DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio


DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio






Inspectoría Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 24 de enero de 2006 nº 50













Aunque a veces pueda ser verdad aquello de que el futuro no es como lo imaginábamos, sino como nos lo temíamos, en medio de las idas y venidas diarias, nuestro cristianismo no espera en serio al Hijo, y el mundo no espera a menudo más que el próximo puente festivo. Se podía leer en el metro de París, y decía eso mismo, “en un mundo tan absurdo, lo único verdaderamente importante consiste en pensar dónde pasaremos las próximas vacaciones”. En medio de la insoportable levedad del mundo, rememorando a Milan Kundera, y con todas las condiciones propias de una sociedad neoliberalmente gestionada, el anuncio del Evangelio, la Buena Nueva del Reino de Dios, el anuncio significativo de la persona, la vida y las palabras de Jesús, el Cristo, las bienaventuranzas, constituyen un anacronismo cultural. Y, sin embargo, para nosotros sigue siendo el meollo de la misión evangelizadora. Sigamos apostando por el futuro y hagámoslo con humor, y con buenas dosis de amor. Por los jóvenes.
























ÍNDICE



  1. Retiro ………………………….3-8

  2. Formación…………………...9-21

  3. Comunicación.……..........22-23

  4. El anaquel…………….......24-52




Revista fundada en el 2000


Edita y dirige:

Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"

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Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254

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Maqueta y coordina: José Luis Guzón.

Redacción: Segundo Cousido y Mateo González

Depósito Legal: LE 1436-2002

ISSN 1695-3681


RETIRO






Comunicación y misión salesiana

Josep Lluís Burguera


Estamos en tiempos en los que hace falta obrar. El mundo se ha hecho material, por eso hace falta trabajar para dar a conocer el bien que se hace. Si uno hace incluso milagros rezando día y noche y quedándose en su celda, el mundo no presta atención y no cree más. El mundo tiene necesidad de ver y tocar”1.


De poco serviría una santidad que no es testimoniada, visible y legible. Sería poco menos que inútil una vida consagrada salesiana que no lograra ser comunicada y propuesta a otros. Incluso el encuentro con el Cristo de Don Bosco resultaría irrelevante si esta experiencia no fuera conocida, no se hiciera pública”2.


Nuestros documentos fundamentales son claros: “La Comunicación Social es un camino privilegiado para nuestra misión de educadores de la fe en los ambientes populares”3.


Pero sembremos algunas dudas:


  • ¿Es posible comunicar en esta Babel de hoy, selva espesa de palabras, de imágenes audiovisuales sobreabundantes y de informaciones inmediatas y atosigantes?

  • ¿Cómo encontrar en esta Babel de hoy una comunicación viva, auténtica, en la que las palabras, los gestos y los signos transiten por los caminos justos, sean recogidos y captados con resonancia y simpatía?4

  • ¿Cómo comunicar con autenticidad y eficacia en la relación interpersonal, en la comunidad salesiana, en la Iglesia, en la sociedad, con nuestros destinatarios y con el mundo de los mass media sin ser ahogados por ríos de palabras y mares de imágenes?

CONTEMPLEMOS Mc. 7, 31 – 37: episodio de la curación del sordomudo5.

Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis.


Le presentan (a Jesús) un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él.

Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: “Effatà”, que quiere decir: “¡Ábrete!”

Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente.

Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.”


Comentemos este texto brevemente siguiendo al Cardenal Martini: Jesús vuelve del extranjero, está ahora en Galilea.


  • Descripción del sordomudo: es un pobre hombre que no puede comunicarse nada bien. No oye, se expresa con ruidos guturales no comprensibles. Tanto es así que los otros son quienes lo presentan al Señor.

  • Jesús se encuentra con él. No obra el milagro de repente ni en público. No busca prodigios, le preocupa mucho más que el sordomudo le capte en su interés y en su afecto, en su deseo de cuidarlo. Por eso se lo lleva aparte. Allá, con signos hasta chocantes y bien concretos, le indica lo que quiere hacer. Y es tal vez significativo que Jesús comienza sanando los oídos, la escucha.

  • El Señor mira hacia el cielo y dice “Effatà”, o sea, “¡Ábrete!”

  • Consecuencias: Marcos nos habla de apertura y soltura para una corrección expresiva. Es una nueva capacidad que se vuelve contagiosa y comunicativa.

En este hombre incapacitado para comunicarse y luego relanzado por Jesús hacia una comunicación auténtica, podemos nosotros leer la parábola de nuestro fatigoso comunicar interpersonal, eclesial y social.


Es bueno situarse mental y afectivamente en el papel del sordomudo a fin de:


  1. darnos cuenta de nuestras propias dificultades comunicativas:

    • Dentro de nosotros mismos:

      • La fatiga de vivir nuestra propia interioridad.

      • El choque entre deseos y acciones.

      • La diferencia entre sueños y realidad.

      • El conflicto entre malhumores y desahogos.

    • En las familias:

      • El drama de las rupturas.

      • La conflictividad establecida.

      • Los bloqueos comunicativos.

    • En las comunidades:

      • Los silencios, mutismos y enquistamientos.

      • La recurrencia a los lugares comunes en las conversaciones de mesa.

      • La crítica y la murmuración.

    • En la Iglesia:

      • La dificultad de poder expresar la crítica constructiva.

      • Las críticas entre grupos o movimientos.

    • En la sociedad:

      • Conflicto permanente entre grupos de interés.

      • En los MCS:

        • No aparecen tanto como unos elementos de cohesión social, sino más bien, como una caja de resonancia y amplificación de todos los conflictos, incluso de los interpersonales: se suscitan emociones fuertes, se vende la información como un producto, se produce una inflación de sentimientos y la espectacularización de la realidad.

  1. Dejarnos tocar y sanar por Jesús:

    • Toda la vida de Jesucristo se puede entender como un supremo acto de comunicación: el momento más profundo del diálogo de Dios con la humanidad.

    • Si la persona misma de Jesucristo es comunicación, ésta se concreta en momentos especialmente densos, tales como: sus milagros, sus palabras cuando desenmascaran hipocresías y bloqueos comunicativos, sus parábolas y gestos fuertes en los que expresa su relación con el Padre y su voluntad de estar con la gente sencilla, y otros modos de actuar verbales y no verbales.

  2. Reabrir nuestros canales comunicativos a todos los niveles:

    • La auto comunicación divina llevada a cabo en Jesús, funda en quien la acoge, la exigencia de comunicar gratuitamente a los otros (compañeros, jóvenes, clases populares) cuanto nos ha sido gratuitamente anunciado. Aquí entra de lleno nuestra misión salesiana, nuestra entera acción pastoral, nuestra entera acción pastoral (“Studia di farti amare”, como pedía Don Bosco a sus salesianos), acción que se mueve hoy, como ha escrito don Pascual Chávez en su carta sobre la CS, dentro de la cultura mediática, que tiene su lógica, sus potencialidades, sus áreas de luz y de sombra.

    • Podemos además, transmitir gran cantidad de conocimientos e informaciones a través de las técnicas de comunicación más modernos, pero comunicamos, sobre todo, con lo que somos.

    • Podemos ser expertos en técnicas comunicativas y, sin embargo, estar comunicando al mismo tiempo nuestra mediocridad y mezquindad o nuestra coherencia y honradez.



¿Qué estamos, pues, comunicando como personas, como salesianos, como comunidad, como Congregación?:



    • ¿La opción radical por Dios y por Jesucristo?

    • ¿La fraternidad de la vida comunitaria?

    • ¿La opción privilegiada por los jóvenes pobres y abandonados?

    • ¿El sentido de la vida y la esperanza?

    • ¿La entrega incondicional y gratuita?



Comunicación y misión: no es una cuestión sólo de medios o de estrategias, ni de técnicas de comunicación interpersonal o social, si siquiera de los necesarios lenguajes –también mediáticos- que la expresan. Es una cuestión, sobre todo, de autenticidad irradiada, porque nuestra comunicación reflejará, a la postre, lo que somos6.


Jesús, modelo supremo de comunicador, y Juan Bosco, admirable comunicador él también, sean para cada uno de nosotros, referencias incuestionables que nos vayan marcando el camino seguro de nuestra comunicación salesiana, en el que se nos enseña que no basta con hacer el bien sino que éste debe ser conocido. Y, por lo tanto, no basta con amar, sino que los demás deben sentir que son amados.


Éste es el núcleo fundamental del lenguaje salesiano de la comunicación. Aquí se encuentra, además, el reto de nuestra misión.



SUGERENCIAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL O COMUNITARIA



  1. ¿Qué signos de bloqueo de la comunicación descubro en mí o en mi comunidad? Por ejemplo: insensibilidad, frecuentes malhumores, disgusto sistemático con algunas relaciones, incapacidad de amistades duraderas, etc.

  2. ¿Con qué nota calificaría nuestra comunicación comunitaria?: Óptima – Buena – Aceptable – Mediocre – Mala.

  3. ¿Qué puedo hacer aquí y ahora para mejorar esta comunicación?

  4. ¿Rezo al Señor para que se me comunique y, estando en sintonía con Él, sane mis relaciones humanas?

  5. ¿Tengo deseos de acoger el don de la comunicación divina a través de los múltiples modos en que ésta se me ofrece?

  6. ¿Salgo al encuentro de los jóvenes y de otros destinatarios con voluntad de presencia, con autenticidad de miras, con lenguajes comprensibles y útiles para ellos?

  7. ¿Utilizo los medios de comunicación con madurez y moderación y también como instrumentos de educación?









FORMACIÓN





Apasionados por Dios y por su mundo7
Encuentro con el corazón del profetismo
DOLORES ALEIXANDRE, RSJ

Cuenta una narración judía que Ba’al Sem Tov, el Maestro del Santo Nombre, promovió en el s. XVIII, en la comunidad judía del Este europeo, un fuerte movimiento de espiritualidad: el hasidismo que tenía como objetivo promover la vivencia interior de las enseñanzas espirituales de su tradición. Se le recuerda como un hombre que vivió una intensa comunión con Dios; la oración era la fuente de su fe, así como un sentido profundo de la presencia de Dios. Cuando murió, su hijo, Rabbi Hersh le sucedió al frente del movimiento hasídico: era un muchacho tímido, encogido y que no se hacía respetar. Por fin se decidió a preguntar a su padre muerto y tuvo un sueño en el que le preguntó: ¿Cómo tengo que servir a Dios? El Ba’al Sem escaló una montaña y desde su cima se lanzó hacia el abismo: -“Así”, respondió a su hijo. Luego se le apareció como una montaña de fuego que estallaba en mil centellas ardientes y le dijo: -“Y también así”.


Y es que la relación con Dios se parece más a un incendio en el que uno se prende que a un enunciado de creencias con el que a veces confundimos la fe. “La fe nace del fuego, decía A. Heschel, de una llama que consume las escorias de la mente y del alma; pero corre el riesgo de vivirse como una creencia, al margen del fuego”.


Profetas apasionados por Dios


Conscientes de que el incendio procede de Él


Lo atestigua el relato de vocación de Isaías:


“El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado sobre su trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y vi serafines en pie junto a él, cada uno con seis alas: con dos alas se cubrían el rostro, con dos alas se cubrían el cuerpo, con dos se cernían. Y se gritaban uno a otro diciendo: ¡Santo, santo, santo el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria! Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo. Yo dije:


“Ay de mí, estoy perdido!

Yo, hombre de labios impuros,

que habito en medio de un pueblo de labios impuros,

he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos”.


Y voló hacia mí uno de los serafines con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:


“Mira: esto ha tocado tus labios,

ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado” (Is 6)


La relación de los profetas con Dios no fue el resultado de una búsqueda teórica, de un tantear en la oscuridad de las alternativas: Dios les “quemaba” y era para ellos irresistiblemente real y presente. Vivían como testigos, impresionados por las palabras de Dios, más bien que como exploradores comprometidos en un esfuerzo para averiguar su naturaleza.


Sus modos de hablar no aludían a conceptos atemporales desprendidos del ser de Dios: revelaron actitudes
de Dios y no conceptos sobre Dios. No trataron de ofrecer pruebas de su existencia: fueron sus testigos. Para ellos lo que importaba no era pensar a Dios sino procurar estar presentes a El. No trataron nunca de definirle sino de invocarle, porque Dios no es un concepto, sino un Nombre.


La fe de los profetas no significa una doctrina concebida o aprendida por ellos. Se refiere a ese Dios con quien ellos vivieron íntimamente comprometidos, en un compromiso que abarcó su vida entera y que trascendió al dominio del pensamiento.


Vivieron en su carne lo que dirá después Maimónides: “Es algo sabido y evidente que el amor de Dios no puede tener raíces profundas en el corazón humano si no le ocupa constantemente la mente, de tal manera que nada en el mundo le importe más que ese amor”.


¿Cómo “reincendiar” nuestra vida religiosa para que no se convierta en una tibia costumbre y en una aburrida repetición de viejos saberes y decires?



Conducidos de la resistencia al consentimiento


La historia de los profetas (como la nuestra...) podría ser descrita como un arco que une dos extremos: el del NO y el del AMEN. Su trayectoria humana y espiritual está marcada por ambas posturas. Esta trayectoria resulta muy clara en Jeremías. En un momento especialmente conflictivo de su vida, el profeta se atrevió a reprochar a Dios su conducta hacia él:


Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir;

me forzaste, me violaste... (20,7)


El verbo elegido es terrible porque evocaba en la tradición de Israel la acción de seducir a una muchacha virgen engañándola e incluyendo un componente de violencia (Cf. Ex 22,15). Siguiendo la vieja tradición de Israel de una total carencia de “autocensura” a la hora de hablar con Dios (no hay más que recordar a Job o a Qohélet...), Jeremías no duda en enfrentarse con El, entrar en clara confrontación con sus planes, hablar de El con imágenes que hoy consideraríamos casi blasfemas al llamarle
“arroyo engañoso” (15,18), forastero en el país, hombre aturdido, soldado incapaz de vencer.. .(14,8-9).


Le acusa de no cumplir sus promesas, de comportar- se con ambigüedad, de ser enemigo de inocentes. Le increpa:
acuérdate de mi, ocúpate de mi muestra mi inocencia, castiga a mis enemigos... Le pregunta incansablemente por qué y hasta cuándo, usa infinitas veces el término hebreo herpah: ignominia, vergüenza, deshonor, oprobio, mutilación; emplea también con frecuencia la interjección ‘oy que evoca una amenaza de castigo y expresa la rebeldía de alguien que se revuelve con angustia.


Pero, a pesar de sus protestas, la desesperanza no fue la última palabra de Jeremías: un Dios silencioso y enigmático le condujo a través de “cañadas oscuras” a la tierra de la fidelidad, de la obediencia y del AMEN. A partir de un determinado momento, da la sensación de que Jeremías deja de rebelarse y de hacer reproches a Dios y son entonces su vida misma y su fidelidad a la misión que le había sido confiada las que se convierten en su forma de respuesta.
Como alguien que, después de preguntar tantas veces a Dios ¿de qué parte estás?, hubiera escuchado una vez más la respuesta recibida en el momento de su vocación, aunque ahora en medio de la noche:
Contigo (cf 1,8.19).


Pasión por el mundo de Dios


Capaces de contemplar la realidad con su mirada


El Señor me dirigió la palabra:

-Qué ves, Jeremías?

Respondí:
-Veo una rama de almendro.

Me dijo:

-Bien visto! Que alerta estoy yo para cumplir mi palabra (1,11-15).


El profeta oye para ver, para mirar el mundo como objeto de la solicitud de Dios. Es convocado por Él para mirar más allá de sí mismo y sorprenderse y maravillarse como en la primera mañana de la creación. El Señor pone ajeremías ante algo banal, algo que todo el mundo puede ver, pero allí donde los demás no ven mas que una rama florecida, el profeta aprende a escuchar una palabra:


Alerta estoy yo para cumplir mi palabra.


Pero, en medio de la situación de caos, es capaz también de descubrir la presencia fiel de Dios incluso en medio de la banalidad de la vida cotidiana:


Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte del Señor:


Levántate y baja a casa del alfarero que allí te haré oír mis palabras (18,1)


No es, por tanto, en la sola interioridad donde Dios le llama a escuchar la palabra, sino en los lugares en apariencia intrascendentes de la vida humana.



Contagiados por los sentimientos de Dios


Este sería el principal rasgo profético según el judío Abraham Heschel: el Profeta es alguien que llega a vivir en solidaridad emocional con Dios, en símpatía profunda con los sentimientos divinos. Por eso su lenguaje es predominantemente afectivo: decepción, dolor, aflicción, llanto, reproches, quejas, preguntas...


Mi pueblo me ha olvidado... (18,15; 23,27).


Me han abandonado (2,13).


Se deshacen mis ojos en lágrimas día y noche, dejad que no cesen
pues mi pueblo amado está quebrantado por una gran herida (14,16).


Me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se cavaron aljibes, aljibes agrietados
que no retienen el agua. (2,12-13).


¿Quién se apiada de ti, Jerusalén, quién te compadece?


¿Quién da un rodeo para preguntar cómo estás? Tú me rechazaste, te echaste atrás -oráculo el Señor. (15,5).


He abandonado mi casa y desechado mi heredad, he entregado al amor de mi alma en manos enemigas (12,7).


Jeremías siente en su interior esa misma pasión:


¡Ay mis entrañas, mis entrañas!

Me tiemblan las paredes del pecho,

tengo el pecho turbado y no puedo callar (4,19)



El pesar me abruma, mi corazón desfallece, al oír desde lejos el grito de auxilio de la capital (8,18).


Reboso de la ira del Señor y no puedo contenerla, se me derrama en la calle... (6,10).


¡Quién diera agua a mi cabeza

y a mis ojos una fuente de lágrimas,

para llorar día y noche a los muertos de la capital! (8,23).


Los profetas descubren en el corazón de Dios la misma condición del corazón humano: el dolor. Un dolor que es distinto de su amor y que refleja su amor hacia todos los que se revuelven contra El. Se trata de un amor absolutamente afirmativo, capaz de derramarse gratuitamente sobre los que le han rechazado, de envolverlos y, por decirlo así “capturarlos”. Estamos ante una “teología patética”: Dios se muestra íntimamente solidario del destino de su pueblo:


¡Si es mi hijo querido Efraín, mi niño, mi encanto! Cada vez que le reprendo me acuerdo de ello, se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión (31,20)


Existe una palabra que aplicamos a las personas que nos caen bien:
simpatía. Muchas veces no pasamos de una apreciación superficial: nos cae simpática la gente agradable, amable, sonriente. Pero la simpatía tiene un contenido muy denso: viene de la palabra griega pathos que evoca todo el mundo de los sentimientos humanos, de eso que llamamos “corazón” o “entrañas” y que encierra nuestras emociones más hondas: alegría, dolor, cólera, ternura, esperanza... La simpatía entonces sería la cualidad que hace que alguien sienta la realidad como la sentimos nosotros, participe de nuestros criterios, actitudes y sentires.


Los profetas son los hombres de la
simpatía. Experimentaron un contagio misterioso del pathos de Dios, vivieron una especie de emparentamiento íntimo con él que les reveló que Dios no está lejano ni indiferente a su mundo: es el comprometido, el cercano, el preocupado. Dios jamás es neutral, nunca está más allá del bien o del mal, siempre es parcial para la justicia. No es un espectador de la historia, sino un participante. Los profetas anuncian un hecho asombroso para nuestras imágenes tan deterioradas de la divinidad: al Creador del cielo y de la tierra le importa cómo se comporta un oscuro individuo con los pobres, los huérfanos y las viudas. A Dios se le inclina el corazón hacia el sufrimiento de sus hijos, los lleva en la niña de sus ojos y contagia su manera de mirar a algunos hombres a quienes la Biblia llama “Profetas”.


Amós fue uno de esos hombres. En el Israel del siglo VIII a.J. venía de un oficio tranquilo y simple: cuidaba ganado y cultivaba higueras. Su vida podía haber transcurrido pacífica y sin problemas. Es verdad que le había tocado vivir un momento difícil de su pueblo: el reino se había dividido hacía ya mucho tiempo. En el norte, cuya capital era Samaria, se vivía bien. O, mejor dicho, algunos vivían muy bien porque otros vivían muy mal. La prosperidad había desatado la ambición de los poderosos que aumentaban sin cesar sus posesiones y riquezas a costa de los pequeños propietarios que se iban empobreciendo y llegaban a tener que venderse como esclavos.


Amós iba con frecuencia a la corte real de Samaria para tratar negocios, pero no fue capaz de mirarla con su mirada de comerciante o de turista. No sintió admiración por su riqueza o su lujo, sus espléndidos palacios construidos con magníficos sillares. Amós no ve una ciudad próspera y en paz, no se deja deslumbrar por la magnificencia de sus construcciones ni por el confort de sus costumbres. Por detrás de todo eso, contempla la realidad: todo está podrido. Los comerciantes engañan a la gente y cobran precios exorbitantes; los ricos abusan de los pobres y llegan a tener varias casas decoradas de madera preciosa, mientras que los pobres carecen de cobijo. Las damas de Samaria pasan las horas tumbadas en divanes y cojines de seda. Sólo piensan en comer y beber.


La voz de Amós se dejó oír entonces, en medio de aquella situación, como el restallar de un látigo: se hizo presente abiertamente en las plazas públicas, en las romerías que congregaban al pueblo en los santuarios. Era un mensaje acuciante, violento, provocador, de una fuerza desconocida hasta entonces. Sacudía las conciencias, desestabilizaba lo que parecía inmutable, pronunciaba en alto lo que muchos no se atrevían a decir, llamaba por su nombre a situaciones que los intereses de grupo procuraban disimular.


El verdadero secreto de la predicación de Amós no es la contemplación de la realidad injusta que le conmovió y le hizo clamar. Era la comunicación de la pasión de Dios por su mundo, eran los sentimientos del mismo Dios, su justicia arrolladora, su interés por los más débiles y oprimidos de sus hijos. De ahí sacaba Amós la fuerza liberadora de su denuncia, la indignación de su voz y la libertad en sus enfrentamientos.


Podríamos preguntarnos dónde están para nosotros las fuentes de nuestra “solidaridad emocional” con Dios y de nuestra libertad...



Portadores de palabras dirigidas al corazón

Los profetas de Israel recurren con frecuencia a imágenes expresivas y audaces para comunicar su experiencia de Dios: es un león que “ruge desde Sión” (Am 1,2) o “un pastor que lleva en brazos a los corderos” (Is 40,11); es un “manantial de agua viva” (Jer 2, 13) o “un arroyo de aguas engañosas” (Jer 15,18); es alguien que seduce y viola (Jer 20,7) o “un forastero, un caminante que se desvía, un hombre aturdido, un soldado incapaz de vencer” (Jer 14,6-7); es “el que creó los confines del orbe” (Is 40,28) y el que ha cargado con Israel “desde el vientre materno” y lo ha llevado “desde las entrañas” (Is 46,4).


Todas las imágenes que usan son, necesariamente, antropomórficas, sacadas de la realidad de las relaciones humanas o del mundo material en el que vive el profeta. Todas ellas están de alguna manera “inculturadas” en el medio israelita.


Pero, entre todos es Oseas el profeta en quien esa “inculturación” resulta más atrevida, más arriesgada, y las imágenes que emplea podríamos decir que rozan las fronteras de lo herético.


Oseas comienza su actividad profétíca en los últimos años, relativamente prósperos, deJeroboam II (782-753). La etapa siguiente estará marcada por el signo de la decadencia, las revueltas y conspiraciones palaciegas, los asesinatos de reyes, la amenaza de Asiria.


Proliferaba un culto sincretista que veneraba indistintamente a Yahvé y a Baal, el dios cananeo de la fertilidad, de la lluvia y de las estaciones a quien se atribuía la fecundidad de la tierra. Yahvé seguía siendo el Dios del pueblo pero quien satisfacía las necesidades primarias era Baal.


Los cultos orgiásticos y la práctica de la prostitución sagrada eran habituales en los santuarios del reino del Norte.


El becerro instalado por Jeroboam I en Betel en el momento de la separación de los dos reinos, aunque en su origen no tuvo una intención idolátrica, llegó a ser después la causa de grandes equívocos ya que el pueblo identificaba a Yahvé con el toro, cayendo en un tipo de religión naturista.


Oseas denunciará esta idolatría que, para él, tiene también otra vertiente: la política. En una época de grandes convulsiones, cuando está en juego la subsistencia del país, Israel sucumbe a la tentación de aliarse con potencias extranjeras (Egipto, Asiria...) que se convierten para él en dioses a quienes confía su salvación.


La reacción de Oseas es virulenta. Con un apasionamiento que marca toda su predicación, arremete contra todo lo que se interpone entre Dios y su pueblo. Pero, a diferencia de Elías, que había acentuado radicalmente la separación entre Yahvé y los baales, o de los rekabitas, un grupo que se negaba, de generación en generación, a aceptar la vida sedentaria en la que veían la razón del pecado de Israel y vivían de una forma parecida al tiempo del desierto (cf Jer 35), Oseas baja a la arena del baalismo, se acerca a los temas, imágenes y costumbres de su pueblo y precisamente ahí encuentra la fuente de su lenguaje.


Sus imágenes son atrevidas, fuertes, estridentes a veces, y su experiencia de fracaso matrimonial le lleva a inaugurar la serie de gestos simbólicos que serán tan frecuentes posteriormente en el profetismo y en los que se dará un mayor o menor grado de implicación personal: el celibato de Jeremías (Jer 16,1-4) comprometió su vida en niveles mucho más profundos que la ruptura del jarro de loza (Jer 19,1-15). El matrimonio de Oseas con una “mujer de la prostitución” (Os 1,2) le afectará en lo más íntimo y personal de su existencia. Este hecho insólito y escandaloso sirvió de símbolo a una situación anómala: el acercamiento de Israel a las divinidades cananeas “porque el país se prostituye completamente, alejándose de Yahvé” (Os 1,2).


La correspondencia de términos es perfecta: de la misma manera que Dios está unido por la alianza a Israel, pueblo apóstata e infiel, el profeta asimilado a Dios, se une en matrimonio con una mujer israelita adepta al culto de Baal.


El capítulo 2,4-25 , con el apasionamiento amoroso de su lenguaje, la violencia y el erotismo de sus referencias sexuales, la “incoherencia” de su estructura, los cambios de persona, las “tácticas” empleadas por el marido celoso, refleja magistralmente la participación del Profeta en el
pathos de Dios.


- Padre/Madre-hijo (Os 11)


“Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? ¿Voy a dejarte como a Admá y hacerte semejante a Seboyim? Mi corazón se me revuelve dentro a la vez que mis entrañas se estremecen...” (11,8).


El verbo elegido,
HPK (revolverse, estremecerse...) en relación con LEB (corazón), designa un movimiento particularmente violento (es el mismo que designa en Gen 19,25 a el “vuelco de situación” de Sodoma y Gomorra) y parece atraído por la evocación de Admá y Seboyim. La diferencia está en que en Génesis son las dos ciudades las que sufren el cambio violento de situación, mientras que en Oseas es el corazón de Dios el que “da un vuelco”.


- Lluvia


“Esforcémonos por conocer al Señor: si madrugamos le encontraremos; vendrá a nosotros como la lluvia, como aguacero que empapa la tierra” (6,3).


La lluvia era el gran don de los Baales. Oseas usa con osadía elementos característicos del pensamiento y del culto cananeo y los “re-convierte” hacia el yahvismo con una flexibilidad asombrosa para adoptar manifestaciones culturales a la hora de expresar su vivencia religiosa. El que el Señor venga “como la lluvia” muestra, por un lado, su crítica de la situación de sincretismo reinante y de su intento de cosificar a Dios e identificarle con sus dones pero nos hace ver, por otro, el peligro que corría su propio lenguaje de ser mal interpretado.


Rocío


“Seré rocío para Israel...” (14,6)


En 13,3 esta imagen se adjudica a Israel y es usada subrayando lo efímero de su duración, como es efímera la conversión de aquél. Aquí el contexto es diferente ya que el capítulo 14 es un oráculo de salvación y afirmar que el Señor será como el rocío es una promesa de fertilidad gratuita.


Ciprés


“Yo soy ciprés siempre verde: de mi proceden tus frutos” (14,9).


Es la única vez en que la Biblia emplea el símbolo del árbol para hablar de Dios. Algunos exegetas han leído: “Yo soy tu Anat y tu Asherah” que expresa de nuevo el intento
de Oseas de “inculturar” el lenguaje sobre Dios en los mitos cananeos.


Unos versos antes leemos: “volverán a morar a su sombra...”(14,8) y algunos ponen esta expresión en paralelo con la de Cant 2,3: “a su sombra quisiera sentarme”.


Otras imágenes están sacadas del mundo animal y en ellas Dios aparece como un cazador de pájaros (7,12), polilla o carcoma (5,12), una pantera, una osa a quien le quitan los cachorros (13,7-8).


¿Seguimos utilizando un lenguaje estereotipado y sacral o estamos en contacto con el de la gente, que sigue estando ávida de escuchar el Evangelio en el “dialecto de Galilea”, es decir en la sencillez de palabras humanas que llegan al corazón?



Poseedores de una indestructible esperanza


Unas breves indicaciones para situar este libro profético: el año 587 a.C. Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadió Palestina y la arrasó casi totalmente. Destruyó Jerusalén y el Templo y se llevó cautivos a los dirigentes de la ciudad. En el país no quedó sino la gente más miserable mientras que la parte más significativa del pueblo tuvo que aprender a vivir la dureza del destierro. El desánimo y la falta de esperanza pesan sobre la comunidad judía “junto a los canales de Babilonia” (Sal 137).


En contraste con este género de lamentación desolada, se levanta, imprevisiblemente, una voz esperanzada y esperanzadora:


“Consolad, consolad a mi pueblo,

dice nuestro Dios.

Hablad al corazón de Jerusalén

y decidle ...“ (Is 40,1).


Todo el mensaje que ese profeta anónimo va a dirigir a su pueblo es como un torrente de dinamismo y de ánimo que intenta anegar su pesimismo y su abatimiento. ¿Había motivos para ello? Hacia 555, el persa Ciro había empezado a subir en el horizonte político pero en la comunidad de los desterrados nadie parecía prestar atención a este hecho. Hacía falta que la mirada y la voz de un profeta se adelantara a los acontecimientos y supiera leerlos e interpretarlos desde el proyecto de Dios. Pero no se 11- mita a hacerlo: toda su capacidad expresiva se pone al servicio de la transmisión de su mensaje de esperanza. La fuerza evocadora de la imaginación profética, el apasionamiento de su lenguaje, sacuden a Israel de su desánimo y le señalan una dirección, arrastrándole a emprender un nuevo éxodo.


Es evidente que no se pueden hacer transposiciones fáciles y aplicarles a destajo las palabras proféticas: pero podemos releer esos quince capítulos llenos de inspiración profética y poética, y abrir oído de discípulos para ver si conseguimos aprender algo del secreto de su fuerza persuasiva y esta lectura se nos convierte en una fuente de recursos y, así de claro, de tácticas y estrategias. Nos anima en la empresa una afirmación que el profeta pone en boca de Dios:


“Yo te instruyo en lo que es provechoso

y te marco el camino por donde debes ir” (48,17).


Lo primero que llama la atención es que se atreve a decir en voz alta lo que el pueblo se está repitiendo a sí mismo:


“En vano me he cansado,

en viento y en nada he gastado mis fuerzas.. .“ (49,4).


Me ha abandonado el Señor,

mi dueño me ha olvidado...”(49,14)


Le presta imágenes en las que vea reflejada su situación, baja con él al fondo de su negrura, como si dijera: “que sí, que lo sé: te sientes a oscuras (50,10), tienes miedo (51,12), te has quedado solo (49,21), nadie te coge de la mano (51,18), te encuentras por los suelos y con una soga al cuello (52,2) y encima otros te están diciendo: “dóblate, que vamos a pasar sobre ti...”(5 1,23). Y no te creas que me engaño, ya sé que tienes la cabeza más dura que el bronce (48,4)”.


Pero cuando ya ha tocado fondo en el fango en que se siente hundido, la palabra profética se convierte en una mano fuerte que tira de él, le saca a espacio abierto, le hace pisar sobre la fuerza del Dios que lo sostiene como sobre la seguridad de una roca.


“No temas, siervo mío, Jacob, mi cariño, mi elegido” (44,2).


“En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado” (49,8).


“Tan corta es mi mano que no puede redimir?


¿O es que no tengo fuerza para librar?” (50,2) “Yo, yo soy vuestro consolador.


¿Quién eres tú para temer a un mortal” (5 1,12)


Imposible quedarse ovillado sobre si mismo o paralizado por las dificultades: la llamada de Dios irrumpe con un vigor imperativo que sacude, moviliza, empuja hacia delante, pone en pie, se revela más potente que cualquier abatimiento: “Espabílate, espabílate, ponte en pie, Jerusalén!” (51, 17).


Despierta, despierta, vístete de tu fuerza, Sión!”
(52,1).


“¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos!” (48,20).


“Fuera, fuera, salid de ahí!” (52,11).


“Alégrate, ensancha el espacio de tu tienda, no temas, ven a mí...” (54,1.2.4;55,1).


Si hay algo que caracteriza el lenguaje profético es su capacidad para ofrecer alternativas, para propiciar y evocar una conciencia y una percepción de la realidad “disidentes” de las del entorno cultural dominante.


El Segundo Isaías intenta dinamizar vigorosamente a un pueblo abatido. Y lo hace presentándole utópicamente un tiempo y unas situaciones distintas, hacia las que se puede empezar a caminar. Busca por todos los medios que al pueblo “le apetezca” el cambio que se le propone y por eso se lo describe con unas imágenes llenas de fuerza y de vigor sugerente:


“Consolad, consolad a mi pueblo,

dice vuestro Dios...

Mirad, el Señor llega con poder

y su brazo manda.

Mirad, viene con él su salario

y su recompensa le precede.

Como un pastor que apacienta el rebaño,

su brazo lo reúne,

toma en brazos los corderos

y hace recostar a las madres” (40,1.10-11).


“Los pobres y los indigentes buscan agua

y no la hay;

su lengua está reseca de sed.

Yo, el Señor, les responderé;

yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.

Alumbraré ríos en cumbres peladas,

en medio de las vaguadas, manantiales;

transformaré el desierto en estanque

y en yermo las fuentes de agua;

pondré en el desierto cedros y acacias,

y mirtos y olivos;

plantaré en la estepa cipreses y olmos

y alerces juntos.

Para que vean y conozcan, reflexionen

y aprendan de una vez

que la mano del Señor lo ha hecho,

que el Santo de Israel lo ha creado” (41,17-20).


“Te he constituido alianza del pueblo (...)

para decir a los cautivos: “Salid”;

a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”; aun por los caminos pastarán,

tendrán praderas en todas las dunas;

no pasarán hambre ni sed,

no les hará daño el bochorno ni el sol;

porque los conduce el Compasivo

y los guía a manantiales de agua...” (49,9-10).


“Saldréis con alegría, os llevarán seguros:

montes y colinas romperán a cantar ante vosotros

y aplaudirán los árboles silvestres” (5 5,12).


Pero su discurso no se pierde en el terreno de lo inalcanzable: constantemente está haciendo llamadas de atención a lo concreto, a los pequeños signos, a descubrir la novedad que ya está apuntando en el horizonte:


“No recordéis lo de antaño,

no penséis en lo antiguo;

mirad que yo realizo algo nuevo;

ya está brotando,

¿no lo notáis?” (43,19).


Una última característica del Segundo Isaías es el entusiasmo de sus himnos: es un libro en que la naturaleza celebra y acompaña cantando al pueblo que retorna a Sión. Ante la acción liberadora de Dios, el mar muje, el desierto se alegra, claman las cumbres de las montañas (42,10-13); los cielos alaban al Señor, las simas de la tierra le vitorean, los árboles silvestres aplauden (55,12), las montañas y el bosque estallan en aclamaciones (44,16), las ruinas de Jerusalén rompen a cantar a coro (52,9).


Un personaje, que puede ser el profeta mismo, recibe la orden de subirse a un monte elevado y, desde allí, alzar fuerte la voz anunciando a las ciudades dejudá: “Aquí está vuestro Dios” (40,9).


“jQué hermosos son sobre los montes

los pies del heraldo que anuncia la paz,

que trae la buena nueva,

que pregona la victoria!

Que dice a Sión: Tu Dios es Rey.


Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro,

porque ven cara a cara al Señor que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo,

rescata a Jerusalén;

el Señor desnuda su santo brazo

a la vista de todas la naciones

y verán los confines de la tierra

la victoria de nuestro Dios” (52,7-10).


¿No estamos convocados hoy en la vida religiosa a ser, en medio de un mundo desalentado, hombres y mujeres que sepan decir a los abatidos palabras de aliento?


Concluimos con un apotegma de los padres del desierto:

Decía una vez el abad Lot al abad José: “Padre, ayuno un poco. Oro y medito; trato de vivir en paz en lo que de mí depende; procuro purificar mis pensamientos. ¿Qué más puedo hacer?”


José se puso de pie y extendió sus manos hacia el cielo. Sus dedos se volvieron como diez llamas y dijo:
Si quieres, puedes ser todo fuego.




COMUNICACIÓN




El Evangelio en la red8


Renzo Gacomelli


Silvio Sassi opina que es necesario pasar de una demasiado centrada en los medios de
comunicación social tradicionales a una comunicación más «personal» y atenta a los nuevos medios.

¿Qué haría san Pablo si viviese en nuestros días? Fue la pregunta que se hizo el Papa el pasado 13 de mayo en el encuentro con el P. Silvio Sassi, nuevo Superior general de la Sociedad de san Pablo y los 65 miembros del Capítulo general reunido en Roma.


Y el Sumo Pontífice dio también la respuesta con una cita del beafo Santiago Alberione: hoy san Pablo «subiría a los púlpitos más altos y multiplicaría su palabra con los medios que nos ofrece el progreso actual: prensa, cine, radio, televisión, etc.».


Padre Sassi, el Papa os invitó a que realicéis «una profunda actualización» de la herencia del P. Santiago Alberione. ¿Cómo pensáis lograrlo?


—La invitación a actualizar la herencia de nuestro fundador está en la línea del lema de nuestro Capítulo general:
«Ser san Pablo vivo hoy. Una congregación que se lanza hacia delante». Esto quiere decir que no queremos vivir de recuerdos sino con proyectos. Significa que queremos afrontar los cambios operados en la Iglesia y en la sociedad.


Con qué proyectos deseáis afrontar los cambios?


—Deseamos potenciar las actividades que todavía funcionan bien y al mismo tiempo hacer crecer, tanto en ideas como en obras, nuestra dedicación a la nueva comunicación.


No podemos limitarnos a las actividades editoriales de libros y revistas porque la comunicación en red es una oportunidad providencial para el evangelio y para «hablar de todo cristianamente». Queremos abrirnos a las nuevas tecnologías sin descuidar las tradicionales.


Con internet, es decir, con la comunicación en red, ¿qué cambia en los medios de comunicación social?


—Cambia el contexto cultural. En el modelo tradicional de los medios de comunicación social quien envía el mensaje es en cierto modo el dueño del proceso comunicativo; y el usuario es quien recibe el mensaje de un modo normalmente pasivo; en la comunicación en red el usuario es protagonista porque puede escoger entre la variedad de mensajes y por lo tanto no existe comunicación sin su consentimiento.


Pero el pasar de un modelo a otro no es un acto completo sino que es una tendencia que se debe tener en cuenta.


—Qué significa para los Paulinos el nuevo modelo de comunicación?


Debemos preguntarnos cuál es nuestra mentalidad pastoral. Se trata de pasar de una pastoral que, desde un centro de comunicación usuarios, a una pastoral sabedora de que la comunicación se realiza siempre de persona a persona. En este nuevo contexto el criterio guía de la comunicación es la calidad de los temas que busca el interesado. En red no valen las recomendaciones ni los salvoconductos.


—¿En el sistema de la comunicación qué criterios éticos debemos seguir?


—El primer criterio es siempre la transparencia. Quien ve, lee o escucha un mensaje debe conocer el punto de vista desde el que se habla. El usuario debe saber en seguida en qué lado se encuentra. No existen medios neutros. En nuestro caso debe ser evidente que hablamos desde un punto de vista cristiano.


—¿Debería existir la transparencia también en tiempos de guerra?


—Durante los conflictos los medios de comunicación son «reclutados por los contendientes para crear opinión, despistar, favorecer los propios intereses y perjudicar al adversario. Somos conscientes que si usamos la información de este modo, estamos situados en el campo de batalla. Pero como en todas las guerras hay tácticas permitidas y tácticas ilícitas o poco nobles».


—El domingo 23 del pasado mes de mayo tuvimos la Jornada mundial de las comunicaciones sociales con el lema «los medios en la familia: un riesgo y una riqueza». Algunos opinan que más que una riqueza son un riesgo o un daño. ¿Estás de acuerdo?


—Los medios unas veces anticipan, otras reflejan los cambios sociales que se dan en la familia. Acusar a los medios de comunicación que atentan contra la familia es una afirmación demasiado fuerte. El uso de los medios en la familia no es un simple consumo. Es necesario un proceso educativo. Me atrevo a decir: cada familia tiene «su»comunicación.



El ANAQUEL






PARABOLA SÉPTIMA




Luis Lozano



JACOB, EL QUE ESCALÓ EL CIELO



Todo el día era un hervidero de actividad el cielo; el bienaventurado espacio celeste se poblaba de nuevos escogidos; eran nuevas estrellas cada una distinta en brillo.



LA VICTORIA ES DE NUESTRO DIOS


Se daba la bienvenida a los nuevos llegados cantando, de las tiendas de los justos subían cánticos de júbilo eterno.


Abrid las puertas de la justicia; los vencedores entrarán por ellas. .Esta es la puerta de Dios Padre


Así relataba Lucas, el cronista de la Asamblea, que anotaba las escenas más brillantes.


Alzaos , portones, alzad vuestros dinteles, que va a entrar el Rey de la gloria.


-¿ Quién es ese Rey de la gloria? gritaban los Ángeles Ostiarios.


- Es el Hijo de Dios, vencedor de la muerte; es el Cordero, el Fuerte, el Héroe, el Dios de los ejércitos.


Las puertas se alzaban y por sus dinteles entraba el Unigénito que llegaba vencedor seguido de una multitud incontable de justos


Y a toda trompetería, los coros angélicos proclamaban: Eres el más bello de los hijos de los hombres; en tus labios se derrama la gracia. Ceñida tienes la espada sobre el muslo, Tú que cabalgas sobre la verdad y la justicia. Hijos de reyes salen a tu encuentro y te ungen con mirra, áloe y casia. Tu trono subsistirá por siempre.


Y los escogidos eran conducidos al palacio de Dios con alegría y algazara. Y todos los pueblos aclamaban con alabanzas su trono sempiterno.


VEÍAN, POR FIN, EL ROSTRO DE DIOS



Allí entraban solo quienes desearon ver el rostro de Dios- todos los pueblos – Muchos morían del ansia de ver a Dios.


Dios Padre estaba desde siempre preocupado por darse a conocer a los hombres; estos seguían suspirando por ver su rostro. Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro. Esta era la oración cósmica de la Humanidad.


Vio Dios Padre que este era un asunto muy interesante y encargó al místico Juan de Yepes que explicara el itinerario de la búsqueda del rostro divino.


Se juntaron Teresa de Avila y Juan de la Cruz para preparar la exposición. Teresa llegó al paroxismo en ese ansia de ver a Dios y en palabras herméticas expresaba: Muero porque no muero; pues tan alta vida espero, que muero porque no muero…


El de la Cruz se pasaba, como la esposa del Cantar, buscando el rostro de Dios en noches claras y oscuras, por majadas, montes y collados; preguntaba a los guardianes del universo si lo vieran porque desfallecía de amores; a los pastores de gacelas y a los criadores de palomas, si tal vez por sus aires lo atisbaran.



EXPLICA FRAY LUIS LA CUESTIÓN


El Mudejarillo, como llamaban algunos a Juan, no entendía que fuera tan difícil ver el rostro de Dios; él, que solo con buscarle sabía que se lo hallaba. Así que llamó a su amigo Fray Luis que dijera algunas palabras sobre el tema.


No quiere el hombre un Dios sin rostro; no le ha gustado nunca un Dios sin nombre ni figura. El hombre aprende todas las cosas por los sentidos.

Sabe el hombre que Dios es Inefable, Inabarcable, Absoluto, Inescrutable, Omnipotente, Sempiterno…


Le asusta el Dios que lo sabe todo, lo vigila todo, pero no tiene rostro. Habla por los truenos y relámpagos; pero no tiene figura , no tiene nombre.



SUSTITUCIÓN DEL ROSTRO DE DIOS


Como Dios no mostraba su rostro, siguió Fray Luis, el creyente le pedía que se lo mostrara; entonces, el pagano buscó idealizarle y lo convirtió en ídolo.


Así nacieron Júpiter tonante, Apolo, Venus, Gea, Isis, Osiris, Horus, Mitra : así crearon los dioses serpiente, toro, sol…


Con ellos nacieron pitonisas, adivinos, videntes y falsos profetas. Crearon oráculos, interpretaron ánsares y ocas como emisores de palabras divinas.


Era un verdadero problema, anotó Dios Padre en este punto. Sé que era un riesgo pedir adoración en espíritu y verdad; pero me era imposible mostrarme. Cuando llegó el momento culminante, ya les enseñé la verdadera figura de Dios. Quien viera al Hijo, veía al Padre. Si les mostrara el rostro, se fabricarían piedras para adorarme. Me abrumaban con sacrificios de toros y corderos sin haber visto mi rostro; de tenerme en figura, sacrificarían a sus hijos. Bastaba con que guardaran el Arca de la Alianza, entraran en el Santuario y edificaran el templo para hacer del culto de Dios Vivo, el culto meticuloso al ídolo.


Los pueblos que tenían dioses de piedra, madera y barro se intercambiaban los dioses ; y no hay pueblo que cambie de dios.


Mi pueblo de Israel, seguía hablando el Padre, me rendía culto , pero guardaba debajo de los muebles, en los rincones de la casa y en el aparejo de los mulos, idolillos visibles; dioses sin voz, ni ojos, ni salvación. Servían a dioses desconocidos que no adoraron sus padres; les llevaban ofrendas en las colinas: tortas de uvas, panes de higos. Adoraban a Moloc, a Baal, a Dagón, y recordaban a los poderosos dioses de Egipto Isis, Osiris, Horus … Todos ellos mostraban su rostro terrible y poderoso. Pero eran dioses extraños para el pueblo de Israel.


Y el hombre inventó la magia, la palabra misteriosa, el santuario oráculo; seguía buscando el rostro de Dios.


El Dios que se definía Soy El Que Soy, no tenía nombre ni rostro. Pero Moisés, que más tarde hablaría con El cara a cara, lo adivinó en la zarza; - era fuego y era voz- y ejercitaba la magia con un bastón divino: provocaba plagas, destruía hogares, competía con los magos del Faraón.



NO SE PUEDE VER A DIOS Y SEGUIR VIVIENDO


Aquí intervino Teresa. No sé si fue una invención de los profetas, pero el creyente afirmaba que ver a Dios era morir. Tal vez , al comprobar que no podían mostrar el rostro de Dios, los profetas inventaron el mito.


Pero es la realidad que a Dios invisible solo se le puede ver cuando se vuelve a su casa. Por eso, cuando yo vislumbré en las bodas místicas, cuando me adentré en las moradas divinas, quedé transververada , en ansias de muerte para ver definitivamente a Dios, porque sabía que para verlo hay que morir físicamente. La corriente eléctrica quema todo menos el fuego. La visión de Dios abrasa todo lo material; por eso hay que morir para verlo. Yo moría en deseos de verlo; pero ya lo tenía dentro. Pues quien a Dios tiene, solo Dios basta. Nada turba a quien lo tiene..




VER A DIOS SIN MORIR


Dios Padre seguía hablando Fray Luis, muchos lo vieron sin morir. En realidad, era un modo de decir; como los humanos dicen: he visto la muerte cerca, he visto el cielo, el amor, veo hermosas cosas, veo lo que no puedo describir..


San Pedro que escuchaba con atención a Fray Luis, intervino para decir que en el Tabor vio la gloria de Dios, la transfiguración del Hijo del Hombre . Vimos a Dios, pero de tan extraordinario modo que resultaba inefable.. Esto es el Tabor. Abraham hablaba con frecuencia bajo la encina de Mambré y no murió de visión divina.


Moisés apuntó que vio con frecuencia a Dios y su visión le hacía esplendente de reflejos de fuego. Y él mismo y los setenta ancianos vieron en el Sinaí a Dios y no murieron.


Y Elías dijo que lo vio como un susurro..Pero todos coincidían en que era muy diferente la visión de entonces con la que disfrutaban ahora en el cielo.


Entonces era como ver en un espejo, como ver imágenes en sombra; ahora vemos a Dios cara a cara. Dios como el Amor no se dibuja ni se describe; el Amor se vive.


Teresa explicó que todos esos Patriarcas vieron a Dios como muchos místicos lo vieron ; esa visión mística no mata, sencillamente transforma y sella en divino amor.



JACOB BUSCA EL ROSTRO DE DIOS EN EL CIELO


El rostro de Dios para el creyente se hacía susurro, brisa, nube de día , fuego de noche; se hacía espíritu, hálito, voz, Palabra.


Con Jacob se hizo ángel; ángel humano u hombre ángel. Y luchó con él hasta el aurora, y quedó renco para toda la vida; y cambió el nombre en Israel porque luchó contra Dios y contra los hombres y venció.


El hombre, siguió diciendo Fray Luis sigue luchando con Dios y con los hombres por ver el rostro divino. Siguen buscándolo en las criaturas; lo buscan en su exterior; pero como dijo Agustín de Hipona, lo tienen dentro; tan dentro lo tienen los verdaderos buscadores de Dios, que se desnudan de sí mismos; no son ellos ya, es como si Dios habitara en ellos.


Esa es la unión mística, dijo Teresa de Jesús. Porque es verdad que a quien busca el rostro de Dios, El se lo muestra; no decepciona a quien lo busca.


Dios Padre que hablaba con el hombre en las tardes del Edén, sigue mostrándose al hombre en la faz de su Unigénito.


Quien me ve a mi , ve a mi Padre.


Ya decía yo en mis ansias de Dios:…. a quien esto siente, sólo me sustente tu amor y deseo. Véante mis ojos, dulce Jesús bueno, véante mis ojos, muérame yo luego.…


Y Juan de la Cruz seguía suspirando por los oteros celestes : Vosotros los que fuéredes allá por las majadas del otero…, decidle que de amores muero..

Los místicos gozaban con la búsqueda del rostro de Dios. Porque en la tierra, buscar el rostro de Dios era la fe, la esperanza y el amor: pero aquí en el Paraíso, la búsqueda es ya encuentro, y solo queda ya el Amor.



LA ESCALERA QUE LLEVA AL CIELO


La esposa del Cantar buscaba al amado de su alma por valles de esperanza y collados de amor. Pero Jacob creyó que lo alcanzaría subiendo por una escala infinita que llegaba de la tierra al cielo.


Angeles subían por ella, ángeles con misión en la tierra, con habitáculo en el cielo. Y le habló Dios Yavé porque estaba en la casa de Dios, y Jacob alcanzaba la puerta del cielo.


Era la puerta de la casa de Dios: puerta todavía antigua, difícil de subir salvo por ángeles. No eran las doce puertas que tenemos ahora dijo Juan ; puertas todas de perlas y piedras preciosas. La escala de Jacob era puerta de la batalla, de la lucha; las doce puertas de la nueva Jerusalén que habitamos son las puertas de la victoria.

La escala era la búsqueda del rostro de Dios; las doce puertas son la posesión de Dios; la escala era la fe y esperanza; las puertas apostólicas son al Amor.



EL ROSTRO DE DIOS PADRE



Dijo Dios Padre a Fray Luis que explicara en público cómo era su rostro; él, que lo había descrito bellamente en Los Nombres de Cristo.


El rostro de Dios es brillante en la luz de la aurora, suave en la brisa de la tarde, vigoroso y potente en los truenos y relámpagos; es murmullo en el torrente en las montañas, susurro en la roca del desierto; brama en las olas salinas, es canto en los trinos de las aves, en las voces de las fieras; es amor en las manos que acarician, alegría en los gritos de júbilo; candidez en la sonrisa de los niños; ternura en las lágrimas de las madres.


El rostro de Dios, seguía diciendo el poeta, es el del pastor que cuida su rebaño y sabe el nombre de sus ovejas; del viñador que descanta , poda, cerca su viñedo; del pescador que calma la tempestad, del labrador que siembra su semilla.

Su rostro es el de los amigos a la mesa, de los hijos en su herencia, de los vencedores con su bandera.


El rostro de Dios es el del paciente Job, del fiel David, del nazarí Samuel, de los Profetas , de Moisés y Elías, de José… El rostro del Dios Viviente en Abraham, Isaac y Jacob.


Dios es Fuerte, Soberano de todo, Rey del Universo, Paciente, Humilde, Honor, Gloria, Victoria…, Amor.



POR QUÉ NO VEN SU ROSTRO


Dios se ha manifestado al mundo: se le puede ver; Dios se ha hecho Palabra, se le puede escuchar; se ha implicado en la Historia, se le puede seguir.


¿ Por qué no lo ven los hombres en la tierra? La pregunta venía de Teresa.


Yo creo, respondió ella misma, que la gente tiene antojos . Solo siguen lo que ven sus ojos materiales; no se elevan a la visión espiritual. Siguen solo lo que se les antoja, lo inmediato y disfrutable ya.


Tienen otros orejeras como las bestias: solo ven lo de enfrente, lo inmediato, lo cercano y asequible. Les cuesta remontarse por encima de la tierra.


No conocen los signos en que se manifiesta Dios. Confunden el templo con la adoración; la plegaria con el incienso; el culto con la función.


No se paran a meditar; han perdido el temor ; buscan fuera de si a Dios y se quedan solo en sus criaturas.


Y Dios Padre resolvió multiplicar gestos, mandar apóstoles, misioneros: mandar agentes de caridad, ministros de servicio; multiplicar el amor y benevolencia con los débiles.

Y delante de todos habló con la Madre de su Hijo ; le pidió que multiplicara el vino en las bodas del mundo; que entrara en casa de los discípulos; criara a sus pechos a los hijos, ayudara a las parturientas, y sobre todo, que estuviera al pie de la cruz de los siervos de Dios sufrientes.


Y en el cosmos sideral de Dios resonó el himno de triunfo inicial: Alzaos dinteles de las puertas; va a entrar el Rey de la Gloria.


Porque Cristo volvía con otra muchedumbre de signados que habían muerto por el ansia de ver el rostro de Dios.


Y con la plegaria de la tarde , subía desde la tierra como incienso de suave olor, la oración de los justos: Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro.


1 España, tres milenios de historia

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Marcial Pons, Ediciones de Historia, S.A. – 2000 – 396 págs.


Éste es uno de los libros que justifican este juicio: el placer de leer; el regalo de la lectura. No sólo cautiva el contenido de sus páginas, sino la claridad de su exposición; no en vano se le ha considerado uno de los grandes ‘maestros’ de la historia. Esto explica que esta obra, publicada en diciembre del 2000 tuvo, hasta mayo de 2001, cinco ediciones y mereció que la Real Academia de la Historia, de la que era miembro, le dedicara un homenaje con motivo de la edicición ilustrada de este libro. El autor, fallecido el año 1903, a los 94 años, el 21 de enero, día en que, en su tercer aniversario, escribo esta reseña, se dio a conocer como historiador desde sus primeras piblicaciones, en 1940. A pesar de lo valioso de las mismas, la Universidad no lo aceptó como catedrático. La Real Academia de la Historia reacciono enseguida ante aquella injusticia, eligiéndole numerario en enero de 1973, en un tiempo en el que predominaban en dicha Academia los aires de libertad interna herederos de la Institución Libre de Enseñanza.


Los libros y artículos de revistas de historia que publicó sobre la sociedad española durante los siglos XVII y XVIII; sus análisis sobre la vida y tragedia de la minoría morisca; su interés por los problemas de la Hacienda Real en tiempos de Felipe IV; su síntesis sobre la España de tiempos de los reyes Católicos y de los Austria, publicada y reeditada varias veces, muestran su valía y formación como historiador. Sus conferencias y sus libros son ejemplos de sencillez, de claridad y de perfección expositiva. Todo ello quedó plasmado en esta magnífica obra, síntesis que pudo escribir al final de su vida. Veía a España como una de las grandes unidades europeas que surgieron de la descomposición del Imperio Romano. Desde 1941 a 2002 publicó libros y estudios, en número creciente a partir de 1955 hasta alcanzar los cuatrocientos títulos. En ellos se tratan siempre asuntos de esencial interés historigráfico para la comprensión del pasado y para la del presente. Su oficio de historiador lo culminó con esta obra que aquí se reseña y que, publicada en 2000, se presentó el 4 de octubre de 2002 en la Real Academia de la Historia con la presencia del presidente Aznar. Durante casi una hora, sin necesitar un solo papel, habló este ‘maestro de historia’ de su saber sobre el pasado de España.


España, tres mil años de historia” es un ejemplo de concisión y objetividad. Leí el prólogo de dos páginas y media y me cautivó. En él expone qué pretende con su obra, que es poner un poco de orden en los planes de enseñanza en los que priva el regionalismo histórico sin una visión global de lo fue y es España; para el autor, España es una realidad incuestionable frente a las derivas que él venía observando y que han hecho decir a algún político que de la España que hay que hablar es de la de ahora, no la de los Reyes Católicos y menos aún, se supone, de aquella de la Edad de Hierro en la que “puede decirse que ya hay en la Península ciertos factores de unidad en interrelación entre sus pueblos. Por eso no me parece exagerado hablar de un Trimilenario”. “Lo que yo he querido hacer es un cañamazo de historia política que es el sustento de las demás historias”. Y de veras que lo consigue. Para él España es una realidad objetiva. Y él habla de historia de España porque “sólo puede hablarse de una historia de España cuando los diversos pueblos que la forman comienzan a ser pecibidos desde el exterior como una unidad. Mucho después llegará la asunción de ese mismo sentido de unidad por los propios hispanos”

.

A pesar de los alicientes del prólogo y dado que casi cuatrocientas páginas con letra menuda me hacían dudar de leer toda la obra, decidí empezar su lectura por el último capítulo: El franquismo, por aquello de que era cercano a mis conocimientos. La síntesis me agradó tanto que seguí por el penúltimo: La II República y la Guerra Civil. Igual efecto. Continué por antepenúltimo: El reinado de Alfonso XIII. La sensación de que estaba ante una obra de sumo interés que me cautivaba, hizo que ya no dudara de comenzar a leerla desde el principio. Me cautivó y al final volví a leer los tres capítulos finales.


No sé por qué, aunque lo supongo, -pues escribe en una época en que los nacionalismos disgregadores empiezan a campar a sus anchas después de que algunos advenedizos les preparan el camino-, cuando el autor presenta la figura del Conde Duque de Olivares, escribe (p. 167): “En alguna ocasión el Conde Duque repudió expresamente la idea nacionalista: ‘No soy nacional (ista), que es cosa de muchachos’. Quizás recordaba sus tiempos sus tiempos de estudiante en Salamanca, donde la grey escolar estaba dividida en bandos castellanos, anadaluces, portugueses y vascos que se zurraban de lo lindo”. Soy de los que defienden que todo nacionalismo es expresión de un concepto infantilista de la historia, “que es cosa de muchachos”.


Yo invito a los que hayan tenido la paciencia de leer estas líneas, que no se priven de hacerse con este libro y leérselo. Me lo agradecerán y, además de experimentar lo que es el placer de la lectura, amueblarán mejor sus cabezas, al menos en materia de historia de España.



Félix Domínguez




LEWIS, Clive Staples

Sobrino del mago, el (1)

León, la bruja y el armario, el(2)

(Las Crónicas de Narnia)

Barcelona, Destino Infantil y Juvenil (Grupo Planeta), 2005

Tít. Orig.: The Chronicles of Narnia:

The Magician’s Nephew (1) – The Lion, The Witch and The Wardrobe (2)

Traducc.: Gemma Gallart



C.S. Lewis nació en Belfast en 1898. Huérfano a los pocos años, se vio obligado a recorrer varios internados. En su juventud, junto con un ateismo militante, vive obsesionado con el tema del ocultismo, que más adelante dejará cierta huella en su obra. En 1929, por influencia de su gran amigo y ferviente católico Tolkien (El Señor de los anillos), se convierte a la fe cristiana. Fue profesor de Lengua y Literatura inglesas en Oxford y Cambridge. Muere en1963. Si bien hoy lo recordamos por Las Crónicas de Narnia, Lewis fue un autor prolífico, tanto por el número de sus obras como por la variedad de los temas que aborda. Así, junto a libros de carácter fantástico, escribió no pocas obras nacidas del deseo de extender su fe cristiana y penetrantes ensayos sobre literatura medieval. Se pueden contar entre sus lectores dos personajes de excepción, Juan Pablo II y el hoy papa Benedicto XVI, que en más de una ocasión expresaron su admiración por él.


Las Crónicas de Narnia comenzaron su aventura editorial en 1950. Desde entonces, más de 60 millones de lectores han pasado por sus páginas. La reciente película sobre el segundo de los siete tomos que componen la serie ha reactivado sus ediciones y alguno de ellos, agotado, está a la espera de una nueva reedición. Me voy a referir a los dos primeros. El sobrino del mago, que hoy encabeza la saga, fue publicado originariamente el sexto. En una ordenación posterior, se le dio este lugar porque encabeza la cronología interna de Las Crónicas. El propio Lewis estaba de acuerdo con este orden.


Es sabido que Tolkien y Lewis eran grandes amigos y que en su club de escritores (The Inklings), junto a otros amigos, se leían mutuamente escritos que publicarían más tarde. Sin duda, Tolkien ha superado en fama y ediciones a Lewis pero también lo es que Tolkien admitió la influencia que Lewis ejercía sobre sus propios escritos. La autora del famosísimo Harry Potter afirmó hace poco ser deudora del autor de Las Crónicas. Ello nos da a entender la no escasa influencia que C.S. Lewis sigue teniendo en la actual literatura fantástica.


“Dos amigos -Polly y Digory- víctimas del poder de unos anillos mágicos, son arrojados a otro mundo en el que una malvada hechicera -Jadis- intenta convertirlos en esclavos. Pero entonces aparece Aslan -el León- y con su canción va hilando el tejido de un nuevo mundo que recibirá el nombre de Narnia. Narnia, donde todo puede suceder”

“Narnia… un mundo congelado… una tierra que aguarda la liberación. Cuatro niños descubren un armario que les sirve de puerta de acceso a Narnia, un país congelado en un invierno eterno y sin Navidad. Entonces, cumpliendo las viejas profecías, los niños -junto con el León Aslan- serán los encargados de liberar al reino de la tiranía de la Bruja Blanca y recuperar el verano, la luz y la alegría para todos los habitantes de Narnia. Narnia, la tierra donde todo puede suceder”.


Estos dos párrafos anteriores corresponden, respectivamente al brevísimo resumen que las contraportadas de El sobrino del mago y de El león, la bruja y el armario nos ofrecen para ponernos en situación. Pero, a decir verdad, la intención del autor debió ser mucho más ambiciosa que lo que las palabras precedentes nos indican. Con un lenguaje sencillo y adecuado al público juvenil, al que en principio se dirigía, Lewis logra unas páginas llenas de fascinación y de magia al concebir un mundo fantástico poblado de faunos, brujas, unicornios, dragones, hombres lobo, caballos que hablan… En el escenario de Narnia ha relacionado figuras y personajes que no guardan homogeneidad entre sí, pues son deudores de diferentes mitologías, pero que dan como resultado una colosal pero uniforme fantasmagoría.


En cierta ocasión, Lewis dijo que “un libro no merece ser leído a los diez años si no merece ser leído a los cincuenta”. Tanto en El sobrino del mago como en El león, la bruja y el armario se nos ofrece un calidoscopio o prisma, que, según desde qué posición lo observemos nos da una serie no pequeña de pistas para interpretarlo: podemos ver un gran mural en el que se refleja la eterna lucha entre el bien y el mal; una simpática fábula para niños con animales fantásticos que hablan; un relato para adultos entretejido de significados simbólicos y religiosos en clara referencia al cristianismo… Así, en el primero, una mediana formación cristiana fácilmente hallará alusiones a la creación, la inocencia primitiva, al pecado original, a la tentación de la fruta prohibida del paraíso y al pecado; o, en el segundo, la evocación alegórica a los misterios de la crucifixión, de la resurrección de Cristo, y a los pasajes de la traición y de la redención. Los jóvenes lectores encontraran en estos libros un increíble escenario donde personajes fantásticos libran épicas batallas entre buenos y malos; los mayores hallarán una alegoría cristiana: el león Aslan, llevado al supremo sacrificio, que lucha, muere y resucita para vencer al mal es una evidente alusión a Cristo.


Es por eso que, como decía antes, Las Crónicas de Narnia resultan ser lo que su autor quiso que fueran: el libro que merece ser leído a los diez años y a los cincuenta (o más, como es mi caso). Creo que lo expuesto es suficiente para invitar a la lectura de esta serie. El ritmo de la narración y su capacidad creativa engancharán al lector más escéptico. Así que ¡A leer…!


Ildefonso Gª Nebreda


EL PAÍS 4-1-06

Casiano Floristán: honesto con la realidad, sincero para con Dios


JUAN JOSÉ TAMAYO


EL PAÍS  -  Gente - 04-01-2006


Al amanecer del 1 de enero del año recién estrenado fallecía en Pamplona el teólogo Casiano Floristán, que había nacido en Arguedas (Navarra) el 4 de noviembre de 1926. Ha sido una de las personalidades más relevantes del panorama teológico español de la segunda mitad del siglo XX. Tres dimensiones destacan en su largo itinerario vital y en su creativa actividad intelectual: la honestidad con la realidad, el sentido crítico y la sinceridad para con Dios.


La realidad fue siempre su residencia permanente, pero no la realidad tozuda que se pliega a los hechos brutos, sino entendida dialécticamente, con su cara y su cruz, siempre abierta, en tensión hacia el ideal y generadora de esperanza; no la realidad en la que instalarse cómodamente, sino la que hay que transformar. Esa honestidad le llevó a la universidad de Zaragoza a estudiar Ciencias Químicas, de 1945 a 1949. El estudio de las ciencias generó en él una especial sensibilidad por la inducción y los datos empíricos, que luego se dejaron sentir en su actividad teológica y pastoral.

La misma honestidad influyó más tarde en su decisión de estudiar teología en Innsbruck (Austria) y en Tubinga (Alemania), donde coincidió con Karl Rahner, Hans Küng, Johann Baptist Metz, con quienes años después compartiría la dirección de la revista internacional de teología Concilium. El estudiante de Ciencias Químicas convertido en seminarista buscaba allí un rigor científico que no encontró en la universidad pontificia de Salamanca, donde realizó los primeros estudios de filosofía y teología.


En su honestidad con la realidad jugó un papel fundamental la sociología religiosa, de la que fue pionero en España. Ella se convirtió en herramienta de conocimiento, análisis y transformación del catolicismo, y en una de las principales mediaciones de su trabajo pastoral. Accedió a la cátedra de Teología Pastoral de la Universidad Pontificia de la Salamanca en 1960, actividad que desarrolló ininterrumpidamente durante 36 años. Su llegada a la ciudad del Tormes suponía una esperanza de renovación, pero también una fuente de tensiones con los sectores conservadores de la Universidad remisos al espíritu reformador del joven catedrático. En 1963 se hizo cargo de la dirección del Instituto Superior de Pastoral, que pronto convirtió en centro de diálogo con la secularización, de renovación eclesial y de encuentro intercultural. Por ello, fue objeto de críticas por parte de los sectores católicos conservadores y de control por parte del episcopado español. Pero el principal aval del Instituto y de Casiano Floristán fue el concilio Vaticano II, que no resultó una novedad para él, pues había tenido como maestros y colegas a algunos de sus principales protagonistas. Él mismo llegó a ser perito conciliar.


El sentido crítico sereno y constructivo fue una de sus actitudes y convicciones básicas. Floristán no ha sido de esos teólogos que se sometieran servilmente a los dictámenes del magisterio eclesiástico, ni acataran las directrices de la jerarquía poniéndose una venda en los ojos. Impulsó la creación de colectivos teológicos críticos como la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, de la que fue presidente desde su fundación en 1980 hasta 1988, y la Asociación Europea de Teólogos Católicos, y participó activamente en la puesta en marcha y animación de diferentes movimientos cristianos de base.

Casiano Floristán fue un teólogo con perspectiva universalista. Durante más de treinta años hizo frecuentes viajes a América Latina y a Estados Unidos. Estuvo en los orígenes de la teología de la liberación junto con Gustavo Gutiérrez, Segundo Galilea, Juan Luis Segundo y José Comblin. Convivió con los hispanos de los Estados Unidos y colaboró con Virgilio Elizondo en la elaboración de una teología del mestizaje.


La sinceridad para con Dios fue otro rasgo importante de su personalidad, inseparable de la honestidad con la realidad. En la universidad de Zaragoza vivió una experiencia religiosa profunda que desembocó en la vocación sacerdotal, primero, y en la dedicación a la teología y a la acción pastoral, después. En su estudio de la liturgia huyó tanto de la racionalización del misterio como de la manipulación de lo sagrado y buscó la aproximación simbólica a Dios. Liberó a los sacramentos cristianos de la cautividad mágica en que estaban inmersos y los celebró en el seno de la Comunidad de la Resurrección, que él puso en marcha el año 1968 y animó hasta sus últimos días.


El dolor por su muerte queda aminorado por el recuerdo de una vida en libertad y por el legado de su obra, de más de veinte libros y cientos de artículos, que abren horizontes de liberación en la larga invernada eclesial e iluminan la oscuridad del presente.




Tecnosexual perdido

Juan Manuel de Prada

El Semanal (5 de junio de 2005)


Estoy que trino. Llevaba un año entero esforzándome por convertirme en un irreprochable metrosexual, empresa que ha convertido mi vida en un purgatorio de abstinencias, y me entero de repente que las nuevas tendencias estéticas apuntan hacia otro estereotipo Debo la revelación a un artículo firmado por Cyan, que esta revista publicaba hace un par de semanas: en él se nos describe al ‘tecnosexual’, un individuo «narcisista y urbano», fascinado por la informática y, en general, por todo tipo de artilugios electrónicos. La lectura del artículo me ha dejado aplanado y como al borde del desguace: había llegado a concebir la quimera de que, confiando mi vello corporal a la depiladora y sometiendo mi panza a una severa dieta, embadurnándome de potingues cosméticos y reprimiendo ciertas mdezas de mi carácter podría llegar a convertirme en un hombre megafashion. El requisito añadido de las habilidades tecnológicas, para alguien —como es mi caso— que aún no ha aprendido a programar su Ia l vadora, se convierte en un obstáculo más insalvable que la ascensión al Everest. Pero los grandes hombres se muestran en la adversidad: cuando ya estaba a punto de claudicar, he reunido fuerzas de flaqueza y me he lanzado a la carrera de la tecnosexualidad, dispuesto a darle sopas con onda al mismísimo inspector Gadget.


James Bond, esa versión presuntuosa del inspector Gadget, es el modelo remoto del hombre tebnosexual, según se desprende de la doctrina evacuada por el gurñ Ricky Montalvo, quien mantiene una página web (www.technosexual.org) en la que se especifican las características que deben adornar el nuevo prototipo de masculinidad, y también la panoplia de adminículos sobre la que el aprendiz de tecnosexual debe fundar su atractivo. Así, por ejemplo, el tecnosexual debe contar con un
GPS que le sirva a modo de brújula, no sólo en sus desplazamientos por carretera, sino también en sus paseos cotidianos. No importa que el tecnosexual conozca al dedillo el itinerario: el GPS debe funcionar a todo trapo desde que se levanta hasta que se acuesta a ser posible con el volumen bien alto para que las vecinas se derritan de puntita lupina cuando baja a -comprar el pan a la tienda de la esquina Tambien conviene que el tecnosexual incorpore a su atuendo uno de esos chalecos que parecen blindados con profusión de bolsillos a la altura del pecho en los costados incluso en la espalda para poder embaular sus mil y un adminículos: además del GPS vociferante, no debe faltar en su equipo uno (o, mejor varios sonando al unísono) de esos teléfonos móviles con conexión a internet, cámara de vídeo, sacacorchos, lima de uñas y espejito detector de espinillas y forúnculos; tampoco una agenda electrónica extraplana con memoria suficiente para compendiar la lista inabarcable de sus amantes, un ordenador personal liliputiense, una cámara digital, un minidisc, una Play Station, etcétera. Por supuesto, el tecnosexual debe tender a adquirir aparatos que fusionen todas estas utilidades (lo tecnosexual, si es multiusos, resalta doblemente tecnosexual), pero tampoco conviene que se note que algunos bolsillos del chaleco están vacíos: para evitar esta impresión desoladora, el tecriosexual puede abastecerse de aparatos menos cooi, adquiridos en la ferretería de su barrio, que le sirvan de relleno (un ventilador portátil, un secador de pelo plegable, un transformador eléctrico, una batería de automóvil), cuidando de no mostrarlos mucho, para que no lo confundan con un chamarilero. Recordemos que la tecnosexualidad vive, sobre todo, de apariencias: lo importante es cargarse de artilugios, aunque sean rebanadoras de patatas o marcapasos averiados.


Naturalmente, el atuendo del tecnosexual no será completo si no se adereza con un reloj ancho como un grillete, con barómetro, anemómetro, veleta y detector de feromonas incluidos, que le indique simultáneamente la hora de Madrid, Londres, Nueva York, Tokio
y Tananaribo. Y —last but not least— unas gafas con montura de titanio y cristales irisados que incorporen en las patillas unos dispositivos MP3, para que el tecnosexual pueda descargarse enlas orejas sus canciones favoritas (si el tecnosexual padece de sordera puede sustituir los dispositivos MP3 por sonotones convenientemente camuflados, siempre que de vez en cuando finja que sigue el ritmo de una música imaginana). La tecnosexualidad quizá no sea la panacea del ligoteo; pero al menos estimula la libido de los detectores de metales El estruendo de las alarmas alborotadas a su paso excita al tecnosexual más que el encendido piropo de una doncella; de ahí que siempre se le vea merodeando aeropuertos y edificios inteligentes Cada uno se consuela como puede.


JÓVENES, TRABAJO, INMIGRACIÓN: DESAFÍOS PARA LAS HMA DE EUROPA


EL SISTEMA PREVENTIVO Y LOS JOVENES EN DIFICULTAD





J. M. Petitclerc



INTRODUCCIÓN


¿Puede valer hoy el sistema preventivo de D. Bosco, para los jóvenes en dificultad?


Lo sé, algunos conciudadanos nuestros son escépticos ante la idea de que un educador del siglo XX , y además sacerdote, pueda todavía ofrecer una respuesta pertinente en el plano pedagógico. Las situaciones socio-económicas de nuestros pueblos en los principios del siglo XXI son muy distintas de aquellas de Turín del ochocientos!. Sin embargo entre unas y otras media una característica común: se trata siempre de una sociedad en crisis. En los tiempos de don Bosco se verificaba el paso de un tipo de sociedad agrícola a una sociedad de carácter industrial. Hoy estamos pasando a aquella que los economistas definen sociedad post-industrial o neocapitalista. Y, como en todas las épocas de grandes cambios sociales, la cuestión de la transmisión de los puntos de referencia se imponen de modo apremiante, y los problemas de la juventud gritan muy alto, especialmente cuando están ligados al fenómeno de la emigración. La intuición social de don Bosco, que puede ser aplicada al día de hoy, consiste en el hecho de que él supo leer la explosión de violencia que se registraba en los suburbios de Turín como síntoma de carencia de una educación adecuada.


Porque, no lo olvidemos, la violencia resulta, de hecho, el modo mas natural de generar conflictos. Todas las realidades que nos muestran una infancia en estado insociable, nos muestran al mismo tiempo una infancia violenta. Lo que está muy lejos de ser natural, instintivo, pero que, en cambio es fruto de educación, son los valores de la convivencia y de la paz, la capacidad de establecer relaciones respetuosas con diversas personas.


Muchos padres, educadores, animadores me estimulan afirmando: “ Los jóvenes de hoy son cada vez mas violentos”. Y yo , con frecuencia respondo así: “ Los niños del siglo XXI no nacen mas violentos que los del siglo XIX”. Ellos son incapaces, al principio de su existencia, de resistir a la mínima frustración, como también están igualmente determinados a defender con todas sus fuerzas aquello que les gusta.


Cada vez que tengo que intervenir en un instituto educativo donde se dan intensos fenómenos de violencia, suelo decir a los profesores reunidos: “ Tenéis aquí reunidos en un mismo lugar seiscientos adolescentes. Y encontráis enormes problemas de violencia.¿ Hay algo mas natural?¡ A mí me maravillaría en cambio que no la hubiese! Vuestra situación significa que el proceso formativo está en marcha”.


En otros términos, este problema de la violencia de los jóvenes, hoy tan evidente en los medios, no es un problema que ante todo haya que atribuirlo a los jóvenes como se oye decir con mucha frecuencia. Se trata en cambio de un problema que ha de atribuirse a los adultos. La verdadera pregunta que nos debemos hacer es esta: ¿ Por qué nuestra generación adulta actual encuentra mayores dificultades, respecto a la de ayer, para enseñar a la generación joven a dirigir la propia agresividad y a dominar la propia violencia?¿ Por qué no es siempre capaz el adulto de enseñar al joven a dominar su agresividad, para que no se transforme en violencia?.


El problema número uno que tiene hoy nuestra sociedad es el de la educación. Esta fue ya la intuición de don Bosco, en su siglo. Recordemos las palabras que él dijo en París durante su viaje triunfal en el 1883: “ No tardéis en ocuparos de los jóvenes, sino queréis que ellos se apresuren a ocuparse de vosotros.”


¡ Entendámoslo bien! Cuando digo que el problema central ha llegado a ser hoy el de la educación, no quiero afirmar que los padres de hoy sean peores que los de ayer, que los profesores de hoy no tengan las cualidades que los de antes, o que los educadores de hoy sean peores que los del pasado; quiero decir en cambio que educar en un periodo de crisis es más difícil que hacerlo en tiempos caracterizados por una mayor estabilidad.


Detengámonos sobre lo que tanto ayer, en los tiempos de don Bosco, como también hoy, hace problemática la actuación del proceso educativo. No hablaremos de jóvenes particularmente difíciles, sino de jóvenes con los cuales resulta difícil establecer una relación educativa, porque son rebeldes a toda autoridad, o se sienten incapaces de proyectarse en el futuro y aprender a vivir juntos. Dejemos de lamentarnos incesantemente de estos jóvenes en dificultad; busquemos, mejor, el modo de encontrar coraje, como lo hacía don Bosco de acometer el desafío de la educación.


Veamos ahora como las pistas trazadas por él pueden todavía hoy abrir excelentes caminos educativos, especialmente para esta juventud que se encuentra con grandes dificultades en nuestra actual sociedad.



I – EDUCAR EN TIEMPOS DE CRISIS


¿Qué sería necesario hacer para que la acción educativa fuera posible?. Es necesario sobre todo crear un clima de confianza recíproca entre jóvenes y educadores. El adulto debe creer en que el joven puede ser educado, y el joven en la idoneidad educativa del adulto. Es indispensable estar en grado de proyectarse en el futuro, porque se educa siempre hoy para mañana. Toda institución se define en este campo en base al propio proyecto educativo. En tercer lugar es necesario que entre el joven y el educador se pueda establecer una relación interpersonal, y que una relación análoga pueda entrelazar también internamente al grupo juvenil.


Asistimos hoy a una triple crisis en nuestra sociedad:


* crisis de autoridad, que hace difícil la transmisión de los puntos referidos:

* crisis de sentido de futuro, que hace difícil la planificación;

* crisis de socialización, que se traduce en crecientes dificultades al ponerse en relación con la ley.


Nos detenemos brevemente en cada una de estas crisis, que comprometen gravemente la actuación del proceso educativo y que tiene consecuencias mucho mas graves para los jóvenes en dificultad.



1. La crisis de autoridad


El deber educativo es mas difícil cuando la sociedad se desarrolla rápidamente. En los tiempos de don Bosco al afirmarse el sentimiento liberal y aumentar el anticlericalismo, contribuyeron a debilitar, para las generaciones jóvenes, los puntos de referencia ligados a la monarquía y a la Iglesia, cuya autoridad fue en aquel tiempo muy contestada. También nosotros asistimos a una verdadera crisis de autoridad.


Cuantos padres, y profesores, se lamentan así: “ Ya no hay autoridad”. El problema se agrava además cuando el muchacho crece y entra en la adolescencia. El ejercicio de la autoridad llega en aquella edad a ser particularmente delicado.


Pero ¿existe de verdad el problema de ejercer la autoridad?. Esta en el significado etimológico de la palabra, consiste en permitir al otro crecer, llegar a ser “actor”, es decir “ responsable” de su propia vida.


En realidad no se puede tener “ autoridad”; solamente se puede “ crear” o no crear “ autoridad”.


Yo distingo este concepto de aquel de “poder”. El poder es algo que se recibe de la institución que nos contrata por un tiempo, o también algo que se conquista en una lógica revolucionaria. La autoridad si reflexiono bien, es en cambio algo que puedo recibir solamente de aquellos hacia los cuales la ejercito. Dos profesores que están en un mismo instituto escolar tienen el mismo poder, el mismo mandato del director, pero no tienen la misma autoridad sobre el grupo de la clase.


Y lo que ha evolucionado considerablemente, en nuestra sociedad, después de la gran crisis del Sesenta y ocho es que una posición de poder no confiere en modo sistemático con los jóvenes una posición de autoridad. Ayer, por ejemplo, cuando un adulto tenía el poder de enseñar, ejercía él mismo la autoridad en la clase. Hoy, no es así, o al menos no lo es sistemáticamente. Y esta crisis toca a todas las instituciones, comprendidas las judiciales. Conozco jueces menores que tienen un gran poder, pero que no tienen autoridad sobre algunos adolescentes reincidentes.


La autoridad se basa de modo muy particular en la credibilidad de aquel que la ejerce. He aquí por qué hoy es dificilísimo ser profesor, así como el ser trabajador social. La implicación personal debe ser ahora mas intensa, dado que el movimiento de profesionalización que ha sostenido estas actividades en los últimos tres decenios, ha sido considerado aquí y allí propiamente como sinónimo de “ no comprometido”.


Hoy quizá se trate mas de una crisis de credibilidad de las personas interesadas que de una crisis de autoridad. Para que un adulto sea competente en las relaciones con los jóvenes, es necesario ante todo que sea creíble.


Esta crisis de credibilidad toca tres lugares particularmente educadores, que son: la familia, la escuela , la comunidad ciudadana.



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Se habla mucho hoy de padres dimisionarios. Yo contesto con fuerza a este tipo de discursos que me parecen a la vez simplistas y erróneos. Hacerse dimisionarios quiere decir saber lo que es necesario hacer y no tener el valor de realizarlo. Padres dimisionarios existen ciertamente en todas las clases sociales. Cuando en un ambiente particularmente acomodado, los padres buscan compensar su ausencia con una paga dada generosamente, sin pedir nada a cambio, o cuando en un ambiente popular, ellos se hacen cómplices de comportamientos ambiguos, se puede hablar de dimisión. Se trata siempre de una pequeña minoría La gran mayoría de los padres que yo encuentro en el ejercicio de mi profesión de educador especializado se encuentra, de por si, con mucha frecuencia superada por los problemas que le dan sus hijos. Sufren porque no son creíbles y sienten minada su autoridad paterna y materna.


Algunos factores pueden jugar en estas situaciones, sobre todo aquellas ligados a la mayor fragilidad de la pareja y de la familia.


a) Desilusionados como están por el hecho de que sus padres no logran entenderse, algunos chicos no son capaces de dar confianza a los adultos. Conozco padrastros maravillosos, hombres de moral ejemplar que comparten con la familia reconstruida el fruto de su trabajo, puestos sobre las cuerdas por chicos que afirman con vehemencia: “ tu no eres mi padre, no tienes nada que decirme”.No reconocen en ellos ninguna autoridad. Y hoy con mucha frecuencia el derecho les da la razón.


b) Puede haber también factores ligados a situaciones de exclusión social. Conozco óptimos padres de familia argelinos, marroquíes, tunecinos, para los cuales el valor “trabajo” era de algún modo el punto fuerte de su presencia en la familia y que ha sido completamente truncado por el paro, hasta el punto de permanecer como paralizados cuando son los hijos quienes les echan en cara su situación. Cito el ejemplo de un chico de once años que rebate al padre, en el momento que este le prohíbe salir por la noche. “Escucha, papá; yo trabajo todo el día, tengo por lo menos el derecho de divertirme. No puedes prohibírmelo porque tu no haces nada en todo el día” El muchacho abrió la puerta y el padre se quedó sin poder reaccionar.


Y este padre será señalado con el dedo por la institución escolar como si fuera un dimisionario. Sería mejor hablar de despedida mas que de dimisión: padres despedidos por la sociedad en su capacidad de ejercitar una función de autoridad.


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Esta crisis de credibilidad toca también a la escuela, se ven profesores privados de competencia, tanta es la desigualdad con que funciona hoy la escuela. En Francia la “cartilla escolar” [ medida legislativa en base a la cual los alumnos son distribuidos en las distintas escuelas según los criterios logísticos] que era una buena disposición cuando la mezcla social caracterizaba los barrios, se revela catastrófica en un momento en el que tal mezcla ya no existe: todos los chicos menos favorecidos, residentes en un determinado barrio, se encuentran ahora reunidos en un mismo plexo escolar, el cual se encuentra pronto con dificultades. La hipocresía de un sistema se basa en un discurso que mira a promover la igualdad de oportunidades, pero que después genera una praxis tan discriminante, que cada día llega a ser mas lamentable.


Nunca se recalcará bastante cuánto el encasillado escolar, fuente de desvalorización de las personas, sea generador de violencia .


La escuela no logra asumir, como hacía ayer, la propia misión de promoción social y los fenómenos de violencia que se desarrollan.


En un sistema semejante la credibilidad de los profesores está en peligro y esto les hace siempre mas difícil el ejercicio de la autoridad.

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Esta crisis de autoridad se refiere a cuantos trabajan en ambientes civiles. Se constata hoy la existencia de una crisis no del poder sino de la autoridad del Estado, ligada directamente a la pérdida de credibilidad por parte de los trabajadores institucionales que son los portadores. En Francia aquellos que hacen las leyes ( pienso en los diputados) cada miércoles por la tarde salen en la televisión, en un clima de irreflexivo libertinaje, empeñados en lanzarse diatribas, y dar puñetazos en los bancos, en chismorrear, sin tomarse la molestia de escuchar el punto de vista de sus adversarios. Aquellos que presumiblemente en cambio aplican las leyes, nos son presentados, en las primeras páginas de los medios, como se conculcan!. No nos maravillamos de que se puedan encontrar dificultades en la educación de las jóvenes generaciones en relación con las leyes! No se insistirá nunca bastante en los efectos desastrosos de las intrigas de corrupción, que presentan hoy los medios con tanta largueza.


Cuando los adultos, portadores de puntos de referencia, no son creíbles, tampoco sonfidedignos y es toda la acción educativa la que está comprometida.


Me sucede con frecuencia que soy invitado por profesores o educadores, que me piden ayuda para reflexionar sobre la evolución de los comportamientos juveniles en las relaciones con la autoridad. Acostumbro a decirles: “¿ Y si empezásemos a reflexionar sobre la evolución de los comportamientos de los adultos, aquella evolución que les ha hecho perder toda la credibilidad ante los jóvenes?”



2. La crisis del sentido de futuro


La segunda crisis que turba gravemente la actuación del proceso educativo es la dificultad de proyectarse al futuro.


En tiempos de don Bosco también era así. ¡ Qué difícil era para todos aquellos adolescentes que habían venido del campo, proyectar la propia vida con vistas a un futuro ciudadano e industrial!.


Lo mismo que hoy. Nosotros vivimos una situación paradójica, con características netamente opuestas entre ellas. Así, por ejemplo, en Francia, nuestra generación es la primera en la historia del País, que está en grado de confiar a la siguiente un futuro sin riesgos de invasión territorial de nuestros vecinos. ¡Gracias a Europa! .Nuestros padres, nuestros abuelos, y nuestros bisabuelos han experimentado siempre o la infancia o la adolescencia señaladas por la guerra y sin embargo sabían ser portadores de esperanza.


Recuerdo: tenía nueve años en el 1962. Mis padres habían conocido los horrores del desembarco de Normandía con la ruina de la bella ciudad de Roben. Estábamos entonces en “ pleno bloqueo de Cuba”, con la amenaza de una guerra nuclear entre los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, cuyo estallido podía ser fatal para la humanidad. En cuanto a mi, en semejante contexto, lo recuerdo bien, por la noche , antes de dormirme, hojeaba las últimas páginas de mi enciclopedia y soñaba con el coche, el robot y fuegos artificiales del año 2000. con otras palabras, no obstante su experiencia existencial llena de angustia nos sabían entusiasmar con temas del mañana.


Hoy no es así. No se sabe como hacer para animar a los chicos respecto al futuro. Cuando se pregunta sobre este tema a un preadolescente, las tres primeras ideas que él asocia al mañana son de miedo: el miedo a la inquina, al desempleo y al terrorismo.


Tomemos conciencia del hecho de que la fuente principal del malestar de la juventud deriva de la mirada negativa que los adultos dan al mañana. Y las consecuencias son desastrosas para la moral de nuestros jóvenes.


A propósito de esto sería necesario decir una palabra sobre el rol que ejercen los medios. Estos funcionan en base a los índices de escucha y , lo sabemos bien, lo que suscita intereses son aquellos que salen de la norma. Como dice una máxima popular, un tren que trae retraso es noticia, noventa y nueve trenes que llegan puntuales al horario no son relevantes. El telediario de las 20 constituye el catálogo de todas las disfunciones que se han producido durante la jornada. Y es a partir de las imágenes difundidas donde se percibe como está el mundo.


El peso de los medios incide mucho en el modo con el cual nuestros contemporáneos llegan a percibir el clima general del mundo. Y transmiten a sus hijos la idea de que todo va mal.


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Este clima genera entre los jóvenes de nuestro País una desconfianza en el futuro que incide fuertemente sobre sus comportamientos presentes. Asistimos entonces a un desarrollo en ellos de conductas inmediatas, también en el campo de la delincuencia y la toxicomanía.


Muchos profesores hablan hoy de la pérdida del sentido del esfuerzo, como ellos la observan en la generación joven. Sin embargo, el esfuerzo por el esfuerzo no me parece que sea un valor. Mas bien es masoquismo. Lo que vale es el esfuerzo que se hace para conseguir el objetivo que se han señalado. ¿Y la mayor dificultad para los jóvenes de hoy no consiste quizá en la imposibilidad de ponerse objetivos adecuados, porque esto presupone la capacidad de proyectarse en el futuro?



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Una sociedad que no permite a una parte importante de la juventud formular proyectos para el porvenir, es una sociedad que impide la construcción del sentido de la vida. Y esta “crisis de sentido” desemboca, en los jóvenes de hoy, tanto en el aumento de comportamientos instintivos como en depresiones. Error. La unión no vale.


Y vosotros sabéis que es muy grave el problema levantado por el suicidio juvenil en Francia. Cerca de ochocientos jóvenes de quince a veinte años se quitan la vida cada año en nuestro País: esta es la segunda causa de mortalidad en estas edades, seguida de los accidentes de carretera…Y las tentativas de suicidio anuales se estiman del número de ¡sesenta mil!


El doctor Xavier Pommereau, psiquiatra de fama por su actividad en este campo, afirma que hoy un adolescente sobre siete tiene problemas mentales.



3) La crisis de aprender a vivir juntos


La tercera crisis de repercusiones muy grandes en la educación tanto en los tiempos de don Bosco como hoy: dificultad de socialización.


En Turín, en el siglo XIX, los problemas de la de-socialización de los adolescentes de los barrios periféricos eran una realidad muy cruda. Don Bosco se encontraba ya en aquellos tiempos de frente a los problemas de emigración. Aquellos jóvenes habían dejado sus familias, no frecuentaban la escuela, y su educación se hacía en la calle, con las consiguientes consecuencias.


Hoy el aprendizaje de vivir juntos, no se hace bien y esto se hace principalmente en tres lugares que son la familia , la escuela y la ciudad.


La familia de hoy está menos socializada que la del pasado. En una sociedad que ha llegado a ser incapaz de comunicar seguridad, la familia cultiva mas que nunca el ideal de constituirse como una pequeña isla que trata de preservar intentando evitar todo conflicto. Los padres se encuentran mal cuando tienen que decir no a un hijo, por miedo a romper la relación afectiva y estropear el ambiente, ¡Es verdad que decir no a un chico de 16 años a las siete de la tarde puede estropear la velada!.


La familia de hoy, con frecuencia mas pequeña que la de ayer, funciona cada vez menos como institución social primaria, en la cual se aprenden las reglas elementales del vivir juntos, pero se pone como lugar/base en la que se pueden expresar los propios deseos.


Ayer en una familia numerosa, con un solo televisor en el comedor procedía por amor o por fuerza, el miércoles por la tarde, una decisión de socialización, cuando uno de los hijos quería ver el fútbol, otro el documental y el tercero la telenovela. Los padres tenían que pronunciar la última palabra.. Hoy en las familias con dos hijos, donde cada uno tiene su televisor en la habitación no hay nada de socialización. Muchas familias tienen la tendencia de usar modernos objetos de alivio para elaborar una respuesta asequible a los deseos de cada uno de sus miembros, especialmente de los hijos. Esto es interesante en términos de desarrollo personal, pero no favorece para nada la socialización.


También la ciudad está muy cambiada, cualquiera que sean sus dimensiones. Con el creciente afirmarse del individualismo, que caracteriza el desarrollo de nuestra sociedad en estos últimos años, el ciudadano medio no se siente implicado en la educación de un chico que no está ligado a él. “No es mi hijo; el problema no me atañe”. Recordemos lo que sucedía en nuestra infancia y que sucede aquí y allí en el mundo rural. Si cometíamos un error en la vía pública, sabíamos que en casa se sabría enseguida:¿Sabes lo que ha hecho tu hijo? decían a nuestros padres los vecinos. Y el temor de que lo supieran nos servía de prevención.


Hoy la convivencia cívica no funciona así. Cuando el chico infringe una regla, se bromea, si es pequeño, se tiene miedo, cuando es mayor, pero no se interviene..Se asiste hoy en el espacio público, a un verdadero déficit de ciudadanía.


El control, asegurado por la comunidad de los habitantes disminuye. El ciudadano no se siente responsable colectivamente en la educación de la generación sucesiva. El aprendizaje de la socialización se efectúa de modo poco correcto en el ambiente cívico.


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Todo recae sobre la escuela, pero esta no está preparada. Con frecuencia oigo a los profesores lamentarse del comportamiento de sus alumnos en la clase. Yo les digo:


¿ Dónde queréis que aprendan, sino es en la escuela? ¡lamentaros de vuestros compañeros! Porque para un buen número de jóvenes la escuela es el único lugar en el que se impone una vida de grupo. Observemos el modo como los adolescentes viven en grupo fuera. Lo que funciona son pequeños grupos de tres a cinco miembros o bien grandes reuniones de varios miles. En este tipo de grupos no se realiza el conocimiento de la diferencia y de las reglas que permiten la vida en común. En los pequeños grupos se eligen los propios amigos entre los que son semejantes. Y por otra parte, nada como la multitud es incapaz de juntar las personas: yo pienso como los otros ,vivo como los otros. El “ yo” sale reconfortado de estas experiencias. En cambio en el grupo de diez, veinte, treinta – como sucede en las clases – se está obligado a confrontarse con la diversidad de los otros, a ponerse de acuerdo sobre determinadas reglas, la mas elemental de las cuales consiste en hablar uno a la vez. No es este el caso del pequeño grupo, donde todos pueden charlar a la vez, y mucho menos del montón, donde la calidad de la sonorización permite escuchar a las estrellas aún en medio de alborotos incesantes. El grupo “ a medida del hombre” verdaderamente es aquel en el que se realiza el conocimiento de la socialización.


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Toquemos aquí el mayor problema, que según yo, hay en nuestra sociedad. El estudio de la socialización debería efectuarse en estos tres lugares, que son: la familia, la escuela ,y la ciudad, sin embargo cada uno de estos tiene la tendencia a descargar la responsabilidad en los otros dos.


La familia dice: “Enseñar a vivir con los otros no es mi problema; es deber de la escuela y de la ciudad”. La escuela añade: “ No es mi misión, sino de la familia y de la ciudad”. Y la ciudad replica: Este problema no es de la sociedad. Le toca a los padres y a la escuela defender correctamente su rol”.


Resultado: una cantidad considerable de jóvenes crece con un sentido de sociabilidad cada vez mas débil.


Tal carencia de conocimiento de la socialización va al mismo paso con cada vez mayores dificultades en relación a las leyes, la cual solamente nos ofrece el placer de vivir juntas en el respeto de la alterabilidad de cada uno. No nos sorprenda si asistimos a un aumento grande de delincuencia entre los jóvenes como el que tenemos hoy.




II – ACTUALIDAD DEL SISTEMA PREVENTIVO



- Restaurar la autoridad a través de la elaboración de una relación educativa basada en la confianza,


- permitir al joven proyectarse en el futuro, presentándose a él como testimonio de esperanza,


- aprender a “vivir juntos”, entre jóvenes y con adultos, instituyendo una relación de alianza,


Estas son las tres grandes líneas del sistema preventivo, el cual es muy oportuno también en estos tiempos de crisis.

Detengámonos algún instante en estas tres palabras clave de la pedagogía salesiana: confianza, esperanza, alianza.


1) Una pedagogía de la confianza


Sin confianza no hay educación. Este es el principio base de la educación según don Bosco. Solamente la instauración de esta relación de confianza entre los jóvenes y el educador permite fundar la autoridad de este último.


¿ Cómo instaurar esta relación de confianza? Don Bosco no proclama ninguna técnica educativa; se limita a “responder” a través de “la amorevolezza”. El es el educador que en el siglo XIX , después de todas las corrientes pedagógicas hiperracionalistas del siglo de las luces, ha rehabilitado la esfera afectiva en la relación educativa. La afectividad está presente en toda relación humana. Entonces, mas que negarla, en la relación educativa él aconseja al educador, cuidarla para poder injertar la confianza. “Sin “amorevolezza” no se puede tener confianza. Sin confianza no hay educación”.Esta expresión es, hoy como ayer, la mejor síntesis del pensamiento educativo de don Bosco.



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Una educación fundada en la confianza es una educación basada en la razón. El educador obra de modo razonable, convencido siempre de que el joven está dotado de razón y así es capaz de comprender donde se encuentra su interés. Es en esta convicción donde se basa el sistema preventivo.


Existen en realidad , nos dice don Bosco, dos maneras de educar un chico: o con la disuasión ( sistema represivo) o con la persuasión ( sistema preventivo).Un ejemplo os resultará mas clarificante que un largo discurso.


Imaginaos a vuestro niño de cuatro años ,metiendo los dedos en una toma de corriente. En esta situación son posibles dos discursos. El primero: “ Mi querido hombrecito, si no quitas enseguida el dedo de ahí, verás que paliza te doy”. Seguramente el niño no tocará ya nunca la toma, por el miedo de vuestra reacción. Esta es la prevención disuasiva.


He aquí el segundo camino que es posible seguir: “ Seguramente que tu recuerdas el daño que te hiciste al acercar la mano a la cocina eléctrica. Pues bien, te aseguro que si metes los dedos en la toma, en el momento que la cocina coge la energía sentirás un dolor mucho mayor.” El niño no tocará la toma porque entiende que le hace daño y va contra sus intereses. Esta es la prevención persuasiva.


Estas dos formas de prevención, no se excluyen una a la otra, son complementarias. De hecho en el caso de que una no dé resultado se puede recurrir a la otra. La segunda es verdaderamente educativa, porque permite interiorizar la norma.


Imaginemos, continuando nuestro ejemplo, esté presente en la habitación. Si el niño conoce sólo el primer tipo de discurso, y está convencido de que nadie lo sorprenderá, nada le impedirá el hacer la experiencia. Al contrario, si ha recibido el segundo tipo de advertencia habrá interiorizado la idea de que el dolor será muy grande, lo vea o no el adulto. He aquí porqué don Bosco juzga preferible este segundo método educativo.


La prevención disuasiva puede parecer eficaz en poco tiempo y es fácil de poner en práctica, si se tienen los medios, la prevención persuasiva necesita por si misma, que se establezca una relación de confianza con el otro, lo que requiere mucho tiempo y disponibilidad.


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Finalmente una educación basada en la confianza está basada en una fe indefectible en la educación del joven, a pesar de las dificultades del presente.


Creer en el joven significa asumir al joven en dificultad como una oportunidad de crecimiento para el grupo, y no como un peso.


Como digo con frecuencia a todos los profesores, cuando hago de animador de jornadas pedagógicas, si se reflexiona bien, es siempre el joven en dificultad aquel que nos hace progresar en nuestra arte pedagógica: el nos obliga a hacernos preguntas, a custionarnos.


Si en vuestra clase solamente tenéis buenos alumnos, estaréis tentados a reproducir, con los escolares siguientes, exactamente el mismo método del año anterior; iréis hacia el escaque: porque los jóvenes se renuevan, también los métodos deben renovarse siempre. Gracias a los jóvenes en dificultad, aquellos que dan problemas, aquellos que suscitan interrogantes, el profesor es conducido a su vez a cuestionarse, a profundizar el propio conocimiento, la comprensión de los jóvenes y repasar los propios métodos pedagógicos.


El joven en dificultad se revela como una oportunidad para la institución salesiana, porque es siempre aquel que en fin de cuentas. nos hace progresar en nuestro arte pedagógico.



2) Una pedagogía de la esperanza


La consigna que don Bosco transmitió a sus hijos merece nuestra consideración: “ el salesiano no se queja nunca de sus tiempos”.


N o es necesario lamentarse, sino al contrario, ayudar a los jóvenes a utilizar todos los factores de progreso hacia un mundo mas justo, mas fraterno, mas en paz.


Es muy importante en los tiempos que corren, enseñar al muchacho, al adolescente a saber maravillarse de la belleza del progreso. Se necesita ponerlos en guardia contra las posibles derivaciones de lo que descubren. Sepamos vigilar de modo que los razonamientos prudentes no lleguen a impedir la facultad de maravillarse de aquello que nace.


Un árbol que cae hace más ruido que una floresta que crece”, dice el proverbio africano. Es tiempo, para la moral de nuestra juventud, de no aturdirla constantemente con el rumor de los árboles caídos, muy aumentado en los medios y en cambio enseñarles a abrirse a la admiración de la belleza de aquello que brota.


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Lo que caracteriza la mirada que don Bosco ponía en los jóvenes es la atención al proceso de germinación. La historia del grano de mostaza llamado a ser un árbol grande es sin duda la parábola mas bella sobre la educación.


Existen tres categorías de hombres y de mujeres en las relaciones de esta semilla. Primero, los que sólo ven en esto un grano (confesamos que es una perspectiva limitada). Después, aquellos que viendo la semilla, no hacen mas que soñar con el árbol (estos grandes idealistas corren el fuerte riesgo, de pisotear la semilla). Finalmente aquellos que ven contemporáneamente la semilla y el árbol. Estos están atentos al terreno.


Educar, según D. Bosco, equivale a ofrecer el mejor terreno para permitir al joven de ahondar sus raíces en la herencia familiar, social, cultural, para finalmente abrirse a la propia novedad de sujeto.


Y es la alegría aquella que, siempre según don Bosco, caracteriza del mejor modo a semejante terreno. Una gran parte del arte educativo consiste en saber instaurar entorno a sí un clima de paz y de serenidad gozosa. Esta alegría es necesaria para el desarrollo del chico. Las infancias tristes nos condenan. Me parece que la alegría es la componente esencial de un clima educativo salesiano. Pero no se trata de una conquista: no hay nada mas falso que las actitudes de quien se muestra contento “ por deber”; la alegría es mas bien un fruto: esta se da en abundancia en aquellos que viven en la verdad y en el amor.


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Ver en el joven al mismo tiempo al muchacho que ahora es y al adulto que está llamado a ser; tal es la mirada que don Bosco le dirige.


Desarrollar un proyecto que tome verdaderamente en consideración el chico: su realidad actual y su potencialidad de ser mañana un adulto, quiere decir “ confortarlo” y “ responsabilizarlo”. La característica de la institución salesiana se coloca en la sana articulación entre estas dos líneas fuerza.


Asegurar. Es saber expresar el carácter incondicional del amor que nos une al joven. Es también garantizar un conjunto de reglas que tienen no obstante tentativas de adolescencia...


Asegurar es finalmente ayudar al joven a memorizar el éxito.


El drama de muchos jóvenes que huyen de la escuela, es que la institución les enseña a memorizar sólo la decepción. Esto engendra la pérdida de confianza en si mismo y la pérdida de la autoestima genera la decepción.


No se puede romper una espiral semejante si no incitando al buen éxito: es necesario apoyarse siempre en la capacidad del joven, apuntar a lo que él sabe hacer, invitándolo a progresar.


Asegurarlo pero también responsabilizarlo; porque solamente ejercitando la responsabilidad se aprende a ser responsables. Muchos adolescentes sufren no poder tener alguna responsabilidad en nuestra sociedad..No nos asustemos de sus comportamientos de fuga.


D. Bosco desde los comienzos de su obra tuvo la idea de responsabilizar a los jóvenes especialmente en las relaciones con sus compañeros mas pequeños.



3) Una pedagogía de la alianza


En un mundo marcado por la dificultad de vivir en compañía de jóvenes y de establecer una adecuada relación intergeneracional, don Bosco anuncia una pedagogía de la alianza. No se trata de hacer “por”, sino “ con” el joven considerado no como simple destinatario, sino como coprotagonista de la acción educativa. “Sin vuestra ayuda no puedo hacer nada”. “ Es necesario que nos pongamos de acuerdo”. Estas fórmulas sonaban con frecuencia en las buenas noches del Santo educador.


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Para establecer esta relación de confianza con el joven necesita un buen posicionamiento de parte del educador. Debe estar muy cercano para no ser indiferente,

y suficientemente distante para no resultar indiferente.


El arte de educar consiste esencialmente en encontrar este punto de una buena distancia y de buena proximidad. Una gran dificultad en el campo educativo ( he aquí porqué esto me parece mucho mas arte que ciencia) es este punto de buena distancia y de buena proximidad de establecerse con los jóvenes depende de cada uno d ellos.


Recuerdo una discusión con Enrico, que fue llevado a mi despacho por un educador joven que estaba cansado del comportamiento de aquel adolescente. Después de haberme careado largamente con el muchacho, intentando recordarle el buen fundamento de las reglas, le puse la mano sobre la espalda en el momento que salía de mi despacho. Era, creo, un gesto de acercamiento. Nos habíamos distanciado tanto en el encuentro, que me parecía importante hacerle ver con un gesto que aunque su comportamiento me hacía montar en cólera, sin embargo me interesaba su persona. En cambio si este gesto lo hubiera hecho con Francisco, que había sido víctima suya en la infancia de abuso sexual, se habría rebelado vivamente contra lo que hubiera juzgado como una nueva tentativa de apropiación de su cuerpo. He aquí como el mismo gesto puede manifestar un gesto de buena proximidad en un caso y de pésima distancia en el otro caso.


Y recordemos que lo importante, en términos educativos, no es la intención que se tiene al hacer un gesto, sino el modo como lo percibe el chico, lo cual requiere una gran prudencia de parte del educador.


Es esto lo que don Bosco solía repetir a sus educadores: “Lo importante no es que los jóvenes sean amados, sino que se den cuenta de que son amados.” Quiere decir lo esencial está siempre en la percepción del joven.


Este gran educador, calificado en la tradición eclesial como “ Padre y Maestro de la juventud” con frecuencia se nos presenta en las imágenes populares bajo los rasgos de un equilibrista. He necesitado un poco de tiempo para comprender el alcance de esta imagen. Ciertamente recuerda el hecho de que en su adolescencia a Juanito le gustaba jugar a hacer el saltimbanqui para reunir a los amigos. Hay una explicación mas simbólica: ¿ el arte de educar no es un poco el arte del funámbulo? Saber decir sí, saber decir no; estar bastante cercanos, estar bastante lejanos. Es todo una cuestión de equilibrio.


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Es necesario establecer una alianza con el joven, también con el grupo, como una oportunidad en vista del proceso de socialización.


Con aquel punto de provocación que me es propio, alguna vez me gusta decir al profesor que se lamenta de las dimensiones de su grupo: “Todas las valoraciones han demostrado que no existe relación alguna entre el buen resultado de los chicos y el rendimiento de la clase. Cuentan los métodos pedagógicos utilizados.”

Lo mismo digo a aquel profesor que se lamenta de tener treinta alumnos: “ ¡ Qué fortuna! Tu explicas una vez y quince de ellos entienden; explicas un segunda vez y tienes diez y seis profesores para los quince alumnos restantes. ¡Un profesor para cada alumno es extraordinario!”.


Con frecuencia no se reflexiona sobre la alianza de grupo. El educador tiene la tendencia de recibir una suma de relaciones individuales, mientras que se puede y se debe hacer jugar la interactividad de los miembros del grupo entre ellos.


Don Bosco. con sus innegables talentos de comediante, sabía como hacer del grupo un aliado. Y sabía ver en esto no un peso, mas bien una oportunidad para el desarrollo de la responsabilidad de las relaciones interpersonales. Pensamos en particular en las Compañías.



CONCLUSIÓN


Pero qué es de la dimensión pastoral del proyecto educativo de don Bosco con estos jóvenes en dificultad, un buen número de los cuales no comparte nuestras convinciones de fe?.


Quiero citar a Margarita Lena: “Como el mejor artista cristiano no es necesariamente el que pinta cuadros religiosos, o el que canta en la iglesia, sino aquel que expone su propio arte, y sobre todo su propia mirada, a la luz de Dios difundida sobre las formas del mundo, así la educación no es cristiana porque concierne a personas bautizadas o porque prefiere las ocasiones de la enseñanza religiosa Lo es sobre todo porque quiere estar y está atenta a la vocación integral del hombre, al que Dios llama por su nombre y porque responde de parte suya según la misión que le es propia”.


Así no es a mi modo de ver el carácter cristiano de los destinatarios, o la naturaleza del programa trasmitido lo que hace cristiana la acción educativa, sino el hecho de que esta se apoya en las tres principales energías de nuestra fe cristiana: Creer – Esperar- Amar.


Tal convicción se funda en la lectura del versículo evangélico: “Quien acoge un niño en mi nombre, me acoge a mi” (Mc 9, 36).


El Papa Juan Pablo II, con ocasión del centenario de nuestro Fundador, escribió, en la carta dirigida a todos los salesianos, que don Bosco era sin duda el santo que en la historia de la Iglesia había comprendido mejor la profundidad de este versículo.


Actuar el sistema preventivo con los jóvenes en dificultad es establecer con cada uno de ellos una relación del mismo tipo entretejido con Cristo, una relación basada sobre un:

* Yo creo en ti

* Espero en ti

* Te amo

He aquí porqué Xavier Thévenot ha hablado de dimensión sacramental de la relación educativa. Para el salesiano la acción educativa hacia los jóvenes en dificultad no constituye la Buena Acción que cumplir en el interior de la vida religiosa, sino el lugar mismo de su encuentro con Cristo: “ cada vez que habéis hecho estas cosas a uno solo de estos mis hermanos más pequeños, lo habéis hecho conmigo” (Mt 25 , 40).


Se trata para el educador salesiano, de creer en el joven ,no obstante sus desviaciones, de esperar con él aún en las situaciones mas desesperadas, y amarlo, aceptándolo como es.


¿Y no hay seguramente adultos que creen en los jóvenes, que son para ellos testimonio de esperanza y que los aman en lo que mas lo necesitan, ayer en los tiempos de don Bosco como hoy en este periodo con tanta inseguridad?


La palabra conclusiva será una palabra prestada. Escuchemos como se dirige a los jóvenes salesianos Jean Duvallet, antiguo compañero del Abbé Pierre: “Tenéis obras, colegios, casas, pero solamente tenéis un tesoro: la pedagogía de don Bosco. Arriesgad todo lo demás (se trata solo de medios), pero salvad esta pedagogía.


Veinte años de ministerio en la reeducación me obliga a deciros: vosotros sois responsables de este tesoro.


En un mundo en el cual el hombre y el muchacho son triturados, fragmentados, clasificados, psicoanalizados, en el cual sirven de cobayas y de materia prima, el Señor os ha confiado una pedagogía en la cual triunfa, el respeto al chico, de su grandeza y de su debilidad, de su dignidad de hijo de Dios.


Conservadla: renovada, rejuvenecida, enriquecida de descubrimientos modernos, adaptada a nuestros muchachos que son arrebatados de un modo que D. Bosco nunca había visto. Mejor aún. Conservadla. Cambiad todo, perded vuestras casas. ¿ Qué importa? Pero conservad, golpeando sobre miles de pechos, la modalidad con que don Bosco amaba y salvaba a sus jóvenes”.


1 MB, XIII, 126

2 CHÁVEZ, PASCUAL, Carta Con el coraje de Don Bosco en las nuevas fronteras de la comunicación social. ACG, 390, julio 2005.

3 Constituciones Salesianas, arts. 6 y 43, citadas por el Rector Mayor en su última carta sobre la CS. (o.c.).

4 MARTINI, CARLO MARIA, ‘Effatà, apriti’. Lettera per il programma pastorale ‘Comunicare’. Centro Ambrosiano di Documentazione e Studi religiosi. Milano (Italia), 1990.

5 MARTINI, CARLO MARÍA, o.c., pág. 13.

6 Expresado también por don Vecchi en su carta La comunicación social en la misión salesiana, ACG, 370, Roma, 2000: “Para estar presentes, hace falta ser legibles; para ser eficaces, hace falta ser auténticos; comunicar justamente experiencias y convicciones profundamente sentidas y vividas”. (o.c., pág. 20 ed. Italiana).

7 En B. FERNÁNDEZ y F. PRADO (eds), Obediencia. Pasión por Dios en tiempos precarios, 34 Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, PC, Madrid 2005.

8 Cooperador Paulino 125 (2004) 42-43.

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