3. Llevar el evangelio de la vida a la sociedad


3. Llevar el evangelio de la vida a la sociedad



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EL AYUNO QUE DIOS QUIERE

El ayuno que Dios quiere es éste:

que sueltes las cadenas injustas,

que desates las correas del yugo,

que dejes libres a los oprimidos,

que acabes con todas las opresiones,

que compartas tu pan con el hambriento,

que hospedes a los pobres sin techo,

que proporciones ropas al desnudo

y que no te desentiendas de tus semejantes.

Entonces brillará tu luz como la aurora

y tus heridas sanarán en seguida,

tu recto proceder caminará ante ti

y te seguirá la gloria del Señor.

Entonces invocarás al Señor

y él te responderá;

pedirás auxilio

y te dirá: “Aquí estoy”









  1. Retiro ………………….………............ 3 - 9

  2. Formación…………….………........ 10 - 17

  3. Comunicación.….…................ 18 - 22

  4. El anaquel……….……................23 - 62






Revista fundada en el año 2000

Segunda época


Dirige: José Luis Guzón

C\\ Las Infantas, 3

09001 Burgos

Tfno. 947275017 Fax: 947 275036

e-mail: jlguzon@salesianos-leon.com


Coordinan: José Luis Guzón y Eusebio Martínez

Redacción: Raimundo Gonçalves

Maquetación: Xabi Camino

Asesoramiento: Segundo Cousido y Mateo González


Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN: 1695-3681






AMAR Y PROMOVER LA VIDA CON PASIÓN


Retiro espiritual para comunidades salesianas


Eugenio Alburquerque


Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia

(Jn 10, 10)


Quizás estamos más acostumbrados a reflexionar sobre la vida humana desde la perspectiva moral que a contemplarla desde una perspectiva espiritual. La intención de esta charla es situarnos ante la vida humana espiritual y pastoralmente.


El Rector Mayor comienza el comentario espiritual al Aguinaldo con el texto bíblico Sab 11, 24-12,2, en el que Dios se manifiesta biófilo, amigo y amante de la vida. Ama a todos los seres. No puede odiar nada de lo que amorosamente ha creado. Si la vida humana brota del mismo espíritu de Dios, si es soplo divino, si somos creados a su imagen y semejanza, necesariamente sobre nuestra existencia se cierne el amor divino. Ciertamente, Dios da la vida por amor, la mantiene en el amor y la destina a amar. Y es el amor del Dios amante de la vida, el que nos insta a amarla con pasión, a promoverla como un servicio responsable, a defenderla con esperanza, a anunciar su valor y su sentido especialmente a los jóvenes más débiles e indefensos, a cuantos navegan a la deriva entre el vacío y la zozobra. Seguidores de Jesús, estamos llamados a dar vida en abundancia.



1. Dios ama la vida


En el centro del mensaje cristiano está el amor; y esto significa precisamente que en el centro del cristianismo está la vida. Porque el amor es, ante todo, vida; es la expresión más honda y determinante de la vida humana. Si hay algo claro en el relato bíblico de la creación es que todo lo que es vida en la tierra, proviene de Dios, del amor de Dios, y que esa vida tiene su punto culminante en la creación del ser humano.Dios es amigo y amante de la vida, por ser su “principio y fundamento”. Ama la vida porque la da sin merecerla previamente; la ama porque la sostiene, la cuida, la protege, incluso la de aquellos que no lo merecen. Amar es oficio divino, su más natural ocupación. En eso consiste Dios: “… el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor” (1 Jn 4, 7-8).


Desde las primeras páginas del libro del Génesis manifiesta la Sagrada Escritura, la fe y la convicción profunda de Israel de que la vida proviene de Dios y hay que vivirla ante Dios, que la tutela y protege. Es una bendición de Dios que hace brillar en ese regalo su misterio y su generosidad. Es el mayor de los bienes que Dios puede conceder. Continuamente resalta la Biblia la relación directa de la vida con Dios. La vida del hombre viene de Dios; es, como destaca Juan Pablo II, “un don con el que Dios comparte algo de sí mismo con la criatura” (EV 34). Dios es el único señor de la vida, el hombre no puede disponer de ella. Vida y muerte están en las manos de Dios. Toda vida viene de Dios y Dios la protege. No crea al hombre para dejarlo morir, sino para que viva (Sb 1,3; 2,23). Porque Dios ejerce su poder con cuidado y solicitud amorosa hacia sus criaturas.


Para Jesús la vida es un don precioso, “más que el alimento” (Mt 6,25). Salvar una vida prevalece incluso sobre el sábado (Mc 3,4). Especialmente en el evangelio de san Juan, la vida es un valor central. Se refiere sobre todo el evangelista a una vida “eterna” y definitiva, es decir, a una vida que trasciende esta vida, a la vida que Dios comunica a sus hijos y que tendrá su consumación última más allá de este mundo. Pero conviene precisar el sentido de esta “vida eterna”. Con frecuencia la teología y la espiritualidad católica han hablado de la vida eterna como de otra vida que no es esta vida. Y cuando hablaban de esta vida, se referían a la “vida divina”, a la “vida de gracia”, a la “vida sobrenatural”, a la “vida consagrada”, a la “vida espiritual”, etc. Es decir, formas de hablar que indican en realidad que cuando se habla de la vida no se la entiende como el común de los mortales la entiende, sino con cualificaciones que remiten a otras cosas. Para comprender el significado de esa “vida eterna”, a la que se refiere San Juan, lo primero que conviene tener presente es que se trata de esta vida, la vida ordinaria, la vida de cada día, la vida concreta de las personas en este mundo, con todo lo que esto supone y exige de respeto, de dignidad, de derechos inalienables, en cada sociedad y en cada cultura. Es decir, la vida eterna que Dios promete tiene como presupuesto la vida humana en plenitud. Realmente, lo primero que Jesús quiere es que los seres humanos vivan. Sólo a partir de ahí se puede entender y vivir la vida de hijos de Dios, que tendrá su consumación en la vida eterna.


Entonces los cristianos me parece que tenemos que tener claro, afirmar y vivir sencillamente en esta clave:


- No hagamos una contraposición entre la otra vida y esta vida;

- No antepongamos la otra vida a esta vida;

- No pensemos y actuemos de tal manera que, en la práctica, vayamos por la vida desentendiéndonos de lo que esta vida significa y exige, o peor, atentando, maltratando o atropellando esta vida.



2. Don y responsabilidad


La vida la experimentamos siempre como recibida de otros; no nos la hemos dado o procurado nosotros. La fe ahonda más este misterio y nos ayuda a comprenderla como don y regalo recibido gratuitamente del Creador. En Él está “la fuente de la vida” (Sal 36, 19). Ningún ser humano llega a la vida por azar, por casualidad o capricho. Es Dios mismo el que nos llama a la vida y hace posible el milagro de nuestro vivir. Por ser don y regalo gratuito, no hay de nuestra parte ningún tipo de merecimiento para recibirla.


Hay un malentendido que quizá merezca la pena disipar. Aunque no sea de forma explícita, con frecuencia se piensa que el regalo es algo que sólo se da a algunos, no a todos. Un regalo universal parecería algo contradictorio. Sin embargo, no es así; de otra manera, no podríamos considerar la vida, que es lo más universal que existe, como el regalo por antonomasia. La vida es el regalo de los regalos; totalmente inmerecido. No es justa esa expresión que a veces se oye decir de algunas personas: “no merece seguir viviendo”. No lo es, porque en realidad, ninguno lo merecemos, ni podemos hacer nada para merecerlo. La vida es el don más universal; sólo carece de ella, quien no vive.


La vida es un don del amor de Dios, y alcanza su sentido más pleno cuando es donada. Este don es confiado al hombre como tarea y responsabilidad: debe defender y promover, respetar, cuidar y amar la vida confiada. El amor, cuanto más incondicional y desinteresado es, exige una respuesta; y ésta puede provenir solamente de lo más profundo de la persona, ya que se trata de una respuesta de amor. El don (Gabe en alemán) se vuelve tarea (Aufgabe); es el sentido más profundo de la vida como vocación. No somos títeres de Dios, ni actores que tienen que reproducir un guión ya elaborado de antemano. Pero tampoco estamos en el mundo sin ningún rumbo fijo ni orientación. La vida se convierte en un maravilloso diálogo entre la iniciativa del Dios de la vida y la respuesta libre del hombre agraciado.


El primer mandato que recibimos de Dios es vivir; no está escrito en tablas de piedra, sino grabado en lo más hondo de nuestro corazón. Y nuestra primera expresión de obediencia a Dios es amar la vida, acogerla, cuidarla y desplegar todas las posibilidades que en ella se encierran. La primera actitud espiritual ante la vida se cifra en la acogida gozosa que lleva al amor y a la responsabilidad. De una manera muy breve y sintética resumo este quehacer espiritual ante el don de la vida en diez verbos (decálogo de la vida): amar, admirar, agradecer, respetar, proteger, cuidar, curar, entregar, educar y celebrar.


1. Amar: El primer mandamiento es el amor: amar la vida que se nos ha dado por amor y en el amor. Amarla cada día con pasión; amar la propia vida y la vida del hermano; la vida de los débiles y de los pobres; la vida naciente y la vida ya gastada. Como el precepto bíblico, encierra en sí todo el decálogo. Todos los demás preceptos, normas, orientaciones morales y espirituales, como diría San Pablo, no son más que expresión de este “amarás la vida con pasión”. Sólo un verdadero amor sabe custodiar y defender la vida.


2. Admirar: El amor, antes que a cumplir, nos invita a admirar; a dejarnos envolver y sorprender por la vida, a contemplarla en su misterio y a sentir las ganas y el gozo de vivir; y a gritar muy fuerte, pero muy dentro del corazón: ¡vivir, qué maravilla y qué enigma!


3. Agradecer: El amor desencadena el agradecimiento. ¿Cómo no va a ser un quehacer espiritual el agradecer? Agradecer el gran regalo recibido, el don insustituible e irrepetible. Porque nadie verá jamás el mundo con mis ojos, ni acariciará con mis manos, ni rezará con mis labios, ni amará con mi corazón. La vida del creyente es siempre acción de gracias.


4. Respetar: El amor implica respeto, un respeto sagrado, porque la vida humana es sagrada. Los humanos no somos dioses, pero hemos sido creados por Dios a su imagen. Respetar la vida humana es respetar a su Creador. Respetar es contemplar también la vida del otro en todo su valor insustituible, en su dignidad, aceptarla, querer que esa vida crezca y se desarrolle como vida humana. Sin respeto a la vida no hay paz, ni pacífica convivencia.


5. Proteger: Porque la vida humana está rodeada de peligros, porque es realmente muy vulnerable, porque los hombres somos seres capaces de ser heridos y de herir. Violencia, destrucción y muerte la amenazan. Proteger y defender especialmente la vida de los débiles y de los más pobres, porque preciosa y digna de respeto y protección es toda vida humana.


6. Cuidar de todo y de todos. Toda la creación es obra del amor de Dios, todo es bueno, animales, plantas, firmamento, estrellas, mares… todo tiene valor en sí mismo. Reconocer, pues, la dignidad de la tierra, respetar la naturaleza y aceptar la riqueza de todas las criaturas. Cuidar de todos y desarrollar todas las posibilidades, conducirlas a su auténtica calidad humana; cuidar la salud y la vida; y luchar contra todo lo que la disminuye, estorba o debilita.


7. Curar las heridas, la enfermedad y el sufrimiento, y ser capaces de acompañar a los heridos, a cuantos sufren, malviven y malmueren. Ser capaces de ofrecer razones para luchar, sufrir, vivir y esperar.


8. Entregar: Dar la vida, partirla, compartirla y repartirla cada día entre los hermanos, como la entregó y la entrega Jesús. Es el signo del más grande amor, de la solidaridad sin límites: “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los que ama”. El cumplimiento y la plena revelación del evangelio de la vida lo descubrimos en el misterio de la entrega de Cristo. La vida encuentra su centro, su sentido y su plenitud, cuando se entrega.


9. Educar en el valor de la vida: Transmitir no sólo su valor, sino proponer también el evangelio de la vida, construir junto con todos los hombres de buena voluntad la verdadera cultura de la vida. Las nuevas generaciones tienen necesidad de encontrar en sus padres, educadores y catequistas, verdaderos “maestros de vida”, que les muestren un camino acertado y les indiquen la dirección buena. Educar en el valor de la vida es ser capaces de suscitar el sentido y la alegría de vivir, el aprecio por los valores humanos, el respeto por la dignidad de toda vida.


10. Celebrar: La vida es siempre culto. Es en sí misma, manifestación de alabanza, porque cada vida humana es un prodigio de amor. Celebrar la vida es, en definitiva, amar, admirar y celebrar al Dios de la vida, que nos ha tejido en el seno materno; es bendecirle y agradecérselo. Y es también cultivar una mirada contemplativa ante la naturaleza, ante la creación y, en definitiva, ante el Señor que “pasó derramando tanta belleza”. La creación manifiesta la gloria de Dios; y la contemplación de su gloria conduce al agradecimiento por su don. El servicio a la vida es el verdadero culto espiritual agradable a Dios.



El amor de Dios por la vida nos estimula no sólo a una actitud espiritual íntima; nos impulsa también espiritualmente al compromiso: a dejarnos guiar por el amor de Dios a la vida, a testimoniar y proclamar el valor de la vida humana. Juan Pablo II ha escrito: “Es necesario hacer llegar el evangelio de la vida al corazón de cada hombre y mujer e introducirlo en lo más recóndito de toda la sociedad”. Introducir el evangelio de la vida en la sociedad, éste es el reto espiritual.


El proyecto de Jesús a favor de la vida y en defensa de la vida humana está en relación directa con lo que constituye el centro de su mensaje: la predicación de la llegada del Reino de Dios. La exégesis y la teología actual reafirman que el centro del mensaje de Jesús fue y es el Reino de Dios. Y está fuera de dudas que el Reino de Dios no es sólo un mensaje para la otra vida, sino que implica, ante todo, un proyecto para esta vida, que se consumará en la otra. Jesús establece una relación directa entre esta vida y el Reino de Dios: es en la vida de cada día, en la vida de todas las horas donde cada persona se relaciona con el Reino de Dios. De manera que cuando el Nuevo Testamento habla de la vida, se trata siempre de la vida en relación al proyecto fundamental de Dios: su reino. El anuncio del Reino implica, pues, el compromiso por la vida, es decir, implica introducir el evangelio de la vida en la sociedad actual. Anunciar y predicar el Reino de Dios es promover la vida, dar vida, trabajar, luchar para que, en este mundo nuestro, la vida sea más humana y más digna para todos; es sencillamente, trabajar para que la gente sufra menos y se sienta más segura y más respetada.


Este planteamiento nos hace ver que nuestra fe se juega en el asunto de la vida; y que la relación entre el Reino y la vida nos obliga a tomar postura y a optar decididamente por la vida ante tantos problemas y situaciones como se nos presentan en la vida cotidiana. En especial, si queremos llevar el evangelio de la vida a la sociedad actual, me parece que es necesario manifestar la opción por la vida en el campo económico, ecológico, legal, cultural.



3.1. Vida y organización económica


Ahora mismo lo que decide la vida o la muerte de muchos miles de personas, cada día, es la organización y funcionamiento de la economía mundial. Sabemos que en estos momentos, está montada sobre las bases del neoliberalismo. Entre otras cosas, esto lleva consigo que la riqueza mundial se concentra año tras año en menos personas. La distancia (el abismo es la palabra que empleó Juan Pablo II) entre unos y otros es cada día más asombrosa. Y la consecuencia inevitable de este proceso es, no simplemente la marginación de los marginados de siempre, sino, sobre todo, la exclusión y el exterminio de millones de seres humanos. Si tomar en serio la fe es tomar en serio la vida, esto significa que en los momentos que estamos viviendo, no es posible objetivamente tomar en serio la fe cristiana sin tomar partido contra el neoliberalismo económico. Porque es ése modelo económico el que está causando la muerte de muchos miles de personas cada día. Maltrata, envilece, degrada la vida de millones de seres humanos.


La comunidad cristiana no puede adaptarse a un modelo social global que produce muerte, exclusión y rechazo. Si queremos anunciar el evangelio de la vida, es necesario enfrentarse a la discriminación social, a las migraciones provocadas, al consumismo desenfrenado, al individualismo, a las tremendas desigualdades e injusticias. El reto fundamental es entonces la solidaridad.


3.2. El problema ecológico


La vida está de tal manera interrelacionada entre los seres vivos, que no se puede optar por ella si no se toma en su conjunto y con todas sus consecuencias. Hoy no se puede tomar postura a favor de la vida sin tomarla también a favor de la ecología: “lo que hiere a la tierra, hiere a los hijos de la tierra”, proclamó el Gran jefe Seattle en su discurso ante el Gran jefe de Washington. Pero ciertamente es necesario entender correctamente la ecología. Es importante salvar la vida de las ballenas, pero es mucho más importante salvar la vida de millones de seres humanos que mueren de hambre, de SIDA, de malaria… No es posible respecto a la ecología ningún tipo de reduccionismos o simplificaciones. La ecología es el grito de la tierra, pero antes que eso es el grito de los pobres.


La ecología sitúa en el centro a la vida, defiende y promueve toda vida; y desde la defensa integral de la vida hemos de llegar a un respeto sagrado, a la preocupación por la mejora global de las condiciones de vida, a una mayor atención a la calidad de la vida. La responsabilidad por todo lo que vive tiene que expresarse en el compromiso por la justicia social. Si queremos afirmar la vida de todos, tenemos que promover los derechos de todos, especialmente de los excluidos del banquete de la vida, de los pobres de hoy y de las generaciones futuras. Este es el camino de la justicia. Si no existe la justicia, la dignidad de la persona y de la naturaleza es mera palabrería.



3.3. Vida y leyes anti-vida


Tomar en serio la defensa de la vida es, por supuesto, declararse contra el aborto. Pero no sólo eso; es necesario pronunciarse también contra la pena de muerte, contra la guerra, contra la fabricación y el comercio de armamentos y en contra de los gobiernos que fabrican y venden armas de guerra a países del Tercer Mundo. Hay un problema legal muy serio en relación a la defensa de la vida, porque las leyes de los llamados países democráticos no la tutelan en absoluto. Y por eso tantos cristianos que quieren vivir coherentemente la fe se ven tantas veces abocados a llegar a la desobediencia civil y hasta la insumisión. Si el derecho a la vida es primario y fundamental y sobre él se asientan los demás derechos, ha de ser especialmente protegido por la ley. Si las leyes toleran o incluso regulan las violaciones del derecho a la vida, no son leyes justas. Ante ellas no cabe cristianamente la resignación, sino la desobediencia. Hay que denunciarlas y procurar por todos los medios democráticos, que sean abolidas o modificadas.



2.4. Ante una cultura de muerte


Tomar en serio la vida es tomar en serio la cultura en la que se desenvuelve. En el fondo de los problemas que acechan a la vida humana hay siempre un problema cultural. Juan Pablo II habló precisamente de una cultura de muerte que se cierne sobre nuestra sociedad. No se trata simplemente del problema de las graves amenazas que acechan a la vida humana, sino de las actitudes de fondo que anidan en los corazones, en los planteamientos vigentes, en los valores o pseudovalores que circulan. La cultura es el alma de la sociedad; y si el alma está dañada, toda la sociedad lo está. Cuando la cultura de la muerte entra a formar parte de la mentalidad de un pueblo, los individuos se hacen incapaces de distinguir el bien del mal.


Promovamos, pues, una verdadera cultura de la vida, defendiendo, cuidando, amando la vida y, especialmente, promoviendo en nuestra sociedad una auténtica educación en el valor de la vida. El servicio al evangelio de la vida urge educar en el valor de la vida: “Para ser verdaderamente un pueblo al servicio de la vida debemos, con constancia y valentía, proponer estos contenidos desde el primer anuncio del evangelio y, posteriormente, en la catequesis y en las diversas formas de predicación, en el diálogo personal y en cada actividad educativa” (EV 82). Toda la acción pastoral de la Iglesia, en las distintas formas de comunicación y anuncio, está comprometida en esta tarea; y todas ellas tienen una profunda dimensión educativa. Se trata de transmitir no sólo el valor, sino también un conjunto de actitudes interiores constitutivas de la personalidad del creyente.









POBREZA EVANGÉLICA DE LA TEORÍA A LA REALIDAD1



Fidel Aizpurúa Donazar, ofm cap

Presentación


Este taller estuvo compuesto por unas cuarenta personas. La mayoría eran religiosas. Este dato influyó a la hora de contar experiencias, ya que todas provenían del lado femenino de la VR (no se sabe si la vida masculina está más carente de este tipo de experiencias, o es menos significativa numéricamente hablando). La edad media era en torno a 60 años, aunque se notó la presencia de varias jóvenes religiosas e incluso de alguna contemplativa, lo que, sin duda, enriqueció la participación. Se veía que gran parte de los participantes trabajaban en temas de enseñanza, lo que marcó bastante el ulterior debate.


Se percibió una gran voluntad y deseo de trabajar. Creyendo que el colectivo estaría “cansado” de tratar el tema de la pobreza, se percibió desde el principio el deseo de entrar en el asunto y cuando se propuso hacerlo desde un lado nuevo, desde la pobreza entendida como situación social más que como virtud religiosa, la aceptación fue general. Se lee este dato como un signo de vigor de la actual VR que no desiste de sus temas clave a pesar de que pueda haber experiencias negativas en los grupos religiosos.



Es preciso decir que en las casi ocho horas íntegras que duró el
seminario, además de la participación activa, la asistencia fue unánime manteniéndose hasta el final en un domingo por la tarde que podría invitar al descanso. Este dato denota las ganas que el colectivo tenía por afrontar el tema.


1. Fundamentación del tema


Tal como proponía el iter que nos sugirió la CONFER, la primera
hora la dedicamos a una fundamentación del tema en la que hubo participación y diálogo. Se hizo esta fundamentación desde la siguiente perspectiva:


Siempre ha sido un reto de la VR cómo pasar de la pobreza pensada a la pobreza vivida. En realidad, en nuestra actual VR la pobreza es un tema “oculto” que, casi, ni siquiera se piensa (libros como
El futuro de la Vida Religiosa de J.M. Castillo son excepción), de no ser en maneras teológicas, ideológicas. Se vive indudablemente en modos loables en algún caso, pero el resultado global del hecho de la VR no da como resultado el poder decir, con atisbos de verdad, que nuestra vida esté enmarcada en la pobreza. ¿Ni se piensa ni se vive? ¿Puede este grupo, de entrada, apoyar un aserto así, más allá de matizaciones? ¿O es que hemos de situarnos en las matizaciones como refugio de verdad?


Es preciso caminar en otra dirección, un pensamiento distinto y una praxis igualmente distinta. Estamos en la necesidad de reinventar los votos para que éstos realmente sean significativos. Vamos a proponer diez “tesis” (escuetas, a discutir) para intentar otros caminos:


1. Tal vez haya llegado la hora de sacar a la espiritualidad de la pobreza del ámbito privado y religioso para situarla en el estructural y sociológico. En ese caso, y antes que nada, la pobreza se traduce por una lucha contra el sistema que la produce.


2. La VR habría de ser camino para una creciente confluencia vital con el mundo de las pobrezas. El sentido de la VR viene determinado por esta clase de confluencias.


3. Abandonando el lirismo estéril en que, a veces, se ha visto envuelta, la vida en pobreza demanda una apuesta y un situarse crecientemente en el lado de quienes están en el reverso de la historia, de quienes menos cuentan. Queda cuestionada una VR desde el lado de los vencedores y de las vencedoras.


4. En ese sentido, habrá que reformular el voto de pobreza, tanto personal como comunitariamente. Éste consistirá no tanto en amar la pobreza cuanto en sintonizar con las pobrezas y quienes las soportan. Es cuestión de situación sociológica tanto como de mística evangélica.


5. Por mucho que nuestros estilos de vida estén alejados de la vida de los pobres, es posible caminar en la dirección de la confluencia con las pobrezas. Trabajar la perspectiva es decisiva en esta clase de cuestiones.


6. Hay que alegrarse de que las pobrezas hayan pasado de vergonzantes a reivindicativas. Es obvio que la VR habría de hacer piña con quienes reivindican los derechos de los empobrecidos.


7. Desde este lado, los pueblos del Sur, particularmente los de Africa, interpelan a la pobreza de la VR no tanto por el cauce de la ayuda sino por el de la justicia y el desarrollo.


8. Posiblemente no podamos sustraernos al trabajo asistencial, pero hemos de apuntar al de promoción, aspirando incluso al cambio de estructuras sociales cercanas.


9. El religioso y la religiosa no han de ceder al determinismo interesado del poder que afirma que nada se puede cambiar. Decidirse a hacer es lo que ha de caracterizar al religioso y a la religiosa en estos temas. Los signos tendrán aquí un lugar importante de sugerencia y de posibilidad distinta.


10. Es un ideal de comunidad religiosa que va entendiendo el quid de la pobreza el poder vivir como un buen vecino en ámbitos populares. Será posible en la medida en que nos vayamos liberando de la cantidad de prejuicios sociales que acumulamos sobre las personas y del vigor para sacudirnos perezas estructurales.


Este “decálogo” fue acompañado de amplios comentarios, tanto por parte del animador del seminario, como por parte de los componentes del mismo. Se terminó captando lo que se quería: una perspectiva más social del voto de pobreza como instancia primera para trabajar hoy si se quiere dar un sesgo nuevo a esta espiritualidad. No. obstante, también hubo miembros que explícitamente hablaron de la dimensión personal de la pobreza, aceptándose sus observaciones aunque argumentado por parte del moderador que la elección “social” era la manera de abordar en este caso el tema.



2. Presentación de realizaciones y compartir experiencias


Quizá fuera este uno de los momentos mejor acogidos del trabajo del seminario. En un espacio largo de tiempo se fueron desgranando experiencia de VR que aportan algo en cuanto a cambios de dirección en la estructura económica de los grupos religiosos, confluencia con el mundo de las pobrezas, experiencias proféticas de vida vivible con los pobres o pobrezas olvidadas.


No es posible detallar aquí todas las experiencias narradas, pero, modo de resumen, consignamos las variables más comunes:


  1. Son experiencias mayoritariamente de grupos femeninos: Da la impresión de que la VR femenina está más cerca de las pobrezas, en general, que la masculina.


  1. Son experiencias que llevan muchos años funcionando, por lo que hablar de experiencias no parece propio. Son, más bien, caminos de vida.


  1. Se hacen con medios muy modestos, fuera de los circuitos de subvenciones estatales u otras, y en ambientes mezclados con las situaciones en las que se trabaja. En ese sentido, son trabajos de auténtica inserción.


  1. Se ven los resultados positivos, aunque sean modestos, y se percibe que se puede influir en la vida de los pobres para mejorarla.


  1. Se enriquece la persona con experiencias muy cercanas a la vida, lejos del tinglado estructural de la VR.


  1. Se observa una flexibilidad mayor entre todos los miembros de las comunidades, vivan o no este tipo de experiencias. En esto
    se ha mejorado.


  1. Se comienza a trabajar en el mundo de lo intercongregacional e incluso se comienza a vivir. Se percibe que el propio carisma no mengua sino que se fortalece en el contacto con otras congregaciones.




3. Diálogo, intercambio, creatividad y búsqueda


En el mismo local donde se realizaba el seminario se hicieron 6 pequeños grupos para trabajar una cuestión y poder, a partir de ahí, aproximarnos a unas conclusiones. Estos grupos tuvieron por temas los siguientes:


a) Caminos concretos de pobreza estructural.

b) Subvenciones y relación con el sistema.


c) El gozo de una Navidad distinta desde la pobreza.


d) Los pobres no hacen parte del encuentro de VR.


e) Taller bíblico sobre Mt 22,15-22.


f) Los valores de los acercamientos individuales.


Tras una hora de diálogo, los grupos fueron haciendo una pequeña relación en orden a construir una propuesta en los parámetros que nos marcaba la dirección del encuentro: de no más de diez líneas y con propuestas concretas.



4. Elaboración de una propuesta


El moderador del seminario, con las aportaciones de los grupos, elaboró una propuesta que, durante mucho rato, se limó y perfiló hasta dar con la que se entregó a la dirección del Encuentro. La propuesta tiene detrás los siguientes elementos:


• La llamada a la pobreza ha de ir pareja a la llamada al seguimiento; no son realidades distintas, aunque aquella tenga un indudable componente social.

Se llama a situar la pobreza en ámbitos sociales como lugares de mayor verdad y propiedad para pasar de una pobreza pensada a otra vivida.
• Se opta por los modos de inserción en las pobrezas como lenguaje de futuro.

Concretamente se proponen tres acciones:


a) Que nuestras estructuras empresariales (colegios sobre todo) se ajusten más a su intención evangelizadora y relativicen más sus aspectos estructurales.


b) Que para que la CONFER adquiera más independencia económica ya que recibe una parte del dinero que el Estado da a la Iglesia (y además lo recibe a través de la CEE) renuncie a esas subvenciones de los presupuestos generales del Estado.


c) Que las familias religiosas renuncien al IBI de los pisos de comunidad que no tienen función social sino mero uso de vivienda.


• Se cree que este tipo de actuaciones puede ser mejor entendida por los jóvenes y puede ir dando más sentido a una vivencia social de la pobreza evangélica.



5. “Ecos” de la jornada


Una miembro de este taller hizo al día siguiente un eco del trabajo realizado en manera muy personal y acertada sin poner el acento en las conclusiones ya que éstas fueron presentadas y leídas oficialmente en la asamblea.



6. Evaluación


Aunque no se hizo de manera exhaustiva, el grupo realizó a su
manera una evaluación del Encuentro Nacional de VR que sistematizamos en estos puntos:


• “Ya está brotando lo nuevo, ¿no lo notáis?” (Is 43,19). Esta frase de los profetas del destierro que ha servido para muchos guisos se ha vuelto a oír repetidamente en el Encuentro Nacional de VR tenido en Madrid hace pocos días. No me parece que sea un simple recurso retórico. Yo creo que, realmente, algo nuevo está naciendo en el panorama nada fácil, desde hace años, de la VR española. Si así fuera, hay que alargar las orejas, las de dentro, para escuchar este tenue murmullo de la novedad.


• ¿Puede hablarse de lo nuevo en tiempos de reducción y de un cierto desinfle? Pues claro que sí. Porque la novedad no depende únicamente del número, de la fuerza, del número de obras. Depende del ánimo, de la búsqueda, del interés por dar con sendas nuevas. Y eso va dentro, depende de factores anímicos, espirituales, ideológicos, sociales. No es hacer de la necesidad virtud; es también la evidencia de que hay una posibilidad real de hablar de lo nuevo.


• Cuando se asiste a un encuentro de esta índole, globalmente se tiene la impresión de situarse en el “más de lo mismo” de siempre. Y quizá sea así. Pero sobre esa melodía general, tal vez empiezan a sonar cosas algo distintas, pequeños cambios de tonalidad que es necesario percibir para poder quedar cautivado por la riqueza del concierto.


• Hace falta avivar ciertas actitudes personales y comunitarias que aún humean bajo las cenizas: la ilusión, el anhelo, la imaginación, la pregunta. Son dinamismos que, a veces, se hallan bloqueados y que es necesario desbloquear. Cuando esto se da, las posibilidades de percibir lo nuevo se acrecientan. Quizá la VR española esté atisbando el final del túnel en el que se halla sumida desde hace unos años. Ese final no se mide por el aumento del número de vocaciones sino porque está subiendo el nivel de esperanza y aumenta, a nuestro modo de ver, la sensación de mirar hacia fuera, de entrever las posibilidades que nos quedan, de querer seguir conectados al hoy social. Quizá sea esto una modesta realidad, no solamente el deseo que tenemos de ello (cosa que, por otra parte, tampoco sería despreciable).


Quisiéramos poner sobre la mesa de la reflexión algunas sendas modestas de novedad que, a nuestro parecer, están ahí y pueden abrirnos los ojos y el corazón a la esperanza:



a) Resplandores en el horizonte


No está cerrado el horizonte. Tenemos una espiritualidad, tanto eclesial como carismática, de mejor calidad que nunca la hemos tenido. Textos como VC o el emanado del Congreso Internacional de VR y otros muchos son una aportacion a la espiritualidad eclesial como nunca lo habla tenido la VR No son solo papeles Terminan influyendo creando un marco propicio.


Tenemos unos religiosos y unas religiosas mejor formados que nunca en todos los sentidos, técnicos y espirituales. Cierto que falta mucho y siempre será algo a trabajar. Pero los esfuerzos de formación permanente están dando sus frutos. Sin ella, la VR se habría descalabrado hace tiempo.


Hay un respeto generacional que nunca habíamos conocido. Los pocos jóvenes que hay son respetados; las diversas generaciones que aglutina la VR son respetadas. Nunca se había tenido tanto cuidado con los mayores; quizá nunca se había sido tan paciente con las generaciones de mayores que nos resistimos a dar pasos nuevos. Aunque falte todavía mucho por andar, el respeto a las personas y comunidades es un logro como nunca lo había sido.


Es un camino nuevo la percepción cada día más evidente de muchos hermanos y hermanas de que no pueden .echarse a la cuneta meramente por razones de edad, sino que hay que seguir ahí. A esa percepción acompaña la evidencia de que uno o una se pone en actitud de servir, hay muchos campos que se nos ofrecen donde podemos aportar un grano de arena bien a la evangelización, bien a la sociedad, bien a la comunidad.



b) Una lectura nueva del hecho social


Nunca la VR había estado tan presente como ahora en el hecho social. Cierto que aún la lejanía es mucha, pero, globalmente hablando, hemos llegado a vernos todos concernidos por “las realidades temporales”. En eso, estamos dando pasos más allá de la misma documentación oficial de la Iglesia que aún mantiene la clásica división (laicos/realidades temporales, religiosos/realidades espirituales). Hemos entendido que los valores del Reino han de ser vividos en el hoy de la sociedad.


Hemos aguzado nuestra lectura de los acontecimientos sociales y la respuesta ha sido un gran volumen de respuestas solidarias. Con muchos menos efectivos, pero no me parece que la presencia de la VR en las trincheras sociales sea menor que la de hace veinticinco años. En lugares donde se cuestiona la vida allí sigue estando presente la VR. No mengua la profecía.


Por otra parte, estamos aprendiendo que hay que salir del gran ámbito del asistencialismo para echar más carne en la promoción, e incluso en el cambio de marcos sociales. Nos empiezan a interrogar más las causas que los efectos de las pobrezas. Lentamente pero estamos situándonos en los terrenos de la justicia y la paz.


Quizá nos falta aún dar un paso en los terrenos de la ciudadanía, de la política. Pero empiezan a aclararse las posiciones y llegará el día en que eso pueda ser asumido desde lados diversos a la visceralidad y a las posturas a piñón fijo.



c) ¿Nuevas relaciones?


Este es el lado más “sensible” de la VR. Y así ha de ser porque también lo es de todo proyecto humano. Construir la relación es la tarea siempre pendiente de la VR. Por eso, uno tiene la impresión de que es en estas distancias cortas donde se juego mucho del porvenir de la VR.


Es cierto que aún hay mucho que trabajar, mucho que aclarar, que limar, que respetar, que acoger. Es cierto que aún nos marca una profunda soledad, individualismo, disgusto por lo común, indiferencia hacia los planes generales. Pero tal vez empezamos a ver que si no pasamos todos a la orilla de la comunidad, no habrá nada que hacer. Como dijo el otro, después de ir demasiado tiempo en “auto” empezamos a ver que el viaje en bus no está tan mal. Lo colectivo no aparece hoy con la virulencia del “enemigo” que ha tenido en épocas recientes.


Han cumplido su efecto positivo los proyectos comunitarios, las programaciones provinciales, los proyectos pastorales. Hemos dejado casi de lado la certeza de que lo que triunfan son las obras individuales.


Aún falta cordialidad, calidez, amparo y abrazo, de los que estamos tan necesitados. Pero, por lo que sea, cada vez nos volvemos más al nombre del hermano, cada vez estamos más dispuestos a hacer pequeños caminos juntos, cada vez entendemos mejor que sin el otro, lo nuestro termina en callejones sin salida.



d) Novedades


Las hay, aunque no sean llamativas: Todo el tema de lo “inter” que empieza a dar ya pequeños frutos prometedores; la solidaridad efectiva y organizada, aunque quizá sea aún algo individualista; la preocupación por la evangelización en medios sencillos, aunque tal vez aún sea la cosa muy tímida; la reorganización de la economía desde una mayor transparencia y solidaridad en ámbitos sociales de abundancia; la evolución en la pastoral juvenil y vocacional que se ha llenado de espera, de respeto, de oferta, de acompañamiento; el acotamiento de mesianismos vocacionales, ya no se importan tantas vocaciones y quizá vienen en otro plan.


Habrá a quien todo esto le parezca minucias, ganas de ver la botella medio llena, pero en realidad hay en todo ello una posibilidad que apunta hacia algo. Quizá hayamos de descender todavía el escalón de leer nuestra realidad en clave más espiritual, más inserta en el misterio de la cruz histórica de Jesús y del cristiano. Pero esa mística de recreación desde la asunción de la propia debilidad irá viniendo.






e) Caminos inciertos


Quedan, cómo no, muchos caminos por andar que hoy nos resultan todavía inciertos y nos paramos dubitativos ante la niebla que hay que cruzar:


— ¿Seremos capaces de replantear el tema del honor poniéndonos realmente del lado de los desposeídos?


— ¿Podremos irnos desligando de un sistema social que genera diferencias, exclusiones y grandes pobrezas?


— ¿Podremos recuperar la profecía inherente a la VR sin miedo a que se nos tache de gentes que incordian o rompen la comunión?


— ¿Creeremos que el lenguaje de la inserción es lenguaje de futuro para una VR en los parámetros del Reino?


— ¿Seremos capaces de ir eliminando la esquizofrenia de creernos lenguajes espirituales que no tienen detrás un contenido real?


¿Podremos utilizar y meter en nuestra vida un poco más de sociología y un poco menos de ideología?


¿Seremos capaces de gestar una nueva espiritualidad de los votos y, con ello, de los estilos reales de VR?


Estos y otros muchos interrogantes quedan pendientes. Pero si se afirma que brota lo nuevo no quiere decir que todo lo nuevo esté ahí ya. Queda una enorme tarea por hacer. Pero tal vez no estamos en el peor momento para ello.










1 LIBERTAD, SÍ, PERO CON DISCIPLINA2

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Silvio Sassi


Poco después de la invención de la prensa, los papas comenzaron ya a establecer sus reglas. En 1487 Inocencio VIII establece los principios del «Imprimatur» para toda la Iglesia. Después llegan el «Indice de libros prohibidos» y el «Derecho canónico». En 1975, la Congregación de la fe revisa las normas del «Imprimatur», asumidas más tarde por el nuevo «Código» de 1983. Parece una historia de censuras continuas, pero el estudio del magisterio codificado en las leyes eclesiásticas deja abiertos grandes espacios de libertad.



Después de haber presentado a grandes rasgos las líneas del magisterio sobre la comunicación, haciendo referencia sobre todo a los textos de los papas, comenzamos a considerar los documentos sobre la comunicación emanados por los dicasterios de la curia pontificia.


En el examen de los textos sobre la comunicación de Pablo VI y de Juan Pablo II hemos relevado cómo, en constante referencia al Vaticano II, el magisterio papal sobre la comunicación se ha ampliado hasta constituir un conjunto articulado y rico de ulteriores desarrollos. Basta pensar en los amplios horizontes abiertos por Pablo VI y a la insistencia con la que Juan Pablo II describe la comunicación como una nueva civilización.


Si de este contexto, rico en reflexiones y múltiple en pistas trazadas, queremos destacar de modo especial la legislación eclesiástica sobre la comunicación, hemos de examinar algunos textos normativos para toda la Iglesia.


Volvamos rápidamente al pasado. Hemos tenido ocasión de poner en evidencia que los poderes, religiosos y laicos, han legislado sobre la libertad de expresión que se sirve de los medios de comunicación social; esta legislación se concreta sobre todo después de la invención de la prensa (1454). En el campo eclesial es el arzobispo de Maguncia, Bertoldo de Henneberg, quien con tres edictos (
Etsi mortalem, 4.1.1486; Experti scandalo, 10.1.1486; Experti sceleratorum, sin fecha de día y mes, pero siempre del 1486) establece la primera comisión diocesana para el Imprimatur.


La constitución apostólica
Inter multiplices (17.11.1487) de Inocencio VIII fija las leyes sobre la prensa para toda la Iglesia. Las disposiciones de esta constitución apostólica quedan confirmadas por la omónima de Alejandro VI (1.6.1501), por la Inter sollicitudines de León X (4.5.1515), retomadas y ampliadas por la institución del Indice de libros prohibidos (26-2-1562) y Cum pro munere de Pío IV (24.3.1564).


La disciplina de la Iglesia sobre la libertad de prensa la afronta la constitución de Benedicto XIV
Sollicita ac provida (9.7.1753), la constitución Officiorum ac munere (25.1.1897) de León XIII y el Código de Derecho canónico (27. 5.1917). Después el Vaticano II con la notificación Post litteras apostolicas (4.6.1966) de la Congregación para la doctrina de la fe establece: «El Indice sigue siendo moralmente vinculante.., pero al mismo tiempo ya no tiene fuerza de ley eclesiástica con sus censuras anejas. Y el decreto de la misma Congregación Post editam notificationem (15.11.1966) precisa que cuanto está previsto por el can. 1399 (por derecho son prohibidos algunos libros) y por el can. 2318 (algunas penas contra los violadores de las leyes sobre la prohibición de libros) no tiene ya valor de ley eclesiástica.


Desde 1966 muchos libros de casas editoriales católicas que tratan problemas de doctrina y de moral han ignorado el Imprimatur, El 19.3.1975 la Congregación para la doctrina de la fe publica un Decretum de Ecclesia pastorum vigilantia circa libros. Se trata de nuevas normas sobre el Imprimatur para libros que tienen por argumento la doctrina y la moral, tomadas casi por entero del nuevo Código.


La legislación eclesiástica está codificada en la nueva edición del Código de Derecho canónico promulgado por la constitución apostólica de Juan Pablo II
Sacrae disciplinae leges (25.1.1983). Observaremos la legislación que se refiere a la comunicación social siguiendo el orden progresivo de los cánones. La primera referencia se halla en el Libro II, Parte III (Los Institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica), Título II (Los Institutos religiosos), Capitulo IV (Obligaciones y derechos de los Institutos y de sus miembros) can. 666: «Debe observarse la necesaria discreción en el uso de los medios de comunicación social, y se evitará lo que pueda ser nocivo para la propia vocación o peligroso para la castidad de una persona consagrada».


La segunda referencia se halla en el Libro III, can. 747: «La Iglesia... tiene el deber y el derecho originario.., de predicar el Evangelio a todas las gentes, utilizando incluso sus propios medios de comunicación social». El párrafo 2 añade que «compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos».


En el Libro II, Título 1 (El ministerio de la palabra de Dios), el can. 761 enumera los medios para anunciar la doctrina cristiana: la predicación y la catequesis, pero también su difusión «mediante la prensa y otros medios de comunicación social». En el Capítulo 1 (De la predicación de la palabra de Dios) el can. 772.2, recuerda: «Para hablar sobre temas de doctrina cristiana por radio o televisión se han de cumplir las prescripciones establecidas por la Conferencia Episcopal». En el Capítulo II (De la formación catequética), el can. 779 precisa que la formación catequética ha de darse «empleando todos aquellos medios, material didáctico e instrumentos de comunicación social que sean más eficaces para que los fieles... puedan aprender la doctrina católica de modo más completo».


En el Libro III, Título II (De la educación católica), Capítulo 1 (De las escuelas), el can. 804 establece: «Depende de la autoridad de la Iglesia la formación y educación religiosa católica que se imparte en cualesquiera escuelas o se lleva a cabo en los diversos medios de comunicación social».


En el Libro II, Título IV (De los instrumentos de comunicación social y especialmente de los libros), los can. 822-832 retoman y precisan el decreto
Ecclesiae pastorum sobre el Imprimatur.


El can. 822 recuerda a los obispos que deben servirse de los medios de comunicación
in suo munere explendo; deben cuidar «que se instruya a los fieles acerca del deber que tienen de cooperar para que el uso de los medios de comunicación social esté vivificado por espíritu humano y cristiano»; y los laicos deben prestar su colaboración de modo que la Iglesia desarrolle su función también con estos instrumentos.


El can. 823 recuerda que los obispos tienen el deber y el derecho de velar «para que ni los escritos ni la utilización de los medios de comunicación social dañen la fe y las costumbres de los fieles cristianos»; y los obispos deben «exigir que los fieles sometan a su juicio los escritos que tengan relación con la fe o costumbres».


El can. 824 recuerda al obispo responsable de la aprobación: el ordinario del lugar del autor o el ordinario del lugar en el que se edita el libro. Esta disposición se extiende no sólo a los libros, sino a «cualesquiera escritos destinados a divulgarse públicamente».


El can. 825 establece que los libros de la Biblia y sus versiones en lenguas vernáculas necesitan la previa aprobación y tienen que estar acompañadas de notas aclaratorias. En estas iniciativas editoriales, es posible la colaboración con los hermanos separados.


El can. 826, se refiere a los libros litúrgicos: los nuevos libros, partes de los mismos y sus traducciones a lenguas vernáculas deben concordar con la edición original aprobada. Los libros de oraciones para el uso público o privado necesitan la licencia del ordinario.


El can. 827 trata de los catecismos: los catecismos y otros escritos relacionados con la formación catequética, así como sus traducciones necesitan la aprobación del ordinario. No pueden emplearse, sin licencia, como libros de texto para la enseñanza aquellos libros en los que se trate de cuestiones referentes a la Escritura, la teología, el derecho canónico, la historia eclesiástica y materias religiosas o morales. En las iglesias u oratorios «no se pueden exponer, vender o dar libros u otros escritos.., que no hayan sido publicados con licencia de la autoridad eclesiástica competente».


El can. 828 prohíbe la reedición de las colecciones de decretos o de actos publicados por una autoridad eclesiástica sin previa licencia.


El can. 829 recuerda que la licencia para publicar una obra tiene valor «para el texto original, no para sucesivas ediciones o traducciones del mismo».


El can. 830 prevé la posibilidad de que una Conferencia episcopal posea una lista de censores «que destaquen por su ciencia, recta doctrina y prudencia, y estén a disposición de las curias diocesanas». Esto no excluye el derecho de cada ordinario de disponer de censores propios. El censor tiene el deber de ser imparcial y ha de tener presente sólo la «doctrina de la Iglesia sobre fe y costumbres, tal como la propone el magisterio eclesiástico». El censor da su dictamen por escrito. Si el obispo niega la aprobación debe exponer los motivos al autor de la obra.


El can. 831 afronta la colaboración de los laicos, clérigos y miembros de Institutos religiosos a periódicos, folletos o revistas que «de modo manifiesto suelen atacar a la religión católica o a las buenas costumbres». También para participar en emisiones de radio o televisión en las que se trate de cuestiones referentes a la doctrina católica o a la moral, es necesario referirse a las disposiciones de la Conferencia episcopal.


El can. 832 se refiere al permiso que los miembros de un Instituto religioso deben obtener de su superior mayor para publicar libros «que se refieran a cuestiones de religión o de costumbres».


En el Libro IV, Parte 1 (De los sacramentos), Título VII (Del matrimonio), Capítulo ¡(De la atención pastoral y de lo que debe preceder a la celebración del matrimonio), el can. 1063 prevé que los pastores de almas preparen al matrimonio: «mediante la predicación, la catequesis acomodada a los menores, a los jóvenes y a los adultos, e incluso con los medios de comunicación social, de modo que los fieles adquieran formación sobre el significado del matrimonio cristiano».


En el Libro VI, Parte II (De las penas para cada uno de los delitos), Título II (De los delitos contra las autoridades eclesiásticas y contra la libertad de la Iglesia), el can. 1369 prevé que «debe ser castigado con una pena justa», «quien, en un espectáculo, o reunión públicos, en un escrito divulgado, o de cualquier otro modo por los medios de comunicación social, profiere una blasfemia, atenta gravemente contra las buenas costumbres, injuria la religión o la Iglesia o suscita odio o desprecio contra ellas».


La legislación del nuevo Código sustituye a la contenida en el Código de Derecho canónico del 1917, que en el Libro III (De rebus), Título XXIII (
De praevia censura Iibrorum, eorum que prohibitione) dedica al tema los cánones 1384-1405. Desde el punto de vista terminológico hemos pasado, aunque muy parcamente, de la «prensa» a la indicación general de «medios de comunicación social». De hecho, los contenidos se refieren en su mayor parte todavía a la prensa y, en especial, a los libros. Ya en el 1983 y, especialmente en el 2000, el interés primario del Código por la comunicación, entendida como publicación de libros o folletos, aparece ciertamente corno sectorial respecto a la explosión comunicativa que incluye todos los medios masa y los nuevos medios, posibles gracias a la informática y la telemática (con la posibilidad de libros escritos directamente en la red).


La legislación canónica distingue entre aprobación indispensable y licencia recomendada. La insistencia sobre la doctrina y la moral circunscribe a unos campos concretos la intervención eclesiástica. La opinión sobre temas que no se refieren explícitamente a la doctrina o la moral, no pueden considerarse como una extensión implícita de la verdad de la fe y la moral. La norma de oro que procede de la historia de la Iglesia: «in necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas», nos advierte, de paso, que no todo es uniforme ni uniformable incluso en el plano de la verdad.


Después de la aprobación del nuevo Código, la Congregación para la doctrina de la fe ha publicado dos textos que concurren a precisar lo que es verdad intocable y lo que requiere una elaboración en la confrontación: la instrucción Vocación eclesial del teólogo (24.5.1990) y la Instrucción acerca de algunos aspectos en el uso de los instrumentos de la comunicación social en la promoción de la doctrina de la fe (30.3.1992).


Este texto es una recopilación de cánones del nuevo Código, reunidos para ilustrar los siguientes temas: responsabilidad de los pastores en general; aprobación o licencia para distintas clases de escritos; el apostolado de los fieles en el campo editorial y en particular en la editorial católica, y la responsabilidad de los superiores religiosos. Justamente en la presentación se ha subrayado que «se ha limitado al aspecto disciplinar, es decir, a la presentación orgánica del derecho vigente, con la convicción de que también el derecho es un instrumento de libertad». El estudio atento del magisterio papal sobre la comunicación y de la comunicación eclesial codificada en las leyes canónicas, deja abiertos grandes espacios de libertad.






MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2007

Mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37)

 ¡Queridos hermanos y hermanas!

Mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37). Éste es el tema bíblico que guía este año nuestra reflexión cuaresmal. La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto, junto a Aquel que en la Cruz consuma el sacrificio de su vida para toda la humanidad (cf. Jn 19,25). Por tanto, con una atención más viva, dirijamos nuestra mirada, en este tiempo de penitencia y de oración, a Cristo crucificado que, muriendo en el Calvario, nos ha revelado plenamente el amor de Dios. En la Encíclica Deus caritas est he tratado con detenimiento el tema del amor, destacando sus dos formas fundamentales: el agapé y el eros.



El amor de Dios: agapé y eros

El término agapé, que aparece muchas veces en el Nuevo Testamento, indica el amor oblativo de quien busca exclusivamente el bien del otro; la palabra eros denota, en cambio, el amor de quien desea poseer lo que le falta y anhela la unión con el amado. El amor con el que Dios nos envuelve es sin duda agapé. En efecto, ¿acaso puede el hombre dar a Dios algo bueno que Él no posea ya? Todo lo que la criatura humana es y tiene es don divino: por tanto, es la criatura la que tiene necesidad de Dios en todo. Pero el amor de Dios es también eros. En el Antiguo Testamento el Creador del universo muestra hacia el pueblo que ha elegido una predilección que trasciende toda motivación humana. El profeta Oseas expresa esta pasión divina con imágenes audaces como la del amor de un hombre por una mujer adúltera (cf. 3,1-3); Ezequiel, por su parte, hablando de la relación de Dios con el pueblo de Israel, no tiene miedo de usar un lenguaje ardiente y apasionado (cf. 16,1-22). Estos textos bíblicos indican que el eros forma parte del corazón de Dios: el Todopoderoso espera el “sí” de sus criaturas como un joven esposo el de su esposa. Desgraciadamente, desde sus orígenes la humanidad, seducida por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al amor de Dios, con la ilusión de una autosuficiencia que es imposible (cf. Gn 3,1-7). Replegándose en sí mismo, Adán se alejó de la fuente de la vida que es Dios mismo, y se convirtió en el primero de “los que, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud” (Hb 2,15). Dios, sin embargo, no se dio por vencido, es más, el “no” del hombre fue como el empujón decisivo que le indujo a manifestar su amor en toda su fuerza redentora.





La Cruz revela la plenitud del amor de Dios

En el misterio de la Cruz se revela enteramente el poder irrefrenable de la misericordia del Padre celeste. Para reconquistar el amor de su criatura, Él aceptó pagar un precio muy alto: la sangre de su Hijo Unigénito. La muerte, que para el primer Adán era signo extremo de soledad y de impotencia, se transformó de este modo en el acto supremo  de amor y de libertad del nuevo Adán. Bien podemos entonces afirmar, con san Máximo el Confesor, que Cristo “murió, si así puede decirse, divinamente, porque murió libremente” (Ambigua, 91, 1956). En la Cruz se manifiesta el eros de Dios por nosotros. Efectivamente, eros es —como expresa Pseudo-Dionisio Areopagita— esa fuerza “que hace que los amantes no lo sean de sí mismos, sino de aquellos a los que aman” (De divinis nominibus, IV, 13: PG 3, 712). ¿Qué mayor “eros loco” (N. Cabasilas, Vida en Cristo, 648) que el que trajo el Hijo de Dios al unirse a nosotros hasta tal punto que sufrió las consecuencias de nuestros delitos como si fueran propias?

Al que traspasaron”

Queridos hermanos y hermanas, ¡miremos a Cristo traspasado en la Cruz! Él es la revelación más impresionante del amor de Dios, un amor en el que eros y agapé, lejos de contraponerse, se iluminan mutuamente. En la Cruz Dios mismo mendiga el amor de su criatura: Él tiene sed del amor de cada uno de nosotros. El apóstol Tomás reconoció a Jesús como “Señor y Dios” cuando puso la mano en la herida de su costado. No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más conmovedora de este misterio de amor. Se podría incluso decir que la revelación del eros de Dios hacia el hombre es, en realidad, la expresión suprema de su agapé. En verdad, sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros. Jesús dijo: “Yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por Él. Aceptar su amor, sin embargo, no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo “me atrae hacia sí” para unirse a mí, para que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor.



Sangre y agua

Mirarán al que traspasaron”. ¡Miremos con confianza el costado traspasado de Jesús, del que salió “sangre y agua” (Jn 19,34)! Los Padres de la Iglesia consideraron estos elementos como símbolos de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. Con el agua del Bautismo, gracias a la acción del Espíritu Santo, se nos revela la intimidad del amor trinitario. En el camino cuaresmal, haciendo memoria de nuestro Bautismo, se nos exhorta a salir de nosotros mismos para abrirnos, con un confiado abandono, al abrazo misericordioso del Padre (cf. S. Juan Crisóstomo, Catequesis, 3,14 ss.). La sangre, símbolo del amor del Buen Pastor, llega a nosotros especialmente en el misterio eucarístico: “La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús… nos implicamos en la dinámica de su entrega” (Enc. Deus caritas est, 13). Vivamos, pues, la Cuaresma como un tiempo ‘eucarístico’, en el que, aceptando el amor de Jesús, aprendamos a difundirlo a nuestro alrededor con cada gesto y palabra. De ese modo contemplar “al que traspasaron” nos llevará a abrir el corazón a los demás reconociendo las heridas infligidas a la dignidad del ser humano; nos llevará, particularmente, a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona y a aliviar los dramas de la soledad y del abandono de muchas personas. Que la Cuaresma sea para todos los cristianos una experiencia renovada del amor de Dios que se nos ha dado en Cristo, amor que por nuestra parte cada día debemos “volver a dar” al prójimo, especialmente al que sufre y al necesitado. Sólo así podremos participar plenamente de la alegría de la Pascua. Que María, la Madre del Amor Hermoso, nos guíe en este itinerario cuaresmal, camino de auténtica conversión al amor de Cristo. A vosotros, queridos hermanos y hermanas, os deseo un provechoso camino cuaresmal y, con afecto, os envío a todos una especial Bendición Apostólica.

Vaticano, 21 de noviembre de 2006

BENEDICTUS PP. XVI





Adiestrar la libertad

José Ignacio González Faus

Sal Terrae, Santander 2007




Este jesuita, ex profesor de Cristología y Antropología Teológica en Barcelona y en El Salvador, es sobradamente conocido del público relacionado con la teología. Son más de treinta años los que lleva escribiendo libros y artículos relacionados con las materias de sus clases, pero también relacionados con la espiritualidad, aunque él no sea nada espiritualista, pero sí un hombre espiritual, en su sentido, creo, más profundo: dejarse conducir por el Espíritu, que es la forma de hacerse Dios presente en nosotros.


Este libro lo catalogo como bueno en sí mismo y también por lo sugerente que es. Por lo que dice y por lo el lector pueda crear a partir de la lectura. No me ha sido fácil encontrar libros así.


Trata sobre ejercicios espirituales. De hecho gran parte de las 230 páginas son los ejercicios que él mismo dio a un grupo de jesuitas hace tan sólo dos años y que alguien grabó para su posible publicación. Después el autor lo ha completado añadiendo más cosas.


Hay personas que hacen ejercicios casi todos los años y, a veces, suelen preguntar: ¿De qué van este año los ejercicios? Y tienen razón en hacer esta pregunta, ya que su experiencia es que los ejercicios van sobre temas diversos.


El planteamiento del libro no es ese, por eso para unos puede resultar realmente novedoso, para otros seguramente que no es repetitivo ya que el lenguaje coloquial o hablado propio de las charlas da un cierto aire de agilidad y creatividad, incluso a quienes estamos acostumbrados a enfocar los Ejercicios desde la dinámica ignaciana, que de una forma u otra hace imprescindible que el fondo de las meditaciones, en gran parte, esté enraizado en Jesucristo y, por tanto, respire sabor a cristología, pero no al estilo de una clase magisterial sobre la asignatura.


El libro es útil para quienes tienen la misión de animar los espacios, tiempos o momentos litúrgicos o espirituales de grupos y comunidades. También para quien se retira a meditar en un tiempo propicio, como puede ser la cuaresma o, incluso, en el día a día. Y, como no, para los amantes de plantear las cosas con alguna técnica o dinámica. En este caso se ha de hacer, también, una lectura muy reposada para sacarle jugo al libro. Especialmente, para quienes predican ejercicios con la dinámica ignaciana.


Me parece interesante poner, en esta presentación del libro, los puntos y apartados del libro.


Las meditaciones comienzan con una breve e interesante reflexión válida para todos los días: la película de la propia vida, el valor pedagógico de las repeticiones, la comunicación en las eucaristías y la oración al Espíritu Santo.


La primera gran meditación, importante al principio del proceso de los ejercicios es sobre Dios, Principio y fundamento (conocerlo y conocerse).


Situados ya en el clima de ejercicios y retirados a descansar un rato con y ante el Señor, se plantea el tema del mal (el pecado) y la misericordia (el infierno del mal, mirar el propio infierno, inmersión en la misericordia, bajarlo a las entrañas). Y una advertencia: rema y, también, déjate llevar. ¿Entiendes lo de la alegría “por un solo pecador”? Al final de este primer tema se empieza a comprender el título: Adiestrar la libertad. Y es que desde Dios, la libertad originaria, nuestra libertad humana se siente potenciada.


Cauces de la misericordia. Jesús: Hagamos redención al mundo (la parábola del rey temporal y la mirada de Dios al mundo). Frente a la tentación de un Dios sin humanidad nos invita a rezar desde la intimidad que revela el Padrenuestro y que trascribo:


será bueno dar cierto relieve al Padrenuestro, por­que ahí están el Abbá y el Reino. Te puedo llamar Abbá, Ammá (en femenino), como queramos expresar esa relación de intimi­dad especial y particular. Porque Te llamo así, pido que resplan­dezca Tu Nombre en este mundo; y, para eso, que Tu voluntad se cumpla aquí como se cumple allá. Y el pan de cada día, y sólo el de cada día (una civilización de la sobriedad, por tanto), dánosle hoy. El perdón es de las cosas que más nos cuestan; ojalá nos ayu­de a perdonar el saber que somos unos perdonados. Y además ne­cesitamos la fortaleza para resistir todo eso que llamamos la ten­tación o el impacto del mal. Pero quizá lo que más hay que decir del Padrenuestro es la primera parte: «Abbá, venga Tu Reino» (Pág. 53).








Jesús: Libertad y fraternidad. Rostro de Dios (Jesús hombre libre, amigo de gentes de mal vivir, curar al hombre).


“… tres cosas fáciles de recordar, pala­dear y saborear: aquella libertad que se nos escapa, pero que bro­ta precisamente de la obediencia a Dios y es fuente de autoridad; aquella pasión hacia los de fuera y hacia los del margen, brotada también de la experiencia de Dios como Dios de los pobres; y la capacidad de despertar en nosotros fuerzas terapéuticas que casi no conocemos. Por ahí anda otra vez la Misericordia de Dios he­cha presente de incógnito entre nosotros, a través de Aquel que se presentó «como un hombre cualquiera» (Pág. 68).


Palabras de Jesús (Dichosos ellos, adivinanzas, el honor de Dios).


“… resumiendo: las Bienaventuranzas, con aquel círculo central de la misericordia y hambre de justicia; las parábolas, con esa especie de sabiduría experiencial muy realista, pero con una fuerza optimista por detrás; la misericordia de Dios, que desbor­da nuestros saberes; aquel aguafuerte sobre las actitudes, princi­palmente en el caso concreto de la parábola de los talentos. Y, fi­nalmente, este capitulo 23 de Mateo, donde lo importante es des­tacar cómo lo que hay debajo no es la crítica de unas simples con­ductas, sino de algo que profana, que toma prácticamente en va­no el santo nombre de Dios” (Pág. 81).


Encuentros y seguimiento de Jesús (Llegar al alma, llamada al seguimiento, reflexión sobre uno mismo).


Se intenta en esta meditación pasar al encuentro / relación con Jesús, a la amistad y el seguimiento desde la perspectiva de los consejos evangélicos.


El Precio de la misericordia. Pasión de Cristo, pasión del mundo

(Las tinieblas, la agonía, los actores, en silencio).


Con una fuerte alusión a la paz profunda y a la muerte trasformadora


La misericordia: Luz, esperanza, consuelo.


La Pascua

(El cambio en los apóstoles, se me ha hecho visible, se ha ido quedándose).


Contemplación para alcanzar amor.


Breve meditación para la mañana de salida


En conclusión: saberse llevado (más allá de la autonomía de la creación), una actitud de «respondencia», de capacidad de res­ponder a la llamada de Dios desde las cosas y las personas; y una capacidad de admirar la bondad que encontremos en las perso­nas, aunque sea en dosis pequeñas. Eso es quizá lo que debería­mos buscar al salir de Ejercicios. En el fondo, cuando uno se ha reconciliado con la propia historia, tiene de veras fe, porque sabe que Dios está ahí. Cuando uno quiere responder a la llamada de las cosas y de las personas, tiene esperanza, porque sabe que está Dios en esa llamada. Y cuando uno es capaz de admirar la bon­dad, eso le va dando a él bondad y caridad... Las tres actitudes, pues, no son más que las clásicas virtudes teologales” (Pág. 123).

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Después de estas 123 páginas en las que ha invitado a la triple pregunta propia de la dinámica ignaciana: ¿Quién soy? ¿Quién es Dios? ¿Quién quiero ser? , ahora presenta unos apéndices de más de cien páginas no menos interesantes sobre:


La oración (tan importante como insegura, qué es la oración, necesidad de una cierta preparación, una nota sobre la oración de petición y una conclusión interesante).


La mortificación


El discernimiento de espíritus (ambientación, tres principios hermenéuticos, en los momentos del cambio, a lo largo del camino, corolario).


La opción por la misericordia y la lucha por la justicia (Observaciones previas, de “distribuir limosna” a “luchar por la justicia” y todo porque “la caridad de Cristo nos apremia”).


El autoengaño (el engaño estructural y el engaño personal).


Los tres grados de libertad (Introducción, Presupuestos antropológicos, cristificación de la libertad, Jesucristo y la libertad, conclusión).


Las reglas para ordenarse… en el consumir.


Las reglas para el recto sentir en la Iglesia (Principios hermenéuticos, silencios significativos, la autoridad eclesiástica, una eclesiología mínima de la Iglesia militante y con una conclusión que trascribimos).


Y porque en la Iglesia no es posible sentir rectamente con «una mentalidad contraria a la de Jesús» (cf. Flp 2,5), por eso po­demos y debemos orar, proclamar y trabajar para que ella sea de veras la Iglesia de los pobres (cf. Lc 6,20); para que tenga lugar una profunda reforma de papado y jerarquía que los lleve a «no ser como los poderes de este mundo» (cf. Lc 22,26); y por la unión de todos los cristianos (cf. Jn 17,21). Esta triple tarea nos la impone también el «verdadero sentir que en la Iglesia militan­te debemos tener» (Pág. 230).



Con esta obra excelente se puede sentir ayudado tanto el da ejercicios como quien los hace. Si quieres regalarte un buen libro en esta cuaresma, aquí tienes uno.




Angel Téllez Sánchez






Tomado:

Cerezo, J.J.;Gómez Serrano P.,

Jóvenes e Iglesia. Caminos para el reencuentro,

SM, Madrid 2006.

La pastoral juvenil a examen



¿Responde actualmente la oferta religiosa eclesial a las de­mandas de la juventud española? ¿Por qué se produce el denominado por Javier Elzo «divorcio asimétrico» Iglesia jó­venes? 98 Dirijamos una mirada a la pastoral juvenil desarro­llada en el pasado reciente para intentar discernir sus aciertos y sus fallos3:

- Tomemos como punto de partida la enorme creatividad y generosidad que se ha producido en la pastoral de juventud de las últimas décadas: convivencias, campañas, campamen­tos y colonias, campos de trabajo, grupos de fe, catecumena­dos de confirmación, voluntariados varios, viajes a Taizé, ex­periencias de cooperación, actividades de tiempo libre, pascuas juveniles, talleres de oración... Todas estas iniciativas tuvieron un gran éxito en presentar la novedad y radicalidad del Evangelio. Podemos asegurar con bastante certeza que la mayoría de los adultos no mayores que hay hoy en la Iglesia asimilaron la fe a través de estas experiencias. Si su número no es mayor en la actualidad, ello se debe al intenso desgaste en las convicciones religiosas generado por la secularizada sociedad del bienestar, a la debilidad de la experiencia espiri­tual de muchos de aquellos jóvenes, a la falta de consolida­ción de los proyectos comunitarios iniciados y, lamentable­mente, a la ausencia de respaldo institucional a este tipo de cristianismo renovado y crítico.

- Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que varios presupuestos de los que fundamentaron los proyectos pasto­rales de los años setenta, ochenta y primeros noventa del si­glo pasado no se dan hoy tan claramente o han desaparecido por completo:

  • La suposición de la naturalidad de la religión y de la Iglesia. La presencia social de lo cristiano era mucho mayor en España hace un par de décadas. Por ello, el objetivo pastoral no consistía en iniciar en algo desco­nocido, sino en presentar la fe de un modo más autén­tico y liberador que en su versión tradicional.

  • La ruptura generacional (que reclamaba separar o dife­renciar «lo juvenil»). Este hecho pudo llevar a una pasto­ral juvenil de «burbuja» o de «invernadero», aislada de los adultos y del entorno cultural y que, a la postre, no facilitaba su inserción eclesial y social. Hoy asistimos a una situación familiar de mayor armonía generacional, aunque en la mayor parte de las familias la temática re­ligiosa está ausente de la conversación.

  • La generalizada actitud utópica e inconformista, volcada hacia el cambio social, cargada de sensibilidad ética y de optimismo. Este clima, ampliamente extendido en los años de la transición, facilitaba la presentación del Evangelio como fuente de un tipo de vida radical, com­prometida y relativamente contracultural.

  • La tendencia muy extendida entre aquellos jóvenes ha­cia la polémica y el debate sobre todo tipo de cuestiones políticas, morales, ideológicas o religiosas, que consti­tuía un verdadero caldo de cultivo para el diálogo en los grupos creyentes y que hoy ha dado paso a una postura de amplia tolerancia hacia las posiciones ajenas y de cierto pudor a expresar las propias o a exponerlas a la confrontación.

  • Una frecuente actitud de búsqueda y crítica, que obli­gaba a los agentes de pastoral a repensar la respuesta cristiana a los interrogantes vitales de los jóvenes. Hoy no ocurre solo que «cuando habíamos encontrado las respuestas, nos cambiaron las preguntas» -como ha ex­presado con agudeza Mario Benedetti-, sino que asisti­mos a una notable falta de preguntas entre los jóvenes, al menos expresamente formuladas.

  • La relativa homogeneidad cultural de los jóvenes del pa­sado es otro rasgo que ha sufrido una enorme mutación. La enorme pluralidad de jóvenes actual dificulta en gran medida que la Iglesia pueda identificar con claridad a los interlocutores de su mensaje, lo que resulta imprescindi­ble para poder formular este de un modo significativo.

  • El indudable monopolio eclesial del «ocio educativo», que pasó a ser una plataforma evangelizadora privilegiada (dado el deseo de los jóvenes de juntarse y divertirse), cuando la mayor parte de las familias comenzaron a ser incapaces de llevar a cabo una socialización religiosa eficaz y estaban encajando las importantes novedades existencia de una Iglesia mayoritariamente empeñada en aplicar las reformas derivadas del Concilio Vaticano II y deseosa de acortar la distancia que le separaba del mundo y sensibilidad modernas. A los jóvenes les enco­mendaba una tarea altamente motivadora: rejuvenecer y renovar la Iglesia.

- Las propuestas pastorales que han estado vigentes hasta ahora en los grupos eclesiales más creativos tenían algunas notas comunes:

  • Partían de convocatorias masivas y estandarizadas (cate­quesis de confirmación, grupos juveniles de colegios, aso­ciaciones juveniles de tiempo libre, voluntariados en ONG de inspiración cristiana, etc.) que contaban con el res­paldo y el prestigio de la Iglesia entre los jóvenes y que otorgaban a los padres una garantía de seriedad y de se­guridad que, progresivamente, ha sido más demandada.

  • Desde el punto de vista metodológico se ha dado una clara insistencia en el trabajo comunicativo y la diná­mica de grupos homogéneos en edad como medio privi­legiado de personalización de la fe, combinados con ac­ciones puntuales solidarias o de tipo festivo. En la práctica, hacer pastoral de juventud era «hacer reunio­nes» y «llevar grupos».

  • Aunque no se pretendiera expresamente, la mayor parte de los grupos juveniles de iniciación cristiana utilizaban una pedagogía basada en la transmisión de contenidos teológicos elementales sobre los que se discutía a partir de las ideas y opiniones de los miembros del grupo. Se creaba un espacio de comunicación en torno a «temas nucleares de la fe».

  • Los equipos responsables de la pastoral juvenil, formu­lación de unos procesos de educación en la fe de carác­ter lineal. Así, los catecumenados juveniles estaban per­fectamente articulados en cursos y etapas que abarcaban un período de tiempo cercano a la década, ya que pre­tendían acompañar a los jóvenes desde la adolescencia hasta su entrada en la vida adulta, que, entretanto, se ha­bía ido retrasando.

  • Al servicio de esos procesos se encontraban, como cate­quistas, otros jóvenes algo mayores que, aunque no po­seían una formación teológica sólida y, en muchos casos, tampoco tenían una experiencia de fe muy perso­nalizada, mostraban una alta motivación, verdadero afecto por los miembros de su grupo y ciertos conoci­mientos de técnicas de animación.

  • Su labor estaba facilitada por la existencia de materiales pastorales en los que se desarrollaban, casi por com­pleto, las actividades que había que realizar en las reu­niones de grupo. De este modo, su tarea consistía en adaptar o aplicar los recursos educativos disponibles en los materiales a las distintas sesiones.

  • Como es lógico, la calidad y profundidad del proceso ca­tecumenal dependía decisivamente de la formación, ex­periencia creyente, habilidad pedagógica y motivación personal del catequista de jóvenes, así como del entorno eclesial en el que se insertara, tanto él o ella como su propio grupo. A este respecto, la diversidad de situacio­nes ha sido enorme.

  • Otra nota característica de la acción pastoral de los últi­mos años ha consistido en el notable aislamiento del sector juvenil respecto al resto de la comunidad, y que ha afectado a las actividades, la formación, la comuni­cación de la experiencia creyente y la misma liturgia. Aunque nadie duda de que los jóvenes necesitan espa­cios propios, es muy posible que esta estrategia haya im­pedido muchas veces su inserción eclesial.

  • La inmensa mayoría de los proyectos pastorales diseña­dos en las pasadas décadas partían de una teología y eclesiología renovadas, lo que si bien trajo consigo una presentación de la fe más acorde con los valores actua­les, en muchas ocasiones generó unas expectativas que los jóvenes no veían satisfechas al incorporarse a la vida normal de las parroquias.



- Intentando hacer un ejercicio de sana autocrítica de la labor realizada en estos años podríamos señalar que quizá entre tanta actividad, diversión, «movidas», emociones y personal con Jesucristo y las herramientas necesarias para afrontar intelectualmente los desafíos del enorme cambio cultural en el que estamos inmersos y que reclamaba una profundización y renovación a fondo de la experiencia cre­yente. Con toda probabilidad se dio muchas veces una pre­sentación trivial o superficial de la fe cristiana. Para bastan­tes de los participantes en las actividades eclesiales juveniles, su mayor aliciente radicaba en poder juntarse con los amigos y divertirse en un clima educativamente muy sano y enrique­cedor. Posiblemente, para muchos de los jóvenes más com­prometidos, el Evangelio no pasó de ser un programa ético, un estilo de vida o un ideario moral. No alcanzaron a descu­brir que, mucho más profundamente, es un acontecimiento existencial, un encuentro de amor y sentido con el Dios de Jesús, con «alguien», con un interlocutor personal ante el que nos jugamos el acierto o el fracaso de la vida.

- También resulta muy posible que los agentes de la evan­gelización fuéramos poco conscientes de la gran capacidad que poseen los valores de la sociedad de consumo para sedu­cir el corazón humano, del efecto evasivo de los medios de la sociedad de la información y la diversión, de la influencia de la cultura de la satisfacción y de las rebajas en la configura­ción de las aspiraciones de nuestros contemporáneos. Hoy, al menos en Europa occidental, ser cristiano constituye un ejer­cicio de libertad, una elección que cada día tenemos que ha­cer sabiendo que el ambiente en el que nos movemos y que tanto nos influye a todos no solo no alimenta nuestra fe, sino que la desgasta. El mantenimiento de nuestra apertura espiri­tual requiere de una esmerada atención e incluso de una cierta ascética. Sin dedicar tiempo de un modo sistemático al cultivo de la interioridad y la oración, la pasión que un día pudo engendrar en nosotros el Evangelio puede ir desapare­ciendo poco a poco. Y es preciso reconocer que encontrar ese tiempo no resulta fácil para quienes participamos de la verti­ginosa y estresante vida moderna. Lo dicho no pretende hacer de la fe el objeto de un esfuerzo voluntarista, pero sí aspira a poner de relieve que el don gratuito de la fe precisa de unas predisposiciones en el sujeto que le hagan capaz de acogerla.

- Pero, junto a estas dificultades ambientales y las posibles debilidades o deficiencias del propio proceso pastoral o de las personas concretas que lo protagonizamos, no podemos olvi­dar que en las últimas décadas hemos asistido a una seria contrarreforma en el interior de la Iglesia que ha conducido a que infinidad de jóvenes y adultos dejaran de participar acti­vamente en ella o la abandonaran silenciosamente. Muchas veces el éxodo ha sido protagonizado precisamente por aque­llos jóvenes que más se habían comprometido en la renova­ción eclesial. Hemos dedicado el apartado anterior a describir los momentos estelares de este desencuentro.

Pistas para (re)pensar la pastoral de juventud

Cualquier persona que participe hoy en día en la pastoral con jóvenes se da cuenta de la necesidad de introducir cambios en nuestro modo de situarnos ante ese mundo. Estos cambios afectan a todas las dimensiones de la acción pastoral, aunque muchas de las intuiciones de las últimas décadas mantengan una parte de su vigencia.



a) Cambios en el planteamiento general de la evangelización

- En años posteriores al Concilio Vaticano II descubrimos que evangelizar es no solo predicar a Jesucristo, sino también acoger y colaborar con el desarrollo del Reino que viene y que constituyó el centro de su misión. Efectivamente, la Igle­sia no es para sí, sino para el Reino. Sin embargo, hoy en día parece que podemos caer en el peligro opuesto: muchos cris­tianos parecen resignarse a no invitar a la fe, dado el escaso eco que encuentra su anuncio, y se contentan -lo que no es poco- con promover en el mundo sus valores: el amor, el per­dón, la justicia y la paz. Será preciso aprender a articular el polo del anuncio explícito del Evangelio con la colaboración con todo lo que haga nuestro mundo más humano y fraterno.

- Los jóvenes no son un problema, sino, en cualquier caso,una oportunidad y un desafío. Es bueno recordarlo cuando desde la Iglesia se oyen tantas veces voces críticas nas tienen que aprender de ellos, escuchar sus críticas y de­mandas, que suelen tener mucha parte de verdad, antes de proceder a su vez a cuestionar los variados ídolos y callejones sin salida que pueblan el universo juvenil. Los jóvenes son producto de la sociedad que entre todos estamos constru­yendo, y demasiadas veces resultan víctimas de la mediocri­dad, la inseguridad y el desconcierto de los propios adultos.

- En particular, los adultos deberíamos estar continua­mente atentos para descubrir deseos y necesidades que habi­tan en los jóvenes, pero que estos, con frecuencia, no se atre­ven a expresar, y menos en el grupo de iguales: ¿qué demandan hoy los jóvenes que pueda estar en sintonía con lo que el cristianismo puede ofrecer? ¿Qué' búsquedas subyacen a la aparente satisfacción de los jóvenes? Pero, al mismo tiempo, la Iglesia necesita plantear a los jóvenes provocaciones y de­safíos nuevos, y no tanto agradarles, halagarles o darles la ra­zón para atraerles. Porque las exigencias que brotan del Evangelio están ancladas en la naturaleza humana, la lla­mada a la conversión -que sin duda resultará extraña para una cultura hedonista- puede llegar a resonar en quienes de­sean dar a su vida una plenitud mayor.

- Se da una enorme insistencia en muchos especialistas en pastoral respecto a la importancia de la acción educativa. Sin personas con capacidad de análisis, de interioridad, de crítica o de búsqueda resulta casi imposible que el anuncio de la Buena Noticia encuentre un terreno en el que arraigar. Se pre­cisa una mínima infraestructura espiritual para captar la lla­mada de la trascendencia, una cierta sensibilidad para caer en la cuenta de que estamos habitados por el misterio amoroso de Dios. La propuesta de Jesús requiere que sus potenciales desti­natarios sean personas capaces de elegir, de optar, de ejercer su libertad. Por ello, la educación -como profundización en la realidad, su sentido y su misterio-, y no el entretenimiento, debe constituir el centro de la acción pastoral, no solo como requisito previo al anuncio de la fe, sino como permanente di­mensión de la evangelización en todas sus fases.

- Parece cada vez más evidente que en la evangelización de los jóvenes debemos orientar nuestros esfuerzos a destacar la centralidad del anuncio del Dios de Jesús de Nazaret, de­jando para más adelante otras cuestiones secundarias y que hoy son objeto de polémica, rechazo juvenil y, en no pocos casos, argumentos interesados que los jóvenes utilizan fre­cuentemente para justificar su desentendimiento respecto a la propuesta cristiana. Volver a lo esencial -la persona de Je­sús- y poner de relieve la capacidad plenificadora de la fe (lo que solemos denominar la salvación) resulta imprescindible para salir de la dinámica llena de prejuicios con la que se en­frenta el anuncio del cristianismo.

- Pasar del proyecto a la estrategia es otra de las modifica­ciones que reclama la situación actual. Porque ya no pode­mos dirigirnos a un colectivo de jóvenes más o menos homo­géneo desde el punto de vista social, cultural o religioso que acude a nuestras convocatorias tradicionales. Por el contra­rio, nos veremos obligados a diseñar nuevas formas de invi­tar y acoger en la comunidad a jóvenes que se encuentran en circunstancias personales sumamente diversas y que requie­ren un tipo de acompañamiento educativo diferente. La di­versificación de propuestas e itinerarios educativos derivada de la distinta situación de los potenciales destinatarios, así como la demanda de un acompañamiento espiritual mucho más personalizado, va a exigir de los agentes de pastoral un esfuerzo y una creatividad muy notables.

  • Aceptar cordialmente el cambio de paradigma cultural al que estamos asistiendo, asumiendo las aportaciones positivas de la Ilustración y la crítica de la misma que realiza la posmoder­nidad, pero no en el sentido tradicionalista que parece haber asumido la cúpula de la jerarquía de la Iglesia católica y que José Luis Moral denomina reacción «romántica». No se trata de negar los excesos o la unilateralidad del pensamiento moderno (racionalismo, nihilismo, totalitarismos, relativismo, etc.), pero tampoco de olvidar el enorme valor de la ciencia, del pensa­miento crítico, de la defensa de la igualdad y la libertad, de la supremacía de la conciencia, del valor de cada sujeto, de la to­lerancia, etc. Reconocer que hoy debemos ser más humildes que prometeicos, que el sentimiento y la emoción tienen una pala­bra que decir a la razón, que el lenguaje simbólico alcanza pro­fundidades que desconoce el lenguaje positivista es algo que la religión debe asumir para superar los límites de la modernidad e ir más lejos, no para aprovechar el «río revuelto» e intentar pa­sar





b) Cambios en las comunidades cristianas concretas (parroquia, colegio, movimiento)

- Ya hemos abordado en el anterior capítulo algunas transformaciones globales de la Iglesia, que resultan necesa­rias para que los jóvenes puedan reconciliarse con ella e inte­grarse en su dinámica con naturalidad, pero resulta también imprescindible que cada una de las comunidades cristianas concretas trabajemos por crear experiencias eclesiales cerca­nas en las que los jóvenes se encuentren a gusto y encuentren el alimento capaz de hacerles crecer como personas. Ello es perfectamente compatible con proponer metas ambiciosas y exigentes para la vida -una exigencia razonable y respetuosa puede ser una de las más logradas formas de amor-, pero no con el uso de formas burdas o sutiles de presión o manipula­ción. Hoy el clima y el tipo de relaciones que se dan en cual­quier organización tiene tanta o mayor importancia que las actividades que se realizan.

- Si no queremos quedar socialmente aislados a corto plazo, necesitamos desarrollar con mucha creatividad formas novedosas de comunicación con el entorno extraeclesial, aprendiendo de la moderna sociedad de la información: po­tenciación de actividades abiertas de interés común (confe­rencias, debates, campañas, etc.); sensibilización de todos los miembros de las comunidades cristianas para que funcione la difusión «boca a boca» de nuestras iniciativas, aprovecha­miento de los contactos con los padres, utilización adecuada de las posibilidades que ofrecen los medios de comunicación modestos (Internet, cartas, radios locales, carteles, etc.), pre­sencia activa en los foros y asociaciones sociales existentes.

- Pero la pluralidad de convocatorias y la creación de un clima agradable no bastarán. Será necesario también que per­sonas concretas desarrollen dentro del pueblo de Dios el mi­nisterio de la acogida personal y del encuentro para que quie­nes se acerquen a la comunidad sientan que no llegan a una institución anónima, sino que un rostro concreto se dirige respetuosamente a ellos para escucharlos, invitarlos a cono­cer al resto de la comunidad y sus iniciativas. Del mismo modo será necesario crear procesos y actividades específicas en los que, respetando el ritmo de quienes vienen por primera vez a participar en alguno de los actos eclesiales, participan ocasionalmente en ellos o regresan después de haber estado alejados, faciliten un conocimiento e incorporación progre­siva de cada comunidad cristiana concreta.

- Tras épocas de proselitismo seguidas por otras de clan­destinidad, sería bueno que todas las instituciones cristianas (colegios, parroquias, asociaciones, movimientos) pudieran adoptar una postura confesante de la fe que, respetando las opciones religiosas de los participantes en sus actividades, no se avergonzara de su identidad ni dejara de ofrecerles expre­samente la posibilidad de conocer en profundidad el cristia­nismo y, en su caso, de iniciarse en la existencia cristiana. Puede que sea más numeroso de lo que creemos el grupo de jóvenes que busca convicciones firmes sobre las que asentar su vida y que le permita orientarse en este clima de marcado relativismo y desconcierto.

- Pero, tan importante como convocar a los jóvenes es in­tentar que los que se acerquen o regresen tras años de aleja­miento encuentren un lugar cálido, estimulante, enriquecedor y participativo; que invite al silencio y al diálogo, al compro­miso con la sociedad y a las celebraciones festivas. Resulta imprescindible que los espacios eclesiales se caractericen por facilitar la posibilidad de compartir la vida en profundidad dentro de un clima exquisito de libertad, respeto y apertura a la creatividad. Solo en ese marco será posible la iniciación a la experiencia religiosa y el descubrimiento de Jesús como ca­mino, verdad y vida. Cualquier joven recela de los lugares en donde se pretende controlarles o atentar contra su autonomía personal, pero agradecen los ámbitos en los que pueden ali­mentar sus inquietudes y descubrir por sí mismos lo que de verdad merece la pena.

  • Mientras se producen las transformaciones estructurales que bosquejábamos anteriormente, cada comunidad cristiana concreta puede ir anticipando o ensayando alguna de ellas, creando un estilo más acogedor, igualitario, liberador, crea­tivo y profético que el que hasta ahora caracteriza al conjunto de la institución eclesial, que, por su parte, difícilmente acep­tará cambios que no sean demandados desde la base. Cada grupo cristiano tendrá que adaptar su mensaje a actividad ensayando nuevas mediaciones. Por amor a las per­sonas, si es preciso habrá que asumir el riesgo de que la ins­titución reaccione críticamente, como suelen hacer todas con los disidentes. Lo mismo le sucedió al Maestro con las institu­ciones religiosas de su tiempo. Creemos que, en la actualidad, la mayoría de los cristianos pecamos más de prudencia y de pasividad que de extremismo a la hora de impulsar la reno­vación eclesial.



c) Cambios en el sujeto evangelizador

La acción evangelizadora recae en un doble sujeto: la persona creyente encargada de anunciar verbalmente la Buena Noticia y la comunidad cristiana que, en la medida en que vive de esa Buena Noticia, constituye el mayor «signo de salvación». No podemos imaginar un sacramento más significativo del amor de Dios: «En esto reconocerán que sois mis discípulos: en que os amáis unos a otros» (Jn 13,35). Sin comunidad, todo anun­cio creyente queda huérfano de un espacio de interiorización, de «verificación» y de celebración; sin el testimonio y la pro­clamación de individuos concretos, el Evangelio quedaría mudo para el mundo.

Actualmente, la visibilización de la fraternidad no puede realizarse en la parroquia más que si esta se convierte en comunidad de comunidades. En un futuro cercano, el feligrés tradicional, esa persona que asiste de forma individual al templo para recibir servicios religiosos cada domingo, pero que permanece desvinculada del resto de los miembros de la parroquia, desaparecerá. No cabe pensar que los jóvenes que se incorporen a la Iglesia, en adelante lo hagan sin pertenecer a algún tipo de grupo de talla humana en el que la fe se viva con cierta intensidad, se traduzca en opciones efectivas de solidaridad y se celebre con creatividad, calor y alegría4

Como señalaba la exhortación apostólica Evangelii nun­tiandi, en el inicio de la evangelización es imprescindible que haya un grupo creyente: «La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio. Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la comu­nidad humana donde viven, manifiesten su capacidad de comprensión y de aceptación, su comunidad de vida y de des­tino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno. Supongamos además que irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A través de este testimo­nio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse a quienes contemplan su vida interrogantes irresistibles. ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros?».

Sin embargo, hemos de reconocer que, a pesar de la proli­feración de documentos, jornadas, sesiones y congresos, to­davía la mayor parte de las comunidades cristianas parro­quiales no han desarrollado entre sus miembros esta actitud evangelizadora y misionera5. La inmensa mayoría de los cristianos «de a pie» -jóvenes, adultos o mayores-, sea por in­consciencia, por vergüenza, por inercia o por incapacidad, no se implica activamente en la acción de proclamar el Evange­lio en el entorno en el que realiza su vida cotidiana, ni invi­tan a quienes conviven con ellos a las actividades que realiza la comunidad. Por el contrario, consideran que la convocato­ria, la acogida, el testimonio o el anuncio explícito del Evan­gelio corresponde a personas especializadas como los cate­quistas, los religiosos o los sacerdotes. Este escaso dinamismo misionero resulta trágico en las actuales circunstancias en las que la parroquia ha dejado de ser espacio frecuentado por la mayor parte de los jóvenes, con lo que la difusión de la pro­puesta cristiana habrá de realizarse a partir del encuentro in­terpersonal.

Por lo que se refiere a la existencia de comunidades vivas, hemos asistido a un amplio desarrollo de muchos movimien­tos comunitarios de muy variada teología y espiritualidad en las últimas tres décadas. Su expansión, fruto de la renovación conciliar y de su adecuación al nuevo clima cultural, demuestra la enorme potencialidad de los. grupos pequeños para personali­zar la fe. No obstante, este florecimiento ha ido acompañado de problemas serios: la falta de comunión entre las distintas co­rrientes comunitarias, el desigual respaldo institucional que han tenido, la dificultad de armonizar las estructuras parroquial y comunitaria, la debilidad de unas entidades que dependen mu­cho del estado de ánimo de sus miembros, etc.

En todo caso, el futuro de la Iglesia camina por la multipli­cación de un tejido de fraternidades capaces de fortalecer la fe de sus componentes y de enviarles a la sociedad para que realicen en ella su misión de servicio y testimonio. Pero, a su vez, el futuro de las pequeñas comunidades cristianas depen­derá decisivamente del desarrollo de ministerios de anima­ción comunitaria, de su capacidad de superar el aislamiento y del apoyo institucional que reciban. La presente situación de­bería obligar a buscar caminos de complementariedad entre las pequeñas comunidades, los movimientos apostólicos, las congregaciones religiosas, las asociaciones cristianas y las pa­rroquias. Por desgracia, predominan hoy el recelo o incluso la rivalidad entre estas instancias.

Por lo que se refiere al agente de pastoral de juventud, tam­bién asistiremos a modificaciones sustanciales. Su labor será en el futuro próximo más difícil y comprometida. No tendrá como misión prioritaria transmitir a un grupo de jóvenes una síntesis teológica del cristianismo, utilizando un temario y una metodología claramente establecidas, sino iniciar en la experiencia religiosa cristiana -algo mucho más profundo y personal-, lo que requerirá de él una gran capacidad para en­contrarse con los jóvenes en sus distintos contextos, empatía para captar su situación personal, recursos para proponer iti­nerarios parcialmente individualizados, conocimiento de téc­nicas de animación grupal, predisposición para compartir su propia vivencia creyente y competencia para encontrar los recursos y mediaciones que hagan hoy comprensible el men­saje de Jesús.

La capacidad para encontrase con los jóvenes y establecer con ellos una comunicación que alcance la profundidad de la vida viene facilitada por el cultivo de unas actitudes específi­cas: capacidad de escucha, ausencia de prejuicios y mora­lismo, conocimiento de los registros propios de la subcultura juvenil, facilidad para comunicar la propia experiencia de la vida, visión positiva de las cosas, delicadeza y afecto. Sobre todo resulta imprescindible tener verdadero cariño hacia los jóvenes, confiar en ellos y en sus posibilidades de crecimiento y estar dispuesto a compartir mucho tiempo a su lado, para que la confianza que genera la convivencia haga posible una labor verdaderamente educativa. Esto no quiere decir que quien evangeliza en el mundo juvenil tenga que parecer fal­samente joven, permanecer continuamente al lado de los miembros de su grupo o que no pueda discrepar de los valo­res que pueblan ese entorno social para ofrecer planteamien­tos alternativos.

Más en concreto podríamos destacar cinco dimensiones que cultivar entre quienes trabajan con los jóvenes en nom­bre de la Iglesia. Estas facetas deberían ser entendidas no como requisitos previos imprescindibles para asumir una mi­sión pastoral, pues la sencillez y la debilidad forman parte de la manera de hacer presente el Evangelio, sino como aspectos que hay que cuidar progresivamente para poder llevar a cabo cada vez mejor la tarea:

- La experiencia personal de fe es, en el fondo, el único re­quisito imprescindible para todo evangelizador. Como ha ex­presado con enorme acierto Julio Lois: «La primera condición para comunicar la fe de forma creíble y significativa podría formularse así: la comunicación ha de brotar o estar enrai­zada en una experiencia gozosa y liberadora de la fe, capaz de percibir su carácter atrayente y hasta fascinante, su belleza y fecundidad. Es la experiencia que se da en el seguimiento de Jesús vivido en el seno de una comunidad creyente. Solo ofertan la fe con credibilidad los convertidos, es decir, aque­llos a quienes Dios ha salido al encuentro en Jesús, les ha lla­mado y han respondido con fidelidad gozosa». Efectivamente, la intensidad y centralidad de la experiencia del encuentro con Dios, la verificación personal de su capacidad humaniza­dora y la alegría profunda que surge de ese encuentro son el motor y justificación últimas de todo anuncio de la Buena Noticia. No por casualidad, quienes han analizado el proceso de la transmisión de la fe consideran el testimonio personal como el factor decisivo que puede catalizar el descubrimiento de la salvación religiosa.

- Pero esa experiencia reclama, especialmente en esta época, su encarnación en un estilo de vida original respecto al predominante en la sociedad. En un clima sumamente prag­mático ha de ser posible mostrar a los jóvenes cómo la fe cristiana es capaz de potenciar actitudes, fomentar valores, motivar compromisos y, en definitiva, inspirar modelos de vida cargados de sentido y fecundidad, aunque sean también sumamente exigentes. La fe, si es verdadera, puede configu­rar «con el aire de Jesús» nuestra manera de emplear el tiempo, los criterios en el uso del dinero, la calidad de las re­laciones interpersonales, el estilo de nuestra familia, el modo de ejercer nuestra profesión, el compromiso socio-político, etc. Una vida inspirada en la de Jesús muestra, sin mayores alardes, la relevancia radical de la fe en Dios. A este respecto no propugnamos que los creyentes sean personas aisladas, estrafalarias, sectarias o marginadas, y menos aún que se pre­senten en la sociedad haciendo ostentación de algún tipo de superioridad moral. Por el contrario, el estilo de vida que surge de la conversión al Evangelio tendrá que ser siempre sencillo y humilde, sabedores de que la fe y todo lo que su­pone es siempre un regalo inmerecido que no nos ahorra las dudas y dificultades comunes a la condición humana, aunque nos proporcione una fuente de luz y energía excepcionales para afrontarlas.

- Poseer una formulación actualizada de la fe es vital para quien la anuncia. A este respecto no resulta fácil saber qué debemos mantener de la visión tradicional del cristianismo, qué debemos asumir de la modernidad y qué debemos apren­der de la sensibilidad posmoderna, porque, si bien es cierto que nosotros no somos los inventores del cristianismo, sino, en cierta medida, «creyentes de segunda mano» -en expresión de Kierkegaard6-, y por tanto que debemos a nuestros predecesores el acceso al Evangelio, no lo es menos que no po­demos contentarnos con repetir la herencia, sino que estamos obligados a actualizarla, superando cualquier tipo de anacro­nismo o trivialización. Los jóvenes podrán aceptar o no la vi­sión cristiana de la vida, pero tienen derecho al menos a en­tenderla y a no tener que comulgar con ruedas de molino en aspectos que no tienen una clara justificación evangélica. A medio plazo, nadie puede sostener en un ámbito de la vida unas opiniones, actitudes y creencias en abierto contraste con las que defiende en otros ámbitos sin caer en una especie de «esquizofrenia interior», técnicamente denominada «disonan­cia cognoscitiva». Para poder dar a otros «razón de la propia fe», antes tendrá que poder dársela a sí mismo con honradez y rigor intelectual.

- Será difícil que el evangelizador pueda realizar su tarea con entusiasmo si no se encuentra inserto en algún tipo de estructura comunitaria o equipo pastoral que nutra su fe, que le ayude a evaluar su trabajo, que le aliente en su misión, que le abra nuevas pistas de acción. Demasiadas veces se ha con­fiado la animación de nuevos grupos a quienes habían reali­zado un proceso de educación en la fe pocos años antes, con­fiando en que lo recibido pudiera ser suficiente para transmitirlo a nuevas generaciones. La vida cristiana reclama una alimen­tación y reciclaje permanentes y una implicación plena en la vida de la Iglesia. Como ya se ha indicado, los cristianos no padecemos hoy en día el influjo de un ataque directo y argu­mentado, sino el impacto -mucho más dañino a largo plazo­ de la indiferencia y la incomprensión social de nuestra visión global de la vida y de los valores que la sustentan. De ahí la necesidad de participar en ámbitos comunitarios en los que la fe encuentre el respaldo que el entorno ambiental no presta en modo alguno.

  • El coraje evangélico podría considerarse el requisito final imprescindible para cualquier evangelizador. José Antonio Pagola lo explica con su proverbial claridad7: «La fe cris­ tiana pide ser comunicada. No hay por qué buscar grandes razones. Cuando uno vive a gusto con un Dios amigo y sal­vador, no puede ocultarlo. No necesita razones y motivos para comunicar su experiencia. Sencillamente vive su expe­riencia de Dios y la comunica de manera espontánea. Se le nota. El gran teólogo suizo K. Barth llega a decir: "Una fe que permanece como un asunto privado, sin manifestarse al exte­rior, no es más que una incredulidad escondida, una falsa fe, una superstición "»8. ¿Será así? No hablamos aquí de orgullo o de sentimiento de superioridad, sino de la reacción natural de quien desea compartir una experiencia que para él es fuente de una felicidad profunda y que piensa que podría también serlo para otros.



d) Acentos prioritarios en la pedagogía pastoral9

No existen fórmulas mágicas para superar la crisis de rele­vancia que padece en nuestro entorno el fenómeno religioso. Tampoco cabe esperar que una estrategia sofisticada de «pu­blicidad eclesiástica» sea capaz de suplir la ausencia de in­quietud religiosa de los jóvenes y les proporcione un anhelo repentino de trascendencia, ya que sus raíces se encuentran en el entorno ambiental en el que todos estamos inmersos. Para que cualquier presentación de la salvación cristiana tenga algún grado de acogida, los jóvenes a quienes nos diri­jamos tendrán que encontrarse en una situación de insatis­facción vital, crisis personal o búsqueda de una mayor auten­ticidad existencial. Nuestra tarea primordial será estar atentos a esas situaciones para ofrecer el tesoro cuyo descubrimiento llenó de alegría nuestra vida. No obstante, en el terreno con­creto de las actividades pastorales orientadas a la propuesta y educación de la fe se van abriendo camino últimamente algu­nas convicciones que enumeramos de forma sintética.

- Tomar absolutamente en serio la centralidad de la per­sona en su originalidad de sujeto y de circunstancias, con lo que ello conlleva de atención personal, de escucha atenta de sus preguntas, búsquedas e interpelaciones, de acogida incon­dicional, de amor a los jóvenes, de deseo de estar a su servicio sin intenciones instrumentalizadoras o manipuladoras, de si­tuarnos al servicio del crecimiento de su identidad personal en libertad. La clave de la personalización afecta a todo el pro­ceso de la evangelización: partir de la situación afectiva, so­cial, cultural y religiosa de cada joven concreto; acompañar su propio itinerario espiritual; respetar y potenciar su propia ca­pacidad de hacerse en libertad; contribuir a que los jóvenes que lo deseen puedan acceder a una versión personalizada de la fe, en el doble sentido de profunda y de propia. La Iglesia se acerca a los jóvenes para abrir su horizonte de sentido, para ofrecerles la posibilidad de acceder a la vida en abundancia, amor y libertad que ofrece el Señor Jesús, y no para domesti­carlos psicológicamente, adoctrinarlos intelectualmente, con­trolarlos moralmente o someterlos comunitariamente.

- Reconocer el insustituible papel de la experiencia propia de cada joven sobre la realidad (lo que me pasa, lo que siento, lo que hago, lo que me cuestiona) como punto de partida y sustrato permanente de todo camino de apertura a la fe. La tarea educativa consistirá en ayudar a los jóvenes a interior¡­zar, reflexionar, poner nombre, compartir e iluminar teoló­gica y bíblicamente su propia vida. La clave experiencial sin­toniza con el talante actual de los jóvenes, deseosos de «probarlo todo». Por ello, una fe que pueda interesarles tendrá que ser de alguna manera experiencia de la felicidad y pleni­tud en el medio de la experiencia de su vida. El acceso a la vida cristiana tendrá que ver mucho con la oportunidad de «degustarla» de alguna manera. Y, como sabemos, lo propio de una experiencia humana es su capacidad de afectar pro­fundamente a la totalidad de la persona: afectiva, intelectual, moral y estéticamente.

- La falta entre los jóvenes de preguntas o de búsquedas tesiar la capacidad de plantearse cuestiones de fondo, otorga mucha importancia a la tarea pastoral de suscitar interrogan­tes, provocar inquietud, alimentar el deseo y promover la uto­pía. Son estas tareas tan necesarias como difíciles en la coyun­tura actual. Pero de poco sirve en la catequesis contestar -como tantas veces ocurre- a preguntas que nadie se hace u ofrecer alimento o bebida a quienes no tienen hambre o sed. Si los jóvenes no son capaces de superar la trivialidad am­biental para atreverse a taladrar la realidad y descubrir que todos los seres humanos y el cosmos que habitamos son un verdadero misterio, que nuestra propia existencia es un hecho asombroso con un sentido incierto, no podrán hacerse cons­cientes de que en el fondo de sus corazones habita una pre­sencia amorosa que les llama a un encuentro de confianza y misericordia. Desarrollar la capacidad de hacer silencio, de contemplar, de conocer la propia interioridad, de reflexionar, es hoy un verdadero reto educativo.

- Complementaria de la anterior tarea es la de desenmas­carar el bienestar en sus diversas modalidades como sucedá­neo de salvación. En contra del sentir mayoritario en nuestro tiempo, la experiencia cristiana afirma que el mejor modo de realizar la vida humana consiste en abrirla a la entrega espe­ranzada a Dios que se realiza en el ejercicio de la solidaridad. La búsqueda de la gratificación personal a toda costa, la asunción de la lógica existencial de las rebajas, el narcisismo o el consumismo más o menos larvados conducen, con fre­cuencia, al vacío interior y a la esterilidad vital propia de quien se considera el centro de la realidad. Por el contrario, el descentramiento y la salida de uno mismo para insertarse en la lenta lucha por la emancipación y la fraternidad humanas a los que invita Jesús resultan, a la postre, un verdadero ca­mino de realización personal. La crítica cristiana a la socie­dad de consumo no debería sostener que el bienestar material o el disfrute de la vida son negativos -cuando lo verdadera­mente negativo es la pobreza-, sino en el hecho de que orien­tar la existencia tomando como centro la elevación del nivel de vida es equivocar el camino entre lo necesario y lo impor­tante. Vivir para consumir no es malo, es terriblemente pobre. Sin olvidar que el modo de vida que disfrutamos en el Norte se asienta en un abismo de injusticia e insolidaridad.

- Necesitamos desarrollar una pastoral de la encarnación convencida de que el Espíritu de Dios está presente en nues­tro tiempo y en nuestro mundo inspirando horizontes nuevos de justicia y dignidad. Lo cual reclama de los catequistas la capacidad de iniciar en el arte del discernimiento de la pre­sencia de Dios y la identificación de su voluntad en la histo­ria colectiva y en la de cada persona concreta. La sensibilidad religiosa, educada por la escucha receptiva y habitual de la Palabra, permitiría descubrir los signos de los tiempos pre­sentes en la cultura actual; los nuevos «espíritus malignos» contra los que los cristianos debemos luchar, las huellas de Dios particularmente visibles en los pobres y excluidos de la tierra, etc. Una lectura creyente de la Biblia y de la actualidad personal y social debería ser el medio fundamental para ini­ciarse en la existencia cristiana. Si se realiza con honradez y lejos de todo fundamentalismo, esta metodología impulsa fá­cilmente hacia el compromiso social y político.

- La tonalidad predominante en la educación de la fe ten­dría que ser hoy crítica, experimental y mistagógica. Frente al subrayado intelectual y doctrinal de formas catequéticas del pasado reciente, en el futuro tendremos que dar prioridad a la iniciación a la experiencia creyente, a la vivencia religiosa, al lenguaje del testimonio, a la reflexión sobre la propia tradi­ción. Si en el pasado la opción por la vida cristiana era el fruto de un razonamiento deductivo, la sensibilidad actual anima a que lo primero sea introducirse intuitiva y práctica­mente en las experiencias fundamentales de la vida cristiana (orar, compartir, comprometerse, celebrar) en contacto con otros creyentes, para después reflexionar y profundizar en lo vivido y así descubrir su riqueza y su verdad. Nadie se ena­mora por estudiar o leer sobre el amor, aunque, cuando se vive esa experiencia, pueda ser mejor realizada y compren­dida mediante la reflexión sobre ella. Y bueno es recordar el elemento crítico y racional de la experiencia religiosa cuando corren aires en exceso carismáticos, emocionales o funda­mentalistas.

- Existe un verdadero desafío pastoral en el ámbito de la construcción de la fraternidad. Por una parte, hoy participa­mos de un paradigma vital mucho más emocional que racio­ un papel muy destacado. La familia, el grupo de amigos y la pareja son las instituciones que más valoran los jóvenes y que más influyen en la configuración de sus valores. Esta es una buena noticia para la religión del amor. Y, sin embargo, también es cierto que a los jóvenes les cuesta vincularse, tie­nen miedo a establecer compromisos sólidos, encuentran enormes dificultades para comunicarse con hondura, viven la sexualidad de un modo epidérmico, rechazan las interpela­ciones y tienden a romper las relaciones que entran en con­flicto o las que les exigen dar mucho de sí mismos. A todos nos amenaza el creciente auge del individualismo y, no obs­tante, el crecimiento y maduración de la vida cristiana re­clama su realización comunitaria. Pocos creyentes pueden superar el clima de indiferencia religiosa sin una sólida inser­ción eclesial. De ahí que enseñar a compartir para crear co­munidad sea una «asignatura troncal» de cualquier plan pas­toral que piense a largo plazo.

- En un mundo audiovisual e interactivo como el nuestro, la metodología de la comunicación de la fe ha de tomar en consideración esta situación. Los nuevos medios de comuni­cación pueden servir para evadir y entretener, pero también para provocar y despertar a los jóvenes. No tiene sentido uti­lizar hoy fórmulas de adoctrinamiento o el esquema de co­municación autoritario y vertical con los destinatarios de nuestro mensaje. Lograr la participación igualitaria y multi­direccional en un diálogo abierto y respetuoso es el objetivo que debe perseguirse. Todos buscamos juntos la verdad y la bondad de la vida a partir de nuestras experiencias, aprendi­zajes y conocimientos. Por otra parte, la adecuada articula­ción del lenguaje audiovisual (al que nuestros jóvenes están perfectamente adaptados y que tiene una gran capacidad de captar la atención), el escrito (propio de la religión del Libro, que permite una profundidad mucho mayor) y el oral (más propio para la comunicación de vivencias personales, como la de la fe) está lejos de haberse conseguido. En la actualidad, los valores se transmiten más por la vía de la seducción (véase la publicidad) que de la argumentación racional. Sin negar la importancia de esta última, bueno será recordar que los evangelios no son sesudos tratados de teología, sino una colección de cuentos, anécdotas, gestos liberadores, metáfo­ras, parábolas, eslóganes, actos proféticos, poemas y aforis­mos que cautivaron a muchos contemporáneos de Jesús por­que fueron capaces de llegar a su corazón. De esta capacidad provocadora y evocadora deberían estar dotadas las comuni­caciones de los grupos de fe.

- Para que la dimensión religiosa pueda aflorar en la vida de los jóvenes hemos de ser mucho más creativos en la bús­queda de nuevos lenguajes. En la era del «videoclip» no es po­sible hacer descansar la expresión de la fe en la permanente repetición de eslóganes, normas y ritos. Junto a los accesos al Evangelio por las vías de la formación teológica y del com­promiso práctico, necesitamos recuperar el lenguaje simbó­lico-estético y afectivo, que es, por cierto, el específicamente adecuado para iniciar al misterio de Dios y celebrarlo. Los jó­venes actuales han desarrollado una gran sensibilidad para la música, la imagen, las emociones, la corporalidad, la danza, la narración y la fiesta. Ciertamente, muchas de sus expresio­nes tienen más de espectáculo evasivo que de invitación a la trascendencia, pero, con todo, los evangelizadores tienen un campo abonado para la iniciación a la contemplación simbó­lica. Contando con un acompañamiento educativo adecuado, partiendo del ruido puede llegarse al silencio; desde las sen­saciones o los sentimientos puede otearse el sentido; del de­seo de diversión puede nacer la necesidad de fiesta; de la conciencia de pequeño grupo puede llegarse al descubri­miento de la universalidad de la Iglesia...

- En conexión con la propuesta anterior debemos recupe­rar algo ya sugerido páginas más arriba: la necesidad de encon­trar formulaciones y expresiones de la fe que mantengan la doble fidelidad al pasado y al presente del cristianismo. Si el Dios Juez tradicional tuvo que ser redescubierto como Dios Padre en la teología del Vaticano II, hoy hemos de enriquecer esta imagen con la de Dios Padre-Madre. Si Jesucristo era percibido sobre todo como el Redentor de nuestros pecados ante quien se adoptaba una actitud contemplativa, fue un avance notable descubrirle como Cristo liberador que nos in­vitaba a su seguimiento para darnos cuenta hoy de que él quiere ser sobre todo -como señala el evangelio de Juan­nuestro amigo. Si el Espíritu fue concebido en el pasado como «fuente de energía de Dios, hoy podemos imaginarlo especialmente como fuente de su ternura. Si la Iglesia fue definida como so­ciedad perfecta compuesta por dos categorías de miembros esencialmente desiguales, el Vaticano II nos trajo la sorpresa de considerarla pueblo de Dios, misterio de comunión o sa­cramento de salvación. ¿No tendremos que verla hoy sobre todo como red de fraternidades? Lo importante del lenguaje religioso es que, sin atentar contra nuestra racionalidad, mantenga la capacidad de evocar el misterio de la trascen­dencia, toque el centro del corazón humano e invite a vivir con alegría el proyecto de Jesús.

- Respecto a los modos de actuación, sería necesario prac­ticar una pastoral de sintonía y de contraste: sintonía con los modos y las modas propios de las distintas subculturas juve­niles (estética, lenguajes, intereses, preocupaciones, etc.), pero también propuestas que se encuentren alejadas de su mundo experiencial y que, por lo mismo, tienen una virtualidad pro­vocadora (realidades de dolor e injusticia, tiempos de retiro y de silencio, acciones de denuncia y solidaridad, acercamiento a la propia tradición y a otras maneras de ver el mundo). Se trata de escuchar y de proponer; de realizar un camino conti­nuado y de insertar en los momentos fuertes por su contenido ético, estético o relacional. Sin embargo, parece que los jóve­nes demandan sobre todo de la fe su relevancia para afrontar los retos de la vida cotidiana y no tanto su capacidad para fundamentar comportamientos extraordinarios o para ofrecer sentido ante situaciones límite. Sí resultan muy positivos en la acción pastoral los modelos de referencia personales y co­munitarios que muestran calidad e intensidad de vida.

- Ante una realidad que se globaliza aceleradamente, los procesos de iniciación a la fe tendrán que invitar a los jóve­nes a descubrir, analizar y comprometerse con los nuevos de­safíos de alcance planetario: el problema ecológico, el abismo Norte-Sur, el diálogo interreligioso, el encuentro entre las culturas, el reto de la violencia y la paz, la sociedad de la in­formación, las corrientes filosóficas e ideológicas actuales, los dilemas éticos que surgen del desarrollo de nuevas tecno­logías, etc. Desde siempre, la Iglesia ha contribuido a poten­ciar el altruismo social y la búsqueda colectiva de alternati­vas a la injusticia. En estos momentos importa que enseñe a discernir los acontecimientos desde una postura de apertura a lo nuevo, de aprendizaje de todas las tradiciones de sentido, de diálogo con los distintos puntos de vista vigentes, de im­plicación humilde desde la fe en la búsqueda de soluciones a los problemas colectivos que, como familia humana, tenemos planteados. Los jóvenes que entren en contacto con la comu­nidad cristiana, además de despertar a la realidad y de com­prometerse con ella, deberían recibir un aprendizaje profético especial: la capacidad de indignarse ante toda injusticia y la de soñar con un mundo mejor.

- Se sigue manteniendo en el presente contexto la necesi­dad de diseñar itinerarios educativos de corte catecumenal, porque el proceso de descubrimiento, acogida y opción por el Evangelio no se puede producir de forma instantánea. Pero en adelante, estos itinerarios serán mucho menos lineales y estandarizados. Los proyectos de educación en la fe tendrán que configurarse de un modo mucho más flexible y adaptado a los distintos entornos juveniles y al ritmo de crecimiento espiritual de cada joven. A este respecto, la importancia del grupo -en el que se comparte la búsqueda y que sigue siendo enormemente valorado por los jóvenes- seguirá siendo desta­cada, pero tendrá que ser complementada con el acompaña­miento personalizado a cada uno de sus miembros. Jesús Sastre ha insistido, con razón, en que lo decisivo de los cate­cumenados juveniles no radica en si desarrollan o no todo el temario proyectado, sino en si «pasa algo» por dentro de los jóvenes. Si a lo largo del proceso no se sienten interpelados de forma personal e intransferible por el mismo Señor y su propuesta, de forma que se sientan en la disyuntiva de aco­gerlo o rechazarlo, la acumulación de cultura religiosa habrá sido en vano.

- Recuperar la importancia nuclear del testimonio como elemento clave para facilitar a quienes desean abrirse al en­cuentro creyente. Nadie puede forzar o provocar la fe de na­die, dado que nos encontramos ante el acto más íntimo y li­bre del ser humano. Nadie puede transmitir en sentido propio la fe a nadie, porque esta es una experiencia de amor perso­nal, no una propiedad que pueda traspasarse a otros. Pero la propia experiencia de fe sí puede comunicarse y como aquel que tiene un amigo extraordinario y se lo pre­senta a otros. Cuando una persona se encuentra en actitud de búsqueda, el testimonio de otras puede hacer brotar en su in­terior la llamada del Espíritu. Hoy no cuestiona tanto la per­sona dogmática, intachable o heroica cuanto la gente senci­lla, auténtica, habitada, alegre y esperanzada, que encuentra en su fe el motor de su vida cotidiana. Testigo no es la per­sona que se propone serlo o que tiene su vivencia muy elabo­rada, sino aquel que transparenta el Espíritu que le anima y que vive el gozo de haber sido llamado al amor por su propio nombre. Los defectos o limitaciones no desacreditan al tes­tigo, porque él no es el salvador de nada, sino el que se ha descubierto salvado y lo manifiesta.

- A la postre, el éxito de la pastoral de juventud será ir desarrollando poco a poco -sobre la sólida base del encuen­tro con Jesús- una espiritualidad de la resistencia a los valo­res sociales que nos orientan incesantemente a centrarnos en nosotros mismos y poner nuestro interés en elevar el nivel de vida o el estatus social. Resulta evidente que el seguimiento de Jesús nos sitúa a contracorriente de muchos valores vigen­tes. Optar por dedicar la vida a luchar porque nuestro mundo sea un hogar habitable para todos los seres humanos que lo habitamos y en el que vayan progresando los valores de la justicia, la libertad, la paz y la fraternidad es la vocación a la que estamos llamados todos los cristianos. Pero no por volunta­rismo o masoquismo, sino porque hemos descubierto en esa actitud vital un auténtico camino de alegría y realización personal. Perseverar en este camino requiere renovar cada día la opción primera y realizar una cierta ascesis que, en con­versión permanente, nos mantenga tras las huellas de Jesús. No resultará fácil mantener la fidelidad al Señor en una so­ciedad que aboga porque el confort, la seguridad, la comodi­dad o el disfrute orienten nuestro comportamiento cotidiano. Pero no se trata de considerar el Evangelio como una senda de renuncias y esfuerzos, sino la puerta de acceso a la mayor abundancia de vida, a la fuente de la mayor felicidad (que nos viene, para colmo, regalada).



Prot: 06/0849 

20 de noviembre de 2006


A los Inspectores y a todos los hermanos de Europa



Queridos Inspectores y queridos hermanos:


Un saludo cordial en nombre de los Consejeros para la Pastoral Juvenil, don Antonio Doménech, y para las Misiones, don Francis Alencherry, de los Consejeros Regionales don Albert Van Hecke (Europa Norte y Este), don Filiberto Rodríguez (Europa Oeste), don Pier Fausto Frísoli (Italia – MOR), de los participantes en el Seminario “Europa, Tierra de Misión, y en el mío propio.


Ante todo os agradezco que hayáis acogido positivamente la convocatoria a este importantísimo acontecimiento de la Congregación en Europa. Todas las Inspectorías de las tres Regiones han estado presentes a través de vuestros Delegados de Pastoral Juvenil y de hermanos y seglares que trabajan en la misión salesiana.


He seguido personalmente los trabajos de este congreso convencido de que nuestro futuro se juega en si somos capaces o no de volver a dar a este continente el don de la “hermosa y buena noticia”, a través de nuestro compromiso en la evangelización, y más concretamente en la primera evangelización. Europa, que ha sido la cuna de nuestro carisma, se presenta ahora como “tierra de misión” y nosotros queremos responder a esta llamada histórica con la pasión apostólica del “Da mihi animas, cetera tolle” de Don Bosco.


Os presento las conclusiones del Seminario, que están en perfecta sintonía con el camino ya indicado en la carta de convocatoria del CG26, y que comprometen a cada una de las Inspectorías y a cada uno de los hermanos a poner en primer lugar la evangelización (Cf. Const. 34). Pues bien el sujeto llamado a asumir este compromiso de primera evangelización es, ante todo, la comunidad salesiana y en ella cada uno de los hermanos.


Los contextos tan diferentes en los que nos encontramos realizando la misión salesiana obligan a los Inspectores y a sus Consejos a reflexionar y a contextualizar los contenidos de este documento de tal forma que se haga operativo y se traduzca en decisiones verificables.


La oración al Espíritu Santo y la intercesión de María Inmaculada, que nos preparamos a celebrar recordando la primera evangelización hecha por Don Bosco en diálogo con Bartolomé Garelli, den fuerza a nuestro compromiso.


Cordialmente.


1.1

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1.1.1 Don Pascual Chávez Villanueva

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Rector Mayor

2 “Europa, Tierra de Misión”

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Seminario Europeo de las Inspectorías Salesianas

Salesianum-Roma, 16-20 de noviembre de 2006


2.1 DOCUMENTO FINAL

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  1. Convocados por los Dicasterios para las Misiones y para la Pastoral Juvenil nos hemos reunido de todas las Inspectorías Salesianas de Europa para ahondar en los retos de la evangelización en la Europa de hoy y para determinar algunas estrategias fundamentales para una acción pastoral más misionera.

  2. Reflexionando sobre el tema “Europa, Tierra de Misión” sabemos que nuestra reunión es una continuación de los temas ya tratados en el encuentro de Inspectores Europeos en diciembre del 2004, en el encuentro de los Delegados Inspectoriales para la Pastoral Juvenil de Europa celebrado en febrero de 2005, y en el encuentro sobre la formación en Europa de mayo de este año.

  3. La importancia del tema y la urgencia de reflexionar sobre él se constata por el interés del mismo Rector Mayor en este Seminario. En su intervención nos invitó a emprender con valentía el gran proyecto de volver a dar alma a Europa, mientras nos entregamos con valentía, con confianza, con alegría, con generosidad y con competencia a la educación a la fe y de la fe de los jóvenes. Nos porpuso como modelo de la nueva evangelización de Europa a San Pablo, quien encadenado en Roma, en una pequeña habitación de no más de tres metros cuadrados, dio testimonio de Cristo y anunció su Evangelio con toda franqueza y sin ningún impedimento (cfr. Hechos 28, 16-31).

  4. El examen de la situación socio-religiosa de la Europa contemporánea nos convence de la urgencia de la evangelización en todas las partes del continente, aunque el contexto es diverso en las distintas zonas desde el este al oeste y desde el norte al sur del continente. A pesar de las diferencias, pensamos que hay elementos comunes y trasversales en todas las partes. Entre éstos queremos resaltar algunos que llaman nuestra atención de manera especial.


Desde el punto de vista positivo se notan las semillas del Evangelio que son muy fecundas en varias partes del continente. En Particular:


Los movimientos religiosos, especialmente entre los jóvenes, atraen nuestra atención como ambientes de la acción del Espíritu, y como los inicios de una renovación espiritual y religiosa. Igualmente existen grupos que dan preferencia a la solidaridad con los pobres y los marginados.

  • El compromiso en el campo del ecumenismo y la búsqueda de sinergia entre las iglesias favorece nuestra imagen de Iglesia.

  • La misma Iglesia Católica es consciente de la necesidad de presentarse como la anunciadora de la buena noticia.

Por otra parte, también somos concientes de los obstáculos que se encuentran hoy en Europa para una verdadera evangelización. En particular:

  • Un ambiente cada vez más secularizado, en el que cada vez toma más fuerza un indiferentismo religioso y un laicismo claramente contrario a toda clase de manifestación pública de la religiosidad.

  • Un ambiente cargado de algunas preguntas de fondo: ¿Cuál es el sentido de la vida, del dolor, de la muerte,...? ¿Cómo hay que entender los valores humanos de los que todos hablan? ¿Qué contenido hay que darles? "Ser libres, ¿para qué?". En una palabra, ¿qué clase de visión antropológica aceptar y promover?

  • Una visión poco significativa y marginal de la Iglesia y de la fe percibidas como obstáculos para el desarrollo humano integral y como un freno a la libertad humana.

  • Cambios radicales en el modo de concebir la FAMILIA y en su papel en la sociedad y en la educación a la fe de los hijos. Muchas familias se encuentran en una situación fragmentada.

  • Un ambiente marcado por inmigración y emigración especialmente de los jóvenes, por el pluralismo religioso y por la desigualdad de los niveles de vida de los países pobres.

  1. Ante esta preocupante situación nosotros nos damos cuenta de que lamentarnos por el presente, o tener nostalgia del pasado, no nos ayudaría a convertirnos en verdaderos evangelizadores que llevan el alegre mensaje del Evangelio a las poblaciones europeas. Creemos que como el Señor Resucitado precedió a sus discípulos en Galilea, así también él nos precede y está presente en todos los ambiente donde estamos llamados a prestar nuestro servicio de evangelización. Nuestra necesidad más urgente es reconocer su presencia en cada una de las situaciones y convertirnos en dignos instrumentos suyos para llevar su Evangelio a todos. Como con los discípulos de Emaús, el mismo Señor Resucitado es el evangelizador principal.

  2. La situación europea nos presenta muchos retos de evangelización. En particular tomamos nota de algunos:

  • Poner en práctica un método de evangelización más explícito y una educación que dé autenticidad y profundidad a los valores humanos que preparan la escucha del Evangelio de Jesús.

  • Encontrar el lenguaje justo y adecuado para la escucha y para el diálogo con la cultura juvenil, capaz de presentar la Buena Noticia de tal forma que resulte efectivamente un anuncio de alegría y de esperanza.

  • Reencontrar la alegría de nuestra presencia animadora entre los jóvenes y un acompañamiento personal de cada uno de ellos, siguiendo el ejemplo de Don Bosco, presente como padre y amigo entre sus jóvenes.

  • Ser protagonistas de una pastoral que nace desde una comunidad:

  • que se nutre de una fe viva y dinámica,

  • que se expresa en opciones coherentes y verificables,

  • que está presente entre los jóvenes, atenta a su mundo y a su cultura,

  • que es capaz de convocar a muchas otras personas en torno a un proyecto compartido.

  1. Este renovado compromiso de evangelización requiere un cambio de mentalidad por parte de los Salesianos y la valentía de poner en práctica métodos evangelizadores y pastorales que lleven a nuestros destinatarios al encuentro con Jesucristo y a una vida plenamente coherente con el Evangelio. Para esto el primer paso es ser muy exigentes sobre el mismo concepto de evangelización.

  2. En sintonía con los recientes documentos de la Iglesia (Evangelii Nuntiandi, Redemptoris Missio, Ecclesia in Europa, Direttorio Catechetico, etc.) entendemos la EVANGELIZACIÓN como un proceso que comienza con el primer anuncio del Evangelio, que favorece la relación personal con Cristo, reconocido Señor, y que continúa hasta la plena formación de la imagen de Cristo en el creyente (cfr. Gal 4:19).


Al primer anuncio le sigue el vivo contacto con la Palabra de Dios que transforma la manera de ser y de trabajar de la persona evangelizada. La catequesis y la celebración de los sacramentos son elementos importantes e indispensables del crecimiento en la fe. La solidaridad con la familia humana convierte al creyente en un verdadero discípulo de Cristo que se entregó por todos.


  1. Es verdad que la gravedad de la situación en la que nos encontramos requiere dar importancia y prestar atención a todos los elementos de una verdadera evangelización. Normalmente hoy estamos llamados a dar prioridad al primer anuncio del Evangelio de Jesucristo y a presentar su persona. Ya no hay que dar por supuesto que todos conocen a Jesucristo y su Evangelio. Es urgente dirigir este primer anuncio a aquellos que no han oído hablar de Él y, consiguientemente, no han sido bautizados, e igualmente a los que han sido bautizados pero todavía no están evangelizados. Al mismo tiempo creemos en la importancia de evitar los dos extremos el del fundamentalismo religioso por una parte, y el de un genericismo que se contenta con actividades humanizadoras que nunca llegan a un anuncio explícito de Jesucristo y de su Evangelio, por otra.


  1. Un renovado compromiso de evangelización requiere un nuevo tipo de evangelizador, tanto como persona cuanto como comunidad. La persona del evangelizador, es decir el Salesiano y todos aquellos que comparten su misión y colaboran con él, son la clave para la realización de este nuevo compromiso. Queremos poner de manifiesto las características más importantes de este nuevo tipo de evangelizador:

  • cree firmemente que es posible evangelizar en el contexto actual de Europa, porque el Señor resucitado está presente y activo en este continente, y está convencido de la eficacia del carisma de Don Bosco;

  • no "se deja desanimar por las dificultades" del tiempo en que vive (C. 17), no se asusta de la secularización y del laicismo reinante, sino que se compromete a encontrar los caminos justos para anunciar a Jesucristo y su Evangelio al mayor número posible de personas;

  • trabaja en red y en colaboración con otras personas tanto en su comunidad como en la Iglesia y en la sociedad;

  • no tiene miedo de experimentar nuevos métodos para anunciar el Evangelio;

  • se deja evangelizar por el mismo Evangelio y, como símbolo y como miembro de su comunidad, es su testigo convencido, sabiendo que en la evangelización "la persona misma es ya mensaje" (“the medium is the message”).

  1. Para hacer más rápida la realización de nuestro renovado compromiso de evangelización en Europa, señalamos algunas líneas de acción:

    1. Atención a la renovación de nuestras comunidades. Se requiere un continuo proceso de reflexión para inculcar una mentalidad evangelizadora en los hermanos y para convertirles en verdaderos testimonios de Jesucristo. Se necesita mucho optimismo y la valentía de creer en las posibilidades de ser verdaderos evangelizadores en la Europa de hoy y en el valor humanizador de la Palabra de Dios. Para esto la comunidad pone a Jesucristo y a su Evangelio en primer lugar en todo aquello que organiza y se hace acogedora para todos, especialmente para los jóvenes.

    2. Una presencia activa entre los jóvenes y los demás destinatarios en todos los ambientes en los que realizamos nuestra misión. Esta presencia exige “tiempo disponible” para estar en medio de los jóvenes, la capacidad de escucharles y la paciencia de dialogar con ellos en un lenguaje en el que ellos se reconozcan, acompañándoles en su crecimiento humano y cristiano.

    3. Prestar atención especial a la evangelización de las familias.

    4. En el proyecto pastoral habría que apuntar más a la calidad de nuestros servicios, dar especial importancia a las personas y dedicarles más tiempo.

    5. Servirse, de forma más creativa, de los medios de comunicación para la evangelización. Radio, Internet y publicaciones de cualquier clase son medios muy potentes para crear mentalidad y actitudes evangélicas y para favorecer la vida cristiana.

    6. Trabajar en sinergia con otros agentes pastorales para el anuncio del Evangelio. En particular prestando más atención a la formación de los colaboradores seglares en nuestros ambientes y también más allá de nuestro ámbito.


  1. En conclusión, queremos confirmar que el nuevo compromiso de evangelización en nuestro continente comienza por nosotros mismos. Dejándonos evangelizar para ser conquistados por la verdadera pasión del “da mihi animas cetera tolle” que hizo de Don Bosco el evangelizador por excelencia. Él es nuestro modelo e inspirador.


  1. Creemos y deseamos que reflexionando en este mensaje todas las comunidades puedan ahondar sobre el tema del Capítulo General 26 y llegar a proyectos concretos para un renovado compromiso de evangelización de nuestros ambientes.



Salesianum, Roma, 20 de noviembre de 2006




Los jóvenes españoles se definen a sí mismos como

marchosos, consumistas, rebeldes y cómodos


• “Jóvenes, valores, drogas” presenta una visión completa de la escala de valores dominantes de los jóvenes españoles de 15 a 24 años, que traza un panorama completo de su universo ético, moral y actitudinal, así como de su relación con las drogas.


Un 11% de los jóvenes españoles de 15 a 24 años aparece como no integrado y confrontado violentamente con la sociedad y el 21% se caracteriza por su aislamiento cómodo y completamente descomprometido.


Por contra, un 15.25% se muestra fuertemente ideologizado, comprometido e interesado por cuestiones políticas lo que les lleva a un cuestionamiento del orden social establecido.


Menos de 2 de cada 10 jóvenes atribuyen a sus coetáneos rasgos positivos como responsabilidad, solidaridad, madurez, honradez, tolerancia o lealtad.


Defienden en su mayoría el estado del Bienestar y consideran intocables las ayudas públicas a ancianos, niños, sanidad, educación y, en menor grado, empleo y vivienda.


Entre los jóvenes, los consumos de drogas no están influidos solamente por la percepción de riesgo o beneficios sino también por razones ideológicas e identitarias.


Los iconos con los que los encuestados identifican a “la juventud española” de hoy están encabezados por el “dinero”, que se presenta como el icono-rey.


(Madrid, 20 de diciembre de 2006).- Esta mañana en Madrid se ha presentado en rueda de prensa la investigación sociológica “Jóvenes, valores, drogas” realizada por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas y la Obra Social de

Caja Madrid. A la rueda de prensa convocada han asistido la delegada del Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas, Dª Carmen Moya; la directora de programación y concertación asistencial de la Obra Social de Caja Madrid, Dª Mª Fernanda Ayán; y el director general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, D. Ignacio Calderón. Los datos de la investigación han sido expuestos por los dos directores del estudio; el catedrático de Sociología de la Universidad de Deusto, D. Javier Elzo, y el director técnico de la FAD, D. Eusebio Megías. El objetivo de la investigación, realizada a través de 1.200 entrevistas domiciliarias a jóvenes de 15 a 24 años y seis grupos de análisis, es conocer la imagen que los jóvenes tienen de sí mismos, sus aspiraciones y valores, los iconos con los que se identifican, o en qué grado justifican ciertos comportamientos como el consumo de drogas, para trazar un panorama completo del universo ético, moral y actitudinal de las nuevas generaciones. Según los datos obtenidos del estudio, no podemos hablar de “la juventud” ya que los jóvenes españoles se comportan según valores y actitudes muy diferentes entre sí. Es decir, son muy diferentes unos de otros pero, en contra de lo que dicta el estereotipo, con escalas de valores muy similares a los adultos. Sin embargo sí que encontramos elementos más comunes o que los propios jóvenes creen definitorios de su propia generación. El 51,4% de los jóvenes de 15 a 24 años cree que su generación es marchosa, consumista, rebelde e instalada cómodamente en su situación. Por el contrario, menos de 2 de cada 10 jóvenes atribuyen a sus coetáneos rasgos positivos como responsabilidad, solidaridad, madurez, honradez, tolerancia o lealtad.


Según afirman los propios jóvenes, su escala de valores finalistas está encabezada por “Tener unas buenas relaciones familiares”, “Tener éxito en el trabajo”, “tener muchos amigos”, “ganar dinero” y tener una vida sexual satisfactoria” en ese orden. Por el contrario, los valores finalistas que se sitúan al final de la escala son “las cuestiones religiosas o espirituales”, “los temas políticos” o “hacer cosas por mejorar el barrio o la comunidad”. En cuanto a los comportamientos, consideran bastante o muy admisible “comprar discos, películas o videojuegos piratas”, “aplicar la eutanasia a quien lo solicite”, “libertad para abortar” y “la adopción de hijos por homosexuales”.


A lo hora de asignar los recursos disponibles socialmente, consideran que las ayudas a ancianos, niños, sanidad, educación y, en menor grado, empleo y vivienda son intocables. Junto a estos objetivos, en lugar privilegiado, también aparece el apoyo a las mujeres maltratadas. Por contra, los objetivos cuyo apoyo es más prescindible, seguirían siendo el ocio alternativo (en una confirmación de hallazgos anteriores, que cuestiona algunas políticas), las obras públicas, los apoyos a grupos más o menos en situación de marginación, la cultura, la justicia y la policía.


Según todos estos datos, los jóvenes españoles de 15 a 24 años se dividen en cinco tipos claramente diferenciados. El primero de ellos es el tipo Integrado / Normativo que agrupa al 32.67% de los jóvenes de estas edades y que se define por su aceptación de las normas, su grado de integración social y una actitud interesada por lo social y la cooperación que, sin embargo, es más teórica que real. Tienen una visión optimista de benévola de su generación y consumen menos drogas que la media.

El segundo tipo, según los porcentajes, es el tipo Retraído (21.42%) que se caracteriza por su aislamiento cómodo y completamente descomprometido. Parece preocuparle sólo una vida personal cómoda y placentera, al margen de toda preocupación colectiva. Se trata de un grupo de jóvenes que consume menos drogas que la media y suelen tener buenas relaciones con los padres, pero malas con los amigos.


El tercer lugar, encontramos el tipo Ventajista / Disfrutador (19.75%) que se define por el mantenimiento de posturas hedonistas, defendidas desde posiciones frívolas y narcisistas, despreocupadas por las consecuencias que todo ello pueda suponer para los demás. Se trata de un grupo que consume drogas muy por encima de la media. No se enfrentan con el orden social, sino que mantienen una actitud de aprovechamiento despreocupado de las ventajas de las situaciones que se les plantean. Suelen tener malas relaciones familiares con sus padres y buenas con sus amigos. Justifican comportamientos como emborracharse y hacer “botellón”; fumar marihuana en público; comprar discos, películas o videojuegos pirateados; robar artículos en grandes superficies o “aplicar la pena de muerte a personal con delitos muy graves”, tal y como afirman ellos mismos. Los iconos con los que se identifican son el símbolo del euro y una copa de alcohol.


El cuarto tipo es el denominado Alternativo (15.25%) que se caracteriza por estar fuertemente ideologizado y comprometido con lo público. Mantienen una visión solidaria y proactiva que les lleva a un cierto enfrentamiento con el orden social establecido, al que cuestionan e intentan provocar con actitudes y acciones. Curiosamente, se trata del grupo que más cannabis consume, aunque son los más conscientes de los riesgos. Sin embargo, utilizan el cannabis como elemento de cohesión e identitario del grupo. En cuanto al resto de sustancias, consumen menos que la media. Justifican comportamientos como robar en hipermercados, la adopción de hijos por homosexuales/lesbianas, libertad total para abortar, la eutanasia o el suicidio. Sin embargo se muestran críticos con la pena de muerte y el consumismo. Los iconos con los que se sienten más identificados son símbolos okupas y el logo de Amnistía Internacional.


El último tipo es el Incívico / Desadaptado (10.91%) que se define por su falta de integración y su confrontación violenta con lo establecido. Rechazan no solo los criterios normativos ideales sino también los de bienestar y supervivencia que comparte la mayoría de la sociedad. Justifican comportamientos como romper señales de tráfico, enfrentarse violentamente a la policía, conducir bajo la influencia del alcohol, el exceso de velocidad, fumar marihuana en lugares públicos o contratar en peores condiciones laborales a un extranjero por serlo. Se trata del grupo que, con diferencia, más drogas de todo tipo – excepto cannabis- consumen. El icono que, según afirman, les representa es el icono “nazi”.


Esta distribución tipológica implica que, en la juventud española entre 15-24 años, habría algo más del 52% de chicos y chicas situados en el polo de la pasividad o la indiferencia por lo colectivo. De ellos, un 21.4% por razones de retraimiento egoísta, casi un 20% porque se ven instalados en una situación cómoda de la que solo quieren aprovechar las ventajas, y casi un 11% porque desprecian y solo quieren agredir a lo establecido.

En el polo contrario, del activismo social y el compromiso para el cambio, se situarían casi el 48% de jóvenes: 32.6% desde una posición “ortodoxa”, sintónica con lo que proclama lo políticamente correcto, y algo más del 15% desde posturas claramente proactivas, muy ideologizadas, buscando nuevas fórmulas (a veces conflictivas).


A su vez, de todos los jóvenes, se podrían considerar bien integrados casi un 74% por razones de “deber ser” (32.6%), retraimiento defensivo (21.4%) o de intereses egoístas (casi 20%). No integrados, en confrontación con lo establecido, se podrían considerar el 26%: un 11% en confrontación ciega con lo social, y más del 15% en la búsqueda de un orden más justo.



VALORES Y CONSUMOS DE DROGAS


Según la investigación, los consumos de drogas en los jóvenes tienen progresivamente un carácter más transversal. El perfil de los consumidores cada vez se aproxima más a la media poblacional. Ya no discriminan variables como el hábitat o la clase social, y el sexo lo hace cada vez menos (todavía son más consumidores los chicos, salvo de tabaco).


La edad influye claramente; entre 15 y 22 años se consume más a medida que se crece. En las sustancias ilegales parece darse una escalada alrededor de los 17 años. En cualquier caso, a los 15 años ya hay porcentajes significativos de consumidores.


Una variable que se correlaciona con un mayor consumo es el haber abandonado el hogar familiar (con un peso que no se explica sólo por la edad). También hay correlaciones positivas con el hecho de llevarse mal con los padres (para todas las sustancias) o con los amigos (para las drogas ilegales). Por otro lado, pese a que una finalidad confesada de las drogas es la diversión, los consumidores dicen aburrirse por encima de la media.


Por otra parte, también se corrobora la relación entre los consumos de drogas y el posicionamiento político. En general, se producen más consumos de drogas entre la población juvenil más “radical”, es decir, entre los jóvenes que se sitúan ideológicamente próximos a la extrema izquierda o derecha.


También se corrobora la habitualidad del policonsumo. Por ejemplo, entre los jóvenes que en el último año consumieron cánnabis, el 96% de ellos también consumió alcohol, casi el 20% usó éxtasis /anfetaminas /alucinógenos, y más del 21% consumió cocaína (todo, en el mismo período de tiempo).


En cuanto a la percepción del riesgo de los consumos, el estudio confirma que es muy alta para heroína, cocaína y éxtasis/anfetaminas/alucinógenos, y relativamente alta para cánnabis, alcohol y tabaco. En cualquier caso es muy similar a la de la población general.


Sobre la valoración de beneficios atribuidos por los jóvenes a las drogas, en una escala de 1 a 10 éstos beneficios no llegan nunca a 3 (2.75 para el alcohol y 2.73 para el cánnabis). La de los riesgos nunca baja de alrededor de 7 (6.66 el alcohol y 7.26 el cánnabis).

Sería lógico pensar que la posibilidad de consumo vendría correlacionada con la distancia entre riesgos y beneficios percibidos: a menos distancia, más posibilidades de consumo. Pues bien, esa distancia se acorta no sólo porque disminuya la visión de los riesgos, que es lo que habitualmente se dice; también lo hace cuando se incrementa la expectativa de beneficios, aunque la percepción de riesgo se mantenga.



LOS “ICONOS” QUE LOS JÓVENES CREEN REPRESENTATIVOS DE SÍ MISMOS


Los iconos con los que los encuestados identifican a “la juventud española” de hoy están encabezados porel “dinero” que se presenta como el icono-rey. Tras él, se sitúan la “discoteca”, el “preservativo”, el “coche” y la “moda”. Son, con diferencia, los iconos que se cree más representativos de cómo son los chicos y las chicas españoles.


Después aparecen el “libro”, todos los iconos solidarios (Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, Greenpeace, Amnistía Internacional), las “pastillas” y los “ultras de fútbol”. Al final del ranking, la imagen de “okupas”, del “Parlamento” y el “icono nazi”.


Según las valoraciones alcanzadas por cada icono, podemos afirmar que más de seis de cada diez chicos y chicas identifican claramente a su generación con imágenes consumistas y relativas al ocio juvenil. No llegan a dos de cada diez los que creen que su generación está mejor representada por iconos referidos al compromiso y a la solidaridad. Finalmente, pasan de uno de cada diez, quienes sienten que lo mejor representa a su generación es un conjunto de imágenes violentas y confrontadas con lo social.


En el estudio también se indaga acerca de las profesiones deseadas por los jóvenes españoles. En este sentido destaca que un porcentaje significativo opta por ser “empresario” o “profesor” (pese a la crisis actual que se supone a esa actividad), “deportista” y “trabajador de oficios diversos” (en los hombres, en ambos casos), y, sobre todo, la escasa elección de profesiones tradicionales (abogado, juez, militar....) y de otras que se suponen atractivas por lo “glamourosas” (modelo, cantante...). Es significativa la elección prácticamente nula de la dedicación profesional a la política o a la religión.


Por sexos, las chicas optan mucho más por profesiones docentes, de ciencias humanas o de acción social (también por las que dictamina el tópico social: esteticistas, modelos). Los chicos prefieren profesiones empresariales, no universitarias o el deporte.










V aticano 2035


Una provocadora visión futurista de la Iglesia y el mundo bajo el mando del Papa Tomás I en el año 2035. Intriga religiosa, ficción profética apasionante cuya semilla está plantada hoy.


Nacido en Bolonia, Italia, en 1980, en el seno de una familia burguesa, Giuseppe Lombardi a los 10 años se ve atraído por la iglesia a través de la lectura de la Biblia y de la música. El trabajo de científico de su padre los lleva a vivir en París donde el sacerdote Villepreux —el hombre que cambiará la vida de Guiseppe- se fija en este niño sensible con la intención de convertirlo en seminarista. Sin embargo, en el 2000 el amor se cruza en el camino de Giuseppe y en 2005 se casa con Chiara. La joven pareja parte a Egipto, donde Chiara contrae un virus del Nilo y muere años más tarde.


Villepreux ha ido trepando en el escalafón eclesiástico y entre sus proyectos para reformar la Iglesia decide dar formación eclesiástica a un grupo de hombres casados.


Chiara había dado a luz a dos niñas y tras su muerte Giuseppe emprende el camino de la paternidad en solitario y su labor lo lleva a India donde ejerce como reformista clandestino y finalmente a Próximo Oriente donde se convierte en negociador entre Israelíes y Palestinos.


En 2022 tras las conspiraciones vaticanas correspondientes que enfrentan a las sectas conservadoras y reformistas se nombra al nuevo Papa: Villepreux. El francés llama a su lado a sus hombres de confianza para llevar a cabo su ambicioso plan de reforma de la Iglesia y Giuseppe es nombrado negociador en asuntos políticos del Vaticano. Finalmente el Papa muere en un atentado perpetrado por una secta terrorista. El nuevo Papa es el heredero ideológico de Villepreux : no es otro que Giuseppe Lombarda que toma el nombre de Tomás I.


La vocación pacifista de Giuseppe lo lleva a conseguir uno de los logros más importantes de la Iglesia: unificar la Iglesia cristiana consiguiendo unir las iglesias católica, ortodoxa y protestante.


Giuseppe decide retirarse cuando se da cuenta de que está enfermo, pero antes publicará su única encíclica en la que promulga la libertad sexual y la aceptación de la homosexualidad, ordenará a mujeres cardenales y allanará el camino a su sucesor, un Papa de color, su amigo indio.


Raimundo Almeida

1 CONFER 45 (173) 239-249.

2 ? CP 131 (2005) 18-22.

3 COMISIÓN EPISCOPAL DE APOSTOLADO SEGLAR, Jóvenes en la Iglesia, cristia­nos en el mundo. Madrid, Edice, 1992. Este magnífico documento, que sin­tetiza los mejores planteamientos de la Iglesia española en el terreno de la pastoral de juventud durante los años setenta, ochenta y noventa, mantiene hoy en día buena parte de su validez.


4 P. J. GÓMEZ SERRANO, «Haciendo fraternidad», en Revista de Pastoral Juvenil 328 (1995), pp. 3-25.

5 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Congreso «Parroquia evangelizadora». Madrid, Edice, 1989; M. PAYÁ ANDRÉS, La parroquia, comunidad evangeliza­

dora. Curso de renovación parroquial. Madrid, PPC, 1989, y La parroquia, comunidad evangelizadora. Madrid, PPC, 1995; J. A. PAGOLA, Acción pasto­ra


6 Expresión citada por T. CATALÁ en «Dios no se rebaja, se abaja», en Sal Terrae 1097 (enero de 2006).

7 J. A. PAGOLA, «Testigos del Dios de la vida», en Revista de Vida Reli­giosa. Confer 42/162 (2003), pp. 209-241.

8 K. BARTH, Esquisse d'une dogmatique. Neuchótel, Delachaux et Nies­tle, 1960, p. 25.

9 Este apartado recoge las numerosas aportaciones de los participantes en el Seminario. En especial las sugerencias pastorales de las ponencias de Carmen Pellicer, José María Mardones, José Luis Moral, José María Bautista, Amadeo Rodríguez Magro, Marifé Ramos y Pedro José Gómez. Cf. también P. J. GÓMEZ SERRANO, «¿Por dónde van los tiros? 10 pistas para impulsar una pastoral de juventud actualizada», en Misión Joven 318-319 (julio-agosto de 2003), pp. 99-106.

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Inspectoria Salesiana “Santiago el Mayor”