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VOLVER A DON BOSCO



Volver a Don Bosco es la nueva fórmula con la que el Rector mayor quiere animarnos a encarar el próximo Capítulo General, el XXVI, que nos conduce casi inexorablemente al segundo centenario del nacimiento de Don Bosco. Es una versión de aquél antiguo Con Don Bosco y con los tiempos, frase que se citaba mucho en los ambientes salesianos queriendo decir que nuestro fundador es la referencia fundamental que tenemos, pero también debemos adaptarnos a los tiempos que nos toca vivir, pues las necesidades de los jóvenes actuales no coinciden con las necesidades de los jóvenes que vivieron en su época.

Volvamos a Don Bosco y hagamos nuestro su corazón pastoral, pronto al encuentro con los jóvenes para llevarlos a Dios.

Burgos, 24 de octubre de 2006 – n.º55 –





Burgos, 24 octubre de 2006 – n.º 55 –


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1.1 Indice

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  1. Retiro ………………….………..3-20

  2. Formación…………….…….. 21-26

  3. Comunicación.….…........... 26-30

  4. El anaquel……….……........ 31-47





Revista fundada en el año 2000

Segunda época


Dirige: José Luis Guzón

C\\ Las Infantas, 3

09001 Burgos

Tfno. 947275017 Fax: 947 275036

e-mail: jlguzon@salesianos-leon.com


Maqueta y cordina: José Luis Guzón y Eusebio Martínez

Redacción: Pablo Álvarez y Raimundo Gonçalves

Maquetación: Xabi Camino

Asesoramiento: Segundo Cousido y Mateo González


Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN: 1695-3681























Forum.com lo hacemos entre todos. En esta segunda etapa nos gustaría contando con la colaboración de todos. Si tienes algún artículo, si has leído un libro que merece la pena haznos llegar tu aportación.


2 RETIRO

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León, 14 de octubre de 2006




A la atención de los Srs. Directores y

hermanos en sus comunidades





Queridos hermanos:



Como en años anteriores, aprovechamos las fechas del retiro mensual de noviembre para reflexionar sobre el modo de vivir nuestra pobreza comunitaria y personal.


Se sugiere para este año centrar nuestra reflexión sobre la carta del Rector Mayor convocándonos al Capítulo General XXVI.


En el día onomástico de Don Bosco, nuestro amado padre y fundador, que para tal  ocasión reunía a su alrededor a todos los muchachos, a los colaboradores y a los bienhechores de Valdocco, me siento feliz al escribiros en su nombre esta carta, mediante la cual quiero convocar, a tenor del artículo 150 de nuestras Constituciones, el Capítulo General XXVI. El Capítulo “es el signo principal de la unidad de la Congregación dentro de su diversidad” (Const. 146). Nos reuniremos para reflexionar sobre cómo ser “fieles al Evangelio y al carisma del Fundador y sensibles a las necesidades de los tiempos y los lugares” (Const. 146). En estos momentos Don Bosco estará ciertamente con nosotros”.


El desarrollo del retiro puede seguir el esquema que sigue a continuación:


  • Lectura del fragmento de la Carta del Rector Mayor (Pág. 7).

  • Tiempo de reflexión personal, teniendo en cuenta el Núcleo Temático 4, Pobreza evangélica (Pág. 11).

  • Reflexión y revisión comunitaria: aportaciones al CI.

  • Celebración de la Eucaristía, incluyendo la celebración penitencial.



Un abrazo.


José Manuel González Díez



3 Retiro de Noviembre (Tema: la pobreza)

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4 En el momento de recoger la cosecha de tu tierra, no segarás todo el campo hasta sus bordes, ni volverás a buscar las espigas caídas: las dejarás para el pobre y el extranjero. Yo soy el Señor, tu Dios.

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4.1 CELEBRACIÓN DE LA RECONCILIACIÓN

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Somos llamados y enviados a ser liberadores de pobres y ricos, a través de nuestra pobreza. Y lo seremos dándonos a todos, como Cristo a quien seguimos más de cerca, pero viviendo al estilo de Cristo; poniendo a disposición de los demás, según sus necesidades, nuestra vida espiritual, nuestra cultura, nuestro trabajo, nuestro tiempo, nuestro ocio, para dar gratuitamente lo que gratuitamente se nos ha dado a nosotros; o mejor, para darnos a nosotros mismos a los demás y por los demás. Pobreza es comunicación plena de todo lo que se tiene, de todo lo que se es y de todo lo que se hace. (CGXXI)


Don Bosco, bajo la inspiración del Espíritu Santo, tuvo una viva conciencia de ser llamado por Dios a una misión singular en favor de los jóvenes pobres. Signos de lo alto, cualidades naturales, consejos de personas prudentes, discernimiento personal, circunstancias que se acumularon providencialmente, lo convencieron de que Dios lo había enriquecido con dones singulares y lo llamaba a una entrega total a los jóvenes: «He prometido a Dios que incluso mi último aliento será para mis pobres jóvenes» (C 1).



4.2 1. RITO INICIAL

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VOZ 1: El Rector Mayor nos invita a mirar el evento del CG XXVI “…como un nuevo Pentecostés en la vida de la Congregación, que con el Capítulo General, “dejándose guiar por el Espíritu del Señor, se esfuerza por conocer en un determinado momento de la historia la voluntad de Dios, para servir mejor a la Iglesia” (Const. 146). La grandeza del Espíritu se revela en su poder, que sabe renovar la faz de la tierra (cf. Sal 104,30) y hacer nuevas todas las cosas. El Espíritu de Dios, presente en los diversos momentos de la historia, sabrá hacer nuevo nuestro amor a Don Bosco”.



VOZ 2: “Haciendo nuestro el lema “Da mihi animas, cetera tolle”, queremos asumir el programa espiritual y apostólico de Don Bosco y la  razón de su incansable obrar por “la gloria de Dios y la salvación de las almas”. Así podremos volver a encontrar el origen de nuestro carisma, el fin de nuestra misión, el futuro de nuestra Congregación.



VOZ 4: El lema de Don Bosco es la síntesis de la mística y de la ascética salesiana, como se indica en el “sueño de los diez diamantes”. Aquí se entrecruzan dos perspectivas complementarias: la del rostro visible del salesiano, que manifiesta su audacia, su valor, su fe, su esperanza, su entrega total a la misión, y la de su corazón escondido de consagrado, cuya nervadura está constituida por las convicciones profundas que lo llevan a seguir a Jesús en su estilo de vida obediente, pobre y casto.



 


4.3 CANTO DE ENTRADA : “Oración del pobre”

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Vengo ante Ti, mi Señor, reconociendo mi culpa,

con la fe puesta en tu amor que Tú me das como a un hijo.

Te abro mi corazón y te ofrezco mi miseria,

despojado d mis cosas, quiero llenarme de Ti.


QUE TU ESPÍRITU, SEÑOR, ABRASE TODO MI SER.

HAZME DÓCIL A TU VOZ, TRANSFORMA MI VIDA ENTERA.

HAZME DÓCIL A TU VOZ, TRANSFORMA MI VIDA ENTERA.


4.4 SALUDO DEL PRESIDENTE

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P/ La gracia, la misericordia y la paz

de Dios Padre y de Jesucristo su Hijo

en la verdad y en el amor,

esté con vosotros.

R/ Amén


4.5 PETICIONES DE PERDÓN

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P/ De los frenos a nacer a una nueva vida

R/ Perdónanos, Señor.


P/ De nuestras críticas y quejas irresponsables

R/ Perdónanos, Señor.


P/ A la compresión, perdón y ayuda al hermano

R/ Conviértenos, Señor.


P/ De nuestro alejamiento de la cruz de cada día

R/ Perdónanos, Señor.


P/ A la acogida, amor y cariño a los demás

R/ Conviértenos, Señor.


(Se pueden añadir algunas peticiones de perdón espontáneas)

4.6 ORACIÓN

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Hermanos:

Oremos para que, unidos por la penitencia de Cristo, crucificado por nosotros, podamos participar con todos los hombres en su resurrección.

(Oramos en silencio por un tiempo)

Señor, Dios y Padre misericordioso,

que nos has dado la vida

por medio de la pasión de tu Hijo,

concédenos que, unidos a su muerte por la penitencia

podamos también participar con todos los hombres

en su resurrección.

Por Jesucristo nuestro Señor.


R. Amén

4.7 2. LITURGIA DE LA PALABRA

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4.8 MONICIÓN AL EVANGELIO

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La Palabra que vamos a escuchar, no nos puede dejar pasivos. Es una palabra que nos tiene que hacer reflexionar sobre nuestro comportamiento con Dios y con los hombres. Es una palabra que nos cuestiona la vida y nos plantea retos constantes que nos impulsan a corregirnos y superarnos. Quien se deja conducir por la Palabra de Dios, camina por el sendero del bien y a felicidad. Pero hay muchas cosas que se apoderan de nuestro corazón y nos hacen caer en el pecado. Por eso la Palabra de Dios nos denuncia y nos pone al descubierto ante nuestra propia realidad.




4.9 LECTURA DEL EVANGELIO DE MATEO ( Mt. 5,43-48.6,19-21.24. 7, 1-5.12)

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“Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.


No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón


Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.


No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá, ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en al vida que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.

Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas”.


Palabra del Señor


Canto: “Con vosotros está


Con vosotros está y no le conocéis

Con vosotros está, su nombre es el Señor.


Su nombre es el Señor y pasa hambre.

Su nombre es el Señor y sed soporta

Y clama por la boca del hambriento,

y está en quien de justicia va sediento

Y muchos que lo ven pasan de largo,

y muchos que lo ven pasan de largo

A caso por llegar temprano al templo.

A veces ocupados en sus rezos.

4.10 HOMILÍA

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(El sacerdote recoge el sentir de la Palabra de Dios y del simbolismo del corazón que aparece manchado con corazones negros, nuestras actitudes negativas, y nuestros pecados, para dirigir unas palabras que dispongan y preparen para la celebración del perdón).

4.11 3. RITO DE LA RECONCILIACIÓN

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4.12 EXAMEN DE CONCIENCIA

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Como fruto de los últimos Capítulos Generales, las comunidades en general procuran vivir una espiritualidad salesiana cada vez más auténtica.


  • ¿Ponemos a disposición de los demás, según sus necesidades, nuestra vida espiritual, nuestra cultura, nuestro trabajo, nuestro tiempo, nuestro ocio, para dar gratuitamente lo que gratuitamente se nos ha dado a nosotros? (CGXXI)


  • ¿Siguiendo a Cristo obediente, pobre y casto en la radicalidad del Bautismo, la comunidad expresa las mejores energías de su libertad, protesta contra la idolatría del poder, del tener y del placer, y se hace, de esta forma, totalmente disponible para la misión entre los jóvenes? (CG XXV)


  • ¿Con la pobreza, ponemos toda nuestra confianza en Dios, nos abrimos a la comunión de bienes y a la solidaridad, promovemos proyectos a favor de los pobres y compartimos su condición?


4.13 RECONCILIACIÓN INDIVIDUAL

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(Conviene cuidar bien este momento. Durante la reflexión personal y confesión individual es necesario insistir mucho en hacer un ambiente de oración y silencio adecuado para ello sugerimos que se ponga música tranquila, y se vayan leyendo citas del evangelio. He aquí algunas)



- Ama al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente ( Mt 22, 37)

- Amad a vuestros enemigos y rogad por lo que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos ( Mt 5,44-45)

- Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8,12)

- Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. (Jn 13, 34)

- Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará a otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. (Mt 6,24)

- No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá (Mt 7,1-2)

- Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mt 13, 50)

- El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Mt 20,26-28)

- Quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. (Mc 8, 35)

- Perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas. (Mc 11, 25)

- A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. (Lc 6, 30-31)

- Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo... Perdonad y seréis perdonados... Porque con la medida con que midáis se os medirá (Lc 6, 36-38)

- No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonad más bien tesoros en el cielo... Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6, 19-21)

- Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. (Mt 10, 40)

- Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado (Lc 14,11)




4.14 4. ACCIÓN DE GRACIAS

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4.15 G ESTO DE LA PAZ

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P/ Dios nos ha reconciliado consigo,

otorgándonos su paz y su perdón.

Ahora nos corresponde a nosotros

reconciliarnos como hermanos.

Y lo hacemos con el abrazo de la paz.

Por eso, en nombre de Jesús,

que quiere que todos seamos uno,

como él, el Espíritu Santo y Dios Padre,

nos damos fraternalmente la paz.



Padre nuestro



ORACIÓN


P/ Gracias Señor porque tu amor no tiene límites

Gracias Creador, porque todo cuanto somos y tenemos

te pertenece a tí, Dios de la Vida.

Renuévanos de tal modo que,

siguiendo el ejemplo de tu Hijo Jesucristo.

hagamos realidad en nuestro mundo

el Reino que con él inauguraste,

para que todos caminemos

por las sendas de la salvación y del amor.

Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.


R/ Amen


Con el deseo de hacer un mundo más fraterno,

y con la voluntad de permanecer más unidos a Dios

para hacer realidad este empeño,

vayamos todos en la paz del Señor.


4.16 CANTO FINAL: “Canto de María”

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Y

o canto al Señor porque es grande,

Me alegro en el Dios que me salva,

Feliz me dirán las naciones

en mí descansó su mirada.


UNIDOS A TODOS LOS PUEBLOS

CANTAMOS AL DIOS QUE NOS SALVA.


El hizo en mí obras grandes,

Su amor es más fuerte que el tiempo,

Triunfó sobre el mal de este mundo,

Derriba a los hombres soberbios.


No quiere el poder de unos pocos,

del polvo a los hombres levanta;

dio pan a los hombres hambrientos,

dejando a los ricos sin nada.

4.17 5. FRAGMENTO DE LA CARTA DEL RECTOR MAYOR

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4.18 DA MIHI ANIMAS, CETERA TOLLE”

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Identidad carismática y pasión apostólica


Volver a partir de Don Bosco para despertar el corazón de todo salesiano




Roma, 24 de junio de 2006

Natividad de San Juan Bautista



1. CONVOCATORIA DEL CG26



  En el día onomástico de Don Bosco, nuestro amado padre y fundador, que para tal  ocasión reunía a su alrededor a todos los muchachos, a los colaboradores y a los bienhechores de Valdocco, me siento feliz al escribiros en su nombre esta carta, mediante la cual quiero convocar, a tenor del artículo 150 de nuestras Constituciones, el Capítulo General XXVI. El Capítulo “es el signo principal de la unidad de la Congregación dentro de su diversidad” (Const. 146). Nos reuniremos para reflexionar sobre cómo ser “fieles al Evangelio y al carisma del Fundador y sensibles a las necesidades de los tiempos y los lugares” (Const. 146). En estos momentos Don Bosco estará ciertamente con nosotros.

[…]


2. CONTEXTO DEL CG26



  La historicidad de la vida y el principio de la encarnación hacen que no podamos prescindir de los condicionamientos históricos, que son no sólo escenario de la vida y de la misión salesiana,  sino también desafíos y posibilidades para ellas. Querría, pues, describir brevemente el contexto en que se desarrollará el CG26, en la  perspectiva de la identidad carismática y de la pasión apostólica.


[…]


2.2. Desafíos sociales y culturales


  No podemos olvidar que la Congregación vive hoy su identidad carismática y su misión juvenil dentro de culturas y de sociedades que presentan contextos diferenciados. La relación con la cultura y la importancia social juegan un papel decisivo para la eficacia de su presencia. Por esto, en la pluralidad de los contextos, buscamos poner de manifiesto algunos aspectos comunes.


Tendencias fundamentales


  Es preciso notar, en primer lugar, la existencia de dos tendencias transversales que caracterizan el cambio de época que estamos viviendo: por un lado, existe una tendencia a la homogeneidad cultural, que trata de copiar el modelo occidental con la abolición de las diferencias; por otro, hay fuertes contraposiciones culturales de matriz religiosa que llevan a una creciente diferenciación, por ejemplo, entre el islam y el occidente, entre la sociedad secularizada y el cristianismo.

  En segundo lugar, se debe resaltar el fenómeno de la globalización, incrementado por el desarrollo tecnológico, que invade muchos aspectos de la sociedad y de la cultura. Desde el punto de vista económico se difunde por todas partes el modelo neoliberal, basado en el sistema de mercado, que tiende a predominar sobre los demás valores humanos de las personas y de los pueblos. Desde el punto de vista cultural se impone un proceso de homologación de las culturas hacia el modelo occidental, con el gradual desvanecerse de las diferencias culturales y políticas de los pueblos. Finalmente, el impacto de los medios de comunicación social y la revolución informática producen profundos cambios en las costumbres, en la distribución de la riqueza, en el planteamiento del trabajo, a  través de una cultura mediática y una sociedad de la información.


Desafíos a nivel social y cultural


  Se nota una fuerte tendencia a la movilidad humana expresada por masas humanas que, impulsadas por la pobreza, por el hambre y por el subdesarrollo, emigran hacia los países de la riqueza y del bienestar. Un aspecto de tal fenómeno es la urbanización o la migración en el interior de los países. Hay el permanente desafío de la pobreza, del hambre, de las enfermedades y del subdesarrollo, junto con los desafíos que provienen de la explotación de los niños y de los menores en los aspectos trágicos de la marginación, del trabajo de menores, del turismo sexual, de la mendicidad, de los muchachos de la calle, de la delincuencia de los menores, de los niños soldado, de la mortalidad infantil. Se consolida una visión de la sociedad basada en el consumo y se difunde por todas partes una mentalidad consumista, tanto en los  países ricos como en los que están en vías de desarrollo.

  La paradójica cultura de la vida y de la muerte entra en confrontación con el desarrollo de las biotecnologías y de la eugenésica. Existe un desequilibrio entre el desarrollo del hombre y de los pueblos y las tecnologías de la información y de la comunicación. Hay una creciente consolidación de la cultura del individualismo, que origina una visión relativista de la realidad y del hombre. De dicha visión antropológica  proviene una nueva formulación de los valores humanos, basada en el relativismo ético, que el Papa Benedicto XVI no duda en llamar “dictadura”. También una difusa fragilidad psicológica y motivadora puede estar vinculada con estas expresiones del pensamiento débil. Crece el problema educativo en referencia a la transmisión de los valores, a causa de las continuas transformaciones de las costumbres, del influjo de las modas y de los modelos.

  Además, el crecimiento del fenómeno de la secularización exalta diversas formas de humanismo sin Dios y relega a lo privado todas las expresiones de fe religiosa. El pluralismo en los temas de la familia, de la vida, del amor, del sexo, un nuevo sentido de  lo sagrado, la crisis de las instituciones tradicionales, el acceso fácil a los estupefacientes, son desafíos provocadores. Se nota que arraiga el fundamentalismo religioso y la consiguiente dificultad para un diálogo de reciprocidad entre las diversas creencias. Surgen nuevos movimientos religiosos como respuesta a las necesidades de espiritualidad y de agregación religiosa; entre ellos no pueden olvidarse el fenómeno de las sectas y el llamado movimiento “New Age”.


Desafíos culturales de la Congregación


  Naturalmente los desafíos no provienen sólo del mundo exterior; surgen también de dentro de la misma Congregación y son de diversa índole: el envejecimiento de los hermanos en algunas zonas de la Congregación, la fragilidad de la función del gobierno en los diversos niveles, la diversidad de condiciones de vida de los salesianos respecto del ambiente de pobreza y miseria.

  Se notan también un diverso impacto de la cultura juvenil, con sus actitudes y modelos de vida, sobre la vida personal y comunitaria de los hermanos; la dificultad para confrontarse con un mundo juvenil diversificado desde el punto de vista de las ideas y de los comportamientos; la acentuación diversa de la relación entre educación y evangelización; las diferentes sensibilidades respecto del impacto social de nuestra misión de promoción humana. En algunos contextos fuertemente secularizados resulta problemático el sentido específico que hay  que dar a la acción evangelizadora y a la propuesta explícita de Cristo Salvador del hombre.

  Persisten aquí y allá la superficialidad espiritual, el genericismo pastoral, la lejanía del mundo juvenil, las problemáticas referentes a la inculturación del carisma, el escaso conocimiento de Don Bosco y de su obra.

[…]


3.5. Cetera tolle


  Para Don Bosco la segunda parte del lema, “cetera tolle”, significa el desapego de todo lo que puede alejar de Dios y de los jóvenes. Para nosotros hoy esto se concreta en la pobreza evangélica y en la opción de ir al encuentro de los jóvenes más “pobres, abandonados y en peligro”, siendo sensibles a las nuevas pobrezas y colocándonos en las nuevas fronteras de sus necesidades.


3.5.1. Pobreza evangélica


  La vida consagrada del futuro se realizará en su concentración sobre el seguimiento radical de Cristo obediente, pobre y casto. Si los tres consejos evangélicos nos hablan de nuestra total ofrenda a Dios y de nuestra entrega a los jóvenes, la pobreza nos lleva a darnos sin reservas ni demoras, hasta el último aliento de nuestra vida, como hizo Don Bosco. La práctica de los consejos evangélicos libera en nosotros los recursos más escondidos de la disponibilidad.


  No hay nada más contradictorio e incoherente que hacer la profesión de la donación total de nuestra persona a través de los consejos evangélicos y vivir luego reservando para nosotros nuestras energías y capacidades, viviendo part-time la misión, cediendo a la seducción del aburguesamiento, yendo a una especie de pensión vocacional durante la ancianidad, permaneciendo indiferentes al drama de la pobreza en que se debaten millones de personas en el mundo.


  Nosotros salesianos testimoniamos la pobreza con el trabajo incansable y la templanza, pero también con la austeridad, la sencillez y la esencialidad de vida, el compartir y la solidaridad, la gestión responsable de los recursos. Nuestra pobreza nos pide una reorganización institucional del trabajo, que nos ayude a superar el peligro de ser empresarios de la educación más que educadores, o gestores de empresas educativas más que apóstoles a través de la educación. Quien ha escogido seguir a Cristo, ha escogido hacer propio su estilo de vida, no enriquecerse, vivir la bienaventuranza de la pobreza y de la sencillez de corazón, tener siempre familiaridad con los pobres.


3.5.2. Nuevas fronteras


  La imagen de Don Bosco que recorre las calles de Turín para buscar a los jóvenes más necesitados no es una mera anécdota. Para nosotros es un imperativo y una forma natural de obrar. La ascesis del sistema preventivo requiere ir a los jóvenes más necesitados y colocarnos donde  ellos se encuentran. Es preciso descubrir personal e institucionalmente lo que no nos deja ver su realidad o, acaso, viéndola, no nos permite reaccionar con la mente y el corazón de Don Bosco. La disponibilidad exige estar dispuestos a ir a las situaciones más arduas, peligrosas,  difíciles y exigentes de la misión.


  Hablar de nuevas pobrezas quiere decir tener presente que hoy todos los jóvenes están necesitados, pero que lo están sobre todo aquellos en los que se acumulan la pobreza material y la afectiva, espiritual, cultural. Hablar de nuevas fronteras, en referencia a los diversos contextos en que realizamos la misión salesiana, puede significar prestar atención a la inmigración, a la exclusión social, a la discriminación, a la explotación sexual, al trabajo de los menores, a la falta de sentido religioso.


  La opción por los jóvenes más pobres y por las nuevas fronteras donde ellos nos esperan, tiene su fuente y su motivación más profunda en el amor de Dios que nos impulsa a una caridad operativa. Esto nos libra de cualquier tendencia de partidos e ideologías.
[45]   Dicha opción tiene, además, una finalidad evangelizadora, como nos indica Jesús en la sinagoga de Nazaret al comienzo de su ministerio: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido y me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres” (Lc 4,18). No se trata, pues, de reducir nuestra opción a mera promoción humana, sino de darles el tesoro de Jesús y de su Evangelio.


3.6. Condiciones para concretar el tema


  Para favorecer la concreción del tema, se requiere asegurar algunas condiciones: asunción de procesos, conversión de mentalidad, cambio de estructuras.


Procesos que activar


  Teniendo presente el objetivo del CG26, que consiste en robustecer nuestra identidad carismática volviendo a partir de Don Bosco y en despertar el corazón de todo hermano con la pasión del “Da mihi animas, cetera tolle”, es obligado darse cuenta de que dicho objetivo se realiza a través de algunos procesos que hay que poner en marcha.

  La identidad carismática nos pide un conocimiento maduro de Don Bosco, de sus motivaciones, de sus grandes opciones espirituales y apostólicas, y un conocimiento de las Constituciones, que son el Don Bosco hoy.

  La pasión apostólica exige el despertar de una evangelización explícita en todas nuestras presencias, el valor de una propuesta vocacional para la vida consagrada salesiana, la renovación de un estilo de vida pobre, austero, solidario, la búsqueda de campos de trabajo que nos permitan concentrarnos en las prioridades educativas y evangelizadoras de nuestra misión más que en la gestión de las obras, identificar las nuevas pobrezas y fronteras en el propio contexto y revalorizar nuestras obras y nuestras actividades desde el punto de vista carismático.

  El primer paso de este proceso se llevará a cabo mediante la implicación de las comunidades y a través de los Capítulos Inspectoriales, en los que es preciso descubrir la llamada de Dios en referencia a los aspectos antes citados, la lectura de la situación de las comunidades a este respecto y la identificación de los desafíos que se presentan, la propuesta de pasos que dar para su renovación.

  El segundo paso corresponderá a la celebración del CG26 y a las orientaciones operativas que él deberá dar a toda la Congregación.



Mentalidad que convertir


  Es preciso poner en marcha un proceso de conversión personal en referencia a la identidad carismática salesiana, responsabilizando a todo hermano a despertar el entusiasmo y la fidelidad vocacional, a cambiar su corazón, a vivir la pasión apostólica. Se  trata, ante todo, de un cambio de mentalidad.

  Esto requiere iniciar acciones de fuerte impacto motivador desde el punto de vista espiritual y psicológico en los hermanos, mejorando en ellos la identificación carismática y la autoestima.

  Para ello hace falta activar dinámicas de robustecimiento del ser consagrados salesianos; asumir con convicción un estilo de vida sencilla y pobre, manteniendo las distancias del “modelo liberal” de vida consagrada; impregnarse en la misión evangelizadora hacia los jóvenes con entrega apostólica; hacerse disponibles a la actualización y a la renovación; favorecer el proyecto comunitario.


Estructuras que cambiar


  El proceso de cambios estructurales debe ser coherente con la convicción de que “la misión no coincide con las iniciativas y las actividades pastorales”.

  Esto exige poner en acto acciones efectivas de cambio de las estructuras de vida comunitaria y de ejercicio de la misión: modelos alternativos de obras, revisión de los papeles de los salesianos en el ejercicio de la misión, gestión de las obras complejas.

  Estas actuaciones deben ser guiadas por decisiones de gobierno valientes que hagan creíbles nuestras convicciones.







Núcleo Temático 4:

Pobreza evangélica



Llamada de Dios:

Inspirándose en el evangelio y en el carisma, en la experiencia de los hermanos, de las comunidades y de la Inspectoría, en el propio contexto y en la carta de convocatoria del CG26, ¿a qué nos llama Dios para vivir de forma sencilla y esencial y manifestar un testimonio profético y creíble de pobreza evangélica?



Situación:

Teniendo en cuenta aquello a lo que Dios nos llama, ¿qué elementos positivos favorecen la credibilidad de nuestra pobreza y la disponibilidad al cetera tolle y qué condiciona-mientos negativos la dificultan?




Líneas de acción:

¿Qué líneas de acción, o sea procesos que activar, mentalidades que convertir, estructuras que cambiar, hay que promover para permanecer disponibles para la misión, para hacer más visible y creíble nuestro testimonio de pobreza, para realizar una vida sencilla, esencial y austera, para asegurar una gestión responsable y solidaria de los recursos?


Volver a partir de Don Bosco para despertar el corazón de todo salesiano


5 FORMACIÓN

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EL COMPROMISO CON LA MOVILIDAD

HUMANA Y SUS DRAMAS1


Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (ClvcsvA) Pontificio Consejo pura la Pastoral de los emigrantes e itinerantes.


La movilidad humana ha aumentado enormemente en las últimas décadas, convirtiéndose en uno de los rasgos principales del mundo contemporáneo. No pocas situaciones que la estimulan tienen su origen en la violencia y la injusticia. Lo Iglesia, a través de dos dicasterios romanos, se ha dirigido expresamente a la vida consagrada pidiendo un mayor compromiso con las personas desplazadas y su realidad.


Queridos hermanos y hermanas en Cristo:


A finales de los años ochenta, nuestros dos Dicasterios invitaron a los institutos de vida consagrada y a las sociedades de vida apostólica a reforzar y ampliar su compromiso pastoral en favor de los emigrantes y refugiados y de todos cuantos se ven envueltos en las dramáticas experiencias de la movilidad humana
2. Desde entonces, hemos podido comprobar gozosamente que la atención pastoral a esta clase de personas ocupa un puesto cada vez más importante en vuestros programas y prioridades pastorales. Damos, pues, gracias a Dios, y os lo agradecemos a todos vosotros y a cuantos os han precedido, ya que habéis sabido responder generosamente a este signo de los tiempos.


El Consejo Pontificio para la Pastoral de los emigrantes e itinerantes ha publicado últimamente una Instrucción con el título
Erga migrantes caritas Christi (La caridad de Cristo hacia los emigrantes)3 (EMCC), que ha sido y sigue siendo tema de reflexión y de estudio en muchos países, incluso a nivel continental. Es nuestro deseo que tal instrucción llegue a ser una verdadera guía para vuestros hermanos y hermanas en su misión de llevar también el Evangelio de Cristo al mundo de la movilidad humana. El objetivo de esta carta es presentar dicha instrucción y animaros, al mismo tiempo, a un compromiso cada vez mayor en los diversos aspectos de movilidad de la Iglesia. Confiamos en que Erga migrantes caritas Christi encuentre resonancia en vuestros institutos, que, por su naturaleza misma, comportan ya una cierta “movilidad”, que a su vez os permite dedicaros más fácilmente a tareas pastorales y misioneras en ámbitos que bien pueden definirse de frontera.


Nuestra carta está dirigida no sólo a los miembros de institutos religiosos, sino también —con las debidas distinciones— a los de sociedades de vida apostólica e institutos seculares.



LA EMIGRACIÓN EN LA ESCRITURA Y EN LA ENSEÑANZA ECLESIAL


Erga migrantes caritas Christi nos recuerda ante todo que el fenómeno migratorio de hoy constituye uno de los más vastos movimientos de toda la historia, y que representa ya una realidad estructural de la sociedad contemporánea: cada vez más compleja bajo sus aspectos económico, social, político, cultural y religioso.


El
excursus histórico que esboza la instrucción es ya una prueba de cómo, ante tal fenómeno, la solicitud pastoral de la Iglesia ha sido una constante histórica, que ha venido acentuándose más y más en los últimos cincuenta años (...).


La Iglesia ha visto siempre en los inmigrantes la imagen de Cristo (Mt 25, 35)
. Y ha sabido escuchar en sus vicisitudes una llamada a la fe y a la caridad de los creyentes, comenzando por los misioneros y capellanes, con miras a ir eliminando las consecuencias negativas de la emigración, así como a descubrir el plan que Dios pone en marcha a través de todas esas contingencias migratorias, incluso de las que tienen su origen en la injusticia.


Al estrechar las distancias entre los componentes de la familia humana, durante largo tiempo geográficamente lejanos, el fenómeno migratorio tiende de suyo a la formación de una comunidad cada vez más amplia y plural, prolongación y extensión de aquel encuentro de pueblos y naciones que, merced al don de Pentecostés, se convirtieron en Pueblo de Dios. Los sufrimientos inherentes a toda emigración vienen a ser una expresión del doloroso compromiso del que nace y con el que se enriquece y se renueva la Iglesia peregrinante; las desigualdades, con los desequilibrios que llevan consigo, son un signo de esa lacerante situación provocada en la familia humana por el pecado; pero son también, y al mismo tiempo, una dolorosa llamada a la fraternidad.


Una visión de esta naturaleza nos lleva a asociar las migraciones a aquellos acontecimientos bíblicos que caracterizan las etapas del fatigoso camino de la humanidad hacia la formación de un pueblo sin discriminaciones ni fronteras: el camino de los Patriarcas, alentados por la promesa, hacia su patria futura; la liberación de la esclavitud que, con el éxodo, da origen al pueblo de la alianza; el exilio, que pone al descubierto lo relativo de toda lograda meta; el mensaje universal de los profetas -cuya cumbre es Cristo— que denuncian como contraria a la voluntad de Dios toda clase de discriminaciones y opresión. El fenómeno migratorio viene así a convertirse en vehículo del mensaje de la salvación a todos los hombres y testimonio de que, también a través del caótico sucederse y contradecirse de los acontecimientos, Dios sigue trazando su plan de salvación, hasta la plena unificación del universo en Cristo Jesús (cf. Ef 1, 10; Col 1, 16-20).



LA PERSONA CONSAGRADA Y EL DESAFÍO DE LA MOVILIDAD


Dentro de este contexto, la exhortación Erga migrantes caritas Christi quiere ser una “respuesta eclesial a las nuevas necesidades pastorales de los emigrantes para poder convertir, a su vez, la experiencia migratoria en fuente, no sólo de crecimiento en la vida cristiana, sino también de nueva evangelización y misión” (cf. Presentación). Se presta en el documento una especial atención a la “legislación recogida en el Código de Derecho Canónico y en el Código Canónico de las Iglesias Orientales, para responder más adecuadamente incluso a las particulares exigencias de aquellos emigrantes orientales hoy más numerosos”(Ib.).


“Las migraciones de hoy —se dice en la Instrucción— nos enfrentan con un desafío, nada fácil por cierto, dada su relación con las esferas económica, social, política, sanitaria, cultural y de seguridad. Se trata de un desafío que todos los cristianos deben acoger por encima de su buena voluntad o del carisma personal de algunos” (EMCC 3).


Desafío, ciertamente, para todos los fieles, lo es de un modo especial para las personas consagradas que, en la pastoral con los emigrantes, han tenido siempre un papel de primer orden, bien por un carisma congregacional relacionado específicamente con este sector, bien por la personal aportación de cada uno de los consagrados o de las comunidades de los diversos institutos de vida religiosa o sociedades de vida apostólica. La Iglesia ha depositado y sigue depositando una gran confianza en su contribución a dicha pastoral específica.


La Instrucción
Erga migrantes caritas Christi deja bien clara la importancia del papel de los consagrados, al recoger las palabras de Evangelii nuntiandi (n. 69): “(los consagrados) son por su vida signo de total disponibilidad para con Dios, con la Iglesia y con los hermanos. Por eso adquieren una importancia especial en el marco del testimonio, que (...) es primordial en la evangelización. Tal silencioso testimonio de pobreza y desprendimiento, de pureza y de transparencia, de abandono en la obediencia, puede ser, a la vez que una interpelación al mundo y aun a la misma Iglesia, una predicación elocuente, capaz de tocar incluso a los no cristianos de buena voluntad, sensibles a ciertos valores”.


El mundo de la emigración presenta, por otra parte, toda una variedad de situaciones. Algunos grupos de emigrantes conservan y desarrollan las riquezas humanas y cristianas de su patrimonio originario, que viene a convertirse en auténtico factor de progreso y enriquecimiento de la sociedad civil y eclesial en la que se insertan. Otros, en cambio, viven las vicisitudes de la emigración en sus más dolorosos y discriminatorios aspectos. A veces, incluso quienes han logrado una acomodada posición económica, continúan en situación de pobreza con respecto al disfrute de derechos, a su reconocimiento, a La capacidad de comunicación y sobre todo en una pobreza de fe y de religiosidad, más penosa que la misma pobreza económica.


Por ello, dicha Instrucción invita fervientemente a todos los institutos religiosos, a las sociedades de vida apostólica y a los institutos seculares a continuar ensanchando generosamente los horizontes de su compromiso en el mundo de la movilidad humana, con una verdadera y propia dimensión misionera.


Conscientes de que el Reino de Dios se expresa a través de realidades humanas, con ellas se construye y de ellas se sirve, los consagrados están llamados a acoger los valores más característicos de la vida de los emigrantes y más específicos de su propia contribución a la solidaridad de todos los pueblos y a la fraternidad universal: las aspiraciones a la dignidad, a la participación, a la justicia.


Las personas consagradas poseen un riquísimo patrimonio espiritual, llamado también a encamarse en esta concreta acción pastoral y misionera. Con la pobreza, ante todo. Muchos emigrantes viven en situación de pobreza, de inseguridad y de explotación; no pocos viven obsesionados por ganar y ganar dinero, incluso con perjuicio de la solidaridad con sus hermanos y hermanas. La pobreza evangélica, al hacer tomar conciencia a los consagrados de su pertenencia al Reino, en el que toda capacidad viene de Dios (cf. 2 Cor 3,
5), los hace también más sensibles al grito de los pobres, los induce a la denuncia evangélica de una cultura esclava del dinero y del poder, y los convierte en testigos de la liberación de una sed solamente ávida de ganancias.


Gracias a la castidad consagrada, los consagrados orientan hacia Dios y los hermanos todas las energías de amor de que son capaces. Transformados a semejanza de Cristo, ofrecen a sus hermanos un signo de la futura resurrección. La castidad consagrada otorga a quienes la profesan una mayor disponibilidad para el servicio a los emigrantes, sobre todo a los más abandonados y más deseosos de fraternidad y de comunicación; y los convierte en un signo para aquellos —jy son tantos!— que viven el ideal cristiano de un amor casto y fiel incluso en situaciones de soledad o de separación del propio cónyuge.


La profesión de obediencia, por la que las personas consagradas ofrecen totalmente a Dios su propio querer para unir- se más íntimamente a la salvífica voluntad divina, y por la que, con espíritu de fe y bajo la guía de los superiores, se ponen al servicio de los hermanos emigrantes, viene también a dar carácter de misión a la autoridad y libertad de cada uno, en un clima de diálogo cordial y verdadera corresponsabilidad.



FORMACIÓN PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES


Para mejor comprender los valores inherentes al fenómeno migratorio y poder orientarlo más eficazmente a la construcción del Reino de Dios, los consagrados están llamados a poner como base de su formación y de su apostolado un auténtico espíritu misionero que los prepare y disponga a ser todo un testimonio de vida, tanto fuera de su patria, como entre los emigrantes del propio país.


Ante una misión tan comprometedora reviste gran importancia la formación específica de la persona consagrada que se prepara para ejercer un ministerio entre los emigrantes. Como especialmente llamada a tal servicio, ha de vivir un espíritu de total disponibilidad y adaptación a sus legítimas exigencias, cultivando una mente abierta a la universalidad. Importa, pues, que las personas consagradas completen su formación básica con una específica preparación pastoral, fundada en el conocimiento e incluso en la experiencia práctica de la realidad humana, social y religiosa de los emigrantes; viviendo, incluso, durante algún tiempo antes del destino misionero, y tomando contacto directo con los problemas y la realidad viva de los emigrantes. Podrá también ser una buena ayuda vivir previamente en un ambiente comunitario plurinacional, donde poder adquirir valiosos conocimientos lingüísticos y culturales que no dejan de ser muy necesarios para el desempeño de este específico apostolado, incluso porque dicho ambiente comunitario bien puede estimular la comprensión y el respeto de las diferencias.



HACIA UN COMPROMISO MÁS ESTABLE Y AMPLIO


Agradeciendo a todos los Institutos su generosa contribución a la pastoral de la movilidad humana y sus servicios a las diversas categorías de emigrantes, abrigamos la esperanza de que su compromiso llegue a ser cada vez más estable y amplio. El camino de los consagrados dedicados a este servicio está llamado a ser signo vivo de vocación profética y un estímulo incesante hacia esa esperanza que, aun señalando un futuro más allá de este mundo, no deja, sin embargo, de reclamar su transformación y superación.


Las identidades culturales y religiosas de los emigrantes son una eficaz invitación a la fraternidad pentecostal en la que, por mediación del Espíritu, se armonicen las diferencias y se autentifique la caridad con la aceptación del otro. Sus vicisitudes son un anuncio del misterio pascual por el que muerte y resurrección tienden a la creación de la humanidad nueva, en la que nadie se sentirá ya extraño (cf. Gal 3, 28; Col 3, 11). La misma presencia de los emigrantes es ya el símbolo de un nuevo pueblo, para el que toda tierra extraña es una patria y toda patria es una tierra extraña (cf. Carta a Diogneto V, 5).


Recordemos igualmente la palabras del Señor: “Cada vez que hicisteis una de estas cosas por uno solo de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicisteis” (Mt 25, 40).


Implorando abundantes bendiciones del cielo sobre vosotros y sobre todos vuestros hermanos y hermanas, nos confirmamos en comunión, devotísimos en el Señor, en la Ciudad del Vaticano a 13 de mayo de 2005.


[Cierra el texto la firma de los máximos responsables de ambos organismos].







6 COMUNICACIÓN

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La conciencia es del hombre, no del instrumento4


Silvio Sassi


El Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales, con «Ética en las comunicaciones sociales», llamaba al discernimiento frente «a medios que pueden utilizar- se para el bien y para el mal» y cuyo empleo exige siempre una opción moral. Un tema, que no afecta sólo a los contenidos, sino también a la distribución, la propiedad y el control de las tecnologías, con una serie de deberes tanto para los usuarios como para los agentes. Se rea firma una vez más la necesidad de pro fesionalidad en la Iglesia para comunicar mejor y de un «flujo bidireccional de informaciones entre pastores y fieles».



El día 30 de mayo de 2002 mons. John P. Foley, presidente del Pontificio Consejo de las comunicaciones sociales, mons. Pierfranco Pastore y el doctor Angelo Celso, respectivamente secretario y subsecretario del mismo dicasterio vaticano, en una entrevista concedida en la sala de prensa de la Santa Sede, presentaron el documento Ética en las comunicaciones sociales. El texto se entregó el 4 de junio de 2000, día en que se celebró el jubileo de los periodistas y, en la mayor parte de las naciones, la anual Jornada mundial de las comunicaciones sociales.


En su intervención, mons. Foley expresaba el motivo que le había llevado a la elaboración del texto: «Después de la respuesta, positiva por encima de toda previsión, que logró en 1997 la publicación del documento titulado
Ética en la publicidad, recibimos diversas sugerencias de todas las partes del mundo para ampliar la reflexión a todo el campo de las comunicaciones: es el documento que ahora tenéis en las manos. Ética en las comunicaciones sociales, es la respuesta a esta petición. Hemos intentado preparar un documento que fuese relativamente breve, de fácil lectura y, en primer lugar y sobre todo, práctico».


Mons. Pastore en su discurso puntualizó las circunstancias del origen del documento: la propuesta «nació en diciembre de 1997 mientras nos encontrábamos en Salónica para participar, en nombre de la Santa Sede, en la conferencia de ministros europeos responsables de los medios de comunicación social». En aquella ocasión «una personalidad que formaba parte de la delegación de un País centroeuropeo» se dirigió a los representantes del Pontificio Consejo «expresando el deseo (que, según nos dijo, era también deseo de otros) de publicar un documento de nuestro dicasterio, en la línea de
Ética en la publicidad, que tratase de la ética en las comunicaciones sociales. Nos aseguró que sería acogido con mucho interés. A nosotros nos pareció interpretar aquella invitación como expresión de una exigencia cada vez más sentida y cada vez más difundida entre la gente de nuestro tiempo... Creímos, pues, que no intentar dar una respuesta adecuada a este deseo significaría, en cierto modo, faltar a nuestro deber».


La intervención de mons. Pastore precisaba también la metodología de trabajo «en la preparación del texto, que implicó a todos los miembros y a parte de los consultores del dicasterio, durante más de dos años. Para ofrecer concretamente una respuesta adecuada a la petición que se nos había propuesto, creímos que sería indispensable, yo diría que obvio, tener presente en nuestro trabajo, ante todo, la configuración del ambiente al que se destinaría el mensaje; y después nuestra condición de Pontificio Consejo de la comunicación social, llamado, por consiguiente a dar respuesta a la petición que se nos había planteado».



7 Partes del documento

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El documento comprende una
Introducción (nn. 1-5), en la que se exponen las razones sociales y culturales que motivan la intervención de la Iglesia: el impacto de las comunicaciones sociales es muy fuerte, y sin embargo son las personas las que usan estos medios: las opciones tomadas a partir de su uso son fundamentales para la cuestión ética. La Iglesia tiene también razones propias para interesarse por los medios de comunicación la misión de proclamar el Evangelio también a través de ellos, una gran tradición de sabiduría moral, enraizada en la Revelación divina y en la reflexión humana, y su visión de la dignidad de la persona.


En la segunda parte (nn. 6-12) el documento enumera las aportaciones positivas que las comunicaciones sociales dan a la persona desde un punto de vista económico, político, cultural, educativo y religioso: «La vida religiosa de mucha gente se enriquece gracias a los medios de comunicación, que transmiten noticias e información de acontecimientos, ideas y personalidades del ámbito religioso, y sirven como vehículos para la evangelización y la catequesis» (n. 11). «En todos estos ámbitos — económico, político, cultural, educativo y religioso—, y en otros más, los medios de comunicación pueden usarse para construir y apoyar a la comunidad humana. En efecto, toda comunicación debe estar abierta a la comunión entre las personas» (n. 12).


En la tercera parte (nn. 13-19) se enumeran los efectos negativos que sobre la persona pueden producir los medios, en el ámbito económico, político, cultural, educativo y religioso. «Los medios de comunicación también pueden usar- se para bloquear a la comunidad y menoscabar el bien integral de las personas alienándolas, marginándolas o aislándolas; arrastrándolas hacia comunidades perversas organizadas alrededor de valores falsos y destructivos (...). Los tópicos —basados en la raza y en la pertenencia étnica, en el sexo, en la edad y en otros factores, incluyendo la religión— son tristemente comunes en los medios de comunicación» (n. 13).


Frente a la posibilidad de bien y de mal que tienen los medios de comunicación, la cuarta parte (nn. 20-26) ofrece algunos principios éticos importantes. Sobre todo se recuerda el punto de partida para una evaluación ética: «Los principios y las normas éticas importan-
tes en otros campos se aplican también a la comunicación social. Se pueden aplicar siempre los principios de la ética social, como la solidaridad, la subsidiariedad, la justicia, la equidad y la responsabilidad en el uso de los recursos públicos y en el cumplimiento de funciones de responsabilidad pública. La comunicación debe ser siempre veraz, puesto que la verdad es esencial a la libertad individual y a la comunión auténtica entre las personas» (n. 20).


El ámbito de interés es amplio: «La dimensión ética no sólo atañe al contenido de la comunicación (el mensaje) y al proceso de comunicación (cómo se realiza la comunicación), sino también a cuestiones fundamentales, estructurales y sistemáticas, que a menudo incluyen múltiples asuntos de política acerca de la distribución de tecnología y productos de alta calidad (.quién será rico y quién pobre en información?). Estas cuestiones remiten a otras, con implicaciones económicas y políticas para la propiedad y el control» (n. 20).


El documento enumera tres principios éticos que han de aplicarse en la comunicación. «En estas tres áreas —mensaje, proceso y cuestiones estructurales y sistemáticas— el principio ético fundamental consiste en que la persona humana y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social; la comunicación debería realizar- se de personas a personas, con vistas al desarrollo integral de las mismas» (n. 21).


«El segundo principio es complementario del primero: el bien de las personas no puede realizarse independientemente del bien común de las comunidades a las que pertenecen. Este bien común debería entenderse de modo íntegro, como la suma total de nobles propósitos compartidos en cuya búsqueda se comprometen todos los miembros de la comunidad, y para cuyo servicio existe la misma comunidad» (n. 22).


«Otro principio importante, ya mencionado, concierne a la participación pública en la elaboración de decisiones sobre la política de las comunicaciones. En todos los niveles, esta participación debería ser organizada, sistemática y auténticamente representativa, sin desviarse en favor de grupos particulares» (n. 24).



8 Los deberes éticos

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Los deberes éticos interesan a varias categorías de personas:
«Los comunicadores profesionales no son los únicos que tienen deberes éticos. También las audiencias —los usuarios— tienen obligaciones. Los comunicadores que se esfuerzan por afrontar sus responsabilidades merecen a su vez audiencias conscientes de las propias. El primer deber de los usuarios de la comunicación social consiste en discernir y seleccionar. Deberían informarse acerca de los medios de comunicación —sus estructuras, su modo de actuar y sus contenidos— y hacer opciones responsables, de acuerdo con sólidos criterios éticos, sobre lo que conviene leer, ver o escuchar. Hoy todos necesitan algún tipo de formación permanente acerca de los medios de comunicación, sea mediante el estudio personal, sea mediante la participación en un programa organizado, sea con ambos. La educación en el uso de los medios de comunicación, más que enseñar algo acerca de las técnicas, ayuda a la gente a formarse criterios de buen gusto y juicios morales verdaderos, que constituyen un aspecto de la formación de la conciencia. A través de sus escuelas y de sus programas de formación, la Iglesia debería proporcionar este tipo de educación para el uso de los medios de comunicación social» (n. 25).


La educación en los medios, entendida como un aspecto de la formación de la conciencia, interesa también a la familia. «De igual modo, los padres tienen el serio deber de ayudar a sus hijos a aprender a valorar y usar los medios de comunicación, formando correctamente su conciencia y desarrollando sus facultades críticas. Por el bien de sus hijos, y por el suyo, los padres deben aprender y poner en práctica su capacidad de discernimiento como telespectadores, oyentes y lectores, dando ejemplo en sus hogares de un uso prudente de los medios de comunicación. De acuerdo con la edad y las circunstancias, los niños y los jóvenes deberían ser introducidos en la formación respecto a los medios de comunicación, evitando el camino fácil de la pasividad carente de espíritu crítico, la presión de sus coetáneos y la explotación comercial. Puede ser útil a las familias —padres e hijos juntos— reunirse en grupos para estudiar y discutir los problemas y las ventajas que plantea la comunicación social» (n. 25).


Para la Iglesia, además de la promoción de la educación en los medios, existen otras responsabilidades importantes respecto a las comunicaciones sociales. «Además de promover la educación en el uso de los medios de comunicación, las instituciones, las organizaciones y los programas de la Iglesia tienen otras importantes responsabilidades en lo que atañe a la comunicación social. En primer lugar, y sobre todo, el ejercicio de la comunicación por parte de la Iglesia debería ser ejemplar, reflejando los elevados modelos de verdad, responsabilidad y sensibilidad con respecto a los derechos humanos, así como otros importantes principios y normas. Además de esto, los medios de comunicación de la Iglesia deberían esforzarse por comunicar la plenitud de la verdad acerca del significado de la vida humana y de la historia, especialmente como está contenida en la palabra de Dios revelada y expresada por la enseñanza del Magisterio. Los pastores deberían estimular el uso de los medios de comunicación social para difundir el Evangelio» (n. 26).


También los representantes oficiales de la Iglesia tienen responsabilidades en comunicación: «Quienes representan a la Iglesia deben ser honrados e íntegros en sus relaciones con los periodistas. Aun cuando “sus preguntas provocan algunas veces perplejidad y desencanto, sobre todo cuando corresponden poco al contenido fundamental del mensaje que debemos transmitir”, debemos tener presente que esos interrogantes desconcertantes coinciden con los de la mayor parte de nuestros contemporáneos» (n. 26).



9 Libertad de expresión

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Todos los católicos, como cualquier ciudadano, tienen el derecho de hablar libremente: «Los católicos, como los demás ciudadanos, tienen el derecho a expresarse libremente y por ello también el de acceder a los medios de comunicación para este fin. El derecho de expresión incluye la posibilidad de manifestar opiniones acerca del bien de la Iglesia, con el debido respeto a la integridad de la fe y la moral, respeto a los pastores, y consideración por el bien común y la dignidad de las personas. Sin embargo, nadie tiene derecho a hablar en nombre de la Iglesia, ni a implicarla en lo que haga, sin haber sido designado expresamente; y las opiniones personales no deberían presentarse como enseñanza de la Iglesia» (n. 26).


Otro deber importante es la profesionalidad en comunicación:
«Sería un gran bien para la Iglesia que un mayor número de personas que tienen cargos y cumplen funciones en su nombre se formaran en el uso de los medios de comunicación. Esto no vale solamente para los seminaristas, para miembros de comunidades religiosas en período de formación y para los jóvenes laicos católicos; vale para todo el personal de la Iglesia» (n. 26).


La circulación de la comunicación dentro de la Iglesia es una exigencia que implica responsabilidad: «Un flujo recíproco de información y puntos de vista entre los pastores y los fieles, una libertad de expresión que tenga en cuenta el bien de la comunidad y el papel del Magisterio al promoverla, y una opinión pública responsable, son expresiones importantes del «derecho fundamental al diálogo y a la información en el seno de la Iglesia. El derecho de expresión debe ejercerse con deferencia a la verdad revelada y a la enseñanza de la Iglesia, y respetando los derechos eclesiales de los demás» (n. 26).


La conclusión (nn. 27-33) intenta una proyección en el futuro de la comunicación repitiendo que, cualquiera que sea su desarrollo, será siempre la persona la que, con sus opciones, hará buenos o malos los medios de comunicación. Los números finales ofrecen algunas reflexiones sobre «Jesús como modelo para los comunicadores» (n. 32).


En síntesis, el desarrollo temático y argumentativo del documento es: los medios de comunicación son cada vez más potentes, pero son sólo medios; la persona y la sociedad, inspirándose en algunos principios, deben hacer opciones responsables, de modo que los medios se usen para el bien y no para el mal. La Iglesia participa de la reflexión ética sobre los medios con dos aportaciones: «una visión de la persona humana, de su incomparable dignidad y de sus derechos inviolables» y «una visión de la comunidad humana cuyos miembros están unidos en virtud de la solidaridad con vistas al bien común de todos» (n. 30). Entre los aspectos positivos de este texto se recuerda un pasaje de la intervención de mons. Foley: «Este documento no pretende ser la última palabra sobre el tema de la ética en las comunicaciones sociales; más bien se debe entender como una invitación y un estímulo a la reflexión personal y de grupo» sobre el uso moral de los medios.


Podemos limitarnos a una sola observación de carácter crítico: la visión que nos ofrece el documento es una «moral instrumental». Varias veces (cf nn. 1, 2, 4, 19, 21, 28) se dice explícitamente: «los medios de comunicación son y seguirán siendo sólo medios, es decir, instrumentos, herramientas disponibles tanto para un uso bueno como para uno malo. A nosotros corresponde elegir. Los medios de comunicación no exigen una nueva ética; lo que exigen es la aplicación de principios ya establecidos a las nuevas circunstancias» (n. 28).


Continuar, incluso después de la
Redemptoris missio (n. 37c), describiendo la comunicación, como sólo y siempre «un conjunto de medios», creo que es anómalo. En efecto, la reflexión ética es proporcional a la definición de comunicación: si por comunicación se entienden «los medios de comunicación», en sí neutros, se tendrá una moral del uso de los instrumentos; si la comunicación es una nueva cultura en el proceso de inculturación de la fe, se requiere también la elaboración de una moral adecuada.


El desarrollo de la comunicación demanda a todos una profundización con la exigencia evangélica de echar «vino nuevo en odres
nuevos» (cf Mt 9,17).


El Anaquel







ENCUENTRO CON LOS ESTUDIANTES DE TEOLOGÍA

Sevilla, 19 de febrero de 2006

Adriano Bregolin



Mirando concretamente a la vida salesiana, señalo algunos “campos de síntesis” más urgentes:


  1. ENTRE MISIÓN Y VIDA RELIGIOSA: el hombre que se ha entregado a Cristo.


Toda la vida consagrada de los religiosos esté impregnada de espíritu apostólico y toda la acción apostólica quede marcada por el espíritu religioso” (PC 8). La “observancia” más completa es la que desarrolla la “misionariedad” más decidida”.


El misionero más eficaz es el que ama con castidad, sirve gratuitamente, crea con obediencia, actúa en comunión, etc. “Los religiosos - dice «Evangelii nuntiandi» - encuentran en la vida consagrada un medio privilegiado de evangelización eficaz”.


A nadie se le oculta que los mismos votos poseen – si se viven en plenitud – un alto potencial misionero: la pobreza exalta la disponibilidad; la castidad agranda y profundiza la relación; la obediencia nos vincula al “proyecto misionero” de Dios, liberándonos de la tentación que nos debilita, invitándonos a mirar siempre “más allá”.


La misma escasez de efectivos, dentro de la vida religiosa, en vez de aparecer como un “desastre”, puede considerarse como un “signo de los tiempos” (cfr. AMALADOSS, 8), que nos invita a recordar la función del “fermento” en la masa.


  1. ENTRE MISIÓN Y ESPIRITUALIDAD: el hombre espiritual.


La tensión entre vida activa (y la entrega) y vida contemplativa (y su cultivo) queda superada por la “vida apostólica”, siguiendo el ejemplo de Cristo.


La tensión entre historia (y compromiso político social) y trascendencia (y compromiso religioso espiritual) queda superada en la “espiritualidad de la encarnación” (cfr. AG 20, 22) o, como dice el CG23, en la “cotidianidad”.


La tensión entre religiosidad teocéntrica y diaconía antropocéntrica, entre la “fidelidad a Dios” y la “fidelidad al hombre” se suaviza en el descubrimiento de los “semina Verbi” (AG 11), que hacen que la criatura se abra a la iluminación evangélica.


La personalidad del religioso se construye, hoy más que nunca, en torno a Cristo, sentido como el primer Maestro, como criterio de juicio de cualquier otro juicio humano, como “Esposo”, ”intimior intimo meo”, como Aquel por quien “se vende todo”, para ir en su seguimiento completo. La persona de Cristo debe entrar en la mente, en el corazón, en los sentimientos de joven religioso, hasta llegar a ser el Único necesario, el Todo. Se necesita por tanto una cristología fuerte, tanto teológica como prácticamente (…). Es éste el fundamento de toda vida religiosa, de toda juventud entregada, de toda libertad liberada”.


(..) De aquí la necesidad de una robusta y valiente “Confessio Christi” (…). Es ésta la primera e indispensable aportación que la vida religiosa tiene que dar a nuestro continente.”.


(..) He aquí la sorpresa de encontrar personas tan “anormales”, como pueden ser los jóvenes religiosos, jóvenes como ellos, pero seducidos por aquella mirada única y penetrante que les ha dicho: “¡Sígueme!” (CABRA, Giovanni Religiosi, 392-292).



  1. ENTRE MISIÓN Y RELACIONALIDAD: el hombre de comunión.


El brazo del sembrador es la amistad” y “El evangelio se predica solamente a los amigos”: he aquí dos expresiones que revelan bien el estilo de Don Bosco, que quería la “amorevolezza” en primer lugar para llegar a la “religión” como último fin.


Cuando la misión se agota en el “hacer” (quizás solos, o según el propio parecer), la relación sufre y la evangelización experimenta daños graves e irreparables. De aquí la propuesta sinodal de la “espiritualidad” relacional, como propia de la vocación ministerial”(cfr. PDV 12).



  1. ENTRE MISIÓN Y CRUZ: el hombre que paga personalmente.


Se diría que, a veces, basta un fracaso para echar a pique una vocación. Quien anuncia al Crucificado no puede (consciente o inconscientemente) excomulgar a la cruz. Si la misión es “cristiforme” será también, forzosamente, “crucificada”.



  1. ENTRE MISIÓN Y RESPONSABILIDAD: el hombre en la frontera.


Los institutos religiosos – notaba el laico Potmeyer, hablando a los religiosos de Münster (cfr. Testimoni 1988/11) – han sido siempre focos de fuerte irradiación, cuando han ocupado frentes avanzados: en cambio su luz ha palidecido cuando han renunciado a esta posición de primera línea”.


Es una amonestación también para nosotros, ante el riesgo no solo hipotético de “perder a los pobres”.



  1. ENTRE MISIÓN Y SALESIANIDAD: el hombre que hace “volver” a Don Bosco.


Os invito a recordar aquí el PRIMER SUEÑO MISIONERO, el de los 9 años. En él descubrimos que la MISIÓN es:


  • relación personal con Jesús y María;

  • cuidado de la propia formación (“si esas cosas te parecen imposibles, debes hacerlas posibles con la obediencia y la adquisición de la ciencia”; “hazte humilde, fuerte y robusto”);

  • conciencia de los destinatarios: “he aquí tu campo, he aquí donde debes trabajar”;

  • entrega de un instrumento: el sistema preventivo. “Nosotros existimos por este motivo –decía Don Caviglia a los teólogos de la Crocetta– nuestra personalidad histórica y social ante el mundo está toda aquí: ser educadores con un especial sistema educativo, probado por Don Bosco, que se llama sistema preventivo”. “Es todo cosa nuestra – escribía Don Bosco a Don Costamagna – lo demás no es nuestro” (Carta del 10.8.1885);

  • conciencia de una transformación posible: “Lo que ves que ahora sucede con estos animales, tu deberás hacerlo con mis hijos”.


Con este estilo será posible llegar a un encuentro eficaz entre “JÓVENES” Y “JÓVENES SALESIANOS”. Hay una profunda “correlación misionera entre jóvenes y salesianos”…


Habrá que cultivar algunas actitudes básicas:


  • AMARLOS – “He comprendido vuestra manera de actuar – me decía un joven – primero nos ficháis, y después decidís a quien amar”.

  • ASOCIARLOS – Ellos constituyen “otro mundo” (cfr. Milanesi).

  • COMPROMETERLOS – “Pedagogía de la audacia”, experiencias de diaconía, de servicio…

  • CONDUCIRLOS EN PROFUNDIDAD

    • del culto del cuerpo (salud, culturismo, rambismo…) a la vida del Espíritu;

    • de la primacía de la imagen (el “look”) a la centralidad del corazón;

    • de la “cultura de la vergüenza” (con la preocupación de “quedar bien”) a la cultura de la culpa (en la que resalta el Dios de la conciencia);

    • de la inmersión en el hoy al proyecto del mañana;

    • del consumismo (= tiempo para mi) a la oración (= tiempo para Dios).

  • HASTA EL DESCUBRIMIENTO DE SU VOCACIÓN: fruto maduro de la “educación de los jóvenes en la fe”.



EL CRISTO DE LA SONRISA Y LA SONRISA DE JAVIER


Conferencia del P. Germán Arana SI, sobre la figura del Cristo de Javier (Pamplona, 27 de noviembre de 1999)


 En Javier amanece por el Farrandillo. Su alargada loma contornea al oriente las tierras aledañas al castillo. En la alborada esa línea severa del horizonte se ilumina a modo de creciente y amplísima sonrisa que se ensancha desde lo alto, y desciende suave hasta lo más recóndito del camino y las anfractuosidades de la roca. A medida que la luz abraza tersa el fondo del valle, el castillo emerge de nuevo sobre la paleta verdinegra de la sierra con su perfil ajedrezado de almenas y merlones, y con su austera torre de San Miguel que enseñorea sobre pastos, y labrantíos; sendas, y pinares. El río funde el color del cielo y el de la ribera en su vena de agua, y rumorea acompasado con el canto del viento en las frondas.


Vuelve el día, no al eterno retorno de su ayer, al ciclo cansino de lo que ha sido, sino a la sorpresa siempre nueva de lo que está por venir. Al desbordamiento misterioso y sorprendente de la novedad que nos alcanza. A la gracia regalada de una sonrisa divina que devuelve la razón de ser a cada cosa. Cada amanecer se me antoja parábola de ese amor primero que funda nuestra ardiente búsqueda de su horizonte ilimitado y nos entrega la certidumbre de su realización incoada en la vicisitud de cada día.


Quizá por eso, el hombre que despierta cada día a su verdadera vocación, otea siempre más allá del horizonte que cada presente le alberga. El curso vital de los que dejan huella es siempre osado en el deseo, en el proyecto y en la ejecución. Javier soñó para sí un proyecto dilatado, porque antes, Alguien soñó para él un proyecto mayor.


La vida de Francisco de Javier produce sin duda pasmo. El cúmulo de sus empresas despierta una profunda admiración. Aún en una cultura como lo nuestra, cada vez más empobrecida en propuestas sustantivas de modelos y valores, no se ha apagado el reclamo atrayente del más universal de los navarros. Pero precisamente porque su aventura humana fue gigante, al acercarnos a su figura y a su significado, podemos caer en la trampa de quedarnos en la admiración más externa de su proeza. Con ello quedaríamos prendados del héroe, pero se nos escaparía su razón de ser y su condición de posibilidad.


Más aún, esta admiración podría resultarnos fatal, porque nos enajenaría de la ineludible tarea de construir nuestra propia identidad, o peor aún, nos lanzaría por la febril carrera, y a la postre limitada, del hombre hecho a sí mismo; tan contraria, por cierto, a lo que quiso ser, y de hecho fue, la vida de Francisco de Javier. En el más intrascendente de los casos nos quedaríamos con un relato interesante, pero despojado del alma inextricable que lo conduce y da sentido.


Para evitar este espejismo quizá pueda sernos de ayuda colocarnos en la disposición de un visitante, o mejor aún, de un peregrino que llega a Javier. Sus intereses previos modularán sus preferencias contemplativas. Pero si sabe disponerse, el mismo magnetismo del ambiente y su potencial evocador le conducirá a centros de interés nuevos y sorprendentes. Me pregunto qué ha visto de Javier el visitante ignaro del Cristo sonriente. Quizá muy poco, por no decir nada. Porque el resto de lo que le ha entretenido, con ser interesante, no se le puede comparar.


El mayor tesoro de Javier es anterior al más ilustre de sus moradores. Prueba de ello es que la capilla del Cristo fue meta de peregrinación de las poblaciones vecinas, siglos antes de que viera la primera luz del Farrandillo el último vástago de Juan de Jaso y María de Azpilcueta. De noche, encarando el viento helado de la montaña, embozados en sus túnicas de penitentes, a la trémula luz de los hachones, caminaban ligeros,a veces descalzos y sin apenas vituallas, sin hambrear otro premio que la beata sonrisa del Cristo. ¿Pobre soldada para tan rigurosa andadura?


Quien así piense, está muy alejado de la recia determinación, y de los extraños y sobreabundantes consuelos que la acogida de aquella imagen, parábola del abrazo del mismo Redentor, propicia en el corazón del verdadero peregrino.


Nunca dejo de admirarme, apostado discretamente debajo de la saetera del murallón externo de la capilla, de la luz que embarga muchos rostros a la hora de trasponer el viejo portón de hierro. En plena canícula estival, llegó este verano un grupo de jóvenes madrileños y extremeños. Llegaban extenuados por el azote de una larga caminata en un día tórrido. Con los pies llagados, y con calambres musculares por el esfuerzo y la deshidratación, apenas podían dar un paso más. Nadie pensaba en procurarse el más mínimo alivio antes de visitar al Cristo. En el patio de armas se fue haciendo un profundo silencio. Apretando con la diestra su cruz de peregrinos iban subiendo con vilipendio la mellada escalera semicircular. Arracimados entorno a la verja de la venerada capilla, clavadas todas las miradas en el Cristo, el silencio, impregnado de una densa locuacidad interna, se rompió con sollozos incontenibles surgidos aquí y allá. Chicos y chicas, grandes como castillos, que no habían hecho ascos a privaciones y dificultades por sendas de montaña y acomodos de fortuna, no podían contener la indecible emoción del encuentro.


Un día, estos y otros tantos, accederán al interno conocimiento que se le desvela a todo peregrino: Comprenderán finalmente que el encuentro se ha hecho posible porque Aquel al que buscaban, en realidad era El, el que les había salido al encuentro desde el origen de los tiempos y de su propia existencia.


La indicación más atendible sobre la efigie del Cristo del castillo es probablemente la que nos proporciona Juan Antonio de la Peña. Este Jesuita nos describe en 1620 la casa y linaje del Santo, dando un relieve singular al santo crucifijo de Xavier, que fue el don primero, con que sabemos que Dios nuestro Señor enriqueció esta casa. Más adelante hace hincapié en esta santa imagen, que fue como el manantial de todos los bienes espirituales de esta casa. Surge a modo de un potente faro o señal divina entre los castellanos de Javier, su casa y familia, donde habría de nacer el mayor misionero de la Iglesia moderna.


La aparición de la imagen en el castillo tiene un halo de misterio. El mismo Peña, indica que la Providencia puso milagrosamente en la casa de Javier la imagen del Cristo. Si bien luego hace una descripción muy sobria de lo que ha venido a saber, bastante distante del tono de leyenda edificante que tiene la relación, veinte años más tarde, de Jerónimo López al Provincial de Aragón según su biógrafo Martín de la Naja.

 

Habrá más de trescientos años que se halló el santo crucifixo de Xavier en el castillo viejo, que está arrimado al nuebo, que agora es la casa y solar deste apellido. Hallóse á la parte del mediodía, en el hueco de la pared, no en cruz como está el día de oy, sino los braços caydos, y atadas las espaldas con vna cadena en vna argolla de yerro que en ellas tiene.


Nos remontamos por tanto al S. XIII o comienzos del XIV. Es decir, al tiempo del trueque en 1252, que Teobaldo I, hizo con D, Martín Aznárez de la villa y castillo de Javier con las posesiones de Ordoiz, cabe Estella, a las que el rey era muy aficionado. Es del todo acaecedero que con ocasión de las amplias reformas que acometió en el primitivo castillo D. Martín, descubrieran la imagen en el vano de un muro, escondida otrora, para evitar profanaciones y pillajes en las guerras y escaramuzas frecuentes en la frontera oriental del reino.


La imagen fue escondida con verdadero esmero y devoción. No quedó arrumbada en cualquier rincón. Conservó la dignidad de su hieratismo longitudinal, sostenida de esta guisa, sin cruz, por medio de una argolla dorsal que la unía por medio de una cadena al muro. La misma argolla sigue hoy clavada a la espalda de la imagen. Para poderla recoger en el menor espacio, posiblemente los brazos fueron cortados y dispuestos a lo largo del cuerpo. Peña sugiere la posibilidad de un Cristo articulado, semejante al de la catedral de Burgos, pero eso no parece probable en una pieza de nogal. De hecho se advierte en la talla una sección bilateral a la altura de la cavidad glenoidea.


Se le acomodó una capilla especial, acorde con sus dimensiones, que se convirtió en breve plazo en objeto de frecuentes romerías y peregrinaciones. En la devoción popular anidó pronto la convicción de un Cristo hacedor de especiales gracias, de suerte que se organizaban rogativas en tiempos de infortunio.


El viajero que a él se acerca, recibe una viva impresión. Se trata de una talla grande, algo más que natural, de líneas muy armoniosas y serenas. Al tallista, le sucedió algo semejante a los autores de los iconos. Su oración, su contemplación del misterio de Cristo, Señor y Redentor, se prolongó connaturalmente en una efigie que constituye por sí misma una catequesis densamente teológica, y una ayuda mistagógica que introduce en la experiencia del triunfo definitivo del amor en él representado.


En la imaginería del gótico hay una referencia continua entre la ciudad celeste y la ciudad terrestre. No se trata sólo, como cabría pensar, en una lectura del presente histórico absolutamente dependiente de su dimensión escatológica. La misma visión de la ciudad celeste conserva elementos de la ciudad terrena. A veces los santos aparecen según los oficios que tuvieron, dotados de una constelación simbólica muy pegada a la vida terrena. Como si el éxito evangélico de sus vida hubiera otorgado un valor permanente a lo que fue la historia más fugaz de sus quehaceres.


En el Cristo de Javier, encontramos perfectamente tematizado el hiato entre los dos mundos, entorno al misterio central de la fe: El acontecimiento pascual de Cristo muerto y resucitado. Su victoria, como primogénito de toda creatura, es la puerta que nos franquea el paso a la fiesta sin fin.


El autor anónimo nos ha dejado la impronta de un crucificado vivo. No nos ha entregado el trasunto doliente de la agonía. Es un Cristo sereno y victorioso que ha hecho del árbol de la cruz el asiento de su triunfo definitivo. En términos bíblicos podría decirse que el Cristo de Javier es un Cristo joánico, una imagen en la que se han unido inextricablemente las dos vertientes de un único misterio de vida y de amor.


El lenguaje del cuerpo en su conjunto es muy significativo. No se trata de una humanidad exaltada, como sería la exploración antropocéntrica del barroco. Tampoco se trata de una humanidad ignorada, de un triunfo de Cristo completamente enajenado de su claustro terreno, como quien se despoja de lo que no supone más que pena y aflicción. El Cristo de Javier representa una humanidad transfigurada. Esto es, una humanidad afirmada, pero más allá de su limitada vigencia espacio-temporal. No hay retorcimientos tremendistas, ni una demora sensual en la presentación de un cuerpo atrayente, pero patéticamente fugaz. El verbo encarnado triunfador sobre el pecado y la muerte ha arrastrado su propia humanidad, y la nuestra con él, en su victoria. Su contemplación produce una serena placidez. Es la superación definitiva de un drama, y el ingreso en una plenitud de existencia que nadie le podrá arrebatar. Queda, sí, la huella muy visible del costado abierto. Es la memoria agradecida de la vigencia permanente de su senda histórica que nos procuró nueva vida. Pero en esa llaga, limpia y sin flujo sanguinolento, más bien parece representar la puerta de un sagrario. Una abertura que apunta a un corazón que lo ha dado todo.


Finalmente todo se concentra en la expresión del rostro. Se apodera inmediatamente de la atención y del sentimiento. Todo el conjunto del crucificado es muy armonioso. Pero el rostro es único. Es como un ascua de radiante serenidad que subyuga. El arco de las cejas muy abierto y un tanto alzado evoca admiración, como quien despierta en la ribera de la luz definitiva al consuelo desbordante del Padre. Las ojos semicerrados, serenos, sin tensiones destellan un infinito sosiego, la paz conquistada y regalada de una victoria que ha acontecido de una vez por todas. La boca entreabierta, plácida, nada tiene que ver con la respiración de Cheyne-Stockes propia de los moribundos. Parece exhalar un leve suspiro. Más que una agonía, es el apunte iconográfico de una vida nueva.


¿Sonríe el Cristo de Javier? Depende de la perspectiva. Mirado de abajo arriba, a modo de una toma en contrapicado, sin duda. Esa es justamente la postura de observación pretendida. A medida que el observador gana altura sobre la imagen, la sonrisa se difumina poco a poco. Y si se mira desde arriba, en picado, podría incluso decirse que el semblante se vuelve un poco adusto.


Tengo para mí que el Cristo de Javier es benévolo para los humildes. Ha recuperado su señorío universal. Ha sido levantado sobre la tierra como signo de redención universal. Dispensa una acogida cordial y reconfortante que sólo se entrega desde la conciencia de la propia menesterosidad del que ardientemente la busca y necesita. Es el Señor de los pobres, de los desgraciados, de los que se abrazan, aherrojados por mil heridas de la vida, a la base del leño, como a una tabla de salvación. En cambio los que se instalan en su propia suficiencia, fatalmente inconscientes de cuán exigua provisión acarrean, no son recibidos por el Señor de los pobres.


¿Ríe, o sonríe? No nos perdamos en sutilezas, pero la distinción no se me torna ociosa. Ciertamente no es una risa abierta. Sería grotesco es un crucificado. O podría sugerir un espíritu de revancha agresivo y cruel. Es un gesto apuntado, más que expresado; sugerido, más que dicho. El Rey Eterno descansa, ha entrado en el Reino que nadie le puede arrebatar. Su sonrisa es el beso del Padre, que el mismo nos trasmite por el poder de su santo Espíritu. No tiene nada que ver con el triunfo del revolucionario al uso, que se apodera de los instrumentos de poder y los usa contra los que lo detentaron, con el mismo desorden que él ha fustigado. Es la victoria del Rey pacífico, manso y humilde de corazón. Sonríe serenamente como un regalo de perdón y de paz para todos. Mirarán al que atravesaron. Todos podremos mirarle, también los que lo hemos ignorado y ajusticiado, porque eEl previamente nos ha mirado con benevolencia. Su triunfo consiste precisamente en la oferta de plena reparación de todas nuestra heridas. Esa reparación es acogida, es invitación a entrar en comunión con El, es oferta para asumir su modo humilde de servir y amar, aun a costa de la propia vida.


En conjunto puede decirse que el Cristo de Javier es un icono veraz de la teología del IVº evangelio. Más concretamente se me hace una representación joánica de la muerte del Señor: Cuando hubo tomado el vinagre, Jesús dijo: Consumado está. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. El uso de este verbo indica finalización, término, y a la vez llevar a cumplimiento, realizarse en plenitud. Un acabamiento entendido como límite, pero sobre todo como perfeccionamiento. Jesús concluye sus días sobre la tierra con la plena realización de su misión.


Al comienzo del relato de la pasión, Juan nos pone en la senda de aquello en lo que consiste precisamente la culminación de la vida del Señor:

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.


Eis telos´: Hasta el extremo. Es un amor fiel, mantenido hasta el final, y perfeccionado en la plenitud de la entrega total. Lo que Cristo lleva a plenitud con su muerte es precisamente el amor. Su resurrección constituye el triunfo del amor, precisamente porque en su historia terrena se revistió de una forma tan desvalida y fracasada. Vence la plenitud del amor, no la vindicación ni la revancha. Un amor ofrecido como acogida plena y universal, prenda de salud para toda clase de padecimientos, e invitación cordial a recorrer la misma senda de amor servicial y desprendido.

Próximo a mí tengo alguien que pasa largas horas contemplando la imagen del Cristo de Javier. El dice que es su único programa televisivo. Con la ventaja de que no gasta corriente eléctrica. Sesión continua y económica. Yo mismo a veces repaso mentalmente los espacios donde he morado más largamente, trabajando, conviviendo y orando, y me digo: cuando más desoladora hubiera resultado mi peregrinación por ellos, de no haber encontrado de inmediato en mi comunicación visual con el crucifijo que allí había, un profundo sentido a los goces y zozobras de cada hoy, y una renovada esperanza en el triunfo definitivo del verdadero amor que aquel representa.


También los ojos del pequeño Francisco se clavaron interrogantes en aquel Cristo. Su infancia y mocedad discurrieron íntegras, iluminadas por su misteriosa sonrisa. Francisco marchó de casa a París a los diez y nieve años. No volvió a pisar el lar de sus mayores. La capilla del santo Cristo tan venerada por los moradores del castillo y por las gentes de las poblaciones aledañas, constituyó para él igualmente el eje de la vida cotidiana.


La capilla, colocada entre la puerta de entrada al recinto interior del castillo y el gran salón del mediodía donde se hacía la vida, era el paso obligado en ambos sentidos. Era el punto de acogida del visitante, y el lugar de despedida del que se ausentaba. Era recibido en el nombre de Cristo en casa de cristianos viejos. Antes de alejarse de los protectores muros, troneras y matacanes, se clavaba de hinojos para recabar ayuda de lo alto.

La capilla fue también la primera y principal escuela de Francisco. Los niños tienen una iniciación muy simple en los misterios de la fe. Necesitan de elementos visuales y táctiles acompañados de una explicación sencilla de aquellos en quienes confían. Extienden la mano hacia la imagen y preguntan. Alargan los dedos y tocan. En su práctica misionera Francisco tenía una mano especial para hacerse con los niños, y desde ellos llegaba a sus padres y a sus familias. Quizás reproducía con ello la ternura y a la vez la reciedumbre religiosa avalada por una hombría de bien que sus padres tuvieron con él. A los pies de esta imagen recibiría el primer relato del Salvador. En ella cantaría los gozos de las horas felices, y buscaría refugio en los apuros confuso a veces por el llanto apenas contenido de su madre.


La suerte que vivió Francisco de Javier en el ciclo de su vida familiar fue muy tornadizo. En vida de su padre, Presidente del Consejo real, y hombre de confianza del último rey de navarra, la casa conoció su máximo esplendor. Coincide con la construcción de un palacio nuevo, más acorde con los vientos de bonanza económica y significación social que llegaron. La forzada anexión del Reino a Castilla primero, la muerte del padre después, y el mal contentamiento de sus fogosos hermanos enfrentados al nuevo orden, trajeron frecuentes pesares a la vida del castillo. Y muy en especial al corazón de aquella honrada mujer que fue su madre. En aquellos trances, no pocas veces el hijo más pequeño se vería convocado por la piedad materna a buscar amparo a los pies del Cristo sonriente.


¿Qué huella dejó en Francisco la imagen de aquel Cristo? La respuesta quedará para siempre en las profundidades de su alma. Sería un poco aventurado establecer dependencias directas. Pero sí se me antoja legítimo establecer congruencias entre el lenguaje espiritual de la imagen y algunos rasgos típicos de la hechura cristiana de Francisco. Más aún, entiendo que hay semejanzas más que notables.


En primer lugar, y sobre todo, la centralidad del misterio de Cristo en su vida. En esto consiste la fase de la segunda conversión en tantos hombres y mujeres de gran talla evangélica. Javier se hizo un hombre arrebatado por Cristo. En vivir con él y como él, y en darlo a conocer internamente como único Señor y Redentor consistió la pasión central de su vida, que enucleó e impulso todos sus deseos, proyectos y quehaceres.


En la capilla de Javier no hay más que el Cristo. Quiero decir que la talla es tan imponente, y el espacio tan angosto, que aquella todo lo domina. Está fue y no otra la configuración axiológica de la vida y la obra de Francisco de Javier.


Javier escribe a su hermano Juan, en 1535, para que reciba en Obanos a Ignacio de Loyola, con estas palabras: Y porque v. merced a la clara conozca cuánta merced nuestro Señor me ha hecho en haber conocido al señor maestre Íñigo, por ésta le prometo mi fe, que en mi vida podría satisfacer lo mucho que le debo. Desborda de agradecimiento al que ha sido instrumento de lo que he llamado la segunda conversión. Hacía ya dos años de ello. Y ya habían llegado noticias a la familia, no siempre bien interpretadas y recibidas. El cambio se operó a primeros de 1535. Como el mismo Ignacio confesaría fue la madera más dura que tuvo entre manos. El proyecto de Javier de tal manera se transformó, que la ejecutoria de hidalguía que había solicitado para aspirar a dignidades eclesiásticas, cuando llegó a París fue del todo ignorada. Su corazón estaba en otro lugar.

De Ignacio había dicho una testigo en el proceso de canonización en Barcelona: Aquel hombre era un loco por Cristo. El nuevo hombre en el que Javier se convirtió no podría definirse de otra manera. Y la transformación no fue fácil. Entrañó la peculiar dificultad de la conversión de los "buenos". Javier no era un muchacho "desgarrado y vano" como lo fuera otrora su maestro espiritual. Era un buen muchacho en el mejor sentido del término. Era honrado, trabajador, fiel a sus amigos, limpio de corazón y empeñado en legítimas metas. Pero esta condición no basta para entrar en los vastos horizontes de la santidad. Más aún, tantas veces entraña una paradójica dificultad. El "bueno" lo tiene todo controlado y justificado, de tal suerte que ha hecho un pacto aparentemente honesto, pero en el fondo radicalmente desordenado, entre sus apetencias y proyectos y las exigencias del evangelio. No se siente movido a conversión, porque no le falta de nada, ni siquiera el sentido de la rectitud. Se adormece en su recortada justificación, de tal manera que se queda anclado en su querer, y no se hace disponible, sino con mucha dificultad al querer divino.


Javier conocía muy bien la mortal trampa de las ambiciones injustificables, harto justificadas, el engaño de una vida limitadamente virtuosa, pero sin hacerse nunca disponible a la iniciativa de Dios y al servicio de los hombres. Conocía bien los mecanismos de una falsa religiosidad, consistente en el arte de nadar y guardar la ropa, porque el mismo la practicó durante unos cuantos años. La sintió también cercana en sus amigos que aplaudían y admiraban sus tempranos éxitos y le jaleaban en sus proyectos de alcanzar fama. Experimentó la lucha desgarradora para alcanzar la verdadera libertad. Se adentró, de la mano experimentada, sabia y paciente de Ignacio de Loyola, por medio de las conversaciones espirituales, en los mecanismos con los que el "enemigo de natura humana" pugna por echar "redes y cadenas" ora a cara descubierta, ora por medio de "sutilezas y asiduas falacias". Peleó con esos mismos demonios desatados en los ambientes de la curia de Pablo III en Roma, en la corte de Juan III en lisboa, y entre los funcionarios que rodeaban a Martín Affonso de Souza en Goa. A veces siente deseos de ir a gritar a la Sorbona como hombre que ha perdido el juicio para hacer despertar a los escolares y académicos cegados por la ambición.


Repetidas veces en sus cartas describe Javier este cambio con una paráfrasis de Fil 2,21: No buscar los propios intereses sino los de Jesucristo. Volvemos siempre al mensaje del Cristo: Vivir de semejante manera y por los mismos motivos que condujeron al Señor a la cruz. Este fue el cambio de Javier, vivir exclusivamente vuelto, arrebatadamente vuelto a los intereses del Señor. ¿En qué se concretaban para Javier esos intereses? Fundamentalmente en dos cosas: Aliviar a todos los pobres, enfermos y desgraciados que encontró en su inmenso periplo. Y contagiar a todos con el faro de la fe en Jesucristo el único Señor y Salvador, con el sostén de la esperanza en la herencia definitiva que sólo Dios da, y el fuego de la caridad que su Espíritu infunde en los corazones.


Pero en Javier no se trataba de meros pronunciamientos. Tenía una verdadera obsesión por demostrar a todos la autenticidad de esa búsqueda por medio del mayor desprendimiento. Por eso él vivía siempre a lo pobre y entre los pobres. Por citar un ejemplo de los cientos que caben: Javier embarcó en Lisboa en la Nao Santiago en calidad de Legado apostólico del Papa, y con todos los plácemes del monarca portugués que extendía sus dominios desde el cabo de buena Esperanza hasta el mar de la China. El capitán y nuevo gobernador de la India, Martín Affonso le dispuso una espléndida cámara que daba a la baranda del castillo de popa. Sin duda, lo mejor de la nave. Desde su mirador se dominaba la cubierta inferior, con sus escotillas y bodegas, el castillo de proa con sus pañoles, el aparejo del trinquete y del palo mayor, y lo que alcanzaba la mirada del océano circunstante. Pues bien, Javier se acomodó en la hedionda sentina, apretado con la marinería ínfima, impregnado de vómitos y secreciones varias de los enfermos que allí recalaban y él de continuo atendía. ¿Cómo, si no, demostrar que a él sólo le movían los interés de Jesucristo? Se trataba de servir en exclusiva a los cristos enfermos y rotos, de echar su suerte con los últimos, los preferidos del Rey Eterno, sin la más mínima concesión a su propia comodidad. ¡Que Nuncio más raro, sin sombra de boato o privilegios! Es que Javier era, antes que nada, legado y testigo de Jesucristo, el Señor pobre, de humilde corazón, y servidor de últimos.


La ferviente pasión por la persona de Cristo y su misión le llevaron a descubrir su propia identidad de compañero de Jesús. El sólo nombre de la Compañía de Jesús hacía surgir en Javier un río de lágrimas. Simplemente le evocaba el compendio de todos sus amores: En primer lugar, su Señor y Amigo Jesucristo, su plan de redención universal, su llamada a compartir su vida, su misión y su suerte. En segundo lugar la Compañía. Esto es, el grupo de amigos en el Señor, formando en un único cuerpo apostólico, plenamente disponible para las misiones más exigentes, y profundamente unidos, entorno a su único Señor y Cabeza, Jesucristo, partícipes de su única misión, más allá de toda distancia física impuesta a cada uno por la obediencia. Ningún otro argumento, salvo su apasionado deseo de evangelizar, despiertan en los escritos de Javier mayores ternezas y delirios que éste. Su amor al Señor y su conciencia de enviado pasaban por su unión, su afecto entrañable por su Padre Ignacio del alma y sus compañeros, y por la actualización de su plena disponibilidad a la misión de Cristo a través de la mediación de la obediencia. Todo lo dice el ajuar viajero de Ignacio: En el saquillo. Un breviario, un libro de devoción, y un crucifijo. Y en una cajita atada al cuello la firma de sus compañeros que había cuidadosamente recortado de sus cartas.


¡Ay, el crucifijo! Ahora ya no podía ser uno de tamaño más que natural como el de su castillo natal. Tenía que ser portátil, por haberse hecho compañero de un Jesús andariego. Navegando por las Molucas en una frágil coracora se lo quitó del cuello y lo sumergió en el mar invocando al Señor de los elementos. Un golpe de mar se lo arrebató con gran consternación de Javier que no podía experimentar más sensible pérdida. Cuenta su joven acompañante Fausto Rodríguez, que luego de 24 horas de durísima navegación, encallaron en una playa, y al poco de desembarcar, un cangrejo se lo puso a los pies. Javier lo abrazó y permaneció de rodillas durante media hora con el crucifijo en la mano y los brazos cruzados sobre el pecho. Una auténtica avala la tradición de que el Cristo del Cangrejo conservado en el Palacio Real de Madrid es el Cristo del hecho extraordinario. Su tamaño coincide con el señalado por Rodríguez. Pues bien hay una cierta similitud entre aquella talla que presumiblemente llevaba Javier y la que conoció en su juventud. Su "Cristico" tenía la cabeza inclinada al lado derecho en idéntico ángulo; el semblante, muy trabajado centra igualmente la atención y deja traslucir un gesto sereno. El Cristo de su infancia, finalmente se apoderó de todo él. Se convirtió en su fiel compañero. ¡El crucifijo para un misionero lo es todo! Hogar y camino, emblema y escudo, aguijón y descanso; razón del gozar, penar, vivir y morir para finalmente seguir viviendo.


He dicho del Cristo de Javier que sonríe al que lo contempla desde abajo. Es el Señor de los humildes. Esto me da pie para desentrañar otra clave espiritual de nuestro Santo. Javier no fue un héroe mítico, inasequible a la fatiga y al desaliento. Su vicisitud humana produce admiración y aún pasmo. Su temple era sobremanera corajudo y emprendedor. Pero Javier también se cansó, vivió momentos de incertidumbre, y cometió errores. Su proeza tiene otra secreta raíz que no es humanamente explicable desde la excelencia de sus virtudes humanas. Más aún, Javier tenía una conciencia muy baja de sí mismo. Se sentía inútil, débil e incapaz. Estos sentimientos nada tienen que ver con lo que en psicología se considera una baja autoestima. Es sencillamente un nuevo realismo del hombre que vive una intensa experiencia de fe: Conoce siempre más la distancia entre la criatura y el creador, para descentrarse cada vez más sinceramente de la propia poquedad y descansar con una ilimitada confianza en el poder y en el amor de su Amigo y Señor Jesucristo. Su humildad era la única raíz de su valentía.


El viaje al Japón en el junco del pirata fue espantoso. Un viaje largo, extenuante, asaltado por pavorosos peligros. En su primera carta desde Kagoshima Javier deja entrever que fue tentado de desconfianza. Y hace una bellísima meditación sobre la vida de fe ajena a toda pusilanimidad. El apóstol verdaderamente valiente no es un loco que ignora los peligros reales, ni un tipo ebrio de emociones fuertes, ni un estóico impávido ante el abismo de la muerte, sino un humilde servidor de aquel que sostiene permanentemente nuestra vida presente y futura, en el que nuestro corazón descansa definitivamente allende de toda zozobra.


Quiero finalmente resaltar lo que más me importa: Entre el Cristo de Javier y la personalidad de Francisco hay una manifiesta conformidad: La sonrisa. Sería excesivo establecer una causa directa entre ambas. Pero sí cabe afirmar que la espiritualidad plasmada iconográficamente en el Cristo del Castillo y la que manifiesta la vida y sentimientos de Francisco, sobre todo a partir de 1535, tienen en común el sentido de una profunda alegría ligada al misterio de la cruz. En ese sentido, el misterio del semblante risueño del Cristo de Javier anticipa y expresa un rasgo típico de la santidad de Javier.

Sobre el carácter alegre de Francisco Javier todos los testimonios son concordes, repetitivos y abundantes. Desde mi atalaya del castillo tengo ocasión continua de percibir el extraordinario atractivo que despierta la figura de Javier en muy diversas gentes. Javier es sin duda alguna un santo popularísimo y atrayente. Tuvo un fuerte magnetismo personal en vida, y lo tiene aumentado desde su vida superior hacia los que aún peregrinamos. Tengo para mí que esa fascinación que produce tiene mucho que ver con su simpatía, y sobre todo con su alegría.


¡Sólo Dios sabe la falta que nos hace el bálsamo de la verdadera alegría! Vivimos en una cultura y en una sociedad empobrecida de valores, donde todo es objeto de compra-venta, menos lo que verdaderamente cuenta. Los mostradores de las diversiones que pueden comprarse están rebosantes. Pero no ofrecen sino una mueca más bien grotesca de lo que ha de entenderse como el fenómeno de la alegría desde una profunda lectura antropológica.


La alegría es un signo de enorme alcance. La alegría es nada menos que la actualización de la plenitud del sentido de la propia vocación, existencialmente percibida por el sujeto y manifestada a los demás como un signo inequívoco. Acontece como el adviento sorprendente de un don regalado e inmanipulable. Sobreviene como confirmación de un proceso personal de excentración del sujeto hacia el bien del otro. Por eso es una dama esquiva que rehuye a los que la cortejan directamente, y no se entrega sino como un regalo sobreañadido a los que se olvidan de sí mismos. Desde una perspectiva más teológica la verdadera alegría es el signo escatológico de la herencia que nos aguarda, verifica el grado de adhesión a las bienaventuranzas, y es el único lugar existencial desde el que podemos evangelizar.


Decir que Javier tenía un carácter alegre y una especial donosura en el trato es decir bastante, pero no es decir todo, ni siquiera lo más significativo. Acerca de lo primero dijo de él el Dr. Navarro en el proceso: Ya de niño no había quién lo aventajara en dulzura y amabilidad. El escribe de sí mismo a su hermano Juan acerca de su mundo de relaciones en la Universidad de París: Acá todos se me hacen amigos.


Damos un paso más cuando descubrimos en los abundantes testimonios de sus compañeros de viaje el significado oblativo de una alegría que él sirve gratuitamente como un bálsamo que alivia las penas, y enjuga las lágrimas de todos los que le rodean. Sobre todo en los momentos más difíciles de enfermedades, peligros por mar y tierra, y trances especialmente dolorosos. Todos se le acercaban para sacudirse el yugo oprimente de sus pesares y reencontrar la paz y la esperanza amenazadas. ¿Acaso no es este el sentido más inmediato de "evangelizar": Contagiar de la verdadera vida que nos ha sido regala en Cristo, y que se extrovierte en la bandeja de la santa alegría como signo de autenticidad de lo encontrado?


No me privo de reproducir un maravilloso testimonio tomado de una carta del P. Melchor Nunes Barreto a sus hermanos en Coimbra. En él encontramos el aroma que desprendía el Javier de la última época. El Javier resultante de la misión del Japón, crucificada quizá como ninguna de la anteriores:


A principios de febrero quiso Dios nuestro Señor traernos inesperadamente al Padre Maestro Francisco del Japón; y creo que vino más movido por inspiración divina que por razón humana, por la mucha necesidad que había de arreglar las cosas de la Compañía en estas partes de la India. Vosotros, mis Hermanos, podréis comprender la alegría que su llegada trajo a mi alma, si tenéis en cuenta qué cosa es ver a un hombre sobre la tierra, que andando en ella conversatio eius in cælis est. ¡Oh mis Hermanos, qué cualidades vi en él en esos pocos días que tuve trato con él! ¡Oh, qué corazón tan encendido en el amor de Dios! ¡Oh con qué llamas arde de amor al prójimo! ¡Qué cuidado tiene para resucitarlas y restituirlas al estado de gracia, siendo ministro de Cristo para la más bella obra que hay sobre la tierra, la justificación del impío y pecador! ¡Oh, que afable es, siempre riendo con rostro afable y sereno. Siempre ríe y nunca ríe: siempre ríe porque tiene siempre una alegría espiritual... Y a pesar de ello nunca ríe, ya que siempre está recogido en sí mismo y nunca se disipa con las criaturas.


Siempre ríe y nunca ríe... ¿No es acaso la viva pintura del rostro del Cristo de Javier? ¿No se hizo Francisco poco a poco trasunto de aquella imagen serenamente gozosa, alegremente victoriosa, contenida a la vez que inmensamente expresiva?


Pero es que hay más: La alegría de Javier brota de la paradoja de la cruz. Son unas alegrías raras, contraculturales. Ligadas a circunstancias y modos de proceder que muchos para nada estimarían gratificantes. Siguiendo la hermenéutica espiritual de la vida afectiva que le enseñó su padre y maestro Ignacio en conversaciones y ejercicios, él llama "consolaciones" a estas experiencias. La "consolación" no es un mero estado de cierto bienestar y satisfacción. Es el gozo desbordante de una comunión con Cristo inmediatamente experimentada, y el sentido de plenitud que se desprende de un corazón atravesado por el único deseo de hacer el bien. En este preciso sentido Javier se describe a sí mismo intensamente consolado en circunstancias bien azarosas. Más aún, cuanto más densos son los nubarrones que se ciernen sobre su camino, tanto más aparece alumbrarse en su interior esta experiencia.


Javier yace en los hospitales con los pobres de solemnidad radiante de contento. Canta por los caminos con una alegría que le revienta por dentro, a la par que le acomete el cansancio, arrastra los pies llagados y se le cierran las puertas. Y siente un gozo transfigurado cuando los elementos de la naturaleza desatados, o la ira de los hombres presagian el peligro real de una muerte próxima. He aquí un testimonio bien elocuente de ello, de los muchos que refiere Francisco. Escribe desde Cochín a su entrañable compañero Simón Rodríguez, poniéndole en autos de los levantamientos de todos los puertos chinos contra los portugueses. La dificultad de llegar al Japón, como tenía concebido, se hacía muy grande, al no poder hacer escala en las costas del Mar de la China oriental con sus fletadores habituales. Sin embargo, se afirma en su propósito, y a modo de justificación añade: No hay otro mayor descanso en esta vida sin sosiego, que vivir en grandes peligros de muerte, tomados todos inmediatamente por sólo amor y servicio de Dios nuestro Señor y acrecentamiento de nuestra santa fe; y con estos trabajos descansa hombre más que viviendo fuera de ellos.


A veces compara los gozos inherentes a la evangelización con las mezquinas satisfacciones que le procuró su antigua codicia de emolumentos y prebendas, y considera muy desgraciados a los que se han quedado entrampados en esos propósitos.


Calidad de vida, dicen los médicos, y la miden con parámetros hemodinámicos, de capacidad sensorial y de autonomía motriz. Calidad de vida, verdadera calidad de vida es lo que Javier experimenta con esta oración: ¡Oh Señor!, no me deis muchas consolaciones en esta vida; o ya que me las dais por vuestra bondad infinita y misericordia, llevadme a vuestra santa gloria, pues es tanta pena vivir sin veros, después que tanto os comunicáis interiormente a las criaturas.


He aquí encarnada la paradoja del Cristo sonriente de Javier en la sonrisa de Javier. Es una alegría pascual. Esto es, una alegría que brota de una existencia plenamente oblativa. Es la plenitud que experimenta el que siente que otros cobran más vida a costa de la propia. El despojo total del seguidor, no lleva a la ruina. El fracaso es transitorio. Conduce a la plenitud de una modo de existencia que sólo se alcanza por ese camino, y finalmente se instaura como comunión de amor permanente en el que hace suyo el programa de su Señor.


Con el tiempo reventó en la existencia de Francisco el significado más profundo de aquella catequesis que él recibió a temprana edad as los pies del Cristo sonriente, faro de su castillo natal. Le invadió incontenible el eco de aquella sonrisa porque se revistió con la librea de su Señor pobre y humillado. Se verificó con singular fuerza la promesa muda de aquella efigie, cuyo significado apenas pudo entrever en su mocedad.


He evocado al comienzo los amaneceres en Javier. Amanecer verdadero de este lar fue la misteriosa aparición de la imagen veneranda. Amanecer fue para Francisco abrirse a la vida bajo el signo de la verdadera alegría en ella representada. Prenda de la gracia de un Cristo tan amigo y compañero que se le hizo, volcando en su ardiente corazón la dicha incomparable y transitiva de su amor.


Javier moría en una playa lejanísima. El shock séptico le había sumido en una febril semiinconsciencia. Pero no desvariaba. Clavados los ojos en su Cristico musitaba la última invocación del pobre: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. En la lontananza el inmenso continente chino, que él ya no pudo hollar, pero sí más tarde los de su queridísima Compañía. Agotado, consumido, solitario, a sus 46 años y ocho meses se cierran sus ojos a la luz incierta de este mundo. Le sonrie el Señor de la vida y de la muerte, el único Señor del universo y de la historia.


El imprevisto final trunca su último proyecto apostólico. Sólo en el misterio de Cristo se encuentra la consumación total. En toda vida humana, incluso en la de ese campeón que fue Francisco de Javier, la muerte tiene siempre el sabor de lo incompleto. Precisamente porque sólo nuestro descanso final en el que ha vencido a la muerte puede llevar a cumplimiento la pobre obra de nuestras manos.


Según testimonios atendibles de la familia, su tránsito es simultáneo a la observación de un extraño sudor en la imagen del Cristo de Javier. Lo cita Moret en 1586, y el primer biógrafo del Santo, Orazio Tursellini en 1596. Postrera sonrisa del Cristo a Francisco, y para su familia señal de victoria más que de luto.. Desde aquella hora la sonrisa del Cristo de Javier es signo del amanecer de Francisco a la Jerusalén celeste, donde ya no habrá muerte, ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.


Para los que aún peregrinamos en este valle de luces y sombras es invitación a embocar la senda que lleva a la verdadera alegría. La vida que nos hace posible la victoria pascual de Jesucristo nuestro Señor. A él gloria y alabanza por los siglos.

 

 




1 Vida Religiosa 1 (101) ( 2006) 48-51.

2 CIVCSVA—PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL CON LOS EMIGRANTES. Carta a todos los consagrados y consagradas del mundo. 25.03.1987. Cf. Informationes SCRIS, 1989, 174-184.

3 Cf. AAS XCVI (2004) 762-822.


4 Cooperador Paulino 132 (2006) 18-22.

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