen recogidas en la certeza confiada de que aquí y ahora el Señor quiere retomar su
diálogo de amor con nosotros.
En nuestra Congregación ha ocurrido, en los últimos tiempos, que este primer
momento ha sido acompañado o guiado, en la meditación comunitaria, por una
oración vocal de introducción a la meditación; esto podría ayudar a la concentración,
pero, en algunos casos, se corre el riesgo de convertirse en una «delegación», una
costumbre distraída y, por tanto, paradójicamente, un obstáculo para el auténtico
recogimiento personal.
2. MEDITACIÓN: El cuerpo de la meditación representa el corazón de la experiencia. Creemos
que, a la luz de la reflexión conciliar y de la tradición patrística, la Palabra de Dios debe
ser siempre el centro. «Porque en los sagrados libros leemos en el número 21 de la Dei
Verbumel Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos;
y es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor
de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y
perenne de la vida espiritual. Muy a propósito se aplican a la Sagrada Escritura estas
palabras: "Pues la palabra de Dios es viva y eficaz", "que puede edificar y dar la
herencia a todos los que han sido santificados».
Para que la meditación sea una auténtica oración mental, y no, puramente, una reflexión
intelectual sobre los temas de la Palabra, debe abrirse a un diálogo, a una respuesta de
amor a la iniciativa de Dios que nos habla; debe introducirnos en la oración y sugerir
la materia de esta. «Pero no olviden reitera la Dei Verbum al respectoque debe
acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo
entre Dios y el hombre» (n. 25).
3. CONCLUSIÓN: La conclusión es el tiempo en el que la eficacia transformante de la Palabra
de Dios se encarna en la concreción de nuestro itinerario diario de crecimiento en la fe
y en el amor a Dios y a los hermanos. Una nueva conciencia, un sentimiento vivo de
amor, un propósito (con la debida atención para evitar cualquier moralismo), un rincón
de nuestra vida cotidiana a iluminar…; Francisco de Sales la llamó ramo espiritual,
mientras que, en la Lectio Divina, se indica con el nombre de actio. «Se entiende por
Principios y desarrollo histórico, Verbo Divino, Estella (Navarra) 2012; ANTONIO MARÍA MARTÍN, La Scala
Claustralium de Guigo II, el Cartujo. Exposición y método de la Lectio Divina, Ediciones Monte Casino, Zamora
1994.

2.9 Page 19

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oración escribe Don Bosco en las notas que se utilizaron para las instrucciones de los
ejercicios de 1870todo lo que eleva nuetros afectos a Dios. La meditación de la
mañana es la primera. Que cada uno la haga siempre, pero, bajando a la práctica,
concluya siempre con la resolución de sacar fruto de ella, de evitar un defecto, de
practicar alguna virtud»33.
Antes de entrar en la presentación de algunos métodos para la meditación u oración
mental, nos parece importante decir unas palabras sobre el papel que tiene nuestro cuerpo
en la oración y en la meditación en particular. También estas consideraciones, como las del
método, no tienen especial relevancia teológica, pero pertenecen a la concreción de una sabia
pedagogía de la oración.
El papel del cuerpo en la oración
En la oración, todo el hombre debe entrar en relación con Dios y, por tanto, también su
cuerpo debe asumir la posición más adecuada y acorde con esta relación tan particular; algo
similar ocurre, también, en las relaciones ordinarias con nuestros hermanos.
Además, la posición del cuerpo puede expresar, de manera simbólica, el contenido
mismo de la oración. El recaudador de impuestos de la parábola de Lucas 12 permanece de
pie y a distancia, expresando su oración con la humildad de la actitud; Esteban, en los Hechos
de los Apóstoles, dobla las rodillas y clama a Dios en voz alta para que no impute ninguna culpa
a los que lo apedrean (cf. Hch 7, 60). Jesús mismo, en los evangelios, encarna, a menudo, con
la actitud del cuerpo, su oración: levantando los ojos al cielo, reza durante el episodio de la
resurrección de Lázaro (cf. Jn 11, 41) o al comienzo de la oración sacerdotal (cf. Jn 17, 1); se
postra con el rostro en tierra en Getsemaní, mientras su sudor se vuelve como gotas de
sangre (cf. Lc 22, 44).
En nuestra tradición, quizás como consecuencia de un cierto dualismo antropológico
que casi ha contrapuesto el cuerpo al alma, no se le ha dado, generalmente, gran importancia
al papel del cuerpo en la oración y, más particularmente, en la meditación. Sin embargo, en
la historia de la espiritualidad cristiana no faltan enseñanzas y tradiciones que valoran el
papel del cuerpo, recuperando las exigencias de una antropología unitaria. Baste citar, a modo
de ejemplo, la antigua tradición de las nueve formas de rezar de santo Domingo (se trata de la
descripción de las nueve diversas posiciones que el santo asumía en sus oraciones), o de las
indicaciones que, constantemente, Ignacio de Loyola da a los que comienzan el camino de
los ejercicios espirituales («...entrar en la contemplación, cuándo de rodillas, cuándo prostrado
en tierra, cuándo supino rostro arriba, cuándo asentado, cuándo en pie, andando siempre a
buscar lo que quiero…» [n. 76]).
En estas últimas décadas y en algunos contextos particulares, ha crecido la conciencia
de cuánto la actitud del cuerpo puede favorecer (u obstaculizar) la oración. Prueba de ello
es la preocupación que animó una intervención, en 1989, de la Sagrada Congregación para
la Doctrina de la Fe titulada Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la
meditación cristiana. En este importante documento, único documento posconciliar que se ha
dedicado únicamente a los temas de la oración, se trazan las características de la oración
cristiana a la luz de la Revelación, para poder destacar algunos errores o absolutizaciones
relacionados con algunas técnicas o prácticas. de meditación provenientes de otras tradiciones
religiosas, que podrían ejercer un atractivo para el hombre de hoy.
33 MBe IX, 632.

2.10 Page 20

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Al mismo tiempo, sin embargo, el documento afirmaba, con gran equilibrio, que «la
experiencia humana demuestra que la posición y la actitud del cuerpo no dejan de tener
influencia sobre el recogimiento y la disposición del espíritu, por lo cual algunos escritores
espirituales del Oriente y del Occidente cristiano le han prestado atención. […]. Los autores
espirituales han adoptado aquellos elementos que facilitan el recogimiento en la oración,
reconociendo al mismo tiempo su valor relativo: son útiles si se conforman y se orientan a
la finalidad de la oración cristiana» (n. 26).
Así, en definitiva, estas técnicas de relajación, de concentración, de recogimiento psico-
físico no son, en modo alguno, condenadas o demonizadas, pero se destaca su valor
instrumental y relativo: «La caridad de Dios, único objeto de la contemplación cristiana, es
una realidad de la cual uno no se puede «apropiar» con ningún método o técnica: es más,
debemos tener siempre la mirada fija en Jesucristo, en quien la caridad divina ha llegado
por nosotros a tal punto sobre la cruz» (n. 31).
En conclusión, intentemos resumir algunas indicaciones que consideramos útiles y
actuales en una sana pedagogía para la meditación:
- la experiencia enseña que, la posición y la actitud del cuerpo, no están desprovistas
de influencia sobre el recogimiento y la disposición de la persona;
- la elección de la posición más adecuada para la concentración es completamente
subjetiva. En general, sin embargo, podemos decir que esta posición, para ser una
ayuda al recogimiento, no debe ser ni demasiado cómoda, porque favorecería la
relajación excesiva, ni demasiado incómoda, porque dificultaría la concentración. En
cualquier caso, la posición elegida debe mantenerse, razonablemente, durante el
tiempo de la meditación;
- las técnicas de relajación psicofísica, en particular las que se refieren al control de la
respiración o a formas de entrenamiento [training] real, pueden ser una ayuda útil, una
introducción a la meditación, pero no deben absolutizarse y dependen de la
sensibilidad y de las experiencias previas, a partir de la experiencia de cada uno;
- también es de particular importancia, la elección de un ambiente tranquilo y adecuado
para el recogimiento. Para alguno y, en algunos momentos, puede ayudar la música
de fondo, o la penumbra del ambiente o el aroma del incienso, o un ícono o una vela
encendida... Se trata, también es este caso, de elementos relativos que ciertamente
pueden ser de ayuda para algunos (como un obstáculo para otros…); también aquí
vale el principio de que hay que evitar cualquier automatismo, y que la meditación es
simplemente, en su esencia, como afirmó santa Teresa de Ávila, pensar en Dios
amándolo...
- en nuestra tradición salesiana, la meditación se hace habitualmente en común. Esta
circunstancia particular puede constituir un valor añadido, porque sostiene nuestra
fidelidad a las Constituciones y contribuye a fortalecer la comunión a través del
testimonio mutuo de fe. Queda el peligro, ya destacado, de una rutina que podría no
favorecer la autonomía y la maduración de un itinerario personal a la oración,
debilitando, a la larga, la autenticidad de nuestras motivaciones.
Criterios utilizados para la elección de los métodos propuestos.
Este subsidio se propone presentar algunos métodos que pueden ser propuestos, todavia
hoy, a nuestra Congregación y, en particular, a los novicios y jóvenes hermanos.

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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La elección que hemos realizado se basa en algunos principios, y responde a algunos
criterios que, creemos, pueden encarnar las necesidades y características de nuestros
itinerarios formativos y, al mismo tiempo, de nuestra identidad carismática. Vamos a
intentar enunciarlos:
1. Un primer criterio nos parece que debe buscarse en la necesaria sintonía con los
progresos actuales de las ciencias teológicas y, en particular, con la conciencia de la centralidad
de la Palabra de Dios en la vida de todo creyente». Las personas consagradas serán fieles a su
misión en la Iglesia y en el mundo en la medida que sean capaces de hacer un examen
continuo de sí mismas a la luz de la Palabra de Dios» (Vita consecrata, n. 85).
2. Un segundo criterio puede considerarse la consonancia con la tradición de nuestra
familia religiosa. El regreso a nuestras fuentes, solicitado por el Concilio como premisa
indispensable para la renovación de la vida religiosa, nos permitirá poner en valor algunas
tradiciones espirituales y algunas indicaciones que pueden revitalizar nuestra meditación. En
este sentido, puede ser interesante subrayar, haciendo referencia también al primer criterio,
que los textos de meditación de los jesuitas De la Puente y Rodríguez, que durante,
aproximadamente, un siglo han acompañado la meditación de los Salesianos, hacen
continua referencia a los misterios de la vida de Cristo, así como emergen de los relatos
evangélicos;
3. Un tercer e irrenunciable criterio es la fidelidad a nuestras Constituciones. «Los socios
harán todos los días en común media hora por lo menos de meditación», se lee en el número
71 de los Reglamentos; análogamente, en el primer texto constitucional, aprobado en 1874,
se leía: «Singulis diebus unusquisque praeter orationes vocales saltem per dimidium horae
orationi mentali vacabit»34. Probablemente, debería enfatizarse más a menudo el adverbio
saltem al menos media hora…!). En todo caso, encomendamos a don Pablo Albera la
exégesis de nuestro dictado constitucional: «La oración, que las Constituciones nos
prescriben para alimentar el espíritu afirma en una circular titulada Don Bosco modelo del
Sacerdote Salesianoes la mental, que según para santa Teresa es un pura comunión de
amistad, por medio de la cualel alma trata “de amistad estando muchas veces tratando a
solas con quien sabemos nos ama”» [...]. Para conformarnos al espíritu de las Constituciones,
debemos dar a la oración mental el carácter de verdadero trato íntimo, de conversación
sencilla y afectuosa con Dios»35.
4. El último criterio que queremos tener en cuenta es la sencillez y la inmediatez del
método. Es un criterio relativo, que surge del sentido común, y también del convencimiento
de que una estructura excesivamente articulada puede convertirse en un obstáculo, más que
en una ayuda, en el breve tiempo previsto por nuestras Constituciones para esta práctica de
piedad.
34 «Cada uno tenga cada día, además de las oraciones vocales, media hora por lo menos de oración mental».
35 PAOLO ALBERA, Lettere circolari ai salesiani, Torino 1922, 443.

3.2 Page 22

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LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO: De una circular de don Luis Ricceri
Esta apasionante carta del rector mayor don Luigi Ricceri titulada La oración, problema vital (ACS n. 269) data
de 1973. El contexto es el del Capítulo General Especial, el primero celebrado después de la conclusión del
Concilio Vaticano II, y de la beatificación de Don Michele Rua. Se trata de una circular redactada «con
autoridad», de palabra contundente sobre el tema vital de la oración, redactada a la luz de los datos recogidos
en el Informe general sobre el estado de la Congregación preparado para la apertura del CG XXI. La crisis y las
muchas deserciones de esos años encuentran, pues, una clave de lectura en las graves y profundas deficiencias
de la vida de oración de los hermanos. Las causas de esta carencia, según don Ricceri, tienen sus raíces en el
período de la primera formación, donde, a menudo, había un vacío en la pedagogía de la oración, agravado
por convicciones inexactas sobre el papel de la oración en la vida salesiana.
Más graves y profundas se presentan las deficiencias en la línea de la oración personal: deserción o
abandono total, en muchos casos, de la meditación, de la lectura espiritual; dígase lo mismo de la visita al
Santísimo, del Rosario, etc. En otros casos se debe lamentar l vaciedad de la meditación como "oración mental",
sustituyéndola arbitrariamente por diversas formas, quizá en pos de la novedad, pero que no son de hecho
verdadera oración. Empobrecimiento apostólico del trabajo, realizado a veces solo "profesionalmente", sin
intención ni proyección apostólica.
Podría añadir otras constataciones. Pero la dolorosa síntesis de todo ello es esta: se reza poco y mal.. Un
Inspector hacía la radiografía de la situación de su Inspectoría: “Cierta ausencia de Dios en nuestras
conversaciones y en nuestras acciones. Una fe malherida. Corazones hastiados o alborotados. Falta de espacio,
de paz y de calma para la oración y la alegría. Los móviles de nuestra actividad carecen de raíces evangélicas y
de fuerza. Tenemos mucha falta de interioridad ”. En estas sinceras y valientes constataciones, tal vez puedan
verse reflejados no pocos Hermanos.
Las causas son múltiples.
Ante el cuadro que acabamos de esbozar, viene natural una pregunta: ¿cuáles son las causas de esta
situación? Son muchas y convergentes, si bien de diversa naturaleza. Algunas tienen raíces muy lejanas,
complejas, no fáciles de detectar, ya que se trata en buena parte, de una realidad interior que se identifica con
la historia íntima de la vida espiritual de cada uno.
Otras son de índole general dependientes del ambiente sociológico, del cambio de cultura, de corrientes
de pensamiento, especialmente en cuanto a la concepción del hombre y del mundo, de ciertas hipótesis o tesis
teológicas o pseudoteológicas aceptadas acríticamente, al menos de hecho.
Otras, en cambio, tienen una más directa relación con nuestra Congregación, como, por ejemplo, los
notables cambios en el campo educativo-pastoral, los nuevos y distintos ritmos de la vida comunitaria, o la
falta real de un "espacio" de tranquilidad para el recogimiento y diálogo con Dios.
No pocas causas ahondan sus raíces en el lejano período de la formación, donde a menudo se puede
constatar que hubo un fallo real en la pedagogía de la oración, agravado por nuestro género de vida
eminentemente activo y por las ideas muy aproximativas e inexactas acerca del papel de la oración en la vida
salesiana.

3.3 Page 23

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Los métodos propuestos para la meditación
«La oración cristiana está siempre determinada por la estructura de la fe cristiana, en la que
resplandece la verdad misma de Dios y de la criatura. Por eso se configura, propiamente
hablando, como un diálogo personal, íntimo y profundo, entre el hombre y Dios. La oración
cristiana expresa, pues, la comunión de las criaturas redimidas con la vida íntima de las
Personas trinitarias. En esta comunión, que se funda en el bautismo y en la eucaristía, fuente
y culmen de la vida de Iglesia, se encuentra contenida una actitud de conversión, un éxodo
del yo del hombre hacia el Tú de Dios. La oración cristiana es siempre auténticamente personal
individual y al mismo tiempo comunitaria; rehúye técnicas impersonales o centradas en el yo,
capaces de producir automatismos en los cuales, quien la realiza, queda prisionero de un
espiritualismo intimista, incapaz de una apertura libre al Dios trascendente. En la Iglesia, la
búsqueda legítima de nuevos métodos de meditación deberá siempre tener presente que el
encuentro de dos libertades, la infinita de Dios con la finita del hombre, es esencial para una
oración auténticamente cristiana»36.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma en el número 2707: «Los métodos de
meditación son tan diversos como diversos son los maestros espirituales. Un cristiano debe
querer meditar regularmente; si no, se parece a las tres primeras clases de terreno de la
parábola del sembrador (cf. Mc 4, 4-7. 15-19). Pero un método no es más que un guía; lo
importante es avanzar, con el Espíritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo
Jesús».
Hemos optado por presentar algunos de estos métodos que nos ha dado la historia de
la espiritualidad dividiéndolos en dos grandes grupos: hay métodos sencillos, de inmediata
comprensión y uso, que pueden ser adoptados sin complicaciones particulares, y métodos
estructurados, con un esquema más complejo, articulado, que contiene numerosas
subdivisiones y fases.
1. MÉTODOS SIMPLES
Estos primeros métodos, por tanto, no requieren una compleja organización del tiempo de
la meditación. Algunos también pueden considerarse como propedéuticos para un método más
articulado o incluso como parte de él.
Esto no debe llevar a creer, sin embargo, que estos métodos sencillos sean, además, fáciles,
porque en algunos casos requieren un corazón de niño y un buen hábito de concentración y
conciencia del objetivo fundamental de cada práctica meditativa, que siempre sigue siendo
una introducción a la umbrales del Misterio.
El mismo Don Bosco escribe en su Il Cattolico Provveduto: «Orar significa elevar el propio
corazón a Dios y entretenerse con él mediante pensamientos santos y sentimientos devotos.
Por tanto, cada pensamiento de Dios y cada mirada a él es oración, cuando se combina con
un sentimiento de amor […]. La oración es, por tanto, algo muy fácil. Todos pueden, en
cualquier lugar, en cualquier momento, elevar su corazón a Dios con sentimientos piadosos.
No son necesarias palabras refinadas y exquisitas, sino que bastan los simples pensamientos
acompañados de devotos afectos internos. Una oración que consiste únicamente en
pensamientos, por ejemplo en una tranquila admiración de la grandeza y omnipotencia
divina, es una oración interna, o meditación o contemplación. Si se expresa por medio de
palabras se llama oración vocal. Tanto la una como la otra forma de orar deben ser apreciada
36 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Orationis formas. Algunos aspectos de la meditación cristiana, 15 de
octubre de 1989, n. 3.

3.4 Page 24

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por el cristiano que ama a Dios. Un buen hijo piensa de buen grado en su Padre, y desahoga
con él los afectos de su propio corazón»37.
Repetición simple
Hay muchas tradiciones espirituales que hacen uso de la repetición de una palabra o de
una frase para favorecer la concentración y, en las grandes religiones, la oración. En el yoga
o en la meditación trascendental se recomienda utilizar un mantra (de las raíces sánscritas man,
que significa «mente» y tra, que significa «proteger») para concentrar y liberar las energías
internas de cualquier distracción; pero, repetimos, el punto de llegada de la meditación
cristiana no es «vaciar la mente» (no pensar nada), sino pensar en Dios amándolo (Santa
Teresa)38.
En la tradición cristiana de los siglos pasados se recomendaba, a menudo, el uso de las
jaculatorias, verdadera síntesis entre oración vocal y oración mental y una herramienta eficaz
para adquirir el hábito al constante pensamiento de Dios. Nuestras primeras Constituciones
las señalan como una oportunidad, por si acaso, por razones de ministerio, no se pueda
hacer la meditación en común: «Cada uno tenga cada día se lee en el numero 3 del capítulo
sobre las Prácticas de piedad del texto de 1875-, además de las oraciones vocales, media hora
por lo menos de oración mental, a no ser que se lo impida el ejercicio del sagrado ministerio.
En este caso lo suplirá con jaculatorias más frecuentes y ofrecerá con mayor fervor a Dios
las obras que le impidan asistir a las prácticas de piedad establecidas» (en Fuentes Salesianas.
Don Bosco y su obra, 718).
En concreto, después de la introducción a la meditación se podía elegir una o más
invocaciones contenidas en la liturgia del día (en el salmo responsorial o en las lecturas) y
repetirla silenciosamente con la mente y el corazón atentos al Misterio... No se trata, por
tanto, de una repetición puramente mecánica de una oración, sino de una interiorización que,
al mismo tiempo, puede recogernos y entregarnos a una sencilla y profunda intimidad.
Al final de la media hora se puede concluir de la forma habitual (Oración de abandono a
María Auxiliadora).
Muchos maestros del espíritu sugieren vincular esta repetición al ritmo de la respiración.
El mismo San Ignacio en sus Ejercicios propone: «que con cada un anhélito o resollo se ha de
orar mentalmente diciendo una palabra del Pater noster o de otra oración que se rece, de
manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y mientras durare el tiempo
de un anhélito a otro, se mire principalmente en la significación de la tal palabra»; enseñanza
retomada también por don Barberis en su Vade mecum: «Se puede tomar, útilmente, como
tema de meditación la fórmula de una oración que se sabe de memoria, por ejemplo el Pater,
el Ave Maria, los actos de fe. En este caso, se recita una de estas oraciones, deteniéndose un
rato en cada palabra para reflexionar, para penetrar en su significado y nutrir el alma.
Haciendo así, te pasa la media hora de meditación, incluso con solo recorrer el Pater
noster»39.
Para las posibles distracciones ordinarias se aplica un principio general: basta con volver
suavemente al verso o a la invocación elegida.
37 GIOVANNI BOSCO, Il Cattolico Provveduto per le pratiche di pietà, Torino 1868, 2-3.
38 Esta era la concepción de la meditación del franciscano Francisco de Osuna, a la que se opuso Teresa de
Ávila. La meditación cristiana no consiste en no pensar en nada, sino en pensar en Dios amándolo.
39 GIULIO BARBERIS, Vade mecum dei giovani salesiani, Torino 1931, 1176.

3.5 Page 25

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Una de las aplicaciones particulares de la repetición sencilla puede considerarse la oración
tradicional de la comunidad de Taizé. Los cantos que dan ritmo a las tres citas diarias son
sencillos, formados por una sola frase repetida durante mucho tiempo, a menudo en
diferentes idiomas, extraídos de salmos o pasajes bíblicos, con desarrollo silábico (una sílaba
por cada nota). Son módulos sumamente pegadizos, siempre incisivos, a menudo
armonizados en varias voces; por eso, favorecen la interiorización y la oración profunda.
La oración de Jesús o la oración del corazón (Hesicasmo)
Entre las repeticiones sencillas, la más extendida, ciertamente, se origina en el Oriente
cristiano y se conoce como Oración de Jesús u Oración del corazón. Revelada por Evagrio
Póntico (siglo IV) y otros maestros espirituales como Juan Clímaco (siglo VI), la práctica del
hesicasmo (del griego hēsykhía que significa tranquilidad, paz), todavía está viva en la
tradición ortodoxa, pero su difusión se produjo en el siglo pasado, también en muchos
ambientes católicos.
Consiste en la repetición incesante de la fórmula Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten piedad
de mí pecador, que se divide en dos por el ritmo de la respiracion (inspiración: Señor Jesucristo
Hijo de Dios; espiración: ten piedad de mí pecador...). La oración suele ser ritmada con la ayuda
de un rosario particular de lana o de cuerda, generalmente de cien nudos, llamado
komboskini. Cuenta la leyenda que fue san Antonio Abad, inspirado por una visión de la
Madre de Dios, quien inventó la forma de hacer los nudos de este rosario ortodoxo.
Esta oración se hizo famosa en Europa, en el siglo pasado, por la publicación de los
Relatos de un peregrino ruso de un autor anónimo del siglo XIX. El comienzo de estos Relatos
es particularmente sugerente: «Por la gracia de Dios soy hombre y soy cristiano; por mis
actos, gran pecador; por estado, peregrino de la más baja condición, andando siempre
errante de un lugar a otro. Mis bienes son: a la espalda, una alforja con pan duro, la santa
Biblia en el bolsillo y basta de contar. El domingo vigesimocuarto después de la Trinidad
entré en la Iglesia para orar durante el oficio; estaban leyendo la epístola de San Pablo a los
Tesalonicenses, en el pasaje1 en que está escrito: Orad sin cesar. Estas palabras penetraron
profundamente en mi espíritu, y me pregunté cómo es posible orar sin cesar, siendo así que
todos debemos ocuparnos en diversos trabajos a fin de proveer a la propia subsistencia».
Una de las descripciones más detalladas de la «oración del corazón»40 está contenida en
un escrito anónimo, probablemente obra de un monje del Monte Athos, Nicéforo el Solitario
(siglo XIV). «Apoya la barbilla en el pecho escribe Nicéforo en su Método de la oración,
estate atento a ti mismo con tu inteligencia y tus ojos sensibles. Aguanta la respiración
durante el tiempo necesario para que tu inteligencia encuentre el lugar del corazón y
permanezca allí integralmente. Al principio todo parecerá tenebroso y muy duro, pero, con
el tiempo y con la práctica diaria, descubrirás en ti una alegría continua».
Por estas características, y según la terminología del documento Algunos aspectos de la
Meditación cristiana, este método puede definirse como psico-físico; este último aspecto, sin
embargo, no es esencial para el método y depende de la sensibilidad de cada uno.
El Catecismo de la Iglesia Católica también se refiere a la Oración de Jesús. «Esta invocación
de fe bien sencilla ha sido desarrollada en la tradición de la oración bajo formas diversas en
Oriente y en Occidente. La formulación más habitual, transmitida por los espirituales del
Sinaí, de Siria y del Monte Athos es la invocación: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad
40 Señalamos aquí que la expresión «oración del corazón» se utiliza en otros contextos y en otras tradiciones
espirituales con un significado diferente, en muchos casos con el significado más general de «oración afectiva».

3.6 Page 26

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de nosotros, pecadores” Conjuga el himno cristológico de Flp 2, 6-11 con la petición del
publicano y del mendigo ciego (cf Lc 18,13; Mc 10, 46-52). Mediante ella, el corazón está
acorde con la miseria de los hombres y con la misericordia de su Salvador».
En la tradición ortodoxa, la repetición de la Oración de Jesús no es solo un método para la
meditación diaria, según la indicación de Pablo a los tesalonicenses sino que, gradualmente,
abre el corazón del orante a la oración continua,: «Sed constantes en orar. Dad gracias en toda
ocasión» (1 Tes 5,17-18). Es esa gracia de unidad que se invoca a diario, en nuestra tradición
reciente, en la Oración de abandono a María Auxiliadora: «Tú, que fuiste la Maestra de de Don
Bosco, enséñanos a imitar sus virtudes, especialmente la unión con Dios...».
Composición viendo el lugar (San Ignacio de Loyola)
La composición viendo el lugar constituye quizás el elemento más característico de la
pedagogía ignaciana de la oración.
Consiste en introducirse, con la ayuda de la imaginación y mediante la aplicación de los
sentidos espirituales, dentro del escenario del Evangelio que estamos contemplando. Se lo
dejamos al santo vasco para describir este camino interior: «El primer puncto es ver las
personas con la vista imaginativa, meditando y contemplando en particular sus
circunstancias, y sacando algún provecho de la vista.El segundo: oír con el oído lo que hablan
o pueden hablar, y reflitiendo en sí mismo, sacar dello algún provecho. El tercero oler y
gustar con el olfato y con el gusto la infinita suavidad y dulzura de la divinidad del ánima
y de sus virtudes y de todo, según fuere la persona que se contempla, reflitiendo en sí mismo
y sacando provecho dello. El quarto: tocar con el tacto, así como abrazar y besar los lugares
donde las tales personas pisan y se asientan, siempre procurando de sacar provecho
dello»41.
El propósito de la composición viendo el lugar es, por tanto, el de «colocar» al orante en el
corazón del episodio evangélico, despertando en él emociones y sentimientos que le permitan
sacar un fruto espiritual de él. El papel de la imaginación va más allá: también se invita al
orante a encontrar su puesto, su papel en la historia que contempla. Por ejemplo, escribe
Ignacio, en relación con la contemplación de la Natividad en la segunda semana de los
Ejercicios: «(1) El primer puncto es ver las personas, es a saber, ver a Nuestra Señora y a
Joseph y a la ancila y al niño Jesú, después de ser nascido; (2) haciéndome yo un pobrecito
y esclavito indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos en sus necessidades, como
si presente me hallase, con todo acatamiento y reverencia possible; (3) y después reflectir en
mí mismo para sacar algún provecho».
La facultad de la imaginación se convierte así en fantasía creativa, siempre con el único
propósito de suscitar en qué medida la conciencia de un hecho que no es lejano en el tiempo,
pero que ocurre para mí y de generar en él sentimientos de amor y de gratitud, de auténtica
y profunda participación interior. «Porque no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas
el sentir y gustar de las cosas internamente escribió Ignacio en la tercera anotación de sus
Ejercicios».
41 IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, nn. 122-125.

3.7 Page 27

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Una palabra sobre el papel de la imaginación en la meditación
Este método para la meditacion o contemplación de los misterios de la vida de Jesús no
constituye una novedad en la historia de la Iglesia, pero forma parte de una corriente
espiritual que parte de las reflexiones de Bernardo de Claraval y de san Buenaventura42.
Ignacio, de manera providencial, entró en contacto con esta tradición espiritual a través
de la Vita Christi de Ludolfo de Sajonia43, durante su convalecencia en Loyola. Luigi Tucillo
escribió, en un artículo muy interesante titulado La escena de la pasión entre visio y actio en la
literatura meditativa y el arte tardomedieval: «Lo que distingue a la obra de Ludolfo es la
extraordinaria implicación física a la que se llama al lector dentro de los episodios: adopta
una perspectiva interna a la escena, desciende físicamente al espacio y actúa en primera
persona. Por ejemplo, cuando en la casa de Ana, Jesús está rodeado por sus enemigos, el
devoto es invitado a acercarse a su Maestro y a sentarse a su lado. De manera similar,
durante la flagelación, cuando Cristo es representado en un río de sangre, quien medita es
empujado a lanzarse sobre él: lo toca, lo abraza y recibe sobre sí los azotes destinados al
Condenado. Hace sentir su presencia física, se convierte en actor, coprotagonista de los
hechos, compañero de Jesús y casi un doble suyo»44.
Sobre el mismo tema, Juan De Caulibus († 1376) en su Meditationes vitae Christi escribe:
«Si quieres sacar provecho de estas meditaciones, hazte presente en las palabras y en las
acciones del Señor Jesús, que se relatan, como si escucharas lo con tus oídos y lo vieses con
tus ojos, con todo el fervor de tu espíritu, con diligencia, con gozo y durante mucho
tiempo»45.
El método de la composición viendo el lugar se presta a ser utilizado en la meditación de
los relatos evangélicos. Don Giulio Barberis escribe en su Vade mecum de los jóvenes Salesianos:
«San Ignacio también nos enseña a aplicar nuestros cinco sentidos en determinadas
circunstancias, ayudando con nuestra imaginación a la debilidad de nuestro espíritu. Esto se
hace removiendo nuestros sentidos de toda sensación terrenal, e imaginándonos viendo con
los ojos la belleza del celeste esposo y de lo que estamos meditando; saborear con el paladar
el alimento espiritual de sus palabras; oír la dulzura de su voz con las orejas; experimentar
la suavidad de sus perfumes con el olfato; y con tacto la felicidadde sus abrazos. Y así todas
nuestras potencias ocuparlas con el Señor o con los misterios que meditamos»46.
En muchos otros casos, nuestro primer maestro de novicios sugiere a los jóvenes
Salesianos que recurran a la imaginación para hacer viva la llama de la vida espiritual. «Mira
el tabernáculo escribe por ejemplo, e imagínate que Jesús realmente te observa desde él. Él
está ahí vivo y verdadero, con su corazón ardiente de amor por nosotros, y dispuesto a darte
mayores o menores gracias según el mayor o menor compromiso que pongas en hacer bien
la meditación. ¡Oh! imagínate, realmente, que ves a Jesús con tus ojos: imagínate que tenga
sus ojos, todo el tiempo de meditación: entonces la meditación, ciertamente, te saldrá bien
[…]. Mira el crucifijo y concéntrate en ti mismo, imagínate que de verdad ves a Jesús en la
cruz, mientras está en agonía por los inmensos espasmos que sufre y que vuelve su mirada
42 Cf. ibidem, nn. 179-188.
43 Además de Ludolfo podríamos citar otros nombres ilustres, como Vicente Ferrer († 1419) o Tomás de Kempis
(† 1471).
44 LUIGI TUCILLO, La scena della passione tra visio e actio nella letteratura meditativa e nell’arte tardomedievali, in
www.academia.edu/26145843/ (09/01/2020).
45 Ibidem.
46 GIULIO BARBERIS, Vade mecum dei giovani salesiani, Torino 1965, 1195-1196.

3.8 Page 28

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a ti, y encuentre algún alivio si haces, con gran devoción, la meditación, mientras que se
añadirían nuevos dolores a los muchos que ya sufre, si te viera meditando distraído y frío»47.
Puede ser motivo de interés y de investigación, el estudio de algunas técnicas, utilizadas
en el ámbito psicológico, que potencian el papel terapéutico que se puede atribuir al uso de
la llamada imaginación creativa48. Otra técnica psicológica que puede combinarse, en algunos
aspectos, con las reflexiones realizadas es la del psicodrama49.
Incluso en el contexto cristiano50, algunos autores afirman el gran valor de algunas
imágenes bíblicas que pueden dar una nueva profundidad a nuestras acciones, abrir nuevas
perspectivas, revelar la riqueza de nuestra vida interior. Eugen Kästner escribió: «La verdad
quiere tener una casa. Y no puede vivir sino en la imagen, en la palabra, en la poesía. Solo
entonces se conecta con la tierra, sufre, se regocija; solo entonces puede crecer y florecer. Las
imágenes son ventanas... En las imágenes hay una llamada desde arriba para todas las cosas.
En la imagen, en la parábola todo está concatenado con anillos de oro brillante. La metáfora
es el amor entre las cosas; todo se mantiene unido mediante la representación»51.
Si nos dejamos involucrar en algunas de estas imágenes de sanación, producirán efectos
en nosotros y modificarán nuestro ser y nuestro comportamiento, sin ni siquiera tener que
pasar por propósitos concretos; actuando sobre el inconsciente, estas representaciones
también pueden cambiar las condiciones de nuestra acción.
Por tanto, no se trata de un juego en sí mismo, sino de una implicación emocional dentro
de la página evangélica, que puede llevar a una conversión del corazón.
Mira que te mira (Santa Teresa de Ávila)
Este antiguo método también hace uso de la imaginación del orante.
Obsérvalo mientras te mira… El método consiste en imaginar a la segunda persona de la
Santísima Trinidad frente a nosotros, con la ayuda de los sentidos espirituales y, luego,
detenerse a analizar su mirada, para sentir sus efectos beneficiosos en nuestra vida.
Así exhorta Teresa a sus hermanas en El camino de perfección: «No os pido ahora que
penséis en Él, ni que saquéis muchos conceptos, ni que hagáis grandes y delicadas
consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis. Pues ¿quién
os quita volver los ojos del alma -aunque sea de presto, si no podéis más- a este Señor?»
(26,3). Y en su autobiografía, que María Mazzarello leyó y releyó en mornese a los jóvenes
del taller, escribe: “Quien la ha comenzado [la oración] no la deje… Y quien no la ha
comenzado, por amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien… y si persevera, espero
yo en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se lo pagase; que no es
otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces
tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Libro de la vida 8,5).
47 Ibidem, 1194-1195. En el original dice figurados; hemos preferido el verbo equivalente imaginados.
48 La bibliografía sobre este tema es muy abundante. Señalamos, entre otros, estos textos: NEVIO DEL LONGO,
La rêverie in psicoanalisi. Immaginazione e creatività in psicoterapia, Milano 2018; FAUSTO PRESUTTI, Educazione alla
creatività e alla immaginazione, ISPEF 2015; PETER RICE, L' immaginazione costruttiva, Milano 2012.
49 El inventor del psicodrama es Jacob Moreno, psiquiatra. Desarrolló este método en los primeros años del
siglo XX (Cf. JACOB LEVI MORENO, El psicodrama: terapia de acción y principios de su práctica, Paidós, Madrid 2013)
50 Citamos, entre otros, al benedictino Anselm Grün con su riquísima producción literaria y, en particular:
ANSELM GRÜN, Las fuentes de energía interior, Sal Terrae, Santander 2008; ID., Descubrir la riqueza de la vida, Verbo
Divino, Estella 1999.
51 ERHART KÄSTNER, Die Stundertrommel vom Heiligen Berg Athos, Wiesbaden 1956, 104-105.

3.9 Page 29

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Como los otros métodos sencillos, este también requiere el corazón de niño e involucra
los afectos; pero, mucho más allá de un sentimentalismo vacío, esa implicación exige, una vez
más, hacerse operativa, transformar nuestra vida.
La religiosidad de nuestro siglo corre el riesgo de olvidar este componente afectivo, de ser
muy intelectual; pero son precisamente los sentimientos los que mueven la voluntad y
también la inteligencia, los que hacen vivio el deseo de conocer más profundamente al
Amado. Quizás sea precisamente esta implicación afectiva la que ha faltado en la experiencia
espiritual de muchos religiosos y religiosas en las últimas décadas. Antonio Rosmini
escribió en Las cinco llagas de la Santa Iglesia: «La predicación y la liturgia fueron las dos
grandes escuelas del pueblo cristiano en los tiempos más bellos de la Iglesia. La primera
enseñó a los fieles con palabras, la segunda con las palabras junto con los ritos»52.
Estos dos fundamentos de la experiencia cristiana, afirma Rosmini, eran «completos»:
de hecho, no se dirigían solo a la inteligencia o al razonamiento, sino al hombre en su
totalidad. «No eran voces escribeque se hacían entender solo a la mente, o símbolos que
no tenían otro poder que sobre los sentidos; pero tanto por el camino de la mente como por
el de los sentidos, las unas y los otros ungían el corazón e inculcaban en el cristiano un
sentimiento elevado sobre toda la creación, misteriosa y divina; cuyo sentimiento era
operativo, omnipotente como la gracia que lo constituía»53.
Examen del día venidero
Se trata de una especie de examen preventivo, a la luz de la Palabra de Dios del día, apto
para la meditación de la mañana.
Después de una introducción comunitaria y personal, que representa una verdadera
entrada en la oración, se lee con atención la liturgia del día. Entonces, partiendo del momento
presente, se intenta pensar en el día que acaba de comenzar, en los compromisos que nos
esperan, en las personas que nos encontraremos, en cada uno de los eventos que, con toda
probabilidad, nos sucederán, en la celebración eucarística, en los viajes, en las comidas, en
las situaciones ordinarias que nos esperan.
Ante todo, se trata de observar cada uno de estos hechos en un clima de oración, de
considerarlos en su concreción, también a la luz de las experiencias vividas en los días o en
las situaciones precedentes.
Luego intentaremos desviar nuestra atención, más concretamente, a cada una de las
personas que encontraremos, a las que forman parte de nuestra historia cotidiana
(hermanos, jóvenes, colaboradores…), en particular a las relaciones más difíciles o
problemáticas.
Al renovar nuestra conciencia de la presencia del Espíritu en el templo de cada corazón,
tratemos de iluminar cada una de estas relaciones, también a la luz de la Palabra del día,
para prever las dificultades que encontraremos, para pedir al Espíritu que nos sugiera, desde
este momento, las palabras que decir y los gestos que realizar, para que nuestras relaciones
puedan ser nuevas y significativas; aprendamos en confiar a Dios, desde la mañana, uno a
uno nuestros compañeros de viaje y dejemos que el Espíritu nos sugiera la mejor manera de
servirlos y amarlos o, si es necesario, soportarlos y no ofenderlos.
52 ANTONIO ROSMINI, Delle cinque piaghe della Santa Chiesa, Rizzoli, Milano 1996, 33 [Edicion española: Las cinco
llagas de la Santa Iglesia, Ediciones Península, Barcelona 1968].
53 Ibidem.

3.10 Page 30

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Concluimos con una invocación al Espíritu Santo para que nos asista en el día venidero
y nos ayude a ser un buen regalo, una bendición para quienes nos encontremos.
San Francisco de Sales sugiere, en el capítulo X de la segunda parte de la Introducción a
la vida devota, titulado Ejercicio de la mañana: «Considera que el día presente te ha sido
concedido para que en él puedas ganar el día venidero de la eternidad, y haz el firme
propósito de emplearlo con esta intención.
Prevé los trabajos, los asuntos y las ocasiones que puedes encontrar a lo largo de la
jornada para servir a Dios, y las tentaciones que podrían sobrevenirte de ofenderle con
movimientos de cólera, o de vanidad, o de cualquiera otra pasión desordenada; y, mediante
una santa resolución, prepárate a emplear los medios que se te ha de ofrecer para servir a
Dios y aumentar tu devoción; por el contrario, has de disponerte a evitar, combatir y vencer
cuanto pueda redundar en perjuicio de tu salvación y de la gloria divina» (en SAN FRANCISCO
DE SALES, Obras selectas I, 67-68).

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO: De una circular de don Egidio Viganò
En un contexto histórico en el que muchos hermanos sintieron una atracción particular hacia algunos nuevos
movimientos eclesiales, don Viganò escribió, en 1991, la extensa circular Carisma y oración (ACG n. 338, pp.12-
14), donde reafirma la riqueza de la espiritualidad de Don Bosco y afirma con decision que «para reflexionar
sobre la oración hay que ir más allá de los carismas». «Para hablar adecuadamente de la oración, de hecho,
debemos referirnos en primer lugar a la actitud orante de Cristo». A la luz de algunas reflexiones de san
Francisco de Sales, don Viganò reafirma su convicción de que el carisma de nuestro fundador y la oración
salesiana constituyen una unidad vital, para que ninguno de los aspectos tenga sentido sin el otro. La
referencia a la contemplación está ciertamente en línea con el magisterio de sus predecesores.
La autenticidad de la oración tiene su raíz, como primer inicio de respuesta, en una experiencia
personal de Dios. Pensemos, por ejemplo, en Moisés ante la zarza ardiente. Se trata de una actitud de
descubrimiento y como de sorpresa. Es el Señor quien dice: «Mira que estoy a la puerta llamando: si
uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos» (Ap 3,20).
Esta actitud de escucha atenta se muestra particularmente fecunda en la forma de oración que
llamamos «oración mental», cuya forma más perfecta se debe a los grandes santos del siglo de oro
español.
La oración mental no es en absoluto un ejercicio reservado a monjes y ermitaños, sino el
fundamento mismo de toda oración, ya que la fe es, ante todo, escucha. No hay oración, igual que no
hay vida de fe, si no intervienen la conciencia y la libertad de cada uno.
Nuestra misma experiencia personal nos dice que los momentos, a menudo más intensos, de la
oración son los de la interioridad personal: de la meditación más que de los sentimientos, de silencio
más que de locuacidad, de contemplación más que de razonamiento: «La palabra de Dios es viva y
eficaz, más tajante que espada de doble filo» (Heb 4,12). «Cuando tú vayas a rezar -dice el Evangelio,
entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en
lo escondido, te lo pagará» (Mt 6,6).
Esto no va contra la oración comunitaria, tan importante, que tiene en la celebración eucarística
la expresión eclesial más perfecta, sino que subraya cual es la condición previa y también la
autenticidad de participación en ella. La oración mental pasa gradualmente de la meditación a la
contemplación; es una actitud interior por la que se entra en relación con el amor de Dios. Santa
Teresa la describe como trato de amistad con el Señor…
No debemos pensar que la «contemplación», en la que desemboca la meditación, es una actitud
reservada a unos pocos privilegiados. No se trata aquí de presentarla con difíciles definiciones
abstractas, ni de enumerar sus diversos modos y grados con sus delicados problemas, sino de mirar el
ejemplo de los santos que han vivido nuestra misma espiritualidad…
La meditación se hace contemplación cuando el amor, nacido en la escucha, se impone y hace
entrar directamente en el coraz6n del Padre (cf. Constituciones 12).

4.2 Page 32

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2. MÉTODOS ESTRUCTURADOS
El primer método que se presenta en esta seción es probablemente el camino maestro que
la Iglesia hoy indica a seglares y religiosos para aprender a orarr la Palabra y permitir que
transforme, día a día, nuestra existencia de creyentes; daremos tres diferentes «variantes»,
dada la particular importancia y actualidad del método. No obstante presentaremos, para
conocimiento y fidelidad a nuestra tradición, también algunos otros métodos estructurados
que, probablemente, por su complejidad, sean menos adecuados para ser utilizados en la
media hora prevista para la meditación diaria, pero que pueden ser utilizados en otras
ocasiones particulares de nuestra vida (retiros, meditaciones comunitarias, ejercicios
espirituales…).
La Lectio Divina según el método de Guigo el Cartujo
La expresión lectio divina es muy antigua y suele estar presente en la enseñanza de los
Padres. En la Carta a Gregorio, Orígenes recomienda: «Comprométete en la lectio con la
intención de creer y agradar a Dios. Si durante la lectio te encuentras frente a una puerta
cerrada, toca y te la abrirá ese guardián de quien Jesús dijo: "A este le abre el guarda" (Jn 10,
3). Aplicándote así a la lectio divina busca con lealtad y confianza inquebrantable en Dios el
significado de las escrituras divinas, que se esconden en ellas con gran amplitud. Sin
embargo, no debes contentarte con llamar y buscar: para comprender las cosas de Dios te
es absolutamente necesaria la oratio»54.
En la enseñanza de los Padres, la lectura de las Escrituras, por tanto, no se satisface con
una «comprensión intelectual», sino que debe introducir a la oración, a la relación personal
con Dios.
La sistemación del método de la Lectio Divina55, tal como es conocido y extendido en la
actualidad, se remonta al monje cartujo Guigo que, en 1174, a raíz de la gran tradición
monástica que tuvo su origen en san Benito, fue designado para guiar la Gran Cartuja56.
En una de sus cartas a su queridísimo hermano Gervasio, probablemente enviada hacia
1150, Guigo traza con extraordinaria sabiduría las líneas de un método, inicialmente amado
solo por la tradición cartuja, pero que será redescubierto y difundido en la segunda mitad
del siglo pasado gracias a la nueva sensibilidad posconciliar y al aporte de algunos autores
y maestros de espiritualidad57.
Son muy numerosas las exhortaciones del magisterio salesiano hacia el uso de este
método. Ya en 1986 El proyecto de vida de los Salesianos de Don Bosco, la guía de lectura de las
Constituciones Salesianas, comentando el artículo 93, decía: «La Regla nos pide un modo
diario de oración mental: la que tradicionalmente se llama “meditación” (como lo hace el
artículo 71 de los Reglamentos Generales) y se corresponde a una forma de “lectio divina”,
expresión peculiar de la vida monástica».
54 Sources Chrétiennes 148, 192-193.
55 Cuando se hace referencia al método y no solo a la lectura asidua de las Escrituras, se utilizará la letra
mayúscula (Lectio Divina en lugar de lectio divina).
56 Para las pocas noticias que se tienen de su vida se puede consultar en ANDRE WILMART, Auteurs spirituels et
textes dévotes du moyen âge latin, Paris 1991, 230-240.
57 Entre los autores italianos citamos a Carlo Maria Martini, Enzo Bianchi, Mariano Magrassi y Benedetto Ca-
lati.

4.3 Page 33

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Hay muchas publicaciones recientes que explican en detalle el método de la Lectio58; salvo
que el punto de referencia fundamental sigue siendo la carta de Guigo, conocida con el
nombre de Scala claustralium o Carta sobre la vida contemplativa.
Aquí intentaremos esbozar brevemente, adaptándolos a nuestro contexto, los
momentos esenciales del método:
1. INTRODUCIÓN
Normalmente en nuestras comunidades este momento va acompañado de una oración
o de la invocación del Espíritu Santo. Estas fórmulas pueden ser útiles, pero no deben
sustituir un ejercicio personal de consciencia, la voluntad de estar presentes en nosotros
mismos recogiendo nuestras energías internas, la elección para encontrar una posición
adecuada del cuerpo (statio); en el fondo se trata de ponernos personalmente en la presencia de
Dios y de invocarlo con confianza (colloquio).
2. EL CORAZÓN DE LA LECTIO
Según el esquema clásico de Guigo, tendremos que imaginarnos organizando el tiempo
de nuestra meditación, dividiéndolo preventivamente en cuatro partes, que también pueden
ser de igual duración o privilegiar, según nuestras necesidades particulares, uno u otro
momento del método.
A. LECTURA DEL PASAJE (lectio)
Normalmente, el pasaje elegido será el Evangelio o una de las lecturas del día; nuestra
meditación será sin duda más eficaz si se lee este pasaje, aunque sea durante unos minutos,
la noche anterior (preparación remota). Este hábito ya nos coloca en una fecunda actitud de
escucha. Somos conscientes del hecho de que Dios toma la iniciativa y nos da su Palabra.
Este primer momento tiene como principal objetivo la comprensión de lo que el pasaje
dice en sí mismo (sentido literal); el pasaje debe leerse con atención, quizás con un lápiz en la
mano que nos permita subrayar los verbos (acciones) o los adjetivos (cualidades) que más
nos llaman la atención. Si queremos utilizar una metáfora, podríamos decir que se trata de
hacer el trabajo de la hormiga que, con paciencia, recoge cada pequeño fragmento que pueda
ser un alimento para su vida. El uso de un comentario y de los pasajes bíblicos sugeridos
junto con el texto puede ser muy útil tanto en esta fase como en la siguiente.
Sería útil tener las competencias para poder leer los textos en su lengua original; pero
como este privilegio está reservado a unos pocos, se puede recurrir a la comparación de dos
o tres traducciones diferentes disponibles en la propia lenguaa; esto a veces ayuda a captar
diferentes matices.
B. MEDITACIÓN O REFLEXIÓN SOBRE EL TEXTO BÍBLICO (meditatio)
En este segundo momento el objetivo es descubrir qué me dice el pasaje a mí (sentido
espiritual); más explícitamente se trata de comprender lo que Dios quiere decirme, hoy y en
la situación concreta en la que me encuentro, a través de este texto.
La metáfora que podría utilizarse es la de la abeja reina, capaz de reelaborar lo que las
abejas obreras han recogido pacientemente. Otra imagen utilizada por los Padres es la de la
lenta masticación de comida previamente ingerida (ruminatio).
58 Deben distinguirse de los simples comentarios a un libro de la Escritura.

4.4 Page 34

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También en esta segunda fase el trabajo se encomienda principalmente al intelecto, pero
también a la memoria que nos permite reconstruir algunas conexiones entre nuestro pasaje y
otros textos de la Escritura o lecturas realizadas previamente, y a los afectos que nos
involucran en la comprensión de lo que Dios quiere decirme, aquí y hoy, a través de su
Palabra.
C. ORACIÓN (oratio)
Esta tercera fase nos introduce en la experiencia de la oración mental propiamente dicha.
Ya no se trata de leer (lectio) ni de comprender (meditatio) el pasaje, sino de transformarlo en
oración (oratio), utilizando en un coloquio directo las expresiones contenidas en el texto
bíblico y, junto con los movimientos del corazón, nuestros sentimientos (afectos). Nuestra
meditación se convierte en un diálogo más explícitamente personal; nuestra atención ya no está
dirigida a lo que la Palabra dice en sí misma, ni siquiera a lo que me dice a mí, sino que esta
vez soy yo quien me pongo en diálogo con la Palabra, dejándola resonar en mí con la ayuda
del Espíritu Santo y tratando de expresar mis sentimientos a Dios.
D. SILENCIO CONTEMPLATIVO (contemplatio)
En esta última fase, el texto sagrado también se deja de lado "físicamente". Alguien dijo
que la cúspide de la comunicación es precisamente el silencio que muchas veces se crea, sin
ninguna vergüenza, entre aqeullos que se aman. Es un momento en el que la Palabra que
hemos leído (lectio), meditado (meditatio) y rezado (oratio) se profundiza (contemplatio) y se
confronta al aquí y ahora de nuestra vida para traer luz y calor. Así, nuestra vida se abre
silenciosamente y con conmoción al don que Dios quiere hacernos de sí mismo.
No debemos olvidar, de hecho, que la contemplación, como la oración en general, no
puede considerarse fruto de nuestro esfuerzo; a nosotros solo nos corresponde crear las
condiciones para poder recibir el don (acogida activa) que Dios quiere darnos. Al respecto,
don Pascual Chávez escribió: «Del deseo de hacer la voluntad de Dios se pasa, poco a poco,
casi sin darnos cuenta, a la adoración, al silencio, a la alabanza, “a la entrega humilde y
pobre a la amorosa voluntad del Padre en unión cada vez más profunda con su Hijo amado
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2712). Del contemplarnos a nosotros mismos y al propio
mundo a la luz de Dios, del vernos como Dios nos ve, se pasa a contemplarnos vistos por
Dios, a sabernos delante del que es el objeto de nuestro deseo, el interlocutor único de
nuestra oración. A diferencia de las etapas precedentes, que son ejercitaciones que requieren
fuerza de voluntad, la oración contemplativa es un don, una gracia(Catecismo de la Iglesia
Católica, 2713), ni normal ni debida; se puede esperarla y desearla, pedirla y acogerla, nunca
tenerla automáticamente» (AGC n. 386, p. 34).
Utilizando uno de los pequeños y efectivos resúmenes de la carta de Guigo el Cartujo
podemos decir que: «La lectura es el estudio asiduo de la Escritura, hecho con espíritu atento.
La meditación es una actividad diligente de la mente, que busca el conocimiento de verdades
ocultas, con la ayuda de su propia razón. La oración es un ferviente anhelo del corazón hacia
Dios para alejar el mal y obtener el bien. La contemplación es una cierta elevación de la mente
sobre uno mismo hacia Dios, gozando de los gozos de la dulzura eterna […]. La lectura es
un ejercicio de los sentidos externos, la meditación es un trabajo del intelecto, la oración es
un deseo, la contemplación es una superación de todos los sentidos. El primer grado es para
principiantes, el segundo para proficientes, el tercero para devotos, el cuarto para
bienaventurados»59.
59 Se puede leer por entero esta pequeña "obra maestra" de la espiritualidad cristiana en:
https://textosmonasticos.wordpress.com/2012/07/08/scala-claustralium/

4.5 Page 35

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CONCLUSIÓN
A. PERSONAL
Es el momento más importante e insustituible, el que nos permite cosechar cada día el
fruto de nuestra meditación, identificando un rincón particular de nuestra vida sobre el que
la Palabra quiere arrojar luz. En el contexto del método de la Lectio, muchos lo indican con
el término Actio60. Un texto de Isaías nos ilumina sobre la dinámica que puede acompañar a
cada meditación diaria: «Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá
sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al
sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía,
sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo (Is 55,10-11)».
B. COMUNITARIA
La conclusión comunitaria de la meditación, en nuestra tradición reciente, está marcada
por la invitación Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y, luego, por la oración a la
Auxiliadora.
La Lectio Divina según Carlo Maria Martini
El 6 de noviembre de 1980, más de dos mil jóvenes se reunieron en la Catedral de Milán
para escuchar a su Obispo, que alcanzó los corazones y las mentes de esos chicos explicando
el método de la Lectio Divina para aprender a rezar con la Biblia. Así comenzaba esa Escuela
de la Palabra, que continuará hasta 2002, una de las experiencias más innovadoras y ricas en
el ministerio del cardenal Martini.
El método propuesto retoma los cuatro pasos de Guigo, enriqueciéndolos con la
tradición ignaciana, en relación, en particular, con la experiencia del discernimiento espiritual.
En definitiva, el esquema se presenta enriquecido con otros momentos que intentaremos
aclarar brevemente, pasando por encima de los otros peldaños de los que ya hemos hablado.
1. STATIO = INTRODUCIÓN
2. LECTIO = LECTURA
3. MEDITATIO = MEDITACIÓN
4. ORATIO = ORACIÓN
5. CONTEMPLATIO = CONTEMPLACIÓN
6. CONSOLATIO = CONSOLACIÓN
El primer fruto del encuentro con Dios es ese íntima alegría y paz que el hombre
experimenta frente al misterio del Amor de Dios. Es el momento propicio para tomar las
grandes decisiones de la vida, decisiones que no deben cambiarse en momentos de
desánimo o de desolación. El mal espíritu intenta empujarnos a la desconfianza total y a la
tristeza; «el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz...» (Gál 5, 22).
7. DISCRETIO = DISCERNIMIENTO
Con el don del Consejo, el Espíritu me sugiere cómo interpretar la situación de la vida
personal, familiar, comunitaria y social. Se trata de sintonizarse con los pensamientos de
Dios, de leer con fe, también, el libro de la historia que la Providencia divina compone con
sabio amor. Es el Espíritu quien me enseña a comprender dónde y cómo puedo actuar en el
mundo para preparar el camino del Señor.
60 En este caso, por tanto, los momentos serían seis: Statio, Lectio, Meditatio, Oratio, Contemplatio, Actio.

4.6 Page 36

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8. DELIBERATIO = DECISIÓN
La oración no debe detenerse en una contemplación inerte, que gratifique mi deseo de
religiosidad sin transformarme el corazón. Le pido al Espíritu el don de la fortaleza, para
que sepa tomar la decisión de llevar a cabo las opciones evangélicas y los propósitos que
brotan del discernimiento. A menudo, estas son decisiones pequeñas; pero con fidelidad en
las pequeñas cosas de cada día es como se construye la plena fidelidad a la llamada de Dios
a hacer su voluntad.
9. COLLATIO = COMPARTIR
Siempre que sea posible, es muy útil compartir el fruto de la oración con los hermanos
en el camino de la fe. No soy el único que busca el rostro de Dios: somos la Iglesia, una
comunión de personas llamadas a crecer juntas en la caridad. Las gracias espirituales que el
Señor concede a cada uno no son posesión privada de cada uno, sino dones ofrecidos para
el bien común. En algunas de nuestras comunidades la collatio ya está insertada, con fruto,
en la jornada comunitaria o en el retiro mensual.
10. ACTIO = PROPÓSITO, ACCIÓN
La mayor complejidad de esta estructura de diez pasos la haga, probablemente,
inadecuada para la media hora de meditación diaria. Además, la presencia de la collatio la
indica como más adecuada, como decíamos, para un retiro comunitario mensual o trimestral.
El hecho es que este esquema destaca claramente la relación entre la meditación de la
Palabra y las opciones concretas que estamos llamados a hacer en nuestra vida. El
discernimiento es, de hecho, el punto de encuentro entre oración y acción. Toda decisión
personal o comunitaria debe ser iluminada por la Palabra; la dimensión moral de la vida
cristiana puede entenderse y situarse en su debida luz si se la considera vida bajo la guía del
Espíritu; esta perspectiva representa la superación real de todo moralismo estéril.
La Lectio Divina. La síntesis de Don Pascual Chávez
Las siguientes páginas están tomadas de la circular «Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,69). Palabra de Dios y vida salesiana hoy», del
verano de 2004 (cf. ACG n. 386). Constituyen un documento importante del magisterio
salesiano que es la base para la elección de este particular «método» para la meditación de
los Salesianos.
Instrumento de excepción para el crecimiento en la escucha de la Palabra es la lectio
divina; esta es un método de lectura creyente de la Escritura, usado desde el nacimiento de
los Institutos de vida consagrada, que en ella ha sido tenida en la “más alta estima. Gracias
a ella, la Palabra de Dios llega a la vida, sobre la cual proyecta la luz de la sabiduría que es
don del Espíritu”61 [88] . Con razón, el CG25, en la primera orientación operativa acerca del
testimonio evangélico, exhorta a la comunidad salesiana a “poner a Dios como centro
unificador de su ser y a desarrollar la dimensión comunitaria de la vida espiritual,
favoreciendo la centralidad de la Palabra de Dios en la vida comunitaria y personal, mediante
la lectio divina’62.
Espero que ninguno de vosotros piense que con esta orientación el CG25 haya
introducido un elemento extraño a nuestra espiritualidad: “la antigua y siempre válida
61 Vita Consecrata, 94.
62 CG25, 31.

4.7 Page 37

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tradición de la lectio divina”63 ha encontrado casa en la vida religiosa desde los orígenes y
actualmente resulta siempre necesaria: “hoy un cristiano no puede llegar a ser adulto en la
fe, capaz de responder a las exigencias del mundo contemporáneo, si no ha aprendido a
hacer de alguna manera la lectio divina”64.
Para que nos resulte familiar, la lectio divina, como cualquier método de oración,
requiere ejercicio, pero sobre todo voluntad de escucha y disponibilidad de obediencia. En
la más sólida tradición presenta cuatro etapas o “grados espirituales”: la lectura (lectio), la
meditación (meditatio), la oración (oratio), la contemplación (contemplatio). Más
recientemente, según el espíritu de la modernidad, se ha añadido otra etapa: la acción (actio);
también se indican con frecuencia otros elementos (discretio, deliberatio, collatio, consolatio,
etc.), pero en realidad estos no son sino aspectos que de ordinario acompañan a las etapas
fundamentales.
- Lectura. Se comienza la lectio divina leyendo con atención, mejor sería decir releyendo
varias veces, el texto en el que tratamos de escuchar a Dios. El texto escogido nos puede
parecer fácil de comprender, o bien conocido; no importa; se debe repasar hasta que nos sea
familiar, casi hasta aprenderlo de memoria, “poniendo de relieve los elementos
relevantes”65. No se pasa de este primer paso hasta que no se puede responder a la
pregunta: ¿qué significa en realidad lo que he leído?
- Meditación. Descubierto el sentido del texto bíblico, el lector atento trata de implicarse
personalmente, aplicando el significado captado a la propia vida: ¿qué me dice el texto?
“Meditar lo que se lee conduce a apropiárselo, confrontándolo consigo mismo. Aquí se abre
otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamientos a la realidad. Según sean la humildad
y la fe, se descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir”66. La
Palabra oída pide consentimiento, no es acogida si no llega al corazón y actúa conversión.
Comprender el texto lleva a comprenderse a su luz; así el texto leído y comprendido se
convierte en norma de vida: ¿qué hacer para actuarlo?, ¿cómo hacer para dar ese sentido a la propia
existencia?
- Oración. Conocer, adivinar, incluso solo imaginar lo que Dios quiere lleva
naturalmente a la oración: así se convierte en deseo ardiente lo que debe ser la vida diaria.
El orante no pide tanto lo que le falta, sino más bien lo que Dios le ha hecho ver y comprende
r. Se comienza a anhelar lo que Dios nos pide: se hace de la voluntad de Dios sobre nosotros
el objeto de nuestra oración.
- Contemplación. Del deseo de hacer la voluntad de Dios se pasa poco a poco, casi sin
darnos cuenta, a la adoración, al silencio, a la alabanza, “a la entrega humilde y pobre a la
voluntad amorosa del Padre, en unión cada vez más profunda con su Hijo amado”67. Del
contemplarnos a nosotros mismos y el propio mundo a la luz de Dios, del vernos como Dios
nos ve, se pasa a contemplarnos vistos por Dios, a sabernos delante del que es el objeto de
nuestro deseo, el interlocutor único de nuestra oración. A diferencia de las etapas
precedentes, que son ejercitaciones que requieren fuerza de voluntad, “la oración
contemplativa es un don, una gracia”68, ni normal ni debida: se puede esperarla y desearla,
pedirla y acogerla, nunca tenerla automáticamente.
63 Novo Millennio Ineunte, 39.
64 CARLO M. MARTINI, Programmi pastorali diocesani 1980-1990, Milano 1991, 440-441.
65 CARLO M. MARTINI, La gioia del vangelo. Meditazione ai giovani, Casale Monferrato 1988, 12. [Edición
española: La alegría del Evangelio. Meditaciones para los jóvenes, Sal Terrae, Santander 1996]
66 Catecismo de la Iglesia Católica, 2706.
67 Catecismo de la Iglesia Católica, 2712.
68 Catecismo de la Iglesia Católica, 2713.

4.8 Page 38

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Puedo revelaros que personalmente me siento obligado con la opción del CG25 de
“reavivar continuamente y mostrar la primacía de Dios en las comunidades”, orientando a
la Congregación a centrar la vida personal y la comunitaria en la Palabra de Dios, en primer
lugar “mediante la lectio divina69. Esto es muy importante para mí os lo digo con palabras
del Card. Martini-, porque “no me cansaré nunca de repetir que la lectio es uno de los medios
principales con que Dios quiere salvar nuestro mundo occidental de la ruina moral que
amenaza sobre él por la indiferencia y el miedo de creer. La lectio divina es el antídoto que
Dios propone en estos últimos tiempos para favorecer el crecimiento de la interioridad sin
la que el cristianismo...corre el peligro de no superar el desafío del tercer milenio”70.
La meditación ignaciana
El término meditación está reservado por Ignacio para los ejercicios espirituales
propuestos durante la primera semana (meditación sobre el pecado, meditación sobre el
infierno...). Para Ignacio, la meditación es un método de oración con el que se aplican a una
verdad de fe las tres potencias o facultades del alma: memoria, inteligencia y voluntad. En la
segunda, tercera y cuarta semana de los ejercicios, Ignacio privilegia el término de
contemplación.
El método es aparentemente muy complejo; solo la práctica puede hacerlo familiar al
que quiera utilizarlo en la meditación personal. Los tres momentos fundamentales son
siempre los mismos: la preparación, el cuerpo de la meditación, que se compone de los llamados
tres puntos, y la conclusión.
Refiriéndonos al texto del cardenal Lercaro podemos resumir el esquema del método
ignaciano de la siguiente manera71:
A. PREPARACIÓN:
1. PRÓXIMA
1.1 Preparar, la noche anterior, los «puntos» y fijar la gracia a pedir en el Preludio.
1.2 Pensar en ello brevemente antes de quedarse dormido fijando la hora de la
despertarse.
1.3 Volver a pensar en ello cuando despiertes.
2. INMEDIATA:
2.1 El siguiente es el lugar donde se debe meditar, detenerse un momento y colocarse
en la presencia de Dios; hacer un acto, si es posible también externo, de Adoración.
2.2 Oración preparatoria.
2.3 Preludios.
2.3.1 Preludio histórico: recordar brevemente el hecho sobre el que se está meditando.
2.3.2 Preludio imaginativo o composición de lugar: imagina el lugar donde se desarrolla el
hecho; se suple, si se puede, con otra imaginación, cuando la meditación no se trata de un
hecho.
2.3.3 Preludio de petición: pedir la gracia en que consiste el fruto de la Meditación.
B. CUERPO DE LA MEDITACIÓN
Para cada uno de los tres puntos:
69 CG25, 30.31.
70 CARLO M. MARTINI, Programmi pastorali diocesani 1980-1990, 521.
71 Cf. GIACOMO LERCARO, Metodi di orazione mentale, cit., 353-354.

4.9 Page 39

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1. Ejercicio de la Memoria
Recordar las partes de la materia a meditar y casi deslizárselas con el ojo de la mente.
2. Ejercicio del Intelecto
Reflexiones: Hacer propia, profundizándola, la materia de la Meditación,.
Aplicaciones: Se extraen conclusiones prácticas para la propia conducta y se prevén los
medios a utilizar.
3. Ejercicio de la Voluntad
Afectos: Son los sentimientos piadosos (de adoración, alabanza, amor, arrepentimiento,
suscitados en nosotros por las reflexiones. Se realizan a lo largo de toda la Meditación, más
especialmente al final.
Propósitos: Prácticos, particulares, relativos al presente, humildes.
C. CONCLUSIÓN
COLOQUIO: Discurso con Dios (o con Nuestro Señor o con la Virgen), en el que
pedimos gracias y se comunican las cosas propias; puede ser intercalado en la
Meditación; no debe faltar al final.
ORACIÓN VOCAL: Breve (Pater, Ave, Anima Christi…).
DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN:
Examen sobre el desarrollo de la Meditación.
Tomar nota de las ilustraciones y mociones recibidas.
Cabe señalar que esta estructura, aparentemente rígida, contiene en sí misma algunas
atenciones antropológicas, todas orientadas a la eficacia de la experiencia de oración;
podemos decir que la meditación ignaciana presupone una antropología fuertemente
unitaria, que involucra también al cuerpo, además de las potencias del alma. La preparación
remota, la elección del lugar, la breve parada para recogerse y hacer un acto externo de
adoración, la petición contenida en la oración preparatoria, los preludios, el examen final, el
consejo de tomar nota por escrito de la experiencia realizada, representan, todos ellos,
elementos ordenados al «éxito» de un diálogo capaz de producir un crecimiento efectivo en
la vida cristiana.
Método ignaciano simplificado
Aquí nos limitamos a relatar el contenido del método ignaciano, tal y como se presenta
actualmente en la web oficial de la Compañía de Jesús. Contiene, de forma sintética, todos
los «ingredientes» del método anterior.
«La oración es un encuentro personal con el Señor. Elige un momento y un lugar que
ayuden a este encuentro. Y luego observa las siguientes etapas:
1. PRESENCIA. Me pongo en la presencia del Señor pidiendo el don de la oración y de
la concentración. Le pido al Señor que todas mis energías converjan hacia este encuentro.
Pienso con cuánto amor me está conociendo y mirándome ahora mismo. Entonces:
- Composición mirando el lugar: uso mi imaginación para hacerme en un «icono interior»
de la escena que estoy a punto de meditar.
- Pido lo que quiero y deseo: entro en relación directa con el Señor pidiendo un don muy
específico, en una formulación que puedo repetir muchas veces.

4.10 Page 40

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2. MEDITACIÓN. Leo y releo el pasaje. Me detengo donde una palabra me llama la
atención, donde «encuentro el gusto», sin prisa por seguir adelante. «No el mucho saber
harta y satisface al anima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente». Sobre la palabra
que me me llama la atención pongo en movimiento mi memoria (¿qué me recuerda?), mi
inteligencia (¿qué me hace comprender?), mi voluntad (¿qué deseos hace nacer en mí?).
3. COLOQUIO. Hablo con el Señor «como un amigo habla con un amigo». Y no tengo
miedo de «verter» en él toda mi «muerte» de corazón para que vierta su vida en mí. Es la
«conversación».
REVISIÓN. Después de la oración, en otro lugar, repaso durante unos minutos su
evolución. Me pregunto cómo ha ido el método, qué palabra me llamó más la atención, y
trato de poner nombre a los sentimientos que me han atravesado»72.
El método enseñado por el Vade mecum de don Giulio Barberis
El método enseñado por don Barberis, desde el primer noviciado es, esencialmente,
ignaciano, como se puede demostrar fácilmente comparando el primer texto manuscrito de
Barberis73 y el de su Vade mecum con el esquema general de la meditación ignaciana.
El Vade mecum, en particular, dedica dos capítulos enteros a este tema; el primero,
titulado La meditación, es un pequeño tratado sobre la oración mental, su eficacia e
importancia, sobre su necesidad y sus frutos en la vida religiosa, lleno de citas de la Escritura
y de la historia de la espiritualidad; el segundo, titulado Del modo práctico de hacer la
meditación, explica en detalle el método propuesto para realizarla, tras una premisa, de gran
sabiduría pedagógica, titulada Hacer lo posible. «Cuando tienes buena voluntad afirma Don
Barberissiempre se tiene éxito en la meditación, porque depende más de la inspiración del
Espíritu Santo que de nuestra industria, y el Espíritu Santo está siempre con quien hace lo
que puede».
El siguiente tema es muy complejo y poco adecuado para la media hora de oración mental
prevista por nuestras Constituciones. En la tradición salesiana de la primera mitad del siglo
pasado, los tres puntos de la meditación eran leídos, a menudo, por un guía, también por la
dificultad de tener una copia del texto disponible para todos. El silencio y la oración
personal se reducían a unos minutos y, en algunos casos, la fidelidad a la forma se volvió
predominante más que la atención al diálogo íntimo y personal. Nuestra hipótesis es que,
en muchos casos, la excesiva fidelidad al modelo y una cierta falta de elasticidad pueden
haber dañado la calidad de la meditación y reducido al mínimo, subjetivamente, las
motivaciones que justifican su importancia y práctica.
En síntesis, el esquema presentado por don Barberis era el siguiente74:
1) PREPARACIÓN
PREPARACIÓN REMOTA
PREPARACIÓN PRÓXIMA
a) Ponerse en la presencia de Dios
b) Pedir perdón por los propios pecados
72 https://gesuiti.it/metodo-di-preghiera-ignaziano/ [06/06/2020].
73 El original se encuentra en ASC A 000.02.05.
74 Cf. GIULIO BARBERIS, Vade mecum dei giovani salesiani, cit., 1180-1206. Las sucesivas ediciones se presentan,
prácticamente, sin cambios. La última edición de este precioso tratado de espiritualidad donbosquiana es de
1965.

5 Pages 41-50

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5.1 Page 41

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c) Pedir la gracia de poder meditar bien
d) Representación del sujeto
2) PUNTOS DE MEDITACIÓN (tres)
a) Ejercicio del intelecto
b) Representación del lugar
c) Aplicación de los sentidos
d) Ejercicio de la voluntad
e) Propósitos
f) Afectos y coloquios
3) CONCLUSIÓN
a) Resolución
La solución sea práctica
b) Dar gracias al Señor
c) Examinarse y arrepentirse
«Haciendo esto concluía Don Barberisespero que también tú puedas sacar de la
meditación esos frutos que obtuvieron de ella un san Bernardo, un San Ignacio, un San Luis,
un don Beltrami. Todos ellos, después de la meditación, se sentían inflamados de amor al
Señor, ya no sentían el gusto por ninguna cosa terrenal, se sentían dispuestos a todo, incluso
lo más difícil, incluso a sufrir el martirio por amor del Señor»75.
Método de los "siete pasos" (Lumko - África)
Los últimos tres métodos que presentamos son de origen más reciente.
El método de los Siete Pasos [Seven Steps] es más adecuado para una meditación
comunitaria, pero también se puede emplear en la meditación personal, con algunas
modificaciones. Tiene su origen en Sudáfrica, precisamente en Lumko, un instituto católico
en Del Menville, pero también se ha extendido a Europa, especialmente en Alemania.
También en este método, como en el de Guigo, se desea y promueve con fuerza el contacto
prolongado y personal con el texto, el silencio, la oración76.
Leemos en el Instrumentum laboris del Sínodo de 2008 sobre La Palabra de Dios en la vida
y en la misión de la Iglesia: «La novedad de la Lectio Divina en el pueblo de Dios exige una
oportuna pedagogía de iniciación, que ayude a comprender bien de qué se trata y
contribuya a aclarar el sentido de los diversos grados y su aplicación fiel y sabiamente
creativa. De hecho, existen diversos procedimientos, como el llamado de los Siete Pasos
(Seven Steps), practicado en muchas Iglesias particulares en África. Se llama así porque el
encuentro con la Biblia es como un camino constituido por siete momentos: presencia de
Dios, lectura, meditación, pausa reflexiva, comunicación, coloquio, oración común».
Presentamos brevemente el contenido de cada uno de los pasos, adaptándolos al
contexto de una comunidad religiosa.
1. ACOGIDA Y ORACIÓN INTRODUCTORIA
Acogida y oración constituyen el primer paso. Todos deben tener la Biblia en la mano y
ser conscientes del camino a seguir.
75 Ibidem, 1205.
76 Para más información sobre el método, véase: ANNELIESE HECHT, Passi verso la Bibbia, Leumann 1995.

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2. LA LECTURA DEL TEXTO SAGRADO
Un hermano lee en voz alta el Evangelio o uno de los pasajes de la liturgia del día. El
texto también se puede leer, una segunda vez, en otra traducción.
3. LA RESONANCIA TEXTUAL
Cada uno elige una palabra o frases cortas que le han llamado la atención, y la pronuncia
en voz alta, en tono orante, dejándose «compenetrar» por ella. Después de cada intervención
se hace un momento de silencio. Finalmente, se lee el texto bíblico con calma.
4. MEDITACIÓN SILENCIOSA
Sigue una pausa de silencio (al menos diez minutos); este es el verdadero corazón de la
meditación. Cada uno también puede repetir, silenciosamente en su corazón, lo que más le
ha llamado la atención, transformando la Palabra en oración.
5. COMPARTIR LO QUE HA PERCIBIDO
Terminado el cuarto paso, cada uno, si lo desea, puede comunicar a los demás lo que ha
percibido como advertencia y como esperanza, como compromiso y como consuelo. No se
trata solo de comunicar una reflexión intelectual, sino de compartir emociones, sentimientos
y la actitud que despertó en nosotros la meditación del pasaje.
6. EL INTERCAMBIO EN LA VIDA DIARIA
¿Cómo interpela la Palabra la vida de la comunidad? Es posible decidir sobre una
determinada acción común, pero se trata, sobre todo, de compartir las situaciones y
problemas actuales de la comunidad, interpretados a la luz de la Palabra.
7. LA ORACIÓN CONCLUSIVA
El encuentro se concluye con una oración o un canto de acción de gracias, en analogía
con el séptimo día de la creación, un tiempo de contemplación orante.
Mons. Hirmer, obispo de Umtata, escribió: «Los siete pasos tienen como finalidad
educar a la tranquilidad interior y abrir el corazón a la escucha de la Palabra de Dios».
El método de la ruminatio (según Clodovis M. Boff)
Este es el método presentado por el teólogo brasileño, religioso de los Siervos de María,
en su obra Meditação. Como Fazer? O método da "ruminação", publicado por primera vez en
portugués en 2006 [en español: Cómo hacer meditación. El método de la “rumia”]. Lo traemos
aquí por sus características de síntesis entre algunos métodos y técnicas de la tradición
antigua y reciente.
Examinémoslo en detalle.
1. INTRODUCIÓN
a. Ponerse en presencia de Dios. El autor sugiere, para esta introducción, el recurso a la
imaginación. «Podemos imaginarnos dicesentados a los pies del Maestro, como María de
Betania, para escuchar su palabra, o como huéspedes de la Santísima Trinidad, como sugiere
el icono de Rublev»77. Este primer momento se puede vincular a una técnica de relajación,
para favorecer el silencio interior.
b. Pedir la luz del Espíritu Santo. Él es el verdadero Maestro Interior. Solo el Espíritu puede
abrirnos a los tesoros escondidos de la Palabra.
77 CLODOVIS M. BOFF, Come fare meditazione. Il metodo della "ruminazione", Milano 2010, 76. [Edición española:
Cómo hacer meditación. El método de la “rumia”, PPC, Madrid 2016].

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2. CUERPO CENTRAL DE LA MEDITACIÓN
a. Lectura lenta y atenta del pasaje
B. Ruminatio. Se trata de repetir lentamente, y varias veces, la palabra o la breve frase
que, en la fase inmediatamente precedente, ha llamado la atención a nuestra mente o al
corazón, para digerir la Palabra. Esta metáfora, utilizada a menudo por los Padres, nos llega
del mundo animal. Así como los animales rumiantes comen alimento y luego lo mastican,
durante mucho tiempo, para que sea asimilado por el organismo, así el hombre de oración
se nutre, saboreándola lentamente, de la Palabra de Dios. San Agustín afirma en su
comentario al salmo 36: «El que se lo traga, de manera que no se vea en él lo que ha
devorado, se olvidó de lo que ha oído. Pero el que no lo ha olvidado, lo piensa, y pensando
lo va rumiando, y al rumiarlo se deleita»78.
Escribe Clodovis Boff: "Lo interesante de esta recuperación del método de la ruminatio
es su similitud con diferentes métodos de origen oriental basados en la repetición de un
mantra y que hoy adquieren un prestigio cada vez mayor en un Occidente, cada vez más
preso del racionalismo y del activismo"79. Y más adelante: «El progreso espiritual pasa por
la disminución de los pensamientos y el aumento de los sentimientos, entendidos en el sentido más
profundo de «afectos del alma» […]. Se pasa de la simple meditación a la contemplación
propiamente dicha».80
3. CONCLUSIÓN
a) Escribir en una hoja de papel una palabra o frase para recordar durante el día. Nuestra
oración, para ser auténtica, debe confrontarse siempre con la vida real para transformarla.
b) Acción de Gracias.
Encontramos, también en este método, el esquema tripartito, la centralidad de la Palabra,
la fidelidad a los Padres y a la tradición de la Iglesia, la repetición (ruminatio) de un versículo
o de una fórmula, que nos devuelve a la tradición hesicástica, la concreción de una conclusión
que haga viva y eficaz la práctica de la meditación.
El método de la Centering Prayer del P. Thomas Keating
Thomas Keating (1923-2018), monje cisterciense, fue abad de la Abadía de San José
Joseph en Spencer, Massachussets, y es el fundador del movimiento Centering Prayer
(literalmente Oracion centrante)81.
Como en todos los métodos ordenados a la oración contemplativa, la base teológica de
este método reside en la conciencia de la inhabitación de la Trinidad en nosotros. Se inspira,
en particular, en los escritos de los que han contribuido decisivamente a la tradición
contemplativa cristiana, en particular: Juan Cassiano, el autor desconocido de la Nube del
desconocimiento [Nube del No Saber, en inglés The Cloud of Unknowing], Francisco de Sales,
Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Teresa de Lisieux y Thomas Merton.
Hay cuatro líneas directrices o momentos sugeridos por el método82: Los describimos
brevemente aquí:
78 SAN AGUSTÍN, Comentarios a los salmos, Salmo 36, 3,5.
79 CLODOVIS M. BOFF, Come fare meditazione, cit., 6.
80 Ibidem, 78.
81 Son muchos los libros publicados por Keating y traducidos a varios idiomas. En español se puede ver:
THOMAS KEATING, La mejor parte: Etapas de la vida contemplativa, Desclée de Brouwer, Bilbao 2002.
82 Cf. www.antidemalta.org/uploads/5/7/2/6/57264959/centerprayer-italian.pdf

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1. Elige una palabra sagrada como símbolo de su intención de consentir la presencia y la ación
de Dios en usted.
Esta palabra sagrada se elige al principio, en un breve momento de oración, pidiendo al
Espíritu Santo que nos inspire en la que más nos conviene. Ejemplos de palabras sagradas
son: Dios, Señor, Jesús, Padre, Madre, María; o también, en otros idiomas: Abbà, Kyrie, Jesu,
Mater. Otras posibilidades son: Amor, Paz, Misericordia, Silencio, Calma, Fe, Shalom,
Amén...
2. Sentado cómodamente, con los ojos cerrados, tómate un momento para calmarte, luego
introduce en silencio la palabra sagrada como símbolo de tu consentimiento a la presencia de Dios y
su ación en ti.
Cómodamente significa relativamente cómodo, pero no tanto como para estimular el
sueño durante la oración. Sea cual sea la posición que adoptemos, la espalda debe estar
vertical. Cerramos los ojos en señal de desapego de lo que nos rodea y dentro de nosotros.
Introducimos la palabra sagrada suavemente, como si pusiéramos una pluma sobre una
capa de algodón. Si nos quedamos dormidos, tan pronto como nos despertamos,
reanudamos nuestra oración en silencio.
3. Cuando se des cuenta de estar tomado por los pensamientos, vuelve muy suavemente a la
palabra sagrada.
Pensamiento es un término genérico para indicar toda percepción: percepciones
sensoriales, emociones, imágenes, recuerdos, proyectos, reflexiones, conceptos,
comentarios, experiencias espirituales, etc… Es normal e inevitable tener pensamientos y
son parte integral de la Centering Prayer. Cuando decimos «vuelve muy suavemente a la
palabra sagrada» indica el hecho de que esta ación debe realizarse suavemente, sin esfuerzo.
Esta es la única actividad voluntaria durante el tiempo de la Centering Prayer.
4. Al final del período de oración, permanece en silencio con los ojos cerrados durante un par de
minutos.
Estos minutos extra nos permiten llevar la atmósfera de silencio a la vida diaria. Para
algunos, una simple mirada a Dios, o la atención a la propia respiración, puede resultar más
apropiada que la palabra sagrada. Después de haber elegido una palabra sagrada, no la
cambiamos durante el período de oración: esto sería empezar a pensar de nuevo.
El padre Keating sugiere, para practicar este método, una duración mínima de veinte
minutos y dos repeticiones por día. La Centering Prayer nos familiariza así con el lenguaje
de Dios, que es el silencio.
La peculiaridad de este método es que no se trata de una meditación discursiva sino de
un simple reposo en Dios.

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LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO: De una circular de don Juan Vecchi
En la circular "Cuando recéis, decid: Padre Nuestro..." (Mt 6,9). El Salesiano, hombre y maestro de oración para
los jóvenes, de 2001 (AGG n. 374), don Vecchi dedica páginas vibrantes a la importancia de la oración en la
vida del salesiano. Al principio de la carta señala algunos lugares comunes entre los cuales «lo que quiere que
en el centro de la vida del salesiano esté la acción ". «A veces, cuando hablamos de Dios, con referencia a
nosotros mismos y, más aún, a nuestros interlocutores religiosos, nos ponemos una máscara, nos vestimos con
el traje que conviene al papel que debemos hacer, y escogemos palabras exactas y bien declamadas. Estas
máscaras no corresponden a lo que nosotros somos». Solo una vida de oración más profunda y auténtica puede
permitirnos "sanar" las motivaciones de nuestra acción. Puede ser interesante notar que en esta carta don Vecchi cita
reiteradamente a algunos de los maestros contemporáneos de la oración (Carlo Carretto, Enzo Bianchi, Carlo Maria
Martini, José María Castillo, Manuel Ruiz Jurado, Maurizio Costa, Romano Guardini…).
Por parte del hombre, esta disponibilidad para la obediencia y la escucha de la Palabra
constituye la condición indispensable para descubrir el proyecto que Dios confía a cada persona, en el
tiempo y en el lugar donde ha sido llamada a vivir. Será también la condición fundamental para
renovar el compromiso continuo de conversión para Dios: “Como descienden la lluvia y la nieve de
los cielos, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que
dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará
a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello para que la envié” (Is
55,10-11) .
El lugar privilegiado para la escucha es, pues, la meditación de la Palabra: “sentada a los pies
de Jesús, (María en Betania) escuchaba su palabra” (Lc 10,39) . Así, pues, todo empieza con la
atención interesada a la Palabra, que se desarrollará luego en meditación, oración y contemplación.
La escucha de Dios (cf. Gén 28,16) , con sus dimensiones de silencio, salida de sí mismo y
concentración en el Otro, se hace acogida o, mejor, descubrimiento en uno mismo de una presencia
más íntima aún a nosotros que cuanto pueda serlo nuestro mismo “yo”.
El silencio es como la imagen de la Palabra reflejada en un espejo. Silencio y Palabra se
completan y se refuerzan recíprocamente. Sin el silencio, difícilmente se llega, ya sea al conocimiento
de sí, ya sea al discernimiento del proyecto de Dios sobre la propia vida. El silencio da profundidad y
unifica. La sobriedad salesiana en el hablar no es distanciamiento o dominio controlado de sí mismo;
es siempre atención al otro, comprensión y deseo de dar y de recibir. Se pasa así a una dimensión
interior, al estar bien consigo mismo, a la visión serena de las personas y de las situaciones, a la paz
interior, al gusto de la presencia del otro.
Se produce también una actitud de dominio de sí y de resistencia para hacer callar los
sentimientos desordenados hacia los demás, las imágenes arbitrarias de uno mismo, las rebeliones, los
juicios no ponderados, las murmuraciones y las ligerezas, que nacen del corazón. Un silencio
mesurado es el guardián de la interioridad y hace posible la escucha y la acogida de quien habla. El
Dios que queremos encontrar está dentro de nosotros, no fuera.
El yo interior tiene necesidad de tiempos y espacios para confrontar y valorar. Respecto de los
primeros, no deberíamos tener miedo de reservar, en el horario, períodos de tiempo para dedicarlos a
la meditación personal, al estudio, a la oración y - ¿por qué no? a la contemplación: esa actitud total
de quien se siente subyugado por la verdad o por la belleza.
El Evangelio nos aconseja “entrar en la propia habitación y, cerrada la puerta, orar al Padre
que está en lo escondido” (Mt 6,6) . Se trata de escoger un lugar donde la atención y el espíritu
encuentren menos obstáculos para ir a Dios.
Quien tiene experiencia personal en la vida espiritual, sabe que este camino exige paciencia y
perseverancia, que no se puede recorrer en solitario, puesto que el Espíritu nos precede y nos
acompaña. Luego conocerá también, según va avanzando, los frutos de la pacificación progresiva,
del crecimiento de su libertad, de la mansedumbre y de la caridad, que son los frutos de un camino de
oración.

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Conclusiones
«Por eso Jesús, escondido en el tabernáculo, es llamado por Isaías fuente de agua viva; una fuente
siempre manda hacia fuera, siempre brota y nunca se vuelve a ver el recipiente de donde brota y
cuando se extrae agua, tanto más brota, en abundancia, límpida y clara… ¿Qué le puedo decirle
yendo a visitarle a menudo? Hablar así es una seria injuria a Jesús, como si no fuera lo
suficientemente rico para poder satisfacer todas nuestras peticiones. Una celosa sierva de Dios ...
que por amor a Jesús en el Santísimo Sacramento era llamada la esposa del Sacramento, preguntada
qué hacía en las muchas horas que se estaba ante el Venerable, respondió: Yo me quedaría por
horas y me quedaría por toda una eternidad y ¿no está la esencia de Dios, que es el deleite de los
bienaventurados en el Cielo? Buen Dios, ¿qué se hace delante de él y qué no? Amamos, alabamos,
agradecemos, pedimos. ¿Y qué hace un enfermo ante el médico? ¿Qué hace un sediento ante una
fuente clara? ¿Qué hace un hombre hambriento frente a una Santa Mesa?»83 (Don Bosco)
Como conclusión de este nuestro camino nos queda la sensación de que se podrían
decir muchas otras cosas sobre un tema de tan vital importancia; pero uno de los objetivos
que nos propusimos fue preparar un subsidio, lo más ágil y fácil de leer posible. Sobre cada
uno de los métodos propuestos no es difícil encontrar información más extensa para hacer
otras indagaciones personales.
Habría sido interesante, por ejemplo, conocer la experiencia espiritual de los primeros
jóvenes Salesianos, a través de algunos de sus escritos, conservados en los archivos, o a
través de las cartas que relatan su, a veces breve, vida en la Congregación. «Fue sorprendido
en su adolescencia afirma el manuscrito de la necrológica del clérigo Giacomo Vigliocco,
ciertamente revisado por Don Boscovarias veces orando por la noche y muy
prolongadamente»84. «En cuanto supo la importancia de la meditación para el progreso de
la vida espiritual dice el biógrafo más adelantela abrazó con tanto amor, que nunca dejó
de hacerla... Era hermoso verlo al principiuo de cada la meditación recogerse tanto en sí
mismo que no oía ni veía otra cosa»85.
Otro campo de estudio importante podría ser la revisión de los escritos del fundador,
en busca de su conceción de oración, así como de su experiencia espiritual y de su herencia
carismática86.
Sin embargo, queremos concluir nuestro camino, con la esperanza de haber ofrecido, en
particular a los novicios y a los jóvenes hermanos, algunos estímulos y reflexiones que
permitan a cada uno encontrar su propio método, para hacer más incisiva, alegre y vital la
meditación que nuestras reglas nos prescriben. Este objetivo, como mencionamos en la
Introdución, solo se puede lograr si las páginas de este subsidio y los diversos métodos
propuestos se van probando, gradualmente, en la práctica: esta es la característica de toda
eficaz pedagogía a la oración. En la práctica paciente y constante de la meditación, se
adquieren, de forma gradual y natural, esas reglas del juego que hacen que la experiencia de
la oración sea, cada vez, menos formal y fatigosa.
Os dejamos, al final del viaje, en compañía de dos testimonios.
83 Esta cita procede de un Discurso para las Cuarenta Horas, pronunciado por Don Bosco, según lo que se
desprende de la portada del manuscrito inédito, en 1859 en la iglesia de Santa Croce di Cavallermaggiore y en
1861 en Provonda, fracción de Giaveno, ambos en la provincia de Turín. Se conserva en ACS A 225.02.08.
84 Società di S. Francesco di Sales. Anno 1877, Torino 1877, 36. El manuscrito tiene correcciones de Don Bosco.
85 Società di S. Francesco di Sales. Anno 1877, cit., 42-43.
86 A este respecto, véanse, en particular, GIUSEPPE BUCCELLATO, Alla presenza di Dio. Ruolo dell'orazione mentale
nel carisma di fondazione di San Giovanni Bosco, Roma 2004 y los estudios en el sitio www.ritornoadonbosco.it

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- El primero, más conocido, está tomado de la carta de Don Rinaldi a los maestros de
novicios, ya citada en nuestra Introducción. "Fui a visitar a mi querido Padre en el último año
escribe este autorizado intérprete del carisma del fundador, de hecho, en los últimos
meses de su vida y, ansioso por confesarme una vez más, le rogué que quisiera escucharme.
Sabía bien que estaba prohibido que todos acudieran a Don Bosco para confesarse; pero
pensé que no habría transgredido la orden, regulándome como ahora os diré.
- No debe cansarse le dije a Don Boscono debe hablar: hablaré yo; luego usted me
diga una sola palabra. Fijaos en mi oración, una sola palabra. El buen Padre, después de
haberme escuchado, me dijo, precisamente, una palabra, una sola palabra: ¿y sabéis cuál?
¡Meditación! No añadió nada en absoluto, ni explicaciones ni comentarios. Una sola palabra:
¡Meditación! Pero esa palabra valía para mí más que un largo discurso. Y después de tantos
años todavía me parece ver al Padre en esa actitud de santo y tranquilo abandono y
escucharlo repetir: ¡Meditación!87.
- El segundo está tomado de una página de Carlo Carretto, religioso contemplativo de
los Hermanitos de Carlos de Foucauld, fallecido en 1988; era hermano de un salesiano obispo
en Tailandia y de dos Hijas de María Auxiliadora.
A una de las hermanas, sor Dolcidia, el hermano Carlo a los cuarenta años, pocos meses
después del inicio de su noviciado en el desierto, le escribió: «Te daré un ejemplo físico que
tengo delante de mí en el desierto. Hay un pedazo de desierto, todo es arena y muerte, como
mucho algún espino. Los hombres quieren convertir el desierto en un oasis exuberante.
Empiezan a trabajar. Se hacen carreteras, calles, canales, puentes, casas, etc, etc... No cambia
nada: todo sigue siendo desierto. Falta el elemento básico: el agua. Entonces quien lo ha
entendido comienza a trabajar, pero no en la superficie: ¡comienza a cavar profundo! Busca
agua, hace un pozo. La fecundidad del oasis no dependerá de los canales que se hagan, de
las carreteras, de las casas, sino de ese pozo. Esto es lo que vi en Europa. Un ejército de
católicos locos construye, hace casas, colegios, asociaciones, partidos y, casi nadie, se
preocupa por cavar pozos. Conclusión: tristeza, desánimo, vacío interior y, en ocasiones,
desesperación. Pretenden construir para Dios sin Dios, y no me digas, hermana, que se reza.
No, no se reza, incluso si rezamos cien rosarios al día, incluso si vamos a misa con
regularidad. ¡La oración es una cosa bien distinta! La oración es respiración, es libertad, es
amor, es coloquio inagotable, es, ante todo, pensar en Dios. Eso es lo que falta en nuestra
antigua cristiandad, que, cuando quiere orar, empieza a ensartar fórmulas»88.
Esta es la única, concretísima estrategia para volver a hacer florecer el desierto: volver a
cavar pozos para sacar, con gozo, agua de las fuentes de la salvación (cf. Is 12,3).
87 FILIPPO RINALDI, Cari Maestri degli ascritti, in ASC A 384.01.15
88 CARLO CARRETTO, Lettere a Dolcidia, Assisi 1989, 46-47.

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Indice
SUMARIO ............................................................................................................................................... 3
INTRODUCIÓN .................................................................................................................................... 4
PARA INICIAR EL CAMINO.............................................................................................................. 7
Oración vocal, mentale, meditación, contemplación .................................................. 7
Las enseñanzas sobre la meditación en los orígines de la Sociedad ........................... 9
Con Don Bosco y con los tiempos .................................................................................. 10
Oración personale y oración litúrgica ........................................................................... 11
Valor antropológico de la meditación ........................................................................... 12
LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO: De una circular d don Paolo Albera ...... 15
SUGERENCIAS Y REFLEXIONES GENERALIS SOBRE EL "MÉTODO" .................................... 16
Los tre momentos fundamentales de la meditación ..................................................... 18
El papel del cuerpo en la oración ................................................................................... 19
Los criterios adoptados para la elección de los métodos propuestos ...................... 20
LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO. De una circular de don Luis Ricceri ...... 22
LOS MÉTODOS PROPUESTOS PARA LA MEDITACIÓN ........................................................... 23
1. MÉTODOS SENCILLOS ....................................................................................................... 23
Repetición sencilla ............................................................................................................ 24
La oracion de Jesús u oración del corazón (Hesicasmo) ............................................... 25
Composición viendo el lugar (San Ignacio de Loyola) ............................................... 25
Una palabra sobre el papel de la imaginacióne en la meditación ............................. 26
Mira que te mira (Santa Teresa de Ávila) ....................................................................... 28
Examen del día venidero ................................................................................................ 29
LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO: De una circular de don Egidio Viganò . 31
2. MÉTODOS ESTRUCTURADOS .......................................................................................... 32
La Lectio Divina según el método de Guigo el Cartujo ............................................... 32
La Lectio Divina secgún Carlo Maria Martini ............................................................... 35
La Lectio Divina. La síntesis de don Pascual Chávez ................................................... 36
La meditación ignaciana ................................................................................................. 38
Método ignaciano simplificado ...................................................................................... 39
El método enseñado en el Vade mecum de don Giulio Barberis ................................ 40
Método de los "siete pasos" (Lumko África) ............................................................. 41
El método de la ruminatio (según Clodovis M. Boff) .................................................. 42
El método de la Centering Prayer del P. Thomas Keating ........................................... 43
LEER EL PASADO PARA ESCRIBIR EL FUTURO: De una circular de don Juan Vecchi ..... 45
CONCLUSIONES .................................................................................................................................. 46
INDICE ................................................................................................................................................... 48